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AZPITIA- NOTAS

AZPITIA EL COMERCIO

Si buscas un viaje rodeado de bella naturaleza y actividades de aventura, el pueblo de Azpita es


una opción que debes tomar en cuenta. Ubicado a solo una hora y media de Lima, es conocido
por su buen clima durante todo el año y sus excelentes vistas al valle del río Mala.

Azpita ofrece actividades para todos los gustos. Desde tranquilas caminatas hasta paseos a
caballo y cuatrimoto. Otros de su imperdibles son sus platos a base de camarones. Debido a
sus innumerables áreas verdes es perfecta para visitarla cualquier fin de semana con los
amigos o la familia.

En esta galería conoce algunas de las actividades que puedes disfrutar en Azpitia.

---Guía del Viajero-----

¿Cómo llegar?

Azpita se encuentra a una hora y media de Lima.

En auto.Para llegar, ve por la Panamericana Sur hasta el km 80, a la altura de la playa León
Dormido, y luego toma el desvío por debajo del túnel que lleva a San Antonio. Desde ahí,
debes tomar el desvío hacia la izquierda, en la Cl. Pablo Nosiglia, que conduce hasta el distrito
de Santa Cruz de Flores, y continúa el camino de trocha hasta llegar a San Vicente de Azpitia.

En Bus. Sigue la ruta Lima- Mala. Puedes tomar los buses que van a Mala (más conocidos
como “maleños”) y luego tomar una combi o taxi hasta Azpitia. ( Entre S/2 Y S/ 15). De lunes a
sábado los buses te cobran S/. 4.00 y domingos S/. 5.00. Los días feriados el pasaje puede
llegar a costar S/ 20. Se demoran un promedio de 2 horas y media.
Los puedes tomar en: Jr. Leticia, casi al cruce con el Jr Ayacucho, a una cuadra de la Av.
Abancay y a 2 cuadras de la Av Grau en el centro de Lima; Av. Circunvalación frente a Plaza Vea
de Salamanca; afuera de la Facultad de Medicina Veterinaria de San Marcos; Av.
Circunvalación: Paradero Las Viñas, frente al Policlínico de Essalud de San Luis; Av.
Circunvalación con Av. Canadá; Puente Atocongo y Puente Alipio Ponce

A solo una hora y media de Lima se encuentra Azpitia, un lugar en el que no solo podrás disfrutar
de una vista inmejorable al valle del río Mala, sino también practicar distintas actividades de
aventura y probar lo mejor de su gastronomía.

Para llegar, deja Lima y enrumba hacia el sur por la Panamericana hasta el kilómetro 79 a la
altura de la playa León dormido. Ahí toma el desvío a la izquierda que lleva hasta San Antonio.

Si eres un amante de la naturaleza, en Azpitia la pasarás de maravillas ya que cuenta con diversas
zonas verdes, además su plaza es ideal para realizar caminatas cortas.

Anímate a comer en el restaurante campestre El Balcón del Cielo, que tiene una excelente vista
a las áreas verdes de Azpitia. ¿Con hambre? Sus platillos con camarones son otros de los
imperdibles del lugar.

El hotel El Mayoral de Azpitia ofrece una alternativa divertida para demostrar tu resistencia
física. Cuenta con un parque de cuerdas con seis rutas activas.

Otra zona que puedes visitar cerca a Azpitia es Santa Cruz de Flores. En este colorido distrito de
Cañete podrás conocer más de 10 bodegas de piscos y vinos.

A 3km de Chilca, anímate a conocer Las Salinas, que cuenta con lagunas curativas.

De setiembre a diciembre, Azpitia cuenta con un clima con mucho sol. En tu visita , quedarás
encantado con su campiña que alberga manzanos, lúcumos y paltos.

AZPITIA MOCHILEA PERÚ

¡Hey gente! ¿Qué tal? El día de hoy les voy a dar una breve descripción de un viaje imprevisto
que hice con mi mamá y una tía a uno de los lugares más visitados y mencionados por aquellos
que gustan de la buena cocina, en especial de aquella gran variedad de platos que tienen como
gran protagonista al camarón, rey absoluto de la gastronomía fluvial.

En fin, para aquellos que deseen ir a Azpitia, recuerden que las opciones son variadas, caminar
por la orilla del río, degustar deliciosos platos, vinos y derivados de la uva, cremoladas épicas e
incluso el alquiler de bicicletas de montaña y cuatrimotos.
Para poder ir a Azpitia, debemos ir en primer lugar a Mala. Para llegar a Mala tenemos distintas
opciones: la primera y la más conocida es viajar en el Maleño, que antiguamente salía del Jr.
Leticia (espalda de Abancay, altura del cruce con Grau). Si bien los buses ya no salen de ahí, al
menos hay minivan que constantemente (cada 5 ,minutos aprox.) recogen a los usuario y los
llevan a la nueva dirección, a una cuadra y media de la Plaza Manco Cápac. Son
aproximadamente entre 2 y 3 horas hasta Mala. una vez en Mala tienen la opción de tomar
colectivos, minivan o incluso un taxi (te cobran aprox. S/.15) para ir al siguiente destino. En fin,
unos 20-30 minutos más y ya estamos en Azpitia.

En realidad, Azpitia es para relajarse, no es como los otros destinos a los que estoy
acostumbrado (y alos que los he acostumbreado tambien, jejeje), en los que hay que volar de
u lado al otro, para conocer al menos un 30% del lugar y no irnos con la terrible sensación de
que no conocimos nada.

Como sea, el tema es que hay puntos y actividades bien diferenciadas sobre qué hacer en
Azpitia. Un pequeño resumen:

RELAJO: Se pueden realizar tranquilas caminatas por el pueblo, en especial por el camino que
va paralelo al río Mala, desde donde podemos apreciar la belleza de este valle.

DEPORTES DE AVENTURA: Otra opción de pasar un buen momento en Azpitia es realizar


ciclismo de montaña (hay un lugar ubicado a una cuadra de la plaza de armas donde alquilan
las bicicletas por un promedio de S/.10.00 la hora).

GASTRONOMÍA: Es obvio que vamos a Azpitia a comer, si ya sabemos que es un destino


gastronómico en sí, y además tiene fama de ser uno de los mejores lugares para comer
camarones. CAMARONES, o sea, el MÁXIMO REGALO DE LA NATURALEZA. Tenemos una gran
variedad de restaurantes y algo más. Ese "algo más" es una de mis cosas favoritas en el
mundo: CREMOLADAS. Las tenemos de todos los sabores y honestamente son geniales,
principalmente, una que está al frente de la plaza de armas. Precios regulares (S/.3 - 5).

HOSPEDAJES: Si lo que buscan es quedarse y pasar la noche hay gran variedad de hospedajes,
los precios son variados (S/.50- 100). Como no pasé la noche ahí no podría recomendar
ninguno

AZPITIA- COMUNICADES VIRTUALES.ORG

Los azpitianos, siguen conservando sus tradiciones. Son un pueblo que vive en comunidad y
gusta de las festividades. Las obras en Azpitia han sido realizadas con el esfuerzo y
colaboración de todo el pueblo y como antes comentamos donde no falta el PICANTE
AZPITIANO. No por nada el ex presidente Fernando Belaunde Terry los premio con la Lampa de
Bronce, en honor a su empeño laboral
Por 1900, 30 agricultores y pioneros, se juntaron para abrir un antiguo canal de regadio, estos
30 esforzados emprendedores venían desde muy lejos a realizar sus labores con entusiasmo
pero siempre en colaboración, característica que aun conservan los actuales pobladores de la
zona, otra costumbre el PICANTE AZPITIANO que consta de la mezcla de 12 ingredientes que
formaron parte de los almuerzos que llevaban estos 30 pioneros, y que ahora forman parte de
la tradición Azpitiana cada vez que tienen que hacer un evento realizan este picante para su
venta y recolectar los fondos necesarios para la actividad o necesidad que tengan. Este pueblo
a base de empuje y solidaridad han logrado muchos objetivos por lo que en 1901, el
presidente Eduardo López de la Romaña, otorgó la concesión para irrigar las pampas de
Azpitia.

Azpitia- PERU21

Azpitia. Los tesoros siempre se esconden en nuestras narices. Pasamos de largo sin verlos,
buscamos donde ya conocemos sin darnos cuenta de lo que dejamos atrás.

Algo parecido ocurre con Azpitia, un pueblo oculto por los cerros secos y el paisaje monótono
de la Panamericana Sur, a tan solo 1 hora y 20 de Lima, desviándose a la altura del km 79.

Azpitia combina gastronomía con hermosos paisajes del valle del río Mala. Pero, sobre todo,
ofrece descanso. Así lo dice Angelita Caballero y a ella hay que creerle, pues no solo lleva 20
años en la zona sino que es la pionera hotelera de la localidad, su hotel restaurante, El Mayoral
de Azpitia, ya tiene 12 años.

Esta es la mejor opción donde quedarse a pasar la noche, especialmente para quienes van en
familia. Jardines, piscina, bar y área para campamentos son algunos de sus servicios. Además,
posee habitaciones matrimoniales, dobles y triples. Según le apetezca, su estadía puede incluir
la alimentación.

Los fines de semana, al lado del restaurante, destacan puestos de canastería, frutas y dulces
típicos (manjar blanco, nísperos, duraznos, tejas, chocotejas y membrillo). Perfectos para
llevarse de regreso.

De frente (pasando una curva) encontramos La Posada del Cielo; recreo con piscina, juegos
para niños y platos en base a camarones tipo saltados, solterito, causa, chupe, entre otros.

Historia, Azpitia- Juan Aburto- Única Fuente


Es evidente que en tiempos muy lejanos el valle de Mala fue plano, a ras con las pampas
de Azpitia, formándose la quebrada por la erosión de las aguas del río y por las
evoluciones geológicas de la tierra.
No existen datos exactos sobre la aparición de la agricultura en el valle de Mala, sin
embargo de acuerdo a las investigaciones hechas por el francés Federico Engel, éste
señala que la agricultura tuvo su origen en la parte alta de los valles cuando el clima era
diferente, en las inmediaciones de Chilca y lomas aledañas como las de Lapa Lapa y
Azpitia. Se trata de una aldea de horticultores seminómadas, siendo sus principales
cultivos: cayotas, camotes y pallares; vivieron además de la pesca mayormente en
Puerto Viejo. Estos incipientes agricultores poblaron estos lugares 4,000 años antes de
Cristo.
Posteriormente el hombre de Lapa Lapa se trasladó a la cuenca de Mala y aprovechó las
tierras regadas por el río.
En los barrancos que existen en la margen derecha del río Mala frente a Azpitia, entre
el canal de Callaya y el río, en forma paralela existen vestigios de un supuesto canal muy
antiguo, porque al observar el acantilado desde la parte izquierda del río, se aprecia la
existencia de arbustos que crecen en forma alineada por los abismos. Pareciera que por
allí hubiera corrido un acueducto que sirvió para irrigar las tierras de Flores o San
Antonio. Nada se conoce acerca de esta curiosa existencia.
Al momento de la conquista española, el señorío de Mala, incluyendo Azpitia, dependía
de Chuquimancu, Señor de los Cuatro Valles, con residencia habitual en Huarcu, valle de
Cañete. El origen de Chuquimancu es discutible, algunos historiadores dicen que nació
en Mala, otros en Huarcu.
Cuando se produce la llegada de los españoles, Mala tenía como cacique o reyezuelo a
Lincolo, el valle de Asia estaba bajo el dominio de Ocxa, Coayllo y Calango al cacique
Coayllo y Huarco a Guaraya y Pichuy. Todos dependían del Cuzco.
Los restos de complejos arquitectónicos en todo el territorio cañetano, nos demuestran
que hubo presencia de conglomerados humanos importantes y con sobresaliente
desarrollo.
Para ampliar este comentario hecho a grosso modo, recordemos lo que dice el Inca
Gracilazo en el capítulo XXIX del 6º libro de los Comentarios Reales:

“Diciendo de la conquista de los yuncas, es de saber que el valle de Runahuánac y otros


tres que están al norte de él, llamados Huarcu, Malla, Chilca, eran todos cuatro de un
señor llamado Chuquimancu, el cual se trataba como Rey y presumía que todos los de
su comarca le temiesen y le reconociesen ventaja aunque no fuesen sus vasallos. El cual
sabiendo que los incas iban a su reino, que así le llamaremos por la presunción de su
curaca, juntó la más gente que pudo y salió a defenderles el paso del río. Hubo algunos
encuentros, en que murieron muchos de ambas partes, mas al fin los incas, por ir
apercibidos de muchas balsas chicas y grandes, ganaron el paso del río, en el cual los
yuncas no hicieron toda la defensa que pudieron, porque el Rey Chuquimancu pretendía
hacer la guerra en el valle Huarcu, por parecerle que era el sitio más fuerte y porque no
sabía del arte militar lo que le convenía; por ende, no hizo la resistencia que pudo hacer
en Runahuánac, en lo cual se engañó, como adelante veremos. Los incas alojaron su
ejército, y en menos de un mes ganaron todo aquel hermoso valle, por el mal consejo
de Chuquimancu”
“Los naturales de aquellas cuatro provincias se jactan también como los de Chincha, que
los incas con todo su poder no pudieron sujetarlo en más de cuatro años de guerra, y
que fundaron una ciudad y que los vencieron con dádivas y promesas y no con las armas,
y lo dicen por los tres o cuatro ejércitos que remudaron, por domarlos con el hambre y
hastío de la guerra, y no con el hierro” (sic)

Aquí nos detendremos un poquito para intentar una breve referencia acerca de los
recónditos misterios de nuestros antepasados. ¿Cómo lograron los incas construir
enormes y pesados edificios sin contar con herramientas de hierro, vehículos con ruedas
ni animales de tiro? Sólo conocían mazos de piedra, palancas de madera, cinceles de
bronce y sogas fabricadas con hojas de caña brava. ¿Usarían también en sus
construcciones, herramientas de oro y plata?
Las obras de ingeniería incaica abundan en nuestro territorio y por eso no le tomamos
gran importancia o es que no le damos el valor que ellas encierran. Allí está
Sacsayhuamán construida con grandes peñas talladas, de más de 300 toneladas cada
una, una sobre otras. Machupicchu es otro ejemplo.
Al norte de Lima, en el valle de Supe, existen los restos de la ciudad de Caral, la más
antigua de América.
En la costa norte del Perú, en el valle de Moche, los peruanos construyeron hacia el año
300 de nuestra era, la estructura más descomunal que el hombre haya hecho: una
pirámide de 160 metros de ancho por 300 metros de longitud, con más de 140`000,000
de ladrillos de arcilla. Su altura de más de 30 metros daría un espectáculo deslumbrante
en su época de gloria. Los estudiosos se vienen asombrando con lo que vienen
encontrando en las excavaciones de las huacas del sol y de la Luna
Y qué decir de las numerosas pirámides de Túcume y la tumba del señor de Sipán.
Por el año mil, después de Cristo, surgió el reino de Chimú, también en el norte peruano,
cuya capital Chan Chan asentada en un área de 2,100 hectáreas sería una de las ciudades
más grandes y ricas del mundo en aquella época
Por increíble que parezca, los antiguos peruanos desarrollaron sus grandes culturas sin
tener lengua escrita ni monedas. Comerciaban exclusivamente mediante el cambio o
trueque.
Entre los descubrimientos arqueológicos más desconcertantes de la humanidad están
los gigantescos trazados geométricos y las figuras de aves, bestias e insectos que existen
en Nazca. La mayoría fueron “dibujados” según María Reich, hace 1,400 años.
Los incas crearon una asombrosa estructura social, probablemente uno de los estados
de bienestar social más reglamentados y obsesionados con el trabajo que el mundo haya
conocido. Todos los hombres aptos servían en el ejército y trabajaban en la construcción
de caminos públicos. Nadie carecía de alimentos, ropa o techo. Las cosechas se repartían
entre la iglesia, el estado y la colectividad, y siempre había grandes reservas de
alimentos almacenados para proveer al ejército y para casos de emergencias. En casos
de terremotos, huaycos u otras calamidades, las peticiones de víveres llegaban a
torrentes de otras provincias del imperio. Los cronistas españoles dicen que cuando
éstos llegaron, encontraron almacenados en los tambos de la sierra grandes cantidades
de alimentos, muchos de ellos llevados desde la costa, tales como corvinas, lenguados y
camarones secos.
Pero el pueblo no era del todo libre, se le indicaba dónde vivir, qué sembrar, cómo vestir
y con quien casarse. Mentir, no trabajar y robar se castigaban con la pena capital.
El que 170 aventureros peninsulares hayan podido vencer en 1,532 a este imperio tan
admirablemente organizado es increíble, pero en gran parte se debió a una coincidencia
porque cuando Pizarro y sus hombres llegaron, finalizaba una desastrosa guerra civil de
cinco años, motivada por la sucesión al trono de los incas, encontrándose el ejército
imperial diezmado y con un gobierno desarticulado. Divididos en facciones disidentes,
algunos incas se aliaron a los invasores.
Cuando Atahualpa llegó al campamento español situado en Cajamarca, Pizarro lo tomó
preso y miles de sus hombres fueron asesinados. Por fin al darse cuenta de la ambición
de los invasores que sólo buscaban los metales preciosos, como todos sabemos,
Atahualpa prometió llenar con oro hasta la altura que alcanzaba su mano, no del cuarto
que se nos ha dicho de niño, sino de un gran salón donde se encontraba, y dos veces
con plata para que lo dejen en libertad. Aunque nuestro último gobernante inca sí
cumplió con su parte del convenio, los españoles lo traicionaron y lo mataron.
Con la llegada de los españoles, el imperio se desintegró. Fue aquella una irreparable
pérdida cultural para el mundo entero y una tragedia de la que el Perú aún no se
recupera.

Origen del Nombre, Azpitia- Juan Aburto- Única Fuente


El orígen del nombre de AZPITIA, en el Perú, viene de la deformación del nombre de una
ciudad española llamada AZPEITIA. Durante la conquista del Imperio de los Incas un
soldado vasco tomó posesión de estas tierras que actualmente se denominan Azpitia, el
mismo que fue natural de la localidad de Azpeitia, cuna de San Ignacio de Loyola, en la
provincia de Guipúzcoa, en el Pais Vasco, situada en la parte norte de España, confina
con las de Navarra, Álava y Vizcaya, con el mar Cantábrico y con Francia.
El personaje que dio nombre a Azpitia fue el capitán don Nicolás Sáez de Elola, quien
llegó al Perú con las huestes de Francisco Pizarro, habiéndo participado en la captura del
Inca Atahualpa, en Cajamarca y aparece en el Acta del Reparto del botín del cuarto del
rescate, de fecha 18 de junio de 1533 con el nombre de Nicolás de Azpeitia,
correspondiendole por ser de caballería la suma de 8,880 pesos de oro y 3,393 marcos
de plata. Posteriormente es probable que se trasladara al Cuzco con Pizarro donde los
españoles obtuvieron un botín que sin duda fue más crecido que el de Cajamarca. Como
era seguidor de Pizarro, suponemos que también estuvo en la fundación de Lima el 18
de enero de 1535, más tarde viajó al valle de Mala y se apoderó de las pampas de Azpitia,
que por aquél tiempo se cubría de pastos naturales en las epocas de invierno, siendo
esta una comarca muy aparente para la ganadería, ya que Pedro de Alconchel había sido
nombrado por Pizarro como encomendero de los valles de Chilca y Mala y a Pedro
Navarro en las zonas de Calango y Coayllo. Cuando los españoles llegaron a Mala, este
valle estaba a cargo del cacique Lincolo.

Surgida la rivalidad entre Pizarro y Almagro por la posesión del Cuzco, ambos
conquistadores se reunieron en Mala a mediados de 1537, sin arribar a ninguna
conciliación. Es probable que a partir de esos sucesos don Nicolás Sáez de Elola
abandone las tierras de Azpitia y decide volver a España con gran riqueza, llegando
precisamente a su villa natal de Azpeitia hacia finales de 1541, donde fue bien recibido,
fundando y construyendo después una capilla en la parroquia y otras obras pías de
importancia. Es decir, el soldado que dio origen al nombre de Azpitia no fue un
derrochador ni malgastó su fortuna, pues hizo muchas obras de bien común. No se
puede negar por tanto la generosidad para con su villa natal.

Segun informaciones proporcionadas por nuestro diligente amigo el historiador vasco


don IMANOL ELIAS, natural de Azpeitia, nuestro ilustre personaje don Nicolas Saez de
Elola, o sencillamente Nicolas de Azpeitia, fue hijo de don Juan Sánchez de Elola y tuvo
como esposa a doña Ana Vélez de Alzaga y Vicuña, hija de una de las familias más
importantes de Azpeitia. Tuvo una hija de nombre Francisca que entró en el monasterio
de Franciscanas de Azpeitia.

La historia de Nicolás Sáez de Elola se hace latente al saber que en el año 2007 durante
una retauración en su villa de origen donde existe una estatua yacente de Elola, existía
una lápida con esta inscripción: "Panteón de Nicolás Sáez de Elola, intrépido Capitán y
conquistador del Perú, fervoroso cristiano, fundador de esta capilla, erigida en 1555 y
restaurada en 1898".
Entre las pruebas que la actual San Vicente de Azpitia, en el Perú, se denominaba
Azpeitia, tenemos el documento que dirige don Manuel Vivanco al Supremo Gobierno
Peruano, con fecha 02 de agosto de 1852, donde dice textualmente ser: "Dueño y
propietario de las tierras de Azpeitia en el valle de Mala..."

En los mapas del Perú impresos en 1910, que se usaban en las escuelas fiscales se
nombraba a estas tierras como Pampas de Azpeitia. Alcancé a ver uno de esos mapas en
el Centro Escolar de Varones Nº 469, de Santa Cruz de Flores, en 1954.

Anteriormente se suponía que el personaje que dio origen al nombre de Azpitia se había
afincado en otro lugar del Perú, pero después de un minucioso seguimiento de
investigación las dudas se han despejado totalmente.

Quizás desentrañando la historia de esta pequeña comunidad agrícola, nos podamos


formar un juicio acerca de los protagonistas y desde su fundación, que todavía está tan
cerca de nosotros pero que ya tiene la perspectiva del tiempo para entrar en el Perú de
ayer. El pasado de cada rincón de la patria constituye la historia de toda nuestra nación.
En 1900, los fundadores de Azpitia llegaron a estos parajes, se detuvieron al borde del
barranco y contemplaron al fondo los inmensos repartos coloniales regados por las
aguas del río Mala, pero más al fondo aún, la majestuosidad del océano Pacífico.
La pampa de Azpitia está allí en la altura, pero a sus pies: seca, árida y sin vida. Los
gamonales la despreciaban porque era una comarca hostil, con sus arbustos espinosos
y sus caliches cortantes; la tierra salitrosa, sedienta, caliente por el sol, inhóspita y sin
sombra.
En aquel tiempo, el grueso del campesinado siempre fue visto por las opulentas
oligarquías como una masa inferior compuesto por cholos iletrados desprovistos de
todo y repletos de sí mismos, que balbucean un rudimentario castellano y que gastan
en aguardiente y en pretexto por las fiestas patronales del pueblo la mayor parte de la
bolsa familiar, compuesta de muchos hijos mal vestidos y peor alimentados.
Sin duda esto fue cierto en muchas regiones del Perú porque el sistema imperante
obligaba a la mayoría a vivir en esa situación. Para el campesino costeño de hoy, esos
principios son obsoletos y sin vigencia.
Las tierras productivas del valle de Mala, como la mayoría del Perú, estaban en manos
de los potentados, constituyéndose éstos en los amos y disponían a su antojo toda la
riqueza que la tierra producía. En los pueblecitos o rancherías vivía el ejército de peones
que no conocían los límites de la jornada laboral, menos los beneficios de seguridad,
higiene y asistencia social.
El hacendado y su familia, por lo común viven en Lima o en algún país de ultramar y no
toman más que cortas vacaciones en este rincón que desdeñan, sin reconocer que de
allí sacan enormes ganancias que le permiten darse la gran vida. En el latifundio tienen
una gran casa con todas sus comodidades. Los viajeros que atraviesan los paisajes de
estos valles ven en el lugar estratégico la casa del hacendado con sus amplios
apartamentos generalmente desocupados. Cerca se ven las aglomeraciones de cuartos
de maestranzas y almacenes en torno a un amplio corral lleno de ruidos de los hombres
y ganado que lo pueblan. Después siguen los talleres, la carpintería, los cobertizos, las
bodegas y las trojes. Más lejos las caballerizas y los establos. Allí se ven a los perros
huraños y rollizos comiendo en vasijas con abundante comida y cuidando los caballos
finos del patrón.
Cuando el amo está en la hacienda, el mayoral o administrador le rinde cuentas de las
ganancias y los gastos: “un peón murió, debía 30 soles, por eso apunté su cuenta en la
de sus hijos. Tal otro quería paja para su choza, le he dado basura de los corrales, al fin,
es para ellos. Por otro lado, los vinos de Francia acaban de llegar, los desembarcamos
de contrabando...”
A lo lejos se veía la mansión del amo muy iluminada y saliendo por sus chimeneas un
sabroso humo.
La oficina del administrador está abierta todos los días y recibe informes de los
caporales, los cuales son los supervisores en el campo. El caporal permanece todo el día
a caballo vigilando con ojo atento su tropa de peones. Nadie puede abandonar su faena.
El peón tiene un salario que jamás alcanza para pagar sus pobres necesidades. Si el peón
rompe una herramienta debe pagarle. Y si la necesidad le obliga a comprar algún
producto de la hacienda, por ello entonces vivirá endeudado toda su vida. El peón
pagará un poco con su esfuerzo personal, también el de su mujer y sus hijos. Poco a poco
el desdichado se hunde cada día más sin poder librarse de su deuda. Luchará toda su
vida por aligerar su cadena pero ésta se vuelve cada día más pesada.
Esa era la característica de la mayoría de las haciendas de aquellos días. Era como una
rueda de molino que trituraba lentamente, pacientemente, pero con seguridad, a los
pobres campesinos que mojaban con su sudor la tierra que trabajaban, pero que no les
pertenecía.
Todo su trabajo era para el patrón. Desde el momento en que podían sostenerse sobre
sus débiles piernas, sus hijos ya estaban condenados a servir al terrateniente. En cuanto
a las hijas no había distinción en las tareas agrícolas. Sólo las que tenían la tez más
lozana, el cuerpo mejor formado y habían llamado la atención del mayoral, entraban
como sirvientas al servicio de la casa.
Había otro sistema de trabajo elegido por el hacendado, consistente en dar en arriendo
las peores tierras, según ellos a sus mejores servidores. Estos agricultores que dejaban
de ser peones directos del latifundista eran los llamados yanacones. Recibían la tierra
para trabajar por su cuenta, el pago del arriendo lo efectuaban con la cosecha. Estaban
obligados a vender toda la producción a la misma hacienda y ésta ponía el precio y todas
las condiciones. La cosecha nunca alcanzaba para pagar satisfactoriamente al gamonal,
viviendo el campesino siempre endeudado y sin hallar la fórmula para librarse
definitivamente de las artimañas del hacendado.
Los agricultores que fundaron Azpitia se debatieron, pues, en este ambiente feudal,
donde el más fuerte aunque no tenga la razón termina por hacerse perdonar. De allí su
espíritu disidente por conseguir un pedazo de tierra en propiedad sin tener que rendir
cuentas al hacendado. Azpitia encarna aquel sueño quizás confuso, pero con muchos
ideales, de esta gente impulsada a lograr la hazaña aún no realizada después de la
Independencia Nacional.
Vemos en estos colonos todas sus virtudes de apego al campo y a los grandes horizontes,
a la soledad virgen de la pampa agreste y sin labrar; su desprecio a la sutil esclavitud de
las haciendas, su valor rudo que no se intimida ante nada, su gusto por la libertad de
estos nuevos paisajes sólo cubiertos por los rayos del sol.
Estamos apenas en el umbral de la época en que los historiadores pueden empezar a
formarse una crítica. Pero de este manojo de documentos palpitantes que no han sido
todavía cubiertas por la ceniza de los siglos, se desprende una impresión que cada uno
de nosotros puede interpretar a su manera.
Los fundadores de Azpitia se rebelaron contra el sistema imperante en los campos
agrícolas y marcharon a esta comarca en busca de un destino mejor para los suyos. Para
el hombre del campo, la tierra es como una madre pues no solo le da el sustento sino
que de la tierra también se hizo al hombre. Desdichadamente no todos los iniciadores
lograron ver el esplendor, su sueño cumplido, ni la belleza de la planicie produciendo, ni
llegaron a probar la exquisitez de sus frutos; pero allí queda el canal de Azpitia como el
testimonio de su lucha.
Además, considero que no es ninguna desgracia llegar a la muerte sin haber cumplido
todos los sueños, pero sí es una verdadera tragedia vivir sin sueños por cumplirse.
Azpitia es una minúscula parcela dentro de nuestra patria, pero generalmente ocurre
que en estos espacios pequeños y aparentemente humilde es donde se vive el
verdadero sentido de nuestra peruanidad. De los confines remotos de cada villorrio,
ranchería o aldea, nos llegará siempre el eterno mensaje de nuestros antepasados. Esta
historia puede ser también la historia de cada uno de esos pueblecitos escondidos en
algún recoveco del territorio peruano.
Sin embargo, dicha forma de vida de los desheredados en el campo duró por muchos
años más, desapareciendo por completo junto con la extinción del latifundio en el Perú.
Es decir, casi hasta un cuarto de centuria antes de terminar el siglo XX.
Muchos sostendrán que el minifundio hace mucho daño a la agricultura y que los
hacendados hacían labrar mejor la tierra a costa del esfuerzo ajeno. Nosotros no
discutimos cual es la mejor forma, sólo describimos los hechos con fines históricos y para
demostrar a las nuevas generaciones el por qué de la irrigación de Azpitia.
Los que de alguna manera estamos ligados a esta aldea, abramos con tranquilidad estas
páginas. Estamos en el inicio del siglo XX y la patria se encuentra aún herida por la
hecatombe de la infausta Guerra del Pacífico, y, observemos imaginariamente la acción
de los primeros patriarcas de Azpitia, que, a fin de cuentas, su historia también es la
nuestra.

Mayor información: http://memoriasdeazpitia.blogspot.pe/2007/01/

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