ERIC HOBSBAWM
TRABAJADORES
Traducción castellana de
RICARDO POCHTAR
•
1
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EDITORIAL CRfTICA
Grupo editorial Grijalbo
BARCELONA
ganz1912
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Sist.erna de 81 h l 1olecas - ICR '
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PREFACIO
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Este volumen incluye, por una parte, (lrtículos publicatÍos en dife-
\entes ¡evistas, algunas de difícil acceso, y, por otra pa,te, estudios
i1tédi~4s, que son el producto directo o indirecto de ufÍp dedicaci6n
de váffos años a la historia y a las cuestiones de )a clase ¡raba¡adora.
En Íín'as generales se refieren al período quel destJf finales del
...· siglo"'KVIII hasta la primera guerra mundial y grosso modo cabe
clasifi~rlos en cuatro grupos: estudios sobre l "Cumiidones dy_tra-
ba¡o Easta mediados del siglo XIX, estudios sobrJ! el «nuevo sindi-
calismo» de 1889-1914, estudios sobre el resurg'/mi6zto del socia-
lisf!ZO en Gran Bretaña a finales del siglo XIX, )! Jln grupo de ar-
tíJulos generales que abarcan un lapso bastante más amplio. La ma-
h
(' .~ - -- -
yd,ía de estos artículos tienen en común un rasgo negativo: se sitúan
al ·!#hrgen de la historia directamente cronológica -o narrativa de los
.~.BíMot·ca ~
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11''-"' . : D. rmoco ~ 1 mo,tlimientos obreros. Sidney y Beatrice Webb y G. D.'H. Cole fue-
~ °'. D "~Cl\1!1 <Je Bihllorec:i. ·~ .
V l~J V F:R"W" O D,.. .. ' ron lós talentosos precursores de este enfoque y en la edad de oro
~ _ - -~ - COSTA 1.Tf'Á
de la historia del movimiento obrero británico, que se inició hace
30432 1- -· ··-- unos quince años, una serie de excelentes estudiasos prosiguieron,
completaron o revisaron S1' obra. Sin embargo, se ha investigado
comparativamente poco acerca de las clases traba¡adoras como tales
Título original: (no en cuanto organizaciones y movimientos obreros) y acerca de
LABOURING MEN. STUDIES IN ¡HE- HISTORY OF LABOUR las condiciones económicas y técnicas que favorecieron el desarrollo
W eidenfdd and Nicolson, Londres efectivo de los movimientos obreros o bien, en cambio, lo difict~lta
Cubierta: Alberto Corazón ron. En estos últimos años este campo ha comenzado a despertar
© 1964: Eric J. Hobsbawm, Londres mayor tf.lención, pero todavia se lo cultiva bastante poco. La mayo-
O 1979 de la traducci6n castellana para España y Améóca:
Editorial Crítica, S. A., calle de la Cruz, 58, Barcelona-34 . .
ría de las ensayos que integran este volumen pertenecen a esta últi-
ma categf¡rjq_.
ISBN: 847423-101-9
Depósito legal: B. 27.746-1979 Varioi 7fe e_stfts ensayos son expositivos. La aristocracia obrera,
Impreso en España
1979. -Alfonso impresores, S. A., Carreras Candi, 12-14, Barcclona-28 Costun)brb, s~~s e intensidad de trabajo y El artesano ambulante
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8 TRABAJADORES PREFACIO 9
fueron intentos preliminares de reunir materi.al acerca de los respec- M~~illan y .Lawrence and Wishart, por su autorizaci6n para reim-
tivos temas y de considerar algunas de sus implicaciones. Esto vale prtmzr materiales originalmente publicados en sus páginas o con su
también para los estudios acerca del «nuevo sindicalismo». Otros sello editorial.
ensayos son polémicos o tienen un carácter de revisi6n hist6rica.
Por eiemplo, Los destructores de máquinas trata de revisar las con- - E. J. HoBSBAWM
cepciones tradicionales del ludismo; El metodismo y la amenaza re- Londres, diciembre de 1963
volucionaria refuta la afirmaci6n de Elie Halévy según la cual W es-
ley habría '!alvado a Gran Bretaña del cataclismo social a comienzos
del siglo XIX; y los artículos acerca del nivel de vida con contribu- Salvo co"ecciones y alteraciones de detalle, la edici6n británica
ciones a una controversia que en estos últimos años ha interesado de tapas blandas no difiere de la edición encuadernada de 1964. Esto
bastante a los historiadores. Reconsideración de los fabianos también no significa que el autor desconozca las críticas que han merecido al-
apunta a revisar las concepciones tradicionales acerca del tema. Otros gunas de sus afirmacione¡, ni que, de haber tenido que emprender
trabajos se refieren a diferentes aspectos de la ideología radical, obre- una nueva redacción de los mismos en 1967, lo hubiese hecho exac-
tamente de la misma manera.
ra y socialista. Puesto que algunos de los ensayos fueron escritos para
revistas no especializadas o para un público no especializado, no ·se
encuentran tan cargados con el habitual aparato de erudici6n como los
dirigidos inicialmente a los expertos. Sin embargo, espero que in-
cluso los trabaios aparentemente más especializados tengan un cierto
interés general, porque he tratado de que sean más amplios de lo
que a veces sus títulos pueden sugerir.
La mayoría áe los artfculos reimpresos en este volumen no han
sufrido ninguna modificaci6n substancial, salvo ciertas co"ecciones o
modificaciones de detalle y unas pocas referencias a la literatura pos-
terior a su fecha de publicaci6n. Las principales excepciones son el
artículo más importante acerca del nivel de vida, al que he incorpo- .
rado material recogido a partir de 1957 o material incluido en ar-
tículos no reimpresos aquí, y Las tendencias del movimiento obrero
británico, publicado por primera vez en 1949, que ha sido reescrito
y cuya última parte ha sido muy ampliada. Ocasionalmente he aña-
dido un breve postscripto referido a la investigaci6n ulterior perti-
nente para mi argumentaci6n. Los lectores que deseen profundizar
en el tema pueden consultar la bibliografía completa acerca de la
investigaci6n británica sobre la historia del movimiento obrero a
partir de 1945, publicada en los primeros números del Bulletin of
the Society for the Study of Labour History.
Agradezco a los editores de Economic History Review, History
, Today, Marxism Today, New Left Review, del desaparecido New
Reasoner, de New Statesman y Past and Present, y a los señores
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·-· ....
1. THOMAS PAINE
,
12 TRABAJADORES THOMAS P AINE 13
.]
más efectivo consiste en mejorar la condición del hombre a partir .que no estaban divididos aún entre patronos y asalariados. El hom-
de su interés». Su análisis de los males de la sociedad, a saber: que bre que fue sucesivamente aprendiz de corsetero, maestro, empleado
todos ellos derivan de la guerra y de los impuestos elevados, sigue • subalterno, tabaquero, periodista y «una persona ingeniosa que con-
siendo doctrina válida en la franja de los ejecutivos de Sussex, salvo fiaba en poder introducir sus invenciones mecánicas en Inglaterra»,
en los momentos en que los beneficios del negocio de armamentos y ese hombre fue capaz Je hablar por todos ellos. La construcción más
el miedo al comunismo contranestan el horror por los gastos ele- popular de la revolución industria], a juzgar por sus innumerables
vados del gobierno. La incursión más radical de Paine en el proces<_? reproducciones en cacharros, es el puente de hierro sobre el río
económico fue su propuesta de un impuesto del 1O % sobre la he- \Y/ear, construido según el diseño precursor de Paine, aunque sinto-
rencia para financiar las pensiones de ancianidad. Cuando fue a máticamente no para su beneficio personal Tanto para él como para
Francia se unió, como otros «jacobinos» ingleses, a la Gironda, y fue sus lectores el descubrimiento del hecho de la revolución les infun-
incluso un moderado dentro de ese grupo. ' · dió una enorme confianza en un futuro que les pertenecería.
Pero no hay que sorprenderse de que, a pesar de eso, baya sido En realidad ese descubrimiento marcó su vida. A no ser por la
un revolucionario. Después de todo era una época en la que los lucha en América, en 1776, hubiese podido convertirse en una figu-
sólidos industriales estaban dispuestos a erigir barricadas (o, más ra literaria menor o, más verosímilmente, en un inventor y en un
precisamente, a apoyar su erección) contra las fuerzas de la iniquidad " industrial fracasado, porque la ciencia aplicada nunca dejó de ser su
que impedían «la felicidad general que la civilización era capaz de pasión primera y última. Sus amigos -y sólo pocas personas más-
J
'
producir», al preferir a los reyes y a los duques en lugar de a los le hubiesen admirado como una estrella ingeniosa y encantadora de
hombres de negocios. Lo sorprendente, en cambio, es el éxito ex- la sociedad de una pequeña ciudad, como un deportista y un buen
traordinario, y en realidad probablemente incomparable, de Paine ajedrecista o jugador de picquet. Hubiesen lamentado un poco su
como vocero de la rebelión. Esto es lo que lo convierte en un pro- afición por el brandy y ocasionalmente hubiesen podido comentar la
blema histórico. falta de toda vida sexual en una persona al parecer tan sensible al
Otros panfletistas han logrado a veces el acierto que justifica sus bello sexo. Si no hubiese emigrado a América con una recomendación
vidas de agitadores y que por un momento les pone en boca de del ingenioso Franklin, se le hubiese olvidado. Si no hubiese rena-
todo el mundo. Paine 1o logró en tres ocasiones. En 1776 El Sentido cido en la Revolución, sólo se le hubiese recordado en alguna rara
Común cristalizó las aspiraciones, todavía no plenamente formula- tesis doctoral.
das, hacia la independencia norteamericana. En 1791 su defensa de Pero no ha sido olvidado; y resulta sintomático que esto ocurra
la Revolución francesa, Los Derechos del Hombre, dijo todo lo que no en e1 mundo del liberalismo ortodoxo sino en el universo com-
la mayoría de los radicales ingleses hubiese querido decir alguna prometido de la rebelión política y teológica: a pesar de su constan-
vez sobre el tema. Se afirma que se vendieron 200.000 ejemplares te fracaso político, salvo como periodista, y de su falta de extre-
en pocos meses, en una época en que toda la población de Gran mismo. (Fue el único miembro de la Convención francesa que luchó
Bretaña, incluidos los niños y otros iletrados, era menor que la del abiertamente contra la condena a muerte de Luis XVI, a pesar de
Gran Londres actual. En 1794 LA Edad de la Razón fue el primer haber sido el primero en reclamar una república.) Seis de sus ocho
libro que dijo claramente, en un idioma comprensible para la gente biograñas publicadas antes de la más reciente del profesor Aldridge
común, que la Biblia no era la palabra de Dios. Desde entonces no fueron escritas por autores de izquierda, y un comunista ha edita-
ha dejado de representar la afirmación del racionalismo de la clase
obrera. Es evidente que este triple triunfo no fue casual.
Se debió en parte al hecho de que Paine formaba parte de la
.. do sus obras completas.
¿Por qué? Porque para la mayor parte de los lectores de Paine
la respuesta no era la salvación a través de la empresa privada, a
gente para quien escribió: esos hombres artífices de sí mismos, que pesar de lo que él o ellos puedan haber pensado. Su oposición y la
se habían educado a sí mismos y que sólo se apoyaban en sí mismos, de ellos se planteaba contra el «privilegio», que cerraba el paso al
14 TRABAJADORES THOMAS PAINE 15
avance de la «libertad»; pero de hecho iba contra las fuerzas nuevas hilar, que lo que dicen los curas acerca de la Biblia, o lo que dice
y desconocidas que empujaban a los hombres de su clase hacia la el rico acerca de la sociedad, es falso. A través de Los Derechos del
pobreza. Eran lo bastante independientes -<:orno hábiles artesanos, Hombre brilla la obviedad de esa gran verdad. Para Burke esa razón
pequeños tenderos o granjeros- para considerar que representaban revolucionaria significaba que «todo el ropaje decente de la vida sería
el futuro; no porque (como el proletariado de Marx) el mismo nivel brutalmente arrancado» para dejar expuestos todos los defectos de
de su opresión les destinase para la revolución, sino porque parecía <<nuestra naturaleza desnuda y temblorosa>.> . Pero Paine no le temía a
ridículo e irracional ql!e unos hombres independientes no fuesen a una desnudez que revelaba al hombre como artífice de sí mismo en la
triunfar. Los artesanos racionalistas del tipo de Paine tuvieron que gloria de sus infinitas posibilidades. Su humanidad se plantó des-
esperar todavía 25 años para buscar su salvación a través del «sindi- nuda, como la de los atletas griegos, porque de ese modo se afir-
cato general» y de una comunidad cooperativa; pero la pobreza fue maba para la lucha y el triunfo. Todavía hoy cuando leemos esas
ya para ellos un hecho colectivo, que tenían que resolver y no sólo frases claras y sencillas en las que el sentido común llega al plano
eludir. del heroísmo y un puente de hierro atraviesa la distancia entre
Paine habló por y para esos pobres que se apoyaban en sí mis- Thetford y la nueva Jerusalén, nos sentimos alborozados y conmo-
mos. Su análisis no importa tanto como su constante y fume devo- vidos. Y si creemos en el hombre, ¿cómo podríamos no seguir aplau-
ción hacia ellos, expresada con esa «honda razón y energía» que diéndole todavía hoy?
Condorcet tanto admiró en él. Cuando hablaba de la felicidad hu-
mana, se refería al fin de la pobreza. El gran problema de la Revolu- (1961)
ción, a pesar de su devoción por los bajos impuestos y por Ja libre
empresa, era «si el hombre heredaría sus derechos y se establecería
la civilización universal. Si disfrutaría del producto de su propio
trabajo... Si el robo sería expulsado de las cortes y la miseria de los
países». Ese problema era el hecho de que «en países que llamamos
civilizados vemos a los ancianos conducidos a los asilos y a los jóve-
nes a los padbulos»; el hecho de que la aristocracia dominaba a «esa
clase de gente pobre y miserable desparramada por toda Inglaterra,
a la que hay que anunciarle mediante una proclama que es feliz».
Pero Paine no se limitó a decir a sus lectores que la pobreza era
incompatible con la felicidad y la civilización: les dijo que la luz de
la razón alboraba en hombres como ellos para acabar con la pobreza
y que la Revolución mostraba cómo debía triunfar la razón. Fue el
menos romántico de los rebeldes. El sentido común, obvio, práctico
y artesanal transformaría el mundo. Pero el simple descubrimiento
de que la razón era capaz de cortar como un hacha la maraña de
hábitos que mantenía a los hombres esclavizados e ignorantes, cons-
tituyó una revelación.
A través de las páginas de La Edad de la Razó111 así como a través
de la actividad de grupos de discusión de la clase obrera a lo largo
de varias generaciones, brilla la exaltación del descubrimiento de lo
fácil que es descubrir, una vez que habéis decidido no dejaros obnu-
J
. )
LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS
\ 2. - BOJISllAWM
\
18 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 19
tinamiento v en la destrucción de la propiedad en general (o, con l> en Lancashire en 1811 y en Wiltshire en 1826.s El primer tipo no
términos m~emos, en el sabotaje y en Ja acción directa). supone una hostilidad hacia las máquinas como tales, sino que cons-
Para la mayoría de los no especialistas, los términos «destructor tituye, en determinadas condiciones, un medio normal de presión
de máquinas» y «ludita» son intercambiables. Lo cual resulta com- sobre los patronos. Como se ha señalado correctamente, los luditas
pletamente natural, porque los estallidos de 1811-1813 y de algunos de Nottinghamshire, Lcicestershire y Derbyshire «utilizaban los ata-
años después de Watetloo atrajeron más que cualquier otro la :iten- ques contra la maquinaria, taoto nueva como vieja, como u n medio
dón pública, y se creyó que la supresión de los mismos requería para obtener de sus patronos unas concesiones con respecto a sala-
mayor fuerza militar. DarvaJl 3 ha hecho bien en recordarnos que rios y otros asuntos».6 Este tipo de destrucción fue un aspecto tradi-
los 12.000 efectivos desplegados contra los luditas excedieron con cional y reconocido del conflicto industrial en el período del sistema
mucho el tamaño del ejército que Wellington llevó a la Península doméstico y manufacturero, y en las primeras etapas de la fábrica y
ibérica en 1808. Sin embargo, la natural preocupación por los luditas de la mina. No estaba dirigido sólo contra las máquinas, sino también
tiende a oscurecer la discusión acerca de la destrucción de máquinas contra la materia prima, los productos terminados o incluso contra
en general, que comenzó a plantearse como un fenómeno de impor- la propiedad privada de los patronos, según el tipo de daño que más
tancia (si cabe afirmar con propiedad que comenzó en un momento pudiera afectarles. Por ejemplo, en los tres meses de agitación en
preciso) durante el siglo XVII y que se prolongó aproximadamente 1802, los tundidores de Wiltshire quemaron parvas de heno, grane-
1~ -
hasta 1830. En realidad, la serie de rebeliones de trabajadores del '
campo, que J. L. y B. Hammond bautizaron en 1830 como «el últi-
. ' ros y perreras pertenecientes a pañeros detestados, talaron sus ár-
boles, destruyeron cargamentos de paño, así como atacaron y des-
mo alzamiento de labradores», fueron básicamente una gran ofensiva truyeron sus fábricas.7
contra la maquinaria agraria, aunque incidentalmente hayan supues- El predominio de esta «negociación colectiva a través del motín»
4
to la destrucción de una gran cantidad de maquinaria industrial. En es un hecho bien documentado. Por ejemplo -para referirnos sólo
primer lugar, el ludismo, considerado desde el punto de vista admi- a los sindicatos textiles del oeste de Inglaterra- los pañeros se
nistrativo como un fenómeno singular, abarcó diferentes tipos de quejaron al Parlamento en 1718 y en 1724 de que los tejedores
destrucción de máquinas, la mayoría de los cuales se dio en forma «amenazaban con derribar sus casas y quemar su producción si no
independiente, tanto antes como después. En segundo lugar, la rá- se aceptaban sus condiciones».ª En 1726-1727 los tejedores de So-
pida derrota del ludismo difundió la creencia de que la destrucción merset, Wiltshire y Gloucestershire lucharon «irrumpiendo en el in-
de _máquinas siempre conducía al fracaso. terior de las casas (de patronos y esquiroles}, estropeando la lana, y
Consideremos el primer punto. Hay por lo menos dos tipos de cortando y destruyendo las piezas de los telares y utensilios del
destrucción de máquinas, bastante diferentes de la destrucción oca- oficio».9 Como resultado de esas acciones, lograron algo parecido a
sional en los motines normales contra las alzas de los precios o por
otras causas de descontento, por ejemplo las destrucciones producidas 5. Para un análisis de los amotin~entos ~ntra las alzas de los precios,
d. T. S. Ashton y J. Sykes, Tbe coal mduslry tn the eigbteenth century, Man-
chester, 1929, cap. VIII; A. P. Wadsworth y J. de L. Mann, The cotton trade
t. 3. F. O. Darvall, Popular disturbances and public order in Regency En- and industrial Lancashire, Manchester, 1931, pp. 355 ss.
J g)and, Londres, 1934, p. l. 6. Darvall, op. cit., cap. VI11 passim.
4. Por ejemplo 'máquinas para la elaboración de la lnna y de la seda en ?· Bonner ,and MiddJ.eton's Bristol Jo~aJ, 31-VTI-1802. Algunos de estos
1Wiltshire máquina; para la elaboración del papel en Buckinghamshire, máqui- moones se deb1an a confiictos laborales comentes y otros a la oposición contra
nas para '1a elaboración del hierro en Berkshire (Public Record Office, Home las .nuevas máquinas. Véas~ J. L. y B. Hammond, The skil/eá labourer; para
Office Papers HO 13/57, pp. 6&-69, 107, 177; Assizes 25/21 pa.ssim); J. L. y un informe acerca del movlJillento, d. A. Aspinall, ed., The early Englisb trade
B. Hammond: The vi/lage labot1rer (varias ediciones) constituye el infora>:e más u_nions, Londres, 1949, pp. 41-69, que incluye algunos de los documentos per-
accesible; véase también dos tesis inéditas: N. Gash, The rural unrest rn En- unentes.
gland in 1830, Oxford Examination SchooJs, y Alice Colsoo, Tbe revolt o/ the 8. Hc use of Commons Joumals, >.'Vlll, p. 715 (1718); xx, p . 268 (1724).
Hampshire agricultura/ labourers, London University Library. 9. House of Coro.moas Journals, xx, pp. 598-599 (1726)¡ Salisbury Assizc
20 TRABAJADORES
un convenio colectivo. El gran motín de los trabajadores textile& en > _, más importante utilizada en los famosos motines de 1778 (los ante-
cesores del ludismo), básicamente integrados dentro de un movimien-
21
las cadenas de los telares pertenecientes a Mr. Coulthurst ... porque to de resistencia contra las reducciones de salarios.
éste había rebajado las retribuciones»; 10 y tres años más tarde algu- En ninguno de estos cosos - y podrían mencionarse otros-- se
nos patronos inquietos de la misma zona escribían a Londres-recla- trató de una hostilidad contra Jas máquinas como tales. La destruc-
mando protección contra las amenazas de los obreros de que si ción era simplemente una técnica del sindicalismo en el período pre-
daban empleo a forasteros destruirían la lana.11 Y así sucesivamente, vio y en las primeras fases de la revolución industrial. (El hecho de
durante todo el siglo. que todavía no existiesen sindlcatos organizados en las industrias im-
También allí donde los mineros del carbón llegaron al punto de plicadas no afecta mayormente a esta tesis. Como tampoco el hecho
plantear sus exigencias a los patronos, recurrieron a la técnica de de que, con el advenimiento de la revolución industrial, la destruc-
la destrucción. (Por supuesto, en su mayor parte los motines de los ción haya adqairido nuevas funciones.) Ese recurso era más útil
mineros todavía se dirigían contra las alzas de los precios de los ali- cuando se necesitaba ejercer una presión intermitente sobre los pa-
mentos y contra los acaparadores, a quienes se consideraba respon- tronos que cuando se necesitaba mantener una presión constante;
sables de las mismas.) Por ejemplo, en los yacimientos de North- más útil cnando los salarios y las condiciones cambiaban repentina-
umbetland Ja quema de la maquinaria de las bocaminas fue normal ' mente, como en d caso de los obreros textiles, o cuando los contratos
en los grandes motines de la década de 1740 en los que los obreros ;.. .. anuales se planteaban para una renovación simultánea, como en el
conquistaron un considerable aumento de salarios.U También las ' caso de los mineros y de los marineros, que donde, por decirlo así,
máquinas fueron destrozadas y el carbón quemado en los motines la entrada en el mercado de trabajo debía ser firmemente restringida.
de 1765 en los que los mineros conquistaron la libertad para esco- Podía ser utilizado por toda clase de gente, desde los pequeños pro-
ger sus patronos al terminar el contrato anual.° En la última parte ductores independientes, pasando por las formas intermedias tan
del siglo se aprobaron de vez en cuando en el Parlamento proyectos típicas del sistema de producción doméstico, hasta los trabajadores
de ley contra la quema de las bocaminas.14 Todavía en 1831 los asalariados más o menos completos. Sin embargo se vinculaba en
huelguistas de Bedlington (Durham) destrozaron cabrestantes.lS general con los conflictos planteados por la relación social, típica
La historia de la destrucción de bastidores en la industria de la de la producción capitalista, entre los empresarios que empleaban la
calcetería de East Midlands es demasiado conocida para que haya fuerza de trabajo y los hombres que directa o indirectamente depen-
que recordatla.16 Por cierto, la destrucción de máquinas fue el arma dían de la venta de la misma; aunque esta relación existiese ya en
formas primitivas y estuviese entrelazada con las relaciones de Ja
Records, cit. en Wiltsbire Time del 25-1-1919 (Wiltshire Note and Queries). pequeña producción independiente. Cabe mencionar que el motín y
10. Gentleman's Magazine (1737), p. 658. ' este tipo de destrucción parecen más frecuentes en la Gran Bretaña
11. Public Record Office, Sr.ate Papers Domestic Geo. 2 (1741), pp. 56, dd siglo xvm, que ya había hecho su revolución «burguesa» que
82-83.
12. E. Welhoume, The miner's unions o/ Norlhumberland and Durham, en la Francia de ese mismo siglo.17 Por cierto, los movimientos de
Cambridge, 1923, p. 21. nuestros tejedores y mineros difieren mucho de las actividades de ca-
13. Asbton y Sykes, op. cit., pp. 89·91.
14. 10 Geo. 2, c. 32, 17 Geo. 2, c. 40, 24 Geo. 2, c. 57, .31 Geo. 2, c. 42 rácter aparentemente sindical desarrolladas por las asociaciones de
(E. R. Turner, cThe english CQal industry in the seventeenth and eightecntb oficiales en muchas áreas más anticuadas de Europa.18
ccnturies», Amer. Híst. Rev. XXVII, p. 14). Al parecer, Tumer no ha tenido El valor de esta técnica era obvio, tanto como medio para pre-
en ruenta 13 Geo. 2, c. 21, 9 Geo. 3, c. 29, 39 y 40 Geo. 3, c. 77, 56 Geo. 3,
c. 125, también dirigidos contra la destrucción en las minas. (Bum's iustice o/
the peace, ed. Oútty, 1837, vol. IlI, pp. 643 ss.)
15. Wclbourne, op. cit., p. 31. 17. Acerca de las minas francesas, d. M. Rouff, Les mines de cbarbon en
16. W. Felkin, A history oJ the machine-wrought bosiery and lace manu- France au XV/JI• siecle, París, 1922.
factures, Londres, 1867, constituye la principal autoridad. 18. E. MQq:\1;'"' 1901, I,
Le 'º';!$.gnonnag<, p.,¡"
r
"' ap. 5.
sionlll' sobre los patronos como para asegurar la solidlll'idad esencial ~ más, entre los hombres y mujeres mal pagados y carentes de un
de los trabajadores. fondo de resistencia, el peligro de que surjan esquiro]es siempre es
El primer aspecto queda admirablemente expuesto en una carta muy grande. La destrucción de máquinas fue uno de los métodos
19
que el secretario del Ayuntamiento de Nottingham escribió en 1814. pata contrarrestar estas debilidades. Mientras el cabrestante de una
Los calceteros de bastidor, según informa, estaban en huelga contra bocamina de Northumbria estaba roto o el alto horno de una fundi-
la fuma perteneciente a J. y George Ray. Dado que esa fuma solla ción de G.tles estaba fuera de combate, al menos se podía estar se-
emplear obreros que poseían sus propios telares, éstos eran vulnera- guro de qoe por un tiempo Ja planta no podía ser utilizada.21 Este
bles por una mera reducción del trabajo. Sin embargo, la mayoría era sólo un método, y no se lo podía aplicar en cualquier sitio. P ero
de las fumas alquilaban los telares a los calceteros «y de ese modo rodo el complejo de acciones que los administradores del siglo xv1u
llegaban a controlar completamente a sus obreros. Quizá la manera y de comienzos del :iGX llamaban «motín», desempeñaba la misma
más efectiva en que la asociación podía coaccionarlas era su primi- función. Todos conocen las bandas de militantes o de huelguistas de
tiva manera de luchar mediante la destrucción de sus bastidores». En una fábrica o localidad, que recorren toda la región, que incitan a la
un sistema industrial doméstico, donde pequeños grupos de obreros, huelga a las aldeas, talleres y factorías mediante una mezcla de lla-
o bien obreros aislados, trabajaban esparcidos por numerosas aldeas mamientos y de fuerza (a pesar de que pocos trabajadores necesitaban
y viviendas rurales, no resulta fácil en todo caso concebir algún otro demasiado esfuerzo de persuasión en las primeras etapas de la lu-
método que garantizara un paro efectivo de la producción. Además, ;:: ·)
cha}.22 Incluso mucho más tarde las manifestaciones de masa y los
dada la cantidad complll'arivamente pequeña de patronos locales, la mitines constituían una parte esencial de todo conflicto laboral, no
destrucción de la propiedad --o la constante amenaza de destruc- sólo para intimidar a los patronos sino también para mantener uni-
ción- resultaba muy efectiva. Allí donde, como en la industria del dos a los obreros y levantar su moral. Los motines periódicos de los
paño, tanto la materia prima como los productos terminados eran marineros del noreste en las fechas en que se establecían los con-
caros, la destrucción de la lana o del paño podía resultar más conve- tratos laborales, constituyen un buen ejemplo de lo anterior; 23 así
niente que la de los telares.20 Pero en las industrias seminurales in- como las huelgas de los obreros portuarios modernos.24 Es evidente
cluso la quema de las parvas de los patronos, de sus graneros y de que la técnica ludita era adecuada pata esta etapa de la guerra in-
sus casas, podía afectlll' gravemente su cuenta de ganancias y pér- dustrial. Había profundas razones técnicas para que los tejedores
didas. británicos del siglo xvn1 (o los obreros madereros norteamericanos
Pero esa técnica tenía otra ventaja. El hábito de la solidlll'idad, del XX} constituyesen un conjunto de obreros proverbialmente pro-
que constituye el fundamento del sindicalismo efectivo, se tarda en i' clives a los amotinamientos.
)
aprender, incluso en los casos en que, como en las minas de carbón, También surge cierta confirmación acerca de este punto a partir
se insinúa de manera espontánea. Tarda todavía más en pasar a del testimonio de un líder sindical moderno, que cuando niño vivi6
formar parte del código ético incuesrionado de la clase obrera. El la transición en una industria lanera del sistema doméstico al fabril.
hecho de que unos calceteros dispersos en East Midlands hayan
21. Cf. la cliscus:ión de estos problemas en E . Pouget, Le sabotage, Paás,
podido organizar huelgas eficaces contra las fumas que les emplea- S. d., pp. 45 SS.
ban, demuestra un alto nivel de «moral sindical»; más alto de lo que 22. Por ejemplo, los obreros del ruerro en 1816 (The Times, 26 octubre
cabía esperar normalmente en esa etapa de la industrfalización. Acle- 1816), la huelga general de 1842 (F. Peel, The risings of the L11ddites ChtJT-
tists and Plugdrawers, Heckmondwike, 1888, pp. 341-347) y los minei'.osale-
manes en 1889 (P. Grebe, «Bísmarks Srurz u. d. Bergarbeiterstrei.k vom Mai
1889~, Hist. Ztschr., CLVIJ, p . 91).
19. Aspinall, op. cit., p. 175.
23. Aspinall, op. ci/., p. 196: «No puedo dejar de pensar que las reuniones
í•
20. En 1826 se afinn6 que los obreros de Bolton habían planeado. la des-
trucción de todo el hilado de algod6n ya empaquetado para la exportaa6n, as{ matinales y el acto de pasar lista son actualmente el nexo de unión•.
cvwo de las máquin3s. (Public Record Office, Home Office Papers HO 40/19, 24. H. L. Smith y V . Nasb, The sto-:,• 1Jf the Jockers' strike, Londres,
Fletcher a Hobhouse, 20 abril 1826.) 1889, p.usim. ·
24 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 25
«Es necesario recordar», escribe Rinaldo Rigola,25 «que en esa época hombres sin ellas»; en 1719, contra los usuarios de calicó estampa-
presocialista la clase trabajadora era una multitud, no un ejército. do; en 1736, contra los inmigrantes que trabajaban por menos de las
Las huelgas lúcidas, ordenadas y burocráticas eran algo imposible. tarifas establecidas; y en la década de 1760 destruyeron los telares
[Rigola es un dirigente sindical muy conservador. E. J. H.] Los tra- contra la reducción de las tarifas: 17 pero el objetivo estratégico de
bajadores sólo podían luchar mediante manifestaciones, gritos, acla- estos movimientos fue siempre el mismo. Alrededor de 1800 los re-
maciones, abucheos, intimidacioties y violencia. El ludismo y el sa- jedores y los tundidores del oeste se movilizaron simultáneamente:
botaje, aunque no fuesen asumidos como doctrinas, tenían que for- los primeros se organizaron contra la inundación del mercado de
mar parte sin embargo de los métodos de lucha». trabajo por trabajadores de afuera; los segundos, contra las máqui-
Ahora debemos examinar la segunda clase de destrucción, consi- nas.i.a Sin embargo su objeúvo -el control del mercado de trabajo--
derada como la expresión de la hostilidad de la clase obrera hacia era el mismo. A la inversa: allí donde el cambio no perjudicó en nada
las nuevas máquinas introducidas por la revolución industrial, sobre a los trabajadores, no encontramos ninguna hostilidad especial con-
todo hacia las que permitían ahorrar trabajo. Por supuesto, no cabe tra las máquinas. Entre los tipógrafos, la adopción de prensas me-
duda acerca del enorme sentimiento de oposición contra las nuevas cánicas a partir de 1815 no provocó aparentemente mayores per-
máquinas; un sentimiento bien fundado, según la opinión de una turbaciones. Lo que sí produjo un conflicto fue la ulterior revolución
autoridad tan grande como la de Ricardo.26 Sin embargo, cabe hacer en la composición de los úpos, porque amenazaba con una degrada-
tres observaciones. Primero, esta hostilidad no fue tan indiscrimi- ción masiva de Ja categoría profesional.29 Entre comienzos del si-
nada ni tan específica como a menudo se ha supuesto. Segundo, con glo XVIU y mediados del XIX la mecanización y los nuevos dispositi-
excepciones locales o de distrito, en la práctica esa hostilidad re- v~s aumentaron mucho la productividad del minero del carbón; por
sultó sorprendentemente débil. Por último, de ninguna manera se e1emplo, la introducción del sistema de los barrenos. Sin embargo,
limitaba a los trabajadores, sino que era compartida por la gran masa como esta innovación no afectó la posición de los picadores, no sabe.
de la opinión pública, incluidos muchos industriales. mos de la existencia de ningún movimiento importante para oponer-
1 1) El primer ponto será evidente si consideramos el problema se al cambio técnico, a pesar de que los mineros eran proverbial-
tal como se le presentaba al propio trabajador. Éste no se interesa- mente nltraconservadores y levantiscos. La restricción de la produc-
ba por el progreso técnico en abstracto, sino por el doble problema ción realizada por los trabajadores de la empresa privada es un asun-
práctico de evitar el paro y de mantener el nivel de vida habitual, to completamente distinto: puede ocurrir y ocurre en industrias
que incluía factores no monetarios como la libertad y la ~_Eida.JL totalmente no mecanizadas, como por ejemplo en el ramo de 1a
tanto como los salarios. De modo que no objetaba la máquina como construcción; tampoco depende de los movimientos manifiestos, de
tal, sino cualquier cosa que supusiera una amenaza contra ese nivel las organizaciones o de los estallidos de violencia. J
de vida: sobre todo objetaba el cambio global de las relaciones soáa- En algunos casos, en realidad, la oposición a la máquina era una
les de producción que le amenazaba. Según las circunstancias, esa resistencia bastante consciente al hecho de que ésta se encontrara
amenaza podía proceder de la máquina o de otros aspectos. Los te- en manos del capitalista. Los destructores de máquinas de Lancas-
jedores de Spitalfields se amotinaron en 1675 contra Jas máquinas hire en 1778-1780 distinguían claramente entre las máquinas de hilar
con las que «un hombre puede producir casi tanto . . . como veinte
competidor y ya no estaban en condiciones de imponerse sobre la Esto no debe sorprendernos. Los empresarios capitalistas plena-
máquina. (Salvo, _por supuesto, que fuesen lo suficientemente afor- mente desarrollados constituían entonces una pequeña minoría in-
tunados como para poseer un mercado especializado independiente cluso dcnuo del conjunto de aquéllos cuya posición era técnic~en
de la producción mecánica, como los zapateros manuales y los sastres te fa de ~rceptores de beneficios. El pequeño tendero o patrono
en las décadas de 1870 y de 1880.) Una cansa de que la destrucción local no qwere una economía de e.A'Pansión ilimitada, de ilimitada acu-
practicada por los tundidores haya sido más persistente y grave que mulaci~n y revolución técnica, la salvaje persecución que condenaba
la practicada por otros trabajadores residió en el hecho de que esos al débil a la bancarrota y a la condición de asalariado. Su ideal era
obreros irreemplazables altamente especializados y organizados con- ~ sueño s~ar de todos los «hombrecillos», que encontró perió-
servaron en gran parte el control sobre el mercado de trabajo, inclu- dica ex-~res1ón en el radicalismo nivelador, jeffersoniano o jacobino:
so después de la mecanización parcial.39 una s0C1edad de dimensiones reducidas integrada por poseedores de
3) La mitología de los precursores industrialistas también oscu- ~~estas propiedades y por asalariados acomodados, sin grandes dis-
reció la aplastante simpatía hacia los destructores de máquinas mani- ttnaones de riqueza o de poder; aunque, por cierto, capaz de obte-
festada en todos los sectores de la población. En Nottinghamshire ni ~er por e~a ví~ tranquila cada vez más riqueza y comodidad. Ese
un solo ludita fue denunciado, a pesar de que gran cantidad de pe- r ·j ideal era mealizable, sobre todo en una sociedad que evolucionaba
queños patronos tenían que haber conocido perfectamente bien quién con una celeridad sin precedentes. Sin embargo, permítaseme recor-
rompía sus bastidores.40 En Wiltshire --donde se sabía que los inter- dar que aquellos que se sentían motivados por ese ideal constituían
mediarios que terminaban el paño y los pequeños patronos simpati- la mayoría de ~a pob~ación a comienzos del siglo xrx en Europa, y,
zaban con los tundidores- 41 los verdaderos terroristas de 1802 no al marge? de mdustrias como las del algodón, también constituían
pudieron ser descubiertos.42 Los mismos comerciantes y fabricantes I~ may~ria_ de la clase patronal.46 Pero incluso el auténtico empresa-
laneros de Rossendale tomaron decisiones contra los telares mecáni- no cap1talista ~udo tener_un~ actitud ambigua acerca de las máqui-
cos algunos años antes de que los obreros los destruyeran.º Durante nas. La creenaa de que inevitablemente éste debía ser favorable al
el alzamiento de los labradores de 1830, el secretario de los magis- progreso técnico como algo que iba en su propio interés, carece de
trados de Hindon, en Wiltshire, informó que «allí donde la turha fundamento, aunque no contáramos con la experiencia del capitalis-
no destruyó las máquinas, los granjeros 1as sacaron para que fuesen mo . ~~cés Y del capitalismo británico ulterior. Dejando de lado la
destruídas»,44 y Lord Melbourne envió una tajante circular a los ma- pos1b1!Jdad de g~ar más dinero sin las máquinas que con ellas (en
gistrados que «en muchas peticiones habían recomendado que se sus- mercados protegidos, etc.), sólo en muy pocas ocasiones las nuevas
pendiese la utilización de máquinas para trillar el cereal y para otros máquinas constituyeron proposiciones inmediata y obviamente ren-
tables.
39. Los tundidores quitaban la lanilla del paño tennínado y la afeitaban En. la historia de todo dispositivo técnico existe un «umbral de
con pesadas tijeras de hieno. Tenían que ser al mismo tiempo muy fuertes y
muy habilidosos. gananaa>~ que se tarda bastante en superar: tanto más cuanto mayor
40. Darvall, op. cit., p. 207. e~ el capital q~e hay que ~v~tir en una máquina. Esto explica, qui-
41. Aspinall, op. cit., pp. 57-58. za, la proverb1al falta de exito comercial de los inventores, quienes
42. 1bomas Helliker, ejecutado como tal en 1803, suele ser considerado
inocente.
43. G. H. Tupling, Economic bistory o/ Rossendale, Manchester, 1927, 45. ~ar impresa, 8 diciembre 1830. Este dato es mencionado en Ham-
p. 214. mond, Vi/lage labourer, Guild Books, TI, pp. 71-72.
44. C.Orrespondencia manuscrita de M. C.Obb, secretario de juzgado en Sa- 4.6. . Yéase el brillante análisis del «pequeño burgués dewócrat.a. en la ~
lisbury, en Library of Wiltshire Archaeol. and Nat. Hist. Soc.., Devizes: 26 no- murucaoon de Marx al C.Onsejo Central de la Liga C.Omunista Sel. W orks o/
1 viembre 1830. Marx and Engels, 11, pp. 160-161. '
il
30 TRABAJADORES
• _,. dente local revela que el movimiento ludita no era tanto una agita-
31
3. - HOllSllAWM
34 TRABAJADORES LOS DESTRUCTORES DE MÁQUINAS 35
1• ' de Wesley eran pilares del status quo. En realidad, el grupo religioso
1 de \Vesley se asustó incluso del movimiento militante en pro de la
templanza, tan apreciado por el inconformismo radical. No puede
decirse que Wesley o sus primeros seguido.res hayan sido democráti-
cos en cuanto a sus ideas acerca de la organización y de la propaganda
de la Iglesia: esa fue la causa principal de que, entre 1797 y 1849,
se produjeran una serie de separaciones del grupo principal. A par-
tir de 1850 el wesleyanismo se Vbetalizó y desde el punto de vista
político se asemejó más al resto <\ef inconformismo. Sin embargo, en
3. EL METODISMO Y LA AMENAZA su.juventud y en su «poderío medio» (de 1790 hasta 1849) parece
REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA cierto que no fue así, y precisamente ése es el período que nos inte-
resa en especial. -
A pesar de que en la Gran Bretaña de los siglos xvm o XIX no
¿Evitó el metodismo la revolución o el desarrollo de un moví- 1 se produjo ninguna revolución, hubo sin embargo bastantes senti-
miento revolucionario en Gran Bretaña? Este problema ha suscitado mientas revolucionarios en amplias zonas del país, particularmente
durante mucho tiempo el interés de los historiadores. El período que 1 durante los duros cincuenta años que transcurrieron desde mediados
va desde 1789 hasta 1848 estuvo lleno de revoluciones en todas \ - de la década de 1790 hasta finales de la de 1840. Si los estallidos de
partes de la Europa occidental, pero no en Gran Bretaña, donde du- violencia auténticos fueron pocos, limitados y bastante pequeños,
rante esa misma época el metodismo creció muy rápidamente. En rea- ello no se debió a que en determinadas épocas -por ejemplo, du-
lidad, la creencia de que el metodismo mantuvo inmune a Gran Bre- rante la espantosa deptesión de 1841-1842- no haya habido gran-
taña de la revolución se encuentra bastante difundida. La History o/ des masas de ciudadanos británicos coléricos, desesperados y dispues-
the Englisb People del difunto Elle Halévy sostiene enérgicamente tos prácticamente a cualquier tipo de acción política. La fuerza del
esa idea. Por consiguiente, puede ser útil elucidar las relaciones que cartismo, por ejemplo, no puede medirse sobre la base de la debili-
hubo entre d metodismo y la amenaza de revolución durante ese dad de los intentos reales de expresarla mediante Ja rebelión.
período. Como ha sostenido Leo.in -un especialista en el tema- el de-
Por supuesto, sabemos que John Wesley y los líderes iniciales de terioro de las condiciones de vida de las masas y el aumento de su
su grupo religioso, al igual que los metodistas calvinistas de White- actividad política no bastan para producir una revolución. También
field, condenaban violentamente la revolución. Eran extremadamente~- ~~ debe existir una crisis en los asuntos del orden dominante, así como
conservadores en política: no sólo se oponían a la revolución social, un grupo de revolucionarios capaces de dirigir y de conducir el mo-
sino también a la reforma liberal y radical, que después llegó a estar vimiento. En el período que estamos considerando faltaban ambos
tan asociada con el inconformismo británico del siglo XIX, el sindi- elementos. Con la posible excepción de los años que precedieron
calismo y otras manifestaciones del movimiento obrero. De modo inmediatamente a la ley de reforma de 1832, la clase dominante bri-
1 que es un error afumar que Wesley fue el inspirador del moví- tánica nunca perdió el control sobre la situación política. Cabe pensar
>-'
miento obrero y sindical moderno. Este último le hubiera chocado. que algo parecido a una «situación revolucionaria» pudiera haberse
Los seguidores de Wesley en Cornualles se enorgullecían de que sus desarrollado si el Parlamento anterior a la reforma no hubiese sido
miem.b os no participaran en las huelgas ni en las agitaciones. Los suficientemente sagaz como para ceder pacíficamente ante la presión
metodistas calvinistas excomulgaban tanto a los partidarios de la de los reformadores de clase media (o, para ser exactos, ante Ja pre-
emancipaaón católica como a los miembros de los sindicatos. Los sión de las masas que estaban sometidas al liderazgo de los refor-
seguidores de Wesley en el Leicester radical eran conservadores. madores de clase media). Pero la Cámara de los Lores fue suficien-
Los agentes del gobierno no tardaron en observar que los seguidores< [ '
38 TIWlA)ADORES T LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 39
temente sagaz como para ceder, y el partido reformista no tardó en ~· •1 y los partidarios más activos de la Revolución francesa procedieron
llegar a un compromiso que quizá les otorgó menos de lo que pedían de ellos. Sin duda, a partir de la década de 1790, en la medida en
la mayoría de sus voceros -por ejemplo, los seguidores de Jeremy que su número aumentó, se fueron volviendo más «respetables».
Bentham-, pero evitó las imprevisibles consecuencias de una ulte- Cabe discutir si esto se debió a la influencia del metodismo, que con-
rior agitación de las masas. En cuanto a los revolucionarios, duran- tribuyó a revitalizarlos, y en caso afirmativo, cuál fue el grado de esa
1 · te todo el período, fueron ine.~pertos, carecieron de lucidez mental, influencia. No puede darse una respuesta neta a esta pregunta. Lo
1estuvieron mal organizados y divididos. más que cabe decir es que existen muchas otras razones posibles para
Por consiguiente, es cierto que no hubo revolución y que el me- explicar por qué pudieron volverse menos jacobinos, sobre todo el
'{ todismo de Wesley fue hostil a la misma, pero de esto no se sigue hecho de que entre 1793 y 1815 la mayoría de los ingleses, por ra·
que este segundo hecho haya sido la causa del primero. El metodis- zones obvias, tuvieron poca simpatía por el jacobinismo. Así, ese
mo no fue responsable de la moderación y de la flexibilidad de los típico puritano del siglo xvn que fue Zechariah Coleman se quejaba
políticos del Parlamento o de los urilitariscas radicales. Tampoco cabe amargamente en Revolution in Tanner's Lane de Mark Rutherford:
considerarlo responsable de la debilidad del movimiento revolucio- acerca de «la triste decadencia respecto de aquellos días, incluso en
nario en las clases trabajadoras. Para demostrar esto, es necesario mi época, en que los Disidentes representaban la clase insurreccional».
indagar -en la medida de lo posible- cuál fue su efecto sobre los Sin embargo, sus simpatías siguieron estando del lado del radicalis·
políticos de las clases trabajadoras británicas de ese período, y sobre mo y de la reforma, movimientos éstos que apoyaron activamente.
todo durante los dos períodos de mayor inquietud que hubo en el t- Los diferentes grupos que se desprendieron del metodismo ne
mismo: los años que van desde los Juditas hasta Peterloo (1811-1819) simpatizaron políticamente con los seguidores de Wesley. Los kilha·
y los que van de 1829 hasta 1849, que abarcaron la agitación por mitas o Nueva Conexión (que se separaron en 1797) declararon orgu·
la reforma y los grandes movimientos sindical, de reforma fabril y liosos en 1848 que desde hacia mucho tiempo ellos habían anticipado
de oposición a la Ley de P obres, asi como el cartismo y la gran el liberalismo que por entonces estaba en auge. Uno de sus predica·
agitación campesina. Esto supone estar en condiciones de respon- dores, incluso, había sido encarcelado en Northampton por hacer pro.
der a la pregunta más general: ¿cuál fue el peso de la religión orga- paganda radical. Los cristianos de la Biblia (1815) tomaron su propic
nizada, y en particular de las diferentes sectas inconformistas, sobre camino pacífico en Devon y en otras zonas del Sudeste y llegaron ~
las clases trabajadoras en el período inicial del industrialismo? colonizar zonas de Kent. Pero su camino era el fiero camino del
La primera pregunta que debemos plantear es si los seguidores viejo testamento que insistía en que había que optat por escapru
de Wesley eran suficientemente fuertes como para marcar de alguna de las llamas de la perdición: idea ésta que no necesariamente con
manera una diferencia decisiva. Porque resulta bastante claro que ( tribuía a la pasividad social. En las uniones de labradores llegarot
las otras sectas inconformistas no compartieron su conservadurismo a ser muy activos. Lo mismo se aplica en un grado todavía mayor ~
político (salvo los metodistas calvinistas, que estaban localizados en los secesionistas más importantes, los metodistas primitivos (1811).
el norte y en el centro de Gales, donde la concentración industrial Éstos, los más puramente «proletarios» de las sectas principales, se
no era grande). Los «viejos disidentes» -independientes (congrega- separaron porque consideraban que los seguidores de Wesley no era.IJ
cionalistas), baptistas de diversas clases, presbiterianos-unitaristas (que suficientemente democráticos en cuanto a la predicación por parte de
no deben ser confundidos con la Iglesia de Escocia, cuya influencia los seglares y de las mujeres y porque se oponían a las campañas de
fue relativamente fuerte entre los inmigrantes del Tyneside}- no propaganda de masas en los grandes «mitines de campo» restauracio·
estaban en absoluto comprometidos con el apoyo al gobierno y no nistas introducidos por los evangelistas norteamericanos. Sus baluar·
tenían ninguna clase de respeto por la autoridad constituida como tal, tes se encontraban entre los mineros del norte, los trabajadores del
que les seguía discriminando de diferentes maneras. En realidad, los campo y los operarios de Staffordsbire. En este último sitio el meto-
primems tres grupos se desplazaron ampliamente hacia la «izquierda», dismo primitivo estaba tan ligado a los sindicatos que práctica·
\ '
40 TRABAJADORES LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 41
mente se convirtió en una religión obrera. Cuando Lord Loodonde- ~ , ferencia. Staf/ordshire se encontraba dividida acerca de este tema.
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.rry expulsó a los huelguistas después de la huelga del caroon de En el otro extremo de la escala estaba el Sur de Gales, donde los
1844, dos tercios de los metodistas primitivos de Durham se queda- niveles de asistencia a los actos religiosos que se elevaban al 40 por
ron en la calle. (En esa Illisma época los seguidores de Wesley se ciento del total de la población no eran raros; por ejemplo, en
felicitaban de que sus miembros no participaran en las huelgas salvo Pontypool, Merthyr y Bridgend, es decit en el West Riding, y en
compulsivamente.) Si alguien debía estar dispuesto a ofrecer la otra ciertas zonas de Derhy, Leicester y Nottingham. Por supuesto, las
mejilla, seguro que no se trataba de los primitivos. Además, a pesar áreas rurales, como promedio, acusaban una mayor asistencia a la
de que los predicadores estaban excluidos de Ja política, muchos de iglesia que las urbanas.1
ellos «probablemente interpretaban esto sólo como la prohibición de También a excepción de Lancashire, las ciudades importantes y
~ hacer discursos en favor de los intereses de los conservadores». las áreas industriales eran más inconformistas que anglicanas. Ea la
Incluso entre los seguidmes de Wes]ey los miembros de base mayoría de las mismas, la Iglesia de Inglaterra no sólo era una mi-
eran menos conservadores que sus líderes. Por cierto así ocurría en no~ sino que a menudo constituía un grupo completamente mar-
Leicester. A1 menos un clérigo de Yorkshire sólo logró impedir en ginal. Por ejemplo, en ocho de las asociaciones de la Ley de Pobres
el último momento que los luditas sepultaran uno de sus muertos del W est Riding y en parte de las Potteries los principales grupos
en el cementerio de los wesleyanos, en medio de discursos políticos; inconfortllistas (independientes, baptistas y wesleyanos) superaban en
este episodio nos permite concluir que los metodistas no estaban más del doble a la Iglesia anglicana. En Gales, por supuesto, la
en condiciones de contener la destrucción de máquina. En las zonas -: 1 .1 Iglesia anglicana era una fuerza sin importancia, por razones nacio-
alejadas, donde no habían penetrado sectas más simpatizantes nales. Sin embargo, entre los inconformistas, los metodistas en su
--como en Dorset- , ]os wesleyanos pudieron incluso llegar a ser conjunto no tenían la misma fuerza en todas partes.
-líderes sindicales, como los mártires de Tolpuddle. Sin embargo, En líneas generales no constituían una fuerza importante al su1
antes de la década de 1850 hechos como éstos eran más bien ex- de una línea trazada desde Wasb hasta Dudley en el Black Country y
cepcionales. de allí hacia el oeste hasta la costa de Gales; salvo ciertas zonas de
¿Cuál era la fuerza, pues, de los seguidores de Wesley en com- Norfolk. También eran muy fuertes en Cornualles. Al sur de esa línea
paración con la de los otros grupos y con la población total (que el inconforillismo importante era el de los «viejos disidentes», a sa-
abarcaba una gran cantidad de indiferentes y una pequeña minoria ber, los independientes y los baptistas. En el sur de Gales los meto-
de no creyentes)? distas eran aun más débiles. Incluso los metodistas calvinistas', qüe ·
~
La única información adecuada de que disponemos acerca de este apelaban a la identidad galesa, eran invariablemente superados en
tema es la del Censo religioso de 1851, y es oportuno resumirla antes .- \ número ya por los independientes o bien por los baptistas. Los anti-
de orientamos a tientas por períodos para los cuales la documenta- guos disidentes también tenían enclaves en el territorio metodista,
ción no es tan buena. En líneas generales obtenemos el siguiente sobre todo en East Midlands. En realidad, dentro de las áreas in-
cuadro de las áreas industriales de Inglaterra y de Gales. Las grandes dustriales del Norte y de los Midlands, el metodismo era realmente
ciudades y algunas, pero no todas, de las áreas atrasadas mineras y fuerte sólo en tres zonas: la región con centro en los Peninos del sur
de explotación del hierro, eran relativamente no religiosas (es decir, -es decir las zonas industriales del West Riding, Derbyshire y al-
menos del 25 por ciento de la población total asistía a los servicios gunas zonas de Lancashire lindantes con Yorkshire, Durbam y algu-
religiosos del sábado). Sin embargo, Bristol, Leicester, Nottingham, nas zonas de Staffordshire. De éstas, sólo los distritos textiles del
Leeds y Llverpool -la última con muchos habitantes cat6licos-
presentaban cifras de asistencia bastante elevadas. De las áreas indus- l. Es evidente que la población total, que incluye a los niños, a los enfer-
mo~, et;., es mucho más grande q~e ~a población potencial capaz de asistir a
triales, Lancashire, que era la más importante, también era la de l~ iglesia. Pero no oont~os con rungun medio adecuado para calrular la can-
mentalidad menos religiosa. El Noreste le sigue en la escala de indi- ndad de hombres y mujeres adultos que eran asistentes potenciales.
42 TRABAJADORES
considerados como el feudo inconmovible de los wesleyanos. En Dur- importante de los wesleyanos en alguno de sus baluartes durante la
ham eran seguidos de cerca y a veces superados por los metodistas primera mitad del siglo xrx? En Yorkshire no hay ningún signo real
primitivos. (En Norfolk, que luego se convertiría en el principal cen- de la misma. Huddersfield, Leeds, Birstall y Wakefield (después de
tro del sindicalismo de Jos trabajadores del campo, les superaban Nottingham) eran los centros principales del ludismo; pero fueron
de manera contundente.) En Staffordshire tuvieron que competir -a también los centros de algunos de los círculos metodistas más fuer-
veces sin éxito- tanto con los primitivos como con otros disidentes. tes en el West Riding. (El metodismo disidente todavía carecía de
En Derbyshire, por lo general, eran superados en número. importancia.) El West Riding, encabezado nuevamente por Leeds
Por consiguiente, cabe esperar que el metodismo en conjunto --que, como recordamos, tenia una asistencia a la iglesia anormal-
sólo haya tenido una influencia política importante sobre las agita- mente elevada para una ciudad industrial- se manifestó y se amoti-
ciones populares en el norte, en los Midlands, en East Anglia y en nó en favor del proyecto de Ley de Reforma con tanto entusiasmo
el extremo sudeste; y el wesleyanismo como tal, sólo en el West como cualquier otro sitio, con abundancia de rosetas, escarapelas y
Riding. Es importante señalar este hecho, porque una gran parte de banderas tricolores francesas. Durante las décadas de 1830 y 1840 fue
la agitación radical y revolucionaria de ese período se produjo en quizás el más fume baluarte del radicalismo y del cartismo violentos
áreas en las que ambos grupos religiosos eran débiles: en Londres, en el norte. Huddersfield tenía la congregación wesleyana que; por su
Bristol y Birmingham, en el sur de Gales y en los East Midlands. fuerza ocupaba el segundo lugar en el West Riding en 1851; y por
Por supuesto, una gran parte de la misma se produjo en áreas en (. cier to la que había crecido más rápidamente durante todo ese perío-
que la religión organizada como tal era débil: por ejemplo, en Lan- do iniciado en 1814. Sin embargo, Huddersfield fue el centro de
cashire y en las ciudades importantes. una resistencia casi insurreccional contra la nueva Ley de Pobres, y
¿Cuál era la situación en épocas anteriores? A partir de los días sus cartistas se empeñaron a fondo en la huelga general revolucio-
de los luditas, Jos metodistas habían crecido más rápido que la po- naria en favor de la Carta en 1839. También fue un centro destaca-
blación en conjunto o, incluso, que la población urbana. Todas sus do del owenismo. Bradford tenía la congregación wesleyana más
sectas consideradas globalmente eran casi cuatro veces más grandes fuerte de Riding en 1851, y durante cuarenta años había sido un
en 1851 que en 181O; y los wesleyanos solos eran alrededor de dos baluarte de la secta. Pero Bradford fue también un centro del car-
veces y media más numerosos. A pesar de que prácticamente no sa- tismo. Cuando Feargus O'Connm planeó una gira por el norte, al
bemos nada acerca de los otros disidentes, es verosímil que, en In- salir de la cárcel, se organizaron mitines en diecisiete ciudades en
glaterra a diferencia de Gales, los metodistas crecieran más rápido las que presumiblemente esperaba obtener el mayor apoyo: diez de
que el resto hasta 1850, con algunas excepciones locales. De modo ( \ ellas se encontraban en el West Riding.2 En 1851 los metodistas de
que en 1811-1819 o en 1830 eran obviamente mucho más débiles, esas ciudades constituían entre el 5 (Sheffield) y el 12 o el 15 por
tanto relativa como absolutamente, que en 1851, cuando abarcaban ciento del total de la población (Todmorden, Dewsbury y Keighley).
quizá medio millón de miembros (300.000 wesleyanos) dentro de Resulta bastante irónico que haya sido en la menos metodista de esas
una población total de 18 millones. La pauta general de distribución ciudades -Sheffield- donde el cartismo se mantuvo durante todo
geográfica ya estaba establecida -en líneas muy generales- hacia ese período menos inclinado al extremismo.
1810; Jos principales baluartes dd metodismo en Yorkshire y en Lo cierto es que en esa región se desarrollaron tanto el metodis-
otras partes ya habían aparecido. Incluso dentro de estos baluartes, mo como el radicalismo. Existían razones perfectamente convincen-
eran por Jo general más débiles y el número de sus miembros era tes para que los tejedores de lana y estambres del West Riding estu-
fluctuante. No parece verosímil, pues, que un grupo, digamos, de
150.000 personas baya podido ejercer una influencia decisiva sobre 2. York, Leeds, Sbef:field, Keighley, Halifax, Bradford, Todmorden, Hud-
1O millones de ingleses y galeses. de:rsfield, Dewsbury y Barnsley.
44 TRABAJADORES
LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 45
viesen desesperados y dispuestos a amotinarse. Los tejedores de hi-
lados, que en 1814 ganaban 34 chelines y 6 peniques, recibían 21 cabe pensar que participaron activamente en él. (Sin embargo, parece
chelines en 1821; 20 chelines en 1829 y 12 chelines y 6 peniques muy difícil que alguno de los dirigentes cartistas hubieran sido mi-
en 1838. En tales condiciones, el metodismo tenía tantas posibilida- neros del carbón.) En los principales yacimientos del noreste y del
des de evitar que una gran cantidad de sus miembros se inclinasen sur de Gales no hicieron huelga, a pesar de que tomaron parte activa
hacia la rebelión, como las que tenía el arzobispo de Canterbury. De en la formación de la unión nacional que llegó al punto ·álgido alrede-
hecho, muchos operarios wesleyanos debieron participar en las gran- dor de un año más tarde. Es muy probable que los yacimientos que
des agitaciones. se declararon en huelga en 1842 también habrían esperado basta en-
En Cornualles, por otra parte, el radicalismo político y el car- tonces si Jos obreros industriales que les rodeaban no les hubiesen
tismo eran débiles entre los mineros, quienes eran los principales arrastra?º· En el sur de Gales los metodistas eran un grupo sin im-
partidarios de los wesleyanos. Pero no debemos apresurarnos a con- portancia. En el noreste predominaban los metodistas primitivos,
cluir que ello se debía a la influencia moderadora de los wesleyanos. que apoyaban a los sindicatos. No. h.ay que considerar a los wesleya- ) •
En muchos aspectos, la estructura industrial y social de Comualles nos como responsables por la pas1v1dad de esas comunidades mine-
era arcaica. Los mineros calificados, por ejemplo, seguían considerán- ras en 1842. De modo que probablemente es más sensato atribuir la(
dose no como trabajadores asalariados sino como subcontratistas o ~al~a de interés en el cartis~o de Comualles y la debilidad. de este )
como asociados según los acuerdos llamados de «tributo». Esto ex- ulumo a unos factores desvmcuJados con la religión vigente en esa
plica que la conciencia de que los trabajadores como clase se contra- ' zona. \.
"
ponían a los patronos como clase sólo se desarrollara lenta y tardía- El historiador oficial de los metodistas primitivos, H . B. Kendall,
mente. El primer «confilcto laboral» se produjo en 1831 y la pri- que escribió en 1906, afuma también que éstos contribuyeron a evi-
mera huelga genuina en 1857. La forma característica de agitación t~ la revolución. Se apoya sobre todo en el hecho de que los pri-
social en Cornualles -y Jos mineros eran proverbialmente un grupo meros grandes progresos de esta secta se produjeron en Notting-
propenso a los motines- era el motín contra las alzas de los precios hamshire y en Leicestershire en 1817-1819; es decir, en dos de los
de los alimentos en épocas de escasez. Como en Ja Francia del si- principales baluartes del ludismo y del radicalismo. Menciona también
glo xvm, el trabajador consideraba que su verdadero enemigo no el caso de diversas aldeas que abandonaron las doctrinas «nivelado-
era el patrono sino el intermediario acaparador. Pero fuesen o no me- ras». Tampoco esta afirmación puede tomarse demasiado en serio En
todistas, los mineros y otros trabajadores de Cornualles marcharon primei: lugar, Ja gran mayoría de la veintena de aldeas de Nottin)-
hacia las ciudades para apoderarse de los alimentos, para impedir hamshire en Las que los primitivos se establecieron en 1817-1818
por la fuerza la exportación de grano o para obligar a que los ali- l· \ se encontraban en la zona menos industrializada del condado· con-~
mentos se vendiesen a precios justos, a la manera clásica de los amo- tenían sólo alrededor del 7 por ciento de los bastidores para 1~ labo- ~
tinados del siglo xvm: por ejemplo, en el difícil año de 1846-1847. res de punto del condado. (Sin embargo, en Le.icestershire probable-./~
Además los mineros -tanto del carbón como del metal- eran mente tuvieron más éxito entre los trabajadores de géneros de punto.) r
un grupo aislado de obreros, a menudo estaban separados geográfi- En segun~o lugar, los P!ogresos de los metodistas en esta región eran
camente del resto de los trabajadores y estaban menos interesados .en temporan9s, y en la década de 1820 perdieron la mayor parte del :V
la política que en sus luchas económicas específicas. Por eso en la terreno, para reconquistarlo sólo mucho más tarde. En tercer lugar,
mayoría de las w nas del país participaron so.rprendentemente poco los East Midlands no se volvieron perceptiblemente menos radicales
en las agitaciones radicales y cartistas. En Yorkshire, Lancashire y a partir de 1818. De hecho, Leicester es uno de los sitios donde una
sobre todo en Staffordshire hicieron huelga en el año desesperado P.!Oporción de metodistas activos mayor que la normal parecen ha-
de 1842, junto con el resto de los operarios con los que vivían, y ber si~o entusiastas del cartismo. Hubiese resultado sorprendente que
cuando este vasto movimiento de huelga se fundió con el carlismo los te1edores a mano y los calceteros, cuyo ingreso semanal --de
acuerdo con lo que dice el cartista metodista de Leicester, Thomas
46 TRABAJADORES LA AMENAZA REVOLUCIONARIA EN GRAN BRETAÑA 47
Cooper- descendió en 1841 basta los 4 chelines y 6 peniques por gión que puede haber atraído a la masa miserable del pueblo en esas
semana no hubiesen sido t 3dicales cuando se estaban muriendo de épocr:s. Los predicadores, profetas y sectarios expresaron algo que los
' trabajadores podían considerar más como llamados a la acción que a
hambre.
1 Por consiguiente, podemos resumir más o menos de la sjguieo- la resignación. La existencia de sectas de este último tipo también
te manera las .relaciones entre el metodismo y la amenaza de revolu- se encuentra bien documentada. En nuestra generación, por ejemplo
ción. La conducción oficial de la Conexión deseaba mantenerla com- en el cinturón de cobre del norte de Rhodesia, Jos Testigos de Jehová ,
pletamente al margen de cualquier agitación,zadical, fuese o no ésta desempeñaron durante cierto tiempo un papel similar aJ de los meto-
revolucionaria. Aunque lo hubiese logrado / )a fuerza del wesleyanis- distas primitivos de las bocaminas de Durham.
mo no era probablemente lo bastante gra~e, ni estaba lo bastante Conocemos bastante poco acerca de Ja vida del pueblo común en
bien distribuida, como para afectar de manera decisiva a la situación Gran Bretafia durante la revolución industrial como para poder afir-
política.'.Pero de bech~us miembros no se mantuvieron al margen
de las ~gitaciones radicafes. Al parecer, el wesleyanismo perdió te-
mar con alguna seguridad cómo consideraban su inconformismo.
Todo lo que sabemos es que el metodismo progresaba cuando el radi-
.
l
rreno en benelicio de sectas políticamente radicales como los meto- calismo hacia lo mismo y no cuando disminuía, así como que los
distas primitivos y ciertamente se produjo una creciente oposición de grandes «resurgimientos religiosos» normalment e no se producían
los miembros de base contra el conservadurismo de los líderes, sobre cuando las condiciones económicas estaban llegando a su punto más
todo en las décadas de 1830 y 1840; a veces sobre la base de unos ~ - grave, por ejemplo en los momentos más bajos de las depresiones
motivos políticos (como en Leicester) y más a menudo por motivos comerciales. Los períodos en que el wesleyanismo reclutó adeptos
abiertamente morales, como la templanza (como ocurrió en Cor- con mayor !3pidez -con un promedio anual de 9.000 a 14.000 miem-
nualles y en otras partes).; Muchos wesleyanos deben de haber par- bros-- fueron tambjén, con la única excepción de los años de la
ticipado en las agitaciones radicales y revolucionarias, desde el ludis- expansión (1820-1824 ), períodos de aumento de la agitación popu-
mo al carásmo, junto con sus compañeros no wesleyanos. A menudo lar: 1793-1794 (la época de la agitación jacobina), 1813-1816 (en
se ha exagerado la efectividad del conservadurismo oficial wesleyano. q~e creció la inquietud en los últimos años de las guerras napoleó-
Esto pudo haberse debido a un error fundamental acerca de las rucas), 1831-1834 (durante la gran Reforma y las agitaciones owe-
razones por las cuales los trabajadores de la Gran Bretaña de la pri- nianas, cuando se alcanzó Ja tasa más acelerada de crecimiento), l
mera etapa del industrialismo se volcaron hacia las diferentes sectas. 1837-1841 (el cartismo) y 1848-1850 (la última oleada del cartismo).
Se supone con demasiada facilidad que lo hicieron como una alterna- A la inversa: cuando el carrismo declinó, otro tanto ocurrió con las
tiva con respecto a la política revolucionaria o radical. Hasta cierto 1 \ sectas. En Ja primera mitad de la década de 1850 los grupos incon-
grado así fue. En las primeras etapas de la transformación capita- formistas, metodistas o de otro tipo, fueron perdiendo miembros du-
lista de la ciudad y del campo encontramos de hecho con frecuencia ran~e lo que ?e ~echo representó la única recesión importante que
sectas -místicas, apocalípticas y quietistas- que predicaban la re- registra su bistona en el siglo XIX. 1850 señala el final de una
signación y el desligamiento absoluto respecto de los asuntos de este fase del desarrollo del inconformismo, así como del movimiento
mundo diabólico. El magnífico drama de Gerhart Hauptmann, Los obrero. Cuando ambos resurgieron, eso se produjo en condiciones
tejedores, basado sobre un informe documentado acerca de la rebe- muy diferentes. Este curioso paralelismo puede explicarse ya sea afir-
lión de 1844 de los tejedores de Silesia, contiene un maravilloso re- mando que las agitaciones radicales empujaron a otros obreros hacia
trato de un antiguo sectario de este tipo. En las áreas industriales de el metodismo, como una reacción contra las mismas, o bien que los
Bélgica, por esa misma época, se difundieron unos cultos similares obreros se volvieron metodistas y radicales por idénticas razones.
centrados en la figura de la Virgen, y en una etapa ulterior de ese PIObablemente ambas e..~licaciones sean válidas. En conjunto, la se-
siglo un grupo llamado de los nazarenos bacía notables progresos en- gunda interpretación resulta quizá más verosímil, porque, como he-
tre los labradores sin tierra de Hungría. Pero hay otro tipo de reli- mos visto, la insatisfacción de los wesleyanos de base contra el anti-
< 11 .
.
48 TRABAJADORES
4. - UOBSBAWM
..
50
r 51
TRABAJADORES EL ARTF.SANO AMBULANTE
local no oficial de intercambio de trabajo. Cuando no había trabajo, ~ .. gían los camaradas vigilantes. Por consiguiente, había circulares men-
seguía su camino. Si no conseguía suficiente trabajo permanente como suales que contenían listas de los obreros que estaban viajando, así
para pasar a una nueva sección del sindicato, el viajero debía volver como otra información de ese tipo. La asistencia al viajero tampoco
normalmente a su ciudad de residencia, una vez recorridas todas las llegaba a escalas .cJemasiado pródigas: en el caso de los albañiles era
secciones: en la década de 1850, en el caso de los cajistas ese cir- de 6 peniques por día hasta una época bastante avanzada del sig]o.6
cuito grande era de alrededor de 4.500 kms; 2 en el de los fabricantes De modo que era bastante común que la asistencia fuese completada
de cepillos, de más de 2.000 kms, en la década de 1820.3 Las formas con el paso del sombrero entre los miembros del sindicato y entre
de pago de la asistencia al viajero eran variables. Podía ser pagado los compañeros en cada trabajo que el viajero encontraba en su iti-
por día o por distancia, en cuyo caso los funcionarios responsables nerario. De todas maneras el sistema funcionaba. En realidad, en
se tomaban el cuidado de asegurarse de que el viajero había ido de muchos sindicatos durante mucho tiempo fue el único método para
sección en sección por el camino más corto, y a veces les proveían ayudar a los parados; en algunos de los sindicatos de la construc-
de planos. La asistencia para el fin de semana solía ser mayor que ción seguía funcionando todavía en el siglo xx.
para los días laborales.
Los pagos corrían por cuenta (en las primeras épocas del siste-
ma) de las secciones del sindicato, que cada tanto arreglaban cuen- II
tas entre sí en forma directa, o bien a través de una oficina central; 4 ~
Sabemos muy poco acerca de las primeras épocas de la vigencia
más tarde el sistema se fue centralizando cada vez más, y también
del sistema -por lo menos un sindicato lo llamaba asf-,7 a pesar
llegó a utilizarse un sistema de cheques. Al partir, el viajero recibfo
de que a menudo se ha señalado su semejanza con la costumbre de
un talonario de cheques válido por una cierta cantidad de días -98
viajar de los oficiales en otros países de Europa.' De hecho, la inves-
en el caso de los albañiles, menos en el de los panaderos- 5 e iba
tigación ulterior no ha alterado fundamentalmente el cuadro bosque-
cobrando los cheques de asistencia en cada sección del sindicato. Esa
jado por S. y B. Webb en 1894, lo cual supone un reconocimiento
centralización ayudaba a evitar la ruina del sistema, el abuso en que
del mérito de esos extraordinarios estudiosos. Entre los cardadores
pudiesen incurrir viajeros a quienes no les correspondía ninguna asis-
de Devon el sist·ema organizado de trabajo migratorio ya existía en
ten.da o bien obreros que ya habían recibido la totalidad del dinero
1700, y entre esa fecha y 1726 se extendió a los gremios afines.9
de la asistencia anual a los viajeros. Las estadísticas excepcionalmen-
Según parece, en 1707 los tejedores de Taunton tenían un acuerdo
te completas, sobre las que se basa en gran parte el presente arúcu-
rudimentario de trabajo migratorio,1° aunque, a diferencia de lo que
lo, apuntaban también a preservar el sistema. El secretario local
\ ocurría en el gremio del cardado, en el del tejido siguió estando
debía ser capaz de comprobar la autenticidad de los billetes de los ~
organizado sobre una base puramente local.11 Los adobadores de piel
viajeros, porque se daba incluso el caso de que se los falsificaba, sobre
todo entre los impresores, algunos de los cuales viajaban con «docu- 6. La dureza de esas bajas tarifas resultaba mitigada por los sistemas de
mentos» emitidos por secciones totalmente míticas hasta que los co- pago de asistencia por milla recorrida.
7. Estatutos de la Sociedad Mutua de Carpinteros y Ensambladores 1836.
(Esta sociedad es más conocida por el nombre de Unión General de ~inte
2, «Typograpbical reminiscences by an old T ypo», Typographical circtJlar, ros y Ensambladores, integrada actualmente en la Asociaci6n de Trabajadores
junio 1891, p. 8. de la Madera Unidos.)
3. W. Kiddier, op. cit., pp. 16-17. 8. S. y B. Webb, op. cit., p. 24; W. J. Ashley, Suroeys, historie and
4. Por ejemplo: Bye lAws o/ Operative Carpenters and Joiners Society o/ econom~, pp. 249--262.
Birmingham (fundada en mayo de 1833), IV; es probable que esta asociación 9. Hosk:ins, Industry, trade and people in Exeter, 1688-1800, Exeter,
estuviera integrada en la Uoi6n de Obre.ros de la Construcción (Binningham 1935, pp. 58-61.
Public Library 239882). 10. Lipsoo, Economic history o/ England, IlI, p. 39.3.
5. Estatutos del Sir:dicato de Obreros Albañiles, 1871 y años sucesivos; 11. A short essay upon trade in general by a lover of hir cnuntry and
Estatutos del Sindicato de Obreros Panaderos, 1873. the Constitution, 1741, pp. 40-41 (British Museum).
52 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 53
establecieron una federación de trabajo migratorio hacia mediados ~ dema» parecen más fuertes. Por lo que conocemos, en Gran Bretafü
del siglo; los sombrereros, en la década de 1770_.12, Los acuerdos de no existen testimonios de costumbres e instituciones similares a1
trabajo migratorio entre los estampadores de calico, los papeleros Y tour de France o al W a11derpflicht de otros países de Europa. AJ
los cajistas estaban tan desarrollados a comienzos dc:l siglo x1x, que parecer, el trabajo migratorio en Gran Bretaña nunca fue una parte
deben habler florecido un cierto tiempo antes. Por aerto las pruebas del perfeccionamiento de la educación del artesano, sino un recur-
de la difusión del sistema son abundantes a comienzos de ese siglo. so para compensar el pat o estacionario o irregular; eso es lo que
Se registra la existencia de «papeletas» entre los zapateros en 1803 y ocurrió en el caso de los cardadores y en el de los tejedores y som-
de asistencia al trabajo migratorio entre los carpinteros de Preston brereros de West Country. (Sin duda también se utilizó bastante
en 1808.13 Los estampadores de calleó informan acerca de titánicos pronto como un medio para ayudar a los huelguistas, como protec-
viajes en busca de trabajo de 1.600 y de 2.200 kms .14Haaa . 1a epoca
,
ción contra la persecución, etc., funciones que más tarde llegaron a
del Comité para las leyes contra las coaliciones, los gremios de Dublín ser importantes.) Además, en el sjgJo XVIIl el trabajo migratorio
15
tenían acuerdos de trabajo migratorio con los ingleses; Francis organizado estuvo limitado aparentemente a unos pocos gremios.19
Place encontró oficinas de empleo en Londres entre los sombrereros, Los sastres habían establecido casas de pedidos en Londres y en
herreros, carpinteros, zapateros y fabricantes de botas, trabajadores Dublín ya en la década de 1720, en Birmingham antes de la de 1770
del metal, panaderos, sastres, fontaneros, pintores y vidrieros, encua- y en Edimburgo al menos en la década de 1780; 20 pero no adopta-
dernadores y otros,16 y en muchos gremios antiguos puede darse por e , ron el trabajo migratorio hasta la década de 1860, quizá durante o
17
descontada la existencia del sistema de trabajo migratorio. después de la imposición de estrictos cotos cerrados (closed shops)
Aunque W. J. Ashley no lo creyó así, el problema del origen del en las ciudades en las décadas de 1820 y 1830.21 No cabe duda de
sistema de trabajo migratorio es importante. Directamente: el traba- que, digamos, a partir de 1790 el sistema fue adoptado por gremios
jo migratorio fue una institución central de varios sindicatos antiguos, que previamente no tenían trabajo migratorio, y pedeccionado por
y es difícil imaginar cómo algunas de las federaciones de clubs gre- los que ya lo tenían. Aunque es probable que los albañiles hayan
miales, que tanto atemorizaron a las autoridades. a partir de 17??-• realizado trabajo migratorio, hasta el siglo XIX no contamos con re-
hubiesen podido existir sin el mismo. ¿Era ese sistema la expres1on gistros de esa práctica entre otros obreros de la construcción. Los
de la movilidad recientemente alcanzada por el artesano, como se sombrereros no adoptaron la «papeleta» hasta 1798/ 2 a pesar de
ha sugerido,18 o derivaba de una tradición, antigua y todavía viva, que tenían casas de pedido en la década de 1730 23 y cierta clase de
de viajes de los oficiales? ¿Cómo se difundió? federación de trabajo migratorio en la de 1770. Quizás hayan utiliza-
A primera vista, las pruebas a favor de la interpretación «mo- do una forma intermedia del sistema, como la que encontramos entre
los estampadores de calleó, cuyos trabajadores migratorios estaban
12. S. y B. Webb, op. cit., pp. 32, 48.
13. Aspinall, Tbe early engfüh trade unions, Londres, 1949, pp. 76 ss.;
Postgate The builders' hiJtory, Londres, 1923, p. 25. 19. The book o/ English trades, 1808, sólo lo menciona entre los sombre-
14. 'Tbe memorial of the joumeymen calico pri~tet;s a~d others connected reros y los cardadores; pero obviamente esta fuente no es may confiable (ed. de
wilh their trade Londres, 1804, pp. U-13 (Goldsmith s Llbrary). 1823, p. 441).
15. Select éommittee on artisans and machinery, 1824, pp. 295-296. 20. F. Galton, Select documents... Tbe tailoring lrade, Londres, 1896,
16. Gnaham Wallas, Li/e of Francis Place, Londres, 1~9~, p . 211. p. 3, para el caso de Londres; A satyrical poem on the Socie/y o/ Journeymen
17. S. y B. Webb, op. cit.. pp. 68-69; J. Dunlop, f?.nnking .usages o/. tbe Tail-Ors, British Museum 1890 e 5 (169), para el caso de Dublin, s. f., pero pro-
United K.ingdom, ed. de 1844, pp. 128, 132, 168! tamb1en. menao~ la ~en bablemente de 1726; para el caso de Edimburgo, D. M. Moir, Life of Mansie
cia del sistema entre Jos sastres y peleteros, y sugiere también su ex1stenaa en W auch, tailor in Dalkeith, Edimburgo, 1828, p. 44.
el caso de los vidrieros, joyeros, los torneros en madera y 28 gremios del metal 21. F. Galtoo, op. cit., LXXXI y passim.
cit:l tipo de Birmingham. 22. Place Papers (British Museum Add. MSS. 27799, 77). Cwiosamente,
18. Unwin Industrial organiz.ation in the sixteenth and seventeentb centu- los Place Papcrs contienen muy poca información acerca del trabajo ambulante.
ries, p . 227; cbpbam, Concise economic history o/ Britain, p . 261. 23. M. D. George, London li/e in the eighteenth century, p. 293.
54 TRABAJADORES
oficialmente autorizados para hacer colectas loc.ales entre sus com- r"
pañeros.24
r EL ARTESA.NO AMBULANTE
Tampoco es totalmente imposible que el sistema se inventara en «seguro». No está claro si se trataba de una costumbre antigua como
un sitio -en West Country, verosímilmente- y que después se tal o bien de una costumbre antigua racionalizada a través del cristal
difundiera por los trabajadores viajeros de la lana o quizá por los de la moral victoriana.30 Un sistema cuyo objetjvo hubiese sido el
albañiles migratorios desde las canteras del oeste. Se suele afumar de desplazar a Jos obreros desde las áreas en las que no había trabajo
que las instituciones y rituales de los sindicatos posteriores le deben hacia aquellas en las que sí lo había, debiera haber recurrido aJ medio
mucho a los de Jos trabajadores de la lana, y quizá las «papeletas» de transporte más veloz, por ejemplo los barcos de cabotaje.31 No
hayan sido parte de esa deuda.25 sabemos a ciencia cierta qué importancia debemos atribllir a los testi-
Por otra parte, en los vjejos sistemas de trabajo migratorio exis- monios decimonónicos acerca de una creencia según la cual «ningún
ten arcaísmos que de todas maneras hacen pensar en las antiguas obrero conoce su capacidad o su valía hasta que no ha trabajado en
costumbres. Por ejemplo, estaban adaptados, y siguieron estándolo, más de una ciudad)>.32 Nuestra ignorancia de las costumbres y tradi-
por completo a los trabajadores individuales. No me be topado con ciones de los primeros asalariados es profunda en la medida en que la
ningún caso en que estuviese prevista la asistencia para la espo- mayoría de ellas no se encuentran registradas, de modo que el predo-
sa y la familia del oficial que realizaba trabajo migratorio; en rea- minio de tales creencias es bastante posible.33
lidad, una de las primeras quejas contra los tejedores consistía en < Por cierto, en algunos casos el trabajo ambulante organizado no
reprocharles que abandonaban a sus familias a la caridad del Estado era más que la sfatematización de unas costumbres más antiguas. «Los
mientras se marchaban a hacer trabajo migratorio.26 Si originalmen- trabajadores ambulantes que vengan por esta carretera deberán traer
te el sistema hubiese apuntado a compensar el paro, difícilmente sus papeletas. Del mismo modo, vosotros pediréis las papeletas a los
hubiese dejado de tener en cuenta aJ trabajador casado. También se que puedan venir desde aquí [sic] », dicen los zapateros de Porst·
trataba de sistemas ambulantes en el sentido estricto de la palabra. mouth, así como los de Bath, al anunciar la fundación de un sindi-
Los caldereros, que, ya en la década de 1830,77 preveían viajes por cato local en 1803.34 Los carpinteros de Birmingham fundaron una
tierra «O bien por agua o por vehículos de tracción a vapor», son asociación en 1808 inicialmente para establecer una casa donde «reci-
un caso único, según mi opinión. Los fabricantes de máquinas de bir a los trabajadores que viajasen con el propósito de conseguir un
vapor no preveían viajes en barcos de cabotaje hasta la década de empleo, llamados comúnmente ambulantes».33 En 1809, los obreros
1840 28 y Jos cajistas sólo reemplazaron la palabra «ambulante» por
«viajero» en 1872.29 Por cierto, todavía en las décadas de 1850 y 1860 , \ 30. Henry Broadhurst, op. cit., p . 13.
e:.
. Jl._ Cf. la Autohiography de William Lovett ( 1876), la Life o/ Sir Willi.am
24. S. y B. Webb, op. cit., p. 24, n. Fatrba1rn (ed. Pole, 1877) y la Autobiography of an artisan, de C. Thornson
25. Ibid., p. 111 , n. Por cieno, l3 única marca real de antigüedad se en- (Londres, 1847).
cuentra entre los cardadores, quienes tenían «un banco reservado... siempre 32. F. Galton, en S. y B. Webb, op. cit., p. 4.38.
dispuesto en el taller, en el que los Jrabaiadores ambulantes podían quedarse» . 33. Knoop y Jones, Tbe !-o!1d°."; mason in the sev~n~eenth century, pá·
(Book of Englisb trades, loe. cit.). gmas 58-59, 62, acerca de la limataoon de nuestro conoonuento incluso en d
26. Lipson, op. cit., p. 393. ~ de un ~o muy es_tudiado. Esto muestra también lo incierto que es
27. D. C. Cummings, History o/ the United Society o/ Boilermakers and u~ UD_?S ~stros refend~s sobre tc;xJo a los maestros artesanos, para ilu-
Iron and Steel Shipbuilders, Newcastle, 1905, p. 31. ~ar la s1tuaao~ de los ofi~ales ~alanados, por ejemplo, los registros de las
28. Versión revisada de los Estatutos del Sindicato de Fabricantes de M~· lo~as francmas6.rucas en Íunaonamaento, como los de Alnwick y SwaJwell, des--
quinas de Vapor, 1846. cntos en Vorgescbichte u. Anfaenge d. Freimaurerei in England de W. Bege-
29. Reporl of proceedings o/ the meeting o/ delega/es from the Provincial mann (Berlín, 1907), The Scottish mason and the mason worltÍ, de Knoop y
Typographícal Association, Manchester, 1873, p . 15. La Unión General de Car- Jones (1939), etc.
pinteros prohibía específicamente viajar en coche o por agua, salvo para atra- 34. Aspinall, op. cit., pp. 75, 79.
vesar el Canal, para lo cual se asignaba una asistencia de ) dlelines y 6 peni- 35. «Rules and or?ers to be observed by a Friendly Society of Journey-
ques (Estatuto de 1836). men Carpenters aod Jomers .. . Est. July 12th 1808•, Bioningham Public Libra-
56 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 57
de las fundiciones de hierro de Bolton reconocen la existencia de una € de un somhrere.ro y de un adobador de piel.40 El principal obstáculo
red oficiosa de esa clase de puestos, porque al fundar su asociación para que viajaran no fue quizá la ley, sino la exclusividad gremial de
loe.al conffan en que los gastos de asistencia a los trabajadores am- las ciudades (aunque ésta se fue debilitando a lo largo del siglo xrx
bulantes de otros sitios «serán reembolsados a esta Asociación por y de todas maneras resultaba difícil de imponer en épocas de expan-
la Asociación a que pertenezca el miembro que reciba esa asistencia» sión ).41 Incluso los gremios cerradamente organizados de Dublín,
[«cena, una pinta de cerveza, alojamiento por una noche y dos che- que llegaban a excluir a los miembros de sindicatos extranjeros, en·
lines en moneda contante para que pueda llegar hasta la siguiente víaban y recibían trabajadores ambulantes.42
ciudad»] .y, Es evidente que la práctica del trabajo ambulante no El verdadero problema consiste en saber cómo el artesano llegó a
era nueva de por sL En realidad la concepción según la cual los sis- recurrir al sistema de deambular por todo el país. Lo importante es
temas de trabajo ambulante tenían como función la de asegurar el el hecho de que una red nacional de «estaciones», que iban desde
desplazamiento de los trabajadores, deja escapar el aspecto esencial. Exeter a York, tal como la encontramos, por ejemplo, en el caso de
Los primeros sindicatos no querían el desplazamiento como tal, sino los primeros fabricantes de cepillos, es algo bastante distinto del
el desplazamiento con financiación asegurada o bien el control del modelo producido por las migraciones normales de trabajo, fenómeno
mismo en interés de un coto cerrado local. «Ninguno de sus miem- éste básicamente regional.43 El trabajo ambulante sistemático tampoco
bros», decían los zapateros refiriéndose a los sombrereros y a los 1 fue adoptado por gremios que experimentaban bruscas fluctuaciones
adobadores de piel, «ha tenido que hacer la experiencia de deambu- , · estacionales: aunque los sombrereros realizaron trabajo ambulante en
lar como vagabundos sin empleo».n Se daba por supuesto que en el siglo xvm, los sastres no lo hicieron. 44 Tampoco las actividades
todo caso debían deambular. normales del sindicalismo crearon redes nacionales en esa etapa ini·
Y no había razones para que no lo hicieran. Las Leyes de Asenta· cial. En Francia, donde el trabajo ambulante era bastante indepen-
miento no molestaban prácticamente al artesano. S. y B. Webb afir- diente de los sindicatos y estaba en manos de los compagnonnages,
man en forma categórica que no se toparon con ningún miembro de organizaciones antiguas y bastante inadaptables, los sindicatos no
un sindicato que en el siglo XVII1 hubiera sido expulsado en virtud desarrollaron organizaciones nacionales basta la década de 1880 0
de la aplicación de esas Leyes; 38 y una amplia colección de certifi- como en el caso de los sombrereros, prácticamente hasta finales dd'
cados de asentamiento de Newark no registra el caso de ningún al- Segundo lmperio.45 Allí donde las unidades industriales locales eran
bafiil, impresor o fabricante de cepillos (a pesar de que estos últimos de alguna manera interdependientes y donde se reconocía que las
tenían un puesto para trabajadores ambulantes en esa ciudad a co-
mienzos del siglo xix),39 y en más de un siglo sólo registra el caso ; ' 40. . Unos 900 ce.r~c.ados emitidos por Newark están impresos en Tho~
t~n Society, Record Series, vol. IX, pt. 1: A misce/lany (1943). Abarcan el pe-
riodo que va desde 1697 hasta 1822.
41. Knoop y Jones, op. ciJ., pp. 9-18.
ry, non:nas I, XIII, XV. Agradezco al señor Jack Co.rbett, de Biuningbam, quien 42. S. y B. Webb, Industrial democracy, p. 75, acerca de la exclusión de
me ha proporcionado esta reíe.rencia. Dublin.
36. Centenary souvenir of the Friendly Society of Iron/ounders, Manches. 43. Por ejemplo: de un total de 105 certiñc.ados extendidos en Newark
ter, 1909, p. 20. para artesanos y obreros partiatla.res, s6lo una docena se extendieron a traba-
37. Aspinall, op. cit., p. 83. El divertido libro Sixty years g/eanings /rom jador~ procedentes de fuera de Nottinghamshire y los condados vecinos. Véase
life's harvest, de John Brown, Cambridge y Londres, 1858, pp. 23-25, 44, pre- tunb1én en general, Lab?ur migra/ion in England 1800-1850, de A. Redford.
senta un ejemplo de ttabajo ambulante no organizado en el gremio de Jos zapa- 44. F. Ga1ton, op. czt., LXXVII.
teros (el señor Jobn SaJtmarsh, del King's College de Cambridge, me ha seña- . 45. Paul Louis, Histoire du mouvement syndical en France 1789-1910, pá-
lado la existencia de este testimonio). Después de una carrera accidentada y, gmas 151 ss. P~ en Coutume cbapelib~, París, 1941, Vial sugiere que los
si cabe creerle, siempre brillante, Brown teanin6 por abrir un sal6n de billares somb~ereros tuvieron durante la Restauraoón unos convenios rudimentarios de
en Cambridge. tr;iliaJO . ambulante. Acerca de la rclació!l entre compagnonnages y sindicatos,
38. S. y B. Webb, English Poor Law history, I, p. 336. vease E. Labrousse, Le mouvement ouvner et les idées sociales en Frtmce, fas-
11 39. W . Kiddier, op. cit., pp. 16-17. dculo Il, pp. 71-82, París, Centre de Documentation Universitaire, 1948.
r
58 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 59
mismas formaban parte de un todo nacional, como en el caso de la saran sólo a uno o dos gremios. Un sistema tan peculiar y de una
industria lanera, es más fácil explicar la existencia del sistema del tal organización sólo podía erigirse sobre unos cimientos tradicio-
trabajo stnbulante; esto puede explicar que el sistema haya apare- nales muy fumes. Por otra parce, su adopción general por parte de
cido tempranamente entre los obreros de la lana. Pero ¿por qué los los diferentes gremios reflejó sin duda la necesidad de defender los
zapateros, sombrereros o adobadores de piel, que trabajaban en mer- monopolios locales de los artesanos experimentados contra los nue-
cados localmente limitados y no tenían mayores motivos para estar vos desafíos económicos.
enterados de lo que ocurría en otras ciudades,46 lo adoptaron ya
antes de la década de 1790? 47 Posiblemente tenga alguna importan-
cia la atracción ejercida por el gran imán que era Londres.43 Sin em- III
bargo, resulta difícil explicar el sistema del trabajo ambulante en su
conjunto sin presuponer alguna clase de tradición viajera (por lo Por consiguiente, el sistema del trabajo ambulante se convirtió
menos en algunos oficios) análoga a las costumbres de otros países en la verdadera vértebra de unión de los clubs de artesanos más
de Europa sobre la base de las cuales se había desarrollado el fenó- antiguos. Los sombrereros y los obreros de las fundiciones de hierro
meno de los compagnonn<Jges.49 En el caso de los albañiles tal tradi- construyeron incluso sus emblemas en torno de dicho sistema: el de
ción existía por cierto; y quizá también en el de los impresores y en estos últimos muestra un moldeador con su hatillo, que dice «Gremio
el de un par de oficios más. ·. hermano, ¿puedes darme un trabajo?», pregunta que recibe la si-
Siempre resulta insatisfactorio apoyar una argumentación sobre guiente respuesta: «Si no podemos, te ayudaremos». Los zapateros
pruebas negativas; y en este caso a lo sumo podemos dejar el vere- de Nanrwich se tomaron el cuidado de incluir en la procesión de
dicto en suspenso. Sin embargo, una cosa está clara: tanto los fac- su gremio en 1833 «un compañero con todo el atavío del trabajador
tores «antiguos» como los «modernos» contribuyeron a dar forma al ambulante, con su equipo a cuestas y un bastón en Ja mano».50 Hacia
sistema, suponiendo incluso que las viejas costumbres, que debían ser mediados del siglo XIX el sistema estaba en realidad ampliamente
adaptadas de acuerdo con las necesidades del nuevo sindicalismo, pa- difundido. En 1860 estaba en vigor entre los cajistas, litógrafos, sas-
tres, fabricantes de coches, encuadernadores, herreros, mecánicos, fa.
46. a. The Trial o/ ... ]oumeymm Hotters of Maccles/ield, Macclesíield y bricantes de máquinas de vapor, albañiles, carpinteros, fundidores de
Londres 1806 cuya argumentación prinápal giraba en torno a la cuestión de hierro, toneleros, zapateros, caldereros, fontaneros, enladrilladores y
si los ~aes~ y obreros iocales a) conocían cuáles eran las tarifas salariales varios oficios más.51
en Stockport o bien b) si tal conccimiento debía afectarles (Goldsmith's Li-
brary). . . . , Las razones de tal difusión son evidentes. En primer lugar, el sis-
47. Wadswortb y Mann, The cotton trade and mdustrzal Lancashtre, pa- tema {aunque ésa no haya sido su finalidad original) proveía los
gina 377 sugieren Ja existenáa del sistema ambulante entre los zapateros en fondos de huelga y brindaba un medio para contrarrestar las oerse-
la décad~ de 1750 (S. y B. \Vebb, History of trade unionism, pp. 46, 51, 80).
48. Surrey apprenticesbips 1711-17)1 (Surrey Record Soc., vol. XXX), XV, cuciones. Todavía a finales del siglo sabemos de albañiles que ~olían
donde se calculaba que cerca del 40 por ciento de los aprendices proced1an de salir a la carretera tan pronto como se iniciaba un conflicto para no
fuera de la ciudad en Ja que vivían sus maesrros. Naturalmente, las ciudades
menores también atraerfan a los forasteros, pero el magnetismo de Londres era
pesar sobre los fondos; 52 por supuesto, era muy convenien~e que el
excepcional. Muchos volverían a sus provincias después de haber cumplido ~u
período de aprendizaje o en épocas malas (C. E . Howe, Tbe London bookbm- 50. «Thoroas Dunning's Reminiscences», ed . Chaloner en Trans Lanc
dm 1780.1806, 1950, p . 29). . . . . Ches. Antiq. Soc., 1947, LIX, p. 98. ' · .
49. No es preciso que supongamos la existencia de runguna conex16n entre 51. El Report on Trade Sodelies (Social Science Association 1860) pági-
las asociaáones de oficiales de Gran Bretaña y las de otros países de Europa, nas 141-146, presenta una Jista incompleta. ' '
en sus formas desarrolladas; sin embargo, llama la atención el paralelismo exis- . 5~; Fred_ Bower, Rolling stonemason, 1936, pp. 45-46, presenta una des.
tente entre sus respectivas instituciones: las costumbres rituales y de bebida, el crtpa?D admirable dd artesano que d~bulaba permanentemente; Aspinall,
Herberge y el club, el Gescbenk y el donativo parn el trabajador ambulante, el op. cit., p. 78, acerca de los zapateros de Bath en 1803: «Señor, me han orde-
schmaehen y la lista negra de obre.ros o patronos, nado que os informe de que los obreros... que pueden marcharse de la áudad
60 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 61
obrero consiguiese trabajo en otra parte durante el conilicto. Casi sis~ema ~o fue. concebido para compensar las contingencias del capi-
invariablemente la lucha por el reconocimiento y por unas tarifas re- talismo mdustrlal. Se ajustó admirablemente a las necesidades de los
gulares derivaba en persecuciones, incluso en los casos en que esa viejos cardadores: un grupo más bien pequeño y cerrado de artesanos
lucha se saldaba con éxito. Si los obreros debían ser «sacrilicados» amb~~tes, en una rama fluctuante de la industria, que operaban en
-expresión utilizada por los cajistas- tenían que estar seguros de co~dioones a largo plazo bastante estables. Como S. y B. Webb han
su sustento, y el sistema de trabajo ambulante solfa asegurarles un señalado, en casos extremos como éste el sistema pudo reemplazar vir-
trato especialmente favorable, distinguiéndoles a veces de los otros tualmente a cualquier tipo de negociación colectiva.55 En cuanto única
trabajadores viajeros. Los albañiles entregaban a los trabajadores am- forma debidament~ desarrollada de asistencia a los parados, fue adop-
bulantes huelguistas una tarjeta verde y a los otros una blanca. De tado por la mayoria de los gremios que necesitaban tales pagos· pero
este modo, el sistema de trabajo ambulante reforzó mucho el poder se deri:un?<S cuando tuvo que enfrentarse con las enormes ten~iones
de negociación de los obreros, como bien se ha demostrado en el del capitalismo moderno y sobre todo con el ciclo económico.
caso de los cardadores de mediados del siglo XVllI.53 De esto a un Podría parecer que el sistema no llegó al límite de su capacidad
cálculo más sofisticado de economía política sólo había un paso. Al hasta la~ décadas. ~e 1830 y 1840, aunque los cajistas de Londres ya
retirar al parado de los lugares donde había menos trabajo y al en los. anos 30 hicteron ~a campaña contra el mismo.56 Sin embargo
ponerlo en circulación, el sistema de trabajo ambulante mantenía a partrr de entonces el sistema empezó a aperimentar serias dificul-
restringido el abastecimiento del mercado de trabajo. Como escribía tades., ~s archivos del pequeño sindicato de Oficiales Fabricantes
el Sindicato General de Carpinteros en 1846: «Si no hubiésemos de Maq':"'°~ de ~a~r (fundado en 1826 e integrado a partir de 1921
podido conservar nuestro sistema de drenaje mediante el trabajo e~ el Smdicato Uruco de Mecánicos) nos permiten seguir bastante
ambulante... se hubiese producido una reducción general de los sa- bien el proceso, como lo muestra el cuadro 1.
larios».>4 Los impresores lo formulaban de una manera clarísima:
la Circular de protección tipográfica apuntaba en mayo de 1849 que CUADRO 1
el trabajo ambulante había llegado a ser más un método de asisten-
cia que un medio para encontrar trabajo, «de modo que el gremio El lraba¡o ambulante entre los oficiales fabricantes
de máquinas de vapor, 1836-1841 S7
mantiene virtualmente una ley de pobres local ... según la cual aque-
llos miembros ocasionalmente pobres reciben una pensión de po-
breza pagada por los miembros que tienen trabajo y administrada Años Cantidad total de viajeros
:Miembros Secciones asistidos
por los funcionarios de la Asociación».
~ )
Este severo comentario refleja el cambio radical que se produjo 1836-1837 525 13
1837-1838 44
en el sistema cuando el mismo se enfrentó con el paro masivo de co- 695 15 224
mienzos del siglo XIX, ya se tratase del paro tecnológico que des- 1838-1839 . 794 18
1839-1840 289
truyó a los estampadores de calleó, a los cardadores, etc., o bien del 876 18 893
1840-1841 981 22
paro cíclico producido durante el período 1820-1850, menos perma- 1841-1842 673
nente pero igualmente desastroso. Una vez más observamos que el 994 24 2.226
grado por obreros especialmente migratorios ni especialmente desa- co~veruen~a~ de un método de asistencia totalmente nómada. Una vez
fortunados. Los datos de otros gremios de la misma época resultan mas, el Sindicato de Productores de Máquinas de Vapor ilustra el
más llamativos. Los fundidores de hierro desembolsaron en 1840 la prob!ema. En 1836 la sección de Londres introdujo por su cuenta
bonita suma de 11.500 libras en concepto de asistencia al trabajador un sistema de pago .por desempleo sedentario, para gran disgusto de
ambulante: el gremio contaba con un total de menos de 3 500 miem- la sede central. Haaa 1847 otras nueve secciones, desde Leeds hasta
bros con o sin trabajo. Siete años antes sólo habían gastado en ese ~~rtsmouth, habían seguido el ejemplo de Londres. En 1848 la revi-
concepto 800 libras.58 En ese año los cuatro sindicatos más impor- s1~n del :1leglamento autorizaba formalmente a las secciones a insti-
tantes de impresores, con 3.400 miembros en 1841-1842, asistier~n
a no menos de 7.200 viajeros.59 Por supuesto, gran parte de los IIDS-
tuir ese upo.de pagos; en 1851 se lo introducía a nivel nacional como
"11
.
una alternativa para el sistema ambulante.62 Más o menos hacia esa
mos eran trabajadores ambulantes que recorrían grandes distancias, época los ~didores de hierro introdujeron un pago similar en forma
recorrían desesperadamente muchísimas secciones en busca de traba-
jo y se apuntaban en cada una de ellas; pero no por ello disminuyó
el peso de la carga financiera. Como dijo el Sindicato General de Car-
63
de <~dooat:Jvo». La nueva Asociación de Técnicos Unidos surgió a
I~ vida con,e~e sistema; pero por otra parte su antecesora, los «An-
tiguos Mecarucos», nunca se había apoyado solamente en el sistema
' '
pinteros, con energía aunque sin demasiada corrección gramatical: ambulai;te: Y quiz~s ~a haya sido una de las razones por las que se 1
adelanto a la A~octac~on de Fabricantes de Máquinas de Vapor, que
1
CUADRO 2
gente del Síndkato de Caldereros, se fue a «ver el mundo» antes de
vul'ler a su casa en Devon; y no fue el único de su gremio en ha- Desplazamientos de los miembros deL Sindica/o de Fundidores de Hierro
cerlo.71 El mecánico John Burns viajó al África occidental y a Euro- entre 1830 y 1908 16
72
pa antes de volver a Battersea y alcanzar fama polítíca. Incluso entre
(2) (3)
los trabajadores agrarios cabe mencionar el caso de Joseph Arch, Cantidad media de Cantidad media de
quien vagabundeó por el sur de los Midlands y por Gales antes de viajeros asistidos miembros por década,
sentar cabeza; y el del joven George Edwards, quien pasó un año (1) hasta el último sábado repartidos según las cifrns
Período del afio de la columna (2)
andrajosamente en sitios alejados, a unos cincuenta kilómetros de su
pueblo natal.73 F. W. Galton, miembro de un antiguo gremio, registra 1850-1859 77 73 71
la vitalidad de la traclición del trabajo ambulante en una época tan 1860-1869 75 126
tardía como la década de 1890.74 En ese período de rápido desarrollo 1870-1879 60 190
económico algunos obreros también eran seminómadas y dejaban sus 1880-1889 52 232
lugares de residencia por períodos variables o trasladaban a sus fa- 1890-1899 44 361
1900-1908 63 78 295
milias cada tanto, sobre todo los constructores, los artesanos espe-
15
cializados y los trabajadores que ejerdan funciones de supervisión. ('
Tampoco estos movimientos pueden ser medidos con exactitud. En anticuado.79 Como de costumbre, las cifras corresponclientes al Sin-
los pequeños gremios ambulantes tradicionales es probable que casi dicato de Funclidores de Hierro son las más completas (cuadro 2).
todos los miembros hayan recurrido al sistema ambulante alguna vez La cantidad de viajeros disminuyó absoluta y relativamente a lo
en su vida, al margen del viaje motivado por la depresión económi- largo de la segunda mitad del siglo y, si consideramos otro índice
ca. Sín embargo, en todos los gremios existió aparentemente una -el porcentaje de miembros que anualmente sacó tarjetas de via-
clara clistinción entre Ja mayoría, que una vez establecida ya no je- , vemos que la decadencia continuó incluso hasta el período
recurrió al sistema ambulante -salvo en circunstancias muy espe- 1900-1908. La catástrofe de la Gran Depresión sólo logró suavizarla.
ciales-- y una minoría que era más andariega. En realidad nada resulta más revelador que comparar el trabajo am-
Cualesquiera que hayan sido con exactitud los tipos de despla- bulante de los «años oscuros», cligamos, de 1841-1842 con el de
1879. En el primer caso el Sindicato Tipográfico del Norte dio
zamiento que se producían - y éstos son sólo algunas de las moda-
asistencia a una cantidad de viajeros aproximadamente cinco veces
lidades que un análisis inadecuado agrupa indistintamente bajo el l
más numerosa que el total de sus miembros; en el segundo la Aso-
ciación Tipográfica Provincial sólo dio asistencia aproxim~damente
nombre genérico de «tnovilidad de la mano de obra»--, no hay du-
das de que la mayoría de los mismos fueron disminuyendo. Hacia al doble de sus afiliados en calidad de viajeros.80
la década de 1870 George Howell pudo describir el sistema como
~6.. I~ormes del Sindicato de Fundidores de Hierro. Pero hasta 1868 toda
la distnbuo6n de las tarjetas de viaje estaba en manos de las secciones.
71. D. C. Cummings, op. cit., pp. 62, 156. 77. Para los años 1850 y 1852 no disponemos de cifras.
72. W. C. Grubb, John Burns, 1908. 78. Este incremento refleja quizás el desarrollo del paro tecnológico entre
73. Joseph Arch, The story of bis lije, told by himself, 1898, p. 40; G. Ed- alg_unos artesanos fundi~ores, producido por la expansi6n del moldeado a má-
wards, From Crowscaring to W estminster, 1922, p . 27. qwna ;-sectot de traba1adores no organizado por el sindicatcr-, así como las
r
74. En S. y B. Webb, Hístory o/ trade unionísm, p . 438. depres1ones de 1903-1904 y de 1908.
75. R. C. on the housing of tbe working classes, 1884-1885, XXX, 3707, 79. Conflicts of capital and labour, 1878 1 , p. 141.
3754, acerca de esa clase de constructores en Londres, o bien George Lans- 8?. 1841-1~2: 1226 miemb~os, ~.036 asistenc~as por trabajo ambulante;
bury, My life, 1928, cap. I, quien se refiere a un caso de familia seminómada 1879. 520? miembros, 11.900 as1stenoas por traba¡o ambulante (incluidos los
de esa clase. ~ ~gos de fin do """'"'" dios "" quo ].,, obmoo no W.i•bon).
EL ARTESANO AMBULANTE 69
68 TRABAJADORES
venes el trabajo ambulante no se limitó a sobrevivir. En primer lu- • Gran Depresión.92 En lugar de recibir un adiestramiento complete
gar, la corriente de aprendices desde las áreas de bajos salarios hacia como artesano, el obrero joven era adscrito al trabajo del obrerc
las de salarios altos se mantuvo firme, más aun cuando determinados con carácter de «aprendiz», y recibía sólo una parte del salario. S:
gremios de las ciudades importantes -por ejemplo el de la cons- quería ganar el salario de un obrero, tenía que buscarse trabajo er
trucción- se apoyaron sobre todo en ese tipo de migraciones para otro taller o en otra ciudad, en donde sólo contase su capacidad par~
su reclutamiento de anesanos.88 La encuesta realizada en 1897 por realfaa~ el trabajo, y no el hecho de haber alcanzado o no el rangc
Lawrence 89 revela que varios gremios de Bristol -la gran puerta que de oficial pleno. Pero, por supuesto, esta clase de desplazamientrn
atravesaban quienes procedían de la región occidental donde los sa- sólo habría quedado registrado de manera muy incompleta en la!
larios eran bajos- estaban compuestos principalmente por esa clase estadísticas relativas al trabajo ambulante.
de trabajadores viajeros, la mayoría de los cuales consideraban esa
ciudad como su primera estación. Por supuesto, muchos de esos
obreros jóvenes habrían viajado directamente de su lugar de residen- V
cia hacia esa ciudad, sobre todo si en ella había un núcleo de com-
pañeros o de conocidos que pudiera encontrarles trabajo.90 Por ejem- Sin embargo, a pesar de la existencia de esos factores compensa
plo, el traslado de algunos obreros del yute de Dundee hacia Barrow torios, parece indudable que el sistema ambulante, en su antigm
en Furness no tardó en convertir esta última ciudad en «una especie modalidad, fue desapareciendo. ¿Por qué?
de vestíbulo a través del cual los jóvenes de Dundee salían al mundo ,- Consideremos ante todo Ja disminución de los viajes motivado!
exterior» .91 Por otra patte, el obrero joven era precisamente el más por Ja depresión. En determinado momento, entre la década de 184(
dispuesto a encaminarse hacia su lugar definitivo de residencia ha- y la de 1970, se produjo un profundo cambio de actitud de cari
ciendo etapas, porque cuando estaba cargado con esposa y familia al paro por parte de los cajistas. En la Conferencia de delegados de
la vida errante ya no le resulta fácil, y además Ja papeleta, el alber- Gremio Tipográfico, realizada en 1849, alguien soscuvo que el sis
gue y la ayuda económica le abrían las puertas del país. Sin duda tema ambulante era fundamental, porque un obrero con familia nu
en las últimas épocas del sistema ambulante éste era utilizado sobre merosa no podía trasladarse con facilidad ni emigrar; semejante a.fu
todo como una manera de realizar un viaje equivalente al grand tour mación presuponía que Ja emigración era Ja respuesta inevitable ant<
del artesano, como solía serlo también el subsidio a la emigración. la mala situación del grerrúo.93 Treinta y ocho años más tarde, por e:
Además, con la mecanización de ciertos oficios surgió un nuevo contrario, los cajistas de Manchester defendieron la idea de los sub
incentivo para viajar, que fue motivo de amargas quejas durante la sidios sedentarios por paro, recientemente introducidos, mediant(
1 el argumento de que los mismos «les permitirían a los miembro:
permanecer en las diferentes ciudades a la espera de la demanda
88. H . Llewellyn-Smith, «InfltIX of population into East London», en
C. Booth, Life and labour, III, pp. 74, 96; N. B. Deatle, Problems of unemploy- de su trabajo, les mantendrían junto a sus familias y les evitaríar
ment in the London building trade, 1907. ir ofreciendo, como vagabundos, su trabajo por todo el país»: lo que
89. F. W. Lawrence, Local variations iti wages, 1899. Los resultados de de hecho implica la suposición contraria." Con términos tajantes:
su encuesta entre los sindicatos se presentan de una manera muy comple1a en
las pp. 5~0, y abarcan a los albañiles, enladrilladores, carpinteros, yeseros,
fontaneros, pintores, cajistas, caldereros, mecánicos, encuadernadores, litógrafos
y fundidores de hierro. 92. R. C. . on depressi'!" o/ trade (Pa_rl. .Pap~rs XXII, 1886), p. 8 Sincli·
90. H . Llewcllyn-Sm.itb, op. cit., pp. 129 ss., especialmente p. 134. La R. C. caro de Mecánicos de Dukinfield), p. 9 (Srndicato de Mecánicos de St. Rollox
on Poor Law, Apéndice IX, p. Tl.9, afuma terminantemente que la mayoría de Glasgow), p. 12 (Sindicato de Mecánicos de Neath), p. 18 (Sindicato de Fundi'.
los campesinos que emigraban hacia Londres sabfan ya qué cipo de tareas de- dores de hierro de Bury), etc.
sempeñarían. Pero esto no excluye un elemento de incertidumbre, como lo 93. Reun!ón de delegados de la Asociación Tipográfica Provinóal 1849.
muestra la experiencia de Will Tbome (My life's battles, s. d., pp. 49-53). , ?4. Reumón de de.legados de la Asociaáón Tipográfica Provincia( 1872
91. G. Barnes, From workshop to war cabinet, 1923, p. 20. pagma ! 8. '
72 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 73
vemos en este caso la diferencia entre unos obreros que aceptaban presiones como meras interrupciones temporarias de una expans1on
el ciclo industrial como la forma típica de la depresión, tanto na- económica triunfal, que pasarían con sólo mantenerse fume durante
cional como transitoria, y otros que no lo aceptaban así. Pero este algunos meses. Podemos discutir cómo y cuándo se produjo esa tran-
último punto de vista era cosa reciente. Como ha mostrad~ Labrous- sición, pero difícilmente podemos esperar que la visión optimista
se basta bien entrado el siglo XIX, la masa de los uaba1adores no haya gozado de popularidad entre los trabajadores a partir de la
95
c;nsideró la crisis cíclica como la crisis típica. En todo caso, hasta década de 1850.
la década de 1850 sus efectos estuvieron aparentemente disimulados La actitud tardó en volcarse de manera decisiva. Tanto en la
por los de ouas clases de crisis, generadoras de un tipo de paro que Gran Depresión como en la depresión del período de entreguerras
00
podía solucionarse sin un desplazamiento por parte del obrer~: encontramos sindicatos que llegaron casi a agotar sus fondos porque
por ejemplo, los cambios tecnológicos que rompieron las forma~ mas creían que se trataba de depresiones normales, superables a corto
antiguas de artesanado industrial. Además, el sector que ~iamos plazo. La tenaz reluctancia a emigrar de los trabajadores de las áreas
denominar no capitalista de la economía siguió siendo amplio du- de depresión entre las dos guerras mundiales bien pudiera ser un
rante bastante tiempo y el sector capitalista siguió estando bastante reflejo de los últimos vestigios de esta fe en la capacidad del sistema
localizado y diversificado corno para que la ~~ración temp_oraria pa- económico para corregirse a sí mismo en cualquier circunstancia. Sin
reciese una salida viable en épocas de depres1on. El albañil a quien embargo, sería un error apoyarse exclusivamente sobre esta fe en la
la depresión había cogido en Norwich podía esperar razonablemente expansión británica. En la medida en que las innovaciones de co-
que encontraría un empleo temporario en las ciudades de East An- mienzos de la década de 1850 -paga a los trabajadores sedentarios
glia; 96 el mecánico podía imaginar que la siguiente ciudad que en- en paro, etc.- significaron un reconocimiento del ciclo económico,
97
contraría en su trayecto no sufriría de crisis económica. Sólo en las mismas marcaron un paso importante en la educación del mo-
las grandes depresiones se re~elaba el carác~er n_a,cional de. la inac- vimiento obrero; el reconocimiento de que la economía capitalista
tividad y el viajero era arrojado a una mi~rac10~ angustia.da, t~ no era algo que debía ser esquivado, sino algo que había que enca-
como lo registran las estadísticas.98 Esto explica la l.Dlportanaa deC1- rar mediante la comprensión de sus específicas leyes de movimiento.
siva del papel desempeñado por la hambruna de la década de 1840 Esta actitud nueva y más madura hacia el sistema económico ex-
en la quiebra del sistema; sin embargo, las condiciones que haóan plica en gran medida la disminución del número de parados que re-
plausible el sistema ambulante sobrevivieron en una escala más pe- currían al sistema ambulante, pero no da cuenta totalmente de la
queña basta mucho tiempo después. Una vez más, una época cuyo disminución de otras formas de movilidad de los obreros. Quizá
portavoz fue Cobbett difícilmente podía seguir considerando las de- valga la pena mencionar tres posibles causas de este último proceso.
i:.- . La naturaleza de la expaosi6n indusuial -por una parte, el
95. Cf. su Crise de l'ancien régime; también el valioso capítulo del curso aumento del tamaño del mercado de trabajo y, por otra, el cambio
de la Sorbona, ya citado. en el ritmo- desalentó al trabajador ambulante. Las cifras del Sin-
96. Broadhurst, op. cit., cap. U. .
97. Cf. las grandes diferencias locales en cuanto a la pros_pe~1da~, que to- dicato de Albañiles ponen claramente de manifiesto el efecto del
davía en la década de 1880 se reflejan en las respuest~ ~e los smdica~os a la primero de estos factores. En 1849 ese sindicato consideraba que sólo
R C. on depression o/ Jrade; también las grandes vanaaones de salario entre
localidades vecinas, por ejemplo: Wakdield y Barosley (Coll. EA, lV: Bams- cuatro ciudades -Londres, Manchester, Liverpool y Birmingham-
ley Trades C.Ounc:il, L. S. E . Library). justificaban una estancia de más de un día para buscar trabajo. Hacia
98. He aquí un caso extremo, ~do en la década de 1840: ~ l.º ~e 1887 las ciudades que se encontraban en esa situación ya eran 48.
marzo de 1848 un cajista sacó una tar¡eta en Londres y regresó ca;s1 un ano
después. Había viajado b1tcia Brigbton y borde~do la co~ta ~~sta Bns~l, tOO>- El cuadro 3 resume el proceso, tal como se refleja en las diferentes
rriendo después Birmingham, Liverpool y Carlisle en dtreeoon a Edimburgo, ediciones de las leyes de trabajo ambulante del sindicato.99
Stranraer Belfast Dublin y diecinueve ciudades irlandesas; Y regresó a LondJ:es
pasando Por Liv~l, York.shire y Cambádge. Recibió asistencia en setenta c-111-
99. Reglamento de Jos obreros albañiles correspondiente a esas fechas.
dades y sólo consiguió trabajo en tres.
74 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 75
CUADRO 3 - 1• trabajo eventual (o, lo que es lo mismo, el subempleo permanente de
Ciudades en que se permitia permanecer más de un día u_n sector de la masa laboral); pero a partir de la última parte del
a los albañiles ambulantes siglo cabe observar una tendencia a la disminución, aunque este
cerna todavía debe ser investigado.
11
muy grande de trabajadores marginales e inferi~r~s al nivel normal, Pocos sindicatos lo abolieron realmente, a pesar de que los tipógra·
que eran los primeros en ser despedidos y los úlnmos en. ser con~ra fos de Londres y de Escocia lo hicieron antes de finales del siglo;
tados. Una generación de artesanos imbuidos d: pru~enCI~ Y sent:tdo pero no fue necesario porque poco a poco d sistema fue perdiendo
del esfuerzo propio fue perdiendo cada vez mas el ~teres por sub- importancia. De todos modos, pocos fueron quienes deploraron su
sidiar a quienes iban reconociendo ya como sus .ove1as n~gras. Ya desaparición .final en la década de la primera guerra mundial.
en las décadas de 1840 y 1850 se había notado Cierta tens16n ,en~;
los cajistas que hacían trabajo ambulant~ y los que no lo baoan.
Si el sistema sobrevivió durante tanto tiempo fu<: sobre todo po~ VI
que la cantidad de tr1lbajadores eventuales era sufi~entemente amplia
como para dar origen a unos intereses creados importantes ~:1 tal Todavía queda una pregunta por plantear. ¿Cómo afectó un sis-
sentl·do.. en 1851,ta> la Sociedad Tipográfica de Manchester, sufrto una
d tema de desplazamientos así organizado a las diferencias entre las
gran crisis al tratar de abolir el sistema. Como lo expreso un ora or condiciones de trabajo locales? Algunos gremios ambulantes anti-
en la reunión de delegados de 1856: «conoció obreros que e~taban. en guos deben haberse aproximado, en su época de apogeo, al ideal
la carretera desde la época en que eran aprendices. Era imposible clásico de una mano de obra perfectamente móvil. ¿Acaso el sistema
terminar con el sistema ambulante dado el gran número de per~? ambulante no debió provocar, pues, una nivelación de las condicio-
106
najes incorregibles que había en la profesión». Ouo orador di10 ,.
l
nes de trabajo en el área por él cubierta? Desgraciadamente no hay
'
que «en todas partes se reconoce que el sistema. ambulante _;u:J-ve ninguna forma de probarlo. En primer lugar, las «condiciones de
malos a }os obreros buenos».1º7 También era obvio, como senalo el trabajo» a las que cabe atribuir la elección de un obrero entre di-
Sindicato de Yeseros en 1879, que la asistencia al trabajo :"'°bul.ante ferentes trabajos, abarcan una gran cantidad de variables, de las que
beneficiaba al sector andariego del gremio (el cual, cetem !'artbu;, sólo una o dos -tarifas normales por tiempo trabajado o por pieza
no constituía probablemente la mejor parte de los obreros ru la mas producida, o bien horas de trabajo normales- resultan fácilmente
deseable), que distaba bastante de co~s~tuir la ~ayorí~. De modo
108
comparables. Consideradas por separado, esas variables pueden re-
que resulta fácil comprender la hostilidad haoa el sistema ambu- 100 sultar más equívocas que reveladoras.110 En segundo lugar, las es-
lante que los observadores señalaron en las décadas de 1890 Y 1900. tadísticas de salarios y de horas de que disponemos para la etapa an-
terior al último cuarto de siglo -incluso en el caso de gremios bien
104. Reunión de delegados de la Asociación T!p.~gráfica Pro~cial, 18~6,
documentados, como el de los impresores- raramente proporcionan
· . d también· cYa conocen ustedes la condioon del ~abaJador aro u· series temporales lo bastante comparables como para apuntalar un
b~~~El ~to d~ ese tipo de obrero represC?!ª un descrédito para la pro- análisis que tenga cierta significación. Por último, los escasos efec-
fesión cuyo arte ha tardado siete años en a~qwnr ... E~ cuanto cl'.6e,
ha.adores ambulantes no están lejos de ser caaruras perdidas» (reuru n e
lºsd~~ tos niveladores del sistema ambulante (si los hubo) quedan comple-
ga~os de 1849). W. E. Adams, Memoirs o/ a social a~om, Londres, 1903, vo- tamente tapados por otros factores: algunos, que obraron en favor
lumen I, cap. XXXI, retrata alguoos de estos persona¡es. . de la urúformación, como la nueva costumbre de la negociación co-
105 Actas de Ja Sociedad Tipográfica de Mancbester, transcr1ptas en ~D.
EA, x:Xx, pp. 5g.59 (L., S. E. Library); también Manchester Typograpbtcal lectiva entre las asociaciones de patronos y los sindicatos, que abar-
Sociely Cenunary Souuemr, Mancbester, 1898.
106. Loe. cit., p. 7.
107. !bid., p. 6. r ¡ al d 1879 Bir 110. Tampoco las cifra~ acerca de los salarios semanales reales -virtual·
108 Asociación Nacional de Obreros Yeseros, n orm~ anu e . •, - mente inexistentes hasta 1inales del sig.l~ nos permiten hacer una estima-
min~, 1880. La paga por paro a trabajadores sedentan?s. cbenefio:ma más ción de otros aspectos muy importantes: la regularidad del trabajo, el control
a más miembros de nuestra Asociación, que no pueden via¡ar, que lo que la sobre las condiciones de trabajo y la posición social general que las mismas su-
paga por viaje beneficia a quienes sf pueden hacerlo»._ ponían, las perspectiva:; de promoción social y los factores tradicionales, .ele-
109. Beveridge, op. cit., ed. de 19~~· ~P· .241·24'.i Howell, op. cit., pá· mentos todos que inciden en la elección del trabajador, en los casos en que
ginas 141-142, para una típica coocepoon smdical ofiaal. tenía la libertad de escoger entre diversas alternativas.
78 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 79
caban áreas extensas; m otros, no necesariamente orientados en esa gociaáón local- se difundieron a lo largo de las rutas establecidas
dirección, como el ritmo de l a expans1on., m . dustn"al.112 por el sistema ambulante?
Quizás un análisis más detallado podría revelar algunos efectos No lo sabemos; porque las normas de trabajo o las reglamenta-
medibles del sistema ambulante. Por ejemplo, entre los albañiles no- ciones internas de los sindicatos locales no han sido muy estudia-
toriamente migratorios del norte de Inglaterra encontramos una uni- das; 116 sin embargo, lo que sabemos resulta sugerente. Las de los
formidad ligeramente mayor que entre los enladrilladores, a pesar de enladrilladores de Sheffield, por ejemplo, fijaban una semana labora-
que se trata de una diferencia demasiado pequeña como para re- ble de 49 1/2 horas a comienzos del siglo xx. La mayoría de las ciu-
sultar significativa. Si dispusiéramos de datos más completos acerca dades del oeste de Riding tenían la misma semana como norma;
de los gremios cerrados y calificados más antiguos (que hacia m~ pero esa norma también tenía vigencia a través de los Peninos, en
diados del siglo XIX tenían una tradición bastante larga de traba10 el valle del Ribble, a lo largo de la costa de Lancashire al norte y
ambulante) quizá descubriríamos una tendencia más marcada hacia la al sur del estuario del Ribble, desde Merseyside hasta Blackpool
nivelación de las condiciones de trabaJo. . 113 p ero aunque sea dif'1cil y Fleetwood; y en una franja de ciudades que se extendía desde el
de medir, no hay que subestimar la influencia del artesano ambu- Ribble pasando por Darwen hasta Bolton. El resto de los albañiles
lante. Sabemos que éste difundió el sindicalismo al fundar en sus de Lancashire trabajaban una cantidad bastante diferente de horas:
viajes secciones locales; u4 en realidad, a veces las oficinas centrales 53 o 54 horas por semana.117 O bien consideremos otra norma de
trataron deliberadamente de tender puentes entre estaciones ex- Sheffield, que asignaba una paga extra para los obreros que traba-
cepcionalmente distantes fundando estaciones o secciones de asis- jaban en las alcantarillas, en tareas de depuración de aguas y en los
tencia. También sabemos que el viajero funcionó como un vínculo cañones de las chimeneas. Normas como ésta, cuya forma estaba
entre las diferentes áreas, transmitiendo información acerca de las bastante estandarizada, sólo aparecieron en los convenios laborales
tasas salariales locales, aconsejando acerca del mejor momento para establecidos en ciertas zonas del país: Yorkshire, East Midlands, el
lanzar un movimiento de demandas salariales, y que fue como una Noreste (aunque esa clase de pagas no existía únicamente en estas
enciclopedia ambulante de conocimiento sindical comparativo.us regiones).us Incluso podemos observar el desplazamiento de dichas
¿H asta qué grado los «estereotipos sindicales» -fórmulas normali- normas: por ejemplo, llegaron a la región del Tyne haáa 1890.119
zadas de reivindicaciones cuyo contenido era llenado por cada ne- ¿Hasta qué punto la corriente de artesanos ambulantes, que se des-
plazaban a lo largo de unas rutas habituales, determinó las direc-
ciones en que se desplazaron tales fórmulas? Tampoco en est~ caso -> una discusión muy somera.122 Otro debate desarrollado en la misma
lo sabemos, porque resulta difícil seguir sus huellas en medio ~el reunión de delegados ilustra de una manera más clara las dificulta-
surgimiento y de la desaparició~ de las secci~nes locales de los sm- des para lograr la homogeneización mediante la mera movilidad. Se
dicatos. Sin embargo, por deba10 de esa cornente a veces podemos preguntó si el impresor ambulante debía exigir que se le pagara
descubrir, apenas esbozado, el plan b~ico habitu~; quizás en esas según la tarifa vigente en su lugar de residencia cuando la de la
casas públicas que la costumbre estableada ha bauuzado con el nom- ciudad en que se encontraba era inferior. En teoría todos estu-
bre de un 0oremio. En 1849 una quinta parte de los albergues de los vieron de acuerdo en que así debía ser. Pero en la práctica se plan-
albañiles o de sus estaciones de asistencia seguían exhibiendo a tearon toda clase de dificultades. ¿Cómo podían los obreros de Shef-
pesar de todo el «Escudo de los albañiles», el «Escudo de los enla- :field obtener su tarifa en Chesterfield? ¿Cómo podía esperarse que
drilladores» y el «Escudo de los carpinteros». Entre esa fecha y 18?9 los impresores de los valles del sur de Gales encontraran los cinco
el «Escudo de los albañiles» fue utilizado -aunque no necesaria- chelines adicionales por semana para pagárselos a los obreros pro-
mente en forma permanente- por lo menos en veinte ciudades cedentes de Cardiff? ¿Acaso no era mejor que el obrero de Man-
120
diferentes. Sería conveniente recordar a esos oficiales que se des- chester que estaba en Preston recibiese la tarifa inferior vigente
plazaban llevando sus herramientas, que viajaban a lo largo de ~as en esta última ciudad, en vez de recibir el subsidio por paro de
determinadas rutas y se presentaban en los albergues establecidos Manchester, que era todavía más bajo?
por la costumbre de generaciones anteriores. . t ' -·· Sin duda un éxodo masivo desde los centros de bajos salarios
La mayor parte de lo anterior son meras especulac1o~~s. Pero
no tan especulativo es el hecho concreto de que la movilidad no
eliminó ni pudo eliminar ciertas discrepancias locales muy marca-
y un flujo masivo de obreros organizados que se negasen a trabajar
por debajo de la tarifa hubiese podido nivelar las condiciones de
trabajo. Pero lógicamente era muy raro que esto ocurriese. Consi-
'
J
das, que se daban incluso dentro de regiones poco extensas. ~ caso deremos el ejemplo extremo de los cajistas, en 1841-1842, cuando
de los cajistas resulta ilustrativo. Ni siquiera tenemos que co~d.erar la cantidad de viajeros era el doble del toe.al global de los miembros
las variaciones entre las tarifas salariales de los diferentes dis~~~s, de su sindicaco, es decir, aproximadamente, dos o tres veces la
121
que eran muy amplias. Recordemos sencillamente la propos1oon cantidad de miembros que normalmente tenían trabajo. Supongamos
planteada por la secci§n de Bitmingham en una fecha t_an av:mzada que estos aproximadamente 7 .000 uabajadores ambulantes hubieran
como 1891, según la cual habría que establecer una tar_ifa unifor~e circulado sólo por 40 secciones en vez de por las 72 que había en
para todas las secciones situadas en un radio de seis milla~ a parur 1850. Por consiguiente, como promedio, cada sección podía esperar
de todo gran centro impresor, distancia .ésta n~da excesiva. Pues ~ que recibiría unos tres trabajadores ambulantes por semana, canti-
bien: la proposición fue rechazada por l!Dpractlcable, después de dad que, en circunstancias normales, no llegaba a afectar el mercado
de trabajo local.w El mismo hecho de que el sistema ambulante bien
120 Estatutos de la Sociedad de Obreros Albañiles, 1849, 1852, 1859. Las
ciudad~ son: Bcistol, Leeds, Penrhyn, Princetown, Aberdare, ~by, Darwen, 122. Asociación Tipográfica, Actas de la Reunión de Delegados, Manches-
Scarborough, Stapleton, York, Bradford-00-Avon, Gran.tham, Liverpoo~, Ret- ter, 1891, pp. 67.(,8, 75-76. Resulta bastante típico, que el problema de Bir-
ford, Warrington, Neath, Soathport, Old Swan (éBÍfm.U:1gham?), Leamington, mingbam haya surgido a partir de una sentencia de arbitraje que wndicionaba
Fisbponds (posiblemente la misma que ~ «Escud?• ~e Bnstol). ~ usaron o~ un aha en las tarifas a ahas similares en las ciudades de los alrededores, donde
«Escudos de los Constructores» en Bnghton, Bmrungham, Cardiff, Cbester-le la paga era inferior. Birmingham lanzó de inmediato una campaña local de
Stteet y Londres. · l agremiación (Coll EA, XXX, pp. 73-75; Coll. EA, IV, p. 118 (DudJey], pá-
121. E. Edwards, «The disease and the remedyi. (ensayo ~remiado por a ginas 294-298 fWest Bromwich, Oldbury, Smetbwick]).
Sociedad de Cajistas, Londres, 1850), citado en Howe, op. Ctl., pp. 305-~07, 123. Pero la presión pudo haber sido mucho peor. Un infonna.nte de
presenta unas cifras salariales muy completas. Ese autor calculaba las tarifas ]. Dunlop, Drinkillg usages o/ Jbe United Kingdom, Londres, 1844 ', p. U2, se
escocesas entre 12 y 19 chelines por semana; las del none de Inglaterra, entre refiere a una sección del Sindicato de peletexos, integrada por vrinticinco miem-
18 y 22 c.:helines; ]as del sudeste, entre _18 y 24 chelines; las del sudoeste, de bros, que recibió hasta treinta Lrabajadores ambulantes por mes; sin duda ello
18 chelines y las de Londres de 25 chelines. debió ocun:ir en 1841-1842.
6, - HOBSBAW.U
82 TRABAJADORES EL ARTESANO AMBULANTE 83
,.
Europa norocodental estaba mucho mejor en 1900 que en 1800.
oonado, y al profesor T. S. Asbton y al señor John Savile por sus criúcas y
comentarios. Pero no hay razón alguna para que los niveles de vida hayan aumen- .
2. Cf. la lista presentada por J . L. Hammond en «The Industrial Revolu-
tion and discontent», Econ. Hist. Rev., TI (1930), pp. 215-228. 4. '.f.
McKeown Y R. G . Brown, «MedicaJ evidence relating to English 111
3. T. S. Ashton, «The standard of life of the workers in England, 1790- populaaon chaoges», PopuJation Studies, IX (1955 ), p. 119. La conclusi6n for-
1850., J. Econ. Hist., suplemento IX (1949), pp. 19-38. mulada en la p. 141 me parett casi inevitable.
t ¡I
86 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 87
tado en todas las épocas. Dicho aumento depende de la distribución +- ,_.. las diferencias cualitativas entre la vida urbana y la rural, la vida
entre la población de los recursos adicionales producidos. Ahora industrial y la preindustrial como diferencias entre «mejor» y «peor».
bien: sabemos que en la primera fase del industrialismo a) no existía A menos que hagamos pesar ciertos criterios imponderables en
mecanismo efectivo alguno que hiciera más igualitaria la distribu- la discusión, los ciudadanos no se encuentran necesariamente en
ción de la renta nacional y sí en cambio varios que la hacían menos mejores condiciones que los campesinos; y, como lo han mostrado
igualitaria, y b) que la industrialización en las condiciones entonces J. L. y B. Hammond, tales criterios imponderables también pueden
dominantes requería muy probablemente una distracción de los re- hacerse pesar en la parte pesimista de Ja balanza.
cursos respecto del consumo más gravosa de lo teóricamente nece- Hay que señalar un último punto. Normalmente, los optimistas
sario, porque el mecanismo de la inversión todavía era ineficiente. tienden a descargar al capitalismo de toda responsabilidad vinculada
Una gran proporción de los ahorros acumulados no se invertía di- con la existencia de esas malas condiciones de vida, cuando admiten
rectamente en ningún tipo de industrialización y, por consiguiente, tal existencia. Sostienen que las mismas se debieron a que el desa-
la comunidad debía realizar un mayor esfuerzo ahorrativo. En paí- rrollo de la empresa privada aún no era suficiente, a ciertos resabios
ses con aguda escasez de capital era casi inevitable que eso supusiera del pasado preindustrial o a factores similares. No tengo la inten-
una depresión de los niveles de vida del pueblo. En países como ción de entrar en tales discusiones metafísicas. Este artículo se ocu-
Gran Bretaña, donde teóricamente se disponía de abundante capital, pa básicamente de hechos, no de acusaciones, exculpaciones o justi-
ocurría algo semejante, sencillamente porque la mayor parte de ese ~ . ~ ficaciones. A los historiadores no les incumbe lo que hubiese ocurri-
capital disponible no se dedicaba a la inversión más útil. Por con- do si todos los ciudadanos de la Europa de 1800 se hubiesen com-
siguiente, en el mejor de los casos debemos esperar que las mejoras portado como dicen que deben hacerlo los manuales de economía,
en el nivel de vida hayan sido más leves de lo que hubiesen podido y si no hubiesen e.~stido obstáculos o fricciones. Ante todo les
ser, y en el peor de los casos no debiéramos sorprendemos si com- concierne lo que de hecho ha ocurrido. La cuestión de la posibilidad
probamos que se produjo un deterioro de dicho nivel de vida. de que ocurriera de otra manera corresponde a otro terreno de di~
No hay razón alguna para suponer que en países con una pobla- cusión.
ción en rápido crecimiento y con una amplia reserva de mano de
obra rural o inmigrante, la escasez por sí sola haya sido capaz de
provocar un alza de los salarios reales, salvo en el caso de grupos n
reducidos de trabajadores. Cabe argüir que la industrialización y la
urbanización siempre provocan automáticamente mejoras en los ni- Ahora podemos considerar Ja opinión de Ja escuela «optimista».
veles de vida, porque los salarios industriales normalmente tienden ~ ) Su fundador, Clapbam, se apoyó básicamente sobre unos cálculos de
a ser más altos que los no industriales o rurales, y los niveles ur- salarios reales, según los cuales estos últimos habían crecido durante
banos de consumo tienden a ser mayores que los de las aldeas. Pero el período comprendido entre 1790 y 1850; en cambio, los con-
a) no nos interesa la renta de un sector de los trabajadores pobres, temporáneos, y los historiadores que han seguido la opinión de és-
sino de su conjunto. No debemos aislar ningún grupo de trabajadores tos, suponían que el pobre se estaba volviendo cada vez más po-
pobres, por mejores o peores que hayan sido sus condiciones, salvo bre. Desde el punto de vista del dinero, esos cálculos estaban prin-
que ese grupo constituya la mayoría de la población. Además b) ese cipalmente basados en las conocidas series de datos salariales ela-
argumento no siempre es correcto. Por ejemplo: mientras que en boradas por Bowley y Wood. Desde el punto de vista del coste de
muchos otros países de Europa los índices sociales, como el de mor- la vida, estaban basadas casi totalmente en el índice de Silberling.5
talidad y analfabetismo, solían mejorar más rápidamente en la ciudad
que en el campo, en Gran Bretaña no ocurría siempre así. Por últi- 5. Clapham, Economic history o/ modern Brilain, I, p. 601. Cabe señalar
"f.
mo e) -debemos tener cuidado de no interpretar automáticamente que d valor de la colección de datos acerca de los salarios monetarios esta-
88 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 89
No es exagerado afirmar que la versión de Oapham de la opinión <ti:.. ~ aunque menciona Ja ausencia de datos al respecto. El índice del
optimista dependía de la solidez o de la fragilidad de los datos de volumen 1 de su obra ni siquiera incluye ese término.) Acerca de
Silberling.6 amplios sectores de los «trabajadores pobres» (labouring poor) -los
Actualmente suele reconocerse que 1as bases estadísticas usadas obreros no calificados cuyos ingresos no pueden ser expresados cla-
por Clapham son demasiado endebles como para soportar el peso ramente en términos de salarios monetarios regulares-- nos en-
de sus conclusiones; sobre todo en la medida en que el análisis del con~ramos en una oscuridad casi total. Por consiguiente, en la ac-
período 1815-1840 gúa curiosamente en gran medida alrededor de tualidad no contamos coa nada que pueda ser considerado como un
la cuestión de si la curva del coste de la vida descendió más brus- índice adecuado de los salarios monetarios. Nuestras cifras acerca
camente que la del salario monetario, admitiendo que ambas ten- d_el coste de la vida tampoco son muy sólidas. Silberling ha sido cri-
dieron a caer. Es evidente que en ciertos casos extremos -por tlc~do por Cole, por Judge~ Y: más recientemente, por Asbton, el
ejemplo: cuando los precios caen y los salarios suben o bien en el mas destacado de los «optumstas».7 Por razones prácticas ya no
caso contrario--- incluso un índice leve puede resultar significativo. resulta seguro, pues, usarlo como base para sacar conclusiones gene-
Sin embargo, en tal caso las posibilidades de error son mucho ma- rales acerca del coste de la vida de la clase obrera. En realidad se ha
yores. pu~~o. en duda, por razones prácticas y no ya metodológicas, la
Ahora bien: las cifras de que disponemos acerca de los salarios legitumdad de esos intentos de elaborar unos índices de salarios
monetarios son principalmente tarifas por tiempo trabajado para .. reales para la primera mitad del siglo XIX. Por ejemplo, las cifras
artesanos calificados (Tucker, Bowley). Sabemos muy poco acerca q~e presenta Ashton. acerca de los precios a) por menor en algunas
de los trabajadores que cobraban por pieza producida. Como tam- oud~des de Lancasb:ire, para el período 1790-1830, no revelan nada
poco sabemos mucho acerca de la incidencia del paro, del sistema semeJant; ª.la caída d: posguerra que, según Silberling, cabría espe-
5
de jornadas reducidas, etc., no podemos considerar nuestras cifras rar. El mdice establectdo por Tuc"ker para los salarios reales de los
como un reflejo fidedigno de los ingresos efectivos. (Clapham, dicho artesanos de Londres muestra que en 1813-1822 se produjo Ja ma-
sea de paso, no hace el menor intento por detectar el nivel de paro, yor mejora de su situación durante el per(odo 1810-1843.9 Pero,
como veremos, en esos años hubo un estancamiento o una c-aída del
blccida por Bowley y Wood es incuestionable. En cambio cabe preguntarse -in- consumo per capita de carne en Londres, y de azúcar y tabaco en el
cluso a la luz de un intento reciente por rehabilitar el enfoque de Oapham nivel nacional: hechos éstos que difícilmente apuntalan la hipótesis
(Dcane y Cole, British economic growtb 1688-19)9, Cambridge, 1962)-- hasta de una elevación de los salarios reales.
qué punto ese enfoque representa Jos movimientos de los ingresos reales (a. dife-
En defensa de Clapham cabe decir que sus conclusiones fueron
rencia de las tarifas} y hasta qué punto constituye una base para construu: un
índice realista de los salarios reales, ya sea apoyándose en Silberling o bien en
-- . . mu?i~ más caut~losas que las de ciertos vulgarizadores de la opinión
Gtyer-Schwartz-Rostow. Deane y Cole admiten, por supuesto, que el paro in- optI.nUsta. Por e:Jemplo, el propio ínclice de Silberling presenta el cos-
cidiría sobre un índice de ese tipo.
6. En pequeña medida, también dependía de la elección del perfoclo. Ac- te de la vida ~mo bastante estable durante casi veinte años a partir
tualmente, cuando la mayot parte de los historiadores económicos se inclinarían de 1822, oscilando alrededor de una tendencia nivelada. Sólo des-
a situar el momento del cambio entte el periodo de dificultades posnapoleóni- pués de 1843 cayó por debajo del nivel de 1822. El índice de Tuc-
co y la ~edad de oro~ de los victorianos más bien antes de lo que solfa estar
de moda -en 1842-1843 más bien que en 1848 y aledaños-, pocos estatían ker, que es posterior, muestra que entre 1822 y 1842 los salarios
dispuestos a negar que las cosas mejoraron rápidamente en Gran Bretaña (aun-
que no en Irlanda) a partir de comienzos de la década de 1840 y que la crisis
de 1847 interrumpió un período de progreso en vez de inaugurarlo. Pero el 7.. '?>Je y P~t.gate, The common people; G. D. H. Cole, Sbort history o/
reconocimiento de que a mediados y a finales de la década de 1840 se produ- the _Bntish workmg class movement, ed. de 1947; A. V. Judges en Riv. Stor.
jeron mejoras, no implica que las mismas hayan caract~do también a tocio Italzana, 1951, pp. 162-179; T . S. Ashton, art. cit.
el período 1790-1842 o 1815-1842, a pesar de que as1 suden suponerlo a 8. T. S. Ashton, :i."!. cit.
veces ciertos análisis poco cuidadosos (por ejemplo, Oialoner y Henderson, His- 9. R. S. Tucker, e.Real wages of arúsans in London 1729-1935> J. Anur.
tory today, julio de 1956). Sial. Assn., XXXI (1936), n .º 193. '
TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 91
90
reales de los artesanos de Londres sólo en cuatro años superaron el 4' apoya fundamentalmente sobre el tipo de,. pruebas aducidas por Mc-
nivel de 1822 y que la mejora mec:fu para todo el período, incluso Culloch -un optimista de la primera época- en 1839, aunque ac-
para esos artesanos, sólo fue de al~ededor del 5 o ~ por ciento. Las tualmente la argumentación suele ser menos detallada." Ahora bien:
dos décadas de relativo estancanuento, en el meior de los casos, la argumentación de McCulloch H está construida sobre los siguien-
de los salarios reales -situación que R. C. O. Matthews confirma tes cimientos. La declinación del consumo de cereales morenos a
para la década de 1830- 10 son significativas, aunque no s~elen men- partir de 1760 y de la comida elaborada con cebada de Cornualles
cionarse en la discusión. De hecho llegamos a la coodusion de que a partir de 1800 -hecho conocido pero no medidcr-, demostraría
la interpretación de Clapbam se impuso de una manera tan. _sor- el reemplazo del pan mmeno por el pan blanco. Pero es evidente que
el cálculo de McCulloch, según el cual hacia 1839 sólo quedaban
p rendentemente fácil en virtud sobre todo de la extrema11
debilidad
• •
de la réplica de su principal oponente, J. L. Hammon , qUJen vi:-
d 20.000 consumidores de centeno, no es un cálculo razonable. (Dicho
tualmente aceptó las estadísticas de Clapbam y despla:6 toda la d!s-
l sea de paso, su fuente para Comualles is se refiere aparentemente
cusión hacia el terreno moral y hacia otros campos igualmente m-
materiales. .,
¡ sólo al área de St. Austell y no a todo el condado.) El incremento
del consumo de carne se demostraría sobre la base del presunto
a~mento del peso del ganado vendido en Smithfield, dado que a par-
J
Actualmente sin embargo, las deficiencias de la argumentac1on
de Clapham h~ sido reconocidas y el más serio de los op~stas, ttr de 1740-1750 las cantidades reales de animales sólo habrían
el profesor Asbton, la ha abandonado de hecho, aunqu~ no siempre aumentado proporcionalmente al crecimiento de la población de
se le baya interpretado asi. 12 Asbton se apoya, en cambio, sob~e tres Londres. Pero a), como veremos, la cantidad de animales vendidos
úpos de argumentos o supuestos. En primer .lugar, sobre diversos
argumentos teóricos orientados a probar que tiene que haberse pro-
l en Smithfield no aumentó proporcionalmente al crecimiento de la
población de Londres, hecho que probablemente conoció McCulloch
ducido una elevación de los salarios reales. En segundo lugar, sobre y que al menos un contemporáneo conoció con seguridad.16 Además
7
unas pruebas empíricas del incremento de la prosperidad material: b). Fussell 1 ha descalificado virtualmente la idea de que ese peso
por ejemp1o, en la vivienda, la alimentación, el vestido, etc. En haya aumentado de una manera notable. Por último e), el cálculo
tercer lugar sobre el supuesto infundado -hasta donde podemos de McCulloch, según el cual el peso de la carne en canal en esa
apreciar- de que la parte de la población trabajadora cuyos sala- época era de 362 kilos, resultó muy exagerado. Otros cálculos lo
rios reales mejoraron tiene que haber sido mayor que la parte de .fijan en 302 kilos (1821), 285 kilos (1836) y 290 kilos (Smithfield
esa población que no experimentó tal mejora. As~~on reco_noce que 1942); 18 por su parte, tanto los carniceros de Braithwaite Pool:
las condiciones de vida de una parte de la poblaoon traba1adora no
mejoraron. No me propongo discutir el primer gruP:° de ar~en 13. T. S: ~shton en J. Econ. Hist. , y Tbe industrial revolution, 1948.
tos, porque se derrumban si puede probars~ que el ruvel de vida no 14.
15.
Staluttcal account o/ the Britísh Empire, 1839, Il, pp. 494 ss.
Select Commíttee on Agrículture, Parl. Papers, 1833, V, Q. 3431 ss.
mejoró de manera significativa, o no lo hiro en absoluto, durante 16. ~ndon, ed. de C . .Knight, 1842, 11, p. 318 (capitulo: «Smithfielcb)
c:Ucula el mcrement~ de la población desde 1740-1750 a 1831 en un 218 por
los períodos pertinentes. oento, de la pr~uco6n de carne vacuna en un 110 por ciento y de carne ovina
Quizá valga la pena señalar la debilidad de las pruebas que pue- en un 117 por aento. Como el autor también ha advertido que el cálculo de
de invocar actualmente la opinión optimista, dado que ya no es po- Dav<;'lan~, según el cual a comienzos del siglo xvm el precio de la res vacuna
sible seguirla apuntalando como lo haóa Clapham. Esta opinión se habna sido de 370 horas, es probablemente demasiado bajo no resulta fácil
comprender cómo puede llegar a conclusiones tan optimistas' acerca del incre-
mento del consumo per cápita de carne en Londres.
10. R C. O. Matthews, A study in trade cyde history: economic /luctua- ~ 7. G. E .. Fusscll, cThe size of English cattle in thc eighteenth centu.ry»,
tions in Great Britain, 1833-1842, Cambridge, 1954. Agncultural History, III (1929). ~.P· l~ ss.; también A.gríc. Hist., IV (1930).
11. J. L. Hammond, loe. cit., y J. H . Oapham, 1, pp. IX-X. • Mc.Cull.ocb acepta el ~culo de ,Stndatr acerca de los peros en Smithfidd en
12. T . S. Ashton, art. cit., y Econvmu history o/ England: the e1ghteentb 1785 sm someterlo a runguna cntica.
18. Select Commíttee on tbe depressed stat.e o/ Agriculture, Parl. Papns,
century (1955}, pp. 233-235. ~ ~
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 93
TRABAJADORES
92
perío?os para los que se reconoce que la situación era mejor) no
(1852) como los de Smithfield, a quienes se consultó en 1856 acerca per~te apuntalar dicha hipótesis. Como he tratado de mostrar más
del cálculo de McCulloch, también fueron menos entusiastas al res- amp~amente_ en o~a parte,21 alrededor del 40 por ciento de la clase
pecto.19 Acerca del vestido, la argumentación de McCulloch se apo- t;abaJadora rndusmal de períodos ulteriores vivía en el nivel de la
vaba sobre la caída de los precios de los artículos de algodón y no líne~ de p~breza, o por debajo de la misma; es decir: en el nivel de 1
~obre pruebas directas. En el caso de Escocia, presentó una compara- subs1stenoa o por de~aj_? del mismo, según las definiciones vigentes
ción fiable, aunque ca.rente de justificación estadística, entre e] pasa- de este concepto. QU1Zas un 15 por ciento baya pertenecido a un
do y el presente. No menciona las patatas, los productos lácteos, y estr_a~~ favorecido que prácticamente siempre se encontraba en una
otras provisiones. po_s1aon adecu~d~ para mejorar sus salarios reales. Es decir que el
Por consiguiente, su base estadística es exigua y su actitud ten- primer ~rupo v1v1a en un mercado de trabajo permanentemente satu-
denciosa linda con la duplicidad. (Los críticos del industrialismo no r~do, .~entras que el segundo casi siempre se encontraba con una
han sido los únicos en elegir las pruebas que más les convenían.) slluaoon de_;scasez de oferta de mano de obra, salvo en épocas de
Los ulteriores investigadores pertenecientes a la escuela optimista no gran depres1on. El resto de la población trabajadora estaba situada
han ahondado en el examen de las pruebas. Por ejemplo, pareciera entre estos do~ grupos. En la medida en que la opinión optimista
que los datos acerca del consumo de carne han sido totalmente sos- s: basa sobre aertas suposiciones acerca de la estructura de la renta,
layados. Incluso el artículo del profesor Ashton sobre el nivel de solo puede mantenerse si suponemos que en el período de 1790-1850
vida en el período 1790-1830 -quizás el análisis reciente más com- el estrato favorecido era notablemente mayor, y el pobre notable-
pleto y mucho más erudito que el de McCulloch- se apoya en unos °:1ente :ne?or, que en períodos ulteriores, o bien que al menos las
20
datos escasos y dispersos. c:nco .s,eptunas partes del estrato intermedio se encontraban en una
Por cierto, esas pruebas son demasiado incompletas como para s1tuaaon qu~ tendía a .asemejarse a la de la aristocracia obrera. Esto
apuntalar la hipótesis, al parecer fundamental ~ctualmente para. }a no es demasiado plausible, de modo que, hasta que no existan más
concepción optimista, según la cual la proporoón de la poblaoon pruebas en favor de la opinión optimista, no hay motivos para man-
trabajadora cuyas condiciones de vida mejoraron tiene que haber
¡
tenerla-_ Po_r r~ones de espacio, no me propongo ahondar en la
sido mayor que el resto. Como hemos visto, no hay razones teóricas ~ompleJa discus1ón acerca de la estratificación social de los «traba- 1
para suponer tal cosa respecto del período que se extiende aproxi- 1adores pobres».
madamente desde 1790 hasta 1840. Por supuesto, dada la ausencia
de datos adecuados acerca de la estructura de la renta en Gran
. Parece evidente, pues, que las pruebas que aduce la opinión opú-
n:usta no son tan sólidas como suele creerse. Tampoco las razones teó-
1
Bretaña durante esos años, esa suposición no resulta verificable; pero ricas en favor de la misma resultan arrolladoras. Por supuesto, no '
lo que sabemos acerca de esta estructura en períodos ulteriores (y en se excluye que puedan llegar a ser correctas, pero hasta que no se
las ap~tale o se las fundamente mucho más, no parecen existir ra-
zo~es unport~tes para abandonar Ja opinión tradicional. Dado que
1821, IX, p. 267; General statistics of the British empire, 1836; Knigbt , op. existen tam?;én pruebas estadísticas que tienden a apoyar esta últi-
cit., TI, p. 325. . . .. d Th ma concepoon, las razones para mantenerla resultan más poderosas.
19. Braithwaite Poole, Stat1stics of Brztish commerce, 1852; G . Dod , e
/ood o/ London, 1856, p. 213.
20. Además de las fuentes habituales acerca de salarios (Bowley Y Wood,
Gilboy, Tucker), este arúculo sólo contiene de hecho unos datos acerca de
Lancashirc los preóos extraídos de Rowbonom, del .Mancbester Mercury y del
libro de A. Redford A!ancbester mercbants and foreign trade 1794-1858, 1934,
as{ como una opinión de Tbomas Holmes. Esta última. c?nstituy~ _la única
,,
fuente nueva que defiende de una manera rotunda la oplnlÓn optllDlsta. Por '
supuesto, la finalidad del profesor, As~ton en esre articulo no era la de pro- 21. Véase más adelante, cap. 12.
porcionar nuevas pruebas sino mas bien la de presentar nuevos argumentos.
TRABAJADORES
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 95
94
estaban integradas principalmente por los trabajadores más próspe-
ros o por los que tenían empleos estables; en todo caso como ha
III
demostrado Farr (1839),2~ antes de esa fecha no hay p~ebas sufi-
~ente~ b~s,adas en datos procedentes de tales sociedades. Quizá la
Podemos considerar tres tipos de pruebas en favor de la opinión
mvestlgaaon de los registros hospitalarios nos permita descubrir más
pesimista: las que se refieren a a) la mortalidad y la salud, b) al paro
datos acerca de las tendencias de enfermedad, pero por el momento
y e) al consumo. Dada la debilidad de los datos acerca ?e los sala-
no disponemos de los suficientes como para sacar conclusiones.25
rios y los precios, analizados más arriba, lo más co~vemente es no
Por consiguiente, tenemos que basarnos sobre las tasas de mor-
tomarlos en consideración-. De todas maneras, las cifras acerca del
talidad. ~stas tienen sus limitaciones,26 aunque se ha alegado con
consumo real arrojan una luz más confiable sobre la situación de los
bastante razón _que incluso Ja estimación más cruda -mortalidad ge-
salarios reales. Sin embargo, no conocemos bastante la estructura
neral por debajo de los 50 años- 71 es un indicador sensible de los
real de la población como para poder aislar los movimientos .de los
niveles de vida. Sin embargo, una tasa de mortalidad elevada o en
índices de la clase trabajadora respecto del resto de los «traba¡adores
pobres» y de otras clases. Pero esto sólo significaría un pr?bl~ en
aumento, una baja esperanza de vida, son datos que no conviene sos-
layar. No debemos preocuparnos demasiado por las conocidas im-
el caso de que los índices mostraran una marcada rendenoa hacia la
perfecciones de las cifras con que contamos; en todo caso, no cuan-
elevación cosa que no sucede. Puesto que los «trabajadores pobres»
constituí~ claramente la mayada de la población, un indice general -
'
do vemos que surgen determinadas tendencias a lo largo de ciertos
períodos de tiempo. De todas maneras, la peor de esas imperfeccio-
que llegase a mostrar una esta?ili~ad o un. deterioro d~ ~s _con-
nes, el hecho de que los nacimientos están registrados de una ma-
diciones de vida resultaría más bien mcompaable con las hipotesis de
nera menos completa que las muertes --de modo que las cifras de
una mejora significativa de su situación específica, aunque no ex-
cluiría la posibilidad de ciertas mejoras para una minoría dentro de m?rtalidad ~anti! de la primera époai resultan exageradas-- pcr-
Dll~e corregir cu.alquier inclinación pesimista. Porque a medida que
esa clase. me1oran los registros, las tasas de mortalidad consignadas también
descienden automáticamente en los papeles, aunque en la realidad no
deben haber cambiado tanto.
A. 1ndices sociales El movimiento general de las tasas de mortalidad se conoce has-
Los mejores índices de que disponemos son las tasas d~ morta-
lidad (esperanza media de vida, mortalidad infantil, mortalidad. por , 24. ~ J. McCulloch, Statistical acoount, U .
tuberculosis, etc.), las tasas de morbilidad y datos antropométncos. ... 25. Sm embargo, dos series extensas para Doncaster y Catlisle (1850) que
aclir~~en en Reports to the General Board o/ Health, apuntan en la oilima
Lamentablemente en Gran Bretaña carecemos de datos antropomé- 6
eco n.
tricos tan fidedi~os como los franceses, así como de algún índice de 26. Con ~teriorida~ a 19'J! la concepción tradióonal del cambio demográ-
salud como por ejemplo el porcentaje de reclutas rechaz.a?os en .~l fico en ese ¡x;nodo ~a Sido_ ~amente cnticada, especialmente por J. T. Krau-
se, cCh~ges in English fertility and mortality 1781-1850» (Econ. Hist. Rev. XI,
servicio militar.22 Tampoco contarnos con cifras de morbilidad utili- 1958). Sm embargo, por el momento todavía se puede estar de acuerdo con
zables. Las sociedades mutuas, cuyos consejeros realizaron algunos P. Deane Y ~- A. Cole (British economic growth 1688-1959, p . 125) en que
«en la a~alida~ las pruebas no parecen tan arrolladoras como para que co-
cálculos utilizables acerca de las tasas de enfermedad,n no pueden ser nespon~ 10vernr J?Or compJeto el cuadro sugerido por las estadísticas escueus
consideradas como muestras representativas porque, como se sabe, aunque estas sean indudablemente defectuosas>. '
. 27. S. Sw~oop y K. Uemura, cAn attempt to evolve a comprebensive in- ~
dicator to quantify the component " health, including demographic conditions"»
22. No cabe suponer que los militares b~tánicos de ese ~ríodo, o los re- Wor~d f!ealt h Working Paper N.º 8, WHO/PHA/25 (22 noviembre 1955>'
1
1
clusos, constituyeran una muestra representanva de l~ poblac16~. . . mul~pista. J?ebo esta referenda a M. Jeffe.rys, de la Escuela de Higiene y
23. Por ejemplo, F. G. P. Neison, cConttibunons to vital stansucs•,
J. Stat. Soc., VIII (1845), pp. 290 ss.; IX (1846), pp. 50 ss. ~( •Mmiana Trop•OÚ de Londus.
96 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 97
tante bien. Desde un punto de vista teórico, como el que analizan ,.._ ~ do en cuenta que la investigación moderna -en especial los estudios
McKeown y Brown,28 resulta prácticamente inconcebible que no se sobre Holanda durante y después de la Segunda Guerra Mundial-
haya producido un descenso real de Jas tasas de mortalidad por efecto tiende a relacionar tales tasas mucho más con el monto de la renta
de las mejoras en los niveles de vida a comienzos de la industrializa- Y con el consumo de alimentos que con otras condiciones sociales.32
ción, al menos durante cierto tiempo. Las tasas generales de morta-
lidad descendieron notablemente a partir de la década de 1780 y si-
guieron haciéndolo basta la de 1810; a partir de entonces crecieron B. Paro
hasta la década de 1840. Esto «coincidió con un cambio en la distri-
bución por edades, favorable a la existencia de una baja tasa de , . Este tema todavía no ,ha sido estudiado suficientemente y no es
mortalidad: a saber, un aumento de Ja proporción de habitantes ma- facil comprender por que se lo ha descuidado. Aquí sólo quiero
duros y sanos».29 Por consiguiente, al suponer que durante todo el llamar la atención acerca de algunos datos dispersos, que apuntalan
período se mantuvo Ja misma composición por edades, las cifras de una opinión más bien pesimista.
que disponemos subestiman Ja elevación real de las tasas de morta· Aunque poco sabemos acerca del período que se extiende hasta
lidad. Se atribuye esa elevación sobre todo a la mayor mortalidad mediados de la década de 1840, la mayoría de los estudiosos admi-
infantil y juvenil, particularmente en las ciudades; pero las cifras tirían que el verdadero aspecto de la mejora del nivel de vida de
relativas a Glasgow en 1821-1835 sugieren que se debió básicamente ,,• las clases trabajadoras a partir de entonces no se debió tanto a un
a un aumento notable de la mortalidad de los hombres en edad de aumento de las tarifas salariales -que a menudo permanecieron no-
trabajar, más pronunciada en los grupos de edad de los 30 a los tablemente estables durante muchos años- o a una mejora de las
60 años.30 Para explicar este hecho suelen invocarse las condiciones condiciones sociales, como al ascenso de los trabajadores desde unas
sociales. Edmonds, que analizó las cifras correspondientes a Glas- careas muy mal pagadas hacia otras un poco mejor pagadas, y sobre
gow, observó ( 1835) que «esto precisamente es lo que cabía esperar todo a la declinación del paro o a una mayor regularidad del empleo.
suponiendo que la población adulta en aumento poseyera un menor De hecho, durante la primera época el paro fue muy grande. Consi-
grado de vitalidad que sus antecesores inmediatos».31 Por otra parte, deremos ciertos componentes y aspectos del mismo.
no debemos olvidar que las tasas de mortalidad sólo mejoraron de
j
En primer lugar podemos considerar el pauperismo -es decir
manera notable mucho más tarde -digamos a partir de las décadas
de 1870 o 1880- y que, por lo tanto, su incidencia sobre los mo-
el núcleo constante de pobreza-, relativamente poco afectado po; 1
los cambios cíclicos (incluso en 1840-1842).33 Las tendencias del
vimientos de los niveles de vida quizá no haya sido tanta como suele
suponerse. (En otras palabras: a partir de la década de 1840 los
- ... pauperismo son difíciles de determinar, dados los cambios funda-
mentales instroducidos por la nueva Ley de Pobres, pero su exten-
J
1
1
niveles de vida mejoraron de una manera mucho más suave de lo sión resulta suficientemente indicada por el hecho de que a comien-
que suele suponerse.) Sin embargo, la elevación de las tasas de f
zos de la década de 1840 alrededor del 10 por ciento de la pobla-
mortalidad en el período 1811-1841 tiene evidentemente cierto peso
dentro de la justificación de la opinión pesimista, sobre todo tenien-
ción total estaba constituida probablemente por indigentes. Como ¡
32. El profesor . McKeown, d.e Birm.ingbam, me ha llamado la atención
28. Loe. cit. acerca de estos estudios. La elevaa6n de las tasas de mott.alidad y enfermedad
29. T . H. Marshall, 4<Tbe population prob1em during tbc: Industrial Rcvo- en Holanda. durante la guerra y su caída después de la misma tienen que
lution», Economic History {1929), p. 453. haberse debido ex<=!u.sivament~ a las variaciones en e] consumo de carne, por-
30. T . R. Edmonds, 4<Ün the mortality of Glasgow and on tbe inc:reasing qu~ las otras condiCJones sooales -por ejemplo, la vivienda- no mejoraron
mortality in England~, lAncet, II, (1835·1836), p. 353. Resumido por Farr en senamente du~ante el período en que esas tasas declinaron.
McCulloch, op. cit., II. 33. , Por e}emplo, en 581 sindicatos el número de indigentes que estaban
31. T. R. Edmonds, ocOn the law of morcality>, lAncet, I, (1835-1836), s~s solo se mcrement6 en un octavo desde el trimestre del día de la Amm-
página 416. .., oaa6n de 1841 hasta el de 1842: ]. Stat. Soc., VI (1843), p. 256.
7. - HOBS!U.WU
98 TRABAJADORES
indigentes nunca superó el 5 o el 7 por aento del total de la pobla- mos tienden a sobrevalorar hasta cierto punto la miseria, porque las
ción (1850). En la década de 1850 su promedio era del 4 al 9; Y en áreas particularmente malas tendían a atraer más la atención que las
la de 1860 del 4 al 6. Los indigentes del período que estamos con- áreas no tan afectadas; sobre todo en el caso de la depresión de
siderando ~o se encontraban en una situación necesariamente peor 1826, para el análisis de la cual nuestra fuente es el informe de una
que el resto de los trabajadores pobres, porque Tufnell, en el segun- comisión de asistencia pública. Sin embargo, las cifras son tan nota-
do informe anual de los comisionados de la Ley de Pobres, ~alcu- bles que toleran una deflación bastante grande. Las mismas sugieren
laba que los trabajadores rurales comían quizás un 30 por oento que en las áreas duramente afectadas de Lancashire, entre el 30 y el
menos de alimentos (en peso crudo) que los indigentes. Otro tanto 75 por ciento de la población total puede haber perdido su empleo l
ocurría en ciudades afectadas por 1a depresión económica, como durante la depresión; en las áreas laneras de Yorkshlre, entre el 25
Bradford-on-Avon donde en 1842 el consumo medio de carne de la y el 100 por ciento; en las áreas textiles de Escocia, entre el 25 y 1
clase obrera no lle~aba a los dos tercios del mínimo consumido en los el 75 por ciento. En Salford, por ejemplo, la mitad de la población
asilos para indígentes.34 • , se encontraba parcial o totalmente sin trabajo; en Bolton, casi un
La repercusión del paro estructural no puede ser medida. Los mas tercio; en Burnley, por lo menos el 40 por ciento.33
afectados por el mismo solían ser precisamente aquellos artesanos En cuanto a la depresión de 1841-1842 -probablemente la peor
independientes -trabajadores que realizaban sus tare~ ~era de los ~ 1 del siglo--, disponemos de cifras más representativas, porque en esa
talleres o trabajadores de tiempo parcial- cuyos padecuruentos, salvo época se recogió mucha información, no sólo a efectos de la asisten-
en condiciones de catástrofe absoluta, se reftejaban más en una caída cia pública sino también para ser utilizada en la discusión política
de los precios por pieza producida y en un subempleo, que e;i (sobre todo por la Liga contra la Ley de Granos). Además, varias
una suspensión del trabajo. Los padecimientos del grupo mas de tales encuestas merecen confianza porque se basan evidentemente
grande de esta clase de trabajadores, integrado por ~en~ ?peraban sobre unas investigaciones serias y detalladas realizadas por hombres
con los aproximadamente 500.000 telares manuales (q~ más d~ de negocio locales con sentido práctico y con mentalidad estadística.
1.250.000 ciudadanos),36 se encuentran ampliamente atestiguados. S1 La investigación realizada por Asbworth en Bolton puede resu-
consideramos las cifras más modestas presentadas por Gayer, Ros- mirse el siguiente cuadro:
tow y Schwartz, y tenemos presente que durante la década de 1830
más de la mitad de esos tejedores abandonaron sus telares, pode-
mos calcular de alguna manera la posible repercusión del paro ~- ·
tructural en ese gremio, aunque por supuesto esto no nos perID1te (. -
en absoluto sacar conclusiones acerca de los otros.
En cuanto a la repercusión de las depresiones cíclicas o de otros 37. C.omo C. Chísholm, «ÜD tbe statistical pathology of Bristol and of
periodos de depresión aguda, contamos con bastantes pruebas acerca Clifton» {Edinburgh Medical and Surgical ]ournal, l.º de julio de 1817, p. 274),
de dos (la de 1826 y la de 1841-1842) y con pruebas incompletas quien cita un censo (o una estimación) realizado por el alcalde en enero de
1~17, ~poca de auge industrial después de una aguda depresión, pero de pre-
aos elevados. En esa fecha, 3.045 personas estaban en paro total o parcial y
34. Devizes and Wiltshire Gazelle (13 enero ~~2). la población total era quizá de unos 78500 habit.antes. Si se considera que el
35. Clapbam, Economic bistory o/ modem Bntam, I, _p . 179.. Gayer! Ros- tamaño promedio de la familia era de cuatro personas, aquella cifra podría re-
tow y Schwartz citados por Neil Smclsc:r, Social cba11ge m tbe mdus_tr1al re- presentar, por cierto, un 15 por cienco o más de la población.
volution (1959),' dan una cifra menor: 240.~ en 1830; pero, como senala Qa~ 38. La fuente principal es el Report of tbe Committee appointed al a
pham nunca se est2bleci6 un censo de los DllSIDOS. public meeting on tbe second o/ May 1826 Jor... relief to the «WORKING
36. De aaierdo con Smclser, op. cit., p. 138, supongo. que entre el 30 Y. ~ AfANUFACTURERS.>, Londres, 1829. Los Home Office Papers (por ejemplo,
50 por ciento de los telares eran. ~ej~dos por. otros Dllembros ~: la familia HO 40/19 para 1826, carta de J. W. Paget, Preston on Darwen) contienen
del tejedor; calculo que cada familia tema aproximadamente tres runos. también datos pertinentes.
100 TRABAJADORES
.__.
r EL NIVEL DE VIDA ENTRE
<~ •
102 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 103
gido a la Ley de Pobres y el 33 por ciento de la de Paisley dependía En la p. 115 se mencionan otras cifras referentes a la declinación
de )a caridad.45 Entre el 15 y el 20 por ciento de la población de Leeds del consumo de carne durante las depresiones. Sin embargo cabe
46
tenía una renta semanal de menos de un chelín por cabeza; más de mencionar un caso particularmente tremendo - aunque considerado
un tercio de las familias del distrito de Vauxhall, en Liverpool, tenía excepcional- en el que se combinaron los efectos de la declinación
una renta de menos de cinco chelines semanales y muchas en realidad secular y de la depresión cíclica: el de Bradford-on-Avon, en el área
no tenían ninguna renta visible.47 De los 25.000 habitantes de Hud- lanera agonizante del oeste de Inglaterra (hecho que explica rotun-
dersfield, 3.196 tenían una renta media de 8 peniques semanales por damente el apoyo que allí encontraron las tendencias más combatien-
persona. Todavía en enero de 1843, en Bradford, «muchas de las tes del cartismo). En esa trágica ciudad, durante 13 semanas --desde
personas más respetables habían empeñado desde hada mucho sus el l.º de octubre hasta el l.º de diciembre de 1841-, los 8.309 ha-
relojes y otros objetos de valor, y no habían podido rescatarlos; Y bitantes consumieron 9.497 libras de carne y 9.437 panes de 4 libras.
la ropa empeñada ahora raramente es rescatada».~ En Stockport Pero de este total, 6.000 libras fueron comidas por 2.400 ciudada-
(donde, como hemos visto, el paro llegó basta el 50 por ciento) la nos más prósperos y por 409 inquilinos de los asilos para pobres;
renta semanal media de los que trabajan a tiempo completo era de de modo que para los otros 5.909 habitantes quedaron sólo 3.088
7 chelines y 6 IA peniques, y la media de los que trabajaban a tiem- libras de carne (o sea 8 onzas y 3/a por semana). El consumo de
49
po parcial era de 4 chelines y 7 V2 peniques. • pan y carne había descendido en un 75 por ciento en comparación
Afortunadamente, puede medirse el efecto de tales depresiones ~ , con 1820.52
sobre el consumo. Fue muy grande. En el distrito de Vauxhall, en Puesto que sólo una minoría de trabajadores poseía algunas re-
Liverpool, los ingresos totales se habían reducido a la mitad ~m servas con que hacer frente a tales contingencias, para la mayoría el
parados con los de 1835, el consumo de carne se redujo a la nutad, paro equivalía a hundirse en la miseria. Podían, por cierto, empe-
el consumo de pan se mantuvo estable, el consumo de harina de ñar sus propiedades, y así lo hicieron. Pero esto no altera práctica-
avena se había duplicado y el de patatas había crecido en más de mente la situación. Por ejemplo, en Ancoats y Newtown (Manches-
un tercio.50 En Manchester la declinación de las condiciones de vida ter) 2.000 familias (8 .866 personas) tenían 22.417 boletas de empe-
puede ser medida con mayor precisión aún. Entre 1839 (que de ño en 1842; pero el valor promedio de las mismas por familia era
ninguna manera fue un año extraordinario) y 1841 los ingresos de sólo de 1 libra y 8 chelines. Una muestra más amplia, de 10.000 fa-
51
50 tenderos de Salford disminuyeron de la siguiente manera: milias, no tan próximas al grupo de los muy pobres, tenía un pro-
medio calculado en 2 libras y 16 chelines por boleta de empeño.
1839 1841 (en libras esterlinas) ( 12.000 familias en la miseria representaban entonces un tercio de
1J abastecedores . 70.700 47.300 la población.) No es difícil calcular el significado de estas cifras en
14 carniceros . 27 .800 17.200 cuanto al equipamiento doméstico: según las tarifas vigentes, un
10 abaceros 63.800 43.300
colchón, un edredón, unas mantas y dos sábanas podían ser empeña-
13 lenceros, etc. 35.400 22.300
das por un total de 11 chelines y 11 peniques y 1/2 •53 Sin embargo,
si suponemos que la renta familiar era de 10 chelines, incluso 3 libras
45. StatisticaJ Cornmittee o/ Anti.Corn-IAw League, p. 45. de propiedad empeñable difícilmente hubiesen podido asegurar la
46. Facts and figures, loe. dt.
47. Finch, op. cit., p . 34. subsistencia de una familia en paro durante más de seis semanas.
48. Report o/ tbe Committee ... for the relief o/ the Jistressed manufactu- ¿Pero cuánto podía durar el paro? En 1841-1842 podía durar
rers, Londres, 1844, pp. 19, 41. . . más de un año, como lo muestran diversos cómputos realizados en
49. Citado en W . Cooke-Taylor, Notes on a tour in the manufacturmg dts-
tricts o/ Lancashire, Londres, 1842, pp. 216.217.
50. Fmch, op. cit., p. 34.
51. J. Adshead, Distresr in Manchester. Evidence ... o/ tbe stale o/ tbe 52. Devizes and Wiltshire Gazette (13 enero 1842).
1Abouri11g Classes in 1840-1842, Londres, 1842, p. 55. 53. J. Adshead, op. cit., pp. 18-24.
104 TRABAJADORES
EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 105
54
1843. Pero aunque supongamos que un obrero haya estado en paro
presión de 1837- más de un tercio de los «tejedores» eran «sindi-
durante 6 meses y haya sido capaz de sobrevivir a costa de sus pro- calistas» .si
piedades domésticas durante 6 semanas, no tuvo más remedio que Lamentablemente no nos resultan demasiado útiles las estadísti-
vivir de Ja asistencia pública o endeudarse o ambas cosas a la vez. cas incompletas de los sindicatos (entre las que se destacan los datos
Y suponiendo que su crédito con los tenderos locales baya valido acerca del paro recogidos por el de fundidores de hierro, que se re-
para un par de meses, todavía tenía que devolver, digamos 8 libras, montan hasta el período que estamos considerando; las cuentas rela-
cuando volviese a tener un trabajo de tiempo completo, lo cual (con tivas al «sistema de trabajo ambulante» también nos proporcionan
un promedio de devolución o de rescate de 2 chelines por semana) ~gunos da~os_): en parte porque los sindicatos que disponían de me-
prolongaría los efectos del paro sobre su nivel de vida durante otros JOr~s estadísncas eran demasiado pequeños como para ser represen-
18 meses. Por supuesto, estos cálculos son especulativos, pero pue- tanvos,. y _en parte también porque esos sindicatos estaban integra-
den sugerir cuál pudo haber sido el efecto de los cataclismos perió- dos casi siempre por un sector anormalmente próspero de sus res-
dicos a que estaba expuesto el obrero de comienzos del siglo XIX. pectivos gremios. Por ejemplo: el promedio de paro del sindicato de
Por supuesto, salvo en años como 1839-1842, lo más probable fundidores de hierro desde 1837 hasta 1842 inclusive, apenas su-
es que los efectos del paro o del trabajo con horario restringido se peraba ~ 13 por ciento (1841: 18,5 por ciento). Por malo que ese
hayan difundido de manera desigual: siempre mayores entre los tra- P.r?medio fuese para un gremio de obreros calificados, cuya ocupa-
bajadores no calificados y entre los trabajadores de los gremios en ~ .;- aon ~ra extrem~d~ente próspera, y con respecto a un período tan
decadencia, y menores entre los trabajadores calificados y entre los amplio como seis anos, es bastante probable que suponga una irifra-
dedicados a oficios no afectados por las crisis cíclicas. Por ejemplo, valor~?ón de ~ª.gravedad del paro en 1841-1842; así como quizá
en 1842-1843 en Burnley, el 83 por ciento de los habitantes que tamb1en del fillDlmo de paro permanente de ese gremip en el mejor
estaban en la miseria y dependían de la caridad correspondían a fa- momento de una expansión industrial (por ejemplo en 1836), calcu-
milias de tejedores y peones.55 Mientras que en octubre de 1841 se lado en un 5 por ciento. Además, aun sin enmiendas, estas cifras
afumaba que en Londres casi dos terciós de los sastres estaban sin resultan engañosas, porque no toman en cuenta la duraci6n media
trabajo, cuando normalmente era raro que estuviese en paro más de del paro por miembro del sindicato. Afortunadamente el desembolso
un tercio, incluso en la estación mala (cifra bastante alta, sin em- del sindicato en concepto de asistencia al trabajador ambulante (que
bargo, para un gremio que en 1830 estaba sindicalizado en un 100 sí refleja tal duración, porque los pagos correspondían a los días de
por ciento y que había sido capaz de rechazar todas las reducciones paro y no sólo a los obreros en paro) indica la magnitud de tal
de salarios desde 1815).36 De los parados que trabajaban en las ca- error. Así por ejemplo, mientras la proporción entre el paro en
rreteras de Manchester en 1826, 356 eran peones, en su mayoría 1835 y el paro en 1842 es más o menos de 1 a 2 en cambio la
irlandeses, y sólo 89 pertenecían al gremio textil (aunque sin duda propo~ción entre la asistencia al trabajador ambulant:, para los mis-
esto se explica también por la gran resistencia de los obreros «res- mos ~os., es de 1 a 14. Ningún análisis que soslaye las grandes olas
petables~ a descender de categoría). Por otra parte, en una muestra de misena que sumergieron a vastos sectores de los trabajadores
de los «obreros de la clase más pobre» -analizada según los traba- pobres cada vez que se produjo una depresión económica, puede pre-
jadores que recibían asistencia pública en Glasgow durante la de- sentarse como realista.
El vagabundeo proporciona otro índice poco utilizado del nivel
de paro, porque los trabajadores que estaban en esa situación ten-
54. Parl. Paperr, 1843, XXVII, Factory lnspectors, pp. 313-315. Report dían a deambular en busca de trabajo. El nivel real de vagabundeo
o/ Committee... for tbe relief of the distressed manufacturers, pp. 27-28, 41, 62.
55. Report of Committee ... , p . 62.
56. Facts and Figures, pp. 29 ss. Sel. Ctee. on Manu/acturers' Employ-
57. C. R. Baird, «Übservations upon the poorest class of operatives in
ment (Parl. Papers, 18.30, X, p. 226).
<l ~ Glasgow in 1837>, Journal Stal. Soc., I, p. 167.
106 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 107
CuADRO 4
Zapateros 14/- 11/8 Pintores 20/- 15/-
Fontaneros 23/- 19/2 Planchadores de
Promedio anual de paro y salarios semanales rectificados telas 20/- 15/-
Oasificadores
según ese parámetro, Leeds, 1838 71
de lanas 21/- 17/6 Torcedores 24/- 18/-
Salarios Torneros de la Yeseros 18/- 13/6
Gremios que Salarios Gremios que madera 17/- 14/ 2
Salarios semanales trabajaban Salarios semanales Enladrilladores 23/- 17/3
trabajaban semanales rectificados
12 meses semanales recúficados 11 meses Albañiles 22/- 18/4 Anudadores de
14/8
Tejedores 13/- 10/10 lana 5/- 3/9
Diseñadores Sastres 16/-
24/6 4 Sombrereros 24/- 20/ - Rellenadores de
teniles 24/6 Ensambladores 19/6 17/11 t;; ..:·
lana 5/- 4/6
Cardadores 14/- 11/8
Herreros 19/- 19/- Talabarteros 21/- 19/3 Tintoreros 22/- 16/6
Carreteros 18/- 15/ -
C.Onstructores de Adobadores de Aserradores 20/- 15/-
molinos 26/- 26/- piel 20/- 19/1
Fabócantes de Fundidores de
garlopas 21/- 21/- bronce 25/- 24/1
Este cuadro supone, por cierto, una valoración insuficiente de la gra-
Escopeteros 25/- 25/- Toneleros 20/- 19/l vedad de la situación, porque según los cálculos iniciales los obre-
Mecánicos 24/- 24/- Impresores 21/- 19/3 ros de la construcción de Londres trabajaban sólo durante una tem-
porada de 6 o 7 meses,72 y los cálculos de la época muestran, por
Moldeadores de
hierro 25/- 25/- ejemplo, que dos tercios de los pintores de Edimburgo estuvieron •
22/- ociosos 4 meses por año.73 Sin embargo el cuadro indica cómo habría
Torneros 22/-
que deflacionar unas tarifas salariales teóricas para obtener los pro-
Anudadores de medios reales de ingresos incluso en épocas de relativa prosperidad.
estambres 4/6 4/6 La masa de los gremios no calificados y por definición eventuales no
Preparadores 6/6 6/6 está incluida en esta lista ni en ninguna otra lista disponible. Sin
embargo, quizá valga la pena mencionar el cálculo general hecho por
un observador contemporáneo de probada agudeza y dotado de un
buen sentido de la información estadística.
Henry Maybew no es un informador desdeñable. Y si, como últi-
11
71. cCondition of the town of Leeds and its lnhabitants>, J. Stat. Soc., TI
72. R. Campbell, Tbe London tradesman, 1747. .
1
73. Goldsmitb Collection, B. 853.
(1839), p. 422.
TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 113
112
mamente nos recordaba E. P. Thompson en su valioso análisis del incomparablemente superiores a las de 1841-1842. P or cierto, po-
problema del nivel de vida, la «controversia dep~de r~alme~te de demos afirmar que las cifras relativas al paro arrojan dudas sobre
una "conjetura 11 acerca de qué grupo era el que mas. creo.a - aque- los cálculos optimistas que no las toman en cuenta. Pero nuestrm
llos que eran capaces de participar de los. be~eficios del progreso datos son insuficientes de por sí para probar una interpretación alter·
' · 11 "aquellos que quedaron exclwdos - , entonces la con· nativa.
ecoDOIDlC0 0 . ., 74
jetura de Mayhew resulta digna de atencion»:
tre el aspecto de la curva del consumo antes y después de mediados ._ - ~ El caso de la carne es distinto. Respecto de ella contamos con
de la década de 1840, en que la misma comienza a aumentar de dos índices: las cifras de Smithfield para Londres relativas a todo el
manera tajante, constituye uno de los argumentos más fuertes exhi- período que nos interesa, y el producto de los impuestos sobre el
77
bidos por la parte pesimista. Las tres series muestran por igual una consumo de cueros y pieles a partir de 1825. Las cifras de Smith-
71
tendencia muy leve hacia el alza y después de la década de 1840 un field muestran que mientras la población de Londres pasó de un
alza mucho más tajante, aunque el consumo de tabaco descendió en índice de 100 en 1801 a uno de 202 en 1841> durante el mismo
la década de 1810 (probablemente debido al incremento de los im- período, en cambio, la cantidad de ganado vacuno sacrificado sólo
puestos). La serie del tabaco incluye el consumo en Irlanda a partir aumentó hasta 146 y la de ganado ovino basta 176. El siguiente cua-
de mediados de la década de 1820 y por esa razón es difícil de uti- dro presenta las cifras pertinentes por décadas:
lizar. La serie del té también es difícil de interpretar, porque no
refleja sólo la capacidad de compra de la población sino también la CUADRO 5
tendencia secular a reemplazar las bebidas tradicionales por una
Porcentaje de aumento por décadas de la población de Londres,
nueva. La significación del consumo de té fue muy discutida por los y de la producción de camer vacunar y ovinas en Smithfield
contemporáneos, quienes estaban lejos de considerarlo como el signo entre 1801 y 1851
inequívoco de una mejora de los niveles de vida. En todo caso, ese
consumo sólo presenta cuatro períodos de declinación: 1815-1816, ~
fndicc Incremento por década
1818-1819, una caída notablemente abrupta en 1836-1837, después V ti
-o-e
de un incremento muy marcado, y una caída más leve en 1839-1840. V"'
-e~
o e e:
;a~ "O
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El té fue aparentemente inmune a las depresiones de 1826 y, lo que e:
as u v- ·oe: ºo
-e e: ·o ºo o
~o
es más sorprendente, a la de 1841-1842, lo que hace dudar acerca
de su valor romo indice del nivel de vida. El tabaco no refleja la
depresión de 1836-1837, pero sí las otras, aunque no de una ma-
-5 u
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1801
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Como puede observarse, hasta la década de 1840 el incremento. ,de fe- ~ velocidad que la población, de modo que al parecer la cantidad de
la carne vacuna se mantuvo retrasado con respecto a1 de la poblacron. trigo disponible per capita fue disminuyendo en forma sostenida
La carne ovina también presenta ese retraso -aunque más leve-, desde .finales del siglo XVIII hasta las décadas de 1840 o 1850, mien-
salvo en la primera década. De modo que en general queda prácti- tras que la cantidad de patatas disponible fue devándose con un
camente confirmado que, hasta la década de 1840, se produjo una de- ritmo aproximadamente similar.32 Las mejores cifras para el incre-
clinación del consumo de carne per capita en Londres. mento de la producción de trigo 13 muestran unos resultados bas-
Los impuestos sobre el consumo de 01eros y pieles proporcio- tante estables hasta 1830, un leve incremento de alrededor del 10
nan unas cifras algo más escuetas. (Cuyas fuentes se analizan en el por ciento en la década de 1830 y otro notablemente amplio del
apéndice.) El siguiente cuadro resume lo poco que podemos extraer 40 por ciento a partir de 1840, lo cual corresponde al cuadro de
de las mismas: una mejora muy acelerada de los niveles de vida una vez superados
CUADRO 6
los efectos de la depresión de 1842. De esto se sigue que, cuales-
quiera sean las pruebas documentales, una parte de la población
Producto de los impuestos sobre el com11mo de cueros y pieles tiene que haber abandonado el consumo de trigo presumiblemente
en Londres y en el resto del país a partir de 1801 por el de patatas. La interpretación más sencilla supondría que el
(1800-1801, para los impuestos) = 100 cambio importante del pan moreno a1 pan blanco ya se había P!odu-
<::. _.. cido hacia, digamos, la década de 1790, y que a partir de entonces
Producto Producto se produjo el abandono del trigo; pero esto no explicaría el aban-
Fecha Poblaci6n en el país en Londres
dono del pan moreno en favor del blanco, que casi con seguri-
1801 100 100 100 dad se produjo más tarde en el norte y en el oeste. Sin embar-
1811 114,5 122 107 go, esto último pudo haberse «pagado» con una declinación del
1821 136 106m 113 m consumo per capita en otra parte, lo cual es técnicamente posi-
1825 150 135 150 ble. El consumo medio de pan entre los peones de campo en
1862 era de alrededor de 6 kilos y 112 por semana. Doce condados 84
consumían menos que eso: de 4,6 a 5,3 kilos; seis condados, más de
Sin abundar en el análisis bastante complejo de las fuentes, parece 5,9 kilos; y catorce, aproximadamente el promedio.15 Puesto que el
claro que las cifras no indican ningún alza importante del consumo
consumo básico variaba tanto -entre 4,6 y 6,9, para no mencionar
de carne per capi ta.
Acerca de los cereales y las patatas, artículos básicos de la dieta t-· '""
82. He seguido los cálculos de R. N. Salaman, History and social in/luence
del pobre, también podemos extraer algunas conclusiones. El hecho o/ the pot4to, Cambridge, 1949, apéndice IV, quien analiza las fuentes. Otras
fundamental, como ya lo advirtieron los contemporáneos,81 es que estimaciones, romo la de Drescher ( «The development of agricultura! produc-
la producción y la importación de trigo no aumentaron con la misma tion in Great Britain and Ireland from the early nineteenth cennuy., Manches-
ter School, mayo de 1955) admitían que la producci6n de trigo se desarroll6 con
un ritmo casi similar al del crecimiento de la poblaáón. La opinión de que el
paso del pan moreno al pan blanco ya se había producido en su mayor pane
cionalmente elevada de 1843 hubiese entrañado una sobrevaloración del alza hacia 1790 es refor7.ada por el análisis de P. Deane y W. A. Cole, British eco-
de.cenal. La elección de unas fechas diferentes hubiese alterado levemente los re- nomic growlh 1688-1959, pp. 62-67.
sultados aunque no los hubiese transformado de una manera sustancial. 83. M. J. R. Healy y E. L. Jones, «\Vhat yields in England 1815-18.59»,
79 bi:. Por razones que se analizan más adelante, esta cifra entraña probable- J. R. Stat. S., Serie A, vol. 125, parte 4, 1962.
mente una minusvaloración. 84. El primero es átado por R. M. Hartwell, «The rising standard of
80. Por razones examinadas más abajo, estas cantidades están probable- living in England 1800-18.50~, Ec. Hist. Rev., XIII, 1%1, p . 4U; el segundo
mente subestimadas. procede de John Hogg, London as il is... , Londres, 1837, p. 226.
81. W. Jacob en Select Committee on tbe state o/ agriculture, Parl. Pa- 85. Seis en el sudeste y en el sur; los restantes, industriales. No se dan
pers, 1836, VIII, 1, Q. 2~32. t °" .
.
cifras acerca de otros seis condados del sudeste y del noroeste.
118 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 119
el 8,.5 de Anglesey- cabe suponer tanto una declinación inicial del _.._ vela que los mismos eran bastante poco elásticos.119 Los pocos pre-
consumo per capita en determinados sitios como una «compensación» supuestos comparables con que contamos para el caso de Eden 90
considerable entre los diferentes condados. Sin embargo no me pro- revelan una pauta de gasto similar, aunque quizás el desembolso en
pongo sugerir ninguna explicación. Lo único que podemos afumar es mantequilla haya sido algo menor que el de carne. De modo que el
que hay que excluir la posibilidad de un incremento en el consumo obrero pobre comía mantequilla y sólo el que se encontraba en la
per capita de pan blanco ea este período que pudiera haberse produ- miseria resultaba imposibilitado de hacerlo. Es probable que el pro-
cido sin detrimento para nadie. El consumo de trigo pudo haber dis- ceso de urbanización haya supuesto un incremento del consumo de
minuido con o sin un consumo adicional de patatas, o bien algunas mantequilla, porque, cuando la crianza de cerdos disminuía y el
áreas pudieron experimentar un alza del mismo a expensas de otras consumo de carne era bajo y errático, debía ser más dilicil encon-
(con o sin un incremento del consumo de patatas). trar otra cosa -por ejemplo, manteca de cerdo o pringue- con que
Carecemos de estadísticas generales acerca del consumo de otros acompañar el pan. Al parecer, el consumo de queso descendió, por-
artículos alimenticios corrientes. Apenas cabe comprobar un descen- que muchos trabajadores urbanos no tenían, o no desarrollaron, el
so del consumo de leche, porque la urbanización pudo haber entra- hábito de reemplazar la carne por ese producto alimenticio. En Du-
ñado un descenso de la crianza de vacas (a pesar de que la misma kinfield y Manchester gastaron macho menos en queso que enmante-
probablemente se prolongó en las ciudades en una escala mayor de quilla, y los peones rurales comieron en 1862 mucha más mantequi-
lo que se suele reconocer} y por la declinación de la dieta rural tradi- e ~ lla (teniendo en cuenta, incluso, su posición ligeramente mejor) que
cional, integrada sobre todo por «carnes blancas». Los cálculos rela- los «pobres de las ciudades». Al parecer la importancia de los
tivos a la crianza de vacas en Londres no son fidedignos. Frente a huevos no fue mucha. Es dilicil que el consumo per capita de este
uno de 20.000 vacas en la ciudad y los suburbios en 1854, tenemos producto aumentara. Otros estudiosos 91 también consideran que el
otro de 10.000 en 1837; probablemente uno de los dos o ambos son consumo de artículos perecederos descendió o bien que es muy difí-
16
incorrectos. Sin embargo, todavía en 1862 algunos grupos afortu- cil que baya aumentado hasta la época del ferrocarril (concepción
nados de trabajadores pobres seguía manteniendo la antigua dieta; que, sin embargo, ha sido impugnada a partir de unas razones no muy
los tejedores de seda de Macclesfield consumían 41,5 onzas liquidas evidentes).
semanales por cabeza, frente a las 11 onzas de los tejedores de Co- Sin embargo, en el caso del pescado se registra un notable in-
ventry, las 7,6 onzas de los tejedores de Spitalfields y la 1,6 onza cremento del consumo.92 En Birmingham, el consumo per capita
de Bethnal Green.87 Pero todas las pruebas sugieren un descenso del -muy reducido en 1829- era de más del doble hacia 1835 y siguió
consumo de leche. No ocurría lo mismo en el caso de la mantequilla, ~ °"' creciendo con ritmo acelerado hasta 1840.93 Sin duda ello supuso
que evidentemente era considerada como algo más necesario que la una mejora del valor nutritivo de J.a dieta del obrero pobre, aunque
carne, lo cual resulta natural, porque el pan desempeñaba un papel no tiene por qué significar que éste tuviera la impresión de que
muy importante en la dieta del trabajador.&11 En Dukinfield y en Man- comía mejor, porque el pobre siempre ha tenido un profundo pre-
chester ( 1836) los desembolsos por compra de mantequilla eran com-
parables con los relativos a la carne y la comparación con 1841 re- 89. W. Neild, «Expencfüure of the working classes in Dulcio6e1d and Man-
chester in 1836 and 1841», ]. Stat. Soc., IV (1841), p . 320.
90. Tbe state of tbe poor: 6 casos. En tres de esos casos se dan las canti-
86. 6th Reporl of Jhe Medica{ Olficer lo Jbe Privy Coundl, 1863, pági- dades: 1/6 libras, 2/7 libras y 1/2 libras (cardador).
~as 21~330: •The food of the poorer labouring classes. A piooee:r investiga- 91. A. ] . Taylor, «Progrcss, ~d poverty in füitain 1780.1850» (History,
OOIU. XLV, 1960), p. 22; para una cnnca., d . R. M. Hartwell 1%1 loe cil p~o1-
87. lbid. nas 409, 412. ' ' · ., .._
88. AJ parecer, la investigaci6o (no cuanótativa) de las dietas de los tra- . 92. En Ja versi6o original de este trabajo no había tenido en cuenta este
bajadores de las ciudades realizada por la Royal Commission on the Poor lAws, opo de consumo (J>C;IO R. M : ~artwell, ºP.· cit., lo analiza brevemente).
App. B., Parl. Papers, 1834, XXXVI, Q. 40 de los cuestionarios, menciona la 93. Fac/s and fzgures prmapally relatmg lo railways and commerce por
mantequilla sobre todo como un componente de las dietas más bien pobres. Samuel Salt, Londres y Manchcster, 1848, p. 3. '
120 TRABAJADORES EL NIVEL DE VIDA ENTRE 1790 Y 1850 121
juicio contra este alimento barato y abundante y «la clase más baja
de Ja población considera que el pescado no es una comida suficiente- V
mente consistente para ella y prefiere la carne».94 Es muy probable
que se desplazaran hacia el pescado porque no estaban en condicio- Por consiguiente, la opinión optimista carece de toda base sóli-
nes de adquirir suficiente carne. da, en todo caso para el período comprendido entre alrededor de
Las pruebas, pues, no son de ninguna manera favorables a la opi- 1790 o 1800 y mediados de la década de 1840. La plausibilidad y
nión «optimista>>. Aunque no confirma o consolida necesariamente la las pruebas de la existencia de una deterioración DO deben ser dese-
opinión pesimista, el estudio del consumo tiende a sugerir su plausi- chadas a la ligera. La finalidad de este trabajo DO es analizar la
bilidad. El desarrollo de la adulteración refuerza levemente la justi- evolución de los niveles de vida en el siglo XVIll, porque el debate
ficación de esta concepción pesimista. La existencia de este fenómeno más importante acerca de los niveles de vida se ha referido al perío-
ha sido puesta en duda, pero sobre una base bastante inadecuada. do que va desde el fin de las guerras napoleónicas basta «una fecha
E1 hecho es que la adulteración se desarrolló rápidamente.95 La inves- no especificada situada entre el final del cartismo y la Gran Exposi-
tigación de Lancet, realizada en la década de 1850,96 esclarece muy ción». Sin embargo, es probable que los niveles de vida hayan mejo-
bien los siguientes puntos: 1) todo el pan analizado en dos mues- rado a lo largo de la mayor parte del siglo xvn1. No es improbable
tras separadas estaba adulterado; 2) más de la mitad de la harina que a poco de comenzar la revolución industrial -acontecimiento
de avena estaba adulterada; 3) todo el té, salvo el de calidad supe- ~ -... que quizá convenga situar en la década de 1780 y no en la de
93
rior, estaba invariablemente adulterado; 4) poco menos de la mitad 1760- esos niveles dejaran de mejorar y comenzaran a bajar.
de la leche y 5) toda la mantequilla estaban aguadas. Más de la Quizás el vuelco se produjera a mediados de la década de 1790, el
mitad del jamón y las conservas tenían substancias nocivas, aunque período de Speenhamland y de la escasez. Ea el otro extremo, el
esto podía deberse sólo a defectos de producción. La única mercan- vuelco se sitúa por cierto a mediados de la década de 1840.
cía de uso corriente que no estaba muy adulterada era el azúcar, el Por consiguiente, podemos resumir nuestra argumentación de la
90 por ciento aproximadamente del cual estaba en buen estado, aun- siguiente manera. La opinión clásica ha sido expresada por Sidney
que a menudo estaba sucio. Webb: «Si en 1837 los cartistas exigieron que se comparara la si-
El análisis del consumo alimenticio arroja, pues, bastantes dudas tuación de su época con la de 1787, y obtuvieron una representación
sobre la opinión optimista. Sin embargo, hay que señalar que esto no adecuada de la vida social efectiva del trabajador en cada uno de
significa que los britanos de comienzos del siglo XIX tuvieran un nivel esos momentos, es casi seguro que tienen que haber registrado un
de vida «asiático». Esto es un sinsentido y este tipo de afirmaciones ~ franco descenso del nivel de vida de amplias clases de la pobla-
99
imprecisas han provocado mucha confusión. Es casi seguro que Gran <!. ción». Hasta ahora esta concepción no ha sido conmovida. Pudie-
Bretaña estaba mejor alimentada que los otros países de Europa, ra ser que surgiesen pruebas capaces de desacreditarla, pero éstas
salvo en sus áreas campesinas más prósperas o en sus clases más tendrán que ser mucho más fuertes que las hasta ahora aducidas.
acomodadas; pero, como han señalado Drum.mond y Wilbrabam,97 eso
ya ocurría mucho antes de la revolución industrial. Lo que se discute (1957-1963)
no es si nuestro nivel de vida descendió hasta el de los otros países,
sino si mejoró o se deterioró, y en qué medida lo hizo.
~·
124 TRABAJADORES « LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 125
La escuela de los historiadores optimistas de los comienzos del in- lo general, calificados), y contamos coa bastante información acerca
dustrialismo en Gran Bretaña tiene que justificar una cantidad de de las tari~as po: ~ieza producida: datos que, por supuesto, no .resul-
hechos muy inoportunos: la opini6n mayoritaria de los observadores tan demas1ado utiles por sJ solos. No conocemos casi nada acerca
y estudiosos de la época, el enorme peso de la documentación sobre de lo q~e la gente ganaba efectivamente. ¿Cuánto tiempo dedicaban
las tremendas condiciones sociales y económicas de Ja población tra- ~ traba¡o extra o al trabajo por tiempo parcial? ¿Con qué frecuen-
bajadora en la primera mitad del siglo XIX y, por supuesto, el des- cia estaban en paro y por cuánto tiempo? ¿Quién lo sabe? En cuan-
contento masivo de los trabajadores pobres, que una y otra vez esta- to al índice del coste de la vida, también es endeble porque se basa
lló en amplios movimientos de radicalismo, sindicalismo revoluciona- en gran medida sobre conjeturas. De todas maneras, Ja experiencia
rio, cartismo, en forma de motines y de intentos de insurrección ~~erna nos demuestra las muchas trampas que pueden ocultar los
armada. mdices. del cost~ de la vida, incluso en nuestra propia época, en que
La manera más sencilla de lograrlo consiste en sostener que todos se realizan cons1derables esfuerzos para recoger estadísticas dedicadas
los contemporáneos estaban equivocados, porque las estadísticas re- específicamente a tales efectos. ' Más aún: en realidad podemos ver
velan que la situación era mejor que antes y que mejoraba perma- donde fallan los estadísticos. Por ejemplo: han argumentado que,
nentemente o casi permanentemente. Un personaje de la sórdida no- como el coste de la. vida descendió abruptamente después de las
vela de Disraeli Sybil (1845) decía: «El otro día estaba leyendo un guerras napoleónicas, la situación del pueblo mejoró. Pero casualmen-
libro donde se afumaba que, según han demostrado las estadísticas, te se han descubierto los precios efectivos que se pagaban en las tien-
las condiciones generales del pueblo son mucho mejores ahora que d.as al por menor de algunas ciudades de Lancashire en 1830: esas
en cualquier otro período conocido»; el argumento estadístico ha sido cifras m~estran que los compradores de Lancasbire pagaban en esa
durante mucho tiempo el ancla de la esperanza de los optimistas en fecha, ~as o menos lo mismo que en 1790. Otro ejemplo: las series
este terreno de estudio. Sin embargo, hace sólo unos 35 años que e:'~dísticas acerca de los artesanos de Londres sostienen que la situa-
un estudioso norteamericano, el profesor Silberling, creyó haber en- c10~ ?e ~tos úl~os mejoró en forma acelerada entre 1810 y 1820.
contrado una base estadística sólida para la concepción según la cual Qui.zas as1 haya sido, pero sucede que sabemos por otras fuentes que
el nivel de vida había ido elevándose durante el período que estamos en ~e período el consumo de carne de la población de Londres des-
considerando; y durante una generación la fe de los historiadores de cendió de una manera bastante notable, es decir que los londinenses
la escuela optimista se ha basado fundamentalmente sobre su obra. en gene~al sólo podían adquirir una cantidad menor de carne. Un
Silberling elaboró un índice de salarios monetarios y otro de coste tercer ejemplo Iesulta todavía más revelador: el difunto Sir John
de la vida para la primera mitad del siglo xrx; los combinó y llegó Oapham, fundador de la escuela «optimista», empleó un lenguaje
a la conclusión de que los salarios reales de la clase trabajadora de ~aestro ~e escuela paia censurar a R. W. Postgate porque éste 1
habían aumentado. Es obvio que, si estaba en lo cierto, todas las habta sosterudo, sobre la base de otras pruebas que en Ja década d 1
otras pruebas resultaban al menos parcialmente no pertinentes. Si 1830 la situació~ ~e los obreros de la cons~cción era muy mala~ 1
afumaban que la situación era negra, o incluso que se fue volviendo ¿~caso las estad1sttcas no habían probado que sus salarios moneta- 1
cada vez más negra, entonces tenían que carecer de representatividad
o bien ser erróneas. Lo único que quedaba por hacer era explicar
nos estaban aumentando y que la paga que recibían esos trabajado-
res era ba.s;ante buena (cosa que parece cierta)? Así era. Pero sucede
¡
cómo se había podido difundir hasta tal punto semejante ilusión. que ~amb1en sabemos algo acerca del paro en e1 gremio de la cons-
truca?n: 1as estadísticas (indirectas) respecto del mismo revelan q 1
Lamentablemente en los últimos diez años el índice de Silberling ha ,,1
caído en descrédito. En primer lugar, se ha mostrado sencillamente los pruneros años de la década de 1830 fueron de profunda depr .~e •
. E 'd es1on
que no sabemos lo suficiente como para construir tales series esta- en. ese gremio. s ev1 ente que una masa de obreros estaba sin tra- 1
dísticas de una manera realista. Conocemos las tarifas de salarios mo- bajo. (Por supo.esto, esos trabajadores no recibían ningún subsidio
netarios por tiempo trabajado de gran cantidad de trabajadores (por de paro.) Es ev1dente que muchos iban andrajosos y hambrientos y
126 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 127
que, com9 sabemos, ese gremio normalmente ~a~cado y bien paga- que con ese método han probado, por ejemplo, que «la década ham-
do llegó a manifestar un descontento y un radicalismo extremo_s. brienta de los cuarenta» es una denominación equivocada (como ha ,1
Por ahora el intento de probar estadísticamente que la primera tratado de hacerlo el doctor Chaloner en un panfleto de la Historical
época del capitalismo supuso una mejora de la situación del pueblo ssociaticm), no estaban personalmente en la situación en que se
ha fracasado. El profesor Silberling ha sido discretamente abando- encontraba un trabajador inglés o irlandés durante ese período.
nado. Los historiadores optimistas se han quedado con la masa de Con este método, los historiadores optimistas han tratado de
pruebas, que sigue siendo sombría. ¿Qué pueden hacer con ellas? desacreditar sistemáticamente las pruebas derivadas de los testimo-
Pueden tratar de desacreditarlas: la nueva edición del libro de En- nios de la época. Los doctores Chaloner y Henderson se han con~
gels constituye un ejemplo particularmep.te fino de cómo acometen centrado en Engels porque su libro sobre las condiciones de la clase
esa empresa. Pues bien: existe una técnica académica, venerable y trabajadora era la única obra contemporánea importante que trató
muy conocida, para probar que, por ejemplo, un desierto no es seco de tomar en cuenta a la clase trabajadora en su conjunto, que ha es-
y estéril. El crítico señala que de hecho éste no carece totalmente de tado disponible siempre y que los historiadores no marxistas han con-
agua y de vida. Hay en él pozos de agua y torrentes ocasionales y a siderado «como una descripción fidedigna, que pueden recomendar
veces llueve. Los camellos y los beduinos, y diversos animales, hasta tranquilamente a sus estudiantes» (p. xrx). Pero conviene recordar
moscas y mosquitos, viven en muchas zonas del mismo, a veces en que ha habido intentos similares de desacreditar a otros observadores
grandes cantidades. Tampoco está totalmente compuesto de arena. de la época y a los informes del Parlamento: por ejemplo, el del pro-
Por consiguiente, es una exageración salvaje y poco erudita afirmar fesor W. Hutt en el volumen Capitalism and the historians (1954)·
que un desierto es seco y estéril; y aunque el verdadero erudito no libro en el que se emprende claramente una defensa del buen nom~
se propone indagar las motivaciones de los demás («No es fácil pro- bre del capitalismo frente a las afirmaciones de los historiadores.
bar las motivaciones que han inspirado la acción emprendida por un La manera más sencilla de hacer eso consiste en señalar los erro-
ser humano» como dicen los doctores Chaloner y Henderson cuando res Y las pequeñas equivocaciones de Engels, que no escasean. Es
atacan a En~els por poner en duda las motivaciones de los capitalis- sorprendente hasta qué punto un libro puede resultar sospechoso si
tas), resulta bastante evidente que quienes afirman eso no se com- s~, enumeran de. ~anera sistemática todos sus errores de transcrip-
portan como auténticos eruditos o probablemente están influidos por cion y puntos similares: es sorprendente hasta que examinamos la
algún prejuicio en contra de los desiertos. Por supuesto, hay muchas índole de tales errores. El hecho de mostrar página por página que
pruebas de que no es poca la gente que piensa eso de los desiertos, Engels no cita textualmente los informes parlamentarios, que dice
pero sus conocimientos son insuficientes. Este método es extraordi- que una muestra de niños ha sido tomada de una escuela dominical
nariamente útil: se lo ha usado, por ejemplo, para probar que nunca cuando de hecho se trataba de dos escuelas, etc., socava naturalment~
ha habido cosas tales como revoluciones (incluida la revolución in- I~ confianza del lector. Pero lo único que prueba es que quien desee
dustrial). Un historiador realista dijo en una ocasión que por esa vía citar textualmente los informes parlamentarios ha de remitirse a
cabe definir la agricultura de subsistencia de modo tal que se pueda las fuentes originales y no ha de limitarse a transcribir las citas de
probar que ésta no ha existido jamás en ninguna parte; y lo mismo Engels. No prueba, en cambio, que la descripción de Engels sea
vale para los desiertos, las revoluciones, la pobreza -en aumento o falsa. En realidad, los casos concretos en que los errores o prejuicios
en disminución-, el capitalismo o lo que se prefiera. El único incon- de Engels le han llevado presuntamente a dar una impresión falsa o
veniente de este procedimiento reside en que, si el erudito se encon- errada de los hechos pu~den contarse con los dedos de las manos y
trase efectivamente en un desierto, de nada le serviría la prueba de algun.as de tales acusac10nes resultan falsas. Aquí no corresponde
que, en rigor, éste no existe o de que, en caso de existir, no es tan exammarlas en detalle, pero quizá sea conveniente mencionar. las dos
seco y estéril como suele decirse. Afortunadamente para ellos, los ~ue una reseña del Sunday Times ha destacado como ejemplos par-
historiadores de los comienzos de la era industrial en Gran Bretaña, ticularmente malos del «fraude» que habría cometido Engels. La pri-
128 TRABAJADORES
r·_ «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 129
mera es «una decripción sensacionalista de la tasa de nacimientos .;, 1 ~ teriores.) En realidad, como lo señalan los responsables de la edición,
ilegítimos entre las mujeres obreras de una determinada fábrica, hay un error en la descripción de Engels: dos oraciones, sacadas pro~
[que] no se refiere en realidad a 1840 sino a 1801»; la segunda es 1
1
bablemente del informe de 1842, no se refieren a Edimburgo sino a
<mna sórdida descripción de las condiciones sanitarias de Edimburgo Tranent, aunque ese informe incluye también una descripción de los
[que se basa] sobre un artículo escrito en 1818». . ., tugurios de Edimburgo. Los doctores Chaloner y Henderson no su-
En cuanto al primer caso, Engels no afirma que esa descnpc1on gieren que los pasajes relativos a Edimburgo que Engels no cita -pro-
corresponda a 1840. Al analizar los efectos sociales del trabajo ~x bablemente por un lapsus- presenten una impresión más favorable
cesivo y del trabajo nocturno, cita como ejemplo el caso (mencro- de esa ciudad que la que presentan las fuentes que Engels sí men-
nado en el informe de la Factory Enquiries Commission de 1833) de ciona. Con otras palabras: en este caso no hay ninguna prueba de que
una fábrica que tiempo atrás había introducido unos turnos noctur- Engels haya «hecho trampa», como tampoco de que su descripción
nos de 12 horas, hecho que desmoralizó tanto a los trabajadores -la presente una imagen falsa de lo que afirman sus fuentes o de la
tasa de nacimientos ilegítimos se duplicó en los dos años en que el realidad.
sistema se mantuvo en vigor- que esos turnos tuvieron que ser La segunda manera de desacreditar a Engels consiste en sostener
suspendidos. El hecho, pues, ocurrió en 1801, tal como señalan los que las fuentes que utiliza son selectivas o no son representativas.
doctores Chaloner y Henderson. También es cierto que el testigo Este es un método muy conocido para arrojar dudas sobre las prue-
que informó acerca del mismo dijo que el trabajo nocturno s~ ha~ía bas contemporáneas referentes a las malas condiciones sociales. Se
establecido porque habían incendiado una fábrica y los prop1etan~s procede aproximadamente de la siguiente manera: «Estos informes
establecieron el doble turno para que los obreros no se quedaran sm parlamentarios (o libros, artículos, panfletos) no eran investigaciones
trabajo. (Sin duda, no pensaron para nada en sus propios beneficios.) desinteresadas de la verdad. Quienes los compilaron eran reforma-
Pero esto no viene al caso. Si alguien afirma: «cuando se obliga a dores deseosos de abolir ciertos abusos (o bien rev~lucionarios de-
estar de pie demasiado tiempo a los soldados, algunos se desmayan; seosos de desacreditar al capitalismo). Por consiguiente, selecciona-
puedo mencionarle un caso en que eso ha ocurrido», la validez de ban los peores casos, porque éstos provocarían mayor indignación
tal afirmación no resulta afectada porque se alegue que el hecho ha pública. Esto no supone que las cosas en general estuviesen tan mal».
ocurrido hace mucho más tiempo de lo que · odría pensarse, o que los Un buen ejemplo de esto es la manera en que los doctores Chaloner
soldados fueron obligados a mantenerse de pie por el más noble de y Henderson tratan a las famosas (o, más bien, de infame condi- 1
2
los motivos. Engels podría ser atacado si hubiese dicho: «Actual- ción) mujeres de las minas: «la descripción que hace Engels de !
las minas de carbón en la Gran Bretaña de la década de 1840 puede .11
mente la inmoralidad aUlPenta a pasos agigantados; como lo prueba
4 sugerir a los lectores que las mujeres y los niños trabajaban bajo
este caso», y después resultase que ese caso correspondía a cuarenta J
años antes. Pero no fue eso lo que Engels dijo. tierra en todos los distritos mineros. En realidad, en esa época sólo
El segundo ejemplo es todavía más revelador, porque Engels no se empleaban mujeres en las minas del oeste de Riding, Lancashire,
basó en · absoluto su descripción justificadamente sórdida de las con- Cheshire, Escocia y el sur de Gales», y añaden: «La cantidad de ,'¡
diciones de vivienda en Edimburgo sobre un artículo publicado en obreros era bastante pequeña. En 1841 en todas las minas de Gran
Bretaña trabajaban bajo tierra y en las bocaminas unas 6.000 mu- . '
1818. Los informes sobre los que se basó eran de 1836, de fecha no
indicada (1818), de 1842 y de 1843: todos ellos bastante próximos jeres y muchachas. En las minas de carbón trabajaban bajo tierra y
al presente que estaba describiendo (1844). (¿Por qué razón no en las bocaminas 1.185 hembras de más de 20 años y otras 1.165
hubiese debido utilizar un artículo de 1818, si éste confirmaba, como de menos edad» (p. XXV). Añaden también que, según Engels, la
sostenía Engels, las pruebas de 1836, 1842 y 1843? Los doctores
Chaloner y Henderson no pretenden que el artículo de 1818 haya 2. Aquí el original inglés hace un juego de palabras (famous-infamous) que
presentado una impresión errónea de las condiciones de vivienda pos- ' se pierde al traducir. (N. de los ed.)
' 9. - HOBSBAWM
\
130 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 131
ley de 1842, por la que se prohibía el empleo de mujeres y niños~ - -;;7 una montaña de pruebas acerca de sus penurias y a reconocer la nece~
bajo tierra, era virtualmente letra muerta por no haberse nombrado sidad de reformar su situación. Si además los procedimientos que
los correspondientes inspectores: pero demuestran que estaba equi- utiliza para defender a los capitalistas son los mismos que, según
vocado, porque se había nombrado un inspector. él, sus críticos han utilizado ilícitamente contra ellos, su ceguera es
La naturaleza de este procedimiento puede ilustrarse aplicándolo triple.
a algún otro tema. Entonces el argumento se desarrollaría de la si- Pero esto es precisamente lo que hacen los doctores Chaloner y
guiente manera: «a) Hay gente que ha dicho que existe un problema Henderson y otros autores de la misma escuela. Por ejemplo, acusan
de drogadicción, pero en realidad sólo existen 6.000 adictos, de los a Engels, quien presenta una conocida descripción de los padecimien-
cuales no más de 2.400 son efectivamente morfinómanos. b) Se ha tos de las costureras, de no mencionar que «la desdichada condición
insinuado que se trata de un problema general, pero en realidad sólo de esas infortunadas muchachas había tenido bastante publicidad en
se da en todas las grandes ciudades, salvo en Newcastle y Birming- los periódicos, y su difícil situación había suscitado la simpatía del
ham. Después de todo, no perdamos la cabeza y no comencemos a público», y de no mencionar un caso (comunicado en el Northern
lanzar salvajes acusaciones contra los vendedores de drogas». En Star) en el que un magistrado se había apiadado de una de esas mu-
cuanto al hecho de que la exlstencia de un único inspector nombra- chachas (p. XXIV). «Esto demuestra», afirman, «que la presunta indi-
do para vigilar la aplicación de la ley de 1842 pudiera alterar el ferencia de las clases medias ante los padecimientos de las costureras
cuadro que Engels nos presenta para 1844, sólo basta mencionar que t. . _.1 no era tal.» En realidad, eso no demuestra nada, salvo el hecho de
en un único distrito minero otro inspector, nombrado más tarde, tar- que un solo magistrado se compadeció de una muchacha. Aunque el
daba 4 o 5 años en visitar todas las minas de carbón una sola vez. comportamiento de ese juez haya sido típico (cosa que los doctores
Sólo queda añadir que Engels, lejos de sugerir que la cantidad de Chaloner y Henderson no sugieren), eso no demuestra que se estu-
mujeres que trabajaban en las minas fuese mayor de lo que en reali- viese haciendo algo en favor de esas muchachas. Sólo cabe añadir
dad era, se limitó a copiar el cuadro detallado que incluía las esta- a) que los responsables de esta edición de ninguna manera recusan
dísticas citadas más arriba (p. 274). la descripción que Engels presenta de esa situación, y b) que Engels
En síntesis: este método para tratar de desacreditar las pruebas no dejó de mencionar la protesta pública, porque señaló que a co-
de la é;zoc se basa sobre dos tipos de c_eguera. Es una ceguera no mienzos de 1844 «la prensa estaba llena de descripciones de la mise-
ver que ..:.,existencia de 6.000 miserables obreras podía indignar ria de las costureras» y dedicó una extensa nota al o«St>ng of the
legítim ente a las personas honestas (como ha escrito Blake: «Un Shirt» de Thomas Hood, que, como indica allí, se publicó en Punch
perro/que se muere de hambre en la puerta de su Amo, Anuncia la (pp. 239-240). No creo que sea necesario dedicar más tieqipo a
rui a de la Nación»). Es una ceguera aún mayor no ver el abuso '- J ejemplificar las tentativas de los responsables de esta edición por en-
general que subyace a los ejemplos excepcionales utilizados a menu- jalbegar el cuadro de la situación reinante en esa época.
do por los reformadores y los revolucionarios (pero de ninguna ma- El tercer método para desacreditar las pruebas de la época con-
nera en todos los casos) para provocar la reacción de la opinión pú- siste en sostener que las mismas mostraban una inclinación contra-
blica. Un historiador del siglo XXI que ponga en duda las penurias ria a los capitalistas y que, por consiguiente (cabe suponer) reflejaban
de quienes dependen actualmente de las pensiones de ancianidad, más los prejuicios del autor que la realidad. La presente edición del
porque haya llegado a descubrir que un sector de esas personas no libro de Engels es un buen ejemplo de este procedimiento, porque
comparte la situación de miseria de algunos de los casos menciona-
dos por los que luchan por mejores pensiones, será un insensato. No
sus autores sostienen básicamente que «en 1842, Engels era un joven
iracundo henchido de resentimiento» que le venía de su padre, un :1
piadoso hombre de negocios de la Renania, enemigo de la burguesía
más sensato resulta el historiador que hace otro tanto con respecto
a los padecimientos que incitaron a una .clase dominapte, no carac- británica. No es -preciso que desperdiciemos nuestro tiempo psicoana- !I
terizada por la blandura de corazón para con los pobres, a producir lizando al joven Engels, porque los motivos que hayan o no podido ]
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132 TRABAJADORES
de lugar. Las atrocidades cometidas en el Con~o, que R~ger Case- pudiera haberse apoyado la afirmación de Engels» (p. XXVI, 168 n.).
ment y E. D. Morel describieron hace más de cmcue~ta anos no .son Ahora bien: Engels no dice que las fábricas apenas se distinguían de
menos reales porque al menos uno de esos investtgad?res tuviera un harén. Dice (p. 168) que las muchachas estaban a merced de sus
unas características psicológicas muy extravagantes. (Dicho. sea de patronos; que algunos no seducían a sus muchachas y otros sí, y que
paso, no hay ninguna prueba de que Engels no haya sentid? un~ en casos extremos no había nada que les impidiera hacerlo en gran
rabia perfectamente genuina y comprensible contra la bu:guesia bn- escala. Se sabía de la existencia de tales casos. Tampoco cabe esperar
tánica lisa y llanamente a partir del espectáculo que podia observar un nivel moral demasiado alto en el pasado, si tenemos en cuenta
en Manchester.) La pregunta puede responderse de ~~~ manera bas- cuál era la clase de gente que llegaba a ocupar la posición de patrono
tante sencilla con sólo ci~ar a ~os. auto~es de la edicion: «Es com- en la primera época del sistema fabril.3 Todo esto suena bastante
prensible», dicen (en med10 de msmuaciones de que no lo es), «que razonable al menos con respecto a una época en la que abundaban
Engels haya tenido una imagen lúgubre de la situa~ión inglesa cuan- las carica~uras de patronos arrojando directamente a sus escribientes
do llegó hacia finales de 1842 . . . No hay que maravillar~e de que f:n- de los pupitres; de modo que no necesitamos esperar que unas esta- l·
l
1
gels pensara que llegaba a un país que en general trabaJaba demasia- dísticas exactas, 0 incluso aproximativas, nos prueben cuál era la 1
do, estaba subalimentado e insuficientemente ?~gado» (xxvu-2onx). cantidad de patronos que efectivamente seducían a las muchachas de .
Podemos añadir (aunque los autores de la edición n.o se atreven a ~ -~ las factorías. Por conocida que haya sido esa práctica, lógicamente
decirlo en forma directa) que tal cosa es comprensible porque de ..,, tales estadísticas no parecen disponibles o confiables. En realidad,
hecho Engels había lleg~do a un. país que re~men:e estaba «en ge- no sé cuál pudo haber sido la extensión exacta de esa clase de seduc-
neral excedido de trabajo, subahmentado e. msufic1enten:iente ~aga- ción; por supuesto, los doctores Chaloner y Henderson tampoco lo
do». Si acompañamos a Engels en su recorrido por las hilan?enas. Y saben. En cambio, sé que si les pidiésemos a los novelistas del si-
los tugurios de Manchester, a pesar de los 114 años de distancia, glo XIX, que una y otra vez nos cuentan que los hijos de las familias
sentiremos sin duda horror y furia. ¿Para qué evocar entonc~s sus burguesas tenían sus primeras experiencias sexuales con las criadas
problemas familiares? Se cuenta la siguiente anécdota d~l difun~~ de sus padres, una prueba estadística de la frecuencia relativa de tales
emperador Francisco José: al llegar a un~ ciudad de Boherrua oc~rno episodios, no serían capaces de proporcionárnosla. No obstante, estoy
que, cosa bastante sorprendente, no se dispararon las sal~as de ng~~; dispuesto a creer lo que afirman esos novelistas al margen de las esta- i
el emperador exigió una explicación al alcalde. «Su Maj~stad», dijo dísticas, en parte porque son buenos observadores y en parte por- J~
éste temblando, «hay tres causas por las que no hemos dis~arado ~~ , que lo que dicen dista mucho de ser inverosímil. ¿Por qué no po- w
salvas. La primera es que no tenemos pólvora ... ». «Gracias», dijo ~ J demos creer entonces lo que escribe Engels sobre una base siíni- 1
el monarca (demostrando así una perspicacia poco común en un em- lar hasta que no aparezcan pruebas en contrario? Sólo cabe añadir
perador) y le dijo que podía retirarse. Los doctores Chaloner Y Hen- qu~ los autores de la edición contraatacan a Engels insinuando que
derson podrían meditar acerca de esta anécdota. él es el último que debiera arrojar piedras porque «su propia que-
!/ El cuarto método para desacreditar las pruebas de la época con- rida (Mary Burns) había sido obrera en una hilandería» (p. XXVI).
siste en afumar que éstas no son suficientemente buenas. Esto resulta
naturalmente muy fácil criando los abusos en cuestión son de tal
índole que no se prestan a unas estadísticas exactas. Un ejemplo útil 3. Señalo al pasar uno de los frecuentes lapsus y errores que contien~ l.a
es el de la moralidad de los dueños de las fábricas. «Según una de nueva traducción. Este traductor, cuyo respeto por las muchachas de las fabri-
sus acusaciones más frecuentes, una fábrica inglesa apenas se dis- cas es evidentemente menor que el de Engels, habla de «inclinación a la casti-
dad» en lugar de «ocasión» o «aliciente» para preservarla (sin duda confunde
tinguía de un harén y los patrones tenían relaciones inmorales con la palabra alemana Veranlassung con Veranlagung). Aunque suele ser más pesa-
sus empleadas.» Pero «(el informe de la Factories' Enquiry Commis-
~ ., da, la antigua inºucción (por ejemplo, la publicada en Marx and Engels on
Britain) suele ser también más exacta.
,,
134 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 135 1
Es evidente que a cierta gente le resulta difícil distinguir entre un se debieron a la pobreza "secundaria" o "autoinducida ", como re~
patrono que seduce a su personal amenazándole con el despido y un sultado de sus gastos excesivos e irresponsables en bebida, juego y
hombre que vive como marido y mujer con una muchacha que antes tabaco» (Chaloner y Henderson, History today, 1956, p. 855). El
ha trabajado en una fábrica, durante 18 años, hasta su muerte y ha- segundo recurso, en el que tampoco vale la pena demorarse, con-
biendo reconocido a la muchacha como su verdadera esposa, incluso siste en afumar que los horrores de esa época no se debieron a la
entre «mis relaciones filisteas». (Los socialistas de otros países de crueldad o a la mala voluntad: mucha gente, incluso algunos capi-
Europa solían negarse, por razones de principio, a casarse oficialmen- talistas, era buena y tenía las mejores intenciones. Sin duda: pero ya
te.) Como se sabe, el único altercado importante entre Engels y sabemos que el camino hacia el infierno está sembrado de buenas
Marx se produjo cuando este último no manifestó suficiente simpa- intenciones. El acta de acusación contra el capitalismo de comienzos
tía hacia el pesar del primero por la muerte de Mary Burns. Es in- del siglo XIX no deja de ser negra por el hecho de que supongamos
necesario que sigamos considerando esta acusación contra Engels. que todos los capitalistas eran como los hermanos Cheeryble descri-
El último y sin duda el más efectivo método para desacreditar tos por Dickens y que no había Gradgrinds. En realidad, esa acta de
las pruebas aducidas por Engels y otros contemporáneos acerca de acusación resultaría entonces aun más negra, porque revelaría que
la sordidez de la situación consistiría en presentar un cúmulo similar los horrores de ese período no se debieron a los «abusos» de algunos
de pruebas en contrario. Sin embargo, raramente la escuela opti- hombres malos, sino a la esencia de la sociedad. i·
.1
mista ha hecho tal cosa: se ha limitado, en cambio, a concentrar sus i(
El tercer recurso consiste en afumar que, por mala que fuese la ¡,
energías en la crítica negativa y en la especulación. situación, suponía sin embargo una mejora con respecto al período 1!
Todo esto demuestra que han sido grandes los esfuerzos reali- precedente. ;¡
zados para invalidar la visión siniestra (y tradicional) de las condi- Este tipo de argumentación también es bastante antigua: consis-
ciones del pueblo trabajador británico en la primera mitad del si- te en ennegrecer el siglo XVIII para que el XIX parezca menos negro.
glo XIX, pero hasta ahora con magros resultados. En el caso del Esto resulta hasta cierto punto fácil, porque se sabe tan poco acer-
libro de Engels, esos esfuerzos han sido bastante denodados. Es evi- ca de los niveles de vida en el siglo XVIII que nadie puede afirmar
dente que los autores de esta edición han trabajado durante años con seguridad que el color adecuado para describirlos no es el negro.
controlando cada una de las referencias de Engels y que han des- Da la casualidad, sin embargo, que la idea de que las condiciones
cubierto cada uno de los lapsus y errores que cometió, sin contar de vida en el siglo XVIII eran en algunos aspectos superiores a las de
con los que no cometió. Muy pocas veces un libro ha sido sometido comienzos del x1x, no es tan escandalosa como sugieren los doctores
a un escrutinio hostil tan sistemático y penoso. Puede afumarse .¡
Chaloner y Henderson: lo poco que sabemos acerca de la evolución
de una manera casi categórica que el libro sale bastante airoso de la t:. J del nivel de vida del pueblo sugiere una cierta mejora en la primera · ¡1'·
ji
prueba; más aun, en realidad, de lo que hubiésemos esperado. (De- parte del siglo XVIII; por el contrario, a partir de la década de
searía que lo mismo pudiese decirse de todos los trabajos ulteriores 1790 no se produjeron mejoras y hubo incluso un deterioro. Dado
consagrados por los marxistas a la descripción de las condiciones de el estado de nuestros conocimientos, no quisiera tampoco hacer 1
1
la clase obrera en el sistema capitalista.) conjeturas acerca de lo que pudo haber ocurrido en el período in-
Una vez fracasados sus intentos por invalidar las pruebas de la termedio. Sin embargo, la argumentación en contra del siglo XVIII es
época, a los historiadores optimistas les quedan tres recursos. El interesante no tanto como ejemplo de confianza equivocada sino so-
primero, en el que no vale la pena demorarse, consiste en admitir bre todo como caso paradigmático de la falta de realismo y de ima- 'I
que la situación era terrible, pero declarar que no era por culpa ginación histórica o humana de que adolecen tantos eruditos de la i
del capitalismo: la taza estaba hecha añicos, pero «se me deshizo escuela «optimista». Esto puede mostrarse mediante el famoso ejem-
entre las manos». Por ejemplo: fue culpa de los propios trabajado- plo de la oposición entre «trabajadores domésticos» y «trabajadores ,¡
res: «muchos infortunios de los trabajadores en la década de 1840 fabriles».
·¡
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,,
136 TRABAJADORES «LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 137
La argumentación de casi todos los optimistas consiste en afir- siglo xvm. Dicho sea de paso: esos mismos autores acusan dura-
mar que los trabajadores domésticos y los obreros que realizaban su mente a Engels por no utilizar testimonios de la época.) Como ha
tarea fuera del taller con anterioridad a la revolución industrial eran dicho G. D. H. Cole en una ocasión: «Doce casas insalubres en la
tan duramente explotados como el proletariado industrial, aunque ladera de una colina pueden formar una aldea pintoresca, pero 1.200
con una paga y en unas condiciones materiales peores. Pero esta opo- son una molestia grave y 12.000 son una peste y un horror». Pre-
sición es artificial. Salvo en muy pocos gremios, el primer período cisamente, eso es lo que ocurrió durante dicho período: las aldeas
del capitalismo industrial no se caracterizó por una substitución de se fueron convirtiendo en ciudades y éstas en grandes aglomeracio-
los trabajadores domésticos por los trabajadores fabriles (en el gre-
mio textil, y en especial en el del algodón, eso no comenzó a sucede.r
nes urbanas; las mejoras en la vivienda y en la sanidad, que apenas
superaron el nivel de las aldeas, no acompañaron en absoluto ese
1
hasta 1850). Por el contrario: se incrementó el número de los pri- ritmo de crecimiento. Dicho sea de paso, esto supuso la aparición
meros. El hecho de que más tarde se muriesen de hambre, como los de nuevas enfermedades infecciosas a partir de 1830; por ejemplo,
tejedores manuales, o fuesen desplazados, es una cuestión diferente, el cólera. Lo mismo vale para las condiciones de trabajo. La «enfer-
que como tal atañe al problema de las condiciones sociales en la medad de los afiladores» (es decir, la silicosis) era peor en Sheffield
primera época del capitalismo: lo decisivo es que los tejedores ma- a comienzos del siglo xrx que en el siglo XVIII, porque era mucho
nuales y otros obreros sometidos a un régimen de hambre no eran mayor el número de afiladores que se apiñaban en pequeños talleres
meros «sobrevivientes de la edad media», sino una clase que se ~ ,,:; en una ciudad más grande, más sucia y más llena de humo, en la que
había desarrollado y en gran parte creado como resultado de las el desarrollo de las condiciones de trabajo y vivienda no había acom-
primeras etapas de la industrialización capitalista, al igual que la pañado al aumento de la demanda de cuchillería.
clase de los trabajadores fabriles . Los ejércitos de costureras, que En este sentido, el argumento acerca de )ps pobres condiciones
en sus desvanes cosían camisas por 2 chelines 6 peniques o por de vida (correctamente señaladas) de los trabajadores domésticos es
3 chelines 6 peniques a la semana, pertenecen tanto a la historia un argumento contra la concepción optimista de la primera mitad
del desarrollo de la industria algodonera como los obreros de las del siglo XIX y no, como piensan quienes lo proponen, en favor de
fábricas con sus máquinas de hilar o, para el caso, los negros escla- la misma. El hecho de que, en medio de esta sordidez general, las
vos que proliferaban en los Estados del sur de Norteamérica para fábricas fuesen en general menos terribles que los talleres de las
atender a la demanda insaciable de algodón en bruto por parte de casas, desvanes o sótanos, es verídico, pero resulta tan fuera de lugar
las fábricas de Lancashire. Dejar a los trabajadores no fabriles de la como el consejo del juez bondadoso (mencionado por los doctores
primera época del industrialismo al margen del cuadro de la situa- Chaloner y Henderson contra Engels) a la costurera que compare-
ción, es tan poco realista como lo sería restringir el análisis de los ció ante él. Le dijo a la muchacha que fuese a trabajar a un taller y
efectos sociales de la introducción de la máquina de escribir, a los que no siguiese haciéndolo para intermediarios explotadores. Pero
salarios y a las diversas categorías de los obreros de las fábricas que (dejando de lado el hecho de que, como muestra Engels, un taller
las producen en grandes cantidades, sin tomar en consideración a de costura de la década de 1840 distaba mucho de ser un lecho de
los mecanógrafos. rosas) la esencia del oficio de las costureras en esa época suponía
Ahora bien: cualesquiera hayan sido las condiciones de la in- la existencia de pocas fábricas. Sin duda, si el juez hubiese sido un
dustria doméstica y de los trabajadores que realizaban sus tareas profeta hubiese podido decirle a la muchacha que un siglo más tarde
fuera del taller antes de la industrialización, esta última supondría la situación sería muy diferente y que las muchachas como ella se
un empeoramiento de las mismas. (Por eso resulta tan poco signi- ganarían la vida como vendedoras en las tiendas, obreras fabriles, ca-
ficativa la práctica de utilizar los informes de la década de 1840 para mareras o empleadas de oficina. ¿Pero acaso con eso le hubiese le-
tratar de probar, como hacen los doctores Chaloner y Henderson vantado el ánimo a ella o a nosotros ante el miserable esoectáculo
[p. XIV], las malas condiciones de los trabajadores domésticos del de aquellos tiempos? ~
TRABAJADORES
«LAS SOMBRÍAS FÁBRICAS INFERNALES» 139
138
Sin embargo, el argumento acerca de la superioridad del trabajo deliberada crueldad: una degradación inhumana, impersonal e "in-
fabril coh respecto al doméstico no afirma sólo que de h~c~o exis- sensible del espíritu de los hombres y mujeres, y una destrucción de
tiese tal superioridad, sino también que la misma debía existir. Est? su dignidad. Quizás esto fuese históricamente inevitable e incluso
pone en evidencia de una manera muy. ~ate~te a sus .auto.r~s; Consi- necesario, pero la víctima sufrió (el sufrimiento no es un privilegio
deremos el siguiente extracto de un v1e10 libro de historia. de las personas instruidas). Y no vale la pena leer lo que pueda
escribir un historiador incapaz de apreciar esto.
A pesar de que a los sentimentalistas les impres~onaba la .rup- Resumamos. En la novela de Thomas Peacock Crotchet Castle
tura de la vida familiar, el comisionado (que investlgab~ _la situa- (publicada en 1831) hay un pasaje en el que las discusiones de los
ción de los tejedores a mano) consideraba que «la felicidad do- personajes de clase alta reunidos en Chainmail Hall son interrum-
méstica no resulta favorecida sino dañada por el hecho .de que pidas por la muchedumbre agolpada ante las puertas: «El capitán
todos los miembros de la familia se amontonen y se empujen per- Swing» ha llegado y los míseros peones rurales se han sublevado.
5
manentemente unos a otros en la misma habita~ióm>. Se~n e~e El reverendo doctor Folliott, un inteligente tory, dice que tal es la
comisionado el hecho de trabajar con un horario regular mducia
prueba del «avance de las ideas», del progreso, que los capitalistas
un progreso' moral en el obrero, al generar en él unos hábitos re-
suelen exaltar: la guerra campesina. El señor McQuedy, econo-
gulares.
Ahora bien: como señala el propio Engels, sin duda los obr~ros
de esa época solían ser ignorantes, estaban embrutecidos Y ;us mi:as
J, mista escocés que representa la pura ideología del capitalismo, dice
que es imposible. ¿Cómo puede conciliarse la guerra campesina
con el «avance de las ideas»? El señor Chainmail, el romántico
eran muy estrechas; y no hay que asombrarse de ello. Sena roman- reaccionario, dice que la causa de tales rebeliones siempre ha sido
tico afirmar que debían tener razón, porque, como sabemos: no les la misma, tanto en las épocas oscuras como en el presente: «la
gustaba ir a las fábricas y sólo lo hacían cuando se les obh~aba, pobreza desesperada». Y el doctor Folliott resume: «Es el resul-
0
afirmar que sus ideas acerca de la felicidad doméstica eran ideale~. tado natural, señor McQuedy, del sistema de marinería estatal que
Al mismo tiempo, es evidente que los observadores de clase media propicia vuestra ciencia [de la economía política burguesa]. Dismi-
que afirmaban este tipo de cosas, y los hist?riador~s que se hace~ nuir las raciones de la tripulación y duplicar las de los oficiales
eco de ellos no tenían la menor idea de la influencia real del capi- es el mejor modo de provocar un motín a bordo de la nave ~
talismo ind~strial tanto sobre los sentimientos como sobre los cuer- apuros, según McQuedy». Así veían Inglaterra los miembros inteli-
pos del pueblo. Quizás el comisionado creía ho~estamente ~~e las gentes de las clases dominantes en un período que ahora algunos his-
familias serían más felices si los hombres, las muieres y los mnos se toriadores intentan blanquear infructuosamente. La descripción es co-
separaban y trabajaban cada uno en una hilandería de comienzos del rrecta, aunque podemos discutir el análisis. Nada de lo que ha hecho
siglo XIX en vez de hacerlo en la casa. Quizá los reformadores que la escuela optimista la ha invalidado. Pero por si acaso estas citas
propiciaron la Ley de Pobres creían ~?nestamente que los pobres de fuentes de la clase dominante pudieran sugerir ideas erradas acer-
mejorarían moralmente con la separacion de las esposas y los ma- ca de quienes hacían ese tipo de declaraciones, conviene citar la
ridos en el asilo; por lo que sé, también es probable que hayan pen- continuación del diálogo. «Ahora no tenemos tiempo para discutir 1
sado que eso aumentaría la felicidad doméstica. Pero en lo qu_e a acerca de las causas y de los efectos», dijo el Dr. Folliott. «Debemos 1
las víctimas de estas ideas atañe, los resultados eran tan. negativos deshacernos del enemigo.» Y los miembros de la clase dominante
(y quizá peores) como si las - mismas hubiesen sido aplicadas con allí reunidos interrumpieron sus análisis, cogieron las armas y se
precipitaron fuera de Chainmail Hall para dispersar en la noche a los
miserables peones.
4. L. Knowles, Industrial and commerci~l revolufions, ed. de. ,1933, ~· 86.
5. Al parecer, al comisionado no 1~ a~~a¡o demasiado la soluc1on consisten-
(1958)
te en proporcionarles más de una hab1tac1on.
'.
..
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 141
mistas», probablemente haya sido la exposición ~ás elabor~~a de sólo como unas pruebas que no cabía soslayar, aunque hasta enton- ,.
la argumentación contra ellos y, por lo tanto, no solo se lo cito am- ces se las había ignorado.
pliamente durante la animadísima. discusión qu~, sobre el te:°1~ se ;~
En la actualidad la mayoría de los historiadores aceptan esta ar- ji~
.,
desarrolló a partir de entonces,1 smo que tamb1en (como qu1za ca- gumentación negativa. Sin embargo, el debate continúa entre quienes lt
1
l. Las principales contribuciones británicas ª. est~ discusión han sido h~sta reales, quienes siguen pensando que puede justificarse la existencia
el presente: D. Woodruff, «Capitalism and the histor.ians» qou~n. Econ . .H~st.,
XVI, 1956, p. 1); W. H . Chaloner, The hungry fortzes (Histo~1~al Assoc1auon, ';. J de alguna deterioración y los agnósticos, según quienes «la índole
Aids to Teachers Series, I , 1957); E. J. Hobsbawm, «The Bnush standard of problemática de la actual discusión ... quizá da pie para suponer que
living 1790-1850» (Econ. Hist. Rev., X, p. 1, 1957); W. H. Chalon~r Y W. f:?· hasta las décadas de 1850 y 1860 no se produjo una elevación
Henderson edición del libro de F. Engels Condition of the worktng class tn
England (Londres, 1958) [hay trad. cast.: K. Marx · y F. Engels, ~.Sagrada substancial, general y demostrable de los salarios reales de los tra-
Familia. La situación de la clase obrera en. In glaterra, .OME .6, Critica? B~r bajadores industriales».3 Sin embargo, se trata de una discusión bas-
celona, 1978]; R. M. Hartwell, «Interpretanons of the mdustnal revoluuon m
England» (Journ. Econ. Hist., XIX, 1959); A. J. Taylor, «Progress and povTi{
in Britain 1780-1850» (History, XLV, febrero 1960); R .. M. Hartwell, « e 2. Hobsbawm y Hartwell, op. cit., pp. 120, 123. Desde la fecha de pu-
rising standard of living in England 1800-185,0» (E.con .. Htst. J?..ev., XI~I, P· ~' blicación _de este libro el debate ha proseguido. Cabe mencionar los artículos
1961); E. J. Hobsbawm, «En Angleterre: Revoluuon mdustr1elle et v1e mate- de J. E. Williams y R. S. Neale en Econ. Hist. Rev., XIX, 3, 1966. Se ha pro-
rielle des clases populaires» (Anna!es, XVI~, p .. 6, 1962); «The standard of ducido un progreso importante respecto de un aspecto del problema: el estudio
living during the industrial revolut10n: A discuss1on», por E. J. Hobsbawm Y de la dieta (véase J. Burnett, Plenty and want, 1966; T. C. Barker, J. C. Mac-
R. M. Hartwell (Econ. Hist. Rev., XVI, p. 1, 1963); E. P . Thornpson, Th~ kenzie y J. Yudkin, ed. Our changing fare, 1966).
making of the English working-class (Londres, .1963 ), parte II [~ay trad. cast .. 3. H . J. Habbakuk, American and British technology in the nineteenth
La formación histórica de la clase obrera, Laia, Bar~elona, 19 / /, 3 ~ols .]. El century, Cambridge, 1962, pp. 138-139.
problema se ha analizado incidentalmente en una sene de otros trabaios.
.,.
"
TRABAJADORES
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 143
142
tante marginal. Sus limitaciones resultan ahora evidentes y para ~a al menos en sus versiones más sencillas, el argumento mediante · el
mayoría de nosotros no tiene demasiada import~~cia si _se pr?du}o cual los historiadores optimistas trataban de evitar la interpretación
una pequeña elevación, una pequeña detenorac1on o bien _mngun tradicional y predominantemente sombría de los efectos sociales de
cambio en los ingresos reales de la mayor parte de los traba¡adores. la revolución industrial, así como las pruebas y argumentos sobre
En la mayoría de los casos probablemente sea suficiente con afirmar los que la misma se apoyaba. Ha vuelto a cargar sobre las espaldas
que, en promedio, los ingresos reales no cambiaron mucho en uno . de los optimistas la responsabilidad de refutar esa concepción tra-
dicional. Pero esto ha supuesto restringir el debate al terreno es-
u otro sentido durante el período considerado.
Sin embargo, puede ser conveniente aclarar qué tipo de pruebas cogido de entrada por los «optimistas»: es decir, el de los cálculos
podrían proporcionarnos una respuesta concluyente, en caso que cuantitativos de cosas tales como los ingresos reales. Con ello se
c~rre el riesgo de soslayar el problema histórico real, problema que
contáramos con ellas. Si tuviésemos cifras relativas al consumo de - f·
carne de una muestra representativa de la población (y no sólo de vieron los observadores originales de la revolución industrial, pero
Londres), podríamos aproximarnos a una decisión. Si pudiésemos que los «Optimistas» dejaron de ver. Los efectos de la revolución
elaborar un índice de paro (o de empleo a tiempo parcial), que pu- industrial sobre los trabajadores pobres son tanto económicos (en el
diera ser utilizado para deflacionar las estimaciones de los salarios sentido estrechamente cuantitativo y material) como sociales. Ambos
reales, también nos aproximaríamos bastante a una decisión; salv? aspectos son indisociables. Y ahora que se ha refutado la pretensión
que los datos acerca del consumo las contradijesen en forma te~nu de mostrar que los beneficios económicos eran tan grandes que
nante. Y si pudiésemos descubrir alguna manera de determmar realmente no había razones materiales para el descontento, ya es
con algún grado de precisión la estructura social y de ingresos de la hora de que volvamos a la perspectiva más amplía y más sensible
población trabajadora británica, eso sería de gran ayuda. Por el que tenían los historiadores anteriores a la era de Clapham.
contrario, el problema no puede decidirse sólo sobre la base de unas La argumentación de esos historiadores ha sido reformulada en ·
estimaciones globales del movimiento de la renta nacional, de unas términos modernos de la siguiente manera: la revolución industrial
estadísticas no representativas (por ejemplo, las que presentan la fue algo malo para los trabajadores pobres (al menos durante varias
renta o el consumo de las clases ricas y acomodadas o de localidades décadas) porque produjo <mnas presiones sobre los niveles de vida
u oficios aislados), y menos aún sobre alguna base teórica a priori. materi~les y de consumo de la masa de la población, al tiempo que
Porque cuando hay conflicto entre la hipótesis y el hecho, y este-~ la obligaba a adaptarse a unos cambios sociales de gran enverga-
timo es cierto, la primera tiene que someterse al segundo; y tamb1en dura» .4 (Vale la pena repetir que esto no entraña -la existencia de
porque no hay ninguna hipótesis a priori en virtud de la cual cabría una tendencia absoluta hacia una deterioración de dichos niveles
demostrar de una manera mínimamente convincente que en los es- aunque probablemente la mayoría de los tradicionalistas creían qu~
tadios iniciales de la industrialización el nivel de vida de la clase hasta · la década de 1840 eso fue lo que ocurrió.)
pobre trabajadora tiene que elevarse o descender en una medida Hasta ahora la discusión se ha concentrado casi totalmente so·
determinada o indeterminada. Desde un punto de vista teórico, la bre la primera parte de esa tesis, y obviamente ha sido fructífera.
hipótesis de una elevación substancial del nivel de vida en ese p~ Si los optimistas tuviesen razón y los pobres, a pesar de su im-
ríodo histórico es la menos verosímil, lo cual no excluye la pos1b1- presión subjetiva de intranquilidad e infelicidad, no hubiesen hecho
lidad de una modesta elevación o de un modesto descenso del otra cosa que llorar durante todo el camino que les conducía a unas
cenas dominicales cada vez más copiosas, entonces el análisis de los
mismo. efectos sociales de la industrialización requeriría evidentemente una
Por consiguiente, el análisis desarrollado hasta ahora no ha sido
inconducente. Por de pronto ha permitido eliminar la hipótesis de revisión bastante profunda. Además, una parte importante de la
una elevación substancial de los ingresos reales medios; aunque ha
dejado indecisa la elección entre otras hipótesis. Ha eliminado, pues, 4. Pollard, op. cit.
LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 141
porque no hay ninguna hipótesis a priori en virtud de la cual cabría una tendencia absoluta hacia una deterioración de dichos niveles
demostrar de una manera mínimamente convincente que en los es- aunque probablemente la mayoría de los tradicionalistas creían qu~
tadios iniciales de la industrialización el nivel de vida de la clase hasta la década de 1840 eso fue lo que ocurrió.)
pobre trabajadora tiene que elevarse o descender en una medida Hasta ahora la discusión se ha concentrado casi totalmente so·
determinada o indeterminada. Desde un punto de vista teórico, la bre la primera parte de esa tesis, y obviamente ha sido fructífera.
hipótesis de una elevación substancial del nivel de vida en ese p~ Si los optimistas tuviesen razón y los pobres, a pesar de su im-
ríodo histórico es la menos verosímil, lo cual no excluye la pos1b1- presión subjetiva de intranquilidad e infelicidad, no hubiesen hecho
lidad de una modesta elevación o de un modesto descenso del otra cosa que llorar durante todo el camino que les conducía a unas
cenas dominicales cada vez más copiosas, entonces el análisis de los
mismo.
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Por consiguiente, el análisis desarrollado hasta ahora no ha sido efectos sociales de la industrialización requeriría evidentemente una
inconducente. Por de pronto ha permitido eliminar la hipótesis de revisión bastante profunda. Además, una parte importante de la
una elevación substancial de los ingresos reales medios; aunque ha
dejado indecisa la elección entre otras hipótesis. Ha eliminado, pues, 4. Pollard, op. cit. 1. .
1 1
TRABAJADORES LA DISCUSIÓN ACERCA DEL NIVEL DE VIDA 145
144
historia británica de comienzos del siglo XIX resultaría bastante ~n- ~ :;; fiaba de la propia expresión «revolución industrial», logró escribir
comprensible: sobre todo el descontento popular durante ese pena- toda una historia económica de la Inglaterra del siglo XVIII sin men-
do que fue singularmente profundo, amplio y desesperad?. Pero cionar esa expresión. Afortunadamente, así como la misma revolu-
la 'segunda parte de la argumentación clásica siempre ha t.emdo una ción industrial, después de haber pasado varias décadas en el desier-
importancia igual 0 incluso mayor que la pr.in;era. Por e}emplo:. _;l to, ha vuelto a ocupar el centro de la discusión histórica y econó-
libro pionero de Engels, escrito en 1844, quiza p~esta mas ~tencion mica, también los aspectos sociológicos de la industrialización han
a la sociología de la industrialización que ~ los m~~les de vida m~ vuelto a suscitar una consideración más atenta. 9 De ahora en adelante
teriales, y con toda seguridad le presta mas atencion que al movi- ya no será posible desarrollar la discusión acerca de sus efectos so-
miento efectivo de los salarios reales.5 J. L.. Y B., Ha~mond, los ciales y económicos como si se tratara de un simple problema vincu-
exponentes clásicos del «pesimismo», ponían igual enfasis sobre los lado con los ingresos reales. '
factores sociológicos.
6 Una vuelta a la tradición revelará nuevamente todo el peso con
Se trata de una actitud realista. Aunque no tomemos e? cuen~a
la parte de explotación deliberada, la dureza de c~razón del neo hacia
que cuenta la concepción pesimista. En la actualidad, esta última no
puede verificarse puramente desde el punto de vista de los salarios
1
~
el pobre, la incapacidad del liberalismo econólll.lco ~a~a dar algu?a reales, y quizá nunca tengamos pruebas suficientes para hacerlo (a
respuesta a sus necesidades soci~les, y otra~ caracteristicas de la ~ pesar de que la cuestión sigue planteada). Sólo podemos afirmar con
dustrialización capitalista de colll.lenzos del siglo XIX, un. lugar comun f: ). seguridad que «el trabajador "medio" se mantuvo en un nivel muy
sociológico afirma que «es típico, sobre todo en sus primeras ~eper próximo al de la subsistencia, en una época en que podía observar
cusiones, que los nuevos modelos ec.onómicos ~mena~en o. quiebren a su alrededor un aumento de la riqueza nacional -gran parte de
las relaciones sociales preexistentes sm proporcionar mmediatamente la cual era claramente el producto de su propio trabajo- y en que
nuevos dispositivos de seguridad capaces de reem?lazarlas».7 Ad:- observaba con no menor claridad cómo la misma pasaba a manos de
más es evidente que la revolución industrial pr oduJ? ,«una c~ta~tro- sus patronos».1º Es probable que esta concepción pesimista pueda
8
fica dislocación de las vidas del pueblo llano». Qmza· sea signifi:ca- ser verificada desde un punto de vista no material -al menos así
tivo que los pioneros de la concepción .«optimis~a» hayan tendido podría hacerlo todo aquél que fuese capaz de apreciar toda la pro-
no sólo a exagerar al máximo los beneficios materiales .~e l.os pob~es fundidad de la dislocación producida entonces en las vidas del pue-
sino también a minimizar la repercusión de la revoluc1on mdustnal. blo llano: capacidad de la que carecían los pensadores del libro de
Tanto Clapham como Ashton insistieron en la n~turaleza gradual Y T. L. Peacock Steam Intellect Society y de la que siguen careciendo
continua del cambio económico; y Ashton, que directamente desean- t:... J sus sucesores actuales. Cuando la presión económica, que mantuvo
los niveles de vida apenas en el límite de la subsistencia durante
5 Se suele pasar por alto el hecho de que Engels no creía que la .revol':1- un período de acelerada expansión económica, se combina con los
ción ·proletaria estallaría en Inglaterra como consecuencia de una ten9encia hio~ efectos de la dislocación social, la argumentación «pesimista» resulta
la depauperación absoluta sino de una tendencia a largo plazo hacia la po an-
'~
., ocial así como d~ las depresiones periódicas y desastrosas. El paro pe- muy difícil de objetar. Más aun: esa argumentación se ajusta a los
~fó:ii~o sintol~rable sería, en todo caso, el catalizador: (Edición de Chaloner Y hechos de la historia de Inglaterra. Desde el punto de vista de una
Henderson, p. 334.) Sus opiniones acerca de los s~larios son _notablemen~e yru- interpretación sombría, el descontento popular de comienzos del si-
dentes. Suponía que los salarios «promedio». estarian yor encima del «mirub-o»
--el cual permitiría «a una familia con varios a'Salar.iados (estar) ~a~tante. iel glo XIX resulta comprensible; desde el de ,una interpretación opti-
de diner0>>- y que podrían estar bastante por enc~a de ese. mmimo si «e mista, resulta prácticamente inexplicable. Sin embargo, la idea de
nivel de cultura de los obreros» impidiese una reducción del ruvel de _los sala-
rios; por ejemplo, «SÍ los obreros están habituados a comer carne varias veces
9. Cf. Neil Smelser, Social change in the industrial revolution, Londres,
por semana» (pp. 90-92). . . 1959, y E. P. Thompson, The making of the English working-class Londres,
6 Por ejemplo The Bleak Age, ed. Pengum, p. 15. 1963. . ,
1: Wilbert E. Moore, Industrializa_tion and labour, Ithaca, 1951, P· 21.
8. Karl Polanyi, Origins of our time, Londres, 1945, p. 41. 10. E. P. Thompson, op. cit., p. 318.
,. ~·
•. f
10. - HOBSBAWM
146 TRABAJADORES
3. El libro de G. D. H . Cole, Short history of the British working-class 5. La~ :fuentes má_s accesibles son las siguientes: Abstract of Foreign La~
movement, 1948, constituye la fuente más accesible para las cifras relativas a bour Statzsttcs (a Pai:tlr d~ 1899); Labour Gazette (a partir de 1894)· «The
Gran Bretaña a partir de la década de 1860. Las series continuas individuales ~rowth of Trade Uruons smce 1913», Int. Lab. Rev., III (1922) p 7g y IV
relativas a cie"rtos gremios se remontan bastante más atrás, pero hay que utili- ( 922), p. 53; W. Kulemann, Die Gewerkschaftsbewegung Jena i'900 di ·
zarlas con mucho cuidado. Para otros países, véase la nota 5. nes ulteriores,. y el d~sigual Int. Handbuch d. Gewerkschaft~wesen/ Va~fo
4. Respecto de las primeras, d. S. y B. Webb, History of trade unionism, Fbras. secundarias con~enen estadísticas útiles; pero ejemplo, para el ·caso <l!
edición de 1894 y siguientes, cap. 3; R. W. Postgate, The builders' history, rancia_, G. Le~anc, Htst: d. mouv. syndical Fran(ais, París, 1937; para el caso
1923, capítulos 3-4; W. Warburton, History of the trade union organization in · R.
Al Italia,
de K Rigola, Stor:a
z · G hdel mov. operaio ita!- ., Mila'n ' 1947·, para e1 caso de
the potteries, 1931, capítulos 3-5; C. Chapman, The Lancashire cotton indus- emarua, · w~~' ese . d. deutschen freien Gewerkschaften, Jena 1922·
try, 1904, cap. 9; Trades Union Congress, Tbe martyrs of Tolpuddle, 1934; para el caso de Belg1~a, E. V:andervelde, Le Partí Ouvrier Belge, Brusela; 1925'.
G. D. H. Cole, «Attempts at General Union 1829-1834», Int. Rev. Social His- fj~ª el caso de Suecia, Sve~sson, W ages in Sweden 1860-1932, Londres: 1935'
tory, IV (1939); respecto de las últimas, cf. las numerosas historias del car- Vi~npar~9~8 casodi?~ Austrulia, J. Deutsch, Gesch. d. oesterr. Gewerkschaften'
tismo. a, Y e aones tenores; para el caso ut: Rusia W G · · h'
t ,' ) Gewerkschaftsbewegung in Russland 1905-1914 (Berlín, 1927\ . rmewitsc '
,,
150 TRABAJADORES
dio de las variaciones cuantitativas se debe sólo a razones de con- de los movimientos sociales en otros países de Europa entre 1899 I!
veniencia, porque al parecer éstas brindan un índice razonablemente Y 1908 o a las de Inglaterra entre 1911 y 1913. Por consiguiente, ¡fi
·11
útil para determinar las variaciones cualitativas, que son más com- no existe ninguna explicación adecuada para este fenómeno; al me-
plejas. nos a partir de 1850. Sólo sabemos que se vincula de alguna manera
Resulta llamativo que los estudiosos no se hayan interesado más con las fluctuaciones cíclicas a corto plazo y probablemente tam-
por estos «saltos». Recientemente los eruditos han investigado un bién con los períodos de cambio económico más extensos, que ac-
poco el período anterior a 1850,6 sin darse demasiada cuenta a veces tualmente muchos investigadores tienen en cuenta: las expansiones
de que sus explicaciones no se aplican a los períodos siguientes. económicas del período que termina en 1815, desde la década de
También existe una literatura bastante amplia acerca de la correla- 1840 hasta comienzos de la de 1870, y desde finales de la de 1890
ción de los movimientos obreros con los ciclos económicos, que hasta la Primera Guerra Mundial, y los períodos de dificultades y
muestra que la magnitud y la actividad de los movimientos aumen- de crisis que alternaron con ellos.
tan en las épocas favorables para la negociación y aflojan en otras
épocas.7 Tampoco estos autores son siempre conscientes de que sus
conclusiones no son aplicables universalmente o no lo son directa- F :)
II
mente. Con algunas raras excepciones,8 el problema se les escapa,
porque la magnitud de los «saltos» no guarda al parecer ninguna Nuestra primera tarea ha de ser la de examinar de qué manera
relación con la magnitud de la oscilación cíclica positiva o negativa los cambios en las condiciones de trabajo y en los medios de vida
de las clases trabajadoras iluminan la interpretación de este pro-
durante la cual se producen, en todo caso a partir de 1850. El
período entre 1868 y 1873 se destacó, como sabemos, por unos blema. Los índice que con más frecuencia utilizan los estadísticos
(los de salarios, coste de la vida y paro) son muy defectuosos; ante
booms de enorme magnitud, pero difícilmente podría afirmarse que
las expansiones que se produjeron en 1887-1890 o 1909-1912 en todo como consecuencia de nuestra profunda ignorancia acerca de la
~anera en que las diferentes clases de la población se ganaban la
Gran Bretaña fueran tanto más grandes que las de 1880-1882, 1896-
1901 o 1904-1907, como para explicar la ausencia de «explosiones» vida y de la manera en que las fluctuaciones económicas las afecta-
9 ban; en segundo lugar como consecuencia de los defectos técnicos
comparables en estos últimos años. En realidad, se ha sostenido que
los grandes «saltos» se producen después de las depresiones excep- ) de los propios índices, que en todo caso muy pocas veces se elabora-
cionalmente graves, que infunden a los obreros el sentido de la orga- ron con una intención similar a la nuestra. Quizás el hecho de que
nización. Sin embargo, aunque éste pudo haber sido uno de los la ~ay.cría de ;sos índices .sean promedios de componentes cuyo
mov1m1ento varia mucho (e mcluso puede marchar simultáneamente
factores actuantes en Gran Bretaña en 1889 -así como en los Es-
tados Unidos en 1933-1937-, obviamente no se aplica al · vuelco en direcciones contrarias) 10 no sea fatal, porque los grandes «saltos»
suelen afectar al mismo tiempo a grupos muy distintos. Sin embar-
6. C. E. Labrousse, Le mouv. ouvrier et les idées sociales en France, Pa- 10. Ver, por ejemplo, D. Chadwick, «Ün the rate of wages in Manches-
rís, s. d.; W. W. Rostow, British economy of the nineteenth century, Oxford, ter and Salford and the manufactur~g districts of Lancashire 1839-1859», J. R.
1948, II parte. Stat. Soc., XXIII (1860), p. 1, qmen muestra que las tarifas salariales de un
7. Por ejemplo, A. H. Hansen, «Cycles of strikes», Amer. Econ. Rev., XI grupo de 6 artesanos calificados de la industria del metal aumentaron en los
(1921), p. 616; N. Barou, British trade unions, Londres, 1947, pp. 86-87, apén- 6 casos; l~s de un grupo de 7 obreros semicalificados aumentaron en 2 casos,
dice VI.
8. Por ejemplo, Horace B. Davis, «The theory of union growth», Q. Journ.
Econ., LV (1940-1941), pp.· 621 ss., pp. 632-633.
9. Davis, loe. cit., p. 623. L·l se mantuvieron estables en 3 r.a§o_s y descendieron en los 2 restantes; mientras
que las de un grupo de tres obreros no calificados permanecieron estables en
'"° y d"'""diernn en 2.
TRABAJADORES i- MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 153
152 '.' 1
go es importante recordar que a menudo oscurecen distU:ciones ~ dores que se ajustan al modelo normal del asalariado que trabaja
fundamentales como la que existe entre el sector de los trabaJadores con tiempo completo, aunque haya diferentes niveles de renta y
que normalmente vivían (al menos en Gran Bretaña) en. c?ndiciones posición social.
de pleno empleo y el de aquéllos que normalmente v1v1~ ~n un Por último, no contamos con ningún tipo de índices utilizables
mercado de trabajo saturado.U Un defecto más grave es el s1gu1ente: para ciertos ~actores importantes que afectan el comportamiento de
para que un índice de salarios o de paro pueda utili~arse, hay que la clase trabaJadora (por ejemplo, la intensidad y la incomodidad del
suponer que se aplica a una clase regularmente asalariada, empleada trabajo) ~ en. el mejor de los casos sólo podemos improvisar unas
de una manera bastante permanente y que atiende la mayoría de sus pocas senes dispersas y parciales.
necesidades mediante compras en dinero contante en un mercado.
Cuanto más retrocedemos a partir del período que va de 1880 a
1913, o cuanto más nos alejamos de países altamente proletarizados III
como Gran Bretaña o Sajonia, los índices con que contamos se vuel-
ven menos representativos. No pueden aplicarse sin las máximas Con unos instrumentos tan frágiles, ¿qué podemos descubrir
precauciones a los trabajadores domésticos, a los subcontratistas o a acerca de nuestras «explosiones»? A pesar de la abundancia crecien-
otras clases de pequeños productores de mercancías en vías .de fu- te del material disponible, podemos descubrir mucho menos a par-
sionarse con la clase trabajadora; o al amplio grupo de trabaJadores t: - ~ tir de 1850 que antes de esa fecha. Alrededor de la década de 1840
eventuales, flotantes e irregulares; o a los trabajadores semiagrícolas. se sitúa una divisoria de aguas cuya naturaleza sólo ahora comienza
a suscitar ' 13 An tes de 1850 -y en ciertos países atrasados
• •mteres.
Por. ejemplo: para un trabajador eventual del siglo XIX la depre-
sión significaría sólo un incremento en la duración de las temporadas también después de esa fecha- los movimientos sociales resultaron
sin trabajo, siempre presentes en su caso, y no una frontera absoluta profundamente afectados por unos incrementos catastróficos y si-
entre el trabajo y el paro; es decir: una diferencia de grado y no de multáneos de la miseria en la población trabajadora, revelados incluso
clase. Para el productor independiente o para el trabajador q~e por los documentos más esquemáticos. Se trata ele un fenómeno tan
realizaba su tarea fuera del taller podía significar sólo mayor trabaJO p!obado que el profesor Rostow ha podido construir un índice legí-
durante más horas para obtener menores resultados, y de ninguna timo, aunque hasta cierto punto arbitrario,1 4 de la «tensión social»
manera el paro. Además, tampoco podemos suponer que el estado para el período q~; va desde 1792 hasta 1850, a partir del supuesto
de que la depres1on y el aumento de los precios de los alimentos
general del mercado de trabajo fuese, m~s o menos e~ ~ismo para
aquéllos a quienes se aplicaban los md1ces de los smd1catos que ~ (fenómenos que normalmente se combinan) inevitablemente indican
para aquéllos a quienes esos índices no se aplicaban. Por lo menos . . un incremento de la agitación. Los profesores Labrousse y Ashton '
han mostrado a qué obedece ese fenómeno. 15 Por entonces las de-
1 ••
meses inmediatamente previos a la nueva cosecha. (Véase el cua- 1812 . . . ludismo en Nottingham noviembre-dicbre.
dro l.) Sin embargo, la «explosión» provocada por la depresión · ludismo en Lancashire marzo-ABRIL
ludismo en Yorkshire feb.-junio (ABRIL)
siguió siendo normal hasta 1850, sin duda mantenida por las políti- t
1816 ludismo y peones rurales mayo-junio
cas de salarios de la época, por el estrecho margen que separaba a -J
1817 tejedores de mantas, «levantamien- COMIENZOS DE
los trabajadores de la miseria (incluso en épocas buenas), por la falta tos» de Derby y de Huddersfield JUNIO
de flexibilidad del sistema de distribución de los alimentos y por 1818 huelgas en Lancashire julio-agosto
otros factores similares. 1819 Peterloo (agitación por la Reforma) comienzos del vera-
no-AGOSTO
16. Los precios locales tendían a fluctuar de un modo acelerado e incon- d~lii;· w:~~Yi~~M{l~~~~º1::19n4~5letth~
, es, .
~~~~~nn~e~~:u;¡~h~ ~~gl~~e~thti~:!tu~
trolado.
17. Pero véase E. Phelps Brown y S. Hopkins, «The course of wage rates 19. Se registran ~oti~es en 36 años de este período.
20. Este cuadro solo mcluye los episodios más ·
in five countries», Oxford Econ. Papers, N.S., II (junio 1950), pp. 234-235, para no ~s estrictamente comparable con el cuadro 1 La;n1fuºr~antes p~r- kr tadto
Ji
una crítica de la concepción ampliamente aceptada según la cual la estructura del masiado numerosas como para poder enumerarl~s convecie~te~en~~- as son e-
salario habría tendido a perder flexibilidad.
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 157
TRABAJADORES
156
cidental durante las dos generaciones siguientes fue desdibujando
CuADRO 2 (continuación) los contornos de la pauta que se daba en la época anterior.
Esa pauta no fue reemplazada por ninguna otra igualmente de-
Parte del año (los
meses «pico» se expresan finida. Por un lado, muchos países, estando cada uno de ellos en un
Descripción en versalitas) estadio de desarrollo económico diferente, entraron entonces en la
Afio esfera de la economía capitalista, y en gran parte de ellos todavía
abril-mayo dominaba el viejo ritmo, mientras que en otros seguía siendo im-
1826 ludismo octubre-noviembre
1830 levantamiento de los peones rurales portante dado el nivel excepcionalmente bajo de los ingresos. L~
enero-MARZO
1830 . . . . campañas por las Diez Horas (en el jacquerie de los mineros belgas en 1886 y las grandes huelgas polí-
norte) 21 noviembre ticas de los años de depresión de 1893 y 1902 son al menos tan
1831 . . . . motines por la Reforma 21 21 mayo importantes dentro de la historia social de este país como la expan-
1832 . . . . motines por la Reforma 21 enero-marzo sión de los sindicatos durante el auge de 1904-1907 .24 (De hecho,
1833 campaña por las Diez Horas •,
expansión acelerada de la Gran Umon enero-abril 1902 foe un año muy importante para las huelgas generales en toda
1834 (¿MARZO?) Europa.) 25 Los movimientos italianos presentan una «pauta de de-
Nacional de Sindicatos
campañas contra la Ley de Pobres enero-COMIENZOS presión» casi clásica hasta bien entrado el siglo xx: en especial en
1837 DE JUNIO, NO- los motines a escala nacional de enero a mayo de 1898, desencade-
VIEMBRE nados por un salto en el coste de la vida comparables con los de la
diciembre-junio
1838-1839 . cartismo vieja época.26 Incluso la expansión principal de los sindicatos en 1901
(MAYO-JUNIO)
puede haber coincidido con una depresión y no tanto con una eleva-
cartismo: levantamiento de Newport diciembre ción de la curva económica, 27 y en 1906 todavía estaba vigente la
agosto
1842 . . . . cartismo: huelga general antigua pauta del coste de la vida.28 En la génesis de la revolución
Gales: motines de Rebecca mayo-junio
1843 . . . . abril-junio rusa de 1905 los períodos de depresión (a mediados de la década
1848 . . . . cartismo de 1880 y a comienzos de la de 1900) tuvieron más importancia
inmediata que las repentinas expansiones de la agitación industrial
A . d 1850 las cosas cambiaron. El ciclo económico logró
. p~ur e l· 1 de 1857 fue quizá la primera crisis a escala 24. J. Destrée y E. Vandervelde, Le socialisme en Belgique, París, 1903,
su victoria genera · ª d 1 d 1 ·d a
mundial. El fondo de la depresión y el pico e coste e .ª v1 a y IIª parte, capítulos 1, 4 y 10. Vandervelde, op. cit.
25. Para los casos de Bélgica, Suecia, Trieste y Barcelona, cf. E. Georgi,
. coi'nci'dir De hecho en todo caso se produ10 lo con- r ":) Theorie u. Praxis d. Generalstreiks, Jena, 1908, pp. 52, 57 y 89; A. J. C. Reu-
no ten d1eron a · ' d ·
. 1 d 1853-1855 fue la primera que no pro uJo -gran ter, De Spoorwegstakingen van 1903, Leiden, 1935. Véase también W. H.
trar10: a escasez e fu d Crook, The general strike, Chapel Hill, 1931. Con respecto a· las huelgas gene-
agitación en la mayoría de los países,22 puesto que e compensa a rales en Rusia en 1902-1903, cf. J. Mavor, An. econ. hist. of Russia, Londres,
or el pleno e~pleo excepcional generado por ese boom monumen- 1914, II, libro 7, cap. l.
~al.n De todas maneras la desaparición de las h~mbrunas y la amor- 26. N. Colajanni, L'Italia nel 1898, tumulti e reazione, Milán, ed. de 1951,
capítulos 3 y 11. Para una lista detallada de los motines, cf. Almanacco Socia-
tiguación de las fluctuaciones del coste de la vida en la Europa oc- lista de 1899.
27. El libro de E. Lemonon, L'Italie écon. et sociale 1861-1912, París,
21. Afectadas por el calendario( del Parllamoendt~i Píamente) véase A. Frilli,
1913, pp. 159-178, presenta pruebas en ambos sentidos. Acerca de las «explo-
22. Acerca de las exc~pciones como e cas ' siones» sindicales de 1901, cf. M. Bettinotti, Vent'anni di movimento operaío
genovese, Milán, 1932, pp. 54-55, 63, y las cifras admirablemente completas
I partiti popolari, Flor~nc1i, 1xoo, 1?· 22. tendieron a convertirse en períodos incluidas en Origini, vicende e conquisti delle organizzazione operaie aderenti
23. Por el contrario, as . epres1~nc~ntrarrestar de ese modo el efecto del alla Camera del Lavoro in Milano, Societa Umanitaria, Milán, 1909.
de descenso del coste dD~bbv11~u~ies in the development of capitalist?t, .Lon- 28. Vf>:g~~ Ja recensión de A. Boscolo, «l moti del 1906 in Sardegna», Mo-
~~~~ Í9~6,' ;:3J':!· (Ey trad.' cast. Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, vimento Operdío, II (junio-julio 1950), pp. 9-10.
Siglo XXI, Madrid, 1976].
TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 159
158
\
a finales de la década de 1890. Por supuesto, en países como G~:n
de advertir el ritmo singularmente sincopado de los «saltos» sindi-
Bretaña tampoco desapareció por completo la pauta de depres1on cales europeos entre 1889 y 1914, en especial el hecho reiterado de
después de haber perdido su primacía. Se ha señala~o que las cam- que los momentos de mayor énfasis en Gran Bretaña ( 1889-1890 y
pañas por el sufragio, incluso después de 1850, t.endian. a recrudece.r 1911-1913) se produjeran en medio de unos picos mucho menos
en épocas de depresión, en las que las formas mdustn.ales de acti- acentuados en los otros países de Europa. 33 Fenómenos similares
vismo no eran oportunas,29 de la misma manera en que incluso antes pueden observarse en las expansiones sindicales a escala mundial de
de 1850 las expansiones sindicales (que a veces sólo tenían una r;- . la segunda parte de la década de 1930, bastante menos notables en
percusión local) habían tendido a producirse en los momentos mas Gran Bretaña que en muchos otros países, entre ellos muchas co-
elevados de los booms: por ejemplo, en 1792, 1818, 1824-1825 Y lonias y posesiones británicas.34 Tales cambios se reflejaron en las
1844-1846.3º Sin embargo, sigue siendo cierto que los «saltos» más ideas y las tácticas de quienes creían en la revolución europea o
llamativos tendieron a producirse cada vez menos en el fondo de mundial, que evolucionaron desde las concepciones tradicionales de
las depresiones y cada vez más en los momentos ~e auge cí~lico, de los hombres de 1848 hasta las complejidades de la «ley del desarro-
incremento del empleo o (caso especial de gran importancia en el llo desigual» enunciada por Lenin. Sin embargo, cabe añadir que la
creciente interdependencia política de los países y la fuerza unifica-
siglo xx) de guerra. . ,.
Mucho podría decirse acerca de las consecuencias pohticas ~e dora de fenómenos como la guerra, contrarrestaron en cierto modo
estos cambios, que produjeron una especie de dispersión de la .m- ~ _;; esta «dispersión».
quietud tanto en las diferentes clases de un país como e~ los dife-
rentes países. Por ejemplo, la historia de 1848 bien pudiera haber
sido distinta si la máxima depresión de los países dominados por IV
un ritmo industrial no hubiese ocurrido unos años antes (en 1839-
1842) 31 y si los ritmos viejos y nuevos hubiesen coincidido más en Por consiguiente, no resulta muy fácil analizar el nuevo mode-
todos los otros países de Europa. La historia británic~ de la décad.a lo de «explosión». Por cierto, el análisis de los índices disponibles
de 1880 fue muy influida por el hecho de que los picos del movi- acerca de las condiciones de trabajo es más complejo, a pesar de
miento irlandés (protagonizado por pequeños comerciantes y arren- que permite resolver el problema de la duración precisa de los «sal-
datarios) se produjeron durante las depresiones cíclicas de 1879-1881 tos». En Gran Bretaña, los más fáciles de medir se produjeron. en
y 1886-1887, y no durante el auge de 1889-1891, como los ~el los momentos de alza de los ciclos económicos, pero al parecer co-
movimiento obrero británico. El observador tampoco puede deJar ¡;:; ~
32
29. Sin embargo, la distinción neta entre acción industrial y acción polí.ti· período de ~an prosperidad. (Véase los manuscritos de la correspondencia de
Cobb, _en Wilts A:~h. a;id Nat. Hist. Soc. Library, Devizes.) En 1839, cuando
ca resulta artificial; sobre todo en los otros países de Europa, _?onde ~i:os sin-
dicatos permanentemente débiles solían apoyarse en las campanas pohucas.
el carusmo de amon directa domif1a~~ en estos últ~mos (P.R.O. Home Office
30. Para las expansiones previas a 1824-1825, sólo. contamos con prue~as Papers, I_!:.0. ~0/40, 40/48), la agttac1on rural (medida por la quema de almia-
fragmentarias y aproximativas: por ejemplo, en A. Aspu.:all, The. e_arly Eng~zsh !es y danos similar~s) atravesaba el período más bajo de la década (véase el
trade unions, Londres, 1948, pp. 7, 246-313; Cole y F1lson, Brztzsh work~ng mforme I?ªr!amentano ,anual, «Numbers of criminal offenders» de 1834 ). Entre
class movements 1789-1875, Londres, 1951, pp. 149-158. Para 1824-1825, vease esos ID?Viffilentos, _las areas de agitación en 1830 y 1839 cubren la mayor parte
ibid., p. 241; S. y B. Webb, op. cit., pp. 98-100. Para 1844-1846, Cole Y Post- del pa1s, pero casi nunca llegan a superponerse.
:33: Las princi~ale~ excepciones en los otros países de Europa son el recru-
gate The common people, Londres, 1946, pp. 316-317. , deClIDle~to de la agitación obrera en Rusia en 1912 y la huelga general de 1913
Jl. Bélgica, el otro país industrializado, al parecer fue afectado ~olo en
en Bélgica.
parte por la crisis de comienzos de 1848. Véase J. Dhondt, ~<La Belgique en 34. · H . A. Marquand, ed. Organized labour in four continents Londres
1848» Actes du Congres Historique de la Rév. de . 1848, Pans, 1948, p. 120.
32'. En el sur de Inglaterra encontramos un e1emplo tem¡;f-&..'10 y destaca- 1939; V. Thompson, Labor problems in south-east Asia1 Yale 1947'. K Kuri~
do de esto. En 1830 la agitación de los peones rurales se detuvo a unas pocas
ha~a, [Abo_r in t~e Philippine economy, Stanford, 1945; S. D.' Punekar,· Trade
millas de los centr~s textiles, tradicionalmente rebeldes, que atravesaban un ; ,? unzonzsm zn Indta, Bombay, 1948, subraya este aspecto.
CUADRO 3 MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 161
1860 ia familia obrera disponía de menos dinero. Las est~d1stlcas en las primeras etapas de estos booms los salarios iban rezagados
de la sociedad de los Oddfellows así lo confirman: la cantidad de con re~~ecto a los precios, mientras que el descenso del paro y · 1a
renuncias a la misma aumentó notablemente entre 1864 y 1869 Y expanston de las horas extra u otras formas elásticas de ingreso aún
37
hasta 1871 no comenzó a descender en realidad. El incremento del no llegaban a compensar el aumento de los precios.
pauperismo fue suficientemente notable como para provocar un mar- La situación del paro es más compleja. No sabemos casi nada
cado endurecimiento de la administración de la Ley de Pobres en acerca de los primeros años de la década de 1830, salvo que hasta
1869 y 1871,38 porque ese incremento era atribuido (sin ninguna 1833 el paro aumentó entre los fundidores de hierro, un sector
clase de pruebas) a la aplicación irresponsable de esa ley. Al ~are- favorecido de la clase obrera.42 Sin embargo, en general tiene que
cer el período más rígido se produjo en 1870. Las pruebas dispo- haber descendido a partir del pico de 1832, aunque quizá no en el
nibles acerca de 1886-1889 son un poco más débiles, pero resultan caso de los obreros perjudicados por los cambios tecnológicos. En
suficientemente sugerentes. La declinación de los salarios · reales du- 1871 el paro aumentaba desde ya hacía un par de años en las in-
rante los años previos a 1911 es cosa conocida. Acerca del est~ dustrias del metal; mientras que en la construcción, la industria grá-
39
40. B.M. Add. MSS 34, 245 A y B. Los ~armes sólo ~epresentan apenas - ¡'
unas pocas áreas, sobre todo las ciudades textiles de Escooa y del oeste de 44. ]. R. Stat. Soc., LXVII (1904), p. 58.
45. W. H . Beveridge, Unemployment, ed. de 1930, p. 429.
Inglaterra.
164 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 165
..
Lamentablemente no es fácil comparar esta situación con las de t .")· anormales de los períodos bélicos; fenómeno que puede ser consi-
otros países. Los datos son más escasos 46 y, dada la menor industria- derado como un caso extremo de los procesos que hemos estado
~esc~ibiendo. Este difícil campo de estudios requiere unas inve~-
51
lización de las otras áreas, resultan menos representativos de las .
clases que se adhirieron a los movimientos obreros. Teniendo en tlgacwnes mucho más intensas.
cuenta su estado, esos datos coinciden bastante. Por ejemplo, las ci- Tampoco es posible realizar ninguna estimación de los cambios
fras relativas al consumo y las pruebas generales sugieren un aumen- anuales
, en la d intensidad Y en la incomodidad del trabaJ· o en ninrun
b
to temporario de las dificultades laborales hacia finales de la década pais e_uro~eo urante este período, hasta que se hayan hecho unas
de 1860 y comienzos de la de 1870, al menos en Prusia.47 En el mvestigacwnes Y unos cálculos trabajosos, y probablemente inútiles.
caso de Sajonia, algunas cifras relativas al consumo de carne per ~~ muy probable que esos cambios tengan una importante vincula-
capita nos sugieren lo mismo para finales de la década de 1880 y cron con las «explosiones». Contamos con algunas pruebas generales
acer~~ de este asunto Y resulta interesante que los períodos de «ex-
52
para la década de 1890.48 En el caso de toda Alemania y de algunas
ciudades muy distantes entre sí lo mismo parece aplicarse al perío- plosion» suelan cae~, dentro de los pocos períodos en los que las
do 1904-1906.49 Un problema distinto es el de determinar cómo demandas. de reduccion del horario de trabajo (que en este período
conviene valorar estos y otros índices aislados y engañosos.50 Quizá c~be ~onsiderar en general como tales) 53 desempeñan un papel sig-
valga la pena señalar q~e los primeros pasos en la organización la- ~cativo en las luchas obreras: en Gran Bretaña pensamos inme-
boral de los países asiáticos aparecen globalmente asociados con el t .) diata~ente en los co!11ités para la reducción del horario de trabajo
retraso de los salarios respecto de los precios durante los booms ª comienzos de la decada de 1830, en la campaña en favor de las
. nueve horas de 1871-1872 y en la campaña en favor de las ocho
horas.~ finales de la década de 1880 y comienzos de la de 1890.
46. Las cifras acerca del paro son escasas hasta la década de 1890, y hasta
el siglo xx no resultan muy útiles. El material utilizado para establecer las Tambien podemos ª?reciar la importancia de este factor si compa-
cifras del consumo es bien analizado en el libro de K. Apelt, Die Konsumtion r~mos el comportamiento de los grupos cuyo trabajo se había inten-
d. wichtigsten Kulturlaender, Berlín, 1899. Las cifras relativas a los salarios y
los precios son más abundantes, pero el análisis de los niveles de vida de la
s~cado con el de los grupos que no habían sufrido ese proceso. Por
clase obrera británica en la primera mitad del siglo pone en evidencia los eJ~mplo'. las e~celentes cifras presentadas por Simiand revelan la
riesgos de manipular los índices de los salarios reales. exi~te~c1a de clilco grandes períodos de activismo obrero en los dos
47. Apelt, op. cit., p. 22 (pan), p. 95 (café); F. Mehring, Gesch. d. deut- yac1m1entos carboníferos del norte de Francia entre 1850 1902.
~l cu~dro ~,
schen Sozialdemokratie, Stuttgart, 1898, II, pp. 320-321. Pero J. Schmoele su-
giere la existencia de una mejora de las condiciones de vida (sin aducir prue- muestra que los yacimientos en los que se profujo una
bas), en su libro Die sozialdemokr. Gewerkschaften in Deutschland seit d. Er- " ) mt~n.sificac10n del trabajo eran aquéllos en los que había mayor
lass d. Sozialistengesetzes, Jena, 1896, p. 39.
48. R. Martin, «Fleischverbrauch im Kgr. Sachsem>, Ztschr. d. Kgl. Saer.hs. ... activismo obrero, hasta 1893. (La última expansión sindical la d
Statist. Bureaus (1895), pp. 119 ss., 150; «Stoerungen im deutschen Wirt· 1900-1902, se produj~ ~n un momento de rápida mecanizaciÓn y d:
· schaftsleben», Schriften d. Vereins f. Sozialpolitik,, vol. 109 (1903), pp. 5, 238. un descenso del rendimiento per capita, de modo que no se ajusta
49. «Kosten d. Lebenshaltung in deutschen Grosstaedten», Schriften d. V.
Soz. Pol., vol. 145 (1914), I, 93 (Hale), 211 (Leipzig); 145, II, 58 (Barmen);
145, IV, 49 (Chemnitz), 384 (toda Alemania). Cabe destacar la notable con- 51. B. Shiva Rao, The industrial worker in India, Londres, 1939, p. 181 · _
cordancia entre los desplazamientos producidos en estas series. Sen Katayama, The labour movement in ]apan Chicago 1918 p 36 i
50. G. Moreau (Le syndicalisme, París, 1925, pp. 312 ss.) y C. Tyszka período de la guerra chino-japonesa, 1896-189Í. ' ' · ' para e
(Loehne u. Lebenskosten in Westeuropa im 19 ]h., Leipzig, 1914, p. 21) su- 52. Cf. L. Dechesne, L'avenement du régime syndical a Verviers p ,
gieren la existencia de importantes incrementos en el coste de la vida en París 1908, pp. 102 ss., acerca de la importancia de la lucha contra el · t ar~s,
hacia finales de la década de 1880 y comienzos de la de 1890. Sin embargo, no dos telar~s» en la génesis del estallido de 1906. Se trata de una d:s1Ja~m~ca~
contamos con datos acerca del consumo utilizables para los casos de los centros monografias consagradas a una «explosión». sindical. p
1
urbanos o industriales de Francia, porque las estadísticas del octroi respecto 53. Estas de-':Ilandas yueden ser a veces unas demandas disimuladas de .J
de ciertas ciudades (Bulletin de Statistique et Legislation Comparée, anual) son Dument.~s de salanos med!.ante el pago de las horas extra. Pero durante la Gran
muy difíciles de utilizar. Hace poco tiempÓque se ha iniciado el estudio serio epr~s1~n d~, Gran Bretana a menudo se trataba de unas demand di · 1 d
de estas fuentes: cf., R. Laurent, L'octroi de Dijon au XIX siecle, París, 1955. de distnbuc1on homogénea del paro. as s1mu a as
,il
166 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 167
del siglo XIX, el análisis se simplifica por el hecho de que, grosso motor Diesel (más elegante) e . , pa externa, o bien con el
modo, sólo tenemos que considerar las economías en proceso de
., p ' uya exp1os1on se produce por la .
compres10n. odemos encontrar ejemplos d b . . tnlsma
crecimiento y podemos soslayar las grandes modificaciones intro- todas maneras el cid , . e am as sltuac10nes. De
ducidas por las etapas ulteriores del desarrollo económico. Hasta cionan como bujía d~ :~ºc~~:1~~- o los acontecimientos políticos fun-
1914, la intervención activa del gobierno se limita principalmente, Una vez hechas todas las simplificacio ºb
pues, a la creación de un marco legal para la negociación industrial, sigue siendo comple ·0 Por . . nes posi les, el fenómeno
1 · consiguiente q · ' l ·
a funciones de policía, a las relaciones con sus propios empleados enfocarlo sea partir de un d . ' mza ª me1or manera de
(que, salvo en el caso de los ferroviarios, no constituyen un sector 1890 G B - a etermmada «explosión»: la de 1889
en ran retana Aunq , 1 . -
importante de la clase obrera), a la interferencia ocasional en los gran- 1 . · ue esta sue e asociarse con la huelga d
os portuarios de Londres, con la organización de los obreros e
des conflictos y a ocasionales gastos de fomento producidos por ad-
ministraciones de izquierda como las de Waldeck Rousseau en Fran-
~~alifica~os
0
J
con el «resurgimiento del socialismo» en realidad f no
ª casi to os los sectores industriales ·del país ' ª :e-
cia y las de Zanardelli y· Giolitti en Italia, tendentes a estimular las dad de industrias y t , d b Y ª una gran vane-
incipientes expansiones de los movimientos sociales. La formación ~ -, muy diversas.6ª ca egonas e o reros de preferencias políticas
·<"
de vastos conjuntos de empresas durante el período que estamos con-
siderando todavía no ha desembocado en la creación de importantes men~o~e:o~ dispo;er los difer~ntes grupos afectados por este fenó-
monopolios mixtos con el sector obrero,65 sino que, al inclinar la mis argo e una especie de espectro. En un extremo del
balanza de la negociación francamente a favor de los patronos, suele por~~ ~n~ontram~s. a aquellos cuya «explosión» estaba determinada
intensificar la actitud tradicional de la dirección empresarial respecto de la ~le o ~ono~1~0 (dentro del contexto particularmente amplio
a los sindicatos. Por entonces sólo comienzan a desarrollarse el re- ran epres10n), por ejemplo los mineros del carbón
obreros de las industrias pesad t dº . l y los
conocimiento formal de los sindicatos, la negociación colectiva ins- as ra 1c10na es. en el otro t
encontramos grupos como los obreros del ' . ex remo
titucionalizada, etc.66 cíclicos apenas afectaban De h h l gas,, a qmenes los cambios
Esto no supone que nuestro análisis no pueda aplicarse, mutatis tuaban entre ambos ext~emos ec o, a mdayona de los grupos se si-
mutandis, a las etapas ulteriores. Aunque cabe esperar que cada fase ' a pesar e que los factores cíclicos
del desarrollo económico tenga sus propias pautas de acumulación y ·
de ignición, existe una cierto aire de familia entre todas ellas.67 No ;; ' que no es posible pasar en form · [. . .
lo nuevo». (J. A. Schumpeter Th~ocont¡nua m~mtesimal steps] de lo viejo a
68. Todavía no contamo~ con :;ino eco'{;¡ ev_elopment, p. 64 n.)
65. El análisis de las interesantes excepciones a esta tesis nos apartaría del del «nue".o sindicalismo» de 1889-1890 gGa oh stona adecuada de la explosión
eje de la presente argumentación. mente floJa acerca de este tema Jos . . ra. de B. y S. Webb es notable-
66. Los Manuscritos W ebb (Coll. EA. VI, Biblioteca de la London School valor~ci~n del problema (como ~l artf~1~nt~! ~c1Etes de establecer una nueva
of Economics) contienen una :nteresante lista de los sindicatos británicos que, m Britam 1889-1890» Econ Hist R d · P. Duffy, «New Unionism
320) no añaden nada trealm~nte i~te ev., segun. a serie, XVI, 1961, pp. 306-
a comienzos de la década de 1890, tenían o no acuerdos con los patronos a
nivel nacional, local o por talleres. Acerca del predominio de los acuerdos lo- problema de la discontinuidad E r
resante sirven más bien para eludir el
cales y por talleres (donde los había), véase H. Koeppe, «Fortschritte d. Arbeit- algunos aspectos de esta explo~iónn E~~~ ]ªPI~~los .de <leste ?bro se consideran
starifvertrages in Deutschland, Oesterreich, etc.», Jrb. f. Nationaloek. u. Stati- teresantes, cabe señalar Jas siguientes: R. p ª& istonTh el .smdicalismo más in-
stik, XLIV (1912), p. 362; D. Saposs, The labour movement in postwar France, J : W. Jefferys, The story of the engineers .Lo not, e mzners, Londres, 1948·
Nueva York, 1931, pp. 190 ss. ctt.; A. Fox, History of the National U . ' fnc;es, 1945; R. W. Postgate, o/
67. Cabe aducir que muchos procesos sociales se ajusta" a esta pauta, que 1957, Oxford, 1958; P . Bagwell The ~~~/1w o oot and Shoe Operatives 1874-
algunos denominan la de «la transformación de la cantidad en calidad» y otros ~hort history of the General Unfon of T 1?wn, kLondres, 1963; B. Turner
describen como un cambio «que desplaza su punto de equilibrio de modo tal ~
. B. Suthers, The story of Natsopa, Lo~~:e:, 1;{9.ers, Heckmondwike, 1920(
TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 173
172
ue los afectaban no eran unas rachas periódicas y ~ruscas ?e
par,o {¡,. \, , ;,¡ 1830, y el de las minas de carbón (sometido a escalas movibles) sí
q reducciones de los salarios durante las depresiones, smo mas «estallaron» .72 . I,:
o unas d ·, , · d · tas y frag Por consiguiente, podemos concluir que los factores de depresión
bien la incidencia de unas formas e presion mas 11,1 uec .- 1.~11
mentarías creadas por los patronos para tratar de evitar ~.a tendencia a largo plazo (tal como se expresaban en los ciclos producidos du- .,1
. 1 di minución de los márgenes de beneficio. Los mo- rante esos períodos) ayudaban a acumular material inflamable en vez 1
genera1 h acia a s b t 1 •.I
vimientos determinados por el ciclo comenzaron astan te, an es e de prenderles fuego directamente. Sin embargo, cabe recordar que
estallido principal: en el caso de los mineros, con la caida .de los la presión directa ejercida por la Gran Depresión sobre la clase obre-
· d t del carbón· en el de los obreros de los astilleros, ra británica fue bastante más suave que en el período comprendido
precios e ven a ' d · d ·
inmediatamente después del año más desastr?so e es~ m ust~~a; en entre 1815 y 1847 o entre las guerras. Por supuesto, tales presio-
el de los obreros de la industria del algodon, todavia a~tes. .Sor- nes no se limitaban a los períodos de depresión secular. En los perío-
prendentemente, estas explosion~s tuvieron. pocos efec~os mmediatos dos de expansión secular quizá los patronos tuvieran menos razones
sobre el resto del país, que espero que la chispa proce_d1ese ~e los;~~ para atacar en forma directa las condiciones de la clase trabajadora,
rineros, portuarios y obreros del gas, .un p~r de anos ~as tar e. pero los efectos indirectos de las actuaciones empresariales pueden
Además, siguieron conservando una cierta mdependencia con res- haber sido igualmente graves: por ejemplo, los cambios en la orien-
pecto al movimiento principal; aunque a veces, .como en el caso de tación de las inversiones. En la sección IV ya se han considerado
los mineros en el congreso sindical o Trade. Unz~n Congress (TUC), IC '""~ brevemente esos factores en la medida en que afectaban las condi-
. se aliaron al mismo para plantear unas exigencias co~1mnes ( 188~- ciones de los trabajadores y los salarios (factores que aquí no es
1893) El único .sindicato importante de obreros no calificados no di- necesario analizar con mayor profundidad).
rigido. por los socialistas era el que tenía su cuartel general en los Por otra parte, podemos agrupar nuestras industrias según un cri-
astilleros del noreste.
71
, d d terio distinto. En un extremo de la escala colocaremos a aquellas
Cabe señalar de paso que la «explosividad» era menor allí on e cuyo rendimiento o actividades aumentó sin que haya habido ningún
existían instituciones regulares supuestamente cap~ces de asegurar l.a cambio técnico o de organización significativo, por ejemplo, en el
posición general de negociación de los obreros, asi com~ el mantero: sector de los trabajadores del gas; en el otro extremo colocaremos
miento de su nivel de vida básico. El sector del algodon no estallo a aquellas que experimentaron una rápida revolución técnica del tipo
en la década de 1880, sino que se fue ajustand~ ded m:era. ~ra- que más probablemente afectaría a los trabajadores, por ejemplo la
dual; en cambio, el de la lana (que carecía de ese t;po e sposiuvo manufactura de producción masiva de ropa. Puesto que (a diferen-
institucional), así como el del algodón en las decadas de 1820 Y t. ) cia de lo que entonces ocurría en Alemania o en los Estados Uni-
dos) en Gran Bretaña no se produjo en líneas generales ningún
cambio realmente llamativo en la técnica o en la organización empre-
69. Acerca de los sindicatos de los trabaj~dores de la ~dustr~a Ldbl alg?- sarial, la mayoría de los grupos en este período se sitúa más cerca
dón cf. R. P. Arnot, op. cit., cap. III; H. Pelling, .«The Knights o a our 1~
Brit~in 1880-1901» (Econ. Hist. Rev., segunda sene, IXA,b19J6, pl9~~3J3 Í del primer extremo de esa escala; aunque algunos {bastante destaca-
K. D. Buckley, Trade unionism in Aberdeen 18!8-1900, er een'. R' p · · dos en la explosión, como los fabricantes de botas y zapatos, los
Turner Trade union growth, structure and polzcy, Londres, 1962,. E. .alizeas~,
«Labo~r Federation», Today (junio 1887). A. E. P. Duffy, loe. ctt., an a tn obreros de los tranvías, los electricistas, los obreros químicos, los de
extenso esos primeros saltos. W Th
70. Acerca de los impulsos generados en Lon?res, cf. · orne, Y
M l'f
battles s. d.; Ben Tillett, Memories and reflexzons, 1931; Toro M~nn, Mi;,
e:
1 ,
72. Los principales logros en el sector del algodón fueron anteriores a la
expansión: la constitución de la Unión de Talleres de Carda en 1886 la admi-
· '1923. Smith y Nash, op. cit.; acerca de los del norte, cf. T he ltfe of Si sión en ella de los hilanderos anulares (ring-spinners) en 1887 la co'nstitución
]a°,;;:; Hrelxtif ~scy,;/~¡::;mJs v:~:r~
Sextdn, agitator, by himself, 1?36 ; JXV. 1 de la Asociación de Tejedores Unidos de los Condados del No;te en 1884 y la
negociación de la nómina :final de hilanderos de Bolton en 1887. Comparada con
through life, 1925, pp. 134-136, cap1tu 1os Y , '
19 febrero 1889. la situación de este gremio en la década de 1830 y en 1911-1912 la de 1889-
,-- 71. Véase infra, p. 189. 1890 sólo manifestó débiles signos de «explosividad». '
174 TRABAJADORES MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 175
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TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 177
176
J
o-oría de los artesanos manuales después de su «edad de oro» del ~ calzado (antes del «acuerdo» de 1895) 84 puede ilustrar lo que
;eríodo revolucionario y napoleónico (factor fundamental, por su- ocurre durante un período de innovación técnica; la historia de las
puesto, en los estallidos de la década. de 1830); el brusco d~s~enso
relaciones entre la Federación de Armadores y los sindicatos de ma-
de los ingresos percibidos por los te¡edores .manuales; la cnsis de rineros y obreros portuarios puede ilustrar lo que ocurre durante la
los talleres de los artesanos productores de bienes de consumo: sas· transición hacia una estructura oligopolística.85 Ambas industrias fue-
tres fabricantes de muebles y quizá también obreros de la construc- ron muy afectadas por la «explosión» de 1889. En muchos países,
ció~ · la amenaza que las máquinas representaban para los artesanos el sindicalismo de los mineros y de los obreros textiles se ajustó a
inddstriales: cardadores e hilanderos.80 Sin embargo, encontramos unos pautas similares. Sin embargo, estos subproductos del cambio técni-
desplazamientos hacia la izquierda (de menor importancia pero no co producen material explosivo pero no explosiones propiamente d¡-
81 , • •,
desdeñables) en varios grupos de artesanos, as1 como una ag1tacion chas, aunque es muy probable que la chispa se genere en algún sector
más difícil de definir en el grupo sensible constituido por los tra- de la masa inquieta. ·
bajadores domésticos semi-independientes y los subcontratistas vincu- Además hay factores (inherentes a la tasa de crecimiento indus-
82
lados con las industrias de bienes de consumo. De todas maneras, trial y a la estructura social del país) que impiden una disipación
un cambio en el aparato productivo supone un cambio en la super- gradual de esa inquietud. El sociólogo y el historiador conocen bien
estructura de instituciones y de políticas que se apoya sobre él; pues- a!gunos de estos períodos de retraso . Para mayor brevedad, aquí con-
to que estas últimas son hasta cierto punto rígidas, el ajuste~ no ~ _;; sideraremos una sola clase de tales factores . Las expansiones indus-
resulta probablemente suave ni inmediato. Casi con toda seguridad triales del siglo XIX encontraban no.i;malmente su mano de obra
encontraremos un período de experimentación, tanto por parte de los ( ~alvo ciertas excepciones) fuera de la clase obrera industrial, por
patronos como de los obreros (y, por tanto, de agitación latente o e¡emplo en las aldeas, o bien fuera del sector de los trabajadores in-
manifiesta), antes de que se establezca una nueva pauta .de rel~ciones dustriales permanentes.86 Lo que solía atraer a los nuevos reclutas era
industriales. La historia de estas relaciones en la mdustna del la perspectiva de mejores ingresos y de otros incentivos; por consi-
gmente, durante cierto tiempo eran más fáciles de contentar. (No
. 80. Acerca de la «edad de oro», cf. Cole y Filson, op. ~i~.! p. 20; acerca
por ello tenían que resultar más dóciles: los ex-campesinos tienen
del consenso de opinión sobre la ineficacia de las leyes de .coa~1c1on promulgadas su propio ritmo de descontento, a veces más vehemente que el de
contra los «artesanos», cf. M. D. George, «The Combma~1~m Laws», Econ. los obreros ya establecidos.) En todo caso, no estaban condicionados
Hist. Rev., VI (1936), p. 172. Acerca del fracaso de las coaliciones locales P:U:ª
la negociación, cf. F. Galton, The tailoring trade, 1896, p. LXXXI Y passzm'. para jugar el juego industrial de acuerdo con sus reglas específicas.
H. Mayhew, London labour and the London poor, 1~61-1862, Ill, pp. 232-241. El proceso de su condicionamiento en tal sentido se ha analizado con
fabricantes de muebles. Acerca de los cardadores e hilanderos, cf. E. C. Tufnell, '- ) frecuencia desde la.perspectiva del patrono, pero pocas veces desde la
Character, obiects and elfects of trade's unions, 1834, PJ?· 4~-62~ W. Mar~o~t,
The Marcroft family, Rochdale, 1~89; H. Ashworth,_ An znquzry z'!to the orzgzn, del líder obrero, que también desempeñó su papel en ello. El hábi-
procedure and results of the strzke of the operative cotton sptnners ... 1836- to de la solidaridad industrial ha de ser aprendido, al igual que el
1837, 1838. ,..._ d E · d
81. Jefferys op. cit. IIIª parte, cap. 6; D . M. \3\JO , « conoIDlc an po-
litical origins oí' the Labour ·Party» (tesis inédita, manuscritc;>, Bib~oteca de la 84. S. y B. Webb, Industri~l . democ~acy, e~. de 1902, pp. 185-192, capí-
London School of Economics). El pequeño grupo de gremios ca1?1cado_s _que tulo VII~; ~- Brunner, «The ongms of mdustrial peace», Oxf. Econ. Papers,
participaron en el Labour Representation Committee, de tendencia sc;ciali~ta, N.S. 1 (¡uruo 1949), pp. 247-260; Alan Fox, op. cit.
ante el Taff Vale, estaba integrado en su mayor parte por los que habian sido , 85. L. H. Powell, The Shipping Federation 1890-1950, Londres 1950 ca-
afectados por tales cambios. pitulos 2-3. ' '
82. Por ejemplo, los trabajadores domésticos del gre~o del calza.do .~e ~6. Los estudios ~}emanes son los más sistemáticos: R. Ehrenberg, Krupp-
Bristol y Norwich. L. Dechesne, op._ cit., pp. 131 ss., menciona, una ag1taoon studien III, «Fruehzeit d. ,Kruppschen Arbeiterschaft», Thuenen-Archiv. III
similar entre los fafonniers del greIDlo belga de _la lana en la ~ecada de 1890. (1908), pp. 1-165, y los volumenes «Auslese und Anpassung» en los Schriften
83. «Ajuste» es un término general y relativo. Algunos a¡ustes se lo~an d. V. Soz. Pol., vals. 133-135, I-IV (1910-1912). Los obreros calificados solían
con mayor facilidad que otio~; algunos· ?-º pueden ~~grarse en ab~oluto IDlen- proceder de las bases artesanas.
tras subsista una economía orientada hacia la obtenoon de beneficios.
12. - HOBSBAWM
..~'
TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 179
178 . ',
de trabajar con regularidad durante la seman~;. como tamb', ien 1ª sen- "' . ~ siguió el gran boom de comienzos de la década de 1870, son en gran
satez de plantear exigencias cuando las condiciones son favorables Y parte responsables de las «explosiones» notablemente simultáneas
no cuando la ira las sugiere. Este proceso representa, pues, un ~e- que se produjeron en muchos sitios.
ríodo de retraso natural: hay que esperar a que los nuevos traba¡a- El mecanismo de este proceso puede ser ilustrado mediante el
dores se integren de manera efectiva en el movimiento obrero. Donde caso de los ferroviarios ingleses, que se destacaron en las tres expan-
las industrias desarrollan un núcleo suficientemente fuerte de traba- siones producidas entre 1850 y 1914, y que difirieron de la mayoría
jadores «maduros», como ocurrió durante la Segun~a Guerra Mu~- de los ferroviarios extranjeros a quienes no se les prohibió que se
dial en Gran Bretaña, o donde se ataca en forma directa las co~~l- organizaran, por ser uno de los últimos, y no de los primeros, grupos
90
ciones de la clase obrera, como ocurrió en los períodos de depresion industriales en sumarse a los estallidos. Salvo los maquinistas 'y
secular, ese lapso será menor que donde las cond~ciones se~ulares de los obreros calificados de los talleres, la mayoría de los ferroviarios
1
auge posponen la urgencia de las exigencias organizadas o bien donde procedían de las aldeas o de otros grupos no organizados.9 Además
se desarrollan nuevos centros, como en el aislamiento de Le Creusot, de los factores ya mencionados, la estructura de esa industria forzaba
en las minas de Silesia o en las regiones apartadas de Quebec. El virtualmente la aparición de una pauta explosiva: o bien se organiza-
desamparo la ignorancia pueden prolongar ese período de retraso ban sobre una base general que abarcara todas las categorías y en
0
de manera artificial: ·porque puede ocurrir que los nuevos obreros en una red global (tarea de por sí difícil, que requería técnicas nuevas),
92
las industrias nuevas (o eventualmente obreros ya antiguos), dotado~ e; ) o bien no podían organizarse de ninguna manera. Sin embargo, tan
sólo de viejas técnicas inadecuadas, sencillamente no sepan que pronto como esos obreros llegaron a establecerse, constituyeron in-
hacer. Así en los años que precedieron al estallido de 1834, podemos mediatamente núcleos de activismo laboral, sobre todo en el campo,
ver cómo 'buscan nuevas técnicas de organización nacional o del ám- Y de ese modo ayudaron a propagar la «explosión» de la que forma-
93
bito de un ramo industrial entero para enfrentar unos problemas que ban parte. De un salto, pasaron desde una posición muy atrasada
ponen en jaque los métodos de los gremios · loca1es. Los. prm:eros
87 . a una de las posiciones dirigentes más efectivas dentro del movimiento
años de la década de 1900 están llenos de este tipo de discusiones obrero.
sobre estrategia y táctica en varios países europeos.88 Hay diversos En la práctica, cada «explosión» es una combinación de esos dife-
factores que pueden precipitar esa entrada artificialmente retar~a.da
de los trabajadores en la actividad sindical organizada. Las noticias 90. Acerca de los maquinistas, cf. J. R. Raynes Engines and men Leeds
acerca de la agitación· obrera en otro sitio pueden filtrarse en una 1921, .Y !'J. McKillop, The Lighted Flame, Londres, '1950; para el rest~ de lo~
nueva área y provocar un estallido. Otro tanto pueden hacer. los (" . . ferrovianos, cf. P. B~gwell, op. cit. Au~q~e ya estuvo en activo en 1871-1872 y
l ¡ en 1889-1891, el con¡unto de los ferrovianos no estuvo en plena acúvidad hasta
acontecimientos y las tensiones políticas; por ejemp1o, 1as e eccwnes 1907; Cole y .Arnot, Trade unionism on the railways, Londres, 1917. Acerca
generales francesas de 1936 o el establecimiento de gobiernos pro- del s~to relaavamente temprano de ~os ferroviarios en otros países, cf. Rigola,
.nci'ales del Partido del Congreso en la India en 1937.89 Cabe sos- op. czt., p. 228 ;. V .. Thompson, º?·cit., p. 53; W. Kulemann, op. cit., p. 333;
G .. Chaumel, Htstozres .des chemznots et de leur syndicats, París, 1948; H. A.
Vl
pechar que en la mayoría de los países europeos los acontecimientos Milis, ed., Hor:i collectzve bargaining ~orks, Nueva York, 1942, p. 323.
olíticós y militares de mediados de la década de 1860, a los que 91. Por e¡emplo, H . ~lewellyn-Srruth, «The in:flux of population into East
Lond?n», en C. Booth, Lzfe and labour, III, 58-166; R. C. on housing of the
P
workzng classes, 1885, Q 10, 615; Alfred Williams, Life in a railway factory,
Londres, 1916.
87. G . D . H. Cole, Attempts at General Unio'!s, .loe. cit. . . .
88. Sobre todo acerca de la alternativa entre smdicatos de mdustna Y sm- . ~2 .. Esto e~lica ~l interés general de los sindicatos ferroviarios por el
smdicalismo de mdustna, las huelgas generales y otras técnicas nuevas de lucha
dicatos de oficio. · · d obrera. Véase las obras citadas en la nota 90.
89. Por supuesto, estos acontecimientos no son neces~nam~nte m ep~n-
~3. A~adezco a la señora Florence Hancock la información acerca de la
dientes de las raíces económicas del descontento. laboral. Grmew1ts~h, op. ctt.,
p. 1'45, ·'presenta unas cifras que J?Onen de manifiest.o el efecto e~ttmulante ?e
mani:festac1on de este fenómeno en Wiltshire. Véase también F. E. Green,
A htstory of the English agricultura! labourer 1870-1920 Londres 1920 pági-
los disúntos acontecimientos políucos sobre la cantidad de traba¡adores afilia- nas 118, 253. ' ' '
dos a los sindicatos en Rusia en 1905-1906.
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 181
TRABAJADORES
180 .'.">!
· rentes tipos de pautas: industrias estáticas y en expansión, industrias~ "_ Cabe mencionar brevem~nte un último factor: el papel desempe-
técnitamente inertes y dinámicas, factores cíclicos a corto Y a largo nado por los grupos de agitadores, propagandistas y organizadores
plazo, mecanismos de dilación, etc. Por ejemplo, el movimiento de a~mados c~n nuevas ideas y nuevos métodos, y dispuestos a introdu'.
los mineros no fue sólo una campaña ortodoxa y cíclica en pro de cirlos en arcas hasta entonces inactivas y no organizadas. Sin duda
mejores salarios, sino también (bajo consignas de un salario mínimo las «:xplosiones» ge~eralizadas
pueden producirse sin su presencia;
y de una jornada de ocho horas) un intento de hacer frente a una pre- P_or e1:mplo, los motmes por las alzas de los precios desencadenados
sión a largo plazo sobre los niveles de vida vigentes entre los mine- simultaneamente :n muchas regiones de la Inglaterra del siglo XVIII,
ros del carbón. Ese movimiento también se interesó mucho por el ª.un~ue estos motrnes no presentan precisamente las novedades cua-
desplazamiento de los grupos establecidos, porque (como en el caso litativas de. los movimientos sindicales, tan típicas de la mayoría de
de los marineros) a finales de la década de 1880 se produjo un reclu- las «explosiones». Estas últimas han estado asociadas normalmente
tamiento anómalamente rápido de mano de obra bruta. En el gre- 94
con nuevos tip~s de liderazgo, de organización o de exigencias, efec-
mio de los ferrocarriles se dio una pauta similar a la de los obreros tos a s~ vez srn duda del período de cambio económico que las
del gas,95 aunque agudizada por la situación mucho menos favorable «explo_s10nes» trat~ban de enfrentar: los seguidores de Owen y en
de esa industria y por su mayor vulnerabilidad ante las fluctuaciones. el :arusmo en la decada de 1830, la Asociación Internacional de Tra-
Según la descripción de Beatrice Potter,96 el gremio de los portuarios baJadore~ Y sµs movimientos afines a finales de la década de 1860
de Londres presenta un cuadro casi clásico de competencia por la dis- ~ ) Y.ª comienzos de la de 1870, el resurgimiento del socialismo (mar-
minución de los beneficios de una industria en expansión pero técni- xtsta 0 no ma~xista) a finales de la década de 1880, durante la de
camente estática, y por la consiguiente presión progresiva sobre. la si- 1.890 Y ª co~i~nzos de la de 1900, o bien su ala izquierda revolu-
tuación de los trabajadores. La industria naval, la otra gran pionera · cionaria 0 s~dicalista. Si lo preferimos, podemos considerar esto
de la expansión, tenía problemas similares. Volvemos a percibir en c~mo ot.ro eJ~mplo de esa rigidez institucional que incide en el ca-
este caso el incremento de la vulnerabilidad ante la presión obrera, racter. discontrnuo de _los movi~ientos. Es posible que los líderes y
que produjo el éxito tan portentoso de la huelga de portuarfos de orgamzadores establecidos (por e1emplo, el liderazgo del Trade Unían
1899: entre 1878 y 1888 el tonelaje que entró y pasó por el puerto Congr~ss en la déca?a de 188?) hicieran más por la organización que
de Londres aumentó alrededor de un 35 por ciento 97 (el incremento los ag~tadores marxistas o casi marxistas; pero de estos últimos fue
promedio en otros puertos afectados por la expansión fue mucho ' de quie?es las masas .no ~rganizadas recabaron ayuda y consejo. El
mayor ),9s mientras que de hecho la cantidad de obreros clave califi- nuev.o ~d~razg? cont:ibuyo a dar a las «explosiones, por decirlo así,
cados (por ejemplo, lancheros) declinó.99 En todo el país se acumula- é. l na rndividualidad histórica; hasta tal punto que, cuando se mencio-
ron pilas de material explosivo, listas para encenderse. n~n las explo~i?nes de las décadas de 1830, 1880 y 1910, el lego
. piensa automatlcamente en Owen y en los sindicalistas, y no suele
, estar muy e~terado en cambio de la <{explosión» de 1871-1872,
94. Arnot, op. cit., p. 112. Statistical Abstract 1875-1890, Parl, Pap., 1890. menos llamativa dc:sde el ~u~to de vista ideológico. Dejando de lado
LXXXVIII p. 156 acerca de los marineros.
95. J. :&favor, The Scottish railway strike, Edimburgo, 1891; J. Mavor en el aspecto de .re1ac10nes pub~cas de !ªcuestión, esos agitadores ayu-
Econ. ]ourn., I (1891), p. 204. 1 daron a fundir en una totalidad mas amplia unos movimientos se-
96. En Booth, Life and labour in London, vol. IV. parados, locales, regionales o sectoriales. Los grandes sindicatos na-
97. Parl. Pap., 1902, XLIV: R. C. on the Port of London" P: 232.
98. Una estimación basada sobre los datos de Mulhall, Dictwnary of Sta-
tistics (ed. de 1898) revela un incremento promedio de alrededor de ?n 45 o
un 50 por ciento en el tonelaje declarado y franqueado en Londres, Liverpool, t?dos, pdodujo u~ incremento en las retribuciones de los trabajadores más expe-
Cardiff Newcastle, Shields, Bristol, Hull y Glasgow. tlIDent~ os, capacita;Ios para ~a manip~laci6n de unos dispositivos que de ronto
99.' Censos de 1881 y 1889. También en este caso la vulnerabilidad era bas- se bab1an vuelto mas enmaranados. Vease por e¡"emplo R Willi" Th PL.
tante mayor que la medida según e,ste .criteri?, p~rque el ~um.ent~ ,de l~ com¡,l~ P
ool dock s pro blem, L"1verpoo¡, 1912, pp.' 21-22, e infra,
' · pp. ams,
226-230.e zver-
jidad de un puerto que se expandia sm racionalizar su dtstnbuc1on m sus me- ~
182 TRABAJADORES
MOVIMIENTOS SOCIALES A PARTIR DE 1800 183
cional~s generales de los obrer~s no organizados surgidos . a ~artir ¡s- ·. '-~:
1870, los factores .más importantes quizás hayan sido los procesos
de 1889 fueron aquellos que estaban dominados por el ala izquierda de retraso y las discontinuidades del desarrollo técnico. En 1889, al
(sindicatos de obreros portuarios y de la industria del gas); los que · parecer la situación estuvo dominada por la pauta peculiar de estanca-
no lo estaban tendieron a seguir siendo puramente sectortales o re-
miento técnico de la Gran Depresión, por la actividad comercial en
gionales.100 Además aportaron la fuerza .unificadora ~ás amplia dada expansión y por el descenso de los beneficios. En 1911 cabe reconocer
por las metas y las consignas comunes. Sin los seguidores de Owen la presencia de todos los factores principales, aunque se destacan las
en 1834 o los Seis Puntos del cartismo a partir de 1838, es muy pro- discontinuidades técnicas y el descenso de los salarios reales. 103 Sin
bable q~e las fuerzas muy heterogéneas (y a menudo contradicto- duda un análisis más completo trataría de distinguir unas «familias»
rias) del descontento no hubiesen logrado convertirse en una fuerza más pequeñas de «explosiones» dentro del conjunto más amplio que
nacional única, aunque frágil, y los historiadores quizá se hubiesen hemos considerado aquí : las de los países que estaban pasando de
limitado a señalar la coexistencia de diversos movimientos . En menor la sociedad preindustrial al capitalismo industrial, las del capitalismo
grado, lo mismo vale para consignas como la de la jornada de och? de «mercado libre» y de competencia, clásico del siglo xix,1 04 y las
horas en la década de 1880 y comienzos de la de 1890. En determi- de las economías capitalistas modernas dominadas por el gobierno
nados momentos, grupos como las Internacionales obreras lograron la c~mpetencia imperfecta y la «segunda revolución industrial», ;
incluso imprimir un sello común a «explosiones» simultáneas produ- las diferentes maneras en que el desarrollo desigual de las economías
cidas en diferentes países, aunque quizás hayan sido demasiado entu- t<; :? combina y proyecta a unas sobre otras. Aquí no es posible ni desea-
siastas acerca del alcance de tales actividades. 101 Sin embargo, allí ble realizar esta tarea. Sin embargo, podemos sugerir que la investi-
donde el ímpetu ideológico no se limitaba a las resoluciones de las gación ulterior no se ocupará demasiado de los factores cíclicos (salvo
conferencias y actos similares, no cabía subestimar su capacidad para que, con Kondratiev, optemos por llamar «ciclos» a las diferentes
hacer saltar la chispa de unos países a otros. Así sucedió en 1830 y fases cualitativas de la evolución económica). Los meros factores
en 1848; y la «explosión» de Europa central en 1905-1907 depen- cíclicos de corto plazo explican aparentemente la distribución tem-
dió en gran medida de la de mayor envergadura producida en Ru· poral de las «explosiones» dentro de cada ciclo, pero no explican
sia.102 mucho más.
,_ Ahora podemos tratar de extraer una breve conclusión. Sólo los
análisis individuales pueden revelar la combinación específica de ten-
siones característica de cada una de las «explosiones», y es probable (1952)
que los intentos por descubrir la presencia de una misma combina- ..
ción (y no tan solo de un mero aire de familia general entre las "' ) ·
diferentes pautas) estén destinados al fracaso. Por ejemplo, en Gran
Bretaña, los principales factores operantes en la década de 1830
quizá hayan sido el desplazamiento secular de unos grupos que antes
estaban bien establecidos, así como la presión directa ejercida sobre
los niveles de vida de los trabajadores. En las décadas de 1860 y
103. La información más completa acerca de esta «explosión» se encuentra
100. E. J. Hobsbawm, loe. cit.
en E. H. Phelps, Brown! The growth of .British indus~rial relations, Londres,
. .,
101. La Primera Internacional, sencillamente mediante la orgaruzac10n co-
1959, y1, pero aun conviene consultar el libro de Askwtth, Industrial problems ·
mún· la Segunda mediante manifestaciones de masas espontáneas en favor de
exig~ncias uniforr:ies, en el contexto de las cuales se produjo el l.º de mayo. ~nd disputes, Londres, 1920, Watney y Little, op. cit. y otras obras de la
epoca. '
102. Jrb. f. Nationaloekonomie, 1905, !!· 580, ac~rca de la huelga en lo,s
ferrocarriles checos; Otto Bauer, The Austrzan revolutton, Londres, 1924, capi- 104. Quizás el. 0;.ico caso «puro» de este tipo (no deformado fundamental-
tulo IV, acerca de las huelgas de enero de 1918. mente por la translClon desde la el_'.1pa preindustrial, por la etapa monopolista,
:· ·• o por ambas) sea el de Gran Bretana durante la segunda mitad del siglo.
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El
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LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 18.J
1:
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... . ....
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 189
TRABAJADORES
188
entre unos obreros políticamente bastante inmaduros, que estaban
II tratando de organizar a algunos grupos «débiles» de trabajadores
(portuarios, obreros del gas, de la lana, etc.), y los socialistas revo-
La teoría que tenían los fundadores de. los s~~cato~ gen;;~~ lucionarios de la década de 1880, de cuyas filas procedieron la mayo-
l889 (y sus predecesores) era bastante simple. . «peon»d T' ría (aunque no la totalidad) de los líderes de los sindicatos genera-
~n b de una industria a otra, era incapaz e ut~ 1- les.11 Sería artificial pretender trazar una frontera exacta entre los
mdefenso, ~ue pasa ª d l . d. ali de oficio. Puesto que solo que comenzaron siendo unos «sindicatos» corrientes (como el de los
zar las tácticas ortodoxas e sm icb . sm~ dí recurrir como el
oseía «el valor general de su tra a10», no .P~ a Tillett's Tea Operatives, antecesor del Sindicato de Portuarios) para
p b alifi adm> a diversos métodos restrictivos para lograr unos llegar a tener más tarde una conducción socialista, y aquellos que,
«O rero c c ' d b capaces de «mantener su
márgenes de escasez de su mano . e. o ra , . día hacer como los sindicatos inspirados en las ideas de Owen (y quizá la Fe-
nivel de retribuciones» .s Por cons1.gui.ente, ~o u~ico que
era a ru arse en un gigantesco smd1cato 1unt? con to
Jºo: . . -
aquellos deración Nacional de Trabajadores de Tyneside, 1886-1893 ),U se
constituyeron pensando tanto en unos objetivos sindicales como en
que :odfan convertirse en sus. eventuales esqu1r~les: en ult~a m;e algún tipo de transformación social o moral. Tanta los sindicatos de
b 1·oven del pais que careciera trabajadores «débiles» como los grupos político-industriales tendie-
tanda cualquier h om re, mu1er o li coto
toda ~alificación industrial, para crear de ese modo un amp o ron a desarrollarse casi en las mismas épocas de tensión y agitación
social; y hacia finales de la década de 1880 ya había en Gran Bretaña
cerr:~~·nos limitáramos)>, decía Will Thorne, «a unadinldus;riaqu~~;:~ un nuevo grupo de organizadores y propagandistas socialistas. Sin
. d mo la del gas y si la gente de otras zonas e pa1s embargo, cabe conjeturar que los sindicatos «generales» amplios, a
mina a, co ' d ·' un con-
al margen de la organización, entonces, cuan o ~viesemos drían ser nivel nacional y regional, de 1889 fueron el resultado de un casa-
flic to con alguna de las compañías 9 p
de gas, esos o reros po ,
i iente en teoria no miento entre el sindicalismo de clase de los socialistas y los planes
tilizados para reemplazarnos». or cons gu ' 1 más modestos de los propios trabajadores no calificados.13 La expan-
U . d · d. tos tal como o recono-
h bía nin , n límite para este tipo e sm ica ' . sión de comienzos de la década de 1870 -que en otros aspectos fue
.ª on suis: líderes. El Sindicato de Trabajadores de ~ynesideUn? una importante precursora (a la que no se le ha prestado la debida
~~dó en convertirse en el Sindicato Nacional de Traba~dores m-
dªos Una a rupación puramente regional del sur ~e G es se auto-
de~ominab: Sindicato Nacional de Trabajadores Umdos .de Gran Br~- cados de mineros y operarios de la industria del algodón se encuentran a mitad
- I 1 d . 1 Unión de Trabajadores de Lancash1re se c?nvu- "? de camino entre los «viejos» y los «nuevos» sindicatos (Cole, Short history of
tana e r an a, a . , . radio de
·, 1 Unión de Trabajadores Britamcos, aunque su M British working-class movement, ed. de 1948, pp. 245-246. Cf. también los de-
tlo. ~n ª1i·m1·taba a unas veinte millas alrededor de Piccadilly ( an- bates acerca de la jornada legal de 8 horas en el TUC Report, 1889, sobre todo
accion se , dil t ino mera la intervención de W. Matkin, p. 55.
chester). Estas denominaciones no parecian gran ocuen es s 11. Salvo los primeros líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores Uni-
·, d na situación de hecho. dos, el Sindicato de Trabajadores del Gas de Birmingham (cuyos líderes eran
exp~~~l~ a~~nte, la reconocida debilidad de los «peo~:s)> hi~o. que seguidores de Chamberlain) y quizás el Sindicato Nacional de Trabajadores Uni-
dos, acerca de los cuales puede consultarse el libro de T. J. O'Keeffe, Rise and
g ho más que los «artesanos» en la pres1on pohtica y progress of the National Amalgamated Labourers' Union, Cardiff, 1891.
se apoyaran mue ·, lianza natural 12. Véase el artículo del secretario de ese sindicato, el fabiano E. R. Pease,
en la acción legislativa.10 De esta manera surg10 una a publicado en To-day (junio 1887). A comienzos de la década de 1890 el sindi-
cato se desintegró y sus miembros se adhirieron al Sindicato de Trabajadores del
M Hallsworth Unemployment in Lancashire, Man-
7. s. J. ehaproan y H . . , Gas. Los informes que han quedado se conservan en Brit. Lib. Pol. Sci., Coll.
E. B., CVI.
chester, 1909, p. 83b. I d t . l democracy passim pero sobre todo los capí- 13. El único sindicato que contaba con una verdadera red nacional (el Sin-
8. Véase Web , n us rta ' '
dicato de trabajadores del gas), se apoyaba para ello en gran mediJa"sobre los
tulos X Y XI. Lab A testimonio 24, 943. . ·fi , grupos socialistas locales.
9. R. C. on our, grupo ' t también en éste los grupos sem1cali -
10. Al igual que en otros aspee os,
190 TRABAJADORES
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 y 1914
191
atención) del <<nuevo sindicalismo»- produjo unos sindicatos de ca- ~ ->
puramente tradicional. Cada vez comprendemos mejor hasta qué
rácter mucho más sectorial.14 .
punto la organización industrial británica en el siglo XIX (al menos
Tal era, pues, la teoría. No es posible comp~ender ca~almente sus
hasta la época de la producción en masa y de la «dilución» de las
debilidades si no se tienen en cuenta las creencias de la epoca acerca
diferencias entre los distintos tipos de obreros) estaba realmente con-
de la estructura de la clase trabajadora y sobre todo acerca de la níti-
formada según un modelo de la época preindustrial. Los constructo-
da frontera que habría existido entre los obreros «calific.ados» Y. los
r~s y los mecánicos, los caldereros y los sastres todavían podían ima-
«no calificados», los «artesanos» y los «peones». A primera vista, 1
gmar razonablemente que eran capaces de hacer casas, máquinas,
la nitidez de esta división resulta sorprendente, porque tanto los
economistas de clase media como los de la clase artesanal creían que
barcos y ropa prescindiendo de la ayuda (conveniente pero no indi,s- ..
1
ciertos avances de los grupos semicalificados hacia la posicion social taba endiabladamente difícil de organizar en condiciones de laissez-
de los «artesanos»,23 a finales de la década de 1880 las filas de los faire. Los sindicatos integrados por esta clase de obreros -el sin~
«peones» estaban integradas por una c~ntidad c~d~ v~z mayor de dicato de peones (navvies) en Gran Bretaña, el IWW en Estados
obreros inmediatamente capaces de practicar un srnd:c~smo or~o~o- Unidos-26 se daban por satisfechos si podían conservar algunos cen-
xo y a menudo dotados de una gran fuerza _de negociacion. Lo_ ~meo . tenares de miembros regulares y algunos centros u oficinas regulares,
que necesitaban era el impulso para orgamzarse, y_ la explosion de y por consiguiente si podían reclutar en forma temporaria una can-
1889 se lo brindó.24 Pero incluso el «peón general» ideal ?el mo?elo~ . ·~, tidad masiva de obreros y ejercer también temporariatnente un con-
convencional victoriano (inestable, desplazable de una :~dustna ª trol sobre el trabajo allí donde estallaba algún conflicto. Resultaba
otra, capaz de desarrollar mal que bien sus funciones auxiliares don- difícil mantener más allá del primer arrebato de expansión los cotos
dequiera que se lo asignase) era pr~bableme~te bastante menos a?un- cerrados a nivel nacional, regional e incluso local que para el viejo
dante de lo que se suponía. Ademas, a medidas que se fueron difun- sindicato general representaba la salvadón. Por consiguiente, no es
diendo la mecanización y los métodos fabriles modern_os, los pa~ro- sorprendente que los líderes de esos sindicatos generales hayan mo-
nos llegaron a dudar incluso de que esos obreros care~ies~n efect1va- dificado su política. Lo sorprendente, en cambio, es que no hayan
mente de todo «valor especial».25 De modo que los srndicatos gene- advertido de entrada sus defectos y se hayan aferrado a ella durante
tanto tiempo.
. dic~to de Tejed~res de Algodón, el Sindicato de Operar10s de Carda Y Aventa- cial Committee on Unskilled Labour, 1908, p. 6. ~ .
miento el Sindicato de Conductores de Locomotoras. . . . 26. Acer.ca de la IWW (International Workers of the World), cf. el libro )
24 yPor ejemplo el Sindicato de Estibadores de Card1ff y el S~n~1cato ?e
TrabaÍadores de los 'muelles y del río Tyne obtuvieron un reconoGMWto
mediato y permanente y un virtual. ,régimen ~e ~oto cerrado. (_NU
s:·u-
de P. F. Brissenden, The IWW, Nueva York, 1920, y The decline of the
IW}lí', ~ueva York, 1932. Acerca de los peones camineros (navvies), cf. el
testtmo~10 de John Ward ante la R. C. on Poor Law, vol. VIII, y por ejem-
11!
I~
venir, 1929, p. 13.) Lo mismo ocumo con el Smdicato de Traba¡adores del Gas ll
plC? el rnform~ acere~ de la huelga de la represa de Leighton (Leighton Reser-
r · · voir) en Navvtes Umon Quarterly Report (enero 1914), pp. 31-34. ,¡¡
en varias ciudades.
25 Cf el testimonio de Sir B. Browne ante la Royal ._,c::nrmss1on on
p
ºsr 27. Los problemas planteados por esas secciones mixtas se analizan en la "
Law; ·apéndice, vol. VIII, pp. 86.211 ss., 86.286, 86.299, 86.301; Prof. · obra de J. Commons y asociados, History of labour in the U. S., 11, parte 6,
13. - HOBSBAWM
194 TRABAJADORES LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 195
...,
los díversos oficios, lugares de trabajo, y criterios similares. El Sin- . • peraban los intentos esporádicos (de los delegados del norte y de l~s
dicato de trabajadores del gas (pionero de los sindicatos generales obr~ros de, la const~cción de Londres) de asignarles unas funciones
y el mayor de ellos) 28 constituye un ejemplo de ambas situaciones. oficiales mas compleJas que la mera recaudación de las contribucio-
En la fluctuante área de Londres la organización era general (así se nes. 31
describía en 1897 a 44 secciones de un total de 61 y en 1906 a 37 Sin embargo, fuera de Londres la cantidad de secciones organi-
secciones de un total de 55) o de carácter no específico. Parece evi- zadas por_ofici? o empleo era mayor (al margen de los puertos y de
dente que estas secciones se desarrollaron a partír de los núcleos ori- las pequenas cmdades donde predonimaban) que la de secciones ge-
ginales de fogoneros organizados alrededor de sús fábricas de gas nerales, como muestra el cuadro 2.
locales; pero el líder del sindicato resistió con firmeza los intentos de Resulta claro, pues, que desde el comienzo la masa de adheren-
fragmentar estas aglomeraciones (que a veces agrupaban varios mi- tC:s a. l,os sindicatos generales no se acomodó fácilmente en una orga-
llares de trabajadores) en secciones por oficios, de acuerdo con el ruzac1on preparada ~ara los tr?bajadores móviles e inestables y para
modelo provincial.29 Este sistema tenía la ventaja de permitir que los que no estaban ligados a runguna industria en particular.
esas aglomeraciones cambiasen de carácter en vez de disolverse, cuan- ¿Hasta qué punto, en realidad, esos sindicatos eran organizacio-
do (como fue sucedien~o poco a poco) los primeros fogoneros fueron n~s para el peón «general»? No podemos saberlo, porque este tér-
desapareciendo. Sin embargo, el sistema debió haber sido muy im- ~no es vag? y su significado varía según las regiones y las indus-
perfecto, porque permanentemente lo encontramos combinado con ~ ·:_1 tria~. Ademas, la mayor parte de nuestras cifras se refieren a las
uno u otro tipo de organización «por lugar de trabajo». Dada la secc10nes, Y una sección «general» bien pudo haber consistido en
ausencia de secretarías de distrito, el obrero londinense perdía una un n:er? surtido ~~ oficios varios (demasiado pequeños como para
gran parte de su tiempo recorriendo las obras en construcción, los const1tmr una secc10n aparte) .Y no en una asociación de peones ge-
muelles donde se descargaba carbón y las fábricas, registrando pape- n_e,rales. Desde un punto de vista global, es evidente que la propor-
letas, etc. Una muestra del carácter imperfecto del sistema es el hecho c10n de peones generales aumentó en épocas de expansión 0 du-
de que los miembros del sindicato que reclamaban una indemniza- rant~ las grandes huelgas, en las que se agrupaban en sindicatos.
ción a una gran firma contratista venían de nada menos que de siete En. epoca~ normales esa cantidad debió haber sido pequeña. Las
secciones tan alejadas como West Ham y Battersea.30 Existían ofici- meJores c~ras. con que contamos (extraídas de una lista ocupacio-
nas administrativas (como las que funcionaban en las secciones del nal del Srnd1cato Nacional de Trabajadores Unidos fechada en
1895) dan una cantidad de 1.088 «peones general~s» sobre un
32
Sindicato de Trabajadores Unidos del norte), pero difícilmente pros-
( ~ total de 11.000 afiliados; dos años antes, en ese mismo sindicato la
proporción era similar: 2.700 «peones generales» sobre u~ totai' de
cap. 10 (Asambleas Mixtas de los Caballeros del Trabajo); L. Lorwin, The 22.000, en trece secciones sobre un total de 103 en la costa noreste
American Federation of Labour, 1933, pp. 70-71 (Sindicatos Federales de Tra-
bajadores); y H . A. Logan, Trade unions in Canada, 1948, pp. 347 ss., 389 ss. Y tres sobre un total de trece en Sheffi.eld.33 Realmente no cabe con:
28. Las fuentes más importantes son los balances y estados de cuenta tri- cluir demasiado de unas cifras tan circunstanciales. '
mestrales, y luego los informes de las Conferencias y actas de la Junta Direc-
tiva que han sobrevivido. Acerca del Sindicato, véase los dos Recuerdos del
Jubileo (1929 y 1939), el Recuerdo de Jubileo de su Distrito del Norte (New-
castle, 1939), y las memorias de Will Thorne y J. R. Oynes. No contamos con . 31. Informes de las Conferencias (1892), p. 37; (1894), p. 91; (1898), pá-
una verdadera historia del mismo. En 1924 se fusionó con el Sindicato Nacional 'nb ~Oj (1900),_p. 17. ,Acerca de los funcionarios del Sindicato Nacional de
de Trabajadores Unidos y con el Sindicato de Empleados Municipales para rgª9oª)Ja ores Urudos, vease los informes de sus Conferencias de delegados
formar el Sindicato de Trabajadores Generales y Municipales. Ha absorbido a (l , pp. 7, 20; (febrero 1892), pp. 48-49 .
una gran cantidad de otros sindicatos. _ · . 3t. Infor~e Anual (1895), p. 7. Estos datos se referían a la mitad de los
29. Conferencia de 1890, p. 7. nu~ ro~ fommales, es decir, a dos tercios de los que recibían subsidios
30. Extraído de los informes trimestrales de las estadísticas de indemniza- ,. l 3. n orm~ Anual (1893), pp. 7 ss. Este informe contiene un análisis com-
0
ción de los trabajadores (1904-1905). .;>p eto y muy valioso de las distintas secciones.
' '
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 197
196 TRABAJADORES
~ -'.} Sin embargo, algo está claro: los sindicatos generales, al menos
CUADRO 2
entre 1892 y 1911, dependían mucho más de su implantación e~
Sindicato de Trabajadores del Gas. Cantidad de secciones «generales» · determinadas industrias y grandes talleres que de su capacidad para
en los distritos en diferentes períodos entre 1980 y 1911 34 reclutar adherentes de una manera indiscriminada; dependían, pues
(cabe suponer), en líneas generales, de un tipo de trabajador más
Secciones «generales»
estable y más regular que el que originariamente había tomado en
Parcialmente consideración.35 Por supuesto, esta tendencia fue reforzada por el
Cantidad total o de carácter no
Distrito Año de secciones Totalmente especificado hecho del reconocimiento local que esos sindicatos obtuvieron de los
patronos. Por ejemplo, en el distrito de Leeds del Sindicato de Tra-
Birmingham 1896 (a) . 25 o o bajadores del Gas, los dos grupos «reconocidos» de Tintoreros y
1899 (a) . 33 o o Trabajadores del Gas constituyeron en 1891 doce de un total de
1909 ... 30 1 1 veintiocho secciones; en 1891-1892, diez de un total de veintitrés
Bristol 1891 (b) . .. 10 o o y en 1896, dieciséis de un total de treinta. El cuadro 3 refleja bien
1893 11 o o la fuerza del Sindicato Nacional de Trabajadores Unidos en los as-
1896 11 1 o tilleros de la costa noreste (donde ese sindicato estaba reconocido).
1904 8 o o ~- _) Por ejemplo, mientras alrededor de la mitad de la fuerza que tenían
Lancashire 1903 41 10 10 (b) en 1893 las secciones de obreros generales desapareció, en los asti-
lleros esa fuerza se mantuvo prácticamente estable. Aunque no
Leeds 1890-1891 .. 28 2 o contamos con cifras comparables para los casos de otros sindicatos,
1891-1892 23 9 (c) o
30 7 (c) o es evidente que su situ~ción era similar. La Liga para la Protección
1896 .
de los Trabajadores se apoyaba ampliamente sobre su implantación
Mersey 1891 21 9 2 en el Arsenal de Woolwich (además de su control sobre los cargado-
1896 14 4 o res especializados de grano y de madera de los muelles); los traba.
Costa Este 1909 33 8-9 o jadores del gas de Birmingham, sobre sus lazos con la Corporación;
1 o e incluso los miembros del pequeño Sindicato de Trabajadores Gene-
Noreste 1896 16
36 4 o rales y Maquinistas de Bolton señalaban que «hemos conquistado
1899
1904 .. 37 1-2 o { ~ una sólida implantación en algunas empresas».36
Por supuesto, estos sindicatos fueron en general los más gran-
(a) Fecha en que estaban en vigor las «Birmingham Metal Trade des. Por ejemplo, sabemos que, en una época en que las casi 300
Alliances». secciones del Sindicato de Trabajadores del Gas contaban sólo con
(b) En este caso, se incluye entre las «generales» a una cantidad de sec-
ciones municipales y quizá también a algunos trabajadores mecánicos de Lan- 29.000 miembros, cinco secciones de mecánica, goma, construcción
cashire que hasta 1911 se declaraban «organizados por oficio» (NUGMW Sou- de puentes, algodón y herrería de obra (integradas cada una de ellas
venir, 1929, p. 26). por obreros de una sola empresa), agrupaban en cambio por sí solas
(e) Este dato es equívoco. Por ejemplo, en 1896 las secciones «generales».
incluían hasta seis secciones municipales y una de trabajadores de las acerías.
34. Las cifras relativas a Leeds y a Mersey para 1890-1892 han sido ex- 35. «Why the New Union was founded», octavilla I del Sindicato de Tra·
traídas de los balances publicados en cada localidad (Brit. Lib. Pol. Sci.; Coll. bajadores, 1898 (Brit. Lib. Pol. Sci., Coll. E. B., XI).
¡_ E. B. cv1)- las otras proceden de los Informes Trimestrales. · Los datos sólo
puede'n pre~entarse de un modo fragmentario, porque la descripción de las sec-
36. Sindicato de Trabajadores Generales y a Máquina Unidos, Informe
Anual, Bolton, 1893 (Brit. I..ib. Pol. Sci., Coll. E. B. CVI).
ciones varía según los distritos y los años. -~
k LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 199
198 TRABAJADORES •\,'
42 y 1893 lo- constructores navales del Tyne reconocier~n ~as esca- 45. Conferencia de 1902 (Sindicato de Trabajadores del Gas), p. 16; se-
1 d· dende los' sindicatos (actas de la comisión directiva del Sm?icato de gundo trimestre, 1904, p. 15.
T~abajaJ:re:sNacionales y de la Región del Tyne; marzo, p. 7; abril, p. 10; 46. J. H. Jones, The tinplate industry, 1914, pp. 229-230. A partir de 1900
los sindicatos generales se implantaron con fuerza en esa industria.
Biblioteca del NUGMW · , · d d 1 ·
43 Por ejemplo: en 1892, 1899 y 1902 mas de la nu~a. e os mg~esos 47. Discurso presidencial de W. Beard, en Workers union record, julio
del Si.ndicato de Trabajadores del Gas se gastaron en subsidios por conflictos 1916, pp. 3, 6.
48. «Que todos nosotros deseamos tanto... una unificación de todos los
laborales.
44. Sus informes anuales incluyen cuadros detall ~ dos. E n l'm~as gene rales , trabajador~s»~ Sindicato de ~rabajadores del Gas, primer trimestre, 1897, p. 11.
alrededor del 90 por ciento de los conflictos se soluc10nab.an. pac1ficamente ~o 49. Smdicato de Traba¡adores del Gas, segundo informe semestral 1889-
que demuestra la existencia de un elevado nivel de reconoc1m1ento por parte e 1890), p. 5; segundo informe anual, 1894, p. 9; Conferencia de 1R94. p'p. 117-
118. ,
las empresas).
LOS SINDICATOS GENERALES ENTRE 1889 Y 1914 203
TRABAJADORES
202 ......
d , Ernest Bevin en 1914: «¿Cuál es el problema grave con que Ce grandes fusiones de las que nació el Sindicato de Trabajadores · del
-..t
ecia . f ";> • allí donde los obreros están organizados desde Transporte y Generales y el de Trabajadores Generales y Municipa-
nos en rentamos . . di · 1 les, una vez que el Sindicato de Portuarios (en líneas generales, de
hace mucho tiempo y han logrado imponer algunas con c1ones, e .
acuerdo con el modelo de la organización establecido por Bevin en
patrono hace todos los esfuerzos posibles para atraer. un g~an e~ces¡°
de mano de obra y de ese modo intimidarles».so Si se enta a a . Bristol) hubo desarrollado un esquema que aseguraba la autonomía
movilidad indiscriminada de los obreros, entonces los que est~ban de los diferentes grupos gremiales.53 (Sin embargo, la adopción de
agremiados representaban una amenaza tan importante como quienes un sistema de organización más flexible sólo fue una de las razones
de su éxito; la fuerza que impulsaba a los sindicatos separados hacia
no lo estaban. , · d la fusión era en gran parte la agitación política y revolucionaria.) '
Los líderes de la primera época (que eran escepticos acerca e
li del traba¡· o mantenido por los «peones») no se preo- Por consiguiente, podemos distinguir tres etapas en la táctica
un monopo o d , il ( 0 los de los sindicatos generales: el viejo sindicalismo general de
cupaban demasiado por esto. Los trabaja ores mov es com, .
· ' · quizá también los obreros mecamcos 1889-1892; el sindicalismo «por secciones», cauto, limitado y con-
obreros d e 1a construccion y
. semicalificados de la región central de Inglaterra, que pasaban _Pºr servador, de 1892-1910; y la presión revolucionaria hacia la fusión,
una etapa de expansión y distaban mucho de haberse .establecido) el sindicalismo de industria o la organización «general» articulada
podían seguir pensando de esa manera. (Esto exph~a que J~ del Sindicato de Trabajadores del Transporte moderno, desarrollada
1911-1914 el distrito londinense del Sindicato de :raba¡adores e ~ ::; a partir de las expansiones de 1911-1920. Tanto la primera como
Gas y quizás los voceros del Sindicato de Traba¡adores apoyar~ · , la tercera de estas etapas se planteaba la organización de todos los
la antigua consigna.) 51 Los revolucionarios, que pensaban en t,er- obreros «no calificados», mientras que la segunda renunció en la
minos de militancia de clase (como La~kin y Conno~y ), detectarian práctica (sobre todo por obra de las circunstancias) a ese objetivo
en el restriccionismo el peligro «reformista» y. aboganan por el gra? y se limitó a la organización de los grupos capaces de realizar el vie-
sindicato único. Sin embargo, de hecho, hacia 1910-1914 era evi- jo tipo de negociación. Resulta significativo, por ejem