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UNIVERSIDAD JUÁREZ AUTONOMA DE TABASCO

DIVISIÓN ACADEMICA MULTIDISCIPLINARIA DE COMALCALCO

ASIGNATURA: TECNOLOGÍAS DE LA INFOMACIÓN Y COMUNICACIÓN

TEMA:
ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD

CATEDRATICO: MTRA. VERONICA FERNANDEZ ARTEAGA.

ALUMNA
GRICELDA ISABEL RICARDEZ MARIN

GRUPO: 2° K

CARRERA
LIC. EN REHABILITACION FISICA

FECHA: martes, 20 de febrero de 2018


TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD

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TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD

INTRODUCCION
La ética académica forma parte de la ética universitaria. En un sentido más amplio
ésta no se reduce únicamente a las actividades de docencia e investigación, ni
sólo compete a los estudiantes y académicos, sino que comprende también las
formas adecuadas y respetuosas de interacción y convivencia personal, las
responsabilidades sociales y ambientales, el cuidado de los bienes de la
Universidad o la transparencia en el uso de los recursos destinados a las
actividades académicas. El cumplimiento de los principios, valores y normas de la
ética universitaria es resultado de la voluntad de cada uno, pero se adquiere el
compromiso de seguirlos en el momento en que cualquiera de los universitarios:
académicos, estudiantes o trabajadores, ingresa en la Universidad.
http://www.eticaacademica.unam.mx/Etica_Universitaria.html

Los rasgos de la sociedad líquida han llegado a la universidad para instalarse


como cultura en los ámbitos de formación de los jóvenes. Como si fuera un
discurso teórico pedido a propósito para explicar lo que acontece en este espacio
institucional, Bauman (2011) nos llama a estar alertas ante la volatilidad de las
identidades y la escasa fuerza de los discursos densos y de compromisos
duraderos; la frágil consistencia de estos discursos ha ahuyentado el interés por
convicciones sociales y, a la vez, ha contribuido a reducir la identidad profesional a
su dimensión económica. El refugio en los saberes útiles para responder a las
expectativas y demandas de un mercado cambiante en periodos cada vez más
cortos se ha vuelto una constante en la educación superior, la cual convive con
escasas manifestaciones culturales que se resisten a dejar de lado la dimensión
ética de las profesiones.

Los profesionales que egresan de las instituciones de educación superior


necesitan comprender su campo social y poner a prueba sus identidades y
capacidades.

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TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD

El desarrollo de la profesionalidad como uno de los fines de la universidad ha de


tener en cuenta la constitución del ethos profesional, lo cual nos lleva a entender a
las profesiones no sólo desde una perspectiva tecno-económica.

El propósito es llegar a conclusiones que nos ayuden a conocer un campo


temático, teniendo como referencia un caso para identificar una problemática que
cruza todo el espacio de la universidad pública en México: el de la ética
profesional en la formación universitaria.(ZAVALA, 2018)

Principio de beneficencia, formación universitaria y ética profesional

Concibo como premisa fundamental en la formación universitaria el principio de


beneficencia. Este principio lo sitúo en el epicentro ético de la tarea que la
sociedad le ha asignado a la universidad, pues hacer el bien a través de las
políticas y acciones contenidas en la legislación, el discurso institucional y su
currículo es la razón de ser de la universidad como entidad académica y social.
Los profesores, como profesionales de la docencia y sujetos relevantes en la
formación de los jóvenes en la educación superior, necesitan encarnar este deber
de la universidad. Hortal lo ha dicho en pocas palabras: "Un profesional ético es
aquél que hace el bien en su profesión. No hay nada más moralizador que cada
cual haga bien lo que tiene que hacer" (Hortal: 2000: 60).

Así pues, si en la universidad se enseñan saberes desactualizados y se pondera


su memorización, además de estar alejados de las problemáticas que atraviesan
los campos profesionales, aislados de los conflictos que están deteriorando la vida
comunitaria y cultivando los rituales de evaluaciones conservadoras, entonces
tenemos que concluir que en la universidad no se cumple con el principio de
beneficencia al no hacer bien la función socialmente necesaria que le
corresponde.

Hacer el bien en la universidad a quienes se están formando como profesionales


no ha de reducirse a enseñar bien el conocimiento y las habilidades técnicas.
Siendo esto imprescindible, la beneficencia, como orientadora de la acción

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formativa del ethos profesional, nos conduce a enlazarla con el principio de


justicia, lo cual constituye la base de entrada a la dimensión socio-moral; es la
premisa ética para concebir al profesional como un sujeto que no sólo pretende
desarrollar competencias para ganar un salario en un campo de trabajo sino, junto
a esto, que está abierto a la creación de disposiciones para entender y coadyuvar
en la construcción de una sociedad justa y democrática. "La ética profesional
queda incompleta y distorsionada si no se enmarca en una ética social" (Hortal,
2000: 67);

El profesional tiene como divisa la posibilidad de ampliar los márgenes de la


justicia en la sociedad con la puesta en juego de sus saberes profesionales, lo
cual constituye un modo de compensar a la sociedad el bien recibido en las aulas
universitarias.

El escenario educativo de la educación superior: las prácticas de enseñanza y


de aprendizaje
Como hemos apuntado, otorgamos especial importancia a la manera como se
sitúan el estudiante, el docente y los contenidos propios de enseñanza y de
aprendizaje en el escenario educativo concreto. Se la damos porque
consideramos que, según sea la forma en que se relacionen dichas dimensiones,
se fomentará uno u otro tipo de aprendizaje, a veces del todo contrapuesto al
pretendido. En otras palabras, el modelo de aprendizaje ético que defendemos
para la ciudadanía, apuesta por formas especiales y concretas de organizar el
escenario pedagógico, de manera que no todo vale a la hora de tratar de enseñar
un contenido o un bloque de contenidos a un conjunto de estudiantes. En tal
sentido, vale la pena decir que prestamos atención preferente a las formas de
organización conjunta entre docente y estudiantes que apuesten por situaciones
de interactividad, y en las que el docente acabe traspasando el control y la
responsabilidad de la actividad a sus alumnos y en las que se compartan
significados importantes para todos los participantes (Coll y otros, 1992; Mercer,
2001).

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Esta forma de organización social del aula y de los estilos de aprendizaje es


idónea para todo tipo de enseñanza superior que pretenda incidir en los niveles y
objetivos que venimos presentando como deseables en un modelo de sociedad de
la información, el conocimiento y las tecnologías como la nuestra. En efecto, un
aula universitaria ha de representar y reflejar algo más que un proceso de
transmisión de contenidos científicos, tal como ha marcado la tradición en los
últimos años. Consideramos que el aula es un lugar en el que desarrollar procesos
en los que se gestionen de principio a fin situaciones de enseñanza y de
aprendizaje de naturaleza estratégica, donde no solamente se aprendan unos
contenidos, sino que se fomente el cómo aprenderlos y ser consciente del proceso
seguido en su aprendizaje (Nisbet y Shumcksmith, 1987; Monereo y Castelló,
1997).

Importa mucho la naturaleza de las actividades que el docente pone en marcha y


la secuenciación de las mismas. En referencia a la naturaleza de las actividades y
tomando en cuenta que defendemos un aprendizaje estratégico que tenga que ver
con la meta cognición, son pertinentes aquellas actividades que involucren al
estudiante de una forma activa y responsable, y donde su quehacer tenga un peso
importante en el desarrollo de la sesión o de las sesiones que dure el proceso
formativo. En otras palabras, el rol del estudiante ha de ser activo, a la vez que
debe asumir el control y la responsabilidad consciente de dicho proceso. Las
sesiones de aula deben representar verdaderas comunidades de aprendizaje con
un gestor del proceso, como es el docente, que se encarga de organizar y de
controlar las actividades puestas en marcha, de manera que cada persona puede
desarrollar sus propias estrategias heurísticas de aprendizaje, al tiempo que se
comparte entre todo el grupo una manera de trabajar y de aprender y un discurso
propio y concreto de esa comunidad de aprendizaje (Mercer, 2001).

Si nos referimos a la secuenciación de las actividades de enseñanza y de


aprendizaje, se trata de que se desarrollen de una manera organizada y
coherente, de forma que se vaya de menos a más hacia la autonomía y el control
responsable de la actividad del estudiante. De esta forma, proponemos situar las

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actividades más dependientes del docente al principio de las secuencias del


proceso formativo, y las más autónomas, independientes y complejas al final.

Hemos afirmado que las consideraciones sobre la organización social del


escenario en el que tienen lugar los procesos de enseñanza y aprendizaje se
postulan en función de una mejor preparación del nuevo profesional demandado
por la sociedad de la información, y con base en las actuales tendencias
psicopedagógicas sobre el aprendizaje. Sostenemos que esas formas de
planificación, desarrollo y puesta en marcha de actividades son más sensibles y
adecuadas a la incorporación de contenidos y de formas de hacer de naturaleza
ética y moral.

No todas las formas de organización social del aula y del trabajo individual o
cooperativo que procuran generar aprendizaje en el estudiante son igualmente
válidas para aprender a apreciar como valiosas condiciones como las que
planteamos a modo de valores mínimos en nuestra propuesta de aprendizaje
ético. Se aprende a estimar el respeto y la promoción de la autonomía, el valor del
diálogo y de la diferencia, y la consideración hacia ella como factor de progreso
individual y colectivo, cuando esas cualidades están presentes de forma natural en
los escenarios de enseñanza y aprendizaje, en los espacios de participación y en
el clima institucional de nuestras universidades.

Entre esos escenarios y de forma cada vez más frecuente, las prácticas y las
estancias mediante convenios en empresas e instituciones son lugares óptimos
para identificar valores y contravalores, para aprender a diagnosticar situaciones
en clave ética, para aprender a comprender mejor y más críticamente la realidad
que nos rodea tanto laboral como socialmente, y para entrenarnos en formular
propuestas y en implicarnos en proyectos personales y colectivos capaces de
transformar y mejorar las condiciones de nuestro mundo. Dichos escenarios
también pueden ser lugares en los que no se aprenda nada de todo esto o se
aprenda lo contrario. Esta es una tarea a la que no puede mostrarse ajeno el
profesorado universitario. El aula, como espacio de debate, debe integrar análisis
que tengan en consideración tales cuestiones. Esta institución, en la que el

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estudiante puede participar en la toma de decisiones, es también un buen lugar


donde aprender a profundizar en los estilos de vida y en los valores democráticos,
pero puede ser igualmente un sitio en el que aprender que la participación y la
democracia son cuestiones formales que sólo sirven para incrementar la cohesión
del sistema, pero que difícilmente pueden ser vías para el progreso y la
transformación de nuestros contextos de vida en otros más justos y equitativos. El
profesorado universitario, en especial aquel que ejerce funciones de
responsabilidad académica y política, debe ser consciente de esta función informal
potencialmente formadora de la institución.

Sin embargo, y a pesar de lo expresado hasta aquí, nos parece de particular


importancia el espacio del aula universitaria. La clase, el seminario, el gabinete de
lectura o el estudio de caso son espacios de interacción privilegiados, en los que
quizás por la progresiva integración de tecnologías de la comunicación y la
documentación el encuentro entre estudiantes y entre estos y el profesorado
permite diseñar el tratamiento de los contenidos curriculares de formas muy
diversas. Sin perder rigor ni disminuir el nivel del aprendizaje, podemos dedicar
más o menos tiempo a plantear problemas o a responder preguntas, a discutir
resultados o a repasar operaciones, a exponer posiciones o a buscar más
perspectivas sobre un objeto de análisis, etc. Es evidente que no es lo mismo
hacer una cosa u otra, como también lo es que, según cuál sea el enfoque, el
profesorado podrá utilizar estrategias diferentes de la expositiva o interrogativa en
la forma en que aborde o construya el conocimiento. Nos interesa destacar que la
incorporación de tales estrategias para el desarrollo de las dimensiones que
planteamos en el análisis sobre la construcción de la personalidad moral, supone
añadir calidad ética al proceso de enseñanza–aprendizaje. Este es quizás el reto
más discreto y a la vez más profundo que proponemos desde el enfoque del
aprendizaje ético.

No se trata de hacer grandes cambios curriculares ni nuevas reformas en los


planes de estudio, sino de incorporar en los planes de cada asignatura contenidos
y objetivos terminales de naturaleza ética, pero sobre todo de carácter

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procedimental y actitudinal. Para ello es necesario cambiar la perspectiva de un


amplio sector del profesorado; aprovechar e intercambiar las buenas prácticas que
existen en relación con el tema que nos ocupa; y poner a disposición los mismos
recursos y estrategias adecuados.

Vale la pena señalar que si no hacemos el esfuerzo de dar un sentido transversal


a la propuesta descrita, corremos el riesgo de ir hacia la creación de tantas
situaciones de enseñanza y de aprendizaje estratégicas y con rasgos éticos y
morales como asignaturas por las que transite el estudiante en su período de
formación. En este sentido conviene que el profesorado asuma que un enfoque
como el del aprendizaje ético en la universidad propone atender el desarrollo
integral del estudiante, no sólo en su manera personal de aprender y abordar el
ejercicio de su profesión, sino en su forma de pensar y de comportarse como
ciudadano. https://rieoei.org/historico/documentos/rie29a01.htm

La ética y la moral en la formación


universitaria
La ética y la moral contribuyen a que el egresado universitario ejerza su profesión
de manera responsable y comprometida con la sociedad mediante un ejercicio
responsable de la ciudadanía, es decir, participan de manera, tal vez, no muy
notoria pero si de vital importancia, para que al término de su preparación, un
profesionista se realice responsablemente, por lo cual la ética es la expresión de
una conciencia moral que posibilita el logro de bienestar social y contribuye a la
realización plena del profesionista. http://www.conocimientos.com.ve/opinion-y-
pensamiento/moralyeticauniversitaria

Aunque cada quien tiene una posición moral con respecto a muchos temas en la
vida, las personas con mentalidad universitaria modifican con frecuencia algún
criterio preestablecido gracias al diálogo y al ejercicio intelectual, cuando discuten
con seriedad y responsabilidad diversos temas. Esto es posible porque todos, en

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especial los universitarios, buscan la verdad, si reconocen que algo es cierto,


entonces tienen la responsabilidad moral de salir en defensa de la realidad de esa

En el ejercicio de esa responsabilidad el profesionista encuentra el camino para su


realización porque las aportaciones que dan la ética y la moral implican el pleno
desarrollo de capacidades profesionales, la búsqueda y el logro de la excelencia y
de la calidad y prestación de servicios y bienes, es por eso que la ética y la moral
van más allá del conjunto de prohibiciones y deberes que se adquieren al formar
parte de una comunidad profesional porque no se reduce a reglamentar la
conducta, sino que impulsa y guía la realización de acciones que redunden en el
beneficio de la sociedad y del profesionista.

Los profesionistas que van a egresar de las instituciones de educación superior, al


adquirir un conjunto de conocimientos especializados y de competencias
profesionales, no solo logran obtener el estatus y el poder de expertos
especialistas en un área de conocimientos o un campo de acción, sino también
contraer la responsabilidad ética y moral de hacer un buen uso de esas
competencias profesionales, porque la aplicación de esos conocimientos
especializados inciden de manera directa o indirecta en las condiciones de vida y
en el bienestar de la población.

http://www.conocimientos.com.ve/opinion-y-pensamiento/moralyeticauniversitaria

El papel de la universidad en la Ética


estudiantil
El quehacer esencial de la universidad es proporcionar un ambiente que favorezca
el desarrollo y la realización de todos sus integrantes, y a través de ellos beneficiar
a la sociedad entera. La ética universitaria tiene a su cargo mostrar medios y
elementos convenientes y debidos para la construcción de ese ambiente y el
cumplimiento de sus fines.

Más que repartir y derramar “ciencias”, debe de sembrar el entendimiento crítico


con poder de discernir, de reconocer, de descubrir lo que podemos conocer de la

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verdad de las personas y de las cosas. Relacionada con el tema de verdad surge
la necesidad ética de la responsabilidad social como expresión de justicia,
indispensable también para el cambio social.

Muy pocas veces los universitarios (estudiantes, profesores, funcionarios) se


esfuerzan en inventar el cambio y menos en promoverlo. La inmensa mayoría de
ellos pertenecen a la notable y reducida esfera de beneficiados, y por eso
procuran la permanencia y fortalecimiento de las teorías, sistemas, políticas y
cosmovisiones que han mantenido la fortaleza de los propios privilegios.

La universidad debe formar en los estudiantes un criterio de justicia a partir del


sentido común, y de las virtudes éticas de la justicia social. Esta labor universitaria
es muy difícil, porque las ideas de dominación se heredan, se reproducen, se
defienden como los propios bienes. Estas ideologías se trasmiten de padres a
hijos casi por procesos genéticos, pero, además, los mismos grupos de poder
construyen las instituciones sociales, políticas, financieras para custodiar sus
inmensos intereses: medios de comunicación, partidos políticos, legislación,
consorcios industriales y comerciales en el ámbito nacional e internacional.

Una universidad puede escapar de estas perversiones y complicidades si forma en


sus estudiantes una clara y fuerte conciencia de responsabilidad social y si ella
misma se compromete con la justicia. Hay algunos medios indispensables para la
formación de esta conciencia ética en la educación. Por la esencia del quehacer
universitario, la evidencia intelectual ha de ser el medio más poderoso. Sin
embargo, una cosa es saber qué es la justicia y otra cosa es ser justo; una cosa
es saber qué debemos hacer y otra cosa más difícil es hacer lo que debemos. Por
eso las evidencias racionales de la responsabilidad social deben ser tan fuertes
que muevan a la acción de la justicia. Mucho ayuda en este proceso la mostración
de las terribles injusticias sociales que sublevan cualquier sensibilidad humana
que no ha sido destrozada.

Otro medio indispensable para la formación de la conciencia ética de


responsabilidad social es la práctica de la justicia institucional. Una universidad

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forma hábitos, actitudes justas si es una universidad donde gobierna la razón y se


vive la justicia, donde los estudiantes puedan encontrar los medios y
oportunidades convenientes para su desarrollo personal en los planos intelectual,
estético, espiritual y moral. Donde los profesores investigan, generan y comunican
conocimientos, muestran caminos deseables con sus propias vidas, comunican a
sus alumnos el placer de saber, pero también disponen de posibilidades
económicas académicas y culturales para crecer y proyectar su crecimiento.

Allí los funcionarios están preparados para organizar, decidir, ordenar, innovar,
gobiernan y se encargan de ordenar fines y medios de la universidad en todos sus
niveles y las personas de la administración y de servicio hacen muy bien lo que les
corresponde pero reciben un salario justo y justicia conmutativa y además cuentan
con elementos para cultivarse y poder ascender a desempeños más deseables y
de mayor calidad.

Otro elemento muy importante para la formación de una conciencia éticamente


responsable es un verdadero servicio social. El estudiante debe tener
conocimiento de la realidad nacional: las hirientes diferencias sociales, la pobreza,
el desempleo, la desesperación de los que carecen de un refugio, los obligados a
un trabajo humillante por la necesidad, los marginados de los servicios de salud,
de educación, de posibilidades mínimas de una vida con elemental dignidad. Los
estudiantes deben conocer esta realidad y, mejor todavía, deben experimentarla y
procurar solucionarla según sus posibilidades.

Se necesita una universidad como inteligencia crítica de la sociedad, como recinto


de humanidad y de dignidad, que sirva inmensamente a la sociedad con la
generación del saber, con la trasmisión y proyección de la verdad, que no sea
servil a los grupos de poderes políticos o económicos, que mantenga su libertad y
autonomía, que aporte soluciones a los problemas sociales. https://moral-y-etica-

universitaria.wikispaces.com/El%20papel%20de%20la%20universidad%20en%20la%20Ética%20estudiantil

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Desarrollo de la Ética y la moral a través del tiempo

La transformación de la Ética y la moral a través del tiempo


La moral surge cuando los hombres empiezan a agruparse para formar
sociedades en las cuales se vive y se convive. En el interior de las sociedades la
moral debe transformarse al mismo tiempo que ellas para que siga teniendo
validez. Si las sociedades cambian, también debe cambiar la moral. Por lo que
podemos decir que a cada etapa de la evolución social corresponde un tipo de
moral relacionada con la forma de pensamiento predominante en cada época.

Época primitiva. Los seres humanos son recolectores y cazadores, se asientan


en grupos que permiten la supervivencia y fortalecimiento de las tribus; sus
normas morales, que en ese momento no son escritas, se basan en el bienestar
de todos, por lo tanto los valores predominantes son el trabajo, la solidaridad, el
cuidado de unos a otros, la repartición igualitaria, etc. Durante este periodo
histórico, la moralidad se basaba en acciones que permitieran el desarrollo social
armónico y que beneficiaran a todos.

Época esclavista. Entre los habitantes de las primeras sociedades hubo algunos
que empezaron acumular bienes porque el trabajo de todos permitió que se
pudieran almacenar los productos. Así surgió el hecho de que unas pocas
personas tuvieran más que las demás, se iniciara cierta desigualdad y, por lo
tanto, surgiera el esclavismo. En esta época existían dos morales; la que
correspondía a los libres y que exaltaba valores como la justicia (según esa clase
social), la polis, la democracia, etc., y la moral de los esclavos, quienes podían
aspirar a muy poco y cuyo valor principal era el trabajo.

Época feudal. En ella surgieron las clases sociales: siervos y aristocracia. A esta
última pertenecían los reyes, emperadores y el Papa, cuyo poder espiritual era
indiscutible. La moral es esta época tenía un sello religioso muy fuerte y marcado
y se traducía en valores que sólo la clase noble poseía.

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Capitalismo. Cuando surgió la burguesía, producto de las nuevas formas de


producción y que alcanzó su etapa de esplendor en el siglo XIX, también surgió un
nuevo tipo de moral sustentada en los valores de trabajo, producción, utilidad,
bienestar individual. Las acciones están orientadas a la adquisición de una
economía fuerte y competitiva, en ocasiones sin importar el bienestar de los
demás, por lo que podemos decir que el individualismo ha sido un sello
característico de esta época.

Época actual. Nuestra sociedad está regia por la idea de que la felicidad la
produce el consumo: cuanto más tengas y puedas adquirir, eres más feliz, sin
importar los medios que utilices para conseguir determinados productos. A esto
hay que añadirle la idea de que cuanto más libre y autónomo se es, también se
posee más felicidad. Por lo anterior, pareciera que en el siglo que nos toca vivir la
ética y la moral están enemistadas con el concepto de felicidad y libertad, y por
ello las personas somos más renuentes a seguir las normas morales impuestas
por instituciones como la familia, la escuela, la Iglesia e incluso las leyes que
imponen determinados códigos y reglamentos, porque siempre exigimos que se
quiten en pro de “nuestra libertad”.

Por tanto la moral es esta época se aprecia como contraria a lo que el ser humano
quiere y necesita; muchos ven la moral como un impedimento para alcanzar su
realización, y por tanto la desconocen, cuando en realidad son precisamente estas
normas las que ayudan a que haya orden y estabilidad en la sociedad y a que las
personas puedan progresar.

https://moral-y-etica-
universitaria.wikispaces.com/Desarrollo%20de%20la%20Ética%20y%20la%20moral%20%20a%20través%20del%20tiempo

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Conclusiones
Actualmente se vive en la sociedad de la información y la comunicación, y los
avances técnicos y tecnológicos son ampliados día a día, por ello, la función social
comúnmente aceptada de las instituciones de educación superior es la de formar
profesionales poseedores de los últimos avances. Asimismo, las universidades
son los lugares óptimos para el aprendizaje de carácter humano, de donde
proviene su condición de ética y moral.

Resulta un error desaprovechar esta función, ya que todo centro de enseñanza


superior tiene la obligación de promover modelos educativos en relación con el
aprendizaje y la formación ética y moral de los estudiantes, como ocurre en toda
institución de educación superior con voluntad de servicio público.

Es de reconocer que no importa si el carácter de titulación de la universidad es


público o privado, su sentido y misión públicos deben ser los mismos, definidos en
función de un conjunto de características que permitan entenderla a la universidad
como un espacio de aprendizaje ético y moral que procure que sus titulados
ejerzan las futuras profesiones con la voluntad de contribuir a la formación de una
sociedad inclusiva, digna y democrática.

Como se puede ver, una universidad de calidad y de servicio público es en la cual


sus estudiantes se convierten tanto en excelente profesionales, como en
ciudadanos cada vez más cultos y críticos. Para efectos de esto, se sugiere que
tanto el profesorado como los administradores universitarios tengan presente que
los resultados dichos se logran cuando se busca la verdad de forma rigurosa, a
través de la argumentación, el diálogo y la deliberación abierta; siempre, sin
incurrir en dogmatismos y fundamentalismos, dentro de un marco de interacción
social y en colaboración con los demás.

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Finalmente, sólo las universidades que se ocupen de crear los mecanismos


necesarios para fomentar la participación ética y ciudadana en sus estudiantes,
dentro de los tres ámbitos siguientes: formación deontológica relativa al ejercicio
de las diferentes profesiones; formación ciudadana y cívica de sus estudiantes; y
la tercera es la formación humana, personal y social que contribuya a la
excelencia ética y moral de los futuros titulados en tanto que personas, puede ser
considerada como una verdadera universidad de calidad.

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TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN ÉTICA EN LA UNIVERSIDAD

BIBLIOGRAFIA

ZAVALA, R. L. (2018). Ética profesional en la formación universitaria. SCIELO, 10.

http://www.eticaacademica.unam.mx/Etica_Universitaria.html

https://rieoei.org/historico/documentos/rie29a01.htm

http://www.conocimientos.com.ve/opinion-y-pensamiento/moralyeticauniversitaria

https://moral-y-etica-
universitaria.wikispaces.com/El%20papel%20de%20la%20universidad%20en%20l
a%20Ética%20estudiantil

https://moral-y-etica-
universitaria.wikispaces.com/Desarrollo%20de%20la%20Ética%20y%20la%20mor
al%20%20a%20través%20del%20tiempo

http://moral-y-etica-universitaria.wikispaces.com/Conclusiones

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