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ABSTRACT
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INTRODUCCION
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No obstante todas las metas alcanzadas por la
educación tecnificada, el propósito de la presente discusión
es analizar los alcances de tales logros, así como poner
énfasis sobre algunos fenómenos educativos, dignos de
especial relevancia dada la información y los
descubrimientos que ha logrado la psicología como
disciplina científico-humanista. Vamos a destacar tres
fenómenos especiales que, de un modo u otro, representan
el consenso de la mayoría de los expertos, así como
constituyen la angustia en la dedicada actividad de un gran
número de maestros, a saber, la degradación del lenguaje y
del idioma materno, la apatía estudiantil, y la presencia de
una imaginación atrofiada y banal en la mayoría de nuestros
jóvenes estudiantes. Estos tres “problemas” serán objeto de
un breve análisis antes de intentar una posible comprensión
de las causas que los hayan podido producir, infiriendo de
ello algunas posibles soluciones.
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Esta incapacidad para expresarse se manifiesta,
como muchos pueden apreciar, en una reducida
participación gestual del alumno en clases o una ausencia
casi total de lenguaje verbal; en un modo inadecuado de
formulación de preguntas o ausencia de ellas; el eludir
trabajos de exposición oral; las constantes redacciones
incomprensibles, así como una variedad de formas de
manifestaciones difusas, anónimas y hasta “silenciosas”.
Creemos que tales manifestaciones obedecen a una
complejidad de fenómenos que dicen relación a una
pérdida de sentido personal, a una inactivación del propio
lenguaje del estudiante ya que, en condiciones diferentes y
favorables, una conversación entre amigos, por ejemplo,
disminuyen y hasta desaparecen.
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procesamiento de todas sus fuerzas psíquicas con tales
símbolos y una consiguiente participación de todos los
aspectos de “su” personalidad; en definitiva, podemos decir
que no ha logrado el alumno “empaparse” de las cosas que
ha aprendido, no se le ha dejado “afectar” por tales cosas.
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consecuencias evidentes cuando –pasados los años-
queremos significar personalmente las cosas; la
personalidad auténtica no está acostumbrada a
manifestarse sino a ceder el paso a lo que los demás exigen
que sea dicho, hecho o, inclusive, pensado.
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educación no han cultivado en él aquel germen que lo lleve,
más que a oír, a “escuchar” el significado de las cosas.
Creemos que leer es una forma de escuchar; el alumno
debería “animar” la literatura que le exigimos que lea.
Sucede, en cambio, que él guarda tal suceso en un archivo
cultural, sin afectarse por la vida y sin que llegue al
significado personal esperado. El lenguaje de una
personalidad detenida en sus aspectos más únicos, en
cuanto no está activado en el alumno, está sin animación,
se ha constituido en un proceso rígido y muerto. Pero si le
hubiéramos enseñado a “escuchar” el significado implícito
de la obra, habría, tal vez, sucedido algo distinto. Este
germen de escuchar lo que otro dice (maestro o autor de un
libro) es el principio del proceso educativo mismo y por ende
el constante anhelo de todo profesor para con sus alumnos:
la disposición generalizada al diálogo.
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estudiante. La acción de motivar –siendo prerrequisito para
el aprendizaje- la intentamos de diferentes maneras.
Producir el interés por una determinada asignatura es un
recurso y un desafío de todo profesor que desea “despertar”
al alumno, sacarle de su impasibilidad de ánimo, de su
indolencia. Otra forma de la apatía –además de la
impasibilidad- es la indiferencia y la falta de amor por el
conocimiento. Estamos conscientes de este fantasma
presente en la educación, y ello parece estar relacionado
con un ánimo o espíritu que se ha anquilosado. El
movimiento interno normal y característico del curioso
individuo humano, ha llegado a detenerse y ello es un
hecho al que estamos inexorablemente enfrentados.
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que nos exige la vida, siendo ello parte del éxito adaptativo
final. La dificultad está en que tales inconvenientes
amenazantes provienen de fuentes externas y diferentes a
la de los propios valores del estudiante. Si sus valores van
a estar influidos y determinados por los puntajes o series de
notas en una escala externa ante la premura del tiempo,
entonces el estudiante deberá reducir su tiempo personal,
disminuir su autoconciencia y socavar su experiencia
individual. Siguiendo esta línea de pensamiento, nos
damos cuenta que esos valores no los elige él mismo, sino
que son exigidos por la continuación de aquellas personas
que lo “entrenaron” desde el exterior. El moldeamiento es,
en este sentido, negativo, pues proviene de un marco de
referencia externo al del estudiante. Aquel modo de
educarlo resultó ser contrario y divergente a la práctica de
diálogo que le pudo ayudar a escuchar a su semejante y
desarrollar sus propios significados. El nexo con el
fenómeno en cuestión es que el anonimato en que ha caído
el individuo apático se ha producido por una falta de
constatación con su propio organismo. El individuo que no
ha sido escuchado, educado en el diálogo-activo, no ha
podido experimentar las oscilaciones ni equívocos
necesarios de su propia autoconciencia.
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grito de su experiencia interna que se ha apagado y
enmudecido “silenciosamente”.
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“sine qua non” del ser humano. La sensibilidad creciente
nace por lo tanto de una profundización de la percepción y
de una ampliación de la conciencia sobre la subjetividad o
experiencia personal de las cosas. Creemos que este
fenómeno se ha ido desarrollando escasamente en el área
educativa.
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Es indudable que cada educación o proceso
educativo está producido por el maestro, y más
precisamente, por lo que éste “cree” que es la educación.
La concepción de lo que es la educación está ligada
intrínsecamente a la concepción del hombre que se
persigue con el quehacer educativo. Si un profesor cree
honestamente que sus alumnos son organismos
moldeables, entonces los entrenará, si cree verdaderamente
que son seres humanos capaces de dialogar, entonces
aquello será el medio para la relación que establezca con
ellos. Si un maestro cree que sus alumnos son seres
acumuladores de datos, entonces los programará del modo
más eficaz y honesto (Jourard, 1974).
1. APRENDIZAJE COGNOSCITIVO
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De acuerdo a una variedad de autores de
tendencia “objetivizante” en psicología, hemos conocido a
este aprendizaje como aquel resultado que se pretende
alcanzar en el alumno mediante una eficaz fijación de
asociaciones denominadas conocimientos. Este
aprendizaje es un cambio conductual que capacita al
alumno para responder correctamente a la pregunta sin
necesidad de pensar en lo que debe responder (Thelen,
1963). Esta incorporación de conocimientos es un evento
informático que no debe –y no lo hace- remover o contactar
con la llamada subjetividad del alumno. Tampoco –y ello es
una consecuencia de lo anterior- permite que la subjetividad
de profesor intervenga en el proceso en todas sus etapas.
El modo más eficaz de lograr este aprendizaje es mediante
la ayuda de la tecnología y las máquinas de enseñanza
(Skinner, 1961); el profesor debe valerse de ellas y
colocarlas entre él y sus alumnos para que así el proceso no
tenga elementos de sesgo e interferencias no controladas.
2. APRENDIZAJE EXPERIENCIAL
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mediante el descubrimiento emocional que éste hace de los
contenidos educacionales de un programa que puede ser
elaborado, incluso personalmente por él. A este tipo de
aprendizaje se asocian palabras también muy conocidas
dentro de nuestro ámbito educacional: educación
personalizada, enseñanza individualizada, etc. Aunque las
similitudes entre educación personalizada o individualizada
y humanista son obvias, conviene destacar una cierta
precisión para destacar las diferencias en estos términos.
Los estilos anteriormente señalados persiguen por finalidad
prestar una atención preferente al alumno, respeta su ritmo
de aprendizaje, y dedica una atención individual al
estudiante. Sin embargo, ello es bastante distinto de lo que
propone otra tendencia educacional que hace énfasis en
entregarle el proceso educativo enteramente al alumno y en
el cual el profesor es sólo un facilitador. El aprendizaje
experiencial está relacionado y surge teóricamente por lo
que se ha venido conociendo en los últimos veinte años
como la enseñanza “centrada en el alumno” (Rogers).
Veamos las implicancias teóricas de esta postura así como
los alcances posibles de solución a los problemas ya
planteados. Esta exposición no se centrará en una
perspectiva filosófica, sino más bien psicológica, ya que
recurriremos a esta disciplina en sus aspectos teóricos que
explican y sustentan una serie de hallazgos en el área de la
educación.
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a) EL ALUMNO COMO AUTOPROCESO
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hierven los artefactos en la cocina de una escena familiar de
su hogar, y tal acercamiento le proporcionará un
conocimiento difícil de olvidar. El aprendizaje significativo
resulta así ser también perdurable. A través del tiempo,
recordamos y reconocemos los colores sin tener que
consultar una enciclopedia, o el nombre de determinadas
plantas, ya que cuando aprendimos tuvimos la experiencia
de contactar “ personalmente” con tales sucesos.
Recordamos instantáneamente los sucesos que son parte
de nuestra “cultura”, son parte de nuestra vida, de nuestro
propio modo de ser. Este aprendizaje resulta ser entonces
–en esta perspectiva- una transformación de nuestra
persona. Al transformarse nuestra totalidad interna se inicia
en nosotros una remoción de una magnitud tal que acarrea
el cambio de nuestro primer lenguaje para alcanzar el
segundo al que nos referíamos al inicio de este trabajo. La
“inundación interna” (Jourard, 1974) nos conduce al
segundo idioma, aquel por el cual significamos y
relacionamos personalmente los fenómenos.
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produzca aprendizaje, es necesario que exista un proceso
sentido, un reprocesamiento emocional de la información.
No es un darse cuenta (“insight”), y por ende un nuevo
autoconceptualizarse, sino a la inversa, ya que por el hecho
de estar sintiendo de un nuevo modo, de haber habido un
cambio en el proceso de sentimiento, es que nos damos
cuenta y, por lo tanto, la imagen de nosotros mismos
cambia.
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nosotros mismos, sino que son nuestros sentimientos los
que determinan el curso y significación personal de tal
aprendizaje en la función integradora de estar-en-relación-
con-el-mundo.
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Este proceso de significación interna es producido
por el impacto que provoca dicho símbolo último en nuestra
experiencia. El aprendizaje resulta ser autodirigido por la
experiencia interna y contiene el matiz emocional del
individuo, resultándole a éste un cambio perdurable que se
produce en el aquí-y-ahora de la vivencia experiencial. El
cambio profundo del aprendizaje significativo es por lo tanto
emocional y actual, autopropulsado, e involucra a todo el
organismo interactuando con su situación inmediata.
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interrogante previo: ¿cómo puede ser un facilitador si tal
proceso no está dirigido ni siquiera por el alumno, sino por
la experiencia interna de éste a través de sus sentimientos?
No olvidemos que en el párrafo anterior establecíamos que
sólo se aprende en la medida en que los símbolos del
medio ambiente logran interactuar con la experiencia interna
del alumno; i.e., que éste sentía y significaba sentidamente
los sucesos del mundo externo. El alumno “aprende” lo que
es la nutrición en los seres vivos luego de enfrentarse
personalmente con tal fenómeno. Ello es posible porque la
experiencia del sujeto estaba ya enterada de su propio
proceso de nutrición; tal significación, sin embargo, no
pasaba de ser un sentimiento íntimo y secreto para sí
mismo que sólo se completaba al vivenciar, que también se
daba el fenómeno nutritivo en otros seres vivos. La
significación incompleta del fenómeno se lograba completar
en un nuevo grado. La teoría del “experienciar” (Gendlin,
1962) postula que se logra cambiar o aprender –que para
estos efectos es lo mismo-, porque nuestros significados
están en constante interacción con los sucesos externos y
por ello se produce una incesante completación de los
significados. Aprendemos porque estamos significando, en
un continuo autoproceso. El alumno que se “aburre” en una
clase, resulta estar en un proceso en que los símbolos o
sucesos del medio ambiente del aula –las palabras y
conducta del profesor- no logran completar la significación
constante que él tiene en ese momento. El maestro no está
en ese instante siendo un facilitador porque no produce
resonancia suficiente en el mundo interior del alumno. Sólo
se facilita en cuanto se es un eco de lo que está sucediendo
en el educando. Y ello es posible sólo si se logra captar el
sentimiento inmediato que está presente en el alumno. Una
persona que facilita el aprendizaje en este contexto, es
aquel que capta genuinamente el vivenciar del alumno.
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Los maestros saben por sus experiencias que,
conductas como dejar que los educandos se expresen,
pregunten, se inquieten con el tema en cuestión, escuchar o
responder realmente a sus preguntas por imperfectas que
sean, son todas maneras en que una clase se lleva adelante
de una forma provechosa y satisfactoria para todos. Al decir
que facilitar es crear las condiciones apropiadas, es
equivalente al hecho de una planta que crezca en función
de una semilla que logra brotar en un terreno de
condiciones apropiadas a su crecimiento. La temperatura,
la cantidad de sales, el agua, el anhídrido carbónico, todas
son condiciones que deben estar en un grado “necesario y
suficiente” (Rogers, 1957) para iniciar el desarrollo.
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hostiles tareas del diario vivir. Junto al alivio se produce
una “soltura” responsable que permite a la persona
expresarse en toda su dimensión. De esta manera, la
creatividad y labor educativa del maestro pueden tomar un
rumbo insospechado para él mismo. Muchos profesores
recuerdan la dicha de haber tenido aquella experiencia en
que se “detuvo” el tiempo en la sala de clases. Las palabras
en tal ocasión terminaron por calmarse, habiéndose dicho
todo y mucho más de lo que se había programado. Los
alumnos –en tales caso-, sorprendentemente, no habían
reclamado por una posible invasión del maestro en el
tiempo de ellos. La experiencia interna de los alumnos
estaba “significando” y “completando” algo muy distinto de
estar preocupado del anhelado final de la clase. Al
permitirse ser la persona que es, el maestro penetra en un
proceso espontáneo de comunicar sus contenidos en una
interacción dinámica. El aprendizaje experiencial rebalsa la
formalidad, la autotransparencia favorece la expresión
personal del alumno y profesor, la autenticidad y capacidad
para captar y manifestar sus propios cambios internos,
permite y cultiva una comunicación sin máscaras entre el
maestro y “sus” alumnos.
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tales palabras. Cuando un alumno pregunta por la fecha del
próximo examen, puede que esté queriendo aclarar una
duda o informarse de los pormenores de un acontecimiento,
pero también podemos hacer lo inusual: sobrepasar el límite
literal del lenguaje y alcanzar el nivel metafórico. Podemos
imaginarnos creativamente (y no deducir analítica y
lógicamente) que el alumno tiene una preocupación,
captamos en él un sentimiento de querer prepararse con
tiempo para tal evento. Si nos limitamos solamente a
responder a lo literal de su pregunta decimos que
interactuamos intelectualmente con el significado semántico
e informativo de tal pregunta. Si, en cambio, nos referimos
al sentimiento que tal vez esté presente en el alumno,
responderemos entonces a su “preocupación”, su
incertidumbre y sentimiento de apremio, a su incompleta
experiencia que desea interactuar significativamente con la
del maestro. El profesor se centrará en el sentimiento del
alumno, se referirá por lo tanto, al fenómeno que lo embarga
y que está más allá de la “sintaxis de las cosas” (Butler,
1975). De este modo se puede ser empático, poniéndose
en el lugar del otro “como si” uno fuera el otro ofreciéndole y
estableciendo una comunicación activamente escuchante.
La práctica de escuchar enseñará a los alumnos a
descubrir sus propias experiencias, impulsándoles a
recuperar sus sentimientos que yacían en una auto-
conciencia disminuida y en el anonimato de la
despersonalización.
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“indecisos” cuando dudamos y pensamos más allá de la
cuenta para tomar una decisión, decimos que allí se está
haciendo un juicio hacia nosotros. En tal caso se emite una
valoración a toda nuestra persona en lugar de referirse sólo
a la conducta de indecisión. Cuando se globaliza al
individuo por una conducta particular, tal opinión afecta
nuestra imagen de nosotros mismos ya que también en
nosotros se ha gestado esa idea de valoración negativa. Si
antes sospechábamos o nos concebíamos como indecisos,
ahora “somos” indecisos. Si la opinión proviene de alguien
a quien estimamos y nos estima, tal opinión resulta ser muy
significativa para nosotros. Si en cambio no se nos dice
nada, no se nos opina ni valora como indecisos, sino que
se nos escucha, compartiendo nuestra preocupación
indecisa, y se atiende solamente a nuestros sentimientos,
en ese momento se está siendo “incondicional” con
nosotros. La incondicionalidad es la valoración genuina
hacia la persona, sin apuntar a sus conductas. Ser
incondicional es escuchar significativamente los
sentimientos de las personas, sin entregar una opinión o
valoración a ella.
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cuando nos disponemos a escuchar los sentimientos, he ahí
una manera última y difícil a convertir al joven en una
persona, tratándole como tal.
UN PARALELO FIGURATIVO
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dificultades, características procesales y consecuencias
observables (productos), nos resulta similar al Mito del
Hombre de la Caverna.
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el hombre de la caverna ha dejado las cadenas, ha dejado
el anonimato de aquellos que se quedaron en ese “otro”
mundo impersonal de la obscuridad que les hacía pensar y
sentir lo que todo el mundo, que repetían el conocimiento
automáticamente sin poder expresar su autoconciencia
congelada. Socialmente, este hombre se ha alejado interna
y conciencialmente de los demás. La luz que lo encegueció
en un primer momento, lo afectó y lo hizo distinto
posteriormente. El cambio fue inevitable, pues lo transformó
completamente en toda su existencia o personalidad actual;
por demás, fue un cambio irreversible, pues ya nunca podrá
volver al lugar de donde vino, para comunicar lo novedoso
del mundo descubierto ya que aquellos hombres que
quedaron en la obscuridad, en lo impersonal, no lo
comprenderían. Tal vez para comunicarse con ellos él deba
aprender primero a ser “solo”, al igual que cuando nació, lo
mismo que hacia la muerte. Tal vez podrá conversar sólo
para compartir o con-sentir con otros. Este hombre, sin
embargo, al ser distinto por haberse transformado a duros
golpes, podrá comunicarse y comprender a sus semejantes,
pues él será autónomo. Su responsabilidad social nacerá
de su desarrollo completo individual. El dolor que le
ocasionó el recorrido difícil le hará condescendiente y
comprensivo con los demás hombres. El hombre de la
caverna superó niveles de conciencia que lo convierten
ahora en un hombre superior. Para el aprendizaje
experiencial todo hombre es superior, pues toda su
potencialidad necesita sólo las condiciones apropiadas para
desarrollarse. El recorrido es por lo tanto individual e
irrepetible. El proceso de sentimiento, que se gesta por el
impacto e interacción con lo nuevos y sinuosos elementos
del cambio sin andar, es la guía para avanzar, porque
educarse es avanzar hacia sí mismo, es completarse, “llegar
a ser el individuo que uno realmente es” (Rogers, 1971).
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CIENCIA Y HUMANISMO EN LA EDUCACION
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educación integral o centrada en la persona del alumno y el
profesor. Tales eventos son: el método científico y el
propósito de mantener la unificación del organismo humano.
Antes de entrar al tema del propósito humanista en la
psicología así como en la educación, se hace necesaria una
explicación de los peligros que acarrean los problemas ya
descritos y una futura continuación irracional de este uso
ciego de la técnica.
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alarmantes, como son la disminución de la conciencia, la
pérdida de significación individual, la imaginación atrofiada y
la ausencia de la relación dialógica en el acto educativo.
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embargo, ya hemos discutido algunas consecuencias de la
tecnificación de la labor educativa.
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Una educación humanista puede utilizar métodos
operativos muy precisos –los cuales van mucho más lejos
que un mero filosofar acerca del quehacer educativo- y que
hemos intentado desarrollar como eventuales soluciones a
los problemas urgentes formulados al inicio de este trabajo.
Si, en cambio, nos preocupamos de hacer que nuestros
alumnos adquieran conocimientos, se informen y acumulen
“datos” sin significación como una persona que transporta
“abstracciones”, lo estamos convirtiendo en una abstracción,
conduciéndolo con ello a la apatía; cuando se hace
generalizada y se lleva a la práctica aquella concepción de
ver al ser humano como un organismo capaz de aprender
cualquier cosa, lo conducimos a la pérdida de su
subjetividad, negando con ello su autoconciencia y
cultivando en él un difuso cinismo que lo lleva a “rendir” el
máximo sin importar que ello le sea útil o formativo. Cuando
a diario nos vemos ofreciendo “este” trato a nuestros
estudiantes, debemos reflexionar tanto por cuanto ello se
constituye en una amenaza para nuestra tarea educativa
con honestos objetivos humanitarios.
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reflexionar sobre tres temas que nos han parecido
fundamentales. Para ello, hemos expuesto algunos
aspectos teóricos de la ciencia psicológica con tendencia
humanista.
RESUMEN
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de abstracciones es a la larga una pirámide perfecta de
conocimientos, muerta y abandonada dentro del individuo
que se desintegra por el paso del tiempo, y destruyendo, de
paso, la experiencia de la vida individual.
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BIBLIOGRAFIA
37
SKINNER, B. F., “Por qué necesitamos máquinas de
enseñar”, en SPRINTHALL, R. C. y
SPRINTHALL, N. A. (Eds.),
Psicología de la Educación.
Psicodidáctica y Psicología Evolutiva
en sus textos básicos, Morata, S. A.,
Madrid, 1973.
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