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“C” DE CLARIDAD

ALBRECHT, Karl; (2006). Inteligencia social. Javier Vergara Editor, España. Págs 149 - 180

La diferencia entre la palabra adecuada y la palabra casi adecuada es como la


diferencia entre el relámpago y la luciérnaga.
MARK TWAIN

El factor “C” en el modelo S.P.A.C,E. representa la Claridad. Esta dimensión


mide vuestra capacidad para expresar vuestros pensamientos, opiniones, ideas e
intenciones claramente.
¿Decís lo que pensáis y pensáis lo que decís? ¿Habláis atropelladamente,
demasiado o demasiado poco? Vuestra producción de voz —timbre, ritmo,
volumen e inflexión—, ¿inspira confianza o falta de respeto? ¿Empleáis el lenguaje
con habilidad? ¿Podéis formular conceptos y temas para los demás de un modo
articulado y convincente? ¿Escucháis con atención y habilidad, para entenderlos
puntos de vista ajenos?
Una simple mejora de vuestro vocabulario puede ayudaros a articular mejor
pensamientos e intenciones. El uso de metáforas puede ayudaros a que vuestras
ideas calen en los demás.

MAÑA CON LAS PALABRAS


En una entrevista con un articulista de The New Yorker, el ex vicepresidente
Al Gore explicaba sus opiniones sobre la antigua Unión Soviética. Proporcionó un
ejemplo perfecto de cómo el «sesquipedalismo ofusca la pelucidez» (traducción:
«las palabras enrevesadas complican el significado de las cosas»).
Dijo el ex vicepresidente Gore:
Una consecuencia es que existe un triunfalismo emergente entre los
fundamentalistas del mercado que ha asumido una actitud de infalibilidad y
arrogancia que ha conducido a sus adeptos a mostrarse desdeñosos y despectivos
respecto de los valores que no están monetizados si no encajan con su ideología.
¿Eh? Una crítica habitual a Al Gore, tanto antes como después de las
elecciones de 2000, fue su oratoria estirada y su incapacidad para comunicar
cuestiones complejas con sencillez o, más revelador incluso, cuestiones sencillas
con sencillez. No cabe duda de que era un tipo brillante, pero tenía problemas con
sus habilidades de Claridad. Desconocer cómo usar el lenguaje apropiado en la
situación correcta quizá le costara la presidencia.
He aquí un fragmento de texto de una presentación académica, publicada en
una respetada revista y escrita por un profesor inteligente y experimentado de —
ironías de la vida— comunicación:
La eficacia comunicativa no es un sinónimo infrecuente de competencia
comunicativa. Por sencillo que parezca ese criterio, enmascara diversas cuestiones
complejas. En primer lugar, es posible que los comunicadores no sean conscientes
de sus objetivos y, por tanto, quizá no sepan apreciar del todo su propia eficacia.
En segundo lugar, el desconocimiento de sus objetivos significa que pueden
lograrse resultados deseados por accidente, aunque se atribuyan post hoc como
indicadores de habilidad y esfuerzo. En tercer lugar, y relacionado con lo anterior,
la eficacia es semejante al poder, y por tanto una extensión de los principios
atributivos de identificarse como locus causal.
Ídem que la respuesta al señor Gore: ¿eh? ¿Es posible sobreanalizar algo
como el modo en que nos comunicamos entre nosotros? ¿No es un pelín irónico
que este tratado sobre la comunicación eficaz sea casi incomprensible?
Decir la hora
Cuando era pequeño, con unos 5 ó 6 años probablemente, a mi hermano se
le metió en la cabeza ayudarme a aprender a decir la hora. A día de hoy todavía
recuerdo como si fuera ayer mi frustración cuando su intento de explicarlo lo volvió
más incomprensible todavía. La estrategia discursiva de mi hermano consistía en
dibujar una esfera de reloj, trazar una bisectriz de arriba abajo por el centro y
decir: «Veamos, el lado izquierdo del reloj es “hasta” y el derecho “después”.»
Siguió hablando de «hasta» y «después» hasta que puse freno a la conversación.
Pronuncié el equivalente a los 6 años de un «¿De qué puñetas estás hablando?».
En realidad, mi hermano había realizado un intento más bien clarividente de
«encontrar el extremo de la soga», es decir, establecer un trampolín discursivo
desde el que poder conducirme a comprender el cometido de decir la hora tan bien
como él. Por desgracia, no se le ocurrió empezar unos peldaños más arriba en la
escala conceptual, señalando que las dos manecillas del reloj se mueven a dos
velocidades diferentes, y que la «aguja pequeña» realiza un círculo completo en
doce horas mientras que la «aguja grande» se mueve mucho más rápido y
completa la vuelta una vez cada hora. De ahí, podría haber seguido por mostrarme
que la aguja grande señala el tiempo transcurrido dentro de una hora y luego
introducir la idea de marcar el tiempo en términos del número de minutos
consumidos después de que la aguja grande pase por las doce. El asunto del
«hasta y el después» quizás hubiera tenido más sentido en ese contexto. Para él
tenía todo el sentido del mundo; no podía comprender mi frustración y yo no podía
entender la suya.
Muchos años después llegué a darme cuenta de que, habiendo pasado sólo
un año más que yo en el planeta, poseía una habilidad limitada para servir en
bandeja un concepto a otra persona. He conocido a muchos adultos que nunca
han adquirido esa habilidad.
El actor/cómico Rob Schneider una vez realizó un inteligente número sobre el
lenguaje y el tono como parte de su monólogo. Demostró, con precisión, que la
palabra de argot «tío» podía pronunciarse de diferentes maneras, cuyo sentido
dependía de la situación en cuestión:
 Dicho a lo largo, con un asentimiento de entendido: «Tíiiiio»
(satisfacción).
 Dicho en corto, con una sacudida negativa de cabeza: «¡Tío!» (asco).
 Dicho como pregunta: «¿Tío?» (a un hombre oculto en la oscuridad
con una navaja).
Como adultos, vivimos en un mundo de palabras. Aun así,
sorprendentemente, pocos de nosotros parecemos entender el poder del lenguaje
como medio de pensamiento y expresión. Las más de las veces, una conversación
o la presentación de un argumento o punto de vista son poco más que un
«volcado de cerebro», un torrente de palabras que surgen tal y como acuden a la
mente. Es relativamente rara —y por lo general muy efectiva— la persona que ha
aprendido a utilizar el lenguaje como activo estratégico.

LA ENFERMEDAD DE LAS PATAS LOCAS: A VECES EL SILENCIO FUNCIONA MEJOR


Un componente habitual de las comedias de situación presenta alguna
variedad de personaje principal poniendo «a caer de un burro» a un marido,
esposa, novia, novio, jefe o conocido, sólo para ver cómo la expresión del oyente
cambia de un modo revelador. «Lo/la tengo justo detrás, ¿no?», suele ser la
traumatizada pregunta del hablante. (Estruendosas carcajadas de lata.)
Abundan los chistes malos sobre esta enfermedad de las meteduras de pata y
los intentos de salvar la cara:
Un grupo de parroquianos de un bar local está mirando un partido de fútbol
americano universitario por la tele. Al ver saltar al campo a los dos equipos, uno de
los clientes le dice a su amigo: «¡Ja! ¡Menuda universidad! Allí sólo van jugadores
de fútbol y mujeres baratas.»
Otro hombre muy corpulento que anda cerca oye el comentario y dice, con
acaloramiento: «Oye, colega, mi mujer fue a esa universidad!»
«¿De verdad? —dice el hombre, sobresaltado—. Esto... ¿en qué posición
jugaba?»

Un hombre llama al mozo del supermercado y le pide que le corte por la
mitad una col muy grande. «¿Por qué la quiere así?», le pregunta el empleado.
«No puedo acabarme tanta col. Me basta con la mitad», responde el hombre. El
mozo agarra la hortaliza y se dirige a la carnicería. «¡Oye, Larry! Hay un idiota que
sólo quiere media col. ¿Me la puedes cortar? —Con el rabillo del ojo ve que el
cliente le ha seguido hasta la carnicería—. ¡Y este amable caballero está dispuesto
a comprar la otra mitad!»
Al recordar una serie de situaciones sociales alo largo de vuestra vida, es
probable que unas pocas destaquen como ejemplos de personas a las que
recordáis diciendo algo perfectamente incorrecto en el momento absolutamente
erróneo. Todos lo hemos hecho. Consideraos afortunados si no ha poseído un
efecto terminal en una relación, carrera, amistad o matrimonio.
A veces se consigue más diciendo menos. Los vendedores habilidosos saben
cuándo dejar de hablar para permitir que el cliente remate la faena de decidirse a
comprar. A veces es posible convencer a una persona ofreciéndole el germen de
una idea para permitirle que la haga suya inventándose el resto. A veces dejar que
la otra persona exponga la conclusión, termine la frase o una los puntos es la
manera de conseguir su apoyo para la idea.
El ubicuo filósofo Anónimo tiene en su haber el proverbio:
Más vale callarse y pasar por tonto que abrir la boca y eliminar cualquier duda
al respecto.
Los miembros de un escuadrón de cazas de las Fuerzas Aéreas
estadounidenses adoptaron el lema:
Nunca dejes pasar una oportunidad de mantener la boca cerrada.
Y según Laurence C. Coughlin (o las enseñanzas budistas o una serie de otras
presuntas fuentes):
No hables a menos que puedas mejorar el silencio.
A veces es posible meterse en líos se diga lo que se diga. La única solución es
«detectar» la respuesta adecuada, basándose en la comprensión general tanto del
contexto como del contenido del encuentro. Veamos el siguiente ejemplo,
tristemente común, de cuándo decir qué:
Amiga Medio Histérica: «¡Creo que mi novio me engaña! ¡Últimamente
está raro y creo que a lo mejor se ve con alguien del trabajo a escondidas!»
Vosotros: «Uf, qué mal. ¿Sabes?, la verdad es que nunca me gusto ese tío.
Siempre me ha parecido que te trataba mal. En realidad, da mal rollo.»
Amiga MH: «¡Qué razón tienes! Ha sido un desgraciado conmigo y voy a
cantarle las cuarenta cuando lo vea esta noche.»
(Una semana después.)
Vosotros: «¿Qué, qué tal con tu novio?»
Amiga Ahora Enfadada: «Pues lo hemos arreglado. Por cierto, le conté lo
que me habías dicho de él y dice que no quiere volver a verte. La verdad, yo
tampoco estoy muy contenta que digamos. Lo quiero, y él me quiere a mí. ¿Cómo
pudiste decir todas aquellas barbaridades sobre él?»
Reproduzcamos el episodio con una elección de palabras más cuidadosa:
Amiga Medio Histérica: «Creo que mi novio me engaña! ¡Últimamente está
raro y creo que a lo mejor se ve con alguien del trabajo a escondidas!»
Vosotros: «Uf, qué mal. ¿Qué vas a hacer al respecto?»
Amiga MH: «Voy a cantarle las cuarenta cuando lo vea esta noche.»
Vosotros: «Vaya, buena suerte. Espero que todo acabe bien para ti.»
(Una semana después.)
Vosotros: «¿Qué, qué tal con tu novio?»
Amiga Aparentemente Satisfecha: «Pues lo hemos arreglado. Lo quiero,
y él me quiere a mí.»
Vosotros: «Me alegro por ti. ¿Pedimos la comida?»

A veces el arte de no decir nada con habilidad puede ser un activo muy útil.

Las patas locas políticas


Durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2004, la fiel espósa del candidato
demócrata John Kerry, Teresa Heinz Kerry le creó frecuentes problemas con sus imprudentes
comentarios y entrando al trapo de los periodistas que habían descubierto cómo incitarla a discutir.
Rica heredera, familiarizada con el lado receptor de la cortesía ajena, parecía experimentar una
suerte de cruce de cables cuando se ponían en entredicho sus perspectivas como primera dama de
Estados Unidos u las posibilidades de ganar de su marido.
En un encuentro de pasmosa incompetencia con la prensa, menospreció a la mujer del
presidente en ejercicio, George W. Bush. Laura Bush, una de las mujeres menos controvertidas y
más valoradas que hayan ocupado la Casa Blanca, había ejercido una respetable carrera como
bibliotecaria y maestra. Utilizó esa experiencia para abogar por el progreso educativo y una
atención redoblada a las necesidades especiales de los niños.
Teresa Heinz Kerry, haciendo gala de una notable capacidad para meter la pata, dijo de la
primera dama «No creo que haya tenido nunca un trabajo de verdad; desde que se hizo mayor, se
entiende. De modo que su experiencia y su validez procede de cosas importantes, pero diferentes.»
Se las había ingeniado para meterse solita en un callejón sin salida; o reconocía desconocer—
o haber olvidado— los inicios de la carrera de la primera dama, o afrontaba la indignación generada
por los artículos que presentaran sus comentarios como una degradación de la noble profesión de
la enseñanza y un desprecio a los millones de maestros estadounidenses.
Al cabo de unos días ofreció un pobre intento de salvar la cara: «Había olvidado que la
señora Bush trabajó de maestra y bibliotecaria, y no existe trabajo más importante.»
Para empeorar las cosas, Laura Bush aceptó sus disculpas con extraordinaria elegancia: «Se
disculpó, pero la verdad es que ni siquiera hacía falta. Sé lo duro que es, y conozco esas preguntas
trampa»

HABLA DE ROL Y HABLA REAL


¿Habéis oído alguna vez a un agente de policía en las noticias explicando lo
sucedido en una situación delictiva, cómo atraparon al culpable o el estado de una
investigación? Algunos dan la explicación con un lenguaje sencillo y comprensible,
empleando terminología de a pie. Es posible que otros adopten el «habla del poli»,
un estilo de lenguaje forzado, impersonal y mecanicista. «El sospechoso operaba
su vehículo en dirección oeste por la calle 54, aproximadamente a las 2.45 de la
madrugada. Fue arrestado por una unidad de patrulla en respuesta a una queja
presentada por el señor X. Fue detenido e ingresado en las instalaciones de
detención del condado.» Al parecer, eso significa: «Arrestamos al tipo y lo metimos
en el calabozo.»
Lo más probable es que el agente mecánico acabe de haber explicado la
situación a los periodistas antes de que las cámaras empezaran a grabar y haya
empleado un lenguaje llano. ¿Por qué, entonces, adopta en el acto otra
personalidad sintética, una que comunica, de manera no verbal, un conjunto
diferente por completo de implicaciones sobre él como persona?
Los agentes de policía—y no todos— representan una pequeña muestra de
los tipos de persona que adoptan un «habla de rol» —un patrón despersonalizado
de discurso— cuando tienen que hablar en alguna atribución oficial, sea a un
grupo de personas o en una entrevista para la prensa. Los fiscales de distrito,
alcaldes, legisladores, presidentes, primeros ministros y toda una gama de
funcionarios pueden pasar a ese patrón por defecto de lenguaje oficial. Los
directores generales en entrevistas para la prensa, los economistas y demás
expertos, los abogados de personajes noticiosos... todos tienen opciones no sólo
sobre qué decir, sino también sobre cómo hacerse creíbles y atractivos mediante el
modo de decirlo.
Este fenómeno del habla de rol invita a la especulación sobre las decisiones
subconscientes que toma el hablante y los posibles beneficios que pueda haber
concluido que arrojará una declaración cuidadosamente construida. Quizás algunos
sientan que el lenguaje factual e impersonal indica a los oyentes una determinada
precisión informativa… y de pensamiento. Tal vez algunos consideren útil
escudarse de posibles críticas de quienes tengan algún interés personal, como la
posibilidad de que la prensa insinúe la existencia de mala conducta policial. Puede
que otros se sientan más cómodos, sencillamente, limitando lo que dicen a hechos
verificables. En cualquier caso, sin embargo, el propio lenguaje puede provocar
que los oyentes estimen al hablante como una persona emocionalmente reprimida,
hipercontrolada y carente de coraje intelectual.
Todos los días vemos, en entrevistas con todo tipo de personas que ocupan
algún cargo oficial y en encuentros de negocios del tipo conferencia, dos patrones
distintos de presentación. Podríamos llamarlos «habla de rol» y «habla real». El
habla real parece exigir algunas habilidades adicionales: el hablante tiene que
convertir un conjunto de hechos —y posiblemente escoger qué hechos compartir—
en una historia que interese a los oyentes y conecte con sus intereses. Eso podría
precisar la elección de una metáfora sencilla en torno a la que organizar la
explicación. Quizá conlleve dramatizar una situación hasta formar una «fábula»
con moraleja coherente. O quizás exija la construcción de un paradigma
convincente para la discusión y unir los puntos de un modo que le sería imposible
a los demás sin la ayuda del hablante.
Muchos de los personajes famosos de la historia se han ganado su lugar por
su capacidad para defender una causa, construir una historia o articular una
premisa para la acción que los demás consideraran motivadora. En tiempos
recientes los comunicadores más brillantes como Mohandas Gandhi, Franklin
Roosevelt, John Kennedy, Martin Luther King, Ronald Reagan y Bill Clinton han
hecho gala de su maestría en las habilidades del habla real.

LENGUAJE DE HELICÓPTERO Y DISCURSOS DE ASCENSOR


El helicóptero ofrece una excelente metáfora para la capacidad de escoger
palabras y expresiones para comunicar ideas en diferentes planos de abstracción.
¿Cuál es el rasgo distintivo de un helicóptero? Puede desplazarse con facilidad
arriba y abajo de una altitud a otra. Sentado en el interior de un helicóptero, se
puede apreciar el terreno con claridad y gran detalle cuando flota a baja altura,
mientras que a una altitud superior puede verse mucho más terreno pero con
menos detalle.
Por analogía —o metáfora— podemos construir y pilotar un «helicóptero
verbal», capaz de llevarnos a nosotros y nuestros oyentes hasta el grado más bajo
de detalle o el nivel superior de generalidad. Usar el lenguaje de helicóptero para
comunicar ideas significa escoger términos, figuras retóricas, expresiones,
analogías y, por supuesto, metáforas que sitúen el proceso de pensamiento del
oyente en el nivel donde uno desea que esté. El helicóptero es una ilustración casi
perfecta de cómo el cambio de altitud, o abstracción, puede cambiar la visión y el
proceso de pensamiento.
El movimiento desde «las alturas» —lo que podríamos llamare! nivel
abstracto— hasta el nivel de! suelo —lo que podríamos calificar de nivel concreto—
es una habilidad que los poseedores de una elevada Claridad de IS han dominado.
Como están a los mandos del helicóptero —son los pilotos, por así decirlo—
pueden guiar las ideas que fluyen por la cabeza del oyente desplazándose al nivel1
adecuado en el momento justo.
La gente carente de esta habilidad parece incapaz de controlar el acelerador o
la palanca. Pasan demasiado deprisa de lo concreto a lo abstracto o transcurren
demasiado tiempo en un nivel o el otro. En un entorno de negocios, cuando oís
que un colega exasperado dice: «No le preguntes la hora a ese tío o te contará
cómo hacer un reloj», estáis presenciando una acusación de mal pilotaje. La
necesidad que tiene el oyente de la hora exacta (concreta y finita) choca con la
necesidad del hablante de extenderse en gran número de particulares (abstractos
e infinitos).
De modo parecido, cuando oigáis que alguien dice, con el mismo tono
exasperado: «Dame la versión resumida y basta», significa’ que el oyente está
perdiendo la paciencia, ya que el hablante se está recreando en muchos más
detalles de los que serían necesarios. Hay gente que parece intrínsecamente
incapaz de «editar» su historia; parece incapaz de resumir, se va por las ramas
con detalles que no vienen al caso y pierde el hilo de la idea básica.
Los buenos «pilotos» indican sus maniobras, para dar a entender al oyente
adónde lo llevan. Dos ejemplos:
Piloto: «Vale, te acabo de exponer los objetivos “en general”. Ahora quiero
que repasemos los pasos de la operación.»
Piloto: «Hemos hablado de lo que está sucediendo ahora mismo. A
continuación podemos concentrarnos en dónde queremos estar cuando termine el
proyecto.»
En el primer ejemplo, vemos que el Piloto de Helicóptero se desplaza de lo
abstracto (la vista de pájaro) a lo concreto (visión de trabajo). En el segundo, nos
lleva de lo concreto (concentración en el presente) a lo abstracto (concentración
en el futuro).
Otra metáfora útil para la transmisión de ideas con habilidad es la noción de
la «charla de ascensor». Apropiada tal vez para la sociedad apresurada de hoy en
día, una charla de ascensor es una destilación breve y convincente de una idea,
propuesta, curso de acción deseado, problema o punto de vista importantes. En un
sentido figurado, se trata de un mensaje que podrías transmitirle a otra persona si
estuvierais juntas en un ascensor por espacio de un minuto más o menos.
Componer charlas de ascensor se está convirtiendo en una habilidad cada vez
más útil para la claridad en el discurso. Para los empresarios y profesionales en
particular, cada vez son más frecuentes las situaciones que impelen a una persona
a centrarse en los elementos esenciales de un mensaje o un proceso de
pensamiento y expresarlos de un modo compacto y eficaz.
Es posible que inviten a un director de proyecto a una reunión de la junta
directiva para que ofrezca una breve explicación de una nueva iniciativa en,
pongamos, cinco minutos o menos. La estrategia discursiva y la elección de
palabras puede resultar crucial. En mi profesión, un encuentro casual con un
posible cliente en un aeropuerto quizá presente una oportunidad de generar
interés en una eventual relación de negocios. Ni que decir tiene, una oportunidad
como ésa puede presentarse incluso en un auténtico viaje de ascensor.
Al trabajar con altos ejecutivos, a menudo he encontrado de utilidad invitarlos
a poner a prueba la claridad del concepto de su empresa componiendo una charla
de ascensor que no pasara de las tres frases. La prueba del nueve de la claridad
de un concepto empresarial es si cualquiera de sus líderes es capaz de explicárselo
con tres frases a cualquier empleado, cliente, miembro de la junta o periodista.
Puede que una situación en particular permita una elaboración bastante mayor, o
puede que no. Si no se ha reflexionado a consciencia sobre el concepto, es posible
que lo pillen a uno desprevenido con una respuesta balbucida.
Nuestra cultura mediática de los cortes de voz también otorga una
importancia cada vez mayor a la habilidad de elaborar una charla de ascensor. El
ejecutivo que recibe una invitación para participar en una entrevista telefónica
para la emisora local de noticias quizá se encuentre con que tan sólo diez
segundos de su declaración llegan a las ondas. Dejar claro lo que quieres decir,
que no es lo mismo que actuar como un loro amaestrado para el entrevistador,
depende de la capacidad para condensar ideas con habilidad y compresión.
Habiendo aparecido en incontables programas de entrevistas de radio y
televisión como parte de mi trabajo, descubrí muy temprano que los presentadores
en directo agradecen la capacidad de un experto para comprimir las respuestas en
prácticos bocados capaces de hablar por sí mismos y sobrevivir al proceso de
montaje. En verdad, se trata de uno de los criterios clave que utilizan los
entrevistadores cuando deciden volver a invitar a un experto o mantener sus datos
de contacto en la base de datos de fuentes.

LENGUAJE «LIMPIO» Y LENGUAJE «SUCIO»


¿Cuál es la diferencia, si es que la hay, entre las siguientes dos frases?:
1. «Qué idea tan tonta.»
2. «Discrepo de tu idea.»
O entre estas dos:
1. «Te equivocas de medio a medio; no sabes de lo que hablas.»
2. «Tengo un punto de vista totalmente distinto.»
O estas dos:
1. «Macho, qué cuadro más feo.»
2. «No me gusta mucho ese cuadro.»
La mayoría probablemente tildaríamos las primeras de esas frases de más
contundentes, crispadas y agresivas. Parecen dejar poco espacio para la
incertidumbre o la ambigüedad. Todas transmiten cierta sensación de punto final,
la implicación de que la frase es fundamentalmente «verdadera para todos» y de
que no se tendrá en cuenta ninguna alternativa a su contenido. Esas implicaciones
no las expresan las frases en sí. Se trata de metamensajes: mensajes sobre los
mensajes. El tono de voz del hablante, su expresión facial y su talante general
pueden amplificar o debilitar el contenido afectivo que transmite la selección
concreta de palabras.
Los estudios en psicología del lenguaje indican que oraciones como las
primeras de cada uno de los tres pares tienden a inducir una sensación
subconsciente de ansiedad en el oyente, más que las frases alternativas. Algunas
personas —quizá la mayoría— tienden a sentirse algo «apabulladas» o presionadas
por el uso agresivo y dogmático del lenguaje. Aunque el hablante no haya dicho
nada semejante, tienden a oír, por un canal subconsciente, que el emisor insiste
en que adopten la opinión o el juicio de valor que está enunciando. Esa sutil
sensación de amenaza a la propia autonomía personal tiende a crear cierto grado
de resistencia, incluso resentimiento, en el oyente, que bien puede obrar en contra
de los fines del hablante.
Ciertos patrones de lenguaje, sean agresivos, dogmáticos o restrictivos en sus
implicaciones, pueden enajenar a los demás y contaminar el proceso de la
comprensión. Podríamos calificar esas variedades lingüísticas corruptas de lenguaje
«sucio»; no en el sentido de que sean obscenas, sino en el de que enturbian la
comunicación. El lenguaje sucio abarca las variedades de frases y elecciones de
palabras susceptibles de intimidar, ofender, enfurecer, enajenar o confundir a los
demás.
El lenguaje «limpio», en cambio, utiliza patrones verbales más neutrales y
elecciones de palabras que invitan a la empatía, la apertura de miras y el libre
intercambio de ideas.
Una de las habilidades fundamentales de la Claridad es la consciencia de esos
fenómenos psicológicos del lenguaje situados en un estrato más profundo, que
conlleva la capacidad de supervisar el propio uso de los patrones de lenguaje y los
de los demás, además de evitar ciertas patologías verbales que pueden causar
malentendidos, conflictos e incluso desajustes psicológicos, tanto individuales
como colectivos. Podemos identificar al menos cinco categorías primarias, o
variaciones de lenguaje sucio, y después aprender a sustituirlas por versiones más
«semánticamente sanas». La Muestra 5.1 expone esos tipos primarios de
disfunciones semánticas, con algunos ejemplos. La Muestra 5.2 expone esas
mismas disfunciones con antídotos, además de varios ejemplos.
Quizá reparéis en un aspecto clave de muchas de las formas de lenguaje
limpio: el hablante habla por sí mismo, sin presuponer que lo que dice es cierto
para todo el mundo. La autorreferencia hace que la frase posea una verdad
irrefutable y deje de estar sujeta a discusiones o combate: «No creo que ese
enfoque funcione» es una declaración sobre el hablante, no sobre «el enfoque». El
hablante ofrece información sobre su pensamiento u opinión en lo relativo al
enfoque. La alternativa en lenguaje sucio, «Ese enfoque no funcionará», parece
telegrafiar un asalto subconsciente a la autonomía del oyente. Los limitadores y
calificativos semánticos y demás dispositivos son indicadores de respeto hacia el
oyente y voluntad de reconocer otras posibilidades o puntos de vista.

Muestra 5.1 Ejemplos de disfunciones semánticas

Disfunción Semántica Ejemplos

Opinionitis (juicios de valor agresivos) «Los fondos de inversión son una ruina»; «El
mejor ordenador del mercado es...»; «Eso es
una estafa...»

«Todología» (lenguaje del todo; exceso de «Todos los políticos mienten...»; «Los niños de
generalización) hoy en día no tienen respeto por sus padres...»;
«Las personas son básicamente vagas» (se
sobreentiende el «todas»)

«Ología» (lenguaje del o... o...) «O estás con nosotros o contra nosotros...»;
«Todo argumento tiene dos lecturas...»; «¿Eres
liberal o conservador?»

«Debelogía» (consejos o directrices no «Deberías dejar ese trabajo y encontrar uno


deseados) mejor...»; «Por qué no cambias ese coche
viejo?»; «Si fueras listo, harías...»

Dogmatismo (intolerancia con las opiniones «Sólo hay una manera de hacerlo...»; «Hay que
ajenas) ser tonto para votarlo/ la...»; «Yo siempre he
votado al partido “X”...»
Etiquetado (categorizar con términos que «Eso es puro socialismo...»; «Los medios de la
incluyen un juicio de valor) elite liberal...»; «Son un hatajo de
Sarcasmo (crítica cáustica) trogloditas...»
«Si te hubieras leído el informe, no harías
preguntas tan tontas...»; «Supongo que mi
opinión no es lo bastante buena para ti...»;
«Pareces creer que eres el único que tiene
problemas»

PORRAZOS VERBALES
Los «porrazos verbales» son un tipo específico —y especialmente
problemático— de lenguaje sucio. Un porrazo verbal es una de esas frases
agresivas, dogmáticas de «lo tomas o lo dejas» que provoca en el oyente la
sensación de que lo están golpeando figuradamente en la cabeza con una opinión,
creencia o juicio de valor ajenos. Afirmaciones como «Eso es una tontería», «Te
equivocas de medio a medio», «Eso no funcionará nunca», «No sabes de lo que
hablas», «Dices una cosa y luego la otra» y «Te acabas de contradecir» tienden a
enajenar a la gente en lugar de invitarla a plantearse el punto de vista del
hablante.
Si desearais asumir el compromiso moral de eliminar los porrazos verbales de
vuestra conversación, podríais empezar por haceros más conscientes de ellos, en
especial detectándolos cuando los usan los demás. Entonces os descubriréis
pillándolos antes de que salgan y adquiriréis maña para reformular vuestras
afirmaciones en un lenguaje neutral.

Muestra 5.2. Antídotos para las disfunciones semánticas

Disfunción semántica Antídoto Ejemplos

Opinionitis Autorreferencia; «apropiarse» «No me gustan los fondos de


de los propios juicios inversión...»; «Mi ordenador
(mensajes de «yo») favorito es...»; «No creo que
eso sea una buena
inversión...»

Todología Limitadores y calificativos «Algunos políticos mienten..,»;


(«hasta cierto punto», «a mí «Se diría que la mayoría de
me parece», «por lo que sé», niños de hoy en día no
etc.) muestra respeto por sus
padres...»; «Es posible que a
algunas personas no les guste
trabajar duro...»
Ología Lenguaje en la «escala de «Puede que discrepes de
grises» (espectro de nosotros en algunas
posibilidades en lugar de dos cuestiones...»; «Hay muchas
extremos) maneras de abordar este
asunto...»; «¿Qué opinas del
tema “X”?»

Debelogía Ofrecer opciones y «A lo mejor te conviene


posibilidades plantearte otros trabajos...»;
«Quizá podrías conseguir un
buen descuento si cambiaras el
coche...»; «Te sugiero que te
plantees...»

Dogmatismo Limitadores y calificativos; «Conozco una manera que


«apropiarse» de las funciona...»; «Desde luego yo
conclusiones no lo/la votaría, pero...»;
«Tiendo a compartir las
políticas del partido “X”»

Etiquetado Especificar (desgeneralizar») «¿Podrías explicarme un poco


más la idea?»; «Algunos
grupos de comunicación
parecen...»; «Parecen creer
que...»

Sarcasmo Lenguaje neutral «A lo mejor podemos repasar


las conclusiones del
informe...»; «Puedo darte mi
opinión, si es que te sirve de
algo...»; «Veo que has tenido
problemas...»

Cuando uno adquiere una aguda consciencia del valor e impacto de un modo
semánticamente flexible de expresar las ideas, es posible ver que aun la más
pequeña y sencilla de las palabras puede influir en la comunicación y el
entendimiento. Veamos, por ejemplo, la sustitución de «pero» por «y» como
muestra del modo en que las palabras pueden influir en los sentimientos ajenos:
El maestro dice: «Johnny, estás haciendo un buen trabajo en lengua, pero
(entonces viene lo malo) necesitas trabajar un poco más duro en matemáticas.»
Johnny oye: «Bla bla bla lengua, bla bla bla trabajar más duro en
matemáticas.»
Conclusión de Johnny: «Soy un desastre en matemáticas.»
Supongamos que el maestro realiza en la frase la siguiente alteración, mínima
pero importante:
Maestro: «Johnny, estás haciendo un buen trabajo en lengua. Sigue así. Y
ahora podemos ponernos manos a la obra con las matemáticas.»
Johnny oye: «Estás haciendo un buen trabajo en lengua y (una transición)
también pueden dársete bien las matemáticas.»
Conclusión de Johnny: «Quiero trabajar más duro en matemáticas. »
Si no creéis que esta variación en la percepción sea significativa, intentadlo
durante al menos una semana. Omitid la palabra «pero» de vuestro vocabulario
siempre que sea posible y sustituidla por «y» cuando os encontréis en una típica
situación de «sí, pero».
Haced memoria de cuántas veces habéis oído a alguien decir (por la radio o
las noticias de la televisión por cable): «Lamento no estar de acuerdo contigo, Ed,
pero...» Fijaos en que siempre discrepan, aunque acaben de «prometer» no
hacerlo. El uso de «pero» después de una cláusula neutral o positiva casi siempre
señaliza el inicio de una proposición negativa:
«Lamento decir que te equivocas, pero...»
«Podrías tener razón, pero...»
«Por lo general estoy de acuerdo, pero...»
«Lo que has dicho es cierto en su mayor parte, pero...»
«Te creo, pero tengo mis propias ideas...»
El sutil efecto de la palabra «pero» en esos contextos puede dificultar un
poco el establecimiento de una conexión eficaz con la otra persona. Intentad
otorgaros un período de pruebas de una semana para reemplazar la «perología»
por la «ylogía» tanto en vuestras conversaciones como en vuestros mensajes
escritos.
He aquí otro ejemplo y sugerencia fácil para aumentar vuestra sanidad
semántica y limpiar vuestro lenguaje. Entrenaos para pronunciar las siguientes tres
expresiones con liberalidad, adecuación y sin remordimientos:
 «No lo sé.»
 «He cometido un error.»
 «He cambiado de opinión.»
Queda mucho más que aprender sobre sanidad semántica y lenguaje limpio;
por el momento, aprender a aplicar los métodos que se han comentado puede
provocar una gran mejora de vuestras habilidades de Claridad. Con el tiempo, un
mayor respeto hacia el poder del lenguaje puede ayudaros a comprender, ser
comprendidos, convencer a los demás y atraerlos a vuestros puntos de vista.

SACAR EL CEREBRO A PASEAR


¿Cómo trasplantar una idea, un concepto, una conclusión, una propuesta o
un punto de vista de vuestra cabeza a la de algún otro... y conseguir que
sobreviva allí? Las personas que no han adquirido las habilidades de Claridad
tienden a decir cualquier cosa que se les ocurra, en el orden en que se les ocurra.
Muchas de ellas no entienden la diferencia entre un «volcado de cerebro» sin
formatear y una estrategia conversacional cuidadosamente elegida.
Quizás empiecen por explicarle algo a alguien sin haber conseguido la plena
atención de esa persona. Puede que empiecen por la mitad de una idea en vez de
encontrar un trampolín lógico. Es posible que sobrecarguen a los oyentes con
demasiada información, sin orden lógico ni concatenación de las ideas. Parecen
dar por sentado que el cerebro del oyente está procesando la información del
mismo modo que el suyo.
Si queremos influir en los demás con nuestras ideas y conseguir que
cooperen con nosotros, resulta de utilidad presentar la información de un modo
que facilite que sus cerebros la procesen. Vedlo como meteros en la cabeza de
vuestro oyente y «escoltarlo» mentalmente hasta vuestra verdad: vuestra
conclusión, vuestra creencia, vuestro punto de vista o la aceptación del curso de
acción que proponéis. Metafóricamente hablando, estáis sacando el cerebro del
oyente a pasear. Primero tendréis que descubrir dónde está —captar la plena
atención— y después deberéis planificar un trayecto desde su ubicación hasta
donde queréis que vaya.
Veamos unas cuantas estrategias y métodos conversacionales capaces de
ayudaros a guiar el pensamiento de los demás.
Ruta 350
La buena noticia es que el cerebro humano procesa la información hablada a
un ritmo de unas 500 palabras por minuto. La mala es que vosotros y la mayoría
de personas sólo podéis hablar a un ritmo de unas 150 palabras por minuto. En
consecuencia, las 350 palabras por minuto de más son tiempo muerto, durante el
que el cerebro del oyente puede procesar otros datos, posibles competidores o
distracciones. Si queréis conservar su plena atención, necesitáis captar esa
capacidad de procesamiento inutilizada: tenéis que mantenerlo alejado de la «Ruta
350». Una manera de conseguirlo es plantear una pregunta polémica, que lo
ponga a pensar en la importancia del tema mientras presentáis los puntos clave.
También podéis mencionar un tema de específico interés y prometer que llegaréis
a él en cuanto hayáis cubierto lo que queréis decir primero. Es probable que
presten más atención porque esperan recibir algo que se mueren de ganas de
saber. Existen muchos mecanismos conversacionales para mantener a vuestros
oyentes alejados de la Ruta 350, y todos funcionan captando ese «ancho de
banda» desaprovechado.
Soltar la bomba
Este método genera una gran expectativa de lo que está por venir. Se
empieza con una afirmación provocadora que capta la atención y después se
capitaliza el efecto dramático. Al principio de un seminario, les pedí a los
participantes que se presentaran. Una mujer dijo: «Me llamo Wilma, y trafico con
la miseria humana.» Nos quedamos patidifusos, a la espera de que nos iluminara
tras aquel «agarrón». Entonces siguió: «Soy supervisora de trabajo social en el
departamento de servicios sociales del condado. Y cuando me retire, en breve,
creo que voy a conseguir un trabajo en una tienda de ropa para bebés, porque
quiero conocer a gente feliz para variar.» El método del bombazo también
mantiene a los oyentes lejos de la Ruta 350.
Telegrafiado
Un método de anticipación: «Voy a hablar de lo que sucedió ayer...» o «Voy a
contaros tres cosas... » (aseguraos de que tocáis las tres). Este método ayuda a
enmarcar la conversación; el oyente ya ha empezado a pensar sobre el tema y
comienza a forjarse expectativas sobre la conversación.
Pirámide
Una rápida instantánea de lo que diréis, seguida de más y más información,
acumulando datos sobre la marcha. Se trata de una técnica de clarificación que los
artículos de prensa llevan muchas décadas utilizando con éxito, y funciona muy
bien en la conversación.
Plan de marcha
«Esto es lo que vamos a hacer, en tres pasos (caminos, partes, fases, etc.).»
En su variedad escrita, este método utiliza órdenes del día, puntos y esquemas del
tipo 1, II, III o A, B, C. Funciona especialmente bien para comunicarse con
personas que tienen una gran necesidad de estructura y orden en sus procesos
mentales. Saben adónde pretendes llevarlos y se sienten a gusto siguiendo la
secuencia de temas.
Zoom in, zoom out
Usad el lenguaje de helicóptero para empezar con la perspectiva general y
avanzar hacia lo más detallado, o empezad con un fragmento de información muy
específico para luego pasar al panorama más amplio. «Dejad que me centre en
una cosa» o «Permitidme alejarme un poco...». Viene a ser como ajustar el zoom
de una cámara, de acuerdo con lo que queréis que e1 oyente «vea» en su objetivo
mental.
Diagramas
Redactadlo, dibujad un borrador, utilizad un diagrama (estupendo para
quienes dependen del aprendizaje visual o necesitan «ver» algo antes de poder
entenderlo). Los consultores hablan a menudo del «poder del rotulador», en el
sentido de que la persona que sale a la pizarra o el caballete y empieza a anotar
las ideas del grupo adopta un papel de liderazgo temporal.
Metáforas
Una metáfora sustituye una imagen concreta o experiencia familiar por un
concepto abstracto. Uno puede decir: «El curso de acción propuesto ofrece varios
beneficios, en la medida en que muchos de los problemas que de otro modo
afrontaríamos ya han sido resueltos y este enfoque elimina varias cuestiones
cruciales», o limitarse a afirmar: «Este enfoque es un “camino allanado”: ya
tenemos la mitad del trabajo hecho.» Las metáforas son económicas; condensan la
riqueza de un concepto completo en una frase sencilla y breve. También estimulan
muchas asociaciones en la cabeza del oyente, lo que enriquece la conversación.

EL PODER DE LA METÁFORA
Las metáforas en particular merecen una especial atención como
herramientas para la Claridad de pensamiento y comunicación. Nos demos cuenta
o no, utilizamos metáforas en la conversación a todas horas. Nos proporcionan un
modo eficiente de escribir o hablar para ayudar a la gente a «subirse al carro»
(eso es una metáfora, por cierto). Los hombres a menudo tienden a usar lenguaje
metafórico basado en temas deportivos o lenguaje bélico. Las mujeres con
frecuencia tienden a utilizar metáforas de la vida, la naturaleza y la comunidad.
Algunas metáforas son culturales, relacionadas con el sexo o con la edad; otras
son tontorronas sin más. Unos cuantos ejemplos:
 Predicar en el desierto (seguir un curso de acción fútil).
 Quedarse entre la espada y la pared (quedarse sin opciones
prometedoras).
 Unir los puntos (agrupar ideas de un modo que tenga sentido).
 Pedirle peras al olmo (tratar de conseguir que alguien se comporte de
un modo poco característico).
 Tocar demasiados palos (seguir demasiados proyectos al mismo
tiempo).
 Hacer rayas en el mar (dedicarse a una actividad vana).
 Rascarse la barriga (véase «hacer rayas en el mar»).
 Tirar piedras contra su tejado (actuar en contra de sus intereses).
 Oír campanas pero no saber dónde suenan (comprensión superficial).
 Suicidio profesional (una acción que destruye la propia carrera).
 Irse por el desagüe (desaparecer del mercado).
 El tinglado organizativo (la estructura burocrática).
 Radar estratégico (proceso de rastrear el entorno empresarial).
 Guerra palaciega (conflicto entre altos ejecutivos de una organización).
Pasad un día atentos a las metáforas y quizás os sorprenda las muchas que
oís. Tomad nota de las que más os gustan y añadidlas a vuestro vocabulario.

I-PRIMA: EL LENGUAJE DE LA SANIDAD


En 1965, el doctor David Bourland, experto en psicología del lenguaje, realizó
una extraña propuesta. Sugirió que los habitantes de culturas anglohablantes
aprendieran a hablar y escribir sin usar ninguna conjugación del verbo «ser». Creía
que el uso habitual de palabras como «es», «soy», «son», «era», «fueron» y sus
variaciones podían asentar una tendencia inconsciente hacia el dogmatismo y la
rigidez mental. Por ejemplo, una frase como «Ella es abogada» encasilla a una
persona en una categoría. Si bien las categorías nos pueden ayudar a pensar,
opinaba Bourland, también nos invitan a discurrir en estereotipos, sustituyendo lo
único con lo común. El uso imprudente de etiquetas se vuelve más difícil con el
método de Bourland; hay que escoger un verbo activo, que traslade el énfasis de
una categoría abstracta al comportamiento. Bourland podría reformular el ejemplo
para decir «Ella practica la abogacía». También creía que la eliminación de las
formas del verbo «ser» haría más difícil criticar a la gente y endilgarle juicios de
valor. Si uno no puede decir «Esa idea es estúpida», tiene que encontrar una
manera diferente por completo de expresar su oposición.
Bourland veía el inglés, desprovisto de todas las conjugaciones del verbo
«ser», como un idioma imaginario que bautizó «I-prima», usando el símbolo
matemático I’. En notación de álgebra (o teoría de conjuntos), el concepto devino:
I-prima igual [inglés] menos [ser]
Bourland se entrenó para hablar y escribir a todas horas en I-prima. Creía
que obligaba a la persona que lo utilizaba a variar su proceso conceptual y
concebir toda la realidad como algo dinámico y en evolución. Hace muchos años
incorporé el I-prima como técnica para educar a personas del mundo empresarial a
escribir con mayor eficacia. Poseía el notable efecto de aumentar con rapidez la
claridad y dinamismo de los productos escritos. La Muestra 5.3 expone algunas
traducciones.

Muestra 5.3. Traducciones del lenguaje normal al I-prima

Lenguaje «normal» Versión en I-prima

Tom siempre es el último en llegar al trabajo. Tom llega tarde al trabajo todos los días

Sue es una jugadora de equipo. Sue trabaja bien con otras personas

Soy arquitecto. Diseño casas y edificios

Fue tomada la decisión de… Tal persona decidió…

Ésa es una buena idea. Me gusta esa idea.

El I-prima también puede servir de herramienta para la resolución de


conflictos. Si dos partes han quedado empantanadas en un patrón de acusaciones
cruzadas, quizá les resulte útil poner por escrito todas las afirmaciones
controvertidas que han realizado sobre la otra y después traducirlas al I-prima. Tal
vez descubran que el proceso de reformular sus críticas se convierte en un proceso
de reformular sus opiniones y acusaciones. Ya que hemos tocado la idea de utilizar
el I-prima para comunicarse por escrito con mayor claridad, bien podríamos ir un
poco más allá... aunque la escritura habilidosa exige una disertación extensa que
sobrepasa con mucho nuestro objetivo en este libro. Una fórmula rápida y sencilla
para mejorar la calidad de vuestra prosa pasa por tres principios clave. Podemos
llamarlo la regla de la «Triple A». No sólo puede conducir a una prosa mejor y más
clara, sino que también ayuda a escribir en I-prima.
La regla de la Triple A posee los siguientes componentes:
1. Acortar la oración; una media de 20 palabras o menos
Unas frases más cortas y tajantes harán más fácil que el lector siga vuestros
pensamientos. Los estudios de comprensión de lectura muestran con claridad los
niveles más altos de comprensión cuando las oraciones oscilan entre las 15 y las
25 palabras, con una media máxima cercana a las 20. Es posible combinar unas
pocas frases largas con otras muy cortas; en general, las cortas funcionan mejor.
Lo típico sería captar una idea por frase, con de dos a seis oraciones por párrafo.
2. Abstenerse de la jerga
El uso abusivo de jerga y acrónimos, lenguaje informático, empresarial o
gubernamental, tiende a confundir a la gente que no los conoce. Hasta para los
lectores que saben lo que significan los diversos acrónimos y expresiones «del
mundillo», sustituirlos por un lenguaje coloquial a menudo puede hacer que el
mensaje sea más atractivo. Si bien hay jerga que facilita la comunicación, funciona
mejor como condimento, y no de plato principal.
3. Voz activa (I-prima, a ser posible)
El I-prima os obliga a escribir en la voz activa; en realidad, elimina de forma
automática las formas verbales en la voz pasiva. Repasando: el lenguaje en voz
pasiva tiende a ocultar o subordinar el «actor» de la oración: «El despacho fue
registrado y el archivo fue encontrado por Mary.» En I-prima la frase se convierte
en: «Mary registró el despacho y encontró el archivo.» La escritura en I-prima
tiende a producir oraciones más cortas. Contad las palabras del primer ejemplo en
voz pasiva (11) y comparadlas con la segunda frase en voz activa (8). Escribir en
voz activa, o 1-prima, os obliga a escoger los verbos (y su orden) con mayor
atención.
A modo de ejercicio, revisad el lenguaje de la sección que acabáis de leer,
para comprobar si utiliza I-prima en exclusiva para explicar el I-prima (sin contar
los usos del verbo «ser» en calidad de ilustración).

Discurso del jefe Seattle, 1854


La famosa alocución del jefe Seattle de la tribu suquamish de Washington se considera una
obra maestra histórica del lenguaje elocuente.
El presidente de Washington hace saber que desea comprar nuestra tierra. Sin embargo,
¿cómo comprar o vender el cielo? ¿La tierra? La idea nos es extraña. Si no poseemos la frescura del
aire y el centelleo del agua, ¿cómo venderlos?
Cada parte de la tierra es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de pino reluciente, cada orilla
arenosa, cada niebla de los bosques oscuros, cada pradera, cada insecto que zumba. Todos son
sagrados en la memoria y experiencia de mi pueblo.
Conocemos la savia que circula por los árboles como conocemos la sangre que nos corre por
las venas. Formamos parte de la tierra y ella de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas. El oso, el ciervo, el águila majestuosa, ésos son nuestros hermanos. Las crestas rocosas,
el rocío en la pradera, el calor corporal del poni y el hombre pertenecen todos a la misma familia.
El agua centelleante que fluye por las ríos y arroyos no es sólo agua, sino la sangre de
nuestros ancestros. Si os vendemos nuestra tierra, debéis recordar que es sagrada, Cada reflejo
lustroso en las aguas limpias de los lagos narra acontecimientos y recuerdos de la vida de mi
pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos. Sacian nuestra sed. Transportan nuestras canoas y
alimentan a nuestros hijos. De modo que debéis conceder a los ríos la amabilidad que ofreceríais a
cualquier hermano.
Si os vendemos nuestra tierra, recordad que el aire nos es preciado, que el aire comparte su
espíritu con toda la vida que mantiene. El viento que concedió a nuestro abuelo su primer aliento
también recibió su último suspiro. El viento también proporciona a nuestros hijos el espíritu de la
vida. De modo que, si os vendemos nuestra tierra, debéis mantenerlo a resguardo y santificado,
como un lugar donde el hombre puede acudir para saborear el viento que endulza las flores de la
pradera.
¿Enseñaréis a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros? ¿Que la tierra
es nuestra madre? Lo que acontece a la tierra acontece a todos los hijos de la tierra.
De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre el hombre pertenece a la
tierra. Todo está conectado como la sangre que nos une a todas. El hombre no tejió la red de la
vida, no es más que una hebra en ella. Lo que le haga a la red se lo hace a sí mismo.
De una cosa estamos seguros: nuestro Dios es también vuestro Dios. La tierra es preciosa a
sus ojos y dañar la tierra es cargar de desprecio a su creador.
Vuestro destino es un misterio para nosotros. ¿Qué sucederá cuando todos los búfalos estén
muertos? ¿Los caballos salvajes domados? ¿Qué pasará cuando los rincones secretos del bosque
estén preñados del olor de muchos hombres y el panorama de las colinas en fruto esté
emborronado de esposas parlanchinas? ¿Dónde estará el matorral? ¡Desaparecido! ¿Dónde estará
el águila? ¡Desaparecida! ¿Y qué es despedirse del veloz poni y de la caza? El final de la vida y el
principio de la supervivencia.
Cuando el último piel roja se haya esfumado con esa naturaleza y su recuerdo sea solo la
sombra de una nube que recorre la pradera, ¿seguirán aquí estas orillas y estos bosques?
¿Perdurará alguna parte del espíritu de mi pueblo?
Amamos esta tierra como un recién nacido ama el latido de su madre. Así pues, si os
vendemos nuestra tierra, amad- la como nosotros la hemos amado, Cuidadla como nosotros la
hemos cuidado. Tened presente el recuerdo de la tierra tal y como es cuando la recibáis.
Preservadla para todos los niños y amadla como Dios nos ama a nosotros.
Como nosotros somos parte de la tierra, también lo sois vosotros. La tierra es preciosa para
nosotros también lo es para vosotros,
De una cosa estamos seguros: sólo existe un Dios. Ningún hombre, sea rojo o sea blanco,
puede estar separado. A fin de cuentas somos hermanos.

CIMENTAR LAS HABILIDADES DE CLARIDAD


Cosas que hacer para mejorar las habilidades en la dimensión de la Claridad:
 Estudiar el modo en que las personas que se expresan muy bien
presentan las ideas; observar entrevistas y escuchar conversaciones
para identificar ¡os métodos que utilizan: el flujo de ideas, su
secuencia, el lenguaje de helicóptero, los mensajes de ascensor, el uso
de datos y cifras, las metáforas, las imágenes con palabras y el uso del
humor.
 Realizar una prueba de diagnóstico de vocabulario para calibrar el
tamaño y amplitud de vuestro repertorio de trabajo. Si se tercia,
procuraos un libro, programa de audio o vocabulario de Internet para
reforzar vuestro uso de palabras.
 Recopilar metáforas ingeniosas y poderosas e introducirlas en vuestra
conversación.
 Entrenarse para ilustrar vuestras ideas con esquemas, dibujos o
diagramas.
 Inventar y practicar métodos de la «Ruta 350» para conservar la
atención de vuestros oyentes.

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