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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


TE0RÍA DE LA LITERATURA 5
González Puebla, Jorge Alberto 30/VIII/10
409056408
Madame Bovary

Los cauces modernos de la novela de Flaubert se aprecian desde las primeras páginas. Los

ideales de progreso, de formación racional y, sobre todo, los intereses económicos y

humanísticos se vislumbran ya en los años de escuela de Charles Bovary. Por primero

punto se debe tomar precisamente la importancia de la escuela dentro de la constitución de

Charles. La constitución de seres racionales, y aún más que eso, productivos (como apuntan

T. Adorno y M. Horkheimer)1 está figurada en la educación que recibe Charles: “y

aprendiéndose todos los temas de memoria. Logró aprobar con notas bastante buenas”2. Es,

pues, la noción de educación como memorización sin reflexión, con el fin de aprender

doctrinas comprobadas, sin cuestionamientos, que resultan favorables porque pueden

aplicarse y que crean al hombre de bien dentro de la sociedad moderna. De tal manera, la

obra de Flaubert es un testimonio de los avances de la modernidad, ejemplificados y

diversificados en los distintos personajes, protagonistas que a la vez son también símbolos

(pero no sólo símbolos) de la vorágine moderna: y a su vez son también parte de su

contradicción. Así es que en lo cabal de sus páginas Madame Bovary da ya muestras del

esplendor y la decadencia de la modernidad, en personajes que son su gloria y su ruina,

como se observará a continuación.

Quizá la mejor argumentación que se puede hacer para demostrar la existencia de la

modernidad en la novela de Flaubert sea precisar los caracteres diversos y opiniones que

fecundan cada uno de sus personajes. Tal baste para dar cuenta que si bien hay
1
Vid. “El concepto de ilustración”.
2
Gustave Flaubert. Madame Bovary. p. 19
contrapuntos románticos en la obra (en contraposición a los valores de razón y progreso),

también hay testimonios del avance del pensamiento racionalista, clara muestra de una

influencia moderna, sino en su totalidad, sino como base dominadora. Diálogos

emblemáticos de esto son los de Monsier Homais, progresista y científico nato: “Tengo una

religión; la mía (…) Mi Dios, el mío, es el de Sócrates, el de Franklin, el de Voltaire, el de

Béranger”3. Como es mencionado por Alain Touraine4 y Armando Roa5, la modernidad

sitúa al hombre como ser superior, y a la razón como único Dios. Son los personajes citados

por Homais (en el que también se anticipa la propia voz de Flaubert) emblemáticos

pensadores, revolucionarios en su momento con respecto a la forma de razonar y proponer

el mundo. Se ha reunido entonces dos valores de la modernidad: en Charles se observa al

trabajador que no cuestiona su saber, sino que busca meramente su aplicación; en Homais

al científico, la razón como triunfo.

Breve explicación del mercado y su poder más allá de lo ético e inclusive que lo

gubernamental, lo muestra Lheureux. En este personaje se anticipan ya las leyes del

comercio de la modernidad. El tráfico libre de cualquier mercancía, la ciudad como fuente

de los productos y a la vez símbolo inequívoco de la modernidad, los intereses y los

préstamos; el poder irreducible del comercio: “Se lo van a embargar todo esta misma

semana. La culpa la tiene Lheureux, que los ha hundido con tanto préstamo”6. Lheureux irá

aumentando su capital a través del mercado, ambos términos (capital y mercado) prototipos

de modernidad. Así, tres de las más importantes bases de la modernidad se consolidan.

Otros personajes, de menos trascendencia, ejemplifican la vida de desenfreno y

progreso en Madame Bovary: los padres de Charles, la primera esposa del mismo, Bidet,
3
Ibid. p. 93.
4
Vid. “Las luces de la razón”.
5
Vid. “La modernidad”.
6
Gustave Flaubert. Op. Cit. p. 156.
etc. Reminiscencias, aunque menores, hay en cada uno de estos de los valores de la

sociedad moderna.

En contraposición, o, como parte de su contradicción (como los clasificaría

Armando Roa)7, hallamos a los personajes plenamente románticos: León y Madame

Bovary. Hay uno más, aunque un tanto fugaz y más anclado a los valores de la sociedad

moderna: Rodolphe; mas éste utiliza un juego de máscaras, siendo a su vez una parodia del

romanticismo más exaltando, dando clara muestra de su falsedad en sus discursos afectados

con los que seduce a Emma Bovary. Los dos primeros, sin embargos, embebidos y

conformados por su lectura de novelas románticas (Paul y Virgine es un ejemplo), son, no

los valores tradicionales, pues en ambos hay un sed de desenfreno y lujuria (tanto pasional

como deseo de lujo), sino la contradicción de la modernidad, que se sumen en sus propias

paradojas: sus valores son los sentimientos, pero no pueden evitar embriagarse ante la idea

de la ciudad (Paris), los trajes finos, la vida emocionante de los aristócratas. Su pasión no es

más que un suplemento de aquello que no tuvieron, de los gastos desenfrenados. Se

traicionan porque no siguen con rigurosidad los valores del sentimiento: León es aspirante a

contador, figura anclada en los valores y las transacciones; Emma no puede evitar

integrarse hasta cierto nivel en la sociedad que vive y cumplir con la labor que la

modernidad le ha asignado, y aún más, disfruta de algunos productos de ésta, como las

revistas informativas que lee con ahínco. Su amor, incluidas las reminiscencias románticas,

es moderno. Al final, Flaubert nos muestra el dominio de la modernidad: el amor imposible

lleva al suicidio, no como liberación de las penas, sino como frustración por no poder

satisfacer todos las necesidades y a la vez mantenerse en los roles impuestos por la cultura

moderna.

7
Vid. Op. Cit.
Así es como la novela de Flaubert da un gran testimonio sobre la modernidad. Sus

personajes miran al abismo que es la modernidad misma. Quien la acepta, logra superar de

alguna forma la vida porque funciona dentro de ella como la modernidad lo pide. Los que,

arriesgados, se alejan de sus parámetros (aunque no salgan por completo de ellos), son

tragados por su vorágine, porque la modernidad es inmensa y, como un dios antiguo,

devora a sus hijos. Madame Bovary es una novela moderna, no sólo por ser producto de la

modernidad, no sólo por ser reflejo de ella (como se ha visto en los personajes): también lo

es por ser su crítica.

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