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“Misa negra” o el sacrilegio inacabado del modernismo Esther Herndéndez Palacios scribfa Amado Nervo refiriéndose al panorama editorial de fines del iD siglo pasado y principios de éste: En México se escribe para los que eacriben. El literato cuenta con un cenéculo de ‘eacogidos que lo leen y acaba por hacer de ellos su tinico piblico: E! gros public como dice los franceses, ni lo paga ni lo comprende, por sencillo que sea lo que eacribe. Qué cosa ‘més natural que escriba para los que si no lo pagan lo leen al ‘menos?! El escAndalo desencadenado por el poema de Tablada titulado “Misa negra” parece sefialar, que no siempre este publico lector era tan reducido. “Misa negra” aparecié por primera vez el 8 de enero de 1893, en El Pats, periédico de gran circulacién fundado por Jestis Rabago y Joaquin Escoto, en la seccién literaria que era dirigida precisamente por Tablada. Las indignadas protestas llegaron a tal punto que el poeta se vio obligado a renunciar a su cargo. Y el asunto no paré ahi, sino que lleg6 hasta las rads altas camarillas politicas; la misma esposa de Porfirio Diaz, Dofia Carmen Romero Rubio, ordend que se rechazaran los escritos de Tablada en todas las publicaciones. Afios més tarde Tablada comenté: En una de lag paginas literarias semanales del mencionado diario, aparecié el poema “Misa negra”; y no bien circul6 cuando comenzaron a llegar la protestas rebosando idignacin y esedndalo. Rébago atento. como era natural, a la circulacién del periédico, intenté en vano persuadirme de que deb‘amos escribir para México y no @ Pere Montmartre y de que aquella mi fSrmula del Arte a ultransa, amenasabe dejarnos sin suscHifitors ni afunciantes™ Este suceso calé profundo en la conciencia del joven modernista, quien por esos afios sufria -y aun seguiria padeciendo- graves crisis existenciales, entre otras cosas debido a la influencia baudeleriana que no s6lo lo conducia a expresiones artisticas como las del poema en cuestién, sino que lo tenia inmerso en los llamados “paraisos artificiales”, tan en boga entre los artistas finiseculares. . 2 Asinto Herta “Nuestra Literatura” en Obras Completas, Vol. 1, Madrid, Aguilar, 1955, p.61l “és 2 Jos Juan Tablada, La feria de la vida (memorias), México, Ed. Botas, 1937, pp. 410- 5 Echando una ojeada retrospectiva a estos afios, Tablada recuerda la posicién critica de Justo Sierra ~quien, valgase la anécdota, no sélo fuera su maestro, sino su tio politico y trata de colocar en su preciso sitio a quien fuera la figura central de sus afios juveniles, porque no es equivocado sefialar -como ya lo han hecho antes que yo- que Tablada fue el més baudeleriano de los modernistas mexicanos: El maestro tenfa raz6n... De muchos desvios en que incurrimos puede encontrarse el germen y la ra{z en el siniestro luminoso jardin de Las Flores del Mal, y en el divan, profundo como un abismo y apresador como un tremendal traidor de los Paraisos Artificiales. Los fatales manzanilleros de aquel huerto, sus monstruosas orquideas de colores carnales y perfumes deletéreos, sus adormideras envilecedoras y sus lotos de olvido, habian de probar su aciago maleficio, cuando después fueron cayendo en plena juventud el lamentable e ingenuo Duque Juan, el refinado y atildado en su persona ‘como en su obra, Antenor Lezcano, el genial nifo, nuestro Juan de Tinan, Bernardo Couto y Castillo y atin quiz4 Alberto Leduc, trabajador modelo y autor del magistral cuento “Fragatita”, y muchos otros menos ilustres o totalmente oscuros... Tenia raz6n el maestro, tanto mds que en el letargo espiritual y opresor que rein6 en aquella época en que las inflexibles normas gubernativas sofocaban todo tmpetu civico, el ejemplo del poeta maldito se ofrecia ante la inexperiencia juvenil como un refugio que recomendaba ¢l ilustre ejemplo, como un derivativo para emplear las desbordantes energias de las juventudes exaltadas... Pero haber estado de acuerdo con la previsién del Maestro, a los Veinte afios, hubiera equivalido a ser sabio y asi, preferimos imaginar que don Justo, vicario en México del gran Victor Hugo, no justipreciaba al inquietante poeta que surgia en el crepiisculo del romanticismo huguiano, sefialando nuevas normas que tenian que ser ingratas para quienes reconocian e] imperio del gran monarea I{rico... En su momento, “Misa negra” no sélo le produjo satisfacciones y sinsabores, le permitié detenerse a pensar sobre su quehacer poético y concretizar su concepto de poesia. Estas reflexiones las expuso en una carta que, como respuesta a las protestas, publicé en El Pats escasos ocho dfas después de la aparicién del motivo de esc4ndalo. La carta se titulaba Decadentismo e iba dirigida a los “sefiores Balbino Davalos, Jesés Urueta, José Peén del Valle, Alberto Leduc y Francisco Olagufbel”, sus compafieros en la travesfa decadentista “nica en que hoy puede obrar libremente el artista que haya recibido el més ligero hdllito de la educacién moderna”. Ent este texto Tablada retine su linaje roméntico con sus lecturas simbolistas y parnasianas: La filosofia, esa plenipotenciaria de todas las ciencias, se ha acercado muchas veces nosotros y cudntas al romper los negros sellos de su credencial, hemos mirado el fuego de una verdad, devorando a un ideal hasta dejarlo convertido en cenizas. Presos en un sistema filoséfico, que como la teogonia cristiana, tiene su infierno, ‘marchando en una senda moral que concluye en el abismo de lo incognocible, parece que ‘todas las sombras de ese abismo, evapordndose en densa niebla y en fiinebres vapores, se ha prendido como un cresp6n en nuestras frentes ya empalidecidas por el tedio. 3 José Juan Tablada, Las sombras largas (segundo volimen de memorias), inédito, cito del manuscrito que se encuentra en los archivos “Tablada” de la UNAM, p. 133-134. José Juan Tablada, “Decadentismo” en E! Pafs, 15 de enero de 1893, p. 1. 6 Nuestro pecho es el nido de la negacién, de esa ave crepuscular que tiene por ritornelo de su arrullo el desesperante: A quoi bon? Nuestro cerebro ea el Lazarium del hhastio; a menudo los suesios que en él flotan retorciéndose en convulsiones angustiadas, se fijan por fin en un cfreulo negro que tiene espantosa semejanza con el cere biidico, con el fatal simbolo del Niroanah. La eterna gota de la duda ha cavado la blanca lépida de nuestras creencias. Como todos, hemos lorado; pero en las almas como en las grutas legan las Idgrimas a congelarse on duras estalactitas. ‘Qué son los earimbanos del invierno, sino as Ivins de primavera? ‘Termina vaticinando la aparicién de la Revista moderna que “sera la Pagoda en que seguiremos reverenciando al arte, nuestro {dilo comin” * La epistola de Tablada no acallé el ruido provocado por el poema; el 23 de enero del mismo afio, Jestis Urueta respondié con otra, a la que titulé “Hostia” y en la que después de criticar el uso del término “decadentismo” por impreciso, y de defender el arte, haciendo un recorrido por la historia universal de la literatura, se dirige a Tablada en los siguientes términos: ‘Usted es decadentista, asf tiene formado su espfritu: las verdades de la ciencia son las elegias de su fe; lleva en el alma un cenicero de ideales; en el libro de Spencer encuentra ‘un infierno més horrible que en el Dante; ante su vista gira el cero biidico... Respeto su ‘templo mutilado. A esto se agrega que los decadentistas lo han hipnotizado, amigo m{o; usted es el son4mbulo de Richepin. Hay una sugesti6n literaria: almas que nos entran en el alma. Usted ha vivido en los palacios de Fortunio: de aqu{ la forma fantasmagérica de su estilo; es usted un esteta. Se ha recostado en los perezoaos divanes del Club de Hatchishistas de aqui sus nerviosidades, sus pesadillas y sus edenes, El genio de usted en un demonio sticubo con alas de colibri a veces, y a veces con alas de murciélago. Quiz me conteste con la carcajada de Stendhal. Quiz& lo merezca. Inyectarse versos Paul Verlaine es casi lo mismo que inyectarse morfina: a la larga se forma una manera de ser especial, un temperamento neurético que invade el antiguo yo, lo penetra, lo transforma, sin que encuentre fuerzas para resistir la invasién, débil como esté por las luchas sin tregua de la seleccién intelectual. Entra usted en el desfile de los Poetas Malditos; al madero de su cruz se abraza una musa histérica. En resumen, amigo m{o, pienso que pensamos lo mismo en el fondo, y veo con gusto que usted, el eacéptico y el enfermo tiene una fe y una patria celeste de salvacién, porque entre los pedazos de crucifijos y de 6rganos de su templo desbaratado, es usted oficiante del ideal iAbrigo la ‘esperanza de que la Revista Moderna no sea el portavoz de una secta literaria exchusivista y fandtica, el “Gato negro” de la neurosis artistica. El arte es la hostia de los elegidos; becha de pasta de hatchish, de panals de Himeto, de lo que usted quiary, pero siempre 0 5 Ibidem. § Ioidem. 7 Jesis Urueta, “Hostia a Joos Juan Tablada”, en Ei Pats, 23 de enero de 1893, p. 1. Idem en Revista Moderna, febrero de 1899, afio II, némero 2, pp. 58 y 9. Tanto la carta de ‘Tablada, como la respuesta de Urueta se encuentran de manera integra en: Esperanza Lara 1a iniciacén pottion Joné Juan Toblada, México, UNAM, Cuadernoe del Centro de Eatudioe ‘También Alberto Leduc, en ricas lineas de prosa decadente, se proclama defensor de Tablada, a quien considera el ‘unico mexicano que comprende fielmente al incomparable Pontifice de lo artificial y de os decadentes, a Carlos Baudelaire, el melancSlico amante de la tenebrosa taciturna® Pocas veces un solo poema ha marcado el rumbo de la historia literaria, porque es definitivo que la idea de iniciar la Revista Moderna nacié en ese momento, aunque fuera una realidad sélo cinco afios después -en 1898-y gracias al mecenazgo de Jestis Valenzuela y de Jesis Urueta. El primer numero aparece el 1o. de julio de 1898 y desde entonces y hasta 1907, ‘Tablada formaria parte de sus redactores. En la Revista, que a juicio de Julio Torri,® haba hecho de la ciudad de México “una de las principales metropolis Ifricas del orbe hispénico”, Tablada publicaré poemas, art{culos, ensayos, traducciones, resefias y notas bibliogréficas. No queriendo perder la paternidad de tan importante publicacién, deja constancia en el volumen inédito de sus memorias, de que él es el autor del editorial de su primer numero: Ya habia dejado la roméntica casona de Coyoacéin y ya vivia en los aledaiios de Tlalpan, cuando una mafiana, al Uegar en visita tempranera, lo encontré risuefio (a Jesis Valenzuela), lanzéndome las inesperadas palabras siguientes: -iafortunado poeta, tu ‘suefio ve cumple! ivamos a fundar, por fin el periédico con que deliras, la Revista moderna, prepara puesel articulo programa, el de inauguracién y cuanto antes mejor. !Anda! Horas después tenia Valenzuela en sus manos el articulo que aparece en primer lugar en el néimero inaugural de la revista y en el que la idea de la heroica misién del poeta y el artista en un medio reacio se presentaba dentro de una extrafia decoracién simbélica y roméntica... y dias més tarde, aparecta el primer mimero de nuestra revista, bajo ‘cubiertas de papel de color y con ilustraciones horstexie, que creo eran pinturas de Leandro Izaguirre!? En la Revista moderna se publicaron por primera vez casi todos los poemas que compusieron después su libro modernista por excelencia, El Florilegio, importantisimo para el modernismo mexicano. De 6! dijo en su momento otro miembro de la escuela: ‘esa flora inclasificada y casi sobrenatural, de savia ardiente y fecunda. En efecto, no hay exquisiteces mAs francas, mAs espont4neas, ni més hondamente sentidas, que las ® ‘Alberto Leduc, “Decadentismo”, en El Pats, 29 de enero: B. jién aparece enajinese mm je enero de 1898. p. 2. También. Julio Torri, “La revista moderna de México” en Didlogo de los libros, ECE, Col. Letras Mexicanas, 1980 p. 126, att aoe saan 10 JJ.T., manuseritos de Las sombras largas p. 11 8 que caracterizan El Florilegio, cuyas paginas huelen con una aristocratica rogeced 2 Tforales del Japén, a higos de Smirna, a inciensoy ano sé qué cuave fragancia de tocado por manos de mujeres hermosas... Porgee'l pots dal Flees un vskoasio refinado, que, por odio al vulgo, ama esos erotismos misticos, esas perversiones tramadas de sensualidad y de religién, en las que el deseo oficia como un sacerdote, en misteriosos y saténicos ritos. EI Florilegio tuvo dos ediciones, la primera se remonta a 1899, lleva pie de imprenta de Ignacio Escalante en México y contiene 33 composiciones; la segunda, fue publicada en 1904 en Parfs por la viuda de Charles Bouret, y puede considerarse como un libro nuevo porque consta de 84 poemas, antecedidos por un texto a manera de prélogo escrito por Jesis Valenzuela, quien junto con Jestis Urueta seria amigo y mecenas de Tablada durante sus aiios modernistas. En ambas ediciones dentro de la secci6n subtitulada Hostias Negras aparece el poema que nos ocupa, de esta seccién opinaba Luis G. Urbina: ‘Tablada introdujo entre nosotros el nuevo estremecimiento de Baudelaire, y de sus viajes al alma enferma de Huysmans trajo el recuerdo de esas infernales y negras ceremonias. Cuando nos da a comulgar sus hostias negras, experimentamos una sensacién de malestar complicada de voluptuosided y de regocio; en la cacuridad del templo entutado, la tentaci6n roza nuestros labios con sus alas velludas.'2 Detengdmonos en “Misa negra” para ver por qué levant6 tanto revuelo: INoche de sabado! Callada esté la. _y negro el cielo; late en mi pecho una balada, de doloroso ritornelo. El coraz6n desangra herido bajo el cilicio de las penas y corre el plomo derretido dela en mis venas, iAmada, ven!... iDale a mi frente eledredén de tu regazo {imi lerure dulcemente, ‘a.a la creel de tu abrazo! iNoche iNoche de sfbado! En tu alcoba de incensario, 11 Luis G. Urgina, “Florilegio de José Juan Tablada” en Revista Moderna, Febrero de 1903, 305. Yallden ol leche de 79 tu cuerpo blanco ra, ‘como custodia esplendorosa tu desatada cabellera. ‘Toma el aspecto triste y frio de la enlutada religiosa y.con el traje mds sombrio viste tu carne voluptuosa. Con el murmullo de los rezos quiero la voz de tu ternura, con el éleo de mis besos iungir de diosa tu hermosura; jero cambiar el grito ardiente mis estrofas de otros dias, Ia salmodia reverente las unciosas letanfas; juiero en las gradas de tu lecho Uolar temblando la rodilla y hacer el ara de tu pecho y de tu alcoba la capilla... Y colebrar, ferviente y mudo, sobre tu cuerpo seductor, eno de esencias y desnudos, ila Misa negra de mi amor! Se trata de diez cuartetos eneasflabos con rimas consonantes abrazadas, ABBA, que se inicia con un epfgrafe en hebreo y franos: iEmen Hetan! (Cri des stryges au sabbat).!* Este epigrafe desaparece en la publicacin posterior al periodo modernista, Los mejores poemas de José Juan 18 £1 afrancesamiento es, como en todos los modernistas, caracteristica de la poesia de ‘Tablada en esta época. El poeta dominaba el francés, no solo lo lefa, sino que lo hablaba con soltura y lo escribta. Veamos lo que nos dice en Las sombras largas sobre este tema: “Todas las cosas bellas de la vida tenfan entonces un nombre francés, desde la etiqueta de la caja de soldados de plomo, o de la bolsa decorada a la “Gouache”, de los bombones que engolosinaron a nuestra nifiez, hasta el libro que nos dio la ciencia, hasta la estrella do operota que afiandecié nuestra adolesconcia, todos nos iniciamos constantemente y eficazmente en el espiritu de la Francia bien amada... Era el francés el idioma de la elegancia mundana y de los intelectuales refinamientos, ‘como fuera el latin en la Edad Media y en el Castellano rigido de las conversaciones habrian los vocablos como esas flores delicadas entre el fuerte follaje. En los cartelones de los teatros, empresarios, estrellas y piezas eran franceses. Lefas: Maurice Grau, Luisa Thea, Ana Judic... “La fille de Madame Angot”..., “La jolie parfumeuse”, y asf también el mejor colegio, el mejor libro, el sastre, la modista més chic, el mejor café, restaurante, muebles, carruajes, modas y caprichos, todo era de Francia, de la tierra lejana y milagrosa que a través del océano sonreia al enviarnos todos sus Presentes, todos los divinos dones de la belleza y el placer”. 10 Tablada,* en donde “Misa negra” aparece antologado entre las que el poeta, en plena madurez, consideraba eran sus més valiosas obras posticas. Bien decia Jestis F. Valenzuela en su prologo a El Florilegio que este epigrafe “no era para contentar espiritus meticulosos”."* Dos cosas resaltan en una primera lectura del poema: la plasticidad y la sensualidad erética; esta ultima mezclada con elementos religiosos. La plasticidad no es privativa de “Misa negra”, aparece en toda la vasta y distinta obra de Tablada, las artes plasticas fueron interés constante para el poeta que a menudo compartié el pincel con la pluma y que escribié la primera historia del arte mexicano, por citar sélo algunas de sus incursiones en el espacio plastico. Ya sus contempordneos modernistas destacaban esta caracteristica dentro de las mis significativas de su produccién."* “Misa negra” nos introduce a un mundo de colores y claroscuros en donde la luz actuaré como agente esencial. El primer color que se plasma en el lienzo es el negro; el rojo después, sugerido por el “corazén que des- angra herido”, aunque después se transforme en gris plomo. Entre la pe- numbra caoba destacan el blanco y el dorado, que por contraste y como paradoja invitan a la oscuridad; finalmente volvemos al negro, que como antes el rojo, sdlo estar sugerido esta vez por “el aspecto triste y frfo de la enlutada religiosa”. La luz ~deciamos- acta como elemento central -lo que por otra parte siempre sucede en los buenos cuadros- en dos estrofas: la cuarta con “penumbras” y la quinta con “reverbera”..” Estas dos estro- fas se convierten en los puntos climéticos de la composicién plastica, que se inicié y terminaré en negro, ausencia de luz. En el climax encontramos la mayor luminosidad con los juegos de blanco dorado y rojo. En la cuarta es- trofa la caoba esta iluminada de manera incompleta por el brillante dorado del sagrario cuyos rayos intercepta en parte la opacidad rojiza de la ma- dera, esto es el marco -la alcoba- para el centro del cuadro, el lecho de la quinta estrofa, en el que reposa el cuerpo femenino cuya dorada cabellera refleja su luz ~como esplendorosa custodia- en el blanco cuerpo también luminoso de la mujer. La plasticidad est4 desarrollada en las seis primeras 14 Esta Antologia tiene también una larga historia, preparada en 1925 por el autor y su amigo José Maria Gonzélez de Mendoza, fue editada después de innumerables viscisitudes hasta 1943 por la Editorial Obrera Surco de México. 18 Jesis E. Valenzuela, “Para un libro de José Juan Tablada” en JJT, Obras I, Poesfa, Recopilaci6n, edicién, prélogo y notas de Héctor Valdés, México, UNAM, Nueva Biblioteca Mexicana, 1971. 6 “Tablada es un espléndido colorista, y asi en sus miniaturas como en sus lienzos decorativos tiene toques de lux y matics de un vigor extraorinarl", LalsG. Urbina, op cit., p.306. 17 Penumbra: Estado de una superficie incompletamente iluminada por un cuerpo Juminoso, cuyos rayos intercepta en parte un cuerpo opaco”. Reverberar: “Reflejarse la luz de un cuerpo luminoso en otro”. ll

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