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Juárez y la educación en México

Patricia Galeana*

La instrucción es la primera base


de la prosperidad de un pueblo,
a la vez que el medio más seguro de hacer
imposibles los abusos del poder.
benito juárez,
Apuntes para mis hijos

Así como España se unificó en torno a la religión católica, expulsando


a musulmanes y judíos; la conquista española impuso el catolicismo sin
tolerancia de ningún otro credo religioso en la Nueva España. El princi-
pio de intolerancia imperó en México desde el siglo xvi, hasta el triunfo
del liberalismo.
La educación estuvo en manos de la Iglesia desde la conquista
española hasta el gobierno de Benito Juárez.1 El clero controló a la
población, a través del monopolio religioso y educativo. La institu-
ción eclesiástica fue un poder fáctico determinante en el curso de la
historia mexicana. La magnificencia de sus templos y monasterios,
como los de los dominicos en la provincia oaxaqueña, son muestra de
su fuerza y riqueza.
En el siglo xviii novohispano, las ideas de la Ilustración lograron
burlar la censura de la Inquisición. Anhelos de libertad e ideas casi
volterianas circularon hasta en el propio Seminario de México, donde

* Doctora en Estudios Latinoamericanos por la División de Estudios de Posgrado de la


Facultad de Filosofía y Letras (ffyl) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Investigadora y profesora en la ffyl de la unam.
1
Patricia Galeana, El México de Juárez, México, Porrúa, 200 , p. 48 .

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rondaban incluso estampas del mismo Voltaire.2 Tenía lugar un des-
plazamiento del interés religioso por el político social.3
Los fundadores del Colegio de las Vizcaínas (1 ) se opusieron a
que el clero tuviera injerencia en el plantel y lograron que se aceptara
su carácter laico. También la Academia de San Carlos estaba desligada
de la institución eclesiástica.
A principios de la vida independiente, Wenceslao Sánchez de la
Barquera y José Joaquín Fernández de Lizardi divulgaron las ideas
ilustradas de Juan Jacobo Rousseau y de los enciclopedistas franceses.
No obstante que se conoció el Emilio de Rousseau, la cultura confesio-
nal de la época colonial, producto de la intolerancia religiosa y el
monopolio educativo de la Iglesia Católica, subsistió durante medio
siglo. Las ideas liberales fueron penetrando en la cultura religiosa de
la sociedad mexicana muy poco a poco.
La Constitución Liberal de Cádiz (1812) había establecido que el
Estado vigilaría que la enseñanza pública fuera uniforme en el reino.
Dicha constitución se aplicó parcialmente en la Nueva España y se
crearon escuelas de primeras letras. Ya en plena guerra insurgente, la
Constitución de Apatzingán (1814) estableció que ningún género de
cultura podía ser prohibido a los ciudadanos.
Lucas Alamán, la cabeza más brillante del conservadurismo,
señaló ante el Congreso ( de noviembre de 1823): “Sin instrucción
no puede haber libertad, la base de la igualdad política y social es la
enseñanza elemental”. José María Luis Mora, ideólogo del libera-
lismo, declaró en el Congreso del Estado de México, que “Nada es más
importante para el Estado que la instrucción de la juventud. Ella es la
base sobre la cual descansan las instituciones sociales”.
Tanto liberales como conservadores estaban conscientes de la
importancia de la educación para construir al Estado nacional, pero
mientras los segundos dejaban la educación en manos de la Iglesia, los
primeros buscaron que fuera responsabilidad del Estado. La primera
constitución de la vida independiente de México (1824), la promovió
la Ilustración.
2
Luis Castillo Ledón, Hidalgo. La vida del héroe, Morelia, Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, 1993, pp. - 9.

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3
Monelisa Lina Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo xviii en México a través de los
papeles de la Inquisición, México, El Colegio de México, 194 , p. 13.

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El líder liberal, Valentín Gómez Farías, consideró que la educación
debía ser organizada y controlada por el Estado, al ser “la instrucción
del niño..., la base de la ciudadanía y de la moral social”. Los liberales
lucharon primero por independizar a México de España y después por
independizar al Estado mexicano de la Iglesia Católica.
La primera reforma liberal de 1833 a 1834, encabezada por Mora
y Gómez Farías sucumbió. Fue hasta la de 18 a 18 3, que el libera-
lismo lograría triunfar, después de una guerra civil de tres años y de
una ocupación extranjera de más de un lustro. Durante esta última, el
segundo imperio también resultó liberal y protagonizó lo que podemos
llamar una tercer reforma que intentó unir monarquía y liberalismo.
En materia educativa los tres movimientos reformistas (1833, 18 9
y 18 4) coincidieron en la necesidad de reorganizar la educación, consi-
derándola el motor de cambio de la sociedad. Mientras que para los con-
servadores la educación era un recurso para lograr el avance económico,
para los liberales era una necesidad política, ya que se requería formar
una nueva mentalidad que no obstaculizara su proyecto de gobierno,
para dejar de ser una minoría contraria a la mayoría del país.

Primera reforma
En tanto se consolidó el estado liberal, las deficiencias educativas fue-
ron suplidas por la compañía lancasteriana. La creación de la Direc-
ción General de Instrucción Pública para el Distrito Federal y territo-
rios federales, durante el gobierno de Gómez Farías, en 1833, fue un
paso trascendente para la educación en México. El Estado mexicano
asumió la educación como responsabilidad pública, por lo que debía
dejar de estar en manos de la Iglesia.
Mora, dirigente intelectual de la primera reforma, consideró que
para mejorar el “estado moral” de las clases populares, era necesario
acabar con el monopolio educativo del clero e implantar nuevos sis-
temas de enseñanza que inculcaran deberes sociales a la comunidad.
Se estableció la enseñanza libre,4 la instrucción primaria para
niños y adultos y se promovió la fundación de escuelas normales.
4
El 14 de octubre de 1833 se decidió la extinción del Colegio de Santa María de Todos los

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Santos, declarándose que el gobierno haría que se administraran las fincas y rentas con absoluta

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Mediante el decreto del 21 de octubre de 1833 se abolió por vez pri-
mera la Universidad, debido a las contundentes razones expuestas por
Mora en el sentido de que no sólo era inútil, sino perniciosa para el
país, por no satisfacer las necesidades de México y al no formar ciu-
dadanos con conciencia cívica. Era un centro de ideas conservadoras,
“nada se enseñaba y nada se aprendía”.
A diferencia de la educación impartida durante la Colonia que giró
en torno a la religión, se buscó organizar estudios técnicos y carreras
científicas. En lugar de la Universidad se establecieron seis planteles:
el de estudios preparatorios, el de estudios ideológicos y humanida-
des; el de ciencias físicas y matemáticas; el de ciencias médicas; el de
jurisprudencia y el de ciencias eclesiásticas. Se organizaron también
la Biblioteca Nacional y el Teatro Nacional y el Conservatorio de his-
toria natural se convertiría en Museo mexicano.
La Iglesia y el ejército se unieron al grito de “Religión y Fueros”, y
el caudillo militar, árbitro de la política nacional, Antonio López de
Santa Anna, derogó toda la legislación reformista de Gómez Farías y
continuó dejando la educación en las manos de instituciones religio-
sas y de las escuelas lancasterianas.
En las Bases Orgánicas de 1843, se creó la Dirección General de Ins-
trucción Primaria, que durante la gestión de Manuel Baranda, reco-
bró el interés del gobierno por controlar la educación con la naciona-
lización de los colegios particulares que recibían subsidio del gobierno.
En ese momento había 1,310 escuelas elementales.
La Revolución de Ayutla acabó con la era santanista, los liberales
llegaron nuevamente al poder y emprendieron la reforma del Estado
para suprimir las estructuras coloniales que aún subsistían. La edu-
cación fue prioritaria como punto nodal para sustituir al Estado con-
fesional por uno laico.
Durante el nuevo gobierno, en la presidencia de Ignacio Comon-
fort se ideó el fortalecimiento de la enseñanza primaria, el estableci-
miento de la Escuela Normal y la Academia de las Ciencias. Esta
última se concretó tiempo después, lo mismo que la Escuela de Artes
y Oficios y una escuela secundaria para niñas.

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independencia de los demás ramos de Hacienda, invirtiéndolos en gastos de educación pública.
El decreto del 2 del mismo mes se legisló sobre el establecimiento de escuelas primarias en el
Distrito Federal.

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Se decretó la supresión de la Compañía de Jesús ( de junio de
18 ), anulando el decreto expedido por Santa Anna que la había
restablecido después de 1833. El 14 de septiembre de 18 se volvió a
clausurar la Universidad con objeto de acabar con un foco de reacción
que alimentaba los cuadros conservadores y que atacaba la política
liberal del Gobierno.
El Estatuto orgánico provisional de la República Mexicana (1 de mayo
de 18 ), estableció la libertad de enseñanza: “Quedan prohibidos todos
los monopolios relativos a la enseñanza y ejercicio de las profesiones”
(artículo 38). El diputado Manuel Fernando Soto alertó: “Si concedemos
la libertad de enseñanza [el partido conservador] se apoderará de ella...”,
pero gran número de diputados, creía que el conocimiento científico
sería suficiente para destruir el conservadurismo.
Durante las sesiones del Congreso Constituyente de 18 –18 ,
el tema central de la discusión en torno a la educación fue su libertad.
Aunque había quienes sostenían, como José María Lafragua, que era
necesaria la vigilancia del gobierno para evitar la charlatanería,
triunfó la posición de los liberales radicales como Ignacio Ramírez,
quien sustentó que la enseñanza debía ser libre sin sujeción a progra-
mas. En el mismo sentido, Guillermo Prieto declaró que la vigilancia
y la libertad eran incompatibles, como la luz y las tinieblas.
La Constitución de 18 estableció el principio de libertad absoluta
de enseñanza. De acuerdo con el régimen federal, los estados legisla-
rían como consideraran pertinente.
Para los conservadores el principio de libertad era distinto al de los
liberales; no se debía tener libertad para enseñar cualquier cosa. Por ello
consideraban que la educación debía seguir en manos de la Iglesia.
Desde las leyes reformistas (la Ley Juárez que limitó los fueros y
tribunales eclesiásticos y militares, así como la Ley Lerdo que secula-
rizó sus bienes y la Ley Iglesias que suprimió el pago de obvenciones
parroquiales), la Iglesia patrocinó el levantamiento armado contra el
gobierno. La guerra se desató en toda forma al jurarse la Constitución

Felipe Tena Ramírez, Derecho constitucional mexicano, México, Porrúa, 19 , p. 499.


Francisco Zarco, Crónica del Congreso constituyente, 1856–1857, estudio preliminar, texto y
notas en Catalina Sierra G., México, El Colegio de México, 19 , p. 4 1.

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Artículo 3o.: la enseñanza es libre. Ignacio Ramírez.

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de 18 , primera en la historia de México que no estableció la intole-
rancia religiosa. La Iglesia usó su arma más poderosa contra la cons-
titución liberal: la excomunión ipso facto para todo aquel que, habién-
dola jurado, no se retractara. Ello llevó a la guerra civil más sangrienta
después de la guerra de Independencia.
Los conservadores se erigieron en defensores de una religión que
no era perseguida. A ello contribuyó en buena medida la política pon-
tificia, ya que Pío IX condenó, en diversas alocuciones, la libertad de
conciencia, el matrimonio civil y la educación laica. Censuró en par-
ticular a la legislación mexicana.
En la parte más cruenta de la contienda se decretaron las Leyes de
Reforma, que significaron la culminación del Estado laico. Al decre-
tarse la separación de la Iglesia y el Estado, lo que se estaba dando era
la independencia del Estado mexicano respecto a la Iglesia. Por consi-
derar que la Constitución de 18 maniataba al Ejecutivo, Comonfort
dio un golpe de Estado y Benito Juárez encabezó a los liberales desde
ese momento hasta su muerte, en 18 1.
La vida de Juárez coincide con su leyenda. Como todo mexicano
de la época, también estuvo bajo el influjo del clero católico. No obs-
tante, con la tenacidad propia de su raza, fue un hombre que se hizo a
sí mismo. Con perseverancia aprendió lo que le interesaba, en una
época en que la educación era privilegio de las clases acomodadas. A
lo largo de su vida de estudiante, siempre demostró un aprovecha-
miento sobresaliente y una particular aplicación. La defensa del
derecho y la educación como motor de cambio fueron sus principios
rectores.
En 182 se había creado el Instituto de Ciencias y Artes de
Oaxaca, como institución laica, esto es, independiente de la Iglesia.
Los grupos conservadores y clericales decían que era una casa de
prostitución y que sus maestros eran herejes, a pesar de que muchos
de ellos eran clérigos, pero de ideas moderadamente progresistas.
Este sitio se convirtió en una nueva opción para la juventud deseosa
de estudiar, alejada del dogmatismo del seminario. Como dato inte-
resante cabe consignar que en este instituto se formaron varios

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ministros de Estado y tres presidentes: Benito Juárez, Porfirio Díaz
y Gustavo Díaz Ordaz.

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Juárez impartió cátedra en el mismo instituto que lo formó. Tanto
de Derecho romano, canónico y civil, como de Física. Como docente
practicó el equilibrio entre las ciencias y las humanidades.
Con la idea de que la educación es la principal herramienta para
regenerar a una sociedad, cuando fue gobernador y luego como pre-
sidente impulsó la construcción de escuelas y modernizó los sistemas
de enseñanza. Había vivido en carne propia las deficiencias de las ins-
tituciones educativas religiosas que promovían el dogmatismo y la
intolerancia. Creía en la necesidad de una enseñanza práctica, fun-
dada en los postulados del liberalismo, de la modernidad.
Como gobernador de su Estado, además de establecer más escuelas
primarias que todos sus antecesores, fundó la normal para maestros y
tuvo conciencia de la importancia de impulsar la educación de las niñas.
Así mismo otorgó más recursos al Instituto de Ciencias y Artes.
El 1 de abril de 18 1, ya como presidente, Juárez dictó una Ley
de Instrucción en la que retomó el control de la educación por parte
del Estado, unificando los planes de estudio. Incrementó el número
de escuelas primarias y reglamentó su gratuidad. La educación
quedó bajo la inspección del gobierno federal en el Distrito Federal
y en los territorios de la Federación. La enseñanza de la religión fue
sustituida por la de moral. Los libros de texto serían supervisados
por el Estado.
En el artículo tercero de la Ley del 61, se creó la secundaria para
niñas y la escuela para sordomudos, esta última fue una realidad
hasta la época del segundo imperio. El artículo 42 estableció que la
enseñanza primaria sería gratuita y gracias al 4 se crearon las escue-
las nocturnas para adultos.
De nueva cuenta se clausuró la Universidad y se reglamentaron
las escuelas superiores. Se decretó que los fondos de la Lotería Nacio-
nal serían destinados a la Escuela de Bellas Artes y a la de Agricultura.
En síntesis, el Estado tomaba en sus manos la educación para crear
los cuadros necesarios para el nuevo proyecto nacional.
El programa educativo de la segunda reforma no pudo ponerse en
marcha, debido a que se desencadenó la intervención francesa y el

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establecimiento del segundo imperio. Algunos de los principios de la
reforma liberal juarista fueron retomados por la legislación imperial.

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Por su educación europea e ideas liberales, Maximiliano veía la
libertad de cultos como un hecho natural y consideraba que las Leyes
de Reforma dictadas por Juárez eran necesarias para la organización de
todo Estado moderno.8
De acuerdo con los ideales liberales de la época, Maximiliano
estaba convencido de que la educación era un elemento indispensable
para lograr el progreso de los pueblos. Desde el inicio de su gobierno
encargó a José Fernando Ramírez, liberal moderado, organizar la
educación.
Conforme al artículo o. del Estatuto Provisional del Imperio, se
creó el Ministerio de Instrucción Pública, que antes estaba unido al de
Negocios Eclesiásticos. A través de este ministerio se organizó un plan
de educación para todo el imperio, con la idea de vigilar incluso las
escuelas particulares. Se pretendía crear universidades, bibliotecas,
museos, observatorios y otros organismos afines y como una nove-
dad interesante en la legislación nacional, el imperio consideró la
necesidad de estudiar las lenguas prehispánicas.
El emperador escribió personalmente su proyecto en materia edu-
cativa. Quería que estuviera de acuerdo con los pueblos más adelan-
tados de Europa, que fuera gratuita y obligatoria, y que se diferencia-
ran las etapas educativas. Recomendaba hacer énfasis en la enseñanza
de la Filosofía “que ejercita la inteligencia y resulta indispensable para
conocerse a uno mismo”.
El programa educativo del emperador quería sustituir la tradición
hispánica por el modelo de las escuelas alemanas y francesas. Veía
poco recomendables los internados, ya que separaban a los hijos de
los padres exponiéndolos a los malos ejemplos de los mayores. La
escuela normal debía tener los mejores profesores, incluso del extran-
jero y éstos debían ser bien recompensados económicamente.
Respecto a la religión, Maximiliano no quería que se mezclara con
la educación, por lo que se debían vigilar los contenidos de los tex-
tos.9 Como era una cuestión de conciencia, el Estado debía intervenir

8
Patricia Galeana, Las relaciones Iglesia-Estado durante el segundo imperio, México, Instituto de
Investigaciones Históricas (iih)-unam, 1992, p. 1 9.
9
Andrew N. Cleven, “The ecclesiastical Policy of Maximiliano of México”, The Hispanic

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American Historical Review, Duke University Press, agosto, 1929, pp. 31 -3 0.

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lo menos posible en religión y sólo vigilar la tolerancia de cultos. La
enseñanza religiosa correspondía “por derecho y obligación a los
sacerdotes de los diversos cultos”.10 Todo ello desagradó al clero por
su consabida oposición a la libertad religiosa.
El imperio estableció que la educación primaria debía ser gra-
tuita, secular y obligatoria. En cuanto a los contenidos de la ense-
ñanza secundaria, con el fin de preparar a la clase media y ser la base
de una educación profesional, debía comprender una preparación
universal dando especial importancia a la enseñanza de la Filosofía.
Maximiliano decretó la clausura de la Universidad el 30 de
noviembre de 18 , por considerarla una institución medieval que
enseñaba en forma obsoleta y nunca volvería a abrir sus puertas. En
su lugar se crearían escuelas especializadas.
Manuel Siliceo fue designado ministro de Instrucción Pública del
imperio.11 Siliceo había elaborado su propio proyecto educativo desde
que colaboró en el gobierno de Comonfort. Coincidía con el empera-
dor en la necesidad de establecer una enseñanza elemental gratuita y
obligatoria. Proponía que donde hubiera más de 20 familias, los
municipios sostuvieran sus escuelas.
Pero Siliceo quería que se enseñara historia sagrada en la prima-
ria, mientras Maximiliano quería que el Estado vigilara incluso los
seminarios. Por ello Siliceo fue sustituido por Francisco Artigas, quien
elaboró la ley del 2 de diciembre de 18 .12
La Ley de Educación del imperio fue muy criticada por considerár-
sele incompleta, pues se dedicaba fundamentalmente a la enseñanza
secundaria. Se estableció que la enseñanza primaria constaría de
10
Boletín de las leyes del imperio mexicano, pp. 0 - 4.
11
Cfr. “Carta de Maximiliano a Manuel Siliceo, ministro de Instrucción Pública y Cultos”,
Diario del Imperio, t. i, núm. 13 , México, Imprenta de J.M. y F. Escalante, 11 de junio de 18 .
12
La Ley de Instrucción Pública (2 de diciembre de 18 ) contenía 1 2 artículos. Artículo
tercero: a la edad de cinco años los niños asistirían a primarias públicas; 4o.: debían demostrar
que no podían pagar la cuota de un peso por niño para que fuera gratuita, era elevada en su
tiempo; o.: control del Estado. Título III: secundaria. Liceos franceses, u 8 años, igual que
primaria, incorporación a establecimientos públicos. Dirección y gobierno de la instrucción
pública correspondían al emperador por conducto del ministro de Instrucción Pública. Supresión
de la Universidad por las mismas razones de Gómez Farías en 1833, Comonfort en 18 y Juárez
en 18 1. Título IV: seis carreras literarias en escuelas de Derecho, Medicina y Filosofía, y prácti-
cas en: Militar, de Minas y Politécnica. No establece fórmula federal. Restaba injerencia al clero,

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no plenamente laico. Artículo 1 : quedan suprimidas las plazas de capellanes y sacristanes. “No
podía practicarse en establecimientos públicos rezos ni misas diarias de obligación.”

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cinco años, que sería obligatoria, gratuita y vigilada por el ayunta-
miento. La ley planteaba la necesidad de establecer una secundaria
enciclopédica, con el fin de que el estudiante conociera fundamentos
de las diversas asignaturas para después profundizar en los estudios
superiores. Los críticos del emperador decían que tales medidas eran
impracticables.
Otras medidas importantes del gobierno monárquico en materia
educativa, fueron la organización de archivos, la publicación de infor-
mes virreinales, la creación de una escuela para ciegos y la escuela
para sordomudos planteada por Comonfort. Aunque destruyó el
observatorio de Juárez en Chapultepec, mandó erigir un observatorio
físico-meteórico en Santa Clara.
En materia educativa, el imperio siguió una línea más parecida a
la Ley de 18 1 que a la Constitución de 18 , ya que estuvo de
acuerdo con la intervención del Estado. En lo que difirieron fue en que
el emperador sí permitió la educación religiosa.
Entretanto, perseguido por el ejército francés, Juárez tuvo que
mudar la sede de su gobierno al norte del país y enviar a su familia a
Estados Unidos. En carta a su yerno Pedro Santacilia le pidió que no
pusiera a sus hijos al cuidado de ningún jesuita ni de ningún sectario
de alguna religión, ya que los niños necesitaban aprender a “investi-
gar el porqué o la razón de las cosas, para que su tránsito por este
mundo tenga por guía la verdad y no los errores y preocupaciones
que hacen infelices y desgraciados a los hombres y a los pueblos”.13
Al triunfo de la República, Juárez estableció la educación primaria
gratuita y obligatoria. Consciente de que para reformar a la sociedad
mexicana había que acabar con el monopolio educativo de la Iglesia,
estableció la educación laica.
Desde 18 , la educación fue una función pública. Antonio Mar-
tínez de Castro, encargado del Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, consideró la ciencia como la forma más importante de lograr
el progreso. El gobierno se abocó a unificar la instrucción, se creó la
Escuela Secundaria para Señoritas y la Escuela Nacional Preparatoria
con una enseñanza científica para reformar la sociedad.
13
“Carta de Benito Juárez a Pedro Santacilia”, 12 de enero de 18 , en Jorge Tamayo, Benito

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Juárez: discursos y correspondencia, t. ix, México, Libros de México, 19 4, p. 14.

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La Ley orgánica de la instrucción pública en el Distrito Federal del 2 de
diciembre de 18 contiene 92 artículos, de los cuales destacan el
artículo 4o., que plantea la enseñanza de rudimentos de historia en la
escuela elemental, el o. que promueve la gratuidad de la educación
para los pobres y su obligatoriedad. El artículo o., por su parte pro-
mueve la enseñanza para sordomudos y el establecimiento de un
observatorio astronómico El artículo o., formaliza la enseñanza
para las niñas, que incluye correspondencia epistolar, historia general
e historia de México.
En el marco de la nueva ley se abren cuatro escuelas de niños y
cuatro escuelas de niñas; dos escuelas nocturnas, una de adultos
varones y otra para mujeres. A las jóvenes se les enseñará “moral,
urbanidad, higiene y labores mujeriles”, llama la atención el que no
se incluya la enseñanza de higiene para los varones.
En 18 9 se emite una ley de instrucción más avanzada que la
anterior. En ella se suprimen del programa de las escuelas oficiales las
materias religiosas. La educación no debía imponer ni principios polí-
ticos ni creencias religiosas.
Aún en 18 0 se debatía si la enseñanza debía ser libre y si debía
haber independencia entre la Iglesia y el Estado.
Gabino Barreda, fundador de la Escuela Nacional Preparatoria
–que subsiste hasta la fecha y que dio origen a la Universidad
Nacional Autónoma de México–; declaró que la libertad no podría
existir en México mientras los hombres siguieran explicándose
“mágicamente el universo”.
Barreda estableció la enseñanza sobre las bases del positivismo.
Consideraba que con la libertad de enseñanza se fortalecían las
fuerzas conservadoras y acabarían con la libertad. Se dio una
pugna entre el bando liberal y el positivista. Los liberales puros
rechazaban la obligatoriedad porque consideraban que atacaba la
libertad, en tanto que los positivistas planteaban que la obligato-
riedad se hacía necesaria para enseñar al pueblo a preservar la
libertad. Ambas corrientes querían una enseñanza laica, pero los
positivistas rechazaban un laicismo neutral, la educación debía

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ser orientada a destruir cualquier prejuicio y basarse en las cien-
cias positivas.

321 Patricia Galeana Juárez y la educación en México 319


El gran legado de Juárez fue el estado laico y una educación cien-
tífica. La constitución que nos rige incorporó todo el capítulo de
garantías individuales de la Constitución de 18 , a la cual, durante
el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, se incorporaron las Leyes
de Reforma de 18 9-18 3. El artículo tercero, inciso primero, recoge
los principios juaristas:
Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación
será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier
doctrina religiosa; II. El criterio que orientará a esa educación se basaría
en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y
sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios [...] y c)
Contribuirá a la mejor convivencia humana, [...] evitando los privilegios
de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos [...].

Tales principios constituyeron una verdadera revolución cultural


en la época de Juárez y tuvieron un impacto directo en el desarrollo
de la ciencia en México. Por ello es menester preservarlos como la
única posibilidad de mantener la Independencia del país, y lograr su
desarrollo en el mundo globalizado del conocimiento.

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