Vous êtes sur la page 1sur 4

EL GRITO ESCANDALOSO

Elí, Elí ¿lama sabactini? Dios mío, Dios mío,


¿Por qué me has desamparado?
Mt.27:46(41-50)

ESQUEMA
1. Todos morimos solos
2. ¿Por qué gritó Jesús?
3. El abandono de Dios
4. ¿estás en el corredor de la muerte?

CONTENIDO
Alrededor de la cruz de Cristo había aumentado la soledad. Probablemente los últimos curiosos se
habían ido marchando entre el aburrimiento y el miedo que pudo causarles aquel repentino
oscurecimiento del sol. Quedaban sólo los soldados y el pequeño grupo de los fieles, al que Jesús
apenas veía ya con sus ojos borrosos de sangre y sudor. Estaba verdaderamente solo.
1. TODOS MORIMOS SOLOS
En realidad morimos solos, incluso cuando lo hacemos rodeados de amor. Por mucho que el
agonizante tienda su mano y se aferre a otra mano, sabe que en el interior, donde se libra el último
combate, está solo. Jesús sintió también en carne propia esta ley de la condición humana.
Pero además vio su soledad multiplicada por el espanto de quien muere joven, en una cruz, odiado,
despreciado, y es a la vez dramáticamente consciente de todos sus dolores. Hay una soledad que
ningún humano ha conocido jamás, ya que es la soledad del Hijo de Dios.
Si existe en el evangelio toda una frase desconcertante, que sobresale por encima de todas las
demás y que durante siglos ha conmovido a creyentes y trastornado a los teólogos, es sin duda ésta
del versículo 46. No fue una frase sino un grito que taladró la Historia. En medio del silencio del
Calvario, Jesús hizo lo que parecía imposible; se incorporó en la cruz, llenó de aire sus pulmones y
gritó en voz alta: Elí, Elí ¿lama sabactini? Dios mío, Dios mío, porque me has desamparado?
¿Por qué gritó Cristo? Que pretendía “clamando a gran voz”? Recordemos que Jesús había sudado
sangre en el huerto de los olivos, pero lo había hecho en silencio: Había soportado el castigo de la
flagelación, había sufrido sin gritos al ver sus manos y sus pies traspasados. ¿Por qué gritaba ahora?
¿Por qué grita cuando ya sólo faltaba lo más fácil: terminar de morir? ¿Es que acaso no sabía que
estas palabras serían usadas más tarde contra Él? ¿Cómo iban sus contemporáneos a poder creer
que aquel hombre sumido en el dolor era el Mesías que salvaría a su pueblo de las humillaciones?
Si es Dios ¿cómo puede decir que su Dios le abandona? ¿Cómo pudo el Padre abandonar al Hijo?
¿No era esto un escándalo para la fe de muchos?

2. POR QUE GRITÓ JESÚS


Los exégetas y comentaristas del texto bíblico han dado múltiples respuestas a lo largo de la historia.
Por supuesto, unas más acertadas que otras. La mayoría coincide en resaltar que, en aquel
momento, Cristo estaba llevando a cabo la obra de la redención, es decir, estaba asumiendo toda
la maldad humana. Es lo que el apóstol Pablo escribiría años después en su epístola a los gálatas:
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito
Maldito todo el que es colgado en un madero) (Ga.3:13) Y de forma aún más tajante cuando escribe
a los corintios: Al que no conoció pecado, por nosotros (Dios) lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él ( 2 Co. 5 :21).
Las palabras de pablo, son realmente feroces: se hizo maldición, lo hizo pecado. No está diciendo
que Jesús cometa pecado, sino que lo hizo realmente suyo el pecado de la humanidad. Él no era
pecador, pero en el Calvario se experimentó pecador. Es como si sus manos bondadosas, hechas
para acariciar a los niños, hubieron acuchillado, disparado, ametrallado en todas las guerras de la
historia. Como si sus labios que enseñaron la oración del Padrenuestro, huibieran dicho todas las
mentiras del mundo, todos los besos sucios de la historia, todos los millones y millones de
blasfemias. Como si su corazón que instituyó la Santa cena, se hubiera convertido en un frío bloque
de odios, envidias, avaricias, incredulidades y crueldad.
Pero sólo estoy diciendo “como si”, porque aunque Jesús experimentó todos estos dolores, sus
dolores no fueron de pecador, sino de Salvador. Su dolor fue satisfacción, es decir pagó pago del
precio del pecado, no castigo. Su pasión fue luminosa, no desesperada. La crucifixión de Cristo es el
momento en que el “sin pecado” se hace como uno de nosotros. Aquella frontera de maldad que
rodeaba a la humanidad, va a ser traspasada por Jesús ¿Qué tiene pues de extraño que el Padre se
alejara, ya que su santidad no puede vivir con el pecado?
Esa era su soledad existencial, aquella terrible soledad que supone la lejanía del Padre. Por eso grita,
porque ese dolor es más agudo que todos los de la carne juntos. Pero su grito no es de
desesperación. Se trata de un lamento tomado del salmo 22, que es un grito de angustia, pero
también un canto de alabanza. Algunos autores creen que Jesús estaba repitiendo en voz baja las
palabras de este salmo y que gritó su primer versículo.
Leamos con detenimiento los versículos más significativos y veremos, como en realidad, buena
parte de este salmo parece una descripción detallada de lo que está ocurriendo en la cruz:

1. Dios mío, Dios mío,¿ porque me has desamparado?


2. Dios mío, clamo de día y no respondes; y de noche y no hay para mí reposo
6. mas yo soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y despreciado del pueblo.
7. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8. Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele puesto que en él se complacía.
13. Abrieron sobre mí su boca como león rapaz y rugiente.
14. He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue
como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas.
15. Como un tiesto se secó mi vigor y mi lengua se pegó a mi paladar y me has puesto en el
polvo de la muerte.
16. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos
y mis pies.
18. Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi ropa echaron suertes.
Pero en este preciso momento, el salo da un giro radical hacia la esperanza. La lejanía de Dios
no será definitiva, porque está llegando su gloria:
19. Mas tú, Jehová no te alejes; fortaleza mía apresúrate a socorrerme.
22. Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabará.
27. Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28. Porque de jehová es el reino y él regirá las naciones.
29. Mi alma vivirá para él.

Así es como el grito de Jesús no es desesperación, sino que se convierte en una oración; una
oración que enlaza directamente con la del huerto de los olivos.
Seguramente los ejemplos humanos no valen para comprender el profundo misterio que
encierran estas palabras de Jesús, pero podríamos compararlo al caso de un niño que está
enfermo y debe ser intervenido quirúrgicamente. Es muy pequeño para entender por qué tiene
que ir al hospital, por qué debe permanecer en aquella cama de cuidados intensivos, con todos
aquellos aparatos que salen de su cuerpo, tampoco entiende porqué sus padres no pueden estar
siempre allí con él. Aunque ellos lo aman tanto como antes, incluso más si cabe, al verlo en
peligro, sin embargo, el niño extraña su presencia, siente angustia y se siente abandonado.
Jesús no era un niño, pero este terrible desamparo debe haber sido una verdadera agonía.
Todavía más: ese grito suyo será interpretado en son de burla por quienes le están escuchando.
Jesús probablemente había pronunciado la frase aramea con el acento regional galileo y los que
le escuchaban, quizás porque realmente no lo entendieron, o porque quisieron hacer un chiste
fácil que les pareció gracioso, interpretaron que estaba llamando a Elías: A Elías llama éste. La
cosa resultó muy divertida para algunos y quizás se oyeron grandes carcajadas.

3. EL ABANDONO DE DIOS
En realidad para entender bien el concepto de desamparo o abandono de Jesús por parte de Dios,
hay que comprender lo que significaba este término en el Antiguo Testamento. Los judíos tenían la
creencia firme de que el ser humano no podía vivir sin la ayuda incesante de Dios. Por eso en los
salmos y en otros libros se dice repetidas veces que: Jehová no abandonará jamás a su pueblo,
porque cuando Jehová abandona, es que juzga y condena a muerte. Cuando el Dios sustentador de
la vida desampara, sobreviene irremisiblemente la muerte.
Desde esta perspectiva podemos entender con más claridad el verdadero significado del grito de
Cristo: ¿por qué me has desamparado?, equivale a ¿Por qué me has condenado a muerte? ¿ por
qué me dejas morir en la cruz?. El Señor Jesús sabía muy bien porque tenía que morir en la cruz.
Sabía que su muerte era necesaria para redimir a la humanidad. Sin embargo para nosotros se trata
de un misterio que sólo podemos aceptar por fe, el misterio de la redención.

4. ESTÁS EN EL CORREDOR DE LA MUERTE?


En la actualidad hay también muchas criaturas que continúan sin entender las palabras del Maestro.
Hoy ocurre exactamente lo mismo que en aquellos días. Algunos se burlan de Jesús, o incluso hacen
ingeniosos chistes acerca de él, pero no aceptan su mensaje, ni lo aplican a su vida. Para ellos como
para aquellos soldados que le crucificaron, el sacrificio de Jesucristo resulta completamente estéril.
Desprecian la muerte de Cristo, así como su soledad y su dolor. No lo comprenden o no lo quieren
comprender
¿Es posible que tales personas estén, sin saberlo condenadas a muerte? ¿Cuántas criaturas están
hoy en el corredor de la muerte espiritual y viven sin saberlo? ¿Cuántos individuos se están
condenando así mismos por no querer aceptar el sacrificio de Jesucristo? La Biblia enseña
claramente que por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Ro.3:23) y más
adelante, en Romanos 6:23; por que la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Es necesaria una reflexión sincera acerca de nuestra situación
delante de Dios.
La Escritura indica que todo abandono de Dios, todo alejamiento de Jesucristo, supone una condena
de muerte, sin embargo también afirma que aquellos que acogen voluntariamente a su sacrificio,
entran bajo el amparo divino y bajo la sombra de su protección. El salmista ha desarrollado
ampliamente esta hermosa idea: El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los
defiende, (sal.34:7) Los que confían en el Señor son como el monte de Sion, que no se mueve, sino
que permanece para siempre. Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así el Señor está
alrededor de su pueblo. Desde ahora y para siempre, (sal,125:1-3). El que habita al abrigo del
altísimo, morará bajo la sombra del omnipotente, con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas
estarás seguro (Sal. 91:1-4).
¡Gloria a Dios por aquél grito de Jesús que culminó la redención del ser humano!.

Vous aimerez peut-être aussi