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mente
El mindfulness o meditación de consciencia plena ofrece una vía para regular nuestras
emociones y pensamientos, con efectos beneficiosos en términos de aumento del
bienestar subjetivo y reducción de síntomas relacionados con la depresión o la ansiedad,
entre otros. Su uso se ha extendido además a numerosos ámbitos, desde la psicología
clínica, la educación o la psicología del trabajo. Sin embargo, sus mecanismos de
funcionamiento son aún en gran medida desconocidos. Algunas aportaciones llevadas a
cabo desde la psicología y las neurociencias sugieren que esta forma de meditación
favorece un cambio de perspectiva a la hora de contemplar nuestra vida mental, cuyo
sustrato a nivel cerebral tal vez sea trazable gracias a las técnicas de neuroimagen.
El problema es que, como advierte el dicho popular, a veces los árboles no nos dejan ver
el bosque. Y es que, en última instancia, este bosque está dentro de nosotros, pero
también nosotros estamos dentro de él.
Algo similar ocurre con los pensamientos que tenemos acerca de nosotros mismos. Nos
identificamos con el relato que construimos sobre quiénes y cómo somos, a veces sin
ver más allá, reduciéndonos a la historia que contamos sobre nosotros mismos. Mientras
tanto, el "yo" del "aquí y ahora" nos pasa desapercibido, y con él la posibilidad de
experimentar el mundo -y vernos a nosotros mismos- desde una perspectiva diferente,
más abierta. En una versión actualizada de la idea de James, el premio Nobel Daniel
Kahneman ha diferenciado entre el "yo que experimenta" y el "yo que recuerda". Estos
se rigen por dinámicas diferentes, e incluso, "sienten" de forma distinta, lo que tiene
implicaciones para nuestra idea de "felicidad". Como sugiere Kahneman, no es lo
mismo estar contento y feliz en la vida que valorar tu vida como feliz.
A pesar del auge de las técnicas de mindfulness y de los efectos beneficiosos que se
asocian a ella, los mecanismos psicológicos y neuropsicológicos a través de los cuales
operan son en gran medida desconocidos aún. Shauna Shapiro y sus colaboradores han
planteado una interesante propuesta en este sentido(3). Según estos investigadores, los
tres componentes centrales en la práctica del mindfulness son la intención, la
atención y la actitud. A primera vista, lo más saliente en esta forma de meditación es que
se basa en la observación de la experiencia interna y externa, en el aquí y ahora,
momento a momento, prestando atención al flujo de estímulos que atraviesan nuestra
mente. Pero igualmente importante es el porqué –la intención- y el cómo –la actitud-
con que se lleva a cabo esta práctica. La motivación para practicar mindfulness parece
cambiar con la experiencia, yendo desde la autorregulación de los propios pensamientos
y emociones inicialmente, pasando por la autoexploración personal, hasta la
autoliberación y el desarrollo de la compasión, finalmente. En cuanto a la actitud con
que se lleva a cabo, la meditación requiere la contemplación de pensamientos y
emociones sin interpretarlos, juzgarlos o evaluarlos en modo alguno. Implica una
mirada compasiva, curiosa y abierta hacia todo aquello que atraviesa nuestro campo de
conciencia, sin interferir en ello, simplemente aceptándolo.
Como resultado, de alguna forma el bosque al que se asemeja nuestra vida subjetiva se
hace visible, en su riqueza, complejidad y dinamismo. Los tres componentes del
mindfulness favorecerían un cambio de perspectiva. La mente, al dejar de ser
arrastrada por el flujo de pensamientos, emociones e impresiones, tomaría conciencia de
sí misma gracias a un progresivo distanciamiento frente a dichos contenidos de la
conciencia. Como dicen Shapiro et al., "lo primero que se reconoce en la meditación es
que los fenómenos que se contemplan son distintos de la mente que los contempla"(3).
En definitiva, se logra experimentar que uno es más que sus estados de tristeza,
ansiedad o dolor, o que sus pensamientos negativos, al des-identificarse y des-apegarse
de ellos.
Otros autores, como Desbordes et al., han planteado que los componentes activos del
mindfulness pueden resumirse en un concepto: ecuanimidad (11). Éste se refiere a un
estado mental de calma o una tendencia disposicional hacia todas las experiencias u
objetos, independientemente de que su cualidad afectiva sea placentera, displacentera o
neutra, e independientemente de la fuente de la que provengan. Tal estado de
ecuanimidad conllevaría un comportamiento imparcial ante los contenidos de
conciencia, que no serían reprimidos, negados, juzgados o temidos, sino simplemente
aceptados tal y como se presentan.
Enfoques como los anteriores son sin duda sugerentes, y desde un punto de vista
fenomenológico, parecen captar bien la esencia del mindfulness y sus mecanismos de
acción. No obstante, se trata de propuestas que se quedan en lo teórico y que por tanto
necesitarían de un cierto grado de aval empírico. Esta carencia puede suplirse, no
obstante, con algunos datos provenientes de investigaciones experimentales.
También desde las neurociencias se han hecho interesantes aportaciones que tratan de
explicar los mecanismos a través de los cuales el mindfulness produce sus efectos. En
especial, los estudios de neuroimagen han supuesto un notable avance en el análisis de
los correlatos neurológicos de la meditación.
En este sentido, la bibliografía parece establecer de manera consistente que la
regulación de emociones ocurre gracias a la acción de un circuito que, desde las
regiones medial y ventrolateral del córtex prefrontal, ejerce su control sobre las
áreas donde se procesan y activan nuestras emociones, como la amígdala (15). En el
caso de la práctica del mindfulness, que en definitiva no deja de ser una técnica de
regulación emocional, también estaría presente este mecanismo.
Así, Herwig et al. encontraron que la actividad de la amígdala se atenuaba cuando los
sujetos experimentales de su estudio llevaban a cabo una tarea en la que debían tomar
conciencia de sus estados emocionales. Esta atenuación del arousal y la intensidad
emocional bien podría ser uno de los correlatos biológicos de algunas de las sensaciones
subjetivas –calma, control de emociones, desapego, etc.- que muchos sujetos reportan al
practicar mindfulness. Un dato en esta línea nos lo proporcionan las investigaciones
sobre la influencia de la meditación en la regulación de la ansiedad. Por ejemplo,
Ives-Deliperi et al. han encontrado que el entrenamiento en mindfulness produce
disminuciones en la ansiedad experimentada por personas con trastorno bipolar, que se
corresponderían con una mayor activación de algunas áreas del córtex prefrontal
medial (16). En una línea similar, otros investigadores han hallado que el alivio de la
ansiedad resultante de la práctica de la meditación estaría conectado con activaciones
en el córtex cingulado anterior, el córtex prefrontal ventromedial y la ínsula
anterior(17).
Agradecimiento:
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