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ALBRECHT, Karl; (2006). Inteligencia social. Javier Vergara Editor, España. Págs 149 - 180
A veces el arte de no decir nada con habilidad puede ser un activo muy útil.
Opinionitis (juicios de valor agresivos) «Los fondos de inversión son una ruina»; «El
mejor ordenador del mercado es...»; «Eso es
una estafa...»
«Todología» (lenguaje del todo; exceso de «Todos los políticos mienten...»; «Los niños de
generalización) hoy en día no tienen respeto por sus padres...»;
«Las personas son básicamente vagas» (se
sobreentiende el «todas»)
«Ología» (lenguaje del o... o...) «O estás con nosotros o contra nosotros...»;
«Todo argumento tiene dos lecturas...»; «¿Eres
liberal o conservador?»
Dogmatismo (intolerancia con las opiniones «Sólo hay una manera de hacerlo...»; «Hay que
ajenas) ser tonto para votarlo/ la...»; «Yo siempre he
votado al partido “X”...»
Etiquetado (categorizar con términos que «Eso es puro socialismo...»; «Los medios de la
incluyen un juicio de valor) elite liberal...»; «Son un hatajo de
Sarcasmo (crítica cáustica) trogloditas...»
«Si te hubieras leído el informe, no harías
preguntas tan tontas...»; «Supongo que mi
opinión no es lo bastante buena para ti...»;
«Pareces creer que eres el único que tiene
problemas»
PORRAZOS VERBALES
Los «porrazos verbales» son un tipo específico —y especialmente
problemático— de lenguaje sucio. Un porrazo verbal es una de esas frases
agresivas, dogmáticas de «lo tomas o lo dejas» que provoca en el oyente la
sensación de que lo están golpeando figuradamente en la cabeza con una opinión,
creencia o juicio de valor ajenos. Afirmaciones como «Eso es una tontería», «Te
equivocas de medio a medio», «Eso no funcionará nunca», «No sabes de lo que
hablas», «Dices una cosa y luego la otra» y «Te acabas de contradecir» tienden a
enajenar a la gente en lugar de invitarla a plantearse el punto de vista del
hablante.
Si desearais asumir el compromiso moral de eliminar los porrazos verbales de
vuestra conversación, podríais empezar por haceros más conscientes de ellos, en
especial detectándolos cuando los usan los demás. Entonces os descubriréis
pillándolos antes de que salgan y adquiriréis maña para reformular vuestras
afirmaciones en un lenguaje neutral.
Cuando uno adquiere una aguda consciencia del valor e impacto de un modo
semánticamente flexible de expresar las ideas, es posible ver que aun la más
pequeña y sencilla de las palabras puede influir en la comunicación y el
entendimiento. Veamos, por ejemplo, la sustitución de «pero» por «y» como
muestra del modo en que las palabras pueden influir en los sentimientos ajenos:
El maestro dice: «Johnny, estás haciendo un buen trabajo en lengua, pero
(entonces viene lo malo) necesitas trabajar un poco más duro en matemáticas.»
Johnny oye: «Bla bla bla lengua, bla bla bla trabajar más duro en
matemáticas.»
Conclusión de Johnny: «Soy un desastre en matemáticas.»
Supongamos que el maestro realiza en la frase la siguiente alteración, mínima
pero importante:
Maestro: «Johnny, estás haciendo un buen trabajo en lengua. Sigue así. Y
ahora podemos ponernos manos a la obra con las matemáticas.»
Johnny oye: «Estás haciendo un buen trabajo en lengua y (una transición)
también pueden dársete bien las matemáticas.»
Conclusión de Johnny: «Quiero trabajar más duro en matemáticas. »
Si no creéis que esta variación en la percepción sea significativa, intentadlo
durante al menos una semana. Omitid la palabra «pero» de vuestro vocabulario
siempre que sea posible y sustituidla por «y» cuando os encontréis en una típica
situación de «sí, pero».
Haced memoria de cuántas veces habéis oído a alguien decir (por la radio o
las noticias de la televisión por cable): «Lamento no estar de acuerdo contigo, Ed,
pero...» Fijaos en que siempre discrepan, aunque acaben de «prometer» no
hacerlo. El uso de «pero» después de una cláusula neutral o positiva casi siempre
señaliza el inicio de una proposición negativa:
«Lamento decir que te equivocas, pero...»
«Podrías tener razón, pero...»
«Por lo general estoy de acuerdo, pero...»
«Lo que has dicho es cierto en su mayor parte, pero...»
«Te creo, pero tengo mis propias ideas...»
El sutil efecto de la palabra «pero» en esos contextos puede dificultar un
poco el establecimiento de una conexión eficaz con la otra persona. Intentad
otorgaros un período de pruebas de una semana para reemplazar la «perología»
por la «ylogía» tanto en vuestras conversaciones como en vuestros mensajes
escritos.
He aquí otro ejemplo y sugerencia fácil para aumentar vuestra sanidad
semántica y limpiar vuestro lenguaje. Entrenaos para pronunciar las siguientes tres
expresiones con liberalidad, adecuación y sin remordimientos:
«No lo sé.»
«He cometido un error.»
«He cambiado de opinión.»
Queda mucho más que aprender sobre sanidad semántica y lenguaje limpio;
por el momento, aprender a aplicar los métodos que se han comentado puede
provocar una gran mejora de vuestras habilidades de Claridad. Con el tiempo, un
mayor respeto hacia el poder del lenguaje puede ayudaros a comprender, ser
comprendidos, convencer a los demás y atraerlos a vuestros puntos de vista.
EL PODER DE LA METÁFORA
Las metáforas en particular merecen una especial atención como
herramientas para la Claridad de pensamiento y comunicación. Nos demos cuenta
o no, utilizamos metáforas en la conversación a todas horas. Nos proporcionan un
modo eficiente de escribir o hablar para ayudar a la gente a «subirse al carro»
(eso es una metáfora, por cierto). Los hombres a menudo tienden a usar lenguaje
metafórico basado en temas deportivos o lenguaje bélico. Las mujeres con
frecuencia tienden a utilizar metáforas de la vida, la naturaleza y la comunidad.
Algunas metáforas son culturales, relacionadas con el sexo o con la edad; otras
son tontorronas sin más. Unos cuantos ejemplos:
Predicar en el desierto (seguir un curso de acción fútil).
Quedarse entre la espada y la pared (quedarse sin opciones
prometedoras).
Unir los puntos (agrupar ideas de un modo que tenga sentido).
Pedirle peras al olmo (tratar de conseguir que alguien se comporte de
un modo poco característico).
Tocar demasiados palos (seguir demasiados proyectos al mismo
tiempo).
Hacer rayas en el mar (dedicarse a una actividad vana).
Rascarse la barriga (véase «hacer rayas en el mar»).
Tirar piedras contra su tejado (actuar en contra de sus intereses).
Oír campanas pero no saber dónde suenan (comprensión superficial).
Suicidio profesional (una acción que destruye la propia carrera).
Irse por el desagüe (desaparecer del mercado).
El tinglado organizativo (la estructura burocrática).
Radar estratégico (proceso de rastrear el entorno empresarial).
Guerra palaciega (conflicto entre altos ejecutivos de una organización).
Pasad un día atentos a las metáforas y quizás os sorprenda las muchas que
oís. Tomad nota de las que más os gustan y añadidlas a vuestro vocabulario.
Tom siempre es el último en llegar al trabajo. Tom llega tarde al trabajo todos los días
Sue es una jugadora de equipo. Sue trabaja bien con otras personas