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EL MEJOR REGALO

Cuentan que San Jerónimo, que ya llevaba muchos años viviendo junto a la cueva de Belén, en una
noche de Navidad, después de que terminó la ceremonia religiosa y cuando todos los demás se
hubieron ido, se acercó al pesebre y oyó que el Niño Jesús le decía: “Jerónimo, ¿qué me regalas en
este día de mi Cumpleaños?” El santo emocionado le respondió: te regalo mi salud. Quítamela si
te parece bien. Te regalo mi fama. Si quieres que la pierda, lo acepto gustoso por amor a Ti”.

El Niño sonrió y le dijo: “¿y no me regalas nada más? Pues mira, le dijo el santo, te regalo mis
bienes. Por ti lo dejo todo hasta quedar en total pobreza. Te regalo mi vida: si quieres que me
martiricen, lo acepto de muy buena voluntad. Te regalo hasta el último momento de mi tiempo.
Todo que sea para ti.” Y el Divino Niño le volvió a preguntar: ¿Y no tienes nada más para
regalarme? San Jerónimo se quedó pensando que más le podría ofrecer de regalo de pronto oyó
que le decía con una dulzura infinita: “Jerónimo, regálame tus pecados para perdonártelos”.

El santo penitente se echó a bailar de alegría por aquella cueva sagrada de Belén y repetía: “Loco
de amor tienes que estar para pedirme que te regale lo más asqueroso que hay en el mundo, que
son mis pecados. ¡Gracias, gracias! Ahí te los regalo con mi arrepentimiento y mi petición de
perdón. Perdónamelos todos. Que no se vaya a quedar ni siquiera uno solo sin ser perdonado por
Ti?

¿No nos dirá otro tanto el Niño Jesús en este día a cada uno de nosotros? ¿Le regalaremos
nuestros pecados con una sincera confesión y arrepentimiento?

En este año el Papa Benedicto XVI ha querido se rece por los sacerdotes dedicando un Año
Sacerdotal, para que seamos santos a imagen del Sagrado Corazón de Jesús. ¡Qué necesidad más
grande de que esto sea así! El ministerio de los sacerdotes hace posible la presencia de Jesucristo
entre nosotros en la Sagrada Eucaristía, donde Él, está real y verdaderamente presente con su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En las manos del sacerdote ocurre el mismo milagro que
ocurrió hace dos mil años en la cuna de Belén: Jesús se encarna. En las manos del sacerdote
Jesucristo se hace de nuevo presente y cómo no, al realizar los demás sacramentos, especialmente
el Bautismo y la Confesión, caminos necesarios y de crecimiento en la vida cristiana.

En este año sacerdotal pidamos y oremos por la santidad, fidelidad y perseverancia de nuestros
sacerdotes. También felicito cordialmente a la comunidad de la Parroquia San Francisco y ruego al
Señor, Príncipe de la Paz, que derrame sus dones en abundancia sobre todas las familias y sobre
nuestra querida Patria.

Feliz y Santa Navidad para ti y los tuyos

Padre Manuel E. Materán

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