EL Nacional/ Doming’
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Borradores/
Enrique Castellanos
La
frustracion
de Prometeo
L HOMBRE, sordo
y en su ausentismo
penoso y triste; no
ha querido corres-
ponder al gesto de
Prometeo, quien, deseoso de
fortalecer 1a posicién del
mismo, desafié los hados y
los dioses para brindarle la
posibilidad de transformar su
destino y hacerlo hébil den-
tro de la ineludible lucha pla-
netaria,
Prometeo, en una inciden-
cla_de inealeulable genero-
sidad, buscé encontrar Ia fér-
mula que comportara la ha- |
bilidad y creacién, el horno
propicio o la gestacién opor-
tuna, que, alimentada por el
don del fuego, cubriera la
desnudez del hombre, com-
batiera su inermidad y lo do-
tara de las ballestas necesa-
rias que le permitieran, en
mejores condiciones, encon-
trar la tierra de Promisién,
sentirse alegre ante el laurel
y dominar, con su sabiduria
construida en limpio trigo
entre los frondosos y verdes
bosques de la esperanza, una
vida alejada de la HYBRIS
que empequefiece y anula, y
hallara, guiado por una solu-
cién saludable, la Meca defi-
nitiva de su felicidad.
Prometeo, en una instan-
cia que no ha tenido la con-
traprestacién ideal, rompié
las cadenas establecidas y re-
belde en su grandeza cons-
tructora, le ofrecié al hombre
la salvacion, la opelén para
que limpiara el camino y en-
contrara, pero no sin esfuer-
zos, la tierra de los suefios,
ese mundo feerico que nace
con la esperanza y que el ala
negra —del- cuerve- aciago
rompe alevoso, pareciera que
inspirado en ese mundo os-
curo que rodea la triste casa
del residente actual.
Todo parece indicar que
habitamos un mundo desier-
to en donde predomina la in-
nobleza, el zarpazo predato-
rio, rodeado permanentemen-
te por negros fantasmas, que,
en el turbio banquete de la
vida, reclaman abiertamente
su parte e imponen, bajo des-
piadados signos, su secreta
maldad inconfesable, Nunca
como hasta estos instantes se
aprecia la convivencia menos
tefida de innobles propési-
tos, jefaturada siempre por la
violencia, sujeta al vaivén de
los acontecimientos impre-
decibles, en donde la norma
moral escondié sus actos y
predomina, entre pomposos
rasgos, la falacia o la mentira
en un reino de tinieblas.
Hermes se burla de Pro-
meteo, quien, encadenado a
los erudos desaclertos de la
Escitia, tiene que sufrir el
castigo por en su rebeldfa,
haberle condedido al hombre
el fuego que él, valientemen-
te, al valerse de la ayuda de
Minerva, subié al cielo para
obtenerlo de la carroza del
sol, Su generoso acto conver-
tfa al hombre en el més gran-
de y poderoso de todos los
animales, pues le permitia
crear las herramientas nece-
sarias para labrar la tierra,
modificar el clima, obtener
prédigas cosechas, fundar las
artes y establecer el comer-
cio; y pare usted de contar
las excelencias de que estaba
previsto. Pero irrazonable y
leco, ajeno y desagradecido
del bien recibido, antes que
escoger el camino del valle
para fortalecer en el verdor
de la cosecha o gozar con la
parabola de la hoja cuando
cae sobre el prado, mecida
por la brisa fragante que co-
rretea alegremente entre los
alcézares de la hiimedas flo-
res, se dio en cambio a la
tarea de dafiarlo todo; y, al
pisotear las espigas y rendir
con su comercio el vino,
construy6 entonces la depre-
dacién y la desgracia, y por
ello, y por esta terrible mal-
dad, Prometeo dolorosamen-
te encadenado sufre la burla
de Hermes y llora el mal paso
dado,