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América latina
Allí la Iglesia romana sobrevivió a las más devastadoras persecuciones antirreligiosas. Y resiste
más que en otros países el desafío de las sectas pentecostales. Rápidamente canonizado un
niño mártir
ROMA, 15 de febrero de 2016 – El México que el papa Francisco está recorriendo es un caso
atípico respecto a otros países de América latina.
Es precisamente a causa de esta amplia y sobre todo sólida presencia de católicos que México
se distingue de otros países latinoamericanos. Por al menos dos motivos.
En Brasil, los católicos -que pocas décadas atrás eran casi la totalidad de la población- están
reducidos hoy al 61%.
Mientras que en Honduras son hoy menos de la mitad, el 46%, y en Guatemala, en El Salvador
y en Nicaragua son alrededor del 50%.
En México, la erosión del catolicismo por obra de estas sectas se registra casi solamente en la
región limítrofe con Guatemala, en Chiapas, la cual es una de las etapas del viaje del papa
Francisco.
El segundo umbral de resistencia del catolicismo mejicano tiene que ver con el desafío de la
secularización.
No tanto la secularización como fenómeno cultural, que golpea con fuerza por igual a todos los
países latinoamericanos, sino la que se desarrolla sistemáticamente – y a veces violentamente
– en el terreno político.
Uruguay es el país en el que la Iglesia Católica más ha sufrido los efectos del largo dominio de
una clase política y de una burguesía fuertemente anticlericales y masónicas. En efecto, hoy en
América latina es el país con el más bajo porcentaje de católicos, el 42%, y con el más alto
porcentaje de agnósticos.
Mientras que por el contrario, en México, los católicos continúan siendo el doble en
proporción, no obstante lo cual en este país la ofensiva anticlerical y masónica ha sido mucho
más fuerte, prolongada y despiadada.
La cima de esta ofensiva se alcanzó en los años '20 del siglo pasado, durante la presidencia de
Plutarco Elías Calles, con una verdadera y precisa tentativa de aniquilación de la Iglesia, contra
la que numerosos católicos de toda clase reaccionaron con una insurrección armada, bajo la
bandera de la Virgen de Guadalupe y al grito de "¡Viva Cristo Rey!", lo cual les procuró la
calificación de "Cristeros" y a su insurrección el nombre de "Cristiada".
La "Cristiada" tuvo también su niño mártir, José Sánchez del Río, jovencísimo combatiente y
testigo de la fe, llamado "Tarcisio" por sus compañeros, al igual que el joven romano
martirizado por haber defendido la hostia consagrada. Capturado en 1928 por las tropas
gubernamentales, cuando tenía 14 años, fue torturado y asesinado por su impávida resistencia
a traicionar a los suyos, y murió murmurando: "Viva Cristo Rey, viva la Virgen de Guadalupe".
José Sánchez del Río – cuya historia fue retomada por el film "Cristiada", en el año 2012 – fue
beatificado por Benedicto XVI en el año 2005 junto a otros doce compañeros, y el 26 de enero
del 2016 Francisco aprobó el decreto de canonización. Se prevé que será proclamado santo en
el transcurso de este año.
También en 1979, cuando Juan Pablo II llegó por primera vez a México, las leyes prohibían a la
Iglesia cualquier signo de presencia pública y no existían relaciones diplomáticas con la Santa
Sede. Pero el recibimiento al Papa y la participación en sus Misas fueron grandiosos y
aceleraron el aflojamiento de las leyes anticatólicas.
Una reciente investigación del Pew Research Center de Washington confirma este estado de
cosas. El 74% de los católicos mexicanos quieren que la religión esté separada de la política.
Pero curiosamente, en México están en minoría, el 31%, también los que querrían que los
sacerdotes puedan casarse. Éste es precisamente uno de los cambios que más han sido
solicitados en la vigilia del papa Francisco, casi esperando de él un gesto de "apertura" a esta
innovación, con México y en particular Chiapas haciendo de campo de prueba.
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