Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Es en la crónica, este género hibrido del periodismo, que Darío —junto al cubano
José Martí— establece una nueva forma de narrar. Las páginas del gran diario La
Nación fueron el escenario donde estos liricos pusieron a bailar tango a la literatura
y al periodismo; “supieron mezclar en la justa dosis”, plantea el libro la Invención
de la Crónica, editado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
“Las crónicas de ambos las veo como las iniciadoras del trabajo que estamos
haciendo hoy en día”, valora el periodista Héctor Feliciano, maestro de la FNPI. “Ya
Europa y EEUU dejaron la crónica de algún modo y Latinoamérica las sigue
produciendo”.
Según Susana Rotker, autora del libro de la FNPI, dos tercios de la obra de Darío se
componen de textos publicados en periódicos. Otros expertos darianos sostienen
que más del 50% de la producción del poeta es prosa, en especial periodística. Eso
sin contar las crónicas que faltan por descubrir, acota Günther Schmigalle, quien ha
recuperado y estudiado textos desconocidos del modernista.
Feliciano lamenta que para el “público en general” las crónicas de Darío “hayan caído
al olvido”. Siempre la inspiración poética ha opacado el periodismo del vate. No en
balde le dedican el Festival de Poesía de Granada 2014.
La salida de Nicaragua
El 24 de junio de 1886 el joven Rubén Darío llegó a Chile. Lo único que conocía de
aquel país era lo que el ex diplomático salvadoreño, Juan Cañas, le contó, cuando
lo animó a dejar Nicaragua. El puerto de Valparaíso exudaba tráfico mercante y
comercio intelectual. Darío era un pleno desconocido en ese movido ambiente. Al
poeta le acompañaba la representación de los periódicos El Mercado, El imparcial y
El Diario Nicaragüense en los que había trabajado.
“El modernismo, a pesar de que tuvo grandes poetas, articuló sus principales
recursos de su retórica y lenguaje a través de la prosa y el periodismo. La generación
de escritores fue la pionera del gran periodismo moderno”, apunta Erick Aguirre,
escritor y periodista.
El intelectual Victorino Lastarria fue uno de los jueces que premiaron ‘Canto Épico a
las glorias de Chile’. El genio del poeta nicaragüense sorprendió al notable chileno,
y en 1889 escribe una carta al dueño, director y fundador de La Nación, el general
Bartolomé Mitre (padre de Emilio, a quien Darío le solicitaba la jubilación),
“recomendando al joven Darío como una promesa literaria”, recuerda Carlos
Tünnerman.
Darío envió pocas colaboraciones a La Nación tras ser aceptado por Mitre. Estaba
disfrutando el reconocimiento que le adjudicó su primer libro ‘Azul...’. Incluso, olvida
el vínculo con el diario que, tiempo después, se convertiría en salvavidas
permanente.
“Rubén siempre tuvo una vocación por el periodismo y además por publicar en los
diarios que entonces existían en Nicaragua. Envió sus primeros poemas
al Termómetro de Rivas y a otras publicaciones de León”, señala Carlos Tünnerman.
“Él se tomaba el trabajo de recortar sus poemas ya publicados en lo que iba a ser
su primer proyecto de libro, Poesía y Artículos en Prosa que compiló a los 14 años”,
agrega el catedrático, mientras muestra un facsimilar del cuadernillo cuyo original
está en el Museo Archivo Rubén Darío, en León, ciudad que despabiló la conciencia
intelectual del “poeta niño”.
El escritor Erick Aguirre reconoce que los versos eran la labor más querida de Rubén,
pero “su primera etapa” periodística estuvo marcada por los artículos de opinión. En
estos artículos la ideología liberal y progresista del joven intelectual queda al
descubierto.
Transcurrieron tres meses y, al fin, las gestiones de los amigos de Darío dieron
resultado. El presidente Francisco Menéndez aprobó la fundación del periódico La
Unión y nombra al poeta como director.
Son gratos días económicos para Darío, que bien podría haber ahorrado “más que
algo”, acusa el biógrafo Edelberto Torres, pues la caja de La Unión paga todas las
necesidades. “¡Pero qué va!”, escribe Torres en tono regañón. Rubén se entretiene
en exceso. “El porvenir es término sin sentido en su conducta (…) Las noches de
juerga se suceden unas a otras”, refiere el historiador.
“La pluma es arma hermosa. El escritor debe ser brillante soldado del derecho, el
defensor y paladín de la justicia”, sentencia Darío. “Lo que lamentamos es el abuso,
el encanallamiento del periódico, la prostitución de la pluma”.
Darío contrae nupcias con Rafaela Contreras, pero pronto El Salvador sufre una
crisis. El presidente Francisco Menéndez es derrocado por uno de sus hombres. El
periodista nicaragüense prefiere irse del pequeño país antes que someterse al nuevo
régimen. Empaca las maletas con rumbo a Guatemala.
Darío se traslada a Costa Rica con Rafaela Contreras y la suegra a buscar mejor
vida. Las revistas de la capital josefina celebran la pluma de Rubén, porque ya es
un columnista consagrado. Ya se asoma la faceta de periodista global, pues el
trabajo del nicaragüense es reproducido en diarios y revistas de Cuba (La Habana
Elegante, El Fígaro), Panamá (La Estrella de Panamá), Venezuela (El Cojo Ilustrado),
Puerto Rico (Buscapié, Revista Puertorriqueña), por mencionar algunos.
La entrada en La Nación
Rubén Darío en la redacción de La Nación.
El periodista Rubén Darío estaba en Panamá en 1893 cuando fue nombrado Cónsul
de Colombia en Argentina. El 13 de agosto del mismo año ancla en Buenas Aires.
Por primera vez pone pie en la redacción de La Nación. Ya había reactivado las
colaboraciones con el diario de los Mitre. El vate –como le pasó en Valparaíso–
encuentra una ciudad desarrollada.
La Nación era en ese momento el periódico más influyente de América Latina. Todos
querían publicar en él. El profesor Foster indagó en un registro del siglo diecinueve
del diario bonaerense y no encontró ningún colaborador, de los miles que pasaron
por esas columnas, que tuviera mayor participación que Darío.
Darío, el corresponsal
Rubén Darío en un viaje que hizo a México con una delegación del gobierno de Nicaragua.
“Darío encuentra un país más atrasado que los países de América, más pobre”, relata
Erick Blandón. “En sus crónicas estaba haciendo comparaciones de una España tan
atrasada, en cuya capital rodaban carretas con tracción animal, en comparación el
tráfico comercial que exhibía Buenos Aires a la par de New York”.
Las crónicas para La Nación dieron pie al libro ‘España Contemporánea”. Esta
radiografía de España, según el escritor Felipe Benitez Reyes, contiene “por debajo
de la anécdota (…) la mirada crítica de un ilustrado vigoroso y sagaz que diagnostica
las enfermedades sociales y morales de un país que ama, la conciencia alerta y a la
vez herida de un esteta insobornable al que no le da por llevar orquídeas en el ojal
de la chaqueta sino por denunciar la injusticia, la ineptitud de los políticos, la
holgazanería de la aristocracia, el cerrilismo de tantos artistas…”.
La forma en que las crónicas de Darío están narradas distan de lo hasta aquel
entonces escrito bajo un estilo acartonado, sobrio de un español anquilosado.
Rubén, que como en su poesía instala el francés verso alejandrino, en la crónica
mezcla los géneros periodísticos creando un hibrido que hasta hoy habita en algunos
cronistas latinoamericanos.
“Los géneros que más desarrolló Darío fueron la crónica, el artículo y la reseña
critica. Con la mezcla de todos ellos lograba descripciones muy profundas, bien
documentadas… la mezcla de esos géneros le permitió desarrollar un estilo
magistral”, estima Erick Aguirre.
“En el caso de Darío lo influye mucho los ‘reportage’ y las crónicas francesas… lo
que pasa es que él las desarrolla todavía más. Darío le da bastante importancia a la
visión subjetiva”, opina Héctor Feliciano.
“No es cierto que Darío vivió encerrado en una torre de marfil…”, defiende Erick
Blandón. “Eso fue un momento y se debe apreciar que Darío hace uso de su
imaginación a través del embellecimiento de una cultura grecolatina producida por
sus lecturas. Pero las preocupaciones por lo social, económico y político están
presentes en casi todas sus crónicas”, argumenta.
Sin embargo, el alemán Günther Schmigalle opina que esta “fama” no fue culpa de
Rubén. “Eso se debe a que los editores y compiladores no se interesaban tanto en
el aspecto político de Darío. Lo querían leer como un poeta del arte por el arte, un
poeta dedicado a la belleza; apreciaban sus prosas cuando quedaban en los límites
de lo poético. Pero que él haya hablado del imperialismo, que haya atacado a los
norteamericanos, no les caía bien a muchos historiadores del siglo veinte”, asegura.
En 1907, mientras Darío visitaba nuevamente el terruño, es nombrado Ministro de
Nicaragua en Madrid por el gobierno de José Santos Zelaya.
El poeta embajador
La verdad es que Rubén Darío quería ser ministro plenipotenciario de Nicaragua ante
el reino de España, pero Zelaya lo impidió por el miedo que le infundía “el
alcoholismo” del poeta. No lo nombró simplemente ministro y Darío armó la legación
a la altura que la diplomacia lo demanda.
Pero los sueldos jamás llegaron. Darío comenzó a pagar los gastos de la sede
diplomática con el dinero que le pagaba La Nación por el envío de las crónicas. Pero
el salario de periodista no cubría los gastos personales de Darío y la legación.
Sofocado envió cartas de reclamo; dirigió una directamente a Zelaya y explicó que
con el sueldo que recibía “es materialmente imposible sufragar los gastos” que a
continuación le detalló:
Portero-----------------------------------------------50 |||
Carlos Tünnermann sentencia que Darío logró sobrevivir y hacer frente a sus
necesidades gracias al periodismo. “Él desempeñó con mucha dignidad ese cargo.
Rubén Subsidiaba la legación con su propio peculio y lo hacía para ‘mantener el
decoro del país’, como él mismo decía en esas cartas”, comenta el ex ministro de
educación.
Erick Blandón opina igual que Tünnermann: “Darío vivió del periodismo más que
ninguna otra cosa. Él le decía a La Nación ‘La mama Nación’ porque tenía cumplirle
con sus crónicas, porque de allí venía la manutención en su hogar”.
En 1910, Darío renuncia al cargo diplomático. Un año después, los hermanos Guido,
empresarios originarios de Uruguay, se asocian con el poeta y crean la
Revista Mundial y Elegancias, esta última dedicada al mercado femenino.
Mundial alcanzó gran reputación internacional. Como Director Literario, Darío daba
cabida a escritores y temas latinoamericanos. En cada número de la revista, el poeta
esbozaba un reportaje sobre cada país americano en el que alentaba la inversión
extranjera.
Darío emprende una gira promocional de la revista por España y América Latina. Sin
embargo, tiene problemas editoriales con los Guido. Sólo con La Nación logra
mantener un vínculo constante.
El diario bonaerense suplió las necesidades del ‘Padre del Modernismo’ y le enseñó
que “el periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como
otro cualquiera”. Darío supo que su cisne no hubiese podido cantar sin el periodismo.
“Darío fue un periodista por vocación y necesidad. Por vocación porque gustaba del
periodismo y por necesidad porque fue su único recurso económico. Prácticamente
Darío fue nuestro primer periodista profesional y, probablemente, uno de los
primeros de América Latina”, engloba Carlos Tünnermann.
El 24 de enero de 1915, tras una gira por la paz mundial azuzada por Alejandro
Bermúdez, Darío desembarca en Corinto. Gravemente enfermo, siente como “la
tumba aguarda con sus fúnebres ramos”. Decide escribir a su “Mama Nación”
solicitando la jubilación. Mientras espera respuesta, el poeta agoniza, primero en
Managua, y luego en una desvencijada casa de León. El 06 de febrero de 1916, a
las 10:15 de la noche, Rubén Darío muere. La noticia se esparce en toda América y
Europa. Los diarios anuncian la muerte de un príncipe, de un poeta, pero La
Nación llora a su periodista con un titular de una sola palabra: “DOLOR”.
Muestras de los periódicos y revistas donde colaboró Rubén Darío