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TEMA 5. LA ESTRUCTURACIÓN POLÍTICA DE LA SOCIEDAD.

PODER, ESTADO Y CIUDADANÍA

5.1. Introducción

La crisis económica y social se ha traducido en un malestar social creciente y este malestar social se ha reflejado en un
fuerte cuestionamiento de las principales instituciones políticas del país. Cuestionamiento de los partidos políticos por
no canalizar las demandas de la población y por verse inmersos en numerosos escándalos de corrupción (No nos
representan), cuestionamiento de la Monarquía hasta el punto de que se produjo algo tan extraordinario como la
abdicación del Rey Juan Carlos I (también vinculada a casos de Corrupción, Caso Noos) en junio de 2014 y la posterior
proclamación del Rey Felipe VI.

Las instituciones políticas del Estado (partidos, poder ejecutivo (gobierno), poder legislativo (congreso y senado),
poder judicial) sufren una fuerte crisis de legitimación porque no dan respuesta a los problemas de los ciudadanos:
desempleo, recortes servicios públicos, corrupción, UE, la deuda, etc…

Este malestar ha dado lugar a un ciclo de intensas movilizaciones políticas desde el inicio de la crisis pero especialmente
desde 2011, con el 15M, y ha dado lugar a la formación de nuevos sujetos políticos, de nuevas identidades políticas y
nuevos partidos políticos, donde las clases medias ha jugado un nuevo y ambivalente papel.

Vamos a estudiar en este tema cómo son esas instituciones políticas que han entrado en crisis. Vamos a estudiar qué
es la política, qué es el poder y cómo se ejerce a través de las diferentes dimensiones del Estado para pasar
posteriormente a estudiar las movilizaciones políticas que han surgido desde 2008.

5.2. Sociedad y política. La autonomía de lo político

El estudio sociológico de la política se ocupa de la relación entre las instituciones políticas y el resto de las instituciones
sociales. Aborda principalmente:

- Orígenes del poder


- la cuestión de cómo se distribuye el poder entre los grupos sociales,
- cuáles son las instituciones políticas que concentran el poder, la soberanía, el derecho a ejercer legítimamente
el poder. En nuestras sociedades es el Estado el que concentra gran parte del poder legítimo pero tb otras
instituciones (mercados, poderes empresariales que escapan al control). Poderes no legítimos puesto que
escapan de todo control de los ciudadanos
- en relación a qué principios se ejerce el poder.

Así pues para estudiar sociológicamente lo político hay que prestar atención a la cuestión del poder, del Estado y de
la ciudadanía.

La autonomía de lo político. La reflexión sociológica sobre lo político tiene sus raíces en la distinción entre el Estado,
mercado y la sociedad civil, es decir, en el momento en que la sociedad empieza a ser pensada como una realidad
autónoma y como una entidad separada del Estado.

Se trata de una distinción clave en el desarrollo de la teoría política y en el análisis sociológico contemporáneo que
está estrechamente vinculada con el surgimiento de la sociedad capitalista y de la burguesía como actor social.

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La sociedad civil se identifica con el mercado, el cual empieza a considerarse como un ámbito de actuación
independiente del poder político, del poder del soberano. Ese es el espacio privado en el que se desarrollará la
burguesía y donde surgirá el liberalismo clásico.

La consecuencia es que empieza a concebirse una separación entre las instituciones políticas (el espacio público) y el
resto de la sociedad. A partir de este momento pueden distinguirse uno de los grandes temas o ámbitos de reflexión
en el desarrollo de la sociología política será la cuestión de la autonomía de lo político. Esto es, el grado de
independencia que el ámbito de lo político posee en relación con los factores económicos, sociales o ideológicos.

Además, en el curso del desarrollo de las sociedades modernas y dentro del pensamiento liberal, hoy hegemónico
aunque en disputa, se ha considerado la intervención del estado como una intromisión.

Esto supone una clara subordinación de todas las instituciones sociales a los principios del mercado. Sólo en tiempos
de crisis orgánica, como los actuales, se produce un cuestionamiento tanto de la autonomía de las esferas como de la
subordinación de unas sobre otras y de los criterios que han de regir la gestión de unas y otras. Por ejemplo,
desmercantilización/liberalización, control político (democrático) de flujos financieros sujeto a las necesidades de la
economía real, etc… A esto se refiere la idea de la repolitización (desnaturalización) de la realidad. Para comprender
esta idea vamos a estudiar el concepto de la política y el del poder.

5.3. Poder y política

La política implica el ejercicio del poder. Desde la tradición sociológica, el poder puede comprenderse de dos formas:
poder como recurso (poder para) y poder como relación (poder sobre) según de dónde se considere de dónde viene
el poder. Es decir,

¿El poder emana de la posesión de algo: de dinero, de estatus político, posición en una organización, conocimiento
experto, fuerza física, carisma…? (recursos, poder para). O ¿El poder emana de la legitimidad que los otros, los
gobernados, nos confieren para ejercer la autoridad sobre ellos? (relación, poder sobre)

Estas son principalmente las dos concepciones sociológicas del poder.

El poder como recurso. Algunos conciben el poder como un medio para hacer algo, como un recurso, una capacidad
o atributo de quien lo ejerce o posee. Es complejo enumerar las fuentes de poder, puesto que, en tanto que diferentes
elementos o fenómenos se convierten en recursos en contextos diversos, la lista de fuentes de poder puede llegar a
ser muy grande e indefinida. Realmente, una fuente de poder puede ser cualquier cosa, bajo las circunstancias
apropiadas.

El poder como relación (poder sobre los demás) (heredera del pensamiento weberiano). Weber definía el poder como
“la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera
que sea el fundamento de esa probabilidad”.

En la tradición weberiana el poder es una relación, generalmente asimétrica, que implica al mismo tiempo,
dominación y resistencia. El poder se ejerce sobre personas o grupos y se utiliza para resolver conflictos, conciliar
intereses y negociar los equilibrios al interior de la organización y de la sociedad. El poder también implica dependencia
con diferentes grados de autonomía relativa.

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A diferencia del enfoque anterior, el poder no procede de los atributos de los actores sino de la legitimidad que
otorgan los gobernados. En otras palabras, no es sólo un poder para, sino también un poder sobre personas o grupos,
y para poder ejercer el poder sobre diferentes personas o grupos es necesario que las instituciones de poder (el Estado)
cuenten con la legitimidad de los gobernados. Para esto Weber distinguía el concepto de dominación, entendido como
un caso especial del poder.

La dominación es “la probabilidad de encontrar obediencia (consentimiento, consenso) a un mandato de determinado


contenido entre personas dadas”. Y esa obediencia depende de la legitimidad que se otorgue a los dominadores. El
interrogante básico aquí es: ¿por qué obedecemos? ¿Por qué consentimos que alguien ejerza el poder sobre nosotros?
¿No colisiona con nuestra libertad?

Weber establece tres tipos ideales de dominación (carismática, tradicional y legal-racional) según el tipo de
legitimidad que otorgan los dominados a los dominantes, los gobernados a los que gobiernan.

¿Qué ocurre cuando se rompe esa relación de lealtad, de legitimidad, de confianza, tal y como ocurre hoy día?
Desafección y crisis de legitimidad

Por eso es tan importante comprender cómo se construye la legitimidad y cómo se debilita. La crisis actual supone,
por tanto, principalmente una crisis de la legitimidad, que puede conducir a la desafección política y/o a la
repolitización de toda la realidad.

Esta crisis de legitimidad es también es una crisis de la hegemonía del relato que ayudaba a justificar el funcionamiento
de las instituciones políticas y económicas y un crisis de los medios de producción de sentido (medios de comunicación,
ciencias sociales, etc…). Esta es una de las características principales de la crisis orgánica.

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Crisis Orgánica. Antonio Gramsci.

Es un concepto de Gramsci. Por Crisis Orgánica, se entiende «la detención momentánea de la evolución de la clase
progresiva, en el sentido de que ya ésta no hace avanzar realmente la sociedad como un todo, satisfaciendo no sólo
las exigencias de su propia existencia, sino ampliando sin cesar sus propios cuadros, con vistas a la toma de de posesión
continua de nuevas esferas de actividad económico-productiva. Para Gramsci, esta crisis estructural no favorecerá la
aparición de un bloque histórico nuevo, sino en la medida que se convierta en crisis orgánica. Es decir, la crisis de la
hegemonía o ruptura de los lazos entre la estructura y la superestructura.

La crisis orgánica es concebida por Gramsci, como una disgregación del bloque histórico, en el sentido de que los
intelectuales que están encargados de hacer funcionar el nexo estructura-superestructura, se separan de la clase a la
que estaban orgánicamente unidos y no permiten que ejerza ya su función hegemónica sobre el conjunto de la
sociedad. «La clase dominante ha perdido el consenso.» Es decir, que ya no es dirigente sino únicamente dominante,
detentadora de una fuerza coercitiva pura. La crisis orgánica de una clase o grupo social sobreviene en la medida que
ésta ha desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones sociales, pero, gracias a la sociedad política
y a sus formas de coerción, la clase dominante mantiene artificialmente su dominación e impide que la remplace el
nuevo grupo de tendencia dominante; «la crisis orgánica consiste en que lo viejo no muere y lo nuevo no puede todavía
nacer». Una tal crisis orgánica, puede deberse al fracaso de una empresa política de la clase dirigente, que llega a
imponer por la fuerza el consenso social. (Gramsci cita el ejemplo de la crisis orgánica originada por la Gran Guerra) o
bien puede estar provocada por las grandes masas de la población que, pasan súbitamente, de la inactividad política
a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su propio complejo inorgánico constituyen una revolución.
La crisis orgánica que se manifiesta como desaparición del consenso que las clases subalternas acuerdan a la ideología
dominante, no pueden culminar con la aparición de un nuevo bloque histórico, sino en la medida que la clase
dominada fundamentalmente, sepa construir, por la mediación orgánica de sus intelectuales, un nuevo sistema
hegemónico dominante capaz de oponerse al anterior y eficaz para extenderse por todo el ámbito social. Es decir,
capaz de conquistar de la sociedad civil como preludio a la conquista de la sociedad política.

5.4. ¿Qué es la política? La política y el Estado

Al hablar de lo político es posible distinguir entre un concepto restringido y un concepto amplio (Campillo).

En sentido restringido, lo político se refiere al ámbito tradicional asociado con la forma, la organización y las
operaciones de las instituciones del Estado o el aparato de gobierno y sus relaciones con los ciudadanos.

En un sentido amplio, se entiende que lo político se refiere a aquellos rasgos básicos de la vida humana que están
presentes en toda relación social. Lo político se encontraría disperso a lo largo de todas las relaciones sociales del
conjunto de las esferas de la vida social. Toda relación social es política en el sentido de que está abierta a la
deliberación y la decisión de los actores que participan en ellas.

Esta concepción de lo político se asienta en el supuesto de que todas las relaciones sociales no son armoniosas sino
conflictivas, en el sentido de que los actores sociales ponen en juego sus diferentes visiones sobre las cosas y tratan
de solucionar sus discrepancias y conflictos por medio de la deliberación y de la discusión. No obstante, no hay que
perder de vista que gran parte de los conflictos se suelen resolver en términos de poder. Esto es, en toda relación
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social hay diferencias de poder. Dicho de otra manera, toda relación social es asimétrica en términos de poder. Dentro
de toda relación hay alguien que ejerce el poder y la autoridad y alguien que acepta, acata, consiente (el poder como
relación). Hay dominantes y dominados. De ahí que las resoluciones de conflictos y discrepancias no suelan ser
deliberadas sino impuestas. Poder, estratificación y desigualdad.

En este sentido más amplio, la política haría referencia al poder en general; es decir, trata de la capacidad (la potencia)
de los agentes, las agencias y las instituciones sociales para mantener o transformar su contexto social o físico. Se
refiere a los recursos que movilizan los dominantes para reproducir la distribución de poder y a los recursos que
movilizan los dominados para modificar dicha distribución.

La primera, por tanto, se refiere a que la política es una esfera entre otras (y autónoma) de la vida humana, mientras
que la segunda considera que la vida humana en su conjunto es constitutivamente política.

Un concepto restringido de lo político es propio de quienes defienden la autonomía de lo político. Este enfoque limita
el ámbito de estudio de lo político identificando lo político con lo estatal y dejando fuera fenómenos que son
relevantes para entender el modo en que se configura el sistema político en nuestras sociedades. Se centraría en
indagar en las formas más eficaces de gobierno sobre los otros, en la composición y el funcionamiento de los sistemas
políticos, etc. Esto implica que despolitiza la mayor parte de las esferas de la vida social al restringir lo político a una
sola esfera que funciona autónomamente y que tiende a naturalizar la composición de la comunidad política y las
fuentes de legitimidad.

Un concepto amplio obliga a considerar como política cualquier relación social, o cualquier acción que los individuos
o grupos lleven a cabo en la producción de lo social, con lo que resulta algo más difuso. Se centraría en identificar las
principales relaciones sociales en las que se distribuye el poder: relaciones de parentesco, relaciones económicas y,
tb, relaciones políticas (Familia, mercado, estado). De esta forma contribuye a re-politizar la vida social en el sentido
de que cuestiona las relaciones de dominación que se dan en cualquier relación social, indaga sobre las fuentes de
legitimación de la dominación, sobre los límites de la comunidad política (inclusión/exclusión)

A pesar de que el Estado no es la única institución desde la que se ejerce el poder, nosotros vamos a centrarnos en él
puesto que sigue teniendo una enorme influencia al concentrar la soberanía (que es el derecho legítimo del ejercicio
del poder).

5.5. Estado. Dimensiones: democracia, ciudadanía y nación.

El Estado puede comprenderse como una entidad política compuesta de tres dimensiones:

- como sistema de gobierno (democracia representativa),


- como sistema legitimado de intervención en la sociedad según el tipo de ciudadanía (Nota: la intervención del
Estado depende del tipo de derechos políticos, sociales y económicos que posean los ciudadanos, lo cual
puede conducir a procesos de desmercantilización y de desfamiliarización) (tipos de Estado, Estado de
bienestar)
- como modelo de organización territorial y nacional (aparición de otros poderes transnacionales que
cuestionan la soberanía del Estado sobre su territorio)

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a. La democracia representativa

Lo político en sentido amplio se refería a esa capacidad de los sujetos (sobre todo colectivos, las comunidades políticas)
de reproducir/transformar la realidad. La transformación de la realidad es el resultado de un proceso de auto-
organización, de deliberación y de decisión. A lo largo de la historia y en las diferentes sociedades del presente, ha
habido varias formas de organizar institucionalmente la capacidad de deliberación y de decisión.

Las instituciones democráticas en el seno del Estado son tan sólo unas de ellas y la predominante en la actualidad. Dos
aclaraciones: (i) las instituciones que alberga el Estado pueden ser no democráticas sino autoritarias, (ii) hay diferentes
formas de comprender la democracia. En nuestras sociedades predomina la democracia representativa, y (iii) puede
haber instituciones democráticas fuera del Estado (cualquier organización que funcione con arreglo a criterios
democráticos (igualdad y libertad)

En términos generales, la democracia (demos= pueblo; cratos, cracia: poder, gobierno) es el sistema político por el
que “el pueblo” tiene el derecho legítimo y la capacidad de gobernar los asuntos comunes (esto es, a participar en la
deliberación y en la toma de decisión de los asuntos comunes). Pueblo, soberanía.

La soberanía se refiere, por tanto, al derecho y a la capacidad de ejercer el poder, de gestionar los asuntos que afectan
al conjunto de la comunidad. Esa soberanía puede residir en el monarca, en un grupo restringido de personas o en el
pueblo.

¿Quién es el pueblo? Las fronteras de la ciudadanía se han ido expandiendo a lo largo del tiempo (restringido,
universal). La cuestión de quiénes son ciudadanos y quiénes no, quiénes forman parte de la comunidad política y
quiénes no, y en consecuencia, quiénes tienen derecho a decidir (y sobre qué) y quiénes no es una cuestión
fundamental en el ámbito de la política.

En resumen, en términos generales la democracia es el GOBIERNO DEL PUEBLO SOBRE TODOS LOS ASUNTOS
COMUNES QUE NOS AFECTAN (lo material, lo ético, lo medioambiental, lo cultural…)

Dado que la democracia consiste en el derecho de todos (del pueblo) a deliberar y a decidir, se deduce que en cualquier
sistema democrático debe existir un espacio de deliberación y de mecanismos institucionales para la legislación y la
toma de decisiones. Instituciones que pueden ser muy diversas. Así pues, la democracia puede organizarse en torno a
formas institucionales muy diversas.

En concreto, la democracia representativa es una de las formas en que se ha organizado institucionalmente el derecho
y la capacidad de deliberar y de decidir. Está regida por la secuencia: representación, partidos, parlamentarismo.

La participación política (gobernar lo común) (en el poder, en la capacidad para deliberar y decidir sobre los asuntos
comunes) se basa en la representación, la representación está organizada en torno a los partidos políticos (sistema
de partidos), la selección de representantes se realiza por medio de elecciones, los representantes se reúnen
periódicamente para deliberar y decidir en el parlamento, el parlamento es el lugar donde se delibera y se decide (se
legisla). (y donde se organiza el poder: separación de poderes).

Representación. La principal característica de las democracias representativas es que la participación política se basa
en la representación (proporcional, corregido, etc…). Los representantes se eligen por medio de elecciones. De esta

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manera los representantes expresarían el conjunto de los intereses de la sociedad. Hay varias críticas. Por un lado, la
cambiante composición de las clases sociales provoca que no siempre se encuentren representados los intereses de
todos. En otras palabras, ¿son las instituciones políticas un reflejo de la sociedad? ¿Todos los grupos sociales se ven
reflejados en las instituciones estatales? Es imposible. Siempre surgen nuevos grupos sociales que se ven reflejadas
sus demandas y sus intereses en las instituciones estatales. Ej. No nos representan, Oleadas de ampliación de sufragio.
De hecho muchos críticos han apuntado a que los representantes terminan por defender los intereses de las élites
económicas y políticas.

Sin embargo, por otro lado, la crítica más importante de la idea de representación cuestiona qué es lo que realmente
se representa. La representación implica algo muy distinto al mandato. El mandato es la manera de delegación de las
democracias directas. Los mandatarios representan a sus asambleas, son revocables y debe someterse a las decisiones
de sus asambleas. El representante es mucho más que representante de sus votantes, es representante de la soberanía
popular, de la voluntad general. Expresa un fuerte compromiso con los poderes de Estado y el funcionamiento de las
instituciones, lo que suele conducir a incrementar la distancia con respecto a la sociedad (responsabilidad institucional,
política de Estado). Se acrecienta así el poder del Estado sobre el conjunto de la sociedad. La gestión de los asuntos
comunes queda así encerrada en las instituciones del Estado (controlada y gestionada por profesionales) y los
ciudadanos quedan alejados de la participación directa, dedicados enteramente a su vida privada.

Sistema de partidos. La representación se organiza por medio del sistema de partidos. Los partidos políticos son
supuestamente los que se encargan de encontrar la expresión de los intereses del conjunto de la sociedad. Además,
los partidos son los que seleccionan entre sus bases a los potenciales representantes, a los candidatos. Algunos críticos
han señalado que la unión de la representación proporcional, el sistema de listas cerradas y la disciplina de voto
contribuyen a erosionar la relación entre el votante y su representante y a convertir el Parlamento en un lugar
dominado por los partidos y los intereses económicos de las élites.

Parlamento. El Parlamento es la institución en la que los representantes deliberan y deciden sobre los asuntos de la
comunidad política. Cumple 3 funciones principalmente: i) Sirve como expresión de la soberanía popular, ii) es un
medio de control del poder ejecutivo y iii) garantiza la publicidad de la discusión. Algunos críticos han cuestionado, en
primer lugar, que la soberanía popular se exprese allí realmente (ver más arriba), en segundo lugar, que el control del
ejecutivo es bastante irreal cuando la mayoría del Parlamento es del mismo partido que el ejecutivo, y en tercer lugar,
que la mayor parte de los acuerdos y decisiones se toman en comisiones, consejos de ministros, reuniones con lobbies
empresariales, se adopta un lenguaje técnico y jurídico inaccesible para la mayoría de la población.

Todas las críticas a la democracia representativa, tanto las referidas a la idea de representación, a los partidos y al
sistema de partidos y al Parlamento, ponen de manifiesto la crisis de legitimidad del sistema político.

¿A quiénes representan realmente? El problema de la representación. Separación entre partidos y ciudadanos.


Excesiva profesionalización de la política que impide una participación más fluida. Este proceso ha conducido a un
alejamiento entre los ciudadanos y las élites políticas, y a un aumento de la desconfianza de los primeros respecto de
los mecanismos tradicionales de representación política. En este contexto, los partidos políticos, que surgen como
partidos de clase con una fuerte vinculación a sus bases y altamente ideologizados, se muestran cada vez menos
capaces de articular y canalizar los intereses de la sociedad. Crisis del sistema de partidos en España.

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Dos tipos de críticas. i) Una que enfatiza los problemas de eficacia y viene a defender que la pluralidad de intereses a
los que tratan de responder las instituciones políticas supone un obstáculo para mejorar su gobernabilidad y su
eficacia. (Estado sobrecargado de demanda). ii) Otra que enfatiza los problemas de participación y que defiende que
la crisis de representación puede resolverse ampliando los canales de participación de los ciudadanos en la gestión de
las instituciones políticas lo que implica una desprofesionalización de la política. (Democracia participativa).

b. Ciudadanía

La ciudadanía implica la capacidad y el derecho a participar en la vida política y socio-económica de la comunidad


política a la que se pertenece. Así pues, la ciudadanía tiene tres elementos básicos: pertenencia, derechos y
participación. Todos estos elementos se basan en la premisa de la igualdad.

Pertenencia. La pertenencia se refiere a quiénes son los ciudadanos. Para saberlo hay que preguntarse por los criterios
que nos convierten en ciudadanos. Aunque normalmente se defiende que la ciudadanía es universal la realidad es que
históricamente ha estado limitada a grupos que poseían determinadas cualidades. Incluso hoy día que pueden
detectarse fronteras internas y externas de ciudadanía.

Es decir, estos criterios de pertenencia delimitan la pertenencia y, al mismo tiempo, la exclusión generando las
fronteras internas y externas de la ciudadanía. Algunos de ellos son la propiedad, el género, la nacionalidad y la
etnicidad. En cuanto a la propiedad, estaba relacionado con la independencia que otorgaba disponer de propiedades.
La idea era que para participar en la comunidad política los ciudadanos tenían que estar liberados de la necesidad
material de conseguir un sustento material. Otros lo hacían por él. A la independencia material había que sumar la
independencia con respecto a otros. El no depender de otros era lo que le permitía deliberar con libertad sobre los
asuntos de la comunidad y no tener necesidades materiales le hacía actuar desinteresadamente a favor del interés
colectivo, esto es, sin atender a sus intereses privados (supuestamente cubiertos).

Este modelo de ciudadano es muy restrictivo puesto sólo los propietarios tenían la capacidad y el derecho de
pertenecer a la comunidad. Los no propietarios (mujeres, esclavos, etc…) estaban obligados a ocuparse de las
cuestiones materiales en el espacio privado del hogar. Su acceso al espacio público estaba restringido bien porque su
dependencia material les impedía participar considerando el interés de la comunidad o bien porque su dependencia
de otros les impedía actuar y pensar con libertad.

En cuanto al género, el ejercicio de la ciudadanía en el espacio público se ha basado frecuentemente en la


subordinación y en la dominación de las mujeres en el espacio privado. Ellas proveían las condiciones materiales que
hacían posible la participación política y socio-económica. Aquí hay varias cuestiones. Por un lado, el ocultamiento de
las condiciones materiales que posibilitan la participación en la esfera pública implica la invisibilización de aquellos
que se dedican a esas tareas (mujeres inmigrantes cuidados…). Por otra parte, esta separación entre lo público y lo
privado contribuye a despolitizar los espacios sociales (ej. Mercado) en los que se generan tales condiciones
materiales. De ahí que muchos esfuerzos de construcción de una ciudadanía más inclusiva hayan pretendido repolitizar
(lo personal es político) y desmercantilizar algunas de las actividades sociales realizadas por aquellos previamente
invisibilizados.

Las concepciones más inclusivas de la ciudadanía, aquellas que tratan de incluir a los grupos previamente excluidos,
se han apoyado en la emergencia de un Estado de bienestar que proveía tales servicios. De esta manera la integración

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en la comunidad política de iguales atenuaba la desigualdad social (por propiedades, rentas, género, etc…) por medio
del EB.

En cuanto a la nacionalidad y la etnia. La pertenencia a una comunidad política se basa en alguna medida en la
solidaridad y el reconocimiento mutuo. Los ciudadanos pueden verse a sí mismos como pertenecientes al Estado en
el que residen de tal manera que reconocen y legitiman el poder del Estado. El Estado es una fuente de deberes
(impuestos, cumplimiento de leyes) y garante de derechos (provisión de servicios). Por otra parte, los ciudadanos
pueden identificarse con el resto de ciudadanos en el sentido de compartir una cultura cívica común, una historia
común y un lenguaje común. Aquí es importante resaltar que los Estados son Estados-nación en el sentido de que
están construidos sobre la base de comunidades nacionales que habitan un determinado territorio. Esto quiere decir
que la solidaridad, la identificación y el reconocimiento mutuo se codifican en términos de nacionalidad (y de
etnicidad).

Así púes los ciudadanos poseerían una identidad y una cultura compartidas. ¿Qué ocurre con comunidades
plurinacionales y multiétnicas? Es decir, con todos aquellos que formando parte de la misma comunidad política no
comparten la misma etnia (Comunidades afroamericanas o judías en EE.UU, gitanos en España) o la misma lengua
(catalanes, Quebec). En las últimas décadas se ha intentado potenciar la idea de una ciudadanía multiétnica y
plurinacional, algo que acarrea numerosos conflictos.

Derechos. Puede afirmarse que los derechos son la principal base de la ciudadanía. Es decir, sólo se puede ser
ciudadano si se tienen derechos. ¿Qué derechos? Algunos han tratado de reconocer cuáles son esos derechos que
deben reconocerse a los ciudadanos si han de tratarse los unos a los otros como individuos libres merecedores de
igual respeto y reconocimiento. Otros han tratado de identificar tan sólo aquellos derechos que son necesarios para
que los ciudadanos participen libremente y en condiciones de igualdad en los procesos de decisión y deliberación.

Derechos civiles, políticos, culturales, sociales, económicos, etc… La definición de estos derechos está muy relacionada
con la ideología (mercado, igualdad y libertad/ EB provisión de servicios como garante de derechos y de igualdad)
(Reforma electoral: sistema proporcional/sistema corregido). Luego volvemos sobre los derechos sociales y
económicos.

Aunque esta dimensión positiva o institucional de los derechos es decisiva hay que atender a otra dimensión más
constitutiva. Los derechos no son sólo un atributo individual sino que además tiene una importante dimensión
colectiva que el vínculo con la ciudadanía contribuye a subrayar.

La cuestión de fondo no es por tanto qué derechos deben tener los ciudadanos sino por qué tienen derechos, cuáles
son los criterios por los cuales tienen derechos. Dicho de otra manera, ¿por qué tienen derecho a tener derechos?

Los criterios suelen apuntar hacia los bienes necesarios que puede permitir a seres humanos dirigir su vida de acuerdo
con sus preferencias y esfuerzos, algo que implica la ausencia de coerción y ciertas precondiciones materiales para la
acción. Por otra parte, esos criterios suelen apuntar hacia la igualdad en el sentido de que el conjunto de las relaciones
sociales deben organizarse de tal manera que se asegure la igualdad de derechos.

En el fondo son los ciudadanos sobre los derechos que pueden engrosar la condición de ciudadanía. El derecho a tener
derechos apunta hacia la capacidad de institucionalizar los derechos (que han decidido otorgarse) en condiciones de
igualdad.
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La definición de los criterios que delimitan los derechos y la consecución de la igualdad real son fuentes permanentes
de conflictos. La consideración de la ciudadanía como el derecho a tener derechos indica que para tener derechos hay
que pertenecer a una determinada comunidad política nacional. Algunos activistas de los derechos humanos han
criticado el carácter exclusivista puesto que todos deberían tener los mismos derechos independientemente de dónde
haya nacido y de donde viva. No debería haber por tanto ningún límite a la ciudadanía. Los derechos deberían
trascender los límites de cualquier comunidad política y no deberían basarse en la participación. Es el antiguo derecho
a la existencia (derechos sólo por existir).

Participación. La visión más extendida de la ciudadanía es que disfrutamos de una serie de derechos en la medida en
que pertenecemos a una comunidad política determinada y en la medida en que participamos en la configuración de
la vida colectiva.

En la democracia política la participación está vinculada a la participación de los ciudadanos en el gobierno de los
asuntos comunes. Recordemos que democracia significaba gobierno del pueblo. Ser ciudadano es gobernar, participar
en la esfera pública. No hacerlo es ser un idiota. Idiota viene del griego y era un término que describía a aquellos que
se concentraban exclusivamente en sus asuntos privados y que rechazaban la participación en la esfera pública. Es
curioso ver cómo ha cambiado la valoración social del “cada uno a lo suyo”, individualismo.

Pero ¿qué tipo de participación? Amplio o restringido Se puede participar de muchas maneras. En un sentido amplio,
uno gobierna y al mismo tiempo es gobernado. Participa en los procesos de deliberación y de decisión de la comunidad
política. En un sentido restringido, uno participa por medio de los representantes. Son los representantes los
encargados del trabajo político de gobernar y el resto participa por medio del voto, consultas, impuestos, respetando
leyes. (Democracia directa, democracia representativa y democracia tutelada)

Como ya hemos visto, las democracias modernas han enfatizado una participación política basada en la
representación. Además es importante señalar que para hacerse acreedor de una buena parte de derechos
(concretamente los derechos sociales y económicos) es obligatorio participar la creación de los bienes colectivos, algo
que en las sociedades modernas capitalistas sólo puede hacerse en el mercado. Esta mercantilización de las actividades
materiales, de la economía en su conjunto va a tener una enorme influencia sobre la ciudadanía. Recordemos que la
participación política requería unas condiciones materiales. Sólo quiénes tenían cubiertas tales necesidades materiales
podían participar en la política. La mercantilización de las actividades materiales viene a profundizar esa escisión entre
lo privado y lo público aunque de una manera diferente. Lo público, el mundo de la política, se convierte en un espacio
para un grupo de profesionales que viven de la política.

Derechos sociales y participación. El disfrute de los derechos sociales y económicos está condicionada a la
participación en el mercado y no tanto a la pertenencia a la comunidad política (puede ser español pero no disfrutar
del derecho al desempleo si no has cotizado). La ciudadanía de posguerra está vinculada a los derechos sociales
garantizados y provistos por el Estado de bienestar. Debido a la desigualdad que el mercado tiende a generar (puesto
que asigna los recursos de manera desigual), el EB contribuía y contribuye aún a generar espacios desmercantilizados
donde no prevalece la lógica de la competencia y donde todos los ciudadanos son iguales. Así, en un EB los ciudadanos
tienen los mismos derechos para acceder a la educación, vivienda, sanidad y comunicación, etc. Esto quiere decir que
en alguna medida la ciudadanía está vinculada a la desmercantilización que impulsa el EB de ahí que ahora pasemos a
estudiar el EB.

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La incorporación de los derechos sociales al estatus de ciudadanía llevada a cabo tras la Segunda Guerra Mundial
implicaba no sólo el establecimiento de criterios no productivistas en la organización de la vida económica, tales como
la democratización socio-económica o la justicia social como vía para la eliminación de la desigualdad social, sino
también una radical ampliación de la ciudadanía más allá de la esfera productiva y hacia la esfera de la reproducción
social. Esta ampliación del horizonte de la ciudadanía suponía, además, una socialización parcial de la responsabilidad
por la reproducción social, en la medida en que se asignaba a las instituciones estatales la responsabilidad para
garantizar su cumplimiento. El Estado de Bienestar surgiría, por tanto, para garantizar y proveer ese nuevo conjunto
de derechos sociales ligados a la esfera de la reproducción social (Doogan 2009; Esping Andersen 2000; Mingione
1994).

Dependencia mutua (necesidad del capital y reivindicación popular). La articulación entre la ciudadanía y el trabajo
dependía, por tanto, del modo en que se articulara la esfera productiva y la esfera reproductiva y de que el Estado se
constituyera en el responsable de la prestación de una serie de servicios indispensables para la participación del
trabajo en los procesos productivos mercantilizados y, en general, para la reproducción en conjunto de la vida social.
De esta forma el Estado garantizaba, por un lado, la disponibilidad de la mano de obra “adecuada” para los
empresarios y, por otro lado, garantizaba la estabilidad y la seguridad del empleo para los trabajadores. La ciudadanía
social reflejaba, por tanto, una relación de interdependencia entre capitalistas, estado y trabajadores, que constituía
las bases del llamado pacto keynesiano.

No obstante, una relación de interdependencia no tiene por qué ser una relación de igualdad (Ingham 2010). De hecho,
en el desarrollo del capitalismo y de la economía de mercado de las sociedades modernas esta separación entre lo
productivo y lo reproductivo, entre instituciones económicas y no económicas, ha conducido a una subordinación de
la esfera reproductiva a la productiva (o de las instituciones sociales no económicas a las económicas) (Castel 1997;
Polanyi 1989). Los derechos sociales, que se mueven dentro de la esfera reproductiva, se encuentran en una relación
de subordinación con respecto al empleo en al menos dos dimensiones. En primer lugar, sólo aquellos que ocupan un
empleo se constituyen en titulares directos de los derechos sociales. El modelo de trabajador con el que se diseñó el
EB era un trabajador asalariado, del sector industrial, varón, nacional, cabeza de familia. Algo que excluía de una
condición plena de ciudadanía a numerosos sujetos como las mujeres, los extranjeros, trabajadores no asalariados,
trabajadores de otros sectores como la agricultura y los servicios, etc… Por lo que todo el trabajo y los servicios de
reproducción social necesarios para que los trabajadores puedan participar en el mercado de trabajo proceden no
sólo del EB sino también de las familias, más concretamente de las mujeres.

En segundo lugar, la cobertura de los derechos sociales se basa en que el EB obtenga los recursos económicos
derivados de las actividades económicas de la esfera productiva. De ahí que muchos hayan señalado que el modelo
de ciudadanía social incorpora lógicas incompatibles: la lógica de acumulación del capitalismo y la lógica de
redistribución del estado de bienestar (Alonso 2007; Gorz 1998; Standing 2009).

c. Estados de bienestar

1ª sesión:

Texto Rodríguez Cabrero, CIS: 1019-1030

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2ª sesión:

Aunque sus orígenes están en el reformismo social de finales del siglo XIX, el EB es una construcción histórica y política
que empezó a desarrollarse entre las décadas de 1930 aunque sobre todo tras la IIGM (en cada país es diferente).
Surge debido a la necesidad de garantizar la cohesión social y el bienestar social que el funcionamiento de la economía
de mercado ponía en peligro estableciendo dinámicas de polarización y de desintegración social. Pero además es en
parte el fruto de décadas de movilización del movimiento obrero, que en sus diferentes versiones siempre reivindicó
una protección frente a los crecientes riesgos sociales derivados del funcionamiento del capitalismo. Es por tanto, en
parte, el resultado de un proceso de democratización de las instituciones políticas impulsado por las demandas del
movimiento obrero y de las clases populares que dieron lugar a una ampliación de la condición de ciudadanía
(incluyendo derechos sociales y económicos).

La restructuración que está sufriendo el EB desde los 80-90 afecta a estas tres áreas: i) de las políticas de pleno empleo
a las políticas de control de la inflación; ii) de la provisión pública a la privada (privatización/mercantilización de
servicios); y iii) de la responsabilidad estatal por el bienestar a la responsabilidad individual, a través del mercado
(individualización de la responsabilidad).

Los regímenes del bienestar (Esping-Andersen)

El estado de bienestar (EB) es sólo una de las tres instituciones que gestionan los riesgos sociales proveyendo servicios
de bienestar social. Según Esping Andersen, pueden distinguirse varios regímenes del bienestar (RB) según el modo
en que los estados, las familias y el mercado se distribuyen la producción de bienestar y la responsabilidad de asegurar
a la población contra los riesgos sociales.

La triada de bienestar. Cada una de estas tres instituciones representa tres principios radicalmente distintos de gestión
de los riesgos sociales. En la familia, predomina el principio de reciprocidad en la asignación de recursos comunes (no
necesariamente igualitariamente). La familia es una fuente decisiva de servicios de bienestar (reproducción social)
como trabajo doméstico y de cuidados. Un tipo de servicio que posibilita la participación en el mercado y en el conjunto
de la vida social.

En los mercados, predomina el principio de intercambio monetario. La participación en el MT nos provee de los
recursos económicos y el acceso a otros mercados de bienes y servicios nos puede proveer de algunos servicios de
bienestar.

Y en el estado predomina el principio de redistribución. El estado provee una serie de servicios de bienestar como
forma de articular la condición de ciudadanía (por derecho). Ninguno de ellos implica de manera necesaria una
distribución igualitaria de los recursos, aunque lo pueda perseguir.

La relación entre ellos es interdependiente. Al nivel del conjunto de la sociedad, lo que ocurra en uno puede cambiar
a los otros. A un nivel individual, el bienestar de cada persona depende de cómo combine los “ingresos” o “servicios”
procedentes de los tres. Ej: Una familia donde sólo trabaje uno generará una menor demanda de servicios sociales
públicos o privados que una familia donde trabajen los dos (cuidadnos, guardería, etc…), si el estado amplía su red de
guarderías puede aumentar la participación en el MT y puede aumentar la demanda agregada por la demanda de
servicios, etc…

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Tipos de riesgo. Las políticas sociales desarrolladas por el EB implican una gestión pública de los riesgos sociales. Esto
quiere decir que el estado, en representación del conjunto de la sociedad, asume la responsabilidad por los riesgos
sociales. Hay diferentes tipos de riesgos. Hay riesgos generalizados que son aquellos que afectan a toda la sociedad:
vejez, fallecimiento, accidentes, enfermedades, contaminación, etc. Hay riesgos de clase que son el desempleo, la
pobreza, el desahucio puesto que están estratificados socialmente. Y hay riesgos vitales que son aquellos que son
específicos de cada etapa de la vida (disminución o pérdida de ingresos en la vejez, desescolarización en la
adolescencia, etc…).

Riesgos aceptables e inaceptables. También puede hacerse esta clasificación en dos sentidos: la asegurabilidad y el
grado de desamparo y necesidad. En cuanto a lo primero, es más costoso un seguro médico para un enfermo crónico
o un anciano que para una persona joven, o es más costoso un seguro de desempleo para mineros que para
informáticos, etc… De ahí que las compañías privadas de riesgo suelan prescindir de ciertos perfiles de riesgo (ej.
Sanitarias). El problema es que los riesgos inaceptables son aquellos que gran parte de la población necesita cubrir
desesperadamente.

En cuanto a lo segundo, se refiere a que sólo son inaceptables aquellos riesgos extremos que los individuos son
incapaces de afrontar (por salud, etc.). Se cubren como último recurso

Por otro lado, Los riesgos sociales (desempleo, accidentes, enfermedad, pobreza, etc.) están desigualmente
distribuidos según la clase social, el sexo y la edad y varían a lo largo del tiempo según aparezcan nuevas desigualdades
sociales ya sea en el MT, en la familia, en la comunidad política.

¿Debe hacerse cargo la sociedad de esos riesgos que afectan a los individuos? La decisión de socializar los riesgos (esto
es, de convertir riesgos individuales en riesgos sociales) se debe generalmente a 3 razones. Uno, cuando la situación
de uno o muchos individuos puede tener consecuencias negativas para toda la sociedad. Está en juego el bienestar de
la sociedad. Ej: Salud pública, epidemias, empleo informal y desinversión tecnológica. Dos, cuando las fuentes que
generan esos riesgos se encuentran fuera del control de cualquier individuo. Tres, cuando se definen políticamente de
esa manera (concepción de la ciudadanía).

Por ejemplo, la dependencia de los ingresos del mercado de trabajo se ha convertido en el riesgo generalizado más
importante en la medida en que la supervivencia material depende de obtener un trabajo en el MT. El mercado sujeto
a su propia lógica no puede garantizar un nivel de ingresos ni un puesto de trabajo. Al mismo tiempo las dinámicas
tecnológicas o comerciales de los mercados pueden eliminar los ingresos y los puestos de trabajo de los individuos.
Esto justifica que el desempleo y la reducción salarial pueda tratarse como un riesgo social sobre el que el estado debe
intervenir. (Se ha socializado y después se ha individualizado)

Así pues la responsabilidad por los riesgos sociales y la provisión de bienestar puede distribuirse de forma variable
entre el estado, la familia y el mercado. (Estatalizar, desmercantilizar, mercantilizar, desfamiliarizar, individualizar…)
dando lugar a diferentes RB. Esto también depende de cómo se conciban los riesgos en cada uno de los casos. Cada
RB va a representar modelos distintos de gestionar los riesgos desigualmente distribuidos y en consecuencia modelos
distintos de solidaridad. En gran parte los diferentes RB dependen del tipo de movilización colectiva. Veamos los tipos
de RB.

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RB liberal (países anglosajones).

Los RB liberales relejan el compromiso político de minimizar el estado, individualizar la responsabilidad por los riesgos
y fomentar las soluciones a través del mercado. Sus principales rasgos son:

Residual. Es un modelo residual de gestión de riesgos en el sentido de que las garantías y las prestaciones sociales se
limitan típicamente a los riesgos inaceptables, esto es a la población más vulnerable o de mayor riesgo (madres
solteras, discapacitados, personas demostradamente pobres). Se limita a proveer asistencia social como último
recurso, última red, después de haber comprobado medios de vida y los ingresos para averiguar el grado de desamparo
y de necesidad real.

Concepción restringida de los riesgos sociales. Es decir, no todos los servicios (sanidad, educación) están cubiertos por
el estado sino que la mayor parte de los riesgos sociales se consideran como una responsabilidad individual que debe
tratar de solucionarse a través del mercado, contratando esos servicios en el mercado. De tal manera, que los
individuos son más clientes que ciudadanos.

Por otra parte, las prestaciones sociales están integradas principalmente en programas de asistencia social que se
conceden no en base a los derechos de ciudadanía sino en base a la necesidad y a la incapacidad demostrada.

Mercantilización de los servicios sociales. La consecuencia es que los sujetos de riesgos aceptables deben valerse por
sí mismos en el mercado y los sujetos con riesgos inaceptables deben depender de la asistencia social (estigma).
Algunas medidas: desgravaciones fiscales por la contratación de un servicio (guardería), cheques, etc…

RB conservador.

En centro Europa, las primeras políticas sociales se basaron en la influencia del estado monárquico (Alemania, Austria,
Francia), en el corporativismo tradicional o en la doctrina social católica (en Francia, más republicano y anticlerical).
Los principales rasgos son: corporativismo, estatismo y familiarismo.

Corporativismo. Es corporativista porque los riesgos se comparten según la pertenencia a un estatus. La diferenciación
profesional es la expresión más típica del corporativismo. Esto se traduce en que unos determinados grupos
profesionales obtienen una mayor cantidad de prestaciones sociales que el resto. Algo que rompe la idea de
igualitarismo

Estatismo. Se refiere a que es el Estado el que presta la mayor parte de los servicios de bienestar aunque la provisión
de servicios suele complementarse a través de otras organizaciones de beneficiencia, notándose aquí el legado de la
doctrina social católica. El resultado es que el papel del mercado es prácticamente irrelevante.

Familiarismo. Se refiere a que gran parte de los servicios de bienestar se prestan dentro del hogar principalmente por
parte de las mujeres. En realidad, el familiarismo podría definirse como la combinación de la protección social sesgada
(y diseñada basándose en una distribución tradicional de roles de género) a favor del varón cabeza de familia que
aporta la única fuente de ingresos al hogar y el papel de la familia (mujer) en la provisión de cuidados.

El diseño de las prestaciones se basan, por un lado, en el supuesto de que sólo existen familias tradicionales, donde se
sigue una pauta tradicional de distribución de los roles de género, y, en segundo lugar, que serán las familias quienes

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se hagan cargo de todo tipo de servicios. Sólo podrá hacerse cargo el estado si los padres demuestran que no pueden
hacerse cargo (cuidado mayores y menores)

RB socialdemócrata (países nórdicos, escandinavos).

Universalista. El rasgo más importante de este RB es que se trata de un modelo universalista de gestión de riesgos,
esto es, que se cubren todos los riesgos de toda la población bajo una sola cobertura. La protección social se basa en
los derechos de ciudadanía de cada individuo y no en una necesidad o desamparo demostrables.

Concepción amplia de los riesgos sociales. Ello implica que su concepción de los riesgos sociales sea mucho más amplia
y las prestaciones son más elevadas. Cubre más riesgos y de manera más generosa. De ahí que la tributación fiscal sea
más elevada en estos países. La distribución de la riqueza es mayor y los niveles de desigualdad son menores.

Desmercantilización y estatismo. Una cobertura universal conlleva un mayor protagonismo del estado. Este RB ha
fomentado, por tanto, la desmercantilización de cualquier servicio de bienestar, incorporándolos a las instituciones
del Estado, que se responsabiliza de ellos para cumplir con los derechos de los ciudadanos. La desmercantilización
implica por tanto abrir espacios sociales donde no opere la lógica de la competencia y donde predomine la condición
de igualdad.

Desfamiliarización. Al mismo tiempo, este RB ha fomentado también la desfamiliarización que consiste en trasladar
los servicios de bienestar (trabajo doméstico y de ciudados: guarderías, asistencia personal a diversos, asistencia a
mayores) de la familia al estado para equilibrar las relaciones de género en el hogar y para que las mujeres puedan
participar en el mercado de trabajo en igualdad de condiciones que los hombres.

RB Mediterráneo.

Un híbrido entre los tres. ¿Dónde situaríamos a España? ¿Menos estado, menos mercado, menos asistencia social y
más familiarismo?

Por otra parte, los regímenes del bienestar también varían según sea la forma de los estados, de las familias y de los
mercados. Así pues, las recientes transformaciones del MT (flexibilización, incorporación de las mujeres al MT, etc…),
de la familia (doble ingreso, doble carrera, distribución más igualitaria de trabajo doméstico, cambios en los roles de
género y de pareja, etc…), de los estados (reestructuraciones) han transformado los RB.

¿RB Neoliberal?

Desde los años 80-90 se viene produciendo una transformación profunda de los RB. El RB liberal se ha convertido en
el modelo hegemónico y las reformas en cada país van en esa dirección aunque de formas distintas. A pesar de las
diferencias, en todas partes se está produciendo una creciente mercantilización de la provisión de los servicios de
bienestar, la cobertura de riesgos (la protección social) es cada vez más limitada y de menor cuantía, y los beneficiarios
suelen verse forzados a demostrar sus necesidades con lo que las prestaciones dejan de estar vinculadas a los
derechos. Es algo que algunos han llamado RB neoliberal. El protagonismo del mercado sitúa la igualdad en un segundo
plano y fortalece la idea de la libertad, la libertad de elegir. Este es el argumento utilizado para realizar numerosas
reformas en educación (elección de centro), sanidad (limitar las prestaciones sanitarias para promover la contratación

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de seguros sanitarios privados), pensiones (reducir y limitar el máximo de la cuantía de las pensiones para fomentar
la contratación de planes privados de pensiones), etc…

d. El Estado y la nación. La cuestión territorial

Los estados modernos se desarrollaron a partir de mediados del siglo XIX convirtiéndose en naciones. Sus
intervenciones sobre la sociedad contribuyeron a construir la comunidad política nacional dentro de los límites de un
territorio. Por tanto, los límites territoriales del estado también serían los de la nación.

La nación, la idea de una comunidad nacional a la que los individuos pertenecían y que fijaba un pasado común y un
destino, un futuro compartido, permitía cohesionar a los miembros de la sociedad, una vez que los vínculos previos se
habían deteriorado. Los historiadores han señalado que en esta época se produjo la llamada invención de las naciones
europeas. (Álvarez Junco, 2002)

El Estado-nación, y su integración en un sistema interestatal westfaliano (basado en el principio de soberanía


territorial), han definido el modelo hegemónico de organización política y orden internacional durante los últimos
siglos (Paz de Westfalia, 1648). Un modelo en el que los Estados, reconocidos como soberanos en sus territorios,
solucionan sus conflictos privadamente, por lo general recurriendo a la fuerza, y en el que se establecen relaciones
diplomáticas, pero se trata de reducir la cooperación interestatal; en el que los Estados “buscan promover su interés
nacional por encima de todo”.

Pues bien, este modelo está sometido hoy a múltiples presiones, que apuntan a una “redimensionalización” o
“reescalamiento” de los espacios políticos, hasta ahora dominados por configuraciones estatales (Benedicto y
Reinares, 1992; Sassen). Una presión que estaría actuando en dos direcciones: hacia arriba, debido a la creación de
entidades políticas supranacionales y la proliferación de empresas transnacionales cada vez más poderosas; y hacia
abajo, con el establecimiento de unidades políticas infraestatales (cesión de soberanía a ambas). Veamos las dos.

La integración del Estado en organizaciones supranacionales y transnacionales

Tras las dos guerras mundiales, el sistema westfaliano comienza a ser cuestionado y se plantea la necesidad de
establecer un nuevo modelo de orden internacional. Este nuevo modelo, que se expresa en la Carta de la ONU, insta
a los Estados, soberanos pero cada vez más interdependientes, a solucionar sus conflictos de manera pacífica y de
acuerdo con normas legales, de modo que éstos se ven sometidos a “severas restricciones sobre el uso de la fuerza”
y obligados a garantizar ciertos derechos “a todas las personas que pisaran su territorio, incluidos sus propios
ciudadanos” (Held, 1997:112).

El nuevo modelo implica el aumento de las interrelaciones globales y regionales, así como de los acuerdos y las formas
de cooperación intergubernamental en materia económica, militar, social, ambiental, etc. Este proceso ha ido
acompañado de un importante crecimiento de instituciones y organizaciones supranacionales —Naciones Unidas,
Banco Mundial, FMI, OMC, etc.)—, que tienen un poder cada vez mayor en la gestión de los asuntos globales (Held,
1997:118-120).

Este nuevo escenario, de expansión de las relaciones, las alianzas y las instituciones internacionales, ha forzado a los
Estados a redefinir tanto sus funciones o ámbitos de intervención como las formas de intervención (sus políticas
públicas).

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Ámbitos de intervención. En relación con el primer aspecto, los procesos descritos están alterando “la naturaleza, el
alcance y la capacidad” de los Estados, limitando su autoridad en ciertas esferas de la política y ampliándola en otras.
Como señala Held, en un contexto de creciente interconexión global “muchos de los dominios tradicionales de
actividad y responsabilidad estatal”, como la defensa, la gestión económica o los sistemas administrativos y legales,
no pueden ser gestionados sin el recurso a formas internacionales de cooperación. Esto hace que los Estados ya no
puedan ser considerados como “las únicas unidades políticas para resolver los problemas políticos clave ni para dirigir
el amplio espectro de funciones públicas” (Held, 1997:118-119). No obstante, esto no debe conducirnos a afirmar que
los Estado han perdido poder o que son víctimas de la globalización sino que sus competencias han cambiado y no ha
dejado de ser un agente protagonista del cambio.

Formas de intervención. La creciente interconexión global no sólo afecta a las funciones del Estado, sino que también
transforma el modo de elaboración de las políticas públicas, al menos en dos aspectos: el espacio en que se aplican y
los actores que intervienen en su formulación. Así, de un lado, se han desarrollado políticas multilaterales y
multinacionales, que trascienden a las configuraciones estatales como espacio tradicional de implementación de las
políticas públicas y, de otro, se han ampliado los actores llamados a participar en ellas, involucrando a gobiernos,
organizaciones intergubernamentales, grupos de presión transnacionales y organizaciones no gubernamentales
internacionales (agentes públicos y privados en la elaboración de normas) (Sassen)

Creciente privatización de la elaboración de normas (del derecho, de las políticas públicas, etc…). Como señala Held,
la “nueva política global” implica políticas públicas promovidas por organismos de carácter global, así como procesos
de toma de decisiones en los que intervienen burocracias nacionales e internacionales, públicas y privadas. De este
modo, el Estado se ha convertido en una “arena fragmentada de elaboración de políticas, permeada por los grupos
internacionales (gubernamentales y no gubernamentales, privados), así como por las agencias y fuerzas domésticas”
(Held, 1997:118-120).

Jessop define este proceso como una “desestatalización de los regímenes políticos”, que se refleja en la sustitución
del concepto de gobierno estatal (government) por el de gobernanza (governance), y que supone el paso de un modelo
de regulación basado en un papel hegemónico del aparato estatal, a otro que se sustenta en la “asociación entre
organizaciones gubernamentales, paragubernamentales y no gubernamentales (privadas)”, en las que el Estado
cumple meras funciones de coordinación, como un “primus inter pares”.

La descentralización del Estado en unidades políticas infraestatales

La globalización política no sólo se manifiesta en una integración estatal en sistemas supranacionales, sino que
también provoca una fragmentación del Estado dentro de sus fronteras, dando lugar a procesos de descentralización
regional y local. Para algunos autores, como Castells, lejos de reforzar el poder de los Estados, esto no hace sino minar,
una vez más, su soberanía y su legitimidad. Si, por un lado, la política global socava la soberanía de los Estados, “su
esfuerzo por restaurar la legitimidad descentralizando el poder administrativo regional y local refuerza las tendencias
centrífugas”, ya que al acercar a los ciudadanos al gobierno local aumenta su desconfianza hacia el Estado-nación”
(1996:271-272).

La dialéctica global-local, en que se expresan los procesos de globalización, refuerza el papel político y administrativo
de las organizaciones subnacionales y, de manera especial, la de los gobiernos locales.

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A este nuevo protagonismo contribuye la concepción de los gobiernos locales como entidades flexibles, dotadas de
un importante potencial para adaptarse a las condiciones sociales, para satisfacer las demandas de los ciudadanos y
para favorecer su implicación en los asuntos públicos.

La transformación del Estado-nación genera, en suma, la apertura de nuevos espacios para el ejercicio del poder. En
unos casos, la mayoría, estos espacios se organizan al margen de los principios democráticos de legitimidad y
responsabilidad. En otros, sin embargo, permiten un acercamiento de los ciudadanos a la gestión de lo público.

5.6. Movilizaciones políticas. Nuevos sujetos e identidades políticas.

1ª sesión.

De las protestas a la construcción de un nuevo sujeto político difuso. Del nuevo sujeto político difuso a un nuevo tipo
de partido.

Lecturas recomendadas
 Raimundo Viejo. Política en movimiento. Del antifranquismo al 15M
 Carlos Rodríguez y Rafael Ibáñez, CIS: 1149 y ss;
 Xavier Domenech. Hegemonías. (capítulo sobre 15M)
 César Rendueles y Jorge Sola. Podemos y el populismo de izquierdas
http://nuso.org/media/articles/downloads/TG_Rendueles_258.pdf
2ª sesión:

Documental 15M. Visualizamos: http://madrid.15m.cc/p/documental.html

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