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ENCICLICAS PONTIFICIAS

COLECCION COMPLETA
en dos tomos
COLECCION COMPLETA

ENCICLICAS PONTIFICIAS
1832 1965
-

IV» ED ICIO N
co rregida y a u m en tad a
p o r el P. F ederico Hoyos, SVD

I Tomo
1832-1939

EDITORIAL GUADALUPE
BUENOS AIRES
I m p r im í p o te st. Im prim atu r.

Rafael Calzada Bonis Auris


15 Maii 1963 17 Maii 1963
P. Carolus Welizco Antonius Rocca
Sup. Prov. Episc. Tit. Augustae et Vic. Gen.

Hecho el registro que señala la ley N<? 11.723. Propiedad


de la Asociación Cultural Esdeva. - Editorial Guadalupe.
© Impreso en la Argentina. Printed in Argentina.
Prólogo a la Cuarta Edición

Señal consoladora
Antes de lo esperado debió prepararse la cuarta edición de esta “Colección”,
lo cual habla muy alto del creciente interés de sacerdotes y seglares, de católicos
y aun no católicos por el pensamiento pontificio.
Revisión y aumento
Revisamos los textos y notas y corregimos o precisamos no poco de ellos.
Incluimos, naturalmente, además de las anteriores de nuestra tercera edición:
“Ad Petri Cathedram” (1959), “Sacerdotii nostri primordio” (1959) y “Grata
recordado”, las nuevas Encíclicas de Juan XXIII, “Princeps P astorum ” (1959),
sobre las Misiones Católicas, “Mater et Magistra” (1961) sobre la cuestión so­
cial, la Carta Apostólica “II religioso convegno”, (1961), “Penitentiam agere”
(1962), “Pacem in terris” (1963) y la Carta Apostólica “ Magnifici Eventus”
(1963; y del Papa Paulo VI su Alocución program ática a los Padres Conciliares
(29-9-1963) y “Ecclesiam suam ” (1964) junto con la carta sobre la Acción Cató­
lica al Episcopado argentino.
Las citas
Cotejamos casi todas las citas de los Santos Padres y escritores eclesiásticos
con el original latino o griego y añadimos en las notas el lugar exacto que tiene
en la Colección Patrística de Migne (por ser la más completa) y cuando ya está
publicada la otra correspondiente, en la del “Corpus Scriptorum L atinorum ”
(CSEL), unas pocas veces también la de la “Biblioteca de Autores Cristianos”
(BAC).
Las cifras marginales — Novedad importante
Como novedad introducimos en la presente edición una numeración en el
margen de las columnas. Las cifras corresponden cada vez al texto original de la
fuente indicada al pie del documento, desde 1865 adelante de Acta Sanctce Sedis
(ASS) y desde 1909 Acta Apostolicee Sedis (AAS). De este modo resulta fácil pa­
sar de la traducción al texto original y de éste a aquélla, lo que permite en un
caso dado una rápida orientación y un control expedito cuando al estudioso
parece necesario o prudente.
Dada la extensión de la obra y la imposibilidad de añadir el texto original
y hacer una edición bilingüe optamos por este método para obviar en alguna
manera los inconvenientes de una mera traducción.
Apéndice II
Un Apéndice II, mencionado en la “Advertencia a la Tercera Edición” se des­
hizo incorporándose todas las Encíclicas de Juan XXIII con sus índices en su
sitio y con paginación correspondiente. Como se dijo más arriba, naturalmente
también los documentos de Paulo VI, en la forma acostumbrada.
Esperam os que la Colección, mejorada en esta forma siga contando con el
favor del público y preste servicios reales a sacerdotes y seglares para mayor
gloria de Dios, más amplia difusión de los pensamientos pontificios y bien de
las almas.
Buenos Aires, 8 de diciembre de 1964, Fiesta de la Inmaculada Concepción.
P. Federico Hoyos, SVD
— 5—
Prólogo de la Segunda y Tercera Ediciones

Aumento del número


Todas las Encíclicas y otros fundamentales documentos pontificios que
entre los años 1950 y 1958 fluyeron de la pluma fecunda de PIO XII, gloriosa­
mente reinante, encontraron lugar en esta segunda edición (en total son casi 60
documéntos nuevos los de Pío XII en ella); pero se intercalaron, además, nume­
rosas otras en su respectivo lugar o en Notas.
Se añadieron:
de PIO IX cuatro nuevas: “Qui pluribus”, ((Quando afficiamur”, “Incredibili
afflictamur” e “Ineffabilis Deus” (en Nota);
de LEON XIII once nuevas:<(Salutaris ille Spiritus”, “Vos probe nostis”, “Quod
anniversarius”, “In plurimis maximisque”, í(Catholicae Ecclesiae”, (tNovae con-
dendae legis”, (<Praeclarae Gratulationis”, <eDiuturni temporis”, “Parta humano
generi”, “Vigésimo quinto anno”, y “Vigilantiae Studiique memores”;
de SAN PIO X seis nuevas: <eInter plurimas pastoralis” (o “Fra le sollecitu-
dini”), “Fin dalla Nostra”, “II fermo Proposito”, “Sacra Tridentina Synodus”,
■'Quóniam in re bíblica”, “Haerent animo” y “Notre charge apostolique”;
de BENEDICTO XV una nueva: “Bonum sane et salutare”;
de PIO XI diecisiete nuevos documentos: “Romanorum Pontificum”, “Officio-
rum Omnium”, “Orbem Catholicum”, “Prope adsunt dies”, “Unigenitus Dei Fi-
lius”, “Inde ab inito”, “Quae nobis”, “Divini cultus”, “Laetus sane nuntius”,
“Con suma satisfacción”, “Dobbiamo Intrattenerla”, “Deus scientiarum Dominus”,
“Ex officiis litteris”, “Hemos recibido”, “Próvido sane consilio”, “Quamvis
nostra” y “Con singular complacencia”.
de JUAN XXIII se añadieron en el Apéndice II, al final del Tomo II, sus tres
primeras Encíclicas: “Ad Petri Cathedram”, 29-V1-1959; “Sacerdotii Nostri Pri­
mordio”, l-VlII-1959, y “Grata Recordatio”, 26-IX-1959.
El sólo número de documentos ya pone de manifiesto el aumento notable,
pues, si en la primera edición figuraban 1A6 Encíclicas, en la nueva edición llega
a 235 la cifra, incluyendo varios Motu Proprios, Constituciones Apostólicas,
Exhortaciones Apostólicas, y aún, como excepción, algunas alocuciones de
Pío XII, como por ejemplo el Radiomensaje “La solennitá” (l-VI-1941) con
motivo del 50 Aniversario de “Rerum Novarum”, el Pregón “Dal nostro cuore”
por un Mundo mejor, los discursos dirigidos a los miembros de los Estados de
Perfección, los dos sobre el “Film Ideal” (en nota) y el pronunciado en el
segundo Congreso del Apostolado de los Laicos; hízose esto naturalmente sólo
cuando las alocuciones por sus conceptos y orientaciones parecían destinadas a
marcar época en la Historia de la Iglesia o siquiera dar normas fundamentales.
Por la misma razón figuran en esta edición las Cartas de Pío XI sobre Acción
Católica y las Exhortaciones Apostólicas de San Pío X, Pío XI y Pío XII sobre
la vida sacerdotal. Con ello se introdujo, en la selección, ciertamente, un elemento
de apreciación personal; creemos, sin embargo, no haber abusado de él, espe­
ramos, en cambio, que estas inclusiones sean de provecho. No son pocos los
documentos que se reproducen en NOTAS (que van al pie del texto); los hemos
incluido en el INDICE NOMINAL DE ENCICLICAS (en su lugar y año), cuando
se dan íntegramente.
6
E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s 7

T e x to
El texto de algunas Encíclicas, ya reproducidas en la primera edición, fue
refundido, de tal modo que resulta a veces una versión totalmente nueva y de
otras sólo retocado, como en cada caso se advierte al pie de la respectiva Encíclica.
Cuando existía, adoptamos para las Encíclicas recién incorporadas la versión ofi­
cial de A.A.S. o la oficiosa de la Políglota Vaticana u Oficina de Prensa del Vati­
cano, pues considerábamos que, para los fines de esta Colección, era más apro­
piada una versión oficiosa que la mejor versión individual. En las traducciones
que quedaban por hacer se ha seguido de cerca la letra del documento pontificio,
pues, no se trataba de realizar una obra literaria sino de presentar una versión
fiel al original. Una vez conocido el pensamiento pontificio y la modalidad de su
presentación, el lector podrá darle la forma literaria apropiada a los fines que
persigue.
Un ligero cambio en el tamaño de papel y tipo de letra permitieron aumentar
el texto sin aumentar excesivamente el número de páginas.
Las Notas
Se han añadido, accediendo siquiera en parte a múltiples pedidos, algunas
notas de introducción y orientación a importantes Encíclicas de más reciente
fecha; en otros casos hemos agregado en el mismo documento, a las ya existentes,
NOTAS propias, señalándolas con
N um eración y Esquem a
Cada Encíclica lleva su número característico con letra negrita, y está divididá
en párrafos numerados (los que normalmente reproducen los incisos y párrafos
naturales del original). Añadimos al texto un subtítulo en negrita, siguiendo, y
donde era posible, perfeccionando el método de la primera edición, para hacer
así más fácil la orientación del lector estudioso. Decimos la orientación y no
contenido por cuanto los breves subtítulos no podían, de ningún modo, reflejar
el rico contenido de los párrafos. Al foliar no nos contentábamos con indicar la
página sino que dábamos en las hojas que se enfrentan el nombre del Papa, el año
de la Encíclica, al menos desde Pío X, las dos primeras palabras con que se suele
citar el documento pontificio, el número característico que lleva en esta Colección
y junto a él el número del correspondiente subtítulo. Esperamos que con este
arreglo sea más fácil el manejo y la orientación del lector en los textos.
En las Encíclicas de mayor importancia hemos intercalado por nuestra
cuentaj a no ser que el original ya lo traía, un esquema del contenido, o hemos
copiado un esquema ya existente en las publicaciones ya numerosas de Encíclicas
Pontificias.
Abreviaciones
Hemos tratado de ser — quizás excesivamente— explícitos en las citas, sin
claves que dificulten la lectura. Apenas hemos empleado abreviaciones que el
lector no entienda a primera vista o no pueda explicarse fácilmente. Tememos
haber caído, por el contrario, en frecuentes repeticiones, al indicar las fuentes; lo
hicimos con la intención de ahorrar al lector búsquedas molestas e inseguridades.
Por las mismas razones, aunque faltando un poco a la estética, pusimos las notas
al pie del texto.
Al citar la gran Colección de obras patrísticas de Migne en griego y latín
empleamos las siglas corrientes Migne, PL (Patrología Latina) o PG (Patrología
Griega), luego se indica el correspondiente volumen y la columna (col.) en que
se halla el texto. (Ejemplo: Migne, PL 128, col. 1312 o sea de la Colección de
Migne, Patrología Latina tomo 128, columna 1312).
8 P r ó l o g o a l a S e g u n d a y T e r c e r a E d ic io n e s

ASS significa: ACTAS de la Santa Sede, que van con este nombre desde 1865
hasta 1908 inclusive;
AAS significa: Actas de la Apostólica Sede, cuga numeración de volúmenes co­
mienza en el año 1909 y va hasta el presente. A esta sigla sigue como es natural el
tomo y la página, intercalándose entre ambos el año de la publicación del
documento. (Ejemplo: ASS 39 [194-7] 541).
Cuando citamos en las NOTAS documentos Pontificios contenidos en esta
misma Colección lo hacemos sin sigla, escribiendo: “En esta Coleccción: Encí­
clica 150, 3, pág. 1210, donde 150 es el número característico que la Encíclica
tiene en la presente Colección; el número que lo acompaña es el número del
correspondiente subtítulo y luego se añade la página.
Son nueve Indices que completan, y distinguen y hacen más valiosa esta
“Colección”. El primer Indice es el de las citas de la Sagrada Escritura; el se­
gundo, el de materias; el tercero, el de los Sumos Pontífices mencionados en los
textos; el cuarto, el de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia mencionados en
los textos; el quinto, el de los Concilios y Sínodos mencionados; el sexto, el de
los documentos pontificios que aparecen en el texto; el séptimo, el de personas
y lugares mencionados en los textos.

Los Indices
El índice analítico (de materias) se completó con paciente prolijidad, agre­
gando las materias de las nuevas Encíclicas. Sus 400 páginas contienen casi
todas las ideas que se enuncian en la larga serie de documentos; constituye todo
un arsenal y compendio de pensamientos pontificios puestos en orden alfabético.
Agregamos un doble índice de los documentos, uno cronológico en que
van también los documentos que íntegramente se reproducen en alguna nota y
el otro alfabético, ambos con las indicaciones que los volverán útiles para el
lector que quiera orientarse en el acto sobre la fecha de publicación, contenido y
fuente del original.

Apéndice
En un apéndice añadimos dos documentos de cierta importancia, la carta
de S. Pío X en que se condena “Le Sillón” y la Alocución “Annus Sacer” de
Pío XII sobre los consejos evangélicos y la vida religiosa.

Segundo Tomo
En el segundo tomo, por razones técnicas y de los índices, continúa la
numeración de páginas del primer tomo.

Finalmente
Esperamos que también en su nueva forma preste útilísimos servicios a los
que desean estudiar, a la luz de la palabra pontificia, los transcendentales pro­
blemas de la vida del hombre moderno y colabore a través de ella a la cristiana
solución de ellos.
Faxit Deus et Beata Maña Virgo, Caeli Regina, Mundi Domina, Mater Nostra.
Buenos Aires, agosto 15 de 1958, fiesta de la Asunción de la Santísima
Virgen María.
P. Federico Hoyos, SVD
Prólogo a la Primera Edición

Pocos documentos han ido adquiriendo mayor importancia que las Encícli­
cas dirigidas por los Sumos Pontífices a la Universal Iglesia o a una parte consi­
derable de la misma. La razón es que ninguna voz tiene, aun en los tiempos
modernos, la resonancia mundial alcanzada por la de los Sumos Pontífices. No
solamente en el orden religioso, sino en el orden político y social, la palabra del
Pontificado tiene una influencia y una perennidad superior a cualquier otra
palabra de la tierra. Si a veces el discurso de circunstancias de algún gobernante
sacude por momentos el mundo, su fuerza suele ser efímera, y pierde en todo
caso con el correr de los tiempos una importancia decisiva. En cambio la pala­
bra Pontificia en las diversas formas en que llega a los fieles católicos y al
mundo en general, goza de una perennidad simplemente excepcional. ¿Qué valor
tienen actualmente, como normas de orientación y de conducta, los discursos
pronunciados por los jefes de estado del inquieto siglo XIX? ¿Qué valor tienen
ya las proclamas de los hombres de gobierno de nuestro siglo, que actualmente
ya no conservan el poder?
En cambio, las alocuciones pontificias, las Constituciones, Encíclicas, Car­
tas, etc., etc., de un Gregorio XVI, Pío IX, León XIII son ávidamente consultadas
por miles de hombres de ciencia y de simples fieles del mundo católico en busca
de una luz y de un guía seguro en los diversos problemas estudiados por los Papas.
Entre los documentos Pontificios revisten especial importancia las Encíclicas,
porque vienen a ser uno de los medios más comúnmente usados por los Sumos
Pontífices para el ejercicio del magisterio ordinario que Jesucristo ha concedido a
los sucesores de San Pedro sobre la Universal Iglesia. En estos documentos el
Papa instruye a la Iglesia o una parte notable de ella, al Clero, a los Religiosos,
a una nación determinada, sobre problemas de capital importancia, y va reco­
rriendo todo el campo doctrinal que incumbe a la Iglesia Católica, desde las
materias propiamente religiosas hasta las sociales y políticas.
El valor de estos documentos, desde el punto de vista del asentimiento reli­
gioso, que los católicos deben prestarles, está claramente determinado en la
introducción dogmática a la presente obra, en la cual se estudian la naturaleza,
el ámbito y la materia del magisterio eclesiástico, tal como se ejerce en las
diversas clases de documentos pontificios. No es, por lo tanto, nuestro objeto
insistir sobre este punto.
Deseamos sin embargo llamar la atención de los lectores sobre el valor que,
aun desde el punto de vista puramente humano y científico, tienen las Encíclicas
Pontificias. Porque éstas, no solamente están rodeadas de la aureola de la auto­
ridad sagrada, sino que en sí mismas constituyen un estudio filosófico, social,
político o histórico de los problemas a cuya solución van encaminadas. Después
de estudiar los más célebres tratados científicos, por ejemplo, de sociología, el
sabio que lee las Encíclicas Pontificias hallará en ellas planteados y resueltos
¡os más intrincados problemas de la filosofía social con mayor precisión y equi­
dad, con fórmulas más felices y profundas que en cualquier tratado científico.
— 9—
10 E ncíclicas P ontificias

No debemos extrañarnos de ello. Los Sumos Pontífices, en la redacción de los


documentos de la Santa Sede, enriquecen su sabiduría personal con la ciencia y
la experiencia de los más renombrados especialistas católicos en cada materia.
Por eso, quien esté familiarizado con el estudio científico de los problemas, sean
ellos teológicos o filosóficos, ascéticos o canónicos, sociales o políticos, históricos
o diplomáticos, no podrá menos de descubrir, a través de una redacción sencilla,
la técnica sutil y documental de grandes especialistas. Pío XI ha podido escribir
con toda verdad: “Con mucha razón insignes estadistas pudieron afirmar que,
después de haber estudiado los diversos sistemas sociales, no habían encontrado
nada más sabio que los principios expuestos en las Encíclicas Rerum novarum y
Quadragesimo anno*1). Esta afirmación de insignes estadistas acerca de las Encí­
clicas sociales, podemos extenderla con toda justicia a la inmensa mayoría de%
las Encíclicas.
No es raro, pues, que católicos y no católicos anhelen estudiar con avidez las
Encíclicas, y que las ediciones de las mismas se hayan multiplicado y se multi­
pliquen incesantemente en todas las lenguas. En castellano poseemos numerosas
y valiosas colecciones de las Encíclicas Pontificias; entre las que conocemos
sobresalen la Colección com pleta de las Encíclicas de León XIII*2), publicada por
el Dr. Don Manuel de Castro Alonso, posteriormente Arzobispo de Valladolid, y
la muy conocida obra del P. Azpiazu Direcciones Pontificias*3), reeditada en
Méjico. Recientemente, y sobre la base de la obra del Padre Azpiazu, publicó la
Acción Católica Española una Colección de Encíclicas y otros documentos Pon­
tificios, que acaban de reeditar en 1942 ampliada y magníficamente presentada
con el título de Colección de Encíclicas y Cartas Pontificias. Esta colección, la
más completa que conocemos, comprende solamente una tercera parte de las
Encíclicas Pontificias publicadas en el decurso del último siglo, es decir, a partir
del pontificado de Gregorio XVI. La razón es porque se ha limitado a seleccionar
las más importantes y formativas, referentes a estas cuatro secciones: errores
modernos y doctrinas políticas; doctrina social; educación y familia; Acción Ca­
tólica. A título de manual para los seglares de Acción Católica la obra llena cum­
plidamente su misión. Pero quedaban naturalmente no pocas e interesantísimas
Encíclicas de interés para la doctrina y vida del cristiano y de la Iglesia en gene­
ral. He aquí por qué las Facultades de Filosofía y Teología de San Miguel se han
apresurado a llenar ese vacío con la presente obra, respondiendo a la invitación
de la Editorial Guadalupe. Puede ésta llamarse con toda justicia Colección com­
pleta de Encíclicas Pontificias del último siglo. Porque en ella se ha incluido
todas las Encíclicas de los Papas del último siglo, que tienen valor doctrinal o
especial interés histórico. Creemos, pues, que presentamos la doctrina completa
contenida en las Encíclicas de Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, Pío X, Bene­
dicto XV, Pío XI y Pío XII.
Debemos hacer una salvedad tratándose de Gregorio XVI y Pío IX. Algunas
de las llamadas Cartas Encíclicas (Epístola Encyclica) de estos dos Pontífices
tienen un interés puramente circunstancial, sin contenido doctrinal alguno, como
las de Gregorio XVI Quel Dio y Le arm i valoróse, dirigidas a los súbditos de los
Estados Pontificios por motivos de gobierno civil; o la Perlatge al arzobispo de
(1) Ene. Divini Redemptoris. A. A. S. vol. XXIX (1937), pág. 83.
(2) Colección Completa de las Encíclicas de Su Santidad León XIII. En latín y castellano. Publi­
cada bajo la dirección y con un prólogo del Dr. D. Manuel de Castro y Alonso. Segunda Edición.
Valladolid, s. f.
Directivas Pontificias. Razón y Fe, Madrid, 1933.
P rólogo a la P rimera E dición 11

Baltimore y Obispos sufragáneos, sobre la celebración del 29 Sínodo Provincial;


o las Inter gravissimas y M elchitarum Catholicorum, referentes a cuestiones de­
terminadas de la Iglesia oriental. Entre las de Pío IX carecen de especial interés
unas pocas Encíclicas, como Exultavit cor Nostrum y Ex aliis nostris sobre el
jubileo concedido en 1851, u otras particulares a los obispos de España, Austria,
o sobre casos particulares de la Iglesia oriental.
En realidad ya algunas de estas Encíclicas que omitimos, no se hubieran
denominado modernamente como tales. La terminología se ha ido precisando
poco a poco, aunque es necesario confesar que no está todavía bien definida en
algunos pormenores. Así, por ejemplo, durante el pontificado de Gregorio XVI y
Pío IX se denominan los documentos a que nos referimos, simplemente Epístola
Encyclica.
León XIII, aunque mantiene las más de las veces esta denominación, intro­
duce la de Litterse Encyclicse en algunos casos que, por cierto, no hemos podido
ver con claridad en qué se diferencian de los primeros. Así, las Encíclicas sobre
la democracia cristiana, Graves de Communi y sobre la constitución cristiana del
Estado, Im m ortale Dei, figuran como Epístola Encyclica; en cambio, la Encíclica
sobre la libertad humana, Libertas, aparece como Litterse Encyclicse. La impor­
tancia y el carácter de los tres documentos, parecen ser los mismos. Posterior­
mente se ha acentuado la distancia entre Litterae Encyclicse y Epistolse Encyclicse,
destinando estas últimas a las que no van dirigidas a la Universal Iglesia, o se
refieren a un tema o acontecimiento de menor solemnidad.
Con el objeto de completar las enseñanzas pontificias contenidas en las
Encíclicas, con las que los Sumos Pontífices imparten en documentos menos
importantes, cuales son las llamadas simplemente Cartas (Epistolae), haremos
figurar en nuestra colección algunas de las cartas más importantes desde el
punto de vista doctrinal o histórico. Así, por ejemplo, hemos traducido la Carta
en que se refutan los errores del racionalismo de Günter y otras de interés para
la Teología, la Política y la Acción Católica.
El texto latino que hemos tenido a la vista, ha sido, naturalmente el de
Acta Sanctse Sedis y Acta Apostolicse Sedis. Para las Encíclicas y Cartas de Gre­
gorio XVI y de Pío IX anteriores a la publicación de Acta Sanctse Sedis, nos
hemos servido de la edición de BernasconT45^, en lo que se refiere a los docu­
mentos de Gregorio XVI; y de la colección de documentos del Pontificado de
Pío I X ^ \ publicada en Roma, y el último de sus cinco tomos en la Tipografía
Vaticana, por lo que parece gozar de cierto carácter oficial.
Hemos utilizado, tratándose de León XIII, la versión de sus Encíclicas
hecha en el siglo pasado por el Excmo. Sr. D. Manuel de Castro Alonso. Para
los documentos de los otros Pontífices, hemos transcrito la versión oficial espa­
ñola de las últimas Encíclicas de Pío XI y Pío XII. Respecto de las otras Encí­
clicas, hemos tenido que realizar con frecuencia una traducción nueva, especial
para nuestra colección. Cuando hemos hallado traducciones del dominio público,
y hemos comprobado su fidelidad, las hemos adoptado.
En las traducciones nuevas hemos tenido como criterio primordial, la fide­
lidad al texto latino. Naturalmente, que ha sido también nuestro deseo obtener
una redacción de acuerdo con el espíritu de nuestra lengua; sin embargo, salvan­
(4) Acta Gregorii Papae XVI... recensita ac digesta cura ac studio Antonii Mariae Bernasconi.
Romae. Ex Tvr>. Polvglotta 1901.
(5) Pii IX Pontificis Maximi. Acta. Pars Prima. Acta exhibens quae ad Ecclesiam universam
spectant. Romae, s. f.
12 E ncíclicas P ontificias

do siempre la corrección gramatical, hemos procurado que nuestra versión sea


lo más literal posible, pues creemos que sólo así pueden traslucirse las matices
del pensamiento pontificio, expresados en la lengua del Lacio, matices que corren
el peligro de esfumarse en toda traducción a una lengua moderna.
En la disposición del texto, hemos intercalado, por nuestra cuenta, en todas
las Encíclicas que no los tenían, subtítulos, indicando la marcha del pensa­
miento pontificio.
Las Encíclicas van todas dispuestas por orden estrictamente cronológico,
que nos ha parecido el más oportuno para nuestra colección.
Finalmente, no podía faltar un extenso índice de materias, como el mejor
elemento de estudio de las enseñanzas contenidas en las doctrinas pontificias que
insertamos en nuestra colección. Dicho índice, confeccionado con el mayor
esmero, servirá para estudiar cualquiera de los problemas, ya sea en su desarro­
llo sistemático, ya en el movimiento histórico del pensamiento de los Sumos
Pontífices, a través de las diversas circunstancias del tiempo y de los pueblos.
No nos cabe duda de que en una colección que reúne tan vastos materiales
se habrán deslizado errores y omisiones. Pero creemos que estas imperfecciones
no afectan el valor y utilidad de la colección y esperamos que se podrán ir
corrigiendo en próximas ediciones.
Quiera Dios bendecir nuestros esfuerzos, para que las enseñanzas ponti­
ficias, que nos transmiten las sagradas verdades de nuestra fe y conservan a la
vez los valores genuinos de la humanidad, lleguen más fácilmente a todos y
produzcan los frutos de santidad, de justicia y de paz que todos anhelamos en
los individuos y en las naciones.
INTRODUCCION DOGMATICA

El M agisterio de El poder de jurisdicción que Cristo confirió a los Apóstoles


¡os Apóstoles supone y exige el poder de enseñar a los fieles el camino
que deben seguir para alcanzar su salvación; sin eso sería
un poder ciego y peligroso. Jesús había dicho que si un ciego guía a otro ciego,
ambos caerán en algún pozo. P or eso después de su últim a cena les dijo Jesús
a sus Apóstoles:
“Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
eternam ente; a saber, al E spíritu de verdad, a quien el m undo no puede recibir,
porque no le ve, ni le conoce: pero vosotros le conoceréis: porque m orará con
vosotros, y estará dentro de vosotros...; os lo enseñará todo y os recordará cuan­
tas cosas os tengo dichas... Cuando empero venga el Espíritu de verdad, él os
enseñará todas las verdades” (Juan 14, 16-17, 26; 16, 13).
Y después de su resurrección les repitió la prom esa:
“Recibiréis, sí, la virtud del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros,
y me serviréis de testigos en Jerusalén, y en toda la Judea y Sam aría, y hasta
el cabo del m undo” (Hech. 1, 8).
Lo que Jesús prom ete, no puede dejar de cum plirlo, y así lo atestiguan los
Evangelistas; poco antes de subir al cielo el Divino Maestro confirió a sus Após­
toles todo el poder:
“A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra: Id, pues, a
instruir a todas las naciones, bautizándolas en el nom bre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo: Enseñándoles a observar todas las cosas que os he m an­
dado” (Mat., 28, 18-20).
No es u na sencilla habilitación para la enseñanza; es la colación de un
verdadero poder de magisterio, como lo expresa más claram ente el texto griego*
{b]T£i5caTS; más que “enseñad”, es “haced discípulos”. Todos los hom bres de­
berán someterse como discípulos, y los Apóstoles enseñarán la verdad de una
m anera auténtica y eficaz, pues Cristo estará con ellos hasta el fin de los siglos:
“Yo estaré continuam ente con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mat.,
28, 19). Y “el que creyere y se bautizare, se salvará: pero el que no creyere, se
condenará” (Marc., 16,16).
* * *

La infalibilidad P ara que el Magisterio de los Apóstoles cum pla la misión que
del M agisterio les consignó su Divino Maestro, es m enester que los Apóstoles,
al enseñar la divina palabra, no se equivoquen ni puedan
equivocarse, es decir, que sean infalibles.
La infabilidad no es ni impecabilidad, ni omnisciencia; es el privilegio de
no errar, ni poder errar. Hay una infalibilidad esencial, exigida por la misma
esencia del ser: y ésta sólo compete a Dios; y hay una infalibilidad participada,
que Dios concede a alguna criatura en vista de determ inados fines: de ésta h a ­
blamos. Hay tam bién una infalibilidad activa — en enseñar— , y una infalibilidad
pasiva — en creer— de la cual prescindimos.
La infalibilidad que recibieron los Apóstoles es, pues, una infalibilidad
participada, activa y al mismo tiempo restringida a la enseñanza de la Divina
Palabra. No debemos confundirla con la Inspiración que recibían los Apóstoles
y los Evangelistas al escribir las páginas de la Sagrada Escritura. La inspiración
— 13 —
14 E ncíclicas P ontificias

es un don personal en que Dios usa del hombre, como instrum ento de su
revelación.
La infalibilidad es, al contrario, una prerrogativa inherente a la misión de
los Apóstoles, y como ésta se hereda, se transm ite a los sucesores, así tam bién se
hereda y se transm ite la infalibilidad del Magisterio.
Todo esto es u na verdad tan clara y evidente, que hasta el siglo XVI no h a­
bía sido negada por ningún hereje. Fueron los Protestantes los prim eros que
negaron el Magisterio auténtico de la Iglesia y de su infalibilidad. Más tarde los
Jansenistas y el Conciliábulo de Pistoia volvieron a negarla, admitiendo sola­
mente la infalibilidad pasiva del pueblo cristiano. Lo mismo repitieron últim a­
m ente los M odernistas, condenados por Pío X.
C ontra estos errores hablan claram ente las páginas del Evangelio. Fue a
los Apóstoles y a sus sucesores a quienes dijo Cristo: “Yo estaré con vosotros
todos los días hasta la consum ación de los siglos”. Y Cristo no puede estar sino
con la verdad. Fue a los Apóstoles y a sus sucesores a quienes envió Cristo a
instruir a todas las naciones. A los demás sólo conminó con estas palabras: “El
que creyere y fuere bautizado se salvará; el que no creyere será condenado”.
Así lo entendieron los Apóstoles, como lo indican claram ente los Hechos
y las Epístolas. A ellos y no a otros había sido entregado el ministerio de la
palabra; a ellos y a sus sucesores, como Timoteo y Tito, había sido entregado
el depósito de la fe, que sabrían conservar inviolado hasta la segunda venida
del Divino Maestro. Oyendo sus palabras los fieles estarán seguros de oír la
misma voz de su Buen Pastor.
Todo esto realm ente lo podemos deducir de la naturaleza misma de la
Iglesia, instituida p o r Cristo p ara conducir a la vida eterna a todos los fieles
de todos los tiempos hasta la consumación de los siglos.
* * *

El sujeto del M agisterio A Pedro y a los Apóstoles entregó Cristo el poder de


eclesiástico enseñar a todas las naciones, poder no personal, sino
inherente al cargo apostólico y por lo tanto transm i­
sible a los sucesores legítimos. Así pues el sujeto del magisterio infalible entre­
gado por Cristo a su Iglesia no puede ser otro sino los sucesores de Pedro y de
los Apóstoles, es decir el Romano Pontífice y los Obispos unidos con él.
Ya hemos visto que los Protestantes negaron tan fundam ental doctrina, al
negar la m ism a existencia del Magisterio. Los Galicanos atacaron directam ente
los derechos del Romano Pontífice, 3^ con ocasión del Gran Cisma Occidental,
reclam aron al Concilio superior al Papa. Esta doctrina, inventada por Pedro de
Aliaco y J. Gersón, fue aprobada por el Concilio de Constanza en su 4* sesión,
condenada posteriorm ente por el Sumo Pontífice. Después fue nuevamente divul­
gada por los Galicanos del siglo XVII, siendo incluida en 1682 en la Declaración
del Clero Galicano. A ellos se siguieron los Josefistas, los Regalistas y, después
del Concilio Vaticano, los Viejos Católicos de Dóllinger.
Contra estos errores es bien clara la doctrina católica, com pendiada por el
Concilio Vaticano en esta m agistral declaración: “Enseñamos y declaramos ser
dogma divinam ente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra,
es decir, cuando en calidad de pastor y doctor de todos los Cristianos, con su
■>suprem a autoridad Apostólica, define que alguna doctrina relativ ^/le la asistencia
a él prom etida en la persona de San Pedro, posee aquella mism a infalibilidad,
con que el divino Redentor quiso arm ar su Iglesia, para definir una doctrina
relativa a la fe o a las costum bres; y que por lo tanto estas definiciones del
Romano Pontífice son irreform ables por sí mismas y no en virtud del consen­
timiento de la Iglesia (Denz. B., 1839).
I ntroducción D ogmática 15

Vemos pues que tanto el P apa por sí, como sucesor de San Pedro, como la
Iglesia Docente, es decir, los Obispos, sucesores de los apóstoles, constituyen el
sujeto del Magisterio infalible de la Iglesia. Pero no igualmente.
Los Obispos, considerados aisladam ente, cada uno en su diócesis, tienen un
Magisterio auténtico, pero no infalible, de las verdades cristianas. Lo mismo
podemos decir de los Obispos en Concilios provinciales (reunión de los Obispos
de una provincia eclesiástica) o en Concilios plenarios (reunión de los Obispos
de varias provincias eclesiásticas, presidida por un Legado Pontificio). Sólo cuan­
do están reunidos en un Concilio Ecuménico son infalibles los Obispos, pero aún
entonces entre ellos debe estar el Pontífice Romano, no sólo porque a él pertenece
el derecho de presidir el Concilio (generalmente por medio de uno o más Lega­
dos) sino porque las definiciones del Concilio no son infalibles y definitivas, sino
después de la confirm ación personal del Romano Pontífice.
Tam bién son infalibles los Obispos cuando, aunque dispersos por el mundo,
enseñan juntam ente con el Romano Pontífice, alguna verdad como doctrina de fe.
Un estudio más detenido del Magisterio de los Obispos nos llevaría fuera del
program a de esta introducción. Bástenos haber trazado a grandes rasgos la doctri­
na católica relativa a este punto.
* * *

La infalibilidad del Ya sabemos que el Romano Pontífice, como sucesor de


Rom ano Pontífice Pedro, goza de la misma infalibilidad que Cristo dio a
su Iglesia, y a Pedro en particular, al entregarle la su­
prem a autoridad de su Iglesia. Pero no todo lo que el P apa dice o enseña es
infalible, sino solamente cuando habla ex cathedra.
P ara que el Romano Pontífice hable ex cathedra, se requieren varias con­
diciones:
a) El privilegio de la infalibilidad puédese decir personal del Romano
Pontífice porque todos los sucesores de Pedro lo heredan y lo poseen indepen­
dientem ente del consentim iento de la Iglesia; pero para ser infalible, el Papa
debe h ablar como Pastor y Doctor de todos los cristianos. No es infalible, por
tanto, todo lo que el P apa dice como doctor privado o como simple Obispo.
b) Además se requiere que hable con la plenitud de su suprema autoridad
Apostólica, porque, aun hablando como Pastor Supremo, puede no usar de
toda la plenitud de su potestad.
c) Debe tam bién claram ente constar su intención de definir, es decir, de
d a r un juicio definitivo e irreform able, obligatorio p ara toda la Iglesia. Eso no
quiere decir que deba usar u na determ inada fórm ula.
d) P or fin se requiere que se trate de alguna doctrina relativa a la fe y las
costumbres; por lo tanto no solamente las verdades reveladas pueden ser objeto
de la definición pontificia, sino tam bién todo lo que se halla necesariam ente
conexo con la revelación.
$ * $

P ruebas de !a De la misma naturaleza del Prim ado de Pedro po-


infalibilidad P ontificia demos deducir la infalibilidad del Romano Pontífice.
E n virtud de su prim ado el P apa es Jefe suprem o de
aquella Iglesia a la que Cristo dio el privilegio de la infalibilidad en m ateria
de fe y de costumbres. Si el P apa pudiera errar al hablar ex cathedra, o la
Iglesia sería llevada al error, y por tanto dejaría de ser infalible, o el Papa
dejaría de ser Jefe suprem o de la Iglesia. Lo uno como lo otro contradicen las
palabras divinas de Cristo.
16 E ncíclicas P ontificias

Cristo constituyó a Pedro fundamento de su Iglesia (Mat. 16, 16), es decir,


principio eficiente de su firm eza y de su unidad. Si Pedro, pues, errara, toda
la Iglesia perdería su unidad y su firmeza.
Cristo afirm ó que el poder del infierno no prevalecería contra su Iglesia,
fundada sobre Pedro; con m ayor razón no prevalecerá contra Pedro, pues, si
este fuera inducido a error, a rrastraría toda la Iglesia fundada sobre él.
Cristo constituyó a Pedro como Pastor Universal (Juan 21, 15), a quien
todos, fieles y obispos, deben seguir como ovejas y corderos. Y Cristo no puede
perm itir que la Iglesia universal siga el camino del error.
El mismo Prim ado de Pedro, pues, exige y supone la infalibilidad del Ro­
m ano Pontífice.
Pero además la Sagrada E scritura nos da pruebas directas de la infalibili­
dad pontificia.
En San Lucas leemos estas palabras (21, 31-32):
“ Dijo tam bién el Señor: Simón, Simón, m ira que Satanás va tras de vos­
otros p ara zarandearos, como el trigo. Mas yo he rogado por tí a fin de que tu
fe no perezca; y tú, cuando te arrepientas, confirm a a tus herm anos”.
Aunque poco antes Jesús había hablado a todos los Apóstoles, en las pala­
bras que acabam os de citar se dirige exclusivamente a Pedro, como lo indica
claram ente el texto: “Simón, Simón..., por tí..., tu fe..., tú..., tus herm anos”.
Y en esas palabras se le prom ete a Pedro la infalibilidad perpetua en el ejercicio
de su Magisterio Supremo. Infalibilidad — porque su fe no perecerá y confir­
m ará la fe de sus herm anos. Infalibilidad perpetua — porque Cristo no pone
ninguna limitación a su prom esa; porque esa infalibilidad proviene de su pri­
m ado que es perpetuo, como fundam ento que es de la Iglesia. E n el ejercicio
del Magisterio Suprem o — porque se le encarga a Pedro confirm ar en la fe
a todos sus herm anos, sean ellos simples fieles, sean ellos obispos, reunidos o
no en concilio, esto es, en otras palabras, el ejercicio del Magisterio Supremo.
He aquí com pendiosam ente esbozados los fundam entos de la Infalibilidad
Pontificia.
* * *

El objeto del El objeto del Magisterio Eclesiástico no es proponer


Magisterio Eclesiástico nuevas doctrinas o nuevas revelaciones, sino defender
y exponer el depósito de la fe, es decir, las verdades
reveladas por Dios a los Apóstoles y por ellos transm itidas a toda la Iglesia,
tanto en la Sagrada E scritura, como en la Tradición oral. Realmente Cristo al
enviar a los Apóstoles con la m isión de enseñar a las naciones, les había enco­
m endado que enseñaran todo lo que El les había dicho; y al prom eterles el E spí­
ritu Santo había afirm ado que Este les enseñaría todas las verdades. Por tanto
el objeto del Magisterio de la Iglesia es todo lo que Jesús enseñó a los Apóstoles,
por sí o por el E spíritu Santo: a la m uerte del último Apóstol la revelación
pública quedaba ya cerrada, el depósito de la fe ya estaba completo.
Es este depósito el que San Pablo entrega a Timoteo, como los otros Apóstoles
a sus sucesores, recom endándoles que evitaran toda nueva doctrina y que funda­
ran toda su predicación sobre los cimientos de los Apóstoles y Profetas.
Y desde un principio la preocupación constante de la Iglesia fue m antenerse
fiel a esta consignaéfóh apostólica, considerando como falsa toda innovación en
m ateria de fe.
P or lo tanto, las revelaciones hechas por Dios después de los Apóstoles, no
pertenecen al depósito de la fe; tienen un carácter estrictam ente particular; no
entran pues en consideración en esta exposición.
Consideremos las verdades contenidas en la revelación pública. Hay verdades
que son por sí m ism as objeto de la revelación, y hay verdades que sólo acciden­
talmente son reveladas, como las circunstancias de tiempo y de lugar, ciertos
I ntroducción D ogmática 17

datos históricos, genealógicos, etc. Hay tam bién verdades formalmente reveladas,
es decir, que se encuentran en térm inos explícitos o implícitos en las fuentes de
la revelación, que son la Sagrada E scritura y la Tradición. Y hay verdades vir­
tualmente reveladas que no se encuentran ellas mismas en las fuentes de la reve­
lación, pero que se deducen inm ediatam ente de otra verdad form alm ente reve­
lada. No debemos confundirlas con las verdades im plícitam ente reveladas, las
cuales, aunque a veces necesiten de un raciocinio expositorio para hacerlas resal­
tar en el texto revelado, tienen por prem isas verdades explícitamente reveladas.
Al determ inar ahora el objeto del Magisterio Eclesiástico, debemos distinguir
un objeto directo y primario, y un objeto indirecto y secundario.
El objeto primario y directo está constituido por todas aquellas verdades
form alm ente reveladas en térm inos explícitos o implícitos, que son por sí mismas
objeto de la revelación, porque son necesarias a la salvación o con ella estricta­
mente ligadas. Pues es exactam ente éste el fin que tuvo Cristo al instituir el Ma­
gisterio infalible de la Iglesia.
El objeto secundario e indirecto es no solamente lo form alm ente revelado,
que accidentalm ente y por concom itancia se encuentra en las fuentes de la reve­
lación, sino tam bién todo lo virtualm ente revelado y todo lo que sea necesario
para custodiar, explicar y definir las verdades directam ente contenidas en el
depósito de la fe. Realmente si la Iglesia no fuera infalible tam bién al definir lo
que constituye el objeto secundario de su Magisterio, no podría cum plir la misión
que le confió su Divino F undador de enseñar a todos los pueblos la verdad y
guiarlos a la salvación. P or eso la Iglesia, consciente del sentido y del alcance
de su misión, así lo entendió y lo cumplió desde sus prim eros siglos de existencia,
no solamente determ inando el Canon de los libros inspirados o definiendo los ^
dogmas y condenando las herejías, sino tam bién defendiendo la espiritualidad e
inm ortalidad del alma, la unión substancial del alm a y del cuerpo, y otras verda­
des naturales, pero íntim am ente conexas con la revelación.
* * *

Objeto secundario. Dentro de lo que constituye el objeto secundario del


Conclusiones teológicas Magisterio Pontificio, merecen especialmente nuestra
y hechos dogmáticos atención las conclusiones teológicas y los hechos dog­
máticos.
Conclusiones teológicas son aquellas verdades que más arriba llam am os vir­
tualm ente reveladas; es decir, son conclusiones lógicas de un raciocinio en que
una de las prem isas es form alm ente revelada y la otra es naturalm ente conocida.
Una proposición así deducida se llam a teológicamente cierta, y su contradictoria,
errónea. Si ella m ism a es definida por el Magisterio Eclesiástico, se dirá que es
de fe eclesiástica, term inología cuyo sentido más abajo a p licarem o s.
Hecho dogmático es todo hecho totalm ente ligado al dogma que sea nece­
sario p ara conocer, defender o explicar el mismo dogma. Puede ser un hecho
histórico, como la legítima elección de un Papa, o la convocación de un concilio.
Puede ser un hecho doctrinal, como el sentido de algún libro relativo a la fe o
a las costumbres. Puede ser, por fin, un hecho que algunos llam an hagiográfico,
es decir, relativo a la canonización de algún santo.
Que la Iglesia sea infalible relativam ente a los hechos que llam am os histó- ^
ricos se deduce de todo lo que hemos visto sobre el Magisterio Eclesiástico, pues
de nada valdría saber en abstracto que la Iglesia es infalible, si fuera posible
dudar de la legitimidad de los Concilios y de las elecciones pontificias.
Cuando decimos que al Magisterio de la Iglesia pertenece juzgar el sentido
de algún libro, hablam os del sentido obvio que las palabras tienen según el uso
corriente, y no del sentido puram ente subjetivo del autor. El juicio del Magiste­
rio podrá decidir si tal doctrina defendida es conform e o no a la fe, y si real­
18 E ncíclicas P ontificias

mente tal doctrina está contenida o no en el libro en cuestión. Así lo hizo la


Iglesia con el “Augustinus” de Jansenio. Pues si la potestad de la Iglesia no
llegara hasta eso, le sería a ella imposible defender al pueblo cristiano de los
ataques del error, divulgado por tales libros.
Tam bién en las Canonizaciones, según el sentir común y cierto de los teólo­
gos, la Iglesia es infalible. En las Canonizaciones se proponen al pueblo cristiano
de todo el orbe los ejemplos de un siervo de Dios, al cual se le tributa un culto
público y oficial. Tam bién en eso no puede errar la Iglesia, sin arra stra r al error
y al pecado el rebaño de Cristo.
Pero Cristo ha dicho que estaría con Pedro y con su Iglesia hasta el fin de
los siglos, y Cristo no puede estar con el error.
* * *

En m ateria de costumbres Lo que hasta ahora hemos tratado se refiere más


y de disciplina eclesiástica expresam ente a la fe. Pero la Iglesia es infalible,
no solamente con respecto a la fe, sino tam bién a
lo que se relaciona con las costumbres de todo el pueblo cristiano, al que debe
conducir al puerto de salvación. Evidentemente, en este punto, como sucede en
las cuestiones dogmáticas, sólo cuando se dirigen a la Iglesia Universal goza de
plena infalibilidad el Magisterio eclesiástico, en el sentido que esas enseñanzas o
leyes eclesiásticas nunca podrán contener nada contrario a la fe y a las buenas
costumbres. Si la Iglesia m andara algo contrario a la fe y a las buenas costum ­
bres, erraría en su misión de guía del pueblo cristiano, dejaría de ser santa y en
vez de llevar las alm as a la salvación, las conduciría a la perdición eterna. Pero
todo eso contradice a las divinas prom esas de Cristo respecto de su Iglesia. Pues,
la asistencia que el Divino Maestro prom etió a sus Apóstoles, no se refiere sólo a
la interpretación dogm ática de la revelación, sino tam bién a su interpretación
práctica y concreta que se realiza exactam ente por medio de las leyes eclesiásticas.
Ese ha sido siempre el sentir de la Iglesia, revelado tanto en la convicción del
pueblo cristiano, como en la enseñanza, no solamente de los Padres y Teólogos,
sino tam bién de los Concilios y de los Romanos Pontífices.
En el cam po de las costum bres y leyes eclesiásticas podemos incluir la
solemne aprobación' de las órdenes religiosas. En esas aprobaciones la Iglesia
recom ienda las constituciones de una determ inada orden religiosa como camino
seguro para adquirir la perfección cristiana. Hay aprobaciones solemnes y ap ro ­
baciones no solemnes o comendaticias, en que solamente se habla de determ i­
nado instituto religioso. Solamente en la aprobación solemne es infalible la Igle­
sia, pues solamente entonces habla con toda la plenitud de potestad.
* * *

Las Congregaciones E n el gobierno de la Universal Iglesia, el Sumo Pontífice


Romanas es ayudado por las Congregaciones Romanas, organis­
mos form ados por un grupo de Cardenales asistidos por
cierto núm ero de Oficiales de la Curia Romana. Los decretos de estas Congrega­
ciones tienen m ayor o m enor valor, según sean aprobados por el Sumo Pontífice
en form a solemne o en form a común.
En el prim er caso, es decir, si reciben aprobación solemne, los decretos de
las Congregaciones son prom ulgados a nom bre del mismo Pontífice, que los hace
suyos; pueden por lo tanto ser infalibles, si se verifican las otras condiciones de
la infalibilidad.
La aprobación en form a solemne se reconoce fácilmente por las cláusulas
usadas: “Ex m otu p roprio”, “P or propia iniciativa” ; “Apoyados en la plenitud
de nuestra autoridad apostólica declaram os...”.
I ntroducción D ogmática 11)

Pero si la aprobación es indicada por “ Consultado el Santísimo P adre”, o


“De la audiencia del Santísimo P adre” es que se tra ta de una aprobación en for­
m a común. En tal caso el Pontífice no hace suyo el decreto de la Congregación,
y a pesar del valor m oral y jurídico que le da tal aprobación pontificia, el
decreto queda acto propio de la Congregación; en tal m anera que si por algún
vicio de form a o de fondo, el decreto fuera nulo, la confirm ación pontificia no
lo h ará válido.
Evidentem ente los decretos aprobados en esa form a no pueden ser infali­
bles: la infalibilidad es un carism a personal del Papa, que él no puede com unicar
a otros. Puesto que el decreto es de la Congregación y no del Papa, no podrá
ser infalible.
Un ejemplo célebre de decretos aprobados en form a ordinaria son los decre­
tos de la Congregación del Indice contra Galileo.
Todo eso no quiere decir que tales documentos no tengan valor: aunque no
infalibles, son declaraciones auténticas del Magisterio suprem o de la Iglesia de
Cristo. P or tales decretos una determ inada doctrina o costum bre es declarada
segura o no segura, es decir, conform e o no conform e a la fe y a las buenas
costumbres. Y por el mismo hecho de tal declaración, la doctrina en cuestión
viene a ser segura o no segura.
* * *

Otros documentos Además de las definiciones ex cathedra, hay otros documen-


pontificios tos pontificios que son actos personales del Papa, pero que
no gozan del privilegio de la infalibilidad, puesto que, o no
se dirigen a toda la cristiandad, o en ellos el Romano Pontífice no habla con
toda la plenitud de su potestad suprema.
Estos documentos pontificios se distinguen en varias especies según su
form a y contenido.
Ocupan el prim er lugar las llam adas Constituciones Apostólicas. Son las
leyes eclesiásticas prom ulgadas por el Romano Pontífice como algo perm anente
para toda la Cristiandad o p ara una parte de ella; difieren de los Estatutos en
que, o no son perm anentes, o se dirigen a personas particulares.
Encíclicas son aquellos documentos que el Romano Pontífice dirige a toda
la Iglesia Católica o a varias Iglesias particulares en la persona de sus O rdina­
rios. Las más solemnes se llam an Letras Encíclicas; son enviadas a los obispos
de todo el m undo o de toda una región y llevan la inscripción siguiente: "A ios
Venerables Herm anos Patriarcas, Prim ados, Arzobispos, Obispos y a los otros
O rdinarios en paz y com unión con la Sede Apostólica, etc.”. Las menos solem­
nes se llam an Epístolas Encíclicas ; se dirigen generalmente a los Obispos de
una determ inada nación.
Los documentos que el P apa dirige en form a de Encíclicas, pero no a los
Obispos, se llam an Letras Exhortatorias ; v. gr. las que dirigió Benedicto XV a
todos los fieles católicos en 1914 para la paz.
P or la form a, los documentos pontificios reciben diferentes denominaciones.
Bulas son los más solemnes: son expedidas para las canonizaciones de los
Santos, aprobación de Ordenes religiosas, creación de nuevas Diócesis, etc. Como
vemos, pueden ser documentos del Magisterio infalible, pero no siempre ni en
toda su extensión. El nom bre de “bula” les viene del sello ordinariam ente de
plomo que llevaban; fueron por tanto llam adas “litterse bullatse”, “litterse sub
plum bo” “letras selladas”, “letras bajo plom o” y después sencillamente “bullas”.
Algunas veces el sello era de oro, y entonces el documento se llam aba “Bulla
Aurea”.
20 E ncíclicas P ontificias

Breves o “Litterai in form a Brevis”, ‘ Letras en form a de Breve”, son docu­


m entos menos solemnes. No llevan el sello de plomo, sino solamente el sello colo­
rado con la imagen de San Pedro, “sub anulo Piseatoris”. Se usan para concesio­
nes de indulgencias, favores apostólicos y otros negocios de m enor im portancia.
Quirógrafos se llam an las letras apostólicas escritas a m ano por el m is­
mo Papa.
Motu Proprio designa los decretos o documentos dados por el P apa espon­
táneam ente, o por consejo de los Cardenales, sin instancia de nadie, y empiezan
siempre con estas palabras: “Motu proprio”.
Alocuciones son los discursos que el Papa pronuncia, especialmente en los
consistorios. [
“Oráculo vivae vocis” “Resoluciones de viva voz” son las aprobaciones,
exhortaciones, enseñanzas del Sumo Pontífice en audiencias privadas. Pero
para que consten jurídicam ente, deben ser atestiguadas. A este efecto son com­
petentes los Cardenales, y, en las cosas relativas a sus congregaciones, los se­
cretarios de las Congregaciones Romanas.
* * *

A sentim iento debido a las Que, en general, debamos obediencia y sumisión


decisiones dogm áticas y dis- a las decisiones de la Santa Sede, consta clara-
ciplinarias de la Santa Sede mente por el Prim ado que Cristo entregó al P on­
tífice Romano en la persona de Pedro.
Pero el asentim iento que debemos a estas decisiones de la Santa Sede difie­
ren proporcionalm ente a la índole de los docum ntos pontificios.
Según la diferente naturaleza de éstos podemos distinguir un triple asenti­
miento: el asentimiento de la fe divina; el asentimiento de la fe eclesiástica, y
el asentimiento simplemente religioso.
a) El prim ero entre todos, por la firm eza de su adhesión y por la excelencia
de su objeto form al, es el asentimiento de la fe divina.
Este asentimiento tiene por objeto form al inm ediato y motivo de su adhe­
sión la autoridad del mismo Dios, que reveló la verdad en cuestión. Según lo
define el Concilio Vaticano, debemos creer con fe divina y católica todo lo que
fué revelado por Dios y como tal propuesto por la Iglesia, sea con una defini­
ción solemne, sea por medio del ordinario y universal Magisterio eclesiástico.t
El que negara con pertinacia tales verdades, sería hereje.
La prim era condición p ara que una verdad pueda ser objeto de fe divina y
católica es que sea revelada por Dios, es decir, que sea contenida en el depósito
de la fe. Pero adem ás debe ser como tal propuesta por la Iglesia: ésta podrá
hacerlo en el Magisterio ordinario, si por toda la Iglesia universal se enseña
alguna verdad como de fe. Comúnmente la Iglesia propone estas verdades de fe
por medio de definiciones solemnes, las cuales, sin embargo, no están adscriptas
a ninguna fórm ula especial. P odrá hacerlo en form a de cánones o de anatema-
tismos, como es costum bre hacerlo en los Concilios desde la m ás rem ota anti­
güedad. Podrá hacerse en form a de capítulos, como lo hicieron el Concilio Va­
ticano y el Tridentino en varias de sus sesiones. Los Papas m uchas veces lo han
hecho en form a de Bula, como para la Inm aculada Concepción y la célebre
“Unam Sanctam ” de Bonifacio VIII. Unas veces se define directam ente la ver­
dad de fe, otras se anatem atiza el error contrario, otras ambas cosas juntam ente.
Sea cual fuere la fórm ula utilizada, el juicio de la Iglesia es infalible en lo
que es estrictam ente definición; quedan fuera del privilegio de infalibilidad
—a no ser que en el texto conste expresam ente la intención contraria— los
argum entos aducidos como dem ostración, e igualmente lo que se dice de paso,
I ntroducción D ogmática 21

o en las reuniones previas a la definición o en las sesiones de los Concilios fuera


de los cánones y de los capítulos dogmáticos.
b) Pero si la definición no se refiere a alguna verdad form alm ente revelada,
sino a alguna verdad contenida en lo que constituye el objeto secundario del
Magisterio Eclesiástico, ya el asentim iento debido no será de fe divina, sino un
asentimiento de fe eclesiástica, puesto que el motivo de nuestro acto de fe ya
nó es inm ediatam ente la autoridad divina, sino la autoridad de la Iglesia que
define tal verdad. A tal asentim iento le llam an algunos autores de fe mediata­
mente divina, en cuanto la razón que nos mueve a creer en la Iglesia es que el
mismo Dios nos reveló su indefectible asistencia a la Iglesia en su Magisterio.
Quien negara a tales verdades definidas por la Iglesia el asentim iento de fe
eclesiástica, com etería evidentemente un gravísimo pecado, pero no sería propia­
mente hereje, por no tratarse de verdades reveladas.
c) Pero, como hemos dicho, las verdades definidas, sean ellas reveladas o
no, son relativam ente m uy pocas. La m ayoría de los actos pontificios no son
definiciones, y muchísimos Papas no han definido en sus enseñanzas cosa nin­
guna. ¿Cuál es el asentim iento debido a estos actos pontificios?
A todas las decisiones doctrinales no infalibles, pero con carácter universal,
dadas por el Sumo Pontífice o por las Congregaciones Romanas, debemos nues­
tro asentimiento religioso interno.
No basta un “obsequioso silencio”, se requiere una sincera adhesión interna,
cuyo motivo form al es la autoridad suprem a de la Iglesia en m ateria religiosa.
Adhesión interna, es decir, de la m ente y de la voluntad a la decisión del Papa
o de la Congregación. Asentimiento religioso, porque sagrada es la autoridad
de la Iglesia que se resuelve en la autoridad del mismo Dios. Asentimiento
firme, porque, como explica el Card. Franzelin, “aunque en estas declaraciones
no se encuentre la verdad infalible de la doctrina, porque por hipótesis no se
pretende d ar una definición dogmática, hay en ellas, sin embargo, una infalible
seguridad (infallibilis securitas). Seguridad tanto objetiva de la doctrina decla­
rada..., como subjetiva, en cuanto abrazarla es para todos “tu tu m ” (es decir,
conform e a la fe o a las buenas costumbres) y no es “tutum ” el rehusar adm i­
tirlas, ni puede hacerse sin violación de la debida sumisión a un Magisterio
instituido por Dios” (De Divina Traditione et Scriptura, ed. 4, p. 118).
Todo ello es deducción inm ediata de la Suprem a autoridad de que goza
el Romano Pontífice, y de la divina asistencia del Espíritu Santo a su Iglesia,
asistencia que no se agota con el carism a de la infalibilidad de las definiciones
pontificias.
Aun considerando las cosas hum anam ente, si debemos obediencia a todas
las autoridades, que por la m ism a ley natural tienen el lugar de Dios, m ayor
obediencia debemos a esta suprem a autoridad que en el curso de tantos siglos
ha sabido guiar tantos pueblos en el camino de la verdad y de la verdadera civi­
lización. ¡Cuánta autoridad tiene, ante los ojos profanos, la Santa Sede con sus
tradiciones m ultiseculares, las Congregaciones Rom anas com puestas de personas
tan eminentes y prudentes, los Sumos Pontífices hacia los cuales se dirigen los
m ismos incrédulos en busca de luz y de verdad!
Pero sobre todas esas tan poderosas razones está la suprem a autoridad del
Pontífice Romano, como Vicario de Cristo, “el dulce Cristo en la tierra”, según
Santa Catalina de Sena.
P ara confirm ar estas verdades, m uchas veces olvidadas por personas que se
dicen católicas, oigamos lo que nos dice Pío X en su Motu Proprio “Prsestantia” :
“P or lo tanto Nos parece deber declarar y m andar, como ahora expresam ente
lo m andam os, que todos sin distinción están obligados en conciencia a some­
terse a las decisiones de la Comisión Pontificia “de re bíblica” “de asuntos b í­
22 E ncíclicas P ontificias

blicos”, tanto las ya em anadas, como las que em anaren en lo futuro, como
tam bién a los decretos de las Sagradas Congregaciones, pertenecientes a la
doctrina y aprobados por el Pontífice; y que no pueden escapar a la nota de
denegada obediencia y de tem eridad, y que por lo tanto no están exentos de
culpa grave, toda vez que por palabra o por escrito im pugnen tales sentencias”
(Denz B., 2113).
Esa obediencia no im pide a las personas competentes el proponer a la
Santa Sede con respeto y reverencia las dificultades que contra tales sentencias
tengan. Pero eso no los exime del firme asentimiento religioso interno, que deben
todos los fieles, sin distinción, a todos los actos de la Santa Sede hasta que ella
misma explícita o im plícitam ente los revoque.
Eso es lo que llam an los Santos, “sentiré cum Ecclesia”, ‘‘Sentir, vivir con
la Iglesia”.
Los magníficos documentos pontificios que vamos a leer en estas páginas
enciendan en nosotros m ás vivamente que nunca, nuestro am or hacia el Romano
Pontífice y nuestra adhesión incondicional a la Cátedra de Pedro, pues

UBI PETRUS IBI ECCLESIA


(Donde está Pedro, está la Iglesia) - S. Ambrosio.
BIBLIOGRAFIA DE LA INTRODUCCION DOGMATICA

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— 23 —
ENCICLICAS

DE

G R E G O R I O XVI
INTRODUCCION

Fue el Papa Gregorio XVI el primero a quien le cupo dar definiciones doctrinarias
de la Iglesia sobre materia social y política en ios tiempos modernos.
Se encontraba en este caso en una situación harto delicada; porque junto con
el poder espiritual, como Jefe de la Iglesia católica, ejercía el poder temporal en su
carácter de soberano de los Estados Pontificios. Y, justamente, como gobernante, fue
enemigo acérrimo de innovaciones y reformas; toda idea política nueva le olía a pólvora.
Por cierto, los dramáticos acontecimientos de que fue testigo primeramente y
después principal actor, no ofrecían elementos que hubiesen podido disponerlo bien
a favor de las ideologías nuevas.
Esta disposición peculiar marcaba el rumbo a toda su política interior~y exterior
y también se traslucía en sus encíclicas, comunicando a sus considerandos cierto tinte
personal que, sin afectar en nada la exposición doctrinaria, predisponía a interpreta­
ciones antojadizas.
Bartolomeo Alberto Cappellari, que así se llamaba el Papa, nació en Belluno, en
1765, de padres pertenecientes a la pequeña nobleza local.
Desde muy joven sintió vocación religiosa y a los 18 años entró en el monasterio
de los Benedictinos Camaldulenses en Murano, tomando en la religión el nombre de
Mauro, y siendo allí mismo ordenado de sacerdote en 1787.
Mandado por la superioridad a Roma en 1795, desarrolla allí su actividad, con
breves intervalos.
Fueron aquellos para el Papado tiempos gravísimos. Dos Papas sucesivos, Pío VI
v Pío VII, sufren vejámenes de parte de los generales de Napoleón y quedan despojados
de sus dominios, propagándose en éstos las ideas revolucionarias.
El Congreso de Viena (1815) restableció el poder temporal de la Santa Sede, pero
con ello no había cesado en los Estados Pontificios el fermento revolucionario, mante­
nido por la actividad de las organizaciones secretas. Las reformas decretadas por
León XII no calmaron los ánimos y el descontento general crecía constantemente, pro­
vocando frecuentes motines. La revolución de Julio en Francia fue la señal para el
Levantamiento universal, prendiendo la mecha del polvorín revolucionario de toda la
Éuíopa; los Estados Pontificios no pudieron quedar inmunes del contagio.
En estas circunstancias tan difíciles asume el poder Gregorio XVI, elegido en el
conclave que duró siete semanas después de la muerte prematura de Pío VIII, quien
sólo reinó pocos meses.
El día mismo en que recibe su consagración episcopal y ciñe la triple corona,
estalla en sus Estados la revolución: todo su reinado transcurre en medio de las turbu­
lencias populares, revueltas y conspiraciones.
La primera revolución se propagó con la rapidez del rayo; en una semana las
dos terceras partes de los dominios papales estaban en poder de los revolucionarios;
en una más, sólo le quedaba al Papa Roma con sus alrededores; pasadas las tres,
impotente para dominar la revolución, no le quedaba más recurso sino apelar a la
ayuda del Emperador de Austria. Gracias al ejército imperial y a las severas medidas
de represión, el orden quedó restablecido en poco tiempo. Pero no bien se hubieron
retirado las tropas austríacas, tuvo que llamarlas nuevamente, porque los revolucio­
narios, viéndose libres de la ocupación militar, reanudaron inmediatamente su activi­
dad subversiva, promoviendo sangrientos disturbios.
Desde este momento la política temporal del Papa se basa en el apoyo de la
fuerza armada. Primeramente fueron las tropas extranjeras, después las mercenarias
suizas, las que se utilizaban para reducir a la obediencia a los súbditos papales y calmar
sus impaciencias.
Con estas medidas drásticas se mantenía el orden público, pero se agotaba rápi­
damente el tesoro pontificio, consumiendo las tropas suizas sumas enormes, todo lo cual
— 27 —
28 E ncíclicas P ontificias

contribuía poderosamente a fomentar el descontento popular y a propagar el malestar


en las masas del pueblo.
Pero Gregorio XVI no admitía otro método de gobierno ni había encontrado me­
dios para granjearse las simpatías y la voluntad de sus súbditos. Austero monje camal-
dulense, riguroso e inflexible consigo mismo, observaba igual conducta en su relación
con éstos, exigiéndoles sumisión y obediencia incondicional, rechazando de plano sus
reclamaciones políticas negándose categóricamente a hacerles la menor concesión en
este sentido.
Todas estas circunstancias, que determinaron la política temporal del Papa en los
asuntos interiores, tenían influencia marcada en su política exterior, y aun se dejaban
sentir en sus actos de orden general.
Se presenta, pues, Gregorio XVI como inflexible defensor de la absoluta autoridad
civil y partidario de la monarquía, al par que acérrimo adversario de toda revolución,
la que no tolera bajo ninguna condición.
Viendo en la colaboración estrecha entre los dos poderes, espiritual y temporal,
la única garantía de la estabilidad de los Estados, de la paz política y social y de la
felicidad de los pueblos, no permitía a éstos intervenir bajo ningún pretexto en los
negocios públicos, porque, aun en el caso de proceder mal con ellos sus gobernantes,
correspondía al Papa, como al Padre espiritual de todos, y no a los súbditos, llamarlos
al orden.
Teóricamente, la doctrina es inobjetable. Gregorio XVI se esfuerza generosamente
en llevarla a la práctica. Desempeña con abnegación y valentía su papel de árbitro,
levantando la voz en cuanta oportunidad se presenta, en defensa de los oprimidos y
perseguidos, amonestando, a veces, con vehemencia.
Pero los resultados prácticos echan en el balance un saldo negativo. Las masas
católicas responden al Papa, pero no los gobernantes, que le niegan todo derecho de
intromisión y de crítica.
Tal era el caso de Portugal y España, cuyos gobiernos liberales habían roto las
relaciones con la Santa Sede y sometieron la Iglesia, en sus respectivos países, al régi­
men de represalias y persecuciones. Lo mismo sucedía en Rusia, cuyo zar cismático
perseguía a los polacos católicos; a pesar de lo cual, el Papa desaprobó el levantamiento
de éstos contra sus opresores (Encíclica Cum primum, 9 de Junio de 1832), aunque
años más tarde reconoció que había estado mal informado, haciendo publicar la rela­
ción completa de los sucesos de Polonia, con el agregado de noventa documentos
oficiales (22 de Julio de 1842), y ordenando se le diera la mayor difusión “affinché a
tutto l’Orbe cattolico fosse palesse che non avea mancato al suo apostólico ministero”.
Con tales convicciones absolutistas, no pudo menos de condenar Gregorio XVI
todo movimiento y toda idea tendiente a disputar al poder monárquico la menor de
sus prerrogativas. El liberalismo católico, que pretendía mucho más, encontró en él al
opositor más decidido.
Cuando, pues, Lamennais, sacerdote y fervoroso apóstol de la libertad, le expuso
personalmente sus ideas explosivas, cargadas de dinamita, acerca de la utilización a
favor de la Iglesia de los principios revolucionarios y democráticos, sosteniendo que
sólo por este camino llegaría la Iglesia a su verdadera independencia, proclamando su
separación del Estado, y abrazando la causa del pueblo, el Papa, lejos de entusiasmarse
con tan halagüeñas como bochornosas perspectivas, se sintió en extremo horrorizado
y alarmado.
Sin embargo, como buen pastor y hombre bondadoso, creía poder salvar a esta
oveja descarriada y hacerla entrar en el redil del Señor; daba, pues, largas al asunto,
esperando que el tiempo y la gracia divina operasen algún cambio en el ánimo del
sacerdote-revolucionario.
Pero como en éste la impaciencia fué mayor que la cordura, se decidió el Papa
a definir la posición doctrinaria de la Iglesia respecto de la ideología que amenazaba
con seducir a muchos, sembrando confusión en las filas de los hijos de la Iglesia.
Publicó, pues, la encíclica “Mirari vos”, en la cual, sin nombrar a Lamennais y su
grupo de correligionarios reunidos alrededor de la revista “L’Avenir”, enjuició su
ideología y condenó, no solamente el programa político de éstos, sino también otras
doctrinas morales y sociales difundidas entre los revolucionarios. En este memorable
documento se expone por primera vez la protesta de la Iglesia contra los principios
que, habiendo nacido de la revolución, dieron origen a la concepción del Estado laico.
Asumiendo una actitud puramente doctrinaria, la encíclica no toma en cuenta las con­
I ntroducción - Gregorio XVI 29

tingencias, ni se preocupa de los problemas, numerosísimos y sumamente delicados,


que suscita su aplicación. La caracteriza una extrema rigidez en los conceptos, tan
suavizada en los documentos magistrales consagrados al mismo tema por Pío IX y
León XIII.
Lamennais, después de largas vacilaciones, reaccionó replicando al Papa en el
folleto “ P a r o l e s d ’u n c r o y a n t ” ; Gregorio XVI, no pudiendo pasar por alto este ataque
directo y la persistencia en el error, contestó con la encíclica “ S i n g u l a r i n o s ” , en que,
nombrando al autor, condenó directamente su doctrina, poniendo en el “Indice” sus
escritos.
Otras importantes encíclicas del Papa tuvieron por objeto combatir el llamado
l i b e r a l i s m o e c l e s i á s t i c o , difundido entre el clero de Suiza y Alemania, y el r a c i o n a l i s m o
f i l o s ó f i c o y t e o l ó g i c o sistematizado en Alemania por Hermes y por sus numerosos discí­
pulos (hermesianismo). El primero fue condenado en la encíclica “ Q u o g r a v i o r a ” (1833)
y el segundo en la “ D u m a c e r b i s s i m a ” (1835).
Debe también verdaderamente destacarse en la obra de Gregorio XVI y merece
la gratitud de la posteridad su actividad misional. Descuidada en el siglo XVIII, reci­
bió un nuevo y vigoroso impulso de este Papa, quien le consagró todos sus esfuerzos.
Murió Gregorio XVI en Roma, de una breve dolencia, en 1846, a la avanzada
edad de 81 años, después de un reinado tormentoso de quince años y cuatro meses.
ENCICLICA “SUMMO JUGITER’’ ^
(27-V-1832)
A LOS OBISPOS DE BAVIERA SOBRE EL MATRIMONIO MIXTO

GREGORIO PP . XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
t. La constante preocupación y tro, por la disposición de Dios, ocupa­
práctica de la Santa Sede. Con su­ mos la Cátedra de Pedro— , teniendo
mo cuidado procuró siem pre la Se­ ante los ojos aquella norm a estableci­
de Apostólica que fuesen religiosa­ da santísim am ente por Nuestros P re­
m ente observados los cánones de la decesores, no pudim os menos de en­
Iglesia que prohíben severamente los tristecernos vehem entem ente, V enera­
m atrim onios de los católicos con los bles H erm anos, con las m uchas y fide­
herejes. Y si bien, p ara evitar más dignas noticias que Nos llegaron de
graves escándalos, fue necesario a ve­ vuestras diócesis (así como de otros
ces to le ra r en algunos lugares sem ejan­
varios lugares), por las cuales entendi­
tes m atrim onios, con todo, los Rom a­ mos que se encontraban allí algunos
nos Pontífices no dejaro n de p ro cu rarque se esforzaban con todo em peño en
por todos los medios a su alcance, que fom entar, entre el pueblo confiado a
aún en esos lugares se enseñase al vuestros cuidados, una com pleta liber­
pueblo el desorden y peligro espiritual tad en m ateria de m atrim onios m ixtos
inherentes a tales m atrim onios y, por y, p ara prom overlos con m ás facilidad,
consiguiente, la gravedad del delito de esparcían opiniones contrarias a la
que se hace reo el católico, hom bre o verdad católica. Ellos, según hemos
m ujer, que se atreva a violar las san­ sabido, se atreven a a firm ar que los
ciones canónicas establecidas acerca católicos pueden libre y lícitam ente
de estas cosas. Si algunas veces los contraer m atrim onio con los heterodo­
mismos Romanos Pontífices dispensa­ xos, no sólo sin recabar dispensa de la
ron, en casos particulares, de esta san­ Iglesia, (dispensa que, según las reglas
tísim a prohibición canónica, esto fue conocidas, en cada caso hay que im ­
hecho ciertam ente por causas graves p lo rar de esta Sede Apostólica), sino
y con no poco disgusto, aco stu m b ran­ aun con desprecio de aquellas debidas
do añ ad ir a sus dispensas la condición cautelas que arrib a m encionam os, so­
expresa de tom ar, antes del m atrim o­ bre todo la que se refiere a la educa­
nio, las debidas precauciones, no sólo ción católica de toda la prole. Y a ta n ­
p ara que el cónyuge católico no pueda to han llegado, que pretenden que los
ser pervertido por el acatólico, — en m atrim onios mixtos deben ser aproba­
realidad debe ten er en cuenta que su dos, aun en los casos en que la parte
obligación es a p a rta r del e rro r al no
hereje tenga todavía vivo un cónyuge
católico, en la m edida de sus posibili­ a n terio r de quien se haya separado
dades— sino tam bién p ara que la prole por el divorcio; y para ello se han
de ambos sexos se eduque íntegram ente esforzado en am enazar con graves cas­
en la santidad de la religión católica. tigos, a fin de inducir a los Pastores
de alm as a proclam ar en la Iglesia,
2. D octrina heterodoxa. De aquí que ante el pueblo católico, los m atrim o­
Nosotros, —que aun sin m érito N ues­(*) nios m ixtos y a asistir luego al acto
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, Romee, Typ. Polyglotta, 1901, vol. I, 140-142. Trad.
espec. corregida para la 2? edición (Facultad de San Miguel). El texto original (latín) se volvió
a reproducir en “Codicis Iuris Canonici Fontes”, por Gard. Gasparri, Romee, 1928, Tomo II, pág.
740-744.
Las cifras marginales indican las páginas y las dos columnas (I“, II?) del original Latino de
“Acta Gregorii XVI” por “Bernasconi”. (P. H.).
32 E ncíclicas del PP. Gregorio XVI 1, 3 -4

por el que aquéllos se contraen, o por pasados y gracias a la uniform idad de


lo menos, a conceder a los contrayentes N uestra opinión y la vuestra, com ­
las letras llam adas dim isoriales. P or prenda la verdadera índole del presen­
últim o, no faltan entre ellos quienes te problem a, y quiera ayudarnos y
p ro cu ran persuadirse a sí mismos y a ayudaros, con su poderoso patrocinio,
otros que, no sólo en la religión cató­ a elim inar los males que am enazan
lica se salva el hom bre, sino que tam ­ al catolicismo, a m antener incólum e
bién los herejes que m ueren en la he­ nuestra santísim a religión en todo el
rejía pueden llegar a la vida eterna. reino de Baviera y a que los obispos
católicos y los m inistros sagrados dis­
3. Un m otivo de esperanza y de ale­ fruten de plena libertad en el ejercicio
gría. Hay, sin em bargo, algunas cosas, de sus funciones, como quedó estable­
V enerables H erm anos, que suavizan la cido en el convenio suscrito con esta
tristeza que de aquí se Nos ha origi­ Sede Apostólica el año 1817.
nado. E n p rim er térm ino, la constan­
cia de la m ayor p arte del pueblo bá- 4. La Fe. Y entrando ya en m ateria,
varo en reten er la pureza de la fe ca­ com enzarem os, como es lógico, por las
tólica y su sincero acatam iento a la cosas que la fe — sin la cual es im po­
au to rid ad eclesiástica y, asimismo, la sible agrad ar a Dios— nos enseña, y
firm eza de casi todo ese clero en el que algunos, como ya advertim os, in ­
desem peño de las funciones de su m i­ tentan poner en peligro con el fin de
nisterio según las norm as canónicas. lograr una más am plia libertad en los
Y, sobre todo, el eximio celo en el m atrim onios mixtos. No ignoráis, Ve­
desem peño del oficio p astoral que, se­ nerables H erm anos, con qué celo tan
gún hem os sabido, os anim a a vos­ intenso y constante han inculcado
otros, Venerables H erm anos; de modo Nuestros Predecesores aquel mismo
que, si bien no es uniform e la opinión artículo de la fe que ellos se atreven a
de todos vosotros acerca de la norm a negar, referente a la necesidad de la
que se ha de seguir en este asunto de fe y de la unidad católicas p ara con­
los m atrim onios m ixtos o de algunas seguir la salvación. A esto se refieren
de sus partes, con todo, unánim em ente las palabras del celebérrim o discípulo
convinisteis en ten er como indiscutible de los Apóstoles, S an I gnacio m ártir,
y firm e el respeto a esta Sede Apostó­ en su carta a los filadelfos: No erréis,
lica y, según sus directivas, custodiar hermanos míos; si alguno sigue al que
la grey a vosotros confiada, sin tem er hace cisma, no obtendrá la herencia
los peligros que hubieseis de afrontar del reino de Dios. S an Agustín , por
p o r la salud de vuestras ovejas.
su parte, y otros Obispos africanos
Estam os, pues, presentes, Venerables congregados en el concilio Cirtense el
H erm anos, p o r m edio de esta carta
año cuatrocientos doce, explicaban es­
p ara confirm aros, según la obligación
de N uestro m inisterio apostólico, a fin to mismo m ás explícitamente: Quien­
de que en este negocio prosigáis p re ­ quiera que sea separado de esta Iglesia
dicando las irreform ables doctrinas de Católica, por más que crea vivir lauda­
la fe y tutelando la observancia de los blemente, con todo, por el sólo delito
cánones, con u n a dedicación aún m a­ de estar separado de la unidad de Cris­
yor. Además, el haberos m anifestado to, no tendrá la vida, sino que la ira
N uestro p arecer h ará que sea m ás p er­ de Dios permanece sobre él. Y, p a­
fecta en adelante la u n iform idad de sando por alto otros muchos, casi in­
opinión entre vosotros y con la Santa num erables pasajes, de los antiguos
Sede. Pero antes, no podem os d ejar de Padres, m encionarem os con honor a
m anifestarnos la esperanza por Nos aquel glorioso predecesor Nuestro, S an
concebida de que N uestro hijo en Cristo Gregorio Magno , que expresam ente
carísimo, el ilustre rey Luis de B avie- afirm a ser esa la doctrina de la Igle­
ra , dado el celo tradicional por la Re­ sia Católica. Dice así: La santa Iglesia
ligión Católica que heredó de sus ante­ Universal predica que a Dios no se le
,
1 5 E n c íc l ic a “ S u m m o J u g it e r ” 33

puede h o n rar con verdad sino dentro católica esté im presa y profundam ente
de ella, afirm ando que cuantos están arraigada en los ánimos de todos los
fuera de ella de ninguna m anera se fieles bávaros, ya no será fácil que
sal v a rá n '’. queden sin efecto los avisos y exhor­
Tenemos, además, los actos solem­ taciones con los que os esforzaréis en
nes de la m ism a Iglesia con los que se alejarlos de la unión m atrim onial con
anuncia el mismo dogma. Así, en el los herejes; y para que si alguna vez
decreto de fe que publicó Nuestro se diere una causa grave que parezca
predecesor I nocencio III, en el IV Con­ persuadir la necesidad de semejantes
cilio Ecuménico de Letrán, se dice: m atrim onios mixtos, no los contraigan
uUna es la Iglesia universal de los fie­ sin obtener la dispensa de la Iglesia y
les, fuera de la cual nadie puede sal­ guardando religiosamente las condi­
varse” Finalm ente, el mismo dogma ciones que, como dijimos m ás arriba,
se encuentra expresam ente indicado suelen ser im puestas por ella. Es, por
en las profesiones de fe propuestas por cierto, oficio vuestro, enseñar asidua­
la Sede Apostólica, tanto en la com ún mente a los fieles que desean contraer
a todas las Iglesias latinas, como en tal m atrim onio (así como a sus padres
y a los otros bajo cuya tutela están)
las otras dos, en uso, una entre los
griegos y otra entre los demás católi­ cuál es la doctrina canónica acerca de
cos orientales. No hemos enum erado esto, y am onestarles gravemente que
no se atrevan a infringirlos con perdi­
estos testimonios, entresecados de en­
ción de sus almas. Por lo cual, si el
tre otros muchos, Venerables Herma-
caso lo exige, convendrá recordarles
142 nos, con ánimo de enseñaros un artícu-
1 lo de fe que vosotros ignoráis. Lejos aquel conocidísimo precepto de la ley
de Nos el hacernos objeto de una sos­ n atural y divina, por el que se nos
pecha tan absurda e injusta. Pero es m anda evitar no sólo los pecados, sino
tal la preocupación que Nos aprem ia tam bién los peligros próxim os de pe­
por este im portantísim o y conocidísi­ car, lo mismo que el otro precepto de
mo dogma, im pugnado por algunos con la m ism a ley por el que se prescribe a
audacia desmedida, que no pudimos los padres educar a sus hijos en la
contener el deseo de escribir algo apo­ obediencia y temor del S e ñ o r y,
por lo tanto, adoctrinarlos en el ver­
yando esta verdad con m últiples argu­
mentos.5 dadero culto de Dios, que está úni­
cam ente en la Religión Católica. Se­
gún esto, los exhortaréis a que con­
5. E l celo de los Pastores. Animo, sideren seriam ente la m agnitud de la
pues, Venerables H erm anos, em puñad in ju ria que infieren al Supremo Señor
la espada del espíritu, que es la p ala­ y la crueldad con que obrarían contra
b ra de Dios, y con todas las energías sí y sus futuros hijos, al exponerse y
de vuestro ánimo esforzaos por a rra n ­ exponerlos al peligro de perversión,
car el error, que se va infiltrando. contrayendo tem erariam ente un m a­
Obrad de tal m anera y de tal m anera trim onio mixto. Y p ara que la grave­
obren bajo vuestra dirección los de­ dad de este peligro aparezca más cla­
más pastores de alm as que os están ram ente, les recordaréis los saludables
subordinados, que el pueblo fiel de avisos de los Apóstoles y de los cáno­
Baviera se aliente a custodiar con celo
nes de los Padres que se refieren a la
aún más ardiente la fe y la unidad
necesidad de evitar el peligroso trato
católicas, como único cam ino de sal­
fam iliar con los herejes.
vación, y, por lo mismo, a evitar todo
peligro de abandonarla. Pues cuando Pero si, lo que Dios no perm ita, al­
esta necesidad de m antener la unidad guna vez aconteciese que tales avisos
(1) Ver Denzinger-Umberg, Enchiridion Symb. (2) Eíes. 6, 4.
430; S. Cipriano Ep. 73 a Iubaiano, n. 21 (Migne
PL. 3, col. 1123-B).
E n c íc l ic a s P o n tific ia s 2
,14 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) E 6
y exhortaciones fuesen ineficaces y Salvo el caso en que el m atrim onio
algún hom bre o m ujer católicos no precedente —que la parte herética
quisiere abandonar su perversa deter­ cree haber sido disuelto por el divor­
minación de contraer m atrim onio m ix­ cio— hubiese sido del todo inválido,
to sin pedir o sin lograr la dispensa de en virtud de un impedimento canónico
la Iglesia o descuidando las debidas dirim ente que se le oponga. Aun así,
142 cautelas o algunas de ellas, entonces, en este último caso, no sólo habrá que
11 ciertam ente, será deber del P astor sa­ observar todo lo arrib a indicado, sino
grado no sólo abstenerse de honrar que, además, habrá que d u d a r que el
con su presencia el mismo m atrim o­ nuevo m atrim onio no se conceda sino
nio, sino tam bién om itir las proclam as después que la causa del prim er m a­
y negar las letras dimisoriales. Es trim onio haya sido juzgada en juicio
vuestro deber, Venerables Hermanos, eclesiástico llevado según las norm as
avisar a los párrocos y debidamente de los cánones, por el que dicha unión
exigirles que se abstengan todo acto sea declarada inválida.
semejante. Puesto que el cura de almas
que obrase de otra m anera, sobre todo 6. E xhortación final. Esto es, Vene­
en las actuales circunstancias de Ba- rables Hermanos, lo que creíamos de­
viera, parecería, en cierto modo, ap ro ­ ber m anifestaros en el asunto que tra ­
bar con sus actos esos m atrim onios tamos. Mientras tanto, no dejamos de
ilícitos y fom entaría con sus obras solicitar de Dios Optimo, Máximo con
aquella libertad perniciosa para la sa­ fervorosas plegarias que os revista con
lud de las alm as y tam bién para la la virtud de lo alto a vosotros y a todo
causa de la fe. el clero de Baviera, y para que sim ul­
Después de esto apenas será nece­ táneam ente con ese pueblo fiel os p ro ­
sario añadir nada acerca de aquellos teja con su diestra y os defienda con
casos m ucho más graves de m atrim o­ su santo brazo. Y sea, testimonio del
nio entre católicos y herejes, en los gran afecto que sentimos en el Señor
que la parte acatólica tiene vivo toda­ hacia vosotros, la bendición apostólica
vía el anterior cónyuge, de quien se ha que con todo am or os im partim os, te ­
separado por divorcio. Conocéis, Ve­ niendo presente tam bién al clero y a
nerables H erm anos, la firm eza que el los fieles laicos de vuestras diócesis.
derecho divino confiere al vínculo m a­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
trim onial, el cual no puede ser roto bajo el anillo del Pescador, el día 27
por la autoridad hum ana. P o r lo cual de Mayo del año 1832, de Nuestro P o n ­
el m atrim onio m ixto en semejantes ca­ tificado el año segundo.
sos no sólo se h aría ilícitamente, sino
que sería del todo nulo y adulterino. GREGORIO PAPA XVI.
2

ENCICLICA “CUM PRIMUM AD AURES” (*>


(9-VII-1832)
A LOS OBISPOS DE POLONIA SOBRE LA AUTORIDAD DE LOS PRINCIPES
GREGORIO PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
143 1. Preocupación por la situación de vuestra grey, con toda energía y cuida­
II sus estados y nueva Encíclica. Cuan­ do, la causa de los males pasados.
do llegó a Nuestros oídos el rum or de 2. Un frente de oposición. En esto
las terribles calam idades que en el año ciertam ente debéis poner viva aten­
pasado afligieron gravem ente a ese rei­ ción y toda diligencia y vigilar m ucho
no tan floreciente, se Nos hizo saber, para que hom bres dolorosos y propaga­
al mismo tiempo, que su verdadero dores de novedades, no prosigan dise­
origen estaba en fabricantes de em bus­ m inando entre vuestra grey doctrinas
tes y m entiras, quienes, so capa de re ­ erróneas y dogmas falsos y con el p re­
ligión, en estos lam entables tiempos
texto del bien público, de que suelen
nuestros, levantando cabeza contra la
legítim a potestad de los Príncipes, h a ­ valerse, abusen de la credulidad de los
bían llenado de tristísim o llanto su p a­ otros que son m ás simples y menos
tria, desligada de todo vínculo de legí­ cautos, hasta tenerlos, sin pensarlo
tim a sujeción. Nos, postrados a los pies ellos, como ciegos m inistros y fautores
de Ntro. Señor, al cual representam os para tu rb ar la paz de la sociedad y
en la tierra, aunque sin m erecerlo, con trasto rn ar el orden. P ara utilidad y
abundantes lágrim as lloram os los males enseñanza de los fieles, hay que poner
penosísimos que afligen a N uestra soli­ claram ente de manifiesto el fraude de
citud y a N uestra pequeñez. Y en la h u ­ estos seudo-doctores y refutar con
m ildad de Nuestro corazón, con ardien­ energía sus falaces conceptos, basán­
te afecto procuram os aplacar al Padre dose en la doctrina inconcusa e in a­
de las m isericordias con preces, suspi­ pelable de la Sda. E scritura y en los
ros y gemidos, pidiéndole que Nos fuera documentos evidentes de la venerable
dado ver pronto restituidos a la paz y a Tradición eclesiástica. En estas fuen­
la obediencia a la autoridad legítima, tes purísim as (de las cuales el clero
esas provincias desgarradas por tantas católico debe sacar la norm a para go­
y tan crueles disensiones. Después de bernar su vida y las orientaciones que
esto, Venerables Herm anos, decidimos habrán de dar al pueblo en su predica­
enviaros en seguida una carta encíclica ción), clarísim am ente se nos enseña
para com unicaros que tam bién a Nos­ que/ la obediencia que los hom bres de­
otros aflige el peso de vuestros males, a ben prestar a las potestades constitui­
fin de que, consolada y fortalecida así das por Dios es un precepto absoluto
vuestra solicitud pastoral, os ocupéis con
al que nadie puede contradecir, a no
celo siempre nuevo y cada vez m ás a r­
ser que m anden algo contrario a las
diente en defender las doctrinas más o r­
todoxas y en persuadirlas e inculcarlas leyes de Dios y de la Iglesia. Toda
a vuestro queridísim o clero y pueblo. alma (dice el Apóstol) esté sujeta a las
Pero habiendo recibido la noticia de supremas potestades. Pues no hay po­
que esa carta no llegó a vuestras manos, der sino de Dios; todas las cosas exis­
a causa de las difíciles circunstancias, tentes han sido ordenadas por Dios.
en el m om ento actual, pacificadas y Por lo tanto quien resiste al poder, re­
tranquilizadas las cosas por la gracia de siste a la voluntad de Dios... De consi­
Dios, de nuevo os abrim os Nuestro co­ guiente es necesario que les estéis su­
144 razón, Venerables H erm anos, ex h o rtan ­ jetos no sólo por temor del castigo, si­
I do con todas N uestras fuerzas en el Se­ no también por la concienciaH). De la
ñor vuestro celo y solicitud a a p a rta r de mism a m anera enseña S an P edro
A*') Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, I, p. 143-144. Traduc. espec. corregida para la 2?
edición (Facultad de Teología del Colegio Máximo). Las cifras marginales indican las páginas y co­
lumnas (I^ y II?) del texto original latino de Bernasconi. (P. H.)
(1) Rom. 13, 1-3. (2) I Petr. 2, 13.
— 35 —
36 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) 2, 3
que todos los fieles estén sujetos a toda ardoroso en defender y propagar los
criatu ra hum ana por Dios, sea al rey, preceptos de la m ás sana doctrina so­
como a depositario del poder, sea a bre la obediencia que los súbditos de­
los gobernadores como a sus delegados, ben prestar a su legítimo Príncipe,
porque dice ésta es la voluntad de Dios solamente os lo dijimos para m anifes­
que haciendo el bien hagáis enmude­ taros Nuestro afecto y el deseo de que
cer la ignorancia de los hombres im­ todos los varones eclesiásticos de ese
prudentes. Nos consta que los antiguos reino brillen de tal m anera en la p u ­
cristianos guardando estas am onesta­ reza de la doctrina, en el esplendor
ciones, aun durante el fu ro r de las p er­ de la prudencia y santidad de la vida,
secuciones, se hicieron acreedores al que aparezcan irreprensibles a los ojos
reconocimiento de los Em peradores y al juicio de todos. De esta m anera
rom anos y protegieron la incolum idad todo sucederá prósperam ente, según lo
del Imperio. Los soldados cristianos, esperamos y anhelamos.
dice S a n A g u s t í n , sirvieron al Empe­ 3. Conclusión y exhortación. Vuestro
rador infiel: pero cuando se tocaba la poderoso E m perador se os m ostrará
causa de Cristo, no reconocían sino a benigno y siempre recibirá con ecuani­
aquel que estaba en los cielos. Distin­ m idad Nuestros buenos oficios, — que
guían al Señor eterno del señor tem­ ciertam ente no dejarem os de interpo­
poral, y sin embargo se sometían por ner— , y Nuestras peticiones para bien
el Señor eterno, también al señor tem­ de la Religión Católica profesada por
poral^. ese reino, y a la cual prom etió no ne­
Bien sabéis, Venerables Hermanos, gar nunca su patrocinio. Los sabios
que esta fue la doctrina constante de que verdaderam ente son tales, os hon­
los Santos Padres y la que siempre rarán con merecidas alabanzas y los
enseñó y enseña la Iglesia Católica. enemigos se avergonzarán no tenien­
Form ados en ella, los prim eros cristia­ do nada malo que decir de nosotros.
nos vivieron y se com portaron de tal Mientras tanto, elevando al cielo Nues­
m anera, que las legiones cristianas tras manos, rogamos a Dios por vos­
nunca se deshonraron con la cobardía otros, para que cada día enriquezca y
V la traición que m anchó a los ejérci­ colme más y más a cada uno con la
tos paganos. A este propósito dice t e r ­ abundancia de las celestiales virtudes.
: Se nos atribuye el crimen de
t u l ia n o ^ Y, teniéndoos siempre en el corazón,
lesa majestad imperial; sin embargo, os exhortam os a colm ar Nuestra ale­
nunca pudieron encontrarse entre los gría, pensando todos de la mism a m a­
cristianos, Albianos, Nigrianos o Ca­ nera, unidos por la m ism a caridad, y
sianos. Pero los mismos que juraran sintiendo unánim em ente lo mismo;
hasta la víspera por los genios de los predicad todos lo que es conform e a
emperadores, los mismos que ofrecie­ la sana doctrina; palabras rectas, irre­
ran sacrificios por su bienestar y con­ prensibles; custodiad lo que se os ha
denaran tantas veces a los cristianos, confiado; perm aneced en un solo espí­
demostraron luego ser enemigos de los ritu, colaborando unánim es con la fe
emperadores. El cristiano no es ene­ del Evangelio. Rogad, en fin, sin cesar
migo de nadie, ni siquiera del empe­ a Dios por Nosotros, que, en prenda
rador; sabiendo que es su Dios quien de Nuestro paternal amor, os im parti­
lo ha constituido en el poder, no puede mos a vosotros y a toda la grey enco­
menos de amarlo, reverenciarlo, hon- m endada a vuestros cuidados la Apos­
_ rarlo y desearle todo bien. Os deci­ tólica Bendición.
mos estas cosas, Venerables H erm a­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
nos, no porque pensemos que os sean en 9 de Julio de 1832, año segundo de
desconocidas o porque tem amos que Nuestro Pontificado.
no os ocupéis con celo suficientemente *37 GREGORIO PAPA XVI.
(3) S. Agustín, Enarr. in Ps. 124, 7 (Migne PL. (4) Ver Tertull. Apolog. Adv. H a s r e s Cap. 35,
37, col. 1654). 457 (Migne PL. 1, col. 519).
J3
EPISTOLA ENCICLICA “MIRARI VOS ARBITRAMUR” <•>
(15-VIII-1832)
SOBRE LOS MALES DE SU TIEMPO Y SUS REMEDIOS
GREGORIO PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
169 1. Causas del retardo en la publiea- otorgada por autoridad divina, tan
I ción de esta Primera Encíclica: Los grande obstinación de los hombres, cu­
males presentes. Juzgam os que os ad ­ yo furor desenfrenado se veía incre­
m irará de que, desde el día en que se m entarse más bien que suavizarse con
impuso a Nuestra H um ildad el cuidado la larga im punidad y la indulgencia de
169 de la Iglesia Universal, Nos aú n no ha- nuestra m agnánim a benignidad, con la
II yam os dirigido ninguna carta, como lo cual, como de ello podéis perfectam en­
pedían no solo la costum bre introdu­ te deducir, cada día se hacían m ás pe­
cida en los prim eros tiempos, sino tam ­ sados nuestros cuidados cotidianos.
bién n uestra benevolencia hacia vos­ 2. La Sma. Virgen es la celestial pa-
otros. E n verdad. Nuestro m ayor deseo trona de la presente carta. Con todo,
era abriros en seguida Nuestro corazón habiendo tom ado posesión del P onti­
y , en la com unicación íntim a de espíritu ficado en la Basílica Lateranense (lo
hablaros con aquella voz, con que que habíam os diferido por las mismas
en la persona del bienaventurado P e ­ causas arriba expuestas) según la cos­
d r o se nos mandó confirmar a Nues­
tum bre e institución de nuestros m a­
tros Hermanos(1). Pero conocéis p er­ yores, dejada al fin toda demora, Nos
fectam ente por qué tem pestad de m a­
les y pesadum bres fuimos a rra stra ­ apresuram os, Venerables Hermanos, a
dos repentinam ente en los principios dirigiros esta carta, testimonio de
de Nuestro Pontificado a m ares tan N uestra bondad para con vosotros, en
profundos que, si la diestra de Dios un día tan fausto como hoy, en que
no Nos hubiera fortalecido, tuvierais celebramos la fiesta solemne de la glo­
que habernos llorado, hundidos por la riosa Asunción a los cielos de la Santí­
abom inable conspiración de los im ­ sima Virgen, para que aquella misma
píos. El ánimo rehuye despertar de a quien tuvimos por Patrona y Salva­
nuevo, con el tristísim o recuerdo de dora de las más grandes calamidades,
tantos peligros, las tristezas allí origi­ Nos asista propicia al escribiros ahora
nadas; m ás bien bendecimos al Padre y con su inspiración celestial Nos su­
de toda consolación que, dispersando giera los consejos que resulten más sa­
a los enemigos, Nos salvó del peligro ludables para la grey cristiana.
inm inente, y apaciguada la turb u len­ 3. Confianza en los Pastores de la
tísim a tem pestad, Nos alivió de Nues­ Iglesia. Afligidos, en verdad, y con el
tros temores. Nos propusim os al punto ánimo embargado por la tristeza Nos
com unicaros algunos consejos p ara sa­ dirigimos a vosotros, sabiendo que por
n ar las heridas de Israel; pero Nos vuestro am or a la Religión estáis muy
abrum ó una ingente mole de cuidados preocupados por la dificultad tan gran­
al atender el arreglo de la restitución de de los tiempos en que Nos encon­
del orden público, y Nos im puso en­ tram os. Porque con razón pudiéram os
tonces u n a dilación de nuestro deseo. decir que ésta es la hora de las tinie­
E ntre tanto una nueva causa de si­ blas, para cribar, como trigo, a los h i­
lencio sobrevino por la insolencia de jos de la elección(3). La tierra está
los im píos que intentaron levantar de desolada y marchita... profanada por
nuevo la bandera de la traición. De­ sus moradores, porque quebrantaron
bimos al fin, aunque con ingente do­ las leyes, alteraron el derecho, rom­
lor, refrenar con la vara^2\ a Nos pieron la alianza eterna
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, I, 169-174. Traduc. espec. corregida para la 2?
edición. En “Codicis Iur. Can Fontes” Card. Gasparri, Roma, 1928, tomo II, pág. 744-752 se volvió a
reproducir el texto original (latín). Las cifras marginales indican las pág. y columnas del texto ori­
ginal latino de Bernasconi (P. H.).
0 ) Lucas 22, 32. C3) Lucas 22, 53.
(2) I Cormt. 4, 21. — 37 — (4) Isaías 24, 4-5.
,38 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) 3, 4-7
4. Rebelión del espíritu del m al con­ piración de aquellas sociedades en las
tra todo lo bueno. H ablam os, V enera­ cuales todo cuanto hay de sacrilego, de
bles Herm anos, de cosas que contem ­ infam e y de blasfemo en las herejías y
pláis con vuestros propios ojos, y que en las sectas más criminales, ha desem­
lloram os todos con las m ism as lágri­ bocado como en una sentina, ju n ta ­
mas. Se alegran la industriosa maldad, m ente con la concreción de todas las
la ciencia insolente, la disoluta licen­ bajezas.
cia; se desprecia la santidad de las 6. La oración, el trab ajo constante,
cosas sagradas y se condena la m ajes­ la unión son las arm as de la Iglesia.
tad del culto divino que posee un a Estas cosas, Venerables Hermanos, y
poderosa fuerza y entraña una gran otras m uchas y quizá aun m ás graves,
necesidad, y los hom bres m alvados la las que sería largo enum erar al pre­
condenan, la m ancillan y la escarne­ sente, y que vosotros conocéis perfec­
cen. De aquí que la sana doctrina se tamente, Nos obligan a sumirnos en el
corrom pa, y se difunda audazm ente dolor, realm ente acerbo y prolongado,
todo género de errores. No las leyes a Nos, digo, que, constituidos en la Cá­
sagradas, ni los derechos, ni las insti­ tedra del príncipe de los apóstoles, he­
tuciones, ni las m ás santas ciencias mos de consum irnos antes que nadie
están a salvo de la osadía de los que por el celo de la universal casa de
hablan maldades... Se com bate con su­ Dios. Pero como Nos sabemos coloca­
mo encarnizam iento a esta Nuestra dos en un puesto en que no basta so­
Sede R om ana de P edro en la cual Se­ lam ente lam entar estos innum erables
de puso Cristo el fundam ento de la males, sino en que debemos esforzar­
Iglesia; los vínculos de la unidad día nos en arrancarlos según nuestras
a día se debilitan m ás y se rom pen. fuerzas, acudimos en ayuda de vues­
5. Se niega toda au to rid ad y toda tra fe e invocamos vuestra solicitud
obediencia a la Iglesia. - Las sectas por la salud de la grey católica, Vene­
secretas. Se ataca la auto rid ad divina rables Herm anos, cuya virtud, religión
de la Iglesia, y destruidos sus derechos y singular prudencia son conocidas y
se la somete a razones terrenas; con cuya diligente asiduidad Nos infunde
sum a in juria la entregan al odio de los ánimo y Nos sustenta con gratísimo
pueblos, reduciéndola a ignominiosa consuelo, afligidos como estamos por
servidum bre. La obediencia, debida a la dificultad tan grande de la situa­
los Obispos se infringe y los derechos ción. Porque a Nos incumbe levantar
de éstos se conculcan. Resuenan, de la voz y probarlo todo para que el
un m odo horrendo, las academias y jabalí de la selva no destruya la viña,
colegios con nuevas opiniones m ons­ ni el lobo destroce la grey; Nuestro
truosas, con las cuales no ya oculta­ oficio es conducir las ovejas solamente
m ente y en secreto se ataca a la fe a aquellos pastos que les sean saluda­
católica, sino que abiertam ente y aho­ bles y, ni por asomo, perniciosos. Ni
ra y a todas luces se le hace una es­ pensar queremos, am adísim os H erm a­
pantosa y nefasta guerra. Porque, co­ nos, ni pensar que, cuando tan grandes
rrom pidas las alm as de los adolescen­ males asedian la grey, tantos peligros
tes con las enseñanzas y el ejemplo de se ciernen sobre ella puedan faltar los
sus maestros, h an cundido un ingente pastores a su oficio, y sacudidos por el
daño religioso y u na tristísim a perver­ temor, abandonen las ovejas, o dejado
sidad m oral. Además, abandonado con el cuidado de la grey, se entorpezcan
esto el freno de la santísim a religión, con el ocio y la desidia. Por esto, tra ­
con la cual solamente pueden subsis­ bajemos en unidad de espíritu por
tir los reinos y afirm arse la fuerza y Nuestra causa común, o m ejor dicho,
solidez del poder, vemos aum entar la por la causa de Dios contra los ene­
ruin a del orden público, la decadencia migos comunes haya un común esfuer­
del gobierno y la destrucción de toda zo de todos y una sola vigilancia por
legítim a potestad. Y ciertam ente, este la salud de todo el pueblo.
cúm ulo tan grande de calam idades se 7. Ser fieles a la tradición de la Igle­
debe atrib u ir en prim er lugar a la cons­ sia. - D esconfiar del espíritu de nove-
3, 8-10 E n c íc l ic a “ M ir a r i V o s ” 39

dad. Pues bien, haréis esto de u n modo unirse fidelísimamente a la Cátedra de


excelente si, según lo pide la razón de Pedro, custodiar santa y religiosamente
vuestro oficio, cuidáis de vosotros y de el depósito de la fe, y pastorear y ali­
la doctrina, considerando asiduam ente m entar en cuanto de él dependa, la
aquello que la Iglesia es batida de toda grey de Dios, los presbíteros han de
novedad(5)6789, y el consejo del P apa S an estar sujetos a los Obispos, a quienes 171
A gatón : en nada disminuir ni cambiar deben recibir como padres de su alma 1
nada, nada añadir a aquellas cosas que según la expresión de Jerónimo U°). y no
han sido debidamente definidas sino olviden nunca que les está prohibido,
j custodiarlas incólumes en las palabras aun por los antiguos cánones, hacer
| y en su significación^ . Con esto queda­ cualquier cosa en el m inisterio ya reci­
rá inconm ovible en pie aquella sólida bido, y arrogarse el cargo de enseñar y
unidad que se encierra en esta cátedra predicar sin sentencia del Obispo, a cu­
de S an P edro como en su fundam ento, ya fidelidad está confiado el pueblo, y
para que allí mismo de donde dim anan del cual se exigirá cuenta de las al-
los derechos a todas las Iglesias de la Por último, téngase firm em ente
veneranda comunión, encuentren éstas por cierto, que todos aquellos que al­
el baluarte y la seguridad, un puerto li­ guna cosa m aquinan contra este orden
bre de tem pestades, y un tesoro de in ­ preestablecido, p ertu rb an fundam en­
num erables bienes Así pues, p ara re­ talm ente en cuanto de ellos depende
chazar la audacia de aquellos que p ro ­ el estado de la Iglesia.
curan atropellar los derechos de esta 9. La doctrina de la Iglesia no p e r­
Santa Sede o suprim ir la unión de los m ite críticas. Sería adem ás ilícito y
fieles con ella, unión que es p ara la Igle­ com pletam ente ajeno de aquella vene­
sia el sostén y la vida, inculcad una
ración con que deben recibirse las leyes
grandísim a fe en esta Santa Sede y un
de la Iglesia desaprobar con necio p ru ­
sentim iento de sincera veneración, cla­
m ando con S an Cipriano : falsamente rito de opinar, la disciplina por ella
confía estar en la Iglesia aquel que sancionada, en que descansa la adm i­
abandona la cátedra de Pedro, sobre la nistración de las cosas sagradas, la n o r­
cual está fundada la Iglesia^. m a de las costumbres y el orden de los
derechos de la Iglesia y de sus m inis­
8. F idelidad de los Obispos al Sumo tros, o tildar esta disciplina de contra­
P ontífice y de los P resbíteros a los ria a ciertos principios del derecho n a ­
Obispos. E n esto, pues, habéis de tr a ­ tural, o juzgarla como incom pleta e
b ajar asiduam ente, y vigilar p ara que se im perfecta y sujeta a la autoridad civil.
conserve el depósito de la fe en medio
de una conspiración que lam entam os, 10. L a Iglesia, institución divina, no
como que está dirigida a dilapidar y requiere nunca restauración, ni rege­
destruir aquel mismo depósito. Recuer­ neración. Dado que consta por otra
den todos que el juicio sobre la sana parte, según los Padres del Tridentino,
doctrina con que los pueblos deben ali­ que la Iglesia fue instruida por Cristo
m entarse y el régimen y la adm inistra­ Jesús y sus apóstoles y es enseñada por
ción de la Iglesia Universal pertenecen el Espíritu Santo quien siempre le ins­
al Romano Pontífice, a quien Cristo pira toda verdad(8*12\ es com pletam en­
Señor entregó la plena potestad de n u ­ te absurdo y, especialmente injurioso
trir, regir y gobernar la Iglesia U niver­ insistir en una restauración y regene­
sal, como claram ente lo declararon los ración como necesaria para proveer
padres del Concilio F lorentino In ­ su incolum idad y su increm ento, co­
cumbe por otra parte a cada Obispo mo si ella pudiera considerarse como
(5) S . C e l e s t i n o P a p a , Epist. 21 a los Obispos Labb.tomo 18, col. 527, edit. Venet; ver también
de Galia, c. II (Migne PL. 50, col. 530-B). Mansi Coll. Conc. 31-B, col. 1666-1671).
(6) S . A g a t ó n , Epit. a d a u g . I m p e r a t . en Labb. (10) S . J e r ó n i m o , Ep. 2, a Nepot., a. 1, 24
t. II, 235, ed. Mansi; (Migne, PL. 87, col. 1164-D).(Migne PL. 22, epist. 52, 7, col. 533 n. 262).
(7) S . I n o c e n c i o , P a p a Ep. II en Coust. (Migne, (11) De los cánones. Ep. 38 (en Labb. tomo I,
20, col. 469). p . 38, edit. Mansi).
(8) S . C i p r i a n o . De unitate Eccles. IV (Migne, (1) Juan 14. 26; Conc. Trident., sesión 13 de-
PL. 4, col. 516-A). cret. de Eucarist., proemio. (Enchir. Symb. Denz.-
(9) Concilio Florentino, sesión 25 en definit (en Umberg 873-a).
40 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) 3, 10-13
expuesta a defecto, obscurecimiento u más, nuestras com unes preocupaciones
otros defectos por el estilo. Con este el honorable m atrim onio de los cristia­
conato intentan los reform adores poner nos, que P ablo llam ó gran sacramento
los fundamentos de una nueva institu­ en Cristo y la Iglesia134(15), a fin de que no
ción humana y hacer efectivo, lo que se opine m enos rectamente, o se deje o
condenó Cipriano , a saber que la Igle­ procure introducir opiniones, contrarias
sia, que es cosa divina, se vuelva hu- a su santidad y su vínculo indisoluble.
mana(ls\ Consideren los que revuelven Nuestro predecesor Pío VIII de feliz
en su m ente tales ideas que, según el m em oria ya lo había grandem ente en­
testimonio de S. L eón , sólo al Romano comendado en sus cartas a vosotros (15a>.
Pontífice se confió la adm inistración de Sin embargo aum entan aún las m a­
los cánones, y sólo a él y no a ningún quinaciones contra el m atrim onio.
hom bre particular compete decretar to­ Débese pues, enseñar diligentemente
do lo referente a las reglas de las san­ al pueblo que el m atrim onio, una vez
ciones paternas, y así, como escribe S. legítimamente contraído, ya no puede
Gelasio, promulgar los decretos de los disolverse, y que Dios ha constituido a
cánones, y medir los preceptos de los los esposos en sociedad perpetua, para
antecesores, para que, después de dili­ toda la vida, uniéndolos con un vínculo
que no puede disolverse sino con la
gente consideración, se templen aque­ m uerte. Recordando que el m atrim onio
llas cosas que la necesidad de los tiem­ pertenece a las cosas sagradas y que,
pos pide se atenúen para la restaura­ por lo mismo, está sujeto a la Iglesia,
ción de las Iglesias^ . tengan ante los ojos las leyes estable­
cidas por la m ism a Iglesia, y obedéz-
11. D efensa del celibato eclesiástico.
canlas santa y exactamente. De su ad­
Aquí queremos que quede viva vuestra m inistración depende del todo la vali­
constancia por defender la religión con­ dez, fuerza y recta unión del m atrim o­
tra una torpísim a conjuración que tiene nio. Tengan cuidado de no adm itir de
por blanco el celibato clerical, la cual, m anera alguna, nada que se oponga a
como sabéis, se propaga cada día más, las prescripciones de los sagrados cá­
y en que colaboran con los extraviados nones y a los decretos de los concilios.
filósofos de nuestros tiempos, tam bién Bien sabedores que term inarán desafor­
algunos m iem bros del mismo orden tunados aquellos m atrim onios que se
eclesiástico, los cuales, olvidados de sus contraigan contraviniendo la disciplina
personas y de sus cargos, y arrebatados de la Iglesia, o sin la bendición previa
por las incitaciones de la sensualidad, de Dios, o sólo por la pasión de la con­
llegaron a tal licencia que en algunos cupiscencia, sin que los esposos piensen
lugares se atrevieron a elevar púbUcas en el sacram ento y en los misterios que
y reiteradas súplicas a los príncipes el m atrim onio encierra.
p a ra poder in frin g ir aquella santísim a
13.El indiferentism o. - Su condena­
disciplina. P ero Nos disgusta distraeros
ción. Expondrem os ahora otro origen
en u n a larga relación de estos torpísi­
mos conatos, y m ás bien encom enda­ m uy prolífico de los males que con
mos confiadam ente a vuestra piedad el dolor sentimos afligir a la Iglesia; Nos
que procuréis con todo em peño custo­ referim os al indiferentismo, o sea aque­
d ia r inviolable y sin m enoscabo esta lla perversa opinión, que se ha p ropa­
ley im portantísim a contra la cual se di­ gado am plísim am ente por engaño de
rigen, de todos lados, las arm as de los los malvados, según la cual/puede el
lascivos, y que la vindiquéis y defen­ alm a conseguir la salud eterna profe­
dáis, como lo m an d an los sagrados cá­ sando cualquier creencia, con tal que
nones. las costumbres se ajusten a la norm a
de lo recto y honesto.. Pero fácilmente
12. Santidad del m atrim onio cristia­ expulsaréis de los pueblos, confiados a
no. - Su indisolubilidad. Suscita, ade­ vuestros desvelos, este error perniciosí-
(13) S. Cipriano, epist. 52, edit. Baluz (Migne,
PL. 3, col. 815-B; ver 4, col. 365). (15a) Pío MUI, Carta Apost. Litteris altero, 25-
(14) S. Gelasio, Papa, epist. a los Obispos de III-1830, al arzobipo de Colonia y los obispos de
Lucarna (Migne, PL. 59, epist. 9, col. 48-C). Tréveris, Monasterio y Paderborn (Iur. Can. Fon-
(15) Hebr. 13, 4. tes, Card. Gasparri, Boma 1928, tomo II, 733-736).
3, 14-15 E n c íc l ic a “ M ir a r i V o s ” 41
simo, tratándose de una cosa tan clara langostas que invadieron la am plitud de
y com pletam ente evidente. Habiendo la tierra. Porque de allí nacen la tu rb a­
recordado el apóstol que uno es Dios, ción de los ánimos, la corrupción de
una la je y uno el bautismo^1Q\ tiem ­ los jóvenes; de allí, se infiltra en el
blen los que pretenden que en cual­ pueblo el desprecio de las cosas santas
quiera religión hay un cam ino abierto y de las leyes más sagradas; de allí, en
hacia el puerto de la bienaventuranza, un a palabra, para la república, la peste
y m editen en su alm a las palabras del más grave que cualquiera otra: la expe­
Salvador que dicen que están contra riencia, ya desde la más rem ota an ti­
Cristo los que con Cristo no están^D güedad, lo ha com probado en las ciu­
y que desparram an, desafortunadam en­ dades que florecieron con las riquezas,
te, los que con El no cosechan, y que el im perio y la gloria y que cayeron con
por esto perecerán sin duda eterna­ sólo este mal, a saber: la libertad inm o­
mente los que no poseen la fe católica derada de las opiniones, la licencia de
y la conservan íntegra e inviolada^18*. los discursos, la avidez de lo nuevo.
Oigan a J e r ó n i m o , el cual n a rra que, 15. L a libertad de prensa. - Su refu ­
estando la Iglesia dividida en tres p a r­ tación. Aquí tiene su lugar aquella pé- |
tes, tenazm ente había exclamado, siem­ sima y nunca suficientemente execrada
pre que alguien lo quería llevar a su y detestada libertad de prensa para la
propio partido: Si alguno se une a la difusión de cualesquiera escritos; liber­
Cátedra de Pedro, ése es mío^19K tad que con tanto clam or se atreven
P or otra parte, falsam ente alguien algunos a pedir y prom over. Nos h o ­
acariciaría la idea de que le basta con rrorizam os, Venerables Hermanos, al
estar regenerado por el bautism o, pues contem plar con qué m onstruos de doc­
oportunam ente le respondería A g u s t í n : trinas, o m ejor, por qué m onstruos de
El sarmiento que está separado déla vid errores nos vemos sepultados, con qué
tiene la misma forma; pero ¿qué le profusión se difunden por doquiera es­
aprovecha la forma si no vive de la tos errores en innum erable cantidad de
raíz?('20K libros, folletos y escritos, pequeños
14. La libertad de conciencia. - Susciertam ente por su volumen, pero enor­
m alas consecuencias. De esta c o rru p ­ mes por su malicia, de los que se d erra­
tísim a fuente del indiferentismo brota ma sobre la faz de la tierra aquella
aquella absurda y errónea sentencia, o maldición que lloramos. Por desgracia,
más bien delirio, de que se debe afir­ hay quienes son llevados a un descaro
m ar y vindicar p ara cada uno la abso­ tal, que afirm an belicosam ente que esta
luta libertad de conciencia. Abre cam i­ avalancha de errores nacida de la li­
no a este pestilente error aquella plena bertad de prensa se com pensa sobra­
e inm oderada libertad de opinión que dam ente con algún libro que se edite
p ara daño de lo sagrado y profano está en medio de ésta tan grande tem pestad
tan difundida repitiendo algunos inso­ de perversidades, p ara defender la Re­
lentes que aquella libertad de concien­ ligión y la verdad. Ilícito sin duda es, y
cia reporta provecho a la religión. Pero, condenado por todo derecho, causar de
¡qué muerte peor hay para el alma que propósito un m al cierto y m ayor para
la libertad del error!, decía ya S. A g u s - que haya una esperanza que de allí re ­
t ín (2D. Porque ciertam ente quitado to­ sulte algún bien. ¿Acaso dirá un hom ­
do freno que retiene a los hom bres en bre sano que se debe esparcir libre­
la senda de la verdad, y abalanzándose m ente el veneno, venderlo y distrib u ir­
ya su naturaleza hacia el mal, con ver­ lo públicam ente y aun beberlo, porque
dad decimos que está abierto el pozo del hay cierto antídoto que de vez en cuan­
abismo(22> del cual vio subir S a n J u a n do arre b a ta de la m uerte a los que se
el hum o que oscureció el sol y salir las envenenaron?
(16) Efesios 4, 5. (20) S. Agustín, Psalmus contra partem Do-
(17) Lucas 11, 23. nati o Salmo abecedario, letra S (Migne, PL. 43,
col 50, rengl. 29-31).
(18) Símbolo Atanasiano. (21) San Agustín, epist. 166 cap. II (Migne, PL,
(19) S. Jerónimo, epist. 57, 2 (Migne PL. 22, 33, Epist. 105, 10, col. 400).
epist. 15, col. 355). (22) Apoc. 9, 3.
42 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) 3, 16-18
16. Doctrina de la Iglesia acerca de a la Iglesia el derecho de decretarla y
la libertad de prensa. - El índice de tenerla.
libros prohibidos. Muy diversa fue la 17. La desobediencia a las autorida­
disciplina de la Iglesia; extirpaba la des legítimas, sobre todo eclesiásticas.
peste de los malos libros, aun desde el Sabiendo por escritos difundidos en las
tiem po de los apóstoles; leemos que m asas que se propagan ciertas doctri­
ellos quem aron públicam ente gran can­ nas orientadas a derrum bar la fe y la
tidad de libros(23)24*. sumisión, debidos a los príncipes y a
Basta leer las leyes dadas en el c o n ­ encender por todas partes las teas de
c il io L a t e r a n e n s e V sobre este asunto, la traición; debe tenerse muchísimo
y la constitución, publicada a continua­ cuidado a fin de que los pueblos, enga­
ción por L eón X, nuestro Predecesor ñados con tales doctrinas, no se ap a r­
de feliz m emoria, p ara que lo que se ten de los caminos del bien.
ha inventado saludablemente para el Adviertan todos que, según el após­
aumento de la fe y la propagación de tol, no hay potestad que no provenga
las buenas artes, no se convierta en lo de Dios; y las que hay, han sido esta­
contrario y engendre daño para la sa­ blecidas por Dios. Por lo cual quien
lud de los fieles de C r i s t o De esto resiste a la potestad, resiste a la orde­
se preocuparon tam bién m ucho los p a­ nación de Dios, y los que resisten, ellos
dres del T r i d e n t i n o los que aplicaron mismos se acarrean la condenación^27^.
u n remedio a este m al tan grande, con P or lo cual, los derechos divinos ju n ta­
el m uy saludable decreto de com poner m ente con los hum anos clam an contra
un índice de los libros que contuvieran aquellos que con m uy infames m aqui­
doctrinas erróneas (2)~L Hay que luchar naciones de traiciones y sediciones p ro ­
denodadamente, dice Nuestro prede­ curan apartarse de la fidelidad a los
cesor c l e m e n t e XIII, de feliz m em o­ príncipes y derrocarlos del poder.
ria, en su carta encíclica sobre la Y consta que por la razón aducida,
prohibición de libros dañinos, hay que para no m ancharse con tanta bajeza,
luchar tan denodadamente, cuanto lo los antiguos cristianos, aun en medio
pida la cosa misma, y hay que extermi­ de las persecuciones, m erecieron gran­
nar en cuanto se pueda la peste mortí­ demente de los em peradores y de la
fera de tanto libro impío, porque nun­ incolum idad del im perio; lo dem ostra­
ca se quitará el error, si los elementos ron am pliam ente no sólo por la fideli­
criminales no perecen quemados en las dad en el cum plim iento exacto y pronto
llamas(26K De esta constante solicitud de lo que se les m andaba (con tal que
en todas las épocas con que siempre no fuera en desmedro de la religión),
esta Santa Sede Apostólica se ha esfor­ sino también por la constancia y aun
zado en condenar los libros sospechosos por el derramamiento de la sangre en
y dañinos y arrancarlos de las m anos las batallas. Los soldados cristianos,
de los hom bres, aparece clarísim am ente dice S. Agustín , sirvieron al emperador
en qué grado sea falsa, tem eraria y le­ infiel; cuando se trataba de la causa de
siva p ara la m ism a Sede Apostólica, y Cristo, no reconocían sino a Aquel, que
fecunda en males ingentes p ara el pue­ estaba en los cielos. Distinguían al Se­
blo cristiano, la doctrina de aquellos ñor eterno del señor temporal, y con
que no sólo rechazan la censura de los todo estaban sujetos aun al señor tem­
libros como dem asiado grave y onerosa, poral por causa del Señor eterno(28L
sino que tam bién llegan a la osadía de 18. Los mártires dan el verdadero
declararla contraria a los principios ejemplo de obediencia. E sta doctrina
rectos del derecho y se atreven a negar tenía ante los ojos el invicto m ártir S an
(23) Act. 19, 19. (25) Concil. Trident. sesiones 18 y 25.
(24) Acta Concil. Lateran. V (1512-1517), sesión (26) Clemente XIII, Carta Encíclica Christianx
X en que se reproduce la Constit. de León X, reipublicx § 2, 25-XI-1766 (Iur. Can. Fontes,
“Inter sollicitudines” , 4-V-1515, (Fontes I, 115-116; Gasparri, Roma 1928, tomo II, 610).
Mansi Coll. Conc. 32, 912-913) y “Exsurge Domine“
15-VI-1520, § 5 (Fontes, I, 134; Mansi 32, 1054-D); (27) Romanos 13, 2.
ver también Alejandro VI, Constit. “Inter m ultí­ (28) S. Agustín, Ennarrat. in Psal. 124 n. 7
plices” en que se halla mucho concerniente a esto. (Migne PL. 37, col. 1654).
3, 19-22 E n c íc l ic a “ M ir a r i V o s ” 43
M a u r i c i o , capitán de la l e g ió n T e b a n a ,
santísimos de la Religión cristiana, con­
cuando, como refiere S a n E u q u e r i o (29) denan la detestable insolencia y maldad
respondió al em perador: Somos solda­ de aquellos, que ardiendo en abyecto y
dos tuyos, oh emperador, pero con to­ desenfrenado deseo de atrevida liber- 173
do, siervos de Dios como lo confesamos tad, ponen todo su empeño en d estruir 11
libremente..., y ahora, este destino de y arran car los derechos de los gobier­
la muerte no nos ha lanzado a la rebe­ nos, p ara atraer sobre los pueblos la
lión: mira, tenemos armas y no resis­ servidum bre so capa de libertad. A este
timos porque preferimos morir más fin conspiran sin duda las fantasías
bien que ser muertos en batalla. Y cier­ y los consejos de los W a l d e n s e s , B e -
tam ente esta fidelidad de los antiguos g u a r d o s , W ic l e f is t a s y otros sem ejan­
cristianos hacia sus príncipes b rillará tes hijos de B e l ia l , que fueron las heces
con luz tanto m ayor cuanto se consi­ y deshonra del género hum ano, y pol­
dere, con T e r t u l ia n o , que en ese tiem ­ lo tanto, con razón anatem atizam os ta n ­
po no les había faltado a los cristianos tas veces por esta Sede Apostólica. Y
la fuerza del núm ero y de las riquezas, ciertam ente, estos hom bres astutos tra ­
si hubiesen querido hacer el papel de bajan con L u t e r o gritando que son
enemigos declarados. Somos de ayer, libres de todo. P ara conseguir esto más
le dice al em perador, y llenamos el fácil y rápidam ente em prenden con
orbe y todo lo vuestro: ciudades, islas, m uchísim a audacia las cosas más m al­
pueblos, municipios, consejos, los mis­ vadas.
mos campamentos, las tribus, las decu­ 20. Concordia que debe reinar entre
rias, el palacio, el senado, el foro. Sólo el poder eclesiástico y civil. Tam poco
los templos os hemos dejado. ¿Habría podríam os predecir m ejores tiempos
alguna guerra a que — aunque desigua­ para la Religión y el gobierno como re ­
les en poder militar al enemigo— no sultado de las prom esas de aquellos que
estuviésemos prontos a entrar los que desean separar la Iglesia del Estado y
tan gustosamente nos dejamos despe­ rom per la m utua concordia del poder
dazar, si no fuese por nuestra doctrina civil con el sacerdocio. Porque consta
que nos enseña a preferir ser muertos sin duda que es tem ida por los desver­
antes que matar? Aun sin armas, sin gonzados am antes de la libertad aquella
rebelión, sólo por el descontento, el concordia que siempre fue venturosa y
odio, el abandono de vuestras ciudades saludable para lo sagrado y lo civil.
habríamos podido combatiros; pues si 21. Condenación de las asociaciones
nosotros, siendo una muchedumbre tan y asambleas que conspiran contra la
grande de hombres, nos apartáramos Iglesia. A las dem ás causas acerbísi­
de vosotros, yendo a algún rincón re­ m as que en el común peligro Nos p re­
tirado del orbe, todo vuestro gobierno ocupan y Nos angustian con un dolor
palidecería de vergüenza; al paralizarse especial, se han añadido ciertas asocia­
el tráfico, al ver el cuadro espantoso ciones y asambleas fijas.
del casi despoblado imperio, deberíais Estas, haciendo casi frente común
buscar a quienes dar órdenes y regir. con los secuaces de todas las religiones
Os quedarían más enemigos que ciuda­ falsas y todos los cultos, aparentan,
danos. Pues ahora el número de ene­ es cierto, tener respeto a la Religión,
migos que tenéis es menor que el de pero de hecho, con el deseo de novedad
ciudadanos por la multitud de cristia­ y de prom over en todas partes le revo­
nos <3°). lución, predican una libertad om ním o­
da, suscitan desórdenes en lo sagrado y
19. Estos ejemplos refutan las teo­ en lo civil y despedazan la autoridad
rías de los modernos libertarios. Estos más santa.
preclaros ejemplos de inconmovible su­ 22. Exhortación a ser diligentes en
jeción a los príncipes, ejemplos que la lucha contra estos males modernos.
nacían necesariam ente de los preceptos Lam entando ciertam ente estas cosas,
(29) S. Euquerio, [en Ruinart, Acta de los s. (30) Tertuliano, Apolog., cap. 37 (Migne PL., 1,
mártires: Los santos Mauricio y socios, n. IV;} col., 525-A).
(Migne PL. 50, col. 830-A).
44 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1832) 3, 23-25
pero confiando en Aquel que im pera a autoridad y tranquilidad todo lo que
los vientos y produce la tranquilidad, se trabaja por la salud de la Iglesia;
escribimos a vosotros, Venerables H er­ más aún, persuádanse de que deben
manos, p ara que arm ados con el escu­ estim ar m ás la causa de la fe que la
do de la fe os esforcéis en luchar con del poder tem poral y reflexionar sobre
energía en las batallas del Señor. A lo mucho que les im porta si, según la
vosotros incum be en especial defender expresión del P apa S. L e ó n , a su dia­
el m uro contra toda la soberbia que se dema se añade la corona de la fe reci­
levante contra la soberanía de Dios. bida de la mano del Señor. Puestos
Desenvainad la espada del espíritu, que como padres y tutores de los pueblos,
es la palabra de Dios, y reciban pan de les proporcionarán verdadero, constan­
vosotros, aquellos que tienen ham bre te, abundante sosiego y tranquilidad, si
de justicia. Persuadios p ara que seáis se preocupan ante todo de crue sea in ­
cultivadores diligentes de la viña del cólume la Religión y la piedad para con
Señor, procurad, ante todo, trab ajar Dios, que tiene escrito sobre su m anto
juntos p ara extirpar toda raíz de am ar­ y sobre su muslo: rey de reyes y Señor
gura del cam po cam biando la semilla de señores(33L
de los vicios por el alegre fruto de las
25. Invocación final a la Sma. Vir­
virtudes. Abrazando en prim er lugar
gen y a los Ss. Apóstoles Pedro y P a ­
con paternal afecto a los que se han
blo. P ara que todo esto suceda p ró s­
dedicado a las sagradas disciplinas y a
pera y felizmente, levantemos los ojos
los problem as filosóficos, aconsejadlos y las m anos a la Santísim a Virgen Ma­
y guardadlos, no sea que, fiados im p ru ­
ría; Ella sola, que constituye toda nues­
dentem ente en las solas fuerzas de su in ­ tra confianza, m ás aún todo el funda­
genio se aparten del sendero de la ver­ mento de nuestra esperanza, destruyó
dad p ara seguir el camino de los impíos. todas las herejías <34>. Que Ella con su
23. C onfiar ante todo en Dios. Re­ patrocinio implore resultados favora­
cuerden ellos que Dios es el guía de la bles para Nuestros cuidados, consejos y
sabiduría y el que corrige a los sa- actos, en medio de tan gran necesidad
bios(31\ y no puede suceder, que sin de la grey del Señor. Pidam os hum ilde­
Dios aprendam os a Dios quien por m ente esto mismo a P e d r o , príncipe de
el Verbo enseña a los hom bres a cono­ los apóstoles y a P a b l o s u coapóstol,
cer a Dios <3132*>. Es propio del hom bre que defendamos todos el m uro, para
soberbio, o m as bien necio, exam inar que no se ponga otro fundam ento di­
con balanzas hum anas los m isterios verso del que está puesto. Apoyados en
de la fe, que superan todo sentido, y esta venturosa esperanza, confiamos en
confiar en el razonam iento de nuestra que Jesucristo, autor y consum ador de
mente, que, por la condición de la n a ­ la fe, Nos consuele finalm ente a todos
turaleza hum ana, es débil y enferma. en las tribulaciones que tanto Nos han
24. Llam ado a los príncipes cristia­ acosado y como augurios del auxilio
nos p ara que colaboren con la Iglesia. divino, os damos de todo corazón a
P or lo demás, los príncipes, hijos nues­ vosotros, Venerables Hermanos, y a las
tros m uy amados en Cristo, favorezcan ovejas a vosotros confiadas, la Bendi­
con su ayuda y autoridad a estos nues­ ción Apostólica.
tros votos por la incolum idad de lo sa­ Dado en Roma, en Santa María la
grado y público. Consideren que ésta Mayor, el día 15 de agosto, fiesta de la
les ha sido dada no sólo p ara el gobier­ m ism a bienaventurada Virgen María,
no del m undo, sino sobre todo para la en el año del Señor de 1832, segundo
defensa de la Iglesia. Adviertan diligen­ de nuestro Pontificado.
tem ente que resulta en provecho de su GREGORIO PAPA XVI.
(31) Sabid. 1, 15. (33) Apocalip. 19, 16.
(32) S. Ireneo, Adv. haer Ub. IV, cap. 10 (Mi- (34) S. Bernardo, Sermón de la Octava de la
gne PG. 7-A, col. 1000). Asunción, BMV, n. 4 (Migne 183, col. 431-D).
ENCICLICA “QUO GRAVIORA EX NEFARIIS” <*>
(4-X-1833)

MANIFIESTA A LOS OBISPOS DE LA ALTA RENANIA SU PESAR


POR LAS CALAMIDADES QUE AMENAZAN A LA IGLESIA, A CAUSA
DE LA PRAGMATICA CONSTITUCION CIVIL DE OFFEMBURGO.

GREGORIO PP. XVI

Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

307 1. Las preocupaciones del Papa por el enorme escándalo de las innovacio­
1 la Pragmática Constitución civil, y la nes os exigió una respuesta lo más rá ­
negligencia en curar sus males. Cuan­ pida posible acerca del estado de esas
tos m ás graves sean los m ales que am e­ Iglesias, sea que estuviese acorde con
nazan a la Iglesia Católica por las m al­ sus deseos, para consolar su dolor, sea
vadas m aquinaciones de los adversa­ que, lo que no esperaba, les fuese ad­
rios, con ta n ta m ayor p ro n titu d deben versa, para que pudiese tom ar las m e­
esforzarse en contenerlas los Rom anos didas que reclam ase el deber del cargo
Pontífices a quienes, constituidos en la apostólico. Estas exhortaciones y suge­
Cátedra del Bienaventurado P e d r o , se rencias de tal Pontífice en u n asunto
les dio por divina determ inación la tan grave, os hubieran debido in citar e
suprem a potestad de apacentar, regir inflam ar cuanto incum bía a quienes,
y gobernar la m ism a Iglesia. Pío VIII, como abogados constituidos p ara de­
predecesor nuestro de feliz recorda­ fensa de la Iglesia, corresponde vigilar
ción, com prendiendo ciertam ente esto, atentam ente po r su protección. Pero lo
apenas supo con m áximo dolor que en que nunca pudo im aginar N uestro ce­
las regiones de la provincia de Rena- lebrado predecesor y lo que, si aún
nia se habían intentado audazm ente y viviese, lo hubiera turbado sin duda
no con vano conato, m uchas cosas m uy vehementemente, estaba reserva­
contra la doctrina de la m ism a Iglesia
do p ara que Nos causara dolor a Nos
y su divina autoridad y constitución,
que inm erecidam ente ocupam os su lu ­
en la carta que os dirigió el año 1830,
gar poco después de los hechos m en­
307 a fines del mes de junio, anim ó, ya que
las circunstancias lo exigían, vuestra cionados. C ontrariados y casi con re ­
pastoral solicitud a tu telar con todo pugnancia debimos, pero con todo no a
celo los derechos de la Iglesia y defen­ podem os d ejar de decir que las cosas
der la sana doctrina, de m anera que sucedieron en form a tan con traria a los
en modo alguno dudarais en m ostrar deseos de esta Santa Sede, la cual en­
a quienes fuese necesario cuán con­ teram ente ignora cuáles hayan sido
tra ria s eran a la razón y a la ju sti­ vuestras gestiones que cerca de esos
cia las m edidas perniciosas p a ra la Príncipes por la incolum idad de la Re­
Iglesia que ya se habían adoptado o ligión Católica habéis hecho y qué éxito
que estaban a punto de adoptarse, y hayáis logrado, que pasados tres años
procuraseis por lo tanto que fuesen aún espera los relatos detallados que
revocadas. Sum am ente preocupado por tan solícitam ente os encareció Pío VIII
(*) Acta Gregorii Pp. A. M. Bernasconi, I, 307-310. Traduc. espec. corregida para la 2* edición.
Las cifras marginales indican las pág. y columnas (I* y II*) del texto original latino en Bernasconi

— 45 —
46 E n c íc l ic a s d e l PP. Gr e g o r io XVI (1833) 4, 2

de in m ortal m em oria. Ni siquiera po­ de O f f e m b u r g o en sus deliberaciones


demos co n jetu rar que no habéis faltado acerca de la Religión! ¡Ojalá se hubiese
a las obligaciones de vuestro cargo por detenido dentro de los límites de aquella
el hecho de haberse aplicado desde en­ ciudad la pésima sedición de los refor­
tonces algún remedio saludable a las madores! Mas ya sabemos y con gran
heridas infligidas allí a la Iglesia, sien­ dolor lo recordam os que invadió casi
do así que por el contrario nos p ro ­ todas esas regiones y sobre todo la dió­
viene de allí u na causa de m ás acerbo cesis de R o t t e m b u r g o y que se exten­
dolor. Pues no sólo están en plenísim a dió tam bién fuera de la provincia ecle­
vigencia las cosas que fueron sancio­ siástica renana. No ignoráis, Venera­
nadas contrariando los convenios esta­ bles Hermanos, en qué principios erró­
blecidos entre esta Santa Sede y los neos se apoyen los hom bres m encio­
Príncipes federados, y la m ism a Igle­ nados y sus secuaces y qué origen ten ­
sia, violentam ente despojada de la li­ ga el apetito que los mueve a introdu­
bertad que Cristo le concedió, está so­ cir novedades en la Iglesia. No juzga­
m etida a una indigna servidumbre, si­ mos inútil el descubrir aquí algo de
no que tam bién, si bien no Nosotros, eso y explicarlo claram ente.
lo veis vosotros con vuestros propios
ojos, nuevas causas han hecho aún 2. Los innovadores y la doctrina y
más ruinosa la situación en esas regio­ disciplina de la Iglesia. H a prevalecido
nes. Del mismo conjunto de los cléri­ desde hace tiempo y am pliam ente se
gos se han levantado hom bres que h a ­ ha difundido por esas regiones la opi­
blan perversidades y que condenando nión falsísima, nacida del impío y ab ­
con sum a im prudencia según es cos­ surdo sistema de la indiferencia reli­
tum bre de los innovadores, aquella giosa, que afirm a que la Religión cris- ~J
ansiada regeneración y restauración, tiana puede ir perfeccionándose.^ Y •
enconándose tem erariam ente contra como los propugnadores de esta vana^
esta Santa Sede, procuran arrastrar opinión no se atreven a extender la
discípulos tras sí, y engañar a los in ­ presunta posibilidad de perfección a
cautos. P or eso, se reunieron en una las verdades de la fe, la aplican a la
especie de sociedad y no dudan en te- adm inistración y disciplina externa de
308fn e r reuniones y en tra ta r de reform ar la Iglesia. P ara conciliar la fe con su
1 la Iglesia Católica según las exigencias error, /perversam ente y con no escasa
de los tiempos; tal es su modo de ex­ habilidad para el engaño, se apoyan
presarse. No hace mucho, según se nos en la autoridad de los teólogos católi­
notificó dieron público ejemplo de es­ cos que frecuentem ente enseñan ser
ta gravísim a tem eridad no pocos clé­ ésta la diferencia entre la doctrina y
rigos de la ciudad de O f f e m b u r g o , los disciplina de la Iglesia, m ientras aquélla
cuales siguiendo a F . L. M e r s y , su de­ es perpetuam ente una e inm utable y
cano, propulsor y jefe, llegaron a p ro ­ no susceptible de cambio alguno, j Una ^
poner al arzobispo de F r ib u r g o para vez sentado esto afirm an que hay in ­
su aprobación varias reform as excogi­ dudablem ente m uchas cosas en la
tadas en sus conventículos, y las p ro ­ actual disciplina, gobernación y culto
pusieron a cada uno de los capítulos externo de la Iglesia que no se acom o­
rurales suscitando conspiraciones para dan a la índole de nuestros tiempos y
la m ism a iniquidad; se atrevieron, que como perjudiciales p ara el incre­
además, a adornar con m uchos adita­ mento, conviene cam biar sin que se
m entos un libelo y editarlo por dos ve­ siga de ello detrim ento alguno para la
ces con esta procaz inscripción: “ ¿Son fe y las costumbres. Así, ostentando
necesarias reform as en la Iglesia Cató­ celo por la Religión y bajo la aparien­
lica?” Y ¡ojalá que otros clérigos fri- cia de piedad acum ulan novedades,
burgenses no hubiesen tram ado lo que m editan reform as y realizan la rege­
pública y abiertam ente hicieron los neración de la Iglesia.
4, 2 E n c íc l ic a “ Q u o g r a v io r a ” 47

08 Que estos innovadores se valgan la necesidad de reform as según lo exi­


11 realm ente de tales principios, am én de gen las diversas circunstancias, y según
m anifestarse en los m uchos opúsculos escribe S a n G e l a s io : Emitir decretos
divulgados sobre todo en Alemania, en canónicos, adaptar los preceptos de los
que ie desarrollan y defienden estas predecesoraes de manera que luego de
mismas cosas, aparece ahora clara­ una discreta consideración se suavicen
mente en el folleto impreso en O ff e m - las cosas que la necesidad de los tiem­
b u r g o y más aún en lo que im pruden­ pos pide se amplíen para restaurar las
temente añadió el predicho F. L. M e r - iglesias. Dicho esto en form a resum ida
s y , cabecilla del conventículo sedicioso acerca de la falsedad de los princi­
allí celebrado, cuando hizo la segunda pios en que se apoyan los reform ado­
edición de la mism a obra. Pero m ien­ res, sería fatigoso, Venerables H erm a­
tras torpem ente envanecidos en sus nos, entreteneros en largas exposicio­
pensamientos establecen por su cuenta nes de las impías acusaciones con las
tales cosas, o no advierten o sim ulan que, uniendo la audacia al error y a
astutam ente no advertir que caen en la licencia para insultar, com ún entre
los errores condenados por la Iglesia esta clase de personas, atacan a esta
en la proposición 78 de la Constitución Santa Sede como si ella, exagerada­
“Auctorem fidei” de Pío VI, predecesor m ente celosa de lo antiguo sin enten­
nuestro de piadosa m em oria, publica­ der en absoluto la índole de nuestros
da el día 28 de agosto del año 1794 y tiempos, ciega en medio de la luz de
que atacan la sana doctrina que, según los nuevos conocimientos, no distin­
dicen, quieren conservar íntegra y p ro ­ guiendo suficientemente las cosas que
teger. P or cierto cuando sostienen que respetan la sustancia de la Religión de
puede cam biarse indistintam ente toda las que se refieren tan sólo a su form a
la form a exterior de la Iglesia ¿no so­ externa, nutriera las supersticiones,
m eten tam bién a m udanzas aquellos fom entara los abusos, y en fin obrara
capítulos disciplinares que tienen su de tal m anera que jam ás se preocupase
fundam ento en el mismo derecho di­ de las conveniencias de la Iglesia Cató-
vino y que están unidos con estrecho tólica. ¿A qué fin viene todo esto? Cier- 390
vínculo con la doctrina de la fe, de tam ente p ara excitar el disgusto contra 1
m anera que la ley de lo que se h a de la Santísim a Cátedra de P e d r o en la
creer hace la ley de lo que se ha de que Cristo puso el fundam ento de su
o b ra r? /¿ N o se em peñan además en Iglesia, fom entar el odio de los pueblos
volver hum ana a la Iglesia y m anifies­ contra su divina autoridad y rom per
tam ente injurian al Divino E spíritu la unión de las demás iglesias con ella.
que la rige, cuando ju z g a s_ q u e _ su De aquí que, buscando conseguir de
actual disciplina está viciada de defec­ vuestra fraternidad lo que saben no
tos, oscuridades y otros inconvenien­ lograrán de esta Sede Apostólica, a fir­
tes, im aginando que contiene m uchas m an que conviene que la Iglesia “p a­
cosas no sólo inútiles sino contrarias tria ” (“nacional”) según ellos la lla­
a la incolum idad de la m ism a Reli­ m an, se rija por sus propias leyes, lle­
gión Católica?/¿C óm o es posible que gando a atribuir a cada uno de los
hom bres particulares se arroguen un pastores de la Iglesia la libre facultad
derecho peculiar y propio de solo el de suprim ir y abrogar las leyes u n i­
Romano Pontífice? Pues aunque se versales de la Iglesia según lo pida la
tra ta de aquellas disposiciones disci­ utilidad de su propia grey. ¿Qué más?
plinarias que tienen fuerza en toda la Como advierten que tam poco consi­
Iglesia, pero que como son de libre guen nada de vosotros, se em peñan en
institución eclesiástica pueden sufrir em ancipar a los mismos presbíteros de
modificaciones, sólo el Rom ano P o ntí­ la debida sujeción a sus obispos, y no
fice a quien Cristo puso al frente de tem en concederles el derecho de adm i­
toda la Iglesia debe juzgar acerca de n istrar las diócesis.
48 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1833) 4, 3-5

3. Errores de los Innovadores. - Ce­ el sacram ento del orden no puede re ­


libato. P o r cierto que todas estas cosas cibirse dos veces, no en el sentido de
total y m anifiestam ente invierten la que el sacerdote no pueda, por el m o­
jerarq u ía eclesiástica constituida por do predicho, volver a ser laico; y no
ordenación divina, contrariando la vacilan en enum erar el mismo carácter
verdad de fe definida por los Padres entre las recientes elucubraciones de
tridentinos. Suscitan nuevam ente los los escolásticos. Im aginando tales des­
errores expresados en las proposicio­ varios ¿qué otra cosa hacen, con tan 509
nes 6, 8 y 9 proscritos en la predi­ torpes cavilaciones e insistencias en 11
cha constitución dogm ática Auctorem una interpretación de los predichos
fidei. Que tienden a esto tam bién los decretos tridentinos contraria a la ge-
clérigos de O f f e m b u r g o y que las m is­ nuina y um versalm ente adm itida por
m as doctrinas condenadas están conte­ la Iglesia, sino acum ular evidentes
nidas sobre todo en las adiciones in ­ errores sobre errores?
sertas en la segunda edición del folle­
to, aparece tan a la vista que no deja 4. Indulgencias. Ni se distancia m e­
el m enor lugar a duda. Pero conviene nos de la sana doctrina lo que audací-
enum erar particularm ente algunos de simamente enseñan acerca de la virtud
los m uchos errores en que por todas y uso de las indulgencias. Ciertamente
partes abunda ese opúsculo. E n prim er éstos o bien afirm an sin ninguna d u ­
lugar se nos ofrecen las cosas que, con da, o insinúan por medio de muchos
no m enor audacia que falsedad, p ro ­ rodeos que las indulgencias en modo
palan los autores de la torpísim a con­ alguno pueden referirse a las penas
juración contra el celibato clerical, cu­ tem porales de los pecados que quedan
ya ley no se atreven a atacar abierta­ para satisfacer por ellos, sea en esta
m ente como los demás. Quieren que vida sea en la otra, que hasta el siglo
los clérigos incapaces de guardar el undécimo no fueron otra cosa sino la
celibato eclesiástico y que son tan de­ remisión de las penas canónicas que
pravados y corrom pidos en sus cos­ debían cum plirse a la faz de la Iglesia,
tum bres que no queda esperanza algu­ y que, por prim era vez se sometieron a
na de su enmienda, sean reducidos al la potestad de las llaves las penas que
estado laical de m anera que puedan son impuestas por Dios al pecador,
contraer nupcias válidas tam bién ante proviniendo de aquí una enorme d e ­
la Iglesia; esto de ninguna m anera está pravación de la disciplina eclesiástica.
de acuerdo con la m ente de los Padres El tesoro form ado por los méritos de
tridentinos explicada en la ses. 7, can. Cristo y satisfacciones de los santos
9 de los sacramentos en general y fue inventado, dicen, por el Romano
en la ses. 23, cap. 4 y can. 4. Cierta­ Pontífice C l e m e n t e V ; en fin, para
m ente no se nos oculta con qué artifi­ om itir lo demás, las indulgencias sólo
cios se esfuerzan por torcer hacia un sirven al presente en la Iglesia para
sentido depravado la doctrina del con­ recordar a los fieles las antiguas peni­
cilio ecuménico. tencias canónicas y atraer así a los
Sostienen que según la sentencia del pecadores a la penitencia. ¿Qué signi­
T r i d e n t i n o , aquel que u na vez fue fica esto sino volver a renovar las pro ­
ordenado de sacerdote, no puede vol­ posiciones 17 y 19 de L u t e r o , 6 de P e ­
ver a ser laico p o r su propia autoridad d r o d e O s m a , 60 de B r a v o y en fin las

pero sí puede lograrlo por la autoridad proposiciones 40, 41 y 42 prescriptas


de la Iglesia, entendiendo por Iglesia en la citada constitución Auctorem fidei
a cada uno de los obispos a quienes e in staurar con sum a im pudencia los
otorgan la potestad de volver los clé­ errores allí condenados?
rigos al estado laical; y que el carácter
que se im prim e en el orden es llamado 5. Penitencia. T anto más deplorable
indeleble por el concilio en cuanto que es la ciega tem eridad de estos hom bres
4, 6-7 E n c íc l ic a “ Qu o g r a v io r a ” 49

que quieren reform ar radicalm ente el solemne juicio la Iglesia en las varias
santísim o instituto de la penitencia sa­ veces m encionada Constitución Aucto-
cram ental, se burlan contum eliosa­ rem fidei”, sobre todo de las proposi­
m ente de la Iglesia y casi la acusan de ciones 30, 33, 66 y 78.
erro r como si hubiese enervado ese
mismo saludable instituto y menosca­ 7. Conclusión y exhortación final.
bado su eficacia y virtud, ordenando Siguiendo los ejemplos de nuestros
la confesión anual, concediendo indul­ predecesores en casos similares, Ve­
gencias con la condición de que se nerables Hermanos, juzgamos deber
practique la confesión y perm itiendo Nuestro exponeros estas cosas según
el culto privado y las misas cotidianas. parecía exigirlo Nuestro cargo apostó­
¿P odrá la Iglesia que es colum na y lico, con el fin principal de que, pues­
fundam ento de la verdad y a quien el tos en evidencia los errores de estos
E spíritu Santo como consta enseña hombres, aparezca en los hechos adon­
siempre todas las verdades, m andar, de conduce el depravado apetito de in ­
conceder y perm itir cosas que conduz­ troducir novedades en la Iglesia. Por
can a la ruina de las alm as y a la des­ lo demás, con qué angustias esté opri­
hon ra y detrim ento de un Sacram ento mido nuestro corazón en medio de
instituido por Cristo? “¿No será pro­ tantas am arguras como afligen a la
pio de una insolentísima locura, como Iglesia, fácilmente lo podéis suponer.
decía S an Agustín , disputar si se debe Gemimos al ver a la esposa sin m ancilla
hacer lo que acostumbra hacer por del inm aculado Cordero Jesucristo ve­
todo el orbe la Iglesia?” No queremos jada por los ím petus de los enemigos
pensar que estos innovadores que externos e internos, y con abundantes
ostentan un celo tan vivo por fom en­ lágrim as deploram os los males que la
ta r la piedad en el pueblo, sólo desean oprim ían estando allí reducida a opro­
que, dism inuida o más bien suprim ida biosa cautividad. Añádase lo que pade­
del todo la frecuencia de los sacra­ ce por causa de sus hijos torpem ente
mentos, languidezca paulatinam ente y alejados del seno am antísim o de su
se destruya por últim o la Religión en­ m adre los que hablan falsam ente con­
tera. 6 tra ella. Lejos de nosotros sin em bar­
go el desfallecer, lejos de nosotros el
6. Otros errores. Sería dem asiado contener la voz apostólica en tan grave
largo, Venerables H erm anos, proseguir necesidad de la causa apostólica, y
enum erando las demás opiniones erró­ que, despojándonos de la fortaleza, el
neas de los innovadores, sea acerca juicio y la virtud del espíritu de Dios,
del estipendio de las misas que a fir­ y como perros mudos incapaces de la­
m an deber suprim irse, como de la cos­ drar, dejemos que la grey del Señor
tum bre de ofrecer m uchas misas por el sea expoliada y las ovejas de Cristo
mismo difunto, que dicen ser contra- se conviertan en pasto de todas las
!I° rio a la doctrina de la Iglesia acerca bestias del campo. P or tanto, quere­
1 de la infin ita v irtud del sacrificio de mos que estéis persuadidos, Venerables
la nueva ley, o sea acerca de un nuevo Herm anos, de que es tal la disposición
ritual escrito en lengua vulgar que de­ de Nuestro ánimo que nada de lo que
sean más adaptado a la índole de nues­ esté en Nuestras m anos dejarem os de
tros tiempos, o en fin acerca de las hacer hasta que a la Iglesia Católica
congregaciones piadosas, las plegarias se le restituya la libertad anterior que
públicas y sagradas peregrinaciones pertenece enteram ente a su divina
que de diversa m anera reprueban. Es constitución y sea cerrada la boca de
sufÍcente advertir que tales opinio­ quienes hablan iniquidades. Pero no
nes no proceden de otra corruptísim a podemos dejar de excitar con el celo
fuente ni m anan de otros principios de la Religión vuestra constancia y vir­
que los que hace tiempo condenó con tud, Venerables Hermanos, y de exhor­
50 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1833) 4, 8

taros vehem entísim am ente p ara que vigor del episcopado y la sublime y
unidos con el E spíritu de Dios luchéis divina potestad de gobernar la Iglesia.
por la causa de la Iglesia. A vosotros
que habéis sido llam ados a participar 8. P alabras finales y Bendición. 310
de la solicitud cuya plenitud nos fue A hora sólo resta que, m editando a los 11
concedida, incum be custodiar el santí­ pies del Señor, reparéis con cuidado en
simo depósito de la fe y sagrada doc­ la gravísim a obligación de vuestro car­
trina, alejar de la Iglesia toda profana go y el durísim o juicio que espera a
todos los que gobiernan, pero muy en
novedad y esforzaros con todo ánimo
particular a los vigías de la casa de
contra quienes se em peñan en concul­
Israel. Confiamos en que os encenderéis
car los derechos de esta Santa Sede. en adelante de tal celo por ayudar se­
Desenvainad pues la espada de la fe, gún vuestras fuerzas a la Religión Cató­
que es la palabra de Dios, como tan lica y por defenderla de los impíos ene­
encarecidam ente os lo inculca el Após­ migos, que llegaréis a realizar aún m a­
tol P a b l o en la persona de su discípulo yores cosas de las que os escribimos.
T i m o t e o ; instad oportuna e inoportu­ Reconfortados y solazados grandem en­
namente., argüid, rogad, reprended con te con esta esperanza os im partim os
toda paciencia y doctrinaW. Y nada os am orosam ente a vosotros y a los pue­
detenga a com prender cualquier com­ blos confiados a vuestra fidelidad la
bate por la gloria de Dios, la tutela de Bendición Apostólica, augurio de todos
la Iglesia y la salud de las almas en­ los bienes.
com endadas a vuestros cuidados. P en­ Dado en Roma junto a Santa María
sad en Aquel que sostuvo tan gran la Mayor, bajo el anillo del Pescador,
contradicción por obra de los pecado­ el día 4 de Octubre de 1833, de Nues­
tro Pontificado el año tercero.
res. Pues si teméis la audacia de los
malvados, puede darse por perdido el GREGORIO PAPA XVI.
0 ) II Tim. 4, 2.
ENCICLICA “SINGULAR! NOS ”0'0
(24-VI-1834)

CONDENACION DEL LIBRO “PAROLES D’UN CROYANT”,


“PALABRAS DE UN CREYENTE” DE LAMENNAIS
GREGORIO PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
433 1. U na satisfacción. Un singular go­debíamos confiar de que, movido por
I zo nos dep araro n los ilustres testimo- nuestros avisos, publicaría cada vez
nis de fe, obediencia y piedad que nos m ás elocuentes testimonios por los que
llegaban de todos los lugares donde se fehacientem ente constase que se había
recibió nuestra carta Encíclica, dado sometido a nuestro juicio no sólo de
el día quince de agosto del año mil palabra, sino tam bién por los hechos.
ochocientos treinta y dos, en la que
expusimos según la obligación de Nues­ 2. Un nuevo dolor. Pero, lo que ap e­
tro oficio, a la universal grey católica, nas, parece creíble, aquel a quien h a ­
la doctrina sana y única que es lícito bíam os recibido con tan benigno afec­
seguir en lo referente a los capítulos to, olvidando nuestra indulgencia, m uy
allí propuestos. A um entaron el gozo pronto flaqueó en su propósito y aque­
nuestro las declaraciones publicadas lla buena esperanza que habíam os
acerca del mismo por algunos de los alentado de percibir algún fruto, que­
que habían aprobado aquellas ideas y dó frustrada apenas conocimos el libro
opiniones falsas de las que nos dolía­ escrito en francés, pequeño en volu­
mos, y que incautos se habían m ani­ men pero grande en m aldad, cuyo tí­
festado sus propulsores y defensores. tulo ”és: “Paroles dfun Croyant”, que
Conocíamos, ciertam ente, que todavía fue entregado por él a la im prenta no
no estaba suprim ido aquel mal, que hace mucho, ocultando ciertam ente el
abiertam ente se proponían en excitar nombre, pero haciéndolo del dominio
contra las cosas sagradas y tam bién público con claras manifestaciones.
las civiles unos im pudentísim os libelos,
dispersos entre el vulgo, y ciertas tene­ 3. Su doctrina. Nos horrorizam os
brosas m aquinaciones, que por lo m is­ abiertam ente, Venerables Hermanos,
mo gravemente reprobam os en la carta apenas conocimos por una prim era
enviada en el mes de octubre a nuestro lectura, la ceguedad del m iserable au ­
Venerable H erm ano el Obispo de R e n - tor y en qué género de ciencia se ex­
n e s . Y lo mismo que causaba esta tris­ playaba que no es según Dios, sino se­
teza fue p ara nosotros, que estábamos gún el criterio del m undo. Puesto que,
ansiosos y sobrem anera solícitos de contra la palabra dada solemnemente
este asunto, causa de verdadera satis­ en aquella declaración suya, se p ro ­
facción y gozo al confirm arnos am plia­ puso atacar y destruir con capciosísi­
m ente en una declaración que nos mas envolturas de palabras y ficciones
envió el día diez de diciembre del año la doctrina católica, que según la auto­
pasado que seguiría única y absoluta­ ridad confiada a nuestra Hum ildad
433 m ente la doctrina enseñada en nues­ definimos en nuestra carta arriba
II tra carta encíclica y que no escribiría m encionada, tanto acerca de la debida
ni apoyaría nada ajeno a ella. Abri­ sujeción al poder, como acerca de la
mos, por lo tanto, las entrañas de necesidad de ap artar de los pueblos el
nuestro paternal am or al hijo en quien (*) m ortal contagio del indiferentism o y
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, I. 433-434. Traduc. especial para la 1? edición. Las
cifras marginales indican página y columna del texto original en Bernasconi (P. II.).
— 51 —
52 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1834) 5, 4-5

asimismo de la necesidad de poner nación y es absolutam ente intolerable


freno a la licencia que cunde en las p ara la Religión que el autor use las
opiniones y en las palabras. Y por últi­ divinas prescripciones para defender
mo acerca de la condenación de la tam años errores y hacerlos aceptables
om ním oda libertad de conciencia y de a los incautos y que él mismo, para
la terribilísim a conspiración de las so­ desligar a los pueblos de la ley de obe­
ciedades o de los secuaces de cual­ diencia, como si fuese enviado e inspi­
quiera de las falsas religiones, reuni­ rado por Dios, después que hubiese
dos para la destrucción de la cosa sa­ comenzado en el nom bre sacratísimo
grada y pública. de la augusta Trinidad, cite a cada
Rehuye, ciertam ente, nuestro ánimo paso las sagradas escrituras y, para
leer aquellas cosas con las que en esa inculcar estos depravados desvarios,
m ism a obra el autor se esfuerza por violenta, astuta y audazm ente las pala­
rom per cualquier vínculo de fidelidad bras de las Escrituras, que son las p a­
y sujeción hacia los Príncipes, pasean­ labras de Dios, de m anera que m ás
do por todas partes la tea de la rebe­ confiadam ente, como decía S an B er­
lión con la que se producirá la des­ nardo : Difunda en lugar de luz tinie­
trucción del orden público, el despre­ blas, y en lugar de miel, o mejor, con­
cio de los m agistrados, la destrucción juntamente con la miel, suministre
de las leyes, arrancando por la fuerza veneno, haciendo un nuevo evangelio
todos los elementos de la potestad sa­ para los pueblos, poniendo otro fun­
cra y civil. De aquí con nueva e inicua damento fuera de Aquel que ya está
invención presenta con portentosa ca­ puesto” .
lum nia la potestad de los Príncipes Pero Aquel que nos puso de vigía
como contraria a la ley divina, y hasta en I srael, para que demos aviso de los
como otra del pecado y poder de Sa­ errores a aquellos que Jesús, autor y
tanás. Con las m ism as calificaciones consum ador de la fe, encomendó a
torpes como a los Príncipes difam a a nuestro cuidado, nos prohíbe pasar en
los que presiden las cosas sagradas, silencio la gran ruina que trae consigo
por medio del pacto de crim inales m a­ esta doctrina.
quinaciones contra los derechos de los 5. R eprobación y condenación. P or
pueblos con que sueña están unidos lo cual, después de haber oído a algu­
entre sí. No contento con un atrevi­
nos Venerables H erm anos Nuestros,
m iento tan grande, propugna todavía cardenales de la Santa Rom ana Igle­
la om ním oda libertad de opiniones, sia, por nuestra propia determinación,
palabras y conciencias, y desea que de ciencia cierta y con la plenitud de
todo suceda próspera y felizmente a la potestad apostólica reprobam os,
los soldados de la causa que habrán condenamos y queremos y decretamos
de luchar, p ara libertarla de la tiranía, que por reprobado y condenado se
34 como él dice, y convoca con furioso tenga perpetuam ente ”én~~mencionado
1 entusiasm o reuniones y sociedades en libro cuyo título es: Paroles d’un Cro-
todo el universo, urgiéndoles con ve­
yant, por el cual, abusando im pía­
hem entes instancias a realizar tan ne­ m ente de la palabra de Dios, son co­
fastas determ inaciones, de m anera que
rrom pidos los pueblos para que disuel­
tam bién en este aspecto veamos des­ van los vínculos de todo orden público,
acatados nuestros avisos y prescrip­ quebranten am bas autoridades, susci­
ciones.
ten, pronuncien y fortalezcan las sedi­
4. Con la verdad, la m entira. Sería ciones, tum ultos y rebeliones en los
fatigoso reseñar aquí todas las cosas imperios, libro que contiene por lo
que se acum ulan en este pésimo engen­ tanto proposiciones respectivamente
dro de im piedad y audacia p ara per­ falsas, calumniosas, tem erarias, indu-
tu rb ar todas las cosas divinas y h u ­ centes a la anarquía, contrarias a la
manas, pero sobre todo excita la indig­ palabra de Dios, impías, escandalosas,
5, 6 E n c íc l ic a “ S in g u l a r i N o s ” 53

erróneas, y ya condenadas por la Igle­ tradiciones, se aprenden otras doctri­


sia sobre todo contra los valdenses, nas vacías, fútiles, inciertas y no ap ro ­
wiclefitas, husitas, y otros géneros si­ badas por la Iglesia en las cuales pien­
m ilares de herejes. san falsam ente hom bres vanísimos que
Incum birá, pues, ah o ra a vos­ se apoya y sustenta la verdad.
otros, Venerables Hermanos, secundar
con todo el esfuerzo que reclame 6. E xhortación final. M ientras, pues,
urgentem ente la salud e incolum idad según el cuidado y la solicitud que Nos
de la cosa sagrada y civil, p ara que no fueron im puestos por Dios de conocer,
sea tanto m ás pernicioso este escrito, discernir y custodiar la santa doctrina,
engendrado en el anonim ato p ara el os escribimos estas cosas, lloram os la
mal, cuanto más se halague el insen­ m uy dolorosa herida que fuera infli­
sato apetito de novedad; y ocultam en­ gida a nuestro corazón por el error de
te, como un cáncer, se desliza aden­ nuestro hijo, y en la gran aflicción
trándose en J[os pueblos. Sea preocu­ que, por eso mismo, nos entristece, no
pación vuestra la de urgir la sana doc­ nos queda ninguna esperanza de con­
trin a en tan im portante asunto y des­ suelo, m ientras no vuelva al camino
cubrir la astucia de los innovadores, de la justicia. Elevemos pues juntos
vigilando m uy atentam ente en la cus­ los ojos y las manos a Aquel que es
todia de la ley cristiana, p ara que flo­ guía de la sabiduría y enm endador de
rezcan y prosperen felizmente el am or los sabios, y roguémosle con abundan­
a la religión, la piedad en las obras y tes preces, para que dándole un cora­
la paz pública. Esperam os confiada- zón dócil y un ánimo esforzado m e­
454 m ente de vuestra fe y de vuestra in- diante los cuales oiga la voz del Padre
11 tensa solicitud por el bien común, que am antísim o y afligidísimo y haga vol­
con la ayuda de Aquel que es el Padre ver cuanto antes a la causa de él, la ale­
de las luces nos podam os regocijar gría a la Iglesia, a vuestro orden epis­
(para usar las palabras de S an Cipria­ copal, a la Santa Sede y a N uestra H u­
no ) de que haya sido e n te n d id o y r e ­ mildad. Nosotros ciertam ente tendre­
p r i m i d o e l e r r o r , y q u e p o r h a b e r s id o mos por fausto y feliz el día en que
c o n o c id o y d e s c u b ie r to h a y a q u e d a d o Nos sea posible estrechar contra Nues­
v e n c id o . tro pecho paternal a este hijo vuelto
en sí, con cuyo ejemplo grandem ente
P o r otra parte, ¡es digno de lágrimas
esperamos que se arrepientan los de­
adonde vayan a p a ra r los desvarios de
más que, siguiéndolo, fueran inducidos
la hum ana razón apenas alguien se
en el error, de m anera que sea uno
prende de las novedades y se empeñe,
solo en todos el com ún sentir en la
contra el aviso del Apóstol, en gustar­
doctrina, uno solo en el razonam iento
las m ás de lo que conviene gustar y,
en las determinaciones, una sola la
confiando demasiado en sí mismo,
concordia de las acciones y aficiones,
piense buscar la verdad fuera de la
una la incolum idad de la cosa p ú ­
Iglesia Católica, en la cual se encuen­
blica y sagrada. Requerimos y espe­
tra lim pia aún del m ás leve polvo de
ram os de vuestra pastoral solicitud,
error, y la cual por lo mismo se llam a
que pidáis a Dios un tan gran bien con
y es la colum na y el fundam ento de la
piadosas súplicas. Im petrando el divi­
verdad! Bien entendéis, Venerables
no auxilio sobre esta empresa, os im ­
Herm anos, que nosotros tam bién h a ­
partim os a vosotros y a vuestra grey
blamos aquí de aquel falaz sistema
la Bendición Apostólica, prenda de su
filosófico enteram ente reprochable y
protección.
no introducido al principio como tal,
en el cual, por el vil y desenfrenado Dado en Roma junto a San Pedro el
afán de novedades, la verdad no se 24 de Junio del año 1834, de Nuestro
busca donde ciertam ente está, y, m e­ Pontificado el año cuarto.
nospreciando las santas y apostólicas GREGORIO PAPA XVI.
ENCICLICA “COMMISSUM DIVINITUS”^
(17-VI-1835)

SE QUEJA A TODO EL CLERO DE SUIZA POR EL CONGRESO TENIDO EN


LA CIUDAD DE BADEN POR LOS LAICOS CONTRA LA CONSTITUCION
DE LA IGLESIA Y CONDENA LOS ERRORES PROPUGNADOS POR ELLOS

GREGORIO PP. XVI


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. La obligación del oficio apostó­ samente se llevó a cabo, o m ejor, se


lico confiado por Dios a N uestra pe- perpetró en la ciudad de Badén, en la
queñez exige, que como asiduos custo­ región argoviense, en enero del año
dios de la grey del Señor dirijam os pasado, lo que aun a vosotros afligió
nuestra atención y cuidado adonde la con acerbísim a tristeza y ahora os sigue
eterna salvación de las almas y la teniendo ansiosos y solícitos. Confesa­
m ism a Religión católica se encuentran mos que al principio no podíamos con­
en peligro, y allí prestem os toda la vencernos de que simples laicos se h u ­
ayuda posible. Sabemos m uy bien, y biesen congregado en un determ inado
deploram os con toda el alm a que en lugar con el único fin de tra ta r asuntos
esas regiones no falten enemigos que puram ente religiosos, y hubiesen lle­
fraguan hábil y exitosamente m uchas gado a discutir como por derecho p ro ­
cosas que redundan en abierta ruina pio cosas privativas de la autoridad
de la grey cristiana y detrim ento de la eclesiástica, sino a proponer sus deci­
causa católica. Aviva aún más Nuestro siones a los m agistrados de esa fede­
dolor, que los tales, p ara engañar a ración para que las confirm aran y les
los incautos, proclam en no querer da­ dieran fuerza de ley. Pero Nos lo hicie­
ñ ar en lo más m ínim o la integridad de ron creer sobradam ente las actas del
la fe, y simulen, que su único propó­ m encionado congreso editadas no hace
sito es m antener incólum es los dere­ mucho en Frauenfeld, las que incluyen
chos del poder laico. Con este falací­ tanto los nom bres de los delegados que
simo pretexto de bien público in tro ­ asistieron al congreso como los discur­
ducen y propagan en unos sitios las
sos pronunciados por algunos de ellos
erróneas y depravadas doctrinas que
en diversas sesiones y asimismo el tex­
profesan, y en otros, se esfuerzan por
im ponerlas y dejarlas en cierto modo to íntegro de los artículos allí redac­
sancionadas. P ara ello celebran reu ­ tados. Nos horrorizam os al leer esos
niones, tienen consultas y se atreven discursos y artículos. Contienen ellos
a fijar la norm a en la que tem eraria­ principios y consiguientemente in tro ­
m ente se declaran y definen las a tri­ ducen en la Iglesia Católica novedades
buciones de la potestad civil en los absolutam ente inaceptables ya que son
asuntos eclesiásticos. Ya comprendéis, contrarias a su doctrina y disciplina,
Venerabels H erm anos y am ados hijos y abiertam ente enderezadas a la p er­
que Nos referim os a lo que vergonzo­ dición de las almas.
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, II, 33-36. Traduc. espec. corregida para la 2*
edición (Facultad de Teología del Colegio Máximo). En “Codicis Iur. Can. Fontes”, Card. Gasparri,
Roma, 1928, II, 762-768, se volvió a reproducir el texto original (latín). Las cifras marginales indican
páginas y columnas del texto original latino en Bernasconi (P. II.).
fe, 2-3 E n c íc l ic a “ C o m m is s u m D i v i n u s ” 55

2. El gobierno de la Iglesia. Quien influya en su doctrina, o la im pida


sabiamente hizo todas las cosas y con establecer y prom ulgar las leyes que
ordenada providencia las dispuso qui­ regulan el misterio sagrado, el culto
so tam bién p ara su Iglesia y con m a­ divino y el bienestar espiritual de los
yor razón un orden donde unos pre­ fieles. Son éstos, puntos definitivos,
sidan y manden, otros estén sometidos inamovibles y fundam entados en la
y obedezcan. P or lo tanto, en virtud autoridad y tradición de todos los an ti­
de su m ism a institución compete a la guos padres. No te entrometas en los
Iglesia no sólo la potestad de m agis­ asuntos eclesiásticos, escribía Osio,
terio, con la que enseña y define lo Obispo de Córdoba, al E m perador
que atañe a la fe y a las costumbres, Constantino , ni nos des preceptos acer­
e interpreta sin peligro de error las ca de estas cosas, sino más bien recí­
Sagradas Escrituras, sino tam bién la belos de nosotros: a ti te dio Dios el
potestad de gobierno con la que m an­ imperio, a nosotros nos entregó lo
tiene y confirm a en la verdad ense­ eclesiástico. Y de la misma manera
ñada a los hijos que u na vez recibió que quien te arrebata el imperio, re­
en su seno y legisla en todo lo referen­ siste a la ordenación de Dios, así teme
te a la salud de las almas, al ejercicio hacerte reo de un gran crimen, si te
del sagrado m inisterio y al culto divi­ inmiscuyes en lo eclesiástico. Sabrán
no. Quien resiste a esas leyes, se hace esto tam bién los Príncipes cristianos y
reo de un crim en gravísimo. E sta po­ se gloriaron de profesarlo públicam en­
testad de enseñar y regir en lo reli­ te, entre ellos aquel gran em perador
gioso, dada por Cristo a su esposa, es B asilio, quien habló así en el octavo
tan propia de sus pastores y jerarcas sínodo: en cuanto a vosotros, laicos,
que las autoridades civiles de ningún tanto los que tenéis dignidades como
modo pueden arrogársela. Goza ade­ los que estáis libres de ellas, sólo me
más de com pleta libertad y plena in­ resta deciros que de ninguna manera
dependencia de todo poder terreno. os es lícito tomar la palabra en los
Pues, Cristo no confió el depósito de asuntos eclesiásticos. Investigarlos y
la doctrina revelada a los Príncipes discutirlos es propio de los patriarcas,
seculares, sino a los Apóstoles y a sus pontífices y sacerdotes a quienes cupo
sucesores, y solamente a ellos cuan­ en suerte el cargo de regir, tienen el
do dijo: quien a vosotros oye, a Mí poder de santificar, atar y desatar y
me oye; quien a vosotros desprecia, han recibido las llaves eclesiásticas
a Mí me desprecia^. Y los apóstoles celestialesá tarea de ellos es, no núes- 34
anunciaron el Evangelio, propagaron la tra. Nosotros hemos de ser apacentó- 1
Iglesia y establecieron la disciplina sin dos y librados de ataduras.
esperar el consentim iento del poder
civil e incluso contra su voluntad. Y 3. E l Congreso de Badén. De muy
aún más, habiéndose atrevido los p rín ­ distinta m anera se ha deliberado en el
cipes de la Sinagoga a im ponerles si­ Congreso de Badén. Los artículos que
lencio. P edro y J uan con evangélica allí se sancionaron quebrantan la sana
libertad, les respondieron: Juzgad vos­ doctrina sobre la potestad eclesiástica
otros, si en la presencia de Dios es jus­ y reducen a la Iglesia a un a oprobiosa
to obedeceros a vosotros antes que a e injusta servidum bre: se la somete al
D io s^ . i
arbitrio del poder civil hasta en la di­
P o r lo tanto solo con detrim ento de vulgación de los decretos domgáticos
la fe y total destrucción de la consti­ y se dice que las leyes disciplinares
tución divina de la Iglesia y de la n a­ que publicare carecerán de toda fuerza
turaleza de su régim en será posible y efecto m ientras no fueren prom ulga­
que una potestad secular la domine, das con el consentim iento de la auto-
(1) Luc. 10, 16. (2) Act. 5, 29.
56 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1835) 6, 4

ridad civil; añade tam bién el propó­ potestad. Pero lo que resulta del todo
sito de establecer penas contra los que increíble y desconcertante es que en el
obraren de otra m anera. Y ¿qué más? Congreso de Badén se haya llegado
Al poder civil se da la libre facultad a vindicar para la autoridad civil el
de autorizar o rechazar en cada oca­ derecho y oficio de intervenir en el
sión la celebración de los sínodos que modo de adm inistrar los sacramentos.
llamamos diocesanos, e inspeccionar­ A esto, en realidad, tienden los artícu­
los, dirigir los sem inarios y confirm ar los que allí se redactaron con tem era­
la organización de su régimen interno, rio atrevim iento acerca del sacramento
establecidos por la jerarquía, nom brar del m atrim onio, grande en Cristo y en
a los clérigos p ara los cargos eclesiás­ la Iglesia; el manifiesto favor dispen­
ticos luego de someter su ciencia a un sado a los m atrim onios mixtos; la
examen, regir la form ación m oral y obligación im puesta a los párrocos ca­
religiosa del pueblo y ordenar, en fin, tólicos de bendecir los m atrim onios
todo lo que toca a la disciplina de la sin tener en cuenta diferencia alguna
Iglesia que llam an externa, por más de religión entre los cónyuges; y final­
que sean de índole y naturaleza espi­ mente, las gravísim as amenazas de
ritual y se refieran al culto de Dios y castigos contra los que se resistieren
a la salud de las almas. Nada empero a obrar de ese modo. Todo esto m e­
es tan propio de la Iglesia y tan celo­ rece ser reprobado por la ingerencia
samente reservado por Cristo a sus del poder civil en legislar sobre la ce­
pastores, como la adm inistración de lebración de un sacram ento instituido
los sacram entos por El instituidos; só­ por Dios y por su atrevim iento al ejer­
lo aquellos a quienes constituyó m i­ cer su autoridad sobre los sagrados
nistros de su obra en la tierra tienen pastores en m ateria tan im portante.
derecho a determ inar el modo que se Aún más severa censura merece por
ha de seguir en su adm inistración. patrocinar la absurda e im pía opinión,
Inadmisible, por tanto, que la autori­ llam ada indifeJentismo en la que
dad civil se arrogue parte alguna en se apoyan necesariamente. C ontrarían
tan santa función; inadm isible que además abiertam ente la verdad cató­
establezca algo en todo esto o quiera lica y la doctrina de la Iglesia que
im ponerlo a los m inistros sagrados; siempre detestó y prohibió los m atri­
inadm isible que sancione en su legis­ monios mixtos, tanto por la sacrilega
lación algo contrario a las leyes, ora­ participación en lo sagrado como por
les o escritas, trasm itidas a nosotros el grave peligro de perversión del cón­
desde los orígenes de la Iglesia, y que yuge católico y la m ala educación de
regule la adm inistración de los divi­ la futura prole. P or eso nunca conce­
nos m isterios al pueblo cristiano. No dió la libre facultad de contraer m a­
ignoras, decía S a n G e l a s io , Predecesor trim onio sin añadir las condiciones
Nuestro, en su carta al em perador que alejen las causas de peligro y p er­
no ignoras, hijo clementísi­
A n a s t a s io , versión.
mo que gobiernas al género humano,
por tu dignidad, pero debes humillar 4. La unidad de la Iglesia y el Ro­
devotamente tu cuello a los que gobier­ mano Pontífice. La sum a potestad que
nan en lo espiritual y recibir de ellos Cristo concedió a su Iglesia de dispo­
los medios para tu salvación, y que en ner en m ateria de Religión y regir la
la recepción de los divinos sacramen­ sociedad cristiana con absoluta inde­
tos y en la conveniente preparación a pendencia de la autoridad civil, la
ellos, no te compete presidir sino so­ otorgó como claram ente enseña el
meterte a las normas de la Religión. Apóstol escribiendo a los E f e s io s , en
Sabes por lo mismo, que en todo esto, bien de la unidad. ¿A qué se reduciría
dependes del juicio de los pastores y esta unidad si no hay al frente de toda
no debes pretender someterlos a tu la Iglesia uno que la defienda y .g u a r­
6, 4 E n c í c l i c a “ C o m m is s u m D i v i n u s ” 57

de, que una a todos sus m iem bros en de P e d r o , ha de saber que está privado
una idéntica profesión de fe y los ju n ­ del divino misterio. Quienquiera, aña­
te con un lazo de caridad, am or y de S a n J e r ó n im o , que comiere el cor­
unión? La sabiduría del divino Le­ dero fuera de esta casa es un pro­
gislador exigía absolutam ente que al fano, y quienquiera no se encontrare en
cuerpo visible presidiera u na cabeza esta arca de NoÉ, perecerá en el dilu­
visible con la que se quitara la oca­ vio: y como el que no recoge con
sión del cisma. P or eso, si bien es Cristo (así también, quien no recogiere
com ún la dignidad de todos los obis­ con su Vicario), desparrama^. Y ¿cómo
pos, que el E spíritu Santo puso para recogerá con el Vicario de Cristo el
regir su Iglesia, y en lo que atañe que destruye su sagrada autoridad,
al orden tienen la m ism a potestad, el quebranta los derechos que él posee
grado de todos en la jerarq u ía no es por ser cabeza de la Iglesia y centro
el mismo, ni igual la am plitud de su de la unidad, por detener el prim ado
jurisdicción. Ciertamente aun entre los de orden y jurisdicción y poseer la
santos Apóstoles —usam os las p a­ plena potestad divinam ente confiada
labras de S a n L e ó n M a g n o — bien que de apacentar, regir y gobernar la u n i­
semejantes en dignidad hubo diferen­ versal Iglesia? Y, con lágrim as lo de­
cia de poderes: todos fueron iguales cimos, aun a esto se han atrevido en el
en la elección pero a uno sólo se con­ Congreso de Badén. Solamente el Ro­
cedió la preeminencia sobre los otros... mano Pontífice y no cualquier obispo
porque quiso el Señor hacer partícipes puede, por su propio y natural derecho,
a los Apóstoles del sagrado cargo evan­ cam biar los días establecidos en la
gélico, de tal manera que lo confirió Iglesia para la celebración de las fies­
primariamente a S a n P e d r o , príncipe tas y observancia de los ayunos, y
de los apóstoles. Y lo que concedió abrogar el precepto de oír misa. Así
a solo P e d r o entre todos los Apóstoles el sínodo fue claram ente definido con­
al prom eterle las llaves del Reino de tra P i s t o y a por Nuestro Predecesor
los cielos, y al encom endarle el cuida­ Pío VI, de feliz memoria, en la Cons­
do de apacentar los corderos y las ove­ titución Auctorem fidei publicada el
jas, y confirmar a sus hermanos, qui­ día veintiocho de agosto del año mil
so — p ara bien de su Iglesia, que h a ­ setecientos noventa y cuatro. Muy dis­
bía de d u rar hasta el fin de los si­ tinto es lo que se dice en los artículos
glos — se trasm itiese a los sucesores de B a d é n , pernicioso sobre todo, por
de P e d r o , poniéndoles al frente de ella afirm ar sin las debidas distinciones y
con iguales derechos. E sta fue siempre reservar expresam ente al poder civil
la sentencia concorde e in quebranta­ como cuestión de disciplina todo dere­
ble de todos los católicos; y dogma es cho en esta m ateria. Tam bién es dere­
de fe que el Romano Pontífice, sucesor cho característico de los Romanos
de S a n P e d r o , Príncipe de los Apósto­ Pontífices el eximir a las Congregacio­
les, tiene en toda la Iglesia el prim ado, nes Religiosas de la Jurisdicción epis­
no sólo de honor, sino tam bién de copal sometiéndolas a la suya; consta
autoridad y jurisdicción, y que por lo que desde remotos tiempos usaron los
tanto los mismos obispos le están su­ Pontífices de este derecho. Los artícu­
jetos. Consiguientemente, a la Santa los de B a d é n lo atacan m anifiestam en­
Sede de P e d r o , o sea, a la Iglesia Ro­ te. En efecto, sin m encionar siquiera
m ana, como prosigue el mismo S a n el permiso que se debe solicitar y obte­
León, es necesario se una la universal ner de la Sede Apostólica se estableció
Iglesia y se junte allí como en el cen­ que la potestad secular adoptase las
tro de la unidad y comunión eclesiás­ medidas necesarias, para que, abolidas
tica en tal forma que quien quiera se las exenciones de los m onasterios exis­
atreviese a apartarse de la compañía tentes en S u i z a , se sometiese a las fa-
(í) Mat. 12, 30; Luc. 11, 23.
58 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1835) 6, 5-6

lo que se sancionó sobre los derechos como quiera que ocupando, aunque
de los Obispos como si no cupiera en sin merecerlo, el cargo de maestro y
su ejercicio lim itación alguna. Si los doctor universal debemos evitar cuida­
artículos establecidos en el citado con­ dosamente que alguno sea inducido en
greso se consideran atentam ente y en error por causa Nuestra, y juzgue que
los principios de donde dim anan, pare­ los m encionados artículos del Congre­
cen insinuar que la autoridad suprem a so de Badén no se oponen en modo
del Romano Pontífice no puede o no alguno a la doctrina y disciplina de la
debe, ni siquiera con justa causa, res­ Iglesia. Pero, a fin de que negocio de
tringir o lim itar la jurisdición de los tanta im portancia, fuese llevado, según
Obispos. No debe pasarse por alto lo costumbre de esta Santa Sede, con la
que se trató y propuso, sobre la erec­ m áxim a prudencia, quisimos someter
ción de la sede m etropolitana y la los tales artículos a un m uy minucioso
unión de algunas de esas diócesis a examen. Oído, pues, el parecer y reci­
o tra iglesia C atedral situada fuera de bidos los votos de nuestros Venerables
Suiza . Si bien se tuvo en este caso a l­ H erm anos Cardenales de la Santa Ro­
guna consideración con los derechos m ana Iglesia de la Congregación en­
de la Sede Apostólica, no fue con todo, cargada de los Negocios eclesiásticos,
la que exige la índole del prim ado di­ y habiendo tam bién por Nos mismo
vino. Allí se decidió como si en cues­ seria y m aduram ente considerado todo
tiones tan trascendentes pudiese la el caso, por propia determinación,
autoridad civil decretar librem ente y ciencia cierta y con la plenitud de la
con derecho propio lo que crea con­ potestad apostólica condenamos y
veniente a las necesidades espirituales queremos que como reprobados y con­
de los pueblos. Omitimos otras m uchas denados sean tenidos perpetuam ente
cosas que sería fatigoso enum erar, las los predichos artículos del Congreso de
que sin embargo no son menos in ju ­ Badén o las afirm aciones que contie­
riosas a la santa cátedra de P edro, y nen, teniendo en cuenta sobre todo
am inoran, violan y desprecian su auto­ su contexto, como falsas, tem erarias,
ridad y dignidad.5* erróneas y que derogan los derechos
de esta Santa Sede, destruyen el régi­
5. R eprobación y condenación. Sien­ men y divina constitución de la Iglesia,
do esto así en u na violación tan gran­ someten el m inisterio eclesiástico al
de y m anifiesta de la doctrina y dere­ dominio secular, dim anan de princi­
cho eclesiásticos, en tanto y tan grave pios condenados, saben a herejía y
peligro del catolicismo en esas regio­ son cismáticos.
nes, hubiese sido obligación Nuestra,
apenas realizado el Congreso de Ba­ 6. E xhortación a los obispos. Y
dén, levantar la voz desde este monte m ientras según la obligación del oficio
santo y argüir, reprender y condenar apostólico, juzgamos deber expresar
públicam ente los artículos redactados. públicam ente esto, sólo Nos resta aho­
Si diferimos h asta ahora Nuestra sen­ ra hablaros con patern al afecto a vos­
tencia sobre su perversidad fue porque otros, que habéis sido llamados a p a r­
esperábam os que la autoridad civil no ticipar de aquel cuidado cuya plenitud
sólo no los tendría en cuenta, sino que Nos confió, aunque sin merecerlo, el
los rechazaría y reprobaría. Pero las Príncipe de los pastores. Con cuántas
cosas en gran parte no sucedieron se­ angustias gime Nuestro corazón, Vene­
gún Nuestros deseos; al contrario, con rables Hermanos, entre tantos males
gran dolor Nos hemos enterado de que con los que casi en todas partes, en
en algunos lugares se h an aprobado le­ estos tiempos m isérrim os, se oprim e a
yes en que públicam ente se confirm an la Iglesia Católica; y cuánta tristeza
y sancionan dichos artículos. No pode­ hemos recibido de las cosas que ahí
mos esperar y callar por m ás tiempo recientemente con grandísim a audacia
6, 7-8 E n c íc l ic a “ C o m m is su m D iv in u s ” 59

se intentaron p ara su ruina, bastante a tales cuidados y trabajos de nuestros


lo apreciáis vosotros y es innecesa­ Venerables Hermanos, nos dirigimos
rio que nos detengamos a explicá­ tam bién a vosotros todos, los sagrados
roslo. Pero no disimulamos que trajo m inistros, que les estáis sometidos, cu­
un gran alivio a Nuestro dolor el an u n ­ ras de alm as y pregoneros de la pala­
cio de cuanto hicisteis por defender la bra divina. Es vuestro deber uniros
causa de la grey confiada a vuestros con ellos en una sola voluntad, infla­
cuidados. P o r lo mismo bendecimos en m aros con un solo e idéntico celo y
Nuestro corazón al Padre de las m ise­ conspirar con ánimos concordes a que
ricordias y Dios de toda consolación, el pueblo fiel quede enteram ente in ­
que nos consuela por medio de vos­ m une de todo contagio de los males
otros en esta tribulación. Y no porque que lo am enazan. Procurad, amados
sea necesario, sino porque así lo pide hijos, que todos sientan una misma
la gravedad del peligro, no podemos cosa, que no se deje seducir por doc­
dejar de excitar la constancia de vues­ trinas inestables y peregrinas, eviten 36
tro celo por la Religión y de exhortaros novedades profanas, conserven con el 11
m uy ardientem ente a que defendáis m ayor cuidado la fe católica, se m an­
con tan ta m ayor intensidad la causa tengan siempre sumisos a la potestad
de Dios y de la Iglesia, cuanto más y autoridad de la Iglesia, se adhieran y
violentos son los ím petus de los ene­ vinculen más firm em ente con esta cá­
migos. Toca sobre todo a vosotros opo­ tedra, que el Redentor como fuerte
neros como m uro p ara que no sea J a c o b , puso a modo de colum na férrea
puesto otro fundam ento que el que ha y broncíneo m uro contra los enemigos
sido puesto, y custodiar y conservar de la Religión. Aquellos, cuya educación
incólume el santísim o depósito de la en Cristo y en la Iglesia os fuere con­
fe. Pero hay tam bién otro depósito fiada, procurad tam bién im buirlos en
que debéis inflexiblem ente defender y el im portantísim o precepto que m anda
conservar íntegro, y es el de las sagra­ obedecer no sólo por tem or del casti­
das leyes de la Iglesia, con las que ella go, sino aun por obligación de con­
constituyó su disciplina; y además, el ciencia a la autoridad civil, y a las
de sus derechos y los de la Santa Sede leyes de ella em anadas para bien de la
Apostólica, con los que la Iglesia de sociedad, y prohibe faltar vergonzosa­
Cristo se levanta terriblem ente como m ente a la fidelidad que se le debe.
un ejército dispuesto en orden de b a­ Instruidos así los pueblos por vuestros
talla. Obrad, pues, Venerables H erm a­ cuidados, habréis velado por la tra n ­
nos, según el puesto que ocupáis, se­ quilidad de los ciudadanos y el bien
gún la dignidad con que os honráis, de la Iglesia, cosas entre sí insepara­
según la potestad que recibisteis, se­ bles.
gún el sacram ento con que os obligas­
teis en el solemne comienzo de vuestra 8. Conclusión. Cumpla estos deseos
actuación. Desenvainad la espada del Nuestros el benignísimo Dios, de quien
espíritu, rogad, exhortad con toda procede toda dádiva óptim a y todo
paciencia y doctrina, y así, en fin, tra ­ don perfecto, y quiera El mismo que
bajad y luchad p o r la Religión Católi­ la Apostólica Rendición, que con am or
ca, por la divina potestad y leyes de la os im partim os, Venerables Hermanos,
Iglesia, por la Cátedra de P e d r o y su para que la comuniquéis con el pueblo
dignidad, de manera que no sólo los fiel, sea auspicio de los bienes que ávi­
rectos perseveren incólumes, sino que dam ente esperamos para esa parte de
también tos que han sido engañados la grey católica.
por la seducción salgan de su error.7* Dado en Roma, junto a San Pedro,
el 17 de Mayo de 1835, de Nuestro
Pontificado el año quinto.
7. E xhortación a los sacerdotes. Y
p a ra que el tan deseado éxito responda GREGORIO PAPA XVI.
•ar

ENCICLICA “DUM ACERBISIMAS” **


(26-IX-1835)

CONDENACION DE LAS OBRAS DEL ALEMAN JORGE MERMES

GREGORIO PP. XVI

Para perpetua memoria

85 1. Introducción. - Estado calam itoso cia de las im pías e insidiosas m aquina­


I de los tiem pos. M ientras con lágrim as ciones de algunos de estos escritores,
en lo^ ojos execramos las acerbísimas no diferimos el denunciar por medio
calam idades y daños de la Religión de Nuestras encíclicas y cartas apostó­
Católica que provienen de la terribilí- licas sus astutos y depravados planes
85 sima y larga g uerra con que hom bres y condenar sus errores y sim ultánea­
II m alvados y abiertam ente hostiles a la m ente descubrir sus criminales fra u ­
Iglesia, congregándose de todas parte des con los que, m uy taim adam ente,
en nutrido escuadrón, se esfuerzan con procuran destruir por completo la di­
todo empeño y de todas m aneras en vina constitución de la Iglesia, la disci­
aniquilarla y destruirla enteram ente si plina eclesiástica y aun todo el orden
fuera posible, tanto por medio de las público. Con tristísim os hechos se
arm as, calum nias, contum elias y m ale­ ha com probado fehacientem ente que
dicencias, como con libelos sediciosos ellos, depuesto por últim o el velo de
y sacrilegos, y m ientras deploramos la simulación, han levantado el estandar­
enorm e barbarie de los que enfureci­ te de la rebelión contra cualquier po­
dos con diabólico odio contra los claus­ testad constituida por Dios. Pero no
tros y varones religiosos no dejan de es ésta sola la gravísim a causa de
intentar perderlos con rapiñas, incen­ llanto. Pues, adem ás de aquellos que
dios y crímenes, de violar todo lo divi­ con escándalo de todos los católicos
no y lo hum ano, p ara aum entar las se consagraron a la rebeldía para col­
angustias que por esta causa nos afli­ m ar Nuestra am argura vemos aparecer
gen, se añade aún algo sobrem anera tam bién en el campo teológico a quie­
calamitoso y lam entable. Sucede que nes, aprendiendo siempre con el deseo
hay algunos que disim uladam ente se y la ansia de novedades y no alcan­
atreven a introducirse entre los que zando nunca la ciencia, llegan a ser
con sus escritos com baten por la Reli­ maestros del error por no haber sido
gión y quieren sim ular que luchan discípulos de la verdad. De este m o d o -
igualm ente p o r ella, p ara que, rete­ con peregrinas y reprobables doctrinas
niendo la apariencia de Religión y des­ inficionan los estudios sagrados y aun
preciando, de hecho, la verdad, pue­ no vacilan en profanar el magisterio
dan m ás fácilm ente seducir y pervertir público, si lo tienen, en las escuelas y
a los incautos por medio de la filosofía academias y adulterar el mismo sacra­
o m ejor de sus ficciones filosóficas y tísimo depósito de la fe que se jactan
de su vana falacia, y engañar luego a de defender.
los pueblos y ayudar con más seguri­
dad a los enemigos abiertam ente hos­ 2. Jorge Herm es. - Sos obras. - El
tiles. P or lo que apenas tuvimos noti­ exam en. - Su doctrina. E ntre tales
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, II, 85-87. Traduc. especial para la 1? edición. Las
cifras marginales indican las páginas y columnas (I* y II?) del texto original en Bernasconi (P. H.).
60
7, 2 E n c íc l i c a “ D u m A c e r b is s im a s ” 61

m aestros del error se encuentra según zu Bonn, E rster Theil. M ünster in der
constante y casi com ún voz en Ale­ Coppenrathschen Buch- und Kunst-
m ania, J o r g e H e r m e s , quien ap a rtán ­ handlung 1834”. (O sea en castellano).
dose audazm ente del recto sendero que /. Introducción a la teología cristiano-
fijaron la universal tradición y los san­ católica, autor Jorge Hermes, profesor
tos Padres, y aun despreciándolo y de teología dogmática en la Academia
condenándolo, p repara u na vía tene- de Monasterio. Parte primera que con­
86 brosa p a ra todos errores en la duda tiene la introducción a la filosofía, Mo­
1 positiva como base de toda la investi­ nasterio, librería y casa de arte Coppen-
gación teológica y en el principio que rath 1819. II. Introducción a la teo­
establece de que es la razón la princi­ logía cristiano-católica, autor Jorge
pal norm a y el único medio por el que Hermes, doctor en teología y filosofía,
el hom bre puede llegar al conocim ien­ profesor de teología en la Academia
to de las verdades sobrenaturales. Lo renana Federico-Guillermo, de la Uni­
cual apenas llegó a nuestros oídos versidad de Bonn y capitular de la
junto con m uchas denuncias, reclam a­ iglesia Catedral Metropolitana de Co­
ciones y pedidos de m uchos teólogos lonia. Parte segunda que contiene la
de Alemania y sagrados pastores de la introducción positiva. Monasterio, li­
Iglesia, p ara no faltar al oficio del brería y casa de arte Coppenrath 1829.
Apostolado a Nosotros confiado y al III. Dogmática cristiano-católica, autor
cargo de custodiar el sacrosanto depó­ Jorge Hermes, doctor en Teología y
sito de la fe, inm ediatam ente procura­ Filosofía, profesor de teología en la
mos que las obras de H e r m e s , fuesen Academia renana Federico-Guillermo
enviadas, como se hizo, a la Santa Se­ de la Universidad de Bonn y capitular
de, p ara ser examinadas. Son las si­ de la Iglesia Catedral Metropolitana de
guientes (editadas en alem án ): “ I. Ein- Colonia; editada después de su muerte
leitung in die Christkatholische Theo- por D. S. H. Achterfeldt, profesor ordi­
logie, von Georg Hermes, Profesor nario en la Academia teológica e ins­
der dogm atischen Theologie an der pector del convictorio católico de
U niversitát zu Münster. E rster Theil. Bonn. Parte primera. Monasterio, li­
Philosophische Einleitung, M ünster in brería y casa de arte Coppenrath 183A.
der Goppenrathschen Buch-und Kunst- Estos libros m andados entregar a teó- 86
handlung 1819. II. Einleitung in die logos peritísim os de la lengua alem a- 11
Ghrist-katholische Theologie von Georg na para que los analizaran con suma
Hermes, Doktor der Theologie und diligencia y eligieran los principales
Philosophie, Profesor der Theologie trozos de ellos, aun cuando fuese nece­
an der Rheinisehen Friedrich - Wil- sario citar m uchas frases según lo exi­
helms - Universitát Bonn, und Dom- giera el sentido y las palabras del con­
kapitular der M etropolitankirche zu texto, y habiéndolas traducido al latín
Kóln. Zweiter Teil. Positive Einleitung las anotaron cuidadosamente. Todo lo
erste Abteilung, M ünster in der Gop­ cual lo hicieron con gran cuidado y
penrathschen Buch- und K unsthand- consideración y están ya del todo con­
lung 1829. III. Christkatholische Dog- formes con la fama. Además los m is­
m atik, von Georg Hermes, D oktor der mos trozos seleccionados juntam ente
Theologie und Philosophie, Professor con las notas que contenían las censu­
der Theologie an der Rheinisehen F ried­ ras de los teólogos m encionados fue­
rich - W ilhelms - U niversitát Bonn, ron entregados tam bién a otros m aes­
und D om kapitular der M etropolitan­ tros de sagrada teología para que h i­
kirche zu Kóln; nach dessen Tode cieran de nuevo el examen de su cato­
herausgegeben von O. S. H. Achterfeld, licidad, y todos, con consentimiento
ordentl. Professor der Theologie an unánim e, convinieron en que en tales
der Universitát und Inspektor des Ka- trozos estaban contenidas doctrinas
tholisch-theologischen Konvictoriums disonantes con los principios de las
62 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1835) 7, 3

verdades católicas, se encontraban y ya en otras ocasiones condenadas


m uchas cosas falsam ente disputadas, por la Iglesia.
m uchas cosas dichas ambiguamente,
vagas, oscuras, artificiosa y convenien­ 3. R eprobación y condenación. Nos­
temente com binadas para com plicar y otros, pues, oídas las opiniones de los
viciar la inteligencia de los dogmas Cardenales y plenam ente consideradas
católicos, y por lo general sacadas de todas las cosas, siguiendo sus consejos
las explicaciones y errores de los aca­ y tam bién por propia determinación,
tólicos. P or último, quisimos que todo cierta ciencia y m adura determ inación
el asunto fuese entregado p ara ser dis­ Nuestra, con la plenitud de la apostó­
cutido y exam inado por entero a los lica potestad y por el tenor de las
Venerables H erm anos, Nuestros Car­ presentes, condenamos, reprobam os y
denales de la S. R. I. Inquisidores ge­ m andam os que sean inscriptos en el
nerales de toda la república cristiana. Indice de los libros prohibidos los su-
Ellos pues, considerando todas y cada pradichos libros, dondequiera y en
una de las cosas con m ucho cuidado cualquier idiom a y cualquier edición
según pedía la gravedad del caso, des­ o versión ya im presa o que, lo cual
pués de una m adura discusión en la ojalá no suceda en el futuro, se im pri­
Congregación tenida ante nosotros, miere, exhortando y rogando en el
juzgaron que el autor se envanecía en Señor a los Venerables Herm anos P a ­
sus pensam ientos y que am ontonaba triarcas, Arzobispos y demás O rdina­
en sus obras m uchas cosas absurdas y rios de lugar, que, acordándose del
ajenas a la doctrina católica sobre estrecho y durísim o juicio a que los
todo acerca de la naturaleza de la fe someterá el Príncipe de los Pastores
y la regla de lo que hay que creer, acerca de la instrucción, gobierno y
acerca de la Sagrada Escritura, T radi­ custodia de la grey a ellos encom en­
ción, revelación y m agisterio de la dada, no sólo procuren rechazar los
Iglesia, acerca de los motivos de cre­ mencionados libros de las clases, sino
dibilidad, acerca de los argum entos tam bién a p artar con todo cuidado y
con que se acostum bra dem ostrar y solicitud a las propias ovejas de tales
confirm ar la existencia de Dios, acerca envenenados pastos.
de la esencia del mismo Dios, su san­ P ara que las presentes letras Nues­
tidad, justicia, libertad, y el fin que tras lleguen m ás fácilm ente al conoci­
persigue en las obras llam adas por los miento de todos y nadie pueda alegar
teólogos ad extra, y asimismo acerca que las ignora, queremos y decretamos
de la necesidad y de la gracia, de su que por alguno de Nuestros funciona­
distribución y de la distribución de los rios, según es costum bre, se publiquen
dones, retribución de prem ios e im po­ y queden fijos ejem plares de ellas en
sición de penas, acerca del estado de las puertas de la basílica del Príncipe
nuestros prim eros padres, del pecado de los Apóstoles, de la Cancillería
original y de las fuerzts del hom bre Apostólica, la Curia General en el
caído. Juzgaron que los mismos libros Monte Citatorio y en la cum bre del
debían ser prohibidos y condenados Campo de Flora en la Urbe.
por contener doctrinas respectivam en­ Dado en Roma, junto a Santa M aría
te falsas, tem erarias, capciosas, condu­ la Mayor, bajo el anillo del Pescador,
centes al escepticismo e indiferentis­ el 26 de Setiembre de 1835, de Nuestro
mo, erróneas, escandalosas, injuriosas Pontificado el año quinto.
a las escuelas católicas, destructoras
de la fe divina, con sabor de herejía GREGORIO PAPA XVI.
e

ENCICLICA “PROBE NOSTIS”(*}


(18-IX-1840)

SOBRE LAS MISIONES Y LA OBRA DE LA PROPAGACION DE LA FE


G R E G O R I O PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
83 1. La perversa cam paña de los here- sean revistas infectas y otros folletos,
11 jes contra la Santa Iglesia. Conocéis exhortaciones capciosas, caridad sim u­
perfectam ente, Venerables Hermanos, lada, dones en dinero, para atraer a
con cuántas calam idades está plagado sus sectas aunque sea, al pueblo igno­
por todas partes este tristísim o tiempo, rante, en especial a la juventud y h a ­
y de qué m anera lam entable es vejada cerlos abandonar la fe católica.
la Iglesia católica; tam poco ignoráis Nos referimos, Venerables H erm a­
con cuán grande torrente de errores nos, a hechos que no sólo son com ­
de todo género, con cuán desenfrena­ probados, sino cuyos testigos sois vos­
da audacia de los que yerran se ataca otros mismos, quienes con dolor cier­
la Religión santa, y con qué astucia y tam ente y de ninguna m anera sin p ro ­
con qué fraudes los herejes e incrédu­ testas como conviene a vuestro oficio
los se unen en procura de la perver­ pastoral, os veis obligados a tolerar en
sión de los corazones y las mentes de vuestras diócesis a los susodichos pro ­
los fieles. E n una palabra, conocéis pagadores de herejías e incredulidad,
que casi no hay ningún género de tra ­ y a los insolentes pregoneros que, dis­
bajos y de esfuerzos que no se em pren­ frazados a veces con pieles de ovejas,
da p ara arrancar, si fuera posible, de son internam ente lobos rapaces que no
84 su más profundos cim ientos, el edifi- cesan de insidiar y herir a la grey.
1 ció inconm ovible de la santa Ciudad. ¿A qué decir más? Ya casi no queda
Porque, en verdad, para om itir lo de­ en toda la tierra ni una región b á r­
más, ¿no nos vemos obligados, desgra­ bara a que las conocidísimas socieda­
ciadam ente, a ver que los m uy astutos des centrales de los herejes e incré­
enemigos de la verdad, se propagan dulos no hayan enviado, sin p arar en
im punem ente y que no sólo atacan la gastos, sus exploradores y emisarios,
Religión con burlas, a la Iglesia y a los los cuales o por engaños, o abierta­
católicos con insultos y calum nias, si­ mente en orden de batalla y a bande­
no que invaden las ciudades y pueblos, ras desplegadas declaran guerra a la
fundan escuelas de error e im piedad y Religión católica y a sus pastores y
propagan im preso el veneno de sus ministros, para separar a los fieles del
doctrinas, disfrazados, p ara m ayor en­ seno de la Iglesia e im pedir a los infie­
gaño, con el uso deform ado de las les la entrada en ella.
ciencias naturales y de los inventos De lo dicho fácilmente puede infe­
m odernos? Más aún, ¿no los vemos rirse cuánto Nos angustiamos, de día
pentrar en los tugurios, recorrer los y de noche, ya que cargados con la
campos e introducirse en la fam ilia­ solicitud de todas las iglesias, debemos
ridad del pueblo más hum ilde y de dar cuenta de todo al divino Príncipe
los campesinos? De esta m anera, n a­ de los pastores. Y si hemos juzgado
da dejan sin intentar, ya sean Biblias deber recordar con vosotros, en es­
corrom pidas, y en lengua vulgar, ya tas nuestras letras, estas causas de
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. BernasGoni, III, 83-S6. Traducción especial para la 1? edición.
Como esta Encíclica fuese considerada de mucha utilidad “por cuanto trataba de un tema importan­
tísimo, muy actual para los tiempos que corrían y contenía una nueva condenación de las sectas y
sociedades bíblicas, se volvió a publicar del Bulario S. C. de Propag. Fide (vol. VI) en ASS. del año
1880. Cfr. ASS. 12, 545-550. El texto original (latín) volvió a reproducirse en “Codicis Iur. Can. Fon-
tes , Card. Gasparri, Roma 1928, II, 779-783. (P. H.).

63 —
64 E n c íc l ic a s d e l PP. G r e g o r io XVI (1840) 8, 2-3

congojas comunes a Nos y a vosotros, y en los consuelos con que por esta
Venerables H erm anos, ha sido p ara que m ism a causa, el Padre de las misericor­
consideréis m ás intensam ente cuánto dias y Dios de toda consolación nos
le im porta a la Iglesia el que todos los conforta en toda tribulación nuestra^SK
sagrados obispos, con doblado interés Porque m ientras hemos de llorar por
y actividad m ancom unada trabajen una parte, el perjuicio que en algunas
con todo esfuerzo p ara que sean re ­ regiones ha sufrido y sufre la religión
prim idos los ataques de enemigos tan católica, debemos por otra, alegrarnos
num erosos de la Religión, p ara que de los frecuentes triunfos que, aún allí
sean rechazados sus tiros y precavidos mismo, ha conseguido y consigue, por
y arm ados los fieles contra las astutas la invicta constancia de los católicos y
caricias que m uchas veces emplean. sus pastores. De tal m anera que nos
Lo cual Nos, como sabéis, procuram os alegramos grandem ente de aquellos fe­
hacer en toda oportunidad y no desis­ lices y adm irables progresos en medio
tirem os: como no ignoram os que lo de tantos obstáculos, y nuestros mismos
habéis hecho tam bién vosotros y con­ adversarios perciben que las opresiones
fiamos lo seguiréis haciendo con siem­ y vejaciones con que se asalta la Iglesia
pre más intenso empeño. no pocas veces sirven para su gloria y
para confirm ar m ás y más a los fieles
84 2. Auxilio y victoria en Cristo Jesús. en la Religión católica.
11 P o r lo demás, V enerables H erm anos,
p ara no desanim arnos en medio de las 3. T riunfo de la Iglesia en las Mi­
dificultades, conviene guardarnos de siones. Y en verdad, p a ra hab lar de las
creer que las debamos superar median­ misiones apostólicas, ¡qué causa de ale­
te nuestras propias fuerzas; siendo grarnos no nos ofrecen los copiosos
Cristo nuestro consejo y fortaleza, y frutos de la Iglesia universal en esas
pudiéndolo todo El, sin el cual nada mismas misiones, los progresos d<* la
podemos; El cual, confirmando a los fe en América, y especialmente e:q las
predicadores del Evangelio y a los mi­ I ndias y otras tierras de infieles! P a r­
nistros de los sacramentos dice: “He que no ignoráis, Venerables Herm anos
aquí que con vosotros estoy todos los que tam bién en nuestros tiempos se
días hasta la consumación de los siglos. difunde intensam ente en aquellas re ­
Y en otra ocasión: Os he dicho estas giones el núm ero y el celo de los varo­
cosas para que tengáis paz en mí; en el nes apostólicos, que, sin ayuda, con la
mundo tendréis tribulación: pero tened coraza de la fe, no sólo se atreven a
confianza, yo he vencido al mundoO), pelear, de palabra y por escrito, en p ri­
Estas promesas, siendo manifiestas a vado y en público, las batallas del Se­
todas luces, no deben perder su fuerza ñor contra las herejías y la increduli­
por ningún impedimento; no sea que dad, y ciertam ente con éxito, sino tam ­
aparezcamos ingratos a la elección de bién encendidos en el fuego de la cari­
Dios, cuyo auxilio es tan poderoso dad, sin detenerse ante las dificultades
como son veraces sus promesas”(2K de los viajes y la m agnitud de los tra ­
¿Quién no ve m anifiestam ente, aún en bajos, buscan por tierra y m ar a los
esta edad, los frutos de las prom esas que están sentados en las tinieblas y a
divinas, frutos que nunca faltaron en la la som bra de la m uerte, para llam ar­
Iglesia y nunca faltarán? Estos, sin du­ los a la luz y a la vida de la Religión
da, aparecen evidentem ente en la insu­ católica. De aquí que, intrépidos en 87
perable firm eza de la Iglesia en medio medio de todos los peligros, atraviesan 1
de tantas agresiones de los enemigos, con ánimo heroico las selvas y caver­
en la propagación de la Religión en m e­ nas de los bárbaros, y después de
dio de tantas perturbaciones y peligros, am ansarlos poco a poco con la suavi-
(1) Mat. 28, 20; Juan 16, 33. Narbona [1418-1419] (Migne PL. 54, col. 1201-B-
(2) S. León Magno, Epist. 167, a Rústico de 120 2 -A ) .
8 4-6 E n c íc l ic a “ P r o b é N o s t is ” 65

dad cristiana, los instruyen en la ver­ asistiendo y protegiendo perpetuam ente


dadera fe y en la verdadera virtud, a su Iglesia, suscita en ella nuevas so­
p ara arrancarlos finalm ente de la escla­ ciedades según la oportunidad de los
vitud del demonio por medio del b au­ tiempos y lugares y otras circunstan­
tismo, y trasladarlos a la libertad de cias, sociedades que, bajo la autoridad
los hijos adoptivos de Dios. de la m isma Iglesia, colaboran celosa­
4. Consuelo y dolor p o r los nuevos mente con fuerzas coadunadas y cada
una según su m anera, a las obras de
m ártires. No podemos, con todo, con­
m em orar sin lágrim as (lágrimas de do­ caridad, a la instrucción de los fieles
y a la dilatación de la fe?
lor, execrando la crueldad de los p er­
seguidores y esbirros; y lágrim as de Un hermoso espectáculo, entre otros,
consuelo, contem plando la constancia ofrecen al m undo católico, y a los m is­
en la fe de los confesores) no podemos, mos católicos m aravillados, aquellas
digo, conm em orar aquí sin lágrim as las congregaciones de piadosas mujeres,
hazañas gloriosas en el lejano O r ie n t e tantas y tan difundidas, quienes bajo
la regla de S a n V i c e n t e de P a ú l , o aso­
de los m ártires recientes, cuyas alaban­
zas no es por cierto la prim era vez que ciadas a otros institutos aprobados y
celebramos. H um ean todavía las regio­ conspicuos por el resplandor de las vir­
nes de T o n q u i n y C o c h i n c h i n a con la tudes cristianas, se consagran alegre­
sangre de muchos sagrados obispos, m ente y por entero a ap artar a las m u­
jeres del camino de la perdición, o a
presbíteros y fieles, quienes renovando
instruir a las niñas en la Religión, la
los ejemplos de los m ártires cristianos
que ilustraron las prim eras edades de sólida piedad y en los oficios m ás p ro ­
pios de su condición, o a aliviar con
la Iglesia, enfrentaron, im pávidos en
los torm entos, una m uerte crudelísima, toda eficacia al prójim o en sus trib u ­
laciones; sin que sean detenidas ni por
testim oniando su fe en Cristo. ¿Qué
triunfo m ás preclaro puede pedirse de la n atu ra l debilidad de su sexo, ni por
la glesia y de la Religión? ¿Qué m ayor el miedo de ningún peligro.
No menos alegran a Nos y a todos los
co ifusión de los que la persiguen que
buenos aquellas otras reuniones de fie­
el ver, aun en nuestros días, cum plirse
les, que en m uchas ciudades, en espe­
las prom esas divinas de protección y
cial en las más im portantes, se están
ayuda, con lo que resulta, como dice
que la religión fundada en
S a n L e ó n *3),
continuam ente form ando y cuyo fin y
el Misterio de la Cruz de Cristo con empeño es oponer a los libros perversos
obras titiles, propias o ajenas, a los
ningún género de crueldad pueda des­
errores m onstruosos la pureza de la
truirse?
doctrina, a las injurias e insultos la
5. Las nuevas Asociaciones apostó­ m ansedum bre y caridad cristianas.
licas. Lo que hemos recordado hasta 6. La Propagación de la Fe. - Sus
aquí, Venerables Hermanos, es cierta­ excelencias. ¿Qué direm os, por último,
m ente consolador y glorioso p ara la sino grandes alabanzas, de aquella cé­
Religión cristiana, pero no faltan otros lebre sociedad, que progresa siempre,
consuelos p ara la Iglesia en medio de no solamente en las regiones católicas,
tan grandes tribulaciones; es, a saber, sino tam bién en las tierras de acatóli­
las pías instituciones que se acrecientan cos e infieles, y que abre a todos los
p ara el bien de la Religión y de la socie­ fieles de toda condición, un fácil ca­
dad cristiana, algunas de las cuales son mino y medio expedito p ara merecer
ayuda y auxilio p ara las m ism as sagra­ bien de las misiones apostólicas y p a r­
das misiones apostólicas. Y por cierto, ticipar de sus bienes espirituales? Ya
¿qué verdadero católico no se alegra, entendéis que hablam os aquí de la co­
considerando la providencia de Dios nocidísima sociedad de la Propagación
om nipotente, que según sus promesas,4 de la Fe.
(4) S. León M., Sermón 82, cap. V [alias 80]. Festiv. S. Pedro y S. Pablo (Migne PL. 54, col. 426-A).
E ncíclica» P on tificias 3
66 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1840) 8, 6
Habiéndoos comunicado, Venerables P or eso, Nos, aunque indignos colo­
Herm anos, no sólo las angustias que cados en la suprem a atalaya de la Igle­
Nos consum en por las pérdidas que sia, no hemos dejado pasar ninguna
sufre la Religión católica, sino tam bién oportunidad, siguiendo en esto el ejem ­
sus triunfos que logra y que Nos con­ plo de nuestros predecesores, de testi­
suelan y sostienen, resta ahora com u­ m oniar con suma elocuencia nuestra
nicaros igualm ente la solicitud que nos afición a tan preclara obra, y de agui­
urge velar por la m ayor prosperidad jonear oportunam ente en los fieles el
de sociedades tan benem éritas de la am or a la misma. Por lo tanto, tam bién
Religión. Os exhortam os, pues, vehe­ vosotros, Venerables Hermanos, que
mentem ente en el Señor, que os em pe­ habéis sido llamados a participar en
ñéis en fom entarlas, defenderlas y nuestra solicitud, procurad con empeño
aum entarlas dentro de los límites de que aquella obra tan im portante reciba
vuestras diócesis. cada día m ayores incrementos en la
En prim er lugar os recomendamos grey confiada a los cuidados de cada
con sumo encarecim iento la dicha so­ uno de vosotros. Haced sonar la trom­
ciedad de la Propagación de la Fe, que peta en Sión(5\ y, con paternales avisos
desde 1832, año de su fundación en la consejos, procurad que los que todavía
nobilísim a y antiquísim a ciudad de no se han adscrito a esta piísima socie­
Lyon, se ha difundido por doquiera dad, entren gustosamente en ella; m ien­
con adm irable rapidez y prosperidad. tras que los que le dieron su nombre,
perseveren en su propósito.
No os recom endam os ciertam ente m e­
Este es, sin duda, un tiempo “en que,
nos las otras congregaciones fundadas
en V iena y en otras partes que, aunque
enfureciéndose el demonio en todo el
bajo nom bres distintos, cooperan con
mundo, el ejército cristiano ha de lu -
igual entusiasm o a la m ism a obra de
char”(5), y así tiem po es este de p ro ­
curar con todo empeño que los fieles
la propagación de la fe: obra susten­
se junten en santa em presa a los
tada tam bién con el favor religiosísimo
sacerdotes que lloran, oran y trabajan
de los príncipes católicos. Obra grande,
por la fe. Nos sostiene una esperanza
en verdad, y santísim a, que es sosteni­
firm ísim a en Dios, que no cesa de sos­
da, aum entada y fortalecida con los
tener con su omnipotente brazo y ale­
pequeños óbolos y cotidianas oracio­
grar con la constancia, caridad y devo­
nes a Dios de cada uno de los asocia­
ción de los fieles a su Iglesia en tan
dos; obra que, dirigida al sustento de
grande peligro de la Religión y en tan
de la caridad cristiana p ara con los
dura y larga lucha contra sus enem i­
neófitos, y la liberación de los fieles
gos, hecho favorable por las m ultipli­
del ím petu de las persecuciones, a Nos
cadas oraciones y buenas obras de sus
parece dignísim a del am or y adm ira­
pastores y ovejas, concederá por fin
ción de todos los buenos. Se ha de juz­
misericordiosam ente a la m ism a Iglesia
gar que no sin una especial inspiración
la deseada tranquilidad y paz.
de la divina providencia ha venido una
E ntre tanto im partim os con todo
obra tan oportuna y útil en ayuda de
am or a vosotros, Venerables H erm a­
la Iglesia en estos últim os tiempos.
nos y todos los clérigos y fieles con­
Porque m ientras las m aquinaciones in­
fiados a vuestros cuidados, la bendición
fernales de toda clase atacan a la am ada
apostólica.
Esposa de Cristo, nada podía serle más
oportuno que el que los fieles, inflam a­ Dado en Roma, en Santa María la
dos en el deseo de p ropagar la verdad Mayor, bajo el anillo del Pescador el
católica y cristiana, unidos en la apli­ día 18 de setiembre, del año 1840, dé­
cación y la labor, se esforzasen conjun­ cimo de nuestro Pontificado.
tam ente en ganar a todos para Cristo. GREGORIO PAPA XVI.
(5) Ver Is. 58, 1. (6) S. León M., Epist. 167, a Rústico de Macho­
na, [1418] (Migne P.L. 54, col. 1201).
e

ENCICLICA
“AUGUSTISSIMAM BEATISSIMI APOSTOLI PAULI”(#)
(21-XII-1840)

SOBRE LA RESTAURACION DE LA BASILICA DE SAN PABLO


CARTA ENCICLICA A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS,
PRIMADOS, ARZOBISPOS Y OBISPOS TODOS EN COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA

GREGORIO PP. XVI


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

9? 1. La R estauración de la Basílica de penurias económicas por que pasaba el


I San Pablo. No creo que exista hom bre mismo. Pero como si se diese cuenta de
tan ignorante que desconozca y que que em presa tan ingente necesitaba de
no se conduela profundam ente ante la subsidios m ucho m ás abundantes de
noticia o espectáculo de la triste ruina los que le podía propocionar el casi
que ofrece la augustísim a basílica del exhausto erario pontificio, confiado en
apóstol P ablo, doctor de las gentes, la ayuda de Dios, no se desanimó;
destruida súbitam ente por un voraz antes bien dio comienzo a la obra
incendio, basílica construida por el m ientras escribía a todo el orbe cris­
em perador Constantino , engrandecida tiano una carta encíclica, por la que
por T eodosio el grande, enriquecida excitaba e inflam aba ardientem ente
por el em perador H onorio y restaura­ los ánimos de todos los fieles, para
da continuam ente por el celo y solici­ que prestaran su concurso generoso a
tud de los Romanos Pontífices, nues- tan m agna obra. La voz del Padre
9’~ tros predecesores, con cuantiosos gas- Santo no fue desoída y con el abun­
II tos y em bellecida con el m ás espléndi­ dante dinero recogido en todo el m un­
do culto.2(*) do cristiano y enviado a esta ciudad,
fue posible con la consiguiente alegría
2. E sfuerzo de los P apas p o r la re ­ de todos, continuar próspera y feliz­
construcción del Tem plo. A la re stau ­ mente, una obra empezada con tan
ración de ese grandioso tem plo ende­ prom etedores augurios, y continuada
rezó todos sus cuidados y desvelos por nuestro predecesor de feliz m em o­
nuestro piadosísimo Predecesor de fe­ ria, Pío VIII, durante el breve lapso
liz recordación L eón XII, quien encen­ de su Pontificado. Ahora bien, desde
dido en ardiente deseo de reedificar que fuimos elevados a esta Cátedra de
aquel antiquísim o m onum ento, no re ­ P edro , no ciertam ente por Nuestios
trocedió ante ningún gasto ni provi­ méritos, sino por un designio oculto
dencia necesaria, a fin de erigir nue­ de la divina Providencia, en tiempos
vam ente y embellecer con la m ayor tan erizados de dificultades y p ertu r­
magnificencia posible el m onum ento baciones y enmedio de tan grandes y
más grande de la Religión católica, gravísimos cuidados e inquietudes, que
volviéndolo a su antigua form a. Por nos ocupan y casi nos agobian, nada
esta causa, con el intento de llevar a podría ocurrir de m ayor im portancia,
feliz térm ino obra tan im portante, de­ nada más agradable ni apetecible, que
term inó que se destinara cada año a trab ajar con todas las fuerzas para que
ella una gran sum a de dinero del era­ a la brevedad posible se construya y
rio pontificio, y esto a pesar de las se term ine el magnífico tem plo dedica-
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, III, 95-97. Tracluc. especial para la 1? edición.
— 67 —
68 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1840) 9, 3

do al Apóstol P ablo, a quién honram os con tanta celeridad, se vería en la ne­


con profunda veneración. cesidad de ser retardada sobrem anera,
A este fin hemos procurado con es­ es una obligación de nuestro cargo,
pecial celo y empeño, todos los auxi­ que, siguiendo las pisadas de nuestros
lios del arte y de la industria, sin dejar predecesores y emulando sus ejem ­
nada por explorar ni intentar, para plos, estimulemos la devoción y piedad
hacer llegar a su deseada coronación de todos los fieles cristianos, para que
tan m agnífica obra. Pese a los ingentes se esfuercen en prestar toda su ayuda
gastos que h a tenido que soportar el e industria a la obra de la conclusión
erario pontificio en estos tiempos, ta n ­ de los trabajos de este nobilísimo y
tos que por poco se arruina, y pese a grandioso templo. Abrigamos la más
que los subsidios que la piedad de los firm e esperanza de que todos, con án i­
fieles espontánea y generosamente en­ mo decidido y generoso, con gran
viaba p ara la restauración de la basí­ empeño y diligencia, querrán secundar
lica ostiense, poco a poco h an ido dis­ esforzadam ente nuestros deseos, tra ­
m inuyendo, sin embargo la construc­ tándose principalm ente de la glorifi­
ción de la obra no sólo no ha sido cación del Apóstol P ablo, el Maestro
96 paralizada, sino que con renovado y de los gentiles, brillante lum brera de
1 confiado em peño ha sido acelerada de la ley cristiana, profundo escrutador
modo que con fundam ento se puede de los m isterios de Dios, el cual, vesti­
esperar, que dentro de no m uchos años do aun de los m ortales despojos, fue
podremos contem plar el insigne tem ­ huésped bienaventurado del cielo, guió,
plo com pletam ente term inado. Gracias ilustró, regó con su sangre y unificó
a este esfuerzo, podremos, con inm en­ a la Iglesia santa de Cristo por medio
sa alegría de nuestra alma, recorrer de sus sapientísimos y divinos escritos,
en las sagradas ceremonias el lado y sus gloriosísimas hazañas. Nadie
transversal del edificio tan artística­ ignora, ni puede ignorar, cuántas am e­
mente acabado y enriquecido, y consa­ nazas, penas, infortunios, trabajos, to r­
grar con solemne rito junto con nues­ mentos, dolores, peligros, en m ar y
tros Venerables H erm anos los carde­ tierra, sobrellevó con ánimo invenci­
nales de la santa, rom ana Iglesia, el ble, arrostró y despreció, para confun­
día 5 de octubre, el altar m ayor, digno dir en todo el orbe con su predicación
de toda veneración por contener el celestial a la sinagoga, para cubrir de
santísimo sepulcro de P ablo, librado y turbación a la filosofía pagana, para
salvado m ilagrosam ente del furor de destronar de su solio a la idolatría, y
las llamas, y ah o ra restaurado con ex­ a todas las gentes, y a todos los pue­
quisita diligencia. blos y naciones, disipada la sombra de
3. P ero la term inación de la ingente sus errores, y abjurada la superstición
em presa requiere la contribución de pagana, convertirlos a Cristo, im buir­
los fieles. M ientras com unicam os al los en los preceptos de la ley divina,
orbe católico tan fausta nueva, nos ale­ enseñarles y enderezarles por el cam i­
gramos y gozamos profundam ente en no de la salvación y el sendero del
el Señor. Sin embargo, aunque Nos cielo. ¿Quién no se sentirá vivamente
hemos dedicado a procurar con p a r­ im pulsado a trab ajar con todas sus
ticular esmero y diligente celo la te r­ fuerzas en el embellecimento de su
m inación de las demás partes de la sepulcro, trofeo de victoria, pensando
Basílica, aún falta m ucho, para que y recordando estas cosas? ¿Quién no
se pueda acabar pronto tan espléndido experim entará un ardiente deseo de
templo. ver enoblecido con su ayuda el tem ­
Gomo las circustancias son tales, plo de P ablo, a quien sabe y siente que
que sólo es posible obtener medios pe­ debe h o n rar y venerar como a m aes­
cuniarios de los erarios pontificios, y tro y padre? ¿Quién no procurará con
en consecuencia una obra empezada incansable solicitud, contribuir gene­
9, 4-5 E n c íc l ic a “ A u g u s t is sim a m ” 69

rosamente al em bellecim iento, con to­ que aprestase las vestimentas, fundiese
do ornato y culto, de esta basílica en los vasos, ciertam ente ordenó tam bién
que se veneran con suma devoción, que todo el pueblo de Israel diese de
las cenizas de aquel cuerpo, que al su dinero, y, al recibirlo dijo: Lo que
decir de San Grisóstomo, completaba ha sido ofrecido por los hijos de Israel
lo que faltaba a Cristo, llevaba sus lla­ lo dispondrás para uso del Tabernácu­
gas, esparcía por doquier su predica­ lo del Testimonio, para que sirva de
ción; las cenizas de ese cuerpo por testimonio de ellos ante Dios, y así
medio del cual hablaba Cristo y res­ Dios es apiade de sus almas
plandecía su luz con un resplandor ¿Quién pues, no se sentirá ardien-
superior a todo brillo, y su voz reso­ m ente incitado, con tan insigne y sal­
naba más terrible que el trueno para vadora prom esa del mismo Señor, a
los demonios, por el cual conocimos a ofrecer su contribución según la m e­
Pablo y al Señor de Pablo? (1) dida de sus posibilidades a la obra de
4. Más que u n deber es u n honor Dios, para que le sirva de monumento
contribuir a la glorificación del após­ ante el Señor, y de propiciación por
tol. Ojalá, V enerables H erm anos, que su alma? Inmenso fue, por cierto, el
esa exuberancia de ingenio, esa increíble gozo de aquel santísimo conductor del
y casi divina abundancia y riqueza con pueblo israelítico, cuando oyó a los
que se expresó y escribió sobre S an encargados de las obras, que el pueblo
P ablo, el sobre toda ponderación elo­ había ofrecido más de lo que se reque­
cuentísimo Grisóstomo se transm itiera ría, y se vio obligado a prohibir al
a Nosotros, y pudiéram os atraer vues­ pueblo continuar aún ofreciendo sus
tros ánimos y corazones a m anifestar dones, pues bastaba y sobraba con lo 97
con toda clase de ayuda vuestra devo­ que ya habían ofrecido. 12
ción al Apóstol. Tam bién vosotros, Ve­ Quiera el clementísimo Dios cum plir
nerables Herm anos, según la medida de esta m anera nuestros deseos para
de vuestra eximia devoción y egregia que podamos restablecer y poner fin
piedad hacia P ablo, con cuya doctrina con el auxilio piadoso y abundante de
os habéis alim entado, haced cuanto los fieles a este celebérrimo edificio.
esté de vuestra parte por im pulsar más ¡Cuán grandes gracias no le tendría
y más a los pueblos confiados a vues­ reservadas el mismo Apóstol P ablo,
tra fe y desvelos, p ara que ellos, h on­ por su parte, a aquellos que se dedi­
rando al Apóstol P ablo con un obse­ casen con todo celo a la m agnífica res­
quio digno de él, tenga a gran gloria tauración de la basílica, levantada en
enviar sus aportes p ara dar cima a la su honor, y com pletam ente destruida
obra de su templo. Hacedles ver clara­ por el siniestro, devolviéndole su an ti­
mente, que h arán algo m uy agradable gua majestad! Ciertamente nosotros,
a los ojos de Dios si contribuyen con Venerables Hermanos, confiamos fir­
sus medios y facultades a prom over el memente en aquel Señor que es rico
embellecimiento de su casa. Pues, au n ­ en misericordia, en que todos los fie­
que El, creador de cielo y tierra y Se­ les cristianos de cualquier clase y con­
ñor de ella, en nada necesita de nues­ dición que sean, movidos por la gloria
tro auxilio, sin embargo es tan bonda­ de Dios, la honra del Apóstol P ablo,
doso y misericordioso, que no sólo nos y vuestras exhortaciones, y a la vez
pide nuestra cooperación p ara la edifi­ anim ados por el magnífico edificio ya
cación en nom bre suyo de su casa co­ en gran parte construido, contribuirán
ronando con el éxito nuestros esfuer­ con tal copia de oro y plata, que resul­
zos, sino que se alegra y regocija de te bastante para dar térm ino a ese
que le tributem os sem ejante hom ena­ nobilísimo edificio.
je. Cuando Dios m andó a Moisés que 5. Conclusión. - Confianza en vues­
construyese el tabernáculo de m ateria­ tra generosidad. Vosotros os preocu­
les preciosísimos, que erigiese un altar, paréis, Venerables Herm anos, de jun-
(1) S. Juan Crisóstomo, Homilía 32 in Epist. ad Romanos nr 3 [tomo 9] (Migne PG 60 col. 678-679).
(2) Exod. 30, 16.
70 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1840) 9, 5

ta r el dinero ofrecido por los fieles, y camino de la salvación, regirlas y de­


enviarlo a Nos, y enriquecer con todo fenderlas. Confiado en esta esperanza,
celo y empeño, el santísimo sepulcro pidiendo al Padre de toda m isericordia
del Apóstol P ablo, tan celebrado siem­ y Dios de toda consolación vuestra di­
pre por la veneración universal de to­ cha y felicidad, os im partim os nuestra
do el orbe católico, y por el constante Apostólica Bendición a vosotros y a la
concurso de los fieles, p ara que soste­ grey confiada a vuestra solicitud.
nidos más y más por el patrocinio del Dada en Roma, en San Pedro el día
Apóstol, m ás fácilm ente podáis en es­ 21 de Diciembre de 1840, décimo de
tos calamitosos tiempos, ap artar a las nuestro Pontificado.
ovejas a vosotros encomendadas, de
los pastos venenosos, conducirlas al GREGORIO PAPA XVI.

N O T A S, que co rresp o n d en a l te x to de la s i g u i e n t e E n c íc lic a , e n la p á g in a 73.

(18) P í o V I, Const. A u t o r e m F id e i, 20-VIII-1794, (22) L e ó n X I I , Encícl. U b i p r i m u m , 5-V-1824


condenación de las proposiciones del seudo-sínodo (Ver Bullar. Rom. Cont., tomo 16, pág. 45-49).
de Pistoya nr. 67 (texto en: Codicis Iur. Can. (23) Estas reglas están en el aviso añadido al
Fontes, Card. Gasparri, Roma 1928, t. II, pág. 68). decreto de la S. Congr. del Indice del 7-1-1836,
(19) En primer lugar, C a r ta de la S. Congr. de que añadimos aquí; “Por cuanto llegaron noticias
la Propaganda de la Fe, 3-VIII-1816 a los Vicarios a la S. Congr. en el sentido de que en algunos
Apost. de Persia, Armenia y otras regiones orien­ lugares se editan en lengua vulgar los sagrados
tales; D e c r e to editado por la S. Congr. del Indice, libros de la Biblia, sin que se observen las leyes
23-VI-1817, acerca de todas estas versiones. — En saludabilísimas que al respecto están en vigencia;
este D e c r e t o general se prohibió la obra cuyo ti­ por cuanto, además, ha de temerse que exista
tulo es “ H i s t o r i a s u c i n t a d e lo s t r a b a j o s d e la una conspiración de hombres perversos, espe­
C o m p a ñ ía B r i t á n i c a y E x t r a n j e r a con el I n d i c e cialmente en estos tiempos, de sugerir maliciosa­
de m a te r ia s c o n c e r n ie n te s a e lla : E l que es de mente errores encubiertos por el manto de la di­
D io s , e s c u c h a la v o z d e D i o s ” (Juan 7, 12), Edit. vina Palabra, la S. Congreg. juzgó oportuuno vol­
Agnello Nobile, Nápoles, C. Sta. Brígida 27, 1817; ver a recordarles a todos lo que en otros tiempos
en el mismo D e c r e t o , 23-VI-1817, también todas las se decretó, o sea, que las versiones en lengua
versiones en cualquier lengua vulgar, a no ser vulgar no deben permitirse, a no ser que f u e s e n
que fueren aprobadas o por la Sede Apostólica, o a p r o b a d a s p o r la S e d e A p o s t ó l i c a o e d i t a d a s c o n
editadas con notas tomadas de los Padres de la a n o ta c i o n e s , s a c a d a s d e lo s S a n t o s P a d r e s d e la
Iglesia o de autores doctos y católicos, conforme I g le s ia o d e v a r o n e s d o c t o s y c a t ó lic o s (del D e ­
a los decretos de la S. Congreg. del Indice, del c r e t o de la Sgda. Congreg. del Indice, 17-VI-1757,
7-VI-1757” . Dado en Roma, el 12 de julio de 1817. en el Apéndice a las reglas del Indice), debiendo,
sobre todo insistirse en lo que por la regla cuarta
(20) P í o V I I, Carta del l-VI-1816. del Indice y, después, por mandato de Clemente
(21) P í o V II, Carla del 4-IX-1816. VII fue establecido al respecto.
ENCICLICA “INTER PRECIPUAS MACHINATIONES”^
(5-V-1844)
CONTRA LAS SOCIEDADES BIBLICAS
GREGORIO PP. XVI
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
1. E n tre las principales m aquinacio­ los necios vengáis a decaer de vuestra
nes con que las acatólicos de diversas firmeza *1(2).
denominaciones se esfuerzan al p re­ De aquí que, como os es conocido,
sente en tender insidias a los cultores ya desde los prim eros tiempos del cris­
de la verdad católica y a p a rta r sus áni­ tianismo haya sido arte propio de los
mos de la santidad de la fe, no ocupan h erp es, bien el interpolar por sus pro­
el últim o lugar las sociedades bíblicas piasm anos palabras a las Escrituras,
a las que, instituidas prim eram ente en bien el variar el sentido de Ja expo­
I n g l a t e r r a y difundidas de allí am plia­ sición repudiando la palabra de Dios
mente, vemos conspirar como un es­ que nos ha sido entregada y recha­
cuadrón en editar el m ayor núm ero zando la autoridad de la Iglesia Cató­
posible de ejem plares en todas las len­ li c a ^ . Ni ignoráis, por último, cuánta
guas vulgares de los libros de las Sa­ diligencia y sabiduría sea necesaria
gradas E scrituras y diseminados indis­ para traducir fielmente a otra lengua
tintam ente entre los cristianos e infie­ las palabras del Señor, de m anera que,
les y atraerlos a su lectura sin some­ ya por la im prudencia ya por el fraude
terse a ninguna guía. De este modo de tantos intérpretes, nada suceda más
sucede lo que ya en sus tiempos la­ fácilmente que el introducirse errores
m entaba J e r ó n im o que de la inte­ gravísimos en esas versiones m ultipli­
ligencia de las E scrituras sin m aestro, cadas por las sociedades bíblicas, los
presum en hacer un arte com ún la que quedan largo tiempo ocultados,
anciana locuaz, el viejo decrépito, el para perdición de m uchos, p o r_ esa
sofista charlatán y cualquier clase de m ism a m ultitud y variedad. Poco o
hombres, con tal que sepan leer, y lo nada les im porta a esas sociedades que
que ya sobrepasa el abuso y es casi los hom bres que hayan de leer aque­
inaudito, no excluyen de esta aptitud llas biblias en lengua vulgar caigan
de interpretar, a las mism as m ultitu­ en unos u otros errores, con tal que
des de los infieles. poco a poco se acostum bren a vindi­
Pero no se os oculta, Venerables car como cosa suya el juzgar acerca
Herm anos, qué fines pretendan estas del sentido de los libros de las escri­
sociedades y a dónde se encam inan sus turas y a despreciar las divinas trad i­
intentos. Bien conocéis el aviso de P e ­ ciones de la doctrina de los Padres,
d r o , Príncipe de los Apóstoles, quien
custodiadas en la Iglesia Católica y a
después de alabar las cartas de P a b l o , repudiar el mismo m agisterio de la
dice que hay en ellas algunas cosas Iglesia.
difíciles de entender que los indoctos 2. La fiel interpretación de la Sa­
e inconstantes tuercen lo mismo que grada E scritura. P a ra lograr su fin,
las demás escrituras, para su propia los tales socios bíblicos no cesan de
perdición y luego añade: vosotros calum niar a la Iglesia Santa y a esta
pues, Hermanos, guardaos sabiamente, Sede de P e d r o como si se esforzara
no sea que arrastrados por el error de desde hace muchos siglos en ap artar
(*) Acta Gregorii Pp. XVI, A. M. Bernasconi, III, 332-^36; reproducida también en ASS 9 (1875/76)
620-631. Traducción especial para la 1* edición. El texto original (latín) volvió a reproducirse en “Co-
dicis Iur. Can. Fontes”, Card. Gasparri, Roma 1928, II, 797-804. L a s c i f r a s m a r g i n a l e s indican las pági­
nas y columnas del texto original en Bernasconi (P. H.).
(1) S. J e r ó n im o , Epist. a Paulino, 53, n. 7 (Ep. (3) T e r t u l i a n o , libro “ D e p n e s c r i p t i o n i b u s , c o n -
53, t. I, edic. Vallarsi; Migne PL. 22, col. 544). t r a lo s h e r e j e s ”, cap. 38 (Migne PL, 2 col. 62-B).
(2) II Pedro 3, 16-17.
— 71 —
72 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1844) 10, 2-3

al pueblo fiel del conocimiento de las para I talia y las islas adyacentes
Sagradas E scrituras, siendo así que Vosotros mismos, en fin, Venerables
existen m uchos y espléndidos testim o­ Hermanos, que tenéis la costumbre de
nios del singular celo con que aún en enviar noticias en determ inados tiem ­
los últimos tiempos, los Sumos P ontí­ pos a la Sede Apostólica acerca del
fices y los demás obispos católicos si­ estado de las cosas sagradas en cada
guiendo su ejemplo, han procurado diócesis(10), bien pudisteis advertir pol­
que los católicos se instruyeran más las frecuentes respuestas de nuestra
intensam ente en la palabra de Dios es­ Congregación del Concilio a vuestros
crita y transm itida por la tradición. A predecesores y a vosotros mismos, có­
esto se refieren en prim er lugar los de­ mo la m isma Santa Sede suele felicitar
cretos del Concilio T ridentino en que, a los obispos si tienen teólogos preben­
no sólo se ordena a los obispos que dados que desem peñan bien su cargo
procuren anunciar más frecuentem en­ en las públicas lecciones de Sagradas
te por sus Diócesis las Sagradas Es­ E scrituras y nunca deja de excitar y
crituras y la ley divina, sino que, ayudar sus pastorales cuidados si en
am pliando lo establecido por el Con ­ alguna parte las cosas no sucedieren
cilio L ateranense <5a>, se instituyó en aún como es debido.
cada iglesia Catedral una prebenda
teologal la que debía otorgarse siem­ 3. La lectura de la Sagrada E scri­
pre a personas idóneas para exponer tura. En lo que respecta a la Biblia
e interpretar las E scrituras Se trató en lengua vulgar, hace muchos siglos
luego m uchas veces en sínodos pro­ que en diversos lugares es verdad, los
v i n c i a l e s d e esa prebenda teologal obispos tuvieron que tener una m ayor
que debía constituirse según la norm a vigilancia al advertir que tales versio­
de aquella sanción tridentina, y de las nes se leían en reuniones secretas o
lecciones públicas del mismo canóni- eran difundidas empeñosamente por
co-teológico al clero y tam bién al pue­ los herejes. A esto se refieren los avi­
blo, y se trató tam bién lo mismo en el sos y precauciones tom adas por I n o ­
Concilio R omano del año 17254 *6(7)8*en el cencio III de gloriosa memoria, prede­
que B enedicto X III de venerada m e­ cesor nuestro, acerca de las reuniones
moria, predecesor nuestro, convocó no de laicos y m ujeres con fines piadosos
sólo a los sagrados obispos de la p ro ­ y para leer las E scrituras que se cele­
vincia Romana, sino tam bién a muchos braban secretam ente en la diócesis Me-
arzobispos y obispos y demás ordina­ tense ^11'), así como las peculiares p ro ­
rios de lugar, de ninguna m anera so- hibiciones de Biblias vulgares que se
335 m etidos a esta Santa Sede Y luego encuentran publicadas ya sea en F ran ­
1 el mismo Sumo P ontífice instituyó p a­ cia poco después(12), ya sea en E spa­
ra el mismo fin algunas cosas en la ña (13) antes del siglo XVI. Pero fueron
carta apostólica que dio nom inalm ente necesarias luego mayores providencias
(4) Concil. Trident. ses. 24, c. 4. de Reíorm. (9) Benedicto XIII Const. Pastoralis officii, 19-
(Mansi 33, col. 159-C). V-1725 (texto en: Codicis Iur. Can. Fontes, Card.
[5a] Conc. de Letrán IV (1215). Inocencio 111 Gasparri, Roma 1926, I, pág. 623.
cap. XI, qua pasó al cuerpo de derecho cap. 4 (10) Sixto V, Const. Romanus Pontifex, 20-XII-
de Magistris (Mansi Collect. Conc. 22, col. 999). 1585 (texto en: Codicis Iur. Can. Fontes, Card.
[5b] Concilio Trident., sesión 5 C. 1 de ref. Gasparri, Roma 1926, t. I, pág. 278 § 1); Bene­
(Mansi, Coll. Conc. 33, col. 29-30). dicto XIV, Const. Quod Sancta Sardicensis Sij-
nodus 23-XI-1740, t. I Bullar. de Benedicto XIV
(6) Concilio de Milán 1 (1565) parte I, tit. 5, y la Instrucción que se encuentra en el apéndice
de la prebenda teologal (Mansi 34, col. 7); Conc. de dicho I tomo (Cod. Iur. Can. Fontes, I, 666
de Milán V (1579) p. III, tit. 5, respecto de la § 2).
colación de beneficios (Mansi 34, col. 447-448); (11) En las tres cartas a la dióc. Metense, a
Conc. Aquense (1585) título sobre los canónigos su obispo y capítulo, asimismo a los abades Cis-
(Mansi 34, col. 980-981); y en otros muchos con­ terciense, Morimundense y de la Cripta (Cartas
cilios. 141 y 132 lib. 2; Carta 235 lib. 3 de la edic. Baluti).
(7) Concilio Romano (1725), tit. 1, 6-9 (Mansi (12) Concilio Tolosano (1229) Canon 14 (Mansi
34, col. 1855-1857). 23, col. 197).
(8) Concilio Romano (1725) Carta convocatoria (13) Card. Pacecco, Concilio Trident. (Pallavi-
del 24-XII-1724 (Mansi 34, col. 1849). cini, Storia del Concilio di Trento, lib. 6, c. 12).
10, 4-5 E n c íc l ic a “ I n t e r P r a e c ip u a s ” 73

cuando los católicos luteranos y cal­ año 1713(17) y Pío VI en la Const*


vinistas, osando atacar la inm utable Auctorem Fidei del año 1794(18).
doctrina de la fe con una casi increí­ 4. El fraude de los herejes descu­
ble variedad de errores, todo lo inten­ bierto p o r la Santa Sede. De modo que
taban p ara engañar la m ente de los ya antes de que se creasen las socie­
fieles con perversas explicaciones de dades bíblicas, los mencionados decre­
las Sagradas E scrituras y, habiendo tos de la Iglesia contra el fraude de los
editado por medio de sus secuaces herejes, disimulado bajo aquel afán
nuevas interpretaciones de ellas, eran especioso de difundir las divinas escri­
favorecidos por el arte tipográfico re ­ turas para uso común, ya habían pues­
cién inventado m ediante la m ultiplica­ to sobre aviso a los fieles Nuestro p re­
ción de los ejem plares y su rápida decesor Pío VII de gloriosa m em oria,
divulgación. P or eso en las reglas que que vio estas mismas sociedades, n a ­
redactaron los Padres en el sínodo T ri- cidas en su tiempo, acrecentarse enor­
d e n t i n o y que aprobó nuestro prede- memente, no se abstuvo ciertam ente
533 cesor Pío IV, de feliz m em oria (14\ y de oponerse a sus conatos, ya sea por
11 que fueron tran scritas al comienzo del medio de sus nuncios apostólicos, ya
índice de libros prohibidos, se encuen­ por las cartas y decretos editados por
tra establecido con sanción universal diversas congregaciones de cardenales
que no se perm ita la lectura de la Biblia de la S. R. I.(19), como asimismo por
en lengua vulgar, sino a quienes esa sus dos cartas rem itidas una al Arzo­
lectura se juzgue que h ab rá de rep or­ bispo de G n e s e n <20> y otra al M o h i l o -
tarles acrecentamiento en la fe y la pie- v i e n s e *21). Luego L e ó n XII, de feliz me- 33i
dad^K A esta m ism a regla, restringida m oría, predecesor Nuestro, persiguió 1
con una nueva cautela a causa de los esas mismas m aquinaciones de los so­
perseverantes fraudes de los herejes, cios bíblicos en su carta encíclica en­
se le agregó por últim o de declaración viada a todos los obispos del orbe cató­
autorizada por B e n e d i c t o XIV de que lico el 5 de mayo de 1824(22); lo m is­
se perm ita la lectura de las versiones mo hizo nuestro último antecesor Pío
en lengua vulgar que hayan sido apro­ VIII, de feliz recordación, en la carta
badas por la Sede Apostólica o que se encíclica publicada el día 24 de mayo
publiquen con anotaciones tomadas de del año 1829. Nosotros por último, que
los Santos Padres de la Iglesia o de con méritos m uy inferiores le hemos
doctores varones católicos(141516>. sucedido en este lugar, no dejamos
No faltaron entre tanto los sectarios ciertam ente de em plear con el mismo
de la nueva escuela de J a n s e n i o , que fin Nuestra solicitud apostólica y entre
cam biando el estilo de C a l v i n o y Lu- otras cosas procuram os que se recor­
t e r o , osaron censurar estas disposicio­
dasen a los fieles las reglas sanciona­
nes prudentísim as de la Iglesia y Sede das en otros tiempos, acerca de las ver­
Apostólica, como si la lectura de las siones vulgares de las E scriturasí23^.
Sagradas E scrituras fuese útil y nece­ 5. El fracaso de los sectarios. T ene­
saria en todo tiempo y en cualquier mos motivos para felicitarnos inten­
parte a todo género de fieles. Esta samente, Venerables Hermanos, ya que
audacia de los jansenistas la encontra­ excitados por vuestra piedad y p ru ­
mos reprendida con m uy grave cen­ dencia y confirm am os por las cartas de
sura en los solemnes juicios que con los mencionados predecesores nues­
aplauso de todo el orbe católico dieron tros, de ninguna m anera descuidasteis
contra sus doctrinas dos rom anos pon­ avisar donde fue necesario a los cató­
tífices de piadosa memoria, o sea C l e ­ licos que se guardasen de las insidias
m e n t e XI en la Const. Unigenitus del que les preparaban los socios bíblicos.
(14) Pío IV, Const. Dominici gregis, 24-III-15G4. (17) Clemente XI, Const. Unigenitus, 8-IX-1713,
la condenación de las proposiciones de Quesnel,
(15) En las reglas del Indice nrs. 3, 4. nrs. 79-85.
(16) En el agregado a la Regla 4 del decreto Las notas (18) a (23), por razones técnicas
de la S. Congregación del IIndice (17-VI-1757). están en la página 70.
74 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1844) 10, 6
P or este celo de los obispos unido a la da Federación Cristiana y que se
solicitud de esta Suprem a Sede de P e­ aum entará con más y m ás socios de
dro , se obtuvo con la bendición del todas las naciones o bien con socieda­
Señor que algunos hom bres católicos des constituidas para su ayuda, cuyo
incautos, que im prudentem ente favo­ fin común sea infundir en los rom a-
recían a las sociedades bíblicas, advir­ npsly d em ásitalian o s la libertad reli­
tiendo el fraude, se apartasen de ellas giosa ^ojtná^feien el pernicioso Indife­
y que el resto del pueblo fiel perm a­ rentismo en m ateria de religión. Afir­
neciese casi del todo inm une del con­ m an que desde hace m uchos siglos
tagio que de allí lo am enazaba. tuvieron tanta influencia en todas p a r­
Estos sectarios bíblicos tenían la tes las instituciones del pueblo rom ano
plena certeza de que conseguirían gran e italiano, que no aconteció nada gran­
alabanza llevando a los infieles a la de en todo el orbe que no tuviese su
lectura de los sagrados códices edita­ principio en esta Alma Urbe, lo cual
dos en su lengua que procuraban fue­ dicen que no deriva precisam ente del
sen distribuidos en gran cantidad por hecho de estar constituida en ella por
sus tierras y hechos aceptar aun por disposición del Señor la suprem a Sede
quienes los rechazaban, por medio de de P edro, sino de ciertos rem anentes
los m isioneros o propagandistas que de la antigua dom inación rom ana que
p ara ello destinaban. Pero casi nada quedaron en el territorio usurpado,
consiguieron al pretender propagar según ellos, por nuestros predecesores.
entre los hom bres el nom bre cristiano Por lo cual siendo su finalidad dar a
usando otros medios que los estable­ todos^los pueblos la libertad de con­
cidos por Cristo, si no fue crear nuevos ciencia o m ás bien del error de la que,
im pedim entos a los sacerdotes católi­ según entienden ellos, dimana, como
cos que enviados a esas mismas gen­ de su fuente, la libertad política con
tes por esta Santa Sede, no escatim an incremento de la prosperidad pública;
ningún sacrificio p ara lograr nuevos creen que nada lograrán si prim ero no
hijos a la Iglesia por medio de la p re­ obtienen algún éxito con el pueblo ro ­
dicación de la palabra de Dios y adm i­ m ano e italiano para poder luego usar
nistración de los sacram entos, dispues­ intensam ente su autoridad y sus talen­
tos aun a d erram ar su sangre entre tos con los demás pueblos. Confían
los más crueles torm entos p ara la sal­ lograrlo fácilm ente habiendo tantos
vación de ellos y en testimonio de italianos en todos los lugares de la
la fe. tierra y que en no escaso núm ero vuel­
6. ven de allí a su p atria de los cuales no
La “F ederación C ristiana”. Ahora
pues entre aquellos sectarios fracasa­ pocos, ya porque espontáneam ente se
dos así en sus esperanzas y que con­ aficionaron a las novedades, o porque
sideraban con ánim o entristecido la se han corrom pido en sus costum bres
enorm e suma de dinero hasta enton­ o porque están oprimidos por la nece­
ces gastada en la publicación y divul­ sidad, serán atraídos a dar su nom bre
gación sin ningún fruto de sus biblias, a la sociedad o bien a venderle su tra ­
se encontraron algunos que dispusie­ bajo. Pretenden, pues traer aquí por
ron sus m aquinaciones con nueva medio de estos hom bres buscados en
organización p ara atacar con un p ri­ todas partes, biblias en lengua vulgar,
m er golpe sobre todo los ánimos de que sean pasadas subrepticiam ente a
los italianos y de los ciudadanos de m ano de los fieles y distribuir al m is­
nuestra propia ciudad. Es decir que mo tiempo otros libros pésimos y li­
según las noticias y documentos re- belos compuestos por esos mismos ita­
334 cién recibidos sabemos que m uchos lianos o traducidos de otros autores a la
11 hom bres de diversas sectas se reunie­ lengua p atria p ara a rra n c ar de la obe­
ron el pasado año en N ueva Y ork en diencia a la Iglesia y a esta Santa Sede
América y el 6 de junio dieron co­ la mente de los lectores; entre ellos
mienzo a una nueva sociedad llam a­ señalan sobre todo la Historia de la
10, 7-9 E n c íc l ic a “ I n t e r P r a e c ip u a s ” 75

Reforma escrita por Merle d ’Aubigné se le han agregado o se le agregaren


y Cosas memorables sobre la Refor­ en el futuro. Por tanto entiendan todos
ma entre los italianos de Juan Cric. que serán reos de gravísimo crimen
P or lo demás lo que se puede esperar ante Dios y la Iglesia todos aquellos
de todo este género de libros puede que dieren su nom bre a alguna de esas
deducirse de los estatutos de la socie­ sociedades o se atreviesen a poner a su
dad que, según dicen, prescriben que servicio su actividad o a favorecerlas
en ciertas peculiares reuniones desti­ de cualquier m anera. Confirmamos
nadas a la eleción de libros, no pue­ además e innovamos con la autoridad
den juntarse jam ás ni siquiera dos apostólica las prescripciones arriba
miem bros de la m ism a secta religiosa. m encionadas sobre la edición, divulga­
ción, lectura y retención de libros de
7. Nueva condenación. Cuando por la Sagrada E scritura en lengua vulgar,
prim era vez se nos dio noticia de estas y por lo que toca a las otras obras de
cosas, no pudim os dejar de co n tristar­ cualquier escritor, queremos recordar
nos profundam ente considerando el a todos que deben seguir las reglas
peligro p ara la incolum idad de la san­ generales y decretos de Nuestros pre­
tísim a Religión que los sectarios p re­ decesores que precedan al Indice de
paraban, no por cierto en lugares re- libros prohibidos y por consiguiente,
335 m otos de la Religión, a la u nidad cató- no sólo deben precaverse de los libros
1 lica. Puesto que si bien de ninguna que nom inalm nete se citan en el m is­
m anera hay que tem er que falte nunca mo Indice, sino tam bién de los otros a
la Sede de P edro en la que Cristo puso que se refieren las prescripciones gene­
el inexpugnable fundam ento de su rales aludidas.
Iglesia, no nos es lícito sin embargo
9. E xhortación a los obispos. A vos­
cesar en la defensa de su autoridad,
otros pues, Venerables Herm anos, que
advirtiéndosenos además, por el cargo habéis sido llam ados a participar de
del suprem o apostolado, de la severí- nuestra solicitud, os recomendamos
sima cuenta que nos exigirá el Divino vehementemente en el Señor que an u n ­
Príncipe de los pastores por la cizaña ciéis y expliquéis en su debido lugar y
que creciere en el cam po del Señor, tiempo el criterio apostólico y estos
si alguna hubiese sido sem brada por m andatos nuestros a los pueblos fieles
el hombre enemigo(24> m ientras nos­ confiados a vuestro cuidado pastoral
otros dorm íam os, y por la sangre de
y que os esforcéis en ap a rta r a los fie­
las ovejas a nosotros confiadas si con
les de la predicha sociedad “Federa­
culpa nuestra por ello perecieren.
ción Cristiana” y de las demás que la
8. P or lo tanto tom ando consejo de auxilien, como asimismo de las otras
algunos Cardenales de la S. R. I. y con­ sociedades bíblicas y de toda com uni­
siderando grave y m aduram ente todo el cación con ellos. Según esto, será pre­
asunto, siguiendo tam bién el parecer ocupación vuestra arran car de m ano de
de ellos, determ inam os enviaros esta vuestros fieles, tanto las biblias trad u ­
carta, Venerables H erm anos, por la cidas en lengua vulgar que hayan sido 335
que condenam os de nuevo con nues­ im presas contra las sanciones supra- 11
tra Apostólica autoridad a todas las dichas de los Romanos Pontífices, co­
sociedades bíblicas ya reprobadas por mo otros cualesquiera libros prohibi­
nuestros predecesores, y asimismo con dos y condenados y proveer que los
la autoridad de nuestro Suprem o Apos­ fieles avisados por vuestra autoridad
tolado condenamos nom inalm ente la sean enseñados qué alimento deban
nueva sociedad de la Federación Cris­ considerar saludable para ellos y cuál
tiana constituida en N ueva Y ork el pernicioso y mortífero <25). Mientras
año pasado y a todas las sociedades tanto insistid cada día más, Venerables
del mismo género, si es que algunas 24 H erm anos, en la predicación de la p a ­
(24) Mat. 13, 25 y 39.
76 E n c íc l ic a s del PP. G r e g o r io XVI (1844) 1 0 , 1 0 -1 2

labra de Dios, tanto por vosotros m is­ 11. Conclusión y exhortación final.
mos como por cada uno de los que No dudamos que estos Nuestros cuida­
tienen cura de alm as en cada diócesis dos y vuestros serán ayudados por las
y por lo demás varones eclesiásticos autoridades civiles sobre todo por los
idóneos p ara este cargo, y vigilad más potentísimos Príncipes de Italia, tanto
intensam ente sobre todo a quienes es­ por su singular celo por la conserva­
tán destinados a tener públicas leccio­ ción de la Religión católica, como p o r­
nes de Sagrada E scritura, p ara que que de ninguna m anera escapa a su
desempeñen su oficio al alcance del prudencia que interesa tam bién mucho
auditorio y bajo ningún pretexto se a la causa pública que fracasen los
atrevan jam ás a interp retar o explicar mencionados proyectos de las sectas.
las mismas contra la tradición de los Puesto que consta, y una larga expe­
Padres o fuera del sentido de la Igle­ riencia pasada lo ha confirm ado, que
sia Católica. P or último, como es p ro ­ no hay un camino más expedito para
pio del buen pastor no sólo defender ap artar a los pueblos de la fidelidad y
y n u trir las ovejas que lo siguen, sino obediencia a sus Príncipes que la indi­
tam bién buscar y traer de nuevo al ferencia en m ateria de religión p ro p a­
redil a las que se fueron lejos, así debe gada por los sectarios bajo el nom bre
ser ocupación vuestra y N uestra p ro ­ de la ' libertad religiosa! Y esto no lo
curar con todo empeño que cuantos desconocen ciertam ente estos nuevos
han sido seducidos por tales sectarios socios de la <eFederación Cristiana” ,
y propagadores de libros perniciosos, ya que si bien declaran no pretender
conozcan con la gracia de Dios la gra­ instigar sediciones civiles, con todo con­
vedad de su pecado y procuren expiar­ fiesen que casi espontáneam ente segui­
lo con los remedios de una saludable rá en Italia la libertad política al dere­
penitencia; ni siquiera han de ser re­ cho, reclam ado para cada uno de los
chazados de este celo de la solicitud fieles de interpretar la Biblia según su
sacerdotal los mismos seductores de propio arbitrio, y de la difusión conse­
ellos y principales m aestros de la im ­ cuente entre los italianos de la que lla­
piedad, pues si bien es m ayor su ini­ m an om ním oda libertad de conciencia.
quidad, no debemos, abstenernos de 12. Y prim ero y principalm ente, Ve­
procurar intensam ente su salvación nerables Hermanos, levantemos juntos
por las vías y modos que estén a nues­ nuestras manos a Dios y encomendé­
tro alcance.1025 mosle nuestra causa y la de toda la
Iglesia con las más hum ildes y férvidas
10. P or lo demás, Venerables H er­ plegarias, invocando tam bién la in ter­
manos, pedimos u na vigilancia pecu­ cesión piadosísim a de P e d r o Príncipe
liar y más atenta contra las insidias y de los Apóstoles y de los demás santos,
m aquinaciones de la Federación Cris­ sobre todos de la Beatísima Virgen M a ­
tiana, en prim er lugar a aquellos de r ía a quien fue dado destruir todas
vuestro orden que rigen las iglesias las herejías en el universo mundo.
situadas en I t a l i a o en otros lugares fre­ Por último, con efusivo afecto de
cuentados por los italianos, máxime en Nuestro corazón am orosam ente os im ­
las regiones lim ítrofes de Italia o donde partim os a todos vosotros, Venerables
quiera que haya em porios y puertos de Hermanos, y a los clérigos y fieles
los que frecuentem ente se viaja a Italia. laicos confiados a vuestro cuidado, la
Ya que los sectarios se h an propuesto Bendición Apostólica, prenda de nues­
llevar a térm ino allí sus resoluciones, tra ardentísim a caridad.
conviene que sobre todo los obispos de Dado en Rom a junto a San Pedro,
esos lugares colaboren con Nosotros el 5 de mayo de 1844, de Nuestro P on­
con animoso y constante celo en disipar tificado el año décimocuarto.
con la ayuda del Señor sus planes. GREGORIO PAPA XVI.
(25) De mandato de León XII, publicado por la S. Congregación del Indice, 26-III-1825.
ENCICLICAS
DE

PIO IX
INTRODUCCION i
y Ma¿ i ’ '/
Los pontífices romanos y muy especialmente Gregorio XVI, y/^us súbditos de
los Estados Pontificios, profesaba^ ideas opuestas e irreconciliables sobre el carácter
del poder temporal del Papa. Para éste las dos soberanías, la espiritual y la temporal,
formaban un todo integral e indivisible, y por lo tanto el poder temporal revestía,
como el otro, el carácter universal, representando los Estados Pontificios el patrimo­
nio de la Iglesia católica en su totalidad y de toda comunidad católica del mundo.
Los súbditos pontificios opinaban de otra manera: sostenían que el poder tem­
poral del Papa nada tenía que ver con el espiritual. En lo espiritual reconocían en el
Papa al Jefe de la Iglesia universal, y la universalidad de su poder espiritual; pero
en cuanto a lo temporal, no querían ver en él nada más que un príncipe italiano, y
lógicamente, se negaban a atribuir a su poder temporal otro carácter sino exclusiva­
mente nacional.
El Papa se mostraba irreductible frente a las reclamaciones nacionales de sus
súbditos, y éstos le respondían con una resistencia inflexible a sus ideas universalistas.
Aquél aplicó en su gobierno la política de la mano fuerte, no vacilando en llamar
contra ellos las fuerzas extranjeras (para él eran sencillamente “católicas”); éstos
protestaban sublevándose o conspirando contra la aspereza de tal régimen.
Los revolucionarios que por aquellos tiempos infestaban toda Europa y pulu­
laban en los dominios pontificios, mantenían al pueblo en efervescencia. La dureza
de las medidas tomadas por el gobierno pontificio, tenía por objeto reprimir esa
acción subserviva.
Pero no advertía el Papa, que el empleo de las tropas extranjeras para proteger '
el orden público, creaba en su pueblo un nacionalismo de la peor especie, que pa­
saba a ser odio.
Era cosa inevitable que los dos odios se uniesen —el odio de los revolucionarios
al régimen imperante, y el de los nacionalistas a los sostenedores extranjeros del
mismo—. Se operó, pues, la fusión de los movimientos, y en adelante el naciona­
lismo y el liberalismo revolucionario marcharían juntos.
El rigor implacable con que fue sofocada la revolución de 1845 no remediaba
el mal; suprimido de la superficie, su proceso corrosivo se desarrollaba por los cami­
nos subterráneos, llegando su tensión latente hasta tal punto, que los cancilleres de
Austria, Metternich; de Francia, Guizot, y el Rey de Cerdeña, se mantenían alertas,
prontos para acudir a la primera señal de peligro en auxilio del Papa.
Esta era la situación política interna de los dominios temporales del Papa a la
hora de su muerte, acaecida el 9 de Junio de 1846.
El cónclave fue brevísimo; ya en el cuarto escrutinio se resolvió la elección; de
manera que en menos de 48 horas hubo un nuevo Papa, y el cardenal Riario Sforza,
pudo anunciar a las muchedumbres aglomeradas en la plaza del Quirinal, la fórmula
consagrada: Papam habemus eminentissimum ac reverendissimum dominum loan-
nem Mastai Ferretti qui sibi imposuit nomen Pium IX”.
Nacido en Sinigaglia el 13 de Mayo de 1792, Juan María Mastai Ferretti, hijo
del conde Jerónimo, capitán del ejército, a causa de su salud precaria (padecía ata­
ques de epilepsia), hubo de renunciar a la carrera militar a que lo destinaban y
abrazar la eclesiástica; debiendo su ordenación sacerdotal al favor de Pío VII.
En 1823-25 acompañó a Chile al enviado papal Mons. Muzzi; en 1827 fue consa­
grado Arzobispo de Spoleto; en 1822 Obispo de Imola, y en 1840 recibió el capelo
cardenalicio.
Por su natural bondadoso y jovial, por su sencillez y moderación, se conquistó
amplias simpatías y “se hizo muy popular en todas aquellas regiones donde el go­
bierno pontificio estaba mirado con malos ojos”, como lo refiere en sus “Memorias”
el duque de Broglie.
La elevación de Pío IX al trono pontificio, provocó gran júbilo en el pueblo,
ya qu,e se lo consideraba como antítesis política de su predecesor, y partidario deci­
dido de las más amplias reformas.
79 —
80 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

Sin ceder ante el liberalismo político reconocía Pío IX los derechos del pueblo
a la libertad y sus aspiraciones nacionales. Reprobando los métodos de Gregorio XVI,
buscaba los medios para satisfacerlas sin menoscabo de la soberanía temporal y
guardando el carácter universal de ésta. Quería pues, crear un régimen de libertad
justa y sana en que los principios universales y nacionales permaneciesen en un equi­
librio perfecto esencialmente propio a todo Estado católico.
$ $ $

Los primeros actos de gobierno parecían responder plenamente a las esperanzas


que el pueblo había depositado en su nuevo soberano.
El decreto de amnistía y otros posteriores que ordenaban toda una serie de
importantes reformas, provocaron en las masas populares un entusiasmo delirante.
Pero conspiraban contra los deseos y la buena voluntad del Papa, dos fuerzas
que anulaban su esfuerzo, y que aun siendo antagónicas, coincidían en la obra
destructora.
En las comisiones encargadas de elaborar los proyectos de las reformas, entor­
pecían sus trabajos los prelados hostiles a toda innovación. El duque de Broglie, se­
cretario de la embajada y testigo presencial, describe a las congregaciones eclesiásticas
‘‘urdiendo alrededor del Papa novel una conspiración silenciosa para impedir que diera
un solo paso por el camino que creían funesto... El resultado fue tal que al cabo de
tres meses, salvo el perdón tan generosamente acordado por una efusión de corazón,
nada todavía vino a confirmar las esperanzas del primer día. Las comisiones nombra­
das no llegaban a ningún fin. Y hasta se dudaba de si verdaderamente hubiesen co­
menzado a trabajar”.
El Padre Santo desesperaba; no decidiéndose a tomar medidas radicales, y sin
ellas no lograba hacerse obedecer por sus colaboradores, que practicaban con él una
especie de huelga de brazos caídos.
El tiempo apretaba y las reformas prometidas y decretadas no llegaban a reali­
zarse; la opinión pública se impacientaba, dándose cuenta cabal de los entretelones
del asunto y de las verdaderas causas de la tardanza.
Y he aquí en plena labor la segunda fuerza que trabajaba contra el Papa; la de
los conspiradores revolucionarios, deseosos de sacar para su provecho todas las venta­
jas que ofrecían las circunstancias y, manteniendo vivo el entusiasmo por las promesas
del Pontífice, magnificarlas en los ojos del pueblo, haciéndolo esperar mucho más de
lo que verdaderamente contenían.
Entre el Papa y su pueblo obraban, pues, las dos fuerzas de tal modo que abrían
un abismo entre amlDOs; una, paralizando la realización de las reformas; otra, alentan­
do respecto a estas reformas ilusiones injustificadas y peligrosamente exageradas.
La creciente agitación de las masas populares, obligó a apresurar la solución del
problema, y en fin, después de allanar muchos obstáculos de carácter doctrinario, pudo
el Papa promulgar el Estatuto Fundamental para el gobierno temporal de los Estados
de la Santa Sede.
Aunque la reforma no satisfacía del todo las exigencias de la opinión pública,
fue bien recibida, esperándose que con futuras enmiendas se podría hacerla aceptable.
Así, pues, parecía la inminencia del peligro momentáneamente conjurada.
sj: # %

Pero la cuestión era mucho más complicada de lo que aparentaba, y no tardaron


en plantearse nuevos problemas políticos de mucho mayor importancia y envergadura
y entre ellos el de la unidad nacional de los pueblos de Italia.
El Papa estaba absolutamente conforme con esta idea, promovida por Mazzini
con sus sectarios y por los patriotas unitarios. Pero la entendía como una acción
constructiva, tendiente a crear entre varios Estados italianos vínculos de unión fede­
rativa más o menos estrecha. Desplegó, pues, gran actividad, con buenas perspectivas
de éxito, a fin de lograr entre ellos, por de pronto, la unión aduanera.
Pero la interpretación que daban a la misma idea los revolucionarios y los na­
cionalistas era otra y muy distinta. Entendían ellos la unidad italiana ante todo como
la reinvidicación de las tierras que se encontraban bajo el dominio de Austria. Guerra
a Austria era para ellos el primer paso a la tan ansiada unión, y equiavalente ideológico
de ésta.
I n t r o d u c c ió n - Pío IX 81

Un abismo infranqueable separa ambos conceptos, porque el pacifismo profun­


damente cristiano del Papa se negaba a admitir el empleo de la guerra como medio
para allanar las diferencias entre los Estados, y menos todavía a consentir que fuera
aplicado contra Su Majestad el Rey y Emperador de Austria, hijo predilecto de la
Iglesia, protector de la fe y, en tantas ocasiones, defensor del trono pontificio.
Y fue aquí justamente en donde vino a sumarse a las anteriores acuella fuerza
pasional, despertada imprudentemente.por Gregorio XVI —la del odio a los austríacos,
que, en las sucesivas ocupaciones militares hicieron sentir al pueblo todo su rigor, y
le inspiraron así el sentimiento de solidaridad nacional con los que seguían siendo
sometidos a tan odiada dominación—.
El grito de guerra contra Austria enardecía los ánimos y encendía todos los fer­
vores patrióticos. En 1848 fue lanzado este grito cayendo como el rayo en las mujche-
dumbres fanatizadas y repetido por éstas llenó con su vibrante estruendo todos los
ámbitos de las tierras italianas.
La exaltación de las masas, y su adhesión ardorosa a la persona del Pontífice,
tejía alrededor de éste un mito, prestándole la figura del adalid de la reconquista y
conforme a ello interpretaba algunos de sus gestos, palabras y actos. En vano trataba
Pío IX de disipar el equívoco; se daba a sus explicaciones el sentido que respondía
exactamente a lo que se deseaba ver en ellas y no a lo que eran; los revolucionarios y
los nacionalistas aprovechaban la confusión no escatimando esfuerzos para que arrai­
gase el error en el sentir de las masas.
Citando, pues, a consecuencia de la revolución en Viena, sacuden el yugo austríaco
Lombardía y Venecia, llega a su apogeo la popularidad del Papa, y su imagen aparece
en las barricadas de Milán, y Venecia lo proclama su libertador.
Alarmado el Papa por el rumbo que tomaba el desarrollo de los acontecimientos,
intentó crear entre los príncipes reinantes de la Península una Liga defensiva, con el
fin de preservar la paz; sin embargo la actitud belicosa del Rey de Cerdeña, desbarató
la iniciativa. Italia entera se preparaba para la guerra; las tropas ardían de impaciencia
para lanzarse contra el enemigo, y hasta los mismos ministros del gobierno pontificio
aconsejaban la guerra como el único medio para descongestionar la tensión interior y
evitar una revolución.
* * *

Sonó para Pío IX la hora de las supremas decisiones. Hubo de elegir una de las dos
alternativas: tomar elxcamino del universalismo católico, sacrificar su propia seguridad
y exponer a Los mayores riesgos la estabilidad del régimen pontificio en sus Estados,
pero salvar los principios doctrinarios católicos y cristianos, o bien sacrificar éstos,
optando por el nacionalismo italiano para asegurar su propia tranquilidad y conservar
la adhesión de los súbditos a su persona.
La decisión no ofrecía duda: Pío IX procedió como Pontífice y no como príncipe
y nacionalista italiano; declaró, pues, solemnemente en el consistorio del 29 de Abril
de 1849, que en su calidad de Padre común de todos los fieles y de sucesor de Aquel
que predicaba la paz y la caridad, no tomaría parte en las hostilidades contra Austria.
La grave decisión fue tomada, y con ella quedó virtualmente sellada la suerte de
los dominios temporales de la Santa Sede. El Papa se mostró inflexible no dejándose
inducir a cambiar su posición. Se produjo entonces un vuelco impetuoso y furibundo de
la opinión en su contra. Admirado y aclamado días antes, en adelante ya sería vilipen
diado y repudiado.
En medio de vítores y alborozo general se recibió la noticia de la iniciativa de
las hostilidades contra Austria. Pero pronto los partes de guerra que llegaban del frente,
quitaron todo motivo de regocijo. En el desastre de los piamonteses en Custozza (24-25
de Julio de 1848) culminó una serie de reveses menores. La fiebre nacionalista llegó a su
paroxismo; todos se acusaban unos a otros, ultrajándose unos a otros, en busca de los
culpables. Los revolucionarios aprovecharon el momento para descargar la furia del
descontento contra los gobiernos acusados de incapacidad. Estalla pues la revolución en
Roloña y también en Roma; en ésta los insurgentes se preparan a asaltar el Quirinal, y
en la noche del 24 de noviembre se ve obligado el Papa a huir y buscar refugio en la
tierra napolitana, fijando su residencia en Gaeta. El nacionalismo enceguecido aseguró
el triunfo a los revolucionarios y provocó la derrota del Papa.
82 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

Desobedecido y desoído, no le quedaba otro recurso a Pío IX sino reclamar a


las potencias la intervención armada. Esta le fue acordada y en pocos meses las
tropas francesas, desembarcadas en Civittavecchia tomaron Roma y las austríacas
avanzando por el Norte ocupaban la Marca y las Legaciones.
La paz quedó restablecida, pero nada más que aparentemente, porque bajo la
superficie obraban con toda intensidad las organizaciones secretas y sólo al amparo
de las fuerzas extranjeras se mantenía el país en calma, y así los Estados pontificios
consiguieron prolongar su existencia por unos años más.
* * *

Era evidente que faltándoles cohesión interior su suerte dependería en adelante


casi exclusivamente del apoyo de las potencias europeas y del juego político entre ellas.
Bajo este especio la configuración europea empezaba a tomar un cariz que nada
bueno auguraba para el futuro de los Estados pontificios.
Era esencial para la seguridad y estabilidad de éstos, la subsistencia de la paz
general en Europa, que permanecía firme mientras se mantenía en pie el equilibrio
entre las potencias, creado en el Congreso de Viena.
Ante todo, este equilibrio normalizaba la correlación entre los Estados italianos.
La idea de unidad nacional no constituía de por sí para ellos un factor perturbador;
ni el Papa, ni los gobiernos de distintos países italianos le eran hostiles; todo lo con­
trario, contemplaban favorablemente los proyectos de una posible federación, bajo
los auspicios del Papa y su presidencia honoraria, lo que apoyaba con toda su auto­
ridad Napoleón III, viendo en ello la mejor solución del intrincado problema.
Pero los románticos que promovían estos hermosos proyectos no tomaban en
cuenta las ambiciones de los prohombres de uno de los Estados que aspiraba ocupar
en la península el puesto directivo y dominante. No contaban con Piamonte.
Desde que fue sofocada la revolución de 1848, el Piamonte llegó a colocarse en
la primera fila entre los Estados italianos. El único en que la reacción no logró
suprimir el régimen constitucional, conviértese Piamonte en la Meca de todos los
revolucionarios y nacionalistas italianos, y Víctor Manuel II, su gracioso soberano,
en el Mahoma de éstos. Lo que antes del 48 fue para las masas fanatizadas Pío IX,
después de esa fecha ya lo es Víctor Manuel II, —forjador de la unidad de Italia y
su libertador—. Las ideas de unidad y libertad, pacíficas y generosas, de Pío IX,
quedan suplantadas por las belicosa^ y estrechamente nacionalistas de su competidor
que desde este momento será el gran capitán de la joven Italia.
Cavour, cerebro y brazo del rey, tan genial estadista como inescrupuloso polí­
tico, aprovecha para sus fines en toda la extensión la fuerza pasional del entusiasmo
popular, encauzándola convenientemente, por medio de las “quintas columnas”, orga­
nizadas en todos los Estados que se proponía absorber. Entre estos el mejor bocado
y el más apetecido lo constituían los dominios pontificios. Dispone, pues, su juego
político de tal manera que le fuera posible engullirlos pedazo por pedazo, en cuanta
oportunidad se presentase.
Entre las potencias católicas de Europa sólo Austria y Francia eran las que
prestaban a la Santa Sede auxilio efectivo. Metióse Cavour entre ambas. Primeramente
granjeóse la benevolencia de Napoleón III, tomando parte, con el envío de algunas
tropas, en la guerra de Crimea. Teniendo intimidad con el Emperador no le fue difícil
conquistarlo para sus planes y enfriar sus afectos hacia la Santa Sede. Y entonces
supo explotar tan bien la rivalidad entre Francia y Austria, que jugando a Napoleón III
contra Francisco José provocó la guerra con éste, en que el primerov se colocó del lado
del Piamonte (1859), y en cuyo resultado, después de hábiles maniobras, se benefició el
Piamonte con una buena porción de las tierras pontificias en el Norte, y puso fuera de
combate a Austria, haciéndole imposible intervenir más en favor de los asuntos papales.
Luego, valiéndose de un pretexto baladí, el Piamonte agredió en 1860 directa­
mente los Estados pontificios, asegurando hipócritamente al mundo que solo se trataba
de una expedición pacificadora, y que en todo caso en el curso de las operaciones
serían respetados “escrupulosamente Roma con el territorio adyacente”. Mientras tanto
ocupó Umbría con su capital Perugia, cuya silla episcopal ocupaba Mons. Joaquín V.
Pecci, el futuro Papa León XIII.
Las enérgicas protestas del Papa no surtieron más efecto que la revocación por
Francia. Rusia y España de sus ministros plenipotenciarios residentes en Turín. El acto
I n t r o d u c c ió n - Pío IX 83

de b$n.dííjaje internacional se había consumado en plena luz, a la vista de Europa


civilizada, y con la anuencia tácita o la pasividad culpable de los Estados que se lla­
maban católicos. Las posesiones temporales del Papa quedaron reducidas a Roma con
los alrededores.
Mientras permanecían acantonadas allí tropas francesas, Víctor Manuel II hacía
honor a su palabra de respetar este último trozo de tierra pontificia. Pero no tuvo el
menor escrúpulo de invadirlo, cuando en 1870 Napoleón III, complicado en la guerra
con Prusia, tuvo que retirarlas. Tras una breve resistencia simbólica y el bombardeo
por los piamonteses, capituló Roma el 20 de Setiembre del mismo año.
Para legitimar el despojo se había verificado en el territorio pontificio un ple­
biscito, cuyo resultado, como era de esperar, adjudicó el triunfo al nacionalismo
italiano, siendo contrario al Papa. En este caso no es preciso poner en duda la
limpieza del plebiscito, sino su legalidad. El plebiscito fue llamado a decidir sobre la
suerte del territorio que no pertenecía al pueblo romano, y ni aun a la Iglesia italiana,
sino que cónstituía propiedad de la Iglesia universal y de toda la comunidad cató­
lica del mundo, lo que puso en evidencia el mismo Pío IX en su solemne acto de
protesta de fecha 15 de Mayo de 1871. “El principado civil —sostiene—, ha sido dado
al Pontífice romano por designio de la divina Providencia, y le era necesario, para
que pudiese, sin ser nunca sometido a ningún príncipe o poder civil, ejercer en plena
libertad el cargo supremo de pastor y regir el rebaño entero del Señor con
ridad recibida de Cristo mismo por el mayor bien de la Iglesia, su utilidad y sus
necesidades”.
La llamada “ley de garantías” que pretendía poner al Soberano Pontífice alT
“amparo”, en realidad, a la merced del gobierno y del Parlamento italianos, sin ningu­
na especie de garantías internacionales, fue rechazada por Pío IX y todos sus suce­
sores, que desde entonces se conviritieron en prisioneros voluntarios dentro de los
muros del palacio del Vaticano, uno de los contados edificios que no les fue arrebatado.
# $ #

Los continuos trastornos y gravísimas dificultades que debía afrontar Pío IX en


el gobierno temporal de sus Estados, no le impidieron en lo más mínimo desarrollar
una intensísima actividad en la dirección interior de los negocios de la Iglesia univer­
sal. Lo vemos, pues, empeñado en anudar y mantener las relaciones diplomáticas con
todos los países del orbe, con el fin de crear en ellos mejores condiciones para la
existencia de la Iglesia católica y su fomento, o para defenderla contra los ataques de
los regímenes hostiles al catolicismo.
Aparece, pues, Pío IX como abnegado y heroico Pastor de su rebaño, que en
una ocasión no vacila en estigmatizar con vehemencia los excesos cometidos contra
los católicos por el soberano más poderoso del mundo, el zar de Rusia, Alejandro II.
La actitud que asumió frente a éste, a causa de la persecución de los polacos
que, llevados a los extremos de desesperación se rebelaron en 1863 contra él, y las
palabras rudas que le dirigió en el consistorio del 27 de Abril de 1864 tuvieron reper­
cusión universal y provocaron la admiración del mundo entero, hasta tal punto que
aun en el Parlamento de Turín se lo hizo objeto de una estruendosa y espontánea
ovación.
No menos firme fue la conducta que observó Pío IX en sus relaciones con Pru­
sia y su caudillo máximo, Bismarck. Antes de la guerra con Francia, la política de
éste con la Santa Sede y con la Iglesia Católica, era hasta cierto punto conciliatoria y
de buen entendimiento, encaminada a preparar el terreno para la conclusión de un
concordato. Pero la victoria de 1871 y la proclamación del Imperio alemán, provo­
caron el cambio completo de la situación interna del flamante Reich, en que la Iglesia
católica con sus principios doctrinarios basados en el universalismo y la caridad,
creaban serios obstáculos a la difusión y asimilación por el pueblo de una ideología
nacionalista fundada en el egoísmo y exclusivismo. Inaugura, pues, Bismarck un
período de persecuciones de la Iglesia Católica en Alemania, librándole una “batalla
cultural” —Kulturkampf—, en la cual tiene un adversario enérgico e implacable en
la persona de Pío IX, y luego no menos fuerte en la de León XIII, quien finalmente
triunfa en la lid.
Muy fructíferas para la extensión del catolicismo, fueron las relaciones de Pío IX
con Inglaterra, en la que tomó gran vuelo el resurgimiento católico y se desarrollaba
84 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

considerablemente el movimiento de Oxford. Le tocó a Pío IX restablecer la jerarquía


en Gran Bretaña con la creación en 1854 del Arzobispad o . con doce óbrspados, siendo
consagrado primer Arzobispo de Westminster el cardenal Wiseman, a quien sucedió el
ñó"Tneñosilustre cardenalMañning. También en Holanda Había restablecido Pío IX
la jerarquía, que levantó una violenta oposición en el campo protestante, pero el
elemento católico, cada vez más vigoroso, salió victorioso de la contienda.
Mostró mucho interés Pío IX en estrechar las relaciones con los países del Nuevo
Continente. En lo que se refiere a Norte América y Canadá, su acción se limitó a favo­
recer el desenvolvimiento de la jerarquía eclesiástica, la convocación de dos concilios
plenarios de Baltimore (1852-1866), de varios sínodos provinciales, promovió a la
dignidad cardenalicia al arzobispo de Nueva York Me. Clockey, y la fundación de la
Universidad Laval en Quebec (1876).
Pero en cuanto a la América Latina, se hizo sentir profundamente su influencia
en aquellos países. Con muchos de ellos se habían establecido las relaciones diplomá­
ticas y concluido concordatos, que pusieron fin a las largas discusiones religiosas. En la
Argentina Pío IX erigió en vicariato apostólico las provincias de Santa Fe, Entre Ríos
y Corrientes, separándolas de la diócesis de Buenos Aires, creó la nueva provincia de la
Santísima Trinidad de Buenos Aires (1885) y las diócesis de Córdoba, Salta, San Juan
de Cuyo y Paraná. En Bolivia creó el obispado de Cochabamba, en el Paraguay agregó
el de Asunción a la arquidiócesis de Buenos Aires. En Méjico elevó al rango de
metrópolis (1863) a dos de las diócesis existentes y creó siete nuevas. En el Brasil creó
la diócesis de Fortaleza. La creación en Roma del Colegio Pío Latinoamericano, fue
una de las obras de mayor beneficio para la formación moral e intelectual del joven
clero latinoamericano.
$ $ $
Durante el pontificado de Pío IX, se había transformado la doble soberanía del
Papa —espiritual y temporal—, en una sola, espiritual, después de la expoliación vio­
lenta de sus dominios temporales. Aunque el último acto del despojo se había producido
hacia el fin de su pontificado, tuvo Pío IX tiempo suficiente para adaptarse a la nueva
situación y hacer lo necesario para reforzar en lo posible la autoridad espiritual, la
única que ejercerían en el futuro próximo los Papas.
Este fue el motivo principal que indujo a Pío IX a convocar el XX9 Concilio
ecuménico, el primero desde el Tridentino, después de un intervalo de trescientos años
y que pasó a la historia bajo el nombre de Concilio del Vaticano.
Le parecía al Papa llegado el momento para reunir a los Padres de la Iglesia
Universal a fin de deliberar sobre los problemas de suma gravedad, que plantean los
tiempos modernos, y definir frente a ellos la posición doctrinaria, así como también
para adoptar medidas que permitieran dar a la Iglesia mayor fuerza de cohesión y
mayor estabilidad interior, y con ello mayor seguridad contra las embestidas del error.
La bula A e t e r n i P a t r i s (29 de Junio de 1868) convocaba el concilio para el 8 de
Diciembre de 1869). No perdiendo de vista la idea para él tan cara de la unión de las
Iglesias separadas, envió también invitaciones, penetradas del espíritu de conciliación
cristiana, a los orientales separados (8 de Setiembre) y a los protestantes (13 de
Setiembre).
A la fecha señalada se reunieron en Roma setecientos ochenta y ocho Padres, y
en el curso de numerosas sesiones fueron discutidas y definidas las bases mismas de
la Fe, especialmente las referentes a la existencia de Dios y la Redención. También
fueron debatidos muchos puntos de disciplina, y entre ellos los concernientes a las
órdenes religiosas y las misiones.
Pero el punto central de las deliberaciones de la magna asamblea lo constituía,
sin duda, el dogma de la infalibilidad. Empezó el Concilio su estudio el 28 de Abril y
sé prolongó hasta el 18 de Julio, dando lugar a las más vivas polémicas. Los carde­
nales Manning y Deschamps, Mons. Spalding y Mons. Mermillod, luchaban a favor de
la definición, mientras la objetaban Mons. Dupanloup, Mons. Darboy, y otros. Fuera
del recinto consagrado, Veuillot, Hergenrother, Dom Guéranger, defendían el dogma;
Montalembert, P. Gratry, Newmann, Dóllinger, lo atacaban.
En fin, en la sesión del 18 de Julio, en presencia de 435 Padres, se verificó la
votación y por la afirmativa se declararon 433 Padres; el dogma quedó aceptado. En
estos momentos se desencadenó sobre la ciudad de Roma una terrible tempestad;
levantado sobre el escaño del trono, leyó y proclamó el Papa la definición del Concilio
I n t r o d u c c ió n - Pío IX 85

en medio de los relámpagos y truenos. En señal de protesta los diplomáticos acreditados


ante la Santa Sede abandonaron la sala.
En comparación con los largos preparativos y el abundante programa que debía
ser sometido a las deliberaciones del Concilio, sus resultados parecen escasos porque
se resumen en sólo dos Constituciones. Pero cabe tener presente que el Concilio quedó
interrumpido por el estallido de la guerra franco-prusiana, de manera que sus trabajos
estaban lejos de ser terminados cuando fue declarada en la última sesión su clausura.
Pero basta citar el dogma de la infalibilidad, cuyo tenor exacto expone la Consti­
tución Pastor Aeternus, para darse cuenta de la enorme importancia que tiene el
Concilio Vaticano para toda la vida futura de la Iglesia.
* * *

La variadísima y prodigosa actividad de Pío IX en materia espiritual y religiosa,


recibió su broche de oro en la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de
la Santísima Virgen, expuesta en la constitución “Ineffabilis Deus” del 8 de Diciembre
de 1854. En presencia de un gran número de obispos y una concurrencia enorme de
fieles, fue solemnemente proclamado el dogma en la Basílica de San Pedro. El nuevo
oficio fue prescrito por Pío IX en reemplazo de todos los anteriores el 25 de Diciem­
C<\ v *
bre de 1863.

Las dolorosas experiencias de Pío IX en su gestión gubernamental en los tiempos


calamitosos comprendidos entre 1850 y 1864, tantos reveses y desengaños que había
sufrido a causa de su buena fe en el proceder limpio de los que se proclamaban “de­
fensores del pueblo”, le inspiraron la^extremada desconfianza al así llamado liberalismo,
que hizo de los sagrados conceptos de íibertach igualdad y fraternidad, objeto de un
ignominioso tráfico clandestino.
Pío IX sabía y sentía profundamente lo que es para el pueblo el régimen de liber­
tad, y se lo había dado al suyo. Se proponía gobernar sus pueblos con dulzura, para
conquistar el amor de sus súbditos. Les concedió libertades cívicas, organizó el go­
bierno civil de sus Estados, dio amplia participación en los negocios públicos al
elemento laico, permitió la publicación de los periódicos, se preocupaba por el progreso
técnico del país y autorizó la construcción de la primera línea del ferrocarril. Europa
entera aplaudía las iniciativas del Papa.
Pero en todos estos actos sólo hubo interés por la felicidad y prosperidad de su
pueblo, sin miras de baja política, en una palabra no hubo en ello liberalismo.
En los aciagos días, cuando el populacho dirigido por los caudillos revoluciona­
rios se apoderó de Roma y lo obligó a huir de la ciudad, y después por espacio de
varios meses daba pruebas sangrientas y horrorosas de lo que son los llamados “go­
biernos populares”, comprendió el Papa toda la ignominia de “los capos” de la revo­
lución y la grotesca necedad de los ilusos que se dejan embaucar y explotar por ellos.
Se decidió, pues, a denunciar y estigmatizar los errores que sirven de escudo a
los maleantes políticos, y a poner en guardia a los mismos católicos, para que no se
dejasen enredar en las especulaciones ideológico-políticas, en las que no hay fondo sino
un exterior aparatoso.
El golpe asestado por Gregorio XVI al liberalismo católico acaudillado por La-
mennais y el grupo de PAvenir, no acabó con el movimiento, que con el advenimiento
al trono pontificio de Pío IX, calificado de “liberal”, tomó un nuevo aliento, pero bajo
la dirección de los elementos moderados, que eliminaron del programa primitivo todos
los puntos que olían a radicalismo revolucionario.
Sin embargo, ni aun en esta forma modificada y atenuada le parecía a Pío IX
prudente que se arriesgasen los católicos en la acción política de esta especie.
Publicó pues el 8 de Diciembre de 1864 la Encíclica “Quanta cura”, con el agre­
gado de “Syllabus errorum”, en las que denunció el peligro del liberalismo católico, y
dio la lista completa de los errores modernos en el orden social y político.
Ambos documentos no son improvisación del Papa, sino el resultado de un amplio
yjconcierizudo estudio, llevado a efecto en muchos años de trabajo entre un nutrido
grupo de teólogos y sociólogos. La idea de un repertorio general de los errores mo-
86 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

demos se debe al cardenal Joaquín Pecci, el futuro Papa León XIII, quien la sugerió
a Pío IX en 1849. En 1852 pensaba el Papa agregar el Syllabus a la encíclica sobre la
Inmaculada Concepción, pero luego desistió de este propósito, y años más tarde
confió la preparación de su texto a una comisión especialmente nombrada, que ter­
minó su cometido en 1862. Aprovechando la estada en Roma de 300 obispos congre­
gados con motivo de las solemnidades de la canonización de los mártires japoneses,
les sometió el Papa el borrador del Syllabus.
Tanto la encíclica “Quanta cura” como el “Syllabus” marcan una etapa impor­
tante en la historia moderna de la Iglesia. Menos duro e intransigente que Gregorio
XVI, no obstante se coloca Pío IX en el ambiente alborotado, que acaba de salir de
la tormenta del 1848, y pone las cosas en su debido lugar, hablando con claridad
cruda, y evitando las medias tintas. En los tiempos apacibles del fin del siglo las
palabras y los conceptos de León XIII, serán más suaves y flexibles, pero tanto el
temperamento batallador de su gran predecesor como las circunstancias del momento
exigían que las peligrosas concepciones de los políticos católicos fueran cortadas por
lo sano. El efecto de la Encíclica y del Syllabus fue fulminante y ha producido lo
que era menester: descargar la atmósfera en un específico sector católico, en pre­
vención de los mayores males que con ello se procuraba evitar.
El 7 de Febrero de 1878, murió santamente Pío IX, a la edad de 86 años y 31
de su fecundo pontificado, el más largo que registran los anales del Papado.
M
ENCICLICA “QUI PLURIBUS”^
(9-XI-1846)
SOBRE LA FE Y LA RELIGION
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
4 í. Introducción. - P rim e r saludo del tra solicitud, os esforzáis en cum plir
P ontificado. Desde hacía m uchos años, con vuestro m inisterio y pelear el buen
ejercíam os el oficio pastoral, lleno de combate con todo cuidado y esmero.
trabajo y cuidados solícitos, juntam en­
te con vosotros, Venerables Hermanos, 2. Solicita colaboración p a ra la m ag­
y nos em peñábam os en apacentar en na em presa. P o r lo mismo, apenas he­
los montes de Israel, en riberas y pas­ mos sido colocados en la Cátedra del
tos ubérrim os la grey a Nos confiada; Príncipe de los Apóstoles, sin m ere­
mas ahora, por la m uerte de nuestro cerlo, y recibido el encargo, del m is­
esclarecido predecesor, G r e g o r io XVI, mo Príncipe de los Pastores, de hacer
cuya m em oria y cuyos gloriosos y exi­ las veces de San Pedro, apacentando y
mios hechos grabados en los anales de guiando, no sólo corderos, es decir,
la Iglesia adm irará siempre la posteri­ todo el pueblo cristiano, sino tam bién
dad, fuimos elegidos contra toda opi­ las ovejas, e s d e c ir, lps Prelados, n a ­
nión y pensam iento Nuestro, por de­ da deseamos tan vivamente como h a ­
signio de la divina Providencia, y no blaros con el afecto íntim o de caridad.
sin gran tem or y turbación Nuestra, No bien tomamos posesión del Sumo
p ara el Supremo Pontificado. Siempre Pontificado, según es costum bre de
se consideraba el peso del ministerio Nuestros predecesores, en N uestra Ba­
sílica Lateranense, en el acto os envia­
apostólico como u n a carga pesada,
mos esta carta con la intención de
pero en estos tiempos lo es más. De
excitar vuestro celo, a fin de que, con
modo que, conociendo nuestra debili­
m ayor vigilancia, esfuerzo y lucha,
dad y considerando los gravísimos p ro ­
guardando y velando sobre vuestro
blem as del suprem o apostolado, sobre
rebaño, combatiendo con constancia y
todo en circunstancias tan turbulentas
fortaleza episcopal al terrible enemigo
como las actuales, Nos habríam os en­
del género hum ano, como buenos sol­
tregado a la tristeza y al llanto, si no
dados de Jesucristo, opongáis un fir­
hubiéram os puesto toda nuestra espe­
ranza en Dios, Salvador nuestro, que
me muro para la defensa de la casa
de Israelí1*].
5 nunca abandona a los que en El espe­
ran, y que a fin de m ostrar la virtud 3. E rrores e insidias de estos tiem ­
de su poder, echa m ano de lo más pos. Sabemos, V enerables Herm anos,
débil p ara gobernar su Iglesia, y para que en los tiempos calamitosos que
que todos caigan más en la cuenta que vivimos, hom bres unidos en perversa
es Dios mismo quien rige y defiende sociedad e imbuidos de m alsana doc­
la Iglesia con su adm irable Providen­ trina, cerrando sus oídos a la verdad,
cia. Nos sostiene grandem ente el con­ han desencadenado u n a guerra cruel y 6
suelo de pensar que tenemos como temible contra todo lo católico, han
ayuda en p ro cu rar la salvación de las esparcido y diseminado entre el pue­
alm as, a vosotros, Venerables H erm a­ blo toda clase de errores, brotados de
nos, que, llam ados a laborar en una la falsía y de las tinieblas. Nos h o rro ­
parte de lo que está confiado a Nues­ riza y nos duele en el alm a considerar
(*) De la Colección “Pii IX Pont. Max. Acta” . Typogr. Bonarum Artiura. Pars I, Vpl. I, p. 2-24.
(Se han hecho más párrafos separados, ni la numeración ni los epígrafes existen en el original; esta
encíclica no figura en la primera edición. El texto original volvió a reproducirse en “Codicis Iur. Can.
Fontes”, Card. Gasparri, Roma 1928, II, 807-817. Las cifras marginales indican las páginas del texto
original latino (P. H.). [iq Ver Ezeq. 13, 5.
— 87 —
88 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1846) 11, 4-6

los m onstruosos errores y los artificios acuerdo alguno, por cuanto ambos
varios que inventan p ara dañar; las proceden de la mism a fuente de la
insidias y m aquinaciones con que es­ Verdad eterna e inm utable, Dios Opti­
tos enemigos de la luz, estos artífices mo y Máximo: de tal m anera se pres­
astutos de la m entira se em peñan en tan m utua ayuda, que la recta razón
apagar toda piedad, justicia y honesti­ demuestra, confirm a y defiende las
dad; en corrom per las costum bres; en verdades de la fe; y la fe libra de
conculcar los derechos divinos y h u ­ errores a la razón, y la ilustra, la con­
manos, en p ertu rb ar la Religión cató­ firm a y perfecciona con el conoci­
lica y la sociedad civil, hasta, si pudie­ miento de las verdades divinas.
ran arrancarlos de raízOT. 5. Progreso y Religión. Con no m e­
Porque sabéis, Venerables H erm a­ nor atrevim iento y engaño, Venerables
nos, que estos enemigos del hom bre Hermanos, estos enemigos de la reve­
cristiano, arrebatados de un ím petu lación, exaltan el hum ano progreso y,
ciego de alocada im piedad, llegan en tem eraria y sacrilegamente, quisieran
su tem eridad hasta a enseñar en p ú ­ enfrentarlo con la Religión católica
blico, sin sentir vergüenza, con au d a­ como si la Religión no fuese obra de
cia inaudita abriendo su boca y blas­ Dios sino de los hom bres o algún in­
femando contra Dios(2^, que son vento filosófico que se perfecciona
cuentos inventados por los hom bres con métodos hum anos. A los que tan
los m isterios de nuestra Religión sa­ miserablem ente sueñan condena direc­
crosanta, que la Iglesia va contra el tam ente lo que T e r t u l i a n o echaba en
bienestar de la sociedad hum ana, y cara a los filósofos de su tiempo, que
que aún se atreven a insultar al mismo hablaban de un cristianismo estoico,
Cristo y Señor. Y p ara reírse con m a­ platónico y dialéctico D>.
yor facilidad de los pueblos, engañar 6. Motivos de la fe. Y a la verdad,
a los incautos y arrastrarlos con ellos dado que nuestra santísim a Religión
al error, im aginándose estar ellos solos no fue inventada por la razón hum ana
en el secreto de la prosperidad, se sino clementísimamente m anifestada
arrogan el nom bre de filósofos, como a los hom bres por Dios, se comprende
si la filosofía, puesta p ara investigar con facilidad que esta Religión ha de
la verdad natural, debiera rechazar sacar su fuerza de la autoridad del
todo lo que el suprem o y clementísimo mismo Dios, y que, por lo tanto, no
Autor de la naturaleza, Dios, se dignó, puede deducirse de la razón ni perfec­
por singular beneficio y m isericordia, cionarse por ella. La razón hum ana,
m anifestar a los hom bres p ara que para que no yerre ni se extravíe en
consigan la verdadera felicidad. negocio de tanta im portancia, debe
4. Razón y Fe. De allí que, con to r­ escrutar con diligencia el hecho de la
cido y falaz argum ento, se esfuercen divina revelación, p ara que le conste
en proclam ar la fuerza y excelencia de con certeza que Dios ha hablado, y le
la razón hum ana, elevándola por enci­ preste, como dice el Apóstol un razo­
m a de la fe de Cristo, y vociferan con nable obsequio(4>. ¿Quién puede igno­
audacia que la fe se opone a la razón ra r que hay que prestar a Dios, cuan­
hum ana. Nada tan insensato, ni tan do habla una fe plena, y que no hay
impío, ni tan opuesto a la m ism a ra ­ nada tan conforme a la razón como
zón pudieron llegar a pensar; porque asentir y adherirse firm em ente a lo
aun cuando la fe esté sobre la razón, que conste que Dios que no puede
no hay entre ellas oposición ni des­ engañarse ni engañar, ha revelado?
[lb] G r e g o r i o X V I se extendió sobre este tema Encícl. M it b r e n n e n d e r S o r g e , 14-III-1937; en esta
en la Encíclica M i r a r i v o s 15-VIII-1832; en esta Colecc., Encícl. 168, 4 pág. 1467.
Colecc., Encícl. 3, 4 pág. 38 y 3, 21 pág. 43; P í o I X (2) Apocalipsis 13, 6.
hablará más tarde de él en C u a n ta C u r a , 8-XII-
1864. en esta Colecc., Encícl. 23, 3-5 pág. 156; lue­ (3) T e r t u l ia n o . De praescript. contra hser.,
go P í o X en la Encícl. P a s c e n d i , S-IX-1907 en esta cap. 7 (Migne PL 2 col 23-B-24-A).
Colecc., Encícl. 104, 2-4 pág. 782 y P í o X I en la (4) Romanos 13, 2.
11, 7-8 E n c í c l i c a t;Q u i P l u r i b u s ’’ 89

7. La fe victoriosa, es p rueba de su m ana, sacando en conclusión de estos


origen divino. Pero hay, adem ás, m u­ espléndidos y firmísimos argumentos,
chos argum entos m aravillosos y es­ que Dios es el autor de la misma fe,
pléndidos en que puede descansar no puede llegar más adentro; pero
tran qu ila la razón hum ana, argum en­ desechada cualquier dificultad y duda,
tos con que se prueba la divinidad de aun rem ota, debe rendir plenam ente el
la Religión de Cristo, y que todo el entendimiento, sabiendo con certeza
principio de nuestros dogmas tiene su que ha sido revelado por Dios todo
origen en el mismo Señor de los cie- cuanto la fe propone a los hombres
lo s ^ \ y que, por lo mismo, nada hay para creer o hacer.
m ás cierto, nada m ás seguro, nada más
santo, nada que se apoye en principios 8. La Iglesia, m aestra infalible. De
más sólidos. N uestra fe, m aestra de la aquí aparece claram ente cuán errados
vida, norm a de la salud, enemiga de están los que, abusando de la razón y
todos los vicios y m adre fecunda de las tom ando como obra hum ana lo que
virtudes, confirm ada con el nacim iento Dios ha comunicado, se atreven a ex­
de su divino autor y consum ador, Cristo plicarlo según su arbitrio y a interpre­
Jesús; con su vida, m uerte, resurrec­ tarlo tem erariam ente, siendo así que
ción, sabiduría, prodigios, vaticinios, Dios mismo ha constituido una auto­
refulgiendo por todas partes con la luz ridad viva p ara enseñar el verdadero y 10
de eterna doctrina, y adornado con legítimo sentido de su celestial revela­
tesoros de celestiales riquezas, con los ción, p ara establecerlo sólidamente, y
vaticinios de los profetas, con el esplen­ para dirim ir toda controversia en cosas
dor de los milagros, con la constancia de fe y costumbres con juicio infalible,
de los m ártires, con la gloria de los para que los hom bres no sean em puja­
santos extraordinaria por dar a conocer dos hacia el error por cualquier viento
las leyes de salvación en Cristo Nuestro de doctrina. Esta viva e infalible auto­
Señor, tom ando nuevas fuerzas cada ridad solamente existe en la Iglesia
día con la crueldad de las persecucio­ fundada por Cristo Nuestro Señor so­
nes, invadió el m undo entero, reco­ bre P edro , como cabeza de toda la Igle­
sia, Príncipe y Pastor; prom etió que
rriéndolo por m ar y tierra, desde el
su fe nunca había de faltar, y que tiene
nacim iento del sol hasta su ocaso, enar-
y ha tenido siempre legítimos sucesores
bolando, como fínica bandera la Cruz,
en los Pontífices, que traen su origen
echando por tierra los engañosos ídolos
del mismo P edro sin interrupción, sen­
y rom piendo la espesura de las tinie­
tados en su mism a Cátedra, y herede­
blas; y, derrotados por doquier los ene­ ros tam bién de su doctrina, dignidad,
migos que le salieron al paso, ilustró honor y potestad. Y como donde está ”\
con la luz del conocimiento divino a los P edro allí está la Iglesia (6h y P edro »
pueblos todos, a los gentiles, a las n a ­ habla por el Romano Pontíficet567), y
ciones de costum bres bárbaras en ín ­ vive siempre en sus sucesores, y ejerce
dole, leyes, instituciones diversas, y las su j u r i s d i c c i ó n y da, a los que la
sujetó al yugo de Cristo, anunciando a buscan, la verdad de la fe^9). Por esto,
todos la paz y prom etiéndoles el bien las palabras divinas han de ser recibi­
verdadero. Y en todo esto brilla tan das en aquel sentido en que las tuvo y
profusam ente el fulgor del poder y sa­ tiene esta Cátedra de S an P edro, la
biduría divinos, que la m ente hum ana cual, siendo madre y maestra de las
fácilmente com prende que la fe cristia­ Iglesias(10), siempre ha conservado la
na es obra de Dios. Y nsí la razón hu- fe de Cristo Nuestro Señor, íntegra, in-
(5) S . C r is ó s t o m o Interpretado in Isaiam, Ho­ (8) C o n c ilio d e E f e s o Actio 3 (Mans. Collec.
milía I, cap. 1, 1 (Migne PG. 56, col. 14). Conc. 4. col. 1295-C).
(6) S . A m b r o s i o , in Ps. 40, 30 (Migne PL. 14, (9) S . P e d r o C r is ó lo g o Epist. ad Eutychen
col. 1134-B). (Migne PL. 52, col. 71-D).
(7) C o n c ilio d e C a lc e d o n ia , Actio 2 (Mansi Col- (10) C o n c ilio d e T r e n t o sesión 7?, D e b a p t i s m o ,
lec. Conc. 6, col. 971-A). canon III (Mansi, Coll. Conc. 33, col. 53).
90 E n c íc l ic a s d f l PP. P ío IX (1846) 11, 9

tacta. La m ism a se la enseñó a los fie­ Nuestros antecesores, los Romanos P on­
les m ostrándoles a todos la senda de tífices, con repetidos anatem as en sus
la salvación y la doctrina de la verdad letras apostólicas*16*, las cuales Nos,
incorruptible. Y puesto que ésta es la con toda potestad, confirmamos, y
principal Iglesia de la que nace la u n i­ m andam os que se observen con toda
dad sacerdotal*1112*, ésta la metrópoli de diligencia*17*. Tales son las astutas So­
la piedad en la cual radica la solidez ciedades Bíblicas, que, renovando los
íntegra y perfecta, de la Religión cris­ modos viejos de los herejes, no cesan
tiana (12), en la que siempre floreció el de adulterar el significado de losjbbras
principado de la Cátedra apostólica*13*, sagrados, y, traducidós a cualquier len­
a la cual es necesario que por su emi­ gua vulgar contra las reglas santísimas
nente primacía acuda toda la Iglesia, es de la Iglesia, e interpretados con fre­
decir, los fieles que están diseminados cuencia con falsas explicaciones, los
por todo el mundo*14*, con la cual el reparten gratuitam ente, en gran núm e­
que no recoge, desparram a*15*, Nos, ro de ejem plares y con enormes gastos,
que por inescrutable juicio de Dios he­ a los hom bres de cualquier condición,
mos sido colocados en esta Cátedra de aun a los más rudos, p ara que, dejando
la verdad, excitamos con vehem encia a un lado la divina tradición, la doctri­
en el Señor, vuestro celo, Venerables na de los Padres y la autoridad de la
Herm anos, p ara que exhortéis con so­ Iglesia Católica, cada cual interprete a
lícita asiduidad a los fieles encom en­ su gusto lo que Dios ha revelado, per­
dados a vuestro cuidado, de tal m anera virtiendo su genuino sentido y cayendo
que, adhiriéndose con firm eza a estos en gravísimos errores. A tales Socieda­
principios, no se dejen inducir al error des, Gregorio XVI, a quien, sin m ere­
por aquellos que, hechos abominables cerlo, hemos sucedido en el cargo, si­
en sus enseñanzas, pretenden destruir guiendo el ejemplo de los predecesores,
la fe con el resultado de sus progresos, reprobó con sus letras apostólicas*184*,
y quieren someter im píam ente esa m is­ y Nos asimismo las reprobam os. Tal es
m a fe a la razón, falsear la palabra el sistema perverso j r opuesto a la luz
divina, y de esa m anera in ju ria r gra­ natural de la razón que propugna la in­
vemente a Dios, que se ha dignado diferencia en m ateria de religión, coiTel
atender clem entem ente al bien y salva­ cüaF éstos inveterados enemigos de la
ción de los hom bres con su Religión Religión, quitando todo discrim en entre
celestial. la virtud y el vicio, entre la verdad y el
9. O tras clases de errores. Conocéis error, entre la honestidad y vileza, ase­
también, Venerables Hermanos, otra guran que en cualquier religión se pue­
clase de errores y engaños m onstruo­ de conseguir la salvación eterna, como
sos, con los cuales los hijos de este si alguna vez pudieran entrar en con­
siglo atacan a la Religión cristiana y a sorcio la justicia con la iniquidad, la
la autoridad divina de la Iglesia con luz con las tinieblas, Cristo con Be-
sus leyes, y se esfuerzan en pisotear los ZíaZ*18b*. Tal es la vil conspiración con­
derechos del poder sagrado y el civil. tra el sagrado celibato clerical, que, ¡oh
Tales son los nefandos conatos contra dolor! algunas personas eclesiásticas
esta Cátedra R om ana de S an P edro, en apoyan quienes, olvidadas lam entable­
la que Cristo puso el fundam ento inex­ m ente de su propia dignidad, dejan ven­
pugnable de su Iglesia. Tales son las cerse y seducirse por los halagos de la
sectas clandestinas salidas de las tinie­ sensualidad; tal la enseñanza perversa,
blas p ara ru in a y destrucción de la sobre todo en m aterias filosóficas, que
Iglesia y del Estado, condenadas por a la incauta juventud engaña y co-
(11) S. Cipriano Epist. 55 al Pontífice Cornelio (13) San Agustín, Epist. 162 (Migne PL. [Epist.
(Migne PL. 3, Epist. 12 Corn., col. 844-845). 43, 7] 33, col. 163).
(12) Cartas sinod. de Juan de Constantinopia (14) San Ireneo, lib. 3, Contra liaereses, cap. 3
al Pontífice Iiormisdas y Sozom. Historia lib. 3, (Migne PG. 7-A, col. 849-A).
cap. 8. (15 a 18b) se encuentran en la pág. 95.
,
11 10-11 E n c íc l ic a “ Q u i P l u r ib u s ’ 91

Trompe lam entablem ente, y le da a be­ cuantos esfuerzos podamos para fo­
ber hiel de dragón<18e) en cáliz de B a ­ m entar el bien de la fam ilia cristiana.
bilonia í18d) tal la nefanda doctrina del Y tam bién acudimos a vuestro celo,
comunismo(19>, co ntraria al derecho na- virtud y prudencia, Venerables H erm a­
tu rai; que, u n a vez adm itida, echa por nos, p ara que, ayudados del auxilio
tierra los derechos de todos, la propie­ divino, defendáis, juntam ente con Nos,
dad’ la m ism a sociedad hum ana; tales con valentía, la causa de la Iglesia ca­
las insidias tenebrosas de aquellos que, tólica, según el puesto que ocupáis y la
en piel de ovejas, siendo lobos rapaces, dignidad de que estáis investidos. Sa­
se insinúan fraudulentam ente, con es­ béis que os está reservado la lucha, no
pecie de piedad sincera, de virtud y ignorando con cuántas heridas se in ju ­
disciplina, penetran hum ildem ente, cap­ ria la santa Esposa de Cristo Jesús, y
tan con blandura, atan delicadamente, con cuánta saña los enemigos la atacan.
m atan a ocultas, ap artan de toda Reli­ E n prim er lugar sabéis m uy bien que
gión a los hom bres y sacrifican y des­ os incumbe a vosotros defender y p ro ­
trozan las ovejas del Señor; tal, por fin, teger la fe católica con valentía episco­
p ara om itir todo lo demás, m uy conoci­ pal y vigilar, con sumo cuidado, po r­
do de todos vosotros, la propaganda que el rebaño a vos encomendado per­
infam e, tan esparcida, de libros y li­ manezca a ella firm e e inamovible,
belos que vuelan por todas partes y que porque todo aquel que no la guardare
enseñan a pecar a los hom bres; escritos íntegra e inviolable, perecerá, sin duda,
que, compuestos con arte, y llenos de eternamente(20\ Esforzaos, pues, en
engaño y artificio, esparcidos con p ro ­ defender y conservar con diligencia
fusión p ara ruina del pueblo cristiano, pastoral esa fe, y no dejéis de instruir
siem bran doctrinas pestíferas, d epra­ en ella a todos, de confirm ar a los du­
van las mentes y las almas, sobre todo dosos, rebatir a los que contradicen;
de los más incautos, y causan p erjui­ robustecer a los enferm os en la fe, no
cios graves a la Religión. disim ulando nunca nada ni perm itiendo
que se viole en lo m ás m ínim o la p u ­
10. Los efectos perniciosos. De toda ridad de esa misma fe. Con no m enor
esta combinación de errores y licencias firm eza fom entad en todos la unión con
desenfrenadas en el pensar, hablar y la Iglesia Católica, fuera de la cual no
escribir, quedan relajadas las costum ­ hay salvación, y la obediencia a la Cá­
bres, despreciada la santísim a Religión tedra de P edro sobre la cual, como
de Cristo, atacada la m ajestad del culto sobre firm ísim o fundam ento, se basa
divino, vejada la potestad de esta Sede la mole de nuestra Religión. Con igual
Apostólica, com batida y reducida a to r­ constancia procurad guardar las leyes
pe servidum bre la autoridad de la Igle­ santísim as de la Iglesia, con las cuales
sia, conculcados los derechos de los florecen y tienen vida la virtud, la pie­
Obispos, violada la santidad del m atri­ dad y la Religión. Y como es gran
monio, socavado el régim en de toda piedad exponer a la luz del día los
potestad, y todos los demás males que escondrijos de los impíos y vencer en
nos vemos obligados a llorar, V enera­ ellos al mismo diablo a quien sir-
bles Herm anos, con com ún llanto, refe­ ven^21\ os rogamos que con todo
rentes ya a la Iglesia, ya al Estado.1 empeño pongáis de m anifiesto sus insi­
dias, errores, engaños, m aquinaciones,
11. Los Obispos, defensores de la ante el pueblo fiel, le im pidáis leer li­
Religión y de la Iglesia. E n tal vicisi­ bros perniciosos, y le exhortéis con asi­
tud de la Religión y contingencia de duidad a que, huyendo de la com pañía
tiem po y de hechos, Nos, encargados de de los impíos y sus sectas como de la
la salvación del rebaño del Señor, no vista de la serpiente, evite con sumo
omitiremos nada de cuanto esté a nues­ cuidado todo aquello que vaya contra
tro alcance, dada la obligación de la fe, la Religión, y la integridad de
Nuesro m inisterio apostólico; harem os costumbres. En procura de esto, no
Las notas (18-C a 21) se encuentran en la pág. 95.
92 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1846) 11, 12-15
omitáis jam ás la predicación del santo y culto de Dios como la vida y el ejem- 17
Evangelio, p ara que el pueblo cristiano, pío de los que se dedican al divino
cada día m ejor instruido en las santísi­ ministerio(24), y cuales sean los sacer­
mas obligaciones de la cristiana ley, dotes tal será de ordinario el pueblo,
crezca de este modo en la ciencia de bien veis, Venerables Hermanos, que
Dios, se aparte del mal, practique el habéis de trab ajar con sumo cuidado y
bien y camine por los senderos del diligencia para que brille en el Clero la
Señor. gravedad de costumbres, la integridad
de vida, la santidad y doctrina, para
12. P roceder con m ansedum bre. Y que se guarde la disciplina eclesiástica
como sabéis que sois legados de Cristo, con diligencia, según las prescripciones
16 que se proclam ó m anso y hum ilde de del Derecho Canónico, y vuelva, donde
corazón, y que no vino a llam ar a los se relajó, a su prim itivo esplendor. Por
justos, sino a los pecadores, dándonos lo cual, bien lo sabéis, habéis de andar
ejemplo p ara seguir sus pisadas, a los con cuidado de adm itir, según el p re­
que encontréis faltando a los preceptos cepto del Apóstol, al Sacerdocio a cual­
de Dios y apartados de los caminos de quiera, sino que únicam ente iniciéis en
la justicia y la verdad, tratadlos con las sagradas órdenes y promováis para
blandura y m ansedum bre paternal, tra ta r los sagrados m isterios a aquellos
aconsejadlos, corregidlos, rogadlos e que, examinados diligente y cuidadosa­
increpadlos con bondad, paciencia y mente y adornados con la belleza de
doctrina, porque muchas veces más todas las virtudes y la ciencia, puedan
hace para corregir la benevolencia que servir de ornam ento y utilidad a vues­
la aspereza, más la exhortación que la tras diócesis, y que, apartándose de
amenaza, más la caridad que el po- todo cuanto a los clérigos les está p ro ­
der^22\ P rocurad tam bién con todas hibido y atendiendo a la lectura, exhor­
las fuerzas, Venerables Herm anos, que tación, doctrina, sean ejemplo a sus
los fieles practiquen la caridad, bus­ fieles en la palabra, en el trato, en la
quen la paz y lleven a la práctica con caridad, en la fe, en la castidad<25), y
diligencia, lo que la caridad y la paz se granjeen la veneración de todos, y
piden. De este modo, extinguidas de lleven al pueblo cristiano a la instruc­
raíz todas las disensiones, enemistades, ción y le animen. Porque mucho mejor,
envidias, contiendas, se am en todos con es —como m uy sabiamente amonesta
m utua caridad, y todos, buscando la B enedicto XIV, Nuestro predecesor de
perfección del mismo modo, tengan el feliz mem oria— tener pocos ministros,
mismo sentir, el mismo hablar y el pero buenos, idóneos y útiles, que mu­
mismo querer en Cristo Nuestro Señor. chos que no han de servir para nada
13. Obediencia al poder civil. In cul­
en la edificación del Cuerpo de Cristo,
cad al pueblo cristiano la obediencia y
que es la Iglesia^2QK
sujeción debidas a los príncipes y po­
deres constituidos, enseñando, confor­ 15. Exam en de P á «t o c o s . No igno­
me a la doctrina del Apóstol^23) que toda ráis que debéis poner la m ayor diligen- 13
potestad viene de Dios, y que los que cia en averiguar las costumbres y la
no obedecen al poder constituido resis­ ciencia de aquellos a quienes confiáis
ten a la ordenación de Dios y se atraen el cuidado y dirección de las almas, p a­
su propia condenación, y que, por lo ra que ellos, como buenos dispensado­
mismo, el precepto de obedecer a esa res de la gracia de Dios, apacienten al
pueblo confiado a su cuidado con la
potestad no puede ser violado por nadie
adm inistración de los sacramentos, con
sin falta, a no ser que m ande algo con­
la predicación de la palabra divina y el
tra la ley de Dios y de la Iglesia(23).14
ejemplo de las buenas obras, los ayu­
14. El buen ejem plo de los sacer­ den, instruyan en todo lo referente a
dotes. Mas como no haya nada tan la Religión, los conduzcan por la senda
eficaz para mover a otros a la piedad de la salvación.
Las notas (22 a 26) se encuentran en la pág. 95.
11, 16-19 E n c íc l ic a “ Q u i P l u r ib u s ' 93

Comprendéis, en efecto, que con p á­ precepto de la Iglesia, con lo cual po­


rrocos desconocedores de su cargo, o drán im petrar para sí el auxilio divino
que lo atienden con negligencia, conti­ para cum plir con sus gravísimas obliga­
nuam ente van decayendo las costum- ciones, y tener propicio a Dios para
¿\j^ bres de los pueblos, va relajándose la con el pueblo a ellos encomendado.
disciplina cristiana, arruinándose, ex­
tinguiéndose el culto católico e introdu­ 18. Sem inarios. - F orm ación de los
ciéndose en la Iglesia fácilm ente todos Sem inaristas. Y como no se os oculta,
los vicios y depravaciones. V enerables H erm anos, que los m inis­
tros aptos de la Iglesia no pueden salir
16. Los predicadores del Evangelio sino de clérigos bien form ados, y que
— en espíritu y verdad. P a ra que la esta recta form ación de los mismos
palabra de Dios, viva y eficaz y más tiene una gran fuerza en el restante
penetrante que espada de dos filos^27\ curso de la vida, esforzaos con todo
instituida p ara la salvación de las al­ vuestro celo episcopal en procurar que
mas no resulte infructuosa por culpa los clérigos adolescentes, ya desde los
de los m inistros, no ceséis de inculcar­ prim eros años se form en dignamente
les a esos predicadores de la palabra tanto en la piedad y sólida virtud como
divina, y de obligarles, Venerables H er­ en las letras y serias disciplinas, sobre
manos, a que, cayendo en la cuenta de todo sagradas. P or lo cual nada debéis
lo gravísimo de su cargo, no pongan el tom ar tan a pecho, nada ha de preocu-
m inisterio evangélico en form as elegan­ paros tanto como esto: fundar sem ina-
tes de hum ana sabiduría, ni en el apa­ ríos de clérigos según el m andato de los
rato y encanto profanos de vana y Padres de Trento^2S\ si es que aun no
ambiciosa elocuencia, sino en la m ani­ existen; y ya instituidos, am pliarlos si
festación del espíritu y de la virtud con necesario fuere, dotarlos de óptimos
fervor religioso, p ara que, exponiendo directores y m aestros, velar con cons­
la palabra de la verdad y no predicán­ tante estudio p ara que en ellos los jóve- 20
nes clérigos se eduquen en el tem or de
dose a sí mismos, sino a Cristo Crucifi­
Dios, vivan santa y religiosamente la
cado, anuncien con claridad y abierta­
disciplina eclesiástica, se form en según
m ente los dogmas de nuestra santísim a
la doctrina católica, alejados de todo
Religión, los preceptos según las norm as
error y peligro, según la tradición de
de la Iglesia y la doctrina de los Santos
la Iglesia y escritos de los Santos P a ­
Padres con gravedad y dignidad de
dres, en las ceremonias sagradas y los
estilo; expliquen con exactitud las obli­
ritos eclesiásticos, con lo cual dispon­
gaciones de cada oficio; aparten a todos
dréis de idóneos y aptos operarios que,
19 de los vicios; induzcan a la piedad de
dotados de espíritu eclesiástico y p re­
tal m anera, que, im buidos los fieles sa­
parados en los estudios, sean capaces
ludablem ente de la palabra de Dios, se
de cultivar el campo del Señor y pelear
alejen de los vicios, practiquen las vir­
las batallas de Cristo.
tudes, y así eviten las penas eternas y
consigan la gloria celestial.17 19. Ejercicios E spirituales. Y como
sabéis que la práctica de los Ejercicios
17. E spíritu sacerdotal. Con pastoral espirituales ayuda extraordinariam ente
solicitud am onestad a todos los eclesiás­ para conservar la dignidad del orden
ticos, con prudencia y asiduidad ani­ eclesiástico y fijar y aum entar la santi­
madlos a que, pensando seriam ente en dad, urgid con santo celo tan saludable
la vocación que recibieron del Señor, obra, y no ceséis de exhortar a todos
cum plan con ella con toda diligencia, los llamados a servir al Señor a que
am en intensam ente el esplendor de la se retiren con frecuencia a algún sitio
casa de Dios, y oren continuam ente a propósito para practicarlos libres de
con espíritu de piedad, reciten debida­ ocupaciones exteriores, y dándose con
m ente las horas canónicas, según el más intenso estudio a la meditación de
Las notas (27-?&) se encuentran en la páág. 95.
94 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1846) 11 2 0 -2 2

las cosas eternas y divinas, puedan p u ­ logréis conducirlas al puerto de la eter­


rificarse de las m anchas contraídas en na salvación. T ratad varonilm ente de
el mundo, renovar el espíritu eclesiás­ procurar la gloria de Dios y de la Igle­
tico, y con sus actos despojándose del sia, Venerables Herm anos, y trabajad
hom bre viejo, revestirse del nuevo que a la vez con toda prontitud, solicitud,
fue creado en justicia y santidad. No os y vigilancia a que la Religión, y la pie­
parezca que Nos hemos detenido dem a­ dad, y la virtud, desechados los errores,
siado en la form ación y disciplina del y arrancados de raíz los vicios, tomen
Clero. Porque hay m uchos que, hastia­ increm ento de día en día, y todos los
dos de la m ultitud de errores, de su fieles, arrojando de sí las obras de las
inconstancia y m utabilidad, y sintiendo tinieblas, caminen como hijos de la luz,
la necesidad de profesar nuestra Reli­ agradando en todo a Dios y fructifican­
gión, con m ayor facilidad abrazan la do en todo género de buenas obras.
Religión con su doctrina y sus precep­
tos e institutos, con la ayuda de Dios, 21. Visita Episcopal a Roma. No os
cuando ven que los clérigos aventajan acobardéis, pese a las graves angustias,
a los dem ás en piedad, integridad, sabi­ dificultades y peligros que os han de
duría, ejemplo y esplendor de todas las rodear necesariam ente en estos tiempos
virtudes. en vuestro m inisterio episcopal; con­
fortaos en el Señor y en el poder de su
20. Celo de los Obispos. P o r lo de­ virtud, el cual mirándonos constituidos
más, H erm anos carísimos, no dudamos en la unión de su nombre, prueba a los
que todos vosotros, inflam ados en cari­ que quiere, ayuda a los que luchan y
dad ardiente p ara con Dios y los hom ­ corona a los que v e n c e n ^ \ Y como
bres, en am or apasionado de la Iglesia, nada hay más grato, ni agradable, ni
instruidos en las virtudes angélicas, deseable para Nos, que ayudaros a to­
adornados de fortaleza episcopal reves­ dos vosotros, a quienes amamos en las
tidos de prudencia, anim ados única­ entrañas de Jesucristo, con todo afecto,
mente del deseo de la voluntad divina, cariño, consejo y obra, y trab ajar a una
siguiendo las huellas de los apóstoles con vosotros en defender y propagar
e im itando al modelo de todos los pas­ con todo ahinco la gloria de Dios y la
tores, Cristo Jesús, cuya legación ejer­ fe católica, y salvar las almas, por las
céis, como conviene a los Obispos, ilu­ cuales estamos dispuestos, si fuere ne­
m inando con el esplendor de vuestra cesario, a dar la m ism a vida, venid,
santidad al Clero y pueblo fiel e im bui­ Hermanos, os lo rogamos y pedimos,
dos de entrañas de misericordia, y com ­ venid con grande ánimo y gran con­
padeciéndoos de los que yerran y son fianza a esta Sede del Beatísimo P rín ­
ignorantes, buscaréis con am or a ejem ­ cipe de los Apóstoles, centro de la u n i­
plo del P astor evangélico, a las ovejas dad católica y ápice del Episcopado,
descarriadas y perdidas, las seguiréis, y, de donde el mismo Episcopado y toda
poniéndolas con afecto paternal sobre autoridad brota, venid a Nos siempre
vuestros hom bros, las volveréis al redil, que creáis necesitar el auxilio, la ayuda,
y no cesaréis de atenderlas con vuestros y la defensa de N uestra Sede.
cuidados, consejos y trabajos, para que,
cum pliendo como debéis con vuestro 22. D eber de los príncipes. - D efen­
oficio pastoral, todas nuestras queridas sa de la Iglesia.(30> Abrigamos tam bién
ovejas redim idas con la sangre precio­ la esperanza de que Nuestros am adísi­
sísima de Cristo y confiadas a vuestro mos hijos en Cristo los Príncipes, tra ­
cuidado, las defendéis de la rabia, el yendo a la m em oria, en su piedad y
ím petu y la rapacidad de lobos ham ­ religión, que la potestad regia se les
brientos, las separéis de pastos vene­ ha concedido no sólo para el gobierno
nosos, y las llevéis a los saludables, y del mundo, sino principalmente para
con la palabra, o la obra, o el ejemplo, defensa de la Iglesia<3D, y que Nos­
Las notas (29 a 31) se encuentran en la pág. 95.
11, 23 E n c íc l ic a “ Q u i P l u r ib u s 1 95

otros, cuando defendemos la causa de la y atienda a nuestras súplicas, roguemos


Iglesia, defendemos la de su gobierno g a la intercesora p ara con El, la Santí­
salvación, para que gocen con tranquilo sima Madre de Dios, la Inm aculada
derecho de sus provincias(32), favore­ Virgen M a r í a , que es N uestra m adre
cerán con su apoyo y autoridad nues­ dulcísima, m edianera, abogada y espe­
tros comunes votos, consejos y esfuer­ ranza fidelísima, y cuyo patrocinio tie­
zos, y defenderán la libertad e incolu­ ne el m ayor valimiento ante Dios. In ­
m idad de la m ism a Iglesia para que voquemos tam bién al Príncipe de los
también su imperio (el de los príncipes) Apóstoles, a quien el mismo Cristo en­
reciba amparo y defensa de la diestra tregó las llaves del reino de los cielos
de Cristo(33>. y le constituyó en piedra de su Iglesia
contra la que nada podrán nunca las
23. Epílogo. - P legaria y B endición puertas del infierno, y a su Coapóstol
Apostólica. P a ra que todo esto se re a ­ P a b l o , a todos los santos de la corte
lice próspera y felizmente, acudamos, celestial, que ya coronados poseen la
Venerables Herm anos, al trono de la palm a, p ara que im petren del Señor la
gracia, roguemos unánim em ente con abundancia deseada de la divina pro ­
férvidas preces, con hum ildad de cora­ piciación para todo el pueblo cristiano.
zón al Padre de las m isericordias y Dios P or fin, recibid la bendición apostó­
de toda consolación, que por los m é­ lica, henchida de todas las bendicio­
ritos de su Hijo se digne colm ar de nes celestiales y prenda de Nuestro
carism as celestiales nuestra debilidad, am or hacia vosotros, la cual os damos
y que con la om nipotencia de su virtud salida de lo íntim o del corazón, a vos­
derrote a quienes nos acometen, y en otros, Venerables Herm anos, y a todos
todas partes aum ente la fe, la piedad, los clérigos y fieles todos encom enda­
la devoción, la paz, con lo cual su Igle­ dos a vuestro cuidado.
sia santa, desterrados todos los errores Dado en Roma, en Santa M aría la
y adversidades, goce de la deseadísima Mayor, el día 9 de Noviembre del año
libertad, y se haga un solo rebaño bajo 1846, prim er año de Nuestro Pontifi­
un solo pastor. Y p ara que el Señor se cado.
muestre más propicio a nuestros ruegos PIO PAPA IX.

(15) S. Jerónimo, Epist. 15, 2, al Papa Dámaso (20) Del Símbolo Atanasiano, Quicumque.
(Migne PL. 22, col. 356). (21) S. León Magno, Sermón 8, cap. 4 (Migne
(16) Clemente XII, Const. In eminenti, 28-IV- PL. [Sermón 9, c. 7] 54, col. 159-A).
1738. (Gasparri, Fontes I, 656); Benedicto XIV, (22) Concilio de Trento, sesión 13, Cap. I, de
Const. Próvidas, 18-V-1751 (Gasparri, Fontes II, Reforma (Mansi Coll. Conc. 33, col. 86-B).
315); Pío Vil, Const. Ecclesiam a Jesu Christo, (23) Romanos 12, 1-2.
13-IX-1821 (Fontes, II, 721); León Xll, Const. Quo (24) Concilio de Trento sesión 22, cap. 1, de
graviora 13-III-1825 (Fontes, II, 727). Reforma (Mansi Coll. Conc. 33, col. 133-D).
(17) Ver León XIII, Encícl. Humanum Genus, (25) I Timoteo 4, 12.
20-IV-1884, contra las sectas, espec. la masónica; (26) Benedicto XIV, Epist. Encícl. Ubi primum,
en esta Colee., Encícl. 44, pág. 308-319; ASS, 16, 3-XII-1740 (Gasparri, Fontes I, 670).
417. (27) Hebreos 4, 12.
(18a) Gregorio XVI, Encícl. a todos los Obispos (28) Concilio de Trento sesión 23, cap. 18 de
Inter precipuas, 6-V-1844; en esta Colecc.: Encícl. Reforma (Mansi Coll. Conc. 33, col. 146-149).
10, 7, pág. 75. (29) S. Cipriano, Epist. 77 a Nemesiano y los
(18b) II Corint. 6, 15. demás mártires (Migne PL. 4, col. 431-A).
(18c) Deut. 32, 33. (30) El tema se desarrollará a fondo en las
(18d) Ver Jerem. 51, 7. Encíclicas de León XIII sobre el poder Diuturnum
(19) Ver a propósito de este tema a León XIII, illud, 29-VI-1881; en esta Colecc.: Encíclica 37,
Encícl. Quod apostolici, 28-XII-1878; ASS. 11, 369; pág. 268 ss. e Immortale Dei, l-XI-1885, en esta
en esta Colecc.: Encícl. 32, 1, pág. 224; Encícl. Colecc., Encícl. 46, 322 ss.
Rerum Novarum, 15-V-1891; ASS. 23 (1890-91) (31) S. León Magno Epist. 156 (alias 125) a León
641; en esta Colecc.: Encícl. 59, 3 ss., pág. 424 ss.; Emperador (Migne PL., 54, col. 1130-A).
Pió XI, Encícl. Quadragesimo Anno, 15-V-1931; (32) S. León Magno, Epist. 43 (alias 34) a Teo-
en esta Colecc.: Encícl. 154, 43-51, pág. 1318 ss.; y dosio Emperador (Migne PL. 54, col. 826-B).
más recientemente Divini Redemptoris, 19-III- (33) S. León Magno, Epist. 43 (alias 34) a Teo-
1937; en esta Colecc.: Encícl. 169, pág. 1482-1502. dosio, Emperador (Migne PL. 54, col. 826-B).
:1L2

ENCICLICA “UBI PRIMUM ARCANO” «


(17-VI-1847)
SOBRE LA CONSERVACION DE LA DISCIPLINA
EN LAS FAMILIAS RELIGIOSAS
PIO PP. IX
Amados hijos varones religiosos, salud y bendición apostólica
6 1. Elogio de las O rdenes Religio­ varones insignes en todo género de doc­
sas. Apenas por u n secreto designio de trin a y cúmulo de erudición, y esclare­
la divina Providencia fuimos elevados cidos con el ornato de todas las v irtu ­
al gobierno de toda la Iglesia, entre los des y la gloria de la santidad, ilustres
principales cuidados y solicitudes de tam bién en honrosísim as dignidades, y
Nuestro Apostólico m inisterio nada tu ­ encendidos en ardiente am or de Dios y
vimos m ás presente que abrazar con de los hombres, hechos espectáculo p a­
singular afecto de N uestra p aternal ca­ ra el mundo, los ángeles y los hom bres
ridad a vuestras Fam ilias Religiosas, y que solamente se deleitaron en apli­
prodigarles toda N uestra atención, p ro ­ carse con todo cuidado, afición y em pe­
tegerlas, defenderlas, m irar y proveer ño, de día y de noche, a llevar sobre
con todas Nuestras fuerzas a su m ayor su cuerpo la m ortificación de Jesús,
bien y esplendor. propagar la fe y doctrina católicas des­
Pues ellas, instituidas por varones de el sol naciente hasta el ocaso, lu ­
santísimos, inspirados por el divino es­ char valientemente por ella, soportar
píritu p ara procu rar la m ayor gloria de alegremente cualquier género de seve­
Dios Omnipotente y la salvación de las ridades, torm entos y suplicios hasta
almas, y confirm adas por esta Sede dar la m isma vida, atraer a los pueblos
Apostólica, realizan con sus múltiples rudos y bárbaros, sacándolos de sus
form as aquella herm osísim a variedad tinieblas, fiereza de costumbres y ence-
que m aravillosam ente circunda a la negamiento en los vicios, a la luz de la
Iglesia, y constituyen los selectísimos verdad evangélica, a toda virtud y a la
escuadrones auxiliares de soldados de cultura de la sociedad civil, cultivar y
Cristo, qué "fueron siempre un máximo proteger las letras, disciplinas y artes y
ornato y defensa p ara uso tanto de la librarlas de la destrucción, m odelar
república civil como de la cristiana. m aduram ente las tiernas mentes de los
Como quiera que sus hijos, llamados jóvenes y sus corazones blandos como
por singular beneficio de Dios a profe­ la cera en la piedad y la honestidad, y
sar los consejos de la sabiduría evangé­ volver a los errantes al camino de la
lica, y juzgándolo todo detrim ento por salud. Ni es esto sólo sino que, reves­
la eminente ciencia de Jesucristo, des­ tidos de entrañas de misericordia, no
preciando con excelso e invicto ánimo hay ningún género de caridad heroica
47 todo lo terrestre y teniendo fijos los que ellos, aun exponiendo su vida, no
ojos únicam ente en las cosas celestia­ hayan ejercido, como proporcionar
les, siempre se m ostraron insistiendo en am orosam ente los oportunos subsidios
egregias obras y realizando gloriosos de la cristiana beneficencia y providen- 48
trabajos con los que m erecieron bien cia a los cautivos, encarcelados, enfer­
tanto de la Iglesia Católica como de la mos, m oribundos y a todos los desgra­
sociedad civil. Nadie ciertam ente igno­ ciados, necesitados y afligidos, suavi­
ra o puede ignorar, que las Fam ilias zando sus dolores, enjugando sus lágri­
Religiosas ya desde su prim era institu­ mas y proveyendo a sus necesidades
ción brillaron con casi innum erables (*) con todo género de auxilios y obras.
(*) Pii IX, P. M. Acta, Romae, Pars I, t. I, 46-54. Traducción especial para la l iJ edición. Las cifras
marginales indican las páginas del original latino (P. H.).
— 96 —
•1.2, 2-3 E n c íc l ic a “ U bi P r im u m ” 27

2. Las familias religiosas y los Pon­ Nosotros pues, según la suma cari­
tífices. De aquí ciertam ente proviene dad que sentimos hacia las mismas
que los Padres y Doctores de la Iglesia Ordenes, emulando los ilustres ejem ­
hayan con toda razón y derecho hon­ plos de Nuestros Predecesores y si­
rado a los cultores de la perfección guiendo las sapientísim as sanciones so­
evangélica con sumas alabanzas y h a­ bre todo de los Padres Tridentinos^lc\
yan combatido acérrim am ente a sus según la obligación de Nuestro Supremo
im pugnadores que afirm an con tem e­ Apostolado, determ inam os dirigir to­
ridad que estos sagrados institutos son dos nuestros cuidados y pensamientos,
inútiles y perjudiciales a la sociedad. con todo el afecto de nuestro corazón,
Los Romanos Pontífices Predecesores a vuestras Fam ilias Religiosas, con la
Nuestros, dem ostrando siempre bené­ m ira de consolidar lo débil si lo hay,
volo afecto hacia las mism as Ordenes sanar lo enfermo, restablecer lo res­
Regulares, no dejaron por su parte de quebrajado, reducir lo perdido y le­
protegerlas y de defenderlas con el vantar lo decaído, para que revivan en
patrocinio de la autoridad apostólica, todas partes y cada día prosperen y
ni de honrarlas con los m ás grandes florezcan más la integridad de las cos­
honores y privilegios, reconociendo tum bres, santidad de la vida, observan­
m uy bien cuáles y cuántos bienes y cia de la disciplina regular, las letras,
las ciencias, sobre todo las sagradas, y
utilidades hayan redundado en todo
las leyes propias de cada Orden.
tiem po de esas m ism as Ordenes a la
universal república cristiana. Los m is­ 3. Empeño del Sumo Pontífice en
mos Predecesores Nuestros se m ostra­ conservar la disciplina religiosa. Si
ron tan solícitos por esta principalísi­ bien, pues, intensam ente nos alegramos
m a parte del cam po del Señor, que en el Señor de que haya m uchos hijos
apenas supieron que el hombre ene­ de estas Fam ilias Sagradas que, tenien­
migo disim uladam ente sembraba ciza­ do presente su santísim a vocación y
ña en medio del trigo^la\ y que las pe­ aventajándose en el ejemplo de toda vir­
queñas zorras destrozaban los florecien­ tud y doctrina, con todo empeño procu­
tes r e to ñ o s^, sin ninguna dilación pu­ ran seguir las huellas de sus ilustres P a ­
sieron todo cuidado en arran car y des­ dres, trab ajar en el m inisterio de la sal­
tru ir de raíz cuanto pudiera im pedir los vación y difundir en todas partes el
ubérrim os y venturosísim os frutos de la buen olor de Cristo, con todo lam enta­
buena semilla sem brada. P or esta cau­ mos de que haya algunos, que olvidados
sa, sobre todo C l e m e n t e VIII de pia­ de su profesión y dignidad declinen en
dosa m em oria y tam bién U r b a n o VIII, tal m anera del instituto que los había
I n o c e n c i o X, A l e j a n d r o VII, C l e m e n ­ aceptado, que no sin grandísim o daño
t e IX, I n o c e n c i o XI, y lo mismo I n o ­
de las m ism as Ordenes y de los fieles,
lleven tan sólo la apariencia y el hábito
c e n c i o XII, C l e m e n t e XI, P ío VII y
de la piedad, y contradigan con su vida
L e ó n XII predecesores Nuestros, ya to­
y costumbres la santidad, el nom bre y la
m ando saludables determ inaciones, ya vestim enta del instituto que profesan.
publicando sapientísim os decretos y Os damos pues a vosotros, amados
constituciones, no dejaron de tener ten­ Hijos, que sois los superiores de las
sos todos los nervios de la vigilancia y mismas Ordenes, esta carta que os m a­
providencia pontificias p a ra rem over nifiesta nuestra afectuosísim a volun­
totalm ente cuantos m ales se habían tad hacia vosotros y vuestras Ordenes
introducido en las Fam ilias Religiosas Religiosas y por la que os hacemos sa­
por las tristísim as vicisitudes de las ber las decisiones que hemos tomado
cosas y los tiempos, y p ara proteger y para in stau rar la disciplina regular.
restaurar en ellas la disciplina regular. E sta determ inación tiende enteramen-

(1?) Marcos 13, 25. ( l c) Concilio de Trento, sesión 25, sobre los
( l b) Cantar de los Cant. 2, 15. Regulares y Monjas (Mansi, C. Conc. 33, 172-181).
E n c íc lic a s P o n tific ia s 4
98 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío IX (1847) 12, 4

te a que podam os estatuir y perfeccio­ mente en ella, y procuren cum plir


nar, con la ayuda de Dios, todas aque­ siempre religiosamente los votos que
llas cosas que puedan conducir más y un día ofrecieron a Dios.
más a proteger y conseguir la incolu­
m idad y prosperidad de cada Fam ilia 4. E xhortación a los superiores re ­
Religiosa, a p ro cu rar el bien de los ligiosos. - Ideal religioso. - Novicia­
pueblos, y a am plificar el culto divino do. Atended pues con toda vigilancia
y prom over la gloria de Dios. Puesto a que, siguiendo ellos las insignes
que al in stau rar la disciplina en vues­ huellas de sus mayores, custodian­
tras Ordenes, Nuestro celo y Nuestros do la santa disciplina y rechazando
deseos se dirigen principalm ente a que enteram ente las seducciones, espec­
podamos tener de las mismas Ordenes táculos y negocios del m undo a los
operarios instruidos y laboriosos, p ro ­ que renunciaron, insistan sin interm i­
vistos no menos de ciencia que de pie­ sión en la oración, meditación, doctri­
na y lectura de las cosas divinas y se
dad, perfectos hom bres de Dios y pre­
dediquen a la salud de las almas según
parados p ara toda obra buena, cuya
el propio instituto de su Orden, y
actividad podam os aplicar en el culti­
mortificados en la carne, y vivificados
vo de la viña del Señor, en la p ro p a­
en el espíritu, se m uestren al pueblo
gación de la fe católica, sobre todo
de Dios modestos, humildes, sobrios,
entre los pueblos infieles y en el m a­
benignos, pacientes, justos, irreprensi­
nejo de los gravísimos negocios de la
bles en la integridad y la castidad,
Iglesia y de esta Santa Sede. Y para
fervientes en la caridad, honorables
que un asunto de tanta im portancia por la sabiduría, no siendo obstáculo
p ara la Religión y p ara las mismas para nadie sino dando a todos ejemplo
Ordenes Regulares se desenvuelva, co­ de buenas obras, para que el adversa­
mo grandem ente anhelam os, próspera rio se avergüence no teniendo nada
y felizmente y obtenga el deseado éxi­ malo que decir de ellos. P or cuanto
to, siguiendo las huellas de Nuestros muy bien sabéis con qué santidad de
Predecesores, hemos instituido una vida y ornato de todas las virtudes de­
Congregación peculiar de Venerables ben absolutam ente brillar quienes, des­
Herm anos Nuestros, Cardenales de la preciando todos los halagos de las co­
Santa Rom ana Iglesia, que hemos de­ sas hum anas, voluptuosidades, falacias
nom inado del Estado de las Ordenes y vanidades, prom etieron y profesaron
Regulares, p ara que los mismos Ve­ dedicarse únicam ente a Dios y al culto
nerables H erm anos Nuestros, según su divino, para que el pueblo cristiano
singular sabiduría, prudencia, consejo, m irándolos a ellos como nitidísimo es­
uso y pericia en el m anejo de los ne­ pejo, reciban de ellos aquellas enseñan­
gocios, nos proporcionen una ayuda zas de piedad, religión y toda virtud
en este asunto ta n im portante. con las que más dichosamente cam i­
Tam bién a vosotros, am ados hijos, ne por las sendas del Señor. Y como
os llam am os a colaborar en la m ism a el estado y decoro de toda la fam ilia
em presa y os advertim os, exhortam os y sagrada depende enteram ente de la
rogamos ardientem ente en el Señor, diligente adm isión de los novicios y
que queráis u n ir vuestro esfuerzo con de su óptim a institución, os exhorta­
toda diligencia a Nuestros cuidados y mos vehementemente a que averigüéis
celo, p ara que vuestra Orden brille antes con cuidado la índole, el inge­
con la prim itiva dignidad y esplendor, nio y las costum bres de los que h a ­
Así, pues, por el lugar que ocupáis y el brán de ingresar en vuestras Fam ilias
cargo que os han señalado, no dejéis Religiosas y solícitamente investiguéis
nada por hacer p ara que los varones qué determinación, espíritu y razón
religiosos que están sujetos a vosotros, los llevan a com enzar la vida regular.
m editando seriam ente la vocación con Y después que hayáis entendido que
que han sido llamados, cam inen digna­ ellos no pretenden otra cosa al abrazar
12, 5 E n c í c l i c a ‘ U bi P r im u m ” 99

la vida religiosa, que la gloria de Dios, gías en unión de aspiraciones, para la


utilidad de la Iglesia y la salvación realización de la obra del m inisterio
propia y de los demás, procurad con y edificación del Cuerpo de Cristo,
toda diligencia, cuidado e industria, emulando siempre los carismas me jo-
que durante el tiem po del noviciado res(2\ Siendo pues una la Universal
sean educados pía y santam ente, por Iglesia de los Prelados Regulares y Se­
óptimos m aestros, según las leyes de culares, de los Súbditos exentos y no
la propia Orden y sean inform ados en exentos, fuera de la cual absoluta­
toda virtud y en el instituto, por ellos mente nadie se salva, de todos los cua­
iniciado, de la vida regular. les es uno el Señor, una la Fe y uno
el Bautismo, conviene que sea una la
Estudios. - T rab ajo y Unión. Ya que voluntad de todos los que pertenecen
uno de los principales e ilustres títu ­ al mismo cuerpo y estén ligados entre
los de gloria de las Ordenes Regulares sí, como hermanos, por el vínculo de
fue siempre el cultivo y fom ento de la caridad<3>.
las letras y la ilustración de la ciencia
de las cosas hum anas y divinas adqui­ 5. Conclusión. E stas son, am ados
rido con m uchos trabajos eruditos, hijos, las cosas que juzgamos deber
doctos y laboriosos, os exhortam os y Nuestro exponeros y advertiros en esta
advertim os con gran encarecim iento Carta Nuestra, para que claram ente
que, según las leyes de vuestra Orden entendáis cuánta benevolencia sinta­
y con el m ayor cuidado e ingenio, p ro ­ mos hacia vosotros y vuestras F am i­
mováis una recta organización de los lias Religiosas y con cuánto empeño
estudios y lo intentéis todo p ara que queram os proveer a las norm as, uti­
vuestros alum nos religiosos se ocupen lidades, dignidad y esplendor de las
constantem ente en el aprendizaje de m ism as Fam ilias. No dudam os pues,
las letras hum anas y de las más seve­ que vosotros, según vuestra eximia re­
ras disciplinas, sobre todo las sagradas, ligión, piedad, virtud, prudencia y el
con lo que inm ejorablem ente cultivados mismo am or hacia vuestra Orden, os
en las óptim as y sanas doctrinas pue­ gloriaréis en responder lo m ejor posi­
dan desem peñar religiosa y sabiamente ble a nuestros deseos, cuidados y dis­
tanto las obligaciones del propio cargo posiciones. Confiados en esta fe y es­
como los ministerios sagrados. Ahora peranza, como testimonio de Nuestro
pues, como grandem ente anhelam os intensísimo afecto y caridad hacia
que todos los que m ilitan en los ejér­ vosotros y a todos vuestros com pañe­
citos del Señor a una voz glorifiquen ros religiosos y como auspicio de todos
unánim es a Dios y Padre de Nuestro los celestiales dones, os im partim os a
Señor Jesucristo, y perfectos en el m is­ vosotros, amados hijos, varones reli­
mo sentir y opinar se m uestren solí­ giosos y tam bién a ellos, am orosam en­
citos en conservar la unidad del espí­ te, la Bendición Apostólica, salida de
ritu en el vínculo de la paz, os rogamos lo íntim o del corazón.
una y otra vez que unidos con estre­ Dado en Roma, junto a Santa María
chísimo lazo de concordia y caridad y la Mayor, el día 17 de Junio del año
perfecto consenso de ánimos con los 1847, de Nuestro Pontificado en el
Venerables H erm anos, Obispos y el año primero.
clero secular, nada consideréis más
estimable que em plear todas las ener­ PÍO PAPA IX.

(2) I Corint. 12, 31. (3) Clem. unic., de exces. Prael.


£3*

ENCICLICA “UBI PRIMUM NULLIS” (2*>


(2-II-1849)

CON MOTIVO DE LA PREPARACION DEL ESTUDIO


SOBRE LA INMACULADA CONCEPCION

PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

162 1. Introducción. - Consuelo del Papa. Predecesor Nuestro. A esto se agrega,


Apenas elevados, ciertam ente no por Venerables Hermanos, que m uchísi­
algún m érito nuestro, sino por secreto mos miem bros de vuestro Orden no
designio de la divina Providencia, a la han cesado de enviar cartas al mismo
sublime cátedra del Príncipe de los Predecesor Nuestro y a Nosotros en las
Apóstoles, tom ando, p ara dirigirlo, el que con reiteradas súplicas y renovado
tim ón de toda la Iglesia, experim enta­ afecto pidieron que quisiéramos defi­
mos sum a consolación, Venerables nir como doctrina de la Iglesia Cató­
Herm anos, cuando entendimos cómo lica que la concepción de la Beatísima
había revivido m aravillosam ente, d u ­ Virgen M a r í a fue enteram ente inm a­
rante el Pontificado de Nuestro P re­ culada y totalm ente inm une de toda
decesor G r e g o r io XVI de piadosa m e­
culpa original. Ni faltaron tampoco en
m oria, en todo el orbe católico, un nuestros tiempos varones destacados
ardentísim o deseo de que fuese decre­ en ingenio, virtud, piedad y doctrina,
tado, por fin, en solemne sentencia por que con sus doctos y laboriosos escri­
la Sede Apostólica, que la Santísim a tos de tal m anera ilustraron este argu­
Madre de Dios y m adre nuestra, la m ento y esta piadosísim a sentencia,
Inm aculada Virgen M a r ía fue conce­ que no pocos se adm iran de que aún
bida sin pecado original. la Iglesia y la Sede Apostólica no otor­
guen a la Santísim a Virgen este honor,
2. El deseo de la cristiandad. Clara que la com ún piedad de los fieles tan
y abiertam ente atestiguan y dem ues­ intensam ente anhela sea concedido a
tra n este piadosísim o deseo las pos­ la misma Virgen por solemne juicio
tulaciones continuam ente presentadas de la m isma Iglesia y Sede. Ciertam en­
tanto a Nuestro Predecesor como a te, tales votos fueron muy gratos y
Nosotros mismos, en las que esclare­ muy gozosos a Nosotros que desde
cidísimos obispos, ilustres Colegios de Nuestros tiernos años nada tuvimos
Canónigos, Fam ilias Religiosas, entre por más estimable y m ejor que ho n rar
ellas la ínclita Orden de los Predica­ con íntim o afecto de corazón a la
dores, con aprem io solicitaron que en Beatísima Virgen M a r ía y hacer todo
la Sagrada Liturgia y sobre todo en el aquello que parecía conducir a procu­
Prefacio de la Misa de la Beatísima ra r una m ayor gloria y alabanza de la
Concepción de la Virgen fuese lícito m isma Virgen y a prom over su culto.
enunciar y añadir abierta y pública­ Así, pues, ya desde el comienzo de
mente aquella palabra INMACULADA. Nuestro Pontificado dirigimos Nuestros
163 A estos pedidos accedim os gustosísima- cuidados y Nuestros pensamientos a
m ente tanto Nosotros como el mismo un negocio de tan ta im portancia y no
(*) Pii IX, P. M. Acta, Roma;, I, 162-166. Traducción especial para la 1? edición. Las cifras mar­
ginales indican las páginas del texto original latino. (P. H.).
— 100 —
13, 3 E n c í c l i c a “ U b i P r i m u m ?’ 101

omitimos dirigir hum ildes y fervoro­ nales de la Santa Iglesia Romana, ilus­
sas plegarias a Dios, Optimo y Máximo, tres po r su virtud, religión, consejo, 165
p ara que quisiera ilu strar N uestra prudencia y ciencia de las cosas divi­
mente con la luz de su celestial gracia, nas, y les hayam os encomendado que
p ara que pudiéram os entender qué de- según su prudencia y saber se encar­
164 bíam os hacer en este asunto. gasen de exam inar detenidamente este
Nos apoyamos sobre todo en la espe­ gravísimo asunto y luego Nos trasm i­
ranza de que la Beatísim a Virgen, que tieran diligentísimamente su parecer.
elevó el vértice de sus méritos sobre Al obrar así creíamos seguir las ilustres
todos los coros de los Angeles hasta el huellas y em ular los ejemplos de Nues­
solio de la Deidad(1), y que aplastó tros ilustres Predecesores.
la cabeza de la antigua serpiente con Por lo cual os escribimos esta carta,
el pie de la virtud, y que constituida Venerables Hermanos, por la que exci­
entre Cristo y la Iglesia ^ , y toda sua­ tamos con todo empeño vuestra egre­
ve y llena de gracias, libertó siempre gia piedad y pastoral solicitud y os
al pueblo cristiano de las m ayores ca­ inculcamos una y otra vez que cada
lamidades, de las insidias y el ím petu uno de vosotros procure según su p ro ­
de todos los enemigos, y lo preservó pio arbitrio y prudencia que se digan
de la ruina, compadeciéndose como y hagan en sus diócesis públicas ple­
suele con el am plísim o afecto de su garias para que el clementísimo Padre
ánimo m aternal de las tristísim as de las luces se digne esclarecernos con
y luctuosísim as vicisitudes Nuestras, la suprem a luz de su divino E spíritu
acerbísim as angustias, trabajos y ne­ e ilustrarnos con su inspiración, de
cesidades, querrá, con su patrocinio m anera que en este asunto de tanta
ante Dios siempre presente y potentí­ im portancia tomemos aquella determ i­
simo, ap artar los flagelos de la ira di­ nación que redunde tanto en la m ayor
vina con los que somos afligidos por gloria de su santo Nombre como ala­
Nuestros pecados y detener y disipar banza de la Beatísima Virgen y utili­
las turbulentísim as tem pestades de dad de la Iglesia. Deseamos tam bién
males con las que, con increíble dolor vehementemente que lo antes posible
de Nuestro ánimo, la Iglesia en todas nos hagáis saber cuánta sea la devo­
partes es agitada, y convertir en gozo ción que anime a vuestro clero y pue­
Nuestro llanto. Bien conocéis, Venera­ blo fiel hacia la Inm aculada Concep­
bles Hermanos, que todo el fundam en­ ción de la Virgen, y qué deseos los
to de N uestra confianza está colocado inflam en de que este asunto sea dis­
en la Santísim a Virgen, como quiera cernido por la Sede Apostólica; en
que Dios puso en María la plenitud prim er lugar deseamos saber con m á­
de todo bien, de manera que si hay ximo interés qué sentís vosotros m is­
en nosotros algo de esperanza, algo de mos, Venerables Herm anos, según
gracia y de salud, debemos recono­ vuestra eximia sabiduría, acerca de
cer que de ella nos proviene... porque esto y qué anheláis, habiendo ya con­
tal es la voluntad de Aquel que quiso cedido al Clero Romano que pueda re­
que todo lo tuviéramos por María(3). citar las peculiares horas canónicas de
la Concepción de la Beatísima Virgen,
3. Se p rep ara u n exam en detenido recientísim am ente compuestas e im ­
del asunto. De aquí que hayam os ele­ presas, en lugar de las que aparecen 166
gido algunos varones eclesiásticos, res­ en el Breviario común, por carta os
petables por la piedad y m uy peritos concedemos a vosotros, Venerables
en las disciplinas teológicas y algunos Hermanos, la facultad de otorgar si os
Venerables H erm anos Nuestros, Carde-12 place, a todo el clero de vuestras Dió-
(1) S. Gregorio, Papa, De Exposit. in libros M. V. ex verbis Apoca]. 12, n. 5 (Migne PL. 183,
Regum, lib. I, n. 5. (Migne PL. 79, col. 25-C). col. 432-A).
(2) S. Bernardo, Sermón in 12 prserogat. B. (3) S. Bernardo, In Nativit. S. Mariae, de
Aquaeductu (Migne PL. 183, col. 441, A-B).
102 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849)

cesis que pueda recitar libre y lícita­ enviarnos las oportunas respuestas que
mente las mismas horas canónicas de os pedimos. M ientras tanto recibid, co­
la Concepción de la Santísim a Virgen, mo auspicio de todos los celestiales
que usa ahora el Clero Romano, sin dones y testimonio de Nuestra particu­
que para ello debáis im plorar permiso lar benevolencia, la Bendición Apostó­
de Nosotros o de N uestra Sagrada Con­ lica que os im partim os am antísim a-
gregación de Ritos.4 mente de lo más hondo de Nuestro co­
razón a vosotros, Venerables H erm a­
4. Conclusión. De ningún modo d u ­ nos y a todos los Clérigos y fieles lai­
damos, Venerables Herm anos, de que cos confiados a vuestra vigilancia.
os alegraréis, según vuestra singular Dado en Gaeta el día 2 de Febrero
piedad hacia la Santísim a Virgen M a ­ del año 1849 de Nuestro Pontificado
r í a , en acceder gustosísim am ente y con el año tercero.
todo cuidado y celo a estos deseos
Nuestros y de que os apresuraréis a PIO PAPA DL
M
ENCICLICA “NOSTIS ET NOBISCUM”^
(8-XII-1849)
A LOS OBISPOS DE ITALIA SOBRE LOS ESTADOS PONTIFICIOS
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
198 1. Motivos de esta Encíclica. - Los mediante las arm as de las naciones ca­
desmanes de los enemigos de la Iglesia. tólicas a Nuestro gobierno tem poral y
Lo mismo que Nos, sabéis y estáis haya cesado igualmente el tum ulto de
viendo vosotros, Venerables H erm a­ la guerra en otras regiones de I t a l i a ,
nos, con cuánta m alignidad cobraron sin embargo estos infam es enemigos
fuerza ciertos hom bres depravados, de Dios y de los hombres, no desistie­
enemigos de toda verdad, justicia y ron ni desisten de su nefanda empresa
honestidad, los cuales ora valiéndose e impedidos de valerse de la violencia
del fraude y de toda clase de intrigas, abierta, recurren a otros medios cier­
ora abiertam ente lanzando como m ar tam ente fraudulentos, no siempre del
em bravecida la espum a de sus confu­ todo ocultos. En medio de tan grandes
siones, se esfuerzan por esparcir por dificultades de toda la grey del Señor
doquiera entre los pueblos fieles de sobre Nuestros débiles hom bres y em ­
Italia la desenfrenada licencia d e p e n - bargados del más vivo dolor, a causa
sar, de h a b ^ x .^ « ^ ^ 6 p n ie te r audaz - de los graves peligros que am enazan a
men{é~todá~suerte de impiedades y de todas las iglesias de I t a l i a , no pequeña
echar por tierra la Religión Católica consolación en medio de las pesadum ­
en I t a l i a , y si posible fuere, destruirla bres Nos proporciona vuestra pastoral
de raíz. Todo el plan de sus designios solicitud, de la cual, Venerables H er­
diabólicos se descubrió en diversos lu ­ manos, tantas pruebas nos habéis dado
gares, pero, sobre todo, en N uestra en medio de la pesada borrasca y que
augusta ciudad, Sede de Nuestro Su­ se m anifiesta cada día de nuevo con
prem o Pontificado, donde, luego que m ayor claridad. E ntre tanto, la misma
Nos vimos obligados a abandonarla, gravedad de las cosas nos aprem ia, a
h an podido entregarse, m ás librem en­ fin de que, en cum plim iento de las
te, si bien por pocos meses, a toda obligaciones de Nuestro cargo pastoral,
clase de desmanes; y a tal extremo os estimulemos más vivamente aún,
llevaron su furia de mezclar, con ne­ con Nuestra palabra y Nuestras exhor­
fasta audacia las cosas divinas y h u ­ taciones, Venerables Hermanos, llam a­
m anas, que entorpeciendo las funcio­ dos a la participación de N uestra soli­
nes y despreciando la autoridad del citud a pelear con constancia a Nuestro
ilustre Clero de R o m a y de sus P rela­ lado las batallas del Señor y a tom ar
dos, que, por N uestra orden, cuidaban de com ún acuerdo con Nosotros todas
intrépidos de las cosas sagradas, obli­ las disposiciones necesarias, a fin de
gaban a los pobres enferm os que lu ­ que, con la bendición de Dios se rem e­
chaban ya con las angustias de la dien todos los males que Nuestra santa
m uerte, privados de todo auxilio reli­ Religión ya ha sufrido en I t a l i a , y se
gioso, a exhalar su últim o suspiro en- conjuren los inm inentes peligros del
199 tre los halagos de infam es prostitutas. porvenir.
Aunque después, tanto la ciudad de Uno de los m últiples artificios de
R o m a como las otras provincias del que los mencionados enemigos de la
dominio pontificio, hayan sido resti­ Iglesia se han acostum brado a servir
tuidas, por la m isericordia de Dios y para alejar de la fe católica los ánimos
>(*) Pii IX, P. M. Acta, Romse, s. f. Pars I, vol. I, 198-223. Traduc. espec. corregida para la edi­
ción. (P. H.). Algunos autores la citan “Noscitis et nobiscum” . Con estas dos primeras palabras volvió
a reproducirse el texto original (latín) en “Codicis Iur. Can. Fontes” , Card. Gasparri, Roma 1928, II,
837-894. Las cifras marginales indican las páginas del original latino. (P. H.).
— 103 —
104 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849) 14, 2-3

de los italianos ha consistido en aseve­ seno, como singular privilegio, la sa­


ra r y prop alar desvergonzadamente grada Cátedra de P e d r o , posee, por
por todas partes, que la Religión cató­ medio de la Religión divina un dom i­
lica es u n obstáculo a la gloria, al nio más vasto y sólido que el que tu ­
esplendor y a la prosperidad de la N a­ viera en otro tiempo por la dom ina­
ción italiana, y que, por consiguiente, ción terrena. ,
p ara hacer volver I t a l i a a la grandeza 3. Otros beneficios reportados por la
de sus antiguos tiempos, es decir, de Religión. De este singular privilegio de
los tiempos paganos, es necesario sus­ poseer la Sede Apostólica y de echar,
titu ir la Religión católica p o r las ense­ en consecuencia, la Religión Católica
ñanzas de los protestantes y sus asam ­ en los pueblos de I t a l i a s u s más firm es
bleas. No es, por cierto, fácil juzgar raíces han surgido para I t a l i a otros
que hay de más detestable en esta in­ innum erables e insignes beneficios. E n
vención, si la perfidia de su necia realidad, la santísim a Religión de Cris­
im piedad o la audacia de sus inicuas to, m aestra de la verdadera sabiduría,
mentiras. protectora de la hum anidad, y m adre
2. La Religión salvó a Italia de la fecunda de todas las virtudes, arrancó
ruina. Pues, el bien espiritual de haber del alm a de los italianos esa funesta
sido librados del poder de las tinieblas sed de gloria y esplendor, que incitaba
y trasladados a la luz de Dios, justifi­ a sus mayores a llevar perpetuam ente
cados por la gracia de Cristo y hechos la guerra a los otros pueblos, a opri­
herederos en la esperanza de la vida mirlos, a reducir — según el derecho de
eterna, este bien de las almas, que guerra entonces vigente— a una in ­
m ana de la santidad de la Religión ca­ mensa m uchedum bre de seres hum a­
tólica, es ciertam ente de tan alto valor nos a durísim a servidum bre; y a la vez
que no hay gloria ni felicidad en este impulsó poderosam ente a los italianos,
m undo que en su com paración pueda ilum inados con la claridad de la ver­
ser tenido en cuenta. Pues ¿qué apro­ dad católica, a la práctica de la ju sti­
vecha al hombre ganar todo el mundo cia y de la misericordia, a las obras
si pierde su alma? o ¿con qué cambio más preclaras de piedad para con Dios
podrá el hombre rescatarla? (la) Pero y de caridad p ara con los hombres.
está tan lejos el que la profesión de la P or eso, os es dado adm irar en las
verdadera fe haya causado a I t a l i a es­ principales ciudades de I t a l i a los sa­
tos daños tem porales que antes bien, grados templos, y otros m onum entos
hay que atribuir a la Religión católica el de la era cristiana, los cuales no son
que, al caer el Im perio Romano, no por cierto obra de una m ultitud, redu­
hubiere ido a p a ra r en la m isma triste cida a dolorosa servidumbre, sino ú n i­
situación de los A s i r io s , C a l d e o s , M e - camente del celo sincero anim ado por
d o s , P e r sa s y M a c e d o n i o s , que dom i­ la vivificadora caridad; y las piadosas
nando antes por m uchos años, deca­ instituciones de toda especie, consa­
yeron al cam biar la suerte de los gradas ya a la práctica de los ejerci­
tiempos. cios religiosos, ya a la educación de la
E n efecto, ninguna persona instrui­ juventud, o al cultivo de las letras, las
da ignora que la santa Religión de artes, las ciencias, ya, en fin, al alivio
Cristo no sólo h a arrancado a I t a l i a de las enfermedades y la m iseria de
de las tinieblas de tantos y tan graves los desgraciados. ¿Es pues esta Reli­
errores como la cubrían, sino que ella, gión divina, crue por tantos títulos ha
entre las ruinas de aquel antiguo Im ­ procurado la salud, la felicidad y la
perio y las invasiones de los b árbaros gloria de I t a l i a la que con tanto em pe­
que devastaban toda E u r o p a , se vio ño pretenden que debe desarraigarse
tam bién elevada sobre todas las n a­ de los pueblos de I t a l i a ?
ciones del m undo, a tan ta gloria y No podemos contener las lágrimas,
grandeza que, por colocar Dios en su Venerables Hermanos, al ver que hay
[Ia] Mateo 16, 26.
1 4 , 4-5 E n c íc l ic a “ N o s c it is e t N o b is c u m ” 105

ciertos italianos, tan malvados, y tan de poseer en R oma la Sede del magis­
m iserablem ente engañados que aplau­ terio apostólico, las otras naciones han
diendo tan nefastas doctrinas, no te­ solido beber las aguas puras de su sana
men contribuir con ellas a una desgra­ doctrina, no se vaya a convertir al fin
cia tan grande de su patria. para ellas en piedra de tropiezo y de es­
cándalo; plega a Dios que esta porción
4. F in últim o: em p u jar a los pueblosescogida de la viña del Señor no sea
al socialism o. Pero tam poco ignoráis, entregada a la depredación de todas las
Venerables H erm anos, que los princi­ bestias del campo; ni perm ita, que los
pales autores de esta tan abom inable pueblos italianos después de haber sor­
intriga, no se proponen otra cosa que bido la demencia de la copa empozo-
im pulsar a los pueblos, agitados ya ñada de Babilonia, tom en sus arm as
con todo viento de perversas doctrinas, parricidas contra su m adre la Iglesia.
al trastorno de todo orden hum ano de E n verdad, tanto Nosotros como vos­
las cosas, y a entregarlos a los nefan- otros, en estos tiempos llenos de tantos
dos sistemas del nuevo Socialismo y Co­ peligros que por oculto designio de
munismo. Se dan perfecta cuenta y lo Dios nos han sido deparados, debemos
han com probado con la experiencia de cuidarnos de tem er los artificios y agre­
largos años, que ninguna transigencia siones de los hom bres que conspiran
pueden esperar de la Iglesia Católica, contra la fe de I talia como si con nues­
que en la custodia del sagrado depósito tras solas fuerzas hubiéram os de ven­
de la divina Revelación, no perm itirá cerlos, siendo que Cristo es nuestro
que se le sustraiga un ápice de las Consejero y nuestra Fortaleza, sin el
verdades de fe propuestas, ni que se le cual nada podemos, pero con el cual
añadan las invenciones de los hombres. lo podemos todo Db).
P or lo mismo han form ado ellos el
designio de atraer a los pueblos de I ta ­ 5. Remedios m ás urgentes. T rabajad,
lia a sus opiniones y conventículos pro­ pues, Venerables H erm anos, vigilad con
testantes en que, engañosam ente les la m ayor diligencia sobre la grey que os
dicen una y otra vez p ara seducirlos está confiada, y empeñaos en defender­
que no deben ver en ello m ás que una la de las emboscadas y de los ataques
form a diferente de la m ism a Religión de los lobos rapaces. Comunicaos recí­
cristiana verdadera, en que lo mismo procam ente vuestros planes, seguid co­
que en la Iglesia Católica se puede mo habéis ya comenzado, reuniéndoos
agradar a Dios. E ntre tanto, en modo en asambleas; a fin de que, después de
alguno ignoran que aquel principio b á­ haber estudiado en una com ún inves­
sico del protestantism o, a saber, el libre tigación el origen de los males y según
examen e interpretación de la Sagrada la diversidad de lugares, las fuentes
Escritura, por el juicio particular de principales de los peligros, podrán más
cada uno, en sumo grado aprovecharía prontam ente encontrar, bajo la autori­
su im pía causa. De este modo confían dad y dirección de la Santa Sede, los
que se les to rn ará más fácil la tarea de remedios más oportunos; y de esta m a­
hacer que, abusen prim ero de la in ter­ nera, plenam ente de acuerdo con Nos­
pretación arb itraria de las Sagradas Le­ otros, aplicar toda vuestra solicitud y
tras p a ra difundir, en nom bre de Dios, trabajo con la ayuda de Dios, y con
sus errores, y luego im pulsen a la duda todo el ím petu de vuestro celo pasto­
de los principios fundam entales de la ral, p a ra an u lar todos los embates,
justicia y de la honestidad a los hom bres artificios, intrigas y m aquinaciones de
inflam ados de la orgullosa presunción de los enemigos de la Iglesia.
juzgar librem ente de las cosas divinas. Mas para que esto no sea infructuoso
Plega a Dios, Venerables Hermanos, es de todo punto necesario trabajar, a
que I talia de donde, por el privilegio fin de im pedir que el pueblo poco ins-
[lb] León Magno, Epist. 167 a Rústico de Nar- ver Juan 15, 5; Filip. 4, 13.
bona, Obispo (Migne PL. 54, col. 1201 B - 1202 A):
106 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849) U , 6

truido en la doctrina cristiana y en la


Ley de Dios, debilitado por o tra parte,
por la larga tiran ía de los vicios, ape­
nas pueda advertir la gravedad de las
emboscadas que se le p reparan y la
m aldad de los errores que se le propo­
nen. P or eso, Venerables H erm anos, pe­
dimos a vuestra pastoral solicitud, no
dejéis jam ás de aplicar todas vuestras
fuerzas a esta obra, a fin de que los
fieles, que os están encomendados, sean
diligentemente instruidos, según la ca­
pacidad de cada uno, en los dogmas y
preceptos santísim os de nuestra Reli­
gión, y al mismo tiem po se les exhorte
y excite por todos los medios posibles
a conform ar a ellos su vida y sus cos­
tum bres. Inflam ad a este fin el celo de
los eclesiásticos, sobre todo de aquellos
que tienen cura de alm as; p ara que,
m editando seriam ente sobre la m agni­
tud del m inisterio que recibieron de
Nuestro Señor, y teniendo ante los ojos
las prescripciones del Concilio Triden-
tino <lc), se dediquen con m ayor em pe­
ño, según lo piden las necesidades de los
tiempos, a la instrucción del pueblo cris­
tiano; procuren inculcar en los corazo­
nes las palabras sagradas y los avisos sa­
ludables, dándoles a conocer en serm o­
nes cortos y claros, los vicios que deben
evitar, p ara librarse de la perdición
eterna, y las virtudes que deben prac­
ticar p ara conseguir la gloria del cielo.
6. El don de la F e Católica. - L a re ­
cepción de los sacram entos. E n p a r­
ticular hay que procurar que los m is­
mos fieles tengan fijo en sus almas y
p ro fundam ente grabado el dogma de
nuestra santa Religión de que es nece­
saria la fe católica para obtener la
eterna salvación. A este propósito
es de gran utilidad, la p ráctica de h a ­
cer que los fieles laicos den u n a y otra
vez especiales gracias a Dios ju n to con
el clero, en públicas oraciones, por el
inestim able beneficio de pertenecer a
la Religión católica, beneficio recibido
de su m ano clementísima; supliquen
hum ildem ente al mismo Padre de las
misericordias, que se digne proteger y
[lc] Conc. de Trento, ses. 5, c. 2, ele Reforma
(Mansi CJoll. Conc. 33, col. 30-31; col. 153-C; col.
14, 7-8 E n c íc l ic a “ N o s c it is e t N o b is c u m ” 107

dantes auxilios de la gracia celestial, editar para el pueblo y m ultiplicar


aborrezca con m ás tesón las perversas libelos impíos, revistas y hojas repletas
doctrinas de los enemigos de la Iglesia. de m entiras, calum nias y seducciones.
P or lo demás, en todas estas cosas, Más aún, haciendo uso de la ayuda de
vuestros cuidados y los de aquellos sa­ las Sociedades Bíblicas, ya hace tiempo
cerdotes colaboradores vuestros deben condenadas^ por la Santa Secle(4^, no
encam inarse entre otras cosas a hacer tienen reparo, sin tener en cuenta las
concebir a los fieles el m ayor h o rror a norm as de la Iglesia*345), en difundir la
aquellos crímenes que se cometen con Sagrada Biblia en lengua vulgar, pro ­
grave escándalo de los demás. Porque fundam ente alterada y con audacia in-
no ignoráis cuánto ha aum entado en soiná^Tergiversada en su sentido, y en
diversos sitios, el núm ero de los que recom endar su lectura a los fieles, bajo
el falso pretexto de religión.
osan blasfem ar públicam ente de los
santos y aun del mismo nom bre sacro­ Comprendéis pues, perfectam ente
santo de Dios, o el de los que se sabe con vuestra sabiduría, Venerables H er­
viven en concubinato, añadiendo algu­ manos, con cuánta vigilancia y solici­
nas veces el incesto; o de los que en los tud debéis trab ajar para ap artar del
días festivos realizan trabajos serviles todo a las ovejas fieles de estas lecturas
en los negocios abiertos, o m enospre­ em ponzoñadas; y en p a rticu lar en lo
cian los preceptos de la Iglesia relativos que atañe a las Sagradas Letras, recuer­
al ayuno y a la abstinencia, en presencia den que nadie debe arrogarse el derecho
de muchos o aun de los que no se aver­ a presum ir de in terpretar torcidam ente,
güenzan en cometer otros crím enes si­ apoyado en su propia prudencia, el
milares. A la insinuación de vuestra voz sentido que sostuvo y sostiene nuestra
recuerde el pueblo fiel, y seriamente santa Madre Iglesia; pues a ella sola le
ha sido confiada por el mismo Cristo la
considere la enorme gravedad de seme­
custodia del depósito de la fe, y el
jantes pecados, y las penas severísimas
juicio acerca del verdadero sentido e
de que se hacen reos, ya p o r castigo de
su propio pecado, ya tam bién por el interpretación de la P alabra Divina*6).
Ahora bien, a fin de contener el con­
peligro espiritual que ello im porta para
tagio de los malos libros, es m uy útil,
las alm as de sus herm anos a quienes Venerables Hermanos, que hom bres in ­
indujeron a pecar con su ejemplo. Pues signes y de sana doctrina publiquen
está escrito: Ay del mundo por razón escritos tam bién de reducido volumen,
de los escándalos!... ¡Ay de aquel hom­ aprobados previam ente por vosotros
bre que causa el escándalo!(3K p ara edificación de la fe, y para instruc­
7. A las publicaciones impías hay ción saludable del pueblo. A vosotros
que contraponer los libros de sana incum be el cuidado de difundir entre
doctrina. E ntre los diversos géneros de los fieles estos libros, lo mismo que
astucias, de los cuales se valen los sa­ otros de doctrina igualmente sana, y que
gacísimos enemigos de la Iglesia y de sean de evidente y probada utilidad,
la sociedad hum ana p ara seducir a los compuestos conform e a las necesidades
pueblos, uno de los principales es segu­ particulares de personas y lugares.
ram ente el que en sus depravados de­ 8. La devoción hacia la cátedra de
signios habían ya de largó' tiempo pre- Pedro. Todos los que a vuestro lado
pára3oT el uso de la nueva arte editorial. cooperan a la defensa de la Fe, enca­
P o r eso, se h an entregado de lleno a m inarán especialmente sus esfuerzos a
la tarea de no dejar p asar un día sin im prim ir, conservar y grabar pro fu n ­
(3) Mateo 18, 7. en la Constitución D o m i n i c i g r e g i s del 24-III-1564,
(Cod. Iur. Can. Fontes, Gasparri 1926, I, 186;
(4) En la Encíclica I n t e r p r s e c ip u a s m a c h i n a - Mansi Coll. Conc. 33, col. 226-227); con lo que
t i o n e s de G r e g o r i o X V I , l-V-1844 (en esta Colecc:
añadió la S. Congr. del Indice, autorizado por
Encícl. 10, 8 pág. 75) cuyas sanciones también B e n e d i c t o X I V , el 17-VI-1757 (y que suele antepo­
renovamos en la Encícl. Q u i p l u r i b u s del 9-XI- nerse al “Indice de Libros Prohibidos”).
1846, (en esta Colecc.: Encícl. 11, 9, pág. 90). (6) C o n c ilio d e T r e n t o , ses. 4 en el decreto de
(5) Ver R e g l a 4 de las anotadas de los Padres la “ E d i c i ó n y u s o d e lo s L i b r o s S a g r a d o s ” (Mansi,
del C o n c ilio d e T r e n t o , y aprobadas por P í o I V Coll. Conc. 33, col. 22 E - 23).
108 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849) 14, 9-10

dam ente en las alm as de sus fieles la seguridad de que sólo entonces les será
devoción, veneración y respeto a esta posible contam inar a I talia con la im ­
suprem a Sede de P edro, en cuyos sen­ piedad de su doctrina y con la peste de
tim ientos en tanto grado sobresalís vos­ sus nuevos sistemas.
otros, Venerables H erm anos. R ecuer­
den, pues, los pueblos fieles, que aquí 9. Fines perversos del socialismo y
es donde vive y preside en la persona comunismo. E n lo que a esta d ep ra­
de sus sucesores, P edro el Príncipe de vada doctrina y a estos sistemas toca,
los A p ó s t o l e s d e cuya dignidad par- ya es a todos notorio que ellos persi­
209 ticipa tam bién su indigno heredero (8>. guen principalm ente, abusando de los
Recuerden que en esta inexpugnable térm inos de libertad e igualdad, la
cátedra de P edro ^9) puso Cristo N. S. el introducción en el pueblo de esas p er­
fundam ento de su Iglesia santa, dando niciosas invenciones del socialismo y
a P edro las llaves del reino de los comunismo. Es un hecho cierto, que
cielos(1°), y por esa causa, en fin, oró estos m aestros del socialismo y com u­
a fin de que no desfalleciera su fe, y le nismo, aunque valiéndose de caminos
m andó que en ella confirmase a sus y métodos diversos, abrigan el propó­
hermanos^11) ; de este modo el Romano sito común de m antener en constante
Pontífice sucesor de P edro posee el agitación a los obreros y demás hom ­
prim ado universal en todo el m undo, bres de condición m ás humilde, jenga-
es el Vicario de Cristo y la cabeza de ñ ándolos con discursos seductores j y
toda la Iglesia, el Padre y Doctor de con falaces prom esas de un porvenir
todos los cristianos (12>. más feliz y habituándolos poco a poco
a los más graves crímenes: confían
E n la conservación de esta unión y con esto poder utilizar sus fuerzas p ara
obediencia de los pueblos al Romano atacar cualquier régimen de autoridad
Pontífice se halla sin duda el camino superior, p ara robar, dilapidar e inva­
m ás corto y directo, p ara m antenerlos dir las propiedades, prim ero, de la
en la profesión de la verdad católica. Iglesia, después de todos los particula­
En efecto, no es posible rebelarse con­ res, para violar en fin todos los dere­
tra ninguna verdad católica, sin recha­ chos divinos y hum anos, destruir el
zar juntam ente la autoridad de la Ro­ culto de Dios y abolir todo orden en
m ana Iglesia, en la cual se encuentra la sociedad civil. E n un peligro tan
la sede del irreform able magisterio de grande para I talia , es un deber vuestro,
la fe, fundado por el Redentor divino, Venerables Herm anos, desplegar todo el
y en la cual, por lo mismo, se ha con­ fervor de vuestro celo pastoral, para
servado siempre la tradición que nace hacer com prender al pueblo fiel, a qué
en los Apóstoles. De aquí es que los desgracia tem poral y eterna será a rra s­
antiguos herejes y los protestantes m o­ trado, si se deja engañar por estas opi­
dernos cuyas opiniones, por otra parte, niones y sistemas tan perniciones.
están m uy discordes, trab ajen tan a
una en im pugnar la autoridad de la 10. C ontra el Socialismo y Com unis­
Sede Apostólica, a la cual jam ás, por mo se ha de recom endar la obedieneia
ningún artificio ni m aquinación, logra­ a la autoridad legítim a. Advertid, pues,
ron inducir a tolerar uno sólo de sus a los fieles que están a vuestro cuidado,
errores. Tampoco los enemigos actua- que es esencial a la naturaleza de toda
210 les de Dios y de la hum ana sociedad, sociedad hum ana, la obediencia a la 21
no dejan nada por m over p ara a p artar autoridad legítimamente constituida; y
a los pueblos de I talia de Nuestro ser­ que nada puede cam biarse en los pre­
vicio y del de esta Santa Sede; en la ceptos del Señor, que anuncian las sa­
(7) Concilio de Efeso, Acto III; (Mansi Coll. co) Mateo 16, 18.
Conc. 4, col. 1295-B); S. Pedro Crisólogo, Epist. (10) Mateo 16, 19.
a Entvch. (Migne PL. 54, col. 743-A).
(8) S. León Magno, Sermón 16, en el Natalicio (11) Lucas 22, 31-32.
de los Apst. Pedro y Pablo, cap. I, (Migne PL. (12) Concilio ecuménico de Florencia en def. o
54, col. 511-D). Decr. de la Unión (ver Mansi 31-A, col. 1034).
14» 11-12 E n c íc l ic a “ N o s c it is e t N o b is c u m ” 109

gradas Letras: pues está escrito: Estad de pedir en el día del Juicio, de estas
sumisos a toda humana criatura por obras de misericordia, para prem iar
respeto a Dios; ya sea al rey, como que con los goces de la gloria eterna a los
está sobre todos; ya a los gobernadores, que la hubiesen practicado, y conde­
como puestos por El para castigo de los n ar con la pena eterna a los que la
malhechores, y alabanza de los buenos. hubiesen descuidado (17L
Pues ésta es la voluntad de Dios, que En esta advertencia de Cristo Nues­
obrando bien tapéis la boca a la igno­ tro Señor y en los otros avisos severí-
rancia de los hombres necios: como li­ simos^18) acerca del uso de las rique­
bres, mas no cubriendo la macilia con zas conservados inviolablemente en la
capa de libertad, sino como siervos de Iglesia Católica, resulta que la condi­
D íos(13)1456. Más aún: Toda persona esté ción de los pobres y necesitados sea
sujeta a las potestades superiores; por­ m ucho más llevadera en las naciones
que no hay potestad que no provenga católicas que en cualesquiera otras. Sin
de Dios, y Dios es el que ha establecido duda, que socorros m ucho más copio­
las que hay: por lo cual quien resiste a sos recibirán en nuestras regiones es­
las potestades, a la ordenación de Dios tos indigentes, si no hubiesen sido ro ­
resiste. De consiguiente los que resisten, badas o extinguidas m uchas institucio­
ellos mismos se acarrean su condena­ nes, que habían sido fundadas por
ción^14). nuestros mayores para alivio de los
pobres, y que a raíz de los repetidos
11. La n a tu ra l je ra rq u ía de valores.
disturbios públicos se han visto preci­
Sepan además, que es igualm ente n a ­
sadas a desaparecer. P or lo demás, no
tural, y por tanto, condición inm utable
olviden tampoco nuestros pobres, que
de las cosas hum anas, que aun entre
según la enseñanza de Cristo, no debe
aquellos que no gozan de la más alta
serles causa de tristeza su condición:
autoridad descuellan unos sobre otros,
puesto que la pobreza es el m ejor ca­
debido ya a las diversas cualidades de
mino para alcanzar la salvación; con
espíritu y cuerpo, ya a las riquezas o
tal que sepan sobrellevar pacientemente
a otros bienes m ateriales semejantes;
su pobreza, y no solamente de hecho,
y que jam ás bajo ningún pretexto de
sino tam bién de corazón, sean pobres.
libertad o de igualdad, será lícito inva­
Porque se dijo: Bienaventurados los
dir los bienes o derechos ajenos, ni pobres, porque de ellos es el reino de
violarlos de cualquier modo que sea. los cielos^19\
Los preceptos divinos a este respecto Sepa tam bién todo el pueblo fiel, que
están claros y expresados a cada paso
los reyes antiguos de las naciones p a­
en las Sagradas Letras, que no sólo nos ganas, y los jefes de sus repúblicas,
prohiben term inantem ente apoderarnos
abusaron mucho más grave y frecuen­
de los bienes del prójimo, sino tam bién
temente de su poder; de ahí se podrá
desearlos colegir que si los príncipes de los tiem ­
12. Pero los pobres no deben olvidar pos cristianos, amonestados por la voz
cuanto deben a la Iglesia. Pero acuér­ de la religión llegan a temer el juicio
dense tam bién los pobres y los necesi­ riguroso que se les exigirá, y el suplicio
tados todos, cuánto deben a la Religión eterno destinado para los pecadores,
Católica, que guarda viva e intacta y suplicio en el cual los poderosos serán
predica abiertam ente la doctrina de poderosamente castigados^ con m u ­
Cristo, quien declaró que los beneficios cha más justicia y m ansedum bre regi­
que se hacen a los pobres tom aría como rán los pueblos a ellos sujetos.
hechos a E l(16\ y quiso proclam ar de­ Los fieles confiados a vuestros cui­
lante de todos la especial cuenta que ha dados y a los Nuestros deben, en fin,
(13) I Pedro 2, 13 ss. (17) Mateo 25, 34.
(14) Romanos 13, 1 ss. (18) Mat. 19, 23; Luc. 6, 4; 18, 22; Stgo. 5, 1.
(15) Exodo 20, 15-17; Deut. 5, 19-21. (19) Mat. 5, 3.
(16) Mateo 18, 16; 25, 40-45. (20) Sabid. 6, 6-7.
110 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849)_____________ 14, 13-14

considerar que la verdadera y perfecta han consagrado al sagrado ministerio.


libertad e igualdad está en la observan­ Mas, ¡oh dolor! se ven en I t a l i a algu­
cia de la ley cristiana; como quiera que n os eclesiásticos, pocos es verdad, que ^
Dios Omnipotente, que creó al pequeño pasándose al cam pq^de los enemigos
y al poderoso, y que cuida por igual a déTTáiglesia, íes han servido de pode­
todos(21) no liberará del juicio a na- rosa ayuda para engañar a los fieles.
dieí22'* ni temerá la grandeza de ningu­ Pero para vosotros, Venerables H er­
no, y tiene establecido el día en que ha manos, la caída de éstos ha sido un
de juzgar el mundo en equidad(23>, en estímulo para que, con renovado empe­
su Hijo Unigénito Cristo Jesús, que ha ño, día a día, veléis por la disciplina
de venir con sus ángeles en la gloria del Clero. Y ahora, deseando prevenir
del Padre, y dará a cada uno la recom­ el futuro, según es Nuestro deber, no
pensa correspondiente a sus obras^K podemos dejar de recomendaros nueva­
Ahora bien, si los fieles, m enospre­ mente, lo que en Nuestra prim era Carta 21
ciando los paternales avisos de sus Encíclica^242526) a los Obispos de todo el
pastores y los preceptos de la Ley orbe os inculcamos, a saber: que no
214 Cristiana que acabam os de recordar, impongáis jam ás precipitadam ente las
se dejasen engañar por los jefes de esas m a n o s ' " a ' " n a d i e ' a n t e s bien uséis de
m odernas m aquinaciones, y quisiesen toda diligencia en la selección de la m i­
conspirar con ellos en sus perversos licia eclesiástica. Es necesario practicar
sistemas del Socialismo y Comunismo, una larga y minuciosa investigación y
sepan y ponderen seriamente, que están prueba sobre todo en aquellos que de­
acum ulando p ara sí ante el Divino seen recibir las sagradas órdenes; si son
Juez, tesoros de ira p ara el día de la de tal modo recomendables por su cien­
venganza; que entre tanto no conse­ cia, por la gravedad de sus costumbres
guirán con esa cooperación ninguna y por su celo del culto divino, que se
utilidad tem poral p ara el pueblo, sino pueda abrigar la esperanza cierta de
que más bien aum entarán su m iseria y que podrán ser como lám paras ardien­
padecimientos. Pues no es a los hom ­ tes en la casa del Señor, por su buena
bres a quienes compete establecer nue­ conducta y por sus obras y han de
vas sociedades y comunidades, opuestas reportar a vuestra grey edificación y
a la condición de la naturaleza de las utilidad espiritual.
cosas hum anas; y por eso, si sem ejan­
tes conspiraciones, se extendieran por 14. U tilidad de las órdenes religio­
I t a l i a , no conseguirían otra cosa, que sas. Gomo resulta p ara la Iglesia de
convulsionado el presente y com pleta­ Dios de los m onasterios bien dirigidos
m ente destruido el estado de las cosas, una inm ensa gloria y utilidad y como
por las m utuas luchas de ciudadanos tam bién el clero regular os presta una
contra ciudadanos, por las depredacio­ valiosa ayuda en el trabajo por la sal­
nes y muertes, llegarían a enriquecerse vación de las almas, os damos el en­
y encum brarse en el poder unos pocos cargo, Venerables Hermanos, hagáis
a costa del despojo y la ru in a total de saber a cada una de las Fam ilias Reli­
la m ayoría. giosas en todas vuestras diócesis, que
13. V alor del buen ejem plo del clero. en medio de tantos dolores hemos ex­
Pero, p ara a p artar al pueblo de las ase­ perim entado especial aflicción por las
chanzas de los impíos, p ara m antenerlo calamidades que m uchas de ellas han
en la profesión de la Religión católica, debido soportar en estos últimos tiem ­
e inducirlo a practicar las verdaderas pos, m ientras Nos consuela íntim am ente
virtudes, es de gran valor, como sabéis, la paciencia de sus espíritus y su p er­
el ejemplo y la vida de aquellos que se severancia en el celo de la virtud y
(21) Sabid. 6, 8. (24) Mateo 16, 27.
(25) Pío IX, Encícl. Qui pliiribus, 9-XI-1846, en
(22) Sabid. 6, 8. esta Colección: Encícl. 11, 18, pág. 93.
(23) Act. 17, 31. (26) I Timot. 5, 22.
14, 15-16 E n c íc l ic a “ N o s c it is e t N o b is c u m ’ 111

religión, de que h an dado ejem plo m u­ Volviendo después de esto a hablar


chos religiosos a pesar de que no han de la selección en el Clero secular, de­
faltado otros que, olvidados de su pro ­ bemos recom endaros ante todo, Vene­
fesión, con grande escándalo de los rables Hermanos, la instrucción y edu­
buenos, y con inmenso dolor Nuestro y cación de nuestros clérigos menores;
de sus herm anos, han prevaricado co­ por cuanto difícilmente podremos tener
bardem ente; en segundo lugar, exhor­ después m inistros idóneos de la Iglesia,
tad donde fuere m enester a los jefes si no los form am os desde la juventud y
de estas Fam ilias Religiosas y a los su­ desde su prim era edad en todo lo con­
periores mayores, que en cum nlim iento cerniente al sagrado ministerio. Conti­
de su deber, no perdonen ningún medio n uad pues, Venerables Herm anos, en
ni industria alguna, a fin de hacer que valeros de todos los recursos que estén
de día en día florezca y se vigorice la a vuestro alcance, .para conseguir, si es
disciplina regular en donde ya se obser­ posible, ya desde los tiernos años, que
ve, y que se restablezca a su antigua se recojan en los seminarios estos solda­
vida e integridad donde hubiese sufrido dos de la milicia sagrada, y allí alrede­
algún ''H S n meiito. Y, estos superiores dor del tabernáculo del Señor, crezcan
am onesten sin cesar, corrijan, induzcan y prosperen como plantaciones nuevas,
a sus alum nos religiosos, a que consi­ form ándose en la inocencia de la vida,
derando con seriedad los votos con que piedad, m odestia y espíritu eclesiástico,
se han ligado con Nuestro Señor, se aprendiendo al mismo tiempo de m aes­
apliquen diligentemente a su cum pli­ tros experim entados y escogidos, cuya
miento, guarden con exactitud las re- doctrina esté com pletam ente ajena a
(¿las de su instituto, y llevando a su todo error, las letras, y las ciencias m e­
cuerpo la m ortificación de Cristo, se nores y mayores.
abstengan de todo acto que sea incom ­ 15. La enseñanza y educación de los
patible con su vocación, y se entreguen jóvenes. Pero, como no os resultará
cTe~lIéno ^ jag 0¿ras qUe p0nen de m a­
fácil com pletar la form ación de todos
nifiesto la caridad de Dios y del p ró ­ los clérigos en los seminarios; y por lo
jim o y el am or de la perfecta virtud. demás, tam bién los jóvenes laicos de­
Cuiden principalm ente los Superiores ben ser objeto de vuestra solicitud pas­
de estas Ordenes que no se adm ita a toral: velad igualmente, Venerables
ninguna persona sin que preceda un Hermanos, sobre las otras escuelas p ú ­
examen profundo y escrupuloso de su blicas y privadas, en cuanto esté de
vida, costum bres e inclinaciones; y que vuestra parte dedicando vuestros es­
después de la profesión religiosa sólo fuerzos, empleando vuestra influencia
adm itan a aquellos que, en un Novicia­ para que toda su enseñanza se confor­
do bien establecido hayan dado verda­ me con las norm as de la doctrina cató­
deras señales de vocación de tal modo lica, para que la juventud que allí se
que se pueda presum ir con justicia, que reúna reciba de m aestros idóneos, por
no los m ueva ningún otro motivo al su probidad y religión, la form ación en
abrazar la vida religiosa, sino el deseo la verdadera virtud, y en las artes y
de vivir p ara Dios únicam ente, y trab a­ ciencias, y sean convenientemente p re­
ja r p ara p rocurar la salvación propia y parados para reconocer las redes que
la de los otros según las norm as de su los impíos les tienen tendidas, eviten
instituto. A este respecto, queremos y de­ sus funestos errores, y así puedan ser­
seamos insistentem ente que se observen vir de ornam ento y utilidad a la socie­
con toda exactitud, los decretos y esta­ dad cristiana y civil.
tutos, que p ara el bien de las familias 16. La escuela de los niños. - E l Ca­
religiosas prom ulgó N uestra Congrega­ tecismo. P o r esta causa, debéis rei­
ción el 25 de enero del año próxim o p a­ vindicar la principal autoridad, una
sado, decretos que h an sido corrobora­ autoridad plena y libre, sobre los p ro ­
dos con nuestra Autoridad Apostólica. fesores de las ciencias sagradas, y en
112 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849) 1 4 , 17

218 todás las dem ás cosas que son de la la educación de los niños y jóvenes dé
Religión, o que tengan alguna relación ambos sexos. Bien sabéis, que en nues­
con ella. Velad, pues, porque en todas tros tiempos, los enemigos de la Religión
las clases, pero en especial en las de y de la sociedad hum ana, con un espí­
Religión se usen libros exentos de toda ritu diabólico, ponen en juego todos sus
sospecha de error. artificios, para lograr la perversión de
Advertid a los que tienen cura de los entendimientos y corazones de los
almas, que sean vuestros solícitos cola­ jóvenes desde su prim era edad. A este
boradores, en lo que se refiere a las intento, no escatim an ningún sacrificio
escuelas de niños y de jóvenes de la a fin de sustraer por completo a la
prim era edad, que se destinen a ellos autoridad de la Iglesia y a la vigilancia
m aestros y m aestras de u na honestidad de sus Pastores sagrados toda escuela
m uy bien probada, y que p ara la ense­ y todo instituto destinado a la form a­
ñanza de los rudim entos de la fe cris­ ción de la juventud.
tiana a los niños y niñas, no se empleen Abrigamos la firm e esperanza de
otros libros sino los aprobados por la que nuestros carísimos hijos en Cristo,
Santa Sede. los Príncipes de toda I talia os ayuda­
A este respecto no nos cabe duda, rán con su poderoso patrocinio a fin de
de que los Párrocos serán los prim eros que podáis cum plir fructuosam ente con
en dar ejemplo, y que aprem iados por las obligaciones que os impone vuestro
vuestras exhortaciones se aplicarán cargo; no nos cabe la m enor duda, que
constantem ente a instruir a los niños en ellos querrán defender y proteger los
los fundam entos de la doctrina cristia­ derechos tanto espirituales como tem ­
na, recordando que esta instrucción es porales de la Iglesia; pues, nada hay
uno de los deberes m ás graves que le más conforme a la Religión y a la pie­
impone su m inisterio Debéis ade­ dad heredada de sus antepasados de la
más recom endarles, que en sus instruc­ cual han dado tan elocuentes ejemplos.
ciones a los niños como tam bién al
pueblo no pierdan de vista el Catecis­ 17. La causa de todos los m alos p re ­
mo Romano, publicado p o r decreto del sentes está en los atropellos cometidos
Concilio de Trento y de San Pío V contra la Religión. Ni puede escapar a
Nuestro predecesor de inm ortal m em o­ su sabiduría que la causa prim aria de
ria, y recom endado a todos los pastores todos los males, que ahora nos afligen,
por los Sumos Pontífices, y en particu­ ha de buscarse en los daños hechos a
lar últim am ente por Clemente XIII de la Religión y a la Iglesia Católica en los
feliz recordación como arma oportu­ tiempos pasados, principalm ente desde
nísima para rechazar todos los artifi­ que aparecieron los protestantes. Ellos
cios de opiniones perversas, y para ven cómo, por el desprecio creciente de
propagar y sonsolidar la verdadera y la autoridad de los obispos, por las
219 sana doctrina (28>. violaciones cada día más frecuentes y
No os causará, ciertam ente, adm ira­ contumaces de los preceptos divinos y
ción, Venerables Herm anos, el que h a ­ eclesiásticos, se ha dism inuido en la
yamos dejado co rrer la plum a larga­ misma proporción el respeto del pueblo
mente sobre este punto. Porque, no se por la autoridad civil, y se ha abierto
oculta a vuestra prudencia, que en estos un camino más ancho a los enemigos
tiempos llenos de peligros, Nos y vos­ actuales de la tranquilidad pública y a
otros debemos hacer los m ayores es­ las sediciones contra la persona que re­
fuerzos, em plear todos los medios, lu­ presenta la autoridad. Contemplan asi­
char con constancia inquebrantable y mismo, cómo frecuentem ente los bienes
estar siempre alerta, en todo lo que temporales de la Iglesia son ocupados,
atañe a la escuela, a la instrucción y a repartidos y públicam ente vendidos,
(27) Concilio de Trenlo, sesión 24 c. 4, de re- Iur. Can. Fontes, Gasparri, 1926, I, 713).
form. (Mansi Coll. Conc. 33, col. 159-C); Bene­ (28) Clemente XIII, Encícl. a todos los Obispos,
dicto XIV Constit. Etsi minime, 7-II-1742 (God. 11-VI-17G1.
14, 18-19 E n c íc l ic a “ N o s c it is e t N o b is c u m ” 113

contra todo legítimo derecho de p ro ­ y la autoridad que da a los padres so­


piedad, lo cual contribuye a hacer dis­ bre ellos es una especie de suave domi­
m inuir en el pueblo la reverencia hacia nio. Une a los hermanos de la Religión, y*
las cosas y las propiedades consagradas más fuerte y más estrecho que el de la
al uso religioso, y en consecuencia m u­ sangre; hace más sólidos los lazos de
chos prestarán m ás fácilm ente oído a parentesco y de afinidad, por una cari­
los nuevos principios de Socialismo y dad mutua que respeta la unión de la
Comunismo, los cuales enseñan que se naturaleza y de la voluntad. Enseña a
pueden ocupar las propiedades ajenas los siervos a obedecer a sus señores, no
y repartirlas, o de cualquier otro modo tanto a causa de la necesidad de su
convertirlas en cosa de uso público. estado, cuanto por el gusto del cum­
Ven además, que poco a poco se están plimiento del deber; y a los amos los
em pleando contra la autoridad civil las hace suaves con sus siervos, conside­
mismas trabas que antes se habían rando que todos somos siervos del mis­
empleado con fraude p ara entorpecer mo Señor, Dios, y más propensos a los
la acción de los Pastores de la Iglesia, métodos de persuasión que a los de
a fin de que no pudiesen ejercer libre­ coerción. Une a los ciudadanos con los
m ente su autoridad. Ven, en fin, que ciudadanos, las naciones con las nacio­
en medio de las grandes calam idades nes, y a todos los hombres entre sí, no
que nos abrum an, no hay otro remedio por el solo vínculo social, sino más
más eficaz ni de más pronto efecto, que bien por una especie de fraternidad,
el reflorecim iento en toda I talia del nacida del recuerdo de nuestros pri­
esplendor de la Religión y de la Iglesia meros padres. Enseña a los reyes a ve­
Católica, en la cual, sin lugar a duda, lar por sus pueblos, exhorta a los pue­
es fácil encontrar los auxilios más opor­ blos a someterse a sus reyes. Demuestra
tunos p ara toda condición y necesidad a todos, con una solicitud que nada
de los hombres. omite, a quiénes se debe honor, a quié­
nes afecto, a quiénes reverencia, a quié­
18. Sólo en la Iglesia se encuentranesel temor, a quiénes consolación, a quié­
rem edio a todos los m ales. E n efecto, nes reprensión, a quiénes castigo, mos­
(citando las palabras de S an Agustín ) : trando cómo no todas las cosas son de­
La Iglesia Católica abraza en su amor ybidas a todos, pero sí a todos la caridad
a nadie la injusticia<1829).
y caridad, no solamente a Dios mismo,
sino también al prójimo, de tal manera Este es Nuestro deber pues, y el vues­
tro, Venerables Hermanps, de no retro ­
que en sus manos estén los remedios
ceder ante ningún trabajo, de afrontar
de todas las enfermedades que por sus todas las dificultades de em plear toda
pecados padecen las almas; ejercita y la fuerza de nuestro celo pastoral, a fin 222
enseña a los niños al modo de los ni­ de proteger en los pueblos de Italia el
ños, a los jóvenes con vigor, a los viejos culto de la Religión católica, y no sólo
con gravedad, a cada uno, en una pa­ oponiéndonos enérgicamente a los es­
labra, conforme a las exigencias de la fuerzos de los impíos, que trabajan
edad de su cuerpo, y también de su afanosam ente por arran car a Italia del
221 alma. Somete la mujer a su esposo, por seno de la Iglesia; sino tam bién trab a­
una casta y fiel obediencia, no para jando empeñosamente en hacer volver
satisfacer sus apetitos, sino para pro­ al verdadero camino a aquellos hijos
pagar la especie humana y conservar la degenerados de Italia, que ya han teni­
sociedad doméstica. Da autoridad al do la debilidad de dejarse seducir.
hombre sobre la mujer, no para que
abuse del sexo débil, sino para que 19. Con entera confianza debemos
ambos obedezcan a las leyes del sincero im p etrar de lo alto el auxilio divino.
amor. Someten los hijos a sus padres, Ahora bien, como todo bien excelente
con una especie de servidumbre libre, y todo don perfecto ha de venir de
(29) S. Agustín, De las costumbres de la Iglesia Cat., lib. 1, c. 30 (Edic. BAC, t. 30, pág. 331-335:
Migne PL. 32, col. 1336).
114 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1849) 14, 19

arriba, acerquém onos con confianza al dos los santos del cielo, para que el
trono de la gracia, Venerables H erm a­ clementísimo Dios, por su intercesión
nos, y no cesemos de suplicar, de im ­ aleje de sus fieles los rigores de su ira
plorar con oraciones públicas y priva­ y conceda a todos los que llevan el
das al Padre celestial de las luces y de nom bre de cristianos, por el poder de
las m isericordias, p ara que por los m é­ su gracia, rechazar todo lo que sea con­
ritos de su Hijo Unigénito Nuestro Se­ trario a la santidad de este nombre, y
ñor Jesucristo, apartando sus ojos de practicar todo lo que con El se con­
nuestros delitos, ilum ine en su clemen­ forme.
cia las mentes y los corazones de todos Por último, Venerables Hermanos, en
por la virtud de su gracia, atrayendo testimonio de nuestro m ás vivo afecto
hacia sí las voluntades rebeldes; dé m a­ hacia vosotros, recibid la Bendición
yor esplendor a su Iglesia con nuevas Apostólica, que os im partim os de lo
victorias y triunfos; de tal m anera que íntim o de Nuestro corazón, a vosotros,
en toda I talia , y en todo el m undo a vuestro clero, y a los fieles laicos que
crezca en núm ero y en m érito el pueblo están confiados al cuidados de vuestro
fiel. Invoquemos tam bién a la Santí­ celo pastoral.
sima e Inm aculada Virgen María Ma­ Dada en Nápoles en los suburbios de
dre de Dios, que por su poderosísimo Portici, el 8 de Diciembre del año de
valimiento ante Dios obtiene todo lo 1849, año cuarto de nuestro P ontifi­
que pide, ni puede pedir en vano; ju n ­ cado.
tam ente im plorem os al Apóstol S an
P edro y a su co-apóstol P ablo, y a to ­ PIO PAPA IN.
£ 3

ENCICLICA “NEMINEM VESTRUM LATET,,(*)


(2-II-1854)
SOBRE LA PERSECUCION DE LA IGLESIA ARMENIA
DE LA PROVINCIA CONSTANTINOPOLITANA
PIO PP. IX
Venerables Hermanos y amados hijos, salud y bendición apostólica
1. Solicitud de los SS. P ontífices por vincias lim ítrofes donde no podían resi­
la N ación Arm enia. A ninguno de vos­ dir los obispos, juzgó que no debía
otros se oculta, Venerables Herm anos perdonar ningún medio para m irar pol­
y am ados hijos, cuán paternal afecto la salud de los armenios. Por lo cual
hayan dem ostrado los Romanos P on­ esta Santa Sede procuró con intensí­
tífices predecesores Nuestros desde los simo afán form ar inm ejorablem ente
más antiguos tiempos hacia vuestra sacerdotes de vuestra nación haciendo
nación arm enia que tan gloriosos nom ­ intervenir la ayuda de Nuestro Cole­
bres ilustran; y con cuánto cuidado y gio Urbano y dar ánimo sobre todo a
solicitud hayan procurado volver esa aquellos alum nos de las familias reli­
m ism a nación a la unidad católica. Ni giosas que se ocupan en procurar el
ignoráis cuánto fruto hayan percibido bien espiritual de vuestra nación. Y
Nuestros predecesores, con la gracia tam bién sabéis m uy bien, Venerables
divina, por medio de sus intensos tra ­ Herm anos y amados hijos, que esta
bajos en vuestra nación y cuánta ale­ Sede Apostólica, apenas se lo perm i­
gría hayan experim entado cuando ob­ tieron las circunstancias, constituyó en
tuvieron que m uchos arm enios vueltos la ciudad de Constantinopla , una sede
a la profesión de la unidad católica episcopal, y después que por la cle­
persistieran inconmovibles en ella. Y m encia del suprem o em perador de los
bien sabéis y conocéis con qué adm i­ turcos, lograron los armenios católicos
rable virtud y sum a gloria de su nom ­ una m ayor libertad, sobre todo en las
bre los católicos armenios en tiempos cosas sagradas (por la que con m utua
luctuosísimos hayan sufrido por la de­ concordia de los ánimos, pudiesen te­
fensa y profesión de la fe y unidad ner m ayor vigor y florecimiento las
católica en cuyo am or y afición esta­ cosas de la Religión) erigida en la m is­
ban encendidos, las m ás ásperas cala­ m a ciudad una sede prim acial arqui-
midades aun con peligro de su vida, episcopal para los armenios católicos
y con qué asiduo esfuerzo esta Sede y les fue dado su propio arzobispo
Apostólica nunca haya dejado de como abundantem ente lo atestigua la
ofrecer su ayuda a los mismos arm e­ carta apostólica de Nuestro predecesor
nios, p a ra proveer de todas las m ane­ Pío VIII de piadosa m em oria U)? todos 56
ras posibles a sus necesidades, particu­ conocen los infatigables y singulares
larm ente espirituales según su propio cuidados de Gregorio XVI, igualmente
rito. Y como quiera que en aquellas predecesor Nuestro de feliz recorda­
regiones que estaban libres del fu ror ción, para constituir convenientemente
de las persecuciones pudo de alguna la organización de aquella extensísima
m anera conservar la jerarq u ía epis­ diócesis para procurar y fom entar ca­
copal de los armenios anteriorm ente da día más el bien y prosperidad de
restituida, por lo mismo esta Santa los católicos armenios. Nosotros ape­
Sede m uy ansiosa y solícita por el nas por inescrutables juicios de Dios
bien espiritual de los armenios radica­ fuimos colocados en esta cátedra del
dos en Constantinopla y en las p ro ­*1 Príncipe de los apóstoles, abarcando
(*) Pii IX, P. M., Acta. Romaj, s. f. Pars I, vol. I, 561. Traducción especial para la 1? edición. El
texto original (latín) volvió a reproducirse en “Codicis Tur. Can. Fontes” . Card. Gasparri, Roma 1928,
II» 879-888. Las cifras marginales indican las páginas del texto original latino. (P. H.).
(1) Pío Y líl, Carta Apost. Quod iam diu y Apostolatus officium, 6-VII-1830.
— 115 —
/
116 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 15, 2

con Nuestro ánim o y pensam iento el n ia pudiese con Nuestros paternales


orbe cristiano en toda su extensión cuidados florecer próspera y felizmen­
fijam os com todo empeño y afecto te no sin gran dolor de Nuestro ánimo
Nuestra paternal solicitud en esa p rin ­ supimos que las perniciosas disensio­
cipalísim a parte de la nación a r m e n ia nes ya hace tiempo introducidas en
católica. Utilizando pues, los servicios vuestra nación por e l h o m b r e e n e m i -
de Nuestro Venerable H erm ano I n o ­ go^2\ crecían en tal form a que no
cencio , Arzobispo de Sidón , a quien faltaban quienes para fom entar tales
enviamos como Legado extraordinario desavenencias se valiesen de los m is­
Nuestro al suprem o em perador de los mos proyectos con que esta Sede Apos­
tu r c o s p ara que expusiera al mismo tólica intensam ente deseaba ayudar a
príncipe Nuestros amistosos sentim ien­ vuestra nación. Esta discordia nunca
tos y sim ultáneam ente le presentara suficientemente deplorada se enarde­
Nuestros respetos, no descuidando de ció cuando una de las partes disidentes
recom endar al mismo poderoso em pe­ comenzó a disertar y discutir abierta
rador de los o to m a n o s , a los a r m e n io s y públicam ente en escritos impresos
y demás naciones católicas orientales acerca de las cuestiones religiosas de
que viven en sus dominios. la nación. Esos escritos fueron redac­
Y como estuviese m uy en Nuestro tados por am bas partes con expresio­
corazón procurar una m ayor utilidad nes y sentencias hostiles y m uy enco­
a vuestra nación a r m e n ia , recom enda­ nadas que distan m ucho de la cristiana
mos al mismo Venerable H erm ano que caridad y son en absoluto contrarias
investigara diligentemente en qué esta- a lo que se requiere para proteger la
Y' da! se hallaba la mism a nación a r m e ­ caridad cristiana; salieron a la luz
n ia y que nos lo com unicara para que, ignorándolo esta Sede Apostólica y
considerado todo con m aduro examen, contra su voluntad como quisimos que
supiéram os qué medidas deberíamos se declarara por reiteradas cartas de
adoptar p ara conseguir el m ayor bien Nuestra m ism a Congregación. Cual­
esoiritual de vuestra nación. Y así des- quiera entre vosotros sabe qué escán­
564 pués que N uestro V enerable H erm ano dalos dim anaron de allí no sin grave
hubo cum plido con el oficio que se le daño para vuestra nación, y con qué
encomendó y nos sum inistró noticias celo Nosotros, sin ninguna dilación,
detalladas acerca del estado de las co­ nos apresuram os a ponerlo todo por
sas, aprobam os varios decretos publi­ obra para a p artar de vosotros todas
cados por Nuestros Venerables H erm a­ las disputas y disensiones y extirpar
nos Cardenales de la Santa Rom ana de raíz sus gérmenes. Nos causó no
Iglesia, de N uestra Congregación de la pequeña alegría el que Nuestros p ri­
Propagación de la Fe y entre otros meros cuidados lograron el fin apete­
aquel que reprueba la sociedad lla­ cido. Pues los Venerables Herm anos
m ada Connacional, de la que razona­ Antonio vuestro Arzobispo c o n s ta n ti-
blemente se preveía habían de origi­ n o p o lita n o y J uliano Arzobispo pe-
narse m uchos peligros. Luego publica­ trense en las regiones de los infieles
mos Nuestra carta apostólica en la que y el vicario apostólico aue allí tenemos
llevamos a cabo lo que se había p ro ­ para los del rito latino se llegaron
puesto realizar el mismo predecesor hasta Nosotros, y expuestas todas las
Nuestro Pío VIII y constituimos otros cosas vinieron a un perfecto acuerdo
cinco obispos del rito a r m e n io , entre con gran concordia de ánimos y luego
los que fue dividida parte de la antigua con N uestra aprobación publicaron
y extensísim a diócesis constantinopo- cuanto habían convenido. Ojalá, que,
litana. proporcionando gran gozo a Nuestro
2. Orígenes de las funestas disensio­ paternal corazón, todos los órdenes de
nes. Y m ientras teníam os la esperanza vuestra nación con ecuanim idad h u ­
de que la provincia eclesiástica a r m e ­ biesen seguido Nuestros deseos según
(2) Mat. 13, 25.
15, 3 E n c í c l i c a “ N e m in e m V e s t r u m ” 117

lo que no se descuidó en avisar e insi­ nio vulgar o en italiano o francés o


nuar Nuestra Congregación encargada cualquier otro idioma, máxime tenien­
de la propagación de la fe, y confiando do en cuenta que abundan en senti­
plenam ente en Nuestros consejos y mientos de odio enteram ente contra­
ordenaciones que últim am ente se diri­ rios a la caridad cristiana. Dirigimos
gían a vuestro bien común. Pues así tam bién todos nuestros cuidados para
no nos veríam os obligados a llorar que en ese Seminario Constantinopo-
tantos daños y males como redunda­ litano sea religiosamente prom ovida
ron en vosotros, máxime por la disen­ cada día más la recta y cuidadosa fo r­
sión de los ánimos, con sum a tristeza m ación del clero, y para que las F a ­
de Nuestro espíritu. milias Religiosas guarden un orden m e­
3. jo r que hasta aquí, y m andam os publi- 567
Medidas adoptadas p o r el P apa.
Como no cesasen estas disensiones y car por Nuestra misma Congregación
divisiones, ordenam os que N uestra de la Propagación de la Fe, un decreto
mism a Congregación encargada de la referente a esto que m andam os fuera
propagación de la fe, con la m ayor cumplido enteram ente. P ara que te r­
rapidez posible procurase conocer dili- mine toda controversia y sospecha
566 gentísim am ente tanto las antiguas co­ acerca de la doctrina de los monjes
mo las recientes disputas de la nación m equitaristas que viven en V e n e c i a ,
armenia y que los Venerables H erm a­ queremos que sepáis que los mismos
nos Nuestros Cardenales de la S. R. I. m onjes nos enviaron una espléndida
de la m ism a Congregación las exami­ profesión y declaración de la fe y doc­
nasen y considerasen según costumbre trin a con las correspondientes firm as,
con su singular prudencia. Y sum a­ lo que nos proporcionó sum a consola­
mente solícitos por este asunto Nos­ ción y satisfizo com pletam ente Nues­
otros mismos presidim os algunas de tros deseos. Pues no sólo con elocuen­
esas reuniones y, oído el parecer de tísim as expresiones profesan con espí­
los mismos cardenales, manifestamos ritu animoso y decidido que acatan
Nuestro pensam iento acerca de los todas las ordenaciones y decretos de
principales artículos, no descuidando los Romanos Pontífices y Sagradas
nunca de rogar y suplicar a Dios, rico Congregaciones sea que ya estén publi­
en m isericordia p ara que quiera ayudar cados o que en adelante se publicaren
y dar feliz éxito con el om nipotente y en particular las que vetan la com u­
auxilio de su divina gracia a Nuestra nicación en las cosas divinas con los
hum ilde labor iniciada tan sólo para cismáticos, sino que tam bién clara y
el bien de vuestras almas. Siendo así abiertam ente declaran: que parte de
que nada fuera p ara Nosotros más su nación, cuyo bien y utilidad, prin­
im portante que m irar cuanto antes por cipal y únicamente procura su insti­
vuestra tranquilidad y prosperidad, tuto, infelizmente se encuentra sepa­
procuram os realizar lo crue condujera rada de la comunión Católica Apostó­
a tan saludable fin. P or lo que cono­ lica Romana y por eso declaran que
ciendo que los daños de vuestra nación abrazan y reconocen como a sus her­
en gran m anera se aum entaron por la manos a quienes la Santa Iglesia
publicación de los m encionados escri­ Apostólica Romana reconoce como hi­
tos, ordenam os que los principales de jos suyos, condenando el error de los
esos escritos, luego de u n detenido armenios cismáticos, afirman que ellos
examen, fuesen prohibidos y conde­ están fuera de la verdadera Iglesia de
nados, como tam bién vehementemente Jesucristo, y profesan que nunca deja­
reprobam os todas las demás cosas que ron de orar, predicar, y tanto con
se refieren a este asunto y que hayan hechos, escritos y palabras procurar
salido a la luz pública, ya que antes que los mismos errantes vuelvan al
o después de haber sido condenados único pastor supremo, cabeza y centro
aquellos escritos, tanto si han sido es el Romano Pontífice, Sucesor de Pe­
redactados en armenio como en arme­ dro, Príncipe de los Apóstoles. Y tam -
118 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 15, 4

568 bién os com unicam os que tom am os de los ánimos y cuán prósperos y faus­
otras oportunas determ inaciones para tos acontecimientos hubiese vivido, si
que desaparezca todo tem or acerca de todos unidos con m utua concordia de
los colegios en los que los mismos voluntades y amándose m utuam ente,
m onjes instruyen a la juventud arme­ hubiesen cam inado en la caridad de
nia. Y p ara que la principalísim a obra Dios. Recordando, pues, con cuántas
comenzada por Nuestros predecesores calamidades habéis sido probados a
y llevada por Nosotros a feliz térm ino causa de la discordia, considerando
por la jerarq u ía ordinaria de los obis­ seriamente que toda ciudad o casa
pos, pueda en adelante proseguir prós­ dividida contra sí misma, no perma­
peram ente y se pueda tener la elección necerá en pze(s) y teniendo siempre
tanto del arzobispo prim ado como de ante los ojos aquel aviso del Apóstol,
los demás obispos sufragáneos, orde­ que si mutuamente os mordéis y co­
nam os que se diesen oportunas ins­ méis mirad que acabaréis por consumi­
trucciones por la predicha Congrega­ ros unos a o tr o s í, nada tengáis en ade­
ción y m andam os que fuesen com u­ lante por m ás im portante y estimable
nicadas al mismo arzobispo y a los que fom entar entre vosotros con singu­
demás obispos. lar cuidado y celo la cristiana concordia
4. Anhelos del P ap a: que todos vuel­ de ánimo, tener paz y buscar las cosas
van a la unió n y caridad de Cristo propias de la paz. Todos recordáis con
N uestro Señor. Todas estas cosas qué paternal solicitud os inculcó esta
abundantem ente dem uestran, Venera­ concordia el mismo predecesor Nues­
bles H erm anos y am ados hijos, cuán tro Pío VIII, quien al instituir la sede
vehementemente estamos solícitos por prim acial arzobispal constantinopoli-
vuestro bien espiritual y con qué p a­ tana dio fin a su Carta Apostólica con
ternal afecto de caridad am am os en el estas palabras de San León Magno, asi­
Señor a vuestra nación armenia. Aho­ mismo predecesor Nuestro: “La unión
ra pues os escribimos esta carta, con de todo el cuerpo es causa de unidad,
la que con todo am or os hablam os a salud y hermosura, y esta conexión de
todos y encarecidam ente os exhorta­ un solo cuerpo requiere unanimidad y
mos, advertim os y rogamos que os exige sobre todo concordia de los sa­
revistáis como elegidos de Dios de be­ cerdotes”. Estos consejos, verdadera­
nignidad, hum ildad, modestia, pacien­ m ente saludables, no dejó de repetirlos
cia y, unidos entre vosotros con estre­ con igual celo el otro predecesor Nues­
chísimo vínculo de concordia y cari­ tro Gregorio XVI, para excitaros e in ­
dad depongáis todas las diferencias, flam aros cada día más en esta m utua
disputas, envidias, iras, disensiones, concordia de los ánimos. A hora empe- 570
tengáis en todo paz y santidad, y, sin­ ro, nos dirigimos en particular a vos­
tiéndoos unos seáis perfectos en el otros, Venerables Hermanos, obispos
mismo sentir y opinar y solícitos por de esa provincia eclesiástica constan-
guardar, en el vínculo de la paz, aque­ tinopolitana y os rogamos encarecida­
lla unidad de espíritu que fue tan re ­ mente en el Señor que con ánimos
com endada e inculcada por Cristo Se­ concordes e infatigable celo, no ceséis
ñor Nuestro. Con tanta m ayor con­ nunca de exhortar e inflam ar a los fie­
fianza esperam os que sigáis Nuestras les, a vosotros encomendados, ya con
am antísim as amonestaciones, exhorta­ obras, ya de palabra, ya con el ejem ­
ciones, deseos y peticiones, según vues- plo, a una m utua concordia, paz y ca­
569 tra fiel piedad p a ra con N osotros y ridad, quebrantando y reprim iendo
esta Santa Sede, cuanto que, enseña­ todo movimiento de disensión. Todos,
dos por una triste experiencia, sabéis pues, desempeñando cuidadosa y celo-
cuántas calam idades haya sufrido sísimamente, con suma unión de áni­
vuestra ilustre nación por la discordia mos, voluntades y opiniones, las obli-
(3)) Mat. 12, 25. (4) Gálatas 5, 15.
15, o E n c í c l i c a “ N e m in e m V e s t r u m ” 119

gaciones de jiie$tro gravísimo oficio dios suaves y la gravedad del m al pida


episcopal Aceptad) a la grey de Dios remedios más enérgicos, corregid a los
encomendada a vuestro cuidado, ve­ hom bres que delinquen según lo que
lando sobre ella no forzada sino es­ prescriben los sagrados cánones, tem ­
pontáneamente según Dios... ni como plando el juicio con la misericordia,
señores del clero, sino hechos espiri­ el rigor con la suavidad, como con­
tual ejemplo de la g rey^\ E n prim er viene en gran m anera a los pastores de
lugar no perdonéis ningún cuidado, la Iglesia que deben m ostrarse a sus
consejo ni trabajo p ara custodiar en súbditos, m adres en la piedad y p a­
vuestras diócesis íntegro e inviolable dres en la disciplina.
el depósito de nuestra divina fe, para Nos dirigimos tam bién a vosotros,
que el clero sea santam ente instruido am ados hijos clérigos de cualquier
en cosas óptim as y form ado cuidado­ orden, tanto seculares como regulares,
samente en toda virtud y en el espíritu que incorporados así al divino m iniste­
eclesiástico y enseñado en todas las rio, elegisteis ya al Señor como parte
disciplinas, sobre todo las sagradas, de vuestra heredad, subordinados co­
enteram ente inm unes de todo peligro mo conviene a los propios obispos y
de error. obedeciéndoles y acordándoos de vues­
tra vocación y dignidad, esforzaos en
5. Recomienda el Padre Santo los seguir y conservar tal gravedad en las
medios suaves. P a ra que los fieles costumbres y santidad en la vida, que
sean imbuidos cada día m ás en las podáis llevar a los pueblos a un gran
saludables doctrina de la Religión ca­ am or y veneración de vuestro orden,
tólica y en sus santísim os preceptos y y dar un gran increm ento a la edifica­
sean confirm ados por los carism as de ción eclesiástica. P or lo cual, evitando
la gracia de m anera que, apartándose cuidadosam ente todas las cosas que
del m al y haciendo el bien, crezcan en están prohibidas a los clérigos y que
la ciencia de Dios, y con pie aún más de ninguna m anera les convienen, no
ligero, cam inen por la sendas del Se­ queráis nunca adm itir nada que sea de
ñor, de m anera que la honestidad de escándalo a otro, sino procurad cada
las costumbres, la integridad de la vez m ostraros como ejemplo de bue­
vida y la virtud, religión y piedad, nas obras, en la palabra, en la conver­
reciban cada día m ayor increm ento sación, en caridad no fingida, en doc­
y florezcan y dom inen los ánim os de trina, fe y castidad. Y cuando, sea por
todos. Y m irando siempre el ejemplo necesidad, sea por razón del sagrado
del Príncipe de los pastores, que se m inisterio os veáis forzados a vivir en
profesó m anso y hum ilde de corazón casa de laicos, procurad con todas
y que nos dejó ejemplo, p ara que si­ vuestras acciones m antener en tal fo r­
gamos sus huellas, nada tengáis por m a la grandeza y dignidad de la p er­
más estimable, Venerables Hermanos, sona eclesiástica, que brillando con el
que devolver con espíritu de suavidad ornato de todas las virtudes, seáis buen
y m ansedum bre al recto camino de la olor de Cristo. Y vosotros, varones re ­
justicia y verdad a los pobres errantes ligiosos, teniendo presente el decreto
y siguiendo la prescripción apostólica que Nuestra m ism a Congregación ha
argüirles, rogarles, reprendiendo con publicado por Nuestro m andato el día
toda la paciencia, bondad y doctrina 20 de Agosto del año pasado, procu­
como quiera que frecuentemente sea rad observarlo religiosamente. Vos­
más eficaz para corregirlos la bene­ otros, varones de ambos cleros, no de­
volencia que la austeridad, la exhorta­ jéis nunca de insistir en la oración y
ción que la amenaza, la caridad que la rogarle continuam ente a Dios para que
p o te s ta d ^ . Y si alguna vez os véis obli­ derram e, siempre propicio, sobre vos­
gados a m ostrar seriedad y severidad, otros y el pueblo cristiano los u b érri­
cuando hayan sido inútiles los reme- * mos dones de su celestial gracia.
' (5) I Pedro 5, 2-3. [6b] Concil. Trident. sesión 13, cap. 1 de Refor-
[6a] Ver II Timot. 4, 2. mat. (Mansi, Coll. Conc. 33, col. 86-B).
120 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 15, 6-8
6. Cultivo de los Estudios Sacros. A vosotros, pues, os advertimos y
No ceséis de cultivar asidua y cuida­ exhortam os encarecidamente, según
dosamente los estudios sobre todo de Nuestro sumo am or paternal hácia
las divinas letras y sagradas discipli­ vosotros, que después de todas las dife­
nas, de modo que podgjs responder a rencias, disensiones, envidias y renci­
quienes requieren de vuestros labios la llas, tengáis entre vosotros concordia
ley y enseñar los m andatos de Dios a y paz, soportándoos m utuam ente con
los que los ignoran y yerran. Buscando caridad. Esté pues, cada día más en
con singular industria y diligencia no vuestro corazón la perseverancia siem­
las cosas que os pertenecen, sino las pre más estable en la profesión de la
que interesan a Jesucristo, estudiad, Religión católica y la adhesión firm e y
am ados hijos, ejercitad pía y santa­ constante a Nosotros y a esta cátedra
mente todas las obligaciones de vues­ del Beatísimo Príncipe de los Apósto­
les, e insistid siempre en las obras de
tro sagrado m inisterio y no ceséis n u n ­
ca de cooperar unánim es en todas caridad para con Dios y el prójim o,
vuestras actividades con vuestros p ro ­ cumplid cuidadosamente cada uno de
pios obispos, p ara que podáis p rocurar los m andatos de Dios y de la Iglesia
r la salud eterna de los fieles, prom over haciéndolo todo en Nombre de Nues­
cada día m ás nuestra santísim a Reli­ tro Señor Jesucristo. Estad sujetos y
gión y su doctrina, extirpar los gér­ obedeced a vuestros obispos, a quienes
menes de discordias e infundir en to ­ el Espíritu Santo puso a regir la Igle­
dos el am or a la concordia y paz cris­sia de Dios. A ellos está encomendada
tiana. Dado que proviene de Dios toda vuestra salvación, de la cual habrán
sabiduría no deben jam ás ensoberbe­ de rendir algún día cuenta severísima
cerse aquellos de entre vosotros que al Eterno Príncipe de los Pastores y
se destacan por su ciencia, sino que por lo mismo es obligación de ellos
dando hum ildes gracias al Señor, da­ de vigilar cuidadosamente, de estar en
dor de todo bien, usen de la doctrina vela y trab ajar para llevarlos por la
p ara edificación propia y la de los de­senda de la salud y confirm ar lo débil
más, m editando seriam ente que Dios con doctrina oportuna y verdadera,
resiste a los soberbios y da su gracia consolidar lo resquebrajado, enderezar
a los hum ildes y que juzga m ás seve­ lo depravado y dispensaros la palabra
ram ente a los que recibieron m ás que de vida como alimento para la eterni­
los otros. Pues, como sapientísima- dad. Por lo cual debéis ofrecer oído
pronto a la voz y autoridad de los
mente advierte S a n G r e g o r io M a g n o ,
predecesor Nuestro, cuánto se aumen­ obispos y jam ás deberá suceder entre
ta también la cuenta que se pide vosotros que alguien resista al propio
por ellos, y por tanto deberán ser cada obispo y quiera en cierta m anera im po­
cual tanto más humilde y más pronto nerle leyes, máxime en todo lo referente
en el servicio de Dios, según su oficio, al m inisterio y autoridad episcopal.
cuanto entienda que será más estricta 8. El celo de los M agistrados. Os h a ­
la cuenta que habrá de d a r ^ \ No se blamos a todos vosotros que en esta
encuentre nunca entre vosotros quien nación católica armenia os aventajáis
envidie en otros varones eclesiásticos a los demás en la nobleza de vuestra
aquellos dones que puedan redundar sangre, el esplendor de vuestra posi­
en utilidad espiritual del prójim o. ción, la autoridad y las riquezas. Nada
7. E xhortación a los fieles. Pero ya ciertam ente m ás útil y conveniente
Nos querem os dirigir a vosotros, dilec­ podría ocurrir a vuestra ilustre nación
tísimos hijos en Cristo de la nación que si brillarais todos vosotros en el
católica armenia, que vivís en las re­ esplendor de las virtudes lo mismo
giones de esa provincia eclesiástica que en el honor y dignidad, puesto que
constantinopolitana, cualquiera sea de vosotros espera el pueblo cristiano
vuestro orden, edad, sexo y condición.7 un ejem plo que im itar. Os pedimos,
(7) S. Gregorio Magno, Iíomil. sobre los Evangelios, lib. II, Hom. 9, n. 1 (Migue PL. 76, col. 1106-A).
15,. 9 -1 0 E n c í c l i c a “ N e m in e m V e s t r ü m ” 121

■pues, insistentem ente que, encendidos mienzo de Nuestro Suprem o Pontifi­


en el am or de la Religión y celo de la cado con ocasión de haber enviado un
m utua concordia, no sólo evitéis m a­ Legado al ilustre em perador de los tur­
quinar algo contra la Iglesia y vues­ cos, enviamos una carta a los orien­
tros obispos, como suelen hacer los tales(8), en la que con gran am or y
que están separados de la unidad cató­ celo los excitamos a que se apresura­
lica, sino que encaminéis todos vues- ran a volver a_ la profesión de la u n i­
tors cuidados y preocupaciones a que dad C atólica. Ojalá que toda vuestra
la Iglesia Católica adquiera allí m ayor nación, respondiendo a la gracia celes-
increm ento y m anifiesten todos la de­ flalT abjurando sus errores, volviera
bida reverencia, acatam iento y obe­ con espíritu de docilidad y unidad al
diencia, tanto a la suprem a y plena único redil de Cristo, del que está ente­
potestad confiada por Cristo a P edro y ram ente alejado quien no está unido a
a sus sucesores los Romanos P ontífi­ esta Santa Sede de P edro , de la que
ces, de apacentar, regir y gobernar a dim anan para todos los derechos de
la Universal autoridad de que gozan los la venerable comunión^9), a la que se
obispos en su propia grey, la que ja ­ debe todo honor y reverencia^10) y a
más puede estar subordinada y sujeta la que por su principal preem inencia
a ninguna autoridad. Bien veis qué es necesario que se una toda la Iglesia,
gloria podéis adquirir y qué merced es decir, a los fieles de todas partes U1),
tan abundante podréis lograr de Dios, Ciertamente, experim entaríam os gran
retribuidor de todos los bienes, si obe­ consolación y la universal Iglesia se
deciendo a estos Nuestros avisos, de­ regocijaría con gran alegría, Venera­
seos y pedidos, os esforzareis en procu­ bles Herm anos y amados hijos, si toda
rar, según la m edida de vuestras fu er­ vuestra nación volviera a la unidad
zas, la utilidad y prosperidad de Nues­ católica. Por lo que bien entendéis,
tra santísim a Religión. que Nosotros no sólo no podemos ap ro ­
bar el modo de o b rar de aquellos que 577
9. A claración final. - La Iglesia de­ suelen tra ta r con modo áspero y duro
sea y ora p o r la unidad. Antes de a los cismáticos de vuestra nación ni
poner fin a este escrito, Venerables H er­ tienen con ellos la debida considera­
manos y am ados hijos, creemos deberos ción, sino que tam bién reprobam os
declarar clara y abiertam ente algunas vehemente y absolutam ente a quienes
cosas acerca de un asunto en el que se no tratan con am or y benevolencia,
ha suscitado gran confusión de opinio­ sino con aspereza y severidad aun a
nes y que no fue pequeño motivo de di­ los que se convirtieron del funesto cis­
sensiones entre vosotros, pues suprim i­ m a a la unidad católica.
remos así todas las am bigüedades y d u ­
das. Merecen ciertam ente gran alabanza 10. La Iglesia es celosa custodia de
quienes~cfesean que vuelva a la unidad la unidad doctrinal. Pero al mismo
católica aquella parte de vuestra nación tiempo no podemos tolerar que algu­
que desgraciadam ente se encuentra aún nos con el pretexto de prom over la
en el cisma, pues tal deseo responde unión católica no quieran que se ad­
plenam ente tan to a los ardentísim os m ita diferencia alguna con los errores
votos de la Santa M adre Iglesia, que de los cismáticos y abusando del celo
nunca deja de rogar y suplicar a Dios con que esta Santa Sede procuró con­
pará que todos sus hijos disidentes vuel­ servar los antiguos y santos ritos de la
van a su seno y a sus brazos como tam ­ Iglesia Oriental^ juzguen que en esto
bién a las infatigables aspiraciones y se ha de h^q^r cuidadosam ente y por 7
afanes de esta Santa Sede que tanto ha entero lo que acostum bran los cism á­
trab ajad o y nunca d ejará de tra b a ja r ticos actualm ente y sostengan que de­
para que esto se logre. Nosotros m is­ ben ser eliminados ciertos usos que
mos, como bien sabéis, ya desde el co- fueron justificadam ente introducidos,
(8) Pío IX, Carta a los orientales In suprema (10) Concilio de Efeso, Actio IV (Mansi Coll.
Petri 6-1-1848. Conc. IV, col. 1311-E).
(9) S. Ambrosio. Epist. 12, [al Papa Dámaso] (11) S. Ireneo, Contra los herejes lib. III, cap.
n. 2vy 4 (Migne PL. 16, col. 988; y col. 994-A). 3 (Migne PG. 7-A, col. 849-A).
122 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1 8 5 4 ) 15» 11

de m anera que con solemne testimonio perpetuo y absoluto silencio s o b ró la s


se dem ostrase cuán vehem entemente pasadas cuestiones y controversias y ¡ l
rechace la herejía y el cisma vuestra del todo prohibim os todas las reclam a­
nación católica y se adhiera firm em en­ ciones y conversaciones que puedan
te a la unidad católica. Estos hom bres tu rb ar la paz entre los católicos arme­
querrían tam bién que se suprim ieran nios; asimismo prohibim os expresa y
ciertas obras y reglas eclesiásticas que severamente que se aplique la designa­
la experiencia dem ostró debían ser ción de herejes y cismáticos a quienes
agregadas a la disciplina de los viejos están en gracia y comunión con esta
cánones, siendo así que la Iglesia Ca­ Sede Apostólica. Si hubiese algunos, lo
tólica, totalm ente distinta de la here­ que esperamos no sucederá, que no
jía y el cisma que están m uertos, flo­ obren rectam ente o despierten sospe­
reciendo con perpetua vida, enrique­ chas, habrá que proveer las medidas
cida con los tesoros de las riquezas convenientes y en prim er lugar habrá
celestiales y siendo m aestra de la ver­ que exponer el caso a esta Santa Sede
dad y camino de salvación, es fecunda con documentos adecuados y canóni­
m adre y nutricia de tantas obras san­ cos. P o r lo que toca hacer después de 579
tas y herm osísim as instituciones con estos avisos y declaraciones Nuestras,
las que fom enta la religión, piedad, todos los perturbadores de cualquier
hum anidad y todas las virtudes y no clase y orden serán en adelante reos
deja nunca de proveer m aravillosa­ de grandísim a culpa y no podrán de
mente al bien com ún de todos, al ninguna m anera y con ningún pretexto
orden, prosperidad y concordia. De excusarse si se les aplica la debida
ninguna m anera ignoráis que el mismo severidad. Pero los reiterados y esplén­
Predecesor Nuestro Gregorio XVI p u ­ didos testimonios de filial piedad,
blicó contra las m aquinaciones de es­ am or y acatam iento hacia Nosotros y
tos hom bres su Carta Apostólica del esta Santa Sede, que recibimos de to ­
día 3 de febrero de 1832, que comien­ dos los órdenes de vuestra nación
za: Inter gravissimas G2). Resulta cosa armenia católica, Nos llevan a una
singular y digna de adm iración que m áxim a esperanza de que vuestra m is­
estos hom bres tan entusiastas por los m a nación Nos proporcione gran con­
ritos, no vacilen en apartarse en otras suelo, alegría y gozo. Apoyados en esta
cosas de los mismos antiguos cánones esperanza no dejamos de rogar hum il­
de la Iglesia Oriental. demente e insistentem ente en todas
Nuestras oraciones y súplicas con
11. Se im pone silencio sobre el
acciones de gracias, al clementísimo
asunto; otras m edidas p a ra volver a
Padre de las misericordias para que
la paz y concordia. Ahora, pues, Ve­
os quiera conceder siempre propicio
nerables H erm anos y am ados hijos,
a todos vosotros, Venerables H erm a­
después de todas estas cosas que m o­
nos y amados hijos, que todo os suceda
vidos .por el celo de N uestra ardiente
próspera y saludablemente y que la
caridad hacia vuestra nación armenia
juzgamos deberos expresar y declarar
paz de Dios que supera todo sentido,
p ara elim inar todas las dudas y am bi­
custodie vuestros corazones e inteli­
güedades, que Nos abrigam os la espe­
gencias y la gracia de Jesucristo y la
ranza de que con la ayuda de Dios, se­
comunión del Espíritu Santo sea con
gún Nuestros ardentísim os votos, volve­ vosotros <n ). Y como auspicio de esto y
rán de nuevo a revivir y dom inar en los testimonio de N uestra afectuosísima
ánimos de todos vosotros, la concordia caridad paterna os im partim os con ín ­
y la paz de las que vuestra m ism a n a ­ timo afecto de Nuestro corazón, a to ­
ción puede esperar toda la prosperi­ dos vosotros, Venerables Herm anos y
dad verdadera. P ara que una tran q u i­ amados hijos, la Bendición apostólica.
lidad tan saludable y tan deseada pue­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
da más fácilm ente ser lograda por el día 2 de febrero del año 1854 de
vosotros, im ponem os con esta car^a 12 Nuestro Pontificado el año octavo.
PIO PAPA IX.
(12) Gregorio XVI, Ene. Inter gravissimas 3-II-1S32 (13) Filip. 4, 7.
1 6

ENCICLICA “SINGULAR! QUIDEM”(*}


(17-III-1856)
SOBRE LOS PROBLEMAS RELIGIOSOS DE LA IGLESIA DE AUSTRIA
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
51°. 1. Introducción. Con singular rego­ obréis de la m ism a m anera, aplicando
cijo de Nuestro ánim o supimos que con atención y prudencia aquella cir­
vosotros, am ados hijos Nuestros y Ve­ cunspección que podrán pedir las di­
nerables H erm anos, obedeciendo gus- ferentes circunstancias de las diversas
tosísim am ente a los deseos Nuestros y provincias del extensísimo imperio
de Nuestro carísim o hijo en Cristo austríaco. Y si se produjera alguna
F r a n c is c o J o s é , E m perador de A u s t r ia duda o dificultad acerca del sentido de
y Rey Apostólico, dados a conocer casi algún artículo, lo cual no creemos que
al mismo tiem po a cada uno de vos­ suceda, Nos será gratísim o que Nos lo
otros, según vuestra egregia religiosi­ rem itáis para que, conferidos los pare­
dad y pastoral solicitud, determ inas­ ceres entre Nosotros, y la Im perial Ma­
teis reuniros en esa ciudad im perial y jestad apostólica, según se estableció
regia de V i e n a , p ara poder conferen­ en el artículo 35 de la m ism a conven­
ciar allí entre vosotros y discutir las ción, podamos dar las oportunas de­
determ inaciones que h ab rán de to ­ claraciones.
marse, de m anera que se cum plan to­ Ciertamente, aquella ardentísim a ca­
das aquellas cosas que fueron sancio­ ridad con que abrazam os a la univer­
nadas por Nosotros con el mismo hijo sal grey del Señor, encom endada desde
Nuestro en Cristo carísimo, en el Con­ el cielo por el mismo Cristo Señor
cordato que el mismo esclarecidísimo Nuestro, y la gravísim a obligación de
y religisosísimo príncipe, con sum a Nuestro m inisterio apostólico por la
consolación N uestra e inm ortal gloria que debemos procurar con todas las
de su nom bre por la reinvidicación de fuerzas la salud de todas las naciones
los derechos de la Iglesia, con alborozo y pueblos, Nos urgen, amados hijos
de todos los buenos, procuró estable­ Nuestros y Venerables Hermanos, a
cer con Nosotros. Así pues, m ientras que excitemos una y otra vez con el
Nos congratulam os grandem ente con m ayor esfuerzo posible vuestra eximia
vosotros, am ados hijos Nuestros y Ve­ piedad, virtud y episcopal vigilancia a
nerables Herm anos, porque m ostráis fin de que cumpláis diligentísimamen-
a las claras al tener esta reunión vues­ te, con un celo aún más animoso todas
tro insigne y reconocido celo por la las partes de vuestro oficio episcopal,
Iglesia, no podemos dejar de hablaros y no perdonéis ningún cuidado, con­
n i am orosam ente con este m otivo y a b ri­ sejo o trab ajo en custodiar íntegro e 512
ros los íntim os sentimientos de Nues­ inviolable en vuestras diócesis el de­
tro ánimo, por lo que entenderéis de pósito de Nuestra santísim a fe, y m i­
la m ejor m anera cuánta benevolencia rando por la incolum idad de vuestra
sentimos hacia vosotros y hacia todos grey, la defendáis de todos los fraudes
los pueblos de ese dilatadísim o im perio e insidias de los enemigos. Puesto que
encomendados a vuestro cuidado. Y en bien conocéis las m alignas y m últiples
prim er lugar por lo que respecta a la artes y m aquinaciones y la m onstruo­
ejecución de la convención m enciona­ sidad de todo género de opiniones con
da, como m uy bien sabéis, hay en ella los que habilísimos arquitectos de p er­
m uchos artículos que han de ser cum ­ versos dogmas se esfuerzan en ap artar
plidos principalm ente por vosotros, sobre todo a los desprevenidos e igno­
por eso deseamos vehem entem ente que rantes del camino de la verdad y de
en el modo de ponerlos en práctica la justicia y en hacerles caer en el
sigáis todos el mismo acertado camino, error y la ruina. Ni ignoráis, amados
(*) Pii IX, P. M. Acta, Romse, pars I, vol. II, 510-530. Traduc. espec. corregida para la 2* edición.
Fi texto original (latín) volvió a reproducirse en “Codicis Iur. Can. Fontes”, Card. Gasparri, Roma
1928. t. II, 901-911.
— 123 —
124 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 16, 2

hijos Nuestros y Venerables H erm a­ católica y enseñarles que como es uno


nos, que entre los muchos y no sufi­ Dios, Padre, uno su Cristo, uno el E s­
cientemente llorados males que en píritu Santo, así es juna la verdad dividí
gran m anera perturban y acongojan nam ente revelada, uñaTa fe divina, co-j
la sociedad eclesiástica y civil, hay mienzo de hum ana salváHón"y funda­
sobre todo dos que ahora sobresalen, m ento de toda justificación por la que
y que no sin razón parecen como ori­ vive el justo y sin la cual es imposible
gen de todos los demás. agradar a Dios y llegar al consorcio de
Indiferentism o. P erfectam ente cono­
sus hijos*34). Una es también, la verda­
dera, Santa, Católica, Apostólica Rom a­
céis los innum erables y en verdad fu ­
na Iglesia, y una la cátedra fundada so­
nestísimos daños que redundan en la bre P e d r o por la palabra del Señor
república cristiana y civil del pestífero fuera de la cual no se encuentra ni la
error del indiferentismo. De aquí v^fdañérá“fé~ñi la eterna salvación, co­
proviene el abandono casi total de las mo “quiéra que no puede tener a Dios
obligaciones p ara con Dios en quien por Padre, quien no tenga a la iglesia
vivimos, nos movemos y somos**12), de pof'M ndre. Falsam ente confía estar en
aquí el que se posponga casi entera­ la Iglesia, quien abandona la Cátedra
m ente la Religión, de aquí que estén de P e d r o , sobre la cual está fundada la
removidos y casi del todo derruidos I g l e s i a N o puede haber ningún de­
los fundam entos de todo derecho, ju s­ lito m ayor y ninguna m ancha m ás de­
ticia y virtud. De esta torpísim a form a forme, que levantarse contra Cristo, que
de indiferentismo no dista mucho destruir la Iglesia, nacida y adquirida 5
aquel sistema salido de las tinieblas, de su sangre, que, olvidado de la cari­
de la indiferencia acerca de las reli­ dad evangélica, com batir con fu ro r de
giones, por el que los hom bres ajenos hostil discordia contra el unánim e y
a la verdad y adversarios de la verda­ concorde pueblo de Dios(6>.
dera confesión, olvidados de su salva­
ción, enseñando cosas contrarias entre 2. Racionalism o. Como quiera que
sí y no teniendo nunca una sentencia el cumplim iento del divino culto cons­
firme, no adm iten ninguna diferencia te de estas dos cosas: piadosos dogmas
entre las diversas profesiones de fe y buenas acciones, y no sea acepta a
y hacen la paz indistintam ente con to ­ Dios la doctrina sin las buenas obras,
a d o s y pretenden que a todos, cual­ ni reciba Dios las obras separadas de
quiera sea su religión, les está abierto los dogmas religiosos, / ni consista el '
el puerto de la vida eterna. Nada Ies camino angosto y arduo que conduce a
importa aunque entre ellos discrepen la vida*7) solamente en las obras de
con tal que se conspire a impugnar la virtud o en la sola observancia de los
única verdad U). Bien veis, am ados h i­ m andam ientos, sino tam bién en la sen­
jos Nuestros y Venerables Hermanos, da de la fe,/entonces no dejaréis de
cuánta vigilancia tenéis que em plear exhortar y excitar continuam ente a
p ara que el contagio de tan cruel peste vuestros fieles jmeblos a que no sólo ^
no inficione y pierda vuestras ovejas. persistan cada día más estables e ina­
P or tanto no dejéis de defender con movibles en la profesión de la Religión
solicitud contra estos perniciosísimos católica, sino que tam bién procuren
errores de los jgueblos a vosotros enco­ hacer cierta su vocación y elección.
m endados y de im buirlos cuidadosa­ Mientras os ocupáis, pues, en procurar
mente y cada día más en la verdad la salud de vuestra grey, no os descui-
(1) Act. 17, 28. 2, n. 3, col. 729-B; Epist. 4, n. 3, col. 734 A-B;
Epist. 8, col. 754-B).
(2) T e r t u l ia n o , De praescript., c. 41. (Migne PL. (5) S . C ip r ia n o , D e u n i t a t e E c c l. (Migne PL.
2, 68-B). 4, col. 516-A).
(3) Rom. 1, 17; Hebr. 11, 6; II Pedro 1, 4; C o n ­ (6) S . C i p r ia n o , E p i s t . 72.
c i l i o T r ic le n tin o sesión 6, cap. 8 (Mansi Coll. Conc. (7) Mat. 7, 14; S . C ir il o d e J e r u s a l é n , Cateq.
33, col. 35-E). IV de Ilumin. n. 2 (Migne PG. 33, col. 455-B);
(4) S . C ip r ia n o , Epist. 43, (Migne PL. 3, Epist. 5 . L e ó n Serm. 5, de Nativitate Dom., cap. I (Mig­
7 n. 1, col. 750-A; Epist. 12, n. 1, col. 823-A; Epist. ne PL. 54, col. 208-C).
16, 2 E n c íc l i c a “ S i n g u l a r i Q u id e m ” 125
déis en llam ar con toda p aciencia, bon­ Iglesia no tolera, ni perm ite pasar por
dad y doctrina IT los pobres extravia­ alto y, según el oficio a ella encomen­
dos al único redil de Cristo „y a la dado de custodiar el depósito, abso­
católica unidad, usando sobre todo las lutam ente reprende y condena? Siem­
palabras de A g u s t í n : Venid, herma­ pre vehementemente en verdad ha
nos, si queréis ser injertados en la reprendido, siempre ha condenado y
vid: nos causa dolor veros yacer así condena la Iglesia la costumbre de
arrancados; contad los sacerdotes que aquellos que, abusando de la razón,
han ocupado la sede de P e d r o y ved no se avergüenzan ni tem en oponer­
cómo cada Pontífice ha sucedido al la y preferirla im pía y neciamente a
otro, según su orden; aquélla es la pie­ la autoridad de la palabra del m is­
dra que no vencen las soberbias puer­ mo Dios, y m ientras con insolencia
tas del infierno^. Quienquiera que se encum braron obcecados por su p ro ­
* com iere el cordero fu era de esta casa pia inflación de soberbia, pierden la
es un profano; si alguno no estuviere luz de la verdad y desprecian con m u­
dentro del Arca de N oé perecerá en el cha soberbia la fe de la cual está es-
diluvio(9). crito que el que no creyere se conde­
Pero con no m enor daño se va p ro ­ nará^13) y confiados en sí mismos nie­
pagando ahora otra enferm edad a la gan que haya que creer las cosas que
que por el orgullo y por cierta vanidad Dios revela de sí m i s m o y someter­
de la razón se dio el nom bre de racio­ se a lo que acerca de sí mismo m ani­
nalismo. No reprueba ciertam ente la fiesta a nuestro conocimiento.
Iglesia^10* la afición de aquellos que Estos son a quienes la Iglesia cons-
quieren conocer la verdad, porque tantísim am ente responde que es ju s­
Dios hizo la naturaleza del hom bre to DD qUe en lo referente al conocimien­
deseosísima de alcanzar lo verdadero, to de Dios, creamos al mismo Dios, de
ni reprueba los estudios de la recta y quien por cierto procede todo lo que
sana razón con los que se cultiva el acerca de El creemos; porque el hom ­
alma, se investiga la naturaleza, y son bre no habría podido conocer conve­
traídos a la clara luz los más recón­ nientem ente a Dios si el mismo no je
ditos secretos. Como quiera que cono­ Hubiese C onced id o ' el saludable cono­
ce y rectam ente sostiene esta piadosí­ cimiento de sí propio. Éstos son aTos
sima Madre que entre los dones otor­ que ella se esfuerza en volver a más
gados por el cielo<n ), es el m uy p re­ santos pensamientos con estas pala­
claro de la razón por el que, sobrepa­ bras: ¿Qué cosa m ás contraria a la
sando todas las cosas que están some­ razón que esforzarse en sobrepasar la
tidas a los sentidos, llevamos en nos­ razón con la razón mism a? y ¿qué
otros mismos cierta insigne imagen cosa más contraria a la fe que no
de Dios. Comprende que debes buscar querer creer aquello crue con la razón
hasta que encuentres, y creer lo que no puedes alcanzar? (16); ella no deja
hallaste con tal que creas además que de inculcarles que la fe no se a no ya
ninguna otra cosa tienes que creer ni en la razón sino en la autoridad (17^ y
por lo tanto buscar, cuando hayas en­ que no era conveniente que al hablar
contrado y creído aquello que Cristo Dios con el hom bre confirm ara con
estableció, quien no te manda inqui­ argum entos sus palabras, como si no
rir otra cosa que lo que estableció (12). se le tuviera fe, sino que habló, según
¿Qué cosa hay, pues, que la m isma conviene, como juez máxim o de todas
Las notas (8) a (17) van en la pág. 134.
126 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 16, 3

las cosas a quien no corresponde argu­ 3. E xhortación a los obispos. No


m entar, sino dar la sentencia <18). A creemos que ninguno de vosotros se ad ­
éstos claram ente expone que la única m irará, am ados hijos Nuestros y Vene­
esperanza del hom bre y su única sal­ rables Hermanos, si atendiendo a Nues­
vación está puesta en la fe cristiana, tro prim ado y principado en la fe *21*,
la cual, enseñando la verdad y disi­ por segunda vez hayam os hablado de
pando con su divina luz las tinieblas estos errores luctuosísimos y pernicio­
de la hum ana ignorancia, obra por la sísimos, tanto p ara la causa sagrada co­
caridad; (en la fe cristiana, decimos) mo pública, y hayam os determ inado ex­
y en la Iglesia Católica, la que, conser­ citar vuestra eximia vigilancia episcopal
vando el verdadero culto, es el dom i­ para extirparlos. Como quiera que el
cilio estable de esa fe y el templo de “hombre enemigo” no cesa de sem brar
Dios, fuera del cual, quienquiera se la cizaña en medio del trigo, Nosotros
que por disposición de la divina Provi­
hallare, a no ser que le excuse la igno­
dencia presidimos la labor de cultivar el
rancia invencible, no tiene esperanza
campo del Señor, y como siervos fieles
de vida ni salvación. A éstos gravísi- y prudentes estamos constituidos sobre
mam ente exhorta y enseña que si algu­ la familia del Señor (22), no debemos de­
na vez la ciencia hum ana se aplica a ja r de cum plir aquellas obligaciones que
tratar los Sagrados Textos, no debe no pueden separarse de Nuestro oficio
arrogantem ente atribuirse el derecho apostólico.
de magisterio, sino a la m anera de Ahora, pues, pedimos encarecida­
esclava, servir a su señora haciendo mente a vuestra singular piedad y p ru ­
las atenciones propias de la servidum ­ dencia, que en este congreso procuréis
bre, p ara no errar al adelantarse ni ante todo tom ar entre vosotros cuida­
perder, m ientras sigue el encadena­ dosa y sabiamente aquellas determ ina­
miento exterior de las palabras, la luz ciones que juzgareis conducentes a
de la virtud, ni extraviarse del recto prom over en ese vastosísimo imperio
sendero de la verdad <181920). No debe, por la m ayor gloria de Dios y a procurar
ello, juzgarse que no hay ningún p ro ­ la sem piterna salvación de los hom ­
greso religioso en la Iglesia de Cristo. bres. Puesto que, si bien Nos alegramos
Lo hay ciertam ente y en m áximo gra­ vehementemente en el Señor al saber
do, m ientras sea un verdadero adelan­ que existen m uchos hombres, tanto
tam iento y no cambio de la fe. Con­ eclesiásticos como laicos que, anim a­
viene, pues, que crezcan y vehem ente­ dos egregiamente del espíritu de la
mente progresen la inteligencia, cien­ cristiana fe y caridad difunden el buen
cia y sabiduría tanto de los particula­ olor de Cristo, con todo, no es pequeño
res como de las edades y siglos de toda el dolor que nos aflige al no ignorar
la Iglesia, por las que se entienda más que en ciertos lugares algunos clérigos,
claram ente lo que antes m ás obscura­ olvidados de su dignidad y oficio, de
m ente se creía y la posteridad se con­ ninguna m anera cam inan según la vo­
gratule de haber entendido lo que la cación con que han sido llamados, y
antigüedad, sin entenderlo, veneraba, que el pueblo cristiano, escasamente
y las preciosas gemas del divino dog­ instruido en los santísimos preceptos
m a sean esculpidas, fielmente aju sta­ de Nuestra divina Religión y expuestos
das entre sí, sabiam ente adornadas y a graves peligros, desgraciadamente se
brillen con esplendor, gracia y belleza, abstiene de las obras de piedad y la
pero en el mismo género, es decir, en frecuencia de los sacramentos, se a p a r­
el mismo dogma, el mismo sentido y ta de la honestidad de las costumbres
la m ism a sentencia, de m anera que y la disciplina de la vida cristiana y se
cuando se digan de una manera nueva, despeña en la ruina. Estamos entera­
no se digan cosas nuevas (2°). mente persuadidos de que vosotros,
(18) Laclando, de divin. institut., lib. 3, cap. (21) S. Ambrosio, De Incarnat., cap. 4, n. 32
1 (Migne PL. 6, col. 349-A). (Migne PL. 16, col. 861-D); Casiano, De Incarnat.,
lib. 3, cap. 12 (Migne PL. col. 66-C).
(19) S. Pedro Damiano, Opuscul. 36, cap. 5. (22) San Ambrosio, de fide ad Gratian. empera­
(20) Vicent. Lerin. Commonitor. Primum, XXII dor, lib. 5 in prolog. (Migne PL. 16, col. 675-D).
(Migne PL. 50, col. 667). (23) Efesios 4, 24.
1 6 , 3 -4 E n c íc l ic a “ S in g u l a r i Q u id e m ” 127

según vuestra conocida solicitud epis­ entre vosotros las decisiones y todos
copal, em plearéis todos vuestros cui­ los pareceres, diligentísim am ente p ro ­
dados y pensam ientos en elim inar to­ curad que los varones eclesiásticos,
talm ente los daños mencionados. Gomo acordándose siempre de la propia dig­
m uy bien sabéis, am ados hijos Nues­ nidad y oficio, se aparten de todas
tros y Venerables Herm anos, cuánta aquellas cosas que a los clérigos les
fuerza tienen los Concilios Provincia­ están prohibidas y que de ninguna m a­
les, sapientísim am ente prescritos por nera les caen bien, y brillando con el
las disposiciones canónicas y celebra­ ornato de todas las virtudes sirvan de
dos por los santos obispos siempre con ejemplo a los fieles en la palabra, en
m áximo bien p ara la Iglesia, p ara res­ la conversación, en la caridad, fe y
ta u ra r la disciplina del orden eclesiás­ castidad, que recen las horas canóni­
tico y corregir las costum bres de los cas diurnas con la atención y afecto de
pueblos, por lo mismo intensam ente piedad conveniente y se ejerciten en
deseamos que celebréis debidamente, la santa oración y se dediquen a la
según las norm as de los sagrados cá­ meditación de las cosas celestiales,
nones, Sínodos Provinciales en los que am en el decoro de la casa de Dios,
habéis de aplicar oportunos y saluda­ cum plan las sagradas funciones y cere­
bles remedios a los males comunes a m onias según el Pontifical y Ritual
cada una de las provincias eclesiásti­ Romano, y desempeñen solícita, sabia
cas de ese Im perio. P or cuanto m uchos y santam ente las funciones del propio
y graves asuntos h an de ser resueltos ministerio, ni om itan nunca los estu­
por vosotros en esos Sínodos Provin­ dios sobre todo de las sagradas disci­
ciales, es Nuestro deseo que en esta plinas y dem uestren una actividad asi­
reunión de V i e n a según vuestra sabi­ dua en procurar la salvación eterna de
duría, m uy unidos de espíritu toméis los hom bres; con el mismo cuidado
entre vosotros aquellas determ inacio­ vigilad que todos los canónigos y be­
nes por medio de las cuales podáis neficiarios adscriptos al coro de cada
sentir unánim em ente tanto acerca de templo m etropolitano, catedral y cole­
las principales cuestiones que h abrán gial, procuren b rillar en todas partes
de tratarse y estatuirse en los Sínodos con la gravedad, integridad de vida y
Provinciales, como en lo referente a afición a la piedad, como lám paras
las otras que en una sola y m ism a con­ ardientes puestas sobre el candelabro
ferencia hab rán de ser resueltas por en el templo del Señor y cum plan dili­
vosotros, de m anera que en todas las gentemente todas las obligaciones del
Provincias de ese Im perio, prospere, cargo recibido, guarden la ley de resi­
florezca y domine cada día más Nues­ dencia, cuiden del esplendor del oficio
tra divina Religión y su saludable doc­ divino y animosos en las vigilias del
trin a y los pueblos fieles desviándose Señor celebren las divinas alabanzas con
del m al y obrando el bien, cam inen afecto, debida, pía y religiosamente, no
como hijos de la luz en toda bondad, con la m ente distraída ni los ojos vagos,
justicia y verdad. ni con indecorosa posición del cuerpo,
E l Clero; sus obligaciones. Y no h a ­ teniendo siempre en la m em oria que
biendo nada que m ás asiduam ente ins­ van al coro, no sólo a rendir santísimo
tru y a a los demás en la virtud, piedad culto y veneración a Dios, sino tam bién
y culto de Dios que la vida y ejemplo a im plorar todo bien del mismo Dios
de aquellos que se dedicaron al divino para sí mismos y todos los demás.
m inisterio, no dejéis de establecer con 4. F orm ación del clero. Pero cuán
toda industria entre vosotros lo que vehementemente ayuden a defender y
puede restau rar la disciplina del clero fom entar el espíritu eclesiástico y a
donde esté decaída, y prom ováis don­ retener una saludable constancia en los
de fuere necesario su cuidadosa form a­ ejercicios espirituales enriquecidos por
ción. A este fin, am ados hijos Nuestros lo mismo con innum erables indulgen­
y Venerables Herm anos, consultando cias por los Romanos Pontífices Pre-
128 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1854) 16, 4-5
décesores Nuestros, bien lo sabe cada en la elección de los libros, no sea que
uno de vosotros. P or lo mismo no en tan grande aluvión de difundidos
dejéis de recom endarles e inculcarles errores, sean tem erariam ente separa­
una y otra vez a todos vuestros cléri­ dos los jóvenes eclesiásticos del cam i­
gos, para que se retiren con frecuencia no da la sana doctrina, sobre todo p o r­
determ inado núm ero de días a un lu ­ que no ignoráis que varones eruditos,
gar a propósito donde, depuesto cual­ pero que disienten de Nosotros en co­
quier cuidado diligentísim am ente m edi­ sas de Religión y están separados de
ten delante de Dios todos sus hechos, di­ la Iglesia, publican tanto los libros
chos y pensam ientos, y teniendo en la divinos como las obras de los Santos
m ente con asidua meditación la eterni­ Padres, ciertam ente con grata elegan­
dad, y repasando los m áximos benefi­ cia, pero m uchas veces, lo que es en
cios que le fueron otorgados por Dios, gran m anera deplorable, viciados y
procuren purificarse de las m anchas desviados de la verdad por los com en­
contraídas por el polvo del m undo y re­ tarios que añaden. A ninguno de vos- 523
sucitar la gracia que les fuera otorgada otros se os oculta cuánto interesa a la
por la im posición de las manos, y, des­ Iglesia, sobre todo en estos tiempos,
pojándose del hombre viejo y de sus tener m inistros idóneos que, egregios
obras, se revistan del nuevo que fue en la santidad de la vida y el elogio
creado en justicia y santidad (23\ de la saludable doctrina y poderosos
Debiendo los labios de los sacerdotes en obras y palabras puedan defender
custodiar la ciencia con la cual puedan valientemente la cuasa de Dios y de
responder a los que requieren de su bo­ su Iglesia, y edificar al Señor una casa
ca la ley, y vencer a los que la contradi­ fiel. No debe perdonarse esfuerzo,
cen, conviene, am ados hijos Nuestros pues, para que los jóvenes clérigos
y Venerables Herm anos, que dirijáis sean educados santa 3^ doctamente, ya
toda vuestra solicitud a la recta y cui­ desde sus tiernos años, como quiera
dadosa form ación del clero. Poned, que no de otros sino de ellos mismos
pues, sumo cuidado en que sobre todo debidam ente form ados se obtendrán
en vuestros seminarios esté vigente útiles m inistros de la Iglesia. P ara que
un óptimo y enteram ente católico m é­ jnás fácilmente, según vuestra eximia
todo de estudios, por el que los clérigos piedad y pastoral solicitud, podáis
adolescentes, aun desde la prim era in ­ prom over cada día más la esm erada
fancia, sean m aduram ente form ados form ación del clero de la que en tanto
por probadísim os m aestros en la pie­ grado depende el bien de la Iglesia y
dad, en toda virtud y en el espíritu la salud de los pueblos, no os canséis
eclesiástico, y sean im buidos solícita­ de exhortar y rogar a los eclesiásticos
m ente en el conocimiento de la lengua egregios de vuestras diócesis y a los
latina, de las letras hum anas y de las varones laicos ricos y anim ados de
disciplinas filosóficas, exentas entera­ preclaros sentimientos hacia la causa
m ente de todo peligro de error. En p ri­ católica, p ara que, siguiendo vuestro
m er lugar aplicad toda vuestra vigilan­ ejemplo, quieran dar gustosísimamen-
cia p ara que aprendan diligentísim a­ te alguna a}mda en dinero, con la que
m ente en el conveniente lapso del podáis levantar tam bién y proveer a
tiempo necesario, tanto la Teología nuevos seminarios de convenientes m e­
Dogmática como la Moral, sacada y dios, en los que los clérigos adolescen­
deducida de los libros divinos, de la tes sean debidamente form ados.
tradición de los Santos Padres y de la 5. La vida cristiana de los fieles.
infalible autoridad de la Iglesia, y si­ T ratad con no m enor empeño, amados
m ultáneam ente una sólida ciencia de hijos Nuestros y Venerables H erm a­
las divinas letras, de los sagrados cá­ nos, de tom ar todas aquellas determ i­
nones y de la historia eclesiástica. De­ naciones m ediante las cuales la juven­
béis tener u na precaución m uy grande 2 tud de vuestras diócesis de cualquier
(22) Efesios 4, 24.
16, 6 E n c íc l ic a “ S in g u l a r i Q u id e m ” 129
condición y sexo, se eduque cada día 6. La visita P astoral. Es m enester
m ejor según la norm a católica. P or lo que en prim er térm ino tengáis presen­
cual aplicad la fuerza de vuestra vi­ tes estas cosas en vuestra reunión, am a­
gilancia episcopal, p ara que la juven­ dos hijos Nuestros y Venerables H er­
tud im buida ante todo m aduram ente manos, para que con circunspección
en el tem or de Dios y n u trid a con la podáis rem ediar los males comunes
leche de la piedad, cultive solícita­ con com unes preocupaciones; bien sa­
m ente no sólo los elementos de la fe, béis que nada hay m ás eficaz para
sino un conocimiento m ás completo rep arar los daños de cada una de vues­
de nuestra santísim a Religión, y se fo r­ tras diócesis y prom over su prosperi­
me en la virtud y honestidad de las dad, que la frecuente visita de la m is­
costum bres y en las norm as de la vida m a diócesis y la celebración de sínodos
cristiana, y se separe de todos los h a ­ diocesanos. A ninguno de vosotros se
lagos y escollos de la perversión y co­ os oculta cuán encarecidam ente hayan
rrupción. sido prescritas e inculcadas estas dos
Con igual solicitud no dejéis nunca cosas sobre todo por el Concilio Tri-
de exhortar a la Religión y a la piedad dentino. P or lo tanto, según vuestra
con todos los modos convenientes a los conocida solicitud y caridad hacia la
fieles pueblos a vosotros encom enda­ grey a vosotros encomendada, no ten ­
dos. P or eso, poned por obra todo gáis nada en m ayor estim a que el visi­
aquello con lo cual los fieles pueblos, ta r con intensísimo celo vuestra dió­
cada día m ás nutridos con el m an jar cesis según los preceptos canónicos y
saludable de la verdad y doctrina ca­ el llevar a cabo todo aquello que in ­
tólica, am en a Dios de todo corazón, fluye en que la m ism a visita se realice
guarden cuidadosam ente sus m anda­ con mucho fruto. Al cum plir esta obli­
tos, concurran frecuente y religiosa­ gación pondréis el m ayor empeño en
m ente a su santuario, santifiquen sus arran car de raíz los errores, corrupte­
fiestas y asistan m uchas veces y con las y vicios, si algunos se hubieren in ­
la conveniente veneración y piedad a troducido, con sumo cuidado y en es­
la celebración del divino sacrificio, se pecial con paternales avisos, fructuo­
acerquen a los santísim os sacram entos sos sermones y otros medios oportunos,
de la Penitencia y E ucaristía y con en ofrecer a todos las enseñanzas sal­
singular devoción veneren y honren a vadoras, en m antener íntegra y segura
la Inm aculada Virgen M a r í a , Madre de la disciplina del clero, en ayudar y
Dios, y, teniendo entre sí u n a m utua fortalecer a los fieles con toda clase de
y continua caridad y siendo asiduos en auxilios sobre todo espirituales, ganan­
la oración, cam inen dignam ente agra­ do así a todos para Cristo. Aplicad una
dando a Dios en todo y fructificando sim ilar diligencia en la celebración
en toda obra buena. Y puesto que las de sínodos diocesanos según la norm a
sagradas Misiones dirigidas por opera­ de los sagrados cánones, estableciendo
rios idóneos conducen grandem ente a en especial aquello que juzgareis según
estim ular el espíritu de fe y religión vuestra prudencia ser más apropiado
en los pueblos y a volverlos al camino al m ayor bien de cada una de vues­
de la virtud y salvación, ardientem ente tras diócesis. Pero para que en los sa­
deseamos que procuréis que ellas se cerdotes que deben atender a la doc­
realicen tam bién en vuestras diócesis. trina y enseñanza y que están obliga­
Tributam os las m erecidas y sumas ala­ dos a instruir al pueblo en aquellas
banzas a todos aquellos m iem bros de cosas que a todos son necesarias co­
vuestra jerarq u ía que ya introdujeron nocer para la salvación y a adm inis­
en su diócesis la obra tan saludable de tra r los sacram entos(24\ no se extinga
las sagradas Misiones, y Nos alegramos nunca el gusto por las ciencias sagra­
que con la ayuda de la divina gracia das ni languidezca el celo; m ucho de­
se h ayan recogido abundantes frutos. seamos que en todas las regiones de
(24) Concilio de Trenfo, sesión 23, cap. 14 de reform. (Mansi Coll. Conc. 33, col. 145 C-D).
E n c íc l ic a s P o n tific ia s
130 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1856) 16, 7-8

vuestras diócesis con oportunas reglas manos, enviando a su debido tiempo


se establezcan conferencias, ante todo como lo hacéis, con suma alabanza
de Teología Moral y de Sagrada L itu r­ para vuestro nom bre, a N uestra Con­
gia a las que estarán obligados a asis­ gregación del Concilio, una cuidadosa
tir todos los presbíteros llevando por relación de vuestras diócesis y tenién­
escrito la explicación de la cuestión donos diligentemente al tanto de las
propuesta por vosotros y a disertar cosas pertenecientes a las mismas dió­
durante un determ inado espacio de cesis, para que podamos proveer tanto
tiempo que vosotros fijaréis, acerca a vuestra m ayor utilidad como a la de
de la Teología Moral y de la Discipli­ las mismas diócesis. Sabemos también
na de los Sagrados Ritos, después que que en algunas diócesis del territorio
alguno de los mismos hubiese pronun­ germano se han introducido algunas
ciado un serm ón que se referirá p rin ­ costumbres sobre todo en lo referente
cipalm ente a los oficios sacerdotales. a la colaboración de parroquias y que
Y por cuanto son los párrocos, quienes algunos de vosotros desean que se
llamados a participar de vuestra solici­ guarden dichas costumbres. Nosotros
tud, os proporcionan, más que ninguno ciertam ente Nos inclinamos a conce­
su trabajo, m ano y auxilio en la con­ derlo, pero después que hayam os con­
quista de vuestra grey, a quienes tenéis siderado con el debido examen dichas
como ayudantes en el desempeño de costumbres en particular, diligente­
la más grande de todas las artes, no mente expuestas por cada uno de vos­
dejéis, am ados hijos Nuestros y Vene­ otros para que las perm itam os dentro
rables H erm anos, de inflam ar su celo de aquellos límites que persuadan la
con todo cuidado p ara que desempe­ necesidad y las principales circunstan­
ñen su propio oficio con la diligencia cias de cada lugar; puesto que según
y piedad convenientes. Inculcadles, la obligación de Nuestro apostólico
pues, que nunca dejen de apacentar ministerio, debemos velar con sumo
al pueblo cristiano con la predicación cuidado porque las prescripciones ca­
nónicas se observen en general con fi­
de la divina palabra y la adm inistración
delidad.
de los sacram entos y de la m ultiform e
gracia de Dios, ni de instruir am orosa 8. La Iglesia oriental. Y antes de
y pacientem ente a los hom bres rudos, poner fin a esta Carta Nuestra, con la
sobre todo a los niños, en los misterios que grandem ente nos alegramos de h a ­
de nuestra fe cristiana y en los docu­ blaros a todos vosotros, Obispos del
mentos de nuestra Religión, y de traer Im perio Austríaco, nos dirigimos en
a los errantes al camino de la salud, y particular a vosotros, Venerables H er­
que procuren sobre todo suprim ir los m anos Arzobispos y Obispos, que vi­
odios, aversiones ocultas, enemistados, viendo en el mismo nobilísimo Im perio
discordias y escándalos, y de confortar y estando adheridos a Nosotros y a 528
a los pusilánim es, visitar a los enfer­ esta Cátedra de P edro en la verdadera
mos y ayudarles con toda clase de auxi­ fe y católica unidad, según los ritos y
lio sobre todo espirituales y consolar a laudables costum bres de la Iglesia
los desgraciados, afligidos y tristes, ex- oriental, aprobadas o perm itidas por
527 h o rtar a todos en la sana doctrina y esta Santa Sede.
am onestarlos a que den religiosamente Es cosa para vosotros conocida y
a Dios lo que es de Dios y las cosas que averiguada en cuánta estima haya te­
son del César al César, enseñándoles que nido siempre vuestros ritos esta Sede
todos deben someterse y obedecer a los Apostólica cuya observancia tanto in ­
príncipes y potestades en todas las co­ culcó, como abundantem ente lo de­
sas que no se oponen a las leyes de Dios m uestran los num erosos decretos y
y de la Iglesia, no sólo p ara evitar su constituciones de los Romanos P ontí­
indignación, sino por conciencia. fices Predecesores Nuestros, entre los
7. Unión con Roma. Continuad, am a­ que basta m encionar la carta de B e­
dos hijos Nuestros y Venerables H er­ nedicto XIV, igualmente Predecesor
16, 9 E n c íc l ic a ¿\S i n g u l a r i Q u id e m ” 131

Nuestro, publicada el día 26 de Julio pensábam os deciros movidos por Nues­


del año 1755, que comienza Allatce tra intensísim a caridad hacia vosotros
(Llegadas) y la N uestra del día 6 de y todos los fieles pueblos de ese vastí­
enero del año 1848, enviada a todos simo Imperio, y nada Nos hará dudar
los orientales, que comienza In Su­ de que vosotros, dada vuestra egregia
prema Petri Apostoli Sede (en la su­ virtud, religión, piedad y vuestra conoci­
prema Sede del Apóstol P edro). A sí da fe y observancia para con Nosotros
pues, tam bién a vosotros os excitamos y esta Cátedra de P edro, gustosísima y
encarecidam ente a que, según vuestra perfectam ente complaceréis a estos p a­
eximia religión y pastoral solicitud, ternales deseos y avisos Nuestros. No
cum pliendo vuestro m inisterio y te­ dudam os tampoco que todos vosotros,
niendo ante los ojos todas las cosas amados Hermanos, teniendo incesante­
de que hablam os, empleéis continua­ mente fijos los ojos en el Príncipe de los
m ente todo vuestro cuidado, industria Pastores, Cristo Jesús, que afirm ó de sí
y vigilancia p ara que vuestro clero, mismo ser m anso y hum ilde de corazón,
y ha dado su vida por sus ovejas deján­
adornado de todas las virtudes y cul­
donos ejemplo para que sigamos sus
tivado en todas las disciplinas, sobre huellas, os empeñaréis con todas vues­
todo las sagradas, se ocupe con inten­ tras fuerzas en im itar sus ejemplos,
sísimo celo en buscar la eterna salva­ cum plir sus m andatos, vigilar asidua­
ción de los fieles, de m anera que los m ente la grey confiada a vuestros cui­
fieles pueblos sigan el cam ino que con­ dados, trab ajar en todo, cum plir vues­
duce a la vida y se aum ente y am plíe tro m inisterio y buscar, no vuestros inte­
cada día más la santa unión de la Reli­ reses, sino los de Cristo Jesús, no ya co­
gión católica, se adm inistren los sa­ mo dom inando en el clero, sino como 530
cram entos y se celebren los divinos Pastores y, aún más, como Padres
oficios según vuestra disciplina, u san­ am antísim os, y hechos form a de la grey
do empero los libros litúrgicos a p ro ­ con el espíritu, nada juzguéis nunca tan
bados por esta Santa Sede. Y como molesto, tan dificultoso y arduo que no
nada deseamos más que proveer gus- procuréis tolerar, llevar a cabo y pro ­
tosísim am ente a vuestras necesidades veer con toda paciencia, m ansedum bre,
y las de vuestros fieles, no dejéis de dulzura y prudencia por la salud de
529 acudir a Nosotros, p a ra exponernos vuestras ovejas. Nosotros m ientras ta n ­
los asuntos de vuestras diócesis y en­ to no cesamos, en la hum ildad de Nues­
viar una relación de ellos cada cuatro tro corazón de dirigir asiduas y férvidas
años a Nuestra Congregación encarga­ preces al clementísimo Padre de las lu ­
da de la Propagación de la Fe.9 ces y de las misericordias y Dios de toda
consolación, para que derram e siempre
9. E xhortación final y conclusión. propicio los más ubérrim os dones de su
P or último, am ados hijos Nuestros y Bondad sobre vosotros, y para que des­
Venerables H erm anos, os suplicamos ciendan tam bién copiosamente sobre las
que con intensísim o celo os esforcéis am adas ovejas a vosotros encom enda­
en conservar, fom entar y acrecentar das. Y am orosam ente os im partim os a
cada día más la paz y concordia entre cada uno de vosotros, amados hijos
todo el clero de todas esas diócesis, Nuestros y Venerables Hermanos, y a
todos los fieles clérigos y laicos de esas
tanto del rito latino como del rito ca­
iglesias, la Bendición apostólica, desde lo
tólico griego, p ara que todos los que
m ás profundo de Nuestro corazón, co­
m ilitan en los ejércitos del Señor, p re­ mo auspicio del divino auxilio y testim o­
viniéndose unos a otros en las m ues­ nio de Nuestra intensísim a e igualmente
tras de m utuo afecto de la fraterna afectuosísim a voluntad hacia vosotros.
caridad, sirvan unánim e y celosísima- Dado en Roma junto a San Pedro, el
m ente a la gloria de Dios, y salvación día 17 de m arzo del año 1856, de Nues­
de las almas. tro Pontificado el año décimo.
Allí tenéis, am ados hijos Nuestros y
Venerables H erm anos, caunto ahora PIO PAPA IX.
Mr
EPISTOLA “EXIMIAM TUAM NOBISQUE” <*>
(15-VI-1857)
DE NUESTRO SANTISIMO PADRE EL PAPA PIO IX AL EXMO. ARZOBISPO
DE COLONIA, CARDENAL VON GEISSEL, CONDENANDO
EL GÜNTHERIANISMO
PIO PP. IX
Amado Hijo, salud y bendición apostólica
585 1. Introducción. Tu eximio celo por prolijo, advirtió que en los libros de
(445> defender la causa católica y tu pasto­ este autor se hallaban m uchas cosas
ral solicitud que, por lo demás, Nos absolutam ente reprobables y dignas de
son bien conocidos, en verdad con no condenación, como quiera que están
pequeño regocijo de N uestra alma, en abierta oposición con la enseñanza
hemos visto brillar en la carta que, de la doctrina católica.
con fecha 16 del últim o abril Nos di­ De aquí que considerado tam bién
rigiste, acerca del Decreto sancionado por Nos m aduram ente todo este asun­
por N uestra Pontificia Autoridad, y to, la misma Congregación, con el
publicado por N uestra Congregación beneplácito de Nuestra Suprem a Auto­
del Indice el día 8 de enero de este ridad, publicó el Decreto por ti bien
año, por el cual fueron condenadas conocido, en el que se prohiben y se
las obras del Nuestro am ado Hijo, el condenan las obras de Günther .
Presbítero Antonio Günther . Este Decreto refrendado por Nues­
En efecto Nos, sin perdonar jam ás tra Autoridad y publicado por Nuestro
ningún cuidado ni trabajo en el desem­ m andato, debía b astar enteram ente pa- (446>
peño de Nuestro Oficio Pastoral y cui­ ra que toda controversia al respecto
dando siempre de que el depósito de se considerara term inada, y para que
la fe, que nos ha sido encomendado todos los que se glorían de llam arse
por Dios, se conserve íntegro e invio­ católicos, entendieran clara y abierta­
lable, luego que m uchos Venerables m ente que debían someterse, y que n a ­
H erm anos, los m ás ilustres Obispos de die podía considerar pu ra la doctrina
A lemania, N os hicieron saber que h a ­ contenida en los libros de Günther .
bía en los libros de Günther no pocas Asimismo que a nadie le era lícito en
586 cosas que cedían, según su parecer, en adelante sostener y defender la doctri­
perjuicio de la pureza de la fe y la na allí expuesta, ni leer o retener sin
verdad católica, ordenam os sin de­ la debida licencia tales libros. Nadie
m ora a la m ism a Congregación, que, podía parecer y considerarse exento
como es costum bre considerara, pesara de este deber de obediencia y sumisión
y exam inara detenida y exactamente so pretexto de que en ese Decreto n in ­
las obras de günther y nos diera cuern guna proposición se hubiese particu­
ta luego de todo lo actuado. larm ente señalado, ni se enunciara 587
Obediente, pues, a Nuestro m andato, ninguna censura cierta y determ inada.
la Congregación cumplió, a ciencia y El Decreto valía por sí mismo, no pu-
conciencia, con su deber, poniendo to ­ diendo nadie considerar lícito a p a rta r­
do cuidado y empeño en este asunto se en cualquier form a de lo que Nos
gravísimo y de sum a transcendencia, habíam os aprobado.
y, no omitiendo ningún esfuerzo por Pero se equivocan sobrem anera
conocer y ponderar, la doctrina Gün- quienes creen que la causa de esta p ro ­
theriana m ediante un examen muy hibición general, proviene de que la
(*) Pii IX Acta, p. I, vol. II, 585-590; esta Epístola se recogió más tarde también en ASS 8 (1874)
445-448. Al margen damos las páginas de ambas fuentes; Alocuuciones. consistoriales y encíclicas, p. 894
(ver nota de la pág. 146). Trad. espec. corregida para la 2® edición. (P. H.).

— 132 —
17, 2 -3 C a r t a A p o s t ó l ic a “ E x im ia m T uam ” 133

m ism a Congregación no encontró en A esto se agrega que ni se encuen­


las obras de G ü n t h e r ninguna senten­ tra allí el respeto hacia los Santos P a ­
cia u opinión determ inada que m ere­ dres que prescriben los Cánones de
ciese precisam ente u na censura. los Concilios y que, ciertam ente, m e­
recen aquellas esplendorosas lum bre­
2. E rro res de G ünther. P o r el con­ras de la Iglesia, ni se evitan los dicte­
trario, tuvim os el dolor de cerciorar­ rios contra las escuelas católicas que
nos m uy bien de que en esas obras Nuestro predecesor Pío VI de ilustre
dom ina am pliam ente el sistema del ra ­ memoria, solemnemente condenó. Ni
cionalismo, tan erróneo y pernicioso,
podemos pasar en silencio que en las
y que tantas veces fuera condenado obras de G ü n t h e r se descuida m uy a
por esta Sede Apostólica; asimismo
las claras la sana form a de decir, co­
entendim os que en esas mism as obras mo si fuera lícito olvidar las palabras
se encuentran entre otras m uchas, al­ del Apóstol S a n P ablo U ), o aquellas
gunas cosas m uy ajenas a la fe católica con que gravemente nos amonestó S a n
y a toda recta explicación de la U ni­ A g u s t í n : Debemos hablar conforme a
dad de la Divina Sustancia en tres cierta regla, no sea que la licencia en
Personas distintas y eternas. Igual­ las palabras haga que se forme una
m ente com prendim os que no es m ejor opinión impía de las cosas por ellas
ni m ás exacto lo que se dice del m is­ significadas^ .
terio del Verbo E ncarnado y de la P or todo lo que antecede bien pue­
Unidad de la Divina Persona del Ver­
des ver, am ado Hijo, con qué diligen­
bo en las dos naturalezas, divina y
cia y celo deberás procurar, tanto tú
hum ana. E n esos libros se desfiguran
como los Venerables H erm anos Obis­
tam bién la sentencia y dogma católicos
pos Sufragáneos tuyos, que desaparez­
acerca del hom bre, compuesto de alm a
can de vuestras diócesis las obras de
y cuerpo, de tal m anera que el alma,
G ü n t h e r , y con qué particular solicitud
la racional, sea por sí verdadera e in ­
deberás evitar que nadie en adelante
m ediata form a del cuerpo. No ignora­
enseñe o defienda, tanto en el terreno
mos tam poco que en dichos libros se
filosófico como en el teológico, la doc­
enseñan y establecen cosas del todo trina ya condenada que esos libros
contrarias a la D octrina Católica en lo contienen.
referente a la Suprem a Libertad de
Dios, enteram ente desligada de toda 3. Un motivo de alegría. Pero si bien
necesidad de su obra creadora. Y en es verdad que hemos juzgado y juzga­
fin aquel error sobrem anera reproba­ remos siempre dignas de reprobación
ble y condenable en que cae G ü n t h e r las obras de G ü n t h e r , no podemos de­
al atrib u ir tem erariam ente en sus obra? ja r de m anifestarte que Nuestro am a­
la potestad de enseñar a la razón h u ­ do hijo, el mismo Presbítero Antonio 589
m ana y a la filosofía, a las cuales en G ü n t h e r N os colmó de un gran con­
m ateria de Religión no les corresponde suelo con la respetuosa carta que Nos
58S dom inar sino por el co ntrario servir, dirigió el día 10 de febrero, donde
perturbándose de esta m anera aque­ haciéndose acreedor a suma alabanza,
llas verdades que tanto im porta p er­ protesta una y varias veces con las
(4 4 7 )
m anezcan inam ovibles acerca de la m ás enérgicas expresiones que nada
distinción entre la ciencia y la fe, y prefiriría él a obedecer a Nuestra Su­
de la perenne inm utabilidad de la fe, prem a Autoridad y a la de esta Sede
que es siempre una y la misma, m ien­ Apostólica y que, en consecuencia, se
tras la filosofía y la ciencia hum ana, somete hum ildem ente al Decreto p ro ­
ni están siempre concordes consigo mulgado acerca de sus obras.
mismas, ni exentas de m últiples varie­ Este egregio ejemplo de G ü n t h e r fue
dades de error. 1 im itado para igual gozo Nuestro por
(1) II Timot. 1, 13. (2) S. Agustín, Ciudad de Dios lib. 10, cap. 23
(Migne PL. 41, col. 300).
134 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1857) 17, 4

muchos am ados hijos doctores en Teo­ bida sumisión a Nuestro magisterio,


logía, Filosofía, H istoria Eclesiástica y increm entando así la gloria del mismo
Derecho Canónico en varios liceos de autor y deparándonos una sobreabun­
Alemania, los cuales habían sido los dante y perfecta alegría. He aquí,
prim eros propugnadores de las doctri­ am ado hijo, cuanto pensábamos escri­
nas de Günther y en cartas que Nos bir acerca de este asunto. Nos es grato
dirigieron declaran que se sometían asimismo aprovechar esta ocasión p a ­
(44S>hum ildem ente al m encionado Decreto ra dem ostrarte y confirm arte una vez
y que nada estim aban tanto como la más la singular benevolencia con que
obediencia a N uestra Autoridad P on­ te abrazam os en el Señor, de la que
tificia y la de esta Sede Apostólica. queremos sea certísimo testimonio la
Bendición Apostólica que de todo co- 590
4. Conclusión. Ju n to con alegrarnos razón te im partim os a ti, amado hijo,
pues sobrem anera de estos hechos Nos y a la grey encom endada a tu cuidado.
alienta la esperanza de que los demás Dado en Bolonia el día 15 de junio
partidarios de la doctrina de Günther de 1857, en el año undécimo de Nues­
quieran em ular, con la ayuda de Dios, tro Pontificado.
la docilidad, cristiana obediencia y de­ PIO PAPA IX.

es) Mat. 10. 1S; S . A g u s t í n , In Psal. contra (12) T e r t u l i a n o , De prcescript., c. 9, (Migne PL.
parí. Dona!. letra S (Mignc PL. 43, col. 30). 2 col. 27-A).
(9) S . J e r ó n i m o , Epist. 14 (alias 57) al Papa (13) Marcos 10, 10.
Dámaso (Migue PL. 22, Epist. 15, n. 2, col. 355). (14) S . H i l a r i o , De Trinitatc, lib. 4 (Migne PL.
10, col. 99-A y col. 107-A).
(10) L a c l a n d o , De divin. instituí., lib. 3, cap. (15) C a s i a n o , De Incarnat., lib. 4, cap. 2 (Migne
1 (Migne PL. 6, col. 350-A). PL. 50, col. 18-A).
(11) S . C l e m e n t e d e A l e j a n d r í a , Stromata, lib. (10) S. B e r n a r d o , Ep. 190 (Migne PL. 182, col.
1, cap. 4; lib. 2, cap. 2 (Migne PG. 8, col. 715-B, y 1055).
col. 938-G); S: G r e g o r i o T a u m a t . . Orat. panegyr. (17) S . B e r n a r d o , De considera!.lib. '5^ cap. 3
c. 7-13 (Migne 10, col. 1083-C y 1086-C). (Migne PL. 182, col. 190-D).
ENCICLICA “QUI NUPER PER ITALIAM” <*>
(18-VI-1859)

SOBRE LOS PROBLEMAS DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS

PIO PP. IX

Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica


]57 1. Rebelión de nuestras provincias. - tra conocida piedad y celo hacia la
1 El remedio: la oración. E n m ovim iento Sede Apostólica y su libertad, procu­
sedicioso que no ha m ucho se inició réis hacer lo que leemos que, en otro
en I talia contra los legítimos Príncipes tiempo, ordenó Moisés a Aarón , supre­
aun en las regiones lim ítrofes de los mo Pontífice de los Hebreos “toma el
dominios Pontificios, invadió tam bién, incensario y sacando fuego del altar
como llam arada de un incendio, al­ ponle incienso encima y sal luego al
gunas de Nuestras Provincias, las cua­ pueblo para rogar por ellos, puesto
les, movidas con aquel funesto ejem ­ que se ha airado el Señor y recrudece
plo e impelidas con incitaciones exte­ el castigo’’^ . Del mismo modo os roga­
riores, se sustrajeron de Nuestro p a­ mos que ofrezcáis vuestras preces co­
ternal gobierno y, procurándolo unos mo aquellos santos herm anos, Moisés
pocos, buscan tam bién someterse a y Aarón , que postrados sobre su ro s­
aquel gobierno italiano que en estos tro dijeron: fortísimo Dios del espí­
últimos años se m ostró adverso a la ritu de toda carne ¿acaso por el pe­
Iglesia, a sus legítimos derechos y sa­ cado de algunos se ensañará tu ira
grados adm inistradores. M ientras Nos­ contra todosfW.
otros reprobam os y Nos dolemos de
los actos de esta rebelión, con los que 2. Firmeza de Nuestros derechos.
una parte solamente del pueblo en Venerables Hermanos, os enviamos la
estas provincias, perturbadas tan in ­ presente carta con la que percibimos
justam ente, corresponde a Nuestro p a­ no poco alivio, como quiera que con­
ternal afecto y a Nuestros cuidados, y fiamos que vosotros responderéis ple­
m ientras públicam ente afirm am os ser nam ente a Nuestros deseos y preocu­
necesario a esta Santa Sede el P rinci­ paciones. Por lo demás, abiertam ente
pado civil para poder ejercer sin n in ­ declaramos que, revestidos de la virtud
gún impedim iento la sagrada potestad de lo alto que enviará Dios a Nuestra
en beneficio de la Religión, — el cual debilidad por las súplicas de los fieles,
157 Principado civil se esfuerzan por cier- sufrirem os cualquier eventualidad y
11 to, los astutísim os enemigos de la Igle­ cualquier am argura antes de descuidar
sia de Cristo en arran carle— envia­ en modo alguno el oficio apostólico o
mos a vosotros, Venerables Hermanos, adm itam os cualquier cosa contra la
en medio de esta confusión actual, la santidad del juram ento con que Nos
presente carta p ara buscar algún alivio ligamos cuando por voluntad de Dios y 158
a Nuestro dolor. Y con esta ocasión os sin m érito N uestro subimos a esta Su- 1
exhortam os tam bién a que según vues­ prem a Sede del Príncipe de los Após-
(*) Act. S. S., vol. 6, p. 157. Traducción especial para la primera edición. Ver acerca del problema
de los Estados Pontificios y la rebelión fomentada en ellos la “Introducción” pág. 80-83. — Las cifras
marginales indican las páginas y columnas (I* y II?) de ASS. vol. 6. (P. II.).
(1) Num. 17, 11 ó 16, 46. (2) Ñum. 16, 22.
— 135 —
136 E n c íc l ic a s d e l PP. pío IX (1859) 18, 2
toles, ciudadela y defensa de la fe ca­ Apostólica, auspicio de la celestial
tólica. Deseando que todo os suceda bienaventuranza.
alegre y felizmente, Venerables H er­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
manos, en el cum plim iento de vuestro el día 18 de junio del año 1859, de
cargo pastoral, am orosam ente os im ­ Nuestro Pontificado, el año decimo­
partim os a vosotros y a la grey con­ cuarto.
fiada a vuestros cuidados, la Bendición PIO PAPA IX.
ENCICLICA “NULLIS CERTE VEREIS” <*>
(19-1-1860)

DEFENSA DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS

PIO PP. IX

Venerables Hermanos, salad y bendición apostólica

SI 1. Agradece a los obispos italianos vuestro orden, para defender valiente­


11 la solicitud en defender el poder civil mente la causa de N uestra santísim a
de la Iglesia. No tenem os en verdad Religión y de la justicia, y para detes­
palabras p ara explicar, Venerables tar vehementemente las sacrilegas
H erm anos, cuánto solaz y alegría nos audacias adm itidas contra el Princi­
hayan traído en medio de Nuestras pado civil de la Iglesia Romana. Y,
grandísim as am arguras, la singular y defendiendo constantem ente el mismo
m aravillosa fidelidad, piedad y obser­ Principado, os gloriasteis de profesar
vancia vuestra y de los fieles a vos­ y enseñar que, por singular determ i­
otros confiados, hacia Nosotros y esta nación de aquella Providencia divina
Sede Apostólica y la egregia concordia, que todo lo rige y gobierna, fue él
ánimo, celo y constancia p ara proteger mismo dado al Rom ano Pontífice, para
los derechos de la m ism a Sede y de­ que él, no sometido jam ás a ninguna
fender la causa de la justicia. Puesto potestad civil, ejerciera en todo el orbe
que apenas por N uestra Carta E ncí­ el suprem o cargo del m inisterio Apos­
clica, enviada a vosotros el día 18 de tólico divinam ente confiado por el
junio del año pasado y luego por mismo Cristo, con plenísim a libertad
Nuestras dos alocuciones consistoria­ y sin ningún impedim ento, y m uchos
les con sumo dolor de Nuestro ánimo, hijos de la Iglesia Católica, para Nos­
conocisteis los gravísimos males que en otros queridísimos, imbuidos en vues­
I talia afligían las cosas sagradas y ci­ tras doctrinas y excitados con vuestro
viles, y tuvisteis noticia de los m alva­ eximio ejemplo se esforzaron y se es­
dos movimientos de rebelión y audacia fuerzan grandem ente en testim oniar­
contra los legítimos Príncipes de la nos los mismos sentimientos.
m ism a I talia y el sagrado y legítimo 2. El m undo católico defiende N ues­
Principado Nuestro y de esta San­ tra actitud. De todas las regiones del
ta Sede, secundando inm ediatam ente orbe católico recibimos innum erables
Nuestros deseos y cuidados, sin n in ­ cartas tanto de eclesiásticos como de
guna dem ora os apresurasteis a orde­ laicos de toda dignidad, orden, grado
nar, con todo celo, públicas plegarias y condición, algunas de ellas suscritas
162 en vuestras diócesis. Y luego, no sólo por centenares de miles de católicos,
1 en vuestras respetuosísim as e igual­ por las que confirm an espléndidam en­
mente afectuosas cartas a Nos en­ te su filial devoción y veneración hacia
viadas, sino tam bién tanto en cartas Nosotros y esta Cátedra de P edro y,
Pastorales como en otros religiosos y detestando vehementemente la rebe­
doctos escritos im presos p ara el p ú ­ lión y la audacia introducidas en algu­
blico, levantasteis vuestra voz episco­ nas de N uestras provincias, afirm an 162
pal con insigne gloria p ara vosotros y (*) que el patrim onio del B ienaventurado 11
(*) Act. S. S., vol. 6, 161-165. Traducción especial para la primera edición. Ver acercai del proble­
ma de la rebelión en los Estados Pontificijos la “Introducción” en las págs. 80-83. — Las cifras margi­
nales indican las páginas y columnas (I? y II?) de ASS, vol. 6. (P. H.).
— 137 —
138 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1860) 10, 3-4
P edro debe ser conservado íntegro e esta carta el em perador, recordando un
inviolable y debe ser defendido de toda consejo que poco antes Nos habíam os
injuria. Esto mismo lo expresan no dado acerca de las provincias rebeldes
pocos de entre ellos docta y sabiam en­ de Nuestro dominio pontificio, Nos
te en escritos redactados en lengua persuade que queram os renunciar a
vulgar. Todas estas m anifestaciones la posesión de las mismas provincias
vuestras y de los fieles, dignas cierta­ pareciéndole a él que sólo de este m o­
m ente de ser enlazadas con toda ala­ do podría rem ediarse la presente p er­
banza y publicidad y de ser anotadas turbación de las cosas.
con letras de oro en los fastos de la Cualquiera de vosotros, Venerables
Iglesia, Nos conm ovieron en tal form a Hermanos, entiende perfectam ente que,
que no pudim os dejar de exclam ar teniendo en cuenta la gravedad de
alegremente: Bendito sea Dios y Pa­ Nuestro cargo, no pudimos callar cuan­
dre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre do recibimos semejante carta. P or eso
de las misericordias y Dios de toda Nos apresuram os a escribirle sin de­
consolación, que ños consuela en todas m ora al mismo em perador m anifestan­
Nuestras tribulaciones. Puesto que en do clara y abiertam ente con apostólica
medio de las gravísim as angustias que libertad que de ninguna m anera podía­
Nos oprim en nada podía haber m ás mos seguir su consejo porque trae
grato, alegre y deseable p ara Nosotros consigo insuperables dificultades por
que ver con qué concorde y adm irable razón de Nuestra dignidad y la de esta
celo todos vosotros, Venerables H er­ Santa Sede, de Nuestro sagrado carác­
manos, estáis anim ados y encendidos ter y los derechos de la misma Sede
p ara defender los derechos de esta que no pertenecen a la sucesión de
Santa Sede y con qué egregia voluntad alguna real familia sino a todos los ca­
se unen a lo mismo los fieles confiados tólicos y sim ultáneam ente afirm am os
a vuestro cuidado. P or vosotros m is­ que no podíamos ceder lo que no es
inos fácilm ente podéis entender cuán Nuestro y que claramente entendíamos
vehem entem ente y con cuánta razón que la victoria que él quería concedié­
y derecho se aum enta cada día Nues­ ramos a los revoltosos de Emilia, sería
tra paternal benevolencia hacia vos­ un estímulo para que los rebeldes na­
otros y los mismos católicos. tivos y extranjeros de las demás pro­
3. vincias maquinasen iguales revueltas
El E m perador de F ran cia acon­
seja silencio, pero Nos no podemos viendo la próspera fortuna de los de­
callar. Pero m ientras tan adm irable más rebeldes. Y entre otras cosas m a­
afecto y am or vuestro y de vuestros nifestamos al mismo em perador que
fieles suavizaba Nuestro dolor, Nos so­ no podíamos nosotros, sin violar los
brevino por otra parte una nueva cau­ juramentos que Nos obligan, renunciar
sa de tristeza. P or eso os escribimos a las supradichas provincias del domi­
esta carta p ara que, a vosotros ante nio pontificio en la Emilia, sin excitar
todo, os m anifestem os por segunda vez disgustos y movimientos en las demás
lo que pensam os en un asunto de provincias Nuestras, sin inferir una in­
163 gran im portancia. No hace m ucho, co- juria a todos los católicos y sin que,
1 mo ya lo saben varios de entre vos­ por último, debilitáramos los derechos
otros, se publicó en la revista p ari­ no sólo de los príncipes de Italia que
siense Moniteur la carta del em pe­ han sido injustamente despojados de
rador de F rancia con que responde a sus dominios, sino también de todos los
la N uestra en que rogamos con todo príncipes del orbe cristiano, que no po­
empeño a su im perial m ajestad que drían ver con indiferencia que se intro­
con su poderosísim o patronicio m an­ dujesen ciertos principios perniciosí­
tuviese íntegro e inviolable en el Con­ simos.
greso de París el dominio tem poral 4. Causa de las revueltas. Ni d eja­
Nuestro y de esta Santa Sede y lo de­ mos de advertirle que su majestad no
fendiese de toda inicua rebelión. En ignoraba con qué hombres, con qué
19, 5 E n c í c l i c a “ N u l l is c e r t e v e r b is 1 139
dinero y ayuda se habían excitado y claram ente entienda que Nosotros, con
llevado a cabo los recientes conatos la ayuda de Dios, según obligación de
revolucionarios en Bolonia, Ravena y Nuestro gravísimo oficio, todo con in­
en otras ciudades, mientras la gran ma­ trepidez procuram os y nada dejam os
yoría del pueblo se quedó atónita ante sin intentar para defender valientem en­
aquellas revueltas que de ninguna ma­ te la causa de la Religión y la justicia
nera apoyaba, sin mostrarse de ninguna y para proteger constantem ente y con­
manera propensa a seguirlos. Y como servar íntegros e inviolables el princi­
el serenísimo em perador juzgaba que pado civil de la Iglesia Romana, sus
debíamos renunciar a aquellas provin­ posesiones tem porales y sus derechos
cias por las revueltas en ellas p ro du­ que pertenecen al universo orbe cató­
cidas, oportunam ente le respondimos lico, m irando asimismo por la justa
164 que ese argum ento, como quiera que causa de los demás príncipes. Y confia­
I prob ad a dem asiado, era inconsistente, dos en el divino auxilio de Aquel que
puesto que rebeliones parecidas las h a ­ dijo: en el mundo estaréis oprimidos,
bía habido, tanto en varias regiones de pero confiad, yo vencí al m u n d o y
E u r o p a como en otras partes, y cual­ bienaventurados los que padecen perse­
quiera ve que no se sigue de allí ningu­ cución por la justicia^ estamos p re­
na razón p ara dism inuir las soberanías parados a seguir las ilustres huellas de
civiles. No dejam os de exponerle al Nuestros predecesores, em ular sus
mismo em perador que era enteram ente ejemplos y padecer cualquier aspereza
diversa esta carta suya de la anterior, o am argura hasta dar la m ism a vida
escrita antes de la guerra de I t a l i a , la antes de abandonar la causa de Dios,
cual nos trajo consolación y no aflic­ la Iglesia y la justicia.
ción. Y como de algunas palabras de Pero fácilmente podéis entender, Ve­
la carta im perial publicada en la revis­ nerables Hermanos, cuán acerbo dolor
ta supradicha juzgáram os que debía­ Nos aflige viendo la terrible guerra que
mos tem er que las m encionadas provin­ oprim e a N uestra santísim a Religión
cias Nuestras de E m il ia ya debían ser con máximo detrim ento de las almas y
consideradas como ajenas a Nuestro cuán grandes torm entas azotan a la
m andato pontificio, por lo mismo roga­ Iglesia y a esta Santa Sede. Y fácil­
mos a su M ajestad en nom bre de la mente tam bién com prenderéis cuán ve­
Iglesia que, m irando tam bién por el hem entem ente Nos angustiemos cono­
propio bien y utilidad de su Majestad, ciendo bien cuán grande sea el peligro
hiciera que se desvaneciese este tem or de las almas en aquellas perturbadas
Nuestro. Con aquella p aterna caridad provincias Nuestras, donde sobre todo
con que debemos m irar por la eterna con pestíferos escritos, diseminados en­
salud de todos, le recordam os que to ­ tre el pueblo., se quebranta cada día
dos algún día tendrem os que d ar estric­ m ás la piedad, religión, fe y honestidad
ta cuenta ante el tribunal de Cristo y de costumbres. Vosotros pues, Venera­
pasar por un juicio severísimo, y por bles H erm anos, que habéis sido llam a- 165
lo tanto debe cada uno con toda el dos a p articip ar de N uestra solicitud y 1
alm a pro cu rar experim entar m ás bien que os enardecisteis con tan ta fe, cons­
los efectos de la m isericordia que de tancia y virtud en propugnar la causa
la justicia. de la Religión, la Iglesia y esta Santa
5. Valientemente defenderemos la Sede, continuad con m ayor esfuerzo y
causa de la Religión y de la justicia. celo en la defensa de la m ism a causa,
Estas cosas sobre todo, entre varias e inflam ad cada día m ás a los fieles
otras, respondim os al em perador de los encomendados a vuestro cuidado para
franceses, las que pensamos, V enera­ que siguiendo vuestras directivas nunca
bles Herm anos, deberos m anifestar p a­ dejen de em plear toda su actividad, ce­
164 ra que en p rim er lugar vosotros y ade­ lo y prudencia en la defensa de la
II m ás todo el universo orbe católico m ás Iglesia Católica y de esta Santa Sede y
(2) Juan 16, 33. (3) Mateo 15, 10.
140 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1860) 19, 6
en la protección del Principado civil de tutela y sostén de la Iglesia y cuyo p a­
la m ism a Sede, patrim onio del bien­ trocinio es el más poderoso ante Dios.
aventurado P edro , cuya tutela corres­ Im plorem os tam bién la intercesión ta n ­
ponde a todos los católicos. to del Beatísimo Príncipe de los Após­
toles a quien constituyó Cristo Señor
6. Recurrir a Dios y a la Sma. Vir­ Nuestro piedra de su Iglesia, contra la
gen María en estos peligros. P o r enci­ que nunca podrán prevalecer las p u er­
m a de todo os pedimos, Venerables tas del infierno como la de su coapós­
H erm anos, que a una con Nosotros tol P ablo y de todos los Santos que
queráis, ju n tam en te con vuestros fieles, reinan con Cristo en los cielos. No du­
dirigir ininterrum pidas plegarias a Dios damos, Venerables Hermanos, que se­
Optimo Máximo p ara que m ande a los gún vuestra eximia religión y celo sa­
vientos y al m ar y con eficacísimo auxi­ cerdotal, en el que sobrem anera os
lio Nos conforte a Nosotros y su Igle­ distinguís, querréis obedecer cum plida­
sia, se levante y juzgue su causa y con mente a estos deseos y pedidos Nues­
su celestial gracia ilustre propicio a tros. Mientras tanto am orosam ente os
todos los enemigos de la Iglesia y de im partim os de lo íntim o de Nuestro
esta Sede Apostólica y se digne redu­ corazón a vosotros, Venerables H erm a­
cirlos con su om nipotente virtud al nos, y a todos los fieles clérigos y laicos
camino de la verdad, de la justicia y encomendados a la vigilancia de cada
de la salvación. P ara que m ás fácilm en­ uno de vosotros, la Bendición Apostó­
te incline Dios sus oídos a las súplicas lica, testimonio de Nuestro encendido
Nuestras, vuestras y de todos los fieles, amor, unida con votos por vuestra ver­
pidamos en prim er lugar, Venerables dadera y total felicidad.
Hermanos, los sufragios de la Inm acu­ Dado en Roma junto a San Pedro el
lada y Santísim a Virgen María , Madre día 19 de enero del año 1860, de Nues­
de Dios, que es m adre am antísim a y tro Pontificado el año décimocuarto.
segurísima esperanza de todos, eficaz PIO PAPA IX.
so

CARTA APOSTOLICA
“GRAVISSIMAS INTER ACERBITATES” <*)
(ll-XII-1862)
DE NUESTRO SANTISIMO PADRE EL PAPA PIO IX EN QUE CONDENA
ALGUNAS OPINIONES DE JACOBO FROHSCHAMMER

PIO PP. I X
Venerable Hermano, salud y bendición apostólica
429 1. El m otivo: los libros y enseñan­ a Nuestro m andato, con gran diligen­
zas de Frohscham m er. En medio de cia inició un minuciosísimo examen y
las gravísimas am arguras que por to ­ luego de haberlo discutido y pondera­
das partes Nos abrum an en estos tiem ­ do todo, una y otra vez con m adura
pos tan perturbados e inicuos, hemos circunspección, juzgó que el autor en
experim entado un vivísimo dolor al no pocas cosas se apartaba del recto
enterarnos de que en varias regiones sentir y que su doctrina no estaba de
de Alemania se encuentran algunos acuerdo con la verdad católica.
hom bres, aun entre los católicos, que Y esto por dos razones; la prim era
en la enseñanza de la Sagrada Teolo­ porque el autor atribuye a la razón
gía y de la Filosofía no vacilan lo más fuerzas que de ninguna m anera le co­
m ínim o en sostener cierta libertad de rresponden, y además porque concede
enseñar y escribir, inaudita hasta aho­ a la m isma razón tal libertad para opi­
ra en la Iglesia, profesando abierta y nar sobre todo y para atreverse a todo,
públicam ente y disem inando entre el que quedan totalm ente suprim idos los
pueblo opiniones nuevas y del todo derechos, oficios y autoridad de la
reprobables. Iglesia.
De aquí que no haya sido leve Nues- 2. D octrina de Jacobo F rohscham ­
430 tra congoja cuando nos llegó la tris­ m er. Pues este au to r enseña, en prim er
tísim a nueva de que el Presbítero J a - lugar, que la filosofía, si se tiene de
cobo F rohschammer, doctor en filo­ ella una noción exacta, puede percibir
sofía en la Academia de Munich , so­ y entender, no sólo aquellos dogmas
bresalía en el uso de sem ejante licen­ cristianos que son comunes a la razón
cia de enseñar y escribir, y que en los y a la fe (en cuanto objetos de percep­
libros que había publicado defendía ción comunes a am bas), sino tam bién
los mismos perniciosísimos errores. aquellos que en máximo grado y con
Hemos ordenado, pues, sin dem ora toda propiedad constituyen la Religión
a N uestra Congregación encargada del y la fe cristiana; y así sostiene que el
exam en de los libros, que sometiese mismo fin sobrenatural del hom bre y
a u n detenido estudio los principales todo cuanto se refiera a este fin y has­
volúmenes que aparecen con el nom ­ ta el sacratísim o m isterio de la E ncar­
bre del Presbítero F rohschammer y nos nación pertenecen al dominio de la
com unicasen su parecer. Esos volúm e­ razón hum ana y de la filosofía, y que
nes en alem án tienen por título: In - la razón, una vez percibido este objeto,
trodución a la F ilosofía, D e la L i ­ puede por sus propios principios ex­
bertad de la Ciencia , A thenaeum , y plicarlo científicamente.
fueron publicados en Munich, el p ri­ Si bien es verdad que admite cierta
m ero en 1858, el segundo en 1861 y el distinción entre aquellos dogmas y
tercero en el presente año de 1862. éstos, y dice que éstos últimos perte­
Obediente, pues, dicha Congregación necen menos propiam ente a la razón;
(*) ASS 8 (1874) 429-435. Alocuciones, consistoriales y encíclicas, pág. 466. (Ver nota de la pág. 146).
Traducción especial para la 1? edición. — Las cifras marginales indican las páginas de ASS, vol. 8.
— 141 —
142 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1862) 20, 3-4

con todo, afirm a claram ente que tam ­ según la propensión singular de aque­
bién ellos constituyen la m ateria p ro ­ lla ínclita nación para el cultivo de las
pia y verdadera de la ciencia o filoso- más severas y graves disciplinas, su
431 fía. P or todo lo cual, aun después que trabajo m erecerá Nuestra aprobación
la revelación ha sido puesta como obje­ y recomendación, ya que cuanto ellos
to de conocim iento, se puede y debe descubrieren para provecho de la filo­
concluir que, según la sentencia del sofía, servirá al mismo tiempo para el
autor, la razón puede por sí m ism a y progreso y utilidad de la Ciencia Sa­
no por el principio de la au toridad grada.
divina, sino por sus propios principios Sin embargo, en este asunto de tanta
y fuerzas naturales, llegar a la ciencia gravedad no podremos tolerar jam ás
o certeza au n tratándose de los más que se mezclen tem erariam ente las co­
recónditos m isterios de la libre volun­ sas, adueñándose y perturbando la r a ­
tad de Dios. zón aun las cosas pertenecientes a la
Nadie, por poco que se haya instrui­ fe, siendo así que son de todos cono­
do en los rudim entos de la doctrina cidos los límites más allá de los cua­
cristiana, dejará de ver inm ediata­ les nunca pudo, ni podrá jam ás, exten­
m ente cuán falsa y errónea sea esta derse la razón por sus propias fuerzas.
doctrina del autor. A este género de dogmas pertenecen
3. La filosofía y la fe. Si estos filó­ claram ente y en prim er lugar todas las
sofos se lim itasen a defender solam en­ verdades referentes a la elevación del
te los verdaderos principios y derechos hom bre al orden sobrenatural y a sus
de la filosofía, se h arían acreedores a relaciones sobrenaturales con Dios y
m erecidas alabanzas, puesto que la que se han revelado con esta finalidad.
verdadera y sana filosofía es digna de Como estos dogmas están superiores a
un nobilísimo lugar. A ella correspon­ la naturaleza no pueden en modo algu­
de en efecto, inquirir diligentemente no alcanzarse por la razón natural y
la verdad, cultivar e ilustrar con recti­ sus principios, y jam ás la razón por
tu d y asiduam ente la razón hum ana, y sus naturales principios será idónea
su propio objeto de conocimiento, la para explicar científicam ente estas
cual si bien quedó oscurecida por la verdades. Si hay pues, quienes se atre­
culpa del prim er hom bre, de ningún van a sostener tem erariam ente lo con­
modo puede decirse que se haya extin­ trario, sepan que se han apartado, no
guido por completo, y puede percibir, de la opinión de algunos doctores, sino
entender acabadam ente y aprender de la inm utable doctrina común de la
m uchas verdades de las que no pocas Iglesia.
son asimismo propuestas por la fe p a­
ra creer, como la existencia, n a tu ra ­ 4. La Revelación. Nos consta por las
leza y atributos de Dios. Ella debe por Sagradas E scrituras y la Tradición de
sus propios principios dem ostrar, reb los Santos Padres que, aun aquellos
vindicar y defender estas verdades, hom bres que no han recibido la fe,
preparando así el camino p ara que pueden por la razón natural conocer
puedan sostenerse m ás rectam ente las la existencia de Dios y m uchas otras
enseñanzas de la fe y aun p a ra que verdades, pero que los dogmas m ás re­
de alguna m anera puedan entenderse cónditos nos fueron manifestados sólo
por la razón los dogmas más sublimes por Dios, al querer darnos a conocer
a cuyo prim er conocimiento sólo la fe el misterio que permaneció oculto des­
puede llegar. de el comienzo de los siglos y de las
A este quehacer debe aplicarse la g e n e r a c i o n e s de tal m anera que
severa y herm osísim a ciencia de la habiendo hablado por múltiples y di­
verdadera filosofía. Si los varones doc­ versos modos a nuestros padres por
tos de las academ ias alem anas se es­ medio de los profetasf en los últimos
forzaren en el estudio de estas cosas 1 tiempos nos habló por medio de su
(1) Coios. 1, 26.
20, 5 C a r t a A p o s t ó l ic a “ G r a v ís sim a s ” 143

Hijo, por quien hizo aun los siglos^. dudó en afirm ar que todos los dogmas
Pues a Dios nadie lo vio jamás. El Hi­ de la Religión Cristiana son indistinta­
jo Unigénito que está en el seno del m ente objeto de la ciencia natural o
Padre por sí mismo nos lo hizo co­ filosofía, y que la razón hum ana, po­
nocer^. seyendo solamente una cultura histó­
P or lo cual el Apóstol que atestigua rica, con tal que estos dogmas le sean
que las gentes conocieron a Dios por propuestos como objetos de conoci­
las cosas creadas, hablando de la gra­ miento, puede por sus solas fuerzas y
cia y la verdad^ que por Jesucristo principios naturales llegar a una ver­
nos han sido hechas: Hablamos, dice, dadera ciencia de todos los dogmas,
de la Sabiduría de Dios en el misterio aún de los más inaccesibles.
en que está oculta... la cual ninguno Además, en las obras de este autor
de los príncipes de este mundo cono­ arriba enum eradas se encuentra otra
ció... Pero a nosotros nos la reveló sentencia que está en abierta oposición
Dios por su Espíritu... El Espíritu todo con la doctrina y el sentir de la Igle­
lo inquiere, aun los arcanos de Dios, sia Católica. Atribuye a la Filosofía
éQuién de entre los hombres conoce una libertad tal que merece, no ya el
las cosas de los hombres, sino el espí­ nom bre de libertad de la ciencia, sino
ritu del hombre que está dentro de él? el de licencia absolutam ente reproba­
De la misma manera nadie conoció ble e intolerable de la filosofía. Pues
las cosas de Dios sino el Espíritu de luego de establecer cierta distinción
DiosW. entre el filósofo y la filosofía, señala
Apoyándose en éstos y en otros casi al filósofo el derecho y la obligación
inm um erables testimonios divinos, los de someterse a la autoridad que él
Santos Padres al enseñar la doctrina haya reconocido como legítima, negan­
de la Iglesia siempre procuraron dis­ do am bas cosas a la filosofía y preten­
tinguir la noción de las cosas divinas diendo que sin tener la m enor preocu­
cuyo conocimiento es accesible a todos pación por la verdad revelada, nunca
por la luz natural, de la inteligencia debe ni puede someterse a la auto­
de aquellas otras que la fe recibe por ridad.
433 el E spíritu Santo. C onstantem ente en­ Esto sería tolerable y quizás adm i­
señaron que por la m ism a fe nos son sible si se redujera al derecho que
revelados en Cristo, m isterios que so­ tiene la filosofía de usar como las de­
brepasan no sólo a la hum ana Filoso­ más ciencias, sus propios principios, o
fía sino a la m ism a inteligencia n a tu ­ sea su método, y sus conclusiones, y
ral de los ángeles. Y estos mismos m is­ si esa libertad consistiera en proceder
terios aún después de haber sido m a­ conform e a este derecho de tal m ane­
nifestados por la revelación y recibi­ ra que no admitiese como suyo nada
dos por la fe perm anecen con todo que no hubiese adquirido ella misma
cubiertos con el sagrado velo de la fe mediante sus propias condiciones, o
y envueltos en oscuras tinieblas mien­ que le fuese del todo extraño.
tras peregrinamos en esta vida mortal, Pero esta justa libertad de la filo­
lejos del Señor<6). sofía debe reconocer y respetar sus
5. El dogm a y la libertad filosófica límites. Jam ás será lícito, ni al filósofo
en Frohscham m er. De todo esto se ni a la filosofía, sostener algo contra- 434
deduce que es enteram ente ajena a la rio a las enseñanzas de la Divina Re­
D octrina de la Iglesia Católica la sen­ velación y de la Iglesia, o poner en
tencia de F rohschammer, quien no duda algunas de sus enseñanzas, p o r­
(2) Hebr. 5, 12. fíele acl Grat. 1, 10 (Migue PL. 16, col. 565); 5.
( o ) Juan 1, 18. L e ó n M ., De Nativit. Dom., Sermón 9 (Migne PL.
(4) Juan 1, 17. 54, col. 226 B-C); S . C i r i l o d e A l e j a n d r í a contra
Néstor., lib. 3 initio in Joan. T, 9 (Migne PG. 76,
, (5) I Corint. 2, 7-11. col. 11); S . J u a n D a m a s c . De fide oral. II, 1, 2 in
(6) S . J u a n C r i s ó s l o m o , Homilía 7 (9) in II Cor. c. 2; S . J e r ó n i m o in Galat. III, 2 (Migue
Corint. (Migne PG. 61, col. 53); S a n A m b r o s i o , De PL. 26, col. 373-374).
144 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1862) 20, 6-7

que no las entiende, o rechazar el parecer de Nuestros Venerables H er­


juicio de la Iglesia sobre alguna p ro ­ m anos los Cardenales de la Santa Ro­
posición filosófica que hasta entonces m ana Iglesia, que form an la Congre­
era libre. gación encargada de exam inar los li­
A esto se agrega que el mismo autor bros, por N uestra propia determ ina­
aboga con tal ard o r y tem eridad por ción, con ciencia cierta y m adura de­
la libertad o m ás bien la desenfrenada liberación Nuestra y con la plenitud
licencia de la filosofía, que no vacila en de N uestra potestad Apostólica, rep ro ­
afirm ar que la Iglesia no sólo no debe bamos y condenamos los supradichos
jam ás volverse contra la filosofía, sino libros del Presbítero F r o h s c h a m m m e r
que además debe tolerar los errores como que contienen proposiciones y
de la m ism a filosofía y dejarle a ella doctrinas respectivamente falsas, erró­
el cuidado de corregirse por sí misma, neas e injuriosas para la Iglesia, su
de lo cual proviene que los filósofos autoridad y sus derechos y queremos
participen necesariam ente de esta li­ que por todos sean consideradas como
bertad quedando así tam bién exentos reprobadas y condenadas y ordenamos
de toda ley. a la m isma Congregación que inscriba
6. Condénanse las opiniones de F roh- esas obras en el Indice de los libros
scham m er. ¿Q uién no ve con cuánta prohibidos.
vehem encia sea preciso rechazar, re­ 7. Exhortación. Al escribirte estas
probar y condenar absolutam ente es­ cosas, Venerable Hermano, no pode­
tas opiniones de F r o h s c h a m m e r ? La mos dejar de m anifestar el gran do­
Iglesia en virtud de su institución di­ lor que aflige Nuestro espíritu al ver
vina debe no solamente custodiar con a este hijo Nuestro, autor de tales
sum a diligencia íntegro e inviolable el libros, quien por lo demás podía haber
depósito de la fe divina, sino tam bién sido benemérito p ara la Iglesia, a rre ­
con gran atención cuidar de la salud batado por un lam entable ím petu de
de las almas, removiendo y eliminando su corazón, seguir un camino que no
con sumo cuidado cuanto sea contra­ conduce a la salvación y se ap arta ca­
rio a la fe o pueda de cualquier m a­ da vez m ás del recto sendero.
nera hacer peligrar la salud de las Pues habiendo sido anteriorm ente
almas. P o r lo cual la Iglesia en uso de condenado su libro acerca del origen
la potestad que le fue confiada por su de las alm as de ninguna m anera
divino Autor tiene, no sólo el derecho, quiso someterse, y aun no tem ió ense­
sino principalm ente la obligación de ñ ar de nuevo el mismo erro r en sus
no tolerar y de proscribir y condenar recientes escritos, abundando en in ju ­
todos los errores, si así lo reclam an la rias contra N uestra Congregación del
integridad de la fe y la salvación de Indice y propasándose en m uchas otras
las almas, y a todo filósofo que se con­ cosas tem erarias y falsas contra el m o­
sidere hijo de la Iglesia y a la filosofía do de ob rar de la Iglesia.
m ism a corresponde el deber de no de­ Todas estas cosas son tan incom pren­
cir nada contrario a la enseñanza de sibles que con entera razón y derecho
la Iglesia y retractarse de las cosas hubiéram os podido dar libre curso a
que por la m ism a le fueren advertidas. Nuestra indignación. Con todo no que­
Y así sostenemos y declaram os que remos todavía deponer para con él
la sentencia que afirm e lo contrario Nuestras paternales entrañas y te ex­
es totalm ente errónea y en sumo gra­ hortam os, Venerable H erm ano, a m a­
do injuriosa a la m ism a fe y a la auto­ nifestarle Nuestro corazón paternal y
ridad de la Iglesia. el acerbísimo dolor que Nos causa, y
Después de h ab er considerado dete­ a que lo exhortes y amonestes al m is­
nidam ente todas estas cosas, según el7 mo tiempo con saludables consejos
(7) El libro de Frohschammer “ Sobre el ori­ dora universal inherente a ellas producen las
gen de las almas humanas” 1854 en que enseña almas de los hijos, fue condenado por la Iglesia
que las almas de los padres por la fuerza crea- en el año 1857.
20, 8 Carta A p o s t ó l ic a “ G r a v ís sim a s ” 145

p ara que escuche N uestra voz que es mismos y cuyos caminos son siempre
la voz del Padre de todos y se a rre ­ los de la m isericordia y la verdad.
pienta como corresponde a un hijo de En fin tam bién queremos aprove­
la Iglesia, dándonos así a todos una char esta ocasión para asegurarte y
gran alegría(8). confirm arte una vez más Nuestra p a r­
ticular benevolencia, de la cual quere­
8. Conclusión. De esta m anera él mos te sea prenda, N uestra Bendición
mismo experim entará cuánto gozo y Apostólica, que te im partim os de todo
felicidad reporta el m enospreciar una corazón, a ti, Venerable Herm ano, y a
libertad vana y perniciosa, uniéndose toda la grey confiada a tu cuidado.
al Señor cuyo yugo es suave y la car­ Dado en Roma, junto a San Pedro
ga ligera, cuyas palabras son castas y el día 11 de diciembre de 1862, en el
purificadas con el fuego, cuyos juicios año décimo séptimo de Nuestro P o n ­
son verdaderos y justificados por sí tificado.
PIO PAPA IX.

(8) Pese a este llamado paternal Frohscham- con mayor audacia al Papa y la Iglesia.
m er no se sometió, sino que combatió en adelante
2X

CARTA ENCICLICA “QUANTO CONFICIAMUR” ( 0


(10-VIII-1863)
SOBRE LA IGLESIA Y LAS MISIONES
PIO PP. IX
Amados Hijos y Venerables Hermanos Nuestros, salud y bendición apostólica
Fontes j Introducción: El P ap a congratula que, fortificados por Nuestro Señor Je­
970 a los Obispos p o r su valiente y heroica sucristo, habéis permanecido invenci­
conducta. Todos fácilm ente com pren­ bles en la doctrina evangélica y apostó­
deréis, Amados Hijos Nuestros y Vene­ lica... Y mientras los enemigos de la fe
rables H erm anos, cómo Nos agobia la cristiana os arrojaban de vuestras se­
tristeza a causa de la encarnizada y sa­ des, preferisteis sufrir las amarguras
crilega guerra que, en casi todas las par del exilio a mancillaros con cualquier
tes del m undo, se ha desatado contra la contagio de impiedad.
Iglesia en estos azarosos tiempos, y ante 2. Progresa el erro r y el m al. - P e r­
todo en la infeliz I t a l i a , donde ella secución religiosa. ¡Ojalá pudiéram os
desde hace m uchos años fue declarada anunciaros el fin de tantas calamidades
por el gobierno piam ontés y estim ulada para la Iglesia! Mas la corrupción de las
de día en día; pero en medio de Nues­ costum bres que nunca puede deplorar­
tras gravísim as angustias, volviendo la se suficientem ente, va en aum ento por
vista a vosotros, Nos llenam os de sumo todas partes estim ulada por los escritos
gozo y consuelo, pues vosotros, a pesar arreligiosos, vergonzosos y obscenos,
de haber sufrido contum elias por el por espectáculos teatrales, el estableci­
lam entable con toda clase de injusticias m iento casi por doquiera de casas de
y de violencias, arrancados de vuestra prostitución y se prom ueve tam bién
grey, enviados al destierro, y hasta en­ con otras m alas artes; los m ás m ons­
truosos errores se difunden por do­
cerrados en la cárcel, sin embargo, re ­
quiera; crece el nefando aluvión de to- 971
vestidos con la fuerza de lo alto, nunca dos los vicios y crím enes; el m ortífero
habéis dejado, ya de palabra, ya por veneno de la incredulidad y del indife­
escrito, de defender denodadam ente la rentismo se propaga intensam ente; dis­
causa, los derechos y la doctrina de plicentem ente se desprecia la potestad
Dios, de su Iglesia y de esta Sede Apos­ eclesiástica, las cosas sagradas y las le­
tólica, y de proveer a la salud de vues­ yes; injusta y violentam ente se despoja
tro rebaño. P or esto, de todo corazón la Iglesia de sus bienes; feroz e ininte­
os congratulam os p o r vuestra alegría rrum pidam ente se persigue a los m i­
de hab er sufrido contum elias por el nistros sagrados, a los religiosos y las
nom bre de Jesús y os tributam os las vírgenes consagradas a Dios; se odia
m erecidas alabanzas, sirviéndonos de con odio perfectam ente diabólico a
las palabras de Nuestro predecesor S a n Cristo, a la Iglesia, su doctrina, a esta
L e ó n cuando dijo: Aunque me com­
Sede Apostólica. Un sinnm ero de otros
actos que los encarnizados enemigos
padezca con todo mi corazón de los de la Religión, que cada día nos vemos
sufrimientos que habéis soportado por precisados a lam entar parece p rolon­
la defensa de la fe católica y de lo que gar y d iferir el tiem po tan deseado en
vosotros habéis padecido; sin embargo, que Nos será dado asistir al completo
comprendo que hay más motivo para triunfo de N uestra santísim a Religión,
alegrarse que para entristecerse, al ver de la verdad y de la justicia.
(*) Esta Encíclica no se halla en lai primera edición. La traducción se basa en la de la “COLEC­
CION DE LAS ALOCUCIONES CONSISTORIALES, ENCICLICAS Y DEMAS LETRAS APOSTOLICAS’*
citadas en la Encíclica “ Quanta Cura” y el “Syllabus” del 8 de Diciembre de 1864, págs. 653-669.
Imnr. de Tejeda n cargo de E. Ludeña 1865 (sin autor ni editor). El texto original (latín) volvió a
reproducirse en “Codicis Iur. Can. Fontcs”. Card. Gasparri, Roma 1928, II, 970-976. — Las cifras mar­
ginales son de este texto: “Fontes”, tomo II. (P. H.).

— 146 —
21, 3-6 E n c íc l ic a “ Q u a n t o C o n f ic iá m u r ” 147
3. El triu n fo de ia Iglesia. Este triu n ­ vencitos, em ulando los antiguos ejem ­
fo vendrá aunque Nos no conozcamos plos de los m ártires, con ánimo invicto
el tiempo que el om nipotente Dios le y heroico valor desprecian los torm en­
tiene señalado, quien con su adm irable tos más crueles, y llenos de regocijo se
y divina Providencia todo lo rige y go­ glorían sobre m anera de poder dar la
bierna, encam inándolo a N uestra u ti­ vida por Cristo. Todo lo cual debe ser­
lidad. Pero, aunque el Padre celestial vir, en verdad, para Nos y para vos­
perm ita que su santa Iglesia, que m ilita otros de gran consuelo en medio de
en esta m isérrim a y m ortal peregri­ las mayores am arguras que nos ago­
nación sea atorm entada y con m uchas bian.
penalidades e infortunios afligida, sin 5. Renovada condenación de los
embargo, estando fundada por Nuestro errores m odernos. Mas el cargo de
Señor Jesucristo sobre una firm ísim a Nuestro Ministerio apostólico exige
e inconmovible roca, no sólo ningún perentoriam ente que con todo cui­
poder ni ningún em bate puede jam ás dado defendamos la causa de la Igle­
derribarla y echarla por tierra, sino que sia que Nuestro Señor Jesucristo nos
lejos de disminuir con las persecucio­ ha encomendado y que reprobemos
nes, aumenta, y el campo del Señor se a todos aquellos que no vacilan en
viste de una mies tanto más abundante com batir y conculcar a la m ism a
cuanto que los granos, que caen uno a Iglesia y sus sagrados derechos, a sus
uno, nacen multiplicados. ministros y a esta Sede Apostólica,
4. P ruebas de este triu n fo actual. - por estas Letras confirmamos, declara­
T onkín y Cochinchina. Vemos que mos, y condenamos nuevam ente todas
esto sucede tam bién, Dilectos Hijos y cada una de aquellas cosas que en
Nuestros y Venerables Herm anos, m uchas de Nuestras Alocuciones con­
por un singular beneficio de Dios sistoriales y en otras L etras Nuestras,
en estos luctuosísimos tiempos, pues, con m ucha pena de Nuestra alma, nos
aunque la inm aculada Esposa de Cris­ hemos visto obligados a lam entar, se­
to se vea al presente en gran m a­ ñalar y condenar.
nera afligida por obra de los impíos, 6. E rro r de la bondad de todas las
sin embargo triu n fará de sus enemigos. religiones. Y aquí, Amados H ijos y Ve­
T riunfa de ellos y resplandece m ara­ nerables Herm anos Nuestros, debemos
villosamente, ya por la fidelidad, am or recordar y reprender otra vez el graví­
y respeto que vosotros y todos Nuestros simo error en que m iserablem ente caye­
demás Venerables H erm anos, los P re­ ron algunos católicos, opinando que los
lados de todo el m undo católico m ani­ que viven en el error y se hallan fuera
festáis a Nos y a esta Cátedra de P e­ de la verdadera fe y de la unidad cató­
dro, por vuestra adm irable constancia lica, puedan alcanzar la vida eterna.
en defender la unidad católica: ya por Esto es del todo contrario a la doctrina
medio de tantas obras piadosas de Re­ católica. Nos y vosotros sabemos que las
ligión y caridad cristiana, que con la personas que padecen una ignorancia
gracia de Dios se m ultiplican más cada invencible de N uestra santa Religión,
día en el orbe católico: ya por medio que guardan la ley n atural y sus p re­
de la luz de la sagrada fe, con la cual ceptos, cuidadosam ente grabados por
se ilum inan siempre más los países: ya Dios, en los corazones de todos, y que
por el egregio am or y solicitud de los están dispuestos a obedecer a Dios, lle­
católicos hacia la Iglesia, hacia Nos y vando una vida honesta y recta, pueden
esta Santa Sede; ya por la inm ortal e con el auxilio de la luz divina y de la
insigne gloria del m artirio. Pues sabéis gracia alcanzar la vida eterna, por
cómo en las regiones de Tonkín p rin ­ cuanto Dios que ve, escudriña y conoce
cipalm ente y Cochinchina, los Obispos, enteram ente los espíritus, las almas, los
sacerdotes, los laicos, y h asta las débi­ pensam ientos y las costum bres de to ­
les m ujeres y tiernas jovencitas y jo- dos, de ninguna m anera perm ite en.su
148 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1863) 21, 7-10
gran bondad y clemencia, que nadie madre, la Iglesia, que no deja nunca de
sea castigado con los suplicios eternos, tenderles sus m aternales m anos y lla­
cuando no es reo de culpa voluntaria. m arlos a su seno, para que, cim enta­
dos y fortalecidos en la fe, en la espe­
7. Sola la Iglesia Católica salva. Mas ranza y en la caridad, dando frutos de
no es menos sabido que es un dogma toda suerte de buenas obras, logren la
católico que nadie puede salvarse fuera salvación eterna.
de la Iglesia Católica, que los contum a­
ces y reacios a la autoridad de la m isma 9. Amor propio y la codicia. - Ad­
Iglesia y a sus decisiones y los p erti­ vertencia de la Biblia. Ahora, em pe­
nazm ente separados de la unidad de la ro, Dilectos Hijos Nuestros y Vene­
m ism a Iglesia y del Pontífice Romano, rables Hermanos, no podemos pasar
sucesor de P e d r o a quien está encarga­ en silencio otro error y m al perni­
da por el Salvador la custodia de la ciosísimo que, en Nuestra infaustísi­
viña, no pueden alcanzar la eterna sal­ m a época, miserablem ente arrebata y
perturba el espíritu y las almas de los
vación. Son, en efecto, m uy claras las
hombres. Hablamos, pues, de aquel
palabras de Nuestro Señor Jescristo:
desenfrenado y perjudicial am or p ro ­
Quien no oyere a la Iglesia, sea para
pio y aquella codicia con que muchos,
ti como un gentil y un publicano^K El
sin preocuparse en lo mas m ínim o del
que a vosotros oye, a mí me oye, y el
prójim o, no buscan otra cosa ni tien­
que a vosotros desprecia, a mí me des­
den sino a sus propias utilidades y
precia, y el que a mí me desprecia des­ bienestar; hablam os de aquella insacia­
precia a Aquel que me ha enviado(12345\ El
ble pasión de dom inar y de ganar, con
que no creyere se condenará(3>. El que
no cree, ya está juzgado(4). El que no la cual, desechando las norm as de la
está conmigo está contra mí, el que honestidad y de la justicia, no dejan de
conmigo no recoge, desparrama^ . De ju n ta r y de cualquier modo acum ular
aquí que el Apóstol S a n P a b l o diga las riquezas con codicia, y, concentra­
que estos hombres están corrompidos y dos ansiosam ente sólo en las cosas te­
condenados por su propio ju icio ^, y rrenas, olvidados de Dios, de la Reli­
que el Príncipe de los Apóstoles los gión y de sus almas, ponen crim inal­
llame maestros de la mentira que in­ m ente toda su felicidad en am ontonar
troducen sectas de perdición, niegan a riquezas y tesoros pecuniarios. Recuer­
Dios y atraen sobre sí una pronta con­ den estos hom bres y mediten seriam en­
denaciónH). te las palabras m uy graves de Nuestro
Señor: ¿Qué aprovecha al hombre ga­
8. Socorro a los erran tes y cism áti­ nar todo el mundo, si pierde su al­
cos. No p erm ita Dios que los hijos de la ma? W, y reflexionen cuidadosamente
Iglesia católica jam ás, de ningún modo, sobre lo que enseña el Apóstol S a n P a ­
sean enemigos de los que no están u n i­ blo cuando dice: Los que quieren ha­
dos con Nos por los vínculos de la fe cerse ricos caen en la tentación y en
y de la caridad, antes bien procuren el lazo del diablo, en muchos deseos
siempre ayudarles y socorrerles con to ­ inútiles y nocivos los que van sumien­
da la fuerza de la caridad cristiana, si do al hombre en la muerte y en la per­
son pobres o están enfermos, o cuales­ dición; porque la avaricia constituye la
quiera otros males los afligen. E m pé­ raíz de todos los males; por causa suya
ñense, sobre todo, en arrancarles de las se desviaron muchos de la fe y se pre­
tinieblas del error en que m iserable­ cipitaron en una multitud de dolores
m ente están sumidos, y en conducirlos Í0. D iversidad de trabajo, unidad del
a la verdad católica y a la am adísim a fin. Cierto es que los hom bres, según la
(1) Mateo 18, 17. (6) Tito 3, 11.
(2) Lucas 10, 16. (7) II Pedro 2, 1.
(3) Marcos 16, 16.
(4) Juan 3, 18. (8) Mat. 16, 26.
(5) Lucas 11, 23. (9) I Timot. 6, 9.
21, 11-14 E n c íc l ic a “ Q u a n t o G o n f ic iá m u r ” 149

propia y diversa condición de cada uno de dichos eclesiásticos, amonestando y


deben procurarse con sus fatigas los exhortando al mismo tiempo una y otra
recursos necesarios p ara vivir ora cul­ vez a estos infelices clérigos a que se
tivando las letras y las ciencias, ora arrepientan, se conviertan y atiendan
ejerciendo las artes liberales o profe­ a su propia salvación, considerando se­
sionales, ora desem peñando cargos p ú ­ riam ente que ningún perjuicio tolera
blicos y privados, ora dedicándose al Dios menos que el causado por los sa­
comercio; pero es de todo punto indis­ cerdotes, al ver que, habiéndolos pues­
pensable lo hagan con honestidad, con to para que sirvan de corrección a los
justicia con integridad y caridad; que demás, dan ejemplos de depravación.
siempre tengan a Dios presente, y guar­ Mediten atentam ente que han de dar
den cuidadosam ente sus m andam ientos m uy rigurosa cuenta ante el Tribunal
y preceptos. de Cristo. Plegue a Dios que estos des­
graciados clérigos obedezcan a Nuestras
11. Asociaciones condenables del paternales amonestaciones, dándonos el
Clero. Ya no podem os, em pero, ocultar consuelo que otros varones de uno y
que Nos aflige un acerbísim o dolor por otro clero nos han proporcionado y
haber en I talia m iem bros de uno y otro que ellos miserablem ente engañados y
clero que, a tal extrem o se h an olvidado arrastrados al error, acudan com pungi­
de su santa vocación que no se aver­ dos por días a Nos para im plorar con
güenzan en lo m ás m ínim o de difun­ hum ildad e insistencia el perdón de
dir, aun por escritos perniciosos, falsas sus pecados y la absolución de las cen­
doctrinas, instigando los ánimos de los suras eclesiásticas.
pueblos contra Nos, contra esta Silla
Apostólica, atacando el principado civil 13. El P ap a señala los m ales de la
de esta m ism a Sede N uestra y favo­ h o ra presente. Conocéis m uy bien,
reciendo descaradam ente con todo em ­ Dilectos Hijos Nuestros y Venerables
peño y diligencia a los perversísimos Hermanos, los escritos de toda clase,
enemigos de la Iglesia Católica y de salidos de las tinieblas y llenos de
esta Silla. Estos Clérigos, después de dolo, m ientras, calum nias y blasfe­
separarse de sus Prelados, de Nos y de mias, conocéis las escuelas confiadas
esta Santa Sede, y, apoyados en el fer­ a m aestros anticatólicos, los templos
vor y el auxilio del Gobierno Subalpino destinados al culto anticatólico, el
(piamontés) y de sus Magistrados, lle­ sinnúm ero de otras asechanzas real­
garon a tanta audacia, que, desprecian­ m ente diabólicas, las artim añas y los
do totalm ente las censuras y penas esfuerzos con que los enemigos de
eclesiásticas no tem ían en lo más m í­ Dios y de los hom bres se em peñan
nimo establecer ciertas sociedades del en destruir, si les fuese posible, has­
todo reprobables, llam adas Clérigo-libe­ ta los cimientos de la Iglesia Católica
rales, De socorro mutuo, Emancipado­ en la desgraciada I talia , en depravar
ra del Clero Italiano y otras más, ani­ y corrom per cada día más, principal­
m adas del mismo depravado espíritu; m ente a la inexperta juventud y en
y aunque sus obispos, con toda justicia extirpar de todos los corazones Nues­
974 los hayan suspendido del sagrado m i­ tra santísim a fe y Religión.
nisterio, sin embargo, no trepidan en
absoluto en ejercerlo a guisa de in tru ­ 14. Misión de los Obispos: la defensa
sos de un modo crim inal e ilícito, en de la grey. P o r eso, no dudam os que
m uchos templos.12 vosotros, Amados Hijos Nuestros y Ve­
nerables Hermanos, fortalecidos con la
12. R eprobación y am onestación del gracia de Nuestro Señor Jesucristo, con­
Clero extraviado. P o r eso, reprobam os tinuaréis en vuestro esclarecido celo
y condenamos las detestables socieda­ episcopal, como hasta ahora con gran
des m encionadas y la m ala conducta alabanza de vuestro nom bre lo habéis
150 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1863) 21, 15-19

practicado, oponiendo con constancia, las cosas m ás arduas, cumple egregia­


espíritu unánim e y redoblados esfuer­ m ente con su deber. Abrigamos la espe­
zos un m uro protector p ara la casa de ranza de que el mismo Clero, con el
Israel, com batiendo por la buena causa auxilio de la divina gracia, camine en
de la fe, defendiendo de las asechanzas form a digna a su vocación con que ha
de los adversarios a los fieles encom en­ sido llamado, luchando siempre por
dados a vuestros cuidados, advirtiéndo­ dar pruebas cada vez m ás espléndidas
les y exhortándolos continuam ente a de su piedad y virtud.
que conserven siempre la fe santísima,
sin la cual es imposible agradar a Dios, 17. A labanzas a las religiosas. T ri­
la que la Iglesia ha recibido de Cristo butam os tam bién el hom enaje de
por medio de los Apóstoles y que ense­ Nuestro encomio a tantas vírgenes con­
ña, y a que perm anezcan firmes e in­ sagradas, a Dios, que arrojadas violen­
conmovibles en N uestra santa Religión, tam ente de sus monasterios, expoliadas
la única verdadera, que prep ara p ara la de sus rentas y reducidas a la m endi­
vida eterna, que conserva tam bién en cidad, no quebrantaron, sin embargo,
form a extraordinaria y hace feliz a la la fe que prom etieron a su Esposo sino
sociedad civil. que, soportando con toda constancia su
tristísim a situación, no cesan día y no­
15. E nseñanza religiosa* - Los males che de o rar y alzar sus m anos al cielo,
que causa la ignorancia. P o r eso no de­ pidiendo a Dios por la salvación de
jéis de enseñar, siempre y con exacti­ todos y tam bién la de sus perseguido­
tud, los venerables m isterios de Nuestra res, y esperando con paciencia la m i­
augusta Religión; su doctrina, preceptos sericordia del Señor.
y su disciplina a los pueblos confiados
a vuestros cuidados, valiéndoos princi­ 18. El P ap a celebra la fidelidad
palm ente de los párrocos y de otros clé­ heroica del pueblo. Nos com place­
rigos que se distingan por la integridad mos tam bién en alabar a los pue­
de su vida, la gravedad de su conducta blos de I t a l i a que, egregiamente an i­
y la sana y sólida doctrina, sea por mados de sentimientos católicos, de­
medio de la predicación de la divina testan tantas im pías m aquinaciones
palabra, sea por el catecismo. Pues, contra la Iglesia y ardientem ente se glo­
vosotros sabéis m uy bien que una parte rían en perm anecer fieles a Nos, a esta
notabilísim a de los males nacen en la Santa Sede y a sus Prelados con filial
m ayoría de los casos de la ignorancia piedad, respeto y obediencia, y, pese a
de las cosas divinas que son necesa­ las dificultades sobrem anera grandes
rias p ara la salvación, por consiguiente y a los peligros a que están expuestos,
com prenderéis perfectam ente que debe no dejan de darnos todos los días y de
emplearse todo cuidado y empeño para todas m aneras pruebas inconfundibles
alejar del pueblo este mal. de su singular am or e interés y de ali­
viar Nuestras penosísimas angustias y
16. Elogio del Clero fiel. Antes de las de esta Sede apostólica, ya con fon­
term inar esta N uestra Carta, no po­ dos reunidos, ya con otros donativos.
demos menos de rendir el tributo de
las m erecidas alabanzas al Clero ita- 19. Confianza en Dios en la trib u la ­
975 liano que, en su m ayoría perm ane­ ción. En m edio de tantas am arguras y
ció íntim am ente unido a Nos, a esta tal tem pestad levantada contra la Igle­
Cátedra de P e d r o y a sus Prelados, no sia, no nos desanimemos nunca, Ama­
se ha desviado en lo más m ínim o del dos Hijos Nuestros y Venerables H er­
recto camino, sino que, siguiendo los manos, puesto que Cristo es nuestro
insignes ejemplos de sus Obispos y, so­ consejo ij nuestra fortaleza(1°), sin el
brellevando con m uchísim a paciencia 10 cual nada podemos<n ) y por el cual lo
(10) II Pedro 1, 16; II Corint. 12, 9. (11) Juan 15, 5.
21, 20-21 E n c íc l ic a “ Q u a n t o C o n f ic iá m u r ” 151

podemos todo^12\ quien al confirm ar dignos frutos de penitencia, posean el


a los predicadores del Evangelio y a los perpetuo am or y tem or de su santo
m inistros de los Sacramentos, les dijo: nombre.
He aquí que estoy con vosotros hasta
la consumación de los siglos(13>, y de 21. Ayuda de M aría y de los Santos.
cierto sabemos que las puertas del in­ Bendición P apal. Y p ara que Dios, rico
fierno nunca prevalecerán contra la en misericordia, acceda más fácilmente
Iglesia que siempre se ha erguido y se a Nuestras fervorosísimas plegarias, in ­
erguirá inconmovible, siendo su custo­ voquemos el poderosísimo patrocinio
dio y protector Nuestro Señor Jesu­ de la Inm aculada Madre de Dios, la
cristo, quien la edificó y quien fue Santísim a Virgen María e imploremos
ayer, hoy y en todos los siglos(14>. la intercesión de los Santos Apóstoles
P edro y P ablo y de todos los Santos
20. P legarias p o r la paz y por la del cielo para que con sus poderosísi­
vuelta de los extraviados. Mas no de­ mas súplicas pidan a Dios en tiempo
jemos de ofrecer, Amados Hijos Nues­ oportuno m isericordia y gracia para to- 976
dos, y aparten con poder de la Iglesia
tros y Venerables H erm anos, día y
todas las calamidades que en todas p a r­
noche, con un celo cada vez más
tes, y principalm ente en I talia la
ardiente y con hum ildad de corazón, las afligen.
oraciones y súplicas a Dios por m edia­
Finalm ente, como prenda segurísima
ción de J e s u c r is t o , a fin de que, deshe­ de N uestra singular benevolencia hacia
cha esta turbulentísim a tem pestad, su vosotros, afectuosam ente os damos de
santa Iglesia respire aliviada, después lo íntim o del corazón la Bendición
de tantas calam idades, disfrute en todas Apostólica a vosotros, amados Hijos
partes de la paz y libertad tan anhela­ Nuestros y Venerables Hermanos, y a
das, y obtenga sobre sus enemigos nue­ la grey confiada a vuestros cuidados.
vos y m ás espléndidos triunfos, a fin de Dado en Roma, cerca de San Pedro,
que todos los extraviados, ilum inados el día 10 de agosto de 1863, año déci­
con la luz de su divina gracia, vuelvan mo octavo de Nuestro Pontificado.
del camino del error al sendero de la
verdad y de la justicia, y, haciendo PIO PAPA IX.

(12) Filip. 4, 13. (II) Ilebr. 13, 8.


(13) Mat. 28, 20.
3 3

CARTA ENCICLICA “INCREDIBILI AFFLICTAMUR” (*4


(17-IX-1863)
SOBRE LA PERSECUCION DE LA IGLESIA EN
NUEVA GRANADA (COLOMBIA)
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
Fon tes 1. Las m edidas de persecución del y otro sexo que m oran en el territorio
976 Gobierno. Aflígenos un increíble dolor, de N u e v a G r a n a d a , se prohibe com ­
y juntam ente con vosotros, Nos lam en­ pletam ente su existencia. Se prohibe
tam os al saber la m anera cruel y ver­ tam bién la prom ulgación de todas las
gonzosa con que la Iglesia católica es Cartas y Rescriptos emanados de la
atacada, trastornada y atorm entada por Sede Apostólica y se impone la pena de
el Gobierno en la República de N u e v a destierro a los eclesiásticos, y de m ulta
G r a n a d a . Verdaderam ente, Nos faltan y cárcel a los seglares que rehusaren
palabras p ara expresar el sinnúm ero de obedecer a estas órdenes. Además, por
atentados sacrilegos con que ese Go­ estas detestables leyes y decretos se es­
bierno, injuriando gravísim am ente a tablece que se sancionará con la pena de
Nos, a esta Sede Apostólica se em peña destierro a los miembros de uno y otro
en conculcar y destruir N uestra santí­ clero que rehusaren someterse a la ley
sima Religión, sus venerables derechos, relativa al despojo de los bienes de la
su doctrina, su culto y sus sagrados Iglesia, y que los clérigos de ninguna
ministros. Pues, de dos años a esta p a r­ m anera podrán desem peñar su m inis­
te principalm ente, h a publicado dicho terio si antes no ju raren someterse a la
Gobierno leyes y decretos nefandos, del Constitución de la República de N u e v a
G r a n a d a , y a todas aquellas leyes tan
todo contrarios a la autoridad de la
contrarias a la Iglesia, ya publicadas o
Iglesia Católica, a su doctrina y sus de­
que en adelante se publicaren, y al m is­
rechos. E n esas leyes y decretos iniquí-
mo tiempo se impone la pena del des­
simos se prohibe entre otras cosas a los
tierro a todos los que de ningún m o­
m inistros sagrados ejercer el m inisterio
do quisieren p restar aquel ju ram ento 977
eclesiástico si no accede u na licencia
impío e ilícito. Estas y m uchas otras
de la autoridad civil; todos los bienes cosas, del todo injustas y antirreligio­
de la Iglesia h an sido usurpados y ven­ sas, que Nos repugna especificar, han
didos, lo cual ha privado de sus rentas sido establecidas en contra de la Igle­
a las parroquias, a los religiosos de sia por el Gobierno de N u e v a G r a n a d a ,
uno y otro sexo y al clero, a los hospi­ conculcando todos los derechos divinos
tales, a las casas de región (asilos), a y hum anos.
las asociaciones piadosas, a los benefi­
cios, y hasta a las capellanías de dere­ 2. Vejám enes al Clero, religiosos y
cho de patronato. Con estas leyes y de­ fieles. Puesto que vosotros, V enerables
cretos injustísim os se combate a fondo Hermanos, por vuestra egregia piedad
el legítimo derecho de la Iglesia de y virtud no habéis dejado de oponeros
adqu irir y poseer; se sanciona el culto constantem ente, tanto de palabra como
de las sectas no católicas; se suprim en por escrito, a tantos atentados y de­
todas las asociaciones religiosas de uno cretos inicuos y sacrilegos, ni dejado
(*) Fue en el año en que Nueva Granada y la Confederación Granadina cambió definitivamente
su nombre en “Colombia” . Una persecución religiosa de terribles proporciones devastaba el pobre
país. Pío IX levantó su voz, dirigiendo al pueblo, clero y gobierno una Encíclica de aliento para unos
y de protesta contra otros que damos aquí por tratarse de un país americano, de habla española y por
revestir especial actualidad. Esta Encíclica no se halla en la primera edición. — Para la traducción
se aprovechó la “ Colección de las Alocuciones, etc.” págs. 670-679, vea la Encíclica anterior, nota de
la pág. 146. En texto original (latín) volvió a reproducirse en “Codicis Iur. Can. Fontes” , Car­
denal Gasparri, Roma 1829, II, 976-979. — Las cifras marginales son de este último texto: “Fontes” ,
tomo II. (P. H.).
— 152 —
22, 3 E n c íc l ic a “ Xn c r e d i b i l i a f f l i c t a m u r ” 153

de defender con intrepidez la causa y en favorecerlo y prestarle el ilícito ju ­


los derechos de la Iglesia, tam poco di­ ram ento ya m encionado, con grandí­
cho Gobierno h a desistido de ensañarse sima congoja Nuestra y vuestra y con
en vosotros y en todos los clérigos adic­ dolor y estupor de todos los buenos.
tos a vosotros y fieles a su m inisterio E n vista de tanta desgracia para la
y vocación como tam bién en todo lo causa católica y de tanto daño para
que a la Iglesia pertenece. P or eso, casi ls almas, Nos, recordando rectam ente
todos vosotros habéis sido afligidos de Nuestro cargo apostólico, y en extremo
un modo execrable, apresados a m ano solícitos del bien espiritual de todas
arm ada, separados violentam ente de las Iglesias, considerando como dichas
vuestro rebaño, metidos en la cárcel, a Nos las palabras que en otro tiempo
lanzados al destierro, y relegados a re­ fueron dirigidas al Profeta: No ceses
giones de clima m ortal. Los clérigos y de clamar a voz en cuello, levanta tu
religiosos que justam ente se han opues­ voz como una trompeta, y echa en cara
to a las m alvadas órdenes del Gobierno, a mi pueblo sus iniquidades, y sus pe­
han sido encarcelados, o se han visto cados a la casa de Jacob^\ alzamos
obligados a m orir en el exilio, o a pasar en estas Letras Nuestra Apostólica voz
su vida en las selvas. A todas las reli­ y apenados protestam os y con ener­
giosas consagradas a Dios se ha alejado gía reprobam os todos los gravísimos
cruel y brutalm ente de sus conventos, daños e injurias inferidas por el Go­
reduciéndolas a la últim a m iseria. Algu­ bierno a la Iglesia, a sus bienes, a las
nos fieles piadosos, en extremo conm o­ personas sagradas y a esta Santa Sede.
vidos por la tristísim a situación de ellas Todo cuanto en conjunto e individual- 978
las acogieron caritativam ente en sus mente, ya en esto, ya en todo lo demás,
casas, pero el Gobierno, furioso por concerniente a la Iglesia y a sus dere­
esta acogida, amenazó con expulsarlas chos dicho Gobierno de N u e v a G r a ­
de las casas de dichos fieles y dispersar­ n a d a o los m agistrados inferiores han
las. Los templos sagrados y los conven­ decretado, realizado o de cualquier m o­
tos fueron despojados, saqueados, p ro ­ do intentado, Nos con autoridad Apos­
fanados, convirtiéndose en cuarteles; tólica lo reprobam os y condenamos y
se robaron las sagradas vestiduras y los dichas leyes y decretos con todas sus
ornam entos, se suprim ió el culto divino consecuencias, por la m ism a autoridad
y el pueblo cristiano, huérfano de sus los abrogamos y declaram os enteram en­
legítimos pastores y lam entablem ente te nulos y de ningún valor. Por lo que a
privados de todos los auxilios de Nues­ los autores de todos aquellos atentados
tra santa Religión, se encuentra, con hace, los rogamos encarecidam ente en
gran aflicción vuestra y Nuestra, en el el Señor que abran de una vez los ojos
m ayor peligro de su eterna salvación. a las gravísimas heridas que causan a la
¿Qué católico inspirado en sentimientos Iglesia, y al mismo tiempo recuerden
de hum anidad no se lam entará con ve­ y seriamente reflexionen sobre las cen­
hemencia, viendo la gravísim a y cruel suras y penas que las Constituciones
persecución que el Gobierno de N u e v a Apostólicas y los decretos de los Conci­
G r a n a d a desata contra la Iglesia Católi­ lios Generales im ponen a los que inva­
ca, su doctrina y autoridad y contra las den los derechos de la Iglesia, penas en
personas sagradas, cubriendo de tantas que incurren “ipso facto” (por el solo
injurias y afrentas N uestra suprem a hecho de cometerse el delito), y por
A utoridad y esta Sede Apostólica? 3 eso, tengan compasión con sus propias
almas, no olvidando: que será muy ri­
3. Q ueja y p ro testa del Pontífice. gurosa la cuenta que tendrán que dar
Es en extremo deplorable, Venerables los que “mandan”. Tam bién a aque­
Hermanos, que haya algunos clérigos, llos eclesiásticos que, favoreciendo al
que, sometiéndose a las m alvadas leyes Gobierno, se ap artaron miserablem ente
y planes del Gobierno, no han vacilado de su propio deber, amonestamos y
154 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o IX (1863) 22, 4-5

exhortam os que, recordando su santa cristiano valor la m isérrim a condición


vocación, se apresuren a volver al ca­ en que se debaten, no han cesado día
mino de la justicia y de la verdad, que y noche de elevar sus corazones a Dios
im iten los ejem plos de aquellos clérigos y de pedirle hum ilde e insistentemente
que, a pesar de haber caído lam entable­ por la salvación de todos, hasta de
mente, prestando el juram ento de obe­ sus mismos perseguidores. Aplaudimos
diencia prescrito por el Gobierno, sin tam bién al pueblo de la República de
embargo, con inmenso regocijo Nuestro N u e v a G r a n a d a , que en su parte, por
y de los Prelados se preciaron en re ­ mucho la mayor, persevera en su a n ti­
tractar y condenar dicho juram ento. guo amor, fidelidad, respeto y obedien­
cia a la Iglesia Católica, a Nos, a esta
4. Alabanzas al Episcopado, Clero y Sede Apostólica y a sus Prelados,
religiosos. E n tre tanto tributam os las
m ayores y más m erecidas alabanzas a 5. Plegarias y Bendición. N o ce- 979
vosotros, Venerables Herm anos, que, lu­ sernos, sin embargo, de acudir con
chando como buenos soldados de Cristo confianza al trono de la divina gra­
y peleando denodadam ente, con singu­ cia: pidamos y supliquemos con h u ­
lar constancia y fortaleza en el combate, m ildísimas y fervorosísim as preces al
en cuanto vosotros pudisteis hacerlo, Padre de las m isericordias y Dios de
ya de palabra, ya por medio de pasto­ toda consolación, que se levante y ju z­
rales, habéis defendido la causa de la gue su causa, libre a su santa Iglesia
Iglesia, su doctrina, derechos y liber­ de tantas calamidades como allí y casi
tad, y habéis atendido cuidadosamente por todas partes la oprimen, la conforte
a la salud espiritual de vuestra grey y con el oportuno auxilio, y clem entísi­
no habéis omitido prevenirla contra los mo le conceda la paz y la serenidad,
impíos estratagem as de los enemigos y por tanto tiempo anheladas, en medio
contra los peligros que am enazan a la de tales y tantas adversidades, se com ­
Religión, sufriendo con fortaleza epis­ padezca de todos según su gran m ise­
copal toda clase de gravísim as injurias, ricordia, y por medio de su fuerza
molestias y penosísimas asperezas. Por omnipotente, haga que todos los pue­
ello no podemos dudar que, en cuanto blos, tribus y naciones conozcan, ado­
esté de vuestra parte, seguiréis con ren y, con todo su corazón, con toda
igual celo y denuedo — como hasta su alm a y con todo su entendimiento
ahora con gran alabanza de vuestro am en a El, a su Unigénito, Nuestro Se­
nom bre lo habéis hecho, — defendien­ ñor Jesucristo, juntam ente con su San­
do la causa de N uestra divina Religión to Espíritu, a fin de que, observando
y m irando por la salud de los fieles. sinceramente todos sus divinos m anda­
Las debidas alabanzas tributam os mientos y preceptos, cam inen como
tam bién al clero fiel de la República hijos de la luz en toda bondad, justicia
de N u e v a G r a n a d a que am antísim o de y verdad.
su vocación, y adicto a Nos, a esta Cá­ Finalm ente, como augurio de todos
tedra de P e d r o y a sus Prelados, ato r­ los dones celestiales y prenda segurísi­
m entado con tanto furor por la Iglesia, m a de Nuestra eximia benevolencia h a ­
la verdad y la justicia, ha soportado y cia vosotros, de lo más íntim o de Nues­
soporta con la m ayor paciencia la te­ tro corazón, con todo afecto os damos
rrible persecución en todas sus formas. Nuestra Bendición Apostólica, a vos­
No podemos menos de adm irar y de otros, Venerables H erm anos y al reba­
elogiar tam bién a tantas vírgenes con­ ño a vuestra vigilancia encomendado.
sagradas a Dios, quienes, aunque hayan Dado en Roma, junto a San Pedro, el
sido violentam ente lanzadas de sus m o­ día 17 de setiembre de 1863, el año dé­
nasterios y reducidas a la últim a m ise­ cimo octavo de Nuestro Pontificado.
ria, firm em ente unidas, sin embargo,
al celestial Esposo, y sobrellevando con PIO PAPA IX.
2 S

ENCICLICA “QUANTA CURA” (#)


(8-XII-1864)
CONDENACION DE LOS ERRORES MODERNOS
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
160 1. T radición de la Iglesia frente al rrupción, se han esforzado, por medio
e r r o r T o d o s saben, todos ven y vos­ de máxim as falsas y por medio de p er­
otros como nadie, Venerables H erm a­ niciosísimos escritos, por arrancar los
nos, sabéis y veis con cuánta solicitud, fundam entos de la Religión católica y
y pastoral vigilancia los Pontífices Ro­ de la sociedad civil; tratando de hacer
manos, Nuestros predecesores, h an lle­ desaparecer toda virtud y justicia, de
nado el m inisterio y han cum plido con depravar todos los corazones y enten­
el deber, que les fue confiado por el dimientos, de ap artar de las rectas no r­
mismo Jesucristo, en la persona del m as morales a los incautos, especial­
bienaventurado P e d r o , príncipe de los m ente a la inexperta juventud corrom ­
Apóstoles, de apacentar a los corderos piéndola m iserablemente, con el fin de
y a las ovejas; de tal suerte, que nunca llevarla a las redes del error, y de
han cesado de alim entar cuidadosa­ arrancarla del seno de la Iglesia Ca­
mente con las palabras de la fe, de tólica.
im buir en la doctrina de salvación a
todo el rebaño del Señor, apartándole 2. El P apa sigue el ejem plo de sus
de los pastos envenenados. Y en efecto, predecesores. - La Iglesia vigila. Como
Nuestros mismos predecesores, guarda­ vosotros ya lo sabéis, m uy bien, Vene­
dores y vindicadores de la augusta reli­ rables Herm anos, tan pronto como, por
gión católica, de la verdad y de la ju s­ secreta disposición de la Providencia y
ticia, llenos de solicitud por la salva­ sin m érito alguno por N uestra parte,
ción de las almas, nada han apetecido fuimos elevados a esta Cátedra de Pe­
nunca tanto, como el descubrir, y con­ dro, al ver, con el corazón desgarrado
denar con su sapientísim as Letras y por el dolor, la horrible tem pestad des­
Constituciones todas las herejías y to­ atada por tantas doctrinas perversas,
dos los errores que, contrarios a Nues­ así como los males gravísimos, y n u n ­
tra fe divina, a la doctrina de la Igle­ ca bastante llorados, atraídos sobre el
sia católica, a la honestidad de las cos­ pueblo católico por tantos errores; en
tum bres y a la salvación eterna de tas cum plim iento de Nuestro ministerio
almas, excitaron frecuentem ente vio­ apostólico, e im itando los ilustres ejem ­
lentas tempestades, cubriendo lam enta­ plos de nuestros predecesores, Nos le­
blemente de luto la república cristiana vantam os la voz; y en varias Epístolas
y civil. Encíclicas, Alocuciones pronunciadas
P or esto, los mismos predecesores en Consistorios y otras Letras apostó­
Nuestros, con vigor apostólico, se opu- licas, Nos hemos condenado los p rin ­
161 sieron constantem ente a las pérfidas cipales errores de N uestra tan triste
m aquinaciones de los m alvados que, época. Al mismo tiempo, Nos hemos
semejantes a las olas del m ar enfure­ excitado vuestra adm irable vigilancia
cido, arro jan las espum as de sus con­ pastoral; Nos hemos exhortado y ad ­
fusiones; y prom etiendo la libertad, vertido a todos los hijos de la Iglesia
bien que ellos sean esclavos de la co­ católica, Nuestros hijos bien amados,
(*) Acta S. S., vol. 3 (1867) 160-167. Trad. de L b. Catól. Pons y Cía., Barcelona, 1868 (ajustándola
én.'ciertos pasajes al texto del original). El texto latino se reprodujo en: Cod. Iur. Can. Fontes II,
993-999. Véase la “Introducción” pág. 85-86. — Lai cifras marginales indican las páginas de ASS vol.
3. (P- H.).
(1) Sobre el tema de esta Encíclica habló Gre­ más tarde Pío X en Pascendi (1907), en esta Co­
gario XVI en Mirari vos (1832); en esta Colecc.: lecc.: Encícl. 104, pág. 781-813, como también
Encícl. 3, pág. 37-44; Pío IX en Qui pluribus Pío XI en Mit brennender Sorge (1937), en esta
(1846), en esta Colecc.: Encícl. 11, pág. 87-95, y Colección: Encícl. 168, pág. 1466-1481.
— 155
156 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o IX (1864) 23, 3-5

que abom inen y eviten el contagio de Hermanos, que hoy no faltan hom bres
esta lepra terrible. E n p articular en que, aplicando a la sociedad civil el
Nuestra prim era Encíclica de 9 de no­ impío y absurdo principio del natura­
viembre de 1846, dirigida a vosotros*28), lismo, como le llam an, se atreven a en­
y en dos Alocuciones*2b), la prim era de señar, que el mejor orden de la socie­
9 de diciem bre de 1854, la segunda de dad pública y el progreso civil deman­
9 de junio de 1862, pronunciadas en dan imperiosamente, que la sociedad
Consistorio, Nos hemos condenado los humana se constituya y se gobierne,
m onstruosos errores que dom inan, hoy sin que tenga en cuenta la Religión
sobre todo, con gravísimo detrim ento como si no existiese; o por lo menos,
de las almas, y daño de la m ism a socie­ sin hacer ninguna diferencia entre la
dad civil, y que, fuentes de casi todas verdadera Religión y las falsas. Ade­
las demás, no sólo se oponen a la Igle­ más, contradiciendo la doctrina de la
sia Católica, a sus saludables doctrinas Escritura, de la Iglesia y de los Santos
y derechos sagrados, sino tam bién a la Padres, no dejan de afirm ar, que el me­
eterna ley natural, grabada por Dios jor gobierno es aquel, en el que no se
mismo en todos los corazones, y de la reconoce al poder la obligación de repri­
recta razón. mir por la sanción de las penas a los
violadores de la Religión católica, a no
3. Los nuevos errores requieren nue­
ser que la tranquilidad pública lo exi­
vo celo. Sin em bargo, bien que Nos no
ja; y como consecuencia de esta idea
hayam os descuidado el proscribir y re ­
absolutam ente falsa del gobierno social,
probar frecuentem ente los principales
no temen favorecer esa opinión erró ­
errores de este jaez, la causa de la Igle­ nea, la más fatal a la Iglesia Católica y
sia Católica, la salvación de las almas
a la salvación de las almas, y que
divinam ente confiadas a Nuestro cui-
Nuestro predecesor de feliz memoria,
162 dado, el bien mismo de la sociedad h u ­
G r e g o r io XVI, llam aba delirio*4), a sa­
m ana, dem andan im periosam ente, que
ber: Que la libertad de conciencia y
Nos excitemos de nuevo vuestra solici­
de cultos es un derecho libre de cada
tud pastoral, p ara que condenéis todas
hombre, que debe ser proclamado y
las opiniones, que hayan salido de los
garantido en toda sociedad bien consti­
mismos errores como de su fuente n a­
tuida, y que los ciudadanos tengan li­
tural. Estas opiniones falsas y perversas bertad omnímoda de manifestar alta y
deben ser tanto m ás detestadas, cuan­ públicamente sus opiniones, cuales­
to que su objeto principal es im pedir quiera sean, de palabra, por escrito u
la acción y separar esta fuerza saluda­ de otro modo, sin que la autoridad
ble que la Iglesia Católica, en virtud eclesiástica o civil puedan limitar liber­
de la institución y del m andam iento de tad tan funesta.
su divino F undador, debe ejercer hasta
la consum ación de los siglos, no m e­ 5. E sta libertad es de perdición. Aho­
nos respecto de los particulares, que ra bien: al sostener estas afirm aciones
respecto de las naciones, de los pueblos tem erarias, no piensan, ni consideran,
y de los soberanos, y cuanto tienda a que proclam an la libertad de la perdi­
destruir la unión y la concordia m utua ción^); y que si se perm ite siempre la
del sacerdocio y del im perio, siempre plena m anifestación de las opiniones
tan beneficiosa p ara la Iglesia y para hum anas, nunca faltarán hom bres, que
el Estado<3>. se atrevan a resistir a la verdad, y a
4. El naturalism o. E n efecto: os poner su confianza en la verbosidad de
es perfectam ente conocido, Venerables la sabiduría hum ana; vanidad en extre-
(2a) Pío IX Encícl. Qui pluribus, 9-XI-1846, en (3) Gregorio XVI, Encícl. Mirari vos, 15-VIII-
esta Colección: Encícl. 11, pág. 87-95. 1832, en esta Colecc.: Encícl. 3, pág. 37-44.
(2b) Pío IX Alocución Singulari quadam per- (4) Gregorio XVI Encícl. Mirari vos, 15-VIII-
fusi 9-XII-1854; Alocución Maxima quidem Isetitia 1832. en esta Colecc.: Encícl. 3, pág. 37-44.
9-VI-1862. (5) S. Aguustín, Epist. 105 (alias 166) (Migne
PL. 33 [Epist. 105 n. 9] col. 399).
23, 6 E n c íc l ic a “Quanta G u r a ’’ 157

mo perjudicial, y que la fe y la sabi­ fin, a sus mismos ilustres fundadores,


duría cristiana deben evitar cuidadosa­ a quienes veneramos en los altares,
mente, con arreglo a la enseñanza de quienes las establecieron sólo por ins­
Nuestro Señor Jesucristo*6). piración de Dios*7).
Y como allí donde la Religión se h a ­ Aún van m ás lejos esos hom bres; y
lle desterrada de la sociedad civil, y se en su im piedad afirm an, que debe qui­
rechace la doctrina y la autoridad de tarse a los ciudadanos y a la Iglesia la
la revelación divina, la verdadera no­ facultad de dar limosnas públicas a
ción de la justicia y del derecho h u m a­ impulsos de la caridad cristiana; y
no se oscurece y se pierde, y la fuerza abolir tam bién la ley, que en ciertos
m aterial ocupa el puesto de la justicia días feriados, prohíbe las obras servi­
y del legítimo derecho, se ve claram ente, les, para cum plir con el culto divino;
por qué causa ciertos hom bres, sin te­ y todo bajo el pretexto falacísimo, que
ner para nada en cuenta los principios esa facultad y esa ley se hallan en opo­
más seguros de la sana razón, se atre­ sición con los principios de la m ejor 164
ven a proclam ar, que la voluntad del economía política.
pueblo, manifestada por lo que ellos 6. El com unism o y el socialismo. No
llaman la opinión pública, o de otro contentos con desterrar a la Religión
modo cualquiera, constituye la ley su­ de la pública sociedad, quieren excluir­
prema, independiente de todo derecho la aun de la familia. Enseñando y p ro ­
divino y humano, y que en el orden fesando el funestísimo error del comu­
político los hechos consumados, por nismo y del socialismo, afirm an, que
sólo haberse consumado, tienen el va­ la sociedad doméstica, o la familia,
lor del derecho. reciben toda su razón de ser del dere­
Mas ¿quién no ve, quién no siente cho puramente civil; y que, en conse­
perfectam ente, que una sociedad sus­ cuencia, de la ley civil parten y depen­
traíd a a las leyes de la Religión y de den todos los derechos de los padres
la verdadera justicia, no puede tener sobre los hijos, aun el derecho de ins­
otro fin, que el de resum ir y acum ular truirlos y educarlos. P ara esos hom ­
riquezas; ni otra ley, en todos sus bres falacísimos, el objeto principal de
actos, que el indom able deseo de satis­ esas m áxim as im pías y maquinaciones,
facer sus pasiones, y de buscarse sus es elim inar la saludable doctrina y la
conveniencias? He aquí, por qué esos instrucción y educación de la juventud,
hom bres persiguen con odio cruel a las a fin de m anchar y depravar con los
Ordenes religiosas, sin tener en cuenta errores más perniciosos, y toda m anera
los inmensos servicios hechos por ellas de vicios, el alm a tierna y dúctil de los
a la Religión, y a la sociedad hum ana jóvenes.
y a las letras; he aquí, por qué desva­ E n efecto: todos los que han em pren­
rían con ellas, diciendo, que no tie­ dido la obra de conculcar el orden 're­
nen ninguna razón legítim a p ara exis­ ligioso y el orden público y abolir todas
tir, aplaudiendo así las calum nias de las leyes divinas y hum anas, han diri­
los herejes. E n efecto: como lo ense­ gido siempre la conspiración de todos
ñaba con tan ta verdad P ío VI, Nuestro sus nefandos consejos, de su actividad
predecesor de feliz m em oria: La abo­ y sus esfuerzos, para engañar y p er­
lición de las Ordenes religiosas hiere al vertir sobre todo a la inexperta juven­
estado, que hace profesión pública de tud, como Nos lo hemos insinuado m ás
seguir los consejos evangélicos; ofende arriba, porque en la corrupción de ésta
a una manera de vivir recomendada ponen toda su esperanza. Y por eso, el
por la Iglesia, como conforme a la clero regular y secular, a pesar de los
doctrina de los Apóstoles; ofende, en m ás ilustres testimonios dados por la
(6) S. León M. Epist. 164 (alias 133) § 2 edit. 1888, en esta Colecc.: Encicl. 51, pág. 357-372.
Ball. (Migne PL. 54 [Epist. 164, cap. II] col. (7) Pío VI, Enist. al Cardenal De la Roche-
1149-B): ver León XIII, Encícl. Libertas, 20-VI- foucault, 10-III-1791.
158 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o IX (1864) 23, 7

historia de sus inmensos servicios en el los que violan sus leyes; que es confor­
orden religioso, civil y literario, es por me a los principios de la sagrada Teo­
su parte objeto de las más atroces per­ logía y del derecho público, el atribuir
secuciones; y dicen, que siendo el cle­ y vindicar al gobierno civil la propie­
ro enemigo del saber, de la civilización dad de los bienes poseídos por la Igle­
g del progreso, es preciso quitarle la sia, por las congregaciones religiosas y
instrucción y la educación de la ju­ por toda clase de obras pías.
ventud. No se avergüenzan de profesar alta
y públicam ente el axioma y el princi­
7. L a Iglesia y el poder civil. Otros
pio de los herejes, fuente de mil errores
hay que, renovando los errores funes­ y de máxim as funestas. Repiten, en
tos y tantas veces condenados de los efecto, que el poder eclesiástico no es
innovadores, han tenido la insigne im ­ por derecho divino distinto e indepen­
prudencia de decir, que la suprem a diente del poder civil; y que esta dis­
autoridad dada a la Iglesia, y a esta tinción y esta independencia no pueden
Sede Apostólica por Nuestro Señor Je­ conservarse, sin que la Iglesia invada
sucristo, se halla sometida a la au to ri­ y usurpe los derechos esenciales de este
dad civil; y de negar todos los derechos poder.
de esa mism a Iglesia, y de esa misma
No podemos tampoco pasar en silen­
Sede, respecto al orden exterior. En
cio, la audacia de aquellos que, no pu-
efecto; no se avergüenzan de afirm ar,
diendo sufrir la sana doctrina, asegu­
que las leyes de la Iglesia no obligan
ran: que en cuanto a los juicios de la
en conciencia, a menos que sean pro­ Sede Apostólica y a sus decretos, que
mulgadas por la autoridad civil; que tengan por objeto el bien general de
los actos y decretos de los Pontífices la Iglesia, sus derechos y la disciplina,
romanos, relativos a la Religión y a la con tal, que no toquen a los dogmas de
Iglesia, necesitan de la sanción y de la la fe y de las costumbres, todo el mun­
aprobación, o por lo menos, del asenti­ do puede negarles su conformidad, y
miento del poder civil; que las Consti- dejar de someterse a ellos sin pecado,
165 tuciones Apostólicas en las que se y sin ningún detrimento de la profesión
condenan las sociedades secretas, sea del Catolicismo. H asta qué punto es
que exija o no en ellas el juramento contraria tal pretensión al dogma cató­
de guardar el secreto, y en las que se lico, de la plena autoridad divinamente
anatemiza a los fautores o adeptos de dada por Nuestro Señor Jesucristo al
ellas, no tienen ninguna fuerza en los Pontífice Romano, de apacentar, de re ­
países, en que el gobierno civil tolera gir y de gobernar la Iglesia universal,
semejantes asociaciones; que la exco­ nadie hay, que no lo vea claram ente y
munión fulminada por el concilio de no lo com prenda.
Trento y por los Pontífices romanos,
contra los invasores y los usurpadores Condenación de los errores. Así,
de los derechos y propiedades de la pues, en medio de esta perversidad de
Iglesia, descansa sobre una confusión opiniones depravadas, Nos penetrados
del orden espiritual con el orden civil del deber de Nuestro ministerio apostó­
y político, y no tiene otro objeto que lico, y llenos de solicitud por Nuestra
los intereses mundanos; que la Iglesia santa Religión, por la sana doctrina,
no debe decretar nada, que pueda ligar por la salvación de las almas, cuya
la conciencia de los fieles, relativamen­ guarda se nos ha confiado de lo Alto,
te al uso de los bienes temporales; que y por el mismo bien de la sociedad h u ­
la Iglesia no tiene el derecho de repri­ m ana. Nos hemos creído deber Nuestro 166
mir, por medio de penas temporales, a levantar de nuevo N uestra voz apostó-
(8) Clemente XII, Carta Apost. In éminenti, rum, 18-V-1751 (Fontes II, 315); Pío VII, Const.
28-IV-1738 (Cod. Iur. Can. Fontes, Gasparri 1926, Écclesictm, 13-IX-1821 (Fontes II, 721); León XII,
I, 656); Benedicto XIV, Const. Próvidas Romano- Const. Quo graviora, 13-III-1825 (Fontes II, 727).
23, 8-9 E n c íc l ic a “Quanta Cura” 159

lica. E n consecuencia, todas y cada una lica. E n efecto: Nos esperam os de vues­
de las diversas opiniones y doctrinas, tro insigne celo pastoral, que, tom ando
que van señaladas detalladam ente en las la espada del espíritu, que es la pala­
presentes Letras, Nos las reprobam os bra de Dios, y fortificados en la gracia
por N uestra autoridad apostólica, las de Nuestro Señor Jesucristo, queráis
proscribim os, las condenam os; y quere­ cada día con redoblado esfuerzo insis­
mos y m andam os, que todos los hijos tir en que los fieles, confiados a vuestra
de la Iglesia Católica las tengan por solicitud, se abstengan de las malas
reprobadas, proscritas y condenadas. yerbas, que Jesucristo no cultiva, por­
Además de estos, sabéis m uy bien, Ve­ que no han sido plantadas por su Pa-
nerables H erm anos, que hoy, los que dre^K No ceséis, pues, nunca, de in ­
aborrecen toda verdad y toda justicia, culcar a los mismos fieles, que toda
y los enemigos encarnizados de Nuestra verdadera felicidad brota para los
santa Religión, por medio de libros hom bres de Nuestra augusta Religión,
envenenados, de folletos y de periódi­ de su doctrina y de su práctica; y que
cos esparcidos por los cuatro extremos aquel pueblo es feliz, que tiene al Se­
del m undo, engañan a los pueblos, ñor por Dios^9101K Enseñad que los rei­
m ienten a sabiendas, y disem inan toda nos descansan sobre el fundamento de
suerte de im pías doctrinas. Ni ignoráis la /e(nL y qlie nada hay tan mortífero,
tampoco, que en N uestra época hay y que más nos exponga a la caída y a
hom bres que, em pujados y excitados todos los peligros, que el afirmar, que
por el espíritu de Satanás, h an llegado nos basta el libre albedrío, que hemos
hasta tal grado de impiedad, que renie­ recibido al nacer y no pidamos otra
gan a Jesucristo Nuestro único Sobera­ cosa a Dios; o sea olvidado de Nuestro
no y Señor, sin que tiem blen al atacar Autor, para mostrarnos libres renegue­
su divinidad con la más crim inal im pu­ mos de su poder(12L
dencia. E n este punto, no podemos de­ No descuidéis tam poco de enseñar,
ja r de tributaros, Venerables H erm a­ que el poder soberano no se ha con­
nos, las m ayores alabanzas que tenéis ferido únicamente para el gobierno de
bien m erecidas por el celo, con el cual este mundo, sino sobre todo para la
habéis levantado vuestra voz episcopal protección de la I g l e s i a y que nada
contra im piedad tan grande. puede ser m ás ventajoso y m ás glorioso
para los jefes de los Estados y para los
8. E xhortación a los Obispos a com ­ reyes, que, conform e Nuestro sapientí­
b atir el m al. P o r esto, con N uestras simo y valerosísimo predecesor S a n F é ­
Letras nos dirigimos nuevam ente con l ix escribía al em perador Z e n ó n , dejen
intenso am or a vosotros; a vosotros, a la Iglesia católica gobernarse por sus
que, llamados a com partir N uestra so­ propias leyes, sin permitir, que nadie
licitud, sois p ara Nos, en medio de estos ponga obstáculos a su libertad... Es
grandes dolores, un motivo de alivio, seguro, en efecto, que está en su inte­
de alegría y consuelo por vuestra reli­ rés, cuantas veces se trate de los asun­
gión, por vuestra piedad, y por ese tos de Dios, en seguir con celo el orden
amor, esa fe y esa abnegación adm ira­ que El ha prescrito; subordinando, y
bles, con las cuales os esforzáis, por no prefiriendo, la voluntad soberana, a
cum plir varonil y cuidadosam ente el la de los sacerdotes de Jesucristo..
cargo gravísimo de vuestro m inisterio
episcopal, en unión íntim a y cordialí- 9. No se debe descuidar el recurso
sima con Nos y con esta Sede apostó­ de la oración especialm ente al Divino
(9) S. Ignacio M., Ep. ad Philadelph. 3 (Mig- (12) S. Ignacio I, Ep. 29 a los Obispos del
ne PG. 5, col. 699-A). Concilio de Cartago en Coustant., p. 891 (Migne
(10) Salmo 143, 15 (Vulg.). PL. 20 [Epist. 29, n. 4] col. 585-B).
(11) S. Celestino I, Epist. 22 al Concilio de Efe- (13) S. León M., Epist. 156 (alias 125) (Mign®
so en Coustant. p. 1200 (ver también Mansi Coll. PL. 54 [Epist. 156, cap. III] col. 1130-A).
Conc. 4, col. 1291-B). (14) Pío VIL Encícl. Diu satis. 15-V-1S00 (ver
Bull. Rom. Contin., tomo 11, pág. 21-25).
160 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o IX (1864) 23, 10

Corazón y a M aría Santísim a. Pero sí Nuestra autoridad apostólica, a todos y


Nosotros debemos siempre, Venerables cada uno de los fieles de uno y otro
Herm anos, dirigirnos con confianza al sexo del universo católico, una indul­
trono de la gracia, p ara obtener de él gencia plenaria en form a de jubileo,
m isericordia y auxilio en tiem po opor­ que se gane en el espacio de un mes,
tuno, debemos hacerlo particularm ente durante todo el año próxim o de 1865, y
en medio de tan grandes calamidades no después de esa fecha; que designado
de la Iglesia y de la sociedad civil; en por vosotros, Venerables H erm anos, y
presencia de tan vasta conspiración de por lo demás Ordinarios legítimos, en
los enemigos, y de tan grande aglome­ la m ism a form a y m anera en que lo
ración de errores contra la sociedad concedimos al principio de Nuestro
católica, y contra esta Santa Sede Apos­ pontificado por Nuestras Letras apos­
tólica. Nos hemos juzgado, pues, útil tólicas, en form a de Breve, del 20 de
excitar la piedad de todos los fieles, a noviembre de 1846, enviadas a todos
fin de que, uniéndose a Nos, y a vos­ los obispos del universo, y que em pe­
otros, no dejen de rogar y de suplicar, zaban con estas palabras: Arcano Di-
con las oraciones más fervorosas y más vince Prouidentice consilio^D y con los
humildes, al Padre clementísimo de las mismos poderes concedidos por Nos en
luces y de las m isericordias; a fin tam ­ aquellas Letras. Nos queremos, sin
bién, de que recurran siempre, en la embargo, que todos las prescripciones
plenitud de su fe, a Nuestro Señor Je­ contenidas en las m encionadas Letras
sucristo, que nos ha rescatado para sean observadas, y que no se derogue
Dios con su sangre; pidiendo con ins­ ninguna de las excepciones que Nos
tancia y sin desfallecimiento a su dul­ hicimos. Nos concedemos esto, no obs­
císimo Corazón, víctim a de su ardiente tante cualquier otra disposición con­
caridad hacia nosotros, atraiga todo a traria, aun la que fuera digna de m en­
El con los lazos de su am or, a fin de ción especial e individual y de deroga­
que, todos los hombres, inflam ados por ción. Y para evitar toda duda y toda
su am or santísimo, m archen dignam en­ dificultad, hemos ordenado, que se os
te según su Corazón, agradables a Dios rem ita un ejem plar de estas Letras.
en todas las cosas, y dando frutos en Oremos, Venerables Hermanos; ore­
todo género de buenas obras. mos desde el fondo del corazón y con
Ahora bien, siendo incontestable, que todas las fuerzas de Nuestro espíritu a
las oraciones de los hom bres son más la misericordia de Dios, porque El mis­
agradables a Dios, cuando se dirigen a mo ha dicho: No retiraré de ellos mi
El por corazones puros de toda m an­ misericordia(16>. Pidamos, y recibire­
cha, Nos hemos resuelto ab rir a los mos; y si el efecto de Nuestras deman­
fieles cristianos, con liberalidad apostó­ das se hace esperar, porque hemos pe­
cado gravemente, llamemos, porque al
lica, los tesoros celestiales de la Iglesia,
confiados a N uestra dispensación; a fin que llame se abrirá(17^, con tal que quie­
de que, excitados con m ayor viveza a la nes llamen a las puertas sean las oracio­
verdadera piedad, y purificados de sus nes, los gemidos y las lágrimas, en las
pecados, por el sacram ento de la Peni­ cuales debemos insistir y perseverar, y
tencia, presenten con m ayor confianza con tal que la oración sea unánime... que
sus oraciones ante Dios, y obtengan su todos oren a Dios, no solamente por sí
gracia y su m isericordia. :: mismos, sino por todos sus hermanos,
como el Señor nos ha enseñado a
10. Jubileo p a ra 1865. E n conse­ orar^D. Y a fin de que Dios atienda
cuencia, Nos concedemos, por el tenor más fácilmente a Nuestras oraciones y
de las presentes Letras, en virtud de *156 votos, a los vuestros y a los de todos
(*) La concesión de jubileo del año 1865 y el texto que aquí sigue no se volvió a reproducir en
ASS, 3, 107 del año 1867. (P. H.).
(15) Pío IX, Arcano Divinas Providentiae Consi­ (17) Mat. 7, 7-8; Mat. 18, 19; Luc. 11, 9.
no, 20-XI-1846 (ver Acta Pii IX, vol I, pág. 25-31). (18) S. Cipriano, Epist. 11 (Migne PL. 4 [Epist.
(16) Génes. 24, 27; II Sam. 7, 15; Salmo 83, 31. 7, nrs. II y III] col. 247 C y D).
23, 11 E n c íc l ic a “ Q u a n t a Cu r a ” 161

los fieles, tomemos con toda confianza y coronados, poseen la palm a; y que,
por abogada delante de El, a la In m a­ seguros de la inm ortalidad, están llenos
culada y santísim a Madre de Dios, la de solicitud por N uestra salvación.
Virgen M a r í a , que ha destruido todas
las herejías en el m undo entero; y que, 11. B endición Apostólica. En fin,
Madre am antísim a de nosotros todos, pidiendo a Dios del fondo de Nues­
es suavísima... y llena de misericor­ tra alm a la abundancia de los dones
diar... y se muestra propicia con todos, celestiales, Nos os damos del fondo
con todos clementísima, y con inmenso del corazón y con am or como prenda
afecto socorre las necesidades de to- de Nuestro especial afecto, Nuestra
dos(18K E n su calidad de Reina, que Bendición Apostólica, a vosotros, Vene­
está a la diestra de su unigénito Hijo rables Herm anos y a todos los fieles,
Nuestro Señor Jesucristo, con vestido clérigos o seglares confiados a vuestra
bordado de oro, y engalanada con va­ solicitud.
riados adornos, nada hay que de El no Dado en San Pedro de Roma, el 8 de
pueda alcanzar. Pidam os tam bién los diciembre del año 1864, décimo año de
sufragios del bienaventurado P e d r o , la Definición dogmática de la Inm acu­
príncipe de los Apóstoles, y de P a b l o , lada Concepción de la Virgen María
su com pañero de apostolado, y de to ­ Madre de Dios, y año 19 de Nuestro
dos los santos, que hechos ya amigos Pontificado.
de Dios, han llegado al reino celestial,*183 PIO PAPA IX.

(19) S. Bernardo, Sermo de duodecim. praerogativis B. M. V. ex verbis Apocalypseos (Migne PL.


183, col. 430-D).
E n c íc l ic a s P o n tific ia s 6
24S

SYLLABUS ERRORUM'”
(1864)
RESUMEN DE LOS PRINCIPALES ERRORES DE NUESTRA EPOCA,
QUE SE SEÑALAN EN LAS ALOCUCIONES CONSISTORIALES, ENCICLICAS
Y DEMAS LETRAS APOSTOLICAS DE NUESTRO SANTISIMO PAPA PIO IX

P roposiciones - § I. V. - “La revelación divina es im per­


Panteísmo, Naturalismo y Racionalis­ fecta, y por tanto sujeta a progreso
mo absoluto continuo e indefinido, que corresponda
168 i _ “N0 existe ser divino alguno su- al progreso de la razón hum ana”.
Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846.
I prem o, sapientísim o y providentísim o, Aloe. M a x im a q u i d e m , de 9 de junio de 1862.
distinto de este universo de las cosas;
y Dios es lo mismo que la naturaleza VI. - “La Fe de Cristo contradice a
de las cosas, y por tanto sujeto a tran s­ la razón hum ana; y no sólo no sirve de
form aciones; y Dios, realm ente, se fo r­ nada la revelación divina, sino que aun
m a en el hom bre y en el m undo, y perjudica a la perfección del hom bre” .
todas las cosas son Dios, y tienen la Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846.
m ism a sustancia de Dios; y Dios es Aloe. M a x im a q u i d e m , de 9 de junio de 1862.
una y m ism a cosa con el m undo, y en
consecuencia, el espíritu está confun­ VII. - “Las profecías y los milagros,
dido con la m ateria, la necesidad con expuestos y referidos en las E scrituras
la libertad, la verdad con la m entira, santas, son ficciones poéticas; los m iste­
el bien con el mal, y lo justo con lo rios de la fe cristiana son un resultado
injusto” . de las investigaciones filosóficas; y los
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. libros de uno y otro Testam ento están
llenos de mitos; y el mismo Jesucristo
168 jj _ “Debe negarse toda acción de es una ficción m ítica”.
II Dios sobre los hom bres y el m undo”. Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846.
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. Aloe. M a x im a q u i d e m , de 9 de junio de 1862.

III. - “La razón hum ana, sin atender


§ ii.
a Dios absolutam ente en nada, es el
único árbitro de lo verdadero y de lo Racionalismo moderado
falso, de lo bueno y de lo m alo; es ley VIII. - “M arcando la razón hum ana
de sí misma, y le bastan sus solas fuer­ a la altu ra m ism a de la religión, se
zas naturales, p ara hacer el bien de los han de tra ta r las ciencias teológicas lo
hom bres y de los pueblos”. mismo que las ciencias filosóficas”.
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. Aloe. S i n g u l a r i quadam p e r fu s i, de 9 de di­
ciembre de 1854.
IV. - “Todas las verdades de la Reli­
gión se derivan de la fuerza nativa de IX. - “Todos los dogmas de la Reli- 169
la razón hum ana: de aquí se sigue, que gión cristiana son indistintam ente obje- 11
169 la razón es la regla soberana, por la to de ciencia natural o de la filoso­
1 cual el hom bre puede y debe alcanzar fía; y la razón hum ana, cultivada sola­
el conocimiento de todas las verdades, m ente por la historia, puede por sus
de cualquier clase que sean”. fuerzas y principios naturales llegar al
Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846. conocimiento verdadero de todos los
Encícl. S i n g u l a r i q u i d e m , de 17 de marzo de 1856.
Aloe. M a x im a q u i d e m , de 9 de junio de 1862. dogmas, aun los más ocultos, con tal
(*) ASS 3 (1867) 168-176. — L a s c i f r a s m a r g i n a l e s indican las páginas y columnas (IIV
.* y II?) de esta
fuente: ASS vol. 3.
N o t a : Oomo señala el subtítulo de este “Syllabus” el texto que va bajo los números romanos
es el error que se condena. Lo contrario de esas afirmaciones es la verdad católica. Lo que va en
tipo más pequeño de letras son los documentos en que los Papas condenaron los errores. Los docu­
mentos figuran en el original. Texto original reproducido en “Codicis Iur. Can. Fontes”, ^Card. Gas-
parri, Roma 1928, 1000-1009. (Para mejor comprensión del “Syllabus” véase la “Introducción” , p. 85-86).
— 162 —
24, X XIX S yllabus errorum 163

que estos dogmas se propongan a la por la luz de la razón, juzgue verda­


m ism a razón como objeto” . dera”.
Carta al arzobispo de Frisinga: G r a v i s s i m a s , de Letras apostólicas: M ú l tip l e s í n t e r , de 10 de
11 de diciembre de 1862. (Acta Pii IX, vol. 3, junio de 1851.
548-556). Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.
Carta al mismo: T u a s l i b e n t e r , de 21 de diciem­
bre de 1863. XVI. - “Los hombres, sea cualquiera
la religión que practiquen, pueden en­
X. - “Siendo una cosa el filósofo y contrar en ella el camino de su salva­
otra la filosofía, aquél tiene el derecho ción, y alcanzar la vida eterna” .
y la obligación de someterse a la auto­ Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846.
ridad, que él mismo reconozca como Aloe. U b i p r i m u m , de 17 de diciembre de 1847.
Encícl. S i n g u la r i q u i d e m , de 17 de marzo de 1856.
verdadera; pero la filosofía ni puede
ni debe someterse a ninguna autoridad” . XVII. - “Por lo menos deben tenerse
Carta al arzobispo de Frisinga: G r a v i s s i m a s , de esperanzas fundadas de la eterna salva­
11 de diciembre de 1862.
Carta al mismo: T u a s l i b e n t e r , de 21 de diciem­ ción, de todos los que no están dentro
bre de 1863. de la verdadera Iglesia de Cristo”.
Aloe. S i n g u la r i quadam p e r fu si, de 9 de di­
XI. - “La Iglesia no solamente no ciembre de 1854.
debe reprim ir jam ás los excesos de la Encícl. Q u a n to c o n fic ia m u r , de 17 de agosto
de 1863.
filosofía, sino que antes bien debe tole­
ra r sus errores, y dejarla que se corrija XVIII. - “El protestantism o no es
a sí m ism a”. otra cosa, que una form a diversa de la
Carta al arzobispo de Frisinga: G r a v is s im a s , de m ism a verdadera religión cristiana; fo r­
11 de diciembre de 1862.
m a en la cual se puede agradar a Dios
XII. - “Los decretos de la Sede Apos­ lo mismo que en la Iglesia católica”.
tólica y de las Congregaciones rom anas Encícl. N o s c itis e t N o b is c u m , de 8 de diciembre
de 1849.
im piden el libre adelantam iento de la
ciencia”. § iv.
Carta al arzobispo de Frisinga: Tuas lib e n te r ,
de 21 de diciembre de 1863. Socialismo. - Comunismo. - Sociedades
secretas. - Sociedades bíblicas. - Socie­
XIII. - “El método y los principios
dades clérigo-liberales.
con que los antiguos doctores escolás­
ticos cultivaron la teología, no convie­ Estas doctrinas pestilenciales han si­
nen en m anera alguna a las necesida­ do condenadas con frecuencia, por sen­
des de nuestros tiem pos, ni al progreso tencias concebidas en los térm inos más
de las ciencias”. graves.
Carta al arzobispo de Frisinga: Tuas li b e n t e r ,
En la Encíclica Q u i p l u r i b u s , de 8 de noviembre
de 21 dé diciembre de 1863. de 1846; en la Alocución Q u ib u s q u a n t is q u e , de 20
de abril de 1849; en la Encíclica N o s c i t i s e l N o ­
XIV. - “La Filosofía debe tratarse, b is c u m , de 8 de diciembre de 1849; en la Alocu­
sin tener en cuenta p ara nada la reve­ ción S i n g u l a r i q u a d a m , de 9 de diciembre de 1854;
en la Encíclica Q u a n to c o n f ic ia m u r m a e r o r e , de
lación sobrenatural”. 10 de agosto de 1863.
Carta al arzobispo de Frisinga: T u a s l i b e n t e r ,
de 21 de diciembre de 1863.
N . B .: Con el sistema del racionalismo tiene § v.
estrecha unión la mayor parte de los errores de
Antonio Günther que se condenan en la Carta Errores relativos a la Iglesia y a sus
al Arzobispo de Colonia: E x i m i a m t u a m , 15-VI-
1847 [ASS. 8, 445-448]; y en la Carta al Obispo de derechos
Breslau D o lo r e h a u d m e d i o c r i , 30-IV-1860 [ASS. 8,
443-444]. XIX. - “La Iglesia no es una verda­
dera y perfecta sociedad com pletam en­
§ III. te libre; ni goza de sus propios y cons­
Indiferentismo, Latitudinarismo tantes derechos que le confirió su divi­
no Fundador; antes bien corresponde a
XV. - “Todo hom bre es libre de a b ra ­ la potestad civil, el definir cuáles sean
zar y profesar la religión, que guiado los derechos de la Iglesia, y los límites
164 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1864) 24, XX-XXXIV

dentro de los cuales puede la misma XXVII. - “Los sagrados m inistros de


ejercer dichos derechos”. la Iglesia y el Romano Pontífice deben
Aloe. Singulari quadam perfusi, de 9 de di­ ser excluidos absolutam ente de toda ad­
ciembre de 1854. m inistración y dominio de las cosas
Aloe. Multis gravibusque, de 17 de diciembre
de 1860. tem porales”.
Aloe. Maxima quidem, de 9 de junio de 1862. Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.

XX. - “La potestad eclesiástica no XXVIII. - “ No es lícito a los obispos


puede ejercer su autoridad sin el p er­ publicar sin permiso del gobierno, ni
miso y asentim iento del gobierno civil”. aun las mismas Letras apostólicas”.
Aloe. Meminit unusquisque, de 30 de setiembre Aloe. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856.
de 1861 [AAS. 8, 281-287].

XXI. - “La Iglesia no tiene potestad, XXIX. - “Las gracias concedidas por
p ara definir dogmáticamente, que la el Romano Pontífice deben ser conside­
religión de la Iglesia Católica es la ú n i­ radas como nulas, a no ser que hayan
ca verdadera”. sido pedidas por conducto del gobier-
Letras apostólicas: Múltiples Ínter, de 10 de
no .
junio de. 1851. Aloe. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856.

XXII. - “La obligación, que estrecha­ XXX. - “La inm unidad de la Iglesia
mente liga a los m aestros y escritores y de las personas eclesiásticas trae su
católicos, se lim ita únicam ente a los origen del derecho civil”.
puntos propuestos por el infalible ju i­ L. A. M u ltíp lic e s ín te r , de 10 de junio de 1851.
cio de la Iglesia como dogmas de fe,
que todos deben creer”. XXXI. - “El fuero eclesiástico, res­
Carta al arzobispo de Frisinga: Tuas libenter, pecto de las causas tem porales de los
de 21 da diciembre de 1863. clérigos, ya sean éstas civiles, o ya sean
criminales, debe ser absolutam ente abo­
XXIII. - “Los Romanos Pontífices y lido, aun sin consultar a la Silla Apos­
los Concilios ecuménicos h an traspasa­ tólica, y sin tener en cuenta sus recla­
do los límites de su potestad, han u su r­ m aciones”.
pado los derechos de los príncipes, y Aloe. A c e r b is s im u m , de 27 de setiembre de 1852.
hasta han errado en la definición de Aloe. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856.
las cosas pertenecientes a la fe y a las
costum bres”. XXXII. - “La inm unidad personal en
L. A. Multíplices ínter, de 10 de junio de 1851. virtud de la cual los clérigos están
exentos del servicio m ilitar, puede ser
XXIV. - “La Iglesia no tiene el dere­ derogada, sin que por ello se violen el
cho de em plear la fuerza, ni posee di­ derecho natural y la equidad; y esta
recta ni indirectam ente poder alguno derogación es reclam ada por el progre­
tem poral”. so civil, sobre todo en una sociedad,
L. A. Ad apostolícete, de 22 de agosto de 1851. que esté constituida bajo la form a de
un régimen liberal”.
XXV. - “Además del poder inherente Carta al obispo de Montreal: S in g u l a r i N o b is q u e ,
al episcopado, la Iglesia tiene otra po­ de 29 de setiembre de 1864.
testad tem poral, concedida expresa, o
tácitamente, por la potestad civil, la XXXIII. - “No pertenece por derecho
cual puede, por consiguiente, revocarla propio y nativo a sola la potestad ecle­
cuando le plazca”. siástica de jurisdicción, el dirigir la en­
L. A. Ad apostolicaeK de 22 de agosto de 1851.
señanza de la Teología”.
Carta al arzobispo de Frisinga: Tuas libenter,
XXVI. - “La Iglesia no tiene derecho de 21 de diciembre de 1863.
nativo y legítimo para adquirir y po­
seer” . XXXIV. - “La doctrina de los que
Aloe. Numquam fore, de 15 de diciembre de 1856.
com paran al Romano Pontífice con un
Encícl. Incredibili, de 17 de setiembre de 1863. príncipe que ejerce libremente su auto­
24, XXXV-XLVI S yllabus errorum 165

ridad en toda la Iglesia, es una doctri­ XLII. - “En caso de oposición entre
n a que prevaleció en la Edad Media”. leyes de las dos potestades, prevalece
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. el derecho civil”.
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
XXXV. - “Ningún inconveniente hay,
que, ya sea por decreto de un concilio XLIII. - “El poder tem poral tiene
general, o ya por la voluntad m ism a de autoridad para rescindir, declarar nulos
todos los pueblos, se traslade el Sumo y anular efectivamente, sin consenti­
Pontificado del obispo Romano y de miento de la Sede Apostólica, y aun a
la ciudad de Roma, a otro obispo y a pesar de su reclamación, los solemnes
otra ciudad”. Convenios (vulgo Concordatos), cele­
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. brados con la m ism a Sede, acerca del
XXXVI. - “Una definición em anada uso de los derechos, que pertenecen a
de un concilio nacional, no adm ite dis­ la inm unidad eclesiástica”.
cusión ulterior; y el poder civil puede Aloe. I n C o n s i s to r ia li , de 1? de noviembre de
1850.
atenderse a ella en sus actos”. Aloe. M u l tis g r a v i b u s q u e , de 17 de diciembre
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. de 1860.

XXXVII. - “Se pueden establecer igle­ XLIV. - “La autoridad civil puede
sias nacionales, independientes en un inmiscuirse en las cosas que m iran a
todo, de la autoridad del Romano P o n tí­ la religión, las costum bres y gobierno
fice, y com pletam ente separadas de él”. espiritual. De esto se deduce, que puede
Aloe. M u l tis g r a v i b u s q u e , de 17 de diciembre someter a su juicio las instrucciones,
de 1860. que los pastores de la Iglesia publican,
Aloe. J a m d u d u m c e r n i m u s , de 18 de marzo de
1861. en virtud de su cargo, para la dirección
de las conciencias: puede asimismo dic­
XXXVIII. - “Las arbitrariedades de tar sus resoluciones, en lo que concier­
los Romanos Pontífices contribuyeron ne a la adm inistración de sacram entos
a la división de la Iglesia en oriental y
y a las disposiciones necesarias para
occidental”. recibirlos”.
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. Aloe. In C o n s is to r ia li, de 1? de noviembre de
1850.
§ VI. Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.
Errores relativos a la sociedad civil
considerada, sea en sí misma, sea en XLV. - “La dirección total de las es­
sus relaciones con la Iglesia cuelas públicas, en que se educa a la
juventud de una nación cristiana, pue­
XXXIX. - “ Siendo el Estado la fuen­ de y debe ser entregada a la autoridad
te y m anantial de todos los derechos, civil, con la sola excepción de los semi­
goza de un derecho ilim itado” . narios episcopales, bajo cierto punto de
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. vista; y debe serle entregada de tal m a­
XL. - “La doctrina de la Iglesia es nera, que ningún derecho se reconozca
contraria al bien y a los intereses de a otra autoridad, para mezclarse en la
la sociedad hum an a” . disciplina de las escuelas en el régimen
Encícl. Q u i p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846.
de los estudios, en la colación de gra­
Aloe. Q u ib u s q u a n t is q u e , de 20 de abril de 1849. dos, ni en la elección y aprobación de
los m aestros”.
XLI. - Compete a la potestad civil, Aloe. I n C o n s i s to r ia li , de 1? de noviembre de
aun cuando la ejerza un príncipe infiel, 1850.
un poder indirecto, aunque negativo, Aloe. Q u ib u s l u c t u o s i s s i m i s , de 5 dé setiembre
de 1851.
sobre las cosas sagradas; y por consi­
guiente corresponde a la m ism a potes­ XLVI. - “Más aún: el método de es­
tad, no sólo el derecho conocido con el tudios, que haya de seguirse en los se­
nom bre de exequátur, sino el derecho m inarios mismos de los clérigos, está
de apelación, que se llam a ab abusu”, sometido a la autoridad civil” .
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. Aloc. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856.
Í66 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1864) 24, XLVII-LVII

XLVII. - “La perfecta constitución de tanto de hom bres como de m ujeres; y


la sociedad civil exige, que las escuelas m andar a todas las comunidades reli­
abiertas p ara los niños d^ todas las cla­ giosas, que, sin su permiso, no adm itan
ses del pueblo, y en general los estable­ a nadie a los votos solemnes” .
cimientos públicos, destinados a la en­ Aloe. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856.
señanza de las letras y de las ciencias
y a la educación de la juventud, queden LUI. - “Deben ser derogadas las le­
exentos de toda autoridad de la Iglesia, yes del Estado tutelares de las com u­
así como de todo poder regulador e in ­ nidades religiosas, de sus derechos y
tervención de la m ism a: y que estén aun obligaciones; el gobierno civil pue­
sujetos al pleno arbitrio de la autoridad de venir en auxilio a todos aquellos,
civil y política según el dictam enen de que quieran abandonar la regla de vida
los gobernadores, y el torrente de las religiosa, que hayan abrazado, y que­
ideas comunes de la época” . b ran tar los votos solemnes: e igual­
Carta al arzobispo de Friburgo: Q u u m n o n s in e , mente puede extinguir totalm ente estas
de 14 de julio de 1864. mismas comunidades religiosas, así co­
mo las iglesias colegiales y los benefi­
XLVIII. - “Los católicos pueden cios simples, aunque sean de patronato,
aprobar un sistema de educación de la sometiendo y apropiando sus bienes y
juventud, que no tenga conexión con rentas a la adm inistración y arbitrio de
la fe católica ni con la potestad de la la potestad civil”.
Iglesia; y cuyo único objeto, o el p rin ­ Aloe. A c e r b i s s i m u m , de 27 de setiembre de 1852.
cipal al menos, sea solamente la cien­ Aloe. P r o b e m e m i n e r i t i s , de 22 de enero de 1855.
cia de las cosas naturales, y las venta­ Aloe. C u m s a e p e , de 26 de julio de 1855.

jas de la vida social sobre la tierra”. LIV. - “Los reyes y los príncipes
Carta al arzobispo de Friburgo: Q u u m n o n s in c ,
están no solamente exentos de la ju ris­
de 14 de julio de 1864.
dicción de la Iglesia, sino que tam bién
XLIX. - “La autoridad civil puede le son superiores, cuando se trata de
impedir, que los obispos y los fieles co­ dirim ir las cuestiones de jurisdicción”.
m uniquen librem ente entre sí, y con el L. A. M u l típ l ic e s Í n t e r , de 10 de junio de 1851.
Romano Pontífice” .
LV. - “La Iglesia debe estar separada
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.
del Estado, y el Estado debe estar se­
L. - “La autoridad laical tiene por parado de la Iglesia” .
sí m ism a el derecho de presentar los Aloe. A c e r b is s im u m , de 27 de setiembre de 1852.
obispos, y puede exigir de ellos, que
tom en la adm inistración de las diócesis, § VII.
antes que reciban de la Santa Sede la
institución canónica y las Letras apos­ Errores acerca de la moral natural
tólicas”. y cristiana
Aloe. N u m q u a m fo re, de 15 de diciembre de 1856. LVI. - “Las leyes morales no tienen
LI. - “El gobierno tem poral tiene necesidad de la sanción divina; ni es
tam bién derecho, de deponer a los obis­ necesario en m anera alguna, que las
pos del ejercicio de su m inisterio pasto­ leyes hum anas se conform en con el
ral; y no está obligado a obedecer al derecho natural, o reciban de Dios su
Romano Pontífice, en lo que se refiere fuerza obligatoria” .
a la institución de los obispados y de Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.
los obispos”. LVII. - “La ciencia de las cosas p er­
L. A. M u ltíp lic e s ín te r , de 10 de junio de 1851.
Aloe. A c e r b i s s i m u m , de 27 de setiembre de 1852. tenecientes a la filosofía y a la m oral,
así como las leyes civiles, pueden y de­
LII. - “El gobierno puede, por dere­ ben separarse de la autoridad divina y
cho propio, v a ria r la edad prescrita por eclesiástica”.
la Iglesia p ara la profesión religiosa, Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862.
24, LVIII-LXXII S yllabus errorum 167
LVIII. - “No se deben reconocer otras elevó el m atrim onio a la dignidad de
fuerzas, que las que residen en la m ate­ sacram ento”.
ria; y todo sistema de m oral, toda pro ­ L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
bidad ha de consistir, en acum ular y LXVI. - “El sacram ento del m atrim o­
aum entar riquezas, sin cuidarse por qué nio no es más que un accessorio del
medios, y en satisfacer las pasiones” . contrato, y puede separarse de él: y el
Aloe. M a x im a q u i d e m , de 9 de junio de 1862.
Encícl. Q u a n to c o n f i c i a m u r , de 10 de agosto de sacram ento mismo no consiste sino en
1863. la bendición nupcial” .
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
LIX. - “El derecho consiste en el
hecho m aterial, todos los deberes del LXVII. - “El vínculo del m atrim onio
hom bre son una palabra vacía de sen­ no es indisoluble por derecho natural;
tido, y todos los hechos hum anos tienen y en ciertos y determ inados casos, la
fuerza de derecho” . potestad civil puede sancionar el di­
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. vorcio propiam ente dicho”.
LX. - “La autoridad no es otra cosa, L. A. A d a p o s t o l i c a e , de 22 de agosto de 1851.
Aloe. A c e r b i s s i m u m , de 27 de setiembre de 1852.
que la sum a del núm ero y de las fu er­
zas m ateriales” . LXVIII. - “La Iglesia no tiene potes­
Aloe. M a x im a q u id e m , de 9 de junio de 1862. tad para establecer impedimentos diri­
mentes del m atrim onio; esta potestad
LXI. - “La injusticia de un hecho
com pete a la autoridad civil, a quien 175
coronado con buen éxito, no perjudica
pertenece tam bién, q u itar los impedí- 11
en nada a la santidad del derecho”.
mentos que hoy existen”.
Aloe. Jam dudum c e r n im u s , de 18 de marzo de
1861. L. A. M u ltíp lic e s ín te r , de 10 de junio de 1851.

LXII. - ”Debe proclam arse y obser­ LXIX. - “La Iglesia ha empezado en


varse el principio llam ado de no Ínter- tiempos más modernos a introducir los
vención” . impedimentos dirim entes; y esto, no en
Aloe. N o v o s e t a n te , de 28 de setiembre de 1860. virtud de un derecho, que le fuera pro ­
pio, sino usando de un derecho, o reci­
LXIII. - “Es lícito negar la obedien-
bido, o usurpado al poder civil”.
175 cia a los príncipes legítimos, y aun L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
1 sublevarse contra ellos”.
Encícl. Q w p l u r i b u s , de 9 de noviembre de 1846. LXX. - “Las cánones del concilio de
Aloe. Q u is q u e v e s t r u m , de 4 de octubre de 1847.
Encícl. Quisque vestrum, de 4 de octubre de Trento, que fulm inan anatem a, contra
Encícl. N o s c i t i s e t N o b i s c u m , de 8 de diciembre los que se atreven a negar el poder que
de 1849.
L. A. C u m c a t h o l i c a , de 26 de marzo de 1860. la Iglesia tiene, para establecer im pedi­
mentos dirimentes, o no son dogm áti­
LXIV. - “No deben reprobarse, la cos. o deben entenderse en el sentido
violación de cualquier juram ento, por de un poder prestado, o usurpado”.
muy sagrado que sea, ni ninguna acción L. A. A d A p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
perversa y crim inal, por m ás que re ­
pugne a la ley eterna; antes bien son LXXI. - “La form a del Tridentino no
enteram ente lícitas y dignas de los m a­ obliga bajo pena de nulidad, cuando
yores encomios, cuando se ejecutan por la ley civil establece otra form a y quie­
am or a la p atria” . re que, dada esta nueva form a, el m a­
Aloe. Q u ib u s q u a n t is q u e , de 20 de abril de 1849. trim onio sea válido”.
L. A. A d A p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
§ VIII.
Errores acerca del matrimonio LXXII. - “Bonifacio V III fue el p ri­
cristiano mero que declaró, que el voto de casti­
dad hecho en la ordenación, anula el
LXV. - “ No hay pruebas con las cua­ m atrim onio”.
les pueda dem ostrarse, que Jesucristo L. A. A d A p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
168 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1864) 24, LXXIII-LXXX

LXXIII. - “Puede existir entre cristia­ denados por la doctrina, que se ha


nos, en virtud de un contrato p u ra­ expuesto y sostenido sobre el princi­
m ente civil, un m atrim onio propiam en­ pado civil del Romano Pontífice; doc­
te dicho; y es falso, o que el contrato trina, que todos los católicos deben
de m atrim onio entre cristianos sea siem­ profesar firmemente.
pre un sacram ento, o que este contrato Esta doctrina se halla claramente enseñada en
la Alocución Q u ib u s q u a n t is q u e , de 20 de abril de
sea nulo, si de él se excluye el sacra­ 1849; en la Alocución S i s e m p e r a n te a , 2O-V-1850
m ento”. (Acta Pii IX, v. I, 224-234); en las Letras apostó­
licas C u m c a t h o l i c a E c c le s ia , de 26-III-1860; en la
L. A. A d A p o s t o l i c a e , de 22 de agosto de 1851. Alocución N o v o s e t a n t e , 28-IX-1860 (Acta Pii IX,
Carta de Su Santidad Pío IX al rey de Cerdeña, v. III, 180-189); en la Alocución J a m d u d u m c e r -
de 9 de setiembre de 1852. n im u s , 18-III-1861; en la Alocución M a x im a q u i -
Aloe. A c e r b i s s i m u m , de 27 de setiembre de 1852. d e m , 9-VI-1862.
Aloe. M u l tis g r a v i b u s q u e , de 17 de diciembre
de 1860.
§ x.
LXXIV. - “Las causas m atrim oniales
y los esponsales pertenecen, por n a tu ­ Errores que se refieren al liberalismo
raleza, a la jurisdicción civil”. moderno.
L. A. A d A p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851.
Aloe. A c e r b is s im u m , de 27 de setiembre de 1852. LXXVII. - “En la época presente no
conviene ya, que la religión católica
A7. B.: Aquí pueden referirse otros sea considerada como la única religión
dos errores: la abolición del celibato del Estado, con exclusión de todos los
eclesiástico, y la preferencia del estado demás cultos”.
de m atrim onio sobre el estado de vir­ Aloe. N e m o v e stru m , 26-VI-1855 [Acta Pii IX,
ginidad. v. 2, 441-446].
Esos errores se hallan condenados, el primero, LXXVIII. - “P or eso merecen elogio
en la Carta Encíclica Q u i p l u r i b u s , de 9 de no­
viembre de 1846; y el segundo, en las Letras ciertos pueblos católicos, en los cuales
apostólicas M u l t í p l i c e s í n t e r , de 10 de junio de se ha provisto, a fin de que los extran­
1851.
jeros, que a ellos llegan a establecerse,
§ ix. puedan ejercer públicam ente sus cultos
particulares”.
Errores acerca del principado civil Aloe. A c e r b is s im u m , de 27 de setiembre de 1852.
del Pontífice Romano
LXXXI. - “Es efectivamente falso,
LXXV. - “Los hijos de la Iglesia cris­ que la libertad civil de todos los cultos,
tiana y católica no están conformes y el pleno poder otorgado a todos, de
entre sí acerca de la com patibilidad de m anifestar abierta y públicam ente to ­
la soberanía tem poral y del poder espi­ das sus opiniones y todos sus pensa­
ritu al” . mientos, precipite más fácilmente a los
L. A. A d a p o s to lic a e , de 22 de agosto de 1851. pueblos en la corrupción de las costum ­
bres y de las inteligencias, y propague
LXXVI. - “La derogación de la sobe­
la peste del indiferentism o”.
ranía tem poral, que posee la Santa Se­ Aloe. N um quam fo r e de 15 de diciembre de 1856.
de, contribuiría tam bién m ucho a la
libertad y prosperidad de la Iglesia” . LXXX. - “El Romano Pontífice pue­
Aloe. Q u ib u s q u a n t is q u e , de 20 de abril de 1849. de y debe reconciliarse y transigir con
el «progreso», el liberalismo y la civi­
N. B..: Además de esos errores ex­ lización m oderna” .
plícitam ente señalados, otros muchos Aloe. Jam dudum c e r n im u s , de 18 de marzo de
errores se hallan im plícitam ente con­ 1861.
3 ^

EPISTOLA “MERIDIONALI AMERICA" <*)


(30-IX-1865)

A LOS VENERABLES HERMANOS, ARZOBISPOS Y OBISPOS


DE AMERICA MERIDIONAL, CON MOTIVO DE LA CREACION
DE UN NUEVO SEMINARIO PARA JOVENES DE ESAS REGIONES

PIO PP . IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. No sin peculiar gozo de Nuestro cesita ni excitarse ni estimularse vues­


ánimo vemos brillar p ara la América tro celo, para una em presa en que se
Meridional, oprim ida por todas partes trata de la cuidadosa form ación del
con tantas calamidades, una dichosísi­ clero nativo, o sea de la principal espe­
m a esperanza proveniente de su joven ranza y provecho de la grey a vosotros
clero nativo, el cual procuram os que confiada, con todo pensam os que no
sea im buido con sólida piedad y sanas os parecería inoportuno el poner esto
doctrinas. A vosotros, ciertam ente, no ante vuestros ojos, ya que vuestra aten­
se os oculta con cuánto esfuerzo hay a­ ción, entretenida con otros cuidados,
mos preparado un colegio p ara recibir­ podría, entre tantas perturbaciones,
lo y educarlo, y cuán solícitamente, a angustias y solicitudes, distraerse de
pesar de la escasez de Nuestros recur- este asunto por m ás que sea tan im por­
sos, hayam os procurado proporcionar tante, teniéndolo a distancia. Nosotros,
los subsidios necesarios a tan grande según Nuestras fuerzas, no dejaremos,
empresa. Se tratab a de conseguir idó­ ciertamente, de favorecer a ese sem ina­
neos m inistros p ara la Iglesia, de p ro ­ rio que abrazam os con paternal cari­
cu rar por medio de ellos la salud de las dad, y así pues, m ientras le auguram os
alm as en esas regiones y tam bién de un am plísim o incremento, pedimos
form ar por los mismos, u na vez vuel­ tam bién para vosotros, Venerables H er­
tos a la patria, el nuevo clero. Pero manos, constancia, celestial ayuda y
como experim entam os la exigüidad de gozo, cuyo auspicio y sim ultáneam ente
Nuestras fuerzas enteram ente despro­ testimonio de Nuestra particular bene­
porcionada p ara sobrellevar la carga y volencia queremos sea la Apostólica
tememos por lo mismo que una obra Bendición que os im partim os con amor,
estim ulada con tanto esfuerzo y hasta así como al clero y pueblo encom en­
ahora iniciada con tan faustos auspi­ dado a cada uno de vosotros.
cios se derrum be por su propio peso,
pensam os que no os sería desagradable Dado en Roma junto a San Pedro, el
si, p ara a p a rta r este peligro, lo enco­ día 30 de setiembre de 1865, de Nues­
m endáram os a los pastorales cuidados tro Pontificado el año vigésimo.
de vuestra caridad. Puesto que, si bien
perfectam ente entendemos que no ne­ PIO PAPA IX.

(*) Pii IX, P. M. Acta, Romee, vol. IV, 29-30. Traducción especial para la 1? edición. — Las cifras
marginales indican las páginas del texto original latino. (P. H.).

— 169 —
3<e

ENCICLICA “LEVATE”<*>
(27-X-1867)

SOBRE DIVERSAS CALAMIDADES QUE AFLIGEN A LA IGLESIA


PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
371 1. El cuadro de calam idades. Le­ después de haber recibido mercedes,
vantad, Venerables Herm anos, los conceden venias a los impíos, m ientras
ojos a vuestro alrededor y veréis, y niegan la justicia al justo y lo despo­
juntam ente con Nosotros vehem ente­ jan, y con el corazón corrom pido, se
mente lam entaréis, las pésimas abo­ esfuerzan torpem ente en llevar a cabo
minaciones con las que sobre todo la los más depravados deseos con m áxi­
pobre I talia está actualm ente p ertu r­ mo daño de la m ism a sociedad civil.
bada; Nosotros en verdad adoram os
hum ildem ente los inescrutables juicios 2. El gobierno de Piam onte y la San­
de Dios a quien plugo que viviéramos ta Sede. Estam os actualm ente, Vene­
en estos luctuosísim os tiempos en los rables Hermanos, rodeados visiblemen­
cuales las obras de algunos hom bres y te de este género de hom bres perdidos.
sobre todo de aquellos que en la infe­ Estos hom bres del todo anim ados por
licísima I talia rigen y gobiernan la el espíritu diabólico pretenden colocar
república, desprecian enteram ente los la bandera de la m entira en esta m is­
venerables m andatos de Dios y las le­ m a alm a Urbe Nuestra, junto a la Cá­
yes de la Santa Iglesia, m ientras la tedra de P edro , centro de la verdad y
im piedad levanta en alto im punem ente la unidad católica. Pero los que diri­
la cabeza, y triunfa. De lo cual provie­ gen el gobierno del Piamonte, que de­
nen todas las iniquidades, males y berían reprim ir semejantes hombres,
castigos que contem plam os con suma no se avergüenzan en fortaleceros con
aflicción de Nuestro ánimo. De aquí todo empeño y en proporcionarles
aquellas m últiples falanges de hom ­ arm as, y todo lo necesario, facilitán­
bres que cam inando en la impiedad, doles el camino a esta urbe. Pero
m ilitan bajo el estandarte de Satanás, estremézcanse todos estos hom bres por
en cuya frente está escrito: “Mentira”, más que estén colocados en el supremo
los cuales convocados en nom bre de grado y lugar de la potestad civil, como
la rebelión y poniendo su boca en el quiera que con esta inicua m anera de
cielo blasfem an de Dios, infam an y proceder se ligan con nuevos lazos de
372 desprecian todo lo sagrado, y pisotean­ penas si bien en la hum ildad de Nuestro
do todos los derechos divinos y hum a­ corazón no desistimos de rogar y ob­
nos, semejantes a lobos rapaces, anhe­ secrar a Dios, rico en m isericordia,
lan la presa, derram an la sangre, pier­ para que se digne hacer volver a todos
den las alm as con sus gravísimos es­ estos hom bres m uy desgraciados a la
cándalos, buscan con suma injusticia penitencia saludable y al recto camino
el lucro de la propia malicia, y a rre ­ de la justicia, religión y piedad, con
batan violentam ente lo ajeno, contris­ todo no podemos callar los gravísimos
tan al pequeño y al pobre, aum entan peligros a los que estamos exlpuestos
el núm ero de las viudas y huérfanos, y en estas horas de tinieblas. Por más
(*) Pii IX, P. M., Acta. Piomse, vol. IV, p. 371. Traducción especial para la 1? edición. (Véase la
“Introducción” pág. 79-86 en que se explica el fondo histórico que justifica las amargas quejas de
Pío IX sobre Piamonte). — Las cifras en el margen indican las páginas de las Actas de Pío IX. (P. H.).
— 170 —
26, 3 E n c íc l ic a “ L e v a t e ” 171

que se Nos excite con m alvados frau ­ Puesto que los sagrados obispos cató­
des, calum nias, insidias y m entiras, licos, los varones eclesiásticos y los
esperamos con ánimo enteram ente fieles laicos, han sido arrojados al des­
tranquilo la m archa de los aconteci­ tierro, encerrados en cárceles y de mil
mientos, como quiera que colocamos m aneras perseguidos, despojados de
toda N uestra esperanza y confianza en los propios bienes y afligidos y opri­
Dios Salvador Nuestro, que es N uestra midos con severísimas penas y cómo
ayuda y fortaleza en todas Nuestras han sido transgredidos enteram ente los
tribulaciones y que no tolera que sean cánones y leyes de la Iglesia. No con­
confundidos los que esperan en El, y tento con todo esto, el gobierno de R u­
vuelve sobre ellos las insidias de los sia se em peña en proseguir violando,
impíos y quebranta las cervices de los según el propósito de sus antepasados,
pecadores. M ientras tanto no podemos la disciplina de la Iglesia y en rom per
dejar de denunciar a vosotros, Vene­ los vínculos de unión y com unión de
rables H erm anos, y a todos los fieles aquellos fieles con Nosotros y esta
encomendados a vuestro cuidado, el Santa Sede, y m aquinar y procurar
tristísim o estado y los gravísimos peli­ todo cuanto tienda a destruir .radical­
gros en que actualm ente nos h alla­ m ente la Religión católica y a a rra n ­
mos por obra del gobierno piamontés. car a todos aquellos fieles del seno de
Puesto que si bien estamos defendi­ la Iglesia Católica arrastrándolos al
dos por la valentía y devoción de Nues­ funestísim o cisma. Con increíble dolor
tro fidelísimo ejército, que habiendo de Nuestro ánimo os damos noticia de
realizado preclaras hazañas dem ostró dos decretos que fueron prom ulgados
una fortaleza casi heroica, es evidente por aquel gobierno después de Nuestra
que el mismo no puede resistir largo últim a alocución arriba m encionada.
tiempo a un núm ero m ucho m ayor de P or el decreto publicado el día 22 del
injustísim os agresores. Y si bien no pasado mes de mayo con horrendo
nos depara pequeña consolación la atrevim iento, casi fue enteram ente ex­
piedad filial que Nos dem uestra el tinguida la Diócesis P oliachense en
resto de Nuestros súbditos reducido a el reino de P olonia juntam ente con
un pequeño núm ero por los crim inales su colegio de Canónigos, Constistorio
usurpadores, Nos vemos, sin embargo, General y Seminario Diocesano y el
obligados a dolem os vehem entemente Obispo de la mism a Diócesis separado
de que ellos no puedan dejar de sentir de su grey, fue obligado a alejarse
los gravísimos peligros que provienen inm ediatam ente del territorio de su
de los desenfrenados escuadrones de diócesis. Este decreto es semejante a
hom bres crim inales, que continuam en­ aquel del día 3 de junio, publicado el
te los aterrorizan con amenazas, los mismo año pasado, del que no pudi­
despojan y los vejan de todas m aneras. 3 mos hacer mención, como quiera que
lo ignorábam os. P o r este decreto el
3. La Iglesia en Rusia y Polonia. mismo gobierno no vaciló en suprim ir
Pero Nos vemos obligados a deplorar por su propio arbitrio y autoridad la
otros males, nunca bastante llorados, diócesis Cameneciense y en dispersar
Venerables H erm anos. Sobre todo por el colegio de Canónigos, el Consistorio
N uestra alocución consistorial tenida y el Seminario y en arrebatar violen­
el día 29 del mes de octubre del año tam ente su Obispo a aquella diócesis.
pasado y luego por la narración p ro ­ Y como se Nos c errara todo camino
vista de argum entos, que fue dada a y m anera de com unicarnos con aque­
la im prenta, conocisteis m uy bien con llos fieles, para no exponer a nadie a
cuántas calam idades se están vejando la cárcel, destierro u otras penas, Nos
e hiriendo, de un modo lam entable, vimos obligados a insertar en Nuestras
la Iglesia Católica y sus hijos en el Efem érides el acto por el que juzga­
im perio ruso y en el reino de Polonia. mos proveer al ejercicio de la legítima
172 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1867) 26, 4

jurisdicción de aquellas dilatadas dió­ Además de esto ha sido suprim ida


cesis y a las necesidades de los fieles, la Academia Católica de V arsovia y
de modo que por medio de la im prenta una triste ruina am enaza a la Diócesis.
llegara hasta allá la noticia de Nues­ Y lo deplorable sobre todo es que en
tras decisiones. Cualquiera puede fá ­ Chelmense y Beltiense entre los Rutenos
cilmente entender con qué fin publica se haya encontrado cierto Presbítero
el gobierno de Rusia estos decretos, W oicicki de sospechosa fe, quien des­
por qué a la ausencia de m uchos obis­ preciando todas las penas y censuras
pos añade la supresión de las diócesis. eclesiásticas y m enospreciando el te­
Pero lo que colma N uestra am argu­ rrible juicio de Dios, de ninguna m a­
ra, Venerables H erm anos, es otro de­ nera temió recibir del poder civil el
creto prom ulgado por el mismo go­ régimen y cuidado de la m isma dióce­
bierno el día 22 del pasado mes de sis y publicar ya varias ordenaciones
mayo, por el que fue constituido en que son contrarias a la disciplina ecle­
P etrópolis el Colegio, llam ado eclesiás­ siástica y favorecen al funestísimo
tico católico rom ano, presidido por el cisma.
Arzobispo Mohiloviense. O sea que
todas las peticiones, aun las referentes 4. E xhortación a la oración. En ta n ­
a asuntos de fe y de conciencia, que tas calamidades y angustias Nuestras
son rem itidas a Nosotros y a esta Sede y de la Iglesia, como no hallam os
Apostólica por los Obispos, Clero y otro que luche por Nosotros sino el
pueblo fiel del Im perio Ruso y del Señor Dios Nuestro, os rogamos vehe­
Reino de Polonia, deben sed enviadas mentemente una y otra vez, Venera­
prim ero a ese Colegio y ese mismo Co­ bles Hermanos, que según vuestro sin­
gular am or y celo por la causa católica
legio debe prim ero exam inarlas y dis­
y vuestra egregia piedad p ara con
cernir si las peticiones no sobrepasan
Nosotros, queráis unir vuestras ferven­
las potestades de los Obispos y en este tísim as preces con las N uestras y a 377
caso hacer que lleguen a Nosotros. Y una con todo vuestro clero y pueblo
luego que llegare allá N uestra decisión, fiel rogar e im plorar a Dios sin in ter­
el presidente del predicho Colegio de­ misión, para que, acordándose de sus
be rem itirla al Ministrio de Relaciones misericordias que son desde los siglos de
Internas, quien considerará si se en­ los siglos, aleje su indignación de Nos­
cuentra en ella algo contrario a las otros y libre a su Santa Iglesia y a Nos­
leyes del Estado y a los derechos del otros de tantos males; y que a los hijos
76 Suprem o P ríncipe, y cuando no suceda de la m ism a Iglesia, p ara Nos que­
así la cum plirá según su arbitrio y ridísimos, m ortificados con tantas in ­
voluntad. sidias y afligidos con tantas calam ida­
Bien veis, Venerables Hermanos, des, casi en todas partes, pero sobre
cuán vehem entem ente reprobable y todo en Italia en el Im perio Ruso y en
condenable sea tal decreto emanado el Reino de Polonia, los ayude con su
de una potestad laica y cismática, por virtud omnipotente, los defienda, los
el que se destruye la divina constitu­ conserve cada día m ás estables en la
profesión de la fe católica y saludable
ción de la Iglesia Católica, y se echa
doctrina, los confirm e y robustezca, y
por tierra la disciplina eclesiástica y
desbarate todas las im pías m aquina­
se infiere u n a m áxim a in ju ria a Nues­
ciones de los hom bres enemigos, los
tra suprem a Pontificia potestad y llame del abismo de iniquidad al ca­
autoridad, a la de esta Santa Sede y m ino de la salud y los lleve por la
a la de los Obispos, y los fieles son senda de sus m andam ientos.
impelidos a un funestísim o cisma y
hasta se viola y conculca el mismo Triduo universal é indulgencias que
derecho n atu ral en los negocios que se ganan. P or lo tanto querem os que
respectan a la fe y a la conciencia. se reciten durante un triduo, públicas
26, 5 E n c íc l ic a “ L e v a t e ” 173

plegarias según vuestro arbitrio dentro de penitencia, concedemos que puedan


de seis meses, y p ara los países u ltra ­ tam bién en el Señor ser aplicadas a
m arinos dentro de un año. Y p ara que modo de sufragio a las almas de los
los fieles asistan con más ardiente fieles cristianos que unidas en caridad
afecto a estas plegarias públicas e con Dios hayan emigrado de esta vida.
im ploren a Dios, a todos y a cada uno No obstando a lo cual nada de cuanto
de los fieles cristianos de ambos sexos, le sea contrario.
que en los predichos tres días asistan
devotamente a las mismas preces y 5. Conclusión. P o r últim o, nada cier­
nieguen a Dios según Nuestras inten­ tam ente más grato a Nosotros que usar
ciones por las presentes necesidades gustosísimamente tam bién de esta oca­
de la Iglesia y purificados con la Con­ sión para atestiguaros y confirm aros
fesión Sacram ental se reconforten con una vez más la particular benevolen­
la Sagrada Comunión, concedemos m i­ cia con que os abrazam os en el Señor.
sericordiosam ente en el Señor la in ­ Recibid como certísim a prenda de ella
dulgencia plenaria y rem isión de sus la bendición apostólica que os im par­
pecados. Em pero aquellos fieles, que timos am orosam ente en la efusión de
por lo menos con corazón contrito, en Nuestro cordial afecto, a vosotros, Ve­
cualquiera de los m encionados días nerables Hermanos, a todos los cléri­
cumpliesen con las demás obras p re­ gos y fieles laicos confiados a la vigi­
dichas, perdonam os en la form a acos­ lancia de cada uno de vosotros.
tum brada por la Iglesia siete años y el Dado en Roma junto a San Pedro
mismo núm ero de cuarentenas de las el día 27 de octubre del año 1867, de
3 penitencias a ellos aplicadas o que de Nuestro Pontificado el año vigésimo
cualquier modo debían. Todas las cua­ segundo.
les indulgencias y cada una de ellas,
remisiones de pecados y supresiones PIO PAPA IX.
ENCICLICA “RESPICIENTES EA OMNIA” <*)
(1 - XI - 1870>

SOBRE LOS ATAQUES A LOS ESTADOS PONTIFICIOS

PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

136 1. A tentados del gobierno del P ía­ frecuencia por cierto, Venerables H er­
m ente contra el poder civil de ia Santa manos, ha sido expuesta por Nosotros
Sede. Considerando todas las cosas que y m anifestada hace ya tiempo al orbe
el gobierno de Piamonte lleva a cabo católico la historia de esta nefasta
desde hace m uchos años con no inte­ guerra, pues esto lo hicimos en m u ­
rrum pidas m aquinaciones p ara destruir chas Alocuciones Nuestras, Encíclicas
el Principado civil concedido por sin­ y Breves dados en diversos tiempos, o
gular providencia de Dios a esta Sede sea el l 9 de noviembre del año 1850,
Apostólica, a fin de que los sucesores 22 de enero y 26 de julio de 1855, 18
del Bienaventurado P e d r o en el ejer­ y 28 de junio y 26 de setiembre de
cicio de su espiritual jurisdicción, go­ 1859, 19 de enero de 1860 en la carta
zaran de la necesaria y plena libertad apostólica del 26 de m arzo de 1860 y
y seguridad, no Nos es posible evitar, luego en las Alocuciones del 28 de
Venerables H erm anos, el sentirnos setiembre de 1860, 18 de m arzo y 30
apenados en lo íntim o de Nuestro co­ de setiembre de 1861 y 20 de setiem­
razón en medio de una conspiración bre, 17 de octubre y 14 de noviembre
tan grave contra la Iglesia de Dios y de 1867. En la serie de estos documen- 16
esta Santa Sede; y en este tiempo tan tos quedan puestas y declaradas las
luctuoso, en que el mismo gobierno, gravísimas injurias infligidas a Nues­
siguiendo los consejos de las sectas de tra Suprem a Autoridad y a la de esta
perdición, completó por la fuerza de Santa Sede aun antes de la ocupación
las arm as la sacrilega invasión, que de los dominios eclesiásticos, com en­
desde tiem po atrás prem editara, de zada estos últimos años, ya sometiendo
N uestra alm a urbe y de las demás ciu­ a indignos vejámenes a los sagrados
dades cuyo m andato Nos había queda­ m inistros, a las fam ilias religiosas y
do después de la anterior usurpación. aun a los mismos obispos, ya quebran­
Mientras veneram os los secretos desig­ tando la alianza con la Santa Sede
nios de Dios, hum ildem ente postrados establecida en solemnes convenciones
delante de El, Nos vemos obligados a y negando obstinadam ente el inviola­
pronunciar aquellas palabras del pro ­ ble derecho de ellas, aun en el mismo
feta: gimo yo y derraman lágrimas mis tiempo en que Nos hacía saber que de­
ojos porque se alejó de mí el conso­ seaba iniciar con Nosotros nuevas con­
lador que daba descanso a mi alma: versaciones. P or estos mismos docu­
han perecido mis hijos porque preva­ mentos claram ente se pone de m ani­
leció el enemigo <la>. fiesto, Venerables Hermanos, y lo verá
toda la posteridad, con qué artim añas
2. N unca el P ap a ha m antenido y con qué astutas e indignas m aqui­
137 oculto este doloroso asunto. Con harta naciones haj-a llegado el mismo go­
(*) ASS 6,136-145. Pii IX, P. M. Acta, Pars I, vol. VI, p. 136. Traducción especial para la l 9
edición, yéase a propósito de las persecuciones y ataques a los Estados Pontificios la “Introducción”
pág. 79-85). — Los números marginales indican las páginas de ASS, vol. 6. (P. H.).
[Ia] Jcrcm., Lamento. 1, 16. [lb] El texto original latino de todos estos
documentos se encuentra reunido en el apéndice
IV de ASS, 6, 146-186.
— 174 —
27, 3-4 E n c íc l ic a “ R e p ic ie n t e s ” 175

bierno a vejar la justicia y santidad de a aquellos que ni siquiera respetaban


los derechos de esta Sede Apostólica; la dignidad del Supremo Pontificado
y sim ultáneam ente entenderá cuántos en Nuestra hum ilde persona.
hayan sido Nuestros cuidados en con­
tener, según Nuestras posibilidades, su 4. Nuestra actitud. - La ayuda fran­
audacia cada día m ayor y en vindicar cesa. Consta adem ás que Nosotros se­
la causa de la Iglesia. gún la obligación de Nuestro oficio,
no sólo resistimos siempre a los con­
3. Engaños y pretextos del gobierno sejos y postulaciones a Nosotros llega­
piamontés. Bien sabéis que el mismo dos por los que se intentaba que tra i­
gobierno piamontés incitó a la guerra cionáram os torpem ente Nuestro oficio,
a las principales ciudades de la Emi­ ya fuese dejando y entregando los de­
lia, enviando escritos, conspiradores, rechos y posesiones de la Iglesia, ya
arm as y dinero, y no m ucho después, estableciendo con los usurpadores una
convocados los comicios populares y indigna conciliación, sino que tam ­
tom ados los sufragios, se form ó un bién opusimos solemnes protestas ante
plebiscito, y con su engaño y aparien­ Dios y los hom bres por esas inicuas
cia, a pesar de la oposición de los bue­ audacias y crímenes, perpetrados con­
nos, fueron arrancadas de Nuestro p a­ tra todo derecho hum ano y divino, y
ternal im perio Nuestras provincias si­ declaram os ligados con las censuras
tuadas en aquella región. Es tam bién eclesiásticas a sus autores y prom oto­
cosa sabida que en el año siguiente el res y en cuanto fuese necesario les
mismo gobierno, p ara arreb atar otras aplicamos de nuevo las mismas cen­
provincias de esta Santa Sede situadas suras. P or último, es cosa sabida que
en el P i c e n o , la U m b r ía y el P a t r i m o ­ el predicho gobierno persistió a pesar
n i o , fingiendo dolosos pretextos, rodeó de todo en su contum acia y en sus
de im proviso con un gran ejército a maquinaciones, y que procuró prom o­
Nuestros soldados y a los escuadrones ver la rebelión en las demás provincias
voluntarios de la juventud católica, Nuestras y sobre todo en la Urbe, en­
que, llevada del espíritu de religión y viando perturbadores y con todo gé­
piedad hacia el P adre com ún, había nero de artes.
volado de todas las partes del m undo Gomo estos conatos de ninguna m a­
para defendernos, y sin que ellos sos­ nera resultaban según sus deseos, por
pecharan lo m ás m ínim o u na irru p ­ la indefectible fidelidad de Nuestros
ción tan súbita, los venció en sangrien­ soldados y el am or y aflicción de Nues­
ta batalla a pesar de que im pávida­ tros pueblos que se declaraban por nos­
mente lucharon por la Religión. A n a ­ otros insigne y constantemente, se le­
die se oculta la insigne im pudencia e vantó por últim o contra Nosotros aque­
hipocresía del mismo gobierno, que lla turbulenta tem pestad en el año 1867,
para disim ular el m al efecto de esta cuando en otoño vinieron a N uestras
usurpación sacrilega no dudó en divul­ tierras y a esta ciudad cohortes de
gar que había invadido aquellas p ro ­ hom bres facinerosos inflam ados en el
vincias p ara restablecer en ellas los fu ro r del crim en, y ayudados con los
principios del orden m oral, siendo así subsidios del mismo gobierno, de los
que de hecho prom ovió la difusión y que m uchos se habían ya ocultam ente
el culto de todo género de falsas doc­ instalado en esta Urbe. De su fuerza,
trinas, soltó en todas partes los frenos crueldad y arm am entos podíam os te ­
de las concupiscencias y la impiedad, m er, tanto Nosotros como Nuestros di­
aplicando inm erecidas penas a los sa­ lectísim os súbditos, las cosas más acer­
grados obispos y a los eclesiásticos bas y cruentas, como bien claro ap a­
de cualquier grado, encerrándolos en reció, si Dios m isericordioso no h u ­
cárceles y perm itiendo que fueran ve­ biese hecho vanos sus ím petus por
jados con públicas contum elias, m ien­ medio de la valentía de N uestras tro ­
tras dejaba im punes a los sectarios y pas y del poderoso auxilio de las le­
176 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1870) 27, y6-7:

giones enviadas a Nosotros p o r la ín ­ rey dada a Nosotros el día 8 de setiem­


clita nación francesa. bre próxim o pasado y entregada por
su representante a Nosotros destinado,
5. Consuelo que nos produce la fide­ en la que con largos y falaces rodeos
lidad de N uestros p astores y fieles. de palabras y sentencias, ostentando
En tantos combates, empero, en una los nom bres de am ante hijo y hom bre
tan larga serie de peligros, solicitudes católico y pretextando causas de orden
y acerbidades Nos proporcionaba la público, y la necesidad de proteger
Divina Providencia u n m áxim o solaz Nuestro Pontificado y N uestra perso­
con vuestro preclaro am or y afecto, na, pedía que no quisiéramos tom ar la
Venerables Herm anos, y la de vuestros destrucción de Nuestro poder tem po­
fieles, p ara con Nosotros y esta Santa ral como un hecho hostil y que cedié­
Sede, que acabadam ente dem ostrasteis ram os espontáneam ente la m ism a po­
en insignes publicaciones y con las testad, confiados en las fútiles prom e­
obras de la caridad católica. Y si bien sas ofrecidas por él y con las, que se­
los gravísimos peligros en que nos gún decía, se conciliaban los deseos de
encontrábam os, apenas Nos dejaban los pueblos de I talia con el supremo
alguna tregua, nunca, con la ayuda de derecho y libertad de la autoridad es­
Dios, descuidamos nada que tocase a p iritu al del Rom ano Pontífice. Nos­
la defensa de la prosperidad tem poral otros por cierto, no pudimos dejar de
de Nuestros súbditos, y cuál fuese ju n ­ extrañarnos intensam ente viendo de
to a Nosotros el estado de la tran q u i­ qué m anera quería cubrir y disim ular
lidad y seguridad públicas, cuál la si­ la violencia que a poco había de h a ­
tuación de todas las mejores discipli­ cernos, ni pudim os dejar de sentir en
nas y artes, cuál la fidelidad y volun­ lo íntim o de Nuestro espíritu la suerte
tad de Nuestros pueblos hacia Nos­ de este rey que, llevado de inicuos con­
otros fue fácilm ente percibido por to­ sejos, inflige a la Iglesia cada día nue­
das las naciones de las que m uchísi­ vas heridas y m irando m ás a los hom ­
mos peregrinos en todo tiempo aflu­ bres que a Dios no piensa que hay en
yeron en m asa a esta Urbe, sobre todo los cielos un Rey de reyes y Señor de
con ocasión de m uchas celebraciones señores, quien no retrocederá ante na­
y sagradas solemnidades que hicimos.
die, ni temerá la potencia de ninguno,
ya que él hizo al pequeño y al grande
6. D estrucción de N uestro poder y reserva a los fuertes un más fuerte
tem poral. - C arta del rey del Piam onte. castigo
Ahora bien, estando así las cosas y
gozando Nuestros pueblos de tranquila
paz, el rey del P iamonte y su gobier­ 7. Reivindicarem os siem pre la lib er­
no, aprovechando la oportunidad de tad y la soberanía tem poral de la San­
una gran guerra encendida entre dos ta Sede. P o r lo que atañe a las p o stu ­
naciones potentísim as de E uropa , con laciones a Nosotros expuestas, no juz­
una de las cuales había pactado con­ gamos que debíamos acceder sino que,
servar inviolable el presente estado del obedeciendo a las leyes de Nuestro
dominio eclesiástico y no perm itir que cargo y de Nuestra conciencia debía­
fuera violado por los facciosos, se de­ mos seguir los ejemplos de Nuestros
term inaron a invadir rápidam ente las predecesores y máxime de Pío VII de
restantes tierras de Nuestro dominio y feliz m em oria, cuyos invictos senti­
N uestra m ism a Sede y someterlas a su mientos, m anifestados por él en un
potestad. Y ¿con qué fin esta invasión caso m uy sem ejante al actual, Nos
hostil?, ¿qué causas se pretextaban? complace expresar y tom ar aquí como
A todos son perfectam ente conocidas propios de Nosotros. Recordemos con
las cosas contenidas en la carta del S an Ambrosio(31, que el santo varón
(2) I Timot. 6, 15; Apoc. 19, 16; Sabid. 6, 8-9. (3) S. Ambrosio, De Basil. trad. n. 17.
27, 8-9 E n c íc l ic a “ R e p ic ie n t e s ” 177

N a b o t h poseedor de su viña, urgido temente hemos profesado en m uchas


para que la cediera a petición regia, alocuciones Nuestras y respondiendo
pues el rey quería cortar las vides y al rey, reprobam os sus injustas postu­
plantar allí viles hortalizas, respondió: laciones pero de tal m anera que le
Lejos de mí el entregar la heredad de m ostram os Nuestro acerbo dolor unido
mis padres. Juzgamos que Nos sería a la paterna caridad que no sabe
m ucho menos lícito a Nosotros entre­ desam parar ni a los hijos rebeldes,
gar tan antigua y sagrada heredad (o im itadores del rebelde A b s a l ó n . Toda­
sea el dominio tem poral de esta Santa vía no habíam os enviado esa carta al
Sede poseído durante tan prolongada rey cuando fueron ocupadas por sus
serie de siglos por los Romanos P ontí­ ejércitos las ciudades de Nuestro do­
fices predecesores Nuestros, no sin evi­ m inio Pontificio, hasta entonces intac­
dente disposición de la Divina P ro ­ tas y pacíficas, dispersando fácilmente
videncia) o tácitam ente asentir a que a las guarniciones m ilitares que inten­
alguien se apodere de la ciudad capital taron resistir; y no m ucho después
del orbe católico, donde, luego de per­ amaneció aquel infausto día del pasa­
turbada y destruida la santísim a for­ do setiembre en que vimos cercada a
m a de los sagrados cánones inspirados esta Urbe, sede del Príncipe de los
por el E spíritu de Dios, la suplantase Apóstoles, centro de la Religión cató­
por un código que es contrario y repug­ lica y refugio de todas las gentes, y
na no sólo a los sagrados cánones, sino habiendo sido abiertas brechas en los
tam bién a los preceptos evangélicos, y m uros y cundido dentro de ella el
se estableciese como de costum bre el terror de los proyectiles, debimos de­
nuevo orden de cosas que m anifiesta­ plorar el verla batida por la fuerza y
mente tiende a consolidar y am algam ar por las arm as, ordenándolo así quien
todas las sectas y supersticiones en con­ poco antes había hecho tan insignes
tra de la Iglesia Católica. protestas de filial afecto.
N a b o t h defendió sus vides aun con
su propia sangre^. ¿Acaso podríamos 9. D olor que nos causó la ocupación
Nosotros, aun exponiéndonos a cual­ de N uestra Urbe. ¿Qué cosa m ás luc­
quier eventualidad, no defender los tuosa pudo acaecem os a Nosotros y a
derechos y posesiones de la santa Igle- todos los buenos que el infortunio de
141 sia Romana, habiéndonos comprome­ aquel día? E n él vimos ocupada la
tido a hacerlo en la medida de Nues­ Urbe por las tropas, vimos en seguida
tras fuerzas con solemne juramento? perturbado y destruido el orden p ú ­
¿O podríamos no reinvidicar la liber­ blico, vimos injuriada en la hum ildad
tad de la Sede Apostólica, tan unida de N uestra persona con im pías expre­
con la libertad y utilidad de la Iglesia siones la dignidad y santidad del m is­
universal? mo Supremo Pontificado, vimos sol­
Y cuán grande sea la conveniencia dados ser objeto de todo género de
y necesidad de este Principado tempo­ contumelias, y dom inar por todas p a r­
ral para asegurar a la Suprema Cabeza tes la m ás desenfrenada licencia y des­
de la Iglesia un tranquilo y libre ejer­ caro, donde poco antes se traslucía el
cicio de aquella potestad espiritual que afecto de los hijos deseosos de aliviar
le fue confiada por Dios en todo el la tristeza del Padre común. Desde ese
orbe, lo demuestran abundantemente día sucedieron ante Nuestros ojos tales
(aunque faltasen otros argumentos) los cosas que no pueden recordarse sin
mismos acontecimientos actuales^. 8* justa indignación de todos los buenos:
libros nefastos, henchidos de m entiras,
8. Reprobam os las injustas postula­ torpeza e im piedad com enzaron a ofre­
ciones del rey del P iam onte. R efirm án­ cerse a bajo precio y a diseminarse
donos pues, en este sentir que constan- por todas partes, y se divulgaron mu-
(4) S. Ambrosio, De Basil. trad. n. 17. (5) Pío VII, Carta Apost. 10-VI-1809.
178 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1870) 27,/10

chas revistas tendientes a la corrup­ bles, pudiesen ser puestos en contro­


ción de las mentes y buenas costum ­ versia y deliberación, y, como /si por
bres, al desprecio y calum nia de la la rebelión y audacia popular pudiesen
Religión y a inflam ar la opinión públi­ perder su fuerza las gravísimas cen­
ca contra Nosotros y esta Sede Apos­ suras en que caen, ipso facfo y sin
tólica. Se publicaron tam bién torpes e ninguna nueva declaración, los viola­
indignas imágenes y otras obras de ese dores de los predichos derechos y po­
género en las que se hace burla de las sesiones, p ara cohonestar la sacrilega
cosas y personas sagradas, exponién­ expoliación que padecimos, despre­
dolas a la pública irrisión; se decreta­ ciando el derecho natural y de gentes,
ron honores y m onum entos a quienes se buscó aquel aparato y ridicula ap a­
habían sido castigados por los trib u n a­ riencia de plebiscito ya em pleada otras
les y las leyes, m uchos m inistros ecle­ veces en Nuestras provincias; y con
siásticos contra los que se dirige toda esta ocasión, los que suelen regocijarse
la inquina, fueron ofendidos con in ju ­ con las cosas pésim as no se avergon­
rias y algunos tam bién heridos con zaron en pasear con triunfal pompa,
traicioneros golpes; algunas casas re­ por las ciudades de I t a l i a , la rebelión
ligiosas fueron sometidas a injustos y el desprecio de las censuras eclesiás­
allanam ientos, violado Nuestro palacio ticas, contra los verdaderos sentim ien­
del Q u i r i n a l , y expulsado violentam en­
tos de la gran m ayoría de los italianos,
te de él, donde tenía su sede, uno de cuya religión, devoción y fidelidad h a ­
los cardenales de la S. R. I. y otros cia Nosotros y la Santa Iglesia, opri­
eclesiásticos de entre Nuestros fam i­ m ida de m uchas m aneras, se ve im pe­
liares impedidos de utilizarlo y moles­ dida de m anifestarse libremente. Mien­
tados de varias m aneras, y se publica­ tras tanto Nosotros que hemos sido
ron leyes y decretos que m anifiesta­ constituidos por Dios para regir y go­
mente hieren y arru in an la libertad, bernar la casa de Israel y como supre­
inm unidad, propiedades y derechos de mos defensores de la Religión y de la
la Iglesia de Dios. Y vemos con dolor justicia y vindicadores de los derechos
que todos esos males gravísimos, si de la Iglesia, para no ser inculpados
Dios propicio no lo impide, irán en ante Dios, y la Iglesia por haber ca­
aum ento, m ientras Nosotros impedidos llado y haber con Nuestro silencio
de aplicar ningún remedio por razón prestado asentim iento a tan inicua
de N uestra actual situación, cada día perturbación de las cosas, renovando
advertim os más claram ente el cautive­ y confirm ando lo que solemnemente
rio en míe estamos y la falta de aque­ declaram os en las Alocuciones, E ncí­
lla plena libertad que con falsas pala­ clicas y Breves arriba citados, y re ­
bras se dice a todo el orbe habérsenos cientemente en la protesta que por
dejado, en el ejercicio de Nuestro Nuestro m andato y en Nuestro nom bre
Apostólico m inisterio, y que el gobier­ el Cardenal Secretario de Estado, el
no intruso se jacta de querer asegurar mismo día 20 de setiembre, entregó a
con las precauciones que llam a nece­ todos los Em bajadores, Ministros, y
sarias.10 Encargados de Negocios de las nacio­
nes extranjeras ante Nosotros y esta
10. No podem os o cu ltar el enorm e y Santa Sede, de la m anera m ás solem­
sacrilego crim en del gobierno piam on- ne que Nos es posible, de nuevo ante
tés. No podem os p asar por alto el vosotros, Venerables Hermanos, decla­
enorme crim en que Vos bien conocéis, ramos, que Nuestra mente, propósito y
Venerables Hermanos. Puesto que co­ voluntad es retener íntegros, intactos
mo si las posesiones y derechos de la e inviolables todos los dominios y de­
Sede Apostólica por tantos títulos sa­ rechos de esta Santa Sede y transm itir­
grados e inviolables, y tenidos durante los a Nuestros sucesores; y que es in ­
tantos siglos por conocidos e intoca­ justa, violenta, nula e írrita cualquier
27, 1 M 2 E n c íc l ic a “ R e p ic ie n t e s 5 179

usurpación de ellos hecha tanto ahora auxilio, de manera que el Supremo


como antes y que todos los actos de Rector, Pastor y Vicario de Dios, no
los enemigos e invasores, tanto los que pueda proporcionar la ayuda que se
ya se han llevado a cabo como los que pide a su potestad espiritual, que por
quizás en el futuro se realicen para nadie debe ser impedida, a los católl
confirm ar de cualquier modo la predi­ eos esparcidos por todas partes del
cha usurpación son por Nosotros aho­ mundo y que desde allí solicitan su
ra y en cualquier tiempo condenados, auxilio y apoyo(7K Como quiera pues,
rescindidos, anulados y abrogados. que Nuestros avisos, postulaciones y
protestas fueron enteram ente inútiles,
11. por lo mismo con la autoridad de Dios
Nos encontramos cautivos, pues
se Nos imposibilita el ejercicio seguro om nipotente, de los santos Apóstoles
de Nuestra suprema autoridad pasto­ P e d r o y P a b l o y con la Nuestra, os
ral. Declaram os, adem ás, y p ro testa­ declaramos, Venerables Hermanos, y
mos delante de Dios y de todo el orbe por medio de vosotros a toda la Igle­
católico, que nos encontram os en una sia, que todos aquellos, aun los h o nra­
cautividad tal que se Nos im posibilita dos con dignidad especialísima digna
absolutam ente el ejercicio seguro, ex­ de mención, que perpretaron la inva­
pedito y libre de N uestra suprem a sión, usurpación y ocupación de las
autoridad pastoral. E n fin, obedecien­ provincias de Nuestro m andato o de
do aquel consejo de S a n P a b l o : ¿Qué algunas de ellas y de esta alm a Urbe
participación habrá de la justicia con y a sus jefes, fautores, colaboradores,
la iniquidad? o ¿Qué sociedad de la consejeros, adherentes y a todos los
luz con las tinieblas? ¿Qué convenio demás que procuraron o llevaron a
será posible entre Cristo y Belial?(Q\ cabo bajo cualquier pretexto y de cual­
pública y abiertam ente decimos y de­ quier m anera la ejecución de las cosas
claram os que Nosotros, acordándonos predichas, han incurrido en excomu­
de Nuestro oficio y del solemne ju ra ­ nión m ayor y en las demás censuras y
m ento que Nos obliga, jam ás asentire­ penas eclesiásticas, infligidas por los
mos ni prestarem os aprobación a nin­ sagrados cánones, constituciones apos­
guna conciliación que de alguna m a­ tólicas y decretos de los concilios ge­
nera destruya o dism inuya Nuestros nerales, sobre todo del Tridentino(8)
derechos y los de Dios y esta Santa según la form a y tenor expresado en
Sede. Asimismo afirm am os que Nos­ Nuestra Carta Apostólica dada el día
otros, preparados con el auxilio de la 26 de marzo de 1860.
144 gracia divina a beber en N uestra edad
ya avanzada por la Iglesia de Cristo, 12. Nuestra última palabra sea enco­
h asta las heces, el cáliz que él mismo mendar Nuestros enemigos al Señor
prim ero se dignó beber por ella, nunca para que El los ilumine. A cordándo­
nos adherirem os ni accederemos a los nos que tenemos en la tierra el lugar
mismos pedidos que se nos hacen. de Aquel que vino a buscar y salvar lo
Pues como decía Nuestro predecesor que había perecido, nada deseamos
P ío VII: atacar por la fuerza el sobe­ m ás que abrazar con paternal caridad
rano imperio de esta Sede Apostólica, a los hijos descarriados vueltos en sí,
separar su potestad temporal de la por lo que levantam os de Nuestro co­
espiritual disociar los cargos de pastor razón, m ientras rem itim os y encom en­
y de príncipe, separarlos y amputarlos damos a Dios, cuya bondad es m ayor
no es otra cosa que destruir y querer que la Nuestra, esta justísim a causa,
perder la obra de Dios, procurar que le obsecramos y rogamos por las en­
la Religión padezca el mayor detri­ trañas de su m isericordia, que esté 145
mento, despojada de un eficacísimo junto a Nosotros y su Iglesia Santa y
(6) II. Corint. 6, 14-15. (8) Conc. de Trento, sesión 22, cap. 11, de
(7) Pío YH, Alocución 6-III-1808. reform. (Mansi Coll. Conc. 33, col. 137).
180 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1870) 27,
haga m isericordioso y propicio que los tampoco ahora dejará el Señor preva­
enemigos de la Iglesia, considerando lecer la vara de los pecadores sobre la
la eterna ruina que se están p rep aran ­ suerte de los justos. No se ha acortado
do, se esfuercen en aplacar, antes del la mano del Señor, ni se ha hecho
día de la venganza, su form idable ju s­ impotente para salvar. Libertará sin
ticia y cam biando de determ inación duda a su esposa de estas circunstan­
consuelen el llanto de la Santa Madre cias El que con su sangre la redimió,
Iglesia y Nuestro dolor. la adoptó por su Espíritu, la adornó
Y p ara que consigamos tan insig­ con dones celestiales y la enriqueció
nes beneficios de la divina clemencia, asimismo con los terrenos(10).
os rogamos intensam ente, Venerables
H erm anos, que unáis a Nuestros votos 13. La Bendición Apostólica. Mien­
vuestras fervorosas plegarias, a una tras tanto, pidiendo a Dios la abun­
con los fieles encomendados al cuidado dancia de las gracias celestiales, p a­
de cada uno de vosotros y que todos ra vosotros, Venerables Herm anos y
juntos acercándonos al trono de la p ara todos los clérigos y fieles laicos
gracia y m isericordia, presentemos co­ encomendados a vuestra vigilancia,
mo intercesores a la Inm aculada Vir­ am orosam ente os im partim os a vos­
gen María Madre de Dios, a los bien­ otros y a esos mismos amados hijos,
aventurados apóstoles P edro y P ablo. la Bendición Apostólica salida de lo
La Iglesia de Dios desde su nacimien­ íntim o de Nuestro corazón y prenda
to hasta estos tiempos muchas veces de Nuestro particular afecto hacia
fue atribulada y otras tantas fue liber­ vosotros.
tada. Sus palabras son: Muchas veces Dado en Roma, junto a San Pedro,
me combatieron desde mi juventud pe­ el día l 9 de noviembre del año 1870,
ro no prevalecieron contra mí. Sobre de Nuestro Pontificado el vigésimo
mis espaldas maquinaron los pecado­ quinto.
res y prolongaron su iniquidad^. Ni PIO PAPA IX.

(9) Salmo 128, 2-3. (10) S. Bernardo, Epist. 244 n. 2 al Rey Con-
iado (Migne PL. 182, col. 441-C).
ENCICLICA “UBI NOS ARCANO DEI CONSILIO” O
(15-V-1871)
SOBRE LOS ESTADOS PONTIFICIOS Y NULIDAD DE LAS GARANTIAS

PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
257 1 La persecución y sus frutos. Cuan­ aprovechar los últimos despojos de la
do Nos, por secreto designio de Dios, justicia, honestidad y Religión concul­
reducidos bajo una potesta hostil, vi­ cadas. E n medio de estas angustias que
mos la triste y acerba suerte de esta llenan Nuestros días de am argura, so­
N uestia Urbe y el Principado civil de bre todo cuando pensam os a qué pe­
la Sede Apostólica sojuzgado p o r la ligros y asechanzas se ven expuestas la
invasión arm ada, p o r la carta a vos­ fe y la virtud de Nuestro pueblo, no
otros enviada el día prim ero de no­ podemos dejar de recordar sin gratí­
viembre del año próxim o pasado, os simo gozo Nuestro, vuestros eximios
declaram os a vosotros y por vuestro méritos, Venerables Herm anos, y los
medio a todo el orbe católico cuál fue­ de los am ados hijos que abraza vues­
se el estado de Nuestras cosas y de tra solicitud. Pues en todas partes los
esta Urbe y qué im píos y desenfrena­ fieles siguiéndoos a vosotros como
dos excesos Nos oprim iesen; cuando guía y ejemplo, respondieron con ad­
afirm am os delante de Dios y de los m irable decisión a Nuestras exhorta­
hombres, según lo exigía Nuestro su­ ciones y desde aquel infausto día en
prem o cargo, que queríam os m antener que fue tom ada esta Urbe insistieron
salvos e íntegros los derechos de esta en asiduas y fervorosas plegarias y ya
Sede Apostólica, os excitamos a vos­ con preces públicas, ya con sagradas
otros y a todos los fieles encomendados peregrinaciones, ya frecuentando sin
a vuestros cuidados a aplacar con fér­ interm isión las iglesias y recibiendo
vidas plegarias a la Divina Majestad. los sacramentos, o bien ofreciendo las
Desde entonces los males y calam ida­ demás principales obras de la virtud
des que luctuosos experim entos presa­ cristiana, juzgaron ser de deber suyo
giaban p ara Nosotros y esta Urbe, re ­ acercarse al trono de la clemencia di­
dundaron de hecho con exceso, m er­ vina. Y no pueden quedar sin abun­
m ándolas, en la dignidad y autoridad dantísim o fruto estas encendidas ple­
apostólicas, en la santidad de la Reli­ garias delante de Dios. Pues muchos
gión y de las costum bres y en Nues­ más bienes de los que ya de esto se
tros dilctísimos súbditos. Ni es esto han derivado, se nos prom eten y con
sólo, Venerables Herm anos, puesto que esperanza y fe los esperamos; vemos
agravándose cada día m ás la situación, la firm eza de la fe, el ardor de la cari­
Nos vemos obligados a decir con S a n dad acrecentarse cada día, contem pla­
B e r n a r d o : principios de los males son mos una solicitud tal en los ánimos de
éstos, tememos cosas peoresU). La los fieles cristianos por los trabajos de
25S iniquidad no ceja en sus designios, esta Sede y del Supremo Pastor que
prom ueve consejos y ya no se preocu­ sólo Dios pudo producir, y es tanta la
pa m ucho en ocultar sus pésimas obras, unidad de las mentes y voluntades que
imposibles de encubrir, procurando ()* desde los prim eros tiempos de la Igle-
(*) Act. S. S., yol. VI, 257-263. Traducción especial para la primera edición. (Véanse los antece­
dentes de esta Encíclica en la “Introducción”, pág. 79-85). — Los números marginales son del texto
original. (P. H.).
(1) S. Bernardo, Epist. 243 n. 4 (Migne PL.182, col. 439-C).
— 181 —
182 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1871) 28, 2-4

sia hasta nuestos días nunca pudo ta el 2 de m arzo a Nuestro Venerable


decirse con m ás esplendor y verdad herm ano Constantino Patrizi, cardenal
que la m uchedum bre de los creyentes de la Santa Romana Iglesia, decano
era un solo corazón y una sola alma^K del Sacro Colegio, Vicario Nuestro en
Al referirnos a este espectáculo de la Urbe, que no hace mucho fue p u ­
virtud no podemos dejar de hablaros blicada por la prensa.
acerca de Nuestros am antísim os hijos
ciudadanos de esta alm a Urbe pertene­ 3. D olor por los últim os sucesos. P e­
cientes a todas las clases y órdenes so­ ro como quiera que es costumbre del
ciales, aun los m ás encum brados, cuyo gobierno del Piamonte unir una perpe­
am or y piedad hacia Nosotros, cuya tua y torpe simulación con un im pu­
firm eza no superada por las dificulta­ dente desprecio contra la pontificia
des y m agnanim idad, no ya digna sino dignidad y autoridad, y con los hechos
ém ula de sus antepasados, espléndida­ m ostró que nada le im portaban Nues­
mente brilló y brilla todavía. Damos tras protestas, postulaciones y censu­
pues, a Dios misericordioso, inm ortal ras; de aquí que no obstante haber
gloria y acción de gracias por vos­ expresado Nuestro juicio acerca de las
otros, Venerables Herm anos, y por predichas cauciones, no desistió de
Nuestros am ados hijos los cristianos, urgir y prom over su discusión ante los
puesto que ha obrado y obra tales m a­ Supremos Ordenes del Reino, como si
ravillas en vosotros y en su Iglesia y se tratara de un negocio serio. En esa
259 ha hecho que sobreabundando la m a­ discusión apareció claram ente tanto la
licia sobreabundase la gracia de la fe, verdad de Nuestro juicio sobre la n atu ­
caridad y confesión. Cuál es pues, raleza e índole de aquellas cauciones
nuestra esperanza, nuestro gozo y coro­ como el inútil esfuerzo de los enemigos
na de gloria? ¿No lo sois acaso vos­ para velar su m alicia y fraude. Cierta­
otros delante de Dios? El hijo sabio m ente es increíble, Venerables H erm a­
es la gloria de su padre. Favorézcaos nos, que tantos errores abiertam ente
pues Dios y acuérdese del fiel servicio repugnantes a la fe católica y aun a
y piadosa compasión, consolación y los mismos fundam entos del derecho
honor que prestasteis y prestáis en los natural y tantas blasfemias como se
tiempos adversos y en los días de aflic­ profirieron en aquella ocasión, hayan
ción a la esposa de su Hijo^zK podido tener lugar en medio de esta
Italia que siempre se glorió y se gloría
2. Sim ulación de los perseguidores. principalm ente del culto de la Religión
Pero entre tanto, el gobierno del Pia- católica y de la Sede Apostólica del
monte m ientras por una parte se apre­ Romano Pontífice, y por cierto que,
sura a ridiculizar la Urbe ante el m u n ­ gracias a la protección de Dios sobre
do entero<4a), por otra, p ara engañar a su Iglesia, son enteram ente otros los
los católicos y calm ar su ansiedad, se sentimientos que en realidad alientan
preocupó por disponer ciertas fútiles a la gran m ayoría de los italianos que 260
inm unidades y privilegios que vulgar­ con Nosotros gime y deplora esta nue­
mente llam an garantías, con la m ira va e inaudita form a de sacrilegio y
de que las aceptáram os en lugar del con insignes y cada día mayores m ani­
Principado civil de que Nos despojó festaciones de su piedad nos demostró
con una larga serie de m aquinaciones que está unida en el espíritu y en los
y con arm as parricidas. Nosotros ya sentimientos con los demás fieles del
declaram os Nuestro juicio acerca de Orbe.
esas inm unidades y cauciones, Vene­
rables H erm anos, señalando su absur­ 4. N ulidad de las garantías. P or lo
do, la astucia e ironía en la carta escri-23 cual Nosotros, Venerables Hermanos,
(2) Act. 4, 32. [4b] Ver Pío IX Epístola La chiesa di Dio
(3) S. Bernardo. Epist. 238 y 130 (Migne PL. (Versión: Ecclesia Dei) 2-III-1871; ASS 6, pág.
182, col. 428-B). 264-268; y Carta Encíclica Beneficia Dei. 4-IV-1871
[4a] S. Bernardo, Epist. 243 n. 3 (Migne PL. en ASS 6, 269-273.
182, col. 439-A).
28, 5-6 E n c íc l ic a “ U b i N o s’ 183

os dirigimos nuevam ente la palabra y 6. La Iglesia no puede estar some­


si bien los fieles a vosotros encom en­ tida a un poder civil. N ecesariam ente
dados, ya con sus cartas ya con graví­ com prenderá con evidencia cualquiera
simos documentos de protesta abierta­ que, al estar sujeto el Romano Pontí­
mente han m anifestado con cuanto fice a la dom inación de otro príncipe,
disgusto sufren la situación que Nos ni tendría ya verdaderam ente en el
oprim e y cuanto disten de ser engaña­ orden político la potestad suprem a, ni
dos con las falacias que se encubren podría — sea que se considere su p er­
bajo el nom bre de cauciones, con todo sona o los actos del m inisterio apostó­
juzgamos ser obligación de Nuestro lico—•, sustraerse al arbitrio de aquel
oficio apostólico declararos solemne­ gobierno al que estaría sometido, el
m ente a vosotros y a todo el Orbe que cual podría ser herético o perseguidor
no sólo las llam adas cauciones y que de la Iglesia y encontrarse en guerra o
vanam ente han sido dispuestas por el estado de guerra con otros príncipes.
gobierno subalpino, sino cualquier cla­ Y en efecto, esta m ism a concesión de
se de títulos, honores, inm unidades y seguridades a que nos referim os ¿no
privilegios y cuanto sobrevenga con el es por sí m isma un clarísim o testim o­
nom bre de cauciones o garantías, de nio de que a Nosotros, a quienes ha
ninguna m anera pueden servir p ara sido dada por Dios la autoridad de
asegurar el expedito y libre uso de la prom ulgar lej^es referentes al orden
potestad a Nosotros divinam ente con­ m oral y religioso y que estamos cons­
fiada y p ara proteger la necesaria li­ tituidos como intérpretes del derecho
bertad de la Iglesia. natural y divino en todo el orbe, se
Nos im ponen leyes y tales leyes que se
5. La Iglesia nunca podrá aceptar vinculan con el gobierno de toda la
conciliaciones que menoscaben sus de­ Iglesia y sin otro derecho acerca de
rechos. Siendo así las cosas, como m u­ su conservación y ejecución que lo que
chas veces declaram os y afirm am os, prescribe y determ ina la voluntad del
Nosotros no podemos adm itir ninguna poder civil? Por lo que respecta a las
conciliación que de alguna m anera relaciones entre la Iglesia y la socie­
destruya o menoscabe Nuestros dere­ dad civil, bien sabéis, Venerables H er­
chos, que son los derechos de Dios y manos, que todas las prerrogativas y
de la Santa Sede, sin in cu rrir en culpa todos los derechos de autoridad nece­
por violación de la fidelidad prom e­ sarios para regir la Iglesia Universal,
tida bajo juram ento; por eso ahora los recibimos Nosotros, a través de la
por considerarlo obligación de Nuestro persona del Bienaventurado Pedro, di­
rectam ente del mismo Dios y aún más
oficio, declaram os que nunca adm iti­
que todas esas prerrogativas y dere­
remos o aceptarem os ni podrem os ad ­
chos y la m ism a libertad de la Iglesia
m itir o aceptar aquellas cauciones o
fue lograda por la sangre de Jesucristo
garantías excogitadas por el gobierno y debe ser estim ada por el infinito
piamontés, cualquiera sea su form a, ni precio de su divina sangre. Nosotros,
otras cosas similares de cualquier gé­ ciertam ente, corresponderíam os muy
nero o de cualquier m anera sanciona­ m al a la Sangre de Nuestro Divino Re­
das, que se nos ofrecieren con el p re­ dentor, lo que Dios no perm ita, si ne­
texto de proteger a N uestra sagrada po­ gociáramos con los príncipes de la tie­
testad y libertad en lugar y en susti­ rra estos derechos Nuestros, sobre todo
tución del Principado civil, con el que en las condiciones en que ahora se Nos
la Divina Providencia quiso proteger ofrecen tan disminuidos y adulterados.
y acrecentar la Santa Sede Apostólica Hijos y no señores de la Iglesia son
y que Nos confirm an tantos legítimos e los príncipes cristianos a los que muy
inconcusos títulos, como la posesión bien hablaba aquella gran lum brera de
de más de once siglos. santidad y doctrina Anselmo arzobis­
184 E n c íc l ic a s d e l PP. Pío IX (1871) 28, 7-8
po de Cantorbery : “ N o juzguéis que la creto de la Divina Providencia dado al
Iglesia de Dios os ha sido dada para Romano Pontífice y que el mismo es
serviros como a señores, sino que os necesario para que el Romano P ontí­
ha sido encomendada como abogados g fice, no sujeto jam ás a ningún príncipe
defensores. Nada ama Dios más en este o potestad civil, pueda ejercer con ple­
mundo que la libertad de su Iglesia”(567K nísim a libertad por la Universal Iglesia
Exhortándolos escribía en otro lugar: Católica la potestad y autoridad divi­
“Nunca juzguéis que se disminuye la nam ente recibida del mismo Cristo Se­
dignidad de vuestro encumbramiento si ñor Nuestro y m irar por el m ayor bien,
amáis y defendéis la libertad de la Igle­ utitidad y necesidades de la misma Igle­
sia, Esposa de Dios y Madre Nuestra, sia. Entendiendo esto, vosotros, Vene­
no juzguéis que os humilláis al forta­ rables Hermanos, y con vosotros los fie­
lecerla. Ved, mirad a vuestro alrededor; les encomendados a vuestro cuidado,
los ejemplos abundan; considerad qué con razón os conmovisteis por causa de
aprovechan y en qué paran los prínci­ la religión, justicia y tranquilidad que
pes que la impugnan y conculcan. A la son los fundam entos de todos los bie­
vista está, no es necesario decirlo. Cier­ nes, e ilustrando a la Iglesia de Dios
tamente, los que la glorifiquen, con ella con un digno espectáculo de fe, piedad,
y en ella se glorificarán constancia y virtud, esforzándoos fiel­
mente en su defensa, propagasteis para
7. La lib ertad de la Iglesia está liga­m em oria de futuras generaciones un
da al bien universal. A hora pues, por ejemplo nuevo, adm irable en sus anales.
las cosas que en otras ocasiones y re ­
cientemente os expusimos, Venerables 8. E xhortación a rogar por la lib er­
H erm anos, a nadie se oculta que la tad de la Iglesia. P o r cuanto el Dios
inju ria hecha a la Santa Sede en estos de las m isericordias es autor de estos
tiempos calamitosos redunda en toda la bienes, elevando a El Nuestros ojos, co­
República Cristiana. Como decía S a n razones y esperanzas, sin interrupción
B e r n a r d o a todos los cristianos de la le rogamos que confirme, robustezca y
tierra, atañe la injuria hecha al glorio­ aum ente vuestros preclaros sentim ien­
so Príncipe de los Apóstoles y como tos y los de los fieles y la com ún pie­
quiera que, según expresión del predi­ dad, am or y celo; a vosotros y a los
cho S a n A n s e l m o , la Iglesia Romana pueblos encomendados a vuestra vigi­
trabaja para todas las Iglesias, quien le lancia intensam ente exhortam os a que
quita lo suyo, se hace reo de sacrilegio, cada día con m ás firm eza y fervor,
no sólo contra ella sino contra todas cuanto m ás recrudece el combate, cla­
las I g l e s i a s Ni puede p ara nadie ser méis con Nosotros al Señor para que
motivo de duda que la conservación de se digne adelantar los días de su p ro ­
los derechos de esta Sede Apostólica piciación. Quiera Dios que los prínci­
está estrecham ente ligada con las su­ pes de la tierra a quienes en gran m a­
prem as conveniencias y utilidades de la nera interesa que la usurpación que
Iglesia U niversal y con la libertad de Nosotros padecemos, no se establezca
vuestro m inisterio episcopal. y vigorice, como ejemplo para ruina de
Reflexionando Nosotros sobre Nues­ toda potestad y orden, se unan todos en
tra obligación y considerando todas es­ concordia de alm as y voluntades, y
tas cosas, Nos vemos obligados a con­ quitadas las disensiones, tranquilizadas
firm ar u na vez más y a profesar cons­ las perturbaciones de los rebeldes, des­
tantem ente lo que m uchas veces de­ baratados los crim inales planes de las
claram os con unánim e consentimiento sectas, junten sus esfuerzos para que
vuestro, o sea, que el principado civil sean restituidos a esta Santa Sede sus
de la Santa Sede fue por singular de­ derechos y con ellos a la cabeza visible
(5) S. Anselmo de Cantorb., Carta 8, lib. IV 159, col. 76-C). [Debe advertirse, sin embargo
(Migne PL. 159 [Epist. IX] col. 206-C). que no es una sentencia original de S. Anselmo
sino más bien —lo que le da mayor valor— una
(6) S. Anselmo, Carta 12, lib. IV (Migne PL. frase que el Papa Pascual II, estampó en una
159 [Epist. 13] col. 208-C). carta dirigida a S. Anselmo como se comprueba
(7) S. Anselmo, Carta 12, lib. III (Migne PL. en Migne PL. 163, col. 81-A]. (P. H.).
28, 9 E n c íc l ic a “ U bi N o s” 185

de la Iglesia su plena libertad y a la Dios, Cristo, está con nosotros e in ter­


sociedad civil la tranquilidad deseada. viene en la causa. Confiad, El venció al
Ni debéis pedir con m enor intensidad, mundo(10\ Mientras tanto con m agna­
Venerables H erm anos, a la divina cle­ nim idad y fe cierta sigamos la voz de
m encia en vuestras preces y los de la eterna Verdad que dice: Lucha a
vuestros fieles que convierta a la peni­ favor de la justicia exponiendo tu vida,
tencia los corazones de los impíos, y, y hasta la muerte combate por la jus­
disipando la ceguedad de sus mentes ticia, y vencerá Dios por ti a tus ene-
antes que sobrevenga el día del Señor, migos( n ).
grande y terrible, o bien reprim iendo
sus malignos planes m uestre cuán va­ 9. La Bendición Apostólica. Supli­
nos e insensatos son los que se esfuer­ cando a Dios de lo profundo de Nues­
zan en derrocar la piedra fundada por tro ánimo que os conceda a vosotros,
Cristo y violar los divinos p riv ile g io s^ . Venerables Hermanos, y a todos los
E n estas plegarias deben fundam entar­ clérigos y fieles laicos encomendados
se fielmente Nuestras esperanzas en al cuidado de cada uno de vosotros,
Dios: ¿Creéis que podrá Dios apartar os im partim os am orosam ente a vos­
sus oídos de su queridísima esposa otros y a los mismos amados hijos, la
cuando clamare contra aquellos que la Bendición Apostólica, prenda de Nues­
angustian? ¿Cómo no reconocerá el tro singular e íntim o am or hacia vos­
hueso de sus huesos, la carne de su otros y ellos.
carne y aun en cierta manera el espí­
ritu de su espíritu? Es ciertam ente Dado en Roma, junto a San Pedro,
esta la hora de la maldad y del poder el día 15 de mayo de 1871, de Nuestro
de las tinieblas(9). P or lo demás, es la Pontificado el año vigésimo quinto.
hora últim a y ese poder pronto pasa.
La virtud de Dios y la sabiduría de*148 PIO PAPA IX.

(8) S. Gregorio Vil, lib. III, Carta 6 (Migne >’ 14 <Migne PL* 182’ co1' 275_B y C; coL 280 D'
148, col. 435-B). A).
: (9) Lucas 22, 53; S. Bernardo, Carta 126 nrs. 6 Eclesiástico3'-!, 33.
20
ENCICLICA “ETSI MULTA LUCTUOSA” (*>
(21-XI-1873)
SOBRE ATAQUES A LA IGLESIA EN LOS DIFERENTES PAISES

PI O PP. I X
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
465 1. Las presentes terribles calam ida­ nunca hubiéram os imaginado siquiera,
des. - V ejám enes a la lib ertad de la la Universidad Gregoriana fue suprim i­
Iglesia. Si bien p o r diversos motivos da y deshecha, cuya finalidad según el
hayam os padecido ya desde los comien­ dicho del viejo autor que escribía del
zos de Nuestro ya largo Pontificado tris­ colegio rom ano de los anglosajones,
tes y lam entables cosas, las que en las consistió en form ar en doctrina y fe
frecuentes cartas Encíclicas enviadas a católica a los jóvenes provenientes de
vosotros detallam os; en estos últimos las m ás apartadas regiones, para que
tiempos se ha agigantado de tal m anera así confortados en un am biente santo,
esa m ontaña de pesadum bre que inde­ regresaran a sus naciones sin peligro
fectiblemente sucum biríam os si no Nos de que en sus diócesis se enseñara nada
sustentara la divina Bondad. Más aún, nocivo o adverso a la unidad católica.
las cosas h an llegado a tal punto, que De modo que, m ientras con crim inales
sea preferible la m uerte a u na vida za­ estratagem as se Nos van retirando todos
randeada por tantas tempestades, y con los auxilios y recursos con los que po­
los ojos vueltos a lo alto, Nos sintamos dríam os regir y guiar a la Iglesia u n i­
obligados a exclam ar: Preferible es mo­ versal, se patentiza sin ambigüedad al­
rir a contemplar las calamidades de los guna, cuán lejos esté de la verdad lo
Santos^1*). que recientem ente se ha afirm ado, que
Desde que Nuestra am ada ciudad, habiéndosenos quitado el gobierno de
perm itiéndolo el Señor, sojuzgada por la Santa Ciudad, no se había dism inui­
las arm as, fue sujeta al régimen de los do en nada la libertad del Pontífice en
hom bres despreciadores del derecho, el ejercicio de su espiritual m inisterio y
hostiles a la Religión, que indiferente­ en los asuntos concernientes al orbe
mente confunden lo divino con lo h u ­ católico; y conjuntam ente cada día ad­
mano, ni u n solo día ha transcurrido quiere más relieve lo que en tantas oca­
en que no se sum ara una nueva herida siones y con tanta verdad ha sido de­
a Nuestro corazón sangrante por causa clarado e inculcado por Nos: que la
de las injusticias y vejám enes sin cuen­ usurpación sacrilega de Nuestra ju ris­
to. Resuenan aún en Nuestros oídos el dicción tem poral no llevaba otras m i­
llanto y los gemidos de varones y m u­ ras que la de resquebrajar la fuerza y
jeres de las fam ilias religiosas violen­ eficacia del Prim ado Pontificio, y des­
tam ente despojados de sus bienes; ellos tru ir radicalm ente, si fuera posible, a
están empobrecidos, brutalm ente arrui- la m ism a Religión Católica.
466 nados y desbaratados, como suele acon­ 2. Libertades de la Iglesia suiza a ta ­
tecer, en estas regiones, donde gobier­ cadas po r la Confederación suiza. P e­
nan las banderías políticas afanadas ro no es precisam ente Nuestro propó­
en convulsionar todo equilibrio social: sito en las presentes letras poner ante
conform e a lo que afirm ó el gran A n t o ­ vuestros ojos las miserias por las que
n i o citado por A t a n a s i o , el diablo odia no sólo R o m a , sino tam bién I t a l i a ínte­
a todos los cristianos, pero no sufre de gra se halla asolada; aun estas Nuestras
ningún modo a los santos m onjes y a tribulaciones las encubriríam os con do­
las vírgenes de Cristo. Además, lo que loroso silencio, si la Providencia Nos
(*) A. S. S. vol. 7, 465-479. Traducción especial para la primera edición. (Véanse los antecedentes
del subtítulo 1 en la “Introducción” , pág. 79-85). Las cifras en el margen son las páginas del texto
original. (P. II.). (1) I Macab. 3, 59.
— 186 —
29> 2-3 E n c íc l ic a “ E tsi M u l t a ” 187
perm itiera aligerar con ello las afliccio­ pasado, condenado por Nos en la refe­
nes profundísim as por las que en otras rida alocución. En efecto, el mismo go­
regiones pasan tantos Venerables H er­ bierno se arrogó el derecho de refor­
manos en el apostolado, Obispos con su m ar la Constitución de la Iglesia Cató­
clero y pueblo. lica en su territorio, am oldándola a las
Vosotros, Venerables H erm anos, no form as democráticas, sometiendo al
ignoráis tam poco que en los Cantones Obispo a la ley civil, ya en lo que res­
de la Confederación suiza, im pulsados pecta al ejercicio de su jurisdicción y
algunos, no ya por los heterodoxos de adm inistración, ya en la delegación de
los cuales no pocos han repudiado tales su potestad, negándole domicilio en su
atentados, sino por los entusiastas territorio; circunscribiendo el núm ero y
adeptos de las m odernas sectas, que en límites de las parroquias; imponiendo
todas partes, apoderándose de los go­ la form a y m anera de elección de los
biernos, h an revolucionado todo orden, párrocos y vicarios, las causas y cir­
han socavado los fundam entos mismos cunstancias para su revocación o sus­
de la Constitución de la Iglesia de Cris­ pensión de su oficio; autorizando a los
to, y esto no sólo hollando las m ás ele­ laicos para nom brar a los mismos, po­
mentales norm as de toda justicia, sino niendo tam bién en manos de los laicos
en abierta oposición a las prom esas la adm inistración tem poral del culto, y
467 públicas que h ab ían dado, cuando po r en general, colocando a éstos como
pactos solemnes, respaldados por el su­ censores al frente de las cosas eclesiás­
fragio y autoridad de las leyes de la ticas. Por estas m ismas leyes se proveyó
Confederación, debía quedar sin m e­ que sin autorización del gobierno, —y
noscabo alguno la libertad religiosa p a ­ ésta revocable— , los párrocos y vica­
ra los católicos. En N uestra alocución rios no pudieran ejercer m inisterio al­
habida el 23 de diciembre del pasado guno; que tam poco aceptaran ninguna
año, Nos lam entam os de la violencia otra dignidad extraña a la que el mismo
inferida a la Religión por los gobernan­ pueblo les confiriera, y que los mismos
tes de los pueblos, ya fuese legislando fueran impelidos por la potestad civil a
acerca de los dogmas de la fe católica, prestar juram ento en fórm ulas que con­
ya favoreciendo a las apostasías, ya tienen verdaderas apostasías.
impidiendo el ejercicio de la potestad 3. Invalidez de todas esas leyes. -
episcopal. Pero Nuestras justísim as Condenación de las mism as. Quién no
quejas m anifestadas al mismo Consejo ve que tales leyes no sólo son nulas y 468
Federal por Nuestro Delegado, fueron de ningún efecto por falta absoluta de
com pletam ente desatendidas; ni cupo autoridad en los legisladores laicos, las
m ejor suerte a las reclam aciones de los más de las veces heterodoxos; sino so­
católicos de los diversos órdenes, insis­ bre todo porque m andan com batir los
tentemente repetidas por el episcopado dogmas de la fe católica y la disciplina
suizo; y tanto más cuanto que se han eclesiástica decretada por el Ecuménico
renovado nuevas y más afrentosas in ­ Concilio Tridentino y por las Consti­
justicias a las m uchas ya inferidas. tuciones pontificias; por lo que Nos
Pues, después de desterrar de un m o­ vemos precisados a reprobarlas y con­
do inicuo a Nuestro Venerable H erm a­ denarlas.
no, Obispo de Hebrón y Vicario Apos­ De modo que, Nos, en cumplimiento
tólico en Ginebra, lo que redundó en de Nuestro oficio, con Nuestra autori­
tanta m ayor honra y gloria de la vícti­ dad apostólica solemnemente las repro­
ma, cuanta m ayor fue la ignom inia y bam os y condenamos; declarando al
afrenta p ara quienes lo m andaron y mismo tiempo ser ilícito y en toda fo r­
perpetraron, el Gobierno de Ginebra, el m a sacrilego el juram ento contenido
23 de m arzo y el 27 de agosto de este en las mism as; en consecuencia, todos
mismo año, ha publicado dos leyes en aquellos que en la ciudad de Ginebra o
completa conform idad con el Edicto en cualquier otro Estado, que conforme
propuesto en el mes de octubre del año a los decretos de dichas leyes, o lo que
188 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1873) 2 9 , 4-7

es lo mismo, elegidos por sufragio po­ cación con el Pastor desterrado, y m an ­


pular con la aprobación de la autoridad dato impuesto al Capítulo catedralicio
civil, se atrevan a desem peñar los ofi­ de Basilea para que se procediera a la
cios del m inisterio eclesiástico, ipso fac- elección de un nuevo Vicario Capitular
to, incurren en Excom unión Mayor, o Administrador, lo mismo que si real­
reservada a esta Sede Apostólica, y en mente hubiera sede vacante; tal aten­
las demás penas canónicas; debiendo tado fue, con valentía y en pública p ro ­
los fieles abstenerse de su trato, con­ testa, rechazado por el Capítulo. Mien­
form e al aviso divino, como extraños y tras tanto, por decreto y sentencia de
ladrones que no vienen sino a robar, los Magistrados civiles de Berna, se co­
matar y perder(2K municó a 69 párrocos de la región del
4. Dolorosos sucesos en otros canto­ Jura, que se abstuvieran de ejercer los
nes suizos. Son dolorosas y funestas oficios de su m inisterio. Después fueron
las cosas que acabam os de recordar; exonerados de sus puestos por la única
pero cosas aún más lam entables han causa de haber dicho en público que
ocurrido en cinco de los siete Cantones únicam ente reconocían como legítimo
de que consta la diócesis de Basilea, a Pastor al Venerable H erm ano E ugenio ,
saber, Solothurn, Berna, Basilea del en otras palabras, porque no querían
campo, Argovia, Turego. E n ellos tam ­ separarse torpem ente de la unidad ca­
bién se h an dado leyes sobre las p arro ­ tólica. Con esto se consiguió que toda
quias y revocación de los párrocos y esa región que con tanta fidelidad h a ­
vicarios, destructivas del régimen y bía m antenido la fe católica, y hace
constitución divina de la Iglesia, suje­ tiempo fue unida al Cantón de Berna
tando los m inisterios eclesiásticos a una con la condición y prom esa que m an­
potestad secular y ante todo cismática; tendría libre e incólume el ejercicio de
a todas por lo tanto, especialmente la su Religión, fuera privada de los serm o­
que ha sido publicada por el Gobierno nes parroquiales, de los bautismos, de
de Solothurn el 23 de Diciembre de los m atrim onios y sepelios solemnes,
1872, las reprobam os y condenamos, y ante las quejas inútiles y reclamaciones
como reprobadas y condenadas decre­ de la m uchedum bre de fieles, por una
tamos se tengan a perpetuidad. serie de injusticias reducida al dilema,
5. V alerosa actitud del Obispo de o de aceptar los pastores cismáticos y
Basilea. - P ro testa p o r su injusto des­ herejes designados por la autoridad po­
tierro. Cuando, en fin, el V enerable lítica, o verse privado de todo auxilio y
Herm ano, Obispo de Basilea, con justa m inisterio sacerdotal.
indignación y apostólica entereza, re­ 6. Gracias al Señor por la constancia
chazase algunos artículos preparados y de los fieles católicos suizos. Nos, cier­
a él presentados en la reunión o confe­ tamente, bendecimos al Señor, que con
rencia dicesana, como la llam an, a la la misma gracia con que en otros tiem ­
que asistieron los delegados de los cin­ pos alentaba y fortalecía a los m ártires
co Cantones arrib a mencionados, di­ m antiene ahora y fortalece a aquella
ciendo que era del todo punto im pres­ porción predilecta de la grey católica,
cindible repelerlos por el motivo de que que virilm ente sigue a su Obispo, levan­
dañarían a la autoridad episcopal, de­ tando vallados en la casa de Israel,
rrib arían todo el régimen jerárquico, y para que se m antenga de pie en las
469 favorecerían abiertam ente a la herejía. batallas del Señor, O) y desconocedora
Por tal motivo ha sido arrojado del del miedo, avanza por las huellas del
Episcopado, apartado de sus fieles, y mismo Capitán de los m ártires Cristo
violentam ente desterrado. Desde ese Jesús, m ientras ardiente y tenazmente
m om ento no se ha omitido ningún gé­ defiende su fe oponiendo m ansedum bre
nero de falsías o vejaciones con el fin de cordero a la ferocidad de los lobos.
de inducir a escisión al clero y pueblo 7. Persecuciones en el reino de Pru-
de los cinco Cantones; prohibición ab­ sia. El clero y pueblo fiel de Alemania
soluta al clero p ara cualquier com uni­ con no m enor mérito em ula la noble
(2) Juan 10, 5. 10. (3) Ezeq. 13, 5.
29, 8-9 E n c íc l ic a “ E t si M u l t a ” 189
constancia de los fieles de S u i z a , pues ya por los mismos hom bres privados
tam bién ellos siguen el preclaro ejem ­ que les están sujetos, ya por los magis­
plo de sus Prelados. Estos, en efecto, trados públicos, para afrontar un juicio
han atraído las miradas del mundo, de al igual que los criminales, y ser rep ri­
0 los Angeles y de los h o m b r e s que los midos en el ejercicio del cargo espiritual.
contem plan integralm ente revestidos de 9. Causas de la persecución al clero
la coraza de la verdad católica y con el en Alemania. De modo que la Iglesia
yelmo de la salud, pelear esforzada­ santísim a de Cristo, a la que se había
m ente las batallas del Señor, y tanto asegurado la necesaria y am plia libertad
más adm iran su fortaleza de ánim o e de Religión a sus Príncipes supremos en
invicta constancia y la celebran con públicos congresos, gime ahora en estas
eximios elogios, cuanto que cada día se regiones expoliada de todos sus dere­
vuelve más cruel la persecución contra chos y oprim ida por fuerzas criminosas
ellos, desatada en el Im perio de A l e m a ­ que la am enazan con su destrucción
n i a , con particularidad en P r u s i a . total; ya que la finalidad de las nuevas
leyes es no dejarla susbsistir más. No es
8. Constitución civil del clero ale­extraño por lo tanto que la antigua
m án. Además de las m uchas in ju rias tranquilidad religiosa se haya visto gra­
inferidas a la Iglesia católica en el p a­ vemente perturbada en el Im perio por
sado año, el gobierno de P r u s ia con sem ejantes leyes y dem ás asam bleas y
durísim as e injustas leyes, en abierta actos del gobierno prusiano tan funes­
contradicción con la antigua tradición, tos para la Iglesia. Pero algunos tem e­
ha sometido toda la form ación y educa­ rariam ente han pretendido culpar a los
ción de los clérigos a la potestad civil, católicos de esta perturbación en el
de tal m anera que a ella le incumbe I m p e r io G e r m á n i c o . Porque si a éstos
exam inar y dictam inar en qué form a se les acusa de que no se sujetan a
los clérigos se han de p rep arar e ins­ aquellas leyes, a las que no pueden
tru ir p ara la vida sacerdotal y pastoral; someterse sin menoscabo de sus con­
pasando aun más adelante, a la misma ciencias, por igual causa y motivo h a­
corresponde el indagar y juzgar sobre brían de ser reprochados Jesucristo y
la colación de cualquier oficio o bene­ los m ártires que prefirieron afrontar
ficio eclesiástico, y aún de a p artar de los más crueles torm entos y la misma
sus puestos y beneficios a los pastores m uerte, a traicionar a sus obligacio­
sagrados. P or encima de todo esto, para nes y quebrar los derechos de su Reli­
que más rápida y más integralm ente gión, obedeciendo a los m andatos ne­
fuera demolido el régimen eclesiástico fandos de los príncipes perseguidores.
y el orden de la sumisión jerárquica E n efecto, Venerables Hermanos, si
instituida por Nuestro Señor Jesucristo, adem ás de las leyes del gobierno civil,
con las mismas leyes se han puesto a no exisitieran otras, que colocadas en
los Obispos una serie de im pedim entos un plano com pletam ente superior, h a ­
para que, no puedan velar por la san­ bría que acatar, siendo punible al no
tidad de la doctrina en las escuelas ca­ hacerlo; y en lim pia consecuencia aque­
tólicas, ni por la salud de las alm as ni llas leyes civiles constituyeran la supre­
por el respeto que les corresponde por m a norm a hum ana, como algunos ab­
parte de los clérigos; según estas leyes surda y perversam ente pretenden, dig­
no queda a los Obispos otro recurso nos m ás bien de reproche serían los
que am oldarse a la opinión de la auto­ prim eros m ártires, que de encomios y
ridad civil y a los planes por la m ism a de alabanzas, y todos los que después
propuestos. E n fin, p ara que no queda­ de ello los im itaron vertiendo su sangre
ra nada por hacer p ara la plena destruc­ por la fe de Cristo y la libertad de su
ción de la Iglesia católica, ha sido insti­ Iglesia; m ás aún, no sería perm itido
tuido un tribunal real p ara los asuntos contra las leyes civiles y contra la vo­
eclesiásticos, ante el cual puedan ser luntad de los príncipes, enseñar la Reli­
citados los Obispos y Pastores sagrados, gión cristiana y constituir la Iglesia.
(4) Ver I Cor. i, 9; Efes. 6, 17.
190 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1873) 29, 10-11
10. Dos poderes: el religioso y el em perador de Alemania la acusación
civil. Pero la fe enseña y lo dem uestra no menos atroz que inesperada contra
la hum ana razón, que existen dos clases los católicos súbditos suyos, como se
de órdenes, y que se h an de distinguir expresa, especialmente contra el clero
dos jerarquías sim ultáneas de potesta­ católico y los Obispos de Alemania. La
des en la tierra, la u n a n atu ral que vela causa de tal acusación no es otra, que
por la seguridad de los negocios secu­ el haberse negado éstos a obedecer a
lares y la tranquilidad de la sociedad las predichas leyes, m enospreciando
hum ana, la otra em pero que tiene un las cárceles y las tribulaciones, y esti­
origen sobrenatural dirige a la ciudad m ando en nada sus vidas, con la m ism a
de Dios, esto es, la Iglesia de Cristo constancia con que antes de que dichas
divinam ente establecida p ara la paz y leyes fueran sancionadas, levantaron su
salud eterna de las almas. Los deberes voz en protesta contra los abusos de
de estas dos potestades están sabiam en­ las mismas, expuestos en graves, soli­
te determ inados, p ara que se den a Dios dísimas y luminosas reclamaciones, las
las que son de Dios, y por Dios al César que todo el orbe católico ha recibido
las cosas que son del César; quien por con entusiasmo y no pocos entre los
aquello es grande, por lo que es m enor heterodoxos las han presentado a sus
que el cielo; pues él pertenece a Aquel príncipes, a sus m inistros y a las su­
de quien es el cielo y todas las creatu- prem as asambleas del Estado. P or tal
ras. La Iglesia nunca se ha desviado motivo son acusados públicam ente de
de este divino m andato, la que se ha criminales, como si en un solo liaz se
esmerado siempre y en todas partes unieran y conspiraran con aquellos que
en im pregnar los ánimos de los fieles en se esfuerzan únicam ente en destruir to ­
este respeto que inviolablem ente deben da jerarquía social, despreciando m ul­
guardar p ara con los príncipes supre­ titud de argum entos que atestiguan a
mos y p ara con sus derechos civiles; y todas luces su incondicional respeto
con el Apóstol m antiene que los que para con el príncipe y su fogueado
im peran no son de tem er p ara la buena am or por la patria. Más aún, a Nos­
obra sino p ara la mala, m andando a otros mismos se Nos solicita que exhor­
sus súbdittos fieles que obedezcan no temos a aquellos católicos a la obser­
sólo por tem or de la ira, porque el vancia de aquellas leyes, lo que im pli­
príncipe tiene la espada justiciera en caría que Nosotros cooperáram os con
castigo para el que obra mal, sino tam- Nuestra obra a la destrucción y disper­
472 bién por la conciencia. Porque en su sión de la grey de Cristo. Pero espera­
oficio es m inistro de Dios. Ella dism i­ mos, confiados en Dios, que el serení­
nuye este tem or de los príncipes para simo em perador, m ejor inform ado y
el m al obrar, exluyéndolo de la obser­ m editadas m ás las cosas, rechace tan
vancia de la ley divina, que recuerda lo fútiles e increíbles sospechas contra sus
que S a n P e d r o enseñó a los fieles: súbditos fidelísimos, y que no consen­
“Porque ninguno de vosotros ha de pa­ tirá en adelante que su honor sea des­
decer como homicida, o ladrón, o mal­
trozado por tan horrible detracción y
hechor, o como entrometido en lo aje­
no; pero si padece como cristiano, no que perdure acerca de los mismos tan
se avergüence, antes glorifique a Dios inm erecida calumnia. Por lo demás, no
con este nombre D).1 habríam os puesto aquí el com entario a
esta carta imperial, si ésta hubiera sido
11. F alsas e injustas acusaciones de publicada por un órgano oficical berli-
desobediencia a las leyes contra los nense, ignorándolo completamente Nos,
católicos alem anes. Siendo esto así, y siendo en absoluto fuera de lo acos­
fácilm ente com prenderéis, am ados H er­ tum brado, conjuntam ente con otra es­
manos, que Nos llenara, como era n a ­ crita por N uestra m ano, en la que recu­
tural, de profunda am argura al leer en rríam os a la justicia del serenísimo em ­
la carta que acaba de enviarnos el perador en favor de la Iglesia católica.
(5) I Pedro 4, 15-16.
29, 12-15 E n c íc l ic a “ E t s i M u l t a 1 191
12. L a justicia protege N uestra cau­ de sus escritos, ya principalísim am ente
sa, Todo lo que h asta ah o ra hemos por el que recién se acaba de publicar,
reseñado es m anifiesto al m undo ente­ im pío y desvergonzado escrito por el
ro, por lo tanto, m ientras los religiosos que ellos han constituido su seudo-
y las santas vírgenes dedicadas a Dios obispo. Puesto que corrom pen y per­
son despojados de la libertad com ún a vierten la verdadera potestad de ju ris­
todos los ciudadanos, y desalojados de dicción en el Romano Pontífice y en
sus conventos con inaudita crueldad, los Obispos, sucesores de S a n P e d r o y
m ientras son cada vez m ás sustraídas los Apóstoles, la que así transm iten al
de la vigilancia y saludable m agisterio pueblo, o como ellos dicen, a la com u­
de la Iglesia, las escuelas públicas en nidad, obstinadam ente rechazan e im ­
las que se instruye la juventud católica, pugnan el Magisterio infalible, ya del
m ientras se disuelven las congregacio­ Romano Pontífice, ya de toda la Iglesia
nes instituidas p ara el fom ento de la docente, y contra el mismo E spíritu
piedad y los mismos sem inarios de los Santo prom etido por Cristo a su Iglesia
clérigos, m ientras se coarta la libertad para que perm aneciera con ella hasta
a la predicación evangélica, m ientras el fin de los tiempos, afirm an con in ­
en algunas regiones del im perio se im ­ creíble audacia, que el Romano P ontí­
pide que los fundam entos de la instruc­ fice, hasta los Obispos, los sacerdotes,
ción religiosa sean expuestos en lengua y el pueblo reunido con El en unidad
patria, m ientras son arrancados de sus y com unión de fe, cayeron en herejía
parroquias los párrocos colocados a su cuando aprobaron y profesaron las de­
frente por los Obispos, m ientras los finiciones del Ecuménico Concilio Va­
mismos Obispos son privados de sus ticano. P or lo mismo niegan la indefec­
rentas, m ientras los católicos son ve­ tibilidad de la Iglesia, y con trem enda
jados con todo género de crueldades, blasfem ia afirm an, que la m isma ha
¿puede concebirse que Nos resolvamos perecido en todo el m undo y en con­
a lo que se Nos insinúa, y que no invo­ secuencia su cabeza visible y los Obis­
quemos en favor de N uestra causa la pos han dejado de existir; de donde se
Religión de Jesucristo y la verdad? im pondría la obligación de restaurar el
13. Condenación de la secta de los legítimo episcopado en su seudo-obispo,
“Viejos Católicos”. Ni term in an aquí quien no entrando por la puerta sino
las injurias que se h an inferido a la por los m uros del redil, como ladrón y
Iglesia católica. Porque se añade a salteador, se vuelve en contra de la
aquello la protección del gobierno de m ism a cabeza, Cristo.
Prusia y de los demás gobiernos del 15. N ada podrá el infierno contra la
im perio alemán a aquellas sectas nue­ Iglesia de Cristo. A pesar de todo, estos
vas, que por u n abuso de nom bre se infelices, que socavan los fundam entos
llam an los Viejos Católicos, lo cual, de la Religión Católica, que confunden
realm ente, en sí, no pasaría de lo ri­ todas sus notas y propiedades, que tan
dículo, si la m ultitud de los m ás grose­ m últiples y nefandos errores han co­
ros errores contra los principales p rin ­ metido, o p ara m ejor decir, sustraído
cipios de la fe católica, tantos sacrile­ de la vieja despensa de los herejes, re­
gios cometidos con las cosas divinas, y vestidos a su modo, los han presentado
en la adm inistración de los sacram en­ a la luz pública, no avergonzándose de
tos, tan gravísimos escándalos, tanto llam arse católicos, m ás aún, viejos ca­
mal, en fin, ocasionado a las alm as tólicos, cuando por su novedad y cla­
redim idas con la sangre de Cristo, no se de doctrina se despojan por com ­
arran caran más bien lágrim as de Nues­ pleto de las notas de antigüedad y
tros ojos. catolicidad. Con más derecho ahora
14. Im píos fines y m étodos de esta que otrora por medio de S a n A g u s t í n
secta. Y en efecto, lo que p retenden contra los Donacianos, se levanta la
estos desgraciados hijos de la perdi­ Iglesia expandida ya por el m undo u n i­
ción, se hace patentísim o ya por otros verso, a la que Cristo Hijo de Dios vivo
192 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío IX (1873) 2 9 , 16-17

edificó sobre piedra; contra la que no por herejes y cismáticos. A pesar de to­
podrán las puertas del infierno, y con do, el m encionado J o sé H u b e r t o se
la cual, El mismo que afirm ó de sí po­ atreve a llam arse obispo, y lo que pare­
seer toda potestad en el cielo y en la ce increíble, por público decreto es re­
tierra, prom etió perm anecer todos los conocido y nom brado como obispo ca­
días hasta la consum ación de los siglos. tólico por el serenísimo em perador de
Clama la Iglesia a su Esposo eterno: Alemania, y propuesto a los fieles todos
como a quien han de reconocer y obe­
¿Qué acontece, pues no entiendo, que
decer en lugar del verdadero obispo.
los que se ap artan de mí se quejan
contra m í? ¿por qué los perversos se H asta los principios más rudim entarios
de la doctrina católica enseñan que n in ­
esm eran en perderm e? Dímelo, pues
gún obispo puede ser legítimo sino en
afirm an: fue, pero ya no es; ellos de­ com unión de fe y caridad con la Piedra,
cantan: se h an realizado las Escrituras, sobre la que ha sido edificada la única
todos los pueblos se han convertido, Iglesia de Cristo; quien no se une al Su­
pero apostató y pereció la Iglesia de to­ prem o Pastor, a quien han sido confia­
das las gentes. Pero a la Iglesia fue m a­ das para su gobierno todas las ovejas de
nifestado que no saldría fallida la ora­ Cristo; quien no está unido con el sos­
ción. ¿Cómo se lo reveló? He aquí que tén de la fraternidad que existe en el
yo estaré contigo hasta la consuma­ mundo. Y en realidad a P e d r o habló el
ción de los tiempos (6). Im pulsada por Señor: a uno, para que la unidad fuera
vuestras voces y por vuestros erróneos cimentada sobre uno; a P e d r o confirió
pensamientos, se vuelve a Dios pregun­ la divina Misericordia, la grande y ad­
tando sobre la brevedad de sus días; y m irable participación de su potestad, y
encuentra que el Señor le dice: He si dispuso que alguna cosa tuviese en
aquí que Yo estaré todos los días hasta com ún con los demás Príncipes, lo
la consumación de los tiempos. Pero concedió m ediante el mismo, nunca por
vosotros decís: de nosotros se dice que otro camino. E n consecuencia, de esta
475 estam os y estarem os hasta la consum a­ Sede Apostólica, en la que el bienaven­
ción de los tiempos. Sea entonces pre­ turado S a n P e d r o vive, preside y rep ar­
guntado el mismo Cristo: Y este Evan­ te la fe a todos los que la buscan, bro­
gelio, nos dice, será predicado por todo tan para todos, los derechos de la santa
el mundo, como testimonio vara todos Comunión; y está fuera de toda duda
los pueblos, y entonces vendrá el fin W. que esta m ism a Sede constituye para
P or lo tanto, hasta el final de los tiem ­ todas las demás Iglesias expandidas por
pos perm anecerá la Iglesia entre todos el orbe entero lo que es la cabeza p a ra 476
los pueblos. M ueran pues, los herejes, el resto de los miembros, de la que si
pierdan lo que tienen, y se den cuenta alguno se separa, se ap arta de la Reli­
de que son como si no existieran.16 gión cristiana, pues ha roto la trabazón
con la misma.
16. José Huberto Reinkens falso
obispo y apóstata. Pero estos hom bres
17. El Obispo católico ha de estar
progresando con m ayor audacia por los
cam inos de la perdición y de la iniqui­ en comunión con la Santa Sede. P or
dad, como suele acontecer a los herejes esto, el Santo M ártir C i p r i a n o hablando
por justo castigo de Dios, como insinua­ del seudo-obispo cismático N o v a c i a n o ,
mos, h an elegido y constituido como le niega la m ism a com unión como a un
seudo-obispo a un bien conocido após­ separado y escindido de la Iglesia de
tata de la fe católica: H u b e r t o R e i n ­ Cristo. Quienquiera que sea, y cual­
k e n s ; y p ara que nada faltara a este des­ quiera que sea, dice, no es cristiano si
caro, ha acudido p ara su consagración no está en la Iglesia de Cristo. Pagado
episcopal a los jansenistas de Utrecht, a de sí mismo, puede vanagloriarse con
los que, antes de su separación de la soberbio tono de su filosofía y elocuen­
Iglesia, tenía, con los demás católicos cia; quien no m antuvo ni la fraterna
(6) Mat. 28, 20. (7) Mat. 24, 14; Marc. 13, 10.
29, 18-20 E n c íc l ic a “Ersi M ulta” 193
caridad ni la unidad eclesiástica, perdió lleno de peligro es el estado de los
aun lo que antes era. Gomo la Iglesia católicos en todas aquellas regiones de
fundada por Cristo es una, m ultiplicada E u r o p a que hemos mencionado. Ni m e­
en sus m iem bros por todo el m undo así jor se encuentran estos asuntos ni más
el episcopado es uno, difundido por la tranquilos los tiempos en A m é r i c a ; en
m ultitud grande y concorde de los obis­ algunas regiones son tan molestos para
pos; éste, después de la tradición di­ los católicos, que sus gobiernos parecen
vina, después de la unidad com pacta y negar con los hechos la fe que profe­
en todo arm ónica de la Iglesia católica, san. Pues allí se em prendió, hace algu­
se esfuerza en construir u n a iglesia nos años, una guerra tenaz contra la
hum ana. Quien por lo tanto ni guarda Iglesia, y comenzáronse a destruir sus
la unidad de espíritu ni la vinculación instituciones y los derechos de esta
de la paz, y se desliga de las ataduras Apostólica Sede. Contaríamos con m a­
de la Iglesia y del colegio sacerdotal, terial abundante si quisiéramos conti­
no puede tener la potestad de Obispo nuar esta m ateria; pero como la gra­
ni su honor, quien ni ha querido la vedad de los asuntos no perm ite el tra ­
unidad del episcopado ni la paz. tarlos ligeramente, volveremos sobre
18. E xcom unión del obispo hereje y ellos con más detenimiento en m ejor
de todos los que lo eligieron y obede­ oportunidad.
cen. Nos por lo tanto, que hem os sido 20. A m plitud de esta guerra contra
constituidos en esta suprem a Cátedra la Iglesia. - La m asonería. A dm itirá
de P e d r o para custodia de la fe católica tal vez, a alguno de vosotros, Venera­
y para conservar y defender la unidad bles Hermanos, la am plitud que ha to­
de la Iglesia universal, siguiendo los mado esta guerra que en Nuestros tiem ­
ejemplos y costum bres de Nuestros pre­ pos se lleva a cabo contra la Iglesia
decesores y de las sagradas leyes, con Católica. Pero a la verdad, si alguien
Nuestra potestad conferida por el cielo, con detención exam ina la índole, las
no sólo declaramos, rechazam os y de­ pretensiones, la finalidad de las sectas,
testamos la elección del mencionado ya sea que se llam en masónicas, ya que
J o s é H u b e r t o R e i n k e n s llevada a cabo con qualquier otro nom bre se distingan,
contra los decretos del Derecho Canó­ y las com para con la índole, m odalidad
nico, como ilícita, írrita y com pleta­ y am plitud de esta contienda, en la que
mente nula y su consagración como está em peñada la Iglesia casi en igual
sacrilega; sino que al mismo J o s é H u ­ form a en todas partes del m undo, no
b e r t o , y a los que lo pretendieron ele­ le quedará la m enor duda de que todas
gir, y a los que le confirieron sacrilega­ las presentes perturbaciones se deben
mente su consagración, y a los que con en gran parte a los engaños y m aqui­
ellos se le adhirieron, y a quienes se naciones de unas mismas sectas. E ntre
com prom etieron a prestarle ayuda, éstas, se distingue la sinagoga de Sata­
auxilio, protección o consentimiento, nás que contra la Iglesia de Cristo ejer­
en nom bre de Dios Omnipotente, los cita sus fuerzas, las lanza a su ataque,
excomulgamos y anatem atizam os, y de­ y las cierra en combate. Tiempo ha que
claramos, ordenam os y m andam os que fueron denunciadas por Nuestros p re­
sean separados de la com unión de la decesores, los vigías de I s r a e l , ante re­
Iglesia y que sean tenidos entre el n ú ­ yes y pueblos, y con repetidas conde­
m ero de aquellos, cuyo trato y conver­ naciones derribadas por tierra; Nos
sación de tal m anera prohibe el Apóstol tampoco desfallecimos en este oficio.
a todos los fieles cristianos, que ni si­ ¡Ojalá se hubiera prestado m ayor fe a
quiera les perm ite saludarlos. los Pastores de la Iglesia, por parte de
19. Persecuciones en América. P or aquellos que podían haber apartado
todas estas cosas a las que Nos hemos una peste tan perniciosa! Pero ésta,
referido, m ás bien p ara lam entarlas deslizándose siempre por sinuosos cau­
que p ara contarlas, Venerables H erm a­ ces, jam ás interrum piendo su tarea, se­
nos os es bien conocido, cuán triste y duciendo a m uchos con sus engaños
E n c íc lic a s P o n t if ic ia s 7
194 E n c íc l ic a s del PP.Pío IX (1873) 29, 21-22
arteros, h a adquirido al presente tales cierta de la futura tranquilidad, y de
proporciones, que abandonando ya sus mejores tiempos para la Iglesia, alenté­
escondrijos, se m anifiesta potente y monos, a Nosotros mismos, al clero la­
dom inadora. M ultiplicadas indefinida­ borioso y al pueblo, confiados en el
m ente en el núm ero de sus secuaces, divino auxilio y en aquella nobilísima
piensan estas sectas exsecrandas, que recom endación del im petuoso C r i s ó s t o -
habiendo conquistado ya la opinión p ú ­ m o : nos apremian muchos gemidos, y
blica, les resta exclusivamente el tér­ graves tempestades; pero no tenemos
mino de sus aspiraciones. Conseguido hundimiento, porque estamos sobre una
el fin, que por tanto tiempo h an ansia­ piedra. Enfurézcase el mar; no podrá
do, apoderándose del gobierno en m u ­ acabar con la piedra; levántense las
chas regiones, y, conquistadas la fuerza olas, no podrán cubrir la nave de Je­
y el favor de la autoridad, se proponen sús; nada más fuerte que la Iglesia; la
audazm ente a reducir a esclavitud d u ­ Iglesia es más fuerte que el mismo cie­
rísim a a la Iglesia de Dios, socavan los lo. El cielo y la tierra pasarán. ¿Qué
fundam entos sobre que descansa, p ro ­ palabras, Tú eres Pedro y sobre esta
curan especialmente despojarla del es­ piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas
plendor de sus notas divinas por las infernales no prevalecerán contra ella.
que brilla de un modo especial. ¿Qué Si no creéis a las palabras, persuadios
más? A la Iglesia, herida ya por repe­ viendo los hechos. ¡Cuántos tiranos en­
tidos golpes, arruinada, destronada, la sayaron estrangular a la Iglesia! ¡Cuán­
destruirían por completo, si les fuera tas sartenes, cuántos hornos, fauces de
21. E xhortación a lu ch ar contra to­ fieras, espadas relucientes! Y nada se
dos los erro res actuales. Siendo esto logró. ¿Dónde están ahora aquellos ene­
así, mis Venerables Herm anos, emplead migos? Yacen en completo olvido y
toda diligencia para protegeros contra abandono. ¿Dónde está la Iglesia? Re­
las insidias de estas sectas, p ara librar fulge como el sol. Las cosas que perte­
del contagio a los fieles que han sido necían a aquéllos se han desvanecido:
encomendados a vuestro cuidado, y p a­ las de la Iglesia permanecen inmorta­
ra sacar de los lazos de perdición a los les! Si no prevalecieron contra ella
que se hayan afiliado a ellas. Manifes­ cuando los cristianos no eran más que
tad y com batid los errores de quienes un puñado de hombres; ahora que todo
tram ando y program ando artificios en el mundo está repleto de la religión
sus reuniones secretas, no tienen reparo santa, ¿con qué medios la podrán ven­
en asegurar que la única finalidad que cer? El cielo y la tierra pasarán, mis
persiguen es el progreso y utilidad so­ palabras no pasarán. P or lo tanto, sin
cial y el ejercicio de la ayuda m utua. dejaros intim idar por ninguna clase de
Demostradles con frecuencia y grabad­ peligros, y sin la m enor perplejidad,
les en lo m ás profundo de su ánimo las continuemos en la oración, procurando
enseñanzas pontificias acerca de esta apaciguar las iras del cielo provocadas
m ateria, y decidles que no solamente por las m aldades de los hom bres; hasta
fustigan a las sociedades m asónicas de tanto que levantándose en su m iseri­
E u r o p a , sino tam bién las que se hallan cordia el Omnipotente m ande a las
en A m é r i c a y aun disem inadas por todo tempestades, y vuelva la bonanza.
el mundo. E ntre tanto, muy afectuosam ente os
22. T ener esperanza en m ejores im partim os la Bendición Apostólica co­
tiem pos. P o r lo demás, V enerables mo principal testimonio de Nuestra be­
H erm anos, ya que Nos h a tocado vivir nevolencia para con vosotros, Venera­
tiempos en que, si hay m ucho que p a­ bles Hermanos, clero y pueblo universo
decer, tam bién se m ultiplicaron las oca­ confiado a vuestros cuidados.
siones de m erecer, esforcémonos como Dada en Roma cabe San Pedro, el
buenos soldados de Cristo, p ara no de­ 21 de noviembre del año del Señor
caer de ánim o; más aun, en las mismas 1873, de Nuestro Pontificado el vigési­
iuchas combatamos, con la esperanza mo octavo. PIO PAPA IX.
3 0

ENCICLICA “QUOD NUMQUAM EVENTURUM” <*>


(5-II-1875)
SOBRE LA PERSECUCION A LA IGLESIA EN EL REINO DE PRUSIA
PIO PP. IX
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. Motivos de esta carta. Lo que acatólicos, a fin de que, puestos en 252


nunca pensamos que podría suceder lugar de los obispos, dirijan con igua­
teniendo presentes las cosas que habían les derechos la adm inistración de los
sido establecidas de com ún acuerdo por bienes tem porales destinados ya a las
esta Santa Sede y la suprem a potestad personas sagradas, ya al uso eclesiás­
prusiana el año 21 de este siglo p ara tico. Bien sabéis, Venerables H erm a­
tutelar la incolum idad y el bien de nos, cuántos daños y sinsabores se si­
la causa católica, vemos que ha acaeci­ guieron de todas estas leyes y de su
do desgraciadam ente en Nuestros tiem ­ estricta ejecución. Deliberadam ente lo
pos, Venerables H erm anos, en esas re­ omitimos para que no se aum ente el
giones vuestras donde se ha desencade­ dolor com ún recordando estas cosas do-
nado una fiera e inesperada tem pestad torosas; pero no podemos callar frente
turbando la tranquilidad de que gozaba a la calam idad de las Diócesis Gnesense
la Iglesia de Dios. y Posnaniense y de la Diócesis Pader-
Pues a las leyes que no hace m ucho bornense.
fueron sancionadas contrarias a los de­ 3. Deposición de Obispos p o r la
rechos de la Iglesia, y que destituye­ autoridad civil. E ncarcelados los Ve­
ron de sus cargos a m uchos clérigos y nerables H erm anos M ie c i s l a o , obispo
fieles que los desem peñaban valerosa­ Gnesense, y Posnaniense y C o n r a d o ,
mente, se h an añadido otras que echan obispo Paderbornense y dictada sen­
del todo por tierra la divina constitu­ tencia contra ellos por la que, con su­
ción de la Iglesia y anulan enteram ente m a injuria, se los declaraba depuestos
los sagrados derechos de los obispos.2*1 de sus sedes episcopales y destituidos
de su autoridad, y las m encionadas dió­
2. Leyes inju stas contra la Iglesia. cesis, privadas de la ayuda de sus egre­
P or estas leyes se da poder a los jueces gios pastores, fueron arrastradas m ise­
laicos p ara que depongan de sus cargos rablem ente a un cúmulo de graves di­
a los obispos y demás encargados de la ficultades y pesadum bres. No parece,
cura de almas, presentando m uchos y empero, que esos mismos Venerables
graves im pedimentos, a los que en H erm anos Nuestros, hayan de ser obje­
ausencia de los pastores fueron consti­ to de lágrim as sino m ás bien de adm i­
tuidos en los cargos p ara ejercer la ración y congratulación, como quiera
jurisdicción legítim a; se ordena asim is­ que, teniendo presente la divina pala­
mo a los Capítulos catedralicios que bra: Bienaventurados seréis cuando os
exijan vicarios no estando, según los aborrecieren los hombres y cuando os
cánones, vacante la sede episcopal, y rechazaren y reprobaren y proscribie­
en fin, om itiendo otras cosas, se da ren vuestro nombre como malo por el
facultad a los prefectos aunque sean Hijo del H o m b r e no sólo no temie-
(*) Act. S. S., VIII, 251-255. Traducción especial para la primera edición. Los números en el
margen indican las páginas del texto original: ASS, vol. 8. (P. H.).
(1) Lucas 6, 22.
— 195 —
196 E n c íc l ic a s del P P . P ío IX (1875) 30, 4-6

ron el peligro que se cernía sobre ellos dos por la parcialidad, que tales leyes,
y la am enaza de las leyes, por custo­ corroboradas con severas sanciones, a
diar, según la exigencia de su m iniste­ las que siguen graves am enazas para
rio, los derechos y m andatos de la Igle­ quienes las desacaten, con la fuerza
sia, sino que consideraron honorífico y m ilitar preparada para ejecutarlas,
glorioso, como otros esclarecidos obis­ constituyen a pacíficos e inermes ciu­
pos de esas regiones, el soportar una dadanos que justificadam ente se oponen
sanción inm erecida, y las penas de los a ellas por el dictam en de sus concien­
m alhechores por causa de la justicia, cias, (lo cual no pueden ignorar ni des­
dem ostrando una eximia virtud que re­ preciar los prom ulgadores de tales le­
dunda en edificación de toda la Iglesia. yes) casi en la m ism a condición en que
están los hom bres míseros y persegui­
4. Violación de libertades religiosas. dos, a los que estrecha y oprime una
Pero aunque merezcan m ás bien el fuerza m ayor que no pueden superar.
ornam ento de las alabanzas que las lá­ P or lo cual, tales leyes no parecen p ro ­
grim as de la compasión, con todo, el mulgadas para ciudadanos libres, pues
desprecio de la dignidad episcopal, la exigen una obediencia no razonable, si­
violación de la libertad y de los dere­ no m ás bien im puesta a siervos para
chos de la Iglesia, las vejaciones que conseguir, m ediante el terror, una obe­
afligen no sólo a las diócesis arriba diencia forzada.
mencionadas, sino tam bién a otras dió­
cesis del reino de P r u s i a , N os reclam an 5. Pena de excomunión. No quere­
que, según el cargo apostólico que Nos mos que esto se entienda como si juz­
concedió Dios sin merecerlo, elevemos gáram os justificados con razonable ex­
N uestras quejas con tra esas leyes que cusa, quienes por miedo prefirieron
originaron tantos males y de las que obedecer antes a los hom bres que a
aun hay que tem er otros muchos, y Dios y m ucho menos como si hubieran
reivindiquemos, de la m anera que Nos de quedar impunes ante el divino juez
es posible y con la Santa Autoridad del los hom bres inicuos, si los hay, que
derecho divino, la libertad de la Iglesia apoyándose solamente en la protección
2n oprim ida p o r u n a fuerza inicua. A cum ­ de la autoridad civil ocuparon tem era­
plir esta obligación de Nuestro oficio riam ente las iglesias parroquiales, y se
se dirige esta carta que denuncia con atrevieron a ejercitar en ellas el sagrado
abierto testim onio a cuantos correspon­ ministerio. Aún más: declaramos que
de y al universo Orbe católico procla­ tales hom bres perdidos, y cuantos en
m ando que tales leyes son írritas como adelante se entrom etieren con igual
quiera que se oponen enteram ente a la crim en en el régimen de las iglesias,
divina constitución de la Iglesia. Pues han incurrido según los sagrados cá­
Dios no dio a los poderosos de este si­ nones e incurren por el mismo derecho
glo potestad sobre los sagrados obispos y hecho, en m ayor excomunión, advir­
en lo que se refiere al sagrado m iniste­ tiendo a los piadosos fieles que no pre­
rio, sino al bienaventurado P e d r o , a sencien sus misas ni reciban de ellos
quien encomendó “apacentar no sólo ios sacram entos y se abstengan p ruden­
sus corderos, sino también sus ove- temente de su trato y compañía, de
jas”(2); y por tanto “los que el Espíritu m anera que el m al ferm ento no co­
Santo puso a regir como obispos a la rrom pa la m asa incontam inada.
Iglesia de D i o s no pueden ser p ri­
vados de su oficio episcopal por ningu­ 6. Fortaleza y constancia del clero
na potestad civil, aun la más sublime. y fieles. E ntre tales calam idades sua­
A esto se añade algo indigno de gente vizó Nuestro dolor vuestra fortaleza y
culta, lo que h ab rán de reconocer los constancia, Venerables Hermanos, la
mismos no católicos, si no están cega- que ciertam ente emuló en el duro com-
(2) Juan 21, 16-17; S. Agustín, De fund., cap. 4 (3) Act. 20, 28.
(Migne PL. 42, col. 175).
30, 7 E n c íc l ic a “ Q u o d num quam ” 197

bate el resto del clero y los fieles, cuya Y¡así cum pliendo adecuadam ente con
firm eza en el cum plim iento de las obli­ ambos cargos y obedeciendo la ordena­
gaciones de católicos fue tan grande y ción de Dios, tened un espíritu animoso
tanta la alabanza que mereció cada uno y proseguid como comenzasteis.
según su grado, que atrajero n los ojos
y la adm iración de todos, aun de los 7. Ejemplo de N. S. Jesucristo. Pues
más extraños. Ni podría ser de otra m a­ no es poco lo que habéis logrado con
nera, pues “cuanto es cosa perniciosa vuestra paciencia y con lo que toleras­
la ruina del propósito para la caída de teis por el nombre de Jesús sin desfa­
los que le están sometidos, tanto es por llecer(6>. Contemplad a Aquel que os
el contrario cosa útil y saludable que precedió padeciendo mayores males y
el obispo se presente a sus hermanos “sufrió la pena de una muerte ignomi­
como baluarte de la fe para la imita- niosa para que sus miembros aprendie­
cióri’W. ran a rechazar los favores del mundo,
despreciar las amenazas, ace otar por
Ojalá pudiéram os proporcionaros amor a la verdad las adversidades, evi- 255
algún alivio en tales aflicciones! Re­ tar con recelo la prosperidad”*'1).Quién
firm ando m ientras tanto esta protesta os puso en el combate os dará fuerzas
Nuestra contra todas las cosas que se proporcionadas a su dificultad. En El
oponen a la digna constitución de la está Nuestra esperanza; sometámonos e
Iglesia y sus leyes, y contra la violencia imploremos su misericordia(8>. Ya véis
que injustam ente se os hace, no os fal­ que ha sucedido lo que El predijo; con­
tarem os ciertam ente con Nuestro con­ fiad, pues, que indudablem ente os p ro ­
sejo y oportunos avisos, según las cir­ porcionará lo que prom etió. “En el
cunstancias. mundo, dice, sufriréis persecuciones,
Sepan con todo vuestros adversarios pero confiad, yo vencí al mundo”W .
que negándoos a dar al César lo que es Confiando pues en esta victoria, pe­
de Dios, no inferís ninguna in ju ria a la dimos m ientras tanto fervorosam ente la
regia autoridad, ni sustraéis nada de paz y gracia del E spíritu Santo y con
ella, pues está escrito: “conviene más gran afecto os im partim os, como claro
bien obedecer a Dios antes que a los testimonio de Nuestro am or, la Bendi­
ción Apostólica a vosotros y a todo el
hombres”^ ) ; sepan al mismo tiempo
clero y fieles confiados a vuestros cui­
que cada uno de vosotros está dispuesto dados.
a rendir su tributo y obediencia al Cé­
Dado en Roma, junto a San Pedro,
sar, no por tem or a su ira sino por la
el día 5 de febrero del año 1875, de
vuestra paciencia y con lo que toleras­
Nuestro Pontificado el año veintinueve.
teis por el nombre de Jesús sin desfa-
testad de la autoridad civil. PIO PAPA IX.

(4) S. Cipriano, Epist. 4, 1 (Migue PL. 4 [Epist. (7) S. Gregorio Magno, Reg. Past. p. 1, cap. 3
3, 1] col. 234-B). (Migne PL. 77, col. 16-D).
(5) Act. 5, 29. (8) S. Agustín, Sermo 55, cap. IV (Migne PL.
38, col. 376).
(6) Apoc. 2, 3. (9) Act. 16, 33.
ENCICLICAS

DE

LEON XIII
INTRODUCCION

Con León XIII se abre un nuevo período en la historia de la Iglesia, período en


el que los Papas ejercían en adelante únicamente el poder; espiritual.
Si antes, estando con éste asociado el poder temporal, podían tener los Papas
una vida personal en su calidad de príncipes temporales, soberanos de los Estados
Pontificos, ahora, después de la pérdida de éstos, todo lo personal, en esta nueva
configuración política, quedará eliminado por completo de su vida; los Papas en su
carácter de Jefes de la Iglesia y Padres espirituales de la cristiandad, vivirán en
adelante sola y exclusivamente por la Iglesia y para la Iglesia.
Desde el momento en que el cardenal Pecci se convierte en León XIII no hay
en toda su vida más que dos actos personales: uno inicial, cuando pronuncia el sí
preguntado en el cónclave si acepta su elección; y un segundo final, cuando en el
lecho de muerte cierra para siempre sus ojos en el sueño eterno.
En estos dos hechos se resume la vida personal de Joaquín Vicente Pecci desde
su elevación a la silla apostólica, y a ellos se reduce el último capítulo de su biogra­
fía; todo lo que acontece en el intervalo que media entre ellos, entra en la biografía
de Su Santidad León XIII, pero como un Papa carece de vida personal, entra en la
historia de su pontificado.
* * *
La biografía de Mons. Pecci es sumamente instructiva, porque en ella se revela
la personalidad del Pontífice.
Nació Joaquín Vicente Pecci en Carpineto, diócesis de Anagni, el dos de Marzo
ele 1810, siendo cuarto hijo entre los siete del Conde Ludovico Pecci, y su esposa
Ana Prosper-Buzzi. Pasó la infancia en la casa paterna y a los 8 años fue mandado
a la escuela de los PP. Jesuitas en Viterbo, ingresando luego, cumplidos los 14 años
en el Colegio Romano, que acababa ser devuelto a la Compañía de Jesús. Egresó
del Colegio con las notas de excelencia, matriculándose en seguida en la Facultad
de Teología de la Universidad Gregoriana en 1830, y graduándose dos años después
en la misma de doctor de Teología.
En 1832 entra en la Academia o Colegio de Eclesiásticos nobles, en que se pre­
paran los jóvenes destinados para las carreras diplomática y administrativa del
Gobierno Pontificio. Al mismo tiempo sigue en la Universidad de Sapientia (nombre
oficial de la Universidad de Roma), los cursos del derecho civil y eclesiátco, consi­
guiendo el título de Doctor en leyes civiles y canónicas.
Gracias a la protección del cardenal Pacca, lo hace Gregorio XVI su Prelado
doméstico (Enero de 1837), y, luego de obtener el joven Pecci su diploma en la Aca­
demia, lo nombra Referendario en la Corte de Signatura. El brillante desempeño
de sus funciones le vale el traslado a la Congregación del B u e n G o b ie r n o (equivalente
en los Estados Pontificios al Ministerio del Interior), bajo las órdenes inmediatas de
su otro protector y amigo el cardenal Sala.
Durante la espantosa epidemia de cólera que asolaba Italia y penetró en Roma,
despliega una gran actividad, como brazo derecho del cardenal Sala, superintendente
de los hospitales, mostrando un celo ejemplar y un edificante valor personal frente a
los peligros que le acechaban en la actividad derivada de su cargo.
En diciembre del mismo año es ordenado de sacerdote y el día de Año Nuevo
1838 dice su primera misa.
* * *i:
Desde muy temprano se revela en Mons. Pecci su doble vocación de sacerdote
y estadista.
Y es así que mientras el cardenal Sala se esfuerza por abrirle el camino de la
carrera eclesiástica, el cardenal Lambruschini, Secretario de Estado, apreciando sus
relevantes dotes de gobierno le destina al servicio administrativo, y a los dos meses
— 201 —
202 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

de haberse iniciado en sus funciones, lo nombra el Papa Delegado, o sea Gobernador,


de la provincia de Benevento.
El principado de Benevento, no por minúsculo dejaba de ser para la administra­
ción pontificia causa de continuos sinsabores. Enclavado en el reino de Nápoles, sin
contacto directo con el territorio pontificio, debía a esta particularidad de su posición
geográfica el haberse convertido en cuartel general de los contrabandistas y bando­
leros que operaban en el territorio napolitano y el refugio de los revolucionarios, que,
eludiendo la persecución de la política real, buscaban impunidad cruzando la fron­
tera pontificia.
Mons. Pecci, convaleciente aún de una grave enfermedad que contrajo en el
viaje a su lugar de destino, toma las riendas del gobierno con decisión y energía,
reorganiza las pequeñas fuerzas armada a sus órdenes, sanea la administración, y
en tres años de su permanencia en el gobierno del principado, limpia al país de los
maleantes, restablece la paz y la seguridad pública en el campo y en las ciudades,
construye nuevos caminos, con lo que contribuye al reflorecimiento de las industrias,
la agricultura y el comercio, aliviándolos además de las excesivas cargas gracias a
oportunas e inteligentes reformas impositivas.
Después de tres año de intensísima labor en Benevento, Monseñor Pecci fue
llamado a Roma, dándosele un nuevo cargo como Delegado de Spoleto. Poco antes
de que asumiera allí sus funciones, recibió otro destino, el de Delegado en Perusa,
capital de Umbría, donde se instaló en Mayo de 1841.
*# #
Como en el cargo anterior, Mons. Pecci mostróse en su nuevo puesto hombre
de acción y funcionario de amplias iniciativas, muy distinto del tipo oficinesco tan
común en todas partes.
La ciudad de Perusa, constituía en los tiempos de Gregorio XVI uno de los
puntos neurálgicos de los Estados Pontificios, distinguiéndose como uno de los prin­
cipales focos revolucionarios y uno de los centros más activos de la propaganda
subversiva.
Mons. Pecci emprendió con toda decisión una campaña contra esa plaga, pero
aplicando métodos nuevos, sin reprensiones y violencias, buscando las raíces del mal
y eliminando las causas del descontento popular, que aprovechaban los revoluciona­
rios para urdir sus maquinaciones y propagar el fermento.
Se empeñó, pues, en mejorar la administración pública, renovando su personal,
en disminuir las cargas impositivas, en dar mayor impulso al desarrollo económico
de la provincia, prestando apoyo y protección a las fuerzas vivas en todas las ramas
de la actividad productiva y, en fin, en hacer con la más perfecta equidad justicia a
todos, sin distinción de clase ni posición social.
No contento con ello, emprende una acción social de vastas proporciones; funda
una caja de mutualidad, destinada a facilitar fondos a bajo interés y en condiciones
liberales a los pequeños industriales, agricultores y comerciantes; pero convencido de
que el progreso económico no basta por sí sólo para mejorar el estado moral de la
sociedad, persevera en asegurar la educación religiosa a la joven generación; abre, pues
escuelas nuevas, perfecciona las existentes, y da nueva vida al Colegio Rosi di Spello,
del cual fue nombrado por el Papa visitador apostólico.
Ni en ese punto, en que dio tantas pruebas de sus talentos administrativos,
permaneció Mons. Pecci por largo tiempo; porque justamente éstas sus sobresalientes
cualidades decidieron a Gregorio XVI a destinarlo al servicio diplomático y nombrarlo
Nuncio Apostólico en Bruselas. En febrero de 1843 queda consagrado Arzobispo titu­
lar de Damieta y al mes siguiente parte para Bruselas.
** *
La posición del Nuncio Apostólico en Bruselas era en extremo delicado, hallán­
dose colocado entre el campo católico, presa de los trastornos intestinos, y el campo
liberal que, gracias a la inconsistencia de la mayoría católica, sabía manejar tan bien
la política que, aun estando en minoría, se mantenía firme en el poder. En cuanto al
soberano, se ponía éste por encima de las luchas de los partidos, velando por los
intereses vitales de la nación, y aunque protestante, de ideas liberales y masón por
añadidura, se cuidaba con encomiable prudencia de no poner trabas a la Iglesia católica.
In t r o d u c c ió n - L eón X III 203

Con su característica penetración y maravillosa intución polítca, comprendió


Mons. Pecci el papel que le correspondía desempeñar.
Haciendo uso de su autoridad con discreción pero con firmeza, consiguió apaci­
guar los ánimos en el campo católico y poner término a las disensiones, gracias a lo
cual pudo ser salvada la ley de la enseñanza secundaria, que corría el riesgo de quedar
convertida en un arma anticatólica.
El admirable don de gente del Nuncio le ayudó a grangearse la simpatía general
en la corte real y la amistad personal del rey, que le dio múltiples pruebas de su gran
aprecio y afecto. No descuidaba Mons. Pecci las relaciones con los hombres de gobier­
no, y debido a su gestión personal había logrado en varias ocasiones evitar medidas
que, una vez tomadas, hubiera costado mucho trabajo deshacer.
Mons. Pecci recomendaba con insistencia a los católicos belgas profesar lealtad
al gobierno aunque fuese malo, limitándose a combatirlo únicamente con las armas
legales y constitucionales, pero al mismo tiempo con todo empeño se dedicaba a inspi­
rarle la idea de una labor profunda y orgánica en el propio campo católico, tanto
en lo social como en lo religioso, y ante todo insistía en la necesidad de asegurar a
la juventud y al pueblo una sólida formación espiritual, y promover en el clero la
enseñanza superior, que le permitiese alcanzar el nivel de cultura general e intelectual
correspondiente al progreso de ese siglo. A la iniciativa y gestiones de Mons. Pecci se
debe la fundación en Roma del Colegio Belga para la educación de los sacerdotes, que
tan meritorios servicios rindió a la Iglesia y al pueblo belga.
*$*
El brillante desempeño de Mons. Pecci en la Nunciatura de Bruselas le abría las
más amplias perspectivas de una descollante carrera diplomática. Sin embargo la Pro­
videncia le reservaba para otros destinos.
Habiendo quedado vacante la Sede episcopal de Perusa, con la muerte de Mons.
Cittadini, el clero y el pueblo de aquella ciudad, conservando en grata memoria la
actuación de Mons. Pecci como Delegado Pontificio, solicitaron al Papa que designase
a éste para llenar la vacante. El Papa subordinó su decisión a la aceptación del inte­
resado. Monseñor Pecci no vaciló en acceder a la solicitud de los perusanos; la voca­
ción sacerdotal le hizo preferir la ardua misión pastoral en un rincón oscuro de Italia
a la figuración entre los esplendores de las principales cortes europeas.
Fue, pues, preconizado obispo de Perusa en el consistorio del 19 de enero de 1846.
Antes de dirigirse a Roma hizo una breve gira de estudio por Inglaterra y Francia.
Su regreso a Roma coincidió con la muerte de Gregorio XVI, y la elección de Pío IX.

Con gran solemnidad, el día 28 de Julio de 1846, hizo su entrada en la ciudad


el nuevo Obispo de Perusa y quedó entronizado en esa silla episcopal.
Durante treinta y dos años permaneció en ella Mons. Pecci, desarrollando una
actividad múltiple y fecunda.
Ante todo ocupóse con energía de la educación del clero; el seminario dioceano
absorbió toda su atención. Ordenó la ampliación de su edificio, cediendo para este
fin parte de su propio palacio episcopal. Luego se dedicó a mejorar el programa de
estudios, creando nuevas cátedras y proveyéndolas con los mejores profesores.
Mons. Pecci, educado por los Jesuítas en el culto a la filosofía escolástica y
admirador él mismo de las doctrinas del Doctor Angélico, quiso que sus seminaristas,
el clero de la diócesis y en general los hombres cultos, las conocieran y apreciaran en
toda su extensión y magnitud; fundó pues en Perusa la Academia de Santo Tomás de
Aquino, primera en su género en el mundo, que fue inaugurada en 1872, aunque sus
estatutos estaban escritos ya en 1859.
No menos que por la cultura intelectual de su clero se preocupaba Mons. Pecci
por su perfeccionamiento moral, persuadido de que más que con palabras debe el
sacerdote influir en los ánimos de sus feligreses con el ejemplo edificante de su
propia vida.
Dirígese pues, a ellos con frecuentes exhortaciones; dispone todos los años va­
rias tandas de ejercicios espirituales; pone en vigor la práctica de las conferencias
mensuales en Perusa y otros puntos para la resolución de los casos de Teología Moral;
publica el C a t e c is m o D i o c e s a n o con las i n s t r u c c i o n e s p r á c t i c a s para los curas Párrocos,
204 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

así como también un M a n u a l d e R e g la s P r á c t i c a s , dedicado al clero; establece en 1863


la C o n f e r e n c ia d e S a n V ic e n te d e P a ú l para todos los sacerdotes.
# * *•
Convencido de que los males de nuestros tiempos no sólo vienen de lo falsos
profetas, sino también del pueblo que se siente llevado a seguirlos, consideraba Mon­
señor Pecci, que era tan necesario como combatir a los primeros aplicar al segundo un
tratamiento para vigorizar la salud. Se ocupa, pues, con fervor en catequizar y mora­
lizar al pueblo.
“No hay alabanzas” —dice un documento del Vaticano, citado por el P. O’Reilly
en su biografía de León XIII—, “que sea suficiente para realzar como se merece el
celo que mostró Mons. Pecci desde el principio de su pontificado en Perusa para
llevar adelante su intento de difundir la instrucción científica, moral y religiosa del
pueblo, en todas las clases de la sociedad. Para ello promovió la obra de las misiones
en los pueblos, la enseñanza del catecismo, los ejercicios espirituales, las grandes
solemnidades religiosas y el establecimiento de asociaciones destinadas a la explicación
de la doctrina cristiana... Procuró que de vez en cuando fuesen a las parroquias pre­
dicadores celosos que adoctrinasen al pueblo en el cumplimiento de sus deberes y en
fin, mostró tal empeño en este punto de la sana instrucción de sus diocesanos, que no
hay en la diócesis de Perusa quien no pueda dar testimonio del celo abrasador que
animaba a su Obispo por la conservación en toda su integridad y pureza de la fe
recibida en el bautismo”.

La actividad de Mons. Pecci en bien de su pueblo no se limita sólo al campo


religioso, sino que desborda, derramándose por todos aquellos terrenos de la vida
civil en que su intervención activa pueda ser útil y necesaria.
En el otoño de 1846, al comienzo de su administración episcopal, se produjeron
en Perusa graves disturbios populares, y la plebe excitada se armaba, pronta para
lanzarse contra las tropas pontificias a fin de dar libertad a los presos detenidos en
las cárceles.
La gestión oportuna del Obispo ante las autoridades, dio por resultado el arreglo
pacífico del conflicto.
Tres años después, en 1849, para proteger de los garibaldinos a los Estados Pon­
tificios entraron en Umbría los austríacos, bajo el mando del príncipe Lichtenstein.
Mons. Pecci como sacerdote comprendía la necesidad de repeler a los forajidos que
asolaban la provincia; pero Mons. Pecci como patriota sentía cuán repugnante pare­
cería a su pueblo la ocupación extranjera.
Se fue, pues, al encuentro del general austríaco y habló con él, consiguiendo que
desistiera de su propósito de ocupar la ciudad.
En el invierno del año 1853-54, toda la Italia Central sufría hambre, a causa de
las pésimas, casi nulas, cosechas. Tremendos terremotos agraviaron el horror de la
situación, sembrando pánico y confusión entre el pueblo.
Ya antes, había sugerido Mons. Pecci la conveniencia de establecer en todas las
parroquias depósitos de trigo, donde pudieran proveerse los pobres en tiempo de
escasez. La iniciativa, tan previsora, no podía haber resultado más oportuna en aquel
desastroso invierno.
No contento con ello, abrió el Obispo en su residencia episcopal una cocina
económica para los pobres.
Supo dar a su acción y obra personal las bases más amplias, organizando una
“Comisión de Caridad” y consiguiendo que cooperasen en ella el clero y la parte
acomodada y pudiente de la ciudad.
En los tormentosos tiempos de los años 1859 y 60, hizo el Cardenal Pecci todo
lo posible, y empleó sus más ardientes y paternales exhortaciones para persuadir a los
caudillos de la insurrección, que desistiesen de llevar a efecto los actos que culminaron
en el sangriento conflicto del 20 de junio de 1859, conocido bajo el nombre de “la
matanza de Perusa”. Fracasado su intento, interpuso ante la Santa Sede su influencia,
consiguiendo el perdón de los culpables y la reparación de los daños materiales sufri­
dos por muchos vecinos.
Al fin llegó el funesto año de 1860 en el que la provincia de Umbría quedó
ocupada por las fuerzas armadas piamontesas, y anexada a Piamonte.
In t r o d u c c ió n - L eón XIII 205

Durante los arduos días de las hostilidades desplegó una actividad incansable
para ahorrar, en lo posible, a la ciudad y al pueblo mayores calamidades, tratando de
evitar que fuera bombardeada la ciudad, defendiendo a los perseguidos y a los clé­
rigos y seglares injustamente acusados y encarcelados por las nuevas autoridades.
¥ í ^

Ocupada Umbría por las tropas piamontesas le cupo a Mons. Pecci vivir y actuar
bajo un gobierno rudamente hostil a la Iglesia.
En esta oportunidad dio ejemplo de cómo un católico, un sacerdote y un Obispo
debe portarse en tales circunstancias, no cediendo en lo que es inherente a la doctrina
y a los derechos de la Iglesia, pero acatando con lealtad las órdenes de un gobierno
de fuerza.
Lo que León XIII enseñará a los católicos en sus encíclicas ya antes lo cumplía
en la misma forma Mons. Pecci.
El ya mencionado documento del Vaticano dice a este propósito: “En todas las
ocasiones, su correspondencia con las autoridades civiles fue digna y moderada y al
mismo tiempo llena de vigor; en fin, que imponía el respeto y prevenía que se
tomasen medidas de rigor y de opresión contra su clero”.
El Cardenal Obispo no quería encontrarse en una lucha abierta e irreconciliable
con la autoridad. Y no lo quería por las razones de orden dogmático y no menos por
las consideraciones de carácter práctico.
* * *

El período de episcopado en Perusa, de tantos beneficios para la diócesis y su


pueblo, no trajo al Obispo ningún cambio esencial en su propia carrera eclesiástica.
El vertiginoso ascenso de los primeros años se había detenido; Mons. Pecci vivía para
su rebaño y para la Iglesia, sin dejarse seducir por los brillantes ofrecimientos que
se le presentaban en diversas ocasiones.
El único acontecimiento personal en este largo período fue su elevación a la
Púrpura Romana en 1853.
Sólo hacia el fin del glorioso a la vez que dramático Pontificado de Pío IX, sale
el Cardenal Pecci de la oscuridad, y desde su aparición, se ve colocado en la primera
fila entre los Purpurados Romanos.
Conociendo su devoción entrañable a San Francisco de Asís, le hace Pío IX
Protector de la Tercera Orden de San Francisco. En 1875 parte para Asís y toma
posesión de su cargo, entregándose con todo ardor a la restauración de las Institu­
ciones Franciscanas.
En 1877, el inolvidable año del 50? aniversario de la consagración episcopal de
Pío IX, celebrado con indescriptible entusiasmo por el mundo católico en ambos he­
misferios, el Cardenal Arzobispo de Perusa fue elegido por los cardenales, arzobispos
y obispos presentes en Roma, para pronunciar el discurso de felicitación al Sumo Pon­
tífice, en nombre del Episcopado. Este hecho demostraba la estima general de que
gozaba el Cardenal Pecci.
Sintiendo Pío IX acercarse la muerte, proclamó en 1877 al Cardenal Pecci Ca­
marlengo de la Santa Iglesia Romana, cargo de los más honrosos en el Sacro Colegio
y de los de mayor responsabilidad y confianza. Con esta designación de sus últimos
días parecía indicar el Papa la persona de su sucesor.
El nuevo cargo obligó al Cardenal a residir en Roma, lo que no le impidió per­
manecer espiritual y afectivamente unido con el clero y los fieles de su amadísima
diócesis de Perusa.
Al escribir en 1878 su última Carta pastoral a los fieles, le sorprendió la dolorosa
noticia del fallecimiento del Soberano Pontífice.
Pertenecía a las atribuciones del Cardenal Camarlengo el tomar todas las provi­
dencias necesarias para la elección del nuevo Papa.
La prensa liberal y revolucionaria desde tiempo atrás, en previsión de la muerte
del anciano Pontífice, instaba al gobierno aprovechar la ocasión para ocupar el Vati­
cano e intervenir en el Cónclave, obligando a los cardenales a elegir un Papa que
accediese a reconocer y sancionar los hechos consumados y a poner fin al conflicto
entre ios dos poderes.
206 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

Sin embargo la repentina muerte del rey Víctor Manuel, acaecida un mes antes
de la del Papa y la guerra ruso-turca, distrajeron a tal punto la atención del gobierno,
que el Sacro Colegio pudo reunirse en Cónclave sin dificultades al décimo día de la
muerte del Papa y al terminar la novena de funerales, según lo prescriben las leyes
pontificias.
Sesenta y un cardenales, del número total de sesenta y cuatro, tomaron parte en
el Cónclave y a las setenta y dos horas, en el tercer escrutinio, salió electo el Cardenal
Pecci por la mayoría de 44 votos.
Preguntado por el nombre que deseaba tomar, contestó que el de León XIII.
Al borrascoso período comprendido entre la gran conmoción revolucionaria de
1848 y la guerra franco-prusiana de 1871-72, sucedió un período de calma que duró
hasta 1903, año en que se puso fin la guerra ruso-japonesa, dando comienzo a un nuevo
período que remató en la gran conflagración mundial de 1914-18. El primer período
llenó el Pontificado de Pío IX (1846-1878), el segundo correspondió al de León XIII
(1878-1903), que transcurrió entero en un ambiente de tranquilidad internacional, y
aunque tampoco en él faltaron las luchas, tenían éstas por armas las plumas, derra­
mándose la tinta y no la sangre.
Aquel ambiente de paz se prestaba bien para desarrollar bajo su amparo una
fecunda labor apostólica y misional. León XIII no escatima esfuerzos para contribuir
a su conservación, tanto dentro de los Estados como en el escenario internacional.
$ $ ^

Siempre tenía presente León XIII el papel que desempeñaban los Papas de la
Edad Media en el arreglo de los conflictos entre los Estados.
Veía con claridad que sólo una justicia internacional basada en los principios
inmutables e independientes del juego de los intereses transitorios y egoístas podía
prestar en los tiempos modernos los mismos servicios.
No era posible imaginar tal justicia sin la intervención de una autoridad de orden
superior, cuya entereza moral, a la par que el carácter universal de su espiritualidad,
no dejara lugar a dudas. Unicamente la Iglesia Católica y el Pontífice Romano reunían
estas condiciones.
La política de León XIII estaba encaminada a asentar sólidamente este concepto
en la conciencia de los pueblos, señalándose con ello el comienzo de la reacción contra
esa laicización del derecho internacional que tuvo su origen en los tratados de West-
falia, y que tendía a colocar todo lo relacionado con el derecho de gentes fuera de la
incumbencia de la Santa Sede.
Expone sus ideas en la Encíclica de 1888 dirigida a los obispos brasileños donde,
al comentar los textos de San Pablo sobre la fraternidad humana, los compara con
“los injertos divinos que prendieron maravillosamente y que fueron fecundos en pro­
mesas, fecundos para la felicidad pública, cuando en el curso de los tiempos y gracias
al perseverante esfuerzo de la Iglesia, la S o c i e t a s c i v i t a t u m , renovada a la semblanza
de la familia, se afianzó cristiana y libre”.
Con este concepto adelantó León XIII en treinta años el ideario de Wilson y del
Tratado de Versalles que dieron cuerpo a la “Societas civitatum” por él preconizada,
creando la Sociedad de las Naciones.
El ambiente del último cuarto de siglo, penetrado del extremo laicismo y de los
mezquinos egoísmos políticos, no era propicio a estas ideas tan amplias y generosas.
Sin embargo, tuvieron ellas la virtud de despertar el interés de los gobiernos que
por razones de orden religioso podían sentirse menos inclinados a apoyar las inicia­
tivas de la Santa Sede: los gobiernos de Prusia protestante y de Rusia cismática.
En 1885 Bismarck, poniéndose de acuerdo con el gobierno español, solicitó la
intervención del Papa en el diferendo que se había originado entre ambos países a
causa de las islas Carolinas. El Papa aceptó la invitación, y al emitir su fallo en el
asunto, aprovechó la oportunidad para exponer en sus consideraciones la teoría católica
de la propiedad.
La adhesión de Rusia a las ideas del Papa vino hacia el fin de su pontificado,
estando vinculada con sus proyectos respecto al desarme general.
Tenía intención el zar de que la Santa Sede tomase parte en la conferencia inter­
nacional de paz que había de reunirse por primera vez en La Haya. Sobre esta materia
I n t r o d u c c ió n - L eón XIII 207

se cambiaron varias notas entre el gobierno imperial y la Secretaría de Estado de la


Santa Sede.
Sin embargo, a pesar de estos pasos preliminares, no tuvo consecuencias el
asunto, habiéndose convocado la conferencia sin que fuese avisado el Papa, a cuya
participación se había opuesto categóricamente el gobierno italiano.
Esta fue una de las más dolorosas penas que Italia causó a León XIII. No le bastó
haber despojado al Papado de su patrimonio temporal; rencores mezquinos, intereses
inconfesables, no quisieron permitirle ejercer las funciones que esperaban de él no
solamente sus propios fieles del universo entero, sino también las potencias separadas
de su Iglesia, como la del zar.
La ausencia del delegado papal en la institución de La Haya, se debió a esta
intransigencia enconada del gobierno italiano.
* * *

La acción de León XIII en los asuntos internacionales, tenía como base su polí­
tica de buen entendimiento con todas las naciones del mundo, política que absorbía
su mayor atención y que constituia el eje de su programa táctico.
Desde este punto de vista la situación internacional de la Santa Sede en la hora
de la muerte de Pío IX dejaba mucho que desear.
Si bien el prestigio moral del Papado, a pesar de la pérdida del poder temporal,
salió triunfante de la lucha, y su influencia internacional se había reforzado notable­
mente, las mismas cualidades del fogoso temperamento de Pío IX que lograron este
éxito, crearon a la Santa Sede situaciones en extremo delicadas, en las cuales se hizo
inevitable el enfriamiento y aun la ruptura de sus relaciones con varias potencias
europeas.
Tal estado de cosas justificable en los borrascosos tiempos del gran batallador
Pío IX, desentonaba con el ambiente de calma que sucedió a la tormenta, obstaculi­
zando a León XIII, Papa constructor y pacificador, la realización de sus planes.
Sin embargo, al comienzo de su pontificado no pocas veces su buena voluntad
se estrellaba contra las resistencias mal intencionadas.
No por ello dejaba de persistir el Papa en sus intentos, tratando de desarmar a los
hostiles y reacios, adelantándose a ellos con las palabras moderadoras y conciliatorias.
Así, pues, el día mismo de su elección, mandó mensajes al zar de Rusia, al empe­
rador de Alemania y al presidente de la Confederación Helvética, significando con ello
su disposición a tratar la reanudación de las relaciones diplomáticas, pero reclamando
al mismo tiempo la libertad y la justicia para los católicos, contra los cuales se aplicaba
en estos tres países un régimen de persecución.
Rusia se mostró muy poco dispuesta a acceder al requerimiento del Papa, aprove­
chando el período de la ruptura de las relaciones para llevar adelante, sin ser molestada,
su plan de rusificación de las provincias centrales polacas y de liquidación en la parte
oriental de la antigua Polonia de los últimos restos de la Iglesia Católica unida, accio­
nes ambas resistidas enérgicamente por la población. Recién pudo establecerse un
acuerdo en las postrimerías del reinado del zar Alejandro III, en 1894, el año de su
muerte. Con su heredero, Nicolás II, las relaciones entre Rusia y el Vaticano mejora­
ron notablemente.
Con Alemania fue León XIII más afortunado. El Kulturkampf ideado por Bismarck
había fracasado rotundamente; los católicos estrechamente unidos y magníficamente
dirigidos opusieron al gobierno una bien organizada resistencia. No pudiendo gobernar
el canciller teniendo a los católicos en su contra, e incapaz de entenderse con el partido
liberal, tuvo que transigir con los primeros. De aquí la necesidad de reanudar las rela­
ciones con la Santa Sede, lo que fue llevado a efecto en 1884, y tres años después, en
1887, quedó establecido entre la Iglesia y el Estado un m o d u s v i v e n d i .
En cuanto a Suiza, gracias a las medidas tomadas por el Papa, y a algunos cambios
en la jerarquía, se había restablecido en el país la paz religiosa, que se vio perturbada
por las repercusiones que tuvo entre el elemento liberal y protestante el Kulturkampf
alemán. Cuando éste hubo deí secarse cayó su ramificación suiza.
Mayores dificultades encontró León XIII en sus relaciones con los gobiernos
liberales.
Italia fue el único país, con el cual nunca llegó ni podía llegar a entenderse mien­
tras permaneciera en pie la “cuestión romana”; seguía pues, reiterando sus protestas
208 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

contra el despojo, tantas veces repetidas por su predecesor. Motivaba su actitud el


interés general que tenía la Iglesia católica de asegurar al Papa la absoluta indepen­
dencia temporal. Lo expresó en forma clara en la carta abierta dirigida al Cardenal
Rampolla, su nuevo Secretario de Estado (16 junio 1887): “Es preciso que sea evidente j
para todos que la libertad del Papa está coartada”. No bastaba que el Papa fuera libre, j
quería León XIII que nadie en el mundo tuviese el menor motivo para dudar de ello, j
En estas condiciones no se podía ni pensar en una reconciliación y, consecuente j
c o n sus actos, constitúyese el Papa voluntariamente “prisionero del Vaticano”, des­
aprobando categóricamente la campaña en pro del reacercamiento entre el Vaticano y
el Quirinal, sostenida por ciertos elementos “conciliatorios”, y poniendo en el Indice
los escritos del P. Curci que bregaba en favor de una política de compromiso.
En las relaciones con el gobierno republicano de Francia vanamente trataba
León XIII de crear una atmósfera de cordialidad. El radicalismo intransigente y ren­
coroso de sus dirigentes, sus actos abiertamente hostiles a los principios admitidos por
la Iglesia, desbarataban todos los esfuerzos del Papa.
Con los otros Estados las relaciones del Vaticano se mantenían dentro del marco de
la corrección, aunque con intermitencias a veces como, por ejemplo, en el caso de
Bélgica, y con cierta tirantez tratádose del imperio de los Habsburgos.
* * *
La táctica de León XIII en su política exterior y en el trato con las potencias
se basaba en el principio de conveniencia mutua y de reciprocidad; exigía el Papa
mayores concesiones para la Iglesia y la comunidad católica a cambio del mejora­
miento que se produjera, gracias a su influencia, en las relaciones de esta última con
el régimen imperante y con los poderes civiles.
Para lograr este efecto era preciso que las comunidades católicas comprendieran
las intenciones del Papa y respondieran con la más franca adhesión a su política.
Conseguirlo no era cosa fácil y a menudo tropezaba el Papa con dificultades que
surgían del seno mismo del campo católico.
No hubo de parte de éstos resistencias a las enseñanzas doctrinarias de León XIII,
pero en la aplicación de éstas a los casos particulares de la realidad política, se plan­
teaban cuestiones de orden práctico y no doctrinario, cuya solución suscitaba apasio­
nadas discusiones, en las cuales la palabra del Papa, que sólo se limitaba a aconsejar
y no se pronunciaba e x - c a t h e d r a , no siempre era obedecida.
León XIII pedía a los católicos que dejaran de lado sus arraigadas prevenciones
y sus desavenencias internas, y que colaboraran con él en el restablecimiento del
orden cristiano en el mundo, respetando a las autoridades instituidas y al régimen
establecido “en tanto que lo demandasen las exigencias del bien común”.
Para el Papa, en su grandiosa visión de la regeneración moral y espiritual de la
cristiandad y del mundo por medio de la Santa Iglesia Romana, los detalles de los
arreglos y adaptaciones políticas no pasaban de ser menudencias que debían subordi­
narse a las consideraciones del bien superior de la Iglesia universal, de la civilización
cristiana y de la Humanidad.
Sin embargo a los ojos de los políticos locales que miraban las cosas no desde
las alturas del vuelo del águila, sino desde los bajíos de la vida cotidiana, adquirían
esas menudencias contornos gigantescos, estrechándoles sus horizontes.
Les parecía, pues, que conociendo mejor su propio ambiente y más a fondo su
situación política, eran ellos los más indicados para opinar sobre la oportunidad de
las demandas dictadas por “las exigencias del bien común”.
Esta disparidad de pareceres tenía en algunos casos consecuencias lamentables:
se sacrificaban los intereses locales sin obtener ventajas apreciables de orden superior,
o bien se desdeñaban los intereses superiores y a causa de ello salían perjudicados los
intereses locales de la Iglesia y de la comunidad católica.
* * *
Estimaba León XIII que bajo cualquier régimen se podía trabajar para el bien
de la Iglesia, y en cuanto al régimen liberal sus propias constituciones ofrecían armas
eficaces para combatir los males de nuestros tiempos.
En Francia después de la “ d e b á c l e ” de 1871, quedó establecido el régimen repu­
blicano de tendencias fuertemente radicales. Los católicos, en su mayoría monárquicos,
In t r o d u c c ió n - L eón XIII 209

se resistían a ofrecer su adhesión a ese régimen, pugnando por la vuelta a la monar­


quía como único remedio capaz de levantar el país de su caída.
El Papa desaprobaba categóricamente esta actitud, empleando toda su influencia
para inducir a los ultramontanos franceses a hacer las paces con la República, a pesar
de la actitud anticlerical de su gobierno, contra cuyos actos hostiles a la Iglesia no
dejaba de protestar.
En 1885 invitó al Conde A. de Mun a abstenerse de fundar un partido católico
con programa contrarrevolucionario, y en 1889 guardó absoluta reserva con respecto
a la intentona “bulangista” apoyada por numerosísimos católicos. El fracaso de esta
campaña parecía confirmar al Papa en su acierto; creía, pues, llegada la oportunidad
para recomendar a los católicos franceses, por boca del Cardenal Lavigeríe, en 1890.
que se agrupasen sobre el terreno constitucional y se reconciliasen con el régimen. Sin
embargo la sugestión no encontró buena acogida, dando motivo a violentas polémicas.
No desanimado León XIII, publicó en 1892 la encíclica E n m e d i o d e s o l i c i t u d e s ,
en la cual volvió a trazar la diferencia entre los poderes ejecutivos y la legislación,
invitando a los católicos a dejar de hostilizar a la República, a fin de dedicarse a
combatir con todas sus fuerzas y por todos los medios honestos y legales contra la
legislación anticristiana.
Seguía con la mayor atención el curso de los acontecimientos en Francia intervi­
niendo personalmente en la dirección del movimiento católico, al ordenar, por ejemplo,
en 1892 la disolución de la U n ió n d e l a F r a n c e C h r é tie n n e organizada por el cardenal
Richard, que no le parecía oportuna.
Con todo, la situación política en los círculos católicos franceses era una de las
más confusas, porque la elaboración del programa táctico daba lugar a las más varia­
das soluciones, sembrando discordias y conduciendo a la dispersión de las fuerzas en
las campañas electorales. Esta circunstancia favoreció el triunfo de los elementos radi­
cales en los comicios de 1898, cuyo resultado fue la votación en 1901 de una ley sobre
las asociaciones que puso las congregaciones religiosas fuera del derecho común.
Este y otros acontecimientos en Francia entristecieron los últimos años de la vida
de León XIII, presagiando el próximo advenimiento de la “persecución combista” que
culminó con la separación de la Iglesia y el Estado.
Metidos en la política, perdieron los católicos la noción exacta de la distancia
entre lo mezquino y lo sublime. Fue no tanto por culpa de los franceses como por la
ley natural que rige en la política.
$ $ $
El caso de Italia era muy distinto. Allí los católicos eran los que ardían ei»
deseos de intervenir en la vida parlamentaria y el Papa fue quien se lo prohibió ter­
minantemente al mantener el abstencionismo prescrito por Pío IX.
Convencido de que el restablecimiento de la soberanía temporal del Papado sólo
era una cuestión de tiempo y de oportunidad, nunca se resignó León XIII a renunciar
a sus reclamaciones.
Al ordenar a los católicos italianos el abstencionismo electoral creía el Papa que
las ventajas que resultasen de ello a los elementos extremistas, inducirían al gobierne
a buscar un arreglo que le permitiera asegurarse la presencia de los católicos en el
parlamento, como contrapeso de los primeros.
La cosa no salió tan bien como deseaba, porque, tratándose de cuestiones que
nada tenían que ver con la doctrina y el dogma, y que los antecesores franceses colo­
caban en un plano distinto, no todos los católicos italianos se sometieron a la orden
del Papa. Respondieron a su llamado, aunque con alguna reticencia, los del Norte de
Italia y de los antiguos Estados Pontificios, pero en cuanto a los del Sur un gran
número de ellos no lo atendieron.
No obstante, el gobierno italiano verdaderamente sintióse inclinado a entablar
negociaciones con la Santa Sede por intermedio de Mons. Garini, Prefecto de la Biblio­
teca del Vaticano y gran amigo de Crispi.
Mientras tanto Francia, resentida contra Italia a causa de la Triple Alianza, y
temerosa de que el reacercamiento con la Santa Sede fortaleciera su prestigio interna­
cional, se interpuso en las negociaciones, obligando a León XIII a romperlas bajo la
amenaza de la reanudación en Francia de la campaña antirreligiosa. La repentina
muerte de Monseñor Carini, en 1895, puso fin al episodio.
210 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

A pesar del fracaso completo de los proyectos del Papa, éste mantenía vigente
la prohibición a los católicos de hacer uso de sus derechos constitucionales en los
comicios, prohibición que recién fue levantada por Pío X.
Durante todo ese tiempo los liberales y las izquierdas gobernaban Italia sin ser
molestados ni frenados en el recinto parlamentario por una seria oposición, represen­
tada por los votos del electorado católico.
* # ❖
La cuestión de la participación de los católicos en la vida política de su país
tomó un cariz especial en España.
En esa nación, desde los tiempos de las guerras napoleónicas y las Cortes Consti­
tuyentes de Cádiz, estaban en lucha dos tendencias: republicana la una y monárquica
la otra. Los monárquicos tenían de su lado al elemento conservador, eminentemente
católico, y al clero, tradicionalmente ligado con el régimen por obra del regalismo de
los Austria y de los Borbones; y los republicanos reunían en su torno a todos los
descontentos, los izquierdistas y enemigos de la monarquía, poniendo al catolicismo
entre los objetos de su odio. La separación entre ambos bandos se ahondaba en razón
de las represalias y persecuciones que desataba el bando vencedor contra los adversa­
rios derrotados, al tomar las riendas del gobierno.
La tirantez de la situación llegó hasta tal extremo que el catolicismo en España
vino poco menos que a identificarse con una forma específica del régimen, no tolerán­
dose entre los católicos ninguna idea que se pareciera a las que pregonaban los con­
trarios, todas ellas reprobadas a bulto, lo que a su vez provocaba disensiones y dis
cordias en la propia familia católica.
El espíritu pacificador de León XIII no pudo permanecer indiferente ante tal
espectáculo. Dirigió, pues, el Papa en 1882 sus palabras de paz y de unión a todos
los arzobispos y obispos de España, enseñándoles lo que hay de justo y de injusto,
de bueno y de malo, en las actividades políticas.
Dijo el Papa que se debe “evitar tan impío error” de abstenerse de intervenir en
las actividades políticas; sin embargo “también se ha de huir la equivocada opinión
de los que mezclan y como identifican la Religión con algún partido político, hasta el
punto de tener poco menos que separados del catolicismo a los pertenecientes a otro
partido. Esto en verdad es meter malamente los bandos en el augusto campo de la
Religión, querer romper la concordia fraterna y abrir la puerta a una funesta multitud
de inconvenientes”.
Y agregó a estas palabras que “la Iglesia no condena las parcialidades de este
género, con tal que no estén reñidas con la Religión y la justicia, sino que, lejos de
todo ruido de contiendas, sigue trabajando para utilidad común y amando con afecto
de madre a los hombres todos, si bien con más especialidad a aquellos que más se
distinguen por su fe y su piedad”.
* * *
Los profundos trastornos que sufría Europa desde la gran Revolución Francesa,
demostraron cuán flojo era el catolicismo en las masas populares. Y si bien el movi­
miento antirreligioso causó menos estragos entre la población campesina, en cambio
progresó enormemente la descristianización de las masas urbanas. Con ello se hizo
patente el distanciamiento que existía entre la clase culta y la clase obrera, y entre
ésta y la Iglesia.
Ésta había sido la mayor preocupación de Mons. Pecci durante todo su episco­
pado en Perusa: La Iglesia había perdido la adhesión del pueblo. Puso, pues, su mayor
empeño en la obra de la reconquista de su afecto. Desde este punto de vista, la
actuación del obispo de Perusa es un ejemplo vivo de cómo León XIII entendía la
misión pastoral; y la figura del obispo, modelo perfecto del sacerdote moderno, una
inagotable fuente de caridad que se derramaba en las acciones y las obras.
León XIII quiere que se reconstruya esa unidad entre la Iglesia y el pueblo. En
su carta a los Obispos españoles cita a San Cipriano: “Estos son la Iglesia, la plebe
unida con el sacerdote y la grey arrimada a su pastor”- Y es así como la entiende
cuando dice: “tal es la constitución de la república cristiana”.
La calma que tanto anhelaba el Papa no era para darse reposo, sino al contrario
para trabajar más, y tanto más cuanto fuera mayor la tranquilidad en el ambiente y
I n t r o d u c c ió n - L eón XIII 211

menor el estorbo en el trabajo. Trabajar y obrar era la consigna del Papa. ¿Cómo?
Lo expuso en sus enseñanzas, y lo mostró en las actividades de Mons. Pecci.
# # *
Las enseñanzas doctrinarias de León XIII están definidas y explicadas en sus
encíclicas y motu-proprios, cuya larguísima serie no tiene igual en la historia, y que
constituye un formidable cuerpo de doctrina, sobre “la constitución de la república
cristiana” y las normas de la vida en ella adaptadas a las condiciones de la vida
moderna.
El Papa apela a las buenas voluntades, exige de los fieles los actos y las obras,
pero repite con insistencia que los actos y las obras deben fluir del espíritu cristiano
y realizarse en Cristo y por Cristo. Porque, como lo afirma en su encíclica Exeunte
armo (1888) “el remedio para curar las llagas que sufre el mundo está en volver, tanto
en la vida pública como en la vida privada, a Jesucristo y a la ley cristiana de la vida”.
En 1899 y en la encíclica Annum sacrum, consagra León XIII la Humanidad
entero, los bautizados y no bautizados, “pues también por ellos Cristo ha dado su
la obra de redención, y respondiendo así a la sugestión de sor María del Divino Co­
razón (en el siglo María Droste-Vischering) que trasmitió al Papa un mensaje sobre­
natural recibido de Cristo, que quisiera se consagre al Sagrado Corazón el mundo
entero, los bautizados y no bautizados, “pues también por ellos Cristo ha dado su
vida y su sangre”.
La misma encíclica Annum Sacrum, las encíclicas Tametsi (1900) sobre Cristo
Redentor, Mirae caritatis (1902) sobre la Eucaristía, pusieron de manifiesto y definieron
todo lo que Cristo ofrece al cristianismo y los métodos de unión del alma con Cristo.
Las encíclicas Próvida matris (1895) sobre Pentecostés y Divinum illud (1897)
sobre el Espíritu Santo explican a los fieles el papel que en la vida humana desem­
peña la gracia.
En nueve encíclicas sucesivas, recomienda la devoción a la Virgen, la práctica del
Rosario y la devoción a San José, esta última en la encíclica Quamquam pluries (1889).
Varios actos pontificios, favorecieron el reflorecimiento y la expansión de las
congregaciones y órdenes religiosas.
El espíritu Franciscano recibió un poderoso impulso para su renovación en la
encíclica Auspicato (1882) sobre la Tercera Orden de San Francisco, y en las nuevas
constituciones de ésta (1882) mejor adaptadas a los tiempos presentes, con lo que fue
facilitada la propagación, bajo los auspicios de la regla franciscana, del movimiento
católico social.
La idea del Papa sobre la cristianización y espiritualización de la vida moderna
encontró su más cabal expresión en la organización de los Congresos Eucarísticos
internacionales, que durante su pontificado tomaron gran incremento.
$ $ $

La vida del hombre en la sociedad moderna, familiar, social y cívica, fue minu­
ciosamente estudiada y ampliamente comentada por León XIII, no quedando en ella
ninguna cuestión importante sin ser debidamente aclarada a la luz de la doctrina.
Empieza por indicar la necesidad de crear para la sociedad marcos fijos, estables
y fuertes en la organización política del Estado, basada en el respeto y la obediencia
a la autoridad instituida.
Define, pues, la doctrina de 3a Iglesia sobre la autoridad política en la encíclica
Diuturnum illud (1881) publicada tres meses después del asesinato del zar Alejandro II,
y con motivo de este suceso.
Afirma que todo poder viene de Dios, aunque consiente en que el pueblo puede
darse el régimen que más le convenga y designar las personas que hayan de ejercer
el gobierno. Declara luego, que la autoridad legítima debe ser obedecida, pero recuerda
al mismo tiempo que “la autoridad no siendo justa es mala”, y por lo tanto “importa
para que la potestad se mantenga en la justicia, que los que administren la ciudad
entiendan que el poder de gobernar no se les ha concedido para su utilidad propia, y
que la administración de la cosa pública debe conducirse para utilidad de los que a
ella están confiados, no de los que la tienen confiada”.
212 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

Al sentar estos principios observa que “la Iglesia de Jesucristo no puede, cierta­
mente, ser sospechosa a los príncipes ni a los pueblos”. Exhorta, pues, a los príncipes
“para que defiendan la Religión y lo que interesa también al Estado, dejen a la Iglesia
gozar de aquella libertad de que sin grave injuria y común detrimento no puede ser
privada”.
Y en cuanto a los pueblos asegura que pueden tener confianza en la Iglesia que
“ha sido fundada para la salud de todos los hombres, y a todos los amó siempre como
Madre. Ella es la que con su caridad infundió siempre en los ánimos la mansedumbre,
la dulzura de las costumbres, la equidad en las leyes; y, nunca enemiga de la libertad
honrada, detestó siempre el dominio de la tiranía”.
Dilucida el mismo problema en la encíclica Iinmortale Dei (1885), sobre la consti­
tución cristiana de los Estados, ofreciendo en ella un resumen acabado del derecho
público cristiano. Reitera todo lo que había asentado en la encíclica Diuturnum sobre
el origen divino de la autoridad pública, y declara que la sociedad política cristiana­
mente constituida no puede prescindir de la Religión, porque “los hombres no están
menos sujetos al poder de Dios unidos en sociedad, que lo está cada uno de por sí”,
y por lo tanto “no pueden las sociedades políticas obrar en conciencia como si Dios
no existiese”; por consiguiente tiene el Estado político obligación de admitir entera­
mente “prácticas del culto divino que el mismo Dios ha demostrado que quiere”.
Deduce, pues, que “Dios ha hecho copartícipes de todo el linaje humano a dos potes­
tades: la eclesiástica y la civil. Traza luego la distinción entre las dos potestades,
insiste sobre la necesidad de una coordinación entre ambas. Concluye explicando que,
de acuerdo con la doctrina católica, toda forma de gobierno es de suyo admisible,
como también la participación del pueblo en la gestión de las cosas públicas, y la
libertad buena y legítima, y, en fin, no puede considerarse ilícito, si algunos gobiernos
“ya para conseguir un bien importante, ya para evitar un grave mal, toleran en la
práctica la existencia de dichos cultos en el Estado”.
En dos otras encíclicas habla León XIII del civismo, en la encíclica Libertas (1888)
define la naturaleza de la libertad, y deslinda lo cierto de lo falso en la ideas contem­
poráneas referente a la libertad de los cultos, de la prensa y de la enseñanza. Com­
pletó la primera la encíclica Sapientiae christianae (1890) sobre los principales deberes
del ciudadano.
La organización de la familia está tratada en la encíclica Arcanum divinae sa­
pientiae (1890), sobre el matrimonio cristiano, en la que levanta el Papa una barrera
contra la campaña en favor del divorcio que tiene lugar en diversos países.
En fin, en la encíclica Humanum genus (1884), denuncia León XIII a la maso­
nería como un peligro social, manifestando que ella combate no solamente contra la
Iglesia, sino también contra las verdades que hace conocer la razón natural.
* * *
Con el mayor esplendor brillan las enseñanzas de León XIII en el dominio social.
Ya como Obispo de Perusa se había consagrado a suavizar en sus obras de cari­
dad los efectos del régimen económico moderno, que tenían que sufrir las clases pobres.
En 1877 denunció sus abusos en su carta pastoral de la Cuaresma.
Desde que subió al trono apostólico la cuestión social lo tuvo fuertemente pre­
ocupado. En 1878, los atentados contra los soberanos de Alemania, España e Italia, le
inspiran la encíclica Quod apostolici en la cual condena al socialismo y sus dos doctri­
nas afines: el comunismo y el nihilismo.
Sin embargo no podía dejar de ver el Papa que las prédicas de los falsos profetas
respondían a una necesidad real, que se dejaba sentir en la sociedad y sobre todo en
la clase trabajadora; era preciso, pues, atajar la expansión de la doctrina falsa
oponiéndole otra, basada en los principios verdaderos, revelados en los Evangelios.
Ya llegaban a la Santa Sede llamados desde ambos hemisferios solicitando defi­
niciones capaces de aplacar el creciente conflicto entre el capital y el trabajo. Precipitó
la decisión del Pontífice el asunto de la gran organización obrera americana de los
“Caballeros del Trabajo” (Knights of Labour), condenada unánimemente por la Je­
rarquía canadiense, pero mirada con benevolencia por la de los EE. UU. Requerido el
veredicto de la Santa Sede, pronuncióse ésta en 1888 por boca del Cardenal Simeoni,
prefecto de la Propaganda, en favor de la entidad inculpada.
In t r o d u c c ió n - L eón XIII 213

El fallo produjo un gran ruido y señalaba el primer paso decisivo de León XIII
en la solución doctrinaria de uno de los más graves problemas de los tiempos moder­
nos. El segundo paso, que fue el definitivo, lo hizo tres años después con la publicación
de la famosa encíclica Rerum novarum (1891), obra magistral y coronamiento esplen­
doroso de su pontificado.
Largos años de preparación y estudios precedieron su redacción definitiva. Desde
1881 a 1889 trabajó en Roma una comisión de teólogos encargada de examinar los
efectos de la moral católica en el dominio económico. Por otra parte, durante varios
años seguidos, los sociólogos de diversos países reunidos en Friburgo, elaboraron las
tesis sobre la cuestión social, basadas en la filosofía de Santo Tomás, las que fueron
remitidas a Roma por intermedio de Mons. Mermillod para su examen.
Mientras tanto crecía en importancia la sociología católica representada por tan
eminentes especialistas como los franceses de Mun, La Tour du Pin, el alemán Ketteler,
los austríacos Vogelsang, Blome, Lichtenstein, los italianos Toniolo, Medolago, Albani,
y los españoles Rodríguez de Cepeda, y tantos otros.
Con estos antecedentes salió a luz la encíclica Rerum novarum sobre la condición
de los obreros, constituyendo, sin duda, uno de los más importantes acontecimientos en
la historia de las sociedades humanas.
En la encíclica afirma el Papa el derecho de la propiedad privada, pero le pone
los límites y además define el deber de la limosna; analiza la relación entre el capital
y el trabajo, determina el concepto del salario justo y exige protección para el obrero.
En todo expone y refuta la solución socialista, proponiendo y justificando la solu*
ción católica.
Preconiza dos medios para asegurar el imperio de la justicia social: l 9 las aso­
ciaciones profesionales (patronales, obreras y mixtas), y 29 la legislación obrera.
Concluyendo invoca la caridad como el mejor conducto que puede llevar a la salud.
La encíclica Rerum novarum, dio origen al movimiento católico social, que en
muy poco tiempo tomó gran envergadura. Pronto, se distinguió en él una tendencia
nueva derivada del antiguo liberalismo, cuyo programa tendía a realizar la “democra­
cia cristiana”. Sus principales dirigentes fueron P. Murri en Italia y Marc Sangnier en
Francia, fundador del Sillón.
Ansioso de eliminar todo motivo que se prestase al equívoco, precisó León XIII
en la encíclica Graves de comuni (1901) el sentido exacto que debía darse al término
de “democracia cristiana”, quitándole todo significado político, y explicando que esa
palabra “no debe significar otra cosa, sino la bienhechora acción cristiana en favor
del pueblo”, cuya acción puede acomodarse a todo régimen político, a condición de
que sea honesto y justo.
í í í:
Estaba León XIII íntimamente persuadido de que el progreso de la civilización
humana solamente no se opone a la Religión y a la existencia de la Iglesia, sino que
al contrario puede serle en todo sentido favorable y útil.
Si se observa en nuestro siglo el fenómeno contrario, su causa está en que los
hombres malintencionados dieron al proyecto una dirección falsa, y los hombres de
bien, viéndolo así descarriado, abjuraron de él, abandonándolo a la explotación exclu­
siva de sus enemigos.
Desde joven, profesaba el Papa como Mons. Pecci, la idea de que se podía
combatir los males acarreados por el extravío del progreso moderno con las armas
que él mismo ha forjado. Varias veces en sus cartas-pastorales (1876-1878) toca el
tema, discurriendo ya sobre la Iglesia católica y el siglo XIX, ya sobre la Iglesia y la
civilización, y en fin, en su última carta-pastoral escrita diez días antes de ser elegido
Sumo Pontífice, sobre la Iglesia y la civilización.
En su primera encíclica Inscrutabili (1878) proclama que la verdadera civilización
es la que desde dieciocho siglos progresa bajo el impulso de la Iglesia, y la así llamada
civilización moderna “esa civilización que choca de frente con las santas doctrinas y
las leyes de la Iglesia, no es sino una falsa civilización, y debe considerársela como
un nombre vano y sin realidad”.
León XIII no recela de la ciencia, tiene confianza en ella, y tiene confianza en la
verdad, porque la Iglesia no puede ni debe temerles.
214 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

Lo manifiesta en la encíclica Aeterni Patris (1879), al afirmar que “es muy


conforme al orden establecido por la divina Providencia acudir aún a las ciencias
humanas en busca de auxilio para convertir a los pueblos a la fe y a la salud”.
Aprueba, pues, en el breve del 20 de Marzo de 1878 el proyecto de los congresos
internacionales de los sabios católicos, presentado por el canónigo Duilhé de Saint Projet.
* *

La misma encíclica Aeterni Patris constituye uno de los actos de mayor trascen­
dencia en el pontificado de León XIII. En ella el Papa, dando expresión a la idea tan
cara a Mons. Pecci, reinvindica para la filosofía escolástica y la de Santo Tomás de
Aquino su lugar de honor entre las disciplinas científicas, y exhorta a que “para honor
y defensa de la fe católica, para bien de la sociedad, para el progreso de todas las
ciencias”, se restablezca y se propague “con toda la posible latitud, la áurea ciencia de
Santo Tomás”.
El Papa funda en Roma la Academia de Santo Tomás, que se inaugura en 1880,
y ordena una nueva edición de las obras del Doctor Angélico. En dos Breves (1880 y
1889) concernientes a la Universidad de Lovaina, recomienda la creación en esa impor­
tantísima casa de estudios de una cátedra de filosofía tomista e insiste en los vínculos
que deben unir esta filosofía con la enseñanza de las ciencias naturales. En el breve
Gravissime nos (1892) dirigido a la Compañía de Jesús, invita a los miembros de ésta a se­
guir la doctrina de Santo Tomás en todas las cuestiones que revistan alguna importancia.
No menos que la filosofía interesa al Papa la historiografía. La carta que en esta
materia dirige en 1883 a los cardenales de Lúea, Pitra y Hergenroether sobre los estu­
dios históricos, es un magnífico acto de confianza en el testimonio que la historia
concienzuda y honesta pueda prestar a la Iglesia. Delega en los tres cardenales citados
la tarea de la reorganización de los estudios históricos en la Biblioteca del Vaticano,
y abre acceso a los archivos de la Santa Sede asegurando en 1884 a los miembros
del círculo alemán de historia, que “no tememos la publicación de los documentos, ni
la luz en nuestros archivos”.
También la astronomía merece la atención de León XIII, quien resucita en 1888
el célebre observatorio del Vaticano, confiando su dirección al barnabita Denza. En el
acto de su fundación, con íntima satisfacción pone de manifiesto que “la Iglesia y sus
pastores no odian la verdadera y sólida ciencia, tanto de las cosas divinas como de las
humanas, sino que las acogen, las favorecen y las fomentan con amor”.
Las cuestiones de la exégesis bíblica, que levantaban tan apasionadas discusiones,
no podían pasar inadvertidas para la mirada atenta y escrutadora del Papa.' Le dedica,
pues, su encíclica Providentíssimus Deus (1893), a consecuencia de la cual fue creada
en 1902 la comisión bíblica.
*

La idea de la unión de las Iglesias separadas con Roma, ocupa con persistencia
el pensamiento del Papa, e inspira sus actos. En la carta apostólica Praeclara (1894),
da expresión magnífica a este su anhelo.
Habla en ella de la unión de los pueblos y de la unión de las Iglesias, siendo
imposible la primera sin que se realizase la segunda. La mitad del documento está
dedicado a la materia religiosa y versa sobre las Iglesias orientales y la Reforma.
Haciendo referencia a sus anteriores enseñanzas, reitera que la Iglesia no pre­
tende arrogarse ninguno de los derechos del poder civil. Pero, al mismo tiempo llama
la atención sobre las teorías “regalistas”, creaciones funestas del antiguo régimen que,
sin embargo, persisten en los Estados modernos siéndoles gratos por el excesivo poder
que les confieren, fuente de discordias y atentado permanente contra la unidad.
“Los últimos años del siglo XVIII —dice— dejaron a la Europa cansada de
desastres, agitada por convulsiones. ¿No podría este siglo, que se acerca a su fin,
transmitir a su vez como herencia al género humano algunas prendas de concordia y
la esperanza de los grandes beneficios que promete la unidad de la fe cristiana?
Dos años después de la carta Praeclara, publicó León XIII la encíclica Satis
cognitum, en la que con toda exactitud dogmática y todo el rigor teológico definió la
posición católica frente al problema de la unidad religiosa, declarando improcedente
I n t r o d u c c ió n - L eón XIII 215

toda idea de una federación de las Iglesias, disipando con ella todo equívoco que
pudiera concebirse en este sentido.
* $ #

Las condiciones sumamente favorables en que se desarrollaba el catolicismo en


ios países anglosajones (protestantes) y que tanto contrastaban con la situación de la
iglesia en muchas naciones latinas (católicas), constituía un gran aliciente para los
grandes proyectos de León sobre la unión universal de la Iglesia, con Roma como
su centro de gravitación.
En Inglaterra, desde los tiempos del movimiento de Oxford, prendía el catoli­
cismo con creciente vigor.
No es de maravillarse, pues, de que la isla de los Santos, nación de tan gloriosas
tradiciones cristianas y católicas y de tan halagüeñas promesas para el porvenir,
alentara en León XIII las más atrevidas esperanzas. Contribuía a ello, en gran medida,
la posibilidad inmediata de la unión de la Iglesia anglicana, que aspiraba a unirse
colectivamente con la Iglesia romana. En la carta apostólica Ad Anglos (1895) el Papa
ofrece su más decidido apoyo en favor de esas aspiraciones.
Sin embargo, por las razones de orden disciplinario, el arreglo no pudo verifi­
carse y toda la cuestión quedó aplazada indefinidamente.
Entre los actos de León XIII en favor de la Iglesia católica en Inglaterra, merece
destacarse la beatificación de los cincuenta mártires ingleses, entre ellos del célebre
Tomás More, canciller de Enrique VIII (1886), la elevación al cardenalato del Arzo­
bispo J. H. Newman (1879), la publicación de la constitución Romanos Pontífices sobre
la relación entre la Jerarquía y el Clero regular (1881), y la celebración solemne del
decimotercer centenario de San Gregorio Magno, Apóstol de Inglaterra. Escocia fue
agraciada por León XIII con el restablecimiento de la Jerarquía, lo que constituyó su
primer acto oficial después del coronamiento. Irlanda recibió del Papa múltiples pruebas
de su solicitud: la elevación al cardenalato del Arzobispo de Dublín Me. Cabe (1882),
la carta apostólica al mismo (1881) y sus diligencias para descongestionar la atmósfera
política en el país, y aliviar la tensión entre éste y el gobierno británico.
# * *

Otro de los países anglosajones, por quien sentía León XIII la más viva simpatía
y admiración, fueron indudablemente los Estados Unidos. Continente de paz y de pros­
peridad para la Iglesia, tan distinto del europeo, sometido al incesante castigo de los
terribles azotes de la bestia apocalíptica de incredulidad.
El acontecimiento más importante para la vitalidad de la Iglesia católica en los
Estados Unidos, ha sido el Concilio Plenario reunido en Baltimore en 1884 bajo la pre­
sidencia efectiva del Arzobispo Gibbons, convocado a raíz de la bula Rei catholicae
incrementum (1884). En segundo lugar cabe mencionar la elevación a la dignidad carde­
nalicia del nombrado Arzobispo Gibbons (1886), el establecimiento de la primera repre­
sentación diplomática de la Santa Sede con la categoría de la delegación apostólica
(1892), la participación de León XIII en la Exposición de Chicago, organizada para la
conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América (1893), la memo­
rable encíclica Longinqua Oceani Spatia dirigida a la Jerarquía norteamericana (1895),
y, en fin, la carta Testem beneuolentiae al Cardenal Gibbons, sobre el llamado “ameri­
canismo”, término que designaba una tendencia de cierto positivismo religioso aplicado
al apostolado, que caracterizaba la acción proselitista del P. Hecker, fundador de una
congregación, la de los Paulistas. León XIII llama la atención de la Jerarquía norte­
americana sobre este extravío, condenando expresamente la concepción religiosa que
se ingenia en adaptar la religión católica al ambiente protestante, pasando por alto
algunos de los artículos de la doctrina, en lo tocante al dogma y a la disciplina y redu­
ciendo al mínimo el elemento sobrenatural.
En el Canadá creó León XIII nuevos obispados y arzobispados. En su encíclica
Affari vos (1897), aunque reprueba la legislación escolar de Manitoba, desfavorable para
los católicos, sin embargo su tono general es tan conciliatorio, que el primer ministro
canadiense sir Wilfrid Laurier no vacila llamarla un mensaje de paz.
* * *
No menor fue la solicitud de León XIII para con el cristianismo oriental, y, ante
todo, su interés por las Iglesias de Oriente, separadas de Roma a raíz del cisma de Focio
216 E n c íc l ic a s P o n t if ic ia s

y luego de Cerulario, como también por los sobrevivientes actuales de los antiquísimos
cismas de los primeros siglos del cristianismo (nestorianos y monofisitas), que persisten
todavía en algunas regiones del Asia cercana y del Nordeste Africano.
La idea de la unión con Roma de todas sus Iglesias nunca abandona a León XIII,
que desde los comienzos de su pontificado desarrolla en este campo una gran actividad.
Ya en su alocución consistorial de 1880 (13 de diciembre), manifiesta León XIII
que “se advierten en las regiones orientales indicios que permiten esperar que los pueblos
de Oriente, durante tanto tiempo separados del seno de la Iglesia, vuelvan a entrar,
bajo la inspiración divina, en gracia con ella”.
Se multiplicaban ante los ojos de León XIII las conversiones en muchos puntos de
esos inmensos territorios. Entre los coptos de Egipto, gracias al apostolado de los je­
suítas; en Armenia a consecuencia de la conversión del patriarca Kupelián y de la
instalación de los jesuitas en la Gran Armenia; en Caldea donde abjuró del nestorianis-
mo el patriarca Mons. Chimoun, pasando al rito caldeo unido con todos sus fieles.
Sin embargo, los Armenios monofisitas no se decidieron a abandonar el cisma, dejando
sin contestación la carta apostólica de 1888 dirigida a ellos por León XIII.
La política de éste frente a las Iglesias orientales y eslavas separadas quedó amplia­
mente expuesta en la encíclica Orientcilium (1894) publicada pocos meses después de la
carta apostólica “Praeclara”.
A los católicos de ritos orientales unidos con la Iglesia romana, testimonió
León XIII en varias ocasiones su interés y su afecto. Eleva, pues, al cardenalato al
Mons. Hassoun, el patriarca de los Armenios, y en la encíclica Sancta Dei civitas (1880)
pondera la obra de las escuelas de Oriente. A los pueblos eslavos, meridionales y orien­
tales, dirige palabras paternales en la encíclica Grande munus (1880), expresando reve­
rencia por las antiguas liturgias eslavas, en uso de la Iglesia católica unida de rito
ruteno; y luego, para testimoniar su afecto extiende a toda la cristiandad la celebración
de la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos.
Séanos permitido concluir esta reseña con las palabras de Fernand Hayward en
su biografía de León XIII (Luis de Geralt, Barcelona, 1951; pág. 335):
“El epitafio que se lee en la tumba de León XIII en San Juan de Letrán «Ecclesia
ingemuit, complorante orbe u n iv e r s o «La Iglesia gimió y lloró el orbe universo
refleja el sentimiento que se experimentó en los días de duelo1 (por su muerte acaecida
el 20 de julio de 1903)”.
“La Iglesia y el universo entero lloraron al hombre que había sido, para toda la
humanidad, una gran luz”.
ÍM

ENCICLICA “INSCRUTABILI DEI CONSILIO”^


(21-IV-1878)

DADA EN LOS COMIENZOS DEL PONTIFICADO


SOBRE LOS PROBLEMAS QUE ATAÑEN LA IGLESIA Y LA FE

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. Elevados, aunque sin m erecerlo, vocan tanto m ás trab ajan por aparecer
por inescrutable designio de Dios, a la defensores de la patria, de la libertad
cum bre de la dignidad Apostólica, al y de todo derecho; esa especie, en fin, 586
m om ento sentimos vehemente deseo y de peste m ortífera, que liega hasta lo
como necesidad de dirigiros Nuestras íntim o de los miembros de la sociedad
letras, no sólo p ara m anifestaros los hum ana, y que no la deja descansar,
sentim ientos de Nuestro am or íntimo, anunciándole a su vez nuevos aconte­
sino p ara alentaros tam bién a vosotros, cimientos y calamitosos sucesos.
que sois los llam ados a com partir con
Nos N uestra solicitud, a sostener ju n ­ 2. La autoridad de la Iglesia despre­
tamente con Nosotros la lucha de Nues­ ciada. Nos, em pero, estam os persuadi­
tros tiempos en defensa de la Iglesia de dos de que estos males tienen su causa
Dios y la salvación de las almas, cum ­ principal en el desprecio y olvido de
pliendo en esto el encargo que Dios Nos aquella santa y augustísim a autoridad
ha confiado. de la Iglesia, que preside al género h u ­
Pues, desde los prim eros días de mano en nom bre de Dios, y que es la
Nuestro Pontificado se Nos presenta a garantía y el apoyo de toda autoridad
la vista el triste espectáculo de los m a­ legítima.
les que por todas partes afligen al gé­ Esto lo han com prendido perfecta­
nero hum ano: esta tan generalm ente mente los enemigos del orden público,
difundida subversión de las suprem as y por eso han pensado que nada era
verdades, en las cuales, como en sus más propicio para m inar los funda­
fundam entos, se sostiene el orden so­ mentos sociales, que el dirigir tenaz­
cial; esta arrogancia de los ingenios, mente sus agresiones contra la Iglesia
que rechaza toda potestad legítima; de Dios; hacerla odiosa y aborrecible
esta perpetua causa de discordias de por medio de vergonzosas calumnias,
donde nacen intestinos conflictos y gue­ representándola como enemiga de la
rras crueles y sangrientas; el desprecio verdadera civilización; debilitar su fuer­
de las leyes que rigen las costum bres y za y su autoridad con heridas siempre
defienden la justicia; la insaciable co­ nuevas, destruir el supremo poder del
dicia de bienes caducos y el olvido de Pontífice Romano, que es en la tierra
los eternos, llevada hasta el loco fu ro r el guardián y defensor de las norm as
con el que se ve a cada paso a tantos inm utables de lo bueno y de lo justo.
infelices que no tem en quitarse la vida; De ahí es, ciertam ente, de donde han
la poca m editada adm inistración, la salido esas leyes que quebrantan la
prodigalidad, la m alversación de los divina constitución de la Iglesia cató­
fondos públicos, así como la im puden­ lica, cuya prom ulgación tenemos que
cia de aquellos que, cuanto m ás se equi­(*) deplorar en la m ayor parte de los paí-
(*) ASS 10 (1876/77) 585-592. Como se indicó en el P r ó l o g o , utilizaremos la versión de las
Encíclicas de León XIII, hecha bajo la dirección del Excmo. Sr. D. Manuel de Castro Alonso. Cuando
en la segunda edición nos apartamos de ella, adviértesele al lector expresamente del hecho. (Véase
para mejor comprensión de esta Encíclica la “ I n t r o d u c c i ó n ” , pág. 213). (P. H.).
— 217 —
218 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1878) 31, 3 4

ses; de ahí, el desprecio del poder epis­ de supersticiones vergonzosas, y la


copal; las trabas puestas al ejercicio que les ha conducido al conocim iento
del m inisterio eclesiástico, la dispersión del Divino Autor de todas las cosas
de las Ordenes religiosas, y la venta en y a respetarse m utuam ente; la que,
subasta de los bienes que servían para habiendo hecho desaparecer la calam i­
m antener a los m inistros de la Iglesia y dad de la esclavitud, ha vuelto a los
a los pobres; de ahí tam bién, el que las hom bres a la originaria dignidad de su
instituciones públicas, consagradas a la nobilísim a naturaleza; la que, habien­
caridad y a la beneficencia, se hayan do desplegado en todas partes el estan­
sustraído a la saludable dirección de la darte de la Redención, después de h a ­
Iglesia; de ahí, en fin, esa libertad ber introducido y protegido las cien­
desenfrenada de enseñar y publicar to ­ cias y las artes, y fundado, poniéndolos
do lo malo, cuando por el contrario se bajo su am paro, institutos de caridad
viola y se oprim e de todas m aneras el destinados al alivio de todas las m ise­
derecho de la Iglesia de instruir y edu­ rias, se ha cuidado de la cultura del
car la juventud. Ni tiene otra m ira la género hum ano en la sociedad y en la
ocupación del Principado civil, que Ja familia, las ha sacado de su miseria, y
divina Providencia h a concedido hace las ha form ado con esmero para un gé­
largos siglos al Pontífice Romano, para nero de vida conform e a la dignidad y a
que él pueda usar librem ente y sin tra ­ los destinos de su naturaleza? Y si algu­
bas, para la eterna salvación de los no de recta intención com para esta m is­
pueblos, de la potestad que le confirió m a época en que vivimos, tan hostil a la
Jesucristo. Religión y a la Iglesia de Jesucristo, con
Nos hemos hecho m ención de todos la de aquellos afortunadísim os tiempos
estos quebrantos, Venerables H erm a­ en que la Iglesia era respetada como
nos, no p ara aum entar la tristeza que m adre, se quedará convencido de que
esta desgraciadísim a situación infunde esta época, llena de perturbación y ru i­
en vuestros ánimos, sino porque com ­ nas, corre en derechura al precipicio; y
prendem os que por ella habéis de cono­ que al contrario, los tiempos en que
cer perfectam ente la gravedad que han más han florecido las m ejores institu­
alcanzado las cosas que deben ser objeto ciones, la tranquilidad y la riqueza y
de Nuestro m inisterio y de Nuestro celo, prosperidad públicas, han sido aquéllos
y con cuánto empeño debemos dedicar­ más sumisos al gobierno de la Iglesia, y
nos a defender y am p arar con todas en que m ejor se han observado sus le­
Nuestras fuerzas a la Iglesia de Cristo y yes. Y si es una verdad que los m uchí­
la dignidad de esta Sede Apostólica, ata­ simos beneficios que Nos acabamos de
cada especialmente en los actuales y ca­ recordar, y que proceden del ministerio
lamitosos tiempos con tantas calumnias. y benéfico influjo de la Iglesia, son
3. La Iglesia y los principios eternos obras gloriosas de verdadera civiliza­
de verdad y de justicia. Es bien claro ción, lo es a su vez que tan lejos está
y m anifiesto, Venerables Hermanos, la Iglesia de aborrecerla y rechazarla,
que la causa de la civilización carece que más bien cree se le debe alabanza
de fundam entos sólidos, si no se apoya por haber hecho con ella los oficios
sobre los principios eternos de la ver­ de m aestra, nodriza y m adre.
dad y sobre las leyes inm utables del 4. El verdadero progreso aproxim a
derecho y de la justicia y si un am or la hum anidad a Dios. Antes bien, esa
sincero no une estrecham ente las vo­ civilización que choca de frente con las
luntades de los hom bres, y no arregla santas doctrinas y las leyes de la Igle­
suavemente el orden y la naturaleza sia, no es sino una falsa civilización, y
de sus deberes recíprocos. ¿Quién es, debe considerársela como un nom bre
empero, el que se atreve ya a negar vano y vacío. Y prueba de esto bien
que es la Iglesia la que, habiendo difun­ m anifiesta son los pueblos que no han
dido el Evangelio entre las naciones, ha visto brillar la luz del Evangelio; y en
hecho b rillar la luz de la verdad en los que se han podido notar a veces
medio de los pueblos salvajes, imbuidos falsas apariencias de civilización; mas
,
31 5-6 E n c íc l ic a “ I n s c r u t a b il i D ei C o n s il io ” 219

ninguno de sus sólidos y verdaderos diversas costumbres; ella, el centro co­


bienes ha podido arraigarse ni florecer mún, finalm ente, de donde partía así
en ellos. En m anera alguna, pues, pue­ la doctrina de la Religión y de la fe
de considerarse como un progreso de como los auspicios y consejos en los
la vida civil, aquel que desprecia osa­ negocios y la paz. ¿P ara qué más?
dam ente todo poder legítimo; ni puede ¡Grande gloria es para los Pontífices
llam arse libertad, la que torpe y m ise­ Máximos la de haberse opuesto cons­
rablem ente cunde por la propagan­ tantem ente, como baluarte inquebran­
da desenfrenada de los errores, por el table, para que la sociedad no volviera
libre goce de perversas concupiscencias, a caer en la antigua superstición y b ar­
la im punidad de crím enes y maldades, barie!
y la opresión de los buenos ciudadanos, ¡Ojalá que esta saludable autoridad
cualquiera que sea la clase a que perte­ nunca hubiera sido olvidada o recha­
necen. Siendo como son estos princi­ zada! De seguro que ni el Principado
pios, falsos, erróneos y perniciosos, civil hubiera perdido aquel esplendor
seguram ente no tienen la virtud de augusto y sagrado que la Religión le
perfeccionar la naturaleza hum ana y había impreso, único que hace digna y
engrandecerla, porque el pecado hace a noble la sumisión, ni hubieran estalla­
los hombres desgraciados^; sino que do tantas sediciones y guerras, que en­
es consecuencia absolutam ente lógica, lutaron de estragos y calam idades la
que, corrom pidas las inteligencias y los tierra, ni los reinos, en otro tiempo flo­
corazones, por su propio peso precipi­ recientes, hubieran caído al abismo
ten a los pueblos en un piélago de des­ desde lo alto de su grandeza arras­
gracias, debiliten el buen orden de co­ trados por el peso de toda clase de des­
sas, y de esa m anera hagan venir tarde venturas. De esto son ejemplo tam bién
o tem prano la pérdida de la tranquili­ los pueblos de Oriente; que rom piendo
dad pública y la ruin a del Estado. los suavísimos vínculos que les unían
a esta Sede Apostólica, vieron eclipsar­
se el esplendor de su antiguo rango, y
5. El Pontificado y la sociedad civil.
perdieron, a la vez, la gloria de las cien­
¿Y qué puede haber más inicuo, si se cias y de las artes y la dignidad de su
contem plan las obras del Pontificado imperio.
Romano, que el negar cuánto y cuán
bien han merecido los Papas de toda 6. Italia y el Rom ano Pontífice. Los
la sociedad civil? Ciertamente, Nuestros
insignes beneficios que se derivaron de
predecesores procurando el bien de los
la Sede Apostólica a todos los puntos
pueblos, nunca titubearon en em pren­ del globo, los ponen de manifiesto los
der luchas de toda clase, sobrellevar ilustres m onum entos de todas las eda­
grandes trabajos, y, puestos los ojos en des; pero se dejaron sentir especial­
el cielo, no inclinaron jam ás la frente m ente en la región italiana, la cual,
ante las am enazas de los impíos, ni cuanto m ás cercana a dicha Sede Apos­
consintieron en faltar con vil condes­ tólica estaba, tanto m ás abundantes
cendencia bajam ente a su m isión m o­ frutos recogió de ella. Italia debe reco­
vidos por adulaciones o prom esas. Esta nocerse, en gran parte, deudora a los
Sede Apostólica fue la que recogió y Romanos Pontífices de su verdadera
unió los restos de la antigua desmo­ gloria y grandeza, con que se elevó so­
ronada sociedad. Ella fue la antorcha bre las demás naciones. Su autoridad y
amiga, que hizo resplandecer la civi­ paternal benevolencia le han protegido
lización de los tiempos cristianos; ella no sólo una vez contra los ataques de sus
fue el áncora de salvación en las ru d í­ enemigos, y le han prestado la ayuda y
simas tem pestades que azotaron el h u ­ socorro necesarios para que la fe cató­
m ano linaje; ella, el vínculo sagrado lica fuese siempre conservada en toda
de concordia, que unió unas con otras su integridad en los corazones de los
a las naciones lejanas entre sí y de tan 3 italianos.
(3) Proverbios 14, 34.
220 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1878) 3 1 , 7-8

Apelamos a los m éritos de esos P re­ y que se Nos restituya a aquel estado
cursores Nuestros, y especialmente, p a­ de cosas en que la Sabiduría divina,
ra no ocuparnos de otros, a la historia desde tiempos antiguos, había colocado
de los tiempos de S a n L e ó n M a g n o , de a los Pontífices de Roma. No Nos m ue­
A l e j a n d r o III, de I n o c e n c i o III, de ve a pedir este restablecimiento, Vene­
S a n P ío V, de L e ó n X y de otros P on­ rables Hermanos, un vano deseo de
tífices, con cuyo auxilio y protección dominio y de ambición; sino que así
Italia se libró del horrible exterminio lo exigen Nuestros deberes y los solem­
con que la am enazaban los bárbaros, nes juram entos que Nos atan; y ade­
conservó incorrupta su antigua fe, en­ más, porque no sólo es necesario este
tre las tinieblas y miserias de un siglo Principado para tutelar y conservar la
menos culto, nutrió y m antuvo viva la plena libertad del poder espiritual, sino
luz de las ciencias y el esplendor de tam bién porque es evidentísimo que,
las artes. Apelamos a esta Nuestra cuando se tra ta del Principado tem po­
augusta ciudad, Sede del Pontificado, ral de la Sede Apostólica, se trata a la
la cual sacó de ellos el m ayor fruto y vez la causa del bien y de la salvación
la singularísim a ventaja de llegar a ser, de la fam ilia hum ana.
no sólo el inexpugnable alcázar de la De aquí que Nos, en cumplim iento
fe, sino tam bién el asilo de las bellas de Nuestro encargo, por el que veni­
artes, m orada de la sabiduría, adm ira­ mos obligados a defender los derechos
ción y envidia del m undo. P or el es­ de la Iglesia, de ninguna m anera pode­
plendor de tales hechos, que la historia mos pasar en silencio las declaraciones
nos ha trasm itido en im perecederos m o­ y protestas que Nuestro Predecesor Pío
num entos, fácil es reconocer que sólo IX, de santa m em oria, hizo repetida­
589 por voluntad hostil y por indigna ca­ mente, ya contra la ocupación del p rin ­
lum nia, a fin de engañar a las m uche­ cipado civil, ya contra la violación de
dumbres, se ha podido insinuar, de vi­ los derechos de la Iglesia Romana, las
va voz y por escrito, que la Sede Apos­ m ismas que Nos por estas Nuestras le­
tólica sea obstáculo a la civilización de tras completam ente renovam os y con­
los pueblos y a la felicidad de Italia.7 firmamos.

7. La soberanía del R om ano P o n tí­ 8. A cercam iento a la Iglesia fuente


fice. Si todas las esperanzas, pues, de de autoridad y salvación. Y al mismo
Italia y del m undo universo descansan tiempo dirigimos Nuestra voz a los
en esa influencia saludabilísim a para el Príncipes y supremos Gobernantes de
bien y utilidad com ún de que goza la los pueblos, y una y otra vez les roga­
Autoridad de la Sede Apostólica, y en mos, en el nom bre augusto del Dios
los lazos m uy íntim os que todos los Altísimo, que no repudien el apoyo, que
fieles m antienen con el Romano P ontí­ en estos peligrosos tiempos les ofrece la
fice, razón demás hay p ara que Nos Iglesia; que se agrupen en común es­
ocupemos con el más solícito cuidado fuerzo, en torno a esta fuente de auto­
en conservar incólum e e intacta la dig­ ridad y salud; que estrechen cada vez
nidad de la Cátedra Romana, y en ase­ más con ella íntim as relaciones de am or
gurar más y más la unión de los m iem ­ y observancia. Haga Dios que ellos,
bros con la Cabeza, de los hijos con el convencidos de estas verdades, y refle­
Padre. xionando sobre la doctrina de Cristo, al
P or lo tanto, p ara am p arar ante todo decir de S a n A g u s t í n , si se observa, es
y del m ejor modo que podam os los de­ la gran salvación del E stado^ y que en
rechos y la libertad de esta Santa Sede, la conservación y respeto de la Iglesia
no dejarem os nunca de esforzarnos p a­ están basadas la salud y prosperidad
ra que N uestra autoridad sea respetada; públicas, dirijan todos sus cuidados y
p ara que se rem uevan los obstáculos pensamientos a aliviar los males con
que im piden la plena libertad de Nues­ que se ven afligidas la Iglesia y su Ca­
tro m inisterio y de N uestra potestad; beza visible; y el resultado sea tal, que
(2) S. A g u stín , Epist. 138 (alias 5) acl M arcellinum, nr. 15 (Migue PL. 33, col. 532).
31, 9-10 E n c íc l ic a “ I n s c r u t a b il i D ei C o n s il io ” 221

los pueblos que ellos gobiernan, condu­ ella profundas raíces, y sean preserva­
cidos por el camino de la justicia y de la das del contagio del error. Cuanto más
paz, vengan a disfrutar en adelante una se afanan los enemigos de la Religión
nueva era de prosperidad y de gloria. por enseñar a los ignorantes, y espe­
Y a fin de que sea cada día m ás fir­ cialmente a la juventud, doctrinas que
me la unión de toda la grey católica ofuscan la inteligencia y corrom pen las
590 con el Suprem o P astor, Nos dirigim os costumbres, tanto m ayor debe ser el
ahora a vosotros, con afecto m uy espe­ empeño para que no sólo el método de
cial, Venerables H erm anos, y encareci­ la enseñanza sea apropiado y sólido, si­
dam ente os exhortam os, a que, con to ­ no principalm ente para que la misma
do el fervor de vuestro celo sacerdotal enseñanza sea com pletam ente confor­
y pastoral solicitud, procuréis inflam ar me a la fe católica, tanto en las letras
en los fieles que os están confiados el como en la ciencia, m uy principal­
am or a la Religión, que les m ueva a mente en la filosofía de la cual depende
unirse m ás fuertem ente a esta Cátedra en gran parte la buena dirección de las
de verdad y de justicia, a recibir de ella demás ciencias, y que no tienda a des­
con sincera docilidad de inteligencia y tru ir la revelación divina, sino que se
de voluntad todas las doctrinas, y a re­ complazca en allanarle el camino y de­
chazar en absoluto aquellas opiniones, fenderla de los que la im pugnan, como
por generalizadas que estén, que co­ nos ha enseñado con su ejemplo y con
nozcan ser contrarias a las enseñanzas sus escritos el gran A g u s t í n , el A n g é l i ­
c o Doctor y los demás m aestros de la
de la Iglesia.
sabiduría cristiana.
9. La doctrina conform e a la fe ca­
tólica. A este propósito los Rom anos 10. La corrupción de la fam ilia. P e­
Pontífices, Nuestros Predecesores, y ro la buena educación de la juventud,
últim am ente Pío IX, principalm ente en para que sirva de am paro a la fe, a
el Concilio Ecuménico Vaticano, tenien­ la Religión, y a la integridad de las
do en vista las palabras de S an P ablo : costumbres, debe em pezar desde los
Estad sobre aviso, que ninguno os en­ m ás tiernos años en el seno de la fam i­
gañe con filosofías y vanos sofismas, lia, la cual, miserablem ente trastornada
según la tradición de los hombres, se­ en nuestros días, no puede volver a su
gún los elementos del mundo, y no se­ dignidad perdida, sino sometiéndose a
gún C r i s t o no dejaron de reprobar, las leyes con que fue instituida en la
cuando fue necesario, los errores co­ Iglesia por su divino Autor. El cual,
rrientes, y señalarlos con la Apostólica habiendo elevado a la dignidad de Sa­
censura. Y Nos, siguiendo las huellas cram ento el m atrim onio, símbolo de su
de Nuestros Predecesores, desde esta unión con la Iglesia, no sólo santificó
Apostólica Cátedra de verdad, confir­ el contrato nupcial, sino que porpor-
mamos y renovam os todas estas conde­ cionó tam bién eficacísimos auxilios a
naciones, rogando con instancia al m is­ los padres y a los hijos para conseguir
mo tiem po al P adre de las luces que, fácilmente, con el cum plim iento de sus
perfectam ente conform es todos los fie­ m utuos deberes, la felicidad tem poral y
les en un solo espíritu y en un mismo eterna. Mas después que leyes impías, 591
sentir, piensen y hablen como Nos. Es, desconociendo el carácter sagrado del
empero, de vuestro encargo, Venerables m atrim onio, le han reducido a la con­
Hermanos, emplearos con todas vues­ dición de un contrato m eram ente civil,
tras fuerzas p ara que la semilla de las siguióse desgraciadam ente por conse­
celestes doctrinas sea esparcida con cuencia que, profanada la dignidad del
m ano pródiga en el cam po del Señor, m atrim onio cristiano, los ciudadanos
y p ara que, desde m uy tem prano, se in ­ vivan en concubinato legal, como si
fundan en el alm a de los fieles las fuera en m atrim onio; que desprecien
enseñanzas de la fe católica, echen en 3 los cónyuges las obligaciones de la fi­
(3) Coios. 2, 8.
222 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1878) 31, 11-12

delidad, a que m utuam ente se obliga­ vación de las gentes, y prom etídole su
ron; que los hijos nieguen a los padres benéfica asistencia hasta la consum a­
la obediencia y el respeto; que se debi­ ción de los siglos, Nos abrigamos gran
liten los vínculos de los afectos domés­ confianza de que, merced a los trab a­
ticos, y, lo que es de pésimo ejemplo y jos de vuestro celo, los hom bres ilus­
m uy dañoso a la honestidad de las p ú ­ trados por tantos males y desventuras,
blicas costum bres, que m uy frecuente­ han de venir finalm ente a buscar la sa­
m ente un am or m alsano term ine en lud y la felicidad en la sumisión a la
lam entables y funestas separaciones. Iglesia y al infalible magisterio de la
Cátedra Apostólica.
11. La restauración de la familia en E ntre tanto, Venerables Hermanos,
Dios. T an deplorables y graves desór­ antes de poner fin a estas Nuestras Le­
denes, Venerables H erm anos, no pue­ tras, no podemos menos de m anifesta­
den menos de excitar y m over vuestro ros el júbilo que experim entam os por
celo a am onestar con perseverante in ­ la adm irable unión y concordia en que
sistencia a los fieles confiados a vuestro vivís unos con otros y todos con esta
cuidado, a que presten dócil oído a las Sede Apostólica; cuya perfecta unión
enseñanzas que se refieren a la santi­ no sólo es el baluarte m ás fuerte con­
dad del m atrim onio cristiano y obedez­ tra los asaltos del enemigo, sino un
can las leyes con que la Iglesia regula fausto y feliz augurio de m ejores tiem ­
los deberes de los cónyuges y de su pos para la Iglesia; y así como Nos
prole. consuela en gran m anera esta risueña
Conseguiríase tam bién con esto otro esperanza, a su vez convenientemente
de los más excelentes resultados, la Nos reanim a para sostener alegre y va­
reform a de cada uno individualm ente ronilm ente en el arduo cargo que he­
porque, así como de un tronco corrom ­ mos asumido, cuantos trabajos y com ­
pido brotan ram as viciadas y frutos bates sean necesarios en defensa de la
miserables, así la corrupción, que con­ Iglesia.
tam ina a las familias, viene a contagiar Tam poco Nos podem os separar de 592
y a viciar desgraciadam ente a cada uno los motivos de júbilo y esperanza que
de los ciudadanos. P or el contrario, hemos expuesto, las demostraciones de
ordenada la sociedad doméstica con­ am or y reverencia, que en estos prim e­
form e a la norm a de la vida cristiana, ros días de Nuestro Pontificado, vos­
poco a poco se irá acostum brando cada otros, Venerables Herm anos, y ju n ta ­
uno de sus m iem bros a am ar la Reli­ mente con vosotros han dedicado a
gión y la piedad, a aborrecer las doctri­ Nuestra hum ilde persona, innum erables
nas falsas y perniciosas, a ser virtuosos, Sacerdotes y seglares, los cuales, por
a respetar a los mayores, y a refrenar medio de reverentes escritos, santas
ese estéril sentim iento de egoísmo, que ofrendas, peregrinaciones y otros pia­
tanto enerva y degrada la hum ana n a­ dosos testimonios, han puesto de m ani­
turaleza. A este propósito convendrá fiesto que la adhesión y afecto que tu ­
m ucho regular y fom entar las asocia­ vieron hacia Nuestro dignísimo Prede­
ciones piadosas, que, con grandísim a cesor, se m antienen en sus corazones
ventaja de los intereses católicos, han tan firmes, íntegros y estables, que nada
sido fundadas, en nuestros días sobre pierden de su ardiente fuego en la per­
todo.12 sona de su sucesor, tan inferior en m e­
recimientos para sucederle en la heren­
12. Motivos de esperanza. Grandes cia. P or estos brillantísim os testimonios
son ciertam ente y superiores a las fuer­ de la piedad católica, hum ildem ente
zas del hom bre, Venerables H ermanos, alabam os la benigna clemencia del Se­
todas estas cosas objeto de N uestra es­ ñor, y a vosotros, Venerables H erm a­
peranza y de Nuestros votos; empero, nos, y a todos aquellos am ados Hijos
habiendo hecho Dios capaces de m ejo­ de quienes los hemos recibido, damos
ram iento a las naciones de la tierra, fe públicam ente y de lo íntim o del co­
habiendo instituido la Iglesia para sal­ razón de Nuestra inm ensa gratitud, pie-
31, 13 E n c íc l ic a “ I n s c r u t a b il i D ei C o n s il io ” 223

nam ente confiados, en que, en estas 13. Conclusión» A parte de esto, Nos
circunstancias críticas y en estos tiem ­ vivamente deseamos que estos días, en
pos difíciles, jam ás ha de faltarnos que recordam os solemnemente la Re­
vuestra adhesión y el afecto de todos surrección de Nuestro Señor Jesucristo,
los fieles. Ni dudam os que tan excelen­ sean para vosotros, Venerables H erm a­
tes ejemplos de piedad filial y de virtud nos, saludables y llenos de santo júbilo,
cristiana tendrán gran valor p ara m o­ y pedimos a Dios benignísimo, que con
ver el corazón de Dios clementísimo a la Sangre del Cordero Inm aculado, con
que m ire propicio a su grey, y a que la que fue cancelada la escritura de
dé a la Iglesia la paz y la victoria. Y Nuestra condenación, sean lavadas las
porque Nos esperam os que m ás pronta culpas contraídas, y con clemencia m i­
y fácilm ente serán concedidas esa paz tigado el juicio que a ellas nos sujetan.
y esa victoria, si los fieles dirigen cons­ La gracia de Nuestro Señor Jesucris­
tantem ente sus votos y plegarias a Dios to, la caridad de Dios y la comunica­
p ara obtenerla, Nos profundam ente os ción del Espíritu Santo sea con todos
exhortam os, Venerables Herm anos, a vosotros Venerables Hermanos, a
que excitéis con este objeto los fervien­ quienes, a todos y a cada uno, así como
tes deseos de los fieles, poniendo como a los queridos hijos del Clero y pueblo
m ediadora p ara con Dios a la Inm acu­ de vuestras iglesias, en prenda especial
lada Reina de los cielos, y por interce­ de benevolencia y como presagio de la
sores a S an J osé, patrono celestial de la protección celestial, Nos concedemos,
Iglesia, a los Santos Príncipes de los con el am or más grande, la Apostólica
Apóstoles, P edro y P ablo, a cuyo po­ Bendición.
deroso patrocinio Nos encomendamos Dada en Roma, cerca de San Pedro,
suplicante N uestra hum ilde persona, en el solemne día de Pascua, 21 de
los órdenes todos de la jerarq u ía de la abril del año 1878, prim ero de Nuestro
Iglesia y toda la grey del Señor. Pontificado.
LEON XIII-

Í4] II Corint. 13, 13.


3 2

ENCICLICA “QUOD APOSTOLICI MUNERIS”(*}


(28-XII-1878)
CONTRA EL SOCIALISMO Y COMUNISMO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
In t r o d u c c ió n : confiados y a cara descubierta, se em­
peñan en llevar a cabo el plan que
LOS PELIGROS DEL SOCIALISMO tiempo ha concibieron, de trasto rn ar
1. Cunden los males sociales. Según los fundam entos de toda sociedad civil.
exigía de Nos la índole ele Nuestro Estos son ciertam ente los que, según
cargo Apostólico, ya desde el principio atestiguan las Divinas Letras, mancillan
de Nuestro Pontificado, no omitimos, la carne, desprecian las señorías (los
Venerables H erm anos, el indicaros, m e­ ángeles) y blasfeman de la majestad(2\
diante las Letras Encíclicas a vosotros Nada dejan intacto de cuanto por las
dirigidas, la peste m ortal que serpea leyes hum anas y divinas está sabiam en­
por los m iem bros íntim os del cuerpo te determ inado para la seguridad y de­
social y am enaza conducirlo a un extre­ coro de la vida.
mo peligroso; al mismo tiem po hemos
señalado tam bién los remedios m ás efi­ II. Falsos conceptos
caces para que le fuera devuelta la sa­ 1) respecto de la obediencia y el
lud y pudiera escapar de los gravísimos m atrim onio.
peligros que lo am enazan. Pero aque Ellos niegan la obediencia a las más
líos males que entonces deplorábam os altas autoridades, a las cuales, según
han crecido en breve tiempo, hasta tal am onesta el Apóstol, conviene que to­
punto que otra vez Nos vemos obliga­ dos estén sujetos, por haber recibido
dos a dirigiros la palabra, como si reso­ de Dios el derecho del m ando; al m is­
nasen en Nuestros oídos las del Profe­ mo tiempo predican la perfecta igual­
ta: eleva como una trompeta tu voz^K dad de todos los hom bres en los dere­
chos y en las jerarquías. Deshonran la
A) EL ERROR SOCIALISTA unión natural del hom bre y de la m u­
jer, que aun las naciones bárbaras res­
I. El socialismo destruye la sociedad. petan, debilitan y hasta entregan a la
Comunismo, socialismo, nihilismo. liviandad este vínculo, con el cual se
m antiene principalm ente la sociedad
Sin dificultad alguna com prenderéis,
doméstica.
Venerables H erm anos, que hablam os
de acuella secta de hom bres que, bajo
2) respecto de la propiedad.
diversos, y casi bárbaros, nom bres de
socialistas, comunistas o nihilistas, se Atacan la propiedad. Seducidos, fi­
esparcen por todo el orbe; y estrecha­ nalm ente, por la codicia de los bienes
m ente coligados entre sí por inicua presentes, que es la raíz de todos los
federación, ya no buscan sus defensas males, y que, apeteciéndola, muchos
en las tinieblas de sus ocultas reunio­ erraron, en la feW, im pugnan el dere­
nes, sino que, saliendo a pública luz, cho de propiedad sancionado por la
(*) ASS 11 (1878/79) 369-376. Traducción especial corregida para la 2? edición intercalando
además de los acostumbrados subtítulos, una disposición adecuada. — Los números en el margen
indican las páginas del texto original, ASS, vol. 11. (P. H.).
(1) Isaías 58, 1. (3) I Timot. 6, 10.
(2) Judas, vers. 8.
— 224 —
32, 2-3 E n c íc l ic a ‘ Quod a p o s t o l ic i” 225

ley natural, y cometiendo el m ayor de­ de m uchos hombres, sino tam bién en
lito, m ientras aparentan atender a las form a vastísim a en la sociedad civil.
necesidades de todos los hom bres y a
satisfacer sus deseos, trab ajan por a rre ­ Los frutos: Estado y Educación sin
batar y convertir en propiedad común Dios. De aquí que, con una nueva im ­
cuanto se ha adquirido a título de legí­ piedad, desconocida hasta a los mismos
tim a herencia, o con el trabajo del in­ gentiles, se han constituido los Estados
genio o de las manos, o con la sobrie­ que llegaron a prescindir de Dios y del
dad de la vida. orden por El establecido. Se ha insis­
Socavan la autoridad. Y estas m ons­ tido que la autoridad pública no trae
truosas opiniones las publican en sus su principio, ni su soberanía, ni su
reuniones, las divulgan en sus folletos y fuerza im perativa, de Dios, sino más
las esparcen al público m ediante una bien de la m ultitud popular, que, juz­
nube de diarios. Gomo consecuencia de gándose libre de toda sanción divina,
ello la venerable soberanía e imperio sólo ha perm itido que se im pusieran
de los reyes ha llegado a ser objeto de aquellas leyes que ella m ism a a su anto­
jo se diese.
tan gran odio del pueblo sedicioso que
los nefandos traidores, rebeldes a todo Im pugnadas y desechadas las verda­
freno, no u na sola vez en breve tiempo des sobrenaturales de la fe como con­
han vuelto sus arm as con im pío atrevi­ trarias a la razón, el mismo Autor y
miento contra los mismos soberanos. Redentor del género hum ano obligada­
m ente fue desterrado paso a paso y
III. Falsos fundamentos poco a poco de las Universidades, Li­
ceos y Gimnasios, y de toda m anifesta­
2. El origen de estas doctrinas. Mas
ción pública de la vida hum ana.
esta osadía de tan pérfidos hombres,
que am enaza cada día m ás graves ru i­ Sublevación de las masas. Relegados 371
nas a la sociedad civil, y que estremece finalm ente, a olvidar los premios y pe­
todos los ánimos en inquietante preocu­ nas de la vida fu tu ra y eterna, el ansia
pación, tomó su causa y origen de las ardiente de felicidad queda lim itada al
ponzoñosas doctrinas que, difundidas tiempo de la vida presente. Disemina­
entre los pueblos como viciosas semi­ das por todas partes estas doctrinas,
llas en tiempos anteriores, h an dado a introducida en todas partes esta tan
su tiem po tan pestíferos frutos. grande licencia de pensar y obrar, no
1 ) en la reform a. es de extrañar que la gente de las clases
modestas cansada de la pobreza de su
Pues bien sabéis, Venerables H erm a­ hogar u oficina, ambicione volar a las
nos, que la cruda guerra que se inició m oradas y fortunas de los ricos: ni es
contra la fe católica, ya desde el siglo de extrañar tam poco que ya no exista
décimosexto por los novadores, y que tranquilidad alguna en la vida pública
h a recrudecido con creciente furia de o privada, y que el m undo haya lle­
día a día hasta el presente, tendía gado casi al borde de su definitiva
únicam ente a desechar toda revelación ruina.
y todo orden sobrenatural p ara abrir
la puerta a los inventos, o m ás bien
delirios, de la sola razón. B) LA DOCTRINA VERDADERA

2) en el racionalism o. /. Los Romanos Pontífices la expusie­


ron.
Semejante error, que sin razón u su r­
pó el nom bre de racional, em pujado y 3. El aviso de los Pastores de la Igle­
aguzando el apetito de sobresalir, n atu ­ sia. Mas, los Suprem os Pastores de la
ralm ente infundido en el hom bre, sol­ Iglesia, a quienes compete el cargo de
tando las riendas a las codicias de todo resguardar la grey del Señor de las ase­
género, por su propio peso, se ha in tro ­ chanzas de los enemigos, procuraron
ducido audazm ente no sólo en la mente conjurar a tiempo el peligro y proveer
E n c íc lic a s P o n t if ic ia s 8
226 E n c íc l ic a s del P P . L e ó n X III (1878) 32, 4

a la salud de los fieles. Pues apenas morizados por sus amenazas, hayan
em pezaron a form arse las sociedades m irado siempre a la Iglesia con suspi­
clandestinas en cuyo seno se fom enta­ cacia y aun con inquina, no com pren­
ban entonces las semillas de los errores diendo que los conatos de las sectas
que hemos mencionado, los Romanos serían vanos si la doctrina de la Iglesia
Pontífices C l e m e n t e XII y B e n e d i c t o católica y la autoridad de los Romanos
XIV se apresuraron a desenm ascarar Pontífices hubiese gozado siempre del
los impíos proyectos de estas sectas y debido honor, tanto entre los príncipes
prevenir a los fieles de todo el orbe como entre los pueblos. Porque la Igle­
contra los males que ocultam ente se sia del Dios vivo, que es columna y
preparaban. fundamento de la verdad(4)5, enseña
aquellas doctrinas y preceptos con que
F alsas filosofías y sectas ocultas. se atiende a la incolum idad y paz de la
Pero después que aquellos, que se glo­ sociedad, y se arranca de raíz la planta
riaban con el nom bre de filósofos, a tri­ nefasta del socialismo.
buyeron al hom bre cierta desenfrenada
libertad, y se empezó a form ar y san­ II. Sobre la igualdad y autoridad.
cionar un derecho nuevo, como dicen,
contra la ley natural y divina, el P apa Igualdad socialista e igualdad evan­
Pío VI, de feliz mem oria, m ostró al gélica. Aunque los socialistas, abusan­
punto en públicos docum entos la per­ do del mismo Evangelio para engañar
versa índole y falsedad de aquellas doc­
más fácilmente a los menos avisados,
trinas, y al propio tiempo anunció, con
acostum bran a torcerlo hacia su doctri­
previsión apostólica, las ruinas a que
na, con todo, hay tan grande diferencia
iba a ser despeñado el pueblo m isera­
entre los perversos dogmas y la purísi­
blemente engañado. Pero como no se
m a doctrina de Cristo, que ella no puede
consultó ningún medio eficaz p ara evi­
ser m ayor. Porque ¿qué puede haber de
ta r que, en escala siempre m ayor, el
común entre la justicia y la iniquidad,
pueblo se convenciese de los falsos
dogmas y los gobernantes los convir­
o qué consorcio de la luz con las tinie­
tiesen en públicas resoluciones, el P apa
blas?^). Ellos seguram ente no cesan
Pío VII y L e ó n XII condenaron con de insistir, como hemos insinuado, que
anatem as las sectas ocultas, y advirtie­ todos los hom bres son entre sí por n a ­
ron nuevam ente a la sociedad del peli­ turaleza iguales, y por lo tanto sostie­
gro que por ellas les am enazaba. nen que ni se debe el honor y reveren­
cia a la m ajestad, ni a las leyes, a no
El socialismo. E n fin, todo el m undo ser acaso las que ellos se dan a su a r­
conoce con cuán graves palabras y bitrio.
cuánta firm eza y constancia de ánimo Por el contrario, según las enseñan­
Nuestro glorioso predecesor P ío IX, de zas evangélicas, la igualdad de los hom ­
feliz m em oria, ha com batido ya en alo­ bres es tal que todos, dotados de la
cuciones pronunciadas, ya en encíclicas m ism a naturaleza, son llam ados a la
dadas a los Obispos de todo el orbe, los m ism a altísim a dignidad de hijos de
inicuos intentos de las sectas, y p arti­ Dios, y al mismo tiempo, decretado
cularm ente la peste del socialismo, que para todos un mismo fin, han de ser
de aquéllas ya comenzaba a surgir. juzgados según la m ism a ley para reci­
bir, conforme a sus méritos, o el casti­
4. La duda del poder civil respecto go o la recompensa. La desigualdad de
de la Iglesia. Es u n a lástim a que aque­ derechos y poderes, empero, dimana
llos a quienes está encomendado el cui­ del mismo Autor de la naturaleza, por
dado del bien común, rodeados de las quien es nombrada toda la paternidad
astucias de hom bres malvados, y ate­ en los cielos y en la tierra(6>.
(4) I Timot. 3, 15. (6) Efesios 3, 15.
(5) II Corint. 6, 14.
32, 5-7 E n c íc l ic a “Qupd A p o s t o l ic é ’ 227

5. Doctrina católica sobre el poder. del suprem o Juez que los amenaza; y
Muchos miembros y un solo cuerpo. haciendo suyas las palabras de la divi­
Según la doctrina y preceptos católicos, na Sabiduría, en nom bre de Dios les
los lazos entre los príncipes y súbditos dice a todos:
de tal m anera se estrechan por sus Prestad oído los que dirigís las mul­
m utuas obligaciones y derechos, que titudes y os complacéis en la reunión
tem plan la ambición de m andar por un de las naciones, que por Dios os ha sido
lado, y por otro la obediencia se hace dada la potestad y la virtud por el Al­
fácil, firm e y nobilísima. tísimo, el cual os ha de juzgar por
La Iglesia inculca, pues, constante­ vuestras obras y escudriñar vuestros
m ente a la m uchedum bre de los súbdi­ pensamientos. Porque juicio durísimo
tos este precepto del Apóstol: No hay se hará con aquellos que gobiernan:
potestad sino de Dios, y la que hay de porque no hará excepción Dios de nin­
Dios viene ordenada; por consiguiente guno, ni respetará el poderío de nadie;
quien resiste a la autoridad, resiste a porque El ha hecho al pequeño y al
la ordenación de Dios. Y los que resis­ grande, e igualmente tiene cuidado de
ten, ellos mismos se atraen la condena­ todos. Pero a los más fuertes les ame­
ción; en otra parte afirm a la necesidad naza más fuerte castigo(9).
de obedecer, no sólo por temor a la
ira, sino también por conciencia, pa­ 7. Paciencia y oración contra los
gando a todos los que les es debido; a abusos del poder. Mas si alguna vez
quien tributo, tributo; a quien contri­ sucediera que los príncipes ejercieran
bución, contribución; a quien temor, su potestad tem erariam ente y fuera de
temor; a quien honor, honor(7). P o r­ sus límites, la doctrina de la Iglesia
que, a la verdad, el que creó y gobierna católica no consiente rebelarse contra
todas las cosas, dispuso, en su provi­ ellos, a fin de que la tranquilidad del
dencia y sabiduría, que las cosas ínfi­ orden no sea más y m ás perturbada, y
mas se dirijan a las medias, y las m e­ la sociedad reciba de ahí m ayor detri­
dias por las superiores, a sus fines. mento. Si la cosa llegase al punto de
Pues, así como en el mismo reino no vislum brarse otra esperanza de sal­
de los cielos quiso que los coros de los vación, enseña la m isma doctrina que
ángeles fuesen distintos y unos subor­ el remedio se ha de acelerar mediante
dinados a otros; así como tam bién en los m éritos de la cristiana paciencia y
la Iglesia instituyó varios grados de las fervientes súplicas a Dios.
órdenes y diversidad de oficios, para Sólo si los m andatos de los legislado­
que no todos fuesen Apóstoles, no todos res y príncipes sancionasen o im pusie­
Doctores, no todos Pastores(8>, así tam ­ sen algo que contradijera la ley divina
bién dispuso que en la sociedad civil o natural, la dignidad y obligación del
hom bre cristiano, y el sentir del Após­
hubiese varios órdenes, diferentes en
dignidad, derechos y poder; es a sa­ tol, aconsejan que se ha de obedecer a
ber: que el Estado, como la Iglesia, Dios antes que a los hombres(10).
fuese un solo cuerpo, compuesto de
m uchos miembros, unos más nobles
III. Sobre la familia y el matrimonio
que otros, pero todos necesarios entre La sociedad doméstica. La virtud sa­
sí y solícitos del bien común. ludable de la Iglesia, pues, que redun­
da en el régimen más ordenado y en
6. Mayor responsabilidad en los que la conservación de la sociedad civil, la
mandan. Mas p ara que los gobernantes siente y experim enta necesariam ente
de los pueblos usasen de la potestad tam bién la misma sociedad doméstica,
que les fue concedida p a ra edificación y que es el principio de toda sociedad y
no para destrucción, la Iglesia de Cristo de todo reino. Porque sabéis, Venera­
oportunísim am ente am onesta tam bién bles Hermanos, que el recto orden de
a los príncipes señalando la severidad 87 esta sociedad, según la m ism a necesi-
(7) Romanos 13, 1-2; 13, 5-7. Sfibid. 6, 2-6.
(8) Ver I Cor. 12, 28. (10) Act. 5, 29.
228 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1878) 32* 8

dad del derecho natural, se apoya p ri­ a vuestros hijos, sino educarlos en la
m ariam ente en la unión indisoluble del ciencia y conocimiento del Señor*14).
varón y de la m ujer, y se com plem enta
en las obligaciones y m utuos derechos Relaciones entre patronos y emplea­
entre padres e hijos, amos y criados. dos. Tam bién a los súbditos y amos se
Sabéis tam bién que por los principios les propone, por medio del mismo
del socialismo esta sociedad casi se Apóstol, el precepto divino de que aqué­
disuelve, puesto que, perdida la firmeza llos obedezcan a sus señores carnales
que obtiene del m atrim onio religioso, como a Cristo, sirviéndoles con buena
es preciso que se relaje la potestad del voluntad como al Señor; m as a éstos,
padre sobre la prole, y los deberes de que omitan las amenazas, sabiendo que
la prole p ara con el padre. el Señor de todos está en los cielos y
que no hay acepción de personas en
Dignidad sacramental. - Deberes de Dios*15).
los esposos. Al contrario, el por todos
los títulos honroso consorcio*n ) que en Un paraíso terrenal. Todas estas co­
el mismo principio del m undo instituyó sas, si se guardasen cuidadosamente,
el mismo Dios p ara propagar y conser­ según el beneplácito de la voluntad di­
var la especie hum ana, y decretó fuese vina, por todos aquellos a quienes co­
inseparable, enseña la Iglesia que resul­ rresponde, seguramente del cielo, y los
tó más firm e y m ás sagrado por medio representaría la imagen del cielo, y los
de Cristo: quien le confirió la dignidad preclaros beneficios que de aquí se
de Sacramento, y quiso que representa­ siguieran, no estarían encerrados entre
se la form a de su unión con la Iglesia. las paredes monásticas, sino que se
P or lo tanto, según advertencia del extenderían abundantem ente a las m is­
Apóstol*12*, como Cristo es Cabeza de mas repúblicas.
la Iglesia, así el varón es cabeza de la
mujer; y como la Iglesia está sujeta a IV. Sobre la propiedad.
Cristo, que la estrecha con castísimo y
perpetuo amor, así enseña que las mu- 8. La doctrina católica y la tranqui­
374 jeres estén sujetas a sus m aridos y que lidad de las Repúblicas. - El derecho
éstos a su vez las deben am ar con un de propiedad. La prudencia católica,
afecto fiel y constante. bien apoyada sobre los preceptos de la
ley divina y natural, procura con sin­
La patria potestad. De la m ism a m a­ gular acierto tam bién la tranquilidad
nera la Iglesia establece la form a de pública y doméstica por las ideas que
la p atria potestad y la de los amos y adopta y enseña respecto al derecho de
patronos de modo que sirva p ara m an­ propiedad y a la división de los bienes
tener a los hijos y a los criados en el necesarios o útiles en la vida. Porque
cum plim iento de sus deberes, sin que m ientras los socialistas, presentando el
se salgan de sus límites. Porque, según derecho de propiedad como invención
las enseñanzas católicas, la autoridad hum ana contraria a la igualdad natural
del Padre y Señor celestial se extiende entre los hom bres; al paso que, predi­
a los padres y a los amos; esta autori­ cando la com unidad de bienes, declaran
dad, por lo mismo, tom a de El no sólo que no debe sobrellevarse con pacien­
el origen y la fuerza, sino que recibe cia la pobreza, y que im punem ente se
tam bién necesariam ente su naturaleza puede violar la posesión y derechos de
y su índole. De aquí que el Apóstol ex­ los ricos, la Iglesia reconoce m ucho más
horte a los hijos a obedecer a sus padres sabia y útilmente, que la desigualdad
en el Señor y honrar a su padre y a su existe entre los hom bres, naturalm ente
madre, que es el primer mandamiento tan diferentes por las fuerzas del cuerpo
con p r o m e s a ^ . Y tam bién m anda a y del espíritu, y que esta desigualdad
los padres: No queráis provocar a ira existe hasta en la posesión de los bienes.
(11) Hebreos 13, 4. (14) Efes. 6, 4.
(12) Efes. 5, 23. (15) Efes. 6, 5-7.
(13) Efes. 6, 1-2.
32, 9 E n c íc l ic a “ Q u o d ' A p o s t o l ic i” 229

Ordena, además, que el derecho de de siervo, como en otro tiempo sucedió


propiedad y de dominio, procedente de entre los paganos, o la sociedad hum a­
la naturaleza misma, se m antenga in ­ na se ve envuelta en agitaciones conti­
tacto e inviolable en las m anos de quien nuas y devorada por el bandidaje, co­
lo posee, porque sabe que el robo y la mo hemos podido com probarlo, por
rapiña han sido condenados en la ley desgracia, en estos últimos tiempos.
n atu ral por Dios, autor y guardián de
todo derecho; hasta tal punto, que no C) EXHORTACION
es lícito ni aun desear los bienes aje­
nos, y que los ladrones, lo mismo que al pueblo y autoridades, a los Obispos
los adúlteros y los adoradores de los y a los obreros
ídolos, están excluidos del reino de los 9. Exhorta a pueblos y autoridades.
cielos^). Por lo cual, Venerables Hermanos, Nos,
Preocupación por los necesitados, - a quien actualm ente está confiado el
Cuestión social. No p o r eso, sin em bar­ gobierno de toda la Iglesia, desde el
principio de Nuestro Pontificado m os­
go, olvida la causa de los pobres, ni
tram os a los pueblos y a los prínci­
sucede que la piadosa Madre descuide
pes, batidos por fiera tempestad, el
el proveer a las necesidades de éstos,
puerto donde pueden refugiarse con
sino que, por el contrario, los estrecha
seguridad; por eso ahora, conmovidos
en su seno con m aternal afecto, y te­
por el extremo peligro que les amenaza,
niendo en cuenta que rep resen tan la
de nuevo les dirigimos la apostólica
persona de Cristo, el cual recibe como
voz, y en nom bre de su propia salva­
hechos a sí mismo los bienes concedi­
ción y de la del Estado les rogamos
dos hasta al últim o de los pobres, los
con la m ayor insistencia que acojan
h onra grandem ente y de todas m ane­ y escuchen como Maestra a la Iglesia,
ras posibles los sustenta; se emplea
a la que se debe la pública prosperidad
con toda solicitud en levantar por todas
de las naciones, y se persuadan de que
partes casas y hospicios, donde son
las bases de la Religión y del imperio
recogidos, alim entados y cuidados, to­
se hallan tan estrecham ente unidas,
m ándolos bajo su tutela. que cuanto pierde aquélla otro tanto
Además, prescribe a los ricos que se disminuye el respeto de los súbditos
den lo superfluo a los pobres, y les
a la m ajestad del m ando, y que cono­
am enaza con el juicio divino, que les ciendo además que la Iglesia de Cristo
condenará a eterno suplicio, si no ali­
posee más remedios para com batir la
vian las necesidades de los indigentes. peste del socialismo que todas las leyes
En fin, eleva y consuela el espíritu de hum anas, las órdenes de los m agistra­
los pobres, ora proponiéndoles el ejem ­ dos y las arm as de los soldados, devuel­
plo de Jesucristo, quien, siendo rico van a la Iglesia su condición y libertad,
quiso hacerse pobre por nosotros<1617)? para que pueda eficazmente desplegar
ora recordándoles las palabras con las su benéfico influjo en favor de la socie­
que los declaró bienaventurados, p ro ­ dad hum ana^18).
metiéndoles la eterna felicidad.
Exhortación a los Obispos. - La doc­
Los males que nacen de allí. ¿Quién trina, la niñez, los obreros. Y vos­
no ve que aquí está el m ejor medio de otros, Venerables Hermanos, que cono­
arreglar el antiguo conflicto surgido céis bien el origen y la naturaleza de
entre los pobres y los ricos? Porque, tan inm inente desventura, poned todas
como lo dem uestra la evidencia de las vuestras fuerzas para que la doctrina
cosas y de los hechos, si este medio es católica llegue al ánimo de todos y
desconocido o relegado, sucede forzosa­ penetre en su fondo.
mente, o que se reduce la m ayor parte Procurad que desde la m ism a infan­
del género hum ano a la vil condición cia se habitúen a am ar a Dios con filial
(16) Ver I Corint. 6, 10. en Clara ssepenumero, Carta de León XIII al Car­
(17) II Corint. 8, 9. denal Gibbons, arzobispo de Baltimore, sobre el
(18) Estos pensamientos aparecerán más tarde americanismo, 31-V-1893 (ASS. 25, p. 713-716).
230 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1878) 3 2 , JO

ternura, reverenciando a su m ajestad; ce esperar a Nosotros tam bién aquella


que presten obediencia a la autoridad saludable restauración que trajo al n a ­
de los príncipes y de las leyes; que, cer para el m undo corrom pido y casi
refrenada la concupiscencia, acaten y conducido al abismo por todos los m a­
defiendan solícitamente el orden esta­ les, y Nos prom ete aquella paz, que
blecido por Dios en la sociedad civil y entonces, por medio de los ángeles,
376 dom éstica. hizo anunciar a los hombres, puesto
Poned, además, sumo cuidado en que que ni está acortada la mano del Señor,
los hijos de la Iglesia católica no den de manera que no pueda salvar, ni se
su nom bre ni hagan favor alguno a ha endurecido su oído para no o ír(20L
la detestable secta; antes al contrario, Por tanto, en estos faustísim os días,
con egregias acciones y con actitud deseando a vosotros, Venerables H er­
siem pre digna y laudable hagamos sen­ manos, y a los fieles de vuestras Igle­
tir cuán próspera y feliz sería la socie­ sias toda clase de sucesos afortunados,
dad, si en todas sus clases resplande­ rogamos con instancia al Dador de todo
cieran las obras virtuosas y santas^19). bien que otra vez aparezca a los hom­
bres la benignidad y dulzura de Dios
Gremios cristianos. P o r últim o, así Nuestro Señor(21> que, sacándonos de la
como los secuaces del socialismo se potestad de nuestro im placable enemi­
reclutan principalm ente entre los p ro ­ go, Nos levante a la nobilísima digni­
letarios y los obreros, los cuales, co­ dad de hijos suyos.
brando h o rro r al trabajo, se dejan fá­ Y a fin de que m ás rápida y m ás
cilmente a rra stra r por el cebo de la com pletam ente consigamos Nuestro de­
esperanza y de las prom esas de los seo, elevad vosotros también, Venera­
bienes ajenos, así es oportuno favorecer bles Hermanos, con Nos, fervorosas
las asociaciones de proletarios y obre­ preces al Señor, e interponed para con
ros que, colocados bajo la tutela de la El el patrocinio de la Bienaventurada
Religión, se habitúan a contentarse con Virgen M a r í a , Inm aculada desde el
su suerte, a soportar m eritoriam ente principio, de su Esposo San J o sé y de
los trabajos, y a llevar siempre una los Bienaventurados Apóstoles P e d r o y
vida apacible y tranquila. P a b l o , en cuya intercesión Nos pone­
mos la m ayor confianza. En tanto, co­
EPILOGO mo augurio de la divina gracia, con
todo el afecto del corazón, a vosotros,
10. Poner la esperanza en Dios. DiosVenerables Hermanos, a vuestro clero
piadoso, a quien debemos referir el y a todo el pueblo fiel, concedemos en
principio y el fin de todo bien, secunde el Señor la Apostólica Bendición.
Nuestras em presas y las vuestras. Por Dado en Roma, cerca de San Pedro,
lo demás, la m ism a solemnidad de estos
a 28 de diciembre de 1878, año prim ero
días, en los que se celebra el Nacimien­ de Nuestro Pontificado
to del Señor, Nos eleva a la esperanza
de oportunísim o auxilio, pues Nos ha- LEON PAPA XIII.

(19) León XUl, en su Carta Sxpenumero Ponli- AAS. 31, 129-137); en esta Colección: Encicl. 79,
ficafus, 5-VIII-1898, dirigida a los obispos, clero pág. GOl-fiÜG.
y pueblo de Italia volverá sobre este punto (AAS. (20) Isaías 59, 1.
31, p. 137-145; la versión italiana: Spessc volte (21) Tilo 3, 4.
3 3 -

ENCICLICA “AETERNI PATRIS UNIGENITOS FILIUS” (*>


(4-VIII-1879)
SOBRE LA RESTAURACION DE LA FILOSOFIA CRISTIANA,
CONFORME A LA DOCTRINA DE SANTO TOMAS DE AQUINO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

I. La Iglesia, m aestra religiosa de los por la filosofía y la vana falacia^


siglos. El H ijo Unigénito del E terno suelen ser engañadas las m entes de los
Padre, quien apareció sobre la tierra fieles cristianos y es corrom pida la sin­
p ara traer al hum ano linaje la salva­ ceridad de la fe en los hombres, los
ción y la luz de la divina sabiduría, supremos pastores de la Iglesia siempre
hizo ciertam ente un grande y ad m ira­ juzgaron ser tam bién propio de su m i­
ble beneficio al m undo cuando, habien­ sión [promover con todas sus fuerzas
do de subir nuevam ente a los cielos, las ciencias que merecen tal nom bre, y
m andó a los apóstoles que fuesen a a la vez procurar con singular cuidado
enseñar a tpdas l ^ 1 >, y dejó a que las ciencias hum anas se enseña­
la Iglesia por El fundada por com ún y sen en todas partes según la regla de
suprem a m aestra de los p u eblos. Pues la fe católica, y en especial la filo­
los hom bres, a quienes la verdad había sofía, de la cual sin duda depende en
liberado, debían ser conservados por gran parte la irecta ^enseñanza de las
la verdad; ni hubieran durado por la r­ demás ciencias.
go tiem po los frutos de las celestiales
doctrinas, por las que adquirió el hom ­ Tem a de la Encíclica. Ya Nos os
bre la salud, si Cristo Nuestro Señor no advertim os brevemente entre otras co­
hubiese constituido un m agisterio pe­ sas esto mismo, Venerables Herm anos,
renne p ara instruir los entendim ientos cuando por prim era vez Nos hemos
en la fe. Pero la Iglesia, ora anim ada dirigido a vosotros por cartas Encícli­
con las prom esas de su divino autor, cas; pero ahora, por la gravedad del
ora im itando su caridad, de tal suerte asunto y la condición de los tiempos,
cumplió sus preceptos, que tuvo siem­ Nos vemos compelidos por segunda vez
pre por m ira y fue su principal deseo a tra ta r con vosotros de establecer p a ­
enseñar la Religión, y luchar p e rp etu a­ ra los estudios filosóficos un método
mente con los errores. A esto tienden que, no sólo corresponda perfectam ente
los diligentes trabajos de cada uno de
los Obispos, a esto las leves y decretos m£Lmn.
98 prom ulgados de los Concilios y en espe­
cial la cotidiana solicitud de los Rom a­
nos Pontífices, a quienes como a suce­ 2. La im portancia de la filosofía. Si
sores en el prim ado del bienaventurado alguno fija la consideración en la acer­
P e d r o , Príncipe de los Apóstoles, per­ bidad de Nuestros tiempos, y abraza
tenecen e L d a re jc L a ^ con el pensamiento la condición de las
enseñar, y confirm ar a sus hermanos, cosas que pública y privadam ente se
en la fe. ejecutan, descubrirá sin duda que la
causa prolífera de los males, tanto de
Prom ovió las ciencias y la filosofía. aquellos que hoy Nos oprimen, co­
Pero como, según el aviso del Apóstol, mo los que tememos, consiste en que
(*) ASS 12 (1879/80) 97-115. (Véanse antecedentes e importancia de esta Encíclica en la **Intro­
ducción” , pág. 214). ■
— Los números en el margen indican las páginas del texto original latino en
ASS, vol. 12. (P. H.).
(1) Mat. 28, 19. (2) Coios. 2, 8.
— 231 —
232 E n c íc l ic a s del P P . L e ó n X III (1879) ,
33 2
los perversos principios sobre las co­ presas. Pide, pues, el orden de la m isma
sas divinas y hum anas, em anados hace Pxqyldejoc^ ausua
tiempo de las escuelas de los filósofos, la ciencia hum anaTal llam ar a los pue­
se han introducido en todos los órdenes blos a la fe y a la salud: industria plau­
de la sociedad, recibidos por el común sible y sabia que los m onum entos de la
sufragio de muchos. {Pues siendo natu- antigüedad atestiguan haber sido prac­
ral al hom bre que en el obrar tenga a ticada por los preclarísim os Padres de

r s la razón por guía, si en algo falta la


inteligencia, fácilm ente cae tam bién en
lo mismo la v oluntad: y asi acontece
la Iglesia. Estos acostum braron a ocu­
p ar la razón en m uchos e im portantes
oficios, todos los que com prendió breví-
que la perversidad de las opiniones, simamente el grande A g u s t í n , atribu­
cuyo asiento está en la inteligencia, in ­ yendo a esta ciencia... aquello con que
fluye en las acciones hum anas y las la fe salubérrima... se engendra, se nu­
pervierte. P or el contrario, si está sano tre, se defiende, se consolida
el entendim iento del hom bre y se apoya Prepara los ánimos a la fe y conoce
firm em ente en sólidos y verdaderos algunas verdades religiosas. E n p rim er
. principios, producirá m uchos benefi­ lugar, la filosofía, si se emplea debida­
c i o s de pública y privada utilidad. m ente p or los sabios, puede de cierto
allanar y facilitar de algún modo el
Importancia de la fe. C iertam ente
camino a la verdadera fe y preparar
no atribuim os tal fuerza y autoridad
convenientemente los ánimos de sus
a la filosofía h u m ana, que la crea­
alum nos a recibir la revelación; por lo
mos suficiente p ara rechazar y a rra n ­ cual, no sin justicia, fue llam ada por
car todos los errores; pues así como
los antiguos, ora previa institución a la
al principio fue instituida la Religión fe cristiana(5>, ora preludio y auxilio
cristiana, el m undo tuvo la dicha de
del c r i s t i a n i s m o ora pedagogo del
ser restituido a su dignidad prim iti­ Evangelio(7>.
va, m ediante la luz adm irable de la
fe, no con las persuasivas palabras Y en verdad, Nuestro benignísimo
ele la humana sabiduría, sino en la Dios, en lo que toca a las cosas divinas,
manifestación del espíritu y de la vir- no Nos manifestó solamente aquellas
99 tud (5*;fasí tam bién al presente debe es­ verdades para cuyo conocimiento es
perarse principalísim am ente del om ni­ insuficiente la hum ana inteligencia, si­
potente poder de Dios y de su auxilio, no que m anifestó tam bién algunas, no
que las inteligencias de los hombres, del todo inaccesibles a la razón, para
disipadas las tinieblas del error, vuel­ que, sobreviniendo la autoridad de Dios
van a la verdad. al punto y sin ninguna mezcla de error,
se hiciesen a todos manifiestas. De aquí
Misión de la Filosofía. Pero no se que los mismos sabios, ilum inados tan
han de despreciar ni posponer los auxi­ sólo por la razón natural, hayan cono­
lios naturales, que por beneficio de la cido, dem ostrado y defendido con argu­
divina sabiduría, que dispone fuerte y mentos convenientes algunas verdades
suavemente todas las cosas, están a que, o se proponen como objeto de fe
disposición del género hum ano, entre divina, o están unidas por ciertos estre­
cuyos auxilios consta ser el p rincipal chísimos lazos con la doctrina de la fe.
el recio uso de la filosofía. Ño en vano Porque las cosas de él invisibles se ven
im prim ió Dios en la m ente h u m ana la después de la creación del mundo, con­
luz de la razón, y la fuerza de la inteli­ sideradas por las obras creadas aun su
gencia dista tanto de apagar o dism i­ sempiterna virtud y divinidad (8); y las 100
n u ir la añadida luz de la fe que antes gentes que no tienen la ley... sin em bar­
bien la perfecciona, y, aum entadas sus go, m uestran la obra de la ley escrita
fu erzas, la hace hábil p ara m ayores em- en sus corazones
(3) I Corint. 2, 4. (6) Orígenes a Gregorio Taumaturgo (Migne
(4) S. Agustín, De Trinitate, lib. XIV, c. 1 PG. 11, col. 87-A).
.(Migne PL. 42, 819). (7) S. Clemente de Alej., Stromat., lib. I, cap.
(5) S. Clemente de Alejandría, Stromat., lib. I, 5 (Migne PG. 8, col. 718-D).
c. 16; lib. VII, c. 3 (Migne PG. 8, col. 695-A y (8) Romanos 1, 20.
col. 731-B). (9) Romanos 2, 14-15.
33» 3 E n c íc l ic a “ ¿E t e r n i P a t r is ” 233
Las verdades reconocidas por los "ciertamente después que la gracia del
paganos Nos ayudan. Es, pues, sum a­ Salvador restauró y enriqueció las fu er­
m ente oportuno que estas verdades, aun zas naturales de la hum ana mente. ¿ Y
reconocidas por los mismos sabios p a­ quién no ve que con este modo de filo­
ganos, se conviertan en provecho y sofar se abre un camino llano 3^ practi­
utilidad de la doctrina revelada, para cable a la fe?
que, en efecto, se m anifieste que tam ­
bién la hum ana sabiduría y el mismo 3. Otras ventajas de la filosofía:
testim onio de los adversarios favorecen conoce la existencia de Dios. No se
a la fe cristian a; cuyo m odo de obrar circunscribe, no obstante, dentro de
consta que no ha sido recientem ente estos límites la utilidad que dim ana de
introducido, sino que es antiguo, y fue aquella m anera de filosofar. Y realm en­
usado m uchas veces por los Santos P a­ te, las páginas de la divina sabiduría
dres de la Iglesia. responden gravemente a la necesidad de
Aun más, estos venerables testigos y aquellos hom bres que de los bienes que
custodios de las tradiciones religiosas se ven no supieron conocer al que es,
reconocen cierta norm a de esto, y casi ni considerando las obras reconocieron
una figura en el hecho de los hebreos quien fuese su artífice,,S15K Así, en
que, al tiempo de salir de Egipto, reci­ prim er lugar, el grande v excelentísimo
bieron el m andato de llevar consigo los fruto que se recoge de la razón hum ana
vasos de oro y plata de los egipcios, es el dem ostrar que hay un Dios: pues
para que, cambiado repentinam ente su por la grandeza de la hermosura de la
uso, sirviese a la religión del Dios ver­ criatura se podrá a las claras venir en
dadero aquella vajilla, que antes había conocimiento del Creador de ellas^16).
servido p ara ritos ignominiosos y para Conoce las perfecciones divinas.
la superstición. G r e g o r io N e o c e s a r e n - Después dem uestra (la razón) que Dios
s e G °) alaba a O r íg e n e s , porque con­ sobresale singularm ente por el cúmulo
virtió con adm irable destreza m uchos de todas las perfecciones, prim ero por
conocimientos tomados ingeniosamente la infinita sabiduría, a la cual jam ás
de las m áxim as de los infieles, como puede ocultarse cosa alguna, y por la
dardos casi arrebatados a los enemigos, sum a justicia a la cual nunca puede
en defensa de la filosofía cristiana y en vencer afecto alguno perverso; por lo
perjuicio de la superstición. Y el m is­ mismo que Dios no sólo es veraz, sino
mo modo de disputar alaban y ap rue­ tam bién la m ism a verdad, incapaz de
ban en B a s il io el G r a n d e , ya G r e g o r io engañar y de engañarse; de lo cual se
N a c i a n c e n o (1D , ya G r e g o r io N i c e - sigue clarísim am ente que la razón h u ­
no1 0(12), y J e r ó n im o lo recom ienda gran­ m ana concuerda con la plenísim a fe en
demente en C u a d r a t o , discípulo de los la palabra de Dios y con la autoridad.
Apóstoles, en A r ís t i d e s , en J u s t i n o , en Igualm ente la razón declara que la doc­
I r e n e o y otros m uchos(13). Y A g u s t í n trin a evangélica brilló aun desde su o ri­
dice: ¿No vemos con cuánto oro y pla­ gen, por ciertos prodigios, como argu­
ta, y con qué vestidos salió cargado de mentos ciertos de la verdad, y que por lo
Egipto Cipriano, doctor suavísimo y tanto, todos los que creen en el Evange­
mártir beatísimo? ¿Con cuánto Lactan- lio no creen tem erariam ente, como si
ció? ¿Con cuánto Victorino, Optato, siguiesen doctas fábulas<17), sino que
Hilario? para no hablar de los vivos; con un obsequio del todo racional, su­
/;con cuánto innumerables griegos?(14>. jetan su inteligencia y su juicio a la
Verdaderam ente, si la razón n atu ral dio divina autoridad. Entiéndase que no es
tan óptim a semilla de doctrina antes de de m enor valor el que la razón ponga
ser fecundada con la virtud de Cristo, de m anifiesto que la Iglesia instituida
jn u c h o más abundante la producirá por Cristo, como estableció el Concilio
(10) Gregorio Neoces, Taumaturgo, Orat. paneg. (14) S. Aguslin, De doctrin. christ., lib. II, cap.
ad Origin. (Migne PG. 10, col. 1087-A y 1094-A). 40, n. 61 (Migne PL. 31, col. 63).
(11) S. Gregorio Nacianceno, Vita Moys. (15) Sabid. 13, 1
(12) S. Gregorio Niceno, Carmen I, Iamb. 3. (16) Sabid. 13. 5.
(13) S. Jerónimo, Epist. ad Magn. (Migne PL. 22 (17) II Pedro 1, 16.
[Epist. 70, 2) col. 665).
234 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1879) 33, 4-5
Vaticano, por su admirable propaga­ por revelación y resistir a los que se
ción, eximia santidad e inagotable fe­ atreven a im pugnarlas. Bajo este res­
cundidad en todas las regiones, por la pecto es grande alabanza de la filosofía
unidad católica e invencible estabilidad, el ser considerada baluarte de la fe y
es un grande g perenne motivo de cre- como firm e defensa de la religión. Co­
dibilidüfL y testimonio irrefragable de mo atestigua Clemente Alejanrino , es
su divina misión^181920\ por sí misma perfecta la doctrina del
4. La razón h um ana ayuda a la teo­ Salvador, y de ninguno necesita, siendo
logía. Puestos así estos solidísimos virtud y sabiduría de Dios. La filosofía
fundam entos, todavía se requiere un griega, que se le une, no hace más po­
ii&Qr_perpetuo y m últiple d e.la filosofía derosa la verdad; pero haciendo débiles
p ara que la sagrada teología tome y los argumentos de los sofistas contra
revista el carácter, hábito e índole de aquélla y rechazando las engañosas
verdadera ciencia. E n ésta, la más no­ asechanzas contra la misma, fue lla­
ble de todas las ciencias, es grande­ mada oportunamente cerco u valla de
m ente necesario que las m uchas y di­ la viña(21h Ciertamente, así como los
versas partes de las celestiales doctri­ enemigos del nom bre cristiano, para
nas se reúnan como en un cuerpo, para pelear contra la Religión, tom an m uchas
que cada una de ellas, convenientem en­ veces de la razón filosófica sus instru-
te dispuestas en su lugar, y deducida
de sus propios principios, esté relacio­ lcXs.,ciencias_diy del a rsenal
nada con las demás por una conexión de la filos o f í a muchas_cosas con que^
oportuna; por último, que todas y cada poder defender los dogmas revelados.
u na de ellas se confirm en en sus p ro ­ ÑT se ha de juzgar que obtenga peque­
pios e invencibles argum entos. Ni se ño triunfo la fe cristiana, porque las
h a de pasar en silencio o estim ar en arm as de los adversarios, preparadas
menos aquel m ás exacto y am plio cono­ por arte de la hum ana razón para h a ­
cimiento de las verdades que creemos cer daño, sean rechazadas poderosa y
y, en cuanto pueda ser, la com prensión prontam ente por la m ism a hum ana
tanto m ás lúcida de los mismos m iste­ razón.
rios de la fe, que Agustín y otros San­ Esta especie de religioso combate fue
tos P adres alab aro n y p ro cu raro n con­ usado por el mismo Apóstol de las gen­
seguir, y que el mismo Concilio Vatica­ tes, como lo recuerda S an J erónimo
no (19> juzgó fructuosísim a. Pues ese escribiendo a Magno : Pablo, capitán
conocimiento y esa com prensión, los del ejército cristiano, es orador invicto,
conseguirán con m ayor plenitud y faci­ defendiendo la causa de Cristo, hace
lidad ciertam ente aquellos que con la servir con arte una inscripción fortuita
integridad de la vida y el celo por la fe pmJO-mgjmimtQ-d&MLte; había apren­
unan un ingenio adiestrado en las cien­ dido del verdadero D avid a arrancar la
cias filosóficas, principalm ente porque espada de manos de los enemigos, y a
el mismo Concilio Vaticano enseña que cortar la cabeza del soberbio Goliat con
ta 1 in teligencia dé los sagrados dogmas su espada^22\
conviene tomaría ya cíe la analogía de solamente aconseja, sino que tam bién
las cosas que naturalmente se conocen, ^nmnda^jqi^^lq^^dpctqres^catóhcqs.^pidan
ya del enlace de los mismos misterios este auxilio a la filosofía. Pues el Con­
j entre sí y con el fin último del hom- cilio Lateranense V, después de estable­
[breWh cer que toda aserción contraria a la
5. L a razón h u m ana defiende la re­ verdad de la fe revelada es completa­
velación. P or últim o, tam bién p erte­ mente falsa, porque la verdad, jamáis se
nece a las ciencias filosóficas, defender ojmso a la , verdad (23). m anda a los
religiosamente las verdades enseñadas Doctores de filosofía, que se ocupen
(18) Conc. Vaticano, De Fide Cath. ses. III, c. 3 (21) S. Clemente de Alejandría, Stromat. Lib. I,
(Mansi Coll. Conc. 53, col. 1G7-A); Denz-Umb. n. cap. 20 (Migne PG. 8, col. 818-B).
1794. (22) S. Jerónimo, Epist. ad Magn. (Migne PL.
(19) Conc. Vatio. De Fide Cath. ses. III, c. 3 22 [Epist. 70, 2] col. 665-666).
(Mansi 53, 167-C); Denz-Umb., n. 1796. (23) Concilio Lateran. V, Bula Apotolici Regi-
(20) Conc. Vatio., véase la nota anterior (19). minis (Mansi Coll. Conc. 32, col. 842 C-D).
33, 6-7 E n c íc l ic a “ /E t e r n i P a t r is ” 235

diligentemente en resolver los engaño­ gar a la cum bre de la verdad y de la


sos argum entos, pues como testifica excelencia.
103 A g u s t í n , (si
se da una razón contra la Pero estas doctrinas están llenas de
autoridad de las Divinas Escrituras, erro r y de falacia, y finalm ente tien ­
por más aguda que sea, engañará con den a que los hom bres, con sum a n e­
la semejanza de verdad, pero no puede cesidad, y no sin el crim en de ingra­
ser verdadera^2iK titud, repudien las m ás sublimes ver­
6. La filosofía no debe apartarse de dades y espontáneam ente rechacen el
la fe. Mas p a ra que la filosofía sea beneficio de la fe, de la cual aun para
capaz de producir los preciosos frutos la sociedad civil b ro taro n las fuentes
que hemos recibido, es de todo punto de todos los bienes. Pues, hallándose
necesario que jam ás se aparte de aque­ encerrada la hum ana m ente en ciertos
llos trám ites que siguió la veneranda y m uy estrechos límites, está sujeta a
antigüedad de los Padres y aprobó el m uchos errores y a ignorar m uchas co-
Sínodo Vaticano con el solemne sufra­ s a s J Por el contrario, la fe cristiana,
gio de la autoridad. En verdad está cla­ apoyándose en la autoridad de Dios, es
ram ente averiguado, que se han de m aestra infalible de la verdad, siguien­
aceptar m uchas verdades del orden so­ do la cual ninguno cae en los lazos del
b renatural que superan con m ucho las error, ni es agitado por las olas de
fuerzas de todas las inteligencias; la inciertas opiniones.
razón hum ana, consciente de la propia La fe beneficia la filosofía. (P o r lo
debilidad, no se atreva a ab arcar lo que cual, los que unen el estudio de la filo­
es superior a ella, ni a negar las mismas sofía con la obediencia a la fe cristia­
verdades, ni m edirlas con su propia na, razonan perfectam ente, supuesto 104
capacidad, ni interpretarlas a su anto« que el esplendor de las divinas verda­
jo ja n te s bien, debe recibirlas con plena des, recibido por el alma, auxilia la in ­
hum ilde fe y tener a sumo honor el teligencia, a la cual no quita nada de
serle perm itido por beneficio de Dios su dignidad, sino que le añade m uchí­
servir como esclava y servidora a las sima nobleza, penetración y energíaJ Y
doctrinas celestiales, y de algún modo cuando dirigen la perspicacia del inge­
p legar a conocer.^En todas estas doc­ nio a rechazar las sentencias que repug­
trinas principales, que la hum ana inte­ nan a la fe y a aprobar las que con-
ligencia no puede recibir naturalm ente, cuerdan con ésta, ejercitan digna y uti-
es m uy justo que la filosofía use de su lísim am ente la razón: pues en lo p ri­
método, de sus principios y argum en­ mero descubren las causas del error y
tos; pero no de tal modo que parezca conocen el vicio de los argumentos, y
querer sustraerse a la divina autoridad. en lo últim o están en posesión de las
Antes constando que las cosas conoci­ razones con que se dem uestra sólida­
das por revelación gozan de u n a verdad mente y se persuade a todo hom bre
indisputable, y que las que se oponen prudente de la verdad de dichas sen­
a la fe pugnan tam bién con la recta tencias. El que niegue que con esta in ­
/razón,„ debe tener presente el filósofo dustria y ejercicio se aum entan las ri­
católico que violará a la vez los dere­ quezas de la mente y se desarrollan sus
chos de la fe y la razón, al abrazar facultades, es necesario que absurda­
algún principio que conoce que repug­ mente pretenda que no conduce al per­
n a a la doctrina revelada. feccionamiento del ingenio la distinción
7. El falso motivo de dignidad. Sa­ de lo verdadero y de lo falso. Con ra ­
bemos m uy bien que no faltan quienes, zón el Concilio Vaticano recuerda con
ensalzando más de lo justo las faculta­ estas palabras los beneficios que a la
des de la naturaleza hum ana, defien­ razón presta la fe: La fe libra y defien­
dan que la inteligencia del hom bre, cae de a la razón de los errores y la instru­
de su natural dignidad, está ligada y ye en muchos conocimientos(25>. Y por
como im pedida p ara que no pueda lle- consiguiente el hom bre, si lo entendiese,
(24) S. Agustín, Epist. 143 (alias 7) ad Marcellin. (25) Concilio Vatic., Const. dogm., De Pide
n. 7 (Migne PL. 33, col. 588). Cath., ses. III, cap. 4. (Denz-Umb. n. 1799).
236 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1879) 33, 8

no debía culpar a la fe de enemiga de grandes almas, contra la crueldad de


la razón, antes bien debía dar dignas los tiranos, así a los falsos filósofos o
gracias a Dios, y alegrarse vehem ente­ herejes opusa-varones, grandísimos en
m ente de que, entre las m uchas causas sabiduría, para que defendiesen, aun
de la ignorancia y en medio de las olas con el apoyo de la razón el depósitojie
de los errores, le haya ilum inadq ague- las verdades reveladas. Y así, desde los
l i a .fe .santísima,., que. como amiga es­ prim eros días de la Iglesia, la doctrina
trella indica el puerto de la verdad, católica tuvo adversarios muy hostiles
excluyendo todo tem or de errar. que, burlándose de los dogmas e insti­
tuciones de los cristianos, sostenían la
8. Testim onio de la historia respecto
pluralidad de los dioses, que la m ateria
del servicio que la fe p resta a la filo­
del m undo careció de principio y de
sofía. Porque, V enerables H erm anos,
causa, y que el curso de las cosas se
si dirigís una m irada a la historia de conservaba m ediante una fuerza ciega y
la filosofía, com prenderéis que todas una necesidad fatal y no era dirigido
las cosas que poco antes hemos dicho j 3or el consejo de la Divina Providencia.
sajCLomprueban con los hechos. Y cier­
tam ente de los antiguos filósofos, que Ahora bien, con estos m aestros de dis­
carecieron del beneficio de la fe, aun paratada doctrina disputaron oportu­
los que son considerados como más sa­ nam ente aquellos sabios que llamamos
bios, erraron pésim am ente en m uchas Apologistas. quienes, precedidos de la
cosas, falsas e indecorosas y ¡cuántas in ­ fe, usaron tam bién los argum entos de
ciertas y dudosas entre algunas verda­ la hum ana sabiduría con los que esta­
deras, enseñaron sobre la verdadera blecieron que debe ser adorado un solo
naturaleza de la divinidad, sobre el Dios, excelentísimo en todo género de
origen prim itivo de las cosas, sobre el perfecciones, que todas las cosas que
gobierno del m undo, sobre el conoci­ han sido sacadas de la nada por su
m iento divino de las cosas futuras, so­ om nipotente virtud, subsisten por su
bre la causa y principio de los males, sabiduría y cada una se mueve y dirige
sobre el últim o fin del hom bre y la eter­ a sus propios fines. Ocupa el prim er
na bienaventuranza, sobre las virtudes puesto entre estos S a n J u s t i n o m ártir,
y los vicios, y sobre otras doctrinas cu­ quien después de haber recorrido las
yo verdadero y cierto conocimiento es más célebres academ ias de los griegos
la cosa más necesaria al género hum a­ para adquirir experiencia, y de haber
no! P or el contrario, los prim eros P a­ visto, como él mismo confiesa a boca
dres y Doctores de la Iglesia, que h a ­ llena, que la verdad solamente puede
bían entendido m uy bien que por de­ sacarse de las doctrinas reveladas, ab ra­
creto de la divina voluntad, el restaura­ zándolas con todo el ardor de su espí­
dor de la ciencia hum ana era tam bién ritu, las purgó de calumnias, ante los
Jesucristo, que es la virtud de Dios y Em peradores rom anos, y en no pocas
su sabiduría*26), y en el cuál están es­ sentencias de los filósofos griegos con­
condidos los tesoros de la sabiduría*27), vino con éstos. Lo mismo hicieron ex­
trataro n de investigar los libros de los celentemente O u a d r a t o y A r ís t i d e s ,
antiguos sabios y de com parar sus sen­
tencias con las doctrinas reveladas, y ria consiguió por el mismo motivo I r e -
con prudente elección abrazaron las n e o . m ártir invicto y Obispo de la
que en ellas vieron perfectam ente di­ iglesia de Lyon, quien, refutando vale­
chas y sabiam ente pensadas, enmen- rosam ente las perversas opiniones de
[dando o rechazando las demás. los orientales diseminadas merced a los
gnósticos por todo el imperio romano,
Los filósofos cristianos defienden la explicó, según S a n J e r ó n im o , los prin-
fe. Pues así como Dios, infinitam ente una de las herejías n de
próvido, suscitó p ara defensa de la Igle­ dimanaronf28?!
sia m ártires fortísimos, pródigos de sus Todos conocen las disputas de C l e m e n -
(26) I Corint. 1, 24. (28) S. Jerónimo, Epist. ad Magn. (Migue PL.
(27) Coios. 2, 3. 22, col. 667).
33, 9 E n c íc l ic a “ íE t e r n i P a t r is ” 237

que el mismo J eróni­ logistas, añadimos al catálogo de los


mo, p ara honrarlas, recuerda así: ¿Qué excelsos varones de que se ha hecho
hay en ellas de indocto9 y más, ¿qué mención, a B asilio el grande y a los
no hay de la filosofía plena*?(29>. El dos Gregorios, quienes, habiendo sali­
mismo trató con increíble variedad de do de Atenas, emporio de las hum anas
jn u ch as cosas útilísim a s par a fundar la letras, equipados abundantem ente con
filosofía de .la..hisioria, ejem üar^opiir- todo el arm am ento de la filosofía, con­
tunam ente la dialética. establecer la virtieron aquellas mismas ciencias, que
con ardoroso estudio habían adquirido,
guiendo a éste Orígenes, insigne en el en refutación de los herejes e instruc­
magisterio de la iglesia alejandrina, ción de los cristianos. Pero a todos a rre ­
eruditísim o en las doctrinas de los grie­ bató la palm a Agustín , quien de ingenio
gos y de los orientales, dio a luz m u­ poderoso, e im buido perfectam ente en
chos y eruditos volúmenes p ara expli­ las ciencias sagradas y profanas, luchó
car las sagradas letras y p ara ilustrar acérrim am ente contra todos los erro­
los dogmas sagrados, cuyas obras, au n ­ res de sus tiempos con fe sum a y no
que como hoy existen no carezcan abso­ m enor doctrina. ¿Qué punto de la filo­
lutam ente de errores, contienen, no sofía no trató y, aun más, cuál no in ­
obstante, gran cantidad de sentencias, vestigó diligentísimamente, ora cuando
con Jas que se aum entan las verdades proponía a los fieles los altísimos m is­
n aturales en núm ero y en firmeza. terios de la fe y los defendía contra los
T ertuliano combate contra los herejes furiosos ím petus de los adversarios, ora
con la autoridad de las sagradas letras, cuando, reducidas a la nada las fábulas
y con los filósofos, cam biando el gé­ de los m aniqueos o académicos, colo­
nero de arm as filosóficamente, y con­ caba sobre tierra firm e los fundam en­
vence a éstos tan sutil y eruditam ente tos de la hum ana ciencia y su estabili­
que a las claras y con confianza les dad, o indagaba la razón del origen, y
dice: Ni en la ciencia ni en el arte somos las causas de los males que oprim en al
igualados, como pensáis vosotros(2930L género hum ano? ¿Cuánto no discutió
Arnobio en los libros publicados con­ sutilísim am ente acerca de los ángeles,
tra los herejes, y L actancio , especial­ del alm a, de la mente hum ana, de la
mente en sus (<Instituciones Divinas”, se voluntad y del libre albedrío, de la reli­
esfuerzan valerosam ente por persuadir gión y de la vida bienaventurada, y
a los hom bres con igual elocuencia y aun de la m isma naturaleza de los
gallardía de la verdad de los preceptos cuerpos m udables? Después de este
de la sabiduría cristiana, no destruyen­ tiempo en el Oriente J uan damasceno.
do la filosofía, como acostum bran los siguiendo las huellas de B asilio y Gre­
académ icos(31), sino convenciendo a gorio de N acianzo , y en Occidente
aquéllos, en parte con sus propias B oecio y Anselmo^ profesando las doc­
arm as, y en parte con las tom adas de trinas de Agustín , enriquecieron m u­
la lucha de los filósofos entre sí(32\ chísimo el patrim onio de la filosofía.
Otros escritores antiguos usaban sus 9. La E dad Media y los escolásticos.
conocim ientos p ara defender la fe. Las En seguida los Doctores de la Edad
cosas que del alm a hum ana, de los Media, llamados escolásticos, acometie­
divinos atributos y otras cuestiones de ron una obra magna, a saber:{reunir
suma im portancia dejaron escritas el ^diligentemente las fecundas y abundan­
gran Atanasio v Crisóstomo el Prínci- tes mieses de doctrina, esparcidas en
cipe de los oradores, de tal m anera, a las voluminosas obras de los Santos
juicio de todos, sobresalen, que parece Padres, y reunidas, colocarlas en un
no poderse añadir casi nada a su inge­ solo lugar para uso y comodidad de los
niosidad y riqueza. Y p ara no ser pesa­ ^venideros^Cuál sea el origen, la índole
dos en enum erar cada uno de los apo­ y excelencia de la ciencia escolástica,
(29) S. Jerónimo, Epist. ad Magn. (Migne PL. (31) Lactancio, Divin. Instit. V il, cap. 7 (Migne
22, col. 667). PL. 6, col. 759-760).
(30) Tertuliano Apologet. adv. Gentes, cap. 46 (32) Lactancio, De opificio Dei, cap. 20 [en el
(Migne PL. 1, col. 573-A). original cap. 21, el que no existe. P. II.] (Migne
PL. 7, col. 77).
238 E n c íc l ic a s del P P . L e ó n X III (1879) 33, 10

es útil aquí, Venerables Herm anos, m os­ ^meza de los argumentos y de las agu­
trarlo más detenidam ente con las pala­ dísimas disputas en que se distinguen
bras del sapientísim o varón, Nuestro la luz de las tinieblas, lo verdadero de
predecesor, S i x t o V: Por don divino de lo falso, las mentiras de los herejes en­
Aquél, único que da el espíritu de la vueltas en muchas apariencias y fala­
ciencia, de la sabiduría y del entendi­ cias, que como si se les quitase el vestí-
miento, y que enriquece con nuevos be­ do aparecen manifiestas y d e s n u d a s^ :
neficios a su Iglesia en la cadena de los estas excelsas y adm irables dotes, deci­
siglos, según lo reclama la necesidad, mos, se derivan únicam ente del recto
y la provee de nuevos auxilios, fue ha­ uso de aquella filosofía que los m aes­
llada por nuestros santísimos mayores tros escolásticos, de propósito y con
la teología escolástica, la cual cultiva­ sabio consejo, acostum braron a usar
ron y adornaron principalísimamente frecuentem ente aun en las disputas
dos gloriosos Doctores, el angélico S a n - teológicas. Además, siendo propio y
singular de los teólogos escolásticos el
tura. clarísimos Profesores de esta fa­ haber unido la ciencia hum ana y divina^
cultad... con ingenio excelente, asiduo entre sí con estrechísimo lazo, la teo­
estudio, grandes trabajos y vigilias, y logía, en la que sobresalieron, no h a ­
la legaron a la posteridad, dispuesta bría obtenido tantos honores y alaban­
óptimamente y explicada con brillantez zas de parte de los hombres, si hubie­
de muchas maneras. Y, en verdad, el sen empleado una filosofía m anca e
conocimiento y ejercicio de esta salu­ im perfecta o ligera.
dable ciencia, que fluye de las abun­
dantísimas fuentes de las divinas letras, < ® Santo Tom ás de Aquinq. Ahora
de los Sumos Pontífices, Santos Padres bien: entre los Doctores escolásticos
y Concilios, pudo siempre proporcionar brilla grandem ente Santo T o m á s d e
grande auxilio a la Iglesia, ya para A q u i n o , Príncipe y Maestro de todos,
entender e interpretar verdadera y sa­ el cual, como advierte C a y e t a n o , por
namente las mismas Escrituras, ya para haber venerado en gran manera los
leer y explicar más segura y útilmente antiguos ^J^ptpres, sagrados^ .obtumiAe
los Padres, ya para descubrir y rebatir algún modo la inteligencia de todos}*'*).
i los varios errores y herejías; pero en Sus doctrinas, como m iem bros disper­
! estos últimos días, en que llegaron ya sos de un cuerpo, reunió y congregó
\ los tiempos peligrosos descritos por el en uno T o m á s , dispuso con orden ad ­
Apóstol, en que hombres blasfemos, so­ m irable, y de tal modo las aum entó
berbios, seductores, crecen en maldad, con nuevos principios, que con razón
errando e induciendo a otros a error, y justicia es tenido por singular apoyo
es en verdad sumamente necesaria para de la Iglesia católica: de dócil y pene­
confirmar los dogmas de la fe católica trante ingenio, de m em oria fácil y te­
u para refutar las herejías(33). naz, de vida integérrim a, am ador única­
Palabras son éstas que, aunque p a­ mente de la verdad, riquísim o en la
rezcan abrazar solamente la teología ciencia divina y hum ana, a semejanza
escolástica, está claro que deben enten­ del sol, anim ó al m undo con el calor de
derse tam bién de la filosofía y sus ala­ sus virtudes, y lo ilum inó con esplen­
banzas. Pues las preclaras dotes que dor. No hay parte de la filosofía que
hacen tan temible a los enemigos de la no hava tratado a g u ja x a , la vez sóli­
108 verdad la teología escolástica, como damente: trató de las leyes del ra c io -,
dice el mismo Pontífice ¡aquella opor­ ciñió, de Dios y de las substancias in ­
tuna y enlazada coherencia de causas y corpóreas, del hom bre y de otras cosas
de cosas entre sí, aquel orden y aque­ sensibles, de los actos hum anos y de
lla disposición, como la formación de sus principios, de tal modo, que no se
los soldados en batalla, aquellas claras echan de menos en él, ni la abundancia
ljdefiniciones y distinciones, aquella fir- de cuestiones, ni la oportuna disposi-
(33) Sixto V, Bula Triumphantis (1588). (35) Cayetano, In 11» II*P q. 148 ad 4 in fin.
(31) Sixto Y, Bula Triumphantis (1588).
33, 11-13 E n c íc l ic a “ í E t e r n i P a t r is ” 239

ción de las partes, ni la firm eza de los esta ley los Benedictinos, los Carmeli­
principios o la robustez de los argu­ tas. los Augustinos. los Jesuítas, y otras
mentos, ni la claridad y propiedad del m uchas órdenes sagradas, como los es­
lenguaje, ni cierta facilidad de explicar tatutos de cada una Nos lo m anifiestan.
las cosas obscuras.
Añádese a esto que el Doctor Angé- 12. Santo Tom ás y las academ ias
lico indagó las conclusiones filosóficas filosóficas. Y en este lugar, con inde­
e n ja s r azones y principios de las cosas, cible placer recuerda el alm a aquellas
los que se extienden m uy latam ente, y celebérrim as Academias y escuelas que
encierran como en su seno las semillas en otro tiempo florecieron en Europa,
de casi infinitas verdades, que habían a saber: la parisiense, la salm anticense,
de abrirse con fruto abundantísim o por la complutense, la duacense, la tolosa-
los m aestros posteriores. H abiendo em ­ na, la lovaniense. la pata vina, la bo jo­
pleado este método de filosofía, consi­ njana. la napolitana, la coim bricense y
guió vencer él solo los errores de los otras muchas. Nadie ignora que la fa ­
tiempos pasados, y sum inistrar luego m a de éstas creció en cierto modo con
arm as invencibles, p ara refu tar los el tiempo, y que las sentencias que se
errores que perpetuam ente se habían les pedían cuando se agitaban gravísi­
de renovar en los siglos futuros.^Ade­ m as cuestiones, tenían m ucha autoridad
más, distinguiendo m uy bien la razón entre todos los sabios. Pues bien, es
de la fe, como es justo, y asociando cosa fuera de duda que en aquellos
ambas, sin embargo amigablemente, grandes alcázares del saber hum ano,
conservó los derechos de u n a y otra, como en su reino, dominó como p rín ­
proveyó a su dignidad de tal suerte, que cipe T omás, y que los ánimos de todos,
la razón elevada a la m ayor altu ra en tanto de maestros como de discípulos,
alas de T omás, ya casi no puede levan­ descansaron con adm irable concordia
tarse a regiones más sublimes, ni la fe en el m agisterio y autoridad del Doctor
puede casi esperar de la razón más y Angélico.
más poderosos auxilios que los que has­
ta aquí ha conseguido por T omás. 13. Santo Tom ás y los Pontífices.
Pero lo que es más, los Romanos P on­
11. Santo Tom ás y las órdenes reli­ tífices Nuestros predecesores, honraron
giosas. P o r estas razones, hom bres la sabiduría de T omás de A quino con
doctísimos en las edades pasadas, y singulares elogios y testimonios am plí­
dignísimos de alabanza por su saber simos. Pues Clemente V I(36), Njcolás
teológico y filosófico, buscando con in­ V±37\ B enedicto X III(38) y otros, ates­
decible afán los volúmenes inm ortales tiguan que la Iglesia universal es ilus­
trada con su adm irable doctrina; S an
sabiduría, no tanto p ara perfeccionarse Pío V<39>. confiesa que con la m isma
en ella, cuanto p j a r a x e x i ^ doctrina se disipan las herejías, confun­
ella sustentados. Es un hecho constante didas y vencidas, y el universo m u n ­
que casi todos los fundadores y legisla­ do es libertado cotidanam ente; otros,
dores de las órdenes religiosas m anda­ con Clemente X II(40>. afirm an que de
ron a sus com pañeros estudiar las doc­ sus doctrinas dim anaron a la Iglesia
trinas de S anto T omás, y adherirse a católica abundantísim os bienes, y que
ellas religiosamente, disponiendo que a él mismo debe ser venerado con aquel
nadie fuese lícito im punem ente sepa­ honor que se da a los Sumos Doctores
rarse, ni aun en lo m ás mínim o, de las de la Iglesia, Gregorio, Ambrosio,
huellas de tan gran Maestro. Y dejando A gustín y J erónimo ; otros, finalmente,
a un lado la fam ilia dom inicana, que no dudaron en proponer en las Acade­
con derecho indispensable se gloría de mias y grandes liceos a S anto T omás
este su sumo Doctor, están obligados a como ejem plar y maestro, a quien de-
(36) Clemente VI, Bula In ordine. (39) Pío V Bula Mirabilis.
(37) Nicolás V, Breve ad FF. Prsedic. (1151). (40) Clemente XII Bula Verbo Dei 6 Const. 5?,
(38) Benedicto XIII Bula Pretiosus. 3-V1II-1368, ad Canccll. Univ. Tolos.
240 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1879) 33, 14-16

bía seguirse con pie firm e. Respecto m a de conseguir obsequios, alabanzas,


a esto parecen m uy dignas de recor­ adm iración de los mismos adversarios
darse las palabras del B . U r b a n o V : del nom bre católico. Pues está averi­
'Queremos, y por las presentes os man­ guado que no faltaron jefes de las fac­
damos, que adoptéis la doctrina del ciones heréticas que confesasen públi­
bienaventurado Tomás, como verídica camente que, u na vez quitada de en
y católica, y procuréis ampliarla con medio la doctrina de T o m á s d e A q u i n o .
todas vuestras fuerzas") Renovaron el podían_ fácilmente entrar en combate^
ejemplo de U r b a n o , en la Universidad con todos los Doctores católicos, u ven-
de estudios de Lovaina, I n o c e n c i o c e r l o s g^ derrotar la I g l e s i a . Vana
X H (41), y B e n e d i c t o XIV<42>. en el Co­ esperanza, ciertamente, pero testimonio
legio Dionisiano de los Granatenses. no vano.
Añádase a estos juicios de los Sumos
Pontífices, sobre T o m á s d e A q u i n o , el 16. Nuevas doctrinas. P or eso, Ve­
testimonio de I n o c e n c i o VI. como com ­ nerables Hermanos, siempre que consi­
plem ento: (La doctrina de éste tiene deram os la bondad, la fuerza y las ex­
I*sobre las demás, exceptuada la canó- celentes utilidades de su ciencia filosó­
\nica, propiedad en las palabras, orden fica, que tanto am aron Nuestros m ayo­
i en las materias, verdad en las senten- res, juzgamos, que se obró tem eraria­
j cias, de tal suerte, que nunca a aquellos mente no conservando siempre y en
que la siguieren se les verá apartarse todas partes el honor que le es debido;
del camino de la verdad, y siempre será constando especialmente que el uso
sospechoso de error el que la impug- continuo, el juicio de grandes hombres,
nareW). y lo que es más voz y voto de la Igle­
sia, favorecían a la filosofía escolástica.
14. Santo Tom ás y los concilios. Y en lugar de la antigua doctrina p re­
Tam bién los Concilios Ecuménicos, en sentóse en varias partes cierta nueva
los que brilla la flor de la sabiduría especie de filosofía, de la cual no se
escogida en todo el orbe, procuraron recogieron los frutos deseados y salu­
perpetuam ente trib u tar honor singular dables que la Iglesia y la m ism a socie­
a T o m á s d e A q u i n o . En los Concilios dad civil habían anhelado. P rocurán­
de Lvon. de Viena. de F lorencia y Va­ dolo los novadores del siglo 16, agradó
ticano. puede decirse que intervino T o ­ el fisolofar sin respeto alguno a la fe,
m á s en las deliberaciones y decretos de y fue pedida alternativam ente la potes­
los Padres, y casi fue el presidente, pe­ tad de excogitar según el gusto y el
leando con fuerza ineluctable y faus­ genio de cualesquiera cosas. P or este
tísimo éxito contra los errores de los motivo fue ya fácil que se m ultiplicasen
griegos, de los herejes y de los racio­ más de lo justó los géneros de filosofía
nalistas. Pero la m ayor gloria propia y naciesen sentencias diversas y contra­
de T o m á s , alabanza no participada nun¡ rias entre sí. aun acerca de las cosas
ca por ninguno de los Doctores católi- principales en los conocimientos h um a­
c o sjconsiste en que los Padres triden- nos. De la m ultitud de las sentencias
ftm os, p ara establecer el orden en el se pasó frecuentísim am ente a las v aci­
¡ mismo Concilio, quisieron que, ju n ta ­ laciones y a las «dudas, y desde la duda,
m ente con los libros de la E scritura y cuán fácilmente caen en m q x los en­
los decretos de los Sumos Pontífices, tendim ientos de los hom bres, no hay
se viese sobre el altar la Suma de T o ­ nadie que lo ignore. Dejándose a rra s­
m á s d e A q u i n o , a la cual se pidiesen tra r los hom bres por el ejem plo, el
^consejos, razones y decisiones.15 am or a .la_jnoye.dad-. pareció tam bién
invadir en algunas partes los ánimos de
15. Santo Tom ás y los adversarios. los filósofos católicos, los cuales, dese­
111 U ltim am ente, tam bién estaba reservada chado el patrim onio de la antigua sabi­
al varón incom parable obtener la pal- d u ría. quisieron, con una resolución,
(41) Inocencio XII, Litt. in form. Brev. 6-II-1694. (43) Inocencio VI, Sermo de S. Thoma.
(42) Benedicto XIV, Lilt. in form. Brev., 21* (44) Beza-Bucerus.
VIII-1752.
33, 17-19 E n c íc l ic a “ / E t e r n i P a t r is ” 241

ciertam ente poco sabia y no sin detri­ dos suministréis copiosa y abundante­
m ento de las ciencias, hacer cosas nue­ m ente a la estudiosa juventud, los ríos
vas, que aum entar v perfecciona r con purísim os de sabiduría que m anan en
las nuevas las antiguas. Pues esta m úl­ continua y riquísim a vena del Angélico
tiple clase de doctrina, fundándose en Doctor.
la autoridad y arbitrio de cada uno de
18. Los que son esperanza de la Igle­
los maestros, tiene fundam ento varia­
sia. Los motivos que Nos im pulsan a
ble, y p.cUL£SlaJC&^^ querer esto con grande ardor son m u­
sofía firme, estable ni robusta como la
antigua, sino fluctuante y m ovediza, a chos. Prim eram ente, siendo costumbre
ía cual, si acaso sucede que se la halla en Nuestros días tempestuosos com batir
la fe con las m aquinaciones y las astu­
alguna vez insuficiente p a ra sufrir el
ím petu de los enemigos, sépase que la cias, de una falsa sabiduría, todos los
causa y culpa de esto reside en ella jóvenes, y en especial los que se educan
misma. para esperanza de la Iglesia, deben ser
alim entados por esto mismo con el po­
Y al decir esto no condenam os en
deroso y robusto alim ento de doctrina,
verdad a aquellos hom bres doctos e
para que, potentes con sus fuerzas y
ingeniosos que ponen su in d u stria y
equipados con suficiente arm am ento se
erudición y las riquezas de los nuevos
acostum bren a defender algún día
descubrim ientos al servicio de la filo­
fuerte y sabiamente la causa de la Re­
sofía; pues sabemos m uy bien que con
ligión, dispuestos siempre.. según los
esto recibe increm ento la ciencia. P ero consejos evangélicos, a satisfacer a todo
se ha de evitar diligentísimam ente no
el que pregunte la razón de aquella
hacer consistir en aquella industria y
erudición todo o _el principal ejercicio
esperanza que tenemosS* ^ ; (7 exhortar
de la filosofía. Del mismo modo se ha
con la sana doctrina y argüir a los que
contradicen^) d é lo s
de juzgar de la Sagrada Teología, la hom bres que, apartando su espíritu de
cual Nos agrada que sea ayudada e
la fe, aborrecen las enseñanzas católi­
ilustrada con los m últiples auxilios de cas, profesan que para ellos es sólo la
la erudición; £pero es de todo punto razón m aestra y guía. Y para sanar a
/necesario que sea tratad a según la gra­ éstos y volverlos a la fe católica, ade­
ve costum bre de los escolásticos, p ara más del auxilio sobrenatural de Dios,
que unidas en ella las fuerzas de la juzgamos que nada es más oportuno
revelación y de la razón continúe sien­ qu ejla sólida doctrina de los Padres y
do defensa invencible de la f e ^ \ de los escolásticios, los cuales dem ues­
tran con tan ta evidencia y energía los
17. Restauración. Con excelente firm ísim os fundam entos de la fe, su
acierto no pocos cultivadores de las divino origen, su infalible verdad, los
ciencias filosóficas intentaron en estos argum entos con que se prueban, los
últimos tiempos restau rar útilm ente la beneficios que ha prestado al género
filosofía, renovar la preclara doctrina hum ano y su perfecta arm onía con la
de T omás de A quino y devolverle su razón, cuando basta y aun sobra para
antiguo esplendor. doblegar los entendimientos, aun los
Hemos sabido, Venerables Herm anos, más opuestos y contrarios.
que m uchos de vuestro orden, con igual
deseo han entrado gallardam ente por 19. En bien de la sociedad civil y
esta vía con grande regocijo de Nuestro doméstica. La m ism a sociedad civil y
ánimo. A los cuales alabam os ardiente­ la doméstica, que se halla en el grave
mente y exhortam os a continuar con peligro que todos sabemos, a causa de
el plan comenzado; y a todos los de­ la peste dom inante de las perversas
m ás de entre vosotros en particular os opiniones, viviría ciertam ente más tra n ­
hacemos saber, que nada Nos es más quila y más segura, si en las Universida­
grato ni más apetecible que el que to-456 des y en las escuelas se enseñase doctri-
(45) Sixto V, Bula Triumphantis (1588). (47) Tito 1, 9.
(46) I Pedro 3, 15.
242 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1879) 33, 20-21

na en form a m ás sana y más conforme y auxilio da la filosofía católica a estas


con el m agisterio de la enseñanza de la
Iglesia, tal como la contienen los volú­ bio método.
menes de T omás de A quino . Todo lo re­ Acerca de lo que debe advertirse tam ­
lativo a la genuina noción de la libertad, bién que es grave in ju ria atrib u ir a la
que hoy degenera en licencia, al origen filosofía el ser contraría al increm ento
divino de toda autoridad, a las leyes y a y desarrollo de las ciencias naturales.
su fuerza al paternal y equitativo im ­ Pues cuando los escolásticos, siguiendo
perio de los príncipes supremos, a la el sentir de los Santos Padres, enseña­
obediencia a las potestades superiores, ron con frecuencia en la antropología,
a la m utua caridad entre todos; todo que la hum ana inteligencia solamente
lo que de estas cosas y otras del mismo por las cosas sensibles se eleva a cono­
tenor es enseñado por T omás, tiene una cer las cosas que carecían de cuerpo y
robustez grandísim a e invencible para de m ateria, naturalm ente que nada era
echar por tierra los principios del nue­ más útil al filósofo que investigar dili­
vo derecho, que, como todos saben, gentemente los arcanos de la naturaleza
son peligrosos p ara el tranquilo orden y ocuparse en el estudio de las cosas
de las cosas y p ara el público bienestar. físicas, m ucho y por m ucho tiempp.
Finalm ente, todas las ciencias hum anas Lo cual confirm aron con su conducta;
deben esperar aum ento y prom eterse pues S anto T omás, el bienaventurado
grande auxilio de esta restauración de Alberto el Grande , y otros príncipes
las ciencias filosóficas por Nos propi­ de los escolásticos no se consagraron
ciada. Pues, de la filosofía, como de a la contemplación de la filosofía de tal
ciencia reguladora, piden prestados el suerte que no pusiesen m ucho empeño
recto método y las sanas norm as todas en conocer las cosas naturales, y m u­
las verdaderas artes y ciencias; y de chos dichos y sentencias suyos en este
ella sacaron toda su fuerza, como de género de cosas los aprueban los m aes­
com ún fuente de vida. tros modernos, y confiesan estar con­
formes con la verdad.^dem ás, en Nues­
(20) Las ciencias físicas y la Filoso- tros mismos días muchos y m uy insig­
f í a j Una constante experiencia Nos de­ nes Doctores de las ciencias físicas ates­
m uestra que, cuando florecieron m a­ tiguan, clara y m anifiestam ente que,
yorm ente las artes liberales, perm ane­ entre las ciertas y aprobadas conclusio­
ció incólume el honor y el sabio juicio nes de la física más reciente y los p rin ­
de la filosofía, y que fueron descuida­ cipios filosóficos de la Escuelq. no exis­
das y casi olvidadas, cuando la filosofía te verdadera oposición.
se inclinó a los errores o se enredó en
inepcias!] P or lo cual, aun las ciencias 21. E xhortación final y conclusión.
físicas, que son hoy tan apreciadas y Nos, pues, m ientras manifestam os que
excitan singular adm iración con tantos recibiremos con buena voluntad y agra­
inventos, no recibirán perjuicio alguno decimiento todo lo que se haya dicho
con la restauración de la antigua filo­ sabiamente, todo lo útil que se haya
sofía, sino que, al contrario, recibirán inventado y excogitado por cualquiera,
grande auxilio. Pues p ara su fructuoso a vosotros todos, Venerables Hermanos,
e jercicio e incr emento, no solamente se con grave empeño exhortam os a que,
han de considerar los hechos y se ha para defensa y gloria de la fe católica,
de contem plar la naturaleza sino que l3Íen de la sociedad e increm ento de to ­
de los hechas se ha de subir más alto das las cienicas, renovéis y propaguéis
y se ha de tra b a ja r ingeniosamente am plísim am ente la áurea sabiduría
para conocer la esencia de las cosas de S anto T omás. Decimos la sabiduría
corpóreas, p ara investigar las leyes a de .SanjhxJZ omÁs, pues si hay alguna
que obedecen, y los principios de donde cosa tratada por los escolásticos con
proceden su orden y unidad en la va­ demasiada sutileza o enseñada inconsi­
riedad, y la m utua afinidad en la diver­ deradam ente; si hay algo menos con­
sidad. JiO E E IíT d lIo sq ja ^ ^ corde con las doctrinas manifiestas de
33, 22 E n c íc l ic a “ íE t e r n i P a t r i s ” 243

las últim as épocas, o finalm ente, no *a leer y escribir sin haberse hecho pro­
laudable de cualquier modo, de ninguna picio a Dios con sus ruegos, y el cual
m anera está en Nuestro ánim o propo­ confesó cándidam ente que todo lo que
nerlo p ara ser im itado en nuestra edad. sabía no lo había adquirido tanto con
P or lo demás, procuren los m aestros, su estudio y trabajo, sino que lo había
elegidos inteligentemente por vosotros, ^recibido divinamente y por lo mismo
Ín¿nu^E,^n.jQ^,ájnÍlRQ.^-de-...sus., d isctp m roguemos todos juntam ente a Dios con
los. la doctrina de T o m á s d e A q u i n o , v hum ilde y concorde súplica que d erra­
jjpngan en evidencia su solidez y exce­ me sobre todos los hijos de la Iglesia el
lencia sobre todas las dem ás. Las Uni­ espíritu de ciencia y de entendimiento
versidades fundadas por vosotros, o las y les abra el sentido para entender la
que habéis de fundar, ilustren y defien­ sabiduría. Y para percibir m ás abun­
dan la m ism a doctrina y la usen para la dantes frutos de la divina bondad, in­
refutación de los errores que circulan. terponed tam bién delante de Dios el
Mas p ara que no se tome la falsificada patrocinio eficacísimo de la Virgen Ma ­
doctrina por la verdadera, ni la co­ ría , que es llam ada sede de la sabi­
rrom pida por la genuina, cuidad de que duría, y a la vez tom ad por interceso­
la sabiduría de T o m á s se tome de las res al bienaventurado J o s é , purísim o
m ism as fuentes, o al menos de aquellos esposo de la Virgen María , y a los gran­
ríos que, según cierta y conocida opi­ des Apóstoles P edro y P ablo, que reno­
nión de hom bres sabios, han salido de varon con la verdad el universo mundo
la m ism a fuente v todavía corren ínte­ corrom pido por el inm undo cieno de
gros Y _ m i ; pero de los que se dicen los errores y le llenaron con la luz de
haber procedido de éstos y en realidad la celestial sabiduría.
crecieron con aguas ajenas y no salu­
dables, procurad ap a rta r los ánimos de 22. Epílogo. P or últim o, sostenidos
los jóvenes. con la esperanza del divino auxilio y
Muy bien conocemos que Nuestros confiados en vuestra diligencia pastoral,
propósitos serán de ningún valor si no os damos am antísim am ente en el Señor
favorece las comunes empresas, Vene­ a todos vosotros, Venerables Hermanos,
rables Herm anos, Aquel que en las di­ a todo el Clero y pueblo, a cada uno
vinas Letras es llam ado Dios de las cien­ de vosotros encomendado, la Apostólica
cias(48) en las que tam bién aprendem os Bendición, augurio de celestiales dones
que toda dádiva buena y todo don per­ y testim onio de Nuestra singular bene­
fecto viene de arriba, descendiendo del volencia.
Padre de las Zuces (4849L Y adem ás; si
alguno necesita de sabiduría, pida a Dado en Roma, en San Pedro a 4 de
Dios que da a todos abundantemente y agosto de 1879. En el año segundo de
no se apresure y se le dará U0)e Nuestro Pontificado.
¡ Tam bién en esto sigamos el ejemplo
[del Doctor Angélico, que nunca se puso LEON PAPA XIII

(48) I Reyes 2, 3. (50) Santiago L, 5.


(49) Santiago 1, 17.
3 4

ENCICLICA “ARCANUM DIVINA SAPIENTLE”(*>


( 10 - 11- 1880 )

SOBRE EL MATRIMONIO CRISTIANO


LEON PP . XI I I
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
En el orden natural. Pero aunque
In t r o d u c c ió n
esta divina restauración de que hemos
385 1. “Restauración de todas las cosas hablado, se refiere principal y directa­
en Cristo” : En el orden sobrenatural. mente a los hom bres constituidos en el
El secreto designio de la sabiduría di­ orden sobrenatural de la gracia, sus
vina que Jesucristo, Salvador de los precisos y saludables efectos trascen­
hom bres, había de realizar en la tierra, dieron tam bién al orden natural; por
tuvo por fin restau rar en El y por El lo cual, en todas las esferas de éste,
al m undo que venía como decayendo recibió la sociedad en general y cada
de vejez. Lo cual significó P a b l o Após­ uno de sus individuos en particular,
tol en brillante y sublime frase, cuando notable perfeccionamiento. Pues, una
escribía a los Efesios: El Sacramento vez establecido el orden cristiano de las
de su voluntad... restaurar en Cristo cosas, todas y cada uno de los hombres
todas las cosas que son en el cielo y en pudieron aprender y acostum brarse a
la tierra(1>. En verdad, cuando Cristo descansar en la paternal providencia de
Nuestro Señor determ inó cum plir el Dios, y alim entar la esperanza, que no
m andato que le im puso el Padre, com u­ confunde, de los celestiales auxilios;
nicó en seguida a todas las cosas nueva con los que se consiguen la fortaleza,
form a y fisonomía, despojándolas de la la m oderación, la constancia, la tra n ­
antigua. Porque curó las heridas p ro ­ quilidad de espíritu y otras m uchas
ducidas por el prim er padre del género virtudes excelentes y se ejecutan accio­
hum ano, restituyó a todos los hombres, nes insignes.
que por naturaleza eran hijos de la ira, En particular en la sociedad domés­
a la am istad de Dios: atrajo a la luz tica. E n cuanto a la sociedad dom ésti­
de la verdad a los que estaban oprim i­ ca y civil, es de adm irar cuánto aum en­
dos por antiguos errores; renovó en tó su dignidad, su firm eza y honestidad.
toda virtud a los que se hallaban su­ Se hizo más justa y respetable la auto­
midos en la m ayor im pureza; y a los ridad de los Príncipes; más fácil y
así restituidos a la herencia de la feli­ pronta la obediencia de los pueblos,
cidad sem piterna dio esperanza cierta más estrecha la unión de los ciudada­
de que su propio cuerpo, m ortal y ca­ nos; más seguro el derecho de propie­
duco, había de p articipar algún día de dad. A todas las instituciones que se
la inm ortalidad y gloria celestial. Y consideran útiles en la sociedad civil,
p ara que tan singulares beneficios al­ h a favorecido y provisto la Religión
canzasen a los hom bres de todos los cristiana; de tal m anera que, según S an
tiempos, constituyó la Iglesia vicaria A g u s t í n , no hubiera podido facilitar en
386 de su misión, proveyendo a lo futuro, m ayor grado la bienandanza y comodi­
la m andó ordenar lo que estuviese per­ dades de la vida m ortal, si únicam ente
turbado, y restablecer lo que se hallase para producirlas y aum entarlas hubiese
derruido en la sociedad hum ana. nacido.
(*) ASS 12 (1878/79) 385-402. En algunos países, especialmente en Francia se agitaba el pro­
blema de divorcio, ya el Código de Napoleón, en casos muy calificados, lo había autorizado. El
ministro Naquet presentó el 16 de junio de 1876 un proyecto de ley al Parlamento francés en que se
autorizaba el divorcio. León XIII tanto en su primera Encíclica Inscrutabili 21-IV-1878, como sobre
todo en la presente Encícl. Arcanum deseó, sin duda, impedir el desencadenamiento de una mayor
desgracia social y familiar para Francia. No lo logró; la ley francesa del divorcio fue aprobada el
8-V-1884, arrastrando tras sí a otros países. En documentos menores León XIII volvió más tarde sobre
el tema del matrimonio. Ver, Epístola II divisamento, 8-II-1893 (Acta Leonis XIII, t. 13, 36-38); Epist.
Quam religiose, a los obispos del Perú, 16-VIII-1898 (Acta Leonis XIII, t. 18, 140); Alocución a los
Cardenales. 23-XII-1901 (Acta Leonis XIII, t. 21, 108) a propósito de las leyes matrimoniales de Italia.
(Véase la ‘"Introducción” , pág. 212). — Los números marginales son las páginas del texto original
en ASS vol. 12. (P. H.). (1) Efes. 1, 9-10.
— 244 —
34, 2-3 E n c íc l ic a “A rcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 245

Mas no Nos proponem os ahora tra ta r aventajada, empezó insensiblemente a


de cada uno de estos bienes, sino sola­ corrom perse y a desaparecer entre los
m ente de la sociedad doméstica, cuyo gentiles; y aun entre los mismos he­
principio y fundam ento es el matri­ breos pareció como nublada y oscure­
monio. cida. Pues prevaleció entre éstos la
costum bre general de que a cada varón
L El matrimonio, principio y base fuese lícito tener más de una m ujer;
de la familia y más tarde, cuando por la dureza de
2. El origen y la u nidad del m atri­ su corazón^ les concedió benignam en­
m onio. Nadie ignora, V enerables H er­ te M o isé s la facultad de repudiar, se
manos, cuál sea el verdadero origen del abrió la puerta al divorcio. En cuanto
m atrim onio. Pues aunque los detracto­ a la sociedad pagana, apenas parece
res de la fe cristiana pretendan desco­ creíble hasta qué punto degeneraron y
nocer la doctrina constante de la Iglesia se corrom pieron las nupcias; como que
sobre este punto, y hayan procurado estaban expuestas a las corrientes de
desde m uy antiguo b o rrar la tradición los errores de cada pueblo y a livian­
de todos los pueblos y de todos los si­ dades torpísim as. Todas las naciones,
glos, no pudieron sin em bargo extin­ más o menos, parecieron olvidar la ver­
guir ni debilitar la fuerza y la luz de la dadera noción y origen del m atrim onio,
verdad. Recordamos cosas de todos sa­ a causa de ello, con el tiempo, hacían
bidas y de que nadie duda: después leyes m atrim oniales que parecían dadas
que Dios form ó al hom bre del polvo en favor de la república, m as no como
de la tierra en el sexto día de la crea­ las exigía la naturaleza de las cosas. So­
ción, e infundió en su rostro el soplo lemnes ritos inventados al arbitrio de
de la vida, quiso darle com pañera, a la los legisladores, hacían que las m ujeres
cual sacó del costado del mismo varón llevasen el honesto nom bre de esposa, o
m ientras dorm ía. Con lo cual quiso el torpe de concubina; y aun llegó a de­
el providentísim o Dios, que aquellos term inarse por autoridad de los jefes de
dos cónyuges fuesen el principio n atu ­ la república a quienes fuese, o no, per­
ral de todos los hom bres, del cual se mitido contraer m atrim onio; estando
propagase el género hum ano, y por m uchas veces las leyes en contradición
continuas procreaciones se conservase con la equidad y la justicia. Además,
siem pre. la poligamia, la poliandia y el divorcio,
Y esto lo vemos declarado y abier­ fueron causa de que el vínculo nupcial
tam ente confirm ado en el Evangelio se relajase hasta el extremo.
por la divina auto rid ad de Jesucristo, Excesos del hom bre; la m ujer, escla­
quien atestiguó a los judíos y a los va; los hijos, sojuzgados. Hubo tam ­
Apóstoles, que el m atrim onio, por su bién una gran perturbación en los de­
m ism a institución, no puede verificarse rechos y obligaciones m utuos de los
sino entre dos individuos solamente, o cónyuges, toda vez que el varón adqui­
sea entre varón y m ujer; que de los dos ría el dominio de la m ujer, y se sepa­
viene a hacerse como u n a sola carne; raba de ella m uchas veces sin causa al­
y que el vínculo conyugal está tan ín ti­ guna razonable; m ientras que a él, pre­
m a y estrecham ente enlazado por dis­ cipitado en una sensualidad indóm i­
posición de Dios, que nadie entre los ta y desenfrenada, le eran im punem ente
hom bres puede desatarlo o rom perlo. perm itido discurrir por entre lupanares
Se juntará (el hombre) a su mujer, y y siervos, como si de la dignidad, y no
serán dos en una carne. Así que ya de la voluntad dependiese la culpad.
no son dos, sino una carne. Por tanto, Desbordado el libertinaje del m arido,
lo que Dios juntó, el hombre no lo nada había m ás miserable que la m u­
separ e ^ . jer, sum ida en tanta degradación, que
se consideraba así como un m ero ins­
3. Esposas y concubinas. Pero esta trum ento adquirido para satisfacer la
form a del m atrim onio, tan excelente y 23 pasión o engendrar prole. Ni se tuvo
(2) Mat. 19, 5-6. (4) S. Jerónimo, obras, tom. I, col. 455.
(3) Mat. 19, 8.
246 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 34, 4

por vergonzoso com prar y vender, co­ que la autoridad divina decretó y esta­
mo si fuesen cosas corporales*5), a las bleció acerca del m atrim onio, lo tras­
que habían de casarse, dándose a ve­ m itieron por escrito y más clara y dis­
ces al padre y al m arido la facultad tintam ente a la posteridad los Apósto­
de castigar con la últim a pena a líi les, m ensajeros de las divinas ordenan­
esposa. La fam ilia nacida de tales ma-, zas. Ahora bien: como emanado del
538 trim onios, necesariam ente había de es­ magisterio apostólico, ha de tenerse to­
tar, o sojuzgada por el Estado, o cons­ do aquello que Nuestros Santos Padres,
tituida en propiedad del padre de fa­ los Concilios y la tradición de la Iglesia
milia*6*), a quien las leyes habían inves­ universal ha enseñado siempre*9), a
tido tam bién de la facultad, no sólo de saber, que Cristo Nuestro Señor elevó
ajustar y disponer a su arbitrio las el m atrim onio a la dignidad de Sacra­
bodas de sus hijos, sino tam bién de mento; que al mismo tiempo hizo que
ejercer sobre ellos la b árbara potestad los cónyuges, ayudados y fortalecidos
de vida y m uerte. por la gracia celestial que los m éritos
de Aquel consiguieron, alcanzasen la
4. Jesucristo restaura el matrimonio. santidad en el mismo m atrim onio; y
Pero a tantos vicios y tan grandes igno­ que por medio de éste, adm irablem ente
m inias como afeaban el m atrim onio, dispuesto a semejanza de su mística
buscóse al fin, por disposición divina, unión con la Iglesia*10*), perfeccionó
la enm ienda y la m edicina; supuesto el am or natural y robusteció con^el
que Jesucristo, restaurador de la hum a­ vínculo de la caridad divina la unión
na dignidad y perfeccionador de las de suyo indisoluble, entre el m arido y
leyes mosaicas, aplicó oportuno y aca­ la m ujer. Vosotros, maridos, dice S a n
bado remedio. Porque ennobleció con P a b l o a los Efesios, amad a vuestras
su presencia de las bodas de C a n á que mujeres como Cristo amó también a la
hizo m em orables con el primero de sus Iglesia, y se entregó a sí mismo por
milagros^ ; por lo cual, ya desde aquel ella, para santificarla... Los maridos
momento adquirió el m atrim onio el deben amar a sus mujeres como a sus
principio de u na nueva santidad. Des­ propios cuerpos... porque nadie aborre­
pués lo restituyó a la nobleza de su ció jamás su carne; antes la mantiene
prim itivo origen, ya reprobando las cos­ y abriga, así como también Cristo a la
tum bre de los hebreos, que abusaban Iglesia; porque somos miembros de su
de la pluralidad de m ujeres y de la cuerpo, de su carne y de sus huesos.
facultad de repudiar, ya principalm en­ Por esto dejerá el hombre a su padre
te ordenando que nadie osara a di­ y a su madre, y se allegará a su mujer; ss9
solver lo que Dios había unido con y serán dos en una carne. Este Sacra­
vínculo perpetuo. P or cuyo motivo, mento es grande; más yo digo en Cristo,
después de responder a las objeciones y en la Iglesia*n ). Igualm ente sabemos
deducidas de la ley mosaica, revistió­ por enseñanza de los Apóstoles, que
se de la autoridad de suprem o legis­ Cristo santificó e hizo inviolable la u n i­
lador y estableció lo siguiente acerca del dad e indisolubilidad propias del m atri­
m atrim onio: Dígoos que todo aquel que monio en su prim itivo origen. A aque­
repudiare a su mujer, a no ser por llos que están unidos en matrimonio,
causa de fornicación, y tomare otra, dice el mismo S a n P a b l o , mando no
comete adulterio; y el que se casare yo, sino el Señor que la mujer no se
con la que otro repudió, comete adul­ separe del marido; y si se separare, que
terio ^. se quede sin casar, o que haga paz con
su marido*12). Y tam bién: La mujer
5. Los Apóstoles, Padres y Concilios está atada a su ley mientras vive su
sobre el matrimonio. Mas todo aquello marido; pero si muriese su marido,
(5) Arnobio, Disputat. adv. Gent. 4. Coll. Conc. 33, col. 150-B); Denz-Umb. n. 970.
(6) Dionisio Halicarn., lib. II, col. 26. 27. (10) Conc. de Trento, sesión 24, cap. I de re-
(7) Juan 2, 11. form. matr. (Mansi 33, col. 152): ver Efes. 5, 32.
(8) Mat. 19, 9. (11) Efes. 5, 25 ss.
(9) Conc. de Tiento, sesión 24 al pr. (Mansi (12) I Corint. 7, 10-11.
34, 6 E n c íc l ic a “A rcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 247

queda lib r e é . Pues por estas causas del Señor(19K Por donde se ve que no
fue el m atrim onio gran Sacramento son pocos ni leves los deberes de los
y honesto para todos^131415167\ piadoso, casto esposos; pero por la virtud que em ana
y digno de veneración, por ser la im a­ de este Sacramento, les son, no sólo
gen y representación de altísimos m is­ llevaderos, sino tam bién agradables.
terios.
D eberes del cónyuge. Y no concluye 6. La Iglesia y el derecho m atrim o­
en esto su excelencia y perfección cris­ nial. H abiendo, pues, Jesucristo ad o r­
tianas. Pues, en primer lugar, se asignó nado de tal y tan grande excelencia al
a la unión m atrim onial un fin m ucho m atrim onio, encomendó su régimen a
m ás noble y elevado que el que antes la Iglesia, la cual, en todo tiempo y
se le atribuyera; pues quedó establecido lugar, ejerció sus atribuciones sobre el
que se dirigiera, no sólo a propagar el m atrim onio de los cristianos, de tal
género hum ano, sino a engendrar la m anera que aparecen aquéllas como
prole de la Iglesia con ciudadanos de propias suyas, no obtenidas por con­
los santos y domésticos de Dios(16); cesión de los hombres, sino recibidas
esto es, para que se formase y educase de Dios, por voluntad de su Fundador.
el pueblo en la Religión y el culto del Ahora bien; no hay p ara qué demos­
verdadero Dios, y Salvador Nuestro Je­ tra r con cuántos y cuán vigilantes cui­
sucristo(17). En segundo lugar, queda­ dados ha procurado conservar la santi­
ron definidos los deberes, y señalados dad del m atrim onio, para que no su­
todos los derechos de cada uno de los friese menoscabo su firmeza, pues son
cónyuges. Es, a saber, que se hallen de todos bien conocidos. Y en verdad,
éstos siempre persuadidos del grande sabemos que el concilio de Jerusalén re­
am or, fidelidad constante y solícitos y probó el am or disoluto y licencioso (20>;
continuos cuidados que se deben m u­ vemos a un ciudadano de Corinto con­
tuam ente. El m arido es el jefe de la denado como incestuoso por la autori­
familia, y cabeza de la m ujer, la cual, dad de S a n P a b l o (21\ y rechazados con
sin embargo, por ser carne de la carne la m ism a fuerza m uchos adversarios
y hueso de los huesos de aquél, se su­ del m atrim onio cristiano, a saber: los
jete y obedezca al m arido, no a m anera gnósticos, maniqueos y montañistas, en
de esclava, sino como com pañera; de los prim eros tiempos de la Iglesia, y
suerte que su obediencia sea digna al en Nuestros días, los mormones, sansi-
par que honrosa. Y tanto en el que monianos, falansteríanos y comunistas.
m anda como en la que obedece, como Quedó asimismo constituido un mismo
quiera que representan el uno a Cristo derecho m atrim onial para todos, aboli­
y la otra a la Iglesia, sea el am or divi­ das las antiguas diferencias (22> entre
no el constante regulador de sus obliga­ esclavos y libres, se igualaron los de­
ciones. Porque el marido es cabeza de rechos del m arido y de la m ujer; pues,
la mujer, como Cristo es cabeza de la como decía S a n J e r ó n i m o (23> entre nos­
Iglesia... Y así como la Iglesia está so­ otros no es lícito a los maridos lo que
metida a Cristo, así lo estén las mujeres no está permitido a las mujeres, y no
a sus maridos en fodo(18). E n cuanto a hacemos de condición desemejante obli­
los hijos, deben someterse y obedecer gaciones que reputamos iguales; y esos
a sus padres y honrarlos por motivos mismos derechos quedaron sólidamente
de conciencia; y éstos a su vez consa­ afianzados por la correspondencia en
g rar todos sus pensam ientos y cuidados el am or y los servicios m utuos.
a la defensa y educación de aquéllos en
la virtud. Vosotros, padres... educadlos R estauró la com pleta dignidad. Fue
(los hijos) en la disciplina y corrección am parada la dignidad de la m ujer; se
(13) I Corint. 7, 39. (18) Efes. 5, 23-24.
(14) Efes. 5, 32. (19) Efes. 6, 4.
(20) Act. 15, 29.
(15) Hebreos 13, 4. (21) I Corint. 5, 5.
(16) Efes. 2, 19. (22) Cap. I, de coniug. serv.
(17) Catecismo Román, cap. 8 (23) S. Jerónimo, Opera t. I, col. 455.
248 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 84, 7-8

prohibió al m arido castigar con m uerte cer; y trab ajan con todas sus fuerzas
a la ad ú ltera(24\ y faltar im púdica y para que no solamente los individuos,
deshonestam ente a la fe jurada. Y lo sino tam bién las fam ilias y la sociedad
que tam bién es m uy im portante: lim i­ entera, desprecien soberbiamente el im ­
tó la Iglesia hasta un punto conve­ perio de Dios. Conocen perfectam ente
niente la potestad de los padres de fa­ que la fuente y el origen de la fam ilia
milia, p ara que no pudiesen am enguar y de la sociedad, es el m atrim onio, y
la justa libertad de sus hijos o hijas por esto mismo no pueden sufrir que
que quisieran casarse^2425); decretó la esté sujeto a la jurisdicción de la Igle­
nulidad del m atrim onio entre consan­ sia; por el contrario, se em peñan en
guíneos (26> y afines dentro de ciertos desnudarlo de toda santidad y colocarlo
grados, p ara que el sobrenatural am or en el núm ero de aquellas cosas que fue­
de los cónyuges se difundiese por más ron instituidas por los hom bres y son
espacioso campo; procuró cuanto pudo, adm inistradas y regidas por el derecho
desterrar de las nupcias el error, la civil de los pueblos.
fuerza y el engaño<27\ y quiso m ante­ El matrimonio civil. N ecesariam ente
ner sana y salva la castidad del tálamo,
había de seguirse de esto, el que diesen
la seguridad de las personas(28>, el de­ a los príncipes seculares un derecho
coro m atrim onial(29^ y la integridad de completo en los m atrim onios, quitán­
la fe (3°). E n fin, fortaleció con tal vigor doselo totalm ente a la Iglesia, la cual,
y con tan próvidas leyes esta divina si alguna vez ha ejercido su potestad
institución, que nadie que de im parcial en la m ateria, ha sido según ellos, o
se precie, puede menos de conocer que por condescendencia de los príncipes, o
también, bajo el punto de vista del m a­ indebidam ente; pero ya es tiempo, di­
trim onio, es la m ejor custodia y defen­ cen, de que los que gobiernan la rep ú ­
sora del linaje hum ano la Iglesia, cuya blica, vindiquen varonilm ente sus dere­
sabiduría salió triunfante de la malicia chos, comenzando a intervenir, según
de los tiempos de la injusticia de los su arbitrio, en todo cuanto diga rela­
hom bres y de las continuas vicisitudes ción al m atrim onio. De aquí han nacido
de la cosa pública. los crue vulgarm ente se llam an matri­
monios civiles; de aquí las leyes consa­
II. Errores acerca del matrimonio bidas sobre las causas que im piden el
7. Falsas doctrinas. No faltan, sin m atrim onio; de aquí las sentencias ju ­
embargo, hom bres que, ayudados por diciales sobre contratos conyugales vá­
el enemigo de las alm as se em peñan en lidos o viciosos. Finalm ente, con tanto
repudiar y desconocer totalm ente la estudio ha sido quitada toda facultad
renovación y perfección del m atrim o­ a la Iglesia católica p ara determ inar
nio, así como desprecian ingratam ente sobre el m atrim onio, que ya no se tiene
los demás beneficios de la redención. en cuenta ni su potestad divina, ni las
Pecado fue de algunos antiguos el h a ­ leyes previsoras con las cuales tanto
ber sido enemigos del m atrim onio en tiempo ha vivido la sociedad, a la cual,
algunas de sus partes; pero m ucho más juntam ente con la sabiduría cristiana,
perniciosam ente pecan en Nuestro tiem ­ llegó la luz de la civilización.
po los que tra ta n de echar por tierra
su naturaleza y destruirlo en todas y 8. El carácter sagrado. Em pero los
cada una de sus partes. Y la causa de naturalistas, y todos aquellos que más
esto es, que im buidos en las opiniones se glorían de inclinarse ante el pueblo,
de la falsa filosofía y en las costum ­ y que se em peñan en sem brar en él la
bres corrom pidas de algunos, nada lle­ m ala doctrina, no pueden evitar la nota
van tan a m al como sujetarse y obede­ de falsedad. Teniendo el m atrim onio a
(24) Canon Interfectares y Canon Admonere, sal. et matrim.
cuestión 2. (28) Cap. 1 de Convers. infid., cap. 5 y 6 de
(25) Cap. 30 quíest. 3, cap. 3 de cognat. spiri- eo qui duxit in matrim.
tuali. (29) Cap. 3, 5 y 8 de sponsal. ct matrim.; Conc.
(26) Cap. 8 de consanguin. et affinit.; c. 1 de de Trento, sesión [34] 24, cap: 3 de reform.
cogn. legali. matrim. (Mansi, coll. conc. 33, col. 151).
(27) Cap. 26, de sponsal., cap. 13, 15. 29 de spon- (30) Cap. 7 de divort.
34, 9 E n c íc l ic a “A rcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 249

Dios por autor, y habiendo sido desde refiere clarísim am ente cómo la Iglesia
el principio som bra y figura de la en­ ejerció libre y constantem ente la potes­
carnación del Verbo divino, por esto tad legislativa y judicial de que veni­
mismo tiene un carácter sagrado, no mos hablando, aun en aquellos tiempos
accidental, sino ingénito, no recibido en que inepta y ridiculam ente se finge
de los hom bres, sino im preso por la que obraba por connivencia y con­
m ism a naturaleza. P or esto Nuestros sentimiento de los príncipes seculares.
¿Puede darse absurdo más increíble,
predecesores I n o c e n c i o I I I (31) y H o n o ­
r io III<32>, no injusta ni tem erariam en­ que el que Jesucristo, Nuestro Señor,
te pudieron afirm ar que el Sacramento hubiese condenado la inveterada cos­
del matrimonio existe entre fieles e tum bre de la poligamia y del repudio
infieles. Esto mismo atestiguan los con una potestad delegada a El por el
m onum entos de la antigüedad, los usos procurador de la justicia o por el p rín ­
y costum bres de los pueblos que más cipe de los judíos? ¿Es creíble, ni aun
se aproxim aron a las leyes de la hum a­ verosímil, que S a n P a b l o Apóstol h u ­
nidad y tuvieron m ás conocimiento del biese declarado ilícitos los divorcios y
derecho y de la equidad: por la opinión nupcias incestuosas, m ediante el con­
de éstos consta que cuando trataban sentimiento o m andato de T i b e r io , C a -
del m atrim onio, no sabían prescindir l íg u l a y N e r ó n ?
de la religión y santidad que le son p ro ­ El poder inalterable de la Iglesia. Ni
pias. P o r esta causa, las bodas se cele­ cabe en la m ente de ningún hom bre
braban entre ellos con las cerem onias juicioso, que la Iglesia hubiese prom ul­
propias de su religión, m ediando la gado leyes acerca de la santidad y soli­
autoridad de sus pontífices y el m inis­ dez del m atrim onio(33) sobre bodas en­
terio de sus sacerdotes. ¡Tanta fuerza tre esclavos y libres(34), im petrando
ejercía en esos ánimos, privados por p ara ello la facultad de los em perado­
otra parte de la revelación sobrenatu­ res rom anos, enemigos acérrim os del
ral, la m em oria del origen del m atri­ nom bre cristiano, y quienes no tenían
monio y la conciencia universal del gé­ otros deseos que acabar, por medio de
nero hum ano! Siendo, pues, el m atri­ la fuerza y de la muerte, con la Religión
monio por su propia naturaleza, y por cristiana en su m isma cuna; m ucho
su esencia, una cosa sagrada, natural más cuando aquel derecho, em anado de
es que las leyes por las cuales debe la Iglesia, disentía del derecho civil en
regirse y ordenarse, sean puestas por tales términos, que I g n a c io M ártir(35),
la divina autoridad de la Iglesia, que J u s t i n o ^36), A t h e n á g o r a s (37> y T e r t u ­
sola tiene el m agisterio de las cosas l ia n o (38>, condenaban, por injustas y
sagradas, y no por el im perio de los adulterinas, las bodas, a las cuales, sin
príncipes seculares. embargo, favorecían las leyes im peria­
9. La dignidad sacramental. Además, les. Después que el poder vino a p arar
hemos de considerar la dignidad del en los em peradores cristianos, los Su­
Sacram ento que caracteriza el m atri­ mos Pontífices y los Obispos, congre­
monio cristiano, y que lo ennoblece y gados en Concilios, continuaron con la
eleva a grandísim a altura. D eterm inar m ism a libertad y con entera conciencia
y m andar lo que al Sacram ento perte­ de su derecho, m andando o prohibien­
nece, de tal modo es propio de la Igle­ do lo que creyeron del caso y oportuno
sia por la vonluntad de Cristo, que es en aquellos tiempos, sin tener en cuen­
totalm ente absurdo querer hacer p a r­ ta que discrepase o no de las legisla­
ticipantes a los gobernantes de la cosa ciones civiles.
pública. Finalm ente, gran peso y m u­ Testimonios históricos. Nadie ignora
cha fuerza tiene la historia, que Nos las constituciones y leyes que se dieron
(31) Cap. 8 de divort. (36) S. Justino, Apolog. prima n. 15 (Migne PG.
(32) Cap. 11 de transad. 6, col. 350).
(33) Can. Apost. 16. 17. 18. (37) Atenágoras, Legatio pro christian., ns. 32 y
($4) Philosoph. Oxon. (1851). 33 (Migne PG. 6, coi. 894 y 966).
(35) S. Ignado m., Epist. ad Polvcarp., cap. 5 (38) Tertuliano, De coron. milit., cap. 13.
(Migne PG. 5, col. 723). (Migne PL. 2, col. 116-B).
250 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 34. 10

por los Concilios lliberitano^°\ Arela- dero y legítimo contrato sin ser por el
tense(394041\ Calcedonense(41>, Mileuitano mismo hecho Sacramento. Jesucristo
II(42>, y por otros sobre impedimentos Nuestro Señor elevó el m atrim onio
de vínculo conyugal, voto, disparidad a la dignidad de Sacramento, y el
de culto, de consanguinidad, de crimen, m atrim onio es el mismo contrato, si
de pública honestidad; decretos y cons­ por ventura ha sido legítimamente ce­
tituciones que distaban m ucho de estar lebrado. Añádase a esto que el m atri­
conform es con las leyes del imperio. Y monio es Sacramento por lo mismo que
lejos de que los príncipes seculares se es señal sagrada que causa la gracia, y
atribuyeran potestad alguna sobre los que es la imagen de las místicas bodas
m atrim onios cristianos, lo que hicieron de Cristo con la Iglesia, cuya form a y
fue reconocer y declarar que toda la figura claram ente expresa el vínculo de
potestad acerca de ellos corresponde de estrecha unión, con el cual se unen
derecho a la Iglesia. Efectivamente, entre sí el hom bre y la m ujer, y que
H o n o r i o , T e o d o s i o el joven, J u s t i n i a - no es otra cosa que el mismo m atrim o­
n o (43>, no dudaron en confesar, que en nio. Consta, pues, que, entre cristianos,
cuanto decía relación a los m atrim o­ todo m atrim onio legítimo es en sí y por
nios, no les era ilícito ser otra cosa que sí Sacramento, y que nada está más
custodios y defensores de los sagra­ distante de la verdad que llam ar al
dos cánones. Y si prom ulgaron algunos Sacramento, cierto ornato del m atri­
edictos acerca de im pedim entos m atri­ monio, o cierta propiedad extrínseca
moniales, dijeron paladinam ente que que, al arbitrio de los hombres, pueda
lo habían hecho con permiso y autori­ separarse del contrato. Por lo cual de­
dad de la Iglesia (44^, cuyo juicio acos­ bemos confesar que, ni por la razón,
tum braron a inquirir y reverenciar en ni por la historia de los tiempos, puede
las controversias acerca dp la honesti­ probarse que la potestad acerca de los
dad de los nacim ientos sobre di m atrim onios cristianos haya pasado a
vorcios^46), y finalm ente, sobre todo lo los príncipes seculares. Y si en esta
que en cualquier form a tuviese relación m ateria ha sido violado el derecho aje­
con el vínculo conyugal(47). Así, pues, no, nadie podrá con verdad decir que
con indisputable razón definió el Con­ h a sido violado por la Iglesia-
cilio Tridentino, que la Iglesia tiene Consecuencias funestas de la p ro ­
potestad de establecer impedimentos fanación. ¡Ojalá que los oráculos de
dirimentes, y que las causas matri­ los naturalistas, así como están llenos
moniales pertenecen a los jueces ecle­ de falsedad y de injusticias, no fuesen
siásticos <49). tam bién m anantial fecundo de desdi­
10. E rro r de los regalistas. - Contrato chas y calamidades! Muy fácil es com ­
m atrim onial, disociado del sacram ento. prender cuántos daños ha causado la
Ni prueba nada que contra la famosa profanación del m atrim onio, y cuántos
distinción de los regalistas, con la cual ha de causar en adelante a la sociedad.
disocian el contrato m atrim onial del Es un principio, una ley cierta, que lo
Sacram ento, a fin de entregar el con­ instituido por Dios y la naturaleza es
trato en m ano de los gobiernos civiles, tanto más útil y saludable para nos­
reservando el Sacram ento para la Igle­ otros, cuanto más íntegro e inm utable
sia; pero de ningún modo puede adm i­ se conserva en su estado primitivo, una
tirse esta distinción, m ejor dicho, dis­ vez que el Creador de todas las cosas,
gregación; siendo cosa averiguada que Dios, conoce perfectam ente qué es lo
en el m atrim onio cristiano no puede que conviene a la institución y conser­
separarse el contrato del Sacramento, vación de cada una de ellas; y de tal
y que por lo mismo no existe verda­ modo las ordenó, que todas ellas produ-
(39) De Aguirre, Conc. Hispan, t. I nrs. 13. 15. 1835).
16. 17. (45) Cap. 3 de ordin. cognat.
(40) Harduin, Act. conc. t. I, can. 11. (46) Cap. 8 de diuort.
(41) Harduin, Act. conc. t. I, can. 16; De Amú­ (47) Cap. 13 qui filii sint legit.
rre, Conc. Hisp. t. I., can. 16. (48) Conc. de Trento, sesión 21, can. 1 (Marisi
(42) Harduin, Act. conc. t. I, can. 17; De Agui- Coll. Conc. 33, col. 150-E).
rre, Conc. Hisp. t. I, can. 17. (49) Conc. de Trent. ses. 21, cns. 4 y 12 (Man-'
(43) Novel. 137. si 33, col. 151-E); Denz-Umb., nrs. 974 y 982.
(44) Fejer, Matrim. ex instit. Christ. (Pcst.
34, 1 M 3 E n c íc l ic a “A rcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 251

een los efectos convenientes. Pero si la la sociedad ciudadanos probos, que,


tem eridad o m alicia de los hom bres se acostum brados a am ar y reverenciar a
em peña en pertu rb ar el orden sabia­ Dios, tengan por deber el obedecer a
m ente constituido, entonces sucede que los que m andan legítimamente; am ar
las cosas m ás útiles, o comienzan a ser a todos y no hacer daño a nadie.
dañosas, o dejan de ser provechosas, Estos frutos tan grandes y preciados,
bien porque pierdan con la m udanza produjo el m atrim onio m ientras con­
la eficacia de ayudar, o bien porque servó sus cualidades de santidad, uni­
Dios quieia castigar de ese modo la dad y perpetuidad, de las cuales recibe
soberbia y audacia de los m ortales. Y toda su fructuosa y saludable eficacia,
es indudable que los que niegan que el y no debe dudarse que seguiría dando
m atrim onio sea sagrado y lo ponen, iguales frutos, si siempre y en todas
despojado de su santidad, entre las co­ partes se hubiese dejado a la autoridad
sas profanas, ésos pervierten el fun d a­ y cuidado de la Iglesia, que es su m ejor
m ento de la naturaleza y se oponen a y m ás fiel custodio.
los designios de la Divina Providencia,
destruyendo en cuanto pueden lo insti­ 12. Los m ales del laicism o. Mas p o r­
tuido. No debe, pues, adm irarse nadie, que el capricho de los hombres, quiso
si de estos ensayos insensatos e impíos sustituir por el derecho hum ano el de­
nacen un sinnúm ero de males, pues recho natural y divino, no sólo empezó
nada hay más pernicioso a la salud de a borrarse la elevadísima idea del m a­
las alm as y al bienestar de la república. trim onio que la naturaleza había im ­
preso y registrado en el corazón de los
Beneficios sociales. Si se considera hombres, sino que tam bién en los m is­
qué fin ha tenido la institución divina mos m atrim onios de cristianos, por los
de los m atrim onios, se verá claram ente vicios de los hombres, se ha debilitado
que Dios ha querido poner en ellos las m ucho aquella fuerza, m adre de gran­
fuentes copiosas de la utilidad y salud des bienes. ¿Qué bienes pueden, pue«,
pública. esperarse de los m atrim onios que em ­
piezan desterrando a la Religión cris­
11. La felicidad. E n verdad, adem ás tiana, que es m adre de todos los bienes,
de ser el m atrim onio el medio apto para fuerza para llegar a las m ayores v irtu ­
la propagación del género hum ano, con­ des, y que excita e impele los ánimos
tribuye eficazmente a hacer dichosa y a todo género de acciones nobles y ge­
feliz la vida de los cónyuges, y esto por nerosas? Desechada y ahuyentada la
m uchas razones, a saber: por la m utua Religión, es inevitable que los m atrim o­
ayuda en rem ediar sus necesidades, por nios caigan otra vez en la servidum bre
el am or constante y fiel, por la com u­ de la corrom pida naturaleza hum ana y
nidad de todos los bienes y por la gra­ de las peores y m ás dom inantes pasio­
cia celestial que nace del Sacramento. nes, quedándoles sólo la protección de
Del mismo modo es un medio eficací­ la honestidad natural.
simo p ara la felicidad de las familias,
porque los m atrim onios, cuando son 13. M últiples males. - El divorcio.
conformes a la naturaleza y concuer- De esta fuente han brotado múltiples
dan con los designios de Dios, pueden males, que no sólo han influido en el
indudablem ente confirm ar la paz entre hogar de las familias, sino tam bién en
los parientes, m arcar la buena educa­ las sociedades. Pues perdido el saluda­
ción de los hijos, m oderar la patria ble tem or de Dios, y olvidado el cum ­
potestad teniendo a la vista el ejemplo plimiento de los deberes, que en nin­
de la potestad divina, hacer a los hijos guna parte ha sido nunca tan recom en­
obedientes a los padres, y a los criados dado como en la Religión cristiana, su­
sumisos a los señores. cede lo que inevitablemente debe suce­
der, que apenas parecen soportables las
Otros frutos. De esta clase de m a tri­ cargas y las obligaciones del m atrim o­
monios puede con derecho esperar nio, y que muchos quieren librarse de
252 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 34, 14

un vínculo que creen los une tan sólo ridos, cuando éstos hayan satisfecho
por su voluntad y por derecho hum ano, sus torpes deseos. Y porque, para per­
apenas aparecen la discordia o la fe der las fam ilias y destruir las fuerzas
violada por el otro cónyuge, el m utuo de un reino, nada sirve tanto como la
consentim iento u otras m uchas causas corrupción, fácilmente se comprende
les mueven a querer recobrar su liber­ que los divorcios son contrarios a la
tad. Y si por ventura las leyes les p ro ­ prosperidad de las familias y de la
híben satisfacer estos malos deseos, en­ sociedad, los cuales nacen de las de­
tonces proclam an que las leyes son pravadas costum bres de los pueblos, y
inicuas e inhum anas y que están en como lo enseña la experiencia, dejan el
pugna con el derecho de los ciudadanos camino expedito y la puerta abierta a
libres, por cuya causa generalmente las costumbres m ás viciosas de la vida
les parece que deben ser anticuadas y pública y privada. Y m ucho m ás se
derogadas, y sustituidas por otra ley verá la gravedad de estos males, si se
más hum ana que perm ita el divorcio. considera que no hay freno tan pode­
E n verdad, los legisladores de nues­ roso que, una vez concedida la facul­
tros días distinguiéndose por su tenaci­ tad de divorcio, pueda encerrarla den­
dad y sagacidad en la defensa de esos tro de ciertos y determ inados límites.
mismos principios, no pueden defen­ Grande es, en suma, la fuerza del ejem ­
derse, aunque grandem ente lo quieran, plo, m ayor que la de las pasiones, y
de la tem eridad de los hom bres de que con estos incentivos sucede inevitable­
hemos hablado, por lo cual se ven obli­ mente que, extendiéndose cada día más
gados a transigir con las circunstancias la propensión al divorcio, invada el
de los tiempos y a conceder la facul­ ánimo de m uchos, propagándose como
tad del divorcio. La historia m ism a lo enferm edad contagiosa o como torrente
enseña; dejando a un lado otros ejem ­ que se desborda, rom piendo todos los
plos, recordem os que a fines del siglo obstáculos.
pasado, durante la revolución francesa,
cuando toda sociedad era profanada, y 14. Una experiencia y su triste re­
Dios alejado de todas partes, se decre­ cordación. Todas estas cosas son cier­
taron leyes que legalizaban las separa­ tam ente m uy claras, pero lo serán toda­
ciones de los cónyuges. Y hoy mismo vía más con el recuerdo de hechos pasa­
desean m uchos renovar las leyes por lo dos. Apenas ofrecieron las leyes seguro
mismo que desean quitar a Dios y a la camino para los divorcios, se vio cuánto
Iglesia toda participación en el m a tri­ aum entaron las disensiones m atrim o­
monio, creyendo neciam ente que el m e­ niales, los odios y las separaciones, lle­
jo r remedio de la corrupción de cos­ gando a tal punto la inm oralidad que
tum bres debe buscarse en esta clase de a esto se siguió, que los mismos defen­
leyes. sores del divorcio se hubieron de arre-
pentir, y se convirtieron en defensores
Los males que trae el divorcio. En de la indisolubilidad; pues, si con leyes
realidad, apenas puede explicarse cuán­ contrarias no se hubiese puesto remedio
tos males contienen en sí mismos los a tan graves males, hubiera debido te­
divorcios. Porque por su causa se hacen merse que la sociedad viniese a su com ­
m udables las alianzas m atrim oniales, pleta ruina. Dicen que los antiguos ro ­
se debilita la m utua benevolencia, es­ m anos se horrorizaron cuando ocurrie­
tán siempre en pie perniciosos incenti­ ron los prim eros casos de divorcio. Mas
vos de infidelidad, se perjudica la edu­ al poco tiempo languideció en ellos el
cación e instrucción de los hijos, se da sentimiento de la honestidad, y extin­
perpetua ocasión de disolver la socie­ guióse por completo el pudor m odera­
dad doméstica, se esparcen las semillas dor de las concupiscencias y comenzóse
de las discordias entre las familias, se a violar la fe conyugal con tan desen­
disminuye y se echa a pique la digni­ frenada licencia, llegando el caso, que
dad de las m ujeres que caen en el leemos en no pocos autores, de que m u ­
peligro de ser abandonadas por sus m a­ chas m ujeres contasen sus años de vi­
34, 15 E n c íc l ic a “Arcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 253
da, no por los cónsules, sino por los de la más completa disolución, que es
m aridos que habían tenido. Del mismo el propósito deliberado de socialistas y
modo entre los protestantes se dictaron com unistas. P o r donde puede verse
ciertam ente, al principio, leyes que se­ cuán repugnante y absurdo es esperar
ñalaban algunas causas por las cuales la felicidad de los divorcios, que con
podía efectuarse el divorcio; éstas, sin seguridad conducen siempre a las so­
embargo, a causa de la sem ejanza que ciedades a una ruina cierta.
existe entre ciertas cosas, vinieron a 15. La Iglesia condenó siempre el
crecer tanto entre los alemanes, ameri­ divorcio. H a de confesarse pues, con
canos y otros, que todos los que no sinceridad, que la Iglesia ha merecido
eran necios grandem ente, creyeron que bien en gran m anera de todos los pue­
debían llorar sobre la depravación de blos, por su solicitud en velar por la
costumbres y la intolerable tem eridad santidad y perpetuidad del m atrim o­
de las leyes. Y no sucedió de otro modo nio; y no son pocas las gracias que se
en las naciones católicas, en que, por le deben por haber protestado en estos
haberse dado lugar al divorcio, fueron últim os cien años contra las leyes civi­
tantos los males que se siguieron que les que en esta m ateria grandem ente
su espantoso núm ero superó excesiva- han pecado*50); por haber an atem ati­
mentes la opinión de los legisladores, zado la pésima herejía de los protestan­
pues la m aldad de muchos, llegó a tal tes, en punto a divorcios y repudios *5152)';
punto, que se entregaron a todo género por haber condenado de muchos m o­
de crueldades, injurias y adulterios, que dos la separación m atrim onial, usada
luego servían de pretexto p ara disolver
entre los griegos*51); por h aber decla­
im punem ente el vínculo m atrim onial, rado vanos y de ningún valor los m a­
que había llegado a serles de todo p u n ­
trim onios contraídos con la condición
to insoportable; y todo esto con tanto
de separarse los cónyuges en un día
detrim ento de la m oral pública, que
todos juzgaban ser necesario establecer dado*53*; y finalm ente, por hab er hecho
cuanto antes leyes que rem ediasen ta n ­ frente, desde los prim eros tiempos, a las
tos daños. leyes imperiales que favorecían perni­
ciosamente los divorcios y repudios*53).
Los efectos calamitosos, hoy. ¿Y Los Sumos Pontífices, que tantas veces
quién duda que los efectos de las leyes resistieron a príncipes poderosísimos
que favorecen el divorcio serán igual­ que pedían con am enazas la ratifica­
m ente calamitosos si llegan a ponerse ción por la Iglesia de los divorcios que
en práctica en estos tiem pos? No está habían llevado a cabo, deben ser con­
ciertam ente en m anos de los hom bres siderados, no sólo como defensores de
cam biar la índole y form a n atu ral de la integridad religiosa, sino tam bién
las cosas; por lo cual in terpretan m al como protectores de las sociedades y
y desacertadam ente juzgan de la públi­ de los pueblos. A este propósito, toda
ca felicidad, los que piensan que im pu­
la posteridad se llenará de adm iración
nemente puede trastornarse el orden
natural del m atrim onio, y dejando a al considerar los documentos enérgicos
un lado la santidad de la Religión y del y vigorosos dados a luz por N ic o l á s I
Sacramento, quieren rehacer y desfigu­ contra L o t h a r i o ; por U r b a n o II y P a s ­
c u a l II contra F e l ip e I, rey de Francia;
ra r el m atrim onio con más torpeza de
lo que lo hubieran hecho los paganos. por C e l e s t in o III, e I n o c e n c i o III con­
Con razón pueden tem er las fam ilias y tra [A l f o n s o d e L e ó n yj F e l ip e II, p rín ­
la hum ana sociedad, si no se m uda de cipe de las Galias; por C l e m e n t e VII y
consejo, verse arrojadas en el abismo P a b l o III contra E n p u q u e VIII; fm al­

(50) Pío VI, Epist. a los Obispos de Lucion. 28- los armenios; Benedicto XIV, Const. Etsi pasto-
V-1793; Pío Vil, Encíclica 17-11-1809, y Constit. ralis. 26-V-1742 (Cod. Iur. Can. Fontes, Gasparri,
19-VII-1817; Pío VIII, Encícl. 29-V-1829; Gregorio Roma 1926, t. I, 734-755).
XVI, Encícl. Mirari vos, 15-VIII-1832; (en esta (53) Cap. 7. De condit. apposit.
Colecc. de Encícl. Pontif. Ene. 3, pág. 37-44); (54) S. Jerónimo, Epist. 79 ad Ocean., n. 2
Pío IX, Alocución del 22-IX-1852. (Migne PL. 22, col. 654); S. Ambrosio, Exposit.
(51) Conc. de Trento, sesión 24, cans. 5 y 7 in cap. 16, Luc. lib. VIII, n. 5 (Migne PL. 15, col.
(Mansi 33, col. 150 y 151). 1857-B); S. Agustín, De nuptiis; de bono coniugali,
(52) Conc. de Florencia; Instr. de Eugenio IV a cap. 10 y 11 (Migne PL. 40, col. 381-382).
254 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 34, 16-17

mente, por Pío VII, Pontífice Santísi­ por diverso motivo, de derecho 3' juicio
mo y esforzado, contra N apoleón I; común, de tal m anera, que la autoridad
engreído con la fo rtu n a y grandeza de hum ana dependiese oportuna y conve­
su imperio. nientem ente de la autoridad divina.
Con esta concordia, y casi arm onía, no
La Iglesia frente a las disposiciones sólo se consigue que vivan perfecta­
del derecho civil. Siendo todo lo cual m ente las dos potestades, sino que tam ­
así, si los gobernantes todos y los ad ­ bién se obtiene el modo oportunísim o y
m inistradores de los Estados hubie­ eficacísimo de ayudar a los hom bres en
sen querido seguir los dictámenes de lo que toca a las acciones de la vida y
la recta razón, de la verdadera ciencia, a la esperanza de la salvación eterna.
y contribuir a la utilidad de los pue­ Y así como la inteligencia de los hom ­
blos, hubieran debido preferir dejar bres, como en las anteriores Cartas E n ­
intactas las leyes del m atrim onio y acep­ cíclicas demostramos, si concuerda con
tar la cooperación de la Iglesia para la fe cristiana se ennoblece m ucho y se
tutela de las costum bres y prosperidad hace más fuerte para evitar y rechazar
de las familias, a contituirse en ene­ los errores; así tam bién, si la autoridad
migos suyos y acusarla falsa e inicua­ civil vive en am istad con la potestad
mente de haber violado el derecho civil. eclesiástica, necesariam ente resultará
Y esto con ta n ta más razón, cuanto grande utilidad para los dos. La una
que, no pudiendo la Iglesia católica se­ con la Religión, ve sublim arse su digni­
pararse en cosa alguna del cum pli­ dad y asegurarse la justicia de su go­
m iento de su deber y defensa de dere­ bierno, m ientras la otra puede, con el
cho, suele por eso mismo ser m ás p ro ­ auxilio de su tutela y defensa, contri­
pensa a la benignidad e indulgencia en buir adm irablem ente a labrar el bien
todo aquello que es com patible con la público.
integridad de sus derechos y santidad
399 de sus deberes. P o r esto jam ás estable­ III. Directivas prácticas
ció nada acerca del m atrim onio, sin 17. Exhortación a la potestad civil.
poner antes la vista en el estado y con­
diciones de los pueblos y más de una Nos así conmovidos por la considera­
vez mitigó, en cuanto pudo, lo prescrito ción de estas cosas, así como en otras
por sus le>Tes, cuando a ello le im pul­ ocasiones lo hemos hecho con diligen­
saron justas y graves causas. cia, así en la presente exhortam os a los
príncipes con toda la eficacia de Nues­
P o r lo demás, no ignora la Iglesia, ni
tro corazón a la am istad y a la concor­
niega, que, dirigiéndose el Sacram ento
del m atrim onio a la conservación e in ­ dia, y somos los prim eros en alargarles
con paternal benevolencia N uestra dies­
crem ento de la sociedad hum ana, ten ­
tra, ofreciéndoles el auxilio de Nuestra
gan conexión y parentesco con las m is­
suprem a potestad, tanto m ás necesario
mas cosas hum anas, que se siguen al
en estos tiempos, cuanto que el derecho
m atrim onio, pero que versan sobre co­
de m andar está m ás debilitado en la
sas de derecho civil, de las cuales cosas
opinión de los hom bres. Invadidos los
razonablem ente conocen y decretan los
ánimos de la más procaz libertad y des­
que presiden la república. 16 preciando con el m ayor descaro todo
16. La armonía entre la autoridad yugo de im perio por legítimo que sea;
humana y la divina. Pero nadie duda la salud pública exige la unión de las
que Jesucristo, fundador de la Iglesia, fuerzas de am bas potestades para con­
quiso que la potestad sagrada fuese ju ra r los males que am enazan no sólo
distinta de la civil, y que am bas tuvie­ a la Iglesia, sino tam bién a la sociedad
sen camino libre y expedito p ara m o­ civil.
verse en su terreno propio; pero con Exhortación a los obispos. Pero, 400
esta circunstancia, que interesa a ambas cuando predicam os con tan buena vo­
y a todos los hom bres: que hubiese una luntad la unión y rogamos a Dios,
m utua concordia y unión entre ellas Príncipe de la Paz, que infunda en el
respecto de las cosas, que son, aunque ánimo de todos los hombres, el am or
34, 17 E n c íc l ic a “A rcanum D iv in a e S a p ie n t ia e ” 255

a la concordia, no podemos menos, penetrados en ellas, para que puedan


Venerables Herm anos, de excitar más tácitam ente prestar su obediencia a las
y m ás vuestra solicitud, vuestro cuida­ leyes, a lo cual de ningún modo se
do y vigilancia, que no dudam os son opone la Iglesia, que quiere que el m a­
grandes en vosotros. E n cuanto de vos­ trim onio surta sus efectos en todo y
otros dependa, en cuanto podáis con por todo, y que sus hijos no sufran
vuestra autoridad, procurad que p er­ ninguna clase de perjuicios.
manezca íntegra e incorrupta entre los
fieles encomendados a vuestro cuidado Divorcio y separación. Pero en m e­
la doctrina que Cristo Nuestro Señor y dio de tan ta confusión de opiniones,
los Apóstoles, intérpretes de su volun­ que cada día se m ultiplican más y más,
tad celestial, enseñaron, y que la Igle­ no es menos necesario com prender que
sia Católica guardó religiosamente y la disolución, entre fieles, del m atrim o­
m andó guardar en todos los tiempos a nio rato y consumado, no es posible a
los fieles cristianos. nadie, y que por lo mismo, son reos
de m anifiesto crim en, aquellos cónyu­
P untos principales de sus enseñan­ ges que, por más causas que puedan
zas. Em plead vuestros principales cui­ existir, se atan con nuevo vínculo de
dados en que los pueblos conozcan el m atrim onio, antes de disolverse el p ri­
m ayor núm ero posible de preceptos de m ero por la muerte. Y si las cosas lle­
la sabiduría cristiana, en que no olvi­ gasen a tal extrem o, que la conviven­
den nunca que el m atrim onio fue insti­ cia se hiciese imposible, entonces la
tuido desde el principio, no por la vo­ Iglesia deja que cada uno de los cón­
luntad de los hom bres, sino por la yuges obre separadam ente el une del
autoridad y disposición de Dios y bajo otro, y con los cuidados y remedios que
la precisa ley de que ha de ser uno con pone en práctica, acomodados a la con- 401
una; que Jesucristo, autor de la Nueva dición de los cónyuges, procura suavi­
Alianza, lo elevó de contrato n atu ral a zar los inconvenientes de la separación,
Sacramento; y que, por lo que toca al y nunca sucede que deje de trab ajar
vínculo, dio a su Iglesia la potestad le­ por la concordia y unión o que deses­
gislativa y judicial. H a de precaverse pere de conseguirla.
con sumo cuidado en esta m ateria, que
los entendim ientos de los fieles no sean Noviazgo santo. Mas estos son casos
inducidos en error por las falaces en­ a que difícilmente se llegaría si los es­
señanzas de los que dicen haber perdi­ posos, no dejándose llevar de la pasión,
do la Iglesia esta potestad. Igualm ente sino pensando seriamente en las obli­
debe ser cosa p ara todos cierta que, si gaciones de los cónyuges, teniendo en
alguna unión se contrae entre los fieles cuenta las causas nobilísimas que deben
de Cristo fuera del Sacram ento, no tiene presidir el m atrim onio, se acercasen a
razón ni fuerza de verdadero m atrim o­ él con las debidas intenciones, y no se
nio; y aun cuando se haya verificado anticipasen a las bodas irritando a Dios
convenientemente dicha unión por las con una serie no interrum pida de pe­
leyes civiles, nunca será esto más que cados. Y p ara decirlo todo en pocas
un rito o una costum bre introducida palabras, los m atrim onios tendrán por
por el derecho civil; pues por el dere­ efecto u na constancia plácida y tra n ­
cho civil tan solamente puede orde­ quila cuando los cónyuges n u tra n su
narse y adm inistrarse aquello que el espíritu y vida en la fuerza de la Reli­
m atrim onio lleva consigo por su m is­ gión que da al hom bre fortaleza y án i­
m a especie en el terren o civil, y nada mo invicto, que hace que los vicios
puede llevar consigo, no existiendo la que puedan existir en ellos, que las di­
razón suficiente del m atrim onio, que ferencias de hábitos y de carácter, que
consiste en el vínculo nupcial, y es su el peso de los cuidados m aternos, que
verdadera y legítima causa. Im porta la trab ajo sa solicitud p o r la educación
m ucho a los esposos conocer todas es­ de los hijos, se consideren como com ­
tas cosas con perfección, y estar bien pañeros inseparables de la vida, y se
256 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 34, 18

sufran todas las adversidades y tra b a ­ Com prenderéis fácilm ente, V enera­
jos, no sólo con resignación, sino tam ­ bles H erm anos que los docum entos y
bién con buena voluntad. preceptos, que creim os deberos com u­
nicar en esta N uestra Carta, co n trib u ­
18. M atrim onios con acatólicos. De­yan en alto grado no menos a la con­
berá evitarse tam bién que se co n trai­ servación de la sociedad que a la sal­
gan fácilm ente m atrim onios con acató- vación de los hom bres.
licos(55\ pues apenas es posible la paz
entre esposos que disienten en m ate­ 1. Im plora protección. Quiera Dios
ria de religión. Sem ejantes m atrim o­ que cuanta m ayor im portancia y peso
nios deben evitarse con sumo cuidado, ellos tengan tanto más dóciles y p ro n ­
principalísim am ente porque dan oca­ tos a obedecer h allarán por doquiera
sión a ju n ta rse y com unicar en cosas a los hom bres. P a ra alcanzarlo im plo­
sagradas con quien no es lícito; crean remos todos con fervorosas preces y
un peligro a la religión del cónyuge gran hum ildad la ayuda de la Inm acu­
católico; sirven de im pedim ento a la lada Virgen María que se m uestra
buena educación de los hijos, e incli­ m adre y auxiliadora de los hom bres
nan frecuentem ente los ánim os a m e­ moviendo sus corazones a la obedien-
d ir por un rasero todas las religiones, cia de la fe.
olvidando la diferencia que hay entre Con no m enor fervor roguem os a
lo falso y lo verdadero. P edro y P ablo, príncipes de los Após- 402 |
toles, vencedores de las supersticiones
Uniones ilícitas. P o r últim o, com ­ y sem bradores de la verdad p a ra que
prendiendo bien que ninguno debe ser con su firm ísim o patrocinio pro tejan
ajeno a Nuestra caridad, recom endamos al género hum ano contra el alud de
a la autoridad de la fe y a vuestra pie­ errores que renacen.
dad, Venerables H erm anos, a aquellas
pobres alm as que, arrebatadas por el
ím petu de sus pasiones y olvidadas de E pílogo
su eterna salvación, viven m al y en
pecado, unidas con el vínculo de ilegí­ Bendición Apostólica. E n tre tanto, y
timo m atrim onio. Desplegad vuestro como señal de los dones celestiales y
celo en atraer a estos hom bres a su de­ testimonio de N uestra singular bene­
ber, y, ya por vosotros mismos inm e­ volencia a todos vosotros, Venerables
diatam ente, ya interpuesta la m ediación Hermanos, y los pueblos confiados a
de personas cristianas, trab ajad por vuestra, solicitud, enviamos de todo co­
todos los medios posibles p ara hacerles razón la Bendición Apostólica.
com prender que han obrado crim inal­ Dado en San Pedro de Roma, el día
m ente, que hagan penitencia de sus 10 de febrero de 1880, año segundo de
pecados y se determ inen a co n traer un Nuestro Pontificado.
m atrim onio verdadero, acom odándose
al rito católico. LEON PAPA XIII.

(55) Ver también sobre este tema Gregorio XVI, rum, ll-IX-1893 (en esta Colecc.: Encícl. 65, 6,
Encícl. Summo iugiter, 27-V-1832 (en esta Colecc.: pág. 483) y la Alocución consistorial In litteris
Encícl. 1, 3 pág. 32); Encícl. Constanti Húngaro- nostris, 18-III-1895 (Leonis XIII, acta t. 15, 73)
ENCICLICA
“GRANDE MUNUS CHRISTIANI NOMINIS” <*>
(30-IX-1880)

SOBRE EXTENDER A TODA LA IGLESIA


EL CULTO DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO
LEON PP. XIII
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
145 1. La misión otorgada por los Pon­ m oria, el celebrar la fiesta del 5 de
tífices. El augusto m inisterio de p ro ­ julio, recitando el oficio de la Misa en
pagar el nom bre cristiano, confiado de m em oria de Cirilo y M e t o d i o .
una m anera especial al bienaventurado Poco después, en la época en que se
P edro, príncipe de los Apóstoles, y a celebraba el gran Concilio Vaticano,
sus sucesores, ha estim ulado a los P on­ m uchos Obispos pidieron con instancia
tífices Romanos a enviar en diferentes a la Sede Apostólica que su culto y su
épocas a las diversas naciones de la tie­ fiesta de día determ inado se extendiera
rra mensajeros del Santo Evangelio, a a toda la Iglesia. Pero como el asunto
medida que lo dem andaban las cir­ no ha llegado a térm ino hasta hoy, y
cunstancias y las inspiracions del Dios como por las vicisitudes de los tiempos
de misericordia. ha sobrevenido un cambio en el estado
Por esto, así como delegaron p ara la político de aquellas com arcas, paréce-
dirección de las alm as un Agustín a los nos la ocasión favorable p ara ser útil
Bretones, un P atricio a los Irlandeses, a los pueblos eslavos en cuya conserva­
un B onifacio a los Germanos, un W il- ción y salvación Nos estamos profun­
brodio a los Frisones, Batavos, Belgas dam ente interesados.
y a otros muchos pueblos, así confirie­
ron a los santos Cirilo y Metodio el 2. Una nueva honra. P o r esto, a la
poder de llenar el m inisterio apostólico vez que Nos queremos que Nuestro
cerca de los pueblos, eslavos, los cuales, afecto paternal en nada les falte, que­
gracias a su celo y a sus grandes tra b a­ remos tam bién que se extienda y acre­
jos, vieron la luz del Evangelio y p asa­ ciente el culto de esos hom bres santos
ron de la vida de la b arb arie a la vida que, así como en otro tiempo sacaron a
de la civilización. los pueblos eslavos de la m uerte a la
salvación, propagando la fe católica en­
Honrados en Roma y la Iglesia Uni­ tre ellos, así hoy los defenderán eficaz­
versal. Si la fam a, fiel al recuerdo de mente por su celestial patrocinio.
sus beneficios, nunca ha dejado de ce­
lebrar en todo el país eslavo a Cirilo y 3. Su biografía: Primeros años. Ci ­
Metodio , ilustre p areja de apóstoles, rilo y Metodio , herm anos nacidos en
la Iglesia Rom ana con no menos afecto la célebre ciudad de Tesalónica, fueron
146 los ha venerado, y ya en vida honró a en edad tem prana a Constantinopla p a­
ambos de m uchas m aneras, y no quiso ra estudiar las ciencias hum anas en la
privarse de las cenizas del otro una capital de Oriente. No se tardó en no­
vez fallecido. Así desde el año 1858 tar la chispa de genio que brillaba en
los Bohemios, los Moravos y los Croatas aquellos jóvenes: uno y otro hicieron
de raza eslava que acostum braban ce­ grandes progresos en poco tiem po; pe­
lebrar todos los años el 9 de m arzo una ro sobre todo Cirilo, que se distinguió
solemne función en honor de Cirilo y hasta tal punto en las ciencias, que
Metodio , obtuvieron del favor de Pío mereció, por honor particular, que se
IX, Nuestro predecesor de inm ortal me- le llam ara el filósofo.
(*) ASS 13 (1879/80) 145-153. — Los números en el margen indican las páginas del original en
ASS, vol. 13. (P. H.).
— 257 -
E n c íc lic a s P o n t if ic ia s 9
258 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1880) 35, 4-6

4. Cirilo y los kazaros. Poco tiem po Habiéndose puesto en camino a tra ­


después, Metodio abrazó el estado m o­ vés de Bulgaria, que había ya recibido
nástico; por su parte, Cirilo fue juzga­ la iniciación en la fe cristiana, no des­
do digno de que la em peratriz T eodo ­ cuidaron en lugar alguno la ocasión
ra , por petición del P atriarca I gnacio , de extender los sentimientos religiosos.
le encargara de instruir en la fe cris­ En Moravia la m ultitud salió a su en­
tiana a los kazaros, pueblos situados cuentro hasta los límites del P rincipa­
m ás allá del Quersoneso, que pedían a do, siendo recibidos con gran ansia e
Constantinopla Sacerdotes instruidos. intenso júbilo. Sin dem ora se consagra­
Aceptó de buen grado este ministerio, ron a inculcar en los ánimos las ense­
y habiendo ido desde luego al Qerso- ñanzas cristianas, elevándolos hacia la
neso, dedicó algún tiempo, según lo esperanza de los bienes celestiales, y
cuentan varios autores, al estudio de esto, con tanto ardor y con tan labo­
la lengua del país, consiguiendo en rioso celo, que en poco tiempo la n a­
147 aquella época, p o r u n m uy dichoso p re ­ ción m orava se había dado espontánea­
sagio, el descubrir los restos sagrados m ente a Jesucristo.
del papa S an Clemente I, que recono­ El conocimiento que Cirilo había
ció fácilmente, gracias a la antigua tra ­ anteriorm ente adquirido del idioma es­
dición, así como por el ancla con que lavo contribuyó no poco a estos resul­
se sabía que el m agnánim o m ártir fue tados, y la influencia de la literatura
precipitado al m ar por orden del em pe­ sagrada de los dos Testamentos que
rador T rajano y enterrado en seguida había traducido en lengua popular, fue
con ella. m uy considerable. Así toda la nación
eslava debe m ucho a aquel de quien
Dueño de tan preciado tesoro, pene­ ella ha recibido, no solamente la fe
tró en las ciudades y residencias de los cristiana, sino tam bién los beneficios de
kazaros, y m uy luego, después de haber la civilización, porque Cirilo y Meto -
abolido diversos géneros de supersti­ dio fueron los inventores del alfabeto
ción, ganó p ara Jesucristo aquellos que ha dado a la lengua eslava sus
pueblos por sus enseñanzas y movidos signos y medios de expresión y por esta 148
por el espíritu de Dios. Constituida fe­ causa aparecen, con justicia, como fu n ­
lizmente la nueva Comunidad cristia­ dadores de la m ism a lengua.
na, dio un m em orable ejemplo de des­
prendim iento y carid ad a la vez, re ­ 6. Vuelta a Roma. La fam a había
husando todos los presentes que le ofre­ llevado tam bién de esas provincias tan
cían los habitante, excepto la m an u ­ lejanas y aisladas, hasta Roma, la glo­
misión de los esclavos, que profesasen ria de tales actos. Así el Soberano Pon­
el Cristianismo. P ronto volvió a Cons­ tífice N icolás I, habiendo ordenado a
tantinopla, retirándose al M onasterio los Santos herm anos que fueran a Ro­
de Policrono, a donde tam bién se había ma, éstos se apresuraron a ejecutar las
retirado Metodio .5 órdenes, llevando consigo las reliquias
de S an Clemente. Al saber esto Adria ­
5. Cirilo y Metodio en Moravia. Du- no II, que había sucedido al P apa N i ­
m ante este tiem po la fam a llevó a R a- colás , avanzó en medio del concurso
tislao , príncipe de Moravia, el rum or del Clero y del pueblo, con las cerem o­
de los felices acontecim ientos sucedidos nias de una recepción solemne, al en­
en R azaría; el Príncipe, excitado por su cuentro de los ilustres huéspedes; y el
ejemplo, negoció con el em perador Mi ­ cuerpo de S an Clemente, honrado allí
guel III el envío desde Constantinopla mismo por estupendos milagros, fue
de algunos obreros evangélicos, obte­ llevado con gran pom pa a la Basílica
niendo sin dificultad lo que deseaba; y levantada en tiem po de Constantino
los m éritos insignes de Cirilo y de Me- sobre las m ismas ruinas de la casa
todio , y su am or bien conocido hacia paterna del m ártir invicto.
el prójim o, hicieron que fueran desig­ En seguida Cirilo y Metodio dan
nados p ara la m isión de Moravia. cuenta, en presencia del Clero, del So-
3 5 , 7-1 0 E n c íc l ic a “ G r a n d e M u n u s 1 259

berano Pontífice, de la misión apostó­ enérgicamente a los novadores para im ­


lica que tan laboriosa y santam ente pedirles que concluyeran con el nom bre
habían cumplido. Y como se les acusara católico por la locura de las opiniones;
de haber obrado contra las antiguas instruir en la Religión al príncipe
costum bres y contra los ritos m ás san­ S wentopolck, que había reem plazado
tos, em pleando la lengua eslava p ara la a R atislao ; reprenderle cuando faltaba
celebración de los santos Misterios, a su deber; afearle su conducta, y hasta
abogaron por su causa razones tan am enazarle con la excomunión. A trájó­
justas y concluyentes, que el Pontífice se por estas raoznes el odio del cruel e
y todo el Clero los alabaron y aproba­ im púdico tirano, que le desterró; pero
ron. Después, habiendo los dos pres­ llam ado del destierro poco tiempo des­
tado juram ento, según la fórm ula de la pués, obtuvo, por medio de hábiles
profesión católica, afirm ando que p er­ exhortaciones, que el Príncipe diera
m anecerían en la fe del bienaventurado pruebas de m ejor disposición de ánimo
P edro y de los Pontífices Romanos, y que com prendiera la necesidad de
fueron creados y consagrados Obispos rescatar sus antiguos hábitos con un
por el mismo Adriano , siendo prom o­ nuevo género de vida.
vidos tam bién a las diferentes Ordenes
sagradas m uchos de sus discípulos.
9. E n tre otros pueblos. Lo que hay
de m ás adm irable es que la vigilante
7. M uerte de San Cirilo. E l designio caridad de Metodio , habiendo trasp a­
de la Providencia era que Cirilo te r­ sado los límites de la Moravia, alcan­
m inara el curso de su vida en Roma zando en vida de Cirilo a los Lubur-
el 14 de febrero del año 869, más m a­ nienses y a los Servios, llegó después a
duro en virtud que en años. Tuvo fune­ los Panonios, a cuyo príncipe convirtió
rales públicos y solemnes, celebrados a la Religión católica; a los Búlgaros, a
con la m ism a pom pa que p ara los quienes confirm ó en la fe cristiana,
Pontífices Romanos, colocándole con juntam ente con su príncipe B oris; a
gran honor en la tum ba que Adriano los Dálm atas a quienes distribuyó y
había hecho construir p ara sí mismo. dispensó las gracias especiales: a los
El santo cuerpo del difunto, que el Carintios, con quienes trabajó ardiente­
pueblo rom ano no quiso que se tra n s­ m ente por atraerlos al conocimiento y
portara a Constantinopla, a pesar de al culto del único Dios verdadero.
los deseos de una m adre desolada, fue
conducido a la Basílica de S an Clemen­
te, y depositado cerca de las cenizas 10. Nueva acusación. - Justificación
de aquel a quien el mismo Cirilo h a ­ en Roma. Pero esto debía convertirse
bía conservado con veneración durante p ara él en una fuente de pruebas, po r­
muchos años. Y m ientras era llevado a que algunos miem bros de la Sociedad
través de la ciudad, en medio del alegre Cristiana, envidiosos de los actos de
cántico de los salmos, se hubiera dicho valor y virtud de Metodio , le acusaron,
que el pueblo rom ano, al rendirle ho­ a pesar de su inocencia, ante el Papa
nores celestiales, le dedicaba honores Juan III, sucesor de Adriano , de tener
de triunfo m ás bien que honras fúne­ una fe sospechosa y de violar las tra ­
bres.149 diciones de los antepasados, los cuales
en la celebración de los santos m iste­
149 8. M etodio vuelve a M oravia. Des­ rios se servían de la lengua griega y de
pués de esto Metodio volvió como la latina, con exclusión de todas las
Obispo, por orden y bajo los auspicios demás. E n vista de lo cual, el Pontífice,
del Soberano Pontífice, a seguir sus en su celo por el m antenim iento de la
funciones apostólicas en Moravia, y he­ integridad de la fe y de las antiguas
cho modelo de su rebaño, se aplicó en tradiciones, llamó a Metodio a Roma,
aquella provincia a servir más y más invitándole a que deshiciera la acusa­
a la causa católica. Se le vio com batir ción y se justificase.
260 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1880) 3 5 , 11-1-8

Metodio , siem pre dispuesto a obede­ ren, a la Moscovia, propiam ente dicha,
cer, fuerte con el testimonio de su con­ estableció la Sede Episcopal de Kiew,
ciencia, com pareció en el año 880 ante y habiéndose cubierto de este modo de
el Papa Juan , m uchos Obispos y el laureles inm ortales, volvió a Moravia
Clero rom ano, consiguiendo una fácil entre los suyos. Conociendo que se
victoria y probando que siempre había acercaba su fin, designó a su propio su­
guardado y enseñado fielmente la fe, cesor, y después de haber exhortado a
que en presencia y con la aprobación la virtud con sus últim os consejos a
de Adriano , había profesado y prom e­ su Clero y pueblo, abandonó en paz
tido guardar por juram ento sagrado en esta vida, que para él había sido cam i­
la tum ba de los Apóstoles; y que si se no al Cielo. Así como Roma lloró a
había servido para los santos misterios Cirilo, Moravia dio m uestras de su dó-
de la lengua eslava, era por justos m o­ lor por la m uerte de Metodio , y de su
tivos, por licencia especial del P ontí­ pena por tal pérdida distinguiendo de
fice, y sin que violara el texto sagrado. todas m aneras sus funerales.
P or esta defensa se justificó tan bien
de todos los cargos, que en el acto el 13. Roma y los países eslavos. Gran
Papa le abrazó y le quiso confirm ar en alegría, Venerables Hermanos, Nos cau­
su poder archiepiscopal y en su misión só el recuerdo de estos sucesos, y expe­
entre los eslavos. rim entam os no pequeña emoción al
Además, el Pontífice, habiendo dele­ contem plar en tiempos tan lejanos la
gado a m uchos Obispos p ara que, p re ­ unión tan m agnífica en sus herm osos
sididos por Metodio le ayudasen en la orígenes de las naciones eslavas con
gestión de los asuntos cristianos, le la Iglesia Romana. Pues si estos dos
volvió a enviar a M oravia con cartas apóstoles del nom bre cristiano salieron
m uy halagüeñas y plenos poderes. Y de Constantinopla para penetrar entre
más tarde, cuando de nuevo la envidia los infieles, recibieron la investidura de
de los malos atacó otra vez a Metodio , su m isión de esta Sede Apostólica, o
el Soberano Pontífice, por nuevas le­ la santa necesaria aprobación de esa
tras, confirm ó sus anteriores favores. misión. En efecto, aquí en esta ciudad
de Roma dieron cuenta de su misión y
11. Celo de las alm as. Así que, ple­ respondieron a sus acusadores; aquí en
nam ente tranquiliazdo y unido al So­ el sepulcro de S an P edro y P ablo ju ­
berano Pontífice y a toda la Iglesia raron guardar la fe católica, recibieron
rom ana por el lazo apretadísim o de la la consagración episcopal a la vez que
fe y la caridad, Metodio perseveró con la facultad de constituir la jerarquía
m ás vigilancia en el cum plim iento del sagrada, observando la distinción de
cargo que le h ab ía sido confiado, sin las Ordenes. Aquí, en fin, se solicitó y
que se hicieran esperar m ucho los fru ­ obtuvo licencia p ara em plear la lengua
tos notabilísim os de su celo. Porque, eslava en los ritos sagrados; y hace
después de haber él mismo, con ayuda este año diez siglos que el Sumo P o n tí­
de u n sacerdote, convertido a la fe cató­ fice Juan V III escribió a Swentopolck,
lica al príncipe de los Bohemios, Bo- príncipe de Moravia: Con razón alaba­
rizvoy, y poco m ás tarde a la esposa de mos las letras eslavas... que resuenan
este P ríncipe supo en poco tiempo en las alabanzas debidas a Dios y orde­
obrar de m odo que el Cristianismo se namos que en esta misma lengua sean
difundiera en toda la nación. Al mismo celebradas las alabanzas y las obras de
tiem po puso especial cuidado en hacer Nuestro Señor Jesucristo. Nada en la
que llegara la luz del Evangelio a P o­ fe ortodoxa y en la doctrina impide
lonia, y habiendo penetrado él mismo que se cante la misa en lengua eslava,
en Galicia, fundó u n a sede episcopal o que se lea en esta lengua el Santo
en Leópolis.12 Evangelio o las lecciones divinas del
Nuevo y el Antiguo Testamento, bien
12. M uerte de Metodio. H abiendo traducidas e interpretadas, o que se
vuelto desde allí, como algunos lo refie­ canten todos los oficios de las Horas.
35, 14-1:5 E n c íc l ic a “ G r a n d e Muísrus” 261

Esta costumbre, después de m uchas vi­ que se esforzaron los dos prim eros en
cisitudes, fue sancionada por B enedic­ a rra n c a r el erro r de los espíritus, los
to XIV por Letras Apostólicas de 25 tres últim os en afirm ar sólidamente en
de agosto de 1754. estos países los grados de la jerarquía
Pero los Pontífices Romanos, siem­ sagrada. Debe pensarse que I nocencio
pre que se solicitó su ayuda por los III, N icolás IV, B enedicto XI, Cle­
príncipes que gobiernan los pueblos mente V, no consagraron pequeña o
que el celo de Cirilo y Metodio había escasa parte de sus cuidados a los Ser­
guiado al Cristianismo, obraron de tal vios, pues con gran previsión rep ri­
suerte, que nunca se les pudo acusar m ieron los fraudes astutam ente com bi­
de falta de tern u ra al socorrer, de nados en este país para destruir la Re­
dulzura al enseñar, de benevolencia en ligión. Asimismo los Dálm atas y los
sus consejos, ni de la m ejor buena vo­ Liorneses recibieron de J uan X, Gre­
luntad p ara todas las cosas que estaban gorio VII, Gregorio IX, U rbano IV,
en su poder. R atislao sobre todo, y testim onios de favor p a rticu lar y gran ­
SWENTOPOLCK y COCEL, y SANTA LUT- des loores por su constancia en la fe,
milla, y B ogoris, conocieron la insigne en recom pensa de sus buenos servicios.
caridad de Nuestros Predecesores en Finalm ente, existen núm eros docu­
circunstancias y épocas diversas. mentos de benevolencia de Gregorio IX
Clemente XIV hacia la Iglesia de Esla-
14. L a solicitud de los P ontífices. La vonia (Yugoeslavia y Croacia); destrui­
solicitud paternal de los Pontífices Ro­ da en el siglo VI por las incursiones de
m anos hacia los pueblos eslavos, no se los bárbaros, y restaurada más tarde
ha detenido ni dism inuido con la por el celo piadoso de S an E steban I,
m uerte de Cirilo y Metodio . Afirmóse rey de Hungría.
siempre, protegiendo entre ellos la san­ P or esto com prendem os que debe­
tidad de la Religión y conservación de mos dar gracias a Dios por tener oca­
la pública prosperidad. E n efecto, N ico ­ sión favorable de conceder un favor a
lás I envió de Roma a los Búlgaros, sa­ la nación eslava y proveer a su bien
cerdotes encargados de instru ir al pue­ general, y ciertam ente no con m enor
blo, y los Obispos de P opulonia U) y celo que el dem ostrado por Nuestros
P orto , encargados de organizar la nue­ predecesores.
va sociedad cristiana. El mismo Papa
respondió con m ucho am or a las num e­ 15. Preocupación pontificia por su
rosas controversias de los Búlgaros, bienestar espiritual. P o r eso creemos
acerca del derecho sagrado; de tal suer­ que Nos debemos d ar gracias a Dios
te, que hasta aquéllos m ás prevenidos por habernos proporcionado la opor­
en contra de la Iglesia R om ana recono­ tunidad de ensalzar a los pueblos es­
cen y alaban la prudencia de esas res­ lavos y procurar su bien com ún con no
puestas. m enor celo que el que com probada­
Después de la dolorosa calam idad del m ente em pleaban en todo tiem po Nues­
cisma, es gloria de I nocente III el h a ­ tros Predecesores.
ber reconciliado a los Búlgaros con la El fin que Nos propusim os y lo ú n i­
Iglesia católica, así como a Gregorio co que deseamos es no escatim ar es­
IX, Inocencio IV, N icolás IV y E uge­ fuerzo alguno p ara que las naciones
nio IV, corresponde la de haber m an­ eslavas sean instruidas por el m ayor
tenido esa reconciliación. Lo mismo núm ero posible de Obispos y sacerdo­
respecto a los Borniacos y Herzogovi- tes, p ara que se afirm en en el culto de
nos, engañados por el contagio de opi­ la verdadera fe, en la obediencia a la
niones perversas, se vio brillar resplan­ verdadera Iglesia de Jesucristo, p ara
deciente la caridad de N uestros p rede­ que reconozcan cada vez más, por ex­
cesores, Inocencio III e I nocencio IV, periencia diaria, la fuerza p a ra el bien
Gregorio IX, Clemente VI, Pío II, que em ana de los preceptos de la Igle­
(1) Ciudad en Etruria.
262 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1880) 3 5 , 16-17

sia Católica sobre el hogar dom éstico puesto a todos los Presbíteros que cele­
y todas las clases del país. bran los oficios de la Iglesia Rom ana en
A esas Iglesias se dedican en gran sus iglesias, provincias, ciudades, dió­
parte Nuestros cuidados, y nada desea­ cesis y conventos de seglares. Queremos,
mos más vivam ente que estar en dispo­ en fin, que, con ayuda de vuestros con­
sición de proveer a su bienestar y pros­ sejos y exhortaciones, Cirilo y Metodio
peridad, y unirlas a Nos con el lazo sean invocados en el m undo entero, a
perpetuo de la concordia, que es el fin de que con todo el favor de que
m ayor y m ejor vínculo de salvación. gozan cerca de Dios, protejan la Reli­
gión cristiana en todo el Oriente, y
Fáltanos conseguir que Dios, rico en
obtengan la constancia de los católicos
m is e r ic o r d ia favorezca Nuestros p ro ­
e inspiren a los disidentes del deseo de
yectos y secunde N uestra em presa. E n ­
reconciliarse con la Iglesia verdadera.
tre tanto invoquemos como intercesores
M andamos que lo arrib a escrito sea
cerca de El a Cirilo y Metodio , Docto­
rato y firm e sin que obsten las consti­
res del país de los eslavos, pues como
tuciones publicadas por Pío V, N uestro
deseamos extender su culto, confiamos predecesor, y las demás constituciones
en que no Nos h a de faltar su protec­
apostólicas acerca de la reform a del
ción.
B reviario y del Misal Romano; ni los
usos y costum bres, aun los m ás an ti­
16. Nuevas disposiciones. - Fiesta de guos, ni cosa alguna otra en contrario.
los Santos Cirilo y Metodio. P o r eso
ordenam os, que en el quinto día del 17. Conclusión. Como p renda de los
mes de julio, fijado por Pío IX, de favores celestiales y de Nuestra p a rti­
feliz m em oria, se inserte en el Calen­ cular benevolencia os concedemos con
dario de la Iglesia R om ana y universal, todo am or a vosotros todos, V enera­
y anualm ente se celebre la fiesta de los bles Hermanos, a todo el Clero y pue­
santos Cirilo y Metodio , con oficio blo confiados a vuestro cuidado la
del rito doble m enor y Misa propia que Bendición Apostólica.
la Sagrada Congregación ha aprobado. Dado en Roma, cerca de San Pedro,
Y a vosotros, Venerables Hermanos, el día 30 de setiembre del año 1880,
os ordenam os que veléis por la publi­ tercero de Nuestro Pontificado.
cación de esta Encíclica, y prescribáis
la observancia de lo que en ella fue dis­ LEON PAPA XIII

(2) E fesios 2, 4.
3 6

ENCICLICA “SANCTA DEI CIVITAS”^


(3-XII-1880)

RECOMENDANDO EL AUXILIO PARA LAS OBRAS DE LAS MISIONES

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
241 i. Expansión del Reino de Dios. La ciados en el sagrado ministerio, a los
Santa Ciudad de Dios, que es la Iglesia, cuales, por cierto, no poco ayuda y
no se halla circunscripta dentro de los conforta el obtener los socorros m ate­
confines de ninguna región, y tiene la riales y con plegarias dirigidas a Dios
fuerza^1*} recibida p o r su F undador, de atraerse los dones celestiales, por lo
dilatar m ás cada día el espacio de sus cual son alabadas en el Evangelio aque­
tiendas y de extender las pieles que la llas m ujeres que a Cristo, que predicaba
protegenOb>. Este acrecentam iento del el reino de Dios, auxiliaban con sus
pueblo cristiano, si bien es obra p rin ­ propios b i e n e s y Pablo da testi­
cipalm ente de la íntim a asistencia y monio que a ellos y a cuantos an u n ­
ayuda del E spíritu Santo, puede, sin cian el Evangelio, es concedido por la
embargo, operarse extrínsecam ente por voluntad de Dios que vivan del Evan­
obra de los hom bres, y conform e a las g e l i o Igualm ente sabemos que Cris­
costum bres hum anas, siendo propio de to, a los que le seguían y escuchaban,
la sabiduría de Dios que todas las cosas dio este m andam iento: Suplicad al Se­
vayan ordenadas y conducidas a su fin ñor de la mies que envíe a ella a sus
por aquel modo que conviene a la n a­ operarios^ , y que sus prim eros discí­
turaleza de cada una de ellas, y ningu­ pulos, siguiendo el ejem plo de los
na más adecuada a los hom bres y a Apóstoles, acostum braban suplicar a
los oficios de los hom bres, que aquella Dios con estas palabras: Concede a tus
por cuyo medio se obtiene el aum ento siervos que anuncien con toda confian­
de nuevos ciudadanos en esta terrenal za tu palabra(6).
Sión.
Todos pueden cum plir con ellos. E s­
Los dos oficios: p red icar y orar. tos dos oficios, que consisten en d ar y
Porque, en prim er lugar, están los que en orar, además de ser útilísim os para
predican la palabra de Dios; y así Cris­ ensanchar los confines del reino de los
to enseñó con sus ejem plos y sus pala­ cielos, tienen la propiedad, a ellos in­
bras, y así el apóstol P ablo insistía di­ herente, de poder fácilm ente ser cum ­
ciendo: plidos por todos en cualesquiera de las
242 ¿Cómo creeremos a aquél a quien no condiciones hum anas. Porque ¿quién
oímos? ¿Y cómo oiremos si no hay se halla en tan m ísera fortuna que no
quien predique9 Porque la fe viene pueda dar una m oneda ínfim a o sobre­
por el oído y el oído por la palabra de cargado con tantas ocupaciones que no
Cristo pueda elevar alguna vez una plegaria a
Estos oficios, en prim er lugar, tocan Dios por los heraldos del Santo E van­
a los que legítim am ente h an sido ini- gelio? Y ha estado siempre en las cos-
(•) Acta Sanctae Sedis, 13 (1879-1880) 241-248. — Los números marginales indican las páginas del
texto original latino en ASS, vol. 13. (P. H.).
[Ia] Esa fuerza (vis) refleja lo que los teólo­ (2) Rom. 10, 14-17.
gos modernos llaman la “Catolicidad de la vida”, (3) Lucas 8, 3.
es decir, la fuerza vital del organismo eclesiás­ (4) I Corint. 9, 14.
tico que por el empuje interior tiende hacia el
crecimiento. (5) Mat. 9, 38; Lucas 10, 2.
(lb3 Isaías 54, 2. (6) Act. 4, 29.
— 263
264 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1880) 36, 2-4

lum bres de los hom bres apostólicos, y nos. Ni debe creerse que tantas venta­
especialmente del Pontífice Romano, a jas y beneficios hayan venido en estos
quien incum be m ayorm ente la solicitud últimos tiempos a la Iglesia sin disposi­
de propagar la fe cristiana, si bien no ción especial de la divina Providencia,
siem pre se observó el mismo modo de porque mientras estrechan a la amada
em plear tales socorros, sino que fueron Esposa dé Cristo las maquinaciones de
varios y diversos, según la variedad toda especie del enemigo infernal, nada
de los lugares, y la diversidad de los podía suceder más oportuno que lo
tiempos. que aumente en los fieles el deseo de
2. “La obra de la Propagación de la propagar la verdad católica, esforzán­
F e ”. Así, siendo la tendencia de Nues­ dose todos, con celo unánime y reu­
tra edad la de em prender las cosas nidos recursos, en ganar almas para
arduas aunando las ideas y las fuerzas Cristo.
de muchos, vemos unirse o form arse en Después de lo cual exhortaba a los
todas partes asociaciones, de las cuales Obispos a fin de que todos ellos en
algunas se h an constituido p ara pro ­ cada diócesis, solícitamente adoptaran
m over la Religión en todos los países, las medidas para que una institución tan
siendo entre ellas la m ás em inente saludable ganara siempre nuevos incre­
aquella pía asociación form ada cerca mentos. Y tam poco se desvió de las
de sesenta años ha en Lyon de F ra n ­ huellas de su predecesor Pío IX de glo­
cia, que tomó el nom bre de La Pro- riosa memoria, que en toda ocasión p ro ­
243 pagación de la Fe, la cual, en sus p rin ­ picia se empeñó en ayudar a la benem e­
cipios, tuvo por objeto socorrer a al­ ritísim a asociación, promoviendo fru c­
gunos m isioneros en América. Mas co­ tuosam ente su prosperidad. Y de he­
mo el grano de m ostaza se convirtiera cho, por la autoridad de él, aun más
en árbol gigantesco de grandes y flo­ am pliam ente fueron concedidos a los
ridas ram as, todas las misiones espar­ asociados los privilegios de la indul­
cidas por la faz de la tierra lograron gencia pontificia, y m ás fue excitada en
sus activos beneficios.3* favor de esta obra la piedad cristiana,
y los más ilustres entre los mismos
3. Los Sumos P ontífices la estim u­ asociados y en quienes se habían com ­
lan. E sta excelente institución fue des­ probado m éritos singulares, fueron de­
de luego aprobada por los Pastores de corados con varios honores; y final­
la Iglesia, recogiendo elogios estupen­ mente, algunos auxilios externos, anejos
dos. Los Rom anos Pontífices Pío VII, a esta institución, fueron por el mismo
L eón XII, P ío VIII, Nuestros Predece­ Pontífice am pliados y encomiados.
sores, fervorosam ente la recom enda­
ron, enriqueciéndola con los tesoros de 4. Santa Infancia y Escuela de
las indulgencias, y con m ucho m ayor Oriente. En el mismo tiem po la em u­
empeño la prom ovió y con afecto ver­ lación de la piedad hizo que nacieran
daderam ente paternal la m iró Grego­ dos nuevas asociaciones, de las cuales
rio XVI, quien en la carta Encíclica una tomó el nom bre de la Santa In­
del día 15 de Agosto del año 40 de este fancia de Jesucristo, y la otra el de
siglo, habló de ella en estos térm inos: Escuela de Oriente. Tiene la prim era
Obra verdaderamente grande y san­ por objeto el recoger y educar en las
tísima, la cual, con leves obligaciones costum bres cristianas a los desgraciadí­
y ruegos cotidianos a Dios dirigidos simos niños, cuyos padres, constreñidos
por cada uno de los asociados, se sos­ por la m iseria y el ham bre, los aban­
tiene, se acrecienta, se engrandece, y donan bárbaram ente, especialmente en
tiene por objeto socorrer a los opera­ las regiones de China, en las cuales
rios apostólicos, ejercitar con los neó­ está en uso esta clase de crueldad: por
fitos las obras de la caridad cristiana, tanto, siendo afectuosam ente recogidos
y librar a los fieles de los ímpetus de por la caridad de los asociados y redi­
la persecución, Nos la estimamos digní­ midos algunas veces por dinero, cui­
sima de la admiración de todos los bue­ dándose de que sean lavados en las
3 6 , 5 -6 E n c íc l ic a “Sáncta D ei C iv it á s ” 265

fuentes de lá regeneración cristiana, a tuidas para civilizar a los pueblos b ár­


fin de que, si crecen, con la ayuda de baros,
Dios, sean una esperanza de la Iglesia, Porque m uchas son las causas qué
y si son presa de la m uerte, queden se­ hacen dism inuir el núm ero y la genero­
guros de adquirir la felicidad sempi­ sidad de los asociados; y en verdad*
terna. difundiéndose por el m undo deprava­
La o tra sociedad nom brada arriba das opiniones, por las cuales se excitan
cuida de los adolescentes, y por medio los apetitos por los bienes terrenales y
de toda clase de industrias se afana desmaya la esperanza de los bienes déí
porque sean instruidos en la sana doc­ cielo, ¿qué debe esperarse de quienes
trina, cuidando de separar de ellos los em plean el ánimo y el cuerpo en satis­
peligros de la ciencia falaz, hacia la facer sus concupiscencias? ¿Pueden los
cual se inclinan p o r el ansia incauta hom bres entregados al egoísmo em plear
de aprender. Pero por lo demás, una oraciones, en las cuales im ploren a
y otra ram a prestan su acción coadyu­ Dios que lleve a los pueblos que yacen
vadora a aquella m ás antigua que se en las tinieblas la luz divina del
llam a de la Propagación de la fe, y Evangelio? ¿Prestarán, por tanto auxi­
todas sostenidas por los recursos y las lios a los sacerdotes que por la fe tra ­
plegarias del pueblo cristiano, en am is­ bajan y combaten? A la vez que por la
tosa alianza tiendan al mismo fin, m aldad de los tiempos, sucede que aún
porque todas trab ajan por lograr que, el ánimo generoso de los hom bres pia­
m ediante la difusión de las luces evan­ dosos se retrae de la munificencia, en
gélicas, el m ayor núm ero de los que parte, porque con la abundancia de la
viven fuera de la Iglesia vengan al co­ iniquidad sé enfría la caridad de mu­
nocimiento de Dios y le adoren a El y chos en parte, porque las angustias
a quien El envió, Jesucristo Y de privadas y el estado de la cosa pública
aquí las m erecidas alabanzas ya enun­ (a lo cual se agrega el tem or de tiempos
ciadas, y que estas dos instituciones por aún peores), hacen que m uchos séan
Letras Apostólicas fueron encomiadas avaros en el retener y parcos en el dar.
por Nuestro Predecesor Pío IX y copio­
samente enriquecidas con sagradas in ­ 6. F a lta de m isioneros y la obrá de
dulgencias. las sectas. De otra parte, las m isiones
P or tanto, viendo que estas tres ra ­ apostólicas se ven estrechadas por las
m as han gozado de tanto positivo favor m últiples y graves necesidades, porque
a los ojos de los Sumos Pontífices, y cada día es m enor el núm ero de los
viendo que ninguna de ellas ha deja­ sagrados operarios, pues, a los que son
do de realizar con empeño concorde su arrebatados por la m uerte, o se invali­
propio m inisterio, dando sabrosos fru ­ dan por la vejez, o se im posibilitan por
tos de salvación, Nos estim ulam os a las fatigas, no hay p ara reemplazarlos*
N uestra Congregación de Propaganda otro grupo de misioneros de igual n ú ­
Fide a que no escatime ayuda y alivio m ero y valor. Y es que vemos a las fa­
p ara sostener el peso de las misiones milias religiosas, de las cuales m uchos
que tanto parecen florecer y tan jubi­ partían para las sagradas misiones, por
losas esperanzas están dando de más infaustas leyes disueltas; á los clérigos,
rica cosecha p ara el porvenir. 5 arrancados del altar y constreñidos á
servir en los ejércitos; los bienes de uno
5. L a situación actual p recaria. Py e­otro clero, en casi todas partes, saca­
ro las m uchas y violentas tem pestades dos a la venta y proscritos. Y estando
que contra la Iglesia se han desenca- abierto el camino a regiones que pare­
245 denado en los países ya ilum inados por cían inaccesibles, aum enta el conoci­
la luz evangélica, han traído grandes m iento de los lugares y de las gentes,
detrim entos p ara aquellas obras instí- se piden otras m uchas expediciones dé
(7) Juan 17, 3. (9) Mat. 24, 12.
(8) Salmo 106, 10.
266 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1880) 36, 7-3

soldados de Cristo p ara que se establez­ cho os exhortam os a fin de que, es­
can nuevas estaciones, de modo que un tim ulados por la confianza en Dios,
núm ero m ayor de hom bres hacen falta y sin desm ayar por ninguna dificultad,
que se dedican a las misiones y que con ánimo conform e acudáis con Nos
proporcionan los oportunos subsidios. a ayudar fuerte y decididamente a las
Omitimos las dificultades e im pedi­ Misiones Apostólicas. Se trata de la sal­
m entos que nacen de los que siem bran vación de las almas, por las que Nues­
contradicciones puesto que al mismo tro Redentor dio su alm a y Nos consti­
tiempo hom bres falaces, sembradores tuyó a Nosotros obispos y sacerdotes,
de errores, se revisten de apóstoles de para adelantar la obra de los santos y
Cristo, y abundantem ente provistos de consum ar la edificación de su cuerpo
auxilios hum anos, usurpan el m iniste­ místico; de donde procede, que cuantos
rio de Cristo a los sacerdotes católicos han sido puestos por Dios para custo­
y creen bastante bien logrados sus fines, dia de sus rebaños, deben esforzarse por
si hacen dudar de la vía de salvación todos los medios, a fin de que las
a aquellos que escuchan la palabra de Sagradas Misiones obtengan aquellos
246 Dios explicada de diferente modo. ¡Oja­ auxilios que hemos recordado se halla­
lá jam ás saquen provecho de sus malas ban en uso en los tiempos prim itivos
artes! Verdaderamente la mies es gran­ de la Iglesia; es decir, la predicación
de, pero los obreros son pocos^1°> y aca­ del Evangelio, la oración y la lim osna
so en breve serán menos. de los hom bres piadosos.

7. La predicación, la oración y la 8. Enviar m isioneros. Si conocéis,


lim osna. H allándose así las cosas, Ve­ pues, algunos hom bres celosos por la
nerables H erm anos, estimamos que es divina gloria y prontos e idóneos para
deber Nuestro estim ular el celo y la em prender las sagradas expediciones,
caridad de los cristianos, a fin de que, alentadlos a fin de que, explorada y
ora con la oración ora con el óbolo, conocida la voluntad de Dios, no se
sean movidos a ayudar la obra de las dejen vencer por la carne y por la san­
sagradas misiones y prom over la p ro ­ gre, y se apresuren a obedecer las voces
pagación de la fe. Obra de santa exce­ del Espíritu Santo. A los demás sacer­
lencia, como lo dem uestra el bien de dotes, a las órdenes religiosas de uno y
sus propósitos, y el fruto que de ellos otro sexo, y finalm ente, a todos los fie­
se obtiene, puesto que esta santa obra les confiados a vuestro ministerio, in ­
tiende directam ente a extender sobre culcad con grande denuedo que, con
el haz de la tierra la gloria del divino jam ás interrum pidas plegarias, im plo­
nom bre y ensanchar el reino de Cristo: ren el auxilio celeste para los sem bra­
siendo, sobre todo, benéfica p ara aque­ dores de la divina palabra. Poned por
llos que son rescatados del cieno de los intercesora a M a r í a , Madre de Dios, que
vicios y de la som bra de la m uerte, y puede m atar a todos los m onstruos del
se hacen, además, partícipes de la eter­ error, a su purísim o Esposo, a quien
na salvación al pasar del culto bárbaro m uchas misiones han elegido ya como
y de las costum bres salvajes a la sua­ su protector y custodio, y a quien la
vidad de la vida civilizada. P or donde Sede Apostólica ha dado por patrono
resulta tam bién m ucho m ás útil y fru c­ a la Iglesia universal; al Príncipe y a
tuosa p ara aquellos que de cualquier toda la escala de los Apóstoles, de los
modo participan de ella, puesto que se cuales, por prim era vez partió la predi­
aum entan las riquezas espirituales y
cación del Evangelio, resonando por
m éritos p ara con Dios, habiendo m ás
deudores del beneficio. toda la tierra, y finalm ente, a todos los
demás campeones distinguidos por la
Colaboración episcopal. A vosotros, santidad, que en el mismo m inisterio
pues, Venerables Herm anos, llam ados a han consumido su fuerza, o prodigado
participar de N uestra solicitud, m u ­ su vida con su sangre.
(10) Mat. 9, 37; Lucas 10, 2.
36, 10 E n c íc l ic a “Sancta P e í C iv it a s ” 267

9. La limosna de todos. Que a la ple­ de caridad y se hace cooperador de


g aria de súplica se u n a la limosna, cu­ Dios en la salvación del prójim o lo que
ya fuerza consiste en hacer que aque­ los Santos Padres llam aron la m ás di­
llos que ayudan a los varones apostó­ vina entre las obras divinas.
licos, aunque separados por u na gran
distancia o absorbidos por o tra ocupa­ 10. Exhortación y conclusión. Ali- 248
ción, se asocien sin embargo, a ellos en mentemos perfecta esperanza, Venera­
el trabajo y en el m érito. E n verdad, bles Hermanos, de que todos aquellos
el tiem po es tal, que m uchos están que se glorían con el nom bre de cató­
constreñidos por la m iseria; pero n a­ licos, repasando en su m ente estas con­
die p o r eso decaiga de ánimo, puesto sideraciones, y p o r vuestras exhorta­
que, p a ra ninguno, ciertam ente, puede ciones inflamados, en m anera alguna
ser difícil la oblación de la ínfim a m o­ faltarán a esta obra de piedad que
neda que p ara este objeto se pide, a fin tanto interesa a Nuestro corazón. No
de que, unidas m uchas en una, puedan perm itirán que su celo p ara dilatar el
prestar grande auxilio. Nadie puede reino de Jesucristo sea excedido por la
considerar, siguiendo vuestra enseñan­ energía y por la industria de los que
za, Venerables H erm anos, que su libe­ se esfuerzan en propagar el dominio
ralidad no será de provecho, porque del príncipe de las tinieblas. E ntre ta n ­
presta a Dios quien presta al indigente, to, im plorando a Dios propicio favor
y porque de la lim osna se dijo que era para las propias em presas de los pue­
la m ás lucrativa de todas las industrias. blos cristianos, concedemos afectuosa­
mente en el Señor la Apostólica Bendi­
E n realidad de verdad, si, por la pro ­ ción, testimonio de N uestra singular
mesa del mismo Jesucristo no pierde su benevolencia, a vosotros, Venerables
recom pensa el que diere a uno de los Herm anos, al clero y al pueblo confia­
más pequeños un sorbo de agua fres­ dos a vuestra vigilancia.
ca seguram ente recibirá am plísim a Dado en Roma, cerca de San Pedro,
recom pensa aquel que, invirtiendo su el día 3 de diciembre de 1880, tercero
dinero aunque sea poco en las sagradas de Nuestro Pontificado.
misiones y agregando sus oraciones
ejerce a la vez m uchas y variadas obras LEON PAPA XIII.

(11) Ver Mat. 10, 42. ro sólo del territorio italiano tomado en el sen­
NOTA: A la Encíclica “Sancta Dei Civitas” si­ tido geográfico) acudir al Seminario de las Mi­
gue, en ASS 13, pág. 248, un “Monitum” , una ad­ siones que fue fundado en Roma (vía Mastai 18)
vertencia que es digna de consignarse aquí; dice: en el año 1874 por el Sumo Pontífice Pío IX, diri­
“Si algunos quieren dedicar su vida a las santas giendo allí su solicitud... Podrán también diri­
misiones y desean corresponder al llamado pater­ girse al Seminario de San Calocerio (mártir), fun­
nal del Supremo Pastor de la Iglesia podrán (pe­ dado en Milán...”.
3T

ENCICLICA "DIUTURNUM ILLUD”(*}


(29-VI-1881)

SOBRE EL ORIGEN DEL PODER

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
I ntroducción nazas y terrores contra los demás p rín ­
cipes de Europa.
3 1. La lucha contra la Iglesia, destru ­
ye la sociedad civil. Aquella prolonga­ La Religión es el fundam ento del
da y terrible guerra em prendida contra orden. Estos infortunios públicos que
la autoridad divina de la Iglesia, llegó están a la vista, llenan a Nos con grave
al punto a que de suyo se dirigía; a preocupación, al ver peligrar casi a to ­
saber, a poner en com ún peligro la da hora la seguridad de los príncipes 4
sociedad hum ana, y principalm ente la y la tranquilidad de los imperios, ju n ­
autoridad civil, en que estriba ante todo tam ente con la salud de los pueblos.
la salud pública; lo cual parece haber­ Sin embargo, la virtud divina de la Re­
se verificado principalísim am ente en ligión cristiana engendró la egregia fir­
Nuestros tiempos. Porque las pasiones meza de la estabilidad y del orden de
del pueblo rehúsan, hoy m ás que antes, las repúblicas al tiempo que im pregna­
toda clase de autoridad y es tan grande ba las costum bres e instituciones de las
la general licencia, tan continuas las naciones. No es el m ás pequeño y últi­
sediciones y turbulencias, que no sola­ mo fruto de su fuerza el justo y sabio
m ente se ha negado m uchas veces la equilibrio de derechos y deberes en los
obediencia a los gobernantes, sino que soberanos y en los pueblos. Porque en
parece que ni aun les ha quedado un los preceptos y ejemplos de Cristo Se­
refugio cierto p ara su propia seguridad. ñor Nuestro vive una fuerza adm ira­
Se ha trabajado, ciertam ente, largo ble para m antener en sus deberes, tanto
tiempo con el fin de que ellos caigan a los que obedecen, como a los que
en el desprecio y odio de la m ultitud, m andan, y conservar entre los mismos
y estallando las llam as de la envidia así aquella unión y como arm onía de vo­
fom entada apenas ha pasado un peque­ luntades, que es m uy conform e con
ño lapso de tiempo, que vimos que la la naturaleza, de donde nace el curso
vida de los príncipes más poderosos tranquilo, carente de perturbaciones en
corría m uchas veces peligro de m uerte, los negocios públicos^2).
sea por asechanzas ocultas, sea por Por lo cual, habiéndonos sido confia­
m anifiestos y m ortales atentados. Poco dos, por la gracia de Dios, el gobierno
ha, se horrorizó toda la E uropa al saber de la Iglesia católica, la custodia e in­
el sacrilego asesinato de un em perador terpretación de la doctrina de Cristo,
poderosísimo (1L y atónitos todavía los juzgamos, Venerables Hermanos, que
ánim os con la m agnitud de sem ejante incumbe a Nuestra autoridad decir p ú ­
delito, no rep aran hom bres malvados blicamente, qué exige la verdad católi­
en lanzar abiertam ente generales am e­1 ca de cada uno en este género de deber,
(*) ASS 14 (1881/2) 3-14. Versión especialmente corregida para la 2? edición. — Los números en
el margen dan las páginas del texto original en ASS, vol. 14. (P. H.).
(1) Alejandro II de Rusia, f 3-III-1881. y súbditos. Ver el original italiano en ASS 23, p.
(2) León XIII acentuará el 15-X-1890 en la 193-206; la versión latina que comienza con las
Encíclica Dal pito del Apostolato el benéfico in- palabras Ab apostolici solii está en ASS 23, pág.
flujo de la Religión sobre la vida de gobernantes 206-222; en ésta Colecc.: Encícl. 57, .13, pág. 415.
— 268 —
3 ? , 2-4 E n c íc l ic a “ D iu t u r n u m Illud” 269

de donde surgirá tam bién el m odo y la su acuerdo. Los católicos discrepan de


m anera eon que en tan deplorable es­ esta opinión al derivar de Dios como
tado de cosas haya de atenderse a la de su principio natural y necesario, el
salud pública*3). derecho de m andar.

A) Doctrina de la Iglesia acerca 3. La voluntad del pueblo y la doc?-


de la autoridad trin a católica. - F orm as de gobierno*
Im porta que anotemos aquí que los que
2. Necesidad de u n a autoridad. Aun­han de gobernar las repúblicas, pueden
que el hom bre, incitado por cierta a rro ­ en algunos casos ser elegidos por la
gancia y tosudez, intenta m uchas veces voluntad y juicio de la m ultitud, sin
rom per los frenos de la autoridad, ja ­ que a ello se oponga ni le repugne la
más, sin embargo, pudo conseguir sus­ doctrina católica. Con esa elección se
traerse por completo a toda obediencia. designa ciertam ente al gobernante, mas
En toda agrupación y com unidad de no se confieren los derechos de gobier­
hom bres, la m ism a necesidad obliga a no, ni se da la autoridad, sino que se
que haya algunos que m anden, con el establece quién la ha de ejercer.
fin de que, la sociedad, destituida de Aquí no tratam os las form as de
principio o cabeza que la rija, no se gobierno; pues nada impide que la Igle­
disuelva y se vea privada de lograr el sia apruebe el gobierno de uno solo o de
fin p ara que nació y fue constituida*4). muchos, con tal que sea justo y tienda
al bien común*6). P or eso, salva la ju s­
ticia, no se prohibe a los pueblos el que
7. Origen Divino sea m ás apto y conveniente a su carác­
ter o los institutos y costum bres de
E rro res sobre el origen de la auto^ sus antepasados.
ridad. Pero si no pudo suceder que la Pero por lo que respecta a la autori­
potestad política se quitase de en medio dad pública, la Iglesia enseña recta­
de las naciones, lo tentó ciertam ente a m ente que éste viene de Dios; pues ella
algunos a em plear todas las artes y m ism a lo encuentra claram ente atesti­
medios p ara debilitar su fuerza y dis­ guado en las Sagradas Letras y en los
m inuir la autoridad; esto sucedió prin- m onum entos de la antigüedad cristiana,
cipalísim am ente en el siglo XVI, cuando y además no puede excogitarse ninguna
una perniciosa novedad de opiniones doctrina que sea, o más conveniente a
envaneció a m uchísimos. Desde aquel la razón, o más conforme a los interer
tiempo, la m ultitud pretendió, no sólo ses de los soberanos y de los pueblos.
que le otorgasen la libertad con m ayor
am plitud de lo que era justo, sino que 4. E n el Antiguo Testam ento. - El
tam bién establecieron a su arbitrio que poder de Dios. En realidad, los libros
se hallaba en ella el origen y la consti­ del Antiguo Testamento confirm an muy
tución de sociedad civil. Aún más: m u­ claram ente en muchos lugares que en
chos modernos, siguiendo las pisadas Dios está la fuente de la potestad h u ­
de aquellos, que en el siglo anterior se m ana. Por mí reinan los reyes... por
dieron el nom bre de filósofos, dicen mí los príncipes imperan, y los jueces
que toda potestad viene del pueblo*5); administran la justicia^. Y en otra
por lo cual, los que ejercen la autoridad parte: Escuchad los que gobernáis las
civil, no la ejercen como suya, sino naciones... por que de Dios os ha venido
como otorgada por el pueblo; con esta la potestad y del Altísimo la fuerza *8).
norm a, la m ism a voluntad del pueblo, Lo cual se contiene asimismo en el
que delegó la potestad, puede revocar libro del Eclesiástico: A cada nación
(3) Ver Gregorio XVI en la Encícl. Mirari vos, l-XI-1885; en esta Colecc.: Encícl. 46, 19, pág. 328.
15-VIII-1832; en esta Colecc.: Encícl. 3, 16-20, pág. (6) León XIII, Encíclica Sapientix christianx,
42-43. 10-1-1890; en esta Colecc.: Encícl. 56, 9 y 19 págs.
(4) Ver: León XIII, Encíclica Immortale Dei, 398 y 403.
l-XI-1885; en esta Colecc.: Encícl. 46, 5, pág. 324. (7) Proverbios 8, 15-16.
(5) Ver: León XIII, Encíclica Immortale Dei, (8) Sabiduría 6, 3-4.
270 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1881) 37, 5-7

puso Dios quien la gobernase^, Sin dores y reyes*15>. Y aun los Santos
embargo, las cosas que los hom bres Doctores tom aron a su cargo el ilustrar
habían aprendido enseñándoselas Dios, los mismos preceptos, hasta con la luz
poco a poco, entregados a las supersti­ natural de la razón, de suerte que de­
ciones paganas, las fueron olvidando; ben parecer rectos y verdaderos a los
así como corrom pieron m uchas verda­ que no tienen otro guía que la razón.
des y nociones de las cosas, así tam bién La razón Nos enseña lo mismo. En
adulteraron la verdadera idea y herm o­ efecto, la naturaleza, o más bien Dios,
sura de la autoridad. autor de la naturaleza, im pulsa a los
5. E n el Nuevo Testam ento. Des­ hom bres a que vivan en sociedad civil:
pués, cuando brilló la luz del Evangelio así nos lo dem uestran m uy claram ente,
cristiano, la vanidad cedía su puesto a ya la facultad de hablar, fuerza unitiva
la verdad, y de nuevo empezó a diluci­ m uy grande de la sociedad, y adem ás,
darse de donde m anaba toda autoridad, m uchísim as ansias innatas del ánimo,
principio nobilísim o y divino. Cristo como tam bién m uchas cosas necesarias
Señor Nuestro respondió al Presidente y de gran im portancia que los hom ­
Romano que hacía alarde y se arroga­ bres aislados no pueden conseguir, y
ba la potestad de absolverlo o de con­ que sólo obtienen unidos y asociados
denarlo: No tendrías poder alguno so­ unos con otros. Ahora bien; ni puede
bre mí, si no se te hubiese dado de existir, ni concebirse esta sociedad, si
arriba<9101>. S an Agustín com entando alguien no coordina todas las volunta­
este pasaje dice: Aprendamos lo que des, para que de m uchas se haga como
dijo, que es lo mismo que enseñó por una sola y las obligue con rectitud y
el Apóstol, a saber, que no hay potestad orden al bien com ún; quiso, pues, Dios
sino de D ios^K A la doctrina, pues, que en la sociedad civil hubiese quie­
y a los preceptos de Jesucristo corres­ nes m andasen a la m ultitud. He aquí
pondió la voz incorrupta de los Apósto­ otra razón poderosa que los que tienen
les, como u na im agen a su original. la autoridad en la república, deben po­
Excelsa y llena de gravedad es la sen­ der obligar a los ciudadanos a la obe­
tencia que S an P ablo escribe a los Ro­ diencia de tal m anera, que la desobe­
m anos sujetos al im perio de los p rín ­ diencia sea un m anifiesto pecado. Aho­
cipes paganos: no hay potestad si no ra bien, ningún hom bre tiene en sí o
viene de Dios: de lo cual, como de una por sí la facultad de obligar en concien­
causa deduce y concluye: el príncipe es cia la voluntad libre de los demás con
ministro de Dios^1213*\ los vínculos de tal autoridad. Unica­
6. Los P adres de la Iglesia. Los P a ­ mente tiene esta potestad Dios Creador
dres de la Iglesia procuraron con toda y Legislador de todas las cosas: los que
diligencia profesar y propagar esta m is­ esta potestad ejercen deben necesaria­
m a doctrina, en la que habían sido ins­ mente ejercerla como com unicada po r
truidos: No atribuimos sino al verda­ Dios. Uno solo es el Legislador y el
dero Dios la potestad de dar el reino y Juez que puede perder y salvar(16)#
el imperio(13). S an J uan Crisóstomo 7. Toda potestad es de Dios. Lo cual
dice, siguiendo la m ism a sentencia: Que se ve tam bién en otro género de potes­
haya principados, y que unos manden tad. La potestad que hay en los Sacer­
y otros sean súbditos, y que todo no dotes dim ana tan m anifiestam ente de
suceda al azar y fortuitamente lo atri­ Dios, que todos los pueblos los llam an
buyo a la divina sabiduría(M). Lo m is­ Ministros de Dios, y los tienen por tales.
mo atestiguó S an Gregorio Magno con Igualmente la potestad de los padres de
estas palabras: Confesamos que la po­ fam ilia tiene expresa cierta imagen y
testad les viene del cielo a los empera­ form a de la autoridad que hay en Dios,
(9) Eclesiástico 17, 14. (14) S. Juan Crisóstomo, In Epist. a los Roma­
(10) Juan 19, 11. nos; Homil. 23 (Migne PG. 60, col. 615 al medio).
(11) Román. 13, 1; S. Agustín, Tract. 116 in
Joann. 5 (Migne PL. 35, col. 1912). (15) S. Gregorio M., Epist. lib. II, 61; (Migne
(12) Rom. 13, 1. 4. PL. TI [lib. III, epist. 65] col. 663-B).
(13) S. Agustín, De civitate Dei, lib. V, cap, 21 (16) Santiago 4, 12.
(Migne PL. 41, col. 167).
37, 8-9 E n c íc l ic a “ D iu t u r n u m Illud” 271

de quien trae su nombre toda paterni­ recibida por cierto don y merced divi­
dad en los cielos y en la tierra <17>. Y na. P or lo cual deberán los ciudadanos
de este modo los diversos géneros de estar sujetos y obedecer a los príncipes,
potestad tienen entre sí m aravillosas como a Dios, no tanto por el tem or del
semejanzas, de modo que todo poder y castigo, cuanto por la reverencia a la
autoridad que hay en cualquier parte, m ajestad, y no por adulación, sino por
trae su origen de uno solo y mismo la conciencia del deber. Con esto, la
Creador y Señor del m undo, que es autoridad colocada en su sitio estará
Dios. m ucho más firm em ente cim entada.
Pues sintiendo los ciudadanos la fuerza
II. Errores acerca de la autoridad de este deber, necesariam ente huirán
El pacto social. Los que pretenden de la m aldad y de la contum acia; p o r­
que la sociedad civil se h a originado en que deben estar persuadidos de que
el libre consentim iento de los hom bres, los que resisten a la potestad política,
al atribuir el origen de la autoridad a resisten a la divina voluntad, y los que
esa m ism a fuente dicen que cada uno rehúsan honrar a los soberanos, reh ú ­
cedió parte de su derecho y que volun­ san ho n rar a Dios(18).
tariam ente se som etieron al derecho de 8. San Pablo y la potestad humana.
aquel que hubiese reunido en sí la su­
En esta doctrina instruyó particular­
ma de aquellos derechos. Pero es un m ente el Apóstol S an P ablo a los ro ­
grande erro r no ver lo que es m anifies­
manos, a quienes escribió sobre la re­
to, a saber: que los hom bres, no siendo verencia que se debe a los supremos
una raza de vagos solitarios, indepen­ poderes con tan ta autoridad y peso,
dientem ente de su libre voluntad, han que nada parece poder m andarse con
nacido p ara una n atu ral com unidad; y m ás severidad: Todos están sujetos a
además, el pacto que predican es clara­
las potestades superiores: pues no hay
m ente un invento y u n a ficción, y no
sirve p ara dar a la potestad política
potestad que no provenga de Dios: las
cosas que son, por Dios son ordenadas.
tan grande fuerza, dignidad y firmeza, Por lo tanto quien resiste a la potestad
cuanta requieren la defensa de la re­ resiste a la ordenación de Dios. Mas los
pública y las utilidades comunes de los que resisten se hacen reos de condena­
ciudadanos. Y el principado sólo tendrá
ción... Por tanto debéis estarle sujetos 819
esta m ajestad y sostén universal, si se no sólo por el castigo, sino también por
entiende que dim ana de Dios, fuente
conciencia^. Con este mismo sentido
augusta y santísim a.
está del todo conform e la nobilísim a
B) Frutos de la doctrina de la Iglesia sentencia de S an P edro, príncipe de
los Apóstoles: Estad sujetos a toda hu­
Dignifica el poder. N inguna opinión mana criatura (constituida sobre vos­
o sentencia puede hallarse, no sólo más otros) por respeto a Dios, ya sea el rey
verdadera, pero ni m ás provechosa. como el que ocupa el primer lugar, ya
Pues, si la potestad de los que gobier­ sean los gobernadores, como puestos
nan los estados es cierta com unicación por Dios para castigo de los malhecho­
de la potestad divina, p o r esta m ism a res y la alabanza de los buenos; porque
causa la autoridad logra, al punto una así es la voluntad de Dios^20\
dignidad m ayor que la hum ana, no
aquella im pía y absurdísim a, reclam a­ 9. Cuándo no se debe obedecer. Una
da por los em peradores paganos, que sola causa tienen los hom bres para no
pretendían algunas veces honores divi­ obedecer, y es, cuando se les pide algo
nos, sino verdadera y sólida, y ésta que repugne abiertam ente al derecho
(17) Efes. 3, 15. (20) I Pedro 2, 13-15; Ver León XIII, Discurso a
los españoles, 18-IV-1894 en que dice: "Es tam­
(18) Ver León XIII, Encícl. Graves de Communi, bién su deber someterse a los poderes constitui­
18-M901; en esta Colecc.: Encícl. 84, 8, pág. 639. dos, y Nos os lo demandamos con tanto mejor
(19) Romanos 13, 1-5; Ver León XIII, Encícl.. derecho cuanto que a la cabeza de vuestra noble
Caritatis Providentiseque, 19-III-1894; en esta Co­ nación tenéis una reina ilustre cuya piedad y de­
lección: Encícl. 67, 5, pág. 509. voción con la Iglesia habéis podido admirar
2 7 2 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1881) 37, 10-12
n atu ral o divino; pues en todas aquellas abandonaren su deber, no podrán evi­
cosas en que se infringe la ley natural tar en modo alguno la severidad de
o la voluntad de Dios, es tan ilícito el Dios. El Altísimo examinará vuestras
m andarlas como el hacerlas. Si, pues, obras y escudriñará los pensamientos.
aconteciere qué alguien fuere obligado Porque siendo ministros de su reino, no
a elegir u na de dos cosas, a saber, o juzgasteis con rectitud... se os presen­
despreciar los m andatos de Dios o los de tará espantosa y repentinamente, pues
los príncipes, se debe obedecer a Jesu­ el juicio será durísimo para los que
cristo que m anda dar al César lo que presiden a los demás... Que no excep­
es del César y a Dios lo que es de tuará Dios persona alguna, ni respetará
Dios^21\ y a ejemplo de los Apóstoles la grandeza de nadie, porque lo mismo
responder anim osam ente: conviene obe­ hizo al pequeño y al grande y de todos
decer a Dios antes que a los hom- cuida igualmente. Mas a los mayores
bres^22K Sin embargo, no hay por qué les reserva una sanción más severa^X
acusar a los que se portan de este modo 11. P ara bien de los soberanos y de
de que quebrantan la obediencia; pues los ciudadanos. - F ru to s del buen go­
si la voluntad de los príncipes pugna bierno. Dado que estos preceptos p ro ­
con la voluntad y las leyes de Dios, tegen a la república, se quita toda cau­
ellos sobrepasan los límites de su po­ sa o ansia de levantam ientos; y estarán
der y trastornan la justicia: ni entonces bien defendidos el honor y la seguridad
puede valer su autoridad, la cual és de los soberanos y la paz y el bienestar
nula, donde no hay justicia (23245L de la sociedad. Tam bién la dignidad de
10. Protege al súbdito. - El modo de los ciudadanos estará garantizada en la
ejercer el poder (24L Más p a ra que en m ejor form a; pues, aun obedeciendo,
él ejercicio de la autoridad se conserve podrán conservar aquel decoro que es
la justicia im porta m ucho que los go­ propio de la grandeza del hom bre, por
bernantes com prendan que el poder cuanto entienden que según el criterio
político no nació p ara él provecho de de Dios no hay siervo ni libre sino
ninguna persona particular y que las que uno es el Señor de todos, el cual
fünciones del gobierno de la república es rico para todos los que le invocaní2627>
no dében desem peñarse p ara bien de y que ellos están sujetos y obedecen a
los que gobiernan sirio p ara bien de los príncipes sólo porque en cierto m o­
los gobernados. Los soberanos deben do representan la imagen de Dios* a
tom ar como ejem plo a Dios óptimo m á­ quien servir es reinar^21\
ximo, de quien desciende toda au tori­ 12. D octrina que la Iglesia —aun b a­
dad: deben proponerse su acción como jo los E m peradores Rom anos— siem ­
modelo; presidan al pueblo con equi­ pre enseñó y practicó. E n todos los
dad y fidelidad, y apliquen lá caridad tiempos ha trabajado la Iglesia a fin
paternal junto con la severidad que es de que esta concepción cristiana no
necesaria. P or este motivo, las Sagradas sólo im pregnara las mentes sino que
Letras les advierten qué ellos mismos se m anifestara tam bién en la vida p ú ­
tienén que dar cuenta un día al Rey de blica y las costum bres de los pueblos.
los reyes y Señor de los señores: si Mientras que los em peradores paganos
(21) Mat. 22, 21. bres constituidos en potestad civil. Porque sus
(22) Act. 5, 29. derechos que nadie desconoce, deben ser respe­
(23) Véase: León XIII, “Libertas” (1888V en esta tados diligentemente por todos los ciudadanos,
Colecc.: Encícl. 51, 6-8, pág. 359-362 y “Sapicntix pero más diligentemente aún por los sacerdotes:
Christianx” (1890), en esta Colecc.: Encícl. 56, 8-9, “Dad al César lo que es del César”. Muy nobles
pág. 398. y muy altos, en efecto, son los cargos que Dios,
soberano Señor* ha impuesto a los hombres re­
(24) Véase: León XIII, “Qnod Apostolici” (1878), vestidos del principado, para que gobernando,
en esta Colecc.: Encícl. 32, 5-7, pág. 227, e “Im- conserven y acrecienten al Estado por medio de
mortale Dei” (1885) en esta Colecc.: Encícl. 46, la sabiduría, la razón y la observancia completa
4-5, pág. 323-324. de la justicia. Sea, pues, el Clero diligente en el
(25) Sabid. 6, 4-8. cumplimiento de sus deberes ciudadanos, no como
(26) Rom. 10, 12. esclavos sino como súbditos respetuosos, por la
(27) Al respecto dirá León XIII en su Carta Religión, no por miedo, de manera que sus miem­
‘‘Officio Sanctissimo” del 22 de diciembre de 1887 bros cOncilien una Justa deferencia hacia la auto­
a los Obispos bduaros: “De ahí surgen, además, el ridad con su dignidad propia, y se muéstren, a
género y el modo de obediencia debida a los hom- la vez, ciudadanos y sacerdotes de Dios” .
37, 12 E n c íc l ic a “ D iu t u r n u m Il l u d ” 273

tuvieron en sus m anos el tim ón p ara rrados^K Del mismo modo alababa
gobernar el Im perio, los cuales no públicam ente T ertuliano a los cristia­
podían, debido a la supersticiosa reli­ nos, porque eran entre todos los demás,
gión en que vivían, elevarse hasta aque­ los m ejores y más seguros amigos del
lla form a de la autoridad que hemos imperio. El cristiano no es enemigo de
bosquejado, procuró la Iglesia in filtrar­ nadie, ni del emperador, a quien sa­
la en las mentes de los pueblos, los que, biendo que está constituido por Dios,
junto con aceptar los principios cris­ debe amar, respetar, honrar y querer
tianos, debían tra ta r de aju star su vida que se salve con todo el romano Impe-
a los mismos. Y así los pastores de rio (32), y no dudaba afirm ar que en los
las almas, renovando los ejemplos del confines del imperio, tanto m ás dism i­
Apóstol S an P ablo, acostum braron con nuía el núm ero de sus enemigos, cuan­
sumo cuidado y diligencia m andar a to m ás crecía el de los cristianos: Ahora
los pueblos que estuviesen sujetos y tenéis pocos enemigos por la multitud
obedeciesen a los príncipes y potesta­ de los cristianos, siendo cristianos en
d e s ^ , asimismo que orasen a Dios casi todas las ciudades casi todos
por todos los hom bres, pero especial­ los ciudadanos^33). Tam bién hay un in ­
mente por los reyes y por todos aquellos signe documento de esto mismo en la
que están en el poder, porque esto es Epístola a D iogneto , la cual confirm a
acepto ante nuestro Salvador Dios^282930*K que en aquel tiempo los cristianos h a ­
Los prim eros cristianos Nos dejaron de bíanse acostum brado, no sólo a servir
todo ello brillantísim os ejemplos, pues y obedecer a las leyes, sino que satis­
siendo atorm entados en form a in ju stí­ facían a todos sus deberes con m ayor
sima y crudelísim a por los em peradores perfección de lo que eran obligados por
paganos, jam ás llegaron a negarles la las leyes: Los cristianos obedecen las
obediencia y sumisión, hasta el extre­ leyes promulgadas, y con su género de
mo que parecía haberse entablado una vida aun pasan más allá de lo que las
lucha entre la crueldad de aquéllos y leyes mandan.
la sumisión de éstos(30\ No se rebelaron contra las leyes in i­
La doctrina vivida ejem plarm ente cuas. A la verdad, otra cosa era cuan­
por los prim eros cristianos. T an ta m o­ do los edictos imperiales, de m anco­
destia y tan firm e voluntad de obedecer m ún con las amenazas de los pretores,
eran tan bien conocidas que la calum ­ los constreñían a ab ju rar dq la fe cris­
nia y la m alicia de sus enemigos eran tiana o abandonar otro cualquiera de
incapaces de obscurecerlas. P or lo cual sus deberes; entonces no vacilaron en
los que ante los Em peradores defendían desobedecer a los hom bres para obede­
públicam ente la causa del nom bre cris­ cer y agradar a Dios. Sin embargo, a
tiano, con este argum ento principal­ pesar de la crueldad de los tiempos y
mente los convencían de que era inicuo circunstancias, no hubo quien tratase
castigar a los cristianos por medio de de prom over sediciones ni de m enosca­
leyes porque a la vista de todos vivían bar la m ajestad del príncipe, ni jam ás
conform e a las leyes como convenía. Así pretendían otra cosa que confesarse
habló Athenágoras con toda confianza cristianos, serlo realm ente y conservar
a Marco Aurelio Antonio y a su hijo incólume su fe: tan distante se hallaba
L ucio Aurelio Cómodo : Permitís que de su ánim o el pensam iento de oponer
10 nosotros, que ningún mal hacemos, en ninguna ocasión resistencia, que se
antes bien nos conducimos con toda encam inaban contentos y gozosos, como
reverencia y justicia, no sólo respecto nunca, al cruento potro, donde la gran­
a Dios, sino también respecto al imperio, deza de su alm a vencía la m agnitud de
seamos perseguidos, despojados, deste­ los torm entos. P or esta razón se llegó
(28) Tito 3, 1. (31) Aienágoras, Legatio pro Christianis (Migne
(29) I Timot. 2, 1-3. PG. 6, col. 891-B).
(30) Vea: Gregorio XVI, “Mirari Vos" (1832); en (32) Tertuliano, Apologét. n. 36 (Migne PL. 1,
esta Coleec.: Encicl. 3, 14, pág. 41: Condenación col. 523-A).
de la rebeldía contra los legítimos poderes. (33) Tertuliano, Apologét. nr. 37 (Migne UL. 1,
col. 526-A).
274 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1881) 37, 13-14
a estim arse en aquel tiempo el denuedo concordia. Cuando los pueblos peca­
de los cristianos alistados en la milicia, ban originando tum ultos al punto acu­
porque era cualidad sobresaliente del día la Iglesia, restauradora de la tra n ­
soldado cristiano, herm an ar con el va­ quilidad, llam ando a todos al cum pli­
lor a toda prueba, el perfecto conoci­ miento del deber y refrenando las m ás
miento de la disciplina m ilitar y m an ­ vehementes pasiones en parte por la
tener, unida con su valentía, la inal­ suavidad y en parte m ediante su auto­
terable fidelidad al em perador; sólo ridad. Del mismo modo, cuando se
cuando se exigía de ellos algo que no excedían en las medidas de gobierno,
fuese honesto, como la violación de los entonces ella m ism a acudía a los p rín ­
m andatos divinos, o que volviesen el cipes tanto p ara recordarles los dere­
acero contra indefensos y pacíficos dis­ chos de los pueblos, sus necesidades y
cípulos de Cristo; sólo entonces reh u ­ legítimas aspiraciones como para p er­
saban la obediencia al príncipe, y aun suadirlos a em plear la equidad, la cle­
así, preferían abandonar las arm as y m encia y la benignidad. Por esta razón
dejarse m atar por la Religión antes se logró varias veces im pedir las sedi­
que destronar la autoridad pública con ciones y los peligros de una guerra
motines y sediciones. civil*34*.
14. E n los tiem pos m odernos. - P e r­
13. Con los príncipes cristianos. Des­
niciosos frutos de sus doctrinas*35*.
pués cuando los Estados pasaron a m a­ P or el contrario, las doctrinas inventa­
nos de príncipes cristianos, la Iglesia das por los m odernos acerca de la
puso más empeño en declarar y ense- autoridad civil, han acarreado ya gran­
1 ñ a r cuanto tiene de divino la au to rid ad des males y es de tem er que andando
de los prim eros gobernantes: de donde el tiempo nos a rrastrarán a m ayores
forzosam ente había de resultar que los males. Pues, no querer atribuir el de­
pueblos se acostum brasen a ver en ellos recho de m andar a Dios como a
cierta m ajestad divina, que les llenaría autor no es sino desear ver destruido
de m ayor respeto y am or hacia sus per­ el más bello esplendor de la autoridad
sonas. P or lo mismo sabiam ente dis­ política y enervado su vigor. Respecto
puso que los reyes se consagrasen con a lo que dicen que la autoridad civil
las cerem onias solemnes como estaba dependa de la voluntad del pueblo, se
m andado por el mismo Dios en el Anti­ comete prim ero un error de principio,
guo Testamento. y en segundo lugar la erigen sobre un
E n el Sacro Im perio. Más adelante, fundam ento demasiado frágil e incon­
cuando la sociedad civil surgida de sistente. Porque estas doctrinas como
entre las ruinas del Im perio revivió otros tantos acicates estim ulan las p a­
en brazos de la esperanza cristiana, y siones populares, que engreídas se inso­
una vez constituido el sacro imperio, lentan precipitándose para gran daño
los Romanos Pontífices consagraron la del Estado por la fácil pendiente a los
potestad civil con singular esplendor, ciegos movimientos y abiertas sedicio­
por cuyo medio la autoridad adquirió nes. E n efecto, la llam ada Reforma
una m áxim a nobleza, y no hay duda cuyos favorecedores y jefes m ediante
que esto h ab ría sido grandem ente p ro ­ nuevas doctrinas atacaron a fondo la
vechoso, tanto a la sociedad civil co­ autoridad religiosa y civil, fue lograda
mo a la religiosa, si los príncipes y los principalm ente en Alemania por revuel­
pueblos hubiesen sabido apreciar lo tas repentinas y rebeliones sum am ente
que tanto apreciaba la Iglesia; y las audaces: y con tan ta furia y m uertes
cosas se desarrollaban en form a pací­ se cebó la guerra intestina que casi nin­
fica y bastante próspera m ientras entre gún lugar parecía quedar libre de h o r­
ambos poderes reinaba u na am istosa das y masacres.
(34) Al iniciar su Pontificado León XIII señaló ción: Encícl. 46, 19 ss., pág. 329 ss.).
en la Encícl. Inscrutábili Dei consilio, 21-IV-1878 (35) León XIII volverá sobre este punto en la
los males de la sociedad, sus causas y sus reme­ Encíclica Humanum Genus, 20-IV-1884 (en esta
dios (en esta Colecc.: Encícl. 31, 2, pág. 217 ss.); Colecc.: Encícl. 44, 10-12, pág. 314-316); Pío XI en
en Immortale Dei l-XI-1885 volverá a insistir la Encícl. Divini Redem ptoris, 19-III-1937 (en esta
más extensamente en estos puntos (en esta Colec- Colecc.: Encícl. 169, 5-7, pág. 1484-1485).
37, 15-16 E n c íc l ic a “ D iu t u r n u m Illud” 275
15. El “derecho nuevo”. De aquellahaber fructuosa severidad en las leyes
herejía nació en el siglo pasado la m al m ientras los hom bres no sean im pulsa­
llam ada filosofía, el llam ado derecho dos por el deber y movidos por el salu­
nuevo, la soberanía popular y esa licen­ dable tem or a Dios(37>. Esto puede
cia que no conoce freno y que es lo lograrlo en intensidad m áxim a la Re­
único que m uchísim os entienden por ligión que por fuerza propia ejerce su
la libertad. De allí se llegó a las últim as influjo en las almas y doblega las m is­
plagas, a saber, el comunismo, el socia­ mas voluntades de los hom bres para
lismo y el nihilismo, horribles m ons­ que se adhieran a sus gobernantes no
truos de la sociedad hum ana y casi su sólo por obediencia, sino tam bién por
muerte. Y, sin embargo, demasiados benevolencia y am or que son en toda
hom bres se em peñan en propagar la sociedad hum ana la m ejor garantía de
fuerza de tantos m ales y so capa de bienestar*38).
ayudar a las m asas h an causado ya no 16. Los Romanos Pontífices y las
pequeños incendios de m iserias. Lo que falsas doctrinas. P or tan to es m enes­
aquí sólo de paso recordam os no son ter confesar que los Romanos Pontífi­
sucesos ni desconocidos ni m uy lejanos. ces han rendido un egregio servicio a
C) Necesidad de la Doctrina católica blaransociedad al procurar siempre que­
tar los espíritus ensoberbecidos e
Mayor necesidad de la doctrina ca­ inquietos de los Novadores y m uy a
tólica. Y esto es tan to m ás grave, cuan­ m enudo advirtieron cuán peligrosos
to que los reyes, en medio de tantos eran aun para la sociedad civil. Es
peligros, carecen de remedios eficaces digna de m ención una afirm ación de
para restablecer la disciplina pública y C l e m e n t e VII al dirigirse a F e r n a n d o ,
pacificar los ánimos; se arm an con la rey de Bohemia y H ungría: Este asunto
autoridad de las leyes y piensan rep ri­ de fe entraña también tu dignidad y
m ir a los revoltosos con la severidad utilidad, lo mismo que de los demás
de las penas. Esto está m uy bien; pero soberanos, pues no es posible atacar a
seriamente ha de tom arse en cuenta aquélla sin grave detrimento de vues­
que ninguna pena fu tu ra hace en los tros intereses, según se ha experimen­
ánimos tanta fuerza que ella sola podrá tado recientemente en estas comarcas.
conservar el orden de las repúblicas. P or el mismo estilo brilla la providen­
Pues, el miedo como lum inosam ente cia y firm eza de Nuestros predecesores,
enseña santo T o m á s es un fundam ento en especial de C l e m e n t e XII, B e n e d i c ­
muy débil porque los que por el temor t o XIV y L e ó n XII, quienes, como cun­
se someten, cuando ven la ocasión de diese extraordinariam ente la peste de
escapar impunes, se levantan contra las m alas doctrinas y se acrecentase la
príncipes y soberanos, con tanto ma­ audacia de las sectas, tuvieron que
yor ardor cuanta haya sido la sujeción hacer uso de su autoridad p ara cortar­
impuesta por el miedo, fuera de que les el paso e interceptar su entrada.
el miedo exagerado arrastra a muchos Los gobernantes y la Religión. Nos
a la desesperación, y la desesperación mism o hemos denunciado m uchas ve­
se lanza impávida a las más atroces ces los peligros que Nos am enazan, y
resoluciones(36L hemos indicado cuál es el m ejor modo
Solamente la Iglesia logra la disci­ para conjurarlos; hemos ofrecido el
plina y la paz. Cuán cierto sea esto, lo apoyo de la Religión a los príncipes y
hemos visto suficientem ente por expe­ otros gobernantes y exhortam os a los
riencia; de modo que es necesario em­ pueblos a que aprovechen en toda su
plear motivos m ás elevados y eficaces extensión, la abundancia de los bienes
p ara la obediencia y hem os de estable­ suprem os que la Iglesia ofrenda. Los
cer en form a absoluta que no puede 367* príncipes entiendan lo que ahora esta-
(36) Santo Tomás de Aquino, De regimene Prin- 2, pág. 302-303).
cíp. lib. I, cap. 10. (38) Ver: León XIII, Encíclica Quod multum,
(37) Ver León XIII, Encícl. Nobilissima Gallo- 22-VIII-1886; enseña lo mismo hablando sobre la
rum gens 8-II-1884 a los obispos franceses sobre libertad de la Iglesia a los obispos (húngaros)
la cuestión religiosa (en esta Colecc.: Encícl. 43, (en esta Colecc.: Encícl. 48, 4-5, pág. 344).
276 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1881) 37, 17-18
mos haciendo es volver a ofrecerles ese Conclusión
mismo apoyo, m ás sólido que otro 18. Obligación de los Obispos. - E x­
alguno; al paso que los exhortam os con hortación. P o r estas razones, V enera­
la m ayor vehem encia en el Señor a que bles Hermanos, vuestra obra será gran­
am paren la Religión y, según lo recla­ demente provechosa y saludable, si
m a el mismo interés de la república, consultáis con Nos todas las empresas
perm itan gozar a la Iglesia de aquella que por encargo divino habéis de llevar
libertad de que, sin injusticia y perdi­ a cabo para conjurar peligros y rem o­
ción de todos, ella no puede ser des­ ver obstáculos.
pojada. E n m anera alguna puede la Procurad y esmeraos que los precep­
Iglesia ser sospechosa a los príncipes tos establecidos por la Iglesia respecto
ni odiosa a los pueblos. A los sobera­ de la autoridad pública y del deber de
nos, por cierto, los exhorta p ara que la obediencia, se tengan presentes y se
ejerzan la justicia y no se aparten en cum plan diligentemente por todos; co­
lo m ás m ínim o de sus deberes, mas al mo censores y m aestros que sois, am o­
mismo tiempo por m uchos conceptos nestad incesantem ente a los pueblos
robustece y fom enta su autoridad. Re­ para que huyan de las sectas prohibi­
conoce y proclam a que todo lo que p er­ das, abom inen las conjuraciones y que
tenece al orden civil cae bajo la ju ris­ nada intenten por medio de la sedición,
dicción, la soberanía de ellos; en aque­ y entiendan que al obedecer por causa
llos asuntos cuya jurisdicción, por di­ de Dios a los gobernantes, su obedien­
versas causas, pertenecen a la potestad cia es un obsequio razonable, porque
civil, y eclesiástica, desea que exista Dios es quien da la salud a los reyes(421
la concordia entre am bas con lo cual se y concede a los pueblos el descanso en
evitan contiendas, que serían funestas la hermosura de la paz y en los taber­
para am bas(39)*. náculos de la fidelidad y en regalado
17. La Iglesia, salud de los pueblos reposo(43>.
y garan tía de la libertad. P o r lo que a P ara que la esperanza en la oración
los pueblos se refiere, la Iglesia se ha sea más firme, pongamos por interceso­
fundado p ara la salvación de todos los res y abogados a la Virgen María , ín ­
hom bres, y los h a am ado siempre co­ clita Madre de Dios, auxilio de los cris­
mo una m adre; ella, pues, es quien, tianos y égida del género hum ano; a
haciéndose preceder por las obras de S an J osé, su esposo castísimo, en cuyo
caridad, com unicó la m ansedum bre a patrocinio confía grandem ente toda la
los ánimos, la hum anidad a las costum ­ Iglesia; a los Apóstoles S an P edro y
bres, la equidad a las leyes; y, nunca S an P ablo, centinelas y defensores del
enemiga de la legítima libertad, solía nom bre cristiano.
siempre abom inar de la tiran ía (40>. Esta E ntre tanto y como augurio del ga­
costumbre, innata en la Iglesia de m e­ lardón divino, os damos, afectuosa­
recer bien la señala en form a preclara m ente a vosotros, Venerables H erm a­
y concisa S an Agustín al decir: enseña nos, Clero y pueblo confiado a vuestro
(la Iglesia) a los reyes que cuiden de cuidado, N uestra Bendición Apostólica.
los pueblos, que todos los pueblos se Dado en Roma, en San Pedro a 29
sujeten a los reyes; manifestando como de junio de 1881, año cuarto de Nues­
no todo se debe a todos, pero a todos tro Pontificado.
la caridad y a nadie la injusticia(41). LEON PAPA XIII.
(39) León XIII, Encícl. Immortale Dei, 1-XI- políticos, sino únicamente por el celo de la Reli­
1885 (en esta Colecc.: Encícl. 46, 10-11, pág. 326); gión, que manda mantener sagrada e inviolable
y Encícl. Pergrata nobis, 14-XI-1886 (en esta Co­ la obra de Dios” . ASS. 18, 387.
lee.: Encícl. 49, 6, pág. 351) y "Jampridem” a (40) Véase lo que dirá León XIII más tarde en
los obispos de Prusia, del mismo año, sobre la “Immortale Dei” (1884); en esta Colecc.: Encícl.
situación del catolicismo en Alemania en que 46, 1. 18. 25, pág. 322. 329 y 333; y en “ L i b e r t a s ”
León XIII dirá: “Esta virtud, esta constancia son (1888); en esta Colecc.: Encícl. 51, 10 y 23, págs.
tanto más dignas de elogio cuanto que la vigilan­ 362 y 372.
cia en salvaguardar los intereses de la Iglesia no (41) S. Agustín, De las costumbres de la Iglesia
se ejerce nunca en perjuicio del respeto y de la Cat., lib. I, cap. 30 (Ed. BAC t. 30. pág. 335, n.
sumisión debidas a la majestad del príncipe o en 63; Migne 32, col. 1336-1337).
menoscabo del amor a la Patria; los católicos han
demostrado por ello a sus adversarios que no han (42) Salmo 143, 2.
sido guiados en su manera de obrar por motivos (43) Salmo 32, 18.
3 8

ENCICLICA “ETSI NOS”^


(15-11-1882)

EN LA QUE LAMENTA LOS MALES QUE AFLIGEN A ITALIA,


Y PROPONE LOS REMEDIOS OPORTUNOS

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
1. Preocupación del Pontífice p or el m ayor vigilancia las almas de la m ulti­
b ienestar espiritual de Italia. Aunque tud, arm ándolas con todos los medios
Nos, por la autoridad y grandeza del de defensa para que no se les arrebate
apostólico Ministerio, extendemos cuan­ el m ás precioso de los tesoros, la fe
to es posible la vigilancia y caridad católica.
N uestra a toda la Iglesia y cada u na
de sus partes, actualm ente, de especial 2. La obra funesta de la m asonería.
m anera, Nuestros cuidados y pensa­ Una perniciosísim a secta, cuyos auto- 338
mientos se vuelven a Italia. res y jefes no ocultan ni disim ulan en
Nuestros pensam ientos y desvelos se nada sus objetivos, hace ya tiempo que
dirigen a cosas más altas que las hum a­ ha establecido sus reales en Italia, y de­
nas, puesto que Nos preocupa y p ro ­ clarado la guerra a Jesucristo, trab aja
duce gran cuidado la salvación eterna por despojar com pletam ente al pueblo
de las almas, en la cual es tanto m ás de toda institución cristiana. H asta
necesario que continuam ente se emplee donde ha llegado en sus atentados, no
todo Nuestro celo, cuanto m ayores son es necesario recordarlo aquí, tanto más,
los peligros a que la vemos expuesta. cuanto que delante de los ojos tenéis,
Venerables Herm anos, el daño y los
Si en todos los tiempos en Italia estragos ya causados a la Religión y a
fueron graves estos peligros, no es du­ las costumbres. E n el pueblo italiano,
doso que en el día de hoy son gravísi­ que en todo tiempo se ha m antenido
mos, puesto que el estado mismo de la fiel y constante en la Religión heredada
cosa pública es grandem ente funesto de sus mayores, oprim ida hoy por do­
p ara el bienestar de la Religión, lo cual quiera la libertad de la Iglesia, se p ro ­
conturba profundam ente Nuestro áni­ cura cada día b o rrar m ás de todas las
mo, pues que a Nos unen vínculos de instituciones públicas aquel sello y
especial intim idad con esta Italia, en aquel carácter cristiano que, con razón,
que Dios colocó la Sede de su Vicario, hizo siempre grande al pueblo italiano.
la Cátedra de la verdad y el centro de Suprim idas las Ordenes religiosas,
la unidad católica. Ya otras veces h e­ confiscados los bienes de la Iglesia, te­
mos am onestado al pueblo italiano a nidos por m atrim onios válidos las unio­
que estuviese alerta y que todos com­ nes contraídas fuera del rito católico,
prendiesen cuáles eran los propios de­ excluida la autoridad eclesiástica de la
beres en medio de tanto riesgo. enseñanza de la juventud, no tiene fin
Sin embargo, dado que los males se ni tregua la cruel y luctuosa guerra
agravan de día en día, querem os que movida contra la Sede Apostólica. Se
dirijáis a ellos m ás celosamente vuestra encuentra, sobre toda ponderación,
atención, Venerables H erm anos, y estu­ oprim ida la Iglesia y rodeado de gra­
diado el giro que tom an las cosas que vísimas dificultades el Romano P ontí­
a todos nos preocupan, defendáis con fice, puesto que, despojado de la sobe-
¡(*) ASS 14 (1881/83) 337-345. Véanse los antecedentes en la “ I n t r o d u c c i ó n ” , pág. 209. — Los nú-
indican las páginas del texto original ASS, vol. 14. (P. H.).
m e r o s m a r g in a le s

— 277 —
278 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1882) 38, 5-4

ra n ía tem poral, fue forzoso que cayese fice como contrario a la felicidad y
en ajeno poder. Y Roma, la más augus­ grandeza del nom bre italiano. Pero ta ­
ta ciudad del orbe Católico, se ha con­ les acusaciones y absurdas calum nias
vertido en cam po abierto p ara todos los se desmienten solos solemnemente con
enemigos de la Iglesia, y se ve p ro fa­ el recuerdo de los tiempos pasados.
nada por reprobadas novedades con Italia está grandem ente endeudada
escuelas y tem plos al servicio de la con la Iglesia y con los Sumos Pontífi­
herejía. ces, por haber extendido entre todas las
Parece hasta destinada en este año gentes su gloria, por no haber sucum bi­
mismo a acoger a los representantes y do a los repetidos asaltos de los b árba­
cabezas de la secta m ás hostil a la Reli­ ros, por haber rechazado invicta los
gión católica que proyectan reunirse en m últiples ataques de los musulmanes, y
Congreso aquí mismo. Es bastante p er­ por haber conservado durante largo
ceptible la razón que los ha movido a tiempo justa y legítima libertad, y enri­
darse cita aquí: quieren con in juria quecido sus ciudades con tantos m onu­
procaz desahogar el odio que abrigan m entos inm ortales de artes y ciencias.
hacia la Iglesia, y lanzar desde cerca No es la últim a, entre las glorias de
funestas teas de guerra al Papado, de­ los Romanos Pontífices, la de haber
safiándole en su m ism a Sede. No es m antenido unidas con una fe y una
ciertam ente dudoso que la Iglesia ha de religión las provincias italianas, diver­
salir victoriosa al fin de los impíos sas en índole y costumbres, y haberlas
ataques de los hom bres, sin embargo, así librado de la m ás funesta de las
es cierto y m anifiesto que con tales discordias. En los mayores conflictos,
actos aspiran a herir juntam ente la ca­ m uchas veces la cosa pública hubiera
beza y el cuerpo entero de la Iglesia, y caído en extrem a ruina, si para salvar­
a destruir la Religión, si posible fuese. la no hubiese estado el Pontificado
Que tales sean, en efecto, los propó­ Romano.
sitos de aquellos que se dicen hijos P ara que no valgan menos en el po r­
tiernísim os de la fam ilia italiana, p a­ venir, conviene que la voluntad de los
rece cosa increíble, puesto que la fam i­ hom bres no ponga obstáculo a su fu er­
lia italiana, apagándose la fe católica, za ni dism inuya su libertad, cuando la
se vería necesariam ente privada de un verdad es que la vitalidad benéfica que
m anantial de suprem as ventajas, toda se halla en las instituciones católicas es
vez que, si la Religión cristiana, dio a inm utable y perenne, porque procede
todas las naciones grandes medios de de su m ism a naturaleza. Así como no
salvación, la santidad de los derechos hay lugares ni tiempo a que no se
y la garantía de la justicia; si por todas extienda la Religión católica para la
partes con su virtud domó las ciegas salvación de las almas, así igualm ente
y locas pasiones de los hom bres, siendo en las cosas civiles, en todas partes y
guía y com pañera de todo lo que es siempre, difunde am pliam ente sus teso­
honrado, laudable y grande; si en todos ros para bien de los hombres.
los países redujo a perfecta y estable
concordia las varias clases de los ciuda­ 4. Consecuencias ruinosas para la
danos y los diversos m iem bros del Es- sociedad. Perdidos tan grandes bienes,
339 tado, seguram ente que tal abundancia sobrevendrán males extremos, puesto
de beneficios, m ás largam ente la d erra­
que aquellos que abrigan odio a la sa­
mó sobre la nación italiana que sobre biduría cristiana, aunque digan lo con­
las demás.3 trario, llevan la sociedad a la ruina;
pues nada hay peor que sus doctrinas
3. La Iglesia madre fecunda del pro­ para excitar ferozmente los ánimos y
greso en Italia. Muchos, con deshonor despertar las más perniciosas pasiones.
e infam ia de sí propios, van p ropalan­ En el orden especulativo desechan la
do que la Iglesia es opuesta y causa luz celestial de la fe; apagada la cual,
perjuicio a la prosperidad y progreso el alm a hum ana, fácilmente tornando
del Estado, y tienen al Romano P o n tí­ al error, no discierne la verdad y con
m 5 E n c íc l ic a “ E t s i N o s5 279

triste facilidad, cae al fin en u n abyecto tad de los hom bres recibió Italia el p ri­
y torpe m aterialism o. E n el orden prác­ vilegio de haber desde el principio p a r­
tico desprecian la ley eterna e inm u­ ticipado de la salvación traída por Jesu­
table, y no reconocen a Dios como cristo, el de poseer en su seno la Sede
suprem o legislador; y quitados estos de Pedro, y de haber gozado por largos
fundam entos, la consecuencia es que, signos de los inmensos y divinos bene­
por falta de eficaz sanción, todas las ficios que se derivan del Catolicismo.
norm as de vida dependan de la volun­ Por lo cual debería tem er grandem ente
tad y del arbitrio de los hom bres. para sí aquello que el Apóstol P ablo
E n el orden social, de la desmedida anunció con palabras am enezadores a
libertad que ansian y que vienen en­ los pueblos ingratos:
salzando, nace la licencia; a la licencia La tierra que a menudo absorbe el
sigue el desorden, que es el m ás grande agua caída sobre ella y produce frutos
40 enemigo y hom icida de la sociedad civil. de bendición para el que la cultiva, re­
E n efecto, u n a nación no presen ta n u n ­ cibirá las bendiciones de Dios; mas la
ca espectáculo m ás ignom inioso, ni su que produce abrojos y espinas, es re­
fo rtu n a ha caído m ás hondo que cuan­ probada y está próxima a la maldición,
do han podido, aunque p o r poco tiem ­ y su fin será el fuego^L
po, prevalecer tales doctrinas y seme­ Dios aleje de nosotros tan horribles
jan tes hom bres. Si no existiesen ejem ­ males, y piense cada uno en cómo han
plos recientes, increíble parecería que venido los males que ya sufrim os y los
los hom bres p o r ignorancia y descuido peligros que am enazan por obra de
de los propósitos, h ay an podido p e r­ aquellos que, cooperando, no a su bien
p e tra r tantos excesos, y conservando común, sino a la ventaja de las sectas,
p ara escarnio el nom bre de libertad, com baten con odio m ortal a la Iglesia.
cam inen sobre estragos e incendios.
5. F a lta de verdadero patriotism o en
Italia m enos afectada. - Causas y los enemigos. Si ellos procedieran con
responsabilidad. Que si Italia no ha cordura, si estuviesen anim ados de ver­
sido aún castigada con tan grandes ex­ dadero am or a la patria, no desconfia­
cesos, débese principalm ente a singular rían seguramente de la Iglesia, ni con
m erced de Dios; y además, hay que injustas sospechas tratarían de m erm ar
tener por seguro, que habiendo los ita­ su libertad natural; y, por el contrario,
lianos, en su m ayor parte, perm anecido sus propósitos que ahora se dirigen a
constantem ente adictos a la Religión hacerle la guerra, se trocarían en la de­
católica, ésta h a sido la causa de que cisión de defenderla y ayudarla, procu­
la licencia de las im pías m áxim as que rando sobre todo devolver al Romano
hemos recordado, no lograran el triu n ­ Pontífice la posesión de sus derechos,
fo. Pero, si estos baluartes que la Reli­ puesto que la hostilildad contra la Sede
gión levanta fueran destruidos, de re ­ Apostólica, cuanto m ás perjudica a la
pente caerían sobre Italia las mismas Iglesia, tanto menos conviene a la pros­
calamidades con que en u n tiem po fue­ peridad de Italia; respecto de lo cual 341
ron heridas grandes y florecientes n a­ en otro lugar Nos expusimos Nuestro
ciones. pensamiento.
Es fuerza que los mismos principios Proclamad que la situación de Italia
produzcan iguales efectos; y siendo la no podrá nunca prosperar ni gozar de
semilla igualm ente funesta, no puede estable tranquilidad, hasta que no se ha­
dejar de producir análogos frutos. El ya atendido, como todas las razones lo
pueblo italiano, abandonando la Reli­ demandan, a la dignidad de la Sede Ro­
gión católica, debería quizá tem er m a­ mana y ala libertad del Sumo Pontífice.
yor castigo, porque a la enorm idad de P or lo que, no deseando otra cosa
la apostasía, añadirá, colm ándolo todo, m ás que la incolum idad de los inte­
la enorm idad de la ingratitud. Puesto reses religiosos, y estando conturbados
que no del azar o de la movible volun- 1 por el grave riesgo que corren los pue-
(1) Hebreos 6, 7-8.
280 E n c íc l ic a s d é l PP. L eón XIII (1882) 8 8 , 6V7

blos italianos, con más vivo celo qué con vuestro ejem plo y autoridad, exci­
nunca os exhortam os, Venerables H er­ tad a todos a cum plir con energíá y
manos, a poner por obra junto con Nos constancia los deberes en que se ejer­
vuestro fervor y vuestra caridad, a fin cita la vida activa de los cristianos;.
de rep arar tan ta desgracia. P ara m antener y acrecentar este reno­
6. Defensa valerosa es necesaria. Porvado vigor, es necesario que se em pleen
aquí supondréis la sum a urgencia en todos los medios y cuidados p ara que
hacer com prender a los pueblos el bien se m ultipliquen y prosperen en todas
grande de poseer la fe católica, y la partes por el trabajo, por el núm ero y
necesidad de custodiarla celosamente. la concordia, aquellas sociedades que
Y como los enemigos del Cristianismo, tienen p o r principal objeto el conser­
p ara engañar con m ás facilidad a los var y enaltecer los actos de la fe cris­
incautos, a m enudo hacen descarada­ tiana y de la virtud.
m ente una cosa, m ientras piensan otra, Tales son la Sociedad de tos jóvenes 342
ocultando realm ente el objeto de sus y de los artistas, o aquellas que se Cons­
esfuerzos, conviene m ucho se ponga tituyeron ya p ara reunir en tiempos
esto en descubierto y se despierte en dados congresos católicos, ya para so­
los católicos el ím petu valeroso de de­ corro de las m iserias hum anas, ya para
fender públicam ente a la Iglesia, y al procurar la observancia de las fiestas^
Romano Pontífice, es decir, su propia ya para educar a los hijos de las clases
salvación. más modestas, ya p ara otros bienes del
H asta hoy, la virtud de m uchos que mismo género*
hubieran podido hacer grandes cosas, Asimismo im porta muchísim o e inte­
se ha m ostrado menos celosa para resa en alto grado a la sociedad cristia­
obrar y menos anim osa para luchar; sea na que el Sumo Pontífice sea y aparez­
que la m ente no conociera los efectos ca libre de todo peligro, molestia y
de las nuevas cosas, sea que no com ­ dificultad en el gobierno de la Iglesia,
prendiera lo bastante la gravedad de los haciendo cuanto según las leyes fuere
peligros. Pero conocidas ya las necesi­ posible en beneficio del Pontífice, sin
dades por las pruebas, nada sería más darse reposo, hasta que a Nos en rea­
dañoso que tolerar negligentemente la lidad, y no en apariencia, se reconozca
profunda perfidia de los malvados, de­ aquella libertad, en la cual, por cierfó
jándoles libre el cam po p ara infestar necesario lazo, están unidos, no sólo él
m ás y como m ejor les plazca la Iglesia. bien de la Iglesia, sino además la m a r­
Aquéllos, en verdad m ás prudentes cha próspera de Italia y la tranquilidad
que los hijos de la luz, a m uchas cosas de los cristianos.
se han atrevido; inferiores en núm ero,
pero fuertes por su m alicia y sus m e­ 7. La mala y buena prensa. Otro de
dios, en poco tiem po h an llenado de los medios para lograr esto, es difundir
males N uestra región; y por tanto, am pliam ente la buena prensa. Aquellos
cuantos am an la Religión católica, en­ que con m ortal odio com baten a lá
tiendan ya que es tiempo de intentar Iglesia, se sirven de los escritos públi­
algo sin abandonarse de ningún modo cos, con virtiéndolos en arm a m ortífe­
a la indolencia y a la inercia, enten­ ra; y de aquí la pestífera lluvia de
diendo que tanto m ás pronto cae uno libros; de aquí el diluvio de periódicos
en la esclavitud cuanto m ás se ab an ­ sediciosos y funestos, cuyos furiosós
dona a una necia seguridad. asaltos ni las leyes refrenan, ni el p u ­
Recordemos cómo nada pudo am e­ dor contiene.
drentar a la noble y activa virtud de Sostienen, en efecto, como un bene­
Nuestros antecesores, por cuyas fatigas ficio todo aquello que en estos últim os
y cuya sangre creció la fe católica. años se ha hecho por vía de sedición y
de desorden; ocultando y falsificando la
Estímulo y organización. E n tre ta n ­ verdad, reuniendo diariam ente las inás
to, vosotros, Venerables H erm anos, cui­ brutales contum elias y calum nias con­
dadosos y atentos, estim ulad a los tibios tra la Iglesia y su supremo Jerarca,
38,: 8 E n c íc l ic a “ E tsi N o s” 281

y ¡¡difundiendo por doquiera con em ­ eficazmente difundidas e increm enta­


peño las doctrinas absurdas y pesti­ das, traten de favorecer con su propia
lenciales. Débese, por tanto, levantar liberalidad los frutos de las letras y
fuerte m uralla que contenga esta ava­ del ingenio; para que cuanto m ás se
lancha del m al que cada día invade com prenda que ése es el deber, tanto
m ayor extensión de terreno, y lo p ri­ m ás con las facultades y los bienes se
m ero p ara ello, conviene con toda seve­ acuda a sostenerlo.
ridad y rigor inducir al pueblo a que Débese, por tanto, de todos modos,
se ponga en guardia cuanto sea posible y por todos modos, acudir en auxilio
p ara que en punto a lecturas use del de tales escritores, pues que de otra
más escrupuloso discernimiento. m anera el propósito tendrá poco éxito,
Además, se deben contraponer escri­ o el éxito será inseguro y tenue.
tos a escritos, a fin de que los mismos Que si en todo eso se debe correr
medios que tanto tienden a la ruina, se cualquier riesgo, fórmese la resolución
conviertan en salud y beneficio de las de afrontarlo, porque no hay para el
gentes, y que de donde procede el ve­ cristiano causa m ás justa para afrontar
neno, salga tam bién el remedio. P or m olestias y fatigas, que esto de no so­
lo cual, es de desear que, al menos en p o rtar los daños de los impíos a la Reli­
todas las provincias, se establezcan pe­ gión, porque, ciertam ente, la Iglesia no
riódicos, en cuanto sea posible, cuoti­ ha educado ni puesto a sus hijos en
dianos, que inculquen al pueblo cuáles condiciones de que cuando el tiempo y
y cuán grandes son los deberes de cada la necesidad lo reclamen, no deba espe­
uno hacia la Iglesia. ra r de ellos ayuda ninguna, puesto que
todos deben anteponer a su tranquili­
Tópicos y redactores. Póngase, so­ dad propia y a su interés privado la
bre todo, a la vista los óptimos bene­ salvación de las alm as y la incolum idad
ficios en todos los países regidos p o r la de los intereses religiosos.
Religión católica, y hágase com prender
cómo la virtud de la m ism a redunda 8. F orm ación de los m inistros de
siem pre en sumo bien de la cosa p ú ­ Dios. Conspicuo objeto tam bién de
blica y privada, m ostrando cuán im ­ vuestros asiduos cuidados y pensam ien­
portante es que la Iglesia sea pronto tos debe ser, Venerables Herm anos, el
elevada, en la sociedad, a aquel grado form ar como conviene idóneos m inis­
de dignidad igualm ente requerido por tros de Dios. Porque si es propio de
su grandeza divina y por la pública los Obispos el poner todas sus obras y
utilidad de las gentes. celo p ara educar en el deber a la ju ­
P ara lo cual es necesario que aque­ ventud entera, es justo tam bién que
llos que se dediquen a la profesión de cultiven con m ayor diligencia a los
escritores tengan presentes varias co­ levitas que encierran una esperanza p a­
sas: es decir, que al escribir todos se ra la Iglesia, y que deben u n día ser
orienten hacia el mismo fin; que es­ partícipes y dispensadores de los sagra­
tablezcan con criterio sólido lo que es dos misterios.
más a propósito y tra te n de conseguir­ Razones graves y comunes a todos
lo; que no descuiden nada de lo que los tiempos exigen de otra parte, en los
parece útil y deseable conocer; que Sacerdotes, gran acervo de extraordina­
graves y m oderados en el decir re p ren ­ rias cualidades, pero todavía en nuestro
dan los errores y vicios pero de tal tiempo es exigen aún mayor- E n prim er
modo que la reprensión no revele acer­ lugar, la defensa de la fe católica, a la
bidad, y guarde respeto a las personas, cual en prim er térm ino debe con sumo
luego hablen con claro y sencillo len­ estudio dedicarse el Sacerdocio, y que
guaje que la m ultitud pueda com pren­ tan necesaria es en nuestros tiempos,
derlos fácilm ente. exige un fondo de lectura no vulgar ni
mediocre, sino profunda y varia, y que
M ecenas literarios. Todos aquellos, abrace no sólo la Sagrada Disciplina,
pues, que deseen realm ente y de cora­ sino tam bién la Filosofía, enriquecién­
zón que las cosas lo mismo sagradas dose con conocimientos de Física y de
que civiles, sean por valerosos escritores Historia.
282 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1882) 38, 9

Porque deben extirparse los m ulti­ rezcan, m ás que como form adas, como
plicados errores con que se tra ta de nativas.
subvertir todos los fundam entos de la Cuidar de los Sem inarlos. P o r ta n ­
sagrada revelación, y conviene luchar to, Venerables Hermanos, los Semina­
frecuentem ente con adversarios que rios exigen justam ente la m ayor y m e­
disponen de arm as variadas, pertinaces jo r parte de vuestra solicitud, vigilan­
en sus opiniones, los cuales sacan p a r­ cia y prudencia. En lo que concierne
tido de todo género de estudios. - Del a la virtud y a las costumbres, harto
mismo modo, siendo hoy día grande y bien conocéis en vuestra sabiduría qué
general la corrupción de las costum ­ preceptos y enseñanzas deben form ar
bres, se exige sea singularísim a en los la riqueza de los jóvenes levitas. Nues­
Sacerdotes la excelencia de la virtud y tra Encíclica AZterni Patris, da la
de la constancia, como que no pudién­ norm a p ara un óptimo reglamento de
dose eludir el conversar con los hom ­ estudios dentro de la m ás cuidadosa
bres, cuando por el mismo oficio de su disciplina; empero, como en tan conti­
ministerio están obligados a tra ta r de nuo progresar de los ingenios se han en­
cerca al pueblo, y esto en medio de las contrado cosas que no está bien sean
ciudades, donde ya no existe ninguna ignoradas, tanto más cuanto que los
pasión m alvada que no ande com pleta­ hom bres impíos que de día en día pro ­
m ente suelta y libre. gresan en este género, tienen el designio
De donde se sigue el deber de estos de convertirlo en nuevo dardo contra la
tiempos de que sea tan fuerte la virtud verdad revelada por Dios, haced, Ve­
en el Clero, que pueda por sí m ism a nerables H erm anos, cuanto esté de
firm em ente defenderse, perm aneciendo vuestra parte a fin de que la juventud,
superior a todos los estímulos del vicio, consagrada al santuario, no sólo tenga
y saliendo salva del peligro de los ejem ­ un rico tesoro de ciencias naturales,
plos de iniquidad. sino que tam bién esté óptim am ente
P re p a ra r p a ra u n a m ayor obra. Ade­ am aestrada en aquella disciplina rela­
más de esto, las leyes sancionadas en cionada con los estudios críticos y exe-
daño de la Iglesia avivarán necesaria­ géticos de la Sagrada Biblia.
mente la solicitud de los Clérigos, de Bien sabemos que para la perfección
donde procede que aquellos que por la de los buenos estudios se exigen m u­
gracia de Dios sean iniciados en las chas cosas imposibles o difíciles de
Ordenes sagradas redoblen sus obras, procurarse para los Seminarios de Ita­
y con singular diligencia y espíritu de lia, a causa de las leyes desfavorables.
abnegación com pensen los numerosos 9. La m unificencia de antaño se ne­
peligros: lo cual ciertam ente no podre­ cesita hogaño. Así que tam bién en esto
mos lograr sin u n ánim o constante los tiempos exigen que los italianos se
m ortificado, libre de todo temor, ardo­ esfuercen en m erecer bien de la Reli­
roso p ara la caridad y siempre volun­ gión católica por su generosa m unifi­
tariam ente dispuesto a sobreponerse a cencia. Cierto es que la pía y benéfica
todas las fatigas por la salvación eter­ voluntad de los antepasados había pro ­
na de los hom bres. visto plenam ente a estas necesidades,
Pero p ara estos oficios es necesa­ y la Iglesia con esa ayuda y su parsi­
rio disponerse con larga y diligente m onia no necesitaba recom endar el
preparación, que no se puede de ligero cuidado y conservación de las cosas
lanzarse a sem ejante intento. Y sin d u ­ sagradas a la caridad de sus hijos.
da se cum plirán tanto m ás útil y san­ Pero aquel patrim onio legítimo a
tam ente los deberes del mismo Sacer­ la vez que sacrosanto, que las tu rb u ­
docio, cuanto m ejor se hayan prep a­ lencias de otra edad habían respetado,
rado desde la adolescencia, habiendo ha sido destruido por las de nuestro
sacado tanto m ayor fruto de la educa­ tiempo, y de aquí que, para aquellos
ción, cuanto las virtudes señaladas ap a­2 que am an el Catolicismo, ha vuelto el
(2) L e ó n X III, Encfcl. J E te r n i P a t r i s , 4-VIII-1879 (en esta Colecc.: Encícl. 33, pág. 231-243).
m , 10 E n c íc l ic a “E tsi N o s1 283

caso de renovar la liberalidad de sus perpetúe en ella la fe católica, que es


abuelos. Así por nobles y luminosos el m ayor bien posible, alejando de ella
ejem plos de m unificencia en condicio­ todo tem or de los peligros.
nes no m uy desemejantes, se h an da­ P or esta m ism a razón debemos acu­
do en Francia, Bélgica y otras partes, dir con súplicas a la Inm aculada Vir­
ejem plos dignísimos, no sólo de la ad ­ gen M a r í a , ínclita Madre de Dios, la
m iración de los contem poráneos, sino m ejor consejera en las resoluciones, a
de los venideros. Y Nos no dudamos la p ar que a su santísimo esposo J o s é ,
que en la Italia actual, en vista del patrono y custodio de las naciones cris­
estado de la cosa pública, hagan lo tianas. Con no m enor ahinco debemos
posible por m ostrarse dignos de sus pedir a P e d r o y p a b l o , insignes Após­
antepasados, y quieran m ostrase dig­ toles, que m antengan incólume en Ita­
nos del ejem plo de sus herm anos. lia el fruto de sus trabajos, preserven
de todo baldón el nom bre católico que
10. E xhortación a la oración. E n ellos mismos adquirieron para Nuestros
esto, pues, que dejam os mencionado, m ayores con su sangre, y lo trasm itan
fundam os no pequeña esperanza de santo e inm aculado a las futuras gene­
consuelo y de protección; m as como raciones.
quiera que en todos los acuerdos que
se tom an, sobre todo en los que van Conclusión. Confiados, p a ra lograrlo,
encam inados al bien y salud públicos, en el patrocinio del cielo, como p re­
es de todo punto necesario p ara el de­ sagio del galardón divino y firm e testi­
bido acierto recu rrir al auxilio divino, monio de Nuestra benevolencia, Nos os
en cuya m ano se hallan las vicisitudes damos afectuosam ente a vosotros, Ve­
y fortuna de las naciones, no menos nerables Herm anos, y a los pueblos
que la voluntad de todos los hom bres; encomendados a vuestra fidelidad, la
de ahí que, cual nunca, debemos invo­ Bendición Apostólica.
car a Dios con las m ás ardientes plega­ Dado en San Pedro de Roma, en
rias y las m ás fervorosas oraciones, 15 de febrero de 1882, año cuarto de
para que enriquezca y colme a Italia Nuestro Pontificado.
con múltiples beneficios, y sobre todo, LEON PAPA XIII.
3 tS >

ENCICLICA “AUSPICATO CONCESSUM”^


(17-IX-1882)
DE SAN FRANCISCO DE ASIS Y DE LA PROPAGACION
DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA FRANCISCANA

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
1. El doble centenario de Benito y em ulación de piedad filial y devota no
F rancisco excita a h o n ra r a las órde­ se lim ite a la com arca en que nació el
nes. P o r u n a dichosa m erced, el pue­ santo hom bre, ni a las que honró con 146
blo cristiano ha podido celebrar en un su presencia, sino que se extienda a
breve intervalo el recuerdo de los dos todas las partes de la tierra, a todos
hom bres que, llam ados a gozar en el los lugares donde el nombre de F ran ­
cielo de las eternas recom pensas de la cisco ha llegado, y en que florecen sus
santidad, dejaron sobre la tierra una instituciones.
gloriosa falange de discípulos, como
retoños que sin cesar renacen de sus Devoción franciscana del P apa.
virtudes. Porque después de las fiestas Ciertamente que Nos, m ás que nadie,
seculares en m em oria de B enito , el pa­ aprobam os este afán de las alm as por
dre y legislador de los m onjes en Occi­ venerar a tan excelente varón, sobre
dente, va a o currir una ocasión de tri­ todo estando acostum brados desde la
b u tar honores públicos a F rancisco de niñez a tener hacia F rancisco adm ira­
Asís por el séptimo centenario de su ción y devoción especiales. Y Nos glo­
nacimiento. riamos de haber sido inscripto en la
No sin razón vemos Nos en esto un fam ilia franciscana, y m ás de una vez
designio misericordioso de la Divina hemos subido por piedad, espontánea­
Providencia. Porque perm itiendo cele­ mente y con alegría, a las sagradas co­
b ra r el día del nacim iento de estos ilus­ linas del Alverno; en aquel lugar, la
tres Padres, parece que Dios quiere ad­ imagen de ese gran hom bre se ofrecía
vertir a los hom bres que tienen que a Nos por todas partes donde poníam os
recordar sus insignes m éritos y com ­ la planta, y aquella soledad llena de
prender al mismo tiempo, que las Orde­ recuerdos tenía a Nuestro espíritu em ­
nes religiosas fundadas por ellos, no bebecido en m uda contemplación.
debieron ser tan indignam ente violadas,
sobre todo en aquellas naciones en que 2. La im itación, otro m ayor fruto.
por su trabajo, su genio y su celo han Mas, por loable que sea este celo, no
sem brado la civilización y la gloria. consiste en él todo. Porque es preciso
Nos confiamos en que estas solem­ pensar que serán agradables a F ran ­
nidades no serán infructuosas p ara el cisco esos honores que se preparan, si
pueblo cristiano, el que, siempre y con aprovechan a los mismos que los tri­
justicia ha considerado como amigos a butan.
los religiosos, por lo que, así como ha El fruto real y duradero consiste en
honrado el nom bre de B enito con am or asem ejarse en algún modo a su em inen­
y gratitud, h ará revivir por medio de te virtud y en procurar ser m ejor im i­
fiestas públicas y testimonios de afecto tándolo. Si con la ayuda de Dios se
la m em oria de F rancisco . Y esta noble (*) trab aja para ello con ardor, se habrá
(*) ASS 15 (1882/83) 145-153. En la segunda edición fueron reagrupados los Nos. 8, 9 y 10 de
esta Encíclica conforme al texto latino. — L o s n ú m e r o s m a r g i n a l e s indican las páginas del texto
original en ASS, vol. 15. (P. H.).
— 284
3 9 , 3 -4 E n c íc l ic a “ A u s p ic a t o Co ncessum ” 285

encontrado el remedio oportuno y efi­ alterado mucho las costum bres de los
caz p ara los m ales presentes. Nos que­ pueblos, y era de todo punto necesario
remos, pues, Venerables H erm anos, no que los hom bres volviesen a los senti­
sólo atestiguaros públicam ente por m e­ mientos cristianos. Consiste la perfecta
dio de esta carta N uestra devoción a virtud cristiana en esa generosa dispo­
F rancisco , sino tam bién excitar vuestra sición del alm a que busca las cosas
caridad para que trabajéis con Nos en arduas y difíciles; tiene su símbolo en
la salvación de los hom bres por el re­ la Cruz, que cuantos desean servir a
medio que Nos os indicamos. Jesucristo deben llevar sobre sí. Lo pro ­
pio de dicha disposición es el apartarse
3. Jesucristo fuente de todos los bie­ de las cosas mortales, de dom inarse
nes. El Salvador del género hum ano, com pletam ente y de sufir la adversi­
Jesucristo, es la fuente eterna e inm u­ dad con calm a y resignación. En fin,
table de todos los bienes que p ara Nos el am or de Dios es dueño y soberano de
proceden de la infinita bondad de Dios; todas las virtudes para con el prójim o;
de modo que Aquel que ha salvado una su poder es tal, que hace desaparecer
vez al m undo es tam bién El que le sal­ cuantas dificultades son el cortejo del
vará en todos los siglos; porque no hay cum plim iento del deber, y no sólo hace
bajo el cielo otro nombre que haya sido tolerables, sino hasta agradables, los
dado a los hombres por el cual poda­ m ás duros trabajos.
mos salvarnos(1). Si, pues, sucede que, H abía m ucha escasez de estas virtu­
por el vicio de la naturaleza o la falta des en el siglo XII, porque gran núm ero
de los hom bres, cae en el m al el género de los hom bres eran entonces, por de­
hum ano, y parece necesario p ara levan­ cirlo así, esclavos de las cosas tem po­
tarlo un especial socorro, es preciso rales, o am aban con frenesí los honores
absolutam ente recu rrir a Jesucristo y y las riquezas o vivían en el lujo y en
ver en El el m ayor y m ás seguro m e­ los placeres. Otros tenían todo el po­
dio de salvación. Porque su divina vir­ der, y hacían de su potestad un in stru­
tud es tan ta y tan poderosa, que con­ m ento de opresión para la m ultitud m i­
tiene a la vez un am paro contra los serable y despreciable; y aquellos m is­
peligros y un rem edio contra los males.41 mos que hubieran debido, por su p ro ­
fesión, ser ejemplo a los hom bres, no
4. El siglo de San F rancisco. La cu­ habían evitado las m anchas de los vi­
ración es cierta si el género hum ano cios comunes. La extinción de la cari­
vuelve a profesar la sabiduría cristiana dad en m uchos lugares había tenido
y las reglas de vida del Evangelio. por consecuencia los pecados m últiples
Guando ocurren m ales como éstos de y cotidianos de la envidia, de los celos
que Nos hablam os, ofrece Dios al m is­ y el odio; los espíritus estaban tan divi­
mo tiempo u n socorro providencial, didos y tan enemistados, que por la
suscitando a u n hom bre, no escogido al m enor causa las ciudades vecinas en tra­
azar entre los demás, sino eminente y ban en guerras, y arm aban de hierro a
único, a quien encarga de procu rar el unos ciudadanos contra otros.
restablecim iento de la salud pública. Y
147 esto es lo que sucedió a fines del siglo L a figura del Santo. E n este siglo
XII y algo m ás tarde. F rancisco fue el apareció F rancisco . Con adm irable
obrero de esta gran obra. constancia y rectitud igual a su firmeza,
Se conoce bastante esta época con su se esforzó con sus palabras y sus actos
mezcla de vicios y virtudes. La fe ca­ en colocar a vista de todos los ojos del
tólica estaba entonces m ás pro fu n da­ m undo caduco la imagen auténtica de
m ente arraigada en las alm as; ofrecía la perfección cristiana.
tam bién un herm oso espectáculo aque­ En efecto: de la m ism a m anera que
lla m ultitud inflam ada de piadoso celo el bienaventurado P. D omingo de Guz -
que iba a Palestina p ara vencer o m o­ mán , en esta época, defendía la integri­
rir en ella. Pero el libertinaje había dad de las doctrinas celestiales y recha-
(1) Act. 4, 12.
286 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1882) 39, 5-6

zaba, arm ado con la antorcha de la de suerte que parecía colocarse entre
sabiduría cristiana, los errores perver­ aquellos de quienes los demás acostum ­
sos de los herejes, así F rancisco , con­ braban a retraerse o a los que orgullo-
ducido a Dios por grandes acciones, sámente despreciaban. Por esto mereció
obtenía la gracia de excitar a la virtud bien de esa fraternidad por la cual
a los cristianos y de conducir a la im i­ Jesucristo, restaurándola y perfeccio­
tación de Cristo a aquellos que habían nándola, ha hecho de todo el género
andado m uy errantes y por m ucho hum ano, una sola familia, colocada b a­
tiempo. jo la autoridad de Dios, Padre com ún
de todos.
5. San F rancisco y la pobreza y ab ­
negación. No fue por casualidad por 6. San F rancisco, im agen de Jesu ­
lo que llegaron a oídos del adolescente cristo. - Su estigm atización. Gracias a
estas palabras: Despreciad el oro y la tantas virtudes, y sobre todo por una
plata; no la llevéis en vuestras bolsas; ra ra austeridad de vida, este héroe p u ­
no os inquietéis por la comida, ni bebi­ rísimo se dedicó a reproducir en sí, en
da, ni calzado(2). cuanto pudo, la imagen de J esucristo.
La señal de la Divina Providencia ap a­
Y aun si quieres ser perfecto, anda, reció bien cuando le fue concedido te­
148 vende lo que tienes, dalo a los pobres, ner semejanzas con el Divino Redentor,
y sígueme<3). aun en las cosas exteriores. Así, a ejem ­
Interpretando estos avisos como diri­ plo de Jesucristo fue dado a F rancisco
gidos a él directam ente, se despojó al nacer en un establo y tener por lecho
instante de todo, cambió los vestidos, siendo niño, como en otro tiem po Je­
adoptó la pobreza como asociada y sús, la tierra cubierta de pajas.
com pañera por todo el resto de su vida, Se refiere que en este m om ento co­
y adoptó la resolución de que estos ros celestiales de ángeles y cánticos
grandes preceptos de virtudes que él oídos a través de los aires, com pleta­
había abrazado con noble y sublime ron la semejanza. Como Cristo hizo
espíritu, fueran las reglas fundam enta­ con sus Apóstoles, él se asoció po r
les de su Orden. Después de este tiem ­ discípulos algunos hom bres escogidos,
po, en medio de la delicadeza exagerada a quienes m andó recorrer la tierra co­
que le rodeaba, se le vio avanzar en mo m ensajeros de la paz cristiana y de
estas prácticas tan difíciles; pide su ali­ la salud eterna. Despojado de todo,
m ento de puerta en puerta, y soporta, injuriado, negado de los suyos, tuvo
no solamente las burlas de un pueblo de común con Jesucristo, que no encon­
insensato, aquellas que son m ás in ju ­ tró ni un sitio propio donde reclinar
riosas, sino que las busca con adm i­ su cabeza. Como último rasgo de seme­
rable avidez. Seguram ente había ab ra­ janza, cuando estaba sobre el m onte
zado la locura de la Cruz de Cristo, y Alverno cual sobre su calvario, fue por
la consideraba como sabiduría absolu­ decirlo así, crucificado por un prodigio
ta; habiendo penetrado ventajosam ente nuevo hasta entonces, recibiendo en su
en la inteliegncia de estos misterios cuerpo la im presión de las sagradas
augustos, veía y juzgaba que no podía llagas.
colocar su gloria en cosa m ejor. Nos acordam os aquí un suceso no
m enos b rillante en sí mismo que p o r el 149
Su ard ien te Caridad. Con el am or a milagro hecho célebre por la voz de los
la Cruz, abrasó ardiente caridad el co­ siglos: un día que S an F francisco se
razón de F rancisco y le im pulsó a p ro ­ hallaba sumergido en ardiente contem ­
pagar con celo el nom bre cristiano has­ plación de las llagas de Nuestro Señor,
ta exponer su vida al peligro m ás p ró ­ y que aspiraba, por decirlo así, en él
ximo. A brazaba a todos los hom bres sus dolorosos efectos y parecía beber
en esta caridad; pero buscaba espe­ como si tuviera sed, un ángel descen­
cialm ente a los pobres y los pequeños, dido del cielo, mostrósele de repente:
(2) Mat. 10, 9-10. (3) Mat. 19, 21.
3 9 , 7-8 E n c íc l ic a “ A u s p ic a t o Co ncessum ” 2 87

luego brilló una fuerza m isteriosa, ta n ­ en m asa a ellos: poníanse entonces a


to que F rancisco sintió sus m anos y llorar sus faltas, a olvidar las injurias
pies como horadados con clavos y su y a venir, por la tregua en las discor­
costado atravesado por aguda lanza. dias, a sentimientos de paz.
Desde entonces sintió en su alm a in ­
menso ardor de caridad; sobre su cuer­ 8. L a O rden T ercera. - Origen y
po llevó hasta el fin de sus días la Esencia. No se puede creer con qué
im presión viva de las llagas de Jesu­ ardiente simpatía, que era casi im petuo­
cristo. sidad, se llegaba la m ultitud a F rancis­
co . P or donde iba, un gran concurso
Análogos prodigios, que deberían ser de pueblo le seguía, y no era raro que
celebrados por un lenguaje angélico en las poblaciones pequeñas y en las
más bien que por el de los hom bres, ciudades más populosas hom bres de
m uestran cuán grande y digno fue el todas las clases le pedían ser admitidos
hom bre elegido por Dios para llam ar en su regla. Esto fue lo que obligó al
a sus contem poráneos a las costum bres santo patriarca a establecer la cofradía
cristianas. de la Orden Tercera, destinada a com ­
prender todas las condiciones y edades
7. Francisco, colum na de la Iglesia. de ambos sexos, sin que se rompiesen
Ciertamente en la casa de D amián era por ello los vínculos de la fam ilia y de
voz sobrehum ana la oída por F rancis­ la sociedad. El la organizó sabiamente,
co , diciéndole: Marcha; sostén mi casa menos con reglas particulares que con
vacilante. No es menos digno de adm i­ las propias leyes evangélicas, que n u n ­
ración que esta aparición celestial se ca parecían duras a ningún cristiano.
presentase a Inocencio III, parecién- Sus reglas, en efecto, son: obedecer a
dole ver a F rancisco sostener con sus los m andam ientos de Dios y de la Igle­
hom bros los m uros inclinados de la sia; abstenerse de pasiones y de luchas;
Basílica de Letrán. El objeto y el sen­
no desaprovechar cuanto cede en bene­
tido de este prodigio son m anifiestos;
ficio del prójim o; no tom ar las arm as
significaba que F rancisco debía en este
tiempo ser firm e apoyo y colum na para sino para la defensa de la Religión y de
la república cristiana, y, en efecto, no la patria; ser m oderado en el comer y
tardó en practicarse. vivir; evitar el lujo y abstenerse de las
peligrosas seducciones del baile y del
Los doce prim eros que se pusieron teatro.
bajo su dirección fueron cual semilla
pequeña, la cual, por la gracia de Dios Su D ifusión. Se entiende fácilm ente
y bajo los auspicios del Soberano P on­
tífice, pareció bien pronto trocarse qué inmensos servicios ha debido pres­
en fértil mies. Luego que estuvieron ta r una institución tan saludable por
santam ente form ados en los ejemplos sí m ism a y por su oportunidad en los
de Cristo, F rancisco distribuyó entre tiempos. Esta oportunidad está bastan­
ellos las diferentes com arcas de Italia te dem ostrada por el establecimiento de
y de E uropa p ara que allí llevasen el asociaciones del mismo género en la
Evangelio; encargó asimismo a algunos fam ilia y por los hechos mismos. En las
de los mismos ir hasta Africa. De re ­ más altas clases y en las m ás inferio­
pente, pobres ignorantes como eran, se res hubo un apresuram iento general, un
confunden con el pueblo en las calles y ardor generoso, para afiliarse a aque­
en las plazas; sin m agnificencia de lu ­ lla Orden de H erm anos Franciscanos.
gar ni pom pa en el lenguaje, comienzan E ntre otros, solicitaron ese honor Luis
a exhortar a los hom bres al desprecio IX, rey de Francia, e I sabel, reina de
de las cosas terrenales y al pensam ien­ H ungría; en los tiempos sucesivos se
to de la vida futura. M aravilla ver cuentan varios Papas, Cardenales, Obis­
cuáles eran los frutos de la em presa de pos, Reyes y Príncipes que no conside­
estos obreros, en apariencia humildes. raro n como indignas de su jerarquía
Una m ultitud, ávida de oírles, co rría las insignias franciscanas.
28$ E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1882) 30, 9

Defensores de la Religión y de la m ás de socorrer la m iseria dé otro, ol- 151


sociedad. Los asociados a la O rden vidando la suya. La lengua n acio n al
Tercera m ostraron siem pre tan ta pie­ apenas reform ada, balbuceaba con gra­
dad como valor en la defensa de la Re­ cia en sus labios; tradujo los suspiros
ligión católica: si estas virtudes les va­ del am or y de la poesía en cánticos que
lieron el odio de los malos, ellas les el pueblo aprendió, y que no han pare­
atrajeron, al menos, la estimación de cido indignos de la posteridad literaria.
los sabios y los buenos, única cosa que Bajo la aspiración de F rancisco , un
debe buscarse y la más honrosa de to ­ hom bre superior elevó el genio de
das. Y aun Nuestro predecesor Grego- Nuestros com patriotas, y al arte de los
rio IX, habiendo alabado públicam ente más grandes artistas se dedicó a repre­
su valor y su fe, no vaciló en cubrirlos sentar por la pintura y la escultura las
con su autoridad y en llam arlos hono­ acciones de la vida.
ríficam ente soldados de Cristo, nuevos
Macabeos. Este elogio era merecido. Su influjo en el arte, la virtud. Ali-
Porque daba gran fuerza al bien p ú ­ ghieri encontró en F rancisco m ate­
blico que esta corporación de hom bres ria para sus cánticos sublimes y suaves
que tom aban por guía las virtudes y a la vez; Cimabue y Giotto halla­
las reglas de su fundador, se aplica­ ron en él asuntos que inm ortalizar
sen cuanto pudieran a hacer revivir con los colores de P arrhasius; ilus­
en el Estado las honradas costum bres tres arquitectos tuvieron ocasión de
cristianas. M uchas veces, en efecto, su elevar adm irables m onum entos, tales
em presa y sus ejem plos han servido como la tum ba de este pobre y la b a­
p ara apaciguar y aun extirpar las riva­ sílica de S anta María de los Angeles,
lidades de los partidos, arran car las testigo de tan num erosos y grandes m i­
arm as de m anos de los furiosos, h a ­ lagros. A estos santuarios vienen los
cer desaparecer las causas de litigios hom bres en tropel para venerar a este
y disputas, p ro cu rar consuelos a la padre de los pobres de Asís, que des­
m iseria y el abandono, y reprim ir la pués de haberse despojado de todas las
luju ria que es el abismo devorador de cosas hum anas, ha visto afluir a él en
las fortunas e instrum ento de la co­ abundancia los dones de la divina bon­
rrupción. dad.
Es justo decir que la paz doméstica Necesaria en los tiempos actuales.
y la tranquilidad pública, la integridad Se ve que un raudal de beneficios ha
de las costum bres y la benevolencia, el proporcionado este solo hom bre a la
buen uso y la conservación del p atri­ sociedad cristiana y civil; pero como
monio, que son los m ejores fundam en­ su espíritu era plena y eminentemente
tos de la civilización y de la estabilidad cristiano, y m aravillosam ente apropia­
de los Estados, salen, como de una raíz, do a todos los lugares y a todos los
de la Orden Tercera de los F rancisca­ tiempos, nadie dudaría que la institu­
nos, y E uropa debe en gran parte a ción franciscana ha de prestar grandes
F rancisco la conservación de esos bie­ servicios en N uestra época, tanto más,
nes.9 cuanto que el carácter de Nuestro tiem ­
po requiere por m uchos conceptos el
9. San Francisco e Italia. Sin em ­ carácter mismo de esta institución. Co­
bargo, m ás que ninguna otra nación mo en el siglo XII, la divina caridad se
Italia es deudora a F rancisco ; ella es ha debilitado m ucho en Nuestros días,
la que ha tenido m ás parte en sus bene­ y hay, sea por negligencia, sea por igno­
ficios, como que h a sido p rim er teatro rancia, gran relajam iento en la práctica
de sus virtudes. Y, efectivamente, en de los deberes cristianos. Muchos, lle­
esa época en que la frecuencia de las vados por una corriente de los espíritus
iniquidades m ultiplicaba las luchas y por preocupaciones del mismo géne­
privadas, tendió siempre la m ano al ro, pasan su vida buscando ávidamente
desgraciado o al vencido; rico en el el bienestar y el placer. Enervados por
seno de la m ayor pobreza, no cesó ja ­ el lujo, disipan su patrim onio y codi-
39, 10-11 E n c íc l ic a “ A u s p ic a t o Go n c e ssu m ” 289

cían el de otro; exaltan la fraternidad, lencia, la injusticia, el espíritu revolu­


pero hablan de ella m ucho m ás de lo cionario y la envidia entre las diversas
que la practican; les absorbe el egoísmo, clases de la sociedad, cosas todas que
y la verdadera caridad p ara los peque­ constituyen los principios y elementos
ños y los pobres disminuye diariam ente. del socialismo. En fin, la cuestión de
las relaciones del rico y del pobre, que
10. Las instrucciones franciscanas y preocupan tanto a los economistas, es
el naturalism o. E n aquel tiem po el perfectam ente deslindada si a la po­
error m últiple de los albigenses, exci­ breza no le falta dignidad; que el
tando a las m uchedum bres contra el rico debe ser generoso y lleno de m ise­
poder de la Iglesia, había turbado el ricordia; el pobre contento con su suer­
Estado, al propio tiempo que abría te y satisfecho de su trabajo; pues ni
camino a un socialismo cierto. el uno ni el otro han nacido para el
goce de los bienes perecederos, y deben
Lo mismo hoy los fautores y pro p a­ subir al cielo, el uno por la paciencia y
gadores del naturalismo se m ultiplican. el otro por la liberalidad.
Estos niegan que sea preciso estarse
sometidos a la Iglesia, y por una con­ 11. Recom endación de la O rden T er­
secuencia necesaria, van hasta desco­ cera. Tales son las razones por las
nocer el mismo poder civil: aprueban cuales Nos hemos deseado de todo co­
la violencia y la sedición en el pueblo; razón, desde hace m ucho tiempo, pro­
ponen en duda la propiedad; adulan poneros la im itación de F r a n c i s c o d e
las concupiscencias de los proletarios; Asís. Y porque Nos hemos tenido siem­
quebrantan los fundam entos del orden pre un interés particular por la Orden
civil y doméstico. Tercera de los franciscanos, hoy que
Nos hemos sido llam ados por la altísi­
Los beneficios de la O rden T ercera m a bondad de Dios a este soberano
p ara el m undo. E n m edio de tantos y pontificado, como se ofrece una ocasión
tan grandes peligros com prendéis cier­ oportuna de hacerlo, Nos exhortam os
tamente, Venerables H erm anos, que hay vivamente a los cristianos a que se h a ­
motivo p ara esperar m ucho de las ins­ gan inscribir en esta santa milicia de
tituciones franciscanas llevadas a su Jesucristo. Se encuentra por todas p a r­
estado prim itivo. Si ellas floreciesen, la tes un gran núm ero de personas del
fe, la piedad, la honestidad de costum ­ uno y del otro sexo que m archan gene­
bres florecerían tam bién; ese apetito rosam ente detrás de los pasos del Padre
desordenado de cosas perecederas sería Seráfico.
destruido, y no se cuidaría sino de re ­ Nos aplaudim os y aprobam os viva­
prim ir las pasiones por la virtud; lo que mente su celo, deseando que su núm ero
la m ayor parte de los hom bres consi­ aum ente y se m ultiplique, gracias, so­
deran hoy como el yugo m ás pesado e bre todo, a vuestros esfuerzos, Venera­
insoportable. bles Hermanos. El punto principal de
Nuestra recomendación es que los que
Unidos los hom bres por los lazos de os habéis revestido con las Ordenes de
la fraternidad, am aríanse entre sí, y la Penitencia, miréis la imagen de su
tendrían p ara los pobres y los indigen­ santo autor y os acerquéis a él, sin lo
tes, que son la imagen de Jesucristo, el cual no puede realizarse nada de lo
respeto conveniente. P o r o tra p arte los que se desea. Esforzaos, pues, en hacer
que están penetrados de la Religión conocer y estim ar en todo su valor la
cristiana, saben con toda certeza que Orden Tercera; vigilad en esto todos los
es un deber de conciencia obedecer a que tenéis el cargo de las almas, ense­
las autoridades legítimas y que en nada ñando cuidadosam ente lo que ella es,
deben ofender a nadie. de cómo es accesible a cada uno, de
Nada es tan eficaz como esta dispo­ qué privilegios goza para la salud de
sición del espíritu p ara extirpar todo los espíritus y cuánta utilidad particu­
género de vicio en su germen: la vio­ lar y pública promete.
Encíclicas Pontificias 10
290 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1882) 39, 12

Trance difícil de la Orden. Es m e­ la influencia bienhechora del Santo de


nester hacer tanto o m ás que los reli­ Asís.
giosos franciscanos de la otra Orden
de fundación prim era que sufren en 12. Exhortación y conclusión. P id a­
este m om ento por la indigna persecu­ mos esta gracia en una plegaria común,
ción que los h a herido. Quiera Dios y sobre todo en estos días a F rancisco
que por la protección de su padre sal­ mismo; im plorém osla de la Virgen Ma ­
gan pronto de esta fuerte y tenaz tem- ría , Madre de Dios, que ha recom pen­
153 pestad. Q uiera Dios que los pueblos sado siempre la piedad y la fe de su
cristianos acudan en auxilio de la regla servidor con su alta protección y espe­
de la Orden Tercera con tanto ardor y ciales mercedes.
en tan gran núm ero como acudieron Mientras tanto, como prenda de los
en otra ocasión al pie del Santo P a ­ celestiales favores, y en testimonio de
triarca. Lo pedimos sobre todo y con N uestra especial benevolencia, Nos os
más razón todavía a los italianos, a los damos, afectuosam ente en el Señor a
que la com ún P atria y la abundancia vosotros, Venerables Hermanos, y a
particular de beneficios recibidos obli­ todo el Clero y pueblo confiado a cada
gan a m ayor devoción a S an F rancisco uno de vosotros, la Bendición Apostó­
y a m ayor reconocimiento tam bién. lica.
Así sucedería que al cabo de siete Dado en Roma, cerca de San Pedro,
siglos, Italia y el m undo cristiano ente­ el día 17 de Setiembre de 1882, año
ro se verían transportados del desorden quinto de Nuestro Pontificado.
a la paz, de la perdición a la salud, por LEON PAPA XIII.
4EO

EPISTOLA “CUM MULTA SINT”(*}


(8-XII-1882)

PARA PROCURAR LA CONCORDIA DE ESPIRITU


ENTRE LOS ESPAÑOLES

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Fidelidad de E spaña a la Fe y la fuere fom entada por la caridad y fo rta­
Santa Sede. E n tre las m uchas prendas lecida por una constante concordia de
en que se aventaja la generosa y noble las voluntades. Mas en este punto, no
nación española, merece ciertam ente el disimularemos, pues, lo que hay cuan­
m ayor elogio el que, después de varias do pensamos en el modo de obrar,
vicisitudes de cosas y de personas, aún que algunos católicos de España creen
conserva aquélla su prim itiva y casi que deben tener, se ofrece a Nuestro
hereditaria firm eza en la fe católica, ánimo una pena sem ejante a la ansiosa
con que ha estado siempre enlazado el solicitud que pasó el Apóstol San P a­
bienestar y grandeza del linaje español. b l o por causa de los Corintios. Segura
Esta firm eza la hacen patente muchos y tranquila había perm anecido ahí la
argum entos, y m ayorm ente la insigne concordia de los católicos, no sólo entre
piedad p ara con esta Sede Apostólica, sí, sino m ayorm ente con los Obispos; y
que con toda clase de demostraciones, por esto con razón Nuestro Predecesor
con escritos, con larguezas y con pia­ G r e g o r io XVI, alabó a la nación espa­
dosas rom erías, repetidas veces en m o­ ñola, porque perseveraba en su inmen­
do m uy esclarecido m anifiestan los es­ sa mayoría en su antiguo respeto a los
pañoles. Ni se olvidará tam poco el Obispos y pastores inferiores canónica­
recuerdo de tiempos recientes, en que mente establecidos(1>.
toda E uropa fue testigo del ánimo no
menos esforzado que piadoso, de que Peligros de desunión. Pero ahora,
dieron prueba en días aciagos y calam i­ habiéndose puesto de por medio las
tosos p ara la Silla Apostólica. En todo pasiones de partido, se descubren hue­
esto, además de un beneficio singular llas de desuniones, que dividen los áni­
de Dios, reconocemos, Amados Hijos y mos como en diferentes bandos, y per­
Venerables Herm anos, los frutos de turban no poco aun las mismas asocia­
vuestros desvelos, y tam bién la loable ciones fundadas por motivos religiosos.
resolución del mismo pueblo, que en Sucede a m enudo que los que investi- 242
tiempos tan contrarios al nom bre cató­ gan cuál es el modo más conveniente
lico, con ahinco se m antiene unido a la para defender la causa católica, no h a ­
Religión de sus padres, ni vacila en cen de la autoridad de los Obispos tanto
oponer una constancia igual a la fie­ caso como fuera justo. Aun más, a ve­
reza de los peligros. ces si el Obispo ha aconsejado algo, y
aun m andado según la autoridad que
Concordia de voluntades. E n verdad tiene, no faltan quienes lo lleven a m al
no hay cosa que no se pueda esperar o abiertam ente lo reprendan, interpre­
de España, si tal unión de los ánimos 1* tándolo como si hubiese querido dar
(*) ASS 15 (1882/83) 241-246. Compárese también la Encíclica de Pío XI “Dilectissimci nohis” (1933)
acerca de las persecuciones de la Iglesia en España. (En esta Colecc.: Encícl. 161, p. 1389). — Los
números marginales indican las páginas del texto original en ASS, vol. 15. (P. H.).
(1) Gregorio XV/, Alocución Afflictas, l-I I I -1841 (C.I.C. Fontes, Gasparri, 1928, t. II, 783-788).
— 291 —
292 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1882) 40, 2-3

gusto a unos, haciendo agravio a otros. ha de evitar tan impío error, así tam ­
Bien claro está, pues, cuánto im porta bién se ha de huir de la equivocada opi­
conservar incólume la unión de los nión de los que mezclan y casi iden­
corazones: tanto m ás que en medio de tifican la Religión con algún partido
la desenfrenada libertad de pensar y de político, hasta el punto de tener poco
la fiera e insidiosa guerra, que en todas menos que por separados del catolicis­
partes se mueve contra la Iglesia, es de mo a los que pertenecen a otro partido.
todo punto necesario que los cristianos Esto en verdad es m eter m alam ente los
todos resistan, juntando en un haz sus bandos en el augusto campo de la reli­
fuerzas con perfecta arm onía de volun­ gión, querer rom per la concordia fra ­
tades, p ara que, hallándose divididos, terna y abrir la puerta a una funesta
no vengan a sucum bir por la astucia y m ultitud de inconvenientes.
violencia de sus enemigos. P or lo tanto, Es necesario distinguir. - La preem i­
conmovidos por la consideración de nencia de lo r e l i g i o s o P o r tanto lo
semejantes daños, os dirigimos estas religioso y lo civil, como se diferencian
letras, Amados Hijos Nuestros y Vene­ por su género y naturaleza así tam bién
rables H erm anos, y encarecidam ente es justo que se distingan en nuestro
os suplicamos que haciéndoos intérpre­ juicio y estimación. Porque las cosas
tes de Nuestros saludables avisos, em ­ civiles, por más honestas e im portan­
pleéis vuestra prudencia y autoridad en tes que sean, m iradas en sí, no traspa- 243
afianzar la concordia. san los límites de esta vida que vivimos
2. Relación entre lo religioso y lo en la tierra. Mas por el contrario, la
civil. Ante todo es oportuno recordar religión que nació de Dios y todo lo
las m utuas relaciones entre lo religioso refiere a Dios, se eleva hacia arriba y
y lo civil, pues m uchos se engañan en llega hasta el cielo. Pues esto es lo que
esto por dos clases de errores opuestos. ella quiere, esto lo que pretende, em pa­
Porque suelen algunos no sólo distin­ par el alma, que es la parte más p re­
guir, sino aun ap artar y separar por ciada del hom bre, en el conocimiento
completo la política de la Religión, que­ y am or de Dios, y conducir en form a
riendo que nada tenga que ver la una segura al género hum ano a la ciudad
con la otra, y juzgando que no deben futura, en busca de la cual vamos ca­
ejercer entre sí ningún influjo. Estos minando. P or lo cual, es justo que se
m ire como de un orden más elevado la
ciertam ente no distan m ucho de los que
religión y cuanto de un modo especial
quieren que u n a nación sea constituida
y gobernada, sin tener en cuenta a Dios, se liga con ella. De donde se sigue que
Creador y Señor de todas las cosas: ella, siendo como es, el m ayor de los
y tanto m ás perniciosam ente yerran, bienes, debe quedar salva en medio de
cuanto que privan tem erariam ente a la variedad de las cosas hum anas y
la república de una fuente caudalosísi­ de las mismas m udanzas de las nacio­
m a de bienes y utilidades. Porque si se nes, ya que abraza todos los espacios
quita la Religión, es fuerza que flaquee de tiempos y lugares. Y los partidarios
la firm eza de aquellos principios que de bandos contrarios, por más que di­
son el principal sostén del bienestar sientan en lo demás, en esto conviene
público y reciben grandísim o vigor de que estén de acuerdo, en que es preciso
la Religión: tales son en prim er lugar, salvar los intereses católicos de la n a ­
el m andar con justicia y m oderación, el ción. Y a esta em presa noble y nece­
obedecer por deber de conciencia, el saria, como unidos en santa alianza,
deben con empeño aplicarse todos
tener dom eñadas las pasiones con la
virtud, el d ar a cada uno lo suyo y no cuantos se precian del nom bre de ca­
tocar lo ajeno. tólicos, haciendo callar por un m om en­
to los pareceres diversos en punto a
3. Los partid o s políticos y la Reli­ política; los cuales, por otra parte, se
gión. - Los errores. Pero así como se2 pueden sostener en su lugar honesta y
[2] León XIII, en la Encíclica Immortalc Dei, esta Colecc.: Encícl. 46, 7-18, pág. 325-329).
l-XI-1885 desarrollará más a fondo este tema (en
40, 4-5 E n c íc l ic a “ Cum M ulta S in t ” 293

legítimamente. Porque la Iglesia no a los cristianos a quienes preside, entre


condena las parcialidades de este gé­ sí y con el supremo Pontífice, como
nero, con tal que no estén reñidas con m iem bros con su cabeza. A este propó­
la Religión y la justicia; sino que, lejos sito es de gran peso aquella sentencia
de todo ruido de contiendas, sigue tra ­ de S a n C i p r i a n o : Estos son la Iglesia
bajando para utilidad com ún y am ando la plebe unida con el sacerdote, y la
con afecto de m adre a los hom bres grey arrimada a su pastor(5); y esta
todos, si bien con m ás especialidad a otra de m ayor peso: Debes saber que
aquellos que más se distinguieren por el Obispo está en la Iglesia y la Iglesia
su fe y su piedad. en el Obispo, y si alguien no está con
4. La sociedad cristiana. - La base el Obispo no está en la Iglesia^. Tal
de la unión es la obediencia a las a u to ­ es la constitución de la república cris­
ridades eclesiásticas^3*). El fundam ento tiana, que es inm utable y perpetua, y
de esta concordia es en la sociedad cris­ si así no se conserva religiosamente,
tiana el mismo que en toda república forzoso es que se siga sumo trastorno
bien establecida: a saber, la obediencia de derechos y deberes, viniendo a rom ­
a la potestad legítima, que ora m an ­ perse la trabazón de los miembros con­
dando, ora prohibiendo, ora rigiendo, venientemente unidos en el cuerpo de
hace unánim es y concordes los ánimos la Iglesia, el cual alimentado y organi­
diferentes de los hom bres. En lo cual zado por sus ligaduras y coyunturas
no hacemos más que recordar cosas sa­ crece con crecimiento divino (7). Por
bidas y averiguadas de todos; aunque donde se ve que es necesario tener a
son ellas tales, que no sólo es m enester los Obispos el respeto que pide la exce­
tenerlas presentes en el pensamiento, lencia de su cargo, y obedecerles ente­
sino guardarlas con la conducta y ram ente en las cosas que tocan a su
práctica de todos los días, como norm a jurisdicción.
del deber. Es decir, que así como el 5. E l clero y los partidos políticos.
Romano Pontífice es m aestro y p rín ­ Ahora bien, teniendo presentes los pre­
cipe de la Iglesia universal, así tam ­ juicios que en estos tiempos agitan los
bién los Obispos son rectores y cabezas ánimos de muchos, no sólo exhorta­
de las iglesias que cada cual legítim a­ mos, sino aun rogamos a todos los
mente recibió el cargo de gobernar. A españoles que se acuerden de este de­
ellos pertenece en su respectiva ju ris­ ber de tanta m onta. Y señaladam ente
dicción el presidir, m andar, corregir y procuren con todo ahinco observar la
en general disponer de todo lo que se m odestia y la obediencia los miembros
refiera a los intereses cristianos. Ya que del Clero, cuyas palabras y hechos cier­
son participantes de la sagrada potestad tam ente tienen m uchísim a fuerza para
que Cristo Nuestro Señor recibió del ejemplo de los demás. Sepan que los
Padre y dejó a su Iglesia: y por esta trabajos, que em prenden en el desem­
razón Nuestro Predecesor G r e g o r io IX, peño de sus cargos, entonces serán so­
dice: No nos cabe duda que los Obispos bre todo provechosos para sí y saluda­
llamados a participar en la responsabili­ bles para sus prójim os, cuando se aju s­
dad, hacen las veces de Dios^K Y esta taren a las órdenes e insinuaciones de
potestad ha sido dada a los Obispos p a­ aquel que tiene en sus m anos las rien­
ra grandísim o provecho de aquellos con das de la diócesis. Cierto que no corres­
quienes la usan: puesto que por su ponde a su deber el que los sacerdotes
naturaleza tiende a la edificación del se entreguen com pletam ente a las p a­
cuerpo de Cristo, y hace que cada siones de partidos, de m anera que pue­
Obispo sea como un lazo que una con da parecer que más cuidado ponen en
la com unión de la fe y de la caridad las cosas hum anas que en las divinas.
(3) Ver L e ó n X I I I , en la Encícl. I m m o r t a l e D e i (4) G r e g o r i o I X , Epist. 198, lib. 13.
(ver nota 2); en la Encícl. S a p ie n ti s e c h r is tia n s e , (5) S . C i p r ia n o , Epist. 69 ad Pupianum (Migne
10-1-1890 (en esta Colecc.: Encícl. 56, 17-18, pág. PL. 4, col. 416-A).
402-403; y P í o X I , en la Encícl. D i l e c t i s s i m a n o b is , (6) S . C i p r ia n o , Epist. 69 ad Pupianum (Migne
3-VI-1933 (en esta Colección: Encícl. 161, 2, pág. PL. 4, col. 419-A).
1389-1390). (7) Coios. 2, 19.
294 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1882) 40, 6-8

Entiendan, pues, que deben guardarse seguirá la ventaja de que no solamente


de salir de los límites de la gravedad y cada socio en particular, sino tam bién
moderación. Con esta precaución, segu­ las diversas asociaciones de este género
ros estamos que el Clero español, que estén amigable y benévolamente con­
con su virtud, con su doctrina y con formes: lo que se h a de procurar con
sus trabajos ha prestado tantos servi­ toda diligencia. Ya que dejadas a p a r­
cios en beneficio de las almas y para te, como hemos dicho, las parcialida­
bien de la sociedad, los irá cada día des, h abrían desaparecido las ocasiones
prestando mayores. principales de rivalidades enemigas: de
6. donde seguirá que haya una causa, y
Asociaciones católicas y partidos
políticos. P a ra ayuda de su obra ju z ­ esta la m ayor y m ás noble, que atraiga
gamos no poco a propósito aquellas a todos, en la cual no puede haber
asociaciones, que son como cohortes disensiones entre católicos dignos de
auxiliares p ara el acrecentam iento de este nombre.
la Religión católica. Así que alabam os 7. Normas para los escritores cató­
el establecimiento y actividad de las licos. Finalm ente, m ucho im porta que
mismas, y grandem ente deseamos que se acomoden a esta m isma instrucción
creciendo en núm ero y celo den cada los que por escrito, especialmente en
día frutos m ás copiosos. Mas como és­ diarios, com baten por la incolum idad
tas se proponen la defensa y dilatación de la Religión. Bien conocido tenemos
de la causa católica, y la causa cató­ cuál es su objeto, y con qué voluntad
lica la dirige el Obispo en cada Dióce­ trabajan para alcanzarlo: ni podemos
sis, síguese naturalm ente que deben es­ menos de tributarles justas alabanzas
ta r sometidas a los Obispos y hacer como a benem éritos del nom bre cató­
grandísim a estim a de su autoridad y lico. Pero la causa que han abrazado,
protección. Ni han de trab ajar menos es tan excelente y tan elevada, que re ­
las mismas p ara conservar la unión de quiere m uchas cosas, en que no es ra ­
los corazones: prim ero porque es pro- zón que falten los defensores de la
45 pió de toda sociedad que su fuerza y justicia y la verdad: porque m ientras
eficacia provenga de la m ancom unidad ponen cuidado en una parte de su
de las voluntades: y en segundo lugar deber, no han de abandonar las demás.
porque es m uy conveniente que en esta El aviso, pues, que hemos dado a las
clase de asociaciones resplandezca la asociaciones, el mismo repetimos a los
caridad, que debe ser com pañera de escritores, que alejadas las discordias
todas las obras buenas, y como señal y con la blandura y m ansedum bre, m an­
divisa que distinga a los discípulos de tengan entre sí mismos y en la m uche­
la escuela de Cristo. P or tanto, como dum bre la unión de los corazones: p o r­
fácilm ente puede acontecer que los so­ que para lo uno y para lo otro puede
cios tengan diversos pareceres en pu n ­ mucho la obra de los escritores. Y
tos políticos, por lo mismo, a fin de como quiera que nada hay más con­
que no venga a alterarse la unión de trario a la concordia que el desabri­
los ánimos por las opuestas parcialida­ m iento en el hablar; la tem eridad en
des, conviene tener presente cuál es el sospechar y la malicia en acrim inar,
fin que se proponen las asociaciones es preciso evitar todo esto con suma
que se llam an católicas, y al tom ar los precaución. Las disputas en defensa de
acuerdos tener los ojos tan fijos en los sagrados derechos de la Iglesia no
aquel blanco, como si no pertenecieran se hagan con altercados, sino con m o­
a ningún partido, acordándose de las deración y tem planza, de suerte que
divinas palabras del Apóstol S a n P a ­ dé al escritor la victoria en la contien­
b l o : Los que habéis sido bautizados en
da más bien el peso de las razones, que
Cristo, estáis revestidos de Cristo. No la violencia y aspereza del estilo.
hay judío ni griego, no hay siervo ni
libre... pues todos vosotros sois un sola 8. Unión entre los Obispos y de éstos
cosa en Cristo(8L De este modo se con­8 con la Santa Sede. - Exhortación y
(8) Gálat. 3, 27-28.
40, 8 E n c íc l ic a “ Cum M ulta S in t ” 295

conclusión. E stas reglas de o b rar cree­ Apostólica, de donde procede la inte­


mos que servirán m uchísim o p ara a p a r­ gridad de la fe, el vigor de la disciplina
ta r las causas que im piden la perfecta y la luz de la verdad. P ara lo cual ofre­
concordia de los ánimos. A vosotros cerán coyuntura m uy propicia las ro ­
toca, Amados Hijos Nuestros y Venera- m erías que suelen em prenderse de E s­
246 bles H erm anos, explicar N uestra m ente, paña. Pues, p ara com poner las discor­
y poner el empeño posible en que todos dias y dirim ir las controversias, nada
conform en cada día su conducta con hay m ás a propósito que la voz de
lo que llevamos dicho. Lo cual cierta­ aquel, a quien Cristo Nuestro Señor,
m ente confiamos que de buen grado príncipe de la paz, puso po r Vicario de
h arán los españoles, tanto por su p ro ­ su potestad: así como tam bién la abun­
bado afecto a esta Sede Apostólica, dancia de carism as y gracias celestia­
como por los bienes que se h an de les, que m anan copiosamente de los
esperar de la concordia. Traigan a la sepulcros de los Santos Apóstoles.
m em oria los ejem plos de su patria: Pero, puesto que toda nuestra sufi­
consideren que si sus m ayores hicieron ciencia viene de Dios^10\ rogad m ucho a
dentro y fuera de E spaña m uchas proe­ Dios juntam ente con Nos, para que dé
zas de valor y m uchas obras ilustres, a Nuestros consejos, virtud y eficacia, y
no las pudieron hacer desvirtuando sus disponga los ánimos de los pueblos a
fuerzas con las disensiones, sino ju n ­ obedecer. Preste favor a Nuestros tra ­
tándose todos como en u n a sola alma bajos la Inm aculada Virgen M a r í a ,
y un solo corazón. Porque anim ados de augusta Madre de Dios, P atrona de las
la caridad fratern a y viviendo unánim es Españas; asístanos S a n t i a g o Apóstol,
entre sí<9), es como triu n faro n de la asístanos S a n t a T e r e s a d e J e s ú s , Virgen
prepotente dom inación de los moros, legisladora y gran lum brera de las Es-
de la herejía y del cisma. Sigan, pues, pañas, en quien el am or de la concor­
las pisadas de aquellos cuya fe y gloria dia y de su patria y la obediencia cris­
heredan, e im itándolos, com pleten su tiana, como en perfecto ejem plar, m a­
obra a fin de que parezcan ser los suce­ ravillosam ente brillaron.
sores, no sólo de su nom bre sino tam ­ E ntre tanto como prenda de los do­
bién de sus virtudes. nes celestiales y testimonio de Nuestra
P or lo demás, Amados Hijos Nues­ paternal benevolencia, a todos vosotros,
tros y Venerables H erm anos, pensamos Amados Hijos Nuestros y Venerables
que os conviene p ara la unión de los Herm anos, y a toda la nación Española,
ánimos y similitud de disciplina, que con muchísim o afecto en el Señor d a­
los que vivís en la m ism a provincia, mos la Apostólica Bendición.
de cuando en cuando os consultéis
unos con otros y con vuestro Metro­ Dado en Roma, en San Pedro a los
politano p ara tra ta r a una de las cosas 8 días de diciem bre de 1882. De Nues­
que tocan a todos: y que cuando el tro Pontificado año quinto.
asunto lo pidiere, acudáis a esta Silla LEON PAPA XIII.

(9) Romanos 12, 16. (10) II Corint. 3, 5.


-4E3C

ENCICLICA “SUPREMI APOSTOLATUS”(*>


(l-IX-1883)
SOBRE LA DEVOCION AL SANTO ROSARIO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
1. D efensa de la fe p o r la d octrina y por la intercesión de la Virgen Madre
la oración. El apostolado suprem o que obtengamos de su Divino Hijo ventu­
Nos está confiado y las circunstancias roso alivio y térm ino a Nuestros males.
difíciles por que atravesam os, Nos ad ­ Por lo mismo hemos pensado, Venera­
vierten a cada m om ento e im periosa­ bles Hermanos, dirigiros estas Letras,
m ente Nos em pujan a velar con tanto a fin de que, conocido Nuestro propó­
más cuidado por la integridad de la sito, excitéis con vuestra autoridad y
Iglesia cuanto m ayores son las cala­ con vuestro celo la piedad de los pue­
midades que la afligen. blos para que cum plan con él esm era­
P or esta razón, a la vez que Nos damente.
esforzamos cuanto sea posible en defen­
der por todos los medios los derechos 2. M aría am p ara a la Iglesia en los
de la Iglesia y en prevenir y rechazar tiem pos calam itosos. E n tiem pos c ríti­
los peligros que la am enazan y asedian, cos y angustiosos ha sido siempre el
empleamos la m ayor diligencia en im ­ principal y constante cuidado de los ca­
plorar la asistencia de los divinos soco­ tólicos refugiarse bajo la égida de Ma ­
rros, con cuya única ayuda pueden ría y am pararse a su m aternal bondad;
tener buen resultado Nuestros afanes lo cual dem uestra que la Iglesia cató­
y cuidados. lica ha puesto siempre y con razón en
la Madre de Dios toda su confianza.
Devoción a M aría. - El Rosario. Y En efecto, la Virgen, exenta de la m an­
creemos que nada puede conducir más cha original, escogida para ser Madre
eficazmente a este fin, que, con la prác­ de Dios y asociada por lo mismo a la
tica de la Religión y piedad hacernos obra de la salvación del género hum a­
propicia a la excelsa Madre de Dios, no, goza cerca de su Hijo de un favor
la Virgen María , que es la que puede y de un poder tan grande, como nunca
alcanzarnos la paz y dispensarnos la han podido ni podrán obtenerlo igual
gracia, colocada como está por su Di­ ni los hom bres ni los Angeles. Así,
vino Hijo en la cúspide de la gloria y pues, ya que le es sobre m anera dulce y
del poder, p ara ayudar con el socorro agradable conceder su socorro y asis­
de su protección a los hom bres que en tencia a cuantos la pidan, desde luego
m edio de fatigas y peligros se enca­ es de esperar que acogerá cariñosa las
m inan a la Ciudad Eterna. preces que le dirija la Iglesia universal.
Por esto, y próxim o ya el solem ne Mas esta piedad, tan grande y tan
aniversario que recuerda los innum e­ llena de confianza en la Reina de los
rables y grandes beneficios que ha Cielos, nunca ha brillado con más res­
reportado al pueblo cristiano la devo­ plandor que cuando la violencia de
ción del Santo Rosario de María , N os los errores, el desbordam iento de las
queremos que en el corriente año esta costumbres, o los ataques de adversa­
devoción sea objeto de particular aten­ rios poderosos, han parecido poner en
ción en el m undo católico, a fin de que peligro la Iglesia de Dios.
(*) A. S. S. 16 (1883-1884) 113-118. A lo largb de su Pontificado L e ó n X I I I publicará, con ésta, diez
Encíclicas y tres Epístolas sobre el Santo Bosario, las que recibirán su complemento en las Encíclicas
I n g r a v e s c e n t i b u s m a l i s ” 29-IX-1937, de P í o X I ; “ I n g r u e n t i u m m a l o r u m ” 15-IX-1951, de P í o X I I y
‘‘G r a ta r e c o r d a t i o ” 26-X-1959, de J u a n X X I I I . — L o s n ú m e r o s e n e l m a r g e n indican las páginas del
texto original de ASS, yol. 16. (P. H.).
— 296 —
41, 3 E n c íc l c a “ S uprem i A po sto latus” 297

Los ejemplos de la Historia. La his­ truidos los proyectos y artificios de


toria antigua y m oderna y los fastos los herejes; m uchos extraviados volvie­
m ás m emorables de la Iglesia recuer­ ron al recto camino y el furor de los
dan las preces públicas y privadas d iri­ impíos fue refrenado ñor las arm as ca­
gidas a la Virgen Santísima, como los tólicas em puñadas para resistirles.
auxilios concedidos por Ella; e igual­
mente en m uchas circunstancias la paz 3. María de las Victorias contra los
y tranquilidad pública, obtenidas por turcos. La eficacia y el poder de esa
su intercesión. De ahí esos excelentes oración se experim entaron en el siglo
títulos de Auxiliadora, Bienhechora y XVI, cuando los innum erables ejércitos
Consoladora de los cristianos; Reina de de los turcos estaban en vísperas de
los ejércitos y Dispensadora de la paz, im poner el yugo de la superstición y
con que se la ha saludado. E ntre todos de la barbarie a casi toda Europa.
los títulos es m uy especialmente digno Con este motivo el Soberano Pontífice
de m ención el de Santísimo Rosario, Pío V, después de reanim ar en todos los
por el cual han sido consagrados per­ Príncipes cristianos el sentimiento de
petuam ente los insignes beneficios que la com ún defensa, trató, en cuanto esta­
le debe la cristiandad. ba a su alcance, de hacer propicio a los
Ninguno de vosotros ignora, Venera­ cristianos a la todopoderosa Madre de
bles Herm anos, cuántos sinsabores y Dios y de atraer sobre ellos su auxilio,
am arguras causaron a la Santa Iglesia invocándola por medio del Santísimo
de Dios a fines del siglo XII los heré­ Rosario. Este noble ejemplo que en
ticos Alhigenses, que, nacidos de la secta aquellos días se ofreció a tierra y cielo,
de los últimos M a n iq u e o s llenaron de unió todos los ánimos y persuadió a
sus perniciosos errores el Mediodía de todos los corazones; de suerte que los
Francia, y todos los demás países del fieles cristianos dedicados a derram ar
m undo latino, y llevando a todas partes su sangre y a sacrificar su vida para
el terro r de sus arm as, extendían por salvar a la Religión y a la patria, m ar­
doquiera su dominio con el exterminio chaban, sin tener en cuenta su núm ero,
y la m uerte. al encuentro de las fuerzas enemigas
reunidas no lejos del golfo de Corinto:
Santo Domingo y el Rosario. Contra m ientras los que no eran aptos para
tan terribles enemigos, Dios suscitó en em puñar las arm as, cual piadoso ejér­
su m isericordia al insigne Padre y fu n ­ cito de suplicantes, im ploraban y salu­
dador de la Orden de los Dominicos. daban a M a r í a , repitiendo las fórm ulas
Este héroe, grande por la integridad de del Rosario y pedían el triunfo de los
su doctrina, por el ejemplo de sus vir­ combatientes.
tudes y por sus trabajos apostólicos, La Soberana Señora así rogada, oyó
se esforzó en pelear contra los enemigos m uy luego sus preces, pues que, em pe­
de la Iglesia católica, no con la fuerza ñado el combate naval en las Islas Equí-
ni con las arm as, sino con la más nadas, la escuadra de los cristianos,
acendrada fe en la devoción del Santo reportó, sin experim entar grandes b a­
Rosario, que él fue el prim ero en p ro ­ jas, u n a insigne victoria y aniquiló
pagar, y que sus hijos han llevado a los las fuerzas enemigas.
cuatro ángulos del m undo. Preveía, en P or este motivo, el mismo Santo P on­
efecto, por inspiración divina, que esa tífice, en agradecimiento a tan señalado
devoción pondría en fuga, como pode­ beneficio, quiso que se consagrase con
rosa m áquina de guerra, a los enem i­ una fiesta en honor de María de las
gos, y confundiría su audacia y su loca Victorias el recuerdo de ese m em ora­
impiedad. Así lo justificaron los he­ ble combate, y después G r e g o r io XIII
chos. Gracias a este m odo de orar, sancionó dicha festividad con el nom ­
aceptado, regulado y puesto en p rác­ bre de Santo Rosario.
tica por la Orden de S a n t o D o m i n ­ Asimismo en el siglo últim o alcan­
g o , principiaron a arraigarse la piedad, záronse im portantes victorias sobre los
la fe y la concordia, y quedaron des­ turcos en Temesvar, H ungría y Corfú,
298 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1883) 41, 4-6

las cuales se obtuvieron en días consa­ está amenazado cada día de los m ayo­
grados a la Santísim a Virgen, y term i­ res peligros.
nadas las preces públicas del Santísimo Además, no sólo conocéis Nuestra di­
Rosario. Esto inclinó a Nuestro p re­ fícil situación y Nuestras m últiples an ­
decesor C l e m e n t e XI a decretar para la gustias sino que vuestra caridad os lleva
Iglesia universal la festividad del Santí­ a sentir con Nos cierta unión y sociedad;
simo Rosario. pues, es m uy doloroso y lam entable ver
a tantas alm as rescatadas por Jesucris­
4. Los Romanos Pontífices hablan
to, arrancadas a la salvación por el
del Santo Rosario. Así, pues, dem ostra­
torbellino de un siglo extraviado y pre­
do que esta fórm ula de o rar es agrada­
cipitadas en el abismo y en la m uerte
ble a la Santísim a Virgen y tan propia
eterna. En nuestros tiempos tenemos
p ara la defensa de la Iglesia y del pue­
tanta necesidad del auxilio divino como
blo cristiano, como p ara atraer toda
en la época en que el gran D o m in g o
suerte de beneficios públicos y p arti­
levantó el estandarte del Rosario de
culares, no es de adm irar que varios de
M a r í a , a fin de cu rar los males de su
Nuestros predecesores se hayan dedi­
época. Ese gran Santo, ilum inado por
cado a fom entarla y recom endarla con
la luz celestial, entrevio claram ente
especiales elogios. U r b a n o IV aseguró
que, para curar a su siglo, ningún re ­
que el Rosario proporcionaba todos los medio podía ser tan eficaz como el
días ventajas al pueblo cristiano; S ix t o atraer a los hom bres a Jesucristo, que
IV dijo que este modo de orar cedía en
es el camino, la verdad, y la vida, im ­
mayor honra y gloria de Dios, y que era pulsándolos a dirigirse a la Virgen, a
m uy conveniente p ara conjurar los pe­
quien está concedido el poder de des­
ligros que am enazaban al m undo; L e ó n
truir todas las herejías.
X declaró que se había instituido con­
tra los heresiarcas y las perniciosas En qué consiste “el Rosario”. La
herjías, y J u l io III le apellidó ornato fórm ula del Santo Rosario la compuso
de la Iglesia. S a n P ío V dijo tam bién del de tal m anera S a n t o D o m in g o , que en
IV dijo que este modo de o rar cedía en ella se recuerdan por su orden sucesivo
estas preces, los fieles empezaron a en- los misterios de Nuestra salvación, y
116 fervorizarse en la oración y que llega­ en este oficio de m editación se incorpo­
ron a ser hombres distintos de lo que ra la mística corona, tejida de la saluta­
antes eran; que las tinieblas de la here­ ción angélica, intercalándose la oración
jía se disiparon, y que la luz de la fe dominical a Dios Padre de Nuestro Se­
brilló en su esplendor. P or último, G r e ­ ñor Jesucristo. Nos, que buscamos un
g o r ioX III declaró que S a n t o D o m i n ­ remedio a males parecidos, tenemos de­
go había instituido el Rosario para recho a creer que, valiéndonos de la
apaciguar la cólera de Dios e implo­ m ism a oración que sirvió a S a n t o D o ­
rar la intercesión de la bienaventurada m in g o para hacer tanto bien, podrem os
Virgen María. ver desaparecer asimismo las calam ida­
des que afligen a nuestra época.
5. León XIII y el momento actual.
Inspirado Nos en este pensam iento y 6. Mes de Octubre y festividad con­
en los ejem plos de Nuestros predece­ sagrados al S. Rosario. P o r lo cual no
sores, hemos creído oportuno estable­ sólo excitamos vivamente a todos los
cer preces solemnes, elevándolas a la cristianos a dedicarse pública o priva­
Santísim a Virgen en su Santo Rosario, dam ente y en el seno de sus fam ilias a
p ara obtener de Jesucristo igual soco­ recitar el Santo Rosario y a perseverar
rro contra los peligros que Nos am e­ en este santo ejercicio, sino que quere­
nazan. Ya veis, Venerables Herm anos, mos que el mes de Octubre de este año
las difíciles pruebas a crue todos los se consagre enteramente a la Reina del
días está expuesta la Iglesia; la piedad Rosario. Decretamos por lo mismo y
cristiana, la m oralidad pública, la fe ordenam os que en todo el orbe católico
misma, que es el bien suprem o y el se celebre solemnemente en el año co­
principio de todas las virtudes, todo rriente, con esplendor y con pompa, la
41, 7 E n c íc l c a “ Suprem i A po sto latus” 299

festividad del Rosario, y que desde el sima Virgen, por las necesidades de la
prim er día del mes de Octubre próximo Iglesia.
hasta el segundo día del mes de No­ 7. Exhortación final. ¡Obrad, pues,
viembre siguiente, se recen en todas las
Venerables Hermanos! Cuanto más os
iglesias curiales, y si los O rdinarios lo
intereséis por h o n rar a M a r ía y po r
juzgan oportuno, en otras iglesias y
salvar a la sociedad hum ana, más de­
capillas dedicadas a la Santísim a Vir­
gen, al menos cinco decenas del Rosa­ béis dedicaros a alentar la piedad de
rio, añadiendo las Letanías Lauretanas. los fieles hacia la Virgen Santísima,
Deseamos asimismo que el pueblo con­ aum entando su confianza en ella. Nos
curra a estos ejercicios piadosos, y que consideramos que entra en los designios
o se celebre en ellos el santo sacrificio providenciales el que en estos tiempos
de la Misa, o se exponga el Santísimo de prueba para la Iglesia florezca m ás
Sacram ento a la adoración de los fie­ que nunca en la inm ensa m ayoría del
les, y se de luego la bendición con el pueblo cristiano el culto de la Santísima
Virgen.
mismo. Será tam bién de Nuestro agra­
do que las cofradías del Santísimo Ro­ Quiera Dios que excitadas por Nues­
sario de María lo canten procesional­ tras exhortaciones e inflam adas por
m ente por las calles conform e a la anti­ vuestros llam am ientos las naciones
gua costumbre. Y donde por razón de cristianas, busquen, con ardor cada día
las circunstancias esto no fuere posible, m ayor, la protección de M a r í a : que se
procúrese substituir con la m ayor fre­ acostum bren cada vez más al rezo del
cuencia a los templos y con el aum ento Rosario, a ese culto que Nuestros ante­
de las virtudes cristianas. pasados tenían el hábito de practicar,
no sólo como remedio siempre presente
a sus males, sino como noble adorno
Las indulgencias concedidas. En
de la piedad cristiana. La celestial Pa-
gracia de los que practicaren lo que
trona del género hum ano escuchará
queda dispuesto, y p ara anim ar a to­
esas preces y concederá fácilmente a
dos, abrim os los tesoros de la Iglesia,
los buenos el favor de ver acrecentarse
y a cuantos asistieron en el tiempo sus virtudes, y a los descarriados el de
antes designado a la recitación pública
volver al bien y en trar de nuevo en el
del Rosario y las Letanías, y oraren
camino de salvación. Ella obtendrá que
conform e a N uestra intención, conce­
el Dios vengador de los crímenes, in ­
demos siete años y siete cuarentenas de
clinándose a la clemencia y a la m ise­
indulgencias por cada vez. Y de la m is­
ricordia, restituya al orbe cristiano y
m a gracia queremos que gocen los que
a la sociedad, después de elim inar en
legítim am ente im pedidos de hacer en
lo sucesivo todo peligro, el tan apete­
público dichas preces, las hicieren p ri­
cible sosiego.
vadam ente. Y a aquellos que en el
tiempo prefijado practicaren al menos Bendición Apostólica. Alentado po r
diez veces en público, o en secreto, si esta esperanza Nos suplicamos a Dios
públicam ente por justa causa no p u ­ por la intercesión de aquella en quien
dieren, las indicadas preces, y p u rifi­ ha puesto la plenitud de todo bien, y
cada debidam ente su alma, se acercaren le rogamos con todas Nuestras fuerzas,
a la Sagrada Comunión, les dejamos que derram e abundantem ente sobre
libres de toda expiación y de toda pena vosotros, Venerables Herm anos, sus ce­
en form a de indulgencia plenaria. lestiales favores. Y como prenda de
Concedemos tam bién plenísim a re ­ N uestra benevolencia, os damos de todo
misión de sus pecados a aquellos que, corazón, a vosotros, a vuestro clero y
sea en el día de la fiesta del Santísimo a los pueblos confiados a vuestros cui­
Rosario, sea en los ocho días siguientes, dados la Bendición Apostólica.
purificada su alm a por medio de la Dado en San Pedro de Roma, el
confesión se acercaren a la Sagrada 1? de Setiembre de 1883, año sexto de
Mesa y rogaren en algún templo, según Nuestro Pontificado.
N uestra intención, a Dios y a la S antí­ LEON PAPA XIII.
4 2

CARTA “SALUTARIS ILLE SPIRITUS”(*>


(25-XII-1883)

SOBRE LA DEVOCION AL ROSARIO Y LA INVOCACION:


“REINA DEL SANTISIMO ROSARIO”

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
209 1. Exito de la Encíclica an terio r la autoridad de los Obispos y el ejem ­
sobre el R osario(1L Aunque aquel espí­ plo y la labor del Clero que encabeza­
ritu de oración, dádiva a la p ar que ban el movimiento, se ha honrado a
prenda de la divina misericordia, que porfía a la excelsa Madre de Dios, y
Dios prom etió un día d erram ar sobre m aravillosam ente Nos alborozaron las
la casa de David y sobre los habitantes múltiples form as en que la piedad se
de Jerusalén, nunca dism inuye en la m anifestaba: los templos estaban ador­
Iglesia Católica, sin embargo, parece nados con la m ayor magnificencia, las
que entonces debe este espíritu estar funciones se celebraban con solemne
más activo p ara m over los corazones pompa, a los sermones, a la Mesa del
cuando los hom bres sienten que una Señor y a las cotidianas preces del Ro­
época trascendental se inicia o se sario afluía por todas partes gran n ú ­
acerca p ara la Iglesia o p ara la socie­ m ero de gente; ni Nos queremos callar
dad civil. E n situaciones angustiosas la las noticias que con ánimo gozoso reci­
fe en Dios y la piedad suelen exaltarse, bimos de algunos lugares a los que azo­
porque los hom bres com prenden que ta la tem pestad de los tiempos con m a­
cuanto m enor les aparece la protección yor violencia; pues m anifestábase allí
hum ana tanto m ás sienten la necesidad tanto piadoso fervor que personas p a r­
del patrocinio celestial. ticulares, preferían rem ediar en cuanto
Recientemente aún, hemos palpado se lo perm itían las circunstancias, la
esta verdad cuando Nos, sacudidos por falta de sacerdotes, haciendo ellos el
las incesantes aflicciones de la Iglesia y servicio religioso a perm itir que en sus
las comunes dificultades de los tiempos, templos las preces prescritas se om i­
llam ando por Nuestras Encíclicas a la tiesen.
piedad, decretam os que por medio de la
devoción del Rosario se venere y se 2. P erseverancia en la oración. P or
im plore durante todo el mes de Octubre eso, m ientras que por la esperanza en
a la Santísim a Virgen. la bondad y m isericordia divinas con­
Supimos que con tanto celo y pres­ solamos Nuestro espíritu de los presen­
teza se obedeció a Nuestro llam ado tes males, entendemos que debemos in­
como lo exigía la santidad y gravedad culcar en las alm as de todos los buenos
de la causa que Nos movió a ello. Pues, lo que constante y abiertam ente decla­
se h a rogado por la causa católica y el ran las Sagradas Escrituras, a saber,
público bienestar no sólo en Nuestra que, como en toda virtud, en ésta que
Italia sino en todo el m undo. Gracias a *1 consiste en im plorar a Dios, im porta
(*) Acta Sanctae Sedis, vol. 16, p. 209-211. Esta Carta se tradujo espec. para la 2? edición. — L o s
n ú m e ro s en e l m a rg e nindican las páginas del texto original en ASS, vol. 16. (P. II.).
(1) A 25 de diciembre de 1883, L e ó n XIII pu- píos curiales todos los Domingos y días festivos;
blicó una C a r ta e n f o r m a d e B r e v e en que reco- y decreta que a las Letanías Lauretanas se ha
mienda el r e z o d i a r i o d e l R o s a r i o y expresa el de añadir la invocación: R e i n a d e l S a n t í s i m o fío-
deseo d« que en el principal templo de cada dió- s a rio , r o g a d p o r n o s o tr o s .
cesis se rece diariamente el Rosario, en los tem-
— 300 —
42, 3 Carta “ S a l u t a r is il l e S p ir it u s 5 301

m uchísim o que se la practique perpe­ viene que este modo de rezar ocupe
tua y asiduamente. Se alcanzan los fa­ nuevam ente aquel sitio de honor que
vores y se aplaca la ira de Dios rezan­ lograra m ucho ha, cuando todas las
do; Dios quiere que la confesión de sus fam ilias cristianas no dejaron pasar un
favores no sea sólo el fruto de su bon­ día sin rezar el Rosario.
dad, sino tam bién el de n u estra perse­ P or estas razones, Nos exhortam os a
verancia en el pedir. todos y los rogamos encarecidamente
Tal perseverancia es hoy m ucha más que insistan piadosa y asiduam ente en
necesaria que antes por cuanto tantos la costumbre del Rosario diario; asi­
y tan graves riesgos, como decíamos, mismo declaramos que deseamos que
nos rodean por todas partes, los que en el templo principal de todas las
no podrán superarse sin la ayuda actual diócesis se rece diariam ente el Rosario
de Dios. Demasiados hom bres odian y en los templos de las Curias todos los
todo lo que se llam a Dios y su culto días festivos. P ara introducir y fom en­
divino; a la Iglesia se combate no sólo tar este ejercicio de piedad podrán ser
por medios particulares, sino tam bién a de gran utilidad las fam ilias religiosas
m enudo m ediante institutos y leyes; a de las Ordenes y en especial, por cierto
la sabiduría cristiana se oponen las derecho propio, la Orden Dominicana.
temibles novedades de las ideas de tal Estam os seguros de que nadie de
modo que la salud pública y la de cada ningún modo faltará a tan fructuoso
uno ha de defenderse contra enemigos y noble deber.
acérrim os que se conjuraron intentarlo
todo con extrem adas fuerzas. Nos empero, en honor de la excelsa
Nos creemos que, abarcando m ental­ Madre de Dios M a r í a , para perpetua
mente la lucha de tantos combates, he­ m em oria de las preces con que por
mos de fijar la m ayor atención en doquiera se ha im plorado, durante el
Nuestro Señor Jesucristo, quien a fin mes de Octubre, el patrocinio del Co­
de llevarnos a su im itación al entrar razón de María p ara perenne testim o­
en agonía, rezaba con mayor fervor.3 nio de la inm ensa confianza que depo­
sitamos en Nuestra Madre am antísim a,
3. Disposiciones sobre el rezo del para alcanzar m ejor de día en día su
Rosario y la invocación “R eina del propicia ayuda, queremos y decretamos
Santísim o Rosario” . De los varios m o­ que en las Letanías Lauretanas, des­
dos de rezar y de las fórm ulas que sa­ pués de la inovcación: “Reina sin pe­
ludable y piadosam ente se em plean en cado original concebida”, se añada la
la Iglesia Católica, es por m uchas razo­ alabanza: {<Reina del Santísimo Rosa­
nes recom endable la que se llam a el rio, rogad por nosotros”.
Rosario Mariano. E ntre los motivos, Queremos pues que estas Letras
como en Nuestras Letras Encíclicas Nuestras queden firmes y válidas tales
afirm am os, se destaca m uchísim o el cuales son, de modo que para siempre
que el Rosario se instituyó especial­ valgan; írrito y nulo, empero, decreta­
m ente p ara im plorar la protección de mos que sea lo que alguno acaso con­
la Madre de Dios contra los enemigos tra este decreto intentare, sin que se
del Catolicismo; a este respecto nadie oponga nada en contrario.
ignora que p ara conju rar las calam i­ Dada en Roma junto a San Pedro
dades que afligían a la Iglesia fue este bajo el anillo del Pescador, a 25 de di­
rezo m uchas veces de gran provecho. ciembre de 1883.
Pues no sólo en la devoción p articular
sino en la públicas circunstancias con­ LEON PAPA XIII.
4 3

ENCICLICA “NOBILISSIMA GALLORUM GENS”(*>


(8-II-1884)

DONDE SE TRATA DE LA SITUACION DE LA IGLESIA EN FRANCIA


Y DE LOS DEBERES DE LOS CATOLICOS
LEON PP. XIII
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. Elogio de F ran cia católica. Las cés. Fueron grandes, en particular, las
grandes cosas que ha conseguido tanto alabanzas de I nocencio III y Grego­
en la paz como en la guerra la nobilí­ rio IX. Aquellos grandes lum inares de
sima nación francesa, le h an dado la Iglesia elogiaron a vuestros antepa­
para la Iglesia católica un renom bre de sados, diciendo el prim ero en una carta
m erecimientos, de los cuales no pere­ al Arzobispo de Reims: Nos amamos el
cerá la gratitud, ni cuya gloria ha de reino de Francia con especial predilec­
extinguirse. Cuando en hora feliz, en ción, porque ha sobresalido sobre los
el reinado de Clodoveo, adoptó las demás por su respeto y adhesión hacia
instituciones cristianas, obtuvo el m uy esta Sede Apostólica y hacia Nos; y el
honroso testim onio y la recom pensa a otro, hablando del reino de F rancia en
un tiem po de su fe y piedad de ser una carta a S an L uis IX: Que no ha
llam ada hija mayor de la Iglesia. Desde podido ser separado por nada de su
entonces, Venerables H erm anos, vues­ piedad hacia Dios y su Iglesia; que ja­
tros padres, por sus grandes y saluda­ más pereció en él la libertad de la Igle­
bles em presas h an aparecido como los sia; que en ningún tiempo perdió allí 242
auxiliares de la Divina Providencia. la fe cristiana su natural vigor; y ade­
Mas donde esto se hizo notar princi­ más, que por su conservación, los reyes
palm ente es en la defensa del nom bre y súbditos de dicho reino no han vaci­
cristiano en todo el m undo, en la pro ­ lado en derramar su sangre y en expo­
pagación de la fe entre las naciones nerse a los mayores peligros.
bárbaras, en la conquista y defensa de
los Santos Lugares de Palestina. De 2. E n el m om ento actual se persigue
modo que con justicia existe aquel p ro ­ el nom bre cristiano. Pues bien: Dios,
verbio: Gesta Dei per Francos. que es el autor de la naturaleza y del
P or esto, por su adhesión íntim a al cual los Estados de la tierra reciben la
nom bre católico, han podido participar recom pensa de sus virtudes y buenas
en alguna m anera de la gloria de la acciones, ha derram ado sobre Francia
Iglesia y establecer num erosas institu­ los abundantes dones de la prosperi­
ciones públicas y privadas, en las cua­ dad: victorias en la guerra, artes en la
les se advierte en todo su vigor la paz, gloria del nom bre y autoridad en
fuerza de la Religión, de la beneficen­ el imperio. Que si, olvidándose Francia
cia y de la m agnim idad. Los P o n tí­ de sí m ism a en alguna m anera y a p a r­
fices Romanos, Nuestros predecesores, tándose a veces de la m isión recibida
han solido enaltecer de m anera solem­ de Dios, se ha m ostrado hostil a la
ne estas virtudes de vuestros padres, y Iglesia, tam bién es cierto que, por una
correspondiendo a sus m éritos con so­ soberana merced, ni ha desfallecido ja ­
berana benevolencia, celebraron varias más, ni por m ucho tiempo ni com ple­
veces con elogios el nom bre fra n ­ tamente. Y plugo a Dios que saliese,
(•) Acta Sanctae Sedis, vol. XVI, págs. 241-248. (Véase la “Introducción” , pág. 208-209). — Los
números en el margen indican las páginas del texto original en ASS, vol. 16. (P. II.).
302 —
43, 3 E n c íc l ic a “ N o b il iss im a Gallorum Gens” 303

sana y salva, de esos acontecimientos Dios, se quita el soberano fundam ento


que fueron igualm ente funestos a la de la justicia, sin la cual los sabios,
Religión y al Estado, los cuales se re ­ aun entre los paganos, niegan que se
fieren a tiempos próxim os a Nosotros. puedan dirigir bien los negocios públi­
Pero, desde el día en que el espíritu cos; pues la autoridad de los jefes no
de los hombres, im buido con el veneno tendrá prestigio bastante, ni las leyes
de las nuevas doctrinas, y arrastrado la fuerza necesaria. Cada cual atenderá
por una libertad desenfrenada, com en­ m ás a lo útil que a lo honesto: la invio­
zó por doquiera a rechazar la autoridad labilidad de los dercehos se debilitará, 241
de la Iglesia, la corriente se precipitó no siendo el tem or de las penas sino un
hacia donde se la dirigía; porque h a­ m al guardián de los deberes y los que
biendo penetrado hasta en las costum ­ gobiernan tenderán fácilm ente a una
bres el virus m ortal de aquellas doctri­ dominación injusta, m ientras que a la
nas, poco a poco, pareció que la socie­ m enor ocasión, los que obedecen se
dad hum ana quería en gran parte se­ irán a la revolución y a los motines.
pararse por completo de las institucio­
nes cristianas. P ara esparcir en F ra n ­ 3. La Religión, necesaria p ara la vi­
cia sem ejante peste, trabajaron, sobre da del Estado. Además, como en la
todo en el siglo último, aquellos filóso­ naturaleza de las cosas no hay nada
fos, sectarios de una ciencia vana, que bueno que no deba ser referido a la
se propusieron derrib ar los fundam en­ bondad divina como uno de sus dones,
tos de la verdad cristiana, e inaugura­ toda sociedad que disponga se excluya
ron un sistema filosófico que inflam aba a Dios de la ley y del gobierno, rechaza,
violentamente la pasión, ya enardecida en lo que de ella depende, el auxilio de
por una libertad desmedida. Bien p ro n­ la bondad divina; y por lo tanto, m e­
to se vio tra b a ja r en esto a aquellos a rece no alcanzar la protección celestial.
quienes un odio im potente de las cosas P or esto, aun si ella pareciese m uy po­
divinas m antiene unidos entre sí por derosa y rica, no por eso deja de llevar
medio de asociaciones nefastas, exci­ en su seno el germen de su m uerte, y
tándolos de continuo a oprim ir el nom ­ no puede tener la esperanza de una
bre católico. Nadie m ejor que vosotros, larga vida. Porque, para las naciones
Venerables H erm anos, conoce si en cristianas, así como para cada uno de
parte alguna se esfuerzan m ás que en los hom bres, es tan saludable servir a
Francia. los designios de Dios como peligroso
faltar a ellos, y les ocurre m uchas
O tras cartas parecidas. P o r lo cual, veces que cuando perm anecen más fie­
el sentimiento de paternal afecto que les a Dios y a la Iglesia, llegan, como
profesamos a todas las naciones, Nos por un camino natural, a un excelente
ha movido a recordar nom inalm ente estado, m ientras que decaen cuando los
sus deberes, a los pueblos de Irlanda, abandonan. En la historia es fácil ob­
de E spaña y de Italia, por medio de servar estos cambios, y los ejemplos
cartas dirigidas oportunam ente a los de su patria, harto recientes, no falta­
Obispos de aquellos países: ese mismo rían, si Nos tuviésemos tiempo para
sentimiento Nos persuade hoy a dirigir recordar lo que se ha visto en la época
Nuestro espíritu y Nuestros pensam ien­ anterior, cuando F rancia se vio con
tos hacia Francia. Porque esos esfuer­ gran espanto revuelta por la licencia
zos de que Nos hemos hablado, no desenfrenada de m uchas gentes que
dañan solamente a la Iglesia, sino que procuraban al mismo tiem po la ruina
no son menos perniciosos y funestos de la Religión y del Estado.
p ara el Estado, pues no puede procu­ P or el contrario, esas pestes, que
rarse la prosperidad de éste m ientras acarrean consigo la ruina cierta del
se ahogue la influencia de la Religión. Estado, son fácilm ente evitadas si se
observan los preceptos de la Religión
Daño de los Estados. Y, en efecto, católica en la constitución y gobierno
desde que el hom bre cesa de tem er a de la sociedad doméstica lo mismo que
304 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1884) 43, 4-5

de la civil. Porque esos preceptos son conocimiento de las más grandes cosas
m uy propios p ara la conservación del que al mismo tiempo que pueden por
orden y p ara la salud de los negocios sí solas alim entar en los hom bres el
públicos. am or a la virtud, pueden por sí solas
también, regular los apetitos contrarios
4. La educación cristiana. Desde a la razón. Tales son las nociones so­
luego, y en lo que concierne a la socie­ bre Dios creador, sobre Dios juez y
dad doméstica, im porta en gran m anera vengador, sobre las penas y recom pen­
educar desde el principio, junto con las sas de la otra vida y sobre los celestia­
enseñanzas hum anísticas, en los p re­ les auxilios que nos trajo Jesucristo,
ceptos de la Religión a los niños naci­ para cum plir santam ente y con celo
dos del m atrim onio cristiano, con cuya los deberes.
enseñanza se acostum bra a form ar al Si se desconoce esto, toda la cultura
hom bre desde la niñez. Separar la Re­ del espíritu será m alsana; los adoles­
ligión de la enseñanza hum anística es centes, no acostum brados al tem or de
querer, en realidad, que los niños sean Dios, no podrán tener ninguna norm a
neutrales p ara lo que se refiere a sus de vida m oral, y no habiéndose opuesto
deberes con Dios. Ese método es falso jam ás a sus pasiones, serán m uy fácil­
y m uy pernicioso, sobre todo en los mente inducidos a perturbar el Estado.
prim eros años, porque en realidad abre Vienen después las m áximas tan salu­
el camino al ateísmo, m ientras que lo dables como ciertas que respetan a la
cierra a la Religión. Los padres que son sociedad civil y a las relaciones de los
buenos tienen el riguroso deber de velar derechos y deberes entre el poder reli­
p ara que sus hijos, tan pronto como gioso y el poder civil.
comiencen a aprender, reciban las en­
señanzas de la Religión, y a que en la 5. A rm onía de las dos sociedades
escuela no haya nada que ofenda a la perfectas. Pues así como en la tierra
integridad de la fe o de las costumbres. existen dos grandes sociedades; la una
La ley divina y la ley n atu ral hacen civil, cuyo fin último es procurar al
igualm ente una obligación de esta vo­ género hum ano el bien tem poral y te­
luntad en la instrucción de la infancia, rreno, y la otra religiosa, que tiene por
y de ella no pueden descargarse los objeto conducir a los hom bres a aquella
padres por ningún motivo. felicidad verdadera, celestial, eterna,
La m isión educadora de la Iglesia. - para la cual hemos sido creados, así
Escuela neu tra. E n cuanto a la Iglesia, tam bién hay dos potestades, sometidas
custodia y protectora de la integridad las dos a la ley eterna y natural, y que
de la fe, debe, en virtud de la autoridad se arm onizan reciprocam ente en lo que
que p o r Dios su F undador, le ha sido se refiere al orden y gobierno de cada
dada, llam ar la atención de todas las una de ella.
naciones hacia la ciencia cristiana, y Ahora bien; siempre que se trate de
ver, por tanto, con sumo cuidado, en establecer una regla sobre algún asunto
qué reglas y preceptos se educa a la de este género (en el cual es conve­
juventud puesta bajo su autoridad: por niente que cada uno de los dos poderes
eso ha condenado siempre y abierta­ establezca aquella regla atendiendo a
m ente las escuelas llam adas mixtas o razones distintas y por diversos proce­
neutras, advirtiendo sin cesar a los pa­ dimientos) , siempre que se trate de
dres de fam ilia que vigilen en negocio alguna cosa de este orden será nece­
saria la concordia entre ambos poderes,
de tan ta trascendencia. Cuando se obe­
la cual es, al mismo tiempo, favorable
dece a la Iglesia en esto, se hace una
obra útil y se encuentra una fuente de al bienestar público.
bienestar público. Si esa concordia o acuerdo desapare­
ciera, se seguiría una situación crítica
V erdades necesarias. E n efecto: e inestable, en la cual no podría subsis­
aquellos cuya prim era edad no se fo r­ tir la tranquilidad ni de la Iglesia ni
m a en la Religión, crecen sin ningún del Estado.
43, 6-7 E n c íc l ic a “ N o b il iss im a Gallorum Gens” 305

Luego que por un tratado, pues, se y hábil en el fomento de los intereses


ha fijado públicam ente un régimen en­ públicos.
tre el poder religioso y el poder civil, Pues, aunque no hubiera otras razo­
im porta a la justicia, no menos que a nes, siempre existe la m ism a que im ­
la cosa pública, que la concordia se pulsó a iniciar la pacificación y que de­
conserve; porque del mismo modo que bía ahora im pulsar a conservar la paz.
uno y otro se prestan m utuos servicios, Porque en medio del ardiente afán de
así reporta el uno al otro ventajas se­ novedades que en todas partes se m ani­
guras. fiesta, y ante la incertidum bre del p o r­
venir, sería grave y peligrosa im pru­
6. La restauración de la Religión endencia el introducir nuevos motivos de
F ran cia. E n F rancia, a principios de discordia entre los dos poderes, y el
este siglo, cuando term inaron las gran­ poner obstáculos que im pidieran o re ­
des conmociones civiles y los grandes tard aran la bienechora acción de la
terrores que poco antes habían existi­ Iglesia.
do, los mismos gobernantes com pren­ 7. Nuevos tiem pos de ansiedad. No
dieron que la sociedad, abatida por
sin inquietud y ansiedad, sin embargo,
tantas ruinas, no podía ser regenerada
vemos Nos en estos tiempos las alar­
m ejor que por la restauración de la
m antes pretensiones que a ello tienden:
Religión.
cosas se han hecho y se hacen que no
Previendo las ventajas que podrían convienen en modo alguno al bienes­
resultar en el porvenir, Nuestro pre­ tar de la Iglesia, desde que muchos se
decesor Pío VII accedió con gusto a han dedicado, por hostilidad a ella, a
los deseos del prim er cónsul, usando atraer el desprecio y el odio sobre las
de toda la facilidad y condescendencia instituciones católicas, y a proclam arlas
compatibles con su cargo. Entonces, como únicos enemigos de la sociedad.
establecido el acuerdo sobre los p rin ­ Y con no menos pena y angustia
cipales artículos, quedaron sentados los consideramos los proyectos de aquellos
fundam entos y se abrió un camino se­ que, para rom per las relaciones de la
guro y favorable para la restauración Iglesia y del Estado, querían abolir
y el restablecim iento gradual de las co­ tarde o tem prano, el saludable y legí­
sas de la Iglesia. timo convenio concluido con la Sede
Y desde aquel tiempo em pezaron a Apostólica.
tom arse varias disposiciones favorables E n esta situación, nada hemos om i­
a la integridad y el honor de la Iglesia. tido de lo que las circunstancias po­
Las ventajas inm ensas que resulta­ dían exigir. Nos, siempre que lo hemos
ron deben ser tanto m ás apreciadas, creído necesario, hemos ordenado a
cuanto que todo lo concerniente a la Nuestro Nuncio Apostólico, que hiciera
Religión había sido en F rancia radical­ reclamaciones, y el gobierno ha dicho
mente destruido. que las recibía con ánimo dispuesto a
la equidad.
La restauración de las instituciones
cristianas. Restablecida públicam ente Supresión de las Ordenes religiosas.
la dignidad de la Religión, las in stitu­ Nos, mismo, cuando se dictó la ley su­
ciones cristianas renacieron com pleta­ prim iendo los Colegios de las com uni­
m ente; y en verdad, son m uy de adm i­ dades religiosas, hemos dado a cono­
ra r los bienes que por ello resultaron cer Nuestros sentimientos en una car­
para la prosperidad del Estado. ta dirigida a Nuestro querido hijo el
Porque, como la sociedad, libre ape­ Arzobispo de París, Cardenal de la San­
nas de la furia revolucionaria, buscaba ta Iglesia Romana.
sólidos fundam entos p ara la tran q uili­ De igual m anera, en una carta envia­
dad y el orden públicos, sentía que da en Junio del año próxim o pasado
sólo en la Religión católica podía en­ al Presidente de la República, Nos he­
contrarlos; por donde se ve que este mos deplorado aquellas medidas que se
proyecto de restablecer la am istad con oponen a la salvación de las almas y
la Iglesia fue obra de un hom bre sabio m enoscaban los derechos de la Iglesia.
306 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1884) 43, 8-9

Y hemos obrado así porque la santi­ de los bienes celestiales y de sus debe­
dad y grandeza de Nuestro cargo apos­ res para con Dios; donde aprendan a
tólico Nos obligaban a ello; y porque conocer a fondo la Iglesia, y la escu­
deseamos vivam ente que la Religión chen lo bastante para que puedan lle­
transm itida por los antepasados se con­ gar a com prender que deben estar dis­
serve en F rancia santa e inviolable. puestos a sufrirlo todo por su causa.
Con igual perseverancia Nos hemos
resuelto defender siempre en el p o r­ Colaboración de laicos y clérigos.
venir el catolicismo en Francia. Francia es rica en ejemplos de hom ­
bres ilustres que por la fe católica no
8. La cooperación del episcopado han rehusado prueba alguna, ni aun
francés. E n el cum plim iento de esta la pérdida de la vida. D urante la m ism a
justa em presa y de este deber, siempre torm enta que Nos hemos recordado,
hemos tenido Nos en vosotros, Vene­ m uchos hom bres hubo de una fe envi­
rables H erm anos, valores auxiliares, diable, que m antuvieron con su valor
que obligados a deplorar la suerte de y con su sangre el honor nacional. Y
las congregaciones religiosas, habéis h e­ en Nuestros mismos días, Nos vemos
cho al menos lo que os era posible en Francia el valor bastándose a sí m is­
para que aquellos que no habían m ere­ mo, gracias a Dios, en medio de las
cido menos del Estado que de la Igle­ persecuciones y desventuras.
sia, no sucumbiesen sin ser defendidos. El clero cumple los deberes de su
Ahora, y en la m edida que os perm i­ m inisterio con esa caridad que es pro- 247
tan las leyes, pondréis vuestra m ás viva pia de los sacerdotes, siempre pronta e
solicitud y constantes pensam ientos en industriosa para acudir en auxilio del
procurar a la juventud los medios de prójim o. Gran núm ero de seglares p ro ­
una buena educación. fesan pública y valerosam ente la fe ca­
E n cuanto a los proyectos que m u ­ tólica, dan testimonio a porfía de m u ­
chos p reparan contra la Iglesia, vos­ chas m aneras y continuam ente, de su
otros no habéis dejado de dem ostrar lo adhesión a esta Sede Apostólica; pro ­
perniciosos que serían p ara la sociedad veen con grandes gastos y con celo a
misma. la educación de la juventud; contribu­
Nadie podrá, por todo esto, acusaros yen a satisfacer las necesidades públi­
con razón de que obráis por el estímulo cas con una liberalidad y una benefi­
de alguna consideración hum ana o de cencia adm irables.
hacer la oposición al estado de cosas
establecido; porque cuando se trata de 9. Aumento de vocaciones sacerdo­
la gloria de Dios, cuando está en peli­ tales y ayuda laica. Pero estos bienes,
gro la salvación de las almas, vuestro que son un feliz presagio p ara Francia,
deber os llam a a defenderlas y a velar es necesario, no sólo conservarlos, sino
por ellas. acrecentarlos con com ún esfuerzo y con
Continuad, pues, prudente y firm e­ la m áxim a perseverancia de celo. An­
mente sin apartaros de vuestra m isión te todo, es necesario procurar que
episcopal, enseñando los preceptos de se aum ente más y más el clero por
la doctrina del cielo, y m ostrando a los medio de abundantes reclutam ientos de
fieles el cam ino que deben seguir en hom bres dignos; que la autoridad de
medio de esta grande iniquidad de los sus Prelados sea sagrada para los sa­
tiempos. cerdotes, y que tengan éstos por cierto
Preciso es que no exista entre todos que el m inisterio sacerdotal, si no se
sino un solo espíritu y un solo fin; y ejerciere bajo el magisterio de los Obis­
puesto que la causa es com ún que no pos, no será santo, ni suficientemente
exista tam poco m ás que u na m anera provechoso ni honorable.
de obrar. Finalm ente: es preciso, para defensa
Cuidad de que en parte alguna fal­ de la Religión, ofrm ar bien a una élite
ten escuelas donde se enseñe a los de seglares que am an a la Iglesia, la
niños con el cuidado posible la ciencia común Madre de todos, y cuyas pala-
43, 10 E n c íc l ic a “ N o b il iss im a Gallorum Gens” 307

bras y escritos pueden ser de gran u ti­ necesario que los católicos, con gran
lidad para la salvaguardia de los dere­ celo de fe y piedad, compensen esta
chos católicos. P ara recoger, empero, perversidad de pensam ientos y de accio­
los frutos deseados son absolutam ente nes; es necesario que atestigüen que
indispensables la unión de voluntades nada desean tanto como la gloria de
y el proceder uniform e en la acción. Dios, y que nada les es tan querido 248
como la Religión de sus padres. Que
Concordia entre todos. Sabido es aquellos singularm ente que más estre­
que los enemigos nada desean tanto cham ente unidos a Dios viven en la
como las divisiones de los católicos; clausura de los monasterios, se exciten
que éstos se persuadan de que deben hoy más generosamente a la caridad y
evitar a toda costa las disensiones, re­ se esfuercen, por una hum ilde oración,
cordando aquellas palabras divinas, que por mortificaciones voluntarias y por
todo reino dividido entre sí perecerá W. su devoción, en hacernos a Dios p ro ­
Si es preciso p ara que se realice la picio. Con estos medios y con el auxi­
concordia que cada uno renuncie a su lio divino resultará, tenemos confianza
opinión y a su juicio, que lo haga de en ello, que los que están en el error
buena voluntad, en vista de la autori­ abrirán ios ojos a la luz de la verdad,
dad común. Esfuércense constantem en­ y el nom bre francés florecerá de nuevo
te los escritores en conservar en todo en su antigua grandeza.
esta paz de los espíritus; prefieran ade­
más a sus propias ventajas lo que con­ 10. Conclusión: Unión de la Sede
viene al interés com ún; defiendan las Rom ana y bendición. E n todo lo que
empresas comunes; obedezcan de buena hemos dicho hasta aquí, reconoced Ve­
gana la dirección de aquellos a quienes nerables Hermanos, Nuestro corazón
el Espíritu Santo puso como Obispos paternal y la grandeza del am or que
para regir la Iglesia^, y no em prendan tenemos a toda Francia. Así, no duda­
nada contra la voluntad de aquellos a mos de que este mismo testimonio de
quienes es necesario seguir como jefes N uestra gran solicitud servirá para con­
cuando se combate por la Religión. firm ar y aum entar esta necesidad sa­
ludable de la unión entre F rancia y la
Cam paña de oraciones y desagra­ Sede Apostólica, que ha procurado en
vios. F inalm ente, según lo que la Igle­ todos los tiempos tan num erosos y tan
sia ha hecho siempre en las circunstan­ grandes bienes para su com ún utilidad.
cias difíciles, el pueblo entero, bajo En la alegría que nos da este pensa­
vuestra autoridad, no debe dejar de miento, Nos deseamos, Venerables H er­
orar y suplicar a Dios, que vuelva manos, a vosotros y a vuestros conciu­
sus m iradas a Francia, y que su m ise­ dadanos, la m ayor abundancia de do­
ricordia triunfe de su cólera. Muchas nes celestiales, os damos tiernam ente
veces la M ajestad divina ha sido u ltra ­ en el Señor la Bendición Apostólica, en
jada por la licencia, en el h ab lar y en prenda de estos dones y en testimonio
el escribir, y no faltan quienes, no sólo de N uestra particular benevolencia.
repudian con ingratitud los beneficios Dado en Roma, junto a San Pedro,
de Jesucristo, salvador de los hombres, el 8 de Febrero de 1884, año sexto de
sino que por u na ostentación de im pie­ Nuestro Pontificado.
dad proclam an que no quieren recono­
cer el poder de Dios. Es absolutam ente LEON PAPA XIII.

(1) Mateo 12, 25. (2) Act. 20, 28.


4E4Q

ENCICLICA “HUMANUM GENUS”^


(20-IV-1884)

ACERCA DE LA MASONERIA Y OTRAS SECTAS


LEON PP. XIII
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica

1. Ciudad terren al y ciudad de Dios. La sociedad m asónica. E n Nuestros


El hum ano linaje, después de haberse, días, todos los que favorecen la peor
por envidia del demonio, m iserable­ parte parecen conspirar a una y pelear
m ente separado de Dios, creador y da­ con la m ayor vehemencia, siéndoles
dor de los bienes celestiales, quedó guía y auxilio la sociedad que llam an
dividido en dos bandos diversos y ad­ de los Masones, extensamente dilatada
versos, de los cuales el uno combate y firm em ente constituida. Sin disim u­
asiduam ente por la verdad y la virtud, lar ya sus intentos, m uy audazm ente
y el otro por cuanto es contrario a la se anim an contra la m ajestad de Dios,
virtud y a la verdad. El uno es el reino m aquinan abiertam ente y en público la
de Dios en la tierra, es decir, la verda­ ruina de la santa Iglesia, y esto con el
dera Iglesia de Jesucristo, a la cual, propósito de despojar, si pudiesen, en­
quien quisiera estar adherido de cora­ teram ente a los pueblos cristianos de
zón y según conviene p ara la salvación, los beneficios que les granjeó Jesucris­
necesita servir a Dios y a su unigénito to Nuestro Salvador. Llorando Nos es­
Hijo con todo su entendim iento y toda tos males, somos compelidos por urgen­
su voluntad; el otro es el reino de Sa­
te caridad a clam ar repetidam ente a
tanás, bajo cuyo im perio y potestad se
encuentran todos los que, siguiendo Dios: He aquí que tus enemigos vocea­
los funestos ejem plos de su caudillo y ron y levantaron la cabeza los que te
de nuestros prim eros padres, rehúsan odian. Contra su pueblo determinaron 418
obedecer la ley divina y eterna, y aco­ malos consejos, y discurrieron contra
m eten em presas contra Dios o pres­ tus Santos. Venid, dijeron, y hagámos­
cindiendo de Dios mismo. Agudamente los desaparecer de entre las gentes
conoció y describió Agustín estos dos
reinos a modo de dos ciudades de con­ Obligación Pontificia. E n tan inm i­
trarias leyes y deseos, com pendiando nente riesgo, en medio de tan atroz y
con sutil brevedad la causa eficiente de porfiada guerra contra el nom bre cris­
una y otra en estas palabras: Dos amo­ tiano, es Nuestro deber indicar el peli­
res edificaron dos ciudades: el amor de gro, señalar a los adversarios, resistir
sí mismo hasta el desprecio de Dios, cuanto podam os sus malas artes y con­
edificó la ciudad terrena; el amor de sejos para que no perezcan eternam en­
Dios hasta el desprecio de sí mismo, la te aquellos cuya salvación Nos está
celestial^ . D urante toda la continua­ confiada, y no sólo perm anezca firm e
ción de los siglos contienden entre sí y eterno el reino de Jesucristo que Nos
con varias y m últiples arm as y peleas, estamos obligados a defender, sino que
aunque no siempre con igual ím petu y se dilate con nuevos aum entos por
ardor. 1 todo el orbe.
(*) A. S. S. 16 (1883/84) 417-433. — Los números marginales indican las páginas del texto original
en ASS, vol. 16. (P. H.).
Genes, ad litt., lib. 11. cap. 15, n. 20 (Migne PL.
(1) S. Agustín, De civitate Dei, lib. 14, cap. 28 34, col. 437).
(Migne PL. 41, col. 436); ver también S. Agustín, (2) Salmo 82, 2-4.
— 308 —
44, 2 E n c íc l ic a “H um anum Genus” 309
2. Anteriores amonestaciones de los n e d i c t o XIV, Pío VII y Pío IX; bien
Romanos Pontífices. Los Rom anos que en aquella m ism a sociedad no fal­
Pontífices, Nuestros Antecesores, ve­ taron quienes confesasen, aun a pesar
lando solícitos por la salvación del suyo, que los Romanos Pontífices, ate­
pueblo cristiano, conocieron bien p ro n ­ niéndose a la doctrina y disciplina de
to quién era y qué quería este capital la Iglesia, haciendo lo que, según dere­
enemigo apenas asom aba entre las ti­ cho, debían hacer. En lo cual varios
nieblas de su oculta conjuración, y có­ Príncipes y Jefes de Gobierno se halla­
mo, declarando su santo y seña, am o­ ron m uy de acuerdo con los Papas, cui­
nestaron con previsión a Príncipes y dando, ya de acusar la sociedad m asóni­
pueblos que no se dejaran sorprender ca ante la Silla Apostólica ya de conde­
por las m alas artes y asechanzas p repa­ narla por sí mismos, prom ulgando le­
radas p ara engañarlos. Diose el prim er yes a este efecto; como en Holanda,
aviso del peligro el año 1738 por el P a ­ Austria, Suiza, España, Baviera, Saboya
pa C l e m e n t e XII cuya Constitución y partes de Italia.
confirm ó y renovó B e n e d i c t o XIV3(4)5.
Pío VIIG) siguió las huellas de ambos, La confirmación de los peligros.
y L e ó n XII, incluyendo en la Constitu­ Pero lo que sobre todo im porta es ver
ción apostólica Quo g r a v i o r a lo de­ com probada por los sucesos la previ­
cretado en esta m ateria por los anterio­ sión de Nuestros Antecesores. En efec­
res, lo ratificó y confirm ó p ara siem­ to, no siempre ni por todas partes lo­
pre. Pío VIID7), G r e g o r io XVD8> y graron el deseado éxito sus cuidados
Pío IX (9\ por cierto, repetidas veces, próvidos y paternales; y esto, o por el
hablaron en el mismo sentido. fingimiento y astucia de los afiliados a
Y en efecto, puestos en claro la n a­ esta inimiidad, o por la inconsiderada
turaleza e intento de la secta m asó­ ligereza de los otros, que debían vigilar
nica por indicios manifiestos, por p ro ­ con gran diligencia y estar alerta en
cesos instruidos, por la publicación de este negocio. Así que en el espacio
sus leyes, ritos y anales, allegándose a de siglo y medio la secta de los m a­
esto m uchas veces las declaraciones sones se ha apresurado a lograr au ­
mismas de los cómplices, esta Sede m entos mayores de cuanto podía cal­
Apostólica denunció y proclam ó abier­ cularse, y entromediéndose por la au ­
tam ente que la secta m asónica, consti­ dacia y el dolo de todos los órdenes
tuida contra todo derecho y convenien­ de la república, ha comenzado a tener
cia, era no menos perniciosa al Estado tanto poder que parece haberse hecho
que a la Religión cristiana, y am ena­ casi dueña de los Estados. A causa de
zando con las m ás graves penas que tan rápido y terrible progreso se ha
suele em plear la Iglesia contra los de­ seguido en la Iglesia, en la potestad de
lincuentes prohibió term inantem ente a los Príncipes y en la salud pública la
todos inscribirse en esta sociedad. Lle­ ruina prevista desde hace m ucho por
nos de ira contra esto sus secuaces, Nuestros antecesores; y se ha llegado
juzgando evadir, o debilitar por lo m e­ al punto de tem er grandem ente por el
nos, parte con el desprecio, parte con porvenir, no ciertam ente de la Iglesia,
las calum nias, la fuerza de estas sen­ cuyo fundam ento es demasiado firm e
tencias, culparon a los Sumos P ontí­ para que pueda ser socavado por es­
fices que las decretaron de haberlo he­ fuerzo hum ano, sino de aquellas m is­
cho injustam ente o de haberse exce- m as naciones en que logra grande in ­
419 dido en el modo. Así p ro cu raro n eludir fluencia la secta de que hablam os u
el peso y autoridad de las Constitucio­ otras semejantes que se le agregen co­
nes apostólicas de C l e m e n t e XII, B e­ mo auxiliares y satélites.
(3) C le m e n te X I I , Const. I n e m i n e n t i , 24-IV- (6) L e ó n X I I I , Const. Apost. Q u o g r a v i o r a , 13-
1738 (Cod. Iur. Can. Fontes, Gasparri 1926, t. I, III-1825 (Fontes II, 727).
656). (7) P í o V I II Encíclica T r a d i t i , 21-V-1829.
(8) G r e g o r i o X V I , Encícl. M i r a r i v o s , 15-VIIJ-
(4) B e n e d i c t o X I V , Const. P r ó v i d a s , 18-V-1751, 1832 (en esta Colecc.: Encícl. 3, pág. 37-44).
(Cod. Iur. Can. Fontes II, 315). (9) P í o I X , Encícl. Q u i p l u r i b u s , 9-IX-1846 (en
(5) P í o V I I, Const. E c c l e s i a m a J e s u C h r i s t o , esta Colecc.: Encícl. 11, pág. 87-95); Aloe. M u l tí­
13-IX-1821 (Fontes II, 721). p l i c e s í n t e r , 25-IX-1865 etc.
310 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1884) 44, 3
Los diversos errores combatidos. son los últim os y verdaderos fines, los
P o r estas causas, apenas asumimos el jefes supremos de cada fracción, cier­
gobierno de la Iglesia, vimos y experi­ tas reuniones más íntim as y secretas,
m entam os cuanto convenía resistir en sus deliberaciones, por qué vía y con
lo posible a m al tan grave, interponien­ qué medio se ha de llevar a cabo.
do p ara ello N uestra autoridad. En
La organización masónica, poder
efecto, aprovechando repetidas veces la
siniestro. A esto se dirige la m últiple
ocasión que se presentaba, hemos ex­
diversidad de derechos, obligaciones y
puesto algunos de los m ás im portantes
puntos de doctrina en que parecía h a ­ cargos que hay entre los socios, la dis­
ber influido en gran m anera la perver­ tinción establecida de órdenes y grados,
sidad de los errores masónicos. Así, en y la severidad de la disciplina por que
se rigen. Tienen que prom eter los ini­
Nuestras Letras Encíclicas Quod apos-
tolici rn u n m V 101), em prendim os demos­ ciados y aun de ordinario se obligan a
ju ra r solemnemente, no descubrir n u n ­
tra r con razones convincentes las enor­
ca ni de modo alguno a sus compañeros,
midades de los socialistas y comunistas:
sus signos, sus doctrinas. Con estas
después en otra Arcanum^1Qib\ cuidamos
de defender y explicar la verdadera y m entidas apariencias y arte constante
de fingimiento procuran los masones
genuina noción de la sociedad dom és­
con todo empeño como en otro tiempo
tica, que tiene su fuente y origen en
los M a n i q u e o s , ocultarse y no tener
el m atrim onio; adem ás, en las que co­
mienzan, Diuturnum illud (10c) propusi­ otros testigos que los suyos. Buscan h á ­
bilmente subterfugios, tom ando la m ás­
mos la form a de la potestad política
modelada según los principios de la sa­ cara de literatos y sabios que se reúnen
biduría cristiana, tan m aravillosam ente para fines científicos, hablan continua­
mente de su empeño por la civilización,
acorde con la naturaleza m isma de las
cosas y la salud de pueblos y Príncipes. de su am or por las clases modestas, que
su único deseo es m ejorar la condición
Ahora a ejem plo de Nuestros Predece-
de los pueblos y com unicar a cuantos
420 sores, hem os resuelto declararnos de
más puedan las ventajas de la sociedad
frente contra la m ism a sociedad m asó­
civil. E n estos propósitos, aunque fue­
nica, contra el sistema de su doctrina,
ran verdaderos, no está todo.
sus intentos y m anera de sentir y obrar,
p ara poner m ás y m ás en claro su fu er­ Obediencia ciega de los masones.
za m aléfica e im pedir así el contagio Además, deben los afiliados dar pala­
de tan funesta peste. bra y seguridad de ciega y absoluta
3. Conspiración de varias sectas se­ obediencia a sus jefes y maestros, estar
cretas. H ay varias sectas que, si bien preparados a obedecerles a la m enor
diferentes en nom bre, ritos, form a y señal e indicación, y de no hacerlo así,
origen, unidas entre sí por cierta co­ no deben rehusar los más duros castigos
m unión de propósitos y afinidad entre ni la m ism a m uerte. Y en efecto, cuando
sus opiniones principales, concuerdan se ha juzgado que algunos han hecho
de hecho con la secta masónica, especie traición al secreto o han desobedecido
de centro de donde todas salen y adon­ a las órdenes, no es raro que les den
de vuelven. Estas, aunque aparenten no m uerte con tal audacia y destreza que
querer en m anera alguna ocultarse en el asesino bu rla m uy a m enudo las pes­
las tinieblas, tengan sus reuniones a vis­ quisas de la policía y el castigo de la
ta de todos y publiquen sus periódicos, justicia.
con todo, bien m iradas son u n género Ahora bien; esto de fingir y que­
de sociedades secretas, cuyos usos con­ re r esconderse, de su jetar a los hom ­
servan. Pues m uchas cosas hay en ellas bres como esclavos con fortísim o la­
sem ejantes a los arcanos, las cuales hay zo y sin causa bastante conocida, de
m andato de ocultar con m uy exquisita valerse p ara toda m aldad de hom bres
diligencia, no sólo a los extraños, sino sujetos al capricho de otros, de am ar a
a m uchos de sus mismos adeptos, como los asesinos procurándoles la im puni- 421
(10a) L e ó n X I I I , Encícl. Q u o d . a p o s t o l i c i , 28-XII- iise , 10-11-1880; ASS. 12, p. 385; en esta Colecc.:
1878, ASS 11, 369-376; en esta Colecc. Encícl. 32, Enqícl. 34, p. 244-256.
pág. 224-230. (10C) L e ó n X I I I , Ene. D iu tu r n u m il l u d , 29-VI-1881,
(10b) L e ó n X I I I , Encícl. A r c a n u m d iv in a ; s a p i e n - ASS. 14, p. 3; en esta Colecc.: Ene. 37, p. 268-27S,
44, 4-5 E ncíclica “H umanum Genus” 311
dad de sus crím enes, es u n a m onstruo­ cosas que lleva a cabo, cuanto por el
sidad que la m ism a n atu raleza rechaza, conjunto de los principios que profesa.
y por lo tanto, la razón y la m ism a
verdad evidentem ente dem uestran que 5. Enseñanzas del naturalismo. - So­
la sociedad de que hablam os pugna con beranía de la razón humana. Ahora
la justicia y la probidad naturales. bien; es principio fundam ental de los
Su fin principal: Destruir el orden que siguen el naturalism o, como lo de­
religioso y civil. Singularm ente cuando clara su mismo nombre, que la n atu ra­
hay otros argum entos, por cierto cla­ leza y razón hum ana ha de ser en todo
rísimos, que ponen de m anifiesto esta m aestra y soberana absoluta; y sentado
falta de probidad natural. Porque por esto, descuidan los deberes para con
grande astucia que tengan los hom bres Dios, o tienen de ellos conceptos vagos
para ocultarse, por grande que sea su y erróneos. Niegan, en efecto, toda di­
costumbre de m entir, es imposible que vina revelación; no adm iten dogma reli­
no aparezca de algún modo en los efec­ gioso ni verdad alguna que no pueda
tos la naturaleza de la causa. No puede com prender la razón hum ana, ni m aes­
el árbol bueno dar malos frutos, ni el tro a quien precisam ente deba creerse 422
por la autoridad de su oficio. Y como en
árbol malo dar buenos frutos í11), y los
verdad es oficio propio de la Iglesia
frutos de la secta m asónica son, además
católica, y que a ella sola pertenece el
de dañosos, acerbísimos. Porque de los
guardar enteram ente y defender en su
certísimos indicios que hemos mencio­
incorrupta pureza el depósito de las
nado antes resulta el últim o y principal
doctrinas reveladas por Dios, la auto­
de sus intentos, a saber: el destruir has­
ridad del magisterio y los demás m e­
ta los fundam entos todo el orden reli­
dios sobrenaturales para la salvación,
gioso y civil establecido por el Cristia­
de aquí el haberse vuelto contra ella
nismo, levantando a su m anera otro
toda la saña y ahinco de estos ene­
nuevo con fundam entos y leyes sacadas
migos.
de las entrañas del Naturalismo.
4. £1 individuo y la secta. Cuanto Tratan de introducir el naturalismo.
hemos dicho y diremos, h a de enten­ Véase ahora el proceder de la secta
derse de la secta m asónica en sí misma m asónica en lo tocante a la Religión,
y en cuanto ab raza a otras sociedades singularm ente donde tiene m ayor liber­
que están em parentadas y confedera­ tad para obrar, y júzguese si es o no
das con ella, pero no de cada uno de verdad que todo su empeño está en
sus afiliados. Puede haberlos en efec­ llevar a cabo las teorías de los n atu ­
to, y no pocos, que, si bien no dejan ralistas. Mucho tiempo ha que se trab a­
de ten er culpa p o r haberse com pro­ ja tenazm ente p ara an u lar en la socie­
metido con sem ejantes sociedades, con dad toda ingerencia del m agisterio y
todo no participen por sí mismos de autoridad de la Iglesia, y a este fin se
sus crím enes y que ignoren sus últimos pregona y contiende deberse separar
intentos. Del mismo modo, aun entre la Iglesia y el Estado, excluyendo así
las asociaciones unidas con la Maso­ de las leyes y adm inistración de la cosa
nería, algunas tal vez no aprobarán pública el m uy saludable influjo de la
ciertas conclusiones extremas, que se­ Religión católica; de lo que se sigue la
ría lógico abrazar como dim anadas de pretensión de que los Estados se cons­
principios comunes, si no causara ho­ tituyan haciendo caso omiso de las ense­
rro r su m ism a torpe fealdad. Algu­ ñanzas y preceptos de la Iglesia. Ni les
nas tam bién, por las circunstancias de basta con prescindir de tan buena guía
tiempo y lugar, no se atreven a hacer como la Iglesia sino que la agravian
tanto como ellas m ism as quisieran y con persecuciones y ofensas. Se llega,
suelen las otras; pero no por eso se en efecto, a com batir im punem ente de
han de tener por ajenas a la confede­ palabra, por escrito y en la enseñanza
ración m asónica, ya que ésta no tanto los mismos fundam entos de la Religión
ha de juzgarse por sus hechos y las católica; se pisotean los derechos de la
(11) Mat. 7, 18.
312 E n c íc l ic a s d e l P P. L e ó n XIII ( 1 8 8 4 ) 44, 6-7

Iglesia, no se respetan las prerrogativas el grande erro r de estos tiem pos: a


con que Dios la dotó, se reduce casi a saber, el indiferentism o religioso y la
nada su libertad de acción, y esto con igualdad de todos los cultos; conducta
leyes en apariencia no m uy violentas muy a propósito p ara arru in a r toda
pero en realidad hechas expresam ente religión, singularm ente la católica, que
y acom odadas p ara atarle las manos. como única verdadera, no sin sum a
Vemos además al Clero oprim ido con in juria puede igualarse a las demás.
leyes excepcionales y graves, precisa­
m ente p ara reducirlo cada día más 7. La Masonería niega la existencia
en núm ero y recursos; los restos de los de Dios. Pero m ás lejos van los n a tu ­
bienes de la Iglesia sometidos a todo ralistas, porque, lanzados audazm ente
género de trabas y gravámenes, y ente­
por las sendas del error en las cosas de
ram ente puestos al arbitrio y juicio del
m ayor momento, caen despeñados en el
Estado; las Ordenes religiosas suprim i­
das y dispersas. m ás profundo de los errores sea por la
flaqueza hum ana, sea por justo juicio
de Dios, quien castiga su soberbia. Así
6. La Masonería persigue al Ponti­ que en ellos pierden su certeza y fijeza
ficado Romano. Pero donde sobre todo aun las verdades que se conocen por luz
se extrem a la rabia de los enemigos, es natural de la razón, como son la exis­
contra la Sede Apostólica y el Romano tencia de Dios, la espiritualidad e in ­
Pontífice. Quitósele prim ero con fingi­
m ortalidad del alm a hum ana. Y la secta
dos pretextos el reino tem poral, balu ar­
de los masones da en estos mismos es­
te de su independencia y de sus dere­
collos del error con no menos precipita­
chos, en seguida se le redujo a situa­
do curso. Porque si bien confiesan en
ción inicua a la p ar que intolerable por
general que Dios existe, ellos mismos
las dificultades que de todas partes se
testifican no estar im presa esta verdad
le oponen, hasta que por fin, se ha lle­
en la m ente de cada uno con firm e asen­
gado al punto de que los fautores de
timiento y estable juicio. Ni disim ulan
las sectas proclam en abiertam ente lo
tampoco ser entre ellos esta cuestión
que en oculto m aquinaron largo tiem ­
de Dios causa y fuente abundantísim a
po; a saber: que se ha de suprim ir la
de discordia; y aún es notorio que últi­
sagrada potestad del Pontífice y des­
mam ente hubo entre ellos, por esta
tru ir por entero el Pontificado insti­
m ism a cuestión, no leve contienda. De
tuido por derecho divino. Aunque fal­
hecho que la secta concede a los suyos
taran otros testimonios, consta suficien­
libertad absoluta de defender que Dios
temente lo dicho por el de los sectarios,
existe o que no existe; y con la misma
m uchos de los cuales, tanto en otras
facilidad se recibe a los que resuelta­
diversas ocasiones como últim am ente,
mente defienden la negativa, como a los
han declarado ser propio de los m aso­
que opinan que existe Dios pero sienten
nes el intento de vejar cuanto puedan a
de El perversam ente, como suelen los
los católicos con enem istad implacable,
panteístas, lo cual no es otra cosa que
sin descansar hasta ver deshechas todas
acabar con la verdadera noción de la
las instituciones religiosas establecidas
por los Papas. naturaleza divina, conservando de ella
Y si no se obliga a los adeptos a no se sabe qué absurdas apariencias.
423 a b ju ra r expresam ente la fe católica, Destruido o debilitado este principal
tan lejos está esto de oponerse a los in ­ fundam ento, síguese quedar vacilantes
tentos masónicos, que antes bien sirve a otras verdades conocidas por la luz n a ­
ellos. P rim ero porque éste es el ca­ tural, por ejemplo, que todo existe por
mino de engañar fácilm ente a los sen­ la libre vountad de Dios creador; que
cillos e incautos porque abriendo los su providencia rige el m undo; que las
brazos a cualesquiera y de cualquier almas no m ueren; que a esta vida ha
religión, consiguen p ersu ad ir de hecho de suceder otra sempiterna.
44, 8 E n c íc l ic a “H um anum Genus” 313

8. La corrupción de las costumbres turaleza hum ana quedó inficionada con


privadas y públicas. D estruidos estos la m ancha del prim er pecado, y, por
principios, que son como la base del lo tanto, m ás propensa al vicio que
orden natural, im portantísim os p ara la a la virtud, requiérese absolutam ente,
conducta racional y práctica de la vida, para obrar bien, sujetar los movimien­
fácilmente aparecen cuáles han de ser tos revueltos del alm a y hacer que
las costum bres públicas y privadas. Na­ los apetitos obedezcan a la razón. Y
da decimos de las virtudes sobrenatu­ para que en este combate conserve
rales, que nadie puede alcanzar ni ejer­ siempre su señorío la razón vencedora,
citar sin especial gracia y don de Dios, se necesita m uy a menudo despreciar
dé las cuales por fuerza no ha de que­ todas las cosas hum anas, y pasar gran­
dar vestigio en los que desprecian por dísimas molestias y trabajos. Pero los
desconocidas la redención del género naturalistas y masones, que ninguna
hum ano, la gracia divina, los Sacra­ fe dan a las verdades reveladas por
mentos, la felicidad que se h a de alcan- Dios, niegan que pecara nuestro prim er
4 zar en el cielo. H ablam os de las obli­ padre, y estim an por tanto al libre
gaciones que se deducen de la probidad albedrío en nada amenguado en sus
natural. Un Dios creador del m undo y fuerzas ni inclinado al mal^12\ Antes
su próvido gobernador; una ley eterna por el contrario, exagerando las fuerzas
que m anda conservar el orden natu ral y excelencia de la naturaleza, y ponien­
y veda el perturbarlo; u n fin último do en ella únicam ente el principio y
del hom bre y m ucho m ás excelso que norm a de la justicia, ni aun pensar
todas las cosas hum anas y más allá de pueden que para calm ar sus ím petus
esta m ansión terrestre: éstos son los y regir sus apetitos se necesite de asidua
principios y fuentes de toda honestidad lucha y constancia suma. De aquí ve­
y justicia; y suprim idos éstos, como mos que se ofrecen públicam ente tantos
suelen hacerlo naturalistas y masones, estímulos a los apetitos del hom bre, pe­
falta inm ediatam ente todo fundam ento riódicos y revistas sin m oderación ni
y la defensa a la ciencia de lo justo y de vergüenza alguna; obras dram áticas li­
lo injusto. Y en efecto, la única educa­ cenciosas en alto grado; argum entos a r­
ción que a los masones agrada, con que, tísticos sacados protervam ente de los
según ellos, se ha de educar a la juven­ principios del que llam an verismo o
tud, es la que llam an laica, indepen­ realismo; inventos sutilmente excogita­
diente, libre; es decir, que excluya toda dos para una vida cómoda y muelle; en
idea religiosa. Pero cuán escasa sea suma, toda suerte de rebuscados h a la ­
ésta, cuán falta de firm eza y a merced gos sensuales, los cuales se perm ite una
del soplo de las pasiones, bien lo m a­ virtud adormecida. En lo cual obran
nifiestan los dolorosos frutos que ya se perversam ente, pero son m uy conse­
ven en parte; como que en donde quie­ cuentes consigo mismos los que quitan
ra que esta educación ha comenzado a
toda esperanza de los bienes celestiales
reinar más librem ente, suplantando a
y ponen vilmente en cosas perecederas
la educación cristiana, prontam ente se
han visto desaparecer la honradez y la toda la felicidad, y casi se pierden en la
integridad, tom ar cuerpo las opiniones tierra. Lo referido puede confirm ar una
más m onstruosas y subir a alto nivel cosa m ás extraña de decirse que de
la audacia en los crímenes. P ública­ creerse. Porque dado que no hay tan
m ente se lam enta y deplora todo esto, rendidos servidores de esos hom bres
y esto se atestigua por no pocos de los sagaces y astutos como los que tienen
que, aunque no quieran hacerlo de m o­ el ánimo enervado y quebrantado pol­
do alguno, no es raro que se vean forza­ la tiranía de las pasiones, hubo en la
dos a ello por la evidencia de la verdad. secta m asónica quien dijo públicam ente
y propuso que había de procurarse con
La bondad de la naturaleza huma­ persuasión y m aña que la m ultitud se
na; el realismo. Además, como la n a­ saciara de la innum erable licencia de los
(12) Concilio de Trento, ses. 6, De Iustific., cap. 1 (Mansi Coll. Conc. 33, col. 33-B). Denz-Umb. n. 793.
314 E n c íc l ic a s del PP. L eón XIII (1884) 44, 9-11

vicios, en la seguridad de que así la igual condición en todo; que todos son
tendrán sujeta a su arbitrio para atre­ libres por naturaleza; que ninguno tie-
verse a todo. ne derecho de d ar órdenes a otro, y el
pretender que los hom bres obedezcan
9. La doctrina de los naturalistas. - a cualquier autoridad que no venga
Consecuencias para la vida de la fa­ de ellos mismos, es propiam ente ha-
milia. P o r lo que toca a la vida do­ cerles violencia. Todo está, pues, en
méstica, he aquí casi toda la doctrina m anos del pueblo libre; la autoridad
de los naturalistas. El matrimonio es existe por m andato o concesión del
un mero contrato, puede justamente pueblo; tanto que m udada la voluntad
rescindirse a voluntad de los contratan­ popular, es lícito destronar a los P rín ­
tes: la autoridad civil tiene poder sobre cipes aun por fuerza. La fuente de
el vínculo matrimonial. En la educación todos los derechos y obligaciones civi­
los hijos nada hay que enseñarles co­ les está o en la m ultitud o en el Gobier-
mo cierto y determinado en punto de no de la nación, inspirada por supues-
religión: al llegar a la adolescencia co­ to en los nuevos principios. Convie-
rre a cuenta de cada cual escoger lo ne, además, que el Estado sea ateo; no
que le guste. Esto mismo piensan los hay razón para anteponer una a otra
m asones; no solamente lo piensan, sino entre las varias religiones, sino todas
que se em peñan, hace ya m ucho, en han de ser igualmente consideradas.
convertirlo en costum bre y práctica. En Y que todo esto agrade a los m aso­
muchos Estados, aún de los llamados nes del mismo modo, y quieran ellos
católicos, está establecido que fuera del constituir las naciones según este m o­
m atrim onio civil no hay unión legíti­ delo, es cosa tan conocida que no nece­
ma; en otros la ley perm ite el divorcio; sita dem ostrarse. Con todas sus fuerzas
en otros se trab aja p ara que cuanto e intereses lo están m aquinando así
antes sea perm itido. Así apresurada­ hace m ucho tiempo, y con esto hacen
m ente se corre a cam biar la naturaleza expedito el camino a otros más audaces
del m atrim onio en unión inestable y p a­ que se precipitan a cosas peores, como
sajera, que la pasión haga o deshaga a que procuran la igualdad y comunión
su antojo. Tam bién tiene puesta la m ira de toda la riqueza, borrando así del
con sum a concentración de voluntades Estado toda diferencia de clases y tor-
la secta de los masones, en arrebatar tunas.
p ara sí la educación de los jóvenes.
Ven cuán fácilm ente pueden am oldar 11. Resumen de los errores: comba­
a su capricho esta edad tierna y flexi­ ten a la Religión y a Cristo. B astante
ble, y torcerla hacia donde quieran, y claro aparece de lo que sum ariam ente
nada m ás oportuno p ara fo rm ar a la hemos referido qué sea y por dónde va-
sociedad u na generación de ciudadanos ya la secta de los masones. Sus princi-
tal cual se la forjan. P or tanto, en pu n ­ pales dogmas discrepan tanto y tan cla­
to de educación y enseñanza de los ram ente de la razón, que nada puede
niños nada dejan al m agisterio y vigi­ ser más perverso. Querer acabar con la
lancia de los m inistros de la Iglesia, Religión y la Iglesia fundada y conser­
habiendo llegado ya a conseguir que vada perennem ente por el mismo Dios,
en varios lugares toda la educación de y resucitar después de diez y ocho si­
los jóvenes esté en poder de hom bres glos las costumbres y doctrinas gentíli-
laicos y que al form ar sus corazones cas, es necedad insigne y audacísim a
nada se diga de los grandes y santísimos impiedad. Ni es menos horrible ni más
deberes que ligan al hom bre con Dios.10 tolerable el rechazar los beneficios que
con tan ta bondad alcanzó Jesucristo,
10. Consecuencias para la vida po­ no sólo a cada hom bre en particular,
lítica. Vienen en seguida los principios sino tam bién en cuanto viven unidos
de ciencia política. En este género esta­ en la fam ilia o en la sociedad civil,
tuyen los naturalistas, que los hom bres beneficio señaladísimo aun según el
todos tienen iguales derechos y son de juicio y testimonio de los mismos ene-
44, 11 E n c íc l ic a “H um anum Gen u s” 315

migos. En tan feroz e insensato propó­ Y los que quisieran a la sociedad civil
sito parece reconocerse el mismo im pla­ libre de todo deber religioso, claro está
cable odio y sed de venganza en que que obran, no sólo injusta, sino igno­
arde Satanás contra Jesucristo. Así co­ rante y absurdam ente. Si, pues, los
mo el otro vehemente empeño de los hom bres por voluntad de Dios nacen
masones es destruir los principales fu n ­ ordenados a la sociedad civil y a ésta
dam entos de lo justo y lo honesto, y es tan indispensable el vínculo de la
hacerse auxiliares de los que, a im ita­ autoridad que, quitando éste, por nece­
ción del anim al, quisieran fuera lícito sidad se disuelve aquélla, síguese que
cuanto agrada, no es otra cosa que el mismo que creó la sociedad creó la
im peler al género hum ano, ignom inio­ autoridad. De aquí se ve que quien está
sa y vergonzosamente, a la extrem a revestido de ella, sea quien fuere, es
ruina. m inistro de Dios, y por tanto según lo
piden el fin y naturaleza de la sociedad
D esquician la sociedad dom éstica y hum ana, es tan puesto en razón el obe­
civil. A um entan el m al los peligros que decer a la potestad legítima cuando
am enazan la sociedad doméstica y civil. m anda lo justo, como obedecer a la
Porque, como otras veces lo hemos ex­ autoridad de Dios, que todo lo gobier­
puesto, hay en el m atrim onio, según na; y nada hay más contrario a la ver­
el com ún y casi universal sentir de gen­ dad que el suponer en m anos del pue­
tes y siglos, algo de sagrado y religioso: blo el negar la obediencia cuando le
veda adem ás la ley divina que pueda plazca.
disolverse. Pero si esto se perm ite, si
el m atrim onio se hace profano, necesa­ L a pretendida igualdad. De la m is­
riam ente ha de seguirse en la fam ilia m a m anera nadie duda que todos los
la discordia, y la confusión, cayendo de hom bres son iguales si se m ira a su co­
su dignidad la m ujer, y quedando in­ m ún origen y naturaleza, al fin último
cierta la prole acerca de su bienestar a que todos están encaminados, y a los
y de su fortuna. derechos y obligaciones que de ello em a­
nan: m as como no pueden ser iguales
R efutación del aspecto antirreligio­ las capacidades de los hom bres, y dis­
so. Pues el no cuidar oficialm ente tan m ucho unos de otros por razón de
para nada de la Religión, y en la adm i­ las fuerzas corporales o del espíritu, y
nistración y ordenación de la cosa pú- son tantas las diferencias de costum ­
427 folica no ten er en cuenta a Dios como bres, voluntades y tem peram entos, n a ­
si no existiese, es atrevim iento inaudito da más repugnante a la razón que el
aun en los mismos gentiles en cuyo co­ pretender abarcarlo y confundirlo todo,
razón y en cuyo entendim iento tan y llevar a las leyes de la vida civil tan
grabada estuvo, no sólo la creencia en rigurosa igualdad. Así como la p er­
los dioses, sino la necesidad de un culto fecta constitución del cuerpo hum ano
público, que reputaban más fácil en­ resulta de la unión y composición de
contrar una ciudad sin fundam ento que m iem bros diversos, que disímiles, en
sin Dios. De hecho la sociedad hum ana form a y funciones, unidos y puestos
a que Nos sentimos naturalm ente incli­ en sus propios lugares constituyen un
nados fue constituida por Dios, autor organismo herm oso a la vista, vigoroso
de la naturaleza, y de El emana, como y apto para bien funcionar, así en la
de principio y fuente, toda la plenitud y hum ana sociedad es casi infinita la de­
perennidad de los bienes innum erables semejanza de los individuos que la fo r­
en que la sociedad abunda. Así, pues, man, y si todos fueran iguales y cada
como la m ism a naturaleza enseña a uno se rigiera a su arbitrio, nada h a ­
cada uno en particular a dar piadosa y bría más deforme que sem ejante socie­
santam ente culto a Dios, por tener de dad; m ientras que si todos en distinto
El la vida y los bienes que la acom pa­ grado de dignidad, oficios y aptitudes
ñan, así, y por idéntica causa, incumbe arm oniosam ente conspiran al bien co­
este mismo deber a pueblos y Estados. m ún, retratarán la imagen de una ciu-
316 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1884) 44, 12-14

dad bien constituida y según pide la Gobiernos, prontos, por supuesto, a


naturaleza. sacudir los fundam entos de los Im pe­
rios y a perseguir, calum niar y destro­
12. Peligros p a ra el E stado: coincide nar a los Príncipes, siempre que ellos
la M asonería con el com unism o y so- no se m ostrasen inclinados a gobernar
428 cialismo. Además, los turbulentos e rro ­ a gusto de la secta. No de otro modo
res que ya llevamos enum erados han engañaron adulándolos a los pueblos.
de bastar por sí mismos p ara infundir Voceando libertad y prosperidad públi­
a los Estados miedo y espanto. Porque cas, haciendo ver que por culpa de la
quitado el tem or a Dios y el respeto Iglesia y de los m onarcas no había sa­
a las leyes divinas, m enospreciada la lido ya la m ultitud de su inicua servi­
autoridad de los Príncipes, consentida dum bre y de su miseria, engañaron al
y legitimada la m anía de las revolucio­ pueblo, y despertada en él la sed de
nes, sueltas con la m ayor licencia las novedades, le incitaron a com batir
pasiones populares, sin otro freno que ambas potestades. Pero ventajas tan
la sanción, ha de seguirse por fuerza esperadas están más en el deseo que
universal m udanza y trastorno. Y aún en la realidad, y antes bien, más opri­
precisam ente esta m udanza y trastorno mido el pueblo, se ve forzado a carecer
es lo que con m adura reflexión m aqui­ en gran parte de las m ismas cosas en
nan y ostentan de consuno m uchas so­ que esperaba el consuelo de su miseria,
ciedades de comunistas y socialistas, a las cuales hubiera podido hallar con
cuyos designios no podrá decirse ajena facilidad y abundancia en la sociedad
la secta de los masones, como que favo­ cristianam ente constituida. Y éste es el
rece en gran m anera sus intentos y con­ castigo de su soberbia, que suelen en­
viene con ellas en los principales dog­ contrar cuantos se vuelven contra el
mas. Y si en los hechos no llegan inm e­ orden de Ta Providencia divina: que 429

diatam ente y en todas partes a los ex­ tropiezan con una suerte desafortunada
tremos, no ha de atribuirse a sus doctri­ y m ísera allí mismo donde tem erarios
nas y a su voluntad, sino a la virtud de la esperaban según sus deseos, próspera
la Religión divina, que no puede extin­ y abundante.
guirse, y a la parte m ás sana de los
hom bres, que, rechazando la servidum ­ 14. La Iglesia y la potestad civil. La
bre de las sociedades secretas, resisten Iglesia, en cambio, como que m anda
con valor sus locos conatos.13* obedecer prim ero y sobre todo a Dios,
soberano Señor de todas las cosas, no
13. L a m áscara del enemigo. - La podría sin injuria y falsedad ser tenida
fingida am istad. ¡Ojalá juzgasen todos por enemiga de la potestad civil y u su r­
del árbol por sus frutos, y conocieran padora de algún derecho de los P rín ­
la semilla y principio de los males que cipes; antes bien quiere se dé al poder
nos amenazan! Tenemos que habérnos­ civil, por dictam en y obligación de con­
las con un enemigo astuto y doloso ciencia, cuanto de derecho se le debe:
que, halagando los oídos de pueblos y y el hacer dim anar de Dios mismo, con­
Príncipes, se h a cautivado a unos y form e hace la Iglesia, el derecho de
otros con b landura de palabras y ad u ­ m andar, da gran increm ento a la digni­
laciones. Al insinuarse con los P rínci­ dad del poder civil y no leve apoyo
pes fingiendo am istad, pusieron la m ira para captarse el respeto y benevolencia
los masones en lograr en ellos socios y de los ciudadanos. Amiga de la paz la
auxiliares poderosos p ara oprim ir la mism a Iglesia, fom enta la concordia,
Religión católica, y p ara estim ularlos abraza a todos con m aternal cariño y
más acusaron a la Iglesia con porfiadí­ ocupada únicam ente en ayudar a los
sima calum nia de contender envidiosa hom bres enseña que conviene u n ir la
con los Príncipes sobre la potestad y justicia con la clemencia, el m ando con
reales prerrogativas. Afianzados ya y la equidad, las leyes con la m oderación;
envalentonados con estas artes, com en­ que no ha de violarse el derecho de
zaron a influir sobrem anera en los nadie, que se ha de servir al orden y
44, 15-17 E n c íc l ic a “H um anum Genus” 317

tranquilidad pública, y aliviar cuanto va separando por todas las venas de 430
se pueda pública y privadam ente la la sociedad. A vosotros toca defender
necesidad de los menesterosos. Pero la gloria de Dios y la salvación de los
éstos piensan, p ara servirnos de las p a­ hombres, y m irando a estos fines en
labras de A g u s t í n (1613) o quieren que se el combate, no ha de faltaros valor y
piense que la doctrina de Cristo no es fuerza.
provechosa para la sociedad, porque no Deben señalar las m alas artes m asó­
quieren que el estado se asiente sobre nicas. V uestra prudencia os dictará el
la solidez de las virtudes, sino sobre la modo m ejor de vencer los obstáculos
impunidad de los vicios. Lo cual, pues­ y las dificultades que se alzarán pero
to en claro, sería insigne prueba de como es propio de la autoridad de
sensatez política y em presa conforme Nuestro ministerio el indicaros Nos
a lo que exige la salud pública que mismo algún medio que estimemos más
Príncipes y pueblos se unieran, no con conducente al propósito, quede sentado
los masones p ara destruir a la Iglesia, que lo primero que procuréis sea a rra n ­
sino con la Iglesia p ara quebrantar los car a los masones su m áscara para que
ím petus de los masones. sean conocidos tales cuales son; que los
pueblos aprendan por vuestros discur­
15. Confirm ación de los decretos de sos y Pastorales, dadas con este fin, cuá­
los Rom anos Pontífices. - Los rem e­ les son las m alas artes que sem ejan­
dios. Sea como quiera, ante un m al tan tes sociedades emplean p ara adular y
grave y ya tan extendido lo que a Nos atraer, cuál la perversidad de sus opi­
toca, Venerables Herm anos, es apli­ niones y cuál la torpeza de sus he­
carnos con toda el alm a a la búsqueda chos. Que ninguno que estime en lo
de remedios. Y porque sabemos que la que debe su profesión de católico y su
m ejor y más firm e esperanza de rem e­ salvación, juzgue serle lícito por ningún
dio está puesta en la virtud de la Re­ título dar su nom bre a la secta m asó­
ligión divina, tanto más odiada de los nica, como repetidas veces lo prohibie­
masones cuanto más temida, juzgamos ron Nuestros Antecesores. Que a nin­
ser lo principal el servirnos contra el guno engañe aquella honestidad fingi­
com ún enemigo de esta virtud tan salu­ da; puede, en efecto, parecer a algunos
dable. Así, que todo lo que decretaron que nada piden los masones abierta­
los Romanos Pontífices, Nuestros Ante­ m ente contrario a la Religión y buenas
cesores, p ara im pedir las tentativas y costum bres; pero como toda la razón
los esfuerzos de la secta m asónica, de ser y causa de la secta estriba en el
cuanto sancionaron p ara alejar a los vicio y en la maldad, claro es que no
hom bres de semejantes sociedades o es lícito unirse a ellos ni ayudarles de
sacarlos de ellas, todas y cada una de modo alguno.
estas cosas damos por ratificadas y las
confirm am os con N uestra autoridad 17. El clero y las instituciones. - In s­
apostólica. Y confiadísimos en la bue­ trucción religiosa. Además, conviene
na voluntad de los cristianos, rogamos con frecuentes sermones y exhortacio­
y suplicamos a cada uno en particular nes inducir a las m uchedum bres a que
por su eterna salvación que estimen se instruyan con todo esmero en lo
deber sagrado de conciencia el no a p a r­ tocante a la Religión, y para esto reco­
tarse un punto de lo que en esto tiene m endam os m ucho que en escritos y ser­
ordenado la Silla Apostólica. mones oportunos se expliquen los p rin ­
cipales y santísimos dogmas que encie­
16. E xhortación a los Prelados. Y rran toda la filosofía cristiana. Con lo
a vosotros, Venerables Hermanos, os cual se llega a sanar los entendim ien­
pedimos y rogamos con la m ayor ins­ tos por medio de la instrucción, y a
tancia que, uniendo vuestros esfuerzos defenderlos contra las múltiples for­
a los Nuestros, procuréis con todo ah in­ m as del error y los varios alicientes con
co extirpar esta repugnante peste que que se brindan los vicios, singularmente
(13) S. Agustín, Epist. 137 (alias 3) a Volusiano, Gap. V, n. 20 (Migne PL. 33, col. 525).
318 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1884) 44, 18

en esta licencia que reina en el escribir de la m ism a naturaleza p a ra la utilidad


y en la insaciable ansia p ara aprender. y dignidad de la vida civil.
— Grande obra, sin duda; pero en ella
será vuestro prim er auxiliar y partícipe 18. Los gremios de obreros católicos
de vuestros trabajos el Clero, si os es­ y las Cofradías. Viene en tercer lugar
forzáis p ara que salga bien disciplinado una institución sabiamente establecida
e instruido. Mas em presa tan santa e por Nuestros m ayores e interrum pida
im portante llam a tam bién en su auxilio en el transcurso del tiempo, que pue­
el celo industrioso de los laicos que aso­ de valer ahora como ejem plar y form a
cian en uno el am or a la Religión y a de algo semejante. Hablam os de los
la patria con la probidad y el saber. gremios y cofradías de trabajadores con
Aunadas las fuerzas de una y otra cla­ que, al am paro de la Religión, defen­
se, trabajad, Venerables Herm anos, p a­ dían juntam ente sus intereses y buenas
ra que todos los hom bres conozcan bien costumbres.
y am en a la Iglesia; porque cuanto m a­ Y si con el uso y experiencia de largo
yor fuere este conocimiento y este am or tiempo, vieron Nuestros m ayores la u ti­
tanto m ayor será la repugnancia con lidad de estas asociaciones, tal vez la
que se m iren las sociedades secretas y experim entarem os m ejor Nosotros por
el empeño en huirlas. lo apropiadas que son para invalidar
el poder de las sectas. Los que sobre­
La O rden T ercera de San Francisco. llevan la escasez con el trabajo de sus
Y aprovechando esta oportunidad, re ­ manos, fuera de ser dignísimos en p ri­
novamos ahora justam ente Nuestro en­ m er térm ino de caridad y consuelo,
cargo, ya repetido, de propagar y fo­ están más expuestos a las seducciones
m entar con toda diligencia la Orden de los malvados: que todo lo invaden
Tercera de S a n F r a n c i s c o , cuyas re­ con fraudes y dolor. Débeseles por ta n ­
glas con suavidad prudente hemos m o­ to ayudar con la m ayor benignidad po­
derado hace poco. El único fin que sible y atraer a sociedades hones­
le dio su autor es traer a los hom bres tas, no sea que los arrastren a las
a la im itación de J e s u c r is t o , al am or infames. En consecuencia, para salud
de su Iglesia, al ejercicio de toda virtud del pueblo tenemos vehementes deseos
cristiana; m ucho ha de valer, po r ta n ­ de ver restablecidas en todas partes,
to, p ara extinguir el contagio de esas según piden los tiempos, estas corpora­
perversísim as sociedades. Auméntese, ciones bajo los auspicios y patrocinio
pues, cada día m ás esta Santa H erm an­ de los Obispos. Y no es pequeño Nues­
dad, que, adem ás de otros m uchos tro gozo al verlas ya establecidas en
frutos, puede esperarse de ella el insig­ diversos lugares en que tam bién se han
ne de que vuelvan los corazones a la fundado sociedades protectoras, siendo
libertad, fraternidad e igualdad, no co­ propósito de unas y otras ayudar a la
mo absurdam ente las conciben los m a­ clase honrada de los proletarios: soco­
sones, sino como las alcanzó J e s u c r is ­ rre r y custodiar a sus hijos y sus fam i­
t o p ara el hum ano linaje y las siguió lias, fom entando en ellas con la inte­
S a n F r a n c i s c o : esto es, la libertad de gridad de las buenas costumbres, el
los hijos de Dios por la cual nos vea­ am or a la piedad y el conocimiento de
mos libres de la servidum bre de Sata­ la Religión.
nás y de las pasiones, nuestros perver­
sísimos tiranos; la fraternidad que di­ Sociedad de San Vicente. Y en este
m ana del hecho de ser Dios Nuestro punto no dejarem os de m encionar la
creador y Padre com ún de todos; la sociedad llam ada de S a n V i c e n t e d e
igualdad que, teniendo por fundam en­ P a ú l , tan benem érita de las clases p o ­
tos la caridad y la justicia, no borra to ­ bres y de tan insigne espectáculo y
da diferencia entre los hom bres, sino ejemplo. Conocido es lo que hace y lo
que con la variedad de condiciones, de­ que quiere, como que enteram ente se
beres e inclinaciones form a aquella ad­ emplea en ir voluntariam ente en ayuda
m irable y arm oniosa concordia que pi­ de los menesterosos y de los que sufren.
44, 19 E n c íc l ic a “H um anum Gen u s” 319

y esto con adm irable sagacidad y m o­ rios todos unid©s en nefando consorcio
destia; cuanto menos quiere exhibirse, y por comunes ocultos designios, y unos
tanto es m ejor p ara ejercer la caridad a otros se excitan a todo malvado atre­
cristiana y m ás oportuna p ara el alivio vimiento. Tan fiero asalto pide igual
de las miserias. defensa; es, a saber: que todos los bue­
nos unan en am plísim a coalición de
19. La preocupación por la juven­ obras y oraciones. Les pedimos, pues,
tud. E n cuarto lugar, y para obtener por un lado que, estrechando las filas,
432 más fácilm ente lo que intentam os, con firmes y m ancom unados resistan los ím ­
el m ayor encarecim iento encom enda­ petus cada día más violentos de los sec­
mos a vuestra fe y a vuestros desvelos tarios; por otro que levanten a Dios las
la juventud, esperanza de la sociedad. m anos y le supliquen con grandes gemi­
Poned en su educación vuestro princi­ dos, para alcanzar que florezca con nue­
pal cuidado, y nunca, por m ás que h a ­ vo vigor la Religión cristiana, que goce
gáis, creáis haber hecho lo bastante la Iglesia de la necesaria libertad que
p ara preservar a la adolescencia de las vuelvan a la buena senda los descarria­
escuelas y m aestros de que pueda te­ dos; y al fin, los errores abran paso a
merse el aliento pestilente de las sectas. la verdad, y los vicios a la virtud.
E xhortad a los padres, a los directores Tomemos por Nuestro auxilio y m e­
espirituales, a los párrocos, a que insis­ diadora a la Virgen M a r ía Madre de
tan, al enseñar la doctrina cristiana, en Dios, ya que venció a Satanás en su
avisar oportunam ente a sus hijos y Concepción purísim a, despliegue su po­
alum nos de la perversidad de estas so­ der contra todas las sectas impías, en
ciedades, y que aprendan desde luego a que se ven claram ente revivir la sobev^
precaverse de las fraudulentas y varias bia contumaz, la indóm ita perfidia y
artes que suelen em plear sus propaga­ los astutos fingimientos del demonio.
dores p ara enredar a los, hom bres. Y
aun no h arían m al los que prep aran a 21. Conclusión. Pongam os por in ter­
los niños p ara bien recibir la prim era cesor al Príncipe de los Angeles del cie­
comunión, en persuadirles que se p ro ­ lo, S a n M i g u e l , que arrojó al abismo a
pongan y em peñen a no ligarse nunca los enemigos infernales; a S a n J o s é , es­
con sociedad alguna sin decirlo antes poso de la Virgen Santísima, celestial
a sus padres, o sin consultarlo con su patrono de la Iglesia católica; los gran­
confesor, o con su párroco. 20 des Apóstoles, S a n P e d r o y S a n P a b l o ,
sembradores de la fe cristiana y sus in ­
20. E xhortación: O rar. Bien cono­ victos defensores. En su patrocinio y en
cemos que todos Nuestros comunes afa­ la perseverancia de todos en la oración,
nes no b astarán p ara arran car estas confiam os que Dios acuda oportuna y 4
perniciosas semillas del campo del Se­ benignam ente al género hum ano, ex­
ñor si desde el cielo el Dueño de la viña puesto a tan enormes peligros. Y en
no secunda Nuestros esfuerzos benigna­ prenda de los dones celestiales y de
mente. Necesario es, pues, im plorar con Nuestra benevolencia, con el m ayor
vehemente anhelo e instancia su pode­ am or os damos la bendición Apostólica
roso auxilio como y cuanto lo piden en el Señor, a vosotros, Venerables H er­
la extrem a necesidad de las circunstan­ manos, y al Clero y pueblo todo con­
cias y la grandeza del peligro. Leván­ fiado a vuestro cuidado.
tase insolente, regocijándose de sus Dado en Roma, junto a San Pedro,
triunfos, la secta de los masones, ni el 20 de abril de 1884, año séptimo de
parece poner ya límite a su im pertinen­ Nuestro Pontificado.
cia. Préstanse m utuo auxilio sus secta­
LEON PAPA XIII.
ENCICLICA “SUPERIORE ANNO”(*}
(30-VIII-1884)
EXHORTANDO OTRA VEZ AL REZO DEL SANTO ROSARIO
LEON PP. XI I I
Venerables Hermanos, salud y bendición apostólica
1. A catam iento de instrucciones causas que Nos im pulsaron, según de­
anteriores. El año antecedente, como jam os dicho, a excitar la piedad pública
todos sabéis, decretam os por N uestra el año anterior, encaminamos Nuestra
Carta Encíclica que en todos los lugares solicitud tam bién en este año a exhor­
del Orbe Católico, y p ara im petrar el tar a los pueblos cristianos, a que en
celestial auxilio en las tribulaciones de la m ism a form a de oración que se lla­
la Iglesia, se celebrase el rezo solemne m a Rosario Mariano, perm anezcan per­
del Santísimo Rosario a la gran Madre severantes invocando el valioso p atro ­
de Dios en todo el mes de Octubre. En cinio de la Gran Madre de Dios. Como
lo cual siguió Nuestro juicio el ejemplo sea tanta la obstinación en los propósi­
de Nuestros predecesores, que en los tos de los enemigos del nom bre cristia­
tiempos difíciles p ara la Iglesia, recu­ no, conviene que no sea m enor en sus
rrieron a la Virgen Augusta, con singu­ defensores la constancia de voluntad,
lares actos piadosos y acostum braron a para que supuesto el celestial auxilio y
im plorar su auxilio con reiteradas pre­ por la bondad de Dios, sea fructuosa
ces. Aquella N uestra voluntad fue en N uestra perseverancia.
todos los puntos obedecida con tanto Conviene recordar el ejemplo de Ju-
ardim iento y concordia de las almas, d i t , tipo de la Virgen pura, por cuyo
que brilló claram ente cuanto entusias­ medio, reprim ida la impaciencia de los
mo de piedad y Religión existe en el hebreos, quiso Dios que en el tiempo
pueblo cristiano, y cuanta y universal designado a su arbitrio, fuese liberada
esperanza pone en el patrocinio de la la oprim ida ciudad. Y tam bién el ejem ­
Virgen M a r í a . plo de los Apóstoles, que esperaron,
Esta m anifiesta piedad y fervor en perseverando unánim es en oración con
la fe no han sido pequeño consuelo en la Madre de Jesucristo los grandes do­
medio de la m ultitud de pesares y nes del E spíritu Paráclito, que les h a ­
males que Nos oprime, y h a fortale­ bía sido promedito.
cido Nuestro ánimo p ara soportarlos
mayores, si a Dios place enviarlos. Pues Nuevas intenciones. Pues se tra ta
m ientras el espíritu de oración se de­ ahora, en los momentos presentes de
rram e en la casa de D a v i d y entre los una cosa ardua y grande, de hum illar
habitantes de Israel, abrigam os la espe­ en sus tiendas a un enemigo antiguo y
ranza cierta de que Dios será propicio form idable en la fuerza exaltada de su
y m isericordioso con las vicisitudes de poder; de vindicar la libertad de la
su Iglesia, y oirá las preces de los que Iglesia y de su Cabeza; de conservar
ruegan por medio de aquella, a la que y defender los principios en que des­
El mismo quiso hacer dispensadora de cansa la seguridad y salvación de la
sus gracias. sociedad hum ana.
Debe procurarse, pues, que en estos
2. P erseverancia en el rezo del san­ luctuosos tiempos para la Iglesia, se
to Rosario. P o r lo que subsistiendo las conserve la piadosa y devota costum bre
(*) Acta Sanctse Sedis 17 (1884/85) 49-51. — Los números marginales indican las páginas del texto
original en ASS, vol. 17. (P. H.)
— 320 —
45, 3-4 E n c íc l ic a “ S u p e r io r e A n n o ” 321

de rezar el Rosario de la Virgen María mos, por cada vez una indulgencia de
principalm ente porque esta oración es­ siete años y siete cuarentenas.
tá com puesta de modo que Nuestra A los que en el tiempo mencionado
mente recorra todos los misterios de practicasen estos ejercicios diez veces
Nuestra salvación, y es m uy provecho­ al menos, sea públicam ente en las Igle­
sa p ara fom entar el espíritu de piedad. sias, sea si hay justos motivos, en el
Y por lo que atañe a Italia, necesario recinto de su casa, y expiadas sus cul­
es ahora con m ayor motivo im plorar pas en la confesión, recibieren la Sa­
con las preces del Rosario el poderoso grada Comunión, otorgamos del Tesoro
patrocinio de la Virgen, por lo mismo de la Iglesia indulgencia plenaria. Y
que pesa sobre Nosotros una nueva ca­ esta misma indulgencia plenaria con­
lamidad. El cólera asiático, franqueados cedemos a los que en el mismo día de
los térm inos ordinarios de su n a tu ra ­ la fiesta de la Virgen del Rosario o en
leza/por perm isión divina, se extendió alguno de los ocho siguientes se lavasen
por im portantes puertos de Francia, de sus culpas y acudieran al celestial
invadiendo luego regiones de Italia. convite, y de igual modo orasen por
Preciso es acudir a María, a aquella Nuestra intención en alguna Casa de
que justam ente llam a la Iglesia salud, Dios, y rogasen a su Madre Santísima.
auxilio y protección, a fin de que p ro ­ Finalm ente, queriendo atender tam ­
picia a las plegarias que le son agrada­ bién a todos los que se dedican princi­
bles, se digne otorgarnos el im plorado palm ente en este mes de Octubre a las
socorro, y nos libre del im puro contagio.'labores agrícolas, concedemos que a
éstos puedan ser diferidas las prescrip­
3. Rezo en el mes de N tra. Sra. del ciones y las indulgencias a los meses
Rosario. P o r lo que aproxim ándose el siguientes de Noviembre y Diciembre,
mes de Octubre, en el cual se celebra según el prudente arbitrio de los Ordi­
en el orbe católico la fiesta de N uestra narios.
Señora del Rosario, establecemos y p re­
ceptuamos lo mismo que el año ante­ 4. E xhortación y conclusión. No d u ­
cedente. Decretamos y m andam os que damos, Venerables Herm anos, que han
desde el l 9 de Octubre hasta el 2 de de responder a Nuestros cuidados fru ­
Noviembre, en todos los templos y ca­ tos lozanos y abundantes, principal­
pillas dedicados a la M adre de Dios, o mente si lo que Nos plantam os y riega
en las que elija el Ordinario, se recen vuestra solicitud, recibe del mismo Dios
diariam ente al menos cinco decenas del gracias abundantes para su desarrollo.
Rosario y las letanías; si es por la m a­ Por cierto tenemos que el pueblo cris­
ñana se rezarán durante la m isa; si tiano, oyendo Nuestra Apostólica Auto­
es después de mediodía, se expondrá ridad, dará en el presente como en el
el Santísimo a la adoración de los fie­ pasado año, am plio testimonio de su
les y se verificará la aspersión según fe y piedad.
las rúbricas. Deseamos que las Cofra­ Sea propicia la Celestial P atrona in ­
días del Santísim o Rosario, en todas vocada por las preces del Rosario, y
partes donde las leyes lo consientan, Dios, oyendo sus ruegos, haga que qui­
salgan en procesión solemne por las tada toda diferencia de opinión y res­
calles, haciendo pública profesión de fe. taurada la cristiana doctrina en todas
las partes del orbe terrestre, obtenga­
Las Indulgencias concedidas. P a ra mos de Dios la suspirada tranquilidad
que la piedad cristiana obtenga las de la Iglesia. Esperando este beneficio,
celestiales gracias del Tesoro de la Igle­ concedemos a vosotros, a vuestro Clero
sia, renovam os las mism as indulgencias y a los pueblos confiados a vuestra
concedidas el año pasado. P o r lo cual solicitud la Bendición Apostólica.
a todos los que asistieren en los días
referidos al rezo público del Rosario y Dado en Roma, de San Pedro, el
rogaren por N uestra intención, y aque­ día 30 de Agosto del año 1884, año
llos que impedidos por causa legítima séotimo de Nuestro Pontificado.
hicieran esto en particular, concede­ LEON PAPA XIII.
Encíclicas Pontificias 11
4 6

ENCICLICA “IMMORTALE DEIW<*)


(l-XI-1885)

SOBRE LA CONSTITUCION CRISTIANA DE LOS ESTADOS

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

INTRODUCCION: esplendor a que toda sociedad bien


constituida, por derecho propio y de
R azón y Materia de la E ncíclica suyo, aspira.
Sabemos que ya desde el principio de
1. La Iglesia bienhechora de los pue­ la Iglesia fueron perseguidos los cris­
blos, favorece a los gobiernos. Aunque tianos, con semejantes y peores calum ­
la Iglesia, obra inm ortal de Dios m ise­ nias; tanto que, blanco del odio y de la
ricordioso, de por sí y por su propia malevolencia, pasaban por enemigos
naturaleza atiende a la salvación de las del Im perio; y sabemos tam bién que
alm as y a que alcancen la felicidad en en aquella época el vulgo, m al aconse­
los cielos, procura, aun dentro del do­ jado, se com placía en atribuir al nom ­
minio de las cosas caducas y terrenales, bre cristiano la culpa de todas las cala­
tantos y tan señalados bienes, que ni midades que afligían a la nación, no
más en núm ero ni m ejores en calidad, echando de ver que quien las infligía
resultarían, si el prim er y principal era Dios, vengador de los crímenes, que
objeto de su institución fuese asegurar castigaba justam ente a los pecadores.
la prosperidad de esta presente vida. La atrocidad de esta calum nia arm ó no
sin motivo, el ingenio y afiló la plum a
En efecto, dondequiera que puso la
de S an Agustín , el cual, en varias de
Iglesia el pie, hizo al punto cam biar
sus obras, particularm ente en la Ciudad
la faz de las cosas; form ó las costum ­
bres con virtudes antes desconocidas, e
de Dios, dem ostró con tan ta claridad
la virtud y potencia de la sabiduría
im plantó en la sociedad civil, una nue­
cristiana por lo tocante a sus relaciones
va cultura, y así los pueblos que la re­
con la república, que no tanto parece
cibieron se destacaron entre los demás
haber hecho cabal apología de la cris­
por la m ansedum bre, la equidad y la
tiandad de su tiempo, como logrado
gloria de sus em presas(1).
perpetuo triunfo sobre tan falsas acu­
No obstante, vetusta es y m uy an ti­ saciones.
cuada la calum niosa acusación con que No amainó, sin embargo, la tem pes­
afirm an que la Iglesia está divorciada tad del funesto apetito de tales que­
de los intereses del Estado y que en jas y falsas acusaciones; antes bien
nada contribuye a aquel bienestar y*532 agradó y muchos se em peñaron en bus-
(*) ASS 18 (1885/86 161-180. Versión plenamente revisada para la 211 edición. Las enseñanzas de
esta Encíclica están preparadas por las de Gregorio XVI en “ M ir a r i Vos” (1832); y por las del mismo
León XIII en “ Q u o d a p o s t o l i c i ” (1878) y “ D i u t u r n u m i l l u d ” (1881); quien seguirá profundizándolas
en “ L i b e r t a s ” (1888) y “ S a p ie n ti s e c h r i s t i a n x ” (1890). (En esta Colecc. Encícl. 86, 23, pág. 655). Ver
los antecedentes en la “ I n t r o d u c c i ó n , esp.” , pág. 211. — L o s n ú m e r o s m a r g i n a l e s indican las páginas
del texto original en ASS, vol. 18. (P. H.)
(1) En la Carta Apostólica “ P e r v e n u t i a lV a n n o peto a los príncipes y la obediencia que se les
v i g e s i m o q u i n t o d e l N o s t r o m i n i s t e ^ * ASS. 34, 513- debe, y defendiendo los derechos imprescriptibles
532 León XIII dirá el 19 de Marzo de 1902: “Ella (la de la conciencia humana, sin abandonarlos nunca.
Iglesia) ^sostiene al mismo tiempo y aumenta el Y así, gracias a ella, los pueblos sometidos a su
orden civil y político, aportando de una parte una influjo no tienen que temer la esclavitud, porque
ayuda eficaz a la autoridad y mostrándose, de ella ha detenido a los príncipes en la pendiente
otra favorable a las sabias reformas y a las justas de la tiranía”.
aspiraciones de los súbditos, imponiendo el res­
— 322 —
46, 2-4 E n c íc l ic a “ Im m o r t a l e D e i” 323

car la norm a constitutiva de la socie­ presida a todos y m ueva a cada uno


dad civil fuera de las doctrinas que con un mismo im pulso eficaz y enca­
aprueba la Iglesia católica. Y aun últi­ m inado al bien común, síguese de ahí
mamente, eso que llam an Derecho nue­ ser necesaria a toda sociedad de hom ­
vo, que dicen ser como adquisición per­ bres una autoridad que la dirija; autori­
fecta de un siglo moderno, debido al dad, que, como la m ism a sociedad, surge
progreso de la libertad, ha comenzado a y em ana de la naturaleza, y por tanto,
prevalecer y dom inar por todas partes. del mismo Dios, que es su a u to r(2)3.
Pero a pesar de tantos ensayos, cons­ De donde tam bién se sigue que el
ta no han encontrado el modo de cons­ poder público por sí propio, o esen­
tituir y gobernar la sociedad, en form a cialmente considerado, no proviene si­
más excelente que la que espontánea­ no de Dios, porque sólo Dios es el p ro ­
m ente brota floreciente de la doctrina pio verdadero y Supremo Señor de las
del Evangelio. cosas, al cual todas necesariam ente es­
tán sujetas y deben obedecer y servir,
2. Materia de la Encíclica. Juzga­ hasta tal punto que, todos los que tie­
mos, pues, de sum a im portancia, y nen derecho de m andar, de ningún otro
cumple a N uestro cargo apostólico, lo reciben sino de Dios, Príncipe Sumo
com parar con la piedra de toque de la y Soberano de todos. No hay potestad
doctrina cristiana las m odernas opinio­ que no emane de Dios&K
nes acerca del Estado civil, y con ello,
confiamos que ante el resplandor de la 4. Las obligaciones de la autoridad
verdad, retrocedan y no subsistan los y las diferentes formas de gobierno.
motivos de erro r o duda. Todos ap ren ­ El derecho de soberanía, por otra p a r­
derán con facilidad cuántos y cuáles te, en razón de sí propio, no está nece­
sean aquellos capitales preceptos, n o r­ sariam ente vinculado a tal o cual form a
m a práctica de la vida, que deben de gobierno; puédese escoger y tom ar
seguir y obedecer. legítim am ente una u otra form a polí­
tica con tal que no le falte capacidad
A. - D o c t r in a Ca t ó l ic a
de obrar eficazmente el provecho co­
/. Acerca de la sociedad civil m ún de todos.
Mas en cualquier clase de estado, los
No es difícil averiguar qué fisonomía
gobernantes deben poner totalm ente su
y estructura revestirá la sociedad civil
m ira en Dios que es el suprem o Gober­
o política cuando la filosofía cristiana
nador del universo y proponérselo co­
gobierna el Estado.
mo modelo y norm a que seguir en la
3. La constitución de los Estados. - adm inistración del estado(4). Pues, así
El origen divino de la autoridad. El como en las cosas visibles Dios ha crea­
hom bre está naturalm ente ordenado a do causas segundas en que es posible
vivir en com unidad política, porque, no vislum brar de algún modo la n atu ra­
pudiendo en la soledad procurarse todo leza divina y su acción, y que conducen
aquello que la necesidad y el decoro a aquel fin a que la totalidad de estas
de la vida corporal exigen, como tam ­ cosas tiende, así tam bién Dios ha que­
poco lo conducente a la perfección de rido que en la sociedad civil haya una
su ingenio y de su espíritu, dispuso autoridad cuyos depositarios reflejen
Dios que naciera p ara la unión y so­ cierta imagen de la Providencia que El
ciedad con sus semejantes, ya sea en ejerce sobre el género hum ano. Pues,
la doméstica ya sea en la civil, única el gobierno debe ser justo, no como de
capaz de proporcionarle lo que basta amo sino casi como de padre, por cuan­
a la perfección de la vida. Mas como to el poder que tiene Dios sobre los
quiera que ninguna sociedad puede sub­ hom bres es justísim o y unido a bondad
sistir ni perm anecer si no hay quien p atern al(5). La autoridad, empero, ha
(2) Compárese lo que dijo León XIII en “ Diu- (4) Véase lo que dirá León XIII en 1888 en la
tiirnum Illud” (1881), nrs. 6-7; en esta Colecc. Encíclica "Libertas”; en esta Colecc. Encíclica
Encíclica 37, 6-7, pág. 270-271. 51, 8 pág. 361; 51, 20, pág. 370.
(3) Rom. 13, 1. (5) Véase lo que León XIII dijo en "Diutur-
num”: en esta Colecc. Encíclica 37, 10, pág. 272.
324 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII 46, 5-6

de ejercitarse p ara bien de los ciuda­ 6. El culto público, deber de la so­


danos, pues los gobernantes están úni­ ciedad para con Dios. Así constituido
cam ente en el poder para tutelar la el Estado, manifiesto es que él ha de
163 utilidad pública; y de ningún modo ha cum plir plenam ente las m uchas y altí­
de otorgarse la autoridad civil para que simas obligaciones que lo unen con
sirva de provecho a u na sola persona Dios m ediante el culto público. La n a­
o a pocas puesto que fué instituido turaleza y la razón, que m andan a cada
p ara el bien com ún de todos. uno de los hom bres dar culto a Dios
5. Darán cuenta a Dios del abuso piadosa y santam ente, porque estamos
del poder. Pero si los que gobiernan bajo su poder, y de El hemos salido y
se deslizan al ejercicio injusto del po­ a El hemos de volver, im ponen la m is­
der; si pecan por brutales o soberbios, m a ley a la com unidad civil. Los hom ­
si cuidan m al del pueblo, sepan que bres no están menos sujetos al poder
han de d ar estrecha cuenta a Dios; y de Dios unidos en sociedad que cada
esta cuenta será tanto más rigurosa, uno de por sí; ni está la sociedad m e­
cuanto m ás sagrado y augusto hubiese nos obligada que los particulares a dar
sido el cargo, o más alta la dignidad gracias al Supremo H acedor que la
que hayan poseído. Los poderosos se­ congregó, por cuya voluntad se conser­
rán atormentados poderosamente(6'. va y de cuya bondad recibió la in n u ­
m erable cantidad de dádivas y gracia
Deberes de los súbditos. Con esto se que abunda. Por esta razón, así como
logrará que la m ajestad del poder esté a nadie es lícito descuidar los propios
acom pañada de la reverencia honrosa deberes para con Dios, y el prim ero de
que los ciudadanos de buen grado le éstos es profesar de palabra y de obra
prestarán. Y en efecto, una vez conven­ la Religión, no la que a cada uno aco­
cidos de que los gobernantes poseen una moda, sino la que Dios m anda, y la
autoridad, dada por Dios, reconocerán que consta por argum entos ciertos e
estar obligados en deber de justicia a irrecusables ser la única verdadera, de
obedecer a los Príncipes, a honrarlos y la m ism a m anera no pueden los esta­
obsequiarlos, a guardarles fe y lealtad, dos obrar, sin cometer un crimen, como
a la m anera que un hijo piadoso se si Dios no existiese, o sacudiendo la
goza en h o n rar y obedecer a sus p a­ Religión como algo extraño e inútil, o
dres. Toda alma esté sometida a las abrazando indiferentem ente de las va­
potestades superioresH). rias existentes la que les plugiere:
Despreciar, empero, la legítima auto­ antes bien tienen la estricta obligación
ridad, quienquiera estuviese revestido de escoger aquella m anera y aquel m o­
de ella, no es más lícito que resistir a do para rendir culto a Dios que el m is­
la voluntad divina, pues quien a ella mo Dios ha dem ostrado ser su voluntad.
resista, se despeñará a su propia ruina.
El que resiste a la potestad, resiste a la Deber religioso de los gobernantes,
ordenación de Dios; y los que le resis­ nace de! pueblo y lo hace feliz. Los
ten, ellos mismos atraen a sí la conde­ gobernantes deben tener, pues, como
n a c i ó n P or tanto, sacudir la obe­ sagrado el nom bre de Dios y contar
diencia y acudir a la sedición, valién­ entre sus principales deberes el de a b ra ­
dose de las m uchedum bres, es crim en zar la religión con agrado, am pararla
de lesa m ajestad, no solamente hum a­ con benevolencia, protegerla con la
na, sino divina(9).67 autoridad y el favor de las leyes; y
(6) Sab. 6, 7. dirigen los negocios públicos. Habéis de poner en
(7) Rom. 13, 1. Casi 10 años más tarde León este momento en el cumplimiento de tal deber
XIII en su carta “Postquam Catholici” del 10 de una voluntad tanto mayor cuanto que se encuentra
Diciembre de 1890 dirá al Arzobispo de Tarrago­ a la cabeza del reino y del pueblo español una
na, Mons. Costa a propósito del 4? Congreso de mujer que por las virtudes de su alma y su parti­
los Católicos españoles: “Sobre todo Nos tenemos cular devoción a la Sede apostólica tiene derecho
la confianza de que no apartaréis de vuestro áni­ a todo honor y estima” .
mo este deber sagrado para todos los católicos (8) Rom. 13. 2.
— los cuales deben dejar a la Divina Providencia (9) Véase lo que ya en 1878 había escrito León
el cuidado de sus derechos cualesquiera que XII en “Quod ApostolicV‘; en esta Colecc. En-
sean — el de testimoniar su respeto a los que cícl. 32, 5, pág. 227.
4 6 , 7-9 E n c í c l i c a ‘"Im m o r t a l f . D e i ” 325

no instituir ni decretar nada que pueda persona había recibido del Padre, en
resultar contrario a su incolumidad. cargándole que la continuase en to­
Esto mismo lo deben tam bién a los dos tiempos. Como el Padre me envió,
súbditos que gobiernan. E n efecto, to ­ así también yo os envío(10\ Mirad que
dos los hom bres hemos nacido y sido estoy con vosotros todos los días hasta
concebidos p ara cierto fin últim o y su­ que se acabe el mundo (11\ Y así como
premo al cual hemos de dirigir todas Jesucristo vino a la tierra para que los
las aspiraciones y que se halla colocado hom bres tengan vida y la tengan en
en los cielos más allá de esta fragilidad abundancia10(12)13; del mismo modo, la
y brevedad de la vida. Iglesia tiene como fin propio la eterna
P or cuanto, empero, del sumo bien salvación de las almas, por esta razón
que mencionamos depende la más ca­ su naturaleza es tal que tiende a ab a r­
bal y perfecta felicidad de los hom bres, car a todos los hom bres sin que la
es de tanto interés p ara cada uno de lim iten ni el espacio ni el tiempo. Pre\
ellos que m ayor no puede haber. La dicad el Evangelio a toda la c ria tu ra ^.
sociedad civil, pues, constituida p ara
procurar el bien común, debe necesa­ 8. Su gobierno. A esta m ultitud tan
riamente, a fin de favorecer la prospe­ inm ensa de hombres, asignó el mismo
ridad del Estado, prom over de tal m o­ Dios Prelados p ara que con potestad
do el bien de los ciudadanos que a la la gobernasen y quiso que uno solo
consecución y al logro de ese sumo e fuese el Jefe de todos, y fuese ju n ta ­
inconm utable bien, al que por n a tu ra ­ m ente para todos el m áximo e infalible
leza tienden, no sólo no cree jam ás di­ Maestro de la verdad, a quien entregó
ficultades sino que proporcione todas las llaves del reino de los cielos. Te da­
las facilidades posibles. ré las llaves del reino de los cielos^léK
La principal de todas consiste en h a ­
cer lo posible p ara conservar sagrada
Apacienta mis corderos... apacienta mis
e inviolable la religión cuyos deberes
ovejas(15). Yo he rogado por ti, para
unen al hom bre con Dios.
que no falle ni desfallezca tu /e (16L

II. Acerca de la sociedad religiosa 9. Caracteres de la Iglesia. - Su in ­


dependencia de la sociedad civil. Esta
7. El origen divino de la sociedad sociedad, pues, aunque integrada por
religiosa. Cuál sea la verdadera Reli­ hom bres no de otro modo que la com u­
gión lo ve sin dificultad quien proceda nidad civil, con todo, atendiendo el fin
con juicio prudente y sincero, pues a que m ira y los medios de que se vale
consta m ediante tantas y tan preclaras para lograrlo, es sobrenatural y espiri­
pruebas, como son la verdad y cum pli­ tual, y por consiguiente se distingue y
miento de las profecías, la frecuencia se diferencia de la política; y lo que es
de los milagros, la rápida propagación de la m ayor im portancia, com pleta en
de la fe a través de am bientes enemigos su género y perfecta jurídicam ente, co­
y de obstáculos hum anam ente insupe­ mo que posee en sí m ism a y por sí
rables, el testimonio sublime de los propia, merced a la voluntad y gracia
m ártires y otras mil, que la única Re­ de su Fundador, todos los elementos y
ligión verdadera es la que Jesucristo facultades necesarios a su integridad y
en persona instituyó y confió a su Igle­ acción. Y como el fin a que tiende la
sia, p ara que la conservase y dilatase Iglesia es por mucho el más noble, de
en todo el universo. igual modo, su potestad aventaja en
Porque el unigénito H ijo de Dios m ucho cualquier otra, ni puede en m a­
fundó en la tierra una sociedad llam a­ nera alguna ser inferior al poder del
da la Iglesia, transm itiéndole aquella Estado ni estarle de ninguna m anera
propia excelsa m isión divina que El en subordinado.
(10) Juan 20, 21. (14) Mat. 16, 19.
(11) Mat. 28, 20. (15) Juan 21, 16-17.
(12) Juan 10, 10. (16) Luc. 22, 32.
(13) Marc. 16, 15.
326 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1885) 4 6 , 10-11

Y en efecto, Jesucristo otorgó a sus firm ar convenios y negociar con ella,


Apóstoles autoridad libérrim a sobre las al enviarle em bajadores y recibir los
cosas sagradas, juntam ente, con la fa­ suyos y al m antener otras relaciones
cultad verdadera de legislar, y con el m utuas oficiales.
doble poder emergente de esta facultad, Y se ha de reconocer una singular
conviene a saber: el de juzgar y el de disposición de la providencia de Dios,
im poner penas. Se me ha dado toda de que esta m ism a potestad de la Iglesia
potestad en el cielo y en la tierra. Id, estuviera dotada del principado civil,
pues, y enseñad a todas las gentes... ense­ como de óptim a garantía de su libertad.
ñándolas a observar todas las cosas que
yo os he mandado(17). Y en otra p a r­ 111. La colaboración de ambos poderes
te: Si no los oyere, dilo a la Iglesia(1718).
11. Relaciones entre los dos poderes.
Y todavía: Teniendo a la mano el poder
P or lo dicho se vé cómo Dios ha divi­
para castigar toda desobediencia^1^ . Y
dido el gobierno de todo el linaje h u ­
aún más: Empleé yo con severidad la
m ano entre dos potestades: la eclesiás­
autoridad que Dios me dio para edifi­ tica y la civil; ésta, que cuida directa­
cación, y no para destrucción^20^. No m ente de los intereses hum anos; aqué­
es, por lo tanto la sociedad civil, sino
lla de los divinos. Ambas son suprem as,
la Iglesia, quien ha de guiar los hom bres
cada una en su esfera; cada una tiene
a la p atria celestial; a la Iglesia ha d a­
sus límites fijos en que se mueve, exac­
do Dios el oficio de conocer y decidir
tam ente definidos por su naturaleza y
en m ateria de Religión; de enseñar a
su fin, de donde resulta un como círcu­
todas las naciones y ensanchar cuanto
lo dentro del cual cada uno desarrolla
pudiere los límites del nom bre cristia­
su acción con plena soberanía. Pero
no; en una palabra, de adm inistrar se­
por cuanto am bas ejercen su imperio
gún su propio criterio, librem ente y sin
sobre las m ism as personas, dado que
trabas los intereses cristianos.
pudiese suceder, que el mismo asunto,
aunque a título diferente, pero con to­
10. Reivindicación de sus derechos. do, el mismo que pertenece a la incum ­
Pues esta autoridad, de suyo absoluta bencia y jurisdicción de ambos, debe
y perfectam ente autónom a que filósofos Dios en su infinita Providencia, quien
lisonjeros del poder secular im pugnan ha constituido a las dos, haber trazado
desde hace m ucho tiempo, la Iglesia no a cada uno su camino recta y ordenada­
ha cesado nunca de reivindicarla para mente. Pues las (potestades) que son,
sí, ni de ejercerla públicam ente. Los p ri­ por Dios fueron ordenadas(22>. Si así no
meros en luchar por ella eran los Após­ fuese, con frecuencia nacerían motivos
toles; y por esta causa, a los Príncipes de litigios funestos y de lam entables
de la Sinagoga, que les prohibían p ro ­ conflictos, y no pocas veces, el hombre,
pagar la doctrina evangélica, respon­ llena el alm a de ansiedad, como ante
dían constantes: Hay que obedecer a una encrucijada, debía encontrarse p er­
Dios más que a los hombres^21). Esta plejo, sin saber qué partido, de he­
mism a autoridad cuidaron de conservar cho, tom ar, por cuanto cada uno de
en su oportunidad los Santos Padres los dos poderes, cuya autoridad sin
con razones por demás convincentes; pecado no podía rechazar, m andaba lo
y 'os Rom anos Pontífices, con invicta contrario del otro. Pero esto repugna
constancia, jam ás cesaron de reivindi­ en sumo grado pensarlo de la sabidu­
carla contra todos los im pugnadores. ría y bondad de Dios, tanto m ás cuan­
H ay más, los mismos príncipes y so­ to que hasta en el m undo físico, aunque
beranos de los Estados ratificaron y de de un orden m uy inferior, ha concer­
hecho adm itieron la autoridad de la tado las fuerzas y causas naturales con
Iglesia, dado que han solido tra ta r con tan razonable m oderación y arm onía
ella como suprem o poder legítimo al m aravillosa que ninguna obstaculiza a
(17) Mat. 28, 18-20. (20) II Cor. 13, 10.
(18) Mat. 18, 17. (21) Act. 5, 29.
(19) II Cor. 10, 6. (22) Rom. 13, 1.
4 6 , 12 -1 5 E n c íc l ic a “ I m m o r t a l e D e i” 327

las otras y que todas juntas tienden, IV. Ventajas y frutos


de un modo conveniente y aptísim o h a ­
cia la general finalidad del m undo. Testimonio de S. Agustín y de la
Historia
12. Unión de ambos poderes. Es, 13. Ventajas de la constitución de
pues, necesario que haya entre las dos los Estados conforme a los conceptos
potestades cierta trabazón ordenada; cristianos (24>. T al organización del E s­
coordinación que no sin razón se com ­ tado, empero, no contiene nada que
p ara a la del alm a con el cuerpo en el pueda parecer menos digno o menos
hombre. Pero cuán estrecha y cuál sea honroso para la grandeza de los p rín ­
aquella unión, no se puede precisar si­ cipes. Muy lejos de m enoscabar los de­
no atendiendo a la naturaleza de cada rechos de su m ajestad, antes al contra­
una de las dos soberanías, relacionadas rio los hace m ás estables y augustos.
así como dijimos y teniendo en cuenta Aún más, si bien se m ira, aquella cons­
la excelencia y nobleza de sus respec­ titución tiene cierta perfección gran ­
tivos fines, pues que la una tiene por diosa de que carecen los demás regí­
fin próxim o y principal el cuidar de los menes estatales, pues ella reportaría
bienes perecederos, y la otra el de p ro ­ ventajas varias y m uy excelentes, con
curar los bienes celestiales y eternos. tal que cada parte se m antuviera en
su grado y cum pliera íntegram ente el
Competencia de cada una. - Concor­ oficio y cargo que se le ha señalado.
datos. Así que todo cuanto en las cosas
hum anas, de cualquier modo que sea, 14. P ara el individuo. E n efecto, en
tenga razón de sagrado, todo lo que se la sociedad constituida, según dijimos,
relacione con la salvación de las alm as lo hum ano y lo divino está convenien­
y al culto de Dios, sea por su propia tem ente repartido, los derechos de los
naturaleza o bien se entienda ser así ciudadanos perm anecen intactos y ade­
por el fin a que se refiere, todo ello m ás defendidos por el am paro de las
cae bajo el dominio y arbitrio de la leyes divinas, naturales y hum anas, los
Iglesia; pero lo demás que el régimen deberes de cada uno están sabiamente
civil y político abarca justo es que esté señalados y su observancia estará opor­
sujeto a la autoridad civil puesto que tunam ente sancionada. Todos los hom ­
Jesucristo m andó expresam ente que se bres, en esta peregrinación incierta y
dé al Cesar lo que es del César y a laboriosa hacia aquella eterna patria
Dios lo que es de D íos(23)24. No obstante, saben que tienen a m ano guías a quie­
a veces acontece que por necesidad de nes en el camino con toda tranquilidad
los tiempos pueda convenir otro modo podrán seguir y hom bres que les ayu­
de concordia que asegure la paz y li­ darán a llegar; igualm ente com prende­
bertad, por ejemplo, cuando los gobier­ rán que cuentan con otros hom bres que
nos y el Pontífice Romano se avengan les procuran o conservan la seguridad,
sobre alguna cosa particular. En estos la propiedad y demás bienes de que
casos, h artas pruebas tiene dadas la consta esta vida social.
Iglesia de su bondad m aternal, llevada
tan lejos como le ha sido posible la 15. La familia. La sociedad dom és­
indulgencia y la facilidad de acomo­ tica logra toda la necesaria firmeza por
dación. la santidad del m atrim onio, uno e indi­
soluble. Los derechos y los deberes en­
La que dejam os trazada sum aria­ tre los cónyuges están regulados con
mente, es la form a cristiana de la so­ sabia justicia y equidad; el honor y el
ciedad civil; no inventada tem eraria­ respeto debidos a la m ujer se guardan
m ente y por capricho, sino sacada de decorosamente; la autoridad del varón
grandes y m uy verdaderos principios, calca el modelo de la autoridad de Dios;
que la m ism a razón n atu ral confirm an. la patria potestad se adapta convenien-
(23) Luc. 20, 25.
(24) Véanse los conceptos análogos ya enuncia­ dos por León XIII eri “Diuturnum lltud’’ (1881);
dos por León XIII en “Diuturnum lllud” (1881), en esta Colecc. Encíel. 37, 11 y sgts. pág. 272 ss.
328 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1885) 46, 16-17
temente a la dignidad de la esposa y instruyes con sencillez a los niños, con
de los hijos, y finalm ente, se asegura fuerza a los jóvenes, con calma a los
en form a óptim a la protección, el m an­ ancianos, no sólo como corresponde a
tenim iento y la educación de la prole. la edad del cuerpo sino también con­
forme al desarrollo del espíritu. Tú so­
16. La sociedad civil y política. E n metes con casta y fiel obediencia la
lo civil y político las leyes se enderezan mujer al marido no para que él busque
al bien común, y se dictan no por la la satisfacción de su pasión, sino la
pasión y el criterio falaz de las m uche­ procreación de la prole y la formación
dum bres, sino por la verdad y la ju s­ de la comunidad familiar. Tú das al
ticia; la autoridad de los gobernantes marido autoridad sobre la mujer no
reviste cierto carácter sagrado y más para hacer burla del sexo más débil
que hum ano, y se le pone coto para que sino para que cultive las leyes del amor
ni se aparte de la justicia ni cometa sincero. Tú sujetas con cierta servi­
excesos de poder; la obediencia de los dumbre de libertad los hijos a los pa­
ciudadanos va acom pañada de honor y dres y haces a los padres mandar a los
dignidad porque no constituye una ser­ hijos con autoridad reverente... Tú unes
vidum bre que sujeta a un hom bre a a los ciudadanos con los ciudadanos,
otro hom bre sino que es la sumisión a los pueblos con los pueblos, en una
la voluntad de Dios quien por medio palabra, Tú unes a los hombres no sólo
de los hom bres ejerce su imperio. Una por el recuerdo de los primeros padres
vez conocidos y aceptados estos p rin ­ y en sociedad sino también en cierta
cipios, se com prenderá que es un deber hermandad. Tú enseñas a los reyes a
de justicia, el reverenciar la m ajestad mirar por el bien de los pueblos, a los
de los soberanos, el someterse constan­ pueblos a prestar acatamiento a los re­
te y fielmente a los poderes públicos, yes. Tú muestras cuidadosamente a
no colaborar a las sediciones, y obser­ quién se debe reverencia, a quién temor,
var religiosam ente las leyes del E sta­ a quién el consuelo, a quién el aviso, a
do (25*. quién la exhortación, a quién la suave
E ntre los deberes figura tam bién la palabra de la corrección, a quién la
c&ridad m utua, la bondad, la liberali­ dura de la increpación, a quién el su­
dad, siendo el ciudadano como es el plicio; y manifiestas también de qué
mismo cristiano, no se separa en partes manera, puesto que es verdad que no
contrarias m ediante preceptos que se todo se debe a todos, se debe, no obs­
contradicen m utuam ente, y finalm ente tante, a todos caridad y a nadie injus­
los m agníficos bienes de que espontá­ ticia(27).
neam ente colma la religión cristiana la
mism a vida m ortal de los hom bres, to­ En otro lugar, el Santo, reprendiendo 169
dos ellos se aseguran p ara la com uni­ el error de ciertos filósofos que presu­
dad y sociedad civil; así aparecen cer­ m ían de sabios y entendidos en la po­
tísim as aquellas palabras: La suerte de lítica, añade: Los que afirman que la
la República depende de la Religión doctrina de Cristo es nociva a la repú­
con que se rinde culto a Dios; y entre blica; que nos muestren un ejército de
ambos hay múltiples lazos de paren­ soldados tales como la doctrina de Cris­
tesco y familia(26\ to los exige; que nos den asimismo re­
gidores, gobernadores, cónyuges, pa­
17. El testimonio de San Agustín. dres, hijos, amos, siervos, reyes, jueces,
En m uchos pasajes de sus obras S a n tributarios, en fin, y cobradores del fis­
A g u s t í n ha trazado, con su m anera co, tales como la enseñanza de Cristo
m aravillosa acostum brada, la extensión los requiere y forma; y una vez que los
e influencia de esos bienes, p articular­ hayan dado, atrévanse a mentir que
mente, empero, donde habla de la Igle­ semejante doctrina se opone al interés
sia en estos térm inos: Tú ejercitas e común, lo que no dirán; antes bien, ha-
(25) El respeto al poder legítimo refirmará (26) Sacr. Imp. ad Cyrillum Alexandr. et Episc
León XTTT también en la Encíclica “ Tametsi fu­ metrop. - Cfr. Labbeum Collect. Cono., T. III.
tura” (1900) sobre Cristo Redentor; en esta Co- (27) S. Agustín, De moribus Eccl. Cath. c. 30,
lecc. Eiicícl. 83, 26-29, pág. 634-635. n. 63.
46, 18-19 E n c íc l ic a “ I m m o r t a l e D e i” 329

brán de reconocer que su observancia la concordia; y, con razón mayores, se


es la gran salvación de la república^). podrían esperar si se acogiesen la auto­
ridad, el m agisterio y las orientaciones
18. El testim onió de la historia. H u­ de la Iglesia con m ayor lealtad y cons­
bo un tiempo en que la filosofía del tancia. Las palabras que escribió IvO
Evangelio gobernaba a los Estados; en­ de Chartres al Romano Pontífice P as ­
tonces aquella energía propia de la sa­ cual II debían respetarse como una
biduría de Cristo y su divina virtud, norm a perpetua: Cuando el poder civil
habían com penetrado las leyes, las ins­ y el sacerdocio viven en buena armo­
tituciones y las costum bres de los pue­ nía , el mundo está bien gobernado, y
blos, im pregnando todas las capas so­ la Iglesia florece y prospera; pero cuan­
ciales y todas las m anifestaciones de la do están en discordia no sólo no pros­
vida de las naciones, tiem po en que la peran las cosas pequeñas sino que tam­
Religión fundada por Jesucristo, firm e­ bién las mismas cosas grandes decaen
mente colocada en el sitial de dignidad miserablemente<29L
que le correspondía, florecía en todas
partes, gracias al favor de los príncipes B. - Los ERRORES MODERNOS
y la legítima protección de los m agis­
trados; tiempo en que al sacerdocio y 7. Orígenes, fundamentos y
al poder civil unían auspiciosam ente consecuencias
la concordia y la amigable correspon­ 19. Orígenes del así llam ado “dere­
dencia de m utuos deberes. cho m oderno". Pero el afán pernicioso 170
Organizada de este modo la sociedad, y deplorable de novedad que surgió en
produjo un bienestar m uy superior a el siglo 16, habiendo, prim eram ente,
toda imaginación. Aun se conserva la perturbado las cosas de la Religión, por
m em oria de ello y ella p erd u rará g ra­ natu ral consecuencia vino a trasto rn ar
bada en un sinnúm ero de m onum entos la filosofía y m ediante ésta, toda la
de aquellas gestas, que ningún artificio organización de la sociedad civil. De
de los adversarios podrá jam ás destruir allí, como de un m anantial, se han de
u obscurecer. derivar los m ás recientes postulados de
La fecunda m isión civilizadora de una libertad sin freno, a saber, inventa­
la Iglesia. Si la E uropa cristiana civi­ dos durante las m áxim as perturbacio­
lizó a las naciones bárbaras e hizo nes del siglo 18 y lanzadas después,
cam biar la ferocidad por la m ansedum ­ mediando este siglo, como principios
bre, la superstición p o r la verdad; si y bases de un nuevo derecho que era
rechazó victoriosa las invasiones de los hasta entonces desconocido y discrepa­
m ahom etanos; si conservó el cetro de ba no sólo del derecho cristiano sino
la civilización, y si se ha acostum brado en m ás de un punto tam bién del dere­
a ser guía del m undo hacia la dignidad cho natural.
de la cultura hum ana, y m aestra de
Sus principios. El suprem o entre es­
los demás; si ha agraciado a los p ue­
tos principios es que todos los hom bres
blos con la verdadera libertad en sus
como se entiende que son de una m is­
varias form as; si m uy sabiam ente ha
creado num erosas obras p ara aliviar m a especie y naturaleza, así tam bién
las desgracias de los hom bres, ese gran son iguales en su acción vital, siendo
beneficio se debe, sin discusión posible, cada uno tan dueño de sí mismo que
a la Religión la cual auspició la inicia­ de ningún modo está sometido a la
ción de tam añas em presas y coadyuvó autoridad de otro, que puede pensar
de cualquier cosa lo que se le ocurra
a llevarlas a cabo.
y obrar librem ente lo que se le antoje,
Daños de la discordia entre ellas. ni nadie tiene derecho de m andar a
H abrían perdurado, ciertam ente, aun nadie.
hasta ahora esos mismos beneficios, si Constituida la sociedad con estos
am bas potestades hubiesen m antenido 28 principios, la autoridad pública no es
28) San Agustín, Epist. 138 (alias 5) ad MarceJ. (29) Epist. 238 al Papa Pascual II (Migne PE.
cap. 2, n. 15 (Corp. SscripL Eccl. L. M, pág. 1G2, col. 216-B).
111; Migne PL. 33, col. 532).
330 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1885) 46, 20-21

más que la voluntad del pueblo, el cual ellas; no se tiene ninguna considera­
como no depende sino de sí mismo, así ción a las leyes eclesiásticas, y a la Igle­
él solo se da órdenes a sí mismo pe­ sia que, por orden y m andato de Jesu­
ro elige personas a quienes se entrega, cristo, debe enseñar a todas las nacio­
de tal m anera, sin embargo, que les nes, se le prohibe toda ingerencia en la
delega m ás bien el oficio de m andar y educación pública de los ciudadanos.
no el derecho, que sólo en su nom bre Aun en los asuntos que son de la
ejerce. Se cubre aquí con el m anto de competencia eclesiástica y civil, los go­
silencio el poder soberano de Dios, ni bernantes civiles legislan por sí y a su
más ni menos como si Dios no exis­ antojo, y tratándose de la m isma clase
tiese, o no se preocupase p ara nada de de jurisdicción m ixta desprecian sobe­
la sociedad del género hum ano, o como ranam ente las santísimas leyes de la
si los hom bres, ya individual ya colec­ Iglesia.
tivam ente nada debieran a Dios o se En consecuencia, avocan a su ju ris­
pudiese concebir alguna form a de do­ dicción los m atrim onios de los cristia­
minio que no tuviese en Dios su razón nos, legislando aun acerca del vínculo
de ser, su fuerza y toda su autoridad. conyugal, de su unidad y estabilidad;
20. L a concepción m oderna del E s­ usurpan las posesiones de los cléri­
tado. De este modo, como se ve, eJ gos, diciendo que la Iglesia no tiene el
derecho de poseer; obran, en fin, de
Estado no es m ás que una m uchedum ­
bre que es m aestra y gobernadora de tal modo respecto de ella, que negán­
sí misma, y como se afirm a que el pue­ dole la naturaleza y los derechos de
blo contiene en sí la fuente de todos una sociedad perfecta, la ponen en el
mismo nivel de las otras sociedades
los derechos y de todo poder, síguese
que existen en el Estado; y por consi­
lógicamente que el Estado no se crea
guiente, dicen, si tiene algún derecho, si
deudor de Dios en nada, ni profese
alguna facultad legítima posee para
oficialm ente ninguna religión, ni deba
obrar, lo debe al favor y las concesio­
indicar cuál es, entre tantas, la única
nes de los gobernantes.
verdadera, ni favorecer a una princi­
palm ente; sino que deba conceder a Los conflictos y su finalidad. Si en
todas ellas igualdad de derechos, a fin algún Estado, con la aprobación de las
de que el régimen del Estado no sufra m ismas leyes civiles, la Iglesia ejerce
de ellas ningún daño. Lógico será dejar su jurisdicción y se ha estipulado p ú ­
al arbitrio de cada uno todo lo que se blicam ente entre am bas potestades un
refiere a religión, perm itiéndole que si­ Concordato, proclam an el principio de
ga la que prefiera o ninguna en abso­ que es preciso separar los asuntos de
luto, cuando ninguna le agrada. De allí la Iglesia de los del Estado, y esto con
nace, ciertam ente, lo siguiente: el crite­ el intento de poder obrar im punem ente
rio sin ley de las conciencias individua­ contra la fe jurada, y, apartados todos
les, los libérrim os principios de rendir los obstáculos, constituirse en árbitros
o no culto a Dios, la ilim itada licencia de todos los asuntos.
de pensar y de publicar sus pensa­ Mas como la Iglesia no puede sufrir
mientos. esto con resignación, ni puede, pues,
21. Las consecuencias. - T riste si­ abandonar sus deberes m ás sagrados y
tuación de la Iglesia. Admitidos es­ graves, y como categóricamente exige
tos principios, que frenéticam ente se el cum plim iento íntegro y fiel de la fe
aplauden hoy día, fácilm ente se com­ que se le ha jurado, a m enudo se origi­
prenderá a qué situación m ás inicua se nan conflictos entre el poder eclesiástico
em puja a la Iglesia. y civil cuyo resultado es casi siempre
Pues, donde quiera la actuación res­ que aquél que con menos medios h u ­
ponde a tales doctrinas, se coloca al manos cuenta, sucum ba al más fuerte.
catolicismo en pie de igualdad con so­ De modo que en esta situación polí­
ciedades que son distintas de ella o tica de que hoy día muchísimos se han
aun se lo relega a un sitio inferior a encariñado, ya se ha form ado una eos-
46, 22 E ncíclica ‘‘I mmortale D ei” 331

lum bre y tendencia, o de quitar com ­ el m ayor de los absurdos, com prende­
pletam ente de en medio a la Iglesia, o rán necesariam ente que las form as de
de tenerla atada y sujeta al Estado. En culto divino que se practican siendo
gran parte se inspira en estos designios tan distintas y de tanta disparidad, pug­
lo que los gobernantes hacen. Las le­ nando entre sí aun en los puntos más
yes, la adm inistración pública, la en­ im portantes, no pueden ser igualm ente
señanza laica de la juventud, la incau­ aceptables, ni igualm ente buenas, ni
tación de los bienes, y la supresión de igualmente agradables a Dios.
las órdenes religiosas como la destruc­
ción del poder tem poral de los Rom a­ El verdadero concepto de la liber­
nos Pontífices, todo obedece al fin de tad. Del mismo modo, la facultad de
herir el nervio vital de las instituciones pensar cualquier cosa y de expresarla
cristianas, sofocar la libertad de la Igle­ en lenguaje literario, sin restricción
sia Católica y tritu ra r sus otros dere­ alguna, lejos de constituir en sí un bien
chos. del cual con razón la hum anidad se
II. Refutación gloríe, es m ás bien la fuente y el origen
de m uchos males.
22. Falsedad de tales principios. - La La libertad como virtud que perfec­
soberanía del pueblo. La sola razón ciona al hom bre, debe versar sobre lo
Nos convence cuánto distan de la ver­ que es verdadero y bueno. Ahora bien,
dad estas concepciones acerca del go­ la verdad lo mismo que el bien no pue­
bierno estatal. den m udarse al arbitrio del hom bre
Pues, la m ism a naturaleza enseña que sino que perm anecen siempre los m is­
cualquier potestad en cualquier tiempo mos, no se hacen menos de lo que son
desciende de Dios como de su altísim a por naturaleza: inm utables. Cuando la
y augustísim a fuente. Aquella otra opi­ mente da el asentim iento a opiniones
nión (la soberanía popular autónoma) falsas y la voluntad abraza lo que es
si m uy bien se presta p ara procurar malo y lo practica, ni la mente ni la
halagos y encender m uchas pasiones, voluntad alcanzan su perfección, antes
sin embargo no se apoya en ninguna bien se desprenden de su dignidad n a­
razón probable ni posee suficiente fuer­ tural y se despeñan a la corrupción.
za p ara asegurar la tranquilidad públi­ P or lo tanto, no debe m anifestarse ni
ca y el orden pacífico constante. El ponerse ante los ojos de los hom bres
hecho es que con estas doctrinas las lo que es contrario a la virtud y a la
cosas han llegado a tal punto que m u­ verdad; m ucho menos defenderlo por
chísimos recibieron como ley en la ju ­ la fuerza y la tutela de la ley. Por cuan­
risprudencia civil el derecho a rebelión. to sólo una vida bien llevada es el ca­
Pues, prevalece la opinión de que los m ino que conduce al cielo, adonde nos
gobernantes no son sino delegados, lo dirigimos todos, el Estado se ap arta de
cual es necesario p ara que todo sin la norm a y ley naturales, cuando p er­
distinción pueda m udarse m ediante el mite que la licencia de opinar y de
arbitrio del pueblo y amenace siempre obrar el m al tanto se corrom pa que
cierto miedo de disturbios. deje im punem ente desviarse las inteli­
gencias de la verdad y el espíritu de la
Indiferentism o religioso. O p i n a r , virtud.
empero, acerca de la Religión que nada
im portan las entre sí distintas y aun Exclusión y opresión de la Iglesia.
contrarias form as de ella, equivale real­ P or eso, el excluir a la Iglesia, que Dios
mente, a confesar que no se quiere mismo fundó, de la vida activa, de las
ap robar ni practicar ninguna. Si esto leyes, de la educación de la juventud,
de nom bre se diferencia del ateísmo, de la sociedad doméstica, constituye un
en el fondo viene a ser lo mismo. Pues, gran y pernicioso error. No puede h a­
quienes están persuadidos de que Dios b er una sociedad de m oral sana cuando
existe, con tal que quieran ser conse­ no tiene Religión; m ás sobradam ente
cuentes consigo mismos y no caer en de lo que quizás debiéramos, conoce-
332 E n c íc l ic a s d el PP, L eón XIII (1885) 46,_22_-24

mos lo que de suyo es y adonde con­ la religión lo que le plazca, que el juez
duce aquella filosofía de vida y m oral, de cada uno es únicam ente su propia
llam ada cívica. conciencia, que, además, cada cual pue­
La Iglesia de Cristo es la verdadera de publicar lo que se le antoje y que
m aestra de la virtud y la salvaguardia igualmente es lícito m aquinar cambios
de la m oral; Ella es la que conserva políticos.
intactos los principios de donde se deri­
van las obligaciones, y, proponiendo a Separación de la Iglesia y del Esta­
los hom bres los más eficaces motivos do. Acerca de la separación entre la
para vivir honestam ente, m anda no sólo Iglesia y el Estado, decía el mismo
hu ir de las m aldades sino tam bién re ­ Pontífice lo siguiente: No podríamos
prim ir los m ovimientos interiores con­ augurar bienes más favorables para la
trarios a la razón. Pretender que la Religión y el Estado, si atendiéramos los
Iglesia, aun dejando a un lado el ejer­ deseos de aquellos que ansian separar
cicio de su m isión divina, esté sujeta a a la Iglesia del Estado y romper la
la potestad civil, es, al mismo tiempo, concordia mutua entre los gobiernos y
una grave in ju ria y u na gran tem eri­ el clero; pues, manifiesto es cuánto los
dad; con ello se pertu rb a el recto orden, amantes de una libertad desenfrenada
pues las instituciones naturales se ante­ temen esa concordia, dado que ella
ponen a las sobrenaturales, elim inando siempre producía frutos tan venturosos
o por lo menos grandem ente dism inu­ y saludables para la causa eclesiástica
yendo u n sinnúm ero de bienes con que y civil(30K
la Iglesia, si se viese libre de toda traba, De la m ism a m anera, Pío IX, siem­
colm aría la vida diaria; además, se da pre que se le presentó la oportunidad,
entrad a franca a las enemistades y lu ­ condenó muchos de los errores que m a­
chas cuyos grandes perjuicios para la yor influjo com enzaban a ejercer, m an ­
Iglesia y el Estado se ha podido com­ dando más tarde reunirlos en un catá­
probar con dem asiada frecuencia. logo, a fin de que, en tal diluvio de
errores, los católicos tuviesen a qué
11L Condenación atenerse sin peligro de equivocarse^31^.
23. Reprobación de estas doctrinas 24. Principios fundamentales de la
por los Sumos Pontífices. Estas doctri­ doctrina católica sobre el Poder y el
nas que la razón hum ana no puede Estado. De estas declaraciones P o n ti­
probar y que repercuten podero sí sima- ficias lo que, sobre todo, debe dedu­
mente en el orden de la sociedad civil, cirse es lo siguiente: que la autoridad
han sido siempre condenados por los civil debe buscar su origen en el m is­
Romanos Pontífices, Nuestros predece­ mo Dios, no en la m ultitud del pueblo;
sores, plenam ente conscientes de la res­ que el derecho a la revolución es con­
ponsabilidad de su cargo apostólico. trario a la razón; que no es lícito a
Así G r e g o r io XVI, en su Carta E ncí­ los individuos como tampoco a los E s­
clica que comienza Mirari Vos, del 15 tados prescindir de los deberes reli­
de Agosto de 1832 condena en gravísi­ giosos ni del mismo modo sentirse obli­
mos térm inos lo que entonces ya se gados a los diferentes cultos; que la
propalaba: que en m ateria de culto di­ ilim itada libertad de pensar y de jac­
vino no había necesidad de escoger, tarse públicam ente de sus ideas no per­
que cada cual es libre de opinar sobre tenece a los derechos de los ciudadanos
(30) Véase esta Colección: “Mirari Vos” 3, 20, la Iglesia, y los límites dentro de los cuales pue­
pág. 43. da ejercitarlos.
(31) En el ‘'Syllabus” . Todas las proposiciones XXXIX. El Estado, como origen y fuente de
19-55 se refieren a los derechos de l a . Iglesia y todos los derechos, goza de cierto derecho del
el Estado; en esta Colección Encícl. 24, pág. 163 ss. todo ilimitado,
LeónXIII aduce aquí expresamente en la nota al­ LV. La: Iglesia se ha de separar del Estado, y
gunas, diciendo: el Estado de la Iglesia.
LXXIX. Es... falso que la libertad de cultos, y
XJLX. La Iglesia, no es una verdadera y perfecta lo mismo la amplia facultad concedida a todos de
sociedad completamente libre, ni goza de, dere­ manifestar abiertamente y en público cualesquiera
chos propios y constantes, conferidos por su Di­ opiniones y pensamientos, conduzca a corromper
vino Fundador; antes bien.,corresponde a la po­ más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a
testad civil definir cuáles sean los derechos de propagar la peste del indiferentismo.
46, 25 E n c íc l ic a “ I m m o r t a l e D e i” 333

ni a la naturaleza de las cosas ni es ser lícito el que las diversas clases de


digna en m anera alguna, del favor y cultos divinos gocen del mismo derecho
de la protección. como competa a la verdadera Religión,
sin embargo, no condena a los Jefes de
Sobre la autoridad de la Iglesia. De Estado quienes, sea para conseguir al­
igual modo debe com prenderse que la gún gran bien, sea para evitar algún
Iglesia, no menos que el mismo Estado, mal, en la idea y en la práctica toleren
es, esencial y jurídicam ente, una socie­ la co-existencia de dichos cultos en el
dad perfecta, y que los gobernantes su­ Estado.
premos no deben luchar p ara forzar a Tam bién suele la Iglesia p ro cu rar 175
la Iglesia a que les sirva o les esté con grande empeño que nadie sea obli­
sometida, ni deben dejar coartada su gado a abrazar la fe católica contra su
libertad de desarrollar las actividades voluntad, pues, como sabiamente ad ­
que le son propias, ni m erm arle un vierte S an Agustín , n a d ie p u e d e c r e e r
ápice de sus demás derechos que Jesu­ s in o v o lu n t a r i a m e n t e (32>.
cristo le h a conferido.
En los asuntos de com ún incum ben­ La verdadera obediencia a las leyes.
cia, es m uy conform e a la naturaleza Del mismo modo, no puede aprobar la
como a los designios de Dios no sepa­ Iglesia aquella libertad que engendra el
rar a los poderes, menos aun oponerlos menosprecio a las santísim as leyes de
recíprocam ente, sino m ás bien buscar Dios y se dispensa de la obediencia a la
entre ambos aquella concordia que con­ legítima autoridad. E lla es más bien
dice con las finalidades inm ediatas que licencia que libertad, y S an Agustín
dieron origen a cada u na de am bas la llam a justam ente li b e r ta d d e p e r d i ­
sociedades. c ió n ^ y S an P edro , v e lo d e m a li-
25. Doctrina sobre las formas de cícd34).
gobierno. E stas son las norm as que, Aun más, por ser ella contraria a la
según las enseñanzas de la Iglesia Ca­ razón, es una verdadera servidumbre,
tólica, deben regir la constitución y el pues e l q u e c o m e te e l p e c a d o , se h a c e
gobierno de los Estados. e s c la v o d e l p e c a d o ^ \
Estas leyes y decisiones no se opo­
nen, empero, de por sí si bien se m ira, Sobre la libertad. A aquélla se opone
a ninguna de las diferentes form as de la legítima y apetecible verdad que, en
régimen estatal, no teniendo nada co­ el orden individual, no perm ite que el
mo no tienen, que repugne a la doctri­ hom bre se someta a los amos abom i­
na católica y pueden, adm inistrándo­ nables del error y de las m alas pasio­
los con sabiduría y justicia, ser garan­ nes, y que en el orden público, gobierna
tías de la m ejor prosperidad pública. sabiamente a los ciudadanos, procura
Hay más, de suyo no es de ningún am pliam ente los medios de progreso y
modo reprensible que el pueblo tome preserva el Estado de ajenas arb itra­
m ayor o m enor parte en el gobierno; riedades.
pues, en ciertas ocasiones y bajo cier­ Pues bien, la Iglesia, más que nadie,
tas leyes, puede ello no sólo constituir aprueba esta libertad noble y digna del
una ventaja sino pertenecer a la obli­ hom bre y para afianzarla en toda su
gación de los ciudadanos. solidez e integridad no cesó nunca de
Además, no hay razón alguna p ara esforzarse y de luchar.
acusar a la Iglesia o de lim itarse a una E n efecto, de todo lo que más con­
blandura y tolerancia, m ayor de la de­ tribuye al bienestar común, todo cuan­
bida o de ser enemiga de lo que cons­ to provechosam ente se ha instituido
tituye la genuina y legítim a libertad. p ara contrarrestar la licencia de aque­
llos gobernantes que no se preocupan
La verdadera tolerancia. E n re ali­ del pueblo, cuanto impide a los supre­
dad, aun cuando la Iglesia juzgue no 32 mos poderes públicos a inmiscuirse des-
(32) S. Agustín, Tract. 26, in Joan., n. 2. (Migne (34) I Pedro 2, 16.
PL. 35, col. 1607). (35) Juan, 8, 31.
(33) S. Agustín, Epist. 55 ad Donatistas, c. 2,
n. 9. (Migne PL. 33, col. 399).
334 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1885) 46, 26-27

caradam ente en los asuntos del m uni­ no se opone a que se busquen medios
cipio y del hogar, cuanto concierne al para un m ayor decoro y bienestar de
honor, a la persona hum ana, a la con­ la vida; hay más, enemiga del ocio y de
servación de la igualdad de derechos la pereza, desea con toda el alm a que
para todos y cada uno de los ciudada­ los espíritus hum anos produzcan frutos
nos, de todo ello, la Iglesia Católica ha abundantes m ediante el ejercicio y el
sido siempre o la iniciadora, o la rea­ cultivo de sus facultades; estim ula toda
lizadora o la protectora, según lo ates­ clase de artes y oficios; dirige con su
tiguan los docum entos de pasadas eda­ espíritu todos los estudios de estas co­
des. Siempre, pues, consecuente consigo sas a la holgura y bienestar, tratando
misma, si por u na parte rechaza la sólo de im pedir que la inteligencia y el
libertad inm oderada la que en los indi­ trabajo no aparten al hom bre de Dios
viduos y en los pueblos degenera en ni de los bienes celestiales.
licencia o esclavitud, por otra parte,
voluntaria y gustosam ente abraza los 26. L a verdad es m adre de la liber­
adelantos que traen consigo los días tad. - Sólo el P ap a la enseña. Mas todo
con tal que signifiquen verdadera pros­ ello, aunque m uy razonable y prudente,
peridad de esta vida que es como la poco agrada a Nuestros tiempos, por
carrera a aquélla otra que nunca acaba. cuanto los estados no sólo no se adhie­
De modo, pues, que la afirm ación de ren a la doctrina que enseña la sabidu­
que la Iglesia rechaza las más recientes ría cristiana sino que parecen aun ale­
conquistas de la vida pública y que en jarse cada día m ás de ella. Esto no
bloque repudia cuanto creara el genio obstante, como la verdad, una vez que
de Nuestros tiem pos no es sino una ca­ se ha anunciado suele, por su propia
lum nia vana y ayuna de verdad. Cier­ fuerza, difundirse am pliam ente e im ­
tam ente, rechaza las teorías insanas, pregnar poco a poco las mentes hum a­
reprueba el nefando afán de alterar el nas, conscientes, por ello, de Nuestro
orden público, y particularm ente, aque­ suprem o y santísimo cargo, es decir,
lla disposición de ánim o en que se vis­ movidos por la Apostólica m isión que
lum bra el principio de la voluntaria cumplimos para con todos los pueblos,
apostasía de Dios. proclam am os con absoluta franqueza
toda la verdad, no como si no conocié­
Mas como todo lo que es verdadero semos perfectam ente la m entalidad de
no puede proceder sino de Dios, cual­ los tiempos, o como si creyésemos que
quier verdad que el espíritu hum ano, habían de repudiarse los adelantos m o­
en sus investigaciones, descubra la Igle­ dernos, sanos y útiles, sino porque que­
sia la reconoce como cierta huella de remos que la m archa de la cosa pública
la m ente divina. Y dado que no hay en tenga despejado de tropiezos el camino,
el orden n atu ral ninguna verdad que y afianzado su fundam ento, y ello, m e­
pueda d estru ir la fe en las enseñanzas diante la libertad genuina sin desm e­
recibidas de Dios antes bien m uchas dro; pues, entre los hom bres la verdad
apoyan esta m ism a fe, y como todo es la m adre y óptim a guardiana de la
descubrim iento de verdad puede im pul­ libertad: la libertad os hará libres^K
sarnos a conocer y alabar al mismo
Dios, la Iglesia siempre acogerá gozosa C. - C o n c l u s io n e s d e o r d e n t e ó r ic o
y voluntariam ente todo cuanto ensan­ y PRÁCTICO
che el dominio de las ciencias, y con
diligencia favorecerá y adelantará, co­ I. En el orden de los principios
mo suele hacerlo, aquellas disciplinas 27. D eberes de los católicos. Si en el
que tra ta n de la explicación de la n a ­ desarrollo tan difícil de las cosas, los
turaleza, no menos que otros ram os católicos escucharan Nuestra voz, como
del saber. debían hacerlo, verían fácilmente cuá­
P or estos estudios, la Iglesia no se les son en la teoría y en la práctica las
fastidia si la m ente halla algo nuevo; obligaciones de cada uno.
(.36) Juan, 8, 32.
46, 27 E n c íc l ic a “ I m m o r t a l e D e i” 335

E n efecto, es necesario que todo lo con espíritu obediente observar sus le­
que los Romanos Pontífices, en el orden yes, servir su causa, tra ta r de m antener
de los principios, enseñaron o han de incólumes sus derechos, y trab ajar para
enseñar en el futuro lo crean en toda que con igual piedad Ella sea honrada
su extensión con ánimo firme, y cuan­ y am ada por todos cuantos pueda m e­
tas veces fuese m enester, lo proclam en diante su autoridad influenciar en a l­
públicamente. Ante todo, débese tener el gún sentido.
criterio de la Sede Apostólica, y deben
todos sentir lo que ella siente respecto Consecuencias p a ra la vida pública.
de lo que llam an libertades en los tiem ­ Tam bién interesa al bienestar público
pos más recientes conquistadas. H a de que los católicos cooperen con inteli­
procurarse que su honesta apariencia gencia en la adm inistración m unicipal,
no engañe a nadie y ha de recordarse de que trabajen intensam ente en ella y
qué fuentes brotaron y con qué afanes consigan que en el orden público haya
suelen sostenerse y fom entarse. H arto facilidad a fin de que la juventud se
ya sabemos, además, por experiencia eduque en la religión y sana m oral
cuáles son los efectos que ellas surten como en justicia corresponde a cristia­
en el Estado, pues engendran, sin in ­ nos, de lo cual depende en gran parte
terrupción, frutos de que los hom bres la salud de cada uno de los Estados.
probos y expertos con razón se a rre ­ Tam bién será generalmente, útil y
pienten. noble salir de este m arco más estrecho
Si, en efecto, existe en alguna partepara hacerse presente en un campo más
o si uno se im agina tal Estado en que am plio abarcando en su acción al m is­
en form a perversa y tiránica se hace mo Estado supremo. Decimos general­
ludibrio del cristianism o, y se lo com­ mente porque estas Nuestras norm as
para con este reciente género de E sta­ valen p ara todas las naciones. P or lo
do, de que hablam os, podría éste p are­ demás, puede suceder en algún caso
cer más tolerable. Los principios, sin que por gravísimas y m uy justificadas
embargo, en que, como antes dijimos, razones de ningún modo convenga (ne­
se basa son, por supuesto, tales que de quáquam expedit), que los católicos
suyo por nadie pueden ser aprobados. intervengan en la adm inistración esta­
tal y asum an funciones políticas(37>.
11. En la práctica Pero en general, como decíamos, él
Consecuencias p rácticas p a ra la vida no querer participar en absoluto en la
individual. La actividad puede desa­ cosa pública, sería ta n reprensible y
rrollarse, pues, ya en los asuntos p ri­ malo como el no ap ortar al bienestar
vados y domésticos, ya en los públicos. común, ningún esfuerzo diligente ni
E n el orden privado constituye el cooperación; tanto más cuanto que los
prim er deber el conform ar escrupulo­ católicos exhortados por la m ism a doc­
samente la vida y las costum bres con trin a que profesan están obligados a
las norm as evangélicas, no rehusando cum plir en conciencia e íntegram ente
nada de lo que la virtud cristiana exija con su deber. Pues, de lo contrario, si
aunque sea un poco más difícil de su­ ellos quedan inactivos, fácilmente lo­
frir y de tolerar. Además, todos deben grarán las riendas del poder aquéllos
am ar a la Iglesia, cual Madre común,73 que por sus ideas no ofrecen, cierta-
(37) La reserva que se nota y aún se expresa en viene, no interesa” . El abogado Grassi, en cam­
este párrafo, se debe a las circunstancias especia­ bio, en un folleto que trataba del clero, de los
les del tiempo en que se escribió la presente liberales y el gobierno trazó los principios que
Encíclica y de la actitud que los católicos italia­ animaban a un grupo de católicos, enemigos de la
nos después de la usurpación de los Estados intransigencia, los que, con anuencia del Papa,
Pontificios asumían frente al reino Italiano. Desde se reunían en la residencia del conde Campe!lo
los, tiempos de Pío IX y en especial después de della Spina y cuya influencia, andando el tiempo,
la toma de Roma se había dado la consigna y se acentuaba hasta triunfar finalmente. El punto
aun la orden formal de la abstensión en los asun­ principal de su programa consistía en la renuncia
tos políticos nacionales, la cual don Margotti, al “Non expedit”, propugnando la misma libertad
escritor y teólogo condensaba en la célebre frase: de participar en los asuntos políticos nacionales
Ni elegidos ni electores, no quedándoles a los ca­ como la tenían en la administración municipal.
tólicos italianos sino la actuación en el terreno
municipal y en las obras religiosas y piadosas. Véase también la nota (2) del Motu Propio de
La consigna mencionada se cumplió hasta Bene­ s. Pió X, Fin dalla prima 19-XII-1903; en esta Co-
dicto XV con el nombre {‘Non expedit” , “no con- lecc. Encícl. 92, 4 pág. 705.
336______________________ E n c í c l i c a s del PP. L eón XIII (1885) _46. 28

mente, m ucha esperanza de un salu­ tribunales<38\ de modo que la fe cris­


dable gobierno. tiana cuando fué lícito profesar públi­
Esto sería tam bién pernicioso para camente el Evangelio, ya no apareció
el cristianism o, porque precisam ente en como niño dando vagidos en la cuna,
m anos de los enemigos de la Iglesia se sino cual persona adulta y ya harto
concentraría el m ayor poder, m ientras pujante, en gran parte de los estados.
los amigos de ella podían hacer m uy
poco. Es pues, del todo evidente que 28. Exhortación: Conducta práctica.
los católicos poseen justas razones p a­ Conveniente es que en estos tiempos se
ra intervenir en la vida pública; pues renueven tales ejemplos de Nuestros
no intervienen, ni deben intervenir en mayores.
los asuntos políticos p ara aprobar lo Es necesario que los católicos dignos
que en ellos hay de censurable sino de este nom bre quieran, ante todo, ser
p ara trocar todo esto en cuanto sea y parecer hijos am antísim os de la Igle­
posible, en el genuino y verdadero bien sia; han de rechazar sin vacilación todo
com ún público, teniendo el firm e pro­ lo que sea incom patible con esta profe­
pósito de inyectar en todas las venas sión gloriosa; han de aprovecharse en
del Estado, cual salubérrim a savia y cuanto pueda hacerse en conciencia
sangre, la sabiduría y la virtud de la de las instituciones de los pueblos para
Religión Católica. la defensa de la verdad y de la justicia;
han de esforzarse para que la libertad
Ejemplo del cristianismo primitivo. en el obrar no traspase los límites seña­
No de otra m anera se obró en los p ri­ lados por la naturaleza y por la ley de
m eros tiempos de la Iglesia, pues las Dios; han de procurar que todo Estado
costum bres y las inclinaciones paganas tome aquel carácter y form a cristiana
distaban m uchísim o de las tendencias y que hemos dicho.
de la m oral evangélicas; con todo, se
hallaban cristianos que en medio de la Obediencia al Papa y a los Obispos.
corrupción se conservaban irreprensi­ No es posible fácilmente indicar una
bles, e inalterables y donde se les abría m anera cierta y uniform e de lograr este
una puerta se introducían anim osa­ fin, puesto que debe ajustarse a todos
mente. Ejem plarm ente fieles a los p rín ­ los lugares y tiempos, tan distintos
cipes y obedientes en cuanto les fuese unos de otros. Sin embargo, hay que
lícito, a las leyes del Im perio, difundían conservar, ante todo, la unión de las
por doquiera el m aravilloso esplendor voluntades y buscar la unidad en la
de la santidad esforzándose por ser acción, lo cual se obtendrá sin dificul­
útiles a sus herm anos y por atraer a los tad si cada uno tom a por norm a de
demás a la sabiduría de Cristo, resuel­ su vida, las prescripciones de la Sede
tos, no obstante, a renunciar a sus pues­ Apostólica, y si obedece a los Obispos,
tos y m orir valerosam ente, cuando no a quienes el Espíritu Santo puso para
podían retener los honores, las m agis­ gobernar su Iglesia^39).
tratu ras y el poder sin traicionar la E n verdad, la defensa de la Religión
virtud. P o r este motivo, penetraron rá ­ católica exige necesariam ente la unidad
pidam ente las enseñanzas cristianas no de todos y sum a perseverancia en la 1
solamente en los hogares, sino tam bién profesión de las doctrinas que la iglesia
en los cam pam entos militares, en la enseña, procurándose en esta parte que
corte y en la m ism a fam ilia real. Somos nadie asienta de ningún modo a opinio­
de ayer y ya llenamos todo lo vuestro, nes falsas, o las resista con más blan­
vuestras ciudades, islas, villas, munici­ dura de la que consienta la verdad. En
pios, concejos, aun vuestros campamen­ las cuestiones no decididas por la auto­
tos, en vuestras organizaciones de ciu­ ridad, será lícito discutir con m odera­
dadanos libres y en las de los esclavos, ción y con el deseo de investigar la
en el palacio, en el senado y en los verdad; pero dejando a un lado las
"(38) Tcrtul. Apolog. n. 37 (Migne PL. 1, col. (39) Hedí, de los Apóst. 20, 28.
525).
46, 29 E n c íc l ic a “ I m m o r t a l e P e í” 337

sospechas injustas y las m utuas recri­ cuestiones de partido, sino que, unidos
minaciones. los ánimos y las aspiraciones, deben
esforzarse a conseguir lo que es propó­
Sin concesiones a los errores m oder­ sito com ún de todos; es a saber: la de­
nos. P o r lo cual, a fin de que la unión fensa y conservación de la Religión y
de los ánimos no se quebrante con la de la sociedad. Por lo tanto, si antes
tem eridad en el recrim inar, entiendan ha habido alguna división y contienda,
todos que la integridad de la verdad conviene relegarlas al olvido; si hubo
católica no puede en ninguna m anera alguna tem eridad o injusticia, quien
subsistir con las opiniones que se acer­ quiera que sea el culpable, hay que
can al naturalism o o al racionalismo, repararlo con m utua caridad y resar­
cuyo fin últim o es arrasar, hasta los cirlo con sum a devoción de todos hacia
cimientos, a la Religión cristiana, y es­ la Sede Apostólica. De esta m anera, los
tablecer en la sociedad la autoridad del católicos, conseguirán dos cosas muy
hom bre, postergando la de Dios. excelentes: la una, el hacerse coopera­
Tam poco es lícito cum plir sus debe­ dores de la Iglesia en la conservación
res de una m anera en privado y de otra y propagación de los principios cristia­
en público, acatando la autoridad de la nos; la otra, el procurar el m ayor be­
Iglesia en la vida particular y recha­ neficio posible a la sociedad civil, pues­
zándola en la pública; pues esto sería ta en grave peligro a causa de las m a­
mezclar lo bueno y lo malo, hacer que las doctrinas y de las perversas p a­
el hom bre entable una lucha consigo siones.
mismo, cuando por el contrario, siem­
E p íl o g o
pre ha de ser consecuente consigo m is­
mo y nunca apartarse de la virtud cris­ 29. Conclusión y bendición. Estas
tiana en ninguna cosa ni en ningún son, Venerables Herm anos, las ense­
género de vida. ñanzas que hemos creído conveniente
Mas si la controversia versase sobre dar a todas las naciones del orbe ca- 180
cosas m eram ente políticas, sobre la m e­ tólico, acerca de la constitución cristia­
jo r clase de gobierno, sobre tal o cual na de los Estados y sobre los deberes
form a de organizar los Estados, podrá que competen a cada cual.
ciertam ente haber una honesta diversi­ Por lo demás, conviene im plorar con
dad de opiniones. La justicia no tolera Nuestras plegarias el auxilio del cielo,
que a personas cuya piedad es por otra y rogar a Dios que Aquel de quien es
parte conocida, y que están dispuestas propio ilum inar los entendimientos y
a acatar las enseñanzas de la Sede mover las voluntades de los hombres,
Apostólica, se les recrim ine el que pien­ conduzca al fin apetecido lo que desea­
sen de distinta m anera acerca de las mos e intentam os para gloria suya y
cosas que hemos dicho. Y sería aun salvación de todo el género hum ano.
mucho m ayor la injusticia si se las acu­ Y como auspicio favorable de los bene­
sase de haber violado, o héchose sospe­ ficios divinos y prenda de N uestra p a­
chosas en la fe católica, como m ás de ternal benevolencia, os damos, con el
una vez lo hemos tenido que lam entar. m ayor afecto, Venerables Hermanos,
Tengan presente este precepto los que N uestra bendición a vosotros, al clero
suelen dar a la estam pa sus escritos, y y a todo el pueblo confiado a la vigi­
en especial los redactores de periódicos. lancia de vuestra fe.

E vitar polém icas in tern as y luchas. Dado en Roma, en San Pedro del
Porque cuando se ponen en discusión Vaticano, día l 9 de Noviembre del año
cosas de tan ta im portancia como son de 1885 y octavo de Nuestro P onti­
las que se tratan en el día, no hay que ficado.
d a r lugar a polémicas internas, ni a LEON PAPA XIII.
4MF

ENCICLICA “QUOD AUCTORITATE APOSTOLICA” <*>


(2-XII-1885)

EN QUE SE TRATA DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. U tilidad del Nuevo Jubileo. Lo vida pública tiene por únicos autores a
que por N uestra Autoridad Apostólica los hom bres, nace y m uere como ellos,
ya una y otra vez hemos determ inado, pues el hom bre suele grabar en sus
a saber; que en todo el orbe cristiano cosas el sello de sus costumbres y opi­
se celebrase un Año Santo extraordi­ niones. A fin, pues, de que todos se
nario, ofreciendo p ara el provecho co­ penetren profundam ente de aquellas
m ún los tesoros de los dones celestiales, Nuestras enseñanzas, y principalm ente,
cuya concesión está en N uestra potes­ ajusten a ellas su vida ordinaria, se ha
tad; hemos juzgado conveniente otor­ de trab ajar porque todos se persuadan
garlo tam bién con el favor de Dios a pensar y obrar pública y privadam en­
para el próxim o año. te como cristianos.
A vosotros, Venerables H ermanos,
que conocéis el estado actual de los 2. Motivos m ayores son los peligros
tiempos y de las costumbres, no os pue­ actuales. Y tanto m ayor esfuerzo han
de quedar oculta en m anera alguna la de hacer para lograrlo, cuanto m ayores
utilidad de esta medida. son los peligros que am enazan por to­
dos lados. Cesaron en gran parte aque­
F in especial: inculcar el régim en llas grandes virtudes de Nuestros abue­
cristiano. Pero hay adem ás o tra espe- los; las pasiones, ya por sí impetuosas,
cialísima razón por la cual, m ás que han adquirido m ayor fuerza con la li­
por otro concepto, esta determ inación cencia; el delirio de las opiniones, por
N uestra parece de m ayor oportunidad. ninguno o por m uy insuficientes frenos
Habiendo tratado en N uestra anterior com prim ida, se difunde m ás cada día;
Encíclica de cuánto im porta a la so­ aun de los que sienten rectam ente, m u­
ciedad acercarse cada vez m ás a la ver­ chos, contenidos por vergüenza m al
dad y al régim en cristiano, se ve clara­ entendida, no se atreven a confesar con
m ente cuán conveniente es coadyuvar libertad sus creencias, y m ucho m e­
con cuantos medios estén a Nuestro nos a ponerlas en práctica; la p rofu­
alcance, a este Nuestro propósito, para sión de perniciosos ejemplos influye
aue los hom bres se inclinen o vuelvan continuam ente en las costum bres po­
a las virtudes cristianas. La sociedad es pulares; las abominables asociaciones,
tal cual la form an las costum bres de por Nos mismo denunciadas en otra
los pueblos, y a la m anera que la p er­ ocasión, habilísim as en ardides m alva­
fección de u n navio o u n edificio de­ dos, trab ajan cuanto pueden por do­
pende de la bondad y buena disposición m inar al pueblo y apartarle y enaje­
de sus partes, así tam bién el orden de narle de Dios, de los deberes sagrados
Jos intereses públicos no puede ser se­ y de la fe cristiana.
guro y recto si los ciudadanos no siguen
el buen camino. Todo aquello que en 3. Anuncio del sagrado jubileo. Ro­
el orden civil y en lo que constituye la deados, pues, de tantos males, que aún
(*) Acta Sanctae Sedis, 18 (1885/86) 257-262. — Los números en el margen indican las páginas del
texto original en ASS, vol. 18. (P. H.)
— 338 —
47, 4-5 E n c íc l ic a “ Q u o d A u c t o r it a t e ” 339

resultan más graves por su m ism a du­ predicadores del Jubileo, deben ense­
ración, no hemos de d ejar pasar n in ­ ñ ar con diligencia y claridad al pueblo,
guna ocasión que ofrezca alguna espe­ que no sólo la ley Evangélica, sino la
ranza de aliviarlos. Con tal designio y m ism a razón n atural prescribe el deber
esperanza hemos de anunciar el sagra­ que tiene cada uno de dom inarse a sí
do Jubileo, avisando y exhortando a propio y tener enfrenadas las pasiones,
cuantos desean la salvación, p ara que y que las culpas no pueden expiarse
se recojan un poco, y levanten m ás alto sino por la penitencia.
sus pensam ientos apegados a la tierra.
Lo cual ha de ser saludable, no sólo a O rden T ercera F ranciscana. Y p ara 259
los individuos, sino a la sociedad tam ­ que esta virtud se arraigue y dure, no
bién; pues cuanto cada uno adelante en dejaría de ser oportuno ponerla bajo la
la perfección de su espíritu, tanto más tutela y guarda de una Institución esta­
añadirá de m oralidad y virtud a la vida ble. Fácilm ente comprenderéis, Venera­
y costum bres públicas. bles Herm anos, que estas palabras van
dirigidas a que perseveréis en proteger
4. E sm erada prep aració n : a) P eniten­ y propagar en vuestras respectivas Dió­
cia y tem planza. Com prenderéis em pe­ cesis la Orden Tercera de S an F ran ­
ro, Venerables Herm anos, que el de­ cisco, llam ada seglar. Mucho han de
seado éxito de este asunto depende en valer, en efecto, para conservar y fo­
gran parte de vuestro celo y diligencia, m entar en el pueblo cristiano el espí­
pues es necesario p rep arar conveniente ritu de Penitencia, los ejemplos y la in ­
y esm eradam ente al pueblo p ara que tercesión del V. Padre S an F rancisco
reciba como es debido los frutos que de Asís, que unió con la m ás perfecta
se le ofrecen. Así, pues, vuestra caridad inocencia tanto ardor de m ortificación
y sabiduría se encargará de confiar este de sí mismo, que parece llevaba la
asunto a sacerdotes escogidos, p ara que imagen de Jesucristo, no menos en la
instruyan al pueblo con piadosos ser­ vida y las costumbres, que en las llagas
mones acom odados a la com prensión im presas por Dios en su cuerpo. Las
de la m ayoría del pueblo, y principal­ leyes de esa Orden, que oportunam ente
mente le exhorten a la penitencia, que, hemos templado, son suavísimas, y tie­
según S án Agustín , es la pena cotidia­ nen gran im portancia para la virtud
na de los fieles humildes y virtuosos, cristiana.
por la cual herimos nuestros pechos di­
ciendo: Perdónanos nuestras deudas(D. 5. b) O ración y confianza. F u n d án ­
No sin motivo citamos en prim er lugar dose toda esperanza de salvación en
la penitencia, y la voluntaria m ortifica­ medio de tantas necesidades privadas
ción corporal, que es parte de ella. Co­ y públicas, en el patrocinio y am paro
nocéis el carácter de nuestro siglo: gusta del Padre Celestial, desearíam os tam ­
a los más vivir delicadam ente y no obrar bién en gran m anera que renaciese el
nada con virilidad y grandeza de alma. espíritu constante de oración unido con
Estos, cayendo en otras m uchas debili­ la confianza. En todos los momentos
dades, fingen con frecuencia pretextos solemnes de la sociedad cristiana, cuan­
para quebrantar las saludables leyes de do la Iglesia, se vió oprim ida por peli­
la Iglesia, alegando que se les impone gros externos o calam idades internas,
una carga superior a sus fuerzas al Nuestros predecesores, alzando los ojos
m andarles abstenerse de cierto género suplicantes al cielo, enseñaron conve­
de m anjares, o ayunar unos pocos días nientem ente de qué modo y en dónde
al año. Enervados por esta costum bre, había de buscarse luz para el espíritu,
no es de m aravillar que poco a poco fuerza para la virtud y remedios ade­
se entreguen del todo a los insaciables cuados a las circunstancias. Tenían
apetitos. P or tanto, es preciso excitar siempre ante los ojos aquellos p re­
a la tem planza los ánimos decaídos o ceptos de J esucristo: Pedid y se os
propensos a la molicie; por lo cual los1 (Jará(2); conviene orar siempre y nunca
(1) S. Agustín, Epist. 108 (Migue PL. 33 [Episl. (2) Mat. 7, 7.
265} col. 1089).
340 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1885) 47, 6-7

desfallecer^ . Eco de estos preceptos recordam os aquí de nuevo esta ense­


es la voz de los Apóstoles: Orad sin ñanza, Venerables Hermanos, celado­
intermisión(4): ruégoos, pues, ante todo res de la disciplina eclesiástica y de la
que hagáis plegarias, oraciones, peticio­ m utua caridad, porque queremos que
nes y acciones de gracias por todos los empleéis sin cesar vuestra vigilancia y
hom bres^. vuestra autoridad en evitar ese m al tan
Con no menos agudeza que verdad grave. Procurad con vuestros consejos,
escribió a este propósito S an Juan exhortaciones y reprensiones, que to­
Crisóstomo aquel símil: así como al dos sean solícitos en conservar la uni­
hom bre que nace desnudo y necesitado dad de espíritu por los vínculos de la
de todo, le dió la naturaleza m anos con paz, y para que se reduzcan a su deber
que proporcionarse lo necesario para vi­ los que prom uevan disensiones, recor­
vir: así, en lo sobrenatural, en que nada dando sin cesar que el Unigénito Hijo
puede alcanzar por sí solo, le concedió de Dios en el momento de acercarse sus
el Señor la facultad de orar, con la cual, últimos tormentos, nada pidió a su P a­
oportunam ente empleada, alcanzase fá ­ dre con tanta vehemencia como el que
cilmente lo necesario p ara su salvación. se am asen entre sí los que creyesen o
hubiesen de creer en él, para que todos
El santo R osario. De todo esto dedu­ sean uno, así como tú, Padre, lo eres
cid, Venerables H erm anos, cuán grato conmigo y yo contigo, para que ellos
y satisfactorio Nos es vuestro celo em ­ también sean una misma cosa con nos­
pleado en prom over la devoción del otros(6L
santísimo Rosario, propuesta por Nos
principalm ente en estos últimos años. 7. Los tesoros espirituales. Así pues,
No m erece pasarse en silencio el incre­ por la m isericordia de Dios om nipoten­
mento que con ella parece haber tom a­ te, y confiados en la autoridad de los
do casi en todas partes la piedad popu­ bienaventurados Apóstoles S an P edro
lar; pero es preciso poner sumo cui­ y S an P ablo, por la potestad de atar y
dado en que m ás y m ás se encienda y desatar que el Señor, aunque indignos,
se conserve con perseverancia. Ninguno Nos ha otorgado, concedemos a todos
de vosotros ex trañará que insistamos y cada uno de los fieles de ambos se­
en exhortar a lo que ya m ás de una xos plenísim a indulgencia de todos sus
vez hemos exhortado, pues bien sabéis pecados en form a de Jubileo general;
cuánto im porta que entre los cristianos pero con la condición y ley de practicar
florezca la práctica del Rosario de Ma­ dentro del próxim o año 1886 lo que a
ría, y conocéis perfectam ente que es continuación se expresa:
una parte y form a del espíritu de ora­
ción de que os hablo, bellísima, acom o­ Las condiciones: en Roma. Los que
dada a Nuestros tiempos, fácil de prac­ m oren en Piorna como vecinos o hués­
ticar y m uy fructuosa. pedes, visitarán dos veces la Basílica
Lateranense, la Vaticana y la Liberiana,
6. c) La m utua caridad. Mas como, y en ellas orarán por algún rato fervo­
según arriba indicamos, el prim ero y rosam ente al Señor, según N uestra in­
principal fruto del Jubileo debe ser la tención, por la prosperidad y exaltación
m udanza de la vida y el adelanto dé de la Iglesia católica y de esta Sede
la virtud, creemos especialmente nece­ Apostólica, por la extirpación de las
sario h u ir de aquel m al que dejamos herejías y la conversión de todos los
señalado en N uestra anterior Encíclica. pecadores, por la concordia de los P rín ­
Nos referim os a las intestinas y casi cipes cristianos y por la paz y unidad
domésticas discordias de algunos de los de todos los fieles. A yunarán dos días
Nuestros, que disuelven o relajan pol­ con abstinencia de carne, fuera de los
lo menos el vínculo de la caridad, con días no com prendidos en el indulto
incalculable daño de las almas. Os3 cuadragesimal, o por otra razón con-
(3) Luc. 18, 1. (5) I Tim. 2, 1.
4 7 , 8-9 E n c íc l ic a “ Q u o d A u c t o r it a t e ” 341

sagrados a ayuno de estricta obligación justa, no puedan practicar las mencio­


por precepto de la Iglesia; recibirán nadas obras o alguna de ellas, que pue­
además, confesados debidam ente sus da el confesor conm utárselas en otras
pecados, el Santísim o Sacram ento de obras piadosas, facultando además p a­
la Eucaristía, y cada uno, según sus ra dispensar de la Comunión a los ni­
facultades, y consultándolo con su con­ ños que aún no han sido admitidos a
fesor, dará alguna lim osna p ara una la prim era.
obra piadosa. Dejamos en com pleta li­
bertad de elegir la que más agrade a Confesores. Facultam os tam bién a
cada cual; sin embargo, creemos opor­ todos y cada uno de los fieles, tanto
tuno designar dos especialmente, en las seglares como eclesiásticos, seculares y
cuales estará perfectam ente em pleada regulares de cualquier orden o Institu­
la caridad, am bas necesitadas en m u­ to, aun de los que sea preciso nom brar
chas partes de auxilio y am paio, am bas especialm ente, p ara que a este efecto 262
iio menos útiles a la sociedad que a la puedan elegir cualquier presbítero de
Iglesia, a saber: las escuelas privadas los actualm ente aprobados por confesor
de niños y los seminarios eclesiásticos. sea secular o regular; y de esta facultad
pueden usar las Religiosas, las novicias
Las condiciones: fuera de Roma. To­ y las demás m ujeres que vivan en la
dos los demás que vivieren en cual­ clausura; con tal que el Confesor esté
quier punto fuera de Roma, visitarán aprobado por las Monjas. A los confe­
dos veces, dentro del tiempo designado, sores, con esta ocasión y solamente
tres templos, que h an de ser señalados m ientras dure el tiempo de este Jubileo,
por Vos, Venerables H erm anos, o por les concedemos todas y las mismas fa­
vuestros Vicarios u Oficiales, o de en­ cultades que les concedimos por Nues­
cargo vuestro o de ellos, por los que tra Bula Pontífices Maximi expedida el
ejercen la cura de alm as; o tres veces día 15 de Febrero de 1879, pero con
si sólo hubiese dos templos, o seis si todas las excepciones allí consignadas.
uno solo; y practicarán además todas
las obras que arrib a indicamos. Es 8. El Patrocinio de la Santísim a Vir­
Nuestra voluntad que pueda tam bién gen del Rosario. Ahora, procuren todos
aplicarse esta indulgencia, por modo con sumo cuidado agradar a la gran
de sufragio, a las alm as de los que m u­ Madre de Dios tributándole en ese tiem ­
rieron unidos con Dios por la caridad. po m uy especial culto y reverencia;
Os autorizam os adem ás p ara que podáis pues queremos que este santo Jubileo
reducir a m enor núm ero, según vuestro se celebre bajo el Patrocinio de la San­
prudente arbitrio, estas visitas, para tísim a Virgen del Rosario, y con su
cualesquiera Cabildos y Congregacio­ ayuda esperamos que muchos serán
nes, tanto de seculares como de regu­ los que laven su alm a de pecados y
lares, Cofradías, herm andades, corpo­ revivan a la fe, la piedad y la justifi­
raciones o colegios que visitaren pro- cación, no sólo con la esperanza de su
fesionalmente las Iglesias referidas. salvación, sino con auspicios de días
más tranquilos.
V iajeros y Religiosos. Concedemos
igualmente que los navegantes y via­ 9. Conclusión. Como augurio de es­
jeros, al llegar a su domicilio o a deter­ tos beneficios celestiales y testimonio
minado punto de parada, puedan ganar de Nuestra paternal benevolencia, otor­
la mism a indulgencia visitando seis ve­ gamos gustosísimos en el Señor la ben­
ces el tem plo principal y practicando dición Apostólica a vosotros, al Clero
lo demás arrib a prescripto. Concedemos y a todo el pueblo encomendado a
tam bién a las personas regulares de vuestro celo y vigilancia.
ambos sexos, inclusas las que viven en Dado en Roma, en San Pedro, el día
perpetua clausura, así como a cuales­ 22 de Diciembre del año 1885, octavo
quiera otras, tanto seglares como ecle­ de Nuestro Pontificado.
siásticas, que por estar encarceladas,
enfermas, o por cualquiera otra causa LEON PAPA XIII.
4EB

ENCICLICA “QUOD MULTUM DIUQUE” >


(22-VIII-1886)

A LOS OBISPOS DE HUNGRIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
í. El m otivo: la reconquista de Bu­ a la diligencia apostólica de I nocencio ,
dapest y festividad de San Esteban. y conseguida la cual comenzó a debili­
Lo que desde hace tiem po deseábamos tarse el poder de los M ahometanos en
mucho, es decir, que pudiésemos por Europa. Ya antes de dicha época pro ­
medio de Letras N uestras hablaros co­ curaron Nuestros predecesores en an á­
mo lo habíam os hecho con los Obispos logas circunstancias aum entar el pode­
de algunas otras naciones, con el p ro ­ río de H ungría con auxilios, consejos,
pósito de com unicaros Nuestras refle­ dinero y confederaciones. Desde Calix­
xiones sobre lo que parecería oportuno to III hasta I nocencio XI m uchos son
p ara la prosperidad del cristianism o y los Romanos Pontífices, cuyo nom bre
la salvación de los húngaros, se cum ­ podría citarse para encomio personal
plió en estos mismos días ofreciéndo­ como testimonio de esto. Baste uno sólo
senos u na oportunidad sin igual por para prueba: Clemente VIII, al cual
cuanto H ungría celebra con alborozo se dió testimonio público de agradeci­
el segundo aniversario de la liberación miento, según decreto del suprem o con­
de Buda. sejo del Reino, porque sólo él, abando­
P ronto resonará entre los patrióticos nados y casi perdidos sus propios bie­
aplausos de los húngaros, la p ara siem­ nes, con diligencia y esplendidez les
pre insigne alabanza de que vuestros prestó su ayuda cuando Estrigonia y
m ayores con arro jo y constancia lo­ Vincestgraz fueron rescatados del do­
g raran recuperar su ciudad capital ocu­ m inio de los Turcos. Así pues, como la
pada por espacio de siglo y medio por Sede Apostólica no desam paró al linaje
los enemigos. E n m em oria de este be­ de los húngaros, cuando se hallaba en
neficio divino, I nocencio XI, Pontífice lucha con los enemigos de la religión 98
Máximo decretó, que el día posterior y las costum bres cristianas, así tam bién
a las calendas de Septiembre, fecha del en estos momentos en que el recuerdo
fausto acontecimiento, se celebraran en de narración tan feliz im presiona agra­
todo el orbe cristiano solemnes cultos dablemente el ánimo, llena de gozo se
en honor de S an E steban, el prim ero une a vosotros en esa com unión de
de vuestros reyes apostólicos. justa alegría; y teniendo en cuenta la
diversidad de circunstancias, sólo anhe­
La Santa Sede siem pre ayudó a lamos y pretendem os confirm ar al pue­
H ungría. Dem asiado conocido es, por blo en la profesión católica y ayudar a
cierto, el poderoso influjo, no el último la vez, en la m edida de Nuestras fu er­
en verdad, que la Sede Apostólica ejer­ zas, a disipar los peligros comunes; con
ció en tan fausto acontecimiento, n a ­ lo cual conseguiremos prestar un ser­
tural consecuencia de la preclara victo­ vicio a la salud pública.
ria obtenida tres años antes sobre el
mismo enemigo en Vindobona, y que 2. El suprem o don, la Religión Cató­
no sin razón se atribuye en gran parte (*) lica. La m ism a H ungría es testim onio
(*) Acta Sanctae Sedis, yol. XIX, p. 97.
— 342 —
4 8 ,3 E n c íc l ic a “Q u o d m ultum ” 343

de que Dios no puede conceder a los nal de la Iglesia a los pueblos com arca­
hom bres y las naciones ningún bien nos. Juntam ente con la fe católica reinó /
m ayor que recibir con su auxilio la en el rey apostólico, en los Obispos y
verdad católica y perseverar en ella. en todo el pueblo, una obediencia y
E n dicho beneficio, de suyo excelente, piedad hacia la Sede de Pedro; como
se incluye adem ás un conjunto de di­ asimismo aparece, confirm ada con per­
versos bienes, con cuyo influjo no sólo petuos testimonios, una voluntad p ro ­
cada hom bre puede conseguir su felici­ picia y una paternal benevolencia por
dad en el cielo, sino que pueden las parte de los Romanos Pontífices para
naciones lograr tam bién la verdadera con 7os húngaros. Y hoy, en el decurso 99
prosperidad y grandeza. Penetrado de tantos siglos y acontecimientos, p er­
bien de estas ideas el prim ero de los manecen por bondad divina las relacio­
reyes apostólicos nada pedía a Dios nes de los prim eros tiempos, y aquellas
con tan ta vehemencia, nada en toda su virtudes de vuestros antepasados están
vida procuró con m ás empeño y rea­ vivas todavía en sus descendientes. Me­
lizó con m ás constancia, que inculcar recen en verdad alabanza los trabajos
la fe católica a todo el reino y consoli­ empleados, no sin efecto, en el m iniste­
darla desde un principio sobre estables rio episcopal; el alivio de las calam ida­
fundam entos. Así pues, comenzó m uy des; el empeño puesto en defensa de
luego entre los Romanos Pontífices, re­ los derechos de la Iglesia; la constante
yes y pueblo de H ungría aquella co­ y anim osa voluntad en conservar la fe
rrespondencia de favores y deberes, cristiana.
que ninguna edad subsiguiente hizo 3. Los peligros comunes de hoy. Re­
desaparecer. Estableció y fundó E ste­ cordando estas cosas se regocija el áni­
ban el reino, pero la diadem a im perial
mo movido de la placidez de la alegría,
sólo la recibió del Romano Pontífice; por lo que a vosotros, Venerables H er­
la autoridad pontificia le consagró rey, manos, y al pueblo húngaro enviamos
mas su reino fué por él ofrecido a la con agrado un aplauso merecido. Pero
Sede Apostólica; exigió con liberalidad no podemos pasar por alto y es una
no pocas sedes episcopales; creó m u­ cosa manifiesta, cuán funestos son por
chas instituciones piadosas; a cuyos doquiera los tiempos p ara la virtud,
favores correspondió a su vez la Sede cuántos los medios con que se combate
Aoostólica con sum a benevolencia e in­ a la Iglesia y cuán de tem er es, que,
dulgencia especial en m uchos asuntos. en medio de tanto peligro la com batida
Este santísim o m onarca sacó de su fe fe, llegue a debilitarse tam bién donde
y piedad la luz del consejo y la norm a era m ás firm e y ha echado profundas
más apta p ara el gobierno de la rep ú ­ raíces.
blica, y no por otro título que por sus
asiduas oraciones alcanzó aquella fo rta­ El catálogo de males. Baste recordar
leza de ánimo, con que sofocaba las aquel funestísimo principio de los m a­
criminales conspiraciones de los rebel­ les, las doctrinas del racionalismo y na­
des y reprim ía, cuando vencedor, los turalismo diseminadas a m ansalva por
ím petus del enemigo. De esta m anera, todas partes. Añádanse los innum era­
bajo los auspicios de la religión, nació bles atractivos de corrupción, la volun­
vuestra patria y bajo su guía y custodia tad adversa de la potestad pública para
llegasteis, no sólo a la perfección, sino con la Iglesia o su com pleta separación,
que tam bién a la solidez y gloria del la audacia insana de las sectas clandes­
imperio en su más alto grado. tinas y la form a de educar a la juven­
tud desligada de toda relación a Dios.
Mutuo am or de la Iglesia y de H u n ­ De aquí que ahora como nunca de­
gría. E sta fe recibida como herencia ben los hom bres conocer y persuadirse
de su padre y rey la conservó H ungría completamente, no sólo de la utilidad,
incólume y santam ente, aun en las cir­ sino que tam bién de la necesidad de la
cunstancias m ás difíciles, cuando el religión católica para la tranquilidad y
pernicioso error separó del seno m ater­ salud pública.
344 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1886) 48, 4-5

La experiencia cotidiana enseña has­ P or eso, nada más sabio y oportuiío


ta qué punto pretenden em pujar a las pueden hacer los gobernantes que p er­
repúblicas aquellos que no acostum bra­ mitir, sin poner ninguna traba, que la
ron a respetar autoridad alguna, ni re­ Religión influya en el ánimo i de la
frenar sus deseos. Cuáles son sus aspi­ m ultitud y que llam arlos con las leyes
raciones, de qué medios se valen y la a la honestidad e integridad de las
pertinacia con que la pretenden, es ya costumbres. Desconfiar de la Iglesia y
un hecho conocido por todos. Los gran­ tenerla como sospechosa a nadie puede
des imperios, las repúblicas más flore­ aprovechar, excepción hecha de los
cientes, se ven obligados a cada m o­ enemigos de la disciplina civil y a los
m ento a luchar contra esta clase de deseosos de trasto rn ar el orden de las
hom bres unidos íntim am ente por igual­ cosas.
dad de pareceres y sim ilitud de acción,
y de aquí que siempre se halle la segu­ Las leyes vejatorias. Es u n hecho
ridad pública am enazada por algún pe­ que por don divino no ha experim en­
ligro. Contra la peligrosidad tan grande tado H ungría, los grandes movimientos
de estos males, en algunas partes se ha cívicos y la acción de form idables h o r­
estatuido con saludable consejo, que se das, bajo cuyo em puje ha tem blado en
robustezca la autoridad de los m agistra­ otras partes la tranquilidad de las n a ­
dos y el rigor de las leyes. ciones. Pero los peligros inm inentes
estim ulan a Nos y a vosotros, Venera­
4. El m edio m ás oportuno: F e y bles Herm anos, a estar alerta y a p ro ­
am or a la Iglesia. Mas, en verdad, p ara curar con esfuerzo cada día creciente,
im pedir los terrores del socialismo, sólo a que florezca y se vigorice ahí el nom ­
existe un medio oportunísim o y efica­ bre de la religión y sigan disfrutando
císimo, abandonado el cual, de poco de prestigio los institutos cristianos.
sirve el tem or a las sanciones para P or esta razón es de desear, en prim er
ap artar a nadie de ellos; el medio con­ térm ino, que la Iglesia goce en todo el
siste en que se instruya a fondo a los reino de H ungría de aquella plena e
cuidadanos en la religión y que se los íntegra libertad, de que gozaba en otro
contenga por medio de la reverencia y tiempo y que servía para la utilidad
am or a la Iglesia. Es, en efecto, la Igle­ común. Con gran vehemencia, pues,
sia la protectora santísim a de la Reli­ deseamos que desaparezcan de las le­
gión, la m adre y m aestra de la inocen­ yes lo que está en oposición con los
cia, de las costum bres y de todas las derechos de la Iglesia, lo que dism inuya
virtudes, que naturalm ente nacen de la su esfera de acción, y contraríe la pro ­
Religión. Todo el que observe religiosa fesión de la religión católica. P ara con­
e íntegram ente los preceptos del E van­ seguir esto, en lo que a Nos v a vos­
gelio, se halla alejado por solo este he­ otros sea por las leyes permitido, de­
cho de toda sospecha de socialismo. bemos trab ajar con constancia como
Del mismo modo, en efecto, que la otros m uchos esclarecidos varones tra ­
Religión m anda venerar y tem er a Dios, bajaron.
ordena tam bién someterse y obedecer
a la autoridad legítim a; prohíbe hacer 5, Los deberes del católico. E ntre
sediciones tum ultosas, prescribe respe­ tanto y m ientras existan aquellas dispo­
ta r los bienes y derechos del prójim o siciones legales, de que hablam os, a
y a los que poseen riquezas en abun­ vosotros corresponde, procurar que n a ­
dancia ordena que socorran con largue­ da dañe la salvación de los ciudadanos
za a la m ultitud necesitada. Ama con e inculcarles cuáles son los deberes de
entusiasm o a los pobres; rem edia a los cada uno en esta m ateria. Indicarem os
desgraciados con suavísimo consuelo y algunos puntos que parecen ser más
con la esperanza de bienes m ejores e perniciosos que los demás.
inm ortales, tanto m ayores cuanto más Así pues, el principalísim o deber, no
grave y continuo haya sido el trabajo circunscripto a edad alguna del hom ­
del hom bre. bre, es el de abrazar la verdadera relb
4% 6-7 E n c íc l ic a “ Q u o d m u l t u m ” 345

gióm Ninguna edad es débil para el no pueden tener buen resultado, a no


reino de Dios. Como cada cual conoce ser que sean guiados por Dios y la
este deber, debe cum plirlo sin dem ora; Iglesia. Despojada de estas condiciones
de esta voluntad de cum plirlo, empero, la unión m arital, reducida a la servi­
brota el correspondiente derecho santí­ dum bre de la pasión, contraída contra
simo que no puede violarse sin gran la voluntad de Dios, despojada a su vez
iniuriá. P or idéntica razón es deber de todo auxilio celestial, rota asimismo
cierlísim o y gravísim o de los que ejer­ toda com unión de vida con lo que más
cen la cura de alm as y es el de incor­ interesa al hombre, con la religión, ha
porar a la Iglesia a todos los que en de producir necesariam ente frutos fu ­
edad m adura p ara juzgar pidan ser nestísimos de destrucción de la familia
incorporados. P or eso, si los que tienen y de la sociedad.
cura de alm as son obligados a obrar P or esta razón m erecieron bien, no
contra ese deber o derecho es necesario sólo de la religión sino que tam bién de
qué prefieran soportar la severidad de la patria, aquellos católicos, que hace
las leyes hum anas a provocar la ira de dos años, al solicitarse a la Cám ara de
Dios vengador. legisladores húngaros que declarara le­
gítimos los m atrim onios de los cristia­
6. El m atrim onio. P o r lo que se re ­ nos con los hebreos, rechazaron por
fiere a la sociedad conyugal, trabajad, unanim idad y con energía dicha pre­
Venerables H erm anos, p ara grabar en tensión y consiguieron que prevale­
los ánimos la doctrina católica sobre ciera la antigua ley de los matrim onios.
la santidad, unidad y perpetuidad del Al voto de los legisladores se agregó de
m atrim onio; recordadles sin cesar que todas las regiones de H ungría el pare­
los m atrim onios de los cristianos están cer afirm ativo de m uchísim as personas
sujetos por su naturaleza a la sola po­ que confirm aban con abundante testi­
testad eclesiástica; explicad lo que pien­ monio creer y sentir la m ism a doctrina.
sa y enseña la Iglesia del matrimonio Empléese sem ejante unanim idad y an á­
llamado civil; la form a en que los ca­ loga energía de ánimo cuantas veces se
tólicos deben obedecer esta ley; que no lucha en defensa de la verdad católica,
es lícito a los cristianos, aun en circuns­ ya se conseguirá la victoria; por lo m e­
tancias graves, contraer m atrim onio nos, la fu tu ra acción sería más viva y
con personas que no profesan la reli­ fecunda, si se desterrara la tibieza y se
gión católica, y que los que atentan desechara la indiferencia m ediante la
hacer esto sin la autorización y dispen­ cual los enemigos del nom bre cristiano
sa de la Iglesia pecan contra Dios y quisiesen como adorm ecer el valor de
contra la Iglesia misma. Siendo este los católicos.
asunto de tan capital im portancia, co­
mo veis, con gran diligencia y en cuan­ 7. La educación de la juventud. Ni
to les fuere posible deben p rocurar será m enor la utilidad de la sociedad si
todos, a quienes incum be este cuidado, se vela recta y prudentem ente por la
de que nadie se separe de estos m anda­ educación de la juventud, desde la más
tos bajo ningún pretexto. Con tanta m a­ tierna edad de los niños. La corriente
yor razón, cuanto que en el asunto que de nuestra edad y costum bres es tal,
Nos ocupa, como en ningún otro, se que demasiadas personas luchan con
halla unida y ligada, en virtud de cier­ sobrado empeño por sustraer a la ju ­
tos necesarios vínculos, la obediencia ventud, dedicada al estudio, de la sa­
a la Iglesia con la salud de la Repúbli­ ludable vigilancia de la Iglesia y de la
ca. Pues, la sociedad doméstica nutre virtud de la religión. Aman y ansian
y contiene un como principio y óptimo por doquiera establecer las escuelas lla­
elemento p ara la vida civil. P or eso m adas neutras, mixtas, y laicas, con la
depende de ella en gran parte el estado intención ¡claro está!, de aue los alum ­
pacífico y próspero de la sociedad. Y nos lleguen a la adolescencia en suma
tal es la sociedad doméstica cual re ­ ignorancia de las cosas santísim as y sin
sulta del éxito del m atrim onio, y éstos preocupación religiosa alguna. Dicho
346 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1886) 48, 8

mal, por ser m ás grave y hallarse más ridad del Cardenal P azmany, Arzobis­
difundido que su oportuno remedio, po de Estrigonia, el cual fundó y en ri­
vemos que engendra una generación queció con abundantes bienes el gran
indiferente a los bienes del alma, y Liceo católico Budapestino. Glorioso es
desprovista de religión y con frecuen­ recordar que un m onum ento tan céle­
cia im pía. bre fué erigido por él c o n la p u r a y
Procurad, Venerables Herm anos, con s in c e r a in te n c ió n d e p r o m o v e r la r e l i­
toda la energía posible, defender a vues­ g ió n c a tó lic a , y que fué confirm ado por
tra H ungría de calam idad tan grande. el rey F ernando II, c o n e l f in d e q u e
Instru ir a los jóvenes en las costum ­ se c o n s e r v a r a in c ó lu m e la v e r d a d d e
bres y la verdad cristiana es de trascen­ la r e lig ió n c r is tia n a , d o n d e se h a lla b a
dencia tal, no sólo p ara la Iglesia, sino en v ig o r , se r e p a r a s e d o n d e se h a lla b a
tam bién p ara la república, que no pue­ d e c a íd a y se p r o p a g a r a p o r d o q u ie r a e l
de haber m ayor. Los que juzgan con c u lto d iv in o . No pasa desapercibido a
rectitud entienden m uy bien esto. Por Nos el valor y constancia, con que h a ­
esta razón que m uchísim os católicos de béis procurado, que estos centros de
distintas regiones, ardientem ente solí­ estudios nobilísimos continuaran su la ­
citos por la cristiana educación de sus bor, siendo lo que sus fundadores de­
hijos, ponen en ello principal cuidado, searon, esto es, Institutos c a tó lic o s , cu­
sin que los desanim en los gastos y tra ­ ya adm inistración y magisterio se halla­
bajos. No con otra intención m uchos ra bajo la potestad de la Iglesia y de
húngaros luchan tam bién por lo mismo los Obispos.
y lo ponen por obra; no obstante lo Sobre este particular os exhortam os
cual perm itid, Venerables Hermanos, de especial m anera a que no escatiméis
que excitemos más y más vuestro cui­ oportunidad alguna y a que arriesguéis
dado episcopal. todo, con el fin de lograr del todo este
Nos, en verdad, en atención a la gra­ honesto y noble propósito. Y lo conse­
vedad del asunto, debemos desear y guiréis en atención a la piedad del Rey
querer, que en la educación pública de Apostólico y de los gobernantes de la
los jóvenes tenga libertad la Iglesia, república; ni es de presum ir se niegue
para cum plir aquellos deberes, que di­ a la Iglesia católica, lo que se ha con­
vinam ente se le han confiado; ni pode­ cedido a las sectas cristianas disidentes.
mos menos de alentaros a que con Y si las circunstancias aconsejan la
esmero dirijáis a este asunto vuestra institución de nuevos centros o el incre­
labor. mento de los establecidos, no dudam os
en modo alguno que sea vuestro deseo
Escuelas e institutos católicos. E ntre renovar los ejemplos de vuestros padres
tanto, am onestad una y otra vez a los e im itar su religiosidad. Más aún, ha
padres de familia, que no perm itan que llegado a conocimiento Nuestro que tal
sus hijos vayan a las escuelas elemen­ era ya vuestro pensam iento sobre la
tales donde pueda peligrar su fe cris­ oportuna palestra para la form ación de
tiana; procurad, asimismo, que haya m aestros inm ejorables. Nuestra súplica
escuelas recom endables por la pureza y exhortación es que tan saludable p ro ­
de educación y probidad de los m aes­ pósito, digno de vuestra ilustración y
tros, dirigidas por vuestra autoridad y virtud, con la ayuda de Dios, se lleve
la vigilancia del clero. Y esto debe en­ a cabo cuanto antes.
tenderse, no sólo de las escuelas de p ri­
m era enseñanza sino que tam bién de 8. La educación de los futuros sa­
los estudios y enseñanzas superiores. cerdotes. Mas si en la salud pública
A la piadosa liberalidad de los antiguos influye en gran m anera la educación
y en especial a la m unificencia de vues­ de los jóvenes en general, con m ayor
tros reyes y obispos se debe la erección razón debe esto decirse de los que aspi­
de m uchos y nobles centros de ense­ ran al sacerdocio. A ellos principalm ente
ñanza. Florece entre vosotros en m e­ debéis atender, Venerables Herm anos;
m oria y elogio de la agradecida poste­ en este asunto debéis agotar la mayor
48, 9 E n c íc l ic a “ Q u o d m u l t u m ” 347

parte de vuestros desvelos y trabajos; cicios al continuado progreso en las


pues son los jóvenes clérigos la espe­ virtudes sacerdotales. De la actividad y
ranza y como la iniciada form a de los diligencia puesta en la educación de los
sacerdotes; y m uy bien conocéis vos­ Sacerdotes, percibiréis frutos muy ape­
otros, que la gloria de la Iglesia y la tecibles y conoceréis que vuestro cargo
m ism a salvación eterna de los pueblos episcopal se alivia p ara gobernar y
estriba de un modo m uy principal en resulta abundante en utilidad.
los Sacerdotes.
Dos cosas son de todo punto indis­ 9. El cuidado de los sacerdotes. Mas
pensables en la educación de los clé­ es necesario que se extienda aún más
rigos: ciencia p ara cultura de la mente, allá vuestro cuidado paternal; a saber:
y virtud p ara la perfección del alma. A que acom pañe a los sacerdotes en el
las hum anidades, en que suele in stru ir­ mismo desempeño de las funciones sa­
se a los adolescentes, deben añadirse gradas. Con la habilidad y suavidad
las enseñanzas sagradas y canónicas, que a vuestra caridad corresponde,
pero con cautela, de suerte que su nrocurad que en modo alguno se apo­
doctrina sea sana, completam ente pura, dere de ellos el espíritu profano, que
conform e del todo con los documentos no les guíe el deseo del propio prove­
de la Iglesia y adornada, ahora más cho o la preocupación por los negocios
que nunca, de tal eficacia y virtud, que m undanos, más aún, deben sobrepujar
sea poderosa para exhortar... y argüir a todos en virtud y buenos ejemplos,
a los que contradicen Pi. sin renunciar jam ás al espíritu de ora­
Cuando se abandona la santidad de ción y celebrando castam ente los m is­
vida, 7a ciencia hincha, no edifica; mas terios santísimos. Form ados y robuste­
ella com prende no sólo las buenas y cidos con estos auxilios, cum plirán de
honestas costumbres, sino que tam bién buen grado los continuos trabajos del
aquel conjunto de virtudes sacerdota­ cargo sagrado y se dedicarán con ardor,
les, que engendra buenos sacerdotes a como es justo, a la instrucción de los
semejanza de Jesucristo sumo y eterno pueblos, ante todo por medio del m i­
Sacerdote. nisterio de la predicación y adm inistra­
ción de los Sacramentos.
Sem inarios. A esto tienden los sa­ Y para restablecer sus fuerzas espi­
grados Seminarios, y vosotros, V enera­ rituales, que la debilidad hum ana no
bles Herm anos, tenéis no pocos, desti­ puede continuam ente m antener vigoro­
nados unos a la educación de los niños sas nada más a propósito, según cos­
que aspiran al estado clerical, y otros tum bre antigua y m uy fructuosa por
a la educación de los clérigos. E n ellos cierto, que se retiren de tiempo en
debéis tener principalm ente fijos vues­ tiempo a m editar con constancia. Oca­
tros pensam ientos y cuidados; haced sión oportuna se os presentará, Vene­
que los Profesores sean varones ins­ rables Herm anos, en las visitas pasto­
truidos, en los que se armonice, la p u ­ rales de conocer el talento y virtudes
reza de doctrina y la inocencia de cos­ de cada cual, como asimismo de juzgar
tum bres, de modo que en un asunto de qué medio deba emplearse con prefe­
tan capital im portancia podáis deposi­ rencia en cada caso particular para
tar en ellos con plenísimo derecho toda prohibir o rem ediar los males, si acaso
vuestra confianza. existan. Por esta m ism a razón, a fin
Elegid los Prefectos de disciplina y de que no se relaje la fuerza de la
los m aestros espirituales m ás recom en­ disciplina eclesiástica, debe emplearse,
dados por su prudencia y experiencia, cuando se juzgue necesario, una justa
y ordenad con la autoridad vuestra la severidad conform e a los sagrados cá­
vida de com unidad en form a tal que nones; y entiendan todos que, como el
lejos de h allar los alum nos cosa alguna sacerdocio, así tam bién los diversos
contraria a la piedad, abunden todos grados de dignidad no deben ser sino
los medios de que se nutre la piedad, y prem io de excelentes cuidados y, en
que se les estimule con oportunos ejer­1 consecuencia, deben reservarse a los
[1] II Timot. 3, 16.
348 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1886) 48, 10-12

que sirvieron a la Iglesia, a los que la fe y costum bres cristianas y dan lu ­


derram aron su sudor en p rocurar la gar a hechos torpes y perniciosos.
salvación de las alm as y a los que
sobresalgan en integridad de vida y en 11. Contra las instituciones inmora­
doctrina. les. Es, por últim o, necesaria una con­
tinua y enérgica lucha contra las socie­
10. Solicitud por el pueblos cristia­ dades inm orales, cuyo contagio debe
no. A dornando el Clero con estas cua­ prevenirse con todos los medios, princi­
lidades, no poco se h ab rá atendido al palm ente con los que hemos propuesto
pueblo, el cual, como am a a la Iglesia otras veces en Nuestras cartas Encícli­
y practica la religión de sus antepasa­ cas. Tanto m ayor ha de ser el cuidado
dos, con facilidad y de buen grado re­ que debéis em plear en este asunto,
verenciará a los sagrados ministros. cuanto más numerosas, pudientes y
poderosas sean dichas sociedades.
No obstante esto, no debéis om itir
cosa alguna que juzguéis oportuna, p a­ 12. Conclusión. Esto es, Venerables
ra conservar íntegram ente en la m ul­ H erm anos, lo que, cediendo al im pulso
titud la doctrina católica y p ara hacer de la caridad, teníam os el propósito de
brillar en las acciones, vida y costum ­ escribiros, confiados en que toda la
bres, las enseñanzas evangélicas. T ra­ Nación húngara ha de recibirlo con
bajad por que se celebren con frecuen­ anim osa voluntad de obediencia.
cia cursos religiosos de cultura espiri­ El triunfo obtenido gloriosam ente
tual, y nom brad presidentes de ellos a por vuestros padres en Buda contra
varones de reconocida virtud, anim a­ enemigo tan terrible, no se conquistó
das por el espíritu de Jesucristo e in ­ solam ente por su bélico ardor, sino
flam adas en el am or del prójim o. P ara por la virtud de la Religión, la cual,
extirpar aún ios errores deben difun­ así como ocasionó en principio la p re­
dirse por todas partes escritos saluda­ ponderancia y autoridad de vuestro
bles, los cuales a la vez que lleven im perio, así tam bién os será en lo su­
im preso el sello de la verdad, conduz­ cesivo, p ren d a segura de vuestra gran ­
can a la virtud. Con tal laudable y deza p atria y de vuestra gloria exte­
fructuoso propósito se han fundado ya, rior.
según Nos consta, algunas sociedades, Anhelamos que logréis estos hono­
y no en vano han empleado sus esfuer­ res y bienes y lo suplicam os por la
zos. Nuestro ardiente deseo es, pues, m ediación de la Virgen Madre de Dios,
que se aum enten en núm ero y florezcan a quien está consagrado el reino de
cada día por sus abundantes resultados. H ungría y de la cual tomó su nom bre;
Tam bién querem os que excitéis a to­ a este mismo fin invocamos la ayuda
dos y en especial a los que más se de San E steban, p ara que con volun­
distinguen por su doctrina, fortuna, tad propicia, como confiadam ente es­
dignidad y poder, p ara que en toda la peramos, m ire desde el cielo y proteja
extensión de la vida defiendan con con su poderoso patrocinio vuestra
gran diligencia, así en público como república herm oseada y engrandecida
privadam ente, el nom bre de la religión, por él con innum erables beneficios.
la causa de la Iglesia, bajo vuestro Alentados con esta esperanza, a vos­
auspicio y dirección trabajen con valor otros, Venerables H erm anos, al Clero
y no rehúsen p restar su ayuda y en­ y a todo vuestro pueblo, os damos
grandecer todo lo instituido o que se am orosam ente en el Señor, como aus­
instituya en provecho de la religión ca­ picio de los dones celestiales y en tes­
tólica. tim onio de N uestra p atern al benevo­
lencia, la bendición Apostólica.
Es necesario tam bién oponer resis­
tencia a ciertas opiniones falaces, dis­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
curridas en m ala hora p ara favorecer el 22 de Agosto del año 1886, noveno
los intereses privados, los cuales con­ de N uestro Pontificado.
trarían abiertam ente los preceptos de LEON PAPA XIII
4EO

ENCICLICA “PREGRATA NOBIS ACCIDIT” <*>


(14-IX-1886)

A LOS OBISPOS DE PORTUGAL

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

9 1. Motivo de la Carta pontificia: El un poderoso auxiliar en vuestra p ru ­


convenio con la Santa Sede. Sobrem a­ dencia y desvelos espiscopales, en la
nera grato Nos h a sido el aconteci­ aptitud y virtud del Clero, y en la bue­
m iento de v uestra epístola colectiva, na voluntad del pueblo Lusitano. Tam ­
que recibim os en el mes anterior, tes­ bién creemos que, en causa tan noble
tim onio principalísim o de que, así vos­ y provechosa, no han de faltarnos los
otros como vuestros conciudadanos, encargados de la adm inistración públi­
habéis reconocido de buen grado lo ca, que sin duda querrán probarnos en
convenido últim am ente entre la Sede lo sucesivo la m isma sabiduría y equi­
Apostólica y el Reino Lusitano, y de dad de que Nos dieron pruebas m uy re­
que lo celebráis, considerándolo una cientes, m ucho más cuando no es nuevo
em presa feliz que ha de co n trib u ir no e inusitado entre los Portugueses, sino
poco al bien de la nación. m uy antiguo, y tiempo ha celebrado,
Según habéis visto, N uestro p ropó­ su celo por la fe católica y su afán por
sito en todo este asunto, ha sido ente­ m erecer bien de la Iglesia.
ram ente de que se conservasen p ara 2. Portugal, nación descubridora y
la dignidad regia cuantas distinciones misionera. Aunque está situada Lusi­
los Romanos Pontífices habían o torga­ tania en el extremo occidental de la
do a vuestros Reyes, tan acreedores al Península Ibérica, y m etida en más
nom bre de católicos, así como pro cu ­ estrechos límites, vuestros Reyes, sin
ra r una situación m ejor y m ás venta­ embargo, con no poca gloria y prez
josa p ara la Iglesia cristiana en las extendieron su dom inación por el Afri- 210
Indias. Nos parece h ab er conseguido ca, el Asia y la Oceanía, de tal suerte,
en parte este propósito confiando a l­ que de las naciones más aventajadas, a
canzar con el don y favor de Dios, lo ninguna fué jam ás en zaga Portugal,
que resta. y superó a m uchísimas.
Al contem plar el resultado de que Mas ¿dónde, creéis, adquirieron el
hablamos, por Nos tan apetecido, bien em puje de tales em presas que iguala
podemos prever p ara el futuro, y no su m agnitud? Si a discernir con recto
sólo augurar, sino abrigar la esperanza criterio vamos, en el am or y sentim ien­
cierta de que continuará el nom bre tos religiosos. Sábese que los expedi­
cristiano floreciente aún en vuestra cionarios a tales naciones desconocidas
Lusitania p ara bienestar común, y de y bárbaras, a través de mil trabajos y
que recibirá cada día más y más in ­ peligros, no llevaban otra disposición
cremento. de ánimo que servir antes bien a Cristo
P ara que corresponda el éxito a esta Señor, que procurar o la propia utili­
esperanza, Nos seremos los prim eros dad o la gloria; más deseaba im plan­
en poner de N uestra parte cuanto po­ tar el nom bre cristiano que difundir
damos, con tal que Dios nos asista los horizontes de su imperio. A la vez
propicio, no dudando que hallarem os que la imagen expresa de las llagas de
( * ) A S S 19 ( 1 8 8 6 /8 7 ) 2 09-215. V e r s ió n r e v is a d a p a r a la 2? e d ic j ó n , t o m a n d o p o r g u ia e l te x t o la t in o .
— Los números marginales in d ic a n la s p á g in a s d e l t e x t o o r i g in a l e n A S S , v o l. 19. ( P . I I.)
— 349 —
350 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1886) 4 9 , 3-5

Jesucristo, su lábaro nacional, solían cuidado lo pactado sino que contribui­


vuestros antepasados enarbolar al fren ­ rán con Nosotros a rep arar los daños
te de sus ejércitos la Cruz sacrosanta que ha recibido la Iglesia en ese país.
en las galeras y en el cam po de batalla, 4. El m al com ún. No son por cierto
p ara venerar y confiar animosos en de poca m onta, si se considera la con­
ella de tal modo, que no tanto a las dición de vuestro Clero y de las Orde­
arm as como al am paro de la Cruz nes religiosas, cuya ruina, no sólo en la
atribuyeron siempre la consecución de Iglesia ha redundado, sino en el Estado,
las más señaladas victorias de im pere­ que ha sentido los efectos de arreb atár­
cedera gloria. sele auxiliares prudentes y celosos, cu- 211
Pero más brilló esta piedad cuando yos servicios hubieran valido m ucho
los Reyes de Portugal buscaban afano­ para form ar las buenas costum bres del
sos, haciendo venir hasta de países pueblo, para educar a la juventud, y
extranjeros, a varones apostólicos, que hasta para crear colonias cristianas;
continuasen las huellas de F rancisco hoy m ás que nunca, por cuanto divisa­
J avier, a quienes los Romanos P ontí­ mos en el Africa interior un campo
fices honraron más de u n a vez confi­ vastísimo, abierto a la exploración por
riéndoles la potestad de Nuncios apos­ las naciones cristianas.
tólicos. De singular e inm ortal m em o­ Las causas. Si atendem os a las ra í­
ria fué sin duda la gloria de vuestros ces mismas de todos estos males, vere­
antepasados haber sido los prim eros mos que no es su única ni su principal
en llevar a las más apartadas regiones causa el desenfreno de la im piedad
la luz de la fe cristiana, y haber con­ que tanto se extendió en el pasado siglo,
traído p ara con la Sede Apostólica por penetrando y difundiéndose cual enfer­
tan señalado servicio un m érito muy m edad contagiosa en los espíritus de
excelente. vuestros fieles, trayendo su invasión
N unca Nuestros predecesores dejaron daños de im portancia; sin embargo, no
de m anifestar a vuestra Nación la gra­ parecen andar m uy lejos de la verdad
titud más rendida, testim onio elocuen­ los que piensan que la ruina m ayor se
te de lo cual son las singulares distin­ debe a las facciones de los partidos p ú ­
ciones a sus Reyes. blicos, a las discordias civiles y a las
3. Las actuales relaciones con la borrascas de las sediciones populares.
Iglesia. P o r lo que a Nos toca, cuantas 5. Fidelidad al Rom ano Pontífice.
veces m editam os las grandes hazañas Ninguna fuerza ni arte pudieron jam ás
que llevó a cabo un pueblo no tan n u ­ destruir el m érito de la religión de los
meroso, salta de gozo Nuestro corazón: portugueses, ni su antigua fidelidad al
tom ando de los Lusitanos el ejemplo de Romano Pontífice.
lo que puede la influencia dé la Reli­ Aun en medio de las borrascas que
gión y de la piedad, resulta a la vez más sufrió vuestro país, siempre ha opinado
vehemente N uestra benevolencia hacia el pueblo que la alianza y concordia
vosotros, m ezclada de adm iración. Así de los reinos con la Iglesia es el más
es en efecto: parécenos haberos de­ grande principio por el que deben re?
m ostrado m uy recientem ente con he­ girse los Estados cristianos; por esta
chos el cariño paternal que os profe­ causa no sólo ha perm anecido incólume
samos; en el arreglo de las cuestiones el santo vínculo de la unidad religiosa,
sobre la India Oriental, Nos hemos sino que ha dado, con su autoridad y
conducido con Portugal con la gene­ las leyes, su fundam ento a la constitu­
rosidad y condescendencia que podía ción política. Todo lo cual, de que debe­
perm itir Nuestro cargo. Pues es justo mos alegrarnos recordándolo, demues­
que haya una buena correspondencia tra que el estado de la causa católica,
de las voluntades en d ar y recibir, m u­ aplicados los oportunos remedios, pue­
cho Nos prom etem os a N uestra vez del de sin gran dificultad m ejorarse.
buen deseo y docilidad de los gober­ Todavía está vigorosa la buena se­
nantes del Estado. Así confiamos, no milla; si la constancia de los ánimos y
sólo que p ro curarán cum plir con sumo la unión de las voluntades la hicieren
4 9 , 7 -9 E n c íc l ic a “ P e r g r a t a n o b is ” 351

desarrollarse y crecer, produciría en m eram ente políticas, con tal que no


abundancia el fruto deseado. se oponga a la Religión y a la justicia,
6. El gobierno y la religión. Los go­ así como sostener este juicio honesta
bernantes, cuya cooperación tan nece­ y legítimamente, veis, sin embargo, Ve­
saria es p ara cu rar los m ales de la nerables Herm anos, el pernicioso error
Iglesia, com prenderán fácilm ente que, de los que, no discerniendo bien lo
así como el Reino Lusitano llegó a sagrado y lo civil, aducen el nom bre de
tanta altu ra de gloria por virtud y la Religión en defensa de su partido
beneficio de la Religión católica, hay político.
sólo un camino expedito p ara rem over Empleando, pues, la m oderación y
las causas de los males: que el Estado la prudencia, no sólo no surgirá la sos­
esté siempre regido bajo la dirección pecha, sino que se m antendrá más fir­
y los auspicios de la m ism a Religión. me la unión de los católicos por Nos
Hecho lo cual, el Gobierno del Estado tan deseada. Si antes fué más difícil
se conform aría con la índole, costum ­ de conseguir, débese a que muchos te­
bres y voluntad del pueblo. La profe­ naces en su opinión más de lo justo,
sión católica encierra en sí la Religión creyeron que nunca, ni por razón al­
pública y legítim a del Reino Lusitano; guna, debían separarse del espíritu de
es por ello m uy justo que esa Religión su partido, cuyas tendencias, si bien
encuentre su defensa en la acción tu iti­ dentro de ciertos límites no pueden
va de las leyes y en la autoridad de los reprocharse, estorban m ucho la conse­
magistrados, viéndose rodeada de toda cución de aquella com pleta y tan desea­
clase de seguridades p ara conservarse da concordia.
incólume, perenne y honrada. Conser­ 8. U nidad de acción. A vosotros to­
var deben su libertad y acción legítima ca, pues, Venerables Herm anos, dirigir
el poder civil y el eclesiástico, persuadi­ toda la eficacia de vuestra actividad y
dos de que, lejos de la Iglesia de opo­ celo a rem over prudentem ente todos
nerse por envidiosa em ulación a la los obstáculos para la saludable unión
potestad civil, como una experiencia y concordia de los ánimos. Este resul­
12 continuada lo confirm a, le p resta g ran­ tado será, sin duda, según vuestro de­
de y poderosa ayuda para el bienestar seo, si ponéis m ano a la obra, no des­
de los ciudadanos y la tranquilidad unidos, sino aunando el trabajo de
pública. todos. Por eso en prim er lugar, parece
7. D eberes del clero y de los cató­ oportuna la comunicación y unidad de
licos. P or o tra p arte los investidos de plan entre vosotros, para que sea se­
autoridad sagrada deben obrar en todas m ejante el modo de obrar. Cuál debe
las funciones de su m inisterio de tal ser la elección del consejo, lo más ade­
suerte que los gobernados entiendan cuado y conducente a vuestro propó­
que pueden y deben confiar en ellos sito, sin dificultad lo discerniréis te­
lealmente, y se persuadan de que no niendo presentes Nuestras declaracio­
existe motivo p ara m antener ciertas le­ nes y prescripciones, dadas por la Sede
yes, cuya abolición reclam a el interés Apostólica en esta clase de m aterias, y
de la Iglesia; y lo que es más, frecuen­ principalm ente Nuestras Encíclicas so­
temente, da lugar a la sospecha y la bre la constitución del Estado cristiano.
desconfianza, como por experiencia sa­ 9. El poder civil y los intereses ca­
béis, las luchas de los partidos políti­ tólicos. P o r lo demás, no exam inare­
cos; de modo que el prim ero y princi­ mos una por una las cosas que recla­
pal deber de los católicos, y señalada­ m an oportuno remedio, m ayorm ente
mente de los Clérigos, es sin duda no porque vosotros las conocéis a fondo,
em prender ningún asunto, ni profesar Venerables Hermanos, toda vez que la
ninguna opinión que desdiga del ser­ gravedad de los males existentes os
vicio y fe de la Iglesia, o sea incom pa­ aflige más y de m ás cerca que a nadie.
tible con la conservación de los dere­ No enum eram os todos los puntos que 21
chos de la misma. Aunque cualquiera requieren la acción oportuna del poder
puede tener su opinión sobre las cosas civil, a fin de que se provea, según
352 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I ( 1 8 8 6 ) 4 9 , 1 0 -1 1

justicia, a los intereses católicos. Puesto incorrupta, totalmente conforme con


que no puede dudarse de Nuestros las enseñanzas de la Iglesia, aventajada
sentimientos paternales, ni de vuestro en fuerza y abundancia, “a fin de que
respeto a las leyes civiles, aguardar sea poderosa para exhortar... y para
cabe que los Gobiernos estim arán en argüir a los que contradicen”O) mLa san­
su justo valor la disposición de Nues­ tidad de vida, sin la cual la ciencia
tra voluntad y de la vuestra, esforzán­ hincha y no edifica, abraza, no sola­
dose por d ar satisfacción a la Iglesia, mente las buenas y honestas costum­
afligida por tantas causas, según las bres, sino el conjunto de virtudes Sa­
condiciones requeridas de libertad y cerdotales, de donde arranca aquella
dignidad. P or lo que a Nos concierne, semejanza de Jesucristo, sumo y eter­
estaremos com pletam ente dispuestos d i no Sacerdote, que hace buenos Sacer­
continuo a tra ta r los asuntos eclesiásti­ dotes. A esto tienden verdaderamente
cos y a convenir de com ún acuerdo lo los Sagrados Seminarios, vosotros, Ve­
que parezca más oportuno, dispuestos nerables Hermanos, tenéis fundados no
con grato ánimo a aceptar condiciones pocos, así para preparar los jóvenes al
honradas y justas. Clericato, como para instruir a los Clé­
10. F orm ación de sacerdotes. Hay rigos de modo brillante. Fíjense en
algunos inconvenientes, y no de poca ellos principalmente vuestros cuidados
im portancia, a que vuestro celo, Vene­ y desvelos; encárguense a dar la ins­
rables Herm anos, debe proveer en p a r­ trucción y la enseñanza varones esco­
ticular. A tal serie pertenece, en prim er gidos, en Jos que vaya unida la pureza
lugar, el escaso personal de Sacerdotes, de doctrina a la inocencia de costum­
que proviene en parte, de que princi­ bres, para que podáis con justa razón
palm ente en m uchas localidades y d u ­ confiarles cosa tan grave. Escoged para
rante larguísim o espacio de tiempo, fal­ directores de la disciplina y maestros
taron Seminarios p ara la form ación de espirituales a los que se hayan distin­
Clero. De aquí ha resultado a menudo guido entre los demás por su prudencia,
que sólo hase acudido con gran trabajo consejo y experiencia. Ordénese con
y de m anera incom pleta a instruir cris­ vuestra autoridad la forma de la vida
tianam ente al pueblo y adm inistrar los común, de tal manera que, no solamente
Sacramentos. Ahora, puesto que por los alumnos nunca encuentren en ella
beneficio de la Divina Providencia cada nada contrario a la piedad, sino que
diócesis tiene su Seminario, y que las abunde en toda clase de alicientes por
que todavía no lo tienen, lo tendrán en los que tal virtud se aumente, y se exci­
breve, como deseamos y esperamos, ten, mediante ejercicios convenientes,
está dispuesto el medio de reforzar las los cuotidianos progresos de las virtu­
filas del Clero, siempre, que la disci­ des sacerdotales (2>.
plina de los alum nos de los Sem ina­ 11. E l cuidado de los sacerdotes.
rios quede convenientem ente estableci­ Vuestra vigilancia debe encam inarse
da. Contamos, principalm ente para es­ especialísimamente y con el m ayor cui­
to, con vuestra prudencia y sabiduría; dado a los Sacerdotes, a fin de que,
a fin de que en este punto no os falten cuanto más reducido sea el núm ero de
Nuestros consejos, m editad lo que Nos obreros evangélicos, tanto más redoblen
hemos escrito poco ha a los Venerables sus esfuerzos p ara cultivar la viña del
H erm anos, los Obispos de H ungría: Señor. Estas palabras del Evangelio
Dos cosas son absolutamente nece­ la mies es mucha O) parecen aplicarse a
sarias para la educación de los Cléri­ vosotros con com pleta exactitud, p o r­
gos; doctrina para alimentar su enten­ que las poblaciones de Portugal han
dimiento, y virtud para perfeccionar acostum brado siempre am ar ardiente­
su alma. Cuidad, pues, de que a las mente la Religión y practicarla de bue­
artes de humanidad, en que suele ins­ na voluntad con fervor, cuando han
truirse la juventud, se agreguen sagra­ visto a los Sacerdotes, sus maestros,
das y canónicas disciplinas, para que adornados de virtudes y llenos de doc­
la doctrina de dichas cosas sea, siempre21 trina. Así, será la obra del Clero admi-
(1 ) II T im o t . 3, 16. 2 2 -V III-1 8 8 6 ; e n e s t a C o le c c . E n e . 48, 8, p á g . 347.
(2 ) León X lll E n c íc lic a Quod multam diuque, (3 ) M a te o 9, 37; L u c . 10, 2.
49, 13-14 E n c íc l ic a “ P e r g r a t a N o b is ” 353

rablem ente provechosa, si se consagra aparten de la moderación, de la p ru ­


con la dignidad y el celo necesario a dencia y principalm ente de la caridad,
instruir al pueblo, y especialmente a la m adre y com pañera de todas las vir­
juventud. Em pero, p ara inspirar a los tudes. P or donde se ve cuán m al e
hom bres y m antener en ellos el am or injustam ente obran los que, a fin de
a la virtud, es necesario que los ejem ­ favorecer un partido político, no dudan
plos sean principalm ente eficaces; que en acusar a los otros de sospechosos en
cuantos tienen a su cargo funciones la fe católica, por el hecho solo de que
sacerdotales procuren con ahinco, no son de un partido político diferente,
solamente o brar de m anera que no como si el honor de profesión del Ca­
pueda sorprenderse en ellos nada con­ tolicismo estuviera necesariam ente u n i­
trario al deber y a la condición de su do a tal o cual partido político.
m inisterio sino que sobresalgan por la 13. Exhortación. Lo que acaba de
santidad de costum bres y de la vida, ser objeto de Nuestras advertencias o
como luz sobre el candelero para que de Nuestras órdenes, lo confiamos a
ilumine a todos los que están en la vuestra autoridad, a la cual deben res­
casa^\ peto y sumisión aquellos sobre quienes
12. La P rensa. F inalm ente, el tercer estáis colocados; singularm ente los Sa­
punto a que deben dirigirse necesaria­ cerdotes, que en toda su vida privada
mente vuestros asiduos cuidados es el o pública, sea que cum plan las funcio­
que se refiere a las cosas que están nes del sagrado ministerio, sea que se
destinadas a la publicidad, sea d iaria­ dediquen a la enseñanza en los Liceos,
mente, sea en épocas determ inadas. Sin no dejan de depender nunca del poder
duda ninguna conocéis los tiempos p re­ de los Obispos. A los Sacerdotes incum ­
sentes, Venerables H erm anos: por un be invitar a los otros con su propio
lado los hom bres están anim ados de ejemplo, a practicar todas las virtudes,
una extraordinaria avidez de lecturas; como tam bién a prestar a la autoridad
por otro un torrente de m alas doctrinas episcopal la obediencia y el respeto
se difunde por doquiera con la m ayor debidos.
libertad, siendo incalculables los males 14. Conclusión. A fin de que dé
que resultan p ara la honestidad de las todo esto el feliz resultado que se espe­
costumbres y la integridad de la Reli­ ra, invoquemos el auxilio del Cielo y
gión. Seguid como hasta aquí, exhor­ acudamos desde luego a la fuente in a­
tando y advirtiendo a los fieles, por gotable de la gracia divina, al Corazón
todos los medios y form as de vuestro Santísimo de Nuestro Salvador Jesu­
poder, a fin de apartarlos de las fuen­ cristo, cuyo culto especial y antiguo
tes de corrupción y conducirlos a fuen­ está entre vosotros en vigor. Im plore­
tes saludables. Será m uy útil a este mos la protección de M aría Inm acula­
efecto que por vuestros cuidados e da, Madre de Dios, del patrón especial
inspiración se publiquen diarios que, con que se honra ese reino, así como
al veneno esparcido desde todas partes, de vuestra santa R eina I sabel y de los
opongan el oportuno remedio, defen­ Santos Mártires, que desde los prim eros
diendo la verdad, la virtud y la Reli­ tiempos de la Iglesia establecieron o
gión. P or lo que hace a los que, con propagaron el Cristianismo en Portugal
nobilísimo y santo propósito, unen el a costa de su sangre.
arte de escribir al am or y al celo por Ahora, en testimonio de N uestra be­
los intereses católicos, que tienen en nevolencia, y en prenda de celestiales
la m em oria de continuo, si desean que dones, concedemos afectuosam ente en
sus trabajos sean fecundos y laudables el Señor la bendición Apostólica a vos­
desde todos los puntos de vista, recuer­ otros, al Clero y a todo vuestro pueblo.
den constantem ente lo que debe exigir­ Dado en Roma, en San Pedro, el
se de cuantos pelean por u na causa 14 de Septiembre de 1886, año noveno
óptima. Es necesario que escriban con de Nuestro Pontificado.
el m ayor cuidado, así como que no se LEON PAPA XIII.
(i) Mat. 5, 15.
Encíclicas Pontificias 12
¡so

ENCICLICA “VOS PROBE NOSTIS” ^


(20-IX-1887)

Vi é noto quanta fiducia.


A LOS OBISPOS, AL CLERO Y AL PUEBLO DE ITALIA SOBRE
EL SANTO ROSARIO.

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
209 1. El ejem plo de las pasadas gene­ por un mes entero, el diario hom enaje
raciones. Sabéis m uy bien, Venerables de este piadoso ejercicio, tan grato a
H erm anos, cu ánta esperanza cifram os su corazón.
en la Virgen Santísim a que se llam a del En este santo y glorioso esfuerzo de
Rosario, a fin de obtener en estos tris­ piadoso culto Italia no fue la últim a
tes tiempos p ara el pueblo cristiano nación en que la devoción a la Virgen
salud y bienestar y p ara la Iglesia paz echara m uy profundas raíces y estu­
y tranquilidad. Recordando, pues, que viese um versalm ente aceptada. No d u ­
en todas las calam idades que afligieron darem os que tam bién en este año, Ita­
a la Iglesia, tanto los pastores como los lia dará el testimonio de su am or a la
fieles, henchidos de firm e esperanza excelsa Madre de Dios, proporcionán­
solían acudir a la gloriosa Madre de donos nuevos motivos de regocijo y
Dios, auxilio poderosísimo de los cris­ consuelo.
tianos, en cuyas m anos están deposita­
dos los tesoros de todas las gracias, y 3. Los peculiares m otivos del m o­
teniendo igualm ente por cierto que la m ento presente y el privilegio de Italia.
piadosa devoción a la m isma Virgen Sin embargo, creemos ahora necesario
que bajo la advocación del Rosario im ­ dirigiros, Venerables Hermanos, una
ploram os, resulta especialmente opor­ palabra de especial exhortación a fin
tuna para las necesidades de nuestros de que, con singular y renovado ahinco
tiempos, hemos propiciado con fervor se celebre y se santifique en todas las
y procurado con empeño que esta de­ diócesis de Italia el mes de Nuestra
voción se increm ente más y más por Señora del Rosario.
doquiera y se arraigue más hondam en­ No es difícil conocer las peculiares
te en los fieles de todo el orbe.2(*) razones que Nos mueven a urgir el
cum plim iento de este ejercicio. Desde
2. Los desvelos anteriores del Papa. el momento en que Dios nos llamó a
Ya a menudo, al aconsejar el ejercicio regir su Iglesia en la tierra, Nos esfor­
piadoso del mes de Octubre en honor zamos en em plear todos los medios que
de la Santísim a Virgen, hemos expuesto sabíamos estaban en nuestras m anos
qué razones han de aducirse para él, y que nos parecían los más aptos para
qué esperanzas han de alentarse y qué santificar las alm as y para propagar el
modo ha de seguirse, y la Iglesia u n i­ reino de Jesucristo.
versal, en todas partes del m undo, es­ No excluimos de Nuestros cuidados
cuchando N uestra voz recibió Nuestra cotidianos ninguna nación ni ningún
exhortación con vivas m anifestaciones pueblo, recordando que el Divino Re­
210 de piedad, y realm ente se p rep ara p ara dentor derram ó su preciosa sangre por
rendir a la m ism a Santísim a Virgen, todos los hom bres y que franqueó a
(*) ASS., 20 (18S7), 209-215, a doble columna, la 1? en italiano “ Vi é noto” , la 2? en latín. Carta
sobre el S. Rosario a los Obispos italianos. La traducción se ha hecho del latín para la 2? edición. No
aparece en la primera edición. — Los números marginales indican las páginas del texto original en
ASS, vol. 20. (P. H.)

— 354
&©„ 4-5 E n c íc l ic a “ V o s P r o b é N o s t is ” 355

211 todos la en trad a a su reino de gracia con aquella saludable eficacia que solí­
y gloria. citam ente desearíamos y que por dere­
Pero no se adm ire nadie que abrace­ cho Nos correspondería, a los males
mos al pueblo italiano con especial tan enormes un muro protector para
am or. El mismo Divino Maestro, Jesu­ la casa de Israel(1). Vosotros, pues, Ve­
cristo eligió entre todas las regiones del nerables Hermanos, conocéis las condi­
m undo a Italia p ara que fuese la sede ciones de vida a las cuales nos hallam os
de su Vicario en la tierra, decretando reducidos. Estas mismas razones nos
en los eternos designios de su Providen­ convencen de que tenemos m ayor ne­
cia que Roma desem peñara el papel de cesidad de im plorar el auxilio y la p ro ­
cabecera del orbe católico. Por esta ra ­ tección de la Santísim a Virgen, Madre
zón, pues, el pueblo italiano está desti­ de Dios.
nado por Dios p ara que viva más cerca
que nadie al gran Padre de la fam ilia 5. Ayuda de la Reina del Rosario.
cristiana y que más que nadie participe Su fiesta se eleva al rango de doble de
tanto de sus alegrías como de sus triste­ 2* clase. Los verdaderos italianos o ra ­
zas y tribulaciones. rán pues con fervor por sus herm anos
que andan errados y por el Padre co­
4. A taques de los sectarios y la aflic­m ún de todos, el Romano Pontífice, a
ción del P apa. Al presente existen, fin de que Dios, en su infinita m iseri­
pues, en esta m ism a Italia im portantí­ cordia, reciba y escuche las plegarias
simos motivos que hunden Nuestro es­ comunes de los hijos y del Padre. Si
píritu en tristeza porque la fe y la se trata de conseguir esa merced, Nues­
m oral cristianas, herencia la más pre­ tra más firm e confianza se apoya en
clara recibida de nuestros mayores, y la gloriosísima Reina del Rosario quien
en todo tiempo la principalísim a gloria ya luego desde el tiempo en que se
de nuestra P atria y de tantos italianos empezó a invocarla bajo este título, se
ilustres, son atacadas por cierta facción mostró como benignísim a auxiliadora
de hom bres ora en form a insidiosa y en todas las necesidades de la Iglesia y
casi oculta, ora abiertam ente y con des­ del pueblo cristiano.
vergonzado cinismo, intentando a rra n ­ Ya en otra oportunidad hemos recor­
car la fe y la m oral a los demás porque dado esas glorias y los insignes triu n ­
ellos las perdieron prim ero. fos logrados y conquistados sobre los 2U
En esto m ás que en cualquier otra Albigenses y otros prepotentes enemi­
cosa se descubre fácilm ente la obra y gos del nom bre cristiano, glorias y
la conducta hostil de los sectarios y de triunfos que contribuyeron no solo al
los hom bres que de una m anera m ás o bienestar de la Iglesia, vehementemente
menos dócil y versátil se prestan como com batida y estrechada sino tam bién
instrum entos a su mano. Más que en a la prosperidad de los pueblos y n a­
otros lugares, en esta urbe de Roma, ciones a que en la época presente tie­
donde el Vicario de Cristo tiene su sede, nen derecho. ¿Cómo no habrá de volver
se concentran m ás audazm ente sus co­ a obrar, pues, la excelsa Virgen, en las
natos y desarrollándolos con toda su actuales calam idades que afligen a la
indóm ita ferocidad ejecutan sus diabó­ Iglesia los mismos prodigios de poder y
licos planes. bondad que antes, por la Iglesia, por
No será tam poco menester, Venera­ su cabeza y todo el orbe cristiano, con
bles Herm anos, m anifestaros qué tris­ tal que los pueblos fieles se empeñen
teza agobia Nuestro espíritu al ver en renovar los preclaros ejemplos que
212 cuántas alm as de Nuestros carísim os nuestros mayores dieran en iguales cir­
hijos se hallan expuestas a tan graves cunstancias?
peligros. Es por esta razón que tenemos la in ­
Nuestra aflicción se acrecienta tanto tención y el propósito — a fin de que
más cuanto m ás penosam ente nos sen­ precisam ente esta Reina del Rosario sea
timos del todo impedidos p ara oponer, propicia al pueblo cristiano— de pro-
(1) Cfr. Ezequ. 13, 5.
356 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1887) 50, 6

seguir con siempre creciente fervor sus No es justo que disimulemos el hecho
honores bajo la advocación del Rosario que en el seno de la m ism a Italia,
y de aum entar su culto. P or eso, desde — aunque por la m isericordia de Dios
el año en curso y p ara siempre decre­ el sentido religioso en el pueblo de
tamos que se celebre en la Iglesia u n i­ Italia aun existe y se desarrolla am plia­
versal la solem nidad del Rosario con m ente— comenzó a introducirse cual
rito doble, como dicen, de segunda cla­ serpiente, por el maléfico influjo de los
se. P o r el mismo motivo deseamos viva­ hom bres o de los tiempos, la así llam a­
mente que el católico pueblo italiano en da indiferencia irreligiosa o el despre­
todo tiempo y especialmente en el pró ­ cio de los sagrados dogmas por cuya
ximo mes de Octubre se dirija con sin­ causa se disminuye paso a paso aque­
gular afecto y piedad a esta excelsa Vir­ lla reverencia práctica y aquel am or
gen y haga dulce y suave violencia a filial que constituían el honor y la glo­
su m aternal corazón, rogándola por la ria de nuestros mayores.
exaltación de la Iglesia y de esta Sede Quiera Dios logréis, Venerables H er­
Apostólica, por la libertad del Vicario manos, excitar en el pueblo encomen­
de Jesucristo en la tierra, y además por dado a vuestros cuidados el sentido
la paz y prosperidad públicas. cristiano, el fervor por la causa cató­
6. E xhortación final al fervor. lica,
Y la confianza en la protección de la
puesto que es tanta m ayor, y más se­ Santísim a Virgen y finalm ente, el espí­
gura, la eficacia de las plegarias cuan- ritu de oración. No cabe duda de que
214 to m ejor sea, al tiem po, la disposición esta invicta Reina responderá clem ente
m oral del que pide, os exhortam os, a la invocación de tantos e interiorm en­
Venerables H erm anos, con instancia a te tan bien preparados hijos y a sus
que con todas las fuerzas de vuestros fervientes plegarias, consolará y levan­
piadosos y religiosos corazones os em ­ tará Nuestro afligido espíritu y favo­
peñéis en desp ertar en el pueblo con­ recerá los piadosos esfuerzos por la
fiado a vuestros cuidados u na fe ro ­ Iglesia y por Italia, concediendo a
busta, viviente y activa, y en devolver­ am bas aquellos m ejores tiempos de
lo por la penitencia a la gracia de Dios antaño.
y al fiel cum plim iento de todos sus de­ Animado por estos sentimientos os
beres religiosos, entre los cuales ocu­ im partim os, Venerables Hermanos, y a
pa — teniendo en cuenta las circuns­ todo el pueblo encomendado a vuestra
tancias del tiem po que vivimos— un solicitud la Bendición Apostólica como
lugar im portantísim o la seria y sincera prenda de los m ás exquisitos bienes y
profesión de fe y de m oral cristianas, celestiales dones.
por la cual profesión se vence todo Dado en el Vaticano, a 20 de Sep­
falso respeto a los juicios hum anos y tiem bre del año 1887, de nuestro P o n ti­
se p refieren a todo lo dem ás las cosas ficado el año décimo.
religiosas y la salvación eterna del
alma. LEON PAPA XIIL
51

ENCICLICA ‘‘LIBERTAS” (*}


(20-VI-1888)

ACERCA DE LA LIBERTAD HUMANA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

INTRODUCCION Falso concepto de la libertad. A pe­


sar de esto, se encuentran no pocos que
Excelencia de la libertad y errores piensan que la Iglesia es obstáculo para
la libertad del hom bre; y la causa de
593 1. Excelencias y concepto de la li­ que así piensen está en el perverso y
bertad. Bienes y males que origina. del todo invertido juicio que se form an
La libertad, bien aventajadísim o de la de la libertad. Porque, o la adulteran
naturaleza y propio únicam ente de los en su noción misma, o con la opinión
que gozan de inteligencia o razón, da que de ella tienen la dilatan más de lo
al hom bre la dignidad de estar en ma­ justo, pretendiendo que alcanza a gran
nos de sil propio arbitrio y tener la núm ero de cosas, en las cuales, si se
potestad de sus acciones; pero interesa ha de juzgar rectam ente, no puede ser
en gran m anera el modo con que se ha libre el hom bre.
de ejercer sem ejante dignidad, porque
del uso de la libertad se originan, así 2. Otros Errores acerca de ella. O tras
como bienes sumos, males tam bién su­ veces, y singularm ente en las letras en­
mos. En m anos del hom bre está, en cíclicas Immortale Dei} Nos hemos h a­
efecto, obedecer a la razón, seguir el blado de las llam adas libertades mo­
bien m oral, tender derecham ente a su dernas, separando lo que en ellas hay
último fin; pero igualm ente puede in ­ de honesto de lo que no lo es, y demos­
clinarse a todo lo demás, y yendo tras trando al mismo tiem po que cuanto hay 594
apariencias engañosas de bien, p e rtu r­ de bueno en estas libertades es tan anti­
bar el orden debido y correr a su p e r­ guo como la verdad misma, y siempre
dición voluntariam ente. lo aprobó la Iglesia m uy de buen gra­
do, y lo tiene y hace uso de ello; mas,
Jesucristo y la Iglesia favorecen la a decir verdad, lo que se ha añadido de
libertad. Jesucristo, lib ertad o r del li­ nuevo es cierta parte corrom pida que
naje hum ano, restituyendo y aum en­ han engendrado las turbulencias de los
tando la antigua dignidad de la n a tu ­ tiempos y el prurito exagerado de co­
raleza, ayudó m uchísim o a la misma sas nuevas. Pero como hay muchos que
voluntad hum ana, y añadiéndole de una insisten en la opinión de que estas
parte los auxilios de su gracia, y p ro ­ libertades, aun en lo que tienen de vi­
poniéndole por otra la felicidad sem pi­ cioso, son el m ayor ornam ento de nues­
terna en los cielos, la elevó a cosas m e­ tro siglo y las juzgan fundam ento ne­
jores. De sem ejante modo la Iglesia, cesario para constituir las naciones,
porque oficio suyo es propagar por toda hasta el punto de negar que sin ellas
la duración de los siglos los beneficios pueda concebirse gobierno perfecto de
que por Jesucristo adquirim os, ha m e­ los Estados, Nos ha parecido, propo­
recido bien y m erecerá bien siempre de niéndonos la pública utilidad, tra ta r
don tan excelente de la naturaleza. con particularidad de este asunto.
(*) Acta Sanctse Sedis 20 (1887/88) 593-613. (Versión corregida para la 2* ed.; con disposición especial
intercalada. — Los mimaros en el margen indican las páginas del texto original en ASS, col. 20. (P. H.)
— 357 —
358 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 3-5

A) D o c t r in a Ca t ó l ic a acerca de la Y así cuando se establece que el alm a


LIBERTAD. del hom bre está libre de toda composi­
ción perecedera y goza de la facultad
I. La libertad moral en el individuo. de pensar, juntam ente se constituye con
1) La libertad m oral. toda firm eza en su propio fundam ento
la libertad natural.
3. La lib ertad n atu ral. De lo que 4. La Iglesia defiende la libertad
aquí tratam os directam ente es de la hum ana. Ahora bien; así como nadie
libertad m oral, ya se la considere en ha hablado de la simplicidad, espiritua­
cada uno de los hom bres, ya en la co­ lidad e inm ortalidad del a nía hum ana
m unidad de ellos; pero conviene al tan altam ente como la Iglesia católica,
principio decir brevem ente algo de la ni la ha asentado con m ayor constan­
libertad natural, porque aun cuando del cia, así tam bién ha sucedido con la li­
todo se distingue de la m oral, es, sin bertad; siempre ha enseñado la Iglesia
embargo, fuente y principio de donde una y otra cosa, y las defiende como
nacen, por virtud propia y espontánea­ dogma de fe; y no contenta con esto,
mente, todas las libertades. El juicio de tomó el patrocinio de la libertad en­
todos y el sentido común, que es voz frente de los herejes y fautores de no­
certísim a de la naturaleza, solamente vedades que la contradecían, y libró
en los que son capaces de inteligencia al hom bre. Bien atestiguan los m onu­
o de razón reconoce esta libertad, y mentos escritos con cuánta energía re­
en ella está la causa de ser tenido el chazó los conatos frenéticos de los Ma-
hom bre por verdadero autor de cuanto niqueos y de otros; y en tiempos más
ejecuta. Y con razón, en efecto, porque cercanos nadie ignora el grande em pe­
cuando los demás anim ales se dejan ño y fuerza con que ya en el Concilio
llevar sólo de sus sentidos, y sólo por Tridentino, ya después contra los sec­
el im pulso de la naturaleza buscan di- tarios de Jansenio luchó en defensa del
ligentísim am ente lo que les aprovecha, libre albedrío del hom bre, sin perm itir
y huyen de sus contrarios, el hom bre que el fatalismo se arraigara en tiempo
tiene por guía a la razón en cada una ni en lugar alguno.
de las acciones de su vida. Pero la r a ­
zón juzga, que de cuantos bienes hay 2) La esencia de la libertad.
sobre la tierra, todos y cada uno pue­
den ser y pueden igualm ente no ser, y 5. Su naturaleza. La libertad, pues,
juzgando, por lo mismo, que ninguno es propia como hemos dicho, de los que
de ellos se ha de tom ar necesariamente, participan de inteligencia o razón, y
da poder y opción a la voluntad p ara m irada en sí mism a no es otra cosa sino
elegir lo que quiera. Ahora bien; el la facultad de elegir lo conveniente a
hom bre puede juzgar de la contingen­ nuestro propósito, ya que sólo es señor
cia, como la llam an, de estos bienes de sus actos el que tiene facultad de
como decíamos, a causa de tener un elegir una cosa entre m uchas. Ahora
alm a por naturaleza simple, espiritual, bien; como todo lo que se adopta con
capaz de pensar, la cual, pues ésta es el fin de alcanzar alguna cosa tiene ra ­
su naturaleza, no trae su origen de las zón del bien que llam am os útil y éste
cosas corpóreas ni depende de ellas en es por naturaleza acomodado para m o­
su conservación, antes creada por Dios ver propiam ente el apetito, por eso el
sin interm edio alguno, y traspasando a libre albedrío es propio de la voluntad,
larga distancia la condición com ún de o m ejor, es la voluntad m ism a en cuan­
los cuerpos, tiene un modo de vivir pro ­ to tiene al obrar la facultad de elección.
pio suyo y un modo no menos propio Pero de ningún modo se mueve la vo-
de obrar, con lo cual, abarcando con el lutad si no va delante ilum inando, a
juicio las razones inm utables y necesa­ m anera de antorcha, el conocimiento
rias de lo bueno y lo verdadero, conoce intelectual; es decir, que el bien apete­
con evidencia no ser en m anera alguna cido por la voluntad es el bien precisa­
necesarios aquellos bienes particulares. m ente en cuanto conocido por la razón.
51, 6 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s 5 359

Tanto más, cuanto en todos los actos Acerca de esto tiene el D o c t o r A n g é ­


de nuestra voluntad siempre antecede a l ic o largas y repetidas disertaciones,
la elección el juicio acerca de la verdad de donde se puede deducir y concluir
de los bienes propuestos y de cuál ha que el poder pecar no es libertad, si­
de anteponerse a los otros; y ningún no servidum bre. Sobre las palabras de
hom bre juicioso duda de que el juzgar Cristo, Señor nuestro, el que comete el
es propio de la razón y no de la vo­ pecado es siervo del pecado(1), dice su-
luntad. Si la libertad, pues, reside en la tilísim am ente: cada cosa es aquello que
voluntad, que es por naturaleza un ape­ según su naturaleza le conviene, por
tito obediente a la razón, síguese que la donde, cuando se mueve por cosa extra­
libertad m ism a ha de versar, lo mismo ña, no obra según su propia naturaleza,
que la voluntad, acerca del bien confor­ sino por ajeno impulso, y esto es servil.
me con la razón. Pero el hombre es racional por natura­
leza. Cuando, pues, se mueve según ra­
3) La perfección e im perfección de zón, lo hace de propio movimiento y
la libertad. obra como quien es, cosa propia de la
libertad; pero, cuando peca obra fuera
Im perfección hum ana. Con todo, de razón, y entonces se mueve como por
puesto que u na y otra facultad distan impulso de otro, sujeto en confines aje­
de ser perfectas, puede suceder, y su­ nos; y por esto “el que hace el pecado
cede, en efecto, m uchas veces, que el es siervo del pecado”. Con claridad bas­
entendim iento propone a la voluntad tante vió esto la filosofía de los an ti­
lo que en realidad no es bueno, pero guos, singularm ente los que enseñaban
tiene varias apariencias de bien, y a que sólo era libre el sabio; y es cosa
ello se aplica la voluntad. Pero así co­ averiguada que llam aban sabio a aquel
mo el poder e rra r y el errar de hecho cuyo modo de vivir era según la n atu ­
es vicio que arguye un entendim iento raleza, esto es, honesto y virtuoso.
no del todo perfecto, así el abrazar un
bien engañoso y fingido, por más que 4) Defensa y auxilio de la libertad:
sea indicio de libre albedrío, como la la ley y la gracia.
enferm edad es indicio de vida, es, sin
embargo, un defecto de la libertad. Así 6. A uxiliares de la libertad. La ley.
tam bién la voluntad, por lo mismo que Puesto que la libertad es en el hom bre
depende de la razón, siempre que ape­ de tal condición, pedía ser fortificada
tece algo que de la recta razón se ap a r­ con defensas y auxilios a propósito p a­
ta, inficiona en sus fundam entos vicio­ ra dirigir al bien todos sus movimientos
samente la libertad y usa de ella p er­ y apartarlos del mal; de otro modo h u ­
versamente. Y ésta es la causa porque biera sido gravemente dañoso al hom ­
Dios, infinitam ente perfecto, el cual bre el libre albedrío. Y en prim er lugar
por ser sum am ente inteligente y la bon­ fue necesaria la ley, esto es, una norm a
dad por esencia es sum am ente libre, en de lo que había de hacerse y omitirse,
ninguna m anera puede querer el m al la cual no puede darse propiam ente en
de culpa, como tam poco lo pueden los los animales, que obran forzados de la
bienaventurados del cielo, a causa de necesidad, como que todo lo hacen por
la contem plación del bien sumo. Sabia­ instinto, ni de sí mismos pueden obrar
mente advertían contra los Pelagianos de otro modo alguno. Mientras que los
S a n A g u s t í n y otros que, si el poder que gozan de libertad, en tanto pueden
declinar lo bueno fuese según la n a ­ hacer o no hacer, obrar de un modo o
turaleza y perfección de la libertad, en­ de otro, en cuanto ha precedido, al
tonces Dios, Jesucristo, los ángeles, los elegir lo que quieren, aquel juicio que
bienaventurados, en todos los cuales no decíamos de la razón, por medio del
se da sem ejante poder, o no serían li­ cual no sólo se establece qué es por
bres, o lo serían con m enor perfección naturaleza honesto, qué torpe, sino ade­
que el hom bre viador e im perfecto. m ás qué es bueno y en realidad debe
(1) Juan 8, 34.
360 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888)________________ 51, 7

hacerse, qué m alo en realidad evitarse; La ayuda de la gracia. A esta regla


es decir, que la razón prescribe a la de nuestras acciones y freno del pecar
voluntad a dónde debe tender y de qué se han juntado, por beneficio de Dios,
apartarse p ara que el hom bre pueda ciertos auxilios singulares y aptísimos
597 alcan zar su últim o fin, por cuya causa para regir la voluntad y robustecerla.
ha de hacerse todo. E sta ordenación de El principal y más excelente de todos
la razón es lo que se llam a ley, por lo ellos es la virtud de la divina gracia,
cual la razón de ser necesaria al hom ­ la cual, ilustrando el entendim iento e
bre la ley ha de buscar prim era y ra ­ im peliendo al bien m oral a la voluntad,
dicalm ente en el mismo libre albedrío robustecida con saludable constancia,
para que nuestras voluntades no discre­ hace m ás expedito y juntam ente más
pen con la recta razón. Y no podría de­ seguro el ejercicio de la libertad nativa.
cirse ni pensarse m ayor ni m ás p er­ Y está m uy lejos de la verdad el que
verso contrasentido que el pretender los movimientos voluntarios sean, a
exceptuar de la ley al hom bre, porque causa de esta intervención de Dios, m e­
es de naturaleza libre; y si así fuera, nos libres; porque la fuerza de la gracia
seguiríase que es necesario p ara la li­ divina es íntim a en el hom bre y con­
bertad el no ajustarse a la razón, cuan­ gruente con la propensión natural, p o r­
do, al contrario, es certísim o que el que dim ana del mismo autor de nuestro
hom bre, precisam ente porque es libre, entendim iento y de nuestra voluntad, el
ha de estar sujeto a la ley, la cual que­ cual mueve todas las cosas según con­
da así constituida guía del hom bre en viene a la naturaleza de cada una.
el obrar, moviéndole a obrar bien con Antes bien, como advierte el D o c t o r
el aliciente del prem io y alejándole del A n g é l i c o , la gracia divina por lo m is­
pecado con el terro r del castigo. mo que procede del Hacedor de la n a tu ­
raleza, está creada y acom odada adm i­
Ley natural, ley eterna. Tal es la rablem ente para proteger cualesquiera
ley natural, prim era entre todas, la cual naturalezas y conservarles sus inclina­
está escrita y grabada en la m ente de ciones, su fuerza, su facultad de obrar.
cada uno de los hombres, por ser la
mism a razón hum ana m andando obrar II. La libertad moral en la sociedad.
bien y vedando pecar. Pero esos m an­
datos de la hum ana razón no pueden 1) Nace de la ley hum ana y natural.
tener fuerza de ley sino por ser voz e 7. La ley humana. Y lo dicho de la
intérprete de otra razón más alta a que libertad en cada individuo, fácilmente
deben estar sometidos nuestro entendi­ 598
se aplica a los hom bres unidos en so­
m iento y nuestra libertad. Como que la ciedad civil; pues lo que en los prim e­
fuerza de la ley, que está en im poner ros hace la razón y ley natural, eso m is­
obligaciones y adjudicar derechos, se mo hace en los asociados la ley huma­
apoya del todo en la autoridad, esto na, prom ulgada para el bien com ún de
es, en la potestad verdadera de estable­ los ciudadanos. De estas leyes hum anas
cer deberes, y conceder derechos, y dar hay algunas cuyo objeto es lo que de
sanción además, con prem ios y castigos, su naturaleza es bueno o malo, y orde­
nan, con la sanción debida, seguir lo
a lo ordenado; y es claro que nada de
uno y h u ir de lo otro; pero este género
esto hab ría en el hom bre, si se diera a de decretos no tienen su principio de la
sí mismo norm a p ara las propias accio­ sociedad hum ana, porque ésta, así co­
nes, como su legislador. Síguese pues, mo no engendró a la naturaleza hum a­
que la ley n atu ral es la m ism a ley eter­ na, tam poco crea el bien que le es con­
na, ingénita en las criaturas racionales, veniente, ni el m al que se le opone, sino
inclinándolas a las obras y fin debidos, más bien son anteriores a la m ism a so­
como razón eterna que es de Dios, ciedad, y proceden enteram ente de la
Creador y Gobernador del m undo uni­ ley natural, y, por tanto, de la ley eter­
verso. na. Así que los preceptos de derecho
51, 8 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ” 361

natural, com prendidos en las leyes h u ­ mente otra norm a y regla que la ley
m anas, no tienen fuerza tan sólo de eterna de Dios; y, si ha de tener nom ­
éstas, sino principalm ente com prenden bre verdadero de libertad en la sociedad
aquel im perio, m ucho m ás alto y augus­ misma, no ha de consistir en hacer lo
to, que proviene de la m ism a ley n a tu ­ que a cada uno se le antoja, de donde
ral y eterna. E n sem ejantes leyes ape­ resultaría grandísim a confusión y tu r­
nas queda al legislador otro oficio que bulencias, opresoras al cabo de la socie­
el de hacerlas cum plir a los ciudadanos, dad; sino en que, por medio de las le­
organizando la adm inistración pública yes civiles, pueda cada uno fácilmente
de m anera que, contenidos los perver­ vivir según los m andam ientos de la ley
sos y viciosos, abracen lo que es justo, eterna. Y la libertad, en los que gobier­
apartados del m al por el tem or, o a lo nan, no está en que puedan m andar
menos, no sirvan de ofensa y daño a la tem eraria y antojadizam ente, cosa no
sociedad. Otras ordenaciones hay de la menos perversa que dañosa en sum o
potestad civil que no dim anan del de­ grado a la sociedad, antes bien, toda la
recho n atu ral inm ediata y próxim am en­ fuerza de las leyes hum anas ha de estar
te, sino rem otam ente y por modo indi­ en que se las vea dim anar de la eterna,
recto, y ordenan varias cosas, a las cua­ y no sancionar cosa alguna que no se
les no ha provisto la naturaleza sino de contenga en ésta como en principio
un modo general y vago. P or ejemplo, universal de todo derecho
m anda la naturaleza que los ciudadanos
ayuden a la tranquilidad y prosperidad Sapientísim am ente dijo San A g u s-

del Estado; pero hasta qué punto, de


t ín <3PCreo, al mismo tiempo, que tú
qué modo y en qué cosas, no es el dere­
conoces que no se encuentra en aque­
cho natural, sino la sabiduría hum ana, lla (ley) temporal nada justo y legíti­
quien lo determ ina; y en estas reglas mo que no lo hayan tomado los hom­
peculiares de la vida, ordenadas p ru ­ bres de esta (ley) eterna. De modo que,
dentemente y propuestas por la legítima si por cuaquiera autoridad se estable­
potestad, es en donde se contiene p ro ­ ciera algo que se ap arta de la recta
piamente la ley hum ana. La cual m an ­ razón y sea pernicioso a la sociedad,
da a los ciudadanos conspirar al fin ninguna fuerza de ley tendría, puesto
que la com unidad se propone, y les que no sería norm a de justicia, y a p a r­
prohibe apartarse de él, y m ientras si­ taría a los hom bres del bien para que
gue sumisa y se conform a con las pres­ está ordenada la sociedad
cripciones de la naturaleza, se guía p a ­ La razón suprema: la autoridad de
ra lo bueno y se ap arta de lo malo. Dios. Resulta de todo lo dicho, que la
naturaleza de la libertad, de cualquier
8. La ley eterna de Dios, regla y nor­ modo que se la mire, ya en los particu­
ma de la libertad humana. P o r donde lares, ya en la com unidad, y no menos
se ve que la libertad, no sólo de los en los gobernantes que en los súbditos,
particulares, sino de la com unidad y incluye la necesidad de someterse a una
sociedad hum ana, no tiene absoluta- 2 razón sum a y eterna, que no es otra
(2) La Carta Apostólica de León XIII “Praecla- antes que a los hombres. Y Dios se reserva sus
ra Gratulationis” del 20 de Junio de 1894 dirigida más rigurosos juicios a los que mandan, si na
a todos los pueblos y príncipes del orbe confirma representan Su autoridad en consonancia con el
este pensamiento papal: “En cuanto a la cuestión derecho y la justicia. Por otra parte, la libertad
política, para conciliar la libertad y el poder, dos individual no puede ser a nadie sospechosa ni
cosas que muchos confunden en teoría y separan odiosa; porque siendo absolutamente inofensiva,
desmesuradamente en la práctica, la doctrina no se alejará de lo verdadero ni de lo justo en
cristiana aporta útilísimas razones. Porque una armonía con la tranquilidad pública \ Ver or.
vez admitido por todos el principio incontroverti­ esta Colecc. Encícl. 88, 19, r>ág. 528.
ble de que cualquiera que sea la forma de gobier­ (3) S. Agustín, De ¡ib. arb., lib. 1, c. 6, n. 15
no, la autoridad emana siempre de Dios, la ra­ (Migne PL. 32, col. 1229).
zón reconoce a unos el derecho de mandar e (4) En “Quod Aposlolici” 28-XII-1878 emitió
impone a otros el deber correlativo de obedecer. León X lll conceptos análogos, en esta Colecc. En
Esta obediencia por lo demás, no puede ser con­ cir . 32,7, pág 227; y los refirmará de aquí a dos
traria a la dignidad humana, puesto que, propia­ años en “Sapientise christian&“, en esta Colecc.
mente hablando, es a Dios a quien se obedece Encicl. 50, 9-10, pág. 398-399.
362 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 9-11

sino la autoridad de Dios que m anda y riguado no poder d u rar m ucho las
que veda; y tan lejos está este justísim o costum bres salvajes; antes bien m udar­
señorío de Dios en los hom bres de qui­ se en breve la ferocidad en m ansedum ­
tar, o m erm ar siquiera la libertad, que bre y en luz de verdad las tinieblas de
antes bien la defiende y perfecciona; la barbarie. Tampoco ha dejado ele obli- 6°o
como que el dirigirse a su propio fin y gar la Iglesia con grandes beneficios a
alcanzarlo es perfección verdadera de los pueblos cultos, ya resistiendo a la
toda naturaleza; y el fin suprem o a que arbietrariedad de los perversos, ya ale­
debe aspirar la libertad del hom bre, no jando de los inocentes y los débiles las
es otro que Dios mismo. injusticias; ya, por último, trabajando
porque en las naciones prevalezca una
2) E ncuentra su defensa en la Igle­ organización tal, que sea am ada de los
sia. ciudadanos por su equidad y tem ida de
los extraños a causa de su fuerza*5^.
9. La Iglesia en defensa de la liber­
tad. A leccionada la Iglesia por las p a ­ 10. La Iglesia defiende la autoridad
labras y ejem plos de su divino Autor, y obediencia a la ley. Es, adem ás, obli­
ha afirm ado y propagado siempre es­ gación m uy verdadera la de prestar re ­
tos preceptos de altísim a y verdaderí- verencia a la autoridad y obedecer con
sima doctrina, m anifiestos a todos aun sumisión las leyes justas^6), quedando
por la sola luz de la razón, sin cesar así los ciudadanos libres de la injusticia
un punto de m edir por ellos su encargo de los inicuos, gracias a la fuerza y vi­
y educar a los pueblos cristianos. En lo gilancia de la ley. La potestad legítima
tocante a las costumbres, la ley evan­ viene de Dios y el que resiste a la po­
gélica no sólo supera con grande exceso testad resiste a la ordenación de Dios,
a toda la sabiduría de los paganos, sino con lo cual queda m uy ennoblecida la
que abiertam ente llam a al hom bre y le obediencia, ya que ésta se presta a la
form a p ara una santidad inaudita en más justa y elevada autoridad; pero
lo antiguo; y, acercándole más a Dios, cuando falta el derecho de m andar, o
le pone en posesión de una libertad se m anda algo contra la razón, contra
más perfecta. Tam bién se ha m anifes­ le ley eterna, o los m andam ientos divi­
tado siempre la grandísim a fuerza de nos, es justo no obedecer a los hom ­
la Iglesia en guardar y defender la li­ bres, se entiende, pero obedecer a Dios.
bertad civil y política de los pueblos. Cerrado así el paso a la tiranía, no lo
Y en esta m ateria no hay p ara qué absorberá todo el Estado, y quedarán
enum erar los m éritos de la Iglesia. Bas­ salvos los derechos de los particulares,
ta recordar, como trabajo y beneficio de la familia, de todos los miembros de
principalm ente suyo, la abolición de la la sociedad, dándose a todos parte en
esclavitud, vergüenza antigua de todos la libertad verdadera, que está, como
los pueblos del gentilismo. hemos demostrado, en poder cada uno
vivir según las leyes y la recta razón.
Igualdad y fratern id ad ante la ley.
La igualdad ante la ley, la verdadera B) Los ERRORES DEL LIBERALISMO ACER­
fraternidad de los hom bres las afirm ó CA DE LA LIBERTAD.
Jesucristo el prim ero, de cuya voz fué
eco la de los Apóstoles, que predicaban I. Origen del liberalismo y sus grados.
no haber ya judío, ni griego, ni escita,
sino todos herm anos en Cristo. Y es 11. La falsa libertad. Si los que a
tan ta y tan conocida la virtud activa cada paso disputan acerca de la liber­
de la Iglesia en este punto, que donde tad entendieran la honesta y legítima,
quiera que estam pa su huella, está ave-*37 como acabam os de describirla, nadie
(5) Ya en “Quod. Apostolici", 28-XII-1878; en (6) En su carta “Longiquci oceani” con fecha
ésta Colecc. Encícl. 32, 4, pág. 226; en ‘Diutur- 6 de Enero de 1895 a los Obispos de Estados Uni­
num illud” 29-VI-1881; en esta Colecc. Encícl. dos sobre el estado del catolicismo en su país
37 11-12 pág. 272-273; y en “Imortale Dei” 1-X- exhorta León XIII al Clero que recuerde al
1885; en esta Colecc. Encícl. 46 nrs. 1, 18, 22-25 pueblo “la obediencia a las leyes justas y a las
pág. 322, 329, 331, 333 enseñó León XIII análogos instituciones de la República” (ASS 27 [1894/951
conceptos. pág. 387-399).
51, 11 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ” 363

osaría acusar a la Iglesia, de aquello blica su prim er origen en la m ultitud,


que como suma injusticia propalan, de y además, como en cada uno la propia
ser enemiga de la libertad de los indi­ razón es único guía y norm a de las
viduos o de la sociedad; pero hay ya acciones privadas, debe serlo tam bién
muchos im itadores de Lucifer, cuyo es la de todos para todos, en lo tocante a
aquel nefando grito: no serviré, que las cosas públicas(8). De aquí que el
con nom bre de libertad defienden una poder sea proporcional al núm ero, y la
licencia absurda. Tales son los p artid a­ m ayoría del pueblo sea la autora de
rios de ese sistema tan extendido y po­ todo derecho y obligación.
deroso que tom ando nom bre de la liber­
tad, quieren ser llam ados Liberales El liberalism o repugna a la razón.
Pero bien claram ente resulta de lo di­
II. El liberalismo radical, sus orígenes, cho cuán repugnante sea todo esto a la
consecuencias y refutación. razón; repugna en efecto sobrem anera,
no sólo a la naturaleza del hom bre, sino
El liberalism o extrem o. E n realidad a la de todas las cosas creadas, el que­
lo que en filosofía pretenden los natu­ rer que no intervenga vínculo alguno
ralistas o racionalistas, eso mismo p re­ entre el hom bre o la sociedad civil y
tenden en la m oral y en la política los Dios, Creador, y por tanto Legislador
fautores del Liberalismo, los cuales no Supremo y Universal, porque todo lo
hacen sino aplicar a las costum bres y hecho tiene forzosamente algún lazo
acciones de la vida los principios sen­ para que lo una con la causa que lo
tados por los partidarios del naturalis­ hizo; y es cosa conveniente a todas las
mo. Ahora bien; lo principal de todo el naturalezas, y aun pertenece a la per­
naturalismo es la soberanía de la razón fección de cada una de ellas, el conte­
hum ana, que negando a la divina y nerse en el lugar y grado que pide el
eterna la obediencia debida, y declarán­ orden natural, esto es, que lo inferior se
dose a sí m ism a sui juris, se hace a sí someta y deje gobernar por lo que le
propia sumo principio, y fuente, y juez es superior.
de la verdad. Así tam bién los discípulos
del Liberalismo, de quienes hablam os, D octrina perniciosa p a ra el indivi­
pretenden que en el ejercicio de la vida duo y la sociedad. Es adem ás esta
ninguna potestad divina hay a que obe­ doctrina perniciosísima, no menos a
decer, sino que cada uno es ley p ara sí, las naciones que a los particulares. Y
de donde nace esa m oral que llam an en efecto, dejando el juicio de lo bueno
independiente, que, apartando a la vo­ y verdadero a la razón hum ana sola y
luntad, bajo pretexto de libertad, de la única, desaparece la distinción propia
observancia de los preceptos divinos, del bien y del mal; lo torpe y lo honesto
suele conceder al hom bre una licencia no se diferenciarán en la realidad, sino
sin límites. Fácil es adivinar a dónde según la opinión y juicio de cada uno;
conduce todo esto, especialmente al será lícito cuando agrada, y, establecida
hom bre que vive en sociedad. Porque una m oral, sin fuerza casi p ara conte­
una vez restablecido y persuadido que ner y calm ar los perturbados m ovi­
nadie tiene autoridad sobre el hom bre, m ientos del alma, quedará naturalm en­
síguese no estar fuera de él y sobre él te abierta la puerta a toda corrupción.
la causa eficiente de la com unidad y so­ E n cuanto a la cosa pública, la facul­
ciedad civil, sino en la libre voluntad tad de m andar se separa del verdadero
de los individuos, tener la potestad pú- 7 y n atural principio, de donde tom a to-
(7) Un poco más de dos meses antes León XIII (8) Ya anteriormente León XIII había hablado
había aludido a la libertad que, más bien, mere­ sobre este punto en las Encíclicas: "Quod aposto-
cía el nombre de licencia cuando en la Encíclica lici muneris” , 28-XII-1878; en esta Colecc. Encícl.
”In plurim is” (5-V-1888) escribió a los Obispos del 32, 2 pág. 225; “Diuiurnum illud” , 29-VI-18S1; en
Brasil a propósito de la abolición de la esclavi­ esta Colecc. Encícl. 37, 2 pág. 269.; “Immortale
tud: “Que no se hagan nunca indignos de un Dei”, l-XI-1885; en esta Colecc. Encícl. 46, 19
beneficio tan grande, que jamás confundan la pág. 329-330.
libertad con la licencia de las pasiones. En esta
Colecc. Encícl. 53, 23 pág. 386.
364 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 12-13

da su virtud p ara obrar el bien com ún; Refutación. Pero al decir esto, no
y la ley que establece lo que se ha de son en m anera consecuentes consigo
hacer y om itir, se deja al arbitrio de la mismos. Porque si, como ellos adm iten
m ultitud más num erosa, lo cual es una y nadie puede negar con derecho, se
pendiente que conduce a la tiranía. Re­ ha de obedecer a la voluntad de Dios
chazado el im perio de Dios en el hom ­ legislador, por estar el hom bre todo en
bre y en la sociedad, es consiguiente la potestad de Dios, y tender a Dios,
que no hay públicam ente religión algu­ síguese que a esta potestad legislativa
na, y se seguirá la m ayor incuria en suya nadie puede ponerle límites ni
todo lo que se refiera a la Religión. Y modo, sin ir, por el mismo hecho, con­
asimismo, arm ada la m ultitud con la tra la obediencia debida. O aun más,
creencia de su propia soberanía, se pre­ si el hom bre llegara a arrogarse tanto
cipitará fácilm ente a prom over tu rb u ­ que quisiera decretar cuáles y cuántas
lencias y sediciones; y quitados los fre­ son sus propias obligaciones, cuáles y
nos del deber y de la conciencia, sólo cuántos son los derechos de Dios, ap a­
quedará la fuerza, que nunca es bastan­ rentará reverencia a las leyes divinas,
te a contener, por sí sola, los apetitos pero no la tendrá de hecho, y su propio
de las m uchedum bres(9>. De lo cual es juicio prevalecerá sobre la autoridad y
suficiente testim onio la casi diaria lu ­ providencia de Dios. Es, pues, necesa­
cha contra los socialistas y otras turbas rio que la norm a constante y religiosa
de sediciosos, que tan porfiadam ente de nuestra vida se derive, no sólo de la
m aquinan por conm over hasta en sus ley eterna, sino tam bién de todas y cada
cimientos las naciones. Vean, pues, y una de las demás leyes que, según su
decidan los que bien juzgan, si tales beneplácito, ha dado Dios, infinitam en­
602 doctrinas sirven de provecho a la li­ te sabio y poderoso, y que podemos se­
bertad verdadera y digna del hombre, guram ente conocer por señales claras e
o sólo sirven p ara pervertirla y corrom ­ indubitables. Tanto más, cuanto que
perla del todo. estas leyes, por tener el mismo princi­
III. El liberalismo mitigado: doctrina y pio y el mismo autor que la eterna,
refutación. concuerdan del todo con la razón, p er­
feccionan el derecho natural e incluyen
12. D octrina del liberalism o m ode­ el m agisterio del mismo Dios, que, pre­
rado. Es cierto que no todos los fauto­ cisamente para que nuestro entendi­
res del Liberalismo asienten a estas miento y nuestra voluntad no caigan en
opiniones, aterradoras por su misma error, rige a entram bos benignamente,
m onstruosidad, y que abiertam ente re­ guiándolos al mismo tiempo que les
pugnan a la verdad, y son causa evi­ ordena. Quede pues, santa e inviolable­
dente de gravísimos males; antes bien mente unido lo que ni puede ni debe
muchos de ellos, obligados por la fuer­ separarse; y sírvase a Dios en todo,
za de la verdad, confiesan sin avergon­ como la m isma razón natural lo ordena,
zarse, y aun m uy de su grado afirm an con toda sumisión y obediencia.
que la libertad degenera en vicio y aun
en abierta licencia, cuando se usa de IV. El liberalsimo muy moderado: doc­
ella destem pladam ente, postergando la trina y refutación.
verdad y la justicia, y que debe ser,
por tanto, regida y gobernada por la 13. El liberalism o “estatal” es más
recta razón y sujeta consiguientemente m oderado pero no m ás lógico. Algo
al derecho n atu ral y a la eterna ley di­ más m oderados son, pero no más con­
vina. Mas juzgando que no se ha de secuentes consigo mismos, los que dicen
pasar más adelante, niegan que esta que, en efecto, se han de regir según las
sujeción del hom bre libre a las leyes, leyes divinas la vida y costum bres de
que Dios quiera im ponerle, haya de h a ­ los particulares, pero no las del Estado.
cerse por otra vía que la de la razón Porque en las cosas públicas es perm i­
natural. tido apartarse de los preceptos de Dios,
(9 ) E n la e n c í c li c a “Sapienliie Christianiv ” 10-1
-1890 v o lv e r á L eón X II I sob re este p u n to ; en e sta
C o le c c ió n , E n c íc lic a 50, 3 p á g . 397.
5 1 . 14 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ” 365

y no tenerlos en cuenta al establecer las tram bas, cuya desunión, al contrario,


leyes. De donde sale aquella perniciosa es perniciosa, singularm ente al cuerpo,
605 consecuencia: que es necesario separar que por ella pierde la vida(11\
la Iglesia del Estado.
No es difícil conocer lo absurdo de C) L as p r e t e n d id a s c o n q u is t a s del
todo esto: porque, como la m ism a n a­ LIBERALISMO Y SU RECTIFICACIÓN.
turaleza exige del Estado, que p ropor­
cione a los ciudadanos medios y opor­ /. Libertad de cultos: su naturaleza y
tunidad con que vivir honestam ente, refutación.
esto es, según las leyes de Dios, ya que
es Dios el principio de toda honestidad 14. Consecuencias del Liberalismo:
y justicia, repugna, ciertam ente por to­ la libertad de cultos. P a ra que m ejor
do extremo, que sea lícito al Estado el se vea todo esto, bueno será considerar
descuidar del todo esas leyes, o estable­ una por una esas varias conquistas de
cer la m enor cosa que las contradi­ la libertad que se dicen logradas en
ga <10). Además, los que gobiernan los nuestros tiempos. Sea la prim era, con­
pueblos son deudores a la sociedad, no siderada en los particulares, la que lla­
sólo de procurarle con leyes sabias la m an libertad de Cultos, en tan gran
prosperidad y bienes exteriores, sino de m anera contraria a la virtud de la reli­
m irar principalm ente los bienes del gión. Su fundam ento es estar del todo
alma. en m ano de cada uno el profesar la
Ahora bien; p ara increm ento de estos religión que más le acomode, o el no
bienes del alma, nada puede im aginarse profesar ninguna. Pero, m uy al contra­
más a propósito que estas leyes, de que rio, entre todas las obligaciones del
es autor Dios mismo; y por esta causa hom bre, la m ayor y m ás santa es, sin
los que en el gobierno del Estado no som bra de duda, la que nos m anda
quieren tenerlas en cuenta, hacen que adorar a Dios pía y religiosamente. De­
la potestad política se desvíe de su p ro ­ dúcese esto necesariam ente de estar nos­
pio instituto y de las prescripciones de otros de continuo en poder de Dios, y
la naturaleza. ser por su voluntad y providencia go­
bernados, y tener en El nuestro origen,
Arm onía entre el poder civil y reli­ y haber de to rn ar a El. Allégase a esto,
gioso. Pero lo que m ás im porta y Nos que no puede darse virtud verdadera
hemos más de una vez advertido, es, sin religión. Porque la virtud m oral es
que aunque la potestad civil no m ira la que versa en las cosas que nos llevan
próxim am ente al mismo fin que la re­ a Dios consumo y últim o bien del hom- 604
ligiosa, ni va por las mismas vías, con bre; y por tanto, la religión, que obra
todo al ejercer la autoridad, es fuerza las cosas directa e inmediatamente
que hayan de encontrarse, a veces, una ordenadas al honor divino^12,\ es la
con otra. Ambas tienen los mismos prim era y es la reguladora de todas las
súbditos, y no es raro decretar una y virtudes. Y si se indaga, ya que hay
otra acerca de lo mismo, bien que con varias religiones disidentes entre sí,
motivos diversos. Llegado este caso, y cuál ha de seguirse entre todas, respon­
siendo el chocar cosa necia y abierta­ den, a una la razón y la naturaleza: la
mente opuesta a la voluntad sapientí­ que Dios haya m andado y puedan fá­
sima de Dios, es preciso algún modo y cilmente conocer los hom bres por cier­
orden, con que apartadas las causas de tas notas exteriores con que quiso dis­
porfías y rivalidades, haya conform i­ tinguirla la Divina Providencia para
dad en las cosas que han de hacerse. evitar un error, al cual en cosa de ta ­
Con razón se ha com parado esta con­ m aña im portancia, había de seguirse
form idad a la unión del alm a con el sum a ruina. Así que, al ofrecer al hom ­
cuerpo, igualm ente provechosa a en- bre esta libertad de cultos, de que va-
(10) En “ I m m o r t a l e D c i ” l-XI-1885; en esta Co­ (11) Véase “ D i u t u r n u m i l l u d ” , 29-VI-1881; en
lecc. Encícl. 46, 6 pág. 324, lo expresó León XIII esta Colecc. Encíclica 37, 13 y 16, pág. 274 y 275
en forma positiva. e "I . n m o r t a l e D c i ” , l-XI-1885; en esta Colecc.
Encícl. 46, nrs. 13, 18 y 21, págs. 327, 328 y 330.
(12) S. Th., 2a. 2ae. q. 81, a. 6.
366 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 15-16

mos hablando, se le da facultad para dad. Esta religión es, pues, la que han
pervertir o abandonar im pune una obli­ de conservar los que gobiernan; ésta
gación santísim a, y tornarse, por lo la que han de proteger, si quieren, co­
tanto, al mal, volviendo la espalda al mo deben, atender con prudencia y úl-
bien inconm utable; lo cual, como he­ mo deben, atender con prudencia y
mos dicho, no es libertad, sino depra­ últim am ente a la com unidad de los ciu­
vación de ella y servidum bre del alma dadanos. La autoridad pública está, en 605
envilecida bajo el pecado. efecto, constituida para utilidad de sus
La libertad de cultos en el Esta­ súbditos; y aunque próxim am ente m ira
do(13). Considerada en el Estado la a proporcionarles la prosperidad de es­
m ism a libertad, pide que éste no tribute ta vida terrena, con todo, no debe dis­
a Dios culto alguno público, por no minuirles, sino aum entarles la facilidad
haber razón que lo justifique; que n in ­ de conseguir aquel sumo y últim o bien,
gún culto sea preferido a los otros; y en que está la sem piterna bienaventu­
que todos ellos tengan igual derecho, ranza del hombre, y a que no puede
sin respeto ninguno al pueblo, dado ca­ llegarse en descuidándose de la religión.
so que éste haga profesión de católico. 15. La religión fom enta la m oral
P ara que todo esto fuera justo, habría y, por ende, la libertad. Pero ya otras
de ser verdad que la sociedad civil no veces hem os hablado de esto m ás la r­
tiene p ara con Dios obligaciones algu­ gam ente: ah o ra sólo querem os adver­
nas, o que puede infringirlas im pune­ tir, que u n a libertad de este género
m ente; pero no es menos falso lo uno es dañosísim a a la libertad verda­
que lo otro. No puede, en efecto, d u ­ dera, tanto de los que gobiernan co­
darse que la sociedad establecida entre mo de los gobernados. A m aravilla
los hom bres, ya se m ire a sus partes, aprovecha, por el contrario, la religión;
ya a su form a, que es la autoridad, ya como que pone en Dios el origen de la
a su causa, ya a la gran copia de utilida­ potestad, y gravísim am ente ordena, a
des que acarrea, existe por voluntad de los príncipes no descuidar sus deberes,
Dios, que es quien creó al hom bre para no m andar injusta ni acerbam ente, go­
vivir en sociedad, y quien le puso entre bernar a su pueblo con benignidad, y
sus semejantes p ara que las exigencias casi con caridad paterna. Quiere que
naturales, que él no pudiera satisfacer los ciudadanos estén sujetos a los go­
solo, las viera cum plidas en la sociedad. bernantes legítimos como a m inistros
Así es que la sociedad, por serlo, ha de de Dios, y los une a ellos, no solamente
reconocer como padre y autor a Dios, por medio de la obediencia, sino por el
y reverenciar y adorar su poder y su respeto y el amor, prohibiendo toda se­
dominio. Veda, pues, la justicia, y vé­ dición y todo conato que pueda tu rb ar
dalo tam bién la razón, que el Estado el orden y tranquilidad pública, y que
sea ateo, o lo que viene a p a ra r en el al cabo son causa de que se estreche
ateísmo, que se haya de igual modo con m ayor freno la libertad de los
con respecto a las varias que llam an cuidadanos(14). No hay que decir cuán­
religiones, y conceda a todas prom is­ to conduce la religión a las buenas cos­
cuam ente iguales derechos. tum bres, y éstas a la libertad; puesto
que la razón dem uestra y la historia
Objetivamente debe fomentar la ver­ confirm a que, cuanto más m origeradas
dadera Religión que es útil para todos. son las naciones, tanto m ás prevalecen
Siendo, pues, necesario al Estado pro ­ en libertad, en riquezas y en poderío.
fesar una religión, ha de profesar la
única verdadera, la cual sin dificultad II. Libertad de opinión.
se conoce, singularm ente en los pueblos 16. La libertad de expresión. Volva­
católicos, puesto que en ella aparecen mos ahora algún tanto la atención h a ­
como sellados los caracteres de la ver- *32 cia la libertad de hablar y de im prim ir
(1 3 ) V é a s e “Mirari vos”, 1 5 -V II-1 8 3 2 ; e n e s t a (1 4 ) E n la E n c íc lic a “Quamquam pluries” , 15-
C o le c c . E n c íc l. 3 , 24, p á g . 44: “Quod apostolici” , V IT I-1889, s o b r e e l P a t r o c in io d e S a n J o s é i n s i s ­
2 8 -V II-1 8 7 8 ; e n e s t a C o le c c . E n c íc l. 3 2 ,6 p á g . 227; tir á n u e v a m e n t e L e ó n X II I e n e s t e p u n to ; e n e s t a
“Immoriale Dei”, l-X I -1 8 8 5 ; e n e s t a C o le c c . E n ­ C o le c c . E n c íc l. 55, 5 p á g . 391.
c í c l. 4 6 „ n r s . 6, 17, 22 y 24, p á g . 324, 328, 331 y
332.
51. 17-18 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ’ 367

cuanto place. Apenas es necesario ne­ oprim ir la verdad, sino m uchas veces
gar el derecho a sem ejante libertad a investigarla y m anifestarla.
cuando se ejerce, no con alguna tem ­
planza, sino traspasando toda m odera­ III. Libertad de enseñanza.
ción y todo límite. El derecho es una
17. La falsa libertad de enseñanza.
facultad m oral que, como hemos dicho
y conviene repetir mucho, es absurdo No de otra m anera se ha de juzgar la
suponer haya sido concedido por la que llam an libertad de enseñanza. No
naturaleza de igual modo a la verdad y puede, en efecto, caber duda de que
al error, a la honestidad y a la torpeza. sólo la verdad debe llenar el entendi­
Hay derecho p ara propagar en la so­ miento, porque en ella está el bien de
las naturalezas inteligentes y su fin y
ciedad libre y prudentem ente lo verda­
perfección; de modo que la enseñanza
dero y lo honesto p ara que se extienda
no puede ser sino de verdades, tanto
al m ayor núm ero posible su beneficio;
para los que ignoran como para los que
pero en cuanto a las opiniones falsas,
ya saben, para dirigir a unos al cono­
pestilencia la más m ortífera del enten­
cimiento de la verdad y conservarlo en
dimiento, y en cuanto a los vicios, que
los otros. P or esta causa, sin duda, es
corrom pen el alm a y las costumbres, es
deber propio de los que enseñan, librar
justo que la pública autoridad los co­
de error a los entendim ientos y cerrar
híba con diligencia p ara que no vayan
con seguros obstáculos el camino que
cundiendo insensiblem ente en daño de
conduce a opiniones engañosas. Por
la mism a sociedad. Y las m aldades de donde se ve cuánto repugna a la razón
los ingenios licenciosos, que redundan esta libertad de que tratam os, y cómo
en opresión de la m ultitud ignorante, ha nacido para pervertir radicalm ente
no han de ser menos reprim idas por los entendim ientos al pretender serle lí-
la autoridad de las leyes que cualquiera cito enseñarlo todo según su capricho;
injusticia cometida por fuerza contra
licencia que nunca puede conceder al
los débiles. Tanto más, cuanto que la público la autoridad del Estado sin in ­
inm ensa m ayoría de los ciudadanos no fracción de sus deberes. Tanto más,
puede de modo alguno, o puede con cuanto que puede m ucho con los oyen­
suma dificultad, precaver esos engaños tes la autoridad del m aestro, y es ra rí­
y artificios dialécticos, singularm ente simo que pueda el discípulo juzgar, por
cuando halagan las pasiones. Si a todos sí mismo, si es o no verdad lo que
es perm itida esa licencia ilim itada de explica el que enseña.
h ablar y escribir, ” \ a será ya sagrado
e inviolable; ni aún se perdonará a 18. Concepto de la verdadera lib er­
aquellos grandes principios naturales tad de enseñanza. P o r lo cual es ne­
tan llenos de verdad, y que form an co­ cesario que esta libertad no salga de
mo el patrim onio com ún y juntam ente ciertos térm inos, si ha de ser honesta,
nobilísimo del género hum ano. Oculta es decir, si no ha de suceder impune-/
así la verdad en las tinieblas, casi sin m ente que la facultad de enseñar se
sentirse, como m uchas veces sucede, trueque en instrum ento de corrupción.
fácilmente se enseñoreará de las opinio­
nes hum anas el erro r pernicioso y m úl­ Dos clases de verdades. Pero las ver­
tiple. Con lo cual recibe tan ta ventaja dades acerca de las que ha de versar
la licencia como detrim ento la libertad, únicam ente la doctrina del preceptor,,
que será tanto m ayor y m ás segura son de dos géneros: naturales y sobre­
cuanto m ayores fueren los frenos de la naturales. Las naturales, como son los
licencia. P or lo que dice respecto a las prim eros principios y los deducidos in ­
cosas opinables, dejadas por Dios a las m ediatam ente de ellos por la razón,
disputas de los hom bres, es perm itido, constituyen un como patrim onio co­
sin que a ello se oponga la naturaleza, m ún del género hum ano, y;) puesto que
sentir lo que acom oda y librem ente h a ­ en él se apoyan como en firm ísim o
blar de lo que se siente, porque esta fundam ento las costumbres, la justicia,
libertad nunca induce al hom bre a la religión, la misma unión social, nada
368 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 18

sería tan impío, tan neciamente in h u ­ No hay oposición entre ciencia y fe.
m ano como el dejar que sea profanado P or este camino, desterrada la supers­
y disipado. tición miserable, se renovó el orbe se­
Ni ha de conservarse menos religio­ gún la cristiana sabiduría. Pero como
samente el preciosísimo y santísimo te- la razón claram ente enseña que entre
607 soro de las cosas que conocemos por las verdades reveladas y las naturales
habérnoslas revelado el mismo Dios. no puede darse oposición verdadera,
Las principales se dem uestran con m u­ y así que cuanto a ellas se oponga, ha
chos e ilustres argum entos, de que usa­ de ser por fuerza falso, por lo mismo
ron con frecuencia los Apologistas, co­ dista tanto el magisterio de la Iglesia de
mo son: el haber Dios revelado algunas poner obstáculos al deseo de saber y
cosas; el haberse hecho carne el Unigé­ al adelanto en las ciencias, o de re ta r­
nito de Dios p ara dar testimonio de la dar de algún modo el progreso y cultu­
verdad; el haber fundado el mismo ra de las letras, que antes les ofrece
Unigénito una sociedad perfecta, que abundantes luces y segura tutela. Por
es la Iglesia, de la cual es cabeza El la mism a causa es este m agisterio de
mismo, y que prom etió estar con ella no escaso provecho a la m ism a per­
hasta la consum ación de los siglos. fección de la libertad hum ana; puesto
que es sentencia de Jesucristo, Salvador
Los m aestros de la verdad: El P adre nuestro, que el hom bre es hecho libre
y Jesucristo. A esta sociedad quiso que por la verdad, cognoscetis veritatem et
quedaran encom endadas cuantas ver­ veritas liberabit vos, “conoceréis la ver­
dades enseñó, con la condición de que dad y la verdad os hará libres U5b)# No
las guardase, las defendiese y con auto­ hay, pues, motivo para que la libertad
ridad legítima las enseñase; y a la vez genuina se indigne y la verdadera cien­
ordenó a todos los hom bres, que obede­ cia lleve a m al las justas y debidas leyes
cieran a su Iglesia no menos que a El con que la Iglesia y la razón a una exi­
mismo, teniendo segura los que así no gen que se pongan lím ites a las ense- 608
lo hicieran su perdición sem piterna. ñanzas de los hom bres; antes bien la
Consta, pues, claram ente, que el m ejor Iglesia, como a cada paso atestiguan los
y m ás seguro m aestro del hom bre es hechos, al hacer esto prim era y princi­
Dios, fuente y principio de toda verdad, palm ente para proteger la fe cristiana,
y tam bién el Unigénito, que está en el procura tam bién fom entar y adelantar
seno del Padre, y es camino, verdad, todo género de ciencias hum anas. Bue­
vida, luz verdadera que ilum ina a todo no es, m irado en sí mismo, y laudable,
hom bre, y a cuya enseñanza han de y debe buscarse lo escogido de la doc­
prestarse todos dócilmente: et erunt trina; y toda erudición que sea origina­
omnes docibiles Dei (na). da de un recto juicio y está conform e
L a Iglesia. Pero, en punto de fe y con la verdad de las cosas, sirve no
de costum bres hizo Dios a la Iglesia poco para ilustrar las mismas cosas que
partícipe del m agisterio divino, y, por creemos por revelación divina.
beneficio tam bién divino, libre de error; El hecho es que a la Iglesia se deben
por lo cual es la más alta y segura estos verdaderam ente insignes benefi­
m aestra de los m ortales, y en ella reside cios: el haber conservado gloriosamente
el derecho inviolable a la libertad de los m onum entos de la antigua sabidu­
enseñar. Y, de hecho, sustentándose la ría; el haber abierto por todas partes
Iglesia con la doctrina recibida del cie­ asilos a las ciencias; el haber excitado
lo, nada ha antepuesto al cum plim iento siempre la actividad del ingenio, fom en­
exacto del encargo que Dios le ha con­ tando con todo empeño las mismas
fiado; y más fuerte que las dificultades artes de que tom a ese tinte de urbani­
que por todas partes la rodean, no ha dad nuestro siglo. P or último, no ha
aflojado un punto en defender la liber­ de callarse que hay un campo inmenso,
tad de su magisterio. patente a los hombres, en que poder
[15a] J u a n C, 45. [15!>] J u a n 8, 32.
51, 19-20 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ” 369

de com ún esta libertad con el ánim o 609


extender su industria y ejercitar libre­
m ente su ingenio, a saber: todo aquello sedicioso y desobediente, ni ha de creer­
que no tiene relación necesaria con la se de ninguna m anera que pretenda se­
fe y costum bres cristianas, o que la Igle­ pararse del respeto debido a la autori­
sia, sin hacer uso de su autoridad, deja dad pública; porque en tanto asiste a
íntegro y libre al juicio de los doctos. la potestad hum ana el derecho de m an­
dar y exigir obediencia, en cuanto no
Abusos del liberalism o. De aquí se disienta en cosa alguna de la potestad
entiende qué género de libertad quieren divina, conteniéndose en los límites que
y propalan con igual empeño los secua­ ésta ha determ inado; pero cuando se
ces del Liberalismo: de una parte, se m anda algo que claram ente discrepa
conceden a sí mismos y al Estado una de la voluntad divina, se va lejos de los
licencia tal que no dudan en ab rir paso límites dichos, y se choca juntam ente
franco a las opiniones más perversas; con la divina Autoridad; por donde
de otra ponen m il estorbos a la Iglesia, entonces el no obedecer es lo justo.
lim itando su libertad a los térm inos
más estrechos que les es dado ponerle, T iranía del liberalism o. Al contrario
por más que de la doctrina de la Igle­ los fautores del Liberalismo, que dan al
sia no ha de tem erse inconveniente a l­ Estado un poder despótico y sin límites
guno, sino esperarse grandes provechos. y pregonan que hemos de vivir sin te­
ner p ara nada en cuenta a Dios, no
IV. Libertad de conciencia^16). conocen esta libertad de que hablamos,
tan unida con la honestidad y la reli­
19. L ib ertad de conciencia. T am ­ gión. Y si para conservarla se hace a l­
bién se pregona con grande a rd o r la go, lo im putan a crim en contra la so­
que llam an libertad de conciencia, que, ciedad. Si hablasen con verdad, no h a ­
si se tom a en el sentido de ser lícito bría tiranía tan cruel a que no hubiese
a cada uno, según le agrade, d ar o obligación de sujetarse y que sufrirla.
no dar culto a Dios, queda suficien­
temente refutada con lo ya dicho. Pe­ V. La tolerancia.
ro puede tam bién tom arse en el sen­
tido de ser lícito al hom bre, según su 20. La tolerancia de la Iglesia. Mu­
conciencia, seguir en la sociedad la chísimo desearía la Iglesia, que en to ­
voluntad de Dios y cum plir sus m an­ dos los órdenes de la sociedad penetra­
datos sin el m enor im pedimento. E sta ran de hecho y se pusieran en práctica
libertad verdadera, digna de los hijos estos documentos cristianos, que hemos
de Dios, y que am para con el m ayor tocado sum ariam ente; porque en ellos
decoro a la dignidad de la persona h u ­ hay encerrada suma eficacia para re ­
mana, está por encim a de toda in ju s­ m ediar los males actuales, no pocos
ticia y violencia, y fué deseada siempre ciertam ente, ni leves, nacidos en gran
y singularm ente am ada de la Iglesia. parte de esas mismas libertades, pre­
Este género de libertad reivindicaron gonadas con tanto encomio, y en que
constantem ente p ara sí los Apóstoles, parecían contenerse las semillas del
ésta confirm aron con sus escritos los bienestar y de la gloria. Pero el éxito
Apologistas, ésta consagraron con su burló la esperanza, y, en vez de frutos
sangre los M ártires en núm ero creci­ deliciosos y sanos, los hubo acerbos y
dísimo. corrom pidos. Si se busca remedio, bús-
quese en el restablecim iento de las sa­
Lím ites de la au to rid ad hum ana. Y nas doctrinas, de que solo puede espe­
con razón, porque esta libertad cristia­ rarse confiadam ente la conservación del
na atestigua el suprem o y justísim o orden, y la tutela, por tanto, de la ver­
señorío de Dios en los hom bres, y a dadera libertad.
la vez la prim era y principal obligación A pesar de todo, la Iglesia se hace
del hom bre p ara con Dios. Nada tiene cargo m aternalm ente del grave peso de
(16) Véase “ M ir a r i Vos", 15-VIII-1832; en esta Encícl. 37, 6 pág. 270; “ I m m o r t a l e D e i " , 1-XI-
Colecc. Encícl. 3, 14, pág. 41; “ S u l la b u s ” (1884), 1885; en esta Colecc. Encícl. 46, nrs. 20, 23 y 25
nrs. 77-78; en esta Colecc. Encícl. 24, pág. 168; págs. 330, 332 y 333; " S a p i e n l i x C h r i s tia n a *” , 10-
" D iu tu r n u m i l l u d ” , 29-VI-1881; en esta Colecc. XI-1890; en esta Colecc. Encícl. 56, 8-9 pág. 398.
370 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 21-22

la hum ana flaqueza, y no ignora el que si daña a éste y ocasiona m ayores


curso de los ánim os y de los sucesos, males a la sociedad, es consiguiente que
por donde va pasando nuestro siglo. ya no es lícita, por faltar en tales cir­
P or esta causa, y sin conceder el m enor cunstancias la razón de bien. Pero si
derecho sin sólo a lo verdadero y h o ­ por las circunstancias particulares de
nesto, no rehuye que la autoridad p ú ­ un Estado acaece no reclam ar la Iglesia
blica soporte algunas cosas ajenas de contra alguna de estas libertades m o­
verdad y justicia, con motivo de evitar dernas, no porque las prefiera en sí
un m al m ayor o de adquirir o conservar mismas, sino porque juzga conveniente
un m ayor bien. Aun el mismo providen­ que se perm itan, m ejorados los tiempos
tísimo Dios, con ser de infinita bondad h aría uso de su libertad, y persuadien­
y todopoderoso, perm ite que haya m a­ do, exhortando, suplicando, procuraría,
les en el m undo, en parte p ara que como debe cum plir el encargo que Dios
no se im pidan m ayores bienes, en p a r­ le ha encomendado, que es m irar por
te p ara que no se sigan m ayores males. la salvación eterna de los hombres. Pe­
Justo es im itar en el gobierno de la so­ ro siempre es verdad que libertad se­
ciedad al que gobierna el m undo; y mejante, concedida indistintam ente a
aun por lo mismo que la autoridad h u ­ todos y para todo, nunca, como hemos
m ana no puede im pedir todos los m a­ repetido varias veces, se ha de buscar
les, debe conceder y dejar impunes mu­ por sí misma, por ser repugnante a la
chas cosas, que han de ser, sin embar­ razón que lo verdadero y lo falso ten­
go, castigadas por la divina Providen­ gan igual derecho.
cia, y con justicia(17). 21. La intolerancia del liberalism o.
No se apru eb a el m al. Pero en tales Y en lo tocante a tolerancia causa
circunstancias, si por causa del bien extrañeza cuánto distan de la pruden­
610 com ún, y sólo por eda, puede y aun cia y equidad de la Iglesia los que pro­
debe la ley hum ana tolerar el mal, no fesan el Liberalismo. Porque con esa
puede sin embargo, ni debe aprobarlo licencia sin límites, que a todos conce­
ni quererlo en sí mismo; porque, como den acerca de las cosas que hemos enu­
el m al en sí mismo es privación de merado, traspasan toda m oderación y
bien, repugna al bien común, que debe llegan hasta parecer que no dan más
querer el legislador y defenderlo cuanto a la honestidad y la verdad que a la
m ejor pueda. Tam bién en esto debe la falsedad y la torpeza. En cambio, a la
ley hum ana proponerse im itar a Dios, Iglesia, colum na y firm am ento de la
que el perm itir que haya males en el verdad, m aestra incorrupta de las cos­
m undo, ni quiere que los males se ha­ tum bres, porque en cumplim iento de su
gan, ni quiere que no se hagan, sino deber, siempre ha rechazado y niega
quiere permitir que los haya, lo cual que sea lícito semejante género de tole­
es bueno(ls\ sentencia del D o c t o r A n ­ rancia tan licencioso y tan perverso, la
, que brevísim am ente encierra
g é l ic o acrim inan de falta de paciencia y m an­
toda la doctrina de la tolerancia de los sedumbre; sin rep arar cuando lo h a­
males. cen, que achacan a vicio lo que es digno
Lím ites de la to lerancia; la p ru d en ­ de alabanza. Pero en medio de tanta
cia de la Iglesia. Pero ha de confesar­ ostentación de tolerancia, son con fre­
se, p ara juzgar con acierto, que cuanto cuencia estrictos y duros contra todo
es m ayor el m al que ha de tolerarse en lo que es católico, y los que dan con 611
la sociedad, otro tanto dista del m ejor profusión libertad a todos rehúsan a
este género de sociedad; y además, co­ cada paso dejar en libertad a la Iglesia.
mo la tolerancia de los males es cosa
D ) R e su m en y C o n c l u s io n e s .
tocante a la prudencia política, ha de
estrecharse absolutam ente a los límites 22. Origen del liberalism o y sus doc­
que pide la causa de esta tolerancia, trinas. Juntando en gracia de la clari­
esto es, al público bienestar. De modo dad, brevemente y por sus capítulos,
( M ig n e 32 [c. 5, n r . 13] c o l. 1228). (1 8 ) S . T h o m ., I, q. 19, a r t . 9, a d 3.
(1 7 ) S. Agustín, De lib. arb., lib . 1-, c. 6, n . 11
51, 22 E n c íc l ic a “ L ib e r t a s ” 371

todas nuestras doctrinas y sus conse­ público, en las instituciones, en las


cuencias, he aquí su resum en. Es im ­ costumbres, en las leyes, en los cargos
prescindible que el hom bre todo se del Estado, en la educación de la ju ­
m antenga verdadera y perfectam ente ventud, no se m ire a la Iglesia más que
bajo el dominio de Dios; por tanto no si no existiese; concediendo a lo más a
puede concebirse la libertad del hom ­ los ciudadanos la facultad de no tener
bre, si no está sumisa y sujeta a Dios y religión, si les place, privadam ente.
a su voluntad. Negar a Dios este dom i­ Contra esto tienen toda su fuerza los
nio o no querer sufrirlo no es propio argum entos con que refutam os la sepa­
del hom bre libre, sino del que abusa de ración de la Iglesia y del Estado, añ a­
la libertad p ara rebelarse; en esta dis­ diendo ser cosa absurdísim a que el
posición del ánimo es donde pro p ia­ ciudadano respete a la Iglesia y el E sta­
mente se fragua y com pleta el vicio do la desprecie.
capital del Liberalismo. El cual tiene Otros no se oponen, ni podrían opo­
m últiples formas, porque la voluntad nerse, a que la Iglesia exista, pero le
puede separarse de la obediencia debida niegan la naturaleza y los derechos p ro ­
a Dios, o a los que participan de su pios de sociedad perfecta, pretendiendo 61
autoridad, no del mismo modo ni en no com petirle el hacer leyes, juzgar,
un mismo grado. castigar, sino sólo exhortar, persuadir
Es claro que rechazar absolutam ente y aun regir a los que espontáneam ente
el sumo señorío de Dios y sacudir toda se le sujetan. Así adulteran la naturale­
obediencia, lo mismo en lo público que za de esta sociedad divina, debilitan y
en la fam ilia y privadam ente, así como estrechan su autoridad, su magisterio,
es perversión sum a de la libertad, así toda su eficacia, exagerando al mismo
es tam bién pésimo género de Libera­ tiem po la fuerza y potestad del Estado
lismo; y de él ha de entenderse entera­ hasta el punto de que la Iglesia de Cris­
mente todo lo dicho. to quede sometida al im perio y ju ris­
Rechazan la revelación y la Iglesia. dicción del Estado, no menos que cual­
Próximo a éste es el de los que confie­ quiera asociación voluntaria de los ciu­
dadanos. P ara refu tar esta opinión va­
san que conviene someterse a Dios,
len los argum entos usados por los Apo­
Criador y Señor del mundo, y por cuya
logistas y no omitidos por Nos, singu­
voluntad se gobierna toda la naturaleza;
pero audazm ente rechazan las leyes, larm ente en la Encíclica Inmortale
que exceden la naturaleza, com unica­
Dei, C9) con los cuales se dem uestra
ser, por institución divina, esencial a
das por el mismo Dios en puntos de
la Iglesia cuanto pertenece a la n atu ra­
dogma y de m oral, o a lo menos asegu­
ran que no hay por qué tom arlas en leza y derechos de una sociedad legíti­
cuenta singularm ente en las cosas p ú ­ ma, suprem a y por todas partes per­
blicas. Ya vimos antes cuánto y erran fecta. i
éstos y cuán poco concuerdan consigo Otro erro r. P o r últim o, hay m uchos
mismos. De esta doctrina m ana, como que no juzgan que la Iglesia debe con­
de origen y principio, la perniciosa teo­ descender con los tiempos, doblándose
ría de la separación de la Iglesia y del y acom odándose a lo que la m oderna
Estado; siendo por el contrario, cosa prudencia desea en la adm inistración
patente, que am bas potestades, bien que de los pueblos. Este parecer es honesto,
diferentes en oficios y desiguales por si se entiende de cierta equidad que
su categoría, es necesario que vayan pueda unirse con la verdad y la justi­
acordes en sus actos y se presten m u­ cia; es decir: que la Iglesia, con la p ro ­
tuos servicios. bada esperanza de algún gran bien, se
Dos erro res m ás. A esta opinión, m uestre indulgente y conceda a los
como a su género, se reducen otras dos. tiempos lo que, salva siempre la santi­
Porque m uchos pretenden que la Igle­ dad de su oficio, puede concederlas.
sia se separe del Estado toda ella y en Pero m uy de otra m anera sería si se
todo; de modo que en todo el derecho 19 tra tara de cosas y doctrinas introducidas
(19) León XIII, Encíclica l m m o r t a l e D e i, 1-XI-18S5; en esta Colecc. Encícl. 46,9-10 pág. 325-32G.
372 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 51, 23-24

contra la justicia por el cambio de las m oderadam ente popular, salva siempre
costum bres y los falsos juicios. Ningún la doctrina católica acerca del origen y
tiempo hay que pueda estar sin religión, ejercicio de la autoridad pública. Nin­
sin verdad, sin justicia, y como estas gún género de gobierno es reprobado
cosas suprem as y santísim as han sido por la Iglesia, con tal que sea apto para
encom endadas por Dios a la tutela de la utilidad de los ciudadanos; pero
la Iglesia, nada hay tan extraño como quiere, como tam bién lo ordena la n a ­
el pretender de ella que sufra con disi­ turaleza, que cada uno de ellos esté
m ulación lo que es falso o injusto, o constituido sin injuria de nadie, y sin­
sea connivente en lo que daña a la gularm ente dejando íntegros los dere­
religión. chos de la Iglesia.
Tom ar parte en los negocios públi­
23. Deducciones de la doctrina ca­ cos, a no ser donde por la singular
tólica. Síguese de lo dicho que no es condición de los tiempos se provea otra
lícito de ninguna m anera pedir, defen­ cosa, es honesto; y aun más, la Iglesia
der, conceder la libertad de pensar, de aprueba que cada uno contribuya con
escribir, de enseñar, ni tam poco la de su trabajo al común provecho, y cuan­
cultos, como otros tantos derechos da­ to alcancen sus fuerzas defienda, con­
dos por la naturaleza al hom bre. Pues serve y haga prosperar la cosa pública.
si los hubiera dado en efecto, habría
derecho p ara no reconocer el imperio E pílogo
de Dios, y ninguna ley podría m oderar
la libertad del hom bre. Síguese tam ­ 24. Exordio y Bendición. Estas co­
bién que, si hay justas causas podrán sas, Venerables Hermanos, que en cum ­
tolerarse estas libertades, pero como de­ plimiento de Nuestro oficio apostólico,
term inada m oderación, p ara que no hemos enseñado, llevando por guía a
degeneren en liviandad e insolencia. un tiempo la fe y la razón, confiamos
Donde estas libertades estén vigentes, han de ser de fruto para no pocos, en
usen de ellas p ara el bien los ciudada­ especial juntándose a los Nuestros vues­
nos, pero sientan de ellas lo mismo que tros esfuerzos. Nos, por cierto, en la
la Iglesia siente. Porque toda libertad hum ildad de Nuestro Corazón, alzamos
puede reputarse legítima, con tal que a Dios los ojos suplicantes, y con todo
aum ente la facilidad de obrar el bien; fervor le pedimos que se digne conce­
fuera de esto, nunca. der benignam ente a los hom bres la luz
de su sabiduría y de su consejo, para
Colaboración con el Estado liberal. que, fortalecidos con su virtud, puedan
Cuando tiranice o amenace un gobier­ en cosas de tanta m onta discernir la
no, que tenga a la nación injustam ente verdad y consiguientemente vivir, se­
oprim ida, o arrebate a la Iglesia la li­ gún ella pide, en privado, en público,
bertad debida, es justo pro curar al E s­ en todos tiempos y con inconmovible
tado otro régimen con el cual se pue­ constancia. Como presagio de estos ce­
da obrar librem ente; porque entonces lestiales dones, y testimonio de N uestra
no se pretende aquella libertad inm o­ benevolencia, a vosotros, Venerables
derada y viciosa, sino que se busca Hermanos, y al Clero y pueblo que
algún alivio p ara el bien com ún de cada uno de vosotros preside, damos
todos; y con esto únicam ente se pre­ am an tí sim am ente en el Señor la Apos­
tende que allí donde se concede licen­ tólica Bendición.
cia p ara lo malo, no se im pida el dere­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
cho de hacer lo bueno. el día 20 de Junio del año 1888, de
Ni es tampoco, m irado en sí mismo, Nuestro Pontificado el undécimo.
contrario a ningún deber el preferir
p ara la república un modo de gobierno LEON PAPA XIII.
52

ENCICLICA “QUOD ANNIVERSARIUS” (*>


(l-IV-1888)

SOBRE EL SUFRAGIO DE LAS ANIMAS DEL PURGATORIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Significado de las Bodas de oro que se hallan aun fuera de la única
sacerdotales del Papa y sus plegarias. arca de salvación, que es la Iglesia.
Que el día del 50? aniversario de Nues­ Lo hicimos con la intención de que
tro sacerdocio, hace poco celebrado, todas las gentes y pueblos se congrega­
brillara conform e al íntim o deseo de la ran en la fidelidad del vínculo de la
iglesia, lo atribuim os como es debido a caridad, y entraran con mayor presteza
la inm ensa benignidad de Dios, cuyo en el único rebaño que está bajo un
arbitrio y voluntad providentísim a go­ solo pastor(2). Esto con gemidos se lo
bierna toda vida hum ana. pedimos, pues, a Nuestro Señor Jesu­
Del mismo modo, nadie sino Aquel cristo en la solemne m isa de canoniza­
cuyo om ním odo im perio dom ina las ción recién celebrada.
mentes, voluntades y corazones, nadie
sino Aquel que dirige y encam ina los 2. La Iglesia triunfante y purgante.
acontecimientos hacia la glorificación Nos hemos elevado Nuestros ojos tam ­
de la Religión cristiana podía excitar bién a la Iglesia triunfante y solemne­
por doquiera, a propósito de Nuestro m ente decretam os y tributam os a los
día, tanta unanim idad de festejos, de héroes cristianos, de quienes felizmente
sobreabundante liberalidad y de m ani­ ya conocimos, después de los trám ites
festaciones públicas de alegría. de derecho, las excelsas virtudes y m i­
lagros, a unos los sumos honores de
Era, ciertam ente, un acontecimiento los santos y a otros el culto de los bea­
preclaro y m em orable por el cual los tos, a fin de que Dios uniera, en la
enemigos de la Iglesia, aunque desga­ comunión de la dicha, la Jerusalén que
nados y contra su voluntad, podían con está en los cielos con la que peregrina
sus propios ojos ver cómo la vida divi­ en la tierra.
na de la Iglesia y su fuerza nacida de Y p ara que, con la ayuda de Dios, se
Dios seguía floreciendo, y de este modo, corone todo ello, quisimos extender el
obligadamente, se sentían convencidos m inisterio de N uestra apostólica cari­
de que la gente impía en un intento, del dad que incluye la plenitud del tesoro
todo insano, clamaban y vanamente infinito espiritual, a aquellos que m u­
maquinaban contra Dios y su Cristo(1>. rieron la m uerte de los justos y aban­
Pero para que se difundiera, tan go­ donaron la milicia de esta vida señala­
zosamente como fuese posible, la m e­ dos con el signo de la fe e injertados
m oria y provecho de este divino bene­ en el tronco de la m ística vida, pero
ficio, abrimos, p ara toda la grey que en tal estado que encontraran cerrada
Nos está confiada, los tesoros de las la puerta del descanso eterno m ientras
celestiales gracias; tam poco omitimos, no hubiesen pagado, por las deudas
naturalm ente, el im plorar los dones de contraídas, el último m aravedí a la ju s­
la divina m isericordia sobre aquellos ticia divina vengadora.
(*) A. S. S. 20 (1888) 417-419. No figura en la 1? edición. Trad. esp. para la 2? edición. — Los nú­
indican las páginas del texto original en ASS 20. (P. H.)
m e ro s en e l m a r g e n
á ) Cfr. Act. 4, 23; Ps. 2, 1. (2) Cfr. J. 10, .16; Ose. 11, 4.
— 373 —
374 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 52, 3

Nos hemos sentido movidos a ello Misal prevé para la Conmemoración


tanto por los piadosos deseos de los de todos los fieles difuntos. Aprobamos
católicos a quienes según supimos será esto mismo tam bién para las iglesias
m uy grato este Nuestro propósito como parroquiales y colegiadas tanto del cle­
tam bién por los horrores de las penas ro secular como regular y para todos
dignos de lágrim as con los que las al­ los sacerdotes con tal que no se omita
mas de los difuntos son atorm entados; el correspondiente oficio del día donde
principalm ente, empero, Nos sentimos fuere de obligación.
im pulsados por la tradición de la Igle­ A los demás fieles, empero, exhorta­
sia que en medio de las más alegres mos que hecha la confesión sacram en­
solemnidades del año celebra la sagra­ tal, en sufragio de las ánim as que p u r­
da y saludable m em oria de los difuntos gan sus penas, se nu tran devotamente
a fin de que se libren de sus pecados<8).del pan de los ángeles. A ellos concede­
P or cuanto, pues, la doctrina católica
mos una indulgencia plenaria para los
tiene por cierto y averiguado que el difuntos y a todos los arriba m encio­
sufragio de los fieles, en especial, el nados que ofician la santa Misa el p ri­
sacrificio de la misa, ayuda a las áni­ vilegio del altar valiéndonos de Nuestra
mas detenidas en el Purgatorio, cree­ autoridad apostólica.
mos que no podemos enviarles una De este modo, pues, las ánim as del
prenda de Nuestro am or más prove­ Purgatorio, que purgan con una te rri­
chosa y apetecible que m ultiplicando ble m agnitud de torm entos lo que resta
por doquiera, en satisfacción de sus de sus culpas, recibirán un consuelo
culpas, la oblación p u ra del sacrosantooportuno y especial de la Hostia salu­
sacrificio de nuestro divino Mediador. dable que la Iglesia universal unida a
su cabeza visible e inflam ada por el
3. Día especial de Sufragios en el afecto de caridad, ofrecerá a Dios a fin
últim o Domingo de Septiem bre de de que les conceda el lugar de refrige­
1888. P or lo tanto, estatuim os, con rio, de luz g de paz perpetuas.
todas las necesarias dispensas y dero­
gaciones, que el último Domingo de Entretanto, como prenda de los ce­
Septiembre de este año sea el día de la lestiales dones, os im partim os, a vos­
m ás am plia expiación y sufragio, en el otros, Venerables Herm anos, a todo el
cual Nos celebrarem os y h an de cele­ clero y pueblo que os está encom enda­
b ra r cada uno de Nuestros H erm anos do, de todo corazón la Bendición Apos­
los Patriarcas, Arzobispos, Obispos y tólica.
otros Prelados que tienen diócesis en Dado en Roma cabe San Pedro, en
sus respectivas iglesias patriarcales, el día solemne de la Pascua de 1888,
m etropolitanos y catedrales u n a m isa en el año l l 9 de Nuestro Pontificado.
especial de difuntos, con la m ayor so­
lem nidad posible y con el rito que el3 LEON PAPA XIII.
(3) Cfr. II Mace. 12, 46.
í5 3

EPISTOLA “IN PLURIMIS MAXIMISQUE” «


(5-V-1888)

A LOS OBISPOS DEL BRASIL SOBRE LA EMANCIPACION


DE LOS ESCLAVOS

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Motivo de la caH a: D erogación bienes, como testimonio de gratitud por


p arcial de la esclavitud en el B rasil. habernos El aum entado la edad y con­
En m uchas y m uy sentidas m anifesta­ cedido la incolumidad.
ciones casi todas las naciones Nos con­ Este testimonio, empero, Nos era
gratularon con motivo de Nuestro 509 particularm ente acepto y agradable,
aniversario sacerdotal, felizmente cum ­ tanto más cuanto que nos refirm ó en
plido, y siguen felicitándonos otras de­ la m uy grata convicción de que los h a ­
legaciones; una de ellas, venida del bitantes del Brasil querían abolir del
Brasil Nos ha complacido singularm en­ todo y extirpar el horro r de la esclavi­
te; pues, por un dichoso acontecim iento tud. Y esta su voluntad fue secundada
se concedió el derecho de libertad a no con eximia diligencia tanto por el E m ­
pocos de los que en las vastísim as ex­ perador como tam bién por su augusta
tensiones de aquel Im perio gem ían aún h ija y por todos los que presiden aquel
bajo el yugo de la esclavitud. gobierno estatal, m ediante la dictación
Esta obra, pues, pletórica de cristia­ y sanción de determ inadas leyes.
na m isericordia, realizada por la soli­ Cuánto consuelo nos proporcionaron
citud que, junto con el clero tuvieron estas cosas lo hemos m anifestado deta­
varones y señoras caritativas, se ofre­ lladam ente en el mes de Enero último
ció a Dios autor y dador de todos los al representante que el augusto Empe-
(*) ASS., vol. XX, págs. 545-559. Es Epístola; versión especial para la 2? edición. Hemos dado cabida
a esta Epístola por su importancia y por ser uno de los pocos documentos de esta clase dirigidos a un
país beroamérica'no. — Ver también la Carta circular “ Catholicse Ecclesiee” 20-XI-1890; en esta Co-
lecc. Encícl. 58, pág. 419-422, en que León XIIII habla de la esclavitud en Africa. — Los números en
el margen á an las páginas del texto original en ASS, vol. 20.
En el siglo 18 ya no había en el Occidente europeo verdadera esclavitud sino sólo restos del feuda­
lismo con prestaciones reales y personales, las que también fueron abolidas paulatinamente; pero nació,
en cambio la trata de negros no cristianos; y la fomentaron precisamente aquellas naciones que, bajo
el influjo del cristianismo habían abolido la esclavitud. En el transcurso del siglo 19 se suprimió esta
nueva esclavitud y el comercio de negros, valiéndose sobre todo Inglaterra de los tratados que con los
diferentes pueblos celebraba para proscribirla: con Francia en 1814, Portugal 1815-1817, España 1814 -
1817 - 1822 - 1835; y hasta 1850 se habían adherido a los convenios antiesclavistas 24 naciones entre ellas
Austria, Holanda, Prusia, Nápoles y Cerdeña, Haití, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecua­
dor, Perú, Uruguay y Venezuela.
El Brasil había promulgado en 1871 una ley progresiva de la supresión de la esclavitud, según la
cual nadie podía nacer esclavo en el Brasil. En 1886, después de una intensa lucha en el Parla­
mento se aprobó la ley que a los 60 años todos los esclavos debían dejar de serlo. Él 13 de
mayo de 1888 la hija del Emperador Pedro II, Isabel, con aprobación de la Cámara en regen­
cia decretó la emancipación de los esclavos universal, inmediata y sin compensación alguna a los
dueños, lo cual marcó el fin de la esclavitud en el Brasil aunque contribuyera en gran parte al derro­
camiento del Emperador. - P. H.
(1) Algunos meses más tarde, el 27 de Octubre
de 1888, León XIII dirigió una carta a su Emi­ Amado Hermano Nuestro: Salud y Bendición.
nencia el Cardenal Lavigerie, Arzobispo de Car-
tago y de Algeria sobre este mismo tema o sea 1. El Cardenal Lavigerie encargado de comba­
sobre la abolición de la esclavitud (en Africa) tir la esclavitud. Una obra magna y ardua te
lo cual Done de manifiesto cuán intensamente mandamos ejecutar, la de intentar confiadamente
preocupaba al Papa este problema candente todo lo que está en tu poder a fin de lograr para
de aquellos decenios. A. S. S., XXI, págs. 195-196. Africa la prohibición de la esclavitud de tantos
Comienza con las palabras: Opus tibí sane magnum . pobres africanos.
La pondremos como complemento de la presente Tan gustoso has recibido el encargo que fácil­
Epístola. Versión especial para la 2? ed. (P. H.) mente se ve con qué y cuán elevado ánimo te
— 375 —
376 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 2

rador h a destacado cabe Nos, añadien­ cosas, las de los cielos y las de la tie-
do que Nos dirigiríam os una carta a rra(4>, y restituyendo a la vez, toda la
los Obispos del Brasil referente a los progenie de Adán, sacándola de la p ro ­
pobres esclavos <2>. funda ruina de la com ún culpa, al gra­
do prístino de dignidad. Muy acertada­
2. De la peor esclavitud, el pecado. mente observa S an Gregorio Magno a
Nos hacemos, ciertam ente, las veces de este propósito: “Por cuanto nuestro Re­
Cristo, Hijo de Dios quien, abrazando dentor, el Hacedor de las criaturas re­
con tanto am or al género hum ano no conciliado, quiso asumir la naturaleza
solo no se negó asum ir nuestra n atu ­ humana con el fin de destruir, por me­
raleza y en trar en trato con nosotros dio de su divinidad, la cadena de la
sino que, después de su encarnación, esclavitud que nos oprimía y de resti­
sintió agrado en llam arse Hijo del tuirnos a la libertad, hacemos bien
Hombre, testim oniando así pública­ nosotros en disolver, mediante la ma­
m ente que se había identificado con numisión, la libertad a los hombres
nuestra m anera de ser “para anunciar creados libres desde un principio por
la libertad a los cautivos” y luego, la naturaleza, pero sometidos por el
después de haber rescatado al género derecho de las gentes al yugo de la
hum ano de la peor esclavitud, que es esclavitud con que se sustituía la liber­
la del pecado, reuniendo en sí todas las*23 tad en que habían nacido”^ .
desempeñas cuando se trata de la salvación de corresponde igualmente la libertad, sancionada no
las almas. menos por el derecho cristiano que por la ley
Ahora bien, de tus cartas colegimos que de día natural. Si algunos incriminan a la Iglesia el que
en día se incrementa tu celo y fervor por este en alguna época haya propiciado la esclavitud o
problema, al extremo que no rehúsas, sino que vivido en connivencia con los esclavizadores, o
apeteces y reclamas para tí los mayores trabajos; no se haya afanado suficientemente para abolir­
por eso no podemos ni debemos ocultar Nuestra ía, ellos no se muestran ni agradecidos ni cono­
complacencia sino que deseamos testimoniarte, cedores del problema, por cuanto la Historia ha­
por medio de esta carta que aprobamos con bla con lujo de detalles sobre lo que a este res­
entusiasmo estas tus nuevas empresas; y sabemos pecto los varones apostólicos en la misma Africa
y nos regocijamos por que los obispos las hayan y lo que los Sumos Pontífices desde Roma, cabeza
recomendado activamente según merecen. del orbe católico, han realizado.
2. E s t a d o s y p a r t i c u l a r e s s e u n e n c o n t r a la e s c l a ­ Tú entre tanto, no dudes que te ayudaremos en
v i t u d . Los supremos gobiernos de Europa acorda­
tus designios y tus labores con todo lo que esté a
ron combatir más animosamente este terrible mal, Nuestro alcance. Recibe como prenda de este
conforme lo habían prometido en el Congreso Nuestro propósito, 300 ducados de plata italianos,
de Berlín, celebrado el año 1878. suma que gustosísimo te enviamos para que, opor­
Entendemos que tus cartas y sermones mo­ tunamente, la repartas en los colegios, o socieda­
vieron a misericordia a muchísimas personas par­ des, instituidos para abolir la esclavitud. Nada,
ticulares, y, como lo confirma tu carta, esto no pues, Nos puede ser más apetecible que ayudar a
los hombres tan cruelmente torturados, y convie­
solo entre el pueblo magnánimo de tus compa­ ne que los mismos católicos de todas las naciones,
triotas (franceses), sino también entre los Belgas los que, sobre todo en este año, han manifestado
que por naturaleza están dispuestos a llevar el una liberalidad tan eximia para con Nos, sepan
consuelo a la calamidad ajena, entre los ingleses que los frutos de su munificencia se han empleado
que desde hace tiempo merecen bien de (la miti­ también en esta empresa, o sea para deshacer tan
gación de) la esclavitud en Etiopía, y entre los terribles injusticias y para amparar la dignidad de
católicos alemanes, de cuyo espíritu compasivo la persona humana vejada en tantos hermanos
como del de los portugueses no hay cosa que con nuestros.
razón no podamos esperar. Y no dudamos en Salud a tu espíritu, amado hijo Nuestro, y pon
modo alguno que también los italianos y los espa­ tu máxima confianza en el Padre y Salvador de
ñoles favorecerán la empresa y coadyuvarán a ella. todos los hombres, Dios, en cuyo nombre que es
Si el conocimiento un tanto más pleno de la promesa de dones y testimonio de Nuestra bene­
esclavitud africana sumamente indigna y horri­ volencia os impartimos, a tí, a tu clero y a todo
ble estaba continuamente inflamando los ánimos tu pueblo la Bendición Apostólica.
y, después de despertar los sentimientos tanto de
humanidad como de caridad cristiana, los acució Dado en Roma cabe San Pedro, a 27 de Octu­
a buscar los remedios para este mal, colegimos bre de 1888, en el año undécimo de Nuestro Pon­
no sin razón que cuanta aprobación y complacen­ tificado.
cia ya conseguiste en Europa tanta diligencia y LEON PAPA XIII.
generosidad obtendrás en el futuro.
(2) Nota del original en francés: “A propósito
3. E x h o r t a c i ó n y a y u d a p a p a l e s a l C a r d e n a l. de Nuestro Jubileo ...deseamos dar al Brasil un
Por ello, no te exhortamos, pues tu virtud activa testimonio muy singular de Nuestro paternal afec­
no necesita exhortación, a que continúes tu em­ to, a causa de la emancipación de los esclavos” .
presa con el mismo fervor, y con el favor de De la respuesta panal al discurso del Ministro del
Dios, prosigas con constancia lo iniciado, sino que Brasil, De Souza Correa.
te congratulamos. (3) Is. 61, 1; Le. 4, 19.
Ciertamente, en ninguna otra parte emplearás
más útilmente tu caridad episcopal, ni merecerás (4) Ef. 1, 10.
con casi ninguna otra obra mejor del nombre cris­ (5 ) S. Gregorio Magno lil>. V I, e p is L 12 ( M ig u e
tiano que con ella. Pues, a todos los hombres P L . 77, c o l. 8 0 3 -C h a s t a SO i-A ).
53, 3-5 E n c íc l ic a “ In P l u r im is M a x im is q u e ” 377

3.Un efecto del pecado: La esclavi­ hubiese otros hom bres inferiores a ellos
tud. Es, pues, justo y, evidentem ente y, por consiguiente, fuesen hasta bes­
form a parte de Nuestro ministerio tias nacidas para el yugo. De esta m a­
apostólico favorecer y fom entar solíci­ nera, no tom ando en cuenta ni la co­
tam ente todo aquello que puede prestar m ún naturaleza ni la dignidad hum ana
auxilio tanto a los hom bres individual­ ni la clara semejanza con Dios, sucedió
mente tom ados como a la sociedad por que en luchas y guerras que luego ha- 547
medio de la legislación p ara aliviar sus bían de estallar, los hom bres que resul­
múltiples m iserias que nacen de la cul­ tasen superiores en fuerza, esclavizaran
pa del prim er padre como los frutos de a los vencidos, y así la m ultitud de la
un árbol m aleado; aquel auxilio, pues, m ism a especie, no divisible, poco a
sea cual fuere su naturaleza, que no poco se dividió en dos clases: esclavos
solo puede contribuir a la cultura y el vencidos bajo amos vencedores.
sentido hum anitario sino que, en efecto,
conduce de un modo apropiado a aque­ 4. La esclavitud en los pueblos pa­
lla total renovación de las cosas que el ganos. El recuerdo de los tiem pos p ri­
Redentor de los hom bres, Jesucristo, mitivos despliega ante nuestros ojos un
intentó y quiso llevar a cabo. como teatro luctuoso hasta llegar a la
época de nuestro Divino Redentor en la
En efecto, entre tantas m iserias p a­
que la calam idad pública de la esclavi­
rece sum am ente deplorable la esclavi­
tud había penetrado am pliam ente en
tud, a la cual, desde hacía m uchos si­
todos los pueblos, y m uy reducido era
glos estaba sujeta u n a no pequeña p a r­
el núm ero de los libres, de modo que
te de la fam ilia hum ana, postrada en la
aquel poeta pudo introducir al César
sordidez y la inm undicia, lo cual con­
hablando de este modo: El género hu­
trariab a todo lo que Dios y la n a tu ra ­
leza habían estatuido.
mano vive para pocos^8\
Este estado de cosas regía tam bién en
Pues, el Suprem o H acedor de las co­
aquellos pueblos que se distinguían por
sas había establecido que el hom bre
el refinam iento de toda su cultura, co­
ejerciera cierto real dominio sobre los
mo los griegos y los rom anos, dado
anim ales tanto los de la tierra como los
que aun allí unos pocos ejercían el do­
de las aguas y del aire. Por cuanto lo
minio sobre muchísimos, y con tanta
hizo racional (al hom bre), conforme a iniquidad y soberbia lo ponían en prác­
su imagen, según sentencia de S a n tica que las turbas de los esclavos no
A g u s t í n , no quiso que dominara sino a
se tenían sino por bienes materiales, no
los seres irracionales; no el hombre al por personas sino por cosas, despojados
hombre sino el hombre a la bestia(6>; de todo derecho, faltos aun de la facul­
de donde resulta que la condición de
tad de conservar la vida y disfrutar de
esclavo no sin razón se entiende im­ ella. Bajo la potestad de los amos se
puesta al pecador. De allí que no lee­ hallan los esclavos; y esta potestad está
mos en la Escritura la palabra siervo incorporada al derecho de las gentes,
(esclavo) antes que Noé, el justo, san­ pues, entre casi todos los pueblos po­
cionara con este vocablo el pecado de demos advertir que los amos poseen el
su hijo... Este nombre se debió, pues, derecho de vida y muerte sobre los
al pecado y no a la naturaleza esclavos y lo que adquiere el esclavo
Del contagio del prim er pecado lo adquiere para su amo (9>.
irrum pieron tanto los restantes males
como esta m onstruosa perversidad de 5. Características de la esclavitud
que hubiese hom bres que, olvidados de pagana. P o r esta perturbación de las
su fratern a unión del com ún origen ya cosas era lícito a los amos perm utar,
no siguieran el derecho n atu ral ni cul­ legar, azotar, m atar a los esclavos y
tivaran la m utua benevolencia ni el abusar a su propio antojo de ellos y
respeto m utuo sino que, obedeciendo a según cruel superstición; y esto era
sus desordenadas pasiones creyeran que 6 lícito im pune y públicamente.
(6) S . A g u s t ín in Gen. 1, 26 (Migue PL. 34 [sólo (7) Ver nota pág. 387.
parte de la cita en cap. 17, n. 28] col. 186. [La cita (8) Lucan. Pliars. n. 313.
exacta se halla en D e c iv O ^ tc D e i, lib. 1'), cap. ir»
(Migne 11, col. 613). P. H.] (9) Jusliniano, Inst. lib. I, til. 8, n. 1.
378 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 53, 6

Aun filósofos paganos insignes, te­ te todos fueron llam ados y conducidos
nidos por los prudentes y versados en de la indigna servidum bre del pecado
derecho tratab an de persuadirse aun a a la gloriosísima dignidad de hijos de
sí mismos, a causa de la extrem a pre­ Dios.
sión injuriosa del criterio entonces co­ Los Apóstoles, desde el nacimiento
m ún, y de persuadir a otros de que la de la Iglesia, junto con otros preceptos
esclavitud no era sino u na condición de la vida de santidad, enseñaron n a­
necesaria de la naturaleza, ni sentían turalm ente e inculcaron tam bién lo que
escrúpulos en afirm ar que el género de S a n P a b l o m ás de una vez escribiera a
los libres era m uy superior en capaci­ los renacidos en el agua del Bautismo:
dad intelectual y en prestancia corporal “Todos, pues, sois hijos de Dios por la
al género de los esclavos, y que los es­ fe en Cristo Jesús. Porque cuantos en
clavos debían por lo tanto, cual in stru ­ Cristo habéis sido bautizados, os habéis
m entos carentes de razón e inteligencia revestido de Cristo. No hay ya judío o
servir en todo tiempo, caprichosa o in ­ griego, no hay siervo o libre, no hay
dignam ente a la voluntad de los amos. varón o mujer porque todos sois uno en
E sta inhum anidad e iniquidad son Cristo”(10\ “En El (el Creador) no hay
sum am ente detestables, pues, una vez griego ni judío, circuncisión ni incir­
aceptadas, no hay ya opresión bárbara cuncisión, bárbaro o escita, siervo o li­
y nefanda que no se escude, con suma bre, porque Cristo lo es todo en to­
im pudencia tras una especie de ley o dos”W . “Porque también todos nos­
de derecho. otros hemos sido bautizados en un solo
Los libros están llenos de ejemplos Espíritu, para constituir un solo cuer­
que nos enseñan claram ente qué se­ po , y todos, ya judíos, ya gentiles, ya
millero de crím enes nació de ella, qué siervos, ya libres, hemos bebido del
peste y perdición se derram ó de allí mismo Espíritu”
sobre los estados; pues, en los ánimos Áureos documentos son éstos, cierta­
de los esclavos encendíanse los odios, mente, honrosísim os, y saludabilísimos,
los amos vivían en eterno tem or y sos­ por cuya eficacia no solo se devuelve
pecha, los unos p reparaban las teas sino aun se aum enta la dignidad del
para satisfacer sus iras, los otros opri­ género hum ano y, cualquiera que sea
m ían más cruelm ente la cerviz servil, su lugar, lengua y rango, todos se h a­
los unos por su núm ero, los otros por llan asociados e íntim am ente estrecha­
su poder conm ovían los estados; un dos por el vínculo de fraternal amistad.
leve motivo bastaba p ara aniquilarlos; S a n P a b l o , pues, había bebido la cari­
tum ultos se m ezclaban con sediciones, dad de Cristo que lo aprem iaba, de su
expoliaciones con incendios, combates mismo corazón divino, pues Cristo en
con asesinatos. su infinita bondad, se convirtió en h e r­
m ano de todos y de cada uno de los
6. Con Cristo nace la v erdadera li­ hom bres y dignificó a todos sin excluir
bertad. D octrina apostólica al respec- ni posponer a nadie, de tal modo que
548 to. E n ese abism o de abyección se los hizo partícipes de la divina natura-
debatía la m ayoría de los m ortales; fue leza^lsK Ellos no fueron sino vástagos
aun m ucho peor, estaban sumidos en injertados por la m ano divina que cre­
las tinieblas de las supersticiones, cuan­ ciendo de un modo adm irable florecie­
do, m aduros los tiempos según designio ron para esperanza y felicidad univer­
divino, nació u n a luz adm irable en el sal cuando en el desenvolvimiento de
cielo y la gracia de Cristo R edentor se las cosas y en el transcurso de los tiem ­
derram ó abundosam ente sobre todos pos por la perseverante labor de la Igle­
los hom bres. E n virtud de ello se levan­ sia, la sociedad de las naciones llegó a
taro n los hom bres del fango y de la ser cristiana y libre, a semejanza de la
m iseria de la esclavitud y absolutam en- fam ilia renovada.
(1 0 ; G :\l. 3, 26-28. (12) 1 Cor. 12, 13.
(11) Col. 3, 11. (13) 2 Petr. 1, 4.
53, 7-9 E n c íc l ic a “ In P l u r im is M a x im is q u é ” 379

7. La Religión como fundam ento de bre; considerando que a cada uno le


la solución. Al principio, naturalm ente, retribuirá el Señor lo bueno que hicie­
consistió el cuidado más solícito de la re, tanto si es siervo como si es li­
Iglesia en que el pueblo cristiano reci­ bre”(15\ El mismo P ablo escribe a su
biera tam bién sobre esta verdad de ta n ­ discípulo T imoteo : “ L siervos que
o s

ta transcendencia la sincera doctrina de están bajo el yugo de la servidumbre,


Cristo y de los Apóstoles, y la conser­ tengan a sus amos por acreedores a
vara correctam ente. Ya entonces ap ren­ todo honor, para que no sea deshonra­
dieron que existía entre hom bre y hom ­ do el nombre ni su doctrina. Los que
bre, entre nación y nación u n a unión tengan amos fieles no los desprecien
fraternal, creada por el Nuevo Adán por ser hermanos; antes sírvanles me­
que es Cristo, y que así como, dentro jor, porque son fieles y amados los que
del fin n atu ral había p ara ellos un reciben el beneficio. Esto es lo que de­
mismísimo origen, así tam bién en lo bes enseñar e inculcar”145(16). Del mismo
sobrenatural había un mismísimo o ri­ modo m andó a T ito que enseñara a los
gen de salvación y fe, que todos igual­ esclavos” “que estuvieran sujetos a sus
m ente habían sido llam ados a la adop­ amos, complaciéndoles en todo y no
ción del único Dios y Padre, puesto que contradiciéndoles ni defraudándolos en
El los redim ió a todos juntos con el nada, sino mostrándose fieles en todo
mismo precio grande; que los convirtió para hacer honor a la doctrina de Dios
a todos en m iem bros del mismo cuerpo Nuestro Salvador”
y a todos hizo participar de la m ism a
mesa divina; que a todos abrió los teso­ 9. E xhortación apostólica a los
ros de la gracia y a todos igualm ente amos. Onésimo. Esos antiguos discí­
los dones de la vida inm ortal. pulos, pues, de la fe cristiana com pren­
Después que los cristianos se habían dieron m uy bien que por la fraterna
espiritualm ente apropiado de todo ello igualdad hum ana en Cristo no se dis­
como de un principio y fundam ento, la m inuía ni se perdonaba en nada la obe­
Iglesia, como buena m adre, luchó p ara diencia, la reverencia, la fidelidad y
aliviar en algo el peso de la vida servil las demás obligaciones que para con
e ignominiosa. P or este motivo, definió sus amos tenían. De este modo se han
como necesarios y recom endó seria­ logrado no solo un bien sino dos, o sea
mente los derechos y deberes entre que los mismos deberes resultaran más
amos y esclavos, conform e lo estable­ ciertos, a la vez que más livianos y sua­
cían las cartas de los Apóstoles. ves en la ejecución, y m ás fructíferos,
para m erecer con ellos la gloria celes­
8. E xhortación A postólica a los es­ tial. Así, dieron m uestras de reverencia
clavos. Los príncipes de los Apóstoles, y honor como a hom bres revestidos de
pues, exhortaron a los esclavos, que la autoridad de Dios de quien viene
ellos habían atraído a Cristo, del modo toda potestad D8); para ellos no tenía 550
siguiente: “Los siervos estén con todo significado el miedo a las sanciones, ni
temor sujetos a sus amos, no solo a los la astucia de las disquisiciones, ni el
bondadosos y humanos, sino también a incentivo de la utilidad sino la concien­
los riaurosos”(lé\ “Siervos, obedeced a cia del deber y la virtud de la caridad.
vuestros amos según la carne, como a A la inversa, la exhortación que corres­
Cristo, con temor y temblor, en la sen­ pondía, la dirigió el Apóstol a los amos
cillez de vuestro corazón; no sirviendo a fin de que retribuyesen según justicia
al ojo, como buscando agradar al hom­ lo que los esclavos ejecutaban bien:
bre, sino como siervos de Cristo que “Y vosotros, amos, haced lo mismo con
cumplen de corazón la voluntad de ellos (los esclavos), dejándoos de ame­
Dios; sirviendo con buena voluntad, nazas, considerando que en los cielos
como quien sirve al Señor y no a hom- está su Señor y el vuestro y que en El
(14) 1 Petr. 2, 18. (17) Tito 2, 9-10.
(15) Ef. 6, 5-8. (18) Cfr. Rom. 13, 1.
(16) 1 Tim. 6, 1-2.
380 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 53, 10

no hay acepción de p e r s o n a s que banza. Y esto tanto m ás cuanto que se


tom aran en cuenta que así como no advierte puntualm ente con cuánta m an­
era justo que el siervo se quejara de sedumbre y prudencia extirpó y deste­
su suerte, proviniendo la libertad de rró la feísima peste de la esclavitud.
Dios así jam ás era lícito al hom bre li­ Pues, ella no quiso llegar atropellada­
bre, siendo siervo de Cristo<2°) m atar o mente a la emancipación y libertad, lo
m andar con soberbia, con lo cual se dió cual no podía haberse llevado a cabo
a los amos el precepto de que recono­ sino tum ultuosam ente, para gran daño
cieran al ser hum ano en el esclavo y lo de los mismos esclavos y detrimento
respetaran convenientem ente porque no del Estado sino que, muy bien aconse­
eran de distinta naturaleza a la de jada, cuidó porque se educase en su
ellos mismos, y eran iguales en cuanto doctrina para la verdad cristiana el es­
a religión y com pañeros (de los siervos) píritu de los esclavos y se revistiese de
en la m ajestad del com ún Dios. costum bres que consintieran con el
Los apóstoles, en efecto, obedecieron bautismo.
a estas justas leyes y, especialmente, a Por eso, cuando entre la m ultitud de
las realidades para poner de acuerdo los esclavos que transform ó en hijos
los m iem bros de la sociedad doméstica. suyos había algunos con cierta espe­
Insigne es el ejemplo de P a b l o , cómo ranza (de liberación) siempre los conte­
obró, y benévolam ente escribió en fa ­ nía y por sus m inistros aplicaba los
vor del siervo fugitivo de F i l e m ó n , remedios de la paciencia, es decir, en­
O n é s im o , a quien rem ite a aquel con
señándoles, que estuviesen convencidos
esta afectuosísim a recom endación: “Te de que por la luz de la santa fe y la
(lo) remito, mejor no a él, sino mis distinción que recibían de Jesucristo su­
entrañas. Querría retenerlo junto a mi, peraban muy m ucho en dignidad a sus
para que en tu lugar me sirviera en mi amos paganos, pero que tam bién el
prisión por el Evangelio; pero sin tu Autor de la fe y Padre suyo los obli­
conocimiento nada he querido hacer, gaba más en conciencia a que no adm i­
a fin de que ese favor no me lo hicie­ tiesen en sus corazones sentimientos
ras por necesidad, sino por voluntad. adversos a ellos, ni que se apartasen
Tal vez se te apartó por un momento, en lo más m ínimo de la reverencia y
para que por siempre lo tuvieras, no ya obediencia que les debían; ellos mismos,
como siervo, sino más que siervo, her­ empero, que se sabían elegidos para el
mano amado, muy amado para mi, reino de Dios, partícipes de la libertad
pero mucho más para ti, según la ley de sus hijos y llamados a poseerla, no
humana y según la del Señor. Si me tie­ sufriesen bajo el desprecio y las in ­
nes pues, por compañero, acógelo como comodidades de la vida caduca, sino
a mi mismo. Si en algo te ofendió o que, elevando los ojos y los corazones
algo te debe, ponto a mi cuenta”(21K10* al cielo, se consolasen y se confirm asen
en sus santos propósitos. S a n P e d r o
10. Con suma prudencia, la Iglesia apóstol, se dirigió especialmente a los
va preparando la emancipación de los esclavos al escribir: “ (Los falsos doc­
esclavos. Primeros pasos: enseñanza tores) les prometen libertad cuando
de la dignidad sobrenatural de los es­ ellos son esclavos de la corrupción,
clavos. Quien quisiere com parar sen­ puesto que cada cual es esclavo de
das m aneras de proceder con los escla­ quien triunfó de él. Si, pues, una vez
vos, la étnica y la cristiana, fácilmente retirados de las corruptelas del mundo
concederá que la prim era fué cruel y por el conocimiento de nuestro Señor y
nefanda y la segunda suavísima y llena Salvador Jesucristo, de nuevo se enre­
de rectitud, y no perm itirá que la Igle­ dan en ellas y se hacen peores que los
sia, dispensadora de tan ta bondad p a­ principios. Mejor les fuera no haber
rezca defraudada de su m erecida ala­ conocido el camino de la justicia, que
(19) Ef. 6, 9. (21) Filemón, versic. 12-18.
(20) 1 Cor. 7, 22
53, 11-12 E n c íc l ic a ‘ In P l u r im is M a x im is q u e ” 381

después de conocerlo, abandonar los nes sobre las obras de los siervos se
santos preceptos que les fueron da- basaban en la honestidad y que de n in ­
dos”<22>. gún modo era perm itido extender el
imperio del m ando hasta la vida del es­
11. Educación de los esclavos para clavo o hasta terribles crueldades. E n­
la grandeza y el heroísmo. T anto elo­ tre los griegos se destaca el C r is ó s t o m o
gio de solicitud unido a la m oderación quien trató a m enudo en sus escritos
que destaca en form a más preclara el este punto y que con lengua y ánimo
poder divino de la Iglesia, se increm en­ muy gozosos afirm ó que la esclavitud
tó, además, tam bién por la fortaleza de según el concepto antiguo del vocablo
ánim o invicta y excelsa, más de lo que ya en ese tiempo, a causa del grande 55
se creyera, de la cual la Iglesia im preg­ y beneficioso influjo de la fe cristiana
naba a m uchos hum ildísim os esclavos, se había abolido, de modo que parecía
sosteniéndolos después en ella. Muy ad ­ emplearse ese térm ino ya sin funda­
m irable cosa es que los que eran p ara mento y, en efecto, sin fundam ento se
sus dueños un ejem plo de vida m oral em pleaba entre los discípulos del Señor.
y, p ara provecho de ellos pacientísimos Pues como Cristo, en su infinita m i­
en todos los trabajos, no se d ejaran in ­ sericordia para con nosotros, —así
ducir, en modo alguno, a p referir los argum enta en resum idas cuentas el
inicuos m andatos de sus amos a los C r is ó s t o m o — lavó la culpa contraída
santos preceptos de Cristo, y que así, en el paraíso, así sanó tam bién la m úl­
aun con ánim o tranquilo, y plácida faz tiple corrupción que de aquélla, como
expusieran sus vidas a acerbísimos to r­ de su fuente, se volcaba en la organi­
mentos. E u s e b io ensalza el nom bre de zación de la sociedad hum ana, y por
P a t a m i a n a , virgen, conm em orando su eso, como la m uerte aun con todos sus
invicta constancia, una esclava que in­ horrores se convirtiera por El en una
trépida prefirió sufrir la m uerte a hacer plácida peregrinación a la vida beatí­
concesiones a la pasión im púdica de su fica, así eliminó la esclavitud. No has
amo y que, derram ando su sangre, con­ de llamar esclavo al cristiano a no ser
servó intacta su fe en Jesucristo. Es que haya vuelto a la servidumbre del
dable adm irar más ejemplos semejantes pecado; son verdaderos hermanos, dice,
de esclavos que, m ientras los amos a rre ­ los que fueron bautizados e injertados
m etían contra la libertad y la fe debida en Cristo Jesús; de esta nueva procrea­
a Dios, se oponían a ellos firm ísim a- ción y de la adopción en la fam ilia de
mente hasta la m uerte violenta; pero la Dios y no del lustre de la estirpe pro ­
H istoria no conserva ningún ejemplo de viene la gloria; del elogio de la verdad
esclavo cristiano que por otras razones y no de la sangre procede la dignidad;
que ésas haya opuesto resistencia a sus pero a fin de que el mismo género de
dueños o haya incitado a conjuraciones fraternidad evangélica produzca m ayor
y conturbaciones funestas p ara el E s­ fruto será todavía necesario que aun en
tado. el trato convencional y social de la vida
resplandezca cierto cambio voluntario
12. Los Padres de la Iglesia luchan en la educación y los oficios, de tal
por la emancipación: el Crisóstomo y modo que los esclavos ocupen casi el
Ambrosio. U na vez pacificadas las co­ mismo lugar como los domésticos y fa ­
sas y aquietados p ara la Iglesia los miliares, y que el padre de fam ilia les
tiempos, los santos Padres expusieron proporcione no solo lo que es necesario
de un modo m aravilloso los escritos para la vida y el sustento sino tam bién
apostólicos sobre la unión fratern al de todos los auxilios de una educación re­
los espíritus entre los cristianos, y con ligiosa. En la singular salutación de
sabiduría e igual caridad los tradujeron P a b l o a F il e m ó n en que augura “gra­
en utilidad p ara los esclavos, em peña­ cia y paz” a la “comunidad que hay en
dos los Padres sólo en crear la convic­ su casa” (23) queda establecida una ópti­
ción de que los derechos de los p atro ­ m a lección tanto para los amos como
(22) 1 Pedro 2, 19-21. (23) Filemón, versíc. 2.
382 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 53, 13-15

para los esclavos cristianos, y es que mientos respondían bien a las esperan­
entre los que existe la com unidad de la zas. Aun nobles m atronas, realzadas por
fe debe reinar tam bién la com unión de el elogio de S an J erónimo, aunaron
la caridad (24>. singulares esfuerzos para im pulsar el
E ntre los latinos con razón y por su desarrollo; y S ilviano refiere que en
m érito recordarem os a Ambrosio quien familias cristianas que no eran tan aco­
en este problem a estudió todas las ra ­ modadas, sucedía a m enudo que los es­
zones de estos trances y tan claram ente clavos salieran en libertad por m anu­
atribuyó a am bas clases de hom bres lo misión gratuita, sin que m ucho antes
que le ha de ser propio a cada una que S an Clemente elogiara un ejemplo aun
no hay otro que la haya hecho más más preclaro, relatando cómo algunos
acertadam ente. Nada impide afirm ar cristianos, trocando los papeles, se so­
que sus dictámenes concuerdan plena y m etieron al ho rro r de la esclavitud por
perfectam ente con las sentencias de un esclavo, puesto que de otro modo
Crisóstomo(25>. no podían librarlo(27).
13. La Iglesia elim inaba las dife­ 15. E m ancipación legada y el resca­
rencias. Testim onio de Lactancio. Co­ te. La obra progresiva de la Iglesia y
mo se ve estas cosas se habían prescrito de los Papas. P or lo tanto, adem ás de
útil y rectísim am ente, pero tam bién, lo la m anum isión que comenzó, tam bién
que es im portante, se habían observado como acción de piedad, a practicarse
íntegra y religiosam ente desde los tiem ­ en los templos, la Iglesia estableció que
pos más antiguos dondequiera flore­ los fieles cristianos que hacían un testa­
ciese la fe cristiana. Si no hubiese sido mento se la recomendase como obra
a sí, L actancio este defensor eximio de especialmente grata a Dios y de gran
la religión, no podría haber insistido m érito y galardón, de donde nació la
como testigo tan confiadam ente: “Al­ idea de im poner la m anum isión al he­
guien dirá: ¿No existen entre vosotros redero “por amor de Dios”, “para re­
pobres y ricos, siervos y amos?, ¿hay medio y en bien de mi alma”. No se
alguna diferencia entre ellos? Ninguna. perdonó ningún medio para reunir el
Ni hay otra razón para darnos mutua­ rescate de los cautivos: los obsequios
mente el título de hermanos sino por- ofrendados a Dios se vendían por m e­
553 que nos creemos iguales; pues, como nudo; el oro y la olata sagrados se fu n ­
medimos todas las cosas humanas no dían; los ornam entos de las basílicas y
por el cuerpo sino por el espíritu, ellos los exvotos, enajenados, lo cual Ambro­
no son, aunque exista una condición sio , Agustín , H ilario E ligió, P atricio
corporal diversa, nuestros esclavos sino y otros m uchos varones santísimos no lo
que los tenemos como hermanos de hicieron solo una vez sino que, ante todo
espíritu y compañeros de religión y los y en grado excelente, intervinieron los
llamamos así”(2QK14* Romanos Pontífices, los cuales están en
el recuerdo de todos como tutores de
14. Progresos prácticos. San Jeró n i­ los más débiles y protectores de los
mo, Silviano y San Clemente. Los cui­ oprimidos. S an Gregorio Magno (590-
dados de la Iglesia con que am paraba a 604) reclamó la libertad del m ayor n ú ­
los esclavos se acentuaban siempre mero posible de esclavos, y en el Con­
más, y sin perdonar oportunidad, cau­ cilio Romano en 597 m andó estatuir
tam ente se acercaban al punto en que que gozaran de la libertad los que re­
podía otorgarse la libertad a los escla­ solvieran abrazar la vida m onástica;
vos, lo cual, naturalm ente redundaría Adriano I (772-795) defendió la tesis
tam bién en bien de su eterna salvación. de que los esclavos — aunque se opusie­
Los anales de la antigüedad religiosa ran sus dueños— pudieran contraer
traen testim onios de que los aconteci- m atrim onio librem ente; Alejandro III
(24) S a n J u a n Crisóstomo, Hom. 29 in Gen.; o r. 473); de Jac. et vita beata, lib. I c. 3 y lib. II,
in Lazar, doncio VIII, n. 8; Hom. 19 in Ep. 1 ad c. 3 (Migne 14, col. 633 y 649).
Cor.; Hom. 1 in Ep. ad Philem. (Migne P £. -V» (26) L a c t. Div. Inst. lib. V, c. 16. (Corp. Ser.
coj . 270; 48, coi. 1039; 61 col. 156-157; 62 col. 706). E. L. 19. nág 447-448; Migne PL. 6, col. 599-600).
m b r . De Abr.. de Jac.., et vita beata c. 3. (27) S . C ie rn e n . 1 Ep. ad Cor., c. 55 (Migne PG.
De Abrah. lib. I, c. IX, n. 83 (Migne PL. 14, col. 1, col. 319).
53, 16-17 E n c íc l ic a ‘ In P l u r im is M a x im is q u e ” 383

decretó abiertam ente el año 1167 que ción, declararan libres a los que les
al Rey m oro de Valencia no se podía fuesen entregados. A la compasión y
adjudicar p ara su servicio ningún cris­ virtud de la Iglesia se debe tam bién
tiano, dado que Dios los había creado que para los esclavos se m itigara en
libres a todos y nadie era siervo de n a ­ algo la severidad de la ley civil, por
die. I nocencio III, empero, en 1198 cuanto consiguió que valieran las m o­
aprobó y sancionó los estatutos de la deraciones propuestas ya ñor Gregorio
Orden de la Santísima Trinidad fun­ Magno , incorporándolas al derecho de
dada para el rescate de aquellos cris­ las gentes; esto se realizó con ayuda
tianos que habían caído en poder de eficaz de Carlos Magno quien las in­
los turcos, procediendo a la aprobación trodujo en sus Capitulares, como lo h i­
a raíz de la solicitud presentada por sus ciera más tarde Graciano al com pilar
fundadores: Juan de Mata y F élix de el llam ado Decreto; por fin, docum en­
>4 Valois. La Orden de Santa María de la tos escritos, leyes, ordenanzas en el de­
Merced, sim ilar a ésta recibió la ap ro ­ venir del tiempo enseñan y m anifiestan
bación apostólica por H onorio III de una m anera m agnífica la caridad de
(1216-1227) y más tarde por Gregorio la Iglesia para con los esclavos, a los
IX (1227-1241), fundada por P edro que en ninguna época dejó abandona­
N olasco con esa severa regla de que dos a su situación afligida, aliviándola
sus m iem bros si fuese necesario p ara siempre con gran empeño.
redim ir a los esclavos se ofrecieran co­ Por eso, jam ás se podrá ensalzar y
mo cautivos en reem olazo de los cris­ agradecer suficientemente a la Iglesia
tianos que estaban en cautiverio bajo Católica el haber desterrado la esclavi­
tiranías. El mismo Gregorio IX prestó tud gracias al amplísim o beneficio dq
un apoyo aun m ás am plio a la em an­ Cristo Redentor, el haber convertido
cipación decretando que estaba p ro h i­ en realidad la verdadera libertad, fra ­
bido perm utar a los esclavos de la ternidad e igualdad entre todos los
Iglesia, añadiendo, además, una exhor­ hom bres, por lo cual, además, ha m e­
tación a los fieles cristianos a que en recido bien de la prosperidad de las
penitencia de sus pecados y como satis­ naciones.
facción concedieran la libertad a los
siervos.16 17. El cuidado de la Iglesia en la
época del D escubrim iento. La tra ta de
16. Más m edidas prácticas de la Igle­ negros. Al finalizar el siglo 15, cuando
sia, en p ro cu ra de la total libertad. ya se había extirpado casi del todo la
Muchas medidas bien llevadas a cabo funesta m ácula de la esclavitud entre
de parte de la Iglesia no pueden agre­ los pueblos cristianos, tiempo en que
gar a éstas, pues ella, aplicando severas los estados se afanaban en vivir la li­
sanciones, solía defender a los esclavos bertad evangélica y aun en extender
de las duras iras y perniciosas inju sti­ más y m ás su imperio, esta Sede Apos­
cias de los dueños; a los vejados con tólica cuidó con m uchísim o celo porque
violencia acostum braba ab rir el asilo no revivieran en ninguna parte sus gér­
de sus edificios sagrados; a los liberta­ menes malsanos; extendió entonces a
dos ofrecía seguridad; con castigos de­ las regiones recién descubiertas del
tenía a los que, con m alas artes, osaban Africa, Asia y América su providente
reducir a la esclavitud a un hom bre vigilancia, pues, se esparcía la noticia
libre. Aun más. Favorecía la em ancipa­ de que los capitanes de aquella expedi­
ción de aquellos esclavos que, de algún ciones, siendo cristianos, empleaban
modo, en algún tiempo y lugar, poseía menos rectam ente sus arm as y su inge­
ella misma, o cuando establecía que los nio, introduciendo e im poniendo la es­
obispos rom pieran todo vínculo de es­ clavitud a los pueblos inocentes. Aun­
clavitud a los que por algún tiempo que ciertam ente, la naturaleza virgen
daban m uestras de laudable rectitud de del suelo de que debían enseñorearse y
vida o cuando fácilm ente perm itía a las riquezas que debían explorar y ex­
los obispos que, con suprem a autoriza­ plotar m ediante m inas de metales exi­
384 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 53, 18-19

gían enormes esfuerzos, se em prendie­ tad de los indios y m oros — aunque no


ron estas obras, sin embargo, con m é­ fuesen instruidos en la fe católica—
todos del todo injustos e inhum anos. otros Romanos Pontífices reinantes des­
Comenzóse a ejercer cierto comercio de entonces, como U r b a n o VIII (1623-
que más tarde se llamó “trata de ne­ 1644), B e n e d i c t o XIV (1740-1758), y
gros”, la cual se extendió demasiado en Pío VII (1800-1823) el cual además,
esas colonias, deportando esclavos des­ llamó la atención del Congreso cele­
de E tiopía p ara la realización de esa brado en Viena por los príncipes fede­
obra. Siguió luego con no desigual injus­ rados de Europa, sobre medidas com u­
ticia, la opresión de los indígenas (que nes a fin de que arran caran de cuajo
generalm ente se llam an indios), seme­ la venta de negros, que como decíamos,
jante a la esclavitud. Cuando Pío II había caído en desuso ya en m uchas
(1558-1564) se im puso de ello escribió partes. Tam bién G r e g o r io XVI (1831-
el 7 de Octubre de 1462, sin demora, 1846) exhortó con gravedad a los que
una carta al Obispo de las Canarias despreciaban la hum anidad y las leyes
(Rubicon) en que claram ente señaló y al respecto, recordando los decretos y
condenó esta iniquidad. Algún tiempo las penas establecidas por la Sede Apos­
después interpuso L e ó n X (1513-1321), tólica contra la esclavitud, y no perdo­
en la medida de sus fuerzas, sus bue­ nó medio para alcanzar que tam bién
nos oficios y su autoridad ante los re ­ las naciones lejanas, siguiendo la h u ­
yes lusitanos y españoles a fin de que m anidad de las europeas, abandonaran
éstos se em peñaran en extirpar de raíz y aborrecieran la ignominia y crueldad
esa arbitrariedad que constituía una de la esclavitud*29).
afrenta no solo p ara la religión sino
tam bién p ara la hum anidad y la justi­ 19. León XIII contra el comercio
cia. Sin embargo, esa calam idad seguía redivivo de esclavos en Africa. Ejem­
firm e su curso, perm aneciendo en pie plos de los horrores que se cometen.
la perversa causa: la insatisfecha ansia Nos celebramos la oportunidad que Nos
de poseer. Luego, P a u l o III (1534- perm itió acom pañar a los príncipes su­
1549), en su paternal caridad preocu­ prem os y gobernantes de los estados a
pado por la situación de los indios y de cuyas perseverantes instancias, expre­
los esclavos m oros arribó a la extrem a sadas en quejas diarias inspiradas en
m edida de pronunciar en un decreto la religión y la ley natural ya se ha
público y casi a la faz de todas las n a ­ dado satisfacción.
ciones que a todos ellos correspondía En un asunto m uy similar, sin em ­
un triple derecho, justo y propio, es bargo, se ha clavado otra preocupación
decir, que cada uno puede ser su p ro ­ en N uestra m ente que no poco nos
pio dueño (ser independiente), que to ­ angustia y aprem ia Nuestra solicitud, y
dos ellos pueden vivir asociados con­ es que el torpe comercio de hombres,
form e a sus propias leyes y que todos después de cesar en el m ar continúa
puedan adquirir y poseer bienes. Ade­ ejerciéndose en la tierra, demasiado in ­
más de esto, en carta enviada al Car­ tensa y demasiado bárbaram ente, y eso
denal arzobispo de Toledo fulm inó con­ con preferencia en algunas regiones del
tra los que contrariaran ese decreto la Africa. Los m ahom etanos, pues, afir­
censura del entredicho, reservándose el m an ignominiosamente que el etíope o
Romano Pontífice toda facultad de re ­ el miem bro de una tribu sem ejante no
conciliación*28). sobrepasa, casi en nada, la bestia, lo
que perm ite apreciar con h o rro r la per­
18. Los esfuerzos de los Papas en la fidia y la crueldad de los hombres. De
época moderna contra el comercio de im proviso y con ím petu de crim inales
esclavos. D istinguíanse por la m ism a caen sin tem or sobre las tribus etíopes;
preocupación y la m ism a constancia incursionan aldeas, villas y chozas, lo
como defensores acérrim os de la liber­ devastan todo, destruyen, roban, luego
(28) “ Veritas ipsa” , del 2 de Junio de 1559. Apostolaius fastigio” , del 3 de Diciembre de 1837
(29) Gregorio XVI Carta Apost. “In supremo en Bernasconi, pars I, t. II, p. 387-388.
53, 20-21 E n c íc l ic a “ In P l u r im is M a x i m is q u e ” 385

a rrastran consigo a hom bres, m ujeres con cuán am plia caridad extendemos
y niños, que fácilm ente cayeron en sus hacia ellos Nuestros brazos, con cuánta
manos, y aherrojándolos los llevan por vehemencia deseamos llevarles todo el
la fuerza a los m ercados nefandos. De alivio y am paro posible, con el fin de
Egipto, Zanzíbar, de algunas partes del que arro jen de sus corazones ju n to con 557
Sudán, casi de las estaciones, suelen la esclavitud de los hom bres la esclavi­
arreb atar sus víctimas esas detestables tud de las supersticiones, y puedan, por
expediciones. P or largos caminos si­ fin, servir, bajo el suavísimo yugo de
guen los hom bres cargados de cadenas, Cristo, al único y verdadero Dios y p ar­
apenas alim entados, atorm entados con ticipar con Nos de la divina herencia.
continuos golpes y azotes; suelen m a­ Ojalá que todos los que se distinguen
tarse a los que son demasiado débiles por la autoridad de m ando y el poder,
para soportar las penurias. Los que o los que aspiran a que sea sagrado el
son bastante resistentes son arreados derecho de las gentes y de la hum ani­
con la tu rb a restante p ara ser vendidos dad, o los que se esfuerzan con alm a y
y ofrecidos al com prador hosco e im ­ vida en increm entar a la Religión
pudente. Pasa a la potestad del com pra­ Católica; porque, por doquiera, todos
dor y a esclavitud durísim a y general­ — Nos los exhortam os y se lo roga­
mente nefanda todo el que es vendido mos— se unan fervorosam ente para
y entregado, separándose esposas, hijos restringir, prohibir y extinguir aquel
y padres, ni pueden rehusar siquiera el comercio que más inm oral y criminal
culto de Mahoma. Con sum a congoja no se puede im aginar.
del alm a oímos no hace m ucho estas
noticias de labios de aquellos que, p er­ 21. Exhortación a los misioneros.
sonalmente y no sin lágrimas, contem ­ Su modelo Pedro Claver. E ntretanto,
plaron tal infam ia e iniquidad. Con ellocomo m ediante un desarrollo más acti­
se confirm a plenam ente lo que en el vo de capacidades y obras se abren en
Africa superior equinoccial escucharon las tierras africanas nuevos caminos y
los exploradores. De su testim onio y nuevas clases de comercio, empéñense,
fidelidad parece aun probado que del m ejor modo posible, los varones
anualm ente llega a 400.000 africanos apostólicos en procurar la salvación y
los que así, cual bestias, se suelen ven­libertad de los esclavos. Como en esto
der, de los cuales más o menos la m itad no harán, realmente, ningún progreso,
se elimina, agotada por la sum a aspe­ si la gracia de Dios no los ayuda, dedi­
reza de los caminos, pereciendo en qúense íntegram ente a difundir nuestra
ellos, de modo que con m ucha tristeza santísim a fe, nutriéndola diariam ente
se oye, que los que viajan por aquellos con m ayores sacrificios, pues el fruto
lugares, descubren senderos sembrados insigne que esto trae es que, de un m o­
de los huesos que quedan de los cadá­ do maravilloso, engendra y conquista
veres hum anos. la libertad con que Cristo nos Zióró20(30).
Por eso los exhortam os a que, como en
20. Los deseos del Papa: Libertad y un espejo de virtudes apostólicas, se
conversión. Colaboración de todos, Es­ contem plen en la vida y las obras de
tados y particulares. ¿ Quién no se con­ P e d r o C l a v e r , sobre quien acum ula­
mueve pensando en tanta m iseria? Nos,_ mos recientes laureles de gloria, aquel
ciertam ente, que hacemos las veces de que en 40 años ininterrum pidos, de
Cristo, am antísim o Salvador y Reden­ constancia extraordinaria en sus labo­
tor de los hom bres y que Nos alegra­ res, se dedicó con alm a y vida a las
mos tanto por los m uchísim os gloriosos m isérrim as m ultitudes de esclavos, caí­
méritos de la Iglesia en todo género de dos en manos de los sarracenos y eleven
aflicciones, no alcanzam os a expresar su m irada al que ha de proclam arse
con cuánta com pasión hacia esa gente verdadero apóstol de quienes se profe­
desgraciada se llena Nuestro corazón y saba perpetuo siervo y a quienes se
(30) Gal. 4, 31.
E ncíclicas P on tificias 13
386 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 53, 22-24

entregaba como tal. Si se preocupan de ejecute prósperam ente, sin menoscabo


apropiarse de la caridad y paciencia de alguno del derecho hum ano ni divino
aquel varón y de im itarlas, serán, cier­ y sin perturbación alguna del Estado y
tam ente, dignos m inistros de salvación, con m uy sólido beneficio para los es­
autores de consolación, heraldos de paz clavos cuya causa es. A ellos, con pas­
que podrán convertir, con la ayuda de toral celo y corazón paternal recom en­
Dios, el desierto, la incultura y barb a­ damos individualm ente, sea que ya se
rie en la plenitud gozosa del culto de em anciparon, sea que pronto se liber­
nuestra Religión. ten, algunos consejos saludables, tom a­
dos de las sentencias del docto Apóstol
22. La em ancipación en el Brasil y de las gentes.
su p rudente ejecución. Con alegría se
detienen junto a vosotros, Venerables 23. Los consejos del Apóstol a los
H erm anos, Nuestro ánim o y Nuestras esclavos recomienda el Papa. P rocu­
cartas p ara volver a m anifestaros y a ren los esclavos profesar y conservar
com partir con vosotros el singular gozo un recuerdo grato y grata y filial vo­
que sentimos por las resoluciones que luntad para con aquellos por cuya reso­
públicam ente se tom aron en ese Im pe­ lución y obra alcanzaron la libertad.
rio respecto de la esclavitud, pues, dic­ Jam ás se m uestren indignos de tal be­
tando las leyes correspondientes se p ro ­ neficio ni nunca confundan la licencia
curó y cuidó de que todos los que aun pasional con la libertad sino que la
conservan la condición servil se adm i­ empleen como corresponde a ciudada­
tan a la categoría y el derecho de los nos morigerados para la labor de su
libres. Así como Nos parece en sí bue­ vida agitada, para el bienestar y la hoL
no, venturoso y saludable así tam bién gura tanto de la vida fam iliar como
favorecemos y alentam os la esperanza social. Respetar y h o n rar la m ajestad
de que contribuya tam bién al futuro de los príncipes, obedecer a los magis­
progreso civil y religioso del país. De trados, observar las leyes, éstos y seme­
este modo, se conm em orará y se ensal­ jantes deberes cúm planse con asidui­
zará debidam ente entre todas las nacio­ dad, no movidos por el miedo sino m ás
nes hum anitarias el nom bre del Im pe­ bien por la religión; refrenen tam bién
rio Brasileño y se celebrará, al mismo y extirpen la envidia de las riquezas y
tiempo, el nom bre del augusto E m pera­ de la prestancia ajenas, pues, es de
dor de quien se cita la preclara senten­ lam entar que ella a tantísim os de ios
cia de que no conoce nada m ás apete­ m ás pobres atorm ente diariam ente,
cible que la rápida destrucción de todo proporcionándoles instrum entos inicuos
vestigio de esclavitud en su Im perio para arrem eter contra la seguridad del
entero. orden y la paz. Conformes con su fo r­
Pero m ientras se ejecute el m andato tuna y su estado, no aspiren a nada
de las leyes, dedicaos con celo, os lo más caro, ni ansíen nada más fervoro­
rogamos encarecidam ente y empeñaos samente que los bienes del reino celes­
con toda precaución en resolver este tial, gracias a los cuales fueron rege­
problem a, cuya solución im pedirán, n a ­ nerados y redimidos por Jesucristo,
turalm ente, no pequeñas dificultades. piensen piadosam ente en Dios, el m is­
Habéis de conseguir, de algún modo, mo Señor y Libertador suyo, am ándolo
que los dueños y siervos se pongan de con todas sus fuerzas y observando con
acuerdo entre ellos con el m ejor espí­ toda fidelidad sus m andam ientos.
ritu y la m ejor fe, no apartándose en Regocíjense por el hecho de ser hijos
nada de la clemencia ni de la justicia. de su Esposa, la Iglesia santa, esfuér­
Lo que ha de llevarse a cabo, realizadlo cense en ser los mejores, y en cuanto
todo conform e a la ley, con calm a y de les sea posible, retribuyanle con fervor
un modo cristiano; pues, lo que todos el am or que reciben.
ansiaban fervorosam ente, es decir, que 24. Ultimo deseo y bendición apostó­
se borre y elimine la escalvitud, debe­ lica. Insistid a los libertos, Venerables
mos desear con toda el alm a que se Hermanos, que acepten estas enseñan­
53, 24 E n c íc l ic a “In P l u r im is M a x im is q u e ” 387

zas y se persuadan de ellas, a fin de culada. Como prenda de los dones ce­
que lo que constituye Nuestro m ás ín ­ lestiales y como testimonio de Nuestra
timo deseo, sea tam bién el vuestro y el patern al benevolencia, con todo afecto 559
de todos los buenos, y es, que, de la os im partim os a vosotros, Venerables
libertad lograda, ante todo la religión Herm anos, al clero y todo el pueblo, la
recoja los más abundantes frutos en Bendición Apostólica.
todo el ám bito del Im perio y resulten
duraderos. Dado en Roma, cabe San Pedro, a 5
P ara que con el m ayor éxito así su­ de Mayo de 1888, en el año undécimo
ceda, p ara vosotros im ploram os y pedi­ de Nuestro Pontificado.
mos a Dios sobreabundantes gracias y
la ayuda m aternal de la Virgen Inm a- 7 LEON PAPA XIII.

(7) S. Agustín in Gen. í, 25; Noé, cap. 30. [La te en S. Agustín, De civitate Dei, lib. 19, c. 15
cita exacta no se halla en los lugares indicados (Migne PL. 41, col. 643); véase también S. Agus­
en el original; en cambio, se encuentra literalmen- tín (Jusestiories in Genes. (in Heptateuch.) 9, 153
Vicne de la pág. 377 (Migne 34, col. 590). P. H.j
im

ENCICLICA “PATERNA CARITAS” (*>


(25-VII-1888)

A LOS ARMENIOS SOBRE LA UNION CON LA IGLESIA ROMANA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. El m otivo: L a concordia restable- diencia al Príncipe del Im perio Otom a­
67 cida entre los arm enios. La caridad no, cuyas dotes de equidad, deseo de
paternal, que se extiende a todas las conservar la paz y benevolencia hacia
partes de la grey que el Señor Nos ha N uestra persona, son harto m anifies­
encomendado, es por su naturaleza de tas. Las discordias y diferencias fácil­
tal condición que Nos hace sentir en m ente desaparecerán de entre vosotros,
lo m ás íntim o del alm a cuanto de agra­ si se graban en vuestras mentes y se
dable o triste acontece en la república introducen en vuestras costum bres las
cristiana. P or esta razón, así como enseñanzas del bienaventurado P ablo,
antes se apoderó de Nuestro ánimo Apóstol de las gentes, acerca de la p er­
una gran pena por haberse separado fecta caridad, que es paciente y benig­
de vuestra com unión algunos Arme­ na, no es envidiosa, no obra precipi­
nios, principalm ente en Constantinopla, tadamente, no se ensoberbece, no es
así ah o ra experim entam os la singular ambiciosa, no busca sus provechos, no
y deseada alegría al saber que tal se­ se mueve a ira, no piensa malU). Esta
paración, gracias a Dios, ha cesado. Al eximia y perfecta unión de voluntades
mismo tiem po que Nos felicitamos de os proporcionará otro bien, es a saber:
que entre vosotros se haya restablecido que m ediante ella, como antes dijimos,
la paz y concordia perdidas, no que­ podréis atender m ejor a aum entar los
rem os desperdiciar la ocasión de ex­ frutos de la paz; a vosotros volverán
hortaros a que procuréis custodiar y la vista y los sentimientos todos vues­
aum entar tan gran don de la bondad tros com patriotas, aun aquellos que
divina. están separados de vosotros y de Nos,
y no se hallan incluidos en el redil
Medios de fom entarla. P a ra conse­ del rebaño que apacentam os.
guir este fin im porta m ucho pensar lo
mismo en las cosas que se refieren a la 2. Reconciliación de los separados
religión, y continuar todos, como ahora con Roma. Estos, indudablem ente, al
lo hacéis, unidos en obediencia a esta ver vuestros ejemplos de concordia y
Sede Apostólica: estando vosotros, am a­ caridad, fácilmente entenderán, que vi­
dos hijos, dóciles y obedientes a vuestro ve en vosotros el espíritu de Cristo, que
P atria rc a y dem ás Prelados, que legíti­ de tal m anera sabe u n ir a los suyos
m am ente os rigen. Mas como quiera que entre sí y con El, que form an un cuer­
p ara echar por tie rra esta m ism a reli- po. ¡Ojalá conozcan estas verdades y
68 giosa concordia, m uchas veces sirven vuelvan a aquella unidad de la que se
de pretexto, ora las disensiones en los separaron sus antepasados! Si esto se
negocios públicos, ora las desavenen­ realizase, necesariam ente experim enta­
cias en los privados, ocupe lugar p re­ rían increíble placer, al sentirse tan
ferente entre todos la fidelidad y obe-*1 íntim am ente unidos con Nos, con vos-
(*) A. S. S. 21 (1888) 67-72. Traü. de la 1? ed. — Los números en el margen dan las páginas del
texto original en ASS, vol. 21, (P. H.)
(1) I Cor., 13, 4-5.

— 388 —
54. 3 E n c íc l ic a “P aterna C a r i t a s 7’ 389

otros, y con todos los demás fieles que como se dem uestra por sus epístolas,
esparcidos por todo el m undo llevan peregrinaciones a la Ciudad de Roma,
el nombre de católicos; más aún, se y muy singularm ente por sus Decretos
considerarían habitando en los taber­ Sinodales. Dignas son de recuerdo, las
náculos de la m ística Sión a la que ha frases que los Padres Armenios p ro ­
sido dado, según uno de los divinos nunciaron acerca de la obligación de
oráculos, dilatar por toda la tierra el obedecer a esta Sede Apostólica en el
lugar de su tienda, y extender las pie­ Sínodo Sísense reunido el año 1307:
les de sus tabernáculos. A la manera que es propio del cuerpo
obedecer a la cabeza, así debe la Iglesia
3. Motivos de esperanza. Mas, para universal (que es el cuerpo de Cristo)
que tan deseado retorno tenga lugar, obedecer a aquel, que ha sido consti­
es preciso que trabajéis vosotros, Ve­ tuido por el mismo Cristo cabeza de
nerables Hermanos, que regís las dió­ toda la Iglesia^. E sta doctrina fué
cesis de Armenia, a quienes Nos consta confirm ada y am pliada en el Concilio
no faltan ni celo para exhortar, ni Adanense celebrada el año diez y seis
doctrina para persuadir. Pero, Nos que­ del mismo siglo. Conocido, por último,
remos que vosotros en Nuestro nombre es de vosotros, omitiendo otros hechos
y con Nuestras palabras, llam éis a los menos im portantes, lo acaecido en el
disidentes: no sólo es útil, sino conve- Concilio de Florencia; en el que, h a ­
nientísim o, que el padre llam e a la biendo acudido los legados del P a tria r­
casa paterna a los hijos alejados de ca Constantino V, y venerado a Nues­
ella m ucho tiem po, y salga a esperar­ tro predecsor E ugenio IV como a Vi­
les con los brazos abiertos. Nos espera­ cario de Cristo, dijeron que habían
mos que vuestros llam am ientos y exhor­ venido a acercarse a la cabeza, al pas­
taciones no caigan en el vacío, antes tor, al fundam ento de la Iglesia, su­
por el contrario, Nos alientan a esperar plicando que la cabeza se condoliese
un feliz éxito, prim eramente la gran de los miembros, el pastor congregase
m isericordia de Dios, que se derrama en el rebaño, el fundam ento afirm ase la
todos los pueblos, y secundariamente Iglesia. Y presentando su símbolo y
la docilidad y talento del pueblo Arme­ profesión de fe, decían: si hay defecto,
nio. Cuán inclinado sea a abrazar la enseña. Además la Constitución Conci­
verdad una vez que la conozca; cuán
liar, Exultate Deo, fué publicada por el
dispuesto a volver al camino, si se per­
Pontífice, en la que les instruye de
suade haberse extraviado, atestigúalo
la historia con m ultitud de docum en­ cuanto juzga necesario que sepan acerca
tos. Gloríanse los m ism os que están de la doctrina católica. Esta Constitu­
separados de vosotros en las cosas sa­ ción, los Legados, en el propio nom bre
gradas, que el pueblo Armenio recibió y en el del P atriarca Armenio, declara­
la fe de Gregorio, varón santísim o, a ron recibirla con todo respeto y sum i­
quien apellidan Iluminador, y reveren­ sión, como verdaderos hijos de obedien­
cian de un m odo especial com o padre cia, en el nombre y representación ante­
y patrono. De este m ism o varón es m e­ dicha, obedecer fielmente las órdenes y
morable, aun entre ellos, el viaje que mandatos de la misma Sede Apostólica.
hizo a Roma para probar ante el Ro­ Esto mismo expone cuidadosam ente
mano P ontífice S an S ilvestre su fe y Azarías, P atriarca de Cilicia, en las le­
observancia. Cuéntase que fué recibido tras dirigidas a Nuestro predecesor Gre­
por el Pontífice con gran benevolencia gorio XIII fecha 4 de los Idus de Abril
y enriquecido con varias facultades. año 1585: He aquí que hallamos libros
Con el m ism o espíritu, con que Gre­ de Nuestros mayores en los que se trata
gorio acudió a la Sede Apostólica, acu­ de la obediencia de todos los fieles y Pa­
dieron todos los que después de él triarcas nuestros al Pontífice Romano,
gobernaron las Diócesis de Armenia,2 como S an Gregorio iluminador fué obe-
(2) Labacci Conc. Collect., suppl. Tom. V, 210.
390 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1888) 54, 4

diente al Papa S an S ilvestre. De aquí IX, Nuestro predecesor, procuró que


la costum bre de los Armenios de reci­ en el gimnasio del Pontificio Seminario
b ir con toda distinción a los Legados Romano hubiese un profesor, de quien
enviados por la Sede Apostólica y obe­ los Nuestros aprendiesen la lengua, lite­
decer religiosamente sus m andatos. ratu ra e historia del pueblo armenio.
Ni se redujo a los límites de esta Ciu­
4. Las prueb as de am o r que los Ro­ dad la solicitud de los Romanos P ontí­
m anos Pontífices dieron a los arm e­ fices por los Armenios; sino que nada
nios. Confiamos, en verdad, que todas m ás antiguo que el alejar las dificul­
estas cosas h an de ser de gran fuerza tades que se oponían a la buena m ar­
p ara inducir a los espíritus segregados cha de vuestra Iglesia, resarcirla de los
de Nos a la deseada unión; si acaso es perjuicios que le había causado la ini­
causa de que perm anezcan separados quidad de los tiempos, m irando por su
el tem or de hallar menos solícita en su bienestar. A nadie se oculta el trabajo
favor a la Sede Apostólica, y que Nos de B enedicto XIV, para que vuestra
les recibam os con menos am or y bene- liturgia se conservase pura e íntegra,
violencia de la que ellos desean, adver­ como la de las demás Iglesias orienta­
tidles, Venerables H erm anos, que tene­ les, y para que se restituyese la suce­
mos firm e propósito de seguir las hue­ sión de los Patriarcas católicos de
llas de los Romanos Pontífices, Nues­ Armenia en la Sede Sisense. H arto co­
tros predecesores, que jam ás dejaron nocidos son de vosotros los esfuerzos
nada que desear en las demostraciones de L eón XII y P ío V III encam inados
de su paternal am or p ara los Armenios, a p ro cu rar que, a sem ejanza de otros 71
Siempre que por motivos de peregrina­ pueblos, tuviesen los Armenios en la
ción o por cualquiera otra causa han capital del Im perio Otomano, que es
venido a Roma, han sido bien recibi­ tam bién la de Armenia, un Prefecto
dos, alojándoles en las hospederías. arm enio para los negocios civiles.
Gregorio XIII, como es notorio, había
determ inado fun d ar un colegio donde P ruebas recientes. Reciente es, por
fueran instruidos jóvenes arm enios; fin, el recuerdo de las negociaciones
propósito, que no pudiendo llevarle a llevadas a cabo por Gregorio XVI y
cabo, por haberle sorprendido la m uer­ Pío IX, para aum entar en vuestra re­
te, en gran parte realizó U rbano VIII, gión las Sedes Episcopales, y para que
al recibir a los arm enios juntam ente el Prelado Armenio fuese en Constan-
con otros alum nos extranjeros en el tinopla el superior en honor y digni­
m agnífico colegio por él fundado para dad. Lo que prim eram ente se consi­
la propagación de la fe. Nos, sin em bar­ guió constituyendo en esta ciudad Sede
go, a pesar de la ingratitud de los tiem ­ Arzobispal y Prim ada, y después de­
pos que corren, hemos podido, gracias cretando su unión con el Patriarcado
a Dios, realizar el pensam iento de Gre­ de Cilicia, de tal modo que la ciudad,
gorio X III, y hemos constituido el Co­
que es cabeza del Imperio, fuese el
legio de jóvenes arm enios en el am plio
edificio de San Nicolás de Tolentino. domicilio del P atriarca. Y p ara que la
Todo lo cual se ha hecho p ara que gran distancia que separa a Armenia
tengan el debido honor la antigüedad de Roma no debilitase la íntim a unión
de la liturgia arm enia y la elegancia de que debe existir entre los fieles de una
su lengua con el conocimiento de la y otra parte, con gran acierto se esta­
abundancia de insignes escritores; p ro ­ bleció, que en la m ism a ciudad hubiese
curando adem ás que siempre hubiese un Delegado Apostólico, que hiciese las
en Roma u n Obispo de vuestro rito, el veces del Romano Pontífice. Cuanto
cual ordenase a cuantos alum nos fue­ Nos hayam os ocupado de vuestro pue­
sen por Dios llam ados a las sagradas blo vosotros podéis atestiguarlo, así co­
órdenes. P ara esto mismo esatblecióse mo Nos somos testigos del am or que
prim eram ente en el Colegio Urbano Nos profesáis y del que más de una
una cátedra de lengua arm enia, y Pío vez Nos habéis dado señaladas pruebas.
54, 5-7 E n c íc l ic a “P aterna Ga r it a s ” 391

P or lo cual, p ara que este ingenio del plicas, p ara que, movidos por su gracia
pueblo, costum bres de los antepasados, los corazones, cuantos de vuestro pue­
m em oria de la antigüedad, tengan m ás blo han ingresado por el bautism o en
fuerza p ara atraer a los Armenios, se­ la sociedad de vida cristiana, y form an
parados de vosotros, a este alcázar de iglesia separada de Nos, vueltos a Nos,
verdad, de lo que las dificultades por colmen Nuestros deseos, conociendo lo
grandes que sean puedan retenerles, mismo, teniendo la misma caridad y
la Sede Apostólica siempre h a procu­ unánimes sintiendo lo m i s m o Pedid
rado tener m uy jun to a sí a vuestra para que se acerque al trono de la
nación, y si alguna vez se h a separado, gracia, la abogada, gloriosa, bendita,
llam arla a la antigua com unión; de santa, siempre Virgen Madre de Dios
donde resultan gravísimos motivos, a María Madre de Cristo y ofrezca Nues­
vosotros, Venerables H erm anos, p ara tras súplicas a su Hijo y a Dios Nues-
persuadir, y a Nos p ara esperar se lle­ fro(5). Sea con Ella intercesor el ilustre
gue plenísim am ente a la antigua unión. m ártir Gregorio Ilum inador, para que
la obra incoada por él con tantos tra ­
5. Un m ayor brillo p o r el catolicis­ bajos e invicta tolerancia de torm entos,
mo. Lo cual red u n d ará en bien de el m inistro de la divina gracia, la per­
toda gente, no sólo como salud eterna feccione y consolide. P o r último, pedid
del alm a, sino hasta como prosperidad tam bién con Nos para que la docilidad
y dicha tem poral, en cuanto puede p ia­ de los Armenios y su vuelta a la u n i­
dosamente desearse. M anifiesta la his­ dad católica, sea ejemplo e incitam ento
toria que entre los Sagrados Prelados a los demás que adoran a Cristo, pero
de Armenia, aquellos brillaron m ás que están separados de la Iglesia Romana,
los otros, como refulgentes astros, que a fin de que vuelvan de donde salieron
más estrecham ente se unieron a la Sede y haya un solo rebaño y u n solo Pastor.
Apostólica, y que en aquellos siglos fué
m ayor la gloria de vuestra nación, en 7. Conclusión. Y m ientras continua­
los que 1a. religión católica m ás brilló mos con estos deseos y esperanzas, os
en ella. damos, con gran am or, la Bendición
Apostólica, presagio de la divina benig­
6. E xhortación pontificia a la o ra ­ nidad, a vosotros, Venerables H erm a­
ción. El que estos justos votos y de­ nos, y a todos vosotros, am ados hijos.
seos se cum plan solamente puede con­
cederlo Dios, m oderador de todas las Dado en Roma, junto a San Pedro,
cosas, que llama a los que quiere, y a el día 25 de Julio de 1888, undécimo
quien le place le hace religioso6(3)4. Ele­ de Nuestro Pontificado.
vad pues a El con Nos, Venerables H er­
manos, y am ados hijos, hum ildes sú­ LEON PAPA XIII.

(3) S. Ambros. in Luc., c. IV. [La cita no pudo (5) Antiph. Liturg. Arm.
verificarse.] (P. H.)
(4) Fil. 2, 2.
¿3£i»
ENCICLICA “QUAMQUAM PLURIES” M
(15-VIII-1889)

SOBRE EL ROSARIO Y EL PATROCINIO DE SAN JOSE

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Los calam itosos tiem pos excitan y qué designios agitan todavía los áni­
a la oración. Aunque ya m uchas veces mos, demasiado conocido es ya para
hemos ordenado que se hagan en todo que tengamos que explicarlo con p a­
el orbe oraciones especiales y con m a­ labras.
yor eficacia se encom ienden a Dios los En tan difícil y miserable estado,
intereses católicos, a nadie, sin em bar­ puesto que los males son hum anam ente
go, parezca extraño que creamos deber incurables, no Nos queda sino pedir a
ahora inculcar de nuevo en los ánimos la virtud divina el remedio completo
la m ism a obligación. E n circunstancias de todos ellos.
difíciles, principalm ente cuando el po­
der de las tinieblas (1) parece atreverse El Rosario en el mes de Octubre.
a todo p ara acabar con el nom bre cris­ Esta es la causa porque creimos deber
tiano, la Iglesia, por su parte, acostum ­ excitar la piedad del pueblo cristiano
bró siempre a invocar y elevar súplicas a que im plore con más empeño y cons­
con m ayor empeño y perseverancia a tancia el auxilio de Dios Omnipotente.
Dios, su autor y vengador, valiéndose Y así acercándose ya el mes de Octu­
tam bién de los santos del cielo, y en bre, que otras veces ordenam os que se
especial de la augusta Virgen Madre de dedicase a la Santísim a Virgen M a r ía
Dios, en cuyo patrocinio ve que p rin ­ del Rosario, exhortam os eficazmente a
cipalm ente ha de consistir la defensa los fieles a que con la m ayor devoción,
de sus intereses. Y el fruto de estas ora­ piedad y concurso que sea posible, ce­
ciones y de la confianza que se pone lebren tam bién este año todo aquel
en la divina bondad aparece m ás tarde mes. Sabemos que en la bondad m ater­
o m ás tem prano. nal de la Virgen está Nuestro am paro,
Ahora bien, Venerables Hermanos, y ciertos estamos de que no en vano
conocido os es el tiem po actual, no están en ella cifradas Nuestras espe­
m ucho menos calam itoso p ara la rep ú ­ ranzas. Si en las grandes épocas de la
blica cristiana que los m ás calamitosos religión cristiana cien veces Ella la ha
de las épocas pasadas. E n m uchísimos socorrido, ¿por qué dudar de que reno­
vemos que perece el principio de todas vará ahora los ejemplos de su poder
las virtudes cristianas, la Fe, que se y favor, si unidos todos le hacemos
enfría la caridad, que crece depravada hum ildes y constantes oraciones? Antes
en costum bres e ideas la juventud: que por el contrario, Nos creemos que ta n ­
por todas partes, con la fuerza y con to m ás adm irablem ente Nos socorrerá,
la astucia, se ataca a la Iglesia de Je­ cuanto más largo h a sido el tiempo que
sucristo; que se hace al Pontificado una ha querido que duren Nuestros ruegos.
guerra atroz, y que, creciendo de día
en día la audacia, se m inan los cim ien­ Invocación especial de San José.
tos mismos de la religión. H asta donde Pero además tenemos otro propósito, al
se haya bajado en los últim os tiempos,*1 cual según vuestra costumbre, V. Her-
(*) ASS 22 (1889/90) 65-69. (Traducción corregida para la 2? edición). — Los números marginales
indican las páginas del texto original en ASS, vol. 22. (P. H.)
(1) Lucas 22, 53.

— 392 —
55, 2-3 E n c íc l ic a “Quam quam P l u r ie s ” 393

mános, cooperaréis con Nos diligente­ las naturalezas criadas, S an J osé se


mente. A saber: p ara que con la oración acercó m ás que ninguno. Pues el m a­
más fácilmente se aplaque Dios; y sien­ trim onio es la sociedad y parentesco
do m ayor el núm ero de los interceso­ por m ucho los mayores de todos, los
res, m ás pronta y m ás copiosam ente cuales por su naturaleza llevan unidos
socorra a su Iglesia, juzgamos que con­ a sí la comunicación de los bienes de
viene m ucho que se acostum bre el pue­ uno de los cónyuges al otro. Por lo
blo cristiano a invocar con especial cual, si Dios dió a la Virgen por esposo
piedad y ánimo confiado, juntam ente a S an J osé, diósele tam bién, no sólo
con la Virgen Madre de Dios, a su por com pañero de su vida, testigo de
castísimo Esposo, el bienaventurado su virginidad, protector de su honra,
S an J osé ; lo cual por motivos ciertos sino además para que en virtud de la
juzgamos que ha de ser agradable y alianza conyugal fuese partícipe de su
conforme a los deseos de la m ism a excelsa dignidad. Del mismo modo él
Santísim a Virgen. solo entre todos sobresale con una dig­
nidad augustísim a, por haber sido, dis­
2. Su culto. A la verdad, en esta de­ poniéndolo así Dios, custodio del H ijo
voción, de la cual por prim era vez de Dios, y tenido en la opinión de los
diremos algo en público, constituye ya hom bres por padre del mismo Hijo de
una devoción popular no solo m uy pre­ Dios. De lo cual se seguía que a S an
ferida sino ya prosperando en su de­ J osé estuviese hum ildem ente sujeto el
sarrollo fijo; y esto porque el culto Verbo de Dios, y obedeciese sus m an­
de J osé que en anteriores épocas, los datos, y le diese toda la h o nra que a
Romanos Pontífices procuraron fom en­ su padre era m enester que dé un hijo.
tar y propagar am pliam ente, hemos
visto, en estos últim os tiempos, hacer Los deberes de San José. Ahora
por doquiera seguros progresos, espe­ bien, de esta doble dignidad nacían es­
cialmente desde que Nuestro Predece­ pontáneam ente los deberes que la n a ­
sor Pío IX, de feliz mem oria, a petición turaleza ha im puesto a los padres de
de m uchísim os Obispos, declaró al San­ familia, de tal suerte, que de aquel
tísimo P atriarca patrono de la Iglesia hogar divino, que presidía S an J osé, él
católica. mismo era el legítimo y n atural guare
Sin embargo, porque im porta tanto dián, tu to r y defensor. Estos deberes y
que su culto se arraigue profundam en­ oficios, él, cuanto le duró la vida, en
te en las costum bres e instituciones ca­ realidad de verdad, ejercitó. Con sumo
tólicas, por esto queremos, principal­ am or y asiduidad cotidiana se esforza­
mente por N uestra voz y autoridad, ba en m irar por su Esposa y por el
estim ular al pueblo cristiano. 3 divino Niño; con su trabajo solía p ro ­
curar lo que para vivir y sustentarse
3. Razones de su patrocinio. Las necesitaban ambos; buscando un asilo
causas y razones especiales por qué se seguro, evitó el peligros de la vida que
tiene en p articular a S an J osé por P a ­ la envidia de un rey fraguó; en las
trono de la Iglesia, y ésta a su vez se incomodidades de los caminos y en las
prom ete m uchísim o de su tutela y p a­ am arguras del destierro, él fué el p er­
trocinio, son el haber sido Esposo de petuo com pañero, ayudante y conso­
María y padre putativo de J esucristo. lador de la Virgen y de Jesús. Ahora,
De aquí dim ana toda su dignidad, g ra­ pues, en aquel Hogar divino, que J osé,
cia, santidad y gloria. Ciertamente, la como con p atria potestad gobernó, es­
dignidad de la Madre de Dios es tan taban encerrados los principios de la
alta que nada m ás grande puede d a r­ naciente Iglesia. La Virgen Santísima,
se. Sin embargo, como entre S an J osé así como es Madre de Jesucristo, así
y la Beatísim a Virgen medió el vínculo tam bién lo es de todos los cristianos,
conyugal, no hay duda de que a aquella porque en el Monte Calvario, entre los
excelentísima dignidad, con que la Ma­ suprem os torm entos del Redentor, los
dre de Dios aventaja m uchísim o a todas engendró, y asimismo Jesucristo es co-
394 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1889) 55, 4-5

mo el Prim ogénito de los cristianos, su Señor, y luego m aravillosam ente b e­


quienes por la adopción y por la reden­ nefició a todo el reino, así el segundo,
ción son sus hermanos. destinado a custodiar el nom bre cris­
De allí surge la razón por qué el di­ tiano, debemos creer que defiende y
chosísimo P atriarca considera enco­ protege a la Iglesia, que es verdadera­
m endada a sí de un modo peculiar la m ente casa del Señor y reino de Dios
m ultitud de los cristianos de que consta en la tierra.
la Iglesia, es decir, esa fam ilia innum e­
rable y por todo el m undo desparra­ 5. San José modelo para todos. En
mada, sobre la cual, por ser esposo de verdad, pues, hay motivo para que to­
M a r ía y padre de J e s u c r is t o , tiene una dos, de cualquier condición y lugar, se
autoridad hasta cierto punto de padre. encomienden al patrocinio del bien­
Es, pues, conform e a razón y m uy dig­ aventurado S a n J o sé y confíen en él.
no del bienaventurado S a n J o sé quien, En J o sé tienen los Padres de fam ilia el
com o en otro tiempo, y en cuantas modelo m ás excelente de la vigilancia
cosas se ofrecieran, defendió religiosí- y previsión paternas, tienen los esposos
sim am ente la fam ilia de Nazaret, así el dechado perfecto del am or, concor­
ah o ra con su patrocinio celestial p ro ­ dia y fidelidad conyugal, las vírgenes
teja y defienda la Iglesia de Cristo. tienen el modelo y al mismo tiempo el
protector de la virginal integridad. Po­
4. El antiguo y el nuevo José. E n niendo ante sus ojos la imagen de J o s é ,
efecto, fácilm ente com prenderéis, Ve­ aprendan los que nacieron de linaje
nerables H erm anos, que estas verdades noble a conservar, aun en la ruina de
reciban su confirm ación por la opinión sus fortunas, la dignidad; com prendan
de no pocos Padres de la Iglesia y, con­ los ricos cuáles son los bienes que de­
form ándose a su sentir, por el texto de ben principalm ente apetecer y con to­
la sagrada liturgia, de que el antiguo das las fuerzas reunir.
J o s é , hijo del P atriarca J a c o b prefigu­ Mas los proletarios, los obreros,
ró en sí la persona y oficios del nuestro, cuantos poseen inferior fortuna, a J o sé
y al mismo tiempo, con su dignidad re ­ deben con derecho propio acudir, y de
presentó la grandeza del que había de él aprender lo que han de im itar. P o r­
ser guardián de la Fam ilia divina. que él, de sangre real, unido en m atrb
Ciertamente, adem ás de que a los dos monio a la más grande y más santa de
tocó él mismo significativo nombre, todas las m ujeres, padre, en la opinión
bien conocidas os son otras y bien de los hombres, del Hijo de Dios, a
claras sem ejanzas que hay entre los pesar de todo esto, pasa su vida trab a­
dos: en especial aquella que mereció jando. y con el trabajo de sus manos y
de su Señor m erced y benevolencia el ejercicio de su arte procura cuanto
singulares, y que, siendo por él puesto es necesario a la sustentación de los
al frente de la econom ía de su familia, suyos. No es, por lo tanto, si se busca
sobre la casa de su amo, gracias a la verdad, vil la condición de los más
J o s é , vinieron en abundancia las pros­ pobres; y no solamente no hay en el
peridades y dichas. Y m ás aún, él go­ trabajo de los obreros deshonor alguno,
bierna por orden del Rey, con la m ás sino que puede, cuando se le ju n ta la
alta potestad todo el Reino, y cuando virtud, grandem ente ennoblecerse el
u n a calam idad produjo escasez de fru ­ trabajo m anual. J o s é , contento con lo
tos y carestía de alimentos, con tan suyo, aunque poco, sufrió con ecuani­
excelente providencia proveyó a los m idad y altura las estrecheces que iban
68 egipcios y a los pueblos vecinos que el necesariam ente unidas a la escasez de
Rey determ inó debérsele apellidar el los medios de sustento, o sea, que siguió
Salvador del mundo. ^ el ejemplo de su Hijo, el cual, habien­
P or esto, en aquel antiguo P atriarca do tom ado la form a de siervo, con ser
podemos reconocer figurada la imagen señor de todas las cosas, abrazó volun­
de éste. Como el prim ero salvó e hizo tariam ente la m ayor pobreza e indigen­
p rosperar los intereses domésticos de2 cia. Con el pensam iento de estas cosas
(2) Génesis 41, 43.
55, 6-7 E n c íc l ic a “ Quam quam P l u r ie s ” 395

deben levantar sus ánimos y rectam en­ A los que piadosam ente recitaren la
te pensar los pobres y cuantos van susodicha oración, les concedemos a
sustentando la vida con el salario de cada uno y por cada vez la indulgencia
sus manos, a los cuales, si tienen el de siete años y otras tantas cuarente­
derecho de salir de la pobreza y de nas. Ordenamos tam bién, lo que es p ro ­
adquirir una m ejor situación por m e­ vechoso y m uy laudable, y que ya en
dios legítimos, sin embargo, la razón y algunas partes se ha establecido, que
la justicia les prohíben trasto rn ar el se consagre en honor del Santo P a­
orden establecido por la providencia triarca, con algún ejercicio cotidiano
de Dios. Aun más, el recu rrir a la fuer?de piedad, el mes de Marzo. Donde esto
za y hacer tentativas de sublevación y no se puede fácilmente establecer, es,
de violencia, son medios insensatos que, por lo menos de desear que tres días
en la m ayoría de los casos, agravan los antes de su fiesta se haga oración en
males que se tra ta de aliviar. No con­ el templo principal de cada pueblo. En
fíen, pues, los pobres, si quieren ser aquellos lugares en que el día 19 de
prudentes, en las prom esas de los hom ­ Marzo, consagrado al bienaventurado
bres de desorden, sino en los ejemplos S an J osé, no está com prendido en el
y el patrocinio del bienaventurado S an núm ero de las fiestas de precepto,
José, y asimismo en la m aternal cari­ exhortam os a cada uno que no rehúse
dad de la Iglesia, que, en verdad, cada em plear aquel día santam ente, en cuan­
día cuida de ellos más solícitamente. to fuere posible, con ejercicios privados
de piedad en honor del Patrono celes­
6. Decreto que establece la oración tial, no de otra m anera que si fuere de
a San José y gracia. Así, pues, p ro ­ precepto.
metiéndonos muchísim o, Venerables
Herm anos, de vuestra au to rid ad y es­ 7. Bendición Apostólica. E ntre tanto,
fuerzo episcopal, y aunque no descon­ en prenda de los dones celestiales y
fiamos que los buenos y piadosos h a ­ testimonio de N uestra benevolencia, a
rán de su espontánea voluntad m ás y vosotros, Venerables Hermanos, y a
mayores cosas de las que se prescriben, vuestro Clero y pueblo, damos aman-
decretamos que en todo el mes de tísim am ente en el Señor la Apostólica
Octubre, al rezo del Rosario, que en Bendición.
otra ocasión ordenam os, se añada una
oración a S an J osé, cuya fórm ula os Dada en Roma, en San Pedro, el
será entregada juntam ente con estas día 15 de Agosto del año 1889, duodé­
letras, y que esto mismo se observe cimo de Nuestro Pontificado.
cada año perpetuam ente. LEON PAPA XIII.

Disposición
IN T R O D U C C IO N : Calamitosos tiempos (1)
I. L o s rem ed io s: María y el Santo Rosario (1)
II. In v o c a c ió n de S an José
1. San José patrono de la Iglesia (2)
a) esposo de María (3)
b) Padre nutricio y custodio de Jesús (3)
c) Cabeza de la Sagrada Familia (3)
d) Por eso, patrono de la Iglesia (3)
2. José de Egipto — la figura (4)
3. San José modelo de todos los cristianos especialmente de los obreros.
E P I L O G O : El Rosario y San José — Oración a El.
ENCICLICA “SAPIENTLE CHRISTIANiE” (*}
(10-1-1890)

ACERCA DE LAS OBLIGACIONES DE LOS CRISTIANOS

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Dios es el fin del individuo. Cada sociedad no ha sido instituida por la
día se deja sentir m ás y m ás la nece­ naturaleza para que la busque el hom ­
sidad de recordar los preceptos de cris­ bre como fin, sino para que en ella y
tiana sabiduría, p ara conform ar con por ella posea medios eficaces para su
ellos plenam ente la vida, costum bres e propia perfección. Si, pues, alguna so­
instituciones de los pueblos. Porque, ciedad, fuera de las ventajas m ateriales
postergados estos preceptos, se h a se­ y cultura social, con exquisita pro fu ­
guido tal diluvio de males, que ningún sión y gusto procuradas, no se pro p u ­
hom bre cuerdo puede, sin congojoso siera ningún otro fin, si en el gobierno
cuidado, sobrellevar los actuales, ni de los pueblos m enospreciase a Dios y
contem plar sin pavor lo porvenir. Y a para nada cuidase de las leyes m ora­
la verdad, en lo tocante a los bienes les; se desviaría lastim osam ente del fin
del cuerpo y exteriores al hom bre, se que su naturaleza m ism a le impone,
ha progresado bastante; pero cuanto mereciendo, no ya el concepto de co­
cae bajo la acción de los sentidos, la m unidad o reunión de hombres, sino
robustez de fuerzas, la abundancia y más bien el de engañosa im itación y
profusión de riquezas, si bien p ropor­ sim ulacro de sociedad.
cionan comodidades, aum entando las 2. La Religión despreciada. Ahora
delicias de la vida, de ningún modo bien; el esplendor de aquellos bienes
satisfacen al alm a creada p ara cosas del alma, antes mencionados, los cua­
m ás altas y nobles. Contem plar a Dios les principalm ente se encuentran en
y dirigirse a El, ley es suprem a de la la práctica de la verdadera religión y
naturaleza del hom bre, el cual, creado observancia fiel de los preceptos cris­
a imagen y sem ejanza de su Hacedor, tianos, vemos que cada día más se
por su propia naturaleza es poderosa­ eclipsa en los ánimos por el olvido o
m ente estim ulado a poseerlo. Pero a menosprecio de los hom bres de tal m a­
Dios no se acerca el hom bre por m o­ nera, que, cuanto m ayor es el aum ento
vimiento corporal, sino por medio de en lo que a los bienes del cuerpo se
las facultades del alma, por el conoci­ refiere, tanto m ás cam inan hacia la
m iento y el am or. Porque Dios es la decadencia los que pertenecen al alma.
p rim era y sum a verdad, y el entendi­ De haberse dism inuido o debilitado la
m iento sólo se nutre con la verdad: es fe cristiana, son prueba eficaz los insul­
asimismo santidad perfecta y bien su­ tos con que a vista de todos se injuria
mo, al cual la voluntad sólo puede con desusada frecuencia a la Religión
aspirar y acercarse guiada por la virtud. católica; injurias que en otra época,
cuando la Religión estaba en auge, de
Dios, fin de la sociedad dom éstica y
ningún modo se hubieran tolerado.
civil. Y lo que se dice de los individuos
se ha de entender tam bién de la socie­ 3. La paz confiada a la sola fuerza
dad, ya sea doméstica o civil. Porque la m aterial. P or esta causa, es increíble
(♦) ASS 22 (1889/90) 385-404. Traduc. de la 1? edición. — Los números marginales indican las pá-
ginas del texto original en ASS, vo:. 22.

— 396 —
56, 4-6 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e C h r is t ia n a e ” 397

la asom brosa m ultitud de hom bres que 5. Los deberes de los cristianos para
ponen en peligro su eterna salvación; con la Iglesia. No puede dudarse que
los pueblos mismos y los reinos no son m ás en núm ero y de m ayor imporr
pueden por m ucho tiem po conservarse tancia los deberes de los cristianos que
incólumes, porque con la ru in a de las los de aquellos que, o tienen de la Re­
instituciones y costum bres cristianas, ligión católica ideas falsas, o la desco­
menester es que se destruyan los fu n ­ nocen por completo. Guando, redimido
dam entos que sirven de base a la socie­ el linaje hum ano, Jesucristo m andó a
dad hum ana. Se fía la paz pública y los Apóstoles predicar el Evangelio a
la conservación del orden a sola la toda criatura, impuso tam bién a todos
fuerza m aterial, pero la fuerza, sin la los hom bres la obligación de aprender
salvaguardia de la Religión, es por y creer lo que les enseñasen; y al cum ­
extremo débil: a propósito p ara engen­ plim iento de este deber va estrecha­
drar la esclavitud m ás bien que la obe­ m ente unida la salvación eterna. El que
diencia, lleva en sí m ism a los gérmenes creyere y fuere bautizado será salvo;
de grandes perturbaciones. Ejem plo de pero el que no creyere se c o n d e n a r . 337
lamentables desgracias Nos ofrece lo Pero al abrazar el hom bre, como es
que llevamos de siglo, sin que se vea deber suyo, la fe cristiana, por el m is­
claro si acaso no se han de tem er otras mo hecho se constituye en súbdito de la
semejantes. Iglesia, como engendrado por ella, y se
4. Remedios de los males. - Materia hace m iem bro de aquella am plísim a y
de la Encíclica. - La norma cristiana. santísim a sociedad, cuyo régimen, bajo
Y así, la m ism a condición de los tiem ­ su cabeza invisible, Jesucristo, perte­
pos Nos aconseja buscar el remedio nece, por deber de oficio y con potestad
donde conviene, y éste no es otro sino suprem a, al Romano Pontífice.
el restituir a su vigor, ya en la vida
privada, ya en todas las partes del 6. Disposición de los cristianos para
cuerpo social, la norm a de sentir y con la Iglesia. Ahora bien; si por ley
obrar cristianam ente única y excelente de la naturaleza estamos obligados a
m anera de extirpar los males presentes, am ar especialmente y defender la so­
y precaver los peligros que am enazan. ciedad en que nacimos, de tal m anera,
A este fin, Venerables H erm anos, debe­ que todo buen ciudadano esté pronto a
mos dirigir Nuestros esfuerozs, esto es, arro strar hasta la m ism a m uerte por
a procurarlo con todo ahinco y por su patria, deber es, y m ucho m ás ap re­
cuantos medios estén a Nuestro alcan­ m iante en los cristianos, hallarse en
ce; por lo cual, aun cuando en diferen­ igual disposición de ánimo p ara con la
tes ocasiones, según se h a ofrecido la Iglesia. Porque la Iglesia es la ciudad
oportunidad, Nos hemos aconsejado lo santa de Dios vivo, fundada por Dios,
mismo, juzgamos, sin embargo, en estas y por El mismo establecida, la cual, si
Nuestras Letras, señalar más distinta­ bien tiene su m orada en la tierra, pero
mente los deberes de los cristianos, p o r­ llam a a los hom bres, y los instruye y
que, si se observan con diligencia, con­ los guía a la felicidad eterna allá en el
tribuyen por m aravillosa m anera al cielo. P or consiguiente, se ha de am ar
bienestar social. Asistimos a una con­ la patria donde recibimos esta vida
tienda ardorosa y casi diaria acerca de m ortal, pero m ás entrañable am or de­
los intereses de m ayor m onta, y en esta bemos a la Iglesia, de la cual recibimos
lucha, m uy difícil es no ser alguna vez la vida del alm a que ha de d u rar eter­
engañados, ni engañarse; ni que m u ­ nam ente; porque es de todo derecho
chos no se desalienten y caigan de án i­ anteponer a los bienes del cuerpo los
mo. A Nos toca, Venerables H erm anos, del espíritu, y con relación a Nuestros
advertir a cada uno, enseñar y exhortar deberes p ara con los hom bres son in ­
conform e a las circunstancias, para que com parablem ente m ás sagrados los que
nadie se aparte del carnino de la verdad. tenemos p ara con Dios.
(l)-Marc. 16, 16.
398 E n c íc l ic a s d e l ?P. L eón XIII 56, 7-9

7. Son compatibles los dos amores: P e d r o y los demás Apóstoles respon­


n la Iglesia y a la Patria. P o r lo dem ás, dían a los m agistrados cuando les m an­
si queremos sentir rectam ente, el am or daban cosas ilícitas, eso mismo en
sobrenatural a la Iglesia, y el que n a­ igualdad de circunstancias se ha de res­
turalm ente se debe a la patria, son ponder sin vacilar. No hay, así en la
dos am ores que proceden del mismo paz como en la guerra, quien aventaje
eterno principio, puesto que de en­ al cristiano solícito de sus deberes, pero
tram bos es causa y auto r el mismo todo debe arrostrarse y preferir hasta
Dios; de donde se sigue que no puede la m uerte antes que desertar de la causa
h aber oposición entre los dos. Cierta­ de Dios y de la Iglesia.
m ente una y o tra cosa podemos y de­
bemos hacer, am arnos a Nosotros m is­ 9. Esto no es revolución. - El espí­
mos y desear el bien de Nuestros p ró ­ ritu de la ley. P o r lo cual desconocen
jimos, tener am or a la patria y a la seguram ente la naturaleza y alcance de
autoridad que la gobierna; pero al m is­ las leyes los que reprueban semejante
mo tiempo debemos h o n rar a la Iglesia constancia en el cum plim iento del de­
como a m adre, y con todo el afecto de ber, tachándola de sediciosa. Hablamos
Nuestro corazón am ar a Dios. de cosas sabidas, y Nos mismo las he­
mos explicado ya otras veces. La ley
8. El recto orden de los dos amores no es otra cosa que el dictam en de la
se trastorna. Y, sin em bargo, o por lo recta razón prom ulgado por la potes­
desdichado de los tiempos o por la tad legítima para el bien común: Pero
voluntad menos recta del hom bre, a l­ no hay autoridad alguna verdadera y
guna vez el orden de estos deberes se legítima, si no proviene de Dios, sobe­
trastorna. Porque se ofrecen circuns­ rano y suprem o Señor de todas, a quien
tancias en las cuales parece que una únicam ente compete dar poder al hom ­
m anera de o brar exige de los ciudada- bre sobre el hom bre; ni se ha de juzgar
danos el Estado, y otra contraria la recta la razón cuando se ap arta de la
religión cristiana; lo cual ciertam ente verdad y la razón divina, ni verdadero
proviene de que los que gobiernan a bien el que repugna al bien sumo e
los pueblos, o no tienen en cuenta para inconm utable, o tuerce las voluntades
nada la autoridad sagrada de la Iglesia, de los hom bres y las separa del am or
o pretenden que ésta les sea subordi­ de Dios. Sagrado es para los cristianos
nada. De aquí nace la lucha, y el poner el nom bre del poder público, en el
a la virtud a prueba en el combate. cual, aun cuando sea indigno el que lo
Urge u na y otra autoridad, y como ejerce, reconocen cierta imagen y repre­
quiera que m andan cosas contrarias, sentación de la m ajestad divina; justa
obedecer a las dos es imposible: Nadie es y obligatoria la reverencia a las le­
puede servir al mismo tiempo a dos yes, no por la fuerza o amenazas, sino
señores<2\ y así es m enester faltar a por la persuasión de que se cumple
una, si se ha de cum plir lo que la con un deber, porque el Señor no nos
otra ordena. Cuál ha de llevar la pre­ ha dado espíritu de t e m o r pero si
ferencia, p ara nadie es dudoso. las leyes de los Estados están en abier­
ta oposición con el derecho divino, si se
En caso de conflicto, primero Dios. ofende con ellas a la Iglesia o contra­
388 Es im piedad por ag rad ar a los hom bres dicen a los deberes religiosos, o violan
dejar el servicio de Dios; ilícito que­ la autoridad de Jesucristo en el P ontí­
b ran tar las leyes de Jesucristo por obe­ fice supremo, entonces la resistencia es
decer a los m agistrados, o so color de un deber, la obediencia crimen, que por
conservar un derecho civil, infringir otra parte envuelve una ofensa a la
los derechos de la Iglesia. Conviene misma sociedad, puesto que pecar con­
obedecer a Dios antes que a los hom- tra la Religión es delinquir también
hres^K y lo que en otro tiempo San contra el Estado.
(2) Mat. 6, 24. (4) II Tim. 1, 7.
(3) Aí-t. 5, 29.
m< 1 0 .12 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e C h r is t ia n a e ” 399

Echase tam bién de ver nuevam ente cristiana. Y am bas cosas, la verdad y
cuán injusta sea la acusación de rebe­ la caridad, como patrim onio nobilísimo
lión; porque no se niega la obediencia legado a la Iglesia por Jesucristo, con­
debida al Príncipe y a los legisladores, serva y defiende ésta con incesante
sino que se ap artan de su voluntad esmero y vigilancia.
únicam ente en aquellos preceptos para
los cuales no tienen autoridad alguna, 11. La guerra del naturalism o a la
porque las leyes hechas con ofensa de Iglesia. Pero cuán encarnizada y m úl­
Dios son injustas, y cualquiera otra tiple es la guerra que ha estallado con­
cosa podrán ser menos leyes. tra la Iglesia, apenas hay aquí lugar de
mencionarlo. Porque como quiera que
10. Amor a la Iglesia y la P a tria es le ha cabido en suerte a la razón,
doctrina apostólica. Bien sabéis, Vene­ ayudada de las investigaciones científi­
rables Herm anos, ser ésta la m ism ísim a cas, descubrir muchos secretos velados
doctrina del Apóstol S a n P a b l o , el cual, antes por la naturaleza, y aplicarlos
9 como escribiese a Tito deberse aconse­ convenientemente a los usos de la vida,
jar a los cristianos que estuviesen suje­ se han envanecido los hom bres de tal
tos a los príncipes y p o t e s t a d e s y modo, que creen poder ya lanzar de
obedecer a sus mandatos; inm ediata­ la vida social de los pueblos a Dios y
mente añade: que estuviesen dispuestos a su divino gobierno.
a toda obra buena, p ara que constase Llevados de sem ejante error, tran s­
ser lícito desobedecer a las leyes h u ­ fieren a la naturaleza hum ana el p rin ­
manas cuando decretan algo contra la cipado arrancado a Dios; propalan que
ley eterna de Dios. P or modo sem ejante en sola la naturaleza ha de buscarse el
el Príncipe de los Apóstoles, a los que origen y norm a de toda verdad; que de
intentaban arrebatarle la libertad en ella provienen y a ella han de referirse
la predicación del Evangelio, con alien­ cuantos deberes la religión impone. P or
to sublime y esforzado respondía: si es lo tanto, que ni ha sido revelada por
justo delante de Dios obedeceros antes Dios verdad alguna, ni para nada ha de
que a Dios, juzgadlo vosotros mismos: tenerse en cuenta la institución cristia­
porque no podemos menos de hablar na en las costumbres, ni obedecer a la
de aquellas cosas que hemos visto y Iglesia; que ésta ni tiene potestad para
o ido^. dar leyes ni posee derecho alguno; más
Amar, pues, a u n a y otra patria, la aún: que no debe hacerse mención de
natural y la de la ciudad celeste; pero ella en las constituciones de los pue­
de tal m anera, que el am or de ésta blos. Am bicionan y por todos los me- 390
ocúpe lugar preferente en Nuestro co­ dios posibles procuran apoderarse de
razón, sin perm itir jam ás que a los los cargos públicos y tom ar las riendas
derechos de Dios se antepongan los en el gobierno de los Estados, para
derechos del hom bre, es el principal poder así más fácilmente, según estos
deber de los cristianos, y como fuente principios, arreglar las leyes y educar
de donde se derivan todos los demás los pueblos. Y así vemos que a cada
deberes. Y a la verdad que el libertador paso, o al descubierto se declara la gue­
dél linaje hum ano, yo, dice, para esto rra a la Religión católica, o se la com­
he nacido y con este fin vine al mundo, bate arteram ente; m ientras que se con­
para dar testimonio de la verdad^, y ceden am plias facultades para propagar
asimismo, he venido a poner fuego a toda clase de errores, y se ponen fortí-
la tierra, ¿y qué quiero sino que se simas trabas a la pública profesión de
encienda?(8). E n el conocimiento de las verdades religiosas.
ésta verdad, que es la perfección sum a
dél entendim iento, y en el am or divino, 12. Estudio y oración po r la fe. En
que de igual modo perfecciona la vo­ circunstancias tan lamentables, ante
luntad, consiste toda la vida y libertad 56 todo es preciso que cada uno entre
(5) Tit. 3, i . (7) Juan 18, 37.
(6) Act. 4, 19-20. (8) Lúe. 12, 49
400 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 56, 13-14

dentro de sí mismo, procurando, con otro es vergonzoso e injurioso a Dios;


exquisita vigilancia, conservar honda­ uno y otro contrario a la salvación del
mente arraigada en su corazón la fe, individuo y de la sociedad: provechoso
precaviéndose de los peligros, y señala­ únicam ente para los enemigos del nom ­
dam ente siempre pertrechado contra bre cristiano, porque la cobardía de
vanos engañosos sofismas. P ara m ejor los buenos fom enta la audacia de los
poner en salvo esta virtud* juzgamos malos,
sobre m anera útil y por extremo con­
form e a las circunstancias de los tiem ­ 13. Condenación de la desidia. Y ta n ­
pos, el esmerado estudio de la doctrina to más se ha de vituperar la desidia
cristiana, según el talento y capacidad de los cristianos, cuanto que se pueden
de cada cual; em papando su inteligen­ desvanecer las falsas acusaciones y re­
cia con el m ayor conocimiento posible fu tar las opiniones erróneas, ordina­
de aquellas verdades que atañen a la riam ente con poco trabajo, y con algu­
Religión y por la razón pueden alcan­ no m ayor, siempre. Finalm ente, a todos
zarse. Y como quiera que no sólo se es dado oponer y m ostrar aquella fo r­
ha de conservar en todo su vigor pu ra taleza que es propia de los cristianos,
e incontam inada la fe cristiana, sino y con la cual no raras veces se que­
que es preciso robustecerla m ás cada b rantan los bríos de los adversarios y
día con m ayores aum entos, de aquí la se desbaratan sus planes. F uera de que
necesidad de acudir frecuentem ente a el cristiano ha nacido para la lucha, y
Dios con aquella hum ilde y rendida cuanto ésta es más encarnizada, tanto
súplica de los Apóstoles: Aumenta en con el auxilio de Dios es m ás segura
nosotros la fe la victoria. Confiad: yo vencí al mun-
do (1U. Y no oponga nadie que Jesucris­
Obligación del individuo y de la to, conservador y defensor de la Igle­
Iglesia de p ro p ag ar la fe. Es de ad ­ sia, de ningún modo necesita del auxi­
vertir que en este orden de cosas que lio hum ano; porque, no por falta de
pertenecen a la fe cristiana, hay de­ fuerza, sino por la grandeza de su bon-
beres cuya exacta y fiel observancia, dad, quiere que pongamos alguna co­
si siempre fué necesaria p ara la sal­ operación para obtener y alcanzar los
vación, lo es incom parablem ente más frutos de la salvación que él Nos ha
en estos Nuestros tiempos. Porque en granjeado.
tan grande y universal extravío de
opiniones, deber es de la Iglesia tom ar 14. El deber de la profesión y p ropa­
el patrocinio de la verdad y extirpar gación de la doctrina católica. Lo p ri­
de los ánimos el error; deber que está mero que ese deber Nos impone es p ro ­
obligada a cum plir siempre e inviola­ fesar abierta y constantem ente la doc­
blemente, porque a su tutela ha sido trin a católica, y propagarla cada uno
confiado el honor de Dios y la salva­ según sus fuerzas. Porque, como repe­
ción de las almas. Pero cuando la nece­ tidas veces se ha dicho, y con m uchí­
sidad aprem ia, no sólo deben guardar sima verdad, nada daña tanto a la sa­
incólum e la fe los que m andan, sino biduría cristiana como no ser conocida,
que cada uno está obligado a propagar pues siendo bien entendida, basta ella
su fe delante de los otros, ya para ins­ sola para rechazar todos los errores;
truir y confirmar a los demás fieles, ya y si se propone a un entendimiento
para reprimir la audacia de los infie- sincero y libre de falsos prejuicios, la
les^910K Ceder el puesto al enemigo, o razón dicta el deber de adherirse a
callar cuando de todas partes se levanta ella. Ahora bien; la virtud de la fe es
incesante clamoreo p ara oprim ir a la un gran don de la gracia y bondad
verdad, propio es, o de hom bres cobar­ divina; pero las cosas a que se ha de
des, o de quien duda estar en posición dar fe no se conocen de otro modo que
de las verdades que profesa. Uno y oyéndolas. ¿ Cómo creerán en él, si de
(9) Luc. 18, 5. (11) Juan 16, 33.
(10) S. Thom. IT-TT. Quaest. III, art. II, ad 2.
f>6.15-16 E n c íc l ic a “ S a p ie n t iÁe C h r is t ia n a e ” 401

él nada han oído hablar? Y ¿cómo 15. La unión del clero y de los lai­
oirán hablar de él si no se les predi­ cos. Pero no llenarán este deber como
ca...? Así, que la fe proviene del oír, conviene colm adam ente y con prove­
y el oír depende de la predicación de cho, si bajan a la arena separados unos
la palabra de Cristo*12). Siendo, pues, de otros.
la fe necesaria p ara la salvación, sígue­ Ya anunció Jesucristo que el odio y
se que es enteram ente indispensable la envidia de los hom bres, de que El,
que se predique la palabra de Cristo. antes que nadie, fué blanco, se extende­
ría del mismo modo a la obra por El
Deber de la jerarquía y de los laicos. fundada, de tal suerte, que a m uchos
El cargo de predicar, esto es, de ense­ se les im pediría con efecto conseguir
ñar, por derecho divino compete a los la salvación, que El por singular bene­
maestros, a los que el Espíritu Santo ficio Nos ha granjeado. P or lo cual
ha instituido Obispos para gobernar la quiso, no solamente form ar alum nos de
Iglesia de Dios*13), y principalm ente al su escuela, sino además juntarlos en
Pontífice Romano, Vicario de Jesucris­ sociedad y unirlos convenientemente en
to, puesto al frente de la Iglesia uni­ un cuerpo, que es la Iglesia*13), cuya
versal con potestad suma, como m aes­ cabeza es El mismo. Así que la vida de
tro de lo que se h a de creer y obrar. Jesucristo penetra y recorre la trab a­
Sin embargo, nadie crea que se prohibe zón de este cuerpo, nutre y sustenta a
a los particulares poner en uso algo de cada uno de los miembros, y los tiene
su parte, sobre todo a los que Dios unidos entre sí y encam inados al m is­
concedió buen ingenio y deseo de hacer mo fin, por m ás que no es una misma
bien; y que, cuando el caso lo exija, la acción de cada uno de ellos*16). Por
puedan fácilm ente no ya arrogarse al estas causas, no sólo es la Iglesia socie­
cargo de doctor, pero sí com unicar a dad perfecta y m ucho m ás excelente
los demás lo que ellos h an recibido, que cualquiera otra sociedad, sino ade­
siendo así como el eco de la voz de los más le ha im puesto su Fundador la
maestros. Antes bien a los P adres del obligación de trab ajar por la salvación
Concilio Vaticano les pareció tan opor­ del linaje hum ano como un ejército
tuna y fructuosa la colaboración de los formado en batalla*17). E sta composi­
particulares, que hasta juzgaron deber ción y conform ación de la sociedad
exigírsela: A todos los fieles, en espe­ cristiana de ningún modo se puede
cial a los que mandan o tienen cargo de m udar, y tampoco es perm itido a cada
enseñar, suplicamos encarecidamente uno vivir a su antojo, o escoger el modo
por las entrañas de Jesucristo, y aun de pelear que más le agrade, porque
les mandamos con la autoridad del mis­ desparrama y no recoge el que no
mo Dios y Salvador Nuestro que tra­ recoge con la Iglesia y con Jesucristo,
bajen con empeño y cuidado en alejar y en realidad pelean contra Dios todos
y desterrar de la Santa Iglesia estos los que no pelean con El y con la
errores, y manifestar la luz purísima Iglesia*18^.
de la /e*14*).
P or lo demás, acuérdese cada uno 16. La concordia en el pensar. Mas
que puede y debe sem brar la fe cató­ p ara esta unión de los ánimos y seme­
lica con la autoridad del ejemplo, } janza en el modo de obrar, no sin cau­
predicarla profesándola con tesón. P or sa form idable a los enemigos del nom ­
consiguiente, entre los deberes que Nos bre católico, lo prim ero de todo es ne­
unen con Dios y con la Iglesia, se ha cesaria la concordia de pareceres, a la
de contar entre los principales ese de cual vemos que el Apóstol S an P ablo
que cada cual se industrie y trabaje en exhortaba a los Corintios con todo en­
la propagación de la verdad cristiana carecim iento y con palabras de m ucho
y repulsión de los errores. peso: Mas os ruego encarecidamente,
(12) Rom.. 10, 14 y 17. (15) Coios. 1, 24.
(13) Act.j 20, 28. (16) Rom. 12, 4-5.
(14) Conc. Vaticano, Const., Dei Filius, 2Í-III-
1870 sub fine; ASS 5 (1869/70) p. 171; D cn z iigcr (17) Cantic., 6, 9.
n. 1819. (1S) Luc. 11, 23.
402 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 56, 17

hermanos míos, por el nombre de Nues­ natural de la razón la verdad intrínse­


tro Señor Jesucristo, que todos tengáis ca de las cosas, sino por la autoridad
un mismo lenguaje y que no haya entre del mismo Dios que las revela, el cual
nosotros cisma ni partido: antes bien, no puede engañarse ni engañar (22), se
viváis perfectamente unidos en un mis­ sigue Ja necesidad de abrazar con igual
mo pensar y en un mismo sentir^1QK y semejante asentim iento todas y cada
Fácilm ente se entiende la sabiduría de una de las verdades de que Nos conste
este precepto: porque el entendim iento haberlas Dios revelado; y que negar el
es el principio del obrar, y por consi­ asentim iento a una sola, viene casi a
guiente, ni pueden unirse las volunta­ ser lo mismo que rechazarlas todas,
des, ni ser las acciones semejantes, si porque destruyen el fundam ento mismo
los entendim ientos tienen diverso sentir. de la fe los que, o niegan que Dios ha
hablado a los hombres, o dudan de su
La razón sola inclina a la desunión. infinita veracidad y sabiduría.
Los que sólo tienen por guía a la razón,
m uy difícil, si no imposible, es que D eterm inar cuáles son las verdades
puedan tener unidad de doctrina, p o r­ divinam ente reveladas, es propio de la
que el arte de conocer las cosas es por Iglesia docente, a quien Dios ha enco­
demás difícil, y se distrae por la varie­ mendado la guarda e interpretación de
dad de opiniones, y no pocas veces le sus enseñanzas, y el Maestro suprem o
engaña la imaginación; a lo cual se en la Iglesia es el Romano Pontífice.
agregan los deseos desordenados, que De donde se sigue que la concordia de
m uchas veces o quitan o por lo menos los ánimos, así como requiere perfecto
dism inuyen la facultad de ver la ver­ consentimiento en una m ism a fe, así
dad. P or esto en el gobierno de los pue­ tam bién pide que las voluntades obe­
blos se procura m uchas veces que estén dezcan y estén enteram ente sumisas a
unidos por la fuerza aquellos cuyos la Iglesia y al Romano Pontífice, lo
ánimos están discordantes. mismo que a Dios.

U nión en la fe. Muy al contrario los La obediencia perfecta. La obedien­


cristianos: los cuales saben que han de cia ha de ser perfecta, porque lo m an­
creer por la Iglesia, con cuya autoridad da la m ism a fe; y tiene esto de com ún
y guía están ciertos que conseguirán con ella que ha de ser indivisible, hasta
la verdad. P or lo cual, como es una la tal punto, que no siendo absoluta y
Iglesia, porque uno es Cristo, así una enteram ente perfecta, tendrá las ap a­
es y debe ser la doctrina de todos los riencias de obediencia, pero la reali­
cristianos del m undo entero. Uno es el dad no.
Señor, una la fe^1920K Pero teniendo un Y tan im portante se reputa en el
mismo espíritu de fe^21\ alcanzan el cristianism o la perfección de la obe­
principio saludable que les h a de sal­ diencia, que siempre se ha tenido y tie­
var, del que naturalm ente se engendra ne como nota característica y cual dis­
en todos la m ism a voluntad y el mismo tintivo de los católicos.
modo de obrar. Admirablemente explica esto Santo
T o m á s d e A q ü i n o por estas palabras:
17. La unión p o r la verdad revelada, El formal... objeto de la fe es la pri­
p o r la Iglesia y el Rom ano P ontífice. mera verdad, en cuanto se revela en
Pero, como m anda el Apóstol S a n P a ­ las Sagradas Escrituras y en la doctrina
b l o conviene que la unanim idad sea de la Iglesia, que procede de la primera
perfecta. verdad. Luego todo el que no se adhiere
No estribando la fe cristiana en la como a regla infalible y divina a la
autoridad de la razón hum ana, sino de doctrina de la Iglesia que procede de
la divina, porque las cosas que hemos la primera verdad manifestada en la
recibido de Dios creemos que son ver­ Sagrada Escritura, no tiene el hábito de
daderas, no porque veamos con la luz la fe, sino lo que pertenece a la fe, lo
(19) I Cor. 1, 10. (22) Corte. Vat. Const. Dei Filius, 20-ÍV11870,
(20) Ef. 4, 5. cap. III; ASS 5 (1869/70) 464; Denziiiger 1789.
(21) II Cor. 4, 13.
56,18-19 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e Ch r is t ia n a e ’ 403

abraza de otro modo que no es por la la autoridad, debe poder juzgar qué es
fe ... Y es claro que aquel que se adhiere lo que se contiene en las enseñanzas
a las enseñanzas de la Iglesia como a divinas, qué doctrina concuerda con
regla infalible, da asentimiento a todo ellas y cuál es la que de ellas se aparta:
lo que enseña la Iglesia; porque de otro y del mismo modo señalarnos las cosas
modo, si en lo que la Iglesia enseña buenas y las malas, y lo que es necesa­
abraza lo que quiere y lo que no quiere rio hacer o evitar para conseguir la
no abraza, ya no se adhiere a la doctri­ salvación; pues de otro modo no sería
na de la Iglesia como a regla infalible, para los hom bres intérprete fiel de las
sino a su propia voluntad <23). Debe ser enseñanzas de Dios, ni guía seguro en
una la fe de la Iglesia, según aque- el cam ino de la vida.
//0 (23^) . Tened todos un mismo lengua­
je, y no haya entre vosotros cismas: lo 19. La potestad e íntima naturaleza
cual no se podría guardar a no ser que de la Iglesia. Penetrem os m ás íntim a­
en surgiendo alguna cuestión en mate­ m ente en la naturaleza de la Iglesia, la
ria de fe, sea resuelta por el que pre­ cual no es un conjunto y reunión ca­
side a toda la Iglesia. Y por esto sólo a sual de los cristianos, sino una sociedad
la autoridad del Sumo Pontífice perte­ constituida con adm irable providencia
nece dar un nuevo símbolo, como todo de Dios, y que tiende directa e inm e­
lo demás que se refiere a toda la Igle­ diatam ente a procurar la paz de los
s ia ^ . ánimos y la santidad; y como por di­
vina disposición, ella sola posee las co­
18. La extensión de la obediencia. sas necesarias p ara esto, tiene leyes
T ratándose de d eterm in ar los lím ites ciertas y deberes ciertos, y en la direc­
de la obediencia, nadie crea que se ha ción del pueblo cristiano sigue un modo
de obedecer a la autoridad de los P re­ y camino conveniente a su naturaleza.
lados y principalm ente la del Romano
Pontífice solamente en lo que toca a Armonía con el poder civil. Pero
los dogmas, cuando no se pueden re ­ este gobierno es difícil, y frecuentem en­
chazar con pertinacia sin com eter cri­ te se hallan en él tropiezos. Porque la
men de herejía. Ni tam poco basta ad ­ Iglesia gobierna a gentes diseminadas
m itir con sinceridad y firm eza las ense­ por todas las partes del mundo, de di­
ñanzas que la Iglesia, aunque no estén verso origen y costumbres, las cuales,
definidas con solemne declaración, p ro ­ viviendo cada una en su estado y n a ­
pone con su ordinario y universal m a­ ción, con leyes propias, tienen el deber
gisterio como reveladas por Dios, las de estar a un mismo tiempo sujetas a
cuales m anda el Concilio Vaticano que la potestad civil y a la religiosa. Y este
se crean con fe católica y divina: sino doble deber, aunque unido en la misma
además uno de los deberes de ios cris­ persona, no es el uno opuesto al otro,
tianos es dejarse regir y gobernar por según hemos dicho, ni se confunden
la autoridad y dirección de los Obispos, entre sí, por cuanto el uno se ordena
y ante todo, por la Sede Apostólica. a la prosperidad de la sociedad civil, y
Facilísim am ente se echa de ver cuán el otro al bien com ún de la Iglesia, y
conveniente sea esto. Porque lo que se ambos a conseguir la perfección del
contiene en la Divina revelación, parte hombre.
se refiere a Dios, y parte al mismo
hom bre y a las cosas necesarias a la Independencia de la Iglesia. Deter- 396
salvación del hom bre. Ahora bien: acer­ m inados de este modo los derechos y
ca de am bas cosas, a saber, qué se debe deberes, claram ente se ve que los gober­
creer y qué se h a de obrar, como diji­ nantes civiles quedan libres para el de­
mos, ordena la Iglesia por derecho di­ sempeño de sus asuntos, y esto no sólo
vino y en la Iglesia el Sumo Pontífice. sin oposición, sino aún con la declarada
P or lo cual el Pontífice, por virtud de cooperación de la Iglesia, la cual, por
(23) Tliom. Sum. II-II, Quaest. V, art. III. (2 4 ) T h o m . S u m . I I - I I , Q u a e s t. I, a r t . X .
(23*) I Cor. 1, 10.
404 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 56, 20-21

io mismo que m anda m uy p articular­ prevalezcan las opiniones que se juzgan


mente que se ejercite la piedad, que es ser más conducentes que las demás al
la justicia p ara con Dios, ordena tam ­ bien común. Pero arrastrar la Iglesia a
bién la justicia p ara con los príncipes. algún partido, o querer tenerla por
Pero con fin m ucho más noble, tiende auxiliar para vencer a los adversarios,
la autoridad eclesiástica a dirigir los es propio de hom bres que abusan in ­
hombres, buscando el reino de Dios y m oderadam ente de la Religión. Por el
su justicia(25\ y a esto lo endereza to ­ contrario, la Religión de ser para todos
do; y no se puede d udar sin perder la santa e inviolable, y aún en el mismo
fe, que este gobierno de las alm as com ­ gobierno de los pueblos, que no se pue­
pete únicam ente a la Iglesia, de tal de separar de las leyes morales y de­
modo, que nada tiene que ver en esto beres religiosos, se ha de tener siem pre
el poder civil, pues Jesucristo no entre­ y ante todo presente qué es lo que más
gó las llaves de los reinos de los cielos conviene al nom bre cristiano; y si en
al César, sino a S an P edro . alguna parte se ve que éste peligra por
las m aquinaciones de los adversarios,
La Iglesia p o r encim a de la política. deben cesar todas las diferencias, y
Con esta doctrina acerca de las cosas unidos los ánimos y proyectos, peleen
políticas y religiosas, están conexiona­ en defensa de la Religión, que es el
das otras de no poca m onta, que no bien com ún por excelencia, al cual
queremos pasar aquí en silencio. todos los demás se han de referir.
Es m uy distinta la sociedad cristiana
de todas las sociedades políticas; p o r­ 21. La Iglesia y la sociedad civil.
que si bien tiene sem ejanza y organis­ Creemos necesario exponer esto con
mos de reino, pero en su origen, causa algún m ayor detenimiento.
y naturaleza es m uy desem ejante de
los otros reinos m ortales. Ciertamente, la Iglesia y la sociedad
Es, pues, justo que viva la Iglesia y civil tienen su respectiva autoridad, por
se gobierne con leyes e instituciones lo cual, en el arreglo de sus asuntos
conform e a su naturaleza. Y como no propios, ninguna obedece a la otra, se
sólo es sociedad perfecta, sino también entiende dentro de los límites señala­
superior a cualquiera sociedad hum a­ dos por la naturaleza propia de cada
na, por derecho y deber propio rehuye una. De lo cual no se sigue de m anera
en gran m anera ser esclava de ningún alguna que estén desunidas, y mucho
partido, y doblegarse servilmente a las menos en lucha.
m udables exigencias de la política. Pol­ Efectivamente, la naturaleza nos ha
la m ism a razón, guardando sus dere­ dado no sólo el ser físico, sino tam bién
chos y respetando los ajenos, piensa el ser m oral. P or lo cual, en la tran q u i­
que no debe ocuparse en declarar qué lidad del orden público, fin inm ediato
form a de gobierno le agrada más, con que se propone la sociedad civil, busca
qué leyes se ha de gobernar la parte el hom bre el bienestar, y m ucho más
civil de los pueblos cristianos, siendo tener en ella medios bastantes para p er­
indiferente a las varias form as de go­ feccionar sus costum bres; perfección
bierno, m ientras queden a salvo la reli­ que en ninguna otra cosa consiste sino
gión y la m oral. 20 en el conocimiento y práctica de la vir­
tud. Juntam ente quiere, como debe, h a ­
20. Cuestión de opiniones en políti­ llar en la Iglesia auxilios con los cuales
ca. A este ejem plo se han de confor­ cum pla perfectam ente con la obligación
m ar los pensam ientos y conducta de de ejercitar la piedad perfecta, la cual
cada uno de los cristianos. No cabe la consiste en el conocimiento y práctica
m enor duda que hay una contienda de la verdadera Religión, que es la
honesta hasta en m ateria de política, y principal de las virtudes, porque lle­
es, cuando, quedando incólumes la ver­ vándonos a Dios las llena y cumple
dad y la justicia, se lucha p ara que todas.
(25) Mat. G, 33.
56,22-23 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e Gh r is t ia n a e ” 405

La Iglesia y las leyes civiles. De aquí fácilm ente se guardarán de los m aes­
se sigue que al sancionar las institucio­ tros m e n t ir o s o s ... q u e le s p r o m e te n li­
nes y leyes, se ha de atender a la índole b e r ta d c u a n d o e llo s m is m o s s o n e s c la ­
m oral y religiosa del hom bre, se h a de v o s d e la c o r r u p c ió n <2D, y aún partici­
procurar su perfección, pero ordenada pando del vigor de la m ism a Iglesia,
y rectam ente, y nadie se lo ha de m an­ destruirán las intrigas con su pruden­
dar o prohibir, sino teniendo en cuenta cia, y la violencia con su fortaleza.
cuál es el fin de la sociedad política y
cuál el de la religiosa. P or esta m ism a 23. Conducta de los Católicos. - Reli­
razón no puede ser indiferente p ara la giosidad. No es ésta la ocasión de ave­
Iglesia qué leyes rigen en los Estados, riguar si ha sido parte y hasta qué
no en cuanto pertenecen a la sociedad punto para llegar al nuevo estado de
civil, sino porque algunas veces, pasan­ cosas, la cobardía y discordias de los
do los límies prescritos, invaden los católicos entre sí; pero de seguro no
derechos de la Iglesia. Más aun: la sería tan grande la osadía de los malos,
Iglesia h a recibido de Dios el encargo ni hubiesen sembrado tantas ruinas, si
de oponerse cuando las leyes civiles se hubiera estado más firm e y arraigada
oponen a la Religión; y de procurar en el pecho de muchos la je q u e o b r a
diligentemente que el espíritu de la le­ p o r m e d io d e la c a r i d a d (28\ ni hubiera
gislación evangélica vivifique las leyes decaído tan generalm ente la observan­
e instituciones de los pueblos. Y puesto cia de las leyes dadas al hom bre por
que de la condición de los que están Dios. ¡Ojalá que de la m em oria de lo
al frente de los pueblos depende p rin ­ pasado saquemos el provecho de ser
cipalmente la buena o m ala suerte de más avisados en adelante!
los Estados, por eso la Iglesia no puede 24. Ni excesiva prudencia. P or lo
patrocinar y favorecer a aquellos que que hace a los que han de tom ar parte
la hostilizan, desconocen abiertam ente en los negocios públicos, deben evitar
sus derechos, y se em peñan en separar cuidadosam ente dos extremos viciosos,
dos cosas, por su naturaleza insepara­ de los cuales uno se arroga el nom bre
bles, que son la Iglesia y el Estado. de prudencia, y el otro raya en tem e­
Por el contrario es, como lo debe ser, ridad. Porque algunos dicen que no
protectora de aquellos que, sintiendo conviene hacer frente al descubierto a
rectam ente de la Iglesia y del Estado, la im piedad fuerte y pujante, por te­
trab ajan p ara que ambos aunados p ro ­ m or de que la lucha exaspere los áni­
curen el bien común. mos de los enemigos. Los que así juz­
22. Normas para los católicos en
gan, no se sabrá decir si están en favor
asuntos políticos. E n estas reglas se de la Iglesia o en contra de ella; pues, si
contiene la norm a que cada católico bien dicen que son católicos, querrían
debe seguir en su vida pública, a saber: que la Iglesia dejara que se propagasen
donde quiera que la Iglesia perm ite inm unem ente ciertas m aneras de opi­
tom ar parte en negocios públicos, se nar, de que ella disiente. Tom an los ta ­
9S ha de favorecer a las personas de p ro ­ les a m al la ruina de la fe y la co rrup­
bidad conocida, y que se espera han ción de las costum bres; pero nada tra ­
de ser útiles a la religión, ni puede h a ­ bajan para poner remedio, antes con su
ber causa alguna que haga lícito prefe­ excesiva indulgencia y disimulo perjudi­
rir a los m al dispuestos contra ella. De cial acrecientan no pocas veces el mal.
donde se ve qué deber tan im portante Esos mismos no quieren que nadie pon­
es m antener la concordia de los án i­ ga en duda su afecto a la Santa Sede;
mos, sobre todo aho ra que con p ro ­ pero nunca les faltan pretextos para
yectos tan astutos se persigue la reli­ indignarse contra el Sumo Pontífice.
gión cristiana. Cuantos procuran dili­ La prudencia de esos tales la califica
gentemente adherirse a la Iglesia, q u e el Apóstol S an P ablo de s a b id u r ía d e
es c o lu m n a y a p o y o d e la v e rd a d ^ 2Q\ la c a r n e y m u e r te d e l a lm a p o r q u e , n i
(26) I Tim. 3, 15. (28) Gal. 5, 6.
(27) II Petr. 2, 1 y 19.
406 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 56, 25

está ni puede estar sujeta a la ley de ritu. M ejor lo entienden aquellos que
D ios(29>. Y en verdad que no hay cosa no rehúsan salir al palenque siempre
1 menos conducente p ara d ism inuir los que sea menester, en la firm e persua­
males. Porque los enemigos, según que sión de que la fuerza injusta se irá de­
m uchos de ellos confiesan públicam en­ bilitando y acabará por rendirse a la
te y aún se glorían de ello, se han pro ­ santidad del derecho y de la Religión.
puesto a todo trance destruir hasta los Estos, ciertam ente, acom eten una em ­
cimientos, si fuese posible, de la Reli­ presa digna del valor de Nuestros m a­
gión católica, que es la única verdade­ yores, cuando se esfuerzan en defender
ra. Con tal intento, no hay nada a que la Religión, sobre todo contra la secta
no se atrevan, porque conocen bien que audacísim a, nacida para vejación del
cuanto m ás se am edrente el valor de nom bre cristiano, que no deja un m o­
los buenos, tanto más desem barazado mento de ensañarse contra el Sumo
hallarán el camino p ara sus perversos Pontífice, sometido por fuerza bajo su
designios. poder; pero que guardan cuidadosa­
P or lo cual, los que tan bien hallados mente el am or a la obediencia, y no
están con la prudencia de la carne; los acostum bran em prender nada sin que
que fingen no saber que todo cristiano les sea ordenado. Y como quiera que
está obligado a ser buen soldado de ese deseo de obedecer, junto con un
Cristo; los que pretenden llegar por ca­ ánimo firm e y constante, sea necesario
minos m uy llanos y sin exponerse a los a todo cristiano p ara que, suceda lo
azares del combate, a conseguir el pre­ que sucediere, no sean hallados en fal-
mio debido a los vencedores; tan lejos fa(3°); m ucho quisiéram os que en los
están de a ta ja r los pasos a los malos, ánimos de todos se hallase profunda­
que antes les dejan expedito el camino. mente arraigada la que S a n P a b l o lla­
m a prudencia del espíritu (3D. Porque
NI excesiva tem eridad. P o r el con­ ésta m odera las acciones hum anas, si­
trario, no pocos, movidos de engañoso guiendo la regla del justo medio, h a ­
celo, o lo que sería peor, fingiendo ciendo que, ni desespere el hom bre por
unas cosas y haciendo otras, se ap ro ­ tím ida cobardía, ni confíe tem eraria­
pian un papel que no les compete. m ente más de lo que debe.
Quisieran que todo en la Iglesia se
hiciese según su juicio y capricho, has­ La prudencia política de los gober­
ta el punto de que todo lo que se hace nantes especialm ente del Papa. Mas
de otro modo lo llevan a m al o lo hay esta diferencia entre la prudencia
reciben con disgusto. política que m ira al bien común, y la
Estos trab ajan con vano empeño; que tiene por objeto el bien particular
pero no por eso son menos dignos de de cada uno; que ésta se halla en los
reprensión que los otros. Porque eso particulares que en el gobierno de sí
no es seguir la legítim a autoridad, sino mismos, siguen el dictam en de la ra ­
ir delante de ella, y alzarse los particu­ zón; y aquélla es propia de los supe­
lares con los cargos propios de la je­ riores, y más aún de los príncipes a
rarquía, con grave trastorno del orden quienes toca presidir con autoridad. De
que Dios m andó se guardase p erpetua­ modo que la prudencia política de los
m ente en su Iglesia, y que no perm ite particulares parece tener únicam ente
sea violado im punem ente por nadie. por oficio el fiel cum olim iento de lo
25. La verdadera pru d en cia del espí­ que ordena la legítima autoridad(2930132>.
(29) Rom. 8, 6-7. m á s b ie n s e r g o b e r n a d o y r e g i d o . P o r e s t a r a z ó n
(30) Jac. 1, 4. la p r u d e n c i a n o e s u n a v i r t u d d e l s i e r v o c o m o
t a l n i d e l s ú b d i t o c o m o ta l . P e r o c o m o c u a lq u ie r
(31) Rom. 8, 6. h o m b r e e n c u a n to e s u n s e r r a c i o n a l p a r t i c i p a d e
(32) " L a p r u d e n c i a e s t á e n la r a z ó n ( i n t e l i g e n ­ a lg ú n m o d o d e l g o b i e r n o le c o r r e s p o n d e e n la
c i a ) ; e l r e g i r y g o b e r n a r e s p r o p i o d e la r a z ó n ; m i s m a m a n e r a p o s e e r la p r u d e n c i a . D e d o n d e e s
p o r e s o , a t o d o s lo s h o m b r e s e n c u a n to p a r t i c i p e n c o s a m a n i f i e s t a q u e la p r u d e n c i a e s t á e n e l p r i n ­
d e l r é g i m e n y e l g o b i e r n o , le s c o r r e s p o n d e p o s e e r c ip e c o m o e l a r te d e a r q u ite c tu r a , c o m o s e e r n o -
p r u d e n c ia y r a z ó n . C o sa m a n if ie s ta e s q u e a l n e e n e l li b r o I V d e la “ E t i c a ” , e n lo s s ú b d i t o s
s ú b d i t o c o m o t a l y a l s i e r v o c o m o t a l n o le in ­ e m p e r o , a m o d o d e l a r t e d e l o p e r a r i o m a n u a l” .
c u m b e r e g i r y g o b e r n a r s in o q u e le c o r r e s p o n d e (S. Thomas II, II Quaest. 47, art 12).
50. 26-27 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e C h r is t ia n a e ” 407

E sta disposición y orden son de tanta so los vieren hacer algo digno de re­
m ayor im portancia en el pueblo cris­ prensión; no sea que al reprender el
tiano, cuanto a m ás cosas se extiende mal movidos de rectitud, empujado por
la prudencia política del Sumo P o ntí­ el viento de la soberbia se despeñen en
fice, al cual toca no sólo gobernar la más profundos males. Deben ser avisa­
Iglesia, más aún, enderezar las acciones dos que no cobren osadía contra sus
de todos los cristianos en general del Superiores por ver en ellos algunas fal­
modo conveniente p ara conseguir la tas; sino que de tal manera lian de
salvación eterna que esperamos. De juzgar las cosas que en ellos vieren
donde se ve que además de guardar malas, que, movidos del amor divino,
una grande conform idad de pareceres no rehúsen llevar el yugo de la reve­
y acciones, es necesario ajustarse en el rencia debida. Porque no se debe poner
modo de proceder a lo que enseña la la lengua en las acciones de los Supe­
sabiduría política de la autoridad ecle­ riores, aunque aparezcan dignas de jus­
siástica. ta reprensión3(34).
27. La vida cristiana. - Práctica de
26. El gobierno de los obispos. Aho­
las virtudes. Mas, con todo esto, de
ra bien: el gobierno del pueblo cristia­
poco provecho serán Nuestros esfuer­
no, después del P apa y dependiente­
zos, si no se em prende un tenor de vida
mente de él, toca a los Obispos que, si
conform e a la m oral cristiana. Del
bien no h an llegado a lo m ás alto de la
pueblo judío dicen m uy bien las Sagra­
potestad pontifical, son, empero, ver­
das Letras: Mientras no enojaron a
daderos Príncipes de la jerarq u ía ecle­
siástica; y teniendo a su cargo cada uno
Dios con sus pecados, todo les salió
el gobierno de una iglesia, son, por de­
bien; porque Dios aborrece la maldad
cirlo así, Arquitectos principales... del
de ellos... Pero tan luego como se apar­
taron del camino que Dios les había
edificio espiritual(33>, y tienen a los trazado
demás clérigos por colaboradores en
para que anduviesen por él,
fueron exterminados en las guerras que
su cargo y ejecutores de sus delibera­
ciones. A este modo de ser de la Igle­
les hicieron muchas naciones<35).
Pues la nación de los judíos repre­
sia, que ningún hom bre puede alterar,
sentaba como la infancia del pueblo
debe acom odarse el tenor de la vida y
cristiano; y en muchos casos, lo qué a
las acciones. P or lo cual, así como es
ellos les acontecía no era m ás que figu­
necesaria la unión de los Obispos, en
ra de lo que había de suceder en lo
el desempeño de su episcopado, con la
porvenir; con esta diferencia: que a
Santa Sede, así conviene tam bién que,
Nosotros nos colmó y enriqueció la di­
tanto los clérigos como los legos, vi­
vina bondad con m uy m ayores benefi­
van y obren m uy en arm onía con sus
cios; lo cual hace que el crim en de
Obispos. ingratitud que les acom paña acreciente
Podrá, ciertam ente, suceder que en la malicia de los delitos de los cristianos.
las costum bres de los Prelados se halle
algo menos digno de loa, y en su modo Inminente castigo de las naciones
de sentir algo menos digno de apro ba­ olvidadas de Dios. Ciertam ente que
ción; pero ningún p articular debe eri­ Dios nunca ni por nada abandona a su
girse en juez, cuando Jesucristo Nues­ Iglesia; por lo cual nada tiene que
tro Señor confió ese oficio a sólo aquel tem er de la m aldad de los hombres.
a quien dio la suprem acía, así de los Pero no pueden prom eterse igual segu­
corderos como de las ovejas. Tengan ridad las naciones, si llegan a degene­
todos m uy presente en la m em oria ra r de la virtud cristiana. El pecado
aquella m áxim a sapientísim a dé S a n hace desgraciados a los pueblos(36>.
G r e g o r io M a g n o : Deben ser avisados Y si en todo el tiempo pasado se ha
los súbditos que no juzguen temeraria­ verificado rigurosam ente la verdad de
mente la vida de sus Superiores, si aca­ ese dicho, ¿por qué motivo no se ha
(3 3 ) S. Thom. Q u o d l ib . I, art. XIV. (35) Judit, 5, 20-22.
(34) 5. G r e g o r i o M a g n o , Pastor. P. III, cap. (36) Prov., 14, 34.
IV (Migne PL. 77, col. 55-C).
408 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) m j í s

de experim entar tam bién en Nuestro reina, y hace que los tales reciban de
siglo? Antes bien de que está ya cerca Dios la vida del alma, vivan con Dios
el día del merecido castigo, es indicio, y que dirijan y ordenen a El todas sus
entre otras m uchas cosas, el estado m is­ acciones.
mo de los Estados modernos, muchos Caridad para con el prójimo. Y con
de los cuales vemos consumidos de la caridad y am or de Dios debe herm a­
ocultos males y ninguno que goce de narse el am or de los prójim os, ya que
com pleta seguridad. Y si los hombres los hom bres participan de la bondad
m alvados continúan audazm ente por el
infinita de Dios, de quien son imagen
camino em prendido, si llegan a hacerse
fuertes en riquezas y en poder, como
y semejanza. Este mandamiento nos ha
dado Dios, que quien le ama a El, ame
lo son en m alas artes y peores intentos,
razón h abría p ara tem er que acabasen
también a su hermano<39). Si alguno
por demoler, desde los cimientos pues­
dijere que ama a Dios y aborreciere a
tos por la naturaleza, todo el edificio
su hermano, miente(á0\ Y este m anda­
miento de la caridad lo llamó nuevo el
social. Ni ese tan grave riesgo se puede
divino legislador, no porque hasta en­
alejar sólo con medios hum anos, cuan­
tonces no hubiese ley alguna, divina o
do vemos ser tantos los hom bres que,
natural, que m andara se am asen los
abandonada ^a fe cristiana, pagan el
hom bres unos a otros, sino porque el
justo castigo de su soberbia con que,
modo de am arse que debían de tener
obcecados por las pasiones, buscan inú­
los cristianos era nuevo y hasta enton­
tilm ente la verdad, abrazando lo falso
ces nunca oído. Porque la caridad con
por verdadero, y se tienen a sí propios
que Jesucristo es am ado de su Padre,
por sabios, cuando llam an al mal bien
y con la que El am a los hombres, esa
y al bien mal, tomando las tinieblas por consiguió El para sus discípulos y se­
la luz y la luz por tinieblas(37)38. guidores, a fin de que sean en El un
Desagravio a Dios. Es, pues, necesa­ corazón y una sola alma, al modo que
rio que Dios ponga en este negocio su El y el Padre son una sola cosa por
mano, y que, acordándose de su benig­ naturaleza. Bien sabido es cuán hondas
nidad, se digne volver los ojos a la raíces echó la virtud de este precepto
sociedad civil de los hom bres. P ara lo en los pechos de los prim eros cristia­
cual, según otras veces os hemos exhor­ nos, y cuán copiosos y excelentes fru ­
tado, se debe p ro cu rar con singular tos dió de concordia, m utua benevolen­
empeño y constancia aplacar con h u ­ cia, piedad, paciencia y fortaleza.
mildes oraciones la divina clemencia, y
hacer que florezcan de nuevo las vir­ Motivos para el amor. ¿P o r qué he­
tudes que dan ser a la vida cristiana. mos de esforzarnos en im itar los ejem ­
plos de Nuestros m ayores? Lo calam i­
28. La caridad para con Dios. Ante toso de los tiempos es u n buen estimuló
todo se debe fom entar y m antener la para movernos a guardar la caridad.
caridad, fundam ento el m ás firm e de Enconándose el odio de los impíos con­
la vida cristiana, y sin la cual, o no hay tra Jesucristo, m uy puesto en razón es
virtud alguna, o sólo virtudes estériles que los cristianos fom enten la piedad y
y sin fruto. P or eso S a n P a b l o , exhor­ la caridad, fecunda m adre de gloriosas
tando a los Colosenses a que se guar­ proezas. Acábense, pues, las diferen­
dasen de todo vicio y se hiciesen reco­ cias, si algunas hubiere. Dése fin a
m endables con la práctica de las vir­ aquellos debates que, acabando con las
tudes, añade: Sobre todo esto, esmeraos fuerzas de los combatientes, de ningún
en la guarda de la caridad, porque es provecho son a la Religión. Unidas las
el más perfecto lazo de unión^8\ inteligencias por la fe, y con la caridad
Y en verdad que la caridad es víncu­ las voluntades, vivamos como es Nues­
lo de perfección, porque une con Dios tro deber en el am or de Dios y de los
estrecham ente aquéllos entre quienes prójimos.
(37) Isai., 5, 20. (39) I Juan 4, 21.
(38) Coios. 3, 14. (40) I Juan 4, 20.
f>6, 29-32 E n c íc l ic a “ S a p ie n t ia e C h r is t ia n a e ” 409

29. Las obligaciones de los padres ben hacer los católicos, y de las que
de fam ilia. O portuna ocasión es esta se deben guardar.
p aía exhortar en especial a los padres
de fam ilia p ara que traten, no sólo de 30. E xhortación final. Sólo resta, y
gobernar sus casas, sino tam bién de esto es de vuestra incumbencia, Vene­
educar a tiempo, a sus hijos según estas rables Herm anos, que procuréis sea
máximas. La base de las sociedades ci­ oída N uestra voz en todas partes, y que
viles es la fam ilia, y en gran parte, en todos entiendan de cuánta im portancia
el hogar doméstico se p rep ara el p o r­ es que se lleve a cabo lo que en estas
venir de los Estados. P or eso los que Nuestras Letras hemos declarado No
desean divorciar la sociedad del Cristia­ puede ser molesto y pesado el cum pli­
nismo, poniendo la segur en la raíz, se miento de estos deberes, ya que el yugo
apresuran a corrom per la sociedad do­ de Jesucristo es suave y ligera su car­
méstica; ni los arred ra en tan m alvado ga. Mas si algo pareciese difícil de h a ­
intento el pensar que no lo podrán lle­ cer, procurad con vuestro ejemplo y
var a cabo sin grave in ju ria de los p a­ autoridad despertar en todos alientos 404
dres, a quienes la mism a naturaleza da generosos, y que no se dejen vencer
derecho p ara educar a sus hijos, im po­ por ninguna dificultad. Hacedles ver,
niéndoles al mismo tiempo el deber de como Nos hemos dicho m uchas veces,
qué la educación y enseñanza de la que se corren grave riesgo bienes g ran ­
niñez corresponda y diga bien con el dísimos y sobrem anera digno* de ser
fin p ara el cual el cielo les dio los codiciados; por conservar los cuales,
hijos. A los padres toca, por tanto, tr a ­ lodos los trabajos se deben tener por
tar con todas sus fuerzas de repeler llevaderos, siendo tan excelente el ga­
toda in ju ria en ese particular, y de lardón con que se rem uneran esos tra ­
conseguir a toda costa el que esté en bajos, como es grande el prem io que
su mano el educar cristianam ente, cual corona la vida de quien vive cristiana­
conviene, a sus hijos, y apartarlo cuan­ mente. F uera de que no querer defen­
to más lejos puedan de las escuelas der a Cristo peleando, es m ilitar en las
donde corren peligro de que se les p ro ­ filas de sus enemigos, y El Nos asegu-
pine el veneno de la impiedad. Cuando ra<41) que no reconocerá por suyos de­
se tra ta de am oldar al bien el corazón lante de su P adre en los cielos a cuan­
de los jóvenes, cualquier cuidado y tra ­ tos rehusaron confesarle delante de los
bajo que se tome será poco p ara lo que hom bres en este mundo.
la cosa se merece. En lo cual son, por 31. Conclusión y bendición apostó­
cierto, dignos de la adm iración de to­ lica. P o r lo que a Nos y a todos vos­
dos, los católicos de varios países, que otros atañe, nunca, de seguro, consenti­
con grandes gastos y m ayor constancia remos, m ientras Nos quede un soplo de
han abierto escuelas p ara la educación vida, que falte, a los que pelean por
de la niñez. Nuestra autoridad, consejo y ayuda. Y
Conveniente es em ular ejem plo tan no hay duda que así al rebaño como a
saludable donde quiera que lo exijan los pastores dará Dios sus auxilios has­
los tiempos que corren; pero téngase ta conseguir com pleta victoria.
ante todo por indudable que es m ucho Alentados con esa confianza, como
lo que puede en los ánimos de los n i­ presagio de dones celestiales, y pren­
ños la educación doméstica. Si los jó ­ da de Nuestra benevolencia, a vosotros,
venes hallaren en sus casas u n a buena Venerables H erm anos, y al Clero y pue­
instrucción y una como palestra de las blo todo que os está confiado, con en­
virtudes cristianas, serán con el tiempo trañable am or en el Señor, damos la
baluarte seguro de la felicidad de las bendición apostólica.
naciones. Dado en Roma, en San Pedro, el día
Nos parece haber tocado ya las prin ­ 10 de Enero del año 1890, de Nuestro
cipales cosas que en estos tiem pos de- Pontificado el duodécimo.
(41) Luc., 9, 26. LEON PAPA XIII.
É3 7E

ENCICLICA “AB APOSTOLI SOLII CELSITUDINE” o


(15-X-1890)

“Dalí* alto dell’ apostólico seggio”


A LOS OBISPOS, AL CLERO Y AL PUEBLO DE ITALIA
SOBRE LA OBRA DE LA MASONERIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
193 1. El m otivo: No el agravio personal nuestra Italia pierda la fe. A m enudo ^í0’)
(2 °6) s¡n0 ej pe[igro de jas almas. De lo alto hemos dado la voz de alerta anuncian­
de la Sede Apostólica, donde la divina do el peligro; pero no por eso creemos
Providencia Nos ha colocado p ara velar haber hecho bastante.
por la salvación de todos los pueblos,
N uestra m irada se posa frecuentem ente Los renovados ataques obligan a ha­
sobre Italia, en cuyo seno, por arte de blar. Ante los continuos y cada vez
singular predilección puso Dios la Sede m ás fieros asaltos, sentíam os más po­
de su Vicario, y de donde, por otra p a r­ derosa la voz de la conciencia que Nos
te, Nos vienen aho ra m últiples y dolo- estim ulaba a hablaros de nuevo a vos­
rosas am arguras. No Nos contristan las otros, Venerables H erm anos, a vuestro
ofensas personales ni las privaciones y clero y al pueblo italiano. Como no da
sacrificios im puestos por la actual si­ tregua el enemigo, así no Nos es lícito
tuación de las cosas, ni las injurias y perm anecer silenciosos u ociosos ni a
dicterios que una prensa procaz tiene Nos ni a vosotros, que por divina m er­
plena libertad de lanzar contra Nos to­ ced fuimos constituidos en custodios y
dos los días. Si se tratase sólo de Nues­ paladines de la Religión de los pueblos
tra persona y no viésemos que Italia, que nos fueron encomendados, Pastores
am enazada en su fe m archa derecha­ y asiduos vigilantes de la grey de Cristo
m ente a su ruina llevaríam os en silen­ por la cual debemos estar prontos a
cio las ofensas, contentos con repetir sacrificarlo todo, si es preciso, hasta
tam bién Nos aquello que decía de sí la vida.
mismo uno de nuestros más ilustres No hablarem os en modo alguno de
predecesores: “Si terrae meae captiuitas hechos nuevos; pues, los que ocurrieron
per quotidiana momenta no excresceret, antes perm anecen en el mismo estado;
de despectione mea atque irrisione lae- de ellos hemos hablado oficialmente ya
tus tacerem’W. otras veces conform e lo reclam aba la
Pero adem ás de la independencia y ocasión. Pero aquí querem os recapitu- 194
dignidad de la Santa Sede, se tra ta de larlos en cierto modo y agruparlos co­
la religión m ism a y de la salud de toda mo en un solo haz para que sirvan de
u na nación, y de nación tal, que desde oportuna enseñanza para todas las con­
los prim eros tiem pos abrió gozosa su secuencias que de ellos se deriven. No
seno a la fe católica y siempre la con­ son hechos dudosos o controvertidos
servó cuidadosam ente. sino acaecidos a la plena luz del día, y
Parece increíble, pero es verdad: he­ esto, no en form a aislada sino conexos
mos llegado al punto de tem er que entre sí, de suerte tal que denotan evi-
(*) ASS 23 (1890/91) 193-206. Versión parcialmente corregida para la 2? edición. En ASS 23, 193-
206 se encuentra el o r i g i n a l italiano; a continuación de el, en ASS 23 206-222 va como allí dice “la
versión latina” . — Eos n ú m e r o s m a r g i n a l e s indican las páginas de arnEos doonm^otoc fP H'i
(1) S.^ Gregor. Magno, Epist. ad Maurit. Impe- escarnio y la irrisión de que me hacen objeto”
rat. Registro 5: “Si la esclavitud de mi país no (Migne PL. 77 [Epist. lib. V, indict. 13, Epist.
aumentara de día en día, gozoso callaría frente al 40] col. 766-A).
— 410 —
5 7 , 2-3 E n c íc l ic a “ A b A p o s t o l ic i S o l ii” 411

dentem ente un sistema del cual son la que dism inuyó considerablem ente el
realización y el desenvolvimiento. El núm ero de operarios evangélicos que se
sistema no es nuevo, pero es nueva la destinan al sagrado m inisterio y a la
audacia, el encarnizam iento y la rap i­ asistencia religiosa que se presta a esta
dez con que ah o ra se va realizando Santa Sede, como tam bién a la propa­
ante Nuestros ojos. gación de la Fe entre los infieles. Más
tarde, m ediante la dictación de una ley,
2. La M asonería y Roma. Es el plan los jóvenes clérigos fueron obligados
preestablecido de las sectas que con a p restar servicio m ilitar, de lo cual re ­
celeridad se desarrolla ahora en Italia, sultaron necesariam ente m uchos y muy
especialmente en la parte que toca a la graves obstáculos para la elección de
Iglesia y a la Religión católica, cuyo los clérigos, y adversos al cum plim iento
propósito últim o y m uy notorio es re ­ conveniente aun de la instrucción del
ducirla, si fuese posible, a la nada. clero secular.
Hoy día, huelga fo rm ar el proceso de Además, poniendo violenta m ano en
las sectas que se dicen m asónicas; el el patrim onio eclesiástico, en parte lo
juicio sobre ellas ya está dado; los fi­ adjudicaron al Fisco, en parte, empero,
nes, los medios, sus dogmas, la acción, lo agobiaron con enorm ísim os tributos,
todo está averiguado y conocido con dejándolo extrem adam ente extenuado,
tan ta certeza que ya no cabe contro­ naturalm ente, con la intención de redu­
versia al respecto. Im buidos del espí­ cir al clero y a la Iglesia a la miseria,
ritu de Satanás, cuyos instrum entos de privarla de los medios que necesitan
son, arden, como su inspirador, el de­ para vivir y para prom over en la tierra
monio de tal m odo en odio m o rtal e los institutos y las obras pías que coad­
im placable a J e s u c r i s t o , a la Iglesia yuvan a su divino apostolado. Así lo
por El fundada, que tra ta n esforzada­ han declarado abiertam ente los mismos 195
m ente de ab atirla o por lo m enos co ar­ adeptos de la m asonería: “Para dismi­
ta r su acción. E sta guerra se m ueve nuir la influencia moral del clero y de
boy m ás que en o tra p arte cualquiera, las asociaciones, que ellos llaman, cle­
en Italia, donde la Religión echó ra í­ ricales, se ha de emplear un solo medio
ces m ás hondas, m áxim e em pero en la muy eficaz: despojarlos de todos los
-os) Urbe rom ana donde está el centro y bienes y reducirlos a una pobreza ex­
la cabeza de la unidad católica, y tiene trema”
su sede el P asto r de la Iglesia univ er­ Por lo demás, la m ism a acción del
sal.3 Poder civil se encam ina directa y cons­
tantem ente a b o rrar íntegram ente de la
3. H istoria de los ataques sucesivos: Nación italiana el carácter religioso y
supresión de las O rdenes religiosas y cristiano: las leyes y cuanto constituye
del p atrim onio eclesiástico. Leyes a n ti­ lo que llam an la vida oficial procuran
cristianas. Conviene reco rd ar desde el desterrar toda inspiración e idea reli­
principio las diversas fases de esta gue­ giosa en form a general y constante
rra. Se empezó arrebatando so color cuando no lo combate directam ente;
político, el principado civil de los P a ­ cualquier m anifestación pública de Fe
pas; pero su rendición a los que real­ y piedad católica o se prohibe o, de
mente eran los jefes de esa secta, había m il modos, con razones especiosas se
de servir conform e a los acuerdos secre­ impide.
tos, más tarde abiertam ente declarados, A la fam ilia se ha quitado su base y
a la destrucción del suprem o poder es­ constitución religiosa proclam ando el
piritual de los mismos Romanos P ontí­ así llam ado m atrim onio civil e im po­
fices, o por lo menos p ara reducirlos a niendo una enseñanza escolar que des­
una esclavitud cargada de cadenas. Y de los rudim entos de las prim eras letras
para que a nadie cupiese la m enor duda hasta las lecciones de ’os Colegios de (209*
adonde realm ente apuntaban sus acuer­ superiores se enseña en form a total­
dos, en seguida procedían a la supre­ mente laica, de donde resultará que las
sión de las Ordenes religiosas por la nuevas generaciones, en cuanto depen-
412 E n c íc l ic a s d e l PP. León XIII (1890) 57, 4-7

da del poder civil, se verán casi obliga- Iglesia que decretan y las medidas para
dos a desenvolverse sin tener ideas reli­ ella ofensivas que tom an, se proponen,
giosas y sin poseer las prim eras y esen­ se resuelven y definitivam ente estatu­
ciales nociones de sus deberes para con yen prim ero en sus Congresos sectarios.
Dios. Basta que cualquier cosa tenga aun la
Esto es poner la segur a la raíz del apariencia aunque dudosa de ser m jur (2K)
árbol, ni cabe im aginar medio más u n i­ riosa o dañina para la Iglesia para que
versal ni más eficaz para arran car a la en seguida la veamos adoptada y p ro ­
influencia de la Iglesia y de la Fe, la movida.
sociedad, la fam ilia y tam bién a los 5. El nuevo Código penal ofensivo
individuos. Debilitar por todos los me­ para el Clero y las Obras Pías. E ntre
dios el clericalismo (o sea el catolicis­ los hechos más recientes recordarem os
mo) en sus fundamentos y en sus mis­ la aprobación del Código penal, en que
mas fuentes de vida, eso es, en la escue­ había algunos artículos de ley contra­
la y en la familia, es la declaración rios al Clero que constituyen, efectiva­
auténtica de los escritores masónicos. mente, una ley de excepción, la cual
con la m ayor pertinacia posible y pese
4. En muchas regiones es un sistema a todas las razones en contrario plugo
de gobierno. Pero alguien dirá que esto a los legisladores aprobar, y en que
sucede no solo en Italia sino que es un — ¡cosa increíble!— se consideran cri­
sistema de gobierno, al que general­ m inales algunos actos que son deberes
mente, se conform an hoy todas las n a ­ sacrosantos de su ministerio.
ciones. Esto, empero, no destruye, res­ La ley sobre las Obras Pías por la
pondem os Nosotros, sino antes bien cual todo el patrim onio que reunieron
confirm a lo que decimos sobre los p ro ­ la piedad y la Religión de nuestros
pósitos y acción de la m asonería tal abuelos, a la som bra y con la tutela de
cual existe en Italia. Ciertamente aquel la Iglesia, queda substraído a la inter­
sistema se adopta y se pone por obra vención eclesiástica; esta ley la habían
donde quiera que la M asonería ejercite insinuado ya las sectas m asónicas a l­
su im pía y nefasta acción, y como ésta gunos años hacía p ara escarnecer a la
está tan am pliam ente difundida, aquel Iglesia, dism inuir su influencia social y
sistema anticristiano se aplica, en toda suprim ir de una plum ada las grandes
extensión, al orden público. Y la apli­ sumas de los delegados, destinadas a
cación se hace m ás rápida y universal sufragar los gastos del culto religioso.
en aquellas regiones cuyos gobernantes 6. Monumento al apóstata. Añádase
se sujetan m ás a la secta y secundan a esto la obra eminentem ente sectaria
con m ayor interés sus inicuas empresas. de la erección del m onum ento público
Y lo que consideram os un gran infor­ al famoso apóstata de Ñ o l a , decretada
tunio, en el núm ero de estos países se desde hace m ucho por la secta m asó­
halla hoy día la m ism a nueva Italia. nica e insistentem ente prom ovida y,
Sin embargo, no sólo hoy com proba­ finalm ente, ejecutada con la ayuda y
mos que Italia comenzó a sucum bir al el favor de los gobernantes.
influjo im pío y m aléfico de las Sectas, 7. Declaraciones y obras del gobier­
sino que desde hace algunos años, éstas no contrarias a la Iglesia. Mucho con­
en su prepotencia, apoderándose de las tribuyeron a ello las declaraciones ex­
cosas en form a absoluta, y dom inadora, plícitas y públicas del jefe de Gobierno,
a su antojo, a modo de tiranos las su­ que así se expresan: “La lucha real y
jetan. De allí que las norm as de adm i­ verdadera que el Gobierno tiene el mé­
nistración pública en cuanto a la Reli­ rito de haber emvrendido , es la que
gión toca, favorecen casi todas y sirven se libra implacablemente entre la fe y
a las aspiraciones de las Sectas las que la Iglesia por un lado y el libre examen
p ara ejecutar sus designios encuentran y la razón por otra parte}\
en los gobernantes suprem os del Estado Igesia intenta luchar por encadenar
sus favorecedores y dóciles instrum en­ de nuevo la razón y la libertad del pen­
tos. Las leyes bastante contrarias a la samiento y pretende salir airosa.
5 7 ,8 E n c íc l ic a “ A b A p o s t o l ic i S o l ii” 413

El Gobierno en esta lucha declárase na legítimamente constituida, de los


abiertamente en favor de la razón con- cantones que llaman o la corte y final­
(in) tra la fe, y cree su deber procurar que mente de la familia; exclusión general,
197 el Estado italiano sea la expresión cla­ eterna, en todas partes. Debe hacerse
ra y viva de la razón y libertad. sentir la influencia masónica y hacerse
¡Triste deber! Pero recientemente dueña de todo. Con esto se allanará la
oímos tales audaces expresiones en un vía para abolir el Pontificado, y que­
suceso similar. dará Italia libre de su implacable y
A la luz de estos hechos y declaracio­ mortal enemigo; y Roma, que antes fue
nes, se ve que la idea principal respecto el centro de la teocracia universal, será
a la Religión es la que preside a la po­ desde hoy el centro de la secularización
lítica italiana y form a la realización del universal, y desde ella se promulgará
program a masónico. Se ve cuánto va para el mundo la m agna charta de la li- 19s
ya realizado, se sabe cuánto falta por bertad humana”.
hacer, y ciertam ente puede preverse Estas son las aspiraciones, declara­
que, m ientras Italia y su suerte estén ciones y acuerdos auténticos de los
en m anos de jefes sectarios o siervos francm asones y de sus conciliábulos.
de las sectas, se seguirá obrando más o Sin exageración tal es el estado p re­
menos rápidam ente, según las circuns­ sente y tal el porvenir que presentim os
tancias, hasta realizar todo el plan. para la Religión en Italia.
Detalles del programa persecutorio E rro r funesto sería el disim ular ta ­
del gobierno masónico. A hora se dirige m aña gravedad. Reconocerlo tal cual
su acción a los fines siguientes, según es y afrontarlo con evangélica pruden­
los votos y resoluciones de las más cia y fortaleza, deducir los deberes que
autorizadas Asambleas, todo inspirado esto impone a todos los católicos y Nos
en odio m ortal contra la Iglesia: especialmente, que como Pastor debe­
“Abolición en las escuelas de toda mos velar sobre ellos, Nos toca condu­
instrucción religiosa; fundación de ins­ cirlos a la salvación, vigilar por las
titutos en que se substraiga a los niños m iras de la Providencia y obrar con
de toda influencia clerical, cualquiera sabiduría y celo pastoral.
que sea, ya que el Estado, que debe ser 8. Enérgica protesta y llamado a los
absolutamente ateo, tiene derecho y de­ Obispos y fieles. P o r lo que respecta a
ber de formar el corazón y el espíritu Nos, se Nos impone el deber apostólico
de los ciudadanos, y ninguna escuela de protestar de nuevo enérgicamente
debe substraerse a su inspiración y vi­ contra todo lo que con tanto daño de
gilancia; aplicación rigurosa de todas la Religión se ha hecho, se hace o se
las leyes vigentes a asegurar la inde­ intenta llevar a cabo en Italia: defen­
pendencia absoluta de la sociedad civil sores y tutores que somos de los sagra­
de las influencias clericales; observa­ dos derechos de la Iglesia y del P onti­
ción estricta de las leyes que suprimen ficado, abiertam ente rechazam os y de­
las asociaciones religiosas y el uso de nunciam os a todo el orbe católico las
los medios míe puedan hacerlas efica­ ofensas que la Iglesia y el Pontificado
ces; “disposición”, como suelen decir reciben de continuo especialmente en
en el lenguaje que adoptaron, para todo Roma, y que Nos hacen más fatigoso
el patrimonio eclesiástico, partiendo del el gobierno del Catolicismo y Nos a rra s­
principio de que su propiedad pertenece tran a un estado grave e indigno de
al Estado y su administración al poder nuestra condición.
civil; exclusión de la Iglesia, o como Por lo demás, estamos firm em ente
ellos dicen, de los clericales, del derecho anim ados a no om itir ni dejar de hacer
de ejercer la autoridad en cualquier ad­ por N uestra parte nada de lo que pue­
ministración pública, de obras pías, da ayudar a m antener viva y vigorosa
í212^ hospitales, escuelas y consejos públicos la fe entre el pueblo italiano y prote­
el cual ha dicho que el que no está con gerla contra los asaltos y ataques de
en que cuiden y preparen los destinos los enemigos. Apelamos por esto, Ve­
de la patria como academias, círculos nerables H erm anos, a todo vuestro celo
cívicos de cualquier sociedad ciudada­ y vuestro am or por la salvación de las
414 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 57, 9-11

almas, aum entado por la gravedad del sin timidez, demos pruebas del verda-
peligro, a fin de que busquéis los m e­ ro valor que nace de la conciencia al
dios que estén en nuestra m ano; todos cum plir un sagrado deber respecto a
los resortes de la palabra, toda la in ­ Dios y a los demás hombres. A esta
dustria de la acción, todo el tesoro y franca profesión de fe deben unir los
ayuda de la gracia que la Iglesia nos católicos una perfecta docilidad y filial
concede, tienen que emplearse en la am or para con la Iglesia; su sincero
form ación de un clero instruido y lleno cariño para con los Obispos y una abso­
de espíritu de J e s u c r is t o por la cristia­ luta devoción y obediencia al Romano
na educación de la juventud, por la Pontífice.
extirpación de las m alas doctrinas, la E n suma: reconocerán cuán necesa­
propagación de la verdad católica, por rio sea abstenerse de todo aquello que
la conservación del carácter y del espí­ es obra de las sectas, o que de las sectas
ritu cristiano dentro de las familias. recibe favor o impulso, y que está con­
9. El pueblo católico debe conocer tam inado del espíritu anticristiano que
las m edidas persecutorias. E n cuanto las anim a, y darse luego con actividad,
al pueblo católico, es necesario antes con valor y constancia a la obra católi­
que todo que conozca el verdadero esta­ ca, a las asociaciones y a las institucio­
do de la Italia, la índole esencialmente nes bendecidas por la Iglesia, encarga­
religiosa que reviste en Italia la lucha das y sostenidas por los Obispos y por
contra el Pontífice, y el fin verdadero el Romano Pontífice. Y puesto que el
y el propósito que persigue; que se principal instrum ento de que se sirven
persuada con la evidencia de los he­ los enemigos es la prensa, en gran parte
chos, de cómo está constantem ente inspirada y sostenida por ellos, convie­
am enazada su Religión, se convenza ne que los católicos opongan la buena
199 por fin de los riesgos que corre de ser a la m ala prensa, p ara defender la ver­
despojado del inestim able tesoro de la dad, para la tutela de la Religión y p a­
fe. Llevada a los ánim os tal convicción, ra el sostenimiento de los derechos de
y seguros, por o tra parte, que sin la fe la Iglesia.
es imposible servir a Dios y salvarse,
com prenderán que se tra ta de conseguir 11. La prensa. Y como el deber de
el m ayor, por no decir el único, de los la prensa católica es descubrir las pér­
intereses que cada uno por su parte fidas intenciones de las sectas, ayudar
tiene el deber de poner en salvo antes y secundar la acción de los sagrados
que todo, aun a costa de los mayores Pastores, defender y prom over las
sacrificios, bajo pena de su eterna des­ obras católicas, así es deber de los fie­
gracia e infelicidad. Com prenderán les sostenerla eficazmente, ya sea ne­
tam bién fácilm ente que, siendo este gando o retirando todo favor a los pe­
tiem po de lucha descarada y m anifies­ riódicos pervertidos, ya concurriendo
ta, sería ignominioso y vil desertar del directam ente cada uno, en la m edida
cam po y cobardem ente esconderse. que pueda, a hacerla vivir y prosperar,
10. Su deber de profesión y de de­ en lo cual creemos que hasta ahora no
fensa de su fe y de obras cristianas. se hace bastante en Italia. A este fin,
P rensa. Su deber es el de perm anecer los docum entos que Nos hemos dado a 200
en el puesto, m ostrarse a vistas claras todos los católicos, especialmente la
verdaderos católicos por sus creencias Encíclica Humanum qenus y la otra
y obras, conform e a su fe, y esto, tanto Sapientice christiance <2b), deben ser p a r­
por la gloria de la fe como por la del ticularm ente enseñados e inculcados a
Sumo Jefe, cuya bandera seguimos; y los católicos de Italia. Que si por per­
p ara no tener la inm ensa desgracia de m anecer fieles a estos deberes hubiera
no ser reconocidos como soldados fie­ que hacer algún sacrificio, renunciar a
les en el día final por el Jefe supremo, algo para no traicionar el alma, pon­
el cual ha dicho que el que no está con deren y recuerden — repitiéndolas en
214 él, está contra éP2<9. Sin ostentación y su corazón— las palabras de Cristo que *215*
(2a) Mate 12, 30. Encíclica S a p i e n t i x C h r is tia n s e 10-1-1890; en esta
(2b) L e ó n X I I I , Encíclica H u m a n u m g e n u s 24- Colecc. Encícl. 56, pág. 396-409.
IV-1884, en esta Colecc. Encícl. 44, pág. 417-433;
5 7 .1 2 - 1 3 E n c íc l ic a í ;A b A p o s t o l ic i S o l ii” 415

dicen: “Desde los días de Juan, el Bau­ no puede ejercer más que una influen­
tista hasta el presente, el reino de Dios cia funesta; y decimos funesta, porque
padece fuerza, y hombres esforzados lo combate y tiende a destruir la Religión
arrebatan ' (2<i\ y quien a sí propio se de Cristo, verdadera bienhechora de
am a y am a a sus propias cosas m ás que la hum anidad.
a J e s u c r is t o , no es digno de E /(3). Influjo benéfico de la Religión. To­
El ejem plo de tantos invictos cam ­ dos saben hasta qué punto y de qué
peones, que generosam ente y en todo m anera ha influido saludablem ente la <216*
tiempo lo sacrificaron todo; la ayuda Religión en la sociedad. Es incontesta­
singular de la gracia que hace suave el ble que la sana m oral pública y privada
yugo de Jesucristo, y ligera su cargad, es el honor y la fuerza de los Estados;
deben servirles poderosam ente p ara pero es igualm ente incontestable que 201
tem plar el valor y sostenerles en la glo* sin Religión no puede haber buena m o­
riosa cam paña. ral, ni pública ni privada. De la familia,
12. Los peligros de la falta de Reli­sólidam ente constituida sobre las ba­
gión en el aspecto social y político. No ses naturales de una vida piadosa, nace
habíam os considerado hasta aho ra las el increm ento y la fuerza de la socie­
presentes condiciones de las cosas en dad. Sin Religión y sin m oral, el con­
Italia m ás que en el concepto religioso, sorcio doméstico no tiene estabilidad, y
como que éste es p ara Nos principalísi­ los vínculos de la fam ilia se relajan y
mo y em inentem ente propio por razón disuelven. La prosperidad de los pue­
del oficio apostólico que sostenemos. blos y de las naciones viene de Dios y
Pero es tan necesario y propio de la de su bendición.
obra considerarlo bajo el aspecto social Si un pueblo no sólo no la reconoce
y político, a fin de que vean los italia­ como procedente de Dios, antes bien
nos que no sólo es el am or de la reli­ contra El se subleva y la soberanía de
gión, sino tam bién el más sincero y el su espíritu le dice que nada hay de
más noble am or de la p atria el que nuevo fuera de él, la fortuna que obten­
debe movernos a oponernos a los im ­ ga no será sino un sim ulacro de pros­
píos conatos de las sectas. Basta obser­ peridad condenado a desvanecerse tan
var, p ara convencerse, los aconteci­ pronto como plazca al Señor confundir
mientos que se p reparan en Italia en el la soberbia y la audacia de sus ene­
orden social y político en que las p er­ migos.
sonas se em peñan sin disimulo en com ­ 13. Se detallan la necesidad y obra
batir sin tregua el Catolicismo y al de la Religión. La Religión es la que,
Papado. penetrando en el fondo de la conciencia
Ya la prueba del pasado es de por sí de cada uno, le hace sentir la fuerza del
demasiado grande y m uy elocuente. deber y le im pulsa a seguirlo. La Reli­
Esto que en este prim er período de su gión es la que da a los príncipes senti­
nueva vida se advierte en Italia por la miento de justicia y de am or para sus
m oralidad pública y privada, por el súbditos; que rinde y sujeta fiel y sin­
orden y tranquilidad interior, por la ceram ente a sus partidarios; que hace
prosperidad y riqueza nacional, es aún rectos y buenos a los legisladores, justos
más notable por aquellos hechos que e incorruptbiles a los m agistrados, va­
Nos podemos aducir. Los mismos que, lerosos hasta el heroísm o a los solda­
aun teniendo interés en ocultarlo, por dos, diligentes y probos a los adm inis­
la verdad, no los ocultan. tradores. La Religión es la que hace
Nos direm os sólo que en las condi­ reinar la concordia y el afecto entre los
ciones presentes, por una triste pero cónyuges, el am or y el respeto entre
verdadera necesidad, las cosas no po­ los padres y los hijos, que inspira a los
d rán an d ar de o tra m anera: la secta pobres el respeto a sus bienhechores, y
masónica, por cuanto ostenta u n espí­ a los ricos el recto uso de sus rentas.
ritu de beneficencia y de filantropía, De esta sumisión a los deberes y de
(2C) Mt. 11, 12. (4) Mt. 11, 30.
416 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 57, 14

este respeto a los derechos de los demás desorden, no es menos cierto, sin em
nace el orden, la paz, la tranquilidad, bargo, que este espíritu se va espar­
que son tanta parte de la prosperidad ciendo y propagando cada día con m a­
de un pueblo y de un Estado. Suprim i­ yor intensidad. Es tal su naturaleza,
da la Religión, desaparecerían con ella tanto el poder de su organización, tanta
al mismo tiempo todos esos bienes de la audacia y atrevim iento de sus pro ­
la sociedad. pósitos, que se hace preciso reunir to­
P ara Italia la pérdida sería mucho das las fuerzas conservadoras para de­
más sensible. Sus m ayores glorias y tener su m archa e im pedir con éxito
grandezas, por las cuales gozó del p ri­ su triunfo. De estas fuerzas, la prim era
mado durante largo tiempo entre las y principalísim a con que debe contarse
naciones cultas, son inseparables de la es con la que pueden dar la Religión y
Religión, la cual le proporcionó, le ins- la Iglesia. Sin éstas, resultarán inútiles
<217) piró, le aseguró los favores y le ayudó o insuficientes las leyes más severas,
y dirigió a ese increm ento. P or las p ú ­ los rigores de los tribunales y la misma
blicas franquicias hablan sus Comunes, fuerza arm ada.
p or las glorias m ilitares hablan tantas
em presas m em orables contra los ene­ 14. Luz en las tinieblas y fuerza de
migos declarados del nom bre cristiano; la Religión para convertir. Así como
por la ciencia hablan las Universidades en otro tiempo, contra la dominación
fundadas, favorecidas y privilegiadas b árb ara no sirvió la fuerza m aterial, *218)
p or la Iglesia; por las artes hablan sino la virtud de la Religión cristiana,
infinitos m onum entos de todos géne­ que penetrando en el espíritu de los
ros, de los cuales está sem brada con vencedores, les quitó la ferocidad, y la
profusión toda Italia; por las obras en aspereza de sus costum bres y les hizo
favor de los m enesterosos y deshere­ obedientes a la voz de la verdad y de la
dados, de los obreros, hablan tantas ley evangélica; así contra las iras de la
fundaciones de la caridad cristiana, ta n ­ m ultitud desenfrenada ninguna fuerza
tos asilos abiertos p ara toda suerte de será eficaz sin la virtud saludable de la
202 indigencia y de infortunio, y las asocia­ Religión, la cual, haciendo brillar en las
ciones y corporaciones que han crecido inteligencias la luz de la verdad, e in ­
bajo la égida de la Religión. filtrando en los corazones los santos
La virtud y la fuerza de la Religión preceptos de la m oral de J e s u c r is t o
son inm ortales, porque vienen de Dios, les haga sentir la voz de la conciencia y
tiene tesoros p ara hacer el bien, rem e­ del deber, y ponga freno a los ím petus
dios eficacísimos p ara los necesitados de las pasiones. Combatir, por tanto, a
de todos los tiempos y de cualquier la Religión, es privar a Italia del auxi­
época, a los cuales atiende adm irable­ liar más poderoso p ara luchar con un
mente. Lo que ha sabido y podido hacer enemigo que cada día es m ás form ida­
en otros tiempos, es capaz de hacer ble y am enazador.
todavía con una fuerza siempre nueva
y vigorosa. Q uitar por tanto, a Italia Amenaza política. Pero no es esto
la Religión, es destruir de u n golpe la todo; como en el orden social la guerra
fuente más fecunda de tesoros y soco­ hecha a la Religión es funestísim a para
rros inestimables. Italia, así en el orden político la ene­
m istad con la Santa Sede y con el Ro­
Peligro socialista, es vencido por la mano Pontífice es para Italia fuente y
Religión. Además, uno de los más origen de gravísimos daños; y aunque 203
grandes y form idables peligros que co­ no sea precisa la dem ostración para
rre la sociedad presente es la agitación com pletar Nuestro pensamiento, resu­
socialista, que am enaza destruirla hasta miremos en breves frases las conclu­
en sus cimientos. No perm anece inm u­ siones. La guerra hecha al Papa quiere
ne Italia de tanto peligro, y, si bien decir para Italia división profunda en­
otras naciones están m ás infestadas que tre la Italia oficial y la gran parte de
Italia de este espíritu subversivo y de los italianos verdaderam ente católicos, y
5 7,15 E n c íc l ic a “ A b A p o s t o l ic i S o l ii” 417

cualquier división es debilidad; quiere evangélicas; la libertad pública, im po­


decir, privación del favor del concurso sibilitada de degenerar en licencia, ser­
de la parte más genuinam ente conser­ viría únicam ente para el bien, y llega­
vadora; esto es, sostener en el seno de ría a ser verdaderam ente digna del
la nación un conflicto religioso, que hom bre; las ciencias, por la verdad de
no sólo no contribuye al bien público, que la Iglesia es m aestra, y las artes
sino que lleva en sí mismo los gérm e­ por la potente inspiración que la Reli­
nes funestos de los males y de gravísi­ gión recibe de lo alto, y que tiene el
mos castigos. secreto de com unicar a todos los espí- 204
ritus, recibirían nuevo im pulso y nue­
15. La benevolencia con la Religión vas excelencias.
redundaría en provecho de Italia en el Hecha la paz con la Iglesia, quedará
exterior e interio r. E n cuanto al exte­ cim entada la unidad religiosa y con­
rior, el conflicto con la Santa Sede, cordia civil; cersará la división entre
además de p rivar a Italia del prestigio los católicos fieles a la Iglesia y a Ita ­
y del esplendor que la circundaría se­ lia, la cual adquirirá de esta suerte un
guram ente de vivir en paz con el P on­ poderoso elemento de orden y de con­
tificado; la enem istad con todos los ca­ servación.
tólicos del m undo, la im pone inmensos Atendidas las justas dem andas del
sacrificios, y en cualquier ocasión pue­ Romano Pontífice, reconocidos sus so­
de proporcionar a los enemigos un beranos derechos y colocado en condi­
arm a p ara volverla contra ella. ciones de verdadera y efectiva indepen­
¡He aquí el bienestar y la grandeza dencia, los católicos de las demás p a r­
que esperan a Italia, que teniendo la tes del m undo no tendrían ya motivo
dicha en su m ano hace cuanto puede para considerar a Italia como enemiga
por abatir la Religión católica y el P on­ de su Padre común: ellos, que, no por
tificado, siguiendo las inspiraciones de ajeno impuso, sino por sentim iento de
las sectas! fe y dictamen del deber, alzan unáni- *22°)
Si, por el contrario, se rompiese toda memente su voz para reivindicar la
solidaridad y conveniencia con las sec­ dignidad y la libertad del Pastor supre­
tas, y se otorgara a la Religión y a la mo de las almas.
Iglesia, como la más poderosa fuerza Crecería para Italia el respeto y con­
social, verdadera libertad y el pleno sideración de los demás países de vivir
ejercicio de sus derechos, ¡qué feliz en arm onía con la Sede Apostólica, la
cambio se operaría en los destinos de cual ha hecho experim entar a los ita­
Italia! Los daños y los peligros que la ­ lianos de un modo especial los benefi­
mentamos, y que son como resultado de cios de su presencia entre ellos; así, con
la guerra a la Religión y a la Iglesia, los tesoros de la fe que se difundirá
no sólo cesarían al term inar la lucha, siempre de este centro de bendición y
sino que volverían a florecer sobre el de salud, harán que tam bién, se difun­
selecto suelo de la Italia católica la glo­ da entre todas las gentes grande y res­
ria y la grandeza de que la Religión y petado el nom bre italiano, Italia recon­
la Iglesia han sido siempre fecundas. ciliada con el Pontífice y fiel a su Reli­
Por su divina virtud se reform arían gión, estaría dispuesta p ara em ular
las costum bres públicas y privadas, y dignam ente sus antiguas glorias, y en
los vínculos de la familia, y los ciuda­ todo aquello que constituye el verdade­
danos, bajo el influjo religioso, experi­ ro progreso de nuestra edad recibiría
m entarían más vivo el sentimiento del nuevo estímulo para adelantar en su
deber y m ayor resolución p ara cum ­ glorioso camino.
plirle. Y Roma, ciudad católica por exce­
Las cuestiones sociales, que ahora lencia, predestinada por Dios para cen­
tienen tan preocupados los ánimos, re ­ tro de la Religión de Cristo, y Sede de
cibirán la m ejor y m ás com pleta de su Vicario, que fué base de la estabili*
las soluciones con la aplicación prácti­ dad y grandeza de aquélla a través de.
ca de los preceptos de caridad y justicia tantos siglos, y de tan varios aconteci-
E ncíclicas P on tificias 14
418 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 57, 16-17

mientos, repuesta bajo el pacífico y A esto queremos que dirijáis vuestros


paternal cetro del Romano Pontífice, pensamientos; y no Nos dirigimos a los
volvería a ser lo que la hicieron la P ro ­ afiliados a las sectas, los cuales con
videncia y los siglos, no m era capital propósito deliberado tratan de basar
de un Reino particular, sino dividida sobre la ruina de la Religión católica
entre dos diversos y soberanos poderes, el nuevo asiento de la Península, sino
dualism o contrario a su historia, sino a los otros que, sin acoger esas ideas,
la digna capital del m undo católico, en­ ayudan la obra de aquéllos cooperando
grandecida con la M ajestad de la Reli­ a su política, y particularm ente a los
gión, y m aestra y ejem plo de m oralidad jóvenes, tan fáciles de caer en el error
y de civilización de los pueblos. por efecto de inexperiencia o por do­
minio del sentimiento. Queremos que
16. Los verdaderos am igos de Italia. todos se persuadan de que el camino
No son éstas, Venerables Hermanos, que se está recorriendo es fatal para
vanas ilusiones, sino una esperanza Italia y al denunciar ahora de nuevo
apoyada en el m ás sólido y veraz fu n ­ el peligro, no Nos mueve más que la
dam ento. La aserción que desde hace conciencia del deber y el am or a la
tiempo se viene divulgando, de que los Patria.
católicos y el Pontífice son enemigos de
Italia y casi otros tantos aliados de los Invocación y Bendición. Mas p ara
partidos subversivos, no es más que ilum inar las inteligencias y hacer efi­
una gratuita in ju ria y grosera calum- caces Nuestros esfuerzos, es preciso in ­
205 nia esparcida por arte de las sectas vocar, ante todo, la ayuda del cielo; a
p ara facilitarse el camino y despejarlo Nuestra com ún acción vaya unida, Ve­
de los obstáculos que se oponen a su nerables Hermanos, la plegaria gene­
execranda obra de descatolizar a Italia. ral, constante, fervorosa, que haga dul­
La verdad que resulta clarísim a de ce violencia al Corazón de Dios y le
cuanto hemos dicho anteriorm ente, es vuelva propicio a nuestra Italia, librán­
<221) que os católicos son los m ejores am i­ dola de esa plaga que sería la m ás te­
gos del propio país y que dan prueba rrible de todas: la pérdida de la Fe.
de fuerte y veraz am or, no solamente Pongamos de m ediadora cerca de Dios
a su Religión, sino a su Patria, diferen­ a la gloriosísima Virgen M a r í a , la in ­
ciándose en esto enteram ente de las victa Reina del Rosario, que tanto po­
sectas, consagrándola su espíritu y sus der tiene sobre las fuerzas del infierno
obras, haciendo todos los esfuerzos p o r­ y tantas veces h a hecho sentir a Italia
que Italia no pierda, antes bien conser­ los efectos de su m aternal predilección
ve vigorosamente la fe; no com bata a la Recurram os a los Santos Apóstoles P e ­
Iglesia, sino que sea h ija fiel de ella; d r o y P a b l o , que conquistaron p ara la
no hostigue al Pontificado, sino que se fe esta tierra bendita, que santificaron
reconcilie con él.17 con sus esfuerzos y bañaron con su
sangre.
17. E xhortación a la colaboración Recibid, entre tanto que llega la ayu­
de todos. Cooperad todos, Venerables da que pedimos, en m uestra de Nuestro
H erm anos, a fin de que la luz de la especialísimo afecto, la Apostólica ben­
verdad se haga cam ino en medio de la dición, que desde lo íntim o de Nuestra
m ultitud, y que ésta llegue a com pren­ alm a os enviamos a vosotros, Venera­
der finalm ente dónde se encuentra todo bles Hermanos, a vuestro Clero y al
bien y todo cuanto verdaderam ente le pueblo italiano.
interesa y persuadirse que sólo en la Dado en Roma, cerca de San Pedro,
fidelidad con la Religión y en la paz el 15 de Octubre de 1890, año décimo-
con la Iglesia y el Rom ano Pontífice, tercio de Nuestro Pontificado.
se puede esperar p a ra Italia un porve­
n ir digno de su glorioso pasado. LEON PAPA XIII.
a > £ fc

CARTA CIRCULAR “CATHOLICLE ECCLESLE” <*>


(20-XI-1890)

SOBRE LA ESCLAVITUD, LA PROPAGACION DE LA FE EN AFRICA


Y LA COLECTA MISIONAL DE EPIFANIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. La obra emancipadora de la Igle­ Historia, la cual a este respecto destaca
sia. En la Iglesia católica que con m a­ a varios de Nuestros Predecesores en­
ternal caridad abraza a todos los hom ­ tre los cuales se distinguen S a n G r e g o ­
bres no hay como sabes, Venerable r io M a g n o , A d r i a n o I, A l e j a n d r o III,
Hermano, desde un principio, casi nada I n o c e n c i o III, G r e g o r io IX, Pío II,
tan antiguo que el esfuerzo de ver eli­ L e ó n X, P a u l o III, U r b a n o VIII, B e ­
m inada y del todo extirpada la esclavi­ n e d i c t o XIV, Pío VII y G r e g o r io XVI
tud, la cual con duro yugo oprim ía a quienes no perdonaron trabajo ni soli­
muchísimos hom bres. Pues, siendo ella citud para abolir donde estaba en vi­
solícita en velar por la doctrina de su gencia, la institución de la esclavitud,
Fundador quien personalm ente o por y cuidaron que, donde ya se habían
boca de sus Apóstoles había enseñado extirpado sus gérmenes, no volvieran
a los hom bres la fraternal unión que los a la vida.
estrecha a todos, por cuanto nacieron
del mismo Padre común, fueron redi­ 2. La intervención constante de León
midos con el mismo precio y llamados XIII. Los horrores del comercio de
a la m ism a bienaventuranza eterna, re ­ hombres en Africa. Nos no podíam os
cogió la causa despreciada de los escla­ em pañar la herencia de tan ta gloria
vos, y, aunque la llevara adelante, con­ que Nuestros Predecesores Nos habían
forme lo aconsejaran los tiempos y las transm itido, por lo cual no dejamos
circunstancias, lenta y m edidamente, pasar oportunidad sin reprobar y con­
se constituyó en su esforzada abogada, denar públicam ente esta tétrica plaga
es decir lo hacía con prudencia e inte­ de la esclavitud, y así ocupándonos de
ligencia, reclam ando constantem ente lo ella, escribimos una carta que con fecha
que en nom bre de la Religión, de la 5 de Mayo de 1888 dirigimos a los Obis­
justicia y de la hum anidad se había pos del B r a s i l ^ ) en la cual los congratu­
propuesto, con cuyo logro final m ere­ lamos por lo que en esa parte del m un­
ció m uy bien y propulsó la prosperidad do, para ejemplo laudable de los demás,
de las naciones y de la civilización. se hizo pública y privadam ente por la
En el transcurso de los tiempos no libertad de los esclavos, y dem ostram os
desfalleció tam poco en su empeño de al mismo tiempo hasta qué punto la
llevar a los esclavos hacia la libertad; esclavitud era adversa a la Religión y a
por el contrario, con cuanto m ayor fru ­ la dignidad hum ana. Nos sentíam os
to realizaba la obra con tanto m ayor vehementemente sacudidos por la situa­
celo insistía en ella, como lo atestiguan ción en que quedan los que están suje?
fehacientem ente los docum entos de la *1 tos a dominio ajeno; pero m ucho m ás
(*) Acta Sanctse Sedis, vol. XXIII, (1890), págs. 257-260. “Carta circular en que N. Smo. Sr. Papa
León XIII ordena que anualmente y en todas partes se lleve a cabo una colecta, el día :de la Epifanía
del Señor cuyo producto ha de enviarse a las regiones africanas para los misioneros católicos” . No
aparece en la 1? ed. Versión especial para la 2? edición.. —r, Los números marginales indican las
páginas del original de ASS, vol. 23. (P. H.)
[1] León XIII, Epístola In pluribus maximisque, ASS 20 (1888/89) págs. 545-559; eii esta Colección:
Encíclica 53, págs. 375-387.
— 419 —
420 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1890) 58, 3-4

acerbam ente Nos sentíamos conmovi­ aun más reciente, en una reunión que
dos al escuchar las narraciones acerca personas particulares con el mismo fin,
de las penurias que afligen a todos los tuvieron en París, se anunció abierta­
habitantes de ciertas regiones del inte­ mente que con tanto afán y constancia
rior del Africa. Aquello es demasiado iban a defender la causa de los negros
abyecto y horrendo p ara que recorde­ cuanto era el cúmulo de males que ago­
mos lo que a través de comunicaciones biaba a los esclavos.
verídicas Nos hicieron saber, y es que Por eso, al volver a ofrecérsenos la
casi 400.000 africanos, sin distinción de oportunidad para ello, no queremos de­
edad ni de sexo, son arrancados anual­ jarla pasar sin realzar y agradecer los
m ente por la fuerza de sus pagos p ri­ m éritos de los príncipes europeos a
mitivos, desde donde, en largas jo rn a­ este respecto e im plorar fervorosam en­
das, cargados de cadenas y golpeados te al Sumo Dios a fin de que otorgue
con azotes se llevan a los mercados en cumplido éxito a sus proyectos y p rin ­
que como bestias vendibles se exponen cipios de esa obra.
y venden.
4. Estím ulo papal de las misiones
3. Exito de las gestiones papales. A fricanas, rem edio de m al de la escla­
Iniciativas estatales y p articulares. P or vitud. Pero, adem ás, de la solicitud por
cuanto lo atestiguaron los que lo vie­ proteger la libertad, otra m ayor atañe
ron, y lo confirm aron recientes explo­ más de cerca Nuestro ministerio apos­
raciones del Africa equinoccial, Nos tólico, por cuanto ella Nos urge cuidar
sentíamos inflam ados por el anhelo de de que en las regiones africanas se pro ­
ayudar a esos pobres hom bres y aliviar pague la doctrina del Evangelio, la
su desgracia. P o r ello, sin demora, en­ cual, con su luz de divina verdad cuya
cargam os a Nuestro dilecto Hijo, el posesión ha de hacerlos partícipes con
C ardenal C a r l o s L a v ig e r i e , cuyo fe r­ Nosotros de la heredad del Reino de
vor y celo apostólico Nosson conocidos, Dios, deberá ilum inar a sus habitantes
recorrer las principales ciudades euro­ que están sentados en las tinieblas
peas a fin de hacer conocer la ignom i­ causadas por una ciega superstición.
nia de este nefando comercio hum ano Tanto más fervorosam ente lo procura­
y m over los ánimos de los príncipes y mos cuanto que ellos mismos, una vez
ciudadanos a socorrer a esa gente afli­ que hayan recibido esa luz, sacudirán
gida. de sus hom bros el yugo de la esclavitud
Debemos dar gracias a Dios, am antí- hum ana. Pues, donde entren en vigen­
simo R edentor de todos los hombres, cia las costum bres y leyes cristianas,
por no haber perm itido, en su bondad, donde la Religión de tal modo penetre
que Nuestros esfuerzos resultaran esté­ a los hom bres que observen la justicia
riles sino que quiso que fuesen como y honren la dignidad hum ana, donde
una semilla arro jad a en tierra fértil que abundoso corra el espíritu de la cari­
prom ete gozosa mies; pues, tanto los dad fraterna que Cristo nos enseñó,
gobiernos de los pueblos como los ca­ allí no podrá seguir subsistiendo la es­
tólicos de todo el orbe de la tierra, y clavitud, ni la crueldad, ni la barbarie
tam bién todos los hom bres que consi­ sino que florecerá la suavidad del trato
deran sagrados los derechos de las gen­ y la cristiana libertad ornada de cultura
tes y la ley natural, se hacían m utua ciudadana.
competencia estudiando de qué m anera Ya muchísimos varones apostólicos
y por medio de qué obra convenía, cual intrépidos soldados de Cristo pe­
principalm ente, arran car de raíz ese netraron en aquellas regiones, y para
comercio hum ano. lograr la salvación de Nuestros herm a­
No hace mucho, con elevado espíritu nos no solo vertieron sus sudores sino
se celebró en Bruselas un solemne Con­ tam bién su sangre. Pero por cuanto la
greso en que se reunieron los delegados mies es mucha y los operarios, pocos^2\
de los príncipes europeos, y en fecha es menester que otros muchos, movidos
[2] Mat. 9, 37; Luc. 10,2.
58, 5-7 E n c íc l ic a “ C a t h o l ic a e E c c l e s ia e ” 421

por el mismo espíritu de Dios, sin te­ de la esclavitud está en vigencia, no


m or a los peligros, incomodidades ni restrinjan la generosidad con que sue­
trabajos acudan a aquellas regiones len ayudar a las misiones católicas, al
donde se ejerce ese oprobiosísim o co­ hacer las colectas que se envían al Ins­
mercio, llevando a sus habitantes la tituto fundado en Lyon que recibiera
doctrina de Cristo que va siempre unida el nom bre de la Propagación de la Fe.
a la vrdadera libertad. Esta obra saludable que ya antes de
Verdad es que la iniciación de tan ahora recomendamos al celo de los fie­
im portante obra, m ediante la revela­ les, tam bién en esta oportunidad recla­
ción de su divinidad, ha de ilustrar m a con insistencia los medios que co­
tam bién a aquella porción desgraciada rrespondan a la am plitud de sus nece­
del género hum ano, y ha de arran carla sidades, pues, sin invertir ingentes su­
del fango de la superstición y de su mas no se puede proveer la educación
penosa situación en que despreciada y de los misioneros, los largos viajes, la
olvidada yace desde hace tanto tiempo. instalación de estaciones, la edificación
y habilitación de templos y otras cosas
necesarias de este género, inversiones
5. Colectas para reunir fondos para que por algunos años han de continuar
las misiones y la lucha contra el co­ haciéndose hasta que aquellos lugares
mercio humano. Distribución. D ecre­ donde residen los heraldos del Evange­
tamos, pues, que en el día m encionado lio se pueden defender con sus propias
(en la introducción, se recojan en las entradas.
iglesias y capillas, sujetas a tu jurisdic­
ción y se envíen a Roma, al sagrado 7. Cooperación de todos. Colecta en
Consejo p ara la propagación del nom ­ Epifanía. ¡Ojalá tuviéram os los medios
bre cristiano; el oficio del Consejo será para sostener esa obra, pero por cuanto
el de rep artir los caudales recolectados se oponen a Nuestros deseos las graves
entre las misiones que trab ajan princi­ estrecheces en que Nos hallam os os
palm ente en la abolición de la esclavi­ estimulamos con voz paternal, a ti, a
tud en las regiones africanas. Se d istri­ los demás obispos y a los católicos
buirán, empero, de tal m odo que los todos, recom endando a vuestro espíritu
fondos venidos de naciones que tienen caritativo una em presa tan santa y sa­
sus misiones católicas propias p ara de­ ludable. Nos deseamos que todos p arti­
volver la libertad a los esclavos, como cipen en ella, aunque no puedan contri­
recordamos, se entreguen a esas m isio­ buir sino con un pequeño óbolo, para
nes p ara su sostenimiento y auxilio. Las que la carga repartida entre muchos
limosnas restantes serán repartidas por resulte m ás llevadera y a todos alcance
el sagrado Consejo, después de p ruden­ la gracia de Cristo pues, de la defensa
te deliberación, entre las misiones más de su causa se trata, y todos obtengan
indigentes, cuyas necesidades se han la paz, el perdón de los pecados y los
comprobado. más eximios favores del cielo.
No dudam os, pues, que Nuestras ple­ P or eso ordenam os que anualm ente
garias por los infelices africanos las donde y cuando se celebren los m iste­
reciba el m isericordiosísim o Dios, y tú, rios de la E pifanía del Señor se reco­
Venerable Herm ano, por tu cuenta, jan fondos a modo de colecta para el
aportarás tu celo y tu trabajo p ara que sostenimiento de esta obra.
todo se cum pla colmadamente. 6 Elegimos ese solemne día porque, co­
mo bien comprendes, Venerable H er­
6. Recomendación de la Colecta de mano, en ese día se m anifestó por p ri­
la “Propagación de la Fe”. Confiamos, m era vez el Hijo de Dios a los gentiles,
además, en que los subsidios tem pora­ cuando se ofreció a los ojos de los
rios y especiales que los fieles reúnen Magos, los cuales, por esta razón, hábil­
para abolir la m ancha del comercio mente fueron llamados por Nuestro
hum ano y p ara sostener a los heraldos predecesor S a n L e ó n M a g n o “Las pri­
del Evangelio de aquellas regiones don­ micias de nuestra vocación y fe”.
422 E n c íc l ic a s d e l PP; León XIII (1890) 58, 8

8. Conclusión y bendición apostólica. E ntretanto, con gran afecto, os im ­


P or eso, alentam os la firm e esperanza partim os, a tí, Venerable Herm ano, al
de que Nuestro Señor Jesucristo, m o­ clero y a los fieles encomendados a tu
vido por el am or y las preces de sus pastoral solicitud, la Bendición Apos­
hijos que recibieron la luz de la verdad tólica.
y lo celebran con un nuevo testimonio Dado en Roma, cabe San Pedro, a
de alabanza, extienda am pliam ente su 20 de Noviembre de 1890, en el año 18
de Nuestro Pontificado.
benevolencia que florezca con gozosa
prosperidad. LEON PAPA XIII.
ENCICLICA “RERUM NOVARUM” (*}
(15-V-1891)
SOBRE EL ESTADO ACTUAL DE LOS OBREROS
L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
juntas de los prudentes, las asambleas
Motivos p ara tra ta r
I. I n t r o d u c c i ó n :
la cuestión obrera populares, el juicio de los legisladores,
a) Motivo general: su importancia y los consejos de los príncipes; de tal
gravedad. m anera, que no se halla ya cuestión
ninguna, por grande que sea, que con
1. La cuestión obrera. Una vez des­ más fuerza que ésta preocupe los áni­
pertado el afán de novedades, que hace mos de los hombres. P or esto, propo­
tanto tiem po agita los Estados, necesa­ niéndonos como fin la defensa de la
riam ente había de suceder que el deseo Iglesia y el bien común, y como otras
de hacer m udanzas en el orden político veces os hemos escrito sobre el gobier­
se extendiese al económico, que tiene no de los pueblos(1), la libertad hum a­
con aquél tanto parentesco. Efectiva­ na la constitución cristiana de los
mente, los aum entos recientes de la in ­ E s t a d o s y otras cosas semejantes,
dustria y los nuevos caminos por que cuanto parecía a propósito para refutar
van las artes, el camino obrado en las las opiniones engañosas, así ahora y
relaciones m utuas de patrones y tra b a­ por las mismas causas creemos deber
jadores, el haberse acum ulado las ri­ escribiros algo del estado y condición
quezas en unos pocos y em pobrecido la de los obreros.
m ultitud, y en los obreros la m ás clara
sensación que de su propio valer y po­ 2. Angustioso presente. M ateria es
der h an alcanzado, y la unión m ás es­ ésta que ya otras veces, cuando se ha
trecha con que unos a otros se han ofrecido la ocasión, hemos tocado; mas
juntado; y, finalm ente, la corrupción de en esta Encíclica am onéstanos la con­
las costum bres, h an hecho estallar la ciencia de Nuestro deber apostólico que
guerra. tratem os la cuestión de propósito y por
E sta guerra, cuánta gravedad entrañe completo, y de m anera que se vean bien
se colige de la viva expectación que los principios que han de dar a esta
tiene los ánimos suspensos, y de lo que contienda la solución que dem andan la
ejercita los ingenios de los doctos, las *23 verdad y la justicia.
(*) Acta Sanctae Sedis, vol. 23 (1890-91), 641-670. Versión de la 1? ed. Una disposición especial
se añadió a la 2sl edición. — L o s n ú m e r o s m a r g i n a l e s indican las páginas del original en ASS, vol.
23. (P. H.)
E n p o s t e r i o r e s d o c u m e n t o s volvieron los sucesores de León XIII sobre las doctrinas aquí expues­
tas: especialmente:
PIO X en el M o tu P r o p r i o “ F in d a l l a P r i m a ” sobre la Acción Popular cristiana, 18-XII-1903; en
osla Colecc Éncícl. 92, pág. 7037706; II f e r m o p r o p o s i t o sobre la Acción Católica, ll-IV-1905; jen esta
Colecc. Encícl. 96, pág. 738-747; P i e n i V a n im o a los Obispos de Italia sobre la Acción Popular Cris­
tiana, 28-VII-1906; en esta Colecc. Encícl. 100, pág. 764-768; N o t r e C h a r g e A p o s t o l i q u e contra “Le
Sillón” , 23-VIII-1910; en esta Colecc. Encícl. 233, pág. 2271-2286; S in g u la r i q u a d a m sobre las Asocia­
ciones Obreras Católicas, 24-IX-1912; en esta Colecc. Encícl. 111, pág. 875-878.
BENEDICTO XV luego en: A d B e a t i s s i m i sobre la caridad y la justicia cristianas. l-XI-1914; eh
esta Co’ecc. Encícl. 112, pág. 883^892; D i s c u r s o a la Sociedad Obrera de S. Joaquín, 10-III-1919: L i t t e -
rse A p o s t o l i c e a d M s g r . M a r e líi sobre los conflictos econónr'co-sociales de Bérgamo, U-III-1920;
D is c u r s o a la Asociación Italiana de Artes y Oficios, 5-XII-1921.
PIO XI, además de Q u a d r a g e s im o A n n o , 1931; en esta Colecc. Éncícl. 154, pág. 1273-1331; en U b i
a r c a n o , 23-XII-1922; en esta Colecc. Encícl. 128, pág. 1002-1017; R i t e E x p i a t i s , 30-IV-1926; en esta Co­
lecc. Encícl. 137, pág. 1077-1080; C a s ti C o n n u b i i ,' 31-XII-1930; en esta Colecc. Encícl. l5l, pág. 1232-1263.
(1) D i u t u m u m I l l u d (29-VI-1881); en está Co- (3) I m m o r t a l e D e i (l-XI-1885); en esta Colecc.
lección Encíclica 37, pág. 268-276. Encícl. 46, pág. 322-337.
(2) L i b e r t a s (20-VI-1888); en esta Colecc. En­
cícl. 51, pág. 357-372.

423
424 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, a

b) Motivos especiales: los males socia­ pretenden que es preciso acabar con la
les de la hora. propiedad privada y substituirla con la
Pero ella es difícil de resolver y la colectiva, en que los bienes de cada uno
em presa no carece de peligro. Porque sean comunes a todos, atendiendo a su
difícil es d ar la m edida justa de los de­ conservación y distribución los que ri­
rechos y deberes en que ricos y prole­ gen el Municipio o tienen el gobierno
tarios, capitalistas y operarios deben general del Estado. Con este pasar los
encerrarse. Y peligrosa es una contien­ bienes de las m anos de los particulares
da que por hom bres turbulentos y m a­ a las de la com unidad y repartir luego
liciosos frecuentem ente se tuerce para esos mismos bienes y sus utilidades con
pervertir el juicio de la verdad y mover igualdad perfecta entre los ciudadanos»
a sediciones la m ultitud. Como quiera creen que podrán cu rar la enferm edad
que sea, vemos claram ente, y en esto presente.
convienen todos, que es preciso dar 3. Refutación.
pronto y oportuno auxilio a los hom ­
bres de las clases modestas, puesto caso a) El socialismo es perjudicial al
que sin m erecerlo se hallan la m ayor obrero.
parte de ellos en u na condición desgra­ Pero tan lejos está este procedim ien­
ciada y calam itosa. to suyo de poder dirim ir la cuestión,
II. P rimera P arte (negativa) que antes perjudica a los obreros m is­
mos; y es adem ás grandem ente injusto,
1. Planteamiento del problema: Causas porque hace fuerza a los que legítim a­
del malestar. m ente poseen, pervierte los deberes del
Pues destruidos en el pasado siglo Estado e introduce una completa con­
los antiguos gremios obreros, y no ha- fusión entre los ciudadanos.
béndoseles dado en su lugar defensa
ninguna, por haberse apartado las ins­ b) La supresión de la propiedad
tituciones y leyes públicas de la Reli­ es injusta.
gión de nuestros padres, poco a poco A la verdad, todos fácilmente entien­
ha sucedido hallarse los obreros entre­ den que la causa principal de em plear
gados, solos e indefensos, por la condi­ su trabajo los que se ocupan en algún
ción de los tiempos, a la inhum ani­ arte lucrativo, y el fin a que próxim a­
dad de sus amos y la desenfrenada co­ mente m ira el operario son éstos: pro ­
dicia de sus competidores. A aum entar curarse alguna cosa y poseerla como
el m al vino la voraz usura, la cual, au n ­propia suya con derecho propio y per­
que más de una vez condenada por sen­ sonal. Porque si el obrero presta a otro
tencia de la Iglesia, sigue siempre, bajo sus fuerzas y su industria, las presta
diversas form as, la m ism a en su ser, con el fin de alcanzar lo necesario para
ejercitada por hom bres avaros y codi­ vivir y sustentarse; y por esto con el
ciosos. Júntase a esto que los contratos trabajo que de su parte pone, adquiere
de las obras y el comercio de todas las un derecho verdadero y perfecto, no
cosas está casi todo en m anos de pocos sólo para exigir su salario, sino para
de tal suerte, que unos cuantos opulen­ hacer de éste el uso que quisiere. Lue­
tos hom bres y riquísim os han puesto go, si gastando poco de ese salario aho­
sobre los hom bros de la m ultitud in n u ­ rra algo, y para tener más seguro este
m erable de proletarios un yugo que di­ ahorro, fruto de su parsim onia, lo em­
fiere poco del de los esclavos plea en una finca, síguese que la tal
finca no es más que aquel salario bajo
2. La solución falsa del socialismo. otra form a; y, por lo tanto, la finca que
3. Solución socialista. P ara rem edio el obrero así com pró debe ser tan suya
de este mal, los socialistas, después de propia como lo era el salario que con
excitar en los pobres el odio a los ricos,4 su trabajo ganó. Ahora bien; en esto
(4) En Graves de Commani 18-1-1901; en esta Colecc. Encícl. 111, 2 pág. 876, Pío X, que la
Colecc. Encíclica 84, 10 pág. 640, insistirán León ‘‘cuestión social” no es solo una cuestión eco­
XIII, y en Singulari quadam, 24-IX-1912; en esta nómica sino también moral y religiosa.
5 0 , 4 -6 E n c íc l ic a “ R ér u m N ovarum ” 425

precisam ente consiste, como fácilmente que se diferencian específicamente de


se deja entender, el dominio de bienes las bestias, es el entendim iento o la
muebles o inmuebles. Luego el em pe­ razón. Y por esto, por ser el hom bre el
ñarse los socialistas en que los bienes solo anim al dotado de razón, hay que
de los particulares pasen a la com uni­ conceder necesariam ente al hom bre la
dad, em peora la condición de los obre- facultad, no sólo de usar, como los de­
643 ros, porque quitándoles la libertad de más animales, sino de poseer con dere­
hacer de su salario el uso que quisieren, cho estable y perpetuo, así las cosas
les quitan la esperanza y aun el poder que con el uso se consumen, como las
de aum entar sus bienes propios y sacar que, aunque usemos de ellas, no se
de ellos otras utilidades. acaban.

1. p ara el individuo 5. La naturaleza del hombre recla­


ma el dominio y la propiedad privada.
4. La solución socialista combate la Lo cual se vé aún más claro si se estu­
justicia. Pero, y esto es aú n m ás grave, dia en sí y más íntim am ente la n a tu ra ­
el remedio que proponen pugna abier­ leza del hom bre. Este, porque con la
tam ente con la justicia; porque poseer inteligencia abarca cosas innum erables
algo como propio y con exclusión de y a las presentes ju n ta y enlaza las fu ­
los demás, es un derecho que dió la turas, y porque adem ás es dueño de
naturaleza a todo hom bre. Y a la ver­ sus acciones, por esto, sujeto a la ley
dad, aun en esto hay grandísim a dife­ eterna y a la potestad de Dios que todo
rencia entre el hom bre y los demás ani­ lo gobierna con providencia infinita, él
males. Porque éstos no son dueños de a sí mismo se gobierna con la providen­
sus actos, sino que se gobiernan por cia de que es capaz su razón, y por esto
un doble instinto n atu ral que m antiene tam bién tiene la libertad de elegir aque­
en ellos despierta la facultad de obrar llas cosas que juzgue más a propósito
y a su tiem po les desenvuelve las fuer­ para su propio bien, no sólo en el tiem ­
zas y excita y determ ina cada uno de po presente, sino aun en el que está
sus movimientos. Muéveles el uno de por venir. De donde se sigue que debe
estos instintos a defender su vida, y el el hom bre tener dominio, no sólo de
otro a conservar su especie. Y entram ­ los frutos de la tierra sino además la
bas cosas fácilm ente las alcanzan con tierra misma, porque de la tierra vé que
sólo usar de lo que tienen presente; ni se producen para nonerse a su servicio
pueden en m anera alguna pasar más las cosas que él ha de necesitar en lo
adelante, porque los mueve sólo el sen­ porvenir. Dan en cierto modo las ne- 644
tido y las cosas singulares que con los cesidades de todo hom bre perpetuas
sentidos perciben. vueltas, y así, satisfechas hoy, vuelven
m añana a ejercer su imperio. Debe,
Va contra la naturaleza humana. pues, la naturaleza haber dado al hom ­
Pero m uy distinta es la naturaleza del bre algo estable y que perpetuam ente
hombre. Existe en él toda entera y per­ dure, para que de ella perpetuam ente
fecta la naturaleza anim al, y por eso, pueda esperar el alivio de sus necesida­
no menos que a los otros animales, se des. Y esta perpetuidad nadie sino la
ha concedido al hom bre por razón de tierra con sus frutos puede darla.
ésta su naturaleza anim al, la facultad
de gozar del bien que hay en las cosas 6. Rechaza la intromisión del Esta­
corpóreas. Pero esta naturaleza anim al do. Ni hay p ara qué se entrom eta el
aunque sea en el hom bre perfecta, cuidado y providencia del Estado, p o r­
dista tanto de ser ella sola toda la n a ­ que m ás antiguo que el Estado es el
turaleza hum ana, que es m uy inferior hom bre, y por esto, antes que se fo rT
a ésta y de su condición nacida a suje­ mase Estado ninguno, debió recibir el
tarse a ella y obedecerla. Lo que en hom bre de la naturaleza el derecho de
nosotros cam pea y sobresale, lo que al cuidar de su vida y de su cuerpo. Mas
hom bre da el ser de hom bre y por lo el haber dado Dios la tierra a todo el
426 E n c íc l ic a s d e l PF. León XIII (1891) 59, 7

linaje hum ano, p ara que use de ella y Sería injusto el despojo de las me­
la disfrute, no se opone en m anera al­ joras efectuadas. Tan clara es la fu er­
guna a la existencia de propiedades za de estos argum entos, que causa ad­
particulares. m iración ver que haya algunos que
piensan de otro modo resucitando enve­
Los designios divinos no se oponen jecidas opiniones; los cuales conceden,
a la propiedad. Porque decir que Dios es verdad, al hom bre, aun como p arti­
h a dado la tierra en com ún a todo el cular, el uso de la tierra y de los frutos
linaje hum ano, indistintam ente, sean varios que de ella, cuando se cultiva,
señores de toda ella, sino que no señaló se producen; pero abiertam ente le nie­
Dios a ninguno en particular la parte gan el derecho de poseer como señor y
que había de poseer, dejando a la in ­ dueño el solar sobre que levantó un
dustria del hom bre, y a las leyes de los edificio, o a la hacienda que cultivó. Y
pueblos la determ inación de lo que ca­ no ven que al negar este derecho al
da uno en particular había de poseer. hom bre le quitan cosas que con su
P or lo demás, aun después de repartida trabajo adquirió. Pues un campo cuan­
entre personas particulares, no cesa la do lo cultiva la m ano y lo trab aja la
tierra de servir a la utilidad común, industria del hom bre, cam bia m uchísi­
pues no hay m ortal ninguno que no se m o de condición; hácese de silvestre
sustente de lo que produce la tierra. /fructuoso y de infecundo feraz. Y aque­
Los que carecen de capital lo suplen llas cosas que lo han así m ejorado, de
con su trabajo, de suerte que con ver­ tal modo se adhieren y tan íntim am ente
dad se puede afirm ar que todo el arte se mezclan con el terreno, que m uchas
de adquirir lo necesario p ara la vida y de ellas no se pueden ya en m anera
m antenim iento se funda en el trabajo alguna separar. Ahora bien; que venga
que, o se emplea en una finca, o en una alguien a apoderarse y disfrutar del pe­
industria lucrativa, cuyo salario, en dazo de tierra en que depositó otro su
últim o térm ino, de los frutos de la tie­ propio sudor; ¿perm itirálo la justicia?
rra se saca o con ellos se perm uta. 7 Como los efectos siguen la causa de que
son efectos, así el fruto del trabajo es
7. La propiedad p rivada es conforme justo que pertenezca a los que trab a­
a la natu raleza del hom bre. Dedúcese jaron.
de aquí tam bién que la propiedad p ri­
vada es claram ente conform e a la n a ­ Consentimiento unánime del género
turaleza. Porque las cosas que para humano al respecto. Con razón, pues,
conservar la vida, y más aún, las que la totalidad del género hum ano, hacien­
p ara perfecionarla son necesarias, p ro ­ do poco caso de las opiniones discordes
dúcelas la tierra, es verdad, con grande de unos pocos, y estudiando diligente­
abundancia, m as sin el cultivo y cuida­ m ente la naturaleza, en la m isma ley
do de los hom bres no las podría produ­ natural halla el fundam ento de la divi­
cir. Ahora bien; cuando en p reparar sión de bienes y la propiedad privada,
estos bienes naturales gasta el hom bre tanto que, como m uy conformes a la
la industria de su inteligencia y las naturaleza hum ana y a la pacífica y
fuerzas de su cuerpo, por el mismo tranquila convivencia, las ha consagra­
hecho se aplica a sí aquella parte de la do en el uso de todos los siglos. Este
naturaleza m aterial que cultivó, y en la derecho de que hablam os lo confirm an,
que dejó im presa u na como huella o y hasta con la fuerza lo defienden, las
figura de su propia persona; de modo leyes civiles, que, cuando son justas, de
que no puede menos de ser conform e la misma ley natural derivan su efica­
a la razón que aquella parte la posea cia. Y este mismo derecho sancionaron
el hom bre como suya y a nadie en m a­ con su autoridad las divinas leyes, que
nera alguna le sea lícito violar su de­ aun el desear lo ajeno gravísimamente
recho. prohíben. No codiciarás la mujer de tu
59. 8-9 E n c íc l ic a “ R eru m N ovarum ” 427-

prójimo, ni su casa, ni campo, ni siervo, El Estado y la familia. Lo m ism o


ni buey, ni asno, ni cosa alguna de las que el Estado es la familia, como antes
que son suyas^5K hemos dicho, una verdadera sociedad
regida por un poder que le es propio,
2. p ara la fam ilia a saber: el paterno. P or esto, dentro de
los límites que su fin próxim o le pres­
8. La propiedad familiar y la socie­
cribe, tiene la fam ilia en el procurar y
dad doméstica. Estos derechos, que a aplicar los medios que p ara su bienes­
los hom bres aun separados competen, ta r y justa libertad son necesarios, de­
se ve que son aún más fuertes si se les rechos iguales, por lo menos, a los dé
considera trabados y unidos con los la sociedad civil. Iguales, por lo menos,
deberes que los mismos hom bres tienen hemos dicho, porque como la fam ilia o
cuando viven en familia. Cuanto al ele­ sociedad doméstica se concibe y de he­
gir el género de vida, no hay duda que cho existe antes que la sociedad civil,
puede cada uno a su arbitrio escoger síguese que los derechos y deberes de
una de dos cosas: o seguir el consejo aquélla son anteriores y m ás inmedia*
de J e s u c r is t o guardando virginidad, o tam ente naturales que los de ésta. Y si
ligarse con los vínculos del m atrim o­ los ciudadanos, si las familias al for­
nio. Ninguna ley hum ana puede quitar m ar parte de una com unidad y socie­
al hom bre el derecho n atu ral y prim a­ dad hum anas hallasen en vez de auxi­
rio que tiene a contraer m atrim onio, ni lio estorbo y en vez de defensa dism i­
puede tam poco ley ninguna hum ana nución de su derecho, sería más bien
poner en modo alguno límites a la cau­ de aborrecer que de desear la sociedad.
sa principal del m atrim onio, cual la
estableció la autoridad de Dios en el 9. El error de la intromisión estatal
principio. Creced y multiplicaos(6L He en la familia. Q uerer, pues, que se en ­
aquí la fam ilia o sociedad doméstica, trom éta el poder civil hasta lo íntim o
pequeña a la verdad, pero verdadera del hogar, es un grande y pernicioso
sociedad y anterior a todo Estado, y error. Cierto que si alguna fam ilia se
que por lo tanto, debe tener derechos y hallase en extrem a necesidad y no p u ­
deberes suyos propios, y que de n in ­ diese valerse ni salir por sí de ella en
guna m anera dependan del Estado. Me­ m anera alguna, justo sería que la auto­
nester es, pues, traspasar al hom bre ridad pública remediase esta necesidad
como cabeza de familia, aquel derecho extrema, por ser cada una de las fam i­
de propiedad que hemos dem ostrado lias una parte de la sociedad. Y del m is­
que la naturaleza dió a cada uno en mo modo, si dentro del hogar dom ésti­
646 p articular; m ás aún, el derecho éste es co surgiere una perturbación grave de
tanto m ayor y más fuerte, cuanto son los derechos m utuos, interpóngase la
más las cosas que en la sociedad do­ autoridad pública para dar a cada uno
méstica abarca la persona del hom bre. el suyo, pues no es esto u su rp ar los
Ley santísim a de la naturaleza es que derechos de los ciudadanos, sino pro-
deba el padre de fam ilia defender, ali­ tejerlos y asegurarlos con una justa y
m entar, y, con todo género de cuidados, debida tutela. Pero es m enester que
atender a los hijos que engendró; y de aquí se detengan los que tienen el cargo
la m ism a naturaleza se deduce que a de la cosa pública; pasar estos límites
los hijos, los cuales, en cierto modo, no lo perm ite la naturaleza. Porque es
reproducen y perpetúan la persona del tal la patria potestad, que no puede ser
padre, debe éste querer adquirirles y ni extinguida ni absorbida por el Esta*
prepararles los medios con que h o n ra­ do, puesto que su principio es igual e
dam ente puedan en la peligrosa carrera idéntico al de la vida mism a de los
de la vida defenderse de la desgracia. hombres. Los hijos son algo del padre,
Y esto no lo puede hacer sino pose­ y como una amplificación de la perso­
yendo bienes útiles que pueda en h eren­ na del padre; y si queremos hablar con
cia trasm itir a sus hijos. propiedad, no por sí mismos, sino por
(5) Deut. 5, 21. (6) Gén. 1, 28.
428 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 10-12

la com unidad doméstica en que fueron teria, porque cuestión es ésta a la cual
engendrados, entran a form ar parte de no se hallará solución ninguna acepta­
la sociedad civil. Y por esta misma ra ­ ble, si no se acude a la Religión y a la
zón, porque los hijos son naturalmente Iglesia. Y como la guarda de la Religión
algo del padre... antes de que lleguen a y la adm inistración de la potestad de
tener el uso de su libre albedrío, están la Iglesia a Nos principalísim am ente in ­
647 sujetos al cuidado de sus padres í7>. cumbe, con razón, si calláram os se juz­
Cuando, pues, los socialistas, descuida­ garía que faltábam os a nuestro deber.
da la providencia de los padres, in tro ­ Verdad es que cuestión tan grave de­
ducen en su lugar la del Estado, obran m anda la cooperación y esfuerzos de
contra la justicia natural, y disuelven otros, es a saber: de los príncipes y ca­
la trabazón del hogar doméstico. bezas de los Estados, de los amos y de
los ricos, y hasta de los mismos prole­
3. es subversivo en el orden social tarios de cuya suerte se trata; pero, sin
10. Doctrina socialista trastorna. Y duda alguna, afirm am os que serán va­
fuera de esta injusticia, véase dem asia­ nos cuantos esfuerzos hagan los hom ­
do claro cuál sería en todas las clases bres, si desatienden a la Iglesia. Porque
el trastorno y perturbación a que se la Iglesia es la que del Evangelio saca
seguiría una d ura y odiosa esclavitud doctrinas tales, que bastan o a dirim ir
de los ciudadanos. Abriríase la puerta completamente esta contienda, o por
a m utuos odios, m urm uraciones y dis­ lo menos, a quitarle toda aspereza y h a ­
cordias; quitado al ingenio y diligencia cerla así más suave: ella es la que tra ­
de cada uno todo estímulo, secaríanse baja, no sólo en instruir el entendi­
necesariam ente las fuentes mismas de miento, sino en regir con sus preceptos
la riqueza, y esa igualdad que en su la vida y las costum bres de todos y cada
pensam iento se forjan, no sería en he­ uno de los hom bres; ella, la que con
cho de verdad, otra cosa que un estado m uchas útilísim as instituciones pro ­
tan triste como innoble de todos los mueve el m ejoram iento de la situación
hom bres sin distinción alguna. De todo de los proletarios; ella, la que quiere y
lo cual se ve que aquel dictam en de los pide que se aúnen los pensamientos y
socialistas, a saber, que toda propiedad las fuerzas de todas las clases, para
ha de ser común, debe absolutam ente poner remedio, el m ejor que sea posi­
rechazarse, porque daña a los mismos ble, a las necesidades de los obreros, y
a quienes se tra ta de socorrer; pugna para conseguirlo, cree que se deben
con los derechos naturales de los indi­ emplear, aunque con peso y medida,
viduos y p ertu rb a los deberes del E sta­ las leyes mismas y la autoridad del
do y la tranquilidad común. Quede, Estado.
pues, sentado que cuando se busca el I. Principios generales de solución
modo de aliviar a los pueblos, lo que partiendo del concepto de la cul­
principalm ente y como fundam ento de tu ra y sociedad cristianas.
todo se ha de tener, es esto: que se debe
guardar intacta la propiedad privada. 12. Primer principio general: la de­
Esto probado, vamos a declarar dónde sigualdad humana. Sea, pues, el prim er
hay que ir a buscar el remedio que se principio, y como la base de todo, que
desea. no hay más remedio que acomodarse a
III. S egunda P arte (positiva) la condición hum ana que en la sociedad
civil no pueden todos ser iguales, los
A) La Intervención de la Iglesia: Pro­ altos y los bajos. Afánanse, es verdad,
pone la solución mediante una re­ por ello los socialistas, pero es en vano
forma social. y contra la naturaleza m ism a de las
11. La intervención de la Iglesia. cosas ese afán. Porque ha puesto en
Animosos y con derecho claram ente los hom bres la naturaleza misma gran­
nuestro, entram os a tra ta r de esta m a­ dísimas y m uchísim as desigualdades.
(7) S. Tom. 2. 2, q. 10 a. 12.
50, 13 E n c íc l ic a “ R erum N ovarum ” 429

No son iguales los talentos de todos, ni naturaleza para estar peleando los unos
igual el ingenio, ni la salud, ni las fu er­ con los otros en perpetua guerra. Lo
zas; y la necesaria desigualdad de estas cual es tan opuesto a la razón y a la
cosas síguese espontáneam ente desi­ verdad, que, por el contrario, es cier-
gualdad en la fortuna. Lo cual es cla­ tísim o que así como en el cuerpo se
ram ente conveniente a la utilidad, así unen miembros entre sí diversos, y de
de los particulares como de la com uni­ su unión resulta esa disposición de todo
dad; porque necesita p ara su gobierno el ser, que bien podríam os llam ar si­
la vida com ún de facultades diversas y m etría, así en la sociedad civil ha orde­
oficios diversos principalísim am ente nado la N aturaleza que aquellas dos
mueve a los hombres, es la diversidad clases se junten concordes entre sí y
de la fortuna de cada uno. Y por lo se adapten la una a la otra de modo que
que al trabajo corporal toca, ni aun en se equilibren. Necesita la una de la otra
el estado de la inocencia había de estar enteram ente; porque sin trabajo no
el hom bre completam ente ocioso; mas puede haber capital, ni sin capital tra ­
lo que p ara esparcim iento del ánimo bajo. La concordia engendra en las co­
habría entonces librem ente buscado la sas herm osura y orden; y al contrario,
voluntad, eso mismo después por nece­ de una perpetua lucha no puede menos
sidad, y no sin fatiga, tuvo que hacer de resultar la confusión ju n ta con una
en expiación de su pecado. Maldita será salvaje ferocidad. Ahora bien; para
la tierra en tu obra; con afanes comerás acabar con esa lucha y hasta para cor­
de ella todos los días de tu uida^8K Y ta r las raíces mismas de ella, tiene la
del mismo modo no h an de tener fin Religión cristiana una fuerza adm irable
en este m undo las otras penalidades, y múltiple.
porque los males que al pecado siguie­
ron son ásperos de sufrir, duros y difí­ II. Remedios que ofrece la Iglesia.
ciles, y de necesidad han de acom pañar
al hom bre hasta lo últim o de su vida. 1) Doctrina social
Así que sufrir y padecer es la suerte del a) sobre la justicia
hombre, y por más experiencias y ten­
tativas que el hom bre haga, con n in ­ Y en prim er lugar, el conjunto de
guna fuerza, con ninguna industria po­ las enseñanzas de la Religión, de que
drá arran car enteram ente de la vida es intérprete y depositaría la Iglesia,
hum ana estas incomodidades. Los que puede m ucho para com poner entre sí
dicen que lo pueden hacer, los que al y unir a los ricos a los proletarios, p o r­
desgraciado pueblo prom eten una vida que a ambos enseña sus m utuos debe­
exenta de toda fatiga y dolor y regalada res y en especial los que dim anan de
con holganza e incesantes placeres, lo la justicia.
inducen a error, lo engañan con fraude
de que b ro tarán algún día males m ayo­ Deberes del obrero. De estos debe­
res que los presentes. Lo m ejor es m i­ res, los que tocan al proletario y obrero
ra r las cosas hum anas como son en sí, son: poner de su parte íntegra y fiel­
y al mismo tiempo buscar en otra p a r­ m ente el trabajo que libre y equitativa­
te, como ya hemos dicho, el remedio m ente se ha contratado; no perjudicar
conveniente a estas incomodidades.13 en m anera alguna al capital, ni hacer
violencia personal a sus dueños, al de­
13. Segundo principio general: unión fender sus propios derechos abstenerse
entre las clases sociales, no lucha. El de la fuerza, y nunca arm ar sediciones
capital y el trab ajo . H ay en la cuestión ni hacer juntas con hom bres malvados
que tratam os un m al capital, y es el que m añosam ente les ponen delante
figurarse y pensar que son unas clases desmedidas esperanzas y grandísim as
de la sociedad por su naturaleza ene­ promesas, a que se sigue casi siempre
migas de otras, como si a los ricos y a un arrepentim iento inútil y la ruina dé
los proletarios los hubiera hecho la sus fortunas.
(8) Gén. 3, 17.
430 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 14

Deberes del patrono. A los ricos y a ahorros de los proletarios, ni con vip-=
los dueños toca: que no deben tener a lencia, ni con engaño, ni con los a rtife
los obreros por esclavos, que deben en cios de la usura y esto aun con m ayór
ellos respetar la dignidad en la persona razón, porque no están ellos suficiente­
y la nobleza que a esa persona añade m ente protegidos contra quien les quite
lo que se llam a carácter de cristiano. sus derechos o les incapacite para trar
Que si se tiene en cuenta la razón bajar, y porque sus haberes, cuanto
natu ral y la filosofía cristiana, no es más pequeños son, tanto más deben ser
vergonzoso p ara el hom bre ni le rebaja respetados.
el ejercer un oficio por salario, pues le
habilita el tal oficio p ara poder h o n ra­ b) sobre el fin suprem o de las clases
dam ente sustentar su vida. Que lo que
verdaderam ente es vergonzoso e in h u ­ 14. El concepto católico de la vida y
m ano es abusar de los hombres, como de las riquezas. La obediencia a estas
si no fuesen m ás que cosas, p ara sacar leyes, ¿no es verdad que bastaría elíá
provecho de ellos, y no estim arlos en sola a quitar la fuerza y acabar con las
más que lo que dan de sí sus músculos causas de esta contienda? Pero la Igle­
sia, enseñada y guiada por Jesucristo,
y sus fuerzas. Ordénase asimismo que
aspira a algo m ás grande; es decir,
en los proletarios se tenga en cuenta
ordena algo que es más perfecto, y
la Religión y el bien de sus almas
Y por esto deber es de sus amos hacer pretende con ello ju n tar en unión ín ti­
ma y am istad una clase con otra. E n ­
que a sus tiem pos se dedique el obrero
tender lo que en verdad son y apreciar
a la piedad; no exponerlo a los atracti­
en lo que de veras valen las cosas pe­
vos de la corrupción ni a los peligros
recederas, es imposible, si no se ponen
de pecar, ni en m anera alguna estorbar­
los ojos del alm a en la otra vida que
le el que atienda a su fam ilia y el cui­
no ha de tener fin; vida que, si se qui­
dado de ah o rrar. Asimismo, no im po­
ta, se destruirá inm ediatam ente el con­
nerle más trabajo del que sus fuerzas
cepto y verdadera noción del bien, y
pueden soportar ni tal clase de trabajo
hasta se convertirá este universo en un
que no lo sufran su sexo y su edad.
misterio inexplicable a toda investiga­
Principal deber del empleador: sala­ ción hum ana. Así, pues, lo que del m a­
rio justo. Pero entre los principales gisterio de la naturaleza misma ap ren ­
deberes de los amos, el principal es dar dimos, es tam bién dogma de la fe cris­
a cada uno lo que es justo. Sabido es tiana, en que como en principal fu n d a­
que p ara fijar conform e a justicia el mento estriba la razón y el ser todo de
límite del salario, m uchas cosas se han la Religión, a saber: que cuando salga­
de tener en consideración; pero en ge­ mos de esta vida, entonces hemos de
neral deben acordarse los ricos y los comenzar de veras a vivir. Porque Dios
650 em presarios que oprim en en provecho no creó al hom bre p ara estas cosas pe­
propio a los indigentes y menesterosos, recederas y caducas, sino para las celes­
y de la pobreza ajena tom ar ocasión tiales y eternas; ni nos dió la tierra por
p ara m ayores lucros, es contra todo de­ habitación perpetua, sino por lugar de
recho divino y hum ano. Y el defraudar destierro. A bundar o carecer de rique­
a uno el salario que se le debe es un zas y de las otras cosas que se llam an
gran crim en que clam a al cielo por ven­ bienes, nada im porta para la bienaven­
ganza. Mirad que el jornal que defrau­ turanza eterna; lo que im porta m ás que
dasteis a los trabajadores clama; y el todo es el uso que de esos bienes h a ­
clamor de ellos suena en los oídos del gamos. Las varias penalidades de que
Señor de los ejércitos está como tejida la vida m ortal, no las
quitó Jesucristo con su copiosa reden­
Otros abusos. Finalm ente, con ex tre­ ción, sino las trocó en incentivos de
mo cuidado deben guardarse los amos virtudes y m ateria de merecer, de tal
de perjudicar en lo m ás m ínim o a los9 suerte, que ninguno de los m ortales
(9 ) J a c . 5, 4.
59^ 15 E n c íc l ic a “ R érum N ovarum ” 431

puede alcanzar los bienes sempiternos, rzo(14). Mas si se pregunta qué uso se
si no es cam inando sobre las ensan­ debe hacer de esos bienes, la Iglesia, sin
grentadas huellas de Jesucristo. Si su­ titubear, responde: Cuanto a esto, no
friéremos con El, reinaremos también debe poseer el hombre las cosas exter­
con jE7 (10)123*. Sobrellevando El, por su vo­ nas como propias, sino como comunes;
luntad, trabajos y torm entos, por adm i­ es decir, de tal suerte, que fácilmente
rable modo tem pló la fuerza de esos las comunique con otros cuando éstos
mismos trabajos y torm entos, y no sólo las necesiten. Por lo cual dice el Após­
con su gracia y con la esperanza de un tol: manda a los ricos de este siglo...
premio eterno que pone delante de nos­ que den y reparten francamente(15).
otros, hizo más fácil el sufrir dolores: Verdad es que a nadie se m anda soco­
porque lo que aquí es para nosotros rre r a otros con lo que p ara sí o para
una tribulación momentánea y ligera, los suyos necesita, ni siquiera dar a
engendra en nosotros de un modo ma- otros lo que para el debido decoro de
rauilloso un peso eterno de gloria{11K su propia persona ha m enester; pues
nadie está obligado a vivir de un modo
15. R eflexión religiosa, dirigida a los que a su estado no convenga(16>. Pero
ricos. Adviértese, por lo tanto, a los satisfecha la necesidad y el decoro, de­
que tienen riquezas, que no libran ellas ber nuestro es, de lo que sobra, socorrer
de dolor, ni en nada aprovechan para a los indigentes. Lo que sobra dadlo de
la eterna B ienaventuranza, sino que limosna^17). No son éstos, excepto en
antes dañan^12); que deben a los ricos casos de extrem a necesidad, deberes de
infundir terro r las extraordinarias am e­ justicia, sino de caridad cristiana, a la
nazas que les hace J e s u c r is t o ^13>, y que cual no tienen derecho de contradecir
ha de llegar un día en que darán en el las leyes. Porque anterior a las leyes y
tribunal de Dios severísima cuenta del juicios de los hom bres es la ley y juicio
uso que hicieron de sus riquezas. de J e s u c r is t o , que de m uchas m aneras
aconseja que nos acostum brem os a dar
c) sobre el principio fundam ental: limosna: cosa más bienaventurada es
Distinción entre propiedad y uso dar que recibir(18); y que tendrá por
de ella. hecha o negada a sí propio la caridad
que hiciéremos o negáremos a los po­
Acerca del uso que se debe hacer de bres: en cuanto lo hicisteis a uno de
las riquezas, hay una doctrina excelente estos mis hermanos pequeñitos, a mí
e im portantísim a que la filosofía co­ lo hicisteis(19).
lum bró, pero que la Iglesia perfeccionó
y enseña y trab aja porque no sea sólo Sólo adm inistradores. E n sum a, los
conocida, sino observada o aplicada a que m ayor abundancia de bienes han
las costum bres. El principio fundam en­ recibido de Dios, ya sean esos bienes
tal de esta doctrina es el siguiente: que corporales y externos o espirituales e
se debe distinguir entre la justa pose­ internos, para esto los h an recibido, p a­
sión del dinero y el uso justo del mismo ra que con ellos atiendan a su perfec­
dinero. Poseer algunos bienes en p a rti­
ción propia, y al mismo tiempo, como
cular, es, como poco antes hemos visto,
derecho n atu ral al hom bre; y u sar de m inistros de la divina Providencia, al
ese derecho, m ayorm ente, cuando se provecho de los demás. Así, pues, el
vive en sociedad, no sólo es lícito, sino que tuviere talento, cuide de no callar;
absolutam ente necesario. Lícito es que el que tuviere abundancia de bienes,
el hombre posea algo como propio. Es vele no se entorpezca en él la largueza
además, para la vida humana necesa- de la misericordia; el que supiere un
(10) II Tim. 2, 12. (15) S. Thom. 2, 2, q. 65 a. 2.
(11) II Cor. 4, 17. (16) S. Thom. 2, 2, q. 32 a. 6.
(12) Mat. 19, 23-24. (17) Luc. 11, 41.
(13) Luc. 6, 24-25. (18) Hech. 20, 35.
(54) S. Thom. 2, 2, q. 06 a. 2. (19) Mat. 25, 40.
432 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 5 9 , 1 6 -1 8

oficio con que manejarse, ponga gran­ acorta, y no habrá dificultad en conse­
de empeño en hacer al prójimo partici­ guir que se unan con estrecho vínculo
pante de su utilidad y provecho^ . de am istad la una con la otra clase.

o) sobre la dignidad del trabajo e) sobre los lazos de la fraternidad


cristiana
16. El trabajo no deshonra. A los
17. Unión en Cristo. Estas dos clases,
que carecen de bienes de fortuna en­
si a los preceptos de Cristo obedecieren, 65
séñales la Iglesia a no tener a deshonra,
no sólo en am istad, sino verdaderam en­
como no la tiene Dios, la pobreza, y no
te en am or de herm anos se unirán.
avergonzarse de tener que ganar el sus­
Porque sentirán y entenderán que todos
tento trabajando. Todo lo cual lo con­
los hom bres sin distinción alguna han
firm ó con sus obras y hechos Cristo
sido criados por Dios, Padre com ún de
Nuestro Señor, que p ara salvar a los
todos; que todos tienden al mismo bien,
hom bres se hizo pobre siendo rico<2D;
como fin, que es Dios mismo, único
y aunque era Dios e Hijo de Dios, qui­
que puede dar bienaventuranza perfec­
so, sin embargo, m ostrarse y ser tenido
ta a los hom bres y a los ángeles; que
por hijo de un artesano; y aun no re­
todos y cada uno han sido por favor
husó gastar una gran parte de su vida
de Jesucristo igualmente redimidos y
trabajando como artesano. ¿No es éste
elevados a la dignidad de hijos de
el artesano hijo de María?(22\ Quien Dios, de tal m anera que, no sólo entre
este divino ejem plo tuviere ante los
sí, sino aun con Cristo Señor Nuestro,
ojos, entenderá m ás fácilm ente lo que
sigue, a saber, que la verdadera digni­
primogénito entre muchos hermanos,
los enlaza verdaderam ente un paren­
dad y excelencia del hom bre en las
tesco de herm anos. Y asimismo, que
costumbres, es decir, en la virtud con­
los bienes de naturaleza y los dones de
siste: que la virtud es patrim onio co­
la gracia divina pertenecen en común y
m ún a todos los m ortales, y que igual­
sin diferencia alguna a todo linaje h u ­
mente lo pueden alcanzar los altos y
mano, y que nadie, como no se haga
los bajos, los ricos y los proletarios; y
indigno, será desheredado de los bienes
que solo a las virtudes y al mérito, en
celestiales. Si hijos, también herederosT
quien quiera que se hallen, se ha de
verdaderamente herederos de Dios y
d ar el prem io de la eterna bienaventu^
coherederos con Cristo(25>.
ranza. Y no sólo esto, sino que a los
Tal es la naturaleza de los deberes y
afligidos por alguna calam idad se ve
derechos que la filosofía cristiana en­
m ás inclinada la voluntad del mismo
seña. ¿No es verdad que en brevísimo
Dios; pues bienaventurados llam a J e ­
tiempo parece que se acabaría toda con­
s u c r is t o a los pobres <2
0123)24; am antísim a-
tienda, donde en la sociedad civil p re­
mente llam a a sí, p ara consolarlos, a
valeciese esta doctrina?
los que están en algún trabajo o aflic­
ción^24^ y a los más abatidos, y a los
que injustam ente son oprimidos, ab ra­ 2) La acción de la Iglesia
za con especial am or. Cuando estas ver­ 18. Una reforma moral íntima. F i­
dades se conocen, fácilm ente se reprim e nalm ente, no se contenta la Iglesia con
la hinchazón de ánim o de los ricos y m ostrar los medios con que este m al
se levanta el abatim iento de los pobres, se ha de curar; ella, con sus propias
y se doblegan los unos a ser benignos manos, aplica las medicinas. Porque to­
y los otros a ser humildes. Y de esta do su afán es educar y form ar, a los
suerte, la distancia que entre unos y hom bres conform e a sus enseñanzas y
otros quisiera poner la soberbia, se doctrinas; y con el auxilio de los O biv
(20) S. Greg. Mag. In Evang. Hom. IX, n. 7. (25) Rom. 8, 17. En: Notre Charge Apostolique
(21) II Cor. 8, 9. (23-VIII-1910) Pío X condenará la doctrina erró­
(22) Me. 6, 3. nea de Le Sillón que éste había elaborado acerca
(23) Mat. 5, 3. de las bases y consecuencias de la fraternidad
humana. (Ver en esta Colcce. Encícl. 233, 22
(24) Mat. 11, 28. [apéndice] pág. 2278).
59, 19-20 E n c íc l ic a “ R erum N o v a r u m ’* 433

pos y del Clero, procura extender cuan­ este remedio no puede ser otro que la
to más puede los saludabilísim os rau d a­ restauración de la vida e instituciones
les de su doctrina. Esfuérzase, además, cristianas. Cuando las sociedades se des­
en penetrar hasta lo íntim o del alm a y m oronan, exígese rectam ente que, si se
doblegar las voluntades p ara que se de­ quieren restaurar, vuelvan a los princi­
jen regir y gobernar en conform idad pios que les dieron el ser. Porque en
con los divinos preceptos. Y en esta esto consiste la perfección de todas las
parte, que es la principal y más im por­ asociaciones, en trab ajar por conseguir
tante, por depender de ella la sum a toda el fin para que fueron establecidas, de
de los provechos y la solución completa m anera que los movimientos y actos
de la cuestión, sola la Iglesia es la que de la sociedad no los produzca de otra
tiene el m ayor poder. Porque los ins­ causa sino la que form ó a la misma
trum entos de que p ara m over los áni­ sociedad. Por lo cual desviarse de su
mos se sirve, p ara ese fin precisam ente fin es enferm ar; volver a él es sanar.
se los puso en las m anos Jesucristo, y Y lo que decimos de todo el cuerpo de
del mismo Dios reciben su eficacia. ia sociedad civil, del mismo modo y
Semejantes instrum entos son los únicos con perfectísim a verdad lo decimos de
que pueden convenientem ente llegar aquella clase de ciudadanos, la más n u ­
hasta los senos recónditos del corazón merosa, que sustenta su vida con su
y hacer al hom bre obediente y pronto trabajo.
a cum plir con su deber, y que gobierne
los movimientos de su apetito, y ame 19. Acción económico social y rnora-
a Dios y al prójim o con singular y su­ lizadora. Y no se vaya a creer que la
ma caridad, y se abra anim osam ente Iglesia de tal m anera tiene empleada
camino a través de cuanto le estorbe la toda su solicitud en cultivar las almas,
carrera de la virtud. que descuide lo que pertenece a la vida
m ortal y terrena. De los proletarios
Acción social. Basta en esta m ateria quiere, y con todas sus fuerzas procura
renovar brevemente la m em oria de los que salgan de su tristísim o estado y
ejemplos de nuestros mayores. Las co­ alcancen suerte mejor. Y a esto no poco
sas y los hechos que recordam os son ayuda ella atrayendo a los hom bres y
tales, que no dejan lugar a duda alguna, form ándolos en la virtud. Porque las
a saber: que con las m áxim as cristianas costum bres cristianas cuando se guar­
se renovó de alto a bajo la hum ana dan en toda su integridad, dan espontá­
sociedad civil; que por virtud de esta neam ente alguna prosperidad a las co­
renovación se m ejoró el género hu m a­ sas exteriores, porque hacen benévolo a
no, o más bien resucitó de m uerte a Dios, principio y fin de todos los bie­
vida, y adquirió tan grande perfección, nes; reprim en esas dos pestilencias de
que ni hubo ni habrá en las venideras la vida, que con h arta frecuencia hacen
edades otra m ayor. Y, por fin, que de al hom bre desgraciado aun en la abun­
todos estos beneficios es Jesucristo, el dancia, el apetito desordenado de ri­
principio y es el térm ino, porque naci­ quezas y la sed de placeresí26*, y hacen
dos de El, a El todos se deben encam i­ que los hombres, contentos con un tra ­
nar. Efectivamente, cuando recibió el to y sustento frugal, suplan la escasez
m undo la ley evangélica; cuando apren­ de las rentas con la economía, lejos de
dió el grande m isterio de la E n carna­ los vicios, destructores, no sólo de pe­
ción del Verbo y Redención del género queñas fortunas, sino de grandísimos
hum ano, la vida de J e s u c r is t o , Dios y caudales, y dilapidadores de riquísimos
hom bre, penetró en las entrañas de la patrim onios.
sociedad civil, y toda la im pregnó de
su fe, de sus preceptos y de sus leyes. 20. Obras de caridad. Pero adem ás de
P or esto, si remedio ha de tener el m al esto, provee la Iglesia lo que ve conve­
que ahora padece la sociedad hum ana, *I nir al bienestar de los proletarios, ins-
(26) Radix omnium malorum est cnpiilitas, La raíz de todos los males es la concupiscencia,
I Tim. C, 10.
434 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III ( 1 8 9 1 ) 59, 21-22

tituyendo y fom entando cuantas cosas supla. De sola la Iglesia es esta virtud,
entiende que pueden contribuir a ali­ porque si no se va a buscar en el Sa­
viar su pobreza. Y sobresalió siempre cratísim o Corazón de Jesucristo, no se
tanto en este género de benéficos, que halla en parte alguna; y muy lejos de
la colman de elogios hasta sus mismos Cristo van los que de la Iglesia se
enemigos Tanta era entre ios cristianos apartan.
de la antigüedad más rem ota la fuerza
de la caridad, que m uchas veces se des­ B) La Intervención del Estado.
pojaban de sus bienes los ricos para
socorrer a los pobres, y así no había 21. Medios humanos. No puede, sin
ningún necesitado entre ellos^21\ A los embargo, dudarse, que para conseguir
Diáconos, orden instituida precisamente el fin propuesto se requieren tam bién
p ara esto, dieron los Apóstoles el cargo medios hum anos. Todos, sin excepción
de ejercitar cada día los oficios de la alguna, que están interesados en esta
caridad; y el Apóstol S a n P a b l o , a u n ­ cuestión, es m enester que contribuyan
que oprim ido bajo el peso del cuidado al mismo fin y en la m edida que les
de todas las Iglesias, no dudó sin em ­ corresponde trabajen por alcanzarlo:
bargo, em prender trabajosos viajes p a­ a semejanza de la Providencia regula­
ra llevar él en persona una limosna a dora del m undo, en el cual vemos que
los cristianos m ás pobres. Los dineros resultan los efectos de la concorde ope­
que los cristianos, cuantas veces se reu ­ ración de las causas todas de que de­
nían, voluntariam ente daban, los lla­ pende.
m a T e r t u l ia n o depósitos de la piedad,
porque se em pleaban en alimentar en 1. Su colaboración en general.
vida y enterrar a los pobres, y en auxi­ 22. Bueno es, pues, que exam inem os
liar a los niños y niñas pobres y huér­ qué parte del remedio que se busca se
fanos, a los ancianos que tenían en ha de exigir al Estado. Entendem os h a ­
sus casas y también a los náufragos<28>. blar aquí del Estado, no como existe
De aquí poco a poco se fué form ando en este pueblo o en el otro, sino con­
aquel patrim onio que, con religioso es­ form e con la naturaleza, y cual de­
mero, guardó la Iglesia como propiedad m uestran que debe ser los documentos
de la fam ilia de los pobres. Y no sólo de la divina sabiduría que Nos particu­
esto, sino que halló el modo de socorrer larm ente expusimos en la Carta E ncí­
a la m ultitud de desgraciados, quitán­ clica en que tratam os de la constitución
doles la vergüenza de m endigar. P o r­ cristiana de los Estados. Esto supuesto,
que como Madre com ún de ricos y po­ los que gobiernan un pueblo deben p ri­
bres, prom oviendo en todas partes la mero ayudar en general, y como en
caridad hasta un grado sublime, esta­ globo, con todo el conjunto de leyes e
bleció Comunidades de religiosos e hizo instituciones, es decir, haciendo que de
otras m uchísim as útiles fundaciones, la misma conform ación y adm inistra­
para que distribuyéndose por ellas los ción de la cosa pública espontánea­
socorros, apenas hubiese género alguno mente brote la prosperidad, así de la
de males que careciese de consuelo. com unidad como de los particulares.
Hoy, en verdad, hállanse m uchos que, Porque éste es el oficio de la prudencia
como los gentiles de otros tiempos, has­ cívica, éste es el deber de los que go­
ta lanzan una acusación contra la Igle­ biernan. Ahora bien; lo que más eficaz­
sia por esta m ism a excelentísima cari­ m ente contribuye a la prosperidad de
dad, y en su lugar les parece que pue­ un pueblo, es la probidad de las cos­
den poner la beneficencia establecida tum bres, la rectitud y orden en la cons­
y regulada por leyes del Estado. Pero titución de la familia, la observancia
la caridad cristiana, de la cual es p ro ­ de la Religión y de la justicia, la mode­
pio darse toda al bien del prójim o, no ración en im poner y la equidad en re­
hay ni h ab rá recurso hum ano que la partir las cargas públicas, el fom entó
(2 7 ) H e c h . 4 , 34. (2 8 ) T e rt . A p o l. 2, 3 9 .
59, 22 E n c íc l ic a “ R erum N o v a r u m m 435

de las artes y del comercio, u na flore­ 3. protección especial al trabajador.


ciente agricultura, y si hay otras cosas
semejantes, que cuanto con m ayor em ­ Mas aunque todos los ciudadanos,
peño se prom uevan, tanto m ejor y más sin excepción ninguna, deban contri­
feliz será la vida de los ciudadanos. buir algo a la suma de los bienes co­
munes, de los cuales espontáneam ente
Con el auxilio, pues, de todas éstas, toca a cada uno una parte proporciona­
así como pueden los que gobiernan da, sin embargo, no pueden todos con­
coadyuvar a todas las clases, así pue­ tribuir lo mismo y por igual. Cuales­
den tam bién aliviar m uchísim o la suer­ quiera que sean los cambios que se h a ­
te de los proletarios; y esto en uso de gan en las form as de gobierno, existirán
su m ejor derecho y sin que pueda n a­ siempre en la sociedad civil esas dife­
die tenerlos por entrom etidos, porque rencias, sin las cuales ni puede ser ni
debe el Estado, por razón de su oficio, concebirse sociedad alguna. De necesi­
atender al bien común. Y cuanto m ayor dad habrán de hallarse unos que go­
sea la sum a de proyectos que de esta biernen, otros que hagan leyes, otros
general providencia dim anare, tanto que adm inistren justicia, y otros en fin,
m enor será la necesidad de acudir a que con su consejo y autoridad m ane­
otros procedim ientos p ara procurar el jen los negocios del Municipio o las
bienestar de los obreros. cosas de la guerra. Y que estos hombres,
así como sus deberes son los más gra­
2. por justicia estricta. ves; así deben ser en todo el pueblo
los prim eros, nadie hay que no lo vea;
Pero debe además tenerse en cuenta porque ellos inm ediatam ente, y por
otra cosa que va más al fondo de la excelente m anera, trabajan para el bien
cuestión, y es ésta: que en la sociedad de la comunidad. P or el contrario, dis­
civil una es e igual la condición de las tinto del de éstos es el modo y distintos
clases altas y la de las inferiores. Porque los servicios con que aprovechan a la
son los proletarios, con el mismo dere­ sociedad los que se ejercitan en algún
cho que los ricos y por su naturaleza, arte u oficio, si bien estos últimos, au n ­
ciudadanos, es decir, partes verdaderas que menos directam ente, sirven tam ­
y vivas de que, m ediante las familias', bién muchísimo a la pública utilidad.
se compone el cuerpo social, por no V erdaderam ente el bien social, puesto
añadir que en toda ciudad es la suya la que debe ser tal que con él se hagan
clase sin com paración la más num erosa. m ejores los hombres, en la virtud es en
Pues como sea absurdísim o cuidar de lo que principalm ente se ha de poner.
una parte de los ciudadanos y descui­ Sin embargo, a una bien constituida
dar otra, síguese que debe la autoridad sociedad toca tam bién sum inistrar los
pública tener cuidado conveniente del bienes corporales y externos, cuyo uso
bienestar y provechos de la clase p ro ­ es necesario para el ejercicio de la vir­
letaria; de lo contrario, violará la jus­ tud^ 30). Ahora bien; para la produc­
ticia, que m anda dar a cada uno su ción de estos bienes no hay nada más
derecho. A este propósito dice sabia­ eficaz ni más necesario que el trabajo
mente S anto T omás: Como las partes de los proletarios, ya empleen éstos su
g el todo son en cierta manera una mis­ habilidad y sus m anos en los campos,
ma cosa, así lo que es del todo es en ya los empleen en los talleres. Aun
cierta manera de las partes^K De lo más: es en esta parte su fuerza y su
cual se sigue que entre los deberes no eficacia tanta, que con grandísim a ver­
pocos ni leves de los príncipes, a quie­ dad se puede decir que no de otra cosa
nes toca m irar por el bien del pue­ sino del trabajo de los obreros, salen
blo, el p rincipal de todos es proteger las riquezas de los Estados. Exige, pues
todas las clases de ciudadanos, por la equidad, que la autoridad pública
igual, es decir, guardando inviolable­ tenga cuidado del proletario, haciendo
m ente la justicia llam ada distributiva.92 que le toque algo de lo que aporta él
(29) S. T lio m . 2, 2, q. 61 a. 1 ad. 2. (30) S. T h o m . D e R eg. P r in cip . I e. 15.
436 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 22

a la com ún utilidad que con casa en Deberes del Estado. Ahora bien; im ­
que m orar, vestido con que cubrirse y porta al bienestar y al de los particula­
protección con que defenderse de quien res que haya paz y orden; que todo el
atente a su bien, pueda con menos difi­ ser de la sociedad doméstica se gobierne
cultades soportar la vida. De donde se por los m andam ientos de Dios y los
sigue que se ha de tener cuidado de principios de ley natural; que se guarde
fom entar todas aquellas cosas que se y se fomente la Religión; que florezcan
vea que en algo pueden aprovechar a en la vida privada y en la pública cos­
la clase obrera. Este cuidado, tan le­ tum bres puras; que se m antenga ilesa
jos está de perjudicar a nadie, que la justicia, ni se deje im pune al que
antes aprovechará a todos, porque im ­ viola el derecho de otro; que se form en
porta muchísim o al Estado que no sean robustos ciudadanos, capaces de ayu­
de todo punto desgraciados aquellos de dar, y si el caso lo pidiere, defender la
quienes provienen esos bienes de que sociedad.
el Estado tanto necesita.
Elim inación de abusos. P or eso, si
Extensión y lím ites de la interven­ acaeciere alguna vez que am enazasen
ción del Estado. Es justo, como hemos trastornos, o por am otinarse los obre­
dicho, que no absorba el Estado, ni al ros o por declararse en huelga; que se
ciudadano, ni a la fam ilia; justo es que relajasen entre los proletarios los lazos
al ciudadano y a la fam ilia se le deje naturales de la fam ilia; que se hiciese
658 la facultad de o b rar con libertad en violencia a la Religión de los obreros
todo aquello que, salvo el bien com ún no dándoles com odidad suficiente para
y sin perjuicio de nadie, se pueda h a ­ los ejercicios de piedad; si en los talle­
cer. Deben, sin embargo, los que go­ res peligrase la integridad de las cos­
biernan, proteger la com unidad y a los tum bres, o por la mezcla de los dos
individuos que la form an. Deben p ro ­ sexos o por otros perniciosos incentivos
teger la com unidad, porque a los que de pecar; u oprim ieren los patronos a
gobiernan les ha confiado la naturaleza los obreros con cargas injustas o condi­
la conservación de la com unidad de ciones incom patibles con la persona y
tal m anera, que esta protección o cus­ dignidad hum anas; si se hiciera daño a
todia del público bienestar es, no solo la salud con un trabajo desmedido o no
la ley suprem a, sino el fin único, la proporcionado al sexo ni a la edad, en
razón total de la soberanía que ejercen; todos estos casos claro es que se debe
y deben proteger a los individuos o emplear, aunque dentro de ciertos lím i­
partes de la sociedad, porque la filoso­ tes, la fuerza y autoridad de las leyes.
fía, igualm ente que la fe cristiana, con­ Los límites los determ ina el fin mismo
vienen en que la adm inistración de la por que se apela al auxilio de las leyes;
cosa pública es por su naturaleza orde­ es decir, que no deben éstas abarcar
nada, no a la utilidad de los que la más ni extenderse más de lo que de­
ejercen, sino a la de aquéllos sobre m anda el remedio de estos males o la
quienes se ejerce. Como el poder de necesidad de evitarlos.
m andar proviene de Dios, y es una co­
m unicación de la divina soberanía, de­ Am paro del derecho de los débiles.
be ejercerse a im itación del mismo po­ Deben, además, religiosamente guar­
der de Dios, el cual, con solicitud de darse los derechos de todos en quien
padre, no menos atiende a las cosas quiera que los tenga; y debe la autori­
individuales que a las universales. Si, dad pública proveer que a cada uno se
pues, se hubiera hecho o am enazara le guarde el suyo, evitando y castigan­
hacerse algún daño al bien de la com u­ do toda violación de la justicia. Aunque
nidad o al de alguna de las clases so­ en el proteger los derechos de los p a rti­
ciales, y si tal daño no pudiera de otro culares, débese tener cuenta principal­
modo rem ediarse o evitarse, m enester m ente con los de la clase ínfim a y po­
sería que le saliera al encuentro la p ú ­ bre. Porque la clase de los ricos, como
blica autoridad. que se puede am urallar con sus recur-
59,23 E n c íc l ic a “ R erum N ovarum ” 437

sos propios, necesita menos del am paro y la idea de que el jornal es insuficiente,
de la pública autoridad; el pueblo po­ dan no pocas veces a los obreros pretex­
bre, como carece de medios propios con to para alzarse en huelga y entregarse
que defenderse, tiene que apoyarse de su voluntad al ocio. A este m al fre­
grandem ente en el patrocinio del E s­ cuente y grave debe poner remedio la
tado. P or esto, a los obreros, que for­ autoridad pública, porque semejante
m an parte de la m ultitud indigente, cesación del trabajo, no sólo daña a los
debe con singular cuidado y providen­ patronos y aun a los mismos obreros,
cia cobijar el Estado. sino que perjudica al comercio y a las
utilidades del Estado; y como suele no
4. posición estatal en casos p arti­ andar muy lejos de la violencia y sedi­
culares. ción, pone m uchas veces en peligro la
pública tranquilidad. Y en esto lo más
a) propiedad privada
eficaz y más provechoso es prevenir
Protección de la propiedad priva­ con la autoridad de las leyes e impedir
da. Pero será bien tocar en p articu lar que pueda brotar el mal, apartando a
algunas cosas aún de más im portancia. tiempo las causas que han de causar
Es la principal que con el im perio y un conflicto entre los patronos y los
valladar de las leyes se ha de poner obreros.
en salvo la propiedad privada. Y sobre
todo, ahora que tan grande incendio La dignidad del obrero. Asimismo
han levantado todas las codicias, debe hay en el obrero m uchas cosas que
tratarse de contener al pueblo dentro dem andan que el Estado con su protec­
de su deber; pues, si bien es perm itido ción las asegure. Las prim eras son los
aspirar al m ejoram iento de la situa­ bienes del alma. Porque esta vida m or­
ción, con tal que no se viole la justicia, tal, aunque buena y apetecible, no es
sin embargo, tanto la justicia como el lo último para que hemos nacido, sino
principio del bien público prohiben que camino solamente e instrum ento para
se quite a otro lo que es suyo, y que, llegar a aquella vida del alm a que será
bajo el pretexto de una absurda igual­ com pleta con la visión de la verdad y el
dad de todos, se ataquen las fortunas am or del sumo bien. El alm a es la que
ajenas. Es cierto que la m ayor parte de lleva im presa en sí la imagen y seme­
los obreros quieren m ejorar de suerte a janza de Dios, y donde reside el seño­
fuerza de trab ajar honradam ente y sin río que se ordenó al hom bre ejerciese
hacer a nadie injuria; pero tam bién es sobre las naturalezas inferiores a él,
verdad que hay, y no pocos, imbuidos obligando a las tierras todas y al m ar
de torcidas opiniones y deseosos de no­ a que para provecho del hom bre se le
vedad, que de todas m aneras procuran sujetasen. Henchid la tierra y tened
trasto rn ar las cosas y a rra stra r a los señorío sobre los peces de la mar, y
demás a la violencia. Intervenga, pues, sobre las aves del cielo, y sobre todos
la autoridad del Estado, y poniendo un los animales que se mueven sobre la
freno a los agitadores, aleje de los obre­ tierra(31). En esto son todos los hom ­
ros los artificios corruptores de sus bres iguales; ni hay distinción alguna
costum bres y de los que legítimamente
entre ricos y pobres, am os y criados,
poseen el peligro de ser robados.
príncipes y súbditos, puesto que uno
mismo es el Señor de todos^32K Nadie
b) preocupación por los problemas puede im punem ente hacer in ju ria a la
individuales del obrero: huelgas, dignidad del hombre, de la que el m is­
dignidad, descanso, trabajo de la
mo Dios dispone con gran reverencia,
mujer, salario, ahorro, propiedad.23
ni im pedirle que tienda a aquella p er­
23. Las huelgas. Una excesiva d u ra ­ fección, que es a propósito para la vida
ción o una m ayor dificultad del trabajo, sem piterna que en el cielo le aguarda.
(31) Gén. 1, 28. (3 2 ) R o m . 10, 12.
438 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 24

D escanso dom inical. Más aun; ni el con límites fijos, de los cuales no pue­
hom bre mismo, aunque quiera, puede de pasar. Auméntase, en verdad, aqueh
en esta parte perm itir que se le trate de lia fuerza con él uso y ejercicio, pero
un modo distinto del que a su n atu ra­ a condición de que de cuando en cuan ¡
leza conviene ni querer que su alm a do deje de trab ajar y descanse. Débese,
sea esclava; pues no se tra ta aquí de pues, procurar que el trabajo de cada
derecho de que librem ente pueda dis­ día no se extienda a más horas de las
poner el hom bre, sino de deberes que le que perm iten las fuerzas. Cuánto tiemr>
obligan p ara con Dios y que tiene que po haya de d u rar este descanso se debe­
cum plir religiosamente. Síguese de aquí rá determ inar, teniendo en cuenta las
la necesidad de descansar de las obras distintas especies de trabajo, las cir­
o trabajos en los días festivos. Lo cual cunstancias del tiempo y del lugar, y
no se ha de entender de una m ayor la salud de los obreros mismos. Los
facultad que al hom bre se conceda de que se ocupan en cortar piedra de las
vagar ociosamente, y m ucho menos de canteras o en sacar de las profundi­
ese ocio, que m uchos desean, fautor dades de la tierra hierro, cobre y cosas
de vicios y prom otor de despilfarro semejantes, como su trabajo es m ayor
del dinero, sino del descanso com ple­ y nocivo a la salud, así a proporción
to de toda operación laboriosa consa­ debe ser más corto el tiempo que tra ­
grado por la Religión. Cuando al des­ bajen. Débese tam bién atender a la
canso se ju n ta la Religión, aparta al estación del año, porque no pocas ve­
hom bre de los trabajos y negocios de ces sucede que una clase de trabajo se
la vida cotidiana p ara elevarlo a pen­ puede fácilmente soportar en una esta­
sar en los bienes celestiales y a dar el ción, y en otra, o absolutam ente no se
culto que de justicia debe a la eterna puede, o no sin m ucha dificultad.
Divinidad. E n esto principalm ente con­
siste, y éste es el fin prim ario del des­ Edad y sexo en el trabajo. F in al­
canso que en los días de fiesta se ha mente, lo que puede hacer y a lo que
de tom ar; lo cual Dios sancionó con puede sujetarse u n hom bre de edad
una ley especial en el Antiguo T esta­ adulta y Bien robusto, es inicuo exigirlo
mento. acuérdate de santificar el día de a un niño o a u n a m ujer. Más aun;
sábado(33>; y con su mismo ejemplo lo respecto de los niños hay que tener
enseñó, con aquel descanso misterioso grandísim o cuidado que no se adm itan
que tomó cuando hubo creado el hom ­ en la fábrica o el taller antes que la
bre: descansó el día séptimo de toda la edad haya suficientemente fortalecido
obra que había hecho^4K24 su cuerpo, sus facultades intelectuales y
toda su alma. Gomo la hierba tierna y
24. El bienestar m aterial y la salud. verde, así las fuerazs que en los niños
P or lo que toca a la defensa de los comienzan a brotar, una sacudida pre­
bienes corporales y externos, lo prim e­ m atura las agosta; y cuando esto suce­
ro que hay que hacer es lib rar a los de, ya no es posible dar al niño la
pobres obreros de la crueldad de hom ­ educación que le es debida. Del mismo;
bres codiciosos que, a fin de aum entar modo hay ciertos trabajos que son im ­
sus propias ganancias, abusan sin m o­ propios de la m ujer, nacida para las
deración alguna de las personas, como atenciones domésticas; las cuales en ver­
si no fueran personas, sino cosas. E xi­ dad, son una grande salvaguardia del
gir tan gran tarea que con el excesivo decoro propio de la m ujer, y se orde­
trabajo se embote el alm a y sucum ba nan naturalm ente a la educación de la
al mismo tiem po el cuerpo a la fatiga, niñez y prosperidad de la familia. En
ni la justicia ni la hum anidad lo con­ general debe quedar establecido que a
sienten. E n el hom bre toda su n atu ra­ los obreros se ha de dar tanto descanso
leza, y consiguientem ente la fuerza que cuanto compense las fuerzas empleadas
tiene p ara trab ajar, está circunscrita en el trabajo, porque debe el descanso
(33) Ex. 20, 8. (34) Gén. 2, 2.
59,-24' E n c íc l ic a “ R erum N ovarum ” 439

ser tal que renueve las fuerzas que con ha}^ m ás remedio que cum plir. Ahora,
el ejercicio se consum ieron. En todo pues, si se considera el trabajo sola­
contrato que entre sí hagan los patronos mente en cuanto es personal, no hay
y los obreros, haya siempre expresa o duda que está en libertad el obrero
tácita esta condición, que se h a p ro ­ de pactar por su trabajo un salario más
visto convenientem ente al uno y al otro corto, porque como de su voluntad po­
descanso; pues contrato que no tuviera ne el trabajo, voluntariam ente puede
está condición sería inicuo, porque a contentarse con un salario m ás corto,
nadie es perm itido ni exigir ni prom e­ y aun con ninguno. Pero de m uy dis­
ter que descuidará los deberes que con tinto modo se habrá de juzgar si a la
Dios y consigo mismo le ligan. cualidad de personal se ju n ta la de
necesario, cualidad que podrá con el
Ju sto salario. Vamos ah o ra a a p u n ­ entendim iento separarse de la persona­
ta r u n a cosa de bastante im portancia, lidad, pero que, en realidad de verdad,
y que es preciso que se entienda muy nunca está de ella separada. Efectiva­
bien p ara que no se yerre por ninguno m ente; sustentar la vida es deber co­
de dos extremos. Dícese que la canti­ m ún a todos y a cada uno, y faltar a
dad de jornal o salario lo determ ina el este deber es un crimen. De aquí nece­
consentim iento libre de los contratan­ sariam ente nace el derecho de procu­
tes, es decir, del patrono y del obrero; y rarse aquellas cosas que son m enester
que, por lo tanto, cuando el patrono ha p ara sustentar la vida, y estas cosas no
pagado el salario que prom etió, queda las hallan los pobres sino ganando un
libre y nada más tiene que hacer; y jornal con su trabajo. Luego, aun con­
que sólo entonces se viola la justicia, cedido que el obrero y su patrono libre­
cuando, o rehúsa éste d ar el salario m ente convienen en algo, y p articular­
entero o el obrero entregar com pleta la m ente en la cantidad del salario, queda,
tarea a que se obligó; y que en estos sin embargo, siempre una cosa que di­
casos, p ara que a cada uno se guarde m ana de la justicia natural, y que es
su derecho puede la autoridad pública de más peso y anterior a la libre volun­
intervenir, pero fuera de éstos en n in ­ tad de los que hacen el contrato, y es
guno. A este modo de argum entar asen­ ésta que el salario no debe ser insufi­
tirá difícilmente, y no del todo, quien ciente para la sustentación de un obre­
sepa juzgar de las cosas con equidad, ro, que sea frugal y de buenas costum ­
porque no es cabal en todas partes; bres. Y si acaeciere alguna vez que el
fáltale una razón de m uchísim o peso. obrero, obligado de la necesidad o m o­
Esta es que el trabajo no es otra cosa vido del miedo de un m al mayor, acep­
que el ejercicio de la propia actividad, tase una condición más dura que, au n ­
enderezado a la adquisición de aquellas que no quisiera, tuviere que aceptar
cosas que son necesarias p ara los varios por im ponérsela absolutam ente el p a­
usos de la vida, y principalm ente para trono o el contratista, sería eso hacerlo
la propia conservación. Con el sudor de violencia, y contra esa violencia se re­
tu rostro comerás el pan^S5\ Tiene, vuelve la justicia.
pues, el trabajo hum ano dos cualidades
que en él puso la naturaleza m ism a: la Intervención estatal. P ero en estos y
prim era es que es personal, porque la sem ejantes casos, como es cuando se
fuerza con que se tra b a ja es inherente trata de determ inar cuántas horas h a ­
a la persona, y enteram ente propia de brá de d u rar el trabajo en cada una
aquel que con ella trabaja, y p ara u ti­ de las industrias u oficios, qué medios
lidad de él se le dió la naturaleza; la se­ se habrán de em plear para m irar por
gunda es que es necesario, porque del la salud, especialmente en los talleres
fruto de su trabajo necesita el hom bre o fábricas, para que no se entrom eta en
p ara sustentar la vida, y sustentar la esto demasiado la autoridad, lo m ejor
vida es deber prim ario n atu ral que no será reservar la decisión de esas cues-
(3.5) Gén. 3, 19.
440 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 25

tiones a las corporaciones de que h a ­ que con sus m anos cultiva, prom etién­
blarem os m ás abajo, o intentar otro ca­ dose sacar de ella, no sólo el alimento,
mino p ara poner en salvo, como es sino aun cierta holgura o comodidad
justo, los derechos de los obreros, acu­ para sí y para los suyos. Y este afán
diendo el Estado, si la cosa lo dem an­ de la voluntad nadie hay que no vea
dare, con su am paro y auxilio. cuánto contribuya a la abundancia de
las cosechas y al aum ento de la riqueza
Fomento del ahorro y propiedad. Si de los pueblos. De donde se seguirá en
el obrero recibe un jornal suficiente tercer lugar este otro provecho: que se
para sustentarse a sí mismo, a su m ujer m antendrán fácilmente los hombres en
y a sus hijos, será fácil, si tiene juicio, la nación que los dió a luz y los recibió
que procure a h o rra r y hacer, como la en su seno; porque nadie trocaría su
misma naturaleza parece que aconseja, patria con una región extraña si en su
que después de gastar lo necesario, so­ patria hallara medios para pasar la
bre algo, con que pueda irse form ando vida tolerablem ente. Mas estas ven­
663 u n pequeño capital. Porque ya hemos tajas no se pueden obtener sino con
visto que no hay solución capaz de d iri­ esta condición: que no se abrum e la
m ir esta contienda de que tratam os si propiedad privada con enormes trib u ­
no se acepta y establece antes este p rin ­ tos e impuestos. No es la ley hum ana,
cipio que hay que respetar la propiedad sino la naturaleza la que ha dado a los
privada. P or lo cual, a la propiedad p ri­ particulares el derecho de propiedad, y
vada deben las leyes favorecer y, en por lo tanto, no puede la autoridad
cuanto fuere posible, procurar sean m u­ pública abolirlo, sino solamente m ode­
chísimos en el pueblo los propietarios. ra r su ejercicio y com binarlo con el
Si se procura esto, resultarán notables bien común. O brará, pues, injusta e
provechos; y en prim er lugar serán más inhum anam ente, si de los bienes de los
conform e a equidad la distribución de particulares, extrajera, a título de tri­
bienes. Porque la violencia de las revo­ buto, más de lo justo.
luciones ha dividido los pueblos en dos
clases de ciudadanos, poniendo entre C) Intervención de las Asociaciones
ellas una distancia inmensa. Una pode­ obreras.
rosísima, porque es riquísim a, que co­
mo tiene en su m ano ella sola todas 25. Autoayuda. Colaboración de las
las em presas productoras y todo el co­ Asociaciones y Corporaciones. P or ú l­
mercio, atrae a sí p ara su propia utili­ timo, los patronos y los mismos obreros
dad y provecho todos los m anantiales pueden hacer m ucho para la solución
de riqueza y tiene no escaso poder aún de esta contienda, estableciendo medios
en la m ism a adm inistración de las cosas de socorrer convenientemente a los ne­
públicas. La otra es la m uchedum bre cesitados y acortar las distancias entre
pobre y débil, con el ánimo llagado y unos y otros. E n tre estos medios deben 664
pronto siempre a am otinarse. contarse las asociaciones de socorros
mutuos, y esa variedad de cosas que la
Ventajas de la propiedad privada. previsión de los particulares ha esta­
Ahora bien: si se fom enta la industria blecido para atender a ais necesidades
de esta m uchedum bre con la esperanza del obrero y a la viudedad de su esposa
de poseer algo estable, poco a poco se y orfandad de sus hijos, y en caso de
acercará una clase a otra y desapare­ repentinas desgracias o de enfermedad,
cerá el vacío que hay entre los que y para los otros accidentes a que está
aho ra son riquísim os y los que son po- expuesta la vida hum ana, y la funda­
brísimos. Además se h ará producir a la ción de patronatos para niños y niñas,
tierra m ayor copia de frutos. Porque el jóvenes y ancianos. Mas corresponde
hom bre, cuando trab aja en terreno que el prim er lugar a las asociaciones de
sabe que es suyo, lo hace con un afán obreros, que abarcan ordinariam ente
y un esmero m ucho mayores; y aun lle­ casi todas las cosas dichas. Muchos
ga a cobrar un grande am or a la tierra años duraron entre nuestros mayores
59, 25 E n c íc l ic a “ R erum N ovarum ” 441

los beneficios que resultaban de los gre­ versal, porque no es otro que el bien
mios de artesanos. Los cuales, en hecho común, de que todos y cada uno tienen
de la verdad, no sólo fueron excelente­ derecho a participar proporcionada­
m ente provechosos a los artesanos, sino mente. Y por esto se llam a pública,
a las artes mismas, dándoles el aum ento porque por ella se juntan entre sí los
y esplendor de que son testim onio m u­ hombres formando un Estado(38>. Mas
chísimos documentos. Como este nues­ al contrario, las otras sociedades que
tro siglo es m ás culto, sus costum bres en el seno, por decirlo así, de la socie­
distintas y m ayores las exigencias de dad civil se juntan, llám anse y en ver­
!a vida cotidiana, preciso es que tales dad son privadas, porque aquello a que
gremios o asociaciones de obreros se aproxim adam ente se enderezan es al
acom oden a las necesidades del tiempo provecho o utilidad privada que a solo
presente. Con gusto vemos que en m u los asociados pertenece. Es, pues, so­
chas partes se form an Asociaciones de ciedad privada la que se forma para
esta clase, unas de solos obreros, otras llevar a cabo algún negocio privado,
de obreros y capitalistas; pero es de como cuando dos o tres hacen sociedad 665
desear que crezca su núm ero y su acti­ para negociar juntos^3d\
vidad. Y aunque de ellas más de una
vez hemos hablado, queremos, sin em­ El Estado ante el derecho de aso­
bargo, aquí hacer ver que son ahora ciación. A hora bien: aunque estas so­
m uy del caso, y que hay derecho de ciedades privadas existen dentro de la
form arlas, y al mismo tiem po cuál sociedad civil, y son de ella como otras
debe ser su organización y en qué se tantas partes, sin embargo, de suyo y
ha de em plear su actividad. en general no tiene el Estado o autori­
dad pública poder p ara prohibir que
í. Derecho de asociación existan. Porque el derecho de form ar
tales sociedades privadas es derecho n a­
La agrem iación fluye del derecho tural al hom bre, y la sociedad civil ha
n atu ral. La experiencia de la debili­ sido instituida para defender, no para
dad de las propias fuerzas mueve al aniquilar, el derecho natural; y si pro­
hom bre y le impele a ju n ta r a las p ro ­ hibiera a los ciudadanos hacer entre sí
pias las ajenas. Las Sagradas E scritu­ estas asociaciones, se contradiría a sí
ras dicen: Mejor es que estén dos juntos propia, porque lo mismo ella que las
que uno solo; porque tienen la ventaja sociedades privadas nacen de este úni­
de su compañía. Si uno cayere, le sos- co principio, a saber: que son los hom ­
tendrá el otro. ¡Ay de quien está solo, bres por naturaleza sociables. Hay al­
cuando cayere no tiene quien le levan­ gunas circunstancias en que es justo
te 36378>. Y tam bién: El hermano, ayu­ que se opongan las leyes a esta clase
dado del hermano, es como una ciudad de asociaciones, como es, por ejemplo,
fuerte (3D. Esta propensión natu ral es cuando de propósito pretenden algo que
la que mueve al hom bre a juntarse con a la probidad, a la justicia, al bien del
otros y form ar la sociedad civil, y la Estado claram ente contradiga. Y en se­
que del mismo modo le hace desear m ejantes casos está en su derecho la
form ar con algunos de sus conciudada­ autoridad pública si impide que se fo r­
nos otras sociedades pequeñas, es ver­ men; usa de su derecho si disuelve las
dad, e im perfectas, pero verdaderas ya form adas; pero debe tener sumo
sociedades. Mucho difieren estas socie­ cuidado de no violar los derechos de
dades de aquella grande sociedad (la los ciudadanos, ni so pretexto de p ú ­
civil), porque difieren sus fines próxi­ blica utilidad establecer algo que sea
mos. El fin de la sociedad civil es u n i­ contra la razón. Porque a las leyes, en
(36) E cl. 4. 9-12. d a d es, es n e c esa r io c u id a rse b ien d e no c a er en
e rr o r . A quí n o s cre e m o s h a b la r n o m in a lm en te
(37) P r o v . 18, 19. d e lo s o b rero s, q u ien es tie n e n , c ie rta m e n te , e l d e ­
(38) S. T h o m . c o n tr a im p u g n . D e i cu ltu m et r e c h o de u n irse en a s o cia c io n es , a fin d e p r o ­
r e lig io n c m cap . II. E n: Longinqua Oceani (6-1- m o v e r su s in te r e se s . L a I g le s ia lo c o n s ie n te y la
1895) y en Carta al C ard en al L a n g e n ie u x (6-1- n a tu r a lez a no se o p o n e a e llo ” (A SS 27 (1894/95)
1896) León XIII se refer ir á a la Asociaciones d i­ p á g . 396).
cien d o: “ Cuando se trata d e a g ru p a rse en so cie - (39) S. T h o m . co n tra im p u g n . ca p . II.
442 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 59, 26-2?

tanto hay obligación de obedecer en esa libertad con largueza a los hombres
cuanto concuerdan con la recta razón, que m editan planes perniciosos a la
y consiguientemente con la sem piterna Religión lo mismo que al Estado. ¡
ley de Dios(40).
26. Asociaciones religiosas. P ersecu­ 2. Necesidad de gremios cristianos
ción. Y aquí traem os a la m ente varias 27. Necesidad de asociarse. Cierto es
Asociaciones, Comunidades y Ordenes que hay ahora un núm ero m ayor que
religiosas que la autoridad de la Iglesia jam ás hubo de asociaciones diversísi­
y la piadosa voluntad de los cristianos mas, especialmente de obreros. De m u ­
produjeron, las cuales cuanto hayan chas de ellas no es éste el lugar de
contribuido al bienestar del género h u ­ exam inar de dónde nacen, qué quieren
m ano, la historia aun de nuestros días, y por qué caminos van. Créese, sin
lo está diciendo. Semejantes sociedades, embargo, y son m uchas las cosas. que
si con la luz sola de la razón se exa­ confirm an esta creencia, que las go­
m inan, se ve claro que, como fue h o ­ biernan, por lo común, ocultos jefes
nesta la causa porque se fundaron, fue que les dan una organización que no
natural el derecho con que se fundaron. dice bien con el nom bre cristiano y el
Pero por lo que tienen de religiosas, bienestar de los Estados, y que acapa­
sólo a la Iglesia están en rigor de ju sti­ rando todas las industrias, obligan a los
cia sujetas. No pueden, pues, sobre ellas que con ellos no se quieren asociar, a
arrogarse derecho ninguno, ni tom ar pagar su resistencia con la miseria.
sobre sí la adm inistración de ellas los Siendo esto así, preciso es que los obre­
poderes públicos del Estado; a éste más ros cristianos elijan una de dos cosas:
bien toca respetarlas, conservarlas, y o dar su nom bre a sociedades en que
cuando el caso lo dem andare, im pedir se ponga a riesgo su Religión, o form ar
que se violen sus derechos. Lo cual, sin ellos entre sí sus propias asociaciones
embargo, vemos que se hace, sobre y ju n tar sus fuerzas de modo que pue­
todo en nuestros tiempos, m uy al con­ dan anim osam ente libertarse de aquella
trario. En m uchos lugares ha hecho el injusta e intolerable opresión. Y que
Estado violencia a estas Comunidades, esto último se deba absolutam ente esco­
y se le ha hecho violando múltiples ger, ¿quién h abrá que lo dude, sino
derechos, porque las h a aprisionado el que quiera poner en inm inentísim o
en una red de leyes civiles, las ha des­ peligro el sumo bien del hom bre?
nudado del legítimo derecho de perso­
na jurídica y las ha despojado de sus Sindicatos católicos. Muy de alab ar
bienes: sobre los cuales tenía su der- son algunos de los nuestros, que cono­
cho la Iglesia, tenían el suyo cada ciendo bien lo que de ellos exigen los
uno de los individuos de aquellas Co­ tiempos, hacen experiencias y prueban
m unidades, y lo tenían tam bién los que cómo podrán con honrados medios m e­
a un fin determ inado dedicaron aque­ jo ra r la suerte de los proletarios, y
llos bienes, y aquéllos a cuya utilidad haciéndose sus protectores, aum entar
y consuelo se dedicaron. P or lo cual, el bienestar, así de sus famililias como
no podemos menos de quejarnos am ar­ de los individuos, y asimismo suavizar
gamente de sem ejantes despojos tan in ­ con la equidad los vínculos que unen
justos y perjudiciales, tanto más, cuan­ entre sí a los patronos y a los obreros,
do vemos que a estas Asociaciones de vivificar y robustecer en los unos y en
hom bres católicos, pacíficas de veras y los otros la m em oria de sus deberes y
de todas m aneras útiles se les cierra la observancia de los preceptos evan­
com pletam ente el paso, y al mismo gélicos, los cuales, apartando al hom ­
tiempo se establece por ley la libertad bre de todo exceso, le im piden tra s­
de asociación, y de hecho se concede pasar los debidos límites, y por m uy
(40) S. T liom . 1, 2, q. 13 a. 3 ad 2. “ L a le y ete rn a . M as e n cu a n to se a p a rta d e la r a zó n , se
h u m an a, en ta n to tie n e razón d e le y en cu a n to Llama le y in icu a , y a sí n o tie n e ra zó n d e s e r d e
se co n fo rm a con la recta r a zó n y , p r e cisa m e n te le y , sin o m á s b ien d e c ie rta v io le n c ia ’".
p o r e sto , es m a n ifie sto q u e se d e r iv a d e la le y
59,28 E n c íc l ic a “ R erüm N o v a r u m ” 443

déseme jante que sea la condición de ciarse, como, en verdad, la tienen, m e­


las personas y de las cosas, m antienen nester es que tengan tam bién derecho
la arm onía en la sociedad civil. A este para elegir libremente aauel reglamento
fin, vemos que se reúnen en un lugar y aquellas leyes que se juzga les ayuda­
hom bres excelentes p ara com unicarse rán m ejor a conseguir el fin que se
unos a otros sus pensam ientos, aunar proponen. Cuál haya de ser en cada
sus fuerzas y discutir sobre lo que más una de sus partes esta organización
conviene. Esfuérzanse otros en congre­ y estatuto de las asociaciones de que
gar en convenientes asociaciones las hablam os, creemos que no se puede
diversas clases de obreros, los ayudan determ inar con reglas ciertas y defi­
con su consejo y con sus bienes, y pro ­ nidas, puesto que depende esta deter­
veed que no les falte trabajo honrado m inación de la índole de cada pueblo,
coi y provechoso. Dánles ánim o y extien­ de los ensayos que acaso se han hecho,
den a ellos su protección los Obispos, y de la experiencia, de la naturaleza
y bajo su autoridad y auspicio m uchos del trabajo y de la cantidad de prove­
individuos del clero secular y del regu­ chos que deja, de la am plitud del co­
lar tienen cuidado de sum inistrar a los mercio y de otras circunstancias, así de
asociados cuanto a la cultura del alm a las cosas como de los tiempos, que se
pertenece. Finalm ente, no faltan cató­ han de pesar prudentem ente. Pero en
licos m uy ricos que, haciéndose, en cuanto a la substancia de la cosa, lo
cierto modo, com pañeros de los obre­ que como ley general y perpetua debe
ros, se esfuerzan, a costa de m ucho establecerse es, que en tal form a se han
dinero, por establecer y propagar en de constituir y de tal m anera gobernar­
m uchas partes estas asociaciones, con se las asociaciones de obreros, que les
la ayuda de las cuales, y con su trabajo, proporcionen medios aptísim os y los
púédán fácilmente los obreros procu­ más desembarazados p ara el fin que se
rarse, no sólo algunas comodidades en proponen.
lo presente, sino tam bién la esperanza
de un honesto descanso en lo porvenir. Fines. Este fin consiste en que con­
El bien que tan m últiple y tan activa siga cada uno de los asociados, en cuan­
industria ha traído a todos, es dem a­ to sea posible, un aum ento de los bienes
siado conocido p ara que debamos de­ de su cuerpo, de su alm a y de su fo rtu ­
cirlo. De aquí que concibamos buenas na. Mas es clarísimo que a la perfec­
esperanzas p ara lo futuro, si sem ejan­ ción de la piedad y de las costumbres
tes asociaciones van constantem ente en hay que atender como a fin principal,
aum ento y se constituyen con una p ru ­ y que él debe ser ante todo, el que rija
dente organización. P roteja el Estado íntim am ente el organismo social. Pues,
estas asociaciones que en uso de su de lo contrario, degenerarían en otra
derecho form an los ciudadanos; pero suerte de sociedades, y valdrían poco
no se entrom eta en su ser íntim o y en más que las Asociaciones en que nin­
las operaciones de su vida, porque la guna cuenta se suele tener con la Reli­
acción vital, de un principio interno gión. P or lo demás, ¿qué im porta al
procede, y con un im pulso externo fá­ obrero haberse hecho rico con ayuda 668
cilmente se destruye.3 de la asociación, si por falta de su ali­
m ento propio corre peligro de perderse
Su alm a? ¿Qué aprovecha al hombre si
3. Finalidad y organización de las
Asociaciones cristianas
ganare todo el mundo y perdiere su
a t a a ? (41>. Esto dice J esucristo que se
28. O rganización de ellas. P a ra que debe tener por nota distintiva entre el
en las operaciones haya unidad y en cristiano y el gentil; porque los gentiles
las voluntades unión, son de cierto ne­ se afanan por todas estas cosas... bus­
cesarios una organización y un regla­ cad primeramente el reino de Dios y su
m ento prudentes. P or lo tanto, si los justicia, y todas estas cosas serán aña­
ciudadanos tienen libre facultad de aso- d id a s ^ .
(41) Mat. 16, 26. (42) Mat. 6, 32-33.
444 E n c íc l i c a s del PP. L eón XIII (1891) 59* 29

Fom ento de la Religión en el obrero. la industria, sino tam bién cuando la


Comenzando, pues, por Dios, dése m u­ enferm edad o la vejez, u otra desgracia
chísimo lugar a la instrucción religiosa; pesase sobre alguno.
que cada uno conozca los deberes que
tiene p ara con Dios; que sepa bien lo 29. Influjo de las asociaciones en la
que ha de creer, lo que ha de esperar prosperidad. Con estas leyes, si se
y lo que ha de hacer p ara conseguir su quieren aceptar, bastará para proveer
salvación eterna, y con especial cuidado a la utilidad y bienestar de los pobres;
se los arm e contra las opiniones erradas mas las asociaciones de los católicos
y los varios peligros de corrupción. influirán no poco en la prosperidad de
Excítese al obrero a dar a Dios el culto la sociedad civil. No es tem erario de los
que le es debido, y al am or de la pie­ sucesos pasados sacar el pronóstico de
dad, y, en particular, a guardar religio­ los futuros. Sucédense los tiempos unos
samente los días festivos. Aprenda a a otros; pero hay en los acontecim ien­
respetar y am ar la Iglesia, Madre co­ tos extrañas semejanzas, porque los
m ún de todos, y asimismo a obedecer rige la providencia de Dios, el cual go­
sus preceptos y frecuentar sus Sacra­ bierna y encam ina la continuación y
serie de las cosas al fin que se propuso
mentos, que son los instrum entos que
al crear el género hum ano. A los cris­
nos ha dado Dios para lavar las m an­
tianos, en la prim era edad de la n a­
chas del alm a y adquirir la santidad. ciente Iglesia, sabemos que se les echa­
ba en cara que en su m ayor parte vi­
F unciones y relaciones m utuas. vían o de pedir lim osna o de trabajar.
Constituida la Religión como funda­ Pero destituidos de riquezas y de poder,
m ento de las leyes sociales, ya no es lograron, sin embargo, ganarse el favor
difícil establecer las relaciones m utuas de los ricos y el patrim onio de los pode­
de los asociados, de modo que se siga rosos. Veíaseles activos, laboriosos, pa­
la paz de la sociedad y su prosperidad. cíficos, guardadores ejem plares de la
Distribúyanse las cargas sociales de un justicia, y sobre todo de la caridad. A
modo conveniente a los intereses co­ la vista de tal vida y tales costumbres,
munes, y de tal suerte que la diversidad se desvaneció toda preocupación, enm u­
no dism inuya la concordia. R epartir los deció la m aledicencia de los malvados,
oficios con inteligencia y definirlos con y las ficciones de una superstición in­
claridad, es im portantísim o para que veterada cedieron poco a poco a la
no se lastim e el derecho de ninguno. verdad cristiana.
Adminístrense los bienes comunes con
integridad, de modo que la necesidad 4. Perspectivas de éxito de las Aso­
de cada uno sea la m edida del socorro ciaciones cristianas
que se le dé; y arm onícense convenien­
temente los derechos y deberes de los Agítase actualm ente la cuestión obre­
obreros. P ara el caso en que alguno de ra; y cualquiera que sea la solución
la una de la otra clase (de patronos y que se dé a esta disputa, buena o
de obreros) creyese que se le había fal­ m ala, im porta muchísim o al Estado.
tado en algo, lo que sería m ás de desear La solución buena la darán los obreros
es que hubiese en la mism a Corporación cristianos si, unidos en sociedad y va­
varones prudentes e íntegros, a cuyo liéndose de prudentes consejeros, en­
arbitrio tocase, por virtud de las m is­ tran por el camino que, con singular
mas leyes sociales, dirim ir la cuestión. provecho suyo y público, siguieron sus
Débese, tam bién con gran diligencia padres y antepasados. Pues por grande
proveer que al obrero en ningún tiempo que en el hom bre sea la fuerza de los
le falte abundancia de trabajo, y que prejuicios y la de las pasiones, sin em ­
haya subsidios suficientes p ara socorrer bargo, si una depravada voluntad no
la necesidad de cada uno, no sólo en ha embotado por completo el sentimien­
los accidentes repentinos y fortuitos de to del bien, espontáneam ente se in d i-
59,30 E n c íc l ic a “ R erum N ovarum ” 445

n ará m ás la benevolencia de los ciu­ m ente en restaurar las costum bres cris­
dadanos a los que vieren laboriosos y tianas, sin las cuales esas mismas arm as
modestos, a los que se sepa que ante­ de la prudencia, que se piensa son muy
ponen la equidad a la ganancia y el idóneas, valdrán m uy poco para alcan­
cum plim iento religioso del deber a to­ zar el bien deseado.
das las cosas. De donde se seguirá tam ­ La Iglesia, por lo que a ella toca,
bién esta ventaja: que se dará no peque­ en ningún tiempo y en ninguna m a­
ña esperanza, y aun facilidad de con­ nera dejará que falte su acción; y
vertirse, a aquellos obreros que viven, será la ayuda que preste tanto m a­
o despreciando por completo la fe cris­ yor, cuanto m ayor sea la libertad de
tiana, o con costum bres ajenas de quien acción que se le deje: y esto entiéndan­
la profesa. A la verdad, entienden éstos lo particularm ente aquellos cuyo deber
m uchas veces que los h an engañado es m irar por el bien público. Apliquen
con falsas esperanzas y vanas ilusiones, todas las fuerzas de su ánimo y toda su
porque sienten que son m uy in hum ana­ industria los sagrados m inistros; y pre­
mente tratados por amos codiciosos que cediéndolos vosotros, Venerables H er­
no les estim an sino a m edida del lucro manos, con la autoridad y con el ejem ­
que con su trabajo les producen; que plo, no cesen de inculcar a los hom bres
en las sociedades en que se han metido, de todas las clases las enseñanzas de
en vez de caridad y am or, hay intesti­ vida tom adas del Evangelio; con cuan­
nas discordias, com pañeras perpetuas tos medios puedan, trabajen en bien
de la pobreza, cuando a ésta le faltan de los pueblos, y especialísimamente
el pudor y la fe. Q uebrantados de áni­ procuren conservar en sí y excitar en
mo y extenuados de cuerpo, ¡cuánto los otros, lo mismo en los de las clases
quisieran muchos de ellos verse libres m ás altas que en los de las m ás bajas,
de tan hum illante servidum bre!; pero la caridad, señora y reina de todas las
no se atreven, porque se lo estorba, o virtudes.
el respeto hum ano, o el tem or de caer
en la indigencia. Ahora bien: p ara sal­ Efusión de caridad. Bendición Apos­
var a todos éstos, no es decible cuánto tólica. P orque la salud que se desea,
los obreros católicos, si a los que vaci­ principalm ente se ha de esperar de una
lan los invitan a su seno, allanándoles grande efusión de caridad; es decir, de
las dificultades, y a los arrepentidos caridad cristiana, en que se compendia
los adm ite a su confianza y protección. la ley de todo el Evangelio, y que dis­
puesta siempre a sacrificarse a sí pro ­
IV. E p íl o g o pia por el bien de los demás, es al hom ­
bre, contra la arrogancia del siglo y el
30. Mejorar la condición del obrero desmedido am or de sí, antídoto ciertí-
es obra de todos. Exhortación final y simo, virtud cuyos oficios y divinos
670 conclusión. Auqí tenéis, Venerables caracteres describió el Apóstol P a b l o
Hermanos, quiénes y de qué m anera con estas palabras: La caridad es pa­
deben tra b a ja r en esta dificilísim a cues­ ciente, es benigna; no busca sus prove­
tión. Apliqúese cada uno a la parte que chos; todo lo sobrelleva; todo lo so-
le toca, y prontísim am ente; no sea que porta (43>.
con el retraso de la m edicina se haga E n prenda de los divinos dones y en
incurable el mal, que es ya tan grande. testimonio de nuestra benevolencia, a
Den leyes y ordenanzas previsoras los cada uno de vosotros, Venerables H er­
que gobiernan los Estados; tengan pre­ manos, y a vuestro clero y pueblo, d a­
sentes sus deberes los ricos y los p atro ­ mos am antísim am ente en el Señor la
nos; esfuércense, como es justo, los pro­ apostólica bendición.
letarios, cuya causa es, y puesto que Dado en Roma, en San Pedro, el día
la Religión, como al principio dijimos, 15 de Mayo de 1891, de Nuestro P onti­
es la única que puede arra n c ar de raíz ficado año décimo cuarto.
el mal, pongan todos la m ira principal­43 LEON PAPA XIII.
(43) I Cor. 13, 4-7.
3 (3 0
<

ENICLICA “OCOBRI MENSE ADVENTANTE” <*>


(22-IX-1891)

SOBRE LA DEVOCION DEL SANTO ROSARIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. E xhortaciones anteriores a esta b o rrará ni destruirá fuerza alguna. E s­


devoción; m otivos de la presente tas cosas que no son ciertam ente nue^-
exhortación. Al llegar el mes de O ctu­ vas, ocurren a la Iglesia m ilitante, la
bre, que está consagrado y dedicado a cual según profetizó Jesús a sus Após­
la Santísim a V i r g e n d e l R o s a r i o , gra- toles, ha de estar siempre en lucha y
tísim am ente recordam os con cuánto pelea continua para enseñar a los hom ­
empeño os hemos encomendado, Vene­ bres la verdad y conducirlos a la salud
rables H erm anos, en años anteriores, sempiterna, y la cual realm ente com ­
que excitaseis en todas partes con vues­ bate valerosa hasta el m artirio por to­
tra autoridad y prudencia el rebaño de das las vicisitudes de los siglos, sin
los fieles p ara que ejercitasen y aum en­ que se alegre ni gloríe nada m ás que
tasen su piedad hacia la gran Madre de de poder consagrar el suyo con la san­
Dios, poderosa auxiliadora del pueblo gre de su autor, en la que se contiene
cristiano, acudiesen a ella suplicantes la conocidísima esperanza de la victoria
y la invocasen por medio de la devo­ que se le ha prometido.
ción del Santísimo Rosario, que la Igle­
sia acostum bró a practicar y celebrar, 2. La realidad presente: los enem i­
especialmente en las circunstancias du­ gos y los indiferentes. No se puede
dosas y difíciles, y siempre con el éxito negar, sin embargo, cuán grande tris­
deseado. Y tenemos cuidado en m ani­ teza acarrea a todo lo m ejor esta conti­
festaros de nuevo este año ese mismo nua actitud de pelea. Porque es, en
deseo nuestro, v enviaros y repetiros verdad, causa de no pequeña tristeza
las mismas exhortaciones, lo cual acon­ el ver que hay por una parte m uchos
seja y necesita la caridad de la Iglesia, a quienes la perversidad de sus errores
cuyos trabajos, lejos de haber recibido y su rebeldía contra Dios los extravían
algún alivio, crecen de día en día en m uy lejos y los conducen al precipicio,
acerbidad y en núm ero. Deploramos y por otra m uchos que, llamándose in ­
males conocidos por todos; los dog­ diferentes hacia cualquier form a de re ­
mas sacrosantos que la Iglesia custodia ligión, parece que se han despojado de
y enseña, com batidos son y m enospre­ la fe divina, y, finalm ente, no pocos
ciados; objeto de burla la integridad de católicos que apenas conservan la reli­
las virtudes cristianas que protege; de gión en el nom bre, pero no la guardan
m uchas m aneras se m aquina por medio en realidad ni cum plen con las obli­
de la envidia el ataque al sagrado orden gaciones debidas. Y además, lo que
de los Obispos, y principalm ente al angustia y atorm enta con más gravedad
Romano Pontífice, y hasta contra el Nuestra alma, es pensar que tan lam en­
mismo Cristo Dios se ha hecho violen­ table perversidad de los malos ha n a­
cia con desvergonzadísima audacia y cido principalm ente de que en el go­
m aldad abom inable, cual si intentasen bierno de los estados, o no se le con­
b o rrar y destruir com pletam ente la cede lugar alguno a la Iglesia, o se re­
obra divina de su redención que jam ás chaza el auxilio debido a su virtud sal-
(* ) A. S. S. 24 (1891) 193-203. T rad . d e la 1* ed . — Los números marginales in d ic a n la s p á g in a s
d e l te x to o r ig in a l en A SS, v o l. 24. (P . H .)

— 446 —
60* 3-4 E n c íc l ic a “ O c t o b r i M e n s e ” 447

vadora, en lo cual aparece grande y eran mayores y más frecuentes cuando,


justa la ira de Dios vengador, que per­ por virtud de los fraudes y violencia de
mite que caigan en una m iserable ce­ hom bres perversísimos, sobrevenía al­
guera de entendim iento las naciones guna calam idad a la Iglesia o a su su­
que se ap artan de Él. prem o Jerarca. Ejem plo insigne de esto
dieron los fieles de la prim itiva Iglesia,
3. Necesidad de la oración. P o r lo y m uy digno de que se proponga para
cual la mismas cosas piden a veces y pi­ ser im itado por todos los que habían
den con más vehemencia cada día, que de sucederles en adelante. P e d r o , Vica­
es enteram ente necesario que los católi­ rio de Cristo Nuestro Señor, Soberano
cos d irijan a Dios fervorosas, perseve­ Pontífice de la Iglesia, hallábase, por
rantes (sin intermisión^) súplicas y orden del malvado H e r o d e s , en la cár­
oraciones, y esto no solamente cada uno cel y destinado a una m uerte cierta, y
en particular, sino que conviene lo hagan en ninguna parte tenía socorro ni auxi­
con la m ayor publicidad, congregados lio para escapar. Pero no le faltaba
en los sagrados templos, p ara que Dios aquel género de auxilio que de Dios
providentísim o libre a la Iglesia de los alcanza la santa oración puesto que,
hombres malos y perversos^, y traiga según se refiere en la divina Historia,
a las naciones pervertidas a la salud y la Iglesia hacía por él fervientes súpli­
sabiduría por medio de la luz de la cas: “En la Iglesia se hacía incesante­
caridad de J e s u c r i s t o . mente oración por él a Dios”&\ y con
¡Cosa en verdad tan adm irable que so­ tanto más ardor se dedicaban todos a
brepasa la fe de los hombres! El siglo la oración, cuanto más duram ente les
sigue su camino de trabajo, confiado en angustiaba la preocupación de tanto
sus riquezas, fuerza, arm as e ingenio; la mal. Sabido es el éxito que tuvieron los
Iglesia recorre los tiempos con paso fir­ votos de los que oraban, y el pueblo
me y seguro, confiada únicam ente en cristiano celebra siempre con alegre re­
Dios, hacia quien levanta noche y día cuerdo la m ilagrosa libertad de P e d r o .
los ojos y las m anos suplicantes. Porque
ella, aun cuando prudentem ente no des­ 4. La oración de Jesucristo. Cristo,
precia los demás auxilios hum anos que pues, dió un ejemplo m ás insigne y di­
con la providencia de Dios le depara el vino a su Iglesia para instruirla y fo r­
tiempo, no pone su principal esperanza m arla en la santidad, no solamente por
en ellos, sino más bien en sus oracio­ sus preceptos, sino tam bién por su con­
nes, súplicas y plegarias a Dios. De ducta. Porque Él mismo, que toda su
aquí alcanza el medio de alim entar y vida había orado tan repetida y larga­
robustecer su espíritu vital porque fe­ mente, al llegar a sus últim as horas,
lizmente, por su constancia en o rar con­ cuando llena su alm a de inm ensa am ar­
sigue que, libre de las vicisitudes hum a­ gura en el huerto de Getsemaní, desfa­
nas y en perpetua unión con la divina lleció ante la muerte, entonces no sola­
Majestad, que asimile la m ism a vida de m ente oraba a su Padre, sino que ora-
Cristo nuestro Señor y la m anifieste bat prolixius^K Y no lo hizo eso p a ­
tranquila y pacíficam ente, casi a seme­ ra sí, que siendo Dios nada tem ía ni
janza del mismo Cristo, al cual en m a­ necesitaba nada, sino que lo hizo para
nera alguna disminuye y quita un ápice nosotros, lo hizo para su Iglesia, cuyas
de su beatísim a luz y propia bienaven­ futuras preces y lágrim as ya desde en­
turanza la crueldad de los suplicios que tonces las hacía fecundas en gracia,
padeció p ara nuestro bien común. recibiéndolas en sí con agrado y bene­
Estos grandes docum entos de la sa­ volencia.
biduría cristiana los conservaron y ve­ Y cuando por el Misterio de la Cruz
neraron siempre religiosam ente cuantos se consumó la redención de nuestro li­
profesaron con digno valor el nom bre naje, y fué fundada y constituida fo r­
cristiano, y las súplicas de éstos a Dios12 m alm ente en la tierra la Iglesia después
(1) I T h e s., 5, 17. (3) A c t., 12, 5.
(2) II T h e s. 3, 2. (4) L u c., 22, 44. “ Oraba m á s .in te n sa m e n te ” .
448 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 60, 5-6

del triunfo de Cristo, desde ese tiempo, nigna y muy compasiva. Tal nos la ha
comenzó y prevaleció p ara el nuevo dado Dios, pues por lo mismo que la
pueblo un nuevo orden de providencia. eligió para Madre de su Hijo Unigénito,
la dotó com pletam ente de sentimientos
5. Por medio de María. Conveniente m aternales, que no respiran sino am or
es escrutar los designios divinos con y perdón: tal la anunció desde la Cruz
gran piedad. Queriendo el Hijo de Dios cuando en la persona de Juan, su discí­
eterno tom ar la naturaleza hum ana p a­ pulo, le encomendó el cuidado y el
ra redención y gloria del hombre, y h a ­ am paro de todo el género hum ano: tal
biendo de establecer cierto lazo místico finalmente, se ofreció ella misma, que
con todo el género hum ano, no hizo habiendo recibido con gran valor aque­
esto sin haber explorado antes el libé­ lla herencia de inmenso trabajo, legada
rrim o consentim iento de la designada por el Hijo m oribundo, inm ediatam en­
para Madre suya, la cual representaba te comenzó a ejercitar todos sus debe­
en cierto modo la personalidad del m is­ res m aternales.
mo género hum ano, según aquella ilus­
tre y verdadera sentencia de S a n t o 6. María y la primitiva Iglesia. Ya
T om ás de “En la Anunciación
A q u jn o : desde el principio conocieron con gran­
se esperaba el consentimiento de la Vir­ de alegría los Santos Apóstoles y los
gen en lugar del de toda la humana primitivos fieles este consejo de la m i­
naturaleza”^ . De lo cual verdadera y sericordia tan querida, instituido divi­
propiam ente se puede afirm ar que de nam ente en M aría y ratificado en el
aquel grandísim o tesoro de todas las testam ento de Cristo, conociéronlo tam ­
gracias que trajo el Señor, puesto que bién y lo enseñaron los Venerables P a ­
la gracia g la verdad por Jesucristo fué dres de la Iglesia, y todos los m iem bros
hechaW, nada absolutam ente, nada se de la grey cristiana lo confirm aron
nos concede, según la voluntad de Dios, unánim es en todo tiempo, y esto aun
sino por M aría; de suerte que a la m a­ cuando faltasen acerca de ello toda cla­
nera que nadie puede llegar al Padre se de recuerdos y escritos, puesto que
Supremo sino por el Hijo, casi del m is­ habla con m ucha perfección cierta voz
mo modo nadie puede llegar a Cristo que nace del pecho de todos los hom ­
sino por la Madre. ¡Cuán grande sabi­ bres cristianos. Porque no de otra parte
duría y m isericordia resplandece en que de la fe divina, nace el que nos­
este consejo de Dios! ¡Cuánta conve­ otros seamos conducidos y arrebatados
niencia p ara la flaqueza y debilidad del placidísim am ente por cierto muy poten­
hombre! Porque creemos y veneramos te impulso hacia María; que nada sea
la justicia de Aquel cuya bondad co­ más antiguo ni más deseado, que el
nocemos y alabam os como infinita; y cobijarnos bajo la tutela y el am paro
tememos como juez inexorable a Aquel de Aquella a quien confiamos plena­
a quien am am os como conservador mente Nuestros pensamientos y obras,
am antísim o, pródigo de su sangre y N uestra integridad y penitencia, Nues­
de su vida; por lo cual de estos hechos tras angustias y gozos, Nuestras súpli­
se desprende que es enteram ente nece­ cas y votos y todas Nuestras cosas; que
sario para los afligidos un intercesor y todos tengan una consoladora esperan­
patrono que disfrute de tanto favor za y confianza en que cuantas cosas
p ara con Dios y sea de tanta bondad sean ofrecidas por nosotros indignas o
de ánimo que no rechace el patrocinio como menos gratas a Dios, esas mismas
de nadie por desesperado que estuviera, se to rnarán sumamente agradables y
y que levante a los afligidos y caídos bien acogidas, encom endándolas a su
con la esperanza de la clemencia divina. Santísim a Madre. Y así como recibe el
Y esta m ism a es la esclarecidísima Ma­ alma gran consuelo con la verdad y
ría, poderosa en verdad como Madre de suavidad de estas cosas, motivo de tris­
Dios O m nipotente; pero lo que es toda­ teza son para ella, los que careciendo
vía más preferible, ella es afable, be­ de la fe divina, no reconocen ni tienen
(5 ) S . T h o m . IIT, q . 30, a . 1. (6) Joan., 1. 17.
(10, 7-8 E n c íc l ic a “ O c t o b r i M e n s e ” 449

a M aría por su Madre, y aun más de se enciende en am or y gracia acerca de


lam entar es la m iseria de aquellos que, estas señales de la caridad divina, con­
siendo partícipes de la santa fe, se atre­ firm a y aum enta la esperanza, ávido y
ven a vituperar a los buenos por el excitado de los premios celestiales, p re­
repetido y prolijo culto que tributan a parados por J esucristo para aquellos
María, con lo cual ofenden en gran que se unan al mismo, siguiendo su
m anera la piedad que es propia de los ejem plo y participando de sus dolores. 198
hijos. Esta oración trasm itida por la Igle­
sia, consta de palabras dictadas por
7. Siguiendo su ejem plo. P o r esta el mismo Dios al Arcángel Gabriel, la
tem pestad de males con que la iglesia cual, llena de alabanzas y de saludables
es tan cruelm ente com batida, todos sus votos continuada y repetida con deter­
piadosos hijos sienten el santo deber en m inado y variado orden, im petra tam ­
que se hallan de suplicar con más vehe­ bién nuevos y dulces frutos de piedad.
mencia a Dios y la razón por qué p rin ­
cipalm ente se han de esforzar en que 8. El Santo Rosario arm a poderosí­
las mism as súplicas obtengan la m ayor sima. Y hay que creer que la m ism a
eficacia. Siguiendo el ejemplo de Nues­ Reina celestial añadió gran virtud a
tros religiosísimos padres y antepasa­ esta oración fundada y propagada por
dos, acojám onos a María , N uestra San­ el ínclito P atriarca D omingo, por ins­
ta Soberana, a MaríA Madre de Jesu­ piración e impulso de la Señora, co­
cristo y Nuestra, y todos juntos supli­ mo bélico instrum ento y m uy poderoso
quemos: Muéstrate madre, y llegue por para dom inar a los enemigos de la fe
ti nuestra esperanza a quien, por dar­ en un período m uy contrario al nom ­
nos vida nació de tus entrañas”W. Aho­ bre católico y m uy sem ejante a éste
ra bien: como entre las varias fórm ulas que estamos atrevesando. Pues la secta
y medios de h o n rar a la Divina Madre de los herejes Albigenses, ya clandesti­
han de ser elegidas aquellas que co­ na, ya m anifiesta, había invadido m u ­
nociéremos ser m ás poderosas por sí chas regiones; la infecta generación de
mismas y m ás agradables a la m isma los Maniqueos, cuyos crueles errores
Señora. Nos place indicar el Rosario e reproducía, dirigía contra la Iglesia sus
inculcarlo con especial cuidado. Co­ violencias y un odio extremado. Apenas
m únm ente se h a dado a esta fórm ula de podía ya confiarse en el apoyo de los
rezar el nom bre de corona, por lo m is­ hom bres contra tal perniciosa e inso­
mo que presenta entretejidos con feli­ lente turba, hasta que vino Dios con el
ces lazos los grandes misterios de Jesús auxilio oportuno, con la ayuda del Ro­
y de su Madre, los gozos, dolores y sario de María . De este modo, con el
triunfos. Estos misterios tan augustos, favor de la Virgen, vencedora gloriosa
si los fieles los m editan y contem plan de todas las herejías, las fuerzas de los
ordenadam ente con piadosa considera­ impíos quedaron extenuadas y aniqui­
ción, ¡cuántos m aravillosos auxilios pue­ ladas, y la fe salva e incólume. La his­
den obtener, ora p ara fom entar la fe y toria antigua, lo mismo que la m oder­
defenderla de la ignorancia o de la pes­ na, conm em ora con clarísimos docu­
te de los errores, ora tam bién para rele­ mentos, muchos hechos semejantes p er­
var y sostener la fortaleza de ánimo! De petrados en todas las naciones y bien
este modo el pensam iento y la m em o­ divulgados, ora sobre peligros ahuyen­
ria del que ora, brillando la luz de la tados, ora sobre beneficios obtenidos.
fe, son arrebatados con gratísim o anhe­ Hay que añadir tam bién a esto el claro
lo a aquellos misterios, y fijos y con­ argum ento de que, tan luego fue insti­
templativos en los mismos no se cansan tuida la oración del Rosario, la costum ­
de adm irar la obra inenarrable de la bre de recitarla fué adoptada y frecuen­
salvación hum ana restituida, consum a­ tada por todos los cristianos indistinta­
da a tan grande precio y por u na serie mente. Efectivamente, la religión del
de cosas tan excelentes; luego el ánimo 7 pueblo cristiano honra con insignes tí-
(7) Ex sacr. liturg. Estrofa del “Ave Maris Stella”
Encíclicas Pontificias 15
450 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 60, 9-10

tulos, y de varias m aneras por cierto, a am plificar los triunfos de la Iglesia en


la Madre de Dios, que aunque saluda favor de María .
con tantas y tan augustas alabanzas,
brilla una que aventaja a todas; siem­ 10. Más Fe y confianza en la o ra­
pre tuvo cariño singular a este título ción. Mas hay algunos que estas m is­
del Rosario, a este modo de orar, en el mas cosas que Nos hemos expresado,
que parece que está el símbolo de la las sienten verdaderam ente; pero p o r­
fe y el com pendio del culto debido a la que nada de lo esperado se ha consegui­
Señora; y con preferencia lo h a practi­ do, especialmente la paz y tranquilidad
cado privada y públicam ente en el ho­ de la Iglesia, antes al contrario, ven qui­
gar y en la fam ilia, instituyendo con­ zás que los tiempos han empeorado, in ­
gregaciones, dedicando altares y cele­ terrum pen o abandonan como fatigados
brando m agníficas procesiones, juzgan­ y desconfiados, la solicitud e inclinación
do que es el m ejor medio de celebrar a orar. Tales hom bres adviertan ante
sus solemnidades sagradas o de m ere­ todo y esfuércense para que las preces
cer su patrocinio y sus gracias. que dirijan a Dios sean adornadas de
convenientes virtudes, según el m anda­
9. L a p ráctica del Rosario. Ni hay to de Nuestro Señor J esucristo; y au n ­
que pasar en silencio aquello que en que así fueren estas preces, consideren,
este asunto pone en claro cierta provi­ por último, que es cosa indigna e ilícita
dencia singular de N uestra Señora. A fijar tiempo y modo en que ha de ayu­
saber: que cuando por larga duración darnos Dios, que nada absolutam ente
de tiempo el am or a la piedad se ha nos debe; de suerte que cuando oye a
entibiado en algún pueblo y se ha vuel­ los que oran y c u a n d o c o r o n a n u e s tr o s
to algún tanto remiso en esta misma m é r it o s , n o c o r o n a sin o s u s p r o p ia s
costum bre de orar, se ha visto después m e r c e d e s * 8^, y que cuando menos con­
con adm iración que, ya al sobrevenir desciende a Nuestros votos, obra como
un peligro form idable a las naciones, buen padre con sus hijos, com padecién­
199 ya al ap rem iar alguna necesidad, la dose de su ignorancia y m irando por su
práctica del Rosario, con preferencia a utilidad. Pero las oraciones que ofrece­
los demás auxilios de la religión, ha mos hum ildem ente a Dios en unión con
sido renovado por los votos de todos y los sufragios de los santos del cielo para
restituida a su honroso lugar, y que, hacerlos propicios a la Iglesia, el mismo
saludable, se ha extendido con nuevo Dios nunca deja de adm itirlas y cum ­
vigor. No hay necesidad de buscar plirlas benignísimamente, ora se refie­
ejemplos de ello en las edades pasadas, ran a los bienes máximos e inm ortales
teniendo a m ano en la presente uno de la Iglesia, ora a los menores y tem ­
m uy excelente. Porque en esta época porales. Porque a estas preces, con ver­
que, como al principio advertimos, en dad, añade valor y abundancia de gra­
tanto grado es am arga p ara la Iglesia, cia con sus preces y sus méritos Jesu­
y am arguísim a p ara Nos que por dis­ cristo Señor Nuestro, que C ris to a m ó
posición divina estamos dirigiendo su la I g le s ia y se e n tr e g ó a s í m is m o p o r
timón, se puede m irar y adm irar con e lla p a r a s a n tific a r la ... y p a r a p r e s e n ­
qué valerosas y ardientes voluntades es tá r s e la a s í m is m o g lo r io sa * 9). Él que
reverenciado y celebrado el Rosario de es el Pontífice Soberano de ella, santo
María en todos los lugares y pueblos inocente, v iv ie n d o s ie m p r e p a r a in te r ­
católicos; y como esto hay que atrib u ir­ c e d e r p o r n o s o tr o s * 10) , cuyos ruegos y
lo rectam ente a Dios, que m odera y súplicas creemos por la fe divina que
dirige a los hom bres, más bien que a la han de tener cumplimiento.
prudencia y ayuda de ningún hombre, En lo que concierne a los bienes ex­
Nuestro ánimo se conforta y se repara teriores y tem porales de la Iglesia, ésta
extraordinariam ente y se llena de gran tiene que habérselas m uchas veces, co­
confianza en que se han de repetir y mo es sabido, con terribles adversarios
(8) S. August. Ep. 194, alias 106, ad Sixtum, (9) Ephes., 5, 25-27.
cap. V, n. 19 (Corp. Ser. Ecl. Lat., vol. 57, pág. (10) Hebr. 7, 25.
190; Migne PL. 33, col. 880).
©O, 11 E n c íc l ic a “ O cto bri M ense” 451

por su m alevolencia y poder que le y de la tentación un feliz aum ento de


usurpan sus bienes, restringen y o pri­ virtud; que otros, en fin, que habían
men su libertad, atacan y desprecian su caído, han sentido en sí el impulso que
autoridad, le causan, en u na palabra, los ha levantado y les ha echado en
toda clase de daños y m alos tratam ien­ los brazos de la m isericordia de Dios.
tos. Pero si se investiga por qué su H abida cuenta de estas considera­
m aldad no va hasta el lím ite de las in ­ ciones, conjuram os, pues, solícitamente
quietudes que intentan y se esfuerzan a los cristianos a que no se dejen sor­
en procurarlas, fácil es conocerlo; pero prender por las astucias del antiguo
al contrario la Iglesia, en medio de ta n ­ enemigo y a que no desistan por nin­
tas vicisitudes, se m uestra siempre con gún motivo del celo de la oración;
la m ism a grandeza y la m ism a gloria, antes bien que perceveren y persistan 201
aunque de u na m anera distinta, y no s in in te r m is ió n . Que su prim era solici­
cesa de aum entar. La verdadera y p rin ­ tud sea la del suprem o bien y la de
cipal razón de este contraste es cierta­ pedir por la salud eterna de todos y la
mente la intervención de Dios solicitada conservación de la Iglesia. Pueden, des­
por la Iglesia. Y no com prende bien la pués, pedir a Dios los demás bienes,
razón hum ana cómo la m aldad im pe­ necesarios o útiles para la vida, con tal
rante se circunscribe a límites tan estre­ que se sometan de antem ano a su vo­
chos, m ientras que la Iglesia, a pesar luntad, siempre justa, y le den asim is­
de su opresión, alcanza tan magnífico mo gracias como a Padre beneficentí­
triunfo. Y lo mismo se ve, aún con más simo, ya conceda o ya niegue lo que
claridad, en aquella especie de bienes le pidan; que tengan, finalm ente, aque­
con los que la Iglesia conduce próxim a­ lla religión y piedad para con Dios, que
mente a los hom bres a la consecución tan necesaria es y que los Santos tuvie­
del bien último. Pues habiendo nacido ron, y el mismo Redentor y Maestro
para este m inisterio, por fuerza debe c o n g r a n c la m o r y lá g r im a s (13\
poder m ucho con sus plegarias para
que tenga eficacia perfecta en ellos el 11. O ración y penitencia. Y ahora
orden de la Providencia y m isericordia Nuestro m inisterio y N uestra pastoral
divinas; y de esta m anera los hom bres caridad desean que Nos im plorem os de
que oran con la Iglesia y por la Iglesia, Dios soberano dispensador de bienes
alcanzan, por fin, y obtienen la s g ra c ia s para todos los hijos de la Iglesia, no
q u e D io s o m n ip o te n te d is p u s o c o n c e d e r sólo el espíritu de la oración, sino tam ­
d e s d e la e te r n id a d (11\ La m ente hum a­ bién el de la penitencia. Haciéndolo con
na se tu rb a ante los altos designios todo Nuestro corazón, Nos exhortam os
de Dios providente, pero llegará algún igualmente a todos y cada uno para
día en que se verá claram ente, cuando que practiquen am bas virtudes, estre­
Dios por su benignidad quiera m ani­ cham ente unidas entre sí. La oración
festar las causas y consecuencias de las tiene por efecto sostener el alma, darle
cosas a El conocidas, cuánta fuerza y valor, elevarla hacia las cosas divinas;
utilidad tenía p ara conseguir este gé­ la penitencia tiene por resultado darnos
nero de cosas la práctica de orar. el im perio sobre nosotros mismos, espe­
Se verá tam bién que de allí procede cialmente sobre nuestro cuerpo, lleno
el que tantos hom bres, en medio de la de peso de la antigua falta y enemigo
corrupción de un m undo depravado, se de la razón y de la ley evangélica. Esas
hayan m ostrado puros e intactos de virtudes, como es fácil ver, se sostienen
to d a s la s m a n c h a s d e la c a r n e y d e l m utuam ente la una a la otra, y concu­
e s p ír itu tr a b a ja n d o p o r su s a n tific a c ió n rren igualmente a substraer y arrancar
e n e l te m o r d e D io s <12); que otros que de las cosas perecederas al hom bre n a­
estaban a punto de dejarse a rra strar cido para el cielo, y a elevarlo a una
por el mal, se han detenido inm ediata­ especie de comercio celestial con Dios.
mente y h an recibido del peligro mismo Sucede, por el contrario, que aquél en
(11) S. Th., II-II, q. 83, a. 2, toma'do de S. (12) II Cor. 7, 1.
Gregorio M. in lib. I Dialogorum c. 8 (Migne (13) H eb r., 5, 7.
PL. 77, col. 188-B).
452 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1891) 60, 12-13

cuya alm a bullen las pasiones, cae en rituales o corporales, los unos de los
la m alicia por las ambiciones, halla in ­ otros y ayudarse entre sí todo lo posi­
sípidas las dulzuras de las cosas celes­ ble: P a r a q u e n o h a y a d e s a v e n e n c ia en
tiales, y no tiene por toda oración más e l c u e r p o , s in o q u e to d o s lo s m ie m b r o s
que u na p alabra fría y lánguida, indig­ se in te r e s e n lo s u n o s p o r lo s otr(>sy d e
n a de ser escuchada por Dios. m a n e r a q u e s i u n m ie m b r o p a d e c e t o ­
d o s lo s d e m á s s u f r e n ; y s i u n m i e m b r o
Tenemos ante los ojos los ejemplos
r e c ib e h o n o r , to d o s lo s d e m á s g o z a n
de penitencia de los Santos cuyas o ra­
c o n él. v o s o tr o s s o is e l c u e r p o d e J e s u ­
ciones y súplicas, como sabemos por los
c r is to , y m i e m b r o s lo s u n o s d e lo s
anales sagrados, h an sido, por esta cau­
sa, extrem adam ente agradables a Dios o tro s^K
y h an obrado prodigios. Ellos arregla­ En este modelo de caridad p ara el
ban y dom aban incesantem ente su espí­ que quiere im itar el ejemplo de J e s u ­
ritu y su corazón; se aplicaban a suje­ c r i s t o , que ha derram ado con inmenso
tarse con plena aquiescencia y com pleta am or su sangre para la satisfacción
sumisión a la doctrina de J e s u c r is t o y por nuestros pecados, hay una exhor­
a las enseñanzas y preceptos de su tación de tom ar cada uno sobre sí las
Iglesia; a no tener voluntad propia en faltas de los demás, hay tam bién un
cosa alguna, sino después de haber con­ gran lazo de perfección que perm ite a
sultado a Dios; a no encam inar todas los fieles estar unidos entre sí, y muy
sus acciones m ás que al aum ento de estrecham ente tam bién con los ciuda­
la gloria del Señor; a reprim ir y que­ danos del cielo y con Dios. E n una
b rar enérgicam ente sus pasiones; a tr a ­ palabra: la acción de la santa peniten­
ta r con im placable dureza su cuerpo; cia es tan variada e ingeniosa y se ex­
a abstenerse por virtud de todo placer, tiende tanto, que cada uno, según su
por inocente que fuera. De esa m anera piadosa m anera y con buena voluntad,
podrán, con toda verdad, aplicarse a sí puede hacer de ella un uso frecuente
mismos estas palabras de S a n P a r l o : y poco difícil.
N u e s tr a c o n v e r s a c ió n e s tá e n lo s c ie ­
l o s ^ ; y por lo mismo, sus oraciones 13. Una esperanza y un deseo. En
eran tan eficaces p ara tener a Dios p ro ­ conclusión, Venerables Hermanos, Nos
picio y amoroso. Claro es que no todos nos prom etem os con vuestra ayuda un
pueden ni deben llegar ahí; pero las feliz resultado de Nuestra adverten­
razones de la justicia divina, para la cias y exhortaciones, tanto en razón de
que se ha de hacer estrictam ente una vuestra insigne y particular piedad h a ­
penitencia proporcionada a las culpas cia la Madre de Dios, como por vuestra
cometidas, exigen que cada uno, en caridad y celo por la grey cristiana;
espíritu de voluntaria m ortificación, y estos frutos que la devoción, tantas
castigue su vida y sus costum bres; y veces m anifestada con esplendor de los
conviene m ucho im ponerse penas vo­ católicos a María, ha producido, se goza
luntarias en vida p ara m erecer m ayor Nuestra alm a en recogerlos ya anticipa­
recom pensa de la virtud. 12* damente en gran abundancia.
Llamados por vosotros, en virtud de
12. C aridad. P o r o tra parte, como en vuestras exhortaciones y siguiéndoos,
el cuerpo místico de Jesucristo, que es deseamos que los fieles principalm ente
la Iglesia, estamos todos unidos y vivi­ en el próximo mes de Octubre se con­
mos como m iem bros suyos, resulta se­ greguen en derredor de los solemnes a l­
gún la palabra de S a n P a b l o , que a la tares de la augusta Reina, y de la Madre
m anera que todos los m iem bros se re ­ llena de bondad, y a fin de tejerle y
gocijan de lo que acontece dichosam en­ ofrecerle como buenos hijos con la ora­
te a uno de ellos, y se entristecen con el ción del Rosario, que tanto la agrada,
que sufre, así tam bién los fieles cristia­ una corona mística. Además, Nos m an­
nos deben sentir los sufrim ientos espi­ tenemos y Nos confirm am os ios pres­
(14) P h il. 3, 20. as) I Cor. 12, 25-27.
60, 14 E n c íc l ic a “ O cto bri M ense” 453

cripciones y los favores de la santa in ­ tad y pueda disfrutarla en paz; libertad


dulgencia acordada, precedentem ente que, como es sabido, no tiene otro
con este m otivo(16). objeto para la Iglesia que el de poder
¡Qué herm oso e im ponente espectácu­ p rocurar a los hom bres los suprem os
lo será en las ciudades, en los pueblos, bienes. Lejos de haber causado jam ás
en las aldeas, en tierra y en el m ar, en hasta ahora el m enor perjuicio a los
todas partes por donde se extiende el particulares ni a los pueblos, la Iglesia,
m undo católico, que esos centenares de en todo tiempo, les ha procurado n u ­
millares de fieles asociando sus alaban­ merosos e insignes beneficios.
zas y juntando su oraciones, con un Que por la intercesión de la Reina
solo corazón, con una voz unánim e, se del Santísimo Rosario, os conceda Dios,
reúnan p ara saludar a M a r í a , im plorarVenerables Hermanos, los bienes celes­
a m a r ía y esperarlo todo de M a r í a ! tiales, con los cuales aum enta y acre­
cienta de día en día las fuerzas y los
14. Conclusión. Que por su m edia­ auxilios que necesitáis para llenar las
ción pidan confiadam ente todos los fie­ obligaciones de vuestro m inisterio pas­
les después de haber rogado a su divino toral; que os sirva de augurio y prenda
Hijo, que vuelvan las naciones extravia­ la bendición apostólica que Nos os d a­
das a los preceptos e instituciones cris­ mos am antísim am ente a vosotros, al
tianas en las que consiste el fundam en­ clero y a los pueblos confiados a vues­
to de la salud pública, y de donde di­ tro cuidado.
m ana la abundancia de la deseada paz
y felicidad verdadera. Que por su m e­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
diación se esfuercen en obtener, tanto el 22 de Septiembre de 1891, año 14
más cuanto que éste es el m ayor de de Nuestro Pontificado.
todos los bienes, que nuestra Madre la
Iglesia recobre la posesión de su liber- 16 LEON PAPA XIII.
(16) Cfr. Ep. Encycl. Supremi Apostolaluf:. 1 S. R. C. Inter Plurimos, 20 August., Quamquam
Sept. 1882; en esta Colecc. Encícl. 41, pág. 296- pluries, 15 August., 1889; en esta Colecc. Encícl.
299; Ep. Encycl. Superiore armo, 30 Aug. 1884; 55, pág. 392-395.
en esta Colecc. Encícl. 45, pág. 320-321; Decret.
ENCICLICA “INTER GRAVISSIMAS” (*>
(16-11-1892)

“Au milieu des soilicitudes”


A LOS OBISPOS, CLERO Y PUEBLO DE FRANCIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

n9 1. Motivo: ataques a la Religión en que nos abrum an y los tem ores que
( 5 2 9 ) F ran cia. E n m edio de los gravísimos nos asedian?
cuidados de la Iglesia universal, m uchas 2. Amor del pueblo francés a la San­
veces, durante el transcurso de Nuestro ta Sede. Mas, por otra parte, experi­
Pontificado, hemos querido dar testi­ m entamos m ucho consuelo viendo a
monio del afecto que profesam os a ese mismo pueblo francés extrem ar su
F rancia y al noble pueblo francés; y am or y su celo a la Santa Sede en la
en una de nuestras Encíclicas, presente m edida en que la ve más abandonada,
todavía en la m em oria de todos, ya o, como debíamos decirlo, m ás com ba­
m anifestam os solemnemente sobre este tida en el mundo. Muchas veces, movi­
particular los sentimientos más íntim os dos por un arraigado sentimiento de
de Nuestro corazón. Este afecto es p re­ religiosidad y verdadero patriotism o,
cisamente lo que constantem ente Nos han venido hasta Nos representantes de
ha tenido atentos a seguir con la vista todas las clases sociales de Francia, fe­
y luego m editar en Nuestro ánimo el lices al atender a las continuas necesi­
conjunto de sucesos, ora tristes, ora dades de la Iglesia y ansiosos de pedir­
consoladores que desde hace m uchos nos luz y consejo para asegurarse de
años se están verificando entre vos­ que, a pesar de las tribulaciones actua­
otros. les, no se ap artan un ápice de las ense­
Y entran d o en m ateria, el alcance ñanzas del Pastor de todos los fieles.
de la vasta conjuración que actu al­ Y ya por escrito, ya de palabra, Nos, a
m ente p rep aran ciertos hom bres para Nuestra vez, hemos dicho claram ente
destruir en F rancia el cristianismo, y la a nuestros hijos lo que tenían derecho
anim osidad con que procuran la ejecu­ de pedir a su padre. Lejos de llevarles
ción de tales propósitos, hollando hasta el desaliento, enérgicamente les hemos
las nociones m ás elementales de libertad exhortado para que aum enten el am or
y justicia de la m ayoría del pueblo, y y los esfuerzos que em plean en defensa
el respeto a los inalienables derechos de de la fe católica, y al mismo tiempo de
la Iglesia, ¿cómo no ha de producirnos su patria, deberes ambos de prim er
el más vivo dolor? Y cuando vemos que orden y de cuyo cum plim iento nadie
ya se tocan unas tras otras las funestas puede sustraerse en esta vida.
consecuencias de esta culpable guerra, Y aún hoy mismo creemos oportuno,
consecuencias que tienden a la perdi­ y hasta necesario, levantar de nuevo
ción de las costum bres y a la ruina de Nuestra voz para exhortar, no diremos
la Religión y destrucción del am or a sólo a los católicos, sino a todos los
la República sabiam ente entendidos, franceses honrados y sensatos, a que
¿cómo no m an ifestar las am arguras rechacen lejos de sí todo germen de
(*) A.S.S. 24 (1892) 519-529. Esta Encíclica fue escrita en francés “Au milieu des sollicitudes“; se­
guida de la “Versio Latina” “ Inter grovissirnas” (ASS. 24 11892] 529-540) 2? ed. corregida por el
francés. — Al margen van las páginas de ambos documentos, las del texto latino entre paréntesis.

— 454 —
61,3-6 E n c íc l ic a “ In ter G r a v is s im a s ” 455

disentimiento político, a fin de que se orden de dependencia con relación a lo


dediquen con todas sus fuerzas a la verdadero, que es la luz del alma, y a
pacificación; todos la desean cada vez lo bueno, que es el objeto de la volun­
con más ardor, y Nos que cual nadie tad. Sin la verdad y sin el bien no
la apetecemos, puesto que representa­ puede haber m oral digna de llevar tal
mos en la tierra al Dios de p a z ^ \ invi­ nom bre. Así pues, ¿cuál es la ver­
tamos a todos los corazones generosos dad, principal y esencial, la verdad
a que Nos secunden p ara hacerla esta­ de que toda verdad se deriva? Dios.
ble y fecunda. ¿Y cuál es la bondad suprem a de que
3. Sólo la Religión une a u n pueblo. procede todo bien? Dios. ¿Y quién es
Ante todo, tomemos como punto de finalm ente, el creador y conservador
partida u na verdad notoria, reconocida de nuestra razón, de nuestra voluntad,
por todos los hom bres de buen sentido y de todo nuestro ser? Dios y solamente
y altam ente proclam ada por la historia Dios. Luego, ya que la Religión es la
de todos los pueblos, que es, a saber: expresión interna y externa de la de­
la Religión, y solamente la Religión, pendencia que debemos a Dios en ra ­
crea el lazo social; que la religión sola zón de justicia, de aquí se desprende
basta p ara m antener sobre fundam en­ una grave consecuencia, que a todos se
tos sólidos la fe de u n pueblo. Guando, im pone: la de que todos los ciudadanos
sin renunciar a los deberes y derechos están obligados a unirse p ara m antener
de la sociedad doméstica, diversas fa­ vivo en la nación el verdadero senti­
milias se unen, inspiradas por la n atu ­ miento religioso y p ara defenderle
raleza, p ara constituirse en m iem bros cuanto fuere menester, si alguna es­
de otra fam ilia m ás extensa, llam ada cuela atea, desoyendo las protestas de
sociedad civil, el objeto que buscan en la naturaleza y la historia, se esforzase
esta sociedad no es únicam ente el de por a rro ja r a Dios de la sociedad, se­
hallar un medio p ara m ejor proveer a gura de destruir por tal medio en el
su m aterial bienestar, sino principal­ fondo de la conciencia hum ana hasta
mente el de obtener de ella el beneficio el sentido m oral. Sobre este punto no
del perfeccionam iento m oral. De otra puede existir diversidad de criterio en­
suerte la sociedad sería poco más que tre hom bres que no hayan perdido toda
una reunión de seres sin razón, cuya noción de honradez y rectitud.
existencia se reduciría a la satisfacción 5. La Religión Católica une m ás por
de los apetitos de la sensualidad. Pero ser la verdadera. E ntre los católicos
hay más todavía: sin el perfecciona- franceses el sentimiento religioso debe
(531) m iento m oral, difícilm ente podría de­ ser más profundo y universal todavía,
m ostrarse que la sociedad civil, en vez puesto que tienen la felicidad de p ro ­
de constituir p ara el hom bre, conside­ fesar 'a verdadera Religión. Si, en efec­
rado como tal, una ventaja, no consti­ to, las creencias religiosas siempre y
tuía un perjuicio y un detrim ento. en todas partes fueron dadas como ci­
4. Obligación de unirse p a ra defen­ miento de la m oralidad de las acciones
der la Religión. Porque la m oralidad hum anas y de la existencia de toda so­
hum ana, por el hecho mismo de tener ciedad bien ordenada, es evidente que
que concertar entre sí tantos derechos la Religión católica, por el hecho de ser
y tantos deberes semejantes, puesto que la verdadera Iglesia de Jesucristo, posee
es un elemento que se encuentra en más que otra alguna la eficacia necesa­
todas las acciones del hom bre, implica ria para bien ordenar la vida social y
necesariam ente la existencia de Dios y la individual. ¿Se quiere un ejemplo
con la existencia de Dios la de la Re­ visible de esto? La mism a Francia lo
ligión, sagrado lazo cuyo privilegio so­ sum inistra.
bre todos los demás consiste en unir al 6. La H istoria de F ran cia es un
hom bre con Dios. E n efecto: la idea de ejem plo. Según fué progresando en la
m oralidad entraña principalm ente un cristiana fe, viósela subir gradualm ente
(1) I Cor. 14, 34.
456 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1892) 6 1 , 7-9

a aquella grandeza m oral a que llegó misma Santa Sede, odiosas im putacio­
como potencia m ilitar y política. Y esto nes. Se pretende por algunos que la
consistió en que a la natural generosidad concordia y energía de acción inculca­
de su corazón, añadió la caridad cristia­ das a los católicos para la defensa de
na abundancia de nuevas energías y que su fe, más que la salvaguardia de los
su m aravillosa actividad encontró estí­ intereses religiosos, tiene por secreto
mulo, luz, y garantía de constancia, las móvil el ansia de preparar a la Iglesia
tres cosas a la vez, en esta fe cristiana para la dominación política del Estado.
que, por m ano de la nación francesa, Decir esto es verdaderam ente resucitar
escribió páginas gloriosísimas en los una antiquísim a calumnia, inventada
anales del género hum ano. Hoy mismo por los prim eros enemigos del Cristia­
su fe ¿no añade nuevas glorias a las nismo. Pero qué, ¿no fué lanzada pri­
glorias pasadas? mero contra la adorable persona de
Inagotable en ingenio y recursos, se Nuestro Redentor? Acusábanle de obrar
la ve m ultiplicar en su propio suelo las con fines políticos cuando con su pre­
obras de caridad y adm írasela cuando dicación llenaba las almas de luz y con
parte p ara rem otas tierras, donde, m er­ los tesoros de su divina bondad alivia­
ced a los trabajos de sus Misioneros, y ba los padecimientos corporales y espi­
aún a precio de su sangre, difunde a la rituales de los desgraciados: “A éste le
vez su renom bre y los beneficios de la hemos hallado pervirtiendo a nuestra 52
Religión católica. Ningún francés, sean nación, y prohibiendo pagar al César y
cualesquiera sus opiniones, osaría rene­ diciendo que él es el Cristo Rey . . . Si
gar de tales glorias, porque renegar de sueltas a ése, no eres amigo del César,
ellas equivaldría a renegar de la patria. puesto que cualquiera que se declara
rey, se declara contra el César... No te­
7. Ni indolencia ni divisiones. La nemos por rey sino a César”
historia de un pueblo m anifiesta de
una m anera incontrovertible cuál sea 9. E stas calum nias se reiteraron. Es­
el elemento generador y conservador tas am enazadoras calum nias fueron las
de su grandeza m oral. Así ocurre que, que arrancaron a P ilato la sentencia
si llega a faltarle este elemento, ni la de m uerte contra aquel mismo cuya
sobreabundancia del oro, ni la fuerza inocencia había reconocido m uchas ve­
de las arm as bastan a salvarle de la de­ ces. Y los inventores de estas falsedades
cadencia m oral, acaso de la m uerte. y de otras del mismo género no om itie­
¿Quién no com prende ya que, p ara to ­ ron nada para propalarlas por lejanos
dos los franceses que profesan la Reli­ pueblos, como S an Justino m ártir lo
gión católica, el principal cuidado ha echaba en cara a los judíos de su época:
de consistir en asegurar su conservación “Lejos de arrepentiros, después que ha­
y con tanto m ayor empeño, cuanto es béis sabido que resucitó de entre los
más evidente que el cristianism o es en muertos, habéis enviado por todo el
Francia objeto de la im placable hostili­ mundo hombres hábilmente escogidos
dad de las sectas? E n este terreno no para anunciar que había sido suscitada
puede tolerarse lícitam ente ni indolen­ una secta impía por un cierto seductor
cia de acción, ni divisiones de partidos. gcdileo, llamado Jesús” (3L
Lo prim ero dem ostraría una cobardía Al difam ar tan audazm ente al Cris­
indigna de cristianos, lo segundo sería tianismo, sus enemigos bien sabían lo
una causa de debilidad desastrosa. que se hacían.
Consistía su plan en suscitar contra
8. Calum nia: Dom inio político de la su propagación un form idable adver
Iglesia. Antes de p asar adelante con­ sario: el im perio rom ano, Se propagó
viene que señalemos u n a calum nia, la calum nia, y los idólatras en su cre­
astutam ente propalada p ara acreditar dulidad, llam aban a los prim eros cris­
contra los católicos y aun contra la 2 tianos seres inútiles, ciudadanos peli-
(2) Luc. 23, 2; Juan 19, 12-15. (3) San Justino Diálog. c. Triph. n. 108 (Migne
PG. 6, col. 726-B).
61, 10-12 E n c íc l ic a “In ter G r a v is sim a s ” 457

g r o s o s , fa c c io s o s , e n e m ig o s d e l I m p e r io11. La Unión de los católicos frente


y d e lo s E m p e r a d o r e s ^ . E n vano con a diversas form as de gobierno. P a ra
sus escritos ios apologistas del Cristia­ llegar ahí (ya lo hemos dicho antes de
nismo, y en vano los cristianos con su a h o ra), es necesario una fortísim a
ejem plar conducta trataro n de demos­ unión; y si se quiere conseguirla, es
tra r lo crim inal y absurdo de tales ca­ indispensable dejar a un lado cualquier
lificativos; nadie se dignaba siquiera prejuicio capaz de debilitar su fuerza
oírles. y su eficacia. Nos referim os principal­
Su solo nom bre les atraía u n a decla­ m ente a las divergensias políticas de los
ración de guerra; y los cristianos, por franceses en lo relativo a la conducta
el m ero hecho de serlo, que no por que deben observar con la república
ninguna otra causa, se veían puestos actual, cuestión que deseamos tra ta r
forzosam ente en esta alternativa: la con la claridad que su im portancia
apostasía o el m artirio. Las mism as ca­ exige, partiendo de los principios y
lum nias y las mism as persecuciones, descendiendo a las consecuencias p rác­
poco más o menos, se renovaron contra ticas.
ellos en los siglos posteriores, siempre Diversos gobiernos políticos se han (534)
que hubo gobiernos irracionalm ente sucedido en F rancia durante el curso
celosos de su poder e intencionada­ de la presente centuria, cada cual de
mente m al dispuestos contra la Iglesia. ellos con su form a distintiva: imperios,
Siempre expusieron en público el p re ­ m onarquías y repúblicas. Limitándose
texto de las supuestas introm isiones de a m eras abstracciones se llegaría a de­
la Iglesia en la esfera del Estado, p ara finir cuál es la m ejor entre estas form as
sum inistrar al Estado apariencias de de gobierno, en sí mismas consideradas;
justicia en sus usurpaciones y violen­ puede asimismo afirm arse con toda
cias contra la Iglesia católica. verdad que cualquiera de ellas es bue­
10. Confianza nacida del pasado, na siempre que tienda rectam ente a su
liem os querido recordar en breves p a ­ fin, es decir, al bien común, para el
labras el pasado, p ara que el presente cual fué instituida la autoridad social;
no desconcierte a los católicos. En sub­ y conviene añadir por último, que des­
stancia, la lucha es siempre igual: J e s u ­ de un punto de vista relativo, tal o cual
c r is t o e x p u e s to s ie m p r e a la s c o n tr a ­
form a de gobierno puede ser preferible
d ic c io n e s d e l m u n d o , p u e s to c o m o s ig ­ por adaptarse m ejor al carácter y cos­
n o d e c o n tr a d ic c ió n entre los hom bres; tum bres de tal o cual pueblo. En este
siempre los mismos recursos puestos orden especulativo de ideas, los católi­
en juego por los m odernos enemigos cos como cualquier ciudadano, disfru­
del cristianism o, recursos viejísimos en tan de plena libertad para preferir una
el fondo y apenas m odificados en la u otra form a de gobierno, precisam ente
form a; pero siem pre tam bién los m is­ en virtud de no oponerse por sí misma
mos medios de defensa, claram ente ninguna de estas form as sociales a las
indicados a los cristianos de la época exigencias de la sana razón ni a las
actual por nuestros apologistas, nues­ m áximas de la doctrina católica.
tros doctores y nuestros m ártires. Lo 12. La Iglesia m ira m ás los intereses
que hicieron ellos, eso es lo que a religiosos. Lo cual basta p ara ju stifi­
Nuestra vez debemos hacer. Así, pues, car plenam ente la sabiduría de la Igle­
propongam os sobre toda cosa la glo­ sia, que, en sus relaciones con los pode­
ria de Dios y de su Iglesia, trab aje­ res políticos hace abstracción de las
mos por ella con verdadera y constante form as que diferencian a unos de otros
aplicación y dejemos el cuidado del al tra ta r con ellos los grandes intereses
éxito a J e s u c r is t o que nos dice: E n e l religiosos de los pueblos, conociendo
m u n d o te n d r é is tr ib u la c io n e s ; p e r o te ­ que debe ejercer la tutela de estos inte­
n e d c o n fia n z a : y o h e v e n c id o a l m u n - reses sin consideración a ningún otro
d o & . .S
* interés. En anteriores Encíclicas Nues-
(4) Tertuliano in Apolog. (Migne PL. 1 col. (5) Joan. 16, 33.
320, 554-B, 559-B etc.); Minucio Félix in Octav.
(Migne PL. 3 [cap. IX-XI] col. 270 ss; Corp.
S. Ec. L., vol. 2, pág. 15 ss).
458 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1892) 61, 13-15

tras se exponían ya estos principios; prim eros cristianos: “ H o n r a d a to d o s ;


mas sin embargo, era necesario recor­ a m a d la fr a te r n id a d ; te m e d a D io s;
darlos aquí al estudiar el asunto que r e s p e ta d a l R e y ” W y estas otras de
ahora Nos ocupa. S a n P a b l o : “ R e c o m ie n d o , p u e s , a n te
Si de las m eras abstracciones se des­ to d o , q u e se h a g a n s ú p lic a s , o r a c io n e s ,
ciende al terreno de los hechos, con su­ r o g a tiv a s , a c c io n e s d e g r a c ia s , p o r to d o s
mo cuidado se ha de pro cu rar no re ­ lo s h o m b r e s , p o r lo s R e y e s , y p o r to d o s
negar de los principios que acaban de lo s c o n s titu id o s e n a lto p u e s to , a fin de
señalarse y que son inm utables, los q u e te n g a m o s u n a v id a q u ie ta y tr a n ­
cuales, por otra parte, al encarnarse en q u ila e n e l e je r c ic io d e to d a p ie d a d y
los hechos presentan un carácter de h o n e s tid a d ; p o r q u e es u n a c o s a b u e n a
contingencia, determ inado por el medio a lo s o jo s d e D io s S a lv a d o r n u e s tr o ” (7>.
en que se verifica su aplicación. En
estos térm inos si cada una de las fo r­ 14. Sólo la Iglesia es inm utable en
mas es buena en sí m ism a y puede ser su form a de gobierno. Conviene obser­
aplicada al gobierno de los pueblos, sin var cuidadosam ente, al llegar a este
embargo, sucede de hecho, que no en punto, que, sea cual fuere en un a n a­
todas las naciones se encuentra consti­ ción la form a de los poderes civiles, de
tuido el poder político en form as idén­ ningún modo puede considerarse esa
ticas, sino que en cada uno ostenta la form a tan definitiva que haya de per­
suya propia. E sta form a particular m anecer inm utable, ni aún cuando así
procede del conjunto de circunstancias lo hubiese querido la voluntad de los
históricas o nacionales, pero siempre que en su origen la determ inaron. Sólo
524 hum anas, que engendran y hacen su r­ la Iglesia de J e s u c r is t o , ha podido con­
gir en los pueblos sus leyes trad icio n a­ servar y conservará hasta la consum a­
les y hasta fundam entales, y éstas son ción del tiempo, su form a de gobierno;
las que d eterm inan la form a p articu lar porque fundada en aquel q u e e ra , qu e
es y q u e s e r á e n lo s s i g l o s recibió de
de gobierno y la base de transm isión de
su suprem o poder. 13 El, desde el origen cuanto le conviene
para seguir su m isión a través del m o­
vible océano de las cosas hum anas. Y,
13. No to lera la rebeldía a la au to ri­
lejos de tener necesidad de transform ar
dad legítim a. Innecesario es tra e r a la
su constitución esencial, hasta carece
mem oria que todos los ciudadanos tie­
de facultad para renunciar a la libertad
nen el deber de aceptar tales form as de
y soberana independencia de que Jesu­
gobierno y no intentar nada para des­
cristo la proveyó en interés general de
truirlas o m odificarlas. De aquí p ro ­ las almas.
viene el que la Iglesia, guardadora de
Mas tratándose de sociedades p u ra ­
la verdadera y m ás elevada noción de mente hum anas, es un hecho cien veces
la soberanía política, puesto que la
consignado en la Historia, que el tiem ­
hace derivar del mismo Dios, siempre
po, este gran transform ador de todo lo
haya condenado las doctrinas y los terreno, obra profundísim os cambios
hom bres rebeldes a la autoridad legí- en las instituciones políticas.
<535> tim a, y que las condenaba hasta en 'ios A veces se lim ita a producir alguna
tiempos en que los depositarios del po­ m odificación en la form a de gobierno
der político abusaban de éste contra establecido, y a veces llega hasta a
ella, privándose así tales gobiernos del reem plazar las form as prim itivas con
m ás firm e apoyo dado a su autoridad, otras absolutam ente diversas, sin excep­
y del medio más seguro de obtener para tuar siquiera el modo de transm isión
sus leyes la obediencia del pueblo. del poder soberano.
T ratando de este asunto, nunca serán
bastante m editadas las célebres ense­ 15. La necesidad social justifica nue­
ñanzas que en medio de la persecución vos gobiernos. ¿Cómo se verifican los
daba el Príncipe de los Apóstoles a los cambios políticos de que estamos ha-
(6) I Pedro 2, 17. (8) ílebr. 13, 8.
(7) T Tim. 2, 1 ss.
61,16-17 E n c íc l ic a “ In t e r G r a v is sim a s ” 459

blando? Generalmente suelen ser resul­ cias del bien común, puesto que después
tado de crisis violentísimas, las más de de Dios, el bien com ún es la prim era y
ellas sangrientas, en las cuales perecen últim a ley de la sociedad.
de hecho los gobiernos anteriores. E n ­ De esta suerte se explica por sí m is­
tonces todo queda entregado a la a n a r­ m a la sabiduría con que procede la
quía y no tarda el orden público en Iglesia al conservar relaciones con los
verse trastornado hasta en sus mismos num erosos gobiernos que en menos de
fundam entos; de donde resulta una un siglo ha tenido Francia, siempre con
n e c e s id a d s o c ia l que se im pone a la violentas y hondas conmociones. Seme­
Nación, la de m irar por sí misma. jante autoridad es la línea de conducta
¿Cómo podría no tener en tal caso el m ás segura y saludable para todos los
derecho, m ás aún, la obligación de de­ franceses en sus relaciones civiles con
fenderse de un estado de cosas que tan la República, que es el gobierno actual
(536) hondam ente la perturba, y de re sta u rar de su patria, A parten lejos de sí esas
la paz pública en la tran q u ilid ad y divergencias políticas que los dividen,
el orden? Pues esta necesidad social y com binen todas sus energías a fin
justifica el establecimiento de nuevos de conservar o restaurar la grandeza
gobiernos, sean cualesquiera las form as m oral de Francia.
que p ara ellos se adopten, puesto que,
en la hipótesis de que estamos hablan­ 17. D iferencia entre poder y legisla­
do, tales gobiernos nuevos, responden ción. Pero aquí se presenta u n a d ifi­
necesariam ente a exigencias del orden cultad: “ E s ta R e p ú b li c a , observan a l­
público, el cual es imposible sin go­ gunos, se h a lla a n im a d a d e s e n tim ie n to s
bierno. ta n a n tic r is tia n o s , q u e n in g ú n h o m b r e
Síguese de aquí que, en tales ocasio­ r e c to , y m u c h o m e n o s n in g ú n c a tó lic o ,
nes, la novedad se reduce a la form a p u e d e a c e p ta r la e n c o n c ie n c ia ” .
política, que adoptan los poderes civi­ Véase aquí lo que principalm ente ha
les, o al modo cómo se transm iten; mas dado ocasión a las discusiones y las
de ninguna m anera afecta al poder, ha agravado: Hubiéranse evitado todas
considerado en sí mismo, el cual con­ estas lam entables divergencias si cuida­
tinúa siendo inm utable y digno de res­ dosam ente se hubiera tenido en cuenta
peto, porque, considerado en su n a tu ­ la diferencia que hay entre el p o d e r
raleza, fué constituido y se hace ne­ c o n s titu id o y la le g is la c ió n . H asta tal
cesario p ara proveer al bien común, punto la legislación difiere de los po­
objeto suprem o que dió existencia a la deres políticos y de sus form as, que 526
hum ana sociedad. Lo direm os en otros bajo el régimen cuya form a es m ás ex­
términos: en cualquiera hipótesis, el celente, la legislación puede ser detes- ^537^
poder civil, considerado como tal, es de table; y por el contrario, bajo el régi­
Dios, y siempre es de El, p o r q u e n o h a y m en de form as más imperfectas, puede
p o te s ta d q u e n o p r o v e n g a d e D io s (9). hallarse una legislación excelente.
16. Primacía de bien común. P or Fácilm ente se dem ostraría todo esto
consiguiente, cuando se constituyen con pruebas históricas, m as sería inútil,
gobiernos nuevos que representan este porque no hay nadie que no esté con­
poder inm utable, aceptarlos, no sola­ vencido de ello; ni nadie puede saberlo
mente es lícito, sino que lo exige y m ejor que la Iglesia, que se esfuerza en
hasta lo im pone la necesidad del bien conservar las habituales relaciones con
social que les da vida y los m antiene; poderes políticos de todas las formas.
tanto más, cuanto m ayor es el incre­ Y ciertam ente, la Iglesia puede decir
mento que la insurrección com unica al m ejor que ninguna otra potestad qué
odio entre los ciudadanos, odio que consuelo o qué dolores le han produ­
provoca la guerra civil y puede sum ir cido con frecuencia las lej-es de los
a la nación en el caos y la anarquía. diversos gobiernos que sucesivamente
Y esta estrecha obligación de respeto han regido a las naciones desde el
d u rará cuanto lo requieran las exigen­ Im perio Romano hasta nuestros días.
(9) Rom. 13, 1.
460 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1892) Gl, 18-20

18. R azón de tal distinción. Si es el respeto que se debe a los poderes


suma la im portancia de la distinción constituidos(1°), respeto que no debe te­
que acaba de establecerse, tam bién es nerse, y mucho menos ciega obediencia
m anifiesta su razón. La legislación es a las leyes prom ulgadas por esos m is­
obra de los hom bres que están en po­ mos poderes.
sesión del poder, y que de hecho go­ No ha de olvidarse que la ley es
biernan a la nación. una prescripción ordenada según la
De donde se deduce que, en la p rác­ razón y prom ulgada para el bien co- (533>
tica, la bondad de las leyes depende de m ún por los que han recibido potestad
los gobernantes más que de la form a para este objeto. Por consiguiente, nun­
del gobierno constituido p ara ellos. Así, ca podrán aprobarse las disposiciones
pues, esas leyes serán buenas o malas, legislativas contrarias a Dios y a la
según sean buenos o malos los princi­ Religión, sino que hay obligación de
pios que profesan los legisladores y reprobarlas.
según se dejen éstos guiar por la p ru ­ Esto es lo que el gran Obispo de
dencia política o por la pasión. Hipona, S a n A g u s t í n , puso m uy en
claro con estas elocuentes razones:
19. Mala legislación, hostil a la Re­ “Algunas veces las potestades son bue­
ligión. Que desde hace m uchos años nas y temen a Dios; otras veces no le
varias disposiciones im portantes de la temen. Juliano fué un Emperador in­
legislación francesa obedecen a tenden­ fiel, fue apóstata, inicuo, idólatra; los 527
cias hostiles a la Religión y por consi­ soldados cristianos sirvieron al Empe­
guiente a la nación, es cosa que todos rador infiel, pero cuando se trataba de
reconocen y que, por desgracia está la causa de Cristo no reconocían sino a
dem ostrada con la realidad de los he­ Aquel que está en los Cielos. Cuando
chos. Obediente a N uestra sagrada obli­ quería que adorasen los ídolos y les
gación, Nos mismo enviamos sentidas ofreciesen incienso, ponían a Dios sobre
quejas al que a la sazón desem peñaba el Emperador; mas cuando les decía:
la presidencia de la República. A Nues­ jFormaos, marchad contra tal o cual
tro pesar, aquellas tendencias persistie­ nación! obedecían inmediatamente. Dis­
ron y el m al h a ido agravándose, de tinguían al Señor Eterno del señor tem­
m anera que nadie puede extrañarse de poral y, sin embargo, aun al señor tem­
que el Episcopado francés puesto por poral estaban sujetos por consideración
el E spíritu Santo p ara regir sus diferen­ al Señor Eterno” l11*.
tes e ilustres Iglesias, recientem ente se No ignoram os que, abusando de su
haya considerado en la obligación de razón, y m ás todavía de su voluntad,
m anifestar públicam ente la am argura el ateo niega estos principios; pero el
que le produce la situación creada en ateísmo es9 en definitiva, un erro r tan
Francia a la Religión católica. ¡Pobre m onstruoso que nunca ha de conseguir,
Francia! Sólo Dios puede m edir el sea dicho en honor de la hum anidad,
abismo de males en que se hundiría, si, destruir en la conciencia los derechos
en vez de m ejorar esta legislación p er­ de Dios y substituirlo con la idolatría
sistiera en seguir el rum bo, en que los del Estado.
franceses acabarían por perder la Reli­ Definidos así los principios a que ha
gión que los h a hecho tan grandes. de ajustarse nuestra conducta con Dios
y con los gobiernos hum anos, nadie que
20. L u ch ar unidos contra la m ala sea im parcial podrá tildar a los católi­
legislación. He aquí precisam ente el cos franceses porque, sin rep arar en
terreno en que, prescindiendo de dife­ sacrificios ni fatigas, procuren conser­
rencias políticas, todos los buenos de­ var para su p atria lo que constituye en
ben unirse como un solo hom bre para ella una condición debida y resume in­
luchar, por todos los medios legales y num erables y gloriosas tradiciones que
honestos, contra los abusos, cada vez registra su H istoria y todo francés tiene
mayores, de la legislación. No lo impide 10 obligación de no olvidar.
(1 0 ) B o m . 13, 1. (11) San Agus. Enarr. in Ps. 124, n. 7 fin.;
(Migne PL. 37, col. 1654).
0 1 ,2 1 -2 3 E n c íc l ic a ‘I n t e r G r a v is s im a s ” 461

21. Opiniones sobre el Concordato. to en que el Estado niega a Dios lo


No queremos term inar las presentes que es de Dios, por consecuencia nece­
letras, sin tocar otros dos puntos que saria niega a los ciudadanos aquello a
se relacionan entre sí y que conexio­ que tienen derecho como hom bres; p o r­
nados íntim am ente con los intereses que quiérase o no se quiera, los verda­
religiosos han producido en el campo deros derechos del hom bre nacen p re­
católico alguna división. cisamente de sus deberes para con Dios.
Es el uno el relativo al Concordato De donde se sigue que el Estado, fal­
que durante tantos años ha facilitado tando bajo este aspecto al fin principal
en F rancia la arm onía entre el gobierno de su institución, tiende a renegar de
de la Iglesia y el Estado. Acerca de la sí mismo y a desm entir la razón de su
conservación de este solemne pacto bi­ propia existencia.
lateral, siempre cum plido con fidelidad H asta la voz de la razón natural
por la Santa Sede, no están de acuerdo proclam a tan claram ente estas verda­
ni siquiera los mismos enemigos de la des superiores, que se im ponen a cual­
Religión católica. Los más violentos quiera a quien no ciegue la violencia
querrían abolirlo p ara que el Estado de la pasión. Por consiguiente, los ca­
pudiese m olestar m ás librem ente a la tólicos nunca se guardarán bastante de
Iglesia de Jesucristo. P or el contrario, sostener semejante separación. Porque,
otros, los más astutos quieren, o pol­ en efecto, querer que el Estado se se­
lo menos aseguran querer, la conserva­ pare de la Iglesia, sería por consecuen­
ción del Concordato; no precisam ente cia lógica querer que la Iglesia se viera
porque reconozcan que el Estado debe reducida a la libertad de vivir conforme
cum plir los compromisos que subscri­ al derecho com ún de todos los ciuda­
bió, sino porque quieren que se ap ro ­ danos.
veche de las concesiones que le otorgó Cierto es que esta condición se da
la Iglesia, como si pudieran separarse en algunas naciones en las cuales cons­
caprichosam ente los com prom isos ad­ tituye una m anera de ser que, si tiene
quiridos y las concesiones obtenidas, m uchos y graves inconvenientes, p ro ­
cuando unos y otras son partes subs­ cura tam bién algunas ventajas, aun
tanciales de un solo y m ism o todo. cuando no puede justificar el falso
<539) p ara ¡os que tal quieren, el Concor­ principio de la separación ni autorizan
dato vendría a ser u n a cadena que a defenderlo, sin embargo hacen que
coartase la libertad de la Iglesia, esa sea digno de tolerancia un estado de
santa lib ertad a que la Iglesia tiene cosas que, prácticam ente, no es el peor
divino e inalienable derecho. de todos.
¿Cuál de estas dos opiniones preva­
lecerá? Lo ignoramos. Si las hemos 23. Peligros especiales para Francia.
recordado aquí, es p ara recom endar a Pero en Francia, nación católica por
los católicos que no provoquen ningún sus tradiciones y por la ley actual de
rom pim iento en u n asunto cuya reso­ la gran m ayoría de sus ciudadanos, no
lución solam ente incum be a la Santa puede colocarse a la Iglesia en la pre­
Sede. caria situación que tiene en otros pue­
22. Separación de la Iglesia y del blos. Y tanto menos lícito es para los
528 Estado. No usarem os de este mismo católicos preconizar sem ejante separa­
lenguaje al tra ta r del otro punto, que ción, cuanto m ejor les consta, qué pro ­
es relativo al principio de la separa­ pósitos abrigan los enemigos que la
ción de la Iglesia y el Estado, la cual desean; los cuales, como ellos mismos <54°)
equivale a separar la legislación h u m a­ lo dicen claram ente, entienden que la
na de la legislación cristiana y divina. separación significa la com pleta inde­
No queremos detenernos en dem ostrar pendencia de la legislación política res­
ahora cuán absurda es la teoría de esta pecto a la legislación religiosa; más to ­
separación; nadie h ab rá que no lo com­ davía, la absoluta indiferencia del po­
prenda por sí mismo. Desde el m om en­ der secular en orden a los intereses de
462 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I ( 1 8 9 2 ) 61, 24

la sociedad cristiana, es decir, de la disiparán los prejuicios de muchos


Iglesia, y por ende la negación hasta de hom bres de buena fe y facilitarán la
su m ism a existencia. pacificación de los espíritus, y, por
Estos tales, hacen, sin embargo, una medio de esta pacificación, la unión
salvedad que se form ula así: en cuanto perfecta de todos los católicos para de­
la Iglesia, usando de los medios que el fender la causa, de Cristo que ama a
derecho com ún perm ite al último fra n ­ los Francos.
cés y m ultiplicando su actividad nativa, ¡Cuánto consuelo procura a Nuestro
llegue a verse próspera, el Estado in ter­ corazón el estim ularos a que sigáis por
vendrá y podrá y deberá declarar a los esta senda y contem plar cuán dócil­
franceses fuera de la ley. Digámoslo en mente respondéis todos a Nuestro lla­
una palabra: el ideal de estos hom bres mamiento! Vosotros, Venerables H er­
consiste en retroceder al paganismo, y manos, con Vuestra autoridad y el ilus­
que el Estado no reconozca a la Iglesia trado celo de la Iglesia y la Patria, que
sino cuando se le antoje perseguirla. 24 os distingue, concurriréis poderosam en­
te a esta obra de pacificación. Nos
24. R esum en y exhortación final. Ya complacemos en esperar que los que
queda explicado, Venerables Herm anos, ejercen el poder civil sabrán apreciar
por breve pero clara m anera, los p u n ­ Nuestras palabras, que tienen por obje­
tos en que los católicos franceses y to la prosperidad y la ventura de la
todos los hom bres sensatos han de nación francesa.
unirse y establecer concordia para cu­
rar, en cuanto aún sea posible, los m a­ E ntre tanto, y como prenda de Nues­
les que F rancia padece, y hasta restau­ tro paternal afecto, os concedemos a
ra r su grandeza m oral. Estos puntos son Vosotros, Venerables Hermanos, a vues­
la religión y la patria, los poderes políti­ tro clero y a todos los católicos de
Francia, la Apostólica Bendición.
cos y la legislación, la conducta que ha
de observarse con esos poderes y esa Dado en Roma, en San Pedro, el día
legislación, el Concordato y la separa­ 16 de Febrero del año 1892, décim o-
ción de la Iglesia y del Estado. cuarto de Nuestro Pontificado.
Abrigamos la confianza de que estas
aclaraciones sobre los puntos referidos LEON PAPA XIII.
<©2

ENCICLICA “MAGN^E DEI MATRIS” (*>


(8-IX-1892)

SOBRE EL SANTISIMO ROSARIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Amor y gratitu d de León, XIIIProvidencia,
a a esta Sede del bienaven­
139 María. Siem pre que se Nos presenta turado Apóstol S a n P e d r o , es decir, a
ocasión de excitar y aum entar en el representar en la Iglesia la Persona
pueblo cristiano el am or y el culto de m ism a de Jesucristo, movido por la
la augusta Madre de Dios, Nos sentimos inm ensa pesadum bre del cargo y des­
llenos de satisfacción y felicidad, no confiando de Nos mismo con afecto
solamente por la excelencia y la m últi­ más intenso aún, buscamos el divino
ple fecundidad del asunto en sí mismo, auxilio en la m aternal protección de la
sino porque responde dulcem ente a los Santísim a Virgen. Y — ¡bien se alegra
sentimientos m ás íntim os de Nuestro Nuestra alm a al publicarlo!— Nuestra
corazón. En efecto, la devoción a M a ­ esperanza, como en otro tiempo, pero
r ía Santísima, devoción que, por decir­ más especialmente en el desempeño del
lo así, Nos recibimos con la leche que suprem o Apostolado, ni fué vana, ni
Nos nutrió, ha ido creciendo y arraigán­ estéril.
dose en Nuestra alm a a m edida de la
edad, según íbam os viendo más clara­ 2. Celebración del mes del Rosario.
m ente cuán digna de am or y veneración Así es que ahora, bajo los auspicios y
es Aquella a quien el mismo Dios amó por la m ediación de la Virgen, esta m is­
y prefirió desde el principio sobre todas m a esperanza se levanta m ás confiada
las criaturas, y a quien, enriqueciéndo­ y ardorosa para obtener por su inter­
la con señaladísimos privilegios, escogió cesión m ayores bendiciones y gracias
p ara Madre suya. Las m uchísim as y que produzcan dichosam ente la salud
espléndidas pruebas de generosa bon­ de la cristiana familia, juntam ente con
dad con que Nos h a favorecido, y que la m ayor gloria de la Santa Iglesia.
no podemos recordar sin que los ojos O portuno es, por consiguiente, Vene­
se Nos llenen de lágrim as de gratitud, rables Hermanos, que renovando por
son nuevos y poderosos estímulos para vuestro medio Nuestros consejos, exci­
m antenernos fieles a tal devoción. P o r­ temos a todos Nuestros Hijos, a fin de
que en las m uchas, varias y difíciles cir­ que el próxim o mes de Octubre, con­
cunstancias de nuestra vida recurrim os sagrado a nuestra Reina y Señora del
siempre a la Santísim a Virgen, a ella Rosario, se celebre por todos con el
volvemos am orosam ente Nuestros ojos, aum ento de fervor que exigen las ne­
y, desahogando en su corazón temores cesidades, cada vez más aprem iantes y
y esperanzas, la hemos pedido siempre angustiosas.
que se digne asistirnos piadosa como
m adre, y nos alcance la gracia de que 3. Maldad y corrupción de la época.
podam os corresponder a su am or con Sabido es de todos por qué abundancia
un verdadero cariño filial. Elevado más y variedad de medios corruptores la
tarde, por inescrutable designio de la m alicia del siglo se esfuerza arteram en-
(*) Acta Sanctae Sedis, 25 (1892/93) 139-148. Versión de la 1? edición. — Los números marginales
indican las páginas del texto original en ASS, vol. 25. (P. H.)
— 463 —
464 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I (1 8 9 2 ) 62, 4-5

te en dism inuir, y, si pudiera, destruir las escarnecía públicam ente y en m u­


enteram ente en las alm as la fe cristiana chas com arcas labraba la perdición de
y el respeto de la ley divina, que ali­ los fieles, la Iglesia combatió contra
m enta y hace fructífera a la fe de tal todas las torpísim as form as de aquel
modo, que podría decirse que el soplo error sin más arm as ni otras fuerzas
de la ignorancia, del error y de la co­ que las del Santo Rosario, cuya insti­
rrupción se extiende funesto por do­ tución y predicación fué inspirada al
quiera, esterilizando y desolando el glorioso patriarca S a n t o D o m in g o por
cam po evangélico. Y lo m ás triste de la Santísim a Virgen. Por tal medio la
todo es que, esa tan perniciosa y des­ Iglesia salió victoriosa, y como en aque- l4i
vergonzada audacia, en vez de ser re ­ lia tem pestad la Iglesia ha podido des­
prim ida y castigada por quienes pueden pués, con triunfos siempre espléndidos,
y tienen estrecha obligación de hacerlo, proveer al bien común. Pero en las cir­
encuentra en ellos indiferencia y hasta cunstancias actuales, circunstancias que
protección p ara proseguir su obra de­ lam entan todos los buenos, que son tan
vastadora. tristes p ara la Religión y tan nocivas
Síguese de aquí cuán justam ente hay para la sociedad, conviene de un modo
que lam entar deliberadam ente se arro ­ especialísimo que, unidos todos en con­
je a Dios de las escuelas públicas, cuan­ cordia de pensam iento y acción, supli­
do en ellas no se ve blasfemado, y que quemos e instemos a la Virgen Santísi­
se dé im púdica licencia p ara im prim ir m a por medio del Santo Rosario a fin
y decir cuanto se quiera en afrenta de de experim entar en nosotros mismos
Cristo y la Iglesia Católica. Ni hay m e­ sus potentísim os efectos.
nos motivo p ara deplorar el abandono
y tibieza con que se va m irando por 5. M aría, M adre de m isericordia.
muchos la práctica de los deberes cris­ R ecurrir a M aría Santísim a es recurrir
tianos, lo cual, si no es franca aposta- a la Madre de la Misericordia, dispuesta
sía, es, en realidad, una inclinación de tal modo en nuestro favor que cua­
hacia ella, por lo mismo que la com ún lesquiera que sean nuestras necesidades
norm a de vida va apartándose cada vez y, especialmente las del alma, movida
más de los preceptos de la fe. No es, por su m ism a caridad y aun adelantán­
pues, m aravilla que con tan ta ruina y dose a nuestras súplicas, nos socorre
perversión las naciones giman bajo la siempre y siempre nos infunde los te­
diestra justiciera del Señor y tiemblen soros de aquella gracia con que desde
consternadas ante el tem or de mayores el principio la adornó Dios p ara que
desventuras. 4 fuera digna Madre suya. E ntre todas las
demás, esta especialísima prerrogativa
4. Remedio de m ales y arm a: el Ro­ es la que coloca a la Santísim a V;rgen
sario. P a ra ap lacar a la ofendida Ma­ encima de todos los hom bres y de todos
jestad Divina y poner el oportuno re­ los ángeles, y la que la acerca a Dios:
medio a los males que lam entamos, no Gran cosa es en cualquier santo que ten­
hay, seguramente, medio m ás adecuado ga tanta gracia que baste para la salva­
que la ferviente y perseverante oración, ción de muchos; pero cuando tuviese
siempre que vaya unida, por supuesto, tanta que bastase para la de todos los
a la celosa práctica de la vida cristiana, hombres, esto constituiría máxima vir­
para conseguir todo lo cual estimamos tud, como fué en Cristo y en la Virgen
singularm ente oportuno el Santo Ro­ María *1) . Así, pues, cada vez que la
sario, cuya eficacia claram ente se ve saludamos con la salutación angélica.
cuánta sea en su conocidísimo origen, y repitiéndola, tejemos en honor de la
herm osa página de la historia que m u ­ Virgen una devota corona, verdadera­
chas veces os hemos recordado. m ente no se puede decir cuán grato es
Cuando la secta de los A l b ig e n s e s , a sus ojos nuestro obsequio. Con aquel
llena de aparente celo por la integridad saludo le recordam os su exaltación su­
de la fe y la pureza de las costumbres, blime y el principio de nuestra salud
(.l) Sto. Tomás, op. 8 super salut. angélica.
62, 6-8 E n c íc l ic a “ M a g n a e D e i M a t r is ” 465

en la encarnación del Verbo, y al m is­ su socorro humilde y devotamente, va­


mo tiempo su divina e indisoluble unión liéndonos de la oración que ella misma
con las alegrías y dolores y con las nos ha enseñado, y que tan agradable
humillaciones y los triunfos de su Hijo le es, y abandoném onos con corazón
Jesús en el gobierno y la santificación gozoso y confiado en los brazos de
de las almas. Que si en su inm ensa nuestra m ejor Madre.
bondad quiso El parecerse tanto a los
hom bres que se llamó y se presentó 7. El Rosario enseña las principales
como Hijo del Hombre, y por consi­ verdades de n u estra fe. A las ventajas
guiente, herm ano Nuestro, y a fin de que procura el Rosario en virtud de la
que b rillara más su misericordia, debió m ism a oración que lo compone, se añ a­
en todo asemejarse a sus hermanos pa­ de otra, ciertam ente bien noble, que
ra ser misericordioso^ ; del mismo m o­ consiste en el facilísimo medio que p ro ­
do la Virgen Santísima, que fue elegida porciona de enseñar las principales ver­
para ser Madre de Nuestro Señor Jesu­ dades de nuestra santa fe. Por la fe se
cristo, que es Nuestro herm ano, tuvo acerca directa y seguramente el hom bre
entre todas las m adres la misión singu­ a Dios y aprende a reconocer con el
larísim a de m anifestarnos y derram ar corazón y el entendim iento la unidad y
sobre nosotros su misericordia. De aquí la m ajestad inm ensa de su naturaleza,
se sigue que, así como somos deudores y su universal dominio, y lo sumo de
a Cristo por habernos com unicado en su saber, poder y providencia, por
cierto modo su propio derecho p ara cuanto el que se llega a Dios debe creer
llam ar padre a Dios y tenerle por tal, que Dios existe y que es remunerador
tam bién le somos deudores de hab er­ de los que le b u s c a n Mas desde que
nos com unicado benignam ente el dere­ el Verbo se hizo carne y se nos m ostró
cho de llam ar m adre a M aría Santísim a visiblemente camino, verdad y vida, es
y de tenerla por tal. La m ism a n a tu ­ necesario que nuestra fe abrace tam ­
raleza ha hecho dulcísimo este nom bre bién los altos misterios de la augustísi­
y ha señalado a la m adre como tipo y m a Trinidad de las Personas y del Uni­
modelo del am or previsor y tierno; pero génito del Padre, hecho hom bre: La
aunque la lengua no acierta a expresar­ vida eterna consiste en conocerte a Ti,
lo, las alm as piadosas experim entan y solo Dios verdadero y a J esucristo, a
saben lo que esa ardiente llam a de quien Tú enviaste(4). Inestim able bene­
caridad es en María , nuestra Madre, ficio de Dios es esta fe, por la cual no
no según la naturaleza, sino por J esu­ solamente somos levantados sobre todas
cristo . las cosas hum anas para ser como es­
pectadores y partícipes de la n atu ra­
6. M aría puede y desea socorrernos. leza divina, sino que además constituye
M aría conoce todos nuestros negocios, para Nosotros un preciosísimo mérito
sabe los auxilios que necesitamos, ve para la vida eterna; tanto es así, que
los peligros públicos o particulares que alim enta y fortifica a la p ar Nuestra
nos am enazan, y los trabajos que nos esperanza de llegar algún día a con­
afligen; pero singularm ente descubre tem plar sin velos y gozar sin lím ites de
los terribles enemigos con quienes te­ la esencia de la infinita bondad, que
nemos que luchar p ara la salvación de ahora apenas podemos entrever y am ar
nuestras almas. Y en todas estas p rue­ en la pálida semejanza de las cosas
bas y peligros, cualesquiera que sean, creadas.
María puede eficazmente, y desea
ardientem ente, venir en auxilio de sus 8. Nos recuerda los principales m is­
am ados hijos, por lo cual hemos de terios. Pero son tales y tantos los cuL
acudir a María alegres y confiados, dados y distracciones de la vida que,
invocando esos lazos m aternales que la sin el frecuente auxilio de las enseñan­
unen a Jesús y a nosotros. Invoquemos 23 zas, el cristiano desmiente fácilmente
(2) Hebr. 2, 17. (1) Juan 17, 3.
(3) Hebr. 9, 6.
466 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I (1 8 9 2 ) 62, 9-10

las grandes verdades que m ás debía m a de costumbres trazada en el Santo


conocer, verdades que la ignorancia va Evangelio. En efecto; si es cierto, como
obscureciendo cuando no es que des­ todos lo creen fiados en la divina pala­
truye totalm ente la fe. En su m aternal bra, que la fe sin obras está muertaW,
vigilancia, la Santa Iglesia no omite puesto que la fe vive de la caridad y
medio a fin de preservar a sus hijos de ésta es fecunda en buenas obras, de
ignorancia tan funesta, y ciertam ente nada servirá al cristiano para alcanzar
no es el último entre los que recom ien­ la vida eterna el tener fe si no obra
da, la práctica del rezo del Santo Ro­ cristianam ente. ¿De qué servirá, her­
sario. Porque se une en el Santo Ro­ manos míos, el que uno diga tener fe,
sario, a la herm osísim a y fructuosa ora­ si no tiene obras? ¿Por ventnura, a este
ción ordenadam ente repetida, la enun­ tal la fe podrá salvarle?<56). Antes bien
ciación y consideración de los princi­ ha de decirse que en el tribunal de Dios
pales m isterios de nuestra Religión. este género de cristianos son m ás cul­
Así es, en verdad. Prim ero nos recuerda pables que los infelices que ignoran la
los que se refieren al Verbo, hecho fe, porque estos tales, como carecen de
hom bre por nosotros y a María , Virgen la luz del Evangelio, no viven como
inm aculada y m adre, que con santa aquéllos, contradiciendo sus creencias
alegría desem peña con El los oficios con sus obras, y su ignorancia les hace,
m aternos; luego los dolorosos de Nues­ en algún modo, excusables o menos
tro Señor, sus torm entos, su agonía, su culpables. Así, pues, para que a la fe
m uerte, precio infinito de nuestro res­ que profesam os corresponda gran ab u n ­
cate; finalm ente los misterios de gloria: dancia de frutos, en los mismos m iste­
el triunfo sobre la m uerte, la Ascen­ rios que va contem plando la mente ha
sión al cielo, la venida del Espíritu de inflam arse la voluntad para obrar
Santo, con m ás la glorificación adm ira­ virtuosam ente.
ble de N uestra Señora y, con la Madre
y el Hijo, la gloria inm arcesible de 10. Ejemplos de Cristo. La obra de
todos los santos. la Redención consum ada por Nuestro
Esta serie de inefables m isterios se Señor J esucristo, ¡cómo resplandece
trae diariam ente a la m em oria de los m aravillosam ente fértil en herm osísi­
fieles y como que quedan bien m ani­ mos ejemplos! P or exceso de caridad
fiestos ante sus mismos ojos, por donde hacia los hom bres, Dios, desde su om ni­
rezando bien el Santo Rosario se expe­ potente grandeza se hum illa a la ínfim a
rim enta dentro del alm a una suavísima condición hum ana, vive entre los hom ­
unción, como si oyéramos la voz misma bres como uno de ellos, les habla como
de nuestra tierna Madre celestial que amigo, enseña a los individuos y las
am orosam ente Nos instruyese en los m ultitudes y les instruye en todos los
divinos m isterios y Nos dirigiera por el órdenes de la justicia, dejando trasp a­
camino de la salvación. No hay exage­ rentarse en la excelencia de su m agis­
ración en afirm ar que no debe temerse terio el esplendor de su autoridad di­
que la ignorancia y el error destruyan vina; a todos se acerca benéfico; com ­
la fe en las com arcas, las fam ilias y las pasivo como padre; cura a los que su­
naciones donde la práctica de rezar el fren de los males del cuerpo, y más
Santo Rosario se m antenga en el prim i­ todavía, les rem edia los del alma, di-
tivo honor. ciéndoles: Venid a Mí todos los que
andáis agobiados con trabajos y cargas,
9. Su influjo en nuestras acciones. que Yo os a l i v i a r Y cuando nos
No es menos recom endable y preciosa estrecha sobre su Corazón y descansa­
otra ventaja que la Iglesia quiere cui­ mos en El, nos infunde aquel místico
dadosam ente p ro cu rar a sus hijos con fuego que le trajo del cielo a la tierra,
el Rosario, a saber, el m ás esmerado nos comunica piadoso la m ansedum bre
celo en conform ar su vida a la n o r­ y hum ildad que en El atesora, para que
(5) Santiago 2, 20. (7) Mat. 11, 28.
(6) Stgo. 2, 14.
6 2 , 1 1 -1 3 E n c íc l ic a “ M a g n a e D ei M a t r is ” 467

gocen nuestras alm as de aquella paz y más engrandece el poder y la sabi­


celestial que sólo El puede y quiere duría del Señor, tanto más profunda­
darnos: Aprended de Mí, que soy man­ m ente se hum illa, recogiéndose dentro
so y humilde de corazón, y hallaréis el de sí misma; y m ientras queda hecha
reposo para vuestras almas^K Madre de Dios, ante El se confiesa y
ofrece por devotísima esclava suya. Go­
11. Ingratitud y gratitud humanas. mo la ofreció santam ente con pronta
Con tan ta luz de celestial sabiduría, generosidad, comienza aquella com u­
con tan gran núm ero de beneficios co­ nidad de vida que deberá perpetuarse
mo venía a hacer a los hom bres, no con su divino Hijo, así en los días de
solamente no consigue su am or, sino gozo como en los de dolor; y alcanzará
se atrae el odio, la injusticia y la cruel­ de este modo gloria tan subida que n in ­
dad hum anas, y, derram ada toda su gún hom bre ni ningún ángel le aventa­
Sacratísim a Sangre, expira clavado en jarán nunca, porque ninguno se le com ­
una cruz, aceptando gustoso la m uerte parará en la virtud y los méritos. Será
para d ar vida a los hom bres. Al recor­ Reina del cielo y de la tierra, de los
dar mem orias tan tiernas, no es posible ángeles y de los hombres, porque será
que el cristiano no se sienta honda­ Reina de los m ártires. Se sentará en la
mente conmovido de gratitud hacia su celestial Jerusalén al lado de su Hijo,
am antísim o Redentor; y el ardor de la ya. que constante en toda la vida y
fe, si ésta es como debe ser, que ilustra singularm ente en el Calvario, bebiera
el entendim iento del hom bre y le toca con Jesús el am arguísim o cáliz de la
en el corazón, le excitará a seguir sus Pasión. Ved pues, cómo la Bondad y la
huellas hasta p ro rru m p ir en aquella Providencia divinas nos m uestran en
protesta tan digna de un S an P ablo : María el modelo de todas las virtudes,
¿Quién podrá separarnos del amor de form ado expresam ente para nosotros;
Cristo? ¿Será la tribulación? ¿o la y al contem plarla y considerar sus vir­
angustia? ¿o el hambre? ¿o la desnu­ tudes, ya no nos sentimos cegados por
dez? ¿o el riesgo? ¿o la persecución? el esplendor de la infinita majestad,
¿o la espada?(9). Yo vivo, o más bien sino que, anim ados por la identidad de
no soy yo el que vivo, sino que Cristo naturaleza, nos esforzamos con más
vive en mí^10K12* confianza a la imitación.

12. Ejemplos de virtud de María. 13. Con su socorro es fácil imitarla.


P ara que la hum ana flaqueza no se Si im plorando su socorro nos entrega­
acobarde con los altísim os ejemplos del mos por completo a esta imitación, po­
Hombre-Dios, a la vez que los m isterios sible nos será reproducir en nosotros
del Hijo se nos ofrece la contem plación mismos algunos rasgos de tan gran vir­
de los de su Santísim a Madre, que a u n ­ tud y perfección, y, copiando siquiera
que nacida de la regia estirpe de D avid , aquella su completa y adm irable resig­
nada le queda del esplendor y riquezas nación con la voluntad divina, podre­
de sus mayores. Vive ignorada en h u ­ mos seguirla por el camino del cielo.
milde ciudad, y en casa m ás hum ilde Al cielo peregrinam os, y por áspero y
todavía, contenta con su pobreza y so­ lleno de tribulaciones que el camino
ledad, en que su alm a puede m ás libre­ sea, no dejemos, en las molestias y fa ­
mente elevarse a Dios, su anlor y suma tigas, de tender suplicantes Nuestras
delicia. Pero el Señor es con ella y la m anos hacia María y de decirla con
llena y hace dichosa con su gracia; y palabras de la Iglesia: A ti suspiramos
de ella, a quien se lo anuncia el celestial gimiendo y llorando en este valle de lá­
m ensajero, deberá nacer en carne h u ­ grimas... Vuelve a nosotros esos tus ojos
m ana por obra del E spíritu Santo, el misericordiosos... Danos una vida pura;
esperado Redentor de las gentes. A tanta ábrenos seguro camino, para que vien­
exaltación, cuanto m ayor es su asom bro do a Jesús nos alegremos eternamen-
(8) Mat. 11, 29. (10) Gál. 2, 20.
468 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I (1 8 9 2 ) 62, 14-16

íe 15(11). Y M a r ía , que aunque no lo ha e Indulgencias concedidos en años ante­


experim entado, conoce bien la debilidad riores a los que cumplen regularmente,
de nuestra corrom pida naturaleza, y durante el mes de Octubre, las condi­
que es la m ejor de las m adres, pronta ciones proscriptas sobre este particular,
y benigna se m overá a socorrernos, y esperamos mucho, Venerables H er­
confortándonos y alentándonos con su manos, de vuestra autoridad y celo pa- ^7
virtud. Y si seguimos constantem ente ra que se suscite, siquiera en las nacio­
el camino que se regó con la sangre de nes católicas, una santa emulación de
Jesús y las lágrim as de su bendita Ma­ piedad para trib u tar a Nuestra Señora,
dre con seguridad y sin grandes tra b a ­ que es auxilio de los cristianos, el de­
jos llegaremos a p articipar tam bién de voto culto del Rosario.
su inm arcesible gloria.
16. El P ap a profesa su am or a M aría
14. E l R osario y la Sagrada Fam ilia. y pide am or al pueblo cristiano. P ara
Así, pues, el Rosario de Nuestra Señora, term inar esta exhortación como la he­
en el cual se hallan eficaz y adm irable­ mos empezado, queremos declarar nue­
mente reunidos una excelente form a de va y más expresam ente todavía, los
oración, un precioso medio de conser­ afectos de devoción y confiada gratitud
var la fe, y ejem plos insignes de p er­ que experim entam os hacia Nuestra Se­
fección y virtud, merece, por todos los ñora la Madre de Dios. Pedimos al
conceptos, que los cristianos lo tengan pueblo cristiano que al pie de los alta­
frecuentem ente en la m ano y lo recen res de M a r ía Santísim a ruegue por la
y mediten. Y de un modo especialísimo, Iglesia, tan com batida y probada en
recom endam os la práctica de esta m a­ estos tiempos de desorden, y tam bién
nera de o rar a los individuos de la Aso­ por Nos, que nos hallam os en edad tan
ciación U niversal de la Sagrada F am i­ avanzada, abrum ado de trabajos, en
lia, bella Asociación que recientemente lucha con todo género de dificultades,
hemos alabado y dado en form a regular y que sin contar con ningún socorro
Nuestra aprobación. Si el m isterio de hum ano dirigimos el tim ón de la nave
la vida de silencio y obscuridad de de la Iglesia. N uestra confianza en M a ­
Nuestro Señor en la casa de Nazaret r í a , en esta tan benigna y am orosa
constituye la razón de ser de esa Aso­ Madre, diarim ente se acrece con la ex­
ciación, en la cual las fam ilias cristia­ periencia y Nos llena de júbilo. A su
nas se aplican con todo celo a im itar intercesión debemos los numerosos e
los ejemplos de aquella Sagrada F am i­ insignes beneficios que hemos recibido
lia, divinam ente constituida, tam bién del Señor; a ella atribuim os también,
es verdad que la Sagrada Fam ilia está en la efusión de Nuestra gratitud, el
íntim am ente relacionada con los m is­ favor que Nos ha alcanzado de llegar
terios del Rosario, principalm ente con al año quincuagésimo de Nuestra con­
los gozosos, todos los cuales se conden­ sagración episcopal. Porque es muy
san en el hecho de que, después de h a ­ grande tal favor, como lo han de ver
ber m anifestado su sabiduría en el tem ­ cuantos consideren el largo espacio de
plo, J e sú s “fue con M a r ía y J o sé a Na­ tiempo que Nos llevamos en el m inis­
zaret, y allí vivió sometido a ellos”(12\ terio pastoral, agitado por gravísimos
preparando en cierto modo los otros cuidados, y m uy principalm ente desde
misterios que m ás tarde habían de refe­ que gobernamos toda la grey cristiana.
rirse a la divina enseñanza y la reden­ Durante todo este tiempo, conforme lo
ción de los hom bres. Los asociados de exige la condición de la vida hum ana,
la Sagrada Familia deben considerar y se observa en los misterios de la vida
cuán propio es de ellos ser devoto del de Nuestro Señor y de su Santísima
Rosario, y aun sus propagadores. Madre, no Nos han faltado motivos de
júbilo, ni tam poco de dolor. Unos y
15. Indulgencias. P o r N uestra parte, otros, sometiéndonos agradecidos en
m antenem os y confirm am os los favores todo a la voluntad del Señor, hemos
(11) Sagrada liturgia. De la “Salve” . (12) Luc. 2, 51.
6 2 , 17 E n c íc l ic a “ M a g n a e D ei M a t r is ' 469

procurado que redundasen en bien y Hijos de recoger abundantes frutos de


decoro de la Iglesia, y puesto que lo justicia, de paz, de prosperidad, de
que Nos resta de vida no diferirá de santificación, y de todo bien, que es lo
lo que ya hemos vivido, si brillasen que suplicamos a Dios en Nuestro p a­
para Nos nuevas glorias, o si Nos en­ ternal afecto, y lo que decimos con sus
tristecieran nuevos dolores, o si algún propias palabras: Escuchadme vos­
nuevo destello de gloria se añadiera otros, que sois prosapia de Dios, y
a Nuestro Pontificado, todo lo acep­ brotad como rosales plantados junto a
tarem os con igual espíritu y los m is­ las corrientes de las aguas. Esparcid
mos afectos, y con la m irada y el co­ suaves olores como el Líbano. Floreced
razón puestos en Dios, esperando ú ni­ como azucenas; despedid fragancia y
camente de El el prem io de la celestial echad graciosas ramas, y entonad cán­
recompensa, Nos gozaremos en repetir ticos de alabanza y bendecid al Señor
aquellas davídicas palabras: Sea ben­ en sus obras. Engrandeced su Nombre
dito el nombre del Señor... No a nos­ y alabadle con la voz de vuestros labios,
otros, Señor, no a nosotros; sino a tu y con cánticos de vuestra lengua, y al
Nombre, da toda la g lo r ia ^ . A decir son de las cítaras... Con todo el corazón
verdad, de Nuestros hijos, cuya piedad y a boca llena, alabad a una y bendecid
y benevolencia Nos es bien conocida, el Nombre del Señor^láK
más que alabanzas y fiestas, esperamos Dígnese Dios benigno, por mediación
singularm ente solemnes acciones de g ra­ de la Santísim a Reina del Rosario, per­
cias a la soberana bondad del Señor, donar a los impíos, que se ríen de lo
y súplicas y oraciones por Nos, y Nos que ignoran, si se burlasen de estos
sentiremos felices si alcanzan que tanto consejos y deseos. Y vosotros, Venera­
como Nos quede de fuerzas y vida y bles Herm anos, en prenda del favor
haya en Nos autoridad y gracia, otro divino y testimonio de N uestra espe­
tanto resulte en bienes p ara la Iglesia, cial benevolencia, recibid la Bendición
y sobre todo la vuelta y reconciliación Apostólica, que am orosam ente en el
de los enemigos y de los extraviados, a Señor os concedemos a vosotros y a
quien Nuestra voz está llam ando hace vuestro clero y pueblo.
tanto tiempo.
Dado en Roma, en San Pedro, el
17. F iesta ju b ila r del Papa. Que día 8 de Septiembre del año 1892, déci-
Nuestra fiesta jubilar, si es que el Se­ m oquinto de Nuestro Pontificado.
ñor Nos concede llegar a ella, sea oca­
sión p ara todos Nuestros am adísim os 13 LEON PAPA XIII.
(13) Sal. 112, 2; 113, 1. (t 0 Eclcs. 39, 17-20. 41.
<ss

CARTA “NOVAs CONDEND^E LEGIS” (#)


(8-II-1893)

“II divisamento di sancire”


A LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA VÉNETA SOBRE EL PROYECTO
DEL MATRIMONIO CIVIL

L E O N PP. X I I I
Querido hijo y venerables hermanos: Salud y bendición apostólica
1. El m otivo: El proyecto de ley so- tólica sobre este punto y hemos procu­
459 bre m atrim onio civil. El designio que rado recordar todo ’o que la Iglesia ha 460
existe de sancionar u na nueva ley que hecho en el curso de los siglos por resta­
im ponga el cum plim iento de la cere­ blecer y m antener la nobleza cristiana de
m onia civil antes de la celebración del la unión conyugal, así como todo lo que
m atrim onio cristiano, ha excitado ju s­ en nuestra m ateria puede atribuirse le­
tam ente vuestra vigilancia pastoral y gítimamente al poder civil. Si todos los
con un propósito laudable, antes de to­ que han escuchado Nuestra palabra h u ­
m ar determ inaciones, os habéis dirigido biesen sido hom bres de buena voluntad
a esta Sede Apostólica, a la cual, po r o equivocados de buena fe, habríam os
razones de su principado, ha sido siem­ esperado justam ente que una vez cono­
pre necesario que toda la Iglesia se cida la verdad e ilum inados con ella
reúna. Nos, pues, constantem ente aten­ los espíritus, hubieran sido éstos im pul­
tos, por el deber de Nuestro ministerio, sados, si no a rep arar inm ediatam ente
a la salud del pueblo cristiano, no he­ todos los daños hechos a la Iglesia por
mos cesado, a través de Nuestros graves ingerencias indebidas en el m atrim onio
e incesantes cuidados, de inculcar la de sus hijos, por lo menos a abstenerse
necesidad de conservar en el m atrim o­ de los peores ultrajes. Pero hay m uchos
nio cristiano el carácter sagrado que le que padecen una obstinación detestable,
ha im preso su divino Fundador. Tanto que hace que se ataque a todo lo que
más cuanto que de El dependen la san­ es cristiano y que se prosiga la triste
tidad de las familias, la paz de las labor comenzada de laicizar, como d i­
conciencias, la buena educación de los cen, la sociedad; es decir haciéndola
hijos, el bienestar de la organización independiente de Jesucristo y privarla
social.2
de los inmensos beneficios de la Reden­
2. La resistencia a la doctrina cató­ ción; de suerte que, lejos de rep arar los
lica. E n N uestra carta Encíclica “ A r c a - daños ya hechos y manifiestos, am e­
n u m D i v i n a e S a p i e n t i a e ” (pág. 244 de n. nazan otros m ás graves todavía con el
ed.) especialmente, Nos hemos expuesto proyecto de Ley que es bien conocido
cuidadosa y plenam ente la doctrina ca­ de todos(1).
{*) A. S. S., 25 (1892-93), págs. 459-474, en dos columnas, de las cuales la izquierda tríae el texto en
italiano y la derecha en latín. El texto italiano comienza con las palabras: “Jí divisamento di sancire
una nova lege,\ Esta carta no se insertó en la 1* edición de esta Colección. Por su valor doctrinal en
materia delicada y hoy tan combatida le dimos cabida en la 2? edición. La carta estaba personalmente
dirigida al Obispo de Verona, Luis de Canosa. (P. H.)
(1) Más tarde, el 8 de Diciembre de 1895 el cía blanco a la Iglesia, a sus ministros e institu­
Papa, en una carta al pueblo italiano, (“Epístola ciones, diciendo: “Se ha invadido el templo del
del Ssmo. D. N. León PP. XIII a los Obispos de Señor y, disipado por la confiscación de bienes
Italia en que se les exhorta a luchar bravamente eclesiásticos, la m ayor parte del patrimonio in­
contra la secta masónica” . ASS. 25 [1895], págs. dispensable al santo m inisterio, y, por la conscrip­
274-277) habrá de llamar la atención a las medi­ ción de los sacerdotes, se ha reducido a los
das persecutorias de que el Gobierno italiano ha­ limites extremos de la más estricta necesidad. el
— 470
6 3 , 3 -4 E n c íc l ic a “ N o v a e C o n d e n d a e L e g is ” 471

3. Facultades del Estado y de la 4. Ataques al m atrim onio cristiano.


Iglesia. Vana distinción entre contrato Una ley, por lo tanto, que prescriba el
y Sacram ento. No es ésta la ocasión de ejercicio de la ceremonia civil antes del
repetir aquí, punto por punto, las en­ verdadero m atrim onio que se contrae
señanzas ya dadas, que están a vuestros en la Iglesia, tendría verdaderam ente
ojos y ante los de los fieles; pero no por objeto el contrato del m atrim onio
es inoportuno declarar una vez más que mismo y no sólo sus efectos civiles,
el poder civil puede establecer los efec­ porque el Estado llegaría a disponer de
tos civdes deí m atrim onio, pero que la adm inistración de un sacramento.
debe dejar a la Iglesia lo que toca al Pero ningún otro poder fuera de aquel
m atrim onio en sí mismo; que adm ita de quien depende esta adm inistración
el hecho del verdadero y legítimo m a­ puede y debe juzgar sobre las condicio­
trim onio tal como ha sido instituido nes requeridas para celebrar el m atri­
por Jesucristo y practicado por la Igle­ monio, de la capacidad de los contra­
sia, y después que tome las medidas yentes, así como de otras condiciones de
que conceden o que niegan los efectos las cuales depende que el m atrim onio se
consiguientes en la com unidad civil. En contraiga lícita y válidamente. Y de n a­
efecto, es un dogma de fe de que el da vale decir que el poder civil con esta
m atrim onio de los cristianos ha sido ley que antepone la cerem onia civil, no
elevado por Nuestro Señor Jesucristo toca al sacram ento adm inistrado por la
a la dignidad de sacram ento y no pue­ Iglesia y que ni lo reconoce ni lo niega,
de considerarse esta dignidad, según la dejando a la voluntad de los contrayen­
doctrina católica, como u n a cualidad tes el celebrar el m atrim onio religioso
accidental añadida al contrato del m a­ después de la cerem onia civil. E n reali­
trimonio, sino que le es esencial, íntim a­ dad, un a ley tal castigaría el m atrim o­
mente ligado a él, desde que este con­ nio religioso, es decir, el verdadero m a­
trato, por institución divina, ha llegado trim onio, declarándolo im plícitam ente
a ser sacram ento. Vana, pues, sería la ilícito en el caso que no fuera precedido
distinción entre el contrato y el sacra­ de la cerem onia civil; a no ser que se
mento, de la que quisiera inferirse que pretenda castigar un acto lícito. P or las
entre cristianos se puede contraer váli­ penas con que am enaza la ley referida,
dam ente un m atrim onio que no sea un y que infligiría si estuviese sanciona­
sacram ento. Síguese de ahí que perte­ da en el caso de transgresión, no llega­
neciendo exclusivamente a la Iglesia la ría ciertam ente a declarar nulo un m a­
adm inistración de los sacram entos es trim onio contraído según la ley de la
una usurpación sacrilega toda ingeren­ Iglesia, porque se trata de un derecho
cia de la autoridad política en el con­ natural y divino contra el cual no hay
trato m atrim onial y no simplemente en poder en el m undo que pueda prevale­
sus efectos (2>.*2 cer, pero pondría en práctica todos los

número de los m inistros sagrados. Si no se ha na Providenzza Papa XIII a tutti i Patriarchi,


podido im pedir la administración de los sacra­ Primati, Arcivescovi e Vescovi del m u n d o cattó-
mentos, se buscó, por lo menos, introducir y fo­ lico: “Pervenuti alVanno vigesimoquinto del nos-
mentar matrimonios y sepelios civiles, empleando tro m inistero”. ASS. 34, 513-532): "El Estado lai­
todos los medios posibles. Si no se ha podido co, sin acordarse de sus límites ni del fin esencial
arrancar por completo de manos de la Iglesia la de la autoridad que ejerce, ha osado apoderarse
educación de la juventud y la dirección de las del vinculo matrimonial para profanarlo, despo­
instituciones de caridad, con afán y constancia jándolo de su carácter religioso; en lo posible,
se trabaja sin cesar en laicizarlo todo, lo que ha hecho otro tanto, respecto del derecho natural
equivale a decir, en desterrar de todas partes las que los padres poseen en lo tocante a la educa­
huellas del cristianismo” . ción de los hijos; además, en muchos lugares ha
destruido la estabilidad del matrimonio dando la
(2) Casi diez años más tarde insistirá el mismo aprobación legal a la institución licenciosa del
Papa en esta idea de la profanación del sagrado divorcio” . Esta Carta Apost. se cita también
vínculo del matrimonio (en “Llegado a los 25 con las palabras de su versión latina: “ Vigesi­
años” del 19 de Marzo de 1902). (Lettera Apostó­ moquinto anno” o también: “Anni ingressi su-
lica del Santéssimo signor nostro Leone per divi- mus”; en esta Colecc. Encícl. 86, 12 pág. 652.
472 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X I I I (1 8 9 3 ) 63, 5 8

medios p ara que se le considerara como conforme a la fe, así pertenece a la Igle­
nulo, p ara im pedir sus deberes y para sia el criterio sobre la ley m oral y las
fru strar los efectos que de él se siguen costumbres, de la m ism a m anera que
legítim am ente . sobre el depósito de la fe. Pues precisa­
m ente es una m ateria de m oral y de
5. El caso concreto de la separación costumbres el hecho de ver si en deter­
m atrim onial de m ilitares. Si esto no minados casos conviene abrazar los la­
está suficientem ente claro por sí mismo, zos conjuigales o abstenerse de ellos.
bastará p ara que sea com pletam ente
evidente la consideración de u na dispo­ 7. Estado de V irginidad. Los m a tri­
sición reciente, in justa y sacrilega, de­ monios secretos. El estado de virgini­
cretada con motivo del m atrim onio de dad es en sí m ás perfecto que el estado
militares, a los que se les ha im puesto conyugal, y los que lo abrazan bajo la
la separación de sus respectivas m uje­ inspiración de la gracia son ciertam ente
res después de haber estado legítim a­ dignos de elogio. Pero esta gracia de la
m ente unidos. De esta m anera en estos continencia perfecta no se da a todos y
tiempos de tan decantado progreso civil entonces, como dice el Apóstol “más
se ha vuelto a u na antigua y tiránica vale casarse que abrasarse”^ . Puede
barbarie, que osa p rivar a los hom bres ocurrir igualmente que para la m alicia
de un derecho proveniente de la n atu ­ o la debilidad de una naturaleza co­
raleza, tiran ía que la Iglesia tanto ha rrom pida existan ya inveteradas p rác­
trabajado por hacer desaparecer. La ticas reprensibles entre dos personas, de
única diferencia es que entonces se p ro ­ tal suerte que no se pueda descuidar el
hibía a los esclavos unirse por u n legí­ m atrim onio sin una grave injuria o un
timo m atrim onio y que hoy se les pro- perjuicio p ara una de las partes o sin
hibe a los m ilitares y a otra clase de peligro para la salvación eterna de las
personas, despojándolas de su libertad dos. Además, para evitar, al contraer el
y convirtiéndolas en esclavos. m atrim onio, infam ias y discordias en
las familias y entre las familias, con­
6. Juzgar sobre el m atrim onio, por viene a veces realizarlo con gran p re ­
ser m ateria m oral, es asunto de la m ura y en gran secreto, dejando para
Iglesia. P ero no es ésta la única in ju ria cuando sea posible la publicación de
que infiere a la Iglesia la ley proyecta­ este m atrim onio.
da. Hay o tra igualm ente y m uy grave.
Todo el m undo sabe que nuestro Divino 8. D espreocupación del Estado. E s­
Salvador h a confiado a su Iglesia el tas consideraciones y otras semejantes,
juicio y el gobierno no sólo de todo lo que son justísim as, escapan a un E sta­
que se relaciona con la fe, sino tam bién do que pretendiendo absorber para sí
con todo lo que se refiere a la m oral. todos los derechos de las fam ilias y de
La Iglesia h a sido instituida por El los individuos, no vacila en poner su
p ara que sea p ara todos u na guía segu­ mano en todo, bajo pretexto de proveer
ra e infalible en el cam ino de la salva­ a su propio interés, aunque en realidad
ción eterna, y como p ara salvarse no lo provee bien desconsideradamente.
basta creer, sino que es necesario obrar 3 ¡Qué im porta a un Estado que quiere
(3) También Pío X ert su “Carta a los Obispos luz del día) la legislación sobre el matrimonio,
Bolivianos” del 24 de Noviembre de 1906 (AAS. 40 lejos de atribuirse a la potestad civil, es del do­
(1906], págs. 65-67) recalcará que la legislación minio exclusivo de la Iglesia. Querer, pues, legis­
matrimonial es de la incumbencia exclusiva de lar sobre el matrimonio de los cristianos por par­
la Iglesia, al decir: “En efecto, conste al pueblo te de los hombres que rigen los asuntos civiles, es
cristiano, sin lugar alguno de duda, que el ma­ atacar en forma absoluta el derecho ajeno y po­
trimonio instituido por Dios, como función de la ner un acto que está viciado de nulidad. De esto
naturaleza, ha sido elevado a la dignidad de Sa­ se deduce que los cristianos que osen contraer el
cramento por Jesús, Salvador y Redentor del gé­ matrimonio civil no realizan más que un simula­
nero humano; de suerte que el matrimonio, pro­ cro de matrimonio, no reciben el Sacramento,
piamente dicho entre cristianos, es inseparable único y verdadero matrimonio; logran injusta­
de la noción del Sacramento. Ahora bien, dado mente los efectos llamados civiles, mientras su
que la administración de los Sacramentos, el de­ principio es nulo y sin ninguna validez” .
recho que los rige como cosa sagrada, están so­
metidos a la Iglesia, (verdad más clara que la (4) I Cor. 7, 9.
f>3, 9-11 E n c íc l ic a “ N o v a e C o n d e n d a e L e g is ” 473

desem barazarse de toda ley divina y pués de haber expuesto lo que los con­
hum ana que los pecados se m ultipli­ cilios y los Papas han establecido sa­
quen, al buscarse uniones ilícitas o p er­ biam ente para la solemnidad pública
severar en ellas! Sin embargo, la ra ­ de los m atrim onios; después de haber
zón, la fe y la historia dem uestran hasta enum erado los m ales que se derivan de 467
la evidencia que la corrupción de las la práctica contraria, adm ite algunas
costumbres enerva, corroe y destruye raras y necesarias excepciones, pero di­
las sociedades. rigiéndose a los Obispos les exhorta en
estos térm inos: “Es necesario que em­
9. Im piden el m atrim onio aún en la pleéis una vigilancia igual g aun mayor
hora de la m uerte. Tales son la ceguera para que, una vez omitidas las procla­
y el odio de estos nuevos legisladores, mas, no deje de celebrarse el matrimo­
que en el m om ento mismo de la m uerte, nio en presencia del párroco o de otro
cuando el alm a está por presentarse sacerdote delegado por el mismo párro­
ante el temible juicio de Dios, quieren co o por vosotros, en presencia de dos
atar las manos a su m inistro no consin­ o tres testigos como confidentes, con el
tiéndole ejercer su m inisterio de recon­ objeto de que no se divulgue ninguno
ciliación, de paz y de salud, más que noticia o rumor de la celebración. Y
bajo rigurosas condiciones que debe esto, según la prescripción de los sagra­
observar a la letra las más de las veces, dos cánones, no puede hacerse lícita­
con lo que expone a esa alm a a la mente por cualquier causa obvia y vul­
condenación eterna. gar sino grave, urgente y aun urgentí­
sima... Es deber de Nuestro ministerio
10. La Iglesia dificulta los m atrim o­ pastoral investigar cuidadosamente si
nios secretos. La Iglesia, cualesquiera existe una causa legítima urgente para
que sean los decretos de u n a autoridad la dispensa con el fin de que estos ma­
terrestre, no abandonará nunca su d i­ trimonios celebrados ocultamente no
vina misión, y jam ás podrá resignarse produzcan lamentables resultados, que
a dejar perecer a las alm as redim idas rechazamos con gran tristeza de Nues­
466 por la Sangre de Jesucristo, de las cua­ tro corazón”.
les tendrá que rendir una estrecha cuen­
ta. P or lo demás, el Estado nada tiene
que tem er al dejarla obrar con la liber­ 11. Inexplicable actitud del Estado
tad que es derecho propio de su salu­ al exigir que el m atrim onio civil sea
dable m inisterio. Si en algunas ocasio­ a n terio r al religioso. Siendo esto así no
nes la Iglesia perm ite de m al grado la se explica qué razones puede tener el
celebración de matrimonios ocultos o Estado para im poner la precedencia de
como se suelen llam ar de conciencia, la cerem onia civil. E n efecto, debiendo
esto no ocurre más que en los casos de ser regularm ente público el m atrim onio
extrem a urgencia y porque lo reclama contraido en la Iglesia no puede esca­
la ley suprem a de la salud de las almas. par a los ojos del Estado, y éste, m e­
Pero la Iglesia m ism a ha fijado las con­ diante las leyes en vigor, ha provisto
diciones p ara que sean m uy raros tales ya, aun con exceso, a los efectos civiles, 468
casos; ha prescrito los remedios p ara que son solamente los que le competen.
que ni los contrayentes ni sus hijos su­ ¿Por qué, pues, no contento con este
fran en nada, y ha regulado m inucio­ llam ado m atrim onio civil, quiere ahora
samente la prevención de otros incon­ añadir la anterioridad? ¿Es acaso para
venientes. Además, en su legislación, y im pedir los rarísim os m atrim onios de
en su práctica deplora que existan tales conciencia que la Iglesia no permite
casos, y trab aja por todos los medios más que cuando se ve obligada por m o­
p ara que el m atrim onio sea contraído tivos urgentes? Pero la ley, que por su
públicam ente y con solemnidad. P ara propia naturaleza ha de m irar al bien
probarlo basta recordar tan sólo la común, hace m al al ocuparse de casos
constitución “ S a t is v o b is ” de nuestro singulares y rarísim os, de los que no
ilustre predecesor B e n e d i c t o XIV. Des­ hay que tem er una turbación de la paz
474 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 03, 12-15

y tranquilidad, que es el fin propio de 14. F om entan el solo m atrim onio ci­
la autoridad política. Siendo la ley ade­ vil en nom bre de la libertad. De nada
más, un orden establecido según la ra ­ sirve añ adir que e1 Estado deja en defi­
zón, no debe nunca im pedir que en nitiva la libertad de unirse tam bién en
estos casos raros se cum pla todo lo que m atrim onio a la faz de la Iglesia por-
exigen la m oral y la salud eterna de que se deja asimismo una igual liber­
las almas. tad de no presentarse ante la Iglesia y
se introduce, de hecho, la convicción
12. La m asonería es au to ra del p ro ­ errónea de que basta la ceremonia civil
yecto. Si el carácter de la ley que nos para vivir en legítimo m atrim onio, lo
am enaza no m uestra por sí m ism a su que en realidad no es otra cosa que un
tendencia, b astará observar quien es su abom inable concubinato. Además, si la
inspirador y autor; porque no es un Iglesia, por justos motivos, no pudiese
misterio, sino un hecho conocido públi­ unir en m atrim onio a los que se han
camente, que la secta m asónica m aqui­ casado civilmente, se verían éstos obli­
na desde hace tiem po esta nueva ver­ gados a un celibato para el que no tie­
güenza p ara la Iglesia y ahora, p ara nen ni voluntad ni vocación, o a p asar­
lograr sus fines, im pone a sus adeptos se la vida en una unión ilícita y escan­
que la lleven a la práctica. Los desig­ dalosa.
nios de esta secta m aldita son siem pre
y en todas partes los mismos, es decir, 15. V iolentan la conciencia de los
directam ente hostiles a Dios y a la Igle­ testigos y sacerdotes. Pero hay más.
sia, y le im porta poco o nada, no ya Porque no sólo se hace violencia a la
que las alm as se pierdan, sino que la libertad de los contrayentes sino tam ­
sociedad se precipite cada vez m ás en bién a la de los testigos, y esta vio­
decadencia y que la m ism a libertad tan lencia es tanto m ás odiosa cuanto que
pregonada, sea oprim ida, con tal de se pretende convertir a los confidentes
encadenar y oprim ir con ella a la Igle­ y amigos, escogidos para un caso de
sia, y debilitar y ahogar el sentimiento necesidad, en los delatores más viles,
que traicionan a su amistad. En fin, se
cristiano gradualm ente, en el seno de
ejerce la más grande tiranía contra los
las m ultitudes. 13 m inistros del santuario, que serán per­
seguidos y castigados únicam ente por
13. La violencia de los liberales im ­
haber prestado, por motivos sagrados
pide la lib ertad de los católicos. En de m oralidad y de salud eterna de las
verdad constituye u n a am arga ironía la almas, su m inisterio a un acto que
palabra libertad puesta en los labios de corresponde esencialmente a la autori­
aquéllos que pretenden regular a discre­ dad eclesiástica; es decir, por haber
ción un derecho que nace de la propia obrado según su conciencia y su deber. 471
naturaleza hum ana y cuyo ejercicio es Y como si fuese una ofensa pequeña
anterior a la constitución de la sociedad a la libertad com ún la que se deduce de
civil, puesto que ésta tiene por ele­ las prescripciones determ inadas en la
mentos inm ediatos a las fam ilias que ley, se pretende acrecentarla con la se­
se form an y constituyen m ediante el veridad inaudita de las penas con que
vínculo conyugal. Pero la violencia que se am enaza a los contraventores, seve­
se hace así a las conciencias aparece ridad que aparece como una obra de
todavía m ás grave en el hecho de que secta y hostilidad cuando se ejerce por
se quiere im poner una ley tal a una parte de un Estado que en el resto
nación católica que, fiel a las antiguas de su legislación quiere m ostrarse de
tradiciones y por el singular privilegio acuerdo con la suavidad de las costum ­
de estar m ás cerca al centro de la uni­ bres y de los tiempos. Así, m ientras
dad, siente m ás vivamente el atentado queda abolido o mitigado el castigo de­
que comete esta ley contra sus más bido a los m ás graves delitos, se emplea
santas convicciones y su fe. la autoridad únicam ente para oprim ir
63, 16-19 E n c íc l ic a “ N o v a e Go n d e n d a e L e g is ” 475

a los fieles y a los sacerdotes que si­ que se pretende sostenerla. Inspiradles
guiendo la voz de su propia conciencia valor, a fin de que por todos los medios
obedecen a Jesucristo y a su Iglesia. a su alcance hagan resonar sus recla­
E n cuanto a los sacerdotes, hay que maciones, dictadas por el deber de de­
hacer constar la afectada ignorancia o fender la tranquilidad y el honor de las
la contradicción de los legisladores, fam ilias, por todo lo que hay de noble 473
porque m ientras estos legisladores dan y honrado en su naturaleza, y por todo
pruebas de com padecer su pobreza, lo que hay de fuerza y de verdad en
m ientras aun dejan entrever medidas su antigua fe. Que hagan sentir que si
destinadas p ara m ejorar su condición, están dispuestos a dar al César lo que
piensan, por otra parte, someterlos a es del César no soportarán nunca que
m ultas enormes que nunca podrán p a­ se quite a Dios lo que es de D i o s y
gar. que si desean com portarse como buenos
ciudadanos en su patria terrestre, aspi­
16. R esum en del juicio. He aquí b re ­ ren a la patria celestial, donde están
vemente expuesto el juicio que Nos llam ados a ser “conciudadanos de los
merece el nuevo proyecto de ley de santos”.
que nos ocupamos. U surpa los derechos
de la Iglesia, pone obstáculos a su 18. N orm as p a ra el clero. Tened p a ­
acción saludable y estrecha m ás las labras de valor y de caridad para vues­
cadenas con grave detrim ento de las tro clero, que da pruebas insignes y
almas. Lesiona la justa libertad de los constantes de celo y de abnegación, a
ciudadanos y de los fieles; favorece y fin de que en la lucha presente se
sanciona las uniones ilegítimas, abre m uestre digno de Aquel que inm olán­
el camino a nuevos escándalos y a de­ dose por la salvación del m undo los ha
sórdenes morales. P ertu rb a la paz de escogido para la alta función de cola­
las conciencias y hace m ás agudo el boradores de una obra tan grande. Ten­
conflicto entre la Iglesia y el Estado; gan la prudencia de evitar inútiles con­
conflicto absolutam ente contrario al flictos pero esfuércense al mismo tiem ­
orden establecido por el Creador, con­ po en poner, por encima de toda clase
flicto justam ente lam entado y deplo­ de intereses los de Jesucristo, los de su
rado por todos los espíritus honrados Iglesia y los de las almas. Cuando la
y del cual nunca fue la Iglesia la causa tem pestad arrecia es cuando el Piloto
verdadera. debe redoblar su vigilancia y actividad
para evitar el naufragio; es el momento
17. N orm a p a ra la acción episcopal. en que todo el que ejerce un ministerio
Vosotros pues, Venerables H erm anos, sagrado debe decir con el Apóstol: “Con
que habéis ya apreciado el peligro, sumo gusto, a todo haré frente y todo
ahora que habéis sido reconfortados lo arrostraré por vuestras almas” <6>.
con N uestra palabra, unid vuestra voz
a la N uestra p ara in stru ir al rebaño 19. La Rendición. A este efecto, im- 474
confiado a vuestras solicitudes pasto­ plorando sobre todos vosotros, queridos
rales sobre la naturaleza de esta ley hijos y venerables herm anos, la pleni­
detestable, sobre el verdadero fin a que tud de los favores celestiales, Nos os
tienden sus prom otores, sobre los g ra­ damos con toda la efusión de Nuestro
ves daños que se seguirían de su san­ corazón la bendición apostólica.
ción, a fin de que los fieles no se dejen E n el Vaticano, 8 de Febrero de
seducir por la falsa luz con que la ley 1893.
se les presenta hipócritam ente, ni en­
gañar por los vanos sofismas con los5 LEON PAPA XIII.
(5) Mal. 22, 21; Marc. 12, 17; Luc. 20, 25; ver (6) II Cor. 12, 15.
Rom. 13, 7.
ENCICLICA “L^ETITLE SANCTíE ” ^
(S-IX-1893)

SOBRE EL SANTO ROSARIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud 1/ bendición apostólica

1. Acción de gracias p o r sus bodas pueblo cristiano. Varias veces se ha


de oro episcopales. A la santa alegría hecho en Nos una dulce obligación res­
que Nos ha causado el feliz cum pli­ ponder a tales estímulos.
miento del quincuagésimo aniversario
2. F ru to s de anteriores exhortacio­
de N uestra consagración episcopal,
nes. Al núm ero de los frutos ben d ití­
añádese vivísima fuente de ventura, es
simos que, gracias a su auxilio, han
a saber: que hemos visto a los católicos
obtenido Nuestras exhortaciones, es ju s ­
de todas las naciones, como hijos res­ to recordar cuál ha sido el provecho
pecto de su padre, unirse en im ponente
que la Religión ha sacado de la p ro p a­
m anifestación de su fe y de su am or
gación del Santísimo Rosario. Se han
hacia Nos. acrecentado aquí cofradías de piadosos
Reconocemos en este hecho, y lo p ro ­
fieles; allá se han fundado nuevas; han-
clam am os con nuevo agradecimiento, se esparcido preciosos escritos sobre
un designio de la Providencia de Dios,
esto entre el pueblo, y hasta las Bellas
una prueba de su suprem a benevolencia
Artes nos han proporcionado valiosos
hacia Nos mismo, y una gran ventaja
objetos.
p ara su Iglesia.
Pero ahora, como si oyésemos la p ro ­
Nuestro corazón anhela colm ar de
pia voz de esta Madre decirnos, clama,
gracias por este beneficio a Nuestra no c e s e s queremos ocupar de nuevo
dulcísim a intercesora cerca de Dios, a
vuestra atención, Venerables H erm a­
su augusta Madre. El am or particular nos, con el Rosario de M a r ía en el m o­
de M a r í a , que mil veces hemos visto mento en que empieza el mes de Octu­
m anifestarse en el curso de Nuestra bre que Nos hemos consagrado a la
carrera, tan larga y tan variada, luce Reina del cielo, y a esa devoción del
cada día m ás claram ente ante Nuestros Rosario, que le es tan grata, concedien­
ojos, y tocando Nuestro corazón con do con tal ocasión a los fieles el favor
una suavidad incom parable, Nos con­ de nuestras santas indulgencias.
firm a en una confianza que no es pro ­
piam ente de la tierra. 3. O bjeto de esta Encíclica. El obje­
Parécenos oír la voz m ism a de la to principal de Nuestra carta, no será,
Reina del cielo, ora anim ándonos bon­ sin embargo, ni escribir un nuevo elogio
dadosam ente en medio de las crueles de una plegaria tan bella por sí misma,
pruebas a que la Iglesia está sujeta, ni excitar a los fieles a que la recen
ora ayudándonos con sus consejos en cada vez más. Hablarem os de algunas
las determ inaciones que debemos tom ar preciosísimas ventajas que de ella se
p ara la salud de todos; ora, en fin, ad ­ pueden obtener, y que son perfectam en­
virtiéndonos que reanim em os la piedad te adecuadas a los hom bres y a las cir­
y el culto de todas las virtudes en el*1 cunstancias actuales.
(*) ASS 26 (1893/94) 193-199. Versión de la 1? ed. Al final de esta Encíclica va una disposición en
que se sugieren las principales ideas tratadas. — Los números marginales indican las páginas del
texto original en ASS, vol. 26. (P. Ii.)
(1) Is. 58, 1.

— 476 —
64, 4-7 E n c íc l ic a “ L a e t it ia e Sanctae” 477

Nos hemos íntim am ente persuadido, a menos que no sea fácil y se preste a
en efecto, de que la devoción del Rosa­ sus diversiones. De ahí viene tam bién
rio, practicada de tal suerte que procure que los obreros abandonen su oficio,
a los fieles toda la fuerza y toda la huyan del trabajo y, descontentos de
virtud que en ella existen, será m an an ­ su suerte, aspiren más alto, deseando
tial de num erosos bienes, no sólo p ara una quim érica igualdad de fortunas;
los individuos, sino tam bién p ara todos movidos de idénticas aspiraciones los
los Estados. habitantes de los campos dejan en tro ­
pel su tierra natal para venir en pos
4. El bien de las naciones. Nadie del tum ulto y los fáciles placeres de
ignora cuánto deseamos el bien de las las ciudades.
naciones, conform e al deber de Nuestro A esta causa debe atribuirse también
supremo apostolado y cuán dispuesto la falta de equilibrio entre las diversas
estamos a hacerlo, con el favor de Dios. clases de la sociedad: todo está desqui­
Nos hemos advertido efectivamente a ciado; los ánimos están carcomidos por
los hom bres investidos del poder que el odio y la envidia, engañados por fal­
no prom ulguen ni apliquen leyes que sas esperanzas, turban m ucho la paz p ú ­
no estén conform es con la justicia di­ blica ocasionando sediciones, y resisten
vina. Nos hemos exhortado frecuente­ a los que tienen la misión de conservar
mente a aquellos ciudadanos superiores el orden.
a los demás, por su talento, por sus
méritos, por su nobleza o por su fo r­ 7. Remedio en los M isterios gozosos.
tuna, a com unicarse recíprocam ente sus Contra este m al hay que pedir remedio
proyectos, a u n ir sus fuerzas p ara velar al Rosario de M a r í a , que com prende a
por los intereses del Estado y prom over la vez un orden fijo de oraciones y la
las em presas que pueden serle venta­ piadosa meditación de los Misterios de
josas. la vida del Salvador y de su Madre.
Que los Misterios gozosos sean indica­
5. Tres m ales principales. Pero exis­ dos a la m ultitud y puestos ante los
te gran núm ero de causas que en una ojos de los hombres, a m anera de cua­
sociedad civil relajan los lazos de la dros y modelos de virtudes: cada uno
disciplina pública y desvían al pueblo com prende cuán abundantes son y cuán
de procurar, como debe, la honestidad fáciles de im itar y propios para inspi­
de las costumbres. Tres males, sobre ra r una vida honesta los ejemplos que
todo, Nos parecen los m ás funestos p a­ de ellos pueden sacarse y que seducen
ra el com ún bienestar, que son: el dis­ los corazones por su adm irable suavi­
gusto de una vida modesta y activa; el dad.
horror al sufrimiento, y el olvido de Que se represente la casa de Naza-
los bienes eternos que esperamos. ret, este asilo a la vez terrestre y
Nos deploram os —y aquellos mismos divino de la santidad. ¡Qué modelo tan
que todo lo atribuyen a la ciencia y al herm oso para la vida diaria! ¡Qué es­
provecho de la naturaleza reconocen el pectáculo tan perfecto de la unión al
hecho y lo lam entan— Nos deploramos hogar! Reinan ahí la sencillez y la p u ­
que la sociedad hum ana padezca de reza de las costum bres; un perpetuo
una espantosa llaga, y es que se m e­ acuerdo en los pareceres; un orden que
nosprecien los deberes y las virtudes nada perturba; la m utua indulgencia;
que deben ser ornato de una vida obs­ el am or, en fin, no un am or fugaz y
cura y ordinaria. 6 mentiroso, sino un am or fundado en el
cum plim iento asiduo de los deberes re ­
6. Disgusto del tra b a jo y la vida cíprocos y verdaderam ente digno de
m odesta. De donde nace que en el ho­ cautivar todas las m iradas.
gar doméstico los hijos se desentiendan1 Allí, sin duda, ocúpanse en disponer
de la obediencia que deben a sus p a­ lo necesario para el sustento y el vesti­
dres, no soportando ninguna disciplina, do; pero es con el sudor de la frente^2\
(2) Gén. 3, 17.
478 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 64, 8-10
y como quienes, contentándose con po­ almas es la recom pensa preparada a los
co, trab ajan m ás bien p ara no sufrir que han cum plido el gran deber de la
del ham bre que p ara procurarse lo vida sin dejarse vencer por los peligros
superfluo. Sobre todo esto, adviértase ni por los trabajos, se forjan la idea de
una soberana tranquilidad de espíritu un Estado donde no habría objeto al­
y una alegría del alm a igual en cada guno desagradable, y donde se gozaría
uno: dos bienes que acom pañan siem­ de todos los bienes que esta vida puede
pre a la conciencia de las buenas accio­ dar de sí. Deseo tan violento y desen­
nes cum plidas. frenado de una existencia feliz, es fuen­
te de debilidad para las alm as que si
8. Tales ejem plos a rra stra n . Los no caen por completo, se enervan por
ejemplos de estas virtudes, de la m o­ lo menos, de suerte que huyen cobar­
destia y de la sumisión, de la dedica­ demente de los males de la vida deján­
ción al trabajo y de la benevolencia dose abatir por ellos.
hacia el prójim o, del celo en cum plir
los pequeños deberes de la vida ordi­
naria, todas esas enseñanzas, en fin, 10. Remedio en los m isterios dolo­
que a m edida que el hom bre las com ­ rosos. T am bién en este peligro puede
prende m ejor, m ás profundam ente pe­ esperarse del Rosario de M a r í a grandí­
netran en su alm a, traerán u n cambio simo socorro para fortalecer las almas
notable en sus ideas y conducta. E nton­ (tan eficaz es la autoridad del ejem plo),
ces cada uno, lejos de encontrar des­ si los Misterios que se llam an dolorosos,
preciables y penosos sus deberes p a rti­ son objeto de una meditación tranquila
culares, los tendrá m ás bien por muy y suave, desde ’a m ás tierna infancia, y
gratos y llenos de encanto; y gracias si luego se continúa meditándolos asi­
a esta especie de placer que sentirá con duamente. E n ellos se nos m uestra a
ellos, la conciencia del deber le dará Cristo autor y consumador de nuestra
más fuerza p ara bien obrar. /e (3)4, comenzando a obrar y a ense­
ñar a fin de que encontrem os en El
Así las costum bres se suavizarán en mismo ejemplos adecuados en las ense­
todos los sentidos; la vida dom éstica se ñanzas que nos dió sobre la m anera
deslizará en medio del cariño y de la cómo debemos soportar las fatigas y los
dicha, y las relaciones m utuas estarán sufrimientos. El quiso sufrir los males
llenas de sincera benevolencia y cari­ más terribles con una gran resignación.
dad. Y si todas estas cualidades de que
estará dotado el hom bre individualm en­ Vérnosle agobiado de tristeza hasta el
te, se extienden a las familias, a las ciu­ punto de que la sangre corre por todos
dades, al pueblo todo, cuya vida se su­ sus miem bros como sudor copioso. Vé­
jetaría a estas prescripciones, es fácil rnosle cargado de ligaduras, como un
de concebir cuántas ventajas obtendría ladrón sometido al juicio de hom bres
de ello el Estado. perversos, objeto de odiosos ultrajes y
)
de falsas acusaciones. Vérnosle flagela­
9. H o rro r al sufrim iento. O tro m al do, coronado de espinas, atado a la
funestísim o y que Nos no deplorarem os Cruz, considerado como indigno de vi­
bastante, porque cada día penetra m ás vir largo tiempo, y m erecedor de m orir
profundam ente en los ánim os y hace en medio de las aclamaciones de las
mayores estragos, es la resistencia al turbas.
dolor, y eso de rechazar violentam ente Pensamos cuál debió ser ante tal
todo lo que parece molesto y contrario espectáculo el dolor de su Santísim a
a nuestros gustos. Madre, cuyo corazón fué, no solamente
La m ayor parte de los hom bres en herido, sino atravesado de una espa-
vez de considerar, como sería preciso, d a (5), de suerte que se le ha llamado,
que la tranquilidad y la libertad de las y lo es realm ente, la Madre del dolor.
(3) Hebr. 12, 2. (5 ) L u c . 2, 35.
(4) Act. 1, 1.
64, 11-12 E n c íc l ic a “ L a e t it ia e S a n c t a e ” 479

11. Tales ejem plos alientan. Aquel ram ente, sin embargo, los del cielo: los
que, no contento con la contem plación más sabios de entre los mismos paga­
de los ojos, medite frecuentem ente es­ nos enseñaron que esta vida era para
tos ejemplos de virtud, ¡cómo sentirá nosotros una hospedería, no una m ora­
renacer en sí la fuerza p ara imitarlos! da perm anente; que en ella debíamos
Que la tierra sea para él maldita: que alojarnos durante algún tiempo, pero
no produzca más que espinas y zar­ no habitarla.
za s ^ , que su alm a sufra todas las Los hom bres de hoy, aunque instrui­
am arguras posibles; que la enferm edad dos en la fe cristiana, se adhieren en
agobie su cuerpo, no h abrá m al alguno, su m ayor parte a los bienes fugaces
ya provenga del odio de los hombres, de la vida presente, no sólo como si
ya de la cólera de los demonios, ningún estuviese borrada de su espíritu la idea
género de calam idad pública o privada de una patria m ejor, de una bienaven­
que El no venza con su resignación. turanza eterna, sino como si quisieran
De El podrá decirse con razón: Cum­ destruirla enteram ente a fuerza de ini­
plir y sufrir mucho es propio del cris­ quidades. En vano S a n P a b l o les hizo
tiano, El cristiano, en efecto, aquel que esta advertencia: No tenemos aquí una
es considerado a justo título como dig­ morada estable, sino que buscamos una
no de este nombre, no puede seguir en que hemos de poseer algún día (9L
vano a Cristo paciente. Hablam os aquí Cuando se pregunta cuáles son las
de la paciencia, no de esa vana osten­ causas de esta calamidad, se ve, por des­
tación del alm a endureciéndose contra contado, que en muchos existe el tem or
el dolor que m anifestaron algunos filó­ de que el pensamiento de la vida futura
sofos antiguos, sino de la que, aplicando pueda destruir el am or de la patria
el ejemplo de Cristo que quiso sufrir terrestre y perjudicar la prosperidad
la Cruz cuando pudo elegir la alegría, de los Estados. No hay nada más odioso
y que despreció la c o n f u s i ó n y p i­ y más insensato que sem ejante convic­
diéndole los auxilios de su gracia, no ción. Las esperanzas eternas no tienen
retrocede ante ninguna pena, las sobre­ por carácter absorber de tal m anera a
lleva todas con regocijo y las considera los hom bres que los aparten por com ­
como un favor del cielo. pleto del cuidado de los bienes presen­
La fe católica ha poseído y posee to­ tes. Cuando Cristo m andó buscar el
davía discípulos penetrados de esta doc­ reino de Dios, dijo que se le buscase
trina, hom bres y m ujeres de todo país primero; pero no que se dejase todo lo
y de toda condición, dispuestos a sufrir, demás a un lado.
siguiendo el ejem plo de Cristo, todas El uso de los objetos terrestres y los
las injusticias y todos los males por la goces perm itidos que de ellos se pueden
virtud y por la Religión, apropiándose sacar, no tienen nada de ilícito, si deben
más aún el ejem plo de la palabra de contribuir al acrecentam iento o a la
Dídimo: “Vamos también nosotros, y recom pensa de nuestras virtudes, y a
muramos con El”(8\ ¡Que los ejemplos la prosperidad y la civilización progre­
de esta adm irable constancia se m ulti­ siva de la patria terrestre al m anifes­
pliquen cada vez más, y la fuerza de tarse de una m anera espléndida en el
los Estados y la gloria de la Iglesia m utuo acuerdo de los m ortales, refle­
crecerán incesantemente! jando la belleza y magnificencia de la
patria celestial. No hay en esto nada
12. Olvido de lo eterno. La tercera que no convenga a seres dotados de
especie de males a que es preciso poner razón, ni que sea opuesto a los desig­
remedio es, sobre todo, propia de los nios de la Providencia, porque Dios es
hom bres de nuestra época. Los de las a la vez el autor de la N aturaleza y de
edades pasadas, si bien estaban ligados la gracia, y no quiere que la una sea
de u n a m anera a veces crim inal a los opuesta a la otra, ni que haya entre
bienes de la tierra, no desdeñaban ente- 67 ellas conflicto, sino que celebren en
(6) Gén. 3, 17-18 (8) Juan 11, 16.
(7) Hebr. 12, 2. (9) II Cor. 5, 1.
480 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 64, 13-15

cierto modo un pacto de alianza para 14. Tales ejem plos Inflam an. El es­
que, bajo su dirección, lleguemos un píritu que considere estos Misterios, no
día por el camino más fácil a aquella podrá menos de inflam arse y de repetir
eterna felicidad a que fuimos desti­ esta frase de un hom bre m uy santo:
nados. “jQué triste y pesada es la tierra cuan­
Pero los hom bres egoístas dados a do miro al cielo!”. El gozará del con­
los placeres que dejan e rra r todos sus suelo de pensar que una tribulación
pensam ientos sobre los objetos terres­ momentánea y ligera nos conquista una
tres, y no pueden elevarse a más altura, eternidad de gloria(13). Este es, en efec­
en lugar de ser movidos por los bienes to, el único lazo que une el tiempo
de que gozan a desear más vivamente presente con la vida eterna, la ciudad
los del cielo, pierden com pletam ente la terrestre con el cielo; ésta la única
idea m ism a de la eternidad, y van a consideración que fortifica y eleva las
caer en una condición indigna del hom ­ almas.
bre. En efecto, el poder divino, no pue­
de herirnos con pena más terrible que 15. Cofradías del Rosario. Si tales
dejándonos gozar de todos los placeres almas abundan mucho, el Estado será
de la tierra, pero olvidando al mismo rico y floreciente, se verá reinar la
tiempo los bienes eternos. verdad, el bien, lo bello, según este
modelo, que es el principio y el origen
13. de toda verdad, de todo bien y de toda
Remedio en los M isterios glorio­
sos. E vitará com pletam ente este peli­ belleza. Ya todos los cristianos pueden
gro, aquel que se dé a la devoción del ver, como Nos lo hemos m anifestado al
Rosario y medite atenta y frecuente- principio, cuáles son los frutos y cuál
198 mente los Misterios gloriosos que en él es la virtud fecunda del Rosario de Ma­
se nos proponen. En estos Misterios, r í a , su poder para curar los males de

ciertamente, Nuestro espíritu tom a la Nuestra época y hacer desaparecer los


luz necesaria p ara conocer los bienes castigos que sufren los Estados; pero es
que no ven Nuestros ojos, pero que fácil de com prender que sentirán más
Dios, Nos lo creemos con firm e fe. abundantem ente estas ventajas aq u e­
prepara a aquellos que le amanS101^. llos que, inscriptos en la Santa Cofradía
Así aprendem os que la m uerte no es del Rosario, se distinguen por una
un aniquilam iento que nos arrebata y unión particular y verdaderam ente fra ­
que nos destruye del todo, sino una emi­ ternal, y por su devoción a la Santísima
gración, y, por decirlo así, un cambio Virgen; en efecto, estas Cofradías, apro­
de vida. Nos percibimos claram ente que badas por la autoridad de los Pontífices
hay una ru ta al cielo, abierta para to ­ Romanos, colm adas por ellos de privi­
dos, y cuando Nosotros veamos a Cristo legios y enriquecidas de indulgencias,
resucitar, Nos acordarem os de su dulce están sometidas a su jurisdicción, tienen
prom esa: Yo voy a prepararos el lu- asambleas a fecha fija y gozan de po­
garDD. Nos creemos ciertam ente que derosos apoyos que les aseguran su
prosperidad y las hacen grandem ente
vendrá un tiem po en que Dios secará
provechosas para la sociedad hum ana.
todas las lágrimas de Nuestros ojos, en Estos son como ejércitos que com ba­
que no habrá más luto, ni quejidos, ni ten los combates de Cristo por sus Mis­
dolor, sino que estaremos siempre con terios sagrados, bajo los auspicios y la
Dios, parecidos a Dios, pues que le guía de la Reina del cielo. Se ha podido
veremos tal cual es, gozando del torren­ justificar en m uchas circunstancias, y
te de sus delicias, conciudadanos de los sobre todo en L e p a n t o . cuán favorable
Santos^12), en com unión bienaventura­ se ha m ostrado a sus súplicas y a las
da con M a r í a , s u Madre y Nuestra ceremonias que ellos han organizado.
poderosa Reina. Es, pues, útilísim o m ostrar gran celo
(12) Apoc. 7, 17; 21, 4; Act. 18, 29; I Juan 3, 2;
(10) Rom. S. 28. Salm. 35, 9; Ef. 2, 19.
(11) Juan 14, 2. (13) II Cor. 4, 17.
64. 16-17 E n c íc l ic a “ L a e t it ia e Sanctae” 481

para fundar, acrecentar y gobernar ta­ Estos, animados por ejemplos seme­
les Cofradías. Nos no hablam os aquí jantes, pondrán todo su celo en tom ar
sólo a los discípulos de S a n t o D o m i n ­ parte en estos bienes tan saludables.
g o , aunque éstos sean principalm ente Tal es Nuestro ardiente deseo.
encargados de esta misión, según su
Instituto, sino a todos los que tienen 17. E speranza y confianza. E sta es
el cuidado de las alm as y, sobre todo, tam bién la esperanza que Nos guía y
el m inisterio de las iglesias en las que Nos anim a en medio de los grandes
estas Cofradías están instituidas. males que sufre la sociedad. ¡Ojalá,
gracias a tantas oraciones, M a r í a , la
16. El Rosario en las Misiones. Nos Madre de Dios y de los hombres, que
deseamos tam bién ardientem ente que Nos ha dado el Rosario y que es su
los Sacerdotes que em prenden viajes Reina, pueda hacer de suerte que esta
para propagar la doctrina de Cristo esperanza se realice por completo!
entre las naciones bárbaras, o para Nos tenemos confianza, Venerables
afirm arla donde ya se ha establecido, Herm anos, en que vuestro concurso,
propaguen asimismo la devoción del Nuestras enseñanzas y Nuestros deseos
Rosario. contribuirán a la prosperidad de las
Con las exhortaciones de todos estos familias, a la paz de los pueblos y al
Sacerdotes, Nos no dudam os que h a de bien de la tierra.
haber gran núm ero de cristianos, cui­
dadosos de sus intereses espirituales, Como prenda de las bendiciones di­
que se h arán inscribir en esta m isma vinas y como testimonio de Nuestra
Cofradía, y se esforzarán por adquirir benevolencia, Nos os acordam os de todo
los bienes que Nos hemos indicado, corazón a vosotros, a vuestro Clero y
aquellos, sobre todo, que constituyen la a vuestro pueblo, la Bendición Apos­
razón de ser, y, en algún modo, la tólica.
esencia del Rosario. Dado en Roma, cerca de San Pedro,
El ejemplo de los m iem bros de la el 8 de Septiembre de 1893, el décimo-
Cofradía, inspirará a los demás fieles sexto de Nuestro Pontificado.
un respeto y una piedad m uy grandes
hacia el Rosario. LEON PAPA XIII.

Disposición
IN TR O D U C C IO N : Bodas de oro episcopales de León XIII (1)
I. P o r e l S a n t o R o s a r i o
1. Ayuda de María (1)
2. Frutos de anteriores exhortaciones (2)
3. Ventajas del rezo del Rosario (3)
II. R e m e d i o d e l o s m a l e s d e l a s o c i e d a d d e h o y
1. En general (4)
2. Contra tres males en especial (5)
a) 1er. mal: antipatía a la vida modesta y el trabajo (6)
R e m e d i o : Misterios gozosos (7-8)
b) 2? mal: horror al sufrimiento y el sacrificio (9)
R e m e d i o : Misterios dolorosos (10-11)
c) 3er. mal: amor a los bienes perecederos y olvido de lo eterno (12)
R e m e d i o : Misterios gloriosos (13-14)

III. M a y o r p r o p a g a c i ó n d e l R o s a r i o : Cofradías y Misiones (15-16)


E P IL O G O : Esperanzas (17).

E ncíclicas P on tificias 16
€3 ¡3»

ENCICLICA “CONSTANTI HUNGARORUM” <2*>


(ll-IX-1893)

A LOS OBISPOS DE HUNGRIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud ij bendición apostólica

1. A nteriores dem ostraciones de Tales males, así como atraen hacia sí


9 afecto papal a los húngaros. A la cons­ Nuestros principales cuidados y pensa­
tante piedad y sumisión de los húnga­ mientos, así en gran m anera y con toda
ros hacia esta Sede Apostólica ha co­ vehemencia reclam an vuestro trabajo,
rrespondido con abundancia la paternal Venerables Hermanos, el cual confia­
benevolencia de los Romanos Pontífi­ mos ha de realizarse enteram ente con­
ces; Nos mismo, jam ás hemos perm i­ forme a Nuestros consejos y esperanzas.
tido ser aventajados en pruebas de Corresponde generalm ente a los cató­
caridad y providencia en obsequio de licos, en medio de tan cruda e insidiosa
vuestro pueblo. Este Nuestro ánimo hé* guerra a los institutos cristianos, en
mosle m anifestado de una m anera muy prim er térm ino y sobre todo, que todos
singular con motivo de haber celebrado consideren seriamente cuanto im porta
H ungría, hace siete años, el aniversario en toda variedad de tiempos y cosas,
de un grandioso y faustísim o aconteci­ que perm anezca incólume en los pue­
miento. Con ocasión de esta fiesta, os blos la Religión; y en segundo térm ino
dedicamos, Venerables Herm anos, una cuanto interese la perfecta y estable
carta, en la que hacíam os m érito de la concordia de todos los ánimos en este
antigua fe de los húngaros, de sus punto. Trátase nada menos que del m a­
virtudes y hechos memorables, a la vez yor y más excelso de todos los bienes,
que os enviábamos consejos en relación cual es la eterna salvación de los hom ­
con los asuntos que interesan a la sa­ bres, no menos que de guardar y con­
lud y prosperidad de vuestra nación, servar aquellas m ismas cosas que en
en tiempos tan hostiles al nom bre cris­ la sociedad civil contribuyen a la paz
tiano. La m ism a causa y el mismo deseo y verdadera felicidad. Así, en verdad,
Nos m ueven a escribiros de nuevo. lo sintieron aquellos excelsos varones,
dignos del recuerdo y gratitud de toda
2. Peligros religiosos. Ciertam ente, la posteridad, que, como eximio ejem ­
la razón de Nuestro m inisterio Apostó­ plo de fortaleza de ánimo, brillaron en
lico pide que, en los asuntos que han todo tiempo y lugar, sirviendo ellos
movido en esta época todos los ánimos, mismos como de m uro en la cosa de
exhortem os con gran empeño a Vos­ Dios, dispuestos a sacrificar por la cau­
otros y a vuestro clero a la constancia sa de la religión y la Iglesia no sola­
de ánimo, a la concordia, al denuedo mente todas sus cosas, sino tam bién la
en instru ir y am onestar a los pueblos misma vida.
confiados a vuestro cuidado. Mas hay
entre vosotros otros asuntos que son 3. T radición católica de H ungría.
para Nos, nuevo motivo de solicitud; De lo cual tiene igualmente vuestra
nos referim os a los peligros, cada día misma H ungría, en todo el transcurso
más graves que am enazan a la Religión. de su historia, m uchos y preclaros
(*) ASS 26 (1893/94) 129-136. — Los números en el margen dan las páginas del texto original
en ASS, vol. 26. (P. H.)

— 482
65, 4-6 E n c íc l ic a “ Co nstanti H ungarorum” 483

ejemplos. Y ciertam ente que, habiendo no menos perjudiciales a la Iglesia y al


recibido la fe católica de su Rey y catolicism o; siendo m uy de tem er, con­
Apóstol E s t e b a n , ha perm anecido fiel siderado el curso de vuestros asuntos,
y constante en ella, en lo cual hay que sobrevengan a la religión daños m ucho
reconocer, a más de un singular bene­ más graves.
ficio de Dios, el fruto del firm e y p er­ 5. Conocer su deber. Ahora bien, en
petuo propósito de esta nación, que lo que expresam ente pertenece a las
desde el principio ha entendido que al cuestiones capitales, que con tanto ca­
tratarse de la Religión, se tra ta de la lor se agitan entre vosotros en esta
gloria de su nom bre y del esplendor de época, os incumbe, Venerables H erm a­
su raza. Admirables son las generosas nos, trab ajar asidua y unánim em ente,
e insignes virtudes que tales sentimen- para que todos, tanto sacerdotes como
tos han producido, y m erced a las que seglares, conozcan claram ente qué les
los húngaros, en los momentos supre­ sea lícito 3^ de qué deban huir para no
mos y en las circunstancias difíciles, obrar contra los preceptos de las leyes
opusieron a la gravedad del peligro una natural 3^ divina. Y puesto que m uchos
extraordinaria constancia y fortaleza. de vosotros aconsejaron a los encarga­
Con el auxilio de tales virtudes recha­ dos de la cura de almas esperar el p a­
zaron ora las repetidas incursiones de recer de la Sede Apostólica en estas
los Tártaros, ora los constantes y furio­ m aterias, que vosotros mismos habíais
sos ataques de los M ahometanos; h a ­ solicitado, a Vosotros corresponde, Ve­
ciéndose acreedores en tan peligrosa nerables Hermanos, am onestar cuida­
lucha a ser ayudados, con toda clasQ dosamente a los mismos sagrados m i­
de auxilios, por pueblos extraños, por nistros que tengan como precepto reli­
grandes príncipes, y m uy especialmente gioso no separarse en lo m ás m ínimo
por los Sumos Pontífices; puesto que de lo que la Sede Apostólica ha estable­
se peleaba no solamente por la fe y la cido o m andado; siendo manifiesto que
patria de los húngaros, sino por la sal­ lo que no es lícito a los sacerdotes tam ­
vación de toda la religión católica 3^ la poco lo es a los hom bres seglares.
paz de todo el Occidente. P or la m ism a
razón, en medio de las turbulencias de 6. Aborrecer el matrimonio con no
los últimos siglos, que produjeron tan católicos. Además es de gran fuerza,
graves ruinas a los pueblos vecinos, para contener el progreso de vuestros
aunque la m ism a H ungría sintió en males, que los pastores de alm as jam ás
parte el golpe y recibió no leves que­ cesen de am onestar al pueblo se absten­
brantos, resultando sin embargo ilesa; ga, en cuanto posible sea, de contraer
como se conservará en lo sucesivo si m atrim onios con no católicos. Entien­
cabe m antener el honor religioso, 3^ dan claram ente los fieles y grábenlo en
cada uno reconoce sus ordinarios debe­ sus alm as que se han de aborrecer tales
res y los cum ple con toda diligencia. m atrim onios, que siempre la Iglesia ha
4. Leyes perniciosas. Y viniendo ya detestado, principalm ente, como Nos
a lo que propiam ente pertenece a Nues­ m ism os hemos dicho en otro lugar^2*:
tro propósito hemos visto, con no pe­ porque dan ocasión a la unión y co­
queño dolor de N uestra alma, que, a municación prohibidas de cosas sagra­
más de las disposiciones insertas en las das; crean un peligro a la religión del
leyes de H ungría, como 3ra en otra oca­ cónyuge católico; son un obstáculo a
sión Nos hemos quejado, opuestas a los la buena educación de la prole, y mu­
derechos de la Iglesia, que restringen su chas veces inclinan a la libertad reli­
facultad de obrar, y contradicen la pro­ giosa de cultos, teniendo por igualmen­
fesión del nombre católicoH), hay otras te buenas todas las religiones, desapa­
en estos últimos tiempos decretadas o reciendo la diferencia entre lo verda­
llevadas a cabo por la pública autoridad 1 dero y lo falso.
(1) León XIII, Encíclica “Quod multum” 22- (2) León XIII, Encíclica sobre el Matrimonio
VIII-1886, a los Obispos de Hungría; en esta cristiano, "Arcanum Divinrn Sapientise, 10 Febr.
Coíecc. Encícl. 48, 4 pág. 344, 2? col.). 1880; en esta Colecc. Encícl. 34, 18 pág. 256. .
484 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 65, 7-9

7. Los católicos ante el peligro. Pero, m itir que la religión sea vilipendiada
como hemos advertido, aún am enazan impunemente, y la salvación del pueblo
mayores daños a la antigua religión de puesta en tela de juicio.
los húngaros.
Cuantos hay aquí enemigos del nom ­ 8. Remedios: Congresos anuales. Mas
bre católico no disim ulan sus propósi­ como quiera que para afirm ar la unión
tos; esto es, usando de las arm as más y excitar la actividad y talento de los
m ortíferas, atentan contra la Iglesia católicos, tienen adm irable eficacia y
hasta conseguir que el catolicismo se saludable virtud, según atestigua la
halle cada día en peor situación. Por experiencia, los anuales congresos en
esta razón, exhortam os a vosotros, Ve­ los que se ventilan en común los asun­
nerables H erm anos, con más ahinco tos católicos y se trata del desarrollo
que nunca, que no perdonéis esfuerzo de las obras piadosas bajo la dirección
a fin de desterrar de vuestra patria y y am paro de los Obispos; deseamos
del rebaño que se os ha encomendado, ardientem ente se lleve a feliz térm ino
tan gran peligro. E n prim er lugar pro ­ cuanto sabemos habéis dispuesto opor­
curad y trab ajad p ara que todos, alen­ tunam ente en estas m aterias. Ni duda­
tados con vuestro ejemplo y autoridad, mos que tales reuniones, cuya celebra­
defiendan con firm eza y tom en con ción en otras partes se debe a Nuestra
calor y brío la causa de la religión. En iniciativa, han de ser sum am ente pro ­
verdad, ocurre frecuentem ente, ni he­ vechosas por vuestros consejos. Con­
mos de ocultar lo que acontece, que viene que en este asunto procuréis con
m uchos católicos, precisam ente en la todo empeño, que form en parte de las
época en que m ás debían tra b a jar con cortes o cuerpos legisladores aquellos
suma virtud y constancia en defender varones de m anifiesta religiosidad y
y vindicar los derechos de la Iglesia, probada virtud, que tengan siempre el
guiados por cierto género de hum ana decidido propósito de vindicar los de­
prudencia, o se pasan al campo con­ rechos de la Iglesia y del catolicismo.
trario, o se m anifiestan demasiado tí­ 9. Revistas y libros. Veis además,
midos y cobardes en su acción. Y así Venerables Hermanos, cómo los enem i­
se observa fácilmente, que este modo gos de la Iglesia se valen del auxilio de
de obrar abre la puerta a gravísimos Revistas y libros para divulgar por to­
peligros, especialmente si viene de aque­ das partes el veneno de sus errores y
llos que o están constituidos en au tori­ perversas doctrinas, corrom per las bue­
dad o su opinión tiene gran influencia nas costumbres, y separar a las m u ­
en las masas. Además de que se aban­ chedum bres de las obras de la vida
done un oficio justo y obligatorio, no cristiana. Preciso es que entiendan 13
se da pequeño motivo m uchas veces a vuestros hom bres ser ya tiempo de tr a ­
la ofensa, y se obstruye el camino para bajar con más ahinco en este terreno,
conseguir y conservar la unión, que y procurar con todo empeño oponer
hace que todos sientan lo mismo, y lo escritos a escritos, según lo exige la
com prueben con hechos. Nada m ás fa­ m agnitud de la lucha, y em plear rem e­
vorable puede acontecer a los enemigos dios adecuados a la gravedad del mal.
del nom bre católico, que las discordias
y disensiones entre éstos; de aquí, lo Educación. Principalm ente queremos,
que es lógico, resulta con frecuencia Venerables Hermanos, que vuestros cui­
que se deja el cam po libre y expedito dados se dirijan a la instrucción y ense­
a los mismos enemigos p ara que se ñanza de los niños y de los jóvenes. No
atrevan a cosas peores. Conviene en entra ahora en Nuestro propósito reite­
todas las cosas tener por com pañeros ra r lo que en las letras, que en otra
de consejo a la prudencia y tem planza; ocasión os hemos dirigido y de las que
la m ism a Iglesia quiere que la defensa hemos hecho m érito al principio, expu­
de la verdad se haga bajo un plan m e­ simos: pero no podemos menos de tocar
ditado; nada tan ajeno a los preceptos brevemente algunos puntos de mayor
de la verdadera prudencia, como p er­ interés.
65, 10-15 E n c íc l ic a “ Co nstanti H ungarorum 5 485

10. E nseñanza p rim aria. Se ha de de estudios superiores, colocados, por 134


instar y urgir acerca de las escuelas de voluntad de los fundadores, bajo la
prim era enseñanza, Venerables H erm a­ potestad de la Iglesia y de los Obispos,
nos, a fin de que los párrocos y demás perm anezcan tales cuales fueron insti­
encargados de la cura de alm as vigilen tuidos, sin embargo, de nuevo os exhor-
en ellas con gran asiduidad y cuidado, taremos, que, aprovechando toda opor­
y tengan como principal oficio de su tunidad, prosigáis en lo mismo de co­
m inisterio instruir a los alum nos en la m ún acuerdo, como es vuestro derecho
doctrina sagrada. Sem ejante oficio, no­ y deber.
ble y grave, no debe encom endarse al Pues repugna a la justicia lo mismo
cuidado de otros, sino que ellos mismos que a la equidad que se niegue a los
deben desem peñarle con sumo gusto, católicos lo que se concede a los que di­
puesto que es cierto que de la sana y sienten del nom bre católico: al público
piadosa instrucción de la edad pueril im porta que institutos tan sabia y pia­
pende en gran parte la prosperidad, no dosamente fundados por los mayores
solamente de las familias, sino del m is­ no se empleen en daño de la Iglesia y
mo Estado. Ni penséis que hay otra de la fe católica, sino en su defensa y
cosa que merezca más cuidado y aten­ am paro y consecuentemente en bien
ción que el p ro cu rar constantem ente el del mismo Estado.
fom ento de tales escuelas. Sería m uy
oportuno a este fin el instituir inspecto­ 12. Sem inarios. Finalm ente, reclam a
res de escuelas, diocesanos y decanales, la razón de Nuestro cargo, que con todo
con los que tratase el Obispo todos los empeño os encomendemos, cuanto acer­
años del estado y condición de las ca de los clérigos jóvenes y de los pres­
escuelas, y de las dem ás cosas concer­ bíteros os encargamos en las mismas
nientes a la fe, a las costum bres, y a la letras. E n verdad, que si os correspon­
cura de almas. Y si fuese necesario, de, Venerables Herm anos, poner todo
atendidas las circunstancias de cada estudio y trabajo en la recta educación
localidad, fundar nuevas escuelas, o de toda la juventud, es preciso que
am pliar las ya fundadas, no dudam os, atendáis m ucho más a los que crecen
Venerables Herm anos, que vuestra ge­ como esperanza de la Iglesia, para ser
nerosa liberalidad y la de m uchos cató­ dignos de la dignidad sacerdotal y tener
licos de toda clase, dem ostrada ya con aptitud y virtud, según reclam an los
muchos argum entos, lo h ará con toda tiempos, para desem peñar fielmente los
prontitud. 1 ministerios. En lo cual, como quiera
que los Seminarios reclam en con todo
11. E nseñanza secundaria. E n cu an­ derecho los principales cuidados de
to a la segunda enseñanza y escuelas» vuestra vigilancia, procurad con vivo
de disciplinas superiores, h a de cuidar­ empeño que florezcan en ellos actual­
se con todo detenim iento, que no perez­ m ente recom endables instituciones, y
ca en los jóvenes la buena semilla que que abunden en todos, los recursos que
se arro jó en ellos cuando eran niños. les son necesarios; así ciertam ente los
Cuanto podéis, Venerables Herm anos, estudiantes de cosas sagradas serán ins­
haciendo o rogando, otro tanto ejecu­ truidos m adura y superiorm ente por la
tad, a fin de que tales peligros o se disciplina de escogidos directores, en
alejen del todo o dism inuyan: y en las virtudes propias de su estado, y en
prim er lugar diríjase vuestro cuidado el esplendor de toda doctrina así divina
pastoral a elegir p ara la enseñanza de como hum ana.
la religión varones probos y doctos,
p ara que así se rem uevan los obstácu­ 13. El clero modelo p a ra el pueblo.
los que con m ucha frecuencia im piden P or lo que respecta a la fructuosa
el saludable y copioso fruto de tales acción de vuestro clero, interesa m u ­
enseñanzas. Además; aunque Nos son cho a esta época, Venerables H erm a­
bien conocidos y probados los esfuerzos nos, que brille vuestra concordia en
que habéis hecho, p ara que, los centros dirigirle, vuestra actividad y caridad en
486 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 6, 14-16

exhortarle y am onestarle, y la firmeza ligencia la propiedad de sus iglesias:


singular de vuestro cargo en defender y si hubiese en esta m ateria alguna
la disciplina eclesiástica. Del mismo cosa menos recta, procurad vosotros
modo es necesario que cuantos perte­ mismos, en cum plim iento de vuestro
necen al clero se adhieran con gran deber, aplicarla el oportuno remedio.
firm eza a sus Obispos, que de ellos Además juzgamos m uy oportuno, que
reciban instrucciones y les ayuden en el clero ponga especial cuidado, para
todas las obras; deben presentarse que las Herm andades o Cofradías laicas
siempre prontos y activos, inspirados que aun existan, recobren su antiguo
por la caridad, en el ejercicio del sa­ esplendor. Trátase con esto del bien
grado m inisterio y en sobrellevar los público, no solamente de las mismas
trabajos por la salvación de las almas. Herm andades, sino tam bién de la reli­
Gomo quiera que en todas partes puede gión. Prescindiendo de otras cosas, ta ­
m ucho el ejem plo de los sacerdotes, les Herm andades pueden indudable­
trabajen prim ariam ente por presentar mente prestar poderosa ayuda a vos­
constantem ente en sí mismos, ante los otros y a vuestro clero, ya excitando
ojos del pueblo cristiano, viva imagen al pueblo a la piedad y a la vida cris­
de virtud y de continencia. Consideren tiana, ya afirm ando aquella saludable y
con suma detención, si se entregan de­ por Nos tan deseada concordia de áni­
m asiado a los asuntos profanos o polí­ mos y voluntades.
ticos; acordándose con frecuencia de
135 aquello del Apóstol S a n P a b l o : Ningu­ 15. Celebración de conferencias. F i­
no que milita para Dios, se embaraza nalmente, de todas aquellas cosas que
en los negocios del siglo; a fin de agra­ pertenecen ora a la conservación de la
dar a aquel a quien se alistó”^ . Cier­ religión y antigua fe, ora al increm ento
tam ente, como advierte S a n G r e g o r io
de los institutos católicos, ora a la dis­
M no es justo que, al preocupar­
a g n o ,
ciplina de uno y otro clero, juzgamos
nos de las cosas interiores, abandone­ ser altam ente provechoso y saludable,
mos el cuidado de las cosas exteriores: Venerables Hermanos, el que celebréis
y expresam ente tratándose de defender entre vosotros conferencias, en las que
la religión o de proveer el bien común, decretéis de com ún acuerdo lo que
no se han de despreciar los recursos y creáis m ás oportuno y necesario.
auxilios que puedan prestar las circuns­
tancias de tiem po y lugar. No obstante 16. E xhortación final. P o r últim o,
precísase gran prudencia y vigilancia confiamos que todos los católicos de
p ara que los varones de orden sacro no Hungría, considerando el grave peligro
traspasen los límites de la gravedad y que corren sus cosas, y reconociendo
el modo, y no aparezcan m ás preocu­ en todo lo que hemos dicho, un claro
pados de las cosas hum anas que de las testimonio de Nuestra paternal solici­
celestiales. O portunam ente el mismo tud y exquisita voluntad hacia ellos,
tom en bríos y fuerzas, y, como procede, 1
G r e g o r i o M a g n o dice: Alguna vez han
de tolerarse por compasión los negocios obedezcan con toda religiosidad a Nues­
seculares, mas nunca han de buscarse tros consejos y m andatos. iVsístaos p ro ­
con amor; no sea que al pesar en la picio Dios, a Vosotros, Venerables H er­
mente del que así ama, vencida por su manos, y al clero y pueblo católico, que
peso la sumerjan de las alturas celes­ como un solo hom bre trabaje sin des­
tiales en lo profundo O).14 canso por la religión, y conceda virtud
y éxito felicísimo a las obras que h a ­
béis comenzado. Ni ha de faltar en
14. A dm inistración de las Iglesias y em presa tan santa y justa el apoyo del
C ofradías. T am bién querem os llam ar sumo Príncipe, es decir, de vuestro
vuestra atención hacia los que presi­ Apostólico Rey, cuyos m éritos están
den a los fieles p ara que guarden reli­ reconocidos por vuestro pueblo desde
giosamente y adm inistren con toda di­ los comienzos de su reinado.
(3 ) II T im o t e o 2, 4. (4) San Gregorio M., Regim. Pastor., pars 2,
c. 7 (Mign* PL. 77, col. 41-A).
65, 16 E n c íc l ic a “ Co n st a n t i H ungarorum” 487

P a ra que todo suceda prósperam ente, mo presagio de los celestiales dones y


conform e a los deseos m anifestados, prenda de Nuestra paternal benevo­
elevad con Nos a Dios, Venerables lencia, am antísim am ente os damos a
Hermanos, grandes súplicas: interpo­ vosotros, Venerables Hermanos, y a
ned principalm ente el patrocinio de la todo vuestro clero y pueblo, la Bendi­
Augusta Madre de Dios; im plorad tam ­ ción Apostólica.
bién el auxilio de vuestro Apóstol S a n Dado en Roma, junto a San Pedro,
E s t e b a n , p ara que m ire benignamente el día 11 de Setiembre de 1893, año
desde el cielo por su H ungría, y con­ décimosexto de Nuestro Pontificado.
serve en ella santa e inviolablemente
los beneficios de la divina religión. Co­ LEON PAPA XIII.
<©<c>

ENCICLICA ‘TROVIDENTISSIMUS DEUS” (*}


(18-XI-1893)

SOBRE EL ESTUDIO DE LA SAGRADA ESCRITURA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Sobre la necesidad de la revela­ canónicos “porque fueron compuestos


ción divina en general. El providentí­ bajo la inspiración del Espíritu San­
simo Dios, que por un adm irable desig­ to”( y tienen a Dios por autor, y co­
nio de am or elevó, desde un principio, mo tales han sido dados a la Iglesia(3L
al género hum ano a la participación de
la naturaleza divina; y después de la La revelación escrita. Eso es lo que
caída lo restauró a su prim era digni­ la Iglesia no ha cesado de creer y de
dad, redim iéndolo del pecado original profesar públicam ente referente a los
y arrancándolo a su perdición. Por libros del Antiguo y del Nuevo Testa­
eso, ha concedido a ese mismo linaje mento. Conocidos son tam bién los do­
hum ano la singular protección de re ­ cumentos antiguos m uy im portantes
velarle por medios sobrenaturales los que Dios ha hablado prim eram ente a
arcanos de su Divinidad, de su sabi­ los hom bres por los profetas, después
duría y misericordia. por Sí mismo, luego por los Apóstoles;
y que ha dado existencia a la E scritura
Pues, aunque la revelación contiene que se llam a canónica^4), y que es pre­
tam bién verdades que son accesibles a cisamente ella la que contiene las p ro ­
la razón hum ana, éstas se h an revelado fecías y sentencias d i v i n a s y que
al hom bre a fin de que todos puedan constituye una como carta dirigida por
conocerlas fácilmente y con toda cer­ el Padre celestial al género hum ano
teza y sin error; mas no por este mo­ que peregrina lejos de su P atria y que
tivo debe decirse que la revelación sea le fue entregada por los autores sagra­
absolutamente necesaria, sino que más dos^
bien fue necesaria porque Dios, en su
infinita bondad, ha destinado al hom­ El valor de las E scrituras y de la
bre a un fin sobrenatural o sea para Exégesis. Este origen dem uestra bien
que participe de las cosas divinas, que claram ente cuánta es la excelencia y
superan en forma absoluta la inteli­ cuánto el valor de las Escrituras, que
gencia humana D). teniendo a Dios mismo por autor, con­
tienen la indicación de sus m ás altos
Las fuentes de la revelación. Esta misterios, de su designios y de sus
revelación sobrenatural, según la fe obras. Resulta de todo esto, que la
de la Iglesia universal y declaración del parte de la Teología que concierne a la
Concilio de Trento, se halla contenida conservación y a la interpretación de
tanto “en las tradiciones no escritas”, estos libros divinos, es de sum a im por- 270
como en los libros, llamados santos y tancia y de la más grande utilidad.
(*) ASS 26 (1893/94) 269-292. Trad. cspec. corr< da para la 2* edición. — Los números marginales
dan las páginas del original en ASS, vol. 26. (P. ó
(1) Concilio Vatican. Sess. III, c. 2 de revelat.; (4) San August. De Civ. Dei XI, 3.
vea Dens-Umb. n. 1786. (5) San Clemente Rom. I Cor. 45; San Policar-
(2) Conc. Trid. sess. IV (8 de abril de 1546), po ad Phil. 7; San Ireneo c. Haer. II, 28, 2.
vea Dcnz-Umb. n. 783. (6) San Crisóstomo in Genes. Homil. 1. 2, 2:
(3) Conc. Vatic. sess. III (24 de abril de 1870), San Agust. in Ps. 30, sermo 2, 1; San Gregor. M.
c. 2 can. 4; vea Denz-Umb. n. 1787. ad Theodor. epist. IV, 31.
66, 2-4 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 489

2. Estudio de la Sagrada E scritura. día m ayor cuidado y más grande celo


Nos hemos tom ado con empeño la ta ­ en leer, m editar y explicar las escritu­
rea de hacer progresar otras ciencias ras; pues nada hay más justo.
que Nos parecían m uy apropiadas al
acrecentam iento de la gloria divina y 4. Las ventajas principales del estu­
a la salvación de los hom bres; tal ha dio de la Biblia. La causa principal
sido por Nuestra parte el objeto de fre­ por qué este estudio nos parece tan dig­
cuentes Encíclicas y num erosas exhor­ no de toda recom endación es, aparte
taciones que, con la ayuda de Dios, no de la excelencia de tal ciencia y de la
h an resultado estériles. Nos nos p ro p u­ reverencia que debemos a la palabra
simos también, desde hace m ucho tiem ­ de Dios, la m últiple utilidad que de
po, reanim ar y recom endar del mismo ella nace, según lo atestigua certísim a-
modo este tan noble estudio de la Sa­ m ente el Espíritu Santo cuando dice:
grada E scritura y de dirigirlo de una Toda la Escritura divinamente inspi­
m anera más conform e a las necesida­ rada es útil para instruir, para razonar,
des de los tiempos actuales. para conmover, para acomodarse a la
La solicitud de Nuestro cargo apos­ justicia a fin de que el hombre de Dios
tólico Nos anim a y en cierto modo Nos sea perfecto y pronto a toda buena
im pulsa, no solamente a querer abrir obra^K
con toda seguridad y am plitud, p ara la
utilidad del pueblo cristiano, esta p re­ Jesús citaba las E scrituras. Con este
ciosa fuente de la revelación católica, designio ha dado Dios a los hom bres
sino tam bién a no tolerar que sea en­ las Escrituras; los ejemplos de Nuestro
turbiada en alguna de sus partes, ya Señor J esucristo y de los Apóstoles lo
por aquellos a quienes mueve una au ­ dem uestran. J esús mismo, en efecto,
dacia im pía y que atacan abiertam ente que se ha conciliado la autoridad por
a la Sagrada Escritura, ya por los que milagros, ha merecido la fe por su
suscitan a cada paso innovaciones en­ autoridad y ha ganado a la multitud
gañosas e im prudentes. por su f e ^ \ tenía costum bre de apelar
a la Sagrada E scritura en testimonio 271
3. Pocos la estudian. Nos no ignora­ de su divina misión.
mos, seguramente, Venerables H erm a­ El se sirve en ocasiones de los Libros
nos, que cierto núm ero de católicos, Santos a fin de declarar que es el en­
hom bres ricos en ciencia y en talento, viado de Dios y Dios m ismo; de ellos
se dedican con ardor a defender los tom a argum entos p ara instruir a sus
Libros Santos, o a propagar más y más discípulos y para apoyar su doctrina;
su conocimiento e inteligencia. Pero invoca su testimonio contra las calum ­
alabando a justo título sus trabajos y nias de sus enemigos; los opone en su
los resultados que de ellos obtienen, respuesta a los saduceos y a los fari­
Nos no podemos dejar de exhortar a seos, y los vuelve contra el mismo Sa­
que lleven a buen térm ino esta santa tanás, que los invoca con im prudencia;
tarea p ara m erecer el mismo elogio a los emplea aún al fin de su vida, y una
otros hom bres cuyo talento, ciencia y vez resucitado los explica a sus discí­
piedad, prom ete en esta obra excelentes pulos hasta que sube a la gloria de su
resultados. Padre.
Nos deseamos ardientem ente que
m ayor núm ero de fieles católicos em ­ Los Apóstoles la estudiaron y recu­
prendan como conviene la defensa de rriero n a ella. Los Apóstoles se han
las Sagradas Letras, y a ello se dedi­ ceñido a la palabra y a las enseñanzas
quen con constancia; Nos deseamos, del Maestro, y aunque El mismo les
sobre todo, que aquellos que han sido concedió el don de hacer milagros^ ,
llam ados por la gracia de Dios a las ellos sacaron de los Libros Santos un
Ordenes Sagradas, pongan de día en *8 gran medio de acción para propagar
(1) TI Tim., 3, 26-27. (9) Hechos 14, 2.
(8) S. Atig., de útil, cred., 14, 32 (Corp. S.
E. L. 25, pág. 41; Migne PL. 42, col. 88).
490 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 5-6

por todas las naciones la sabiduría cris­ modo adm irable, exhorta a la virtud
tiana, vencer las obstinaciones de los e invita al am or divino.
judíos y ahogar las nacientes herejías.
Este hecho resalta en todos sus dis­ Es el baluarte de la Iglesia. En lo
cursos, y en prim er térm ino en los de que concierne a la Iglesia, su institu­
S an P edro ; ellos los com pusieron en, ción, sus caracteres, su misión y sus
gran parte con textos del Antiguo Testa­ dones, encuéntranse en la Escritura
mento, considerándolos como el apoyo tantas indicaciones, y existen en su
más firm e de la Nueva Ley. Y esto no favor argum entos tan sólidos y tan bien
es menos evidente en lo que atañe a apropiados, que el mismo S an J eróni­
los Evangelios de S an Mateo y S an mo ha podido decir con m ucha razón:
J uan y en las Epístolas llam adas ca­ Aquel que se apoya en los testimonios
tólicas, según el testimonio de aquel de los Libros Santos, es el baluarte de
que “delante de Gamaliel” se gloriaba la Iglesia<12).
de haber estudiado la Ley de Moisés y
de los profetas p ara poder decir con Contiene toda la doctrina. Ahora, si
confianza, provisto de arm as espiritua­ se buscan preceptos relativos a las bue­
les: “Las armas de nuestra milicia no nas costumbres, a las reglas de vida,
tienen nada de terrenales: son la omni­ los hom bres apostólicos encontrarán
potencia de Dios”(10K en la Biblia grandes y excelentes re ­
cursos, prescripciones llenas de santi­
5. La estima que los cristianos han dad, exhortaciones en las que m aravi­
de tener de la Escritura. Que todos, y llosamente se hallan reunidas la suavi­
m uy especialmente los soldados del dad y la fuerza, notables ejemplos de
ejército sagrado, com prendan, pues, se­ todas las virtudes, a los que se añaden
gún los ejemplos de Cristo y de los la prom esa de las recompensas eternas
Apóstoles, en cuánta estimación deben y el anuncio de las penas del otro m un­
tener a la Sagrada Escritura, y con do; prom esas y anuncios hechos en
cuánto celo y con qué respeto les es nom bre de Dios y apoyándose en sus
preciso, por decirlo así, aproxim arse a palabras.
este arsenal.
6. Su importancia en la oratoria sa­
Habla de Dios. E n efecto; aquellos cra. Precisam ente, esta virtud notabi­
que deben propagar, sea entre los doc­ lísima y particular de las Escrituras,
tos o entre los ignorantes, la verdad procedente del soplo divino del E spí­
católica, en ninguna parte, fuera de ritu Santo, da autoridad al orador sa­
los Libros Santos, encontrarán ense­ grado, le inspira una libertad de hablar
ñanzas m ás num erosas y m ás com ple­ verdaderam ente apostólica y le dota
tas sobre Dios, bien sumo y perfectí- de una elocuencia vigorosa y convin­
simo, y sobre las obras que ponen de cente.
m anifiesto su gloria y su am or. En efecto; aquel qvie lleve en su dis­
curso el espíritu y la fuerza de la pala­
Enseña a Cristo. E n lo que se refiere bra divina no habla solamente con la
al Salvador del género hum ano, ningún lengua, sino con la virtud del Espíritu
texto es tan fecundo y conm ovedor co­ Santo y con gran abundancia de fru-
mo los que se encuentran en toda la fos(13>.‘
Biblia, y por esto ha podido S an Jeró­ P or esta razón debe decirse que
nimo afirm ar con razón que la ignoran­ obran con torpeza e im previsión los
cia de las Escrituras es la ignorancia que hablan de la Religión y anuncian
de Cristo(11L En ellas se ve viva y p al­ los preceptos divinos sin invocar ape­
pitante la imagen del Hijo de Dios, y nas otra autoridad que las de la ciencia
este espectáculo alivia los males de un *53 y de la sabiduría hum anas; se apoyan
(10) S. Hier., de studio Script. ad Paulin. ep. (12) ln Is., 54, 12.
53 3. (13) I Thess., 1, 5.
( lí) ln Is. Prol.
66, 7-9 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eüs; 491

más en sus propios argum entos que en G r e g o r i o M a g n o que ha indicado más


los argum entos divinos. excelentemente que nadie los deberes
Es, por lo tanto, su elocuencia, au n ­ de los Pastores de la Iglesia: Es nece­
que brillante lánguida, y entibia por sario, dice, que los que se dedican al
cuanto se ve privada del fuego de la ministerio de la predicación no cesen
palabra de Dios y carece de la virtud de estudiar los Libros Santos*2°).
que brilla en el lenguaje divino*14): 8. F uente de santificación propia y
Pues la palabra de Dios es más fuerte ajena. Y aquí nos place recordar este
y más penetrante que una espada de aviso de S a n A g u s t í n : N o será en lo
dos filos; entra en el alma y en el en­ exterior un verdadero predicador de la
tendimiento hasta el punto de atrave­ palabra de Dios, aquel que no la escu­
sarnos en cierto modo*13). cha en el interior de sí mismo*21).
P or lo demás, los mismos sabios han El mismo G r e g o r i o M a g n o precep­
de convenir en que existe en las Sagra­ túa a los oradores sagrados que se
das Letras u na elocuencia adm irable­ examinen a sí mismos antes que pre­
mente variada, rica, y digna de los diquen sus sermones a los demás, para
grandes objetos que tratan . Esto es lo que, inconsecuentes, no dejen de hacer
que S a n A g u s t í n ha com prendido y las obras de los demás*22).
perfectam ente comprobado*16). Esto Esta verdad había ya sido m anifes­
mismo se confirm a en los m ás insignes tada por la palabra y el ejemplo de
representantes de los oradores sagra­ Cristo, que empezó a obrar y a ense­
dos, quienes con gratitud hacia Dios ñar *23) y la voz del Apóstol la había
confesaron que debían su celebridad tam bién proclam ado al dirigirse, no so­
principalm ente a la asidua lectura y lam ente a Timoteo sino a todo el orden
estudio y a la devota m editación de la de los Eclesiásticos cuando anunciaba
Biblia. este precepto: “Vela con atención so­
7. Los Santos P ad res ensalzan las bre ti mismo y salvarás a tus ouen-
E scrituras. De todo ello estaban los fes*24).
Santos Padres plenam ente convencidos, Condición p ara su inteligencia. Y
y por cuanto teórica y prácticam ente ciertam ente, para la propia y ajena
lo habían com probado, no escatim aron santificación se encuentran preciosos
elogios a la Sagrada E scritura y a los auxilios en los Libros Santos, y abun­
frutos que de ella se obtienen. dan, sobre todo, en los salmos. No
E n frecuentes pasajes de sus obras obstante, éstos sólo aprovecharán a
llam an a los Libros Santos precioso los que presten a la divina palabra no
2/3 tesoro de las doctrinas celestiales *17) y solamente un espíritu dócil y atento,
eterno manantial de salvación*18), y los sino una buena voluntad perfecta y una
com paran a fértiles praderas y a deli­ verdadera piedad.
ciosos jardines, en los que el rebaño Estos libros, en efecto, dictados por
del Señor encuentra u n a fuerza adm i­ el mismo E spíritu Santo, contienen
rable y un maravilloso encanto *19a). verdades m uy im portantes, ocultas y
Bien vienen aquí las palabras de S. difíciles de in terpretar en m uchos p u n ­
Jerónimo a Nepociano que dicen: “Lee tos; para com prenderlos y explicarlos,
a menudo la Sagrada Escritura; aún tendrem os siempre necesidad de la p re­
más, nunca dejes de mano la lectura sencia de este mismo Espíritu*25); esto
sagrada, aprende lo que has de ense­ es, de su luz y de su gracia que, como
ñar... El sermón del sacerdote debe ba­ nos advierten los Salmos, deben ser
sarse en lectura de las Escrituras” *19b). im plorados por medio de la oración h u ­
Tal es también la opinión de San m ana acom pañada de una vida santa.
(14) Ier. 23, 29. (19b) S. Jerónimo, Ep. 52, n. 7, De vita cleric.
(15) Hebr., 4, 12. a Nepociano (Migne PL. 22, col. 533).
(16) De doctrina christ. IV, C, 7. (20) S. Greg. M., Regid, past., 2, 11 (al 22) Mo-
(17) S. Chrys., in Gen. hom., 21, 2; liom. 00, idl., 18, 26 (art. 14).
3; S. Aug., de discipl. chr., 2. (21) S. Aug., serm. 179, í.
(22) S. Greg. M., Reguí. past., 3, 24 (al 48).
(19a) S. Aug., serm. 26, 24; S. Ambr., in Ps. 118, (23) Act. 1, 1.
(18) S. Athan. ep. fcst., 39. (24) I Tim., 4, 16.
serm. 19, 2. (25) S. Hier. in Mié., 1, 10.
492 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 06, 10-13

9. Su iiredicación al pueblo. Y en cuyos profundos estudios y notables


esto aparece de un modo esplendoroso obras se sucedieron durante tres siglos,
la previsión de la Iglesia. Para que este con tan gran abundancia, que este pe­
tesoro de los Libros Sagrados que el ríodo fue llam ado la Edad de Oro de
74 Espíritu Santo ha entregado a los hom­ la exégesis bíblica.
bres con soberana liberalidad no fuera 11. Los Santos Padres del O riente.
desatendido^, ha m ultiplicado en to ­ E ntre los del Oriente, el prim er puesto
do tiempo las instituciones y los pre­ corresponde a O r í g e n e s , hom bre adm i­
ceptos. H a decretado no solamente que rable por la rápida concepción de su
una gran parte de la Escritura fuera entendimiento y por sus trabajos inin­
leída y meditada por todos sus Minis­ terrum pidos. E n sus num erosas obras
tros en el ejercicio cotidiano, sino que y en sus inm ensa Exaplas puede decir­
estas E scrituras fueron enseñadas e se que se han inspirado casi todos sus
interpretadas por hombres doctos, en sucesores.
las catedrales, en los monasterios y en E ntre los muchos que han extendido
los conventos de Regulares donde p u ­ los límites de esta ciencia, es preciso
diera prosperar su estudio; h a orde­ enum erar, como más eminentes, en
nado por escrito que los domingos y Alejandría, a C l e m e n t e y a C i r i l o ; en
fiestas solemnes sean alimentados los Palestina, a E u s e b i o y al segundo C i ­
fieles con las nalabras saludables del r i l o ; en Capadocia, a B a s i l i o el Gran­
Evangelio(27T De este modo, y gracias de, a G r e g o r i o N a c i a n c e n o y G r e g o ­
a la sabiduría y vigilancia de la Iglesia, r io d e N i c e a , y en Antioquía a J u a n
el estudio de la Sagrada E scritura se C r i s ó s t o m o , en quien a una notable
m antiene floreciente y es fecundo en erudición se unió la más elevada elo­
frutos de salvación. cuencia.
10. Algo de H istoria bíblica. P ara 12. Los P adres del Occidente. La
refirm ar Nuestros argum entos y Nues­ Iglesia de Occidente no ostenta menores
tras exhortaciones, queremos recordar títulos de gloria. E ntre los num erosos
que todos los hom bres notables por la doctores que se han distinguido en ella, 275
santidad de su vida y por su ciencia de ilustres son los nom bres de T e r t u l i a n o
las verdades, siempre han cultivado con y de C i p r i a n o , de H i l a r i o y de A m b r o ­
asiduidad el estudio de las Santas E s­ s io , de L e ó n M a g n o y de G r e g o r i o
crituras. Vemos que los discípulos más M a g n o ; pero, sobre todo, los de A g u s ­
inm ediatos de los Apóstoles, entre los t ín y de J e r ó n i m o ; de los cuales el
que citarem os a C l e m e n t e d e R o m a , a uno dem uestra una adm irable agudeza
I g n a c i o d e A n t i o q u í a , P o l i c a r p o , to­ para desentrañar el sentido de la sen­
dos los Apologistas, especialmente J u s ­ tencia de la palabra Divina, y posee
t in o e I r e n e o , h an encam inado los abundantísim os recursos para deducir
argum entos de sus cartas y de sus li­ conclusiones en sostén de la verdad
bros a la conservación o a la propaga­ católica; el otro, por su conocimiento
ción de los dogmas divinos difundiendo singular de la Biblia y sus inmensos
la doctrina, la fuerza y la piedad de los trabajos para su recto empleo ha sido
Libros Santos. honrado por la Iglesia con el encomio
En las escuelas de Catecismo y de de Doctor Máximo.
Teología que se fundaron en la ju ris­ 13. H asta el siglo XI. Desde esa épo­
dicción de m uchas Sedes episcopales, ca hasta el siglo XI, aunque esta clase
y entre las que figuran como m ás céle­ de estudios no se cultivó con el mismo
bres las de A lejandría y Antioquía, la fervor y fruto como antes, floreció, sin
enseñanza no consistía, por decirlo así, embargo, gracias sobre todo a los sa­
m ás que en la lectura, explicación y de­ cerdotes.
fensa de la p alabra de Dios escrita. Estos cuidaron, pues, o de recoger lo
De estas aulas salieron la m ayor p a r­ que los antiguos de más fructífero nos
te de los Santos Padres y escritores,26 legaron, y de propagarlo, conveniente-
(26) Conc. Trie!., se.ss.. V, decrét. de reform., 1. (27) Conc. Trid. sess. V decr. de reforma 1-2.
m , i4 -i6 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 493

mente ordenado e increm entado por el lengua original y en la versión latina.


fruto de sus propios estudios, com o lo Y cuando después la ciencia de los grie­
hicieran principalm ente I sidoro de Se ­ gos se volvió a introducir entre nos­
villa, B eda y Alcuino ; o de dotar de otros, m ucho más aún, cuando se in ­
glosas los m anuscritos sagrados com o ventó felizmente el arte nuevo de im ­
io practicara V alafrido S trabón y prim ir, se increm entó en la form a más
Anselmo de L eón ; o de procurar que, am plia el cultivo de las sagradas Le­
por medio de nuevos procedimientos, tras. M ultiplicadas en breve tiem po por
se m antenga la integridad de los textos, la prensa los ejem plares de la Biblia,
com o lo practicaran P edro D amián y sobre todo los de la Vulgata, es real­
Lanfrán . m ente adm irable cómo casi llenaron el
orbe católico; aun en esa misma época
14. En el siglo XII. E n el siglo XII en que los enemigos de la Iglesia desa­
muchos em prendieron con gran éxito creditaban los Libros Divinos eran es­
la explicación alegórica de la Sagrada timados y venerados.
Escritura; en este género S an B ernar ­
do se distinguió fácilm ente entre todos E n tiem pos de los Concilios de Viena
los demás; sus sermones no saben p ro ­ y Trento. Ni debe pasarse en silencio
piam ente sino a Sagrada Escritura. el gran núm ero de doctores, sobre todo,
Pero tam bién nuevos y abundantes de las órdenes religiosas, que desde el
progresos se realizaron, gracias al m é­ Concilio de Viena hasta el de Trento,
todo de los escolásticos. Estos, aunque trabajaron por la prosperidad de los
se dedicaron a investigar el verdadero estudios bíblicos. Estos, gracias a nue­
texto de la versión latina, como lo de­ vos subsidios, a su vasta erudición y a
m uestran las Biblias corregidas que su notable talento, no sólo acrecentaron
ellos publicaron, pusieron todavía más las riquezas acum uladas por sus prede­
celo y cuidado en la interpretación y cesores, sino que prepararon, en cierto
en la explicación de los Libros Santos. modo, el camino a la prestancia de los
Tan ordenada y claramente, como sabios del siguiente siglo; durante el
no se había hecho mejor antes; distin­ cual, y como resultado del Concilio de
guieron los varios sentidos de las pala­ Trento, la época tan próspera de los
bras sagradas; sopesaron el valor de Padres de la Iglesia pareció casi re ­
cada una de ellas desde el punto de nacer.
vista teológico; establecieron las dife­
rentes partes de los libros y el conte­ 16. Biblias políglotas e in te rp re ta ­
nido de ellas; investigaron la intención ción. Nadie, en efecto, ignora y a Nos
de los escritores; y explicaron el pa­ es grato recordar aue Nuestros prede­
rentesco y la conexión de las sentencias cesores, desde P ío IV a Clemente VIII,
entre sí. No hay quien no vea cuánta ordenaron la publicación de notables
luz fluye de todos estos procedimientos ediciones de las versiones antiguas, en­
para iluminar los pasajes más obscu­ tre ellas la de A lejandría y la Vulgata,
ros. Además, tanto sus libros de teolo­ las que, publicadas seguidamente por
gía como sus comentarios bíblicos ma­ orden y con la autorización de S ixto V
nifiestan, de una manera insigne, la y del mismo Clemente V III son, hoy
abundancia de doctrina, recogida de la día, de uso general. Se sabe que en esta
Escritura. A este respecto, Santo To­ época fueron editadas, al mismo tiempo
más les lleva la palma a todos ellos. que otras versiones de la Biblia, las
i
Biblias políglotas de Amberes y de P a­
15. Lenguas orientales y cultivo del rís, aptísim as para la investigación de
estudio bíblico. Pero desde que N ues­ su sentido exacto.
tro predecesor Clemente V dotara el No hay un solo libro de los dos Tes­
Ateneo de Roma y todas las más céle­ tam entos que no encontrara entonces
bres Universidades de cátedras de len­ un hábil intérprete; ni existe cuestión
guas orientales, com enzaron Nuestros alguna relacionada con este asunto, en
m aestros a tra b a ja r en los códices de que no se ejercitara con fruto el talen­
494 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 17-19

to de m uchos sabios, entre los que hay Ellos niegan, en efecto, totalmente
cierto núm ero sobre todo, que estudian­ toda revelación, inspiración y Escritu­
do m ás a los Santos Padres adquirie­ ra; proclam an que todo esto no es sino
ron u n renom bre eximio. invención y artificio hum anos, pues,
Desde esta época no h a faltado el los de los Libros Sagrados no son, se­
celo a nuestros exégetas. Hombres dis­ gún ellos, relatos fieles de los hechos
tinguidos h an adquirido grandes m éri­ históricos sino fábulas ingenuas e his­
tos por sus estudios bíblicos y por sus torias m entidas; no profecías y senten­
defensas de la Sagrada E scritura con­ cias divinas sino predicciones forjadas
tra los ataques del racionalismo, que después de ocurrir los acontecimientos,
éste sacó de la filología y de las cien­ o bien presentim ientos producidos por
cias análogas, y que aquéllos rechaza­ causas naturales; no milagros en el
ron sirviéndose de argum entos del m is­ genuino sentido de la palabra y m ani­
mo género. festaciones de la Omnipotencia divina,
sino ciertos hechos asombrosos que de
Los que sin prevención exam inen
ningún modo sobrepasan los límites de
todo esto Nos concederán ciertam ente
las fuerzas naturales, o ciertas ilusio­
que la Iglesia no ha carecido jam ás de
nes y mitos; y los Evangelios y escritos
providencias y m edidas p ara encauzar
apostólicos han de atribuirse sin duda
hacia sus hijos las fuentes saludables
a otros autores que los comúnm ente
de la Divina E scritura; que siempre ha
señalados.
conservado este bastión p ara cuya cus­
todia ha sido propuesta por Dios, y que Con tales sorprendentes errores, con
lo ha fortificado ñor medio de toda que creen poder destrozar la sacrosanta
suerte de trabajos, de tal modo que no verdad de los Libros Sagrados, im po­
ha tenido jam ás, ni tiene ahora, nece­ nen los como decretos y decisiones de
sidad de ser estim ulada a semejante cierta ciencia nueva, llam ada libre; de­
tarea por hom bres que le son extraños. cretos que ellos mismos consideran tan
inciertos que con h arta frecuencia aun
17. Adversarios del recto uso de la en los mismos puntos alteran y com ­
Biblia. El plan que Nos hemos p ro ­ plementan.
puesto exige que Nos os hablemos de
lo que parece útil al buen régimen de 19. H ostilidad encarnizada y peli­
estos estudios. Pero im porta, ante todo, grosa de ésta y de las otras ciencias.
exam inar qué clase de hom bres Nos Pero pese a que esos hom bres sienten
ponen obstáculos y a qué arm as y p ro ­ y hablan de una m anera tan im pía so­
cedimientos recurren p ara ello. bre Dios, Cristo, el Evangelio y los
demás Libros Sagrados, no faltan entre
Pues antes la Santa Sede tuvo que ellos personas que quieren ser consi­
habérselas con los que, apoyándose en derados como teólogos, tanto cristianos
su juicio p articular y repudiando las como evangélicos y bajo este nom bre
divinas tradiciones y el m agisterio de honrosísim o ocultan la tem eridad de
la Iglesia, afirm aban que la E scritura un espíritu atrevido.
era la única fuente de la revelación y el
árbitro suprem o de la fe.18* A ellos se sum an como compañeros
y favorecedores de sus planes los re­
18. Los racionalistas y la ciencia li­ presentantes de no pocas otras ciencias
bre. Lo mismo sucede ahora con nues­ que el mismo espíritu de hostilidad h a ­
tros principales adversarios, los racio­ cia las verdades reveladas im pulsa a
nalistas, que, hijos y herederos, por atacar la Biblia.
decirlo así, de aquellos otros hom bres Nos no sabríam os deplorar suficien­
de quienes más arriba hablamos, y temente la extensión y la violencia que
fundándose igualm ente en su propia de día en día adquieren esos ataques.
opinión, rechazan abiertam ente aún Se dirigen tam bién contra hom bres ins­
aquellos restos de fe cristiana acepta­ truidos y serios, que ciertam ente pue­
dos por sus predecesores. den defenderse sin gran dificultad; pe­
66, 20-22 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 495

ro se dirigen principalm ente contra la cípulos que hayan recorrido de una


m ultitud de ignorantes, sobre la que m anera eximia el ciclo de los estudios
obran de mil m aneras y con diversos teológicos, un núm ero determ inado que
procedimientos Nuestros enemigos más se aplique por completo a adquirir el
encarnizados. conocimiento de los Libros Santos, y
Por medio de libros, de opúsculos y la posibilidad de dedicarse a trabajos
de periódicos propagan un veneno m or­ más extensos.
tífero, el que en reuniones y por medio Los maestros elegidos y form ados
de discursos in filtran m ás todavía. To­ de este modo, em prendan con confian­
do lo han invadido: ellos poseen num e­ za la tarea que se les haya encom en­
rosas escuelas arrancadas a la Iglesia, dado. P ara que llenen de una m anera
y en las que depravan m iserablemente, excelente, y a fin de que obtengan los
hasta por medio de sátiras y burlas resultados apetecidos, Nos queremos
chocarreras, las inteligencias, aún tier­ darles algunas instrucciones m ás exten­
nas y crédulas de los jóvenes, excitan­ sas acerca de este particular.
do en ellos el desprecio hacia la Sagra­
da Escritura. Selección de los alumnos. E n el m is­
mo um bral, pues, de los estudios exa­
20. Deberes de los Pastores sobre m inen (los maestros) la agudeza inte­
todo en los Seminarios. E n todo esto lectual de los jóvenes teólogos de tal
hay, Venerables Herm anos, hartos m o­ modo que form en y cultiven asidua­
tivos p ara excitar e inflam ar el celo mente el juicio crítico para que resulte
com ún de los Pastores; de tal modo, apto tanto para defender los Libros
que a esa ciencia nueva, con el falso Divinos como para captar el significa­
nombre de ciencia <2128), se oponga la doc­ do que encierran sus sentencias. A lo­
trina antigua y verdadera que la Iglesia grar este objetivo se da la Introducción
ha recibido de Cristo por medio de los que llam an bíblica que sum inistra al
Apóstoles, y que en este combate to­ discípulo el medio apropiado de de­
m an parte en todo el m undo hábiles m ostrar victoriosam ente la integridad
defensores de la Sagrada Escritura. y la autoridad de la Biblia, de investi­
Nuestro prim er cuidado, por lo ta n ­ gar y descubrir el sentido genuino, de
to, debe ser éste: que en los Seminarios desenm ascarar los sofismas y extirpar­
o en las Universidades se enseñen las los radicalm ente.
Divinas Letras, punto por punto, como
lo piden la m ism a im portancia de esta 22. El Método en la enseñanza y el
ciencia y las necesidades de la época estudio de la Biblia. Apenas hay nece­
actual. sidad de señalar cuánta im portancia
tiene el discutir estos puntos desde un
21. Selección de maestros. P o r esta principio con orden y ciencia y bajo la
razón, vosotros debéis em plear la m a­ égida y en com pañía de la teología;
yor prudencia en la elección de los pro ­ pues, todo el tratam iento que se da a
fesores; p ara este cometido im porta, la E scritura restante se apoya en estas
efectivamente, nom brar, no a cuales­ bases y se ilum ina con esta luz.
quiera personas, sino a los que se reco­ El profesor deberá preocuparse con
m ienden por u n grande am or y un la m ayor asiduidad por la parte más
largo estudio de la Biblia, por u na ver­ fecunda de esta ciencia que se llam a
dadera cultura científica y, en una p a­ la interpretación, para que los oyentes
labra, por hallarse a la altura de su aprendan de qué modo podrán aprove­
misión. char, para bien de la Religión y de la
No exige menos cuidado la tarea de piedad, las riquezas de la palabra di­
aquellos que después h an de ocupar el vina.
puesto de éstos. Nos place que en todos Ciertamente, Nos comprendemos que
aquellos puntos donde sea posible se ni la extensión de la m ateria ni el tiem ­
escoja, entre los más aventajados dis­ po de que se dispone perm iten tratar
(28) I Tim., 6, 20.
496 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 23-24

en la escuela todo el ciclo de las E scri­ Ya por eso se ve claram ente cuánta
turas. Pero por cuanto es necesario po­ diligencia se requiere para esta tarea,
seer un método seguro p ara fom entar siendo como es oficio del comentarista
con fruto la interpretación, un m aestro exponer no lo que él piensa sino lo que
prudente evitará al mismo tiempo el sentía el autor cuyo texto se ha de
defecto de los que hacen estudiar su­ interpretar^31).
perficialm ente pasajes tomados al azar
de todos los libros, y el defecto de 24. Las reglas y consejos para solu­
aquellos otros que se detienen excesi­ cionar las dificultades en la in terpre­
vamente en u n capítulo determ inado tación. E l “sensus plenior”. Cuando,
de un solo libro. en caso de necesidad, se haya exam ina­
Si, en efecto, la m ayor p arte de las do con todo cuidado la lección del tex­
escuelas no puede obtener lo que se to, comenzará el estudio y la proposi­
lleva acabo en los institutos superio­ ción del sentido. Nuestro prim er con­
res, es decir que u n libro u otro se sejo al respecto es que se observen las
explique de u n a m an era continuada y reglas de interpretación um versalm ente
prolija, cuando m enos debe ponerse aprobadas con tanto m ayor cuidado
9 especial cuidado en que los pasajes vigilante cuanto más encarnizado y
escogidos p ara la interpretación sean aprem iante sea el ataque de nuestros
estudiados de un modo suficientem en­ adversarios. Por eso, debe unirse al
te exhaustivo p ara que los discípulos, estudio que exam ina el valor de las
atraídos e instruidos p o r este m étodo palabras, la significación del contexto,
de explicación, puedan luego leer el los lugares paralelos y otros puntos se­
resto de la Biblia y lo am en toda su mejantes, la aclaración que de fuera
vida. viene aprovechando las ciencias afines.
Deberá procederse, sin embargo, con
cautela a fin de no em plear en estas
23. Uso de la V ulgata y textos origi­ cuestiones más tiempo ni m ás solicitud
nales. El profesor, fiel a las p rescrip­ que en el conocimiento sólido de los
ciones de aquellos que Nos precedieron, Libros Santos, y de evitar que el cono­
deberá em plear p ara los estudios la cimiento de un cúmulo de cosas v a­
versión de la Vulgata. rias sirva a las mentes juveniles más
bien de estorbo que de provecho.
D ificultades del texto de la Vulgata* Si esto se ha realizado así, se puede
Texto original. E sta es, en efecto, la con paso seguro proceder al aprovecha­
que el Concilio de Trento ha señalado miento de la Sagrada E scritura en la
como auténtica para las lecciones pú­ Teología. No hay que perder de vista,
blicas, las disputaciones, predicaciones sin embargo, el hecho de que en los
y las explicaciones(29>, recom endada, Libros Santos a las otras causas de las
además, por la práctica cotidiana de la dificultades que ofrece a la recta inte­
Iglesia. Sin embargo, a las demás ver­ ligencia casi cualquier libro de los an ti­
siones debe prestarse tam bién la debi­ guos, se añaden algunas otras dificul­
da atención, las que los cristianos de tades; pues, en los libros, que tienen
la antigüedad estim aron y adoptaron por autor al Espíritu Santo, se ocultan
p ara su uso; sobre todo los textos p ri­ m uchas verdades que sobrepujan en
mitivos. Pues, aunque en lo esencial la m ucho la fuerza y penetración de la
sentencia hebrea y griega emerge cla­ razón hum ana, o sea los divinos m is­
ram ente de la traducción de la Vulga­ terios y m uchas otras cosas que con
ta, no obstante, cuando en algún pasaje ellos se relacionan, y eso a veces en
se encuentra u n a expresión am bigua o un sentido m ás amplio y recóndito de
menos clara, “el examen de la lengua lo que parece expresar la letra e indi­
de que proceden será útilísimo(3°) se­ car las reglas de la herm enéutica; al 280
gún el consejo de S an Agustín .2930 sentido literal se suman, además, otros
(29) Sess. IV, decr. de edit. et usu sacr. libror. (3Í) S. Hier., ad Pammach.
(30) De doctr. chr., 3, 4.
66, 25-27 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus: 497

sentidos que sirven, unas veces, p ara a sus verdaderos progresos. Cada doc­
ilustrar los dogmas y otras, p ara enca­ tor, en efecto, tiene abierto ante sí un
recer preceptos p ara la vida. vasto campo, en el que, siguiendo una
dirección segura, su celo puede ejerci­
25. El por qué de las obscuridades. tarse de un modo notable y con prove­
Por eso no puede negarse que los L i­ cho para la Iglesia.
bros Sagrados se hallan envueltos en Y, verdaderam ente, en lo que se re ­
cierta obscuridad religiosa, de modo fiere a los pasajes de la Biblia, que
que nadie puede penetrar en ellos si carecen aún de una explicación cierta
no está previsto de algún guía^B2\ Dios y bien definida, puede lograr, gracias a
lo ha dispuesto así (ésta es la opinión un benévolo designio de la Providencia
común de los Santos Padres) a fin de de Dios, que por los estudios p rep ara­
que los hom bres los estudien con m a­ torios de los doctores, m adure el juicio
yor diligencia y solicitud, p ara que las de la Iglesia. Pero en lo que toca a
verdades más trabajosam ente adquiri­ puntos de la Sagrada E scritura que ya
das penetren más hondam ente en su han sido declarados, el doctor particu­
mente y su corazón, y p ara que ellos lar puede desem peñar un papel útil, sea
com prendan, sobre todo, que Dios ha explicándolos con más claridad a la
dado las Escrituras a la Iglesia a fin m uchedum bre de los fieles, o expo­
de que en la lectura y la explicación niéndolo más ingeniosamente a los doc­
de sus sentencias sea ella guía y m aes­ tos, o bien defendiéndolos con más
tra segurísima. fuerza contra los adversarios.

26. El sentido declarado por la Igle­ 27. El in térprete católico. P or eso,


sia. Allí donde Dios ha depositado sus el intérprete católico debe, pues, m irar
carismas, allí debe irse a aprender; y como un deber im portantísim o y sa­
que los que están dotados de la suce­ grado explicar en el sentido declarado
sión apostólica exponen sin peligro de los testim onios de la E scritu ra cuyo 281
error las Escrituras ya lo enseña San significado haya sido declarada autén­
Í r e n e o (33\ Su doctrina y la de los ticamente, sea por los autores sagrados,
demás Santos Padres h a adoptado el a quienes ha guiado la inspiración del
concilio del Vaticano, cuando renovan­ E spíritu Santo, como sucede en m uchos
do un decreto del Concilio de Trento pasajes del Nuevo Testamento, o bien
sobre la interpretación de la palabra por la Iglesia, asistida tam bién por el
divina escrita, decidió: que en las cosas mismo Espíritu Santo, por medio de
de la fe y de las costumbres que perte­ una decisión solemne, o por magisterio
necen al edificio de la doctrina cristia­ universal y ordinario<35). Aun m ás;
na, se debe considerar como sentido aprovechando los auxilios de su cien­
verdadero de la Sagrada Escritura el cia, convenza a los demás de que esta
que ha declarado y tiene por tal Nuestra interpretación es la única que, según
Santa Madre la Iglesia, a quien incum­ las leyes de una sana herm enéutica, se
be juzgar del verdadero sentido y de puede probar como verdadera.
la interpretación de los Libros Sagra- P or lo demás, deberá seguir la an a­
dos(34K No es, por tanto, permitido a logía de la fe, y aplicar como norm a
nadie explicar la Escritura de una ma­ suprem a, la doctrina católica tal como
nera contraria a este sentido según el es recibida de la autoridad de la Igle­
consenso unánime de los Padres. sia; pues, de ningún modo puede acae­
P or esta ley llena de prudencia, la cer que, siendo como es Dios el autor
Iglesia no detiene ni contraría las pe­ Santo de los Libros Sagrados como de
netrantes investigaciones de la ciencia la doctrina depositada en la Iglesia, se
bíblica, pero la m antiene al abrigo de deduzca legítimamente de aquéllos un
todo error y contribuye poderosam ente 32 sentido que de ésta discrepe de alguna
(32) S. Hier. ad Paulin. de siudio Ser. ep., 53, ;4. (34) Sess. III, cap. II, de revel. ef.; Conc. Trid.,
(33) C. her., IV, 2G, 5. sess. IV, decr. de edit. et usu sacr. libror.
(35) Conc. Vat., sess. III, c. 3, de fide.
498 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 28-30

m anera. De allí resulta de u na m anera doctrina revelada y su gran ciencia, tan


evidente que debe rechazarse como im ­ necesaria para interpretar los libros
posible y falsa toda interpretación que apostólicos, los recomiendan, sino que
hace contradecirse entre sí a los auto­ Dios mismo ha prodigado los auxilios
res inspirados u oponerse a la doctrina de sus luces a estos hom bres notabilí­
de la Iglesia. simos por la santidad de sus vidas y su
celo por la verdad.
28. Necesidad de Teología y de m aes­ El intérprete sepa, por lo tanto, que
tros. El profesor de Sagrada E scritura es su oficio seguir sus pasos con res­
debe tam bién m erecer este elogio: que peto y aprovecharse de sus trabajos
posea a fondo toda la Teología, y que mediante una elección inteligente.
conozca perfectam ente los com entarios No es preciso, sin embargo, creer que
de los Santos Padres, de los doctores y tiene cerrado el camino y que no pue­
de los m ejores intérpretes. Tal es la de, cuando un motivo razonable exista
doctrina de S a n J e r ó n im o <36378) y de S a n para ello, ir más lejos en sus investiga­
A g u s t í n , quien se queja con razón en ción y en sus explicaciones. Esto le es
estos térm inos: Si toda ciencia, aunque permitido, siempre que él siga religio­
poco importante y fácil de dominar, samente el sabio precepto dado por
pide, como es evidente, ser enseñada S a n A g u s t í n de no apartarse en nada
por un hombre docto, por un maestro, del sentido literal y como obvio, a no
nada hay más orgullo sámente temera­ ser que tenga alguna razón que le impi­
rio que el no querer conocer los Libros da ajustarse a él o que haga necesario
Sagrados, según la enseñanza de sus abandonarlo(40). Esta regla debe obser­
intérpretes<37). Tal ha sido tam bién la varse con tanta más firm eza cuanto
opinión de otros Santos Padres, que la que en medio de un tan grande deseo
han confirm ado con su ejemplo. Ellos de innovar y de tal libertad de opinio­
explicaban las Escrituras, no según su nes, existe el peligro de extraviarse.
propia opinión, sino según los escritos
y la autoridad de sus mayores, por­ 30. Im portancia del sentido alegó­
que era evidente que éstos habían reci­ rico. El que enseña las E scrituras se
bido, por sucesión de los Apóstoles, las cuide de no desestim ar las aplicaciones
reglas para la comprensión de los Li­ que del sentido alegórico u otro senti­
bros Santos” do sem ejante han hecho los mismos
Padres, tanto m ás que cuando se deri­
29. Testim onio e im portancia de los van del sentido literal se apoyan en
Santos P adres. E l testim onio de los gran núm ero de autoridades.
Santos Padres, que, después de los La Iglesia, en efecto, ha recibido de
Apóstoles, han sido, por decirlo así, los los Apóstoles este método de interpre­
jardineros de la Santa Iglesia, sus cons­ tación, y lo ha aprobado con su ejem ­
tructores y pastores, y la han alimen­ plo, como resulta de la Liturgia. No
tado y hecho crecer(S9\ tiene suma quiere decir esto que los Santos Padres
autoridad, cuando explican de una m is­ hayan pretendido dem ostrar de allí
mísima m anera un texto bíblico; pues sólo los dogmas de la Fe, sino que
de su consenso resulta claram ente que, ellos han com probado que este método
según la doctrina católica, dicha expli­ era bien fecundo para alim entar la v ir­
cación ha sido u na tradición recibida tud y la piedad.
de los Apóstoles.
La opinión de estos mismos Padres Los dem ás exégetas. La autoridad
debe apreciarse m ucho cuando tratan de los demás intérpretes católicos es,
de los mismos asuntos como doctores en verdad, m enor; pero por cuanto los
declarando su juicio particular; pues estudios bíblicos han hecho en la Igle­
no solamente su conocimiento de la sia continuos progresos, es preciso d ar
(36) Conc. Vat. sess. III. (39) S. Aug. c. Iulian., 2, 17, 27.
(37) Ad Honorat., de utilit. cred., 17, 35. (40) De Geni ad litt., I, 8, c. 7, 13.
(38) Rufin. Hist. eccl., 2, 9.
66, 31-33 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus' 499

a los com entarios de esos doctores el vas invenciones de los herejes y para
honor que les corresponde: se puede, establecer la razón de ser de los dog­
por lo tanto, tom ar de sus trabajos m u­ mas católicos, su com prensión y co­
chos argum entos idóneos p ara rechazar nexión.
los ataques y esclarecer los puntos di­ Esto no puede sorprender a nadie
fíciles. cuando se da cuenta de que los Libros
Santos ocupan un lugar tan eminente
31. Estudio de los heterodoxos. Pero entre las fuentes de la revelación que
lo que no conviene en modo alguno, es, no se puede tra ta r debida y dignamente
que, ignorando o despreciando las ex­ la teología sino estudiando y em plean­
celentes obras que los nuestros nos de­ do asiduam ente la Biblia. Bueno es
jaron en gran núm ero, prefiera el in ­ también, indudablem ente, que los jó ­
térprete los libros heterodoxos, y, con venes se ejerciten, sobre todo en las
gran peligro de la sana doctrina, y Universidades y Seminarios, en adqui­
muy frecuentem ente en detrim ento de rir la com prensión y la ciencia de los
la Fe, busque en ellos la explicación de dogmas, y que, partiendo de los artícu­
los textos respecto de los cuales los los de la fe, deduzcan sus consecuen­
católicos, con un resultado excelente y cias por medio de una argum entación
desde hace m ucho tiempo, han ejerci­ establecida según las reglas de una filo­
tado su talento y m ultiplicado sus tra ­ sofía experim entada y sólida. No obs­
bajos. tante, el teólogo profundo e instruido,
Pues aunque, en efecto, los estudios no debe descuidar la interpretación de
de los heterodoxos, prudentem ente u ti­ los dogmas, basada en las autoridades
lizados, puedan a veces ayudar al in tér­ de la Biblia.
prete católico, im porta, no obstante, “En efecto, (la teología), no toma
recordar que, según las num erosas sus argumentos de las demás ciencias,
pruebas sacadas de los docum entos sino inmediatamente de Dios por la
antiguos(41), el sentido inalterado de revelación. Por lo tanto, nada recibe
las Santas Letras, no se encuentra de de esas ciencias como si le fueran supe­
S3 ningún modo fuera de la Iglesia, y riores, y sí las emplea como a sus in­
no puede ser transm itido por los que, feriores y servidoras”.
privados de la verdadera fe no llegan
hasta la m édula de las E scrituras y 33. Método de Santo Tomás. Es le
logran así únicam ente a roer su cor- método de enseñar la ciencia sagrada,
teza(42>. está indicado y recom endado por el
Príncipe de los teólogos, S a n t o T o m á s
32. La E scritu ra en la Teología. Es d e A q u i n o (4S). Este, por haber com ­
muy de desear, y necesario que el em ­ prendido bien el carácter de la teología
pleo de la divina Escritura, se extienda cristiana, ha enseñado, además, cómo
a toda la Teología, y se convierta, por puede un teólogo defender sus propios
decirlo así, en su alm a; tal ha sido en principios si acaso los ataquen. “Pues,
todos los tiempos la doctrina de todos argumentando por medio de un artícu­
los Padres y de los teólogos más n ota­ lo de fe contra los que niegan otro,
bles, y la que ellos h an apoyado con cuando el adversario concede algunas
su ejemplo. verdades que conocemos por divina
Pues, ellos han querido deducir y revelación como cuando mediante la
consolidar principalm ente de las Sa­ autoridad de la Sagrada Escritura argu­
gradas Letras las verdades que son mentamos contra los herejes; mas
objeto de la fe y las consecuencias que cuando el adversario no cree nada de
de ellas se derivan; de la Biblia como lo que está revelado por Dios, sólo nos
tam bién de la divina tradición se han queda el recurso de demostrarle la ver­
servido tam bién p ara refu tar las nue- dad de los artículos de fe por medio
(41) Cfr. Clem. Alex. Strom., 1, 16; Orig. de (42) S. Greg. M., Moral, 8, 9 (al 11).
princ., 4, 8; in levit. hom., 4, 8; Tertull. de (43) S, Thom. Samm. theol. p. 1, q. 1, a. 5 ad 2.
praeser., 15, seqq.; S. Hilar. Pict. in Malth., 13,1.
500 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 34-36

de razonamientos para destruir los su­ bar principalm ente y reivindicar su


yos, si él los hace contra la fe”(44\ credibilidad, por lo menos desde el
Debemos, por lo tanto, poner un es­ punto de vista hum ano. Después se
pecial cuidado en que los jóvenes ca­ pueden exponer, con certidum bre y
m inen al com bate convenientemente franqueza, valiéndose de estos libros
instruidos en las ciencias bíblicas para como documentos antiguos dignísimos
que no frustren nuestras legítimas es­ de fe, la divinidad y misión de Cristo
peranzas, ni, lo que sería más grave, nuestro Señor, la institución de una
para que no corran, inadvertidam ente, Iglesia jerárquica y el prim ado otor­
el peligro de caer en el error, engaña­ gado a Pedro y a sus sucesores.
dos por las falacias de los racionalistas
y por una especie de fingida erudición. 36. Estím ulo a los sacerdotes para
prep ararse p ara el estudio y combate
34. Form ación tom ística. Pero ellos bíblicos. Sería, ciertam ente m uy con­
estarán perfectam ente apercibidos para veniente para alcanzar este fin que
la lucha si con arreglo al método que hubiese m uchos sacerdotes bien pre­
Nos mismo les hemos enseñado y pres­ parados para luchar en este terreno
crito, cultivan religiosam ente y con por la fe y rechazar los ataques ene­
profundidad el estudio de la Filosofía migos, revestidos principalm ente con
y de la Teología, bajo la dirección del la armadura de Dios que aconseja po­
mismo S a n t o T o m á s . De este modo ner el Apóstolí46^, habituados, empero,
h arán grandes y celebrados progresos, a las nuevas arm as y combates de los
tanto en las ciencias bíblicas como en adversarios. Este es uno de los deberes
la parte de la Teología llam ada po­ de los Sacerdotes que S a n C r is ó s t o m o
sitiva. expone en térm inos magníficos. “Es
O tro punto im portante. Ya es mucho preciso ■—dice— emplear un ingente
ciertam ente, m ediante la genuina y h á ­ celo, a fin de que la palabra de Dios
bil interpretación de la Sagrada Biblia, habite con abundancia en nosotros^41);
haber probado, expuesto y hecho re* no debemos, pues, estar prontos para
saltar la doctrina católica; resta, sin un solo género de combate: varia es la
embargo otra parte, de tanta im por­ guerra, y múltiples los enemigos; éstos
tancia como de trabajosa elaboración, no emplean todos unas mismas armas,
para refirm ar la plena autoridad de ni de una manera igual se proponen
esos Libros con los m ás sólidos argu­ luchar con nosotros. Hay, por lo tanto,
mentos. necesidad de que aquel que deba me­
dirse con todos, conozca las maquina­
35. El m agisterio de la Iglesia. Este ciones y los artificios de todos, que
objeto no podrá conseguirse plena y maneje las flechas y la honda, que sea
enteram ente sino por el magisterio tribuno y jefe de cohorte, general y
propio y vivo de la Iglesia, que <epor sí soldado, infante y caballero, apto para
misma, y a causa de su admirable difu­ luchar en el mar y para derribar mu­
sión, de su eximia santidad, de su fe­ rallas. Si el defensor no conoce todos
cundidad inagotable en toda suerte de los medios de combatir, el diablo sabe
bienes, de su unidad católica, de su hacer entrar a sus raptores por un sólo
estabilidad invencible, es un grande y punto, en el caso de que uno sólo se
perpetuo motivo de credibilidad y una quede sin guarda, y arrebatar las ove-
prueba irrefragable de su divina mí- jas”V*\
siórí’(45K Nos hemos señalado más arriba las
Pero por cuanto que este divino e astucias de los enemigos, y los m últi­
infalible magisterio de la Iglesia des­ ples medios que emplean en el ataque;
cansa en la autoridad de la Sagrada indiquemos ahora los procedimientos
Escritura, es preciso desde luego p ro ­ que deben utilizarse para la defensa.
(1-0 S. Thom. 1, 91 a 8. (47) Cfr. Col., 3, 16.
(45) Conc. Vat. sess. III, c. 3, de fide. (48) De sacerd.. 4, 4.
(16) Efes. 6, 13 ss.
66, 37-39 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 501

37. Estudio de lenguas orientales y que todos los demás, y deben, por lo
crítica. El prim ero de ellos es el estu­ tanto buscarse y exam inarse con la m a­
dio de las antiguas lenguas orientales, yor diligencia.
y al mismo tiempo el de la ciencia que En cuanto a los criterios internos,
se llam a crítica. Ambos géneros de éstos son, las más de las veces, de m u­
ciencia son hoy día m uy apreciados y cha m enor im portancia; de tal suerte,
estimados; el Clero que los posea se­ que no pueden ser invocados sino p a­
gún lo exija el país en que se encuen­ ra confirm ar la tesis. De obrar de otro
tre y los hom bres con quienes está en modo resultan graves inconvenientes;
relación, podrá m ejor m antener su dig­ pues, los enemigos de la Religión co­
nidad y cum plir con los deberes de su bran así m ayor confianza para atacar
cargo. Pues, el Ministro de Dios, debe, y deshacer la autenticidad de los Li­
“hacerse todo para todos(49> y estar bros Santos; este género de “alta crí­
siempre pronto para dar razón de su tica” que hoy se exalta conducirá en
esperanza a todo el que se la pidie- definitiva al resultado de que cada uno
r e ” (5 °)# en la interpretación se atenga a sus
Es, pues, necesario a los profesores gustos y a sus prejuicios. De este modo
de la Sagrada Escritura, y conviene a la luz, basada en las Escrituras, no se
los teólogos, conocer las lenguas en que hará, y ninguna ventaja rep o rtará p ara
ios libros canónicos fueron p rim era­ la ciencia; pero se m anifestará con evi­
mente compuestos por los autores sa­ dencia este carácter del error, que con­
grados, sería tam bién excelente que los siste en la m ultiplicidad y disensión
seminaristas cultivasen dichas lenguas, de las opiniones. La conducta de los
sobre todo aquellos que están destina­ jefes de esta nueva ciencia lo está ya
dos a los grados académicos de la Teo­ dem ostrando.
logía. Además, como la m ayor parte de
Debe tam bién tenerse especial cuida- ellos están imbuidos en las máxim as de
dado en establecer en todas las U ni­ una vana filosofía y del racionalismo,
versidades como ya se ha hecho con no tem erán descartar de los Sagrados
razón en m uchas de ellas, cátedras Libros las profecías, los m ilagros y to ­
donde se enseñen las demás lenguas dos los demás hechos que sobrepasen el
antiguas, sobre todo las semíticas y orden natural.
las ciencias relacionadas con ellas. E s­
tos cursos se dedicarán especialmente 39. Abuso de ciertos científicos. El
a los jóvenes llam ados al profesorado intérprete deberá luchar en segundo
de las Sagradas Letras. lugar contra aquellos que, abusando de
su conocimiento de las ciencias físicas,
38. “Alta crítica” . Precisam ente es­ siguen paso a paso a los autores sagra­
tos profesores de Sagrada E scritura dos, a fin de poder descubrir la igno­
deben, por la m ism a razón y el mismo rancia que tienen de tales hechos, y
fin, estar m ejor instruidos y ejercitados rebatir sus escritos por este motivo.
en la disciplina del verdadero arte crí­ Gomo estas inculpaciones se fundan
tico. Está m al y redunda en gran daño en objetos sensibles, son tanto m ás pe­
para la Religión que se haya introdu­ ligrosos cuanto que se difunden en la
cido un sistema artificioso que se ador­ m ultitud, sobre todo entre la juventud
na con el nom bre respetable de 4‘alta dedicada a las letras; desde el m omento
crítica” ; por la cual con los solos cri­ en que ésta haya perdido sobre algún
terios, llamados, internos juzgan y esta­ punto im portante el respeto a la reve­
blecen el origen del libro y su integri­ lación divina, no tard ará en desvane­
dad y autoridad. P or el contrario, es cerse su fe en lo que se relaciona con
evidente que cuando se trata de una todo lo demás.
cuestión histórica, del origen y conser­ Porque es demasiado evidente que
vación de una obra cualquiera, los tes­ como las ciencias naturales son propias
timonios históricos tienen más valor 19 para m anifestar la gloria déí Creador
(19) I Cor., 9, 22. (50) I Petr., 3, 15.
502 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 66, 40-42

grabada en los objetos terrestres, con bien la naturaleza, describen algunas


tal de que sean convenientem ente ense­ veces los objetos y hablan de ellos o
ñadas, son tam bién capaces de a rra n ­ por una especie de m etáfora, o como
car del alm a los principios de una sana lo exigía el lenguaje usado en aquella
filosofía y de corrom per las costum ­ época, y así se hace todavía hoy sobre
bres, cuando se infiltran con dañadas m uchos puntos en la vida diaria, aún
intenciones en las tiernas inteligencias. entre los hom bres más sabios.
En el lenguaje vulgar se designan p ri­
Tam bién el conocimiento de los he­
m ero y por la palabra propia los obje­
chos naturales será una ayuda eficaz
para aquel que enseñe la E scritura; en tos que caen bajo los sentidos; el escri­
tor sagrado (y el D o c t o r A n g é l ic o nos
efecto, gracias a él podrá más fácil­
lo advierte) se ha fijado en los caracte­
mente descubrir y refutar los sofismas
de toda clase dirigidos contra los Li­
res sensibles^5*); es decir, en aquellos
bros Sagrados. que Dios mismo, dirigiéndose a los
hombres, ha indicado, siguiendo la cos­
40. A cuerdo entre la Teología y la tum bre de los hom bres para ser com ­
prendido por ellos.
Física. Seguram ente no puede existir
ningún desacuerdo real entre la Teolo­
41. Los diversos sentidos dados por
gía y la Física cuando am bas se m an ­
los Santos P adres. Pero del hecho que
tienen en sus límites, y cuidan, según
sea preciso defender vigorosamente la
la frase de S a n A g u s t í n , de no afirmar
Sagrada Escritura, no resulta que sea
nada al azar y de no tomar lo descono­ necesario conservar igualmente todos
cido por lo conocido <5152L
los sentidos que cada uno de los Padres
Si a pesar de esto surgiese discrepan­ o de los intérpretes que les han suce­
cia sobre un punto, ¿qué debe hacer el dido han empleado para explicar estas
teólogo? Seguir la regla sum ariam ente mismas Escrituras. Aquéllos, en efecto,
indicada por el mismo doctor. Cuanto dadas las opiniones corrientes en su
a todo aquello que nuestros adversarios época, tal vez no han juzgado siempre
pueden demostrarnos respecto de la na­ según la verdad, hasta el punto de
turaleza, apoyándose en verdaderos do­ em itir ciertos principios que distan m u­
cumentos, probémosles que en estos cho en la actualidad de aprobarse.
hechos no hay nada contrario a nues­ Es preciso distinguir con cuidado en
tras Sagradas Letras. Mas en cuanto a sus explicaciones aquello que dan como
lo que saquen de cierto de sus libros y concerniente a la fe o como estrecha­
que invoquen como en contradicción m ente unido a ella y aquello que afir­
con estas Sagradas Letras, es decir, con m an con unánim e consenso; pues, en
la fe católica, demostrémosles de alguna cosas que no son de la fe podían soste­
manera que es falsísimo o, por lo me­ ner los Santos, como también nosotros,
nos, tenemos por cierto que lo es <52). pareceres diferentes, según una senten­
cia de S a n t o T o m á s (55>.
Géneros literarios. P ara penetrarnos
bien de la justicia de esta regla consi­ 42. U sar de prudencia. Este, en otro
derem os prim ero que los escritores sa­ pasaje, se expresa con m ucha sabidu­
grados, o m ás exactam ente el espíritu ría en estos térm inos: Por lo que con­
de Dios que hablaba por su boca, no cierne a las opiniones que los filósofos
ha querido enseñar a los hombres estas han profesado comúnmente y que no
verdades concernientes a la constitu­ son contrarias a nuestra fe, me parece
ción íntim a de los objetos visibles, por­ más seguro no afirmarlas como dog­
que ellas no debían servirles de nada mas, aunque algunas veces sean intro­
para su salvación<53>. Tam bién los au ­ ducidas en el razonamiento de aquellos
tores sagrados, sin dedicarse a observar filósofos, y de no designarlas como
(51) Jn Gen. op. imperf., 9, 20. (54) Smnma theol. p. I, q. 70, a. 1 ad 3.
(52) De Gen. ad litt., I, 21, 41. (55) ln Sent. II, dist, ÍI, q. 1, a 3.
(53) S. Aug. De Gen. ad litt. II, 9, 20.
66, 43-44 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 503

r ontrarias a la fe, por no facilitar a los te, a excepción de los puntos en los
sabios de este mundo ocasión de des­ cuales el hecho ha sido conveniente­
preciar nuestra doctrina^Q\ m ente probado.
Pues, aunque el intérprete debe de­ Puede ocurrir tam bién que el genui­
m ostrar que en las E scrituras bien ex­ no sentido de algunas frases continúe
plicadas no hay nada que contradiga dudoso; para determ inarlo, las óptimas
las cosas ciertas que con sólidos argu­ reglas de la interpretación serán de
mentos probaron los estudiosos de las gran auxilio; pero será absolutam ente
ciencias naturales, sin embargo, no se ilícito, ya el lim itar la inspiración a
le escapará que a veces sucedió que no algunas partes de las Escrituras, ya el
pocas de estas verdades, dadas por conceder que el autor sagrado se haya
ellos como ciertas tam bién, m ás tarde equivocado.
fueron puestas en duda y aun rep u ­
diadas. Si los escritores que tratan he­ 44. Los libros inspirados. Tam poco
chos físicos sobrepasaran los límites de se puede tolerar el método de aquellos
su disciplina, invadiendo el terreno fi­ que se libran de estas dificultades no
losófico con la perversión de sus opi­ vacilando en conceder que la inspira­
niones, el intérprete teológico los rem i­ ción divina no se extiende sino a las
tirá a los filósofos, a fin de que éstos verdades que conciernen a la fe y a las
los refuten. costum bres y nada más porque piensan
equivocadamente que cuando se trata
43. C rítica histórica. Conviene ap li­ de la verdad de las sentencias no es
car estos mismos principios a las dis­ preciso buscar principalm ente lo que
ciplinas afines, especialmente a la his­ ha dicho Dios, sino exam inar más bien
toria. Es lam entable, en efecto, que h a ­ el motivo por el cual h a hablado así.
ya m uchos hom bres que con grandes En efecto, todos los libros enteros
trabajos investigan y sacan a luz los que la Iglesia reconoce como sagrados
m onum entos de la antigüedad, las cos­ y canónicos en todas sus partes han
tum bres e instituciones de los pueblos sido escritos bajo la inspiración del
y documentos de cosas semejantes, y lo Espíritu Santo. Por lo tanto, es preciso
hagan no pocas veces con la intención que no solo no pueda deslizarse ningún
de descubrir la m ancilla del error en error en la inspiración divina, que no
los Libros Santos a fin de socavar y sólo excluya por sí mismo todo error,
hacer vacilar en todo sentido la auto­ sino que tam bién lo excluya y lo re ­
ridad de ellos. chace tan necesariamente, como es ne­
Algunos obran así con disposiciones cesario que Dios, soberana Verdad, no
en realidad demasiado hostiles, y juz­ pueda ser autor de ningún error.
gan de una m anera que no es suficien­ Tal es la antigua y constante fe de
temente im parcial. Tienen tan ta con­ la Iglesia, definida solemnemente por
fianza en los libros profanos y en los los Concilios de Florencia y de Trento,
documentos del pasado, que los invocan confirm ada por fin y más expresam en­
como si no pudiese existir en ellos te expuesta en el Concilio del Vaticano,
ninguna sospecha de error, m ientras que dio este decreto absoluto: “Los li­
niegan fe aun parecida a los Libros bros enteros del Antiguo y Nuevo Tes­
Sagrados, a la m enor y a la más vana tamentos, en todas sus partes, tales co­
aparición de inexactitud, y esto mismo mo están enumeradas por el decreto del
sin ninguna discusión. mismo Concilio (de Trento), y tales
A la verdad puede ocurrir que cier­ como están contenidos en la antigua
tos pasajes, en la copia de las diversas edición V u l g a t a en latín, deben ser
ediciones, no se encuentren reproduci­ mirados como sagrados y canónicos.
dos de una m anera absolutam ente, co­ La Iglesia los tiene por sagrados y ca­
rrecta, lo cual debe estudiarse con cui­ nónicos, no porque redactados por la
dado, y no debe ser adm itido fácilm en­56 sola ciencia humana han sido aproba-
(56) S. Thom. Opuse. X.
504 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1893) 60, 45-47

dos inmediatamente por la autoridad por los escritores sagrados, están exen­
de dicha Iglesia; no porque encierran tas de todo error, que se han aplicado
solamente la verdad sin error, sino con m ucha ingeniosidad y religiosa­
porque escritos bajo la inspiración del mente a concordar entre sí y a conci­
Espíritu Santo, tienen a Dios por au­ liar los num erosos pasajes que parecen
tor” presentar alguna contradicción o algu­
na divergencia. (Y éstos son casi los
45. L a inspiración del E sp íritu San­ mismos que en nom bre de la ciencia
to. P o r lo tan to no tiene im portancia nueva se nos oponen hoy).
89 alguna que el E spíritu Santo se haya Ellos han profesado unánim es creer
valido de los hom bres como de in stru ­ que estos libros, en su conjunto y en
mentos p ara escribir, como si alguna sus partes, son igualmente de inspira­
opinión falsa pudiese ser emitida, no ción divina, que Dios mismo, hablando
ciertam ente por el prim er autor, sino por los autores sagrados, no ha podido
por los escritores inspirados. E n efecto, enunciar nada opuesto a la verdad.
El mismo de tal modo los h a estim ula­ Se deben aplicar aquí de una m anera
do y movido por su virtud a escribir, general las palabras que el mismo S an
de tal m anera les ha asistido m ientras A gustín escribía a S an Jerónimo : “Lo
escribían que todo lo que les ordenaba confieso, en efecto, a tu caridad; he
escribir y solamente esto, concebían aprendido a conceder a los únicos li­
correctam ente en su mente, deseaban bros de las Escrituras que se llaman
redactar fielmente y expresaban ap ro ­ ahora canónicos, esta reverencia y este
piadam ente en térm inos de infalible honor de creer muy firmemente que
verdad, si no el E spíritu Santo no se­ ninguno de sus autores ha podido co­
ría el autor de toda la Sagrada E scri­ meter un error al escribirlos. Y si yo
tura. encontrase en estas Santas Letras algún
Tal ha sido siempre el sentir de los pasaje que me pareciese contrario a la
Santos Padres. También — dice S an verdad, no vacilaría en afirmar o que
Agustín— , puesto que éstos han es­ el manuscrito es defectuoso, o que el
crito lo que el E spíritu Santo les ha intérprete no ha seguido exactamente
mostrado y les ha hecho escribir, no el texto, o que yo no comprendo
debe decirse que no lo ha escrito El bierí’í6o).
mismo dado que éstos, como los miem­
bros, han ejecutado lo que la cabeza 47. F orm ación de científicos católi­
les dictaba^ 8). S an Gregorio Magno cos. Pero luchar plenam ente y perfec­
se expresa en estos térm inos: Es bien tamente, dotado con todos los in stru ­
superfluo inquirir quién ha escrito es­ mentos de las ciencias más im portantes,
tos libros, puesto que se cree firme­ por la santidad de la Biblia es m ucho
mente que el autor es el Espíritu San­ más, ciertam ente, de lo que puede espe­
to. Aquel ha escrito, en efecto, quien ha rarse de la sola diligencia de los exége-
dictado lo que era preciso escribir; ha tas y teólogos. Es, por lo tanto, de
escrito quien ha inspirado la obra^K desear que se propongan el mismo
objeto y se esfuercen en alcanzarlo los
46. E xención de erro r. Dedúcese de católicos que hayan adquirido alguna
esto que los que piensan que en los autoridad y renom bre en las ciencias
pasajes auténticos de los Libros Sa­ extrañas. La gloria de tales talentos no
grados puede encerrarse algún error ha faltado jam ás a la Iglesia, gracias a
ciertam ente pervierten la doctrina ca­ la bondad de Dios, seguramente no le
tólica o hacen del mismo Dios el autor falta tam poco ahora; y ojalá siga cre­
de un error. Todos los Padres y todos ciendo siempre para sostén de la fe.
los doctores han estado tan firm em ente Según Nuestro parecer no hay nada
persuadidos de que las Letras Divinas, que sea m ás necesario que el que la
tales como Nos han sido entregadas 578 verdad encuentre defensores que sobre-'
(57) Scss., III, c. II, de revel. (59) Praef. in Iob., n. 2.
(58) De consensu Evangl., I, 1, c. 35. (60) Ep. 82, 1 y en otros muchos lugares.
66, 48-50 E n c íc l ic a “ P r o v id e n t is s im u s D eus” 505

pujan a los adversarios en núm ero y que Dios, Creador y Señor de todas las
valer; ni hay cosa tan propicia p ara cosas, es al mismo tiempo el autor de
persuadir a la m ultitud a rendir culto las Escrituras; que por lo tanto, nada
a la verdad como el ver hom bres que puede encontrarse en la naturaleza,
se distinguen en alguna disciplina céle­ nada en los m onum entos de la H istoria
bre, profesar la verdad con toda fra n ­ que esté realm ente en desacuerdo con
queza. éstas.
Aun más, el odio de nuestros defen­ 50. C ontradicciones aparentes. Si p a ­
sores se desvanecerá fácilmente, o al rece haber alguna contradicción en al­
menos no se atreverán ya a afirm ar gún punto, es preciso procurar hacerla
con tan ta seguridad que la fe es ene­ desaparecer, ora recurriendo al sabio
miga de la ciencia, cuando ellos vean juicio de los teólogos y de los intérpre­
a los hom bres doctos rendir a esta fe tes p a ra dem ostrar lo que hay de ver­
el m ayor honor y tener por ella un vivo dad y de verosim ilitud en el pasaje a
respeto. raíz del cual se discute, ora ponde­
Puesto que pueden tanto p ara la Re­ rando con cuidado los argum entos que
ligión aquellos a quienes la Providen­ a él se oponen. Ni se debe abandonar
cia ha dado liberalm ente un feliz ta ­ la tarea aun cuando haya alguna ap a­
lento y la gracia de profesar la fe ca­ riencia de verdad en la opinión con­
tólica, es preciso que, en medio de esta traria; pues que lo verdadero no puede
vivísima agitación de los estudios que en m anera alguna contradecir a lo ver­
atañen, de algún modo las Escrituras, dadero, se puede estar cierto de que se
cada uno de ellos elija un géneio de ha deslizado un error, ya en la inter­
estudios apropiado a su inteligencia, y pretación de las palabras sagradas, ya
aplicándose a sobresalir en ellos recha­ en otra parte de la discusión; y si aun
ce, no sin gloria, los dardos dirigidos entonces no se distingue bastante clara­
por u na ciencia im pía contra las San­ m ente una de estas dos faltas, es pre­
tas Escrituras. ciso suspender m ientras tanto el juicio.
48. Costearles su form ación. Nos Efectivamente, durante largo tiempo
alabamos aquí complacido la conducta se han levantado contra las E scrituras
de ciertos católicos, que, a fin de que num erosas objeciones sacadas de todas
los sabios puedan entregarse a tales las ciencias, y se han desvanecido des­
estudios y hacerlos progresar, facilitan pués enteram ente como sin valor al­
recursos de todas clases, form ando Aso­ guno.
ciaciones a las cuales dan generosam en­ Del mismo modo en el curso de la
te sumas abundantes. Este es un em­ interpretación se han propuesto num e­
pleo de la fortuna desde luego excelen­ rosas explicaciones a ciertos pasajes de
te y m uy apropiado a las necesidades la E scritura (no concernientes a la fe
de la época. E n efecto, cuando menos ni a las costum bres), los que un estudio
deben esperar los católicos socorros del más profundo ha perm itido luego com­
Estado p ara sus estudios, m ás conviene prender de una m anera m ás justa, más
que la liberalidad privada se m uestre clara. Porque el tiempo destruye las
pronta y abundante; de modo que los opiniones y las invenciones nuevas, pe­
que fueron favorecidos por Dios con ro la verdad permanece y se robustece
riquezas, las consagren a la conserva­ siempre(6D.
ción del tesoro de la verdad revelada. P or esta razón, como nadie puede
lisonjearse de com prender toda la E s­
49. Sigan nuestros consejos. Mas critura, a propósito de la cual S a n
para que tales trabajos aprovechen ver­ A g u s t í n <62) decía de sí mismo que
daderam ente a las ciencias bíblicas, los ignoraba más de lo que sabía, cuando
hom bres doctos deben apoyarse en los alguno encuentre en ella pasajes de­
principios que Nos hemos indicado masiado difíciles para podérselos ex­
más arriba. Deben retener fielmente 61 plicar, tenga la prudencia y la pacien-
(61) n i Esdr., 4, 38. (62) Ad Ianuar. ep. 55, 21.
506 E n c íc l ic a s d el PP. L eón XIII (1893) 66, 51-52

cia que el citado doctor exige. “Vale saludables enseñanzas y los ejemplos
más — dice— estar cargado de signos de los Santos Padres, siguiendo la cos­
desconocidos pero útiles que, al inter­ tum bre de nuestros antepasados; que
pretarlos inútilmente, introducir en el hagan en el transcurso del tiempo tales
lazo de los errores la cerviz que aca­ progresos; que sean verdaderam ente el
baba de sacudir el yugo de la servi­ apoyo y la gloria de la verdad católica
dumbre (63>. y un don divino para la salvación eter­
Si los hom bres que se dedican a es­ na de los pueblos.
tos estudios auxiliares, siguen honesta
y sabiam ente Nuestros consejos y Nues­ 52. A dvertencia a los discípulos y
tras órdenes; si en sus escritos, en sus m inistros. Nos, por últim o, advertim os
enseñanzas y en sus trabajos se p ro ­ con am or paternal a todos los discípu­
ponen com batir a los enemigos de la los y m inistros de la Iglesia que culti­
verdad y preservar a los jóvenes de la ven las Sagradas Letras con un respeto
pérdida de la fe, entonces será cuando y una piedad vivísimos. Porque su inte­
puedan gloriarse de servir verdadera­ ligencia no puede abrirse como es ne­
mente el interés de las Sagradas Letras cesario de una m anera saludable si no
y sum inistrar a la Religión católica un destierran la soberbia de la ciencia te­
apoyo tal como la Iglesia tiene derecho rrenal, y si no em prenden con ardor
a esperar de la piedad y la ciencia de el estudio de esa sabiduría que viene de
sus hijos. lo alto^Gé\ Una vez iniciados en esta
ciencia, alum brados y robustecidos por
51. D eberes de los Pastores. He aquí. ella, su espíritu tendrá un poder extra­
Venerables Herm anos, las advertencias ordinario hasta para reconocer y evitar
y los preceptos que Nos, inspirados por los errores de la ciencia hum ana, cose­
Dios, hemos resuelto daros en esta oca­ char sus frutos sólidos y enderezarlos
sión, relativam ente al estudio de la a los intereses eternos. El alm a se enca­
Sagrada E scritura. A vosotros incumbe m inará de este modo con m ayor ardor
ahora velar p ara que sean observados por las ventajas de la virtud y estará
con el conveniente respeto, de suerte con m ayor viveza anim ada del am or
tal, que se m anifieste m ás y m ás el Divino. “¡Dichosos los que averiguan
reconocimiento que debemos a Dios por sus testimonios y los guardan con todo
haber El com unicado al género hum ano su corazón”
las palabras de su sabiduría, y a fin de Y ahora Nos, apoyados en la espe­
que este estudio produzca al mismo ranza del divino socorro y llenos de
tiempo los frutos abundantes que Nos confianza en vuestro celo pastoral, Os
deseamos, sobre todo en bien de la concedemos con la m ayor com placen­
juventud dedicada al Sagrado Ministe­ cia en Dios, como prenda de los favores
rio, juventud que es Nuestro constante celestiales y en testimonio de Nuestra
desvelo y la esperanza de la Iglesia. particular benevolencia, la bendición
Em plead con ardor vuestra autoridad Apostólica a todos vosotros, a todo el
y m ultiplicad vuestras exhortaciones a clero y al pueblo que os está confiado.
fin de que estos estudios sean estimados Dado en Roma, junto a San Pedro,
y florecientes en los Seminarios y Uni­ en 18 de Noviembre del año de 1893,
versidades que dependen de vuestra ju ­ décimosexto de Nuestro Pontificado.
risdicción. Florezcan pura y felizmente
bajo la dirección de ’a Iglesia según las 634 LEON PAPA XIII.
(63) De doclr. chr, III, 9, 18. (65) Ps. 118, 2.
(64) Jac. 3, 17.
ENCICLICA “CARITATIS FROVIDENTLEQUE” (*>
(19-III-1894)

A LOS OBISPOS DE POLONIA


SOBRE LA VIDA PUBLICA Y PRIVADA DE LOS CRISTIANOS

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

L Motivo: El am or del P apa a P o ­ la dirección de muchos de vosotros, Ve­


lonia y elogio de su heroica defensa de nerables Hermanos, han venido a ofre­
la fe. Desde hace tiem po hemos venido cernos sus hom enajes y felicitaciones.
sintiendo un inm enso deseo de daros Tal dem ostración conmovedora de vues­
también a vosotros, en su oportunidad, tra fe, Nos procuró entonces la ocasión
el mismo especial testimonio de Nues­ y el júbilo de felicitar a los polacos
tro am or y solicitud que en diferentes por haber conservado en todo su es­
épocas hemos m anifestado a otros pue­ plendor, y en medio de vicisitudes n u ­
blos católicos con el objeto de com u­ merosas y terribles, la gloria de la Re­
nicar a sus obispos, en cartas indivi­ ligión de sus antepasados.
duales, las enseñanzas apostólicas de
exhortación.
Porque a este pueblo, de carácter tan E sta Encíclica, testim onio del am or
vario por su origen, lengua y ritos, Nos del Papa. Y, aunque jam ás hayam os
lo abrazam os todo entero con un solo cesado de velar con todas nuestras fuer­
y mismo am or, como ya tuvimos la zas por los sagrados intereses de Polo­
oportunidad de m anifestar. Nos no he­ nia, deseamos hacerlo de una m anera
mos recordado jam ás sino con inm ensa más eficaz todavía y realizar hoy, res­
alegría a esta Nación cuya historia está pecto de vosotros, Nuestros designios;
henchida de la preclara m em oria de Nos queremos que Nuestra solicitud p a ­
gestas gloriosas y cuya gran fidelidad ra con vosotros resplandezca m ás visible
junto con el filial am or hacia Nos n u n ­ que nunca a los ojos de toda la Iglesia
ca hemos dejado de reconocer. a fin de que vuestras disposiciones para
servir a la Religión católica se afirm en
La reciente conm em oración de las y se confirm en más y más, recibiendo
gestas en Roma. E n tre vuestros títulos nuevos alientos y aum entos de fuerza.
de gloria brilla, en prim er térm ino, el Nos lo hacemos con tanta m ayor espe­
heroísmo de vuestros antepasados que, ranza, cuanto que sabemos, y vemos,
tranquilizando a la espantada Europa, Venerables Hermanos, con qué celo e
opusieron la m uralla de sus pechos a los inteligencia habéis sido siempre los in ­
triunfantes enemigos del nom bre cris­ térpretes y los m inistros de Nuestra
tiano, y en combates de épica grandeza voluntad, y con qué ardor trabajáis
se m ostraron como los fieles defensores para defender y enriquecer más todavía
y los vengadores intrépidos de la Reli­ los tesoros de Religión que poseen los
gión y de la civilización. Estos títulos rebaños confiados a vuestros cuidados.
de gloria los hemos recordado con pla­ Que Dios, cuyo E spíritu nos inspira
cer, hace algunos meses, a las piadosas dirigiros la palabra, bendiga esos pre­
m uchedum bres de peregrinos que, bajo ciosos frutos de vuestro celo.
(*) A. S. S. 26 (1893/94) 523-532. Totalmente revisada para la 2^ edición. — Los números marginales
indican las páginas del texto; original en ASS, vol. 26. (P. H.)
— 507 —
508 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 67, 2-4

4 2. E! gran bien de la Religión, El trado lo recordáis agradecidos en vues­


beneficio de la divina verdad y gracia tro corazón y lo profesáis gozosos.
que Cristo Nuestro Señor trajo por la Todos los días se pone de manifiesto
Religión al género hum ano es de una qué consecuencias gravísimas para los
excelencia y utilidad tal que ningún pueblos e imperios siguen si obedecen
otro bien, de cualquier clase que sea, y estim an a la Iglesia Católica o si,
pueda com pararse o aun equipararse mediante la injusticia y el desprecio
con él. La eficacia de este beneficio es, la hieren.
como nadie ignora, m últiple y salubé­
rrim o, inunda de un modo adm irable 4. La Iglesia y la sociedad hum ana.
a los individuos y los pueblos, a la Como en la doctrina y ley evangélicas
sociedad doméstica y civil p ara ayudar está encerrado todo cuanto de cualquier
a lograr la prosperidad en esta m ísera modo contribuye a la salvación y el
vida y alcanzar la felicidad de la vida perfeccionam iento del hom bre tanto
inm ortal. desde el punto de vista de la fe y la
ciencia como de la práctica y la acti­
De esto se sigue que las naciones vidad de la vida; y como la Iglesia, en
que gozan del beneficio de la Religión virtud del derecho divino que ha reci­
católica, y encuentran en ella el m ayor bido de Cristo puede trasm itir y por la
de todos sus bienes, están obligadas por Religión sancionar esa doctrina y ley,
el m ás sagrado de los deberes a practi­ es evidente que esta Iglesia, en virtud
carla y am arla. Es, al mismo tiempo, de su m isión divina posee un soberano
evidente, que esta Religión no puede poder m oderador de la sociedad hum a­
ser entendida ni practicada según las na, en la cual fom enta las grandes vir­
opiniones particulares de los individuos tudes y produce los m ás exquisitos
o de los pueblos, sino que debe serlo bienes.
según las leyes, la disciplina y el orden
No obstante esto, la Iglesia, a cuya
determ inados y establecidos expresa­
cabeza Dios ha colocado al Pontífice
mente por su Divino Fundador; es de­
Romano, está tan lejos de u sar de una
cir, bajo la dirección doctrinal y disci­
tan grande y tan universal autoridad
plinaria de la Iglesia por El establecida.
para arrogarse los derechos ajenos, o
El mismo, columna y firme sostén de
para consentir afanes torcidos que a
la verdad(D, Nos asegura que sostenida, menudo por indulgencia renuncia más
particularm ente por El, será en todos
bien a sus derechos, y procurando aten­
los siglos floreciente en cumplimiento
der con sabia equidad a los de arriba
de esta inm ortal prom esa: Estaré con
y a los de abajo, se m uestra para con
vosotros todos los días, hasta la consu­ todos habilísim a m oderadora y madre.
mación de los siglos3
Por esta razón cometen una injusti­
3. T radición de Polonia. Redunda, cia los que, aun sobre este asunto, se
por lo tanto, en honor de vuestra m is­ esfuerzan en resucitar y dar a luz las
viejas calum nias lanzadas contra la
m a nación que vuestros abuelos y vues­
Iglesia, ya tantas veces refutadas y del
tros padres hayan honrado tanto a la
todo pulverizadas y aun en fabricar
Religión, adhiriéndose por una fe p er­ una nueva especie de recriminación.
fecta a la Iglesia su Madre, inquebran­ Son no menos reprensibles los que por
tables en su obediencia, igualmente per­ la misma razón desconfían de la Iglesia
fecta, a los Pontífices Romanos y a los y estim ulan suspicacias respecto de ella
Santos Obispos, en quienes los P ontí­ entre los gobernantes de los pueblos y
fices delegaban su autoridad. Cuántas en las asambleas legislativas, precisa­
ventajas y honores os nacieron de allí, mente cuando ella tendría pleno dere­
cuántos consuelos presentes en las cir­ cho a su sumo elogio y gratitud. La
cunstancias inquietas habéis recibido, Iglesia, en realidad no enseña ni pres­
aun cuántos auxilios habéis allí encon- cribe absolutam ente nada que sea con­
(1) I Timt. 3, 15. (2) Mt. 28, 20.
67, 5-8 E n c íc l ic a “ C a r it a t is P r o v id e n t ia e q u e ” 509

trario o perjudicial a la m ajestad de 6. Insiste el P ap a en el cum plim ien­


los príncipes o a la integridad y a la to de los deberes ciudadanos. Ya po­
vida progresista de los pueblos; por el seéis, Venerables Herm anos, N uestras
contrario, del tesoro de la sabiduría disposiciones al respecto cuyos puntos
cristiana saca incansablem ente lo que principales en oportunidades anteriores
más conviene al bien común. hemos enseñado con m ayor prolijidad;
Nos pareció, sin embargo, recordároslas
5. Sobre la auto rid ad : gobernantes y en resum en para que vuestro celo, apo­
súbditos. E n tre estas enseñanzas m e­ yado en una como nueva disposición
recen recordarse: Los que están en el de N uestra autoridad se esfuerce por
poder, que representan la imagen de la conseguirlo mediante un m ayor empe­
divina potestad y providencia sobre los ño y con un éxito más completo. Será,
hombres, que deben ejercer el poder ciertam ente un grandísim o bien y una
ventura para vuestra grey si huye del
con justicia im itando a Dios y m ode­
soplo de los hom bres turbulentos y
rándolo con bondad paternal y que sólo
audaces que con sus condenables a rti­
deben atender el bien de la sociedad.
m añas no pretenden sino crim inal­
Algún día ellos tendrán que d ar cuenta
m ente trasto rn ar y destruir los reinos,
a Dios como juez y tanto m ás estrecha
si no defecciona en ningún punto de
cuanto más excelsa su dignidad. los deberes que a los buenos ciudada­
Los que se hallan sometidos a la nos corresponde cum plir, y si, de su
autoridad han de recordar que deben fidelidad hacia Dios que es sagrada,
siempre respeto y fidelidad a los gober­ fluye la fidelidad para con la república
nantes como a Dios cuando ejerce su y los príncipes.
dominio sobre los hombres, y que de­
ben obedecerles “no sólo por temor al 7. De la fam ilia y el m atrim onio.
castigo sino por conciencia” y ofre­ Concentrad vuestro celo en la sociedad
cer por ellos “peticiones, oraciones y doméstica, la educación de la juventud
acciones de gracias(4>; observar la santa y del clero y en los m ejores medios de
legislación del Estado; abstenerse de practicar la caridad cristiana.
las m aquinaciones y sectas de los m al­ La pureza y honestidad de la vida
vados; y no hacer nada con espíritu doméstica, de la cual fluye principal­
sedicioso; sino au n ar todos los esfuer­ mente la salud a las venas de la socie­
zos p ara m antener una paz tranquila dad civil, deben lograrse prim ero por la
fundada en la justicia. santidad del m atrim onio el que es uno
Donde estos preceptos y otros seme­ e indisoluble cuando se ha contraído
jantes, junto con las enseñanzas evan­ según las leyes de Dios y de la Iglesia.
gélicas que tanto recom ienda la Iglesia Los deberes y derechos de los esposos
se estim an y se practican, no cesan de deben ser inviolables y cum plirse unos
producir excelentísimos frutos y tanto y ejercerse otros con la m ayor concor­
mayores cuanta m ayor es la libertad dia y caridad; los padres velarán por la
de que goza la Iglesia p ara ejercer su protección, el bienestar y especialmente
misión en esos pueblos. Rechazar, em ­ por la educación de sus hijos; irán de­
pero, esos preceptos y repudiar la direc­ lante de ellos con el ejemplo de su
ción de la Iglesia, significa lo mismo vida, pues, no hay nada m ás valioso
que hacerse refractario a la voluntad y eficaz que él.
divina y d ar de lado un insigne bene­
ficio; de modo que nada de próspero y 8. La form ación religiosa. No se fo r­
honesto quede en el Estado que todo jen sin embargo la ilusión de que pue­
se derrum be en desorden y se cierna dan lograr, como es debido, la recta y
tanto sobre los gobernantes como sobre sólida form ación de sus hijos si no
los gobernados el inquietante pavor de extrem ando la vigilancia. Deben ex­
las calamidades. cluir, para la instrucción de ellos, no
(3) Rom. 13, 5. (4) I Tim. 2, 1.
510 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 67, 9-10

sólo las escuelas y colegios donde, de 9. El Clero y los Sem inarios. Esto
propósito, se enseñan junto con las ya por sí mismo exhorta que es un
m aterias errores sobre la Religión o deber em plear especial diligencia y rea­
donde casi predom ina la irreligión sino lizar una singular labor para form ar
tam bién aquellos institutos en que no el clero, pues, según la sentencia divi­
hay enseñanza ni clase sobre las insti­ na, debe desarrollarse de tal modo y
tuciones cristianas y la m oral por con­ debe considerar su vocación tan sagra­
siderarlas una especie de m aterias ino­ da que se le tenga y realm ente sea “la
portunas. Pues, los jóvenes cuyas m en­ sal de la tierra” y “la luz del mun­
tes se ejercitan en la ciencia y las artes do”™.
deben necesariam ente, por supuesto, al El doble elogio que abarca princi­
mismo tiempo ejercitarse en el cono­ palm ente la doctrina sana y la santidad
cimiento y culto de las cosas divinas de la vida debe procurarse, n atu ral­
por cuanto la m ism a naturaleza recla­ mente, ante todo en el joven clero; mas
m a y m anda que sirvan no sólo a la no por eso debe descuidarse ni dejar de
sociedad sino con m ucha m ayor razón fom entarse en el clero ya adulto el cual
a Dios, pues, no nacieron sino para más directam ente se em peña en la per­
encam inarse, sirviendo a la sociedad, fección de los santos, para la obra del
a la patria im perecedera del cielo y ministerio, para edificación del cuerpo
llegar a ella no escatim ando sacrificios. de Cristo™.
Esta form ación religiosa no debe ce­ Respecto de los Seminarios p ara sa­
sar de ningún modo, al continuar, cerdotes, Nos sabemos m uy bien, Ve­
andando el tiempo, sus estudios p rofa­ nerables Hermanos, que de ningún m o­
nos; antes, por el contrario deben in ­ do faltáis a vuestras obligaciones; antes
tensificarse, por un lado porque la ju ­ bien, en vez de ofrecer Nuestro estím u­
ventud, como hov sobre todo se excitan lo, fuerza es que manifestemos Nuestro
sus deseos, se siente urgida por un ansia reconocimiento tanto a vosotros como
de saber cada día más vehemente; y por a todos aquellos por medio de cuya
el otro porque son siempre m ayores los asidua labor de adm inistración y ense­
peligros que am enazan su fe; ya tene­ ñanza florecen. Ciertamente, si en estos
mos a este respecto tantas pérdidas que tiempos tan desfavorables para la Igle­
deplorar. sia, en los que los enemigos de la ver­
La Iglesia obra bien y está en su de­ dad se robustecen al tiempo que la
recho al juzgar conveniente reclam ar peste de la corrupción ya no se desliza
para sí ciertas seguridades y establecer por los escondrijos sino que im púdica
ciertas reglas que conciernen la m a­ cunde en todas partes, del clero se
nera de enseñar la doctrina cristiana, esperan m ayores socorros y remedios
la probidad y experiencia de los maes- que antes, entonces es preciso que con
7 tros y la selección de los libros. Y no m ayor cuidado y mejores ejercicios que
puede dejar de hacerlo ñor cuanto un antes se preparen para la buena batalla
gravísimo deber la obliga a procurar de la fe y la correspondiente dignidad
que jam ás se introduzca nada que se de todas las virtudes.
aparte de la integridad de la fe y de
las costum bres y dañe al pueblo cris­ 10. De la form ación de los sem ina­
tiano. ristas y de los prefectos y directores
La instrucción religiosa, pues, que se espirituales. Conocéis bien las norm as
im parte en las escuelas ha de consoli­ sobre la form a de dirigir los estudios
darse y perfeccionarse con la que en que Nos hemos establecido varias veces
ciertos tiempos prescritos se da en las en especial las referentes a la filosofía,
parroquias y templos, donde los gér­ Teología y Exégesis. Insistid en ellas a
menes de la m ism a fe y caridad, como fin de que los profesores se ajusten
en su suelo n atu ral se n u tren m ás escrupulosam ente a ellas ni om itan
abundantem ente y prosperan. ninguna de las otras disciplinas que
(5) Mt. 5, 13-14. (6) Ef. 4, 12.
6 7 ,1 1 -1 3 E n c íc l ic a “ C a r i t a t i s P r o v i d e n t i a e q u e ’* 511

son el ornam ento de aquellas m ás im ­ verdad” conform e exhorta el Apóstol


portantes y, por añadidura, recom ien­ Juan<8); pues no hay otro vínculo o
dan el oficio sacerdotal. protección capaz de dar firm eza a las
Debéis insistir tam bién que los p re­ fam ilias y los Estados ni de lograr —lo
fectos y directores espirituales (que que es más aún— los m éritos de la
deben ser hom bres de destacadísima dignidad cristiana.
integridad y prudencia), dispongan de
tai modo el régimen de la vida común 12. Solución de la cuestión social
y de tal m anera form en en ellos d iaria­ p o r la caridad. Recuerdo de los p rin ­
mente nuevos progresos de las virtudes cipios de R erum N ovaruin. Nos, con­
apropiadas; han de p ro c u ra r tam bién siderando y deplorando tantos y tan
enseñarles y hacerles adquirir seria­ acerbos males, engendrados pública y
mente toda prudencia en las cosas que privadam ente por el desprecio o aban­
conciernen al poder civil. dono de este precepto, hemos levantado
De este modo, pues, saldrá de estas en este asunto m uchísim as veces Nues­
como palestras y cam pam entos sagra­ tra apostólica voz; particularm ente, lo
dos continuam ente u na nueva milicia hemos hecho en las Cartas Encíclicas
perfectam ente instruida que corre en cuyo principio es “Rerum Novarum”
ayuda de los que laboran a pleno sol donde señalamos los principios y m e­
envueltos en nubes de polvo, supliendo dios más aptos para solucionar con
íntegram ente a los fatigados y jub ila­ verdad y equidad evangélicas la condi­
dos. ción de los obreros. Estos mismos p rin ­
cipios recalcamos ahora, reiterando la
11. E n m edio de los peligros. Mas exhortación.
vosotros veis fácilm ente cuán grave
peligro, hasta en el ejercicio de las Es m anifiesto para el que tiene expe­
sagradas funciones corre aun la más riencia cuánto vigor y cuánta fuerza
poseen los institutos católicos, las aso­
sólida virtud y cuán hum ano es que
languidezcan los propósitos y se ab an­ ciaciones obreras y las sociedades de
socorro m utuo para aliviar la miseria
donen com pletam ente. P or esta razón,
de los pobres y para educar rectam ente
vuestra solicitud debe al mismo tiempo
encam inarse a conseguir que vuestros a las clases débiles del pueblo cuando
sacerdotes puedan cultivar y fom entar im pulsa y guía la Caridad. Aquellos,
empero, que prestan el apoyo de su
los estudios de la doctrina, especial­
consejo, autoridad, fortuna y actividad
mente a fin de que, renovando de tiem ­
po en tiempo sus fuerzas espirituales, a las obras en que está involucrada la
salud, aun la eterna, de muchos, m ere­
puedan, con m ayor contento, dedicar­
cen, realmente, bien de la Religión y
se a su propia perfección y servir a la
de la Patria.
salvación eterna de los demás.
Cuando vosotros, Venerables H erm a­ Consejos y palabras especiales a los
nos, tengáis un clero, form ado, y p ro ­ diferentes grupos polacos. A estas dis- 529
bado como es debido, bajo vuestros posiciones, que se dirigen al pueblo
propios ojos, sentiréis, por supuesto, polaco en general, será lícito añadir
no sólo que vuestra carga pastoral se ciertos consejos que, individualm ente,
aliviará sino que veréis crecer tam bién según las condiciones de las distintas
en vuestra grey los deseados frutos que com arcas que habitáis, podrán ser, a
hay derecho de esperar en abundancia, Nuestro juicio, de utilidad; y también
especialmente por el ejemplo y la cari­ será perm itido, de las exhortaciones
dad activa del clero. que ya dimos, inculcar algunas más
hondam ente en vuestros corazones.
Ante todo la caridad. El precepto de
esta caridad, el cual es grande^ en 13. E xhortación a la constancia en
Cristo, sea m uy recom endado a todos la fe a los som etidos a Rusia. Es justo
en todo orden de cosas y que cada uno que, prim eram ente a vosotros, que es­
trate de perfeccionar “de obra y de táis sometidos al Im perio Ruso, por ser
(7) Mt. 22, 36. (8) I Juan 3, 18.
512 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 67, 14-15

los más num erosos, os ensalcemos y de estas gestiones ha sido que, en el


alentemos con N uestra exhortación. Lo año 1882, se pactaran con ese Consejo
más im portante de N uestra exhortación ciertos puntos de arreglo; entre éstos
es que conservéis fervorosam ente e in ­ figuran: la casi com pleta autonom ía
crementéis aquella constancia de ánimo de los Obispos para gobernar los semi­
en practicar la santa fe en la cual po­ narios para clérigos, conform e a las
seéis aquel bien que es, como ya diji­ leyes canónicas; luego, que debía en­
mos, el principio y la fuente de los tregarse la Universidad eclesiástica de
bienes más grandes. Y esto el alm a San Petersburgo — abierta tam bién a
cristiana debe anteponer por m ucho a los alum nos polacos— , a la plena ju ­
todas las demás cosas; y eso mismo, risdicción del Arzobispo de Mohilew y
como es m andam iento divino y tiene m ejorarse para m ayor utilidad del cle­
en su haber los espléndidos hechos de ro y de la Religión Católica, dándose,
los santos, no debe abandonar ni el que además, la prom esa de abolir o mitigar,
está aniquilado por todas las dificulta­ lo más pronto posible, aquellas leyes
des sino que ha de guardarse con el de excepción de que vuestro clero se
m ayor empeño y trabajo. Apoyado en quejaba como demasiado rigurosas pa­
esa m ism a fuerza, sean cuales fueren ra él.
los resultados de las cosas hum anas, Desde entonces, Nos no hemos des­
espere con igual certidum bre y p a­ perdiciado jam ás ninguna oportunidad,
ciencia el consuelo y la ayuda de Dios sea buscándola, sea aprovechando la
que todo sabe. que se ofrecía, para solicitar el cum pli­
miento del convenio pactado. Y aun
P ueden estar seguros de su solicitud. hemos juzgado del caso elevar estas
En cuanto a Nos, conocemos, ya por peticiones al mismo poderosísimo E m ­
Nuestro cargo, vuestra situación y nos perador cuyas m uy conocidas dispo­
causa grande gozo la m áxim a confianza siciones de am istad para con Nos y su
que, cual hijos al Padre, depositáis en eximio afán de justicia, hemos invo­
Nos. Os exhortam os, pues, a rechazar cado insistentem ente en vuestra causa,
de plano todas las falacias que a rtera­ ni dejarem os a su tiempo de elevar a
m ente se siem bran p ara haceros dudar él Nuestros ruegos, encomendándolos
de N uestra benevolencia y solicitud h a ­ sobre todo a Dios, pues “el corazón del
cia vosotros, quedando íntim am ente rey está en las manos de Dios”(9K
persuadidos de que Nos, no menos que
los Sumos Pontífices anteriores hemos 15. D efensa de los derechos de la
cargado con preocupaciones y las he­ Iglesia y respeto a las autoridades. En
mos intensificado así por los demás cuanto a vosotros, Venerables H erm a­
connacionales vuestros como por vos­ nos, continuad defendiendo con Nos la
otros; y estamos tam bién dispuestos a dignidad y los sagrados derechos de la
esforzarnos con todo empeño y prose­ Religión Católica, la que entonces ver­
guir sin desfallecimientos p ara alentar daderam ente puede llenar su m isión y
vuestra confianza en Nos.14* rendir los beneficios que debe cuando,
gozando de la justa seguridad y liber­
14. Los buenos oficios de la Santa tad, se le dota, como es debido, del
Sede en favor de ellos. Conviene re ­ necesario apoyo para el desarrollo de
cordar que, desde los comienzos de su acción. P or cuanto, empero, vos­
Nuestro Pontificado, deseando m ejorar otros mismos veis con cuánta perseve­
la situación de los asuntos católicos rancia, en fin, Nos trabajam os en hacer
en aquellas regiones, oportunam ente reinar y afirm arse la tranquilidad del
cerca del Consejo del Im perio hemos orden público en los pueblos, empeñaos
hecho gestiones p ara conseguir lo que tam bién vosotros para que en el Clero
tanto la dignidad de esta Sede Apostó­ y lo mismo en el pueblo el respeto a
lica como la salvaguardia de vuestros las autoridades superiores y la obe­
intereses parecían exigir. El resultado diencia a las leyes públicas queden
(9) P rov. 21, 1.
67, 16-19 E n c íc l ic a “ C a r it a t is P r o v id e n t ia e q u e ” 513

sólidamente establecidos, y así, rem o­ razones, cuánto debéis al augusto E m ­


vido totalm ente todo motivo de sen­ perador, celosísimo de la Religión de
tirse ofendido o reprendido y conver­ sus antepasados. Sean, pues, cada día
tida en reverencia toda especie de sim u­ más espléndidam ente m anifiestas vues­
lación, reciba el nom bre católico un tra fidelidad y grata obediencia hacia él;
elogio cada vez creciente. manifiesto, igualmente tam bién vues­
tro celo por conseguir todo lo que, para
16. Preocupación por la vida pasto­ seguridad y decoro de la Religión Ca­
ral. Tam bién incum be a vuestro deber tólica, óptim am ente ya se ha estable­
preocuparos p ara que nada de cuanto cido entre vosotros o lo que los tiempos
interese a la salvación suprem a de los y las cosas aconsejan establecer.
fieles falte ni en la adm inistración de
las parroquias ni en la distribución 18. La Universidad de Cracovia. Nos
que del pan de la divina palabra h a ­ deseamos vivamente que la Universidad
céis al pueblo ni en el estímulo del de Cracovia, sede antigua y noble de
espíritu religioso, p ara que, sobre todo las ciencias, defienda su integridad y
en las escuelas, los niños y adolescentes prestancia, y que tam bién emule los
sean bien instruidos en el Catecismo, elogios de las Universidades, que, bajo
y, en cuanto de algún modo sea posi­ Nuestro augurio, levantaron en estos
ble, reciban la catequesis de labios de últimos tiempos en gran núm ero, la in ­
los sacerdotes cuyo concurso tenéis el signe solicitud de los Obispos y la gene­
derecho de exigir; y p ara que, además, rosidad de los particulares.
la herm osura de los sagrados edifi-
ficios y el esplendor festivo de las so­ Ojalá que como en aquéllas, así tam ­
lemnidades litúrgicas sean realm ente bién en vuestra Universidad, bajo la
dignos del divino culto, de donde la fe hábil dirección de Nuestro hijo bien
recibirá buen increm ento. am ado, vuestro Cardenal-Obispo, las
Rectísimamente habréis, pues, o bra­ disciplinas científicas más graves y
do, cuando prevengáis los peligros que, exactas — en amigable pacto con la fe,
tal vez, se presenten, al parecer, en y retribuyendo, lo que en luz y firmeza
estos problem as, por lo cual no habéis reciban de la fe, m ediante el auxilio
de vacilar en apelar, naturalm ente en que prestan a su defensa— se enseñen
form a grave y prudente, a los conve­ por doquiera en provecho de la selec­
nios ratificados con esta Sede Apostó­ tísim a juventud.
lica.
Evidentem ente debe ser m uy grato y 19. Las órdenes religiosas, especial­
deseable no sólo p ara los Polacos sino mente en Galitzia. Del mismo modo,
para todos los que se guían por un debéis vosotros tener gran interés, como
sincero am or por la cosa pública que ciertam ente lo tenemos Nos mismo, en
no se presenten tales dificultades y se ver robustecerse en la estimación de
obtengan los bienes convenientes. Pues, todos las órdenes religiosas, las cuales,
la Iglesia Católica, ya lo hemos ense­ recom endándose por la perfección de
ñado antes y cada día se destaca esto la virtud que consiguen, por la ciencia
con m ayor nitidez, ha nacido y ha sido varia y la fructífera labor en la educa­
organizada de tal modo que no sólo no ción, están al servicio de la Iglesia cual
causa ningún daño sino que, al con­ tropas bien preparadas. El Estado no se
trario, nunca deja felizmente de pro du­ ha valido menos de ellas como de sus
cir m últiples y bellos frutos aun en los m ejores auxiliares, para obtener los más
asuntos m ortales. 17* nobles objetivos. Y, fijando con sumo
agrado N uestra m irada, especialmente,
17. Reconocimiento a los Habsbur- en Galitzia, conm em orarem os la an ti­
gos, y meta a que bajo ellos deben ten- quísim a orden de S a n B a s i l i o a cuya
1 der. Luego, vosotros que estáis bajo restauración Nos mismo hemos dedi­
la soberanía de la ilustre Casa de los cado, desde hace m ucho tiempo, ciertos
Habsburgos, ponderad en vuestros co­ cuidados y esfuerzos especiales
E ncíclicas P o n tificia s 17
514 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 67, 20-23

20. Entre los Rutenos. Unión en la 22. Confianza en el Emperador. Pero


diversidad de sangre y ritos. No exiguo a fin de que esta esperanza se consolide
fruto de alegría recogemos, ahora al siempre más y responda más plena­
ver que esta Orden, respondiendo con m ente a los deseos, no sin razón Nos
juvenil piedad a lo que Nos esperába­ os m andam os tener confianza en la
mos de ella, tiende con todo empeño a m agnánim a equidad de vuestro Serení­
la gloria de aquellos prim eros tiempos simo Em perador, cuyas buenas y bené­
en que su actividad resultara, de m u­ volas disposiciones para con vosotros
chas m aneras, tan saludable para la conocimos, además, m uy bien, por él
Iglesia Rutena, y gracias a la vigilan­ mismo más de una vez, las que no os
cia de los Obispos y el celo de los pas­ faltarán si perseveráis en la reverente
tores de alm as brillarán, de día en día, observancia de las leyes y en todo elo­
en ella auspicios aun más preclaros. gio cristiano de los actos bien realiza­
Y puesto que hemos mencionado a dos.
los Rutenos, perm itidnos que reitere­ 23. Exhortación final y Bendición.
mos N uestra exhortación p ara que vos Nos queremos también, Venerables H er­
forméis con ellos —aunque medie la manos, que cada uno de vosotros com u­
diversidad de origen y de ritos— , una nique a sus ovejas estas instrucciones
más estrecha y am istosa com unión de y exhortaciones, a fin de que vuestra
voluntades, cual conviene a los que se acción se haga cada vez m ás fecunda.
hallan asociados por la región y patria Que vuestros bien amados hijos puedan
comunes y m áxim e por la m isma fe. com probar los sentimientos de afecto
Y así como la Iglesia los considera que Nos anim an respecto de ellos, y
hijos benem éritos y los am a como ta ­ reciban estas instrucciones, lo que es
les, permitiéndoles, con sabio acuerdo, Nuestro más íntim o deseo, con sumi­
legítimas costum bres y ritos propios, sión y filial piedad.
así vosotros, con el clero a la cabeza, Si las respeten y observen, como no
532 debéis considerarlos y am arlos como a dudam os que lo hagan, se substraerán
herm anos que no tienen sino un solo a los peligros que la gravedad de las
corazón y una sola alma, aspirando, circunstancias hace tan terribles para la
luego, a que la gloria del único Dios y fe; perm anecerán fieles a las gloriosas
Señor se difunda más y, a la vez, se tradiciones de sus antepasados, las h a­
m ultipliquen los frutos de toda justicia rán revivir en sus corazones y en su
en la hermosura de la paz^10K21 vida, gozando al mismo tiem po de los
m ejores elementos de tranquila prospe­
21. En Gnesen y Posnania. Con án i­ ridad aquí abajo. Pedid incesantemente
mo igualm ente gozoso Nos dirigimos con Nos, la abundancia de los socorros
ahora a vosotros que habitáis la P ro ­ celestiales por la intercesión de la glo­
vincia Gnesen-Posen. E ntre otras cosas riosísim a Virgen María , de S an J osé,
sólo querem os hacer el grato recuerdo cuya fiesta regocija hoy a todo el pue-
glo cristiano y de los Santos Patronos
de que, como eran los deseos de todos
de Polonia.
vosotros, hemos colocado en la ilustre Y como prenda de estas gracias y de
sede de San Alberto a uno de vuestros Nuestra particular benevolencia, Nos
conciudadanos, un varón eximio en concedemos de todo corazón la bendi­
piedad, prudencia y caridad. Más grato ción Apostólica a vosotros, a vuestro
todavía es ver con qué obediencia y con Clero y a todo el pueblo confiado a
qué afecto favorecéis unánim em ente su vuestros cuidados.
m anso y sacrificado gobierno; por lo Dado en Roma, cerca de San Pedro,
cual se puede, realm ente, esperar que el 19 de Marzo de 1894 y decimosépti­
el estado de la Religión Católica p ro ­ mo de Nuestro Pontificado.
grese bien entre vosotros y sea cada
día m ás alentador. LEON PAPA XIII.
(10) Isaías 32, 18.
CARTA APOSTOLICA “PRECLARA GRATULATIONIS
PUBLICA TESTIMONIA”(*}
(20-VI-1894)

A TODOS LOS PRINCIPES Y PUEBLOS DE LA TIERRA


SOBRE LA UNIDAD DE LA HUMANIDAD EN LA FE

LEON PP. XIII


A todos los príncipes y pueblos de la tierra salud y paz en el Señor:

1. Motivo de la Encíclica: la con­ po de Nuestro Pontificado sólo esto


cordia de todos en el hom enaje y sus m irábam os, y a m edida de Nuestras
propios esfuerzos p o r la u nidad de fuerzas sólo esto tratábam os de llevar
todos en la fe. Las preclaras m anifes­ a cabo de palabra y de obra: que todos
taciones de la congratulación que d u ­ los pueblos y todas las naciones se
rante todo el año pasado, con motivo unieran a Nos y brillara claram ente en
de las prim icias de N uestra consagra­ todas sus form as posibles la saludable
ción episcopal nos fueron, de todas influencia del Pontificado Romano.
partes, ofrendadas, y que hace poco P or todo ello sentimos una profunda
fueron coronadas por el insigne hom e­ gratitud y damos las gracias m ás ren ­
naje del pueblo español, Nos trajeron didas en prim er térm ino a Dios clemen­
ante todo este fruto de alegría: ver b ri­ te por cuya m erced y gracia hemos al­
llar en esa sim ilitud y concordia de canzado en buena salud esta edad p ro ­
voluntades la unidad de la Iglesia y la vecta, y luego, agradecemos a todos los
adm irable unión de todos con el Sumo príncipes, obispos, sacerdotes y fieles
Pontífice. que a través de m últiples m anifestacio­
Pareciera en esos días que todo el nes Nos expresaron su am or y devo­
orbe católico hubiera comenzado a olvi­ ción para ho n rar N uestra dignidad
dar todo lo demás p ara dirigir sus m i­ Apostólica y para ofrecer a Nuestra
radas y pensam ientos sólo al Vaticano. persona el consuelo oportuno.
Las em bajadas de los príncipes y las
innum erables peregrinaciones, tantas 2. La unión de todos los hom bres en
misivas, henchidas de am or y las solem­ la fe, sum a aspiración. Faltó, n a tu ra l­
nísimas fiestas religiosas: todo expre­ m ente m ucho para que Nuestro con­
saba en form a diáfana la m ism a idea. suelo fuese pleno y perfecto; pues, en
En la veneración a la Sede Apostólica medio de las m anifestaciones mismas
todos los católicos no tienen sino un de la alegría y del fervor populares,
solo corazón y una sola mente. Esos contem plábam os m entalm ente la in ­
testimonios Nos eran aun m ás gratos y m ensa m ultitud de aquellos que seguían
Nos causaban m ayor alegría por cuanto errando lejos de la unanim idad de los
coincidían con Nuestros propósitos y católicos que estaban regocijándose, en
Nuestras em presas hasta ahora reali­ parte porque aquellos nunca conocie­
zadas, pues, conocedores de las necesi­ ron la sabiduría cristiana y en parte
dades de la h o ra presente y conscientes porque se ap artaron de la fe católica
de Nuestro oficio, durante todo el tiem ­ por más que participen del nom bre
(*) A. S. S. 26 (1894), págs. 705-717. Tracl. especial para la 2? ed. Esta Carta Apostólica no figura en
la 1^ ed.; ella fue escrita con motivo de la clausura de las Bodas de Oro ep;séopales de León XIII
“a los príncipes y a los príncipes y a los pueblos todos” , habla en ella sobre la unidad de la hu­
manidad en la fe (gentiles, cismáticos, herejes y católicos) y sobre desarme y la situación política
mundial. — Los números en el margen dan las páginas del texto original en ASS, vol. 26. (P. H.)
— 515 —
516 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 68, 3-5

cristiano. Estas circunstancias Nos han en que debamos ser salvos(3>. Nos alien­
conmovido íntim am ente y continúan ta el m ayor deseo de poder ráp id a­
conmoviéndonos, por cuanto no es po­ m ente como im buir y llenar todas las
sible fijar los pensam ientos, sin sentir regiones de la tierra del sacrosanto
un vivo dolor, en ese grupo inmenso nom bre de Jesús. En este aspecto, la
del género hum ano que como equivo­ Iglesia nunca dejó de cum plir la m i­
cados de rum bo peregrinan lejos de sión que le fuera encom endada por
nosotros. Dios; pues, ¿qué trabajos llevó a cabo
Y como por un lado representam os en los 19 siglos? ¿qué hizo con gran
aquí en la tierra a Dios todopoderoso celo y constancia si no conducir a los
706 que quiere que todos los hombres se gentiles a la verdad y a la ley cristiana?
salven y lleguen al conocimiento de la Y hoy, los heraldos del Evangelio, m u­
verdad, y por el otro, está inm i­ nidos de Nuestra jurisdicción, surcan
nente el fin hum ano de N uestra edad frecuentem ente los m ares hasta llegar
provecta y agobiada por las preocu­ a los últim os confines de la tierra.
paciones, h a parecido a Nos que de­ Todos los días im ploram os a Dios,
bíam os im itar el ejem plo de nuestro quiera benignam ente m ultiplicar el n ú ­
Redentor y M aestro Jesucristo, quien, m ero de m inistros sagrados, dignos de
en la víspera de su partida al cielo, la misión apostólica, que sacrifican, sin
elevó una ferviente plegaria a su eterno vacilación, sus comodidades, su salud
Padre p ara que sus discípulos y segui­ y aún su vida, si fuese m enester, para
dores tuviesen u n a sola m ente y un extender el reino de Cristo.
solo corazón, diciendo: “Ruego... para
que todos sean una cosa; como Tú, 4. O ración po r la unidad de la fe.
Padre, en mí y yo en Ti, también ellos Tú, empero, Redentor y Padre del gé­
sean en nosotros una sola cosa”(2K nero hum ano, Jesucristo, apresúrate y
P or cuanto esa fervorosa oración di­ no aplaces la obra que antaño prom e­
vina no abarcó sólo a aquellos que tiste realizar al decir que todo lo atrae­
entonces creían en Jesucristo sino tam ­ rías a tí cuando fueses exaltado de la
bién a los que en adelante creerían en tierra (4>. Desciende, por fin, a los cora- 7i
El, Nos encontram os en ese hecho un zones y m anifiéstate a la infinita m ul­
motivo apropiado p ara exponer con titud que se halla privada todavía de
confianza Nuestros anhelos e intentar, los beneficios más grandes que adqui­
cuanto podamos, llam ar y estim ular a riste para los hom bres con el precio de
todos los hom bres sin distinción de tu sangre; despierta a los que están
raza ni de lugar, a que se unan todos sentados en las tinieblas y las sombras
en la fe divina.3* de la m uerte^ para que sean ilum i­
nados por los ra}ros de sabiduría y vir­
3. Los gentiles y la fe cristiana. tud y se consume nuestra unidad en ti
Puesto que Nuestro intento está ani­ y por fz'(6).
mado por la caridad que corre más
rápidam ente al lugar donde la necesi­ 5. Llam ado a los disidentes en gene­
dad es m ayor, vuela Nuestro ánimo ral a volver a la unidad de fe. Al re ­
prim ero a aquellos pueblos m ás infeli­ flexionar sobre el misterio de esta u n i­
ces que nunca recibieron la luz del dad nos representam os el conjunto de
Evangelio o que la volvieron a extin­ aquellos pueblos que la divina bondad
guir por incuria o por las dificultades llevó, tiempo ha, de los errores antiguos
del tiem po; ignoran, por consiguiente, a la sabiduría evangélica. En efecto, no
a Dios y viven en el m ayor error. hay nada que se rememore con m ayor
P or cuanto toda salvación proviene gozo ni que contribuya más lum inosa­
de Jesucristo y no hay otro nombre mente a las alabanzas de la Providen­
debajo del cielo, dado a los hombres cia divina que el recuerdo de los tiem-
(1) I Tim. 2, 4. (4) Juan 12, 32.
(2) Juan 17, 20-21. (5) Ps. 106, 10; cfr. Ps. 87, 7; Is. 9, 2; Mt. 4, 16.
(3) Act. 4, 12 (6) Cfr. Juan 17, 23.
68, 6-7 E n c íc l ic a “P raeclara G r a t u l a t io n is ” 517

pos idos en que la fe, recibida de Dios, eres Pedro, y sobre esta piedra edifi­
era el patrim onio general de todos y de caré mi Iglesia(7\ se com prueba y se
cada uno, en que los pueblos civiliza­ cumple en los Romanos Pontífices. Aun
dos, distintos por el lugar, carácter y más. La antigüedad cristiana vió que
costumbres, por m ás que disintieran no pocos de los Romanos Pontífices
m uchas veces en otras cosas y aun se fueron escogidos del Oriente, así sobre
com batieran, sin embargo, en lo que a todo: Anacleto , E varisto, Aniceto ,
la Religión se refería, vivían unidos E leuterio, S ósimo, y A gatón , la ma- 70S
todos en la fe cristiana. yoría de los cuales tuvo la suerte de
P or eso, al recordar esa circunstan­ sellar su labor con su sangre, después
cia, el alma, en efecto, se acongoja de haber regido sabia y santam ente la
profundam ente porque, en el correr de Iglesia cristiana.
los tiempos, épocas infelices, turbadas Se sabe perfectam ente en qué época,
por susceptibilidades y odios, a rran ca­ por qué razones, con qué motivos y por
ron del seno de la Iglesia grandes y cuáles autores se originó esa desgracia­
florecientes naciones. Como quiera que da discordia. Antes de aquel tiempo en
fuese, Nos, cifrando N uestra confianza que el hombre no había aun separado
en la gracia y m isericordia de Dios lo que Dios u n ió ^ se consideraba sa­
om nipotente quien solo conoce el m o­ grado el nom bre de la Sede Apostólica
mento en que ha de m adurar su ayuda, entre todos los pueblos del orbe cristia­
quien solo posee el poder de dirigir las no, y tanto el Oriente como el Occi­
voluntades adonde El desee, volvemos dente, de acuerdo sin vacilaciones en
Nuestro corazón a esas mismas naciones toda la doctrina, obedecían al Romano
para exhortarlas y conjurarlas con Pontífice, como al legítimo sucesor de
am or paternal porque quieran reto rn ar P edro , y por lo mismo, vicario de Je­
a la unidad, deshaciendo las diferen­ sucristo en la tierra.
cias.6 P or eso, F o cio mismo, si atendemos
al principio del cisma, procuró que se
6. Las iglesias orientales. El p a tri­ enviaran representantes suyos a Roma
monio com ún. El prim ado. El Cisma. p ara que ellos allí lo defendiesen. El
Prim ero dirigimos N uestra m irada con Sumo Pontífice N icolás I, en cambio,
gran afecto al Oriente de donde salió m andó a Constantinopla desde Roma
al principio la salud, p ara esparcirse, a sus delegados sin que nadie lo obje­
después, por el orbe entero. Pues, Nues­ tara, y lo hizo con el fin de que ellos
tro anheloso deseo Nos im pulsa a la investigaran diligentemente la causa del
dulce esperanza de que no esté lejano P atriarca I gnacio e informaran a la
el tiempo en que las iglesias orientales, Sede Apostólica suministrando datos
ilustres por su fe heredada y su gloria completos y veraces; de modo que toda
antigua, vuelvan al hogar de donde la historia de este asunto confirm a
salieron. Y esto, con m ayor razón, p o r­ abiertam ente el Prim ado de la Sede
que no nos separan grandes abismos; Romana, fuese cual fuese la discordia
al contrario, si exceptuam os algunas que entonces estalló.
pocas cosas, en el resto estamos tan de Más tarde, en los Concilios posterio­
acuerdo que m uchas veces, p ara defen­ res tanto en el segundo de Lyón como
der el nom bre católico entresacam os en el Florentino, nadie ignora que con
los testim onios y argum entos de la doc­ consenso rápido y por todos, griegos y
trina, costum bres y ritos de los orien­ latinos con voto unánim e, fué sancio­
tales. El principal punto de disensión es nada la suprem a potestad de los Rom a­
el prim ado del Romano Pontífice. Mas nos Pontífices.
contem plen los comienzos y vean lo que
sus m ayores creían y lo que la época 7. M ejor voluntad actual y m anifes­
m ás cercana a los origines enseñó. taciones de m utua am istad. Intencio-
Pues, resultará claram ente que el testi­ nalm ente, por cierto, recordam os estas
monio divino de Cristo que dice: Tú circunstancias porque constituyen una
(7) Mt 16, 18. (8) Cfr. Mt. 19, 6; Mrc. 10, 9.
518 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 68, 8-9

como invitación p ara hacer las paces; y sospechar que, por eso, Nos o Nuestros
esto con tan ta m ayor razón cuanto que sucesores os quiten nada de vuestros
a Nos parece poder com probar hoy día derechos, de los privilegios p atriarca­
entre los orientales un espíritu mucho les y de las usanzas litúrgicas que posee
más conciliador p ara con los católicos cada una de las Iglesias. Pues, desde
que antes y aun cierta inclinación de siempre tam bién, y para siempre fue
benevolencia hacia ellos, lo cual se m a­ y es un principio aplicado en las dispo­
nifestó expresam ente no hace mucho. siciones y la disciplina de la Sede Apos­
Pues, cuando los nuestros, con un fin tólica, hacer am plia justicia, en lo con­
piadoso, se congregaron en el Oriente, veniente y lícito, a los propios orígenes
los vimos tratados con exquisitas m ani­ y costum bres de cada pueblo.
festaciones de cortesía y am istad. Seguramente, al volver a la unión
P or eso, a todos vosotros que vivís con Nos, de adm irar sería, con el favor
separados de la Iglesia Católica, Nos de Dios, cuánta dignidad y cuánto ho­
os abrimos Nuestra boca^9\ pertenez­ nor ganaríais. Quiera Dios, pues, en su
cáis al rito griego u otro oriental. Sería inm ensa bondad, escuchar vuestra p ro ­
Nuestro m ás vivo deseo que cada uno pia oración que dice: “Haz cesar los
de vosotros reflexionara sobre las pala­ cismas de las iglesias” Y ésta otra:
bras, llenas de afecto y de gravedad, “Congrega a los dispersos, vuelve a la
que B e s a r ió n dirigió a vuestros padres, verdad a los que yerran y únelos a tu
diciendo: “¿Qué responderemos a Dios santa Católica y Apostólica Iglesia”(12K
acerca del motivo por qué nos hemos
Restituyamos, pues, así la fe única y
separado de nuestros hermanos para santa que la m ás rem ota antigüedad,
unir los cuales y recogerlos en un solo
con constancia extraordinariam ente fiel,
aprisco(10> descendió El mismo del cie­
lo, se hizo hombre y fué crucificado? nos ha transm itido a nosotros y a vos­
otros, tradición que vuestros padres y
¿Cuál será nuestra defensa ante la pos­
teridad? No toleremos esto, Padres m ayores han conservado incólume, que
varones como S a n A t a n a s i o , B a s i l i o ,
egregios; no propiciemos tal pronun­
G r e g o r io N a c i a n c e n o , J u a n C r is ó s t o -
ciamiento de separación; no estemos
mo, ambos C ir il o s y otros muchos co­
personalmente tan mal aconsejados, ni
rifeos cuya gloria como común heren­
aconsejemos tan mal a los nuestros”,8
cia pertenecía igualmente al Oriente y
8. Debe ser unión de doctrina y alde Occidente, han ilum inado a porfía
con el resplandor de sus virtudes, la
gobierno. P o nderad debidam ente lo
m agnitud de su ingenio y la excelencia
que pedimos fijándoos en lo que signi­
de su doctrina.
fica en sí y ante Dios lo que decimos;
pues, no movidos por hum anos intere­
9. M ensaje especial a los pueblos
ses, sino urgidos por la caridad divina
y por el anhelo de la com ún salvación eslavos. Aquí Nos será perm itido d iri­
es que Nos os recom endam os la recon- girnos nom inalm ente a vosotros, pue­
709 ciliación y la unión con la Iglesia Ro­ blos eslavos todos, del brillo de cuyo
m ana; querem os decir, unión plena y nom bre dan testimonio m uchos m onu­
perfecta, que de ningún modo puede mentos de la historia. Sabéis cuán egre­
ser aquella que no im plique más que giamente m erecieron de los eslavos
cierta concordia de dogmas que se han vuestros santos padres en la fe, C ir il o
de creer ni m era caridad m utua entre y M e t o d i o , cuya m em oria y el honor
herm anos; sino que la verdadera unión que les es debido, tratam os, hace algu­
entre cristianos es aquella que el Autor nos años, de increm entar. P or su virtud
de la Iglesia, Jesucristo, instituyó y y labor, la m ayor parte de los pueblos
ordenó, la cual consiste en la unidad de vuestra raza recibieron la cultura y
de la fe y de gobierno. Ni hay por qué la redención.
(9) II Cor. 6, 11. (11) De la liturgia de San Basilio: pauson ta
(10) Juan 10, 16. schismata toon ekklesióon.
(12) De la Liturgia de S. Basilio.
6 8 , 10-12 E n c íc l ic a “P raeclara G r a t u l a t io n is ” 519

El resultado de su labor fue que en­ a cada uno de los fieles la potestad de
tre los eslavos y los Romanos P ontí­ in terpretar la Biblia según su propio
fices reinaba, por m ucho tiem po la arbitrio y criterio.
bellísim a intercom unicación: de bene­
ficios de un lado y de reverencia fide­ 11. El naturalismo y racionalismo
lísim a del otro. Mas si la lam entable entre los protestantes. De allí resultó
calam idad de los tiem pos desvió a una que cada uno, rechazando toda norm a
gran p arte de vuestros padres de la ajena de conducta, reconociera como
profesión de la fe Rom ana, considerad única guía y regla de vida la concien­
cuánta im portancia y cuánta bendición cia; de allí también, que lucharan entre
traería la vuelta a la unidad. Tam bién sí las opiniones y sectas, cayendo a
la Iglesia continúa llam ándoos a su re­ menudo en las máximas del naturalis­
gazo, ofreciéndoos la salud, la prospe­ mo o racionalismo. P or eso mismo,
ridad y los m últiples acervos de g ran­ desesperando de hallar una unanim i­
deza. dad doctrinal, ya predican y recom ien­
dan únicam ente una unión de caridad
10. La situación de los protestantes. fraterna. Esto último, ciertam ente con
Disminución del acervo dogmático y m ucha razón, por cuanto todos debe­
de la autoridad de la Biblia. Con no mos estar unidos por lazos de m utua
m enor afecto contem plam os a los que caridad, pues esto es lo que Cristo más
en tiempos más recientes, arrancó de severamente ordenó, y quiso, es decir,
la Iglesia Rom ana cierta insólita sub­ que el am or recíproco fuese la nota
versión de las cosas y circunstancias. distintiva de sus seguidores. En efecto,
Dando al olvido varios de los casos que ¿ Cómo puede unir las alm as la perfecta
sucedieron, eleven sus pensam ientos caridad cuando la fe no pone de acuer­
por encima de las cosas hum anas, y do la inteligencia?
sólo anhelando la verdad y la salvación
m editen en su corazón sobre la Iglesia 12. Las razones de las conversiones
fundada por Cristo. Si quieren com pa­ c invitación a la unión. P o r estas razo­
ra r sus congregaciones con la Iglesia nes, m uchísim os de los aludidos, si­
Católica y apreciar qué lugar ocupa la guiendo su recto juicio y sus ansias
religión entre ellos, fácilm ente concede­ de verdad, buscaron en la Iglesia Ca­
rán que en m uchos e im portantísim os tólica el seguro camino de la salvación,
puntos se h an olvidado de la doctrina pues, com prendían que, de ningún m o­
antigua y se h an desviado a innovacio­ do, podrían estar unidos a Jesucristo,
nes, propiciando diferentes errores; no su cabeza, si no se adhirieran a su
negarán tam poco que, de aquel p atri­ cuerpo que es la Iglesia, ni que podrían
monio de la verdad que los autores de recibir la fe genuina de Cristo si siguie­
las novaciones llevaron consigo a la ran repudiando el m agisterio legítimo,
separación, ya no existe entre ellos casi entregado a P edro y sus sucesores.
ninguna fórm ula segura y autorizada Ellos com probaron que en la Iglesia
de fe. estaba expresada la form a y figura de
Ya ha llegado al extrem o de que la verdadera Iglesia, notoriam ente tal,
muchos no se avergüenzan en arrancar por los caracteres que su autor divino
el mismo fundam ento en que única­ le im prim iera. Es por esto que entre
m ente descansa toda la Religión y toda los convertidos se cuentan m uchos que,
esperanza hum ana, es decir, la divina dotados de un juicio agudo y de un
naturaleza de Jesucristo, Salvador nues­ ingenio sutil p ara com prender los an ti­
tro. guos tiempos probaron, en eximios es­
Igualm ente, los que antes afirm aron critos, la continuidad de la Iglesia desde
que los libros del Antiguo y del Nuevo los días de los Apóstoles, la invariabi­
Testam ento fueron escritos bajo inspi­ lidad de los dogmas y la constancia de
ración divina, ahora les niegan tal auto­ sus instituciones. Al contem plar el ejem ­
ridad, a lo que, naturalm ente, debían plo de estos hom bres, os convenza,
llegar por lógica necesidad, al entregar herm anos nuestros, m ás el afecto que
520 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 68, 13-14

la palabra, los que estáis ya tres siglos las cosas con toda el alm a y con pro n ­
largos separados de nosotros, y tam bién tísim a voluntad.
los que m ás tarde, por cualquier m oti­
vo, os alejasteis de nosotros. Alcance­ 14. ¿Qué es la Iglesia, y cuál su m i­
mos todos la unidad de la fe y el cono­ sión? Sus relaciones con el E stado. En
cimiento del Hijo de Dios^13K esta m ateria ponderen cuán pernicioso
Perm itidnos que os invitemos a esa para la unidad cristiana es el error que,
unidad que en ningún m om ento faltó en sus m últiples aspectos, obscureció
por doquiera y aun destruyó por com ­
a la Iglesia Católica, ni puede faltarle
pleto la verdadera esencia y el verda­
bajo ninguna condición y que os tenda­
dero concepto de la Iglesia. Pues, ella
mos afectuosam ente la m ano. Os llam a es, según la disposición y el m andato
hacia sí desde hace m ucho tiempo la de Dios, su fundador, una sociedad per­
Iglesia m adre com ún de todos; os espe­ fecta en su género, cuya m isión y ofi­
ran todos los católicos con ansias fra ­ cio es enseñar a los hom bres los pre­
ternales p ara que juntos adorem os san­ ceptos y norm as evangélicas, y condu­
tam ente a Dios, unidos, en perfecta cir, por el am paro que da a la integri­
caridad, por la profesión de un mismo dad m oral y por la práctica de las
Evangelio, de una m ism a fe y una m is­ virtudes que estimula, hacia aquella
m a esperanza. felicidad que a cada uno de los hom ­
bres le está preparada en el cielo.
13. T am bién los católicos deben cui­ P o r ser una sociedad perfecta, como 712
d a r su unión. P a ra llegar a la perfecta decíamos, su vigor y fuerza vitales no
arm onía de la tan deseada unidad, vienen de fuera sino que radican en la
resta que Nos dirijam os ahora a todos, voluntad de Dios y brotan de su propia
cuantos sean en la redondez de la tie­ naturaleza. P or esta m ism a razón, po­
rra, por cuya salvación, desde hace see por naturaleza el poder de dar le­
m ucho tiem po se desvelan Nuestros yes; y es justo que al legislar no esté
pensam ientos y preocupaciones: nos sujeta a nadie. Tam bién en otras cosas
referim os a los católicos a quienes la que son de su incum bencia debe ser
profesión de la fe Rom ana somete a libre.
la Sede Apostólica, m anteniéndolos así Esa libertad, sin embargo, no es tal
unidos a Jesucristo. N aturalm ente, no que dé lugar a recelos y envidias, pues,
es m enester exhortarlos a la verdadera la Iglesia no aspira al poder tem poral,
y santa unión de la cual, por la bondad ni se siente im pulsada por ninguna p a­
de Dios ya disfrutan; hemos de preve­ sión o avaricia sino que sólo quiere y
nirles, sin embargo, a que, al agravarse desea conservar entre los hom bres la
por doquiera los peligros, no pierdan práctica de las virtudes, y de este modo
por su negligencia y pereza este supre­ y conducto asegurarles la vida eterna.
mo beneficio de Dios. Por eso, suele dar m uchas facilidades y
m ostrar una m aternal indulgencia, y
Ojalá recojan, p ara este fin, las n o r­ aun no pocas veces renuncia al ejercicio
mas p ara su sentir y obrar de los docu­ de su derecho, tom ando en cuenta las
m entos que Nos mismo, en otras opor­ circunstancias especiales de los E sta­
tunidades, publicam os p ara enseñanza dos. Pruebas claras de ello Nos propor­
de los pueblos católicos dirigiéndonos a cionan los concordatos, pactados a m e­
ellos ora en conjunto, ora individual­ nudo con los imperios.
mente. No hay nada m ás ajeno a su volun­
Ante todo, establezcan p ara sí como tad que arreb atar al Estado cualquier
ley suprem a la obediencia al Magisterio derecho; pero, en cambio, es necesario
y a la autoridad de la Iglesia, pero no que el Estado respete los derechos de
una obediencia m ezquina y recelosa la Iglesia y se cuide para no apropiarse
sino una sum isión practicada en todas de ellos en lo m ás mínimo.
(13) Efes. 4, 13.
68, 15-16 E n c íc l ic a “P raeclara G r a t u l a t io n is ” 521

15. La Iglesia perseguida por las 16. La obra nefasta de la Masonería.


pretensiones del Estado. Regalismo re­ De un modo parecido al regalismo,
divivo. A hora bien, si m iram os las am enaza el peligro de una secta que
cosas y los hechos como hoy se Nos llam an la masónica, cuyo funesto poder
presentan, ¿cuál es la situación de oprim e desde hace m ucho tiempo, de
nuestros tiempos? Acostum bráronse de­ un modo especial, a las naciones ca­
masiados hom bres, por cierto, a m irar tólicas. Favorecida por la turbulencia
a la Iglesia con recelo, a despreciarla, de los tiempos, ensoberbeciéndose por
rechazarla, odiarla y acusarla falsam en­ la conciencia de su poder, de sus medios
te; y lo que es más grave aún, lo hacen, y su éxito lucha con todo ahinco por
disponiendo de todos los medios y po­ establecer firm em ente su dominio y
deres, p ara así som eterla a la jurisdic­ propagarlo siempre más con todo em ­
ción de los gobernantes estatales. P ara peño. Ya salió de su escondrijo y ace­
ello la despojaron de sus bienes y res­ cho irrum piendo en la luz pública de
tringieron angustiosam ente su libertad; los Estados, y aun en esta m ism a Urbe
para eso se ha dificultado la educación (de Roma), cabeza de la Religión Ca­
de los sem inaristas, se han dado leyes tólica estableció sus reales, provocando
especialmente severas contra el Clero; casi la m ajestad de Dios.
se h an disuelto y prohibido las congre­ Pero lo más triste del caso es que
gaciones religiosas, el m ejor baluarte dondequiera que alcance a poner el pie
de la fe cristiana; en u na palabra, se se introduce en todas las capas del
han reeditado en form a acerba todas pueblo y en todas las instituciones del
las leyes y m edidas de los regalistas o Estado hasta lograr, finalm ente, los
febronianos, lo cual significa conculcar puestos m ás altos y el poder a discre­
los derechos sagrados de la Iglesia. De ción. E sta es, por, supuesto, la cala­
allí nacen los m ayores males p ara el m idad m ás grande, pues, son m anifies­
Estado, porque abiertam ente pugna tas la m aldad de sus ideas y la perver­
contra los designios divinos. Pues, Dios, sidad de sus planes.
amo y creador del m undo, quien con So pretexto de reivindicar los dere­
gran sabiduría sujetó la sociedad h u ­ chos hum anos y restau rar la sociedad
m ana al doble poder, civil y eclesiás­ civil persigue encarnizadam ente la fe
tico y quiso que perm anecieran distin­ cristiana, repudia la doctrina revelada
tos e inconfundidos, pero prohibió al por Dios, tilda de superstición los ejer­
mismo tiem po que estuvieran separados cicios de piedad, los santos sacram entos
y en conflicto. Así pues, tanto la vo­ y otras cosas sagradas; se em peña en
luntad de Dios como el bien de la despojar de su carácter cristiano el m a­
sociedad exigen que la potestad civil trim onio, la familia, la educación de la
se ponga de acuerdo con la eclesiástica juventud, todo negocio, privado o p ú ­
para regir y gobernar. De allí se ve que blico y en arran car del alm a de los
el Estado tiene sus propios derechos y pueblos todo respeto por la autoridad
deberes; la Iglesia tiene tam bién los sea hum ana, sea divina.
suyos; pero es necesario que ambos Además, enseña la secta que el hom ­
estén unidos con el vínculo de la con­ bre debe rendir culto a la naturaleza,
cordia. deduciendo de ella sola los principios
De este modo, pues, las relaciones y las norm as de verdad, m oralidad y
m utuas entre la Iglesia y el Estado se justicia. De esta m anera, como es m a­
libran del actual desorden que, por más nifiesto, se im pulsa al hom bre casi a
de un título, es inconveniente y para la m oral y a las costum bres de vida
los buenos extrem adam ente fastidioso. paganas, las que se hacen hoy día aun
Igualm ente se logrará así que los ciuda­ más licenciosas por los incentivos que
danos den al César lo que es del César, se m ultiplican.
y a Dios lo que es de Dios^lá\ por Nos hemos tratado seriamente este
cuanto los intereses de ambos poderes asunto en otra oportunidad; sin em bar­
no se hallan confundidos ni disociados. go, la vigilancia Apostólica Nos urge
(14) Mat. 22, 21.
522 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón X III (1894) 68, 17-19

levantar N uestra voz u na y o tra vez, e Tenemos ante Nuestros ojos la situa­
insistir en que, ante un peligro tan ción de Europa. Desde hace m uchos
am enazador, todas las precauciones que años se vive en una paz más bien ap a­
se tom en serán pocas. Dios im pida be­ rente que verdadera. P or cuanto se han
nignam ente la ejecución de sus crim i­ arraigado los m utuos recelos, casi todas
nales planes, mas el pueblo cristiano las naciones continúan arm ando el ap a­
sepa y com prenda que debe sacudir de rato bélico. La juventud inexperta, le­
una vez el yugo tan indigno de la secta. jos del consejo y de la autoridad de sus
Sacúdanlo con m ayor energía aquellos padres, es lanzada a los peligros de la
pueblos que sufren una más dura opre­ vida m ilitar; en la flor de la edad se la
sión, el italiano y el francés. Nos m is­ arranca del agro, de provechosos estu­
mo ya hemos señalado qué arm as y dios, del comercio y de los oficios para
qué métodos serán los más seguros p a­ pasarla al m anejo de las arm as. Por los
ra lograrlo. Ni es incierta la victoria enormes gastos militares, las arcas fis­
para los que confían en el Jefe cuya cales se hallan exhaustas, aniquilados
divina palabra no falla: “Yo he vencido los recursos estatales y afectada la fo r­
el mundo”(15K tuna de los particulares. Hemos llegado
ya a un estado en que la paz arm ada
17. Vencidos el regalismo y la maso­ se vuelve intolerable. ¿Será n atu ral tal
nería, surgirían las ventajas; la pri­ estado de la unión cívica hum ana? No
mera, el trabajo de la Iglesia en liber- podemos salir de esta situación, ni lo­
714 tad. E lim inados u n a vez am bos peli­ grar una verdadera paz si no por la
gros, y vueltos los reinos y repúblicas gracia de Jesucristo; pues, para poner
a la unidad de la fe, sería de adm irar coto a la ambición, a la codicia de los
qué remedios m ás eficaces contra los bienes ajenos y a los odios, vicios m á­
males y qué abundancia m ás grande ximos que encienden las teas de las
de bienes b ro tarían de allí. E num era­ guerras, no hay nada tan apto como la
remos los principales. virtud cristiana, en especial, la justicia.
Primero el que atañe a la dignidad y Sólo por los oficios de esta virtud po­
la m isión de la Iglesia. Ella ocuparía drán m antenerse inviolables tanto el
el sitial de honor que le corresponde e derecho de gentes y la santidad de los
iría por su camino, ajena a los odios, pactos como perm anecer firm es los
gozando de la libertad y dispensando lazos de la fraternidad hum ana, con­
la gracia divina y la verdad evangélica; venciéndose todos de que la justicia
y eso, p ara singular bendición de los engrandece las naciones(1GL
pueblos. La Iglesia habiendo sido consti­
tuida por Dios en m aestra y conductora 19. La cuestión social y política en
de los hom bres podría prestar sus servi­ el interior. El papel de la Iglesia. Ella
cios especialmente aptos p ara encam i­ protegería, igualmente, el bienestar pii-
n ar al bien com ún los profundos cam ­ blico m ucho más eficaz y firm em ente
bios que presencia nuestra época, solu­ de lo que pueden hacerlo las leyes y
cionando, oportunam ente, aun los más las arm as; pues, no hay quien no vea
complicados problem as, fom entando el que, a diario, se agravan los peligros
derecho y la justicia que son los fu n ­ que am enazan la seguridad y tranquili­
dam entos más sólidos de una república. 18*
dad públicas, por cuanto bandas de se­
18. Segunda ventaja: el acercamiento diciosos — como lo prueban las frecuen- 715
de las naciones, alejando el espectro tes atrocidades de los atentados— cons­
de un conflicto. La guerra fría. Ade­ piran para derrocar y hundir a los
más, se im pulsaría en form a preclara gobiernos.
la unión entre las naciones, el deside­ Dos problem as se agitan con gran
rátum m áxim o de nuestros tiempos ardor, los que designan con los nom ­
p ara precaver los trem endos albures de bres de la cuestión social y del proble­
las guerras. ma político; ambos m uy graves.
(15) Juan 16, 33. (16) Prov. 14, 31.
68, 20-21 E n c íc l ic a “P raeclara G r a t u l a t io n is ” 523

Aunque p ara solucionar con sabi­ su realización, Nos en lontananza vis­


duría y justicia ambos problem as se lum bram os cuál podría ser el futuro
h an hecho estudios laudables, tom ado orden de cosas en la tierra. No cono­
justas m edidas y practicado experim en­ cemos nada m ás agradable que la visión
tos directos, nada sería tan oportuno, de bienes que de allí seguirían. Apenas
sin embargo, como continuam ente ir es posible im aginarse cómo por doquie­
form ando en los corazones, m ediante ra y en form a repentina se elevaría el
los principios espirituales de la fe cris­ curso de la vida hacia toda herm osura
tiana la conciencia y la norm a del y prosperidad, al restablecerse la tra n ­
deber. quilidad y la paz, al fom entarse las
De la cuestión social ya hemos h a ­ ciencias, al fundarse y aum entarse,
blado ex profeso no hace m ucho dedu­ además, sobre una base cristiana, las
ciendo los principios de solución así asociaciones de campesinos, obreros y
del Evangelio como de la ley natural. artesanos con cuya colaboración se su­
Hablarem os del problem a político. prim iría la voraz usura y se ensancha­
P ara conciliar la libertad con la auto­ ría el campo de los trabajos útiles.
ridad, dos conceptos que m uchos p re­
sentan confusos en la teoría y separa­ 21. El funesto influjo de las luchas
dos desm edidam ente en la práctica, religiosas. La bendición de aquellos
será m uy útil derivar las nociones de la beneficios de ninguna m anera se cir­
filosofía cristiana, porque si partim os cunscribiría a los límites de las nacio­
de la base, que todos adm iten y ap rue­ nes civilizadas y cultas sino que in u n ­
ban, que la autoridad em ana de Dios daría el largo y ancho m undo como un
cualquiera fuese el régim en de gobier­ río caudalosísimo. Pues, debemos tom ar
no, la razón com prende, en el acto, que en cuenta que .a in finita m ultitud de
en unos debe residir el legítimo derecho pueblos, como decíamos al principio,
de m andar y a otros corresponder el espera ansiosa y desde siglos y edades
deber de obedecer, lo cual no es con­ que le traigan la luz de la verdad y de
trario a la dignidad hum ana, porque en la civilización. Verdad es que, en lo
realidad se obedece a Dios m ás bien concerniente a la salvación eterna de
que a los hom bres. Dios, empero, ha los pueblos, la sabiduría de la mente
anunciado un juicio severísimo para divina dista muchísimo de los pensa­
los que gobiernan(17), a no ser que h a ­ mientos humanosD8); sin embargo, po­
yan desempeñado su papel con rectitud demos afirm ar que si en m uchas re­
y justicia. giones del orbe reina aun una nefasta
La libertad individual, en cambio, a superstición, en gran parte se debe
nadie puede ser sospechosa ni odiosa achacar la culpa de ello a las luchas
porque, sin perjudicar a nadie, se des­ religiosas que ardían en E uropa. Pues,
envuelve en la verdad, en la rectitud en cuanto la razón hum ana pueda de­
y en lo que dice relación con la tra n ­ ducir conclusiones de los acontecim ien­
quilidad pública. tos históricos, parece evidente que Dios
Finalmente, si consideram os lo que asignó a E uropa la misión de llevar
puede hacer la Iglesia, m adre y m edia­ paulatinam ente la cultura cristiana a
dora entre los pueblos y gobernantes, todos los continentes. Los comienzos y
fundada p ara ayudar a ambos con su los progresos de esta obra, iniciada por
autoridad y sus norm as, se verá con los prim eros siglos cristianos, se iban
toda claridad cuánto im porte al bienes­ encam inando hacia increm entos glorio­
ta r com ún que todos los pueblos se sos cuando, de repente, estalló la dis­
decidan a sentir y profesar lo mismo cordia religiosa del siglo 16. Dado que
respecto de la fe cristiana. 20 las disputas y contiendas destrozaban
la cristiandad y las fuerzas de E uropa
20. E stado ideal de cosas gracias al se iban debilitando por las riñas y gue­
cristianism o. Al reflex io n ar sobre lo rras, las Misiones santas sintieron el
anterior y deseando de todo corazón influjo funesto de las circunstancias.
(17) Sabiduría 6, 6. (18) Cfr. Is. 55, 8.
524 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 6 8 , 2 2 -2 3

Como hoy día continúan aún poderosas Rogamos nom inalm ente a los P rín ­
las causas de la discordia, ¿es de adm i­ cipes y gobernantes de las naciones,
ra r que una parte tan apreciable de la guiados por su prudencia comprensiva
hum anidad viva sujeta a costum bres y su preocupación por el bien de sus
inhum anas y ritos irrazonables? pueblos, quieran apreciar, sin prejui­
Empeñémonos, pues, todos con igual cios, Nuestras orientaciones y favore­
celo en restaurar, p ara el com ún bien cer con su autoridad y benevolencia su
de todos, la antigua concordia. Los ejecución. Si sólo una parte de los
tiempos p ara restablecer la unidad y ansiados frutos se produjera constitui­
p ara difundir am pliam ente los benefi­ ría un no pequeño beneficio en medio
cios de la sabiduría cristiana corren de tan ta decadencia de todas las cosas,
muy propicios porque el sentimiento
de la fraternidad hum ana jam ás había en un mom ento en que la inquietud de
penetrado tan hondo en los corazones, los tiempos presentes se ju n ta con el
ni, en edad alguna, el hom bre, para tem or de los futuros.
conocerlos y ayudarles, había visitado El fin del siglo pasado (22> Nos dejó
a sus sem ejantes más ansiosam ente que una E uropa exhausta por las luchas y
ahora. Coches y naves recorren con angustiada por las perturbaciones inte­
increíble rapidez las inm ensas extensio­ riores. Este siglo que rápidam ente corre
nes de la tierra y del m ar, lo cual trae a su térm ino, ¿por qué, invirtiendo los
excelentes ventajas no sólo p ara el co­ signos, no podría transm itir al género
mercio y la satisfacción de la curiosi­ hum ano, como herencia, los augurios
dad de los estudiosos sino tam bién para de la concordia junto con la esperanza
propagar la palabra de Dios desde la de los m ayores bienes que la unidad
salida del sol hasta el ocaso^1Q\ de la fe cristiana puede proporcionar?
22. En Cristo está la gracia y el bie­ 23. Auspicios y Bendición Apostólica.
nestar. Nos no ignoram os que la res­ Dios que es rico en misericordia(23) y
tauración del orden es un trabajo m uy
en cuyas m anos están los tiempos y los
largo y penoso; ni falten, quizás, quie­
nes crean que exageramos N uestras-es­
m o m e n to s^\ m ire propicio Nuestros
peranzas y que buscam os más las cosas deseos y votos y benignam ente apresure
ideales que las reales. Pero Nos cifra­ el cum plim iento de la prom esa de Je­
mos toda N uestra esperanza y Nuestra sucristo que dice que se h ará un solo
plena confianza en el Salvador del gé­ rebaño bajo un solo pastor(25L
nero hum ano, Jesucristo, recordando, Dado en Roma, cerca de San Pedro,
como es justo, cuánto h a realizado la el 20 de Junio de 1894, en el año deci­
necedad de la Crwz(2°) y su predica­ moséptimo de Nuestro Pontificado.
ción de m odo que quedó estupefacta y
confundida la sabiduría de este siglo^1
920212K LEON PAPA XIII.
(19) Ps. 49, 1; 112, 3; Malaq. 1. 11. (23) Cfr. Ecles. 17, 28.
(20) I Cor. 1, 18. (24) Act. 1, 7.
(21) I Cor. 1, 20; 2, 6; 3, 19. (25) Juan 10, 16.
(22) Siglo 18.
<Í3Ü)

ENCICLICA “IUCUNDA SEMPER EXPECTATIONE”


(8-IX-1894)

SOBRE LA DEVOCION AL SANTISIMO ROSARIO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

7 1. La eficacia del Santo Rosario. Con seando la m irada en torno vuestro, ve­
la gozosa expectación y alentadora es­ réis que esos motivos subsisten y en
peranza de siempre vemos volver el parte se han agravado, por lo cual, en
mes de Octubre, en que, consagrado este año, ha de volver a estim ularse en
por Nuestra exhortación y m andato a vuestros rebaños el fervor de las sú­
la B ienaventurada Virgen María , flo­ plicas a la Reina del cielo.
rece desde hace no pocos años en todo
el m undo católico la unánim e y fer­ 2. El fruto obtenido, motivo del de­
viente devoción del Rosario. Hemos seo de un mayor progreso. Añádase a
explicado m uchas veces el motivo de esto que, al fijar Nuestro pensam iento
Nuestras exhortaciones. en la íntim a naturaleza del Rosario,
Como los calamitosos tiempos p o r­ cuanto más gloriosas se Nos presenten
que atraviesa la Iglesia y la sociedad su grandeza y utilidades tanto m ás se
civil reclam aban con urgencia el soco­ acucian el deseo y la esperanza de que
rro inm ediatísim o de Dios, hemos pen­ Nuestra recom endación tenga tanta
sado que era preciso im plorar ese soco­ fuerza que el am or a esta santísim a
rro por la intercesión de su Madre y oración produzca progresos aun más
que debía conseguirse principalm ente grandes, al aum entarse su conocimiento
de aquella m anera cuya eficacia el en los corazones y al difundirse esa
pueblo cristiano siempre estimó salu­ práctica.
dabilísima. P ara ello no queremos repetir las
consideraciones de índole varia que en
Frutos de la devoción. E xperim en­ años precedentes expusimos sobre el
tóla, en efecto, desde el mismo origen tem a; más bien conviene explicar y
del Rosario m ariano, ya en la defensa enseñar por qué sublime disposición
de la fe contra los crim inales ataques divina sucede, que, gracias al Rosario,
de los herejes, ya en el justo elogio de prim ero influya de un modo suavísimo
las virtudes, el cual h ab rá de volver a en los ánimos de los que ruegan la
entonarse y refirm arse en medio de un confianza de ser escuchados, y segundo
siglo de corrom pidos ejemplos; y la la m aternal m isericordia de la Virgen
experim entó en privado y en público Santísim a para con los hombres, res­
por la serie de beneficios cuyo preclaro ponda con sum a benignidad a ese
recuerdo está consagrado por doquiera ruego.
tam bién en instituciones y m onum en­
tos. Del mismo modo, en nuestra época, 3. María Medianera de la divina gra­
agobiada por los m últiples peligros del cia. El hecho que busquemos, mediante
mundo, nos regocijamos conm em oran­ nuestras oraciones, el auxilio de María
do los frutos que de él provenían. Sin se basa, ciertam ente, como en su fu n ­
embargo, Venerables H erm anos, p a­ damento, en el oficio, que ella constan-
(®) A. S. S. 27 (1894/95) 177-184. Dirigida “a1 todos los Patriarcas, Arzobispos y Obispos y otros
Ordinarios que viven en unión y paz con la Sede Apostólica” . Traduc. totalmente reformada para la 2<f
edición. — Los números en el margen dan las páginas del texto original en ASS„ vol. 27. (P. TI.)
— 525 —
526 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 69, 4-6

tem ente desem peña cerca de Dios, de que conoce todo ello y lo medita. P o r­
obtenernos la gracia divina, por ser que al ofrecerse a Dios como sierva p a ­
M a r ía en sumo grado acepta a Dios a ra ser su madre, y al consagrarse ente­
raíz de su dignidad y m éritos y por ram ente a El en el Templo con su Hijo,
aventajar por m ucho el poder de todos ya se asoció, en ambos actos, a ese Hijo
los santos. Este oficio, empero, no está, en la laboriosa expiación del género
quizás, tan m anifiestam ente expresado hum ano; y por esto, no es dudoso que
en ningún modo de oración como en se haya condolido íntim am ente con El
el Rosario en que la participación que en sus acerbísim as angustias y torm en­
tuvo la Santísim a Virgen en la obten­ tos.
ción de la salvación, está explicado casi Por lo demás, en presencia y a la
con efectos tangibles, lo cual redunda vista de M a r ía había de consumarse el
en eximia ventaja p ara la piedad, ya Divino Sacrificio para el cual había
contem plando los sucesivos misterios, alim entado la víctim a de sí mismo, lo
ya repitiendo con labios piadosos las cual en el últim o y más enternecedor
preces. de los m isterios se nom bra, diciendo:
junto a la Cruz de Jesús, estaba María,
4. Los m isterios gozosos. Prim ero su m adreé, la que, movida de inm en­
vienen los m isterios gozosos. El Hijo so am or hacia nosotros para acogernos
Eterno de Dios se inclina hacia la h u ­ como hijos, ofreció voluntariam ente el
m anidad, haciéndose hom bre, consin­ suyo a la justicia divina, m uriendo en
tiendo, empero, M a r ía y concibiendo su corazón con El, traspasada por una
del Espíritu SantoW. Luego, J u a n , por espada de dolor.
una gracia insigne, se santifica en el
seno de su m adre, favorecido con esco­ 6. Los m isterios gloriosos. F in al­
gidos dones para preparar los caminos mente, en los misterios gloriosos que
del Señor^; todo ello, empero, gracias siguen, se confirm a más el mismo ofi­
a la salutación de M a r ía que por divina cio misericordioso de la Santísim a Vir­
inspiración visita a su prim a. F in al­ gen, por los mismos hechos. Goza en
mente, Cristo, el Esperado de las Na­ silencio la gloria de su Hijo, que triu n ­
c i o n e s viene al m undo y nace de fa de la m uerte; al que sube a su trono
M a r í a ; los pastores y los magos, p ri­ celestial le sigue con el afecto de m a­
micias de la fe, apresurándose piadosa­ dre; m ereciendo el cielo, se halla rete­
mente p ara llegar al pesebre, encuen­ nida en la tierra, la m ejor consoladora
tran allí al Niño con María, su ma- y m aestra de la naciente Iglesia, pene­
d r e ^ . J e s ú s , p ara ofrecerse a Dios trando en los insondables abismos de la
como víctim a en una cerem onia públi­ divina sabiduría, más allá de cuanto
ca, quiere ser llevado al Templo, por el pudiera creerseH). Mas como el sagrado
m inisterio de M a r í a , a fin de ser allí misterio de la redención no se había de
presentado al S e ñ o r La m ism a Vir­ cum plir antes que viniera el Espíritu
gen en la m isteriosa pérdida del Niño, Santo, prom etido por Cristo, hallam os
buscándolo con solícita inquietud, lo por eso a la Virgen en el mem orable
encuentra con inm ensa alegría. Cenáculo donde, orando, en unión con
los Apóstoles y por ellos, con inefables
5. Los m isterios dolorosos. Ni de gemidos va m adurando para la Iglesia
otro modo nos hablan los m isterios la gloria del mismo Consolador, don
dolorosos. E n el jard ín de Getsemaní, suprem o de Cristo, tesoro que jam ás
donde Jesús se aflige y se entristece había de faltar ya. Ella trasladada al
hasta la m uerte; y en el Pretorio, donde cielo corona y perpetúa su misión p i­
es azotado, coronado de espinas, con­ diendo por nosotros, la contemplamos
denado a m uerte, M a r ía está, cierta­ subiendo del valle de lágrim as a la ciu­
mente, ausente, pero, m ucho tiempo ha,1*34 dad santa de Jerusalén, rodeada de co-
(1) Le. 1, 35. (5) Le. 2, 22.
: (2) Le. 1, 76; Me. 1, 2. (6) Juan 19, 25:
(3) Ageo. 2, 8. (7) San Bernardo, De 12 prerrogativ. B.M.V.
(4) Le. 2, 16. n. 3 (Migne PL. 183, col. 431-B).
6 9 , 7 -9 E n c íc l ic a ‘T u c u n d a S em per” 527

ros de ángeles; la honram os, exaltada m iendan por las súplicas de la Virgen
en la gloria de los Santos, coronada Santísima, a Quien dirige de continuo
por su Hijo divino con la diadem a de el soberano Señor aquella tierna invi­
estrellas y sentada cerca de El, Reina y tación del libro de los Cantares: “Suene
Señora de los Universos. tu voz perpetuamente en mi oído; por­
Todas estas cosas, Venerables H erm a­ que es dulce el sonido de tu voz”^1°>.
nos, en que se m anifiesta el designio de P or esto, vuelven tantas veces, enun­
Dios, designio de sabiduría, designio de ciados por nosotros, los que son para
piedad^ y en que brillan al mismo ella títulos gloriosos p ara suplicar. Sa­
tiempo los grandísim os beneficios de la ludam os a la que ha encontrado gracia
Virgen Madre en favor nuestro, no pue­ delante de Dios, y especialmente, la que
den menos de causar en todos una ha sido llena de gracia, cuya sobreabun­
honda alegría, inspirándoles la firm e dancia se derram a sobre todos; a aque­
confianza de que, por la m ediación de lla con quien el Señor está unido en la
M a r ía , se obtendrá la divina clemencia unión m ás íntim a que pueda darse; a
y misericordia. la bendita entre todas las mujeres que
sola soportó la maldición y trajo la
7. O ración vocal. La oración vocal bendiciónU1), aquel fruto dichoso de
que está en apropiada consonancia con sus entrañas, en quien serán bendeci­
los misterios, obra en el mismo sentido. das todas las naciones. La invocamos,
Precede, como es justo, la oración do­ por último, como a Madre de Dios, y
minical, dirigida al Padre celestial; des­ am parada con esta sublime dignidad,
pués de haberle invocado con eximias ¿qué no podrá alcanzar ella para nos­
peticiones, la voz suplicante se vuelve otros, pobres pecadores?, y ¿qué no
del trono de su M ajestad a M a r í a . Pues, podrem os esperar nosotros de sus ru e­
no hay otra ley que la llam ada ley de gos en toda la vida y en la últim a ago­
reconciliación y de petición que S a n nía de nuestro espíritu?
B e r n a r d i n o d e S e n a ha form ulado en
esta sentencia: ((Toda gracia que se 9. F uente de confianza y de im petra­
comunica a este mundo llega por tres ción. Im posible es que el hom bre que
pasos: es decir de Dios a Cristo, de con fe y fervor se dedique a estas ora­
Cristo a la Virgen y de la Virgen a ciones y misterios, no se sienta arreb a­
nosotros; así se dispensa la gracia con tado en adm iración, contem plando los
toda regularidad”^ ; de éstos, que son, designios de Dios, realizados en la Sma.
ciertam ente, de diversa naturaleza, Virgen para la salvación de todos los
aquel grado en que solemos reposar pueblos; imposible que no se regocije
más larga y gustosamente, es el último, en pronta confianza de que sea recibido
m ediante el Rosario, en que la saluta­ en su protección y regazo m aternal, re ­
ción angélica se recita por decenas, pitiendo las palabras de S a n B e r n a r d o :
como si, de este modo, subiéram os más ¡Acordaos, o piadosísima Virgen Ma­
confiadam ente a los otros grados, es ría, que jamás se oyó decir que ninguno
decir, por Cristo a Dios. de cuantos han acudido a vuestra pro­
tección, implorado vuestro socorro y
8. E l p o r qué de las repeticiones. pedido vuestros auxilios haya sido des­
Elevamos tantas veces la m ism a salu­ oído ni abandonado!
tación a M a r í a , p ara que nuestra o ra­ La m ism a virtud que el Rosario po­
ción im perfecta y débil sea sostenida see para persuadir a la confianza de
por la necesaria confianza, suplicando ser escuchados a los que rezan, la tiene
a M a r ía que ruegue a Dios por nos­ tam bién para mover a la m isericordia
otros, como en nuestro nom bre. Pues, al corazón de M a r í a . Le causa, sin
a nuestras plegarias se añade u na m a­ duda, una gran alegría el vernos y
yor gracia y eficacia cuando se reco- 89 oírnos cuando, según corresponde, va­
(8) S. Bernardo, Serm. in Nativ. B.M.V. n. 6;
(Migne PL. 183, col. 440-B). cio) Cant. 2, 14.
(9) S. Bernardino de Sena, Serm. VI in festis (11) S. Thomas op. VIII super salut. ángel, n. 8.
B.M.V. de Annunc., a. 1, s. 2.
528 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 69, 10-12

mos tejiendo la corona de las honrosas píritu hacia las cosas celestiales; puesto
peticiones y de las m ás bellas alaban­ que el Santo Rosario como todos bien
zas. Pues, cuando, rezando de esta m a­ saben, consta de dos partes, distintas
nera, damos a Dios la debida gloria y entre sí y, a la vez, unidas: de la medi­
la anhelam os p ara El; cuando busca­ tación de sus m isterios y de la oración
mos únicam ente el cum plim iento de su vocal.
deseo y voluntad; cuando exaltamos su
bondad y m unificencia, dándole el 12. F ru to s de la m editación de los
nom bre de Padre e im plorando en m ás grandes m isterios de la fe. Por
nuestra indignidad, los m ás preciosos esta razón, este método de rezar pide
dones, entonces M a r ía se complace so­ la especial atención del hom bre por
brem anera en ello, y, verdaderam ente, cuanto no sólo dirige de algún modo
glorifica al Señor <12a) m ediante nuestra a Dios al espíritu hum ano sino que se
piedad. Pues, al recitar la oración do­ ocupa en tal form a de lo que considera
m inical rezam os u n a oración digna. y m edita que logrará tam bién enseñan­
za para la enm ienda de la vida y ali­
10. L a oración dom inical. A las pe­ m ento para toda clase de piedad, dado
ticiones que en ella form ulam os, de que no hay nada más grande ni adm i­
suyo tan rectas y bien ordenadas como rable que aquellas verdades en torno
conform es a la fe, esperanza y caridad de las cuales gira la esencia de la fe
cristianas, viene a juntarse el peso de cristiana y de cuya luz y fuerza surgie­
cierta recom endación que es gratísim a ron la verdad, la justicia y la paz, las
a la Santísim a Virgen, por cuanto a cuales crearon un nuevo orden de cosas
nuestra voz parece asociarse la voz de en la tierra, produciendo los más go­
Jesús su Hijo, quien, siendo su autor, zosos resultados.
entregó esa oración a sus discípulos en Con esto dice tam bién relación la
térm inos precisos, prescribiendo su rezo form a en que estos puntos im portantí­
al decir: Así habéis de rezar^12h\ Guan­ simos se presentan a los devotos del
do, pues, obedecemos a tal prescrip­ Rosario; es decir, de tal form a que se
ción, en la devoción del Rosario, M a ­ adapten convenientemente a las inteli­
r ía se hallará, sin duda, más inclinada gencias aun de los menos instruidos,
a ejercer su misión, llena de am or y por cuanto el rezo está dispuesto de tal
solicitud, y aceptará benévola esta m ís­ modo que casi no se proponen a la
tica guirnalda, recom pensándonos con consideración las verdades principales
abundancia de dones. de la fe y doctrina sino que, más bien,
se presentan como si los hechos acon­
11. Escuela de oración. P o r eso, una teciesen y se repitiesen a la vista del
no despreciable razón de poder esperar que reza, porque cuando se ofrecen
su liberalísim a bondad se halla en el casi con las mismas circunstancias de
mismo método del Rosario, tan apto lugar, tiempo y personas con que suce­
p ara rezar bien; porque m uchos y va­ dieron un día, im presionan m ucho más
riados intereses suelen ap a rta r de Dios los corazones y los mueven a recoger
al que reza y fru stra r su sincero p ro ­ m ayor fruto. Mas como, ordinariam en­
pósito, pagando así el tributo a la fra ­ te, penetraron y se im prim ieron en el
gilidad hum ana. Pero quien pondere alm a desde la m ás tierna infancia, re­
esto debidamente, com prenderá en el sulta que, apenas enunciados los m iste­
acto cuánta eficacia se encierra en el rios, aquel que realm ente se preocupa
Rosario p ara despertar, por un lado, la de la oración, los recorra, sin esfuerzo
acción del espíritu y p ara expulsar la alguno de imaginación, con fácil pen­
desidia del corazón; por otro lado, para samiento y corazón, y, con la bendición
excitarnos a saludable dolor sobre los de M a r í a , se im pregna del rocío de la
pecados cometidos y elevar nuestro es- gracia celestial.
(12a) ‘‘Magníficat Dominum”, Luc. 1, 46. (12l’> Mal. 6, 9.
69, 13-16 E n c íc l ic a “ Iu c u n d a S em per” 529

13. Los recuerdos de los misterios la Iglesia lesionando sus derechos y su


agradarán a María y la dispondrán a libertad, y m uchas, que destruyen rad i­
la benevolencia. Hay, adem ás, otra calmente la prosperidad y la paz de los
ventaja que vuelve más agradables a Estados.
María esas coronas y las hace más Pues bien, repetimos, afirm am os y
dignas de recom pensa. Pues, cuando proclam am os que tenemos cifradas
piadosamente recitam os el triple orden N uestras m ejores esperanzas en m ere­
182 de m isterios, testim onios más viva­ cer por el rezo del Rosario los auxilios
mente nuestro sentimiento de gratitud que necesitamos. ¡Quiera Dios que, en
hacia ella, porque así declaram os que todas partes, se restablezca, según Nues­
nunca nos cansam os del recuerdo de tros deseos, el prístino honor de esta
aquellos beneficios con que ella, p ara sagrada devoción! ¡Que en las ciudades
contribuir a nuestra salvación, se ha y aldeas, en las fam ilias y talleres,
abrazado con insaciable am or. entre los nobles y modestos se ame
Apenas podemos im aginarnos en entrañablem ente y se practique, como
nuestra m ente con qué nuevo gozo y preclaro santo y seña de la fe cristiana
alegría se llene su alm a bienaventu­ y óptim a protección para el otorga­
rada, cuando frecuente y fervorosa­ miento de la divina clemencia.
mente celebramos ante sus ojos la m e­
m oria de tantos y tan grandes misterios. 15. Nuevo Motivo: Las afrentas he­
P or otra parte, estos mismos recuerdos chas a la Virgen. E n esto debemos
com unican a nuestras súplicas un m ás insistir todos, cada día con m ayor
vehemente, como si dijéram os, ard o r y urgencia, porque la frenética perversi­
le dan una m ayor fuerza im petratoria, dad de los impíos no omite intriga
de tal modo que cuantas veces se repi­ alguna ni perdona audacia para irritar
ta cada uno de los misterios tantas la cólera de Dios y hacer caer el peso
razones de ser oídos se presentan, lo de su justa ira sobre la Patria. Pues,
cual tendrá, indubitablem ente, un gran entre todas las demás causas, existe
influjo sobre el corazón de la Virgen. ésta, — deplorada por Nos y con Nos
Pues, a vuestro am paro nos acogemos, por todos los buenos— , que en el seno
Santa Madre de Dios; no abandones a de los pueblos católicos hay dem asia­
los desgraciados hijos de E va . Os im ­ dos hom bres que se recrean en las
ploramos, reconciliadora de nuestra sa­ afrentas con que, de cualquier modo, se
lud, tan poderosa como clemente, y os insulta la Religión; son los mismos que.
suplicamos fervorosam ente por las dul­ am parados por cierta increíble licencia
zuras de las alegrías que os vienen de de publicar cualquier cosa, parecen 18
vuestro Hijo Jesús, por vuestra unión empeñados en exponer al ridículo y al
con sus indecibles dolores y por el desprecio de la m ultitud las cosas más
esplendor de su gloria. Pese a nuestra sagradas y la confianza en la protección
indignidad, ¡oídnos benignam ente y de la Virgen, justificada por la expe
atendednos! 14 riencia.
14. Las bendiciones del Rosario para 16. La profanación del nombre del
las aflicciones actuales. La excelencia Salvador. En estos últim os meses no
del Rosario m ariano, considerado desde se ha perdonado siquiera a la augustí­
el doble punto de vista que acabam os sima Persona de Jesucristo, Salvador
de exponer, os h ará com prender más Nuestro. No h a habido la m enor ver­
claram ente, Venerables Hermanos, por güenza en llevarla a escenas escabrosas
qué Nuestra solicitud no cesa de reco­ del teatro, éste no pocas veces conta­
m endar y de hacer progresar su p rác­ m inado por obscenidades y en represen­
tica. El siglo en que vivimos necesita, tarla despojada de la m ajestad propia
día a día, como Nos ya lo hemos ad ­ a su divina naturaleza, quitada la cual
vertido al empezar, de los favores del ya no hay necesidad de negar la reden­
cielo, principalm ente, porque por do­ ción m ism a del género hum ano. No se
quiera hay m uchas cosas que afligen a h an avergonzado de intentar arrancar
530 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 69, 17-18

de su eterna infam ia a aquel hom bre virtud de este mismo sentimiento que
que es reo del crim en y de la perfidia Nos mueve a quejarnos del atentado
muy aborrecible por su suprem a m ons­ sacrilego y de execrarlo, Nos exhorta­
truosidad, la m ayor de que haya m em o­ mos vivamente a las Naciones cristia­
ria entre los hom bres, al traidor de nas, y en particular a la Italiana, a que
Cristo. guarden incólume la Religión de sus
A raíz de lo que se h a perpetrado o padres que es su herencia más preciosa,
se intenta p erp etrar a través de las ciu­ que la defiendan con decisión y no
dades de Italia, se ha desatado una ola cesen de propagarla con la honestidad
de general indignación, deplorándose de sus costum bres y su gran piedad.
am argam ente que se haya violado el
18. Celebración fervorosa del mes de
sacratísim o derecho de la Religión, vio­
Octubre. P or eso, Nos deseamos que,
lado y conculcado precisam ente en
por esta razón también, se empeñen a
aquel pueblo cuyos habitantes princi­
porfía, en el mes de Octubre, los fie­
palmente y con razón se glorían de su
les y las cofradías, m ostrando un fervor
nom bre católico. La vigilante solicitud
constante para honrar a la Augusta Ma­
de los Obispos, como era su deber, se
dre de Dios, poderosa protectora de la
enardeció entonces, dirigiendo sus p ro ­
sociedad cristiana y gloriosísima Reina
testas justísim as a quienes incumbe el
del Cielo. Nos, con todo corazón con­
sagrado deber de proteger la dignidad
firm am os las mercedes de las sagradas
de la P atria y de la Religión. No sólo
indulgencias que, a este efecto, hemos
advirtieron a su grey de la gravedad
concedido en años anteriores.
del peligro sino que tam bién la exhor­
El Dios, empero, Venerables H erm a­
taron a rep arar con especiales solemni­
nos, que nos había reservado con toda
dades religiosas la nefanda in ju ria he­
cha al am antísim o Autor de nuestra
su misericordiosa providencia a tal Me­
salvación.
dianera <13\ y que ha querido que todo
lo recibamos por María*14) se digne
17. Renovada p rotesta por estos sa­ por medio de su intercesión y gracia
crilegios. Nos, ciertam ente, aprobam os atender Nuestros ruegos comunes y col­
íntegram ente el fervor de los buenos, m ar Nuestras esperanzas. P ara ayudar
gloriosamente m anifestado de m uchas a su realización, Nos os im partim os de
m aneras lo cual contribuyó a suavizar todo corazón la Bendición Apostólica,
el dolor que sentíamos por ello en lo a vosotros, al Clero y al rebaño confia­
más íntim o del corazón. E n esta opor­ do a cada uno de vosotros.
tunidad en que os dirigimos la palabra, Dado en Roma, cerca de San Pedro,
ya no podemos sujetar la voz de Nues­ el 8 de Septiembre de 1894, en el año
tro suprem o cargo, y, con las protestas decimoséptimo de Nuestro Pontificado.
de los Obispos y fieles, Nos unimos
Nuestras m ás enérgicas protestas. Por LEON PAPA XIII.
(13) S. Bernardo, Sobre las 12 Prerrog. BMV (14) S. Bernardino Serm. in Nativ. BMV n. 7
n. 2 (Migne PL. 183, col. 430-C). (Migne PL. 183, col. 441-B).
^ro

ENCICLICA “CHRISTI NOMEN” (:i:)


(24-XII-1894)

SOBRE LAS IGLESIAS ORIENTALES Y LA PROPOGACION DE LA FE

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. La preocupación del P ap a por zos muy hum ildes; con qué documentos
las Misiones. E xtender cada día m ás elogiosos y privilegios de indulgencias
am pliam ente entre los gentiles el nom ­ la habían distinguido Nuestros ilustres
bre y el reino de Jesucristo, invitar y predecesores Pío VII, L e ó n XII, Pío
volver a llam ar al seno de la Iglesia a VIII, Gregorio XVI y Pío IX; cuánta
los que se separaron y viven en la ayuda ya había aportado ella para las
disidencia, constituye, ciertam ente, a sagradas Misiones en todo el orbe; y
Nuestro entender, la misión, sobre to­ qué abundancia más grande de frutos
das las demás cosas sagradas, del su­ se podía esperar de ella en adelante.
premo m inisterio que desempeñamos. Con el favor de Dios, correspondió
Aguijoneados por la caridad apostólica no exiguo resultado a Nuestro llamado,
ha sido éste en todos Nuestros cuidados ya que vimos cómo, por la actividad de
y afanes desde hace m ucho tiempo, el los Obispos y por la largueza de los fie­
deseo constante de Nuestro corazón. les, obedientes a sus instancias, se am ­
P or este motivo, jam ás hemos dejado plió la benem érita obra en estos últi­
de auspiciar, por cuantos medios estén mos años.
a Nuestro alcance, y de m ultiplicar las Pero hoy existen nuevas y m ás urgen­
santas expediciones por cuyo esfuerzo tes necesidades que reclam an espíritus
se difunde entre los que y erran la luz m ás abiertos a estos problem as y una
de la sabiduría cristiana, y Nos no he­ generosidad m ás grande de la caridad
mos cesado nunca, bajo ninguna condi­ católica, que vuestra habilidad, Vene­
ción, de dedicar a su sostenimiento los rables Herm anos, ha de acuciar.
auxilios recogidos entre los pueblos ca­
tólicos. Lo hicimos, especialmente, en 3. Estim ulando la m isión y la unión
el año tercero de Nuestro Pontificado, con los orientales. Pues, como vosotros
publicando N uestra Encíclica Sancta bien sabéis, Nos pareció que servía­
Dei Civitas, con la intención de recabar mos, m ediante Nuestra Carta apostólica
p ara la insigne institución de la Propa­ í(Praeclara gratulationis”, publicada en
gación de la Fe el concurso, cada vez el mes de Junio próxim o pasado, a los
más amplio, de la piedad y la genero­ designios de Dios, llam ando y estim u­
sidad católicas.2*1 lando a la unidad de la Fe cristiana a
todas las Naciones de la tierra. Anhe­
2. L a O bra de la P ropagación de la lamos como expresión suma de Nues­
Fe. Desde entonces Nos com placim os tros deseos, que un día, por Nuestros
en seguir recordando a qué considera­ esfuerzos, m adure el tiempo, prom etido
ble desarrollo había llegado esta obra por Dios en que se ha de formar un
en breve tiempo, surgiendo de com ien­ solo rebaño bajo un solo pastorD).
(*) A. S. S. 27 (1894/95) 385-387. Traduc. revisada y corregida para la 2'-' ed. — Los n ú m eros
indican las páginas de ASS, vol. 27. (P. II.)
m a r g in a le s
(1) Juan 10, 16.
— 531 —
532 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1894) 70, 4-6

Vosotros habéis visto recientemente biduría y vida católicas, im partiéndolas


por N uestras cartas Apostólicas que de tal suerte que se acomoden conve­
escribimos sobre la conservación y el nientem ente a la índole nacional. P ara
fortalecim iento de las costum bres y esto ha de procurarse que haya, donde
disciplina orientales, cómo, desde aquel convenga, edificios convenientemente
entonces, m iram os con p articular inte­ dispuestos que puedan ab rir sus puer­
rés al Oriente y sus iglesias, por m uchos tas para la instrucción de la juventud
s6 títulos preclaras y respetables. Nos os que desee consagrarse al servicio de
hemos hecho saber ya las medidas que, Dios; que haya colegios, en núm ero aun
tras de m aduras deliberaciones con los mayor, repartidos según la densidad de
P atriarcas de esos pueblos, Nos han las poblaciones; que se provea a cada
parecido más conducentes al logro fu ­ rito de los medios necesarios para po­
turo de Nuestros designios. der desenvolverse con la debida digni­
dad; y que, por la publicación de exce­
4. D ificultades de la em presa. Nos lentes obras, lleguen a todos los hom ­
no negamos que esta em presa presente bres los verdaderos conocimientos de
m uchas dificultades. Si N uestra propia la Religión.
fuerza es demasiado débil p ara triu n far
de ellas, nos colocamos de todo cora­ 6. Ayuda financiera para las “Escue­
zón, al máximo como es debido, todo las de Oriente”. Vosotros com prende­
el poder de N uestra confianza y cons­ réis fácilm ente que todas estas cosas y
tancia en Dios. En efecto, el que p ro ­ otras parecidas originen grandes gastos;
videncialmente Nos ha dado la idea de com prenderéis tam bién que las Iglesias
acom eter esta em presa y su comienzo, del Oriente de ningún modo podrán,
ciertamente, Nos concederá tam bién, por sí mismas, hacer frente a empresas
en su gran bondad, las fuerzas y re ­ tan num erosas e im portantes, y que
cursos necesarios p ara llevarla a buen Nos mismo, por la situación angustiosa
térm ino. Esto es precisam ente lo que de los tiempos, no podemos venir en su
Nos encom endam os a Dios en Nuestras ayuda tan plenam ente como quisiéra­
fervientes oraciones; y Nos pedimos mos.
encarecidam ente a los fieles que dirijan No queda sino que solicitemos, p rin ­
al cielo las mismas súplicas. Pero como cipal y oportunam ente, los medios
quiera que a los auxilios divinos, que apropiados a la Institución que acaba­
Nos im ploram os confiadam ente, es de mos de elogiar, la Propagación de la
todo punto necesario añadir los medios Fe, cuyo objeto se herm ana, cierta­
hum anos, es justo que Nos consagre­ mente, con aquel a que ahora Nos re­
mos particulares cuidados a buscar y solvimos. Pero a fin de que las Misio­
proporcionar aquellos socorros que p a ­ nes Católicas no sufran detrim ento al­
rezcan los m ás apropiados p ara condu­ guno, por em plear parte de sus recursos
cirnos al fin que Nos propusim os a l­ en un fin distinto de aquel que consti­
canzar. 5 tuye el objeto peculiar de ella, es nece­
sario insistir con redoblado esfuerzo
5. Educación general y la formación para que aum ente la liberalidad de los
de sacerdotes en todos los ritos. P a ra católicos en favor de esa obra. Una
procurar, en efecto, el retorno de todos providencia sim ilar ha de emplearse
los Orientales, separados de la única respecto del Instituto afín y tan útil
Iglesia, vosotros veis, Venerables H er­ de las Escuelas de Oriente, al que Nos
manos, que es, ante todo, necesario hemos recomendado tan eficazmente y
elegir de su seno un num eroso grupo de que se halla dispuesto, en virtud de la
sagrados m inistros que, llenos de cien­ prom esa form al de sus directores, a
cia y piedad, convenzan a los demás proporcionar a Nos mismo con igual
del cam ino y m étodo p ara producir la objeto, y tan am pliam ente como les sea
unión tan deseada; que es preciso, por posible, los fondos que pueda recoger.
otra parte, divulgar, por todos los m e­ Es para esta empresa, pues, Venera­
dios posibles las enseñanzas de la sa­ bles Hermanos, que solicitamos, de un
70, 7-8 E n c íc l ic a “ Ch r is t i N o m e n ” 533

modo especial, vuestro concurso, y Nos Nos sea más grato, ni para ellos m is­
no dudam os que vosotros mismos, que mos y para la Iglesia más saludable que
os esforzáis asiduam ente por sostener secundar Nuestros deseos y sum inis­
y prom over con Nos por todos los m e­ trarnos, con santa emulación y celo,
dios posibles, la causa de la Religión y los recursos, de donde podrem os favo­
de la Iglesia secundaréis ardorosam ente recer en form a conveniente y gozosa
con Nos esta egregia obra. y a hacer prosperar lo que Nos insti­
tuim os para bien de las iglesias orien­
7. Nueva recom endación de la Obra tales.
Pontificia de la Propagación de la Fe.
T rabajad celosamente p ara que la Obra 8. Deseo del favor celestial y Bendi­
de la Propagación de la Fe cobre el ción Apostólica. Que Dios, de cuya
m ayor increm ento posible entre los fie­ gloria se trata únicam ente en la difu­
les encomendados a vuestros cuidados. sión del nom bre cristiano y en el resta­
En efecto, creemos que un m ayor n ú ­ blecimiento de la unidad de fe y de
mero de fieles se h arán inscribir en la gobierno, dirija una m irada benévola
obra y darán con largueza su óbolo, hacia Nuestros deseos y favorezca lo
según sus facultades, si llegan a cono­ comenzado.
cer, por vuestras palabras, cuál es la En prenda de sus gracias más selec­
excelencia de la obra y la riqueza de sus tas, Nos os concedemos a todos, Vene­
tesoros espirituales y cuán grandes son rables Hermanos, a vuestro clero y a
los beneficios que deben esperarse, ac­ vuestro pueblo, la Bendición Apostólica.
tualm ente con razón, p ara la causa Dado en Roma, cerca de San Pedro,
cristiana. el 24 de Diciembre de 1894, décimo
Lo que seguram ente debe m over a séptimo de Nuestro Pontificado.
ios católicos a obrar en form a decidida
es saber que nada podrán hacer que LEON PAPA XIII.
IE'Sl

ENCICLICA “ADIUTRICEM POPULI” (?)


(5-IX-1895)

SOBRE LA DEVOCION DEL ROSARIO MARIANO A FAVOR


DE LOS DISIDENTES

LEON PP. XI I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Pruebas del florecimiento de la


cómo, entre las m últiples form as de la
9 devoción a María. Justo es celebrar devoción m ariana, se vigorizaba siem­
con m agnificencia cada día m ayor y pre más, en el aprecio y en la práctica,
rogar con una confianza más decidida este modo tan eximio de orar, lo cual,
a la Santísim a Virgen, Madre de Dios, dijimos, era gratísim o para Nos, porque
auxilio constante y clementísimo del si consagramos una no pequeña parte
pueblo cristiano. Pues, la variedad y de Nuestras preocupaciones a prom over
abundancia de mercedes que ella, con el establecimiento del rezo del Rosario,
generosidad siempre más am plia para vimos claram ente que la Reina celestial
el bien común, prodiga por todo el invocada con estas fervorosas plegarias
m undo aum enta los motivos que tene­ nos ayudó con benignidad en Nuestras
mos de confiar en ella y ensalzarla; y labores; y confiamos en que Nos asis­
los católicos responden, naturalm ente, tirá para consolar Nuestras tristezas y
a tanta generosidad con la expresión de para aliviar Nuestras preocupaciones
su más rendido afecto, pues, si jam ás que el día de m añana ha de traer.
en otro tiempo, ciertam ente en estos
tiempos tan arduos p ara la Religión, es 2. Poder del Rosario para la recon­
dable contem plar en todas las capas ciliación de los disidentes con la igle­
sociales m anifestaciones vivas y en­ sia. Abrigamos sobre todo la esperanza
cendidas de am or y culto a la santísim a de que la virtud del Rosario nos ayude
Virgen. con abundantes auxilios a extender el
Un testim onio claro de ello lo consti­ reinado de Jesucristo.
tuyen las asociaciones que bajo su p a ­ Hemos dicho ya más de una vez que
trocinio se restablecieron y se m ulti­ la obra que en las actuales circunstan­
plicaron por doquiera; los hermosos cias deseamos im pulsar con m ayor
templos que se dedicaron a su augusto empeño es la reconciliación de las n a­
nom bre; las peregrinaciones que con ciones disidentes con la Iglesia; al m is­
concurrencia piadosísim a se realizaron mo tiempo, hemos declarado que eí
a sus más venerados santuarios; los éxito de la em presa debe buscarse ante
congresos que se convocaron para de­ todo en las oraciones y súplicas dirigi­
dicarse al estudio del increm ento de su das a Dios. No hace m ucho m anifesta­
gloria, y tantas otras m anifestaciones mos lo mismo tam bién, cuando con
parecidas que eran en sí excelentes y motivo de las solemnidades de la fiesta
prom etían un porvenir aun más feliz. de Pentecostés recomendamos para
idéntico efecto especiales preces en h o ­
Florecimiento especial de la devo­ nor del E spíritu Santo; recomendación
ción del Rosario. Es un hecho singular que en todas partes fue obedecida con
y p ara nosotros un recuerdo gratísimo (*) gran fervor.
(*) A. S. S. 28 (1895/96) 129-136. Trad. especialmente revisada para1 la 2'? ed. Al final de esta
Encíclica se dará una disposición como sugcrenc'a de su contenido. — L o s n ú m e r o s m a r g i n a l e s in­
dican las páginas del original en ASS, vol. 28. (P. Ií.)
534 —
71, 3-6 E n c íc l ic a “ A d iu t r ic e m P o p u l i5 535

3. P erseverancia en esa oración por sus santas plegarias. Y en efecto, m os­


ia reconciliación de los disidentes. P e­ tróse, pues, m adre de la Iglesia y m aes­
ro atendiendo a que el problem a es tra y Reina de los apóstoles a quienes
muy arduo y la constancia engendra comunicó parte de las divinas senten­
toda virtud, conviene recordar la exhor­ cias que conservaba en su corazón
tación del Apóstol que dice: “Perseve­
rad en la o r a c i ó n y esto tanto más, 5. M aría, m edianera universal. Al
cuanto que los felices comienzos de la ser elevada a la cum bre de su gloria,
em presa parecen invitarnos con suavi­ al lado de su divino Hijo, es casi im ­
dad a continuar incansables en esta posible decir cuánto añadiera a la am ­
oración. E n el próxim o mes de Octu­ plitud y eficacia de intercesión, lo cual
bre, pues, no h ab rá nada tan útil a este convenía a la dignidad y claridad de
propósito ni nada tan grato a Nuestro sus méritos. Pues, desde allí, por dispo­
corazón como la instancia con que por sición divina, Ella comenzó a velar
todo el mes im ploréis vosotros, Vene­ por la Iglesia y a asistirnos a nosotros
rables Hermanos, y vuestro pueblo, en y a protegernos como m adre; de tal
unión con Nos, a la Virgen y piadosí­ modo que después de haber sido coope­
sima Madre, m ediante el rezo del Rosa­ radora en la adm inistración del m iste­
rio y las oraciones prescritas de costum ­ rio de la redención hum ana, ha venido
bre. Eximias son, pues, las causas que a ser igualmente la dispensadora de la
nos im pulsan a encom endar a su p ro ­ gracia que por todos los tiempos fluye
tección Nuestras em presas y deseos, de aquel misterio, concediéndosele para
movidos por una confianza firm ísim a. ello un poder casi ilimitado. Por este
motivo las almas cristianas, llevadas
4 . M aría n u estra m adre. El m isterio como por cierto im pulso natural, se
de la excelsa caridad que Cristo tuvo sienten con razón arrastradas hacia
para con nosotros se revela lum inosa­ M a r í a , para depositar en Ella confia­
mente por el hecho de haber querido, dam ente sus pensam ientos y obras, sus
al m orir, entregar su Madre a J u a n angustias y alegrías y para encom en­
para que fuese su m adre, por virtud darle, como hijos, a su cuidado y bon­
de aquel m em orable testam ento: He ahí dad a sí mismos y todo lo suyo.
tu hijoW. Según la interpretación cons­ P or este motivo tam bién se elevan
tante de la Iglesia, Jesucristo quiso con toda razón m agníficas alabanzas
designar en la persona de J u a n a todo en todas las naciones y en todos los
el género hum ano; y más especialmente ritos las que se acrecientan con el
a los que se adhiriesen a El por la fe. aplauso de los siglos: entre otras ala­
Y en este sentido pudo decir S a n A n ­ banzas, las de: Nuestra Señora misma,
C a n t o r b e r y : ¿Qué puede con­
selm o d e medianera nuestra^, la misma repa­
cebirse más digno sino que Vos, oh radora del mundo (6), la misma media­
Virgen Santísima, sois Madre de aque­ nera de los dones de Dios^K
llos que tienen a Jesucristo por padre
y por hermano? 6. A Dios por M aría. Y por cuanto
Ella aceptó, pues, el m inisterio de la fe es el fundam ento y el principio
este singular y laborioso oficio y lo de los dones divinos que elevan al hom ­
desempeñó con m agnanim idad, auspi­ bre sobre el orden natural al celestial,
ciándose su iniciación en el Cenáculo. para obtener esta fe y desenvolverla
Ella ayudó ad ir dablem ente a los cris­ saludablemente, se celebra con razón
tianos prim itivos por la santidad de su cierta acción secreta de aquella que nos
ejemplo, la autoridad de su consejo, la dió al Autor de la f e y que por su fe
dulzura de su consuelo y la eficacia de12*45 fue saludada b ien a ven tu ra d a N a d ie
(1) Col. 4, 2. (6) Ipsain “reparatricem totius orbis”, S. Tlia-
(2) Juan 19, 26. rasius or. in praesent. Deip.
/3) San Anselmo, Or. 47, antes 46. (7) Ipsam “donorum Dei conciliatricem” , in
(4) Le. 2, 19; 2, 51. offic. graec. VII dec., Theotolcíon, post oden IX.
(5) “Dominam nostram” , “mediatricem no* (8) Hbr. 12. 2.
síram ” , San Bernardo serm. 2 in adv. Domini n. 5. (9) Le. 1, 52.
536 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1895) 71, 7-8

hay, oh Virgen santísima, que se imbu­ do los corazones a la piedad de la vida


ya del conocimiento de Dios sino por cristiana e inflam ándolos en ella.
Vos; nadie hay que se salve sino por Uno de ellos, representante de m u­
Vos; nadie, que consiga misericordia chos, es S anto D omingo de Guzmán
sino por Vos(10\ Ni parece tener m e­ quien se empeñó con todo éxito en este
nos razón aquel que afirm a que, p rin ­ doble apostolado, poniendo su confian­
cipalm ente por su dirección y su auxi­ za en el auxilio del Rosario m ariano.
lio, la sabiduría y la doctrina del E van­ Nadie ignora cuánta parte cupo a la
gelio han llegado, haciendo tan rápidos misma Madre de Dios en los grandes
progresos, a todas las naciones, pese a méritos que se granjearon los Padres
las inm ensas dificultades e im pedim en­ y Doctores de la Iglesia que tan egregios
tos que se oponían, estableciendo por esfuerzos hicieron para defender e ilus­
doquiera un nuevo orden de justicia y tra r la verdad católica.
paz. Este mismo pensam iento inspiraba En efecto, ellos mismos, con ánimo
tam bién el ánim o y la oración de S an agradecido, confiesan que de Ella que
Cirilo de Alejandría cuando se dirigía es la Sede de la divina Sabiduría, des­
de este modo a la Virgen: Por Vos cendió sobre ellos, al escribir, la ab u n ­
predicaron los Apóstoles la salvación a dancia de los más eximios pensamientos
las naciones; por Vos se celebra y se y que, por consiguiente, la m alicia de
adora la Cruz bendita en todo el orbe; los errores fue vencida por Ella y no
por Vos se ahuyentan los demonios; por ellos.
por Vos el hombre mismo es llamado Por último, los príncipes y P ontífi­
al cielo; por Vos toda creatura, envuel­ ces rom anos, custodios y defensores de
ta en el error de la idolatría, llegó al la Fe —unos para m over las guerras
conocimiento de la verdad; por Vos santas y otros para prom ulgar solem­
alcanzaron los fieles el santo bautismo, nes decretos— invocaron el nom bre de
y se fundaron iglesias entre todos los la Madre de Dios, y siempre experi­
pueblos' n ). m entaron su gran poder y benignidad.
Por esta razón, la Iglesia y los Padres
7. M aría b alu arte de la verdadera fe. glorifican a María con no m enor ver­
Y, como lo proclam ara el mismo santo dad que magnificencia, diciendo: Salve,
doctor^*11213*) fue María quien estableció y lengua siempre elocuente de los Após­
fortaleció m uy especialmente el cetro toles, sólido fundamento de la Fe, ba­
de la fe verdadera; y por su inin terrum ­ luarte inconmovible de la Iglesia^lsK
pido desvelo fue que la fe católica se Salve, que por Vos hemos sido inscritos
m antuviera firm e y prosperara intacta en el número de los ciudadanos de la
y fecunda. Muchos docum entos de esta Iglesia, una, santa, católica y apostó­
clase existen y son asaz conocidos, de­
lica^1^ . Salve, manantial de divina
abundancia del que fluyen los ríos de
clarados a veces de un modo m aravi­
la celestial sabiduría, las aguas puras
lloso. y límpidas de la ortodoxia que recha­
En los tiempos y lugares en que, ante zan lejos las turbas de los errores^15K
todo, habían que deplorar el que la Fe Regocijaos, porque Vos sola habéis
o languideciera por la incuria o fuera destruido en el mundo todas las hcre-
atacada por la peste de los errores, se jías(16K
dem ostró presente y eficaz la benigni­
dad de la poderosa Virgen auxiliadora. 8. Confianza en n u estra M adre. Esta
Bajo su im pulso y en su virtud se parte principalísim a que cabe a la Ma­
levantaron hom bres eminentes en san­ dre de Dios en el desarrollo de los com ­
tidad y espíritu apostólico aniquilando bates y en los triunfos de la Fe católica
las audacias de los impíos y devolvien­ pone gloriosamente de manifiesto los
do) S. Germán de Constantinopla or. 2 in dor- el día sábado previo al 5? Domingo de Cuares­
mit. B. M. V. ma, en honor de la Santísima Virgen.
(11) San Cirilo Alej. Hom. contra Nestorium. (14) San Juan Damasceno, or. in annuntiat. Dei
(12) San Cirilo Alej. Hom. contra Nest. Genitr. n. 9.
(13) Del Himno griego “Alcátistos” , es decir (15) San Germán de Constantinopla or. in Deip.
[cantar] “no s e n t a d o ” , nombre del célebre himno praesentat. n. 14.
alfabético de la Iglesia bizantina que se cantaba (16) En el Oficio B.M.V.
71, 9-11 E n c íc l ic a “ A d iu t r ic e m P o pu l e 537

designios divinos respecto a ella y debe los Padres establecieron legítimamente


inspirar a todos los buenos una firm e el dogma de la Maternidad de la Santí­
esperanza de que se verán colmados los sima Virgen, la noticia de este hecho,
deseos comunes. partiendo de esta piadosísim a ciudad
¡Hay que confiar en M a r í a !! , ¡hay que exultaba de gozo, llegó a llenar de
que im plorar a M a r í a ! ¿Qué no podrá la m ism a celebérrim a alegría a todo el
hacer con su poder p ara apresurar el orbe cristiano.
éxito a fin de que la profesión de la
misma fe u na las m entes de todas las 10. Rogar por la unidad de la fe.
naciones cristianas y el lazo de la p er­ Cuantos motivos, pues, apoyen y au ­
fecta caridad, ese nuevo y ansiado m enten la confianza en la Virgen po­
ornam ento de la Religión, herm ane las derosa y benignísim a de ser escucha­
voluntades? ¡No querrá Ella conseguir dos, tantas razones estim ularán el celo,
que los pueblos todos por cuya estrechí­ que recomendamos a los católicos, de
sima unión rogara fervorosam ente su im plorar a M a r í a . Consideren ellos
Hijo único y que por el mismo bautis­ cuán excelente y útil y ciertamente,
mo llam ara a la m ism a herencia de la cuán acepto y grato para la m ism a Vir­
saludO7) por la cual había pagado un gen será esto, pues, poseyendo ya la
precio infinito, laboren unánim es en su unidad de la fe, declaran de este modo
luz admirable/<171819) ¿No q uerrá Ella em ­ que aprecian m uchísim o la fuerza de
plear los tesoros de bondad y providen­ este beneficio y desean conservarlo más
cia, tanto p ara consolar a la Iglesia, fielmente. Ni pueden dem ostrar de n in ­
Esposa de Cristo, en sus largos sufri­ guna otra m anera m ás preclara su
mientos por causa de ellos como p ara am or fraterno a los disidentes que ro ­
llevar a la perfección, en medio de la gando fervorosam ente por ellos para
fam ilia cristiana, el don de la unidad que recobren aquel bien de la unidad,
que es el insigne fruto de su mater­ que es el m ayor de todos.
nidad? Pues, esta caridad cristiana de la fra ­
ternidad que reinaba en toda la histo­
9. M aría es el vínculo de unión. Que ria de la Iglesia solía hallar su fuerza
la feliz realización de esa em presa no en la Madre de Dios como que es la
ha de dem orarse m ucho parece confir­ favorecedora más eximia de la paz y
m arse por la creencia y la confianza de la unidad. S a n G e r m á n d e C o n s t a n -
que alienta en los corazones de los p ia­ t i n o p l a la invocaba en estos térm inos:

dosos de que M a r í a h a de ser el lazo Acordaos de los cristianos que son vues­
bendito por cuya fuerza sólida y suave, tros servidores; recomendad las oracio­
todos cuantos am en en el m undo a nes de todos; ayudad la esperanza de
Cristo, form arán un solo pueblo de h e r­ todos; consolidad la fe y unid todas las
manos que obedezcan a su Vicario en IglesiasH9). Tal es tam bién la invoca­
la tierra, el Romano Pontífice, como a ción de los griegos: Oh Virgen purísi­
su com ún Padre. ma, que podéis acercaros a vuestro Hijo
Llegados a este punto, Nuestro p en ­ sin temor de ser desechada; rogadlo,
samiento rem onta los anales de la Igle­ pues, oh Virgen Santísima, a fin de que
sia hasta los nobilísimos ejemplos de la conceda la paz al mundo; que infunda
unidad prim itiva y se detiene con un un mismo sentir a todas las Iglesias; y
placer indecible en el recuerdo del gran todos os glorificaremos<2°).
Concilio de Efeso. Una firm ísim a u n i­
dad de fe y una m ism a com unión de 11. El culto mariano en el Oriente y
culto que en aquellos tiempos vincu­ sus imágenes traídas del Oriente son
laba el Oriente con el Occidente p are­ prendas de unión. O tra razón propia y
cieron reinar allí con singular firm eza especial por qué la Santísim a Virgen
y resplandecer con gloria, pues, cuando acceda con m ayor benignidad a las
(17) H ebr. 1, 14. (20) “Menáion” (libro litúrgico de la Iglesia
(18) I Petr. 2, 9. bizantina) 5 de Mayo, Theodokíon post od. IX
(19) San Germán In Ilist. in dormit. Deiparae.
538 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1895) 7 1 , 12

plegarias en favor de las Iglesias disi­ tí simo Rosario fue instituido para con­
dentes se añade aquí a la anterior; son seguirla en form a óptim a y ubérrim a.
los egregios m éritos que respecto de la En otras ocasiones ya hemos indicado
devoción m ariana tienen, especialm en­ que no era la ventaja m enor de este
te, las Iglesias orientales. Es a ellas que
piadoso ejercicio que el cristiano posea
se debe en gran parte la propagación y en él un medio pronto y fácil para
134 el fom ento de su veneración; en su seno n u trir su fe y defenderse de la igno­
surgieron varones mem orables que afir­ rancia y del peligro del error, como lo
m aban y defendían la dignidad de M a ­ ponen de manifiesto los mismos oríge­
r í a , im portantísim os por el poder de
nes del Rosario. Patente está la relación
su elocuencia y sus escritos, panegiris­ estrecha que guarda con M a r ía todo lo
tas ilustres por su ardor y la suavidad que en él se ejercita y se fom enta sea
de sus palabras, emperatrices gratísi­ m ediante las preces que se repiten, sea,
mas a los ojos de Dios que siguieron el sobre todo, m ediante los m isterios que
ejemplo de la purísim a Virgen, im ita­ se m editan. Pues, cuando ante Ella reza­
ron su m unificencia y erigieron templos mos con devoción el Rosario volvemos
y basílicas p ara practicar el culto al a vivir, conm em orando, la obra adm i­
Rey. rable de la redención, de tal modo que
contem plam os como hechos presentes
Será lícito agregar aquí un asunto no
ajeno al tem a y que redunda en gloria que se desenvuelven ante nuestros ojos,
de la Santísim a Madre de Dios. No hay los acontecimientos cuyo desarrollo y
quien ignore que gran núm ero de las efecto la vinieron a constituir al m is­
augustas imágenes de M a r ía fueron mo tiempo en Madre de Dios y Madre
traídas, en diversas épocas, del Oriente nuestra.
al Occidente, especialmente a Italia y La grandeza de esta doble dignidad
a esta Urbe. Nuestros padres no sólo y los frutos de este doble m inisterio
las recibieron con sum a piedad y las aparecen con vivos fulgores cuando
veneraron m agníficam ente sino que. piadosam ente meditam os cómo M a r ía
con igual devoción, sus nietos las p ro ­se asocia a su Hijo en los m isterios go­
curan h o n rar como sacratísim as. E n zosos, dolorosos y gloriosos. De allí
este hecho el ánim o se goza reconocien­ resulta que el alm a se inflam e en am or
do cierta señal y gracia de nuestra be­ agradecido para con Ella, y, desdeñan­
nignísim a Madre; pues, Nos parece que do todo lo caduco, se empeñe, con firme
estas imágenes se conservan entre nos­ voluntad, en m ostrarse digna de tal
otros como testigos de aquellos tiempos Madre y de sus beneficios. Y como esa
en que la fam ilia de los cristianos vivía
frecuente y fiel recordación no puede
estrecham ente unida por doquiera, y menos de agradar m uy íntim am ente a
como prendas bien caras de la común esa Madre, por m ucho la m ejor de to­
herencia. El m irarlas (como si la Vir­ das, y de m overla a m isericordia para
gen m ism a exhortara a ello) invita los con los hombres, por eso, Nos hemos
corazones a que recuerden piadosa­ dicho, que el rezo del Rosario será ei
mente a aquellos a quienes la Iglesia ejercicio más oportuno con qué enco­
llam a con sumo am or a que tornen a m endarle la causa de los herm anos se­
la prístina concordia y a la alegría de parados; porque esto incum be propia­
su abrazo. 12 mente a su misión de Madre, por cuanto
los que son de Cristo no han sido con­
12. E l Rosario provechosa oración cebidos por M a r ía ni lo han podido
de unión. De este modo, Dios mismo ser si no en una m ism a fe y un mismo
ofreció en M a r ía una protección efica­ am or; pues, por ventura ¿Cristo está
císima p ara la unidad cristiana. Aunque diuidido?(21\ y todos debemos vivir la
no la m erecerá un solo modo de ora­ vida de Cristo a fin de que en el mismo
ción, sin em bargo creemos que el san- cuerpo fructifiquemos para Dios^22K
(21) I Cor.' 1, 13. (22) Rom. 7, 4.
71. 13-16 E n c íc l ic a “ A d iu t r ic e m P o p u l i” 539

13. María obtendrá la unidad si re­ nios. Hablamos, Venerables Hermanos,


zamos el Rosario. Es necesario que la del proyecto cuya iniciativa nació en
misma Madre que recibió de Dios el el Congreso Eucarístico de Jerusalén,
poder de engendrar continuam ente nue­ o sea el de erigir un Templo en honor
vos hijos engendre nuevam ente p ara de la Reina del Santísimo Rosario, y
Cristo, por así decirlo, a todos aquellos esto en Patras en Acaya, no lejos del
que por funestas circunstancias fueron sitio donde en los tiempos antiguos,
separados de esta unidad. Es tam bién bajo sus augurios, resplandeció el nom ­
lo que Ella, sin duda, desea vivamente bre cristiano. Según nos ha m anifesta­
conseguir. Si le donam os las coronas do, para Nuestro gozo, la Comisión que
de esta oración agradabilísim a, Ella con Nuestra aprobación, fue constituida
im plorará la abundancia de los auxilios para im pulsar esta obra y preocuparse
del Espíritu vivificador. ¡Ojalá los bue­ de ella, ya muchos de vosotros, acatan­
nos no rehúsen secundar los propósitos do Nuestros ruedos, habéis organizado
de aquella Madre misericordiosa, y, Colectas especiales al efecto, con toda
atendiendo su propia salvación, escu­ diligencia, y aun prom etisteis conti­
chen la dulcísim a invitación de M a r í a : nuarlas en form a igual hasta la term i­
¡Hijitos míos, de nuevo sufro por vos­ nación de la empresa. Con ello, ya han
otros dolores de parto hasta ver a Cristo afluido bastantes recursos, de modo que
formado en vosotros(23L la construcción podrá iniciarse con
aquella am plitud que a tal obra con­
14. El rezo del Rosario en el Oriente. viene; y Nos hemos dado poder para
Ponderando así la gran virtud del Ro­ que, próxim am ente, se coloque con
sario m añano, algunos de Nuestros p re­ auspiciosas y solemnes ceremonias la
decesores dedicaron especiales esfuer­ prim era piedra del templo. Elevaráse
zos a su propagación entre las naciones este santuario, en nom bre del pueblo
orientales. E n especial, E u g e n i o IV en cristiano, como un m onum ento de pe­
la Constitución Adv esperase ente, dada renne gracia a la Virgen Auxiliadora y
en el año 1439, luego I n o c e n c i o XII y Madre celestial, la cual se invocará allí
C l e m e n t e XI, cuya autoridad concedió, asiduam ente en ambos ritos, el latino
para este efecto, grandes privilegios a la y el griego, a fin de que Ella se digne
Orden de Predicadores. Los frutos no colm ar los antiguos beneficios aun con
se hicieron esperar, gracias al celo de nuevos m ás eficaces.
los m inistros de esa m ism a Orden; n u ­
merosos y esclarecidos docum entos lo 16. Los beneficios del mes del santo
atestiguan aunque el largo tiem po Rosario. Y ahora, V enerables H erm a­
transcurrido desde entonces y las cir­ nos, vuelve N uestra exhortación al
cunstancias adversas hayan detenido punto de donde partió. Es, que todos,
después los progresos de esta obra. pastores y rebaños, se acojan, sobre
E n nuestra época, el fervoroso cul­ todo durante el mes que se avecina,
tivo de esta m ism a devoción del Rosa­ bajo el m anto protector de la Santísim a
rio, que Nos, desde el principio, hemos Virgen. Que en público y en privado,
ensalzado, h a encontrado eco en el alm a con alabanzas, plegarias y ofrecim ien­
de m uchas personas de aquellas regio­ tos, se unan todos para invocarla y su­
nes. E n cuanto esto, pues, responda a plicarla como a Madre de Dios y Madre
Nuestros esfuerzos iniciales, esperemos nuestra, clam ando: Mostrad que sois
que sea m uy provechoso p ara d ar cum ­ nuestra Madre^2éK Que su m aternal
plimiento a Nuestros deseos. clemencia conserve a su universal fa­
m ilia al abrigo de todos los peligros;
15. El Templo de Ntra. Sra. del Ro­ que la haga gozar de prosperidad ver­
sario en Patras. Con esta esperanza se dadera fundada en la santa unidad.
une un hecho m uy gozoso que interesa Mire con benevolencia a los católicos
tanto al Oriente como al Occidente, y de todos los pueblos, y, uniéndolos más
que es m uy conform e a Nuestros desig­ estrecham ente cada día con los lazos
(23) Gal. 4, 19. (2 1 ) D e l h im n o li t . A v e M a r is S t e ll a .
540 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1895) 71, 17

de la caridad, los vuelva prontos y útilísim o patrocinio con que Ella reco­
constantes p ara sostener la gloria de la noció y recompensó la eximia devoción
Religión, en la que van incluidos asi­ que todas las clases sociales le m ani­
mismo los m ayores beneficios para el festaran en el transcurso de muchos
Estado. siglos.
Logre ser oída la voz suplicante del
17. Plegaria a María por los disiden­Oriente y del Occidente y de todas las
tes. Dígnese E lla m ira r asim ism o con naciones católicas dondequiera habiten;
esDecialísima benevolencia a los pue­ logre ser oída la N uestra que desde lo
blos disidentes, naciones grandes e ilus­ más profundo del alm a clama: Mostrad
tres en que laten tantos corazones ge­ que sois Nuestra Madre.
nerosos, conscientes de sus deberes cris­
tianos; dígnese suscitar en ellos anhelos Bendición Apostólica. E n tre tanto, y
saludables y nobles propósitos, y des­ como testimonio de Nuestra benevo­
pués de haberlos suscitado favorezca lencia os im partim os con am or la ben­
su realización. dición Apostólica a vosotros, a vuestro
clero y al pueblo confiado a vuestro
En cuanto a los disidentes orientales
cuidado.
quiera Ella recordar la devoción acen­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
drada que le profesan y las gestas su­ el 5 de Septiembre de 1895, año deci-
blimes que sus antepasados realizaron mooctavo de Nuestro Pontificado.
por la gloria de su nombre. E n cuanto
a los occidentales baste rem em orar el LEON PAPA XIII.

Disposición
IN TR O D U C C IO N :
1. Florecimiento de la devoción a María (1)
2. María y la expansión del reino de Dios (2-3)I.
I. M a r í a , n u e s t r a M a d r e (4)
Debajo de la Cruz (4) — en la Iglesia primitiva (4) — en el cielo (5-6)
II . M a r í a , b a l u a r t e d e l a v e r d a d e r a f e (7)
Testimonio de S. Cirilo (7) — Confianza de Santo Domingo (7) — Testi­
monios de los Padres y los Papas (7-8)
(9)
I I I . M a r í a , v í n c u l o d e la u n i ó n
En Efeso (9) — en nuestro tiempo (10): el culto mariano en el Oriente (11)
— el Rosario, lazo de unión (12) — El Rosario en el Oriente cristiano
y su Templo en Patras (14-15).
E P IL O G O :
1. Beneficios del Santo Rosario (16)
2. Plegaria por los disidentes (17)
ENCICLICA “SATIS COGNITUM” ()
(29-VI-1896)

SOBRE LA UNIDAD DE LA IGLESIA Y EL PRIMADO DE PEDRO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

>8 1. Tem a de la Encíclica: La U nidad El reto m o a la Iglesia. Si p ara vol­


de la Iglesia. Bien sabéis que una p a r­ ver a esta m adre am antísim a, deben
te considerable de Nuestros pensam ien­ aquellos que no la conocen, o los que
tos y de Nuestras preocupaciones tiene cometieron el erro r de abandonarla,
por objeto esforzarnos en volver a los com prar ese retorno desde luego, no al
extraviados al redil que rige el Sobera­ precio de su sangre (aunque a ese p re­
no Pastor de las almas, J e s u c r i s t o . cio lo pagó J e s u c r i s t o ) , pero sí al de
Aplicando Nuestro espíritu a ese obje­ algunos esfuerzos y trabajos, bien leves
to, Nos hemos pensado que sería ú tilí­ por otra parte, verán claram ente al
simo a tal designio y tan grande em pre­ menos que esas condiciones no han sido
sa de salvación, trazar la imagen de la im puestas a los hom bres por una vo­
Iglesia dibujando, por decirlo así, sus luntad hum ana, sino por orden y vo­
luntad de Dios, y por lo tanto, con la
contornos principales, y poner de relie­
ayuda de la gracia celestial, experim en­
ve, como su distintivo más característico
tarán por sí mismos la verdad de esta
y más digno de especial atención la divina palabra: “Mi yugo es dulce y mi
unidad, carácter insigne de la verdad y carga ligera” (2).
del invencible poder que el Autor divino
P or esto, poniendo N uestra principal
de la Iglesia ha im preso en su obra.
esperanza en el “ Padre de la luz de
quien desciende toda gracia y todo don
La finalidad que el P ap a persigue. perfecto” (3>, sólo en Aquel que “da el
Considerada en su form a y en su h e r­ crecimiento”'4^, Nos le pedimos con
m osura genuinas, la Iglesia debe tener vivas instancias, se digne poner en Nos
una acción m uy poderosa sobre las a l­ el don de persuadir.
mas, y no Nos apartam os de la verdad
al decir que ese espectáculo puede disi­ 2. Dios tom a al hom bre como m i­
par la ignorancia, y desvanecer las nistro. Aunque Dios puede, sin duda,
ideas falsas y las preocupaciones, sobre operar por sí mismo y por su sola vir­
todo aquellas que no son hijas de la tud todo lo que realizan los seres crea­
milicia. Puede tam bién excitar en los dos, sin em bargo, por un designio m i­
hom bres el am or a la Iglesia; un am or sericordioso de su Providencia, ha pre- 709
sem ejante a la caridad, bajo cuyo im ­ ferido, p ara ay u d ar a los hom bres, ser­
pulso Jesucristo ha escogido a la Iglesia virse de los hom bres. P or m ediación y
por su Esposa, rescatándola con su m inisterio de los hom bres da o rd in a­
sangre divina. Pues Jesucristo amó a riam ente a cada uno, en el orden p u ra ­
la Iglesia y se entregó El mismo por m ente natura!, la perfección que le es
e / / a (Ú .1 debida, y se vale de ellos, aún en el
(* ) A SS 28 (1894/95) 708-739. A l fin a l d e e sta E n c íc lic a va una d is p o s ic ió n d e ella co m o s u ­
g ere n c ia d e su co n ten id o . — Los números marginales in d ica n la s p á g in a s d el te x to en A SS, v o l.
28. (P . H .)
(1) E fe s. 5, 2. (3) Jac. 1, 17.
(2) Mat. 11, 30. u ; i Cor. 3, 6 y 7.

— 541 —
542 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 3-5

urden sobrenatural, p ara conferirles soberana verdad, por su naturaleza está


la santidad y la salud. encerrada en el espíritu, pero debe sa­
Pero es evidente que ninguna com u­ lir al exterior por la evidente profesión
nicación entre los hom bres puede rea­ que de ella se hace: pues se cree de
lizarse, sino por el medio de las cosas corazón para la justicia; pero se con­
exteriores y sensibles. P or esto el Hijo fiesa por la boca para la salvación
de Dios tomó la naturaleza humana, El, Así nada es m ás íntim o en el hom bre
que teniendo la forma de Dios... se que la gracia celestial que produce en
anonadó, tomando la forma de esclavo él la salvación, pero exteriores son los
y haciéndose semejante a los hom- instrum entos ordinarios y principales
bres(5).* y así, m ientras vivió en la por los que la gracia se nos comunica:
tierra, reveló a los hom bres, conversan­ queremos hablar de los Sacramentos
do con ellos, su doctrina y sus leyes. que son adm inistrados con ritos espe­
ciales por hom bres evidentemente esco­
3. C onstitución de la Iglesia. Pero gidos para ese ministerio. J e s u c r i s t o
como su obra divina debía ser per­ ordenó a los Apóstoles y a los suceso­
durable y perpetua, se rodeó de discí­ res de los Apóstoles que instruyeron y
pulos, a los que dió parte de su poder, gobernaran a los pueblos; ordenó a los
y haciendo descender sobre ellos desde pueblos que recibiesen su doctrina y se
lo alto de los cielos el Espíritu de ver- som etieran dócilmente a su autoridad.
dad(Q\ les m andó recorrer toda la tierra Pero esas relaciones m utuas de dere­
y predicar fielmente a todas las nacio­ chos y de deberes en la sociedad cris­
nes lo aue El mismo había enseñado y tiana no solamente no habrían podido
prescrito, a fin de que, profesando su ser duraderas, pero ni aun habrían po­
doctrina y obedeciendo a sus leyes, el dido establecerse, sin la m ediación de
género hum ano, pudiese adquirir la los sentidos, intérpretes y m ensajeros
santidad en la tierra, y en el cielo la de las cosas.
bienaventuranza eterna.
Tal es el plan a que obedece la cons­ 5. L a Iglesia cuerpo visible. P o r to ­
titución de la Iglesia, tales son los das estas razones la Iglesia es con fre­
principios que h an presidido a su n a­ cuencia llam ada en las sagradas letras
cimiento. Si m iram os en ella el fin un cuerpo, y tam bién el cuerpo de
último que se propone y las causas in ­ Cristo. “Sois el cuerpo de Cristo” <9).
m ediatas por las que produce la santi­ Porque la Iglesia es un cuerpo, es visi­
dad en las almas, seguram ente la Iglesia ble a los ojos; porque es el cuerpo de
es espiritual; pero si consideramos los Cristo, es un cuerpo vivo, activo, lleno
m iem bros de que se compone, y los de savia, sostenido y anim ado como
medios por los que los dones espiritua­ está por Jesucristo, que lo penetra con
les llegan hasta nosotros, la Iglesia es su virtud, como, aproxim adam ente, el
exterior y necesariam ente visible. Por tronco de la viña alim enta y hace fér­
signos que penetran en los ojos y por tiles a las ram as que le están unidas.
los oídos, fue como los Apóstoles reci­ En los seres animados, el principio vi­
bieron la misión de enseñar; y esta tal es invisible y oculto en lo m ás pro ­
m isión no la cum plieron de otro modo fundo del ser, pero se denuncia y m a­
que por palabras y actos igualmente nifiesta por el movimiento y la acción
sensibles. Así su voz, entrando por el de los m iem bros; así el principio de
oído exterior, engendraba la fe en las vida sobrenatural que anim a a la Igle­
alm as: la fe viene por la audición, y la sia, se m anifiesta a todos los ojos por
audición por la palabra de Cristo^. los actos que produce.
De aquí se sigue que están en un
4. E xteriorización. Y la fe m ism a, pernicioso error los que haciéndose
esto es, el asentim iento a la prim era y 56 una Iglesia a m edida de sus deseos, se
(5) FU. 2, 6-7. (7) R om . 10, 17.
(6) Juan 16, 13. (8) R om . 10, 10.
(9) I Cor. 12, 27.
72. 6-8 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 543

la im aginan como oculta y en m anera leza y la constitución íntim a de la Igle­


alguna visible, y aquellos otros que la sia, debe durar, necesariamente, tanto
m iran como una institución hum ana, como la m ism a Iglesia dure.
provista de u na organización, u na dis­ No es otra la razón en que se funda
ciplina y ritos exteriores, pero sin n in ­ S a n J u a n C r i s ó s t o m o , cuando nos di­
guna comunicación perm anente de los ce: “No te separes de la Iglesia. Nada
dones de la gracia divina, sin nada que es más fuerte que la Iglesia. Tu espe­
dem uestre por u na m anifestación dia­ ranza es la Iglesia; tu salud es la Igle­
ria y evidente la vida sobrenatural que sia; tu refugio es la Iglesia. Es más alta
recibe de Dios. que el cielo y más ancha que la tierra.
No envejece jamás, su vigor es eterno.
6. Es u n cuerpo anim ado. Lo mismo Por eso la Escritura para demostrarnos
una que otra concepción son igualm en­ su solidez inquebrantable, le da el nom­
te incom patibles con la Iglesia de J e ­ bre de montaña”(10\ S a n A g u s t í n añ a­
s u c r i s t o , como el cuerpo o el alm a de :“Los infieles creen que la Religión
son por sí solos incapaces de constituir cristiana debe durar cierto tiempo en
el hom bre. El conjunto y la unión de el mundo para luego desaparecer. Du­
estos dos elementos es indispensable a rará tanto como el sol; y mientras el
la verdadera Iglesia, como la íntim a sol siga saliendo y poniéndose, es de­
unión del alm a y del cuerpo es indis­ cir, mientras dure el curso de los tiem­
pensable a la naturaleza. La Iglesia no pos, la Iglesia de Dios, esto es, el cuer­
es una especie de cadáver; es el cuerpo po de Cristo, no desaparecerá del mun­
de Cristo anim ado con su vida sobre­ do”(n >. Y el mismo Padre dice en otro
natural. Cristo mismo, Jefe y modelo lugar: “La Iglesia vacilará si su funda­
de la Iglesia, no está entero si se con­ mento vacila; ¿pero cómo podrá vaci­
sidera en El exclusivamente la n a tu ra­ lar Cristo? Mientras Cristo no vacile,
leza hum ana y visible, como hacen los la Iglesia no flaqueará jamás hasta el
discípulos de F o t i n o o N e s t o r i o , o fin de los tiempos. ¿Dónde están los
únicam ente la naturaleza divina e in­ que dicen: “La Iglesia ha desaparecido
visible, como hacen los Monofisitas; del mundo”, cuando ni siquiera puede
pero Cristo es uno por la unión de las flaquear?”(12>.
dos naturalezas, visible e invisible, y
es uno en los dos: del mismo modo su 8. U nidad dada por Jesucristo. Estos
cuerpo místico no es la verdadera Igle­ son los fundam entos sobre que debe
sia, sino a condición de que sus partes apoyarse quien busca la verdad. La
visibles tom en su fuerza y su vida de Iglesia ha sido fundada y constituida
los dones sobrenaturales y otros ele­ por J e s u c r i s t o Nuestro Señor; por lo
mentos invisibles; y de esta unión es tanto, cuando inquirim os la naturaleza
de la que resulta la naturaleza de sus de la Iglesia, lo esencial es saber lo que
mismas partes exteriores. Jesucristo ha querido hacer y lo que
ha hecho en realidad. Hay que seguir
7. P erennidad de la Iglesia. Mas esta regla cuando sea preciso tratar,
como la Iglesia es así por voluntad y sobre todo de la unidad de la Iglesia,
orden de Dios, así debe perm anecer sin asunto del que Nos ha parecido bien,
ninguna interrupción hasta el fin de los en interés de todo el m undo, hablar
siglos, pues de no ser así, no h abría algo en las presentes Letras.
sido fundada p ara siempre, y el fin Sí, ciertam ente la verdadera Iglesia
mismo a que tiende quedaría limitado de J e s u c r i s t o es una; los testimonios
en el tiempo y en el espacio; doble con­ evidentes y m ultiplicados de las Sagra­
clusión contraria a la verdad. Es por das Letras han fijado tan bien este
consiguiente cierto que esta reunión de punto que ningún cristiano puede lle­
elementos visibles e invisibles, estando var su osadía a contradecirlo. Pero
por la voluntad de Dios en la n a tu ra­ cuando se trata de determ inar y esta-
cío) S. Jerón . H om . d e c a p to E u tr o p io N p 6. (11) S. A ug. In P s a lm . 71, n? 8. P .L . 36, 609.
P.G . 52, 402. (12) S. A ug. E n a rra t. in P s . 103, serm o II, nP 5.
P .L . 37, 1353.
544 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 9-11

blecer la naturaleza de esta unidad, transm itir a la Iglesia la continuación


muchos se dejan extraviar por varios de la m ism a misión, del mismo m an­
errores. No solamente el origen de la dato que El recibió de su Padre.
Iglesia, sino todos los caracteres de su Esto es lo que había decretado h a ­
constitución pertenecen al orden de las cer, y esto es lo que realm ente hizo:
cosas que proceden de una voluntad Como mi Padre me envió, os envío a
libre; toda la cuestión consiste, pues, vosotros<1516). Como tú me enviaste al
en saber lo que en realidad ha suce­ mundo, los he enviado también al
dido, y por eso es preciso averiguar mundo^1Q\ En la misión de Cristo en­
no de qué modo la Iglesia podría ser traba rescatar de la m uerte y salvar lo
una, sino qué unidad ha querido darle que había p e r e c id o ^ ; esto es, no so­
su Fundador. lam ente a algunas naciones o ciudades,
Si exam inam os los hechos, com pro­ sino a la universalidad del género h u ­
barem os que J e s u c r i s t o no concibió ni mano, sin ninguna excepción en el es­
instituyó una Iglesia form ada de m u­ pacio ni en el tiempo. “El Hijo del
chas com unidades que se asem ejan por Hombre ha venido...; para que el mun­
ciertos caracteres generales, pero dis­ do sea salvado por El”(18\ “Pues nin­
tintas unas de otras y no unidas entre gún otro nombre ha sido dado a los
sí por aquellos vínculos que únicam en­ hombres por el que podamos ser sal­
te pueden d ar a la Iglesia la individua­ vados” (19). La misión, pues, de la Igle­
lidad y la unidad de que hacemos sia es rep artir entre los hom bres y
profesión en el símbolo de la fe: “Creo extender a todas las edades la salvación
en la Iglesia una”... operada por Jesucristo y todos los be­
neficios que de ella se siguen. Por esto
9. Una en su naturaleza. “La Iglesia según la voluntad de su Fundador, es
está constituida en la unidad por sii necesario que sea única en toda la
misma naturaleza; es una, aunque las extensión del m undo y en toda la du­
herejías traten de desgarrarla en mu­ ración de los tiempos. P ara que p u ­
chas sectas. Decimos, pues, que la anti­ diera existir una unidad más grande,
gua y católica Iglesia es una, porque sería preciso salir de los límites de la
tiene la unidad; de la naturaleza, de tierra e im aginar un género hum ano
sentimiento, de principio, de excelen­ nuevo y desconocido.
cia... Además, la cima de perfección de
la Iglesia, como el fundamento de su 11. P alabras de Isaías. E sta Iglesia
construcción, consiste en la unidad; única, que debía abrazar a todos los
por eso sobrepuja a todo el mundo, hom bres, en todos los tiempos y en
pues nada hay igual ni semejante a todos los lugares, I s a í a s , la vislumbró
ella”(1314L P o r eso, cuando J e s u c r i s t o y señaló por anticipado, cuando, pene­
habla de este edificio místico, no m en­ trando con su m irada en lo porvenir,
ciona m ás que u na Iglesia, que llam a tuvo la visión de una m ontaña cuya
suya: “Yo edificaré mi Iglesia” cima, elevada sobre todas las demás,
Cualquiera_otra que se quiera im aginar era visible a todos los ojos y represen­
fuera de ella, no puede ser la verda­ taba la Casa de Dios, es decir, la Igle­
dera Iglesia de J e s u c r i s t o . sia: “En los últimos tiempos la mon­
taña, que es la Casa del Señor, estará
10. C ontinuar la m isión recibida del preparada en la cima de las monta­
Padre. Esto resulta m ás evidente aún, ñas” <20>.
si se considera el designio del Divino Pero esta m ontaña colocada sobre la
autor de la Iglesia. ¿Qué ha buscado, cima de las m ontañas es única; única
qué h a querido J e s u c r i s t o Nuestro Se­ es esta Casa del Señor, hacia la cual
ñor en el establecimiento y conserva­ todas las naciones deben afluir un día
ción de la Iglesia? Una sola cosa: en conjunto para hallar en ella la regla
(13) C lem en s A lex . S trom at. 7, 17. P.G . 9, 551. (17) M at. 18, 11.
(14) Mat. 16, 18. (18) Juan 3, 17.
(15) Ju an , 20, 21. (19) H e c h o s 4, 12.
(16) Juan 17, 18. (20) Is. 2, 2.
72, 12 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 545

de su vida. “Y todas las naciones aflui­ bros del cuerpo, aunque numerosos,
rán hacia ella y dirán: Venid, ascen­ no son sino un solo cuerpo: así es
damos a la montaña del Señor, vamos Cristo(25). Y es por esto por lo que nos
a la Casa del Dios de Jacob y nos en­ dice tam bién que este cuerpo está uni­
señará sus caminos y marcharemos por do y ligado. “Cristo es el jefe, en virtud
sus senderos” , del que todo el cuerpo unido y ligado
Optato de Milevo dice a propósito por todas sus coyunturas que se pres­
de este pasaje: “Está escrito en la pro­ tan mutuo auxilio por medio de opera­
fecía de Isaías: La ley saldrá de Sión y ciones proporcionadas a cada miembro,
la palabra de Dios de Jerusalén”. No recibe su acrecentamiento para ser edi­
es, pues, en la montaña de Sión donde ficado en la caridad”(26>. Así, pues, si
Isaías ve el valle, sino en la montaña algunos miembros está separados y ale­
santa, que es la Iglesia, y que llenando jados de los otros miembros, no po­
todo el mundo romano eleva su cima drán pertenecr a la m ism a cabeza como
hasta el cielo... La verdadera Sión es­ el resto del cuerpo. t(Hay — dice S an
piritual es, pues, la Iglesia, en la cual Cipriano — un solo Dios, un solo Cris­
Jesucristo ha sido constituido Rey por to, una sola Iglesia de Cristo, una sola
Dios Padre, y que está en todo el mun­ fe, un solo pueblo que, por el vínculo
do, lo cual es exclusivo de la Iglesia de la concordia, está fundado en la
católica(2
122K Y he aquí lo que dice S an unidad sólida de un mismo cuerpo. La
Agustín : “¿Qué hay más visible que unidad no puede ser amputada; un
una montaña?”. Y sin embargo, hay cuerpo, para permanecer único, no
m ontañas desconocidas que están situa­ puede dividirse por el fraccionamiento
das en un rincón apartado del globo... de su organismo” P ara m ejor de­
Pero no sucede así con esa montaña, clarar la unidad de su Iglesia, Dios nos
pues que ella llena toda la superficie la presenta bajo la imagen de un cuer­
de la tierra y está escrita de ella que po anim ado, cuyos miem bros no pue­
está establecida sobre las cimas de las den vivir sino a condición de estar unh
montañasv(23>. dos con la cabeza y de tom ar sin cesar
de ésta su fuerza vital; separados han
12. El Cuerpo Místico de Cristo. Es de m orir necesariamente. No puede (la
preciso añadir que el Hijo de Dios Iglesia) ser dividida en pedazos por el
decretó que la Iglesia fuese su propio desgarramiento de sus miembros y de
cuerpo místico al que se uniría p ara sus entrañas. Todo lo que se separe del
ser su cabeza, del mismo modo que en centro de la vida no podrá vivir por sí
el cuerpo hum ano que tomó por la solo ni respirar(28L Ahora bien; ¿en
E ncarnación la cabeza m antiene a los qué se parece un cadáver a un ser
m iembros en u na necesaria y n atu ral vivo? Nadie jamás ha odiado a su car­
unión. Y así como tom ó u n cuerpo ne, sino que la alimenta y la cuida co­
m ortal único que entregó a los torm en­ mo Cristo a la Iglesia, porque somos
tos y a la m uerte, p ara pagar el rescate los miembros de su cuerpo formados
de los hom bres, así tam bién tiene un de su carne y de sus huesos^29).
cuerpo místico único en el que, y por Que se busque, pues, otra cabeza p a­
medio del cual hizo p articipar a los recida a Cristo, que se busque otro
hom bres de la santidad y de la salva­ Cristo si se quiere im aginar otra Igle­
ción eterna. “Dios hizo (a Cristo) jefe sia fuera de la que es su cuerpo. “Mi­
de toda la Iglesia que es su cuerpo”(24h rad de lo que debéis guardaros, ved
Los m iem bros separados y dispersos por lo que debéis velar, ved lo que de­
no pueden unirse a u na sola y m isma béis tener. A veces se corta un miem­
cabeza p ara form ar un solo cuerpo. bro en el cuerpo humano, o más bien,
Pues S an P ablo dice: Todos los miem ­ se le separa del cuerpo una mano, un
(21) Is. 2, 2-3. (25) I Cor. 12, 12.
(22) Optato de Milevo, De schism. Donat. lib. (26) Efes. 4, 15-16.
III. n<> 2. P.L. 11, 995-997. (27) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(23) S. Aug. In Ep. Jn. tr. I, 13. P.L. 35, 1988. (28) S. Cipr. De cath. Eccl. Unit. 23. P.L. 4, 517.
(24) Efes. 1, 22-23. (29) Efes. 5, 29-30.
E n cíclicas P on tificias 18
546 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 13-15

dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miem­ pia unión con su Padre: os pido... que
bro cortado? Cuando el miembro está sean todos una misma cosa, como vos,
en el cuerpo, vive; cuando se le corta, mi Padre, estáis en mí y yo en p o s ( 3 4 ) .
pierde la vida. Así el hombre en tanto
que vive en el cuerpo de la Iglesia es 14. U nidad absoluta en la fe. Una
cristiano católico; separado se hará he­ tan grande y absoluta concordia entre
rético. El alma no sigue al miembro los hom bres debe tener por fundam en­
amputado”(S0K to necesario la arm onía y la unión de
la que seguirá naturalm ente la arm o­
nía de las voluntades y el concierto en
13. U nidad de los m iem bros con la las acciones. Por esto, según su plan
cabeza y entre sí. La Iglesia de Cristo divino, J esús quiso que la unidad de la
es, pues, única y además, perpetua: fe existiese en su Iglesia; pues la fe es
quien se separa de ella, se ap arta de la el prim ero de todos los vínculos que
voluntad y de la orden de J esucristo unen al hom bre con Dios, y a ella es a
Nuestro Señor, deja el camino de sal­ la que debemos el nom bre de fieles.
vación y corre a su pérdida. “Quien se “Un solo Señor, una sola fe, un solo
separa de la Iglesia para unirse a una bautismo” es decir, del mismo m o­
esposa adúltera, renuncia a las prome­ do que no tienen más que un solo Se­
sas hechas a la Iglesia. Quien abando­ ñor y un solo bautismo, así todos los
ne a la Iglesia de Cristo no logrará las cristianos del m undo no deben tener
recompensas de Cristo... Quien no guar­ sino una sola fe. Por esto el Apóstol
da esta unidad, no guarda la ley de S an P ablo no pide solamente a los
Dios, ni guarda la fe del Padre y del cristianos que tengan los mismos sen­
Hijo, ni guarda la vida ni la salud” (31\ timientos y huyan de las diferencias
de opinión, sino les conjura a ello por
715 Pero Aquel que ha instituido la Igle­ los motivos más sagrados: “Os conjuro,
sia única, la ha instituido una; es de­ hermanos míos, por el nombre de nues­
cir, de tal naturaleza, que todos los que tro Señor Jesucristo, que no tengáis
debían ser sus m iem bros habían de más que un mismo lenguaje, ni sufráis
estar unidos por los vínculos de una cisma entre vosotros; sino que estéis
sociedad estrechísim a, hasta el punto todos perfectamente unidos en el mis­
de form ar un solo pueblo, un solo rei­ mo espíritu y en los mismos sentimien­
no, un solo cuerpo. “Sed un solo cuer­
tos”<36L Estas palabras no necesitan
explicación, son por sí m ismas bastante
po y un solo espíritu, como habéis sido elocuentes.
llamados a una sola esperanza en vues­
tra vocación”(32\ 15. P unto en que m uchos yerran.
Además, aquellos que hacen profesión
E n vísperas de su m uerte, J esucristo de cristianism o reconocen de ordinario
sancionó y consagró del modo m ás que la fe debe ser una. El punto más
augusto su voluntad acerca de este im portante y absolutam ente indispen­
punto en la oración que dirigió a su sable, aquel en que yerran muchos,
Padre: No ruego por ellos solamente, consiste en discernir de qué es n atu ra­
sino por aquellos que por su palabra leza, de qué especie es esta unidad.
creerán en mí... a fin de que ellos tam­ Pues aquí, como Nos lo hemos dicho
bién sean una sola cosa en nosotros... m ás arriba, en sem ejante asunto no
a fin de que sean consumados en la hay que juzgar por opinión o conjetu­
unidad(33). Y quiso tam bién que el ra, sino según la ciencia de los hechos
vínculo de la unidad entre sus discí­ hay que buscar y com probar cuál es
pulos fuese tan íntim o y tan perfecto la unidad de la fe que Jesucristo ha
que lim itase en algún modo a su pro- im puesto a su Iglesia.
(30) S. Aug. sermo 267, n9 4. P.L. 38, 1231. (33) Juan 17, 20. 22-23.
(31) S. Cipr. De Cath. Eccl. Unit. 6. P.L. 4, 503. (34) Juan 17, 21.
(32) Efes. 4, 4. (35) Efes. 4, 5.
(36) I Cor. 1, 10.
72, 16-17 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 547

716 La doctrina celestial de Jesucristo, del cristianismo. Los hechos que vamos
aunque en gran parte esté consignada a recordar están confirm ados por las
en libros inspirados por Dios, si h u ­ Sagradas Letras, y son conocidos de
biese sido entregada a los pensam ientos todos.
de los hom bres no podría por sí m isma
unir los espíritus. Con la m ayor faci­ 17. Creer toda la doctrina de Cristo.
lidad llegaría a ser objeto de in terp re­ prueba, por la virtud de sus
J e s u c r is t o
taciones diversas, y esto no sólo a cau­ milagros, su divinidad y su m isión di­
sa de la profundidad y de los m isterios vina; habla al pueblo para instruirle
de esta doctrina, sino por la diversidad en las cosas del cielo y exige absoluta­
de los entendim ientos de los hom bres y mente que se preste entera fe a sus
de la turbación que nacería del choque enseñanzas; lo exige bajo la sanción de
y de la lucha de contrarias pasiones. recom pensas o de penas eternas. “Si no
De las diferencias de interpretación hago las obras de mi Padre no me
nacería necesariam ente la diversidad de creáis” (39>. “Si no hubiese hecho entre
los sentimientos, y de ahí las contro­ ellos obras que ningún otro ha hecho,
versias, disensiones y querellas como no tendrían pecado”(40>. “Pero si yo
las que estallaron en la Iglesia en hago esas obras y no queréis creer en
la época m ás próxim a a su origen: mí, creed en mis obras”(41). Todo lo que
He aquí por qué escribía S a n I r e n e o ordena, lo ordena con la m ism a auto­
hablando de los herejes: “Confiesan ridad; en el asentimiento de espíritu 717
las Escrituras, pero pervierten su inter­ que exige, no exceptúa nada, nada dis­
pretación”(37\ Y S a n A g u s t í n : “El ori­ tingue. Aquellos, pues, que escuchaban
gen de las herejías y de los dogmas a J e s ú s , si querían salvarse, tenían el
perversos que tienden lazos a las almas deber, no solamente de aceptar en ge­
y las precipitan en el abismo, está úni­ neral toda su doctrina, sino de asentir
camente en que las Escrituras que son plenam ente a cada una de las cosas que
buenas se entienden de una manera enseñaba. Negarse a creer, aunque sólo
que no es buena”16 fuera en un punto, a Dios cuando h a ­
bla, es contrario a la razón.
16. Principio de unidad en la fe. Al punto de volverse al cielo, envía
P ara un ir los espíritus, p ara crear y a sus Apóstoles revistiéndolos del m is­
conservar la concordia de los senti­ mo poder con el que el Padre le en­
mientos, era necesario adem ás de la viara, les ordenó que esparcieran y
existencia de las Sagradas E scrituras, sem braran por todo el m undo su doc­
otro principio. La sabiduría divina lo trina. “Todo poder me ha sido dado csi
exige, pues Dios no ha podido querer el cielo y sobre la tierra. Id y enseñad
la unidad de la fe sin proveer de un a todas las naciones... enseñadlas a
modo conveniente a la conservación de observar todo lo que os he manda-
esta unidad, y las mismas Sagradas do”(42K Todos los que obedezcan a los
Escrituras indican claram ente que lo Apóstoles serán salvos, y los que no
ha hecho, como lo diremos más ade­ obedezcan perecerán.
lante. Ciertamente el poder infinito de “Quien crea y se bautice será salvo;
Dios no está ligado ni constreñido a quien no crea será condenado” (43>. Y
ningún medio determ inado, y toda cria­ como conviene soberanam ente a la P ro ­
tura le obedece como un dócil in stru ­ videncia divina no encargar a alguno
mento. Es pues, preciso buscar, entre de una misión, sobre todo, si es im por­
todos los medios de que disponía J e ­ tante y de gran valor, sin darle al m is­
s u c r i s t o , cuál es el principio de unidad mo tiempo los medios de cum plirla,
en la fe que quiso establecer. J e s u c r is t o prom ete enviar a sus discí­
P ara esto hay que rem ontarse con pulos al E spíritu de verdad que perm a­
el pensam iento a los prim eros orígenes necerá con ellos eternam ente. “Si me
(37) S. Iren. Ad. Haer. III, 12, n? 12. P.G. 7, 906. (40) Juan 15, 24.
(38) S. Aug. Evang. Joa. Iract. 18, c. 5, n? 1. (41) Juan 10, 38.
P.L. 35, 1536. (42) Mat. 28, 18-20.
(39) Juan 10, 37. (43) Me. 16, 16.
548 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 18-20

voy os lo enviaré (al Paracleto)... y que habían aprendido de su Maestro,


cuando este Espíritu de verdad venga pues ellos daban testimonio pública­
sobre vosotros os enseñará toda la ver- m ente y a la luz del sol dado que les
dad” (44). Y “yo rogaré a mi Padre y El era imposible callar nada de lo que
os enviará otro Paracleto para que viva habían visto y oído.
siempre con vosotros; este será el Espí­
ritu de verdad” “El os dará testi­ 19. La m isión de los Apóstoles no
monio de mí y vosotros también daréis debía term in ar con su m uerte. Pero,
testimonio” ya lo hemos dicho, la misión de los
Apóstoles no era de tal naturaleza que
18. A ceptar la doctrina de los Após­ pudiese perecer con las personas de
toles. Además, ordenó acep tar religio­ los Apóstoles o para desaparecer con
sam ente y observar santam ente la doc­ el tiempo, pues era una m isión pública
trin a de los Apóstoles como la suya o instituida para la salvación del gé­
propia. Quien os escucha me escucha, nero hum ano. J e s u c r is t o , en efecto,
y quien os desprecia me desprecia^47). ordenó a los Apóstoles que predicasen
Los Apóstoles, pues, fueron enviados el Evangelio a todas las gentes^51\ y
por Jesucristo, de la m ism a m anera co­ que llevasen su nombre delante de los
mo El fue enviado por su Padre: Como pueblos y de los reyes^52\ y que le sir­
mi Padre me ha enviado, así os envío viesen de testigos hasta en los últimos
yo a vosotros(48). P or consiguiente, así confines de la tierra^z\
como los Apóstoles y los discípulos es­ Y en el cum plim iento de esta gran
taban obligados a someterse a la pala­ misión les prom etió estar con ellos, y
b ra de Cristo, la m ism a fe debía ser esto no por algunos años, o algunos
otorgada a la palabra de los Apóstoles períodos de años, sino por todos los
por todos aquellos a quienes instruían tiempos, hasta la consumación de los
los Apóstoles en virtud del m andato di­ siglos<54>. Acerca de esto escribe S an
vino. No era, pues, perm itido repudiar J e r ó n i m o : Quien promete estar con sus
un solo precepto de la doctrina de los discípulos hasta la consumación de los
Apóstoles, sin rechazar en aquel punto siglos, muestra con esto que sus discí­
la doctrina del mismo Jesucristo. pulos vivirán siempre, y que El mismo
E n efecto, la palabra de los Após­ no cesará de estar con los creyentes(55>.
toles después de haber descendido a ¿Y cómo había de suceder esto úni­
ellos el E spíritu Santo, resonó hasta los camente con los Apóstoles, cuya con­
lugares más apartados. dición de hom bres les sujetaba a la ley
718 Donde ponían el pie se presentaban suprem a de la m uerte? La Providencia
como los enviados de Jesús. “Es por divina había, pues, determ inado que el
El (Jesucristo), por quien hemos reci­ m agisterio instituido por Jesucristo no
bido la gracia y el apostolado para ha­ quedaría restringido a los límites de
cer que obedezcan a la fe todas las na­ la vida de los Apóstoles, sino que du­
ciones en honor de su nombre”(49\ Y raría siempre. Y, en realidad, vemos
en todas partes Dios hacía resplandecer que se ha trasm itido y ha pasado como
bajo sus pasos la divinidad de su misión de m ano en m ano en la sucesión de los
por prodigios. “Y habiendo partido, tiempos.
predicaron por todas partes y el Señor
cooperaba con ellos y confirmaba su 20. Los Obispos sus sucesores. Los
palabra por los milagros que le acom­ Apóstoles, en efecto, consagraron a los
pañaban”(50K Obispos y designaron nom inalm ente a
¿De qué palabra se trata? De aque­ los que debían ser sus sucesores inm e­
lla evidentemente que abraza todo lo diatos en el ministerio de la palabra^56).
(44) Juan 16, 7-13. (51) Me. 16, 15.
(45) Juan 14, 16-17. (52) Act. 9, 15.
(46) Juan 19, 26-27. (53) Act. 1, 8.
(47) Luc. 10, 16. (54) Mat. 28, 20.
(48) Juan 20, 21. (55) S. Jerón. In Mat. I, 4, c. 28, 20. P.L. 26, 218
(49) Rom. 1, 5. (56) Act. 6, 4.
(50) Me. 16, 20.
72, 21-22 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 549

Pero no fue esto solo: ordenaron a sus dispersan su rebaño: El que no está
sucesores que escogieran hom bres p ro ­ conmigo — dijo— está contra mí, y el
pios p ara esta función y que les revis­ que no recoge conmigo, desparram a^.
tieran de la m ism a autoridad y les con­ Penetrada plenam ente de estos p rin ­
fiasen a su vez el cargo de enseñar. cipios, y cuidadosa de su deber, la
Tú, pues, hijo mío, fortifícate en la Iglesia nada ha deseado con tanto ard o r
gracia que está en Jesucristo, y lo que ni procurado con tanto esfuerzo, como
has escuchado de mí delante de gran conservar del modo m ás perfecto la
número de testigos, confíalo a los hom­ integridad de la fe. P or esto ha m irado
bres fieles que sean capaces de ins­ como a rebeldes declarados y ha deste­
truir en ello a los otros^D. Es, pues, rrado de su seno a todos los que no
verdad que, así como J e s u c r is t o fue piensan como ella sobre cualquier p u n ­
enviado por Dios y los Apóstoles por to de su doctrina.
J e s u c r is t o , del mismo modo los Obis*
pos y todos los que sucedieron a los 22. No es lícito separarse en lo más
Apóstoles son enviados por los Após­ mínimo del magisterio de la Iglesia.
toles. Los arríanos, los m ontañistas, los no-
19 Los Apóstoles nos han predicado el vacianos, los cuartodecim anos, los euti-
Evangelio enviados por Nuestro Señor quianos no abandonaron, seguramente,
Jesucristo y Jesucristo fue enviado por toda la doctrina católica, sino solam en­
Dios. La misión de Cristo es la de Dios, te tal o cual parte, y, sin embargo,
la de los Apóstoles es la de Cristo, y ¿quién ignora que fueron declarados
ambas han sido instituidas según el herejes y arrojados del seno de la Igle­
orden y por la voluntad de Dios... Los sia? Un juicio sem ejante ha condenado
Apóstoles predicaban el Evangelio por a todos los favorecedores de doctrinas
naciones y ciudades; y después de ha­ erróneas que fueron apareciendo en las
ber examinado según el espíritu de diferentes épocas de la historia. Nada
Dios, a los que eran las primicias de es más peligroso que esos heterodoxos
aquellas cristiandades, establecieron los que, conservando en lo demás la inte­
Obispos y los Diáconos para gobernar gridad de la doctrina, con una sola
a los que habían de creer en lo suce­ palabra, como gota de veneno, corrom­
sivo... Instituyeron a los que acabamos pen la pureza y sencillez de la fe que
de citar y más tarde tomaron sus dis­ hemos recibido de la tradición domini­
posiciones para que cuando aquéllos cal, después apostólica^60).
murieran, otros hombres probados les Tal ha sido constantem ente la cos­
sucedieran en su ministerio(58>. tum bre de la Iglesia, apoyada por el
21. Conservación de la doctrina. Es, juicio unánim e de los Santos Padres,
pues, necesario que de una m anera que siempre han m irado como excluido
perm anente subsista, de u na parte, la de la com unión católica y fuera de la
misión constante e inm utable de ense­ Iglesia a cualquiera que se separe en
ñ ar todo lo que J e s u c r is t o h a enseña­ lo más m ínim o de la doctrina enseñada
do, y de otra, la obligación constante e por el magisterio auténtico. S a n E p i f a -
inm utable de aceptar y de profesar to­ n io , S a n A g u s t í n , T e o d o r e t o , han
da la doctrina así enseñada. S a n C i ­ mencionado un gran núm ero de here­
p r i a n o lo expresa de un modo exce­ jías de su tiempo. S a n A g u s t í n hace 720
lente en estos térm inos: notar que otras clases de herejías pue­
Cuando nuestro Señor Jesucristo, en den desarrollarse, y que, si alguno se
el Evangelio declara que aquellos que adhiere a una sola de ellas, por ese
no están con El son sus enemigos, no mismo hecho se separa de la unidad
designa una herejía en particular, sino católica.
denuncia como adversarios suyos a to­ De que alguno diga que no cree en
dos aquellos que no están enteramente esos errores (esto es, las herejías que
con El, y que no recogiendo con El578 acaba de enum erar), no se sigue que
(57) II Tim. 2, 1-2. (59) S. Cipr. Ep. 49 ad Magnum 1. P.L. 3, 1138.
(58) Clemente Rom. Epit. I Cor. cop. 42-44. (60) Auctor Tract. de Fide Ortliod. c. Arianos.
P.G. 1, 291-298. c. 1. P.L. 17, 552.
550 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 23-28

deba creerse y decirse católico. Pues cas, a las que todo cristiano da su asen­
puede haber y pueden surgir otras he­ timiento y su fe, parecen decir: En nos­
rejías que no están mencionadas en otros está la palabra de la verdad. Pero
esta obra y cualquiera que abrazase no debemos creerles ni apartarnos de
una sola de ellas cesaría de ser cristia­ la primitiva tradición eclesiástica, ni
no católico (61). creer otra cosa que lo que las Iglesias
23. San Pablo insiste en la integri­
de Dios nos han enseñado por la tradi­
dad de la fe. Este medio, instituido
ción sucesiva(67\
por Dios p ara conservar la unidad de 25. San Ireneo. Escuchad a San Ire-
la fe, de que Nos hablam os, está ex­ neo: La verdadera sabiduría es la doc­
puesto con insistencia por S an P ablo trina de los Apóstoles... que ha llegado
en su epístola a los de Efeso, al exhor­ hasta nosotros por la sucesión de los
tarlos en prim er térm ino, a conservar Obispos... al trasmitirnos el conoci­
la arm onía de los corazones. Aplicaos miento muy completo de las Escrituras,
a conservar la unidad del espíritu por conservándolas sin alteración(68>.
el vínculo de la paz (62634>; y como los
corazones no pueden estar plenam ente 26. T ertuliano. He aquí lo que dice
unidos por la caridad, si los espíritus T ertuliano : E s evidente que toda doc­
no están conform es en la fe, quiere que trina, conforme con las de las Iglesias
no haya entre todos ellos m ás que una apostólicas, madres y fuentes primiti­
m ism a fe. Un solo Señor y una soleé vas de la fe, debe ser declarada verda­
dera; pues, ella guarda sin duda lo que
Y quiere una unidad tan perfecta, las Iglesias han recibido de los Após­
que excluya todo peligro de error a fin toles, los Apóstoles de Cristo, Cristo de
de que no seamos como niños vacilan­ Dios... Nosotros estamos siempre en
tes llevados de un lado a otro a todo comunión con las Iglesias apostólicas;
viento de doctrina por la malignidad de ninguna tiene diferente doctrina; este
los hombres, por la astucia que arras­ es el mayor testimonio de la verdad^Q9L
tra a los lazos del error(64>. Y enseña 27. San H ilario. Y S an H ilario :
que esta regla debe ser observada, no
“Cristo, sentado en la barca para ense­
durante un período de tiem po deter­ ñar, nos da a entender que los que
m inado, sino hasta que lleguemos todos
están fuera de la Iglesia no pueden
a la unidad de la fe, en la medida de tener ninguna unión con la palabra
los tiempos de la plenitud de Cristo(65). divina. Pues la barca representa a la
¿Pero dónde ha puesto J esucristo el
Iglesia, en la que sólo el Verbo de ver­
principio que debe establecer esta u n i­
dad reside y se hace escuchar, y los
dad y el auxilio que debe conservarla?
que están fuera de ella y fuera perma­
Helo aquí: fía hecho a unos Apóstoles,
necen, estériles e inútiles como la are­
a otros pastores y doctores para la per­ na de la ribera, no pueden compren­
fección de los Santos, para la obra del derle” (70).
ministerio, para la edificación del cuer­
po de Cristo^*9). 28. San Gregorio y San Basilio. R u ­
24. Orígenes ensalza la tradición. fino alaba a S an Gregorio N aciance -
E sta es tam bién la regla que desde la no y a S an B asilio porque “se entre­
antigüedad m ás rem ota h an seguido gaban únicamente al estudio de los li­
siempre y unánim em ente h an defendi­ bros de la Escritura Santa, sin tener la
do los Padres y los doctores. Escuchad presunción de pedir su interpretación
a Orígenes: Cuantas veces nos mues- a su propia inteligencia, sino que la
tran los herejes las Escrituras canóni­ buscaban en los escritos y en la auto-
(61) S. Agust. De Hseres. n? 88. PL. 42, 50. (67) Orígenes, Vetus interpr. Comm. in Mt. n. 46.
(62) Efes. 4, 3. P.G. 13, 1667.
(63) Efes. 4, 5. (68) S. Ireneo, Contra haer., 1. IV, c. 33, n. 8.
(64) Efes. 4, 14. P.G. 7, 1077.
(65) Efes. 4, 13. (69) Tertul. De praescript., c. 21. P.L. 2, 33.
(66) Efes. 4, 11. (70) S. Hilar. Comment. in Mat. 23, n. 1. P.L.
9, 993.
72, 29-30 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 551

ridad de los antiguos, quienes a su vez, pecto de las faltas en el orden moral,
según era evidente, recibieron de la hay que aplicarlo a los errores de en­
sucesión apostólica la regla de su inter­ tendimiento en el orden de la fe. Quien
pretación”(71>. se hace culpable en un solo punto se
29. Cristo instituyó el m agisterio. Es, hace trasgresor de todos<74). Esto es
pues, incuestionable, después de lo que aun más verdadero en los errores del
acabam os de decir, que J e s u c r is t o ins­ entendimiento. No es, en efecto, en el
tituyó en la Iglesia u n m agisterio vivo, sentido más propio, como pueda lla­
auténtico y adem ás perpetuo, investido m arse trasgresor de toda la ley a quien
de su propia autoridad, revestido del haya cometido una sola falta m oral,
espíritu de verdad, confirm ado por m i­ pues si puede aparecer despreciado a
lagros, y quiso, y m uy severamente lo la m ajestad de Dios, autor de toda la
ordenó, que las enseñanzas doctrinales ley, ese desprecio no aparece sino por
una especie de interpretación de la vo­
de ese m agisterio fuesen recibidas como
luntad del pecador. Al contrario, em ­
las suyas propias. Cuantas veces, por
pero, quien en un solo punto rehúsa su
lo tanto, declarare ese m agisterio que
asentimiento a las verdades divinam en­
tal o cual verdad form a parte del con­
junto de la doctrina divinam ente reve­ te reveladas, realm ente abdica de toda
la fe, pues rehúsa someterse a Dios en
lada, todos deben tener por cierto que
cuanto es la soberana verdad y el m o­
es verdad; pues si en cierto modo p u ­
tivo propio de la fe. En muchos pun­
diera ser falso, se seguiría, lo cual es
evidentemente absurdo, que Dios m is­
tos están conmigo, en otros no están
mo sería el autor del erro r de los hom ­
conmigo; pero a causa de los puntos en
bres, Señor, si estamos en el error Vos
que no están conmigo, de nada les sirve
mismo nos habéis e n g a ñ a d o Ale­ estar conmigo en todo lo demás (75).
jado, pues, todo motivo de duda, ¿pue­ Nada es m ás justo; porque aquellos
de a nadie perm itirse rechazar alguna que no tom an de la doctrina cristiana
de esas verdades, sin que se precipiten sino lo que quieren, se apoyan en su
abiertam ente en la herejía, sin que se propio juicio y no en la fe, y al rehusar
separe de la Iglesia y sin que repudie reducir a servidumbre toda inteligencia
en conjunto toda la doctrina cristiana? bajo la obediencia de Cristo(76) obede­
30. Separarse en u n punto es sepa­ cen en realidad a sí mismos antes que
rarse en todo. Pues tal es la n aturaleza a Dios. Vosotros que en el Evangelio
de la fe, que nada es más imposible que creéis lo que os agrada y os negáis a
creer esto y dejar de creer aquello. La creer lo que os desagrada, creéis en
Iglesia profesa efectivamente que la fe vosotros mismos mucho más que en el
es ((una virtud sobrenatural por la que, Evangelio(77).
bajo la inspiración g con el auxilio de Los Padres del Concilio Vaticano n a­
la gracia de Dios, creemos que lo que da de nuevo dictam inaron al respecto
nos ha sido revelado por El es verda­ pues sólo se conform aron con la insti­
dero; y lo creemos, no a causa de la tución divina y con la antigua doctrina
verdad intrínseca de las cosas, vista a de la Iglesia y con la naturaleza misma
la luz natural de nuestra razón, sino a de la fe, cuando form ularon este de­
causa de la autoridad de Dios mismo, creto: Se deben creer como de fe divina
que nos revela esas verdades, y que no y católica todas las verdades que están
puede engañarse ni engañarnos” (717273>. contenidas en la palabra de Dios escrita
Si hay, pues, un punto que ha sido o trasmitida por la tradición, y que la
revelado evidentemente por Dios y nos Iglesia, bien por un juicio solemne o
negamos a creerlo, entonces no se cree por su magisterio ordinario y univer­
absolutam ente en nada con fe divina. sal propone como divinamente reve­
Pues el juicio que emite S a n t i a g o res­ la d a ^ .
(71) Ruf. Hist. Eccl., I. II, c. 9. P.L. 21, 518. (75) S. Agust. in Psalm. 54, n. 19. P.L. 36, 641.
(72) Ricardo de S. Víctor, De Trinit., 1. I, c. 2. (76) II Cor. 10, 5.
P.L 196. 891. (77) S. Agust. cont. Faust. 1. 17, 3. P.L. 42, 342.
(73) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1789. (78) Conc. Vatic., sess. III, c. 3. Denz. nr. 1792.
(74) Stgo. 2, 10.
552 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 31-3a

31. Acogerse al seno de la Iglesia. dado a Dios en espíritu de justicia y


Siendo evidente que Dios quiere de una de piedad, y que comprende, sobre to­
m anera absoluta que en su Iglesia reine do, el sacrificio divino y la participa­
la unidad de la fe, y estando dem ostra­ ción de los sacram entos y, por añadi­
do de qué naturaleza h a querido que dura, la santidad de las leyes morales
fuese esa unidad, y por qué principio y de la disciplina.
ha decretado asegurar su conservación, Todo esto debe hallarse en la Iglesia,
séanos perm itido dirigirnos a todos pues ella está encargada de continuar
aquellos que no h an resuelto cerrar hasta el fin de los siglos las funciones
los oídos a la verdad y decirles con S an del Salvador; la religión que por la
A gustín : Pues que vemos en ellos un voluntad de Dios, en cierto modo toma
gran socorro de Dios y tanto provecho cuerpo en ella, es la Iglesia sola quien
y utilidad, ¿dudaremos en acogernos al la ofrece en toda su plenitud y perfec­
seno de esta Iglesia que, según la con­ ción; e igualmente todos los medios de
fesión del género humano tiene en la salvación que, en el plan ordinario de
Sede Apostólica y ha guardado por la la Providencia son necesarios a los
sucesión de sus Obispos la autoridad hombres, sola ella es quien los procura.
suprema, a despecho de los clamores de
los herejes que la asedian y han sido 33. No cualquiera es m aestro. Pero
condenados ya por el juicio del pueblo, así como la doctrina celestial no ha
ya por las solemnes decisiones de los estado nunca abandonada al capricho
Concilios, o por la majestad de los o al juicio individual de los hombres,
milagros? sino que ha sido prim eram ente enseña­
No querer darle el primer lugar es da por J esús, después confiada exclu­
seguramente producto de una impiedad sivamente al m agisterio de que hemos
soberbia o de una arrogancia desespe­ hablado, tam poco al prim ero que llega
rada. Y si toda ciencia, aun la más hu­ de entre el pueblo cristiano, sino a cier­
milde y fácil, exige, para lograrse, el tos hom bres escogidos ha dado Dios la
auxilio de un doctor o de un maestro facultad de cum plir y adm inistrar los
¿puede imaginarse un orgullo más te­ divinos m isterios y el poder de m andar
merario, tratándose de libros de los di­ y de gobernar.
vinos misterios, negarse a recibirlos de Sólo a los Apóstoles y a sus legítimos
boca de sus intérpretes y, sin conocer­ sucesores se refieren estas palabras de
los, querer condenarlos?^1*). Jesucristo : Id por todo el mundo y
predicad el Evangelio... bautizad a los
32. Otros deberes de la Iglesia. Es, hombres..S8°) haced esto en memoria
pues, sin duda deber de la Iglesia con­ mía (81\ A quien perdonareis los peca­
servar y propagar la doctrina cristiana dos les serán perdonados^82). Del m is­
en toda su integridad y pureza. Pero mo modo, sólo a los Apóstoles y a sus
su papel no se lim ita a eso, y el fin legítimos sucesores les ordenó apacen­
mismo p ara el que la Iglesia fue insti­ tar el rebaño, esto es, gobernar con
tuida no se agotó con esta prim era autoridad al pueblo cristiano, que por
obligación. E n efecto, por la salud del ese m andato éste quedó obligado a
género hum ano se sacrificó J esucristo, prestarles obediencia y sumisión. El
y con este fin relacionó todas sus ense­ conjunto de todas estas funciones del
ñanzas y todos sus preceptos, y lo que m inisterio apostólico, está com prendi­
ordenó a la Iglesia que buscase en la do en estas palabras de S an P ablo:
verdad de la doctrina, fue la santifica­ Que los hombres nos miren como a
ción y la salvación de los hombres. ministros de Cristo y dispensadores de
Pero este plan tan grande v tan exce­ los misterios de Dios(83).
lente, no puede realizarse por la fe De este modo J esucristo llamó a
sola; es preciso añadir a ella el culto 7980 todos los hom bres sin excepción, a los
(79) Aug. De útil, cred., c. 17, 35. PL. 42, 91. (81) Luc. 22, 19.
(80) Me. 16, 15; Mat. 28, 19. (82) Juan 20, 23.
(83) I Cor. 4, 1.
72, 34-37 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 553

que existían en su tiem po y a los que sociedad humana. P or esto vemos que
debían de existir m ás tarde: p ara que le las Sagradas Escrituras la designan con
siguiesen como Jefe y Salvador, y no los nom bres que convienen a una socie­
aislada e individualm ente, sino todos dad perfecta. Llámasela, no solamente
en conjunto, unidos en un solo haz de Casa de Dios, la Ciudad colocada sobre
personas y de corazones, p ara que de la montaña, donde todas las naciones
esta m ultitud resultase un solo pueblo, deben reunirse, sino tam bién Rebaño
legítimamente constituido en sociedad; que debe ser gobernado por un solo
un pueblo verdaderam ente uno por la pastor, y en el que deben refugiarse
com unidad de fe, de fin y de medios todas las ovejas de Cristo; tam bién es
apropiados a alcanzar a éste; u n pue­ llam ada Reino suscitado por Dios y
blo sometido a u n solo y mismo poder. que du rará eternam ente; en fin, Cuer­
po de Cristo, cuerpo místico, sin duda,
34. L ib ertad de la Iglesia. De hecho, pero vivo siempre, perfectam ente fo r­
todos los principios naturales que entre m ado y compuesto de gran núm ero de
los hom bres crean espontáneam ente m iembros, cuya función es diferente,
una sociedad destinada a proporcionar­ pero ligados entre sí y unidos bajo el
les la perfección de que su naturaleza im perio de la cabeza que todo lo dirige.
es capaz, fueron establecidos por J esu­
cristo en la Iglesia, de modo que, en 36. Un solo Jefe. Ahora bien, es
su seno todos los que quieran ser hijos imposible im aginarse una sociedad h u ­
adoptivos de Dios pueden llegar a la m ana verdadera y perfecta que no esté
perfección conveniente a su dignidad, gobernada por un poder soberano cual­
y conservarla y así lograr su salvación. quiera. J esucristo debe haber puesto a
La Iglesia, pues, como ya hemos indi­ la cabeza de la Iglesia un jefe supremo,
cado, debe servir a los hom bres de guía a quien toda la m ultitud de los cristia­
en el camino del cielo, y Dios le ha nos es sometida y obediente. P or esto
dado la misión de juzgar y de decidir también, del mismo modo que la Igle­
por sí misma, de todo lo que atañe a sia, para ser una en su calidad de reu­
la Religión, y de adm inistrar, según su nión de los fieles, requiere necesaria­
voluntad, librem ente y sin cortapisas m ente la unidad de la fe, tam bién para
de ningún género, los intereses cris­ ser una en cuanto a su condición de
tianos. sociedad divinam ente constituida, ha de
Es, por lo tanto, no conocerla bien o tener, por derecho divino, la unidad de
calum niarla injustam ente, al acusarla gobierno, que produce y com prende la
de pretender invadir el dominio de la unidad de comunión. La unidad de la
sociedad civil, o de poner trabas a los Iglesia debe ser considerada bajo dos
derechos de los soberanos. Todo lo con­ aspectos: primero, el de la conexión
trario; Dios ha hecho de la Iglesia la mutua de los miembros de la Iglesia o
más excelente de todas las sociedades, la comunicación que entre ellos existe,
pues el fin a que se dirige, sobrepuja g en segundo lugar, el del orden que
en nobleza el fin de las demás socie­ liga a todos los miembros de la Iglesia
dades, tanto como la gracia divina so­ a un solo jefe^M\
brepuja a la naturaleza y los bienes
inm ortales superan las cosas perece­ 37. Gravedad del cisma. De ahí se
deras. com prende que los hom bres no se se­
paran menos de la unidad de la Iglesia
35. Sociedad divina y hum ana. P or por el cisma que por la herejía. Se
su origen, es pues, la Iglesia u na so­ señala como diferencia entre la herejía
ciedad divina; por su fin y por los m e­ y el cisma, que la herejía profesa un
dios inm ediatos que la conducen es dogma corrompido y el cisma, conser-
sobrenatural; por los m iem bros de que cuencia de una disensión entre el epis­
se compone, y que son hom bres, es una 81 copado, se separa de la Iglesia^85).
(81) S. Thom. 2, 2, q. 39 a. 1. (85) S. Jerón. Com. in Ep. ad Tit., c. 3, 10-11.
P.L. 26, 598.
554 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 38-40

Estas palabras concuerdan con las 39. Prim ado de Pedro. J esucristo,
de S an J uan Crisóstomo sobre el m is­ pues, dio P edro a la Iglesia por Jefe
mo asunto: Digo y protesto que dividir soberano, y estableció que este poder
a la Iglesia no es menor mal que caer instituido hasta el fin de los siglos para
en la herejía^88). P or esto si ninguna la salvación de todos, pasase como he­
herejía puede ser legítima, tampoco rencia a los sucesores de P edro, en
hay cisma que pueda m irarse como quienes el mismo P edro sobreviviría
prom ovido por un buen derecho. Nada perpetuam ente m ediante su autoridad.
es más grave que el sacrilegio del cis­ Cierto es que al bienaventurado P edro,
ma: pues, no hay necesidad legítima al­ y fuera de él a ningún otro se hizo esta
guna de romper la unidad <8687>. insigne promesa: Tú eres Pedro, y so­
bre esta piedra edificaré mi Iglesia(89).
38. No basta reconocer a Cristo como Es a Pedro a quien el Señor habló; a
Jefe. ¿Y cuál es el poder soberano a uno solo a fin de fundar la unidad por
que todos los cristianos deben obedecer uno so/o(90).
y cuál es su naturaleza? Sólo puede En efecto, sin ningún otro preám­
determ inarse com probando y conocien­ bulo, designa por su nombre al padre
do bien la voluntad de Cristo acerca de del Apóstol y al Apóstol mismo. (Tú
este punto. Seguram ente Cristo es el eres bienaventurado, Simón, hijo de
Rey eterno y eternam ente, desde lo Jonás), y no permitiendo ya que se le
alto del cielo, continúa dirigiendo y llame Simón, reivindica para él en ade­
protegiendo invisiblemente su reino; lante como suyo en virtud de su poder,
pero como ha querido que este reino y quiere por una imagen muy apropia­
fuera visible, ha debido designar a al­ da que se llame Pedro, porque es la
guien que ocupe su lugar en la tierra piedra sobre la que debía fundar su
después que El mismo subió a los Iglesia<9D.
cielos.
Si alguno dice que el único jefe y el 40. Pedro, cim iento de la Iglesia. Se­
único pastor es Jesucristo, que es el gún este oráculo, es evidente que por
único esposo de la Iglesia única, esta voluntad y orden de Dios, la Iglesia
respuesta no es suficiente. Es cierto, en está establecida sobre el bienaventura­
efecto, que el mismo Jesucristo obra do P edro ; como el edificio sobre los
los Sacramentos en la Iglesia. El es cimientos. Y como la naturaleza y la
quien bautiza, quien remite los peca­ virtud propia de los cimientos es dar
dos; es el verdadero Sacerdote que se solidez y cohesión al edificio por la
ofrece sobre el altar de la cruz y por conexión íntim a de sus diferentes p ar­
su virtud se consagra todos los días su tes y servir de vínculo necesario para
cuerpo sobre el altar, y, no obstante, la seguridad de toda la obra, si el ci­
como no debía permanecer con todos miento desaparece, todo el edificio se
los fieles por su presencia corpórea, derrum ba. El papel de P edro es, pues,
escogió ministros por cuyo medio pu­ el de soportar a la Iglesia y m antener
diera dispensarse a los fieles los Sacra­ en ella la conexión y la solidez de una
mentos de que acabamos de hablar, cohesión indisoluble. Pero, ¿cómo po­
como lo hemos dicho más arriba (cap. dría desem peñar ese papel si no tuvie­
74). Del mismo modo, porque debía ra el poder de m andar, defender y
sustraer a la Iglesia su presencia cor­ juzgar; en una palabra, un poder de
poral, fué preciso que designara a al­ jurisdicción propio y verdadero? Es
guien para que en su lugar, cuidase de evidente crue los Estados y las socie­
la Iglesia universal. Por eso dijo a Pe­ dades no pueden subsistir sin un poder
dro antes de su ascensión: Apacienta de jurisdicción. El prim ado de honor,
mis ovejas^88). o el poder tan modesto de aconsejar y
(86) S. Crisóst. Hom. 9 in Ep. Eph. n. 5. P.G. (89) Mat. 16, 13.
62, 87. (90) Paciano, ad Sempr. c. III, 11. P.L. 13, 1071.
(87) S. Agust. contr. Epist. Parm., 1. II, c. 9 n. 25. (91) S. Cirilo Alej. in Ev. Joh. 1. II in 1, 42.
P.L. 43, 69. P.G. 73, 219.
(8$) S. Thom. contra Gent. I, IV c. 76.
72, 41-43 E n c íc l ic a “ S a t is Go g n it u m ” 555

advertir, que se llam a poder de direc­ ignora que las llaves son las insignias
ción, son incapaces de prestar a n in ­ ordinarias de la autoridad. Así cuando
guna sociedad hum ana un elemento J e sú s prom ete dar a P e d r o las llaves
eficaz de unidad y de solidez. del reino de los cielos, prom ete darle
el poder y la autoridad de la Iglesia.
41. P edro y la Iglesia u n a m ism a El Hijo le ha dado (a Pedro) la misión
cosa. P o r el contrario, el verdadero de esparcir en el mundo entero el co­
poder de que hablam os está declarado nocimiento del Padre y del Hijo y ha
y afirm ado con estas palabras: Y las dado a un hombre mortal todo el po­
puertas del infierno no prevalecerán der de los cielos al confiar las llaves a
contra ella^2\ Pedro quien ha extendido la Iglesia
¿Qué es contra ella? ¿Es contra la hasta las extremidades del mundo y la
piedra sobre la que Jesucristo edificó ha mostrado más inquebrantable que el
su Iglesia? ¿Es contra la Iglesia? La d e /o (95L
frase resulta ambigua. ¿Será para sig­ Lo que sigue tiene tam bién el m is­
nificar que la piedra y la Iglesia no son mo sentido:
sino una misma cosa? Sí; esa es, se­ Todo lo que atares en la tierra será
gún creo, la verdad; pues las puertas también atado en el cielo, y lo que des­
del infierno no prevalecerán, ni contra atares en la tierra será desatado en el
la piedra sobre la que Jesucristo fundó cíe/o(96). Esta expresión figurada: atar
727 la Iglesia, ni contra la Iglesia mis- y desatar, designa el poder de estable­
mci(93). He aquí el alcance de esta di­ cer leyes y el de juzgar y castigar. Y
vina palabra: La Iglesia apoyada en J e s u c r is t o afirm a que ese poder ten­
P e d r o , cualquiera que sea la habilidad drá tanta extensión y tal eficacia, que
que desplieguen sus enemigos, no po­ todos los decretos dados por P e d r o se­
drá sucum bir jam ás ni desfallecer en rán ratificados por Dios. Este poder es,
lo más mínimo. pues, soberano y de todo punto inde­
Siendo la Iglesia el edificio de Cristo, pendiente, porque no hay sobre la tie­
quien sabiamente ha edificado “su casa rra otro poder superior al suyo que
sobre piedra!', no puede estar sometida abrace a toda la Iglesia y a todo lo
a las puertas del infierno; éstas pueden que está confiado a la Iglesia.
prevalecer contra quien se encuentre
fuera de la piedra, fuera de la Iglesia, 43. Pedro P asto r universal. La p ro ­
pero son impotentes contra ésta^9éK Si m esa hecha a P e d r o , fue cum plida
Dios ha confiado su Iglesia a P e d r o , cuando J e s u c r is t o nuestro Señor, des­
ha sido con el fin de que ese sostén pués de su resurrección, habiendo pre­
invisible la conserve siempre en toda guntado por tres veces a P e d r o si le
su integridad. La h a investido de la am aba más que los otros, le dijo en
autoridad, porque p ara sostener real y tono im perativo: Apacienta mis corde­
ros... apacienta mis ovejas <97L 728
eficazmente una sociedad hum ana el
derecho de m andar es indispensable Es decir, que a todos los que deben
para quien la sostiene.42 estar un día en su aprisco, les envía a
P e d r o como a su verdadero pastor. Si
42. Poderes soberanos. J e s ú s añade el Señor pregunta lo que no le ofrece
aún: Y te daré las llaves del reino de duda, no quiere, indudablemente ins­
los cielos, y es claro que continúa h a ­ truirse, sino instruir a quien a punto
blando de la Iglesia, de esta Iglesia que de subir al cielo, nos dejaba por Vicario
acaba de llam ar suya y que h a decla­ de su amor... Y porque solo entre todos
rado querer edificar sobre P e d r o , como Pedro profesaba este amor, es puesto
sobre su fundam ento. La Iglesia ofrece, a la cabeza de los más perfectos para
en efecto, la im agen no sólo de u n edi­ gobernarlos, por ser él mismo más per­
ficio, sino de u n reino; además, nadie fecto (98). El deber y el oficio de pastor
(92) Mat. 16, 18. (96) Mat. 16, 19.
(93) Orig. Com. in Mat., t. 12, n. 11. P.G. 13,1003. (97) Juan 21, 16-17.
(94) Or. Com. in Mat., 1 .12, n. 11.P.G. 13,1003-06. (98) S. Ambros. Expos. in Ev. Luc. I, X, n.
(95) S. Crisóst. 54 in Matth. n. 2. P.G. 58, 534-35. 175-170. P.L. 1, 1818.
556 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 44-45

es guiar el rebaño, velar por su salud, un hermoso título de nobleza. Y sin


procurándole pastos saludables, librán­ embargo, es la piedra, no como Cristo
dole de los peligros, descubriendo los es la piedra, sino como Pedro puede
lazos y rechazando los ataques violen­ ser la piedra. Cristo es esencialmente
tos; en una palabra, ejerciendo la auto­ la piedra inconmovible y por esto es
ridad del gobierno. Y como P edro ha que Pedro es la piedra. Porque Cristo
sido propuesto cual pastor al rebaño comunica sus dignidades sin empobre­
de fieles, h a recibido el poder de go­ cerse... Es sacerdote y hace sacerdotes...
b ern ar a todos los hom bres, por cuya Es piedra, y hace de su Apóstol la
salvación Jesucristo dio su sangre. ¿Y piedra*105*.
por qué vertió su sangre? Para rescatar
a esas ovejas que ha confiado a Pedro 45. P edro jefe de la sociedad cris­
y a sus sucesores^ 9). tiana. Es, adem ás, el Rey de la Iglesia,
que posee la llave de David; cierra, y
44. Pedro colum na de la fe. Y po r­ nadie puede abrir: abre, y nadie puede
que es necesario que todos los cristia­ cerrar *106*, y por eso al dar las llaves
nos estén unidos entre sí por la com u­ a Pedro le declara jefe de la sociedad
nidad de u na fe inm utable, nuestro Se­ cristiana. Es tam bién el Pastor supre­
ñor Jesucristo, por la virtud de sus mo, que a sí mismo se llam a el Buen
oraciones, obtuvo p ara P edro que en Pastor*107* y por eso tam bién ha nom ­
el ejercicio de su poder no desfalleciera brado a P edro pastor de sus corderos
jam ás su fe. He orado por ti a fin de y ovejas.
que tu fe no desfallezca(10°). P or esto dice S an Crisóstomo: Era
Y le ordenó además que cuantas ve­ el principal entre los Apóstoles; era
ces lo pidieran las circunstancias, co­ como la boca de los otros discípulos y
m unicase a sus herm anos la luz y la la cabeza del cuerpo apostólico... Jesús,
energía de su alm a: Confirma a tus al decirle que debe tener en adelante
hermanos 910(101). Aquel, pues, a quien confianza, porque la mancha de su
designó como fundam ento de la Iglesia, negación está ya borrada, le confía el
quiere que sea colum na de la fe. A gobierno de sus hermanos. Si tú me
quien dio el reino por su propia auto­ amas, sé jefe de tus hermanos*108*. F i­
ridad no podía afirmarle la fe dado que nalm ente, Aquel que confirm a en toda
cuando lo llamó “piedra”(102)1034. buena obra y en toda buena pala-
ya lo señaló como base de la Iglesia óra*109*, es quien m anda a P edro que
De aquí que ciertos nom bres que de­ confirm e a sus herm anos.
signan m uy grandes cosas y que perte­ S an L eón Magno dice con razón:
necen en propiedad a Jesucristo en vir­ Del seno del mundo entero, Pedro sólo
tud de su poder, Jesús mismo ha que­ ha sido elegido para ser puesto a la ca­
rido hacerlas comunes a El y a Pedro beza de todas las naciones llamadas,
por participación(103), a fin de que la de todos los Apóstoles, de todos los Pa­
comunidad de títulos manifestase la dres de la Iglesia; de tal suerte que,
comunidad del poder. Así, El, que es la aunque haya en el pueblo de Dios mu­
piedra principal del ángulo sobre la chos pastores, Pedro, sin embargo, rige
que todo el edificio construido se eleva propiamente a todos los que son prin­
como un templo sagrado en el Se- cipalmente regidos por Cristo*110*. So­
ñoH104), ha establecido a P edro como bre el mismo asunto escribe S an Gre­
la piedra sobre que debía estar apoya­ gorio Magno al em perador Mauricio
da su Iglesia. Cuando Jesús dice: Tú Augusto : Para todos los que conocen
eres la piedra, esta palabra le confiere el Evangelio, es evidente que por la
(99) S. Crisóst. De sacerd., 1. II. P.G. 48, 632. (105) Homil. de Poenitentia, n. 4 (in append.
(100) Luc. 22, 32. opp. S. Basil.). P.G. 31, 1483.
(101) Luc. 22, 32. (106) Apc. 3, 7.
(102) S. Ambr., De fide 1. IV, 56. P.L. 16, 628. (107) Juan 10, 11.
(103) S. León serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150. (108) Crisóst. Hom. 88 in Joan. 1. P.G. 59, 478-79.
(104) Efes. 2, 21. (109) II Tes. 2, 16.
(110) S. León M. Sermo IV, c. 11. P.L. 54,149-50.
72, 46-49 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 557

palabra del Señor, el cuidado de toda maestra de todos los fieles de Cris-
la Iglesia ha sido confiado al Santo fo<114*
>.
Apóstol Pedro, jefe de todos los Após­
toles... Ha recibido las llaves del reino 47. Así lo sintió la antigüedad. Tal
de los cielos, el poder de atar y desatar había sido antes el sentimiento unáni­
le ha sido concedido, y el cuidado y el me de la antigüedad, que sin la m enor
gobierno de toda la Iglesia le ha sido duda ha m irado y venerado a los Obis­
confiado(m ). pos de Roma como a los sucesores
legítimos del bienaventurado P edro.
46. El P apa, continuación de los po­ ¿Quién podrá ignorar cuán numerosos
deres de P edro. Y dado que esta au to ­ y cuán claros son acerca de este punto
ridad, al form ar parte de la constitu­ los testimonios de los Santos Padres?
ción y de la organización de la Iglesia, Bien elocuente es el de S an I reneo que
como su elemento principal, es el p rin ­ habla así de la Iglesia rom ana: A esta
cipio de la unidad, el fundam ento de la Iglesia por su preeminencia superior,
seguridad y de la duración perpetua, debe necesariamente reunirse toda la
se sigue que de ninguna m anera podía Iglesia(115).
desaparecer con el bienaventurado P e­
dro , sino que debía necesariam ente p a­ 48. San Cipriano. San Cipriano a fir­
sar a sus sucesores y ser transm itida m a tam bién que la Iglesia rom ana es
de uno a otro. La disposición de la ver­ la raíz y madre de la Iglesia católi-
dad permanece; pues, el bienaventu­ ca(U6>, la Cátedra de Pedro y la Iglesia
rado Pedro, perseverando en la firmeza principal aquélla de donde ha nacido
de la piedra, cuya virtud ha recibido, la unidad sacerdotal^117). La llam a
no puede dejar el timón de la Iglesia, «Cátedra de Pedro», porque está ocu­
puesto en su mano^11112K pada por el sucesor de P edro ; «Iglesia
P or esto los Pontífices que suceden principal» a causa del principado con­
a P edro en el episcopado rom ano po­ ferido a P edro y a sus legítimos suce­
seen de derecho divino el poder supre­ sores; «aquélla de donde ha nacido la
mo de la Iglesia. Nos definimos que la unidad», porque en la sociedad cris­
Santa Sede Apostólica y el Pontífice tiana la causa eficiente de la unidad es
Romano poseen la primacía sobre el la Iglesia rom ana.
mundo entero, y que el Pontífice Ro­
mano es el sucesor del bienaventurado 49. San Jerónim o, San Agustín y San
Pedro Príncipe de los Apóstoles, y que Cipriano. P o r esto S an J erónimo escri­
es el verdadero Vicario de Jesucristo, be lo que sigue a D ámaso I: Hablo al
el Jefe de toda la Iglesia, el Padre y el sucesor del Pescador y al discípulo de
Doctor de todos los cristianos, y que a la Cruz... Estoy ligado por la comunión
él en la persona del bienaventurado Pe­ a Vuestra Beatitud, es decir, a la Cá­
dro, ha sido dado por nuestro Señor tedra de Pedro. Sé que sobre esa piedra
Jesucristo, el pleno poder de apacentar, se ha edificado la Iglesia^118).
regir y gobernar la Iglesia universal; El método habitual de S an Jerónimo
así como está contenido, tanto en las para reconocer si un hom bre es cató­
actas de los Concilios ecuménicos, co­ lico, es saber si está unido a la Cátedra
mo en los Sagrados Cánones<113>. El rom ana de P edro . Si alguno está unido
cuarto Concilio de L etrán dice tam ­ a la Cátedra romana de Pedro, ese es
bién: La Iglesia romana... por la dispo­ mi hombre^119). Por un método análogo
sición del Señor, posee el principado S an Agustín , que declara abiertam ente
del poder ordinario sobre las demás que en la Iglesia romana estaba siem­
Iglesias, en su cualidad de madre y pre en vigencia el Primado de la Cá-
(111) S. Greg. Epist. 1. V, ep. 20. P.L. 77, 745-46. (115) S. Iren. Adv. Haer. 1. III, 3 n. 2. P.G. 7, 849.
(112) S. León M. Serm. III, c. 3. P.L. 54, 146. (116) S. Cipr. Ep. 48 ad Corn. n. 3. P.L. 3, 710.
(113) Conc. Florent. Decr. pro Graec. Denz-Umb. (117) S. Cipr. Ep. 59 ad Corn. n. 14. P.L. 3, 732.
n. 694. (118) S. Jerón. Ep. 15 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 355.
(114) Conc. Lat. IV (1215) cap. II De errore Abb (119) S. Jerón. Ep. 16 ad Dam. n. 2. P.L. 22, 359.
Joach. Denz-Umb. n. 433.
558 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 50-5 i

731 techa apostólica, afirm a que quien se Príncipe y Jefe de los Apóstoles, co­
separa de la fe rom ana no es católico. lumna de la fe y fundamento de la Igle­
No puede creerse que guardáis la fe sia católica, recibió de nuestro Señor
católica los que no enseñáis que se debe Jesucristo, Salvador y Redentor del gé­
guardar la fe romana(12°). nero humano, las llaves del reino, y
Y lo m ism o S an Cipriano : Estar en que el poder de atar y desatar los peca­
comunión con Cornelio es estar en co­ dos fue dado a ese mismo Apóstol,
munión con la Iglesia católica(121>. quien hasta el presente momento y
50. El Abad Máximo. E l Abad Máxi­ siempre, vive en sus sucesores y ejerce
mo enseña igualm ente que el sello de por medio de ellos su autoridad^12*}.
la verdadera fe y de la verdadera co­ Todo el m undo conoce la sentencia del
m unión consiste en estar sometido al Concilio de Calcedonia sobre el mismo
Pontífice Romano. Quien no quiera ser asunto: Pedro ha hablado... por boca
hereje ni sentar plaza de tal, no trate de León^124); sentencia a la que la voz
de satisfacer a éste ni al otro... Apresú­ del tercer Concilio de Constantinopla
rese a satisfacer en todo a la Sede de respondió como un eco: El soberano
Roma. Satisfecha la Sede de Roma, en Príncipe de los Apóstoles combatía al
todas partes y a una sola voz le procla­ lado nuestro, pues tenemos en nuestro
marán piadoso y ortodoxo. Será en va­ favor su imitador y su sucesor en su
no que se contente con hablar el que Sede... No se veía al exterior (mientras
de ello quiera persuadir, si no satisface se leía la carta del Pontífice Romano)
y si no implora al bienaventurado Papa más que el papel y la tinta, y era Pe­
de la santísima Iglesia de los Romanos, dro quien hablaba por boca de Aga-
esto es, la Sede apostólica. Y he aquí, tón^125K En la fórm ula de profesión de
según él, la causa y la explicación de fe católica propuesta en térm inos pre­
este hecho. La Iglesia romana ha reci­ cisos por H ormisdas en los comienzos
bido del Verbo de Dios Encarnado y del siglo VI, y suscrita por el em pera­
según los Santos Concilios, según los dor J ustiniano y los P atriarcas E pifa-
nio , J uan y Mennas , se expresó el m is­
santos Cánones y las definiciones, po­
see, sobre la universalidad de las santas mo pensam iento con gran vigor: Como
Iglesias de Dios que existen sobre la la sentencia de nuestro Señor Jesucris­
superficie de la tierra, el imperio y la to, que dice: «Til eres Pedro, y sobre
autoridad, en todo y por todo, y el po­ esta piedra edificaré mi I g l e s i a n o
der de atar y desatar. Pues, cuando ella puede ser desatendida, lo que ha dicho
ata y desata, el Verbo que manda a las está confirmado por la realidad de los
virtudes celestiales, ata y desata tam­ hechos, pues en la sede Apostólica la
bién en el cielo^1201122\ religión católica se ha conservado sin
ninguna mancha (126).
51. Algunos Concilios. E ra este, pues, No queremos enum erar todos los tes­
un artículo de la fe cristiana; era un timonios; pero no obstante, nos place
punto reconocido y observado constan­ recordar la fórm ula con que Miguel
temente, no por una nación o un siglo, P aleólogo hizo su profesión de fe en
sino por todos los siglos, y por el el segundo Concilio de Lyón: La Santa
Oriente no menos que por el Occidente, Iglesia romana posee también el sobe­
conform e recordaba al Sínodo de Efeso, rano y pleno primado y principal sobre
sin que se levantase la m enor objeción la Iglesia católica universal, y reconoce
el S acerdote F elipe, Legado del P ontí­ con verdad y humildad haber recibido
fice Romano: No es dudoso para nadie este primado y principado con la ple­
y es cosa conocida en todos los tiempos nitud del poder del Señor mismo, en
que el Santo y bienaventurado Pedro, la persona del bienaventurado Pedro,
(120) S. Agust. Ep. 43, 7; Serm. 120, 13. P.L. Pont, in act. III; Denz-Umb. n. 112. Mansi 4, 1295.
33, 163. (124) Conc. Cale. Actio II, Mansi 6, 971.
(121) S. Cipr. Epist. 55, n. 1. P.L. 3, 765. (125) III Conc. Const. Actio 18. Mansi 11, 666.
(122) Abad Max Defloratio ex Ep. ad Petr. i]l. (126) Post Epist. 26 ad omn. episc. Hispan, n. 4.
P.L. 129, 576. P.L. 63, 460; Mansi 8, 467. Denz-Umb. nr. 466.
(123) Conc. Ephes. (431) Oratio Phil. Seg. Rom.
72, ¿>2-53 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 559

príncipe o jefe de los Apóstoles y de Sumo Sacerdote: si no se atribuye a


quien el Pontífice romano es el suce­ éste un poder aparte y sobre todos los
sor. Y por lo mismo que está encargado demás poderes, habrá en la Iglesia tan­
de defender, antes que las demás, Id tos cismas como sacerdotes(12718129130).
verdad de la fe, también cuando se le­
vantan dificultades en puntos de fe, es, 53. Pedro independiente, los Apósto­
a su juicio, al que las demás deben les dependientes. P or esto hay necesi­
atener se^121\ dad de hacer aquí una advertencia im ­
portante. Nada ha sido conferido a los
52. Poder soberano pero no único. Apóstoles independientem ente de P e­
De que el poder de P edro y de sus dr o ; m uchas cosas han sido conferi­
sucesores es pleno y soberano, no se ha das a P edro aislada e independiente­
de deducir, sin embargo, que no existen m ente de los Apóstoles, S an J uan Cri-
otros en la Iglesia. Quien ha establecido sóstomo, explicando las palabras de
a P edro como fundam ento de la Igle­ J esucristo que refiere San J u a n (130>,
sia, tam bién ha escogido doce de sus se pregunta por qué dejando a un lado
discípulos, a los que dio el nombre de a los otros se dirige Cristo a Pedro, y
Apóstoles(128). Así del mismo modo que responde form alm ente: Porque era el
la autoridad de P edro es necesaria­ principal entre los Apóstoles, como la
mente perm anente y perpetua en el boca de los demás discípulos y el jefe
Pontificado rom ano, tam bién los Obis­ del cuerpo apostólicoí131). Sólo él, en
pos, en su calidad de sucesores de los efecto, fue designado por Cristo para
Apóstoles, son los herederos del poder fundam ento de la Iglesia. A él le fue
ordinario de los Apóstoles, de tal suerte dado todo el poder de a ta r y de des­
que el orden episcopal form a necesa­ atar; a él sólo confió el poder de ap a­
riam ente parte de la constitución ín ti­ centar el rebaño. Al contrario, todo lo
m a de la Iglesia. Y aunque la autoridad que los Apóstoles han recibido en lo
de los Obispos no sea ni plena, ni u n i­ que se refiere al ejercicio de funciones
versal, ni soberana, no debe m irárselos y autoridad, lo han recibido conjunta­
como a simples Vicarios de los P o ntí­ m ente con P edro. Si la divina Bondad
fices rom anos, pues poseen una auto­ ha querido que los otros príncipes de
ridad que les es propia, y llevan con la Iglesia tengan alguna cosa en común
toda verdad el nom bre de Prelados con Pedro, lo que no ha rehusado a los
ordinarios de los pueblos que gobier­ demás, no se les ha dado jamás sino
nan. por £ /( 132>. El sólo ha recibido muchas
Pero como el sucesor de P edro es cosas, pero nada se ha concedido a
único m ientras que los de los Apósto­ ninguno sin su participación<133).
les son m uy numerosos, conviene estu­ P or donde se ve claram ente que los
diar qué vínculos, según la constitución Obispos perderían el derecho y el po­
divina, unen a estos últim os al P o n tí­
der de gobernar si se separasen de P e­
fice Romano. Y desde luego la unión
dro o de sus sucesores. P or esta sepa­
de los Obispos con el sucesor de P edro
es de una necesidad evidente y que no ración se arrancan ellos mismos del fu n ­
puede ofrecer la m enor duda; pues si dam ento sobre el que debe sustentarse
este vínculo se desata, el pueblo cristia­ todo el edificio y se colocan fuera del
no mismo no es m ás que una m ultitud mismo edificio; por la m ism a razón
que se disuelve y se disgrega, y no quedan excluidos del rebaño que go­
puede ya en modo alguno form ar un bierna el Pastor suprem o y desterrados
solo cuerpo y un solo rebaño. La salud del reino cuyas llaves h a dado Dios a
de la Igelsia depende de la dignidad del P edro solamente.
(127) II Cune. Lión Actio IV Denz-Umb. nr. 466. (131) S. Crisóst. Hom. 88 in Joan. 1. P.G. 59, 478.
(128) Luc. 6, 13. (132) S. León M. Serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150.
(129) S. Jerón. Dialog. c. Lucif. n. 9. P.L. 23,165.
(130) Juan 21, 15: “Cuando hubieron comido, (133) S. León M. Serm. IV, c. 2. P.L. 54, 150.
dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan,
¿me amas más que éstos?”
560 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 54-56

54. U nidad de fe, gobierno y com u­ P edro, pues sería absurdo pretender
nión. Estas consideraciones hacen que que un hom bre excluido de la Iglesia,
se com prenda el plan y el designio de tuviese autoridad en la Iglesia. F u n ­
Dios en la constitución de la sociedad dándose en esto Optato de Milevo, re­
cristiana. Este plan es el siguiente: el prendía así a los donatistas: Contra las
Autor divino de la Iglesia al decretar puertas del infierno, como lo leemos
d ar a ésta la unidad de la fe, de go­ en el Evangelio, ha recibido las llaves
bierno y de comunión, ha escogido a de salud Pedro, es decir, nuestro jefe,
P edro y a sus sucesores p ara estable­ a quien Jesucristo ha dicho: «Te daré
cer en ellos el principio y como el las llaves del reino de los cielos, y las
cetro de la unidad. P or esto escribe puertas del infierno triunfarán jamás
S an Cipriano : hay, para llegar a la fe, de ellas». ¿Cómo, pues, tratáis de atri­
una demostración fácil que resume la buiros las llaves del reino de los cielos,
verdad. El Señor se dirige a Pedro en vosotros que combatís la cátedra de
estos términos: «Te digo que eres Pe­ Pedro?(137K
dro...» Es, pues, sobre uno sobre quien
edifica la Iglesia. Y aunque después de 56. No basta una prim acía de honor.
su Resurrección confiere a todos los Pero el orden de los Obispos no puede
Apóstoles un poder igual, y les dice: ser m irado como verdaderam ente uni­
«Como mi Padre me envió...» no obs­ do a P edro , de la m anera que Cristo
tante, para poner a la unidad en plena lo ha querido, sino en cuanto está so­
luz, coloca en uno solo, por su autori­ metido y obedece a P edro ; sin esto, se
dad, el origen y el punto de partida de dispersa necesariam ente en una m ulti­
esta misma unidad^18*). tud en la que reinan la confusión y el
734 Y S an Optato de Milevo escribe: desorden. P ara conservar la unidad de
Tú sabes muy bien, no puedes negarlo, fe y comunión, no bastan ni una p ri­
que es a Pedro el primero a quien ha m acía de honor ni un poder de orien­
sido conferida la Cátedra episcopal en tación; es necesaria una autoridad ver­
la ciudad de Roma; es en la que está dadera y al mismo tiempo soberana, a
sentado el jefe de los Apóstoles, Pedro, la que debe obedecer toda la com uni­
que por esto ha sido llamado Cefas. dad. ¿Qué ha querido, en efecto, el
En esta Cátedra única en la que todos Hijo de Dios cuando ha prom etido las
debían guardar la unidad, a fin de que llaves del reino de los cielos sólo a
los demás Apóstoles no pudiesen atri­ P edro ? Que las llaves signifiquen aquí
buírsela cada uno en su Sede, y que el poder suprem o; el uso bíblico y el
fuera en adelante cismático y prevari­ consentim iento unánim e de los Padres
cador auien elevara otra Cátedra con­ no perm iten dudarlo. Y no se pueden
tra esta Cátedra única^1Z5\ interpretar de otro modo los poderes
De aquí tam bién esta sentencia del que han sido conferidos sea a P edro
mismo S an Cipriano , según la que la separadam ente o ya a los demás Após­
herejía y el cisma se producen y n a ­ toles conjuntam ente con P edro . Si la
cen, del hecho de negar al poder su­ la facultad de atar y desatar, de apa­
prem o la obediencia que le es debida: centar el rebaño, da a los Obispos, su­
La única fuente de donde han surgido cesores de los Apóstoles, el derecho de
las herejías y de donde han nacido los gobernar con autoridad propia al pue­
cismas, es que no se obedece al Pontí­ blo confiado a cada uno de ellos, segu­
fice de Dios, ni se quiere reconocer en ram ente esta m ism a facultad debe p ro ­
la Iglesia un solo Pontífice y un solo ducir idéntico efecto en aquel a quien
juez que ocupa el lugar de Cristo(136).5 ha sido designado por Dios mismo el
papel de apacentar los corderos y las
55. Toda auto rid ad debe estar unida ovejas. Pedro no ha sido sólo instituido
a P edro. Nadie, pues, puede tener p a r­ Pastor por Cristo, sino Pastor de los
te en la autoridad, si no está unido a pastores. Pedro, pues, apacienta a los
(134) S. Cipr. De imítate Eecl. n. 4. P.L. 4, 498. (136) S. Cipr. Epist. 12 ad Corn. n. 5. P.L. 3, 802.
(135) S. Optato de Milevo, De Schism. Donat. (137) S. Optato de Mil. De Schism. Donat. íib.
iih. II, 2. P.L. 11, 947. II, n. 4-5. P.L. 11, 955-56.
72, 57-58 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 561

corderos y apacienta a las ovejas; apa­ na a una o algunas, sino que todas se
cienta a los pequeñuelos y a sus ma­ confían a Pedro? Ninguna distinción,
dresgobierna a los súbditos y también ninguna excepciónO^),
a los Prelados, pues en la Iglesia fuera
de los corderos y de las ovejas no hay 58. Poder sobre el colegio de los
n « d a (138). Obispos. Sería ap artarse de la verdad
y contradecir abiertam ente a la consti­
57. Nombres expresivos de S. Ber­ tución divina de la Iglesia, pretender
nardo. De aquí nacen entre los antiguos que cada uno de los Obispos, conside­
Padres estas expresiones que designan rados aisladamente, debe estar some­
en especial al bienaventurado P edro , y tido a la jurisdicción de los Pontífices
que le muestran evidentem ente colocado Romanos; pero que todos los Obispos,
en un grado supremo de la dignidad y considerados en conjunto, no deben
del poder. Le llam an con frecuencia estarlo. ¿Cuál es, en efecto, toda la ra ­
jefe de la Asamblea de los discípulos; zón de ser y la naturaleza del funda­
príncipe de los santos Apóstoles; corifeo m ento? Es la de salvaguardar la u n i­
del coro apostólico; boca de todos los dad y la solidez m ás bien de todo el
Apóstoles; jefe de esta familia; aquel edificio que la de cada una de sus
que manda al mundo entero, el primero partes.
entre los Apóstoles; columna de la Y esto es m ucho m ás cierto en el
Iglesia. punto que tratam os, pues J esucristo
La conclusión de todo lo que precede nuestro Señor ha querido para la soli­
parece hallarse en estas palabras de dez del fundam eneo de su Iglesia obte­
S an B ernardo al P apa E ugenio : ner este resultado; que las puertas del
¿Quien sois Vos? Sois el gran Sacer­ infierno no puedan prevalecer contra
dote, el Pontífice soberano. Sois el ella. Todo el m undo conviene en que
príncipe de los Obispos, el heredero de esta prom esa divina se refiere a la
los Apóstoles... Sois aquel a quien las Iglesia universal y no a sus partes to ­
llaves han sido dadas, a quien las ove­ m adas aisladamente, pues éstas pueden,
jas han sido confiadas. Otros, además en realidad, ser vencidas por el esfuer­
de Vos, son también porteros del cielo zo de los infiernos, y ha ocurrido a
y pastores de rebaños; pero ese doble algunas de ellas que separadam ente
título es en Vos tanto más glorioso fueron, en efecto, vencidas.
cuanto que lo habéis recibido como he­ Además, el que ha sido puesto a la 7
rencia en un sentido más particular que cabeza de todo el rebaño, debe tener
todos los demás. Estos tienen sus reba­ necesariam ente la autoridad, no sola­
ños que les han sido asignados a cada mente sobre las ovejas dispersas, sino
uno en particular; pero a Vos han sido sobre todo el conjunto de las ovejas
confiados todos los rebaños; Vos única­ reunidas. ¿Es acaso el conjunto de las
mente tenéis un solo rebaño formado ovejas que gobierna y conduce al pas­
no solamente por las ovejas, sino tam­ tor? Los sucesores de los Apóstoles,
bién por los pastores; sois el único pas­ reunidos, ¿serán el fundam ento sobre
tor de todos. Me preguntáis cómo lo el que el sucesor de P edro debería
pruebo. Por la palabra del Señor. ¿A apoyarse para encontrar la solidez?
quién, en efecto, no digo entre los Obis­ Quien posee las llaves del reino tie­
pos, sino entre los Apóstoles, han sido ne evidentemente derecho y autori­
confiadas absoluta e indistintamente dad, no solamente sobre las provincias
todas las ovejas? Si tú me amas, Pedro, aisladas, sino sobre todas a la vez; y
apacienta mis ovejas. ¿Cuáles? ¿Los del mismo modo que los Obispos, cada
pueblos de tal o cual ciudad, de tal o uno en su territorio, m andan con auto­
cual comarca, de tal reino? Mis ove­ ridad verdadera, no solamente a cada
jas, dice. ¿Quién no ve que no se desig­ individuo, sino a toda la comunidad,
(138) S. Bruno, episc. Signiens. Comm. in Joan, (139) S. Bern. De consid. 1. II, c. 8. P.L. 182,
c 21, n. 55. 751.
562 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 59-60

así los Pontífices Romanos, cuya ju ­ Decreto: Consta de un modo manifies­


risdicción abraza a toda la sociedad to, no solamente por los testimonios de
cristiana, tienen todas las porciones de la Sagrada Escritura, por las palabras
esta sociedad, aún reunidas en conjun­ de los Padres y de otros Pontífices ro­
to, sometidas y obedientes a su poder. manos y por los Decretos de los Sagra­
J esucristo nuestro Señor, según hemos dos Cánones, sino por la confesión for­
dicho repetidas veces, ha dado a P edro mal de los mismos Concilios, que sólo
y a sus sucesores la misión de ser sus el Pontífice romano, durante el ejerci­
Vicarios, p ara ejercer perpetuam ente cio de su cargo, tiene pleno derecho y
en la Iglesia el mismo poder que El poder, como tiene autoridad sobre los
ejerció durante su vida m ortal. Después Concilios, para convocar, transferir y
de esto, ¿se dirá que el colegio de los disolver los Concilios^1*3).
Apóstoles excedía en autoridad a su Las Sagradas E scrituras dan testi­
Maestro? monio de que las llaves confiadas a
P edro solamente, y tam bién que el
59. D eclaraciones de este poder. Este poder de atar y desatar fue conferido
poder de que hablam os sobre el colegio a los Apóstoles conjuntam ente con P e­
mismo de los Obispos, poder que las d ro ; ¿pero dónde consta que los Após­
Sagradas Letras enuncian tan abierta­ toles hayan recibido el soberano poder
mente, no ha cesado la Iglesia de reco­ sin Pedro y contra Pedro? Ningún tes­
nocerlo y atestiguarlo. He aquí lo que timonio lo dice. Seguramente no es de
acerca de este punto declaran los Con­ Cristo de quien lo ha recibido.
cilios: Leemos que el Pontífice romano Por esto el decreto del Concilio del
ha juzgado a los Prelados de todas las Vaticano que definió la naturaleza y el
Iglesias; pero no leemos que él haya alcance de la prim acía del Pontífice
sido juzgado por ninguno de ellos(lá0K Romano, no introdujo ninguna opinión
Y la razón de este hecho está indicada nueva, pues sólo afirm ó la antigua y
con sólo decir que no hay autoridad constante fe de todos los siglos.
superior a la autoridad de la Sede
Apostólica(141>. 60. Jera rq u ía de autoridades. No hay
P or esto, Gelasio habla así de los que creer que la sumisión de los m is­
decretos de los Concilios: Del mismo mos súbditos a dos autoridades im pli­
modo que lo que la Sede primera no que confusión en la adm inistración.
ha aprobado, no puede estar en vigor, Tal sospecha nos está prohibida en
así, por el contrario, lo que ha confir­ prim er térm ino por la sabiduría de Dios
mado por su juicio, ha sido recibido que ha concebido y establecido por sí
por toda la Iglesia<142). E n efecto, ra ti­ mismo la organización de ese gobierno.
ficar o invalidar la sentencia y los de­ Además, es preciso notar que lo que
cretos de los Concilios ha sido siempre tu rb aría el orden y las relaciones m u­
propio de los Pontífices rom anos. L eón tuas, sería la coexistencia, en una so­
Magno anuló los actos del conciliábulo ciedad, de dos autoridades del mismo
de Efeso; D ámaso rechazó el de Rimi- grado y no se som etería la una a la
ni; Adriano I el de Gonstantinopla; y otra. Pero la autoridad del Pontífice es
el vigésimo octavo canon del Concilio soberana, universal y del todo indepen­
de Calcedonia, desprovisto de la ap ro ­ diente; la de los Obispos está lim itada
bación y de la autoridad de la Sede de una m anera precisa y no es plena­
Apostólica, ha quedado como todos sa­ mente independiente. Lo inconveniente
ben, sin vigor ni efecto. sería que dos Pastores estuviesen colo­
Con razón, pues, en el quinto Con- cados en un grado igual de autoridad
737 cilio de L etrán expidió L eón X este sobre el mismo rebaño. Pero que dos
(140) Hadriano II in Alloc. III ad Syn. Rom. (142) S. Gelasio I Epist. 26 ad cpiscopos Dar-
an. 869-870 cfr. Action. VII Conc. Constantinop. daniae n. 5. P.L. 59, 67.
IV; vea también Denz-Umb. n. 330 y n. 353.
(141) S. Nicolás I (858-867) Epist. 84 ad Michael. (143) Conc. de Letrán (1512-1517) sesión IV c. 3;
Imp.; cfr. Epist. “Proposucramus quidcm” ad Mi­ vea también ses. XI (1516) Denz-Umb. n. 740.
chael. an. 865, Denz-Umb. n. 333. P.L. 119, 954.
72, 61-63 E n c íc l ic a “ S a t is C o g n it u m ” 563

superiores, uno de ellos sometido al 62. A los que están fuera de la


otro, estén colocados sobre los mismos Iglesia. Pero fijando nuestras miradas
súbditos, no es un inconveniente, y así en el autor y consumador de la fe, Je-
un mismo pueblo está gobernado de un sus1415*(147), cuyo lugar ocupamos y por
modo inmediato por su Párroco, por quien Nos ejercemos el poder, aunque
el Obispo y por el P a p a (144>. sean débiles Nuestras fuerzas para el
Los Pontífices rom anos, que saben peso de esta dignidad y de este cargo
cuál es su deber, quieren más que nadie Nos sentimos que su caridad inflam a
la conservación de todo lo que está N uestra alm a y emplearemos no sin
divinam ente instituido en la Iglesia, y razón, estas palabras que Jesucristo
por esto del mismo modo que defien­ decía de sí mismo: Tengo otras ovejas
den los derechos de su propio poder que no están en este aprisco; es preciso
con el celo y vigilancia necesarios, así también que yo las conduzca y escu­
tam bién h an puesto y pondrán cons­ charán mi voz(lé8K No rehúsen, pues,
tantem ente todo su cuidado en m an­ escucharnos y m ostrarse dóciles a
tener incólume la autoridad de los Nuestro am or paternal, todos aquellos
Obispos. que detestan la impiedad, hoy tan ex­
Y más aún; todo lo que se tributa a tendida, que reconocen a J esucristo,
los Obispos en orden al honor y a la que le confiesan Hijo de Dios y Salva­
obediencia, lo m iran como si a ellos dor del género hum ano, pero que, sin
mismos le fuere tributado. Mi honor embargo, viven errados y apartados de
es el honor de la Iglesia universal. Mi su Esposa. Los que tom an el nom bre
honor es el pleno vigor de la autoridad de Cristo es necesario que lo tomen
de mis hermanos. No me siento ver­ todo entero. Cristo todo entero es una
daderamente honrado sino cuando se cabeza y un cuerpo, la cabeza es el Hi­
tributa a cada uno de ellos el honor jo único de Dios; el cuerpo es su Igle­
que le es debido^ 5). sia: es el esposo y la esposa, dos en una
738 En todo lo que precede, Nos hemos sola carne. Todos los que tienen res­
trazado fielmente la imagen y figura pecto de la cabeza un sentimiento dife­
de la Iglesia según su divina constitu­ rente del de las Escrituras, en vano se
ción. Nos hemos insistido acerca de su encuentran en todos los lugares donde
unidad, y hemos declarado cuál es su se halla establecida la Iglesia, porqm
naturaleza y por qué principio su divi­ no están en la Iglesia.
no Autor ha querido asegurar su con­ E igualmente todos los que pienscm
servación. como la Sagrada Escritura respecto de
61. A los hijos fieles. Todos los que la cabeza, pero que no viven en comu­
por un insigne beneficio de Dios tienen nión con la autoridad de la Iglesia, no
la dicha de haber nacido en el seno de están en la Iglesia^1*9).
la Iglesia católica y de vivir en ella 63. A los que vacilan. N uestro cora­
escucharán N uestra voz Apostólica, Nos zón se dirige tam bién con sin igual
tenemos ninguna razón p ara dudar de ardor a aquellos a quienes el soplo con­
ello. Mis ovejas oyen mi voz^lá6K Todos tagioso de la im piedad no ha envene­
ellos hab rán hallado en esta Carta m e­ nado del todo, y que, por lo menos
dios p ara instruirse más plenam ente experim entan el deseo de tener por P a ­
y para adherirse, con un am or más dre al Dios verdadero, creador de la
ardiente, cada uno a sus propios P as­ tierra y del cielo. Reflexionen y com ­
tores, y por éstos al Pastor supremo, prendan bien que no pueden en m a­
a fin de poder continuar con m ayor nera alguna contarse en el núm ero de
seguridad en el aprisco único, y recoger los hijos de Dios, si no vienen a reco­
una m ayor abundancia de frutos salu­ nocer por herm ano a Jesucristo y por
dables. m adre a la Iglesia.
(144) S. Thom. in IV Sent. clist. 17 a 4 ad q. 4 (147) Ilebr. 12, 2.
ad 13. (148) Juan 10, 16.
(145) S. Greg. Episl. L VIII, ep. 30 ad Eulog.
P.L. 77, 933. (149) S. Agust. Contra Donat. ep. si ve de Unitate
(140) Juan 10, 27. Eccl. c. IV, n. 7. P.L. 43, 395.
564 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1896) 72, 64

64. Dios p o r P a d re y la Iglesia por bido obsequio, y ultrajaseis a su esposa


M adre. A todos, pues, Nos dirigim os con una acusación grave, ¿os atreve­
con grande am or estas palabras que ríais ni aun a entrar en la casa de ese
tom am os a S a n A g u s t í n : Amemos al hombre? Tened, pues, mis muy ama­
Señor, nuestro Dios, amemos a su Igle­ dos, unánimemente a Dios por vuestro
sia; a El cual padre, a ella cual madre. padre, y por vuestra madre a la Igle­
Que nadie diga: Sí, voy aun a los ído­ sia^ 150>.
los; consulto a los poseídos y a los he­ Confiando grandem ente en la m ise­
chiceros; pero, no obstante, no dejo la ricordia de Dios, que pueda tocar con
Iglesia de Dios; soy católico. Perma­ suma eficacia los corazones de los
necéis adheridos a la madre, pero ofen­ hom bres y form ar las voluntades más
déis al padre. Otro dice poco más o rebeldes a venir a El, Nos encomen­
menos: Dios no lo permita; no consulto damos, con vivas instancias, a su bon­
a los hechiceros, no interrogo a los po­ dad a todos aquellos a quienes se refie­
seídos, no practico adivinaciones sa­ re Nuestra palabra. Y como prenda de
crilegas, no voy a adorar a los demo­ los dones celestiales, y en testimonio
nios, no sirvo a los dioses de piedra, de Nuestra benevolencia os concede­
pero soy del partido de D o n a t o : ¿De mos, con grande am or en el Señor, a
qué os sirve no ofender al padre que vosotros, Venerables Hermanos, a vues­
vengará a la madre a quien ofendéis? tro Clero y a vuestro pueblo la Bendi­
¿De qué os sirve confesar al Señor, ción Apostólica.
honrar a Dios, alabarle, reconocer a Dado en Roma, en San Pedro, a 29
su Hijo, proclamar que está sentado a de Junio del año 1896, décimonoveno
la diestra del Padre, si blasfemáis de de Nuestro Pontificado.
su Iglesia? Si tuvieseis un protector, a
quien tributaseis todos los días el de- LEON PAPA XIII.
(150) S. Agust. Enarr. in Psal. 88 serm. II n. 14. P.L. 33, 1140.

Disp osición
IN T R O D U C C IO N : D o s fin es: Amor a la Iglesia y retorno de los disidentes (1)
A ) L a p r o v i d e n c i a d e D io s c o n la Ig le sia
I. Dios se hace visible por la Encarnación (2)
II. Esencia y característica de la Iglesia (3)
— visible e invisible como obra salvífica (3-4) y como cuerpo místico (5)
— humana (5) y divina (6)
— temporal y perenne (7)
(8)
B ) L a v o l u n t a d d e C r is to p a r a c o n la I g le s ia
I. Fundó una sola y única Iglesia (8)
1. El verdadero concepto de unidad (8-9)
2. Las razones de esa unidad (10-12)
3. El reconocimiento de esa Iglesia única es necesario para la salva­
ción (12-13)
II. Cristo quiso una Iglesia unida (13)
1. La unidad en la Fe (14) a) Una regla de fe: el magisterio (15-21);
b) misión de la Iglesia: la predicación de la fe (21-28); c) deber de
los hombres: escuchar a la Iglesia (29); esencia de la fe: indivisi­
ble (30) - Llamado a todos los que buscan la verdad (31)
2. La Iglesia en la jerarquía apostólica (32-33) a) La Iglesia como
sociedad perfecta (33-35); b) la Iglesia está sujeta a una autoridad
(53-37): primero la de Jesús (38) luego: Pedro (39-45); tercero los Su­
mos Pontífices (46-51) y los Obispos como sucesores de los Após­
toles (52-60)
Llamado a los fieles (61) y los que están fuera de la Iglesia (62-63).
E P IL O G O :
Plegaria (64).
^ 3

ENCICLICA “FIDENTEM PIUMQUE ANIMUM” (*}


(20-IX-1896)

SOBRE LA DEVOCION DEL ROSARIO MARIANO.

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Amor del P ap a a la Sma. Virgen Rosario, oración en todos conceptos


y respuesta del pueblo a sus ex h o rta­ agradable a la que tratam os de honrar,
ciones. M uchas veces en el transcurso y útilísim a a los que debidam ente la
de Nuestro Pontificado, atestiguamos rezan, grato Nos es tam bién insistir en
públicam ente N uestra confianza y pie­ ello y confirm ar Nuestras instruccio­
dad respecto a la Bienaventurada Vir­ nes.
gen, sentimientos que abrigam os desde
Nuestra infancia, y que durante la vida 2. N ecesidad de la oración. Excelente
hemos m antenido y desarrollado en ocasión se Nos ofrece de exhortar p a­
Nuestro corazón. ternalm ente a las alm as y corazones
Á través de circunstancias funestísi­ p ara que aum enten su piedad y se vi­
mas p ara la religión cristiana y para goricen con la esperanza de los inm or­
las naciones, conocimos cuán propio tales premios.
era de N uestra solicitud recom endar La oración de que hablam os recibió
ese medio de paz y de salvación que el nom bre especial de Rosario, como si
Dios, en su infinita bondad, ha dado imitase el suave arom a de las rosas y la
al género hum ano en la persona de su belleza de los floridos ramilletes. Tan
Augusta Madre, y que siempre se vió propia como es para h o nrar a la Vir­
patente en la historia de la Iglesia. gen, llam ada Rosa mística del Paraíso,
En todas partes el celo de las nacio­ y coronada de brillante diadema, como
nes católicas ha respondido a Nuestras Reina del Universo, tanto parece an u n ­
exhortaciones y deseos; por donde cio de la corona de celestiales alegrías
quiera se ha propagado la devoción que M a r ía otorgará a sus siervos.
del Santísimo Rosario, y se h a produci­ Bien lo ve quien considera la esencia
do abundancia de excelentes frutos. No del Rosario; nada se Nos aconseja más
podemos dejar de celebrar a la Madre en los preceptos y ejemplos de Nuestro
de Dios, verdaderamente digna de toda Señor Jesucristo y de los Apóstoles, que
alabanza y recom endar a los fieles el invocar a Dios y pedir su auxilio. Los
am or a M a r í a , m adre de los hom bres, Padres y doctores nos hablaron luego
llena de misericordia y de gracia. de la necesidad de la oración, tan gran- 205
Nuestro ánimo, henchido de apostó­ de que si los hom bres descuidaren este
lica solicitud, sintiendo que se acerca deber, en vano esperarán la salvación
cada vez más el m om ento últim o de la eterna.
vida, m ira con m ás gozosa confianza a
la que, cual au ro ra bendita, anuncia la 3. La asiduidad en la oración. Mas
ventura de un día interm inable. si la oración por su m ism a índole y
Si Nos es grato, Venerables H erm a­ conform e a la prom esa de Cristo es ca­
nos, el recuerdo de otras cartas publi­ mino que conduce a la obtención de las
cadas en fecha determ inada en loor del mercedes, sabemos todos que hay dos
(*) A. S. S. 29 (1896-1897) 204-209. — Los números marginales indican las páginas del texto origi-
nal en ASS, vol. 29. (P. H.)
— 565 —
566 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1896) 73, 10-13

elementos que la hacen eficaz: la asi­ ante la imagen de la Virgen y se reza­


duidad y la unión de m uchos fieles. ba una parte del Rosario. Vivamente
Indícase la prim era en la bondadosí­ interesada por esta piedad filial y co­
sima invitación que nos dirige Cristo: m ún, María , como la m adre al hijo,
Pedid, buscad, llam ad^. protegía a estas familias y les concedía
Parécese Dios a un buen Padre que los beneficios de la paz doméstica, que
quiere contestar los deseos de sus hijos; era como presagio de la celestial.
pero tam bién que éstos con instancia Considerando esa eficacia de la ora­
acudan a él y que, con sus ruegos, le ción en común, entre las decisiones que
im portunen, de suerte que unan a El en varias épocas tomamos respecto al
su alm a con los vínculos más fuertes. Rosario, dictamos ésta: deseamos que
diariam ente se recite en las catedrales
4. L a oración en com ún. Nuestro y todos los días de fiesta en las p arro ­
Señor más de una vez habló de la o ra­ q u ia s ^ . Obsérvese esta práctica con
ción en común: “Si dos de entre vosotros celo y constancia y alegrémonos de que
se reúnen en la tierra, mi Padre que se observe, acompañada de otras ma­
está en los Cielos les concederá lo que nifestaciones solemnes de la piedad
pidan, porque donde se hallaren dos o pública y de peregrinaciones a los san­
tres reunidos en mi nombre, yo estaré tuarios célebres cuyo n ú m e r o debemos
entre ellos'’*(2)34. Así dice audazm ente desear que aumente.
T ertuliano : “Nos reunimos para sitiar Esa asociación de rezos y alabanzas
a Dios con nuestras oraciones y como a María tiene m ucho de tierno y salu­
si nos tomásemos de las manos, para dable para las almas. Sentírnoslo Nos­
hacer violencia agradable a Dios”^ \ otros, y Nuestra gratitud Nos hace re ­
Son de S anto T omás de A quino es­ cordar que cuando en ciertas circuns­
tas m em orables frases: “Imposible que tancias solemnes de Nuestro Pontifica­
las oraciones de muchos hombres no do, Nos hallam os en la Basílica Vati­
sean escuchadas, si, por decirlo así, cana, Nos rodeaban gran núm ero de
forman unu sola personas de todas condiciones, que,
Ambas recom endaciones se pueden uniendo sus ánimos, votos y confianza
aplicar bien al Rosario. Porque en él, a los Nuestros, rezaban con ardor los
en efecto, p ara no extendernos, redo­ m isterios y oraciones del Rosaric a la
blam os N uestras súplicas p ara im plorar m isericordiosa protectora de la Reli*
del Padre celestial el reinado de su gra­ gión católica.
cia y de su gloria, y asiduam ente invo­
camos a la Virgen María p ara que por 6. M aría m ediadora entre Dios y los
su intercesión, nos socorra, ya porque áom bres. ¿Quién pudiera pensar y de­
durante la vida entera estamos expues­ cir que la viva confianza que tenemos
tos al pecado, ya porque en la últim a en el socorro de la Virgen sea exagera­
h o ra estarem os a la p uerta de la eter­ da? Ciertamente el nom bre y represen­
nidad. tación de perfecto Conciliador sólo con­
viene a Cristo, porque sólo El, Dios y
5. El Rosario fam iliar y en el tem ­ hom bre a la vez, volvió al género h u ­
plo. A propiado es tam bién que el Ro­ m ano a la gracia del Padre Supremo.
sario se rece como oración en común. “Sólo hay un mediador entre Dios
Con razón se le h a llam ado Salterio de y los hombres, Jesucristo hombre
María. Debe renovarse religiosamente que se entregó a sí mismo como Re­
esa costum bre de Nuestros m ayores; dentor de todos” Mas si, como en­
en las fam ilias cristianas, en la ciudad seña el D octor Angélico, nada impide
y en el campo, al finalizar el día y que otros sean llamados, secundum
concluir sus rudos trabajos, reuníanse quid, mediadores entre Dios y los hom-
O) M at. 7, 7. (5) L etra s a p o s tó lic a s . "Salutaris ilU” . d e! 24
(2) M at. 18, 19-20. d e d ic ie m b re d e 1883.
(3) A p o lo g et. c. 39. (6) I T im o t., 2, 5-6.
(4) In E v a n g . M atth .. c. 18.
73, 7-9 E n c íc l ic a “ F id e n t e m P iu m q u e ” 567

bres, porque colaboran a la unión del divina, el Rosario da al cristiano con


hom bre con Dios, dispositive et minis- qué alim entarla y fortificarla eficaz­
terialiterW, como los Angeles, Santos, mente. Las divinas E scrituras llam an a
Profetas y Sacerdotes de ambos Testa­ Cristo autor y consumador de la /eH°);
mentos, entonces la m ism a gloria con­ “autor de la fe” porque El mismo en­
viene plenam ente a la Santísim a Virgen. señó a los hom bres un gran núm ero de
Es imposible concebir que nadie p a ­ verdades que debían creer, sobre todo
ra reconciliar a Dios y a los hom bres las relativas a Dios mismo y al Cristo
haya podido o en adelante pueda obrar en que reside toda la plenitud de Divi­
tan eficazmente como la Virgen. A los nidad( n ), y porque por su gracia y de
hom bres que m archaban hacia su eter­ algún modo por la unión del E spíritu
na perdición les trajo u n Salvador, al Santo, les da afectuosam ente los m e­
recibir la nueva de un misterio pacífico dios de creer; “y consum ador” de la
que el Angel anunció a la tierra, y dar m ism a fe porque El hace evidente en
su adm irable consentim iento en nom ­ el Cielo cuánto el hom bre no percibe
bre de todo el género h u m an o (8L De en su vida m ortal más que a través de
ella nació J esús. Ella es su verdadera un velo, y allí cam biará la fe presente
Madre, y por ende digna y gratísim a en gloriosa iluminación.
Mediadora para con el Mediador. Ciertamente la acción de Cristo se
hace sentir en el Rosario de una m a­
7. El R osario nos recuerda estos m is­ nera poderosa. Consideramos y m edi­
terios, Como estos m isterios se inclu­ tam os su vida privada en los misterios
yen en el Rosario y sucesivamente se gozosos, la pública hasta la m uerte en­
ofrecen a la m em oria y m editación de tre los m ayores tormentos, y la glo­
los fieles, se ve lo que significa María riosa que, después de la resurrección
en la obra de N uestra reconciliación triunfante, se ve trasladada a la E ter­
y salvación. nidad, donde está sentado a la diestra
Nadie puede substraerse a un tierno del Padre.
afecto viendo presentarse a María en
el hogar de I sabel como instrum ento 9. El Rosario profesión de fe. Y dado
de las gracias divinas y cuando presen­ que la fe para ser plena y digna debe
ta a su Hijo a los pastores, a los Reyes necesariam ente m anifestarse, porque se
y a S imeón. cree en el corazón para la justicia, pero
Pero ¿qué se ha de sentir pensando se confiesa la fe por la boca para la
que la Sangre de Cristo vertida por salvación(12\ encontram os precisam en­
nosotros y los miem bros que presenta te en el Rosario un excelente medio de
a su Padre con las llagas recibidas en confesarla. En efecto, por las oraciones
precio de nuestra libertad, son el m is­ vocales que form an su tram a podemos
mo cuerpo y la sangre m ism a de la expresar y confesar nuestra fe en Dios,
Virgen? La carne de Jesús es, en efec­ nuestro Padre, lleno de providencia; en
to, la de María, y aunque haya sido la vida de la eternidad futura, en la
exaltada por la gloria de la resurrec­ rem isión de los pecados, y tam bién
ción, su naturaleza quedó siendo la nuestra fe en los m isterios de la T rini­
misma que se tomó en María^L dad Santísima, del Verbo hecho carne,
de la divina m aternidad y en otros.
8. El Rosario fortifica la fe. Tam bién Nadie ignora cuál es el valor y el
hay otro fruto notable del Rosario, en m érito de la fe. Ni es otra cosa la fe
relación con las necesidades de nuestra que el germ en escogido del que nacen
época. Ya hemos recordado que consis­ actualm ente las flores de toda virtud,
te en que viéndose expuesta a tantos por las que nos hacemos agradables a
ataques y peligros la virtud de la fe789 Dios, donde nacerán m ás tarde los fru-
(7) S. T h o m . III, q. X X V I, a. 1-2, seg ú n su (10) H eb r., 12, 2.
d is p o s ic ió n y o fic io .
(8) S. T om ás, III, q. 30, a. 1. (11) C ol., 2, 9.
(9) D e A ssu m p t. BMV. c. 5, e n tr e la s obras de (12) R o m ., 10, 10.
San A gu stín .
568 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1896) 73, 10-13

tos que deben d u rar p ara siempre. Co­ De ellas ha sido enriquecida la devo­
nocerte es, en efecto, el perfecciona­ ción del Rosario cada vez más por
miento de la justicia, y su virtud es la Nuestros predecesores y por Nos m is­
raíz de la inmortalidad<13). mo, concedidas en cierto modo por las
m anos mismas de la Virgen m isericor­
10. P enitencia. Conviene añ ad ir a diosa, útilísim as a los m oribundos y a
este propósito algo de los deberes de los difuntos, para que cuanto antes go­
virtud que necesariam ente exige la fe. cen de los consuelos de la paz tan de­
E ntre ellos se halla la penitencia, que seada y de la luz eterna.
com prende la abstinencia, necesaria y Estas razones, Venerables Hermanos,
saludable por más de un concepto. Si Nos mueven a alabar siempre y reco­
la Iglesia en este punto obra cada día m endar a los pueblos católicos tan ex­
con m ayor indulgencia p ara con sus celente fórm ula de piedad y de devo­
hijos, com prendan éstos, en cambio, su ción. Pero aún tenemos otro m uy grave
deber de com pensar con otros actos esa motivo que ya en Nuestras cartas y
m aternal indulgencia. Añadimos con alocuciones os hemos manifestado, co­
gusto este motivo a los que nos han mo abriendo de par en par nuestro
hecho recom endar el Rosario, que tam ­ corazón.
bién puede producir buenos frutos de
penitencia, sobre todo m editando los 13. Reconciliación entre los disiden­
sufrim ientos de Cristo y su Madre. tes. N uestras acciones, en efecto, se
inspiran m ás ardientem ente cada día
11. F ácil uso del Rosario. E n nues­ en el deseo concebido en el divino Co­
tros esfuerzos p ara lograr el supremo razón de Jesús de favorecer la tenden­
bien, ¡con qué sabia providencia se cia a la reconciliación que apunta entre
Nos indica el Rosario como socorro los disidentes.
que a todos conviene, fácilm ente ap ro ­ Comprendemos que esa adm irable
vechable, sin com paración posible con unidad no puede prepararse y realizar­
otro alguno! Aun el m edianam ente ins-. se por m ejor medio que por la virtud
truido en asuntos de Religión puede de las santas oraciones. Recordamos el
servirse de él fácilm ente y con utilidad, ejemplo de Cristo, que en una oración
y el Rosario no tom a tanto tiem po que dirigida a su Padre le pidió que sus
perjudique a cualesquiera ocupaciones. discípulos fuesen uno solo en la fe y
Los anales sagrados abundan en en la caridad; y que su Santísim a Ma­
ejemplos famosos y oportunos, y se dre dirigiera la m ism a ferviente ora­
sabe que m uchas personas cargadas de ción, es indudable recorriendo la histo­
im portantes quehaceres y grandes tra ­ ria apostólica.
bajos jam ás han interrum pido un solo Ella nos representa la prim era Asam­
día esta piadosa costumbre. blea de los Apóstoles, im plorando a
Dios y concibiendo gran esperanza en
12. La sagrada Corona. Bien se con­ la prom etida efusión del E spíritu San­
ciba la devoción del Rosario con el to y a la vez a María presente en medio
íntim o afecto religioso que profesam os de ellos y orando especialmente. Todos
a la Corona sagrada, afecto que a m u­ perseveraban en la oración con María,
chos les lleva a am arla como com pa­ Madre de Jesús^15K P or eso también,
ñera inseparable de su vida y fiel p ro ­ la Iglesia en su cuna se unió juntam en­
tectora y a estrecharla contra su pecho te a M aría en lá oración, como prom o­
en lo últim o de la agonía, considerán­ vedora y custodio excelente de la u n i­
dola como el dulce presagio de la in­ dad, y en Nuestro tiempo conviene
corruptible corona de la gloria(1314). obrar así en el m undo católico, sobre
Presagio que se apoya en la copia de todo en el mes de Octubre, que ha m u­
sagradas indulgencias, si el alm a se cho tiempo, por razón de los días in ­
encuentra en disposición de recibirlas. faustos que corren para la Iglesia, se
(13) S a p ., 15, 3. (1 5 ) A c t ., 1, 14.
(14) I P e tr . 5, 4.
73, 14 E n c íc l ic a “F id e n t e m P iu m q u e ' 569

ha destinado a la expresada devoción, Los augustos misterios de esta santa


y por eso hemos querido dedicarlo y Fe, por el culto del Rosario, penetren
consagrarlo a María invocada en rito más hondam ente en las almas para ob­
tan solemne. tener el dichoso resultado de imitar lo
que contienen y lograr lo que prome-
14. E xhortación final. Redóblese, ten(16\
por tanto, esa devoción, sobre todo p a­ E ntre tanto, como prenda de las di­
ra obtener la santa unidad. Nada pue­ vinas mercedes y testimonio de Nuestro
de ser m ás dulce y agradable p ara M a ­ afecto, os concedemos benignamente a
r í a , que íntim am ente unida con Cristo,
cada uno de vosotros y a vuestro clero
desea y anhela que los hom bres todos, y pueblo la bendición Apostólica.
favorecidos con el mismo y único b au ­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
tismo de J e s u c r i s t o , se unan a El y el día 20 de Septiembre del oño 1896,
entre sí por la m ism a fe y una perfec­ de Nuestro Pontificado el décimonono.
ta caridad. 1 LEON PAPA XIII.

(1) D e la ora ció n de la fie sta de N u e stra S eñ o ra d e l S a n tísim o R o sa r io , el 7 d e o ctu b re.


ENCICLICA “DIVINUM ILLUD MUNUS”(*>
(9-V-1897)

DE LA ADMIRABLE PRESENCIA Y VIRTUD DEL ESPIRITU SANTO


Y SU CULTO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

644 1. El E spíritu Sauto com pleta la obra tiempo, que igualmente era enviado por
de Jesucristo. Así como aquella m isión El y por tanto que de El procedía como
divina que J e s u c r i s t o , por am or al gé­ del Padre, y que era El que concluyese
nero hum ano, recibió del Padre y des­ como deprecador, consolador, precep­
empeñó santísim am ente, está, en últi­ tor, la obra realizada por El en la vida
mo térm ino, dirigida a que los hom bres m ortal. Providentísim am ente, estaba re­
se hagan partícipes de la vida beatífica servada a la m últiple virtud de este
en la gloria eterna, así tam bién está Espíritu, que en la creación adornó los
ordenada en el tiempo, como fin p ró ­ c i e l o s y llenó el orbe de tierras^,
ximo, a que tengan la gracia divina y la perfección de la obra de su reden­
cultiven aquella vida que, finalm ente ción.
se convierte en la celestial. A este
fin el Redentor no cesa de invitar con 2. El Pontífice im itador del E spíritu
sum a benignidad a todos los hom bres Santo. Ahora bien; Nos hem os procu­
de cualquier nación y lengua a que rado constantem ente, con el auxilio de
vengan al seno de su Iglesia: Venid a Cristo Salvador, que es el príncipe de
mí todos; Yo soy la vida; Yo soy el los pastores y el Obispo de nuestras
buen pastor(la). Sin embargo por altísi­ almas, im itar sus ejemplos; insistiendo
mos designios, no quiso por sí mismo religiosamente en el mismo oficio suyo,
com pletar y term inar esta m isión du­ encomendado a los Apóstoles, princi­
rante su perm anencia en la tierra; sino palm ente a Pedro, cuya dignidad no
que lo que El mismo había recibido del decrece en su indigno heredero^. Guia­
Padre, esto mismo entregó al E spíritu dos por este consejo, cuanto hemos lle­
Santo p ara que lo perfeccionase. Dig­ vado a cabo y perseguido en este des­
nas son de recuerdo las consoladoras empeño ya largo del Sumo Pontificado,
frases que Cristo, poco antes de aban­ deseamos conspire principalm ente a
donar el m undo, pronunció ante los dos fines. Prim ero: a la restauración
Apóstoles: Os conviene que yo me vaya: de la vida cristiana en la sociedad civil
si yo no partiere, el Paráclito no ven­ y doméstica, en los príncipes y en los
drá a vosotros; mas si partiere os le pueblos; puesto que no puede derivarse
enviar é^lh\ verdadera vida en todos más que de
Afirm ando estas cosas, dió la razón Cristo. Segundo: para fom entar la re ­
principal de su separación y vuelta al conciliación de los que están separados
Padre, y el provecho que había de se­ de la Iglesia Católica por la fe o por la
guirse a sus discípulos de la venida del obediencia, toda vez que ésta es la vo­
E spíritu Santo: dem ostrando al mismo luntad ciertísim a del mismo Cristo, que
( ) A. S. S. 29 (1896/97) 644-658. — Los números marginales in d ic a n la s p á g in a s d el te x to o rig in a l
e n A SS, v o l. 29. (P . II.)
M at. 11, 28; Juan 16, G; 10, 11; 10, 14. (3) Sab. 1, 7.
(1 ) Juan 16, 7. (4) S. L eón M ag., S erm ó n 29 d e l a n iv . d e su
(2) Job, 26, 13. e le cc ió n . M igne, P .L . 54, 144.

— 570 —
74, 3-7 E n c íc l ic a “ D iv in u m Illud M u n u s” 571

todos se hallen juntam ente unidos en 5. Peligros al tra ta rla . C ualquiera


un solo rebaño bajo su Pastor. Ahora que escriba o hable de la T rinidad con­
bien, cuando consideram os que se acer­ viene tenga ante la vista lo que p ru ­
ca el día del térm ino de la vida, somos dentem ente am onesta el Angélico(6a).
movidos enteram ente p ara que la obra Cuando hablamos de la Trinidad se ha
de Nuestro Apostolado, sea la que quie­ de obrar con cautela y modestia, pues
ra, la que hasta aquí hemos llevado a como dice A g u s t í n ni se yerra en
cabo, la consagremos p ara su m adurez ninguna parte con más peligro, ni se
y fecundidad al E spíritu Santo, que es busca algo con más trabajo, ni se en­
el am or vivificante. A fin de que m e­ cuentra algo más fructuoso (6b). El peli­
jo r y más saludablem ente tenga lugar gro procede de confundir entre sí en la
Nuestro deseo, hemos resuelto hablaros fe o en el culto a las divinas personas o
con motivo de la próxim a solemnidad en separar entre ellas la única n atu ra­
de Pentecostés, de la adm irable presen­ leza; puesto que ésta es la fe católica
cia y virtud del mismo E spíritu; y que veneremos a un solo Dios en la
cuando obre e influya con la preclara Trinidad y la Trinidad en la unidad(6c).
abundancia de superiores carism as en 6. El culto a la T rinidad y sus p er­
toda la Iglesia y en el alm a de cada uno. sonas. P or lo cual N uestro predecesor
3. Devoción al E sp íritu Santo. De I n o c e n c i o XII negó enteram ente algu­
aquí resultará, como vehem entem ente nas cosas solemnes propias al honor
deseamos, que se excite y vigorice en del Padre a los que las pedían. Y si hay
las alm as la fe acerca del misterio de ciertos días festivos para celebrar cada
la Trinidad augusta, y principalm ente uno de los misterios de la Encarnación
se aum ente y encienda la piedad acerca del Verbo, no hay del mismo modo una
del Divino E spíritu, a quien todos los fiesta p ara celebrar al Verbo según tan
que siguen el camino de la verdad y solamente la divina naturaleza: y hasta
de la justicia deben referir cuanto han la m ism a solemnidad de Pentecostés
recibido: pues como predicó B a s i l i o : no fue introducida antiguam ente sim­
“Las disposiciones que acerca de los plemente para ho n rar al E spíritu Santo
hombres han tenido lugar por el gran por sí, sino para recordar su adveni­
Dios y nuestro Salvador Jesucristo se­ miento o externa misión. Todo lo cual
gún la bondad de Dios, ¿quién niega ha sido sabiamente establecido, para
han sido cumplidas por la gracia del evitar que alguno por la distinción de
Espíritu las personas cayese en el error de dis­
4. La T rin id ad substancia del Nuevo tinguir la divina esencia. P or cuya ra ­
Testam ento. Antes de d esarro llar el zón la Iglesia, a fin de contener a sus
asunto propuesto será conveniente y hijos en la integridad de la fe, instituyó
útil tra ta r algo del m isterio de la sacro­ la fiesta de la Sma. Trinidad, que
santa Trinidad. Es llam ado por los J u a n XXII m andó después celebrar en
doctores sagrados Substancia del Nuevo todas partes, y perm itió se dedicasen
Testamento, a saber, el más grande de a este misterio templos y altares y
todos los misterios, puesto que es como aprobó, por inspiración celestial, la
cabeza y fuente de todos; p ara cuyo orden religiosa para la redención de
conocimiento y contem plación han si­ los cautivos, que está dedicada a la
do creados en el cielo los ángeles y en Sma. T rinidad y que goza del mismo
la tierra los hom bres; que prefigurado título.
en el Antiguo Testamento, p ara enseñar­ 7. De El y por E l y en El. Muchas
le con m ás claridad, descendió el m is­ cosas confirm an esta m ateria. El culto
mo Dios de los ángeles a los hom bres: que se tributa a los Santos y Angeles,
ninguno vio jamás a Dios; el Hijo uni­ a la Virgen Madre de Dios y a Cristo
génito que está en el seno del Padre, redunda y term ina en la m ism a T rini­
ese lo manifestó56 dad. En las preces que se dirigen a una
(5) D e l E sp . S an to, c. 16, n. 39. P.G . 32, 139. (6a) S. T h o m . Su m . T h e o l. 19. 31, a 2.
(6) Juan 1, 18. (6b) S. A g u st. D e T rin . I, 3. P .L . 42, 822.
(6 C) Sím b. A ta n a s. Quicumque, D en z. n r. 39.
572 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1897) 74, 8-9

persona se hace m ención de las demás; personas por los atributos esenciales se
en la form a de las súplicas, al invocar dice apropiación(11).
a cada una de las Personas separada­ De esta m anera el Padre que es prin­
mente, se hace la invocación común; cipio de toda la Divinidad(12) es al m is­
en todos los salmos e him nos la misma mo tiempo causa eficiente de todas las
alabanza se hace al Padre, al Hijo y al cosas de la Encarnación del Verbo y de
E spíritu Santo; las bendiciones, los r i­ la santificación de las almas ex ipso
tos, los sacram entos se hacen en nom ­ sunt omnia; de El y por el Padre. Mas
bre de la santa Trinidad. Y esto mismo el Hijo Verbo imagen de Dios, es la
hacía ya m ucho tiempo que lo había causa ejem plar de la que todas las co­
anunciado el Apóstol en esta sentencia: sas reciben la form a y la belleza, el
Porque de El y por El y en El son to­ orden y el concierto; el cual es para
das las cosas; gloria a El eternamen­ nosotros camino, verdad y vida, recon­
te significando en este pasaje la ciliador del hom bre con Dios per ipsum
trinidad de las Personas, y afirm ando sunt omnia; por El, por el Hijo. Final­
la unidad de naturaleza, que siendo m ente el Espíritu Santo es la causa
una e idéntica en cada una de las P er­ últim a de todas las cosas, puesto que
sonas, procede se tribute a cada una, así como la voluntad descansa en todas
como a uno y mismo Dios, igual glo­ las cosas como en su fin, no de otra
ria eterna y m ajestad. E xplanando este m anera El, que es la divina Bondad y
testim onio A g u s t í n : N o se ha de tomar la m ism a Caridad entre el Padre y el
confusamente, dice, el dicho del Após­ Hijo, perfecciona y com pleta con cierto
tol; de El y por El y en El; pues dice im pulso suave y eficaz la obra m iste­
de El, por el Padre; por El, por eí riosa de la sem piterna salud de los
Hijo; en El, por el Espíritu Santo^L hombres. In ipso sunt omnia: E n El,
por el Espíritu Santo.
8. Las obras de la T rinidad son in ­
divisibles. Con gran propiedad la Igle­ 9. E l E spíritu Santo en la E n c a m a ­
sia acostum bra atribuir al Padre las ción del Verbo. Ahora bien, conserva­
obras en que se deja sentir el poder; do inviolado y fielmente el estudio de
al Hijo aquéllas en que brilla la sabi­ la religión, debido a toda la beatísima
duría; al E spíritu Santo aquéllas en Trinidad, y que es preciso inculcar una
que se m anifiesta el am or. No porque y otra vez en el pueblo cristiano, Nues­
todas las perfecciones y todas las obras tra exhortación se dirige a exponer la
ad extra no sean comunes a las divi­ virtud del E spíritu Santo. P rim aria­
nas Personas; puesto que las obras de mente conviene m irar a Cristo, funda­
la Trinidad son indivisibles, como in­ dor de la Iglesia y Redentor del género
divisible es la esencia de la Trinidad^ hum ano. Ciertamente entre todas las
porque así como las tres Personas di­ obras de Dios ad extra sobresale el m is­
vinas son inseparables, así obran inse­ terio de la Encarnación del Verbo, en
parad amente (10) : sino por cierta com ­ el cual de tal m anera brilla la luz de
paración y como afinidad que tiene las divinas perfecciones que ni es po­
lugar entre las mismas obras y las sible pensar nada superior ni puede
propiedades de las personas aquellas, haber nada más saludable a la n atu ­
se atribuyen a una más bien que a las raleza hum ana. Tan gran obra, aun
otras, como dicen se apropian: así co­ cuando es de toda la Trinidad, sin em ­
mo de la sem ejanza de vestigio o im a­ bargo se atribuye como propia al E spí­
gen que se halla en las criaturas nos ritu Santo: de tal m anera que los E van­
valemos p ara m anifestar a las divinas gelios digan de la Virgen: Ha sido ha­
personas, así tam bién de los atributos llada en el seno teniendo del Espíritu
esenciales; esta manifestación de las7 89 Santo, y: Lo que ha nacido en ella es
(7) R om ., 11, 36. (10) A gu st. D e T rin . I, 4 (P .L . 42, 824).
(8) A gu st. De T rin . V I, 10, 12 (P .L . 42, 932) y (11) S. T h o m ., 1? p a rte, q u est. 39, a rt. 7*.
I, 6, 12 (P .L . 42, 827). (12) A g u st. D e T rin . 1. 4, c. 20 (P .L . 42 906).
(9) A gu st. De T rin . I, 5 (P .L . 42, 824).
74, 10-12 E n c íc l ic a “ D iv in u m Illud M u n u s” 573

del Espíritu Santo (13K Y con razón se A este pasaje conviene adm irable­
atribuye al que es la caridad del Padre m ente aquello de Agustín: Es absurdí­
y del Hijo: puesto que este gran Sacra- simo decir que Cristo, siendo ya de
mentó de piedad(14) procede de la gran treinta años, recibió el Espíritu Santo,
caridad de Dios p ara con los hombres, sino que vino al Bautismo sin pecado
como advierte J u a n : Así amó Dios al pero no sin el Espíritu Santo. Entonces,
mundo que le dio su Unigénito H i/ o (1 5 L pues, esto es, en el Bautismo, se dignó
Añádese que en El la hum ana n a tu ra ­ prefigurar a su cuerpo, es decir, a la
leza ha sido elevada a la unión perso­ Iglesia en la que los bautizados reciben
nal con el Verbo; cuya dignidad no ha principalmente el Espíritu Santo (21>. Y
sido dada por m érito alguno sino por así por la constante presencia del Es­
p ura gracia y por lo tanto como por píritu Santo sobre Cristo y su íntim a
don propio del E spíritu Santo. Refi­ virtud en su alm a se personificaba la
riéndose a esto A g u s t í n : Este modo, doble m isión del mismo Espíritu, es a
dice, por el cual nació Cristo del Espí­ saber, la que m anifiestam ente aparece
ritu Santo nos insinúa la gracia de Dios en la Iglesia, y la que secretamente se
por la cual el hombre sin mérito pre­ ejerce en las alm as de los justos.
cedente alguno, en el mismo primer
principio de su naturaleza, en el que 11. Pentecostés. La Iglesia que, ya
comenzó a ser, se uniese al Verbo de concebida, había nacido del costado
Dios en tanta unidad de persona que mismo del segundo Adán como d u r­
uno mismo fuese el Hijo de Dios y el m iente en la Cruz, se m anifestó a los
Hijo del hombre y el Hijo del hombre hom bres por vez prim era de un modo
y el Hijo de Dios^1QK adm irable en el celebérrimo día de
Pentecostés. En el mismo día el E spí­
10. S antificador del alm a de Cristo. ritu Santo comenzó a derram ar sus be­
Por la virtud del E spíritu divino no so­ neficios sobre el cuerpo místico de
lamente tuvo lugar la concepción de Cristo con aquella adm irable efusión,
Cristo, sino tam bién la santificación que el profeta J o e l había visto de le­
de su alm a que se llam a en los Sagra­ jos ^22^. Pues el Paráclito se posó sobre
dos Libros u n c i ó n y de tal m anera los Apóstoles para que como nuevas
toda su acción se realizaba presente el coronas espirituales por medio de las
Espíritu^18> principalm ente en su sacri­ lenguas de fuego se im pusiesen a sus
ficio: Por el Espíritu Santo se ofreció cabezas <23).
a sí mismo inmaculado a Dios^19K El
que medite estas cosas no extrañará 12. Su acción en la Iglesia. Entonces
que todos los carism as del E spíritu los Apóstoles descendieron del monte,
Santo inundasen el alm a de Cristo. como escribe C r i s ó s t o m o , no llevando
Puesto que en El se asentó u na ab un­ en sus manos como Moisés tablas de
dancia de gracia singularm ente llena piedra, sino llevando rodeada su mente
en el modo m ás grande y con la m a­ del Espíritu y derramando un tesoro y
yor eficacia que puede tenerse; en El fuente de dogmas y carismas(24). Así
todos los tesoros de la sabiduría y de ciertam ente tenía lugar lo último que
la ciencia, las gracias gratis dadas, las Cristo había prom etido a sus Apóstoles
virtudes, todos los dones, ora anuncia­ de enviarles el E spíritu Santo, que com ­
dos en las profecías de I s a í a s (20), ora pletase y en cierto modo sellase con su
significado en aquella adm irable palo­ inspiración el depósito de la doctrina
m a del Jordán cuando Cristo con su revelada: Aun tengo que deciros mu­
Bautismo consagró las aguas p ara el chas cosas, pero no podéis recibirlas
nuevo Sacramento. 1345678 aún; cuando viniere aquel Espíritu de
(13) S. Mat , 1, 18-20. (19) H eb reo s, 9, 14.
(14) 1? a T im o te o , c. 3-16. (20) V er Is. 4, 1; 11, 2-5.
(15) Juan 3, 16. (21) A g u st. D e T rin . X V , 26 (P .L . 42, 1094).
(16) E n c h ir . c. 40 (P .L . 40, 252). (22) J o el 2, 28-29.
(17) A ct. A p o st. 10,38. (23) S. C yr. h ie r ., calech. 17 (P .G . 33, 987).
(18) S . B a silio d e E sp . S a n ct., 16 (P .G . 32, 139). (24) E n S. M atth . H om iL , l s y 2$ ad C o rin t., 3-3.
(P .G . 57, 15).
574 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1897) 74, 13-15

verdad, os enseñará toda verdad(25>. Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo,


Este pues, que es E spíritu de verdad, que es la lg le s ia ^ \ Y siendo esto así,
como procedente a u n tiem po del P a ­ en m anera alguna es lícito pensar y
dre, que es la verdad eterna, y del Hijo, esperar en otra m ayor y m ás abun­
que es la verdad substancial, recibe de dante m anifestación y ostensión del di­
uno y otro, juntam ente con la esencia, vino E spíritu, puesto que la que al
toda cuanta hay am plitud de verdad: presente se tiene en la Iglesia es máxi­
Cuya verdad reparte y distribuye a la m a y perm anecerá cuanto permanezca
Iglesia, cuidando, con su constante la Iglesia, esto es, hasta que abando­
auxilio y presencia, que jam ás esté nando el estado de milicia, sea condu­
expuesta a error, y que la semilla de cida a la alegría de los que triunfan en
la divina doctrina pueda desarrollarse la sociedad celestial.
6,0 en ella cada día más y ser fructuosa
p ara la salud de los pueblos. Y puesto 14. Su acción en cada individuo.
que la salud de los pueblos, para la Cuánto y cómo el E spíritu Santo obre
que ha nacido la Iglesia, pide que este en las almas de cada uno no es menos
oficio se prosiga perpetuam ente, recibe digno de adm iración que difícil de ser
en consecuencia del E spíritu Santo una entendido, por lo mismo que se escapa
perenne vida y virtud que conserva y a toda m irada corporal.
aum enta la Iglesia: Yo rogaré al Padre Esta efusión del E spíritu es de tanta
y os dará otro Paráclito, para que per­ abundancia que el mismo Cristo, de
manezca con vosotros eternamente, es­ cuyo cargo se aprovecha, dijo que era
píritu de verdad^2Q\ P or El son cons­ sem ejante a un río abundantísim o, se­
tituidos los Obispos, por cuyo m iniste­ gún se lee en S a n J u a n : El que cree en
rio no solamente son engendrados h i­ Mí, como dice la Escritura, brotarán de
jos, sino tam bién padres, esto es, Sa­ su seno ríos de agua viva; cuyo testi­
cerdotes p ara regirla y n u trirla con la monio explanó el mismo Evangelista,
mism a sangre con que fue redim ida diciendo: Dijo esto del Espíritu que ha­
por Cristo: El Espíritu Santo puso a bían de recibir los que creyesen en
los Obispos para regir la Iglesia de EP 3°).
Dios, que adquirió con su sangre(27K
Unos y otros, Obispos y Sacerdotes, 15. Antes y después de la Redención.
han recibido el cargo insigne del E spí­ Y es cierto que en los mismos hom ­
ritu de perdonar los pecados con po­ bres justos que fueron antes de Cristo,
testad, según aquello de Cristo a los inhabitó por la gracia el Espíritu San­
Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo: to, como se halla escrito de los profe­
a los que perdonareis los pecados les tas, de Z a c a r í a s , de J u a n B a u t i s t a ,
serán perdonados, y a los que les re­ de S i m e ó n y de A n a ; m as no se dio el
tuviereis les serán retenidos(28\ 13* Espíritu Santo en Pentecostés, de tal
modo que entonces comenzase a ser
13. El E sp íritu Santo alm a de la primeramente inhabitador de los San­
Iglesia. Que la Iglesia es u n a obra ente­ tos, sino para inundar más copiosa­
ram ente divina, con ningún otro argu­ mente, llenando con sus dones, no co­
m ento se confirm a más claram ente que menzando y por lo tanto, no nuevo en
con el esplendor y gloria de los caris- la obra por lo mismo que más abun­
m as que por todas partes está adorna­ dante en la rg u e za ^ . Pero si aquellos
da; siendo el dador y autor el Espíritu que eran rem unerados entre los hijos
Santo. de Dios, eran casi de la m ism a condi­
Y baste p ara confirm ar esto, que ción que si fuesen siervos, porque el
siendo Cristo la cabeza de la Iglesia, hijo no se diferencia del siervo mien­
el E spíritu Santo es su alm a: Lo que tras está bajo tutores y c u ra d o re s^ ; y
es en nuestro cuerpo el alma, eso es el a más de que la justicia en ellos no
(25) Juan 16, 12-13. (29) A gu st. S erm . 267 d e tem p . c. 4 (P .L . 38,1 2 3 1 )
(26) Juan 14, 16-17. (30) Juan 7, 38-39.
(27) A ct. A p o st., 20, 28. (31) S. L eo M., H om . 77, 1 in P e n t. (P .L . 54, 412)
(28) Juan 20, 22-23. (32) G alat. 4, 1-2.
7 4 , 16-18 E n c íc l ic a “ D iv in u m Illud M u n u s” 575

era sino por los m éritos de Cristo, que el cual clamamos Abba, Pater; El m is­
había de venir, la com unicación del mo es el que inunda los corazones con
E spíritu Santo hecha después de Cristo la suavidad de su am or paternal; El
es m ucho m ás copiosa, como excede mismo Espíritu da testimonio a nuestro
en precio la cosa pactada a la prenda, espíritu de que somos hijos de Dios^dS).
y como excede la verdad a la imagen. P ara aclarar esta verdad contribuyen
Esto mismo afirm ó Ju a n : Aun no ha­ oportunam ente aquellas cosas, que con­
bía sido dado el Espíritu porque Jesús sideró el Angélico, la semejanza entre
no era glorificado^33). Inm ediatam ente una y otra obra del E spíritu Santo;
que Cristo ascendiendo a lo alto gozó puesto que por El mismo Cristo fue
de la gloria de su reino, adquirida con concebido en santidad para ser hijo
tanto trabajo, m anifestó con gran m u­ natural de Dios y los demás son santi­
nificencia las riquezas del E spíritu San­ ficados p ara ser hijos adoptivos de
to: Dio dones a los hombres^ ) . Pues Dios(39). Así con m ayor nobleza en la
aquella cierta donación y misión del naturaleza sucede que la espiritual ge­
E spíritu Santo después de la glorifica­ neración trae su origen del am or, esto
ción de Cristo había de ser tal cual ja­ es, del am or increado.
más antes lo había sido, ni antes había
sido nula, sino que no había sido faZ(35). 17. E n el B autism o y la C onfirm a­
Y en verdad la naturaleza hum ana es ción. Los principios de esta genera­
esencialmente sierva de Dios: La cria­ ción y renovación del hom bre están
tura es sierva, nosotros somos siervos en el Bautismo: en cuyo Sacramento,
de Dios según la naturaleza^33) ; y tam ­ arrojado del alm a el espíritu inmundo,
bién por la com ún culpa toda nuestra se derram a prim eram ente el Espíritu
naturaleza cayó en el mismo vicio y Santo, haciéndola sem ejante a sí: Lo
degradación, de tal modo que éram os que nace del Espíritu es espíritu (4°).
enemigos de Dios: éramos por la natu­ El mismo Espíritu se da a sí mismo
raleza hijos de ira^37). Ni había fuerza como don m ás abundantem ente por la
capaz de levantarnos y vindicarnos de Sagrada Confirmación para constancia
tal ruin a y sem piterno castigo. Mas y fuerza de la vida cristiana; del cual
esto lo hizo Dios creador de la hum ana procedió ciertam ente la victoria y triu n ­
naturaleza sum am ente m isericordioso fo de los m ártires y de las vírgenes de
por medio de su Unigénito: P or cuyo los peligros y corrupción. Decimos que
beneficio aconteció que el hom bre fue­ el mismo Espíritu se da a sí mismo en
se restituido a la altu ra y nobleza de don: la caridad de Dios se difunde en
donde había caído con m ás abundante nuestros corazones por el Espíritu San­
riqueza de dones. Ninguno puede m ani- to que se nos da <4D. Él en verdad no
652 festar cuál sea la obra de la divina g ra­ solamente nos llena de divinos dones,
cia en las alm as de los hom bres; los sino que es el autor de ellos y El m is­
que son llam ados por esto mismo, ya mo es don supremo, que procediendo
en las Sagradas Escrituras, ya en los del m utuo am or del Padre y del Hijo
escritos de los Padres de la Iglesia, re ­ con razón se tiene y es llam ado don de
generados, criaturas nuevas, p articipan­ Dios altísimo.
tes de la divina naturaleza, hijos de
Dios, deíficos y otras alabanzas seme­ 18. Inhabitación p o r la gracia. A fin
jantes. Ahora bien, tan grandes bienes de que m ás claram ente aparezca la
no sin razón se deben como propios al naturaleza y fuerza de este don, con­
E spíritu Santo.16 viene recordar las cosas que, enseñadas
en las Sagradas Escrituras, explicaron
16. El es E sp íritu de adopción. E l es los sagrados doctores, esto es, que Dios
el E spíritu de adopción de los hijos en se halla presente a todas las cosas y
(33) S. Juan 7, 39. (38) R om . 8-15 y 16.
(34) E fe s., 4, 8. (39) S. T h o m ., III p a rt. cu e st. 32, art. 19.
(35) S. A gu st. D e T rin . IV 20, 29 (P .L . 42. 908). (40) Juan 3, 7.
(36) S. C irilo d e A le j., te s o ro , V , 5 (P .G . 75, 65). (41) R om . 5, 5.
(37) E fe sio s 2, 3.
576 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1897) 74, 19-20

está en ellas, por potencia en cuanto Espíritu Santo en las almas piadosas.
todas se hallan sujetas a su potestad, Pues doctrina es de S a n t o T o m á s que
por presencia en cuanto todas están aunque el Espíritu Santo proceda como
abiertas y desnudas a sus ojos, por am or procede en razón de don prim e­
esencia en cuanto se halla en todas ro; de donde dice A g u s t í n que por el
como causa de su ser <42>. Mas en el don que es el Espíritu Santo muchos do­
hom bre no está Dios tan solamente nes propios se distribuyen a los m iem ­
como en las cosas, sino que más am- bros de Cristo(45). Hállanse entre estos
653 pliam ente es conocido y am ado por él, dones aquellos ocultos llam am ientos e
cuando, dejándonos conducir por la invitaciones que se suscitan en las m en­
naturaleza, amamos, deseamos y bus­ tes y alm as por la moción del Espíritu
camos espontáneam ente el bien. Ade­ Santo, y que si faltasen ni habría p rin ­
más Dios por la gracia inhabita en el cipio de vida buena ni progreso ni éxito
alm a justa como en su templo, de un de salud eterna. Y puesto que tales
modo casi íntim o y singular; de lo cual llam am ientos y mociones se hacen
se sigue aquella necesidad de caridad ocultam ente en las almas, aptísim a-
por la cual el alm a íntim am ente se une m ente en las Sagradas E scrituras se
y adhiere a Dios más que el amigo al com paran alguna vez al silbido del aura
amigo más querido, y goza de él plena que viene; las cuales el Angélico doctor
y suavemente. sabiamente hace corresponder a los
Esta adm irable unión, que recibe el movimientos del corazón cuya virtud
nom bre de inhabitación, tan solamente se halla oculta en el ser: el corazón
se diferencia en la condición o estado tiene cierta influencia oculta y por con­
de aquella de que Dios llena a los bien­ siguiente se compara al corazón el Es­
aventurados beatificándolos, y aunque píritu Santo que invisiblemente vivifica
realm ente tiene lugar por la presencia y une la Iglesia(46>.
de toda la Trinidad vendremos a él y
haremos mansión junto a é/(43), sin 20. Los siete dones especiales. E sta
embargo se atribuye como propia del obra se realiza con m ás am plitud en
E spíritu Santo; y en verdad hasta en el hom bre justo que vive la vida de la
el hom bre m alo aparecen vestigios de divina gracia y obra por las oportunas
la divina potencia y sabiduría; pero de virtudes como por facultades, por aque­
la caridad, que es como nota propia del llos siete dones que propiam ente se lla­
E spíritu Santo, ninguno es participante m an del E spíritu Santo. P or beneficio
más que el justo. 19 de ellos el alm a se instruye y se forta­
lece para seguir más fácil y prontam en­
19. Dones del E sp íritu Santo. P e r­ te sus voces e impulsos; tan ta es la efi­
fectam ente concuerda con esto aquello cacia de estos dones que le conducen a
de llam ar Santo al mismo Espíritu; la cum bre de la santidad; tanta su
puesto que El prim ero y sumo am or excelencia que perm anecen los mismos
mueve y obra en las alm as p ara la san­ aunque perfeccionados en el reino ce­
tidad que finalm ente se contiene en el lestial. Merced a ellos el alm a llena de
am or a Dios. P or lo cual el Apóstol, carism as es inducida y llevada a desear
cuando llam a a los justos tem plos de y conseguir las evangélicas bienaven­
Dios, no les llam a tales expresam ente turanzas que, cual flores nacidas en
del Padre o del Hijo, sino del E spí­ prim avera, son indicio y presagio de
ritu Santo: ¿Ignoráis que vuestros la eterna bienaventuranza. Finalm ente
miembros son templo del Espíritu San­ son felices aquellos frutos enum erados
to que está en vosotros que le habéis por el Apóstol(47) que el Espíritu Santo
recibido de Dios?(á4\ La abundancia engendra y produce en los hom bres
de dones celestiales se obtiene de m u­ justos, hasta en esta m iserable vida, lle­
chas m aneras por la inhabitación del nos de toda dulcedum bre y gozo, como
(42) S. T h o m ., 1 p . cu e st. 8, a rt. 39. (45) Su m . T h e o l. 1?, q. 38 a. 2.
(43) Juan 14, 23. (46) Su m . T h eo l. 39 q. 8 a. 8 ad 3.
(44) I Cor. 6, 19. (47) Gal. 5, 22.
74, 21-22 E n c íc l ic a “ D iv in u m Illud M u n u s” 577

deben ser los del E spíritu que es en la y se desvíen de la perversa necedad de


Trinidad la suavidad del Generante y aquellos que tem erariam ente quieren
del Engendrado y que con largueza de­ profundizar todas las cosas hasta los
rrama la fecundidad del Unigénito en divinos misterios. Lo que principal­
todas las criaturas^4SK Así el divino m ente se ha de conm em orar y expla­
Espíritu, procedente del Padre y del nar con toda claridad son los muchos y
Hijo en eterna lum bre de santidad, grandes beneficios que constantem ente
am or y don al mismo tiempo, después nos vienen de este dador divino, para
de haberse m anifestado por el velo de que el error y la ignorancia de tantas
imágenes en el Antiguo Testam ento, de­ cosas, indignas de los hijos de la luz,
rram a la abundancia de sí mismo en enteram ente desaparezcan. E n esto in­
Cristo y en su cuerpo místico que es la sistimos, no solamente porque se refiere
Iglesia; y levanta con su gracia y salu­ a un m inisterio por el cual somos diri­
dable presencia a los hom bres sumidos gidos próxim am ente a la vida eterna,
en m aldad y corrupción, p ara que no por cuya razón es necesario creerle fir­
como terrenos de tierra, sino celestes memente, sino tam bién, porque el bien
de cielo, busquen y deseen cosas celes­ cuanto m ás clara y plenam ente se co­
tiales. Todas estas cosas, como sean noce, con m ás intensidad se quiere y
tantas y expliquen adm irablem ente la ama. Pues al Espíritu Santo, como ya
Bondad del E spíritu Santo en nosotros, hemos advertido, se le debe am or por­
a su vez nos exigen que procurem os que es Dios: Amarás al Señor tu Dios
con todo empeño dedicarle obras de con todo tu corazón, con toda tu alma
obsequio y piedad. y con toda tu fuerza 489(50).
Seguramente que los hom bres cris­
tianos h arán esto con rectitud si p ro ­ 22. Amor al Espíritu Santo. Y ha de
curaren cada día con m ayor empeño ser am ado por ser el am or substancial
conocerle, am arle y servirle. A cuyo fin y eterno, prim ero: nada hay m ás am a­
se dirige a los mismos esta exhortación ble que el am or, m ucho m ás porque
según espontáneam ente fluye del áni­ nos ha llenado de beneficios, que así
mo paternal. como atestiguan la benevolencia del
donante, así piden gratitud en el ánimo
21. Ignorancia de la existencia del del que recibe. Este am or tiene doble
E spíritu Santo. Consejos a los p red ica­ y no pequeña utilidad. Pues no sola­
dores. T al vez ni aún hoy mismo fal­ m ente nos incita a tener en esta vida
ten entre ellos quienes habiendo sido noticia más clara del Espíritu Santo:
interrogados de la m ism a m anera por el am ante, como dice S anto T omás, no
el Apóstol S an P ablo, si habían reci­ se contenta con la aprensión superfi­
bido el E spíritu Santo, respondan del cial del amado, sino que se em peña en
mismo modo: pero ni hemos oído si conocer cada una de las cosas que in ­
existe el Espíritu Santo (49>; por lo m e­ trínsecam ente le pertenecen y así entra
nos m uchos ciertam ente sienten gran en su interior como del E spíritu Santo
deficiencia en su conocimiento; cuyo que es amor de Dios^n \ sino que nos
nombre usan frecuentem ente en sus proporciona m ayor abundancia de ce­
actos religiosos, pero con aquella fe lestiales dones, por lo mismo que al
que se halla rodeada de densas tinie­ contraer la m ano y el ánim o del do­
blas. P or lo cual tengan en cuenta nante dilata su gratitud y recuerdo.
cuantos son predicadores sagrados y Se ha de procurar tam bién con todo
curas de alm as que a ellos pertenece empeño que este am or sea tal, que no
enseñar al pueblo diligente y claram en­ se limite a un árido pensam iento y
te las cosas que se refieren al E spíritu externo obsequio, sino que aproveche
Santo; pero de tal modo que se separen para obrar y alejarse principalm ente
de las controversias difíciles y sutiles de la culpa, que resulta más injuriosa
(48) S. Agust. de Trinit. 1. 6, c. 9. (51) S. Thomas, Summa prima secund. quest.
(49) Act. 19, 2. 38, art. 2<?. — I Cor. 2, 10.
(50) Deut. 6, 5.
E ncíclicas P on tificias 19
578 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 74, 23-25

al E spíritu Santo con cierto peculiar 24. Peticiones al E spíritu Santo. Por
nombre. Cuanto somos, tanto somos último conviene rogar y pedir al Espí­
por la divina Bondad, que se atribuye ritu Santo, cuyo auxilio y protección no
656 principalm ente al E spíritu Santo: a tan hay quien no los necesite en gran m a­
benigno bienhechor ofende el que peca nera. Cuanto uno está más necesitado
y el que, abusando de sus dones y de consejo, enferm o de fuerzas, ago­
confiando cada día más en su bondad, biado de trabajos, inclinado a las cosas
se hace insolente. prohibidas, tanto más debe acercarse
al que es fuente perenne de luz, de
23. Tem plos del E sp íritu Santo. P a ­fortaleza, de consuelo y de santidad.
ra esto siendo Él espíritu de verdad, Y principalm ente es necesario al
si alguno falta por enferm edad o igno­ hom bre y debe pedirle el perdón de los
rancia, tal vez tenga alguna excusa pecados: propio es del Espíritu Santo,
cerca de Dios; m as el que por malicia por lo mismo que es don del Padre y
se opone a la verdad o se separa de del Hijo; la remisión de los pecados se
ella, peca gravísim am ente contra el hace por el Espíritu Santo como por
E spíritu Santo. Lo cual de tal modo don de Dios*56), de cuyo espíritu m a­
acontece en nuestra época, que p are­ nifiestam ente se dice en el Misal: El es
cen llegados los tiempos anunciados remisión de todos los pecados*57L Co­
por S a n P a b l o , en los cuales, obceca­ mo ha de ser invocado aptísim am ente
dos los hom bres por justos juicios de lo enseña la Iglesia que le compele y
Dios, reputan las cosas falsas como suplica con suavísimos nom bres: Veri,
verdaderas y al príncipe de este m un­ Padre de los pobres. Ven, dador de los
do, que es m entiroso y padre de la dones. Ven, luz de los corazones, con­
m entira, le creen como a m aestro de la solador deseado, dulce huésped del al­
verdad: Dios les envía un poder enga­ ma, dulce refrigerio: y al mismo im ­
ñoso, para que crean en la mentira (52); plora encarecidam ente que limpie, sane
en los últimos tiempos se separarán y riegue las mentes y los corazones, que
algunos de la fe atendiendo a los espí­ dé a los que confían en El el mérito de
ritus del error y a la doctrina de los la virtud, el éxito de la salvación y el
goce perenne: Ni es lícito dudar en
demonios*53). Puesto que el Espíritu modo alguno que oiga estas plegarias
Santo, como arrib a hemos dicho, h a ­ aquel de quien leemos: El mismo Espí­
bita en nosotros como en su templo, ritu pide por nosotros con gemidos
se h a de persuadir aquello del Apóstol: inenarrables^ .
No queráis contristar al Espíritu Santo Finalm ente se le ha de suplicar con
de Dios en el cual estáis señalados^ . confianza y constancia que diariam en­
P ara esto no basta h u ir de las cosas te nos ilustre más y m ás con su luz y
indignas, sino que el hom bre cristiano nos encienda con los ardores de su ca­
debe resplandecer en toda alabanza de ridad; así pues, fortalecidos con la fe
virtud, a fin de que agrade a huésped y con el am or, trabajarem os con de­
tan grande y tan benigno, principal­ nuedo por los prem ios eternos, puesto
m ente en castidad y santidad; la casti­ que El es la prenda de nuestra here­
dad y la santidad son propias del tem ­ dad^.
plo. De aquí el mismo Apóstol: ¿Igno­
ráis que sois templo de Dios, y que el 25. Decreto de celebración de la no­
Espíritu de Dios habita en vosotros? vena del E spíritu Santo. Aquí tenéis,
Si alguno profana el templo de Dios, Vbles. Hermanos, lo oue Nos ha pareci­
Dios le perderá; pues el templo de Dios do bien decir instruyendo y exhortando,
es sanio que sois vosotros*55), terribles para fom entar el culto del Espíritu San­
am enazas en verdad, pero justísimas. to; en m anera alguna dudam os que por
(52) II Tesal. 2, 11. (56) S. Teol. P. III, cuest. 3, a. 8 ad 3.
(53) I Tim. 4, 1. (57) Misal Romano Fer., 39- post. Pent.
(54) Efes. 4, 30. (58) Rom. 8, 26.
(55) I a los Corint., 3-16, 17. (59) Efes. 1, 14.
74, 26-27 E n c íc l ic a “ D iv in u m Illud M u n u s” 579

virtud principalm ente de vuestro tra ­ observando por otra parte las condicio­
bajo y cuidado, h an de producir frutos nes arriba expuestas, le sea lícito conse­
saludables en el pueblo cristiano. Ja ­ guir una y otra indulgencia. Todos es­
más ha de faltar p ara perseguir este tos dones de indulgencia concedemos
fin cosa alguna por parte Nuestra y misericordiosam ente en el Señor que
tenemos determ inado proveer y alentar puedan aplicarse en sufragio de los
por los medios que parezca m ás opor­ almas piadosas atorm entadas con el
tuno este fin tan piadoso e im portante. fuego del purgatorio. ,
Entre tanto, puesto que en el bienio an ­
terior y en las letras Próvida matris(6°) 27. Epílogo. Ya N uestro pensam ien­
recomendamos a los católicos en la so­ to y ánimo se levanta a aquellos deseos
lem nidad de Pentecostés peculiares pre­ que m anifestam os en el principio, cuyo
ces para conseguir el bien de la unidad cum plim iento pedimos y pediremos con
cristiana, parece oportuno determ inar grandes ansias al divino Espíritu. P ro ­
acerca de esto algunas cosas. Determi­ curad, Venerables Herm anos, unir
namos pues y m andam os que por todo vuestras preces con las Nuestras y que
el orbe católico en este año y perpe­ exhortándole vosotros una las suyas
tuam ente en los años siguientes, se su­ con las vuestras el pueblo cristiano
plique durante nueve días, antes de bajo la protección poderosa y concilia­
Pentecostés, en todos los templos pa- dora de la Virgen Beatísima.
rroouiales y, si pareciese útil a los Que relaciones tan íntim as y adm i­
ordinarios de los lugares, tam bién en rables existan entre el E spíritu Santo
otros templos y oratorios. y Ella, que con razón se llam a su E s­
posa Inm aculada, perfectam ente las
26. Indulgencias p ara su novena. A conocéis.
todos los que asistieren a este novena­ Por tanto la intercesión de la Virgen
rio y oraren, según Nuestra intención, valió m ucho para el misterio de la E n ­
les concedemos en cada día siete años carnación y para el advenim iento del
y siete cuarentenas de indulgencia; y mismo Paráclito sobre los Apóstoles.
plenaria en cualquiera de dichos días Dígnese Ella robustecer con su sufragio
o en el mismo de Pentecostés o en las comunes preces para que en todas
cualquiera de los ocho siguientes, si las naciones, llenas de tantas miserias,
5 confesados y comulgados oraren pia­ se restauren felizmente los divinos p ro ­
dosamente según N uestra intención. Es digios por el divino Espíritu, según se
Nuestra intención que puedan gozar m anifiesta en la profecía de David:
igualmente de estos beneficios cuantos, Enviarás tu Espíritu y serán creados y
impedidos por legítima causa, no pue­ renovarás la faz de la tierra^Q1\
dan asistir a los citados ejercicios o
donde, según la prudencia del Ordi­ Como presagio de los celestiales do­
nario, no hubiere tem plo en que có­ nes y testimonio de N uestra benevolen­
m odam ente pueda hacerse, si hacen cia, os concedemos am antísim am ente
privadam ente la Novena y cum plen las en el Señor, a vosotros, Venerables
demás condiciones. Además Nos es gra­ Herm anos, y a vuestro clero y pueblo
to conceder in perpetuum del tesoro de la Bendición Apostólica.
la Iglesia que si alguno pública o p ri­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
vadam ente dedica algunas preces al el día 9 de Mayo del año 1897, vigési­
Espíritu Santo según su piedad, diaria­ mo de Nuestro Pontificado.
mente durante la Octava de Pentecostés
hasta la fiesta de la T rinidad inclusive,60 LEON PAPA XIII.
(60) León XIII, Breve Próvida matris caritate (61) Salín. 103, 30.
5-V-1895, ASS 27 (1894/95) 645-647.
'aro

ENCICLICA “MILITANTIS ECCLESIAE” (*}


(l-VIII-1897)

ACERCA DEL CENTENARIO DEL BEATO PEDRO CANISIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Im porta a la utilidad de la Iglesia usando de las m ismas arm as contra


militante, no menos que a su honor, enemigos no menos tenaces, jam ás de­
renovar constantem ente, con toda so­ jaron, en defensa y honor de la reli­
lemnidad, el recuerdo de aquellos va­ gión, de cultivar cualquier noble ciencia
rones a quienes excelente virtud y pie­ ni de proseguir con incansable esfuerzo
dad levantó a la gloria de la triunfante. el estudio de todo arte honesto con el
beneplácito y aprobación de los Rom a­
2. Apóstol de Alem ania. P o r medio nos Pontífices, quienes siempre tuvie­
de estas dem ostraciones de culto se pe­ ron esmerado empeño de que se conser­
netra en el recuerdo de la antigua san­ vase la antigua m ajestad de las letras,
tidad, recuerdo casi siempre oportuno y toda hum anidad recibiese constante
y m uy saludable en tiempos tan opues­ increm ento. Ni se os oculta, Venerables
tos a la fe y a la virtud. Mas como Hermanos, que, si ha habido algo que
quiera que en el presente año, por un nos haya interesado en gran m anera,
beneficio de la Divina Providencia, Nos ha sido el procurar que la adolescencia
es perm itido alegrarnos en el tercer sea recta y saludablem ente educada, a
centenario de la m uerte de P e d r o C a - cuyo negocio, en cuanto Nos ha sido
n i s i o , varón santísimo, nada nos hemos posible, hemos atendido por todas p ar­
propuesto tan firm em ente como el que tes. Con gran gozo Nos aprovechamos
se exciten por estos medios los espíri­ al presente de la ocasión poniendo ante
tus de los buenos, a quienes ha sido la vista de los que m ilitan con Cristo
encomendado por tan eximio varón en el cam pam ento de la Iglesia el ejem ­
velar felizmente por la república cris­ plo del esforzado capitán P e d r o C a n i -
tiana. Tiene la época presente ciertas s i o , a fin de que, llevando consigo uni­
semejanzas con el tiempo en que vivió das según las circunstancias, las arm as
C a n i s i o : puesto que el afán de cosas de la justicia y de la ciencia, puedan
nuevas y del ejercicio de m ayor liber­ con más facilidad y m ejor éxito defen­
tad de doctrina, se sigue un gran p er­ der la causa de la religión.
juicio a la fe y u na gran perversidad
de costumbres. Una y otra peste, p ro ­ 3. L am entable estado de Alemania.
curó arro ja r de todos los ánimos, pero La gravedad del negocio que tomó a su
muy singularm ente de la juventud, este cargo este varón, defensor acérrim o de
otro Apóstol de Alemania, después de la fe católica, en la defensa de los
Bonifacio, no sólo valiéndose p ara ello asuntos sagrados y civiles, fácil es cal­
de oportunas predicaciones, y de la cularlo al que considere el estado de
sutileza en las disputas, sino principal­ Alemania en los comienzos de la rebe­
mente de instituir escuelas y editar bue­ lión luterana. Pervertidas las costum ­
nos libros. Estos preclaros ejemplos bres y siendo cada día más libres, fue
han sido seguidos por muchos esforza­ fácil la entrada del error; el error m is­
dos hom bres de entre los vuestros, que, mo hizo llegar al colmo la ruina de las
(*) Acta Sanctae Sedis, 30 (1898) 3-9. — Los números marginales indican las páginas del texto
original en ASS, vol. 30. (P. H.)

580 —
75, 4-6 E n c íc l ic a “ M il it a n t is E c c l e s ia e ” 581

costumbres. De aquí la m anifiesta sepa­ sen, por entonces, por lo mismo, que por
ración de m uchos de la fe católica, e ella la verdad católica brilla con más
inm ediatam ente la corrupción se exten­ esplendor, él procuró por lo mismo,
dió por todas las provincias, inficio­ establecer públicam ente este método de
nando de tal modo a hom bres de toda estudiar en los liceos y colegios dé la
condición y fortuna, que m uchos opi­ com pañía de Jesús, que él había fu n ­
naban que la causa de la religión en el dado con tanto trabajo e industria.
imperio había llegado al últim o extre­ Aunque rodeado de este aparato de
mo, y que apenas había ya remedio ciencia, no se avergonzó de descender
para la curación de este mal. Y cierta­ a los prim eros rudim entos de las letras
mente se estaba en lo último, si no h u ­ y de tom ar a su cargo niños para ins­
biera existido el presente auxilio de truirles en ellos, sino que hasta escribió
Dios. p ara este fin libros de literatura y gra­
mática.
4. Dios envía a la Com pañía de J e ­
sús. Aún había en Alem ania varones
probados de antigua fe, doctrina y pie­ 6. Escribe controversias y catecis­
dad; aún había príncipes de las casas mos. A la m anera que de predicar a
de Baviera y de Austria, principalm ente los príncipes siempre pasaba a predicar
F e r n a n d o I, Rey de los Romanos, que
al pueblo, así después de escribir de
tenían el firm e propósito de defender y asuntos elevados, como de controver- 5*
guardar con todas sus fuerzas la causa sias y costumbres, se dedicaba a com ­
católica. Mas Dios envió un grande y poner libritos que o afirm asen la fe de
poderoso auxilio a la Alemania, p ró ­ las clases populares o las excitasen o
jim a a perecer, en la sociedad del P a ­ fom entasen a la piedad.
dre de L o y o l a , nacida precisam ente en Es adm irable cuánto trabajó de este
tales circunstancias, y de la que fue el modo p ara evitar que los incautos ca­
prim er m iem bro alem án P e d r o C a n i - yesen en los lazos del error, publicando
s i o . Ciertamente no es de este lugar
a este fin una Suma de la doctrina ca­
referir cada uno de los hechos de este tólica, obra voluminosa y substanciosa,
varón de eximia santidad; con cuánto sobresaliente en la elegancia del latín,
trabajo procuró conducir la patria, he­ no indigno del estilo de los Padres de
rida por disensiones y sediciones, al la Iglesia. A esta preclara obra, recibi­
unánim e consentim iento de ánimos y da en casi toda E uropa con gran aplau­
antigua concordia; con qué ardor dis­ so por los doctos, ceden en m agnitud,
putó con los m aestros del error; con mas no en utilidad, aquellos dos céle­
qué predicaciones excitaba los ánimos; bres catecismos, escritos por el bien­
cuántas molestias sufrió; cuántas re­ aventurado varón para uso de los igno­
giones recorrió; cuán graves comisiones rantes; uno para instruir en la religión
desempeñó por causa de la fe. a los niños, y el otro para instruir a
los jóvenes que se dedicaban al estudio
5. E nseña las disciplinas sagradas. de las letras. Uno y otro, tan luego fue­
Mas volviendo el pensam iento a aque­ ron editados, tan en gracia cayeron a
llas arm as de doctrina, ¡con qué cons­ los católicos, que no había quién se
tancia, con qué destreza, prudencia y dedicase a enseñar los rudim entos de
oportunidad las manejó! El cual h a ­ religión y no les tuviese en sus manos,
biendo vuelto de Messana, de donde no sólo en las escuelas se daba a los
había salido m aestro en el decir, inm e­ niños, cual substanciosa leche, sino que
diatam ente se dedicó a enseñar las disci­ públicam ente se explicaba en los tem ­
plinas sagradas en las Universidades de plos para utilidad común. Por lo cual
Colonia, Ingolstadt y Viena, en las que, ha sucedido que C a n is io ha sido consi­
ocupando el prim er lugar entre los p ro ­ derado por espacio de tres siglos como
bados doctores de la escuela cristiana, com ún m aestro de los católicos, hasta
dio a conocer a los alem anes la g ran­ el punto de que en lenguaje vulgar sig­
deza de la teología escolástica. De la nificase lo mismo conocer a C a n is io
que, como los enemigos de la fe huye­ que conservar la verdad católica.
582 E n c íc l i c a s del PP. L eón XIII (1897) 75, 7-10

7. Im itación de estos ejem plos. Tales en lo hum ano, ni ofrece confianza a la


docum entos de este santísim o varón sabiduría de los ignorantes y es despre­
indican bien claram ente a todos los ciado por los doctos, puesto que no vie­
buenos la necesidad de seguir sus hue­ ne precedido de deslum brante forma.
llas. Bien sabemos, Venerables H erm a­ Somos deudores a los sabios no menos
nos, que es digno de alabanza el modo que a los ignorantes, de tal modo que
de obrar de vuestra gente, que ap ro ­ con aquéllos estemos combatiendo y
vecha sabiam ente y con gran éxito el con éstos estemos alentando y levan­
ingenio y los estudios p ara contribuir tando a los débiles y caídos.
al esplendor de la patria y p rocurar el
9. A m plitud de la Iglesia. Así es m a­
bien privado y público. Pero es de su­
nifiesto cuán ancho campo sea el de la
m a im portancia, que cuantos entre vos­
Iglesia. Pues cuando el ánimo se detie­
otros son buenos y sabios trabajen con
ahinco por la religión, ofreciendo para ne a considerar, después de los cotidia­
nos combates, observa que la fe que
su esplendor y defensa toda la lum bre
sellaron con su sangre los esforzados
de su ingenio y todas las fuerzas de
m ártires, es la m ism a que ilustraron
su literatura; y con el mismo fin ap ro ­
con su ingenio y ciencia los sabios. En
vecharse inm ediatam ente y recoger en
esta obra de alabanza aparecen en p ri­
su conocimiento cuanto por doquiera
m er térm ino los Padres, a cuyos dardos
haya de bueno p ara el progreso del
nada pudo resistirse, pues hasta su voz
arte y de la ciencia. Pues, si ha existi­
llena de erudición era digna de griegos
do alguna época en que, p ara la defen­
sa de la causa católica, sea m uy prove­ y rom anos. P or cuya doctrina y elo­
cuencia excitados muchos, cual por
chosa la abundancia de erudición y
aguijones, dedicaron todas sus energías
doctrina, ninguna como la nuestra, en
al estudio de las cosas sagradas: fo r­
que la necesidad de com batir a los
m aron un patrim onio am plísim o de la
enemigos de la fe cristiana presta oca­
sabiduría cristiana, en el que en todo
sión de dedicarse con toda celeridad a
tiempo la posteridad encontrase medios
toda clase de conocimientos.8
de desvanecer las viejas supersticiones
y de contradecir las nuevas m anifesta­
8. Conciliación de lo divino y lo h u ­
ciones del error. No ha habido época
m ano. Las m ism as fuerzas se h an de
que no haya producido esta copiosa
em plear en rechazar el ataque de los
falange de doctores, ni siquiera aquella
enemigos; ocupando antes su lugar;
arrancando de sus m anos las arm as en que todas las bellezas, por la inva­
sión de los bárbaros, parecían relega­
con que pretenden rom per toda alianza
das al olvido y desprecio: de tal modo,
entre lo divino y lo hum ano, y así será
que si no perecieron aquellas adm ira­
fácil a los varones católicos, dotados de
bles obras de la inteligencia y manos
ese vigor e instrucción, dem ostrar p al­
de los hombres, y las riquezas que en
m ariam ente, que la fe divina no sola­
otro tiempo eran tan estimadas por
m ente no entorpece el progreso de la
griegos y romanos, se debe al trabajo y
hum anidad, antes por el contrario es
cuidado de la Iglesia.
6 como su complemento y perfección; y
que las cosas que parece están más 10. Ciencia y acción. Pero si tanto
distantes y aun opuestas entre sí, pue­ brillo producido por los estudios de la
den arm onizarse y componerse tan fá­ ciencia y del arte cede en gloria de la
cilmente con la filosofía, que la una religión, im porta que de tal modo se
brille y resplandezca más con la luz de piense y con tal actividad se obre, por
la otra; que la naturaleza no es enemiga los que em plearon en esto sus fuerzas,
sino com pañera y ayuda de la religión; que no parezca ayuno y estéril su co­
por cuyo influjo no solamente se enri­ nocimiento. Procuren los doctos orde­
quece todo género de conocimiento, si­ n ar sus estudios a utilidad de la rep ú ­
no que las letras y las artes reciben blica cristiana, y dedicar el tiempo dis­
más fuerza y vida. P or lo cual lo que, ponible al negocio común, para que su
entre las gentes sobre todo se confía ciencia no sea sólo especulativa, sino
75, llr l3 E n c íc l ic a “ M il it a n t is E c c l e s ia e ” 583

que se junte con la acción. E sta acción toda otra instrucción del sabor de la
debe dirigirse principalm ente a educar piedad cristiana. Si falta esto; si este
a la juventud; negocio de tan ta im por­ soplo no penetra y fom enta los ánimos
tancia, que pide u na gran porción de de los que enseñan y de los que apren­
trabajo y cuidados. den, pequeños resultados se obtendrán
de cualquier doctrina, y las más de las
11. La instrucción religiosa. P o r lo veces se seguirán no leves peligros.
cual exhortam os vehem entem ente en Cada ciencia tiene sus peligros, que
prim er lugar a vosotros, Venerables apenas podrán evitar los jóvenes, si no
Hermanos, que procuréis m antener en tienen en sus m entes y en sus ánimos
las escuelas la integridad de la fe, y si un freno superior. Ha de evitarse a
fuere preciso vigiléis con empeño po r­ todo trance que lo que es capital, esto
que vuelvan a ella las ya establecidas es, el culto de la religión y de la piedad,
por vuestros mayores, ya las que de se relegue a segundo térm ino; no sea
nuevo se h an fundado, no solamente que acostum brada la juventud a no ver
las prim arias, sino las que llam an m e­ más cosas que las que son del dominio
dias y academias. Los demás católicos de los sentidos, destruya todas las fuer­
de vuestras regiones trabajen y hagan zas de la virtud, y los preceptores,
porque en la educación de la juventud m ientras soportan el trabajo de una
se respeten los derechos de los Padres enseñanza pesada y exam inan las síla- 8
y de la Iglesia. E n cuyo asunto ha de bas y las tildes, no sean solícitos de
procurarse ante todo lo siguiente: P ri­ aquella verdadera sabiduría, cuyo prin­
mero, que los católicos tengan escuelas, cipio es el temor de Dios, y a cuyos
principalm ente de niños, m ás no m ix­ preceptos deben conform arse en todo
tas, sino por doquiera propias, con se­ las acciones de la vida. El conocimiento
lectos y probados maestros. Está llena de m uchas cosas lleve consigo unido el
de peligros aquella enseñanza en la que cuidado de educar el ánimo; la religión
o no se enseña ninguna religión o la inform e y domine todo estudio, sea el
enseñanza que de ella se da es corrom ­ que quiera, y de tal m anera sobresalga
pida, lo cual observamos que con fre­ entre todo por su m ajestad y suavidad,
cuencia acontece en las escuelas mixtas. que deje como aguijones en las almas
Ni se piense que es fácil separar en el de los jóvenes.
ánimo incorrupto la piedad de la doc­ Tanto empeño ha m ostrado siempre
trina. Puesto que si no hay época ni la Iglesia en que toda clase de estudios
m anifestación de la vida ni pública ni se ordenasen principalm ente a la edu­
privada, que pueda separarse de la re ­ cación religiosa de la juventud, que no
ligión, m ucho menos aquella edad falta solamente ha procurado que a esta en­
de consejo, fogosa de ingenio y rodea­ señanza se diese el prim er lugar entre
da de los peligros de tantos vicios. Por todas, sino que nadie desempeñase este
lo tanto, el que pretende enseñar el grave oficio de m aestro que no fuese
conocimiento de las cosas, sin relación idóneo y aprobado como tal por juicio
alguna con la religión, corrom pe el y autoridad de la Iglesia.
germen mismo de lo bello y de lo h o ­
nesto, y p repara no un auxiliar de la 13. En la Universidad y el liceo. Mas
p atria sino un peligro y peste del gé­ no solamente tiene la religión sus dere­
nero hum ano. ¿Qué podrá, prescindien­ chos en las escuelas de la infancia. Hubo
do de Dios, contener a la juventud en un tiempo, en que por estatuto de toda
sus deberes, y volver al camino de la Universidad, singularm ente la de París,
virtud a los que de él se han separado, estaba determ inado, que todos los es­
precipitándose en el abismo de los tudios de tal m anera se acomodasen a
vicios? la teología, que ninguno llegase al té r­
12. Toda instrucción se ordene a la mino de la sabiduría, si no había obte­
Religión. Preciso es, adem ás, no sola­ nido el grado de Doctor en aquella
m ente enseñar a los jóvenes durante ciencia. El restaurador de la época de
ciertas horas la religión, sino rodear Augusto , L eón X, y, después de él, los
584 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 75, 14-15

Pontífices Nuestros predecesores, qui­ im portante m inisterio de educar la ju ­


sieron que el ateneo rom ano y las lla­ ventud. Los cuales si tienen presente,
m adas Universidades de estudios, fue­ lo que agradaba a los antiguos, que la
sen, en tiempos en que la impiedad ciencia separada de la justicia más m e­
hacía cruda guerra a la religión, como rece el nom bre de habilidad que el de
firmes baluartes, en los que se educase ciencia, o m ejor, si grabasen en sus
la juventud bajo los auspicios y direc­ ánimos lo que afirm an las sagradas
ción de cristiana sabiduría. Tal método letras, vanos son todos los hombres en
de estudios, que daba la prim acía a la quienes no reina la ciencia de Dios^12\
ciencia de Dios y de las cosas sagradas, sabrían usar las arm as de la doctrina
produjo abundantes frutos, e hizo que no tanto para provecho propio como
los jóvenes, así educados, m ejor se con­ para utilidad común. Los mismos fru ­
tuviesen en el cum plim iento de sus de­ tos pueden esperar de su trabajo e in­
beres. Este mismo resultado obtendréis dustria, que en otro tiempo consiguió
vosotros, si procuráis con todas vues­ P e d r o C a n is io en sus Colegios e Insti­
tras fuerzas, que en las escuelas, que tutos, a saber, que los jóvenes resulten
llam an medias, en los gimnasios, liceos dóciles y morigerados, adornados de
y academias se respeten los derechos de buenas costumbres, separados en todo
la religión. Ni esto dejará jam ás de de los ejemplos de los hom bres impíos,
suceder, resolviéndose a tom ar este ári­ y solícitos de la ciencia y de la virtud.
do trabajo, si existe la deseada unión
de voluntades y concordia en el obrar. 15. Los futuros honrados ciudada­
¿ Qué pueden hacer las fuerzas de los nos. Cuanto la piedad eche m ás p ro ­
buenos, si se dividen, contra el ataque fundas raíces en sus corazones, tanto
de los enemigos? ¿O qué puede apro­ más se alejará el tem or de que sean
vechar la virtud de cada uno, no h a ­ inficionados con perversas opiniones o
biendo com ún disciplina? P or lo cual se desvíen de la virtud. En éstos han de
exhortam os vehementemente, que, re­ poner la esperanza de futuros h o n ra­
movidas las inoportunas disputas y di­ dos ciudadanos, tanto la Iglesia como
sensiones de las partes, que con tanta la sociedad civil, por cuyo consejo, p ru ­
facilidad disocian los ánimos, todos tra ­
dencia y doctrina, el orden de los asun­
bajen a una p ara procu rar el bien de latos civiles y la tranquilidad de la vida
Iglesia, uniendo a este fin sus fuerzas ydoméstica podrán estar seguros.
teniendo u na m ism a voluntad, solícitos Finalm ente, elevamos plegarias a
en conservar la unidad del espíritu en Dios óptimo y máximo, que es el Señor
el vínculo de la paz^K de las ciencias(3), a su Virgen Madre,
A estas amonestaciones Nos mueve que es llam ada sede de la sabiduría, te­
la m em oria y recuerdo del santísimo niendo por intercesor a P e d r o C a n i s i o ,
varón, cuyos adm irables ejemplos, o ja­ que tanto honor y alabanza mereció de
lá se graben en las almas, y exciten su la Iglesia por su doctrina, para que h a­
am or a la sabiduría, que jam ás se des­ gan eficaces Nuestros votos por el incre­
víe de procurar la salvación de los mento de la Iglesia y por el bien de la
hom bres y defender la dignidad de la juventud. Alentados con esta esperan­
Iglesia. za, concedemos am antísim am ente, a
vosotros, Venerables Hermanos, y a
14. Formación de la juventud. Con­ todo vuestro clero y pueblo, como p re­
fiamos que vosotros, Venerables H er­ sagio de los dones celestiales y testi­
manos, procuraréis con gran solicitud monio de Nuestra paternal benevolen­
ante todo reunir m uchos com pañeros cia, la Bendición Apostólica.
entre los varones doctos p ara esta glo­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
riosa em presa. Mas aquéllos más pue­ el día l 9 de Agosto de 1897; de Nuestro
den ayudar a colocar en su verdadero Pontificado el año vigésimo.
lugar obra tan excelsa, que son desti­
nados por la providencia de Dios al LEON PAPA XIII.
(1) Efes. 5, 3. (3) I Sam. 2, 3.
(2) Sabid. 13, 1.
ENCICLICA “AUGUSTISSIM^E VIRGINIS” <*>
(12-IX-1897)

SOBRE LA DEVOCION DEL SANTO ROSARIO

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

129 i. María a través de la Biblia. Cuan­ su divina sangre, la encomendó ai


to interese fom entar constantem ente el Apóstol del am or con aquellas dulcísi­
culto de la Augustísima Virgen M a r ía mas palabras: Ahí tienes a tu M adreé.
y prom overle cada día con m ás esfuer­
zos en privado y en público, fácilm ente 2. Como en testamento. Nos, pues,
lo echará de ver cualquiera que consigo que, aunque indignos, hacemos las ve­
mismo considere el grado altísim o de ces y representam os en la tierra a la
dignidad y gloria a que ha sido elevada persona de J e s u c r is t o Hijo de Dios,
por el Señor. Desde el principio de los jam ás dejarem os de alabar a tan gran­
siglos la destinó p ara ser Madre del de Madre m ientras tengamos vida.
Verbo que había de tom ar carne h u ­ Conociendo que, por lo avanzado de
m ana; y por lo tanto de tal m anera la Nuestra edad, no la hemos de tener
distinguió entre todos los seres que muy larga, no podemos menos de rei­
existían más herm osos en los tres órde­ terar a todos y a cada uno de Nuestros
nes de naturaleza, gracia y gloria, que Hijos en Jesucristo, para dejarles como
con razón la Iglesia, ha aplicado a Ella testamento, las últim as palabras del
aquellas palabras: Yo salí de la boca mismo cuando estaba pendiente de la
del Altísimo, engendrada primero que Cruz: Ahí tienes a tu Madre.
existiese ninguna criatura^. Mas luego
que com enzaron los siglos, caídos en la Y Nos consideramos plenam ente sa­
culpa original nuestros prim eros p a ­ tisfechos, si con Nuestras exhortaciones
consiguiéremos, que cada uno de los
dres, e inficionados con la m ism a m an ­
fieles nada tenga más arraigado, nada
cha todos sus descendientes, fue consti­
m ire con más am or como al culto de
tuida como prenda restauradora de la
M a r í a , y que Nos fuere perm itido apli­
paz y de la salvación. El mismo unigé­
car a cada uno las palabras de S a n
nito Hijo de Dios no pudo menos de
J u a n que escribió de sí mismo: Y desde
d ar a su Madre Santísim a señales evi­
dentes de honor: pues cuando hacía
aquel punto encargóse de ella el discí­
pulo, y la tuvo consigo en su casa(3>.
vida privada en la tierra, fue m ediado­
ra p ara la ejecución de dos prodigios, 3. Mes del Rosario. Acercándose,
que entonces realizó: uno de gracia, pues, el mes de Octubre, no omitiremos
dando m uestras de gozo el niño en el tampoco en este año, Venerables H er­
vientre de I s a b e l , con motivo del saludo manos, la ocasión de dirigiros Nuestras
que le dirigió M a r í a ; el otro de n a tu ­ Letras, exhortándoos una vez más con
raleza, al convertir el agua en vino en la m ayor solicitud que esté a Nuestro
las bodas de Caná; y cuando, al fin de alcance, que procure cada uno, por me- 13í)
su vida pública, instituía el nuevo tes­ dio del Santo Rosario, adquirir méritos
tam ento que había de ser sellado con *1 para sí y para la Iglesia militante.
(•) Acta Sanctoe Sedis, 30 (1898) 129-135. — Los números en el margen corresponden a las pá­
ginas del texto original en ASS, vol. 30. (P. II.)
(1) Eccli. 24, 5. (3) Juan 19, 27.
(2) Juan 19, 27.
— 585 —
586 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 76, 4-6

Y esta devoción parece que al fina­ 5. Fom ento de asociaciones católi­


lizar el presente siglo por singular p ro ­ cas. Muchos son los m otivos que deben
videncia de Dios aum enta de día en día, excitar a los hom bres católicos a la
p ara excitar la piedad de los fieles que institución de estas últim as asociacio­
languidece: y de ello dan testimonio los nes, como las llam adas círculos y ban­
grandes tem plos y santuarios que son cos agrarios, las reuniones para recreo
celebérrim os por el culto de la Madre del ánimo en los días de fiesta, las que
de Dios. A esta M adre Divina, a la cual se conocen con el nom bre de patrona­
ofrecimos flores en el mes de Mayo, tos dedicados a la vigilancia y buena
consagrémosle tam bién con especial dirección de los niños, con otras con­
afecto de piedad el fructífero mes de gregaciones y cofradías constituidas so­
Octubre: pues es m uy propio que dedi­ bre excelentes bases. E n verdad que
quemos am bas épocas del año a aque­ todas ellas, aunque por su nombre,
lla que dijo de sí m ism a: mis flores dan form a y especial próxim o fin, parez­
fruto de gloria y de riqueza(4)5. can de institución m oderna, son anti­
quísim as; pues se encuentran vestigios
4. E sp íritu de asociación. El espíritu de las mismas en los comienzos de la
de asociación a que se inclinan n atu ral­ religión cristiana. Regularizándose más
m ente los hom bres, en ninguna época tarde m ediante ciertas reglas, distin­
se h a hecho más efectivo constituyen­ guiéndose con características especiales,
do lazos de estrecha unión, como en la obtuvieron privilegios, y em pleadas en
N uestra; ni nadie ciertam ente le con­ el culto divino en los templos, o desti­
denará, a no ser, que, torciéndose esta nadas al cuidado de las alm as y de los
nobilísim a inclinación de naturaleza, cuerpos, se les ha dado varios nombres
tienda a malos fines, confederándose y según los distintos tiempos. El núm ero
reuniéndose los hom bres im píos en aso­ de estas asociaciones se ha aum entado
ciaciones de varia especie contra el Se­ de día en día, de tal modo que, en Ita­
ñor y contra su Cristo(5>. Se echa, no lia sobre todo, no hay ciudad, villa y
obstante, de ver con gozo del alma, que aun parroquia donde no existan una o
tam bién entre los católicos se despierta muchas.
el am or y se procura el fom ento de las
asociaciones piadosas, acrecentándose 6. La C ofradía del Santo Rosario.
el núm ero de sus individuos, uniéndose E ntre estas asociaciones no dudamos
todos en ellas con el vínculo del am or dar el prim er lugar de dignidad a la
cristiano, considerándolas como dom i­ que se llam a del Santo Rosario. Pues si
cilios comunes, de tal m anera que pue­ atendemos a su origen, es de las p ri­
den llam arse y parecen ser verdadera­ m eras en antigüedad, porque se tiene
m ente herm anos. No debe en m anera por autor de esta institución al mismo
alguna llevar el nom bre de asociación Padre S a n t o D o m i n g o : si considera­
fraternal aquella donde no exista el mos sus privilegios, está dotada de in ­
am or de Cristo; lo cual condenaba se­ num erables gracias por la m unificen­
veram ente en otro tiem po T e r t u l ia n o cia de Nuestros predecesores. La for­
con estas palabras: Somos por derecho m a y la vida de institución es el Rosa­
de naturaleza vuestros hermanos, como rio Mariano, de cuyo poder hemos h a ­
hijos de una madre, aunque tenéis poco blado extensamente en otras ocasiones.
de hombres, porque sois malos herma­ Sin embargo, es m ucho m ayor la virtud
nos. Pues, ¿cuánto más son dignos del y eficacia del Rosario en cuanto que es
nombre de hermanos aquellos que re­ práctica de la asociación que lleva su
conocen a un Dios como padre, que nombre. A nadie se oculta lo necesario
bebieron un mismo espíritu de santi­ que es la oración a todos, no porque
dad, y de un mismo vientre de igno­ puedan m udarse por su virtud los de­
rancia salieron a la única luz de la ver- cretos divinos, sino para que según dice
dadM. S a n G r e g o r i o : L os hombres, elevando
(4) Eccli. 24, 23. (G) Apolog. c. 39.
(5) Psalm. 2, 2.
7 6 , 7-8 E n c íc l ic a “ A u g u s t is s im a e V ir g in is ” 587

a Dios sus plegarias, merezcan recibir lo asociación aquellas palabras de S a n Ci ­


que el Señor omnipotente tiene dispues­ Tenemos una oración pública
p r ia n o :
to concederles desde la eternidad(D. Y y común, y cuando oramos, no eleva­
S a n A g u s t í n : el que sabe orar recta­ mos nuestras plegarias al Señor por
mente, sabe también vivir rectamen­ uno, sino por todo el pueblo, porque
te 7(8). Pero las oraciones tienen m ás todo el pueblo somos una misma co-
vigor para im petrar el auxilio del cielo, sa (10). Por otra parte nos dan testim o­
cuando se dirigen por m uchos a Dios, nio de la virtud y eficacia de tal súpli­
pública, constante y unánim em ente; de ca los anales eclesiásticos al consignar
tal m anera que entonces se hacen como la derrota sufrida por las tropas turcas
un solo coro de súplicas y esto lo de­ en la batalla naval en las islas del m ar
clara m anifiestam ente aquello de los Jónico, como tam bién las victorias al­
Hechos Apostólicos, cuando se dice que canzadas contra los mismos en el siglo
los Apóstoles que esperaban el E spíritu pasado en Polonia y en Córcega. G r e ­
Santo, perseveraban unánimes en ora- g o r io X III quiso que perseverase la
ción(9K Los que oren de este modo, no m em oria del prim ero de dichos triu n ­
podrán menos de lograr fruto ciertísi- fos con la práctica pública del Santí­
mo, y esto acontece con los Cofrades simo Rosario en el día de N uestra Se­
del Santo Rosario. Pues, así como oran ñora de las Victorias, cuyo día lo dedi­
los sacerdotes pública y constantem en­ có después Nuestro predecesor C l e m e n ­
te y por consiguiente con m ucha efica­ t e XI a la mism a Señora bajo la advo^
cia con la recitación del oficio divino; cación del Rosario, m andando además
así tam bién es de cierta m anera públi­ que se celebrara dicha fiesta cada año
ca, constante y com ún la oración que en toda la Iglesia.
se hace por los cofrades con el rezo del
Santo Rosario, o Salterio de la Virgen, 8. La oración a los Santos. P o r cuan­
como se le llam a por algunos Romanos to esta m ilicia es suplicante, inscrita
Pontífices. bajo la bandera de la Madre de Dios,
lleva consigo nueva virtud y especial
7. O ración pública y com ún. Y por honor. A esto se refiere particularm en­
cuanto estas preces públicas, según di­ te, la salutación angélica repetida m u­
jimos, son m ucho más excelentes que chas veces después de la oración dom i­
las que se hacen en privado, tienen nical. Dista m ucho de oponerse esta
tam bién m ayor fuerza de im petración, devoción del Rosario a la dignidad de
de ahí es que se haya dado por los Dios, pareciendo que hemos de tener
escritores eclesiásticos a esta Cofradía por medio de ella más confianza en el
el nom bre de “milicia suplicante ins­ patrocinio de M a r ía que en el poder
crita por el P adre S a n t o D o m in g o divino; sino por el contrario no hay
bajo la bandera de la Madre de Dios” cosa que más pueda prom over el culto
a la que saludan las sagradas letras y del Señor y hacérnosle propicio. La fe
los fastos eclesiásticos como a vence­ católica nos enseña que no solamente
dora del demonio y de todos los erro­ hemos de dirigir a Dios nuestras ple­
res. Ciertamente el Rosario Mariano garias, sino tam bién a los bienaventu­
une a todos aquellos que dan su nom ­ rados del Cielo, aunque de distinto m o­
bre a esta asociación con u n vínculo do, porque elevamos nuestras súplicas
com ún a m anera de u n a com pañía fra ­ a Dios como a fuente de toda clase de
ternal y m ilitar bien constituida y fo r­ bienes, y a los santos como a interce­
m ada, que se compone de u n ejército sores. La oración, dice S a n t o T o m á s .
potentísim o p ara resistir los esfuerzos se dirige a alguno de dos maneras, de
de los enemigos, que nos acom eten in­ una en cuanto que ha de ser despacha­
trínseca o extrínsecam ente. Con m ucha da por aquel a quien oramos, y de otra
razón pueden, por tanto, aplicarse a en cuanto que ha de ser conseguida por
sí mismos los cofrades de esta piadosa mediación de aquel a quien se eleva.
(7) Dial. L. I, c. 8. (9) Act. 1, 14. :
(8) In Psalm. 118. (10) De orat. Domin.
588 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 76, 9-10

Del primer modo oramos solamente al 10. Meditar los misterios es oficio
Señor, porque todas nuestras oraciones angélico. H ay tam bién otro motivo de
deben ordenarse a la consecución de la alabanza para esta Asociación que no
gracia y de la gloria, cuyos dones sólo debemos pasar en silencio. Siempre
Dios puede otorgar, conforme a aque­ que m editamos con el rezo del Santo
llo del Salmo 83, 21: “el Señor dará la Rosario los m isterios de nuestra salva­
gracia y la gloria”. Pero del segundo ción, otras tantas veces practicam os
modo dirigimos la oración a los Ange­ con noble emulación los oficios santí­
les y hombres Santos, no para que por simos encomendados en Otro tiempo a
medio de ellos conozca Dios nuestras los Angeles del cielo a quienes im ita­
peticiones, sino para que nuestras ora­ mos.
ciones produzcan su efecto por las sú­ Ellos revelaron cada uno a su tiempo
plicas y méritos de ellos. Y por eso se estos misterios, tom aron parte muy
dice en el Apocalipsis 8, 4, que el humo principal en ellos, diligentísimos fue­
de los perfumes o arom as encendidos ron al intervenir en los mismos, m ani­
de las oraciones de los Santos subió festando en sus rostros unas veces gozo
por la mano del Angel al acatamiento y alegría y tristeza otras: S a n G a b r ie l
de D ios^K es enviado a la Virgen para anunciarle
la Encarnación del Verbo eterno: los
9. La intercesión de María. ¿Quién coros angélicos celebran con cánticos
entre todos los bienaventurados podrá de alegría el nacim iento del Salvador
com petir con la augusta Madre de Dios en la gruta de Belén; un Angel sugiere
en el poder y en la gracia de interce­ a J o sé la huida a Egipto, y que se m an­
sión? ¿Acaso hay alguno que pueda ver tuviese allí con el niño; un Angel con­
más claram ente en el Verbo eterno, las suela al Señor que a fuerza de dolor
calam idades que sufrim os y las cosas sudaba sangre en el huerto. Vencida la
que necesitamos? ¿A quién se le dio m uerte, los Angeles anuncian la resu­
m ayor poder p ara atraernos la m ise­ rrección del Señor, y, subido a los cie­
ricordia de Dios? ¿Quién podrá com ­ los, los Angeles tam bién proclam an que
pararse con Ella en sentimientos de desde allí ha de venir acom pañado de
piedad m aternal? Es de notar que no los ejércitos celestiales, con los cuales
pedimos a los Santos del mismo modo ju n tarán las almas de los escogidos, lle­
que lo hacemos a Dios, pues a la Santa vándolas consigo a los cielos, sobre los
T rinidad le pedimos que tenga m iseri­ cuales ha sido ensalzada la Santa Ma­
cordia de nosotros, pero a todos los dre de Dios(13&\
demás Santos les decimos que oren por Pueden con razón aplicarse a los
nosotros^1112): mas el modo de o rar a la cofrades del Santo Rosario aquellas p a­
Virgen tiene algo de com ún con el culto labras que dirigía el Apóstol S a n P a b l o
de Dios, de tal m anera que la Iglesia a los prim eros cristianos: Vosotros os
pide a Ella em pleando las mismas p a­ habéis acercado al monte de Sión y a
labras con que ora al Señor: Ten mise­ la ciudad de Dios viviente, la celestial
ricordia de los pecadores. Muy bien, Jerusalén, al coro de muchos millares
pues, obran los cofrades del Santo Ro­ de ángeles^lshK ¿Qué cosa puede haber
sario al dirigirle tantas salutaciones y más divina y más dulce que el contem ­
súplicas, que vienen a ser otras tantas plarle con los Angeles y orar juntam en­
guirnaldas de rosas. Tal es la grandeza te con ellos? ¿Cuánto deben esperar y
de M aría y tanta la gracia que tigne confiar que gozarán algún día en el
ante Dios, que aquel que estando nece­ cielo de la com pañía bienaventurada
sitado de auxilio no recurre a ella, es de los Angeles, aquellos que se asocia­
lo mismo que si deseara volar sin el ron en cierto modo a su m inisterio en
auxilio de las alas. la tierra?
(11) S. Thom., 2-2 q.} 83, a 4. (13a) Brev. Rom. Vísp. y Matutin. de la Asune.
(12) S. Thom., 2-2 q., 83, a 4. (13b) Hebr. 12, 22.
76, 11-12 E n c íc l ic a “ A u g u s t is s im a e V ir g in is ’ 589

11. Elogios de Pontífices para esta 12. Bendición para esta asociación.
Cofradía. P o r estas consideraciones Damos con grato contento de Nuestro
ensalzaron con grandes elogios esta Co­ corazón N uestra bendición a esta aso­
fradía M ariana, los Romanos P ontífi­ ciación, y deseamos sobre m anera que
ces, entre los cuales I n o c e n c i o VIII la os ocupéis en prom overla con m ucha
llama Cofradía devotísima^1*}; Pío V, constancia y diligencia. Esperamos,
afirm a que por su virtud se ha conse­ pues, con gran confianza que han de
guido que: comenzasen a madurar re­ ser m uy valiosas las alabanzas y ora­
pentinamente los fieles de Jesucristo en ciones que sin cesar surgirán del cora­
otros varones, a desvanecerse las tinie­ zón y los labios de la m uchedum bre
blas de las herejías y a manifestarse la cristiana; y alternando de día y de no­
luz de la verdad católica14(15). S i x t o V , che por las varias regiones del orbe,
considerando los frutos que se deriva­ junten el canto de sus voces concordes
ban de esta religiosa institución, se m a­ con la meditación de las cosas divinas.
nifiesta devotísimo de ella; y otros, en Y esta perpetuidad de alabanzas y sú­
fin, o la enriquecieron con grandes y plicas la significaron hace ya muchos
provechosísimas indulgencias, o se p u ­ siglos, aquellas voces con que era acla­
sieron bajo su tutela, dando a ellas su m ada J u d i t con el canto de O z í a s :
nom bre con excelentes señales de be­ Bendita eres del Señor Dios altísimo tú,
nevolencia. Tam bién Nos, Venerables oh hija, sobre todas las mujeres de la
Hermanos, movido por el ejem plo de tierra... porque hoy ha engrandecido tu
Nuestros predecesores, os exhortam os nombre de tal manera, que jamás tus
y rogamos con encarecimiento, como alabanzas cesaron en los labios de los
ya lo hemos hecho m uchas veces, que hombres; a cuyas voces todo el pueblo
consagréis especial cuidado al fom ento de Israel respondió clam ando: Así sea,
de esta sagrada Cofradía de tal m anera así sea(16K
que con vuestro auxilio, cada día se
llenen e inscriban nuevos cofrades; que E ntre tanto, como prenda de celes­
por medio de vuestra solicitud y con el tiales beneficios, y en testimonio de
auxilio del Clero sometido a vuestra N uestra paternal benevolencia, os da­
vigilancia que trab aja por la salvación mos la Bendición Apostólica con m u­
de las almas, conozcan los fieles y esti­ cho am or en el Señor a vosotros, Vene­
men verdaderam ente cuánta sea la v ir­ rables Hermanos, y a todo el clero y
tud y utilidad de esta Cofradía p ara la pueblo encomendado a vuestra fe y
salvación de los hom bres. Y esto lo solicitud.
pedimos con tanto más empeño, cuan­
to que en estos presentes tiempos vuel­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
ve a excitarse la herm osísim a m anifes­ el día 12 de Setiembre del año 1897,
tación de piedad p ara con la Madre de vigésimo de Nuestro Pontificado.
Dios por medio del Rosario que llam an
perpetuo. LEON PAPA XIII.
(14) Día 2(T Febr. 1491. (16) Judit 13, 23.
(15) Día 17 Sept. 1569.
ENCICLICA “AFFARI VOS” (*>
(8-XII-1897)

A LOS ORDINARIOS DE LAS CIUDADES FEDERALES DEL CANADA,


ACERCA DE LAS ESCUELAS DE NIÑOS

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

356 1. Apenas Nos es lícito hablaros, co­ 2. Solicitud de la Santa Sede. Aquel
mo lo hacemos con sumo gusto y am or, gran am or del pueblo fiel y vehemente
sin que espontáneam ente venga a Nues­ estudio de la divina religión, que vues­
tro ánimo la constante reciprocidad de tros mayores, venidos prim ero y en
benevolencia de la Sede Apostólica con gran parte de Francia, después de Ir­
los del Canadá, y el régimen de los ofi­ landa y más tarde de otros países, san­
cios. Desde el principio de vuestros tam ente cultivaron y trasm itieron a la
asuntos os ha acom pañado la caridad posteridad para conservarle incólume.
de la Iglesia Católica: y u na vez que os Aunque, fácilmente conocemos que si
recibió en su seno m aternal, no ha de­ la posteridad agradecida guarda esta
jado después de p ro cu rar vuestro p ro ­ preciosa herencia, se debe en gran p a r­
greso, colmándoos de beneficios. Cier­ te a vuestra vigilancia y trabajos, Ve­
tam ente aquel inm ortal varón F ran ­ nerables Hermanos, y a la laboriosidad
cisco de L aval Montmorency, prim er de vuestro clero: todos, sin embargo,
Obispo de Quebec, quien cuanto felicí­ con unidad de voluntades trabajáis asi­
sima y santísim am ente hizo en m em o­ duam ente por la incolum idad e incre­
ria de sus antepasados por la pública mento del nom bre católico, y esto, a
felicidad, lo hizo bajo la autoridad y decir verdad, sin contradicción ni opor
gracia de los Romanos Pontífices. Ni sición por parte de las leyes del imperio
buscaron en otra fuente aquellos Obis­ inglés. Y así, movidos por el pensa­
pos, llenos de grandes m éritos, los aus­ miento de vuestros comunes hechos, al
picios y origen de las cosas que habían conferir, hace algunos años, el honor
de realizar. P or la m ism a razón, si se de la púrp u ra rom ana al Arzobispo de
recorre el período de antiguos tiempos, Quebec, no solamente quisimos prem iar
los generosos discípulos de los varones las virtudes del varón, sino dar u n
apostólicos no acostum braron ir allí testimonio honorífico a la piedad de
sino con la aprobación y misión de la todos los católicos de allí. Por lo de­
Sede Apostólica, m as llevando con la más, jam ás la Sede Apostólica deja de
57 luz de la sabiduría cristiana la semilla trab ajar por la educación de los niños,
de m ás elegante culto y de honestísimas en la que se ha de colocar la esperanza
artes, cuyas semillas, m adurando p au ­ m áxim a de la sociedad cristiana y civil,
latinam ente m erced al gran trabajo por uniendo su estudio con el vuestro y el
ellos empleado, hicieron que el Canadá de vuestros predecesores. De aquí las
com parada en gloria y civilización con m uchas fundaciones que se han lleva­
los pueblos cultos, no resultase inferior. do a cabo con frecuencia, para educar
Gratísimo Nos es el recuerdo de ta ­ vuestros jóvenes en la virtud e in stru ir­
les cosas; tanto m ás cuanto vemos que les en las letras, y que desde su origen
aquellos frutos perm anecen en no es­ han florecido bajo la protección y cus­
casa medida. todia de la Iglesia; en cuyo género so­
(*) Acta Sanctse Sedis, 30 (1898) 356-362. — Los números marginales corresponden a las pá­
ginas del original en ASS, vol. 30. (P. H.)

— 590 —
77, 3-4 E n c íc l ic a “ A ffari V o s” 591

bresale el gran Liceo de Quebec, que de donde emana, se a rro ja a nuestros


establecido y perfeccionado con perfec­ jóvenes, a quienes no es lícito acudir
to derecho según la norm a de las leyes a tales sitios, ni aun con el fin de ins­
pontificias, es bastante p ara atestiguar, truirse. Y si en alguna parte lo perm ite
que la Sede Apostólica nada procura y la Iglesia, lo hace con gran dificultad
espera con más ardor, como que se pro­ y movida por la necesidad, y con m u­
duzca un linaje de ciudadanos ador­ chas precauciones, constando que las
nado de letras y recom endable por la más veces no son suficientes para evi­
virtud. P or lo cual, con exquisito cui­ ta r los peligros.
dado, como podéis fácilm ente juzgar De la propia m anera aquella ense­
por vosotros mismos, Nos fijam os en ñanza ha de detestarse y de ella se ha
los casos aue estos últimos tiempos han de huir, que perm ite y sin ninguna
producido a los institutos católicos de diferencia aprueba y concede iguales
los jóvenes Manitobenses. Queremos, derechos, cada uno crea lo que más le
conforme es Nuestro deber, con cuanta agrade, como si nada interesase sentir
eficacia y empeño somos capaces, tra ­ rectam ente de Dios y de las cosas divi­
bajar y procurar que la fe y religión nas, o por el contrario, siendo indife­
no sufran detrim ento alguno entre los rente seguir lo verdadero o lo falso.
millares de hombres, cuya salvación H arto conocéis, Venerables Hermanos,
Nos está en alto grado encom endada, que toda enseñanza de la juventud, que
principalm ente en aquella ciudad que sea de este jaez, está condenada por el
ha recibido de la Iglesia Católica los juicio de la Iglesia, porque nada hay
rudim entos de la doctrina cristiana no más pernicioso para destruir la integri­
menos que los principios de la civiliza­ dad de la fe, y separar de la verdad los
ción hum ana. Y como m uchos espera­ tiernos ánimos de los niños.
sen de Nos u na sentencia acerca de
esto, deseando conocer qué camino y 4. Necesidad de escuela católica.
modo de obrar debían seguir, pareció Hay además otro, en el que fácilmente
que nada debía establecerse antes que convendrán los mismos que en las de­
regresase Nuestro Delegado Apostólico más cosas disienten de Nosotros; es, a
para este asunto, quien, después de h a ­ saber, que es imposible con sola la ins­
ber exam inado las cosas con toda dili­ trucción literaria y con estéril y ayuno
gencia, Nos las refiriese, según se lo conocimiento de la virtud salgan jam ás
habíam os encargado, produciendo di­ de la escuela los alum nos católicos, tal
ligente y fielmente el efecto que Nos cual la patria los desea y espera. Se les
habíam os propuesto. 3 han de enseñar cosas más graves y ele­
vadas, a fin de que resulten buenos
3. La ley Manitobense. Se tra ta de cristianos y probos y honrados ciuda­
un asunto grave e im portantísim o. Nos danos; es necesario que sean inform a­
referim os a lo que hace siete años de­ dos de aquellos mismos principios, que
cretaron de com ún acuerdo los legisla­ se hallan altam ente grabados en su
dores de la Provincia Manitobense acer­ m ente y conciencia, y los que deben
ca de la educación de la niñez: los cua­ seguir y obedecer, por lo mismo que
les quitaron, con leyes contrarias, el proceden de la fe y religión. No hay
derecho establecido por las leyes de la m oral que merezca este nom bre y sea
federación Canadiense, según las cuales eficaz, si se prescinde de la religión.
los niños de profesión católica, que Pues la m ism a form a y fuerza de los
asisten a las escuelas públicas, tienen deberes, procede en gran m anera de
derecho a que se les instruya y eduque estos deberes, que ordenan al hom bre
conform e a sus creencias. E sta ley ha obedecer a Dios, que sancionan seguir
producido no pequeño mal. Pues de el bien y evitar el mal. Y así querer
donde quiera que la religión católica es inculcar en los ánimos buenas costum ­
o despreciada por ignorancia, o com ­ bres y al mismo tiempo prescindir de
batida con obras prem editadas; donde la religión es tan absurdo como llam ar
se desprecia su doctrina y los principios a la práctica de la virtud a quien ha
592 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 77, 5-7

perdido el fundam ento de ella. Es así brillase la com ún vigilancia de todos y


que p ara el hom bre católico no hay una voluntad digna de los Obispos. Y
más que una religión verdadera; y por aun cuando sea bastante el haber obra­
lo tanto éste no puede reconocer como do en esto conform e al dictam en de
buena, ni acerca de costum bres ni acer­ vuestra conciencia, sabed que la acom ­
ca de religión, otra doctrina que la que paña Nuestro asentim iento y aproba­
proceda y se desprenda de la religión ción; pues son santísim as las cosas que
católica. Luego la justicia y la razón habéis procurado, y aún procuráis con­
piden que la escuela no solamente su­ servar.
m inistre a los alum nos el conocimien­
to de las letras, sino, con m ás razón, la 6. División de los católicos. P or otra
que hemos dicho ciencia de las costum ­ parte, los perjuicios de la ley Manito­
bres, unida convenientem ente con los bense, de que hablam os, reclam aban
preceptos de N uestra religión, sin la de sí, buscar algún alivio al consiguien­
cual toda instrucción resultará perni­ te crecimiento del mal. La causa de los
ciosa en lugar de ser fructuosa. De lo católicos era m erecedora de que trab a­
cual se sigue la necesidad de que los jasen por ella, con perfecta unión de
m aestros sean católicos; que no se em ­ voluntades, todos los ciudadanos am i­
pleen otros libros p ara leer y para estu­ gos de lo bueno y de lo justo en la
diar que los aprobados por los Obispos; sociedad, fuesen del partido que fuesen.
que conviene haya libertad de enseñar Pero, no sin gran perjuicio, ha sucedido
toda clase de ciencia, a fin de que todo al revés. Apena profundam ente, que en
método de enseñar y de aprender se m ateria que a todos interesa tanto, las
conform e con la profesión del nom bre mismas opiniones de los católicos no
católico y con los deberes que de ella estuvieron concordes, como procedía,
se derivan.5* para defenderla; cuando era necesario,
prescindir de las cuestiones políticas
5. Derecho de los padres. Cuidar de que son de tan poca m onta com paradas
sus propios hijos, atendiendo quiénes con la grandeza y gravedad de ésta.
son sus maestros, quiénes los directores
de su vida, pertenece singularm ente a 7. Reforma de tal ley. No ignoram os
los padres. Lo que quieren los católicos, que se ha empezado a reform ar algo
en cum plim iento de su deber, de que esa ley.
la educación de los m aestros se acomo­ Que en las ciudades federadas, los
de a la religión de sus hijos, es un de­ que ejerecen autoridad en la Provincia
recho. Ni cabe obrar con ellos más han decretado ya algunas cosas para
inicuam ente que obligándoles a elegir dism inuir los inconvenientes, por cuya
entre que lleguen a la adolescencia sus desaparición clam an y de cuyos efectos
hijos rudos e indoctos o moverse en se quejan con razón los católicos Mani-
m anifiesto peligro de las cosas más tobenses.
trascendentales. No tenemos por qué dudar que tal
Ciertamente que estos principios del reform a se ha comenzado por justo
juzgar y del obrar, que se apoyan en consejo y am or a la equidad. Pero no
la verdad y en la justicia, contienen la puede disimularse, porque es la verdad,
salvación no sólo de las cosas privadas, que la ley dada para rep arar los daños,
si que tam bién de las públicas, no es es manca, insuficiente, y poco a propó­
lícito ponerles en duda o abandonarles sito. Mucho m ás es lo que reclam an los
de cualquier m anera; y por tanto obli­ católicos; y nadie negará que lo piden
gación vuestra fue, Venerables H erm a­ con justicia. Además, en los mismos
nos, cuando la nueva ley quitó la debi­ tem peram entos, que se han adoptado,
da educación de los niños católicos en hay un vicio que en distintas circuns­
la Provincia Manitobense, protestar con tancias de lugar, fácilmente pueden ca­
voz libre de tal in ju ria y perversidad; recer de efecto, En pocas palabras, aún
este oficio de tal modo fue desempe­ no se ha atendido lo bastante en Mani-
ñado por cada uno de vosotros, que toba a los derechos de los católicos
77, 8-10 E n c íc l ic a “ A ffari V o s1 593

acerca de la educación de los niños ca­ su propia salvación y para la prospe­


tólicos; el asunto pide aún, como es de ridad de las ciudades, que procurando
justicia, que se atienda del todo, esto la defensa de las escuelas de niños, se­
es, que se protejan y observen como es gún las fuerzas de cada uno.
debido todos aquellos inconm utables y
augustos principios de que arrib a he­
mos hecho mérito. Esto se h a de espe­ 9. Eficiencia en las escuelas católi­
ra r y p ro cu rar con ahinco y perseve­ cas. Hay otro punto dignísim o en el
rancia. Nada puede ser obstáculo m a­ que debe trab ajar vuestra común indus­
yor a este fin que la discordia; la tria. Esto es que, bajo vuestra dirección
unión de voluntades y como cierto y ayuda, los que están al frente de las
acuerdo de acciones es necesaria. Mas escuelas, conviene ordenen oportuna y
como p ara conseguir lo eme es y debe sabiamente el método de enseñanza,
ser un propósito, no está m arcado el procurando principalm ente que los que
camino, sino que, como sucede en todas se dedican a ella, se hallen suficiente­
estas cosas, puede ser m últiple, se sigue m ente instruidos en los conocimientos
que puede haber distintas opiniones de la naturaleza y del arte. Procede que
acerca del modo de obrar. las escuelas de los católicos puedan
com petir con las más florecientes en la
Por lo cual acuérdense todos y cada cultura de los ingenios y en el brillo
uno de la modestia, lenidad y m utua de las letras.
caridad; procuren no pecar en el res­
peto que se debe uno a otro; establez­ Si se busca la erudición y el decoro
can y hagan con fraterna unanim idad, de la hum anidad, se ha de tener como
no sin vuestro consejo, lo que parezca honesto, sano y noble, el propósito de
de m ejor resultado. 8 las Provincias del Canadá de aum entar
y proveer, conform e a las fuerazs de
los que con ansias lo desean, la públi­
8. Hacer todo lo que se pueda. P or ca enseñanza, con m ás progreso y per­
lo que respecta nom inalm ente a los fección. Mas no hay género de ciencia,
mismos católicos de M anitoba, confia­ ni elegancia de doctrina que no pueda
mos en que, con la ayuda de Dios, se adm irablem ente conciliarse con la doc­
harán participantes de todo nuestro de­ trina e institución católicas.
seo. Cuya esperanza descansa p rim era­
mente en la m ism a bondad de la causa;
en segundo lugar en la equidad y p ru ­ 10. Periodismo católico. P a ra ilus­
dencia de los varones, que adm inistran tra r y defender cuanto hasta aquí h e­
la cosa pública; y por últim o se apoya mos dicho, aprovecharán no poco aque­
en la honesta voluntad de cuantos Ca­ llos católicos que se dedican a escribir
nadienses son partidarios de la recti­ principalm ente en diarios. Acuérdense
tud. E ntre tanto, sin embargo, hasta de su oficio. Defiendan religiosamente
que puedan vindicar todos sus dere­ y con todas sus fuerzas, lo verdadero,
chos, no desprecien tener conquistada lo recto y lo útil al nom bre cristiano V
alguna parte de ellos. Si hay algo per­ la sociedad civil; pero de tal modo que
mitido por la ley, por la costum bre, o guarden el decoro, respeten a las p er­
por la facilidad de los hom bres, por sonas, pero no transijan en el fondo.
virtud de lo cual los daños se hagan Obedezcan y observen santam ente la
más tolerables y los peligros se alejen, autoridad de los Obispos y toda potes­
conviene y es útil hacer uso de las con­ tad legítima; cuanto son más difíciles
cesiones y sacar el m ayor fruto posible los tiempos, y el peligro de las disensio­
y provecho de ellas. Donde no haya nes está más próximo, con tanto más
medio alguno de aliviar los inconve­ ahinco se ha de insistir en persuadir la
nientes, exhortam os y rogamos, que concordia en el sentir y en el obrar,
continúen saliendo a su encuentro con sin la cual apenas habrá esperanza de
más liberalidad y m unificencia. No que se consiga lo que constituye el de­
crean que pueden m erecer más para seo de todos.
594 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1897) 77, 10

Como presagio de los celestiales do­ Dada en Roma, junto a San Pedro,
nes y prenda de N uestra paternal bene­ el día 8 de Diciembre de 1897, de Nues­
volencia, recibid la bendición Apostó­ tro Pontificado año vigésimo.
lica, que am antísim am ente os damos a
vosotros, Venerables Hermanos, y a LEON PAPA XIII.
vuestro clero y pueblo.
ENCICLICA “CARITATIS STUDIUM”( }
(25-VII-1898)

A LOS OBISPOS DE ESCOCIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

6 1. Deseo de unión con los disiden­ origen y dignidad, de tal modo resplan­
tes. El am or de caridad que Nos hace dece, que se m anifiesta a los ojos de
estar solícitos de la salvación de los todos los que la m iran: Y estará prepa­
herm anos disidentes, no Nos perm ite rado en los últimos días el monte de la
cesar jam ás, si podemos volver al buen casa del Señor en la cumbre de los
Pastor los que el error tiene separados montes, y se elevará sobre los collados
del único rebaño de Cristo. y correrán a él todas las gentes<2>.
Cada día nos dolemos vehem ente­
mente del lam entable estado de tanto 2. Especiales cuidados p a ra Escocia.
núm ero de hom bres como se hallan Por esta razón obtiene un lugar en
separados de la integridad de la fe. Y Nuestros cuidados y consejos la Esco­
así ya por obligación del santísim o ofi­ cia m uy am ada desde hace tiempo de
cio, ya unidos como por persuasión e la Sede Apostólica y aún de Nos m is­
instinto del am antísim o Salvador de los mo, que de un modo especial le tene­
hombres, cuya persona representam os mos afecto. Sea lícito recordar que hace
sin m érito alguno Nuestro, insistimos veinte años realizamos en Escocia las
con todo empeño en pedirles que algu­ prim icias del m inisterio Apostólico al
na vez quieran form ar con Nosotros en procurar restituir en ella, al día siguien­
la m ism a e idéntica com unión de la fe. te de com enzar Nuestro Pontificado, la
Obra grande y de un éxito m ucho más jerarquía eclesiástica. Desde cuya época
difícil que las hum anas: cuya perfec­ con vuestro preclaro auxilio, Venerables
ción es solamente de Dios, que todo lo Herm anos, y el de vuestro clero, no
puede. Mas por esta m ism a razón no hemos dejado de procurar el bien de
perdemos la esperanza, ni nos aleja del tal pueblo, sum am ente a propósito, por
propósito la m agnitud de las dificul­ su carácter, para abrazar la verdad.
tades, que no puede vencer por sí sola Aquella turbulentísim a tem pestad que
la hum ana virtud. Nosotros predicamos se desencadenó contra la Iglesia en el
a Cristo crucificado... Y lo más débil siglo XVI, así como separó de la fe ca­
de Dios, es fortísimo para los hom­ tólica a m uchos de E uropa, así separó
b r e En tanto error de opiniones, tam bién la m ayor parte de los escoce­
entre tantos males como nos rodean o ses, que con no pequeña gloria la h a ­
am enazan, tenemos empeño en m ostrar bían conservado por más de m il años.
como con el dedo, dónde ha de buscarse
la salvación, exhortando y am onestan­ 3. Conversión del escocés Niniano.
do a todas las gentes a que eleven sus Grato Nos es recordar los grandes m é­
ojos a los montes de donde vendrá el ritos de vuestros antepasados en favor
auxilio. Lo que Isaías anunció se reali­ de la causa católica; y además Nos
zaría, dem ostraron los sucesos: esto es, complace hacer m érito de tantos varo­
que la Igelsia de Dios por su divino *1 nes cuya virtud y acciones honraron el
(*) Acta Sanctae Sedis, 31 (1898/99) G-14. — Lm números marginales corresponden a las páginas
del texto original en ASS, vol. 31. (P. II.)
(1) I Córinl. 1, 23-25. (2) Isaías 2, 2.
595 —
596 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 78, 4-6

nom bre de Escocia. ¿Por ventura vues­ dad, la obtuvo por el espíritu e impulso
tros ciudadanos rehusarán hoy recor­ de la fe católica. W a l l a c e y B r u c e ,
d ar a su vez lo que deben a la Iglesia lum breras de vuestro pueblo, ¿por fo r­
católica y a la Sede Apostólica? Hace­ tuna no fueron fortísimos defensores de
mos mención de cosas harto conocidas la patria, por la constancia de la fe cató­
y sabidas de vosotros. Consígnase en lica? Omitimos otros innum erables va­
vuestros anales que N i n i a n o , hom bre rones útilísimos a la república, que la
escocés, habiendo comenzado con gran Iglesia jam ás dejó de guiar como m a­
fuerza la lectura de los sagrados libros, dre. Omitimos otros beneficios im por­
decidido a proseguirla, dijo: “Me levan­ tados por ella entre vosotros; merced
taré, recorreré el mar y la tierra, bus­ a su providencia y autoridad, han b ri­
caré la verdad que ama mi alma. ¿Por llado en estudios superiores las U niver­
ventura es preciso tanto? Acaso no fue sidades de San Andrés, Glasgow y Aber-
dicho a Pedro: Tú eres Pedro, y sobre donia, y ella m ism a es la que estableció
esta piedra edificaré mi Iglesia, y las la norm a de ejercer los juicios civiles.
puertas del infierno no prevalecerán Por lo que entendemos hubo razón bas­
contra ella? Si, pues, en la fe de Pedro tante para dar al pueblo de Escocia el
nada hay disminuido, nada oscuro, na­ honroso calificativo de hijo especial de
da imperfecto, nada contra lo que sean la Santa Sede.
capaces de prevalecer ni las falsas doc­ 5. Tolerancia para el catolicismo.
trinas, ni las sentencias perversas, co­ Pero desde aquella época ha habido un
mo puertas del infierno. Y ¿dónde está gran cambio en las cosas, hallándose
la fe de Pedro, sino en la sede de Pe­ en muchos extinguida la antigua fe.
dro? Aquello ciertamente, aquello debo ¿Jam ás les juzgarem os convertidos? Al
seguir, que saliendo de mi tierra y de contrario, aparecen ciertos indicios de
mi parentela de la casa de mi padre, cosas, que perm iten con la ayuda de
merezca en la tierra de la visión, ver la Dios, alentar buena esperanza de Esco­
voluntad del Señor y ser protegido por cia. Pues vemos que los católicos son
su templo” Y así se apresuró a venir tratados cada día con más blandura y
respetuoso a Roma: y habiendo recibido
benignidad; que los dogmas de la cien­
con largueza en el sepulcro de los Após­
cia católica, ya no son despreciados por
toles de la m ism a fuente y cabeza la
el vulgo, como antes sucedía, sino que
verdad católica, vuelto a su casa por
m uchos les respetan y no pocos les rin ­
precepto y m andato del Pontífice m á­
den obsequio; que sensiblemente enve­
ximo, instruyó a sus com patriotas en
jecen las perversas opiniones, que tanto
los documentos de la fe rom ana, dos
han impedido el juicio de lo verdadero.
siglos antes de que el bienaventurado
Y ojalá se extendiese más la investiga­
A g u s t í n llegase a los Ingleses.
ción de la verdad; pues no cabe dudar
4. Otros ilustres católicos escoceses. que el m ayor y más exacto conoci­
Esta fe enseñaron elegantísimamente miento de la religión católica, sacado
S a n t a C o l u m b a , ésta m ism a guardaron
de sus propias fuentes, no deducido de
con gran cuidado los antiguos monjes, ajenas, lim pia casi por completo el áni­
de cuyas preclaras virtudes está enno­ mo de prejuicios.
blecida la Sede Yonense. ¿P ara qué he­ 6. Las Sagradas Escrituras. No pe­
mos de m entar a la Reina M a r g a r i t a , queña alabanza ha de tributarse a todos
lucero y honor no sólo de Escocia, sino los escoceses, por haberse acostum brado
de todo el pueblo cristiano? Que colo­ a cultivar y reverenciar constantem ente
cada en la cum bre de las cosas m orta­ las divinas letras. Perm itan por tanto
les, no deseando en toda su vida más que Nos, tomemos algo de este argu­
que lo inm ortal y divino, llenó el m un­ m ento para procurar con todo am or
do con el esplendor de sus virtudes. su salvación. Esto es, en aquel pudor
Em pero si consiguió tan excelsa santi- 3 de las Sagradas E scrituras de que he-
(3) Sacada de la vida de S. Niniano, Obispo de
Galovidia en Escocia, compuesta por S. Aelrcdo,
Abad de Rieval.
78, 7-8 E n c íc l ic a “ Ca r it a t is S t u d iu m ” 597

mos hecho m ención hay como cierto nocido... Nada debe ser afirmado teme­
consentimiento con la Iglesia Católica. rariamente sino que todo debe ser tra­
¿Por ventura no hay un principio de tado cautelosa y modestamente
volver alguna vez a la antigua unidad?
No se olviden de recordar que los libros 8. El Magisterio de la Iglesia. Mas
de uno y otro Testamento, ellos mismos como quiera que convenga que la Igle­
los han recibido no de otra parte que sia perm anezca perpetuam ente debe ser
de la Iglesia Católica; a cuya vigilancia instruida no por las solas Escrituras
y perpetuos cuidados ha de atribuirse sino por cierto otro protector. Del
el que las Sagradas E scrituras perm a­ divino Autor fué el precaverlo para
nezcan íntegras en medio de los gran­ que jam ás el tesoro de la celestial doc­
des disturbios de los tiem pos y de las trina se disipase en la Iglesia lo cual
cosas. La historia atestigua que ya des- había de suceder por necesidad si se
9 de antiguo m erecieron un nom bre in­ dejase al arbitrio de cada uno de los
m ortal por procurar la incolum idad de hombres. Aparece pues, que fue necesa­
las E scrituras el Sínodo Cartaginense rio desde el principio de la Iglesia algún
III e I n o c e n c i o I Romano Pontífice. m agisterio vivo y perenne al cual por
En tiempos más recientes son conocidos autoridad de Cristo se pidiese ora la
los trabajos y vigilias del mismo géne­ saludable doctrina de las demás cosas,
ro, ya de E u g e n i o IV, ya del Concilio ora la interpretación de las E scrituras;
de Trento. Nos mismo, en época no des­ este magisterio, defendido y am parado
conocida y en Letras Encíclicas, hemos por el constante auxilio del mismo Cris­
clamado gravísim am ente y advertido to, en m anera alguna pueda caer en
con toda diligencia a los Obispos del error al enseñar. A cuya necesidad Dios
Orbe católico qué debía hacerse para proveyó sapientísim a y abundantem en­
que la integridad y divina autoridad de te por su Unigénito Hijo Jesucristo;
las Sagradas E scrituras perm aneciesen el cual colocó en lugar seguro la genui-
a salvo. na interpretación de las E crituras cuan­
do prim eram ente y ante todo m andó a
7. Cautela en su estudio. Pues en sus Apóstoles que en m anera alguna
este curso precipitado de ingenios hay escribiesen la obra ni dividiesen entre
muchos a quienes cualquier concupis­ el vulgo los volúmenes de las antiguas
cencia de disquisiciones y el desprecio Escrituras sin discernimiento ni ley, si- 10
de la antigüedad de tal modo fastidio­ no que enseñasen a todas las gentes de
samente les separa del camino que no viva voz y hablando las condujesen al
dudan o destruir toda la fe en los Sa­ conocimiento y profesión de la doctri­
grados Libros o dism inuirla. Y en ver­ na celestial: Id por todo el mundo, pre­
dad, hom bres hinchados por la opinión dicad el Evangelio a toda criatura^).
de la ciencia y sum am ente confiados Mas a uno dio el principado de enseñar
en su juicio no entienden cuán lleno
en el cual como en fundam ento conve­
está de reprobada tem eridad el m edir
nía que se apoyase toda la Iglesia do­
con m edida solamente hum ana las que
son obras de Dios, y m uchos menos cente. Pues Cristo al dar a Pedro las
oyen a A g u s t í n que clam a con voz alta: llaves del reino de los cielos le dio ju n ­
Honra la Escritura de Dios, honra la tam ente y al mismo tiempo el regir a
palabra de Dios aun cuando no sea los demás que habían de desem peñar el
clara, depon la inteligencia por la pie- ministerio de la palabra: Confirma a
dad(456\ Deben ser amonestados los que tus hermanos(s>. Así pues, como los
se dedican al estudio de las Venerables fieles deben aprender de este magiste­
Escrituras... oren para que entiendan rio cuanto pertenece a la salvación, es
No sea que afirmen algo temeraria­ necesario que a él pidan la m ism a inte­
mente y tengan lo desconocido por co- ligencia de los divinos libros.
(4) In Psalm. 146, n. 12. (7) S. M arc. 16, 15.
(5) Doctr. Crist., 1. III, c. 37, n. 56. (8) S. L uc. 22. 32.
(6) ín Genes. Op. Imperf.
598 E n c íc l ic a s d e l PP: L eón XIII (1898) 78, 9-13

9. E rro r del libre exam en. Fácil­ con unión tan adm irable y apropiada
mente aparece cuán incierto, manco y acerca de la fe, no cabe dudar que se
destituido de propósito, es el pensar de debe principalm ente a la virtud y p ro ­
acruellos que creen que el sentido de las tección de este magisterio.
Escrituras, únicam ente puede conocer­
se con el auxilio de las mismas E scritu­ 11. Aman a Cristo pero no siguen el
ras. Pues dada esta hipótesis la supre­ cam ino por El enseñado. Muchos de
m a ley de interpretación consistiría fi­ los escoceses que disienten de Nosotros
nalm ente en el juicio de cada uno. acerca de la fe am an ciertam ente de
Ahora bien, como antes hemos dicho todo corazón el nom bre de Cristo y
según que cada cual acceda a la lectura procuran seguir su disciplina e im itar
adornado de espíritu, ingenio, estudios sus santísimos ejemplos.
y costumbres, así in terpretará la sen­ Mas; ¿pueden conseguir alguna vez
tencia de las divinas palabras acerca de el fruto de sus trabajos los que con la
las mismas cosas. De aquí la diversidad mente y con la voluntad trabajan sin
de interpretar, la diferencia en el sen­ que perm itan ser instruidos y alim en­
tir, y las disputas que necesariam ente tados para las cosas celestiales por la
se engendran convertido en m ateria de misma razón y camino que el mismo
mal lo que ha sido dado para bien, Cristo instituyó? ¿Si no oyen lo que
unidad y concordia. Lo cual ciertam en­ se ha dicho a la Iglesia, a la que el m is­
te cuán verdadero sea lo m anifiesta la mo Autor de la fe m andó que los hom ­
mism a cosa. bres obedeciesen como a sí mismo: El
que a vosotros oye a mí me oye: el que
10. Necesidad del m agisterio. Pues a vosotros desprecia a mí me despre-
todos los que no pertenecen a la fe Cl*a ( i 2)? no obtienen los alimentos de
católica y disienten entre sí de la re­ piedad y de todas las virtudes de Aquel
ligión de secta tom an p ara sí cada a quien el Sumo Pastor de las alm as
una de las sentencias, pretendiendo co­ constituyó Vicario de su oficio dándole
rro b o rar enteram ente con las Sagradas el cuidado de todo el rebaño?
Escrituras sus opiniones y creencias.
Pues no hay don de Dios por santo que 12. Reeonciliaeión con el Papado.
sea del cual el hom bre no sea capaz de E ntre tanto cierto es que no faltan p a r­
abusar p ara su perdición, hasta de las tidarios; y en prim er lugar conviene
mismas divinas Escrituras, según ense­ pedir a Dios para que inclinadas las
ña con grave sentencia el B. P edro : mentes al bien quiera aum entar los
Los indoctos e inconstantes malician... fuertes incitam entos de su gracia. Y,
para su p e r d i c i ó n P or estas razones ojalá que la divina Benignidad por Nos
I reneo próxim o a la época de los Após­ suplicada conceda a la Madre Iglesia
toles y por lo mismo seguro intérprete este deseado consuelo de ver acelerada­
de ellos, jam ás desistió de inculcar en m ente a todos los escoceses restituidos
las m entes de los hom bres que no de a la antigua fe en espíritu y en verdad.
o tra parte convenía recibir noticia de ¿Qué no podrá esperarse de ellos re ­
la verdad que de la viva institución de conciliados con nosotros? Inm ediata­
la Iglesia: Donde está la Iglesia allí está mente brillaría por doquiera la perfecta
el Espíritu de Dios y donde el Espíritu y absoluta verdad con la posesión de
de Dios allí la Iglesia y toda gracia; mas los más grandes bienes, que habían
el Esvíritu es verdad(910L Donde están perecido por la separación.
puestos los carismas del Señor allí con­
viene aprender la verdad; con aquellos 13. El Sacrificio de la Misa. E ntre
1 que tienen la sucesión de la Iglesia que estos bienes sobresale uno, cuya cav
es la de los Apóstoles^11^. Ahora bien, si re n d a es la m ayor m iseria: Nos referi­
los católicos, aunque en otro género de mos al Sacrificio Santísimo en el cual
cosas civiles no estén unidos, si lo están Jesucristo, Sacerdote al mismo tiempo
; ... . ,.* í Cu
(9) II Pedro 3, 10. (11) Contra liaerct., lib. 4.
(10) Contra haeret., lib. 3. (12) Le. 10, 1(5. ; i;
78, 14 E n c íc l ic a “ C a r it a t is S t u d iu m : 599

y Víctima, se ofrece El mismo cada día solamente es vana semejanza o m em o­


a su Padre por ministerio de sus Sacer­ ria de la cosa, sino la m ism a verdad
dotes en la tierra. Por la virtud infinita aunque específicamente desemejante; y
de este Sacrificio se nos anlican los m é­ por lo tanto la eficacia de este Sacrifi­
ritos de Cristo engendrados por el de­ cio ya para im petrar, ya para expiar,
rram am iento de su Sangre, que d erra­ fluye toda de la m uerte de Cristo: Pues
mó una vez levantado en la Cruz por desde el nacimiento del sol hasta el
la salvación de los hombres. La fe de ocaso es grande mi nombre entre las
estas cosas florecía íntegra en Escocia gentes, y en todo lugar se sacrifica y
cuando S a n t a C o l u m b a vivía esta vida ofrece en mi nombre una oblación lim­
m ortal: y después, cuando se constru­ pia, porque es grande mi nombre entre
yeron esos magníficos templos que atesr las gentes^1*).
tiguan a la posteridad la excelencia de
arte y piedad de vuestros mayores. 14. A los verdaderos católicos. Ya
La necesidad del Sacrificio se contie­ por último Nuestra palabra se dirige
ne en la m ism a fuerza y naturaleza de propiam ente a los que profesan el nom ­
la religión. Pues en esto está la perfec­ bre católico, y esto por esta causa, a
ción del culto divino: en reconocer y fin de que sus obras contribuyan algo
reverenciar a Dios como suprem o Señor a Nuestro intento. La caridad cristiana
de las cosas, en cuya potestad estamos m anda procurar cuanto cada uno pue­
Nosotros y todo lo Nuestro. Ahora bien, da la salvación de los prójim os. Por lo
no es otra la razón y la causa del Sa­ cual a éstos les pedimos ante todo que
crificio, que por lo mismo se llam a p ro ­ para este fin no cesen de pedir y rogar
piamente cosa divina; y quitados los a Dios crue solo puede derram ar la luz
sacrificios ni hay ni puede haber reli­ eficaz en las inteligencias y dirigir adon­
gión. La ley del Evangelio, no es infe­ de quiera las voluntades. Después, pues­
rior a la ley antigua, antes bien m ucho to que los ejemplos sirven de m ucho
más excelente, puesto que perfecciona para inclinar los ánimos, preséntense
totalm ente todo lo que en aquélla tuvo ellos mismos como dignos de la verdad
principio. Los sacrificios usados en el de que son poseedores por don divino;
Antiguo Testam ento prefiguraban, m u­ y añadan a la fe que profesan la prác­
cho antes que Cristo naciese, el Sacri­ tica de una vida de buenas costumbres:
ficio de la Cruz: Después de su Ascen­ Luzca vuestra luz delante de los hom­
sión a los cielos el mismo sacrificio se bres para que vean vuestras obrasO5>.
continúa en el sacrificio eucarístico. Y y ejerciten al mismo tiempo las virtu­
así y erran lam entablem ente los que des cívicas para que cada día aparezca
desprecian este Sacrificio como si dis­ más claro que a no ser por calum nia
m inuyera la verdad y virtud del que no puede decirse que la religión católi­
Cristo hizo clavado en la Cruz; Ofre­ ca es enemiga del Estado; antes por el
cido una vez para borrar los pecados contrario, no puede hallarse cosa que
de muchos^1314). Aquella expiación de los contribuya más eficazmente al público
pecados m ortales fue enteram ente p er­ bien y dignidad.
fecta y absoluta y en m anera o modo
alguno es otra, sino la m ism a la que se La educación católica. Conviene en
halla en el Sacrificio Eucarístico. Y gran m anera defender religiosísima-
puesto que convenía que en todo tiem ­ m ente y establecer con toda firmeza
po el rito de sacrificar acom pañase a que la educación católica de la adoles­
la religión, fue divinísimo designio del cencia esté rodeada de toda defensa. No
Redentor que el Sacrificio consum ado se Nos oculta ciertam ente que se hallan
una vez en la Cruz se hiciese perpetuo junto a vosotros las escuelas públicas
y perenne. para in stru ir a la juventud en las que
La razón de esta perpetuidad se halla ciertam ente no se halla el m ejor método
en la Sacratísim a Eucaristía, que no de los estudios. Pero es necesario pro-
(13) Hebr. 9, 28. (15) Mat. 5, 16.
(14) Malaq. 1, 11.
600 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 78, 15,16

cu rar y hacer que las casas de la ense­ apropiado a nuestros tiempos, el clero
ñanza católica en nada cedan a las de de casi toda Escocia.
los demás, ni nada se ha de om itir para
que nuestros jóvenes estén menos p re­ 16. Epílogo. Todas estas cosas, Ve­
parados en el conocimiento de las letras nerables Hermanos, que Nuestro ánimo
y en la elegancia de la doctrina, cuyas muy inclinado a los escoceses, ha ex­
condiciones pide la fe cristiana como presado, tenedlas como encomendadas
honestísim as com pañeras suyas para principalm ente a vuestra solicitud y
defensa y ornato. caridad. Continuad probando la dili­
gencia que hasta ahora Nos habéis de­
15. E nseñanza religiosa y form ación m ostrado palm ariam ente, a fin de que
del Clero, Pide adem ás el am or de la se hagan estas cosas que aprovechan
religión y la caridad de la patria que mucho al fin propuesto. Ciertamente
los católicos, cuantos institutos tengan que es causa m uy difícil la que actual,
dispuestos p ara enseñar en ellos las p ri­ mente se ventila según m uchas veces
m eras letras o las disciplinas m ás g ra­ hemos confesado, y superior en cuanto
ves, procuren conservarles y aum entar­ al éxito a las fuerzas hum anas; pero
les según las fuerzas de cada uno. Mas santísim a y m uy conform e con los con­
es justo ayudar principalm ente a la fo r­ sejos de la divina Bondad. P or la cual
m ación y cultura del clero que no puede no Nos conmueve tanto la dificultad
ocupar hoy de otra m anera su lugar del asunto, como Nos recrea el pensa­
digna y útilm ente, que floreciendo casi miento de que, trabajando Vosotros al
en toda alabanza de hum anidad y doc­ fin que os hemos propuesto, jam ás fal­
trina. E n este género de beneficencia tará el auxilio de Dios misericordioso.
proponem os se ayude con suma diligen­ Como presagio de los dones celestia­
cia al Colegio Blairense de católicos. les y testimonio de Nuestra Paternal
Obra m uy saludable, com enzada con benevolencia a todos Vosotros, Venera^
gran trabajo y liberalidad por un pia­ bles Hermanos, y vuestro Clero y Pue­
dosísimo ciudadano que no debe p er­ blo, concedemos con gran am or en el
mitirse caiga y m uera, sino que debe Señor la Bendición Apostólica.
proveerse a su superación y m ayor m u ­ Dado en Roma, junto a San Pedro
nificencia, procurando llegue lo antes el día 25 de Julio de 1898, de Nuestro
posible a su perfección, y tanta im por­ Pontificado año veinte y uno.
tancia tiene ella cuanta es la preocupa­
ción por form ar, de un modo digno y LEON PAPA XIJI
T 9

ENCICLICA “SjEPENUMERO PONTIFICATUS”<*)


(5-VIII-1898)

“Spesse volte nel corso”


A LOS OBISPOS, CLERO Y PUEBLO DE ITALIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1-9 i. Motivo: Defensa de las Insti- fueron gradualm ente quitando a la Igle­
<i3?) tuciones Católicas. Muchas veces en sia católica ciertos elementos de vida y
el curso de N uestro P ontificado h e­ libertad, y aun la mism a protección de
mos lam entado y enérgicam ente p ro ­ los pueblos, dispensada, como por ins­
testado saliendo en defensa de los tinto natural, al mismo Pontífice en los
sagrados derechos del M inisterio Apos­ negocios público-privados y en los
tólico, cuando los gobernantes de la internacionales. Después con las nuevas *138>
república, que se encum braron al su­ disposiciones, progresivam ente prom ul­
prem o poder en Italia, m erced a vio­ gadas, se arrojaron de los Monasterios
lentas perturbaciones de m anifiesta re­ a los religiosos de ambos sexos; la m a­
beldía, perpetraban actos civiles, que yor parte del patrim onio eclesiástico
redundaban en detrim ento de la Reli­ fue confiscada y m iserablem ente disi­
gión y de la Iglesia. Esto mismo, bien pada; los Clérigos sujetos al servicio
a pesar Nuestro, Nos vemos obligados m ilitar; la libertad del m inisterio ecle­
a hacer de nuevo sobre una cuestión siástico am arrada a leyes arbitrarias e
gravísima, que llena Nuestro ánim o de injustas; borrada casi toda huella de la
profunda tristeza. Nos referim os a la religión cristiana de las instituciones
supresión de las Instituciones católicas, públicas; el favor y benevolencia otor­
decretada no hace m ucho en varias p ro ­ gados a los heterodoxos; y m ientras se
vincias de Italia. Semejante disposición, concedía la más am plia libertad a las
tan arb itraria como injusta, es rep ro­ sectas (llamadas masónicas), se infe­
bada con indignación por toda persona rían vejaciones y crueldades sólo a
sensata y Nosotros vemos por ella re­ aquella religión, que fue siempre gloria,
novarse sum aria y cruelm ente casi to­ defensa y am paro de Italia.
das las infam ias, que hemos sufrido en
años pasados. 3. Influencia del orden religioso en
el social. Alguna vez hem os lam entado
2. Origen y necesidad de ellas. Aun­ semejantes atentados, tan malvados y
que demasiado conocido por vosotros, con tanta frecuencia repetidos; lo hici­
estimamos m uy oportuno recordar el mos en prim er térm ino en defensa de
origen y necesidad de estas Institucio­ la Santa Religión, expuesta a grave pe­
nes, fruto de N uestra paternal solicitud ligro, después lo hemos deplorado una
y de vuestro cuidado, a fin de que com ­ y m uchas veces, y decimos esto con 130
prendan todos cuál fue Nuestro pensa­ toda la sinceridad de Nuestro corazón,
miento al fundarlas y cuál sea el fin, en beneficio de nuestra patria. Porque
que dichas Instituciones persiguen en el la religión es la fuente de prosperidad
orden religioso, m oral y caritativo. y grandeza para las naciones y el fu n ­
Después que se destruyó el poder dam ento principal de toda sociedad
tem poral de los Romanos Pontífices se bien ordenada. En efecto, debilitado el
(*) Acta Sanctse Sedis, 31 (1898/99) 129-137 presenta primero el texto original italiano que co­
mienza con las palabras “Spesse volte” y añade enseguida, como dice, “la versión latina Ssepe-
numero Pontificatus en las págs. 137-146. — En el margen damos las páginas de ambos documentos,
las de la versión latina entre paréntesis. (P. H.)
— 601
602 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 79, 4-5

sentimiento religioso, que en cierto ción a los males que se avecinan, con
modo eleva y ennoblece el ánimo, e la palabra, con la acción, con asociacio­
im prim e profundam ente en él la noción nes de individuos, cuyo pensamiento y
de lo justo y de lo honesto, el hom bre acción sea la misma, con reuniones, con
se envilece y se abandona al instinto publicaciones, con congresos, con ins­
salvaje y al interés m aterial, y de aquí tituciones de caridad y de preces, con
como necesaria consecuencia los odios, todos los medios, en fin, pacíficos y le­
discordias, depravación de costumbres gales, que sean conducentes a m antener
y perturbación del orden social; para en los pueblos el piadoso sentimiento
cuyos males no suelen ser remedio se­ de religión, y para socorrer la miseria,
guro y suficiente la severidad de las consejera de crímenes, la cual amplia
leyes, ni el rigor de los tribunales, ni y gravemente se ha difundido por Ita­
la mism a fuerza arm ada. Que el culto lia. por la depresiva condición econó­
de la religión y la conservación de la mica, en que se encuentra nuestra na­
sociedad se hallan naturalm ente cone­ ción. Todo esto lo hemos m uchas veces
xionados en tal form a, aue el decai­ recomendado, principalm ente en dos
miento religioso lleva consigo la ruina cartas dirigidas al pueblo italiano el día
de la sociedad a causa de tum ultos y 15 de octubre del año 1890 y el 8 de
perturbaciones, lo hemos advertido m u ­ diciembre de 1892.
chas veces en cartas dirigidas al pue­
blo italiano, a los que incum be la fo r­
m idable responsabilidad del poder m os­ 5. Noble actitud de los católicos. Nosm
trándoles los futuros progresos de la es m uy grato declarar aquí, que Nues­
tra exhortación cayó en terreno muy
perversa doctrina del socialismo y de la
anarquía, como tam bién los incalcula­ fecundo. Mediante vuestro generoso es­
bles males, a que estaba expuesta la fuerzo, Venerables Hermanos, del clero
Italia. Mas no fuim os escuchados: la y demás fieles, encomendados a vues­
falsa y frívola opinión, introducida por
tro cuidado, se han obtenido algunos
la secta de los rebeldes, ha cubierto la
efectos prósperos y agradables y no es
inteligencia con un velo y la guerra difícil prever otros m ás saludables en
contra la religión todavía continúa conplazo próximo. Innum erables asociacio­
la m ism a crueldad. Lejos de dictar m e­
nes surgieron en casi todas las regiones
dida alguna los encargados de la rep ú ­
de Italia, a cuya m utua unión y celo
blica, hom bres perversos han esparcidodeben su origen las cajas rurales para
en libros, en periódicos, en las escuelas
defensa de los agricultores, las cocinas
y aun en las cátedras, en los círculos,llam adas económicas, dorm itorios eco­
(139) en ios teatros... los gérmenes de irreli­
nómicos, para albergue nocturno de los
giosidad e inm oralidad, han arrancado pobres; lugares amenos, para honesto
los principios religiosos, en que se in ­
recreo de los jóvenes en los días festi­
form an las fuertes y honestas costum ­
vos; luego aparecieron sociedades, para
bres de los pueblos, e im punem ente han
catequizar a los niños, para visitar los
difundido las m áxim as opuestas, de las
enfermos en los hospitales, para de­
cuales se sigue indiscutiblem ente la per­
fensa de las viudas y huérfanos y ta n ­
versión del entendim iento y la co rru p ­
ción del corazón.4 tas otras instituciones benéficas, que
fueron saludadas con la gratitud y ben­
4. Voces de alarma. Nosotros enton­ dición del pueblo, y de las cuales hicie­
ces, Venerables H erm anos, viendo los ron calurosos elogios m uchos varones
peligros y desgracias que am enazaban del partido contrario. Los católicos se­
al pueblo italiano, creimos llegado el gún costumbre, en el desenvolvimiento
m om ento de levantar la voz y decir de estas instituciones, como no existiera
públicam ente a los católicos de Italia: cosa alguna que juzgaran digna de re­
( 140)
la religión y la sociedad misma, están serva, se m ostraron a la luz del día y
en peligro; llegó la hora de desplegar se m antuvieron constantem ente dentro
todo vuestro valor, de obrar en oposi­ de los límites señalados por la ley .
79, 6-9 E n c í c l i c a “ S a e p e n u m e r o P o n t i f i c a i ’! ^ 603

6. Disturbios en las provincias. Mas res del orden, con la sola intención de
sobrevinieron las tristes vicisitudes de que en ellos redunde, como en su cau­
las repúblicas, las cuales, acom pañadas sa, el desdoro y el daño de los desórde­
de tum ultos y derram am iento de san­ nes civiles, de que fueron teatro algu­
gre, m ancharon algunas provincias de nas provincias de Italia. Este Nuestro
Italia. Nada conmovió y contristó ta n ­ dolor aum entó, cuando, uniendo a ta ­
to Nuestro ánim o como aquel triste es­ les calum nias hechos arbitrarios y vio­
pectáculo. lentos, hemos visto suprim idos muchos
Pensamos, que los gobernantes de la de los principales y más valientes dia­
república llegarían a conocer en el ori­ rios católicos, prohibidas las procesio­
gen próxim o de estas sediciones y lu ­ nes en las parroquias y en las diócesis,
chas civiles, el fruto, funesto en verdad, dispersadas las asociaciones de los ca­
pero n atu ral de las perniciosas semillas, tólicos, despojados de casi todo elemen- <141>
por largo tiem po disem inadas am plia e to de vida algunas Instituciones, en
im punem ente en Italia. Tam bién supu­ especial las que pretenden como único
simos que, aleccionados por la triste fin el increm ento de la piedad entre los
experiencia, y que rem ontándose de los fieles y la beneficencia pública y priva­
efectos a las causas, to rn arían a las da; otras am enazadas con castigos; di­
norm as cristianas, p ara la restauración sueltas m uchas sociedades, de suyo ino­
del orden social con las cuales deben centes y benem éritas y en su consecuen­
renovarse las naciones, so pena de pe­ cia destruida y m iserablem ente perdida
recer y que tributarían, de esta suerte, en breves horas de torm enta la pacien­
el debido hom enaje a los supremos te y m odesta y por ende caritativa obra
principios de la justicia, de la probidad de m uchos años, debida a entendim ien­
y de la religión, de la cual se deriva, tos nobles y corazones generosos.
principalm ente, el bienestar m aterial de
los pueblos. Pensamos, finalm ente, que, 8. La autoridad pública se contra­
al menos en su deseo de descubrir a los dice. Con tal disposición enorm e y
autores y cómplices de estas sediciones, odiosa, la autoridad pública contrade­
se apresurarían a buscarles entre los cía abiertam ente sus precedentes afir­
que, enemigos de la religión católica y maciones. Por m ucho tiem po habían
adictos al naturalism o y m aterialism o denunciado al pueblo italiano como in ­
científico y político, excitan todo deseo dulgente y cómplice en la obra revo­
inm oderado del hom bre, y entre los que lucionaria contra el Pontificado rom a­
en las som bras de reuniones sectarias no, mas ahora se m uestran reos de
esconden sus m alvados designios y afi­ m entira, al em plear la fuerza y vio­
lan el arm a contra el orden y la segu­ lencia, para elim inar las innum erables
ridad de la sociedad hum ana. Y en ver­ sociedades am pliam ente difundidas en
dad, algunos de espíritu elevado y com ­ Italia, no por otro motivo, que por
pletam ente im parcial, aunque del p a r­ haberse m ostrado afectas y devotas a
tido contrario, han com prendido y han la Santa Sede.
tenido el valor de proclam ar pública­
mente la verdadera causa de estos de­ 9. Violación de las leyes. Mas esta
sórdenes sociales.7 disposición dañaba sobre todo los p rin ­
cipios de la justicia y las norm as de las
7. Los católicos calumniados por los leyes vigentes. En virtud de estos p rin ­
gobernantes. Mas ¡ah! grande fue cipios y de aquestas norm as se perm i­
Nuestra sorpresa y dolor cuando supi­ te a los católicos, como a los demás
mos que, con ridículo pretexto, que en ciudadanos gozar de la libertad de pro
vano pretenden disim ular con el artifi­ mover de m utuo acuerdo el bien m oral
cio, a fin de despistar a la opinión p ú ­ y m aterial de sus conciudadanos y ejer­
blica y p ara poner en ejecución un de­ citarse a la vez en la práctica de la
signio prem editado, los gobernantes de religión y de la piedad. A rbitraria fue,
la república con increíble osadía cul­ pues, la disolución de tantas asociacio­
paban a los católicos como p erturbado­ nes católicas — las cuales existen tran-
604 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 79, 10-13

quilas y respetadas en otras naciones— debe. Su conducta pasada, de la que


sin prueba alguna de su culpabilidad, toda persona im parcial puede dar hon­
sin ningún docum ento que dem ostrara rado testimonio, es garantía de la fu tu ­
con claridad la participación de sus so­ ra y esto debía bastar para asegurar a
cios en los tum ultos acaecidos. los católicos la justicia y la libertad, a
Fue, además, u na ofensa especial in ­ que tiene derecho todo pacífico ciuda­
ferida a Nosotros, que habíam os orde­ dano. Añadiremos algo más. Siendo
nado y bendecido estas pacíficas y uti- ellos por la doctrina que profesan los
133 lísimas instituciones y a vosotros, Vene­ más valiosos fundam entos del orden,
rables Herm anos, que procurasteis su merecen grandísim o respeto, y si se
aum ento y las gobernasteis con vigilan­ apreciaran adecuadam ente la virtud y
cia. Nuestra protección y vuestra vigi­ el m érito tendrían perfecto derecho a
lancia debió hacerlas dignas de m ayor especial gratitud y a la rem uneración
respecto e inm unes de toda sospecha. de los que presiden la República.

10. D estruyen la unión de Italia. No 12. La independencia de la Iglesia.


podemos pasar en silencio, cuán perni­ Mas los católicos italianos, precisa­
ciosa sea esta disposición al interés de mente por ser católicos, no prescinden
la m ultitud, a la conservación social y de querer (ni pueden hacerlo) que al
al verdadero bien de Italia. Con la su­ supremo Jefe de la Iglesia le sea resti­
presión de estas asociaciones aum enta­ tuida su independencia y la verdadera,
rá la m iseria m oral y m aterial del pue­ plena y efectiva libertad de régimen, la
blo, que procuraban aquéllas m itigar cual es condición indispensable, para
con todo medio, puesto a su alcance, la libertad e independencia de la Igle­
<142> se verá privada la sociedad hum ana de sia católica. Bajo este punto de vista
una fuerza poderosam ente conservado­ jam ás cam biará su opinión ni por las
ra, porque su organización y la difu­ amenazas ni por la violencia; sufrirán
sión de la m oral cristiana, que profe­ con paciencia el actual estado de cosas,
saban, eran un dique contra las ab erra­ pero siempre que esto tenga por fin la
ciones del socialismo y del anarquism o; depresión del Pontificado rom ano y por
se encenderá, en fin, con más violencia causa la conspiración de todos los ele­
el conflicto religioso, que todo hombre, mentos antirreligiosos y sectarios, no *14
ajeno a pasión sectaria, juzga funestí­ podrá suceder, que cooperen a soste­
simo p ara Italia, cuya fuerza, unión y nerlo con su adhesión y con su apoyo,
arm onía destruye. 1 sin violar los sagrados derechos de la
religión, que profesan. Y a la verdad,
11. A ctitud de los católicos. No igno­ exigir de los católicos un positivo con­
ram os que las asociaciones católicas curso al m antenim iento del actual esta­
son acusadas de una tendencia contra­ do de cosas, repugna a la razón y al
ria al presente estado de cosas en Ita ­ común sentir de los hombres, porque
lia y consideradas, por ende, como sub­ dejarían de obedecer las enseñanzas y
versivas. Semejante acusación se funda preceptos de la Sede Apostólica, más
en un equívoco, provocado con inten­ aún, obrarían contra ellas y en oposi­
ción y m aliciosam ente defendido por ción a la conducta de los católicos de
los enemigos de la religión y de la Igle­ todas las naciones.
sia, p ara cohonestar el reprobado ostra­
cismo, crue se intenta im putar a dichas 13. Los católicos sólo buscan el bien
sociedades. Nosotros queremos que tal de Italia. P or lo cual la acción de los
equívoco sea disipado y desaparezca católicos en la presente condición de
p ara siempre. Los católicos italianos, cosas, ajena de todo punto a la polí­
por razón de los inm utables y a todos tica de Italia, se reconcentra en el cam ­
conocidos principios de su religión, de­ po social y religioso y m ira a m oralizar
testan toda conspiración y rebelión los pueblos y hacerlos obedientes a la
contra el poder público constituido, a Iglesia y a su suprem a Cabeza, a ap a r­
quien entregan el tributo que se le tar a los italianos del peligro del soda-
79, 14 E n c íc l ic a “ S a e p e n u m e r o P o n t if ic a t u s ” 605

lismo y del anarquism o; inculcarles el disuelto tantas y tan útiles asociacio­


respecto al principio de autoridad; soco­ nes católicas; disposición, sí, que Nos
rrer, en fin, oportunam ente la indigen­ angustia sobrem anera por otro título
cia con la m últiple obra de la caridad de orden más elevado y que no afecta
cristiana. ¿Cómo, pues, puede califi­ solamente a los católicos italianos, sino
carse a los católicos de enemigos de la que a los del m undo entero. Esa misma
patria, y ser confundidos con los fac­ disposición explica satisfactoriam ente
ciosos, que atentan contra el orden y la penosa e intolerable condición, a que
seguridad de la república? estamos reducidos. Pues si algunos he­
Semejantes calum nias desaparecen chos, cuyos autores en modo alguno
ante el solo buen sentido. Estas se fu n ­ fueron los católicos, bastaron para de­
dan en solo este concepto: que la suer­ cretar la supresión de tantas asociacio­
te, la unidad y prosperidad de las n a­ nes Utilísimas e inm unes de toda cul­
ciones consisten en los hechos consu­ pa, no obstante la garantía, que tienen
mados violentam ente contra la Santa en la ley fundam ental del Estado italia­
Sede, hechos que deploran m uchos va­ no, cualquier hom bre sensato e im par­
rones, cuya veracidad a nadie es sospe­ cial com prenderá, cuál y cuánta sea la
chosa, los cuales abiertam ente declaran eficacia de la seguridad ofrecida a Nos­
ser una grande im prudencia provocar otros por el suprem o poder, en favor
un conflicto contra la Santa Sede; con­ de la libertad e independencia de Nues­
tra aquella institución, que Dios puso tro Ministerio Apostólico. Y en verdad,
en medio de la Italia; que fue y será ¿qué libertad es la Nuestra, cuando des­
siempre su principal ornato e incom ­ pués de haber sido despojados de la
parable gloria; contra u n a institución m ayor parte de los medios de vida y
prodigiosa, que dom ina la historia y régimen, con que habían enriquecido a
por la cual ha llegado Italia a ser la la Sede Apostólica y la Iglesia los an ti­
m aestra fecunda de los pueblos, la ca­ guos Príncipes cristianos, somos ahora
beza y centro de la ciudad cristiana. privados de aquellos medios de acción
religiosa y gubernativa, que Nuestra so­
¿De mié culpa, por tanto, son reos licitud y el celo adm irable del Episco­
los católicos, cuando suspiran con ansia pado y del Clero católico habían reuni­
por el térm ino de tan larga disidencia, do, para tutela de la religión y benefi­
causa del gravísimo daño en el orden cio del pueblo italiano? ¿Qué libertad
social, m oral y político; cuando dem an­ podemos tener, cuando cualquier otra
dan, que se oiga la voz paternal de su ocasión u otro incidente puede servir
cabeza suprem a, que tantas veces ha de pretexto para proceder con medidas
reclam ado la debida reparación de los violentas y arbitrarias y para producir
daños causados, m ostrando los bienes una nueva y más profunda herida a la
incalculables que de ello se derivaría a Iglesia y a la religión? Nos señalamos
Italia.
este estado de cosas a Nuestros hijos
de Italia y a los de todas las naciones;
14. Los enemigos de Italia son los
a todos sin embargo decimos, que, au n ­
135 sectarios. Los verdaderos enemigos de
que sea intensísimo nuestro dolor, no
Italia hay que buscarles en o tra parte:
es m enor N uestra firm eza de ánimo y
hay que buscarles entre los que, inficio­
Nuestra confianza en la Providencia
nados de u n espíritu antirreligioso y
sectario, y apartando su ánim o y m i­ Divina, que gobierna el m undo y vigila
rada de los peligros, que am enazan a constante y am orosam ente en defensa
la patria, rechazan toda verdadera y de la Iglesia, la cual se identifica con
fecunda solución del conflicto y procu­ el Papado, según la bella expresión de
ran con sus depravados designios h a ­ S a n A m b r o s io :“Ubi Petrus ibi Eccle- (14*>
cerle m ás largo y más cruel. A éstos y sia” (1). Ambas son de institución divina,
no a otros se debe atribuir la dura dis­ am bas han sobrevivido a todo género
posición, en virtud de la cual se han de ultrajes y acometidas de sus enemi­
(1) “Donde est; Pedro, allí está la Iglesia”. (Ver Migne PL. 16, col. 496-D).
606 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 79, 15-17

gos; y de esta suerte inconmovibles han vuestra proxim idad a Nosotros y por
visto pasar los siglos, adquiriendo de ser los más adictos a la Sede Apostóli­
las mismas desventuras fuerza, ener­ ca, sirvan de consuelo y de valor estas
gía y constancia. Nuestras palabras y la firme promesa,
de que el Pontificado rom ano, así como
15. León X III y su am or a Italia. En en siglos anteriores, en medio de los
cuanto a Nosotros, no cesaremos de tristes y borrascosos acontecimientos,
am ar a esta bella y noble nación, en la fue guía, defensa y salvación del pueblo
cual hemos nacido; deseando vivamente católico, en especial del italiano, así
em plear el últim o avance de Nuestras tam bién no dejará jam ás de cum plir
fuerzas, p ara conservarla el precioso te­ su elevada y saludable misión de defen­
soro de la fe y de la religión; para der y reivindicar vuestros derechos con
m antener a sus hijos en la honrosa constancia en medio de las dificultades
esfera del deber y de la virtud, y para y con más especial am or, cuanto más
socorrer, en cuanto Nos sea posible, su oprim idos os hallareis.
miseria.
Y vosotros habéis dado, especialmen­
te en estos últim os años, numerosos tes­
16. Vigilen los Pastores. E n el cum ­ timonios de abnegación y laboriosidad
plimiento de este nobilísimo deber de en toda institución buena.
la religión y de la piedad, Nos presta­
réis vosotros, Venerables H erm anos (y No perdáis la esperanza; m as ate-<146>
de ello estamos seguros) el concurso niéndoos, en el pasado, a los límites y
eficaz de vuestro cuidado, de vuestro fines legales, y plenam ente a la direc­
celo vigilante y constante. Continuad, ción de vuestros pastores, perseverad
como lo hacéis, en la obra de reavivar con valor cristiano en el mismo propó­
la piedad en los fieles; de preservarles sito. Y si en el camino encontráis nue­
del error y de la sedición, que por do­ vas contradicciones y hostilidades, no
quier les rodea; de consolar benigna­ os acobardéis; la bondad de vuestra
m ente a los pobres y a los desgraciados causa aparecerá siempre más luminosa,
con todos los medios, que os sugiera la cuando vuestros enemigos, para com ­
caridad cristiana. Vuestras fatigas no batirla se vean obligados a recu rrir a 137
serán nunca estériles, cualquiera que las arm as; los peligros de vuestra vir­
fuesen las vicisitudes de las cosas y la tud aum entarán, sin duda, vuestro m é­
apreciación de los hombres, porque las rito delante de los varones honestos y
dirigís a un fin m ás alto que estas co­ lo que im porta m ás delante de Dios.
sas m undanas; y si llegara, por último, Gomo auspicio entre tanto, de los
a suceder, que vuestra labor se viera dones celestiales y prenda de Nuestro
interrum pida o destruida, os librarán paternal am or hacia vosotros, os damos
del deber de responder de los daños con el sincerísimo afecto de Nuestro
que pudieran sobrevenir a la Italia los Corazón la Bendición Apostólica a vos­
obstáculos interpuestos a vuestro m i­ otros, Venerables Hermanos, al Clero y
nisterio pastoral. 17 al pueblo italiano.

17. A los católicos vejados. Y a vos­ Dado en Roma junto a San Pedro el
otros, católicos italianos, objeto princi­ día 5 de agosto del año 1898, vigésimo
pal de N uestra solicitud y de Nuestro prim ero de Nuestro Pontificado.
afecto; a vosotros, a quienes las veja­
ciones oprim en con más crueldad, por LEON PAPA XIII.
EPISTOLA “DIUTURNI TEMPORIS” <*>
(5-IX-1898)

SOBRE LA DEVOCION DEL SANTISIMO ROSARIO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Protección de Dios y de María 2. Los esfuerzos del Papa en promo­


146 sobre el Pontificado del Papa. Al echar ver y fomentar la devoción al Rosario.
una m irada al largo espacio de tiempo Mas hace ya tiempo que, deseando co­
que, por voluntad de Dios, hemos pasa­ locar la salvación del género hum ano
do en el sumo Pontificado, no podemos en el aum ento del culto de la Virgen,
menos de confesar que Nos, sin m ere­ como en tortísim o baluarte, no hemos
cerlo, hemos experim entado, de m anera dejado de fom entar entre los fieles la
muy viva, la asistencia de la Divina costum bre de rezar el Rosario Mariano
Providencia. Juzgamos, empero, que publicando, a este fin, Encíclicas ya
esto debe atribuirse principalm ente a desde el l 9 de Septiembre de 1883 y
la oración en conjunto, y por tanto prom ulgando, más de una vez, decretos,
eficacísima, que, como antiguam ente como bien sabéis. Y disponiendo Dios
por P e d r o , así ahora la Iglesia univer­ misericordioso que tam bién este año
sal está haciendo sin interrupción por podam os ver el mes de Octubre, que en
Nos. P or eso, en prim er térm ino damos otro tiempo decretamos que estuviese
a Dios, que concede todos los bienes, dedicado y consagrado a la celestial
las gracias m ás rendidas, y tratarem os Reina del Rosario, no querem os dejar
de conservar en la m ente y el corazón de dirigirnos a vosotros, y resum iendo
m ientras vivamos cada uno de los do­ en pocas palabras lo que hasta el pre­
nes recibidos. sente hemos llevado a cabo para fo­
Luego se nos presenta el dulce re­ m entar esta clase de oración, corona­
cuerdo de la m aternal protección de la remos Nuestra obra con otro docum en­
augusta Reina del cielo, e igualm ente to próxim o a aparecer, en el que p a­
guardarem os piadosa e íntegram ente tenticemos todavía m ás espléndidam en­
ese recuerdo dándole gracias y exaltan­ te Nuestro fervor y afecto p ara con el
do sus beneficios. Porque de Ella, como m encionado modo de h o n rar a M a r í a ,
de caudalosísim o canal, descienden los y se estimule el ardiente deseo de los
m anantiales de las divinas gracias, pues, fieles de conservar piadosa y fielmente
en sus manos están los tesoros de las tan santísim a costumbre.
147 misericordias del Señor^lK Dios quiere
que Ella sea el principio de todos los 3. Resumen de las enseñanzas de
bienes<2). Cobijados en el am or de esta anteriores Encíclicas. Movidos, pues,
tierna Madre, que hemos procurado del constante deseo de que el pueblo
fom entar asiduam ente e increm entar de conociese el poder y la dignidad del
día en día, esperam os con certeza poder Rosario m ariano, después de recordar,
acercarnos a Nuestro últim o día. en prim er lugar, el origen m ás celes-
(*) A.S.S. 32 (1898) 146-149; o, Leonis XIII Pontificis Maximi Acta 18, 153 ss., Romae tipogr. Vaticana.
Esta Epístola Encíclica no figura en la 1? edición. — Los números en el margen corresponden a
las páginas del texto original en ASS, vol. 32. (P. II.)
(1) San Juan Damasc. Serm. 1 de la Natividad (2) S. Ireneo Adv. Valent. 1. 3, c. 33.
de la Virgen.

— 607 —
608 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1898) 80, 4-6

tial que hum ano de esta oración, de­ diese la invocación Reina del Santísimo
m ostram os que la adm irable guirnalda Rosario, como augurio de la victoria
confeccionada con la salutación angé­ que habíam os de reportar en la actual
lica, entrelazada con la oración dom i­ contienda.
nical y unida con la meditación, resulta
u na especie excelentísim a de súplica, 5. Indulgencias anejas al rezo del
m uy fructuosa, principalm ente p ara la Rosario. F altab a por recordar el gran ­
consecución de la vida eterna; pues, dísimo valor y utilidad del Rosario ma-
fuera de la excelencia m isma de las riano a causa de la abundancia de p ri­
oraciones de que se compone, ofrece vilegios y derechos con que está enri­
una buena defensa de la fe y un insigne quecido, y m ás que nada, por el pre­
modelo de virtud por medio de los m is­ ciosísimo tesoro de indulgencias de que
terios que propone a nuestra contem ­ goza. Ahora bien, es fácil entender
plación; que, además, no es una oración cuánto interesa a todos los que se preo­
complicada sino que se acom oda fá ­ cupan de su salvación aprovecharse de
cilmente al carácter popular, por cuan­ este beneficio. Pues, se trata nada m e­
to se le pone delante, con la considera­ nos que de conseguir el perdón, total
ción de la Fam ilia de Nazaret, el ideal o parcial, de la pena tem poral que hay
absolutam ente perfecto de la vida fa ­ que pagar en esta o en la otra vida, aun
m iliar; y que el pueblo cristiano, por después de cancelada la culpa. Es de­
consiguiente, siem pre experimentó su cir, el rico tesoro form ado con los
saludabilísim a eficacia. méritos de Cristo, de la Madre de Dios
y de los santos, y al que con razón
4. aplicaba nuestro predecesor C l e m e n t e
Lo que hicieron los Papas ante­
riores y León XIII por la devoción del VI las palabras de la Sabiduría: Tienen
Santísimo Rosario. Fiesta, mes de los hombres un infinito tesoro, y los
Octubre y la invocación en las Leta­ que de él se aprovechan, se hacen par­
nías. De esta m anera, después de h a ­ tícipes de la amistad de Dios^K Ahora
ber recordado principalm ente la n atu ­ bien, los Romanos Pontífices, en virtud
raleza del santísim o Rosario y de haber de la potestad soberana de que están
exhortado a su práctica de variados revestidos por el mismo Dios, abrieron
modos, Nos aplicamos, además, siguien­ estas copiosísimas fuentes de gracias a
do las huellas de Nuestros predecesores, los cofrades del Santísimo Rosario y a
a fom entar su im portancia por medio los que piadosam ente lo recitasen.
de un culto m ás solemne. Pues, así
como S i x t o V, de feliz recordación, 6. Anuncio de una constitución para
aprobó la antigua costum bre de rezar la Cofradía del Rosario. Así, pues, Nos
148 el Rosario, y G r e g o r io X III dedicó un también, pensando que la corona má-
día de fiesta al mismo título, que luego riana, como adornada de gemas esco­
inscribió en el M artirologio C l e m e n t e gidísimas, luce m ás bella con estos
VIII, y m andó C l e m e n t e XI que fuese beneficios e indulgencias, tras largos
guardada por la universal Iglesia, y estudios, ya tenemos m adurado el plan
B e n e d i c t o X III la introdujo en el Bre­ de publicar una Constitución acerca de
viario Romano, así Nos, p ara perenne los derechos, privilegios e indulgencias
testimonio de Nuestro aprecio a esta de que podrán disfrutar las cofradías
m anera de piedad, m andam os que la del Santísimo Rosario. Esta Nuestra
m ism a solem nidad del Santísimo Ro­ Constitución sea prueba de am or para
sario con su oficio fuese celebrada en con la augustísim a Madre de Dios, y
la universal Iglesia con rito doble de para los fieles todos estímulo ju n ta ­
segunda clase. Quisimos, además, que m ente y prem io de su piedad, a fin de
se consagrase a esta práctica todo el que, en la hora suprem a de la vida,
mes de Octubre; finalm ente, ordenam os puedan por su medio ser aliviados y
que en las Letanías Lauretanas se añ a­ descansar suavísimamente en su regazo.
(3 ) S a b id u r ía 7, 14.
80, 7 E n c íc l ic a “ D iu t u r n i T e m p o r is ’ 609

7. Bendición Apostólica. Suplicando confiado a vuestros particulares cui- 149


de corazón estas gracias a Dios Optimo dados.
Máximo, por medio de la Reina del Dado en Roma, cerca de San Pedro,
Santísimo Rosario, Nos am antísim a- el día 5 de Septiembre de 1898, en el
mente os damos la Bendición Apostó­ año vigésimo prim ero de Nuestro P on­
lica, como auspicio y prenda de los tificado.
bienes celestiales, a vosotros, V enera­
bles H erm anos, al clero y al pueblo LEON PAPA XIII.

Encíclicas Pontificias 2C
8J[

ENCICLICA “ANNUM. SACRUM” (:i:)


(25-V-1899)

ACERCA DE LA DEVOCION DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. P or Nuestras Letras Apostólicas, 3. Consagración del linaje hum ano.


harto recientes, hemos va prom ulgado, No obstante, no es ella nueva ni se
como es notorio, el Año Santo o Jubilar emplea ahora por vez prim era, puesto
que, según costum bre e institución de que hace veinticinco años, con ocasión
Nuestros Mayores, debe ser celebrado del solemne centenario del celestial
en esta ciudad próxim am ente. En el día m andato confiado a la Beata M a r g a r i ­
de hoy, abrigando la esperanza de cele­ t a M a r ía d e A l a c o q u e , de propagar la
b rar otra solem nidad religiosa de m uy devoción del Sagrado Corazón, fueron
santa nom bradla, Nos m anifestam os enviadas a Pío IX por particulares y
autores y aconsejadores de cierta em ­ varios Prelados m uchas instancias, a
presa ilustre, de la cual ciertam ente si fin de que se dignase consagrar todo el
todos secundáis gustosos y consentís linaje hum ano al Augustísimo Corazón 647
con unánim e voluntad, esperamos in ­ de Jesús. Plugo a Su Santidad diferir
signes frutos y m uy perm anentes, en la ejecución para resolverla, con m ayor
prim er lugar y con razón p ara el buen detenimiento, y entre tanto, dióse am ­
nom bre de cristiano y después para to ­ plia facultad a todas las ciudades y
da la sociedad hum ana. 2(*) pueblos para que se consagrasen vo­
luntariam ente y se les prescribió una
2. A probaciones pontificias. La ap ro ­ fórm ula especial para ello. Ahora, pues,
badísim a devoción acerca del Sacratí­ los sucesos que han sobrevenido, Nos
simo Corazón de Jesús, hemos procu­ han hecho juzgar que había llegado la
rado defenderla y colocarla en grande sazón y coyuntura de ejecutar tan h er­
esplendor m ás de u na vez a ejemplo de moso y santo propósito.
Nuestros Antecesores I n o c e n c i o XII,
B e n e d i c t o XIII, C l e m e n t e XIII, Pío VI, 4. Cristo Rey au n de los infieles.
VII y IX, y esto hicimos con m ayor Ciertamente que tan completo y m á­
intensidad en decreto dado el 28 de ximo testimonio de obsequio y piedad
junio de 1879 cuando elevamos a rito conviene de un modo especial a Jesu­
de prim era clase la festividad de tal cristo por ser Príncipe y Sumo Señor
título y advocación. Ahora, pues, hemos de todas las cosas. Su im perio no se
concebido u na form a más brillante de ciñe exclusivamente a las gentes cató­
obsequiar al Divino Corazón, la cual licas o a aquellas solas que han sido
vendrá a ser como cifra y compendio regeneradas por el sagrado bautismo,
de todos los honores al Mismo trib u ­ y sí por derecho pertenecen a la Iglesia
tados y que confiamos ha de ser muy aun los desviados de ella por el error
grata a la persona de Jesucristo Nues­ o falsas opiniones o las que la disen­
tro Redentor. sión apartó de la caridad; no es menos
(*) Acta Sanctse Sedis, 31 (1898/99) 646-651. — Los números en el margen corresponden a las
paginas del texto original en ASS, vol. 31. (P. H.)

— 610
8 1 , 5-7 E n c íc l ic a “Annum Sacrum ” 611

cierto que su poderío se extiende tam ­ ningún otro haya semejante ni igual, y
bién a todos los desposeídos de la fe por haberle sido dado sobre el cielo y
cristiana, de tal suerte, que es verdad la tierra, éstos deben estarle en todo
inconcusa que la universalidad del gé­ sujetos y obedientes. Y este derecho
nero hum ano está bajo la potestad de exclusivo y propio suyo lo ejerció m an­
Jesucristo. Puesto que quien es Unigé­ dando a los Apóstoles divulgar su doc­
nito del Padre, y es consubstancial a El, trina, congregando a todos los hombres
esplendor de su gloria y figura de su en un cuerpo llam ado Iglesia por m e­
substanciaU), es necesario que tenga dio del bautism o de salud e imponiendo
com unes todas las cosas con el Padre leyes que nadie puede recusar sin peli­
y consiguientemente el sumo im perio gro grave de la salvación eterna.
de todas ellas.
6. D erechos adquiridos como Reden­
5. M agnitud de la potestad de Cristo tor. Y no consiste todo en esto sola­
p o r ser H ijo de Dios. P o r esta razón mente. Cristo m anda no sólo con dere­
dijo de sí mismo el Hijo de Dios por el cho nativo, por ser el Unigénito de
Profeta: Yo he sido constituido Rey so­ Dios sino tam bién con otro adquirido.
bre Sion y su monte Santo. El Señor El nos libró del poder de las tinie­
me dijo: Tú eres mi hijo, yo te engen­ b la s^ , y también se entregó a sí mis­
dré hoy. Pídeme y te daré las gentes mo en redención por fodos(7>.
en herencia y los confines de la tierra P or ello se hicieron pueblos de ad­
para tu posesión(2>. Con lo cual declara quisición para E /(8) no sólo todos los
que recibió de Dios potestad am plísima, cristianos y católicos bautizados debi­
ya sobre toda la Iglesia, que por el damente, sino tam bién todos y cada
m onte Sion se significa, ya sobre todo uno de los hombres. Y a este propósito,
lo demás del orbe que se entiende bajo dijo oportunam ente S a n A g u s t í n : ¿Pre­
la denom inación de térm inos o confi­ guntáis qué compró? Ved lo que dio y
nes del mismo. Y aquellas palabras Tú vendréis en conocimiento de lo que
eres mi hijo, indican claram ente en qué compró. El precio es la sangre de Cris­
fundam ento se apoya aquella suma po­ to. ¿Qué cosa puede haber de igual va­
testad, según dicen aquellas palabras: lor? ¿Qué si no todo el mundo, qué si
Te daré las gentes en herencia, que son no todas gentes? Todo cuanto dio, lo
semejantes a las del Apóstol S a n P a b l o : dio para adquirirlo todo <9).
Al cual constituyó heredero de todo^K Y porque hasta los mismos infieles
están sujetos al poderío y dominación
Hay que considerar m uchísim o todo
de Cristo, lo m uestra S a n t o T o m á s al
cuanto afirm ó Cristo de su im perio, no
tra ta r acerca de si su potestad judicial
sólo por los Apóstoles y Profetas, si­
se extiende a todos los hom bres, y afir­
no tam bién, por sus propias palabras.
ma que la potestad judicial sigue a
Al preguntarle el presidente rom ano:
la potestad regia, y concluye diciendo
¿Luego tú eres Rey?, sin vacilación al­ que todas las cosas están sujetas a Cris­
guna respondió: Tú lo dices que yo soy
to en cuanto a la potestad misma^í0\
ReyW. Y confirm an m ás claram ente la aun cuando no le estén sujetas todavía
m agnitud de esta potestad, y el Reino en cuanto a la ejecución de la potestad.
sin fin de aquel Reinado, aquellas p ala­ Y esta potestad Cristo la ejerce sobre
bras que dirigió a los Apóstoles: Me ha los hom bres todos por medio de la ver­
sido dada toda la potestad en el cielo y dad, de la justicia y principalm ente de
en la tierra^. la caridad.
Si ha sido, pues, dada toda la potes­
tad a Cristo, se sigue forzosam ente que 7. N uestra voluntaria consagración.
su im perio ha de ser sumo, absoluto y P ara el fundam ento de tal potestad y
no sujeto a ningún arbitrio ajeno, que 12345 dominio, benignamente perm ite que
(1) Hebr. 1, 3. (6) Coloss. 1, 13.
(2) Ps. 2. (7) I Timot. 2, 6.
(3) Hebr. 1, 2. (8) I Petr., 2, 9.
(4) Joan. 18, 37. (9) Tract. 120 in Joan.
(5) Matth. 28, 18. (10) Sum. Thcol. 3* p. q. 59, a. 4.
612 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 81, 8-10

Nosotros añadam os una devoción vo­ dad cristiana? Desempeñando Nos las
luntaria: ciertam ente Jesucristo, Dios y veces de Aquel que vino a salvar lo
Redentor a la vez, es rico por la pose­ que había perecido y que redim ió a
sión perfecta y cum plida de todas las todo el linaje hum ano con su propia
cosas, m ientras que Nosotros somos Sangre; por esta m ism a razón procu­
tan pobres e indigentes, que nada po­ ram os asiduam ente llam ar a la vida
seemos que sea bastante p ara rem une­ verdadera a aquellos que están senta­
rarle. dos en las som bras de la m uerte, en­
649 Pero, no obstante, llevado de su bon­ viando m ensajeros de Cristo a todas
dad y caridad suma, no rechaza que le partes con el fin de instruir a todos, y
ofrezcamos lo que es suyo y que se lo con m ayor m otivo compadecidos de su
demos y consagremos como si se tra ­ desdicha, los encomendamos al Sagra­
tara de cosa nuestra, y no solamente do Corazón de Jesús, y en cuanto de­
no lo rechaza, sino que lo pide ahinca­ pende de Nos, se los consagramos con
damente. Hijo mío} dame tu corazón(11^. toda el alma.
Así, pues, podemos todos ciertam ente
gratificarle con el m ejor ánimo y bue­ 9. Aumento de fe en los fieles y con­
na voluntad; puesto que consagrándose versión de los infieles. Y por esta ra ­
al Mismo, no solamente reconocemos y zón esta devoción, que aconsejam os a
acatam os su poderío de un modo grato todos, creemos que tam bién a todos ha
y m anifiesto, sino que a la p ar atesti­ de ser m uy provechosa; y si así lo
guamos con ello que si en realidad de hicieren, todos cuantos vivan en el
verdad fuese Nuestro lo que ofrecemos, am or y conocimiento de Nuestro Señor
que lo daríam os con la m ism a excelente Jesucristo fácilmente han de experim en­
voluntad, y le pedimos a la vez no se tar cómo aum enta en ellos el am or y la
ofenda al adm itir de Nosotros lo que fe hacia el mismo Señor Augustísimo.
es com pletam ente suyo. Tal es la fu er­ Pero a aquellos que, después de co­
za de ello, y así es Nuestro firm e y leal nocer a Cristo, desprecian sus leyes y
parecer. preceptos, les será posible esconderse
Y puesto que en el Sagrado Corazón en la llam a de caridad del Sagrado
se encierra el símbolo y expresión de Corazón. Y para aquellos, finalmente,
la infinita caridad de Cristo, que Nos tan desdichados que viven sumergidos
incita y mueve a am arnos m utuam ente, en la más ciega de las supersticiones,
es oportuno y justo consagrarse a su pediremos todos a una el celeste auxi­
Corazón Augustísimo, lo que no es otra lio a fin de que Jesucristo así como ya
cosa más que entregarse y obligarse les tiene sometidos según su potestad,
con Jesucristo, ya que todo honor, ob­ los someta algún día según la ejecución
sequio o devoción piadosa que se ofre­ de esta potestad misma y no solamente
ce al Corazón Divino, se ofrece propia en el siglo venidero cuando se cumplirá
y verdaderam ente al mismo Cristo.8 su voluntad sobre todos salvando a
unos y castigando a otrgs^12\ sino tam ­
8. C onsagración de los infieles. Así, bién en esta vida m ortal otorgándoles
pues, excitamos y exhortam os a todos la fe y la santidad, con las cuales v irtu ­
cuantos am en y conozcan al Sagrado des puedan ad orar a Dios como es de­
Corazón a adm itir con la m ejor volun­ bido, y aspirar a la eterna felicidad en
tad la devoción indicada, y queremos el cielo.
con todo empeño que en el día en que
se eleven al cielo tantos m illares de 10. E speranza de m ejores tiem pos.
consagraciones de alm as que se ofren­ Y semejante consagración trae a los
dan al mismo objeto, vayan todas a la pueblos la esperanza de mejores cosas
Augusta Mansión unidas y a un mismo ya que puede restaurar y hacer m ás
tiempo. ¿Y acaso sufrirem os que no firmes los vínculos que juntan por n a­
hagan tal aquellos innum erables para turaleza propia a las cosas civiles con
quienes no resplandeció todavía la ver­ Dios. En nuestros tiempos de ahora
(11) Prov. 23, 26. (12) S. Thom. II, q. 59, a. 4.
81, 11-13 E n c íc l ic a “Annum Sacrum ” 613

sucede con h arta frecuencia que parece lengua confesará que Nuestro Señor
levantarse un m uro de obstáculos entre Jesucristo está en la gloria de Dios
el poder civil y la Iglesia. Al tratarse de Padreé.
la constitución y adm inistración de las
ciudades, acaece que se tenga en nada la 11. Como la Cruz a Constantino.
autoridad del derecho divino y sagrado Cuando la Iglesia estaba oprim ida con
con el deliberado intento de que ningu­ el yugo de los Césares en sus tiempos
na fuerza ni elemento religioso tenga primitivos, fue m anifestada una cruz
ingerencia en el trato y modo de vivir en lo alto al joven em perador, que fue,
de la sociedad común. por cierto, auspicio y causa de la glo­
riosísim a victoria que después obtuvo.
Llega tal osadía hasta el extremo de He aquí otra señal que hoy se ofrece a
pretender quitar de en medio la fe de Nuestros ojos, excelsa y divinísima, es
Cristo y, si posible fuese, arro ja r del a saber: el sacratísimo Corazón de Je ­
m undo al mismo Dios. Y, ¿qué tiene de sús, con la cruz por rem ate y resplan­
particular que tam aña insolencia en los deciente de llamas entre esplendísimos
ánimos orgullosos conduzca al género fulgores. En El se han de cifrar, pues,
hum ano a tal perturbación de cosas y todas las esperanzas; a El se ha de ro ­
vaivenes que a nadie dejen vivir exento gar y de El hemos de aguardar la sal­
de riesgos y temores? Cierta cosa es que vación de los hombres.
ha de desvanecerse la incolum idad de
los poderes públicos siempre que se 12. Acción de gracia p o r la salud del
tenga a la religión en menosprecio. Pontífice. H ay otra razón p ara ello
Dios, al castigar justa y m erecidam ente que no debemos pasar en silencio y es
a los prevaricadores los entregó a sus propia Nuestra, pero bastantem ente ju s­
propios apetitos a fin de que sirvan a ta y poderosa para em prender tal obra,
sus concupiscencias y sean exterm ina­ y es la bondad suma de Dios, autor de
dos por el exceso de libertad. todo bien, que nos conserva hasta aho­
ra después de habernos librado de gra­
De aquí se origina aquel aluvión de ve enferm edad. Por todo ello queremos
males que hace tiempo tienen carácter que públicam ente se haga m em oria de
perm anente y que exigen con vehem en­ tal gracia y de tan grande beneficio por
cia que se busque el auxilio de uno con medio del acrecentam iento de los ho­
cuyo esfuerzo y virtud puedan ser ale­ nores al Sacratísimo Corazón que Nos
jados. Y ¿quién será éste, sino Jesucris­ decretamos.
to Unigénito de Dios? No se dio otro
nombre debajo de los cielos a los hom­ 13. D ecreto de consagración. Así,
bres, que así convenga para hacernos pues, m andam os que en los días nove­
salvos^13). A El, pues, debemos acudir no, décimo y undécimo del próxim o mes
ya que es camino, verdad y vida. Quien de junio, en la iglesia principal de cada
se haya extraviado vuelva al camino: ciudad o pueblo se hagan rogativas y
quien tenga oscurecida su m ente por en cada uno de dichos días se añadan
las tinieblas, arrójelas de sí con la luz a las demás preces las Letanías del Sa­
de la verdad, y a quien sobrevino la grado Corazón, aprobadas por Nuestra
m uerte, ábrase a la vida. autoridad, y que en el últim o día se
rece la fórm ula de la consagración que
Entonces podrán sanarse tantas he­ os enviamos juntam ente con estas Le­
ridas y restituirse a su prim itivo vigor tras Apostólicas en el Señor.
todo derecho; se restau rarán los o rn a­
Dado en Roma, en San Pedro el día
m entos de la paz, caerán las espadas,
25 de m ayo del año 1899, de Nuestro
y las arm as se escurrirán de las manos
Pontificado el vigésimo segundo.
cuando todos acepten el im perio de
Cristo y gustosos le obedezcan, y toda LEON PAPA XIII.
(13) Act. 4, 12 (14) Phil. 2, 11.
^25

ENCICLICA “DEPUIS LE JOUR” (*>


(8-IX-1899)

A LOS PRELADOS Y CLERO DE FRANCIA, SOBRE EDUCACION DE LOS


CLERIGOS EN LOS SEMINARIOS Y MODO DE CONDUCIRSE EL CLERO
EN SOCIEDAD*1)

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: So 'ud y bendición apostólica

193 1. Preocupación constante del Papa nerables Herm anos, sabemos, que una
por F ran cia. Desde el día en que Nos gran parte del pueblo francés guarda
hemos sido elevado a la Sede Pontificia, hoy, como siempre, con veneración la
Francia fue constantem ente el objeto de fe de sus abuelos y cumple con fideli­
N uestra solicitud y de N uestra estim a­ dad los deberes que ella impone. De
ción señaladísim a. Y, en efecto, F rancia otra parte sin embargo, Nos no podría­
es el pueblo donde, durante el curso de mos ignorar que los enemigos de esta
los siglos, movido por los insondables fe santa no han estado inactivos, sino
designios de su m isericordia sobre el que han conseguido desterrar del gran
mundo, ha elegido Dios con preferen­ núm ero de fam ilias todo principio de
cia a los hom bres apostólicos destina­ religión, las cuales, a causa de esto, vi­
dos a predicar la verdadera fe por todo ven en lam entable ignorancia de la ver­
el ámbito de la tierra y a llevar la luz dad revelada y com pleta indiferencia
del Evangelio a las naciones aun sum i­ para todo cuanto está ligado con sus
das en las tinieblas del paganismo. El la intereses espirituales y con la salvación
ha predestinado a ser el adalid de su de sus almas.
Iglesia y el instrum ento de sus grandes
obras: Gesta Dei per Francos. 2. El clero “sal de la tie rra ’. Si bien
A una m isión tan alta responden evi­ felicitam os, pues a F rancia, y con ju s­
dentem ente num erosos y graves debe­ ticia por ser p ara las naciones infieles
res. Deseosos Nos, como Nuestros p re­ un hogar de apostolado, debemos a la
decesores, de ver a Francia cum plir vez alen tar los esfuerzos de aque’los
fielmente el glorioso m andato de que de sus hijos que, alistados en el sacer­
fue investida, le hemos dirigido m uchas docio de Jesucristo, se ocupan en la
veces ya, durante Nuestro largo P onti­ labor de evangelizar a sus com patrio­
ficado, Nuestros consejos, Nuestros es­ tas, de pertrecharlos contra la invasión
tímulos, Nuestras exhortaciones; y m uy del naturalism o y de la incredulidad, 194
especialmente lo hemos hecho en Nues­ con sus funestas y graves consecuen­
tra Carta Encíclica de 8 de febrero de cias. Llamados por la voluntad de Dios
1884, Nobilíssima Gallorum gens, y en a ser los salvadores del mundo, los Sa­
Nuestras Letras de 16 de febrero de cerdotes deben ser siempre, y ante todo
1892, publicadas en el idioma de F ra n ­ recordar que son por la institución
cia y que comienza así: Au milieu des misma de Jesucristo, la sal de la tie-
soilicitudes. Nuestras palabras no han rra*2^, de donde S a n P a b l o , escribiendo
sido infructuosas, y por vosotros, Ve- a su discípulo T i m o t e o , concluyó con
(*) Acta Sanctae Sedis, 32 (1899/1900) 193-213. — Los números cu el margen corresponden a
las páginas del texto original en ASS, vol. 32. ( >. H.)
(1/ Como el original de esta Encíclica está en tiendo que las palabras con que comienza y suele
francés, y no se ha hecho versión latina de ella, citarse, son: Depuis le jour.
damos el texto según la versión francesa advir- (2) Matth. 5, 13.
— 614
8 2 , 3-5 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 615

razón que deben ser dechado de los más pesada responsabilidad que aquel
fieles en palabra, en buena vida, en que tiene por objeto la santificación de 195
caridad, en fe, en pureza (3L todos los actos libres del hom bre? ¿No
Que ésta es la conducta del Clero en es del gobierno de las alm as del que los
Francia considerada en su conjunto, Padres con razón dijeron que es “el
Nos lo habéis hecho saber, Venerables arte de las artes” esto es, la más im por­
H erm anos, siempre con gran consuelo tante y más delicada de todas las labo­
de Nuestro corazón, sea por las rela­ res a que un hom bre puede ser desti­
ciones que de cuatro en cuatro años nado en pro de sus semejantes, ars
nos enviáis sobre el estado de vuestras artium regimen anim arum ^l Nada,
Diócesis, en conform idad con la Cons­ pues, deberá omitirse para preparar,
titución de S i x t o V, o bien por las co­ cual lo requiere el digno y fructuoso
m unicaciones que de vuestros labios re­ cum plim iento de tal misión, a los que
cibimos cuando tenemos la satisfacción por vocación divina a ella fueren lla­
de conversar con vosotros y de escu­ mados.
char vuestras confidencias. Sí, la digni­ 4. P rim eros escalones hacia el Sacer­
dad de la vida, el ard o r de la fe, el docio. Ante todo conviene discernir
espíritu de abnegación y sacrificio, los entre los de edad infantil aquellos en
alientos y la generosidad del celo, la quienes el Altísimo ha depositado el
caridad inagotable p ara con el prójim o, germen de semejante vocación. Nos sa­
la energía en todas las nobles y fecun­ bemos que en cierto núm ero de Dióce­
das em presas que tienen por objeto la sis de Francia, gracias a vuestras sa­
gloria de Dios, la salud de las almas, la bias recomendaciones, los Sacerdotes
felicidad de la patria: tales son las tra ­ de las parroquias, especialmente en los
dicionales y preciosas cualidades del campos, se aplican con celo y abnega­
Clero francés, a las que Nos es muy ción, que no podríam os alabar bastan­
grato poder trib u tar aquí público y p a­ te, a com enzar por sí mismos la ense­
ternal reconocimiento. ñanza elemental de los niños en quienes
han notado serias disposiciones para la
3. Ei gobierno de las alm as es el piedad y aptitud para el trabajo inte­
arte de las artes. Sin em bargo, y m er­ lectual. Las escuelas presbiterales son,
ced precisam ente al tiempo y profundo pues, como el prim er peldaño de esa
afecto que le profesam os, tanto para escala ascendente que, prim ero por los
cum plir el deber de Nuestro m inisterio Seminarios menores, después por los
apostólico, como p ara responder a mayores, hará subir hasta el sacerdocio
Nuestro vivo deseo de verle m antenerse a los jóvenes a quienes el Salvador ha
siempre a la altura de su gran misión, repetido el llam am iento dirigido a P e ­
hemos resuelto, Venerables Hermanos, d r o y a A n d r é s, a J u a n y a S a n t ia g o :
tra ta r en la presente Encíclica algunos “Dejad vuestras redes, venid en pos de
puntos que las circunstancias actuales mí y haré que vosotros seáis pescadores
recom iendan con insistencia a la con­ de hombres”W.
cienzuda atención de los prim eros P as­
tores de la Iglesia de Francia y de los 5. Los Sem inarios M enores. Cuanto
sacerdotes que trab ajan bajo su auto­ a los Seminarios menores hase com pa­
ridad. rado con frecuencia y muy exactamente
Es desde luego evidente que cuanto esta institución saludabilísim a a esos
más elevado, com plejo y difícil es un semilleros en que son puestas aparte
cargo más larga y m ás esm erada debe las plantas que piden cuidados más es­
ser la preparación de los llam ados a peciales y asiduos, sólo merced a los
desempeñarlo. Ahora bien, ¿existe en cuales pueden producir frutos e indem ­
la tierra dignidad más alta que la del nizar de sus faenas a los que se dedican
sacerdocio y un m inisterio que im ponga 34 a cultivarlas: Nos renovam os a este
(3) I Tim. 4, 12.
(4) S. Greg. M., lib. Reguloe Past., P. I, C., I. (5) Mat. 4, 19.
"La cura de almas es el arte de las artes”.
616 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 6-8

respecto la recom endación que a los que sean, a los niños cuya inteligencia,
Obispos dirigía Nuestro predecesor Pío corazón y carácter form an. La Iglesia
IX en su Encíclica de 8 de diciembre se los confía para que los hagan capa­
de 1849. Referíase ésta a una de las ces de ser un día Sacerdotes, es decir,
más im portantes decisiones de los P a ­ misioneros del Evangelio, continuado­
dres del Santo Concilio de Trento, y es res de la obra de Jesucristo, distribui­
altam ente glorioso p ara la Iglesia de dores de su gracia y de sus sacram en­
Francia en el presente siglo haberla tos. Que esta consideración altísima,
observado tan esm eradam ente, puesto sobrenatural, se mezcle incesantemente
que no hay una sola de las 94 Diócesis a su doble acción de profesores y edu­
de que se compone, que no esté dotada cadores y sea cual la levadura que es
de uno o de m uchos Seminarios m e­ necesario mezclar al trigo, según la p a­
nores. rábola evangélica, para transform arlo
en un pan sabroso y sustancial^6*.
6. F orm ación de virtudes sacerdo­7. El plan de estudios y los grados
tales. Nos, sabem os, Venerables Her- académ icos. Si la preocupación cons­
196 manos, de cuántos cuidados rodeáis a tante de una prim era e indispensable
esas instituciones, que con razón m ira form ación para el espíritu y las virtu­
como preciosas vuestro celo pastoral, y des del Sacerdocio debe inspirar a los
por ello os felicitamos. Los Sacerdotes m aestros de vuestros Seminarios m eno­
que bajo vuestra alta dirección tra b a ­ res en sus relaciones con sus discípulos,
jan en el am aestram iento de la juven­ esta misma idea principal y directiva
tud llam ada a alistarse un día en las es a la que deben ajustarse el plan de
filas de la milicia sacerdotal, nunca estudios y toda la economía de la disci­
em plearán tiem po sobrado en m editar plina. Nos no ignoramos, Venerables
ante Dios la im portancia excepcional Hermanos, que en cierta m edida os véis
de la misión que vosotros les confiáis. obligados a contar con los program as
Porque no es el único deber de éstos, del Estado y las condiciones que éste
como si de otros maestros se tratase, impone para la obtención de los grados
enseñar a los niños los elementos de universitarios, puesto que en algunos
las ciencias hum anas. Esta es sola la casos exigen esos grados a los Sacer­
parte m enor de su tarea. Menester es dotes, bien sea en la dirección de los
que su atención, su celo, su generoso colegios libres, colocados bajo la tutela
afán, esté sin cesar en vela y en acción, de los Obispos o de las Congregaciones
de un lado p ara estudiar continuam en­ religiosas, bien en la enseñanza superior
te bajo la m irada y luz de Dios las al­ de las facultades católicas que vosotros
mas de los niños y los indicios signifi­ habéis tan laudablem ente fundado. Es
cativos de su vocación para el servicio por otra parte de soberano interés para
del altar; de otra parte, p ara ayudar m antener la influencia del Clero en la
a la inexperiencia y la debilidad de sus sociedad, que éste cuente en sus filas
jóvenes discípulos a proteger la gracia numerosos Sacerdotes que en nada ce­
tan preciosa del llam am iento divino dan cuanto a la ciencia, de la cual son
contra todas las influencias funestas, los grados la com probación oficial a
tanto del exterior como del interior. los m aestros que el Estado form a para
Tienen, pues, que ejercer un m inisterio sus liceos y sus universidades.
humilde, laborioso, delicado, que exige
constante abnegación; y a fin de soste­ 8. Métodos tradicionales. Sin em bar­
ner su valor en el cum plim iento de sus go, y después de haber concedido a esta
deberes, deberán cuidar de tem plarlo exigencia de los program as la im por­
en las fuentes m ás puras del espíritu tancia que im ponen las circunstancias,
de fe. No pierdan jam ás de vista que necesario es que los estudios de los
no es su m isión p rep arar p ara funcio­ aspirantes al Sacerdocio continúen fie­
nes terrestres por legítimas y honrosas les a los métodos tradicionales de Jos
(6) Mat. 13, 33.
82, 9-11 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 617

siglos pasados. Ellos son los que han 10. El estudio del latín. Si desde m u ­
form ado a los hom bres eminentes de chos años ha los métodos pedagógicos
quienes la Iglesia de F ran cia está con vigentes en los establecimientos del
justo título orgullosa: los T h o m a s i n o ,
Estado reducen progresivam ente el es­
los M a b il l ó n y tantos otros, sin m entar
tudio de la lengua latina y suprim en
a vuestro B o s s u e t llam ado el águila de
ejercicios en prosa y verso que nuestros
Meaux, porque, tanto por la elevación antepasados acertadam ente juzgaban
de los pensam ientos como por la no­ que debían hacer gran papel en las
bleza del lenguaje, su genio se cierne clases de los colegios, los Seminarios
en las m ás sublimes regiones de la cien­ m enores deben ponerse en guardia con­
cia y de la elocuencia cristiana.. Ahora tra esas innovaciones, inspiradas por
bien, el estudio de las bellas letras fue preocupaciones utilitarias v que redun­
el que poderosam ente ha ayudado a es­ dan en detrim ento de la sólida form a­
tos hom bres p ara que llegasen a ser ción del espíritu. A estos antiguos m é­
útilísimos y m uy intrépidos obreros al todos, tantas veces justificados por sus
servicio de la Iglesia, y los han hecho resultados, Nos aplicaríam os de buen
capaces de escribir obras verdadera­ grado la palabra de S a n P a b l o a su
m ente dignas de pasar a la posteridad discípulo T im o t e o y con el Apóstol os
y que contribuyen aún en nuestros días diríam os, Venerables Herm anos: Guar­
a la defensa y a la difusión de la ver­ dad el d e p ó s i t o con celoso cuidado.
dad revelada. E n efecto, es casualidad Si un día, lo que Dios no quiera, h u ­
peculiar de las bellas letras, cuando son biesen de excluirse totalm ente de las
enseñadas por m aestros cristianos y h á ­ otras escuelas públicas, que vuestros
biles, desenvolver rápidam ente en el Seminarios m enores y colegios libres
alm a de los jóvenes todos los gérmenes los guarden con inteligente y patriótica
de vida intelectual y m oral, a la vez que solicitud; e im itaréis así a los Sacerdo­
contribuyen a dar al juicio rectitud y tes de Jerusalén que, queriendo sustraer
am plio carácter, y al lenguaje elegan­ a bárbaros invasores el fuego sagrado
cia y distinción. del templo, lo escondieron de m anera
que pudiesen encontrarlo y devolverle
todo su esplendor cuando los malos días
9. Form ación literaria. Adquiere es­hubiesen pasado
ta consideración im portancia especial
cuando se trata de las literaturas griega
y latina, depositarías de las obras m aes­ 11. E l estudio de la Filosofía. Una
tras de ciencia sagrada, que la Iglesia vez en posesión de la lengua latina, que
con justo motivo cuenta entre sus más es como la clave de la ciencia sagrada,
preciosos tesoros. Hace medio siglo, y desenvueltas suficientemente por el
durante aquel período, demasiado cor­ estudio de las bellas letras las faculta­
to, de verdadera libertad, en que los des del espíritu, pasen los jóvenes que
Obispos de F rancia podían reunirse y se consagran al sacerdocio del Semina­
concertar las medidas que estim aban rio m enor al m ayor, y prepárense en
m ás conducentes a favorecer los p ro ­ éste por la piedad y el ejercicio de las
gresos de la religión y al mismo tiempo virtudes clericales, a la recepción de los
más provechosas a la paz pública, m u­ santos Ordenes, aplicándose al mismo
chos de vuestros Concilios provinciales, tiempo al estudio de la Filosofía y de
Venerables H erm anos, recom endaron la Teología.
del modo más expreso el culto de la Lo decíamos ya en N uestra Encíclica
lengua y de la literatu ra latinas. Vues­ ¿Eterni Patris, cuya lectura atenta re­
tros colegas de entonces deploraban ya comendamos de nuevo a vuestros semi­
que en vuestro país el conocimiento naristas y a sus maestros, y lo decía­
del latín tendiese a decrecer(71.7 mos apoyándonos en la autoridad de
(7) Porro linguam latinam apud nos obsoles- clediscitur. (Litt. Synod. Patrum Conc. París ad
ccre nec quisquam est qui nesciat, et viri pruden­ clericos et fideles. an. 1819).
tes conqueruntur. Discitur tardissime, celerrime (8) I Tim. 6, 20.
(9) II Macab. 1, 19-22.
618 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 12-14

San P a b l o : las vanas sutilezas de la portación extranjera y de origen pi’o-


m ala filosofía, per philosophiam et testante, haya podido ser tan favorable­
inanem f allaciam^101\ he aquí por lo mente acogido en un país con justicia
que el espíritu de los fieles las más de celebrado por su am or a la claridad de
las veces se deja engañar y la pureza las ideas y a la del lenguaje. Nos sabe­
de la fe se corrom pe entre los hombres. mos, Venerables Hermanos, hasta qué
Nos añadíam os, y los sucesos acaecidos punto com partís en esto Nuestras justas
de veinte años acá han confirm ado bien preocupaciones y contamos con que re­
tristem ente las reflexiones y las ap ren ­ doblaréis vuestra solicitud y vigilancia
siones que a la sazón expresábamos: para ap artar de la enseñanza de vues­
“Si se presta atención a las condiciones tros Seminarios esa falaz y peligrosa
críticas del tiempo en que vivimos, si filosofía, enalteciendo más que nunca
con el pensamiento se abarca el estado los métodos que Nos recom endábam os
de los negocios tanto públicos como en Nuestra precitada Encíclica de 4 de
privados, se descubrirá sin dificultad agosto en 1879 “iEterni P atris”.
que la causa de los males que nos abru­
mari, como la de los que nos amenazan, 13. Estudio de las ciencias físicas y
consiste en que las más insensatas doc­ naturales. Menos que nunca deben en
trinas sobre todas las cosas divinas y nuestra época los alum nos de vuestros
humanas, nacidas aquéllas de diversas Seminarios m enores y m ayores m ante­
escuelas filosóficas, se han deslizado nerse extraños al estudio de las ciencias
paso a paso en todos los órdenes de la físicas y naturales. Conviene, pues, que
sociedad y han llegado a hacerse acep­ a ellas se apliquen, pero con m edida y
tar de gran número de entendimien­ discretas proporciones. No es en m a­
to s ^ . nera alguna necesario que en los cursos
de las ciencias anejas al estudio de la
12. Los peligros del escepticism o. filosofía los profesores se crean obliga­
Nos reprobam os de nuevo esas doctri­ dos a exponer en detalle las aplicacio­
nas que de la verdadera filosofía no nes casi innum erables de las ciencias
llevan m ás que el nom bre, y que soca­ físicas y naturales a las diversas ram as
vando la base mism a del saber hum ano, de la industria hum ana. Basta que sus
conducen lógicamente al escepticismo discípulos conozcan con precisión los
universal y a la irreligión. grandes principios y las conclusiones
Profundo dolor Nos causa saber que sumarias, a fin de que no estén sin ap ti­
ha habido en los años últim os católicos tudes para resolver las objeciones que
que h an creído lícito seguir a rem olque los incrédulos tom an de esas ciencias
de una filosofía que niega a la razón contra las enseñanzas de la revelación.
del hombre, bajo el especioso pretexto
de em anciparla de toda idea preconce­
bida y de todo género de ilusiones, el 14. Filosofía racional. Y sobre todo
derecho de afirm ar nada que esté más im porta que durante dos años cuando
allá de sus propias operaciones, sacri­ menos, los alum nos de vuestros Semi­
ficando así a un subjetivismo radical narios m ayores estudien con cuidado
todas las certidum bres, que la m etafí­ asiduo la filosofía racional; pues ésta
sica tradicional, consagrada por la auto­ — decía un sabio benedictino, honor de
ridad de los m ás vigorosos espíritus su orden y de Francia, M a b il l ó n — , les
presentaba como necesarios e inque­ será sum am ente provechosa, no sólo
brantables fundam entos p ara la demos­ para enseñarles a razonar bien y a fo r­
tración de la existencia de Dios, de la m ar exactos juicios, sino con el fin de
espiritualidad e inm ortalidad del alm a ponerlos en apropiadas condiciones
y de la realidad objetivo del m undo para defender la fe ortodoxa contra los
exterior. Es profundam ente lam entable argum entos capciosos y frecuentem en­
que este escepticismo doctrinal, de im ­ te sofísticos de los adversarios^12^.
(10) Col. 2, 8. (12) De S lu d iis M onasticis, Part. II, c. 9.
(11) E n c ic l. JEterni P atris .
82, 15-19 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 619

15. Las Ciencias Sagradas. Vienen de explicar su método a todos sus discí­
después las ciencias sagradas p ropia­ pulos, así como los principales artícu­
mente dichas, a saber, la Teología dog­ los relativos a la fe católica.
m ática y la Teología m oral. La Sagra­ 18. Recomendación del Catecismo
da Escritura, la H istoria Eclesiástica y Tridentino. Recom endam os de igual
el Derecho canónico. Estas son las cien­ m anera que todos los sem inaristas ten­
cias propias del Sacerdote, en ellas se gan en sus m anos y lean frecuentem en­
inicia durante su estancia en el Semi­ te el libro de oro, conocido con el nom ­
nario m ayor; después, obligado está a bre de Catecismo del Santo Concilio de
proseguir estudiándolas toda su vida. Trento o Catecismo rom ano, dedicado
16. La Teología. La Teología es la a todos los Sacerdotes investidos del
ciencia de las cosas de la fe. La cual cargo pastoral (Catechismus ad parro-
se alim enta —nos dice el P apa S i x ­ chos). Notable por la riqueza y la exac­
t o V— en fuentes que jam ás se agotan: titud de la doctrina, a la vez que por la
las Sagradas E scrituras, las decisiones elegancia de su estilo, este catecismo es
de los Papas, los decretos de los Con­ un precioso resum en de toda la Teo­
cilios^13^. logía dogmática y m oral. Quien lo po­
’01 Llam ada positiva y especulativa, o seyere a fondo tendrá siempre a su
escolástica, según el m étodo que p ara disposición los recursos con ayuda de
estudiarla se emplea, la Teología no se los cuales puede un sacerdote predicar
lim ita a proponer las verdades que se con fruto, ejercer dignam ente el im por­
han de creer, sino que escudriña su tante m inisterio de la confesión y de la
fondo íntim o, m uestra sus relaciones dirección de las almas, y hallarse con 202
con la razón hum ana, y ayudada de los medios para refutar victoriosam ente las
recursos que le sum inistra la verdadera objeciones de los incrédulos.
filosofía, las explica, las desenvuelve y 19. Estudio de las Sagradas Escritu­
las adapta exactam ente a todas las ne­ ras. Cuanto al estudio de las Santas
cesidades de la defensa y propagación Escrituras, Nos llam am os de nuevo
de la fe. A sem ejanza de B e l e se e l , a vuestra atención, Venerables H erm a­
quien el Señor había dado su espíritu nos, sobre las enseñanzas que os hemos
de sabiduría, de inteligencia y de cien­ dado en Nuestra Encíclica Providentis-
cia, confiándole la m isión de edificar simus Deus(16\ de la cual deseamos que
su Templo, el teólogo “talla las piedras los profesores den conocimiento a sus
preciosas de los divinos dogmas, las discípulos, agregando a esto las expli­
acomoda con arte, y merced al marco caciones necesarias. En especial quere­
en que las coloca, hace resaltar su bri­ mos que los pongan en guardia contra
llantez, su atractivo y su belleza” (14). las alarm antes tendencias que procuran
Con razón, pues, el mismo S i x t o V introducirse en la interpretación de la
llam a a esta Teología (hablando espe­ Biblia, y que, si llegasen a prevalecer,
cialm ente aquí de la Teología escolás­ no tard arían en arru in ar su inspira­
tica) un don del Cielo, y pide que se la ción y su carácter sobrenatural. Bajo el
m antenga en las escuelas y sea culti­ especioso pretexto de sustraer a los ad ­
vada con grande ardor, como cosa la versarios de la palabra revelada el uso
más fructífera^15* p ara la Iglesia. de argum entos que parecían irrefu ta­
17. Excelencia de la Sum a Teológica. bles contra la autenticidad y la veraci­
¿Será necesario añadir que el libro por dad de los Libros Santos, han estimado
excelencia en que podrán los alum nos algunos escritores católicos, como un
estudiar con m ayor provecho la Teolo­ recurso habilísimo, hacer suyos estos
gía escolástica es la Suma Teológica de mismos argum entos; y en virtud de esta
S t o . T o m á s d e A q u i n o ? N os queremos, extraña y peligrosa táctica han contri­
por lo tanto, que los profesores cuiden buido con sus propias manos a la labor
(13) Const. Apost. Triumphantis Jerusalem. dorem, gratiam, venustatem. (S. Vine. Lir. Coru­
in onit. C. H.).
(14) Pretiosas clivini dogmatis gemmas insculpe, (15) Citada Const. Apost.
fideliter coapta, adorna sapienter, acljice splen- (1G) 18 Nov. 1893.
620 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 20-22

de ab rir brechas en los m uros de la d u ­ dad que tenían la misión de defender.


da de esta m anera, la historia de la Iglesia constituye por sí sola una m ag­
En Nuestra Encíclica precitada, así nífica y concluyente dem ostración de la
como en otro docum ento(17), hemos verdad y divinidad del Cristianismo.
juzgado esas peligrosas tem eridades. Al
mismo tiem po que alentábam os a nues­ 21. E studio del D erecho Canónico.
tros exégetas a ponerse al corriente de Finalm ente, para acabar el ciclo de los
los progresos de la crítica, hemos m an ­ estudios con que los candidatos al sa­
tenido firm em ente los principios san­ cerdocio deben prepararse para su fu ­
cionados en esta m ateria por la auto­ turo m inisterio, es menester m encionar
ridad tradicional de los Padres y de los el Derecho canónico, o ciencia de las
Concilios, y renovados en nuestros días leyes y de la jurisprudencia de la Igle­
por el Concilio del Vaticano. sia. Esta ciencia está ligada con lazos
muy íntim os y m uy lógicos con la de la
Teología, y hace conocer sus aplicacio­
20. E studio de la H istoria E clesiás­
nes prácticas a todo lo que concierne
tica. La historia eclesiástica es como
al gobierno de la Iglesia, a la dispensa­
un espejo donde resplandece la vida
ción de las cosas santas, a los derechos
de la Iglesia a través de los siglos. Mu­
y deberes de sus m inistros, y al uso de
cho m ejor aún que la historia civil y
los bienes tem porales, de los cuales ne­
profana, dem uestra aquélla la soberana
cesita para el cum plim iento de su m i­
libertad de Dios y su acción providen­
sión. “Con la sólida ciencia de las disci­
cial sobre la m archa de los aconteci­
plinas teológicas — decían m uy bien los
mientos. Los que la estudian no deben
Padres de uno de vuestros Concilios
nunca perder de vista que ella encierra
provinciales— debe conjugarse el co­
un conjunto de hechos dogmáticos que
nocimiento de los sagrados Cánones...
se im ponen a la fe y que a nadie es Sin el cual la teología quedará imper­
perm itido poner en duda. E sta idea di­ fecta g como manca; y no pocos erro­
rectiva y sobrenatural que preside a los res acerca de los derechos de los Ro­
destinos de la Iglesia, es al mismo tiem ­ manos Pontífices y de los obispos, en
po la llam a cuya luz ilum ina la histo­ especial acerca de la potestad que la
ria. Sin embargo, puesto que la Iglesia, Iglesia, acomodándose a la variedad de
que continúa entre los hom bres la vida los tiempos, ejerció por derecho propio,
203 del Verbo encarnado, se compone de se introducirán quizás subrepticiamente
un elemento divino y de un elemento para tomar paulatinamente cuerpo”
hum ano, este últim o debe ser expuesto
por los m aestros y estudiado por los 22. Resum en de lo dicho. R esum ire­
discípulos con grande probidad. Como mos todo lo que acabamos de decir
se dice en el libro de J o b : Dios no tiene acerca de vuestros Seminarios mayores
necesidad de nuestras mentiras(1S\ y menores, con estas palabras de S a n
El historiador de la Iglesia será tanto P a b l o , que Nos recomendamos a la fre­
más fuerte p ara hacer resaltar su ori­ cuente m editación de los m aestros y
gen divino, superior a todo concepto de de los alum nos de vuestros ateneos
orden puram ente terrestre y n atural eclesiásticos: “Oh, Timoteo guarda lo 204
cuanto m ás leal fuere, no disim ulando que se te ha encomendado, evitando las
ninguna de las pruebas a que las faltas profanas novedades de palabra y los
de sus hijos, y a veces hasta sus m inis­ argumentos de la falsamente llamada
tros, han sometido a esta Esposa de ciencia, la que profesando algunos se
Cristo en el curso de los siglos. Estudia- descaminaron acerca de la fe”(20K
(17) Genus interpretandi audax atque immodice rum juribus, ac praísertim de potestate quam
liberum (Carta al Ministro general de los Herma­ Ecclesia jure proprio exercuit, pro varietate tem-
nos Menores. 25 Nov. 1898). porum, forsitan serpent et paulatim invalescent.
(18) Numquid Deus indiget vestro mendaeio? (Conc. prov. Bitur., a. 1868).
Job, 13, 77. (20) O Timotee, depositum custodi, devitans
(19) Theologicarum doctrinarum solidse scientise profanas vocum novitates, et oppositionis falsi
conjugi debet Sacrorum Canonum cognitio... sine nominis scientise, quam quidam prominentes, cir-
qua theologia erit imperfecta et cniasi manca, nec ca fidem exciderunt. (I Tim. 6, 20-21).
non multi errores de Romani Pontificis, episcopo-
82, 23-25 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 621

23. Actividad apostólica de los Sa­ S a n B e r n a r d o , gloria de vuestro país


cerdotes. A hora es a vosotros, q u eri­ en el siglo XII, aquel apóstol infatiga­
dísimos Hijos, a vosotros que ordena­ ble de todas las grandes causas concer­
dos Sacerdotes sois los cooperadores de nientes al honor de Dios, a los derechos
vuestros Obispos, a quienes Nos quere­ de la Iglesia, al bien de las almas, no 205
mos dirigir la palabra. Conocemos, y el había temido decir que “separado de
m undo entero conoce como Nos las la ciencia y del espíritu de discerni­
cualidades que os distinguen. No hay miento o de discreción, el celo es inso­
una sola buena obra de la que vos­ portable... que cuanto más ardiente es
otros no seáis o los inspiradores o los éste, mayor es la necesidad de que se
apóstoles. Dóciles a los consejos que os halle acompañado de aquella discreción
hemos dado en N uestra Encíclica Re-
rum Novarum, os acercáis al pueblo, a que pone orden en el ejercicio de la
los obreros, a los pobres; procuráis por caridad y sin la cual la virtud misma
todos los medios acudir en su ayuda, puede ser un defecto y un principio de
m oralizarlos y hacer su suerte menos desorden”(2122L
dura. Con este fin, promovéis reunio­
nes y congresos; fundáis patronatos, 25. L a sum isión a la Jerarq u ía. Pero
círculos, cajas rurales, agencias de asis­ la discreción en las obras y en la elec­
tencia y colocación p ara los tra b aja­ ción de los medios para hacerlos efi­
dores, y os ingeniáis p ara introducir caces, es tanto más indispensable cuan­
reform as en el orden económico y so­ to m ás turbados están los tiempos, cual
cial: a trueque de realizar em presas tan los presentes, y m ás erizados de num e­
difíciles, no vaciláis en hacer conside­ rosas dificultades. Excelentes podrán
rables sacrificios de tiem po y de dinero, ser en sí mismos tal acto, tal medida,
y con igual propósito escribís libros y tal práctica de celo, los cuales, no obs­
publicáis artículos en periódicos y re­ tante, merced a las circunstancias, no
vistas. Todas estas cosas son en sí m is­ producirán otra cosa que resultados fu­
mas m uy laudables y con ellas dais nestos. E vitarán los sacerdotes este in ­
pruebas nada equívocas de buena vo­ conveniente y esta desgracia, si antes
luntad, de inteligente y generoso sacri­ de obrar y en la acción cuidan de con­
ficio a las necesidades más aprem iantes form arse con el orden establecido y las
de la sociedad contem poránea y de las reglas de la disciplina. Ahora bien; la
almas. disciplina eclesiástica exige la unión
entre los diversos miembros de la je ra r­
24. El celo debe ser discreto, recto y quía, y el respeto y obediencia de los
puro. Sin em bargo, queridísim os H i­ inferiores para con los superiores. Lo
jos, Nos creemos deber llam ar p ater­ decíamos ya en Nuestras Letras al
nalm ente vuestra atención sobre algu­ Arzobispo de Tours: “El edificio de la
nos principios fundam entales con los Iglesia, cuyo arquitecto es Dios mismo,
cuales no dejaréis de conform aros, si descansa sobre un cimiento muy visi­
queréis que vuestra acción sea real­ ble; primeramente sobre la autoridad
mente fructuosa y fecunda. de Pedro y de sus Sucesores, después
Recordad ante todo que el celo para sobre los Apóstoles y los Sucesores de
que sea provechoso al bien y digno de éstos, que son los Obispos; por manera
alabanza debe ser “discreo, recto y que escuchar su voz o despreciarla vale
puro”. Así se expresa el grave y juicio­ tanto como escuchar o despreciar a Je­
so T o m á s d e K e m p is (21>. Antes que él, sucristo mismo” 3>.
(21) Zelus animarum laudandus est si sit discre- miniumque naturse. (S. Bern., Serm. 49 in Cant.
tus, rectus et purus. num. 5).
(22) Importabilis siquidem absque scientia est (23) Divinum quippe aedificium, quod est Eccle-
zelus. Quse igitur zelus fervidior, ac vehementior sia, verissime nititur in fundamento conspicuo,
spiritus, profusiorque charitas, eo vigilantiori primum quidem in Petro et Succesoribus ejus,
opus scientia est, quse zelum supprimat, spiritum proxime in Apostolis et succesoribus eorum, Epi-
temperet, ordine charitatem. Tolle hanc (discre- scopis, quos, qui audit vel spernit, is perinde fa-
tionem) et virtus vitiurn erit. ipsaque affectio na- rít ac si audiat vel spernat Christum Dominum.
turalis in pcrlurbatione magis convertetur exter- (Episí. al Arzob. de Tours).
622 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 27-29

27. E xhortación a la obediencia. E s­ causa de la religión aquellos Sacerdotes


cuchad pues, las palabras dirigidas por que se habían agrupado alrededor de
el gran m ártir de Antioquía, S a n I g n a ­ J u d a s M a c a b e o para com batir con él a
c i o , al Clero de la Iglesia prim itiva: los enemigos del verdadero Dios, a los
“Obedezcan todos a su Obispo, como profanadores del Templo, a los opre­
Jesucristo obedeció a su Padre. No ha­ sores de su nación. Sin embargo, h a ­
gáis sin anuencia de vuestro Obispo biendo querido em anciparse de las re ­
nada de lo tocante al servicio de la glas de la disciplina, se em peñaron te­
Iglesia, y así como Nuestro Señor no ha m erariam ente en un combate en que
hecho nada sino en estrecha unión con fueron vencidos. El Espíritu Santo nos
su Padre, vosotros Sacerdotes, nada ha­ dice de ellos “que no eran de la raza de
gáis sin vuestro Obispo. Que todos los los que podían salvar a Israel”. ¿Por
miembros del cuerpo presbiterial estén qué? Porque habían querido no obede­
con él unidos, como lo están con el arpa cer sino a sus propias inspiraciones y
todas las cuerdas del instrumento” (24>. se habían lanzado a la batalla sin espe­
Mas, si por el contrario, obraseis en ra r las órdenes de sus jefes. “Cayeron
cuanto a sacerdotes, fuera de esta su­ en aquel día en la batalla algunos sacer­
misión y de esta unión con vuestros dotes, que inconsideradamente salieron
Obispos, Nos os repitiríam os lo que de­ a luchar, queriendo dar pruebas de su
cía Nuestro predecesor G r e g o r io XVI, valentía... Pero no eran ellos de la raza
a saber: que en cuanto de vosotros de­ a que fue dado salvar a Israel”(28h
pende, destruís fundamentalmente el
orden con tan sabia previsión estable­ 29. La unión hace la fuerza. Cuanto
cido por Dios, autor de la Iglesia^25*K a esto, nuestros enemigos pueden ser­
Tampoco olvidéis, Nuestros queridos virnos de ejemplo. Ellos saben m uy
Hijos, que la Iglesia es con razón com ­ bien que la unión constituye la fuerza,
p arada a un ejército formado en bata­ vis unita fortior; así no dejan de unirse
lla, sicut castrorum acies ordinata^2Q\ estrecham ente luego que se tra ta de
porque tiene la misión de com batir a com batir a la Santa Iglesia de Jesu­
los enemigos visibles e invisibles de cristo.
Dios y de las almas. He aquí por qué Por lo tanto, si deseáis, Nuestros que­
S a n P a b l o recom endaba a T im o t e o que ridos Hijos, tal es seguramente vuestro
obrase <(como buen soldado de Jesu­ deseo, que en la lucha form idable em ­
cristo” <27). Ahora bien; lo que consti­ peñada contra la Iglesia por las sectas
tuye la fuerza de u n ejército y contri­ anticristianas y por la ciudad del demo­
buye m ás a la victoria es la disciplina, nio, la victoria sea de Dios y de su
es la obediencia exacta y rigurosa de Iglesia, es de absoluta necesidad que
todos a los que tienen la carga de m an ­ combatáis todos juntos, en gran orden
dar. y con exacta disciplina, bajo el m ando
de vuestros jefes jerárquicos. No escu­
28. E l celo intem pestivo causa de chéis a esos hom bres nefastos que, aun
desastres. Y en esto, ciertam ente, es diciéndose cristianos y católicos, a rro ­
en lo que el celo intempestivo y sin jan la cizaña en el campo del Señor y
discreción puede con facilidad conver­ siem bran la división en su Iglesia, a ta ­
tirse en causa de verdaderos desastres. cando y, frecuentem ente, hasta calum ­
Recordad uno de los hechos más m em o­ niando a los Obispos, “puestos por el
rables de la historia santa: Seguramente Espíritu Santo para regir a la Iglesia
no carecían de valor, ni de buena vo­ de Dios”^ \ No leáis ni sus folletos, ni
luntad, ni de adhesión a la sagrada sus periódicos. Un buen Sacerdote no
(24) Omnes Episcopum sequimini ut Christus (25) Quantum in vobis est ordinem ab auctore
Jesús Patrem. Sine Episcopo nemo quidquam fa- Ecclesise Deo providentissime constitutum fundi-
cit eorum quse ad Ecclesiam spectant. (S. Ign. tus evertiri. (Greg. XVI, Epist. Encycl. 15 Aug.
Ant. Ep. ad Smyrn. 8). Quemadmodum itaque Do- 1832).
minus sine Patre nihil fecit... sic et vos sine (26) Cant. 6, 3.
Episcopo (idem ad Magn. 7). Vestrum presbyte- (27) II Tirn. 2, 3.
rium ita coaptatum sit Episcopo ut chordse citarse (28) I Mac. 5, 67; 5, 62.
(idem ad Ephes. 4). (29) Act. 20, 28.
82, 30,33 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 623

debe autorizar en m anera alguna ni sus de Dios: que asistiesen a reuniones po­
ideas, ni la licencia de su lenguaje. pulares, donde su presencia no serviría
¿Podrá olvidar jam ás que el día de su más que para excitar las pasiones de
ordenación ha prom etido solemnemente los impíos y de los enemigos de la Igle­
a su Obispo ante los santos altares obe­ sia, y a ellos mismos los expondría a
diencia reverencia? groseras injurias, sin utilidad para n a­
die y con gran asombro, si no escánda­
30. P ureza y santidad de vida. Pero lo, de los fieles piadosos: que adopta­
antes qué todo, Nuestros queridos H i­ sen, en fin, los usos, las m aneras de ser
jos, recordad que la condición indispen­ y obrar y el espíritu de los seglares. La
sable del verdadero celo sacerdotal y sal necesita, sí, mezclarse con la m asa
ia m ejor prenda de éxito en las obras que ha de preservar de la corrupción;
a que la obediencia y la jerarq u ía os pero a la vez ha de librarse de ésta, so
consagra, es la pureza y la santidad de pena de perder todo sabor y de no ser­
vida. “Jesús ha comenzado por hacer, vir ya para nada, sino para ser echada
antes de enseñar”(30)31. Como El, por la fuera y pisada por los hombres(32).
predicación del ejemplo, debe el Sacer­
dote preludiar la predicación de la p a­ 32. M odestia y gravedad. De igual
labra. “Separados del siglo y de sus modo el sacerdote, sal de la tierra, en
negocios — dicen los PP. del Santo Con­ su contacto obligado con la sociedad
cilio de Trento— , los clérigos han sido que le rodea, debe conservar la m odes­
colocados a una altura que los pone en tia, la gravedad, la santidad en su con­
evidencia, y los fieles fijan en su vida tinente, en sus actos, en sus palabras,
la mirada cual en un espejo, para saber y no dejarse invadir por la ligereza, la
lo que deben imitar. He aquí por qué disipación y la vanidad de las gentes
los clérigos, y todos los llamados de un del m undo. Menester es, al contrario,
modo especial al servicio del Señor, que en medio de los hom bres conserve
deben tan cuidadosamente regular sus su alm a tan unida con Dios que nada
acciones y sus costumbres, que en su pierda del espíritu de su santo estado,
manera de ser, en sus movimientos, en y no se vea en la necesidad de hacer
su andar, en sus palabras y en todo ante Dios y ante su conciencia esta
cuanto ejecuten, no haya nada que no triste y hum illante confesión: “No he
sea grave, modesto, profundamente im­ estado una sola vez entre los laicos,
pregnado de religión. Con esmero deben que no me haya retirado menos sacer­
evitar hasta las faltas que si bien lige­ dote”.
ras en cualquier otro, serían en ellos
gravísimas, a fin de que ni uno solo de 33. Afán de innovaciones. ¿No será
sus actos deje de inspirar a todos res- por haber dado de m ano, llevado de
peto”(slK un celo presuntuoso, a las reglas trad i­
cionales de la discreción, de la m odes­
31. Algunas norm as p a ra los Sacer­ tia, de la prudencia sacerdotales, el
dotes. Nos quisiéram os, queridos Hijos por qué ciertos Sacerdotes tachan de
Nuestros, grabar en todos vuestros co­ rancios, de incom patibles con las nece­
razones que a estas recomendaciones sidades del m inisterio en el tiempo en
del Santo Concilio dejarían de ajustarse que vivimos, los principios de discipli­
ciertam ente los Sacerdotes que adop­ na y de conducta que en el Seminario
tasen en su predicación un lenguaje han recibido de sus m aestros? Se les
poco en arm onía con la dignidad de su ve salir como por instinto al paso de
sacerdocio y la santidad de la palabra las innovaciones m ás peligrosas de len-
(30) Act. 1, 1. incessu, sermone, aliisque ómnibus rebus nil nisi
(31) Cum enim a rebus sseculi in altiorem su- grave, moderatum ac religione plenum prse se
blati locum conspiciantur, in eos tamquam in ferant; levia etiam dilecta, quse in ipsis, maxima
speculum reliqui oculos conjiciunt ex iisque su- essent, effugiant ut eorum actiones cunctis affe-
munt quod imitentur. Quapropter sic decet omni- rant venerationem. (S. Conc. Trid. Sess. 12. De
no clericos, in sortem Domini vocatos, vitam Reform., cap. 1).
moresque suos omnes componere, ut habitu, gestu, (32) Matth. 5, 13.
624 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 34-36

guaje, de m aneras, de relaciones. Mu­ puede aum entar el patrim onio de la


chos ¡ay! corriendo tem erariam ente por ciencia o generalizar más las condicio­
pendientes resbaladizas, en las que les nes de la prosperidad pública. Tenía­
faltaban fuerzas p ara detenerse por mos, no obstante, cuidado dé añadir
sí mismos, despreciando las adverten­ que estos progresos no podían servir 2lo
cias caritativas de sus superiores o de eficazmente a la causa del bipn si no
sus herm anos m ás antiguos y experi­ se prestaba acatam iento a la sabia
mentados, han caído en apostasías que autoridad de la Iglesia*33435*^.
llenaron de regocijo a los adversarios
de la Iglesia e hicieron derram ar lágri­ 35. De un a carta al Clero dé Perusa.
m as m uy am argas a sus Obispos, a sus Al poner fin a estas Nuestras Letras,
herm anos en el sacerdocio y a los pia­ Nos es grato aplicar al Clero de Francia
dosos fieles. S a n A g u s t í n nos lo dice: lo que en otro tiempo escribíamos a los
“Cuando se está fuera del buen camino, Sacerdotes de Nuestra Diócesis de Pe-
cuanto más y con cuanta mayor rapi­ rusa. Nos reproducim os aquí una parte
dez se avanza, más grande es el extra- de la Carta Pastoral que les dirigíamos
vío”(ssK el 19 de julio de 1866.
34. Sólo a la au to rid ad toca el inno­ 36. Conducta irreprochable. ‘T e d i­
var, Cierto que hay novedades venta­ amos a los eclesiásticos de Nuestra dió­
josas, apropiadas p ara hacer que el rei­ c e s is que reflexionen seriamente sobre
no de Dios se extienda en las alm as y “sus altísim as obligaciones, sobre las
en la sociedad. Pero nos dice el Santo “circunstancias difíciles que atravesa-
Evangelio^34): al padre de familia, y no “mos, y que obren de m anera que su
a los hijos y a los sirvientes, es a quien “conducta esté en arm onía con sus de-
incum be exam inarlas y darles, si lo “beres y siempre de acuerdo con las
estim are conveniente, carta de n a tu ra ­ “reglas de un celo ilustrado y prudente.
leza al lado de los usos antiguos y ve­ “Así, aun aquellos que son nuestros
nerandos que com ponen la otra parte “enemigos, buscarán en vano motivos
de su tesoro. “de reproche y vituperio: para que los
Cuando no h a m ucho Nos cum plía­ “adversarios se confundan, no teniendo
mos el deber apostólico de poner a los “nada malo que decir de n o s o tr o s ^ .
católicos de la América del Norte en “Bien que las dificultades y los peli­
guardia contra innovaciones que tien­ g r o s se m ultipliquen de día en día, el
den, entre otras cosas, a sustituir a los “Sacerdote piadoso y ferviente no debe
principios de perfección, consagrados “por esto desalentarse, no ha de aban­
por la enseñanza de los Doctores y por d o n a r sus deberes, ni siquiera detener­
la práctica de los Santos, máxim as o l e en el cum plim iento de la misión
reglas de vida m oral más o menos im ­ “espiritual que ha recibido para el
pregnadas de ese naturalism o que en “bien, para la salvación de la hum ani­
nuestros días propende a infiltrarse por d a d y para el sostén de esta augusta
todas partes, hemos proclam ado m uy “Religión, de la que es heraldo y m inis­
alto que, lejos de repudiar y desechar t r o . Porque en las dificultades, en las
en conjunto los progresos realizados “pruebas, es principalm ente donde su
en los tiem pos presentes, queríam os “virtud se afirm a y se fortifica: es en
acoger m uy de buen grado todo cuanto “las más grandes desgracias, en medio
(33) Enarr. in Ps. 31, n. 4. tir ni valer a costa de la autoridad y sabiduría
de la Iglesia” .
(34) Matth. 13, 52. “Abest profecto a Nobis ut qusecumque ho-
(35) Carta al Cardenal Gibbons sobre el ameri­ rum temporum ingenium parit omnia repudiemus.
canismo. “Lejos de Nos, pues, que repudiemos Quin potius quidquid indagando veri aut enitendo
iodo lo que el genio de estos tiempos engendra. boni, attingitur, ad patrimonium doctrinse augen-
Antes bien, acogemos de muy buen grado lo que dum publicseque prosperitatis fines proferendos,
en la investigación de la verdad y la conquista libentius sane Nobis accedit. Id tamen omne, ne
del bien se logra para aumentar el patrimonio solidse utilitatis sit expers, esse ac vigere nequam-
de la doctrina y avanzar los límites de la prospe­ quam debet Ecclesiae auctoritate sapientiaque post­
ridad pública. Mas para que todo ello no carezca habita” . (Epist. ad S. R. E. Presb. Card. Gibbons
de sólida utilidad no debe, de ningún modo, exis- Arcbiep. Baltimor, die 22 Jan. 1899).
(36) Tit. 2, 8.
82, 37-41 E n c íc l ic a “ D e p u is l e j o u r ” 625

“de las transform aciones políticas y 39. D octrina sólida. “...In doctrina.
“de los trastornos sociales cuando la “En presencia de los esfuerzos combi­
“acción bienhechora y civilizadora de n a d o s de la incredulidad y de la here-
“su ministerio se m anifiesta m ás es­ “jía para consum ar la ruina de la fe
p le n d o ro sa . “católica, sería un verdadero crimen
“en el Clero m ostrarse vacilante e in-
37. N érm a de San Pablo a Tito. “activo. E n medio de tan grande des-
“ ...Pero, viniendo a la práctica, Nos “bordam iento de errores, de tal con-
“encontram os una enseñanza perfecta­ “flicto de opiniones, él no puede faltar
m e n te adaptada a las circunstancias “a su misión, que es defender el dogma
“en las cuatro m áxim as que el gran “atacado, la m oral puesta en parodia y
“Apóstol S a n P a b l o daba a su discípu­ “la justicia tan frecuentem ente desco­
l o T i t o : «Muéstrate a ti mismo en n o c id a . A él es a quien incumbe opo­
“todo por dechado de buenas obras, en n e r s e como una barrera al error que
“tu doctrina, en la integridad de tu vi- “todo lo invade y a la herejía que ocul­
“da, en la gravedad de tu conducta, t a su faz: no perder de vista las tra-
11 “no haciendo uso sino de palabras san- “m as de los corifeos de la impiedad,
“tas e irreprensibles»(37>. Nos quisié­ “que dirigen sus tiros contra la fe y el
r a m o s que cada uno de los miembros “honor de este país católico, y desen-
“de Nuestro Clero m editase estas má- “m ascarar sus am años y señalar sus
“ximas y a ellas am oldase su conducta. “emboscadas; a él incumbe am parar a
“los sencillos, fortalecer a los tímidos,
38. Dechado de buenas obras. “In “abrir los ojos a los ciegos. Una erudi-
“ómnibus teipsum praebe exemplum “ción superficial, una ciencia vulgar, no
“bonorum operum. M uéstrate a ti mis- “bastan para esto, son indispensables
“mo en todo por dechado de buenas “estudios sólidos, profundos y no in ­
“obras, es decir, de u na vida ejem plar te rru m p id o s; un conjunto, en fin, de
“y activa, anim ada de un verdadero “conocimientos doctrinales, capaces de 212
“espíritu de caridad guiada por las má- “luchar con la sutileza y la singular
“ximas de la prudencia evangélica; de “astucia de nuestros m odernos contra­
“una vida de sacrificio y de trabajo, d icto res...
“consagrada a hacer bien al prójim o,
“no con m iras terrenas y por una re ­
c o m p e n s a perecedera, sino con un fin 40. T riste experiencia. “...In integri-
“sobrenatural. Da tú el ejem plo de ese “tate. No hay prueba tan patente de la
“lenguaje, a la vez sencillo, noble y “im portancia de este consejo como la
“elevado, de esa palabra sana e irre ­ “triste experiencia de lo que pasa en
p re n s ib le que confunde toda oposición “derredor de nosotros. ¿No vemos, en
“hum ana, apaga los antiguos odios que “efecto, que la vida relajada de ciertos
“contra nosotros ha sentido el m undo “eclesiásticos desacredita y hace des­
“y nos concilia el respeto y hasta la p r e c ia r su ministerio y ocasiona escán­
“estim a de los enemigos de la Religión. d a lo ? Si hay hom bres que, dotados de
“Todo el que se ha ofrecido al servicio “un entendim iento tan brillante como
“del santuario ha estado siempre obli- “insigne, desertan de las filas de la
“gado a m ostrarse vivo modelo, ejem ­ “santa milicia y se alzan contra la Igle-
p l a r perfecto de todas las virtudes; “sia, esta m adre que en su afectuosa
“ pero esta obligación es m ucho más “tern u ra los había elegido p ara el go­
“grande, cuando a causa de los tra sto r­ b ie r n o y la salud de las almas, su de­
n o s sociales, se cam ina por u n terreno fe c c ió n y sus extravíos las m ás de las
“difícil e inseguro donde pueden encon­ “veces no tienen otro origen que su in ­
t r a r s e a cada paso em boscadas y p re­ d is c ip lin a y sus depravadas costum ­
te x to s de ataque... b re s ...
(37) In ómnibus teipsum praebe exemplum bonorum operum, in doctrina, in integritate, in gra-
vitate, verbum sanum irreprensibile. (Tit. II, 7, 8).
626 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n X III (1899) 82, 42-43

41. P rudencia y m esura. “...In graví­ aproxim ación de una crisis formidable
state. P or gravedad es necesario enten­ de perturbaciones sociales. Necesario
d e r esa conducta seria, llena de discre­ es, pues, como Nos hemos dicho en di­
c i ó n y de exquisito tacto, que es pro ­ versas circunstancias, que enaltezcamos
p i a del m inistro fiel y prudente, que los principios saludables de la Religión,
‘'Dios ha escogido para el gobierno de así como los de la justicia, de la cari­
“su familia. El Sacerdote, en efecto, a dad, del respecto y del deber. A Nos­
“la vez que agradecido a Dios por ha- otros toca inculcarlos profundam ente
“berse dignado elevarle a tanto honor, en las almas, particularm ente en las que
“debe m ostrarse fiel a todas sus obli­ son cautivas de la incredulidad o están
g a cio n es, al mismo tiempo que mesu- agitadas por funestas pasiones; hacer
“rado y prudente en todos sus actos; reinar la gracia y la paz de Nuestro
“no ha de dejarse dom inar por viles Divino Redentor, que es la Luz, la Re­
“pasiones, ni sus labios deben proferir surrección y la Vida, y agrupar en El a
“palabras violentas y excesivas; debe todos los hom bres, no obstante las in­
“com partir bondadosam ente las desven­ evitables distinciones que los separan.
t u r a s y debilidades del prójim o, hacer Sí, los días en que estamos reclam an
“a todos todo el bien que pueda de un más que nunca el concurso y desintere­
“modo desinteresado, sin ostentación, sado afán de Sacerdotes ejemplares, lle­
“m anteniendo siempre intacto el honor nos de fe, de discreción, de celo, que,
“de su carácter y de su dignidad su­ inspirándose en la dulzura y en la
b lim e .” energía de J e s u c r is t o , cuyos verdade­
ros embajadores son, pro Christo lega-
42. El cumplimiento de estas exhor­ tione fungimur(S8\ anuncien con vale­
taciones. Volvemos ah o ra a vosotros, rosa e indefectible paciencia las verda­
Nuestros queridos Hijos del Clero fra n ­ des eternas, las cuales son para las
cés, y tenemos firm e confianza en que almas, simientes fecundas de todas las
Nuestras prescripciones y Nuestros virtudes.
consejos, únicam ente inspirados por Su m inisterio será laborioso, frecuen­
Nuestro afecto paternal, serán com ­ temente hasta difícil, sobre todo en los
prendidos y recibidos por vosotros se­ países donde las poblaciones, absorbi­
gún el sentido y el alcance que Nos das por los intereses terrenales, viven
hemos querido darles al dirigiros estas en el olvido de Dios y de su santa Re­
Letras. ligión. Pero la acción ilustrada, carita­
Mucho esperam os de vosotros, p o r­ tiva, infatigable del Sacerdote, fortifi­
que Dios os ha provisto abundantem en­ cada por la gracia divina, realizará,
te de todos los dones y de todas las como lo ha hecho en todos los tiempos,
cualidades necesarias p ara ejecutar increíbles prodigios de resurrección.
grandes y santas cosas en provecho de Nos saludam os con todos Nuestros
la Iglesia y de la sociedad. Nos quisié­ votos y con gozo inefable esta consola­
ram os que ni uno solo de vosotros se dora perspectiva, m ientras que, con to­
dejase m enoscabar por esas im perfec­ do el afecto de Nuestro corazón, os
ciones que anublan el esplendor del damos a vosotros, Venerables H erm a­
carácter sacerdotal y perjudican a su nos, al Clero y a todos los católicos de
eficacia.438 Francia, la Bendición Apostólica.
Dado en Roma, cerca de San Pedro,
43. E special labor exige nuestro a 8 de Septiembre de 1899, año vigé­
213 tiem po. Los tiem pos actuales son tris­ simo segundo de Nuestro Pontificado.
tes; el porvenir todavía más sombrío y
más am enazador; parece anunciar la LEON PAPA XIII.
(38) II Cor. 5, 20.
013

ENCICLICA “TAMETSI FUTURA” (*}


(l-XI-1900)

DE JESUCRISTO REDENTOR

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Motivo: La p ro fu n d a piedad de que de costumbre, para con el Salvador


los peregrinos a Roma en el Año San­ del género hum ano? Digno es, en ver­
to y de los católicos del m undo. Aun dad, de los mejores tiempos del cristia­
cuando los fieles que, preocupándose nismo este sublime ardor de la fe cris­
principalm ente de la vida fu tu ra, es­ tiana en tantos miles de hom bres que,
tán atentos a su salvación, se ven con una sola voluntad y una sola idea
rodeados de am enazas y zozobras, por invocan el nom bre de Dios y pregonan
ser m uchos e inm inentes los peligros las alabanzas de Cristo desde un confín
que am enazan su vida, tanto en el al otro de la tierra; pues ciertam ente
orden público como en el privado, no que a estas como llam aradas del fervor
desmayan, sin embargo, teniendo aún religioso, ha de seguir un form idable
en estos calamitosos días del siglo XIX incendio; tan heroico ejemplo no puede
algunas esperanzas y algún consuelo. pasar inadvertido y ser indiferente a
Y no se crea que nada im portan a la los demás. ¿Qué cosa más necesaria y
salvación de las alm as el pensam iento m ás conveniente en estos días que res­
constante de la otra vida y de las cosas tablecer am pliam ente en los pueblos el
referentes a la fe y a la piedad cristia­ espíritu cristiano y las antiguas v irtu ­
na: hechos a los que no es posible ne­ des?
garles asentim iento, dem uestran que
estas virtudes se h an de confirm ar y 2. L a Iglesia dehe d a r a conocer a
corroborar con más ahinco que en Cristo. Es peligroso y m alvado hacerse
otros, en los tiempos que corren, pu- sordo a estos llamamientos, m ucho más
diendo servir de saludable ejem plo el cuando son tan abundantes en núm ero,
que, a pesar de los mil halagos del siglo y cuando desoyéndolos se desoyen y
y de tantas ofensas a la piedad como desprecian los medios que influyen en
se ven por todas las partes, una inm en­ la renovación de esta piedad: si conocie­
sa m ultitud de peregrinos de todas las sen el don de Dios, y si considerasen que
naciones acuden a la sola indicación del nada puede haber más miserable que el
Pontífice p ara prosternarse ante los se­ apartarse de las enseñanzas del Liberta­
pulcros de los santos Apóstoles; y to ­ dor del m undo y el abandonar las cos­
dos, ya pertenezcan a esta o la otra tum bres e instituciones cristianas, indu­
categoría social, dan claras m uestras de dablem ente resucitarían y procurarían
su religión; y confiados en la indulgen­ h u ir de una m uerte tan segura y h o rri­
cia que les ofrece la Igleia, buscan con ble. - Ahora bien; el defender y propagar
tierna solicitud la m anera de conseguir en la tierra el reino del Hijo de Dios y
la bienaventuranza eterna. el esforzarse a que los hom bres se sal­
¿A quién no llam an la atención estos ven con la comunicación de los divinos
hechos que están a la vista de todos, y beneficios, es precisamente m isión de 274
a quién no enfervorizan el ánimo, más la iglesia, y tan grande y tan exclusiva
(*) A. S. S. 33 (1900/01) 273-285. — Los números marginales corresponden a las páginas del
texto original en ASS, vol. 33. (P. II.)
— 627 —
628 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1900) 83, 3-5

de ella, que en esta obra consiste p rin ­ Reflexionando un poco sobre estas
cipalm ente toda su autoridad y poder. cosas, entre las cuales se cuentan la
Nos hemos procurado hasta el día, obscura ceguedad de la mente, de que
de una m anera difícil pero con gran habla S an P ablo (2), la depravación de
solicitud y en la m edida de Nuestras la naturaleza, el libertinaje y el cúmulo
fuerzas aquel beneficio en el ejercicio de supersticiones que lo inficionan to­
de Nuestro Pontificado; y vosotros, oh do, a la vez se siente en el ánimo la
Venerables H erm anos, en lo que os compasión y el horror, estando esto en
toca habéis obrado tam bién de este la conciencia del vulgo aunque no m e­
modo, y aun habéis consumido en esta dite y reflexione sobre ellas con el de­
obra juntam ente con Nos, todos vues­ tenimiento que merecen. No arrastraría
tros pensam ientos, vigilias y trabajos; a m uchos la soberbia ni la desdicha
pero ante las circunstancias actuales, enervaría sus buenos propósitos si guar­
debemos redoblar Nuestros esfuerzos y daran en la m em oria los inmensos be­
propagar ahora, con ocasión del año neficios que debe el hom bre a Dios,
santo, el conocimiento y am or de Jesu­ evocando con frecuencia en su ánimo
cristo enseñando, persuadiendo y exhor­ de dónde lo sacó Cristo y hasta qué
tando, si es que h an de escuchar Nues­ punto lo ha ensalzado.
tra voz no tan sólo los que reciben
siempre dócilm ente las enseñanzas cris­ 4. La expectación del Mesías. D este­
tianas, sino tam bién aquellos desgracia­ rrado y desheredado por tanto tiempo
dos que llam ándose cristianos, viven sin el linaje hum ano, día por día cam inaba
fe y sin el verdadero am or de Dios, hacia su destrucción y ruina, envuelto
Nuestro Señor, de los cuales Nos en aquellos males y en otros que trajo
compadecemos grandem ente, queriendo consigo el delito de nuestros prim eros
atender a ellos de modo expreso para padres, sin que en lo hum ano cupiera
que sepan lo que han de hacer y a remedio a tantas desgracias, hasta que
dónde han de ir si hacen caso de Nos apareció, bajado del cielo, el Liberta­
y no Nos desatienden.3 dor del género hum ano, Cristo Señor,
con cuya venida se vio cum plida la
prom esa del Eterno, hecha en el p rin ­
3. H o rro r de u na hum anidad sin
cipio del m undo, de que vendría a la
Cristo. El no h ab er conocido nunca a
tierra el Vencedor y Dominador de la
Jesucristo es una grande desgracia, pero
desgracia, al fin, que no envuelve in ­ serpiente v R estaurador de la dignidad
hum ana, por lo cual las generaciones
gratitud ni m aldad; mas el repudiarlo
sucesivas m iraban su venida con gran
u olvidarlo, ya conocido, es un crim en
expectación y deseos.
tan nefando y aborrecible, que parece
Los ojos fijos en El, el pueblo había
no puede darse en el hom bre; pues
entonado, durante m ucho tiempo y con
Cristo es el origen y el principio de to ­
toda solemnidad, las profecías de los
dos los bienes, y el género hum ano, así
sagrados vates que con anterioridad h a ­
como no pudo ser redim ido sin su p re­
bían significado distinta y claram ente
ciosísima sangre, así tam poco pudo ser
los varios acontecimientos, las hazañas,
conservado sin su divino poder. “En
las instituciones, las leyes, las cerem o­
ningún otro hay salud; pues ningún nias y los sacrificios del pueblo elegido,
otro nombre nos ha sido dado bajo el diciendo además que la perfecta y abso­
cielo, entre los hombres, por el cual luta salud del género hum ano radica­
podamos ser salvos”(D. ban en Aquel que había de entregarse
¿ Qué vida será la de los m ortales que como Sacerdote futuro y que había de
arrojen de sí a Jesús que es la virtud ser la víctim a de expiación, el Restau­
y la sabiduría de Dios? ¿Cuáles serán rador de la libertad, el Rey de la paz,
las costum bres, cuáles los excesos de el Doctor universal y el Fundador del
aquellos hom bres que están privados de imperio que perm anecería en pie m ien­
la luz del Cristianismo? tras durasen los siglos.
(1) Act. 4, 12. (2) Rom. 1, 21.
83, 6-7 E n c íc l ic a “ T a m e t si F u t u r a ” 629

5. Cristo R edentor p o r la Cruz. Con cuales había puesto el fin de todos sus
estos signos, estos vaticinios y estos pensamientos y cuidados; conoció tam ­
títulos, tan varios en la form a, pero tan bién que ésta era la constitución de la
congruentes en el fondo, era designado vida hum ana, que ésta era la ley su­
Aquel que, por la excesiva caridad con prem a y que todas las cosas deben diri­
que nos amó, se había ofrecido p ara girse a Dios como a su fin para que
nuestra salvación. P or tanto, como lle­ habiendo salido de El, a El volvamos
gase el tiempo de realizarse el divino algún día. De este principio y fu n d a ­
decreto, el unigénito Hijo de Dios, he­ mento surgió renovada la conciencia de
cho hombre, satisfizo ubérrim a y cum ­ la dignidad hum ana, y los corazones
plidamente con su sangre al Dios ofen­ recibieron el sentimiento de la frater­
dido por los hombres, y reivindicó p ara nal caridad de todos.
sí al género hum ano, a tanto precio Entonces los deberes y los derechos,
redimido. No estáis redimidos por el oro como era consiguiente, en parte fueron
y la plata corruptibles, sino por la pre­ perfeccionados y en parte constituidos
ciosa sangre de Cristo, que es como la de íntegram ente, y a la vez, las virtudes se
un cordero inmaculado e inocente exaltaron hasta un punto que no lo
Y así, redim iendo verdadera y p ro ­ pudo nunca sospechar siquiera ninguna
piamente a todos los hom bres ya suje­ filosofía; y de aquí que las ideas, las
tos a su im perio y potestad, puesto que costum bres y la conducta de la vida
El mismo es su creador y conservador, tom aran otro rum bo, y cuando el co­
los hizo de nuevo suyos. No os perte­ nocimiento del Redentor hubo afluido
necéis, pues que habéis sido comprados copiosamente, y su virtud, que excluye
a gran precio^. De aquí que todas las la ignorancia y los antiguos vicios, se
cosas fueron restablecidas por Dios en hubo fundido en las íntim as arterias de
Cristo, los pueblos, entonces se obtuvo aquella
El arcano de su voluntad, fundado en m udanza de cosas de las gentes que,
su mero beneplácito por el cual se pro­ adquirida por la hum anidad cristiana,
puso restaurar en Cristo, cumplidos los cambió radicalm ente la faz de todo el
tiempos prescritos, todas las cosas^K orbe.
Y como Jesús borrase el documento
de aquel decreto que era contrario a 7. Universalidad de la Redención.
Nosotros, fijándolo en la cruz^Q\ las ce­ El recuerdo de todas estas cosas que
lestiales iras se aplacaron p ara siempre, hasta aquí hemos dicho, lleva consigo,
quedando rotos los lazos de la antigua Venerables Hermanos, un inmenso con­
servidum bre en que estaba el conturba­ suelo, al mismo tiem po que una gran
do y errante género hum ano, reconci­ fuerza para exhortar, puesto que debe­
liada ya la voluntad divina, devuelta la mos estar agradecidos y m ostrar, en
gracia, abiertas de p a r en p ar las puer­ cuanto podamos, Nuestro mismo agra­
tas de la eterna bienaventuranza y res­ decimiento al Divino Salvador.
tablecido el derecho con los medios de Nos hallam os separados desde muy
conseguirla. antiguo de los principios, bases o funda­
mentos de nuestra restaurada salva­
6. El retorno a la dignidad humana. ción; sin embargo, nos ha de im portar
Entonces, despierto el hom bre de aquel esto, cuando es perpetua la virtud de
m ortífero y continuo letargo en que la redención, y sus beneficios son in ­
6 yacía, vio la luz de la verdad tan de­ m ortales y han de perm anecer eterna­
seada que buscaron en vano siglos y mente; el que una vez reparó la n atu ­
siglos; desde luego conoció que había raleza perdida por el pecado, la con­
nacido p ara unos bienes m ás altos y serva y la ha de conservar p ara siem­
seguros que los que se perciben con los pre: Se entregó El para la redención de
sentidos, frágiles y pasajeros, y en los345 todos..A7K En Cristo, todo serán vivifi­
(3) I Petr 1, 18-19. có) Col. 2, 14.
(4) I Cor. 6, 19-20. (7) I Tim. 2, 6.
(5) Efes. 1, 9-10.
630 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1900) 83, 8-11

cados..S8L Y su reino no tendrá /ín (9). ¿Y cómo podríam os conseguir esto


Así, pues, por voluntad eterna de Dios, sino por El? Pues, en prim er lugar, y
está en Jesucristo puesta toda salvación muy principalm ente por su gracia, la
no solamente de algunos sino de todos cual, sin embargo, sería vacía o vana
los m ortales; pues aquellos que de El en el hom bre que desprecia sus precep­
se alejan asimismo por esto se conde­ tos y leyes. Pues para conseguir esto,
nan a su propia ruina, guiados por un una vez adquirida la salud por Cristo,
cierto furor; y al mismo tiempo cuanto hizo que su ley fuese la custodia y di­
es de su parte hacen porque la socie­ rectora del género hum ano, con cuyo
dad hum ana, como arrebatada por gran gobierno se separasen los hom bres
ím petu, caiga en aquellos grandes m a­ de sus m aldades y se dirigiesen se­
les e infortunios de que nos libró el guros a su Dios. Id y enseñad a todas
Redentor por su m isericordia y piedad. las gentes... enseñándoles a observar
todo lo que Yo os he mandado..S12\
8. Sin Cristo no hay salud. In curren
Guardad mis mandamientos(13). De don­
277 en un error harto inconsistente, que los de resulta que es lo más principal y
ap arta m uy lejos del fin deseado, quie­ necesario para la profesión de la fe
nes tom an por caminos extraviados; del cristiana el m ostrarse dócil a los pre­
mismo modo, si se rechaza la clara y ceptos de Jesucristo y sujetar comple­
p u ra luz de la verdad, es porque los tam ente la voluntad a El como a nues­
ánimos están ofuscados y como in fa­ tro dueño y suprem o Rey.
tuados de la m iserable perversidad de
las opiniones. 10. La n aturaleza viciada. Cosa
¿Qué esperanza de salud puede h a ­ grande y difícil de conseguir y que m u­
ber p ara aquellos que abandonan el chas veces requiere trabajo intenso y
principio y fuente de la vida? Cristo es esfuerzo y constancia, pues aunque la
únicam ente el camino, la verdad y la hum ana naturaleza fue reparada por
vida. Yo soy el camino, la verdad y la la m isericordia del Redentor, sin em ­
vida(10); de tal m anera, que sin El ne­ bargo, todavía en cada uno de nosotros
cesariam ente caen por tierra estos tres queda cierta enferm edad, la enferm e­
principios indispensables p ara la sal­ dad y el vicio de la naturaleza.
vación de todos.
Los diversos apetitos traen al hom bre
9. Nadie ve al P ad re si no po r Cris­ de acá para allá, y fácilmente lo im pe­
to. Consideramos aho ra lo que la reali­ len hacia los halagos de los placeres
dad m ism a enseña diariam ente y lo que m undanos p ara que siga más bien lo
aun en la m ayor afluencia de bienes que le agrada que lo m andado por Je­
m ortales experim enta todo el mundo, sucristo. De aquí que hemos de poner
a saber: que nada puede haber fuera todo nuestro empeño en rechazar con
de Dios en que la voluntad hum ana todas nuestras fuerzas a las pasiones
descanse de un modo absoluto y com ­ en obsequio de Cristo; las cuales si no
pleto. El único fin del hom bre es Dios, obedecen a la razón se constituyen en
y la vida que hacemos en la tierra es dueñas y señoras del hom bre hacién­
una verdadera sem ejanza e imagen de dolo su siervo y quitando el hom bre
cierta peregrinación. Ahora bien; para entero a Cristo.
nosotros Jesucristo es el camino, por­ Los hombres de entendimiento extra­
que desde esta vida m ortal, tan llena viado, réprobos en cuanto a la fe, se ve
de trabajos y de dudas, no podemos de que son exclavos, pues sirven a una
ninguna m anera llegar a Dios, sumo, triple pasión, la sensualidad, el orgullo y
único y principal de los bienes, si no las diversiones humanas(14>; y en esta
somos guiados y conducidos por Cristo. lucha de tal m anera debe el hom bre
Nedie viene al Padre sino por m í^ L em peñarse que lleve con agrado por
(8) I Cor. 15. 22. (12) Mat. 28, 19-20.
(9) Luc. 1, 33. (13) Juan 14, 15.
CIO) Juan 14, 6. (14) S. Aug., De vera rclig., 37 (Migne PL.
(11) Juan 14, 6. 31 [cap. 38] col. 153).
83, 12-15 E n c íc l ic a “ T a m e t si F u t u r a ” 631

causa de Cristo las molestias e innum e­ 13. El Reino de Cristo. Fácilm ente
rables incomodidades que en este m un­ se deduce de lo expuesto qué se puede
do h a de sufrir. esperar del error y soberbia de aque­
llos que, despreciando el reino de Cristo
11. Necesidad del vencim iento. Di­ ponen y encum bran al hom bre m or­
fícil es, en verdad, rechazar lo que con tal sobre todas las cosas y proclam an
tanta fuerza nos atrae y nos deleita: que es preciso acatar en todo la h u ­
duro y áspero, el despreciar, sujetán­ m ana razón y la naturaleza vana, m ien­
dose al im perio y voluntad de Cristo, tras no pueden ni alcanzan a definir
Nuestro Señor, aquellas cosas que con­ cuál sea este reinado.
sideramos como bienes del cuerpo y de El reino de Cristo tiene su fuerza y
fortuna; pero es necesario que el hom ­ form a en la caridad divina, y su p rin ­
bre cristiano se m uestre sufrido y fu er­ cipio y fundam ento en el am ar santa y
te en sobrellevar esto que se le ha dado ordenadam ente. De lo cual fluye nece­
para su vida, si quiere conducirse bien. sariam ente, que todo deber ha de ser
¿Nos hemos olvidado acaso cuyo es guardado inviolablemente; que en nada
el cuerpo y cuya es la cabeza de que se han de m erm ar los derechos ajenos:
somos miem bros? Con grande gozo lle­ que se han de reputar por inferiores
vó la cruz el que nos prescribió la las cosas hum anas a las celestes, y
abnegación de nosotros mismos. anteponer el am or de Dios a todas las
cosas. Y esta dominación del hom bre
Y en esta disposición del alm a de que
sobre sí mismo todo estriba en el am or
hablam os consiste precisam ente la dig­
de Cristo, a quien rechazar o em peñar­
nidad de la naturaleza hum ana. Pues
se en no conocer es propio de alma
los mismos sabios de la antigüedad bien
vacía de caridad y falta de devoción.
han reconocido que el dom inarse a sí
Gobierne, pues, el hom bre en nom bre
mismos y hacer que la parte inferior
de Jesucristo, pero con esta sola y úni­
del alm a se sujete a la superior, no in ­
ca condición: la de servir a Dios prim e­
dica debilidad o abatim iento de la vo­
ram ente e inspirar en la ley divina su
luntad, sino antes bien cierta generosa
norm a y sistema de vida.
virtud, en gran m anera conveniente a
la razón, y que es, a la vez, digna del 14. La ley de Cristo. E ntendem os
hombre.12 por ley de Cristo, no solamente los pre­
ceptos naturales de las costum bres y
12. E speranza de bienes eternos. P or
todo lo que los antiguos recibieron di­
lo demás, hemos de sufrir y padecer rectam ente de Dios y que Cristo per­
mucho: tal es la presente condición del feccionó a m aravilla declarándolo y
hombre. No puede el hom bre gozar una sancionándolo sabiamente; sino que en­
vida exenta de dolores y llena de goces tendemos además com prendido en ello
y felicidad sin b o rrar de algún modo el resto de su doctrina y todas las cosas
el decreto, la voluntad de su divino verbalm ente establecidas por El. Y de
F undador y Creador, que quiso se p er­ todo ello la Cabeza es la Iglesia; aun
petuasen las consecuencias de aquel más, de nada se hace Jesucristo Autor
prim er pecado. Muy conveniente es, o Legislador que la Iglesia no lo com ­
por lo tanto, no esperar en la tierra el prenda o abrace como propio.
térm ino de los dolores, sino fortalecer
Nuestro ánimo p ara m ejor soportarlos, 15. M inisterio de la Iglesia. P o r fin,
con lo cual somos instruidos con la con el m inisterio de la Iglesia, quiso
esperanza cierta de los m ayores bienes. perpetuar gloriosamente el cargo que
Pues Cristo no asignó a las riquezas, le señaló su Padre, dándole y confi­
ni a la vida delicada ni a los hom bres, riéndole por una parte todos los auxi­
ni al poder, sino a la paciencia con lá ­ lios conducentes a la salvación del li­
grim as y afán de justicia y al corazón naje hum ano, y por otra, sancionando
limpio, la felicidad sem piterna en el seriam ente que en lo sucesivo los hom ­
cielo. bres obedeciesen a la Iglesia y con todo
632 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1900) 83. 16-18

empeño la tuviesen por guía en la ca­ sa, la cual, como tiene a Dios por autor,
rrera de esta vida m ortal: Quien a vos­ engendra la sociedad común, la que
otros oye, a Mí oye; quien a vosotros consiste principalm ente en que los ciu­
desprecia, a Mí desprecia<15). Por lo dadanos por medio de la ayuda de la
cual la ley de Cristo se ha de buscar unión y vínculo civil consigan el bien
totalm ente en la Iglesia, y así el cam i­ natural, entendiéndose por tal aquel
no seguro p ara el hom bre serán Cristo que está m uy por encima de todo lo
y la Iglesia a la vez; Aquél por sí m is­ terreno y es congruente con todo don
mo y por su naturaleza, y ésta por perpetuo y perfectísimo. Ocupadas ías
m andato especial y divino y por com u­ mentes en tal confusión de ideas, entran
nicación de la potestad. De todo lo di­ por un camino dudoso tanto los que
cho se sigue con evidencia que todos m andan como los que obedecen, y no
aquellos que pretenden alcanzar la sal­ tienen norm a segura ni para proseguir
vación fuera de la Iglesia siguen cam i­ adelante, ni para perm anecer firmes.
nos extraviados y en vano se esfuerzan De qué suerte sea desdichado y ca­
p ara conseguirlo. lamitoso errar el camino recto, se ve­
rá por lo pernicioso que sea tam bién
16. C arácter público de la ley de apartarse de la verdad. La prim era,
Cristo. Y lo m ism o acaece con los indi­ absoluta y esencial verdad es el mismo
viduos que con las naciones, las cuales Cristo, como que es el Verbo de Dios,
forzosam ente caen en el abismo de la consubstancial y coeterno con el Padre
ruina si se ap artan del Camino. El Hijo y uno mismo con El. Yo soy la Verdad.
de Dios procreador y redentor de la el Camino y la Vida^18K Así, pues, si se
naturaleza hum ana es Rey y Señor de busca la verdad, es m enester que la r a ­
todo el universo m undo y tiene la po­ zón hum ana obedezca en todo a Jesu­
testad y sumo dominio sobre cada uno cristo y a su magisterio, por lo mismo
de los hom bres en particular y sobre que la m ism a verdad habla por boca
toda sociedad civil que ellos constitu­ del mismo Cristo.
yan. Dióle toda potestad y honor y
reino; y todos los pueblos, tribus y len­ 18. D octrina no hum ana sino divina.
guas servirán al Mismo H6). Yo, pues; Muchísimas cosas hay en las que puede
estoy constituido como rey por El... Y espaciarse librem ente el ingenio hum a­
te daré las gentes en herencia tuya, y no, como en un campo ubérrim o y fe­
tu posesión tendrá por límites los tér­ racísimo, contem plando e investigando,
minos de la tierraH7). y esto no sólo por concesión, sino hasta
Debe, pues, en toda sociedad hum ana por exigencia de la naturaleza misma.
estar en vigor la ley de Cristo, de suerte Pero es ilícito y contra la razón natural
que no tenga carácter privado sola­ no querer lim itar los fueros de la mente
mente, sino público, y sea a la vez guía hum ana, en sus ciertos y propios linde­
y m aestra de toda norm a de vida. Y ros, y, rechazando las leyes de la debida
porque esto h a sido dispuesto así y así modestia, despreciar la autoridad del
decretado por Dios, a nadie es lícito el m agisterio de Cristo. Porque la doctrina
im pugnarlo; y así m al proveerán los de la cual depende nuestra salvación,
intereses y beneficios de los estados versa toda ella acerca de Dios y acerca
quienes pretendan establecer los ci­ de cosas todas divinísimas, y nunca
mientos de todo orden social fuera de ciencia hum ana alguna bastó para
un régim en genuinam ente cristiano. crearla, antes bien, únicam ente el Hijo
de Dios la recibió y sacó toda de su
17. Cristo y la razón hum ana, A par­ Padre Celestial: Las palabras que me
tada de Jesús, la razón hum ana cae en diste, son las que a ellos he dado^19K
la abyección privada de luz y de soco­ Por lo cual es necesario que com­
rro, se oscurece la noción de toda cau- prenda m uchas cosas, no que repugnen
(15) Luc. 10, 16. (18) Juan 14, 6.
(16) Dan. 7, 14. (19) Juan 17, 8.
(17) Salm. 2.
83, 19-22 E n c íc l ic a “ T a m e t si F u t u r a ” 633

a la recta razón, ya que esto no puede fiesto lo que vale y en lo que debe
ser en modo alguno, sino otras cuya estimarse cada cosa, y el hom bre, im ­
alteza no podemos ab arcar ni con el buido en tal conocimiento, si obede­
pensam iento ni com prender con nues­ ciere a la verdad que percibe, en lugar
tro lim itado raciocinio, como es el en­ de hacer servir su razón a la concupis­
tender tal cual es en sí Dios Nuestro cencia, h aría que ésta sirviese a aqué­
Señor. Ahora bien, si tantas cosas exis­ lla, y, ap artada de sí la pésim a servi­
ten ocultas y tan secretas por su n atu ­ dum bre del error y del pecado, se rege­
raleza misma, que no puedan ser inves­ neraría entre la m ás excelente de todas
tigadas por ninguna hum ana diligencia, las libertades. Conoceréis la verdad, y
acerca de cuya existencia ningún enten­ la verdad ha de libraros^2V>.
dimiento se atreverá a dudar; será cier­ Queda bien patente, pues, que toda
tam ente propio de los que abusan con inteligencia que rechaza el imperio y
perversidad de su libre albedrío no tutela de Cristo con voluntad pérfida lu ­
2S1 adm itir la existencia de cosas puestas cha contra Dios. Y emancipados los que
muy sobre el alcance hum ano, porque así piensan de la potestad divina, no
no es dado al hom bre percibirlas tales por esto serán m ás libres; puesto que
cuales ellas sean. han de caer en m anos de otra cualquie­
ra potestad hum ana, y han de elegir,
19. Inclinar el entendimiento ante como suele acaecer, un hom bre cual­
Dios. A esto pertenece el rechazar todo quiera a quien oigan, obedezcan o sigan
dogma y declarar inadm isible la sagra­ como m aestro y guía. De ahí, cerrada
da religión cristiana. Pero hay que in ­ su inteligencia a la com unicación de
clinar el entendim iento con hum ildad las cosas divinas, la hacen revolver en
y sin condiciones en obsequio a Jesu­ un círculo vicioso de una ciencia lim i­
cristo hasta tanto que sea aquel como tada y mezquina, y hasta en aquellas
cautivo de la divinidad e im perio de m ismas cosas que suelen conocerse más
Este, reduciendo a cautiverio todo en­ por medio de la razón n atu ral son
tendimiento en obsequio de Jesucris­ menos aptos para aprovechar debida­
t o ^ . Y este total obsequio es el que mente.
Cristo quiere se le tribute, y lo quiere
con todo derecho, pues es Dios, y por 21. Ceguedad de entendimiento. Hay
lo mismo, así como h a de im perar en en la naturaleza de las cosas m uchas a
las voluntades de los hom bres, ha de las cuales ayuda no poco la luz de la
hacer lo mismo en las inteligencias. Y doctrina de lo alto para com prenderlas
al servir el hom bre a Cristo con su inte­ o explicarlas, y para castigar m uchas
ligencia, no lo hace servilmente, sino de veces Dios la culpa de su soberbia, per­
un modo m uy conform e a la razón y a mite que no vean la verdad tal cual
su nativa excelencia, pues con su vo­ ella es para que lleven el castigo en
luntad acata el im perio, no de un hom ­ aquello mismo en que pecaron. Por
bre cualquiera, sino del autor suyo y esto se ven hoy día muchísim os inge­
m onarca de todo, que es Dios mismo, nios privilegiados por su erudición ex­
al cual debe estar sujeto por ley de quisita, que al investigar los misterios
naturaleza. Y no se diga en m anera de la naturaleza persiguen teorías tan
alguna que se oprim e su dignidad ante absurdas que puede decirse que nadie
la opinión hum ana, antes bien, aquélla erró más torpem ente que ellos.
se ensalza con una verdad eterna e in­
mutable. Así, pues, todo bien intelec­ 22. El sacrificio del entendimiento.
tual y toda la plenitud de la libertad Téngase, pues, por cosa cierta que ha 28:
se alcanzan con ello.20 de entregarse totalm ente la inteligencia
hum ana, para vivir vida de cristiano,
20. Así conoceremos la verdad y se­ a la autoridad divina. Y si por aquello
remos libres. La verdad que se deriva de que la razón ceda a la autoridad,
del m agisterio de Cristo, pone de m ani­ aquel orgullo íntim o que tan ta fuerza
(20) II Cor. 10, 5. (21) Juan 8, 32.
634 E n c íc l ic a s d e l P P . L e ó n XIII (1900) 83, 23-25

tiene en nosotros se rebela y lam enta fe cristiana, la más apta tam bién para
con dolor, se sigue que es más necesa­ la salvación. El justo vive de la f e ^ \
rio todavía al cristiano el sacrificio del Sin la fe es imposible agradar a Dios^2425K
entendim iento que el de la voluntad. Así, pues, el im plantador y padre de la
Y por esto queremos recordar que los fe, y el que en nuestras almas la m an­
que se forjan en su m ente una ley y tiene, no es otro que el mismo Jesucris­
m anera de sentir y obrar más ancha y to, y El es quien sustenta y conserva
muelle en la vida cristiana, de precep­ en nosotros la vida m oral, y esto de
tos más suaves y conformes con su flo­ un modo muy principal por medio del
ja inclinación y más benignos con la ministerio de la Iglesia. Y con benigno
hum ana naturaleza, no han de ser ja ­ y providentísimo plan entregó a la Igle­
más tolerados ni oídos con benevolen­ sia todos los medios aptos y conducen­
cia. No com prenden los tales la fuerza tes para que ella engendrase esta vida
de la fe y de las instituciones cristianas, de que hablam os y para que, una vez
no ven que a cada paso la Cruz nos sale engendrada, la conservase y defendiese
al encuentro, como estandarte perpetuo y la hiciese renacer cuando quedara
y ejem plar p ara todos aquellos que real extinguida. Pero toda esta fuerza pro-
y verdaderam ente, y no sólo de nom ­ creauoi a y conservadora de las virtudes,
bre, quieran seguir a Cristo. de salvación se destruye si la norm a
y disciplina de las costumbres se ap ar­
23. Cristo es la Vida. Propio es de tan de la fe divina, y es cosa m anifies­
solo Dios ser Vida verdadera; todas las ta que pretenden despojar al hombre
otras naturalezas son participantes de de su altísim a dignidad, despojándole
la Vida, pero no han sido ellas la Vida de la vida sobrenatural y haciéndole re­
jam ás. Desde toda la eternidad, por su volver en los horrores de naturalism o
peculiar naturaleza, Cristo es la Vida, grosero, los que intentan o quieren en­
del mismo modo que es la Verdad, p o r­ derezar las costum bres hacia la hones­
que es Dios de Dios. Del Mismo, como tidad por medio del m agisterio único
de altísim o principio, fluye en el m un­ de la razón.
do toda vida y fluirá perpetuam ente
todo lo que es, es por El mismo; todo 25. Sin fe no hay salvación. No se
lo que vive, por El mismo vive, porque crea por esto que el hom bre no pueda
todas las cosas por el Verbo fueron entender y discernir cosas naturales con
hechas, y sin El nada se hizo de cuanto la luz de su razón; pero aun cuando
hay hecho^22\ entendiese con ella todas las cosas, y
Esto acaece en cuanto a la vida de la sin ningún tropiezo guardase todo pre­
naturaleza, pero muchísim o más en la cepto en su vida, lo que no puede ser
o tra vida más excelente que debemos a sin la gracia del Redentor por auxilio,
Cristo y de la que hemos hecho m en­ nadie habría que pudiese confiar en su
ción, es a saber: la vida de la gracia, a eterna salvación destituido de la fe. Si
la cual debemos referir todos nuestros alguien no permaneciere en Mí, será
pensam ientos y acciones. Y en esto echado fuera como una rama, y se se­
estriba toda la fuerza de la doctrina y cará, y lo recogerán, y lo echarán al
leyes cristianas, en que muertos para el fuego y arderá(26). El que no creyere
pecado vivamos para la justicia (23), será condenado(27). Y por fin, dem asia­
esto es, p ara la santidad y virtud en das pruebas y documentos tenemos ante
que consiste la vida m oral de las almas Nosotros, de los frutos que acarrea este
con la esperanza cierta de una biena­ menosprecio de la fe. ¿Por qué causa
venturanza perpetua. m uchas ciudades trab ajan y se esfuer­
zan hasta debilitarse, sino por estable­
24. La vida de la fe. Se puede m uy cer y aum entar por todos los medios
propiam ente decir que nada alim enta posibles e imaginables la prosperidad
m ejor el espíritu de la justicia que la pública?
(25) Hebr. 11, 6. (20) Juan 15, 6.
83, 26-29 E n c íc l ic a “ T a m e t si F u t u r a ” 635

26. La religión sostén de la socie­ toque los corazones, recuerde a todos


dad civil. Dicen que la sociedad civil sus deberes y haga a los hom bres me­
está ya harto segura y custodiada por jores, y ésta no es otra que aquella
sí misma, y que puede, cómodamente, fuerza que ya una vez libró a todo e\.
subsistir sin el auxilio de las institucio­ universo de males semejantes y de una
nes crisianas, y que con solo su esfuer­ perpetua ruina. Quien haga revivir y
zo puede alcanzar la m eta apetecida. fortalecer el espíritu cristiano adorm e­
De ahí viene que los que tienen a su cido, y le libre de toda traba e im pedi­
cargo la adm inistración pública, lo h a ­ mento, h ará renacer tam bién la socie­
cen de un modo profano y de tal suer­ dad hum ana.
te, que en las leyes civiles y en la vida
pública de los pueblos hoy nadie h a ­ 28. Cristo y la cuestión social. Era
llará ningún vestigio de la religión de peligroso callar la lucha de clases, pero
nuestros antepasados. m uy sano y conform e recom endar los
No ven suficientemente lo que hacen, derechos de ambos con m utua concor­
pues destruida la noción de la Divini­ dia. Si a Cristo oyen, cum plirán todos
dad que sanciona lo bueno y lo malo, sus deberes, tanto los dichosos como los
es forzoso que las leyes m enoscaben la infortunados; los unos sentirán que de­
autoridad del jefe del Estado y que la ben cum plir con la caridad y la justicia
justicia vacile, siendo am bas cosas co­ si quieren ser salvos; los otros, con la
mo son dos vínculos firm es y necesa­ resignación y el comedimiento. Admi­
rios de toda conjunción y concordia rablem ente se afirm arán los cimientos
civil. De igual m anera, quitada de u na de la sociedad doméstica, así im pera el
vez la esperanza de los bienes inm or­ laudable tem or a Dios: tanto al prohi­
tales, es m uy natural apetecer con afán bir como al m andar, y por la m ism a
las cosas m ortales y caducas, cada una razón m uchas de las cosas que se pres­
de las cuales procura tra e r a sí con criben por la naturaleza estarán en
todas sus fuerzas y con ansia desme­ pleno vigor en los pueblos y en las
dida. naciones. Se verá cómo deba obedecer­
De aquí nacen los odios, las em ula­ se a las potestades legítimas y acatar
ciones y envidias, las determ inaciones las leyes, según derecho, no arm ar
criminales, el descaro, la ruin a de toda sedición alguna y no tram ar conspira­
autoridad y el m aquinar la disolución ciones tampoco.
más loca y crim inal de todo principio
social. En el exterior, guerras y am ena­ 29. V uelta de la sociedad a Cristo.
zas; en lo interior, falta de seguridad Y así, donde quiera que presida la ley
absoluta; y la vida com ún de los pue­ cristiana y ninguna potestad se lo im ­
blos aparece m anchada con toda suerte pida, allí espontáneam ente se conser­
de crímenes.27 vará el orden establecido por la Divina
Providencia y la prosperidad e incolu­
27. El rem edio social es m ás que h u ­ m idad florecerán de consuno. La salud
mano. Pero en m edio de ta n ta lucha universal reclama, pues, volver allí de
de pasiones bajas, entre tantos peligros donde nunca se debiera haber salido,
y en tales riesgos que am enazan, hay es a saber, a Aquel que es camino, ver­
que buscar un remedio oportuno con dad y vida, y no sólo cada uno en p arti­
m adurez y reflexión. R eprim ir a los cular, sino toda la sociedad en común.
m alhechores, restablecer en su prim i­ Conviene que ésta sea otra vez resti­
tiva dulzura las costum bres, y por to ­ tuida a Cristo su Señor, y se ha de con­
dos los medios evitar los delitos con la seguir que la vida derivada de El llene
paternal tutela de las leyes, es cosa a todos los miem bros y partes de la
justa y necesaria, pero no estriba todo sociedad, y se saturen de ella los m an­
en esto. datos y prohibiciones legales, las cos­
Mucho más encum brado está el rem e­ tum bres populares, las enseñanzas lla­
dio; una autoridad más alta se ha de nas y caseras, los derechos conyugales,
invocar que la m eram ente hum ana, que la norm a de vida doméstica, los alcá­
636 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1900) 83, 30-31

zares de los opulentos y los talleres de escuelas de enseñanza prim aria, y en


los obreros. donde quiera que se ofrezca ocasión,
Y no ignore nadie que de esto de­ explicar sus beneficios y su caridad
pende en su m ayor parte la suavidad ardentísim a.
de costum bres de las gentes tan desea­
das y apetecidas, porque ésta crece y 31. E n señar los derechos de Dios.
se alim enta no sólo de aquellas cosas De lo que se ha llam ado derechos del
que sirven de pábulo al cuerpo, como hombre dem asiadas cosas ha oído el
las riquezas y comodidades, sino de pueblo; oiga alguna vez por fin, algo de
aquellas que pertenecen al espíritu y los derechos de Dios. Que éste sea el
form an las costum bres loables y el tiempo m ás oportuno para ello lo indi­
culto de todo linaje de virtudes. can el am or de m uchos a las cosas de
piedad recientem ente despertado, como
30. D ar a conocer a Cristo. E ntre dijimos, y de un modo particular la
los que están lejos de Cristo m uchos devoción tan m anifiesta a la persona
más lo están por ignorancia que por del Redentor que hemos de legar, Dios
voluntad perversa, y m ientras a m uchí­ m ediante, al siglo venidero en prenda
simos hallam os deseosos de conocer de m ejores días. Pero como se tra ta de
con todo afán el estado social del orbe una cosa que no hay que esperar de
y del hom bre mismo, a poquísimos ve­ otra parte a no ser de la gracia divina,
mos ocupados en querer conocer al unidos en afán y caridad instemos con
Hijo de Dios. Prim ero, pues, hay que súplicas fervientes a la m isericordia del
destruir la ignorancia con el conoci­ Todopoderoso, a fin de que no perm ita
miento de El, p ara que desconocido no que perezcan aquellos a quienes libró
sea repudiado o despreciado. con su preciosa sangre derram ada, que
Y exhortam os a los cristianos de todo m ire propicio a la generación presente
lugar, condición y jerarq u ía que por que m ucho ciertam ente delinquió, pero
todos los medios imaginables y según mucho tam bién a su vez ha sufrido y
la medida de sus fuerzas trab ajen para rnuy ásperam ente en expiación de su
que sea conocida la persona del Re­ delito y que abrazando con benignidad
dentor, tal cual ella es y merece, a la a todos los hom bres y pueblos, se acuer­
cual si cada uno m ira y considera con de de aquellas palabras suyas: Yo, si
cabal juicio y sinceramente, verá con fuere levantado de la tierra, atraeré
toda claridad no haber nada más salu­ todas las cosas a Mí^28\
dable en el m undo que su ley, ni más En prenda, pues, de los dones celes­
divino y altísim o que su doctrina. tiales y en testimonio de Nuestra pater­
Vuestra autoridad y cooperación, Ve­ nal benevolencia, os damos a vosotros,
nerables Herm anos, ha de contribuir Venerables H erm anos, y al clero y pue­
por modo m uy poderoso a tan noble blo vuestro, de todo corazón la Bendi­
fin, lo mismo que la diligencia y em pe­ ción Apostólica.
ño de todo vuestro clero. Pensad que Dado en Roma en San Pedro el 1?
es la parte principal de Nuestro oficio
de noviembre de 1900, de Nuestro P on­
im prim ir en los corazones del pueblo
tificado el vigésimo tercero.
la verdadera noción y la imagen real de
Jesucristo, y por medio de la litera­
tura, la oratoria, en los colegios, en las LEON PAPA XIII.
(28) Juan 12, 32.
04E

ENCICLICA "GRAVES DE COMMUNI” (>::)


(18-1-1901)

SOBRE LA DEMOCRACIA CRISTIANA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. La inquietud social y agitación de co, Nos con solicitud acudimos a rem e­


nuestros días. Las graves controversias diarlo, escribiendo al efecto la Encí­
de economía política, que tiem po ha de­ clica Rerum Novarum el 15 de Mayo
bilitan en más de una nación la concor­ de 1891, en la que con extensión Nos
dia de ánimos, de tal modo se propagan ocupamos de los derechos y deberes,
y enardecen, que no sin motivo tienen con que las dos clases de la sociedad,
inquieto y en suspenso el parecer de los patronos y obreros, deben convenir en­
hom bres más prudentes. Su introduc­ tre sí; señalando a su vez conform e a
ción fue debida en prim er térm ino a las las prescripciones evangélicas, los rem e­
falacias de opiniones am pliam ente di­ dios más oportunos, a Nuestro juicio,
fundidas en el modo de filosofar y para defensa de la justicia y para diri­
obrar. Después, el nuevo im pulso que m ir todo conflicto entre las clases de la
en nuestros días recibieron las artes, la sociedad.
rapidez de comunicaciones y los medios
adoptados para la dism inución del tra ­ 3. Efectos de tales Encíclicas. Por
bajo y aum ento del salario, exacerba­ favor divino no resultó defraudada
ron la contienda. P or último, provoca­ Nuestra confianza, puesto que los m is­
da la separación entre ricos y pobres, mos disidentes del catolicismo, arras­
merced a trabajos de hom bres tu rb u ­ trados por la fuerza de la verdad, han
lentos, a tal extremo llegaron las cosas, reconocido que a la Iglesia corresponde
que agitados los pueblos con frecuentes velar por las clases sociales, especial­
sublevaciones, parece serán entristeci­ mente por las que se hallan en m isera­
dos con calam idades espantosas. ble estado de fortuna. Los católicos,
por su parte percibieron como fruto de
2. Dos Encíclicas sociales. Apenas Nuestras enseñanzas, no sólo estímulo
comenzó Nuestro pontificado, Nos ad ­ y aliento para realizar óptim as em pre­
vertimos del peligro que por este con­ sas, sino tam bién la anhelada luz para,
cepto corría la sociedad civil y creemos bajo su influencia, dedicarse con éxito
deber Nuestro avisar a los católicos del y seguridad a esta clase de estudios, y
grave erro r que se encubre en las in ­ de esta suerte las diferencias de opinio­
venciones del socialismo y del grave nes que entre ellos existía en parte
daño que de él se deriva, no sólo a los desaparecieron y en parte se mitigaron.
bienes externos de la vida, sino tam bién En la práctica se consiguió fundar y
a la probidad de costum bres y a la reli­ aum entar útilm ente valiosos elementos
gión. Con este objeto dirigimos la Carta en defensa de la clase proletaria, p rin ­
Encíclica Quod Apostolici muneris el cipalm ente donde m ayor era su desven­
28 de diciembre de 1878. tura, como son: la protección dispen­
Aumentando la gravedad de estos pe­ sada a los ignorantes llam ada secreta­
ligros con detrim ento privado y públi­(*) riado del pueblo, los bancos agrícolas,
(*) A. S. S. 33 (1900/01) 385-396. — Los números en el margen corresponden a las páginas del
texto original en ASS, vol. 33. (P. H.)
— 637
638 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1901) 84, 4-6

las sociedades de socorro m utuo, las cristiana. Porque la prim era en muchos
ordenadas a rem ediarse en las necesi­ llega a tal grado la malicia, que nada
dades e infortunios, los gremios de adm ite fuera de lo natural, busca ex­
obreros y otros auxiliares de esta n atu ­ clusivamente los bienes corpóreos y
raleza. externos, poniendo la felicidad hum ana
en su adquisición y goce. De aquí su
4. Acción en favor del proletariado. deseo de que la autoridad resida en el
De esta m anera, bajo los auspicios de pueblo, para que, suprim idas las clases
la Iglesia, se inicia entre los católicos sociales y nivelados los ciudadanos, se
cierta unión de acción en favor de la establezca la igualdad de bienes; como
masa, rodeada casi siempre no menos consecuencia se aboliría el derecho de
de asechanzas y peligros, que de penu­ propiedad y la fortuna de los particu­
rias y trabajos. En principio no fue lares así como los medios de vida pa­
designada con nom bre propio esta ac­ sarían a ser comunes. Por el contrario
ción de beneficencia popular; el de la dem ocracia cristiana, por el hecho
socialismo cristiano empleado por al­ mismo de recibir ese nom bre, debe
gunos, así como los de él derivados no estar fundam entado en los principios
sin razón cayeron en desuso. Después de la fe divina, atendiendo de tal suerte
con fundam ento fue por m uchos lla­ al interés de las masas que procure
m ada acción cristiana popular. En al­ perfeccionar saludablem ente los áni­
gunas partes los que se dedican a esta mos, destinados a bienes sempiternos.
obra son llam ados cristianos sociales, Nada pues para ella tan santo como la
en otras se llam a democracia cristiana justicia que m anda que se conserve ín ­
a la acción y demócratas cristianos a tegro el derecho de propiedad, defiende
los que le prestan su concurso, en con­ la diversidad de clases, propia de toda
traposición a la democracia social que sociedad bien constituida y quiere que
persiguen los socialistas. De estas dos su form a sea la que el mismo Dios su
últim as denominaciones, si no la p ri­ autor ha establecido.
m era sociales cristianos, ciertam ente la De donde claram ente se infiere que
segunda democracia cristiana para m u ­ nada hay de com ún entre la democra­
chos es ofensiva por suponer que encie­ cia social y la cristiana y que entre sí
rra algo am biguo y peligroso: tem ien­ difieren como se diferencia la secta del
do, al efecto, que por este nom bre bajo socialismo y la profesión de la religión
encubierto interés se fomente el régimen cristiana.
p opular o se prefiera la dem ocracia a
las demás form as políticas, que se res­ 6. Abstención del concepto político.
trin ja la religión cristiana reduciendo No sea empero lícito referir a la polí­
sus m iras a la utilidad de la plebe, sin tica el nom bre de dem ocracia cristiana;
atender en nada el bien de las demás pues aunque democracia, según su sig­
clases, y por último, que bajo ese espe­ nificación y uso de los filósofos, denota
cioso nom bre, se encubra el propósito régimen popular, sin embargo en la
de sustraerse a todo gobierno legítimo presente m ateria debe entenderse de
ya civil, ya sagrado. Agitándose esta modo que, dejado de todo concepto
cuestión con dem asiada frecuencia y político, únicam ente signifique la m is­
acritud, deber Nuestro es im poner lí­ m a acción benéfica cristiana en favor
mites a la controversia, definiendo qué del pueblo. Porque como los preceptos
deban sentir los católicos sobre el p a r­ naturales y evangélicos exceden por sí
ticular y adem ás prescribir ciertas re ­ todos los hechos hum anos, es imposible
glas que hagan m ás am plia y saludable dependan de ningún régimen civil,
su acción a la sociedad.5 antes bien pueden arm onizar con cual­
quiera, con tal que no repugne a la
5. D em ocracia social y dem ocracia honestidad y a la justicia. Son, pues, y
cristiana. No hay duda alguna sobre perm anecen ajenos enteram ente dichos
lo que pretende la democracia social y preceptos a las opiniones de los p arti­
a lo que debe aspirar la democracia dos y a todo evento, de m anera que sea
84, 7-9 E n c íc l ic a “ G r a v e s d e C o m m u n i” 639

cual fuere la constitución de la rep ú ­ ción a las autoridades legítimas, porque


blica, puedan y deban los ciudadanos la ley natural y cristiana prescriben
cum plir aquellas m ism as leyes, en que reverencia a los que según su grado,
se les m anda am ar a Dios sobre todas rigen la sociedad y obediencia a sus
las cosas y al prójim o como a sí m is­ preceptos justos. Lo cual ha de hacer
mos. E sta fue la disciplina constante el Cristiano para que sea digno de él,
de la Iglesia y de ella usaron los Rom a­ sinceram ente y como deber; esto es
nos Pontífices al tra ta r con las socie­ por conciencia, como am onestó el
dades, cualquiera que fuere su form a Apóstol, cuando dijo: toda alma esté
de gobierno. Supuesto lo cual la m ente sometida a las potestades superiores^.
y acción de los católicos al prom over No se com porta por consiguiente, de
el bien de los proletarios, en modo al­ m anera cristiana el que rehúsa someter­
guno ha de tender a desear y tra ta r de se y obedecer a los que gozan de autori­
introducir un régimen social con p re­ dad en la Iglesia, y en prim er lugar a
ferencia a otro. los Obispos, a quienes, salva la potestad
del Romano Pontífice, ha puesto el
7. Aprecio de las clases superiores. Espíritu Santo para gobernar la Iglesia
388 Por idéntica razón debe removerse de de Dios, la cual él adquirió con su san-
la democracia cristiana el otro concep­ gre(s\ El que de otra m anera sienta o
to, que es atender de tal modo a las se conduzca se ha olvidado de aquel
clases humildes, que parezcan p reteri­ gravísimo precepto del mismo Apóstol:
das las superiores, las cuales no menos obedeced a vuestros superiores y estud­
contribuyen a la conservación y p er­ ies sumisos. Porque ellos velan, como 389
feccionamiento de la sociedad. A esta que han de dar cuenta de vuestras al-
necesidad provee la ley de la caridad, masW. En gran m anera interesa que
de que antes hicimos m ención la cual los fieles graben en su corazón lo ex­
abraza a todos los hom bres de cual­ puesto y lo cum plan en la conducta de
quier condición, como a m iem bros de su vida; los sacerdotes a su vez no
una fam ilia creados por un mismo bon­ cesen de inculcarlo a los demás, no
dadoso Padre, redim idos por un mismo tanto con la palabra como con el
Salvador y llam ados a una m ism a he­ ejemplo.
rencia eterna. Esta es la doctrina del
Apóstol: Un cuerpo y un espíritu, como 9. A yudar al pueblo y preservarlo
fuisteis llamados en una esperanza de del socialism o. E xplicada esta doctri­
vuestra devoción. Un Señor, una fe, un na, ya antes de ahora esclarecida, espe­
bautismo. Un Dios y Padre de todos, ram os que desaparezca toda disensión
que es sobre todos y por todas las cosas respecto al nom bre de dem ocracia cris­
y en todos nosotros(1). En considera­ tiana y toda sospecha de peligro en
ción, pues, a la unión nativa de la m a­ cuanto a lo que con tal nom bre se
sa con las demás clases, afianzada por significa. Y lo esperamos con razón.
la fraternidad cristiana, en éstas h a de Porque, prescindiendo del parecer de
influir necesariam ente toda diligencia algunos sobre la naturaleza y eficacia
que se emplee en ayuda de aquélla, lo de esta dem ocracia cristiana, en la cual
cual se concibe m ejor teniendo en cuen­ hay exageración o error, nadie habrá
ta que p ara el éxito en este orden, es que censure esa acción, que sólo aspira
necesario que aquellas clases sean lla­ según la ley natural y divina a ayudar
m adas a tom ar parte en la obra, de lo a los que viven del trabajo de sus m a­
cual nos ocuparem os luego. nos, a hacerles menos penoso su estado
y proporcionarles medios para atender
8. Respeto a las leyes y autoridades. a sus necesidades; a que fuera como
Evítese asimismo, encubrir bajo la de­ dentro de sus hogares cum plan libre­
nom inación de dem ocracia cristiana, el m ente los deberes de las virtudes y de
propósito de insubordinación y oposi-12 la religión, a que se persuadan de que
(1) Eph. 4, 4-6. (3) Act. 20, 28.
(2) Rom. 13, 1-5. (4) Hebr. 13, 17.
640 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1901) 84, 10-11

no son animales, sino hombres, cristia­ ejercitó siempre su acción, acom odán­
nos, no paganos y de esta m anera se dose a las circunstancias de los tiem ­
dirijan con facilidad a aquella ú n i c a pos. Esta ley de m utua caridad, que
cosa n e c e s a r i a , al último bien, para el es como complemento de la justicia,
que todos nacimos. Este es, en verdad, no sólo obliga a dar a cada uno lo
el fin, ésta la em presa de los que en tra­ suyo, no violar el derecho ajeno, sino
ñablem ente quieran ayudar al pueblo que también a favorecerse unos a otros,
cristiano y preservarlo incólume de la no de palabra, ni de lengua, sino de
peste del socialismo. obra y de verdad^, recordando lo que
Cristo am orosam ente dijo a los suyos:
10. No es sólo cuestión económica. Un mandamiento nuevo os doy: Que
De propósito Nos hemos hecho m ención os améis los unos a los otros, así como
de los deberes m orales y religiosos. En yo os he amado, para que vosotros os
opinión de algunos la llam ada cuestión améis también entre vosotros mismos.
social es solamente económica, siendo En esto conocerán todos que sois mis
por el contrario ciertísimo, que es p rin ­ discípulos si tuviereis caridad entre
cipalm ente m oral y religiosa y por esto v o s o t r o s Y aunque este m utuo auxi­
ha de resolverse en conform idad con lio debe m irar a los bienes no caducos,
las leyes de la m oral y de la religión. sin embargo debe extenderse a las ne­
Aumentad el salario al obrero, dism i­ cesidades de la vida; a este propósito
nuid las horas de trabajo, reducid el conviene recordar, que cuando los dis­
precio de los alimentos, pero si con cípulos del B a u t i s t a preguntaron a
esto dejáis que oiga ciertas doctrinas y Cristo: ¿Eres tú el que has de venir o
se m ire en ciertos ejemplos, que indu­ esperamos a otro?, El mismo para mos­
cen a perder el respeto debido a Dios y trar el motivo de su divina m isión entre
a la corrupción de costumbres, sus m is­ los hom bres presentó la razón de cari­
mos trabajos y ganancias resultarán dad, refiriéndose a la sentencia de
arruinados. La experiencia cotidiana I s a í a s : los ciegos ven , los cojos andan,
enseña que m uchos obreros de vida de­ los leprosos quedan limpios, los sordos
pravada y desprovistos de religión, vi­ oyen, los muertos resucitan, los pobres
ven en deplorable m iseria, aunque con son evangelizados(7K Y hablando del
menos trabajo obtengan m ayor salario. juicio final y de la distribución de los
Alejad del alm a los sentimientos que premios y penas, declaró que especial­
infiltró la educación cristiana; quitad mente atendería a la caridad con que
la previsión, modestia, parsim onia, p a ­ recíprocam ente se hubiesen tratado los
ciencia y las demás virtudes m orales e hombres, y llena de adm iración que pa­
inútilm ente se obtendrá la prosperidad, sando en silencio en ese punto las obras
aunque con grandes esfuerzos se pre- espirituales de caridad, se ocupara sólo
390 tenda. Esta es la razón porque Nos de los deberes de la caridad externa
jam ás hemos exhortado a los católicos considerándola como hecha en favor
a fundar sociedades y otras institucio­ suyo: tuve hambre y me disteis de
nes, p ara el feliz porvenir de la masa, comer; tuve sed y me disteis de beber;
sin recom endarles a la vez que lo hicie­ era huésped y me hospedasteis; desnu­
ran bajo la tutela y auspicios de la do y me cubristeis, enfermo y me visi­
religión.1 tasteis; estaba en la cárcel y vinisteis
a verme(8K A estas lecciones de caridad
11. Caridad espiritual y corporal. espiritual y corporal añadió Cristo in­
Tanto más digna de encomio Nos p a­ signes ejemplos, como todos saben; y
rece esta acción benéfica de los cató­ por lo que al presente se refiere, grato
licos, cuanto que se despliegan en el es recordar aquella frase salida de su
mismo cam po en que la caridad, bajo corazón paternal: Compasión tengo de
la benigna inspiración de la Iglesia, estas g e n t e s y la voluntad de socorrer
(5) I Joan. 3, 18. (8) Mat. 25, 35-36.
(6) Joan. 13, 34 y 35. (9) Marc. 8, 2.
(7) Mat. 11, 5.
84, 12-14 E n c íc l ic a “ Gr a v e s d e C o m m u n i” 641

aquella necesidad hasta de modo m i­ dio de instituciones perm anentes, en


lagroso: de cuya grande m isericordia las que tienen los necesitados ventajas
queda este encomio: pasó haciendo bien más estables y seguros. Todavía es más
y sanando a todos los oprimidos del digno de aplauso el propósito de infun­
diablo(10)1. Sem ejante escuela de cari­ dir en el ánimo de los artesanos y obre­
dad siguieron desde el principio los ros el espíritu de ahorro y previsión,
Apóstoles con sum a diligencia; y los para que de este modo puedan, en el
qué después abrazaron el cristianismo, transcurso del tiempo, atender al m e­
fueron autores de varias instituciones nos en parte a sus necesidades. Tal
con las que procuraron rem ediar todo propósito no sólo alivia el deber de los
género de m iserias hum anas; cuyas ins­ ricos para con los pobres, sino que a
tituciones favorecidas con incesantes su vez cede en bien de los proletarios,
incrementos, son en verdad preclaro pues estimulándoles a que se preparen
ornato del cristianism o y de la civili­ un porvenir más halagüeño, les aparta
zación que de él procede: los hom bres de los peligros, reprim e en ellos el ím ­
rectos no cesan de adm irarlas, teniendo petu de las pasiones y les atrae al ejer­
en cuenta que en todos y cada uno hay cicio de las virtudes. Como es, pues, de
propensión hacia el propio interés sin tan ta utilidad y tan apropiada para
cuidarse del ajeno. nuestros tiempos, es justo, ciertam ente
que la caridad de los buenos corra en
12. Lim osnas en dinero. De las obras ayuda con celeridad y prudencia.
de beneficencia no se ha de excluir la
distribución del dinero en limosnas, se­ 14. El Individuo vive p a ra sí y p ara
gún aquellas palabras de Cristo: dad la sociedad. E ntiéndase, pues, que esta
limosna de lo que os sobra^K Los acción de los católicos en favor y auxi­
socialistas la reprueban y quisieran su­ lio del pueblo, concuerda con el espí­
prim irla, como injuriosa a la nobleza ritu de la Iglesia y es fiel reflejo de los
ingénita del hom bre. Mas cuando se da ejemplos adm irables que ella ha dado;
limosna, según la prescripción evangé- sin que interese en gran m anera lla­
lica(12) y conform e al uso cristiano, ni m ar al conjunto de estas obras acción
alienta la soberbia en quien la hace, ni cristiana popular, o denom inarle demo­
avergüenza a quien la recibe. Tan lejos cracia cristiana, siempre que se obser­
está de ser indecoroso al hom bre la ven, con el obsequio que se merecen y
limosna, que antes bien sirve p ara es­ en toda su integridad, Nuestras ense­
trechar los vínculos de la sociedad h u ­ ñanzas. En cambio im porta demasiado
mana, fom entando la necesidad de de­ que en negocio tan grave, sea una m is­
beres entre los hom bres, porque no hay m a la mente, deseo y acción de los ca­
nadie, por rico que sea, que no nece­ tólicos y no interesa menos que esta
site de otro, ni nadie absolutam ente po­ misma acción aum ente y se amplíe. Se
bre, que no pueda ayudar en algo a debe, al efecto, procurar con especia­
otro. Armonizadas de esta suerte entre lidad la benévola cooperación de aque­
sí la justicia y la caridad, abrazan de llos que por su nacimiento, posición,
modo m aravilloso todo el cuerpo de cultura de ingenio y educación gocen
la sociedad hum ana y conducen provi­ de m ayor autoridad en la sociedad;
dencialmente a cada uno de sus m iem ­ faltando este elemento poco puede rea­
bros a la consecución del bien indivi­ lizarse en orden al anhelado bien del
dual y común. pueblo: por contrario, tanto más bre­
ve y seguro será el camino que a él
13. Instituciones de caridad. El ah o­ conduce, cuanto m ayor sea el núm ero
rro. Cede tam bién en honor y ju sta de los cooperadores y más eficaz su
alabanza de la caridad, el socorrer las cooperación. Nuestro deseo sería que
necesidades del pueblo, no ya con auxi­ consideraran que no están exentos de
lios transitorios, sino tam bién por m e­ procurar la suerte de los pobres, sino
(10) Act. "ib, 38. (12) Mat. 6, 2-3.
(11) Luc. 11, 41.
Encíclicas Pontificias 21
642 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1901) 84, 15-18

que a ello están obligados. Porque en 16. Abstención de disputas sutiles.


la sociedad no vive solo cada individuo P ara que la concordia de ánimos ad­
p ara sí, sino que tam bién p ara la co­ quiera la deseada estabilidad, es nece­
m unidad; de esta suerte lo que unos no sario que todos se abstengan de las
pueden hacer por el bien común, sú­ cuestiones que ofenden y dividen. Omí­
planlo con largueza los que puedan. La tase, pues, así en los diarios como en
superioridad m ism a de los bienes reci­ las conferencias populares, ciertas cues­
bidos, de la que ha de darse estrecha tiones m uy sutiles y de escaso interés,
cuenta a Dios que los ha otorgado, de­ cuya solución e inteligencia exigen ca­
m uestra la gravedad de esta obligación, pacidad suficiente y cultura no vulgar.
como tam bién la declara el torrente de Propio es del hom bre dudar en m uchas
males, que a no prevenirse con tiempo cosas y en otras sentir de m anera di­
acarrearán la ruina de todas las clases versa a la que otros sienten; conviene
sociales; resultando de aquí que el que por tanto, a los que sinceramente bus­
desprecia la causa del pueblo se acre­ can la verdad, que en las disputas ob­
dita de im previsor respecto de sí, como serven igualdad de ánimo y modestia
de la sociedad. y m utua reverencia, para que de esta
suerte el disentimiento de opiniones no
15. Valor y unión. No hay que te ­ acarree el disentimiento de voluntades.
En las cuestiones dudosas puede cada
mer, si esta acción social anim ada de
uno defender la opinión que m ejor le
espíritu cristiano se propaga y prospe­
pareciere, siempre que esté dispuesto a
ra, que se esterilicen y desaparezcan someterse a las decisiones de la Sede
como absorbidos por las nuevas socie­ Apostólica.
dades, los institutos debidos a la piedad
y previsión de Nuestros antepasados, 17. Comités para unificar la acción.
3893 porque éstos como aquéllas, están ani­ Esta acción de los católicos se desple­
mados de un mismo espíritu de religión gará con m ás am plitud y eficacia, si
y caridad, y no siendo, por otra parte, todas las instituciones, conservando su
opuestas entre sí, fácilm ente podrán derecho, son dirigidas por un mismo
unirse p ara atender a las necesidades impulso. E n Italia deseamos que este
del pueblo y a los peligros cada día más im pulso corresponda a los Congresos
graves. La realidad clam a y clam a con y comités católicos tantas veces por Nos
vehemencia diciendo que es necesario alabados, a los cuales Nuestro Predece­
valor y unión, puesto crue se vislum bra sor y Nos confiamos la m isión de la
un cúm ulo inm enso de desventuras y acción com ún de los católicos, bajo la
am enazan pavorosas catástrofes, por dirección y tutela de los obispos. H á­
efecto, principalm ente, del increm ento gase lo mismo en las demás naciones,
que tom a la secta de los socialistas. si hay asociaciones a quienes se haya
Con astucia invaden el seno de la so­ encomendado tal cargo.
ciedad y en las tinieblas de ocultas
reuniones como en público, por medio 18. Que el Sacerdote se acerque al
pueblo. En este orden de cosas que tan
de conferencias y escritos, excitan las
directam ente ligan los intereses de la
m uchedum bres a la sedición; abando­
Iglesia y del pueblo cristiano, clara­
nada toda idea religiosa, rechazan los
mente aparece cuanto deban trab ajar
deberes, proclam ando sólo el derecho, los sagrados m inistros y cuán podero­
y así inflam an a las turbas más n u ­ sos son los medios de doctrina, pruden­
tridas cada día de menesterosos, a cia y caridad de que para dicho fin
quienes la propia m iseria hace que disponen. Más de una vez Nos, hablan­
caiga con facilidad en el engaño y sean do a los eclesiásticos, hemos creído con­
arrastradas al error. Trátase, pues, de veniente m anifestarles que al extremo a
los intereses de la sociedad y religión, que llegaron los tiempos, es oportuno
lo cual deben defender de m anera de­ descender al pueblo y comunicarse sa­
corosa los buenos. ludablemente con él. Con frecuencia
84, 19-22 E n c í c l i c a ‘'G r a v e s d e C o m m u n i” 643

asimismo, en cartas dirigidas a los obis­ de sus opiniones, oyen a los Prelados
pos y varones eclesiásticos en estos ú lti­ de la Iglesia como si a El oyeran y les
mos tiempos (13\ alabam os esta am o­ asiste en sus empresas por difíciles que
rosa solicitud p ara con el pueblo; d i­ sean, coronándolos benigno con el éxi­
ciendo que era propia de uno y otro to. Añádase a lo indicado el ejemplo
clero. Pero condúzcanse en esto con de las virtudes, en especial de las que
gran cautela y prudencia a semejanza acreditan al hom bre de enemigo de la
de los santos. El pobre y hum ilde F r a n ­ im pureza y placeres y de dispensador
c is c o , el padre de los desgraciados V i ­ benévolo de lo superfluo para utilidad
c e n t e d e P a ú l y otros m uchos varones, del prójim o; porque estos ejemplos ex­
en todas las épocas de la Iglesia, orde­ citan saludablem ente el espíritu del
naron de tal modo su asiduo cuidado pueblo y tienen tanta m ayor eficacia
hacia el pueblo, que sin olvidarse de sí cuanto que son más conspicuos los ciu­
atendieron con igual interés a la p er­ dadanos en quien se adm iran.
fección de todas las virtudes.
21. Vigilancia de los Prelados. Os.
19. Lo que se ha de enseñar al pue­ exhortam os, Venerables Hermanos, a
blo. Sobre este p a rtic u la r Nos place procurar estas cosas, según la oportu­
exponer a la consideración u na cosa, nidad de lugares y personas, con la
en que no sólo los eclesiásticos sino prudencia y solicitud que os es propia
todos los favorecedores de la causa del y a que os aconsejéis m utuam ente sobre
pueblo, puedan con facilidad hacerse este asunto en vuestras acostum bradas
beneméritos. Y consiste en inculcar reuniones. Entiéndase vuestra vigilan­
oportunam ente en el ánimo de la plebe cia y autoridad a regular, refrenar y
estos consejos: que se guarden de las cohibir para que de esta suerte no se
sediciones y de los sediciosos; que con­ relaje, so pretexto de fom entar el bien,
sideren inviolable el derecho ajeno; que el vigor de la disciplina eclesiástica, ni
reverencien a sus señores y hagan lo se turbe el orden señalado por Cristo
que les m andan; que no sientan aver­ a su Iglesia. Aparezca con esplendidez
sión a la vida doméstica fecunda en en la obra recta, concorde y progresiva
muchos bienes; que observen la religión de los católicos, que la tranquilidad del
y de ella tom en consuelo en las contra­ orden y la verdadera prosperidad flo­
riedades de la vida. P ara el m ás feliz rece en los pueblos bajo la dirección y
éxito de este propósito, servirá de po­ ayuda de la Iglesia, a la cual incumbe
deroso medio recordarles el singular el sagrado deber de avisar a cada uno
modelo de la Sagrada Fam ilia de Naza- de sus obligaciones según los preceptos
ret, proponerles el ejemplo de los que cristianos, de estrechar con la caridad
siendo de su condición llegaron a la fratern a a los ricos y a los pobres y de
cum bre de la virtud y por últim o fo­ levantar y confortar los ánimos en las
m entar la esperanza del prem io que adversidades hum anas.
está reservado en una vida m ás dichosa.
22. Palabras de San Pablo. Confirme
20. Sumisión de toda obra a la Je­ Nuestras am onestaciones y deseos la
rarquía. Finalm ente, de nuevo aconse­ exhortación tan llena de caridad apos­
jamos, que no se olviden los individuos tólica de S a n P a b l o a los Romanos:
y sociedades al poner en práctica cual­ Os ruego... Reformaos en novedad de
quier proyecto con el propósito indi­ vuestro espíritu... El que reparte, en
cado, de la plena obediencia que deben sencillez; el que preside, en solicitud;
a la autoridad de los Obispos. No se el que hace misericordia, en alegría. El
dejen alucinar de cierto celo de caridad amor sea sin fingimiento. Odiando lo
intem perante, lo cual ni es sincero, ni malo, aplicándoos a lo bueno. Amán­
fecundo, ni grato a Dios, si tiende a doos recíprocamente con amor frater­
m enoscabar el deber de obediencia. nal: adelantándoos para honraros los
Dios se complace en los que, olvidados 13 unos a los otros: En hacer bien, nada
(13) Al General (le la Orden de Hermanos Menores, a 25 de Nov. de 1888.
644 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1901) 84, 22

perezosos; en ¡a esperanza, gozosos; en Gomo auspicio de tales bienes des-


la tribulación, sufridos; en la oración, cienda la Bendición Apostólica, que
perseverantes: Socorriendo las necesi­ am orosam ente Os damos en el Señor
dades de los santos: ejercitando la hos­ a vosotros, Venerables Hermanos, al
pitalidad Gozaos con los que se gozan; Clero y a vuestro pueblo.
llorad con los que lloran: Sintiendo en­
tre vosotros una misma cosa: No pa­ Dado en Roma, junto a San Pedro
gando a nadie mal por mal; procurando el 18 de enero del año 1901, vigésimo-
bienes no sólo delante de Dios, sino tercero de Nuestro Pontificado.
también delante de todos los liom-
bres(14K LEON PAPA XIII.
(14) Rom. 12, 1-17.
ENCICLICA ‘TARTA HUMANO G EN ER F^
(8-IX-1901)

SOBRE EL SANTO ROSARIO Y LA CONSAGRACION DEL NUEVO TEMPLO


DE LA VIRGEN DEL ROSARIO, EN LOURDES DE FRANCIA

L E O N PP. X I I I
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. El éxito de la labor papal en favor de Octubre al Rosario y celebrar su


del rezo del santo Rosario. Los inm or­ culto en toda la tierra con grande e
tales beneficios que Jesucristo Reden­ inusitado esplendor.
tor ha obtenido p ara el género hum ano
están profundam ente grabados en todas 2. E l recuerdo de la labor de Santo
nuestras mentes, y en la Iglesia no sólo Domingo en el su r de F ran cia. En el
se recuerdan con im perecedera conm e­ presente año, empero, del que surge el
m oración sino que su m editación diaria siglo veinte, Nos casi creyéram os faltar
asocia al influjo que ejerce, cierta obli­ a Nuestro deber si dejáram os pasar la
gación de am or p ara con la Santísima ocasión propicia, que, sin proponérselo,
Virgen, Madre de Dios. Nos han ofrecido el venerable herm ano,
Cuando dirigimos la m irada al lapso obispo de Tarbes, el clero y el pueblo
largo que dura Nuestro sumo Sacer­ de Lourdes, los cuales, en el templo
docio y tornam os N uestra atención a augusto, consagrado a Dios en honor
lo actuado, nos invade un sentimiento de la santísim a Virgen del Rosario, han
grato y gozoso de c onsolación, al evocar construido quince altares, que se han
aauellas cosas que Nos, siendo Dios de dedicar a otros tantos m isterios del
autor de las buenas ideas y colaborador Rosario.
en su ejecución, hemos em prendido p er­ Nos aprovecham os esta oportunidad
sonalm ente o hemos procurado que los con tanto m ayor gozo cuanto que se
católicos em prendiesen y promoviesen trata de aquellas regiones de Francia
para m ayor honra de la Virgen María . que son ilum inadas con tantas y tan
Mas nos causa un singular gozo el grandes mercedes de la santísim a Vir­
que en Nuestras exhortaciones y dispo­ gen como antiguam ente fueron enno­
siciones hayam os puesto más al alcance blecidas por la presencia del Padre le­
de las inteligencias la santa práctica del gislador, S anto D omingo ; y en las cua­
Rosario m ariano; la hayam os introdu­ les se halla el origen del santo Rosario.
cido en las costum bres piadosas del Pues, ningún cristiano ignora que el
pueblo cristiano; m ultiplicado las co­ Padre, S anto D omingo, pasando de
fradías del Rosario; hecho florecer cada E spaña a Francia, se opuso victoriosa­
día más el núm ero y la piedad de los mente a la herejía albigense, que, cual
socios; estim ulando la composición y perniciosa peste, invadía en aquel tiem ­
am plia divulgación de m uchos m onu­ po casi todo el Languedoc, en las p ro ­
mentos literarios por plum as eruditas; ximidades de los montes Pirineos; y
y finalm ente, m andado dedicar el mes (*) exponiendo y predicando los adm ira­
(*) A. S. S. 34 (1901/02) 193-195; o, Leonis XJII Pontificis Maximi, Acta 21, 156 ss. Esta Epístola
Apostólica no aparece en la primera edición. Su principio en latín es: “Parta humano generi per
Jesum Christum Redemptorem immortalia in nostris omnium animis penitus insident, atque in Ecclesia
no modo memoria recoluntur sempiterna, sed etíam eorum commendatio quotidie cum sua vi quodam
arnoris officio erga Virginem Deiparam consociatur” . — Los números en el margen corresponden
a las páginas del texto original en ASS, vol. 34. (P. H.)
— 645 —
646 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1901) 85, 3-5

bles y sagrados misterios de los divinos 4. La consagración de los 15 altares


beneficios encendió la luz de la verdad en Lourdes, es una luz en las actuales
en los mismos parajes que yacían en­ tinieblas. Mas, tam bién en nuestros
vueltos en las tinieblas de los errores. días, la antigua herejía, con el nom bre
cambiado y por obra de otras sectas,
3. Los frutos del rezo y las razones revive sorprendentem ente en nuevas
del nombre “Rosario”. Pues, esos m is­ form as y seducciones de errores e im ­
mos efectos producen en cada uno de pías m entiras, se vuelve a introducir en
nosotros, especialmente las series de dichas regiones y corrom pe y contam i­
m isterios que en el Rosario adm iram os; na extensamente con su contagio a los
conviene a saber, que con la frecuente pueblos cristianos, a los cuales arrastra
meditación o recuerdo, el alm a cristiana miserablem ente a la perdición y con­
poco a poco e insensiblem ente embeba denación. Pues, Nos vemos, y en gran
la vitalidad en ellos contenida y se im ­ m anera deploramos, la cruelísim a tem ­
pregne en ella; que poco a poco e in ­ pestad, desatada ahora, especialmente
sensiblemente se sienta conducido a en F rancia contra las Fam ilias religio­
disponer sin pretensiones su vida en sas en extremo benem éritas de la Iglesia
activa quietud, a soportar las adversi­ y de los pueblos por las obras de pie­
dades con ecuanim idad y fortaleza de dad y beneficencia que hacen.
espíritu, a d ar aliento a la esperanza Mas m ientras Nos dolemos de estos
de los bienes inm ortales que nos están males y Nos causa am arga pena la
reservadas en u na patria m ejor, y final­ grave situación de la Iglesia, providen­
mente, a fortalecer y aum entar la fe, cialmente sucede que se presenta a
sin la cual buscam os en vano el remedio Nuestro espíritu una clara señal de
y el alivio de los males que nos ago­ salvación. Pues, tenemos por auspicio
bian, o la conjuración de los peligros seguro y feliz — que la augusta Reina
que nos am enazan. del cielo se digne confirm ar— , el que
Ahora bien; con razón han sido lla­ en el próxim o mes de Octubre, como
m adas “R osario” las oraciones m aria- hemos dicho, se hayan de consagrar, en
nas que, bajo la inspiración y ayuda el templo de Lourdes, tantos altares
cuantos son los misterios del santísimo
de Dios, S anto D omingo fue el prim ero
Rosario.
en idear mezclándolas, en determ inado
orden, con los m isterios de la reden­
5. La ayuda e intercesión de la San­
ción; pues, cuantas veces saludamos a tísima Virgen. Y ciertam ente, no hay
María como “llena de gracia”, según la
cosa que tenga tan ta fuerza para conci­
alabanza angélica, tantas veces ofrece­ llarnos y m erecernos la benevolencia
mos, m ediante la alabanza repetida, a de María como el culto que, en la m e­
la Virgen u na especie de rosas que des­ jor form a posible, tributam os a los m is­
piden un perfum e de gratísim a dulzura; terios de nuestra redención, a los cua­
tantas veces se presentan en nuestra les ella no asistió m eram ente sino en
mente la excelsa dignidad de María y que intervino, y como tam bién la suce­
la gracia que Dios le concedió por el sión ordenada de los hechos que pone­
fruto bendito de su seno(1); tantas ve­ mos delante de los ojos, desenvolvién­
ces recordarem os otros m éritos singu­ dolos para la m editación y devoción.
lares, por los cuales con su Hijo divino Por eso, Nos no dudamos que la m is­
María fue hecha participante en la re­ ma Virgen, Madre de Dios, y piadosí­
dención hum ana. ¡Cuán suave, pues, y sima Madre nuestra, querrá atender
cuán grata es a la santísim a Virgen la benignamente a los deseos y súplicas
salutación angélica, porque, precisa­ que elevarán debidamente las innum e­
mente, al saludarla Gabriel con ella, rables m uchedum bres de cristianos que
sintió que había concebido del E spíritu en peregrinación afluirán ahí, y ella
Santo al Verbo de Dios! unirá y confundirá sus ruegos con los
(1) Le. 1, 42.
85, 6-7 E n c íc l ic a “P arta H umano G e n e r i” 647

de ellos, a fin de que, asociadas en tam bién ellos sientan el mismo gozo y
alguna m anera las plegarias, violenten la mism a alegría que em bargan Nues­
el corazón de Dios, rico en m isericor­ tro corazón.
dia, moviéndolo a escucharlos.
De este modo, la poderosísim a Virgen 7. Privilegios p ara la consagración
y Madre, que un día cooperó con su del santuario de Lourdes. P o r lo cual,
caridad para que los fieles naciesen en con el deseo de que todo redunde en
la Iglesia^ sea tam bién ahora m edia­ bien, felicidad, prosperidad y m ayor
nera e intercesora de nuestra salvación: gloria de Dios, no menos que en pro­
quebrante y corte las m últiples cabezas vecho de la universal Iglesia, concede­
de la hidra im pía que hace vastos estra­ mos, con Nuestra autoridad apostólica
gos por toda E uropa; devuelva la paz a y por esta N uestra epístola, que Nuestro
los espíritus angustiados y apresure, hijo B enito María L angénieux , carde­
por fin, la vuelta de la vida privada y nal de la Santa Rom ana Iglesia, pueda
pública a Jesucristo, quien puede salvar consagrar lícitamente, en Nuestro nom ­
para siempre a los que, por su medio, bre y autoridad, el nuevo templo eri­
se aproximan a D ios^\ gido en el pueblo de Lourdes, y consa­
grado a Dios en honor de la santísim a
6. Hace extensiva la epístola a todo Virgen María del santísim o Rosario;
el m undo cristiano. E n tre tanto, Nos, que el mismo querido hijo Nuestro use
dando públicas pruebas de Nuestra be­ librem ente el palio, en la m isa solemne,
nevolencia a Nuestro venerable h er­ como si estuviese en su propia arqui-
mano, el obispo de Tarbes, al clero y diócesis; y que después de la misa so­
pueblo de Lourdes, am ados hijos Nues­ lemne, pueda bendecir a los presentes,
tros, hemos querido, con esta Nuestra asimismo en Nuestro nom bre y auto­
Eüístola anostólica, secundar todos y ridad, con las acostum bradas indulgen­
cada uno de sus deseos que poco ha cias. Así lo concedemos sin que nada
nos m anifestaron, y hemos m andado obste en contrario.
rem itir un ejem plar auténtico de la Dado en Roma, cerca de San Pedro
misma a todos Nuestros herm anos en el el 8 de Septiembre de 1901, año vigési­
apostolado, patriarcas, arzobispos, obis­ mo cuarto de Nuestro Pontificado.
pos y demás sagrados prelados esparci­
dos por el orbe católico, a fin de que 2 LEON PAPA XIII.
(2) San Agustín, De Sancta Virginitate, c. 6 38, col. 1012); ver Epíst. 98, 5 (Migne 33, col.
(Migne PL. 40, col. 399); Sermón 1922, 2 (Migne 362).
(3) Ilcbr. 7, 25.
A. CARD MACCHI
»©

ENCICLICA “VIGESIMO QUINTO ANNO”


o “Pervenuti all’anno vigésimo quinto”1^
(19-III-1902)

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I. A c c i ó n d e G r a c ia s po r el largo nuestro Padre celestial, a quien sea la


P o n t if ic a d o y a l e g r ía p o r l a U n id a d gloria y el honor por los siglos de los
siglos(1), Nuestro deber de gratitud, Nos
1. A gradecim iento a Dios p o r el Pon- complacemos en dirigir Nuestro pen­
513 ficado. Llegados al vigésimo quinto samiento y Nuestra palabra tam bién a
aniversario de Nuestro m inisterio apos­ vosotros a quienes llam ara el Espíritu
tólico y m aravillados realm ente por el Santo a guiar porciones selectas de la
cam ino que hemos podido recorrer a grey de Jesucristo, y que participáis
través de arduas e incesantes preocu­ con Nos en todas las luchas y cuidados,
paciones, Nos sentimos, naturalm ente, todas las pesadum bres y gozos del m i­
im pulsados a elevar Nuestro pensa­ nisterio pastoral. Jam ás olvidaremos las
m iento a Dios tres veces bendito quien, múltiples y gloriosas pruebas de vues­
entre otras mercedes, quiso conceder­ tra fidelísima obediencia que nos habéis
nos tam bién la de una duración del brindado en todo el transcurso de Nues­
Pontificado que casi no tiene parangón tro Pontificado y que en santa em ula­
en la H istoria; al Padre de todos que ción habéis reiterado en la presente
tiene en sus m anos el secreto de la vida ocasión. Si Nos ya estamos estrecha­
suba, por tanto, desde el fondo de mente unidos a vosotros por Nuestro
Nuestro corazón el him no de alabanza. deber m inisterial y por Nuestro p ater­
Verdad es que ningún ojo m ortal puede nal amor, nos conmueven aun más
penetrar com pletam ente los designios íntim am ente las demostraciones de
divinos que son la causa de u na exis­ vuestra veneración m anifestada no sólo
tencia inesperadam ente larga; no pode­ hacia Nuestra persona sino especial- 5
mos sino adorarlos en silencio; una mente ofrendada, como expresión de
cosa, empero, sabemos: si el Padre vuestra filial adhesión, a la Santa Sede,
eterno se complació y aun se complace centro y eje de todas las sedes del m un­
en conservarnos la vida, pesa sobre Nos do católico. Si alguna vez hubo necesi­
el altísim o deber de vivir p ara bien y dad de que todas las clases y rangos de
provecho de su inm aculada esposa, la la Iglesia se estrecharan en apasionado
Iglesia, y de consagrarle, sin tem er des­ abrazo de am or m utuo, teniendo los
velos y sudores, el últim o resto de mismos sentimientos y anhelos para
Nuestras fuerzas.2*() form ar un solo corazón y una sola al­
ma, es precisam ente en los días que
2. Unión de los Obispos con el Papa corren.
en medio de los ataques enemigos. Des­ ¿H abrá quien se llame a engaño res­
pués de haber depositado a los pies de pecto de la gran conjuración de las
(*) A. S. S. 34 (1902) 413-432. Aunque esta Encíclica no sea literalmente la última de León XIII,
“Pervenuti” constituye una especie de Testamento espiritual y resumen de la acción del Papa que
abarca muy variados puntos de doctrina desde la unión de todos en ia Iglesia y las persecuciones que
sufre hasta los principios modernos disolventes de la vida social, civil, moral y religiosa, las relaciones
entre la Iglesia y el Estado, la libertad y ciencia; habla sobre la masonería como también la organización
social y política, sobre la vida internacional de los pueblos, guerra y paz, la victoria final del cristia­
nismo y los deberes de los católicos. La Iglesia, “blanco de contradicción’’ en el mundo de hoy podría
ser su tema. — Esta encíclica no figura en la 1? ed. Trad. esp. para la 2;> ed. — Los números
en ei margen corresponden a las páginas del texto italiano en ASS, vol. 34. (P. II.)
(1) 1 Tim. 1, 17.

648 —
86, 3-4 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o Anno” 649

fuerzas del m al que am enazan derribar causas, sus variadas form as y sus fu­
y despedazar la obra de Cristo; que con nestas consecuencias, para indicar lue­
terrible tenacidad tratan de aventar en go los remedios. Nos, por tanto, repeti­
el campo espiritual el tesoro de las di­ remos lo que ya hemos dicho en ante­
vinas enseñanzas y procuran destruir riores oportunidades. ¡Ojalá resuene
en el campo social las más sagradas y N uestra voz en todos los ámbitos no
saludables instituciones del cristianis­ sólo entre los hijos adictos a la unidad
mo. católica sino tam bién entre los que
Pero vosotros os encontráis d iaria­ están de nosotros separados y aun entre
mente con estos problem as; más de una aquellos infelices que no creen, por
vez, nos habéis com unicado vuestras cuanto todos son hijos del mismo P a­
preocupaciones y angustias al respecto, dre, todos, llam ados a poseer finalm en­
vuestras quejas por la m arejada de p re­ te el sumo bien! ¡Ojalá resuene como
juicios, falsas doctrinas y herejías que últim a voluntad Nuestra que Nos, co­
im punem ente se apoderan de las m u­ locados en el um bral de la eternidad,
chedum bres. ¡Cuántos lazos falaces se queremos m anifestar a los pueblos, esti­
tienden por doquiera a las alm as fie­ m ulando en todos la esperanza de que
les! ¡Con cuántos obstáculos se trata alcancen la salvación!
diariam ente de im pedir y dilacerar la
obra beneficiosa de la Iglesia! Y p ara 4. La Iglesia siempre ha sufrido per­
añadir la b urla al daño se recrim ina a secuciones conforme a la profecía de
la Iglesia m ism a que sea incapaz de Cristo. La Iglesia Santa de Cristo, en
recuperar su antiguo vigor ni pueda todos los tiempos, tuvo que sostener
dom inar las desenfrenadas y turb u len­ combates, sufrir persecuciones por la
tas pasiones que am enazan desem bocar verdad y la justicia. Instituida por El
en un horrendo cataclismo. mismo para propagar el reino de Dios
en el m undo y para conducir a la h u ­
II. L a lucha perpetua contra m anidad, m ediante la lum inosa ley del
la I glesia3
2 m ensaje salvífico, a su destino sobre­
n atural y a la consecución de bienes
3. La lucha religiosa es, por su gra­ inm ortales que Dios nos ha prometido,
vedad, un tema obligado. Nos os h a ­ pero que sobrepasan nuestras fuerzas,
blaríam os gustosos, Venerables H er­ tuvo necesariam ente que chocar con las
manos, sobre u n tem a m ás grato, más bajas pasiones que se arrastrab an por
apropiado al fausto acontecim iento que los fondos de una antigüedad decaden­
nos invita dirigiros la palabra; mas no te y perversa: con el orgullo, la concu­
podemos, tanto por la grave opresión piscencia, el desenfrenado afecto a los
que sufre la Iglesia y que reclam a un bienes terrenales, los vicios y perversi­
pronto remedio cuanto por la situación dades, que de ellos nacen y que encon­
de la sociedad actual que ha abando­ traban en la Iglesia siempre su más
nado la grandeza de las tradiciones cris­ fuerte obstáculo.
tianas y que, por ello, ya está sum ién­ La realidad de esas persecuciones no
dose en la m iseria m oral y m aterial y debe sorprendernos, por cuanto nues­
encam inándose hacia un porvenir aun tro divino Maestro mismo nos las ha
más lóbrego; pues, es una ley de la P ro ­ anunciado, y sabemos que ellas no se
videncia, que la H istoria confirm a, que extinguirán hasta el fin de los siglos,
no se pueden transgredir los principios pues, ¿qué dijo a sus discípulos al en­
de la fe sin conm over los cimientos del com endarles la m isión de llevar el te­
progreso social beneficioso. soro de su doctrina a todas las nacio­
P ara robustecer, alentar y llenar de nes? Nadie ignora que dijo: Os perse­
confianza los ánim os en esta situación, guirán de ciudad en ciudad; seréis odia­
conviene enfocar la lucha que arde en dos y aborrecidos por mi nombre; os
el m undo p ara m al de la Iglesia, seña­ llevarán a los tribunales y os condena­
lando el origen de esa contienda, sus rán a las penas más infames y para
(2) Compare: Mt. 23, 31; 10, 23; 22, 17; Me. 13, 13; Le. 21, 17.
650 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 5-6

alentarlos p ara el tiem po de visitación, veces se congregaron, con saña inaudita


El se señaló a Si mismo como ejemplo: y con im pertinente injusticia, los ene­
Si el mundo os aborrece, sabed que me migos en aun m ás torm entosas épocas
aborreció a Mi primero que a vos­ del pasado, a fin de realizar la em presa
o tro s^. Estas son las alegrías, éste el insensata de aniquilar la obra de Dios,
prem io que nos está prom etido acá para m al abierto de toda la organiza­
abajo. ción social de los hom bres, pasando, en
A caso de fracaso, de un género de p er­
5. Incom prensible la persecución de secución a otro para lograr su fin.
que se h a hecho objeto a Jesús. Al El Imperio Romano em pleaba por
reflexionar recta y razonablem ente so­ tres largos siglos todos los medios de
bre estas cosas nos resulta imposible su poderío m aterial, sem brando todas
explicar el motivo de ese odio. ¿A sus provincias de m ártires y regando
quién h ab ría ofendido jam ás el divino con su sangre cada pulgada de este sa­
Redentor? ¿A qué leyes faltó? Im pul­ grado suelo de Roma; y en unión con
sado por su inm enso am or descendió el estado, ora solapada, ora descarada­
del cielo a los hom bres, nos entregó mente, tratab a la herejía con sus argu­
una doctrina p u ra y consoladora, muy cias e insidias, por lo menos, de desbro­
apropiada, por su m ensaje de paz y zar la concordia y la unidad de ella.
am or, a convertir en herm anos a todos Apenas librada de esas calamidades,
los hom bres; no buscó grandeza terre­ se abalanzaron sobre ella, como un to ­
nal ni honores; a nadie arrebató su rrente devastador del Norte, las hordas
derecho; en cambio, se m ostró lleno de los bárbaros y luego del Sur el
del m ayor am or p ara con los débiles, Islam, dejando tras sí ruinas y p á­
enfermos, pobres, pecadores y oprim i­ ramos.
dos; toda su vida no era sino un cam i­ Así se agitaba siglo tras siglo la triste
n ar entre los hom bres p ara sem brar herencia de odio contra la esposa de
con m anos generosas los beneficios en Cristo, siguiendo luego la exageración
sus corazones. del poder civil, el cesarismo, que lleno
Debemos, pues, conceder que no era de suspicacia y afán de un m ayor po­
sino el exceso de iniquidad hum ana el der, henchido de envidia por la gran­
que las causó, tanto más lam entable e deza de la Iglesia la cual pese a todo,
injusto cuanto el Señor, pese a toda su se increm entaba continuam ente, lanzó
bondad, llegó realm ente a ser, según el sus ataques contra ella para conculcar
516 vaticinio de Simeón, la piedra de es­ su libertad y arrebatarle sus derechos.
cándalo, el blanco de contradicción^ .6 Nos sangra el corazón al verla reto r­
cerse en su angustia e indecibles do­
6. La victoria sobre las persecucio­ lores.
nes de antaño y hogaño. ¿Será de extra­ A pesar de ello, venció todos los obs­
ñ ar que la Iglesia Católica, la continua­ táculos, todas las fuerzas contrarias,
dora de la m isión divina y la cuidado­ todas las opresiones; a pesar de todo,
ra indefectible de sus verdades sufra la extendió siempre más sus pacíficos ta ­
m ism a suerte? El m undo perm anece bernáculos, y salvó el legado precioso
siempre igual. Al lado de los hijos de de las artes, de la Historia, de las cien­
Dios se hallan siempre los secuaces de cias y de la L iteratura; pese a todo,
aquel gran enemigo del género hum ano introdujo en el corazón de la vida so­
que, rebelde desde el principio, es de­ cietaria de los hom bres el espíritu del
signado príncipe de este mundo por la Evangelio, form ando, precisam ente con
Sagrada Escritura*5*. Y por eso, el ello, aquellas costum bres y aquella civi­
mundo, lleno de ilegítim a independen­ lización que se llam an cristianas; co­
cia, se infla de desmedido orgullo fren ­ municó a los pueblos que aceptaban su
te a la Ley y a Aquel que la anunció benéfico influjo, la justicia de las leyes,
en el nom bre de Dios. ¡Ay! ¡Cuántas la m ansedum bre de la conducta, la 517
(3) Juan 15, 18. (5) Juan 12, 31; 14, 30: 16, 11.
(4) Luc. 2, 31.
86, 7-10 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o An n o ” 651

protección de los débiles, la caridad no todas las verdades reveladas, con el


para con los pobres y desgraciados, el fin de extinguir en la conciencia de los
respeto universal del derecho y del ho­ pueblos todo vestigio de la fe y toda
nor; v como consecuencia de ello, en huella de espíritu cristiano.
cuanto, en medio del torbellino hum ano De estas fuentes brotaron las doctri­
fuese posible, aquella vida social pací­ nas del racionalism o y panteísm o, del
fica que nace de la m ejor arm onía en­ naturalism o y m aterialism o que con
tre la libertad y la justicia. apariencias de novedad resucitaron
antiguas herejías las que habían sido
7. La Reforma del siglo 16 y sus
refutadas victoriosam ente por los P a ­
consecuencias. A p esar de estas p ru e ­
dres y apologistas de los tiempos del
bas tan claras, continuas y nobles de
cristianism o primitivo. Así se engaña
su valor interno, vemos a la Iglesia, no
el orgullo del tiempo m oderno que no
menos en los tiem pos m odernos que en
quiere tener en cuenta sino a sí mismo,
la Edad Media y en la Antigüedad en­
negando, igual que el paganismo, las
vuelta en luchas, en cierto sentido aun
cualidades del alm a y su destino inm or­
más im placables y penosas que antaño.
tal que la distingue.
A propósito de u n a serie de bien cono­
cidas causas históricas, la llamada Re­ 9. Ataques modernos más universa­
forma del siglo 16 levantó la bandera les y decisivos. La guerra que se m ue­
de la rebelión, tratando de h erir a la ve a la Iglesia se vuelve hoy día más
Iglesia en pleno corazón, al com batir decisiva que en el pasado no sólo en
rabiosam ente el Papado. Destrozó el cuánto a su violencia sino especialmen­
vínculo de la anterior unidad de ju ris­ te por la am plitud del ataque, pues, la
dicción y de fe que había congregado incredulidad m oderna no se lim ita a la
bajo sus alas m aternales a los pueblos, duda o la negación de estas o aquellas
constituidos en u na sola grey la que no verdades de fe sino que combate más
pocas veces había duplicado sus fu er­ bien la totalidad de los principios con­
zas, su aprecio y su honor por la arm o­ sagrados por la revelación e insinuados
nía de sus esfuerzos y fines. La R efor­ por la recta razón, como son por ejem ­
ma inyectó en las filas de los fieles una plo aquellas doctrinas santas y funda­
discordia lam entable y perniciosa. No mentales que ilustran al hom bre sobre
queremos afirm ar con ello que ese m o­ el últim o fin de su existencia, que lo
vimiento intentaba elim inar, desde el obligan a cum plir sus obligaciones, que
principio, el im perio de las verdades le inspiran valor y seguridad, le p ro ­
sobrenaturales; ñero al rechazar, por m eten justicia invariable y felicidad
un lado, la preem inencia de la Sede perfecta más allá de la tum ba, y, de
Rom ana que es la causa efectiva y con­ consiguiente, le im pulsan a subordinar
servadora de la unidad, y al introducir, el tiem po a la eternidad y la tierra al
por otro, el principio de la libre inter­ cielo. Y ¿qué le dan en cambio por
pretación, sacudió a fondo la construc­ estas enseñanzas que le quitan y por
ción del divino edificio, abriendo el el incom parable fortalecim iento que le
cam ino de innum erables cambios, d u ­ proporciona la fe? Una terrible incli­
das y negaciones, aun en cuestiones de nación a la duda que hiela los corazo­
sum a transcendencia, en u na m edida nes y ahoga toda aspiración elevada del
que superó en m ucho la previsión de espíritu.
los novadores. 10. Los principios disolventes en la
8. Los ataques de las herejías del vida social y práctica. E stas doctrinas
siglo 18. De este modo, quedó ab ierta perniciosas, desgraciadam ente, saliendo
la brecha, sobre todo al añadírsele la del campo de las ideas, se abrieron
falsa ciencia del siglo 18, tan pagada paso, como sabéis, Venerables H erm a­
de sí m ism a como burlona, que sobre­ nos, a la vida diaria y a las organiza­
pujó la Reforma, convirtiendo en el ciones de la sociedad. Grandes y pode­
blanco de su escarnio los libros de la rosos Estados los llevan continuam ente
Sagrada E scritura y rechazando de p la­ a la práctica y creen propulsar, de este
652 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 11-13

modo, el progreso de la cultura general; com prueban demasiado elocuentemente


ellos se sienten desligados del deber de Nuestras deducciones, poniéndose de
h o n rar públicam ente a Dios, como si manifiesto que los cimientos de la so­
los poderes públicos no debían recono­ ciedad hum ana cederán si no se pone
cer y fom entar los m ejores principios pronto remedio a la situación, por
de la vida m oral; y no pocas veces su­ cuanto se están desquiciando los supre­
cede que se glorían de su com pleta in ­ mos principios del derecho y de la
diferencia con respecto a todas las reli­ m oralidad imperecedera.
giones, combatiendo, sin embargo, la En todos los miembros del organis­
única verdadera. mo social se h arán sentir las torturantes
consecuencias, comenzando por la fa­
III. L as c o n s e c u e n c ia s d e e sto s p r in ­ milia, pues, el Estado laico, sin atender
c ip io s para la F a m il ia y el E stado a los límites de sus derechos y al fin
esencial que tiene cada cosa, intervino
11. El ateísmo y la impiedad soca­ con su acción para profanar el vínculo
varán todo orden moral y social. Este m atrim onial, despojándolo de su carác­
im pío orden de vida debió traer y trajo ter religioso, irrum pió con suma violen­
consigo, necesariam ente, una profunda cia en su derecho prim ario a la educa­
destrucción del orden social, a la fe es ción de los hijos, destruyó am enudo la
la base principal de la justicia y de la indisolubilidad del m atrim onio perm i­
honorabilidad como ya supieron los tiendo legalmente el nefasto divorcio.
sabios más célebres de la antigüedad. No hay quien no vea qué frutos p ro ­
Cuando se rom pen los vínculos que duce esta m anera de proceder: con ra ­
atan al hom bre a Dios que es el legis­ pidez increíble aum entaron los casos de
lador y juez suprem o y universal, no m atrim onios que no se basaban sino en
queda sino la apariencia de una m o­ perversas pasiones y que, por ello, ya
ral m eram ente profana, o como ellos se separaban después de breve tiempo o
dicen, de una m oral independiente que degeneraban en penosos litigios o te r­
hace caso omiso de la Razón eterna y m inaban en vergonzosos adulterios. No
de los preceptos divinos y que, por eso, queremos hablar aquí de los niños ino­
lleva inexorablem ente a la últim a y más centes que sufren por la despreocupa­
desastrosa consecuencia que consiste en ción de los padres o que se pervierten
la conversión del hom bre en norm a por el m al ejemplo de ellos o por el
p ara si mismo. Incapaz ya de elevarse veneno que el Estado oficialmente laico
a los bienes sobrenaturales en alas de les proporciona.
la esperanza cristiana, sólo buscará
pastos terrenales en que pueda h artar 13. Daño para la sociedad y el Esta­
el ham bre de todos los goces y como­ do. La fam ilia y el orden social y
didades de la vida, y se aum entará la estatal van de la m ano; los perjuicios
sed de placeres, el afán de riquezas, el que padece la fam ila origina daños en
deseo de rápido y excesivo lucro sin la sociedad y el Estado, especialmente
atender las reclam aciones de la justicia, hoy día, a causa de las nuevas doctri­
se consum irá en am bición y en fiebre nas aue trastornan el concepto jurídico
de satisfacerla aunque sea m ediante el del poder civil de tal modo que aun
atropello del derecho, y finalm ente, lle­ falsifican su origen. En efecto, si se
gará al desprecio de las leyes y de la supone que la soberanía del poder nace
autoridad pública para desem bocar en del acuerdo de las masas y no de Dios,
una licencia general de costum bres que príncipe suprem o y eterno, origen de
traerá consigo u n verdadero descalabro todo poder, pierde junto con la ap re­
de la civilización.12* ciación de los súbditos su carácler más
sublime, y degenera del todo, llegando
12. Fatales consecuencias para la a ser una soberanía artificial que des­
familia. ¿Exageram os, por ventura, las cansa sobre bases tan endebles y va­
funestas consecuencias? No, pues, los riables como la voluntad del hombre.
hechos que se presentan a Nuestros ojos Y ¿no se ven las consecuencias de ello
86, 14-17 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o Anno! 65S

también en las leyes de los Estados? socialista que hacen al pueblo locas
Demasiadas veces no son el producto prom esas para acercarse, de este modo,
de la “razón escrita” sino de la arb i­ a la ejecución de sus crim inales planes.
trariedad del núm ero y de la prepo­
tencia de un partido político. P or eso 16. El anarquismo. El que se coloca
mismo, se halaga a las concupiscencias en una pendiente, se deslizará, final­
desenfrenadas de las masas, se sueltan mente, por ella al abismo; de la m is­
las riendas a las pasiones populares m a m anera, sus principios ya los han
aunque perturben la laboriosa tran q u i­ arrastrado a una verdadera conjuración
lidad de los ciudadanos, a no ser que, de inauditos crímenes, cuyos prim eros
después, en casos extremos, se las su­ intentos han llenado a todos de horror.
prim a a m ano arm ada y sangrienta. Bien organizados, ligados entre sí in ter­
nacionalm ente, ya se sienten capaces
14. Trastornos en las relaciones in­ de levantar su m ano crim inal por do­
ternacionales y la paz. El desprecio de quiera, sin tener obstáculo alguno ni
la influencia cristiana la cual dispone arredrarse ante ningún delito. Sus se­
de fuerzas p ara h erm anar a los pueblos cuaces han roto todos los puentes con
y unirlos en una como familia, llevó la ética, las leyes, la fe, y la m oral;
en el orden internacional, poco a poco, llam ándose a sí mismos ácratas y a n a r­
a un estado de egoísmo y de celos en quistas los cuales se proponen, con
que los pueblos sólo se m iran con sen­ todos los medios que les aconseja su
timientos de odio, si no con la descon­ ciega pasión, desquiciar el orden social.
fianza de rivales. De allí que en sus Y por cuanto este orden recibe su
em presas recurran a las tentativas se­ unidad y vigor del soberano que go­
cretas de hacer olvidar los altos con­ bierna, dirigen todos sus ataques princi­
ceptos de m oral y justicia y el am paro palm ente contra él. ¿A quién no so­
de los débiles y oprim idos, con el solo brecoge el horror, la pena y la indig­
propósito de aum entar hasta límites nación al ver cómo en el lapso de pocos
inconcebibles la riqueza de su nación, años se atacaron y asesinaron a em pe­
no preocupándose sino del éxito y p ro ­ radores y em peratrices, reyes y presi­
vecho y de la fortuna de los hechos dentes de poderosas repúblicas, y sólo
consumados, sintiéndose com pletam en­ porque estaban investidos del soberano
te seguros de que nadie los obligará a poder?
respetar el derecho. Tristes pruebas son
éstas de que la fuerza b ru ta se ha con­ IV. R e m e d io s i n s u f i c i e n t e s : L i b e r t a d ,
vertido en suprem a ley del m undo; por H u m a n is m o y C i e n c i a
eso, los preparativos guerreros, el arm a­
m entism o progresivo y desenfrenado o 17. Males que nacen de una libertad
aquella paz arm ada que ha de equipa­ ilimitada. En vista de un cúm ulo tan
rarse en m uchos aspectos a las más grande de males que nos agobian y de
funestas consecuencias de una guerra. 15* peligros que nos amenazan, es Nuestro
deber exhortar y conjurar nuevam ente
15. Fomento de desorden y pertur­ a todos los hom bres de buena voluntad,
bación en el pueblo. E sta aberración y en especial a los que aspiran a cosas
m oral lam entable constituyó un germen más elevadas, a reflexionar sobre los
de intranquilidad en el organism o po­ remedios más apropiados y a aplicarlos
pular, germen de aflicción y de am ar­ con rapidez y previsión. Ante todo es
gura enconada; de allí nacieron las m enester conocer el género de ellos y
continuas intrigas y perturbaciones del exam inar su valor. Oímos ensalzar h as­
orden, preludio de torm entas aun m ás ta las nubes los grandes beneficios de
recias. La situación de m iseria de ta n ­ la libertad, elogiarlos como remedios
tas capas populares debe m ejorarse y eficacísimos, instrum entos incom para­
elevarse; pero, actualm ente, sirve a m a­ bles de una paz industriosa y de gran
ravilla los obscuros propósitos de astu ­ bienestar. Los hechos, empero, demos­
tos agentes, especialmente del partido traro n que eran inservibles para este
654 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 18-20

efecto. La com petencia económica y ticas de crímenes, el sordo odio que


la lucha de clases estallan por todas sube de las capas inferiores de la h u ­
partes, y de la vida ciudadana tranquila manidad, el predom inio de la fuerza
no se ve ni el principio. Aun más. Cual­ sobre el derecho. P ara no volver sobre
quier hom bre es testigo de que con la la miseria del pueblo modesto, basta
libertad como ahora se la entiende, y una sola m irada superficial para llegar
que se concede tanto a la verdad como a entender que una tristeza sin nombre
a la m entira, no se logrará sino la de­ aplasta las almas, y ansias insatisfechas
cadencia de lo noble, de lo sagrado y arden en sus corazones.
generoso, y no servirá sino p ara dejar El hom bre se ha enseñoreado de la
paso libre al crimen, el suicidio, y el m ateria, pero la m ateria no le pudo dar
desorden de las pasiones de las grandes lo que no posee; y los grandes proble­
masas. mas que se refieren a sus más altos
intereses no han podido ser soluciona­
18. La ilustración sola fracasó. Se dos por la ciencia hum ana; la sed de
dijo tam bién que el perfeccionam iento verdad, de la perfección, de lo infinito
de la instrucción elevaba e ilustraba ha quedado insatisfecha; el enriqueci­
a las m asas y las defendía contra las miento del m undo con tesoros y ale­
inclinaciones m alsanas, reteniéndolas grías, el aum ento de las comodidades
dentro del m arco de honor y rectitud. de la vida no han disminuido la inquie­
Pero la cruda realidad nos enseña dia­ tud moral.
riam ente lo que vale u na enseñanza,
cuando carece de la firm e educación 20. La vuelta al cristianismo traerá
en la fe y la m oral. Los corazones de bienestar y tranquilidad. ¿H an de des­
la juventud, en su inexperiencia y en preciarse y descuidarse, por eso, los
su ard o r pasional, se inflam an por la progresos de la educación, de la ciencia,
atracción de los falsos principios, espe­ del pregreso y de una libertad m ode­
cialm ente por aquellos que un perio­ rada y razonable? Decididamente que
dismo desenfrenado siem bra a manos no. Debemos más bien cuidarlos solíci­
llenas y sin escrúpulos por todas partes, tamente, fom entarlos y estim arlos co­
principios que corrom pen la m ente y la mo un acervo de preciosos bienes, por
voluntad, nutren el espíritu de sober­ cuanto constituyen, de todos modos,
bia y rebeldía, el cual tan am enudo medios que son de suyo buenos, desti­
pone en peligro la paz de las familias nados por Dios para bien de la hum a­
y de los Estados. 19* nidad. P ara su uso debemos, empero,
atender prim ero la intención del Crea­
19. El progreso de la ciencia no trajo dor y procurar que no se aparten de la
la perfección apetecida. Mucho se ha base de la fe, en la cual reside su
esperado del progreso de la ciencia, y, fuerza y su valor, y que los convierte
realm ente, cosas inauditas y m aravillo­ en frutos dignos. En esto está el secreto
sas ha experim entado el siglo pasado. del problema. Cuando un organismo se
Pero ¿es seguro que, efectivamente, ha m archita y se atrofia el hecho se debe
producido aquellos frutos abundantes, a que cesa el influjo de las causas que
aquella plenitud de renovación que ta n ­ le dieron figura y vigor. Y no cabe
tos anhelaban y esperaban de ella? El duda que cuando le queremos devolver
raudo vuelo de las ciencias abrió, cier­ salud y florecimiento debemos sujetarlo
tam ente, nuevos campos a la inteligen­ de nuevo a las vivificantes influencias
cia, ensanchó el dominio del hom bre de esas mismas causas. Ahora bien; por
sobre la creación m aterial, y nuestra el insensato conato de em anciparse de
vida terrenal sacó de allí innum erables Dios, rechazó la com unidad civil lo
ventajas. Sin embargo, todos sienten y sobrenatural y la revelación divina,
confiesan que los éxitos no han corres­ sustrayéndose así al influjo vivificador
pondido a nuestros deseos. Al mismo del cristianismo, o sea, a la garantía
resultado se llega, si se considera el más segura del orden, del vínculo más
estado espiritual y m oral: las estadís­ firme de la fraternidad, del m anantial
m , 21-23 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o Anno” 655

inexhausto de todas las fuerzas perso­ de la existencia perm anente; nunca se


nales y sociales. Esta apostasía insen­ asocia al error y cumple el encargo de
sata causó el trastorno de la vida acti­ conservar la doctrina de Cristo hasta la
va. La sociedad extraviada debe vol­ consum ación de los siglos.
ver, pues, al seno del cristianism o si Genuina m aestra de las leyes morales
desea disfrutar de bienestar, tran q u i­ del Evangelio no sólo se convierte en
lidad y prosperidad. consuelo y salvación de las almas sino
tam bién en fuente inagotable de su
V. L as fu e r z a s c u r a t iv a s d e l a I g l e s ia justicia y am or, e igualmente en m en­
sajera y protectora de la verdadera li­
21. La Iglesia ha probado su poder bertad y de la única igualdad que es
de transformación moral. Como el posible entre los hombres. Ella aplica
cristianism o no penetra en ningún co­ la doctrina de su divino F undador y
razón hum ano sin m ejorarlo, no se m antiene en justo equilibrio los límites
hace presente tam poco en la vida p ú ­ auténticos de todos los derechos y de
blica de un Estado sin consolidar el todas las capas del organismo social.
orden; con la idea de un Dios provi­ La igualdad que predica conserva in ­
dente, sabio, infinitam ente bueno e in ­ tacta la diferencia de los varios estra­
finitam ente justo, introduce en la con­ tos de la sociedad, como lo pide clara­
ciencia el sentido del deber, endulza los m ente la creación; la libertad, que ella
sufrimientos, suaviza el odio, capacita comunica para im pedir la licencia de la
para el heroísmo. Si el cristianism o h a razón que huyó de la fe y que está
transform ado a pueblos paganos, y si abandonada a sí misma, no hiere las
esa transform ación constituyó una ver­ prerrogativas de la verdad las que so­
dadera resurrección de la m uerte a la brepujan a las de la libertad, ni que­
vida, de modo que la barbarie desapa­ b ranta las leyes de la justicia que valen
recía en la m ism a m edida en que se más que las del núm ero y de la fuerza,
extendía el cristianismo, podrán tam ­ ni cercena los derechos de Dios que son
bién conducir al recto camino y poner superiores a los de los hom bres.
en orden a los estados y pueblos de
hov, después de estos terribles sacudi­
mientos de la incredulidad que presen­ 23. Su benéfico influjo en el orden
ciamos.2 doméstico, social y estatal. F rutos no
menos saludables produce la Iglesia en
22. Sólo la Iglesia católica tiene la el orden doméstico, pues no sólo se
misión y el poder de restaurar el opone a las influencias m alsanas que
orden público. Pero expuesto esto, no la licencia de la incredulidad ejerce so­
lo hemos dicho todo aún. La vuelta al bre la fam ilia sino que la conduce a
cristianism o sólo se convierte en rem e­ la unidad y firm eza del vínculo m atri­
dio seguro y eficaz cuando significa al m onial y lo conserva, protege e incre­
mismo tiempo el retorno a la Iglesia m enta su estimación, felicidad y santi­
que es la única verdadera, santa, cató­ dad.
lica y apostólica; pues, el cristianism o Del mismo modo sostiene y conso­
tomó figura y cuerpo en la Iglesia Ca­ lida el orden social y estatal, apoyando
tólica, aquella sociedad suprem a, espi­ eficazmente, por un lado, el poder civil
ritual y perfecta míe representa al m ís­ y, por el otro, ayudando amigablemente
tico cuerpo de Jesucristo y cuya cabeza a los súbditos en sus justas aspiracio­
visible es el Pontífice Romano, sucesor nes con sus sabias reform as, exigiendo
del príncipe de los apóstoles. Ella sola respeto y obediencia para los gobernan­
continúa la m isión del Redentor; ella tes y defendiendo a toda costa los in a­
sola es la bija y heredera de la reden­ lienables derechos de la conciencia indi­
ción; ella difundió el Evangelio por vidual. Con esto, los pueblos que siguen 524
todo el m undo y lo defendió con el sus enseñanzas se hallan, con su auxi­
precio de la sangre de sus hijos; ella lio, libres tanto de la esclavitud como
posee la prom esa del auxilio divino y de la tiranía.
656 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 24-26

24. Hacer resaltar esa misión de la este mundo cegó la inteligencia de los
Iglesia ha sido la obra de su Pontifi­ infieles para que no brille en ellos la
cado. Nos, plenam ente conscientes de luz del Evangelio, la gloria de Cristo
esa fuerza divina, desde el principio
de Nuestro Pontificado Nos hemos pro ­ VI. I n c r im i n a c i o n e s i r r a z o n a b l e s
puesto asiduam ente a destacar muy
claram ente las intenciones benévolas de 25. Las torpes calumnias de comba­
la Iglesia y de difundir, en cuanto nos tir el progreso y de entrometerse en
fuese posible, la acción saludable que política. P o r m ás que la Iglesia cató­
ejerce m ediante los tesoros de sus doc­ lica despliegue su celo en bien de la
trinas. A esa finalidad obedecían las m oral y del progreso m aterial de los
principales m anifestaciones de Nuestro pueblos, esos hijos de las tinieblas, sin
Pontificado conviene a saber, las E n ­ embargo, la atacan astutam ente, no
cíclicas sobre la Filosofía cristiana, so­ perdonando medios para obscurecer su
bre la libertad hum ana, el m atrim onio herm osura divina e im pedir su acción
cristiano, la herejía de los francm aso­ vivificante y redentora, empleando una
nes, sobre los poderes públicos, el es­ infinidad de sofismas y calumnias.
tado cristiano, el socialismo, la cuestión Uno de sus artificios más infames
obrera, los principales deberes del ciu­ consiste en presentar a la Iglesia a los
dadano cristiano y otros tópicos seme­ ojos del pueblo poco avisado y de los
jantes. gobiernos celosos como adversaria del
El deseo ardiente de Nuestro cora­ progreso científico y enemiga de la li­
zón fue no sólo el de ilustrar las m en­ bertad a la par que potencia que se
tes sino tam bién el de m over y p u ri­ arroga los derechos del Estado e irru m ­
ficar los corazones, concentrando Nues­ pe en el campo político. Acusaciones
tros esfuerzos en hacer florecer nueva­ torpes son éstas que fueron mil veces
m ente entre los pueblos las virtudes repetidas, pero tam bién mil veces refu­
cristianas. Sin cesar hemos dado Nues­ tadas por la razón, la H istoria y la
tros consejos y admoniciones para ele­ unánim e convicción de todos los amigos
var los espíritus hacia los bienes im pe­ sinceros de la verdad.
recederos, procurando subordinar el
cuerpo al alma, el hom bre a Dios y la 26. La Iglesia y la ciencia y la edu­
peregrinación terrenal a la vida eterna. cación. ¿La Iglesia sería enem iga de
Con la bendición del Señor pudimos la ciencia y de la educación? No cabe
contribuir con N uestra voz a robuste­ duda de que la Iglesia, en prim er tér­
cer la convicción de no pocos, a ilum i­ mino, custodia vigilante el tesoro de las
narlos m ejor respecto de muchos pro ­ verdades reveladas; pero precisamente,
blemas difíciles de nuestros tiempos, a esa vigilancia la convierte en favorece­
encender su fervor, fom entar las más dora benem érita de la ciencia y cultiva­
diversas obras que surgían en todos los dora de toda ilustración de buena lev
países y aun nacen a diario, en espe­ Al penetrar en el espíritu de las revela*
cial en favor de las masas desheredadas, ciones de la palabra divina, la verdad
resucitando aquella caridad cristiana suma y fundam ento sólido de todas las
que halla su campo predilecto de acción verdades, nunca y de ningún modo, da­
entre las masas. ñará el conocimiento de la razón; por
Si la mies no h a sido más abundante, el contrario, la luz del orden divino
Venerables H erm anos, adoram os a Dios llevará siempre vigor y claridad a la
en las m isteriosas disposiciones de su inteligencia hum ana y la preservará
justicia y lo im ploram os al mismo en los problem as más transcendentales
tiempo a fin de que se compadezca de de una torturante inquietud y del error.
la ceguera de tantos pueblos a quienes Por lo demás, 19 siglos de gloria,
se podrá aplicar aquella queja te rri­ conquistada por el Catolicismo en todos
ble del Apóstol que dice: El dios de los campos de la ciencia bastan y so­
(6) II Cor. 4, 4.
86. 27-29 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o Anno ” 657

bran p ara refutar a aquellas m entiras. m ana una influencia enorm e sobre la
En efecto, a la Iglesia debe atribuirse posesión y conservación de la libertad
el m érito de haber difundido y defen­ social y estatal de los pueblos.
dido la sabiduría cristiana sin la cual
el m undo aun hoy día se encontraría 28. La Iglesia no se entromete en los
en medio de las tinieblas de la supers­ derechos estatales y la política. La
tición pagana y en la abyección de la Iglesia no se arroga los derechos del
barbarie. Ella puede blasonarse de h a ­ Estado ni irrum pe en el campo político
ber conservado y transm itido a nues­ sino que sabe y enseña que su divino
tras generaciones los tesoros preciosos F undador m andó dar al César lo que
de las bellas artes, y de las ciencias es del César y a Dios lo que es de
antiguas de haber abierto las prim eras D io s^ y que estableció, de este modo,
escuelas, fundado las universidades que la diferencia invariable y eterna de
aun hoy día existen y gozan de fam a estos dos poderes, ambos en perfecta
universal; bajo su am paro se refugiaron soberanía en su orden respectivo, dis­
los más afam ados artistas y se in spira­ tinción fecunda que influyó poderosa­
ron las más profundas, más puras y m ente en el desarrollo de la vida cris­
más célebres poesías. tiana.
En su espíritu lleno de am or la Igle­
27. La Iglesia y la libertad. ¿La Igle­sia no conoce intenciones malévolas, no
sia enemiga de la libertad? ¡Ay! ¡Hasta quiere sino colocarse al lado de los
qué punto falsifican un concepto que poderes estatales para actuar, sí, sobre
bajo esta palabra alberga uno de los el mismo súbdito, el hom bre y sobre
dones más exquisitos de Dios, em pleán­ la m ism a sociedad, pero con aquellos
dola para justificar los abusos y el medios y con aquellas elevadas finali­
desenfreno! Si por libertad se entiende dades que resultan de su m isión divina.
que, al m argen de toda ley y libre de Donde, sin suspicacia, se aceptó su
toda restricción, puedan hacer lo que colaboración, ayudó a increm entar to ­
das aquellas ventajas que arriba enu­
se les antoje, entonces la Iglesia recha­
meramos. La acusación de tendencias
zará siempre esa libertad, y todo hom ­
ambiciosas de la Iglesia no es sino una
bre de sana m oral h ará otro tanto; antigua calum nia de que sus potentes
pero si por libertad se entiende la po­ enemigos se valían como pretexto para
sibilidad de hacer el bien conform e a justificar sus ataques. Al reflexionar,
la razón, sin im pedim ento, en el campo sin prejuicios, sobre la Historia, encon­
más vasto de acción, siempre según tram os abundantes testimonios de que
las norm as de la ley eterna, en lo cual la Iglesia, lejos de oprim ir a los demás,
consiste, realm ente, la libertad digna h a sido amenudo, al ejemplo de su di­
del hom bre y beneficiosa p ara la so­ vino Fundador, la víctim a de las vio­
ciedad, entonces nadie la favorecerá lencias e injusticias, y eso, porque su
más que la Iglesia; pues, por su doctri­ fuerza reside en la virtud del pensa­
na y su obra libró a la hum anidad del miento y de la verdad y no en el poder
yugo de la esclavitud, anunciando el de las arm as.
gran m andam iento de la igualdad y
fraternidad hum anas. En todo tiempo VIL L a l u c h a d e l a M a s o n e r ía
am paró a los débiles y explotados con­ 29. Los manejos secretos de la ma­
tra la prepotencia de los poderosos; sonería. E stas y parecidas incrim ina­
conquistó al precio de la sangre de sus ciones nacen, pues, de m era m ala vo­
m ártires la libertad de la conciencia luntad. En esa conducta crim inal y
hum ana; recuperó p ara la m ujer y el desleal se destaca una secta tenebrosa
niño la dignidad de su noble carácter y a la que la sociedad durante largos
el goce de la igualdad de derecho, de la años ha venido incubando en su seno,
estima y del trato justo, de todo lo cual 7 cual enferm edad maligna, que m ina su
(7) Mat. 22, 21
658 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 30-32

salud, su fecundidad y su vida. E n car­ con que en la prensa diaria, en las


nación perpetua de rebelión, constituye asambleas públicas y en representacio­
una especie de sociedad al revés que nes teatrales la preparaban; el empleo
obra con el fin de dom inar por medios universal de las mismas arm as de la
ocultos la sociedad reconocida y de calum nia y demagogia revelan la u n i­
com batir a Dios y a la Iglesia. dad de los planes y prueban que el san­
No es m enester aquí decir su nom ­ to y seña debe haber partido de un
bre, pues, por estas características todos solo centro director. Esta lucha incor­
saben que se tra ta de la francm asone­ porada a aquellos planes preconcebi­
ría de la cual hemos hablado extensa­ dos, se desencadena por doquiera para
mente en N uestra Encíclica Humanum m ultiplicar los perjuicios que Nos ya
Genus, del 20 de Abril de 1884, donde hemos enum erado, y principalm ente
señalamos sus fines esenciales, sus fal­ para dism inuir la enseñanza religiosa
sas doctrinas y sus acciones criminales. hasta llegar a su total abolición, lo cual
Esa herejía que tendió su enorm e red les perm ite form ar generaciones enteras
sobre casi todo el m undo y se asocia a de indiferentes incrédulos, para com ba­
otras sectas que dirige m ediante hilos tir por la prensa la m oral de la Iglesia
secretos, atrayendo a sus m iem bros con y para escarnecer, finalmente, sus cos­
el cebo de ventajas que les proporciona, tum bres y profanar sus fiestas.
reduciendo a la obediencia a sus diri­
gentes, ora por medio de prom esas, ora 31. Ataques especiales al sacerdocio
por am enazas. y la Iglesia. Se entiende por sí mismo
Esa secta se ha introducido en el seno que con especial furia tom en como
de la sociedad y representa, por así blanco de sus ataques al sacerdocio
decirlo, un estado invisible e irrespon­ católico, llam ado a difundir vivamente
sable dentro del Estado genuino. Domi­ la fe y adm inistrar los misterios, para
nada por el espíritu de Satanás quien, rebajar su dignidad y debilitar su in ­
según las palabras del Apóstol, sabe fluencia en el pueblo. Esa cam paña in ­
disfrazarse de ángel de l u z esta secta sidiosa crece de día en día, se critica
se gloría de fines hum anitarios, pero con envidia su acción, se les hace sos­
lo explota todo p ara sus fines erróneos, pechosos y se los enloda con las más
y m ientras declara no perseguir fines infames calum nias; y la cam paña crece
políticos, trab aja con gran ard or en la a m edida de la im punidad con que
legislación y adm inistración del Estado; cuenta.
m ientras habla del respeto por el go­ Así se sum an nuevos perjuicios a los
bierno y aun por la fe, su últim a fina­ que sufre el clero desde hace bastante
lidad consiste — sus estatutos lo confir­ tiempo: por el servicio m ilitar que le
m an— en destruir los principados y el arranca de su preparación al aposto­
sacerdocio, pues, considera a ambos, lado, y por el despojo de los bienes
enemigos de la libertad. 30* eclesiásticos con que la piadosa gene­
rosidad de los fieles lo había dotado
30. Planes masónicos universales pa­ libremente.
ra destruir la Religión. Se pone siem ­
pre m ás claram ente de m anifiesto que 32. Ataques a las órdenes religiosas.
a las instigaciones y m aniobras de esta Las Ordenes y Congregaciones religio­
secta se deben, en gran parte, las con­ sas, que por el ejercicio de los consejos
tinuas m ortificaciones a que la Iglesia evangélicos constituyen un ornato tanto
se halla expuesta y tam bién el estallido para la Iglesia como para la sociedad,
de los recientes ataques. E n realidad, son escarnecidas y calum niadas, como
lo sim ultáneo de la persecución que sin si a los ojos de los enemigos de la Igle­
causa que corresponda a los efectos sia tuviesen una culpa especial. Nos
estalló como rayo caído de un cielo duele recordar cómo tam bién, en tiem ­
sereno; la igualdad de los argum entos pos recientes, fueron vejadas con m edi­
es) II Cor. 11, 11.
86, 33-35 E n c íc l ic a “ V ig é s im o Q u in t o An n o ” 659

das odiosas e inm erecidas que todo co­ destruir poco a poco el poder espiritual
razón honrado debe condenar enérgi­ de la cabeza de la Iglesia; lo que, sin
camente. ambages, conceden los que fueron los
De nada les valió la integridad de su verdaderos instigadores de la medida.
vida a la cual aun sus enemigos no Juzgando por los efectos, ese acto no
encontraron qué recrim inarles seria y era sólo contrario a la alta política del 529
razonablem ente; de nada, el derecho Estado sino tam bién perjudicial para la
natural que perm ite que los hom bres sociedad, pues, las heridas que se infli­
se reúnan en sociedad p ara fines h o ­ gían a la fe eran otras tantas llagas que
nestos; de nada, las disposiciones de las se abrieron en el corazón de la com u­
constituciones nacionales que confir­ nidad. Dios que ha creado al hom bre
m an el derecho natural; de nada, la con inclinaciones netam ente sociales
sim patía y respeto del pueblo que ag ra­ fundó en su sabiduría tam bién a la
decido reconocía sus servicios que en Iglesia y la colocó, según las palabras
las ciencias, artes, agricultura y en su de la Riblia, sobre el Monte Sión para
acción caritativa había prestado a la que sirviese de lum brera^9* y con sus
innum erable m uchedum bre de los po­ rayos fecundos ilum inase el fundam en­
bres. Hombres y m ujeres, hijos del to de la vida, y desenmadejase, así, los
pueblo que voluntariam ente habían re­ m últiples enredos de la sociedad hum a­
nunciado a las alegrías de la fam ilia na, dando a conocer sabias y celestia­
para consagrar, en sociedad pacífica les reglas con qué lograr su m ejor cons­
con otros, su juventud, sus talentos, su titución. Pues cuando la sociedad se
actividad, su vida entera al bien del sustrae de la Iglesia que representa una
prójim o, fueron condenados al destierro parte notable de sus fuerzas, decae y
como bandas de m alhechores — y eso, se derrum ba porque separó lo que Dios
bajo el reinado de la tan cacareada quiso ver unido.
libertad.3
34. Deseo de com prensión. No Nos
33. Despojo de dom inios y ataque al hemos cansado en recalcar en toda
Romano P ontífice. A nadie so rp ren ­ oportunidad esas verdades, y, en esta
derá el que se persiga de este modo a ocasión extraordinaria, lo quisimos vol­
los carísim os hijos cuando al Padre, ver a hacer extensamente. Plega a Dios
es decir, a la cabeza m ism a de los cató­ que los fieles saquen de allí fuerzas y
licos, al Romano Pontífice, no han tr a ­ norm as para realizar sus obras con m a­
tado m ejor. Los hechos son bien cono­ yor éxito, para provecho del bien co­
cidos. Mediante el despojo de sus dom i­ m ún; y que logren tam bién los adver­
nios tem porales, le quitaron aquella in ­ sarios la com prensión de que proceden
dependencia que necesita p ara cum plir con m ucha injusticia al perseguir a la
su m isión divina universal, obligándolo, más am ante de las m adres y la más
bajo la presión de la potencia enemiga, segura bienhechora de la hum anidad.
a recluirse en su propia habitación de
Roma, llegando a parar, pese a las ase­ VIH. C o n f ia n z a en l a v ic t o r ia f in a l

veraciones burlonas de respeto y de 35. Causas y fines de las persecu­


vanas prom esas de libertad, a una si­ ciones. Nos no quisiéram os que la
tuación del todo in justa y contraria a pintura de la tristísim a situación del
toda ley, indigna de su alta investidura. mom ento sacudiera, en los corazones
Demasiado bien hemos conocido los de los fieles, la plena confianza en el
obstáculos que se levantaron alrededor auxilio divino, que traerá a su tiempo
de él, m ofándose a m enudo de sus in ­ y a su modo la victoria final. Nos sen­
tenciones y despreciando su dignidad. timos apenados en lo más hondo de
Siempre m ás claram ente se pone de Nuestra alm a por las actuales circuns­
manifiesto que el despojo del dominio tancias, pero no experim entam os n in ­
político no se llevó a cabo sino p ara gún tem or por el destino imperece-
~ (9) Cfr. Ilebr. 12, 22; I Pedro 2, 0: Mat. 5, 15.
660 E n c íc l ic a s d el PP. L eón XIII (1902) 86, 36-38

dero de la Iglesia. La persecución es, obispos con el clero, y de éste con los
como decíamos al principio, su heren­ laicos católicos quienes con fe más só­
cia, porque Dios crea m ediante ella lida y libres de respeto hum ano, se
bienes aun más sublimes y valiosos, al acostum bran a la disciplina y el orden
probar y purificar a sus hijos. Pero al en su acción, levantándose, con noble
perm itir las torturas y adversidades da emulación, para defender la causa sa­
tam bién su auxilio divino que pro p o r­ grada de la Religión. Sí, ésta es la
ciona nuevos e inesperados medios para unión que hemos inculcado y volvemos
conservar y desarrollar su obra sin que a recom endar y bendecir ahora, a fin
para daño de El los poderes conjurados de que crezca y se oponga cual m uro
puedan prevalecer. Diecinueve siglos im batible al ataque de los enemigos de
de vaivenes hum anos prueban que las Dios.
torm entas pasan sin tu rb ar jam ás el
fondo. 37. Aumento de piedad y de caridad.
No hay nada más útil que la fundación,
36. Signos de esperanza: m ayor consolidación y unión de innum erables
arm onía y unión de la Iglesia. P ode­ asociaciones que cual renuevos al pie
mos, realm ente, alentar esperanzas; del árbol, brotan y se desarrollan en el
pues, la situación actual del m undo seno de la Iglesia de Nuestros días. No
m uestra señales que vuelven inquebran­ descuidan ningún género de piedad, sea
table nuestra confianza. Las dificulta­ referente a Jesús y sus adorables m iste­
des son terribles y extraordinarias, pero rios, sea referente a su poderosa Madre
cierto es tam bién que otros hechos que o de los Santos que por sus eximias
se desarrollan ante Nuestros ojos testi­ virtudes brillaron con vivísima luz,
m onian que Dios, en su bondad y adm i­ m ientras, al mismo tiempo, vemos que
no olvidan ninguna clase de beneficen­
rable sabiduría, cumple sus promesas;
cia y caridad, preocupándose, de mil
porque m ientras innum erables fuerzas
modos y por doquiera, de la educación
se conjuran contra la Iglesia, m ientras de la juventud en la fe, del cuidado de
ella se halla despojada de todo sostén los enfermos, de la m oral pública y de
y auxilio hum ano, ella se levanta, sin la ayuda de los desheredados. ¡Con
em bargo m ajestuosa entre los pueblos y cuánta m ayor rapidez se difundiría este
0 extiende su acción hasta las m ás diver­ movimiento, y cuántos frutos m ás opi­
sas naciones de todas las zonas. No, el mos arrojaría, si no tropezara tan a
antiguo príncipe de este m undo ya no menudo con corrientes injustas y ad­
puede ejercer su im perio como antaño, versas.
desde que Jesús lo desterró de él. Los
intentos de Satanás causarán, cierta­ 38. L abor m isional. Y el Señor que
mente, m ucho mal, mas no tendrán m antiene a la Iglesia con tanto vigor
éxito definitivo. Aun hoy día reina, no en los países que desde hace m ucho
sólo en los corazones de los buenos sino tiempo viven en su seno y disfrutan de
tam bién en el conjunto del m undo ca­ la civilización que ella les trajo, nos
tólico, u n a tranquilidad sobrenatural consuelan tam bién nuevas esperanzas,
que, producida por el E spíritu Santo, gracias al celo de sus misioneros que,
vive y palpita en la Iglesia; tranquili­ pese a los albures que corren y a las
dad que por la unión de los obispos con penurias y sacrificios de todo género
esta Santa Sede, ligados a ella más que los agobian, no pierden el ánimo
fuertem ente que nunca, se extiende p a ­ y, aum entando de núm ero, y conser­
cíficamente, en oposición sorprendente vando una adm irable constancia, con­
a las m aquinaciones, ataques e incesan­ quistan países enteros para el Evangelio
te agitación de las sectas que p erturban y la civilización, a pesar de que se les
la paz social. E sta unión, fecunda en retribuya frecuentem ente, como a su
las más variadas obras de celo y amor, divino Maestro, con m urm uraciones y
se despliega en perfecta arm onía de los calumnias.
86, 39-41 E n c íc l ic a '‘V i g é s i m o Q u in t o Anno” 661

39. Signos de recuperación, motivos ducta y ayudándolas con am or al m ejo­


de esperanza. Las am arguras van sien­ ram iento de su situación.
do suavizadas, pues, por consolaciones, El clero, a su vez, encontrará un firme
y en medio de las dificultades del com ­ respaldo en la inteligente e incansable
bate tenemos suficiente motivo p ara la labor de todos los fieles de buena vo­
esperanza y la fortaleza, lo cual debía luntad; y así, los hijos de la Iglesia que
hacer reflexionar al sensato observador han experim entado la tierna solicitud
que no está cegado por la pasión, y de su Madre, se la retribuirán digna­
hacerle com prender que Dios que no mente, acudiendo a la defensa de su
ha dejado en duda al hom bre respecto honor y de sus glorias. Todos pueden
del verdadero fin último de su vida y, colaborar a esa obra obligatoria y extre­
por eso, le ha hablado, y habla aun hoy m adam ente m eritoria: los sabios e ilus­
día en su Iglesia, la cual, visible y sos­ trados, por su exposición apologética y
tenida por el brazo divino, m anifiesta la prensa diaria, instrum ento poderoso
dónde se halla la verdad y la salvación. del cual abusan tanto Nuestros adver­
De todos modos, este auxilio incesante sarios; los padres de fam ilia y m aestros
debía alentar en nuestros corazones la m ediante la educación cristiana de los 532
esperanza indefectible de que, en el niños; las autoridades y representantes
tiempo fijado por Dios, la verdad ra s­ del pueblo por la solidez de sus princi­
gue las tinieblas con que se la quiere pios morales y la integridad de sus
envolver, que en un futuro no lejano costum bres; todos, empero, por la con­
brille con todo esplendor y que el espí­ fesión de su convicción religiosa que
ritu del Evangelio vuelva a vivificar a no conoce el respeto hum ano.
los miem bros fatigados y corrom pidos Nuestro tiempo exige altura de miras,
de esta sociedad que se está desm oro­ generosidad de propósitos y observan­
nando. ¡ cia de disciplina; disciplina que debe
m anifestarse, ante todo, m ediante la
IX. LOS DEBERES DE LOS CATÓLICOS sujeción confiada y perfecta a las dis­
posiciones de la Santa Sede, el medio
40. La labor del clero y la colabora­ principal para evitar o dism inuir los
ción de los laicos. De N uestra parte, daños de opiniones partidistas y para
Venerables Herm anos, no escatim are­ subordinar todas las fuerzas al servicio
mos esfuerzos p ara apresu rar el día de del fin suprem o: la victoria de Cristo
la m isericordia de Dios, trabajando con en su Iglesia.
celo gozoso, como es Nuestro deber,
para defender y extender el reino de E p íl o g o
Dios sobre la tierra.
Huelga exhortaros a vosotros; pues, 41. Plegaria del Papa a Dios por el
conocemos vuestro celo apostólico. O ja­ éxito. Este es el deber de los católicos.
lá el fuego que arde en vuestros cora­ El éxito será de Aquel que con su am or
zones inflam e a todos los ministros del y sabiduría vela por su Esposa sin
Señor que colaboran en vuestra em pre­ mancilla, según está escrito: Jesucristo
sa con vosotros, pues, ellos están en ayer, hoy, y por los siglos de los si-
contacto inm ediato con el pueblo, cono­ glos^1°>.
cen sus deseos, necesidades y sufrim ien­ Dirigimos tam bién en estos instantes
tos, saben tam bién a qué asechanzas y Nuestra fervorosa y hum ilde plegaria a
seducciones se hallan expuestos. Aquel que con un am or infinitam ente
Cuando ellos, llenos del espíritu de grande a la hum anidad extraviada se
Jesucristo, sobreponiéndose con serena entregó a una m uerte de sublime m ar­
dignidad a las pasiones políticas, unan tirio como víctima propiciatoria; a
su labor a la vuestra, h arán milagros, Aquel que aunque invisible, em puña
con la bendición de Dios, ilum inando efectivamente el timón de la m isteriosa
con su palabra a las masas, atrayendo nave, la Iglesia, m andando al m ar y a
sus corazones con la bondad de su con­ los vientos y calm ando las torm entas.
(10) Hebr. 13, 8.
662 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 86, 42

42. Exhortación a los obispos y Ben­nezcan para la fam ilia hum ana mejores
dición Apostólica. Y vosotros, V enera­ días de paz y tranquilidad.
bles H erm anos, sin duda oraréis con E ntre tanto descienda sobre vosotros
Nos p ara que desaparezcan las calam i­ y todos los fieles que están confiados
dades que aprem ian a la sociedad, a fin a vuestra solicitud pastoral, como augu­
de que bajo los rayos de la luz divina rio de las gracias anheladas, la Bendi­
alcancen la cordura y com prensión ción Apostólica que os im partim os de
aquellos que odian y persiguen la fe todo corazón.
de Cristo, tal vez más por ignorancia Dado en Roma junto a San Pedro,
que por m alicia; p ara que los hom bres a 19 de Marzo de 1902, el año vigésimo
de buena voluntad se robustezcan en quinto de Nuestro Pontificado.
santas obras, se apresure, así, la victo­
ria de la verdad y de la justicia y am a­ LEON PAPA XIIL
nw

ENCICLICA “MilI J E CARITATIS”


(28-V-1902)

SOBRE LA SANTISIMA EUCARISTIA

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
41 1. El culto del Corazón de Jesús y cazmente la Santísim a E ucaristía al
las obras del P ap a en favor de la E uca­ pueblo cristiano, puesto que es el don
ristía. E n cum plim iento de la santidad divinísimo salido de lo más íntim o del
de Nuestro cargo hemos procurado y Corazón del mismo Redentor deseando
procurarem os, con el favor de Jesucris­ con vehementísimo deseo la singular
to, hasta el fin de Nuestra vida estudiar unión con los hombres, y el hecho
y seguir los singulares ejemplos de ad ­ supremo para derram ar los frutos salu­
mirable caridad p ara la salvación de dables de su redención. Cierto es que
los hom bres que brillan en la vida de aun en esta m ateria N uestra autoridad
Jesucristo. Nacidos en tiempos en ex­ y trabajo ha procurado ya algunas co­
tremo hostiles a la verdad y a la ju sti­ sas. Gratísimo Nos es recordar como
cia, no hemos cesado, en cuanto ha legítima confirm ación a lo dicho, entre
estado de N uestra parte, de proporcio­ otras cosas el haber llenado de privile­
nar, enseñando, am onestando u obran ­ gios a no pocos institutos y sociedades
do, como lo dem uestra la últim a epís­ dedicados al culto y perpetua adoración
tola Apostólica que os hemos dirigido, de la divina Hostia; el haber trabajado
cuánto parece más a propósito, ya p ara para que se celebrasen con notoria es­
evitar el contagio de m ultitud de erro ­ plendidez y utilidad congresos eucarís-
res, ya p ara robustecer los actos princi­ ticos; el haber designado como celestial
pales de la vida cristiana. patrono de estas y semejantes obras a
Dos cosas estrecham ente unidas entre P ascual B aylón , que fue piadoso e in ­
sí y de cuya consideración nos proviene signe adorador del misterio eucarístico.
fruto oportuno de consuelo en medio Así pues, Venerables Hermanos, Nos es
de tantas angustias, son dignas de re ­ grato reunir en esta alocución algunas
cordarse en esta m ateria. La una, que ideas, acerca de este m isterio en cuya
juzgamos de feliz éxito, el culto univer­ defensa y enseñanza constantem ente se
salism o con que se venera en todo el ha ocupado ya el cuidado de la Iglesia
mundo al augusto Corazón de Cristo en cuya defensa conquistaron tam bién
Redentor; la otra el haber exhortado m ártires sus palm as de victoria. A este
gravemente a todos los cristianos a m isterio dedicaron su noble emulación
consagrarse al corazón de Aquél que las lum breras de las ciencias, de la elo- 642
divinamente es camino, verdad y vida cuencia y de las más variadas artes.
de los individuos y de las sociedades.
Movidos y como impelidos ahora por Por eso, quisiéramos hablaros, Vene­
la mism a caridad apostólica y por la rables Hermanos, sobre algunos puntos
vigilancia de los tiempos que atraviesa que se refieren a este misterio, a fin
la Iglesia, a añadir algo como perfec­ de que resplandezca con m ayor clari­
cionamiento a lo ya propuesto y reali­ dad y brillo cuál es su oculta fuerza y
zado, y p ara recom endar aun más efi­(*) por qué lo debemos considerar como
( * ) A . S . S . 34 (19 0 2 ) 6 41-654. A l final se añadió un esquema de esta Encíclica como sugerencin do
los puntos tratados. — Los números marginales corresponden a las páginas del texto original en
A SS, v o l. 34. ( P . I I .)

663 —
664 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 87, 2-5

medio eficacísimo p ara socorrer las tauró todas las cosas con su sabiduría,
necesidades de nuestros tiempos. leyes, instituciones, ejemplos y sangre
E n verdad, pues, Cristo Señor Nues­ derram ada, igualmente es justo profe­
tro al term inar el curso de esta vida sar y adorar que El mismo de tal m a­
m ortal, bajo el exceso de su inm ensa nera se halla realm ente presente en la
caridad p ara con los hom bres, dejó Eucaristía, que verdaderam ente perm a­
este m onum ento y poderoso auxilio nece entre los hom bres hasta la consu­
para la vida del mundo (1>, por lo mación de los siglos, repartiéndoles co­
cual nada más feliz podemos desear mo m aestro y buen pastor, y aceptísimo
Nos, próxim os a p artir de esta vi­ intercesor cerca del Padre, por Sí mis­
da, que excitar en las alm as y alentar mo la perenne abundancia de los bene­
en los espíritus los debidos afectos de ficios de la realizada redención.
gratitud y religión al adm irable Sacra­
mento, en el que juzgamos principal­ 4. Beneficios que manan de la Euca­
mente apoyar la esperanza y resultado ristía. El que aten ta y religiosam ente
de la paz y salvación tan buscadas por considere los beneficios que prom anan
los cuidados y trabajos de todos. de la Eucaristía, entenderá ciertamente
que ella excede y sobrepuja a todas las
2. No temer a los que atacan. No demás cosas, cualesquiera sean en que
faltarán quienes se sorprendan y quizás dichos beneficios se contienen; de ella 645
reciban con procaz anim adversión este pues procede para los hom bres la vida,
Nuestro intento de presentar sem ejan­ que es la verdadera vida: El pan, que yo
tes remedios p ara ayudar a un siglo les daré, es mi carne por la vida del
tan perturbado y lleno de m iserias. La mundo^K No de cualquier modo, según
causa de esto es principalm ente la so­ hemos enseñado en otro lugar, Cristo
berbia; este vicio, introducido en las es vida; quien para esto vino y vivió
almas, debilita en ellas la fe cristiana entre los hom bres, p ara darles abun­
(que pide el obsequio religiosísimo de dancia de vida m ás que hum ana: He
la mente) haciendo necesariam ente más venido para que tengan vida y la ten­
tétrica la oscuridad en derredor de las gan abundantemente^ . Inm ediatam en­
cosas divinas, de tal modo que a m u­ te pues, que apareció en la tierra la
chos sea aplicable aquello de que blas­ benignidad y humanidad de nuestro
feman de lo que ignoran(2). Ahora Dios Salvador^; nadie ignora que in­
bien; tan distante está de Nos separar­ m ediatam ente brotó cierta fuerza pro­
nos del propósito iniciado, que es cier­ creadora de un nuevo orden de cosas,
to, por el contrario, que con más vivo la cual se infiltró en todas las venas de
ardor insistimos en ilum inar a los que la sociedad doméstica y civil. De aquí
están bien dispuestos, y en rogar a nacieron nuevas obligaciones del hom ­
Dios, interponiendo las fraternales sú­ bre para con el hom bre, nuevos dere­
plicas de las alm as justas, perdone a chos públicos y privados, nuevos ofi­
los que blasfem an de las cosas santas. cios, nuevos derroteros a las institucio­
nes, enseñanzas y artes; lo cual princi­
3. Presencia de Cristo en la Euca­ palm ente se tradujo en inclinar los es­
ristía. Conocer con fe íntegra la efica­ píritus y estudios a la verdad de la
cia de la Santísim a Eucaristía, es lo religión y la santidad de las costum ­
mismo que conocer cuál sea la obra bres, y de este modo se comunicó al
que p ara perfeccionar al género hum a­ hom bre una vida celestial y divina. A
no realizó el Dios hecho hom bre, con esto indudablem ente se refieren las fra ­
su poderosa misericordia. Pues así co­ ses que frecuentem ente se usan en las
mo es propio de una fe recta profesar sagradas letras: árbol de vida, palabra
y reverenciar que Cristo es el sumo de vida, libro de vida, corona de vida y
autor de nuestra salvación, quien res- expresam ente pan de vida.
fl) Joan. 6, 52. (4) Joan. 10, 10.
(2) Carta de Judas T. vers. 10. (5) Tit. 3, 4.
(3) loan. 6, 52.
87, 6^8 E n c íc l ic a “ M ir a e C a r it a t is : 665

La Eucaristía alimento del alma. Este es, pues, asunto al cual ningún
Mas como quiera que ésta que llam a­ otro supera en excelencia y saludable
mos vida tiene m anifiesta semejanza eficacia, y que atañe a todos sin excep­
con la vida n atu ral del hom bre, así ción, sea el que quiera su oficio y posi­
como ésta se sostiene y robustece con ción de cuantos quieran y ninguno debe
el alimento, así aquélla conviene tenga hacer que no quiera, fom entar en sí la
tam bién un alim ento o com ida que la vida de la divina gracia, cuyo térm ino
sustente y fortalezca. O portuno es re ­ es la consecución de la vida bienaven­
cordar aquí en qué tiem po y form a turada con Dios.
Cristo movió y preparó los ánimos de
los hom bres p ara que recibiesen conve­ 7. Llamamiento a los dirigentes. Y
niente y fructuosam ente el pan vivo ojalá sintiesen y usasen rectam ente de
que había de darles. Tan luego como se esta vida, principalm ente aquellos que
divulgó la fam a del milagro que había por su ingenio, posición o autoridad
realizado a orillas del m ar de Tibería- están destinados a dirigir los negocios
des, de la m ultiplicación del pan p ara públicos. Mas desgraciadamente, vemos
saciar a la ham brienta m ultitud, inm e­ que m uchos llenos de soberbia juzgan
diatam ente acudieron m uchos por ver que ha sobrevenido al siglo una como
si acaso obtenían igual beneficio. E n ­ nueva y próspera vida, toda vez que
tonces, aprovechando la ocasión, como han procurado im pulsarle con gran
lo había hecho con la m ujer sam arita- ardor a todo género de cosas útiles y
na, que del agua del pozo y de la sed adm irables. Pero, ciertam ente, doquiera
la había insinuado el agua que salta que se dirija la vista, se observará que
hasta la vida eterna(6), excita a la h am ­ la sociedad hum ana, si se separa de
brienta m uchedum bre p ara que desee Dios, más bien que gozar en deseada
con avidez otro pan que permanece en paz de las cosas, está como inquieta y
la vida eterna(67K Este pan, les advier­ tem blorosa a semejanza del que se h a ­
te, no es aquel m aná celestial que fue lla bajo la influencia de estado febril;
tan fácil de tom ar a nuestros padres sucediendo que m ientras con verdadera
durante su peregrinación por el desier­ ansia trab aja por la prosperidad, en la
to: ni el que poco ha llenos de admi- que únicam ente confía, persigue la que
H ración habéis recibido de m í; sino que se aleja y se adhiere a la que perece.
yo mismo soy este pan: Yo soy el pan
de vida(8\ 8. La Eucaristía fuente de benefi­
cios. Los individuos y las sociedades
6. Promesas de vida eterna. Y de tan necesariam ente como reciben su
esto mismo les persuade más am plia­ origen de Dios, así no pueden en otro
mente invitándoles y m andándoles: Si alguno, vivir, moverse y hacer ningún
alguno comiere de este pan vivirá eter­ bien más crue en Dios por Jesucristo
namente; y el pan, que yo daré es mi de quien ha m anado y m ana abundan­
carne por la vida del mundo (9L y les temente cuanto hay de bueno y bello.
mostró la gravedad del precepto de este La fuente y cabeza de todos estos bene­
modo: En verdad, en verdad os digo ficios es principalm ente la augusta E u ­
que si no comiereis la carne del hijo caristía: puesto que siendo el alimento
del hombre y bebiéreis su sangre, no y sustento de la vida, por cuya conse­
tendréis vida en vosotros(10\ Lejos de cución tanto Nos afanam os, aum enta en
la verdad el vulgar pernicioso error de gran m anera la dignidad hum ana, que
los que sienten que el uso de la E uca­ ahora parece ser tan im portante. En
ristía debe tan sólo dejarse p ara los que efecto; ¿qué más puede desearse, que
alejados de los negocios y de espíritu ser hechos en cuanto sea posible, p a rti­
pusilánim e pretenden vivir tranquilos cipantes de la naturaleza divina? Pues
en la práctica de una vida piadosa. esto es lo que principalm ente nos da
(6) Joan. 4, 14. (9) Joan. 6, 52.
(7) Joan. 6, 27. (10) Joan. 6, 54.
(8) Joan. 6, 48.
666 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 87, 9-11

645 Cristo en la Eucaristía, por la cual el nuación y extensión de la Encarnación.


hom bre, con el auxilio de la gracia es Y en verdad; por ella la sustancia del
elevado al consorcio de la divinidad y Verbo encarnado se une con cada uno
unido a Cristo íntim am ente. Esta es la de los hom bres; y se renueva de un
diferencia que existe entre el alimento modo adm irable el suprem o sacrificio
del cuerpo y el del alma, que así como del Calvario; lo cual profetizó Ma l a ­
aquél se convierte a nosotros, así éste q u i a s cuando dijo: En todo lugar se
nos convierte a nosotros en él; a este sacrifica y ofrece a mi nombre una
propósito S an Agustín pone en boca de oblación limpia(14>. A este m ilagro de
Cristo estas palabras: Tú no me trans­ los m ilagros acom pañan innum erable
formarás en ti, como si fuese el ali­ m ultitud de prodigios: en él se inte­
mento de tu cuerpo, sino que tú te rrum pen todas las leyes de la n atu ra­
transformarás en mí*11). leza; toda la sustancia de pan y vino
se convierte en cuerpo y sangre de
9. Incrementa la Fe. De este exce­ Cristo; las especies de pan y vino, se
lentísimo Sacramento, en el cual ap a­ sustentan, sin sujeto, por virtud divina:
rece adm irablem ente cómo los hom bres el cuerpo de Cristo está presente en
se unen a la divina naturaleza, reciben tantos lugares en cuantos a un mismo
gran increm ento todo género de virtu­ tiempo se hace el Sacramento. Cuanto
des sobrenaturales. En prim er térm ino m ayor sea el obsequio de la mente ha­
la fe. Siempre ha tenido la fe sus ene­ cia tan gran Sacramento, tanto más le
migos, pues aunque eleva la hum ana confirm an y ayudan los prodigios reali­
inteligencia con el conocimiento de altí­ zados en su honor en tiempos pasados y
simas cosas, por lo mismo que al abrir presentes, y de los cuales consérvanse
estos superiores horizontes, oculta su en m ultitud de lugares insignes m onu­
esencia, parece que en esto la hum illa mentos. Con este Sacram ento se alim en­
y deprime. Antiguamente se com batía ta la fe, se nutre la mente, se desvane­
ora uno ora otro de los artículos de la cen los errores del racionalismo, y se
fe; después se encendió m ucho más la ilum ina en gran m anera el orden so­
guerra, llegándose hasta el extremo de brenatural.
negar todo el orden sobrenatural. Aho­
ra bien; p ara restablecer en los espí­ 11. Refrena las pasiones. Pero a
ritus el vigor y fervor de la fe nada más enervar la fe en las cosas divinas, con-
a propósito que el misterio eucarístico, tribuj^e mucho, no sólo la soberbia,
llam ado con toda propiedad misterio de como ya hemos dicho, sino tam bién la
fe; pues, ciertam ente, cuanto hay de depravación del corazón. Así se observa
adm irable y singular en los m ilagros y ordinariam ente que cuanto es un suje­
obras sobrenaturales se contiene en es­ to más morigerado, tanto es más des­
te: El Señor misericordioso hizo com­ pierto para entender; y que los deleites
pendio de todas sus admirables obras, corporales tornan obtusos los entendi­
dio comida a los que le temen^12\ 10 mientos, como ya lo echó de ver la
prudencia de los paganos, y Nos lo
10. Continuación y extensión de la avisó antes que ella la divina sabidu­
Encarnación. Si Dios, cuanto hizo en ría*15): pero en las cosas divinas m a­
el orden sobrenatural, lo ordenó a la yorm ente esos placeres oscurecen la
encarnación del Verbo, por cuyo bene­ luz de la fe y aun, por justo castigo de
ficio se restituvó la salvación al género Dios, llegan hasta extinguirla por com ­
hum ano, según aquello del Apóstol: pleto. Tras esos deleites córrese hoy con
Propuso... restaurar en Cristo todas las ardiente e insaciable anhelo; ésta es
cosas que son en el cielo y en la tierra, una como enferm edad contagiosa que
en ; la E ucaristía en el sentir de los a todos invade desde la más tierna
Padres, debe considerarse como conti- edad. Remedio excelente contra tan
(11) Conf. I. VII, c. 10 (Migue 32, 742). (14) Malaq. 1, 11.
(12) Ps. 110. 4-5. (15) Sap. 1, 4.
(13) Eph. 1, 9-10.
87, 12-13 E n c íc l ic a “ M ir a e C a r it a t is ” 667

gravísimo m al lo tenemos siempre dis­ ni ponderar; en las adversidades la


puesto en la divina Eucaristía. Eucaristía sustenta; en los combates de
Porque ante todo, aum entando ella la virtud confirm a; guarda las almas
la caridad, enfrena las pasiones, según para la vida eterna, y a ella conduce
lo que ya dijo S a n A g u s t í n : “ L o que como viático preparado al intento.
alimenta a la caridad, enerva a la pa­ 13. Conm em ora Resurrección y P a ­
sión, y la extinción de la pasión es la sión. A este cuerpo nuestro, caduco y
perfección de la caridad(16>. Además deleznable, la Hostia divina hace que en
que la castísim a carne de Jesús reprim e su día resucite; porque el cuerpo inm or­
la insolencia de nuestra carne, según en­ tal de Cristo infunde en él la semilla de
señó S a n C ir il o d e A l e j a n d r í a : Cuan­ la inm ortalidad que ha de b rotar alguna
do Cristo está en nosotros hállase ador­ vez. Uno y otro bien, el del cuerpo y el
mecida la ley de la carne que brama que ha de gozar el alma, la Iglesia lo ha
furiosa en nuestros miembros<1617). Otro enseñado siempre conform e a la sen­
fruto singular y am enísim o de la E uca­ tencia de Cristo: Quien come mi carne
ristía es el que fue significado en aquel y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y
profético dicho: ¿ Qué es lo bueno en él yo le resucitaré en el último día^19K
(Cristo) y qué lo hermoso de él sino el Con lo cual tiene conexión y es de gran
trigo de los elegidos y el vino que hace mom ento considerar la necesidad que
germinar vírgenes ?<18). Esto es, el fir­ resulta de la mism a Eucaristía, como
instituida por Cristo en m em oria peren­
me y constante propósito de la virgini­
ne de su pasión (20>, de m ortificar el
dad sagrada, que aun en medio de un hom bre la propia carne. Pues Jesús
m undo relajado por la molicie, florece dijo a aquellos que fueron sus prim eros
vigorosa más y más cada día en la sacerdotes: Haced esto en memoria
iglesia católica, con tan ta ventaja y mzcd21); esto es, hacedlo p ara conm e­
ornam ento de la religión y aun de la m orar mis dolores, mis aflicciones, mis
misma sociedad civil, que no hay quien angustias, mi m uerte en el m adero de
pueda resistir en este punto a la evi­ la Cruz. Por lo cual es en todo tiempo
dencia. este Sacram ento y sacrificio una exhor­
12. Confianza en los auxilios divi­ tación continua a la penitencia y a so­
nos. Agrégase a esto, que con este Sa­ portar los mayores trabajos, y una con­
cram ento la esperanza de los bienes denación grave y severa de los placeres
inm ortales y la confianza en los auxi­ que algunos hom bres sin pudor alaban
lios divinos m aravillosam ente se ro ­ y ponen en las nubes: Todas las veces
bustecen y confirm an. Pues el deseo de que comiereis de este pan y bebiereis
la felicidad, grabado e innato en todos este cáliz, anunciaréis la muerte del
los hom bres, se hace m ás agudo con
Señor, hasta que venga^22\
los engaños patentes de los bienes te­ La desunión entre los hom bres.
rrenos, y con las injusticias de los hom ­ Además de esto, si alguno quisiera
bres perversos y los demás trabajos del averiguar las causas de los males que
cuerpo y del alm a. Em pero el augusto oprim en a las gentes en nuestros días,
Sacram ento de la E ucaristía es causa y no le sería difícil ver que habiéndose
prenda a la vez de la divina gracia y de enfriado la caridad para con Dios, la
la gloria celestial, no ya sólo con rela­ que debe u n ir a los hom bres entre sí,
ción al alma, sino tam bién al cuerpo, se ha entibiado tam bién: olvidando que
pues él enriquece los ánimos con la son hijos de Dios y herm anos en Je­
abundancia de los bienes celestiales y sucristo, nadie cuida de otros intereses
derram a en ellos gozos dulcísimos que sino de los suyos; y no sólo se desatien­
exceden en m ucho a cuanto los hom ­ den los ajenos, pero a menudo se hos­
bres puedan en este punto entender tilizan e invaden. De aquí las frecuen-
(16) De drversis quaeest. 83, y. 36 (Migne 40, 25). (19) Joan. 6, 55.
(20) S. Thom. Aquin. opus. 57: Offic. de fesio
(17) Lib. IV. c. 2 in Joan. 6, 57 (Migne PG. Corr). Christi.
73, 58-A). (21) Luc. 22, 19.
(18) ; Zach. 9, 17. (22) I Cor. 11, 26.
668 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 87, 14-16

tes riñas y controversias entre las di­ sabiduría, por otra hubo de d erra m a r
versas clases de ciudadanos: la arrogan­ la s r iq u e z a s d e su d iv in o a m o r a lo s
cia, la aspereza, los fraudes en los que h o m b r e s <252
6).
más pueden; y en las clases ínfim as las A vista de este ejemplo de Cristo, que
miserias, la envidia, los motines. Males así nos da todas las cosas, ¡oh cuánto
son estos contra los cuales no se da m e­ debemos nosotros am arnos y socorrer­
dicina alguna saludable ni en las leyes nos unos a otros, unidos más y más
con que se quiere proveer a su remedio, cada día con vínculos indisolubles de
ni en el miedo a las penas, ni en los caridad fraternal! Y es m uy de notar
dictám enes de la prudencia hum ana. que hasta las señales exteriores de este
Sacram ento convidan oportunísim a-
14. Fomenta la Caridad. Aquello, m ente a esta unión.
pues, debe procurarse con empeño que 15. Unión fraterna. A este propósito,
ya m ás de una vez Nos insistentem ente S an Cipriano : (íF i n a l m e n t e ; aun el miV
am onestam os, que las diferentes clases m o s a c r if ic io d e l S e ñ o r d e c la r a la u n a ­
se conciben entre sí m ediante la con­ n im id a d c r is tia n a u n id a c o n é l c o n f ir ­
junción de sus respectivos deberes; la m e e in s e p a r a b le c a r id a d . P o r q u e c u a n ­
cual, em anada de Dios, produce obras d o e l S e ñ o r lla m a « su c u e r p o » a l p a n
que llevan en sí el propio espíritu y h e c h o c o n l a u n i ó n d e m u c h o s g r a n o s ',
caridad de Jesucristo. E sta trajo Jesu­ q u ie r e d e c ir q u e N u e s tr o p u e b lo c o n ­
cristo a la tierra; en ésta quiso que d u c id o p o r é l es u n c u e r p o c u y o s m ie m ­
ardieran todas las cosas, como que ella b r o s e s t á n u n i d o s ; y c u a n d o l l a m á « su
es la única virtud que puede dar, no s a n g r e » a l v in o s a c a d o d e m u c h o s r a c i­
sólo al alma, sino tam bién al cuerpo, m o s y g ra n o s e x p r im id o s , y h e c h o una
alguna dicha aun en la vida presente: s u s ta n c ia in d iv is a , d a a s im is m o a en ­
porque ella reprim e en el hom bre el te n d e r q u e N u e s tr a g r e y e s tá f o r m a d a
am or inm oderado de sí mismo y pone de u n a m u l t i t u d d e h o m b r e s r e d u c i d o s
coto a la codicia, que es l a r a í z d e t o d o s a u n i d a d ” (2Q\
l o s m a l e s (2BK Aunque es cosa recta Así habla tam bién el Doctor Angé­
sostener convenientem ente la justicia lico siguiendo a S an Agustín ^27) ; N u e s ­
entre todas las clases de ciudadanos; tr o S e ñ o r n o s d e j ó r e p r e s e n ta d o s su
pero lo que im porta principalm ente c u e r p o y su sa n g r e e n a q u e lla s c o sa s
conseguir al fin con el auxilio y la regla q u e m á s se ju n ta n en u n o ; p o r q u e u n a
de la caridad es que en la sociedad h u ­ d e e lla s , q u e e s e l p a n , e s u n to d o fo r ­
m ana se dé aquella igualdad a que per­ m a d o d e m u c h o s g r a n o s ; y la o tr a q u e
suadía el Apóstol S an P ablo, queriendo e s la s a n g r e , e s u n to d o c o m p u e s to d e
que resulte i g u a l d a d ^ 2324>; y que después m u c h o s r a c i m o s ; y por esto S an Agus­
de ser hecha, se conserve. He aquí, tín dice en otro lugar: ¡ O h S a c r a m e n t o
pues, lo que quiso Jesucristo cuando d e p ie d a d , o h se ñ a l d e u n id a d , oh
instituyó este augusto Sacram ento: ex­ v í n c u l o d e c a r i d a d ! (28\ Todo lo cual
citando el am or de Dios, quiso fom en­ fue confirm ado con la sentencia del
ta r el m utuo am or entre los hombres. Concilio Tridentino, el cual enseña ha­
Porque este am or em ana por su n a ­ ber Cristo dejado a la Iglesia la Euca­
turaleza de aquél, y espontáneam ente ristía c o m o s í m b o l o d e a q u e l l a u n i d a d
se difunde, y no podrá en ninguna p a r­ y c a r id a d c o n q u e q u is o q u e lo s c r is tia ­
te dejar de ningún modo cosa alguna n o s f u e s e n c o n ju n to s y u n id o s e n tr e
que desear; antes será necesariam ente s í... s í m b o l o d e a q u e l c u e r p o v e r d a d e ­
m ás ardiente y vigoroso si se considera r a m e n t e u n o d e l c u a l e s E l m i s m o la
cuán grande es el am or de Cristo a los C a b e z a , y a l c u a l q u is o q u e n o s o tr o s ,
hom bres en este Sacramento, en el cual c o m o m ie m b r o s , e s tu v ié s e m o s u n id o s
si por una parte desplegó con singular c o n e s tr e c h ís im o v ín c u lo d e fe , d e e s p e ­
m agnificencia su infinita potencia y r a n z a y d e c a r i d a d (29\
(23) I Tira. 6. 10. (27) Tract. 26, in Joan. n. 13, 17 (Mign'e 35,
(24.) II Cor. 8, 14. 1614).
(25) Conc. Trid. sesc. 13, de Euchar. c. 2. (28) Summa theol. 3 p. q. 79, a. 1.
(26) Ep. 69, ad Magnuin, n. 5 (Migue 3, 1189). (29) Sess. 13, De Euchar. c. 2. (Denz. 875).
87, 17-19 E n c íc l ic a “ M ir a e C a r it a t is ” 669

Ya S a n P a b l o lo había dicho: Porque Señor no están todavía enteram ente


el pan es uno; somos muchos un solo purificados. Así, aquella sincera cari­
cuerpo, pues todos participamos de ese dad que por la salud y ventaja de todos
único p a n (30). suele obrar y padecer, se lanza, abrasa­
da en fuego vivo y activo, desde la
16. Comunión de los Santos. Y a la Santísim a Eucaristía, donde está y vive
verdad, no deja de ser una bellísim a y el mismo Cristo, y donde quita el fre­
m uy gozosa m anifestación de fratern i­ no al am or que nos tiene, y movido
dad e igualdad social la que se ofrece por un ím petu de caridad divina, re ­
cuando ante unos mismos sagrados al­ nueva perpetuam ente su sacrificio.
tares acuden y se postran el noble y Así se ve fácilmente de dónde hayan
el plebeyo, el rico y el pobre, el docto tom ado su origen los arduos trabajos
y el ignorante, participando igualm ente y fatigas de los hom bres apostólicos, y
del mismo celestial banquete. Y si en de dónde tantos y tan varios Institutos
los fastos de la Iglesia naciente se re ­ de beneficencia han sacado, junto con
fiere en alabanza de ella, que toda la su origen, la fuerza, la constancia y el
m ultitud de los fieles tenía un mismo feliz éxito de sus obras.
corazón y una misma alma^31\ no hay
duda sino que este bien tan grande se 18. Centro de la vida Cristiana. E s­
lo debían a la presencia de la devoción tas pocas ideas en m ateria tan vasta
eucarística, puesto que de ellos leemos: no dudam os que darán de sí eximios
Y perseveraban todos en oír las instruc­ frutos en la grey cristiana, si por efecto
ciones de los Apóstoles y en la comu­ de vuestra solicitud, oh Venerables H er­
nión de la fracción del pan o E ucaris­ manos, son oportunam ente explicadas
tía y en la oración(32>. Además, la g ra­ y recom endadas. Aunque Sacram ento
cia de la m utua caridad entre los vivos, tan grande como es éste, y tan um ver­
que tanta fuerza e increm ento recibe salmente eficaz, nunca podrá ser por
del Sacram ento eucarístico, en virtud nadie loado ni venerado tanto como
especialmente del sacrificio, es partici­ merece. Porque ora se medite sobre él,
pada de todos aquellos que están en ora sea devotamente adorado, ora pura
la Comunión de los Santos. Porque, y santam ente se reciba, siempre debe
como todos saben, la Comunión de los ser m irado como centro en que toda la
Santos no es otra cosa sino una recí­ vida cristiana se resume; los otros m o­
proca participación de auxilio, de ex­ dos de piedad, cualesquiera que ellos
piación, de oraciones, de beneficios sean, todos conducen a éste y en éste
entre los fieles que están, o gozando vienen a parar. Y aquella benigna invi­
las alegrías del triunfo en la patria ce­ tación y aun más benigna prom esa de
lestial, o sufriendo las penas del p u r­ Cristo: Venid a mí todos los que andáis
gatorio, o peregrinando todavía en la agobiados, con trabajos y cargas, que
tierra; de todos los cuales resulta una yo os a l i v i a r se verifica principal­
sola ciudad, cuya cabeza es Jesucristo mente con este m isterio y se cumple en
y cuya form a es la caridad. 17* él todos los días. El es tam bién como
el alm a de la Iglesia, y a El se endereza
17. Origen de toda fuerza. Sabemos por los diversos grados de las órdenes
tam bién por la fe, que si bien el augus­ la mism a am plitud de la gracia sacer­
to sacrificio no puede ofrecerse sino dotal.
650 sólo a Dios, pero sí puede celebrarse en
honor de los Santos que reinan en el 19. Fuerza de la Iglesia. De él saca
cielo con Dios, que los ha coronado, y tiene la Iglesia toda su virtud y su
para obtener su patrocinio, aun como gloria, todos los ornam entos de los
lo tenemos por tradición apostólica, divinos carismas, todos los bienes, en
para quitar las m anchas de aquellos fin, por esto la m ism a Iglesia pone
herm anos que habiendo m uerto en el
(30) I Cor. 10, 17. (32) A ct. 2, 42.
(31) A ct. 4, 42. (33) Matth. 11, 28.
670 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 87, 20-21

todo su cuidado en p rep arar y conducir nense ordenó gravísim am ente I n o c e n ­


las alm as de los fieles a una unión c io III, que todo fiel cristiano estuviese
sublime con Cristo, m ediante el Sacra­ obligado a com ulgar por lo menos una
m ento de su cuerpo y de su sangre, y vez por Pascua florida. Claro es que
por esto mismo, con el ornam ento de este decreto fue dado a disgusto y como
cerem onias santísim as, aum enta la ve­ remedio extremo; porque el deseo de la
neración que se le debe. La perpetua Iglesia fue siempre éste; que en cada
providencia de la Santa Madre la Igle­ m isa hubiese algunos fieles que p arti­
sia, sobre este punto, resplandece p rin ­ cipasen de esta divina mesa. “Desea el
cipalm ente en aauella exhortación que sacrosanto Sínodo que en cada una de
hizo el Concilio de Trento, y que por las misas comulguen los fieles que asis­
exhalar una caridad y piedad tan adm i­ tan a ellas: no sólo espiritualmente, sino
rables, merece que la presentemos ín ­ recibiendo sacramentalmente la Euca­
tegra al pueblo cristiano: Con paternal ristía, porque así puedan recibir con
afecto amonesta el Santo Concilio, y más abundancia el fruto de este santí­
exhorta, ruega y conjura que todos y simo sacrificio”<35).
cada uno de los que pertenecen a la Y a la verdad, abundancia riquísim a
profesión cristiana en este signo de uni­ de salud, no sólo para cada uno en
dad, en este vínculo de caridad, en este particular, sino p ara los hom bres to­
símbolo de concordia, acaben todos dos, contiene en sí este augustísimo
alguna vez por unirse y tener un mismo m isterio en razón de ser sacrificio; y
corazón; y acordándose de tan grande por esta razón la Iglesia acostum bra a
majestad y del amor tan eximio de Je­ ofrecerlo diariam ente por la salud de
sucristo Señor Nuestro, que dio su alma todo el mundo. Así, conviene que a la
querida en precio de nuestra salvación; m ayor am plitud de la devoción y culto
y su carne nos la dio para que la co­ de este sacrificio, todos los buenos con­
miésemos, con tanta constancia y fir­ sagren su com ún empeño, que en nues­
meza de fe, con tanta devoción y piedad tros días es sobrem anera im portante.
y culto de corazón, crean y adoren estos Queremos, pues, que las m últiples vir­
sagrados misterios de su cuerpo y de su tudes de este culto sean conocidas en
sangre, que puedan frecuentemente re­ más extensa esfera y consideradas con
cibir aquel pan sobre sustancial, y que más profunda reflexión.
éste sea verdaderamente para ellos vida
del alma y perpetua salud de la mente; 21. Reverencia que se debe a Dios.
por la virtud del cual fortalecidos, pue­ Los principios son clarísimos ante la
dan llegar por la senda de esta misera­ sola luz natural de la razón, que Dios
ble peregrinación a la patria celestial, criador y conservador tiene un dominio
donde comerán sin velo alguno este suprem o y absoluto sobre los hombres,
mismo pan de los ángeles que ahora así en la vida privada de ellos como en
bajo velo reciben(34>. la pública; que todo lo que somos y
todo el bien que tenemos, pública y
20. V entajas de la frecuencia de la privadam ente, nos viene de la bondad
Com unión. La historia, finalm ente, tes­ divina, y por consiguiente, que debemos
tifica que la vida cristiana entonces sum a reverencia a Dios, como Señor,
floreció con m ás pujanza cuando más e inm ensa gratitud como m unificentí-
estuvo en uso acercarse frecuentem ente simo bienhechor. Pero estos deberes,
los fieles a este divino Sacram ento. Por ¿cuántos son hoy los que los aprecian
el contrario, es cosa m anifiesta, que y observan cómo y cuánto es debido?
cuando este pan del cielo fue tenido Si hubo jam ás alguna edad que m os­
por los hom bres en olvido y como por trase al m undo el espíritu de rebelión
objeto de tedio, poco a poco iba langui­ contra Dios, ésa es precisam ente la
deciendo el vigor de la profesión cris­ nuestra, en la cual se oye de nuevo
tiana. Precisam ente porque este vigor contra Jesucristo aquella palabra irm
no se extinguiese, en el Concilio Latera- 43 pía: No queremos que éste reine sobre
(34) Sess. 13. De Duchar, c. 8. (Denz. 882). (35) Conc. Trid. se.ss. 22, c. 6. Denz. 944).
87, 22-24 E n c íc l ic a “ M ir a e C a r it a t is ’ 671

nosotros*36^, y aquel intento nefando: de Dios e im petrar con largueza los


Exterminémoslo(37>; ni hay cosa que dones de su clemencia, de ninguna otra
con m ayor empeño procuren muchos, m anera pueden los hom bres hacerlo
sino que Dios sea lanzado de la socie­ sino en virtud de la m uerte sufrida por
dad civil y aun de todo hum ano con­ Jesucristo.
sorcio. Pero esta m ism a virtud de expiar y
Pues aunque no todos llegan a tam a­ de im petrar quiso Cristo que perm ane­
ño exceso de crim inal locura, empero, ciese totalm ente en la Eucaristía, la
es de lam entar que sean tantos los que cual no se reduce a una simple m em o­
viven enteram ente olvidados de la Divi­ ria, desnuda y vacía, sino es una m e­
na M ajestad y de sus beneficios, espe­ m oria verdadera y adm irable, aunque
cialmente de la salud que nos ha traído m ística e incruenta, de su muerte.
Jesucristo. Ahora bien, esta grandísim a 23. La E ucaristía como reparación.
m aldad o abandono si así quiere lla­ P or lo demás, no poco Nos alegra, con
marse, necesario es que sea reparado gusto lo decimos, que en estos últimos
con un aum ento de fervor de la piedad años se venga notando en los fieles
en el culto del sacrificio eucarístico; como cierto despertar del am or y del
ninguna otra cosa puede haber que obsequio para con el Sacram ento euca­
honre m ás a Dios que este culto y de­ rístico; lo cual Nos anuncia y Nos hace
voción, ni que le sea m ás grato. Porque esperar tiempos y cosas mejores.
la Hostia que se inm ola en los altares Muchos y variados ejercicios de esta
es divina, y así, tanto es el honor que clase, como en un principio dijimos,
por ella se da a la augusta Trinidad, han sido introducidos por la piedad di­
cuanto se debe a su inm ensa dignidad; ligente, especialmente las cofradías, ya
ofrecemos tam bién al Padre un don, para aum entar el esplendor del culto
cuyo valor y suavidad son infinitos, a eucarístico, ya para la adoración per­
saber, su mismo Unigénito; y de allí petua del augustísimo Sacramento, ya
que no solamente demos gracias a su para rep arar las injurias y contumelias
bondad sino que nos enireguem os to tal­ de que es objeto.
mente a El. Pero en estas cosas, Venerables H er­
manos, no está bien que nos detenga­
22. A lcanzar clem encia. O tro nuevo mos ni Nos, ni vosotros; que muchas
e insigne fruto se puede y se debe por otras están todavía por prom over o em ­
consiguiente sacar de tan grande sacri­ prender para que este divinísimo don
ficio. Oprímese el pecho cuando se con­ de los dones, entre aquellos mismos
sidera cuán grande es el lodazal de fieles que cum plen los deberes de la
pecados, que reinando la indevoción y religión cristiana, sea puesto en la luz
la impiedad, h an inundado al m undo. y el honor que merece, y un m isterio
Gran parte del género hum ano parece tan grande sea venerado cuan digna­
querer que venga sobre su cabeza la ira m ente sea posible.
celestial; aunque si bien se m ira, los
24. Asociaciones eucarísticas. Así las
males que pesan sobre nosotros, m ues­
obras que prosiguen su camino deberán
tran a las claras que el justo castigo guiarse de suerte que adelanten en él
ha m adurado ya. Urge pues excitar más aún; las antiguas instituciones, si
asimismo a los fieles a que contiendan en alguna parte cayeron en desuso, de­
unos con otros en santa emulación en ben to rn ar a su antiguo vigor, tales
aplacar al justo divino Juez y en im ­ como las Asociaciones Eucarísticas, las
plorar los auxilios oportunos p ara este oraciones solemnes, las visitas al divino
siglo tan fecundo en calamidades. Pues Tabernáculo y otras prácticas a este
estas cosas, entiéndase esto bien, por tenor, santas y sobrem anera saludables;
medio de tan grande sacrificio se han y además se ha de em prender todo
de procurar principalm ente; ya que aquello que la prudencia y la piedad
satisfacer abundantem ente a la justicia sugieran con ese intento.
(36) Luc. 19, 14. (37) Jer. 11, 19.
672 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 87, 25

Com unión frecuente. Pero es sobre de su Sangre, no pueden de ningún otro


todas las cosas necesario que vuel­ modo m ejor responder al sumo honor
va a florecer en todas y cada una por ellos recibido, que promoviendo con
de las partes del m undo católico la la m ayor diligencia la gloria eucarística
frecuencia a la m esa eucarística. Así del mismo Jesucristo, e invitando y
nos lo enseñan los ejem plos, antes guiando, conforme a los deseos de su
referidos, de la Iglesia naciente; así sacratísim o Corazón, a todas las almas
la autoridad de los Padres y de los a las fuentes saludables de tan insigne
Santos de todos los tiempos; porque Sacramento, de tan sublime sacrificio.
así como el cuerpo, el alm a necesita a Así resultará lo que a par del alma
menudo de su propio alimento, y su deseamos, que los excelentes frutos de
alim ento más vital es precisam ente la E ucaristía siempre sean percibidos
aquel de que nos provee el Sacramento con m ayor abundancia, m ediante el fe­
Eucarístico. P or esta razón es una ver­ liz progreso de la fe, de la esperanza,
dadera necesidad el desterrar ciertas de la caridad, de todas las virtudes
preocupaciones de los enemigos, ciertos cristianas; lo cual redundará también
pretextos p ara abstenerse de él; se trata en salud y ventaja de la república, y
de una cosa más ventajosa que nin­ siempre se descubrirán más y m ás los
guna otra p ara los fieles, ya p ara redi­ consejos de la caridad prudentísim a
m ir el tiempo gastado en cuidados ex­ del Señor, que tal misterio perpetuo
cesivamente terrenos, ya p ara reanim ar instituyó para la vida del mundo.
el espíritu cristiano y m antenerlo cons­ Con esta esperanza, Venerables H er­
tantem ente vivo. manos, en prenda de los divinos dones
y en testimonio de N uestra caridad, a
25. Los Sacerdotes deben promover todos vosotros, al Clero y al pueblo
el amor a la Eucaristía. P a ra esto ayu­ damos la Apostólica Bendición.
darán todas las exhortaciones y los
ejemplos de las clases más conspicuas, En Roma, junto a San Pedro, 28 de
y sobre todo el celo y las industrias del mayo, vigilia del Corpus Domini año
1902, de Nuestro Pontificado año vigé-
clero. Los Sacerdotes a quienes Cristo
simoquinto.
654 Redentor dio el oficio de celebrar y
dispensar los m isterios de su Cuerpo y LEON PAPA XIII.

Disposición
IN T R O D U C C IO N :
R e n o v a c ió n de la v id a c ris tia n a y d e l c u lto e u c a rís tic o (1)
I. L a E u c a r i s t í a e s f u e n t e d e la v i d a s o b r e n a t u r a l
1. G ra titu d y c o n tra d ic c ió n (1-2)
2. L a e u c a ris tía e n la fe c ris tia n a (3)
3. L a v id a s o b re n a tu ra l y la E u c a ris tía (4-6)
4. M u e rte sin D ios — E l P a n de v id a (7-8)
II. L a E u c a r i s t í a f u e n t e d e la s v i r t u d e s c r i s t i a n a s
2. F o rta le c e la e sp e ra n z a y d a v a lo r e n los s u frim ie n to s (12-13)
3. In fla m a la c a rid a d (a D ios - el p ró jim o - c o m u n ió n de los san to s) (13-16)
III. L a E u c a r i s t í a o r i g e n d e to d a f u e r z a e n la I g l e s i a
1. C risto e n el ta b e rn á c u lo — c e n tro de to d a d e v o ció n y a lm a de la Ig le ­
sia (17-20)
2. C risto e n el sa c rific io de la M isa (20-22)
E P IL O G O :
Florecimiento del amor eucarístico y medios para fomentarlo (23-25)
EPISTOLA APOSTOLICA
“VIGILANTLE STUDIIQUE MEMORES” (*}
(30-X-1902)

LETRAS APOSTOLICAS POR LAS CUALES SE CREA LA PONTIFICIA


COMISION BIBLICA Y SE LE DAN NORMAS DE PROCEDIMIENTO

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. La preocupación del P ap a p o r la ra con no m enor agrado queremos re ­
incolum idad del depósito de la Fe. Ya cordar cuánto han hecho los católicos
por el oficio que tenemos, Nos m ás que desde entonces en esta m ateria y cómo
nadie debemos, con vigilancia y celo, se ha estim ulado el afán de estos es­
conservar firm e e inconcuso el depósito tudios.
de la fe. Recordándolo escribimos el
año 1893 las letras Encíclicas “Provi- 3. P a ra afianzar los frutos, se crea
dentissimus Deus”, en las que deteni­ la Comisión Bíblica. Observamos, sin
dam ente abordábam os diversas cuestio­ embargo, que se arraigan y van en
nes sobre los estudios de la Sagrada aum ento las causas que Nos hicieron
Escritura. Pedía la extraordinaria tra n s­ pensar en la publicación de aquella
cendencia y utilidad del tem a que Nos Encíclica. Es necesario, pues, urgir una
preocupáram os de la m ejor m anera vez m ás lo que en ella se prescribió; lo
posible por estas disciplinas, por cuanto cual queremos encom endar m ás y más
la erudición progresiva de estos tiem ­ a la diligencia de Nuestros Venerables
pos abre el acceso y la puerta a asuntos Hermanos, los Obispos.
cada día nuevos y a veces tem erarios. A fin de que resulte más fácil y efi­
Así, pues, advertim os a todos los cató­ caz, hemos determ inado añadir un nue­
licos, en especial a los sacerdotes, cuál vo impulso de N uestra autoridad; po r­
era el oficio de cada uno según sus po­ que, como quiera que hoy, en medio de
sibilidades en esta m ateria, y enseña­ tanta variedad de ciencias y de tan m úl­
mos exactam ente de qué m anera y con tiples form as de error, explicar y de­
qué métodos convenía prom over estos fender debidam ente los libros divinos
estudios de acuerdo con los tiempos. resulta una em presa absolutam ente su­
perior a las fuerzas de cada intérprete
2. El éxito de la Encíclica. No caye­ en particular, conviene que los esfuer­
ron en el vacío estas advertencias Nues­ zos comunes de éstos sean apoyados y
tras. Es grato evocar el recuerdo de orientados, por los auspicios y la di­
cómo los prelados y otros hom bres de rección de la Sede Apostólica. Lo cual
eminente ciencia se apresuraron en gran creemos que se podrá conseguir más
núm ero a enviarnos testimonios de fácilmente si empleamos en este asunto
adhesión, poniendo de relieve la opor­ las providencias que hemos adoptado
tunidad e im portancia de las cosas que para prom over otras disciplinas. Por
m andábam os y com prom etiéndose a ello nos ha parecido bien crear un
ponerlas diligentemente por obra. Aho­ Consejo o Comisión de hom bres graves,
(*) A. S. S. 35 (1902/03) 234-238; o, Leonis XIII Acta 22, 232-238 Estas Letras Apostólicas, que no
figuran en la 1* ed., refirman los principios de Providentissim us Deus y junto con dar normas a la
nueva Pontificia Comisión Bíblica que se crea, orienta debidamente los estudios bíblicos, acentuando
la importancia de las ciencias auxiliares, el magisterio de la Iglesia en lo esencial y la libertad de
investigación y las normas de interpretación de los católicos para los textos <jue no han sido todavía
objeto de una definición del Magisterio. — Los números en el margen corresponden a las páginas
del texto original en ASS, vol. 35. (P. II.)
— 673 —
Encíclicas Pontificias 22
674 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 88, 4-6

cuyo cometido será p rocurar y obtener no se extienda entre los católicos aque­
por todos los medios que la palabra di­ lla m anera de pensar y de obrar, cier­
vina alcance entre los nuestros aquella tam ente reprobable, por la que se da
cuidadosa exposición que los tiempos excesivo valor a las opiniones de los
requieren y salga incólume de todo ata ­ heterodoxos, como si la verdadera in­
que del error y de cualquier tem eridad teligencia de las E scrituras se hubiera
de las opiniones. La sede principal de de buscar principalm ente en el aparato
este Consejo debe ser Roma ante la de la erudición externa. Pues, a ningún
m irada vigilante del Pontífice Máximo, católico puede caber duda de lo que
p ara que de la m ism a ciudad que es más extensam ente hemos recordado
m aestra y custodio de la sabiduría cris­ otras veces: que Dios no encomendó al
tiana fluya a todo el organismo de la juicio privado de los doctores, sino al
república cristiana la enseñanza sana Magisterio de la Iglesia, la interpreta­
e incorrupta de tan necesaria doctrina. ción de las E scrituras; que en las cosas
Los hom bres que han de com poner de fe y costumbres que pertenecen a la
ese Consejo, p ara que puedan cum plir edificación de la doctrina cristiana, se
perfectam ente su oficio im portante y ha de tener por verdadero sentido de la
honorosísim o, tendrán a su cargo estos Escritura Sagrada el que tuvo y tiene
cometidos: la santa madre Iglesia, a la cual toca
juzgar del verdadero sentido e interpre­
4. Cultivo de las ciencias bíblicas tación de las Santas Escrituras, y que,
auxiliares y lenguas orientales. Cono­ por lo tanto, a nadie es lícito interpre­
cedores ante todo del estado actual de tar la Sagrada Escritura contra dicho
estas disciplinas, no juzgarán ajeno a sentido y contra el consentimiento uná­
su oficio nada de cuanto haya encon­ nime de los Padres(1&\ que los libros
trado la diligencia de los modernos; divinos son de tal naturaleza, que no
antes bien, pondrán el máximo empeño bastan las leyes herm enéuticas para
en aprovechar sin tardanza lo que de ilustrar la oscuridad religiosa de que
utilizable p ara la exégesis bíblica se están envueltos, sino que se requiere la
produzca cada día, y con sus escritos Iglesia como guía y m aestra puesta por
lo convertirán en patrim onio común. Dios; finalm ente que no se puede en­
P or lo cual h abrán de esforzarse en contrar fuera de la Iglesia el legítimo
cultivar la filología y estudios afines y sentido de la Divina E scritura, ni pue­
en seguir sus adelantos. Pues, ya que de de ser dado por aquellos que han re­
ahí suelen venir los ataques a la Sagra­ pudiado su m agisterio y autoridad.
da Escritura, ahí tam bién se han de
buscar las arm as a fin de que no re ­ 6. Aprovechamiento de la llamada
sulte desigual la lucha de la verdad “crítica”. P rocuren, pues, cuidadosa­
con el error. m ente los que son miem bros de este
Igualm ente, se h a de pro curar que Consejo que cada día se observen con
no sean tenidos en m enor estim a por m ayor celo estos principios, y traten de
los nuestros que por los extraños el persuadir a los que acaso adm iren ex­
conocimiento de las antiguas lenguas cesivamente a los heterodoxos para que
orientales y la pericia en los códices, m iren y oigan con más atención a la
sobre todo originales, porque en estos Iglesia como m aestra. Aunque suele
estudios tienen gran aplicación estas acontecer que el intérprete católico re ­
dos ciencias.5 ciba a veces ayuda de los extraños, es­
pecialmente en m ateria crítica, con
5. Reprobable pleitesía a las opinio­ todo, hay que ser precavido y saber
nes heterodoxas y laudable respeto al discernir. Cultiven los nuestros, con
Magisterio de la Iglesia. Después, por Nuestra plena aprobación, la disciplina
lo que se refiere a afirm ar íntegram en­ del arte crítico, dada su utilidad para
te la autoridad de las Escrituras, em ­ percibir plenam ente el pensam iento de
plearán en ello sumo cuidado y dili­ los hagiógrafos. Pueden ejercitar esta
gencia. T rab ajarán sobre todo para que facultad empleando en su caso la ayuda
(Ia) Concilio Vaticano, sess. III, cap. II, De Reform.
88, 7-10 E n c íc l ic a “ V ig il a n t ia e s t u d iiq u e m e m o r e s” 675

de los heterodoxos, sin repugnancia por las discusiones entre los autores cató­
Nuestra parte. Cuiden, no obstante, que licos, contribuyendo a dirim irlas, bien
esta fam iliaridad no les ocasione inm o­ con la luz de su juicio, bien con el
deración en el juicio, ya que en ella peso de su autoridad. Tendrá esto otra
suele venir a caer el artificio de la crí­ ventaja: la de ofrecer a la Sede Apos­
tica llam ada alta, cuyas peligrosas te­ tólica la oportunidad de declarar qué
m eridades m ás de una vez hemos de­ deben ineludiblemente sostener los a u ­
nunciado. tores católicos, qué se ha de reservar a
la m ás alta investigación y qué puede
7. Exposición aju stad a al sen tir de quedar al libre juicio de cada cual.
la Iglesia y lib ertad individual. E n
tercer lugar, ponga el Consejo especia­ 9. C onstitución de la Comisión. Así,
les cuidados en la parte de estos estu­ pues, por el bien de la conservación de
dios que afecta propiam ente la exposi­ la verdad cristiana, constituimos por
ción de las E scrituras, en la cual radica estas letras, en la ciudad de Roma, el
la m ayor utilidad de los fieles. E n aque­ Consejo o Comisión para prom over los
llos pasajes cuyo sentido haya sido estudios de la Sagrada E scritura según
declarado auténticam ente ñor los auto­ las norm as aue quedan establecidas.
res sagrados o por la Iglesia, no es Queremos que conste esta Comisión de
necesario decir que se ha de dem ostrar algunos Cardenales de la Santa Romana
sea ésa la única interpretación confor­ Iglesia, que serán elegidos por Nuestra
me a las reglas de la sana herm enéu­ autoridad; y es N uestra m ente añadir­
tica. Quedan, sin embargo, otros m u­ les, en com unidad de estudios y tra b a ­
chos en los cuales, no habiendo hasta jos, con el oficio y nom bre de consul­
ahora una cierta y definida exposición tores, como es costum bre en los sagra­
de la Iglesia, pueden los doctores p ri­ dos Consejos Romanos, algunos hom ­
vados seguir y defender la sentencia bres ilustres de diversas naciones que
que estimen m ejor; sabido es, sin em- se hayan distinguido por sus conoci­
237 bargo, que aun en estos casos se debe mientos en las ciencias sagradas, espe­
observar como norm a la analogía de cialmente bíblicas. Será oficio de la
la fe y doctrina católica.8* Comisión contribuir a la defensa y pro ­
greso de los mencionados estudios, ce­
8. El Consejo, m oderador de las dis­ lebrando reuniones fijas, divulgando
cusiones. A hora bien, se ha de evitar escritos periódicos u ocasionales(lb), res­
con cuidado en esta m ateria que la pondiendo a los que consulten cuando
acritud en las disputas traspase los lí­ se pida su parecer y, en fin, por todos
mites de la m utua caridad o que por el los medios a su alcance. Queremos que
calor de la discusión lleguen a ponerse se dé cuenta al Romano Pontífice de
en duda las mism as verdades reveladas las cosas com únm ente tratadas; dará
y las tradiciones divinas. Si no se con­ cuenta el consultor a quien el Pontífice
serva la serenidad de ánimo y no que­ nom brare secretario de la Comisión.
dan a salvo los principios, no hay que
esperar que los varios estudios den 10. La fundación de la Biblioteca
muchos grandes progresos p ara esta de la Comisión Bíblica. Y p a ra que no
disciplina. falte el instrum ento necesario para los
P o r lo cual tendrá tam bién el Conse­ trabajos comunes, ya desde ahora dedi­
jo a su cargo m oderar rectam ente, y camos a esto una parte de Nuestra Bi­
con la dignidad que el asunto requiere, blioteca Vaticana, en la cual procu-
( lb) En Abril de ese mismo año (1903) apareció por las Letras Apostólicas V in e a E le c ta (A AS. 1
el “Reglamento de la P o n t i f i c i a C o m i s i ó n B í b l i c a ” [1909] 447-449); en esta Colecc. (en nota) tomo II,
competencia de los miembros de la Comisión y pág. 1628-1629, y a la Pontificia Comisión de la
en que se fijan detalladamente la misión y la Vulgata; en cambio, le fue concedida, muy pronto,
Consultores. En los números 6 y 7 de la “ F in a ­ la facultad de conferir grados académicos en
l i d a d d e la C o m i s i ó n ” del Reglamento se renueva Sagrada Escritura, por las Letras Apostólicas
ei deseo del Papa de que la Comisión publique S c r i p t u r a e S a n c ta e . 23-11-1904 (ASS. 36 [1903/041
una revista y ocasionalmente libros, lo cual nunca 530-532); en esta Colecc. (en nota) tomo II, pág.
fue puesto en práctica, dejándose esta tarea al 1627.
Pontificio Instituto Bíblico, fundado el 7-V-1909
676 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 88, 11

rarem os reunir u n a am plísim a colec­ almas, y que su ayuda hará que los
ción de Códices y volúmenes bíblicos católicos dedicados a las Sagradas Le­
de toda edad, que estará a disposición tras respondan con la obediencia más
de los m iem bros del Consejo. absoluta, a las directrices de la Sede
Es de desear que p ara la instalación Apostólica en esta m ateria.
y ornato de este instrum ento de trabajo Queremos y m andam os que todas y
colaboren con Nos los católicos p u ­ cada una de las cosas que en esta causa
dientes, incluso enviándonos libros úti­ ha parecido bien establecer y decretar,
les; y quieran así prestar el m ejor de tales como han sido establecidas y de­
los servicios a Dios, autor de la Escri­ cretadas, sean ratificadas y perm anez­
tu ra y de la Iglesia.1 can firmes, no obstante cualquier cosa
en contrario.
11. Deseo de éxito y decreto. P or lo Dado en Roma, junto a San Pedro,
demás, confiamos que la bondad divina bajo el anillo del Pescador a 30 de
ha de favorecer abundantem ente estos Octubre de 1902, año 259 de Nuestro
propósitos Nuestros, ya que m iran di­ Pontificado.
rectam ente a la incolum idad de la fe
cristiana y la eterna salvación de las LEON PAPA XIII.
ENCICLICA “FIN DAL PRINCIPIO” (*>
(8-XII-1902)

A LOS OBISPOS DE ITALIA SOBRE LA EDUCACION DEL CLERO*1)

LEON PP. XIII


Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Preocupación del Papa por la edu-2. Debe reprimirse con energía. F á ­


257 ración del clero desde el principio. cil es hoy advertir las graves conse­
Desde ios prim eros días de N uestro cuencias que habrá que deplorar si no
pontificado, fijando N uestra m irada en se opone pronto remedio a estas ten­
la grave situación de la sociedad, no dencias innovadoras. A fin de preservar
tardam os en reconocer, como uno de al clero italiano de la perniciosa in­
los más aprem iantes deberes del m inis­ fluencia de los tiempos, juzgamos opor­
terio apostólico velar especialmente por tuno, Venerables Herm anos, recordar
la educación del clero. Nos dimos cuen­ en Nuestra presente Carta los verdade­
ta, en efecto, de que toda tentativa de ros e invariables principios que deben
restau rar en el pueblo la vida cristiana regir la educación eclesiástica y todo
sería inútil, si el clero no guardara ínte­ el m inisterio sagrado.
gro y vigoroso el espíritu sacerdotal.
Jam ás hemos dejado de proveer a esta 3. Origen divino. Divino en su o ri­
necesidad, según Nuestras fuerzas ya gen, sobrenatural en su esencia, inm u­
por medio de instituciones convenien­ table en sus caracteres, el sacerdocio
tes, ya valiéndonos de num erosos docu­ católico no es institución que pueda
mentos ordenados al mismo fin. Ahora, acom odarse a la inconstancia de las
Venerables Herm anos, N uestra p a rti­ opiniones y sistemas hum anos. P a rti­
cular solicitud p ara con el clero de cipación del eterno sacerdocio de Jesu­
Italia Nos mueve a tra ta r una vez más cristo, debe perpetuar hasta la consu­
asunto de tan gran im portancia. V erda­ 258
mación de los siglos la m ism a m isión
deram ente, el clero da en punto a doc­
confiada por el Eterno Padre a su Ver­
trina, piedad y celo, elocuentes y ab un­
dantes pruebas, entre las cuales Nos bo encarnado: Como el Padre me envió
place señalar con elogio su ard o r en a mí así os envío a vosotros*2). O brar la
cooperar, según el im pulso y la direc­ salud eterna de las alm as será siempre
ción de los Obispos, al m ovimiento ca­ el gran m andato que no podrá nunca
tólico que Nos es tan grato. No pode­ dejar de ejecutar, así como para cum ­
mos, sin embargo, disim ular que Nos plirlo fielmente no deberá jam ás cesar
tiene con cuidado el ver que, desde de recu rrir a aquellos remedios y a aque­
algún tiempo a esta parte, se m anifiesta llas reglas divinas de pensam iento y de
aquí y allá un apetito de innovaciones acción que les dió Jesucristo cuando
desconsiderado, ya en la form ación, ya envió a sus Apóstoles por el m undo
en la m últiple acción de los sagrados entero para convertir los pueblos al
m inistros. Evangelio. Recuerda S a n P a b l o en sus
(*) Acta Sanctae Sedis, 35 (1902/03) 257-265. — Los números en el margen corresponden a las
páginas del texto original italiano de ASS, vol. 35. (P. H.)
(1) Como el original de esta Encíclica está en virtiendo que las palabras, con que comienza y
italiano, y no se ha hecho versión latina de ella, suele citarse, son: Fin dal principio.
damos aquí el texto según la versión italiana ad- (2) Juan 20, 21.
— 677 —
678 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 89, 4-6

epístolas que el sacerdote no es otra 5. Form ación del Clero. Ciertam ente,
cosa que el embajador, el ministro de en la form ación del clero y en el m i­
Cristo, el dispensador de sus miste- nisterio sacerdotal, la razón pide que
rios(3456*\ y nos lo representa en lugar se tenga en cuenta la diversidad de los
e m in e n te ^ , m ediador entre el cielo y tiempos. Estamos bien lejos de soñar
la tierra p ara tra ta r con Dios los desti­ en rechazar las m udanzas que hacen
nos suprem os del género hum ano, que la obra del clero más eficaz siempre en
son los de la vida eterna. Tal es la medio de la sociedad en que vive, y
idea que los libros dan del sacerdote precisam ente por esta razón Nos ha
cristiano, es decir, de una institución parecido conveniente prom over en el
sobrenatural, superior a todas las insti­ clero una cultura m ás sólida y perfecta,
y m ostrar a su m inisterio m ás anchu­
tuciones terrenas e independiente de
roso campo. Pero cualquier otra inno­
ellas, como lo divino de lo hum ano.
vación que indujera algún perjuicio al
carácter esencial del sacerdote, debería
4. La trad ició n lo afirm a. La m ism aser m irada como enteram ente vitupe­
elevada idea se halla claram ente en las rable. Sobre todo, el sacerdote h a sido
obras de los Santos Padres, en las ense­ constituido m aestro, médico y pastor
ñanzas de los Pontífices rom anos y de de las almas, y como tal, le incumbe
los Obispos, en los decretos de los Con­ dirigirlas hacia un fin que no se en­
cilios y en la unánim e doctrina de los cierra en los térm inos de la vida pre­
doctores y de las Escuelas católicas. sente. No podrá jam ás corresponder
La m ism a tradición de la Iglesia procla­ enteram ente a tan nobles funciones sí
m a a una voz que el Sacerdote es otro no está, tanto como es necesario, ver
Cristo, y que el sacerdocio, aunque se sado en la ciencia de las cosas santas y
ejerce en la tierra, pertenece propia­ divinas; si no está provisto en abun­
mente a la celestial jerarquía(5), puesto dancia de la piedad, que hace de él un
que posee la administración de cosas hom bre de Dios; si no pone todo su
todas celestiales, habiéndole sido confe­ cuidado en confirm ar estas enseñanzas
rido un poder que Dios no otorgó ni con la virtud del ejemplo, según la
aun a los mismos ángeles^, poder y advertencia dada a los pastores sagra­
ministerio que m iran al gobierno de las dos por el Príncipe de los Apóstoles:
almas, que es el arte de las artes(7>. La sirviendo de ejemplo al rebaño(8>. Así
como sean las variaciones de los tiem ­
educación, los estudios, las costumbres,
pos y las condiciones sociales, así son
cuanto pertenece, en suma, a la disci­
las propias y suprem as cualidades que
plina sacerdotal, fueron siempre consi­ deben resplandecer en el clero católico,
derados como un todo en sí, no sólo según los principios de la fe; todos los
distinto, sino ajeno a las reglas ordina­ demás tem peram entos naturales y h u ­
rias de la vida laica. Esta distinción y m anos serán ciertam ente recom enda­
259 esta especialidad deben persistir en bles, pero no tendrán, con respecto al
nuestro tiempo, y toda tendencia enca­ m inisterio sacerdotal, m ás que una im ­
m inada a m ezclar o confundir la edu­ portancia secundaria y relativa.
cación y la vida eclesiástica con la edu­
cación y la vida seglares está reproba­ 6. Atractivos de la novedad. Si pues
da, no sólo por la tradición de los es razonable y justo que en los límites
siglos cristianos, sino por la m ism a perm itidos el clero atienda a lo que
doctrina apostólica y por los m anda­ pide la vida presente, no es menos justo
m ientos de Jesucristo. y necesario que, lejos de ceder a la
(3) II Cor., 5, 20; 6, 4; I Cor. 4, 1. commissi sunt, potestatemque acceperunt, quam
(4) Hebr., 5, 1. ñeque Angelis ñeque Archanselis dedit Deus”.
(5) “Sacerdotium enim in térra peragitur, sed (Ib., n. 5). (Migne PG. 48, col. 643).
caelestium ordinum classem obtinet: et jure qui-
dem mérito” . (S. Joarm. Chrysost., De sacerdotio, (7) “Ars est artium regimen animarum” . (S
lib. 3, n. 4). (Migne PG. 48, col. 642). Gregor. M. Regul., Past., Parí., 1, c. 1). (Migne
(6) “Etenim qui terram incolunt in eaque com- 77, 14).
morantur ad ea quae in ccelis sunt dispensanda (8) I Petr. 5, 3.
89, 7-8 E n c íc l ic a “ F in d a l p r in c ip io ’ 679

m alvada corriente del siglo, la resista tiem bre de 1899, enseñar reglas preci­
con vigor. Tal conducta responde al sas, no solamente para la recta form a­
elevado fin del sacerdocio, y al mismo ción de los clérigos, sino para prevenir
tiempo hace su m inisterio m ás fru c­ en los establecimientos de educación
tuoso, con aum ento de dignidad y de todo peligro interior o exterior, de
respeto. H arto se sabe cómo el espíritu orden m oral o religioso. E n cuanto a
del naturalism o procura viciar el cuer­ los estudios, puesto que el clero no
po social hasta en sus partes m ás sa­ puede ignorar los progresos de ninguna
nas; espíritu que ensoberbece a las enseñanza provechosa, razón es que
260 almas, sublevándolas contra toda auto­ acepte lo que en los nuevos métodos
ridad; que desalienta el corazón y lo está reconocido por verdaderam ente
lleva en busca de bienes perecederos, bueno o útil; todas las épocas contri­
olvidando los eternos. buyen al progreso del saber hum ano.
Es de tem er que la influencia de este Sin embargo, Nos queremos que a este
espíritu, tan nocivo y tan extendido ya, propósito se recuerden bien las pres­
se insinúe entre los eclesiásticos, sobre cripciones que Nos hemos dado en lo
todo entre los menos experim entados. que concierne al estudio de las letras
Las deplorables consecuencias de esto clásicas, y principalm ente de la filoso­
serían: que decaiga la gravedad en la fía, de la teología y de las ciencias
conducta, de que el sacerdote está tan análogas: prescripciones que Nos he­
necesitado, y que se condescienda fácil­ mos dado en varios documentos, sobre
mente con el atractivo de la novedad; todo en la Encíclica de la cual, por esta
la presuntuosa indocilidad p ara con los razón, os enviamos un ejem plar junto
superiores, y el olvido, en las discusio­ con la presente.
nes, de la serenidad y m esura tan nece­ Sería ciertam ente de desear que to ­
sarias, particularm ente en puntos de dos los jóvenes eclesiásticos cursasen 261
m oral o de fe. Pero un efecto más sus estudios a la som bra de los santos
deplorable aun, porque lleva consigo Institutos; pero puesto que graves r a ­
perjuicio p ara el m undo cristiano, se zones aconsejan a veces que algunos de
seguiría en el santo m inisterio de la aquéllos frecuenten las Universidades
palabra, en el que se introduciría un públicas, no se olvide con cuántas y
lenguaje incom patible con el carácter con cuáles precauciones los Obispos
propio del heraldo del Evangelio. deben venir en ello*910).

7. Estudios en los Sem inarios. Mo­ 8. M inisterio de la predicación.


vido por tales consideraciones, Nos pro ­ Igualmente, Nos queremos que se insis­
clamamos la necesidad de recom endar ta sobre la fiel observancia de las reglas
de nuevo, y con sumo cuidado, que los contenidas en un documento más re ­
Seminarios conserven ante todo su espí­ ciente, en especial por lo que concierne
ritu propio, así en orden a la educación a las lecturas u otra m ateria que pueda
de la inteligencia como a la del cora­ dar ocasión a los jóvenes de participar
zón. No debe nunca perderse de vista de cualquier m anera de las agitaciones
que su exclusivo destino es p rep arar a exteriores^11). Así, los alum nos de los
los jóvenes, no p ara funciones h um a­ Seminarios, aprovechando un tiempo
nas, por legítimas y honrosas que éstas precioso en una perfecta tranquilidad
sean, sino p ara la alta misión que aca­ de ánimo podrían todos dedicarse a
bamos de indicar de ministro de Cristo estos estudios, que los h arían aptos
y de dispensador de los misterios de para cum plir los grandes deberes del
Dios^K Después de esta consideración sacerdocio, principalm ente el m iniste­
será fácil, según indicam os en la E ncí­ rio de la predicación y de la confesión.
clica al clero de F rancia del 8 de Sep- Fácilm ente se ve cuán grave es la res-
(9) I Cor. 4, 1. (11) Instrucción ele la S. Congr. “Affari Eccle-
(10) Instructio Perspectum est, S. Congr. EE. siast. Straordinari”, 27-1-1902, sobre la acción
RR. at. die 21 Julii 1896, ad Italise Episc.onos et popular Cristian ao democrático-cristiana en Ita­
Familiarum religiosarum Moderatores. (ASS 29, lia (ASS 34 [1901/02], 401-403).
359-364).
680 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 89, 9-12

ponsabilidad de los sacerdotes que en convenientes a la vocación sacerdotal;


tan grande necesidad del pueblo cris­ y para adm itir los clérigos a las sa­
tiano se olvidan de prestar su concurso gradas órdenes, póngase la m ayor aten­
en el ejercicio de estos santos misterios, ción, según la grave advertencia de San
y de aquellos tam bién que no acuden P ablo a T imoteo : N o s e a s p r e c i p i t a d o
a esta obra con la debida diligencia: e n i m p o n e r la s m a n o s a nadie*15).
unos y otros responden m al a su voca­
ción en cosa que im porta m ucho a la 11. D ignidad del Sacerdocio. En todo
salud de las almas. Y de aquí que Nos esto conviene subordinar cualquiera
debamos llam ar vuestra atención, Ve­ otra consideración, que siempre será
nerables Herm anos, sobre la instruc­ inferior a las más im portantes de todas,
ción especial que juzgamos útil dar que es la de la dignidad del sagrado
sobre el ministerio de la predicación í12) ministerio.
y deseemos que se obtenga más copioso Después, para form ar en los alum nos
fruto. del Seminario una imagen viva de Je­
sucristo, im porta mucho, en aquello
9. Confesión. Tocante al m inisterio que pone térm ino y complemento a
de la confesión, recuérdese con qué toda la educación eclesiástica, que su­
severidad el m ás insigne y el m ás be­ periores y maestros unan a la diligen­
nigno de los m oralistas habla de los cia y experiencia de sus funciones el
que no tem en sentarse en el tribunal de ejemplo de una vida enteram ente sacer­
la penitencia sin la capacidad necesa­ dotal. La conducta ejem plar de aquel
ria*13); y ¡as palabras de dolor del emi­ que ejerce la autoridad, especialmente
nente Pontífice B enedicto XIV, que co­ sobre los jóvenes, es el lenguaje más
locaba entre las m ayores desgracias de elocuente y más acomodado para ins­
la Iglesia la falta en los confesores de p irar a sus almas la convicción de sus
la ciencia teológica y m oral, requerida propios deberes y el am or del bien.
por la im portancia de función tan Obra tan im portante exige, principal­
santa. 10* mente del director espiritual, una p ru ­
dencia extraordinaria e infatigables cui­
10. D isciplina y educación en los dados; y tal función de que Nos desea­
Sem inarios. Mas p a ra el noble fin de mos no sea privado ningún Seminario,
p rep arar dignos m inistros del Señor es reclam a un eclesiástico m uy experim en­
necesario, Venerables Herm anos, em ­ tado en los caminos de la perfección
plear, con vigor y vigilancia cada vez cristiana. Nunca se recom endará lo bas­
más grandes, además del método cien- tante el difundir y prom over, entre los
262 tíficos, la organización disciplinar y edu­ alumnos, de la m anera más durable,
cadora de vuestros Seminarios. No se la piedad, fecunda en bien de todos,
reciba en ellos más que jóvenes que especialmente del clero, para el que
ofrezcan sólidas esperanzas de querer ti e n e u t i l i d a d i n e s t i m a b l e ^16^.
consagrarse p ara siempre al m inisterio
eclesiástico*14). Eviten el contacto y 12. D iligencia en sus ejercicios espi­
vida com ún con jóvenes que no aspiran rituales. Sea, pues, diligente en preve­
al sacerdocio: este género de vida po­ nirlos contra un pernicioso error, bas­
drá, por justos y graves motivos, ser tante extendido entre los jóvenes, cuan­
tolerado por algún tiem po y con p arti­ do se dejan llevar por el ardor de los
culares precauciones, hasta tanto que estudios, hasta el punto de descuidar
no se les pueda recibir conform e al su progreso en la ciencia de los Santos.
espíritu de la disciplina eclesiástica. Cuanto la piedad haya echado más p ro ­
Despídase a los que en el curso de su fundas raíces en el alm a de los clérigos,
educación m anifiesten tendencias poco tanto más capaces serán ellos de este
(12) Instrucción de la S. Congr. de 0 0 . y RR. (13) S. Alfonso M. de Ligorio: Práctica del
de 31 de Julio de 1894, a todos los Ordinarios de Confesor, cap. I, part. 39, n. 18.
Italia y a los Suoeriores de lis O rdena v de las (14) Conc. Trident., sess. 23, c. 18, De Reformal.
Congregaciones Religiosas (ASS 27 (1894/95) 162- (15) I Tim. 5, 22.
176). (16) I Tim. 4, 7-8.
89, 13-16 E n c íc l ic a “ F in d a l p r in c ip io ” 681

poderoso espíritu de sacrificio, absolu- la fe hereditaria. Mas todos los sacer­


tam ente necesario p ara tra b a ja r con dotes deben subordinar su acción a la
263 celo en la gloria de Dios y en la salud autoridad de aquellos que el Espíritu
de las almas. Santo ha establecido Obispos para go­
Gracias a El, no faltan en el clero bernar de la Iglesia de Dios;<17) falta
italiano sacerdotes que dan nobles p ru e­ de que nacerían la confusión y un gra­
bas de lo que es posible a un m inistro vísimo desorden, con perjuicio tam bién
del Señor penetrado de este espíritu: de la causa q u e ü e n e n que defender y
adm irable es la generosidad de gran promover. Asimismo, para este objeto
núm ero de ellos que por extender el Nos deseamos que al fin de su educa­
reino de Jesucristo corren con ard o r a ción en los Seminarios, los aspirantes
lejanas tierras arrostrando trabajos, al sacerdocio reciban la enseñanza de
privaciones, padecim ientos de toda cla­ los documentos pontificios que concier­
se, incluso el m artirio. nen a la cuestión social y la dem ocra­
cia cristiana, absteniéndose, no obs­
13. Dirección espiritual. Así rodeado tante, como hemos dicho ya, de tom ar
de cuidados solícitos y previsores, en parte alguna en el m ovimiento exterior.
una conveniente cultura del espíritu y
del corazón, el joven levita llegará a 15. Instrucción a la juventud obrera.
ser poco a poco lo que exigen la santi­ Luego cuando sean sacerdotes, ocúpen­
dad de su vocación y las necesidades se con particular cuidado del pueblo,
del pueblo cristiano. El noviciado es objeto en todo tiempo de las más afec­
largo en verdad: deberá prolongarse tuosas solicitudes por parte de la Igle­
hasta más allá del Seminario. E n efecto, sia. L ibrar a los hijos del pueblo de la 264
los sacerdotes jóvenes no pueden ser ignorancia de las cosas espirituales y
dejados sin guía en los prim eros tra ­ eternas, y con industriosa tern u ra en­
bajos, teniendo necesidad de que los cam inarlos hacia una existencia hones­
sostenga la experiencia de hom bres más ta y virtuosa; confirm ar a los adultos
capaces que perfeccionen su celo, su en la fe y excitarlos a la práctica de la
prudencia y su piedad, y es útil asim is­ vida cristiana, disipando las preocupa­
mo, ya por medio de ejercicios acadé­ ciones contrarias; prom over en el m u n ­
micos, ya valiéndose de instrucciones do seglar católico las instituciones re ­
periódicas, se les acostum bre a estar conocidas por verdaderam ente eficaces
siempre fam iliarizados con los sagrados para m ejorar m oral y m aterialm ente a
estudios. las m ultitudes; y, sobre todo, defender
Evidentemente, Venerables H erm a­ los principios de justicia y de caridad
nos, las recomendaciones que Nos he­ evangélicas, en que todos los derechos
mos hecho hasta aquí, lejos de contener y todos los deberes de la sociedad civil
cosa alguna contraria, son útilísim as a encuentran una justa conciliación: he
la actividad social del clero, frecuente­ aquí, en sus principales partes, el no­
m ente anim ada por Nos como un cui­ ble encargo de su acción social.
dado de Nuestro tiempo. Según pide la
fiel observancia de las reglas recorda­
16. Atracción digna. Pero tengan
das por Nos, es necesario proteger lo
siempre presente que, aun en medio
que debe ser el alm a y la vida de esta
del pueblo, el sacerdote debe conservar
acción.14*
íntegro su augusto carácter de m inistro
14. El Clero debe ir al pueblo. R epi­ de Dios, habiendo sido colocado a la
támoslo nuevam ente y más alto aún: cabeza de sus herm anos principalm ente
es necesario que el clero vaya al pueblo animarum causa, por el bien de las
cristiano, am enazado por todas partes almas(18K
de asechanzas y toda clase de engaño­ Cualquier otra m anera de ocuparse
sas promesas, em pujado particularm en­ del pueblo a costa de la pérdida de la
te por el socialismo, a la apostasía de dignidad sacerdotal y con perjuicio de
(17) Act. 20, 28. (18) S. Greg. M. Regul, Past. Parte II, c. 7
(Migue 77, col. 38-D).
682 E n c íc l ic a s d e l PP. L eón XIII (1902) 89, 17

los deberes y de la disciplina eclesiás­ simples fieles: Así pues, os exhorto yo,
tica, no podría menos de ser altam ente preso en el Señor, a andar de una
reprobada. manera digna de la vocación con
He aquí, Venerables H erm anos, lo que fuisteis llamados<1719). El am or de
que la conciencia del m inisterio apos­ la Iglesia, Nuestra Madre común, con­
tólico Nos prescribe hacer notar en la solide y fortifique la arm onía de pen­
situación actual del clero italiano. No samiento y de acción, que redobla
dudam os que en m ateria tan grave y las fuerzas y hace las obras fecundas.
tan im portante, sabréis u n ir a Nues­ En tiempos tan calamitosos para la
tra solicitud las m ás diligentes y afec­ Religión y la sociedad, cuando el clero
tuosas invenciones de vuestro celo, ins­ de todas las naciones tiene el deber de
pirándoos especialmente en los lum i­ agruparse estrecham ente para la defen­
nosos ejemplos del gran Arzobispo San sa de la fe y de la m oral cristiana, os
Carlos B orromeo. Pues p ara asegurar pertenece, hijos muy queridos, unidos
el efecto de Nuestras presentes pres­ a esta Sede Apostólica por lazos p a r­
cripciones, cuidaréis de hacer de ellas ticulares, os incumbe, repetimos, dar
motivo de vuestras conferencias regio­ ejemplo a todos los demás, y ser los
nales y de concertaros sobre las m edi­ prim eros en la obediencia absoluta a
das prácticas que, según las necesidades la voz y a las órdenes del Vicario de
particulares de cada diócesis, os pare­ Jesucristo. Así las bendiciones de Dios
cieren más oportunas. A vuestros p ro ­ descenderán abundantes, como Nos las
yectos y deliberaciones no les faltará, imploramos, para que el clero italiano
si necesario fuere, el apoyo de Nuestra perm anezca digno siempre de sus glo­
autoridad. riosas tradiciones.
E ntre tanto, como prenda de los fa­
17. C orrespondencia a la vocación. vores divinos, recibid la Bendición
Y ahora, con la palabra que sale espon­ Apostólica que Nos concedemos con la
táneam ente del fondo de Nuestro cora­ efusión del corazón a vosotros, Venera­
zón paternal, Nos nos volvemos a vos­ bles Herm anos, y a todo el clero enco­
otros todos, sacerdotes de Italia, reco­ m endado a vuestra vigilancia.
m endándoos a todos y a cada uno de Dado en Roma, junto a San Pedro,
vosotros que pongáis gran cuidado en en la fiesta de la Inm aculada Concep­
responder siempre m uy dignamente al ción de María, 8 de Diciembre de 1902,
espíritu propio de vuestra eminente el vigésimo quinto año de Nuestro P on­
vocación. A vosotros, m inistros del Se­ tificado.
ñor, Nos decimos con más razón que
aquélla con que decía S an P ablo a los LEON PAPA XIII.
(19) Ef. 4, 1.
ENCICLICAS

DE

SAN PIO X
INTRODUCCION

La biografía de José Sarto Sansón, encuentra su maravillosa síntesis en las palabras


del célebre historiador Ludovico Pastor, que por juzgarlas oportunas con ellas damos
comienzo a las pinceladas de su extraordinaria vida. “Hay hombres que tienen una fas­
cinación irresistible: uno de ellos fué Pío X. No era sólo su conmovedora sencillez y su
bondad angelical las que atraían a todos, se añadía una verdadera fascinación originada
de la convicción profunda que sentía el que se acercaba a él, de encontrarse en presencia
de un Santo”. Este juicio, meramente histórico al ser escrito, ha tenido su plena justifi­
cación el 3 de Junio de 1951, cuando el Papa PIO XII proclamó la heroicidad de las
virtudes de PIO X, declarándolo Beato a José Sarto y cuando, después de nuevos
extraordinarios milagros, lo canonizó, con gran solemnidad tres años después, el 29 de
Mayo del Año Mariano de 1954.
En el discurso, en que el Papa Pío XII trazara la gigantesca figura del nuevo
Santo dijo al pueblo cristiano congregado en la Plaza de San Pedro en aquella memo­
rable tarde entre otras cosas lo siguiente: “ El nombre tan querido de Pío X atraviesa,
en este radiante atardecer, de un extremo al otro, la tierra, pronunciado con los
acentos más diversos y despertando por doquiera pensamientos de celestial bondad,
fuertes impulsos de fe, de pureza, de piedad eucarística, y resuena como testimonio
perenne de la presencia fecunda de Cristo en su Iglesia. Con generosa recompensa, al
exaltar a su siervo, Dios atestigua la santidad eminente por la cual, más que por su
cargo supremo, Pío X fue durante su vida el adalid ilustre de la Iglesia y, por lo mis­
mo, es hoy el Santo dado por la Providencia a nuestra época”.
El 2 de Junio de 1835 nacía en Riese (Italia) de una humilde familia compuesta por
.1. Bautista Sarto y Margarita Sansón, un niño a quien sus padres dieron el nombre de
José. Así, silenciosamente, desconocido de todos hace su entrada en el mundo, uno de
los hombres, que con el correr de los años se elevaría a la dignidad del Pontificado
Romano. Hijo de una cristiana familia supo a su contacto ir empapando su alma de las
más profundas verdades. Habiendo mostrado desde pequeño una inclinación al sacer­
docio, pese a la pobreza de su familia se dirige al Seminario. Desde un comienzo se
vislumbra claramente al hombre genial. El elogio que acompañan sus notas nos prueban
lo que acabamos de decir: “en disciplina no tiene par; inteligencia muy superior; me­
moria excelente; de grandísimas esperanzas...”.
El 18 de Septiembre de 1858 logra realizar la gran esperanza de su vida: el sacer­
docio. Despliega un celo apostólico grande. La fama de su santidad extraordinaria es
conocida de todos. Sólo él parece ignorar todo lo que ven los que viven junto a él. Eli
1888, con gran admiración de su parte recibe el nombramiento de Obispo de Mantua.
Convencido plenamente de sus pocas cualidades escribe una carta al Papa. Sin embargo
la determinación de Roma es explícita y así para cumplir la voluntad de Dios toma
posesión de su nuevo campo de apostolado. Sacerdote ejemplar, su primera actividad
se encamina a la preparación de su clero. Así envuelto en nuevos trabajos de apostolado
le llega la nueva que ha sido creado Cardenal de la Iglesia. Si sus esfuerzos fueron gran­
des para no aceptar la dignidad de Obispo, el cardenalato le da ocasión de mostrar su
gran humildad: “nada soy, Dios lo hace todo”. Pero la voluntad del Papa nuevamente se
impone y así recibe el Cardenalato al mismo tiempo que es nombrado Arzobispo Pa
triarca de Venecia.
Habiendo llegado hasta su nueva sede la fama de su extraordinaria vida, el recibi­
miento tributado a su persona se vuelve apoteósico. Pero deja pasar los días y nueva­
mente se envuelve en ese trabajo que él pensaba ordinario. Hombre dotado de inteli­
gencia, nuevamente sus esfuerzos se dirigen a la formación completa del clero. Funda
una facultad de Derecho Canónico. Levanta el nivel de los estudios. Sin embargo en
medio de tantas profundidades su corazón vive abierto para los predilectos de su
corazón: los pobres: He ahí la explicación de un fenómeno grandioso. Su vida era pobre;
nunca se permitió un lujo; su familia siempre quedó pobre,pues él no se valió de su
dignidad para elevarla. Sin embargo, siempre la caja del Patriarca de Venecia era pobre,
— 685 —
686 V id a y o b r a d e S a n P ío X

mejor dicho estaba vacía. Los únicos que sabían dónde estaba el dinero eran los que
iban cada mañana a su palacio en busca de pan y de consuelo. El nada tenía, pero
sabía muy bien dónde encontrar cuando se trataba de dar a los pobres. Por eso supaso
por Venecia se puede concretar en aquellas palabras apostólicas: “pasó haciendo el
bien...”.
Con la muerte de LEON XIII la Iglesia quedó huérfana. Los cardenales del mundo/
entero, se reunieron en Roma para darle sucesor. El Cónclave que debía elegir al Pontí­
fice se abrió el 31 de Julio de 1903. La primera votación efectuada el 1 de Agosto dio
el primer lugar a Rampolla con 24 votos; Gotti 17 votos; Sarto (Pío X) 5 solamente y
dispersos 12.
Debido a que ninguno había obtenido los 42 votos necesarios fué necesario repetir
esa tarde la elección. Los votos de Rampolla siguieron aumentando. El triunfo del
Secretario de Estado era evidente. Sin embargo Francisco José Emperador de Austria
usando de un antiguo privilegio nodel todo claro, había ordenado a su cardenal que
hiciera presente en elCónclave que él se oponía al nombramiento de Rampolla. Con
todo en una nueva elección Rampolla se estaba acercando al término. Al mismo tiempo
los votos de Sarto que eran cinco al principio, habían aumentado un poco. De pronto
los papeles cambian. Pesando sobre los cardenales la amenaza de Francisco José, tenien­
do en cuenta la situación creada por la invasión de Roma por Italia, se fueron inclinando
a Sarto. ¿Cuál era la razón? ¿qué vieron los cardenales en ese humilde hombre, que
jamás había abandonado el norte de Italia? El triunfo de Sarto y su única explicación
la encontramos en las palabras de Pastor que hemos colocado al principio del presente
estudio. Pero Sarto, cuando se dio cuenta que los votos en los escrutinios aumentaban
en su favor renunció públicamente y declaró que él no aceptaría la tiara pontificia. Los
cardenales le rogaron que si era elegido recibiera la voluntad de Dios. Fue comisionado
el obispo español Merry del Val para pedirle al Cardenal Sarto que no retirara su
candidatura. Sin tener en cuenta las objeciones todos los votos se volcaron en Sarto.
Merry del Val le anunció a Sarto la noticia cuando éste estaba llorando en la Capilla
Sixtina. Después de mucho le dijo al obispo español: la acepto, pero Ud. compartirá mi
trabajo: “seré el Papa, si Ud. es mi Secretario de Estado”. Aquí tuvo su comienzo esa
profunda amistad entre ambos que aún hoy perdura, pues ambos fueron enterrados
uno junto al otro como lo habían deseado en vida.
Así termina la primera parte de la vida de José Sarto, el hombre que mientras
buscaba la obscuridad Dios lo elevó a la Cátedra de Pedro para que con la luz de su
santidad y ciencia iluminara los días tenebrosos de las terribles y obscuras ideas del
“modernismo filosófico y teológico
Su primer documento pontificio al mundo entero es un verdadero grito de lucha.
Hay que destruir todo lo opuesto a Cristo. Su programa de lucha es claro “renovar
todas las cosas por Cristo”. Los intereses de Cristo son opuestos a los del mundo. El,
desconociendo otros intereses, luchará exclusivamente por los de Cristo. Por eso su
Encíclica “E SUPREMI APOSTOLATUS” marca las líneas que seguirá PIO X durante
todo su pontificado. Con dolor de padre, sabrá quitar a sus hijos extraviados las armas
que pueden oponerse al reinado de Cristo.
Por su constitución apostólica “COMMISSUM NOBIS”, el Papa levanta su voz de
protesta clara y firme, contra aquellos príncipes que piensan poder extender su poder
hasta la misma cátedra de Pedro. La elección del Papa es exclusiva de los cardenales.
Ningún príncipe ni directa o indirectamente puede intervenir. Sobre todo aquellos que
pretendan ir contra estos principios lanza las más terribles de las penas eclesiásticas.
Al mismo tiempo exhorta a todos a mantenerse completamente ajenos a los intereses
políticos en los asuntos religiosos.
Asegurada ya la libertad en la administración en el Papado da a la publicidad los
documentos que asombrarían por muchos años al mundo al mismo tiempo que descu­
brirían a los falsos profetas. “LAMENTABILI” el decreto que contiene las proposi­
ciones condenadas fué seguido por la Encíclica “PASCENDI” que terminó de aclarar
los puntos tratados. En ella se advierte el peligro grande y las consecuencias de sostener
la filosofía neokanciana y semirracionalista. Expone el verdadero concepto del moder­
nismo y sus consecuencias y lanza sobre él la terrible condena que apartó a varios
hombres del catolicismo. Destruye el racionalismo exagerado aplicado a la ciencia
religiosa, filosofía y teología. Sin embargo, el Papa por hacer ver mejor el peligro en
V id a y o b r a d e S a n P ío X 687

su Motu Proprio “PRAESTANTIA” hiere de muerte con la excomunión sobre aquellos


que se atreven a participar, defender o simpatizar con semejantes doctrinas. Así la
Iglesia obtiene un nuevo triunfo. Varios centros de estudios religiosos se abren. El Papa
exhorta al estudio serio de la tradición y de la auténtica doctrina.
Hasta el Vaticano llegaban los rumores que ciertos cabecillas esparcían entre las
masas populares. Por eso el Pontífice publica una gran Encíclica “ACERBO NIMIS ’
que es una seria exhortación a la enseñanza de la doctrina cristiana, como única
fuente de remedio contra todos los males presentes que por todas partes surgen.
Cartas de quejas de algunos prelados sobre la independencia de los sacerdotes y
falta de obediencia, hacen que PIO X escriba su pastoral encíclica “PIENI L’ANIMO”
donde con mano enérgica combate en los clérigos el espírtu de independencia y la
falta de obediencia a sus prelados.
Y aquel dulce anciano se recrea en la contemplación de los niños. En ellos con­
tad del Papa de la Eucaristía y del catecismo las voces se acallan y desde ese año,
templa a los escogidos corazones puros de Cristo. Y hace que la Congregación de
Sacramentos publique en 1910, el decreto sobre la comunión de los niños. La noticia se
esparce con rapidez por el mundo. Más de alguna crítica se levanta, pero ante la volun-
gracias a él, cada día miles de niños piden a Jesús dentro de sus corazones por la
Iglesia, deseo expresado por el mismo Papa. De ahí que “QUAM S1NGULAREM” será
siempre algo que haga recordar a los niños la amable figura de PIO X.
Pero el decreto anterior, fué un oasis de paz para el corazón del Papa. “VEHE-
MENTER”, Encíclica publicada a raíz de la separación de la Iglesia y del Estado en
Francia, es el grito doloroso de un padre que siente que le quieren robar a sus hijos.
Es una protesta clara a las nuevas leyes que quieren desconocer los derechos seculares
de la Iglesia Católica. “GRAVISSIMO OFICII” completa lo anterior.
Pero junto al dolor producido por Francia está Portugal. “IAMDUDUM” es el
documento que denuncia al mundo las injusticias de la República Portuguesa. Perse­
cuciones sin justicia; destierros: todos los valores se violan.
Sus ojos también se posan en América y escribe “LACRIMABILI” (1912), es la voz
del Papa que habla en nombre de la miseria y del dolor de tantos indios que sufren y
se consumen en América. Es un llamado a la caridad. Hay que elevar al indio. Tiene
derechos y hay que dárselos.
También en su pontificado ocurren centenarios que recuerdan la muerte de los
Santos. El 12 de Marzo de 1904 con ocasión del centenario de Gregorio Magno publica
su Encíclica “IUCUNDA SANE” exhortando al mundo católico a la imitación de las
virtudes de los Santos. Son los compañeros de viaje que nos deben ir señalando el
camino hacia la eternidad.
Y para terminar esta incompleta enumeración de documentos, queremos hacer
mención de los publicados sobre la legislación de la música que debe tocarse en los
templos. Con su motu proprio “INTER SOLICITUDINES” destierra completamente de
las iglesias la música teatral y ligera.
Gomo una coronación preciosa a su labor ordena la nueva codificación del DERE­
CHO CANONICO en cuya obra, cuando estaba a punto de ser terminada le sorprende
la muerte.
Con su muerte la Iglesia había ganado un nuevo Santo que ayudaría desde el cielo.
Aquí en la tierra su ciencia y santidad había esclarecido el camino y las sendas seguras
de su paso. Detrás de él quedaban destruidos “Le Sillón” (surco) y el “Modernismo” que
habían querido acabar con la Iglesia... Así su muerte dejaba establecido el “reino de
Dios” como habían sido sus deseos al anunciarlo en su primera carta al mundo. Dios lo
llevó de la tierra para que ese corazón bondadoso no pasara los dolores de una guerra.
Sus ojos se cerraron al estallar el primer tiro de la guerra de 1914.
No podemos terminar mejor este esbozo que, citando cual corona imperecedera
colocada sobre su tumba gloriosa, respecto de su propia persona, las palabras autori­
zadas de Pío XII en su discurso ya mencionado del 29 de Mayo de 1954: “ L a s a n t i d a d ,
q u e se re v e la c o m o fu e n te d e in sp ira c ió n y g u ía d e su s e m p r e s a s , b rilla , au n m á s
d ir e c ta m e n te en lo s h e c h o s c o tid ia n o s d e su m is m a p e r so n a . E l a c tu ó en sí m is m o
688 V id a y o b r a d e S a n P ío X

antes que en los otros, su programa: restaurarlo todo en Cristo y llevarlo a la unión*
con EL Como humilde párroco, como Obispo y como Sumo Pontífice, estimó que la
santidad a que Dios le destinaba era la santidad sacerdotal”.
Y hacia el final del discurso, refiriéndose a su obra expresó Pío XII: “Eucaristía
y vida interior; he aquí la predicación suprema y más general que Pío X dirige en la
hora presente a todas las almas desde la altura de la gloria. Como apóstol de la vidai
interior, él se sitúa en la era de la máquina, de la técnica y de la organización,
como el Santo y el guía de hoy. i
“Sí, oh San Pío X, gloria del sacerdocio, esplendor y ornamento del pueblo cris­
tiano; tú en quien la humildad parecía hermanarse con la grandeza, la austeridad con
la mansedumbre, la sencilla piedad con la profunda doctrina; tú, oh Pontífice de la
Eucaristía y del Catecismo, de la fe íntegra y de la impávida entereza, vuelve tu mi-
lada a la Iglesia Santa, a la cual tanto amaste y consagraste lo mejor de los tesoros
que, con mano pródiga depositara en tu alma la divina Bondad”.
9 0

ENCICLICA “E SUPREMI APOSTOL ATUS” (*}


(4-X-1903)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS


ORDINARIOS DE LUGARES QUE ESTAN EN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Primeras palabras al asumir el opuse a esta elección mía, o por mejor


129 Pontificado. E n el m om ento de diri­ decir, a esta violencia que se me hacía,
giros por prim era vez la palabra, desde hasta donde me fue posible. Mas ahora,
la cátedra del suprem o Apostolado, al quiera que no, me veo en la necesidad
cual hemos sido elevados por un ines­ de reconocer que cada día los designios
crutable designio de Dios, no hay p ara de Dios se oponen más claramente a
qué recordar con cuántas lágrim as y mis esfuerzos, de modo que no me que­
fervorosas instancias Nos hemos esfor­ da ningún medio de huir de ellos. Por
zado por a p a rta r de Nosotros esta car­ lo tanto, vencido no tanto por la vio­
ga form idable del pontificado. Aunque lencia de los hombres cuanto por la de
m uy desiguales en m éritos, nos parece, Dios, contra la cual no vale ninguna
sin embargo, que podemos hacer Nues­ prudencia, y después de haber orado
tras las quejas con que A n s e l m o , varón cuanto pude y haberme esforzado por
santísimo, se lam entaba, cuando sin que pasara de mí ese cáliz sin que lo
cuidar de su oposición y repugnancia tuviera que beber, en cuanto fuera po­
fue obligado a recibir el honor del epis­ sible, no me queda otro arbitrio que,
copado. Porque aquellas m anifestacio­ posponiendo mi sentimiento y mi vo­
nes de pesar que él hizo entonces en su luntad, entregarme enteramente al sen­
defensa, las podemos hacer ahora en la tir y querer de Dios.
Nuestra, p ara dem ostrar con aué áni- Ni, en verdad, nos faltaron m uchas
130 mo y voluntad hemos aceptado la deli­ y m uy serias razones p ara oponernos.
cadísim a misión de apacentar el rebaño Porque, sin contar que por razón de
de Cristo: Nuestra poquedad, de ningún modo
Testigos son —así decía él— (1) mis Nos juzgábamos dignos del honor del
lágrimas, los gritos y los rugidos que pontificado, ¿quién no se sentiría so­
nacen del gemido de mi corazón; tales brecogido al verse designado para suce­
como jamás recuerdo que han salido der a quien habiendo gobernado con
de mí por causa de ningún dolor antes m uy gran prudencia la Iglesia por espa­
de aquel día en que cayó sobre mí la cio de casi veintiséis años, dió m uestras
desventura del arzobispado de Cantor- de una tan vigorosa inteligencia y tanto
bery. Esto no pudo pasar inadvertido resplandeció en todas las virtudes que
para los que, aquel día, vieron de cerca atrajo la adm iración aun de sus enemi­
mi rostro. El color de mi semblante me gos e inm ortalizó por medio de sus p re­
asemejaba más a un cadáver que a un clarísim as obras la m em oria de su nom ­
viviente: estaba pálido de estupor y bre. Además, y para no hacer mención
angustia. Y, en verdad lo digo, yo me de otros motivos, Nos atem orizaba, más
(*) Acta Sanctíe Sedis, vol. 36, pág. 129. (1) Epp. 1, 3, ep. 1.
— 689 —
tm E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 90, 2-3

que nada, el estado por demás aflictivo autoridad usamos. Los intereses de Dios
en que se encuentra la hum anidad al son tam bién los Nuestros, en los cuales
presente. Porque ¿quién no ve que la hemos prom etido em plear todas Nues­
sociedad hum ana está hoy atacada de tras fuerzas y aun N uestra m isma vida.
una enferm edad m ucho más grave y P or lo cual si se nos pide una divisa^
más profunda que la que afectaba a que sea la expresión de Nuestra volunt
las generaciones pasadas, la cual agra­ tad, siempre presentarem os esta solai
vándose cada día y royéndola hasta los restablecer todas las cosas en Cristo.
huesos, la va arrastrando a la perdi­ P ara em prender y apresurar tan
ción? Cuál sea esta enferm edad ya lo m agnífica empresa, Venerables H erm a­
sabéis vosotros, Venerables Hermanos, nos, Nos sentimos grandem ente esfor­
es el desertar y apostatar de Dios, y zados por la seguridad de que tendre­
nada hay, sin duda, que esté más cerca mos en todos vosotros los esforzados
de la perdición, según estas palabras colaboradores para llevar a cabo la
del Profeta: Porque, he aquí que pere­ obra. Porque si pusiéram os esto en
cerán los que se alejan de tP234\ duda, tendríam os que suponer, injus­
A un m al tan grave vimos que era tam ente por cierto, o que ignoráis o
necesario poner remedio en fuerza del que no os preocupa la guerra im pía que
m inisterio pontifical que se Nos había actualm ente, casi en todas partes, se ha
encomendado, y pensam os que se diri­ suscitado y se propaga contra Dios.
gía a Nosotros aquel m andato de Dios: Porque verdaderam ente contra su
He aquí que te he colocado hoy sobre Creador rugieron las naciones, y los
las naciones y sobre los reinos para pueblos meditaron insensateces^; de
que arranques y destruyas y para que tal modo que ya es voz com ún de los
edifiques y plantes^; conscientes, em ­ enemigos de Dios: Apártate de nos­
pero, de N uestra flaqueza, temíamos otros(7L De aquí que ya casi se haya
hacernos cargo de u n a em presa tan extinguido por completo en la m ayoría
llena de dificultades cuanto de urgente de los hom bres el respeto al eterno
realización. Dios sin tener para nada en cuenta su
voluntad suprem a en las m anifestacio­
2. Propósito al ocupar la Cátedra de nes de su vida pública y privada. Más
Pedro. Mas, puesto que fue voluntad aún, con todo su esfuerzo e ingenio
divina elevar N uestra hum ildad a tanta procuran que sea abolida por completo
sublim idad de poder, hemos tomado hasta la m em oria y noción de Dios.
coraje en Aquel que nos conforta, y
poniendo m ano a la obra, confiados en 3. Ataques contra Dios; endiosa­
el poder de Dios, declaram os que no miento del hombre. Quien considere
tenemos en el ejercicio del pontificado todas estas cosas, puede, con razón,
otra m ira que aquella de restablecer tem er que esta perversidad de los espí­
todas las cosas en Cristo^ a fin de que ritus sea como un anticipo y comienzo
Cristo sea todo y en todos^5K de los males que estaban reservados
No faltarán seguramente, los que, para el fin de los tiempos, o que ya se
midiendo con medida hum ana las cosas encuentra en este m undo el hijo de
divinas, se esforzarán por ver el sentido p e r d i c i ó n del que nos habla el
de Nuestro pensam iento y lo torcerán Apóstol.
con m iras terrenas hacia un interés Tan grande es la audacia y tan des­
partidario. Mas para a ta ja r la vana m edida la rabia con que se ataca en
esperanza de estos tales, afirm am os con todas partes a la religión, se combaten
toda verdad, que Nosotros no queremos los dogmas de la fe y se hacen enco­
ser nada, y, con el auxilio de Dios, n a ­ nados esfuerzos por im pedir y aun por
da seremos ante la sociedad hum ana, aniquilar todo medio de comunicación
más que los m inistros de Dios de cuya del hom bre con Dios. Y a su vez, lo que,
(2) Ps. 72, 26. (6) Ps. 2, 1.
(3) Jerem. 1, 10. (7) Job 21, 14.
(4) Ephes. 1, 10. (8) II Thcss. 2, 3.
(5) Coloss. 3, 11.
90, 4 E n c íc l ic a “E su pr em i A po sto latus” 691

según el mismo Apóstol, constituye la de la naturaleza, de suerte que el de­


nota característica del Anticristo — el recho que El tiene de m andar y su po­
mismo hom bre con inaudito atrevi­ der sean santam ente venerados y aca­
miento ha usurpado el lugar de Dios, tados por todos.
elevándose a sí mismo sobre todo lo Lo cual no sólo lo puede el deber
que lleva el nombre de Dios; de tal que im pone la m ism a naturaleza sino
punto que, aun cuando no le es posible tam bién nuestro com ún provecho. P o r­
borrar enteram ente de su alm a toda que, ¿quién, Venerables Hermanos, no
noticia de Dios, haciendo, sin em bar­ se sentirá consternado y afligido al
go, caso omiso de su m ajestad, ha ver que la m ayor parte de la hum ani­
hecho de este m undo como u n tem plo dad, m ientras por una parte se aplau­
dedicado a sí mismo p ara ser en él den merecidam ente los progresos de la
adorado por los demás. Siéntese en el civilización, se combate tan despiada­
templo de Dios mostrándose como si dam ente que casi parece una guerra de
fuera Dios(dK todos contra todos? La am bición de la
Mas, en verdad, ninguno que esté en paz está ciertam ente en todos los cora­
su sano juicio d ejará de ver con qué zones y no hay uno solo que no la
perspectivas se está desarrollando esta invoque con fervor. Pero buscar paz
lucha de los hom bres contra Dios. P o­ sin Dios es un absurdo; porque de don­
drá el hom bre, abusando de su libertad, de falta Dios está desterrada la justicia,
violar el derecho y la voluntad del y no habiendo justicia es vana toda
Creador del universo, pero siem pre la esperanza de paz. La obra de la justicia
victoria estará de parte de Dios, más es la p a z^K No pocos hay, bien lo sa­
aún, entonces está m ás cerca la derrota bemos, aguijoneados porque este deseo
cuando el hom bre, alucinado por la de paz, esto es, de la tranquilidad del
esperanza del triunfo, se levanta con orden, se agrupan en sociedades y p a r­
m ayor audacia. De esto mismo nos ad­ tidos que denom inan partido del orden.
vierte Dios en las Sagradas E scrituras; ¡Empeño y esperanzas perdidas! El
a saber, que, como olvidado de su po­ partido del orden que realm ente puede
der y de su m ajestad disimula los pe­ llevar la tranquilidad a la turbación de
cados de los hombresD°) pero, bien las cosas es uno solo: el partido de los
pronto, después de esta aparente reti­ que están con Dios. Este es el que nos­
rada, enardecido como el hom bre que otros debemos prom over y hacia a él
se siente fortalecido por la em bria­ debemos llevar a cuantos más podemos,
guez^91011123^, destrozará la cabeza de sus si en verdad sentimos el am or del
enemigos ^ ; p ara que todos conozcan orden.
que Dios es el rey de toda la tierra^1^
y se den cuenta las naciones que no 4. R etorno a Dios po r Jesucristo.
son sino hombres(14a). Con todo, Venerables Hermanos, este
Todas estas cosas, Venerables H er­ mismo retorno de los hom bres a la m a­
manos, Nosotros las creemos y espera­ jestad y soberanía de Dios, aun cuan­
mos con segura fe. Pero esto no impide do pongamos en él todos nuestros es­
que cada uno de Nosotros deba, por su fuerzos, no se obtendrá jam ás sino por
parte, ap resu rar la obra de Dios; y esto Jesucristo. Pues advierte el Apóstol:
no sólo por medio de u n a plegaria Nadie puede poner otro fundamento
continua: Levántate, Señor, no sea que que aquel que ya está puesto, el cual
el hombre se envalentone^14^ , sino, lo es Cristo Jesús^1GK Esto es, el mismo y
que es de m ayor momento, afirm ando único, que fue santificado por el Padre
con la obra y la palabra, públicam ente, y enviado al mundo (17) esplendor del
el suprem o dominio de Dios sobre el Padre y figura de su substanciaí18),
hom bre y sobre todos los demás seres Dios verdadero y hom bre verdadero;
(9) II Thess. 2, 4. (14a) Salmo 9, 20.
(10) Sap. 11, 24. (14b) Salmo 9, 19.
(11) Ps. 77, 05. (15) ís. 32, 17.
(16) I Cor. 3, 11.
(12) Ps. 77, 22. (17) lo. 10, 36.
(13) Salmo 46, 8. (18) Ilebr. 1, 3.
692 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 90, 5-6

sin el cual, según conviene, Dios no Mas para que el éxito sea tal cual lo
puede conocer a ninguno; porque nadie deseáis, es necesario que nos esforce­
conoce al Padre sino el Hijo y aquel a mos por todos los medios sin perdonar ¡
quien el Hijo haya querido revelarse- fatigas en arran car de raíz esta m ons-/
ío<19>. De allí se sigue que es ente­ truosa y detestable iniquidad, propia de
ram ente una m ism a cosa restablecer los tiempos en que vivimos: la suplan­
todo en Cristo y hacer volver a los tación de Dios por el hom bre. Después
hom bres a la obediencia de Dios. En de esto restablecer en su antiguo honor
este sentido, pues, es m enester que diri­ las leyes santísimas y los consejos del
jam os todos nuestros cuidados; a hacer Evangelio; proclam ar altam ente las ver­
que los hom bres vuelvan al imperio dades enseñadas por la Iglesia acerca
ele Cristo. de la santidad del m atrim onio, de la
Hecho esto, h ab rán retornado tam ­ educación e instrucción de la niñez, de
bién al mismo Dios. A Dios, decimos, la posesión y uso de las riquezas, de
no aquel inerte y despreocupado de las los deberes de quienes adm inistran la
cosas hum anas que inventaron los sue­ cosa pública; restablecer, en fin, el ju s­
ños de los materialistas, sino el Dios to equilibrio entre las diversas clases
vivo y verdadero, uno en naturaleza y sociales según las leyes y las institucio­
trino en las personas, creador del m un­ nes cristianas.
do, sapientísim o ordenador de todas las Tales son los principios que, para
cosas, justísim o legislador que castiga obedecer a la divina voluntad, Nosotros
a los m alvados y tiene pronto el prem io nos hemos propuesto aplicar durante
para la virtud. todo el transcurso de Nuestro pontifi­
cado y con toda la energía de Nuestra
5. La Iglesia, camino hacia Cristo. alma.
Ahora bien, cuál sea el camino que nos
conducirá a Cristo, está ante nuestros 6. Medios para conseguir la vuelta
ojos: es la Iglesia. P or lo que acerta- del hombre a Cristo. A vosotros, Vene­
134 dam ento dice el C r is ó s t o m o : La Iglesia rables Hermanos, corresponde secundar
es tu esperanza; la Iglesia es tu salud; Nuestro empeño con la santidad, con
la Iglesia es tu refugio(20L Porque para la ciencia, con vuestra experiencia y
esto la fundó Cristo, ganándola con el sobre todo con el celo de la divina glo­
precio de su sangre, y la hizo deposi­ ria; no teniendo otra m ira sino que en
taría de su doctrina y de su ley, dán ­ todos se forme Cristo<22).
dole al mismo tiem po u na riqueza so­ Ahora bien, qué medios hayam os de
breabundante de gracia p ara la santi­ poner en práctica para tan grande em­
ficación y salud de los hombres. presa, parece superfino decirlo, pues
Ved, pues, Venerables H erm anos, cuál ellos se presentan por sí mismos. El
es finalm ente el deber que ha sido im ­ prim er cuidado debe ser form ar a Cris­
puesto a Nosotros y a vosotros ju n ta ­ to en aquellos que, por el ministerio a
mente; el de llam ar a la sociedad h u ­ que están destinados, tienen el deber
m ana alejada de la sabiduría de Cristo, de form ar a Cristo en los demás. Nos
p ara que retorne a la obediencia de la referim os a los sacerdotes, Venerables
Iglesia. La Iglesia a su vez los someterá Hermanos. Porque todos cuantos han
a Cristo y Cristo a Dios. Lo cual, si sido honrados con el sacerdocio deben
con la ayud# del mismo Dios logramos saber que en medio del pueblo en que
conseguir, nos alegrarem os de ver que viven les está señalada aquella misma
la iniquidad hace lugar a la justicia y m isión que Paulo atestigua haber reci­
oiremos llenos de felicidad una gran bido con estas tiernísim as palabras: Hi-
voz del cielo que dirá: Ahora se hizo jitos míos, a quienes nuevamente doy
la salud y la virtud y el reinado de a luz, hasta que Cristo sea formado en
nuestro Dios y el poder de su Cristo(21L vosotros<23). Mas, ¿cómo podrán ellos
(19) Mat. 11, 27. (21) Apoc. 12, 10.
(20) Hora, de capto Eutropio, (Migne PG. 52, (22) Gal. 4, 19.
402. (23) Gal. 4, 19.
00, 6 E n c íc l ic a “E supr em i A fo sto la tu s” 693

cum plir con este deber si antes ellos ahincadam ente, tenedlos continuam en­
mismos no se h an revestido de Cristo? te en vuestro corazón, el cual debe
y de tal m anera revestidos que puedan arder en un fuego celestial, encended­
decir con el mismo Apóstol: Vivo yo, los, inflam adlos para que no tengan
ya no yo, sino que vive en mí Cristo(24). otro anhelo más que el de Dios y el de
Mi vivir es Cristo(25)267. P or lo cual au n ­ ganar almas. Nosotros, Venerables H er­
que la exhortación va dirigida a todos manos, vigilaremos con diligencia suma
los fieles para que alcancemos el estado para que los miembros del clero no
de un varón perfecto, a la medida de sean engañados por las acechanzas de
la edad de la plenitud de Cristo(26* va, una cierta nueva y engañosa ciencia
sin embargo, dirigida en prim er térm i­ que no tiene el buen olor de Cristo, y
no al que tiene el oficio sacerdotal, el que con falaces y capciosos argum entos
cual por esto se llam a Alter Christus procura introducir los errores del ra­
no sólo por la participación de un m is­ cionalismo o semirracionalismo, contra
mo poder sino tam bién por la im itación los cuales ya prevenía el Apóstol a T i ­
de las obras, m ediante la cual llevará m o t e o cuando le escribía: Guarda el
im presa en sí la imagen de Cristo. depósito, evitando las profanas nove­
Siendo esto así, Venerables tlerm a- dades de palabras y las objeciones de
nos, ¡cuán grande h a de ser vuestra una falsa ciencia cuyos prometedores
solicitud p ara form ar el clero en toda han naufragado en la /e (29). Esto sin
santidad! Cualquier otro empeño se ha embargo no impide que juzguemos dig­
de subordinar a éste. P or ende lo p rin ­ nos de encomio a aquellos jóvenes sa­
cipal de vuestros trabajos se h a de en­ cerdotes que se entregan al estudio de
cam inar a organizar y gobernar con las doctrinas útiles en todo género de
acierto los sagrados seminarios, de m o­ ciencias p ara poder, por este medio,
do que florezca en ellos con igual p u ­ estar m ejor preparados p ara defender
janza la integridad de la doctrina y la la verdad y refu tar las calum nias de los
santidad de las costumbres. Tened al enemigos de la fe.
seminario como a la delicia de vuestro Con todo no podemos disim ular, más
corazón, no omitiendo nada p ara su aún, lo declaram os m anifiestam ente,
utilidad, de cuanto el Concilio Triden- que Nuestra predilección es y será
tino determ inó con gran providencia. siempre p ara aquellos que aun sin des­
Em pero, llegando el tiem po de que cuidar la cultura eclesiástica y literaria
los candidatos hayan de recibir las sa­ se dedican con más entusiasm o al bien
gradas órdenes, ¡por favor! no se a p a r­ de las alm as por medio de aquellos
te de vuestra m ente aquello que P a u l o trabajos que son propios de un sacer­
escribe a T i m o t e o : A nadie impondrás dote celoso de la divina gloria. Gran
las manos precipitadamente(27> tenien­ tristeza y un continuo dolor invaden
do m uy presente aquello: que tales se­ Nuestro corazón^zo^ al ver que tam ­
rán los m ás de los fieles, cuales hubie­ bién a nuestros días se acom oda aque­
ren sido los que destinasteis p a ra el lla lam entación de Jerem ías: Los niños
sacerdocio. P or lo tanto, no tengáis, en pidieron pan y no había quien lo repar­
esto, en cuenta intereses particulares, tiera con ello s^L Porque no faltan en
sino sólo los que atañen a Dios, a la el clero quienes, indulgentes con sus
Iglesia y al eterno provecho de las a l­ personales aficiones, se entregan tal vez
mas, no sea que, como previene el a un trabajo m ás vistoso que útil; pero
Apóstol, os hagáis cómplices de pecados no son tantos los que, a ejemplo de
ajenos<28). P or otra parte, que los n ue­ Cristo se aplican las palabras del P ro ­
vos sacerdotes egresados del sem inario feta: El espíritu del Señor me ha ungi­
no se encuentren privados de vuestros do, me mandó a evangelizar a los po­
cuidados. Os lo recom endam os m uy bres, sanar a los contritos de corazón,
(24) Gal. 2, 20. (28) I Tim. 5, 22.
(25) Philipp. 1, 21. (29) I Tim. 6, 20 s.
(26) Ephes. 4, 13. (30) Rom. 9, 2.
(27) I Tim. 5, 22. (31) Thren. 4, 4.
694 E n c íc l ic a s d e l PP. Pío X (1903) 90, 6

anunciar la redención a los cautivos y los que están bajo el poder del pecado
la vista a los ciegos(32>. o del error. ¡Qué grande mansedumbre/
Mas, ¿quién no ve, Venerables H er­ la de aquel Maestro divino! ¡Qué deli*
manos, que guiándose los hom bres por cadeza, cuánta compasión para todá
la razón y la libertad, el cam ino más clase de enfermos! Isaías nos hizo un
seguro p ara restablecer el im perio de retrato al vivo de su corazón con estas
Dios en las alm as es la enseñanza de palabras: Pondré mi espíritu sobre él;
la religión? no discutirá ni dará voces; no quebrará
Y en verdad ¡cuántos son los que la caña ya cascada y no apagará la pa-
aborrecen a Cristo y reniegan de la jita que humea Dg). Y esta caridad pa­
Iglesia y del Evangelio m ás por igno­ ciente y benigna<39> se debe extender
rancia que por m aldad! de los cuales tam bién a aquellos que son nuestros
se puede decir con razón: Todos los adversarios o nos persiguen con ánimo
que ignoran blasfeman<33). Y esto no hostil. Se nos maldice y bendecimos
sólo se puede encontrar entre las gen­ —así decía de sí mismo San Pablo—,
tes del pueblo o de la más modesta ca­ padecemos persecución y aguantamos,
pa que, por esto mismo, son m ás fácil­ somos insultados y oramos(40>. Tal vez
m ente engañadas, sino tam bién en las nos parecen peores de lo que son. La
clases elevadas y aun entre aquellos m is­ convivencia con los otros, los prejui­
mos que, por otra parte, poseen una cios, los ejemplos y consejos ajenos, en
instrucción poco común. De aquí tam ­ fin, una m alentendida vergüenza los
bién que los más hayan perdido la fe. han llevado al partido de los impíos;
Porque no hay que creer que los p ro ­ sin embargo no está tan depravada la
gresos de la ciencia puedan extinguir voluntad de ellos como tal vez ellos
la fe, sino más bien la ignorancia; tanto mismos quieren hacerlo creer.
es así que donde hay m ás ignorancia, ¿Por qué, pues, no hemos de esperar
137 allí tam bién se hace m ás general la que la llam a de la caridad cristiana
pérdida de la fe. P or esto el m andato habrá de disipar las tinieblas de estas
de Cristo a los Apóstoles: Id y enseñad alm as y poner en su lugar la luz y la
a todas las naciones(34L paz de Dios? Tal vez se hará esperar
Ahora bien, p ara que este celoso m i­ un poco el fruto de nuestro trabajo,
nisterio de enseñar produzca el fruto m as la caridad no se cansa de esperar
esperado y en todos se forme Cristo pues sabe que Dios no prom etió su
hay que tener m uy presente, Venerables prem io al fruto de nuestros trabajos
H erm anos, que no hay nada m ás eficaz sino a la voluntad.
que la caridad. Con todo, Venerables Hermanos, no
Porque el Señor no se encuentra en queremos decir con esto, que en todo
la conmoción<35). E n vano se espera este tan arduo trabajo de restablecer el
llevar las alm as a Dios con un celo humano linaje en Cristo, no hayáis de
lleno de am argor; y aun el increpar tener vosotros y el clero quien os ayu­
con dureza los errores y reprender con de. Sabemos que Dios m andó a todos
aspereza los vicios, algunas veces re ­ y cada uno cuidar de su prójim o (41>.
sulta m ás dañoso que útil. P or esto el No son por tanto, sólo los sacerdotes
Apóstol exhorta a Timoteo: Acusa, rue­ sino todos los fieles sin excepción, quie­
ga, reprende, pero añadía: con toda nes deben trab ajar por el interés de
paciencia(36\ A la verdad Cristo nos Dios y la salvación de las almas; claro
ha dejado ejemplos de esto: Venid —así está que han de hacer esto no por su
leemos haber dicho él mismo— venid propio arbitrio y según su punto de
a mí todos los que sufrís y estáis ago­ vista personal, sino siempre bajo la
biados y yo os aliviar é ^ 1^. Y por enfer­ dirección y anuencia de los obispos,
mos y agobiados no entendía sino a porque a nadie m ás se ha concedido
(32) Luc. 4, 18-19. (37) Matth. 11, 28.
(33) Judas T. versículo 10. (38) Is. 42, 1 s.
(34) Matth. 28, 19. (39) I Cor. 13, 4.
(35) I Reyes 19, 11 o III Reves 19, 11. (40) I Cor. 4, 12 s.
(36) II Tim. 4, 2. (11) Eccli. 17, 12.
90, 7-8 E n c íc l ic a “E supr em i A po sto latus” 695

en la Iglesia el derecho de presidir, cer, Venerables Hermanos, para esta­


enseñar y gobernar fuera de vosotros a blecer todas las cosas en Cristo. Y no
quienes el Espíritu Santo colocó para se crea que esto se refiere únicam ente
que rigierais la Iglesia de Dios^2\ a la consecución de los bienes eternos,
tam bién los intereses tem porales y la
pública prosperidad se verán con ello
7. Acción de los laicos. El asociarse
beneficiados. Porque obtenido esto, los
entre sí los católicos con fines diversos,
nobles y opulentos se h arán justos y 139
pero siempre p ara bien de la religión,
caritativos para los inferiores, y éstos a
es algo que ya de tiempos rem otos m e­
su vez, sabrán llevar m ansa y paciente­
reció la aprobación y bendición de
mente las privaciones de su condición
Nuestros predecesores. P or esto no d u ­
poco afortunada; los ciudadanos obede­
damos trib u tar N uestra alabanza a tan
cerán no a sus pasiones sino a las leyes,
egregia institución, y deseamos con to ­
y todos verán como un deber el respeto
das veras que se propague y florezca
y el am or hacia los gobernantes, cuyo
en la ciudad y en el campo. Mas, al
mismo tiempo, deseamos que tales aso­
poder no viene sino de D ios^K ¿A qué
m ás? Entonces todos verán claram ente
ciaciones tengan como fin principalí­
que la Iglesia tal cual la fundó Jesu­
simo hacer que los miem bros que las
cristo debe gozar de absoluta libertad y
constituyan perseveren en u na vida
no estar sujeta a ningún dominio fo­
enteram ente cristiana. Poco vale, cier­ ráneo; y que nosotros, en el empeño de
tamente, que se sutilice acerca de in n ú ­ vindicar esta libertad, no sólo defende­
meras cuestiones, que se discurra con mos los santísimos derechos de la reli­
elocuencia acerca del derecho y de los gión sino tam bién m iram os por el bien
deberes, si todo esto está lejos de la com ún y seguridad de los pueblos; por­
práctica. Los tiempos actuales exigen que la piedad es útil para todo (44») y
obras; pero obras que estén fundadas donde ella reina incólume allí se sen­
únicamente en observar con fidelidad tirá verdaderam ente el pueblo en la
y entereza las leyes divinas y los p re ­ plenitud de la p a z ^ \
ceptos de la Iglesia, en la profesión
franca y abierta de la religión, en el
8. E xhortación final. Dios, que es
ejercicio de toda caridad sin u n a m ira
personal o terrena. Los ejem plos lum i­ rico en misericordia<46>, apresure be­
nosos de este género, de tantos solda­ nigno esta renovación del género h u ­
dos de Cristo serán m ucho m ás efica­ m ano en Jesucristo; porque ésta no es
ces p ara m over y atraer los corazones obra ni del que quiere, ni del que corre
que los discursos y las sutiles discusio­ sino de Dios misericordioso(47L
nes, y fácilm ente se verá que, vencido Pero Nosotros, Venerables H erm a­
el hum ano respeto y depuestos los p re ­ nos4243(4S), pidam os esto instantem ente a
juicios y vacilaciones, m uchísim os se­ Dios todos los días por los m éritos de
rán los que se sientan atraídos a Cristo, Jesucristo. Acudamos, además, al pode­
haciéndose a su vez prom otores de su roso valimiento de la Madre de Dios,
conocimiento y de su am or que son el para obtener el cual tomamos ocasión
camino que conduce a la verdadera y de este día en que Nosotros os dirigi­
sólida felicidad. Y, ciertam ente, no cabe mos la presente carta, que es el mismo
duda de aue si en todas las ciudades y señalado para la conm em oración del
en todas las aldeas se cum pliera fiel­ Santo Rosario, y disponemos y confir­
m ente con la ley del Señor, si se tuviera mamos todo cuanto Nuestro Predecesor
el respeto debido a las cosas sagradas, ha dispuesto acerca de dedicar el mes
si se frecuentaran los sacram entos, si de Octubre a la augustísim a Virgen*
se observara todo lo demás que pide un rezando públicam ente el Rosario en
vivir cristiano, no h ab ría más que h a ­ todos los templos. Tam bién os exhor-
(42) Act. 20, 28. (46) Ephes. 2, 4.
(43) Rom. 13, 1. (17) Rom. 9, 16.
(44) I Tim. 4, 8. (18) Dan. 3, 39.
(45) Is. 32, 18.
696 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 90. 8

tam os a tom ar por intercesores al cas­ todos los fieles confiados a Nuestro cui­
tísimo esposo de María, patrono de la dado por la Divina Providencia, a vos­
Iglesia católica, y a los príncipes de los otros, Venerables Hermanos, a vuestro
apóstoles San Pedro y San Pablo. clero y a vuestro pueblo, acordamos de
P ara que todo esto se realice según todo corazón en el Señor nuestra ben­
Nuestros deseos y p ara que todos vues­ dición apostólica.
tros trabajos se vean coronados por el Dado en Roma, junto a S. Pedro, el
éxito, im ploram os sobre vosotros en día 4 de Octubre de 1903, año primero
gran abundancia los dones de la gra­ de Nuestro pontificado.
cia. Y en testim onio de la tierna cari­
dad con que a vosotros abrazam os y a PIO PAPA X
MOTU PROPRIO: “INTER PLURIMAS PASTORALIS” <*>
(22-XI-1903)

“Tra le sollecitudini dell’ officio pastorale”


ACERCA DEL CANTO GREGORIANO Y DE LA MUSICA SAGRADA
P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
In t r o d u c c ió n : Estado actual los m ás generales, de los m ás difíciles
de desarraigar, en uno que tal vez debe
1. Razón: La m isión del Sumo P o n ­
deplorarse aun allí donde todas las
tífice de velar p o r la dignidad del culto
demás cosas son dignas de la m ayor
divino. E n tre los cuidados propios del alabanza por la belleza y suntuosidad
oficio pastoral, no solamente de esta del templo, por la asistencia de gran
Cátedra, que por inescrutable disposi­ núm ero de eclesiásticos, por la piedad
ción de la Providencia, aunque indigno, y gravedad de los m inistros celebrantes;
ocupamos, sino tam bién de toda Iglesia tal es el abuso en todo lo concerniente
particular, sin duda uno de los princi­ al canto y la m úsica sagrados. Y en ver­
pales es el de m antener y pro cu rar el dad, sea por la naturaleza de este arte,
decoro de la Casa del Señor, donde se de suyo fluctuante y variable, o por la
celebran los augustos m isterios de la sucesiva alteración del gusto y las cos­
Religión y se ju n ta el pueblo cristiano tum bres en el transcurso del tiempo, o
a recibir la gracia de los Sacramentos, por la influencia que ejerce el arte pro­
asistir al santo Sacrificio del Altar, ado­ fano y teatral en el sagrado, o por el
rar al Augustísimo Sacram ento del placer que directam ente produce la m ú­
Cuerpo del Señor y unirse a la com ún sica, y que no siempre puede conte­
oración de la Iglesia en los públicos y nerse fácilm ente dentro de justos lím i­
solemnes oficios de la Liturgia. Nada tes, o, en últim o térm ino, por los m u­
por consiguiente, debe ocurrir en el chos prejuicios que en esta m ateria in ­
templo que turbe, ni siquiera dism inu­ sensiblemente penetran y luego tenaz­
ya, la piedad y la devoción de los fieles; mente arraigan hasta en el ánim o de
nada que dé fundado motivo de disgus­ personas autorizadas y pías, el hecho
to o escándalo; nada, sobre todo, que es que se observa una tendencia perti­
directamente ofenda el decoro y la san­ naz a ap artarla de la recta norm a, seña­
tidad de los sagrados ritos y por este lada por el fin con que el arte fue
motivo sea indigno de la Casa de o ra ­ adm itido al servicio del culto y expre­
ción y de la M ajestad Divina. sada con bastante claridad en los cáno­
2. Abuso de canto y m úsica en la nes eclesiásticos, los decretos de los
Liturgia. A hora no vamos a h ab lar Concilios generales y provinciales y las
uno por uno de los abusos que pueden repetidas resoluciones de las Sagradas
ocurrir en esta m ateria. N uestra aten­ Congregaciones rom anas y de los Su­
ción se fija hoy solamente en uno de mos Pontífices, Nuestros Predecesores.
(*) ASS 36 (1903/04) 329-339. — El texto oficial italiano: “ Tra le sollecitudine” se tomó como
base de esta versión. — Este Motu Proprio, pubTcado 3 meses y medio después de la ascensión
de San Pío X al trono pontificio (4-VIII-1903), fue redactado primero en italiano: “Tra le solle­
citudini dell’ officio pastorale”, en: Acta Pii Papse X, vol. 1, págs. 77 ss. — Más tarde fue vert:do
al latín, y con las palabras iniciales: Inter Pastoralis Officii insertado en los “Documentos autén­
ticos” de la Sagrada Congregación de Patos, vol. VI App. I Roma 1912, págs. 20-38, N? 4,121, de
modo que ambos han de considerarse auténticos. — La traducción castellana de este “Código ju­
rídico de la música sagrada” es la corriente en circulación (xea “Tres Documentos acerca de la
Música Sacra”, comentados por el P. S. Lichius, SVD., Editorial Difusión. Los subtítulos y sub­
rayados son de responsabilidad desta edición. — Los números marginales corresponden a este texto
oficial. — Una “versión fiel” de este texto al latín que comienza: “Inter plurimas pastoralis officio
sollecitudines” se encuentran en ASS 36, pág. 387-395. (P. H.)
El mismo Sumo Pontífice, San Pío X, por decreto de la S. Congr. de Ritos del 8-1-1904, ordena que
la Instrucción del Motu Proprio sea recibida por todas las iglesias y santamente observada, no obstante
cualesquiera privilegios y exenciones, aun dignos de especial mención. (P. L.)
— 697 —
698 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 91, 3-6

3. Progreso y persistencia de de­ nidades del culto, y condensar al m is­


fectos, Con v erdadera satisfacción del mo tiempo, como en un cuadro, las
alm a Nos es grato reconocer el mucho principales prescripciones de la Iglesia
bien que en esta m ateria se ha conse­ contra los abusos más comunes que se
guido durante los últim os decenios en cometen en esta m ateria. Por lo que,
m ultitud de iglesias de N uestra patria; de motu proprio y ciencia cierta publi­
pero de modo p articular en algunas camos esta Nuestra Instrucción, a la
naciones, donde hom bres egregios, lle­ cual, como si fuese uCódigo jurídico de
nos de celo por el culto divino, con la la música sagrada”, queremos con toda
aprobación de esta Santa Sede y la plenitud de N uestra Autoridad Apostó­
dirección de los obispos, se unieron en lica se reconozca fuerza de ley, impo­
florecientes sociedades y restablecieron niendo a todos por estas Letras de
plenam ente el honor del arte sagrado Nuestra m ano la m ás escrupulosa obe­
en casi todas sus iglesias y capillas. diencia.
Pero aún dista m ucho este bien de ser
general, y si consultam os N uestra p er­ INSTRUCCION ACERCA DE LA
sonal experiencia y oímos las m uchísi­ MUSICA SAGRADA
mas quejas que de todas partes se Nos I. P r in c i p i o s generales.
han dirigido en el poco tiempo pasado
desde que plugo al Señor elevar Nues­ 5. N aturaleza y finalidad de la m ú­
tra hum ilde Persona a la suma digni­ sica sacra. Gomo parte integrante de
dad del Apostolado rom ano, creemos la Liturgia solemne, la m úsica sagrada
que Nuestro prim er deber es levantar tiende a su mismo fin, el cual consiste
la voz sin más dilaciones en reproba­ en la gloria de Dios y la santificación
ción y condenación de cuanto en las de los fieles. La m úsica contribuye a
solemnidades del culto y los Oficios aum entar el decoro y esplendor de las
sagrados resulte disconforme con la solemnidades religiosas, y así como su
recta norm a indicada. Siendo, en ver­ oficio principal consiste en revestir de
dad, Nuestro vivísimo deseo que el ver­ adecuadas melodías el texto litúrgico
dadero espíritu cristiano vuelva a flo­ que propone a la consideración de los
recer en todo y en todos los fieles se fieles, de igual m anera su propio fin
m antenga, lo prim ero es proveer a la consiste en añadir más eficacia al texto
santidad y dignidad del templo, donde mismo, para que por tal medio se excite
los fieles se ju n tan precisam ente para más la devoción de los fieles y se pre­
adquirir ese espíritu en su prim ero e paren m ejor a recibir los frutos de la
insustituible m anantial, que es la p arti­ gracia, propios de la celebración de los
cipación activa en los sacrosantos m is­ sagrados misterios.
terios y en la pública y solemne oración 6. Cualidades. P o r consiguiente, la
de la Iglesia. Y en vano será esperar m úsica sagrada debe tener en grado
que p ara tal fin descienda copiosa so­ em inente las cualidades propias de la
bre nosotros la bendición del cielo, si Liturgia, que son precisam ente la san­
nuestro obsequio al Altísimo no ascien­ tidad y la bondad de las formas, de
de en olor de suavidad, antes bien pone donde nace espontáneo otro carácter
en la m ano del Señor el látigo con que suyo, a saber: la universalidad.
el Salvador del m undo arrojó del tem ­ Debe ser santa, y, por tanto, excluir
plo a sus indignos profanadores. 4 todo lo profano, y no sólo en sí misma,
sino en el modo en que la interpreten
4. Anuncio de la m ateria y división los mismos cantores.
del Motu P roprio. Con este m otivo y Debe tener arte verdadero, porque
para que de hoy en adelante nadie ale­ no es posible de otro modo que tenga
gue la excusa de no conocer claram ente sobre el ánimo de quien la oye aquella
su obligación, y quitar toda duda en la virtud que se propone la Iglesia al ad­
interpretación de algunas cosas que es­ m itir en su Liturgia el arte de los
tán m andadas, estimamos conveniente sonidos.
señalar con brevedad los principios que Mas a la vez debe ser universal en el
regulan la m úsica sagrada en las solem­ sentido de que, aun concediéndose a
91, 7-11 M otu P r o p r io “ I n t e r P l u r im a s P a s t o r a l is ” 699

toda nación que adm ita en sus com po­ fonía clásica se acerca bastante al canto
siciones religiosas aquellas form as p a r­ gregoriano, supremo modelo de toda
ticulares que constituyen el carácter es­ música sagrada, y por esta razón m ere­
pecífico de su propia música, éste debe ció ser adm itida, junto con aquel canto,
estar de tal modo subordinado a los en las funciones más solemnes de la
caracteres generales de la m úsica sa­ Iglesia, como son las que se celebran en
grada, que ningún fiel procedente de la Capilla Pontificia. Por consiguiente,
otra nación experimente al oírla impre­ tam bién esta m úsica deberá restable­
sión que no sea buena. cerse copiosamente en las solemnidades
II. G é n e r o s de música sagrada religiosas, especialmente en las basílicas
más insignes, en las iglesias catedrales
7. El canto gregoriano. H állanse en y en las de los seminarios e institutos
grado sumo estas cualidades en el canto eclesiásticos, donde no suelen faltar los
gregoriano que es, por consiguiente, el medios necesarios.
canto propio de la Iglesia romana, el
único que la Iglesia heredó de los an ti­ 9. La m úsica m oderna. La Iglesia ha
guos Padres, el que ha custodiado celo­ reconocido y fom entado en todo tiempo
samente durante el curso de los siglos los progresos de las artes, admitiendo
en sus códices litúrgicos, el que en algu­ en el servicio del culto cuanto en el
nas partes de la liturgia prescribe exclu­ curso de los siglos el genio ha sabido
sivamente, el que estudios recentísimos hallar de bueno y bello salva siempre
han restablecido felizmente en su p u re­ la ley litúrgica; por consiguiente, la
za e integridad. música más moderna sólo se admite en
Por estos motivos, el canto gregoria­ la Iglesia; pero cuenta tam bién con com­
no fue tenido siempre como acabado posiciones de tal bondad, seriedad y
modelo de m úsica religiosa, pudiendo gravedad, que de ningún modo son in­
form ularse con toda razón esta ley ge­ dignas de las solemnidades religiosas.
neral: Una composición religiosa será Sin embargo, como la m úsica m o­
tanto más sagrada y litúrgica cuanto derna es principalm ente profana, debe­
más se acerque en aire, inspiración y rá cuidarse con mayor esmero que las
sabor a la melodía gregoriana, y será composiciones musicales de estilo mo­
tanto menos digna cuanto diste más de derno que se admiten en las iglesias no
este modelo soberano. contengan cosa ninguna profana, ni
Así, pues, el antiguo canto grego­ ofrezcan reminiscencias de motivos tea­
riano tradicional deberá restablecerse trales, y no estén com puestas tam poco
am pliam ente en las solemnidades del en su form a externa, im itando la fac­
culto, teniéndose por bien sabido que tu ra de las composiciones profanas.
ninguna función religiosa perderá nada 10. Música teatral. E ntre los varios
de su solemnidad aunque no se cante géneros de la música moderna, el que
en ella otra m úsica que la gregoriana. aparece menos adecuado a las funcio­
Procúrese, especialmente, que el pue­ nes del culto es el teatral, que durante
blo vuelva a adquirir la costum bre de el pasado siglo estuvo m uy en boga,
usar el canto gregoriano p ara que los singularm ente en Italia. P or su misma
fieles tom en de nuevo parte m ás activa naturaleza este género ofrece la m áxi­
en el oficio litúrgico, como solían hacer m a oposición al canto gregoriano y a
antiguamente. la polifonía clásica y por ende a las
8. La polifonía clásica. Las supra- condiciones más im portantes de toda
dichas cualidades se hallan tam bién en buena m úsica sagrada, además de que
sumo grado en la polifonía clásica, es­ la estructura, el ritmo y el llamado con­
pecialmente en la escuela romana, que vencionalismo de este género no se aco­
en el siglo XVI llegó a la m eta de la moda sino m alísim am ente a las exigen­
perfección en las obras de Pedro Luis cias de la verdadera música litúrgica.
de Palestrina, y que luego continuó III. E l t e x t o Litúrgico del Canto
produciendo composiciones de excelen­ 11. Lengua y texto del canto. In te­
te bondad m usical y litúrgica. La poli­ gridad, orden e inteligibilidad. La len-
700 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 91, 12-14

gua propia de la Iglesia rom ana es la cada una de ellas form e una composi­
latina, por lo cual está prohibido que ción m usical completa, y tal que pueda
en las solemnidades litúrgicas se cante separarse de las restantes y reem plazar­
cosa alguna en lengua vulgar, y m ucho se con otra.
menos se cante en lengua vulgar las b) E n el Oficio de Vísperas deben
partes variables o comunes de la Misa seguirse ordinariamente las disposicio­
o el Oficio. nes del Caeremoniale Episcoporum, que
Estando determ inados p ara cada fu n ­ prescribe el canto gregoriano para la
ción litúrgica los textos que han de salmodia y perm ite la música figurada
ponerse en m úsica y el orden en que en los versos del Gloria Patri y en el
se deben cantar, no es lícito alterar himno.
este orden, ni cam biar los textos pres­ Sin embargo, será lícito en las m ayo­
critos, por otros de elección privada, res solemnidades alternar con el canto
ni omitirlos íntegramente o en par­ gregoriano del coro, el llamado contra­
te, como las rúbricas no consienten punto, o con versos de parecida m ane­
que se suplan en el órgano ciertos ra, convenientemente compuestos.
versículos, sino que éstos han de reci­ También podrá perm itirse alguna vez
tarse sencillamente en el coro. Pero es que cada uno de los salmos se pongan
permitido, conform e a la costum bre de enteramente en música siempre que en
la Iglesia rom ana, cantar un motete al su composición se conserve la forma
Santísimo Sacramento después del Be­ propia de la salmodia, esto es, siempre
nedictos de la Misa solemne, como se que parezca que los cantores salmodian
perm ite que luego de cantar el ofertorio entre sí, ya con motivos musicales nue­
propio de la Misa pueda cantarse, en el vos sacados del canto gregoriano, o
tiempo que queda hasta el Prefacio, un imitados de éste.
breve motete con palabras aprobadas Pero quedan p ara siempre excluidos
por la Iglesia. y prohibidos los salmos llamados de
El texto litúrgico ha de cantarse co­ concierto.
mo está en los libros, sin alteraciones c) En los him nos de la Iglesia consér­
335 o posposiciones de palabras, sin repeti­ vese la form a tradicional de los mismos.
ciones indebidas, sin separar sílabas, y No es, por consiguiente, lícito compo­
siempre con claridad tal que puedan ner, por ejemplo, el Tantum ergo, de
entenderlo los fieles.IV
. m anera que la prim era estrofa tenga la
form a de romanza, cavatina o adagio,
IV. La f o r m a externa de las y el Genitor i de allegro.
Composiciones d) Las antífonas de Vísperas deben
12. F orm as tradicionales. Cada una ser cantadas ordinariam ente, con la me­
de las partes de la Misa y del Oficio lodía gregoriana que les es propia; mas
deben conservar m usicalm ente el con­ si en algún caso particular se cantasen
cepto y la form a que la tradición ecle­ con música, no deberán tener, de nin­
siástica les ha dado y se conservan bien gún modo, ni la form a de m elodía de
expresadas en el canto gregoriano; va­ concierto, ni la am plitud de un motete
rias son, por consiguiente, las m aneras o de una cantata.
de com ponerse u n introito, un gradual,
una antífona, un salmo, un himno, un V. Los Ca n t o r e s
Gloria in excelsis, etc. 14. Coro eclesiástico y el carácter
13. N orm as especiales. E n este p a r­ de su canto. Excepto las melodías pro­
ticular, obsérvense las norm as siguien­ pias del celebrante y de los ministros,
tes: las cuales han de cantarse siempre con
a) El Kgrie, Gloria, Credo, etc., de la música gregoriana, sin ningún acompa­
Misa, deben conservar la unidad de ñamiento de órgano, todo lo demás del
composición que corresponde a su tex­ canto litúrgico es propio del coro de
to. No es, por tanto, lícito componerlos levitas, de m anera que los cantores de
en piezas separadas, de m anera que iglesia, aun cuando sean seglares, hacen
91, 15-20 M otu P r o p r io “In ter P a s t o r a l is O f f ic ii” 701

propiam ente el oficio de coro eclesiás­ ben sostenerlo sencillamente y no opri­


tico. P or consiguiente, la m úsica que mirlo.
ejecuten debe, cuando menos en su má­
xima parte, conservar el carácter de 18. P reludios e interm edios. No está
música de coro. perm itido anteponer al canto largos
Con esto no se entiende excluir abso­ preludios o interrumpirlo con piezas de
lutam ente los solos, mas éstos no deben
intermedios.
predom inar de tal suerte que absorban En el acom pañam iento del canto, en
los preludios, interm edios y demás p a­
la m ayor parte del texto litúrgico, sino
sajes parecidos, el órgano debe tocarse
que deben tener el carácter de una sen­
cilla frase m e l ó d i c a y estar íntima­ según la índole del mismo instrumento
y debe participar de todas las cualida­
mente ligados al resto de la composi­
des de la música sagrada recordadas
ción coral.
precedentemente.
15. Voces de m ujeres. Del mismo
principio se deduce que los cantores 19. Instrum entos prohibidos. Bandas
desempeñan un oficio litúrgico, por lo de m úsica y procesiones. E stá prohi­
cual las mujeres, que son incapaces de bido en las iglesias el uso del piano,
desempeñar tal oficio, no pueden ser asimismo de todos los instrum entos fra­
admitidas a form ar parte del coro o la gorosos o ligeros, como el tambor, el
capilla musical. Y si se quiere tener chinesco, los platillos y otros sem ejan­
voces agudas de tiples o contraltos, tes.
éstas deberán ser de niños, según el uso Está rigurosamente prohibido que las
antiquísim o de la Iglesia. llam adas bandas de música toquen en
las iglesias, y sólo en algún caso espe­
16. Vida y conducta de los C antores. cial, supuesto el consentimiento del
Por último, no se adm itan en las capi­ Ordinario, será perm itido adm itir un
llas de m úsica sino hombres de conoci­ núm ero juiciosam ente escogido, corto y
da piedad y probidad de vida, que con proporcionado al am biente de instru­
su modestia y religiosa actitud durante m entos de aire que vayan a ejecutar
las solemnidades litúrgicas se m uestren composiciones o acom pañar el canto
dignos del santo oficio que desem pe­ con m úsica escrita en estilo grave, con­
ñan. Será, además, conveniente que veniente y en todo parecida a la del
mientras cantan en la iglesia, los m úsi­ órgano.
cos vistan hábito talar y sobrepelliz, y E n las procesiones que salgan de la
que si el coro se halla m uy a la vista iglesia, el O rdinario podrá perm itir que
del público se le pongan celosías. asistan las bandas de música, con tal
que no ejecuten composiciones profa­
VI. E l Organo y los Instrumentos nas. Sería de desear que en tales ocasio­
nes estas bandas se lim itasen a acom pa­
17. P rincipio general. El órgano y ñ ar algún him no religioso escrito en
su relación con otros instrum entos. Si latín o en lengua vulgar, cantado por
bien la m úsica de iglesia es exclusiva­ los cantores y las piadosas cofradías
mente vocal, esto no obstante, tam bién que asistan a la procesión.
se permite la m úsica con acom paña­
miento de órgano. E n algún caso par­ VIL La de la Música
e x t e n s ió n
ticular, en los términos debidos y con religiosa
los debidos miramientos, podrán, asi­
mismo, adm itirse otros instrum entos; 20. Relación entre la m úsica y las
pero no sin licencia especial del Ordi­ cerem onias. No es lícito que por razón
nario, según prescripción del Caere- del canto o la música se haga esperar
moniale Episcoporum. al sacerdote en el altar más tiempo del
Como el canto debe dom inar siempre, que exige la Liturgia. Según las pres­
el órgano y los demás instrumentos de­1 cripciones de la Iglesia, el Sanctus de
(1) “Nota significationis aut harmónici indicii” - “il carattere di semplici scenno o spunto melódico” .
702 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 91, 21-24

la Misa debe term inarse de cantar antes gan del seminario ayunos de estas no­
de la Elevación, a pesar de lo cual en ciones, tan necesarias a la plena cultura
este punto hasta el celebrante suele te­ eclesiástica.
ner que estar pendiente de los cantores.
Conforme a la tradición gregoriana, el 23. Las Escolanías e institutos de
Gloria y el Credo deben ser relativa­ m úsica sagrada. Póngase cuidado en
mente breves. restablecer, por lo menos en las iglesias
En general debe condenarse como principales, las antiguas Scholae Can-
gravísimo abuso el que en las funcio­ torum como se ha hecho ya con exce­
nes religiosas la liturgia parece tener lente fruto en buen núm ero de locali­
un rango secundario y estar casi al ser­ dades. No será difícil al clero verdade­
vicio de la música, m ientras, en efecto, ram ente celoso establecer tales Scholae
la m úsica form a sencillamente parte hasta en las iglesias de m enor im por­
de la liturgia y es su hum ilde sierva. tancia y de aldea, antes bien eso le pro­
porcionará el medio bastante fácil de
VIII. Los m e d io s principales reunir en torno suyo a niños y adul­
tos, con ventaja para sí y edificación
21. Comisiones de música. P a ra el del pueblo.
puntual cum plim iento de cuanto aquí Procúrese sostener y prom over del
queda dispuesto, nom bren los obispos, m ejor modo, donde ya existan las Es­
si no las h an nom brado ya, comisiones cuelas Superiores de m úsica sagrada y
especiales de personas verdaderam ente concúrrase a fundarlas donde aún no
competentes en cosas de m úsica sagra­ las hay, porque es m uy im portante que
da a las cuales, en la m anera que ju z­ la Iglesia m isma provea la instrucción
guen más oportuna, se encomiende el de sus maestros, organistas y cantores
encargo de vigilar cuanto se refiere a conform e a los verdaderos principios
la m úsica que se ejecuta en las iglesias. del arte sagrado.
No cuiden sólo de que la música sea
buena de suyo sino de que responda a C o n c l u s ió n
las condiciones de los cantores y sea
buena la ejecución.2 24. Recomendación a todos de favo­
recer estas reformas. P o r últim o, se
22. La música sagrada en los insti­ recom ienda a los m aestros de capilla,
tutos eclesiásticos y su enseñanza. En cantores eclesiásticos, superiores de Se­
los seminarios de clérigos y en los ins­ minarios, de institutos eclesiásticos y de
titutos eclesiásticos se ha de cultivar comunidades religiosas, a los párrocos
con am or y diligencia, conform e a las y rectores de iglesias, a los canónigos
disposiciones del Tridentino, el arriba de colegiatas y catedrales y, sobre todo,
alabado canto gregoriano tradicional, a los Ordinarios diocesanos, que favo­
y en esta m ateria sean los superiores rezcan con todo celo estas prudentes
generosos de estímulos y encomios con reform as, desde hace m ucho deseadas
sus jóvenes súbditos. Asimismo p ro ­ y por todos unánim em ente pedidas,
muévase con el clero donde sea posible, para que no caiga en desprecio la m is­
la fundación de una Schola Cantorum m a autoridad de la Iglesia, que repeti­
p ara la ejecución de la polifonía sagra­ dam ente las ha propuesto y ahora de
da y de la buena m úsica litúrgica. nuevo las inculca.
E n las lecciones ordinarias de litu r­ Dado en Nuestro Palacio Apostólico
gia, m oral y derecho canónico que se del Vaticano, en la fiesta de la virgen y
explican a los estudiantes de teología, m ártir Santa Cecilia, 22 de noviembre
no dejen de tocarse aquellos puntos que del año 1903, prim ero de Nuestro P on­
más especialmente se refieren a los tificado.
principios fundam entales y las reglas PIO PAPA X.
de la m úsica sagrada, y procúrese com ­ Firmado: Fr. Andrés Card. Fruehwirth, canci­
pletar la doctrina con instrucciones es­ ller de la S. C. de Ritos; Camilo Card. Laurenti,
peciales acerca de la estética del arte Pro-Prefecto de la S. C. de R.; José Wilpert, De­
cano del Colegio de Proton. Apostólicos; Domingo
religioso, p ara que los clérigos no sal­ Spolverini, Protonotario Apostólico.
0 2

MOTU PROPRIO:
‘TIN DALLA PRIMA NOSTRA ENCICLICA”()
(18-XII-1903)

SOBRE EL REGIMEN DE LA ACCION CATOLICA POPULAR

PIO PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I n t r o d u c c ió n y hacerlas menos eficaces. Nos, que


antes del Congreso recomendábamos,
1. Elogio de la Acción Católica. Des­ sobre todo, la unión y concordia de los
de N uestra prim era Encíclica al E pis­ ánimos para que se pudiese establecer,
copado de todo el mundo, haciéndonos de común acuerdo, cuanto se refiere a
eco de cuanto Nuestros gloriosos p re­ las norm as prácticas de la Acción Ca­
decesores establecieron respecto de la tólica, no podemos callar ahora. Y
Acción Católica de los seglares, decla­ puesto que las diferencias de puntos de
ramos laudabilísim a esta em presa y ne­ vista en el campo práctico pueden tra s­
cesaria en las presentes condiciones de cender bastante fácilmente al teórico,
la Iglesia y de la sociedad civil. Y Nos en el que necesariam ente deben tener
no podemos dejar de encom iar alta­ su punto de apoyo, es preciso resum ir
mente el celo de tantos ilustres perso­ los principios que deben inform ar a la
najes que desde hace m ucho tiempo se Acción Católica.
dedican a esta noble em presa y el ardor
de tan selecta juventud que esforzada­ 3. Fuentes de las reglas para ella y
m ente h a acudido a prestar a ella su su nueva confirmación. N uestro insig­
servicio.2(*) ne predecesor L e ó n XIII, de santa m e­
m oria, trazó lum inosam ente las reglas
2. Vigor de ella y lamentables dife­ de la Acción Popular Cristiana en sus
rencias en su seno. El 199 C o n g r e s o preclaras Encíclicas “Quod Apostolici
C a t ó l i c o celebrado hace poco en Bo­ Muneris”, del 28 de Diciembre de 1878;
lonia, por Nos prom ovido y alentado, (<Rerum Novarum”, del 15 de Mayo de
ha m ostrado suficientemente a todos el 1891; y Graves de Communi”, del 18
vigor de las fuerzas católicas, y lo que de Enero de 1901; y además, en Ins­
puede obtenerse de útil y saludable en trucción particular em anada de la Sa­
las poblaciones creyentes donde esta grada Congregación de Negocios Ecle­
acción esté bien dirigida y disciplinada siásticos E xtraordinarios el 27 de Enero
y reine unión de pensam iento, de afec­ de 1902.
tos y de obras en cuantos a ella con­ Y Nos, que no vemos menos que
curran. Nuestro antecesor la gran necesidad de
Quédanos, sin embargo, no pequeña que sea rectam ente m oderada y diri­
am argura de que en medio de ellos se gida la Acción Popular Cristiana, que­
presenten algunas diferencias suscitan­ remos que aquellas prudentísim as re ­
do polémicas demasiado vivas, las cua­ glas sean exacta y plenam ente observa­
les, si no se reprim en oportunam ente, das, y que nadie, en lo sucesivo, se
podrían quebrantar las mismas fuerzas atreva a apartarse de ellas de ningún
(*) ASS. 36 (1903/04) 339-345; o, Pii X Pont. Max. Acta I, 117-125, Romaí, 1905. No figura en la
primera edición. (P. H.)
— 703 —
704 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 92, 4

modo. Por esto, p ara tenerlas más fá­ del trabajo o de la industria, o bien de
cilmente vivas y presentes, hemos re­ cesión o de donación ajena; de la pro­
suelto recogerlas como en un com pen­ piedad puede cada cual razonablemente
dio en los siguientes artículos, a modo disponer a su arbitrio. (Ene. Rerum
de ordenam iento fundam ental de la Novarum).
Acción P opular Cristiana, que rija en VI. - P ara com poner desavenencias
dichos actos. E sta deberá ser para to­ entre ricos y proletarios hay que dis­
dos los católicos, la regla constante de tinguir la justicia de la caridad. No hay
su conducta. derecho a compensación sino cuando la 34¿
justicia sufrió quebranto. (Ene. Rerum
Novarum).
O r d e n a m ie n t o f u n d a m e n t a l d e
l a A c c i ó n P o p u l a r C r is t i a n a
VIL - Las obligaciones de justicia
cuanto al proletario y obrero son éstas:
4. Reglas sacadas de los docum entos
hacer entera y fielmente el trabajo que
de León X III:
librem ente y conform e a equidad se
I. - La hum ana sociedad, cual Dios pactó; no causar daño a la hacienda ni
la estableció, consta de elementos des­ agravio a la persona del dueño; en la
iguales, como desiguales son los m iem ­ m ism a defensa de los propios derechos
bros del cuerpo hum ano; hacerlos todos abstenerse de actos violentos, ni conver­
iguales es imposible; seguiríase de allí tirla jam ás en motines. (Ene. Rerum
la ruina de la m ism a sociedad. (Ene. Novarum).
Quod Apostolici Muneris). VIII. - Las obligaciones de justicia
II. - La igualdad de los varios m iem ­ tocante a los capitalistas y patronos son
bros sociales consiste en esto sólo, a éstas: pagar el justo jornal a los tra ­
saber: que todos los hom bres tienen su bajadores; no perjudicar sus justos
origen de Dios Creador; fueron redim i­ ahorros ni con violencias, ni con frau ­
dos por Jesucristo, y deben ser juzga­ des, ni con usuras m anifiestas ni pa­
dos y prem iados o castigados por Dios, liadas; darles libertad p ara cum plir con
según la exacta m edida de sus méritos. sus obligaciones religiosas; no expo­
(Ene. Quod Apostolici Muneris). nerlos a seducción corruptora ni a
riegos de escándalo; no apartarlos del
III. - Síguese de allí que en la h u ­ espíritu de fam ilia ni de la afición de
m ana sociedad es conform e al ordena­ ahorro; no im ponerles labores despro­
miento de Dios que haya príncipes y porcionadas a sus fuerzas, o m al ave­
vasallos, patronos y obreros, ricos y nidas con la edad o sexo. (Ene. Rerum
pobres, sabios e ignorantes, nobles y Novarum).
de condición m odesta; los cuales, todos
unidos entre sí con vínculo de amor, IX. - Obligación de caridad de los
se han de ayudar recíprocam ente a ricos y adinerados es el acudir con so­
conseguir su últim o fin en el cielo, y corro a los pobres y menesterosos, con­
aquí en la tierra su bienestar m aterial form e al precepto evangélico, el cual
obliga tan gravemente, que en el día
y m oral. (Ene. Quod Apostolici Mune­
del juicio se pedirá cuenta especial del
ris) . cumplimiento de esa obligación, como
IV. - El hom bre tiene de los bienes lo dijo el propio Cristo(1). (Ene. Rerum
de la tierra no sólo el mero uso, como Novarum).
el anim al, sino tam bién el derecho de
X. - Los pobres no han de avergon­
propiedad estable; propiedad no sólo zarse de su pobreza ni desdeñar la ca­
de las cosas que usadas se consumen,
sino aun de aquellas que no se gastan
ridad de los ricos, en especial, teniendo
en cuenta el ejemplo de Jesús Redentor,
con el uso. (Ene. Rerum Novarum).
que, pudiendo nacer en la opulencia,
V. - Es im borrable de naturaleza el hízose pobre para honrar la pobreza y
derecho de la propiedad privada, fruto enrioTuecerla con m éritos incom para-
(1) Mat. 25, 31 ss.
92, 4 E n c íc l ic a “ F i n d a l l a P r im a ” 705
bles p ara el cielo. (Ene. Rerum Nova­ cuando no lleven la aprobación del
rían) . propio Pastor. (Ene. Graves de Com­
XI. - Los capitalistas y los mismos muni) .
obreros con instituciones ordenadas a XV. - P ara que esta Acción Demo­
facilitar oportunos socorros a los nece­ crática Cristiana posea unidad de ru m ­
sitados, pueden ayudar m ucho a resol­ bo en Italia, deberá ser dirigida por la
ver la cuestión obrera, y a ju n ta r y u nir Obra de los Congresos y Juntas Cató­
las dos clases entre sí. Tales son: Las licas, obra que, en tantos años de loa­
com pañías de socorros m utuos, las de bles esfuerzos, mereció bien de la Santa
seguros privados, los patronatos p ara Iglesia; a ella Pío IX y L eón X III de
niños, y en p articular las corporacio­ piadosa memoria, confiaron el oficio de
nes de artes y oficios. (Ene. Rerum dirigir el movimiento general católico,
Novarum). siempre bajo los auspicios y la guía de
XII. - A este fin va encam inada p rin ­ los Obispos. (Ene. Graves de Communi).
cipalmente la Acción Popular Cristiana XVI. - Los escritores católicos, en
o la Democracia Cristiana, con sus m u­ orden a lo que m ira los intereses reli­
chas y diversas obras. Esta Democra­ giosos y la acción de la Iglesia en la
cia Cristiana, empero, ha de entenderse sociedad, deben sujetarse com pletam en­
en el sentido ya autorizadam ente decla­ te, con entendim iento y voluntad, como
rado, el cual, como totalm ente ajeno el resto de los fieles, a sus Obispos y al
del que se da a la Democracia Social, Romano Pontífice. Deben guardarse
tiene por fundamento los principios de principalm ente de anticiparse, acerca
la fe y de la m oral católica, entre los de cualquier grave asunto, a los juicios
cuales sobresale el no hacer agravio de la Sede Apostólica. (Instrucción de la
alguno al inviolable derecho de la pro­ S. C. de los AA. EE. SS.).
piedad privada. (Ene. Graves de Com-
muni). XVII. - Los escritores democrático -
XIII. - Además, la Democracia Cris­ cristianos, como los demás escritores
tiana no ha de entrom eterse en la polí­ católicos, deben someter a la previa
tica, ni ha de servir a partidos y fines censura del Ordinario todos los escritos
políticos; no es éste su campo, sino que que m iran a la Religión, a la m oral
ha de ser acción benéfica en favor del cristiana y a la ética natural, en virtud
pueblo, fundada en el derecho natu ral de la Constitución Officiorum et Mu-
y en los principios del Evangelio. (Ene. nerum (artículo 41) [ASS. 29, 388].
Graves de Communi; Instrucción de la Tam bién los eclesiásticos, al tenor de
Sagrada Congr. de los AA. EE. SS., es la m ism a Constitución (artículo 42),
decir, de los “Affari Ecclesiastici Straor- aunque publiquen escritos de índole p u ­
dinari” : íeNessuno ignora”, 27-1-1902). ram ente técnica, deberán obtener p ri­
Los dem ócratas cristianos de Italia mero licencia del Ordinario. (Instruc­
deberán abstenerse en absoluto de to­ ción de la Sagrada Congr. de los AA.
m ar parte en cualquier acción política, EE. SS.).
que en las presentes circunstancias, por XVIII. - H an de hacer, además, toda
razones de orden altísimo, está p ro hi­ clase de esfuerzos y sacrificios p ara ver
bida a todos los católicos(2). triu n far la caridad y concordia entre
XIV. - E n el cum plim iento de su ofi­ todos, excusando cualquier injuria o
cio, la Democracia Cristiana tiene la baldón. Cuando asom an motivos de
severísima obligación de depender de disgustos, en vez de divulgar cosa algu­
la autoridad eclesiástica, prestando a na en escritos públicos, acudan a la
los Obispos y a quien los representa autoridad eclesiástica, la cual proveerá
total sujeción y obediencia. No es celo según justicia. Reprendidos por ella,
m eritorio ni devoción sincera el em ­ obedezcan en el acto, sin tergiversacio­
prender cosas gallardas y buenas en sí nes y sin lanzar quejas en público,
(2) Esta prohibición se mitigó más tarde. La de Pío XI desaparecieron por completo las ra­
Encíclica II Fermo Proposito, ll-VI-1905 ya trae zones de las restricciones para los católicos de
otras deposiciones (en esta Colecc. Encícl. 96, 17, Italia, de tomar parte en la vida política activa.
pág. 743-7444), donde dirá Pío X que gravísimas Véase también la nota 37 de la Encíclica Immor-
razones lo disuaden de seguir la norma decretada tale Dei, l-XI-1885, de León XXIII (en esta Co­
por Pío IX y León XIII. Con el Tratado de Letrán lecc. Encícl. 46, pág. 35).
E ncíclicas P o n tificia s 23
706 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1903) 92, 5-7

salvo el recurso a la autoridad supe­ ven, en efecto, religiosamente, y de


rior, en la debida form a y cuando el lo contrario, que se vean severamente
caso lo requiera. (Instrucción de la Sa­ amonestados; y si después de la am o­
grada Gongr. de los AA. EE. SS.). nestación no hubiere enmienda, debe­
rán ser puestos en entredicho por la
XIX. - Finalm ente, los escritores ca­
tólicos, al patrocinar la causa de los autoridad eclesiástica.
obreros y pobres, guárdense de usar 6. Deber de los católicos de dm*
un lenguaje que introduzca en el pueblo ejemplo de santidad de vida. Así como
la aversión a las clases superiores de de nada sirven las palabras más vigo­
la sociedad. No hablen de reivindica­ rosas sin la acción, si no van precedi­
ciones ni de justicia cuando se trate de das, acom pañadas y seguidas constan­
m era caridad, como arrib a se dijo. tem ente del ejemplo, la necesaria ca­
Acuérdense de que J e s u c r is t o quiso racterística que debe brillar en todos
unir a todos los hom bres con el vínculo los miembros de cualquier obra cató­
del am or m utuo, que es la perfección lica, es la de m anifestar abiertam ente
de la justicia y trae consigo la obliga­ la fe con la santidad de la vida, con la
ción de emplearse en procurar el bien m oderación de las costum bres y con la
recíproco. (Instrucción de la Sagrada escrupulosa observancia de las leyes de
Congr. de los AA. EE. SS.).53 Dios y de la Iglesia. Esto debe ser así,
porque es el deber de todo cristiano, y
5. Renovación y difusión de estas además, para que nuestros adversarios
reglas. Las an teriores reglas fu n d a­ se avergüencen por no poder encontrar
mentales, Nos, de Motu proprio, y con nada de censurable en nosotros^.
completo conocimiento, las renovamos
en todas sus partes con Nuestra apos­ 7. La Bendición de Dios. De estos
tólica autoridad, y ordenam os que se Nuestros cuidados para el bien común
transm itan a todos los Comités, Círcu­ de la Acción Católica, especialmente en
los y Uniones Católicas de cualquier Italia, esperamos, con la bendición de
naturaleza y form a. Estas sociedades Dios, copiosos y felices frutos.
deberán fijarlas en sus sedes y leerlas Dado en Roma, junto a San Pedro,
con frecuencia en sus reuniones. el 18 de Diciembre de 1903, año pri­
Ordenamos tam bién que los periódi­ mero de Nuestro Pontificado.
cos católicos las publiquen íntegras, de­
clarando observarlas, y que las obser­ PIO PAPA X.
(3) Tito 2, 8.
ENCICLICA “AD DIEM ILLUM LiETISSIMUM” (*>
(2-II-19Q4)

ANUNCIO DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO HECHO AL ORBE CATOLICO


A PROPOSITO DEL 50<? ANIVERSARIO DEL DOGMA DE LA
INMACULADA CONCEPCION

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

449 1. Causas que motivan la encíclica. gen, y nos asegura el cumplimiento


Dentro de pocos meses el curso del de Nuestro deseo el fervor de todos los
tiempo nos h ará llegar al día gozosísi­ católicos, pronto siempre y dispuesto a
mo en el cual se cum plirán cincuenta m ultiplicar las m uestras de afecto y
años de aquel otro en que, rodeado de obsequio a la gran Madre de Dios, Ma­
un m agnífico acom pañam iento de Car­ ría Santísima.
denales y Obispos, Nuestro predecesor
Pío IX, Pontífice de santa m emoria, 2. Cumplimiento de las esperanzas
con autoridad de infalible magisterio, de Pío IX. Mas no querem os callar que
declaró y prom ulgó ser revelación di­ este deseo Nuestro se halla estimulado
vina que la Beatísima Virgen M a r í a , por cierto secreto presentim iento de
desde el prim er instante de su Concep­ N uestra alma, de que se cum plirán en
ción, fue preservada de toda m ancha de un porvenir no lejano las esperanzas,
pecado original. Con qué ánim o y con de ningún modo tem erarias, que hizo
cuánto público regocijo y alegría reci­ concebir a Nuestro predecesor Pío IX y
bieron los fieles de todas las naciones a todo el Episcopado del m undo la so­
aquella proclam ación, no hay nadie lemne definición del dogma de la Con­
que lo ignore, y fueron tales, en verdad, cepción Inm aculada de María.
que no hay m em oria de otra m ani­ Muchos hay, a decir verdad, que se
festación en honor de la Augusta Madre lam entan de que hasta hoy no se hayan
de Dios, o de adhesión al Vicario de cum plido esas esperanzas, y que una
Jesucristo, que fuera m ás universal o
y otra vez repiten estas palabras de
unánime.
Jerem ías: Aguardando estamos la paz,
Ahora bien, Venerables Hermanos, y este bien no viene; que llegue el tiem­
¿por qué razón no hemos de esperar
que, aunque hayan transcurrido cin­
po de nuestro remedio, y sólo vemos
cuenta años, al renovarse la m em oria
terror(1). Mas, ¿quién h abrá que no
de la Inm aculada Virgen se despier­ reprenda por hombres de poca fe a los
te en las alm as un como eco de la que tal dicen, los cuales no ponen el
santa alegría de entonces, y no hayan pensam iento en conocer las obras de
de repetirse los magníficos espectáculos Dios, o considerarlas a su verdadera
4,0 de fe y am or hacia la Augusta Madre luz? Y, en efecto, ¿quién podría enu­
de Dios que presenció aquel lejano día? m erar los secretos dones de gracia que,
Hócennoslo desear ardientem ente la por intercesión de la Virgen, durante
devoción que, unida a la sum a gratitud todo este tiempo ha derram ado Dios
por los favores recibidos, siempre h e­ sobre su Iglesia? Y aun cuando se
mos alim entado hacia la Santísim a Vir- om ita la cuenta de estos dones, ¿qué
(*) ASS. 36 (1903/04) 449-162. (1) Jeremías, 8, 15.
— 707 —
708 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 93, 3-4

no h abrá que decir del Concilio Vati­ manos, de que el quincuagésimo aniver­
cano, con tan ta oportunidad reunido, sario de la proclam ación del dogma de
o de la infalibilidad pontificia, procla­ la Inm aculada deba excitar un singular
m ada tan a punto contra los errores fervor en el ánimo cristiano, consiste
que iban a levantar cabeza, o, finalm en­ para Nos en lo que ya dijimos en Nues­
te, del nuevo y nunca visto fervor de tra prim era Carta Encíclica, conviene a
piedad con que los fieles de toda clase saber: en la restauración de todas las
y de toda nación acuden en persona a cosas en Cristo. Porque ¿quién no verá
venerar al Vicario de Jesucristo? ¿Y que no hay camino m ás seguro y expe­
acaso no aparece adm irable la Provi­ dito que M aría para llegar a Cristo y
dencia de Dios en dos de Nuestros pre­ unirse a El y obtener por su medio la
decesores, a saber, Pío IX y León XIII, perfecta adopción de hijos, de m anera
que en tiempos turbulentísim os rigieron que seamos santos e inm aculados a los
santam ente la Iglesia con longevidad de ojos de Dios? Y, en efecto, si con ver­
Pontificado a nadie antes que a ellos dad fue dicho a M a r í a : Bienaventurada
otorgada? Añádase que, apenas procla­ tú, que has creído, porque se cumplirán
mado por Pío IX como dogma de fe las cosas que se te han dicho de parte
católica que M a r ía fue preservada de del SeñorW, es decir que concebiría y
toda m ancha original, en tierra de daría a luz al Hijo de Dios; si por esto
Lourdes comenzó la Virgen m isma sus recibió en su seno a aquel que por n a­
apariciones m aravillosas, en m em oria turaleza es la Verdad, para que, e<en­
de las cuales, con m agnífico y grandio­ gendrado por nuevo orden y con nueva
so esfuerzo de la piedad, se edificaron natividad, invisibles en sí mismo, se
dos templos a la Inm aculada, donde los hiciese visible con nuestra carne99 <6L
prodigios que diariam ente se obran por siendo el Hijo de Dios hecho hombre,
intercesión de la divina Madre son es­ autor y consumador de nuestra fe, es
pléndido argum ento contra la incredu­ del todo necesario que a Su Santísima
lidad de la época presente. Tantos y tan Madre se la reconozca partícipe y algp
grandes beneficios, concedidos por Dios así como guarda de los divinos miste­
m ediante la bienhechora intercesión de rios que, a modo de cimiento, el más
la Virgen en estos cincuenta años que noble después de Cristo Jesús, sostiene
pronto van a cum plirse, ¿por qué no el edificio de la fe de todos los siglos.
han de convencernos de que la hora de
Nuestra salud está más cercana de 4. María medio de llegar a Cristo.
cuanto hasta aquí creíamos? Tanto ¿Cómo pensar de otra m anera? ¿No
más, cuanto m ejor sabemos por expe­ hubiera podido Dios darnos sin María
riencia que la Providencia divina n u n ­ al Salvador de la hum anidad y F unda­
ca pone el extrem o del m al lejos del dor de la fe? Mas, habiendo querido la
remedio. Próximo a llegar está su tiem­ Providencia divina que tuviésemos al
po, y sus días no están remotos. Por­ Hombre-Dios por M a r í a , la cual, por
que tendrá compasión de Jacob y toda­ obra del Espíritu Santo, le concibió en
vía escogerá algunos de I s r a e l de su seno, nada nos resta a nosotros sino
suerte que abrigam os la esperanza de recibir a Cristo de las manos de M a r í a .
que tam bién Nosotros podrem os repe- Así es que cuantas veces se habla pro-
451 tir en breve: El Señor ha hecho pedazos féticamente en las Sagradas Escrituras
el cetro de los impíos... Toda la tierra de la gracia que aparecerá entre nos­
está en silencio y en paz, y se huelga y otros, casi otras tantas nos presenta el
regocija^. 3 Salvador de los hom bres en compañía
de su Santísim a Madre. Saldrá el Cor­
3. Razón principal: la restauración dero, dom inador de la tierra, pero sal­
de todas las cosas en Cristo. Mas la drá de la piedra del desierto; nacerá la
razón principalísim a, Venerables Her- flor, mas nacerá de la raíz de Jesé.
(2) Isaías, 14, 1. (5) S. Leo Mag., sermo 2?, De nativ. Domini
(3) Isaías, 14, 5 y 7. cap. II (Migne PL. 54 [serm. 22 alias 21] col.
(4) Lucas 1, 45. 195-A).
93, 5 E n c íc l ic a “Ad D ie m Illum ” 709

A María , que quebrantaba la cabeza vida de que Cristo es principio y m a­


de la serpiente, m iraba nuestro padre nantial.
Adán , y se secaban las lágrim as que la Y si nos ponemos a considerar un
maldición hizo b ro tar de sus ojos; en poco cuántos son y cuán grandes los
Ella pensó NoÉ, encerrado en el arca motivos de que esta Madre Santísima
salvadora; en Ella Abraham, cuando se ponga todo empeño en alcanzarnos tan
detuvo al ir a sacrificar a su hijo; en preciosos dones, ¡cómo se dilatará nues­
Ella J acob, al contem plar la escala por tra esperanza!
donde subían y bajaban los ángeles;
en Ella Moisés, pasm ado ante la zarza
5. La Sma. Virgen es Madre nuestra.
ardiente, que no se consum ía; en Ella
¿No es acaso María la Madre de Cristo?
D avid , cuando cantaba y bailaba delan-
452 te del Arca; en Ella E lías, al contem ­ Por consiguiente, tam bién es Madre
plar la nubecita que salía del m ar. En nuestra. Nadie debe olvidar que Cristo-
suma, hallarem os en María , después de Jesús, el Verbo hecho carne, es también
Cristo, el fin de la ley y el cum plim ien­ Salvador del linaje hum ano. Ahora
to de las figuras y los oráculos. bien; en cuanto Hombre-Dios, tuvo un
cuerpo físico, semejante al de los de­
Que por la Virgen, y por Ella más más hom bres; en cuanto Salvador de
que por ningún otro medio, se nos con­ la hum ana familia, tuvo un cuerpo es­
cedió m anera de llegar al conocimiento piritual y místico, a saber: la sociedad
de Cristo, nadie lo podrá dudar si re­ de cuantos creen en Cristo. Formamos
para que Ella fue la única con quien en Cristo un solo cu e rp o ^ . Pero la
Jesús, como conviene entre hijo y m a­ Virgen Santísim a no concibió al Hijo
dre, estuvo en com pañía y trato fam i­ eterno de Dios solamente para que se
liar treinta años. ¿A quién, m ejor que hiciera hom bre tom ando de Ella la n a ­
a la Madre, fueron revelados los adm i­ turaleza hum ana, sino tam bién para
rables misterios de la natividad y la que, por medio de la naturaleza adqui­
infancia de Cristo, y sobre todo, el m is­ rida de Ella, fuese el L ibertador de los
terio de la Encarnación, principio y hombres. Por lo cual dijo a los pastores
fundam ento de nuestra fe? Y no so­ el Angel: Hoy os ha nacido el Salvador; 453
lamente guardaba M aría y repasaba en que es Cristo S eñor^. De m anera que
su corazón cuanto había sucedido en en el seno de su castísim a Madre,
Belén y había visto en Jerusalén en el Cristo tomó carne y unió a Sí el cuerpo
Templo del Señor, sino que, conocedora espiritual, form ado por todos cuantos
de los pensam ientos de Cristo y de sus habían de creer en El, y tanto es así,
secretos designios, puede decirse de Ella que al llevar en su seno al Salvador,
que vivió la vida de su Hijo. P or lo cual María Santísim a pudo decir que llevaba
nadie conoció a Cristo tan íntim am ente tam bién a todos cuantos tienen la vida
como Ella, nadie puede ser m ejor guía en la vida del Salvador. Y por esto,
y m aestro que Ella p ara conocer a cuantos estamos unidos con Cristo y,
Jesús. como dice el Apóstol, somos miembros
de su cuerpo, de su carne y de sus hue­
Síguese de aquí, como ya indicamos, s o s ^ , hemos salido del seno de María,
que nadie es tam poco m ás apto que la a modo que el cuerpo sale unido a la
Virgen p ara u nir a los hom bres con cabeza. De donde se sigue que en modo
Cristo. P or lo cual, si, según la m ism a ciertam ente espiritual y místico seamos
sentencia de Cristo, la vida eterna con­ llam ados hijos de María , y María Ma­
siste en conocerte a ti, Dios verdadero, dre nuestra. Madre espiritualm ente,
y a Jesucristo, a quien Tú enviaste^, pero verdaderamente Madre de los
consiguiendo nosotros por María el co­ miembros de Cristo, que somos no-
nocimiento de Cristo, por María conse­ otros”*'1°>. Pues si la Santísim a Virgen
guimos tam bién más fácilm ente aquella 6789 es a un mismo tiempo Madre de Dios
(6) S. Juan 17, 3. (10) S. August., lib. de S. Virginitate, c. 6, 6
(7) Rom. 12, 5. (Corp. Ser. E. L. 41, pág. 240; Migne PL. 40,
(8) Luc. 2, 11. 399).
(9) Eph. 5, 30.
710 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 93, 6-7

y de los hom bres, ¿quién podrá dudar en Mediador entre Dios y los hombres.
de que pone toda solicitud en que Mas, sin embargo, por aquella mencio­
Cristo, Cabeza del cuerpo de la lgle- nada participación de dolores y trab a­
sía(11\ infunda en nosotros, que somos jos de la Madre y el Hijo, fue conce­
m iem bros suyos, sus dones, y, antes dido a la Santísim a Virgen que fuese
que ninguno, el de conocerle para que para con su Unigénito Mediadora y
por El tengamos vida?(12K Reconciliadora poderosísima de toda la
tierra(17\ Síguese que Cristo es la
6. U nión de deseos y dolores entre fuente, que de su plenitud hemos parti­
Cristo y su Sma. M adre. Además, a cipado todos nosotros(18), que de El
M aría Santísim a no correspondió sola­ todo el cuerpo místico, trabado y co­
mente la gloria de haber dado la mate- nexo entre sí, recibe por todos los vasos
ria de su carne al Hijo de Dios, que y conductos de comunicación, según la
había de nacer con miembros huma­ medida correspondiente, el aumento
nos (13), de la cual m ateria se form ó la propio del cuerpo para su perfección
víctim a p ara la salud de los hombres, mediante la caridad<19\ María, a su
sino que tam bién correspondió el oficio vez, como observa exactamente S an
de custodiar y n u trir a la m ism a vícti­ B ernardo , es el acueducto(20), o, si se
ma, y, en el tiem po fijado, ofrecerla en quiere, el cuello, m ediante el cual el
sacrificio. De ahí aquella com unidad, cuerpo está adherido a la cabeza y la
jam ás interrum pida, de vida y trabajos cabeza transm ite al cuerpo la fuerza y
de la Madre y el Hijo, en térm inos que, la virtud, porque ella es el cuello de
aplicándolas a las dos, pueden repetirse nuestra Cabeza, por vía del cual todo
estas palabras del profeta: De puro don se comunica a su místico cuer-
dolor se va consumiendo mi vida y mis po^21\ Por donde se ve que Nos nos
años con tanto gemir^14\ Y cuando lle­ hallam os m uy lejos de atribuir a la
gó p ara el Hijo la hora suprem a, junto Virgen la virtud de producir la gracia
a la cruz de Jesús estaba su Madre, no sobrenatural, lo cual sólo a Dios perte­
ocupada sencillamente en contem plar nece; m as aventajando María a toda
el h o rro r de aquel paso, sino gozosa criatura en santidad y unión con Cristo,
de que su Unigénito fuese ofrecido por y habiendo sido tom ada por Cristo co­
la salud del humano linaje, y tomando mo cooperadora en la redención hum a­
además tanta parte en su Pasión que, na nos alcanza de congruo, como dicen
de ser posible, hubiera preferido pade­ los teólogos, la que Cristo de condigno,
cer Ella misma todos los tormentos que y es quien prim ero nos distribuye las
padecía el Hijo^15\ P or esta comunión gracias divinas. Está sentado Cristo a la
de dolores y deseos entre Cristo y Ma - diestra de la Majestad en lo más alto
454 ría , María mereció dianínmnmente lle­ de los cielos(22); pues María sienta a su
gar a ser reparadora del mundo perdi- diestra como Reina, segurísimo refugio
<ío(16), y, por consiguiente, dispensa­ y fidelísima auxiliadora de cuantos se
dora de todos los beneficios que Cristo hallan en peligro, tal que no haya lugar
nos granjeó con su m uerte y su sangre.7 a temor ni desesperación bajo su guía
y auspicio, su favor y su defensa<23).
7. Cristo M ediador ante el P adre. Supuesto todo lo cual y volviendo a
M aría M ediadora ante el H ijo. No ne­ Nuestro propósito, ¿quién no verá con
gamos que la distribución de tales bene­ cuánta razón hemos dicho que María,
ficios sea derecho propio y privado de que desde la casa de Nazaret hasta el
Cristo, puesto que son fruto de su Calvario hizo constante com pañía a
455
m uerte y por sí mismo está constituido Jesús, más que nadie conoció los secre-
(11) Coios. 1, 18. (18) Juan 1, 16.
(12) I Juan 4, 9. (19) Efes. 4, 16.
(13) S. Bed. Ven., 1. IV, in Luc. 11. (20) Serm. de temp. in Nativit. B. Virg., De
(14) Ps. 30, 11. Aquseductu, n. 4 (Migne PL. 183, 440-A).
(15) S. Bonav., II Sent. d. 48, ad Litt. dub. 4. (21) S. Bernard. Serm. Quadrag., De Evang.
(16) Eadmeri Mon., De exceUentia Virg. Mariae, aeterno, serm. 10, a. 3, c. 3.
cap. (Migne PL. 159, col. 573-C). (22) Hebr., 1, 3.
(17) Pius IX, in Bull. Inefábilis Deus, 8-XII- (23) Pius IX, in loe. cit. (Ver nota 17).
1854 (en esta Colee, [en nota] nr. 30, p. 1997).
03, 8-10 E n c íc l ic a “Ad D ie m I l l u m ” 711

tos de su Corazón, y adm inistra, casi repite ahora a nosotros: Haced lo que
con derecho m aternal, el tesoro de sus El os diga(2526K Y el precepto de Cristo
m éritos, es el principal y m ás seguro es éste: Si quieres entrar en la vida,
apoyo p ara llegar al conocimiento de guarda los mandamientos(26). Sepa, por
Cristo? Bien nos lo confirm a la deplo­ tanto, cada cual que si la devoción que
rable condición de cuantos por diabóli­ siente a la Santísima Virgen no le ap ar­
co engaño, o por falsas doctrinas, creen ta de pecar, o no le inspira el propósito
poder prescindir del auxilio de la Vir­ firm e de enm endarse de las malas cos­
gen. Míseros e infelices, prescinden de tum bres, es vana y engañosa devoción,
María, so pretexto de h o n rar a Cristo, e puesto que carece de su fruto natural
ignoran que no se halla al Hijo sino y propio.
con María, Madre suya.
10. El dogma de la Concepción In ­
8. F in de las fiestas cincuentenarias, m aculada confirm a esa obediencia. Si
que se conozca a Cristo. Siendo así alguno deseare una confirm ación de
todas estas cosas, venerables Hermanos, todas estas cosas, fácilmente puede h a­
a ese fin deben tender principalm ente llarla en el mismo dogma de la Con­
las festividades que por doquier se p re­ cepción Inm aculada de la Virgen M a r í a . 4^6
paran en honor de la Inm aculada Con­ Porque omitiendo la tradición católica,
cepción de M a r ía Santísima. E n efecto, fuente de verdad como la mism a Sa­
ningún obsequio puede ser más grato grada Escritura, ¿cómo es que la creen­
y acepto a M a r ía como que conozca­ cia en la Inm aculada Concepción de
mos, según conviene, y amemos a Je­ M a r ía se ha m ostrado en todo tiempo
sús. Así, pues, acudan los fieles en gran tan conform e al sentido católico, que
núm ero a los templos, celébrense pom ­ ha podido tenérsela por incorporada al
posas solemnidades, haya públicos re ­ alm a de los fieles y aun por innata en
gocijos; todo ello contribuirá no poco ellos? Horrorízanos — explica D i o n i s i o
a alim entar la fe. Mas si a todo esto no el C a r t u j a n o — , horrorízanos que hu­
se ju n ta el obsequio de la voluntad, biera que decir que la mujer que había
tendrem os no más que exterioridades de quebrantar la cabeza de la serpiente
y sólo apariencias de religión, viendo hubiese sido alguna vez esclava suya,
lo cual la Virgen, podrá quejarse de y que la Madre de Dios hubiese sido
nosotros, diciéndonos aquellas palabras alguna vez hija del demonio(27\ No
de Cristo: Este pueblo me honra con podía adm itir el pueblo cristiano que
los labios, pero su corazón está lejos la carne santa, incontam inada, inocente
de mí(24\ de Cristo se hubiese form ado en el seno
de la Virgen de una carne que, aunque
9. Obediencia a los preceptos del sólo fuera Dor un instante, hubiese esta­
Hijo de M aría. P orque no es sincera do m anchada. Y ¿por qué así, sino
devoción a la Virgen sino aquella que porque entre Dios y el pecado existe
nace de la voluntad, ni en este punto una oposición infinita? De aquí, sin
valen de nada las obras exteriores si duda alguna, el que el Cristianismo afir­
van separadas de las del ánimo. Estas me um versalm ente que el Hijo de Dios,
obras interiores han de tender única­ antes de que, tom ando la hum ana n a­
m ente a conseguir que en todo obedez­ turaleza, nos lavase de nuestros peca­
camos los preceptos del divino Hijo de dos con su sangre, por singular gracia
María; pues si sólo es verdadero am or y privilegio hubo de preservar, libre de
aquel que une las voluntades, necesario toda culpa original, desde el prim er
es que la voluntad de M aría y la nues­ instante de su concepción, a Aquella en
tra sean una sola p ara servir a Cristo cuyo seno iba a hacerse hom bre. Si
Nuestro Señor. Porque aquello mismo tanto abom ina Dios del pecado, que
que la prudentísim a Virgen dijo a los quiso que la que había de ser Madre de
criados en las bodas de Caná, nos lo su Unigénito, no sólo estuviese lim pia
(24) Mateo 15, 8. (27) 3 sent., d. 3. q. 1. (Dionisio, nac. en Ryk-
(25) Juan 2, 5. kel, Bélgica, 1402 murió en Roermond [Holanda ,
(26) Mateo 19, 17. 12-III-1471).
712 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 93, 11-12

de toda m ancha voluntaria, pero tam ­ para con Dios y los hombres, virtudes
bién, por don singularísim o, de aque­ que resplandecieron en todos los suce­
lla que todos los hijos de Adán , a m odo sos de la vida de la Santísim a Virgen, y
de funesta herencia, llevam os con n os­ que alcanzaron su m ayor grado cuando
otros, ¿quién podrá negar que el primer asistió a su Hijo en la agonía. Crucifi­
deber de quien aspira a congraciarse cado Jesucristo y blasfem ado por los
con María Santísim a, m ediante la prác­ que le acusaban de haberse hecho Hijo
tica de su devoción, consiste en domar de Dios(30\ M aría lo reconoció por tal,
las inclinaciones viciosas y corrompidas y adoró su divinidad con inquebranta­
que nos arrastran al mal? ble constancia. Lo recibió en sus brazos
m uerto y lo llevó al sepulcro; mas no
11. Imitación de los ejemplos dudó de que había de resucitar. Y la cari­
María. Y si, adem ás, se quiere — y de­ dad de Dios, en que se abrasaba, la
ben quererlo— que la devoción a María hizo partícipe y com pañera de la P a ­
Santísim a sea grande y en todo p er­ sión de Cristo; y al mismo tiempo que
fecta, es necesario pasar m ás adelante El, y sobreponiéndose a sus dolores,
y procu rar con todo empeño la im ita­ pidió perdón p ara los verdugos, que
ción de los ejemplos de María . E s obstinadam ente gritaban: Recaiga su
ley establecida por Dios, que cuantos sangre sobre nosotros y sobre nuestros
ansian conseguir la eterna bienaventu­ hijos(31\
ranza im iten en sí mismos la form a
de la paciencia y santidad de Jesucris­ 12. El dogma de la Concepción In­
to, pues a los que El tiene previstos maculada ayuda a conservar y aumen­
también les predestinó para que se hi­ tar las virtudes. Mas p ara que no se
ciesen conformes a la imagen de su diga que Nos apartam os del tem a de la
Hijo, por m anera que sea el mismo Concepción Inm aculada de María, que
Hijo el primogénito entre muchos her­ es el motivo de dirigiros la presente
manos(28). Mas porque nuestra debili­ Carta, veamos cuán grande y oportuno
dad es tal, que fácilm ente nos espanta auxilio sum inistra ese dogma para con­
la grandeza de tan gran modelo, la servar y fom entar convenientemente las
divina Providencia ha querido propo­ antedichas virtudes. Y de hecho, ¿cuá­
nernos otro que, aproxim ándose tanto les son los principios que proclam an
a Jesucristo cuanto es posible en la na- los enemigos de la fe para derram ar
457 turaleza hum ana, se acomode m ejor por todas partes el diluvio de errores,
con nuestra pequeñez. Este modelo es que hacen que la fe vacile en no pocas
la Virgen Santísima. “Fue tal María almas? Niegan que el hom bre haya in ­
— dice a este propósito S. Ambrosio— , currido jam ás en culpa y que por ello
que sólo con su vida ya hay enseñanza haya decaído de su prim itiva nobleza,
para todos”. De lo cual acertadam ente con lo cual tildan de fábula el pecado
concluye: “Tengamos siempre presente, original y los daños que de él se siguie­
como trasladada en imagen, la virgini­ ron, esto es, la corrupción del género
dad y la vida de María Santísima, en hum ano desde su mismo principio, la
quien se reflejan como en un espejo, consiguiente ruina de toda la hum ana
la hermosura de la castidad y la forma progenie, los males que se introduje­
de la virtud”(29>. Pero si, como con­ ron entre los hom bres y la imperiosa
viene a hijos, no se ha de prescindir de necesidad de un Reparador. Admitido
p rocurar la im itación de todas las vir­ esto, a nadie se le oculta que ya no
tudes de tan excelsa Madre, deseamos queda lugar para Jesucristo, para la
que los fieles se apliquen, ante todo, a Iglesia, para la gracia, ni para cosa
reproducir en sus alm as aquellas v irtu ­ alguna que exceda del orden natural, y,
des, que son las prim eras, que dan n er­ en suma, que todo el edificio de la fe
vio y vigor a la sabiduría cristiana, a se destruye hasta en su mismos funda­
saber: la fe, la esperanza y la caridad mentos. Por el contrario, crean los pue-
("W 8, 29. (30) Juan 19, 7.
(29) De Virginilatc, lib. 2, c. 11 (Migne PL. 16 (31) Mat. 27, 25.
co.. 221-223).
93, 13 E n c íc l ic a “Ad D ie m I l l u m *’ 713

blos y confiesen que la Virgen S antí­ m ancha original porque había de ser
sima fue exenta de toda m ancha desde Madre de Cristo, y fue Madre de Cristo
el prim er instante de su Concepción, para que se reanim ase en nosotros la
458 con lo cual es necesario que adm itan esperanza de los bienes eternos.
el pecado original, la redención de los Dejando a un lado la caridad con
hom bres llevada a cabo por Cristo, el Dios, ¿quién que medite en la Virgen
Evangelio, la Iglesia y, por fin, la m is­ Inm aculada no se sentirá movido a
m a ley del sufrim iento, en virtud de las cum plir fidelísimamente el m andato,
cuales cosas todo lo que es racionalis­ que Jesús llamó suyo por antonom asia,
mo y m aterialism o se arran ca de raíz de am arnos los unos a los otros como
y queda destruido, y queda al Cristia­ El mismo nos amó? Así describe S a n
nismo la gloria de custodiar y defender J u a n una visión divina que tuvo: Apa­
a la verdad. Mas esto no basta. Es vicio reció un gran prodigio en el cielo: una
general de todos los enemigos de la fe, mujer vestida del sol, y la luna debajo
sobre todo en la edad presente, p ara de sus pies, y en su cabeza una corona
b o rrar m ás fácilm ente la fe de las de doce estrellas^3*). Nadie ignora que
almas, rechazar y recom endar que se aquella m ujer simbolizaba a la Virgen
rehace toda sujeción y obediencia a la M a r í a , que incontam inada dio a luz al
autoridad de la Iglesia, así como a que es nuestra Cabeza. Y prosigue el
cualquiera autoridad hum ana, de don­ Apóstol: Y e stando encinta gritaba con 459
de procede el germen del anarquism o ansias de dar a luz y sufría dolores de
y cuanto hay de m ás contrario y pestí­ parto (35). Vio, pues, San Juan, a la
fero p ara cuanto representa el orden Santísim a Madre de Dios en la eterna
natural y aun el sobrenatural. Pues esta felicidad, y, sin embargo, la vio angus­
misma plaga, tan dañosa p ara la socie­ tiada con dolores de parto misterioso.
dad civil, como p ara la cristiana, tiene ¿Qué parto podía ser aquél? Sin duda
su m edicina en el dogm a de la Inm a­ el parto de que nacemos nosotros, que,
culada Concepción de M a r í a , por el desterrados todavía, aun nos queda el
cual todos nos vemos obligados a reco­ ser engendrados para la perfecta ca­
nocer en la Iglesia u n a potestad que ridad de Dios y la felicidad perdurable.
tiene que someterse, no sólo la volun­ Las ansias del parto m uestran el deseo
tad, sino tam bién el entendim iento, ya y la caridad con que desde las alturas
que precisam ente por esta sujeción del del Cielo la Santísim a Virgen vela y ora
entendim iento el pueblo cristiano alaba para que llegue a la plenitud el núm ero
a la Virgen diciéndola: Toda hermosa de los elegidos.
eres, María, y no hay en ti mancha ori- Ardientemente deseamos que todos
ginal^2K Y de esta m anera queda de se empleen en conseguir esta misma
nuevo bien com probada la justicia con caridad, tom ando especialmente oca­
que la Iglesia atribuye a la Santísim a sión para ello en las fiestas extraordi­
Virgen haber destruido Ella sola todas narias que se preparan en honor de la
las herejías en el universo mundo.13 Concepción Inm aculada de M aría San­
tísima. ¡Oh, cuán acerba y rabiosam en­
13. P o r la Concepción Inm aculada se te se persigue ahora a Cristo Jesús y
confirm a la Fe, se excitan la esperanza a la Religión santísim a fundada por
y la caridad. Si, como dice el Apóstol, El! Y con eso, jcuánto peligro se ofrece
la fe no es sino el fundamento de las para m uchos de que. arrastrados por
cosas que se esperan(33), fácilm ente se errores tortuosos, abandonen la fe! Mi­
convendrá en que por la Concepción re, no caiga el que piensa estar fir-
Inm aculada de la Virgen se confirm a m e(36). Con hum ildes instancias y o ra­
la fe, y, al mismo tiempo, se nos excita ción im ploren todos del Altísimo, por
a la esperanza; tanto más, cuanto que intercesión de María, que cuantos h a ­
la Virgen Santísim a se vio libre de la yan abandonado la Religión enmienden
(32) Gradual de la misa, Inmac. Concep: (35) Apoc. 12, 2.
(33) Hebr. 11, 1. (36) I Cor. 10, 12.
(31) Apoc. 12, 1.
714 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 93, 14

su yerro, pues sabemos por experiencia intención; y, además, dentro del tiempo
que cuando procede del corazón y la dicho ayunen guardando la abstinencia
apoya la Virgen, esta súplica no ha sido un día, que será de los no com prendi­
vana jam ás. Ciertamente que los a ta ­ dos en el indulto cuadragesimal, y, h a ­
ques contra la Iglesia nunca cesarán, biendo hecho confesión de sus pecados
siendo como es forzoso que aun haya reciban la Sagrada E ucaristía y a los
herejías para que se descubran entre demás fieles de dondequiera que sean,
nosotros los que son de virtud proba- residentes fuera de la m encionada ciu­
da(S7K Mas la Virgen no cesará de dad, que en el sobredicho tiempo o en
socorrernos en nuestras angustias, por el de tres meses, aunque no sean segui­
graves que sean, y de proseguir la lucha dos, y que fijarán a su arbitrio los
en que viene com batiendo desde su Ordinarios en la form a más cómoda, y
Concepción, de m anera que todos los a condición de que sea antes del 8 de
días podamos repetir: Hoy ha sido que­ Diciembre, hayan visitado tres veces la
brantada por Ella la cabeza de la anti­ Iglesia Catedral, si la hubiere, o la p a­
gua serpiente<38). rroquial, o, en defecto de ésta, la p rin ­
cipal, y cum plan devotamente las de­
14. Indulgencia del Jubileo. Y p ara m ás obras m encionadas, concedemos
que las gracias celestiales, con más plenísim a indulgencia de todos sus pe­
abundancia que de ordinario, nos ayu­ cados, perm itiendo que esta indulgen­
den a ju n ta r la im itación de la Santí­ cia, que no podrá lucrarse m ás que una
sima Virgen con los honores que más sola vez, pueda aplicarse por modo de
am pliam ente le tributarem os durante sufragio a las alm as que salieron de
el curso del año actual, y p ara que de esta vida unidas a Dios en caridad.
esta m anera consigamos m ás fácilmente Concedemos, además, que los que
restaurar todas las cosas en Cristo, si­ están viajando por m ar o por tierra, si
guiendo el ejem plo de Nuestros prede­ cum plen en cuanto regresen a su dom i­
cesores en los principios de sus Ponti­ cilio las obras que quedan mencionadas,
ficados, hemos dispuesto conceder al puedan ganar la m ism a indulgencia.
m undo católico u n a indulgencia extra­ A los confesores probados de hecho
ordinaria en form a de jubileo. por sus propios Ordinarios, damos fa­
P or lo cual, confiando en la m iseri­ cultad para que puedan conm utar por
cordia de Dios om nipotente, por la otras las obras por Nos determ inadas,
autoridad de los bienaventurados Após­ y esto así a los regulares de uno y otro
toles P edro y P ablo y en virtud de la sexo, como a cualesquiera otras perso­
potestad de ligar y desligar que a Nos, nas que no puedan cum plirlas, e igual­
460 aunque indigno, h a conferido el Señor; m ente para que puedan dispensar de la
a todos y a cada uno de los fieles de com unión a los niños que nunca la
am bos sexos que habitan en esta nues­ hubieren recibido todavía.
tra ciudad, o que a ella vengan, y que Además, a todos y a cada uno de los
desde la prim era Dom inica de Cuares­ fieles, tanto seglares como eclesiásti­
ma, o sea el 21 de Febrero, hasta el cos, seculares o regulares, de cualquier
día 2 de Junio, inclusive, festividad del Orden o instituto, aun de aquellos que
Sanctissimum Corpus Christi, visiten es preciso nom brar especialmente, con­
tres veces u na de las basílicas p a tria r­ cedemos licencia y facultad de que,
cales, y, orando allí por algún tiempo, para este solo efecto, puedan elegir
rueguen a Dios por la libertad y exalta- cualquier sacerdote, ya sea secular o
I ción de la Santa Iglesia Católica y de regular, entre los aprobados de hecho
esta Apostólica Sedé, por la extirpación (facultad de que podrán hacer uso h as­
de las herejías, conversión de todos los ta las religiosas, las novicias y las de­
que están en el error, concordia entre más m ujeres que viven en clausura, con
los Príncipes cristianos, paz y unidad tal de que el elegido esté aprobado para
de todo el pueblo fiel y por Nuestra confesar religiosas), por el cual, duran-
(37) I Cor. 11, 19. (38) Oficio, Inmac. Concep., II vesp. ad Mognif.
93, 14 E n c íc l ic a “Ad D ie m I l l u m ” 715

te el tiempo prefijado, unos y otras, camente denunciados, a menos que


hecha con él confesión con propósito dentro del tiempo predicho me hayan
de ganar este jubileo y cum plir todas satisfecho o cumpuéstose con las partes
las demás obras necesarias p ara lu crar­ cuando fuere necesario. No obstante lo
lo, por esta sola vez y únicam ente en cual, Nos place conceder asimismo que
el fuero de la conciencia, puedan ser en este año se conserve a todos entero
absueltos de toda excomunión, suspen­ el privilegio de ganar cualquier otra
sión o cualquier otra sentencia y cen­ indulgencia, aunque sea plenaria. con­
sura eclesiástica, pronunciada o im ­ cedida por Nos o por Nuestros prede­
puesta en cualquiera causa por ley o cesores.
juez, aun las reservadas a los O rdina­ Y ponemos fin, Venerables H erm a­
rios y a Nos o la Sede Apostólica, y nos, a las presentes Letras m anifestán- 46
aun en los casos reservados de modo do de nuevo la gran esperanza que ver­
especial a quienquiera que sea, al Sumo daderam ente abrigamos de que por la
Pontífice y a la Sede Apostólica; y pue­ gracia extraordinaria de este jubileo
dan ser tam bién absueltos de todo pe­ que Nos concedemos, bajo los auspicios
cado y exceso, aun los reservados a los de la Inm aculada Virgen María , m uchí­
mismos Ordinarios y a Nos y a la Sede simos de los que m íseram ente están se­
Apostólica, imponiéndoseles prim ero parados de Jesucristo vuelvan a El, y
una saludable penitencia y cuanto en que el am or de la virtud y el fervor de
derecho se les deba im poner, y si se la piedad florezcan nuevam ente en el
tratase de herejía, después de haber pueblo cristiano. Cincuenta años ha,
abjurado y retractado los errores, se­ cuando Pío IX definió y proclam ó dog­
gún derecho; y además puedan los di­ ma de fe el m isterio de la Concepción
chos sacerdotes conm utar por otras Inm aculada de la Santísim a Madre de
obras piadosas o saludables cualesquie­ Dios, viose, como ya hemos dicho, que
ra votos, aun los hechos con juram ento un tesoro increíble de gracias celestia­
y reservados a la Sede Apostólica (ex­ les se derram aba sobre la tierra, y
ceptuando los de castidad, religión y aum entada en todos la confianza en la
obligaciones aceptadas por tercero) y, virginal Madre de Dios, creció mucho
dispensar a los penitentes, aun los re ­ la antigua religión de los pueblos, ¿Im ­
gulares, constituidos en Orden sacro, pide algo que Nos prom etam os para el
de toda oculta irregularidad p ara el porvenir cosas todavía m ayores? Cierto
ejercicio de las mism as Ordenes y con­ es que Nos encontram os en tiempo tan
secución de los superiores, contraída funesto, que podamos aplicarnos aque­
solamente por violación de censuras. lla lam entación del Profeta: No hay
No entendemos dispensar por las pre­ verdad, no hay misericordia, no hay
sentes Letras de ninguna o tra irregula­ conocimiento de Dios en la tierra. La
ridad, o sea de delito o de infam ia, o maldición y la mentira, y el homicidio,
por incapacidad o inhabilitación; ni y el robo, y el adulterio lo han inun­
derogar la Constitución, con las decla­ dado íodoí3940L Pero, sin embargo, en
raciones anexas, publicada por B e n e ­ medio de este diluvio de males, a modo
d i c t o XIV, de feliz recordación, que de iris se nos presenta ante los ojos
empieza con las palabras Sacramentum la Virgen Santísima, como árbitro de
poenitentiae; ni, por último, es Nuestra paz entre Dios y los hombres. Pon­
intención que de ningún modo puedan dré mi arco en las nubes, y será señal
ni deban valer estas Nuestras presentes de alianza entre Mí y entre la tierra(40>.
Letras con aquellos que hubiesen sido Aunque la torm enta se desencadene y
por Nos o por la Sede Apostólica o por se entenebrezca el cielo, no tiemble n a ­
cualquier Prelado o juez eclesiástico die. Viendo a María, Dios se aplacará
nominatim excomulgados, suspensos, y perdonará Mi arco estará en las nu­
entredichos o declarados incursos en» bes, y viéndole, me acordaré de la
otras sentencias y censuras, o públi- alianza sempiterna<41\ Y ya no habrá
(39) Os. 4, 1 y 2. (41) Gen. 9, 13.
(4 0 ) G e n . 9, 16.
716 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 93, 14

más aguas del diluvio que destruyan E n prenda, Venerables Hermanos, de


todos los vivientes(42>. Ciertísimamente, estas gracias, a vosotros y a vuestro
si confiamos como es debido en María pueblo concedemos con toda caridad en
Santísima, sobre todo ahora que con el Señor la Bendición Apostólica.
más ardorosa piedad celebramos su
Concepción Inm aculada, aun en estos Dado en Roma, en San Pedro, a 2 de
tiempos conoceremos que es aquella Febrero del año 1904, prim ero de Nues­
mism a Virgen potentísim a que con su tro Pontificado.
planta virginal quebrantó la cabeza
de la serpiente(áS\ 12 PIO PAPA X.
(12) Gen. 9, 15
Oficio, Inmac. Concepción.
04Q

ENCICLICA “IUCUNDA SANE” (*>


(12-III-1904)

DEL SANTISIMO SEÑOR NUESTRO, POR LA PROVIDENCIA DIVINA


PAPA PIO X, EN OCASION DEL SOLEMNE CENTENARIO
DE SAN GREGORIO MAGNO

A los Venerables Hermanos, Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás


Ordinarios, que están en paz y comunión con la Apostólica Sede

PIO PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I. Objeto de la Encíclica: Recordar m agisterio enseñó, como de las que


el XIII centenario de la muerte de santam ente realizó.
San Gregorio Magno. Se acerca, Vene­ Porque si él con la fuerza de sus
rables H erm anos, la feliz recordación preceptos y la fecundidad de sus v irtu ­
del grande e teincomparable varón” des m arcó tan amplias, tan hondas y
el Pontífice Gregorio, el prim ero de firm es huellas en la Iglesia de Dios que
este nom bre, cuyo solemne centenario, con justicia alcanzó de sus contem po­
hemos de celebrar al cum plirse los 1300 ráneos y de la posteridad el nom bre de
años de su m uerte. “Magno”, y sigue mereciendo hoy, des- 514
Y pensam os que no sin particular pués de tantos siglos, la alabanza ins­
providencia de Dios que mortifica y crita en su sepulcro: “Vive siempre
vivifica..., humilla y e x a l t a h a sido por sus innúmeras buenas obras”
dispuesto que, entre los casi innum era­ es realm ente imposible que a aquellos
bles cuidados de Nuestro apostólico que con la gracia de Dios siguen sus
ministerio, entre tantas congojas que adm irables ejemplos, no les sea dado
Nos aportan los muchos y gravísimos cum plir fielmente sus cargos, en lo que
negocios de la Iglesia confiada a Nues­ la hum ana flaqueza permite.
tro gobierno, entre las solicitudes que
Nos aprem ian, tengamos la inm ensa sa­ 2. Ambiente histórico al asumir Gre­
tisfacción, junto con vosotros, V enera­ gorio el Pontificado. Apenas si es ne­
bles H erm anos, llam ados a participar cesario seguir lo que es conocido a
de Nuestro apostolado, y con los fieles todos por los m onum entos de la histo­
todos encomendados a Nuestro cuidado, ria. La perturbación en el orden p ú ­
de volver Nuestras m iradas, ya desde blico había llegado al máximo, cuando
los comienzos de Nuestro sumo P onti­ Gregorio subió al sumo Pontificado. La
ficado, hacia este santísim o e ilustre Edad Antigua estaba extinguiéndose; y
Predecesor Nuestro, honra y gloria de habiéndose resquebrajado el poder de
la Iglesia. los rom anos, los bárbaros habían inva­
Pues el alm a se alza a una gran con­ dido todos los dominios. Italia, abando­
fianza en su patrocinio poderosísimo nada de los em peradores bizantinos, se
ante Dios, y se alegra con la m em oria había casi convertido en presa de los
así de acuellas cosas que en su sublime *1 Longobardos, los cuales, sin estar aún
(*) A. S. S. 36 (1901) 513-529. Traducción especial para la primera edición.
(1) Martyrol. Rom. 3 Sept. (3) Apud Joann. Diac. Vita Greg. 4, 68 (Migne
(2) Reyes 2, C, 7. PL. 75, col. 221-C).
— 717 —
7 J8 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1904) 94, 3~4

organizados, excursionaban por todas Roma la fecundidad de su activa vo­


partes, desvastándolo todo a hierro y luntad, y la empleó enteram ente para
fuego, y sem brando por todas partes el bien del pueblo.
dolor y la m atanza. Resistió con fortaleza a las injustas
Esta m ism a Roma, am enazada desde pretensiones de los em peradores bizan­
fuera por los enemigos, y azotada por tinos; como público defensor de la ju s­
dentro por la peste, las inundaciones y ticia social, quebrantó la audacia de
el ham bre, había caído en tal miseria, los exarcas y adm inistradores del Im pe­
que ninguna esperanza ya quedaba de rio y puso valla a su baja avaricia.
m antener no sólo los ciudadanos, sino Amansó la ferocidad de los Longo-
tam poco la m ultitud hacinada que en bardos, no temiendo en modo alguno
ella estaba refugiada. Y podían verse salía al encuentro de Agilulfo a las
personas de todo sexo y condición, puertas de Roma, para persuadirle que
obispos, sacerdotes que llevaban los desistiese en el sitio de la ciudad, lo
vasos sagrados salvados de la rapiña, mismo que el Pontífice L eón el Gran ­
religiosos, las castas esposas de Cristo, de había hecho con A tila . Y no cesó
que con la fuga tratab an de escapar a la en sus ruegos y suave persuasión, ni
espada del enemigo o a la deshonesta dejó de trab ajar con toda sagacidad
violencia de los corrom pidos. El m is­ hasta que vio a aquella tan temida
mo Gregorio llam a a la Iglesia de gente en paz al fin, y constituida bajo
Roma: “nave vieja y violentamente la form a más equitativa de una repú­
quebrantada... pues por todas partes la blica, con la avuda principalm ente de
invaden las olas, y las carcomidas ta­ la piadosa reina T eodolinda , su hija
blas sacudidas por la continua y fu­ en Cristo.
riosa tempestad anuncian el naufra­ Por lo cual Gregorio se conquista
gio con toda justicia el nom bre de guardián
y libertador de Italia, es decir de esta
3. Su acción restau rad ora. Pero el
tim onel que Dios había suscitado era
tierra, que él dulcemente llam a suya (7).
de m ano poderosa, y gobernado con
habilidad el tim ón no sólo llevó la 4. F ren te a las herejías y la conver­
nave a puerto seguro entre las agitadas sión de B retaña. Gracias a su incesante
tempestades, sino que tam bién pudo actividad pastoral se extinguen en Italia
asegurarla p ara las torm entas futuras. y en Africa los restos de antiguos erro­
Admirable de verdad es todo lo que res, en la Galia se organiza la Iglesia,
hizo en el lapso de poco m ás de trece en España los Visigodos com pletan su
años de gobierno. Pues se afirm ó co­ comenzada conversión, los célebres pue­
mo restaurador de toda la vida cristia­ blos de Bretaña, que “situados en un
na, excitando la piedad de los fieles, rincón del mundo se habían mantenido
observancia en los m onasterios, la dis­ infieles en el culto de los árboles y las
ciplina en los clérigos, la pastoral soli­ piedras”4(S)6, tam bién se acercan a la
citud de los Obispos. verdadera fe de Cristo. Al recibir la no­
Como “prudentísimo padre de la fa­ ticia de esta tan preciosa conquista Gre­
milia de Cristo”^ , conservó y aum entó gorio se llenó de aquel júbilo con que
el patrim onio de la Iglesia, en bene­ un padre recibe el abrazo del hijo que­
ficio del pueblo necesitado, de la socie­ rido, refiriendo todo a Jesús Salvador
dad cristiana y de cada una de las igle­ “por cuyo amor — dice— buscábamos
sias, socorriéndolas con largueza según en Bretaña los hermanos que no cono­
la necesidad de cada uno. Verdadera - cíamos, y con cuya ayuda hemos en­
“hecho embajador de Dios”(Q\ ex­ contrado a los que, aun sin conocerlos,
tendió hasta m ás allá de los m uros de buscábamos”
(4) Registrum 1, 4 ad Joann. episcop. Constan- (7) Registr. 5, 36 (40) ad Mauricium Aug. PL.
tinop (Migue PL. 77, col. 447-B). 77, 765 s).
(8) Registr. 8, 29 (30) ad Eulog. episc. Alexan.
(5) Joann. Diac. Vita Greg. 2, 51 (Migue 75, (PL. 77, 932-B).
col. 109-B). (9) Registr. 11. 36 (28) ad Auaustin. Anglorum
(6) Inscr. sepulcr. (Migne 75, 221-C). episcp. (Migne PL. 77, col. 1138-C).
94, 5 E n c íc l ic a “ Iu c u n d a sane” 719

Y ese pueblo se m ostró tan agrade­ Y es igualmente evidente que acre­


cido al Santo Pontífice, que llegó a lla­ centó su fuerza y su poder, m as no co­
marle “nuestro maestro, nuestro após­ mo los príncipes del m undo, el que,
tol, nuestro Papa, nuestro Gregorio” y teniendo la más alta dignidad pontifi­
se consideró como el sello de su apos­ cia, quiso el prim ero llam arse “Siervo
tolado. de los siervos del Señor”; y que se abrió
En fin, fue tan ta en él la fuerza de camino no solamente con la ciencia
su obra, y su robustez, que la m em oria profana, o “con las palabras volubles
de las obras por él hechas está m uy de la humana sabiduría”(12>; ni con los
profundam ente im presa en el ánimo de consejos tan sólo de la prudencia del
la posteridad, y en especial de la Edad mundo, ni con los planes preparados en
Media a la que llevaba en cierto modo largas modificaciones y luego llevados
el espíritu que él le infundiera, que a la práctica para restaurar la sociedad,
tom ada sus palabras como si fueran su ni tam poco — cosa adm irable— con al­
alimento, que conform aba su vida y gún vasto proyecto concebido en su
costumbres a sus ejemplos, dando así m ente para cum plirlo poco a poco en
paso felizmente en todo el orbe a la su apostólico ministerio, sino que por
edad cristiana, sobre la rom ana que, el contrario, como es sabido, estaba
con el curso de los siglos, había dejado convencido de la proxim idad del fin del
totalm ente de existir. m undo y de que, en consecuencia, poco
516 “;Esta mudanza es la obra de la dies­ tiem po quedaba para grandes obras.
tra del Altísimo!”. Pero puede afirm ar­ De constitución sobrem anera deli­
se con certeza que G r e g o r io estuvo en­
cada y enfermiza, afectado por largas
teram ente persuadido de que ninguna enfermedades, m uchas veces en peligro
otra m ano sino la de Dios hab ía reali­ de m uerte, gozaba sin embargo de una
zado tales cosas. increíble fortaleza de ánim o a la que
Pues acerca de la conversión de Bre­ siempre daba nuevo alim ento la fe viva
taña habla al santo m onje Agustín con en las palabras infalibles de Cristo y
estas palabras, que pueden entenderse en sus divinas promesas. Ponía su m á­
extendiéndolas a todas las demás obras xima confianza en la fuerza conferida
de su apostólico m inisterio: “¿De quién por Dios a la Iglesia, con la cual podía
es esta obra, dice, sino de aquel que desem peñar fielmente su m inisterio en
dice: «Mi Padre y yo hasta ahora obra­ la tierra.
mos juntos» ?Go) “e i qU6f para mostrar
al mundo que lo convertía a sí no por P or lo cual fue propósito de toda su
la sabiduría de los hombres, sino por su vida — como lo com prueban cada una
propio poder, eligió para predicadores de sus palabras y acciones— alim entar
suyos, que envió al mundo, a hombres en sí mismo esa fe y confianza, excitar­
iletrados, y sigue obrando así ahora, la vivamente en los demás, y seguir, en 517
pues se ha dignado hacer grandes cosas cuanto le fuera posible, lo m ejor, hasta
en los pueblos anglos por medio de los el últim o día de su vida.
débiles”í51011). De ahí la firm e voluntad del santo
varón por dirigir hacia el bien común
5. Sus dotes de gobierno y fortaleza aquella riquísim a abundancia de dones
espiritual. Mas de ninguna m an era se celestiales con que Dios enriqueció la
Nos oculta lo que escapaba totalm ente Iglesia; como son: la infalible verdad
a los ojos del santo Pontífice, que p en­ de la doctrina revelada, su eficaz p re­
saba de sí como de cosa vil; su pericia dicación que ilum ina al m undo, los sa­
en los asuntos a tratarse, su sagaz in ­ cram entos, que tienen el poder de dar
genio p ara term inar con felicidad lo y aum entar la vida del alm a, y en fin
comenzado, su adm irable prudencia p a­ la gracia de las súplicas hechas en
ra disponer las cosas, su asidua vigi­ nom bre de Cristo, prenda del auxilio
lancia e ininterrum pida solicitud. celestial.
(10) Joann. 5, 17. (12) I Cor. 2, 4.
(11) Registr. 11, 3G (28) PL. 77, 1139-B).
720 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1904) 94, 6-7

6. Parangón entre la Iglesia en tiem­ rechazar los dogmas de la fe y m ostrar


pos de San Gregorio y los actuales; su como absurda toda su enseñanza. Pero
perennidad. El recuerdo de estas co­ m ientras la historia considera a todos
sas, Venerables H erm anos, Nos es su­ esos argum entos olvidados y destruidos 5is
mam ente grato, ya que al m irar en de­ de raíz, la luz de la verdad resplandece
rredor Nuestro, desde esta cima de las desde la ciudadela de P edro con el m is­
m urallas Vaticanas, no podemos dejar mo fulgor, que Jesús encendió con su
de sentir el mismo o quizás m ayor te­ nacimiento y alim entó con las divinas
m or que el que dom inaba a Gregorio. palabras: “el cielo y tierra pasarán, pe­
Tantas tem pestades se levantan por to ­ ro mis palabras no pasarán” 4>.
das partes, tantas adiestradas falanges Nosotros, fortalecidos en esta fe, afir­
de enemigos aprem ian, y a tal punto m ados sobre esta roca, — m ientras ob­
estamos desprovistos de todo auxilio servamos con la m ente y con los ojos
hum ano, que no hay m anera de recha­ todas las gravísimas obligaciones del
zar aquéllas ni de resistir al ím petu de sagrado Pontificado, al mismo tiempo
éstos. que su vigor em anado del cielo— , tra n ­
Pero considerando que allí donde quilos esperamos hasta que se acallen
pise Nuestro pie, estará constituida esta las voces de tantos vociferadores que
Sede Pontificia, en la fortaleza de la dicen haberse acabado la Iglesia Cató­
Santa Iglesia Nos sentimos seguros. lica y caído eternam ente su doctrina;
“¿Quién en verdad ingora —así escri­ en una palabra, haber llegado a tal
bía Gregorio al patriarca de A lejandría punto que se vea obligada a adm itir
E ulogio— que la santa Iglesia está ba­ los dictados de la ciencia y de la hum a­
sada en la solidez del príncipe de los nidad que rechazan a Dios, o a a p a rta r­
Apóstoles, el cual llevó en su nombre se de la sociedad de los hombres.
esa fortaleza, de tal modo que se llamó
Pedro, derivando de piedra?” ^13>. 7. Necesidad de la Iglesia y su acti­
Esa fortaleza divina de la Iglesia no
tud ante el poder civil. En tal situa­
faltó en ningún m om ento, ni las p ro ­
ción sin embargo, no podemos hacer
mesas de Cristo h an fallado; antes bien,
otra cosa que, con el mismo Gregorio,
perseveran tales como alentaron el áni­
traer a la m em oria de todos, grandes y
mo de Gregorio, y aun se robustecen
pequeños, cuán necesario es refugiarse
m ucho más p ara Nosotros ante la com ­
en la Iglesia, por medio de la cual se
probación de tantos siglos y tantas vi­
da así la salvación eterna, como la paz
cisitudes. y hasta la m ism a prosperidad de esta
Los reinos y los im perios han desa­
vida terrena.
parecido; han perecido las gentes escla­
recidas por la fam a de su nom bre y P or lo cual, para usar de las palabras
por los elogios del m undo; las mismas del santo Pontífice, “dirigid, como ha­
naciones m uchas veces se han aniqui­ béis comenzado, los pasos de la mente
lado como envejecidas. Pero la Iglesia, hacia su pétrea solidez, en la que sabéis
sin debilitarse en su naturaleza, unida que Nuestro Redentor, fundó su Iglesia
al celestial Esposo con lazo indisoluble, en todo el mundo, a fin de que los pa­
perm anece en esta flor de su eterna sos rectos del corazón sincero no tropie­
juventud, gozando de la m ism a fo rta­ cen con caminos desviados”<15). Sola
leza con que nació del traspasado co­ la caridad de la Iglesia y la unión con
razón de Cristo m uerto en la Cruz. ella “une lo dividido, ordena lo desor­
Los poderosos de la tierra se lanza­ denado, reúne lo desigual, perfecciona
ron contra ella. Desaparecieron éstos, lo imperfecto”(16>.
pero ella sobrevivió. Maestros famosos Debe tenerse bien presente que “na­
idearon argum entos filosóficos de una die puede gobernar bien las cosas terre­
variedad casi infinita, p ara refutar si­ nas si no sabe tratar las cosas divinas”,
quiera una vez la doctrina de la Iglesia, y que “la paz de la república depende
(13) Rcgistr. 7, 37 (40) PL. 77, 899-A). (16) Registr. 5, 58 (53) a Virgil.,- obispo (PL.
(14) Mateo 24, 35. 77, 7 8 2 -B ).
(15) Registr. 8, 24 ad Sabin. (PL. 77, 936-C).
94, 8 E n c íc l ic a “ Iu c u n d a sa n e’ 721

de la paz de la Iglesia toda”^D. De to uso de la razón y, para la disciplina


aquí la sum a necesidad de una perfecta de las costumbres, sacaban para ello
concordia entre la potestad eclesiástica toda su fuerza de la doctrina revelada
y la civil, con lo cual quiso la providen­ y de los preceptos del evangelio.
cia de Dios que am bas con m utuo auxi­ Pero en aquel tiempo los pueblos,
lio se ayudaran. “Pues para esto el po­ aunque rudos, incultos y salvajes, eran
der... ha sido dado desde el cielo sobre ham brientos de vida; y ésta no podía
todos los hombres: para que sean ayu­ darla nadie sino Cristo por su Iglesia:
dados los que desean el bien, para que “Yo vine para que tengan vida y la
el camino del cielo sea más asequible, tengan en abundancia” (22). Tuvieron en
para que el reino de la tierra ayude a verdad vida y la tuvieron abundante.
la conquista del reino del cielo” (18). Pues de la Iglesia no puede venir sino
vida sobrenatural, y ésta lleva en sí y
De estos principios em anaba aquella desarrolla tam bién las fuerzas vitales de
invencible fortaleza de G r e g o r io , que orden natural. “Si la raíz es santa, tam­
con la ayuda de Dios procurarem os bién lo serán las ramas” — escribe P a ­
im itar, proponiéndonos defender por b l o a los paganos— “...tú, siendo olivo
todos los medios y hasta lo último los silvestre, has sido injertado en aquellas,
derechos y privilegios, cuya custodia y y hecho partícipe de la raíz y de la rica
protección está encom endada al Pontí- savia del olivo” (23).
19 fice rom ano, ante Dios y ante los hom ­
bres. P or lo cual el mismo G r e g o r io 8. El m odernism o, enemigo actual de
escribe a los patriarcas de A lejandría y la Iglesia. Pero nuestra época, aunque
Antioquía, que cuando se tra ta de los disfrute de tanta luz de cristiano hum a­
derechos de la Iglesia “aún con la nismo que bajo ningún concepto puede
muerte debemos mostrar que no ama­ com pararse con la edad de G r e g o r io ,
mos nada nuestro, si es con daño de la parece sin embargo desechar aquella
c o l e c t i v i d a d Y a M a u r ic i o A u g u s ­ vida, de la cual principalm ente, y con
t o : “Aquel que, por arrogancia de va­ frecuencia únicamente, han de ser ex­
nagloria, levanta su cabeza contra el traídos, como de su fuente, no solam en­
Señor omnipotente y contra lo estable­ te los bienes pasados sino tam bién los
cido por los Padres, ni con la espada, presentes.
lo espero de Dios omnipotente, hará Y no solamente, como alguna vez al
doblegar la mza” (20). Y al diácono nacer errores y divisiones, ella misma 520
S a b i n i a n o escribe: “Tú sabes cómo so­ se poda como ram a inútil, sino que
porto tales cosas yo que estoy dispuesto hiere la profunda raíz del árbol, que es
a morir antes que hacer degenerar a la Iglesia, y trata de agotarle la savia
la Iglesia del beato apóstol P e d r o . T ú vital para con más seguridad a rru i­
conoces bien mi carácter, que soporto narlo de modo que ningún brote pueda
m ucho tiempo, pero cuando me decido echar en el futuro.
una vez a no soportar más tiempo, me Este m oderno error, el m ayor, del
enfrento alegre con todos los pe­ cual fluyen los demás, es la causa p o r­
ligros” *21*. Igualm ente el Pontífice que Nos condolemos por tan grande
G r e g o r io hacía públicas num erosas daño de la salud eterna de los hombres
advertencias; y aquellos a quienes iban y Dor tanto detrim ento que padece la
dirigidas las obedecían. Así, prestando religión, espantándonos ante su inm i­
dócil oído tanto los príncipes como los nencia si no se pone remedio.
pueblos, el m undo volvía sobre el ca­ Se niega que haya algo superior a la
m ino de la verdadera salvación, y se naturaleza; que haya un Dios creador
encam inaba hacia una hum anidad ta n ­ de las cosas, cuya Providencia todo lo
to más noble y fecunda cuanto más rige; que puedan producirse milagros;
fuertem ente fundam entada p ara el rec­ y quitadas estas cosas necesariam ente

en ) Registr. 5, 37 (20) ad Mauric. Aug. (PL. 77, (20) Registr. 5, 37 (20) (PL. 77, 747-B).
744-D). (21) Registr. 5, 6 (4, 47) (PL. 77, 721-A)..
OS'» Reeistr. 3, 01 (05) ad Mauric. Aug. (22) Juan 10, 10.
(19)Registr. 5. 41 (43) (PL. 77, 774-B). (23) Ad Rom. 11, 16, 17.
722 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1904) 94, 9-10

se destruyen los fundam entos de la re ­ argum entos muchos se dejan engañar,


ligión cristiana. Se atacan aun los argu­ hasta alejarse de la fe, o debilitarse en
mentos por los cuales se dem uestra la ella.
existencia de Dios, y con tem eridad in­ Hay tam bién quienes, constantes en
creíble se va contra los prim eros p rin ­ su fe, se irritan contra la disciplina crí­
cipios de la razón, se repudia aquella tica, considerándola demoledora, cuan­
irresistible fuerza de argum entación do ella en realidad está libre de culpa,
por la cual se llega a través de los y legítimamente usada conduce a feli­
efectos hasta la causa, esto es, Dios y ces investigaciones. Pero ni unos ni
sus atributos no circunscritos por lí­ otros consideran con atención lo que
mite alguno. “Sus atributos invisibles equivocadamente ponen y presuponen,
se hacen visibles por la creación del esto es, la ciencia de falso nombre, p a r­
mundo, al ser contemplados a través de tiendo de la cual necesariam ente caen
las cosas que han sido hechas”(24\ en las demás falsedades. Un falso p rin ­
Fácil es desde allí el paso a otros cipio de filosofía inevitablemente co­
m onstruosos errores que repugnan a la rrom pe todo lo que de él dimana.
recta razón y son perniciosos a las Estos errores empero nunca podrán
buenas costumbres. ser suficientemente refutados a no ser
que, cambiando el frente de batalla, es
9. El Criticism o histórico y sus fal­ decir, sacando a los que yerran del re­
sedades. Pues, en efecto, la negación fugio de su crítica, donde se creen se­
gratuita del principio sobrenatural, que guros, se los lleve al legítimo campo
es propia de la “ciencia de falso nom­ filosófico, del cual alejados cayeron en
bre” se convierte en postulado de el error.
una crítica histórica igualm ente falsa. Da pena entre tanto, volver a traer
Todo lo que por cualquier razón atañe contra hom bres de mente sutil y de
al orden sobrenatural de las cosas, ya ingenio, las palabras de P ablo, que in ­
sea porque lo constituye, o porque está crepa a los que desde lo terreno no se
unido a él, o porque lo presupone, o elevan hasta las cosas invisibles: “Se
finalm ente porque si no es por él no se envanecieron con sus pensamientos y se
pueden explicar m uchas otras cosas, oscureció su necio corazón; llamándose
todo eso, sin previa investigación algu­ sabios, se hicieron necios”<26>. Pues en
na, es borrado de las páginas de la his­ verdad ha de llam arse necio aquel que
toria. Así la divinidad de Jesucristo; su gasta las energías de su m ente en fa ­
encarnación por obra del E spíritu San­ bricar sobre arena.
to; su resurrección, por su propia v ir­
tud, de entre los m uertos; en fin, todos 10. D años que se siguen de estas
los demás dogmas capitales de nuestra doctrinas. No m enos han de lam en­
fe. Y una vez iniciado este falso cam i­ tarse los daños que de esta negación
no, la ciencia ya no se ajusta a ninguna se siguen para las costum bres de los
ley crítica y lo que no se allana a su hombres, y para la vida de la sociedad.
ánim o belicoso, o lo que estima contra­ Pues, quitada la opinión de que, ade­
decir a su dem ostración, todo esto es más de esta naturaleza visible, hay algo
arrancado de los sagrados libros. Y una divino, nada queda, que reprim a las
vez quitado el orden sobrenatural es ocasiones exacerbadas o torpes que
forzoso erigir la historia de los orígenes arrastran a los esclavizados espíritus a
de la Iglesia sobre otros fundam entos; las peores maldades. Pues, “Dios los
así, los constructores de nuevas teorías entregó a los deseos e impurezas de sus
falsean a su gusto los documentos, p re­ corazones; para que sean ultrajados en
sentándolos no según el sentido del au ­ sí mismos”W .
tor, sino según sus propios gustos. A vosotros, Venerables Hermanos, de
Con el gran aparato de doctrina de ninguna m anera se os oculta cuánta
éstos, o con la artera fuerza de sus corrupción de costum bres se extiende
(24) Rom. 1, 20. (26) Rom. 1, 21-22.
(25) I Timot. 0, 20. (27) Rom. 1, 24.
04, 11-12 E n c íc l ic a “ I u c u n d a sane” 723

por todas partes, la que no podrá ser do a Cristo. Pero he aquí que esa mole
contenida por el poder civil, a no ser nuevam ente reconstruida se derrum ba,
que acuda a la ayuda del orden más quebrantando la cabeza de los que la
alto, que hemos mencionado. Ni siquie­ han edificado. Mientras que Jesús, la
ra p ara sanar las demás enferm edades piedra angular de la sociedad hum ana,
tendrá poder la autoridad hum ana, si perm anece; com probándose de nuevo la
se olvida o niega que toda potestad sentencia de que sólo en El está la sal­
proviene de Dios. vación. “Esta es la piedra que ha sido
Pues en tal caso, el único freno con despreciada por vosotros en vuestra
que se pueden regir las cosas es la construcción, y que ha llegado a ser la
fuerza, que no siempre se aplica ni piedra angular, y no hay salvación en
siempre se tiene a m ano; con lo cual otro alguno”(S0K
el pueblo padece de una como enfer­
m edad oculta, desprecia todas las cosas, 12. Defensa por medio de la oración
pregona el derecho de obrar a su arb i­ y la predicación de la verdad. P or eso
trio, suscita sediciones, prep ara tu rb u ­ com prenderéis fácilmente, Venerables
lentas revoluciones en la república, y H erm anos, cuán gran necesidad urge a
trastorna todos los derechos divinos y cada uno de nosotros de suscitar, con el
hum anos. m ayor ánimo que podamos y con las
Quitado Dios, no queda respeto algu­ fuerzas que tengamos, esta vida espiri­
no por las leyes de la ciudad, por las tual en todos los órdenes de la sociedad
instituciones fundam entales, se despre­ hum ana, desde el más hum ilde artesa­
cia la justicia, se oprim e hasta la m is­ no, que gana su pan con el diario sudor
m a libertad, que es de derecho n atural; de su frente, hasta los poderosos, árbi­
y se llega hasta disolver los lazos de la tros de la tierra.
familia, prim ero y firm ísim o fu nda­ Prim eram ente se debe pedir, con p re­
mento de la sociedad civil. P or eso su­ ces privadas y públicas, la m isericordia
cede que, en estos tiempos hostiles a de Dios, para que esté presente con su
Cristo, m ás difícilmente se puedan apli­ poderoso auxilio, clam ando como en
car los eficaces remedios que Cristo dio otro tiempo los Apóstoles en medio de
a la Iglesia p ara m antener en sus de­ la tem pestad: “Sálvanos, Señor, que
beres a los pueblos. perecemos”
Aunque esto no basta. Gregorio dice
11. U nicam ente en Cristo está la ser falta del obispo el que, llevado del
salvación. E n ninguna parte, sin em ­ am or del sagrado retiro y de la afición
bargo, sino en Cristo está la salvación: a la oración, no salga a pelear denoda­
“Pues ningún otro nombre bajo el cielo dam ente por la causa del Señor, dicien­
ha sido dado a los hombres, en el cual do: Vanamente tiene nombre de Obis-
podamos ser salvos” (282930). Es necesario p o (32).
pues volver a El, echarse a sus pies, Y con razón; pues la luz debe ser
beber de aquellos divinos labios p ala­ llevada a las mentes con la continua
bras de vida eterna; pues sólo puede predicación de la verdad y la valiente
indicar el camino p ara recuperar la refutación de las erradas opiniones por
salud, sólo puede enseñar la verdad, medio de la verdadera y sólida ciencia,
sólo puede llam ar a la vida, aquel que de la filosofía y la teología y por todos
dijo de sí: “Yo son el camino, la verdad, los medios que los genuinos adelantos
la vida”(2d\ de la investigación histórica ofrecen.
Se ha tentado de nuevo u n a recons­ Es necesario además inculcar a todos
trucción, sin Cristo, de la hum anidad; los ejemplos dejados por Cristo, de
se comenzó a edificar dejando de lado modo que aprendan a ejercer el dom i­
la piedra angular, cosa que Pedro ya nio de sí mismos, dom inar los im pul­
reprochaba a los que habían crucifica­ sos, reprim ir la hinchada soberbia, obe-
(28) Act. 4, 12. (31) Mateo 8, 25.
(29) Juan 11, G. (32) Registr. 6, 63 (30) (PL. 77, 822-B). Cfr. Re-
(30) Act. 4, 11, 12. gu. P a st. 1, 5 (PL. 77, col. 18-19).
724 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1904) 94, 13-14

decer a la autoridad, respetar la ju sti­ piedades intrínsecas de nuestro apos­


cia, unirse todos en el am or, suavizar tolado, ya veis, Venerables Hermanos,
la aspereza de las diferencias de fo rtu ­ cuánto yerran quienes creen m erecer
na en la sociedad por medio de la cari­ bien de la Iglesia y cooperar fructuo­
dad cristiana, a p a rta r la m ente de los samente en la eterna salvación de los
bienes terrenos, estar contentos con la hom bres si, con cierta prudencia p ro ­
suerte que la Providencia les haya de­ fana, enseñan m uchas doctrinas de la
parado, hacerse m ás benignos en el ciencia de falso nombre, llevados de
desempeño de sus oficios y aspirar a la la vana esperanza de poder así atraerse
vida futura, con la esperanza del eterno más fácilmente la sim patía de los que 524
galardón. están en el error, pero en realidad po­
Hay que cuidar sobre todo de que niéndose ellos mismos en peligro de
estas cosas se introduzcan en los áni­ perdición. Pero la verdad es una e indi­
mos firm em ente, p ara que la verdadera visible; y es eterna en su duración, y
y sólida piedad eche raíces profundas, no sujeta a la m udanza de los tiempos:
p ara que cada uno cum pla no sólo de “ Jesucristo, ayer y hoy; y por todos
palabra sino en los hechos sus deberes los siglos"(33435>.
de hom bre y de cristiano y se acoja También se engañan sobrem anera
con la confianza de un hijo a la Iglesia aquellos que, al otorgar beneficios p ú ­
y a sus ministros, por cuyo m inisterio blicos, especialmente defendiendo los
pidan ser de los admitidos, se fortalez­ intereses de sus conciudadanos, se preo­
can con la gracia de los Sacramentos, cupan sobrem anera de aquello que ata ­
y acomoden su vida a los preceptos de ñe al sustento y cuidado del cuerpo, y
la ley cristiana. pasan en silencio la salud de las almas
y los gravísimos deberes de la profesión
13. La caridad en el Sagrado m inis­ cristiana.
terio. Es necesario que acom pañe a Ni se avergüenzan de cubrir como
estas partes principales del oficio sa­ con velos algunos de los más altos p re­
grado la caridad de Cristo, con cuyo ceptos del evangelio, temerosos quizá
im pulso nadie hay a quien no levante­ de que sean por ello menos escuchados
mos estando caído, no consolemos es­ o abandonados.
tando afligido, y ninguna necesidad No será ciertam ente ajeno a la p ru ­
hay que no auxiliemos. dencia el proceder con cautela, aún tra ­
A esta caridad entreguém onos total­ tándose de la exposición de la verdad,
mente, a ella se d irija toda nuestra acti­ cuando hay que tra ta r con aquellos que
vidad, sean pospuestas a ella todas sienten aversión por Nuestras institu­
nuestras utilidades y comodidades, de ciones y están enteram ente alejados de
modo que “hechos todo para todos" (33), Dios. De ahí la frase de Gregorio: “las
busquemos la salvación de todos aún heridas que deben ser curadas, antes de­
con el precio de la vida, según el ejem ­ ben ser palpadas con mano suave" <36).
plo de Cristo que pide esto de los pas­ Pero esta m ism a cautela se conver­
tores de la Iglesia: “El buen pastor da tirá en una prudencia de la carne, si
la vida por sus ovejas"(34>. En estas se hace norm a de obras constante y
insignes palabras está referido lo que común, y tanto más, porque por ella
Gregoro dejó escrito, y que está mucho parecería ser tenida en poco la gracia
m ejor expresado en los numerosos divina; la cual no se concede solamente
ejemplos de su adm irable vida. al sacerdocio y a sus ministros, sino a
todos los fieles de Cristo para que nues­
14. Peligro de los que se acercan al tros dichos y hechos brillen en sus al­
error para salvar a los que erran. Mas mas. Y esta prudencia fue desconocida
porque estas cosas dim anan necesaria­ de Gregorio tanto en la predicación
m ente de la naturaleza de los principios del evangelio, como en sus demás obras
de la revelación cristiana, y de las p ro ­ adm irables para levantar al prójim o de
(33) I Cor. 9, 22. (36) Registr. 5, 44, (18) al ob. Juan de Constan-
(34) Juan 10, 11. tinopla (PL. 77, 738-D).
(35) Ilebr. 13, 8.
94, 15-16 E n c íc l ic a “ Iu c u n d a s a n e ’' 725

las miserias. Siguió constantem ente las tiempos, sino tam bién para los nues­
huellas de los Apóstoles, cuya voz, tros.
cuando com enzaron a recorrer el m u n ­ Él mismo, según escribe el relator de
do p ara anunciar a Cristo, fue ésta: su vida, dirigía “como un Argos la mi­
“Predicamos a Cristo crucificado, que rada de su pastoral solicitud a través
es escándalo vara los Judíos y necedad de todo el mundo”(4o) para advertir en
para los gentiles”^ . el instante si algún vicio o negligencia
Y si hubo tiempo en que la ayuda se notaba en el clero. Y aún el solo pen­
de la prudencia hum ana parecía opor­ samiento del peligro de que la bajeza
tuna en sumo grado, fue ciertam ente y la corrupción pudieran invadir las
aquel en que no había ninguna p rep a­ costum bres de los clérigos, le llenaba
ración de los ánimos p ara seguir doctri­ de pavor.
na tan nueva, tan repugnante a las in ­ Si descubría algún acto contra la
clinaciones naturales, tan opuesta a la disciplina de la Iglesia, se angustiaba
floreciente cultura de los griegos y ro ­ por ello y nada había que lo tranquili­
manos. Con todo, este género de p ru ­ zara. Entonces se le podía ver am o­
dencia los apóstoles a quienes eran nestando, corrigiendo, am enazando a
patentes los divinos decretos, lo creye­ los culpables con las penas canónicas,
ron ajeno a sí; “plugo a Dios salvar a aún aplicándolas a veces, separando
los creyentes por la locura de la predi­ asimismo de sus cargos a los indignos,
cación”<38). sin dem ora alguna y sin aceptar razo­
Esa locura, ahora como siempre, nes de ninguna índole.
5 “para aquellos... que son salvos, es de­ Aconsejaba además m uchas otras co­
cir para nosotros, es la virtud de sas, que se leen con frecuencia en sus
Dios”(39). E n el escándalo de la cruz, escritos expresadas con estas palabras:
así como antes, así tam bién en lo fu tu ­“¿Con qué ánimo hace de intercesor
ro, h allarán las arm as más poderosas; ante Dios en favor del pueblo, quien no
como en tiempos pasados, así en lo sabe que mora siempre en su gra­
sucesivo nuestra victoria estará en ese cia por los méritos de su vida
signo.15 “Pues si las pasiones viven en sus
obras, ¿tocado de qué presunción se
15. La creación de Obispos y la fo r­ aferra en curar, el que en su rostro
m ación del Clero. Estas arm as, sin lleva la llaga?” ¿Qué frutos podrán
embargo, Venerables H erm anos, perde­ esperarse de los fieles de Cristo, si los
rán toda su fuerza, y no serán útiles pregoneros de la verdad “combaten con
para nada, si son m anejadas por quie­ sus costumbres lo que predican con las
nes no llevan una vida interior unida a palabras?” “En verdad no puede
Cristo, por quienes no están afirm ados destruir los delitos ajenos aquel a quien
en la verdadera piedad, por quienes no destruyen los propios”(44>.
arden en el deseo de extender la gloria
de Dios y su reino. Y todo esto creyó 16. El modelo del verdadero sacer­
G r e g o r io ser de tal m anera necesario, dote. Así juzga y describe el m odelo 526
que ponía todo su cuidado en crear de verdadero sacerdote: “el que mu­
Obispos y Sacerdotes a quienes veía riendo a todas las pasiones de la carne,
abrasados con grande deseo del honor vive espiritualmente; el que pospuso los
divino y de la salud de los hom bres. bienes del mundo; el que no teme nin­
Esto se propuso en un libro in titu ­ guna adversidad y sólo desea los bienes
lado teRegla pastoral”, en que se dan espirituales;... el que no se deja llevar
norm as p ara la buena form ación del a desear de lo ajeno, sino que es pró­
clero y el gobierno de los Obispos; n o r­ digo con lo propio; el que por sus en­
mas no sólo útilísim as p ara aquellos trañas de piedad se inclina más rápida-
(37) I Cor. 1, 23. (41) Reg. Past. 1, 10 (PL. 77, 23-C).
(38) I Cor. 1, 21. (42) Reg. Past. 1, 9 (PL. 77, 22-D).
(39) I Cor. 1. 18. (43) Reg. Past. 1, 2 (PL. 77, 15-C).
(49) Joann. Diac., lib. 2, c. 55 (PL. 75, 112-C). (41) Reg. Past. 1, 11 (PL. 77, 26-C).
726 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1904) 94, 17

mente al perdón, pero nunca, al perdo­ deplorables hay que atribuirlas a la


nando, desciende de aquel alto castillo, soberbia y contum acia de unos pocos.
que es la rectitud, más de lo conve­ Lejos, m uy lejos estén de todo cargo
niente; el que no comete cosa ilícita los suscitadores de discordias; pues ni
alguna, sino que deplora como propias la Iglesia necesita de estos apóstoles,
las cometidas por otros; el que con ni éstos hacen apostolado por Cristo
afectuoso corazón se duele de la enfer­ crucificado sino que son apóstoles de
medad ajena; y el que se alegra por el sí mismos.
bienestar y adelantos del prójimo; el Todavía Nos parece tener ante Nues­
que da buen ejemplo a los demás en tros ojos la imagen de Gregorio, en el
todo lo que haga de modo que ante Concilio pontificio de Letrán, rodeado
ellos no tenga que avergonzarse de na­ por una corona de obispos congregados
da; el que se preocupa por vivir de mo­ desde todas partes, en presencia de
do que pueda regar los corazones se­ todo el clero de Roma. ¡Qué fecunda
dientos del prójimo; el que en la asidua exhortación acerca de los deberes de
oración y con la experiencia aprendió los clérigos fluye de su boca! ¡Qué fue­
que puede obtener de Dios lo que le go de ardor le consume! Su discurso, a
pide” *45*). modo de rayo, fulm ina la depravación
de los hom bres; son sus palabras como
17. Especial cuidado en la promo­ otros tantos azotes que sacuden a los
ción al sacerdocio de parte de los sumidos en la inercia; son, llam as del
obispos. ¡Cuán seriam ente, V enerables am or divino que exhortan aun las al­
H erm anos, u n Obispo debe consultar m as m ás fervientes. Leed enteram en­
consigo mismo y con Dios, antes de te, Venerables Hermanos, y proponed a
im poner las m anos a los nuevos levitas! la lectura y consideración de vuestro
“Ni por el favor, o súplica de nadie clero, principalm ente en el sagrado re­
— dice Gregorio— se atreva a promo­ tiro anual, esta adm irable hom ilía del
ver a las sagradas Ordenes, sino a aquel santo Pontífice*48).
que muestre ser digno de ello, por la El santo, no sin gran aflicción de su
calidad de su vida y de sus actos” *46). alma, se lam enta de esto y de otras
¡Cuánto debe reflexionar antes de con­ cosas: “He aquí que el mundo está lle­
fiar los deberes del apostolado a los no de sacerdotes, sin embargo apenas
sacerdotes recién ungidos! Los cuales, se encuentra un operario en la mies de
si no han sido probados adecuadam ente Dios; porque recibimos, ciertamente, el
bajo el vigilante cuidado de p rudentí­ oficio sacerdotal, pero no cumplimos las
simos sacerdotes; ni ofrecen pruebas en obligaciones de tal oficio” *49L ¿Cuán­
que conste claram ente la honestidad de to vigor, en verdad, adquiriría hoy la
su vida pasada, un carácter inclinado Iglesia, si tuviera tantos operarios como
a la piedad, un ánim o dispuesto a obe­ sacerdotes? ¿Cuán ricos frutos sacarían
decer a todo aquello que ha establecido los hom bres de la vida divina de la
el uso constante de la Iglesia, o ha sido Iglesia, si todos se dedicaran a exten­
confirm ado por una larga experiencia, derla?
o les fuere m andado por los Obispos Al hablar así, Gregorio excitó viva­
que el Espíritu Santo puso para regir m ente la actividad en el divino servicio,
la Iglesia de Dios, desem peñan su sa­ y con su impulso hizo que se m antu­
cerdocio no p ara salud del pueblo cris­ viera en los tiempos posteriores. Por lo
tiano, sino p ara su perdición*47). cual la edad Media se distingue por una
Pues sem brarán discordias, organi­ nota diríam os Gregoriana, pues casi
zarán rebeliones más o menos ocultas, todos sus adelantos son debidos a este
dando al pueblo el triste espectáculo de pontífice, sea el ordenam iento del clero,
voluntades discrepantes en Nuestra sean las grandes obras de caridad y
grey, cuando en realidad estas cosas beneficencia pública, o la enseñanza de
(45) S. G r e g ., Regula Past. 1, 10 (PL. 77, 23). (48) Iiom. in Evang. 1, 17 (PL. 76, col. 1138-
(4fi) Resistr. 5, 63 (581 ad universos eniscopos 1149).
de Helladia, prov. de Constant. (PL. 77, 794-A). (49) IbiiL n. 3 (PL. 76, col. 1139-C v D ).:
(47) Act. 20, 28.
94, 18-19 E n c íc l ic a “ I u c u n d a sane’ 727

una más perfecta santidad, y un m ejor mas de todos aparezca m ás alta y más
establecimiento de la vida religiosa, o perfecta, de suerte que ya los indivi­
finalm ente la organización de las cere­ duos, ya la familia, ya la sociedad h u ­
monias y del canto Sagrado. m ana gocen de una más próspera vida?
Fue en verdad ésta la fuerza que a
18. El depósito inm utable de ver­ los bárbaros convirtió de feroces en
dades de la Iglesia no contradice a hum anos; que recuperó la perdida dig­
la verdadera ciencia. V erdaderam ente nidad de la m ujer; que sacudió el yugo
otros m uy diversos tiempos se han su­ de la esclavitud; que restauró el orden,
cedido. Mas cual lo hemos dicho m u ­ restituidos con equidad los vínculos que
chas veces, en la vida de la Iglesia nada relacionan las distintas clases sociales;
ha cambiado. Pues ella tiene esta fu er­ que prom ulgó la verdadera libertad, y
za, recibida en heredad de su divino aseguró la tranquilidad en la fam ilia y
Fundador, con la que en todos los tiem ­ en la vida civil.
pos, por diferentes que sean entre sí,
puede no sólo proveer a las almas, lo 19. La Iglesia y las Artes. F inalm en­
cual es su obligación, sino tam bién in ­ te, las artes, levantadas al eterno m o­
fluir en gran m anera en el verdadero delo de toda belleza, Dios, del cual
progreso de la hum anidad, lo cual se dim anan todo el contenido y las form as
consigue por la naturaleza m ism a de que hay en la naturaleza de las cosas,
su m inisterio. se ap artan más fácilm ente de lo sensi­
Ni es posible tam poco que las verda­ ble y vulgar, y expresan m ucho más
des reveladas que han sido encom enda­ vivamente la idea concebida en la m en­
das p ara su custodia a la Iglesia, dejan te, en lo cual consiste la vida del arte.
de prom over lo que hay de verdadero,
bueno y herm oso en la naturaleza de Y apenas puede decirse cuánto bien
* las cosas terrenas; y ello tanto más efi­ trajo esta inclinación de las artes por
cazmente cuanto m ayor sea la relación la religión, a cuya divinidad presentan
con el principio de toda verdad, bondad las artes lo m ejor de su fecundidad y
y herm osura, que es Dios. abundancia, herm osura y elegancia. He
Grande es la utilidad que presta a la aquí el origen del Arte Sagrado, en
ciencia hum ana la doctrina de Cristo, el cual se han fundam entado y siguen
ya porque por ella su cam po se am plía fundam entándose todas las artes p rofa­
ante las cosas nuevas que tam bién en el nas. Esto lo hemos tratado, hace muy
orden natu ral deben estudiarse; ya por poco, en Nuestro “Motu proprio”, al
que por ella se allana el camino recto volver a traer a sus antiguas norm as el
para la investigación y se alejan los canto rom ano y el canto sagrado.
errores acerca de la disciplina y del Y las demás artes están sujetas a las
camino p ara conseguirla. mismas leyes, cada una según su m ate­
Como en el puerto la luz que res­ ria, de modo que, lo que se diga del
plandece desde el faro descubre a los canto se aplica tam bién a las artes de
navegantes en su nocturna travesía m u ­ la pintura, escultura y arquitectura, lu- 529
chas cosas que perm anecían ocultas, m iñosas creaciones del ingenio hum ano
envueltas en tinieblas; así advierte los que la Iglesia siempre ha promovido y
escollos que han de evitarse, en los protegido.
que se estrellaría la nave y naufragaría. El género hum ano entero, nutrido
Y en lo que pertenece a disciplina de con este m anjar sublime, erige las m o­
las costum bres, ya que el Señor Salva­ les de los templos donde en la m orada
dor nos propone como suprem o ejem ­ de Dios como en el lugar m ás adecuado,
plo de perfección, la m ism a divina bon­ las mentes se vuelven en medio de una
dad, Su P a d re (50), ¿a quién se oculte, m aravillosa copiosidad de obras de
cuantos estímulos se le añaden p ara arte, entre augustas ceremonias y sua­
que la ley n atu ral esculpida en las al­ vísimos cánticos.
(50) Matth. 5, 48.
728 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1904) 94, 20

Estos beneficios, según dijimos, pudo do. Pero esto que decimos lo obtendre­
prestar Gregorio a su época y a la pos­ mos orando con vosotros mejor que ha­
teridad. Esos mismos beneficios, sobre blando. Oremos: Dios, que nos quisiste
cuya solidez nos asentamos, y con cu­ nombrar pastores del pueblo, ayuda, te
yos medios hemos sido preparados, po­ lo rogamos para que ante tus ojos
d rán conseguirse, si estos bienes, que podamos ser verdaderos pastores como
gracias a Dios aún los hay, son con­ los labios humanos nos llamanf^ 2K
servados con toda diligencia, y si las Mientras esperam os que, por la in ter­
instituciones que se hubieran desviado cesión del santo Pontífice Gregorio,
del camino son “restauradas en Cris- Dios escuche benigno estas súplicas, os
fo” <51>. im partim os la Apostólica Bendición,
augurio de dones celestiales y testim o­
20. E xhortación final. Nos es grato nio de Nuestra paterna benevolencia,
poner fin a esta N uestra Carta con las a vosotros, Venerables Hermanos, y a
mismas palabras con que Gregorio te r­ vuestro clero y pueblo.
minó aquel m em orable discurso p ro ­
nunciado en el Concilio Pontificio de Dada en San Pedro de Roma, el 12
Letrán: “Esto meditadlo bien en vos­ de Marzo, en el año 1904, fiesta de San
otros, Hermanos, y entregadlo a vues­ Gregorio I9, P apa y Doctor de la Igle­
tro prójimo; preparaos para devolver a sia, en el prim er año de Nuestro P o n ­
Dios Omnipotente el fruto que habéis tificado.
sacado del negocio a vosotros encarga­ PIO PAPA X.
(51) Efes. í, 10. (52) Hom. in Evang., lib. 1, homil. 17. n. 18
(Migne PL. 76, col. 1149-B y C).
os

ENCICLICA “ACERBO NIMIS” ^


(15-IV-1905)

SOBRE LA IMPORTANCIA FUNDAMENTAL DE LA ENSEÑANZA


CATEQUISTICA

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I. D olorosas comprobaciones de luto la tierra y desfallecerán todos


sus moradores(2K
1. Causas de los males presentes.
13 Los secretos designios de Dios Nos han 2. Ignorancia de la religión. ¡Cuán
levantado de N uestra pequeñez al cargo fundados son, por desgracia, estos la ­
de Suprem o P astor de la grey entera mentos, hoy que existe tan crecido n ú ­
de Cristo en días bien críticos y am ar­ m ero de personas en el pueblo cristiano
gos, pues el enemigo de antiguo anda que ignoran totalm ente las cosas que
alrededor de este rebaño y le tiende se han de conocer para conseguir la
lazos con tan pérfida astucia, que aho­ eterna salud! Al decir pueblo cristiano,
ra principalm ente, parece haberse cum ­ no Nos referim os solamente al pueblo,
plido aquella profecía del Apóstol a los o a las clases inferiores, a quienes ex­
ancianos de la Iglesia de Efeso: Sé cusa con frecuencia el hecho de h allar­
que... os han de asaltar lobos voraces se sometidas a hom bres tan duros que
que destrocen el rebañoH). De este m al apenas les dejan tiempo de ocuparse de
que padece la religión no hay nadie a sí mismas, ni de las cosas que les ata­
quien anim e el celo de la gloria divina ñen, sino que tam bién y principalm ente
que no investigue las causas y razones, hablam os de aquellos a quienes no falta
sucediendo que, como cada cual las entendimiento, ni cultura, y hasta se
halla diferentes, propone diferentes m e­ hallan adornados de profana erudición,
dios, conform e a su personal opinión, a pesar de lo cual en las cosas de reli­
para defender y restau rar el reinado gión viven de la m anera más tem eraria
de Dios en la tierra. No proscribimos, e im prudente que puede imaginarse.
Venerables Herm anos, los otros juicios,
más estamos con los que piensan que 3. Indiferencia ante las verdades re­
esta depresión y debilidad de las almas, ligiosas. ¡Difícil es pon d erar lo espe
de que resultan los m ayores males, p ro ­so de las tinieblas que los envuelven y
vienen principalm ente de la ignorancia —lo que es más triste— la tranquilidad
de las cosas divinas. E sta opinión con­ con que perm anecen en ellas! De Dios,
cuerda enteram ente con lo que Dios soberano Autor y M oderador de todas
mismo declaró por su profeta Oseas: las cosas, y de la sabiduría de la fe
No hay conocimiento de Dios en la cristiana, nada se les da; de m anera
tierra. La maldición9 y la mentira, y el que verdaderam ente nada saben de la
14 homicidio, y el robo, y el adulterio lo Encarnación del Verbo de Dios, ni de
han inundado todo; a la sangre se aña­ la perfecta restauración del género h u ­
de sangre, por cuya causa se cubrirá)(* m ano consum ada por El; nada saben
(*) ASS. 37 (1904/05) 613-625. Consulte para la mejor comprensión de la historia y el texto de esta
Encícl’'•'i ’ns no+as 22-23 de la presente Encíclica en la pág. 734 y sobre todo 29 en la pág. 736. (P. H.).
(1) Hechos 20, 29. (2) Oseas, 4, 1-3.
— 729 —
730 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1905) 9.5, 4-5

de la gracia, principal auxilio para dos, sino como prudentes. Por tanto,
alcanzar los eternos bienes; nada del no seáis indiscretos, sino atentos, sobre
Sacrificio augusto ni de los Sacram en­ cuál es la voluntad de Dios^K
tos, m ediante los cuales conseguimos y
conservamos la gracia. E n cuanto al II. N ecesidad de la Instrucción reli­
pecado, ni conocen su malicia ni el giosa y sus beneficios
oprobio que trae consigo, de suerte que.
no ponen el m enor cuidado en evitarlo, Sentencia justa; porque la voluntad
ni borrarlo, y llegan al día postrero en hum ana apenas conserva algún resto de
disposición tal, que p ara no dejarlos sin aquel am or a la honestidad y la recti­
alguna esperanza de salvación, el sacer­ tud, puesto en el hom bre por Dios,
dote se ve en el caso de aprovechar Creador suyo, am or que le im pulsaba
aquellos últim os instantes en enseñar­ hacia un bien, no entre sombras, sino
les sum ariam ente la Religión, en vez de claram ente visto. Más, depravada por
emplearlos, principalm ente, según con­ la corrupción del pecado original, y
vendría, en m overlos a efectos de cari­ olvidándose de Dios, su Hacedor, la
dad; esto si no ocurre que el m oribun­ voluntad hum ana se vuelve a am ar la
do padece tan culpable ignorancia que vanidad y buscar la m entira. E xtravia­
tenga por inútil el auxilio del sacerdote da y ciega por las m alas pasiones, ne­
y se resuelva tranquilam ente a trasp a­ cesita un guía que le m uestre el camino
sar los um brales de la eternidad sin h a ­ para que se restituya a la vía de la
ber satisfecho a Dios por sus pecados. justicia que, desgraciadamente, aban­
5 P or lo cual Nuestro predecesor B ene ­ donó. Este guía, que no hay que buscar
dicto XIV escribió justam ente: Afirma­
fuera del hom bre, y del que la misma
mos que la mayor parte de los conde­ naturaleza le ha provisto, es la propia
nados a las penas eternas padecen su razón; más, si a la razón falta aquella
perpetua desgracia por ignorar los mis­ luz, herm ana suya, que es la ciencia de
terios de la fe, que necesariamente se las cosas divinas, vendrá a suceder que
deben saber y creer para ser contado un ciego guíe a otro ciego, y que
entre los elegidos ambos caigan en el hoyo. El santo rey
D avid , glorificando a Dios por esta luz
4. Las m alas pasiones y la m ala vida de la verdad que había infundido en
engendran esta ignorancia. Siendo esto razón hum ana, decía: Impresa está, Se­
así, Venerables Herm anos, ¿qué tiene ñor, sobre nosotros la luz de tu rostro.
de sorprendente, pregunto, que la co­
Y señalaba el efecto de esta com unica­
ción de la luz, añadiendo: Tú has in­
rrupción de las costum bres y su de­
fundido la alegría en mi corazón^
pravación sean tan grandes y crezcan alegría con que dilatándose el corazón,
diariam ente, no digo en las naciones corre por la senda de los m andatos
bárbaras, pero hasta en los mismos divinos.
pueblos que llevan el nom bre de cris­
tianos? Con razón decía el Apóstol S an 5. La D octrina cristiana y las V irtu­
P ablo, escribiendo a los Efesios: La des Teologales. Fácilm ente se descubre
fornicación y toda especie de impureza, que es así, porque, en efecto, la doctri­
o avaricia, ni aún se nombre entre vos­ na cristiana nos hace conocer a Dios,
otros, como corresponde a santos, ni y lo que llamamos sus infinitas perfec­
tampoco palabras torpes, ni truhane­ ciones, harto m ás hondam ente que las
rías Como fundam ento de este p u ­ fuerzas naturales. ¿Y cómo esto? Man­
dor y santidad con que se m oderan las dándonos a un tiempo mismo reveren­
pasiones, puso la ciencia de las cosas ciar a Dios por obligaciones de fe, que
divinas: se refiere a la razón; por deber de espe­
Y así, mirad, Hermanos, que andéis ranza, que se refiere a la voluntad; y
con gran circunspección; no como ne­*4 por deber de caridad, que se refiere al
is) Instit, 27, 18. (5) Efesios 5, 15 y 17.
(4) Efesios 5. 3 y 4. (6) Salmo 4, 6.
95, 6-7 E n c íc l ic a “A cerbo N im is ” 731

corazón, con la cual deja al hom bre costumbres no pueden existir con la
enteram ente sometido a Dios, su Crea­ ciencia de la Religión. Pluguiese a Dios
dor y Moderador. De la m ism a m anera, que los hechos dem ostrasen lo contra­
sólo la doctrina cristiana pone al hom ­ rio. Pero entendemos que cuando al es­
bre en posesión de su em inente digni­ píritu envuelven las espesas tinieblas de
dad natural en cuanto hijo del Padre la ignorancia, no pueden darse ni la rec­
celestial, que está en los cielos, que le titud de la voluntad ni las buenas cos­
hizo a su imagen y sem ejanza p ara tum bres, porque si cam inando con los
vivir con El eternam ente dichoso. Pero ojos abiertos puede apartarse el hom ­
de esta m ism a dignidad y del conoci­ bre del buen camino, el que padece de
miento que de ella se ha de tener infiere ceguera está en peligro cierto de des­
Cristo que los hom bres deben am arse viarse. Añádase que en quien no está
como herm anos y vivir en la tierra co­ enteram ente apagada la antorcha de la
mo conviene a los hijos de la luz, no fe, todavía queda esperanza de que se
en comilonas y borracheras, no en des­ enmiende y sane la corrupción de cos­
honestidades y disoluciones, no en con­ tum bres; más cuando la ignorancia se
tiendas y envidias(7)8; m ándanos asim is­ ju n ta a la depravación, ya no queda
mo que nos entreguemos en m anos de espacio para el remedio, sino abierto el
Dios, que es quien cuida de nosotros; camino de la ruina.
que socorram os al pobre, hagam os bien
a nuestros enemigos y prefiram os los III. El d e b e r p r im o r d ia l d e l s a c e r d o t e
bienes eternos del alm a a los perecede­
ros del tiempo. 7. Misión confiada a los pastores de
almas. Puesto que de la ignorancia de
la religión proceden tantos y tan graves
6. La Humanidad y las Virtudes car­daños y, por otra parte, son tan grandes
dinales. Y sin tocar m enudam ente a la necesidad y utilidad de la doctrina
todo, ¿no es la doctrina de Cristo la religiosa, ya que, desconociéndola, en
que recom ienda y prescribe al hom bre vano sería esperar que nadie pueda
soberbio aquella hum ildad que es m a­ cum plir las obligaciones de cristianos,
nantial verdadero de su gloria? Cual­ conviene saber ahora a quién compete
quiera que se humillare, ése será el ma­ preservar a las alm as de esta perniciosa
yor en el reino de los cielos^. E sta ignorancia e instruirlas en ciencia tan
celestial doctrina nos enseña igualm en­ indispensable. Lo cual, Venerables H er­
te la prudencia del espíritu, que nos manos, no ofrece dificultad alguna,
sirve p ara guardarnos de la carne; la porque ese trascendental cometido re ­
justicia, que nos hace d ar lo suyo a cae en los pastores de almas. Estos,
cada cual; la fortaleza, que nos hace efectivamente, se hallan obligados por
capaces de sufrir y padecer todo gene­ preceptos del mismo Cristo a conocer
rosam ente por Dios y por la eterna y apacentar las ovejas que les están
bienaventuranza; en fin, la tem planza, encomendadas. Apacentar es, ante todo,
que hace p ara nosotros am able la po­ adoctrinar. Os daré pastores... según mi
breza por am or de Dios y que en m e­ corazón, que os apacentarán con la
dio de nuestras hum illaciones nos glo­ ciencia y con la doctrina(9a). Así hablaba
riemos en la cruz. De m anera que por J e r e m ía s , inspirado por Dios; por lo
la sabiduría cristiana, no solamente cual decía el apóstol S a n P a b l o : N o me
nuestra inteligencia recibe la luz que envió Cristo a bautizar, sino a predi­
nos perm ite alcanzar la verdad, pero c a r ^ advirtiendo así que el principal
la m ism a voluntad queda presa de m inisterio de cuantos ejercen de alguna
aquel am or que nos conduce a Dios y m anera el gobierno de la Iglesia con­
nos une a El m ediante el ejercicio de siste en enseñar a los fieles de la cien­
la virtud. cia sagrada.
Lejos estamos de afirm ar que la m a­ Inútil nos parece aducir nuevas pru e­
licia del alm a y la corrupción de las bas de la excelencia de este m inisterio
(7) Romanos 13, 13. (9a) Jerem. 3, 15.
(8) Mateo 18, 4. (9b) I Cor. í, 17.
732 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1905) 95. 7

y de la estimación que de él hace Dios. allá de todos los vientos de opiniones


Cierto es que Dios alaba grandem ente por la malignidad de los hombres...
la piedad que nos mueve a p rocurar el antes bien, siguiendo la verdad con ca­
alivio de las hum anas m iserias, más ridad, en todo vayan creciendo en Cris­
¿quién negará que han de colocarse to, que es nuestra Cabeza<13).
m uy por encim a de ella el celo y tra ­ Por lo cual, el sacrosanto Concilio
bajo, m ediante los cuales el entendi­ de Trento, hablando de los pastores de
m iento recibe las enseñanzas y consejos almas, juzgó que la prim era y m ayor
referentes, no a las necesidades terre­ de sus obligaciones era la de enseñar
nas, sino a los bienes celestiales? Nada al pueblo cristianoH 4). Dispuso, en
puede ser m ás grato a Jesucristo, sal­ consecuencia, que por lo menos los
vador de las almas, que dijo de sí p ro ­ domingos y fiestas solemnes dieran al
pio por el Profeta I s a í a s : Me ha envia­ pueblo instrucción religiosa, y durante
do a evangelizar a los pobres^K los santos tiempos de Adviento y Cua­
Im porta m ucho, Venerables H erm a­ resm a siquiera tres veces por semana.
nos, insistir p ara que entiendan bien Ni esto es todo; porque añade el Con­
todos los sacerdotes que ninguno tiene cilio que los párrocos están obligados,
obligación más grande y deber m ás es­ cuando menos los domingos y días de
trecho. Porque ¿quién negará que en fiesta, a enseñar, por sí o por otros, a
el sacerdote han de unirse la ciencia los niños las verdades de fe y la obe­
y la santidad de la vida ? En los labios diencia que deben a Dios y a sus pa­
del sacerdote ha de estar el depósito de dres; y les m anda asimismo que cuando
la cienciaH°). Y, en efecto, la Iglesia lo hayan de adm inistrar algún sacramento
exige rigurosam ente de cuantos aspiran instruyan en su virtud a los que van a
a ingresar en el sacerdocio. Y esto, ¿por recibirlo, explicándola por medio de la
qué? Porque el pueblo cristiano espera predicación en lengua vulgar.
recibir del sacerdote la enseñanza de
la divina ley y porque Dios le destina IV. D e f i n i c i ó n , d e f e n s a y e l o g io d e la

p ara propagarla. De su boca se ha de ENSEÑANZA CATEQUÍSTICA


aprender la ley, puesto que él es el En su constitución Etsi minime,
ángel del Señor de los ejércitosH1). Por Nuestro Predecesor B e n e d i c t o XIV re­
lo cual, en las Sagradas Ordenes, el sumió estas prescripciones y las deter­
Obispo dice, dirigiéndose a los que van minó claram ente, diciendo: Dos obliga­
a ser hechos sacerdotes: “Que vuestra ciones impone principalmente el Con­
doctrina sea remedio espiritual para cilio de Trento a los pastores de almas:
el pueblo de Dios, y los cooperadores una, que todos los días de fiesta hablen
de nuestro orden sean previsores, para al pueblo acerca de las cosas divinas;
que, meditando día y noche acerca de otra, que enseñen a los niños y a los
la ley, crean lo que han leído y ense­ ignorantes los elementos de la ley divi­
ñen lo que han creído”(12\ na y de la fe. Justam ente distingue este
Si no hay sacerdote alguno a quien sapientísimo Pontífice el doble m iste­
no correspondan estas obligaciones, rio, a saber, la predicación que h a­
¿cuáles no serán las de aquellos que bitualm ente se llam a explicación del
619 por el nom bre y autoridad que ostentan Evangelio, y la enseñanza de la doctri­
y por su m ism a dignidad tienen a su na cristiana. Acaso no falten sacerdo­
cargo y como por contrato la cura de tes que, deseosos de ahorrarse trabajo,
almas? Estos han de ser puestos en crean que con las hom ilías satisfacen la
algún modo en el rango de los pastores obligación de enseñar el Catecismo.
y doctores que Jesucristo dio a los fie­ Quien quiera que reflexione descubrirá
les para que no sean como niños fluc- lo erróneo de esta opinión; porque la
tuantes, ni se dejen llevar de aquí y*102 predicación del Evangelio está desti-
(9C) Lucas 4, 18. (13) Efesios 4, 14 y 15.
(10) Malaquías 2. 7. (14) Sesión 5, c. 2 de Refor. (Mansi 33, col. 30-
(11) Malaquías 2, 7. 31); ses. 22, c. 8 (Denz. nr. 916), ses. 24, c. 4 y
(12) PontiLcal Romano. 7, de Reform.
95, 8 E n c íc l i c a “ A c e r b o N im is ” 733

nada a los que ya poseen los elementos pan la tierra, y la penetran, y la fecun­
de la fe y viene a ser como el pan que dan, a fin de que dé simiente que sem­
debe darse a los adultos; mas, por el brar y pan que comer, así será de mi
contrario, la enseñanza del Catecismo palabra salida de mi boca: no volverá
es aquel alim ento de que el Apóstol a mí vacía, sino que obrará todo aque­
S a n P e d r o quería que todos estuviesen llo que yo quiero, y ejecutará felizmen­
ávidos con sencillez, como niños recién te aquellas cosas a que yo la envié^15K
nacidos. Este oficio de catequista con­ El mismo juicio ha de form arse de
siste en elegir alguna de las verdades aquellos sacerdotes que, por m ejor ex­
relativas a la fe y las costum bres cris­ poner las verdades de la religión, p u ­
tianas y explicarlas en todos sus aspec­ blican eruditos volúmenes, motivo por
tos. Y como el fin de la enseñanza es la el cual son dignos, ciertam ente, de co­
perfección de la vida, el catequista ha piosa alabanza; más sin embargo, ¡cuán
de com parar lo que Dios m anda obrar corto es el núm ero de los aue consultan
y lo que los hom bres hacen realm ente, las obras de esta índole y sacan de ellas
después de lo cual, y habiendo sacado el fruto que correspondería a los deseos
oportunam ente algún ejem plo de la Sa­ del autor! Pero la enseñanza de la doc­
grada Escritura, la H istoria de la Igle­ trina cristiana, si se hace como debe
sia, o las vidas de los Santos, ha de hacerse, nunca es inútil para los que
aconsejar a su auditorio y como seña­ la escuchan.
larle con el dedo la norm a a que debe Conviene repetirlo para inflam ar el
ajustarse la vida, y term inará exhor­ celo de los m inistros del Señor: ya es
tando a los presentes a h u ir de los crecidísimo, y aum enta cada día más,
vicios y practicar la virtud. el núm ero de los que todo lo ignoran
en m ateria de religión, o tienen de Dios
8. Oficio poco grato a las pasiones. y de la fe cristiana concepto tal, que,
No ignoramos, en verdad, que el oficio en plena luz de verdad católica, les
de enseñar la doctrina cristiana no es perm ite vivir como paganos. ¡Ay! Cuán
grato a muchos, que lo estim an en poco grande es el núm ero, no diremos de
y escaso como im propio p ara conseguir, niños, sino de adultos y hasta de ancia­
la alabanza popular; así y todo, enten­ nos encorvados por la edad que igno­
demos que sem ejante juicio pertenece ran absolutam ente los principales m is­
a los que se dejan llevar de la ligereza terios de la fe, y oyendo el nom bre de
más que de la verdad. Ciertamente, no Cristo responden: ¿Quién es... para que
negamos la aprobación debida a los yo crea en £7?(16). De ahí el que tengan
oradores sagrados que, movidos del sin­ por lícito fo rjar y m antener odios con­
cero deseo de la gloria divina, se em ­ tra el prójim o, hacer contratos inicuos,
plean en la defensa y reivindicación de explorar negocios infames, hacer prés­
la fe, o en hacer el panegírico de los tamos usurarios y constituirse en reos
Santos; pero su labor requiere otra de otras prevaricaciones semejantes. De
prelim inar, la de los catequistas, pues ahí que, ignorantes de la ley de Cristo,
faltando ésta, no hay fundam ento, y que no sólo prohibe toda acción torpe,
en vano se fatigan los que edifican la sino el pensam iento voluntario y el
casa. H arto frecuente es que floridos deseo de ella, m uchos que, sea por lo
discursos, recibidos con aplauso por que quiera, casi se abstienen de los pla­
nutridas asambleas, sólo sirvan para ceres vergonzosos, alim entan en sus a l­
halagar el oído y no conm uevan las mas, que no defiende ningún principio
almas. En cambio, la enseñanza cate­ religioso, los pensamientos más perver­
quística, aunque sencilla y humilde, sos, y hacen el núm ero de sus iniqui­
merece que se le apliquen estas pala­ dades m ayor que el de los cabellos de
bras que dijo Dios por I s a í a s : Al modo su cabeza. Y ha de repetirse que estos
que la lluvia y la nieve descienden del vicios no se hallan solamente entre la
cielo y no vuelven allá, sino que empa­ gente ruda del campo y el pueblo más
tié) Isaías 40, 10 y 11. (16) Juan 9, 36.
734 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1905) 95, 9-10

bajo de las ciudades, sino también, y en germen la fe, mas necesita de la


acaso con más frecuencia, entre hom ­ enseñanza de la Iglesia para que esta
bres de otra categoría, incluso entre los fe pueda nutrirse, desarrollarse y dar
622 que se envanecen de su saber y, apoya­ fruto. Por lo cual escribía el Apóstol:
dos en una vana erudición, pretenden La fe proviene del oír, y el oír depende
burlarse de la religión y blasfeman de de la predicación de la palabra de Cris-
todo lo que no conocen(17>. f 0 (J9) y para m ostrar la necesidad de
la enseñanza, añadió ¿Cómo oirán ha­
9. Males que se siguen si no se ense­ blar de El si no se les predica?(20).
ña la D octrina cristiana. Si es cosa
vana esperar cosecha en tierra que no V. L as N ormas
se ha sembrado, ¿cómo pueden espe­
10. Prescripciones p ara la enseñanza
rarse generaciones adornadas de bue­
del catecismo. Si por cuanto se ha
nas obras si oportunam ente no han sido
expuesto hasta aquí ya puede verse cuál
instruidas en la doctrina cristiana? De
es la im portancia de la enseñanza reli­
donde inferim os justam ente que, si la
giosa del pueblo, debemos hacer cuanto
fe languidece en nuestros días a punto
Nos es posible a fin de que la enseñan­
de que en m uchos sujetos parece casi
za de la sagrada doctrina, que sirvién­
m uerta, se ha cum plido descuidada­
donos de palabras de Nuestro Predece­
mente, o se h a omitido del todo, la
sor B enedicto XIV, es la institución
obligación de enseñar las verdades con­
más útil para la gloria de Dios y la
tenidas en el Catecismo. Inútil será de­
salud de las alm as(21), se m antenga
cir, p ara hallar excusa, que la fe nos
siempre floreciente o, donde se haya
ha sido dada gratuitam ente y conferida
descuidado, se restaure. Así, pues, Ve­
a cada uno en el bautism o. Porque,
nerables Herm anos, queriendo cum plir
ciertam ente, cuantos hemos sido b au ti­
esta grave obligación del Apostolado
zados en Jesucristo, fuimos enriqueci­
Suprem o y hacer que donde quiera se 6
dos con la posesión de la fe; mas esta
observen en m ateria tan im portante las
divina semilla no llega a crecer... y
mismas prácticas, en virtud de Nuestra
echar grandes ramas(18) si queda aban­ suprem a autoridad establecemos para
donada a sí m ism a y a su nativa virtud.
todas las diócesis las siguientes disposi­
Tiene el hom bre, desde que viene a este
ciones, que h ab rán de ser rigurosam en­
mundo, facultad de entender; mas esta
te guardadas y cum plidas:
facultad necesita la excitación de la
palabra m aterna p ara convertirse en I. Todos los párrocos (22> y, en gene­
acto, como se suele decir en las escue­ ral, cuantos sacerdotes ejercen la cura
las; y esto precisam ente le sucede al de alm as(23), están obligados a instruir
hom bre cristiano, que, al renacer por por el Catecismo durante una hora en­
el agua y el Santo Espíritu, trae como tera todos los domingos y días de fiesta
(17) Judas,versíc. 10. (23) Los cánones 1329-1335 regulan las obligacio­
(18) Marcos 4, 32. nes del párroco y demás personas que en la
(19) Romanos 10, 17. enseñanza catequística deben intervenir, y seña­
(20) Romanos 10, 14. lan a las personas que deben catequizar y el
(21) Constit. E t s i M i n i m e , 13. San Pío V la lla­ tiempo en que debe realizarse la catcquesis de
mó: “tan piadosa y tan saludable para el Estado... los diferentes grupos. Documentos anteriores
obra santísima” en la Const. E x D e b i t o ; el Can. ilustran esas disposiciones. El IV Concilio Pro­
1333 § 2 la llama “santísima ocupación”. vincial de Milán, presidido por S a n C a r l o s B o -
(22) Los autores discuten si es obligación estric­ r r o m e o mandó que todos los clérigos ayudasen al
tamente personal, como establece el Código Der. párroco en esta tarea todos los Domingos y días
Can. para la homilía dominical, pero hav autores festivos (Parte I, const. 26); el Concilio provin­
graves (como Wernz y Oietti) y otros documentos cial de Nápoles de 1699 mandaba que no se con­
que lo afirman. La P a s t o r a l C o l e c t i v a de los Obis­ firiesen órdenes a quienes no fuesen asiduos cola­
pos del Lacio Superior del 19-IV-1934 dice al boradores del párroco en la enseñanza del Cate­
respecto: “No basta encargar el Catecismo a reli­ cismo (cap. 2 del tít. I; Collect. Lac. I, col. 159).
giosas o jóvenes; no es suficiente la enseñanza En la Constitución E t s i M i n i m e , del 7 de Febrero
religiosa en las Escuelas; el Catecismo a mayo­ de 1742 aconseja Benedicto XIV en el párrafo 6
res o a los pequeños ha de darlo el sacerdote y a los Obispos a) que hagan saber, y lo confirmen
sobre todo el párroco. Es deber suyo terminante, con obras, que no conferirán la Tonsura, ni las
que se deriva de su oficio, del beneficio y de las Ordenes Menores, ni mucho menos las Mayores,
prescripciones canónicas. Quien no lo cumple, o a nadie que no haya ayudado al párroco en la
lo hace descuidadamente, “no hace suyos los enseñanza del Catecismo, y b) que al conferir las
frutos” del beneficio. parroquias y los otros beneficios, se tendrá muy
95, 10 E n c íc l ic a “A cerbo N im is ” 735

del a ñ o (24l, sin exceptuar ninguno, a principalm ente donde ocurra ser escaso
todos los niños y niñas en cuanto deben el núm ero de sacerdotes, tendrán los
creer y obrar p ara alcanzar la salva­ párrocos auxiliares del estado seglar
ción eterna^25). para la enseñanza del Catecismo, los
II. Los mismos h an de p rep arar a cuales se ocuparán en este m iniste­
niñas y niños en época fija del año, y rio, así por celo de la gloria de Dios,
m ediante instrucción que ha de d u rar como por lucrar las Santas Indulgen­
varios días, a recibir dignam ente los cias con que los Romanos Pontífices
Sacram entos de Penitencia y Confir­ han enriquecido esta asociación.
mación. V. E n las grandes poblaciones, y
III. Además, h an de p rep arar con principalm ente donde haya Facultades
especial cuidado a los jóvenes de ambos mayores, liceos y colegios, fúndense es­
sexos p ara que santam ente se acerquen cuelas de religión *2S) para instruir en las
por prim era vez a la Sagrada Mesa, verdades de la fe y la vida cristiana, a
valiéndose p ara este fin de oportunas la juventud que frecuenta las aulas p ú ­
enseñanzas todos los días de Cuaresma, blicas en que no se m encionan las co­
y si fuere necesario, durante varios sas de religión.
otros después de Pascua*26). VI. Porque en estos tiempos de des­
IV. E n todas las parroquias se eri­ orden la edad m adura no está menos
girá canónicam ente la asociación que necesitada que la infancia de instruc­
vulgarm ente se denom ina Congregación ción religiosa, los párrocos y cuantos
de la D octrina Cristiana*27), con la cual,*263 sacerdotes tengan cura de almas, ade-
en cuenta el celo que el candidato haya desple­ gación del Concilio, en fecha 8 y 29-VIII-1744 ya
gado en este ministerio. El Concilio de Valladolid había declarado que no podía tolerarse la costum­
de 1886, “siguiendo los consejos de Benedicto bre de suspender el Catecismo algunos meses,
XIV” impone a los seminaristas, en tiempo de aunque fueran muy pocos o uno solo los oyentes.
vacaciones, y a todos los clérigos no sacerdotes, El Código de Der. Can. no descendió a este deta­
la obligación de auxiliar al párroco en este santo lle, mas no lo desaprueba.
ministerio, bajo pena de no admitirlos a las
Ordenes (Lib. I, tít. 5 § 1, n. 7). El Concilio Ple- (25) Respecto del lugar prescribió el Concilio IV
nario de la América Latina dice en el número de Milán, presidido por S. Carlos Borromeo que
263, citando las palabras del Concilio Tridentino: fuese la parroquia y otros centros. “La enseñanza
“Los que obtienen iglesias parroquiales u otras del Catecismo ha de darse generalmente en la
que tienen cura de almas deben por sí (o por parroquia; pero muchas veces será conveniente y
otros si están legítimamente impedidos), por lo algunas veces necesario, que se establezcan varios
menos, en los días Domingos y fiestas solemnes centros catequísticos en diversas iglesias u orato­
nutrir a los fieles, a ellos encomendados, según rios máxime en las filiales, o en arrabales dis­
su capacidad, con palabras de salud” , rechazando tantes de la parroquia.
cualquier costumbre de no predicar y catequizar. Respecto de la duración el mismo Papa Pío X
En el número 154 dice que “son de alabar los en una carta a su Cardenal Vicario, el 12-1-1905,
clérigos que ejercen tan saludable ministerio, y, que esa preparación a la Penitencia y Eucaristía
según las palabras de San Pío V, los laicos bien debía durar varias semanas y aun tal vez meses,
y piadosamente instruidos que bajo la dirección y según la capacidad de los niños y la naturaleza
con la aprobación de sus pastores merecen bien del Sacramento.
de la Iglesia si se hacen colaboradores de los (26) El Canon 1330 no recogió la disposición
sacerdotes en una cosa de tanta importancia” , y “todos los días de Cuaresma” . El Código añade
en el número 711 que lleva el título: “ De los allí, en cambio, el llamado Catecismo de perse­
catequistas rurales” impone a los sacerdotes que verancia, o sea el Catecismo después de haber
dicen Misa en lugares distantes donde no hay recibido los niños la primera Comunión.
Catecismo, que prediquen y manda a los párro­
cos que vigilen estrictamente el cumolimiento. (27) La Cofradía de la Doctrina fue fundada
La Secretaría de Estado de Pío XII dice al III en el siglo 16 por el seglar Marcos de Sadis -
Congreso Catequístico de Milán, l-X-1949: “Para Cusani quien más tarde, ordenado sacerdote, con
el sacerdote, como por cuantos le ayudan, puede otros constituyó un Instituto religioso de clérigos
decirse que ninguna hora es más preciosa que la (Padres de la Doctrina Cristiana).
empleada en la enseñanza del Catecismo. Para San Pío V, en su constitución Ex debito, 6-X-
esta enseñanza el Concilio de Trento empleó ex­ 1571, elogió la Cofradía de la Doctr. Crist. y le
presión: prinium et máximum officium, el primer concedió indulgencias. Pablo V, por la bula Ex
ministerio y el más grande” . crédito Nobis, 6-X-1607, le confirió el título y los
privilegios de Archicofradía. El Código de Dere­
(24) Lo nuevo y excepcional es el fuerte acento cho Can. de 1917 obliga a establecerla en todas
que Pío X pone en todos los Domingos sin excep­ las parroquias.
ción, desaprobando las vacaciones para la ense­
ñanza de la doctrina cristiana. En una circular (28) El Congreso Catequístico internacional de
del 18-V-1905 dice el Cardenal-Vicario de Pío X Roma, 1950, recogió la idea del Papa de la “Es­
que era voluntad del Papa que cesara la cos­ cuela de Religión” formulando el voto de que
tumbre existente en Roma, de suspender el Ca­ “...9) en cada parroquia se establezcan escuelas
tecismo en algunos meses del año y ciertos días propiamente dichas de Catecismo, distribuidas en
de mayor solemnidad y que nunca se suspendiera clases, con su cátedra, sus bancos o sillas, su pi­
el Catecismo. Anteriormente, la Sagrada Congre- zarrón, registros y cosas similares”.
736 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1905) 9 5 ,1 0

más de la acostum brada hom ilía sobre — lo que sería igual— se cum plan con
el Santo Evangelio que han de tener negligencia y flojedad. P ara evitar esta
todos los días de fiesta en la iglesia p a­ falta, habéis de em plear las recom enda­
rroquial, escojan hora oportuna para ciones m ás asiduas y aprem iantes, a
la m ayor afluencia de fieles — excep- fin de que los párrocos no expliquen el
624 tuando la destinada a la doctrina de los Catecismo sin preparación, mas se p re­
niños— p ara d ar el Catecismo a los paren de antem ano con esmero, para
adultos en form a sencilla y acom odada que no hablen el lenguaje de la sabidu­
a sus inteligencias, debiendo ajustarse ría hum ana, sino con sencillez de cora­
p ara ello al Catecismo del Concilio de zón y sinceridad delante de Dios(3°)
Trento; de tal modo, que en el espacio sigan el ejemplo de Cristo que, m ani­
de tres o cuatro años expliquen cuanto festando cosas que estuvieron ocultas
se refiere al Símbolo, los Sacramentos, desde la creación del mundo^31\ sin
embargo, dijo todas estas cosas al pue­
el Decálogo, la Oración y los M anda­
blo por parábolas, y sin parábolas no
mientos de la Iglesia^29*.
las predicaba(32>. Sabemos tam bién que
Todas estas cosas, Venerables H er­ lo mismo hicieron los Apóstoles, ense­
manos, m andam os y establecemos en ñados por Jesucristo, y de ellos decía
virtud de N uestra autoridad Apostólica, S an Gregorio Magno : Pusieron todo
y por vuestra parte habréis de procu cuidado en predicar a los pueblos igno­
rar, cada uno de vuestra diócesis, que rantes cosas sencillas y accesibles, y no
estas prescripciones se cum plan p u n ­ cosas altas y arduas<33). Pues en las
tualm ente y sin retraso. Velad y cuidad cosas de religión, la m ayor parte de los
con vuestra autoridad p ara que Nues­ hom bres de nuestra edad han de tener­
tros m andatos no caigan en olvido, ni se por ignorantes.
(29) La Encíclica “ Acerbo Nimis” ha ido ma­ instrucción catequística debe proponer una ver­
durando no solo en la inteligencia sino en la vida dad de fe o de moral cristiana y explicarla en
del que fuera más tarde Pío X, o San Pío X; todas sus partes... De esto no ha de deducirse que
por eso, es como pocos documentos pontificios en la práctica del Catecismo se puedan eliminar
personal. Ya como capellán en Tómbolo (1858-1867) la labor y la fatiga; por el contrario, ellas son
le preocuparon los niños y jóvenes y su instruc­ más necesarias de lo que es la composición de
ción religiosa; mas aún como párroco responsable un pomposo discurso. Con razón se ha dicho que
de la enseñanza catequística en Solzano (1867-1875). es más fácil encontrar un predicador famoso que
Obispo de Mantua, señala en la Carta pastoral a un catequista capaz de dar una buena clase de
los párrocos (1885) y en el Sínodo Diocesano de Catecismo. Más aún: por notable que sea la
1888 las normas prácticas que habían de aparecer facilidad que uno pretendiere poseer, nunca po­
en la presente Encíclica, y aun pasar al Código drá dar una lección de Catecismo provechosa sin
de Derecho Canónigo: una preparación esmerada y el pretexto de que
“En todas las parroquias establézcase la escue­ el pueblo es rústico y rudo, agrava la obligación
la de la Doctrina Cristiana; todos los Domingos de intensificar el estudio más de lo que se re­
g fiestas de guardar enséñese el Catecismo en quiere para hablar a las personas cultas e ins­
todas las iglesias; explique el párroco la Doctrina truidas” .
Cristiana a los niños y, en seguida, desde el Como Patriarca de Venecia insiste en una carta
púlpito o cátedra el Catecismo al pueblo. Durante pastoral en que la enseñanza del Catecismo debe
la Cuaresma y el Adviento se deberá desarrollar prevalecer aun sobre el mismo ministerio cultual
una instrucción especial y diaria a los niños para y sacramentario. Recalca también conceptos ante­
prepararlos a la Confesión y Comunión. Los pá­ riores diciendo: “Se predica demasiado y se ins­
rrocos recuerden a los feligreses que no pueden truye poco. ¡Basta de discursos floridos! Predí-
ser absueltos en el confesonario los padres, tuto­ quese al pueblo en forma llana y sencilla la ver­
res o amos que habitualmente impiden a sus hijos dad de la Fe, los preceptos de la Iglesia, las
asistir a la enseñanza de la Doctrina Cristiana” . enseñanzas del Evangelio, los vicios y las virtu­
En la Carta pastoral del 12 de Octubre de 1885 des; pues, sucede con frecuencia que hasta las
escribió la frase fuerte y singular que pasó a mismas personas eruditas en materias profanas,
Acerbo Nimis: “Prefiero enhorabuena que se omi­ ignoran por completo o conocen mal la verdad
tan los sermones de Cuaresma, los cuales, a de la Fe, y saben del Catecismo mucho menos
menudo, resultan absolutamente infructuosos, por­ que los niños retardados. Hay que pensar más en
que el pueblo no los entiende y el distinguido el bien de las almas, que en la impresión que se
orador habla al desierto, y no que los fieles se pretende hacer” .
queden sin la Doctrina Cristiana y sin el Cate­ De estos pensamientos y cartas, de una larga
cismo del párroco” . vida pastoral y convicciones personales definidas
En la misma Carta pastoral expone que la nació la magna Encíclica de la catcquesis popu­
Homilía dominical no puede substituir la Catc­ lar "Acerbo Nim is” que trae pocos documentos
quesis. “La explicación del Evangelio aunque es ajenos pero está impregnada de citas de la Sa­
obligatoria, no puede reemplazar a la instrucción grada Escritura.
catequística, porque son dos deberes completa­ (30) II Corint. 1, 12.
mente distintos. La explicación del Evangelio por (31) Mateo 13, 35.
más que se adapte a la modesta capacidad de (32) Mateo 13, 34.
los oyentes, supone siempre a los fieles ya ins­
truidos en los rudimentos de la Fe, porque ape­ (33) Moral, lib. 17, c. 26 (PL. 75 [I, c. 18, n. 25’
nas si se les recuerdan al pasar; mientras que la col. 539).
95, 11 E n c íc l ic a ‘‘A c er bo N im is ” 737

Pero no queremos que nadie, en ra ­ térm ino de la presente carta estas pala­
zón de esta m ism a sencillez que con­ bras de M o i s é s : El que sea del Señor,
viene observar, imagine que la enseñan­ júntese conmigo^MK Os rogamos y su­
za catequística no requiere trabajo ni plicamos que observéis cuánta es la
meditación. P or el contrario, los exige ruina de las almas que por sí sola
mayores que otra ninguna. Es más produce la ignorancia en las cosas de
fácil hallar un orador que hable con religión. Muchas obras útiles y dignas
abundancia y brillantez, que un cate­ de alabanza se han establecido por vos­
quista cuyas explicaciones m erezcan en otros en vuestras diócesis para bien
todo alabanza; de suerte que por m u­ de vuestros respectivos rebaños; pero,
cha facilidad de form ar conceptos y antes que nada, con toda energía, todo
expresarlos con que le haya dotado la celo y toda la asiduidad posible, cuidad
naturaleza, sépase crue nadie hablará esm eradam ente de que el conocimiento
bien de doctrina cristiana y alcanzará de la doctrina cristiana llene y penetre
fruto en el pueblo y los niños si antes a todas las almas. Comunique cada cual
no se ha preparado y ensayado m edian­ al prójimo — repetim os con el Apóstol
te seria meditación. Se engañan los que S a n P e d r o — la gracia según la recibió,
fiándose de la inexperiencia y torpeza como buenos dispensadores de los do­
intelectual del pueblo, creen que pue­ nes de Dios, los cuales son de muchas
den proceder negligentemente en esta m an eras^ .
m ateria, sino que, al contrario, cuanto Que mediante la intercesión de la
m ayor sea la incultura del auditorio, Inm aculada y Bienaventurada Virgen
m ayor celo y cuidado se requieren p a­ vuestro celo y piadosa industria se ex­
ra acom odar la explicación de las ver­ citen con la bendición apostólica que
dades más sublimes, de suyo tan supe­ am orosam ente os concedemos a vos­
riores a un entendim iento vulgar, a la otros, a vuestro clero y al pueblo que
débil com prensión de los ignorantes, os está confiado, y sea testimonio de
que, no menos que los sabios, necesitan Nuestro afecto y prenda de los divinos
conocerlas p ara alcanzar la eterna bien­ dones.
aventuranza.
Dado en Roma, en San Pedro, el 15
E p íl o g o de Abril del año 1905, segundo de
Nuestro Pontificado.
11. P alab ras finales. Séanos perm i­
tido, Venerables Herm anos, dirigiros al34 PIO PAPA X.
(34) Exocl. 32, 26. (35) Pedro 4, 10.

Encíclicas Pontificias 24
O <6

ENCICLICA “IL FERMO PROPOSITO” (í)


(ll-VI-1905)

“Certum consilium quod usque”


SOBRE LA ACCION CATOLICA (EN ITALIA)

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. La necesidad de la colaboración mundo, acoger Nuestras palabras, cum ­


de cada m iem bro al cuerpo m ístico. plirlas prim ero en sí mismos y ayudar
741 El firm e propósito que, desde el princi­ eficazmente a que se cum plan también
pio de Nuestro Pontificado, concebimos en los demás, cada uno conforme a la
de querer consagrar todas las fuerzas gracia recibida de Dios, conforme a su
que la benignidad del Señor se digna estado y oficio, conform e al celo en
concedernos a la restauración de todas que sienta inflam ado su corazón.
las cosas en Cristo, despierta en Nues­
tro pecho sum a confianza en la po­ 1. L a A c c i ó n C a t ó l i c a , e n g e n e r a l
derosa gracia de Dios, sin la cual es
imposible pensar o em prender aquí en 2. Las asociaciones de la Acción Ca­
la tierra cosa alguna grande y fecunda tólica ya existentes y las orientaciones
p ara la salvación de las almas. Pero al ya dadas. Solam ente querem os traer
mismo tiempo sentimos viva, como aquí a la m em oria aquellas m últiples
nunca, la necesidad de ser ayudados obras de celo en bien de la Iglesia, de
concorde y constantem ente en la noble la sociedad civil y de las personas p ar­
em presa por vosotros, Venerables H er­ ticulares, com únm ente designadas con
manos, llam ados a una parte de Núes- el nom bre de Acción Católica, que por
tro oficio pastoral, y por todos y cada la gracia de Dios florecen, en todas
uno de los clérigos y fieles confiados a partes, y abundan tam bién en nuestra
vuestra solicitud. Todos, en verdad, es­ Italia. Bien se os alcanza, Venerables
tamos llam ados a com poner en la Igle­ Hermanos, en cuánta estima debemos
sia de Dios aquel cuerpo único, cuya tenerlas y cuán íntim am ente anhelamos
742 cabeza es Cristo; cuerpo apretadamente verlas afianzadas y promovidas. No
trabado, como enseña el Apóst ol ( y sólo en varias ocasiones hemos tratado
m uy ensam blado en todas sus ju n tu ­ de ellas en conversaciones con alguno
ras com unicantes, y ello en virtud de al menos de vosotros y con sus princi­
la operación proporcionada de cada pales representantes en Italia, cuando
miembro, de donde precisam ente el Nos ofrecían personalm ente el hom e­
cuerpo mismo recibe su propio acre­ naje de su devoción y afecto filial; mas
centamiento, perfeccionándose poco a tam bién Nos mismo publicamos acerca
poco en el vínculo de la caridad. Y si de este asunto o m andam os publicar
en esta obra de edificación del cuerpo con Nuestra autoridad diversos docu­
de C r i s t o es Nuestro prim er oficio el mentos, que ya conocéis. Verdad es que
enseñar, el señalar el recto camino a algunos de ellos, como lo requerían las
seguir y proponer sus medios, así como circunstancias para Nos dolorosas, más
am onestar y exhortar paternalm ente, bien se enderezaban a quitar de en me­
tam bién es obligación de todos Nuestros dio obstáculos al desarrollo más expe­
hijos dilectísimos, esparcidos por el(*) dito de la Acción Católica y a condenar
(*) A. S. S. 37 (1904-95) 741-765.
(1) Eph. 4, 16. (2) Eph. 4, 12.

— 738 —
90, 3-4 E n c íc l ic a ‘T l ferm o P r o p o s it o ” 739

ciertas tendencias indisciplinadas que natural consecuencia suya. Tan resplan­


con grave menoscabo de la causa co­ deciente es la luz de la católica revela­
m ún se iban insinuando. Pero no veía ción, que esparce por todas las ciencias
Nuestro corazón la hora de deciros el fulgor de sus rayos; tanta la fuerza
tam bién a todos alguna palabra de p a­ de las m áximas evangélicas, que los
ternal aliento y exhortación, con el fin preceptos de la ley natural se arraigan
de que en esta m ateria, libre ya — en lo más hondam ente y se fortifican; tan
que a Nos toca— de impedimentos, se grande, en fin, es la eficacia de la ver­
prosiga edificando el bien y aum entán­ dad y de la m oral enseñadas por Jesu­
dolo con toda am plitud. Gratísimo Nos cristo, que aun el bienestar m aterial de
es, por lo tanto, el hacerlo hoy por las los individuos, de la fam ilia y de la
presentes Letras p ara com ún consuelo, sociedad hum ana halla en ellas provi­
con la seguridad de que Nuestras p ala­ dencial apoyo y vigor. La Iglesia, al
bras serán dócilmente oídas y obede­ predicar a Cristo crucificado, escándalo
cidas por todos. y locura a los ojos del m undo vino a
ser la prim era inspiradora y fautora de
a) Campo de la A. C. la civilización, y la difundió doquier
que predicaran sus Apóstoles, conser­
3. A barca toda la vida cristiana y vando y perfeccionando los buenos ele­
p rocura bienes sobrenaturales. Anchí­ mentos de las antiguas civilizaciones
simo es el cam po de la Acción Ca­ paganas, arrancando a la barbarie y
tólica, pues ella de suyo no excluye adiestrando para la vida civil los nue­
absolutam ente nada de cuanto en cual­ vos pueblos, que se guarecían al am pa­
quier modo, directa o indirectam ente, ro de su seno m aternal, y dando a toda
pertenece a la divina m isión de la Igle­ la sociedad, aunque poco a poco, pero
sia. Muy fácil es descubrir la necesidad con pasos seguros y siempre progresi­
del concurso individual a tan im por­ vos aquel sello tan realzado que con­
tante obra, no sólo en orden a la santi­ serva um versalm ente hasta el día de
ficación de nuestras almas, sino tam ­ hoy. La civilización del m undo es civi­
bién respecto a extender y dilatar más lización cristiana: tanto es m ás verda­
y más el Reino de Dios en los indivi­ dera, durable y fecunda en preciosos
duos, en las fam ilias y en la sociedad, frutos, cuanto es más genuinam ente
procurando cada cual, en la medida de cristiana; tanto m ás declina, con daño
sus fuerzas, el bien del prójim o con la inmenso del bienestar social, cuanto
divulgación de la verdad revelada, con m ás se sustrae a la idea cristiana. Así
el ejercicio de las cristianas virtudes y que aun por la m ism a fuerza intrínseca
con las obras de caridad o de m iseri­ de las cosas, la Iglesia, de hecho, llegó
cordia espiritual o corporal. Este es a ser la guardiana y defensora de la
aquel and ar según Dios, a que nos civilización cristiana. Tal hecho fue re­
exhorta S an P ablo, de suerte que le
conocido y adm itido en otros siglos de
agradem os en todo, produciendo frutos
la historia y hasta form ó el fundam en­
de buenas obras, y creciendo en la cien­
cia divina: “Para que andéis de una to inquebrantable de las legislaciones
manera digna del Señor, procurando civiles. En este hecho estribaron las
serle gratos en todo, dando frutos de relaciones entre la Iglesia y los Estados,
toda obra buena y creciendo en el co­ el público reconocimiento de la autori­
nocimiento de Dios”(3\ 4 dad de la Iglesia en todo cuanto de
algún modo toca a la conciencia, la
4. Los bienes de orden n atu ral. Ade­ sumisión de todas las leyes del Estado
más de estos bienes, hay otros muchos a las divinas leyes del Evangelio, la
que pertenecen al orden natural, a los concordia de los dos poderes, del E sta­
que de por sí no está ordenada directa­ do y de la Iglesia, en procurar de tal
m ente la misión de la Iglesia, pero que modo el bien tem poral de los pueblos,
tam bién se derivan de ella como una que el eterno no padeciese quebranto.
(3 ) C o l. 1, 10. (4 ) I C o r . 1, 23.
740 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1905) 96, 5-8

b) Iglesia y civilización el conjunto de todos y cada uno de los


elementos que la constituyen.
5. Bienes de la sociedad impedidos.
No hace falta deciros, Venerables H er­ c) Perennidad y variedad de la A . C.
manos, qué linaje de prosperidad y
bienestar, de paz y concordia, de respe­ 7. La fuerzas vivas de la Iglesia
tuosa sumisión a la autoridad y de acer­ introducen u n nuevo orden en todo.
tado gobierno se lograría y florecería Y por hacer alto en sola esta últim a
en el mundo, si se pudiera realizar ínte­ parte de la anhelada restauración, bien
gro el perfecto ideal de la civilización veis, Venerables Hermanos, cuánto ayu­
cristiana. Mas, dada la guerra continua dan a la Iglesia aquellas falanges de
de la carne contra el espíritu, de las católicos, que precisam ente se propo­
tinieblas contra la luz, de Satanás con­ nen el reunir y concentrar en uno todas
tra Dios, no es de esperar tal felicidad, sus fuerzas vivas, para com batir por
al menos en su plenitud. De ahí que a todos los medios justos y legales contra 748
las pacíficas conquistas de la Iglesia se la civilización anticristiana: rep arar a
van haciendo continuos ataques, tanto toda costa los gravísimos desórdenes
más dolorosos y funestos cuanto más que de ella provienen; introducir de
propende la hum ana sociedad a re ­ nuevo a Jesucristo en la familia, en la
girse por principios adversos al concep­ escuela, en la sociedad; restablecer el
to cristiano, y, aun más, a apostatar principio de la autoridad hum ana como
totalm ente de Dios. representante de la de Dios; tom ar muy
a pecho los intereses del pueblo, y p a r­
6. Pese a las persecuciones la Iglesia ticularm ente los de la clase obrera y
logrará restau rarlo todo en Cristo. No agrícola, no sólo infundiendo en el co­
por eso hay que perder el ánimo. Sabe razón de todos la verdad religiosa, ú n i­
la Iglesia que contra ella no prevale­ co verdadero m anantial de consuelo en
cerán las puertas del infierno; mas tam ­ los trances de la vida, sino cuidando de
poco ignora que habrá en el m undo enjugar sus lágrimas, suavizar sus pe­
opresiones, que sus apóstoles son en­ nas, m ejorar su condición económica
viados como corderos entre lobos, que con bien concertadas medidas; tra b a ­
sus seguidores serán siempre el blanco ja r por conseguir que las leyes públicas
del odio y del desprecio, como de odio se acomoden a la justicia y se corrijan
y desprecio fue víctim a su divino F u n ­ o se destierren las que le son contrarias;
dador. Pero la Iglesia m archa adelante defender, finalm ente, y m antener con
im perturbable, y m ientras propaga el ánimo verdaderam ente católico los fue­
reino de Dios en donde antes no se ros de Dios y los no menos sacrosantos
predicó, procura por todos medios el derechos de la Iglesia.
rep arar las pérdidas sufridas en el rei­
no ya conquistado. Restaurarlo todo 8. E l au x iliar organizado de la Igle­
en Cristo ha sido siempre su lema, y es sia: la Acción Católica. El conjunto de
principalm ente el Nuestro en los per­ todas estas obras, alentadas y prom o­
turbados tiempos que atravesamos. Res­ vidas en gran parte por los seglares
taurarlo todo, no como quiera, sino en católicos y variam ente trazadas confor­
Cristo; lo que hay en el cielo y en la me a las necesidades propias de cada
tierra, en El, agrega el Apóstol(5); res­ nación y las circunstancias peculiares
tau rar en Cristo no sólo cuanto propia­ de cada país, es precisam ente lo que
m ente pertenece a la divina m isión de con un térm ino más especial y cierta­
la Iglesia, que es guiar las alm as a Dios, mente más noble suele llam arse Acción
sino tam bién todo cuanto se ha deriva­ Católica o Acción de los Católicos. En 749
do espontáneam ente de aquella divina todo tiempo se empleó ella en ser auxi­
misión, en la form a que hemos explica­ liar de la Iglesia; auxilio, que la Iglesia
do, esto es, la civilización cristiana con acogió siempre con benignidad y ben­
(5) Eph. 1, 10.
96, 9-11 E n c íc l ic a ;T l F erm o P r o p o s it o ” 741

dijo, siquiera se haya desarrollado en dero apostolado a honra y gloria del


m uy diversos modos según eran los mismo Cristo. P ara bien cumplirlo,
tiempos. se requiere la gracia divina, la cual
no se otorga al apóstol que no viva
9. A nuevas necesidades, nuevos m é­ unido con Cristo. Sólo cuando hayamos
todos y nuevos m edios. Conviene ya form ado la imagen de Cristo en nos­
ahora notar que no todo lo que pudo otros, entonces podrem os con facilidad
ser útil y aun lo único eficaz en los com unicarla, a nuestra vez, a las fam i­
siglos pasados, sea posible restablecer lias y a la sociedad. Por cuya causa, los
hoy en la mism a form a: radicales son llam ados a dirigir o los dedicados a
los cambios que con el correr de los prom over el movimiento católico han
tiempos se introducen en la sociedad y de ser católicos a toda prueba, conven­
en la vida pública y tantas las nuevas cidos de su fe, sólidamente instruidos
necesidades que el cambio de circuns­ en las cosas de religión, sinceram ente
tancias suscita continuam ente. Pero la obedientes a la Iglesia y en particular 751
Iglesia, en el largo curso de su historia, a esta Suprem a Cátedra Apostólica y al
ha dem ostrado siempre y en todo caso, Vicario, de piedad genuina, de firmes
con toda claridad, que poseía una m a­ virtudes, de costumbres puras, de vida
ravillosa virtud p ara adaptarse a las tan intachable que a todos sirvan de
variables condiciones de la sociedad eficaz ejemplo. Si así no está tem plado
civil, de suerte que, salva siempre la el ánimo, no sólo será difícil que pro­
integridad e inm utabilidad de la fe y m ueva el bien los demás, sino que le
de la m oral, salvos tam bién sus sacra­ será casi imposible proceder con recti­
tísimos derechos, fácilm ente se adapta tud de intención, y le faltarán fuerzas
y se ajusta, en todo cuanto es contin­ para sobrellevar con perseverancia los
gente y accidental, a las vicisitudes de desalientos que lleva consigo todo apos­
los tiempos y a las nuevas exigencias de tolado, las calum nias de los adversarios,
la sociedad. La piedad, dice S an P ablo, la frialdad y poca correspondencia aun
es útil para todo, pues posee promesas de los hom bres de bien, a veces hasta
divinas, así en orden a los bienes de la las envidias de los amigos y com pañe­
vida actual como a los de la fu tu ra ^. ros de acción, excusables sin género de
P or esto también, la Acción Católica, duda, dada la flaqueza de la hum ana
aunque varía oportunam ente en sus condición, pero no menos perjudiciales,
form as exteriores y en los medios que y causa de discordias, de conflictos, de
emplea, perm anece siem pre la m isma domésticas disensiones. Sólo una vir­
en los principios que la dirigen y en tud, paciente y firm e en el bien, y al
el fin nobilísimo que pretende. P or lo mismo tiempo dulce y delicada, es ca­
tanto, p ara que al mismo tiempo sea paz de desviar o dism inuir estas difi­
verdaderam ente eficaz, convendrá ad ­ cultades, de modo que la em presa a que
vertir con diligencia las condiciones que se consagran las fuerzas católicas no se
ella m ism a impone, considerando bien ponga en peligro. Tal es la voluntad de
su naturaleza y su fin. Dios, decía S an P edro a los primitivos
fieles, que obrando bien tapéis la boca
d) El verdadero católico a los hom bres ignorantes: <(Tal es la
10. La reform a fundam ental es la de
voluntad de Dios, que, obrando el bien,
los cristianos mismos. Ante todo ha
amordacemos la ignorancia de los hom­
de quedar bien grabado en lo más p ro ­
bres insensatos”
fundo del corazón que es inútil el ins­ e) Límites de la A. C.
trum ento, si no se ajusta a la obra que
se tra ta de realizar. La Acción Católica 11. La Acción Católica debe em pren­
(como consta con evidencia de lo di­ der obras m orales y m ateriales de
cho) , puesto que intenta restaurarlo trascendencia social. Im porta, además, 752
todo en Cristo, constituye un verda­ precisar bien las em presas en que se
(6 ) I T im . 4, 8. ( 7 a) I P e t . 2, 15.
742 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1905) 9G, 42-14
han de em plear con toda energía y cimientos posteriores, la m ateria sobre
constancia las fuerzas católicas. Deben la que debía versar principalm ente la
ser de tan evidente im portancia, tan Acción Católica, esto es, la solución
adecuadas a las necesidades de la so­ práctica, conforme a los principios cris-
ciedad actual, tan conform es a los inte­ tianos, de la cuestión social. Siguiendo
reses morales y m ateriales, especial­ Nos estas prudentes norm as, por Nues­
m ente del pueblo y de las clases deshe­ tro Motu proprio<7c) del 18 de diciembre
redadas, que al paso que excitan fervo­ de 1903, dimos a la Acción Popular
rosos alientos en los prom ovedores de Cristiana, que abraza en sí todo el m o­
la Acción Católica por el copioso y se­ vimiento social católico, un ordena­
guro provecho que de suyo prometen, miento fundam ental que fuese como la
sean, al mismo tiempo, fácilm ente com ­ regla práctica del trabajo com ún y el
prendidas y bien acogidas por todos. lazo de la concordia y caridad. Aquí,
Precisam ente, porque los graves proble­ pues, y para este fin santísimo y urgen­
m as de la vida social m oderna exigen tísimo, han de agruparse y solidarizarse 754
una solución p ronta y segura, se des­ todas las obras católicas, variadas y
pierta en todos u n vivísimo anhelo de múltiples en la form a, pero todas igual­
saber y conocer los varios modos de mente enderezadas a prom over con efi­
proponer aquellas soluciones en la cacia el mismo bien social.
práctica. Las discusiones en uno u otro
sentido se m ultiplican hoy cada vez 13. Concordia en las obras sociales.
más y se propagan fácilm ente m ediante Mas a fin de que esta Acción social se
la prensa. Es, por lo tanto, de peren­ m antenga y prospere con la debida co­
toria necesidad que la Acción Católica, hesión de las varias obras que la com ­
aprovechándose del m om ento oportuno, ponen, im porta sobrem anera que los
saliendo a la palestra con gallardía, católicos procedan con ejem plar con­
presente su solución y la haga valer cordia entre sí; la cual, por otra parte,
con una propaganda firme, activa, inte­ no se logrará jam ás, si no hay en todos
ligente, disciplinada, tal que directa­ unidad de propósitos. Sobre esta nece­
mente se oponga a la propaganda de sidad no puede caber ningún linaje de
los enemigos. Es de todo punto im po­ duda; tan claros y evidentes son los
sible que la bondad y la justicia de los documentos dados por esta Cátedra
principios cristianos, la recta m oral Apostólica, tan viva es la luz que han
753 profesada por los católicos, el pleno derram ado con sus escritos los más
desinterés de las cosas propias, no de­ insignes católicos de todos los países;
seando clara y sinceram ente sino el tan loable es el ejemplo, que m uchas
verdadero, sólido y suprem o bien del veces aun Nos mismo hemos propuesto,
prójim o, en fin, la evidente capacidad de católicos de otras naciones, los cua­
de prom over m ejor que otros los ver­ les, precisam ente por esta cabal concor­
daderos intereses económicos del pue­ dia y unidad de inteligencia, en corto
blo; es imposible, repitám oslo, que es­ tiempo alcanzaron frutos fecundos y
tos motivos no hagan mella en el enten­ m uy consoladores.
dim iento y corazón de cuantos los oyen,
y no acrecienten las filas, hasta form ar II. L a A. C. en I talia
un ejército fuerte y compacto, dispues­ 14. Forman como centro una Unión
to a resistir valientem ente a la corrien­ Popular católica en todas las naciones.
te contraria, y hacerse respetar por el P ara asegurar, pues, la consecución de
enemigo. todo ello entre las varias empresas dig­
12. Soluciones prácticas de la cues­nas igualmente de encomio, se ha m os­
tión social. E sta suprem a necesidad la trado en otros países singularm ente
advirtió m uy bien Nuestro Predecesor, eficaz cierta institución de índole gene­
de s. m., L e ó n XIII, cuando señaló, ral que, con el nom bre de Unión Popu­
especialmente en la m em orable encí- lar,, está ordenada a ju n tar los católicos
clica Rerum novornm <7b> y en otros do- de todas clases sociales, pero especial-
(7b) León XTII, Rerum nov. 15-V-1891; en esta (7e) Fin dalla prima; en esta Colecc. Encícl.
Colecc. Encícl. 59, 18 pág. 433. 92, pág. 703-706.
96, 15-17 E n c íc l ic a “II ferm o P r o p o s it o ” 743

?55 mente las grandes m uchedum bres del quedó en pie, al disolverse la sobredi­
pueblo, en torno a un solo centro co­ cha Obra de los Congresos, así tendrá
m ún de doctrina, de propaganda y que proseguir tam bién en lo futuro,
organización social. Dicha institución, bajo la solícita dirección de quienes se
porque responde a una necesidad igual­ hallan al frente de ella.
m ente sentida casi en todas partes, y
porque su sencilla constitución provie­ a) Preparación, sin la abstención
ne de la mism a naturaleza de las cosas, política
cuales se hallan igualm ente doquier, no
puede decirse que sea más propia de 16. Medios apropiados a los tiempos
una nación que de otra, sino de todas modernos. Con todo, p a ra que la
aquellas donde se m anifiestan las m is­ Acción Católica sea eficaz en todos
mas necesidades y donde surgen los aspectos, no basta que esté preparada
mismos peligros. Su m ucha populari­ para las necesidades sociales de hoy;
dad la hace fácilmente querida y acep­ conviene tam bién que domine bien to­
table y no estorba ni im pide a ninguna dos aquellos medios prácticos que po­
otra institución, antes bien a todas da nen a su disposición el progreso de los
fuerza y unidad, porque con su organi­ estudios sociales y económicos, la expe­
zación estrictam ente personal incita a riencia alcanzada en otras partes, las
los individuos a en trar en las institucio­ condiciones de la sociedad civil, la m is­
nes particulares, los adiestra para un m a vida pública de los Estados. De otra
trabajo práctico y verdaderam ente p ro ­ suerte, se corre el peligro de andar a
vechoso, y une los ánimos de todos en tientas durante largo tiempo en busca
un sentir y querer único. de cosas nuevas y poco seguras, cuando
las buenas y ciertas tiénense a m ano y
15. Las dem ás instituciones sociales
m uy bien probadas; o, si no, se expo­
h an de agruparse alrededor de la nen a proponer instituciones y m éto­
Unión P opular. Así establecido este dos propios tal vez de otros tiempos,
centro social, las demás instituciones pero que ya no entiende el pueblo; o,
de índole económica, ordenadas a re­ en fin, se ponen en peligro de p arar a
solver el problem a social prácticam ente medio camino, por no valerse, según su
y en sus varios aspectos, hállanse como posibilidad, de los derechos civiles que
espontáneam ente reagrupadas, todas las constituciones ofrecen a todos, y,
juntas, en el fin general que las une; por lo tanto, a los católicos. Detenién­
m ientras que, según las varias necesi­ donos en este último punto es cierto
dades a que se aplican, reciben form as que la actual constitución de los E sta­
diversas y em plean diversidad de me- dos ofrece a todos, sin distinción, la
756 dios, según lo requiera la finalidad p a r­ facultad de influir en la cosa pública;
ticular propia de cada una. Aquí Nos y los católicos, quedando a salvo las
cabe la dicha de expresar N uestra sa­ obligaciones im puestas por la ley de
tisfacción por lo m ucho que en Italia Dios y por los m andatos de la Iglesia,
ya se ha hecho, en esta parte, con la pueden aprovecharse de ese influjo,
firm e esperanza de que, con el favor de con seguridad de conciencia, para m os­
Dios, se h ará m ucho m ás en lo por trarse tan idóneos o más que los otros
venir, consolidando el bien conseguido en el cooperar a la felicidad m aterial y
y dilatándolo con un celo cada vez m a­ civil del pueblo, y granjearse así aque­
yor. E n lo cual se hizo grandem ente lla autoridad y respeto que les haga
benem érita la Opera dei Congressi e posible el defender y propagar bienes
Comitati cattolici, por la actividad inte­ m ás altos, cuales son los del alma.
ligente de los hom bres eximios que la
dirigían y que estaban, y están todavía, 17. Aun en Italia, deben participar
al frente de aquellas particulares insti­ con permiso en la vida política. Mu­
tuciones. P or lo cual, así como ese cen­ chos son y de varia índole estos dere­
tro o unión de obras de índole econó­ chos civiles hasta el de tener parte
mica, por N uestra expresa voluntad directa en la vida política del país
744 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1905) 96, 18-19

por medio de la representación popular la civilización puram ente cristiana, y


en las Cámaras legislativas. Gravísimas de defender al mismo tiempo los inte­
razones Nos disuaden, Venerables H er­ reses supremos de la Iglesia, que son
manos, de seguir la norm a decretada los de la religión y de la justicia.
758 por Nuestro Antecesor de s. m., Pío IX,
y continuada después por el otro P re ­ b) Organización práctica de las
decesor Nuestro, de s. m., L e ó n XIII, diversas obras
en su largo pontificado, en virtud de la
cual queda, generalm ente, prohibida a 19. Aliento para las diversas obras
los católicos en Italia la participación cristianas de iniciativa particular. T a­
en el poder legislativo; además de que les son, Venerables Hermanos, la ín ­
otras razones de no m enor peso, tom a­ dole, objeto y condiciones de la Acción
das del suprem o bien de la sociedad, Católica, m irada respecto a su punto
que a todo trance hay que salvar, pue­ más im portante, que es la solución de
den requerir que en casos particula­ la cuestión social, m erecedora de que
res se dispense la ley, especialmente se apliquen a ella con grandísim a ener­
cuando vosotros, Venerables Hermanos, gía y constancia todas las fuerzas cató­
echéis de ver m uy a las claras la urgen­ licas. Mas esto no excluye el favorecer
te necesidad de ello p ara bien de las y prom over tam bién otras empresas de
almas y de los suprem os intereses de diverso carácter, de diferente organiza­
vuestras Iglesias y pidáis la oportuna ción, pero igualmente encam inadas to ­
dispensa. das a este o esotro bien particular de
la sociedad y del pueblo, y para m ayor
18. Preparación para la participa­ brillo de la civilización cristiana en sus
ción plena en la vida política italiana. diversos aspectos determinados. Nacen
Pero la posibilidad de esta benigna con­ ellas comúnmente, fom entadas por el
cesión Nuestra ha de poner a los cató­ celo de personas particulares, y en cada
licos en la obligación de prepararse diócesis se acrecientan, y a veces se
cuerda y seriam ente, p ara la vida polí­ agrupan en m ás extensas confederacio­
tica, cuando a ella fueren llamados. Por nes. Ahora bien, siempre que sea lau ­
eso, im porta m ucho que aquella m ism a dable el fin que se proponen, que sean
actividad, loablem ente ejercitada ya por firmes los principios cristianos que si­
los católicos en prepararse con buen guen y justos los medios que emplean,
régimen electoral a la vida adm inistra­ tam bién se han de alabar y deben ser
tiva de los Municipios y Consejos p ro ­ alentadas en todas formas. Tam bién a
vinciales, se extienda por igual a p re­ ellas se les dejará una cierta libertad de
pararse convenientem ente y a orga­ organización, ya que no es posible que,
nizarse p ara la vida política, según que cuando m uchas personas concurren ju n ­
lo recomendó con oportunidad en su tamente, se am olden todas por igual y
Circular del 3 de diciembre de 1904 la se ajusten a una dirección única. Ade­
Presidencia general de las Obras eco­ más, la organización ha de nacer, es­
nómicas en Italia. Al mismo tiem po se pontánea, de las m ismas obras, so pena
759 tendrán que inculcar y seguir en la de tener edificios lindam ente fabrica­
práctica los demás principios que regu­ dos, sin fundam ento real, y, por lo ta n ­
lan la conciencia del verdadero católico. to, totalm ente efímeros. Conviene, ade­
Porque el verdadero católico ha de te­ más, tener en cuenta la índole de cada
ner presente, ante todas las cosas y en población. Los usos e inclinaciones son
cualquier coyuntura, que ha de p o rta r­ diversos, según la diversidad de lugares.
se como tal acercándose a los empleos Lo que im porta es trab ajar sobre bue­
públicos y desem peñándolos con el fir­ nos fundam entos, con solidez de princi­
me y constante propósito de prom over, pios, con fervor y constancia; conse­
según su posibilidad, el bien social y guido lo cual, por accidentales se han
económico de la patria, particularm ente de reputar la form a y la figura que las
del pueblo, conform e a las m áximas de varias obras revisten.
96, 20-22 E n c íc l ic a “ II F erm o P r o p o s it o 1 745

20. Congresos generales de los cató­ trina y m oral cristiana; m ucho menos
licos com o estím ulo. Finalm ente, p ara posible es el concebirlas opuestas más
renovar y acrecentar indistintam ente o menos claram ente a dicha autoridad.
en todas las obras católicas el necesario Ciertamente semejantes obras, dada su
fervor, p ara ofrecer a los prom otores y naturaleza, han de proceder con la con­
m iembros de ellas la ocasión de verse veniente razonable libertad, pues sobre
y tratarse recíprocam ente, de estrechar ellas recae la responsabilidad de la
cada vez más entre sí los vínculos de acción, principalm ente en m aterias
una caridad fraterna, de anim arse m u­ tem porales y económicas, y en las de
tuam ente, con un celo cada vez más la vida pública adm inistrativa o polí­
ardiente, a una acción eficaz, y de p ro ­ tica, extrañas al m inisterio m eram ente
veer a la m ejor solidez y propagación espiritual. Mas, como los católicos le­
de las mism as obras, ayudará grande­ vantan siempre la bandera de Cristo,
m ente el celebrar de cuando en cuando, levantan por ello mismo la bandera de
al tenor de las reglas dadas ya por esta la Iglesia; y es, por lo tanto, conve­
Santa Sede, Congresos generales y p a r­ niente que de m anos de la Iglesia la
ticulares de los católicos italianos, que reciban, que la Iglesia vele m irando
sean la solemne m anifestación de fe ca­ por su intachable honor, y que a esta
tólica y la fiesta com ún de la concordia m aternal vigilancia se sujeten los cató­
y de la paz. licos como hijos dóciles y amorosos.

c) Subordinación a la autoridad 22. Condenación de la falsa indepen­


eclesiástica dencia. Por lo cual claram ente se ve
cuán desaconsejados anduvieron aque­
21. Subordinación diversa de las di­ llos, pocos en verdad, que aquí en Ita ­
ferentes obras cristianas. Réstanos to­ lia, a N uestra vista, quisieron u su rp ar
car, Venerables Herm anos, otro punto un cargo que de Nos no tenían recibi­
de sum a im portancia, a saber: la rela­ do, ni de otro herm ano Nuestro en el
ción que todas las obras de la Acción Episcopado, y se arro jaro n a desempe­
Católica han de tener con la Autoridad ñarle, no sólo sin el respeto debido a la
eclesiástica. Atentamente consideradas autoridad, mas aun contra su form al
las doctrinas expuestas en la prim era querer, tratando luego de cubrir su
parte de Nuestra Encíclica, será fácil desobediencia con frívolas distinciones.
colegir que todas las obras que van Tam bién blasonaban ellos de alzar ban ­
derecham ente enderezadas al auxilio dera en nom bre de Cristo; pero no po­
del m inisterio espiritual y pastoral de día ser de Cristo la que no ostentaba en
la Iglesia y encam inadas a u n fin reli­ sus pliegues la doctrina del divino Re­
gioso p ara bien directo de las almas, dentor, pues a este caso puede aplicarse
deben estar del todo subordinadas a la tam bién aquello de quien os oye a
autoridad de la Iglesia, y, por lo tanto, vosotros, a mí me oye; quien os des­
a la autoridad de los Obispos, puestos precia a vosotros, a mí me desprecia^;
por el E spíritu Santo p ara regir la Igle­ quien no está conmigo, contra mí está;
sia de Dios en las diócesis que les están quien conmigo no recoge, desparra­
encomendadas. Pero tam bién las demás m a ^ ; por lo tanto, doctrina de h u ­
obras que, como llevamos dicho, se han mildad, de sumisión, de filial respeto.
instituido principalm ente p ara restau­ Con grande am argura de Nuestro cora­
ra r y prom over en Cristo la verdadera zón hemos tenido que condenar seme­
civilización cristiana y que constituyen jante desvío y detener con la fuerza de
la Acción Católica en el sentido expli­ la autoridad ese perjudicial movimiento
cado, no pueden concebirse, en ninguna que ya se estaba insinuando. Tanto era
m anera, independientes del consejo y m ayor Nuestra aflicción, cuanto veía­
alta dirección de la autoridad eclesiás­ mos, arrastrados incautam ente por tan
tica, en especial por cuanto se h an de falso camino, a un buen núm ero de jó ­
conform ar con los principios de la doc­ venes de Nos queridísimos, muchos de
(8 ) L u c . 10, 16. (0 ) L u c . 11, 23.
746 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1905) 96, 23-26

ellos de descollado ingenio, de celo fer­ aquellos casos en los que su interven­
voroso, capaces de obrar eficazmente ción ande exenta de peligro y se torne
el bien, siempre que sean guiados rec­ en evidente provecho.
tamente.
25. El cam po del apostolado sacer­
d) No se debe conceder excesiva estima dotal. No por ello se ponen trabas a
a los intereses materiales su celo. El verdadero apóstol ha de ha­
cerse todo a todos, para ganarlos a to-
23. E l fom ento exclusivo de obras
dos(10\ A ejemplo del divino Redentor,
m ateriales. Al hacer pública a todos
la recta norm a de la Acción Católica, ha de sentir movidas a piedad las entra­
no podemos disim ular, Venerables H er­ ñas, mirando a las turbas tan mal para­
manos, el grave peligro que corre hoy das, errantes como ovejas sin pastor(1D.
764 el clero en nuestros aciagos días: esto Con la divulgación eficaz de escritos,
es, el de dar dem asiada estima a los con exhortaciones de viva voz, con la
intereses m ateriales del pueblo, d ejan­ asistencia inm ediata en los casos suso­
do olvidados los m ucho más graves de dichos, trate de consagrarse aun a m e­
su sagrado m inisterio. jorar, dentro de los térm inos de la ju s­
ticia y de la verdad, la condición eco­
e) Campo propio del sacerdote nómica del pueblo, ayudando y prom o­
viendo las instituciones que a ese fin
24. El sacerdote debe aten der todos se encaminan, en especial aquellas que
los intereses sin m ezclarse en las acti­ pretenden disciplinar las m uchedum ­
vidades de los partidos. El sacerdote, bres contra el predom inio invasor del
levantado sobre los demás hom bres p a­ socialismo, y que las salvan a la vez
ra cum plir con el oficio que recibe de de la ruina económica y de la subver­
Dios, ha de conservarse igualmente por
sión m oral y religiosa. De este modo la
encima de todos los hum anos intereses,
cooperación del Clero en las empresas
de todos los conflictos, de todos los
órdenes de la sociedad. Su campo p ro ­ de Acción Católica tiene una finalidad
pio es la iglesia, donde, como em baja­ altam ente religiosa y no será obstáculo,
dor divino, predica la verdad e inculca, antes bien, será auxilio de su ministerio
espiritual, cuyo campo de acción se
juntam ente con el respeto a los dere­
am pliará con m ultiplicación de sus fru ­
chos de Dios, el respeto a los derechos
tos.
de todas las criaturas. Así obrando, él
no se halla sujeto a ninguna oposición, N orm a y a c t u a c ió n
no se m uestra hom bre de partido, no
se dice seguidor de éstos ni adversario 26. H ay que com enzar prácticam ente
de aquéllos, ni por excusar el encuentro con estas obras. Veis aquí, Venerables
de ciertas tendencias, ni por irritar en Hermanos, cuanto ansiábam os exponer
m uchas m aterias los ánimos desabridos, e inculcar en orden a la Acción Cató- 766
lica, que se ha de sostener y propagar
se pone en peligro de encubrir la ver­
en nuestra Italia. No basta señalar con
dad o de callarla, faltando en ambos
el dedo el bien; preciso es, ponerlo por
casos a sus obligaciones, sin que sea obra. A esto ayudarán grandem ente
m enester añadir que, debiendo tra ta r vuestras exhortaciones y vuestros p a­
m uy a m enudo de cosas temporales, ternales estímulos al bien obrar. Sean
podría hallarse em peñado solidaria­ en buena hora humildes los principios;
mente en obligaciones nocivas a su p er­ con tal que de veras se comience, la
sona y a la dignidad de su ministerio. gracia divina los hará crecer y prospe­
No deberá, pues, form ar parte de las ra r en breve tiempo. Oigan de nuevo
asociaciones de este género, sino des­ las palabras, que Nos brotan espontá­
pués de m adura consideración, de neas del corazón, todos Nuestros que­
765 acuerdo con su Obispo, tan sólo en ridos hijos que se consagran a la Acción
(1 0 ) I C o r . 9, 22. (11) Mat. 9, 36.
96, 27 E n c íc l ic a “II ferm o P r o p o s it o ” 747

Católica. En medio de las am arguras lieron del Cenáculo a predicar por el


que cada día Nos circundan, si hay al­ m undo el Reino de Cristo, baje tam ­
gún consuelo en Cristo, si algún con­ bién sobre todos vosotros la virtud del
fortam iento Nos viene de vuestra cari­ mismo Espíritu, y doblegue toda rigi­
dad, si hay com unicación de espíritu y dez, caliente las almas frías y ponga en
entrañas de compasión, diremos tam ­ derecho camino lo que anda descami­
bién con el apóstol Pablo (121
3\ com pletad nado. “Doblega lo que es rígido„ calien­
Nuestro gozo con la concordia, con la ta lo que es frío, dirige lo que está
mism a caridad, con la unanim idad de extraviado”
sentimientos, con la hum ildad y debida
sujeción, no buscando la propia utili­ E p íl o g o
dad, sino el bien común, y trasp lantan­
do a vuestros corazones los afectos que 27. Bendición P apal. P renda del fa­
en el suyo alim entaba Jesucristo Salva­ vor divino y testimonio de Nuestro
dor nuestro. Sea El el principio de toda particular afecto sea la Bendición Apos­
vuestra em presa: Cuando vosotros decís tólica, que de lo íntim o del corazón os
o hacéis, sea todo en nombre del Señor damos a vosotros, Venerables H erm a­
Jesucristo(13). Sea El tam bién el térm i­ nos, a vuestro Clero y al pueblo italia­
no de toda vuestra operación, como no.
quiera que de El y por El y en El son Dado en Roma, junto a San Pedro,
todas las cosas; a El gloria por siglos en la fiesta de Pentecostés, el 11 de
eternos^14). En este faustísim o día, que junio de 1905, año segundo de Nuestro
trae a la m em oria la venida del E spí­ Pontificado.
ritu Santo sobre los Apóstoles, que sa­ PIO PAPA X.
(12) Phil. 2, 1-5. (14) Rom. 1, 36.
(13) CoJ. 3, 17. (15) Secuencia de Pentecostés.
DECRETO DE LA SAGRADA CONGREGACION DEL CONCILIO
“SACRA TRIDENTINA SYNODUS” <*>
(20-XII-1905)

' SOBRE LAS CONDICIONES REQUERIDAS PARA LA COMUNION


FRECUENTE Y COTIDIANA”

1. El deseo de la Iglesia de la fre- minical: el pan de cada d ía ^ \ no tanto


400 cuente Com unión. El Sagrado Concilio se ha de entender el pan m aterial, ali­
de Trento, teniendo en cuenta las ine­ mento del cuerpo, cuanto de la recep­
fables gracias que provienen a los fieles ción diaria del P an eucarístico.
cristianos de recibir la Santísim a E uca­
ristía, dice: “Desea en verdad el santo 3. Los fines y frutos de la E ucaristía.
Concilio que en cada una de las misas Mas J esucristo y la Iglesia desean que
los asistentes comulguen, no sólo espi­ todos los fieles cristianos se acerquen
ritual sino también sacramentalmen­ diariam ente al sagrado convite, princi­
te” Estas palabras dan a entender palm ente para que unidos con Dios por
con bastante claridad el deseo de la medio del Sacramento, tom en fuerzas
Iglesia de que todos los fieles diaria­ para refrenar las pasiones, se p u rifi­
mente participen del banquete celestial, quen de las culpas leves cotidianas e
p ara sacar de él más abundantes frutos im pidan los pecados graves a que está
de santificación. expuesta la debilidad hum ana: no p re­
cisamente p ara honra y veneración de
2. El anhelo de Jesús y la enseñanza Dios, y recom pensa o premio a las v ir­
de los discípulos y Santos P adres. E s­ tudes de los que le reciben^4). De aquí
tos deseos coinciden con aquellos en que el sagrado Concilio de T rento lla­
que se abrasaba nuestro Señor Jesu­ me a la E ucaristía antídoto, con el que
cristo al instituir este Divino Sacram en­ nos libramos de las culpas cotidianas y
to. Pues El mismo indicó repetidas ve­ nos preservamos de los pecados mor­
ces, con claridad suma, la necesidad tales^.
de comer a m enudo su carne y beber
su sangre, especialmente con estas p a­ 4. El ejem plo de los cristianos. Los
labras: “Este es el pan que descendió prim eros fieles cristianos, entendiendo
del cielo, no como el maná, que comie­ bien esta voluntad de Dios, todos los
ron vuestros padres y murieron; quien días se acercaban a esta m esa de vida
come este pan vivirá eternamente”<2U y fortaleza. Ellos perseveraban en la
Fácilm ente podrían deducir los discí­ doctrina de los apóstoles y en la comu­
pulos de la com paración del Pan de los nicación de la fracción del Pan^6K Y
401 ángeles con el pan y con el m aná, que esto se hizo tam bién durante los siglos
así como el cuerpo se alim enta de pan siguientes, no sin gran fruto de perfec­
diariam ente y cada día eran recreados ción y santidad, según nos lo dicen los
los hebreos con el m aná en el desierto, Santos Padres y escritores eclesiásticos.
del mismo modo el alm a cristiana po­
dría comer y regalarse con el P an del 5. Las disputas jansenistas y el en ­
cielo. A más de que casi todos los san­ friam iento de las alm as. Pero cuando
tos Padres de la Iglesia enseñan que lo se hubo disminuido poco a poco la pie­
que se m anda pedir en la oración do­ dad, y principalm ente cuando m ás tar-
(*) A. S. S. 38 (1905-06) 400-406. Es el decreto sobre la recepción cotidiana de la Eucaristía. No
figuraba en la 1? ed. Al final se da disposición de este Decreto. (P. H.)
(1) Trid. ses. 22, c. 6 (Denzinger-Umb. n. 944). (4) s - Aug. Sermo 57 in Mat. de orat. Do-
C9') Juan fí w min. v- 7 (Migne, P-L- 31 col. 389).
yz : (5) Trid. ses. 13, c. 2 (Denz-Umb. n. 875).
(3) Luc. 11 , 3. re) Act O 4°
— 748 —
97, 6-9 D e c r e t o “S a c r a T r id e n t in a S y n o d u s ” 749

de se halló por doquiera extendida la desapareció por completo el veneno


herejía jansenista, comenzóse a dispu­ jansenista que había inficionado hasta
so2 tar acerca de las disposiciones necesa­ las almas más piadosas, so color de
rias p ara la frecuente y diaria com u­ honor y veneración debidos a la Euca­
nión, y a exigirlas a cual m ayores y más ristía. La discusión de las disposiciones
difíciles. Estas disputas tuvieron por para com ulgar bien y con frecuencia
resultado que sólo poquísim os se tu ­ sobrevivió a las declaraciones de la
vieran dignos de recibir diariam ente la Santa Sede; de lo cual resultó que hasta
Santísima Eucaristía y sacaran de este teólogos de nota sostuvieran que pocas
saludable sacram ento frutos abundan­ veces y con muchísim as condiciones po­
tes, contentándose los demás con ali­ día perm itirse a los fieles la comunión
m entarse de él una vez al año, al mes, cotidiana.
o a lo más, a la semana. Es más, se
llegó al punto de excluir de la frecuen­ No faltaron por otra parte hombres
cia de la celestial mesa a clases sociales dotados de ciencia y piedad que abrie­
enteras, como a los com erciantes y a ran franca puerta a esta costum bre tan
las personas casadas. saludable y acepta a Dios, enseñando,
"k fundados en la autoridad de los Padres,
6. Exageraciones piadosas. Otros a que nunca la Iglesia había preceptuado
su vez abrazaron la opinión contraria. mayores disposiciones para la com u­
Considerando éstos como m andada por nión diaria que para la sem anal o m en­
derecho divino la com unión diaria, p a­ sual.
ra que no pasase un solo día sin co­
m ulgar, sostenían, a más de otras co­ 9. Pío X resuelve dirimir las dispu­
sas fuera de las costum bres aprobadas tas. Las discusiones sobre este punto
por la Iglesia, que debía recibirse la se han aum entado y agriado en nues­
Eucaristía hasta el Viernes Santo, y de tros días; con lo cual se inquieta la
hecho la adm inistraban. mente de los confesores y la conciencia
de los fieles, con grave daño de la pie­
7. Las disposiciones anteriores. No dad y fervor cristiano. P or esto hom ­
dejó la Santa Sede de cum plir su deber bres ilustres y pastores de almas han
en cuanto a esto. Pues por un decreto suplicado rendidam ente a Nuestro San­
de esta sagrada Congregación, que em ­ tísimo Señor Pío P a p a X que resuelva
pieza Cum ad aures, del día 12 de fe­ con su Autoridad suprem a la cuestión
brero de 1679, aprobado por I n o c e n ­ acerca de las disposiciones para recibir
c io XI<7> condenó estos errores y cortó diariam ente la Eucaristía, a fin de que
tales abusos, declarando al mismo tiem ­ esta costum bre muy saludable y acepta
po que todas las personas de cualquier a Dios no sólo no se dism inuya entre
clase social, sin exceptuar en m anera los fieles sino más bien se aum ente y
alguna los comerciantes y casados, fue­ se propague por todas partes, precisa­
sen adm itidas a la com unión frecuente, mente en estos tiempos en que la reli­
según la piedad de cada una y el juicio gión y fe católicas son tan combatidas
de su confesor. El día 7 de diciembre y tanto se echa de menos el am or de
fue condenada por el decreto “Sanctis- Dios y la piedad. Pues bien, Su Santi­
simus Dominus noster”, de A l e j a n d r o dad, deseando vivamente, según es su
V I I I u n a proposición de B a y o que celo y solicitud, que el pueblo cristiano
pedía de aquellos que quisiera acer­ sea llam ado al sagrado convite con m u­
carse a la sagrada mesa un am or p u rí­ chísim a frecuencia y hasta diariam ente,
simo sin mezcla de defecto alguno.8 y disfrute de sus grandísimos frutos,
encomendó el examen y resolución de
8. Siguieron las dificultades a que se la predicha cuestión a esta Congrega­
403 opuso la sana doctrina. Con todo no ción.
(7) Véase Inocencio XI el decreto de la Sagr. (8) Véase Alejandro VIII, Decreto del Santo
Congregación del Concilio sobre la frecuente y Oficio sobre los errores jansenistas, del 7-XII-1690
diaria recepción de la Santa Comunión, 12-11-1679 (esp. Denz-Umb. n. 1313).
(Denzinger-Umb. ns. 1117-1150).
750 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1905) 97, 10

10. L a Congregación del Concilio da diaria a los que estén en estado de


las norm as. La Sagrada Congregación gracia y se acerquen con rectitud de
del Concilio, en ju n ta general del 16 intención.
de Diciembre de 1905, examinó deteni­ V P - Como es claro que por la fre­
dam ente este asunto, y pesadas m adu­ cuente o diaria comunión se estrecha la
ram ente las razones de uno y otro lado, unión con Cristo, resulta una vida espi­
determ inó lo que sigue: ritual la m ás exuberante, se enriquece
P - Dése amplia libertad a todos los el alm a con más efusión de virtudes y
fieles cristianos, de cualquier condición se le da una prenda muchísimo más
que sean, p ara comulgar frecuente y segura de salvación, exhorten por esto
diariamente, por cuanto así lo desean al pueblo cristiano a esta tan piadosa
ardientem ente Cristo Nuestro Señor y y saludable costumbre con repetidas
la iglesia católica, de tal m anera que a instancias y gran celo los párrocos, los
nadie se le niegue que esté en gracia confesores y predicadores, conform e a
de Dios y tenga recta y piadosa inten­ la sana doctrina del Catecismo Roma-
ción. n o (9>.
I P - La rectitud de intención consiste V IP - Prom uévase la com unión fre­
en que aquel que comulga no lo haga cuente y diaria principalm ente en los
por rutina, vanidad o fines terrenos, institutos religiosos de cualquier clase
sino por agradar a Dios, unirse más y que sean, para los cuales, sin embargo,
más con él por el am or y aplicar esta queda en vigor el decreto uQuemadmo-
medicina divina a sus flaquezas y de­ dum’} del 17 de Diciembre de 1890Ílo\
fectos. dado por la Sagrada Congregación de
IIP - Aunque convenga en gran m a­ Obispos y Regulares. Prom uévase tam ­
nera que los que com ulgan frecuente o bién cuanto sea posible en los semina­
diariam ente estén libres de pecados ve­ rios de clérigos, cuyos alum nos anhelan
niales, a lo menos de los completam ente el ministerio del altar: lo mismo en
voluntarios, y de su afecto, basta sin cualquier otra clase de colegios cris­
embargo que estén limpios de pecados tianos.
mortales y tengan propósito de nunca V H P - Si hay algunos institutos de
más pecar; y con este sincero propósito votos simples o solemnes cuyas reglas,
no puede menos de suceder que los que constituciones o calendarios señalen o
com ulgan diariam ente se vean poco a m anden algunos días de comunión, es­
poco libres hasta de los pecados venia­ tas norm as se han de tener como me­
les y de la afición a ellos. ramente directivas y no como ^recep­
IV9 - Como los sacram entos de la Ley tivas. Y el núm ero prescripto de com u­
nueva, aunque produzcan su efecto por niones se ha de considerar como el
sí mismos, lo causan, sin embargo, más m ínim um para la piedad de los religio­
abundante cuanto m ejores son las dis­ sos. Por lo cual se les deberá dejar
posiciones de los que los reciben, por siempre libre la com unión m ás fre­
eso se ha de procu rar que preceda a cuente o diaria, según las norm as ante­
la sagrada com unión una preparación riores de este decreto. Y para que todos
cuidadosa y le siga conveniente acción los religiosos de uno y otro sexo pue­
de gracias, conform e a las fuerzas, con­ dan enterarse bien de las disposiciones
dición y deberes de cada uno. de este decreto, los superiores de cada
una de las casas tendrán cuidado de que
V? - P ara que la com unión frecuente
todos los años en la infraoctava del
y diaria se haga con más prudencia y
Corpus Christi sea leído a la comunidad
tenga más m érito, conviene que sea
con consejo del confesor. Tengan con en lengua vulgar.
todo m ucho cuidado los confesores de IX9 - Finalm ente absténganse todos
no alejar de la com unión frecuente o los escritores eclesiásticos, desde la pro-
(10) Véase León XIII, Decreto de la Sagr. Con­
(9 ) C a te e . R o m . p a r t e I I , c . 4, 58. gregación de los Obispos y Regulares, del 17-XIÍ-
1890; A.S.S. 23 (1890) 505-507, art. 5 y 6.
97, 11 D ec r e t o “S a c r a T r id e n t in a S y n o d u s ” 751

mulgación de este decreto, de toda regulares para que lo com unicaran a


disputa o discusión acerca de las dispo­ sus seminarios, párrocos, institutos re­
siciones p ara la frecuente y diaria co­ ligiosos y sacerdotes respectivamente, y
munión. dieran cuenta a la Santa Sede en sus
relaciones del estado de la diócesis o
11. La aprobación y prom ulgación instituto, de la ejecución de lo que en
p o r Pío X. H abiendo dado cuenta de él se establece.
todo esto a Nuestro Santísim o Señor Dado en Roma, a 20 de Diciembre
P a p a P ío X, el infrascrito Secretario de de 1905.
la Sagrada Congregación, en audiencia
V ic e n t e ,
del 17 de diciembre de 1905, Su Santi­
dad ratificó este decreto de los Padres Card. Ob. de Palestrina,
Eminentísimos, lo confirm ó y mandó Prefecto.
publicar, no obstando en nada cosa en
co n trario ( n ). Mandó adem ás que se en­ Ca y e t a n o de L ai,
viase a todos los O rdinarios y Prelados 1 Secretario.
(11) Pío XII introdujo substanciales reformas en “Christus Dominus”, del 6-1-1953 (A.A.S. 45 [1953]
la ley de ayuno, para facilitar la celebración de 15-24) con la respectiva Instrucción de la Sagrada
la misa tardía y vespertina de los sacerdotes y la Congregación del Concilio, Constitutio Apostólica,
frecuente recepción de la S. Eucaristía, como en 3-1-1953 (A.A.S. 45 [1953] 29-33).
su lugar se pondrá. Véase Constitución Apostólica:

Disposición

I. L a s r a z o n e s q u e d e b e n m o v e r a la C o m u n ió n f r e c u e n t e
1. El deseo del Concilio de Trento (1).
2. La intención de Cristo al instituir la Sagr. Eucaristía (2).
3. Los fines y frutos del Sacramento (3).
I I . L a f r e c u e n t e C o m u n ió n e n e l t r a n s c u r s o d e lo s t i e m p o s
1. En la Iglesia primitiva (4).
2. Las equivocaciones rigurosas jansenistas (5).
3. Las exageraciones del relajamiento (6).
4. La doctrina tradicional de la Iglesia
a) la palabra de los Papas (7-8).
b) la de los teólogos (3-9).I.
I I I . E l D e c r e t o s o b r e la s. C o m u n ió n d e S . P ío X (10-11).
os

ENCICLICA “VEHEMENTER NOS ESSE SOLLICITOS” ^


(11-11-1906)

EXHORTACION A LOS PRELADOS A QUE RECHAZADAS LAS SOCIEDADES


CULTUALES, DEN LAS DISPOSICIONES PARA REGULAR
EL DIVINIO CULTO

A nuestros amadísimos hijos Francisco María Richard, Cardenal Arzobispo de


París; Víctor Luciano Lecot, Cardenal Arzobispo de Burdeos; Pedro Héctor
Coullié, Cardenal Arzobispo de Lyón; José Guillermo Labouré, Cardenal Presbí­
tero de la S. R. I., Arzobispo de Rennes; a todos los demás Venerables Herma­
nos Nuestros, los Arzobispos y Obispos; a todo el clero y pueblo francés

P IO I >P. X
Venerables Hermanos y amadísimos hijos: salud y bendición apostólica
1. Presentación de los acontecimien- batados los clérigos a sus estudios y al
3 tos. E ntristécese N uestra alm a y an- yugo de la disciplina eclesiástica para
gústiase Nuestro corazón al pensar en someterlos al servicio m ilitar, y disper­
vosotros; y ¿cómo pudiera no ser así, sas y despojadas las Congregaciones
después de prom ulgada una ley que, religiosas y reducidos sus individuos a
destruyendo los lazos seculares por los extremos de la indigencia. Tam bién h a ­
cuales se halla unida vuestra nación béis visto derogar la ley por la que se
con la Sede Apostólica, ha venido a prescribían las oraciones públicas en
crear a la Iglesia católica en F rancia la apertura de los Tribunales y al co­
una situación indigna de ella y sobre mienzo de las sesiones parlam entarias;
toda ponderación lam entable? Aconte­ suprim ir las tradicionales señales de
cimiento gravísimo es éste y de aque­ duelo, en el día de Viernes Santo, a
llos que todas las buenas alm as deben bordo de los buques de guerra; borrar
deplorar, por ser tan funesto a la so­ del juram ento judicial cuanto le pres­
ciedad civil como a la Religión, pero taba carácter religioso, quitar de los
que no puede parecer extraño a cuantos Tribunales, de las escuelas, de todos
han venido prestando atención a la po­ los establecimientos públicos, en una
lítica religiosa seguida en F rancia de palabra, los emblemas religiosos. Tales
algunos años a esta parte. P ara vos­ medidas, y otras que poco a poco iban
otros, Venerables H erm anos, no cons­ separando de hecho a la Iglesia del
tituye, ciertam ente, una novedad ni una Estado, no eran sino jalones colocados
sorpresa, testigos como habéis sido de para señalar el camino que había de
4 los num erosos ataques dirigidos a la conducir a la separación completa y
Religión por las autoridades públicas. oficial. Así lo han reconocido y confe­
sado sus autores en ocasiones diversas.
2. Laicism o. Vosotros habéis visto
cómo ha sido violada la santidad y la 3. Acción de la Santa Sede. La Sede
indisolubilidad del m atrim onio cristia­ Apostólica ha hecho cuanto ha estado
no por disposiciones legislativas en fo r­ de su parte por evitar una calam idad
m al contradicción con ellas, seculariza­ tan grande, aconsejando de una parte,
dos los hospitales y las escuelas, arre ­ a los que se encontraban a la cabeza
en) ASS. 39 (1906) 3-16.

— 752 —
98, 4-8 E n c íc l ic a “ V e h e m e n t e r N o s” 753

del Gobierno francés y conjurándolos a cuando haya term inado esta vida tan
que pesaran la inm ensidad de los males breve; pero como el orden presente de
que h abría de producir su política se­ las cosas, que se desarrolla en el tiem ­
paratista, y m ultiplicando de otra, a la po, se encuentra subordinado a la con­
nación francesa, los testim onios de su quista del bien supremo y absoluto, es
afecto. La Santa Sede tenía derecho a obligación del poder civil, no tan sólo
esperar que, m erced a los impulsos del a p artar los obstáculos que puedan opo­
agradecimiento, seríale posible detener nerse a que el hom bre alcance aquel
a esos políticos en la pendiente por que bien para que fue creado, sino también
se precipitaban y hacerles renunciar a ayudarle a conseguirlo.
sus proyectos; pero las atenciones, los 7. C ontra el orden natu ral. Esta te ­
buenos oficios y los esfuerzos realiza­ sis es contraria igualmente al orden
dos, tanto por Nuestro Predecesor como sabiamente establecido por Dios en el
por Nos, han resultado estériles del mundo, orden que exige una verdadera
todo. concordia y arm onía entre las dos so­
4. Razón de la encíclica. La violen­ ciedades; porque la sociedad religiosa
cia de los enemigos de la Religión ha y la civil se componen de unos mismos
acabado por atropellar, a viva fuerza, individuos, por más que cada una ejer­
vuestros derechos de nación católica, y za, en su esfera propia, su autoridad
tal es la razón de que Nos, conocedor sobre ellos, resultando de aquí que
de los deberes que nos im pone Nuestro existen m aterias en las que deben con­
apostólico cargo, Nos consideramos cu rrir una y otra, por ser de la incum ­
obligados, en una hora tan grave para bencia de ambas. Roto el acuerdo entre
la Iglesia, a elevar N uestra voz y abrir- el Estado y la Iglesia, surgirán graves
5 nos Nuestra alm a a vosotros, Venera­ diferencias en la apreciación de las
bles Herm anos, a vuestro clero y a m aterias de que hablam os, se obscure­
vuestro pueblo, a todos, en suma, a cerá la noción de lo verdadero, y la
quienes, si Nos hemos profesado siem­ duda y la ansiedad acabarán por ense­
pre singularísim o afecto, os amamos ñorearse de todos los espíritus.
hoy con m ayor tern u ra que antes. 8. C ontra la sociedad civil. A los
5. F alsa teoría de la separación de males que van señalados añádase que
la Iglesia y el Estado. Que sea nece­ esta tesis inflige gravísimos daños a la
sario separar al Estado de la Iglesia es sociedad civil, que no puede prosperar
una tesis absolutam ente falsa y un ni vivir m ucho tiempo, no concediendo
error pernicioso, porque, basada en el su lugar propio a la Religión, que es la
principio de que el Estado no debe regla suprem a que define y señala los
reconocer culto religioso alguno, es gra­ derechos y los deberes del hombre.
vemente injuriosa a Dios, fundador y P or lo cual los Romanos Pontífices
conservador de las sociedades hum anas, no han cesado jam ás, según pedían las
al cual debemos trib u tar culto público circunstancias y la ocasión, de refutar
y social. y condenar la doctrina de la separación
de la Iglesia y el Estado. Nuestro ilustre
6. C ontra el orden sobrenatural. La Predecesor León X III señala, y repe­
tesis de que hablam os constituye, ade­ tida y brillantem ente tiene declarado,
más, una verdadera negación del orden lo que deben ser, conform e a la doctri­
sobrenatural, porque lim ita la acción na católica, las relaciones entre las dos
del estado al logro de la prosperidad sociedades, diciendo ser “absolutamente
pública en esta vida terrena, que es la necesario que una prudente unión me­
razón próxim a de las sociedades polí­ die entre ellas, unión que no sin exacti­
ticas, y no se ocupa en modo alguno de tud puede compararse a la que junta
su razón última, que es la eterna bien­ en el mismo hombre el alma con el
aventuranza propuesta al hom bre para 1 cuerpo”W .
(1) Q u aedam i n t e r c e d a t n e c e s s e e s t o r d i n a t a c o r p u s i n h o m i n e c o p u l a n t u r . ( I m m o r t a l e D e i , 1-
c o llig a tio ( ín te r illa s ) q u a e q u id e m c o n ju n c tio n i X I-1 8 8 5 ; ASS 18, 166; e n e s t a Colecc. E n c íc l. 46,
n o n im m e r iío c o m p a r a tu r , p e r q u a m a n im a e t 12 pág. 327).
754 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1906) 98, 9-10

Y añade adem ás: “Sin hacerse crimi­ firm aron; de lo que resulta que la regla
nales las sociedades humanas, no pue­ a que se ajustaba el Concordato es la
den proceder como si Dios no existiera, regla de todos los Tratados internacio­
o no cuidarse de la Religión, como si nales, conviene a saber, el derecho de
fuera cosa para ellas extraña o inútil...gentes, y que no podía anularse de nin­
Grande y pernicioso error es excluir a guna m anera por sólo la voluntad de
la Iglesia, obra de Dios mismo, de la una de las partes contratantes. La Santa
vida social, de las leyes, de la educación
Sede ha cumplido siempre con fidelidad
de la juventud y de la familia”^ . escrupulosa los compromisos que sus­
cribió, y constantem ente ha pedido que
9. Especiales razones en contra de el Estado m ostrara la misma fidelidad,
la separación en F ran cia. Si cualquier hecho cierto que no podría negar nin­
Estado cristiano comete una acción so­ gún juzgador que sentenciase im par-
brem anera funesta y censurable sepa­ cialmente. Pues bien; el Estado francés
rándose de la Iglesia, cuánto más no deroga por su sola voluntad el solem­
se ha de lam entar que F rancia em pren­ nísimo pacto que había suscrito, falta
da tales caminos, cuando ella menos a la fe jurada, y, sin detenerse ante n a­
que las demás naciones podía tom arlos da, para rom per con la Iglesia, para
porque en el transcurso de los siglos librarse de su am istad, tan poco se le
ha sido objeto de grande y señalada da de lanzar contra la Iglesia el ultraje
predilección de parte de la Sede Apostó­ que implica esta violación del derecho
lica, y porque la gloria y fortuna de de gentes, como de conmover el mismo
Francia han ido siempre unidas a la orden social y político, ya que p ara la
práctica de las costum bres cristianas recíproca seguridad de sus m utuas re ­
y al respeto de la Religión. laciones nada interesa tanto a los E sta­
P or lo cual, con h arta razón pudo dos como la fidelidad inviolable en el
decir el mismo Pontífice L e ó n XIII: sagrado respeto de los Tratados.
Francia no podrá olvidar que sus pro­
videnciales destinos la unen a la Santa 10. Grave ofensa a la Sede Apostó­
Sede con vínculos demasiado apretados lica. Cuando se considera la form a
y demasiado antiguos para que nunca que en el Estado ha llevado a cabo la
los quiera romper. En efecto, de esta abrogación unilateral del Concordato,
unión procede su verdadera grandeza crece de un modo singular la m agnitud
y su gloria más pura. Destruir tal unión de la ofensa inferida a la Sede Apostó­
tradicional valdría tanto como arreba­ lica, porque es principio admitido sin
tar a la nación francesa una parte de su discusión en el derecho de gentes y u m ­
fuerza moral y de la alta influencia que versalmente observado por todas las
ejerce en el mundo (3L naciones, que el rom pim iento de un
Y tanto m ás inviolables debían ser pacto debe notificarse, previa y regu­
estos lazos cuanto que así lo exigía la larm ente, de un modo claro y explícito,
fe jurada de los Tratados. El Concor­ a la otra parte contratante por la que
dato firm ado por el Soberano Pontífice se propone denunciar el Tratado. Pues
y por el Gobierno francés era, como bien; no sólo no se ha hecho a la Santa
todos los pactos del mismo género que Sede en este asunto ninguna notifica­
los Estados conciertan entre sí, un con­ ción de ese género, pero ni siquiera la
trato bilateral que obligaba a am bas m enor indicación; de suerte que el Go­
partes. De una, el Romano Pontífice, y bierno francés no ha vacilado en faltar
de otra, el jefe de la nación francesa, con la Sede Apostólica a los ordinarios
adquirieron solemne compromiso, en m iram ientos y cortesía de que no se
su nom bre y en el de sus sucesores, de prescinde ni aun en las relaciones con
m antener inviolablem ente el pacto que 2 los Estados m ás pequeños; ni sus m an-
(2) E n e. I m m o r t a l e D e i d e l 19 de N b re. d e 1885. tu it, a b a c tio n e v ita e e x c lu d e r e , a le g ib u s , a b
C iv ita te s n o n p o s s u n t, c itr a s c e lu s , g e r e r e se in s titu tio n e a d o le s c e n tiu m , a s o c ie ta te d o m e s tic a ,
ta n q u a m s i D e u s o m n in o n o n e s s e t, a u t c u r a m m a g n u s e t p e r n ic io s u s e s t e r r o r .
r e lig io n is v e lu t a lie n a r a n ih ilq u e p r o f u tu r u m a b - (3) Alocución a los peregrinos franceses, 13 de
jic e r e ... E c c le s ia m v e r o , q u a m D e u s ip s e c o n s ti- Abril de 1888.
98, 11-13 E n c íc l ic a “V ehem enter N o s” 755

datarlos, que eran por ese hecho repre­ y juzgar; de lo que resulta que esta
sentantes de una nación católica, han sociedad es esencialmente una sociedad
8 tenido reparo en m enospreciar la dig­ desigual, es decir, una sociedad com ­
nidad y autoridad del Pontífice, jefe puesta de distintas categorías de perso­
suprem o de la Iglesia, y eso que debían nas, los Pastores y el rebaño, los que
haber guardado a esta potencia respeto tienen puesto en los diferentes grados
superior al que inspiran todas las otras de la jerarquía y la m uchedum bre
potencias políticas, y m ayor todavía en fieles. Y esas categorías son de tal
cuanto esta potencia m ira al bien eterno modo distintas unas de otras, que sólo
de las alm as y se extiende por todas en la pastoral reside la autoridad y el
partes. derecho necesarios para mover y dirigir
a los miembros hacia el fin de la socie­
11. Ingerencia del E stado en los dad, m ientras las m ultitud no tiene otro
asuntos eclesiásticos. Si exam inam os deber sino dejarse conducir, y, como
ahora en sí mism a la ley que acaba de dócil rebaño, seguir a sus Pastores.
ser prom ulgada, hallarem os nueva ra ­ S a n C i p r i a n o , m ártir, expone la misma
zón p ara quejarnos más enérgicamente verdad de un modo adm irable, cuando
todavía. Puesto que el Estado, rom pien­ escribe:
do los vínculos del Concordato, se se­
p ara de la Iglesia, debería, como con­ í(Nuestro Señor, cuyos preceptos de­
secuencia natural, dejarla su entera in ­ bemos venerar y observar, comunica
dependencia y perm itirla que disfrutase el honor al Obispo y la razón de ser a
en paz del derecho com ún en la liber­ la Iglesia, y, hablando en el Evangelio,
tad que supone concederla. E n verdad, dice a Pedro: Yo te digo que tú eres
nada de esto se ha hecho: encontram os Pedro<45L De allí arranca a través de
en la ley m ultitud de disposiciones de los siglos y las vicisitudes del tiempo,
excepción, que, odiosam ente restricti­ la ordenación de los Obispos y la ra­
vas, colocan a la Iglesia bajo la dom i­ zón de la Iglesia, de modo que la Igle­
nación de la potestad secular. Am ar­ sia está constituida sobre el Obispo, y
guísimo dolor Nos ha causado ver al que toda acción de la Iglesia está regi­
Estado invadir de este modo ei terreno da por esos mismos superiores”^ .
que pertenece exclusivamente a la esfe­ Y S a n C i p r ia n o afirm a que todo
ra eclesiástica, y Nos lam entam os toda­ ello está fundado en una ley divina,
vía más, porque, m enospreciando la divina lege fundatum. E n contradic­
equidad y la justicia, el Estado coloca a ción a estos principios, la ley de se­
la Iglesia de Francia en una condición paración atribuye la adm inistración y la
dura, agobiante y opresora de sus más tutela del culto público, no al Cuerpo
sagrados derechos. jerárquico, divinamente establecido por
el Salvador, sino a una asociación de
12. M aldad intrínseca de la ingeren­ personas seglares, asociación a la cual
cia. Las diposiciones de la nueva ley da form a y personalidad jurídica, a
son, en efecto, contrarias a la constitu­ quien m ira, para cuanto se relaciona
ción dada por Jesucristo a su Iglesia. con el culto religioso, como única ador­
La E scritura nos enseña, y la trad i­ nada de derechos civiles y personali­
ción de los Padres nos confirm a, que dad.
la Iglesia es el Cuerpo místico de Jesu­
cristo, regido por pastores y doctores, 13. Inicuas disposiciones de la ley.
sociedad, por consiguiente, hum ana, en Así es que a esta asociación pertenecerá
cuyo seno existen jefes con pleno y el uso de los templos y edificios sagra­
perfecto poder p ara gobernar, enseñar dos; ella poseerá los bienes eclesiásti-
(4) San Mateo 18, 16. tr u s , e tc ... I n d e p e r te m p o r u m e t s u c c e s s io n u m
(5) D o m i n u s n o s t e r , c u j a s p r a e c e p ta m e tu e r e v ic e s E p is c o p o r u m o r d in a tio e t E c c le sise r a tio
e t s e r v a r e d e b e m u s , E p is c o p i h o n o r e m e t E c c le - d e c u r r it, u l E c c le s ia s u p e r E p is c o p o c o n s titu a tu r ,
s ia e s u a e r a t i o n e m d i s p o n e n s , in E v a n g e l io l o q u i- e t o m n is a c tu s E c c le s ic e p e r e o s d e m p r e p ó s i t o s
t u r e t d i c i t P o tr o : E g o d ic o t ib i , g u ia tu e s P e - g u b e r n g t n r (Migne PL. 4, col. 305-A).
756 E n c íc l ic a s d e l P P. P ío X (1906) 98, 13

eos, sean muebles o inmuebles; dispon­ disposiciones semejantes, en que fácil­


drá, aunque esto tem poralm ente, de los mente cabe la arbitrariedad, ¿qué hace
palacios episcopales, casas rectorales y sino colocar a la Iglesia en hum illante
seminarios; finalm ente, adm inistrará sujeción, y, con pretexto de proteger
los bienes, señalará las colectas y reci­ el orden público, arrebatar a pacíficos
birá las limosnas y legados que se des­ ciudadanos, que form an todavía la in ­
tinen al culto. Y si bien la ley prescribe mensa m ayoría de Francia, el derecho
que las asociaciones cultuales han de sagrado de practicar en su patria su
constituirse conform e a las regias de propia Religión? P or lo cual, no sólo
organización general del culto, cuyo ofende el Estado a la Iglesia, restrin­
ejercicio se propongan asegurar, tiene giendo el ejercicio del culto, a que esta
buen cuidado de advertir que en todas ley reduce falsam ente toda la Religión,
las cuestiones que puedan plantearse sino oponiendo obstáculos a su influen­
acerca de sus bienes, sólo el Consejo de cia, siempre bienhechora, sobre el pue­
Estado será competente p ara conocer. blo, y paralizando su acción de mil di­
P or m anera, que aun las mismas aso­
versas m aneras.
ciaciones cultuales estarán, respecto a
la autoridad civil, en igual dependencia Así es, entre otras cosas, como no ha
que si se tra ta ra de la eclesiástica, la bastado privar a la Iglesia de las Orde­
cual, según es m anifiesto, no tendrá nes religiosas, que son su precioso auxi­
sobre ellas potestad ninguna. Cuán liar en el sagrado ministerio, en la en­
ofensivas p ara la Iglesia y cuán opues- señanza, en la educación, en las obras
10 tas a sus derechos y a su divina consti­ de caridad cristiana, sino que la priva
tución son estas disposiciones, no hay hasta de los recursos que form an los
nadie que no lo advierta a la prim era medios hum anos necesarios para su
ojeada, aun sin tener en cuenta que la existencia y para el cumplimiento de
ley no se expresa en estos puntos con su misión.
térm inos claros y precisos, sino inde­ Además de los perjuicios y ofensas
cisos y vagos, de suerte que perm ite la que hemos notado hasta aquí, la sepa­
arbitrariedad, y que, por consiguiente, ración viola tam bién el derecho de pro ­
puede tem erse que surjan de su m ism a piedad de la Iglesia y lo pisotea. Contra 11
interpretación gravísimos males. toda justicia, la despoja de gran parte
A lo dicho hemos de añadir que nada del patrim onio que la pertenece por tí­
hay más contrario a la libertad de la tulos tan num erosos como sagrados, y
Iglesia que esta ley. E n efecto; cuando suprim e y anula todas las fundaciones
al crear las asociaciones cultuales la piadosas, legalmente establecidas para
ley de separación impide que los P as­ fom entar el culto divino o hacer bien a
tores ejerzan la plenitud de su autori­ los difuntos. Y en cuanto a los recursos
dad y de su m inisterio entre los fieles; que la generosidad de los católicos ha
cuando atribuye al Consejo de Estado ido acum ulando para sostenimiento de
la jurisdicción suprem a sobre estas aso­ las escuelas cristianas y actividad de
ciaciones y las somete a una serie de las diferentes obras de beneficencia re­
prescripciones ajenas al derecho co­ ligiosa, los traspasa a establecimientos
m ún, con que hace difícil su fundación, laicos, en que sería inútil, ordinaria­
y su conservación m ás difícil todavía; mente, buscar el m enor vestigio de reli­
cuando, luego de haber proclam ado la gión, con lo cual no sólo se desconocen
libertad del culto, restringe el ejercicio los derechos de la Iglesia, sino hasta la
del mismo con m ultitud de excepciones; voluntad form al y expresa de los do­
cuando despoja a la Iglesia de la ins­ nantes y testadores. Igualmente Nos es
pección y vigilancia interiores de los sobrem anera doloroso que, con m enos­
templos, p ara encom endarlas al Estado; precio de todo derecho, la ley declare
cuando dificulta la predicación de la fe propiedad del Estado, de las provincias
y la m oral católicas, y señala para el o de los Ayuntamientos todos los edifi­
clero penas severas y excepcionales; cios eclesiásticos anteriores al Concor­
cuando sanciona estas y otras m uchas dato.
98, 14-15 E n c íc l ic a “ V ehem enter N o s” 757

Y si la ley concede su uso indefinido de las almas. Pero sin esta unión y esta
y gratuito a las asociaciones cultuales, concordia no hay nación que pueda
pone en esta concesión tantas y tales p rosperar ni vivir: he aquí por qué,
condiciones, que, en realidad, deja al sobre todo en la actual situación en
poder público la libertad de disponer que se halla Europa, esta arm onía per­
de dichos edificios. Además, abrigamos fecta es el deseo más ardiente de cuan­
temores vehementísimos por la santi­ tos franceses am an a su tierra y quieren
dad de estos templos, m oradas augustas de todas veras la salvación de la patria.
de la Majestad Divina y amadísimos En, cuanto a Nos, a ejemplo de Nuestro
p ara la piedad del pueblo francés, en Predecesor y como heredero de su p a r­
quien tantos recuerdos suscitan, p o r­ ticularísim o afecto a vuestra nación, no
que, ciertam ente, corren peligro de hay duda de que nos hemos esforzado
quedar profanados si caen en manos de para conservar a la Religión de vues­
seglares. Y cuando la ley, suprim iendo tros m ayores en la íntegra posesión de
el presupuesto de culto y clero, exime todos los derechos que la corresponden
al Estado de la obligación de proveer entre vosotros; pero al mismo tiempo,
a los gastos religiosos, falta a los com­ y teniendo sin cesar ante Nuestra vista
promisos contraídos en un Tratado di­ la paz fraternal, cuyo vínculo más
plomático y, al propio tiempo, ofende fuerte consiste en el vínculo religioso,
gravemente a la justicia. E n efecto, no hemos trabajado por afirm aros más y
es posible abrigar la m enor duda acerca más en la unión, y, por lo mismo, no
de este punto, y los mismos documentos podemos ver sin la m ayor angustia que
históricos lo declaran del modo más el Gobierno francés acaba de ejecutar
term inante. Si el Gobierno francés con­ una acción que, avivando en el orden
trajo con el Concordato el compromiso religioso pasiones, ya de un modo fu ­
de satisfacer a los eclesiásticos una nesto harto excitadas, parece m uy pro ­
asignación que les perm itiera atender pia para trasto rn ar profundam ente a
decorosamente a su subsistencia y al vuestra nación.
sostenimiento del culto, no lo hizo a
título gratuito, sino que se obligó a 15. Condenación de la ley. P o r todas
título de indemnización, siquiera p a r­ estas razones, Nos, teniendo presente
cial, a la Iglesia por los bienes que el Nuestro apostólico oficio, y conocedo­
Estado le arrebató durante la prim era res de la im periosa obligación que sobre
revolución. P or otra parte, cuando en Nos pesa de defender contra todo a ta ­
este mismo Concordato, y por bien de que y conservar en su integridad los
la paz, el Romano Pontífice se com pro­ inviolables y sagrados derechos de la
metió, en su nom bre y en el de sus Iglesia, en virtud de la suprem a auto­
sucesores, a no inquietar a los detento- ridad que Dios nos ha conferido, por
res de los bienes que así fueron arreba­ los motivos que arriba quedan expues­
tados a la Iglesia, cierto es que no lo tos, Nos condenamos y reprobam os la
prometió sino con una condición: la ley votada en Francia acerca de la
de que el Gobierno francés se obligase separación de la Iglesia y el Estado,
a dotar perpetuam ente al clero de modo por altam ente injuriosa para Dios, de
decoroso y proveer a los gastos del cul­ quien reniega oficialmente sentando el
to divino.14 principio de que la república no reco­
noce ningún culto. La reprobam os y
14. F u nestas consecuencias. ¿Y có­ condenamos como conculcadora del
mo, finalm ente, podríam os Nos callar derecho natural, del derecho de gentes
acerca de este asunto? Aun sin tener en y de la fe debida a los Tratados; como
cuenta los derechos de la Iglesia, a contraria a la constitución divina de la
quien ofende, como queda dicho, la Iglesia, a sus derechos esenciales y a
nueva ley será tam bién de las más fu ­ su libertad; como subversiva de la ju s­
nestas p ara vuestra nación, porque no ticia y holladora del derecho de p ro ­
puede dudarse que ha de destruir la­ piedad, que la Iglesia ha adquirido por
m entablem ente la unión y concordia m ultitud de títulos y, además, en virtud
758 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1906) 98, 16-17

del Concordato; la reprobam os y con­ m isma F rancia lo dem uestra— conclu­


denamos como gravemente ofensiva p a­ yen siempre por derogarse prudente­
ra la dignidad de la Sede Apostólica, mente, cuando quedan manifiestos los
3 para N uestra Persona, p ara el Episco­ perjuicios que irrogan al mismo Estado,
pado, p ara el clero y p ara todos los jPlegue a Dios que los que en este m o­
católicos franceses. En consecuencia, mento ejercen el Poder en F rancia im i­
protestam os solemnemente y con todas ten pronto acerca de esta m ateria el
Nuestras fuerzas contra la presenta­ ejemplo de sus antecesores! ¡Plegue a
ción, la votación y la prom ulgación de Dios que, con aplauso de todas las per­
esta ley, declarando que jam ás podrá sonas honradas, no tarden en devolver
a la Religión, m anantial de civilización
alegarse, p ara invalidarlos, contra los
y de prosperidad para los pueblos, el
derechos im prescriptibles e inm utables
honor que ahora le niegan, y con el
de la Iglesia. honor la libertad!
16. Llam ado a la confianza. Deber 17. E xhortación a! trabajo. E n tre ­
Nuestro era hacer oír estas graves p a­ tanto, y m ientras dure la persecución,
labras y dirigirlas, Venerables H erm a­ los hijos de la Iglesia, revestidos de Ias
nos, a vosotros, al pueblo francés y a armas de la luz, deben trab ajar con
todo el orbe cristiano, p ara denunciar todas sus fuerzas por la justicia y la
cuanto acaba de suceder. P rofunda es verdad: tal es siempre su deber; tal es
ciertam ente, N uestra tristeza, como ya su deber de hoy más que nunca. A esa
lo hemos dicho, cuando anticipadam en­ lucha santa, vosotros, Venerables H er­
te medimos los males que esta ley va a manos, que debéis ser maestros y guías
d erram ar sobre u n pueblo a quien am a­ de todos los demás, llevaréis todo el
mos con tanta tern u ra; y aun Nos p ro ­ ardor de aquel vigilante e infatigable
duce emoción más honda el pensa­ celo de que en todo tiempo, honrándose
miento de los trabajos, padecimientos a sí mismo, el Episcopado francés, ha
y tribulaciones de toda suerte que tam ­ dado pruebas um versalm ente notorias;
bién van a caer sobre vuestro clero. mas queremos, sobre todo, y en cosa
Mas p ara guardarnos, en medio de tan de im portancia capital, que en cuantos
abrum adores cuidados, de toda aflic­ proyectos tracéis para la defensa de la
ción excesiva y de todo desaliento, h e­ Iglesia os esforcéis en realizar la unión
mos de acordarnos de la divina P rovi­ más perfecta de corazones y voluntades.
dencia, siempre m isericordiosa, y ab ri­ Estamos firm em ente resueltos a di­
gar la esperanza, mil veces cumplida, rigiros, en tiempo oportuno, instruccio­
de que Jesucristo no abandonará nunca nes prácticas, para que sean regla se­
a su Iglesia, ni nunca la privará de su gura de conducta en medio de las gran­
indefectible apoyo; por lo cual estamos des dificultades de la hora actual, y
m uy lejos de experim entar el m enor tenemos anticipada certeza de que os
tem or acerca de la Iglesia. Su fuerza es conform aréis a ellas puntualísim am en-
divina, lo mismo que su inm utable esta­ te. En tanto, proseguid la obra saluda­
bilidad, como lo dem uestra victoriosa­ ble en que os empleáis; reanim ad cuan­
mente la experiencia de los siglos. N a­ to podáis la piedad de los fieles; pro ­
die ignora, en efecto, las calam idades moved y vulgarizad más y más la ense­
innum erables y m ás terribles cada vez ñanza de la D octrina cristiana; preser­
que la han alcanzado en tan largo espa­ vad a todas las alm as que os están con­
cio de tiem po; pero donde toda institu­ fiadas de los errores y seducciones que
ción puram ente hum ana h abría pere­ por todas partes les salen ahora al
cido necesariam ente, la Iglesia sacó de paso; instruid, prevenid, estim ulad y
la prueba m ás vigoroso esfuerzo y más consolad a vuestro rebaño; cumplid, en
opulenta fecundidad. suma, todas las obligaciones que con
Las leyes de persecución que forja él tenéis contraídas en virtud de vuestro
contra ella el odio — la historia lo de­ pastoral oficio. E n esta em presa ten­
clara, y en tiem pos todavía cercanos la 6 dréis, indudablem ente, la colaboración
(6) Rom. 13, 12.
98, 18-21 E n c íc l ic a “V ehem enter N o s” 759

infatigable de vuestro clero; abundante 19. 1er. llam ado a la unión. P rescin­
en hom bres de nota por su virtud, cien­ did, pues, de todos los gérmenes de
cia y adhesión a la Apostólica Sede, del desunión, si es que existen entre vos­
cual sabemos que siempre se halla otros, y haced cuanto sea necesario
pronto, bajo N uestra dirección, a sa­ para que, de pensamiento y acción,
crificarse sin reservas por el triunfo de vuestra unión sea tan firm e como debe
la Iglesia y la salvación de las almas, ser entre hom bres que pelean por la
y no es menos indudable que entende­ m ism a causa, máxime cuando esta cau­
rán bien los m iem bros del mismo clero sa es de aquellas para cuyo triunfo to­
que han de abrigar en su corazón los dos están obligados a sacrificar alguna
afectos que en otro tiempo los Apósto­ cosa de sus opiniones. Si en los límites
les, y sentirse gozosos de haber sido de vuestras fuerzas, y como es vuestro
hallados dignos de padecer ultraje por deber imperioso, queréis preservar a la
el nombre de Jesús: iCGaudentes... quo-
niam digni habiti sunt pro nomine Jesu Religión de vuestros m ayores de los
contumeliam pati”(7\ peligros en que se halla, es necesario
de todo punto que uséis am pliam ente
Así, pues, reivindicarán los derechos de fortaleza y generosidad. Seguros es­
y la libertad de la Iglesia valerosam en­
tam os de que tendréis esa caridad, y
te, mas sin ofender a nadie; antes bien,
m ostrándoos caritativos con sus m inis­
cuidadosos de guardar caridad, como
tros, moveréis al Señor a m ostrarse más
conviene, sobre todo, a m inistros de
Jesucristo, responderán a la iniquidad y más caritativo con vosotros.
con la justicia, a los ultrajes con la
dulzura y al m al trato con beneficios. 20. 29 a la obediencia, a la ley cris­
tian a y a los prelados. E n cuanto a la
18. defensa de la Religión, que queréis
E xhortación a los fieles france­
ses. A vosotros Nos dirigim os ahora, em prender de modo digno de ella y
15 católicos de Francia. Lleguen a vos­ proseguir sin interrupciones y con efi­
otros Nuestras palabras como señal de cacia, dos cosas im porta, sobre todo,
la tiernísim a benevolencia con que no que tengáis en cuenta: prim ero, que
cesamos de am ar a vuestra p atria y a debéis aju star tan fielmente a los p re­
modo de consuelo en las temibles cala­ ceptos de la ley cristiana vuestra vida y
midades que vais a experim entar. Bien acciones, que honréis la fe de que
conocéis el fin que se h an propuesto las hacéis profesión; segundo, que debéis
sectas im pías que os hacen doblar la perm anecer estrecham ente unidos con
cerviz a su yugo, porque ellas mismas aquellos a quienes pertenece por dere­
lo han declarado con cínica audacia, cho propio velar acá, en la tierra, por
diciendo: eí¡Descatolicemos a la nación la Religión; con vuestros sacerdotes,
francesa!” Quieren arran car de vuestros con vuestros Obispos y, principalm ente,
corazones hasta la últim a raíz de la fe con la Santa Sede, que es fundam ento
que colmó de gloria a vuestros padres; de la fe católica y de cuanto puede
de la fe que ha hecho a vuestra patria hacerse en nom bre suyo.
próspera y grande entre las naciones;
de la fe que os sostiene en las pruebas, 21. 3? a la confianza en Dios y la
conserva la tranquilidad y la paz en Santa Sede. Armados de este modo
vuestros hogares y os franquea el ca­ para la lucha, salid sin miedo a la
m ino p ara la eterna felicidad. Bien se defensa de la Iglesia; mas cuidad bien
os alcanza que habéis de defender vues­ de que vuestra confianza descanse en- 16
tra fe con toda vuestra alm a, pero no teram ente en Dios, cuya causa soste­
os engañéis: todo esfuerzo y trabajo néis, y, para que os socorra, no os
resultarían inútiles si intentarais recha­ canséis de pedírselo. Y en cuanto a
zar los asaltos del enemigo sin estar Nos, sabed que m ientras dure vuestro
unidos firmemente. combate contra el peligro, en alm a y
(7) Act. 5, 41.
760 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1906) 98, 22

corazón estarem os con vosotros, p arti­ 22. Bendición. E n presagio de estos


ciparem os de vuestros trabajos, de celestiales bienes y testimonio de Nues­
vuestras tristezas, de vuestros padeci­ tra especial predilección, cordialm ente
mientos, y elevaremos Nuestras hum il­ os concedemos a vosotros, Venerables
des y fervorosas oraciones al Dios que Hermanos, a vuestro clero y al pue­
fundó y que conserva a su Iglesia, para blo francés la Apostólica Bendición.
que se digne m irar a Francia con ojos Dado en Roma, en San Pedro, el 11
de m isericordia, desvanecer la torm enta de Febrero del año 1906, tercero de
que se cierne sobre ella y devolverle Nuestro Pontificado.
pronto, por la intercesión de María
Inm aculada, el sosiego y la paz. PIO PAPA X.
9 ©

LETRAS APOSTOLICAS “QUONIAM IN RE BIBLICA” (*>


(27-III-1906)

SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA SAGRADA ESCRITURA


EN LOS SEMINARIOS

PIO PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
L Im portancia de los estudios bíbli­ cará: prim ero, las nociones más im por­
cos. P o r cuanto los estudios bíblicos tantes de la inspiración, el canon de los
tienen hoy tanta im portancia como tal libros sagrados, el texto original y las
vez nunca hasta el presente, es absolu­ principales versiones, las reglas herm e­
tam ente necesario que los jóvenes clé­ néuticas; después, la historia de uno y
rigos sean diligentemente instruidos en otro Testamento; y, por fin, el análisis
la ciencia de las E scrituras, de tal m a­ y exégesis de cada uno de los libros
nera que no sólo tengan bien conocida según su im portancia.
la fuerza, la razón y la doctrina de la
Biblia, sino que puedan sabia y digna­ II. - El curso de enseñanza bíblica
m ente ocuparse en el m inisterio de la debe distribuirse a lo largo de todos los
divina palabra y defender los libros años que los alum nos de la Iglesia han
inspirados por Dios de las im pugnacio­ de vivir dentro de los m uros del Semi­
nes de aquellos que niegan toda divina nario consagrados al estudio de las dis­
revelación. P or eso rectam ente dijo ciplinas sagradas, de tal m anera que, al
Nuestro ilustre predecesor en las Letras term inar el tiempo dedicado a estos
Encíclica Providentissimus: t(Sea Nues­ estudios, todos los alum nos hayan aca­
tro primer cuidado que en los semina­ bado igualm ente el m encionado curso.
rios y universidades se enseñen las Di­ III. - Las cátedras de Sagrada E scri­
vinas Letras punto por vunto, como lo tu ra se establecerán con arreglo a las
piden la misma importancia de esta condiciones y posibilidades de cada se­
ciencia y las necesidades de la época minario, pero cuidando en todo caso de
actual” que puedan los alum nos aprender lo
que en esta m ateria ningún sacerdote
2. L as disposiciones. Con la m ism a debe ig n o rar(2)*1.
finalidad, Nos establecemos lo que si­ IV. - Siendo imposible, por una p a r­
gue, por considerarlo de sum a utilidad: te, dar en las clases una explicación
I. - La enseñanza de la S. E scritura m inuciosa de todas las Escrituras, y
que se debe dar en los seminarios, a b ar­ necesario, por otra, que los sacerdotes
(*) ASS. 39 (1906) 77-80. Estas Letras Apostólicas ordenan en forma detallada los estudios de Sa­
grada Escritura en los Seminarios. En sus líneas esenciales vale aun hoy; pues, las posteriores dispo­
siciones no añadieron casi nada de nuevo, si es que no repitieron íntegramente lo dispuesto por
Pío X en estas Letras. Estas Letras, que no figuran en la l 9 ed., imponen la obligatoriedad de los
estudios bíblicos en todos los años de Teología. Junto con las materias del AT y NT que deben enseñarse
señala el espíritu con que debe hacer sus clases el profesor; se insinúa la formación de una biblioteca
de los alumnos: se indican las materias para los alumnos más aventajados y para los grados académicos;
se insiste en que los profesores de Sagrada Escritura tengan títulos académicos, lo cual más tarde se
exigiría como norma general. (Motu Proprio, B i b l i o r u m s c i e n t i a m de Pío XT. °7-TV-1924. AAS 16
(1924] 181). — Las notas y lo subrayado en las 18 disposiciones son de responsabilidad de esta edición,
con la única excepción de “ i n t r o d u c c i o n e s ” en el número IV y la cita del n9 X (P. H.)
(1) ASS 26, pág. 269; en esta Colecc. Encícl. grada Escritura eclesiástica, canon 1366, § 3; y
60, 20 pág. 495. el M o t u P r o p r i o , B i b l i o r u m S c i e n t i a m , 27-IV-1924,
(2) El C ó d i g o d e D e r e c h o C a n ó n i c o ordenará exige grado académico para el profesor de Sa-
desde 1918 que haya profesor propio para la Sa- grada Escritura. AAS. 16 (1924) 180-182.
— 761 —
762 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1906) 99. 2
conozcan de algún modo todas las Di­ viene a los teólogos, conocer las lenguas
vinas Letras, vea el Profesor la m anera en que los libros canónicos fueron pri­
de dar especiales y propios tratados o meramente escritos por los autores sa­
introducciones a cada libro, defender, grados, y sería también excelente que
si fuere necesario, su autoridad histó­ los seminaristas los cultivasen, sobre
rica, y analizarlos, deteniéndose más en todo los que aspiran a los grados aca­
los libros o pasajes de m ayor im por­ démicos en teología. Y debe también
tancia. procurarse que en todas las Academias
V. - P or lo que hace al Antiguo Testa­ (Universidades) se establezcan cátedras
mento, aprovechándose de las investi­ donde se enseñen las demás lenguas
gaciones recientes, explique la sucesión antiguas, sobre todo las semíticas” (3>.
de los hechos y las relaciones que el XI. - En los seminarios que gozan
pueblo hebreo tuvo con los otros pue­ del derecho de conferir grados acadé­
blos orientales, exponga sum ariam ente micos, convendrá aum entar el núm ero
la ley de M o isé s y explane las princi­ de lecciones de Sagrada Escritura, tra ­
pales profecías. tar con más profundidad las cuestiones
VI. - Especialm ente procurará exci­ generales y especiales y dedicar más
ta r en los alum nos la inteligencia y el tiempo y, atención a la arqueología,
am or a los salmos, que han de recitar geografía, cronología y teología bíbli­
en el oficio divino diariam ente; e, in ter­ cas, así como a la historia de la exé-
pretando algunos salmos a m anera de gesis.
ejemplo, les enseñará cómo han de XII. - Se ha de poner singular em pe­
interpretar por su cuenta los demás. ño en que alum nos escogidos, según las
VIL - P or lo que afecta al Nuevo norm as establecidas por la Comisión
Testamento, enseñará cuáles son las Bíblica se preparen a los arados acadé­
características de cada Evangelio y có­ micos en Sagrada Escritura; lo cual
mo se dem uestra que son auténticos; servirá ciertam ente para Procurar idó­
igualm ente expondrá el conjunto de neos profesores de ciencias bíblicas
toda la historia evangélica y de la doc­ para los seminarios.
trina com prendida en las Epístolas y XIII. - El Profesor de Sagrada E scri­
los otros libros. tu ra tendrá como cosa sagrada no se­
VIII. - P ondrá singular cuidado en pararse jam ás en lo más m ínim o de la
ilustrar los pasajes de uno y otro Tes­ común doctrina y tradición de la Igle­
tam ento que se refieren a la fe y a las sia: aprovechará, sí, los verdaderos ade­
costum bres cristianas. lantos de esta ciencia que los estudios
IX. - Recuerde siempre, en especial de los m odernos han dado a luz, mas
en la exposición del NT, que está pre­ dejará de lado los tem erarios inventos
parando con su enseñanza a los que de los innovadores; sólo se ocupará en
han de instruir luego al pueblo para la aouellas cuestiones cuva explicación
salvación eterna con la palabra y con conduzca a una m ejor inteligencia y
el ejemplo de su vida. Y así, entre las defensa de las E scrituras; en una p a­
exnlicaciones, p rocurará advertir a los labra, acom odará su enseñanza a las
alum nos cuál es la m ejor m anera de norm as, llenas de prudencia, que están
79 predicar el Evangelio, y, cuando hubie­ contenidas en las letras Encíclicas “Pro­
re ocasión, los anim ará a cum plir dili­ videntissimus” <4).
gentemente las enseñanzas de Cristo XIV. - Los alum nos habrán de suplir
Nuestro Señor y de los apóstoles. con su esfuerzo privado lo que falte a
X. - A los alum nos que ofrezcan m e­ las explicaciones de clase para el per­
jores garantías, se les instruirá en he­ fecto dominio de la m ateria. Pues, no
breo, griego bíblico y, si es posible, en pudiendo el profesor por falta de tiem ­
alguna otra lengua semítica, como el po explicar con detalles toda la E scri­
siríaco o el árabe. “Es necesario a los tura, deberán ellos en privado, desti­
profesores de Sagrada Escritura, g con- nando para ello algún tiempo cada día,
(3) León XIII, Encíclica P r o v i d e n t i s s i m u s , 18- (4) León XIII, Encíclica P r o v i d e n t i s s i m u s , 18-
XI-1893; en esta Colecc. Encícl. 66, 37 pág. 501. XI-1893; en esta Colecc. Encícl. 66, 27 ss; pág.
497 ss.
99, 3 L e t r a s A p o s t . <;Q u o n i a m in re b í b l i c a ’" 763

continuar la lectura atenta del Antiguo los intérpretes, lean buenos autores que
y del Nuevo Testam ento; lo m ejor será tratan de m aterias relacionadas con esta
que empleen algún breve com entario, disciplina, como de la historia de uno
que oportunam ente ilustre los pasajes y otro Testamento, de la vida de Cristo
oscuros y explique los difíciles. Nuestro Señor y de los apóstoles, de los
viajes y peregrinaciones palestinenses,
XV. - H abrán de exam inarse sobre su de los cuales fácilmente sacarán noti­
aprovecham iento en las clases de m a­ cia de los lugares y costumbres bíblicas.
teria bíblica, como en las demás de teo­
logía, antes de pasar de u n curso a XVIII. - P ara ello se procurará, se­
otro y de ser iniciados en las órdenes gún los medios que en cada seminario
haya, una pequeña biblioteca donde
sagradas.
los alum nos tengan a m ano esta clase
XVI. - E n cualquier Facultad, todo de libros.
candidato a grados académicos en teo­
logía deberá responder a determ inadas 3. El m andato. Esto querem os y
cuestiones de E scritura relativas a in ­ m andamos, sin que obste nada en con­
troducción histórica y crítica, y a la trario.
exégesis, y habrá de m ostrarse cono­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
cedor de la herm enéutica y del hebreo bajo el anillo del Pescador, a 27 de
y griego bíblicos. Marzo de 1906, año tercero de Nuestro
XVII. - Se exhorta a los estudiosos Pontificado.
de las Divinas Letras que, además de PIO PAPA X.
iO ©

ENCICLICA “PIENI L’ANIMO DI SALUTARE TIMORE(*>


(28-VII-1906)

DE SU SANTIDAD EL PAPA PIO X A LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE


ITALIA, SOBRE EL MODO DE REPRIM IR EN LOS CLERIGOS EL ESPIRITU
DE DESOBEDIENCIA E INDEPENDENCIA

P I O PP. X
A los Venerables Hermanos, los Arzobispos y Obispos ele Italia:
Salud y bendición apostólica

1. E xhortación. Con el ánim o lleno insubordinación e independencia que se


de saludable tem or por la cuenta seve- m anifiesta acá y allá entre el clero. 3
rísim a que de la grey a Nos confiada Además en nuestros días una atm ósfe­
hemos de rendir al Príncipe de los P as­ ra deletérea corrom pe largam ente los
tores, Jesucristo, pasam os nuestros días ánimos; y sus efectos m ortíferos son
en una continua solicitud por preser­ aquellos que ya describe el Apóstol S a n
var, en cuanto es posible, a los fieles, J u d a s : Estos soñadores mancillan la
de los males perniciosísimos con que carne, desprecian el dominio del Señor
es afligida la hum anidad. Tenemos por y escarnecen la m ajestad^; es decir
eso como dicha a Nos la palabra del además de una degradante corrupción
Profeta: Clama, no ceses; como trom­ de las costumbres, el desprecio abierto
peta alza tu vozW; y no hemos dejado, de toda autoridad y de aquellos que la
ya de viva voz, ya por Nuestras letras, ejercen. Más que el tal penetre hasta al
de advertir, de rogar, de reprender, santuario y contam ine a aquellos a
excitando sobre todo el celo de nuestros quienes más propiam ente debiera con­
herm anos en el Episcopado, para que venir la palabra del Eclesiástico: Su
despliegue cada uno la más solícita estirpe no es sino obediencia y amor
vigilancia sobre la porción de la grey es algo que llena Nuestra alm a de in ­
que el E spíritu Santo le confió. menso dolor. Y sobre todo entre los
jóvenes Sacerdotes va naciendo este es­
2. Motivo de la encíclica. El motivo píritu, y se difunden entre ellos nuevas
que Nos mueve a levantar de nuevo la y reprobables doctrinas acerca de la
voz, es de la m ás grave trascendencia. naturaleza m ism a de la obediencia. Y
Se trata de llam ar toda la atención de lo que es más grave, como para con­
vuestro espíritu y toda la energía de quistar nuevos reclutas para la naciente
vuestro pastoral m inisterio contra un escuela de los rebeldes, se va haciendo
desorden cuyos funestos efectos ya se propaganda más o menos oculta de ta ­
experim entan; y si con m ano fuerte no les máximas, entre los jóvenes que
se arrancan desde sus más profundas dentro del recinto de los Seminarios se
raíces, se experim entarán con el andar preparan al Sacerdocio.
de los años consecuencias más fatales.
Tenemos a N uestra vista las cartas de 3. Espíritu de obediencia que los
no pocos de vosotros, Venerables H er­ Obispos han de exigir en los Sacerdo­
manos, cartas llenas de tristeza y de tes. P or tanto, V enerables Herm anos,
lágrimas, que deploran el espíritu de*1 sentimos el deber de apelar a vuestra
(*) ASS. 39 (1906) 321-330. (2) Jadas Tad., versíc. 8.
(1) Is. 58, 1. (3; EcicsiásL 3, 1.
764 —
1 0 0 ,4 E n c í c l i c a “ P i e n i l ’a n i m o ” 765

conciencia, p ara que, depuesta toda d u ­ y en la tal promoción, podrán escoger


da, trabajéis con ánimo vigoroso y con solamente a aquellos que son realm en­
igual constancia en destruir esta m ala te idóneos, rechazando a los que m ues­
simiente, llena de m ortíferas conse­ tran inclinaciones contrarias a la vo­
cuencias. Recordad que el E spíritu cación sacerdotal, entre las cuales es
Santo os ha puesto p ara gobernar el principal la indisciplina, y su causa ge­
precepto de S a n P a b l o a T i t o : Repren­ neradora: el orgullo de la mente.
de con toda autoridad. Nadie te despre­ 4. Recta institución y m archa de los
c i e Exigid con severidad de los cléri­ Sem inarios. P ara que no falten, pues,
gos y de los Sacerdotes aquella obedien­ jóvenes que llenen las condiciones re ­
cia, que si p ara todos los fieles es abso­ queridas para el m inisterio sagrado,
lutam ente obligatoria, constituye p ara volvemos a insistir, Venerables H erm a­
los sacerdotes una parte principal de su nos, con más vehemencia, sobre lo que
sagrado deber. tantas veces recomendamos; la obliga­
P ara prevenir con tiem po la m ulti­ ción que os asiste, gravísim a delante de
plicación de estos ánimos contenciosos, Dios, de vigilar y prom over, la recta
ayudará muchísimo, Venerables H er­ m archa de vuestro Seminario. Tales se­
manos, tener siempre presente la am o­ rán vuestros sacerdotes, cuales los h a ­
nestación del Apóstol a Timoteo: No yáis educado. Gravísima es la carta que
impongas precipitadamente las manos sobre esto os dirigió, el 8 de Diciembre
a n a d i e La facilidad en adm itir a las de 1902, Nuestro sapientísimo Prede­
sagradas órdenes es la que abre el ca­ cesor como testam ento de su largo pon­
mino a un “m ultiplicarse la gente en tificado(6). Nosotros no queremos añ a­
el santuario” que después no se tra d u ­ dir nada nuevo; solamente os llamamos
cirá en alegría. Sabemos que hay dió­ la atención sobre lo contenido en ella,
cesis y ciudades donde lejos de poderse y recomendamos vivamente, que cuanto
lam entar de la escasez de clero, el n ú ­ antes sean ejecutadas Nuestras órdenes,
m ero de sacerdotes es en gran m anera em anadas por medio de la Sagrada
superior a la necesidad de los fieles. Congregación de Obispos y Regulares,
¿P or qué motivo, Venerables H erm a­ sobre la concentración de los sem ina­
nos, se hace tan frecuente la imposición rios, especialmente para los estudios de
de m anos? Si la escasez de clero no Filosofía y Teología, a fin de conseguir
puede ser razón bastante p ara precipi­ las grandes ventajas que se siguen de la
tarse en un negocio de tan ta gravedad, separación de los seminarios menores
allí donde el clero sobrepasa las nece­ y m ayores y la no menos relevante de
sidades, nada excusa el abandono de la necesaria instrucción del clero.
las más sutiles cautelas y gran seve­ Los seminarios han de ser celosa­
ridad en la elección de aquellos que m ente m antenidos en el espíritu propio
deben ser elevados al honor del sacer­ y exclusivamente destinados a preparar
docio. Ni la insistencia de los asp iran­ a los jóvenes, no para una carrera civil,
tes puede m enguar la culpa en los que sino para la altísim a m isión de m inis­
proceden con tal facilidad. El Sacerdo­ tros de Cristo. Los estudios de la Filo­
cio, instituido por Jesucristo p ara la sofía y la Teología y de las ciencias
salvación eterna de las almas, no es afines, especialmente de la Sagrada E s­
por cierto una profesión o un oficio critura, se han de cum plir ateniéndose a
hum ano cualquiera, al cual pueda de­ las prescripciones pontificias y al estu­
dicarse librem ente y por cualquier ra ­ dio de S a n t o T o m á s , tantas veces reco­
zón, el que lo desee. Prom uevan pues m endado por Nuestro venerado Prede­
los Obispos a las Sagradas Ordenes, no cesor y por Nosotros en las Letras
según el clam or o los pretextos de los Apostólicas del 23 de Enero de 1904 (7K
que aspiran a ellas, mas, de acuerdo a Los Obispos ejerzan, además, una es­
la prescripción del C o n c il i o T r i d e n - crupulosa vigilancia sobre los maestros
t i n o , según la necesidad de las diócesis; 4 56 y sus doctrinas, llam ando al deber a
(4) Tito 2, 15. esta Colecc. Encícl. 89, pág. 671-682.
(5) I Timot. 5, 22. (7) Ver ASS 36, pág. 467; Carta Apost. “ In p ra e-
(6) Ver ASS 35, pág. 257: Fin dal principio; en c ip u is la u d ib u s ” .
766 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1906) Í00. 5

todos los que corren tras ciertas nove­ cargando la conciencia de los Obispos,
dades peligrosas, y alejando sin m ira­ para que no resulten verdaderas en
mientos de la enseñanza a los que no ninguno de ellos las palabras del P ro ­
se aprovechan de las amonestaciones feta N a h u m : Durmieron sus pastores^.
recibidas. Ninguno puede tener licencia para p re­
No se perm ita a los clérigos jóvenes dicar, a no ser que antes hayan sido
frecuentar las universidades públicas, examinadas su vida, ciencia y costum­
sino por razones graves y con las m ayo­ bresH°). Los sacerdotes de otras dióce­
res cautelas por parte de los Obispos. sis no deben predicar sin las letras
Im pídase enteram ente que los alum nos testimoniales del propio Obispo. La m a­
de los Seminarios tom en parte alguna teria de la predicación sea la indicada
en agitaciones externas; y por lo tanto por el Divino Redentor, cuando dice:
les prohibim os la lectura de diarios y Predicad el Evangelio... Di). Enseñán­
periódicos, salvo que considere el Obis­ doles cuanto os he mandadoD2). O sea
po alguno de éstos oportuno y útil a como comenta el C o n c i l i o d e T r e n t o :
325 les estudios de los alumnos. M antén­ Señalándoles los vicios que deben huir
gase siempre con m ayor vigor y vigi­ y las virtudes que deben imitar a fin de
lancia el reglam ento disciplinario. No que logren evitar la pena eterna y con­
falte, por último, en cada seminario, quistar la gloria celestial(13>.
el director espiritual, hom bre de no o r­ Por tanto aléjense del púlpito los
dinaria prudencia y experto en los ca­ argum entos propios más bien de la p a­
minos de la perfección cristiana, quien lestra periodista y de las aulas acadé­
con incansables cuidados cultive en los micas que del lugar sagrado; se ante­
jóvenes aquella sólida piedad, que es pongan las prédicas m orales a las con­
el prim er fundam ento de la vida sacer­ ferencias, cuando menos que puedan
dotal. decirse infructíferas; hablen no con pa­
Estas norm as, Venerables H erm anos, labras persuasivas de humana sabidu­
seguidas consciente y constantem ente, ría, sino con demostración del Espíritu
os proporcionarán la segura confianza y de poder(14>. P or tanto la fuente p rin ­
de ver crecer a vuestro alrededor un cipal de la predicación debe ser la Sa­
clero que sea gozo y corona vuestra. 5 grada Escritura, entendida no según
las opiniones privadas de m entes las
5. Abusos en el m inisterio de la pre­ más de las veces ofuscadas por las p a ­
dicación. Pero el desorden de la in su ­ siones, sino según la tradición de la
bordinación e independencia, lam enta­ Iglesia, las interpretaciones de los San­
do por Nos hasta ahora, en algunos de tos Padres y los Concilios.
los jóvenes clérigos va m uy lejos y con Conformes con estas norm as han de
daños aun m ayores. Y aun no faltan ser los que, después que los hayáis exa­
quienes de tal m anera están imbuidos minado, desempeñen el ministerio de la
de tan reprobable espíritu que abusan­ Divina predicación que vosotros m is­
do del sagrado m inisterio de la predi­ mos les hayáis encomendado. Y si en­
cación se m uestran abiertam ente pro- contráis que alguno de ellos, más de­
pugnadores y apóstoles de tales doctri­ seoso del propio interés que del de
nas, con gran escándalo y ru in a de los Jesucristo, más solícito del aplauso
fieles. m undano que del bien de las almas, se
El 31 de Julio de 189A, Nuestro P re­ aleje de esas norm as, am onestadlo y
decesor, por medio de la Sagrada Con­ corregidlo y si eso no basta apartadlo
gregación de Obispos y Regulares, lla­ de un oficio para el cual se m uestra
mó la atención de los Ordinarios sobre indigno.
esta grave m a t e r i a N o s m antenem os Y tanto más debéis obrar con tal vi­
y renovam os las disposiciones y norm as gilancia y severidad, cuanto el m iniste­
dadas en aquel docum ento pontificio rio de la predicación es propio vuestro
(8) Cf. Acta S. Sedis, vol. 27, pág. 162-175. (12) Mat. 28, 20.
(9) Nahum 3, 18. (13) Concilio de Trento, ses. 5, c. 5 de Reform.
(10) Conc. Trid., Sess. 5, cap. 2, de Reform. (Mansi 33, col. 31-A).
(Mansi 33, col. 31-E). (14) I Cor. 2, 4.
(11) Marc. 16, 15.
100,6 E n c í c l i c a “ P i e n i l ’a n i m o ” 767
y parte principal de vuestras obligacio­ men de la acción popular cristiana, y
nes episcopales; y cualquiera fuera de de la carta circular de Nuestro amado
vosotros, que lo ejercite, lo ejercita en hijo el Cardenal Secretario de Estado,
vuestro lugar y en nom bre vuestro; de de fecha 28 de Julio de 190M1G\
donde se sigue que siempre os toca a En orden a la fundación de hojas
vosotros rsponder delante de Dios del o periódicos el clero debe observar
modo con que se dispensa a los fieles fielmente cuanto está prescrito en el
el pan de la divina palabra. artículo 42 de la C o n s t i t u c i ó n A p o s t ó ­
Nos, p ara declinar de N uestra parte l i c a “Officiorum” (17): Se les prohíbe a

toda responsabilidad, intim am os y orde­ los clérigos que, sin autorización previa
namos a todos los O rdinarios refutar y del Ordinario, asuman la dirección de
suspender, después de caritativas am o­ diarios o periódicos. Igualmente, sin el
nestaciones, aun durante la predicación, previo consentim iento del O rdinario
a cualquier predicador, sea del clero ninguno del Clero oodrá publicar escri­
secular, o sea del regular, que no cum ­ tos de este estilo, sea de argum ento
pla plenam ente lo dispuesto en la p re­ religioso o moral, sea de carácter m era­
citada Instrucción em anada de la Con­ mente técnico. En las fundaciones de
gregación de Obispos y Regulares. Es círculos o asociaciones, los estatutos y
m ejor que los fieles se contenten con reglam entos deben ser aprobados p re­
la simple hom ilía que sermones que viam ente por el Ordinario. Las confe­
producen más m al que bien. rencias sobre la acción popular cristia­
na o sobre cualquier otro argum ento
6. La acción p o p u lar cristiana. Otro no podrán proferirse por ningún sa­
campo donde el clero joven encuentra cerdote o clérigo que no tenga el per­
m uchas ocasiones e incitam ientos p ara miso del O rdinario del lugar. Todo
profesar y defender la liberación de lenguaje que pueda inspirar en el pue­
toda legítima autoridad, es aquél de la blo aversión hacia las clases superiores,
así llam ada acción popular cristiana. es y debe ser tenido como contrario al
No porque esta acción, Venerables H er­ espíritu de cristiana caridad. Es igual­
manos, sea en sí reprobable o im porte mente reprobable en las publicaciones
por naturaleza el desprecio de toda católicas todo cuanto, inspirándose en
autoridad; sino porque muchos, malen- m alsanas novedades, ridiculice la pie­
tendiendo su naturaleza, se ap artaron dad de los fieles y señále nuevas orien­
voluntariam ente de las norm as que p a ­ taciones de la vida cristiana, nuevas
ra su recto acrecentam iento fueron directivas de la Iglesia, nuevas aspira­
prescritas por Nuestro Predecesor de ciones del alma moderna, nueva voca­
inm ortal memoria. ción social del clero, nueva civilización
Hablamos, entendedlo bien, de la ins­ cristiana, y otras semejantes. Los sa­
trucción que acerca de la acción popu­ cerdotes, especialmente los jóvenes,
lar cristiana dictó por orden de L e ó n aunque sea laudable que vayan al pue­
XIII, la Sagrada Congregación de Asun­ blo, deben proceder en ello con el de­
tos Eclesiásticos E xtraordinarios, el 2 bido acatam iento a la autoridad y a las
de Enero de 1902, y que alguno de ordenaciones de los Superiores Ecle­
vosotros pasó por alto, porque en su siásticos.
respectiva diócesis no cuidó su ejecu- Y aun ocupándose, con la dicha ub~
ción(15\ Nos, m antenem os esta Instruc­ ordinación, de la acción popular cris­
ción y con la plenitud de N uestra po­ tiana, su noble fin ha de ser “arrancar
testad renovam os todas y cada una de a los hijos del pueblo de la ignorancia
sus prescripciones, así como tam bién de las cosas espirituales y eternas y con
renovam os y confirm am os todas las industrioso amor conducirlos a un vivir
Nuestras em anadas del Motu proprio. honesto y virtuoso; confirmar a los
del 18 de Diciembre de 1903. Del réai-1 56 adultos en la fe , disipando los preini-
(15) S. Congreg. de IInstrucc. de Affari Eccle- dcnal Secr. de Estad. Merry del Val a los Obis­
siastici Straordinari, 27-1-1902: “ N essuno ignora” . pos de U tlalia sobre la Acción popular cristiaua.
(17) 25 de Enero de 1897. L e ó n X U I , Const.
(16) Ver P í o X, E ncíclica Fi n d a ll a p r i m a , ASS Apost. O f f i c i o r u m a c M u n e r u m . Cf. Acta S. Sedis,
36, pág. 339; en esta Colecc. E ncícl. 92, pág. vol. 30, pág. 39-43: Decretos generales de la pro­
703 ss, vol. 37, pág. 19, Carta Circular, del Car­ hibición.
768 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1906) 100, 7

cios contrarios a ella, y confortarlos lidad para las Sagradas Ordenes y para
en la práctica de la vida cristiana; pro­ los sacerdotes de suspensión en el acto
mover entre el laicado católico aque­ de las cosas divinas, incribirse en la
llas instituciones que se conozcan como Liga Democrática Nacional, cuyo p ro ­
verdaderamente eficaces para el mejo­ gram a es el de Roma-Torrette del 20
ramiento moral y material de la multi­ de Octubre de 1905, y el Estatuto, sin
tud; defender sobre todo el principio nom bre de autor, fue impreso en Bolo­
de justicia y caridad evangélica, en los nia a la vera de la Comisión Provisoria.
cuales encuentran justa moderación to­ Estas son las prescripciones que, m i­
dos los derechos y deberes de conviven­ radas las presentes condiciones del cle­
cia social... Pero debemos tener siem­ ro en Italia y en m ateria de tanta
pre presente que aun en medio del pue­ im portancia, exigía de Nosotros la soli­
blo el sacerdote debe conservar incólu­ citud del cargo Apostólico.
me su carácter de ministro de Dios, pues No resta más que añadir nuevos es­
fue colocado a la cabeza de sus herma­ tím ulos a vuestro celo, Venerables H er­
nos por la salud de las almas^18K Cua­ manos, a fin de que estas Nuestras
lesquiera otra manera de ocuparse del disposiciones y prescripciones tengan
pueblo, con detrimento de la dignidad pronta y plena ejecución en vuestras
sacerdotal y daño de los deberes y dis­ diócesis. Prevenid el mal, en donde
ciplina eclesiástica, es reprobable en afortunadam ente aún no se m uestra;
sumo grado” . extinguidlo con rapidez allí donde re­
cién ha nacido; y donde por desven­
7. Prescripción y exhortación final. tu ra es ya adulto, extirpadlo con m ano
Por lo demás, Venerables H erm anos, enérgica y resuelta. P or fin gravando
a fin de poner un dique eficaz a esta vuestras conciencias im ploram os de
desviación de las ideas, y a esta p ro ­ Dios el necesario espíritu de prudencia
pagación del espíritu de independen­ y fortaleza. Y con tal fin os im partim os
cia, con N uestra autoridad prohibi­ del fondo de Nuestro corazón la Ben­
mos de hoy en adelante a todos los dición Apostólica.
clérigos y sacerdotes dar su nom bre a Dada en Roma junto a San Pedro,
cualquier asociación que no dependa el 28 de Julio de 1906, de Nuestro P on­
de los Obispos. De modo especial y n o ­ tificado el año tercero.
m inalm ente prohibim os a los mismos,
bajo pena p ara los clérigos de inhabi­ PIO PAPA X.
(18) S. Greg. M., Regul. Past., pars II, c. 7 (19) Le ón XIII, E ncíclica Fin d a l p r i n c i p i o , 8-
(Migne PL. 77, col. 38-D). XII-1902; ASS 35, pág. 257; en esta Colecc. Encícl.
89, 15, 16 pág. 681-682.
'JLOJL

ENCICLICA
“GRAVISSIMO OFFICII MUÑERE DEFUNGIMUR”^
(10-VIII-1906)

SOBRE LA SEPARACION DE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN FRANCIA


SE DESAPRUEBAN LAS ASOCIACIONES CULTUALES, ESTABLECIDAS
POR LEY
P Í O PP. X
Venerables Hermanos: Salud ij bendición apostólica

1 . Motivo de esta encíclica: C um plir varios Cardenales; después de haber


im a grave obligación. Vamos a cum ­ m aduram ente reflexionado e im plorado
plir hoy u na gravísim a obligación de con las m ás fervientes oraciones al P a­
Nuestro cargo, obligación asum ida con dre de las luces^\ entendemos que de­
relación a vosotros cuando os an u n cia­ bemos confirm ar plenamente, con Nues­
mos, depués de la prom ulgación de la tra Autoridad Apostólica, la delibera­
ley de separación entre la República ción casi unánim e de vuestra Asamblea.
francesa y la Iglesia, que indicaríam os
en tiem po oportuno lo que Nos p are­ 3. No pueden form arse asociaciones
ciera deber h acer p a ra defender y del culto, tales como la ley im pone sin
conservar la Religión en vuestra p a ­ violar los derechos de la Iglesia. P or
tria. Hemos dejado p rolongar hasta esto, en lo referente a las asociaciones
este día d ar cum plim iento a vuestros de culto, tales como la ley las impone,
deseos por razón, no sólo de la im por­ decretamos que no pueden form arse
tancia de esta grave cuestión, sino sin violar los derechos sagrados que
tam bién y sobre todo de la caridad afectan a la vida m isma de la Iglesia.
especialísim a que nos liga a vosotros y Dejando, por lo tanto, a un lado las
a todos vuestros intereses, a causa de asociaciones que la conciencia de Nues­
los inolvidables servicios prestados a tro deber Nos prohibe aprobar, podría
la Iglesia por vuestra nación. parecer oportuno exam inar si es lícito
ensayar, en su lugar, alguna clase de
2. Condenam os la ley de separación asociación a la vez legal y canónica, y
entre la República francesa y la Igle­ preservar así a los católicos franceses
sia. Después de h ab er condenado, co­ de las graves complicaciones que les
mo era Nuestro deber, esa ley inicua, amenazan.
hemos examinado, con el m ayor cuida­ Seguramente nada Nos preocupa, n a ­
do, si los artículos de dicha ley Nos da nos angustia tanto como tales even­
dejarían al menos algún medio de orga­ tualidades; y quisiera el cielo que tuvié­
nizar la vida religiosa en Francia, de ram os alguna débil esperanza de poder,
m anera que quedaran a salvo los p rin ­ sin tocar a los derechos de Dios, hacer
cipios sagrados sobre los cuales des­ ese ensayo y librar así a nuestros hijos
cansa la Santa Iglesia. A este fin Nos queridos del tem or de tantas y tan
pareció bueno escuchar igualm ente el grandes pruebas. Pero Nos falta esta
parecer el Episcopado reunido y fijar esperanza, siendo tan perversa la ley,
para la Asamblea general los puntos Nos declaramos que no es permitido
que debían ser objeto de vuestras deli­ ensayar esta otra clase de asociación
beraciones. Y ahora, conociendo vues­ en tanto que no conste, de una m anera
tra m anera de ver, así como la de cierta y legal, que la divina constitu-
( * ) A S S . 39 a 9 0 f i) 385-390, con la traducción francesa al pie.
O ) S a n t ia g o 1, 17.

— 769 —
Encíclicas Pontificias 25
770 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1906) 101, 4-7

ción de la Iglesia, los derechos inm u­ nunciam os ya, y con toda Nuestra in ­
tables del Pontífice Romano y de los dignación, como falsedades; y a vos­
Obispos, como su autoridad sobre los otros os incumbe, Venerables H erm a­
bienes necesarios a la Iglesia, especial­ nos, así como a todos los hom bres de
m ente sobre los edificios sagrados, es­ bien, el refutarlas para que no engañen
tarán irrevocablem ente asegurados en a las gentes sencillas e ignorantes.
dichas asociaciones, y Nos no podemos 6. Cómo refutarlas. E n lo que se re ­
querer lo contrario sin hacer traición a fiere a la acusación especial contra la
la santidad de Nuestro cargo, sin pro­ Iglesia por haber sido en otras partes
ducir la pérdida de la Iglesia de F ra n ­ fuera de Francia más acomodaticia en
cia. un caso semejante, debéis explicar que
4. U sar de los m edios que el derecho la Iglesia ha procedido de esa m anera
reconoce a todos ios ciudadanos p ara porque las situaciones eran com pleta­
organizar el culto religioso. Os corres­ mente diferentes, y porque, sobre todo,
ponde, por lo tanto, a vosotros, Vene­ las divinas atribuciones de la jerarquía
rables H erm anos, poner m anos a la estaban en cierta m anera garantizadas.
obra y tom ar todas las medidas que el Si un Estado cualquiera se ha separado
derecho reconoce a todos los ciudada­ de la Iglesia dejando a ésta el recurso
nos p ara disponer y organizar el culto de la libertad com ún a todos y la libre
religioso. Ni sufrirem os que en cosa tan disposición de sus bienes, ha obrado,
im portante y tan ardua, echéis de m e­ sin duda, y por más de un concepto,
nos Nuestro concurso. injustam ente; pero no podría sin em ­
Ausentes de cuerpo, estaremos con bargo decirse que hubiese creado a la
vosotros con el pensam iento y con el Iglesia una situación com pletam ente
corazón, y os ayudarem os en toda oca­ intolerable.
sión con Nuestros consejos y Nuestra 7. Situación intolerable. Pero ocurre
autoridad. Tomad, pues, valerosamente todo lo contrario hoy en Francia; allí
esta carga que por am or a la Iglesia y los forjadores de esa ley injusta han
a vuestra patria os imponemos, y con­ querido hacer, no una ley de separa­
fiad en la bondad previsora de Dios, ción, sino de opresión. Esta es la paz
cuyo auxilio, en el m om ento deseado, y la inteligencia que prom etían; hacer
tenemos la firm e confianza de que no a la religión de la patria una guerra
ha de faltar a Francia. atroz, arro ja r la tea de las discordias
más violentas e im pulsar así a los ciu­
5. E sta Encíclica d ará lug ar a ca­ dadanos unos contra otros, con gran
lum nias. No es difícil prever cómo detrim ento, como todos lo ven, de la
Nuestro presente decreto y Nuestras m ism a cosa pública.
órdenes darán pie a las recrim inaciones Seguramente se ingeniarán para echar
de los enemigos de la Iglesia. Se esfor­ sobre Nos la culpa de este conflicto y
zarán en convencer al pueblo de que de los males que serán su consecuencia.
Nos no hemos puesto la m ira solam en­ Pero cualquiera que examine lealmente
te en la salvación de la Iglesia de F ra n ­ los hechos de crue hemos hablado en
cia, sino que hemos tenido otra inten­ la Encíclica “Vehementer Nos”(5 2\ sabrá
ción extraña a la Religión; que la fo r­ reconocer si merecemos el m enor repro­
m a de República en F rancia Nos es che Nos, que después de haber sopor­
odiosa y que secundamos p ara d erri­ tado pacientemente, por am or a la que­
barla los esfuerzos de los partidos con­ rida Nación francesa, injusticias sobre
trarios; que Nos negamos a los france­ injusticias, puestos en el trance de fra n ­
ses lo que la Santa Sede ha concedido quear los santos y últimos límites de
a otros. Nuestro deber apostólico, declaramos
Estas recrim inaciones y otras seme­ no poderlos franquear, o si más bien
jantes, que serán, como lo hacen prever pertenece a la culpa toda entera a aque­
ciertos indicios, propaladas en el públi­ llos que por odio al nom bre católico
co p ara irrita r los ánimos. Nos las de­ han llegado a tales extremos
(2) S. P ío X, Encíclica V eh em en ter N o s , 11-11-1906; en esta Colecc. Encícl. 98, pág. 752-760.
101, 8 E n c íc l ic a “G r a v is s im o O f f ic i M u ñ e r e ” 771

8. Exhortación final: Luchar por la criminal, así los nuestros con su arm o­
Iglesia. P o r lo tanto, que los hom bres nía podrán borrarlo y hacerlo desapa­
católicos de F rancia, si quieren verda­ recer.
deram ente dem ostrarnos su sumisión y En la dura prueba de Francia, si
su adhesión, luchen por la Iglesia, se­ todos aquellos que quieren defender
gún las advertencias que les hemos ya con todas sus fuerzas los intereses su­
dado; es decir, con perseverancia y premos de la patria, trab ajan como
energía; sin apelar, sin embargo, a la deben, unidos entre sí con sus Obispos
sedición y a la violencia. No por la y Nos mismo por la causa de la Reli­
violencia, sino por la firmeza, ence­ gión, lejos de desesperar de la salvación
rrándose en su buen derecho como en de la Iglesia de Francia, es de esperar,
una ciudadela, llegarán a rom per la por el contrario, que bien pronto será
obstinación de sus enemigos; pero en­ realzada en su dignidad y en su pros­
tiendan bien, según ya dijimos y repe­ peridad prim era.
timos todavía, que sus esfuerzos serán No dudamos de ninguna m anera que
inútiles si no se unen en u na perfecta los católicos cum plirán enteram ente
inteligencia p ara la defensa de la Reli- Nuestras prescripciones y Nuestros de­
bión. seos: entretanto procurarem os ardiente­
Ahora ya tienen Nuestro veredicto m ente obtener para vosotros, por la
sobre esta ley nefasta; a él deben con­ intercesión de María , la Virgen In m a­
form arse de todo corazón; y cuales­ culada, el auxilio de la Divina Bondad.
quiera aue hayan sido hasta el presen­ Como prenda de los dones celestiales,
te, durante la discusión, los pareceres y en patrim onio de N uestra paternal
de unos o de otros, guárdense todos, benevolencia, concedemos de todo co­
se lo rogamos encarecidam ente, de h e­ razón a vosotros, Venerables Hermanos,
rir a quienquiera sea, so pretexto de y a toda la Nación francesa, la Bendi­
que su m anera de ver era la mejor. ción Papal.
Que aprendan de sus adversarios lo Dada en Roma, junto a San Pedro,
que pueden la arm onía de las volunta­ el 10 de Agosto, fiesta de San Lorenzo,
des y la unión de las fuerzas; y lo m ártir, del año 1906, cuarto de Nuestro
Pontificado.
mismo que aquéllos han podido im po­
ner a la nación el estigma de esta ley PIO PAPA X.
ENCICLICA “UNE FOIS ENCORE” (*>
(6-1-1907)

A NUESTROS VENERABLES HERMANOS CARDENALES, ARZOBISPOS


Y OBISPOS DE FRANCIA, AL CLERO Y AL PUEBLO FRANCES
POR LA LEY SOBRE LA PERSECUCION FRANCESA

P I O PP. X
Venerables Hermanos, muy amados Hijos, salud y bendición apostólica

1 . Motivo: Grave situación religiosa ner el tem or que en pleno campo de


de F rancia. Una vez más los graves batalla la desunión pueda deslizarse 4
sucesos que se precipitan en vuestro vuestras filas.
noble país, Nos llevan a dirigir la pala­ Nos no menos hemos experim entado
bra a la Iglesia de F rancia p ara soste­ una alegría inm ensa ante el espectáculo
nerla en sus pruebas y p ara consolarla magnífico que estáis dando actualm en­
en su dolor. Es, en efecto, cuando los te y alabándoos altam ente delante de
hijos se encuentran apenados que el la Iglesia toda entera, Nos bendecimos
corazón del Padre debe más que nunca del fondo del corazón al Padre de las
inclinarse hacia ellos. Es por consi­ misericordias, autor de todos los bienes.
guiente cada vez que os vemos sufrir,
que del fondo de N uestra alm a p ater­ 3. L u d ia acentuada contra toda
nal oleajes de tern u ra deben b ro tar con creencia. V ictoria por la unión. El
más abundancia e ir hacia vosotros más recurso a este Dios infinitam ente bue­
confortantes y m ás dulces. no es tanto más necesario cuanto que
Esos sufrim ientos, Venerables H er­ lejos de apaciguarse, la lucha se acen­
manos, y m uy am ados Hijos, tienen túa y sin cesar se va extendiendo. No
un eco doloroso en toda la iglesia Ca­ es solamente la fe cristiana que se
tólica en este momento, pero Nos lo quiere a toda costa desarraigar del m e­
experim entam os de una m anera mucho dio de los corazones, sino es también
más viva todavía y Nos compadecemos toda creencia que elevando al hom bre
con una tern u ra que agrandándose con por encima del horizonte de este m u n ­
vuestras pruebas, parece acrecentarse do, transporta sobrenaturalm ente su
cada día. m irada cansada hacia el cielo. La ilu ­
sión en efecto, no es ya posible. Se ha
2. F irm eza de los católicos franceses. declarado la guerra a tocio lo sobrena­
A estas crueles tristezas, el Maestro ha tural, puesto que Dios se encuentra
mezclado, es verdad, una consolación alrededor de lo sobrenatural y aquello
que no puede ser más preciosa a Nues­ que se ve radiar del corazón 3^ del espí­
tro corazón. Ella nos ha venido de ritu del hombre, es Dios.
vuestra firm ísim a devoción a la Iglesia, Esta lucha será encarnizada y sin
de vuestra fidelidad indefectible a esta descanso de parte de aquellos que la
Sede Apostólica y de la unión fuerte y dirigen. En la medida que se desarrolle,
profunda que reina entre vosotros. De pruebas más duras que las que hasta
esta fidelidad y de esta unión Nos esta­ ahora habéis conocido, os saldrán al
mos ya seguros de antem ano, pues Nos paso, lo cual es posible, más aún p ro ­
conocemos demasiado la nobleza y ge­ bable. La prudencia obliga por lo tanto
nerosidad del corazón francés para te­ a cada uno de vosotros a prepararse
(*) A. S. S. 40 (1907) 3-11.

— 772 —
102, 4-6 E n c íc l ic a “U n e f o is e n c o r e ” 773

p ara eso. Vosotros soportadlo siempre amor, ella permanece al contrario y


valientemente y con confianza seguros perm anecerá siempre fiel. P or otra p a r­
de que, cualquiera que sea la violencia te el m undo entero sabe hoy día, de tal
de la batalla, finalm ente la victoria p er­ m anera que no se puede engañar, que
m anecerá entre vuestras manos. si la paz de las conciencias se ha roto
La prenda de esta victoria será vues­ en Francia, no es un hecho de la Igle­
tra unión, unión entre vosotros ante sia, sino por un hecho de sus enemigos.
todo, unión con esta Sede Apostólica Los espíritus im parciales aun los que
luego. Esta doble unión os volverá in ­ no pertenecen a nuestra fe, reconocen
vencibles y contra ella se quebrarán que si combate sobre el terreno reli­
todos los esfuerzos. gioso en vuestra patria bien am ada, no
es por que la Iglesia ha levantado el
4. D esean sep arar a los católicos estandarte la prim era, sino porque se
franceses de la Santa Sede. Nuestros le ha declarado a ella m ism a la guerra.
enemigos no son m enospreciables por Esta guerra después de 25 años sobre
lo demás. Desde el prim er momento y todo la Iglesia no hace m ás que sopor­
con una seguridad de visión m uy gran­ tarla. He aquí la verdad. Las declara­
de, han elegido su objetivo: en prim er ciones, mil veces hechas y repetidas en
lugar separaros de Nos y de la Cátedra la prensa, en el Congreso, en las reunio­
de P e d r o , después sem brar la división nes masónicas, en el seno del mismo
entre vosotros. Después de esos prim e­ parlam ento lo prueban, como también
ros momentos no han cambiado de los ataques que, progresiva y m etódica­
5 táctica, han vuelto a ella sin cesar y mente, se han organizado contra ella.
por todos los medios: unos con fórm u­ Estos hechos son innegables y contra
las envolventes y llenas de habilidad, ellos ninguna palabra podrá prevalecer. 6
otros con brutalidad y cinismo, p ro ­ La Iglesia no quiere, pues, la guerra,
mesas capciosas, prem ios deshonrosos la guerra religiosa menos aun que las
ofrecidos para provocar el cisma, am e­ otras, y afirm ar lo contrario es calum ­
nazas y violencias, todo ha sido puesto niarla y ultrajarla.
en juego y empleado. Pero vuestra es­
clarecida fidelidad ha descubierto todas 6. La persecución violenta. E lla no
estas tentativas. Dándose cuenta enton­ desea tampoco la persecución violenta.
ces que el m ejor medio de separaros de Esta persecución la conoce por haberla
Nos, era el de quitaros toda confianza sufrido en todos los tiempos 3^ bajo
en la Sede Apostólica, no vacilaron todos los cielos. Muchos siglos por los
desde lo alto de la tribuna y en la p ren ­ que atravesó bañada en sangre, le otor­
sa, a a rro ja r el descrédito sobre Nues­ gan el derecho de afirm ar con santo
tros actos, desconociendo y aun a m e­ orgullo que no la teme y que sabrá
nudo calum niando Nuestras intencio­ encararla cuantas veces sea necesaria.
nes.5 La persecución en sí empero, es un
mal, puesto que es la injusticia y que
5. La guerra religiosa en F rancia. impide la libre adoración ele Dios. No
La Iglesia, se dice, trata de suscitar la le es lícito pues a la Iglesia el desearla
guerra religiosa en Francia e invoca aun teniendo en cuenta el bien que la
allí la persecución violenta con todas Providencia en su infinita sabiduría
sus ansias. (¡Qué m ás raro que una siempre obtiene. Por lo demás la p er­
acusación sem ejante!). F undada por secución no es sólo un mal, es además
Aquel que ha venido a este m undo un sufrim iento, 3^ es ésta una nueva
para pacificarlo y p ara reconciliar al razón por la que la Iglesia que es la
hom bre con Dios, m ensajero de paz m ejor de las m adres no la deseará a
sobre la tierra, la Iglesia no podría sus hijos por el am or que les tiene.
querer la guerra religiosa m ás que re­ Por lo demás, se inflige en realidad
pudiando su misión sublime y por lo esta persecución a la Iglesia a la cual
tanto m intiendo ante los ojos de todos. se le reprocha de fom entarla y se está
A esta misión de dulzura paciente y de bien decidido a im pedir su realización.
774 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1907) 102, 7 10

7. Clero expulsado y bienes a rre b a ­ vano se buscaría paliar, afirm ando que
tados, ¿No h an expulsado de sus sedes no hay persona alguna m oral a quien
últim am ente a los obispos, aun a los estos bienes pudiesen ser asignados,
más venerables por su edad y por sus pues el estado es dueño de conferir la
virtudes? ¿No han arrojado a los semi­ personería civil a quien el bien público
naristas de los seminarios mayores y exige que sea conferido, a los estable­
menores? Todo el Universo católico ha cimientos católicos como a los otros y
contem plado con tristeza estos aconte­ en todos los casos le hubiera sido fácil
cimientos y no ha dudado acerca del no someter la form ación de asociacio­
calificativo que m erecen tales atrope­ nes de culto a condiciones en directa
llos. oposición con la constitución divina de
En lo que se refiere a los bienes ecle­ la Iglesia, que se suponía debían servir.
siásticos que se Nos acusa haber aban­
donado, se debe advertir que estos bie­ 9. Las asociaciones de culto que
nes en parte eran patrim onio de los violan los derechos de la Iglesia. Ahora
pobres y el patrim onio m ás sagrado bien, es esto precisam ente lo que ha
aún de los difuntos. sido hecho en lo que se refiere a las
No le era, pues, más perm itido a la asociaciones de culto. H an sido de tal
iglesia abandonarlos que entregarlos; modo organizadas por la ley, que sus
no podría sino dejárselos arrebatar por disposiciones a este respecto van di­
la violencia. Nadie por otra parte creerá rectam ente contra los derechos, que
que haya deliberadam ente abandonado, siguiéndose de la constitución, son esen­
sino es bajo la presión de las razones ciales a la Iglesia, principalm ente en
7 más imperiosas, lo que se le había así lo que se refiere a la jerarquía eclesiás­
confiado y aquello que le era tan ne­ tica, base inviolable que el mismo Di­
cesario para el ejercicio del cuito, para vino Maestro donó a su obra.
el m antenim iento de los lugares sagra­ Además la ley confiere a estas aso­
dos, para la form ación de sus clérigos ciaciones atribuciones que pertenecen
y para la subsistencia de sus ministros. exclusivamente a la autoridad eclesiás­
Es una pérfida obligación escoger entre tica, sea en lo que se refiere al ejercicio
la ruina m aterial y un atentado consen­ del culto, sea en lo que se refiere a la
tido contra su constitución que es de posesión y adm inistración de bienes.
origen divino que rehusó aún a precio En fin estas asociaciones de culto no
de su pobreza dejar tocar en ella la sólo se sustraen a la jurisdicción ecle­
obra de Dios. siástica sino que caen bajo el poder de
Sus bienes h an sido pues arrebatados, la autoridad civil. He aquí la razón p o r­
no los ha abandonado. 8 que Nos hemos visto obligados en Nues­
tras precedentes Encíclicas a condenar
8. D espojo con engaño. P or consi­ estas asociaciones de culto a pesar de
guiente, declarar vacante los bienes los sacrificios m ateriales que esta con­
eclesiásticos, si en ese plazo la Iglesia denación significa.
no ha creado en su seno un organismo
nuevo; someter esta creación a condi­ 10. Las leyes alem anas m ás acepta­
ciones en cierta oposición con la consti­ bles que las francesas. Se Nos ha acu­
tución divina de esta Iglesia, obligada sado además de parcialidad y de in­
por esto a rechazarlos; asignar de inm e­ consecuencia. Se ha dicho que Nos
diato estos bienes a terceros, como si habíam os rehusado aprobar en Francia
se hubiesen transform ado en bienes sin lo que había sido aprobado en Ale­
dueños; y por últim o afirm ar que mania.
obrando de esta m anera no se despoja Mas este reproche carece tanto de
a la Iglesia, sino que se dispone de los fundam ento como de justicia. Pues
bienes aue ha abandonado no es sólo aunque la ley alem ana fuese condena­
discurrir como sofista, sino que es añ a­ ble en cuanto a varios puntos y no
dir la b urla al más cruel despojo. Des­ haya sido sino tolerada en razón de
pojo por o tra parte innegable y que en evitar males mayores, sin embargo las
102, 11-13 E n c íc l ic a “U n e f o is e n c o r e ”

situaciones son com pletam ente distin­ conservarán o no, y por qué lapso de
tas y esta ley reconoce explícitam ente tiempo; una arbitraria reglam entación
la jerarq u ía católica, lo que la ley fra n ­ acerca de su uso, inm inentem ente pre­
cesa de ningún modo ha hecho. cario, con situaciones para el culto tan
variadas como es el núm ero de Comu­
11. L a declaración an u al exigida al nas que hay en Francia; en cada p a­
clero. E n cuanto a la declaración rroquia el cura, puesto bajo autoridad
anual, exigida para el ejercicio del cul­ m unicipal, y, por consiguiente la posi­
to, no ofrecía toda seguridad legal que bilidad de organizar un conflicto de
legítimamente podía desearse no tengan una parte a otra del país.
ninguno de los elementos constitutivos Con la obligación en cambio de en­
propios de las reuniones públicas y que carar todas las cargas, aun las más
de hecho sea odioso quererlas asim ilar pesadas y al mismo tiempo limitación
a ellas— p ara evitar m ayores males, la draconiana en lo que conviene a los
Iglesia podría haber consentido en tole­ recursos destinados a satisfacerlas.
rar esta declaración— . Pero estatuyen­ Mas también, esta ley nacida ayer,
do que “el cura o el ayudante no sería ha provocado innum erables y duras
más en su iglesia” que un ocupante sin críticas entre hom bres pertenecientes
título jurídico, que carecería de derecho indistintam ente a todos los partidos
para hacer cualquier acto de adm inis­ políticos y a todas las opiniones reli­
tración, se ha im puesto a los m inistros giosas, y estas críticas por sí solas bas­
del culto, en el ejercicio inismo de su tarían a juzgarla.
m inisterio, una situación en tal m anera Fácil es com probar, Venerables H er­
hum illante y vaga, que en semejantes manos, por lo que Nos acabam os de
condiciones, la declaración no podía ser recordaros, que esta ley ignora la ley
aceptada.12 de separación y Nos no podemos por
esto sino reprobarla.
12. Juicio sobre la ley de despojo y
9 del ejercicio del culto. Queda la ley 13. F in de la ley: descristianizar a
votada recientem ente por las dos Cá­ F ran cia y echar la culpa de la lucha
m aras. a ¡a Iglesia. El texto im preciso y am bi­
Desde el punto de vista de los bienes guo de algunos artículos de esta ley,
eclesiásticos, esta ley es una ley de des­ aclara bajo nueva luz el fin perseguido
pojo, una ley de confiscación, y ha por Nuestros enemigos. Quieren des­
consum ado el despojo de la Iglesia. tru ir la Iglesia y descristianizar la
Aunque su divino fundador haya n a­ Francia, como Nos os lo hemos ya di­
cido pobre en un pesebre, y haya m uer­ cho, mas sin que el pueblo se alarm e y
to pobre sobre u na cruz, aunque ella sin que pueda advertirlo. Si su empresa
misma ha}ra conocido la pobreza desde fuese realm ente popular, como lo pre­
su cuna; los bienes que entre manos tenden no vacilarían en proseguirla
tenía, no dejaban de pertenecerle y n a­ abiertam ente.
die tenía el derecho de despojárselos. Em pero lejos de asum ir esta respon­
E sta propiedad, bajo cualquier as­ sabilidad, se defienden, la rechazan, y
pecto indiscutible, había sido por lo para m ejor obtener lo que pretenden,
demás sancionada por el Estado, no la arro jan sobre la Iglesia, su víctima.
podía por consiguiente violarla. De entre todas las pruebas, la más
Desde el punto de vista del ejercicio estruendosa es que no responde a los
del culto, esta ley ha organizado la deseos del país.
anarquía; lo que instaura en efecto la Es en vano por otra parte que luego
incertidum bre y el libre arbitrio. de habernos colocado en la cruel nece­
Incertidum bre sobre si los edificios sidad de rechazar las leyes que han
del culto siempre susceptibles de desa­ dado — viendo los males que han a tra í­
fectación, serían m ientras tanto, pues­ do sobre la patria y sintiendo subir
tos a la disposición de los sacerdotes y hacia ellos el universal reproche como
de los fieles; incertidum bre sobre si se una lenta m area— procuren desviai la
776 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1907) 302, 14-17

opinión pública y hacer recaer sobre nes y la libertad, que si se hubiese


Nos la responsabilidad. hecho justicia a Nuestra dem anda, la
Su tentativa fracasará. paz religiosa no hubiese sido turbada
en F rancia y que el día en que se la
14. R esponsabilidad del P apa. En escuche, renacerá esta paz tan deseada.
cuanto a Nos, hemos cumplido con
Nuestro deber, como cualquier otro 16. H ora de sacrificios y del deber.
Romano Pontífice lo hubiese hecho. El Dirá en fin que, si seguros de antem ano
alto cargo que plugo al cielo investir­ de vuestra m agnánim a generosidad,
nos, a pesar ele Nuestra indignidad, Nos no hemos dudado de avisaros que
como por otra parte la fe de Cristo, ha sonado la hora de los sacrificios, es
fe que profesáis a una con Nos, Nos para recordar al m undo, en nom bre
dicta N uestra conducta. del Maestro de todas las cosas, que el
No podríam os haber obrado diferen­ hom bre debe alim entar aquí abajo, más
tem ente, sin hollar N uestra conciencia, altas preocupaciones que aquellas de
sin faltar al juram ento que Nos hemos esta vida que siendo contingentes pue­
hecho al subir a la Cátedra de Pedro, y den perecer y que la alegría suprem a,
sin violar la jerarq u ía Católica, base la inviolable alegría del alm a hum ana
dada a la Iglesia por Nuestro Señor Je­ sobre esta tierra, es el cum plim iento
sucristo. sobrenatural del deber, cueste lo que
cueste, y por ello Dios honrado, servido
Nos esperam os sin tem or el veredicto y am ado a pesar de todo
de la historia. 15
17. Epílogo y Bendición. Confiando
15. Objetivo del P apa: no com batir que la Virgen Inm aculada, H ija del P a ­
un gobierno, sino defender derechos dre, Madre del Verbo, Esposa del E spí­
sagrados. E lla a firm ará que, fijos los ritu Santo, os obtendrá de la m uy Santa
ojos sobre los derechos superiores de y adorable Trinidad días mejores, como
Dios que han de defenderse, Nos no presagio de la calm a que seguirá a la
hemos querido hum illar el poder civil, torm enta. Nos lo esperamos firm em en­
ni com batir u n a form a de gobierno, te, ciertam ente es desde lo más p rofun­
mas sabrá guardar la obra intangible do de Nuestra alm a que Nos os acor­
de Nuestro Señor y Maestro, Jesucristo. damos Nuestra Bendición Apostólica a
Dirá que Nos os hemos defendido, Vosotros, Venerables Hermanos, así co­
con todas las fuerzas de Nuestra in ­ mo a vuestro clero, y al pueblo todo
m ensa ternura. ¡Oh Hijos bien amados! de Francia.
que lo que hemos reclam ado y reclam a­ Dada en Roma, cerca de San Pedro,
mos p ara la Iglesia, de la cual, la Igle­ el día de la Epifanía, 6 de Enero de
sia de Francia es la hija m ayor, y una 1907, cuarto de Nuestro Pontificado.
parte integrante, es el respeto de su
jerarquía, la inviolabilidad de sus bie­ PIO PAPA X.
DECRETO “LAMENTABILI SANE EXITU”(:::)
(3-VIÍ-l 907)

EN 65 PROPOSICIONES SE REPRUEBAN Y PROSCRIBEN LOS


PRINCIPALES ERRORES DEL REFORMISMO O MODERNISMO.

1 . Motivo: Los erro res que se desli- 3. Las 65 proposiciones reprobadas:


0 zan en la interp retació n de la Biblia. í. La ley eclesiástica, que prescribe
Con resultados verdaderam ente lam en­ someter a la previa censura los libros
tables, nuestra edad, enemiga de todo referentes a las divinas Escrituras, no
freno, de tal modo sigue no pocas se extiende a los cultivadores de la crí­
veces las novedades en la investigación tica o exégesis científica de los libros
de las suprem as razones de las cosas, del Antiguo y Nuevo Testamento.
que, dejando la que pudiéram os llam ar
herencia del linaje hum ano, incurre 2. La interpretación de los libros sa­
en gravísimos errores. Los cuales son grados hecha por la Iglesia no es cier- 471
m uchísim o más perniciosos si se trata lam ente despreciable, pero está some­
de las enseñanzas sagradas, de la in ter­ tida al juicio más depurado y a la
pretación de la Sagrada E scritura y de corrección de los exégetas.
los principales m isterios de la fe. Sobre 3. De los juicios y censuras eclesiás­
todo es deplorable encontrar hasta en­ ticas contra la exégesis libre y más
tre católicos, no pocos escritores, que elevada, puede colegirse que la fe p ro ­
traspasando los límites m arcados por puesta por la Iglesia contradice a la
los Santos Padres y por la Iglesia m is­ Historia, y que los dogmas católicos no
ma se dedican, so pretexto de alta crí­ se conciban realm ente con los más ve­
tica y a título de razón histórica, a rídicos orígenes de la religión cristiana.
buscar un pretendido progreso de dog­ 4. El magisterio de la Iglesia no pue­
ma, que no es en realidad más que su de determ inar el sentido genuino de
deformación. las Sagradas Escrituras ni siquiera por
medio de definiciones dogmáticas.
2. El tribuna! exam ina y reprueba.
Pero a fin de que sem ejantes errores, 5. Conteniéndose en el depósito de la
que se esparcen todos los días entre los fe solamente las verdades reveladas,
fieles, no arraiguen en su espíritu y no bajo ningún respecto pertenece a la
alteren la pureza de su fe, ha parecido Iglesia juzgar acerca de las aserciones
bien a Su Santidad Pío X, P apa por la de las ciencias humanas.
divina Providencia, hacer notar y re ­ 6. En la definición de las verdades
probar los principales de entre ellos de tal modo colaboran la Iglesia dis­
por este tribunal de la Santa, Rom ana y cent e y docente, que nada queda a la
Universal Inquisición. docente sino sancionar las opiniones
E n consecuencia, después de un exa­ comunes de la discente.
m en diligentísimo y con el previo p a ­ 7. La Iglesia, al proscribir errores,
recer de los reverendos consultores los no puede exigir de los fieles se adhieran
Emmos. y Reverendísimos Cardenales, con consenso interno a los juicios por
inquisidores, generales en m ateria de ella pronunciados.
fe y de m oral, han juzgado que debían 8. Se habrán de juzgar inm unes de
reprobarse y proscribirse las proposi­ toda culpa los que en nada estimen
ciones siguientes, como son reprobadas las condenaciones em anadas de la Sa­
y proscritas por el presente decreto grada Congregación del Indice o de las
general.(*) otras Congregaciones Romanas.
(*) A. S. S. 40 (1907) 470-478. Este decreto se ilustra por la Encíclica “ P ascen di” que. se publica
a continuación. Ver nota introductoria en la pág. 781.

— 777 —
778 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1907) 103, 3

9. Los que creen que Dios es verda­ es en realidad sino un testigo eximio
deram ente el autor de la Sagrada Es­ de la vida cristiana, o de la vida de
critura m anifiestan simplicidad excesiva Cristo en la Iglesia, al finalizar el p ri­
o ignorancia. mer siglo.
10. La inspiración divina no se ex- 19. Los exétas heteredoxos han
472 tiende a toda la Sagrada E scritura de expresado el verdadero sentido de la
tal modo que preserve de todo error a Escritura m ás fielmente que los exége-
todas y cada u na de sus partes. tas católicos.
11. La inspiración de los libros del 20. La Revelación no pudo ser otra
Antiguo Testamento consistió en que cosa que la conciencia adquirida por
los escritores israelitas transm itieron el hom bre de su relación con Dios.
doctrinas religiosas bajo un aspecto 21. La Revelaciónf que constituye el
poco o nada conocido de los paganos. objeto de la fe católica, no term inó con
12. El exégeta, si quiere dedicarse los apóstoles.
útilm ente a los estudios bíblicos, debe 22. Los dogmas que la Iglesia p re­
apartar, ante todo, cualquiera precon­ senta como revelados no son verdades
cebida opinión sobre el origen sobrena­ descendidas del Cielo, sino una inter­
tural de las Sagradas Escrituras, e in ­ pretación de hechos religiosos que la
terpretarlas no de otro modo que los inteligencia hum ana se ha elaborado
demás docum entos m eram ente hum a­ con trabajoso esfuerzo.
nos. 23. Puede existir, y en realidad exis­
13. Las parábolas del Evangelio fue­ te, oposición entre los hechos que se
ron forjadas con arte por los Evange­ n arran en las Sagradas E scritura y
listas mismos y por los Cristianos de la los dogmas que sobre los mismos pre­
segunda y tercera generación, con el tende fundar la Iglesia, y así el crítico
fin de explicar los exiguos frutos de la puede rechazar como falsos hechos que
predicación de Cristo entre los judíos. la Iglesia cree ciertísimos.
74. En m uchas narraciones los Evan­ 24. No es censurable el exégeta que
gelistas no atendieron tanto a la verdad se apoya en prem isas de las cuales se
de las cosas como a consignar aquello sigue que los dogmas son históricam en­
que juzgaron m ás provechoso a sus te falsos o dudosos, con tal que no
lectores, aunque contrario a la realidad. niegue de un modo directo los mismos
15. Los Evangelios fueron aum enta­ dogmas.
dos con adiciones y correcciones hasta 25. El asenso de la fe se apoya en
llegar a un canon fijo y definitivamente último térm ino en una acum ulación de
constituido, y en ellos por tanto, no probabilidades.
queda en pie sino un vestigio tenue e 26. Los dogmas de la fe se han de
incierto de la doctrina de Cristo. retener solamente según el sentido
16. Las narraciones de San Juan no práctico, esto es, como norma precep­
son propiam ente historia, sino una con­ tiva de obrar, no como norm a de creer.
templación m ística del Evangelio, y los 27. La divinidad de Jesucristo no se
discursos contenidos en su Evangelio prueba con los Evangelios, sino que es
son m editaciones teológicas acerca del un dogma deducido de la noción del
misterio de la salvación, destituidas de Mesías por la conciencia cristiana.
verdad histórica. 28. Guando ejercía su m inisterio, Je­
17. El cuarto Evangelio exageró los sús no hablaba con el fin de enseñar
milagros, no tan sólo con el fin de que que El era el Mesías, ni sus milagros
apareciesen m ás extraordinarios, sino tendían a dem ostrar que lo fuese.
tam bién con el de que resultasen más a 29. Puede concederse que el Cristo
propósito p ara declarar la obra y la presentado por la Historia es m uy in­
gloria del Verbo Encarnado. ferior al Cristo que es objeto de la fe.
18. Juan se apropia, es verdad, la 30. En todos los testimonios evangé-
cualidad de testigo de Cristo, pero no gélicos el nom bre de Hijo de Dios equi-
103, 3 D e c r eto “L a m e n t a b il i sa n e e x it u ” 779

vale solamente al nom bre de Mesías, y A0. Los sacramentos tuvieron su prin­
de ningún modo significa que Cristo es cipio en la interpretación que los após­
el verdadero y natu ral Hijo de Dios. toles y sus sucesores, aleccionados y
31. La doctrina sobre Cristo que nos movidos por circunstancias y aconte­
enseña Pablo, Juan y los Concilios Ni- cimientos, dieron a cierto bosquejo e
ceno, Efesino y Calcedonense, no es la intención vaga de Cristo.
que Jesús enseñó, sino la que de Jesús Al. Los sacram entos no tienen otro
concibió la conciencia cristiana. objeto que evocar en el espíritu del
32. El sentido natural de los textos hom bre la presencia siempre benéfica
evangélicos es inconciliable con la ense­ del Creador.
ñanza de nuestros teólogos, en lo que A2. La com unidad cristiana introdujo
se refiere a la conciencia de Jesús y a la necesidad del bautismo, adoptándolo
su ciencia infalible. como un rito necesario, y vinculado a
33. Es evidente a todo el que no se él las obligaciones de la profesión cris­
guíe por opiniones preconcebidas, o tiana.
bien que Jesús profesó el erro r del p ró ­ A3. E l uso de adm inistrar el bautis­
ximo advenim iento del Mesías, o que la mo a los niños fue una evolución disci­
m ayor parte de su doctrina contenida plinar; y esta fue una de las causas de
en los Evangelios sinópticos carece de que este sacram ento se dividiera en dos,
autenticidad. a saber: en el Bautismo y la Penitencia.
3A. El crítico no puede conceder a AA. Nada prueba que el rito del sa­
Cristo ciencia ilimitada, sino u na hipó­ cram ento de la Confirmación haya sido
tesis que históricam ente no puede con­ empleado por los Apóstoles, y la dis­
cebirse y que repugna al sentido m oral, tinción form al de los dos sacramentos.
es a saber: que Cristo, como hom bre, A5. No todas las cosas que n arra San
tuvo ciencia divina, y con todo eso no Pablo acerca de la Institución de la
quiso com unicar a sus discípulos y a Eucaristía (Carta 1* a los Corintios, XI,
la posteridad el conocimiento que po­ 23, 25) se han de tom ar históricamente.
seía de tantas cosas. A6. En la Iglesia prim itiva no existió
35. Cristo no siempre tuvo conciencia la idea del pecador cristiano reconcilia­
de su dignidad mesiánica. do en virtud de la autoridad de la Igle­
36. La Resurrección del Salvador no sia, sino que ésta fue habituándose con
es propiam ente un hecho de orden his­ sum a lentitud a esta concepción. Antes
tórico, sino un hecho de orden m era­ bien: aun después que la penitencia
mente sobrenatural, ni dem ostrado ni fue conocida como institución de la
demostrable, que la conciencia cristiana Iglesia no era llam ada con el nom bre 476
derivó poco a poco de otros hechos. de sacram ento infam ante.
31. La fe en la Resurrección de Cris­ Al. Las palabras del Señor: (iRecibid
to, prim itivam ente, no tanto versó acer­ el Espíritu Santo; a los que perdonareis
ca del hecho mismo de la resurrección los pecados les son perdonados, y a los
cuanto acerca de la vida inm ortal de que se les retuviereis les son retenidos”
Cristo con Dios. (San Juan, 20, 22 y 23) de ningún m o­
477 38. La doctrina de la muerte expia­ do se refieren al sacram ento de la Pe­
toria de Cristo no es evangélica, sino nitencia por más que así plugo afir­
que sólo data de San Pablo. m arlo a los Padres Tridentinos.
39. Las opiniones acerca del origen A8. Santiago en su carta — cap. 5, 14 y
de los sacramentos, en las cuales esta­ 15— no intentó prom ulgar un sacra­
ban imbuidos los Padres del Concilio mento de Cristo, sino recom endar algu­
Tridentino, y que tuvieron sin duda na piadosa costumbre, y si en esta
influjo en sus cánones dogmáticos, dis­ práctica ve tal vez algún medio de obte­
tan m ucho de las que aho ra reinan ner gracia, no lo entiende con aquel
fundadam ente entre los que se ocupan rigor con que lo entendieron los teólo­
en investigaciones históricas sobre el gos que fijaron la teoría y el núm ero
cristianismo. de los sacramentos.
780 E n c íc l ic a s del P P . P ío X (1907) 103. 4

49. Habiendo la Cena cristiana tom a­ 59. Cristo no enseñó un cuerpo deter
do poco a poco la índole de acción minado de doctrina aplicable a todos
litúrgica, aquellos que acostum braban los tiempos y a todos los hombres, sino
a presidir la cena alcanzaron el carác­ más bien inició un cierto movimiento
ter sacerdotal. religioso, adaptado y adaptable a diver
50. Los ancianos que en las reunio­ sos tiempos y lugares.
nes cristianas desem peñaban el oficio 60. La doctrina cristiana, en sus p rin
de vigilantes, fueron instituidos por los cipios, fue judaica; pero por sucesivas
Apóstoles presbíteros u obispos para evoluciones pasó a ser prim ero, pauli
prever al orden que era necesario en na; luego juanista, y finalm ente helé
las crecientes cristiandades, no propia­ nica y universal.
mente p ara perpetuar la m isión y po­ 61. Puede decirse sin paradoja que
testad apostólica. ningún capítulo de la Escritura, desde
51. El matrimonio no pudo llegar a el prim ero del Génesis hasta el último
ser sacram ento en la Iglesia sino mucho del Apocalipsis, contiene doctrina com
más tarde, puesto que p ara que el m a­ pletam ente idéntica a la que la Iglesia
trim onio fuese tenido como sacram ento profesa sobre los mismos puntos, y, por
era necesario que la doctrina sobre la lo tanto, ningún capítulo de la E scri
gracia y los sacram entos alcanzase pre­ tura tiene para el crítico el mismo sen
viamente su pleno desenvolvimiento tido que para el teólogo.
teológico. 62. Los principales artículos del Sím
52. Fue ajeno a la mente de Cristo bolo Apostólico no tenían la misma
constituir a la Iglesia como una socie­ significación para los cristianos de los
dad sobre la tierra que había de d u rar prim eros tiempos que tienen para los
una larga serie de siglos; antes bien, en cristianos de nuestros días.
la mente de Cristo el fin del m undo y 63. La Iglesia se m uestra incapaz de
el reino del cielo eran igualmente inm i­ defender eficazmente la moral evangé
nentes. lica, porque está obstinadam ente adhe
53. La constitución orgánica de la rida a doctrinas inm utables que no
iglesia no es inm utable, sino que la pueden conciliarse con los progresos
sociedad cristiana está sujeta a perpe­ modernos.
tua evolución, lo mismo que cualquiera 64. El progreso de las ciencias pide
sociedad hum ana. que se reform en los conceptos de la
54. Los dogmas, sacram entos y je­ doctrina cristiana sobre Dios, sobre la
rarquía, tanto en lo perteneciente a su Creación, sobre la Revelación, la P e r
noción como a la realidad, no son sino sona del Verbo Encarnado y la Reden
interpretaciones de la inteligencia cris­ ción.
tiana y evoluciones que desarrollaron 65. El catolicismo actual no puede
y perfeccionaron con aum entos exterio­ conciliarse con la verdadera ciencia, a
res el exiguo germ en oculto en el E van­ no ser que se transform e en cierto cris
gelio. tianismo no dogmático, esto es, en un
55. Simón Pedro ni sospechó siquiera protestantism o amplio y liberal.
jam ás que el Primado de la Iglesia le
hubiese sido encom endado por Cristo. 4. La aprobación del P apa. El d
56. La Iglesia romana no se hizo siguiente, jueves 4 del mismo mes y
cabeza com ún de las demás iglesias por año, habiéndose hecho a Su Santidad
ordenación de la divina Providencia, el P apa Pío X un inform e fiel de todo
sino por condiciones m eram ente polí­ esto, su Santidad aprobó y confirm ó el
ticas. decreto de los Emmos. Padres, y orde
57. La Iglesia se m uestra hostil a los nó que todas y cada una de las propo
progresos de las ciencias naturales teo­ siciones arriba insertas fuesen consi
lógicas. deradas por todos como reprobadas y
58. La verdad no es más inmutable proscriptas.
que el hom bre mismo, puesto que evo­ P etrus P alambelli
luciona con él, en él y por él. (Notario de la S. R. U. I.)
JC 04I

ENCICLICA “PASCENDI DOMINICI GREGIS”^


(8-IX-1907)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS


ORDINARIOS DEL LUGAR EN PAZ Y COMUNION CON LA SILLA
APOSTOLICA, ACERCA DE LAS DOCTRINAS DE LOS MODERNISTAS

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud ¡j bendición apostólica

1 . D eber prim ero de N uestro oficio. no ha de ser censurada como un olvido


593 No podem os callar. Al oficio de ap a­ de Nuestro m inisterio. Lo que sobre
centar la grey del Señor que nos ha todo exige de Nos que rom pam os sin
sido confiada de lo alto, Jesucristo se­ dilaciones el silencio, es la circunstan­
ñaló como deber prim ario el de guardar cia de que al presente no es menester
con sum a vigilancia el depósito trad i­ ya ir a buscar a fos fabricadores de
cional de la santa Fe, tanto contra las errores entre los enemigos declarados:
novedades profanas de lenguaje como se ocultan, y esto es precisam ente obje­
contra la oposición de u na falsa ciencia. to de grandísim a ansiedad y angustia,
Seguramente que no ha existido época en el seno mismo y dentro del corazón
en la que no haya sido necesaria a la de la Iglesia. Enemigos, a la verdad,
grey cristiana esa vigilancia de su P as­ tanto más perjudiciales, cuanto lo son
tor suprem o; porque jam ás han fal­ menos declarados. ¡Jlablamos, Venera­
tado, suscitados por enemigo del género bles Hermanos, de un gran núm ero de
hum ano, hombres de lenguaje perver- católicos seglares y, lo que es aún más
de vanos discursos n seductn- deplorable, hasta sacerdotes, los cuales,
1££1(2)^ aue__ijerran y que inducen al so pretexto de am or a la Iglesia, fal­
error Pero es preciso reconocerlo: tos en absoluto de conocimientos serios
en estos últim os tiempos ha crecido en Filosofía y Teología, e im pregnados,
extrañam ente el núm ero de los ene- por el contrario, hasta la m édula de
594 migos de la cruz de Cristo, los cua­ los huesos de venenosos errores bebi­
les con artes enteram ente nuevas y dos en los escritos de los adversarios
llenos de perfidia se esfuerzan por an i­ del Catolicismo, se jactan, a despecho
quilar las energías vitales de la Iglesia, de todo sentimiento de modestia, como
y hasta por destruir de alto a bajo, si restauradores de la Iglesia, y en ap re­
les fuera posible, el im perio de Jesu­ tada falange asaltan con audacia todo
cristo. G uardar silencio no es ya decoro­ cuanto hay de más sagrado en la obra
so, si no queremos aparecer infieles al de J e s u c r is t o , sin respetar la propia
más sacrosanto de Nuestros deberes, y persona del divino R eparador, que re ­
si la bondad de que hasta aquí hemos bajan. con sacrilega tem eridad, a la
hecho uso, con esperanza de enmienda, categoría de puro y simple hom bre.
(*) ASS. 40 (1907) 593-650. El texto original latino se publicó en el O s s e r v a t o r e R o m a n o ; a él nos
atenemos en la traducción castellana. Hay traducción oficial italiana y francesa. La Encíclica P a s c e n d i
es una exposición autorizada, amplia y en todo concepto admirable del m o d e r n i s m o (en lo religioso),
que define “un resumen de todas las herejías” , o m n i u m h s e r e s e o n c o l l e c t u m , de sus causas y de
sus remedios. Estos harán, Dios mediante, que entre los cristianos no arraiguen ni se extiendan los
errores que desenmascara, refuta y proscribe el Padre común y maestro universal de los fieles.
(1) A c t . 20, 30. (3) II Tim. 3, 13.
(2) Tit. 1, 10.
— 781
782 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1907) 1 0 4 , 2-4

2. Enem igos tle la Iglesia. celo sincero de la verdad lo que sólo


Tales
hom bres podrán extrañar verse colo­ es obra de la tenacidad v del orgullo.
cados por Nos entre los enemigos de A la verdad, Nos habíam os esperado
la Iglesia; pero no habrá fundam ento que algún día volverían sobre sí, y por
p ara tal extrañeza en ninguno de aque­ esa razón habíam os empleado con ellos
llos que, prescindiendo de intenciones, prim ero la dulzura como con hijos, des­
reservadas al juicio de Dios, conozcan pués la severidad y, por último, aunque
sus doctrinas v su m anera de hablar y mu}^ contra N uestra voluntad, las re ­
o b rar. Son seguram ente enemigos de la prensiones públicas. Pero no ignoráis,
Iglesia, y no se ap artará de lo verda­ Venerables Hermanos, la esterilidad de
dero quien dijera que ésta no los ha Nuestros esfuerzos; esos hom bres han
tenido peores. Porque, en efecto, como inclinado un momento la cabeza para
ya se notó, ellos tram an la ruina de la erguirla en seguida con m ayor orgullo.
Iglesia, no desde fuera, sino desde den­ Ahora bien: si sólo se tratara de ellos,
tro: en nuestros días el peligro está casi Nos podríam os tal vez disim ular; pera
en las entrañas mism as de la Iglesia y se trata de la Religión católica y de su
en sus mismas venas; y el daño produ­ seguridad. Basta, pues, de silencia; pm -
cido por tales enemigos es tanto más longarlo sería un crimen. Tiempo es de
inevitable cuanto más a fondo conocen arran car la m áscara a esos hom bres y
a la Iglesia. Añádase que han aplicado de m ostrarlos a la Iglesia entera tales
la segur, no a las ram as, ni tam poco a cuales son en realidad.
débiles renuevos, sino a la raíz m ism a:
esto es, a la fe y a sus fibras más pro ­ 3. T áctica insidiosa. Y como una
fundas. Mas u na vez herida esa raíz de [ táctica, a la verdad, insidiosísima, de
595 vida inm ortal, pasan a hacer circular los m odernistas (así se los llam a vulgar -
el virus por todo el árbol, y en tales | mente, y con m ucha razón), consiste
proporciones, que no hay parte alguna j en no exponer jam ás sus doctrinas de
de la fe católica donde no pongan su un modo metódico y en su conjunto,
mano, ninguna que no se esfuercen p or ! sino dándolas en cierto modo por frag­
corrom per. Y m ientras persiguen por mentos y esparcidas acá y allá, lo cual
mil caminos su nefasto designio, su contribuye a que se les juzgue, fluc-
táctica es la más insidiosa y pérfida. tuantes e indecisos en sus ideas cuando
Amalgamando en sus personas al r a­ en realidad éstas son perfectam ente fi­
cionalista y al católico lo hacen con jas y consistentes, ante todo, im porta
habilidad tan refinada, que llevan fá­ presentar en este lugar esas mismas
cilmente la decepción a los pocos ad ­ doctrinas desde un punto de vista úni­
versarios, por otra parte, tem erarios co» y hacer ver el enlace lógico que las,
consumados. No hay clase de conse­ une entre sí. reservándonos indicar a
cuencias que les hagan retroceder, o continuación las causas de los errores
más bien, que no sostengan con obsti­ y prescribir los remedios adecuados a
nación y audacia. Ju n tan con esto, y es cortar el mal.
lo más a propósito p ara engañar, una
vida llena de actividad, asiduidad y 4. Filosofía m odernista. P a ra p ro ­
ardor singulares hacia todo género de ceder con claridad en m ateria tan com ­
estudios, aspirando a granjearse la esti­ pleja, preciso es advertir ante todo que
mación pública por sus costumbres, con cada m odernista representa variedad
frecuencia intachables. P or fin, y esto de personajes, mezclando, por decirlo
parece quitar toda esperanza de rem e­ así, al filósofo, al creyente, al teólogoT
dí0» sus doctrinas les h an pervertido el al historiador, al crítico, al apologista,
alm a de tal suerte, que han venido a al reform ador: personajes que conviene
ser despreciadores de toda autoridad, deslindar con exactitud, si se quiere
impacientes de todo freno, y atrinche­ conocer a fondo sus sistemas y darse
rándose en u na conciencia m entirosa. cuenta de los principios y de las conse­
nada omiten p ara que se atribuya a cuencias de sus doctrinas.
104, 4 E n c íc l ic a eíP a s c e n d í ” 783

a) Agnosticismo. Y p ara d ar p rin ci­ qué artificio de razonam iento hacen el


pio por el filósofo, los m odernistas es­ tránsito desde la ignorancia sobre si
tablecen como base de su filosofía reli­ Dios ha intervenido en la historia del
giosa la doctrina com únm ente llam ada género hum ano, a la explicación de esa
aanasticismo. La razón hum ana, ence­ m ism a historia con independencia de
rrada rigurosam ente en el círculo de Dios, de quien se juzga no haber teni­
los fenómenos. es decir, de los objetos do, en efecto, parte en el proceso histó­
que aparecen, y tales ni m ás ni menos rico de la hum anidad, conózcalo quien
como aparecen, no posee la facultad ni pueda. Ello es que los m odernistas tie­
el derecho de franquear esos límites: nen como ya establecida y fija una
siendo, en consecuencia, incapaz de cosa, a saber, que Ifl ciencia debe ser
elevarse hasta Dios, ni aun p ara cono­ atea, y lo mimo la historia: en una y
cer su existencia por medio de las cria­ en otra no adm iten en su esfera sino
turas; tal es su doctrina. De donde fenómenos: Dios y lo divino quedan
infieren dos cosas: que Dios no puede desterrados de ella. P ronto veremos las
.ser objeto directo de la ciencia, v que consecuencias que de doctrina tan ab­
tampoco es un personaje histórico. surda fluyen con respecto a la sagrada
¿Qué viene a ser, después de esto, de la persona del Salvador, a los misterios
teología natural, de los motivos de cre­ de su vida y m uerte, de su resurrección,
dibilidad, de la revelación externa? No y ascensión gloriosa.
es difícil com prenderlo. Suprim en pura
y simplemente todo esto parELx emitirio b) Inm anencia vital. El principio de
al intelectualismo. sistema que, según la inm anencia religiosa. Pero el agnos­
ellos, excita com pasiva sonrisa y está
ticismo no es sino el aspecto negativo
sepultado hace largo tiempo. Nada les de la doctrina de los m odernistas: el
detiene, ni aun las condenaciones que positivo está constituido por la llam ada
la Iglesia ha fulm inado contra errores
inmanencia vital. El tránsito de la p ri­
tan monstruosos. Porque el C o n c il i o m era a la segunda fase del sistema es
como sigue: N atural o sobrenatural, la
V a t i c a n o decretó lo que sigue: Si algu­
no dijese que la luz natural de la razón religión, como todo hecho, exige una
explicación. Pues bien: una vez repu-
lidumbre, por medio de las cosas crea- £liada_la teología natural y cerrado, en
dns . el único g verdadero Dios, nuestro consecuencia, todo acceso a . la revela­
a excomulga d o ^ . ción por quedar desechados los ipotivos
de credibilidad: más aún, abolida por
Igualmente:
completo toda revelación externa, resul­
liosible o
sea instruido ^mediante la revelacióji ta claro que no puede buscarse fuera
del hom bre la explicación apetecida, y
divina, sobre J l io^ y Aobre el .culto cl debe hallarse en el interior del hom ­
él debido, sea excomulg a d o ^ . Y por bre; m as como la religión es una fo r­
último: Si alguno dijese que la revelq-
ana de vida, la explicación ha de ha,-
gión divina no pudo hacerse creíble por llarse en la vida misma del hombre.
_signos exteriores, u que, en consecuei\- Por tal procedimiento se llega a estable­
cia. sólo por la experiencia individual cer el principio de la inmanencia reli­
giosa. E n efecto, todo fenómeno vital,
movidos los hoinbres a la fe sea excor- y ya pueda dicho que tal es la religión,
jnulgado (6>. Ahora, de qué m anera los reconoce por prim er estim ulante cierto
m odernistas pasan del agnosticismo, impulso o indigencia, v por prim era
que después de todo no es sino igno­ m anifestación ese movimiento del cora- 598
rancia, al ateísmo científico e histórico, zón que llamamos sentimiento. P or esta
cuvo carácter total es. por el contrario, razón, siendo Dios el objeto de la reli­
la negación: y en consecuencia, por 4 gión, síguese de lo expuesto que fe.
(4 ) Cune. Vatic. Cánones II de la revel. can. 1 Bueno, 1955, Barcelona bajo el mismo número
Denzinger-Umberg n9 1806; o en la edición de marginal.
Herder en castellano; preparado por Daniel Ruiz (5) I b i d . , can. 2 (Denz-Umb. n. 1807).
(6) D e f i d e , can. 3 (Denz-Umb. n. 1812).
7S4 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1907} 104, 4

principio y fundam ento de toda re li­ sentimiento se m anifiesta al alma, aun-


gión, reside en un sentimiento íntim o que todavía de un modo confuso? Pero
engendrado por la necesidad o indigen­ añaden aún: si bien se observa, desde el
cia de lo divino. P or otra parte, como momento en que Dios es a un tiempo
esa indigencia no se hace sentir sino causa y objeto de la fe, m uéstrase por
bajo ciertas coyunturas determ inadas y lo mismo la revelación procediendo de
favorables, no puede pertenecer de suyo Dios y recayendo sobre Dios; es decir,
a la esfera de la conciencia ?1 principia
yace sepultado bajo la conciencia, o, ftl mismo tiempo revelador y revelado.
para em plear un vocable tom ado de la De aquí, Venerables Hermanos, aquella
filosofía m oderna, en la subconciencia. afirm ación absurda de los modernistas
donde es preciso añadir que su raíz de que toda religión es a la vez natural
perm anece escondida, y de ningún m o­ v sobrenatural, según los diversos p u n ­
do com prendida, ¿Quiere ahora saberse tos de vista. De aquí la equivalencia
en qué form a esa indigencia de lo divi­ entre la conciencia y la revelación,. De
no, cuando el hom bre llegue a sentirla, aquí, por fin, la lev que erige a la
se convierte en religión? Los m odernis­ conciencia religiosa en regla universal,
tas dan la respuesta: la ciencia v la totalm ente a la par con la revelación, y
Jiistoria están encerradas entre dos lí­ a la que todo debe someterse, hasta la
m ites: uno exterior, el m undo visible: autoridad suprem a de la Iglesia, en la
otro interior, la conciencia. Llegada a triple m anifestación de autoridad doc­
este límite, imposible que pasen ade­ trinal, cultural y disciplinar.
lante la ciencia y la historia; m ás allá
está lo incognoscible. Enfrente de este T ransfiguración y desfiguración. Sin
incognoscible, lo mismo del que está embargo, en todo este proceso, de don­
fuera del hom bre m ás allá de la n atu ­ de, en sentir de los modernistas, se
raleza visible, como del que está en el originan la fe y la revelación, a una
hom bre mismo, en las profundidades cosa ha de atenderse por su im portan­
de la subconciencia, la indigencia de lo cia no pequeña, vistas las consecuencias
divino, sin juicio alguno previo, según histórico-críticas que de ella sacan. P o r­
los principios del fideísmo, suscita en que lo Incognoscible, de que hablan, no
el alma, naturalm ente inclinada a la se presenta a la fe como una cosa
religión, u n sentimiento de carácter aislada y singular, sino al contrario,
especial. Este sentim iento tiene por dis­ con íntim a dependencia de algún fenó­
tintivo el llevar envuelta la m ism a rea­ meno, que aunque pertenece al campo
lidad de Dios bajo el doble concepto de de la ciencia y de la historia, de algún
objeto y de causa íntim a, v además el modo sale fuera de esos límites; ya
de unir en cierta m anera a l hom bre será ese fenómeno un hecho de la n a ­
con Dios. Tal sentimiento es p ara los turaleza que envuelve en sí algún m is­
m odernistas la fe, y la fe así entendida terio, ya un hom bre cuyo carácter,
es p ara ellos gl principio de toda reli­ acciones, palabras parecen contrariar
gión. las comunes leyes de la historia. En
este caso la fe, atraída por lo Incog­
La revelación. P ero no se detiene noscible que se presenta junto con el
aquí la filosofía, o, por m ejor decir, los fenómeno, lo rodea todo él. v lo pene­
delirios m odernistas. Pues en ese senti­ tra en cierto modo de su propia vida.
miento los m odernistas, no sólo en­ De aquí dos cosas se siguen: una cierta
cuentran la fe, sino con la fe y en la transfiguración del fenómeno, levanta­
mism a fe, según ellos la entienden, afir­ do sobre su verdadera realidad, con
m an la existencia de la revelación. Y, que queda hecho m ateria apta para
en efecto, ¿qué m ás se pide para la recibir la form a de lo divino que la fe
revelación? ¿No tenemos ya u na reve­ ha de dar; otra, mía como desfiguración
lación, o al menos un principio de ella, del fenómeno procedente de que la fe
en ese sentimiento que aparece en la le atribuye lo que en realidad no tiene,
conciencia, y aun a Dios, que en ese sustraído a las condiciones de lugar y
104, 4 E n c íc l ic a “P a sc e n d j ” 785

tiempo; lo que acontece, sobre todo, los incrédulos solos los que tan atrevi­
cuando se trata de fenómenos de tiempo damente hablan así, católicos hay, más
pasado y tanto m ás fácilm ente cuanto aún, m uchos entre los sacerdotes, que
más remotos. De am bas cosas sacan los claram ente publican tales cosas y con
(W m odernistas dos leyes, que, juntas con tales delirios presum en restaurar la
la tercera que el agnosticismo pro por­ Iglesia! No se trata va del antiguo error
ciona, form an las bases de la crítica que ponía en la naturaleza hum ana
histórica. Un ejemplo lo aclarará, y cierto derecho al orden sobrenatural.
éste lo tomamos de la persona de Cris­ Mucho m ás adelante se ha ido: a saber,
to. En la persona de Cristo, dicen, la hasta afirm ar que Nuestra santísima
ciencia y la historia ven sólo un hom ­ Religión en Cristo, lo mismo que en
bre. P or lo tanto, en virtud de la p ri­ nosotros, es fruto propio v espontáneo
m era lev, sacada del agnosticismo, es de la naturaleza; nada en verdad más
preciso b o rrar de su historia cuanto propio para destruir todo el orden so-
presente carácter divino. Conforme a la l3renatural. Por lo tanto, el C o n c il io
segunda lev, la persona histórica de V a t i c a n o con perfecto derecho decre­
Cristo, fue transfigurada .por la fe: es tó: Si alguno dijere que el hombre no
necesario, pues, quitarle cuanto le le­ puede ser elevado ñor Dios a un cono­
vanta sobre las condiciones históricas. cimiento a perfección que superen a la
Por último, por la tercera, la misma, naturaleza, sino que puede u debe algu­
persona de Cristo fue desfigurada por na vez llegar por sí mismo , mediante
pi fe.: luego se ha de prescindir en ella un continuo progreso, a la posesión de
de las palabras, actos, cuanto, en fin, toda verdad n bien, sea anatema(7}.
no corresponde a su carácter, estado,
educación, lugar y tiempo en que vivió. El papel de la inteligencia. No he­
E xtraña m anera, sin duda, de racioci­ mos visto hasta aquí, Venerables H er­
nar, pero tal es la crítica de los m oder­ manos, dar cabida alguna a la inteli­
nistas, gencia; cuando, según la doctrina de los
m odernistas, tiene tam bién su parte en
E! sentim iento religioso. El senti­ el acto de fe, y así conviene notar de
miento religioso, pues, que b rota por qué modo. Dios se presenta al hombre,
vital inmanencia de los senos de la sub- dicen, en aquel sentimiento de que repe­
concicncia, es el germen de toda reli­ tidas veces hemos hablado; pero como
gión y la razón asimismo de todo lo es sentimiento y no conocimiento, se
(¡ue en cada una ha}- y habrá. R udi­ presenta tan confusa e implícitam ente
m ental y casi inform e en un principio que apenas de ningún modo se distin­
tal sentimiento, poco a poco y bajo el gue del sujeto que cree. Es preciso,
influjo, se robusteció al p ar del p ro ­ pues, que el sentimiento se ilumine con
greso de la vida hum ana, de que diji­ alguna luz para que Dios así resalte y
mos es u na de las form as. Tenemos ya se distinga. Esto pertenece a la inteli­
así explicado el origen de le d a religión. gencia. de la cual es propio pensar v
aun sobrenatural, pues es mero, desa­ analizar, v que sirve al hom bre para
rrollo del sentimiento religioso. Y nadie traducir, prim ero en representaciones v
piense que la católica quedará excep­ después en palabras, los fenómenos vi­
tuada, sino al nivel de las demás en tales que en sí se producen. De aquí la
todo; ya que no de otro modo se fo r­ expresión ya vulgar entre los m oder­
mó por proceso de vital inmanencia en nistas, que el hom bre religioso debe
la conciencia de Cristo, varón de privi­ pensar su fe. La mente, pues, llegando
legiadísima naturaleza, cual jam ás hubo a aquel sentimiento, hacia él se inclina
ni habrá. ¡Estupor causa oír estas co­ y elabora en él como un pintor, que
sas, tan gran atrevim iento en hacer ilum ina e? viejo dibujo de un cuadro
afirm aciones, tam año sacrilegio! Y sin para que más vivamente aparezca; p o r­
embargo. Venerables H erm anos, no son 7 que casi de este modo lo explica uno
(7) Conc. Vatic. De la r e v c L , can. 3 (Denz.-Umb. n. 1S0S o, Ruiz Bueno n? 1808).
786 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1907) 1 0 4 ,4

ele los m aestros m odernistas. En este las fórm ulas que llamamos dogma, se
proceso la m ente obra de dos modos: hallarán expuestas a las mismas vicisi­
prim ero, con un acto natu ral y espon­ tudes, y, por lo tanto, sujetas a varia­
táneo, traduce las cosas en una aser­ ción. Así queda expedito el camino para
ción simple y vulgar; después con refle­ una evolución íntim a del dogma. ¡Cú­
xión y ahinco o, como dicen, elaboran­ mulo, por cierto, infinito de sofismas
do el pensamiento, interpreta lo pen­ que echa abajo y arrasa toda religión!
602 sado con sentencias secundarias deri­
vadas de aquella otra simple, pero más Necesidad de cambio de las fórm ulas
lim itadas y distintas. Estas secundarias dogm áticas. No sólo puede desenvol­
sentencias, una vez sancionadas por el verse y cam biar el dogma, sino que
magisterio suprem o de la Iglesia, fo r­ debe: he aquí lo que porfiadam ente
m arán el dogma. afirm an los m odernistas, y que, por
otra parte, fluye de sus principios; pues
El origen del dogma y su evolución. tienen por una doctrina de las más 603
Ya hemos llegado en la doctrina m o­ capitales en su sistema, que infieren de)
dernista a uno de los puntos principa­ principio de inmanencia vital, queJLag
les, al origen y naturaleza del dogma. jórmulas reliaosas, para que sean ver­
Este, según ella, tiene su origen en daderam ente religiosas .y no m eras es­
aquellas prim itivas fórm ulas simples, peculaciones del entendim iento, han de
necesarias en cierto modo a la fe, p o r­ ser vitales v participar de la vida m is­
que la revelación, p ara existir, supone ma del sentimiento reliaiosq. Lo que
en la conciencia alguna noticia m ani­ no se ha de entender como si esas
fiesta de Dios; pero del dogma mismo fórmulas, sobre todo siendo puram ente
parecen afirm ar que está contenido im aginativas, reem plazasen al senti­
propiam ente en aquellas fórm ulas se­ miento religioso; pues su origen, n ú ­
cundarias, P ara entender su naturaleza mero y, hasta cierto punto, su cualidad
es preciso, ante todo, inquirir qué rela­ misma im portan bien poco; sino que el
ción existe entre las fórmulas religiosas sentimiento religioso, después de h a­
y el sentimiento religioso del ánim o; lo berlas convenientemente modificado,
que alcanzará fácilm ente el que atienda caso que lo necesiten, las asimile vital­
a que el fin de tales fórmulas no es mente. Lo que equivale a decir que es
otro que proporcionar al creyente el preciso que el corazón acepte y san­
modo de darse cuenta de su fe, y por cione la fórmula primitiva y que bajo
esto son interm edios entre el creyente y la dirección de aquél se ha de hacer
su fe; con relación a la fe, son signos el trabajo que engendra las fórmulas
inadecuados del objeto, vulgarm ente secundarias. De donde proviene que di-
llam ados símbolos; con relación al c re ­ chas fórenulas. p ara que sean vitales.
yente, son m eros instrumentos. P or esto deben ser v quedar asimiladas al cre­
de ningún modo puede deducirse en­ yente v a su fe. Y cesando por cual­
cierren una verdad en absoluto; pues, quier motivo esta adaptación, pierden
como símbolos, son imágenes de la su noción prim ordial, y no habrá otro
verdad, y, por lo tanto, han de ser remedio que cam biarlas. Entrañandq
acomodados al sentim iento religioso en una fuerza y carácter tan precarios e
cuanto éste al hom bre se refiere; como inestables las fórm ulas dogmáticas, no
instrumentos, son vehículos de la ver­ hay que sorprenderse que los m oder­
dad, y por esto tendrán que acom odar­ nistas las menosprecien y tengan por
se recíprocam ente al hom bre en cuanto cosa de risa, m ientras que no se les cae
se relaciona con el sentimiento religio- de los labios y dejan un mom ento de
s°. Mas el objeto del sentimiento reli­ ensalzar el sentimiento religioso, la vida
gioso. por contenerse en lo absoluto. religiosa. Por eso censuran audazm ente
atiene infinitos aspectos, de los que, va a la Iglesia como si equivocara el ca­
uno, ya otro, presentar puede. A su vez mino, ya que no distingue el sentido
el hom bre, al creer, puede estar en m oral v religioso de la significación
condiciones m uy diversas. P or lo tanto, m aterial de las fórm ulas, y que adhi-
1 0 4 ,5 E n c íc l ic a “P a s c e n d i” 787

riéndose estérilm ente a fórm ulas h ue­ el hom bre la realidad de Dios, y tal
ras, perm ite que la m ism a religión se persuación de su existencia y de su
arruine. Ciegos u conductores de ciegos. acción, dentro y fuera de ser humano,
que, inflados con el soberbio nom bre de que traspasa con mucho toda persua­
ciencia, han venido a d ar en la locura sión científica. Lo cual es una verda­
de pervertir el eterno concepto de la dera experiencia, y superior a cualquie­
verdad, a la p ar que la genuina n a tu ra­ra otra racional; y si alguno, como
leza del sentimiento religioso. F abrica­ acaece con los racionalistas, la niega,
dores de un sistema en el cual, haio el es simplemente, dicen, porque rehúsa
impulso de un amor ciego n desenfre­ colocarse en las condiciones morales
nado de novedades, no buscan apoyo requeridas para que aquélla se produz­
ca. Y tal experiencia hace al que la ha
santas u apostólicas tradiciones. abra­ conseguido verdadera y propiam ente
zan otras doctrinas vanas, fútiles, in­ creyente. ¡Cuánto dista todo esto de los
ciertas u no aprobadas por la Iglesia, principios católicos! Semejantes quim e­
.wbze^Jjis cuales hombres vanísimos ras las vimos ya. reprobadas por el
C o n c i l i o V a t i c a n o . Cómo franquean
la puerta al ateísmo, una vez admitidas
juntam ente con los otros errores m en­
5. El creyente m odernista. Y esto cionados, lo diremos más adelante. Des­
baste, Venerables H erm anos, acerca del de luego es bueno advertir que de esta
m odernista como filósofo. Si, pasando doctrina de la experiencia. unida a la
ahora al creyente, se desea saber en otra del simbolismo. se infiere la . ver­
que se distingue, en el mismo m oder­ dad de toda religión, sin exceptuar el
nista, el creyente del filósofo, es nece­ paganismo. Pues qué, ¿no se encuen­
sario advertir u na cosa, y es que el tran en todas las religiones experiencias
filósofo admite, sí, ,1a realidad de lo de este género? Más ele uno lo atesti­
divino como objeto de la fe: pero esta gua. Luego, ¿con qué derecho los m o­
realidad no la encuentra sino en el dernistas negarán la verdad a las expe­
alm a m ism a del creyente, en cuanto es riencias que afirm a el turco, y atribui­
objeto de su sentimiento y de su a fir­ rán a solos los católicos las experien­
mación. y que, por lo tanto, no sale del cias verdaderas? Aunque, cierto, no las
mundo de los fenómenos. Si aquella niegan; y los unos veladam ente y los
realidad existe en sí fuera del senti­ otros sin rebozo, tienen por verdaderas,
miento y de la afirm ación dichos, es todas las religiones. Y es m anifiesto que
cosa de que el filósofo no se cuida, lo no pueden opinar de otra suerte, pues
omite. P ara el m odernista creyente, por establecidos sus principios, ¿por qué
el contrario, es firm e y cierto que la causas argüirían de falsedad a una reli­
realidad de lo divino existe en sí misma gión cualquiera? No por otras, cierta­
con entera independencia del c a re n te . mente, que por la falsedad del senti­
Y si se pregunta en qué ,se apoya, final­ miento religioso o de la fórm ula brota­
mente. dicha certidum bre, responden da del entendimiento.¿Mas el sentimien­
los m odernistas: en la experiencia indi­ to religioso es siempre y en todas partes
vidual. Con cuya afirm ación, m ientras el mismo, aunque en ocasiones tal vez
se separan de los racionalistas, caen en menos perfecto; cuanto a la fórm ula
Ja opinión de los protestantes v senda- del entendimiento, lo único que se exige
místicos. para su verdad, es que responda al
sentimiento religioso y al creyente,
L a experiencia religiosa. Véase, cualquiera que sea la capacidad de su
pues, su explicación. E n el sentimiento mgenio.^Todo lo más que en esta con­
religioso se descubre una cierta intui­ tienda de religiones podrían acaso de­
ción del corazón, merced a la cual, y fender los modernistas es que la cató­
sin necesidad de medio alguno, alcanza 8 lica por tener más vida posee más
(8) G regor. XY1, Ep. Encícl. S in g u la ri N os, 25 de junio de 1834; en esta Colecc. Encíc!. 5, 5 pág. 53-
788 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1907) 104. 5

verdad, y que es más digna del nom bre lo cual colegiremos de nuevo: todas las
cristiano porque responde con m ayor religiones existentes son verdaderas: de
plenitud a los orígenes del cristianismo. otro modo no vivirán.
Nadie, puestas las precedentes premisas,
considerará absurda ninguna de estas La ciencia y la fe. Con lo expuesto
conclusiones. Lo que produce profundo hasta aquí Venerables Hermanos, tene­
estupor es que católicos, que sacerdotes mos bastante y sobrado para form arnos
a quienes horrorizan, como m ás quere­ cabal idea de las relaciones que estable­
mos pensar, tales m onstruosidades, se cen los m odernistas entre la fe y la
conduzcan, sin embargo, como si de lle­ ciencia, bajo la cual com prenden tam ­
no las aprobasen; pues tales son las bién la historia. Ante todo, se ha de
alabanzas que prodigan a los m antene­ asentar que la m ateria de la una está
dores de esos errores, tales los honores fuera de la m ateria de la otra y separa­
que piiblicam ente les tributan, que h a ­ da de ella. Pues la fe versa únicam ente
cen creer fácilm ente que lo que preten­ sobre un objeto que la ciencia declara
den h o n rar no son las personas, m ere­ serle in c o g n o s c i b l e ; de aquí un campo
cedoras acaso de alguna consideración, completamente diverso: la ciencia trata
sino más bien los errores que a las cla­ de fenómenos en los que no hay lugar
mas profesan v que se em peñan con para la fe; ésta, al contrario, se ocupa
todas veras en esparcir entre el vulgo. enteram ente en lo divino, que la cien­
cia desconoce por completo. De donde
La tradición y com unicación. Otro se saca en conclusión que no hay con­
punto hay en esta cuestión de doctrina flictos posibles entre la ciencia,v JnJjeu
porque si cada una $e encierra en su,
en abierta contradicción con la verdad
esfera nunca podrán encontrarse ni.
católica. Pues esa regla de la e x p e r i e n ­
p o r tanto, contradecirse. Si tal vez a
cia se aplica tam bién a la t r a d i c i ó n
eso se objeta que hay en la naturaleza
sostenida hasta aquí por la Iglesia, des­ visible ciertas cosas que incum ben tam ­
truyéndola completamente. A la verdad, bién a la fe, como la vida hum ana de
por tradición entienden los m odernis­ Jesucristo, ellos lo negarán. Pues au n ­
tas cierta com unicación de alguna expe­ que esas cosas se cuenten entre los fe­
riencia o r i g i n a l que se hace a otros me- nómenos, m as en cuanto las penetra la
diante la predicación v en virtud de la vida de la fe y, en la m anera arriba
fórm ula intelectual. A la cual fórm ula dicha, la fe las t r a n s f i g u r a y d e s f i g u r a ,
atribuyen, adem ás de su fuerza r e p r e ­ se sustraen al m undo sensible y son
s e n t a t i v a . como dicen, cierto poder su - transferidas a la m ateria de lo divino.
606 g e s t i v o que se ejerce, ora en el creyente Así, al que todavía preguntase más: si
mismo p ara despertar en él el s e n t i ­ Jesucristo ha obrado verdaderos m ila­
m i e n t o r e l i g i o s o , tal vez dormido, y gros y verdaderam ente profetizado lo
r e s t a u r a r la experiencia que alguna vez futuro; si verdaderam ente resucitó y
tuvo; ora sobre los que aun no creen, subió a los cielos, contestará no, la
para crear por vez prim era en ellos el ciencia agnóstica; y, sí, dirá la fe. Aquí,
sentimiento religioso y producir la ex­ con todo, no hav contradicción alguna:
periencia. Así es como la experiencia la negación es del filósofo que habla a
religiosa va extensam ente propogándo- filósofos, y que no m ira a J esucristo
se en los pueblos; no sólo por la predi­ sino según la r e a l i d a d h i s t ó r i c a ; la afir­
cación en los existentes, m as aún en los mación es del creyente dirigiéndose a
venideros, tanto por libros cuanto por creyentes, y que considera la vida de
la transm isión oral de unos a otros. J esucristo como v i v i é n d o s e d e n u e v o
Pero esta com unicación de experiencia por la fe y en la fe.
a veces se arraiga y reflorece; a veces
se envejece al punto y muere. El que La fe su jeta a la ciencia y la ciencia
reflorezca es p ara los m odernistas un independiente de la fe. A pesar de eso,
argum ento de verdad, ya que in d istin ­ se engañaría m uy m ucho el que creyese
tam ente tom an la verdad y la vida: de que podía opinar que la fe y la ciencia
104. 5 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 789

por ninguna razón se sujetan la una de creer, sino abrazarlo en virtud de


a la otra; de la ciencia sí se podría un obsequio racional: no escudriñar la
juzgar de ese modo recta y verdadera­ alteza de los misterios de Dios, sino-
mente; mas no de la fe, que, no sólo reverenciarla nía u humildemente. Los
por uno, sino por tres capítulos se ha m odernistas invierten sencillamente los
de afirm ar que está sometida a la cien­ térm inos: a los cuales, por consiguiente,
cia. Pues en prim er lugar conviene no­ puede aplicarse lo que G r e g o r io IX,
tar que todo cuanto incluye cualquier tam bién Predecesor Nuestro, escribía de
hecho religioso, quitada su realidad di­ ciertos teólogos de su tiempo^10); Al­
vina, de la que tiene experiencia el cre­ gunos entre vosotros, hinchados c o m o
yente, y principalm ente las fórmulas odres por el espíritu de vanidad. se
religiosas, no salen de la esfera de los empeñan en traspasar con profundas
fenómenos, y por eso caen bajo el do­ novedades los términos que fijaron los
minio de la ciencia. Séale lícito, enho­ Padres, inclinando la inteligencia de la
rabuena, al creyente, si le agrada, salir página sagrada... a la doctrina de la
del m undo; pero, no obstante, m ientras filosofía racional, no para algún pro­
en él viva, no escapará jam ás, quiera vecho de los olientes, sino para ostenta­
que no, de las leyes, observación y fa ­ ción de la ciencia... Esos mismos. sedu-
llos de la ciencia y de la historia. Ade­ cidos por varias y extrañas doctrinas.
más, aunque se h a dicho que Dios
es objeto de sola la fe, pero esto se reina a servir a la esclava.
entiende tratándose de la realidad di­
vina y no de la idea de Dios. Esta C onfusión y vaguedad com o sistem a.
se halla sujeta a la ciencia, la cual, Lo cual, a la verdad, se h ará más p a ­
filosofando en el orden que se dice tente al que considera la conducta de
lógico, alcanza tam bién todo lo que ios m odernistas que se acom oda total­
es absoluto e ideal. P or tanto, la filo­ m ente a sus enseñanzas. Pues m uchos
sofía o la ciencia tiene el derecho de de sus escritos y dichos parecen contra­
investigar sobre la idea de Dios, de rios, de suerte que cualquiera reputaría
dirigirla en su desenvolvimiento y li­ fácilm ente a sus autores como dudosos
brarla de todo lo extraño que pueda e inseguros. Pero lo hacen de propó­
mezclarse; de aquí el axiom a de los sito y con toda consideración, por la
m odernistas: el desenvolvimiento reli­ opinión que sostienen sobre la separa­
gioso ha de ajustarse al m oral e inte­ ción m utua de la fe v de la ciencia. De
lectual; esto es, como ha dicho uno de aquí que tropecemos en sus libros con
sus maestros, ha de subordinarse a cosas que los católicos aprueban com­
ellos. Añádese, en fin, que el hom bre no pletam ente; m ientras que en la siguien­
sufre en sí la dualidad; por lo cual el te página hay otras que se dirían dic­
creyente experim enta una interna nece­ tadas por un racionalista. De aquí que
sidad que le obliga a arm onizar la fe cuando escriben de historia no hagan
con la ciencia, de modo que no disienta m ención de la divinidad de Cristo; pero
de la idea general que da la ciencia de predicando en los templos la confiesan
este m undo universo. De lo que se con­ firm ísim am ente. Del mismo modo en
cluye que la ciencia es total m ente in d e ­ las explicaciones de historia no hablan
pendiente de la fe: pero que ésta, por de Concilios ni Padres; mas si enseñan
el contrario, aunque se pregone corno el Catecismo citan honrosam ente a unos
extraña a la ciencia, debe sometérsele. y otros. De aquí que distingan tam bién
Todo lo cual, Venerables Herm anos, es la exégesis teológica y pastoral de la
enteram ente contrario a lo que Pío IX, científica e histórica. Igualmente, estri- 609
Nuestro Predecesor, enseñaba cuando bando en el principio que la ciencia d$
d ijo <0>: Es. Pro pió de la Filosofía, en lo ningún modo depende de la fe. al di­
que atañe a la Religión, no dominar, sertar acerca de la filosofía, historia y
sino servir; no prescribir lo que se ha crítica, m uestran de mil m aneras des­
{:)') Breve al Obispo de Bralislava (Breslau), do) G r e g o r i o I X , Epíst. a los maestros de Teo­
LVVM8Ó7. logía de París, 7-VII-1223.
790 E ncíclicas del PP. P ío X (1907) 104, 6

precio de los preceptos católicos, San­ de adherirse más de lo conveniente a


tos Padres, Concilios ecuménicos y m a­ la fórm ula en cuanto fórm ula, usando
gisterio eclesiástico, no horrorizándose de ella únicam ente para unirse a la ver­
de seguir las huellas de L utero (11), y dad absoluta que la fórm ula descubre
si de ello se les reprende, quéjanse de al mismo tiempo que encubre y se em ­
que se les quita la libertad. Confesando, peña en m anifestarla sin jam ás lograr­
!en fin, que la fe se ha de subordinar a lo. A esto añaden además que sem ejan­
la ciencia, a m enudo y abiertam ente tes fórm ulas debe em plearlas el cre­
censuran a la Iglesia porque tercam en­ yente en cuanto le ayuden, pues se le
te se niega a someter y acom odar sus han dado para su comodidad y no
dogmas a las opiniones filosóficas; como im pedim ento; eso sí, con el incó­
pues, desterrada con este fin la teologíq lume honor que, según la consideración
antigua, pretenden introducir otra nue­ social, se debe a las fórm ulas que el
va que obedezca a los delirios de los magisterio público juzgó idóneas para
filósofos. expresar la conciencia com ún y en ta n ­
to crue el mismo magisterio no hubiese
6. L a teología y el m odernism o, declarado otra cosa distinta. Lo que
a) origen y n atu raleza de la fe. In m a­ realm ente opinan los m odernistas sobre
nencia y sim bolism o. Aquí ya, V enera­ la inmanencia difícil es decirlo, pues no
bles H erm anos, se nos abre la puerta todos sienten una m isma cosa. Unos la
p ara exam inar a los m odernistas en la ponen en que Dios, obrando, esté más
arena teológica. M ateria ciertam ente es­ íntim am ente presente al hom bre que
cabrosa, pero la reducirem os a pocas éste a sí mismo; lo que nada tiene de
palabras. Se trata, pues, de conciliar la reprensible con tal que se entienda rec­
fe con la ciencia, y eso de tal suerte que tamente. Otros en que la acción de Dios
la una se sujete a la otra. E n este gé­ sea una con la acción de la naturaleza,
nero el teólogo m odernista usa de los como causa prim era con la segunda; lo
mismos principios que, según vimos, que a la verdad borra el orden sobre­
usaba el filósofo, y los adapta al cre­ natural. P or último, hay quienes la ex­
yente; a saber, los principios de la plican de suerte que den sospechas de
inmanencia y el simbolismo. Simplicí- significación panteística: lo cual con­
simo es el procedim iento. El filósofo cuerda m ejor con lo demás de su doc­
afirm a: el principio de la fe es inm a­
nente; el orejéente añade: ese principio trina*
es Dios ; concluye el teólogo: luego Dios La perm anencia divina. A este pos­
es inm anente en el hombre. De donde tulado de la inmanencia se ju n ta otro
sale inm anencia te o ló g ic a De la m is­ que podemos llam ar de permanencia
m a sueíte es cierto p ara el filósofo que divina: difieren entre sí casi del mismo
las representaciones del objeto de la fe modo que difiere la experiencia privada
son sólo simbólicas ; p ara el creyente de la experiencia transm itida por tra ­
lo es igualm ente que el objeto de la fe dición. Aclarémoslo con un ejemplo sa­
es Dios en sí: el teólogo, por tanto, in ­ cado de la Iglesia y de los Sacramentos.
fiere: las representaciones de la realidad La Iglesia, dicen, v los Sacramentos no.
divina son simbólicas. De donde sale el ¡se ha de creer de modo alguno que,
simbolismo teológico. E rrores en verdad fueran instituidos por Cristo. Prohíbelo
grandísim os, y cuán perniciosos sean el agnosticismo que en Cristo no reco­
ambos se descubrirá al verse sus conse­ noce sino a un puro hom bre cuya con­
cuencias. Pues comenzando desde luego ciencia religiosa se formó, como en los
por el sim bolism o, como los símbolos otros hom bres, poco a poco; prohíbelo
son tales respecto del objeto, a la vez la lev de inm anencia, que rechaza las
que instrum ento respecto del creyente, externas, según dicen, aplicaciones;
ha de precaverse éste ante todo, dicen, prohíbelo tam bién la lev de la evolu-
(11) Prop. 29 damn. a León X. Bull. Exsurge y confesar confiadamente lo que parezca verda-*
Domine, 16-V-1520. Hásenos abierto el camino dero, ya lo apruebe, ya lo repruebe cualquier
de enervar la autoridad de los Concilios y contra­ Concilio.
decir libremente sus hechos, juzgar sus decretos
104, 6 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 791

ciója, que p ara que los gérmenes se insinuamos, ciertas otras secundarias:
desarrollen pide tiempo y cierta serie las que, reunidas después en cuerpo y
de circunstancias consecutivas; p rohí­ en un edificio doctrinal, así que son
belo. p ara concluir, la historia, que en­ sancionadas por el m agisterio público,
seña que tal fue de hecho el curso de puesto que responden a la conciencia
611 la cosa. Con todo, hay que sostener que común, se denom inan dogma. De esto
la Iglesia y los Sacram entos fueron ins­ han de separarse cuidadosam ente las
tituidos mediatamente por Cristo, Pero especulaciones de los teólogos, que
¿de qué modo? Todas las conciencias aunque no vivan la vida de los dogmas,
cristianas estaban en cierta m anera in ­ no se han de considerar por del todo
cluidas virtualm ente, como la planta en inútiles ya para conciliar la religión 612
la semilla, en la conciencia de Gristo. con la ciencia y quitar su oposición,
Y como los gérmenes viven la vida de ya para ilustrar extrínsecam ente y de­
la simiente, así hay que decir que todos fender la misma religión, acaso tam bién
los cristianos viven la vida de Cristo. sean útiles para allanar el camino o
Mas la vida de Cristo, según la fe, es algún futuro dogma.
divina: luego tam bién la vida de los
cristianos. Si pues esta vida, en el tran s­ c) el culto. En lo que m ira al culto
curso de las edades, dio principio a la sagrado, poco habría que decir, a no
Iglesia y Sacramentos, con toda razón com prenderse bajo ese título los Sacra­
se dirá que sem ejante principio provie­ mentos, sobre los cuales defienden los
ne de Cristo y es divino. Así cabalm ente m odernistas gravísimos errores. El cul­
concluyen que son divinas las Sagradas to, según enseñan, brota de un doble
E scrituras y los dogmas. A esto, poco im pulso o necesidad; porque en su
más o menos, se reduce en realidad la sistema, como hemos visto, todo se en­
teología de los m odernistas: pequeño gendra, a lo que aseguran, en fuerza de
caudal, sin duda, pero sobreabundante impulsos íntim os o necesidades. Una
al que m antenga que la ciencia debe de ellas es para dar a la religión algo
ser siempre v en t o d o ^ hedecida, Cada de sensible, la otra a fin de extenderla;
uno verá por sí fácilm ente la aplicación lo que no puede en ningún modo h a ­
de esta doctrina a lo demás. cerse sin cierta form a sensible y actos
santificantes que se dicen Sacramentos.
b) el dogma. H asta aquí hem os tr a ­ Estos, para los m odernistas, son puros
tado del origen y naturaleza de la fe. símbolos o signos, aunque no destitui­
Pero siendo m uchos los retoños de la dos de fuerza, y para explicar dicha
fe, principalm ente: la Iglesia, el dogma, fuerza se valen del ejemplo de ciertas
el culto, los libros que llam am os san­ palabras que vulgarm ente se dice h a ­
tos, será bien que inquiram os lo que de ber hecho fortuna, por tener la virtud
ellos enseñan los m odernistas. Y co­ de propagar ciertas nociones poderosas
menzando por el dogma, cuál sea su y que hieren grandem ente los ánimos.
origen y naturaleza, arrib a lo indica­ Pues como esas palabras se ordenan a
mos. Brota aquél de cierto im pulso o tales naciones, así los Sacram entos se
necesidad en cuya virtud el que cree ordenan al sentimiento religioso: nada
trab aja sobre sus pensam ientos para más. H ablarían con m ayor claridad si
ilustrar más tanto su conciencia como afirm asen que los Sacram entos se ins­
las ajenas. rfodo este trabajo consiste tituyeron únicam ente para n u trir la fe.
en penetrar y perfilar la prim itiva Pero esto lo condenó el Concilio Tri-
dentino^12) : Si alguno dijese aue estos
fórm ula de la mente, no en sí misma,
Sacramentos fueron instituidos vara
según el desenvolvimiento lógico, sino
alimentar sola la fe. sea excom ulgado.
según las circunstancias o, como ellos
dicen con menos propiedad, vitalm ente. d) los Libros Sagrados. Ya tam bién
De donde acaece que en torno de aqué­ hemos tocado algo sobre la naturaleza
lla se form en poco a poco, como ya y origen de los libros sagrados. Confor-
(12) Sess. YIT, 3-III-1547, De S a c ra m cn tis in genere, can. 5 (Denz. n. 848).
792 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104, 0

me al pensar ele los m odernistas, podría e) la Iglesia. Su origen en la concien­


uno definirlos rectam ente por una co­ cia colectiva y su autoridad. Más abun­
lección de experiencias. no de las que dante m ateria de hablar ofrece lo que
a cada paso ocurren a cualquiera, sino la escuela m odernista fantasea acerca
de las extraordinarias e insignes que de la Iglesia. Ante todo, suponen que se
suceden en toda religión. Eso cabal­ originó de dos necesidades: una, que
mente enseñan los m odernistas sobre existe en cualquier creyente, y princi­
nuestros libros, así del Viejo como del palm ente en aquel que logró la prim i­
Nuevo Testam ento. E n sus opiniones, tiva y alguna singular experiencia: para
sin embargo, advierten astutam ente que com unicar con otros su fe; otra, des­
aunque la experiencia pertenezca al pués que la fe se engendró en muchos,
tiempo presente, no obsta p ara que to ­ está en la colectividad , y tiende a reu ­
me la m ateria de lo pasado y aun de lo nirse en sociedad y a conservar, aum en­
613 futuro, en cuanto el creyente, o por el tar y propagar el bien común. ¿Qué
recuerdo hace que lo pasado viva a viene a ser pues, la Iglesia? F ruto de la
m anera de lo presente , o por anticipa­ conciencia colectiva o de la unión de
ción hace lo propio con lo futuro. Lo las conciencias particulares, las cuales,
que explica cómo pueden com putarse en virtud de la permanencia vital , de- 614
entre los libros sagrados los históricos penden de su prim er creyente, esto es,
y apocalípticos. Así, pues, en esos libros de Cristo, si se tra ta de los católicos.
Dios habla en verdad por el creyente; Ahora, cualquier sociedad necesita de
mas, según quiere la teología de los una autoridad directora que tenga por
m odernistas, sólo por la inmanencia ij oficio encam inar a todos los socios a
permanencia vital. Se preguntará: ¿qué un fin com ún y conservar prudente­
dicen entonces de la inspiración? Esta, mente los elementos de cohesión, que
contestan, no se distingue sino es acaso en una sociedad religiosa consisten en
p or la vehemencia del im pulso que la doctrina y culto. De aquí se deriva
siente el creyente de m anifestar su fe en la Iglesia católica una triple auto­
de palabra o por escrito. Una cosa p a ­ ridad, disciplinar, dogmática, cultural.
recida tenemos en la inspiración poéti­ La naturaleza de esta autoridad se ha
ca; por lo que dijo uno: Dios está en de colegir de su origen, y de la n a tu ­
nosotros; agitándose él nos calentamos. raleza los derechos y obligaciones. En
De este modo debe decirse que Dios es las pasadas edades fue error vulgar que
origen de la inspiración de los sa­ la autoridad venía de fuera a la Iglesia,
grados libros. Añaden además los m o­ esto es, inm ediatam ente de Dios y por
dernistas que nada absolutam ente hay eso con razón se consideraba como
en dichos libros que carezca de seme­ autocrática. Pero tal creencia ahora ha
jante inspiración. En cuya afirm ación envejecido. A la m anera que se dice
podría uno creerlos más ortodoxos que que la Iglesia nace de la colectividad de,
a otros m odernos que restringen algo las conciencias, así igualmente la auto­
la inspiración, como, por ejemplo, ridad procede vitalmente de la m ism a
cuando introducen las citaciones que se Iglesia. La autoridad, pues, lo mismo
llam an tácitas. Pero no hay sino disi­ que la Iglesia, brota de la conciencia
mulo de su parte y engaño de palabras. religiosa, a la que, por tanto, está suje­
Pues gi juzgamos la Biblia segrin el ta, y si desprecia esa sujeción obra
agnosticism o, a saber, como u na ob ra tiránicam ente. Vivimos ahora en una
hum ana com puesta por los hombre.? época en que el concepto de la libertad
para los hom bres, aunque se dé dere­ ha alcanzado su m ayor altura. En el
cho al teólogo de llam arla divina pqr estado civil la conciencia pública in tro ­
inm anencia. ¿cómo, en fin. podrá coar­ dujo. el régimen popular. Pero una, co­
tarse la inspiración? Aseguran, sí, los mo la vida, es la conciencia en el hom ­
m odernistas la inspiración universal de bre. Pues si no se quiere excitar y fo­
ios libros sagrados, pero en el sentido m entar la guerra intestina en las con­
católico no adm iten ninguna. ciencias hum anas, tiene la autoridad
104, 6 E n c íc l ic a “ F a s c e n d í” 793

eclesiástica el deber de usar de las fo r­ por ser tam bién ciudadano, tiene el de­
mas democráticas, tanto más que si no recho y la obligación, sin cuidarse de la
las usa le amenaza la destrucción. Loco, autoridad de la Iglesia, pospuestos los
a la verdad, sería quien pensara que deseos, consejos y preceptos de ésta, y
en el concepto de la libertad que hoy aun despreciadas las reprensiones, de
florece, pudiera hacerse alguna vez cier­ hacer lo que juzgue más conveniente a
to retroceso. Estrechado y acorralado la utilidad de la patria. Señalar bajo
por la violencia, se extenderá con más cualquier pretexto al ciudadano el m o­
fuerza, deshechas Iglesia y religión ju n ­ do de obrar, es un abuso del poder
tam ente. Así discurren los m odernistas, eclesiástico que con todo esfuerzo debe
quienes se entregan, por lo tanto, de rechazarse. Las teorías de donde estos
lleno a fruscar medios p ara conciliar la errores m anan, Venerables Hermanos,
autoridad de la Iglesia con la libertad son ciertam ente las que solemnemente
de los creyentes. condenó Nuestro Predecesor Pío VI en
la Constitución apostólica: Auctorem
Las relaciones de la Iglesia con la fid e i^ K
sociedad civil. Pero no sólo dentro del
recinto doméstico tiene la Iglesia gente La Iglesia sujeta al Estado. Mas no
con quien conviene com ponerse am iga­ se satisface la escuela de los m odernis­
blemente, mas tam bién la tiene fuera. tas con que el Estado deba separarse
No es ella la única que habita en el de la Iglesia. Pomo la fe en lo que m ira
m undo; hay asimismo otras congrega­ a sus elementos que dicen fenoménicos
ciones a las que no puede negar el tr a ­ conviene que se subordine a la ciencia,
to y comunicación. Cuáles, pues, sean así en los negocios tem porales la Iglesia
sus derechos, cuáles sus deberes en conviene que se someta al E stado. Tal
orden a las sociedades civiles, es p re­ vez no lo digan aún abiertam ente, pero
ciso determ inar, y eso con arreglo a la por la fuerza del raciocinio se ven obli­
naturaleza de la Iglesia, según los m o­ gados a admitirlo. Concedido, pues, que
dernistas nos la han descrito. E n lo cual en las cosas tem porales sólo el Estado
se rigen por las mism as reglas de la pueda poner mano, si acaece que algún
ciencia y de la fe que antes m enciona­ creyente, no contento con los actos
mos. Allí se hablaba de objetos , aquí de interiores de religión, ejecuta otros ex­
fines .SY así como ñor razón del objeto, teriores, como la adm inistración y re­
según vimos, son la fe v la ciencia cepción de Sacramentos, éstos caerán
extrañas entre sí. de idéntica suerte lo necesariam ente bajo el dominio del
son eí Estado y la Iglesia por sus fines, Estado. Entonces ¿qué será de la auto­
siendo tem poral el de aquél, espiritual ridad eclesiástica? Como ésta no se ejer­
el de ésta. Fue ciertam ente lícito en cita sino por actos externos, pertenecerá
otra época subordinar lo tem poral a lo plenam ente al Estado. Estrechados m u­
espiritual, y tra ta r de las cuestiones chos protestantes liberales por esta
m ixtas , en las que la Iglesia intervenía conclusión, quitan de en medio todo
cual reina y señora, porque se creía culto externo sagrado, y aun tam bién
que la Iglesia había sido fundada, sin toda sociedad externa religiosa, v se
interm ediario, por Dios, como autor del esfuerzan en introducir la religión que
orden sobrenatural. Pero todo esto ha llam an individual. Y si hasta ese punto
sido ya desechado por filósofos e histo­ no llegan claram ente los modernistas,
riadores. pliego el Estado se ha de piden entretanto, por lo menos, que la
Reparar de la Iglesia, como el católico Iglesia de su voluntad se dirija adonde
del ciudadano. P or lo cual el católico,13 ellos la em pujan y se ajuste a las for-
(13) Prop. 2. La proposición que dice que la terial, explicada de suerte que el Romano Pontí­
potestad dada por Dios a la Iglesia para comu­ fice, no de Cristo en la persona de San Pedro,
nicarla a los Pastores, que son sus ministros en sino de la Iglesia reciba la potestad de ministerio
orden a la salvación de las almas; entendida de que, como sucesor de Pedro, verdadero Vicario
modo que de la comunidad de los fieles se deriva de Cristo y cabeza de toda la Iglesia, posee en la
en los Pastores el poder del ministerio y régimen universal Iglesia, es herética (28-V-1794; Cod.
eclesiástico, es herética. Prop. 3. Además, la que Im1. Cau. Fontes II, 657; Denz. n. 1502 y 1503).
afirma que el Pontífice Romano es cabeza minis-
794 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104, 6

mas civiles. Esto por lo que atañe a la criben: como el fin único de la potestad
autoridad disciplinar. Porque m uchísi­ eclesiástica es espiritual, se ha de des­
mo peor y m ás pernicioso es lo que terrar todo aparato externo con que a
opinan sobre la doctrina y dogmática. los ojos de los espectadores aparece
con dem asiada magnificencia. E n lo
El M agisterio de la Iglesia, según los que seguramente no se fijan, que si la
m odernistas. Así discurren sobre el religión pertenece a las almas, no se
magisterio de la Iglesia. La sociedad restringe, sin embargo, a solas las al­
religiosa no puede verdaderam ente ser mas, y que el honor tributado a la
una, a no ser una la conciencia de los potestad redunda en Cristo su funda­
socios y u na la fórm ula de que se val­ dor.
gan. Ambas unidades exigen como cier­
to sentir com ún al que incum ba el f) la evolución religiosa. P a ra fin a­
encontrar y determ inar la fórm ula que lizar esta m ateria sobre la fe y sus
m ejor diga a la conciencia común, y diversos renuevos, resta, Venerables
a aquel sentir debe com petir toda la Hermanos, que oigamos en último lu­
necesaria autoridad p ara im poner a la gar las doctrinas de los m odernistas
com unidad la fórm ula que estableciere. acerca del desenvolvimiento de entram ­
Y en esa unión y como fusión tanto de bas cosas. Hay aquí un principio gene­
la mente que elige la fórm ula cuanto de ral: en toda religión que viva, nada
la potestad que la prescribe, colocan nxiste que no sea variable., v que, por
los m odernistas el concepto del m agis­ tanto, no deba variarse. De donde pasan
terio eclesiástico. Gomo, en resum idas a lo que en su doctrina es casi lo ca­
cuentas, el m agisterio nazca de las con­ pital, a saber, ¡a evolución. Si pues no
ciencias individuales, y. p ara bien de queremos que el dogma, la Iglesia, el
las mismas conciencias, se le haya im ­ culto sagrado, los libros que como san­
puesto el cargo público, síguese forzo­ tos reverenciam os y aun la m ism a fe
samente que depende de las misma languidezcan con el frío de la m uerte,
^conciencias, v que, por lo tanto, debe deben sujetarse a las leyes de la evolu­
inclinarse a las form as populares. Es, ción. Ni esto sorprenderá si se tiene en
617 por tanto, no uso, sino abuso de la po­ cuenta lo que de cada una de esas cosas
testad que se concedió para utilidad el enseñan los m odernistas. Porque, pues­
prohibir a las conciencias individuales ta la ley de la evolución, hallam os des­
m anifestar clara y abiertam ente los crita por ellos mismos la razón de la
impulsos que sienten y el cerrar el evolución. Y en prim er lugar, en cuanto
camino a la crítica p ara que lleve los a la fe. La prim itiva form a de la fe,
dogmas a necesarios desenvolvimientos. dicen, fue rudim entaria y común para
De igual m anera en el uso mismo de la todos los hom bres, porque brotaba de
potestad base de guardar m oderación la misma naturaleza y vida hum ana.
y tem planza. Hízola progresar la evolución vital, no
por la agregación externa de nuevas
La prohibición de libros. A utoridad formas, sino por una creciente penetra­
eclesiástica y libertad. N otar y proscri­ ción del sentimiento religioso en la
bir un libro cualquiera sin noticia del conciencia. El mismo progreso se rea­
autor, sin adm itir ni explicación ni dis­ lizó de dos modos: en prim er lugar,
cusión alguna, es en verdad algo así co­ negativam ente, restando todo elemento
mo tiranía. P or lo cual se ha de buscar extraño, como por ejemplo, el que p ro ­
aquí pn camino interm edio que deje a venía de la fam ilia o linaje; después
salvo los derechos todos de la autoridad positivamente, merced al perfecciona­
y de la libertad, jáientras tanto el cató­ miento intelectual y m oral del hom bre;
lico debe conducirse de modo que en de donde la noción de lo divino se
público se m uestre obedientísimo a la agrandó e ilustró y el sentimiento reli­
autoridad, sin que por eso cese de se­ gioso resultó más exquisito. Las mismas
guir las inspiraciones de su ingenio. En causas que trajim os antes para explicar
general, así acerca de la Iglesia pres­ el origen de la fe, hay que asignar a su
104, 6 E n c íc l ic a “P a s c e n d í ” 795

progreso. A lo que hay que añadir cier­ viene del conflicto de dos fuerzas, de
tos hom bres extraordinarios (que nos­ las que la una estim ula al progreso, la
otros llam am os profetas, de los que el otra pugna por la conservación. La
más excelente fue Cristo), ya porque fuerza conservadora florece en la Igle­
en su vida y palabras m anifestaron sia y se contiene en la tradición. Re­
algo de m isterioso que la fe atribuía a preséntala la autoridad religiosa, y esa
la divinidad, ya porque lograron nue­ tanto por derecho, pues es propio de la
vas y no vistas experiencias que respon­ autoridad defender la tradición, como
dían a la necesidad de los tiempos. Mas por el uso, puesto que, lim itada a las
el progreso del dogma se origina p rin ­ variaciones de la vida, pocos o ningún
cipalm ente de que hay que vencer ios estímulo siente que le induzcan al pro­
impedimentos de la fe, sojuzgar a los greso. Al contrario, ocúltase y se agita
enemigos y refu tar las contradicciones. en las conciencias de los individuos una
Júntese a esto el esfuerzo perpetuo para fuerza que los arrebata en pos del pro­
penetrar m ejor en cuanto a ios arcanos greso y responde a interiores necesida­
que la fe contiene. Así, omitiendo otros des, sobre todo en las conciencias de
ejemplos, sucedió con Cristo: aquello los particulares, de aquellos especial­
más o menos divino que en él adm itía mente que están, como dicen, en con­
la fe, fue insensiblem ente y por grados tacto m ás particular e íntim o con la
creciendo, hasta que, finalm ente, se le vida. Observad aquí, Venerables H er­
tuvo por Dios. En la evolución del culto manos, que yergue su cabeza aquella
contribuye principalm ente la necesidad doctrina ruinosísim a que incorpora en
de acom odarse a las costum bres y tra ­ la Iglesia a los laicos como elementos
diciones populares, tam bién la de dis­ de progreso. De esta especie de conve­
fru tar de la virtud que ciertos actos han nio y pacto entre las dos fuerzas con­
recibido del uso. E n fin, la Iglesia en­ servadora y progresista, esto es, entre
cuentra la razón de su desenvolvimien­ la autoridad y conciencia de los p arti­
to en que exige adaptarse a las circuns­ culares, proceden el progreso y m u­
tancias históricas y a las form as públi­ danzas. Pues las conciencias privadas,
camente introducidas del régimen civil. o por lo menos algunas de ellas, obran
Así los m odernistas hablan de cada en la conciencia colectiva; ésta, a su
cosa en particular. Aquí, empero, antes vez, en las autoridades, obligándolas a
de ir adelante, queremos crue se advier­ pactar y m antener el pacto.
ta bien esta doctrina de las necesidades
9 indigencias (en lenguaje vulgar dei De la táctica y lucha de los m oder­
bisogni fde los menesteres] la llam an nistas* De lo dicho se entiende sin tr a ­
más significativam ente); pues ella es bajo por qué los m odernistas se adm i­
como la base y fundam ento, no sólo de ran tanto cuando conocen que se les
10 que hemos visto, sino adem as de reprende o castiga. Lo que se les achaca
aquel famoso m étodo que denom inan como culpa, tienen ellos por deber reli­
histórico. gioso. Nadie m ejor que ellos com pren­
den las necesidades de las conciencias,
Explicación de las fuerzas de la evo­ pues las penetran más íntim am ente que
lución* Insistiendo aú n en la doctrina la autoridad eclesiástica. Tales necesi­
619 de la evolución, debe particularm ente dades, por consiguiente, las recogen co­
advertirse que aunque la indigencia o mo en sí, y por eso se sienten obligados
necesidad im pulsan a la evolución, to ­ a hablar y escribir públicamente. Casti­
davía la evolución i egulada no más gúelos, si gusta, la autoridad; ellos se
que por ella, traspasando fácilm ente apoyan en la conciencia del deber, y
los fines de la tradición y arrancada, por íntim a experiencia saben que se
por tanto, de su prim itivo principio les debe alabanzas y no reprensiones.
vital, se encam inaría m ás bien a la ru i­ Ya se les alcanza que ni el progreso se 620
na que al progreso. P o r lo que, ahon­ hace sin luchas ni hay luchas sin vícti­
dando más en la m ente de los m oder­ m as: sean ellos, pues, las víctimas, a
nistas, diremos que la evolución p ro ­ ejemplo de los profetas y Cristo. Ni
796 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104. 7

porque se les trate m al odian a la au to ­ más solemnidad en el C o n c il i o V a t i ­


ridad; confiesan voluntariam ente que c a n o , por estas palabras: Ni la doctrina
cumple con su cargo. Se quejan sólo de p ues, de la fe que Dios ha revelado s%
que no se les oiga, porque así se retrasa propuso como un invento filosófico pa­
el adelantam iento de las alm as; llegará, ra que la perfeccionasen los ingenios
no obstante, la hora de destruir esas humanos, sino como un depósito divino
tardanzas, ya que las leyes de la evolu­ se entregó a la esposa de Cristo, a fin
ción pueden refrenarse pero no del todo de que la custodiara fielmente e infali­
quebrantarse. Van adelante en el cam i­ blemente la declarase. De aguí que se
no comenzado, y aun reprendidos y lian de retener también los dogmas sa7
condenados van adelante, encubriendo grados en el sentido perpetuo que una
su increíble audacia con la m áscara de vez declaró la Santa Madre Iglesia, ni
una aparente hum ildad. Doblan fingi­ jamás se debe apartar de él con color y
dam ente sus cervices, pero con la obra nombre de más alta inteligencia<16) ;
e intención prosiguen más atrevidam en­ con lo cual, sin duda, la explicación de
te lo que em prendieron. Pues así p ro ­ Nuestras nociones, aun acerca de la fe,
ceden a sabiendas, tanto porque creen tan lejos está de impedirse, que antes
que la autoridad debe ser em pujada y bien se facilita y promueve. Por esta
no echada por tierra, como porque les causa el mismo C o n c il i o V a t i c a n o
es necesario m o rar en el recinto . de. la. prosigue diciendo: Crezca, pues, u pro-
Iglesia, a fin de cam biar insensiblem en­ Egrese mucho e incesantemente la inte­
te la conciencia colectiva: en lo cual no ligencia, ciencia, sabiduría, tanto de los
advierten que confiesan que disiente de particulares como de todos, tanto de un
ellos la conciencia colectiva, no tenien­ solo hom bre como de toda la Iglesia^
do, por consiguiente, derecho alguno de al compás de las edades y de los siglos;
presentarse como sus intérpretes. pero sólo en su género, esto es, en elt
mism o dogma, en el mismo sentido ij
Las ideas de los m odernistas ya es­ la m ism a sentencia(17K
tán condenadas en el Syllabns, Así,
pues, Venerables H erm anos, para los 7. La historia y el m odernism o. Des­
m odernistas autores y obradores no es pués que entre los partidarios del m o­
conveniente que haya nada estable, n a ­ dernismo hemos examinado al filósofo,
da inm utable en la Iglesia. En la cual al creyente, al teólogo, resta que igual­
sentencia los precedieron aquellos de mente examinemos al historiador, al
quienes Nuestro Antecesor Pío IX ya crítico, al apologista y al reform ador.
escribía: Esos.enemigos d e ja revelaciáii
divina, prodigando estupendas alaban­ La historia m odernista y la filosofía.
zas al progreso hum ano, quieren, con Algunos de entre los m odernistas que
temeraria u sacrilega osadía, introdu­ se dedican a escribir historia se m ues­
cirlo en la religión católica, como si la tran en gran m anera solícitos para que
religión fuese obra de Ios hom bres i¡ ng no se les tenga como filósofos, y aun
de Dios, o algún invento filosófico que alardean de no saber cosa alguna de
fo n trazas hum anas pueda perfección' filosofía. Astucia soberana: no sea que
narse(14K Cuanto a la revelación, sobre a alguno se le ocurra que están llenos
todo, y a los dogmas, nada se halla de de prejuicios filosóficos y no son, por
nuevo en la doctrina de los m odernis­ consiguiente, como afirm an, enteram en­
tas, sino que es la m ism a que encontra­ te objetivos. Es, sin embargo, cierto que
mos reprobada en el Syllabus de Pío IX, toda su historia y crítica respiran pura
enunciada así: La revelación divina es filosofía, y sus conclusiones se derivan,
imperfecta, u. por tanto, sujeta al pro- mediante ajustados raciocinios, de los
621 QTeso continuo e indefinido, correspon­ principios filosóficos que defienden. Lo
diente al de la razón hum ana(15): y con cual fácilmente entenderá quien refle­
(14) Encíclica “ Q u i p l u r i b u s ” , 9-XI-1846; en esta cte) Const. dogmática del Concilio Vat. Dei Fi-
Colecc. Encícl. 11, 5 pág. 88 (Denz.-Umb. n9 lius, can. 4 (Denzinger-Umberg n? 1800).
1636, o Ruiz Bueno n^ 1636). (17) En el mismo lugar citado en (16).
(15) Syllabns, propos. 5; en esta Colecc. En­
cícl. 24, pág. 162.
104, 8 E n c íc l ic a “P a s c e n d í 51 797

xione sobre ello. Los tres prim eros cá­ ingenio del hombre, de la condición de
nones de dichos historiadores o críticos que goza en la ciudad, de la educación,
son aquellos principios mismos que he­ del conjunto de circunstancias, de un
mos atribuido arrib a a los filósofos; es, hecho cualquiera, en una palabra, si
a saber: gl agnosticismo. el teorem a de no nos equivocamos, de la norm a, que
\n transfiguración de las cosas por la al fin y al cabo viene a p arar en m era­
yÍ£i y el otro, que nos pareció podía lla­ mente subjetiva. Esto es, se esfuerzan
m arse de la desfiguración. Vamos a ver en tom ar ellos y como revestir la per­
las conclusiones de cada uno de ellos. sona de Cristo: atribuyen a éste lo que
Del agnosticismo se desprende que la ellos hubieran hecho en circunstancias
historia, no de otro modo que la cien­ semejantes a las suyas. CLsí, pues, para 62
cia, versa únicam ente sobre fenómenos. term inar, a priori v estribando en cier­
Luego, así Dios como cualquiera in ter­ tos principios filosóficos que sostienen.
vención divina en lo hum ano, se han pero que aseguran no saber, afirm an
de tra ta r en la fe como pertenecientes a que en la historia que llam an real Cris­
sola ella. P or lo tanto, si se encuentra to no es Dios ni ejecutó nada divino;
algo que conste de dos elementos, uno como hom bre, empero, realizó y dijo lo
divino y otro hum ano, como sucede con que ellos, refiriéndose a los tiempos en
Cristo, la Iglesia, Sacram entos y m u­ que, floreció, le dan derecho de hacer o
chas otras cosas de ese género, de tal decir.
modo se ha de dividir y separar, que
Lo hum ano vava a la historia, lo divino 8. La crítica m odernista y la histo­
a la fe. De aquí la conocida división ria. Como de la filosofía la historia,
que hacen ios m odernistas del Cristo así la crítica recibe sus conclusiones de
histórico y el Cristo de la fe; de la Igle­ la historia. Pues el crítico, siguiendo las
sia de la historia y la de la fe; de los huellas que le traza el historiador, divi­
Sacram entos de la historia y los de la de los documentos en dos partes. Lo
fe, y otras m uchas a este tenor. Des­ que queda después de la triple partici­
pués debe decirse que al mismo elemen­ pación dicha refieren a la historia real,
to hum ano, que según vemos el histo­ lo demás a la historia de la fe o interna.
riador tom a p ara sí cual aquél aparece Disciernen con esmero estas dos histo­
en los monum entos, levanta la fe pol­ rias, a la historia de la fe, adviértase
la transfiguración más allá de las con­ bien, oponen a la historia real en cuan­
diciones históricas. Y así conviene dis­ to real, p e aquí sale, como ya dijimos,
tinguir las adiciones hechas por la fe un doble Cristp.: el uno real, y el otro
p ara referirlas a la fe m ism a y a la que nunca existió de verdad, sino que
historia de la fe; así, tratándose de pertenece a la fe; el uno que vivió en
Cristo, todo lo supera la condición h u ­ determ inado lugar y época, y el otro
m ana, ya natural, según enseña la psi­ que sólo se encuentra en las piadosas
cología, ya em anada del lugar y edad especulaciones de la fe; tal por ejem ­
en que vivió. Además, en virtud del te r­ plo, es el que presenta el evangelio de
cer principio filosófico, pasan tam bién Juan, libro que no es todo él otra cosa
como por un tamiz las cosas que salen que especulación.
de la esfera histórica y todo lo elim inan
y cargan a la fe, igualm ente lo que, se­ El papel de la filosofía: inm anencia
gún su criterio, no se incluye en la vital. No se acaba aquí el dominio de
lógica de los hechos, como dicen, o no la filosofía en la historia. Divididos,
se acomoda a las personas. Pretenden, según indicamos, los documentos en
por ejemplo, que Cristo no dijo lo que dos partes, de nuevo interviene el filó­
parece sobrepujar al entendim iento del sofo con su dogma de la inmanencia
vulgo. De aquí que de su historia real vital, y hace saber que cuanto se con­
borren y rem itan a la fe cuantas alego­ tiene en. la historia de la_ Iglesia se ha
rías ocurren en sus discursos. Se p re­ de explicar por la emanación vital. Y
guntará, tal vez, ¿bajo qué ley se hace pues que la causa o condición de cual­
esta separación? Se hace en virtud del quier emanación vital hase de reponer
798 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1907) 1 0 4 ,8

en cierta necesidad o indigencia, se de­ daron las leyes de la evolución. Tras


duce que el hecho se ha de concebir esto, en fin, describe, como con ligeros
después de la necesidad y que históri­ trazos, la historia de la evolución. Viene
camente es aquél posterior a ésta. ¿Qué en avuda el crítico y prepara los restan­
hace en ese caso el historiador? Investi­ tes documentos. Se da m anos a la obra,
gando otra vez los documentos, ya los sale la historia concluida. Ahora pre­
que se hallan en los sagrados libros, ya guntamos: ¿a quién se ha de atribuir
los sacados de dondequiera, teje con esta historia? ¿Al historiador o al crí­
ellos un catálogo de las singulares nece­ tico? A ninguno de ellos, ciertam ente,
sidades que, perteneciendo ora al dog­ sino al filósofo. Allí todo es obra de
ma, ora al culto sagrado, o bien a otras anriorismo, y de un apriorism o crue_
cosas, siguiéndose una de otra, se veri­ rebosa en herejías. Causan verdadera­
ficaron en la Iglesia. Una vez term inado mente lástim a estos hombres, de los que
el catálogo, lo entrega al crítico. Y éste el Apóstol diría: Desvaneciéronse en sus
pone m ano en los documentos destina­ pensamientos.... núes, jactándose de sa­
dos a la historia de la fe y los distribu­ bios. han resultado necios(18>: pero sí,
ye de edad en edad, de form a que cada excitan la bilis cuando recrim inan a la
una responda al catálogo, acordándose Iglesia de m ezclar y b arajar los docu­
siempre de $u precepto, que la necesi­ mentos en form a tal que hablan en su
dad precede al hecho y el hecho _a la favor. Achacan a la Iglesia aquello mis­
n arración. Puede alguna vez acaecer mo que abiertam ente su conciencia les
que ciertas partes de la Biblia, como las reprueba.
epístolas, sean el mismo hecho creado
por la necesidad. Sea de esto lo que La evolución y la Biblia. La crítica
quiera, hay una regla fija, que la edad textual. De dicha partición y disposi­
ele un m onum ento cualquiera se ha de ción por edades de los documentos, es­
determ inar solamente de cada una de pontáneam ente se sigue que no pueden
las necesidades que se m anifiesten en atribuirse los libros sagrados a los auto­
la Iglesia. Hay eme distinguir además res a quienes realm ente se atribuyen.
entre el comienzo de cualquier hecho y Por esa causa, los m odernistas no va­
su desarrollo, pues lo que puede nacer cilan en asegurar que esos mismos li­
en un día no se desenvuelve sino con bros, y en especial el Pentateuco y los
el transcurso del tiempo. P or eso debe tres prim eros Evangelios, de una breve
el crítico dividir los m onum entos, ya narración que en sus principios eran,
distribuidos, según hemos dicho, por han ido poco a poco creciendo con nue­
edades, en dos partes: separando los vas adiciones o por interpolaciones he­
que pertenecen al origen de la cosa v chas a modo de interpretación, ya teo­
los que pertenecen al desarrollo, y lue­ lógica, ya alegórica, o por interpolacio­
go ordenarlos según los tiem pos. nes que sirvieron tan sólo para unir
entre sí las diversas partes. Y para de­
H istoria y evolución apriorística. En cirlo con más brevedad y claridad, es
este punto entra de nuevo en escena el necesario adm itir la evolución vital de_
filósofo, que m anda al historiador orde­ los libros sagrados, que se origina del
n ar sus estudios conform e a lo que desenvolvimiento de la fe y que a él
prescriben los preceptos y leyes de la corresponde. Añaden, además, que las
evolución. Y el historiador torna a es­ huellas de esa evolución son tan m ani­
cudriñar los documentos, a investigar fiestas, que casi se puede escribir su
sutilm ente las circunstancias y condi­ historia. Y aun la escriben en realidad
ciones de la Iglesia en cada edad, su con tal desenfado, que uno se figuraría
fuerza conservadora, sus necesidades que ellos han visto a cada uno de los
internas y externas que le im pulsan al escritores crue en las diversas edades
progreso, los im pedim entos que sobre­ trabajan en la ampliación de los libros
vinieron, en una palabra, cuanto contri­ sagrados. Y para confirm arlo se valen
buya a precisar de qué m anera se guar­18 de la crítica que denom inan textuala y
(18) Rom. 1, 21-22.
1 0 4 ,9 E n c íc l ic a “P a s c e n d i” 799

se esfuerzan en persuadir que este o el que todos unánim em ente elogian y a tri­
otro hecho o dicho no está en su lugar, buyen al progreso científico lo que
y traen otras razones por el estilo. P a­ cualquiera de ellos profiere, y con que
rece en verdad que se han form ado todos arrem eten contra el que quiere
como ciertos modelos de narración o exam inar por sí el nuevo portento, y
discursos, por los que juzgan induda­ acusan de ignorancia al que lo niega,
blemente qué es lo que está en su lugar m ientras que aplauden al que lo abraza
propio y qué es lo que está en lugar y defiende. Y por aquí m uchos se alu­
ajeno. P or este camino, quiénes puedan cinan, que si considerasen m ejor el ne­
ser aptos p ara fallar, aprécielo el que gocio, se horrorizarían. A favor, pues,
quiera. Sin embargo, quien los oiga del poderoso dominio de los que y e r r a n
hablar de sus trabajos sobre los libros Y del incauto asentim iento de ánimos
sagrados, en los que es dado descubrir ligeros se ha creado una como corrom ­
tantas incongruencias, creerá que casi pida atm ósfera que todo lo penetra,
ningún hom bre antes de ellos los ha difundiendo su pestilencia. Mas pase­
hojeado, y que ni u na m uchedum bre mos al apologista.
casi infinita de doctores, m uy superio­
res a ellos en ingenio, erudición y san­ 9. La apología y el m odernism o.
tidad de vida, los ha escudriñado en Tam bién éste (el apologista) entre los
todos sus sentidos. E n verdad que estos m odernistas, depende del filósofo, por
sapientísimos doctores tan lejos estu­ dos títulos: Indirectamente, ante todo,
vieron de censurar en nada las Sagra- tom ando por m ateria la historia escrita
6 das Escrituras, que cuanto m ás íntim a­ según la norm a, como ya vimos, del
mente las estudiaban, m ayores gracias filósofo:, directamente, luego, apropián­
daban a Dios porque así se dignó h a ­ dose los dogmas y criterio de aquél. De
blar con los hom bres. Pero ¡ay, que aquí el vulgar precepto en la escuela
Nuestros doctores no estudiaron ios li­ m odernista, que ia nueva apología debe
bros sagrados con los auxilios con que dirim ir las controversias de religión por
los estudian los m odernistas! Esto es, paedio de investigaciones históricas y
no tuvieron por m aestra v guía a Iq psicológicas. Por lo cual los apologistas
filosofía que reconoce su origen en la m odernistas em prenden su trabajo avi­
negación de Dios, ni se eligieron a sí sando a los racionalistas, que ellos de­
mismos por norm a de criterio. Ya Nos fienden la religión no con los libros
parece que está patente cual es el mé­ sagrados o con historias usadas vulgar­
todo de los m odernistas en la cuestión mente en ia Iglesia que estén escritas
histórica. Precede el filósofo: sigue el por el método antiguo, sino con la his­
historiador: vienen detrás, por orden, la toria real, com puesta según los pre­
crítica interna y la textual. Y porque ceptos y métodos modernos. Y eso lo
es propia de la prim era causa com uni­ dicen, no cual si arguyesen ad homi-
car su virtud con las siguientes, síguese nem, sino porque sienten en realidad
evidentemente que sem ejante crítica no que sólo en tal historia se refiere la
es una crítica cualquiera, sino que con verdad. De asegurar su sinceridad al
razón se llam a agnóstica. inmanente. escribir no se cuidan; son ya conocidos
evolucionista: de donde se colige que el entre los racionalistas y alabados tam ­
que la profesa y usa, profesa los errores bién como soldados que m ilitan bajo
im plícitos en ella v contradice a la doc­ una m ism a bandera; y de esas alaban­
trina católica. Siendo esto así, podría zas, que el verdadero católico rechaza­
sorprender en gran m anera que entre ría, se congratulan ellos y las oponen
católicos prevaleciera este linaje de crí­ a las reprensiones de la Iglesia. Pero
tica. Pero esto se explica por una doble veamos ya cómo uno de ellos compone
causa: la alianza, en prim er lugar, que la apología.
une estrecham ente a los historiadores
y críticos de este jaez por encim a de la El fin y m étodo del apologista m o­
variedad de p atria y pugna de religio­ dernista. El fin que se propone alcan­
nes; además, la grandísim a audacia con zar es éste: llevar al hom bre que toda-
800 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1907) 1 0 4 ,9

vía carece de fe, a conseguir acerca de del mismo germen es gratuita y creada
la religión católica aquella experiencia según conviene a sus propósitos.
que es, conform e a los principios de los
m odernistas, el único fundam ento de la “Los errores en la doctrina”. Estos
fe. Dos caminos se ofrecen p ara esto: nuevos apologistas, al paso que trab a­
uno objetivo, subjetivo el otro. El p ri­ jan por afirm ar y persuadir la católica
mero brota del agnosticismo, y tiende religión con las argum entaciones refe­
a dem ostrar que hay en la religión, ridas, aceptan y conceden de buena
principalm ente en la católica, tal virtud gana haber en ella m uchas cosas que
vital, que persuade a cualquier psicó­ pueden ofender los ánimos. Y aun lle­
logo y lo mismo al historiador de sano gan a decir públicamente, con cierta
juicio, que conviene que en su historia mal disim ulada delectación, que tam ­
se oculte algo desconocido. A este fin bién en m ateria dogmática se hallan
urge probar que la actual religión ca­ errores y contradicciones; aunque añ a­
tólica es absolutam ente la m ism a que diendo crue estas cosas no sólo admiten
Cristo fundó, o no otra cosa que el p ro ­ excusa, sino que se profirieron justa y
gresivo desarrollo del germen in tro d u ­ legítimamente; afirm ación que no pue­
cido por Cristo. Luego en prim er lugar de menos de excitar el asombro. Así
debemos señalar qué germen sea ése, y también, según ellos, hay en los libros
ellos pretenden significarlo m ediante la cosas científicas o históricam ente vicia­
fórm ula siguiente: Cristo anunció el das de error; pero dicen crue allí no se
advenimiento del reino de Dios, que en trata de ciencia o de historia, sino sólo
breve se establecería y del que él sería de la religión y las costumbres. Las
el Mesías, esto es, el ejecutor enviado ciencias y la historia son allí a m anera
del cielo y el ordenador. Tras esto se de envoltura con que se cubren las
ha de m ostrar de qué suerte dicho ger­ experiencias religiosas y morales, para
men, siempre inmmanente en la reli­ difundirlas más fácilmente entre el vul­
gión católica y permanente , insensible- go; el cual, como no las entendería de
628 mente y según la historia, se desenvol­ otra suerte, no sacaría utilidad, sino
vió y adoptó a las circunstancias suce­ daño, de otra m ás perfecta ciencia o
sivas, tom ando de éstas para sí vital­ historia. P or lo demás, agregan, los li­
mente lo que de las formas doctrinales, bros sagrados, como por su naturaleza
culturales, eclesiásticas, le era útil; ven­ son religiosos, gozan necesariam ente de
ciendo al mismo tiempo los im pedim en­ vida; mas la vida tiene tam bién su ver­
tos, si alguno salía al paso, desbaratan­ dad y su lógica, distintas ciertamente
do a los enemigos y sobreviviendo a de la verdad y lógica racional, y aun
todo género de persecuciones y luchas. de un orden enteram ente diverso; es a
Después que todo esto, impedimentos, saber: la verdad de adaptación y pro­
adversarios, persecuciones, luchas, lo porción, así al medio (como ellos ha- 6:9
mismo que la vida, fecundidad de la blan) o sea al ambiente, en que se vive,
Iglesia y otras cosas a este tenor, se como al fin por el cual se vive. F inal­
hayan dem ostrado, de suerte que, au n ­ mente, se adelantan hasta aseverar, sin
que en la historia mism a de la Iglesia ninguna atenuación, que todo lo que se
aparezcan incólumes las leyes de la explica por la vida es verdadero y
evolución, no basten con todo a expli­ legítimo.
car plenam ente la m ism a historia, se E rrores de la Biblia y de Cristo.
presentará delante y ofrecerá de su Nosotros, ciertamente, Venerables H er­
voluntad lo incógnito. Así hablan ellos. manos, para quienes la verdad no es
Mas en todo este raciocinio no advier­ más que una, y que consideramos que
ten una cosa: que la determ inación del los libros sagrados, como escritos por
germen prim itivo únicam ente se debe al inspiración del Espíritu Santo, tienen
apriorismo del filósofo agnóstico y evo­ a Dios por autor aseguramos que
lucionista, y que la definición que dan 19 esto es lo mismo que atribuir a Dios
(19) Clone. Val. De Rcvel. cap. II (Denz. n. 1787).
104, J0 E n c íc l ic a “ P a s c e n d í” 801

una m entira de utilidad u oficiosa; y do persuadir al hom bre de que, en él


aseveramos, con las palabras de San mismo, y en los más escondidos senos
Agustín , q u e u n a v e z a d m i t i d a e n t a n de su naturaleza y de su vida se oculta
g ra n d e a lteza d e a u to rid a d alg u n a m e n ­ cierto deseo y exigencia de alguna reli­
tira o fic io sa , n o q u e d a rá n in g u n a p a r ­ gión, y no de una religión cualquiera,
tícu la d e a q u e llo s lib ro s, qu e c o n fo r m e sino tal absolutam ente cual es la cató­
a la m i s m a p e r n ic io s ís im a re g la , n o lica; pues ésta, dicen, l a r e c l a m a ente­
p u e d a referirse a m e n tir a d el a u to r, ram ente el perfecto desenvolvimiento
g u ia d o p o r a lg ú n d e sig n io o fin a lid a d , de la vida. En este lugar conviene que
ta n lu e g o c o m o se le a n t o j a r e a a lg u n o Nos lamentemos de nuevo grandemente
q u e se a d ifíc il p a r a la s c o s tu m b r e s o de que no falten, entre los católicos,
i n c r e í b l e p a r a l a /e (20). De donde se algunos que, si bien rechazan la doc­
seguirá lo que añade el mismo santo trin a de la inm anencia como doctrina,
Doctor: q u e e n a q u é l l a s (es a saber, en la emplean, no obstante, para la apolo­
las Escrituras) c a d a c u a l c r e e r á l o q u e gética; y esto lo hacen tan sin cautela,
q u ie r a y d e ja r á d e c r e e r lo q u e n o q u ie ­ que parecen adm itir en la naturaleza
ra. Pero los apologistas m odernistas hum ana, no sólo capacidad y conve­
prosiguen animosos. Conceden además, niencia para el orden sobrenatural, lo
que en los sagrados libros ocurren a las cual los apologistas católicos lo demos­
veces, p ara probar alguna doctrina, ra ­ traron siempre, añadiendo las oportu­
ciocinios que no se rigen por ningún nas salvedades; sino una legítima y
fundam ento racional, cuales son los que propiam ente dicha exigencia. Mas, para
se apoyan en las profecías; pero defien­ decir verdad, esta exigencia de la reli­
den tam bién éstas como ciertos artifi­ gión católica sólo la introducen los m o­
cios oratorios que están legitimados pol­ dernistas que quieren pasar por más
la vida. ¿Qué más? Conceden, y aun tem plados; pues los que pueden llam ar­
afirm an, que el mismo Cristo erró m a­ se i n t e g r a l i s t a s pretenden dem ostrar al
nifiestam ente al indicar el tiempo del hom bre que todavía no cree, que está
advenim iento del reino de Dios; lo cual, oculto en él el mismo germ en que
dicen, no debe m aravillar a nadie, pues Cristo tuvo en su conciencia, y por él
tam bién El estaba sujeto a las leyes de se transm ite a los hombres. Así pues,
la vida. ¿Qué suerte puede caber, des­ Venerables Hermanos, reconocemos que
pués de esto, a los dogmas de la Iglesia? el método apologético de los m odernis­
Pululan tam bién en éstos patentes an ti­ tas, que sum ariam ente dejamos descri­
nomias; pero, fuera de que la lógica to, se aviene en todo con las doctrinas
vital las admite, no contradicen a la de ellos; método ciertam ente lleno de
verdad simbólica; como quiera que se errores, como las doctrinas mismas;
trata en ellos del Infinito, el cual tiene apto no para edificar, sino para des­
infinitos respectos. Finalm ente, todas tru ir; no para hacer católicos, sino para
estas cosas las aprueban y defienden de arra stra r a los mismos católicos a la
suerte que no dudan profesar, no po­ herejía, y aun a la destrucción total de
derse atribuir al Infinito honor más cualquiera religión.
excelente que el afirm ar de El cosas 10. El reform ador m odernista. Resta
contradictorias. Mas, adm itida la con­ añadir algunas breves reflexiones acer­
tradicción, ¿qué h abrá que no pueda ca del m odernista en cuanto reform a­
legitimarse? dor. Ya cuanto hasta aquí hemos dicho
A rgum entos apologéticos subjetivos. m anifiesta de cuán vehemente prurito
Por otra parte, el que todavía no cree, de novedades estén anim ados tales hom ­
no sólo puede disponerse a la fe con bres; y este prurito se refiere n atu ral­
argum entos o b j e t i v o s , sino tam bién con mente a todas las cosas que entre los
los s u b j e t i v o s ; a cuyo fin los apologis­ católicos existen. Quieren introducir no­
tas m odernistas vuelven a la doctrina vedades en la Filosofía, principalm ente
de la i n m a n e n c i a ; es a saber: procu ran­ en los seminarios eclesiásticos; de suer-
(20) San August. Epíst. 28, c. (Migne PL. 33, col. 112-113).
Encíclicas Pontificias 26
802 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 1 0 4 , 11

te que, relegada la Filosofía de los componga de suerte, que m uestre la


escolásticos a la H istoria de la filosofía. antigua hum ildad y pobreza, y que en
como uno de tantos sistemas ha tiempo sus ideas y acciones se conforme con
envejecidos, se enseñe a los jóvenes la los preceptos del modernismo. Hay, por
filosofía m oderna, única verdadera y fin, algunos que, ateniéndose de boní­
para nuestra época conveniente. P ara sima gana a los maestros protestantes.
renovar la Teología quieren que, la que desean que se suprim a en el sacerdocio 63'
llamamos racional tome por fundam en­ el celibato sagrado. ¿Qué queda, pues,
to la filosofía m oderna, y exigen p rin ­ intacto en la Iglesia que no deba ser
cipalm ente que la Teología positiva reform ado por ellos y conforme a sus
estribe en la H istoria de los dogmas. opiniones?
Reclaman tam bién que la H istoria se
escriba y enseñe conform e a su método 11. M odernismo, conglom erado de
y a las m odernas prescripciones. Qrde- todas las herejías. E n toda esta expo­
n a n que los dogmas y su evolución se sición de la doctrina de los modernistas,
pongan en arm onía con la Ciencia y Venerables Hermanos, pensará por ven­
con la H istoria. P or lo aue se refiere a tu ra alguno que Nos hemos detenido
la Catequesis, solicitan que en los libros demasiado; pero era de todo punto ne­
para el Catecismo no se consignen otros cesario, ya para que no nos recusaran,
dogmas sino los que hubieren sido re ­ como suelen, tachándonos de ignoran­
form ados y sean acomodados al alcan­ tes de sus cosas; ya para que sea m ani­
ce del vulgo. Acerca del sagrado culto fiesto que, cuando tratam os del m oder­
dicen, que hay que dism inuir las devo­ nismo, no hablemos de doctrinas vagas
ciones exteriores y prohibir su aum en­ y sin ningún vínculo de unión entre sí.
to; por más que otros, más inclinados sjino de un cuerpo definido y compacto,
al simbolismo, se m uestran indulgentes $n el cual, si se admite una cosa de
en esta m ateria. Andan clam ando que él. siguen las demás por necesaria con­
el régimen de la Iglesia se ha de refo r­ secuencia. Por eso hemos procedido de
m ar en todos conceptos, pero principal­ un modo casi didáctico, sin rehusar
mente en el disciplinar y dogmático, y, algunas veces los vocablos bárbaros de
por tanto se ha de arm onizar interior que usan los modernistas. Ahora bien;
y exteriorm ente con lo que llam an con­ abarcando como una m irada la totali­
ciencia m oderna, que propende a la dad de este sistema, ninguno se m ara­
dem ocracia con todo su pesa: por lo villará si lo definimos afirm ando que es
cual débese conceder al clero inferior un conglomerado de todas las herejías.
y a los mismos laicos, cierta interven­ Pues a la verdad, si alguien se hubiera
ción en el gobierno, y se ha de repetir propuesto reunir en uno, el jugo y
la autoridad, demasiado recogida y con- como la esencia de cuantos errores exis­
densada en el centro. Las Congregacio­ tieron contra la fe, nunca podría obte­
nes rom anas, que presiden a los nego­ nerlo más perfectam ente de lo que lo
cios eclesiásticos, quieren asimismo que han hecho los modernistas. Antes bien,
se transform en, y principalm ente las han ido éstos tanto más allá, que no
del Santo Oficio y del Indice. Pretenden sólo han destruido la religión católica,
asimismo que se debe v ariar la acción sino, como ya hemos indicado, abso­
del gobierno eclesiástico en los negocios lutam ente toda religión. De aquí los
políticos y sociales, desterrándolo por aplausos de los racionalistas; de aquí
una parte de las disposiciones civiles, que aquéllos de entre éstos que hablan
al paso que por otra le obligan a aco­ más libre y abiertam ente se feliciten de
m odarse a ellas y em paparse de su haber hallado en los m odernistas los
espíritu. En la parte m oral se apropian auxiliares más eficaces.
aquella sentencia de los am ericanistas:
que las virtudes activas han de ser El agnosticism o, el sentim iento y la
antepuestas a las pasivas, prom oviendo experiencia religiosa. Pero volvamos
con el ejercicio las prim eras antes que un momento, Venerables Hermanos, a
las segundas. Piden que el clero se aquella perniciosísim a doctrina del
104, 11 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 803

a g n o s t i c i s m o ; la cual, por parte del les, aunque ninguna estimación m ere­


entendim iento, cierra al hom bre todo cen a los modernistas, contienen, no
camino hacia Dios, al mismo tiempo obstante, una doctrina m ucho más só­
que im agina abrírselo m ás apto por lida, y m uestran una m ucho más sutil
parte de cierto sentim iento del ánimo sagacidad para observar, de la que ellos
y de la acción. Pero ¿quién no ve cuán se atribuyen.
absurdam ente? Pues el sentim iento del
ánimo responde a la im presión de las La experiencia religiosa de los ver­
cosas que nos proponen el entendi­ daderos católicos y la modernista. A la
miento o los sentidos externos. Supri­ verdad, a Nosotros nos parece locura,
mid el entendim iento, y el hom bre se o, por lo menos, extrem ada im pruden­
irá tras los sentidos exteriores con in ­ cia, tener por verdaderas, sin ninguna
clinación m ayor aún que la que ya le investigación, experiencias íntim as del
arrastra. Absurdamente, por otra parte; género de las que propalan los m oder­
pues cualesquiera fantasías acerca del nistas. Y si es tan grande la fuerza y
sentimiento religioso no destruirán el firm eza de estas experiencias, ¿por qué
sentido común; y este sentido com ún (dicho sea de paso) no se atribuye algu­
nos enseña que cualquiera perturbación na semejante a la experiencia que ase­
o conmoción del ánimo, no sólo no nos guran tener m uchos m illares de católi­
sirve de ayuda p ara investigar la ver­ cos acerca de lo errado del camino por
dad, sino más bien de obstáculo; la donde los m odernistas andan? Por ven­
verdad, decimos, cual es en sí, pues tu ra ¿sólo ésta sería falsa y engañosa?
aquella o tra verdad s u b j e t i v a , fruto del Mas la inm ensa m ayoría de los hom ­
sentimiento interno y de la acción, si bres profesan y profesaron siempre fir­
es útil para form ar juegos de p ala­ memente, que no se logra jam ás el
bras, no aprovecha gran cosa al hom ­ conocimiento de Dios con sólo el senti­
bre, al cual interesa principalm ente sa­ m iento y la experiencia, sin ninguna
ber si hay o no fuera de él un Dios en guía ni luz de la razón.
cuyas m anos debe un día caer. Sólo
añaden al sentimiento, como auxiliar en Los resultados del modernismo. Sólo
em presa tan ardua, l a e x p e r i e n c i a . Pero resta otra vez, pues, recaer en el a t e í s ­
¿de qué puede servirle? No para otra m o y en la negación de toda religión.
cosa sino para aum entar su vehem en­ Ni tienen por qué prom eterse los m o­
cia, de la cual se origina, en el mismo dernistas mejores resultados de la doc­
grado, una más firm e persuasión de la trina del s i m b o l i s m o que profesan. Pues
verdad del objeto. Mas estas dos cosas si, como dicen, cualesquiera elementos
no consiguen, a la verdad, que aquel intelectuales no son otra cosa sino sím ­
sentimiento del ánimo deje de ser sen­ bolos de Dios, ¿por qué no será tam ­
timiento, ni cam bian su naturaleza, bién símbolo el mismo nom bre de Dios
siempre expuesta a engaños m ientras o de la personalidad divina? Pero, si es
no se rija por el entendim iento; antes así, podrá llegarse a dudar de la divina
bien, la confirm an y ayudan; pues el personalidad, y está patente el camino
sentimiento, cuanto más intenso es, ta n ­ que conduce al p a n t e í s m o . Al mismo
to más ofrece sus cualidades propias. térm ino, es, a saber, a un puro y des­
Como, pues, tratem os aquí el sentim ien­ carnado panteísmo, conduce aquella
to religioso y la experiencia que en él otra teoría de la i n m a n e n c i a d i v i n a ;
se contiene, sabéis bien, Venerables pues, preguntam os: aquella inm anen­
Hermanos, cuánta prudencia sea nece­ cia, ¿distingue a Dios del hombre, o
saria en esta m ateria, y al propio tiem ­ no? Si le distingue, ¿en qué se dife­
po, cuánta doctrina p ara regir a la m is­ rencia entonces de la doctrina católica,
ma prudencia. Lo sabéis por el trato o por qué rechazan la doctrina de la
de las almas, principalm ente de algu­ revelación externa? Mas si no le dis­
nas de aquéllas en las cuales dom ina el tingue, ya tenemos el panteísmo. Pero
sentim iento; lo sabéis por el uso de los esta inm anencia de los m odernistas pre­
libros que tratan de Ascética. Los cua­ tende y admite que todo fenómeno de
804 E n c í c l i c a s d e l P P . P ío X ( 1907) 1 0 4 . 12

conciencia procede del hom bre en cuan­ .a p a r a r lo s d e lir io s d e la r a z ó n h u m a n a r


to hombre. Luego entonces, por legíti­ c u a n d o u n o e stá se d ie n to d e n o v e d a d e s
mo raciocinio, se deduce de ahí que
Dios es u na m ism a cosa con el hom bre; z a p o r s a b e r m á s d e lo q u e c o n v ie n e
de donde se sigue el panteísmo. F inal­ saber, im a g in a n d o , co n ex cesiva co n ­
mente, la distinción que proclam an en­ fia n za en sí m is m o , qu e se d e b e b u sc a r
tre la ciencia y la fe no perm ite otra la v e r d a d f u e ra d e la Ig le sia c a tó lic a .
consecuencia; pues ponen el objeto de en l a c u a l s e h a l l a s i n e l m á s m í n i m o
la ciencia en la realidad de la cognos­ p e d i m e n t o d e e r r o r . Pero m ucha m ayor
cible, y el de la fe, por el contrario, en fuerza tiene para obsecar el ánimo e
la de lo incognoscible. Pero la razón inducirle al error la soberbia; la cual,
de que algo sea incognoscible no es hallándose como en su propia casa en
otra que la total falta de proporción la doctrina del modernismo, saca de
entre la m ateria de que se trata y el ella toda clase de pábulo y se reviste
entendim iento. Mas es así que este de­ de todas las form as. Por soberbia con­
fecto de proporción nunca podría su ciben de sí tan atrevida confianza, que
prim irse, ni aun en la doctrina de los vienen a tenerse y proponerse a sí m is­
modernistas. Luego lo incognoscible no mos como norm a de todos los demás.
sería menos incognoscible p ara el cre­ Por soberbia se glorían vanísimamente,
yente que p ara el filósofo sin que haya como si fueran los únicos poseedores
medio de salir de ahí. P or donde, si de la ciencia, y dicen orgullosos e h in ­
profesare alguna religión, ésta m irará chados: N o s o m o s c o m o l o s d e m á s
a una realidad incognoscible; la cual no h o m b r e s ; y para no ser com parados
vemos, en verdad, por qué no podría ser con los otros, abrazan y sueñan todo
tam bién el alm a del m undo, como al­ género de novedades, por m uy absurdas
gunos racionalistas admiten. Pero por que sean. P or soberbia desechan toda
ahora baste lo dicho, para m ostrar cla­ sujeción y pretenden que la autoridad
ram ente por cuántos caminos la doctri­ se acomode a su libertad. P or soberbia,
na de los m odernistas conduce a l a t e í s ­ olvidándose de sí mismos, discurren so­
m o y a suprim ir toda religión. Cierta­ lamente acerca de la reform ación de los
mente, el error de los protestantes fue demás, sin tener reverencia alguna a
el prim ero que puso los pies en este los superiores, ni aun a la potestad
camino; al cual sigue el error de los suprema. En verdad, no hay camino
modernistas, y después de él vendrá más corto y expedito para el m odernis­
inm ediatam ente el ateísmo. mo, que la soberbia. ¡Si algún católico,
sea lego o sacerdote, olvidado del pre­
12. Causas del modernismo: 1* la cepto de la vida cristiana que nos man.
soberbia. P a ra m ás íntim o conoci­ da negarnos a nosotros mismos si que­
m iento del modernism o, y p ara buscar remos seguir a Cristo, no destierra de
m ejor los remedios de tam año mal, su corazón la soberbia, éste ciertamente
conviene ahora, Venerables Hermanos, se hallará dispuesto como el que más,
escudriñar algún tanto las causas de a abrazar los errores de los m odernis­
donde este m al recibe origen y alim en­ tas! Por lo cual, Venerables Hermanos,
to. No cabe dudar, que la prim era e conviene que tengáis por vuestra p ri­
inm ediata causa hase de poner en el m era obligación el resistir a tales hom ­
error del entendim iento; pero además bres soberbios, ocupándolos en los ofi­
hallam os dos causas rem otas; la curio­ cios más obscuros e insignificantes, p a­
sidad y la soberbia. La curiosidad, si no ra que sean tanto más hum illados cuan­
se m odera prudentem ente, basta por sí to más alto pretenden elevarse, y para
sola para explicar cualesquiera errores; que, colocados en lugar inferior, tengan
por lo cual, con razón escribió G r e g o ­ menos facultad para dañar. Además, ya
r io XVÍ, Predecesor Nuestro^1 221*: JE& vosotros mismos personalm ente, ya por
m u n .. d e p l o r a b l e . h a s t a q u é m i n i o v a n a n los rectores de los seminarios, examinad
(21) Encícl. “ S in gu lari N os” . 21-VII-1834; en esta Colecc. Encícl. 5, 5 pág. 53.
1 0 4 , 12 E n c íc l ic a “ P a s c e n d í” 805

diligentemente a los alum nos del sagra­ por am bas razones, es cosa averiguada
do clero, y si hallareis alguno de espí­ que el deseo de novedades va siempre
ritu soberbio, alejadlo con la m ayor unido con el odio del método escolás­
energía del sacerdocio. Lo cual, ¡ojalá tico; y no hay otro indicio más claro de
se hubiese hecho siempre con la vigi­ que uno empiece a inclinarse a la doc­
lancia y constancia que era menester! trina del modernismo, que el comenzar 6
a aborrecer el método escolástico. Re­
2* causa: la ignorancia. Y si de las cuerden los m odernistas y sus favorece­
causas m orales pasam os a las que p ro ­ dores la condenación con que Pío IX
ceden de la inteligencia, se nos ofrece estimó que debía reprobar la opinión
prim ero y principalm ente la ignoran­ de los que dicen*22); El método a prin­
cia. Pues a la verdad, todos los m oder­ cipios con que los antiguos doctores
nistas, sin excepción, que quieren ser y escolásticos cultivaron la Teología, no
pasar por doctores en la Iglesia, aunque conviene en manera alauna a las nece­
sublim an con palabras grandilocuentes sidades de nuestros tiempos a al mo­
la filosofía m oderna y desprecian la aréso de las ciencias. Por lo que toca
escolástica, no abrazaron la prim era a la tradición, se esfuerzan astutam ente
(deslumbrados por sus aparatosos a rti­ por confundir su naturaleza y su fuer­
ficios), sino porque su com pleta igno­ za, p ara destruir su peso y autoridad.
rancia de la segunda los privó de los Pero, esto no obstante, los católicos ve­
argum entos necesarios p ara distinguir nerarán siempre la autoridad del Conci­
la confusión de las ideas y refu tar los lio II de N icea *23), aue condenó a aque­
sofismas. Mas del consorcio de la falsa llos que osan.... conformándose con los
filosofía con la fe ha nacido el sistema criminales herejes. despreciar las tradi­
de ellos, inficionado por tantos y tan ciones eclesiásticas e inventar cualquie­
grandes errores. ra novedad.... o excogitar torcida o
astutamente vara desmoronar algo de
3*: aversión al m étodo escolástico, las legítimas tradiciones de la Iglesia
la tradición y el M agisterio. E n cuya católica. E stará en pie la profesión del
propagación ¡ojalá gastaran menos em ­ Concilio Constantinopolitano IV*24) :
peño y solicitud! Pero es tan ta su dili­ Así, pues, profesamos conservar u guar­
gencia, tan incansable su afán, que da dar las reglas que la Santa, Católica g
verdadera grim a ver consumirse, para Apostólica Iglesia ha recibido, así de
daño de la Iglesia, tantas fuerzas que, los santos u celebérrimos Apóstoles, co­
bien empleadas, h abrían podido serle mo de los Concilios ortodoxos, tanto
de gran provecho. De dos artes se valen universales como particulares, como
para engañar los ánimos: procurando también de cualquiera Padre inspirado
prim ero allanar los obstáculos que se por Dios n maestro de la Iglesia. Por lo
oponen, y buscando luego diligentísi- cual, los Pontífices rom anos Pío IV*25) y
m am ente lo que les viene a cuento, e Pío IX decretaron, que en la profesión
inculcándolo solícita y pacientísim a- de fe se añadiera tam bién lo siguiente:
mente. Tres son principalm ente las co­ Admito i] abrazo firmísimamente las
sas que tienen por contrarias a sus co­ tradiciones apostólicas u eclesiásticas u
natos: el método escolástico de filoso­ las demás observancias u constituciones
far, la autoridad y tradición de los dé la misma Iglesia. Ni más respetuosa­
Padres, el m agisterio eclesiástico. Con­ mente que de la tradición, sienten los
tra éstos dirigen sus más violentos a ta ­ m odernistas de los santísimos Padres
ques; por esto ridiculizan generalm ente de la Iglesia; a los cuales, con suma
y desprecian la filosofía y teología esco­ tem eridad, proponen públicamente, co­
lásticas; y ya hagan esto por ignorancia mo dignos a la verdad de toda venera­
o por miedo, o, lo que es más cierto, ción; pero sumamente ignorantes de la
(22) En el S y l l a h u s propos. 13; en esta Colecc. (24) IV Conc. de Const., Can. 1 contra Focio
Encícl. 24, pág. 163. (Denz-Umb. n? 336, o, Ruiz Bueno n? 336).
(23) II Conc.. de Nicea, año 787. sesión VII (25) Profesión tridentina de fe. Bula l n i u n c t u m
(Denz-Umberg n? 304, o, Ruiz Bueno n? 301). N o b i s 13-XI-1564 (Denz-Umb. n? 995, o, Ruiz Bue­
no n<* 995).
806 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104, 12

crítica y lá historia, en térm inos que, venes, por una parte para no ser teni­
si no fuera por la edad en que vivieron,- dos por ignorantes, por otra para pasar
serían inexcusables. * por sabios, y estimulados interiorm ente
Finalm ente, se esfuerzan con todo- por la curiosidad y la soberbia, acon­
conato por m enoscabar y debilitar la tece con frecuencia que se entregan al
autoridad del mismo m a g i s t e r i o e c l e ­ m odernismo y se le rinden a discreción.
s i á s t i c o , ya pervirtiendo sacrilegamente
su origen, naturaleza y derechos, ya Las m aquinaciones y subterfugios
repitiendo con libertad las calum nias de los m odernistas. Pero esto perten e­
de los adversarios contra ella. Convie­ ce ya a los artificios con que expenden
ne, pues, a la grey de los m odernistas, los m odernistas sus m ercancías. Pues
lo que escribía con suma tristeza Nues­ ¿qué no m aquinan para aum entar el
tro Predecesor: P a r a h a c e r d e s p r e c i a b l e núm ero de sus secuaces? En los sagra­
y o d io s a a la m ís tic a E s p o s a d e C r is to . dos seminarios y en las universidades
q u e es v e r d a d e r a lu z, lo s h ijo s d e la s científicas andan a caza de las profeso-
t i n i e b l a s a c o s t u m b r a r o n a t a c a r l a e n pú - rías, las cuales convierten poco a poco
b lico c o n a b s u r d a s c a lu m n ia s . u lla m a r ­ en cátedras de pestilencia. Aunque sea
la , c a m b ia n d o la f u e r z a u r a z ó n d e lo s encubiertam ente, inculcan sus doctri­
n o m b r e s u d e la s co sa s, a m ig a d e la nas predicándolas en los púlpitos de
o b s c u r i d a d , f a u to r a d e la ig n o r a n c ia n las iglesias; más abiertam ente las emi­
e n e m ig a d e la lu z u d e l p r o g r e s o d e la s ten en los congresos, y las introducen
c i e n c i a s *'26). Lo cual, como sea así, Ve­ y sublim an en las instituciones sociales.
nerables Herm anos, no es de m aravillar Con su nom bre o con el ajeno, publican
que los m odernistas em bistan con extre­ libros, periódicos y revistas, y acontece
m ada m alevolencia y rencor a los varo­ que un mismo escritor use de varios
nes católicos que luchan valerosam ente nombres, para engañar a los incautos
por la Iglesia. No hay ningún género con la fingida m uchedum bre de auto­
de in juria con que no los hieran; pero res. En una palabra, en la acción, en
a cada paso los acusan de ignorancia y las palabras, en la im prenta, no dejan
de terquedad. Y si temen la erudición nada por intentar, de suerte que pare­
y fuerza de sus refutaciones, procuran cen poseídos de frenesí. Y todo esto,
quitarles la eficacia oponiéndoles la ¿con qué resultado? ¡Lloramos a un
conjuración del silencio. La cual m ane­ gran núm ero de jóvenes, que fueron
ra de proceder contra los católicos es ciertam ente de grande esperanza y h a ­
tanto más odiosa, cuanto crue al propio brían trabajado provechosam ente en
tiempo levantan sin ninguna m odera­ beneficio de la Iglsia si no se hubiesen
ción, con perpetuas alabanzas, a todos apartado del recto camino! Y Nos son
aquellos que con ellos consienten; los causa de dolor muchos m ás que, aun
libros de éstos, llenos por todas partes cuando no hayan llegado a tal extremo,
de novedades, recíbenlos con grande como inficionados de un aire corrom ­
adm iración y aplauso; cuanto uno más pido, se acostum braron a pensar, h a­
atrevidam ente destruye lo antiguo, re ­ blar y escribir con m ayor laxitud de lo
húsa la tradición y el m agisterio ecle­ que a católicos conviene. Los hay en el
siástico, tanto lo celebran por más sa­ núm ero de los legos; los hay también
bio. Finalm ente ¡cosa que pone horror entre los sacerdotes, y, ¡cosa que no de­
a todos los buenos!, si la Iglesia conde­ bía imaginarse!, no faltan aun en las
na a alguno de ellos, no sólo se aúnan mismas Ordenes religiosas. T ratan los
para alabarle pública y copiosísima- estudios bíblicos conforme a las reglas
mente, sino llegan a tributarle casi la de los m odernistas. Escriben historias
veneración de m ártir de la verdad. donde, con el pretexto de declarar la
Con todo este estrépito, así de alaban­ verdad, sacan a luz diligentísimamente
zas como de vituperios, conmovidos y y con cierta m anifiesta fruición todo lo
turbados los entendim ientos de los jó ­ que parece arro jar alguna m ácula sobre
(26) Motu pr. U t m y s t i c a m . 14 Martii 1891, sobre la restauración y ampliación del Observatorio
Astronómico del Vaticano (ASS 23 [1890/91] 522).
104, 13 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 807

la Iglesia. Movidos de cierto aprioris- c o n sid e ra c ió n : si h u b ie re a lg o q u e n o


mo, se esfuerzan por b o rrar de otras f o n c u e r d e c o n la s d o c tr in a s d e m o s t r a ­
m aneras las sagradas tradiciones popu­ d a s , d e l tie m p o m á s re c ie n te , o, ñ o r
lares; desprecian las sagradas reliquias c u a lq u ie ra o tra r a z ó n , im p r o b a b le , esto
recom endadas por su antigüedad. En en m a n e r a alg u n a te n e m o s in ten to d e
su resolución, arrástralos el vano deseo p r o p o n e r lo a la im ita c ió n d e n u e s tr o s
de que el m undo hable de ellos, lo cual c o n t e m p o r á n e o s ^27) . Lo principal que
no piensan lograr si dicen solamente las hay que notar es, que cuando prescri­
cosas que siempre y todos los demás bimos que se siga la Filosofía escolás­
dijeron. Y entretanto por ventura se tica entendemos principalm ente aquélla
persuaden que prestan un obsequio a que enseñó S anto T omás de A quino ;
Dios y a la Iglesia; pero en realidad acerca de la cual cuanto decretó Nues­
perjudican gravísim am ente, no sólo con tro Predecesor queremos que siga vi­
su labor, sino por la intención que los gente, y, en cuanto fuere menester, lo
guía, y porque prestan un auxilio ú tilí­ restablecemos y confirm am os m andan­
simo a las em presas de los modernistas. do que sea por todos exactamente ob­
servado. A los Obispos pertenecerá urgir
13. Remedios. N uestro Predecesor, y exigir, si en alguna parte se hubiere
de feliz recordación, L eón XIII, p ro ­ descuidado en los seminarios, que se
curó oponerse enérgicamente, de p ala­ observe en adelante; y lo mismo m an ­
b ra y por obra, a este ejército de tan damos a los Superiores de las Ordenes
grandes errores, que encubierta y des­ religiosas. Y a los maestros exhortam os
cubiertam ente nos acomete. Pero los a que tengan fijam ente presente, que el
modernistas, como ya hemos visto, no apartarse del doctor de Aquino, en espe­
se intim idan fácilm ente con tales arm as, cial en las cuestiones metafísicas, nunca
y afectando un sumo respeto y hum il­ dejará de ser de gran perjuicio.
dad, han torcido a sus opiniones las
palabras del Pontífice Romano, y apli­ Estudio de la Teología. Colocado,
cado a otros cualesquiera sus actos; con pues, este cimiento de la Filosofía,
lo cual el daño se ha hecho de día en constrúyase con gran diligencia el edi­
día más poderoso. Así que, Venerables ficio teológico. Promoved, Venerables
Hermanos, hemos resuelto no adm itir Hermanos, con todas vuestras fuerzas,
640
más largas dilaciones y acudir a más el estudio de la Teología, para que los
eficaces remedios; y, por tanto, os ro ­ clérigos salgan de los seminarios llenos
gamos encarecidam ente, que no sufráis de una gran estima y am or de ella, y
que en tan graves negocios se eche de la tengan siempre por su estudio favo;
menos en lo más m ínim o vuestra vigi­ rito. Pues e n l a g r a n d e a b u n d a n c i a u
lancia, diligencia y fortaleza, y lo que n ú m e r o ele d i s c i p l i n a s q u e s e o f r e c e n
os pedimos, y de vosotros esperamos, lo a l e n te n d im ie n to c o d ic io s o d e la v e r ­
pedimos tam bién y lo esperam os de los d a d , a n a d ie se o c u lta q u e la S a g ra d a
demás pastores de almas, de los educa­ T e o lo g ía re c la m e p a ra sí el lu o a r p ri­
dores y m aestros de la juventud clerical m e r o : ta n to , qu e fu e s e n te n c ia a n tig u a
v especialmente de los m aestros supe­ d e l o s s a b i o s , q u e a l a s d e m á s a r t e s y 641
riores de las fam ilias religiosas. c ie n c ia s les p e r te n e c ía la o b lig a c ió n d e
se rvir u p resta rle su o b se q u io com o
a) Filosofía escolástica. I. E n prim er c r i a d a s ^ 28). A esto añadimos, que tam ­
lugar, pues, por lo que toca a los estu­ bién Nos parecen dignos de alabanza
dios, queremos y definidam ente m an­ algunos que, sin menoscabo de la reve­
damos, que la Filosofía escolástica se rencia debida a la Tradición, a los P a­
ponga por fundam ento de los estudios dres y al Magisterio eclesiástico, se es­
sagrados. A la verdad, s i a l g o e x c o a i t a - fuerzan por ilustrar la Teología positi­
x c n los d o c to r e s esc o lá stic o s c o n e x c e ­ va con las luces tom adas de la verda­
s i v a s u tile z a . o lo p r o p u s i e r e n c o n p o c q . dera Historia, conforme al juicio pru-
(27) L e o X I I I , Ene. “ ¿ E t c r n i P a t r i s ” , 4-VIII- (28) Leo X III, Litt. Ap. In m a g n a . 10 Dec. 1889.
1879: e.n esta Colecc. Encícl. 33, 21 pág. 212-213.
808 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104.

dente y a las norm as católicas (lo cual g guna clase, apártense del oficio, así de
no se puede decir igualm ente de todos). regir como de enseñar; y si ya lo ejer­
Cierto, hay que tener ahora más cuenta citan, sean destituidos; y asimismo los
que antiguam ente con la Teología posi­ que descubierta o encubiertam ente fa­
tiva; pero hagam os esto de modo, que vorecen al modernismo, ya alabando a
no sufra detrim ento la escolástica; y los m odernistas y excusando su culpa,
reprendam os a aquéllos que de tal m a­ ya reprendiendo la Escolástica o a los
nera alaban la Teología positiva, que Padres o al magisterio eclesiástico, o
parecen con ello despreciar la escolás­ rehusando la obediencia a la potestad
tica; a los cuales hemos de considerar eclesiástica en cualquiera que residiere;
como fautores de los modernistas. asimismo los amigos de novedades en
Ciencias p rofanas. Acerca de las dis­ la Historia, la Arqueología o los estu­
ciplinas profanas, baste recordar lo que dios bíblicos, y los que descuidan la
sapientísim am ente dijo Nuestro Prede­ ciencia sagrada, o parecen anteponerle
cesor^29) : T r a b a j a d a n i m o s a m e n t e e n e l las profanas. En esta m ateria, Venera­
e s tu d io d e la s c o s a s n a t u r a l e s , e n el bles Hermanos, principalm ente en la
c u a l los in v e n to s in g e n io so s n lo s ú tiles elección de los maestros, nunca será
a tre v im ie n to s de n u estra é p o c a , así co ­
dem asiada la advertencia y la constan­
m o los a d m ir a n c o n r a z ó n lo s c o n te m ­ cia; pues los discípulos se conform an
p o r á n e o s , a sí lo s v e n id e r o s los c e le b r a - las más de las veces con el ejemplo de
r án con p eren n e a p ro b a c ió n n a la b a n ­ sus profesores; por lo cual, penetrados
z a s . Pero hagam os esto, sin embargo, de la obligación de vuestro oficio, obrad
sin daño de los estudios sagrados, lo en ello con prudencia y fortaleza.
cual avisa Nuestro mismo Predecesor, Elección de los clérigos. Con sem e­
continuando con estas gravísimas p a­ jante severidad y vigilancia han de ser
labras^30) : L a c a u s a d e e s t o s e r r o r e s . examinados y elegidos los que piden
g u ie n d i lig e n te m e n te la in v e s ti g a r e , h a ­
las órdenes sagradas; jlejos, lejos vaya
llará qu e co n siste p rin c ip a lm e n te en
de las sagradas órdenes el am or de las
q u e , en esto s n u e stro s tie m p o s , cu a n to
novedades! Dios aborrece los ánimos
m a u o r es el fe rv o r co n qu e se c u ltiv a n
soberbios y contumaces. Ninguno en lo
la s c ie n c ia s n a t u r a l e s , ta n to m á s h a n
sucesivo reciba el doctorado en Teolo­
d e c a íd o la s d is c ip lin a s m á s g r a v e s n
gía o Derecho canónico, si antes no
e le v a d a s . d e la s q u e a lg u n a s ca si y a c e n
hubiere seguido los cursos establecidos
o lv id a d a s d e lo s h o m b r e s ; o tra s se tr a ­
de Filosofía escolástica; y si lo recibie­
ta n co n n eg lig en cia y s u p e r fic ia lm e n te ,
re, sea inválido. Lo que acerca de la
u ( c o s a v e r d a d e r a m e n t e i n d i g n a ), e m ­
asistencia a las universidades ordenó
p a ñ a d o el e sp le n d o r d e su p rim e ra
la Sagrada Congregación de Obispos y
d ig n id a d , se v ic ia n c o n la g r a v e d a d d e
Regulares en 1896 a los clérigos de
la s s e n te n c ia s g la e n o r m i d a d d e la s
Italia, así seculares como regulares, de­
o p i n i o n e s . Mandamos, pues, que los es­
cretam os que se extienda a todas las n a ­
tudios de las ciencias naturales se con­ ciones^31). Los clérigos y sacerdotes que
form en con esta regla en los sagrados se m atricularen en cualquiera universi­
seminarios. dad o instituto católico, no estudien en
b) Cuidado en la elección de la universidad oficial las ciencias de que
Supe­
riores y profesores. II. E n todos estos hubiere cátedras en los prim eros; y si
preceptos, así Nuestros como de Nues­ en alguna parte se había perm itido es­
tro Predecesor, conviene poner los ojos, to, m andam os que no se perm ita en
cuando se tra ta de elegir los rectores y adelante. Los Obispos que estén al fren­
642 m aestros de los seminarios o de las te del régimen de dichos institutos o
universidades católicas. Cualesquiera universidades, procuren con toda dili­
que de algún modo estuvieren imbuidos gencia que se observen constantem ente
de m odernismo, sin m iram iento de nin- las cosas hasta aquí m andadas.
(29) Aloe. 7 Martii 1880, “ P e r g r a t u s N o b :s ’’: (31) ASS 29 (1896) 359-564. Instrucción do la
en respuesta a un homenaje de sabios León XIII S. Congr. de Obispos y Regulares a los clérigos
pomete elevar a patrono de los Institutos de que estudian en Universidades estatales, 21-VII-
Ciencia y Bellas Artes (ASS 12 [1879/80] 488. 1896.
(30) Ver nota 29 (ASS 12 486).
104, 13 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 809

c) censura en las lecturas. III. Es publicados o extendidos en su diócesis...


asimismo deber de los Obispos cuidar con las cuales palabras, si por una
que los escritos de los m odernistas, o parte se concede el derecho, por otra
que saben a m odernism o o lo prom ue­ se im pone tam bién el deber. Ni piense
ven, si han sido publicados, no sean alguno haber cumplido con esta parte
leídos, y si no lo hubieren sido, no se de su oficio, con delatarnos uno que
publiquen. No se perm ita tam poco a los otro libro, m ientras se deja que otros
adolescentes de los seminarios, ni a los muchos se esparzan y divulguen por
alum nos de las universidades, cuales­ todas partes. Ni se os debe poner de­
quiera libros, periódicos y revistas de lante. Venerables Hermanos, que el a u ­
este género, pues no les h arían menos tor de algún libro haya obtenido en
daño que los contrarios a las buenas otra diócesis la facultad que llam an
costum bres; antes bien los dañarían ordinariam ente lmprimatur; ya porque
más, por cuanto atacan los mismos puede ser fingida, }-a porque se pudo
principios de la vida cristiana. Ni hay dar por ignorancia o dem asiada benig­
que form ar otro juicio de los escritos nidad, o confianza m al puesta en el
de algunos católicos, hom bres por lo autor; cosa esta últim a que quizá ocu­
demás sin m ala intención; pero que, rra alguna vez en las Ordenes religiosas.
ignorantes de la ciencia teológica y Añádase que, así como no a todos con­
em papados en la filosofía m oderna se vienen los mismos m anjares, así los
esfuerzan por concordar ésta con la fe, libros que son indiferentes en un lugar,
pretendiendo, como dicen, prom over la pueden, en otro, por el conjunto de
fe por este camino. Tales escritos, que las circunstancias, ser perjudiciales: si,
se leen sin temor, precisam ente por el pues, el Obispo, oída la opinión de
buen nom bre y opinión de sus autores, personas prudentes, juzgare que debe
tienen m ayor peligro p ara inducir p au ­ prohibir alguno de estos libros en su
latinam ente al m odernism o. Y en gene­ diócesis, le damos facultad espontánea­
ral, Venerables H erm anos, p ara poner mente y aun le encomendamos esta
orden en tan grave m ateria, procurad obligación. Hágase en verdad del modo
enérgicam ente que cualesquiera libros más suave, lim itando la prohibición ai
de perniciosa lectura que anden en la clero, si esto bastare y quedando en pie
diócesis de cada uno de vosotros, sean la obligación de los libreros católicos
desterrados, usando p ara ello aun de la de no exponer para la venta los libros
solemne prohibición. Pues, por más que prohibidos por el Obispo. Y 3^a que h a ­
la Sede Apostólica emplee todo su es­ blamos de los libreros, vigilen los Obis­
fuerzo para quitar de en medio seme­ pos, no sea que por codicia del lucro
jantes escritos, ha crecido ya tanto su comercien con m alas mercancías. Cier­
núm ero, que apenas hay fuerzas capa­ tam ente en los índices de algunos se
ces de catalogarlos todos; de donde re ­ proponen en gran num ero los libros de
sulta que algunas veces venga la m edi­ los m odernistas, y no con pequeños
cina demasiado tarde, cuando el m al elogios. Si, pues, los tales libreros se
ha arraigado por la dem asiada dilación. niegan a obedecer, los Obispos, después
Queremos, pues, que los Prelados de la de haberlos avisado, no vacilen en p ri­
Iglesia, depuesto cualquier tem or, y varles del título de libreros católicos, y
sin dar oídos a la prudencia de la carne m ucho más del de episcopales, si lo tie­
ni a los clamores de los malos, desem­ nen; y delatarlos a la Sede Apostólica,
peñen cada uno su cometido, con sua­ si están condecorados con el título pon­
vidad, pero constantem ente; acordán­ tificio. Finalm ente, recordam os a todos
dose de lo que prescribió L eón X III en lo que se contiene en la m encionada
la CONSTITUCION APOSTÓLICA “ 0FFICIO- Constitución apostólica “Officiorum”,
rum ” {¿os Ordinarios, aun como de­
(32L art. 26: Todos los que han obtenido
legados ele la Sede Apostólica, procuren jacultad apostólica de leer y rpfpn,>r
proscribir y quitar de manos de los fie- libros prohibidos, no pueden, por eso
Jes los libros y otros escritos nocivos. sólo, leer n retener cualesquiera libro?
0)2) A. S. S. 30 (1896/97) 39, del 25-M897.
810 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104, 13

periódicos prohibidos por los Ordina­ de aprobación del censor, como arriba
rios del lugar, salvo en el caso de que decimos, y añadido el nom bre del m is­
en el indulto apostólico se les hubiere mo censor. Sólo en circunstancias ex­
dado expresamente la facultad de leer traordinarias y m uy raras, al prudente
i[ retener libros condenados por quien­ arbitrio del Obispo, se podrá om itir la
quiera que sea. mención del censor. Los autores no lo
conocerán nunca, hasta que hubiere
el) p ro h ib ir la publicación de los li- declarado la sentencia favorable, a fin
645 bros dañosos. IV. Pero tam poco basta de que no se cause a los censores algu­
im pedir la venta y lectura de los malos na molestia, ya m ientras reconocen los
libros, sino es m enester prohibir su escritos, ya en el caso de que no ap ro ­
publicación; por lo cual los Obispos de­ baran su publicación. Nunca se elijan 646
ben conceder con sum a severidad la li­ censores de las Ordenes religiosas sin
cencia de publicarlos. Mas porque, con­ oír antes en secreto la opinión del Su­
forme a la Constitución Officiorum, son perior de la Provincia o, cuando se
m uy num erosas las publicaciones que tratare de Roma, del Superior general;
solicitan el perm iso del O rdinario, y el el cual dará testimonio, bajo la respon­
Obispo no puede por sí mismo ente­ sabilidad de su cargo, acerca de las cos­
rarse de tocias, en algunas diócesis se tum bres, ciencia e integridad de doctri­
nom bran, p ara hacer este reconoci­ na del elegido. Recordamos a los Supe­
miento, censores titulados en suficiente riores religiosos la gravísima obligación
núm ero. E sta institución de censores que les incumbe, de no perm itir nunca
Nos merece los m ayores elogios, y no que se publique escrito alguno por sus
sólo exhortam os, sino absolutam ente súbditos, sin crue medie la licencia suya
prescribimos, que se extienda a todas y la del Ordinario. Finalm ente, m anda­
las diócesis. En todas las curias episco­ mos y declaram os que el título de cen­
pales haya, pues, censores de oficio, sor de que alguno estuviere adornado,
que reconozcan las cosas que se han de nada vale ni jam ás puede servir para
publicar; y los tales elíjanse de ambos dar fuerza a sus propias opiniones p ri­
cleros y sean recomendables por su vadas.
edad, erudición y prudencia, y tales que
sigan u na vía m edia y segura en el Dirección de periódicos por el clero
aprobar doctrinas. Encomiéndese a és­ y la corresponsalía. Dichas estas cosas
tos el reconocimiento de los escritos en general, m andam os especialmente
que según los artículos Al y A2 de la que se guarde con diligencia lo que en
m encionada Constitución, necesiten li­ el art. 42 de la Constitución “Officio-
cencia p ara publicarse. El censor dará rum” se decreta con estas palabras: fie
su sentencia por escrito; y, si fuere fa­ prohíbe a los individuos del clero secu­
vorable, el Obispo otorgará la licencia lar el que tomen la directiva de diarios
de publicarse, con la palabra Impri - u hojas periódicas, sin previa licencia
matur, a la cual se deberá anteponer la de su Ordinario. Y si algunos usaren
fórm ula Nihil obstat, añadiendo el malam ente de esta licencia, después de
nom bre del censor. En la curia rom ana avisados, sean privados de ella. Por lo
institúyanse censores de oficio, no de que toca a los sacerdotes que se llaman
otra suerte que en todas las demás, los ordinariam ente corresponsales o cola-
cuales designará el Maestro del Sacro boradores, como acaece con frecuencia
Palacio Apostólico, oído el Cardenal - que publiquen en los periódicos o revis­
Vicario del Pontífice in Urbe y con la tas escritos inficionados con la m ancha
anuencia y aprobación del mismo Sumo de modernismo, estén a la m ira los
Pontífice. El propio Maestro tendrá Obispos para que en esto no tropiecen
cargo de señalar los censores que de­ y si faltaren, avísenles y prohíbanles
ban reconocer cada escrito, y darán la seguir escribiendo. También am onesta­
facultad, así él como el Cardenal-Vica­ mos m uy seriamente a los Superiores
rio del Pontífice, o el Prelado que h i­ religiosos, que hagan esto mismo; y si
ciere sus veces, presupuesta la fórm ula obraren con alguna negligencia, los
104, 13 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 811

Ordinarios provean de remedio con a todas las diócesis lo que hace muchos
autoridad del Sumo Pontífice. Los pe­ años decretaron prudentísim am ente p a­
riódicos y revistas escritos por católicos ra las suyas los Obispos de Umbría^34):
tengan, en cuanto fuere posible, censor fiara expulsar. decían, los errores lia
señalado; el cual deberá leer o portu­ esparcidos, v para impedir aue se di­
nam ente todas las hojas o fascículos, vulguen más, o aue salgan todavía
luego de publicados; y si hallare algo maestros de impiedad que perpetúeii
peligrosamente expresado, m ande que Los perniciosos efectos aue de aquella
se corrija cuanto antes. Y los Obispos divulgación procedieron, el Santo Síno­
tendrán esta m ism a facultad, aun con­ do, siguiendo las huellas de S a n C arlo ^s
tra el juicio favorable del censor. B o r r o m e o , decreta que en cada dióce­
sis se instituya un Consejo de varones
e) censura en las asam bleas sacer­ probados de uno u otro clero, al cuql
dotales. V. Ya a rrib a hem os hecho pertenezca vigilar qué nuevos errores y
mención de los congresos y públicas con qué artificios se introduzcan o (Di­
asambleas, por ser reuniones donde los seminen. u avisar de ello al Obispo parq
m odernistas procuran defender públi­ que, tomado consejo. ponga remedíq
camente y propagar sus opiniones. Los con que este daño pueda sofocarse eg
Obispos no perm itirán en lo sucesivo su mismo principio, para que no se es­
que se celebren asam bleas de sacerdo- parza más u más con detrimento de Iqp
647 tes, sino rarísim a vez, y si las perm i­ gimas, o lo que es peor, crezca de díg
tieren, sea bajo condición de que no se en día u se confirme. Mandamos, pues,
trate en ellas de cosas tocantes a los que este Consejo, que queremos se lla­
Obispos o a la Sede Apostólica; que me de vigilancia, sea establecido cuanto
nada se proponga o reclame que induz­ antes en cada diócesis; y los varones
ca usurpación de la sagrada potestad, que a él se llam en podrán elegirse del 648
y que no se hable en ninguna m anera mismo o parecido modo al que fijamos
de cosa alguna que tenga sabor de m o­ arriba respecto de los censores. En m e­
dernismo, presbiterianism o o laicismo. ses alternos y en día prefijado se reu ­
A estos congresos, cada uno de los cua­ nirán con el Obispo, y quedarán obli­
les deberá obtener perm iso por escrito gados a guardar secreto acerca de lo
y en tiempo oportuno, no podrán con­ que allí se tratare o dispusiere. Por
c u rrir sacerdotes de otras diócesis sin razón de su oficio tendrán las siguien­
letras com endaticias del propio Obispo. tes incumbencias: investigarán con vigi­
Y todos los sacerdotes tengan m uy fijo lancia los indicios y huellas de m oder­
en el ánimo lo que recom endó L e ó n nismo, así en los libros como en las
X III con estas gravísim as palab ras(33): cátedras; prescribirán prudentem ente,
Consideren los sacerdotes.. como cosa pero con prontitud y eficacia, lo que
intangible la autoridad de sus Prelados. conduzca a la incolum idad del clero y
teniendo ñor cierto que el ministerio de la juventud. Eviten la novedad de
sacerdotal, si no se ejercitare conforme los vocablos, recordando los avisos de
al magisterio de los obispos, no será ni L e ó n XIII<35) : í^Lq puede aprobarse, en
santo, ni muu útil, ni honroso. los escritos de los católicos aquel modo
de hablar aue. siguiendo Jas malas no­
f) crear consejos de vigilancia en vedades, parece ridiculizar la piedad de
cada diócesis. VI. Pero ¿de qué a p ro ­ los fieles, u anda proclamando un nu
vechará, Venerables Herm anos, que vo orden de vida cristiana. huevos pre­
Nos expidamos m andatos y preceptos, ceptos de la Iglesia, nuevas aspiraciones
si no se observaren puntual y firm e­ del espíritu moderno, nueva vocación
m ente? Lo cual, p ara que felizmente social del clero, nueva urbanidad cris­
suceda, conform e a Nuestros deseos, tiana y otras muchas cosas de este jaez.
Nos ha parecido conveniente extender Tales modos de hablar no se sufran en
(33) Lilt. Ene. ‘‘N o b i l i s s i m c i p a l l o r u m ” , 10 Fe­ (34) Act. Consess. Epp. Umbriae, Novembri 1849,
brero de 1884; en esta Colecc. Encícl. 43, 0 pág. tít. 2, art. 6.
300. (35) Instruc. S. C. N. N. EE. EE., 27 Jan. 1902.
812 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1907) 104, U

los libros ni en las lecciones. No des­ sido ni aprobadas ni reprobadas ñor la


cuiden aquellos libros en que se trata Sede Apostólica, la cual permite sólo
de algunas piadosas tradiciones locales que se crean mámente con mera fe hu­
o sagradas reliquias; ni perm itan que mana. según la tradición que dicen
tales cuestiones se traten en los perió­ existir, confirmada con actos, testimo­
dicos o revistas destinados al fomento nios u monumentos. Quien esta regla
de la piedad, ni con palabras que hue­ siguiere, estará libre de todo tem or;
lan a desprecio o escarnio, ni con sen­ pues la devoción de cualquiera ap ari­
tencia definitiva; principalm ente si, co­ ción, en cuanto m ira al hecho mismo
mo suele acaecer, las cosas que se afir­ y se llam a relativa, contiene siempre
m an no salen de los límites de la p ro ­ im plícita condición de la verdad del
babilidad o estriban en opiniones pre­ hecho; m as en cuanto es absoluta, se
concebidas. funda siempre en la verdad, por cuanto
se dirige a la m isma persona de los
Las sagradas reliquias. Acerca de las Santos a quienes honram os. Lo mismo
sagradas reliquias, obsérvese lo siguien­ debe afirm arse de las reliquias. Enco­
te: Si los Obispos, a quienes únicam en­ mendamos, finalm ente, al mencionado
te compete esta facultad, supieren de Consejo de vigilancia, que ponga los
cierto que alguna reliquia es supuesta, ojos asidua y diligentemente, así en los
retírenla de los fieles. Si las auténticas institutos sociales como en cualesquiera
de alguna reliquia hubiesen perecido, escritos de m aterias sociales, para que
ya por las revoluciones civiles o por no se esconda en ellos algo de m oder­
cualquier otro caso fortuito, no se p ro ­ nismo, sino que concuerden con los
ponga a la pública veneración sino des­ preceptos de los Pontífices Romanos.
pués de haber sido convenientemente
reconocida por el Obispo. El argum ento g) in form ar periódicam ente a la
de la prescripción, o de la presunción Santa Sede. VIL P a ra que estos m an ­
fundada, sólo entonces valdrá, cuando datos no caigan en olvido, queremos y
el culto tenga la recom endación de la mandamos, que los Obispos de cada
antigüedad; conform e a lo decretado en diócesis, pasado un año después de la
1896 por la Sagrada Congregación de publicación de las presentes Letras, y
indulgencias y Sagradas Reliquias, al en adelante cada tres años, den cuenta
siguiente tenor: / . as reliquias antiguas a la Sede Apostólica, con relación dili­
deben conservarse en la veneración que gente y jurada, de las cosas que en esta
han tenido hasta ahora, a no ser. que, Nuestra Epístola se ordenan; asimismo
649
en algún caso particular, ñaua ciettü. de las doctrinas que dom inan en el
argumento de ser falsas o supuestas. clero, y principalm ente en los sem ina­
Cuando se tratare de form ar juicio rios y en los demás institutos católicos,
acerca de las piadosas tradiciones, con­ sin exceptuar aquellos que estén exen­
viene recordar: que la Iglesia usa en tos de la autoridad de los Ordinarios.
esta m ateria de tan grande prudencia, Y esto mismo m andam os a los Superio­
que no perm ite que tales tradiciones se res generales de las Ordenes religiosas,
refieran por escrito, sino con gran cau­ por lo que a sus alum nos se refiere.
tela y hecha la declaración previa orde­
nada por U rbano VIII; y aunque esto 14. E xhortación final. Estas cosas,
se haga como se debe, la Iglesia no Venerables Herm anos, hemos creído de­
asegura, con todo, la verdad del hecho, beros escribir para procurar la salud
sino lim ítase a no prohibir creer al p re­ de todo creyente. Los adversarios de la
sente, salvo que falten hum anos argu­ Iglesia abusarán ciertam ente de ellas
mentos de credibilidad. Enteram ente lo para refrescar la antigua calum nia que
mismo decretaba hace treinta años la Nos designa como enemigos de la sabi­
Sagrada Congregación de R itos(36>: Ta­ duría y del progreso de la hum anidad.
les avariciones o revelaciones no han Mas para oponer algo nuevo a estas
(;}(>) S.- Congr. de Ritos, Deer. 2 Maii 1877 (Ver ASS 10 [1877] 291).
104, 14 E n c íc l ic a “ P a s c e n d i” 813

acusaciones, que refuta con perpetuos los errores que de todas partes nos
argum entos la historia de la religión invaden veáis lo que os incumbe hacer
cristiana, tenemos designio de prom over y os entreguéis con toda energía y for­
con todas Nuestras fuerzas un instituto taleza a la ejecución de lo que enten­
particular en el cual, con ayuda de diereis. Asístaos con su virtud J esucris­
todos los católicos insignes por la fam a to , autor y consum ador de nuestra fe;
de su sabiduría, se fom enten todas las asístaos con su intercesión y auxilio la
ciencias y todo género de erudición, te­ Virgen Inm aculada, debeladora de to­
niendo por guía y m aestra la verdad das las herejías; m ientras Nos, en pren­
católica. Plegue a Dios que podamos da de Nuestra caridad y del divino
realizar felizmente este propósito, con el consuelo en las adversidades, os damos
auxilio de todos los que abrazan con am antísim am ente, a vosotros y a vues­
sincero am or a la Iglesia de Cristo. tro clero y pueblo, Nuestra Apostólica
Pero de esto os hablarem os en otra Bendición.
ocasión. E ntre tanto, Venerables H er­
manos, para vosotros, en cuyo celo y Dado en Roma, junto a San Pedro,
diligencia tenemos confianza suma, pe­ el día 8 de Septiembre de 1907, año
dimos con toda N uestra alm a la abun­ quinto de Nuestro Pontificado.
dancia de la soberana luz p ara que en
tan grandes peligros de las alm as por PIO PAPA X.
105

EXHORTACION APOST. “H^ERENT ANIMO PENITUS”W


(4-VIII-1908)

EXHORTACION AL CLERO CATOLICO A PROPOSITO DEL 50* ANIVERSARIO


DE LA ORDENACION SACERDOTAL DEL PAPA

PIO PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

INTRODUCCION: general, bien claros se veían sus m u ­


chos méritos, creimos, sin embargo,
M o t iv o y o b je to de la e x h o r t a c ió n
que debíamos exhortar con todo em pe­
P o n t if ic i a
ño a Nuestros Venerables Hermanos,
1. Preocupación del Papa por la los Obispos de todo el orbe católico,
santidad de vida del sacerdote para que de nada se ocupara con m ayor
constancia y actividad como de form ar
1. Grave preocupación del S. Pontí- a Cristo en todos los que por su m inis­
555 fice por las almas. Grabadas en el án i­ terio están destinados a form ar al m is­
mo profundam ente y llenas de espanto mo Cristo en los demás. Y bien hemos
se m antienen aquellas palabras que a com probado Nos cuál ha sido el celo
los Hebreos dirigía el Apóstol de las de los Prelados en cum plir Nuestro en­
Gentes, cuando al instruirlos sobre la cargo. Bien hemos com probado con qué
obediencia debida a los superiores, h a ­ vigilancia y con cuánta solicitud se han
blaba en estos gravísimos térm inos: aplicado asiduam ente a form ar su clero
Ellos en verdad velan por vosotros, co­ en la virtud: por ello queremos, más
mo quienes han de dar cuenta de vues­ que alabarles, darles las gracias públi­
tras almas^K y si esta advertencia se camente.
refiere a todos cuantos en la Iglesia
tienen autoridad, toca sobre todo a Nos 2. Exhortación al clero a fomentar
que, a pesar de N uestra insuficiencia, el deseo de santificación
ejercemos en ella — por divina ordena­
ción— la suprem a autoridad. P or ello, 3. Llamado papal a extraviados y
con N uestra incesante solicitud, de día tibios. Ahora bien: si, a consecuencia
y de noche nunca cesamos de pensar y de este cuidado de los Obispos, vemos
de pro cu rar todo cuanto atañe a la de­ con regocijo cómo se ha leanim ado el
fensa y al aum ento de la grey del Señor.2 fuego divino en un gran núm ero de
sacerdotes, de suerte que recobraran o
2. Especialmente por el clero y su aum entaran la gracia de Dios que reci­
formación. Y, entre todos, Nos preo­ bieron por la imposición de las manos
cupa sobrem anera este asunto: el que de los presbíteros; pero aun Nos hemos
los ministros sean plenamente cual de­ de lam entar de que otro?, en algunos
ben ser por su cargo. Pues bien persua­ países, no se m uestren tales que el
didos estamos de que así es, sobre todo, pueblo cristiano, al poner con razón
como puede esperarse el buen estado y sus ojos en ellos como en un espejo,
el progreso de la Religión. Por ello, pueda ver lo que ha de imitar. A éstos,
desde que fuimos investidos del Ponti­ pues, queremos m anifestar Nuestro co­
ficado, aunque, considerado el clero en razón en esta Carta: corazón en verdad
(*) ASS. 41 (1908) 555-577. (1) Ilebr. 13, 17.
814
105, 4-5 E x h o r t . A p o s t . ‘T I a e r e n t A n im o ’ 815

paterno, que late con am or lleno de I. L a m is ió n Sagrada e x ig e m in is t r o s


angustia a la vista de su hijo gra­ SANTO S
vemente enfermo. Inspirados en este
am or, queremos añadir Nuestras exhor­ 1. Lo pide la concordia que debe
taciones a las del Episcopado; y, au n ­ reinar entre doctrina y vida
que tienen, sobre todo, por objeto el
reducir a los extraviados y a los tibios, 5. Varios motivos p ara santificarse.
queremos que tam bién a los demás sir ­ Comenzaremos, por lo tanto, queridos
van de estímulo. Queremos señalarles el hijos, Nuestra exhortación excitándoos
camino seguro que cada cual ha de a la santidad de vida que la excelencia
esforzarse por seguir cada día con m a­ de vuestra dignidad requiere. Todo el
yor empeño, p ara ser verdaderam ente, que ejerce el sacerdocio no lo ejerce
según la clara expresión del Apóstol, sólo para sí, sino tam bién para los de­
el hombre de Dios^2345\ y p ara corres­ más: Porque todo Pontífice tomado de
ponder a todo lo que tan justam ente entre los hombres está constitiiido para
espera la Iglesia. bien de los hombres en las cosas que
miran a Dios^6\ El mismo pensamiento
4. Pide renovación a propósito de expresó J e s u c r is t o cuando, para m os­
sus bodas de oro sacerdotales. N ada os tra r la finalidad de la acción de los
diremos que no os sea conocido, ni sacerdotes, los com paró con la sal y
nuevo p ara nadie, sino lo que im porta con la luz. El sacerdote es, por lo tanto,
bien es que todos lo recuerden; Dios Nos luz del mundo y sal de la tierra. Nadie
hace sentir que N uestra palabra p ro ­ ignora que esto se realiza, sobre todo,
ducirá abundante fruto. Ved, pues, lo cuando se comunica la verdad cristia­
que os pedimos: Renovaos... en el espí­ na; pero ¿puede ignorarse ya que este
ritu de vuestra vocación y revestios del m inisterio casi nada vale, si el sacer­
hombre nuevo, que ha sido creado se­ dote no apoya con su ejemplo lo que
gún Dios en justicia y en verdad^3); enseña con su palabra? Quienes le escu­
p ara Nos, éste será vuestro presente chan podrían decir entonces, con in ju ­
más herm oso y más agradable en el ria, es verdad, pero no sin razón: Ha­
quincuagésimo aniversario de Nuestro cen profesión de conocer a Dios, pero
sacerdocio. Cuando examinemos Nos le niegan con sus o b r a s y así recha­
ante Dios con un corazón contrito y zarían la doctrina del sacerdote y no
espíritu de hum ildad^ estos años p a­ gozarían de su luz. Por eso el mismo
sados en el sacerdocio, Nos parecerá Jesucristo, constituido como modelo de
poder expiar en alguna m anera todo los sacerdotes, enseñó prim ero con el
cuanto de hum ano haya de llorarse, ejemplo y después con las palabras:
recom endándoos y exhortándoos a ca­ Empezó Jesús a hacer y a enseñar^.
minar dignamente para en todo agra­ Además, si el sacerdote descuida su
dar a D ios^\ Mas con esta exhortación santificación, de ningún modo podrá ser
no sólo m iram os por vuestro bien p a r­ la sal de la tierra, porque lo corrom ­
ticular, sino tam bién por el bien gene­ pido y contam inado en m anera alguna
ral de los católicos todos, pues no pue­ puede servir para dar la salud, y allí,
de separarse el uno del otro. Porque no donde falta la santidad, inevitable es
es tal la condición del sacerdote que que entre la corrupción. P or ello J e s u ­
pueda ser bueno o m alo sólo p ara sí, c r i s t o , al continuar aquella com para­
ya que su vida y costumbres tan pode­ ción, a tales sacerdotes les llam a sal
rosamente influyen en el pueblo. Allí insípida que para nada sirve ya sino
donde haya un buen sacerdote, ;qué para ser tirada, y por ello ser pisada
bien tan grande y precioso tienen! por los hombres<9).
(2) I Tim. 6, 11. (6 ) I le b . 5, 1.
(3) Efesios 4, 23-21. (7) Tit. 1, 16.
(4) Dan. 3, 39. (8 ) A c t. 1, 1.
(5) Col. 1, 10. (9) Mat. 5, 13.
816 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1908) 105, 6-8

2. Lo pide la conformidad con víctima? ¿A quién no debe aventajar en


Cristo pureza el que goza de semejante sacri­
ficio? ¿A qué rayo de sol en esplendor,
6. E jerce la función de Cristo y re ­
presenta su persona. V erdades éstas,
la mano que parte esta carne, la boca
que con m ayor claridad aparecen, si que se llena del fuego espiritual, la len­
se considera que nosotros, los sacerdo­ gua que se enrojece con la sangre que
tes, no ejercemos la función sacerdotal hace temblar? O*)' Con gran razón in­
en nom bre propio, sino en el de Cristo sistía así S a n C a r l o s B o r r o m e o , en sus
558 Jesús. Así, dice el Apóstol, nos consi­ discursos al clero: “Si nos acordáramos,
dere todo hombre como ministros de queridísimos hermanos, de cuán gran­
Cristo y dispensadores de los misterios des y cuán dignas cosas ha puesto Dios
de Dios(10\- somos embajadores de Cris- en nuestras manos, ¡qué fuerza tendría
t o P or esta razón, Jesucristo mismo esta consideración para excitarnos a 559
nos m iró como amigos y no como sier­ vivir una vida digna de sacerdotes!
vos. Ya no os llamaré siervos..., os he ¿Qué no ha puesto el Señor en mi ma­
llamado amigos: porque todo lo que he no, cuando ha puesto a su propio Hijo,
oído de mi Padre os lo he hecho cono­ unigénito, coeterno y consubstancial a
cer a vosotros... Os he escogido y desti­ sí mismo? En mi mano ha puesto todos
nado para que vayáis al mundo y ha­ sus tesoros, los sacramentos, la gracia;
gáis frutoO2), Tenemos, pues, que re­ ha puesto las almas, para él lo más
presentar la persona de Cristo; pero la precioso, que ha amado más que a sí
em bajada, por El mismo dada, ha de mismo, pues las ha comprado a precio
cum plirse de tal modo que alcancemos de su misma sangre; en mi mano ha
lo que él se propuso. Y como querer o puesto el mismo cielo, que yo pueda
no querer la misma cosa es la sólida abrir y cerrar a los demás... ¿Cómo po­
amistad, estamos obligados, como am i­ dría, pues, yo ser tan ingrato a tan gran
gos, a sentir en nosotros lo que vemos dignación y amor, que llegue a pecar
en Jesucristo, que es santo, inocente, contra El, a ofender su honor, a conta­
inmaculado^): como em bajadores su­ minar este cuerpo que es suyo, a profa­
yos, hemos de ganar — para sus doctri­ nar esta dignidad, esta vida consagrada
nas y leyes— la confianza de los hom ­ a su servicio?”
bres, comenzando antes por observarlas
nosotros mismos; como participantes II. Los MEDIOS PARA SANTIFICARSE
de su poder, tenemos que liberar las
alm as de los demás de los lazos del 1. La cuidadosa formación del can­
pecado, pero hemos de p rocurar con to ­ didato al sacerdocio
do cuidado el no enredarnos nosotros
mismos en ellos. Pero sobre todo, como 8. Form ación p ara la santidad en los
ministros suyos, al ofrecer el sacrificio Sem inarios. A esta santidad de vida,
por excelencia, que cada día se renueva de la que aun queremos hablar más
—en virtud de u na fuerza perenne— todavía, atiende la Iglesia por medio
por la salud del mundo, nos hemos de de esfuerzos tan grandes como conti­
poner en aquella m ism a disposición de nuos. P ara ello institujm los Semina­
alm a con que El se ofreció a Dios cual rios: en éstos, los jóvenes que se educan
hostia inm aculada en el ara de la Cruz.7 para el sacerdocio han de ser imbuidos
en ciencias y letras, han de ser al m is­
7. Tiene en sus m anos todos los te ­ mo tiempo, pero de un modo especial,
soros divinos. Si antiguam ente, cuando formados desde sus más tiernos años en
no había sino símbolos y figuras, se todo cuanto a la piedad concierne.
requería santidad tan grande en los Después, como solícita m adre, la Igle­
sacerdotes, ¿qué no habrá de exigirse sia los conduce gradualm ente al sacer­
a nosotros, cuando Cristo mismo es la docio, con largos intervalos en los que
(10) I Cor. t í, í . (13) Ileh r. 7, 2G.
(11) lí Cor. 5, 20. <T4) S . J u a n C r is ó s t . In M a l. hom . 82, n. 5
(12) J u í i i i 15, 15-1 fi. (M iíin e P G . 58, c o i. 713).
105, 9-11 E x h o r t . A p o st . “H a e r e n t A n im o ” 817

no perdona medio alguno p ara exhor­ biduría celestial, la probidad de las


tarlos a que adquieran la santidad. P la­ costumbres y la perpetua observancia
ce bien recordar aquí todo esto. de la justicia recomienden a los escogi­
dos para tal cargo... Que el perfume de
9. Las graves exhortaciones de la vuestra vida sea la alegría de la Iglesia
Iglesia en la ordenación de subdiáeo- de Dios, de manera que por la predica­
nos, diáconos y presbíteros. Guando ya ción y el ejemplo construyáis la casa,
la Iglesia nos alistó en la sagrada m i­ es decir, la familia de Dios. Pero, sobre
licia, quiso confesáram os con verdad todo, nos ha de mover aquel gravísimo
que el Señor es parte de mi herencia y m andato que añade: Imitad lo que te­
de mi suerte: Vos sois, Dios mío, quien néis entre manos, el cual ciertamente
me devolveréis esta herencia^15). Por concuerda con aquel precepto de S a n
estas palabras — dice S a n J e r ó n i m o — P a b l o : Hagamos a todo hombre per­
el clérigo queda bien avisado de que fecto en Jesucristo^ '7).
él, que es parte del Señor o tiene al Se­
ñor por parte suya, se muestra tal, que 3. Las virtudes fundamentales del
también posea al Señor y sea poseído sacerdote
por E7(16). 10. Los Santos Padres y el Concilio
de T rento llam an al sacerdote a la
2. Los pasos y las exhortaciones perfección. Siendo, por lo tanto, éste
del rito de ordenación. el pensam iento de la Iglesia, en cuanto
¿Qué lenguaje tan grave emplea la a la vida sacerdotal, a nadie podrá p a­
Iglesia con aquellos que van a ser p ro ­ recer extraño que los Santos Padres y
movidos al subdiaconado! Una y mu­ Doctores estén todos tan unánim es en
chas veces habéis de considerar la carga este asunto que hasta puedan parecer
que voluntariamente tomáis sobre vues­ quizá demasiado prolijos; y, sin em bar­
tros hombros... Porque, si recibís este go, si los juzgamos con prudencia, con­
orden, no os será permitido volver atrás cluiremos que nada han enseñado que
en vuestra decisión, sino que tendréis no sea plenam ente recto y verdadero.
que servir siempre a Dios y guardar, A esto se reducen sus palabras: Entre
con su ayuda, la castidad. Y, por fin: el sacerdote y cualquier hom bre probo
Si hasta el presente habéis estado re­ debe haber tanta diferencia como entre
traídos de la Iglesia, desde ahora debéis el cielo y la tierra, por cuya razón se
ser asiduos en frecuentarla; si hasta hoy ha de procurar que la virtud del sacer­
soñolientos, desde ahora vigilantes...; dote no sólo esté exenta de las más gra­
si hasta aquí deshonestos, en lo sucesi­ ves culpas, sino tam bién aun de las más
vo castos... ¡Ved aué ministerio se os leves. El Concilio de Trento siguió en
confiere! Por los que van a pasar al esto el juicio de hom bres tan venera­
diaconado, la Iglesia ruega así a Dios, bles, cuando advirtió a los clérigos que
por la voz del Obispo: Que en ellos huyesen hasta de las faltas leves, que
abunde el modelo de toda virtud, una en ellos serían muy grandes^1^ ; muy
autoridad modesta, un pudor constante, grandes, en efecto, no en sí, sino con
la pureza de la inocencia y la observan­ relación al que las comete, y a quien, :r>1
cia de la disciplina espiritual... Que en con m ayor razón que a las paredes de
sus costumbres brillen tus preceptos, a nuestros templos, ha de aplicarse esta
fin de que, con el ejemplo de su casti­ frase de la E scritura: La santidad es
dad el pueblo fiel tenga como propio propia de tu casa(19).
un modelo que imitar. Pero más con­
m ovedora aún es la advertencia dirigida a) Virtudes “pasivas” : hum ildad,
a los que han de ser elevados al sacer­ obediencia, abnegación
docio: Preciso es subir con gran temor 11. Sobre las virtudes “pasivas” y
a grado tan alto y procurar que la sa-*51 “activas”. Ahora bien: preciso es de-
0 5 ) Sal. 15, 5. (17) Col. 1. 28.
í 10) Ep. 52, acl Ncpol. n. 5 (Migue PL. 22, col. (18) Sess. 22 de reí'orm. c. 1 (Mansi 55, 133-H).
551-A). (19) Sal. 92, 5.
818 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1908) 105, 12-13

term inar en qué haya de consistir esta sor añadía con su apostólico celo: Qui­
santidad, de la cual no es lícito que ca­ siera Dios que estas virtudes fuesen
rezca el sacerdote; porque el que lo practicadas ahora por mayor número
ignore o lo entienda mal, está cierta­ de gente, como lo fueron por tantos
mente expuesto a un peligro m uy grave. santos personajes de tiempos pasados,
Piensan algunos, y hasta lo pregonan, que en humildad de corazón, obedien­
que el sacerdote ha de colocar todo su cia y abstinencia fueron “poderosos en
empeño en emplearse sin reserva en el obras y palabras”, con provecho muy
bien de los demás; por ello, dejando grande para la religión y la sociedad.
casi todo el cuidado de aquellas v irtu ­ Ni está fuera de lugar el recordar cómo
des — que ellos llam an pasivas— por el sapientísimo Pontífice con toda ra ­
las cuales el hom bre se perfecciona a zón hace una muy singular mención de
sí mismo, dicen que toda actividad y aquella abstinencia que, en lenguaje
todo el esfuerzo han de concentrarse evangélico, llamamos “abnegación de sí
en la adquisición y en el ejercicio de mismo”. En efecto, queridos hijos, en
las virtudes activas. M aravilla cuánto ella principalm ente están contenidas
engaño y cuánto mal contiene esta doc­ la fuerza, la eficacia y todo el fruto del
trina. De ella escribió m uy sabiam en­ m inisterio sacerdotal; así como de su
te Nuestro Predecesor, de feliz memo- negligencia procede todo cuanto en las
r ia (20) ; só / o aquel que no se acuerde costumbres del sacerdote puede ofender
de las palabras del Apóstol: “Los que los ojos y las conciencias de los fieles.
El previo, también predestinó a ser con­ Porque, si alguno obra por un vergon­
formes a la imagen de su Elijo”^21\ sólo zoso afán de lucro, si se enreda en nego­
aquél — digo— podrá pensar que las cios temporales, si ambiciona los p ri­
virtudes cristianas son acomodadas las meros puestos y desprecia los demás,
unas a un tiempo y las otras a otro. si se hace esclavo de la carne y de la
Cristo es el Maestro y el ejemplo de sangre, si busca el agradar a los hom ­
toda santidad, a cuya norma se ajusten bres, si confía en las palabras persua­
todos cuantos deseen ocupar un lugar sivas de la sabiduría hum ana, todo ello
entre los bienaventurados. Ahora bien: proviene de que desdeña el m andato de
a medida que pasan los siglos, Cristo Cristo y desprecia la condición por El
no cambia, sino que es el mismo “ayer puesta: Si alguno quiere venir en pos
y hoy, y será el mismo por todos los de mí, niéguese a sí mismo^2QK
siglos”(22\ Por lo tanto, a todos los
hombres de todos los tiempos se dirige b) Dedicación desprendida al p ró ­
aauello: “Aprended de mí, que soy jimo
manso y humilde de corazón”^ : y en
todo momento se nos muestra Cristo 13. Obligaciones del ministerio.
“hecho obediente hasta la muerte” (24); Mientras Nos inculcamos tanto todo es­
también aquellas palabras del Apóstol: to, no dejamos de advertir al sacerdote
“Los que son de Cristo han crucificado que no ha de vivir santam ente para sí
su carne con los vicios y las concupis­ solo, pues él es el obrero que Cristo
c e n c i a s v a l e n igualmente para io­ salió a contratar para su viña^27\ Le
dos los tiempos.12 corresponde, pues, arrancar las perni­
ciosas hierbas, sem brar las útiles, re­
12. Importancia de 2a abnegación. garlas y velar para que el enemigo no
Verdad es que estas enseñanzas se apli- siembre luego la cizaña. Guárdese bien,
562 can por igual a todos los fieles, pero por lo tanto, el sacerdote, no sea que,
dicen m ejor con los sacerdotes; y, como al dejarse llevar por un afán inconsi­
dicho a ellos antes que a los demás, derado de su perfección interior, des­
han de tom ar lo que Nuestro Predece- cuide alguna de las obligaciones de su
(20) Ep. T e s t e m b en e v o le n li a ? al arzob. de Bal- (23) Mat. 11, 29.
tim or, 21 jan. 1899 sobre el am ericanism o (ASS (24) Filip. 2, 8.
31 [1898/99] 476). (25) Gal. 5, 24.
(21) Rom. 8, 29. (26) Mat. 16, 24.
(2 2 ) I lc b r . 13, 8. (27) Mat. 20, 1.
105, 14-16 E x h o r t . A p o st . “H a e r e n t A n im o ” 819

ministerio que ai bien de los fieles se no de su misericordia: la santidad de


refieren. Tales son: predicar la palabra vida y de costumbres. Si esta santidad,
divina, oír confesiones cual conviene, que no es otra que la eminente ciencia
asistir a los enfermos, sobre todo a los de J e s u c r i s t o , faltare al sacerdote, le
moribundos, enseñar la fe a los que no falta todo. Pues, separados de esta san­
la conocen, consolar a los afligidos, h a ­ tidad, el caudal mismo de la ciencia
cer que vuelvan al camino los que ye- más escogida — que Nos mismo procu­
63 rran, im itar siempre y en todo a Cristo, ram os prom over en el clero— , la acti­
que pasó haciendo el bien y curando a vidad y el acierto en el obrar, aunque
todos los tiranizados por el diablo<28L puedan ser de alguna utilidad, ya a la
Iglesia, ya a cada uno de los cristianos,
c) La conciencia de ser m inistro de no ra ra vez les son lam entable causa
Dios y de los hom bres de perjuicios. Pero cuánto pueda, por
ínfim o que sea, em prender y lograr con
14. Dios da el crecim iento. Pero, en gran beneficio para el pueblo de Dios
medio de toda esta actividad, que en quien esté adornado de santidad y por
su alm a esté siempre profundam ente la santidad se distinga, lo prueban n u ­
grabada la advertencia insigne de S a n merosos testimonios de todos los tiem ­
P ablo: Ni el que planta es algo, ni el pos, y adm irablem ente el no lejano de
que riega; sino el que obra el creci­ J u a n B a u t i s t a V i a n n e y , ejem plar cura
miento, Dios(29\ Bien está que entre de almas, a quien Nos tuvimos el gran
lágrimas vaya echando las semillas, placer de decretar los honores debidos
bien que luego las cuide con todo es­ a los Beatos. Unicamente la santidad 564
mero; pero que germ inen y den el fruto nos hace tales como nos quiere nuestra
deseado, sólo pertenece a Dios y a su divina vocación, esto es, hom bres que
auxilio todopoderoso. Y es que, sobre estén crucificados para el m undo y p a­
todo, siempre se ha de tener m uy p re­ ra quienes el m undo mismo esté cruci­
sente que los hom bres no son sino ins­
ficado, hom bres que cam inen en una
trum entos que usa Dios p ara la salva­
ción de las alm as; por ello, siempre h an nueva vida y que, como enseña S a n
de estar m uy bien preparados p ara que P ablo, en medio de trabajos, de vigi­
Dios pueda servirse de ellos. Pero ¿de lias, de ayunos, por la castidad, por la
qué modo? ¿Creemos, por ventura, que ciencia, por la longanimidad, por la
Dios se m overá a valerse de nuestra suavidad, por el Espíritu Santo, por la
actividad, en el extender su gloria, por caridad no fingida, por la palabra de
alguna excelencia nuestra ingénita o verdad^zl\ se m uestren m inistros de
lograda por el trabajo? E n m anera al­ Dios, que se dirijan exclusivamente h a ­
guna; porque escrito está: Dios se esco­ cia las cosas celestiales y que pongan
gió lo necio del mundo nara confundir todo su esfuerzo en llevar tam bién a
lo sabio; y lo débil del mundo, para los demás hacia ellas.
confundir lo fuerte; y lo vil del mundo,
lo tenido en nada y lo que no es se esco­ * La santificación es imposible
gió Dios vara anular lo que es^S0K sin ella
A. La vida de oración del sacerdote 16. La gracia de la santidad es fruto
del espíritu de oración. Mas, como n a ­
a) La necesidad absoluta de la die ignora, la santidad de la vida en
oración tanto es fruto de nuestra voluntad, en
15. La santidad, virtud fundam ental cuanto es fortificada por Dios m ediante
p ara la actividad y el acierto. E n re a ­ el auxilio de la gracia; y Dios mismo
lidad, tan sólo hay una cosa que une nos ha provisto colmadamente para que
al hom bre con Dios, haciéndole agra­ no careciésemos jamás, si no queremos,
dable a sus ojos e instrum ento no Índig­ del don de la gracia, lo cual logramos
o s ) Act. 10, 38. (30) I Cor. 1, 27-28.
(29) I Cor. 3, 7. (31) II Cor. 6, 5 ss.
ís20 E n c íc l ic a s del P .P . P ío X (1 9 0 8 ) 105, 17-19

principalm ente por el espíritu de ora­ ** La oración por sí y por los


ción. En efecto, entre la santidad y la demás
oración existe dicha relación tan nece­
sariam ente que de ningún modo puede Y ¡cuántas ocasiones se presentan
existir la una sin la otra. P or esto, muy durante el día para elevarse hacia Dios
conform e a la verdad es la frase del a un alm a poseída por el deseo de la
C r isó sto m o : Y o creo ser e vid en te p a ra
propia santificación y de la salvación
to d o s qu e es se n c illa m en te im p o sib le
de las otras almas! Angustias íntimas,
e l v i v i r e n la v i r t u d sin la d e f e n s a d e la
fuerza y pertinacia de las tentaciones,
oración^2); y S a n A g u s t í n , agudam en­ falta de virtudes, desaliento y esterili­
te, form ula esta conclusión: V e r d a d e ­ dad en los trabajos, innum erables ofen­
r a m e n te sa b e v iv ir b ien q u ie n sa b e o ra r
sas o negligencias y, finalmente, el te­
bien(ssK m or a los juicios divinos: todas estas
cosas nos incitan poderosamente a llo­
17. La p alab ra y el ejem plo de Jesús. ra r ante el Señor para enriquecernos
mismo nos persuade con
J e s u c r is t o
fácilmente, a sus ojos, de méritos y,
más fuerza estas enseñanzas por la además, conseguir su protección. Y
exhortación constante de su palabra, debemos de llorar no tan sólo por nos­
y más todavía con su ejemplo: sabido otros. E ntre el gran diluvio de pecados
es cómo p ara orar, se retiraba a los que, sin cesar se extiende por todas
desiertos, o se acogía a la soledad de partes, a nosotros nos corresponde, so­
bre todo, el im plorar y suplicar la di­
las m ontañas; gastaba noches enteras
con gran empeño en esta ocupación; vina clemencia, así como el insistir
ante Cristo, dador m uy benigno de toda
iba frecuentem ente al templo, y hasta
gracia, en el adm irable Sacramento:
rodeado de las m uchedum bres oraba
en público con los ojos alzados al cielo;
Perdona, Señor, perdona a tu pueblo.
en fin, clavado en la cruz, aun entre los
b) Los principales ejercicios de
mismos dolores de la muerte, llorando
piedad
y con gran clam or suplicó a su Padre.
* La diaria meditación
18. O rar sin cesar p o r sí y por los
demás. Tengam os, por lo tanto, como c) Im prescindible necesidad y util­
cierto y probado que el sacerdote, a dad de la m editación. P unto capital,
fin de poder cum plir dignamente con en esto, es el designar cada día un
su puesto y su deber, necesita darse de tiempo determ inado para la meditación
lleno a la oración. No es raro el tener de las cosas eternas. No hay sacerdote
que deplorar que lo haga más por cos­ que, sin nota de grave negligencia y
detrim ento de su alma, pueda descui­
tum bre que por devoción interior; que
dar esto. Escribiendo el santísimo abad
a su tiempo rece el oficio con descuido B e r n a r d o a E u g e n i o III, discípulo su­
o que recite a veces algunas oraciones, yo en otro tiempo y a la sazón Romano
pero después ya no se acuerde de con­ Pontífice, con no m enor libertad que
sagrar parte alguna del día para hablar energía le avisaba que ningún día de­
con Dios, elevando su corazón al cielo. jara de entregarse a la meditación de
Y sin embargo, el sacerdote, m ucho más las cosas divinas, sin que le sirvieran
que cualquier otro, debe obedecer al de excusa alguna las ocupaciones tan
precepto de Cristo: Preciso es orar num erosas y graves como lleva consigo
siempre(34>; precepto que seguía S a n el supremo apostolado. Y con toda ra ­
P a b l o , cuando insistía con tanto em pe­ zón se em peñaba en lograrlo de él, enu­
ño: Perseverad en la oración, pasando m erándole así con gran sabiduría las
en ella las vigilias con acción de gra- utilidades de tal ejercicio: La medita­
cias(35); Orad sin cesar^QK324 ción purifica su propia fuente, esto es,
(32) De prsecatione orat. 1 (PG. 50, 777). (35) Col. 4, 2.
(33) Hom. 4 ex 50 (PL. 39, col. 1819). (36) 1 Tesalon. 5, 17.
(34) Luc. 18, 1.
105, 20-21 E x h o r t . A p o st . “H a e r e n t A n im o ” 821

la mente de donde procede. Regula lue­ cosas celestiales, a fin de gustar las co­
go los afectos, dirige los actos, co­ sas de Dios, enseñarlas y aconsejarlas
rrige los excesos, arregla las costum­ con ahinco; y así ordenar su vida sobre
bres, cohonesta y ordena la vida; con­ las cosas hum anas, que todo lo que
fiere, en fin, tanto la ciencia de las co­ haga según su ministerio, lo haga se­
sas divinas como de las humanas. Es gún Dios, inspirado y guiado por la fe.
la que aclara lo confuso, corrige los Ahora bien; que esta disposición de
extravíos, concentra lo esparcido, escu­ ánimo, esta unión como espontánea del
driña lo oculto, investiga lo verdadero, alm a con Dios, se produce y se con­
examina lo verosímil y explora lo fin­ serva principalm ente gracias a la m e­
gido y aparente. Ella prepara lo que ditación cotidiana, cosa es tan clara a
debe hacerse y repasa lo hecho, de suer­ quien piense un poco siquiera, que ya
te que nada subsista en el ánimo que no es necesario el deternos más en
no esté corregido o que tenga necesidad su explicación.
de corrección. En lo próspero, ella pre­
siente lo adverso; y, en lo adverso, hace 21. Tristes consecuencias del des­
como que no siente: propio es lo uno cuido de la m editación p ara ellos. Con­
de la fortaleza, lo otro de la pruden- firm ación de todo esto, bien triste por
cta(37). El conjunto de estas grandes cierto, podemos hallar en la vida de
ventajas, que la m editación lleva con­ aquellos sacerdotes que o hacen poco
sigo, nos enseña y a la vez nos advierte caso de la m editación de las cosas eter­
cómo en todo sentido no sólo es p ro ­ nas, o la m iran con fastidio. Y así son
vechosa, sino m uy necesaria. de ver aquellos hombres, en quienes
ha languidecido bien tan im portante
20. P o r su m inisterio y los peligros como el sentir de Cristo, entregados por
debe elevar su alm a siem pre y hacer completo a las cosas de la tierra, pre­
diariam ente su m editación. Aunque las tendiendo cosas vanas, hablando fútiles
diferentes funciones sacerdotales sean palabras y tratando las cosas santas
augustas y llenas de veneración, ocurre, negligente, fría y aun indignam ente
sin embargo, que quienes las cum plen quizá. En un principio, esos sacerdotes,
por costum bre, no las consideran con fortalecidos por la gracia de su reciente
la religiosidad que se merecen. De aquí, unción sacerdotal, preparaban con dili­
dism inuyendo el fervor poco a poco, gencia su ánimo para rezar el oficio
fácilmente se pasa a la negligencia y divino, para no hacer como los que
hasta al disgusto de las cosas más san­ tientan a Dios: buscaban el tiempo más
tas. Añádase a esto que al sacerdote le oportuno y los sitios más retirados del
es necesario el vivir diariam ente como estrépito de las gentes; procuraban in­
en medio de una generación depravada, vestigar los sentidos de la palabra de
de modo que m uchas veces aun en el Dios; cantaban alabanzas, gemían, se
ejercicio mismo de la caridad pastoral alegraban y derram aban su espíritu con
habrá de tem er no se encubran allí las el Salmista. Mas ahora, con relación a
asechanzas de la serpiente infernal. entonces, ¡cuán cambiados!... Apenas si
¿Qué decir de la facilidad con que queda ya nada en ellos de aquella ani­
hasta los corazones piadosos se m an­ mosa piedad con que anhelaban los di­
chan con el polvo del m undo. Bien, vinos misterios. ¡Qué amados les eran
pues, se ve cuál y cuán grande es la en otros tiempos aquellos tabernáculos!
necesidad de volverse todos los días Ansiaba el alm a por sentarse a la mesa
hacia la contem plación de las cosas del del Señor y poder llevar, continuam en­
cielo, p ara que, recobradas de tiempo te, otras m uchas hacia ella. Antes del
en tiempo las fuerzas, la m ente y la sacrificio, ¡qué pureza, qué oraciones
voluntad queden robustecidas contra las de aquella alm a fervorosa! En la
las tentaciones. Conviene, además, que celebración de la misa, ¡cuánta reveren­
el sacerdote adquiera cierta facilidad y cia entonces, exactamente cum plidas las
hábito p ara elevarse y tender hacia las augustas ceremonias en toda su hermo-
(37) S. Bernardo De c o n s i d c r a t . lib. 1, c. 7 (Migne PL. 182, col. 737-A).
822 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1908) 105, 22-24

sural ¡Qué gracias dadas de lo íntimo güera! ¡Ojalá que los tales, consideran­
del corazón! Así, felizmente, sobre el do bien consigo mismo, lleguen por fin
pueblo se esparcía el buen olor de a conocer en qué paran esa negligencia
Cristo... Acordaos, os rogamos hijos y desprecio tal de la oración! De aquí
amadísimos, acordaos... de los pasados procedió la soberbia y la contumacia,
días(38) cuando, en efecto, ardía el alm a y éstas dieron frutos harto amargos,
inflam ada por el entusiasmo de la santa que el ánimo de Padre rehuye recordar
meditación. y desea totalm ente arrancar. Dios atien­
da este deseo, y m irando con ojos be­
22. Su apostolado carece de fuerza nignos a los extraviados, derram e sobre
y gracia. E n tre aquellos mismos a quie­
ellos tan abundantem ente el espíritu de
nes es gravoso recogerse en su cora-
zón <383940> o que lo descuidan, no faltan gracia g de oración, que llorando su
ciertam ente quienes no disim ulan la error vuelvan de grado, con alegría de
consiguiente pobreza de su alma, y se todos, a los caminos en m ala hora aban­
excusan poniendo por causa que se donados, y continúen en ellos con más
entregaron totalm ente a la actividad del cautela. ¡Y séanos Dios testigo, como
ministerio sacerdotal, a la m últiple uti­ en otro tiempo lo fue con el Apóstol^41*,
lidad de los demás. Mas se engañan de qué modo los amamos a todos ellos
m iserablemente. Porque, no acostum ­ en las entrañas de J e s u c r i s t o !
brados ya a tra ta r con Dios, cuando
de El hablan a los hom bres o cuando 24. Util y necesaria para la cura de
les dan consejos p ara la vida cristiana, almas. Que en ellos, como en todos
carecen totalm ente del espíritu de Dios, vosotros, hijos amadísimos, se grabe
de suerte que en ellos la palabra evan- m uy bien Nuestra exhortación, porque
68 gélica parece casi m uerta. Su voz, au n ­ es tam bién de Cristo Señor Nuestro:
que brille con una prudencia o facun­ Atended, vigilad y orad^42K Ante todo,
dia que se alaba, no es ya el eco de la que cada cual aplique su industria al
voz del buen Pastor, única que las empeño de m editar piadosam ente; pro­
ovejas oyen p ara su bien, sino que re ­ cure esto mismo con diligencia y áni­
suena y se pierde sin fruto, algunas mo confiado, suplicando: ¡Señor, ensé­
veces infecunda por el mal ejemplo, no ñanos a orarl^K Ni tiene poco peso
sin deshonra p ara la religión y escán­ inducirnos a m editar esta especial ra ­
dalo para los buenos. Lo mismo suce­ zón: a saber, cuán gran influencia en
de en los demás m inisterios de su agi­ el consejo y virtud procede de aquí, 569
tada vida; pues, o no se sigue ventaja cosa m uy útil para la recta cura de
alguna de sólida utilidad, o es de corta almas, obra la más difícil de todas. Y
duración, porque le falta la lluvia del muy a propósito viene, siendo digna de
cielo que se atrae en abundancia tan ser recordada, la alocución pastoral de
sólo por la oración del que se humi- S a n Carlo s: Entended, hermanos, que
lla l* °\ nada es tan necesario a todos los varo­
nes eclesiásticos como la oración men­
23. Condenación de las tendencias tal, que preceda, acompañe y siga a
modernas que rehuyen y aun despre­ todas nuestras acciones: Cantaré, dice
cian la oración. Y aho ra no podemos el Profeta, y entenderé” (44). Si admi­
menos de lam entarnos vehementemente nistras los sacramentos, oh hermano,
de aquellos que, arrastrados por perni­ medita qué haces; si celebras la misa,
ciosas novedades, ni se avergüenzan si­ piensa qué ofreces; si cantas, mira con
quiera de pensar en contra de lo que quién y qué cosas hablas; si diriges las
llevamos dicho, juzgando ellos que es almas, piensa en la sangre con que es­
como perdido el trabajo que se emplea tán lavadas^45^. P or lo cual, con justa
en m editar y en orar. ¡Oh funesta ce- razón, nos m anda la Iglesia que rep ita-
(38) Hebr. 10, 32. (42) Marc. 13, 33.
(39) Jer. 12, 11. (43) Luc. 11, 1.
(40) E ccli. 35. 21. (44) Sal. 100, 2.
(41) Pili!. 1, 8. (15) S . C a r lo s B o r r o m e o d el serm ón al c le r o .
105, 25-26 E x h o r t . A p o st . “H a e r e n t A n im o ” 823

mos frecuentem ente aquellas palabras deram ente fieles hemos de contar los
de D a v i d : Bienaventurado el varón que libros piadosos. Ellos con gravedad nós
medita en la ley del Señor, su voluntad avisan de nuestros deberes y áe las
permanece de día y de noche; todas las prescripciones de la legítima disciplina;
cosas que haga le resultarán bien. Ade­ despiertan en nuestros corazones las
más, sirva p ara todos de noble estímulo voces celestiales adorm ecidas; repren­
este últim o: si el sacerdote se llam a otro den el abandono de nuestros buenos
Cristo, y lo es, por la comunicación de propósitos; perturban nuestra engañosa
la potestad, ¿no deberá hacerse tal y tranquilidad; censuran nuestras afec­
ser considerado como tal tam bién por ciones menos rectas, disimuladas; nos
la im itación de sus obras?... Sea, pues, descubren los peligros a que frecuente­
nuestro gran empeño el meditar la vida mente se exponen los incautos. Y todos
de Jesucristo^4®). estos oficios nos los prestan con bene­
volencia tan discreta que se nos m ues­
** La lectura espiritual tran, no ya sólo como amigos, sino
como los mejores amigos. Los tenemos,
25. L ectura de la Biblia y de libros cuando nos place, como juntos a nues­
piadosos. Im porta en gran m anera que tro lado, a todas horas dispuestos a so­
el sacerdote añada de continuo la lec­ corrernos en nuestras más íntim as ne­
tura de libros piadosos, y ante todo de cesidades; su voz jam ás es am arga, sus
los libros inspirados de las cosas divi­ advertencias jam ás interesadas, su p a­
nas. Y así P a b l o m andaba a T i m o t e o : labra jam ás tím ida ni falaz.
Dedícate a la lectura46(47)48. P or esto J e r ó ­
n i m o indicaba a N e p o c i a n o , cuando le 26. E jem plo de S. Agustín. - Lectura
hablaba de la vida sacerdotal: Nunca perjudicial. Numerosos e insignes ejem ­
caiga de tus manos la lectura sagrada, plos dem uestran la eficacia tan prove­
dando p ara ello la siguiente razón: chosa de los buenos libros; pero entre
Aprende lo que debes enseñar: adquiere todos sobresale indudablem ente el ejem­
aquella palabra fiel, que es según la plo de S a n A g u s t í n , cuyos insignes
doctrina, para que puedas exhortar con méritos con la Iglesia de allí tom aron
doctrina sana y refutar a los que le su origen: Toma y lee: toma y lee... Yo
contradigan. ¡Qué provecho, en efecto, tomé rávido (las Epístolas de San P a­
no consiguen los sacerdotes que tal h a ­ blo), las abrí y leí en silencio... Como
cen con asiduidad constante! ¡Cuán dul­ por una luz de paz infundida en mi
cemente predican a Cristo, cómo incli­ corazón, se disiparon las tinieblas de
nan hacia la perfección, cómo elevan a mis dudas(51). Desgraciadamente, por
deseos celestiales los corazones y las lo contrario, en nuestros días ocurre
alm as de sus oyentes, en vez de debili­
con frecuencia que los miembros del
tar] os y lisonjearlos! Mas, por otro tí­
tulo — y en tal caso, con gran provecho clero se van poco a poco cubriendo con
vuestro— , queridos hijos, tiene fuerza las tinieblas de la duda y llegan a seguir
el precepto de S a n J e r ó n i m o : Que la las tortuosas sendas del mundo, p rin ­
lectura sagrada esté siempre en tus cipalm ente por preferir a los libros
manos(4S). ¿Quién ignora la gran fu er­ piadosos y divinos todo género de libros
za que tiene sobre el corazón de un bien diversos y hasta la turba de los
amigo la voz del amigo que le advierte periódicos saturados de sutil y ponzo­
sinceramente, le ayuda con su consejo, ñoso error. Guardaos, queridos hijos;
le reprende, le anim a y le ap arta del no os fiéis de vuestra edad adulta y
error? Dichoso aquel que encuentra un provecta; no os dejéis engañar por la
amigo verdadero..A49). El que lo ha en­ falaz esperanza de que así atenderéis
contrado, ha encontrado un tesoro^0). m ejor al bien común. No se franqueen
En el núm ero, pues, de amigos verda­ los límites que las leyes de la Iglesia
(46) De imit. Cliristi, 1, 1. (49) Eccli. 23, 12.
(47) I Tim. 4, 13. (50) Eccli. 6, 14.
(48) Ep. 50 acl Paulinum 2, C (PL. 22 [n. 9] (51) Conf. 8, 12 (Corp. Ser. E. I. 33, pág. 191;
coi. 549). Migne PL. 32, col. 762.
824 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1908) 105, 27-29

señalan o que la prudencia de cada sus pérdidas y qué gran empeño ponen
uno y el am or de sí mismo determ inan; en resarcirlas. Mas nosotros, en quienes
porque, u na vez em papada el alm a de existe tal vez un vivo afán por adquirir
este veneno, m uy difícil será el evitar honores, aum entar nuestro patrim onio,
las consecuencias de la ruina causada. conquistar renom bre y gloria por m e
dio de la ciencia, con gran descuido y
*** El examen diario de Conciencia suma negligencia olvidamos el negocio
más im portante y el m ás difícil, esto
27. El examen ele cada día. El p ro ­ es, el de nuestra propia santificación.
vecho que el sacerdote obtendrá, así de
las lecturas sanas como de la m edita­ 29. Los peligros del descuido de
ción de las cosas celestiales, será más examen. Apenas si de tarde en tarde
abundante si se echare m ano de algún nos recogemos alguna vez dentro de
indicio por el que pueda reconocer, si nosotros mismos para exam inar nues
se aplica con cuidado a llevar a la tra alma, la cual por ese motivo se
práctica de la vida cuanto ha leído y halla como una enm arañada selva, o
meditado. Muy a propósito viene el como la viña de aquel perezoso de la
excelente medio recom endado singu­ que está escrito: Pasado he por las tie
larm ente al sacerdote por S a n J u a n rras del perezoso y por la v iña del ne
Todas las noches, antes de
C r is ó s t o m o : cio, y he visto cómo se hallaban invadi
entregarte al sueño, llama a juicio a tu das por las ortigas y cómo las espinas
conciencia y pídele cuenta muy severa
de los malos proyectos formados du­ habían recubierto toda la superficie,
rante el día..., investígalos y desgárra­ mientras su cerca de piedra se hallaba
los, castígalos también^5253). Y cuán con­ destruida(55>. Y el peligro es tanto m a
veniente y provechoso sea p ara la vir­ yor cuanto que los malos ejemplos, nc»
tud cristiana este ejercicio, pruébanlo poco perjudiciales aun a la virtud del
los m aestros de la vida espiritual con mismo sacerdote, se m ultiplican en to r
adm irables avisos y exhortaciones. Ci­ no suyo, de tal suerte que cada día es
temos a propósito aquellas palabras de preciso vivir con más cautela y resistir
las instrucciones de S a n B e r n a r d o : con m ayor esfuerzo. La experiencia de
Como investigador diligente de la pu­ m uestra cómo el que hace frecuente y
reza de tu alma, investiga tu vida con severo examen propio de sus pensa
el examen de cada día, averigua con mientos, palabras y actos, tiene más
cuidado qué has ganado y qué has per­ fuerza para odiar y h uir del mal, y tam
dido... Aplícate a conocerte a ti mismo... bién más ardo r 3^ celo para el bien.
Asimismo la experiencia pone de m ani
Pon todas tus faltas delante de tus ojos.
Ponte frente a ti mismo, como delante fiesto a cuántos inconvenientes y peli
de otro; y luego llora de ti mismo (53). gros se halla expuesto ordinariam ente
el que rehuye presentarse ante este tri
bunal en el que la justicia se asienta
28. A ejemplo de los comerciantes para juzgar, m ientras la conciencia se
debemos practicar con gran diligencia presenta como reo al mismo tiempo
el examen. V ergüenza grande sería que que como acusador. En vano trataréis
aun en esto se cumpliesen aquellas p a­ de buscar en él aquella circunspección,
labras del Salvador: Los hijos de este tan conveniente en todo cristiano, de
siglo son mucho más avisados que los evitar aun los pecados más leves; aquel
hijos de la luz^3éK Bien es de ver el pudor del alma, propio singularm ente
sumo cuidado con que ellos adm inis­ de todo sacerdote, que se asusta hasta
tran sus asuntos, y con cuánta frecuen­ de la más pequeña ofensa de Dios. Más
cia repasan sus ingresos y sus gastos, aún: semejante incuria y tal negligencia
con aué diligencia y con qué rigor h a ­ de sí mismo, llegan a veces a tal grado
cen sus cuentas, cómo se lam entan de que hasta descuida el mismo sacramen-
(52) Exposit. in Ps. 4, 8 (PG. 55, col. 51). (54) Luc. 16, 8.
(53) M editationes piissim ae c. 5: De auotid. sui (55) Prov. 24, 30-31.
ipsius exam. (Migne PL. 184, col. 494-D).
105, 30-33 E x h o r t . A p o st . ‘H a e r e n t A n im o ” 825

to de la Penitencia, medio el más opor­ dentro de sí para escuchar la voz de la


tuno sum inistrado por la infinita m ise­ conciencia que le acusa. Ni las llagas
ricordia del Señor a la debilidad h u ­ de su alm a cada vez m ás irritadas, ni
mana. los gemidos de la Iglesia, su m adre,
conm overán al desdichado, hasta que
30. Negligencias indignas del sacer­ le hieran estas trem endas amenazas:
dote. No se puede negar, antes bien Ciega el corazón de este pueblo, tápale
hay que deplorarlo con am argura, que los oídos, ciérrale los ojos, no sea que
no ra ra vez sucede que quien ap arta a vea con sus ojos, oiga con sus oídos y
los otros del pecado con la inflam ada comprenda con su corazón, y así se
elocuencia de la divina palabra, haga convierta y yo los cure^57K Que el Dios,
caso omiso de ello y se endurezca en rico en m isericordia, aleje de cada uno
los pecados; que quien exhorta y apre­ de vosotros, hijos queridos, tan triste
mia a los demás p ara que con el debi­ vaticinio; El, que ve el fondo de Nues­
do cuidado se apresuren a lavar las tro corazón, sabe que está libre de todo
m anchas de sus almas, haga eso mismo rencor hacia quienquiera que sea, y
con el m ayor descuido, dejando pasar más bien compadecido de todos con el
meses enteros; que quien sabe infundir am or de Pastor y de Padre. ¿Cuál es,
el aceite y el vino saludable en las he­ por lo tanto, nuestra esperanza, nuestra
ridas del prójim o, yace más herido aún alegría y nuestra corona? ¿No sois
que los demás cerca del camino, sin acaso vosotros mismos delante de Jesu­
reclam ar solícito el auxilio de una fra ­ cristo Señor Nuestro?
ternal m ano que tal vez está cercana.
¡Cuántas cosas —oh dolor— han resul­ a) Excelsa virtud, especialmente
tado y resultan hoy todavía de proce­
der tan indigno en la presencia del Se­ 32. Necesidad de eximia virtud. Mas
ñor y de su Iglesia, tan perjudicial al vosotros mismos, cuantos y dondequiera
pueblo cristiano como deshonroso al estéis, bien conocéis en qué desdichados
propio estado sacerdotal! I. tiempos se encuentra la Iglesia, por se­
cretos designios de Dios. Considerad
III. L a época actual y su s e x ig e n c ia s tam bién y m editad cuán sagrado es el 574
ESPECIALES deber que os incumbe, de tal suerte
que, pues habéis sido dotados por ella
1. Postulados urgentes de la hora de dignidad tan alta, os esforcéis tam ­
31. La corrupción de los mejores es bién por estar a su lado y por asistirla
fa peor. Y cuando Nos, p o r deber de en sus tribulaciones. Por todo ello n u n ­
conciencia, pensam os en estas cosas, ca como ahora se precisa, en el clero,
Nuestra alm a se llena de am argura, una virtud nada vulgar: absolutam ente
Nuestra voz clam a entre sollozos. ¡Ay ejem plar, vigilante, activa, potentísim a
del sacerdote, que no sabe ocupar bien finalm ente para hacer y padecer por
su puesto y que, desleal, profana el Cristo grandes cosas. Nada hay que con
santo nom bre de Dios, ante quien debe tanto ardor supliquemos para todos y
ser santo! La corrupción de los mejores cada uno de vosotros.
es la peor. Grande es la dianidad de los
sacerdotes, pero grande es su caída, si b) Castidad y obediencia
pecan: alegrémonos por su elevación, 33. Castidad, obediencia y fidelidad
mas temamos por su caída; no es tan a la Iglesia. Florezca, pues, en vos­
alegre el haber estado en alto, como otros con su inm aculada lozanía la
triste el haber caído desde allí^5Q\ Muy castidad, el m ejor ornato de nuestro
desgraciado, por lo tanto, el sacerdote orden, pues por su brillo el sacerdote
que, olvidado de sí mismo, no se p re­ se hace como semejante a los ángeles
ocupa de la oración, rehuye el alimento a la vez que aparece más venerable
de las lecturas piadosas, y jam ás vuelve ante el pueblo cristiano y más fecundo
(56) S. l l i e r . in Esech. 13, 11: vcrsíc. 30 (PL. (5 7 ) I s . 6, 10
25. col. 113-D). (5 8 ) I T e s . 2, 19.
826 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1908) 105, 34-37

en frutos de santidad. Crezca siempre el la calumnia, queridos hijos, se corres­


respeto a la obediencia solemnemente pondiera, como sucede con frecuencia,
prom etida a los que el E spíritu Santo a los oficios de vuestra difusiva cari­
constituyó como pastores de la Iglesia; dad, no por ello queráis sucum bir a
y, sobre todo, únanse espíritus y cora­ la tristeza, no desmayéis en hacer el
zones con lazos cada día más estrechos bien*-59). Ante vuestros ojos se hagan
de fidelidad, en obsequio tan justam en­ presentes los escuadrones, tan insignes
te debido a esta Sede Apostólica. en núm ero como en mérito de todos
cuantos, a imitación de los apóstoles,
c) Caridad y disciplina entre los más crueles oprobios por el
nombre de J e s u c r i s t o , iban contentos,
34. C aridad apostólica, en especial
g, maldecidos, bendecían. Somos nos­
con la juventud. T riunfe en todos otros, hijos y herm anos de los Santos,
aquella caridad que no busca lo p ro ­
cuyos nom bres brillan en el libro de la
pio, a fin de que, ahogados los estím u­
vida, y cuyos méritos celebra la Iglesia.
los de la envidiosa contienda y la am bi­
ción insaciable que atorm entan al cora­
¡No hagamos tal agravio a nuestra glo­
ria/ (6°).
zón hum ano, todos vuestros esfuerzos,
con una fraternal emulación, tiendan 2. Algunos consejos prácticos: Me­
al aum ento de la gloria divina. Grande dios de perseverancia
es la multitud, harto infeliz, de enfer­
mos, ciegos, cojos, paralíticos que espe­ a) Ejercicios espirituales
ra los frutos de vuestra caridad; os 36. R eform a p o r los ejercicios espi­
esperan, más que a nadie, compactas rituales. Si en el orden clerical se res­
turbas de jóvenes, risueña esperanza de taurare y se aum entare la vida de la
la sociedad y de la religión, que por gracia sacerdotal, nuestros restantes
doquier hállanse rodeados de halagos y proyectos de reform a en toda su am ­
de vicios. Consagraos con entusiasmo, plitud tendrán, Dios mediante, m ucha
no sólo a enseñar el catecismo, según m ayor eficacia. Y por ello Nos parece
de nuevo y con m ayor empeño reco­ muy conveniente el añadir a todo cuan­
m endamos; sino tam bién a servir a to hemos dicho algunos medios p ro ­
todos por cuantos medios os inspiren pios para conservar y m antener esta
vuestro consejo y vuestra prudencia. Y gracia. Prim ero es el tan conocido y
al socorrer, proteger, curar y apaciguar, recomendado por todos, pero no usado
no pretendáis ni anheléis, como sedien­ igualmente por todos, el piadoso retiro
tos, sino ganar las almas p ara J e s u c r i s ­ del alm a para hacer los llamados Ejer­
t o o m antenérselas unidas a El. ¡Mirad
cicios Espirituales cada año, si es po­
con cuánta diligencia, fatiga y denuedo sible, ya en privado cada uno, ya con
trabajan, incansables, los enemigos en otros, donde el fruto suele ser más
su afán de a rru in a r las almas!35 abundante, salvas siempre las prescrip­
35. Celo por las misiones y alegría ciones de los Obispos. Nos ya hemos
en las persecuciones. P or este esplen­ ponderado bastante las ventajas de esta
dor de la caridad es por lo que princi­ institución, al m andar sobre ello algu­
palm ente se alegra la Iglesia católica y nas cosas en lo que toca a la disciplina
se gloría en su clero, que evangeliza la del clero romano^61).
paz cristiana, que lleva la salud y la
b) Renovación mensual
civilización hasta los pueblos bárbaros,
por los cuales, aun a costa de los m a­ 37. U tilidad del recogim iento m en­
yores sacrificios consagrados a veces sual. Ni m enos útil será para las almas
con la sangre derram ada, el reino de el que dicho retiro se tenga cada mes,
Cristo se extiende más cada día y la siquiera durante algunas horas, ya en
santa fe brilla más augusta con nuevos privado, ya en común. Con gran satis­
triunfos. Y si con el odio, la afrenta y facción vemos cómo en varios sitios,
<A0) I T e s . 3, 13. (61) S. P í o X E x p e r i e n d o ad Card. in Urbe Vi-
(6 0 ) I M a c a l). 9, 10. earium 27 dec. 1904, sobre el modo de hacer los
Ejerc'cios E spirit. del clero (ASS 37 [1904/051
120-425).
105, 38-42 E x h o r t . A po st . “ II a e r e n t A n im o ” 827

ya se ha establecido esta costumbre, 40. Otros medios. Auxilios tales de


no sólo bajo el auxilio de los Obispos, la gracia sacerdotal, y otros que la
sino a veces bajo su personal presiden­ cuidadosa prudencia de los Obispos
cia en las reuniones p ara tal efecto. inspirase, según las circunstancias, esti­
m adlos y empleadlos vosotros, queridos
c) Asociaciones pías sacerdotales y hijos, a fin ele que cada día más y más
vida en com unidad diqnamente andéis por el camino de la
vocación a que habéis sido llamados(621,
38. Recomendación de la vida común honrando así vuestro m inisterio a la
para la virtud y la ciencia. O tra cosa par que cumplís en vosotros la volun­
tenemos que recom endar con sumo tad de Dios, que es vuestra santifica­
empeño, esto es, una cierta unión más ción.
estrecha de los sacerdotes, cual con-
576 viene entre herm anos, establecida y EPILOGO:
gobernada por la autoridad episcopal.
Muy recom endable es, en efecto, el que O r a c ió n y a g r a d e c im ie n t o del P apa
se reúnan en sociedades, así p ara ase­
gurarse ciertos socorros mutuos contra 41. Oración y sacrificio por la santi­
las desgracias como p ara defender la ficación del clero. A eso m iran Nues­
integridad de su honor y de sus cargos tros principales pensam ientos y cuida­
contra los ataques enemigos, o p ara dos: y, por ello, elevados al Cielo los
cualquier otra finalidad de este género. ojos, con frecuencia renovam os sobre
Pero tam bién im porta el asociarse p ara todo el clero la súplica m ism a de J e ­
s u c r i s t o : Padre santo, santifícales(63).
perfeccionar los conocimientos en las
ciencias sagradas, y sobre todo para Y, en este acto de súplica, Nos alegra­
conservar con el más diligente cuidado mos de que un gran núm ero de fieles
la vocación eclesiástica, o p ara prom o­ de toda condición, en extremo preocu- 5
ver los intereses de las almas, com uni­ pados por vuestro bien y el de la Igle­
cando entre sí todos sus consejos y sus sia, ruega juntam ente con Nos; más
iniciativas. La historia de la Iglesia aún, por dicha N uestra hay no pocas
pone m uy de relieve cuán felices resul­ alm as m uy ilustres en virtud, no sólo
tados debe a este género de asociación en los sagrados claustros, sino también,
en los tiempos en que, de ordinario, los aun en medio de la vida del siglo, que
sacerdotes vivían en com unidad. ¿Por se ofrecen como víctimas consagradas
qué, pues, no podría restablecerse algo a Dios con ese mismo objeto y con un
así en nuestros tiempos, claro es que incesante entusiasmo. Quiera Dios acep­
según lo consintieran los sitios y los ta r en olor de suavidad sus puras y
empleos? ¿Y no se podría esperar lógi­ eximias oraciones, y que no desdeñe
camente, con gozo de la Iglesia, los m is­ tampoco Nuestras m uy hum ildes sú­
mos frutos de aquellos otros tiempos? 39 plicas. Ampárenos, según le suplicamos,
clemente y próvido, el mismo Señor,
que colme a todo el clero con los teso­
39. Existen ya tales comunidades del
ros de gracia, caridad y con toda virtud
Clero secular. De hecho, no faltan co­ de que es fuente el Sacratísimo Corazón
m unidades de este género, provistas de de su am ado Hijo.
la autorización de los Obispos, tanto
más útiles cuanto antes se ingrese en 42. Acción de gracias por las felici­
ellas, ya al principio mismo del sacer­ taciones en sus bodas de oro. Quere­
docio. Nos mismo, en Nuestro m iniste­ mos, para term inar, queridos hijos, m a­
rio episcopal, prom ovim os u n a institu­ nifestaros toda Nuestra gratitud por los
ción que por experiencia hallam os muy deseos y felicitaciones que Nos habéis
ventajosa, y aun ahora continuam os ofrecido con am or y piedad, en ocasión
dispensándole, como a otras sem ejan­ del quincuagésimo aniversario de Nues­
tes, Nuestra especial benevolencia. tro sacerdocio.
(62) E f e s io s 4, 1. (6 3 ) J u a n 17, 11. 17.
828 E n c íc l ic a s d el P P . P ío X (1908) 105, 43-44

43. El Papa encomienda a todos a 44. Bendición Apostólica. Deseamos;,


la Sma. Virgen. P a ra que N uestras sú­ entre tanto, am ados hijos, que la paz
plicas por vosotros más cum plidam ente de Cristo rebose abundante en vuestros
se vean realizadas, queremos sean con­ corazones con el gozo del Espíritu
fiadas a la augusta Virgen Madre, Rei­ Santo, teniendo por prenda la Bendi­
na de los Apóstoles. Ya que ella, con ción Apostólica que a todos vosotros
su ejemplo, enseñó a aquellas prim icias os concedemos con el am or más en­
del orden sacerdotal cómo habían de trañable.
perseverar en la oración hasta ser re­
vestidos por la virtud de lo alto, y esta Dado en Roma, junto a San Pedro,
m ism a virtud se la obtuvo m ucho más el 4 de Agosto de 1908, al principio del
cum plida con sus ruegos, aum entó y sexto año de Nuestro Pontificado.
fortificó con sus consejos, con próspera
fertilidad p ara sus trabajos. PIO PAPA X.
jLO<©

ENCICLICA “COMMUNIUM RERUM”(*>


(21-IV-1909)

A LOS VENERABLES HERMANOS, PATRIARCAS, PRIMADOS, OBISPOS Y


DEMAS ORDINARIOS DE LOS LUGARES, QUE TIENEN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA
CON MOTIVO DEL JUBILEO SACERDOTAL DEL PAPA Y EL OCTAVO
CENTENARIO DE SAN ANSELMO

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

/uS 1 1. La Caridad fuente de la piedad de tal m anera que no hallam os pala­


333 actual del pueblo cristiano. E n medio bras con que expresar Nuestro agrade­
de la acerbidad de los tiempos y las re­ cimiento. Y aunque ya m uchas veces lo
cientes calam idades que oprim en de hemos significado en particular a cada
dolor Nuestro corazón, Nos alegra y uno, queremos ahora dar a todos públi­
Nos anim a la piedad unánim e de todo cam ente Nuestras más expresivas accio­
el pueblo cristiano que no h a dejado nes de gracias, y en prim er lugar a
de ser aún “espectáculo para el mundo, vosotros, Venerables Hermanos, y por
los ángeles y los hombres”O). E sta pie- vuestro medio a todos los fieles que se
334 dad, movida quizá con más ardor a la hallan confiados a vuestros cuidados.
vista de los presentes infortunios, p ro ­ Asimismo deseamos declarar públi­
viene sin embargo, como de causa úni­ camente Nuestra gratitud, por tantas y
ca, de la caridad de Nuestro Señor Je­ tan brillantes demostraciones de am or
sucristo. Pues, como ninguna virtud y benevolencia, con que Nuestros que­
digna de este nom bre, ha florecido en ridísimos hijos celebraron en todo el
el mundo, ni puede florecer sino por m undo Nuestro jubileo sacerdotal. To­
Cristo, únicam ente a El se han de a tri­ do lo cual fue m uy grato a Nuestro
buir todos los frutos que de ella se deri­ corazón, no tanto por lo que se refería
van entre los hom bres, aun entre aque­ a Nosotros, sino más bien por causa de
llos que son más remisos en la fe o la religión y de la Iglesia, porque fue
enemigos de la religión; en los cuales un valiente testimonio de fe, y como
si se encuentra algún vestigio de la una dem ostración pública del honor de­
verdadera caridad, se debe a la bondad bido a Cristo y a la Iglesia, por medio
que Cristo trajo a este m undo, y que de la veneración de aquel, a quien el
ellos no han podido aún arran car de sí Señor ha colocado para gobernar a su
mismos ni de la sociedad cristiana. familia.

Motivo: Agradecimiento por las ma­ Otras fiestas: Norteamérica, Ingla­


nifestaciones a propósito del jubileo terra y Francia. Pero tam bién Nos
sacerdotal del Papa. Al com probar han alegrado grandem ente otros frutos
el deseo unánim e de los fieles por con­ que de ello se siguieron. Así, las fiestas
solar al Padre y aliviar a los herm anos con que varias diócesis de Norte Amé­
en las calam idades comunes y privadas, rica celebraron con religiosa solemni­
sentimos conmoverse Nuestro corazón dad el prim er centenario de su erección,
(*) A. A. S. 1 (1909). págs. 333-388. Traducida especialm ente para la 1? edición. La versión ita­
liana que comienza con las palabras “ F r a le ace rbitc i” va en AAS al pie del original lalino. —
Lo s n ú m e r o s m a r g i n a l e s corresponden al texto original en AAS, vol. 1. (P . Ii.)
(1) I Cor. 4, 9.

— 329 —
830 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X Í1909) 106, 2-3

bendiciendo al Señor, por haber llam a­ de una más intensa y pública adhesión 337
do tantas alm as a la luz de la verdad a Pedro y a su Iglesia.
y al seno de la Iglesia Católica; así, el Este grado de unión con la Sede
magnífico hom enaje que se tributó nue­ Apostólica no existió ciertam ente en
vamente a Cristo, presente en la divina todas las épocas ni en todas las clases
Eucaristía, por miles de creyentes y de hombres, en la misma proporción
con la asistencia de m uchos de Nues­ ni con las mismas m anifestaciones exte­
tros Venerables H erm anos y de Nuestro riores. No obstante, puede afirm arse
Legado, en la nobilísim a isla de Ingla­ con toda verdad, que por disposición
terra; y así tam bién, el consuelo de la especial de la divina Providencia, fue
afligida Iglesia de Francia al contem ­ tanto más estrecha esta unión, cuanto
plar los espléndidos triunfos del augus­ más adversos, como ocurre en nuestros
to Sacramento, especialmente en el san­ días, fueron los tiempos, ya para la
tuario de Lourdes, cuyo quincuagésimo sana doctrina o la disciplina sagrada,
aniversario, celebrado con tanta solem­ o bien para la libertad de la Iglesia. En
nidad fue p ara Nosotros motivo de otras épocas dieron ejemplo de esta
grande alegría. P or estos y otros he- unión los santos, al recrudecer las p er­
6 chos, sepan todos y entiendan los ene­ secuciones contra la grey de Cristo, o
migos de la Iglesia, que el esplendor de cuando los vicios corrom pían más al
las ceremonias y el culto de la Augusta mundo, oponiendo providencialmente
Madre de Dios y los mismos filiales Dios a estos males, su virtud y su sa­
hom enajes tributados al Sumo P o n tí­ biduría.
fice, se refieren en último térm ino a la
gloria de Dios: para que Cristo sea to­ 3. Octavo centenario de la muerte de
do, y esté en todas las c o s a s de San Anselmo. E ntre estos santos que­
modo que, establecido el Reino de Dios remos recordar ahora a uno de una
en la tierra, puedan lograr los hom bres m anera especial, cuyo octavo centena­
la salvación eterna. rio de su gloriosa m uerte celebramos
este año. Nos referim os a S a n A n s e l m o
2. Retorno de los hombres a Dios y d e A o s t a , doctor de la Iglesia y defen­
adhesión de las naciones a la Iglesia. sor acérrim o de su doctrina y de sus
Este triunfo de Dios sobre la tierra que derechos, ya como m onje y Abad en las
debe esperarse en los individuos y en Galias, ya tam bién como arzobispo de
la sociedad, no es otra cosa que el re ­ Cantorbery y Prim ado de Inglaterra. Y
torno de los hom bres a Dios, mediante no creemos que será inoportuno, des- 338
Cristo, y a Cristo, m ediante la Iglesia, pués de las fiestas jubilares celebradas
como lo habíam os anunciado Nosotros, con brillante esplendor en honor de
según el program a de Nuestro P ontifi­ otros dos santos doctores de la Iglesia,
cado, al dirigiros por prim era vez Nues­ S a n G r e g o r io M a g n o y S a n J u a n C r i -
tra palabra en la E n c íc l i c a “E supremi s ó s t o m o , gloria el uno de la Iglesia
apostolatus c a t h e d r a y como lo he­ occidental y el otro de la oriental, di­
mos declarado luego en diversas ocasio­ rigir Nuestras m iradas hacia otro astro
nes. Esperam os confiados este retorno, que, si “se distingue en c l a r i d a d de
y p ara que se verifique cuanto antes, los dos anteriores, sin embargo, em u­
dirigimos a ello Nuestros intentos y lándolos en sus ascensiones, difunde en
Nuestros deseos, como a un puerto, en torno suyo no m enor luz con su doctri­
donde se vean apaciguadas aun las tem ­ na y con sus ejemplos. Más aún, po­
pestades de la vida presente. Y no por dría decirse que en cierta form a es
otro motivo, Nos han sido tan gratos mayor, en cuanto que A n s e l m o se en­
los hom enajes ofrecidos a la Iglesia en cuentra más cercano a nosotros, por la
Nuestra hum ilde persona, sino porque, época, el lugar, el carácter, los estudios,
con la ayuda de Dios, son indicio de y porque se asem ejan más a nuestros
este retorno de las naciones a Cristo y23 tiempos, su género de lucha, la form a
(2) Coloss. 3, 11. (4) l Cor. 15, 41.
(3) Encíclica del 4 de Oct. de 1903.
106, 4-5 E n c íc l ic a “ C o m m u n iu m R erum ” 831

pastoral que adoptó, y el método de de su devoción y perseverancia de su


enseñanza que aplicó y difundió él y piadosa solicitud, reconociendo asimis- 340
sus discípulos, confirm ado principal­ mo, “la autoridad de su vida santa y
mente por sus escritos, “los cuáles com­ de su ciencia”(12>, lo cual le movía a
puso en defensa de la religión cristiana acceder a todos sus pedidos llamándolo
y para provecho de las almas, y que sir­ abiertam ente el m ás sabio y el más
vieron luego como norma para todos los piadoso de todos los Obispos de Ingla­
teólogos, que después de él enseñaron terra.
las sagradas letras según el método es­
colástico”^ . P or tanto, así como en la 4. Su hum ildad, m ansedum bre y
obscuridad de la noche, m ientras unas grandeza. Sin em bargo A n s e l m o se te­
estrellas se ocultan, aparecen otras p ara nía a sí mismo por un hombrecillo des­
ilum inar el m undo, así tam bién, p ara preciable, desconocido, de escasa cul­
ilustrar a la Iglesia, a los Padres se su­ tu ra y de vida pecadora. Pero aunque
ceden los hijos. E ntre éstos brilla S a n sintiese tan bajam ente de sí, ello no
A n s e l m o como astro de prim era m ag­ dism inuía en nada la alteza de sus pen­
nitud. samientos, como suelen pensar los hom ­
bres corrom pidos m oral e intelectual­
L um b rera de santidad y de sabidu­ mente, de los cuales dice la Sagrada
ría. Y a la verdad, en medio de las tinie­ E scritura, que “el hombre animal no
blas de los errores y de los vicios en que comprende las cosas que son según el
le tocó vivir fue tenido S a n A n s e l m o espíritu de Dios”(13K Pero lo más ad­
por los mejores de sus contem poráneos, m irable es que su m agnanim idad y su
como una lum brera de santidad y de invicta constancia, aunque fueron pro­
sabiduría. Pues “fué de hecho una de badas con tantas adversidades, perse­
las principales columnas de la fe, honra cuciones y destierros, estuvo siempre
y prez de la Iglesia... una gloria del unida a una m ansedum bre y am abili­
episcopado, un hombre que superó a dad tales, que lograban apaciguar la
los mejores de su tiempo”^ . “Sabio y ira de sus mismos adversarios y ganar­
bondadoso, orador brillante y de agudo se su voluntad. Así pues, aquellos “cuya
ingenio” su fam a llegó a tan alto causa Anselmo contradecía”, “alababan
grado, que mereció se escribiese de él no obstante su bondad”^ .
que nadie en el m undo “ habría podido Se hallaban por tanto de acuerdo en
decir: Anselmo es inferior o semejante él dos cosas que el m undo juzga falsa- 341
am i por lo cual fue m uy acepto a m ente irreconciliables y contradictorias,
los reyes, a los príncipes y a los Rom a­ a saber: la simplicidad con la grandeza,
nos Pontífices, y fue querido, no sola­ la hum ildad con la magnanim idad, la
mente por sus herm anos en religión y fuerza con la suavidad, la ciencia en
por los fieles, “sino aun por sus mismos fin con la piedad; de tal m anera que,
enemigos” Aquel grande y valeroso tanto en los comienzos de su vida reli­
Pontífice G r e g o r io VII, le escribió, giosa como durante todo el tiempo de
cuando aún era Abad, una carta llena su vida, fue tenido ñor todos, “de una
de estima y de afecto, en la cual “enco­ manera singular, como un modelo de
mendaba a sí mismo y a la Iglesia Ca­ santidad y de doctrina”
tólica, a sus oraciones”U°). Tam bién
U r b a n o II le escribió una carta en que 5. Su lucha pública p o r la justicia y
reconocía su “superioridad en la piedad la verdad. Este doble m érito de A n s e l ­
y en la ciencia”'( n ). P a s c u a l II se d iri­ m o no se contuvo entre las paredes
gió a él en m uchas ocasiones y con es­ domésticas ni en el ámbito de las cla­
pecial afecto, alabando la reverencia5 6*8910 ses, sino que como de una palestra
(5) Brev. Rom., día 21 de Abril. (11) Libro II de las cartas de S. Anselmo epist.
(6) Poema de la muerte de Anselmo. 02 (Migne 158, col. 1184-A).
(12) Libro III de las cartas de S. Anselmo,
- (7) Epitafio. cartas 74 y 42.
(8) Poema de la muerte de Anselmo. (13) T Cor. 2, 14.
(9) Ibid. (14) Poema a la muerte de Anselmo.
(10) Brev. Rom. 21 abril. (15) Brev. Rom., día 21 de Abril.
832 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1909)

militar, salió a m ostrarse en campo cual, y haciéndonos eco de sus pala-


abierto. Porque habiendo vivido en bras demos asimismo las gracias a Dios.
tiempos tan difíciles, como antes diji­ Deseamos igualmente exhortaros a que
mos, tuvo que sostener violentas luchas fijéis vuestra vista en este ejemplo de
por la justicia y por la verdad. Y sien­ doctrina y de santidad, el cual partien­
do él por naturaleza, más bien propen­ do de Italia, brilló durante m ás de 3
so a la contem plación y al estudio, se años en F rancia y por más de 15 en
vio inm iscuido en m uchas y graves Inglaterra, y fue un baluarte com ún y
ocupaciones; y luego, cuando tuvo que una gloria para toda la Iglesia.
atender al gobierno de la Iglesia, se
encontró en medio de la lucha de esa 6. Su unión con Cristo y con su Igle­
época agitada. Así pues, siendo de ca­ sia. Además, si grande fue A n s e l m o
rácter dulce y apacible, por el am or a “en obras y en palabras”, es decir, en
la sana doctrina y a la santidad de la la ciencia y en la vida, en la contem ­
Iglesia tuvo Que renunciar a la vida plación y en la acción; si en la paz
tranquila, a la am istad de los podero­ y en la guerra consiguió espléndidos
sos, al favor de los grandes, a los dul­ triunfos para la Iglesia y notables pro­
ces vínculos con que se hallaba unido vechos para la sociedad civil: todo ello
a sus herm anos en religión y a los de­ se debe a la íntim a unión con Cristo y
más Obispos, sus colegas en el trabajo, con la Iglesia que tuvo durante toda su
viéndose obligado a luchar con toda vida y en todo el tiempo de su m a­
clase de adversidades y preocupaciones. gisterio.
Porque encontró a Inglaterra llena de
odios y de peligros, y hubo de luchar Im itación del modelo. Si grabam os
contra reyes y príncipes usurpadores y todas estas cosas en nuestra memoria,
tiranos de la Iglesia y de los pueblos, Venerables Hermanos, en la solemne
contra los m inistros débiles o indignos conmemoración de tan eximio Doctor,
de desem peñar los oficios sagrados, encontrarem os en ello preclaros ejem ­
contra la ignorancia y los vicios de los plos que adm irar y que im itar. De es­
grandes y del pueblo, sin que nunca ta consideración obtendrem os también
se disminuyese su ardor, que hizo de él nosotros con abundancia, la fuerza y
el defensor acérrim o de la fe, de las el consuelo necesarios en el cuidado
costumbres, de la disciplina y libertad afanoso del gobierno de la Iglesia y de
de la Iglesia, y por tanto de su doctrina la salud de las almas, de modo que no
y de su santidad. Se hizo pues entera­ descuidemos nuestra obligación de coo­
mente digno de este otro elogio del ya perar con todo empeño para que todas
citado Papa P a s c u a l II: “Gracias sean las cosas sean restauradas en Cristo y 344
dadas a Dios, porque en ti permanece para que Cristo “sea formado en todas
siempre la autoridad propia del Obispo, las almas”(17\ principalm ente en aque­
y porque aunque vivas entre bárbaros llas que son la esperanza del sacerdo­
no cesas de anunciarles la verdad, ni cio, para sostener constantem ente la
por temor a la violencia de los tiranos, doctrina de la Iglesia, para defender
ni por conservar el favor de los pode­ con valor la libertad de la Esposa de
rosos, y sin temor a la hoguera ni la Cristo, la santidad de sus derechos di­
guerra”. Y en otra ocasión: “Nos ale­ vinos y la plenitud en fin, de todos
gramos, porque con la aguda de Dios, aquellos auxilios que exige la defensa
ni las amenazas te perturban, ni las del sacro Pontificado.
promesas te hacen mudar de propósi­
to”^ ) . Tiem pos calam itosos. Porque veis
Por todo esto es m uy justo que tam ­ muy bien, Venerables Hermanos, —y
bién Nosotros, Venerables Hermanos, lo habéis deplorado m uchas veces ju n ­
luego de transcurridos ocho siglos, nos tamente con Nosotros— , cuán lam enta­
gocemos como Nuestro Predecesor P a s -*103 bles son los tiempos en que vivimos v
(16) Libro III de las cartas de San Anselmo, (1 7 ) G á la t. 4, 19.
cartas 44 y 74 (Migue 163 [Epist. 73] col. 91-A v
103 [Epist. 85] col. 105-0.
106, 7 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R er u m '5 833

cuán adversas las condiciones en que de libertad, la más desenfrenada licen­


nos encontram os. Además de los públi­ cia. Y para que triunfe con el imperio
cos infortunios que Nos han producido de las pasiones y de los vicios la peor
un profundo pesar, se ha aum entado esclavitud, precipitando a las almas a 346
Nuestro dolor a causa de las calum nias su ruina, — “porque el pecado hace mi­
levantadas contra el clero, a quien se serables a los pueblos”<1819)— ? no cesan
acusa de haberse m ostrado indolente en entre tanto de gritar, “no queremos que
las presentes calam idades obstaculizan­ Este reine sobre nosotros”
do la benéfica labor de la Iglesia en
favor de los hijos desolados y despre­ Expulsión de las Ordenes religiosas.
ciando su solicitud y providencia m a­ De aquí proviene la expulsión en los
ternales. países católicos de las órdenes religio­
sas, que fueron siempre ornato y defen­
7. A taques actuales de las naciones
sa de la Iglesia, y las que prom ovieron
cristianas contra los derechos de la más eficazmente la ciencia y la cultura
Iglesia. Dejam os de lado m uchas otras entre las naciones bárbaras y civiliza­
cosas m aquinadas en contra de la Igle­ das; de aquí el debilitam iento y la
sia con traidora astucia, o llevadas a persecución de todas las instituciones
cabo con sacrilego atrevim iento, hollan­ de cristiana beneficencia; de aquí el
do todo derecho público y toda la ley desprecio y la irrisión de sus m inistros,
de justicia y de m oral natural. Lo más reducidos a la im potencia y a la iner­
45 grave es que ello ha sucedido en aque­ cia, a los cuales se combate de tal m a­
llos países que habían recibido con m a­ nera que resultan nulos sus esfuerzos,
yor abundancia de la m ism a Iglesia las o se les dificulta o se les impide por
luces de la civilización. Porque, ¿qué completo el ejercicio del magisterio,
cosa hay más inhum ana que ver a los sobre todo alejándolos gradualm ente de
mismos hijos que la Iglesia crió y ali­ la educación de la juventud; de aquí
mentó como a sus prim ogénitos, hasta tam bién el anulam iento de todas las
hacer de ellos los m ejores y los más obras católicas de utilidad pública; des­
robustos, y ver ahora que algunos de echados, despreciados y perseguidos
ellos esgrimen sus arm as contra su m is­ tam bién los m ejores entre los laicos
ma m adre que tanto se desveló por que profesan abiertam ente el catolicis­
ellos? Y no es alegría lo que p ro p or­ mo, como si fueran de clase inferior y
ciona el estado de los demás países, de poco valer, hasta que llegue el día
donde la guerra, aunque se presenta en en que, a causa de la hostil opresión de
form a diversa, sin embargo recrudece las leyes, ya no les sea posible ejercer
de la m ism a m anera o am enaza por su acción en ninguno de los ram os de
medio de ocultas m aquinaciones. Se la vida pública.
pretende en fin en todas partes, en las
naciones que m ás deben a la civiliza­ Insidias de los enemigos. E ntre ta n ­
ción cristiana, privar a la Iglesia de to, los causantes de esta guerra, llevada
sus derechos, tratarla como si no fuese, a cabo con tanta saña y tan ta astucia,
por su naturaleza y por derecho propio, afirm an descaradam ente que no los 347
una sociedad perfecta, según que fue mueve sino el deseo de la libertad, la
instituida por el mismo Cristo, rep ara­ civilización y el progreso, y más aún,
dor de nuestra naturaleza; se quiere el am or a la patria: siendo semejante
destruir su reinado, que si bien se re ­ tam bién en esto a su padre, “el cual fue
fiere en prim er térm ino y directam ente homicida desde el principio y que cuan­
a las almas, no obstante, no favorece do habla falsamente, habla según su
menos a su salvación eterna que a la naturaleza, porque es mentiroso” y
estabilidad del progreso civil; se quiere está movido por un odio insaciable
a viva fuerza que en lugar del reinado contra Dios y contra el género hum ano.
de Dios, domine, bajo el falso nom bre Hombres de crueles entrañas, que tra-
(18) Prov. 14, 34. (2 0 ) J u a n 8, 44.
(19) Luc. 19, 14.
Encíclicas Pontificias 27
834 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1909) 1 0 ÍÍ, 8

tan de engañar y arm ar insidias a los por algunos hijos desnaturalizados, que
ingenuos. No es el dulce am or de la p a­ viven en el seno de la Iglesia para des­
tria o la solicitud por el pueblo, ni garrarlo sigilosamente, se dirige en p ri­
otro cualquier buen deseo o intento, el m er térm ino a la raíz, al alm a de la
que los mueve a esta sacrilega guerra, Iglesia; trata de enturbiar los m anan­
sino el odio ciego contra Dios y contra tiales de la piedad y de la vida cristia­
su adm irable obra, la Iglesia. De este nas, de envenenar las fuentes de la
odio se derivan, como de venenosa doctrina, de disipar el sagrado depósito
fuente, esos crim inales propósitos de de la fe, de conmover los mismos fun­
oprim ir a la Iglesia y ap artarla de to ­ damentos de la divina institución, por
da vida social; de allí el proclam arla medio del desprecio de la autoridad
m uerta y anticuada, sin que por eso pontificia y episcopal; pretende dar una
dejen de perseguirla; más aún, han lle­ nueva form a a la Iglesia, prescribirle
gado a tal punto de audacia y de in ­ nuevas leyes y nuevos derechos, según
sensatez, que luego de haberla privado lo exigen los m onstruosos sistemas que
de toda libertad, la acusan de no tener ellos sostienen; en suma, quieren defor­
parte alguna en el bienestar de la socie­ m ar toda la belleza de la Esposa de
dad y en la felicidad de la patria. De Cristo, movidos por el vano resplandor
este mismo odio procede tam bién el de una nueva cultura, a la que falsa­
disim ular astutam ente o callar de p ro ­ m ente se da el título de ciencia, y sobre
pósito los servicios más notables que la cual nos previene m uchas veces el
ha prestado la Iglesia y la Sede Apos­ Apóstol con estas palabras: “Mirad que
tólica, es que ya no aprovechan estos nadie os engañe con una filosofía sin
servicios como otros tantos argum entos substancia y capciosa, según los prin­
en contra nuestra, p ara hacer surgir la cipios humanos y mundanos, y no se­
sospecha e insinuarse astutam ente en gún Cristo” (21)2.
las m ultitudes, acechando e interpre­
tando cada palabra y obra de la Iglesia Los funestos efectos del modernismo
como si fuese un grave peligro para la y de la incredulidad. Algunos, seduci­
sociedad, en lugar de reconocer, como dos con esta vana filosofía y con esta
es evidente, que el progreso de la ge- engañosa y afectada erudición, unida a
nuina libertad y de la civilización más una extrem ada audacia en la crítica,
exquisita provienen principalm ente de “extraviaron en sus ideas^22\ y dejando
Cristo, por medio de la Iglesia. de lado... la buena conciencia, naufra­
Sobre esta guerra, m ovida por los garon en la fe”(2S^; otros, en fin, entre­
enemigos exteriores, “que en algunas gándose exageradam ente al estudio, se
naciones se lleva a cabo a campo abier­ perdieron en causas, y se alejaron del
to, y en otras con astucia e insidiosa­ estudio de las cosas divinas y de las
mente, aunque de cualquier modo que verdaderas fuentes de la ciencia. Por
sea se persigue a la Iglesia en todas otra parte, esta m ortal corrupción, que
partes”, ya habíam os prevenido en tomó el nom bre de “modernismo”, de­
otras ocasiones vuestra vigilancia, Ve­ bido a su m orboso afán de novedad,
nerables H erm anos, sobre todo en aunque denunciada m uchas veces y des­
Nuestra alocución consistorial, pro n u n ­ enm ascarada por los mismos excesos
ciada el 16 de Diciembre de 1907. de sus fautores no deja de ser un mal
gravísimo y profundo para la república
8. Los ataques solapados del moder­ cristiana. Se oculta el veneno en las
nismo. Pero con no m enor severidad y venas y en las entrañas de nuestra so­
dolor Nos vemos obligados a denunciar ciedad que se apartó de Cristo y de la
y reprim ir otro género de guerra, in ­ Iglesia, y “como un cáncer”, va carco­
terna y doméstica, pero tanto m ás fu ­ miendo las nuevas generaciones, más
nesta, cuanto que se lleva a cabo más inexpertas y m ás audaces. No se debe
solapadam ente. Esta guerra, movida ciertam ente esta m anera de proceder a
(21) G closs. 2, 8. (2 3 ) I T im . 1, 19 .
(22) R cm . 1, 21.
106, 9 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R e r u m ” 835

los estudios profundos y a la verdadera entonces verdaderam ente por la Iglesia


ciencia, pues es evidente que entre la y por la P atria es decir, por la santidad
fe y la razón no puede existir contra­ del derecho público, por la libertad, la
dicción alguna^24*; sino que ello se cultura, la doctrina, todo lo cual se h a ­
debe al orgullo de su entendim iento y llaba en manos de la Iglesia; hubo de
a la atm ósfera m alsana que se respira resistirse al derecho de los Príncipes,
en todas partes, de ignorancia o de un que se arrogaban la facultad de con­
conocimiento confuso y erróneo de las culcar los derechos más sagrados; hubo
cosas de la religión, unido a la vanidosa de extirpar los vicios, la ignorancia, la
presunción de h ablar y discutir de todo. rudeza del mismo pueblo, que conser­
Esta peste m alsana es fom entada por vaba aún los resabios de la antigua
el espíritu de incredulidad y rebelión barbarie; y fue necesario asimismo re­
contra Dios, de tal m anera que los que form ar una parte del clero, débil o
son arrastrados por este ciego frenesí irregular en su conducta, como quiera
de novedad, creen fácilm ente que se que m uchos de sus miembros, escogidos
bastan a sí mismos, y que pueden pres­ según el capricho y perversa elección
cindir, abierta o hipócritam ente, del de los Príncipes, eran luego dominados
yugo de la divina autoridad, y crearse por ellos a quienes obedecían servil­
una religión que se m antenga dentro mente.
del derecho natural, y que se acomode Tal era el estado de las cosas, sobre
al carácter y m anera de ser individua­ todo en aquellos países a los cuales
les, la cual tom a las apariencias y el dedicó especialmente Anselmo sus es­
nom bre del cristianism o, pero en la fuerzos, ya por medio de la enseñanza
realidad se halla m uy alejada de su propia del maestro, ya con el ejemplo
vida y de su verdad. del religioso, o con la asidua vigilancia
E n todo esto no es difícil ver una y m últiples industrias del Arzobispo q
de tantas form as de la perpetua guerra del Prim ado. Así pues, recibieron sus
que se hace contra la verdad divina, y beneficios, en prim er térm ino, las p ro ­
que ahora se lleva a cabo tanto más vincias de las Galias, que habían caído
peligrosamente, cuanto más insidiosas pocos siglos antes en poder de los N or­
son las arm as de esta nueva y fingida mandos, y las Islas Británicas, que h a ­
piedad, del sentimiento religioso y de cía poco habían entrado en el seno de
la sinceridad con que los sectarios de la Iglesia. Ambas naciones, habiendo
esta doctrina se esfuerzan por conciliar sido durante tanto tiempo convulsio- 353
cosas enteram ente opuestas, como son nadas por las guerras externas y las
las locuras de la ciencia hum ana, con internas sediciones, dieron lugar a la
la fe divina, y los cambios del mundo, relajación en los gobernantes y en los
con la firm eza estable de la Iglesia.921 súbditos, en el clero y en el pueblo.
De semejantes abusos de su siglo se
9. Las m ism as luchas de San Ansel­ quejaban am argam ente los insignes va­
mo y de los santos varones de su épo­ rones de aquella época, como L anfran -
ca. No obstante, V enerables H erm anos, co , m aestro entonces de Anselmo y lue­
aunque deploráis todas estas cosas ju n ­ go su predecesor en la sede de Cantor-
tam ente con Nosotros, no por eso de­ bery; y más aún los Romanos Pontífi­
caéis de ánimo, ni dejáis de tener con­ ces, entre los cuales baste recordar al
fianza. No ignoráis cuán graves fueron enérgico Gregorio VII, defensor intré­
las luchas que tuvo que sostener el cris­ pido de la justicia en lo que se refería
tianismo en otros tiempos, aunque de a la libertad de la Iglesia y a la santi­
índole m uy diversa a los nuestros. Será dad del clero. Im itando Anselmo estos
suficiente recordar la época en que vi­ deseos y estos ejemplos, y haciendo oír
vió Anselmo, tan llena de dificultades la voz del dolor, escribe en esta form a
según se puede com probar en los Ana­ al soberano de los que a él estaban
les de la Iglesia. Hubo de lucharse confiados, y que se solía gloriar de ha-
(21) Conc. Vatic. Constit. D ci F iliu s, cap. 4 (Deuz - Umb. n 1797).
836 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1909) 106, U)

liarse rnuy unido a él por lazos del pa­ de la autoridad apostólica”, según lo
rentesco y de la amistad: “Mirad, mi significa al escribir a dos ilustres pre­
estimado señor, de qué manera la Igle­ lados de la Iglesia Romana. Y añade en
sia de Dios, nuestra Madre, a la que el seguida esta razón que es para nosotros
mismo Dios llama su bella amiga y su la piedra de toque de la fortaleza y de
querida Esposa, es abatida por los go­ la dignidad pastoral. “Prefiero morir,
bernantes perversos; cómo se halla afli­ y durante mi vida verme agobiado con
gida por la condenación eterna de aque­ toda clase de penurias en el destierro,
llos a quienes fue encomendada por antes que ver que por mi causa o por
Dios como protectores que la defendie­ mi ejemplo, es en alguna forma manci­
sen; con qué arrogancia usurparon sus llada la dignidad de la Iglesia de
riquezas en provecho propio; con qué Dios”W .
354 crueldad la privan de su libertad y cuán Esta dignidad, libertad y pureza de
despiadadamente disipan su ley y su la Iglesia son tres cosas que absorben
religión. Estos, rehusando obedecer a por completo los pensamientos de este
los decretos del Apostólico (hechos en santo varón, es lo que pide constante­
defensa de la religión cristiana), .se mente a Dios con sus lágrimas, oracio­
muestran abiertamente desobedientes al nes y sacrificios; es lo que promueve
apóstol Pedro, cuyas veces él represen­ con todas sus fuerzas, ya sea por medio
ta, y también a Cristo, que recomendó de la resistencia vigorosa, o con la pa­
a Pedro su Iglesia... Porque los que no ciencia viril; es lo que defiende en sus
quieren sujetarse a la ley de Dios, son obras, en sus escritos y en sus sermo­
tenidos, sin duda alguna, como enemi­ nes. Con suaves y profundas palabras 3
gos de Dios”(25\ Así Anselmo, y ojalá invita a lo mismo a los m onjes sus
que lo hubiesen oído siempre, no sola­ herm anos, a los Obispos, a los Sacer­
mente los sucesores y los hijos de este dotes y a todo el pueblo fiel, y con
valeroso Príncipe, sino también los de­ m ucha m ayor vehemencia a aquellos
más reyes y pueblos, tan am ados por príncipes que conculcaban m ás despia­
él, defendidos y colmados de beneficios. 10 dadam ente los derechos y la libertad
de la Iglesia, con gran daño propio y
10. El Santo y la dignidad, lib ertaddey sus súbditos.
pureza de la Iglesia. Pero las m ism as Estas nobles palabras, brillante tes­
persecuciones, los destierros, las expo­ timonio de la sagrada libertad, son
liaciones, las fatigas sobrellevadas, p rin ­ m uy oportunas en nuestros días y ente­
cipalm ente en el desempeño del oficio ram ente dignas de aquéllos “a los que el
pastoral, no sólo no debilitaron el vigor Espíritu Santo ha colocado como Obis­
de su virtud, sino que lo unieron cada pos para regir la Iglesia de Dios” (28>;
vez más estrecham ente a la Iglesia y a y no dejan de ser útiles ni siquiera
la Sede Apostólica. En medio de las cuando, debido a la fe languideciente
pruebas m ás angustiosas escribía de o a la perversidad de los hom bres, o a
este modo a Nuestro Predecesor P as- la ofuscación de los prejuicios, no h a ­
cual :“Ato temo el destierro, ni la po­ yan de encontrar acogida. Porque, co­
breza, ni los tormentos, ni la muerte, mo bien lo sabéis, Venerables H erm a­
porque con la ayuda de Dios, está mi nos, a nosotros se refiere de una m a­
corazón preparado a sobrellevar todo nera especial la palabra del Señor:
esto, por la obediencia a la Sede Apos- “Clama, no te des reposo, levanta tu
355 tólica y por la libertad de mi Madre, voz cual trompeta”^ ; y esto princi­
la Iglesia de Cristo”(26). Acude en de­ palm ente ahora en que tam bién “el
m anda de protección y ayuda a la cá­ Altísimo ha hecho oír su v o z en el
tedra de P edro, “no sea que por causa rugido de la naturaleza y de las cala­
mía se vea disminuida alguna vez la midades presentes: la voz “del Señor
firmeza de la religiosidad eclesiástica y que conmueve la tierra”, voz que resue-
(25") Cortas, libro III, ep. 65. (28) Act. 20, 28.
(26) Cartas, l'bro III, ep. 73. (29) Isaías 58, 1.
(27) Cartas, libro IV, ep. 47. (30) Salmo 17, 14.
106, 11 E n c íc l ic a “ Go m m u n iu m R er u jv t 837

na profundam ente en Nuestros oídos la libertad de la Esposa de Dios y ma­


p ara enseñarnos la d ura lección de que dre vuestra, la Iglesia; no penséis que
lo que no es eterno no vale nada, “pues os abajáis, si la exaltáis, ni que perdéis
no poseemos aquí una ciudad perma­ fuerzas si la fortificáis. Atended, mirad
nente, sino que buscamos la futura’^31); a vuestro alrededor: a la mano están los
pero voz de justicia y al mismo tiempo ejemplos; considerad qué aprovechan,
de m isericordia, que llam a al recto ca­ a dónde llegan los gobernantes que per­
mino a las naciones extraviadas. siguen o desprecian a la Iglesia. Es de­
masiado evidente y no hay para qué
11. N ecesidad de p red icar las gran ­ decirlo" Lo mismo repite y más
dezas de la fe a toda clase de personas. claram ente, con la fuerza y suavidad
En estas públicas calam idades debe- que le eran propias, al gran B a l d u i n o ,
357 mos elevar Nuestra voz, y predicar la Rey de Jerusalén: “Como amigo fiel os
grandeza de la fe, no solamente al exhorto y os suplico encarecidamente,
pueblo, a los humildes, a los afligidos, y pido a Dios que, viviendo bajo su ley
sino tam bién a los poderosos, a los ricos, sometáis en todo vuestra voluntad a la
a los gobernantes y a todos aquellos voluntad divina. Porque sólo entonces
en cuyas m anos se halla el destino de reináis para vuestro provecho cuando
las naciones; y dem ostrar asimismo a reináis según la voluntad de Dios. No
todos las grandes verdades que la histo­ penséis, como lo hacen muchos malos
ria confirm a con sus terribles y cruen­ reyes, que la Iglesia de Dios os ha sido
tas lecciones, a saber, que “el pecado encomendada como a un amo, para que
hace miserables a los pueblos"(323\ “los os sirva, sino que os ha sido entregado 359
poderosos serán grandemente atormen­ como a su abogado y defensor. Ningu­
tados" de donde aquél aviso del na cosa ama Dios más en este mundo
Salmo 29: “Ahora bien, reyes, prestad que la libertad de su Iglesia. Los que
atención, y aprended, jueces de la tie­ pretenden no tanto ayudarla como do­
rra. Servid a Dios con temor... Abrazad minarla, son sin duda enemigos de
la disciplina, no sea que se aíre el Se­ Dios. Quiere El que su Esposa sea libre
ñor, y os apartéis del camino verdade­ y no esclava. Aquellos que la respetan
ro". Y hanse de esperar las m ás terribles y la honran, como hijos a su madre,
consecuencias de estas amenazas, cuan­ demuestran verdaderamente ser sus hi­
do las culpas sociales se m ultiplican, jos e hijos de Dios. Pero los que pre­
cuando el pecado de los grandes y el tenden que tes esté sujeta, no son sus
del pueblo consiste en la exclusión de hijos, sino extraños, y por tanto son
Dios y en la rebelión contra la Iglesia justamente privados de la herencia y de
de Cristo: doble apostasía social que es los bienes que a ella han sido prome­
fuente de anarquía, de corrupción y de tidos" &5K
un cúm ulo infinito de desgracias para Así desahogaba su espíritu lleno de
los individuos y p ara la sociedad. am or a la Iglesia, en esta form a demos­
Y como quiera que callando y con­ traba su entusiasmo por la defensa de
tem porizando podemos ser cómplices de su libertad, tan necesaria en el gobier­
estas culpas, — lo cual ocurre no raras no de la fam ilia cristiana como querida
veces entre los buenos— , cada uno de Dor Dios, según lo afirm aba el mismo
los sagrados pastores tome como dicho egregio doctor en aquella sentencia con­
p ara sí, e incúlquelo oportunam ente a cisa y enérgica: “Ninguna cosa ama
los demás, lo que escribió A n s e l m o al Dios más en este mundo que la libertad
poderoso r e y d e F l a n d e s : “ O s ruego, su­ de su Iglesia". Y Nosotros, Venerables
plico, exhorto y aconsejo, como fiel ami­ Herm anos, no encontram os una m ane­
go de vuestra alma, mi Señor, que nunca ra m ejor de expresaros Nuestros pen­
creáis que se disminuye la alteza de samientos, sino repitiéndoos una y otra
vuestra dignidad, si amáis y defendéis vez estas herm osas palabras.
(31) Hebreos 13, 14. (34) Cartas, libroIV, ep. 12.
(32) Prov. 11, 34. (35) Cartas, libro IV, ep. 8 (Migue 159 -epist.
(33) Sap. 7, 7. 9] 206-C).
838 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1909) 106, 12-1a

12. Avisos del Santo a reyes y pode­ exige Dios que según la potestad que
rosos. Asimismo, parece que son m uy misericordiosamente les ha sido comu­
oportunos otros avisos del mismo santo nicada, quieran hacerlo y lo pongan en
60 dirigidos a los reyes y a los grandes práctica como es debido. Y si podéis
Así por ejemplo, escribía a la Heina hacerlo todo de una vez, no debéis por
Matilde de I nglaterra : “Si queréis esto dejar de esforzaros por ir de bien
recta y eficazmente dar gracias a Dios en mejor; porque suele Dios conducir
con las mismas obras, tened presente benignamente a la perfección los bue­
aquella reina que a El plugo elegir co­ nos propósitos y los buenos deseos, y
mo Esposa en este mundo... Tenedla, retribuirlos con gran generosidad
digo, a ésta, bien presente, engrande­ Estos y otros avisos semejantes, tan
cedla, honradla, defendedla, para que sabios y tan santos, que Anselmo daba
podáis con ella y en ella agradar a Dios, a los señores y a los reyes de la tierra,
y vivir juntamente con ella en la eterna son tam bién m uy oportunos a los P as­
bienaventuranza”^ . Pero sobre todo, tores y a los Príncipes de la Iglesia, a
cuando os encontréis con algún hijo quienes está principalm ente encom en­
que, envanecido con el poder terreno, dada la defensa de la verdad, de la ju s­
vive sin acordarse de su Madre am an- ticia y de la religión. Es verdad que las 362
tísima, o que se revela contra ella, en­ dificultades son cada día mayores, y
tonces traed a la m em oria estas pala­ son tantas las emboscadas que se nos
bras: “Es vuestra obligación... el sugerir arm an que apenas nos queda lugar
éstas y otras cosas semejantes, con fre­ donde movernos sin algún peligro. P o r­
cuencia, oportuna e importunadamente: que m ientras se sueltan los frenos al
y debéis exhortarla a que se muestre, vicio y a la impiedad, se oprim e a la
no señor, sino defensor de la Iglesia, Iglesia con fiera obstinación, y conser­
no hijastro sino hijo muy querido de vando como un sarcasmo el nom bre de
ella”Wh libertad, se m ultiplican de mil m aneras
Porque nosotros, sobre todo n os­ los obstáculos p ara im pedir vuestra
otros, debemos inculcar también aquel acción y la de vuestro clero; de tal m a­
otro dicho de Anselmo tan noble y tan nera que no es de adm irar si no podéis
paternal: “Cuando oigo alguna cosa de hacer todo aquello que es necesario
vosotros que no agrada a Dios ni os es para ap artar a los hombres del error y
provechosa, si me descuido en avisaros, del pecado, para corregir los abusos,
61 ni temo a Dios, ni os amo como de- para inculcar en las almas la noción
bo”(363738). Y si entendiéremos que “tratáis de lo verdadero y de lo bueno, y para
las iglesias que están en vuestro poder, aliviar, en fin, a la Iglesia, de los m úl­
de una manera diversa a la que a ellas tiples males que la acongojan.
y a vuestra misma alma conviene”, en ­ 13. Es propíio de la Iglesia vivir en­
tonces, im itando a Anselmo, debemos tre luchas, dificultades y afli-cciones.
nuevamente rogar, aconsejar y avisar Pero existen razones que deben levan­
“que consideréis con diligencia todas tar nuestro espíritu. Porque vive el Se­
estas cosas, y si vuestra conciencia os ñor que hará que “todo se convierta en
manifiesta que debéis corregiros en algo bien para aquellos que le aman
os dispongáis a hacerlo” “Porque De estos males El sacará bienes, y sobre
no debe descuidarse nada que pueda tantos obstáculos opuestos a su obra
corregirse, porque Dios pide cuenta no por la perversidad hum ana, hará brillar
sólo de las malas obras, sino también con más esplendor los triunfos de la
de haber omitido corregir aquellos ma­ Iglesia. Es éste el consejo adm irable de
les que podían enmendarse. Y cuanto la divina Sabiduría, son éstos, en el
mayor es el poder que tienen para co­ orden actual de la Providencia, “sus
rregirlos, con tanto mayor rigor les misteriosos caminos”(42), — “porque no
(36) Cartas, lib. III, ep. 57 (Migue 159, 91-B). (39) Ibid., cp. 52 (Migne 159, 232-A yB).
(37) Ibid., ep. 59 (Migue 159, 93-A). (10) Carlas, lil). III, ep. 142 (Migne 159, 174-A).
(38) Ibid., lib. IV, ep. 52 (Migue 159 [epist. 51] (41) Rom. S. 28.
(12) Rom. 9, 33.
1 0 6 , 14 E n c íc l ic a “ Go m m u n iu m IIe r u m ” 839

son mis pensamientos iguales a los complaciendo al m undo “en donde do­
vuestros, ni mis caminos son vuestros mina enteramente el demonio” con
caminos, dice el Señor” — ; de tal el pretexto de sim patizar con los fauto­
m anera que la Iglesia de Cristo renueva res de la novedad y atraerlos a la Igle­
en sí cada vez más la vida de su divino sia, como si fuera posible la arm onía
Fundador, que tanto padeció, de modo entre la luz y las tinieblas, entre Cristo
que en cierta form a complete “aquello y el Demonio. Son éstos, sueños de en­
que falta a la pasión de Cristo” (4344). fermos, alucinaciones que siempre han
P or lo cual, su condición de m ilitante ocurrido y ocurrirán m ientras haya
en la tierra es la de vivir entre las lu ­ soldados cobardes, que arrojen las
chas, las dificultades y las incesantes arm as a la sola presencia del enemigo,
aflicciones p ara poder de este modo o traidores, que pretendan a toda costa
“entrar en el reino de Dios... por medio hacer las paces con los contrarios, a
de muchas tribulaciones” (4546*), y unirse saber, con el enemigo irreconciliable de
al fin con la iglesia triunfante del cielo. Dios y de los hombres.
Así desarrolla Anselmo, sobre esta
m ateria, aquel lugar de S an Mateo : 14. Caridad y no cobarde neutrali­
“Jesús obligó a sus discípulos a subir dad y culpable condescendencia en el
a la barca”: “Según la interpretación gobierno pastoral. A vosotros, V enera­
mística se describe aquí el estado de la bles Hermanos, a quienes la divina
Iglesia desde la venida del Salvador Providencia ha constituido pastores y
hasta el fin del mundo... La barca pues guías del pueblo cristiano, incumbe la
era batida por las olas en medio del obligación de procurar resistir con todo
mar, mientras Jesús permanecía en la empeño a esta funestísim a tendencia de
cumbre del monte; porque desde que el la m oderna sociedad, de adormecerse
Salvador subió al cielo, la Santa Iglesia en una vergonzosa inercia, m ientras re ­
ha sido sacudida en este mundo con crudece la guerra contra la religión,
grandes tribulaciones, dispersada con procurando una cobarde neutralidad e
muchas tempestades de persecuciones, interpretando falsam ente los derechos
vejada de diversas maneras por la per­ divinos y hum anos, por medio de ro ­
versidad de hombres malvados y ten­ deos y convenios, y sin acordarse de
tada de infinitos modos por los vicios. aquella categórica sentencia de Cristo:
Pues “el viento le era contrario”, porque “el que no está conmigo está contra
el soplo de los espíritus malignos siem­ m í” (48). No queremos decir que los
pre le es adverso para que no pueda m inistros de Cristo deban hacer caso
llegar al puerto de la salvación; se es­ omiso de la caridad paterna, ya que a
fuerzan por hundirla en las olas de las ellos se refieren principalm ente las p a­
adversidades del siglo, levantando con­ labras del apóstol: “Me he hecho todo
tra ella todas las dificultades que les a todos, para salvarlos a todos” ni
son posibles” que no convenga a veces ceder algo del
Están pues m uy equivocados los que propio derecho, en cuanto sea posible
creen y esperan p ara la Iglesia, un y según lo exija la salvación de las
estado perm anente de plena tran q u ili­ almas. Pero a vosotros, que os halláis
dad, de prosperidad universal, y un animados por la caridad de Cristo, n a ­
reconocimiento práctico y unánim e de die podrá achacaros esta culpa. Por lo
su poder, sin contradicción alguna; pe­ demás, esta justa condescendencia, no
ro es peor y más grave el error de im plica ninguna falta en el cum pli­
aquellos, que se engañan pensando que miento del deber, ni viola en lo más
lograrán esta paz efím era, disim ulando m ínimo los inm utables y eternos p rin ­
los derechos y los intereses de la Igle­ cipios de la verdad y de la justicia.
sia, sacrificándolos a los intereses p ri­ De este m odo vem os que ocurrió en
vados, dism inuyéndolos injustam ente, la causa de Anselmo, o m ejor dicho, en
(43) Isai. 55, S. (47) I Juan 5, 19.
(44) Coloss. 1, 24.
(45) \ct. 14, 21. (48) Mat. 12, 30.
(46) Mateo 14, 22; Sun Anselmo, Ilom. 3 (Migue (49) I Cor 9, 22.
158, col. 597-D).
840 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1909) 103, 15

la causa de Dios y de la Iglesia, por la ble deserción de muchos, aun de sus


cuál tuvo que sostener él tan largas y herm anos en el episcopado, no encon­
tan rudas luchas. Así pues, luego de traba otro consuelo m ayor que la con­
haber cesado tan prolongada guerra, fianza en Dios y el recurso a la Sede
Nuestro Predecesor P a s c u a l , del que Apostólica. Así pues, “en medio del nau­
tantas veces ya hemos hecho mención, fragio... y al embravecerse las tempes­
le dirigía estas elogiosas palabras: tades, se refugiaba en el seno de su
“Creemos que gracias a tu caridad y la madre la Iglesia”, solicitando del P o n ­
insistencia de tus oraciones, se ha lo­ tífice Romano, “inmediato y piadoso
grado que la misericordia divina viniese auxilio y consuelo” Quizá perm itió
en auxilio de ese pueblo confiado a tus Dios que este hom bre tan sabio y tan
cuidados”. Y respecto a la piadosa con­ santo se viese oprimido con tantas ca­
descendencia que usó el mismo P ontí­ lamidades, para que fuese para nos­
fice con los culpables, añadía: “Ten otros consuelo y ejemplo en las grandes
entendido que hemos condescendido dificultades y aflicciones de la vida
tanto, para poder levantar con este Pastoral, de tal m anera que cada uno
afecto y compasión a los que se halla­ de nosotros pudiera sentir y desear lo
ban caídos. Porque el que está en pie, mismo que P a b l o : “Con gusto me glo­
si alarga la mano al caído para levan­ riaré en mis debilidades, para que ha­
tarlo, nunca logrará su intento, si no se bite en mí el poder de Cristo...; pues
inclina también él un poco. Por lo de­ cuando soy débil, entonces soy pode­
más, aunque el inclinarse parezca acer­ roso”^ .
carse a la caída, sin embargo, no es
de temer que pierda el equilibrio de la 15. Unión con la Sede Apostólica y
rectitud”(°0}. recurso a ella. Y no son tan diferentes
Pero al hacer Nuestras estas pala­ a éstos los sentimientos que expresaba
bras de Nuestro Predecesor, escritas A n s e l m o escribiendo en esta form a al
para consuelo de A n s e l m o , no quere­ Papa U r b a n o II: “Santo Padre, me
mos disim ular el vivo sentim iento del pesa de ser lo que soy, me pesa de no
peligro, que asalta aun a los mejores ser lo que fui; me pesa de ser Obispo
Pastores de la Iglesia, por tem or de so­ porque por mis pecados no cumplo con
brepasar los límites debidos en la con­ el oficio de Obispo. Mientras me con­
descendencia o en la intolerancia. Y de servaba en mi estado humilde, tenía la
estos tem ores son testimonio las ansias, impresión de hacer algo, pero colocado
las dudas, las lágrim as de varones san­ en lugar tan alto, oprimido por tan
tísimos, que sentían profundam ente la pesada carga, ni hago nada provechoso
terrible gravedad del gobierno de las para mí, ni soy útil a los demás. Su­
almas y la gravedad del peligro. Pero cumbo bajo este peso, pues me veo
sobre todo es testim onio de ello la m is­ privado más de lo que se podría creer
m a vida de A n s e l m o , el cual, llamado de las fuerzas, de la virtud, de la indus­
de la soledad y de la vida del claustro tria y de la ciencia necesarias para tan
y de los estudios, p ara ser elevado a alto oficio. Deseo abandonar una carga
tan alta dignidad, en tiempos tan difí­ que no puedo sobrellevar, un peso que
ciles, se vio atorm entado por las preo­ me oprime, pero al mismo tiempo temo
cupaciones y las más angustiosas con­ ofender con ello a Dios. El temor de
gojas, temiendo principalm ente el ser Dios me obligó a aceptarlo, y este mis­
descuidado en tra b a ja r por la salva­ mo temor me obliga a retenerlo... Pero
ción de su alm a y de su pueblo, y por ahora, como se me oculta la voluntad
el honor de Dios y de la Iglesia. Pero de Dios, no sé qué hacer, y estoy du­
en medio de esta angustia y del dolor doso y angustiado, sin saber qué deci­
tan vehemente que le ocasionó la culpa- 501 sión tomar” (53).
(50) Del libro IIí (le ln.s cartas ríe San Anselmo, (52) II Cor. 12, 9, 10.
ep. 140 (Migne 163, 186-B y 187-A). (53) C a rlo s, libro III, cp. 37.
(5 1 ) C a r la s , lib r o I I I , e p . 37 ( M ig n e 159, 7 2 -B ).
106, 16-17 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R er u m ” 841

Así suele Dios hacer sentir, aun a los pide piadosa ayuda y consuelo^°8\ sino
hom bres más santos, su debilidad, p ara que prom ete hacer continua oración a
que se m anifieste m ejor en ellos la Dios. Así por ejemplo, cuando aún era
fuerza del poder divino, y p ara que Abad de Beccense escribía a U rbano II
con el sentimiento hum ilde y sincero estas afectuosas frases: “No cesamos de
de la propia insuficiencia, se conserve rogar continuamente a Dios por causa
m ejor la adhesión a la autoridad de la de vuestra tribulación y la de la Iglesia
iglesia. Esto ocurrió en Anselmo y en Romana, que es nuestra tribulación y la
otros obispos que luchaban por la liber­ de todos los verdaderos fieles, para que
tad y la doctrina de la Iglesia a las os acorte los días malos, hasta que sea
órdenes de la Sede Apostólica; todos los excavada la fosa al pecador. Y estamos
cuales obtuvieron como fruto de su seguros que Dios, aunque nos parezca
obediencia la victoria en la guerra, con­ que tarda en venir en nuestro auxilio,
firm ando con su ejem plo la sentencia no dejará que gobiernen los pecadores
divina de que “el hombre obediente sobre la herencia de los justos, que no
cantará victoria^545*). La esperanza de abandonará su posesión, y que las
prem io semejante brilla sobre todo p a­ puertas del infierno no prevalecerán
ra aquellos que obedecen a Cristo en contra ella”^ \
su Vicario en todas aquellas cosas que En estas y otras cartas semejantes
se refieren, o al régimen de las almas, de A nselmo encontram os adm irable
o al gobierno de la Iglesia, o que están consuelo, no solamente al renovar el
en alguna form a relacionadas con ello, recuerdo de un santo tan devoto de esta
0 “puesto que de la autoridad de la Sede Sede Apostólica, sino tam bién porque
Apostólica dependen la dirección y los ello Nos trae a la memoria, Venerables
consejos de los hijos de la Iglesia” Hermanos, vuestras cartas y tantos
Cómo se haya señalado Anselmo en otros testimonios de vuestra unión con
este género de virtud con qué ardor y Nosotros en semejantes luchas y aflic­
fidelidad conservó siempre la unión ciones.
perfecta con la Sede Apostólica, pué­ 17. Unión actual de obispos y fieles
dese tam bién deducir de lo que escri­ con el Romano Pontífice. Es de adm i­
bía en otra ocasión al mismo Pontífice ra r ciertam ente cómo la unión de los
P ascual : “Con cuánto gusto se adhiere Obispos y de los fieles con el Pontífice
mi espíritu, según mis fuerzas, a la re­ Romano se ha venido estrechando cada
verencia y obediencia a la Sede Apos­ vez más íntim am ente al recrudecer las
tólica, lo demuestran las muchas y gra­ tempestades desencadenadas en el co­
ves tribulaciones, conocidas únicamente rre r de los siglos contra el nom bre cris­
por Dios y por mí mismo... Espero que tiano, llegando en nuestros días a h a ­
en esto no mereceré ser reprendido por cerse tan unánim e y cordial, que sólo
Dios. Por lo cual, en cuanto me fuere puede explicarse por la intervención
posible, quiero someter todos mis actos divina. Es esta unión Nuestro m ayor
a la disposición de esta misma autori­ consuelo, así como tam bién es una glo­
dad, para que los dirija, y si fuere ne­ ria y una poderosa defensa de la Igle­
cesario, los enmiende” sia. Pero cuanto m ejor es el beneficio
con tanta m ayor razón es envidiado por
16. Su oración p o r la iglesia. Igual el demonio y odiado por el m undo, el
firm eza de voluntad dem uestran sus cual no tiene idea de nada semejante
hechos, sus escritos y especialmente sus en la sociedad terrena, ni puede expli­
cartas, que Nuestro Predecesor P as­ cárselo por medio de sus razones polí­
cual decía que “habían sido escritas ticas y hum anas, ni considera que es
con la pluma de la caridad” (57). Pero el cum plim iento de la sublime oración
en sus cartas al Pontífice no solamente que Cristo hizo en la últim a cena.
(54) Prov. 21, 28. (57) Libro 11í de las cartas de San Anselmo,
c. 71 (Migue 163 [epist. 84] 105-C).
(55) Cartas, 1, 1, c. 1. (58) Ibid., ep. 37 (Migne 159, 72-B).
(50) Ibid., ep. 5. (59) Libro II de las cartas de S. Anselmo, c. 33.
842 E n c íc l ic a s d el PP. P ío X (1909) 10í>. 18-19

Es pues necesario, Venerables H er­ tiples equivocaciones y contradicciones


manos, que nos esforcemos con todo frecuentes de los incautos fautores de
empeño por custodiar y hacer siempre la novedad, en las cuestiones de orden
más íntim a y cordial esta unión divina especulativo y práctico que son m ás
entre la cabeza y los miembros, sin vitales para el hom bre, y reconocer en
atender a consideraciones hum anas, si­ ello el castigo del orgullo hum ano, que
no teniendo presentes los motivos divi­ se contradice a sí mismo y se hunde
nos, p ara que todos seamos una sola miserablemente, antes de llegar a divi­
cosa en Cristo. Si tendiérem os con to­ sar el puerto de la verdad. Pero ellos,
das nuestras fuerzas a la consecución no han sabido aprovecharse ni siquiera
de este fin, cum plirem os m ejor nuestra de la propia experiencia, para hum i­
misión sublime, que consiste en ser llarse y cam biar de opinión “y abajar
continuadores y propagadores de la la soberbia que se levanta contra la
obra de Cristo y de su reino en la tierra. ciencia de Dios, sujetando su entendi­
Por eso la Iglesia sigue repitiendo en el miento en obsequio de Cristo”
correr de los siglos la am orosa plegaria Más aún, pasaron del uno al otro
del divino Esposo, que es tam bién el extremo, de la presunción al despecho,
deseo más ardiente de Nuestro corazón: siguiendo aquel método de filosofía
“Padre Santo, conserva en tu nombre a que, dudando de todo, lo envuelve todo
los que me diste, para que sean una en las tinieblas. De aquí procedió el
sola cosa como nosotros” ^ . agnosticismo contem poráneo junto con
Pero es necesario este esfuerzo no otras absurdas doctrinas del mismo gé­
sólo p ara oponerse a los asaltos exte­ nero y una infinidad de sistemas con­
riores de aquellos que com baten abier­ tradictorios entre sí y con la recta
tam ente contra la libertad y los dere­ razón. Y con esta diversidad de senten­
chos de la Iglesia, sino tam bién para cia: “se perdieron en sus disquisiciones,
obviar los peligros internos, de que porque creyéndose sabios, fueron he­
antes hicimos mención, al deplorar que chos necios”(Q2\ Mientras tanto, sus
existiese cierta clase de hom bres que se altisonantes discursos, esta nueva cien­
esfuerzan con astucia por destruir en cia que proponían como venida del
sus fundam entos la constitución y la cielo y los m odernos sistemas, lograron
esencia m ism a de la Iglesia, m anchar atraer a muchos jóvenes y apartarlos
la pureza de la doctrina y trasto rn ar del recto camino, en la mism a form a
toda su disciplina. Aun en nuestros días que le ocurrió a A g u s t í n , envuelto por
continúa avanzando el veneno, que ya los errores de los maniqueos. Pero acer­
ha logrado infiltrarse en muchos m iem ­ ca de estos funestos m aestros de la
bros del clero, principalm ente en los insensata sabiduría, de sus intenciones,
jóvenes, como habíam os dicho, inficio­ de sus engaños y de sus erróneos y
nados con esta atm ósfera morbosa, por perniciosos sistemas, hablam os extensa­
la desm esurada m anía de novedad que mente en Nuestra carta Encíclica “Pa-
los precipita al abismo y los sofoca. scencli dominici gregis”, del 8 de Se­
tiembre de 1907.
18. La ciencia positiva, el progreso
material y el agnosticismo moderno. 19. Peligros doctrinarios en tiempo
Además, por una deplorable aberración, de San Anselmo. Baste hacer notar
sucede que los progresos en las ciencias ahora que si los peligros que entonces
positivas y en la prosperidad m aterial, recordábam os son más graves y más
buenos por su naturaleza, dan ocasión inm inentes en nuestros días, no son sin
y pretexto a m uchos ingenios débiles, embargo enteram ente distintos de los
dispuestos al erro r por las pasiones, p a­ que am enazaban la doctrina de la Igle­
ra levantarse contra la verdad divina sia en los tiempos de A n s e l m o . Hemos
con una intolerable soberbia. Estos ta ­ de procurar adem ás encontrar en la
les deberían m ás bien recordar las múl- 601 obra del Santo Doctor una ayuda y un
(60) Juan 17, 11. (62) Rom. 1, 21, 22.
(61) II Cor. 10, 4, 5.
106, 20 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R e r u m ” 84 3

consuelo semejantes p ara la tutela de como detesta la presunción de los p ri­


la verdad, como lo encontram os en su meros míe, “ hincha como un odre por
fortaleza apostólica, p ara la defensa de el espíritu de vanidad...” (así lo repren­
la libertad y de los derechos. dió Gregorio IX en época posterior),
P ara no recordar ahora detallada­ porque “pretenden más de lo justo fun­
m ente todas las condiciones intelectua­ dar la fe sobre razones naturales, adul­
les del clero y del pueblo de aquella terando la palabra de Dios con las fan­
rem ota época, era entonces singular­ tasías de los filósofos”(64>; así también
mente peligroso un doble exceso en el reprueba la negligencia de los segundos,
cual solían incu rrir los hom bres de demasiado ajenos a los estudios racio­
aquel tiempo. nales y que no se preocupan “de avan­
Algunos más ligeros y vanidosos, im ­ zar, por medio de la fe, a su compren­
buidos de una erudición superficial, se sión”(65\ principalm ente cuando deben,
vanagloriaban, más de lo que puede por la obligación de su oficio, defender
creerse, de ese cúm ulo de conocim ien­ la fe católica contra los errores que se
tos. Estos, seducidos por esta vana es­ levantan por todas partes.
pecie de filosofía y de dialéctica, a la
que se daba el nom bre de ciencia, des­ 20. L um brera de ciencia sagrada.
preciaban las autoridades sagradas, Sus enseñanzas. Puede decirse que p a ­
“con criminal temeridad se atrevían a ra llevar a cabo esta defensa fue pro­
disputar contra cualquiera de los dog­ movido Anselmo por Dios, el cual con
mas que profesa la fe cristiana, y con el ejemplo, con la palabra y con los
afirmar como absurdo todo aquello que escritos, mostrase el camino seguro,
no podían comprender antes que con­ abriese, para provecho de todos, las
fesar con humilde sabiduría que po­ fuentes de la sabiduría cristiana, y
dían existir muchas cosas que ellos eran fuese el guía y la norm a de aquellos
incapaces de entender. Porque suelen m aestros católicos que después de él
algunos, apenas han comenzado a en­ “enseñaron las sagradas letras según el
greírse con una ciencia que todo io método escolástico”(GGK P or eso no sin
presume de sí misma, — ignorando que razón se lo ha estimado y tenido siem­
si alguno cree que sabe algo, no conoce pre como su precursor.
aún de qué manera lo debe saber—, No pretendem os afirm ar con esto que
antes de poseer las alas espirituales me­ el santo D octor de A osta haya llegado
diante la solidez en la fe, levantarse desde el prim er momento a lo más
presuntuosamente a las cuestiones más elevado de la especulación teológica o
altas de la misma fe. De donde proviene filosófica, ni que haya obtenido una
que mientras se esfuerzan por subir fam a igual a la de los dos eximios
antes de tiempo y por medio del enten­ maestros, S anto T omás y S an B uena ­
dimiento, por el mismo entendimiento ventura . Los frutos que luego se si­
se ven obligados a descender a toda cla­ guieron de la sabiduría de éstos últi­
se de errores”(63). Ejem plos semejantes mos, no m aduraron sino con el tiempo,
contem plam os tam bién a cada paso en y m ediante el concurso y el trabajo de
nuestros días. m uchos doctores. El mismo Anselmo,
Otros, por el contrario, de ánimo tí­ tan modesto, como es propio de los
mido y apocado, atem orizados por la verdaderos sabios, al mismo tiempo que
caída de muchos que naufragaron en la docto y de agudo ingenio, no publicó
fe y por el peligro de la ciencia que ninguno de sus escritos a no ser que
hincha, pretendían excluir toda filoso­ se ofreciese la ocasión, o se viese obli­
fía, si no ya toda discusión y estudio gado a ello por la superior autoridad.
razonado sobre la doctrina sagrada. Por lo demás, declara en ellos “que si
E ntre ambos excesos se encuentra en ha escrito algo que deba ser corregido,
medio el uso de la Iglesia, la cual, así*61 no se opone a que se efectúe la en-
(63) S. Anselmo, De fide Trinitatis, cap. 2. (85) Libro II de las cartas de S. Anselmo, c. ti.
(61) Greg. IX. Carta Tacti dolore cordis a los (66) Brev. Rom., día 21 de Abril.
teólogos de París, 7 de Julio de 1228.
fS 4 4 E n c íc l ic a s del PP. P ío X (1909) 106, n
mienda si es razonable hacerlo” (67>; 21. La Razón y la Fe. Estudios filo­
más aún, cuando se trata de una cues­ sóficos y teológicos. Ni son menos
tión controvertida y que no pertenece oportunas en nuestros tiempos aquellas
al depósito de la fe, no quiere que el palabras con que critica a esos falsos
discípulo ‘'se adhiera a ella de tal ma­ filósofos, “los cuales, como no pueden
nera que a toda costa la defienda, si entender aquello que creen, disputan
es que alguno pudiere probar la false­ contra la verdad de la misma fe confir­
dad de esas opiniones y establecer las mada por los Santos Padres; como si
contrarias con argumentos mejores; lo los murciélagos y los buhos, que única­
379 cual, si ocurriere, dice, no negarás que mente ven el cielo por la noche, dispu­
ello nos ayudó por lo menos para el tasen de los rayos del sol del medio día,
ejercicio de la discusión Ú68). con las águilas que lo miran de hito en
Sin embargo Anselmo logró m ucho hito”(71K Por lo tanto, condena aquí y
más de lo que él mismo u otros habrían lo mismo en otro lu g ar (72\ la perversa
esperado de sí. Fue tanto lo que adelan­ opinión de aquellos, que exagerando el
tó, que la gloria de los doctores que campo de la filosofía, le atribuían el
luego vinieron, y aun la del mismo T o ­ derecho de invadir los dominios de la
más de A quino , no oscureció la fam a teología. El egregio doctor, oponiéndose
de su precursor, aunque el angélico a esta insensatez, señala m uy bien los
doctor no haya aceptado m uchas de las límites propios de cada una de estas
conclusiones de aquél, o bien las haya ciencias, e insinúa suficientemente cuál
refundido enteram ente y con m ás p re­ debe ser el oficio de la razón respecto
cisión. Pero Anselmo tiene el m érito de de las cosas de la fe: “Nuestra fe, dice,
haber abierto el camino a la especula­
ción, de haber disipado los tem ores de
se ha de defender por medio de la ra­
los que vacilaban, de haber apartado zón contra los impíos”. Pero, ¿en qué 381
los peligros de los incautos y los daños form a y hasta dónde? Nos lo dicen las
que provenían de los que cavilaban palabras que se siguen: “Hay que de­
exageradam ente, que son justam ente mostrarles a éstos, por medio de la
llamados por él: “aquellos dialécticos razón cómo nos desprecian contra toda
de nuestros días, mejor dicho, los que razón’ Por tanto, el principal oficio
son herejes por la dialéctica”(69\ en de la filosofía es dem ostrar cuán con­
los cuales la razón era esclava de la form e a la razón es nuestra fe, y lo que
imaginación y de la vanidad. a ello se sigue, a saber, el creer a la
Contra estos últimos hace notar que autoridad divina que nos propone m is­
“aunque se debe exhortar a todos que terios profundísim os, los cuales, debido
entren con grandísimo cuidado en las a los m últiples indicios de credibilidad,
cuestiones de la Sagrada Escritura, es­ “son enteramente dignos de fe”.
tos dialécticos de nuestros días... deben
Muy diverso es el fin peculiar de la
ser alejados por completo de la discu­
sión de los asuntos espirituales”. Y la teología cristiana, la cual se funda so­
razón que luego añade es m uy oportu- bre el hecho de la revelación divina, y
380 na p ara los que hoy día los imitan, confirm a en la fe a aquellos que con­
repitiendo los mismos errores: “Porque fiesan gozarse con el nom bre de cris­
en sus cdmas, la razón, que debe ser la tianos; es decir, “que ningún cristiano
reina y el juez de todas las cosas que debe poner en duda lo que la Iglesia
hay en el hombre, se encuentra de tal católica cree con el corazón y confiesa
manera enredada por las imágenes ma­ de palabra, sino que conservando siem­
teriales que no puede verse libre de pre firmísimamente la misma fe, amán­
ellas, ni es capaz de distinguir entre dola y viviendo según ella, debe con
éstas, aquellas cosas que solamente ella humildad procurar, en cuanto le fuere
debe contemplar” (70\ posible, investigar las razones de lo que
(67) Cur D e u s H o m o , lib r o II, c. 23. (71) Ibid. (Migne 158, col. 264-A).
(68) “ D e G r a m m a t i c o " , c. 21, al final. (72) Libro II de las cartas de S. Anselmo, c. 41.
(69) D e f i l i e T r i n i t a t i s , c. 2. (73) Ibid. (Migne 158, col. 1193-C).
(70) Ibicl. (M ig u e 158, 265-1?).
106, 22 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R er u m ” 845

cree. Si puede entenderlo, dé gracias a 22. Solidez en los estudios y males


Dios; de lo contrario, no ataque lo que que se pueden seguir de la falta de
no comprende, sino abaje humildemen­ ésta. Con estos y sem ejantes principios
te su cabeza” estableció A n s e l m o los fundam entos só­
P or tanto, cuando los teólogos inda­ lidos de los estudios filosóficos y teoló­
gan o los fieles buscan razones respecto gicos; los mismos fueron por él p ro ­
de la fe, ello no es p ara basar en ellas la puestos como régimen de los estudios
para el futuro, los cuales después otros
fe, la cual tiene por fundam ento la
sapientísimos varones, príncipes de la
autoridad de Dios que lo h a revelado;
escolástica, y en prim er térm ino S a n t o
es a saber, como dice S a n A n s e l m o : T o m á s d e A q u i n o , acrecentaron, ilus­
“así como el recto orden exige que traro n y perfeccionaron para gran glo­
creamos en los altísimos misterios de ria y defensa de la Iglesia.
la fe cristiana, antes de pretender dis­ Gustosamente hemos hecho mención
cutirlos con nuestra razón: así también, de este mérito de A n s e l m o , Venerables
me parece que es falta, si luego de ha­ Hermanos, porque nos dieron la oca­
ber sido confirmados en la fe, no nos sión que deseábamos de exhortaros a
esforzamos por comprender aquello que que procuréis conducir nuevam ente a
creemos”74(75)76. Se refiere aquí A n s e l m o la juventud, sobre todo del clero, a las
a aquella inteligencia de que habla el salubérrim as fuentes de la sabiduría
C o n c il i o V a t i c a n o (76>; pero como el cristiana, abiertas prim ero por el doc­
mismo santo dice en otro lugar: “Aun­ tor de Aosta, y enriquecidas luego so­
que después de los Apóstoles, muchos brem anera por S a n t o T o m á s d e A q u i -
de nuestros Santos Padres y Doctores, n o . Sobre lo cual deseamos que no se
dicen tantas y tan grandes cosas de la echen en olvido las instrucciones de
razón de nuestra fe... no han podido, Nuestro Predecesor L e ó n XIII, de feliz
sin embarao decir todo lo que habrían m em oria (78), y las Nuestras, sobre las
dicho, si hubiesen vivido durante más cuales hemos insistido tantas veces, y
tiempo; y por otra parte, la razón de la principalm ente en la ya m encionada
verdad es tan amplia y tan profunda, Encíclica “Pascendí dominici gregis” 384
que no puede ser agotada por los mor­ del día 8 de setiembre de 1907. Con de­
íales, y además, el Señor no cesa de m asiada claridad se confirm a cada día
impartir los dones de su gracia en su más por la triste experiencia el daño
Iglesia, con la cual ha prometido estar y la ruina ocasionados por el descuido
de estos estudios, o por haberlos reali­
hasta el fin de los siglos. Y omitiendo zado sin un método fijo y seguro, como
ahora otros lugares donde la Sagrada quiera que no pocos, aun entre el clero,
Escritura nos invita a investigar la antes de haber obtenido la suficiente
razón, aquél en donde nos dice: “si no idoneidad y preparación para ello, se
creyereis, no comprenderéis”, nos indi­ arrogaron el derecho de discutir “las
ca claramente su intención de hacer más cdtas cuestiones de la fe”^ \ De­
extensivo este asunto a la inteligencia, plorando esto junto con A n s e l m o que­
ya que nos enseña la manera de pro­ remos repetir sus serias recom endacio­
gresar en ella”. Ni ha de hacerse caso nes: “Nadie pues, se entregue temera­
omiso de la razón que añade en último riamente a las intrincadas cuestiones
térm ino, a saber, “que entre la fe y la de las cosas divinas si no ha adquirid
visión, se encuentra en medio la inteli­ primero, con la solidez de la fe, la esta
gencia que podemos tener en esta vida bilidad en sus costumbres y en la cien­
de los misterios, y por tanto, cuanto cia, no sea que discurriendo con incau­
más adelantare cdguno en ésta, tanto ta ligereza por los múltiples desvíos de
más se acercará a aquélla, que todos los sofismas, se vea enredado en errores
anhelamos” de los cuales le sea luego muy difícil
(74) De fide Triniialis. c. 2. (77) De fide Triniialis. Prólogo.
(75) Cur Deus homo. j. J, c. 2. (78) Encíclica Aeierni Patris, i de Agosto 1879.
(76) Constit. Dei Filius, c. 4. (79) De fide Triniialis, c. 2.
846 E n c íc l ic a s del PP. Píe X (1909) 106, 23

librarse”(80). Si a esta ligereza se añ a­ Dios debemos hacernos pequeños para


den luego los incentivos de las pasiones, conseguir la sabiduría... Quitadas la fe
como suele acontecer, síguese entonces y la obediencia a los mandamientos
la ruina total de los estudios serios y divinos, no sólo se ve impedida la inte­
de la integridad de la doctrina. Porque ligencia de llegar a comprender las ver­
hinchados con esa necia soberbia que dades más elevadas, sino que aún se
lam enta S an Anselmo en los dialécticos pierde a veces el talento concedido y
herejes de su tiempo, desprecian la hasta la misma fe, si se descuida la bue­
autoridad de la Sagrada E scritura y de na conciencia”(83K
los Santos Padres y Doctores, respecto
de los cuales por el contrario, un talen­ 23. E xhortación final. Por lo tanto,
to más modesto repetiría las respetuo­ si estos hom bres inquietos continúan
sas palabras de Anselmo: “Ni en nues­ obstinados en esparcir los motivos de
tros tiempos, ni en el futuro, esperamos disensiones y de errores, en disipar el
ver otros semejantes a ellos en la con- patrim onio de la doctrina sagrada de la
385 templación de la verdad” (S1). Iglesia, en im pugnar la disciplina, en
Ni hacen m ayor aprecio de la auto­ despreciar las costum bres más venera­
ridad de la Iglesia y del Sumo Pontífice bles, “siendo una especie de herejía el
que se esfuerzan por volverlos al buen pretender destruirlas”(84\ y en abatir
camino, a pesar de que en sus palabras desde sus fundam entos la m ism a cons­
se m uestran m uy generosos en declarar titución divina de la Iglesia; con tanto
su sujeción a ellos, porque esperan que m ayor cuidado debemos nosotros, Ve­
defendiéndose en esta form a obtendrán nerables Herm anos, vigilar y alejar de
crédito y protección. Apenas pueden nuestra grey, sobre todo de su parte
entreverse fundadas esperanzas de que más delicada, que es la juventud, una
éstos vuelvan al recto camino ya que peste tan perniciosa. Esta gracia pedi­
niegan la obediencia a aquel a quien mos incesantem ente a Dios, interpo­
“la divina Providencia ha entregado... niendo el valioso patrocinio de su
como a señor y padre de toda la Iglesia Augusta Madre, y la intercesión de los
que peregrina en la tierra, la custodia bienaventurados habitantes de la Igle­
de la vida y de la fe cristianas y el go­ sia triunfante, especialmente de S an
bierno de la Iglesia; y por tanto, donde Anselmo, astro resplandeciente de cris­
quiera que surja en la Iglesia algo en tiana sabiduría, guardián incorrupto y
contra de la fe católica, a nadie perte­ valiente defensor de todos los sagrados
nece con más justicia el enmendarlo, derechos de la Iglesia. Al mismo que­
que a su autoridad; ni nadie con más remos dirigirnos con las palabras que
seguridad puede corregir el error, como cuando aún vivía en la tierra, le escri­
su prudencia”(82\ bió Nuestro Santo Predecesor Grego­
Y ojalá que estos pobres extraviados rio VII: “Como quiera que el olor de
que tienen siempre prontas las herm o­ tus buenas obras ha llegado hasta nos­
sas palabras de sinceridad, de concien­ otros, damos gracias a Dios y te abra­
cia, de experiencia religiosa, de fe sen­ zamos de corazón en el amor de Cristo,
tida y vivida, com prendiesen los sabios teniendo por cierto que merced a tus
consejos de Anselmo y procediesen se­ ejemplos ha progresado la Iglesia de
gún su ejem plo y doctrina, y sobre to­ Dios, y que por tus oraciones y las de
do, ojalá que grabasen profundam ente los que son semejantes a ti, podrá ser
en sus corazones estas palabras: “En también librada de los peligros que la
primer lugar debe purificarse el cora- amenazan viniendo en su ayuda la mi­
386 zón por medio de la fe... y se han de sericordia de Cristo. Asimismo, pedimos
iluminar los ojos mediante la observan­ a tu caridad que niegues asiduamente
cia de los preceptos del Señor... y con a Dios a fin de que salve a su Iglesia y
humilde obediencia a los testimonios de a Nosotros, que aunque indignos la go-
(80) Ibid. (Migne 158, 2G5-A). (83) Ibid. (Migne 158, 254-A y B).
(81) Ibid. Prólogo (Migne 158, 260-C). (84) San Anselmo, De nuptiis cousanguineorum,
(82) Ibid. (Migne 158, 261-B y C). cap. 1 (Migne 158, col. 557-B).
io e , 23 E n c íc l ic a “C o m m u n iu m R er u m ” 847

bernamos, de los inminentes ataques de todo afecto en el Señor Nuestra bendi­


los herejes, y para que a éstos, abando­ ción apostólica, como prenda de la gra­
nando sus errores, los conduzca al ca­ cia divina y testimonio de Nuestra espe­
mino de la verdad”^S5). cial benevolencia.
Sostenidos con estos auxilios y con­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
fiados en vuestra correspondencia, a en la festividad de S a n A n s e l m o , día
todos vosotros, Venerables Hermanos, 21 de abril de 1909, en el año sexto de
al clero y al pueblo entregado a cada Nuestro Pontificado.
uno de vosotros, os im partim os con *31 PIO PAPA X.
(85) Libro II de las cartas de S. Anselmo, ep. gorio VII a Anselmo cuando era aún abad de
31 (Migue 113 [epist. 50, extra registr., de Gre- Santa María du Bec] col. 696-C y D).
-jLcrr

ENCICLICA “E D IM S^EPE DEI ORE”(*}


(26-V-1910)

ENCICLICA DEL SANTO PADRE EN EL TERCER CENTENARIO


DE SAN CARLOS BORROMEO

PIO PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Introducción. La Santidad y los los con júbilo, sino tam bién dignos de
^57 Santos. Las sentencias m uchas veces imitarse, y tiene esta intención de exci­
m anifestadas por boca de Dios y expre­ tarnos a la virtud aquella voz que re ­
sadas casi de este modo de que la m e­ suena en las palabras paulinas: í(sed
m oria del justo ha de ser eterna en mis imitadores como yo lo soy de Cris-
alabanza y de que el mismo hable aún
después de m uerto(1), se confirm an de P or ello, Venerables Hermanos, Nos­
un modo evidente en la costum bre y otros, — que al ascender al Pontificado,
enseñanza de la Iglesia. constante en que íetodas las cosas sean
Pues esta m adre y nodriza de la san­ instauradas en Cristo”—, después de
tidad, robustecida por juvenil vigor y Nuestra prim era Encíclica(5\ hemos
conducida siempre por la inspiración dedicado Nuestra principal atención en
del E spíritu Santo, “a causa de su espí­ que todos, unidos a Nosotros fijaran su
ritu que habita en nosotros” así co­ m irada en el Apóstol y Pontífice de
mo sola ella da a luz, nutre y reúne nuestra religión. ...en Jesucristo autor
bajo sus brazos el nobilísimo linaje de consumador de la /e (6).
los justos, así tam bién, por el instinto Pero como nuestra flaqueza suele ser
de su m aternal am or, se m uestra sobre tal que nos aterram os fácilmente ante
todo solícita en recordarlos y h o n ra r­ la m agnitud de tan gran modelo, la
los. providencia de Dios nos ha propuesto
Con motivo de este noble recuerdo se un modelo distinto a nosotros, que se
llena de dulce suavidad y se levanta por acerca a Cristo en lo hum anam ente po­
sobre la contem plación de las miserias sible, y al mismo tiempo se adapta a
de esta m ortal peregrinación, al ver nuestra debilidad; es la Beatísima Vir­
que aquellos bienaventurados son “,su gen, la Augusta Madre de Dios(7).
alegría y su corona”: porque ve en ellos Habiéndose presentado diversas oca­
la altísim a imagen de su celestial Espo­ siones para ho n rar la m em oria de los
so; porque con nuevos testimonios con­ santos del cielo, ponemos a la común
firm a a sus hijos las antiguas palabras adm iración estos fieles siervos y dis­
de que: todas las cosas contribuyen al pensadores en la casa del Señor, y, se­
bien de los que aman a Dios; de aque­ gún el lugar de cada uno, amigo y fa ­
llos que El ha llamado según su decreto miliares del Señor, quienes (ípor la fe
para ser santos(3). vencieron los imperios, hicieron justi­
Ahora bien los preclaros hechos de cia, y se hicieron dignos de las prome­
estos justos, no son sólo p ara recordar­ sas”^ , a fin de que guiados por sus
(*) AAS. 2 (1910) 357-380. Traducción especial para la l íl cd. Al texto original sigue en AAS. f2
(1910) 381-403] su “ vers'ón italiana” . — Lo s n ú m e r o s m a r g i n a l e s corresponden a las páginas del
texto original en AAS, Vol. 2. (P. H.)
(5) Litt. Encvcl. “ E suprem i” die 4 m. Octobr
(1) Ps. 111, 7: Prov. 10, Ilebr. 11, 4. 1903.
(2) Rom. 8, 11. (6) Ilebr. 3. 1; 12, 2-3.
(3) Rom. 8. 28. (7) Litt. Encvcl. “Ad diem illum ” die 2-11-
1901.
(1) I Cor. 4, 16. (8) Ilebr. 11, 33.

— 848 - -
107, 2 E n c íc l ic a “ E d it a e Saepe1 849

ejemplos “ya no seamos niños fluctúan- nosotros hace poco, y por la admirable
tes, ni nos dejemos llevar acá y allá, de obra de su dispensación estableció sobre
iodos los vientos de opiniones munda­ la fortaleza de la Apostólica piedra una
nas, por la malignidad de los hombres gran luminaria, habiendo elegido para
que engañan con astucia para introdu­ ello de entre la grey de su sacrosanta
cir el error; antes bien, siguiendo la Iglesia Romana a Carlos, sacerdote fiel,
verdad del Evangelio con caridad, en siervo bueno, modelo de súbditos y
todo vayamos creciendo en Cristo que modelo de Pastores. Santo que, honran­
es nuestra cabeza” (9). do toda la Iglesia con los múltiples
Este santo consejo de la divina P ro ­ fulgores de sus santas obras, brillaba
videncia h a sido realizado, como he­ entre los sacerdotes y el pueblo como
mos m ostrado, en modo especial en tres un Abel inocente, como un Enoch cas­
varones, dignos pastores y doctores que tísimo, como el sufrido Jacob, como un
han aparecido en distintas edades, pero Moisés mansísimo, como Elias el del
siempre en épocas de crisis p ara la ardiente celo. Santo que en medio de
Iglesia. las comodidades se proponía la imita­
ción de los castigos corporales de Jeró­
Estos son Gregorio Magno , Juan nimo, la humildad más profunda de
Crisóstomo y Anselmo Augustano cu­
Martín, la pastoral solicitud de Grego­
yos solemnes centenarios se celebran rio, la libertad de Ambrosio, la caridad
por estos años. de Paulino; y finalmente se mostraba
Además, en dos Encíclicas, con fecha a nuestra consideración como hombre
12 de Marzo del año 1904, y de 21 de que pudiéramos ver y palpar, crucifi­
Abril de 1909, hemos expuesto am plia­ cado al mundo en medio de sus mayo­
mente los puntos capitales de doctrina res halagos, que vive sólo para el espí­
y los preceptos de la vida cristiana, del ritu, que desprecia lo terreno y se preo­
modo que nos parecieron más o portu­ cupa de continuo de las cosas celestiales
nos p ara estos tiempos, habiéndolos y que imita en la tierra, no sólo en sus
escogido de entre los ejemplos y las ministerios sino también en su espíritu
enseñanzas de los santos. y en su obra, la vida de entre vos­
otros”(11).
2. San Carlos Borroineo, Santo con­ Esto lo decía aquel Predecesor Nues­
form e a las necesidades de los tiempos. tro cinco lustros después de la m uerte
Pero como estamos persuadidos de que de Carlos. Pero ahora, a 300 años de
para mover a los hombres los admira­ los honores sagrados a él concedidos,
bles ejemplos de los soldados de Cristo “con razón Nuestra boca está rebosante 360
son mucho más poderosos que las pala­ de alegría y Nuestra lengua de alaban­
bras y las exquisitas disertaciones^10^; zas en el día insigne en el cual hemos
aprovecham os esta feliz oportunidad de concedido por la inspiración de Dios a
m ostrar las saludables huellas seguidas Carlos los sagrados honores de Carde­
por otro santísimo pastor, a quien Dios nal Presbítero de la Santa Iglesia Ro­
excitó adaptado a las necesidades de mana para imponer a su Unica Esposa
estos tiempos, y casi agitado por esas una nueva corona, adornada de todas
mismas borrascas; Nos referim os a las piedras preciosas”.
Garlos B orromeo, Cardenal de la San­ Tenemos la m isma confianza que
ta Iglesia Romana, Obispo de Milán, Nuestro Predecesor, de que por la con­
puesto en el católogo de los santos por tem plación de la gloria del santo varón
P aulo V, de santa memoria. y más por sus enseñanzas y ejemplos
Y esto interesa no poco; ya que, p ara pueda ser debilitada la m aldad de los
usar de las palabras de Nuestro Ante­ impíos y confundidos todos aquellos
cesor: “el Señor, que él solo hace gran­ que “se glorían en las sombras del
des maravillas, se dignó hacerlas con error”
(9) Ef. 1: 11 seq. (11) Ex Bulla “Unigenitus” l-XI-1610.
CIO) E n cytl. “E suprem i” -l-X-1905. (12) Ex cadem Bulla “Unigenitus” .
E ncíclicas del PP. P ío X (1910) l/7 , 3
— —

Y así los honores concedidos a Car ­ Así la suma benignidad de Dios con­
los — que se estableció como modelo de firm a con nuevos argum entos que la
súbditos y pastores de esta época, y fue Iglesia es obra divina, ya porque le
diligente propugnador y autor del m e­ ayuda a vencer el peligro que la gran
joram iento de la disciplina sagrada en aflicción causada por errores y males
contra de los hom bres nuevos, a quie­ que atacan a sus mismos miem bros; ya
nes preocupaba no ya el restablecim ien­ porque da cumplimiento a las palabras
to de la fe y las costum bres sino más de Cristo: “las puertas del infierno no
bien su reform ación y extinción— estos prevalecerán contra e l l a ya porque
honores serán consuelo y enseñanza p a­ com prueba con actos aquello de: “he
ra todos los católicos, los estim ularán aquí que yo estoy con vosotros todos
de modo que todos dediquen sus ener­ los días hasta la consumación de los
gías a la obra, que Nos preocupa, de siglos” ; ya, en fin, porque da testi­
la restauración de todas las cosas en monio de su oculto poder, por el cual
Cristo. “otro Paráclito" prom etido por Cristo
en su ascensión al cielo, desciende cons­
3. Protección del E spíritu Santo so­ tantem ente sobre ella, la protege y la
bre la Iglesia. Tenemos en verdad consuela en toda tribulación; el espí­
pruebas de que la Iglesia siempre ritu “que por siempre permanece con
com batida nunca ha sido privada de ella; el Espíritu de la verdad que el
la consolación divina. Pues “Cristo ¡a mundo no puede recibir, porque no lo
amó y se entregó a sí mismo por ella, ve, ni lo conoce, porque permanecerá
para santificarla y mostrar la gloria de con vosotros y estará entre vos-
Ella, limpia de toda mácula e imper­ otros”(1QK
fección, santa e inmaculada ’í13145) De esta fuente em ana la vida y la
fortaleza de la Iglesia; he aquí por qué
Y más aún, cuanto m ayores sean los ella —como dice el Concilio E cuméni­
abusos, cuanto más poderosos los ata­ co V aticano — construida con carac­
ques del enemigo, cuanto m ayores pe­ teres claros, y “como estandarte levan­
ligros de total ruin a parecen atraerle tado entre las naciones", se distingue de
las insidias del error, de modo tal que cualquier otra sociedad (17>.
precipitan al abismo del vicio y la im ­ Y si no fuera por el prodigio del po­
piedad a no pocos hijos que se han der divino no se vería que, en medio del
apartado de su seno, tanto m ás evi­ libertinaje y la defección de sus miem ­
dente aparece la protección del E spí­ bros, la Iglesia, que es el cuerpo m ís­
ritu Santo. tico de Cristo, perm anezca siempre fiel
Porque Dios obra de modo que el a la santidad de su doctrina, de sus
error mismo, quieran o no quieran los leyes, y de su fin; que extraiga prove­
impíos, venga a redundar en el triunfo cho e iguales consecuencias de esas
de la verdad, por cuya custodia vigila mismas causas; que coseche frutos
la Iglesia, y obra de modo que la co­ abundantísim os de salud, de la fe y
rrupción venga a acrecentar la santi­ justicia de sus num erosos hijos.
dad, de la cual ella es nodriza y m aes­ Y prueba no menos clara de su vida
tra; y las vejaciones redunden en Nues­ divina la tiene en el hecho de que en
tra “salvación por obra de nuestros medio de la espantosa confusión de
enemigos". impías opiniones y de tan gran núm ero
Y así acontece que cuando a los ojos de enemigos y de errores, ella perm a­
del m undo la Iglesia parece m ás azota­ nece firm e e inm utable, como “colum­
da por la furia de las olas, y casi su­ na y sostén de la verdad", profesando
mergida, entonces se levanta más h er­ una sola doctrina, en una comunión de
mosa, m ás fuerte y pura, resplandecien­ sacramentos, en una constitución divi­
te con el fulgor de las m ejores virtudes. na, régimen y disciplina de costumbres.
(13) Ef. 5, 25 ss. (16) Juan 14, 16 ss. 26: 16, 7 ss.
(14) Mat. 16, 18. (17) Scssio III, cap. 3 (D enzinger.nr. 17ÍM).
(15) Mat. 28, 20.
1 0 7 , 4-5 E n c íc l ic a “ E d i t a f . S a e p f .” 851

Y esto es más digno de adm iración, pués del prim er choque, pues, se llegó
porque ella no sólo resiste al mal, sino a una triple lucha, de la cual la Iglesia
que tam bién “vence al mal con el bien”, salió siempre invicta y salva; esto es,
ni deja de bendecir a amigos y enem i­ las cruentas batallas de la prim era épo­
gos y se esfuerza en sus deseos de que ca, luego la calam idad de los internos
tam bién la com unidad y cada uno por errores, y finalmente, bajo una preten­
separado se renueve en los preceptos dida reivindicación de la sagrada liber­
cristianos. tad, el azote de los vicios y una desvir-
E sta es su misión en esta tierra, tuación tal de la disciplina, como quizá
cuyos beneficios a sus mismos enem i­ ni en la E dad Media se habría visto.
gos alcanzan. A esta turba de em baucadores Dios
opuso los verdaderos restauradores, y
4. Acción de la P rovidencia en tiem ­ aquellos santos que retardarían la rá ­
pos de Borrom eo. Este adm irable re ­ pida decadencia, apagarían los ardores
flujo de la providencia de Dios, con o rep ararían los daños producidos.
respecto a la obra de restauración p ro ­ La labor incansable y m últiple de
movida por la Iglesia, se deja ver con éstos para restablecer la disciplina fue
claridad, y más en aquella época, que tanto m ás consoladora para la Iglesia
para consuelo de los buenos trajo al con cuanto más graves angustias la
m undo a Garlos B orromeo. En aquel afligían los demás; com probándose la
im perio de las pasiones, en que estaba sentencia: “Dios es siempre fiel, que...
desviado y ensombrecido el conoci­ extrae provecho también de la tenta­
miento de la verdad, m uy larga fue la ción”
lucha con el error, y la sociedad h u ­ E n estas circunstancias llenó de ale­
m ana que se desm oronaba parecía gría a la Iglesia el singular nacimiento
m archar a una grave ruina. — obsequio del cielo— de Carlos B o ­
Surgen además de estas cosas hom ­ rromeo, y la santidad de su vida.
bres soberbios y rebeldes, “enemigos
de la Cruz de Cristo... que ponen el 5. San Garios Borrom eo, restaurador
corazón en las cosas terrenas... cuyo de su época. Tuvo em pero, su m inis­
Dios es el vientre” (1S). terio, por disposición de Dios, un gran
Estos se encam inaban no a reform ar vigor y eficacia no sólo para quebran­
las costumbres, sino a negar los artícu ­ tar la audacia de los sublevados, sino
los de la Fe, todo lo trastornaban, también para enseñar e incitar a los
abrían para sí y p ara los demás un fieles.
ancho camino a la libertad, y huyendo Pues reprim ía los locos atrevimientos
de la autoridad de la Iglesia y de su de aquellos y deshacía sus vanas calum ­
gobierno, en favor de cualquier corrom ­ nias haciendo uso de la más poderosa
pido príncipe o pueblo, en una semi- elocuencia, el ejemplo de su vida y de
tiranía, luchaban por la destrucción de sus actos; y exaltaba, en cambio, la
su doctrina, constitución y disciplina. esperanza de los otros, los fieles, y
Luego, im itando la costum bre de encendía su ardor.
aquellos impíos, cuya es la conm ina­ Y lo que en él fue realm ente adm i­
ción: “¡ay de los que llamáis mal al rable es el hecho de que las cualidades
bien y bien al maü”(1Q\ llam an restau­ de verdadero restaurador, que suelen
ración lo que es tum ulto de rebeldes y estar dispersas y ser diferentes en cada
destrucción de la fe y las costumbres, uno, las tuvo todas desde su juvenil
y a sí mismos llam an restauradores de edad: virtud, consejo, doctrina, autori­
la antigua disciplina. Pero en realidad dad, energía, prontitud; e hizo que to ­
fueron corruptores, porque, después de das se coaligaran para la defensa a él
extenuadas las fuerzas de E uropa por encom endada de la verdad católica con­
las discordias y guerras prep araro n las tra los difundidos errores, — propósito
actuales defecciones y divisiones. Des-*19 tam bién de toda la Iglesia— , avivaba
Í18) Filip. 3, 18, ID. (20) I Cor. 10, 13.
(19) Isai. o, 20.
852 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 07, 6

al mismo tiem po la fe m oribunda y vida, con el cual ejercitaba su espíritu


casi extinguida en muchos, la fortalecía de piedad, su mente en la doctrina, y
con prudentes leyes y resoluciones, su cuerpo para el trabajo, de un modo
restituía la disciplina deshecha, resta­ tal que, joven modesto y hum ilde en
blecía con vigor las costum bres del cle­ extremo, era a modo de dúctil arcilla
ro y del pueblo a la vida cristiana. en manos del Señor, y de su Vicario en
la tierra.
H om bre de Dios y de la Iglesia. Así, Aquellos partidarios de novedades
m ientras llenaba cum plidam ente todas despreciaban este modo de actuar con
las funciones de restaurador, no descui­ la misma necedad que otros, ignorantes
daba en absoluto sus deberes de “siervo de que desde las sombras y el silencio
bueno y fiel” y de gran sacerdote, “que del alm a dócil y piadosa se extraen a
en todos sus días fue grato a Dios y la luz las m aravillas de Dios, y de que
fue hallado justo”; y es del todo digno en aquella ejercitación ha de verse la
de que los hom bres de cualquier cate­ prom esa de una futura elevación; del
goría, ricos lo mismo que pobres, lo mismo modo que en la simiente está
observen como ejemplo, cuya m ayor contenida la esperanza de la mies m a­
gloria es la de Obispo y Pastor, por la dura.
cual, — am oldándose a las palabras del Con todo — como acabamos de ver—
Apóstol P edro— es hecho “por su espí­ la santidad de vida y su obra tan feliz­
ritu modelo del rebaño” (21L mente comenzada, se desarrolló y dio
Y no menos adm irable es el que frutos abundantísim os, cuando “alejado
Carlos, no habiendo cum plido aún los del esplendor y lujo de la Urbe, el buen
20 años, h a y sí alcanzado los mayores operario se aportó a la mies a él enco­
honores; se dedique a tra ta r los grandes mendada (Milán); donde, después de la
y más arduos negocios de la Iglesia; cotidiana labor fielmente cumplida, de­
progresara cada día en perfección, por volvió a aquel campo, devastado y cu­
la contem plación de las cosas divinas, bierto por las malezas y espinos del
por la cual en el sagrado retiro reno­ tiempo, aquel esplendor, que convirtió
vaba su ánim o; y resplendeciera “admi­ la Iglesia de Milán en preclaro ejemplo
rable... ante el mundo, los ángeles, y de disciplina eclesiástica”^212223^.
los hombres”. Tantos y tan grandes resultados ob­
6. S antidad de Carlos desde su ju ­ tuvo conform ando su obra de restaura­
ventud. Entonces, — p ara u sar las p ala­ ción a las norm as poco antes estableci­
bras de Nuestro recordado Predecesor, das por el Concilio Tridentino.
P aulo V— el Señor verdaderam ente Pero la Iglesia, com prendiendo bien
comenzó a m ostrar en Carlos “ su s cuán “inclinados están hacia el mal
maravillas”; sabiduría, justicia, preocu­ los sentidos, y el pensamiento del co­
pación ardiente de prom over el honor razón humano”(2S\ no cesó un solo
divino y el nom bre católico, sobre todo, instante la lucha contra los vicios y
cuidado en restau rar la Fe y la Iglesia errores, “con el fin de que sea destruido
toda, asunto que se ventilaba en aquel el cuerpo del pecado y no sirvamos más
augusto Concilio Tridentino. La gloria al pecado”(24\
del cual es atribuida por el mismo P on­ En esa lucha, del modo que es m aes­
tífice y por toda la posteridad a Caer­ tra para sí y es im pelida por la gracia
los, como varón, que se estableció de­ que “es derramada en nuestros corazo­
fensor acérrim o de él m ás bien que nes por el Espíritu Santo”, así también
fidelísimo ejecutor. Y se obtuvo el éxito tom a como guía de su pensam iento y
no sin grandes vigilias, angustias y tra ­ acción al Doctor de las gentes, que
bajos de toda especie por parte de él. dice: “Renovaos, pues, ahora en el espí­
Esto no era, sin embargo, más que ritu de vuestra mente” (25>. “Y no que­
una preparación y un ejercicio para la ráis conformaros con este siglo, antes
(21) I Petr. 5, 3. (21) Rom. 6, G.
(22) Bulla “ U nigcnitus” . 1610. (25) Ef. 1, 23.
(23) Gen. 8, 21.
107, 7-8 E n c íc l ic a “ E d it a e S aepf/ ’ 853

bien transformaos con la renovación de extrem as conclusiones se deducen de


vuestro espíritu a fin de que experimen­ absurdos antecedentes.
téis lo que es la voluntad de Dios y El origen de las dos calamidades es
cuán buena es, cuán agradable y per­ el mismo; “el enemigo”, que para daño
fecta”^ . de la hum anidad no vigilante “sembró
Hijo de la Iglesia y restaurador ver­ cizaña en medio del trigo”(30>; el cam i­
dadero nunca cree haber llegado a esta no escondido y tenebroso es el mismo;
meta; confiesa con el mismo apóstol y la m archa y la llegada tam bién las
que sólo tiende hacia ella; “Mi única mismas. Pues así como en otro tiempo
mira es, olvidando las cosas de atrás, y aquella prim era fortuna, que según los
atendiendo sólo y mirando a las de éxitos aum enta las fuerzas, incitaba una
adelante, ir corriendo hacia la meta pa­ contra otra las partes de los nobles y
ra ganar el premio a que Dios me llama del pueblo para finalm ente burlarse de
desde lo alto por Jesucristo” (27). am bas y hundirlas; así esta reciente
De allí se sigue que tam bién nosotros derrota agudizó la envidia m utua de
con Cristo en la Iglesia “en todo crez­ pobres y ricos, de modo que cada uno
camos en caridad llegándonos a Cristo descontento con su suerte arrastre una
que es nuestra cabeza y de quien iodo vida miserable y pague la pena m ere­
el cuerpo... recibe el aumento propio de cida por aquellos que no buscan “el
su perfección, mediante la caridadí28); reino de Dios y su justicia” sino que
' y que la Madre Iglesia cada día confir­ están inclinados a estas cosas caducas
me más el propósito de su divina volun­ y pasajeras.
tad esto es, “restaurar en Cristo todas
8. Los males contemporáneos. Y esto
las cosas, cumplidos los tiempos pres­ hace tam bién más grave el presente
critos” (29).
choque, porque m ientras los hombres
7. Los enemigos ele la Iglesia siem­ turbulentos de los tiempos anteriores
bran la cizaña. E n esto no se fijaro n retenían mucjias veces algo verdadero
aquellos autores que pretendían reno­ e inm utable del tesoro de la doctrina
var con sus solas fuerzas la fe, y la revelada, los actuales parecen no que­
disciplina, a cuyos intentos se opuso rer descansar sin antes ver todo en
B o r r o m e o ; ni lo ven m ejor los nuestros, ruinas.
con quienes, Venerables Herm anos, de­ Ahora bien, minado el fundam ento
bemos luchar con valor. de la religión, necesariam ente se resque­
366 Pues tam bién estos desvirtúan la braja la m isma sociedad civil: Es triste
doctrina, las leyes y estatutos de la ese espectáculo para el presente, pero
Iglesia, teniendo siempre ante los ojos temible para el futuro, no porque haya
la preocupación de una hum anidad de temerse por la incolum idad de la
más culta, no porque les interese de Iglesia, de lo cual no perm iten dudar
verdad ese asunto, sino p ara ocultar las promesas divinas, sino por los peli­
más fácilmente con la ostentación de es­ gros pendientes sobre las familias y las
tos títulos la m aldad de sus intenciones. gentes, sobre todo aquellos peligros que
A ninguno de vosotros se le oculta favorecen más el pestífero huracán de
qué es lo que hacen, qué tram an, qué la im piedad, o con más paciencia lo
intención persiguen, y sus propósitos soportan.
han sido por Nos denunciados y conde­ En esta tan im pía y necia lucha, que 367
nados. Y ellos son: la total separación tratan de agitar y agrandar como alia­
por parte de los fieles, de la fe y la dos y poderosos auxiliares a veces aque­
disciplina de la Iglesia, y aquel propó­ llos mismos crue deberían cooperar con
sito, que puso en peligro la época de Nosotros y deberían antes que los de­
C a r l o s , es tanto peor cuanto más se m ás defender Nuestros derechos; a la
oculta y corre casi en las m ism as venas form a m últiple de errores y halagado­
de la Iglesia, y cuanto más sutilmente res vicios, en todos los cuales no pocos
(2G) Rom. 12, 2. (28) Ef. 4, 15, 16.
(27) Fiiip. 3. 13, 14. (29) Ef. 1, 9, 10.
(30) Mnt. 13, 25.
854 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 107- 9

de los nuestros se complacen, encan­ enfermedad de aquella herejía no sólo


dilados por la novedad de doctrinas y no ataque al rebaño a él confiado, sino
llevados por vanas esperanzas de que que aleje de él lo más posible aún toda
la Iglesia puede adaptarse a la opinión sospecha”.
de la época; en todo esto bien com ­ “Si empero lo hubiese ya atacado
prendéis, Venerables H erm anos, que — que Cristo Señor, por su piedad y
debemos resistir con todas nuestras misericordia, no lo permita— trabaje
energías y hacer frente al ím petu del con todas sus fuerzas para rechazarla
enemigo con las mismas arm as que en lo antes posible; u con aquellos que
otro tiempo empleó B orromeo. hubiesen sucumbido a ella, o mostrasen
Prim eram ente — ya que atacan a la señales sospechosas, obre con ellos co­
cindadela, la fe misma, ya sea negán­ mo lo prescriben los cánones y sancio­
dola abiertam ente o combatiéndola nes pontificias”
ocultamente, ya sea alterando su doc­ Ahora bien, no es posible rechazar
trina en sus fundam entos— recordare­ o precaver el contagio, si no se pone
mos estas palabras tantas veces repe­ el máximo cuidado por parte del clero
tidas por Carlos: “El primero y mayor y del pueblo: “Pues la fe entra por el
cuidado de los Pastores debe referirse oído, pero si escucha la palabra de
a aquello que se relaciona con la con­ Cristo”
servación total e inviolable de lo que la
Santa Iglesia Romana profesa y enseña, Hoy, empero, es más urgente la ne­
y sin lo cual es imposible agradar a cesidad de inculcar la verdad en los
Dios”(31K Y lo repite: “En eso... ningún oídos de todos, }^a que por las venas
cuidado será tan grande cuanto se re­ todas de la república, aún donde menos
quiere” (32). se piensa, corre oculto el terrible ve­
neno; de modo que a todos deben lle­
9. La lucha contra la herejía. P or lo gar las razones aducidas por Carlos
cual el fermento de la herejía, que, si con estas palabras: “Los vecinos a los
no se la reprim e, corrompe toda la herejes, a no ser que fuesen firmes e
masa, es decir, a las depravadas teorías inconmovibles en los fundamentos de
que se introducen furtivam ente bajo la fe, deben ser objeto de temeroso
engañadoras apariencias, teorías que en cuidado, no sea que se dejen atraer
conjunto llevan el nom bre de “ moder­ por aquellos hacia las engañosas apa­
nismo”, debe oponerse la integridad de riencias de la impiedad o de su peli­
doctrina, y considerar como Carlos: grosa doctrina” (36>.
“cuán grande debe ser la diligencia y En nuestros días, m ás fáciles los
el cuidado del obispo sobre todo por caminos y comunicaciones, y del mis­
deshacer la herejía”(33K mo modo que el comercio de las demás
No es necesario, por cierto, traer las cosas, se ha acrecentado el de los erro­
demás palabras del santo varón, que res; y entregados a las pasiones liber­
recuerda las sanciones, leyes, penas de tinas, vivimos en una sociedad depra­
los Romanos Pontífices establecidas vada, en que “falta la verdad... y la
contra aquellos Prelados que m ostra­ ciencia de Dios^S7\ m en la tierra que
ban poca diligencia en lim piar la dió­ está desolada... porque nadie hay que
cesis del “fermento de la herética im­ recapacite en su corazón” (3S>.
piedad”. Sin em bargo será de algún Por lo cual Nosotros, para usar las
provecho atender diligentemente a lo palabras de Carlos; “hemos puesto
que de allí concluye. “Por ello, dice, el hasta el presente un gran cuidado, para
obispo debe preocuparse con aquella que todos y cada uno de los fieles de
368 constante solicitud y continua vigilan­ Cristo sean instruidos en los rudimen­
cia primeramente para que la pestilente tos de la fe cristiana” (39>; y acerca de
(31) Conc. Prov. I, sub initium . (36) Conc. Prov. V, Pars I.
(32) Conc. Prov. V, Pars I. (37) Os. 4, 1.
(33) Ibid. (38) Jerem. 12, 11.
(34) Conc. Prov. V, Pars I. (39) Conc. Prov. 5, Pars L
(35) Rom. 10, 17.
107, 10-11 E n c íc l ic a “ E d it a e S a e p e ” 855

esto, dándole una im portancia suma, en los lugares en que con más audacia
hemos escrito una Carta Encíclica (4°). se ataca los derechos de la religión y
Aunque no queremos hacer Nuestro la familia, y se ahoga la voz de la
aquello de que B o r r o m e o , ardiendo en naturaleza que reclam a se respete el
69 un insaciabie celo, se queja, “de que candor y la fe de los adolescentes.
ha adelantado tan poco en asunto tan Decididos a oponernos en lo posible
grave”, no obstante, llevados, lo mismo a esta calam idad acarreada por aquellos
que él “por la magnitud del asunto y que exigiendo obediencia de los demás
del peligro”, queremos estim ular a to ­ la niegan al Soberano Señor de todas
dos a que asem ejándose a C a r l o s , cada las cosas, hemos instado a que sean
uno según sus obligaciones y fuerzas, erigidas escuelas de religión en todas
se unan p ara la obra de la restauración las ciudades.
cristiana. Esta obra, aunque hasta el presente
A este fin recordarán los padres de gracias a vuestros esfuerzos ha prospe­
familia, y los señores, con qué preocu­ rado satisfactoriam ente, sin embargo
pación aquel santísimo pastor los ha es de esperar que progrese cada día
am onestado constantem ente a que no más, es decir, que sus enseñanzas bri- 370
solamente perm itieran, sino que tam ­ lien por todas partes, y tengan en abun­
bién obligaran a sus hijos, domésticos dancia preceptores recomendables por
y criados, a aprender la doctrina cris­ su doctrina e integridad de vida.
tiana.
A los clérigos a su vez no se les esca­ 11. La predicación sacra. A esta sa­
pe de la m em oria que se deben dedicar ludable enseñanza prim aria debe unirse
a dar los rudim entos de la fe, a las íntim am ente el oficio de orador sagrado
autoridades que deben preocuparse de en que son más necesarias las citadas
que abunden estas escuelas, que sean virtudes. Y así las preocupaciones y
acom odadas al núm ero y a la necesidad consejos de G a r l o s en los Sínodos pro ­
de los fieles, y recom endables por la vinciales y diocesanos fueron especial­
probidad de sus maestros, p ara ayudan­ m ente referidos a la form ación de los
tes de los cuales sean elegidos varones predicadores, para que pudiesen desen­
o mujeres honestas, según prescribe el volverse santa y fructuosam ente “en el
mismo Prelado de Milán^41). ministerio de la predicación”. Y lo m is­
mo, tal vez con más razón, nos exigen
10. La escuela n eu tra o laica. La estos tiempos que corren, cuando la fe
creciente necesidad de esta cristiana de tantos hom bres vacila, y no faltan
institución se hace sentir m ás a causa quienes por un deseo de vanagloria se
de estos tiempos y costumbres, y sobre abandonan a la m oda de la época,
todo por las escuelas públicas privadas adulterando la palabra de Dios y sustra­
de toda religión; donde el burlarse de yendo el alimento de vida a los fieles.
las cosas más sagradas podría decirse Por ello, Venerables Herm anos, debe­
que reem plaza a las diversiones; donde mos em plear seria vigilancia p ara que
los labios del maestro y el oído del dis­ el rebaño no sea apacentado por hom ­
cípulo están igualm ente im buidos de bres débiles y sin aliento, sino que sea
impiedad. robustecido con el alim ento de vida por
Hablemos de la escuela que llam an “los ministros de la predicación”, para
— oh gran injuria— “neutra” o “lai­ quienes es aquello: “Ejercemos el cargo
ca”, cuando en realidad no es más que de Cristo, como si Dios exhortase por
un form idable centro de obscuro sec­ nuestros labios: reconciliaos con Dios
tarism o. *42K‘ —por ministros y legados que no
Este nuevo yugo de una m al enten­ obran con astucia ni adulteran la pala­
dida libertad lo habéis denunciado vos­ bra de Dios, sino que en la manifesta­
otros, Venerables Herm anos, con gran ción de la verdad, nos recomendamos
voz y buenas fuerzas, principalm ente 40* a la conciencia de todos los hombres en
(40) S. P í o X, Encícl. “ A c e r b o n i m i s ” , 25-IV- Cll) Conc. Prov. V, Pars I.
1905 (en esta Colecc. Encicl. 95, pág. 729-737). ( i 2) II Cor. 5, 20.
856 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o X (1910) 107, ) 2

la presencia de D i o s — ; ministros sobre los cuales no es posible consoli­


dignos de aprobación, dispensadores dar una renovación.
del bien, de la palabra, de la verdad*(44)45678. Pues por una firme adhesión a la
Ni nos serán de m enor provecho Iglesia y a su cabeza, que es Cristo, no
aquellas norm as santísim as y sum am en­ sólo obtienen de ella la fortaleza en su
te fructuosas que el Obispo de Milán, vida interior, sino que tam bién miden
con las palabras de Pablo, solía enco­ por ella el alcance y modo de su acción
m endar a los fieles: í(por cuanto reci­ exterior, para em prender con éxito la
bisteis la palabra de Dios oyéndola de obra de saneamiento de la sociedad
nosotros: la recibisteis, no como palabra hum ana.
de hombre, sino, según lo es verdadera­ Es empero propio de esta divina m i­
mente, como palabra de Dios que fructi­ sión confiada por siempre a aquellos
fica en vosotros que habéis creído” (45>. que habrán de desem peñar la represen­
De este modo “la palabra de Dios tación de Cristo, “el enseñar a todas las
viva y eficaz y más penetrante quq gentes” no sólo aquello que pertenece
espada” (46> no sólo influirá en la con­ al credo, sino tam bién lo que pertenece
servación y defensa de la fe, sino que a la vida práctica, esto es, como enseñó
tam bién inflam ará los espíritus en p ro ­ Cristo: “observar todo lo que os he
pósitos de virtud, porque “la fe sin mandado” Pues El es “el camino,
obras está muerta” y “no son los la verdad y la vida” (50); que vino para
que escuchan la ley nuienes serán jus­ que los hom bres “tengan vida y la ten­
tos ante Dios, sino quienes la practican gan en abundancia”(5lh
serán justificados” Porque cum plir todos esos cargos
Tam bién en esto es posible ver cuán con la sola ayuda natural es difícil en
distinta es la razón de am bas restau ra­ extremo y aún fuera de nuestro alcance
ciones. Pues los partidarios de la falsa como para poder obtenerlo con sólo
restauración, im itando la inconstancia las fuerzas hum anas. P or esta razón la
de los necios, en su precipitada acción Iglesia tiene unido a su m agisterio el
suelen correr a los extremos, ya sea gobierno de la sociedad Cristiana, y la
predicando una fe desprovista de la obligación de disponerla para la santi­
necesidad de buenas obras, ya sea po­ dad, m ientras sum inistra, por aquellos
niendo el valor de la virtud en la sola que, —cada uno según su estado y obli­
naturaleza, dejando de lado los auxilios gación— se entregan a ella como m i­
de la fe y de la divina gracia. nistros o ayudantes, los instrum entos
P or lo cual los deberes cumplidos aptos y necesarios para la eterna sal­
por una honradez natural no serán sino vación.
simulaciones de virtud, ni serán cier­ Comprendiendo bien esto, los autores
tamente duraderos ni conducentes a la de la verdadera renovación no podan
salvación. los brotes con el fin de preservar a la
La actividad de estos, está dirigida raíz, es decir, no separan la fe de la
no a la restauración de la disciplina, santidad de vida, sino que nutren y sos­
sino a la destrucción de la fe y las tienen a am bas con el hábito de la ca­
costumbres. ridad, que “es el vínculo de perfec­
12. La verdadera restau ración de la ción”
iglesia. P o r el contrario, quienes, si­ Estos, escuchando al Apóstol, “guar­
guiendo el ejemplo de C a r l o s , amigos, dan el depósito”(53\ no para ocultar su
y de ningún modo falaces, de la verdad, noticia y quitar su luz, sino para descu­
se ocupan en la saludable obra de re ­ brir más am pliam ente los saludables
construcción, éstos evitan los extremos, riachuelos que brotan de aquel m an an ­
ni se salen de los fines ciertos, por tial de verdad y vida.
(13) II Cor. 4, 2. (49) Mat. 28, 18, 20.
(44) II Tim. 2. 15. (50) Juan 14, G.
(45) I Thess. 2, 13. (51) Juan 10, 10.
(46) Hebr. 4, 12. (52) Coloss. 2, 11.
(47) Jacob 2, 26. (53) I Tim. 6, 20.
(48) Rom. 2, 13.
107. 13-14 E n c íc l ic a “ E d it a e S a e p e ” 857

En medio de esa abundancia ju n tan ira obediencia y respeto— de la Santa


la doctrina y la práctica, usando de Iglesia Romana, madre y maestra de
aquella para deshacer “las recles del todas las iglesias” (5C).
error”, y de ésta p ara aplicar los p re­ Esta voluntad la tuvo tanto más
ceptos en las costum bres y actos de la sujeta cuanto más progresaba cada día
vida. en la perfección de su laboriosa vida, y
nb sólo m ientras ocupó la cátedra de
13. La observancia de las enseñanzas P e d r o s u tío paterno, sino tam bién
y leyes de la Iglesia. Con ello adap tan cuando la ocupaban los sucesores de él,
y se procuran todos los instrum entos Pío V y G r e g o r io XII a quienes, así
necesarios a un fin, ya p ara la extirpa­ como los favoreció en la elección al
ción del pecado, ya “para la mayor Pontificado, así tam bién se les asoció
perfección de los santos, en la obra del como poderosa ayuda en los asuntos
ministerio y en la erección del Cuerpo más graves, y respondió con creces a
de Cristo”^ . las esperanzas que habían depositado
A esto se refieren los estatutos, cáno­ en él.
nes y leyes de los Padres y Concilios; En modo especialísimo se entregó a
a ello aquellos auxilios que le prestan la voluntad de ellos en disponer lo que
la doctrina, el gobierno y toda clase de tenía relación con el fin que se había
apoyo; a ello finalm ente se refieren la propuesto, es decir, con la restauración
disciplina y la actividad toda de la de la disciplina sagrada.
Iglesia.
A estos m aestros de la fe y la virtud, 14. La reform a del clero y las cos­
con los ojos y el ánimo atentos, observa tum bres del pueblo. E n esto estuvo
el verdadero hijo de la Iglesia, que tiene com pletam ente exento del ingenio de
el deber de su propia enm endación y aquellos que ponen las apariencias de
la de los demás. un ardiente celo sobre su obstinación.
En estos autores, que tan frecuente­ Así, comenzando “el juicio en la casa
mente recuerda, se apoya B o r r o m e o del Señor”(57), ante todo puso su aten­
para restau rar la disciplina de la Igle­ ción en conform ar la disciplina del
sia; como cuando escribe: “Nosotros, clero a leyes fijas; por lo cual favoreció
siguiendo la vieja tradición y autoridad los seminarios de alum nos con órdenes
de tos santos Padres y sagrados Conci­ sagradas, instituyó las congregaciones
lios, principalmente del Ecuménico de de sacerdotes llam adas “oblatos”, adap­
Trento, hemos establecido muchas pres­ tó las familias religiosas tanto antiguas
cripciones sacadas de aquellos nuestros como las recientes, reunió concilios, con
anteriores Concilios Provinciales”. apoyo que obtuvo de todas partes ase­
Asimismo confiesa haberse conduci­ guró y aum entó la obra comenzada.
do en las resoluciones p ara reprim ir la En seguida con no m enor entusiasmo
pública corrupción “por el derecho y puso m anos a la obra de enmendación
sacrosantas sanciones de los sagrados de las costumbres del pueblo, aplican­
Concilios y en especial por los decretos do a sí las palabras en otro tiempo
del Concilio Tridentino”(5~ó. dichas al profeta: “he aquí que hoy te
No satisfecho con esto, p ara preca­ he constituido... para que arranques y
verse m ejor de toda posible desviación destruyas, para que aniquiles y desba­
de aquella norm a, concluye de este rates, para que edifiques y plantes”(°SK
modo sus resoluciones de los Sínodos Por lo cual el buen Pastor, purificando
provinciales: “Todo lo que por Nos­ él mismo y no sin trabajo las iglesias
otros ha sido resuelto y realizado en de la provincia, a semejanza del divino
este Sínodo provincial lo sujetamos pa­ Maestro “pasó haciendo bien y sanan­
ra cualquier enmienda y corrección a do” las heridas del rebaño; trató por
la autoridad y juicio — dignos de nues-54* todos los medios de quitar y librar de
(54) Eph. 4, 12. (57) I Petr. 4, 17.
(55) Conc. Prov. V. Pars I. (3S) Jer. 1. 10.
(50) Conc. Prov. VI sub finem.
858 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 107, 15-16

los perjuicios que habían sobrevenido to”^ \ sino “manso y humilde de co-
a causa de la ignorancia o negligencia razón”(G~}K
de las leyes; a las íepravadas teorías y Este recibirá la aprobación de Dios
a la creciente ola de vicios opuso como y obtendrá frutos abundantísim os de
diques las escuelas p ara niños y los salvación.
colegios p ara jóvenes por él abiertos; En esto se distingue además uno del 37*
florecen sociedades Marianas, que antes otro, en que aquel apoyándose sólo en
había visto nacer en Roma; son abier­ las fuerzas hum anas “confía sólo en el
tos albergues p ara niños huérfanos; hombre y pone su brazo al servicio de
asilos p ara las pobres m ujeres abando­ las cosas casuales”^ ; éste en cambio
nadas, p ara las viudas, y demás nece­ pone toda su confianza en Dios, lo
sitados, enferm os o ancianos, tanto va­ espera todo, su fuerza y fortaleza, de
rones como m ujeres; defiende a los El y de la ayuda sobrenatural, repitien­
pobres de la insolencia de los señores; do las palabras del Apóstol: “Todo lo
y así lo vemos entre otras num erosas puedo en aquel que me conforta” (67>.
obras de esta índole. El varón fiel busca estos auxilios,
Esto lo realizó de u na m anera com ­ que Cristo trajo con abundancia, en m e­
pletam ente distinta a la costum bre de dio de la Iglesia para la salvación de
aquellos que en la renovación que rea­ todos, y principalm ente en la dedica­
lizan con sus propias fuerzas en el pue­ ción a la oración, al sacrificio, los sa­
blo cristiano rem ueven y agitan todo cram entos que “vienen a ser como la
con inútil estrépito, olvidando las p a ­ fuente de agua viva para la vida eter­
labras divinas: “el Señor está ausente na” <68).
del alboroto” Despreciando todo esto, aquellos que
por desviados caminos y olvidados de
15. H um ildad de San Carlos. P or Dios luchan por la obra de renovación,
esta otra nota, según habréis podido no cesan sino de agotar totalm ente esas
experim entar, Venerables H erm anos, se aguas purísim as o al menos de entur­
distinguen los restauradores verdaderos biarlas de modo que el rebaño cristiano
de los falsos, y es que éstos “buscan lo se aparte de ellas.
que es de ellos, no lo que es de Jesu­
cristo” (6°), y recogiendo con oído aten­ 16. Amor a los Sacram entos de la
to las tentadoras palabras en otro tiem ­ Confesión y E ucaristía. E n esto obran
po dirigidas al divino Maestro: “hazte con m ayor malicia los nuevos continua­
conocer a ti mismo al mundo”5960(61)62, repi­ dores de aquellos, quienes empleando
ten las soberbias palabras: “tomemos ciertas apariencias de m ayor religiosi­
también para nosotros ese nombre”. dad, tienen en el m ayor desprecio a
A causa de esta tem eridad “los sacer­ estos socorros espirituales, principal­
dotes cayeron en la guerra cuando que­ mente los dos sacramentos, por los
rían obrar con valentía después de ha­ cuales se expían las culpas de los peni­
ber entrado imprudentemente en el tentes y se robustece el alm a con el
combate^2\ lo cual con frecuencia aún celestial m anjar. Por lo cual cuiden to ­
ahora lam entam os. dos los buenos cristianos con suma
Por el contrario quien se preocupa diligencia, de modo que estos dones
de verdad por el m ejoram iento de la inapreciables sean tenidos en la m ayor
sociedad hum ana, éste “no busca su estima y que no perm itan se extinga
propia gloria, sino la gloria de aquel el celo de los hom bres por esta doble
que le envió”^63^; y conform ándose al obra de la caridad divina.
ejemplo de Cristo “no luchará, no cla­ De este modo se com porta B o r r o -
mará, ni escuchará nadie su voz en las meo, entre cuyos escritos hallamos es­
plazas; — no estará triste, ni turbulen­ tas líneas: “cuanto mayor y más rico
(59) III Rey. 19, 11. (64) Isaías 42, 2-4; Mat. 12, 19.
(60) Filip. 2, 21. (65) Mat. 11, 29.
(61) Juan 7, 4. (66) Jer. 17, 5.
(62) I Macab. 5, 57, 67. (67) Filip. 4, 13.
(83) Juan 7, 18. (68) Juan 4, 14.
107, 17 E n c íc l ic a “ E d it a e S a e p e ” 859

es el fruto de los sacramentos que ex­ Porque la acción del varón cristiano
plica fácilmente su poder tanto más no desdeñará las cosas que son útiles
diligentemente deben ser tratados y re­ para la vida, que provienen del único
cibidos con piedad sincera, con externo y mismo Dios, autor de la gracia y de
culto y veneración” la naturaleza; pero cuidará que no se
Tam bién son dignas de ser recorda­ ponga la felicidad y el fin de toda la
vida en buscar y gozar las cosas y
das aquellas palabras con que exhorta­
ba con vehemencia a los pregoneros y bienes externos.
demás predicadores sagrados, p ara que Quien quiera usar de esto con recti­
predicaran la vuelta a la antigua cos­ tud y m oderación, diríjalos al provecho
tum bre de la com unión frecuente; lo de las almas, según las palabras de
cual ha sido tratado por Nos en el de­ Cristo: “Buscad primero el reino de
creto que comienza: Tridentina Syno- Dios y su justicia, y lo demás os será
dus. “Los párrocos... y predicadores dado por añadidura”
— dice el santo Prelado— con la mayor Este uso sabio y ordenado de las
frecuencia posible exhorten al pueblo, cosas está tan lejos de contrariar al
a esta saludabilísima costumbre del uso bien del orden inferior, es decir, de la
frecuente de la Sagrada Eucaristía, tra­ sociedad civil, que más bien le acarrea
yendo los ejemplos y costumbres de la bienes; y esto no con un vano alarde
primitiva Iglesia, las voces de los más de palabras, como es costum bre entre
autorizados Padres, y la doctrina riquí­ los perturbadores, sino con una verda­
sima en este punto del Catecismo roma­ dera y encarnizada lucha hasta la pér- 377
no, y finalmente la resolución del Con­ dida de los bienes, de las fuerzas y
cilio Tridentino, que anhela que los de vida.
fieles se unan en cada Misa no sólo por Ejem plos de esta fortaleza los m ues­
el afecto espiritual sino también por la tran m uchos Prelados que, en medio de
percepción sacramental de la Eucaris­ la aflición de la Iglesia, em ulando el
tía”^ . ardor de C a r l o s , confirm an las pala­
Ahora bien, con qué intención y dis­ bras del divino Maestro: “El buen pas­
posición de ánimo debe uno acercarse tor da su vida por sus ovejas” 6970(71).
al sagrado banquete, lo enseña con es­ Ellos, en verdad, se inm olan por la
tas palabras: “Adviértase también al salvación de todos, no por un deseo
pueblo, cuando se le aconseje el uso de gloria, o afición de partido, o a cau­
6 frecuente de los Santos Sacramentos sa de algún bien particular, sino por
de cuán gran peligro y daño sea el aquella caridad, que “nunca perece”.
acercarse indignamente a la sagrada
mesa de aquel divino manjar”(71K Abrasado B o r r o m e o por esta llama,
que los ojos profanos no ven; cuando
Esta diligencia parece más necesaria a causa de la ayuda prestada a los
en estos tiempos de fe vacilante y débil atacados por la peste se expone al
caridad, no sea que por el uso frecuente peligro de muerte, no se siente sin em ­
amengüe la reverencia debida a tan bargo satisfecho con prestar ayuda a
gran misterio, sino que más bien sea los males presentes, sino que también
ésto causa de que “el hombre se apre­ se m uestra solícito de los males futuros:
cie a sí mismo y así coma de aquel pan “es plenamente razonable que, como el
y beba de aquel cáliz”^T2\ padre amoroso que ama sus hijos con
entrañeza tanto en el momento presen­
17. F o rtaleza proveniente de estos te como en el futuro cuida y prepara
Sacram entos. De estas fuentes b ro tará lo que les sea necesario para la vida; así
el rico m anantial de gracia, desde don­ también nosotros, obligados por nues­
de extraen el jugo y se alim entan tam ­ tro deber de paterna caridad, atenda­
bién las fuerzas hum anas y naturales. mos con toda precaución en este quinto
(69) Conc. Prov. I, Pars II. (12) I Cor. 11, 28.
(70) Conc. Prov. III, Pars I. (73) Luc. 12, 31; Mat. 6, 33.
(71) Conc. Prov. IV, Pars II. (74) Juan 10, 11.
8G0 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 107, 18-19

C o n cilio p r o v in c ia l a lo s fieles d e n u e s ­ batido por las m alas artes de los pe­


tr a p r o v i n c ia , y lu e g o t o m e m o s la s ritos en el gobierno de la república;
p r e c a u c io n e s q u e e n el tie m p o d e la tuvo en contra a los magistrados, cayó
p este h e m o s h a lla d o ser de sa lu d a b le en sospecha de los nobles, del clero y
ayuda” del pueblo; finalm ente se atrajo el odio
Estas mismas preocupaciones y con­ irreconciliable de los corrompidos, y
sejos de un espíritu previsor, Venera­ hasta fue amenazado de muerte. A los
bles Herm anos, se llevan a la práctica cuales, aunque era de corazón manso
por esa acción católica, que m uchas y suave, resistió con entereza.
veces hemos recomendado. Y no sólo no cedió un paso en aque­
A este am plísim o ministerio, que llo que sería para ruina de la fe y las
com prende todas las obligaciones de costumbres, sino que ni aceptó pedidos
m isericordia p ara el reino celestial^79), contrarios a la disciplina o gravosos
son llam ados tam bién los elegidos de para los fieles, aunque fuesen hechos,
entre el pueblo. como se cree, por algún rey poderoso
Los cuales, u n a vez que recibieron y aún católico.
esta carga, deben estar preparados e Así, teniendo presente las palabras de
instruidos p ara entregarse enteram ente Cristo: “Dad al César lo que es del
a sí mismos y todo lo que les pertenece César y a Dios lo que es de Dios”^so\
por esa noble causa; p ara resistir a la y la voz de los Apóstoles: “es necesario
envidia y a la maledicencia, y también obedecer antes a Dios que a los hom­
al ánimo hostil de muchos, que vuelven bres”(81), no sólo prestó grandes servi­
m al por bien; p ara tra b ajar “como cios a la causa de la religión sino tam ­
buen soldado de Cristo” (757677> y correr bién de la m ism a sociedad civil, a la
“con paciencia al combate que se nos cual, sufriendo el castigo de su loca
propone, fijos los ojos en Jesús, autor prudencia, y casi sumergida por las
y consumador de la fe”^78K olas de revueltas originadas por la
Ciertamente es un género de lucha fuerza de sus propias arm as, la salva
duro, pero que conduce ante todo al de una segura m uerte.
bien público, aunque se demore el día La m ism a alabanza y gracia será
de la total victoria. debida a los varones católicos de este
tiempo y a sus valerosos jefes, los obis­
18. El ejem plo de v irtud de Carlos pos, en quienes nunca se echará de
y su im itación. En esto, que hemos menos el cum plim iento de sus deberes,
señalado, pueden verse los ilustres ya se trate de conservar la fe, y la
ejemplos de Carlos, y de allí tom arse reverencia debida “también a los seño­
los que cada uno según su condición res díscolos” al prescribir lo justo, o
debe im itar y a los cuales enderezar su de no reconocer sus inicuos mandatos,
espíritu. lo mismo alejada ya la precoz licencia
Si bien a éste lo hicieron adm irable de los que han caído en sediciones y
su singular virtud, su gran talento, su desórdenes, ya la servil bajeza de los
ardiente caridad, sin embargo no estu­ que siguen como sagradas leyes las
vo exento de esta ley: “Todos los que im pías órdenes de los peores hombres,
quieren vivir piadosamente en Cristo que, pervirtiendo todos los derechos
Jesús, sufrirán persecución”(79K bajo el nom bre de una m entida liber­
Y así, porque llevara una vida más tad, im ponen la más dura servidumbre.
sacrificada, siempre recta y honesta,
porque se levantara como protector in ­ 19. La libertad de la Iglesia y los
corruptible de las leyes y de la justicia, ataques contra ella. Esto acontece a la
por esto mismo se atrajo la envidia de vista de todo el m undo y en plena luz,
los principales de la ciudad; es com ­ con respecto principalm ente a alguna
(75) Gonc. Prov. V, Pars II. (79) I Tim. 3, 12.
(76) Mat. 25, 34 ss. (80) Mat. 22, 21.
(77) II Tim. 2, 3. (81) Act. 5. 29.
(78) Iiebr. 12, 1, 2.
107, 20 E n c íc l ic a “ E d it a e S aepe” 861

gente, en que “el príncipe de las tinie­ 20. E xhortación final. Tom ando de 580
blas” parece haber constituido su p rin ­ allí grandes ejemplos y enseñanzas para
cipal sede. todos nosotros, en que se contiene la
Bajo cuyo poderoso reinado los dere­ salud privada y pública, pelearemos con
chos todos de los hijos de la Iglesia ánimo pronto y animoso, por la fe y
son m iserablem ente hollados, no h a ­ la religión, por la santidad del derecho
biendo ya rastros de grandeza espiritual público, inducidos por una deplorable
en los conductores de la república, ni necesidad, pero al mismo tiempo sos­
de cultura, ni de fe, virtudes en las tenidos por una dulce confianza de
cuales tanto tiempo brillaron sus p a ­ que Dios omnipotente, apresurará la
dres, que se enorgullecían con el nom ­ victoria para los que m ilitan en tan
bre de cristianos. glorioso ejército. A esta confianza la
Además, es evidente que, una vez n a ­ fuerza y poder de la obra de Carlos
cido el odio a Dios y a la Iglesia, todo prolongada hasta nuestra época agrega
va desm oronándose y retrocede por la fortaleza, y a p ara refrenar el desen­
una rápida pendiente a la crueldad de freno de las inteligencias, ya para fo rta­
la antigua libertad, m ejor dicho, al lecer el ánimo en el santo propósito de
cruelísimo yugo, quitado de la cerviz instaurar todo en Cristo.
por obra de la fam ilia de Cristo y de su
com batida disciplina. Podemos ahora, Venerables H erm a­
Mas aún, —lo mismo expresó Car­ nos, term inar con las mismas palabras
los— , “es ademéis cierto y comprobado con que el tantas veces recordado P re­
que nada ofende más a Dios, nada le decesor Nuestro P aulo V puso fin a
provoca mayor ira que la caída en su Carta, en que concede los supremos
herejía; y que nada tiene mayor poder honores a Carlos: “ E s pues justo, que
para la destrucción de las provincias y demos gloria, honor y bendición al que
los reinos que aquella horrible pes­ vive que por los siglos de los siglos, que
te” <82) bendijo a nuestro compañero de escla­
Aunque m ucho más funesta es la vitud con toda bendición espiritual, pa­
actual conspiración p ara arran car a ra que fuera Santo e inmaculado en su
los cristianos del seno de la Iglesia. En presencia, y cuando el Señor nos lo
medio de la m ayor discordia de p en­ haya dado como resplandeciente estre­
samientos y voluntades, que es una se­ lla en esta noche de nuestros pecados
ñal característica de los que se han des­ y tribulaciones, vayamos a suplicar con
viado de la verdad, en u na sola cosa ruegos y obras a su divina clemencia,
concuerdan estos enemigos, y es en el para que Carlos también sirva con sus
ataque unánim e y pertinaz a la justicia méritos y ejemplo a la Iglesia, que tan
y a la verdad, y como de éstas es la vehementemente amó, la asista con su
Iglesia guardiana y defensora, la atacan patrocinio y en tiempos de ira sea cau­
en apretadas filas. sa de nuestra reconciliación, por Cristo
Y como se jactan de no pertenecer a nuestro Señor” (83).
ningún bando, o tam bién de favorecer Vaya con estos votos y acreciente la
la causa de la paz, con palabras sua­ com ún esperanza, el augurio de la ben­
ves, pero con no disimulados propósitos dición Apostólica que os im partim os a
obran de otra m anera, p ara disponer vosotros, Venerables Hermanos, y a
asechanzas, añadiendo al daño la burla, vuestro clero y pueblo.
el engaño o la violencia; pues con este Dada en San Pedro de Roma, el día
nuevo género de lucha se ataca hoy día 26 del mes de Mayo, en el año 1910,
al nom bre cristiano; las guerras se en­ séptimo de Nuestro Pontificado.
cienden m ucho más peligrosas que las
batallas de antes, en las cuales B orro -
meo conquistó tan ta gloria. PIO PAPA X,
(82) Conc. Prov. V, Pars I. (83) Bulla “Unigenitus'’, 1610.
1 0 8

DECRETO DE LA CONGREGACION DE SACRAMENTOS


“QUAM SINGULARI”
(8-VIII-1910)

SOBRE LA COMUNION FRECUENTE Y DE NIÑOS

1. Amor de Jesús a los niños. Las do, prevaleció ya desde el principio la


páginas del Evangelio dem uestran cla­ costum bre de adm inistrarles la Sagrada
ram ente con cuán singular am or Cristo E ucaristía bajo la sola especie de vino.
ha am ado los niños. Con ellos se com ­ Y no solamente en el Bautismo, sino
placía en conversar; a ellos acostum ­ que posteriorm ente a él, con mucha
braba im ponerles las m anos; los ab ra­ frecuencia eran los niños alimentados
zaba y bendecía. Y cuando los discípu­ con el pan celestial. Pues aún llegó a
los los apartab an de El, lo llevaba a ser costum bre de algunas Iglesias el dar
mal y los reprendió con estas graves la Sagrada Comunión a los pequeños a
palabras: Dejad que los niños vengan a continuación del clero, y en otras igle­
Mí y no los estorbéis, pues de ellos es sias después de la Comunión de los
el reino de los cielos(1). Cuanto fuese el adultos se distribuían entre aquellos los
aprecio y estim ación con que m iraba fragm entos restantes.
la inocencia y sencillez de su espíritu,
claram ente lo expresó cuando en cierta 3. Com unión al llegar al uso de ra ­
ocasión llam ando a sí a un niño, lo zón. Más tard e en la Iglesia latina se
colocó en medio de sus discípulos, di- abolió esta costum bre y no participaban
ciéndoles: En verdad os digo que si no de la Sagrada Mesa los niños sino cuan­
os volvéis y hacéis semejantes a los do empezaban a tener uso de la razón
niños no entraréis en el reino de los y algún conocimiento de este augusto
cielos. Cualquiera, pues, que se humi­ Sacramento. E sta nueva disciplina, re­
llare como ese niño, ése es el mayor en cibida por algunos Sínodos particula­
el reino de los cielos. Y el que acogiese res, fue confirm ada por el Concilio
a un niño tal en nombre mío, a Mí me Ecuménico Lateranense IV (en el año
acoged. 1215), prom ulgando el célebre canon
XXI, en el que se prescribe la Confesión
2. La com unión de los párvulos. La sacram ental y la sagrada Comunión a
Iglesia Católica, ya desde sus principios, los fieles después de haber llegado a la
recordando estos ejemplos de Jesucris­ edad del discernimiento, en la form a
to, procuró llevar los niños a Cristo siguiente:
por medio de la Comunión eucarística, Los fieles todos de uno y otro sexo,
la que acostum bró a adm inistrar aun a después de haber llegado a la edad del
los niños de pecho. Así, como se en­ discernimiento, confiesen, fielmente, ca­
cuentra prescrito en casi todos los da año por sí todos sus pecados, a lo
libros rituales hasta el siglo XIII, se menos una vez al año, al propio sacer­
hacía en el Bautismo, y en algunas dote, y procuren cum plir en la medida
partes duró más tiempo esta costum- de sus fuerzas la penitencia que les
bre, que aún hoy persevera entre los fuese impuesta, recibiendo con reveren­
griegos y orientales. P ara evitar no cia el sacram ento de la Eucaristía a lo
obstante que los niños de pecho p rin ­ menos en Pascua, a menos que el con­
cipalm ente profanasen el pan consagra­1* sejo del propio sacerdote y por causa
(*) A. A. S. 2 (1910), págs. 577-583. — Los números marginales corresponden a las páginas clcl
texto original en AAS, vol. 2. (P. II.)
(1) Marc. 10, 13-16. (2) Mat. 18, 3-5.
862 —
1 0 8 , 4 -6 D ecreto “Quam s in g u l a r i” 863

razonable sea conveniente abstenerse tud de tan valiosa defensa, caía en los
de recibirla por algún tiempo. vicios antes de gustar los Santos Miste-
El Concilio Tridentino^ sin rep ro ­ terios. Y aunque se preparen con más
b ar la antigua disciplina de adm inistrar diligente instrucción a la prim era Co­
a los párvulos la E ucaristía antes del m unión y con una cuidadosa confesión,
uso de razón, confirm ó el Decreto La- siempre será de lam entar la pérdida de
teranense y anatem atizó a los que sin­ la prim era inocencia, que tal vez se
tieren en contra. “Sí alguno negase que habría podido evitar recibiendo en los
todos y cada uno de los fieles cristianos prim eros años la Sagrada Eucaristía.
de uno y otro sexo, habiendo llegado a Ni es menos reprobable la costumbre
la edad del discernimiento, están obli­ vigente en algunos lugares, de aplazar
gados todos los años, por lo menos en la Confesión Sacram ental o de negar
Pascua, a comulgar según el precepto la absolución de los niños por no haber
de la Santa Madre Iglesia, sea excomul­ sido admitidos a la prim era Comunión;
gado”^ . sólo se logra con este proceder sujetar­
Así pues, en fuerza del predicho y los de día en día, y con grave peligro
aún vigente Decreto de Letrán, los para sus almas, a la esclavitud de pe­
cristianos están obligados, luego de h a ­ cados tal vez mortales.
ber llegado a la edad de la discreción, Lo que es más de reprobar, es que
a acercarse por lo menos una vez al en algunos lugares se deje de fortificar
año a los Sacram entos de Penitencia, y con el Sagrado Viático a los niños que
Comunión. todavía no han sido admitidos a la p ri­
m era Comunión, y así, difuntos y en­
4. La edad de la discreción. Pero al terrados como párvulos, son privados
señalar esta edad de la discreción o uso de los sufragios de la Iglesia.
de razón se han ido introduciendo en
el decurso de los tiempos no pocos y 6. Restos de los errores jansenistas.
deplorables errores. Algunos han seña­ Todos estos daños causan los que insis­
lado una edad p ara el Sacram ento de ten m ás de lo justo en la necesidad de
la Penitencia y otra diferente p ara reci­ extraordinarias preparaciones para la
bir la Sagrada Eucaristía. Juzgaron que prim era Comunión, no advirtiendo que
la edad de la discrecióji p ara la recep­ estos cuidados procedieron de los erro­
ción del Sacram ento de la Penitencia res jansenistas, que creen que la Santí­
era aquella en que se puede distinguir sima E ucaristía es prem io de la virtud,
ya lo bueno de lo m alo y, por tanto, en no medicina de la fragilidad hum ana.
que se puede pecar; exigiendo en cam ­ El Concilio de Trento sintió y enseñó
bio p ara la Comunión edad m ayor, en lo contrario al enseñar que la Sagrada
la cual se pudiese tener un conocim ien­ Eucaristía es teantídoto por el que nos
to más pleno de las cosas de la fe y una libramos de las culpas cotidianas y so­
más perfecta preparación del alma. Y mos preservados de los pecados mor­
así exigían p ara la prim era Comunión, tales”^ , y su doctrina ha sido hace
unos diez años, otros doce y otros ca­ poco con más empeño inculcada por la
torce y aun m ayor edad, prohibién­ Sagrada Congregación del Concilio, con
dola a los niños y adolescentes de m e­ el Decreto del 20 de Diciembre de 1905,
nos años. por el cual se concedió a todos, ya sean
mayores, ya niños, la Comunión diaria
5. D años y abusos. E sta costum bre, con solas dos condiciones: estado de
con la apariencia del respeto al augus­ gracia y rectitud de intención.
to Sacram ento, fue causa de muchos Ni se ve razón justa para exigir aho­
males; pues separada de los brazos de ra extraordinaria preparación a los ni­
Cristo la inocencia de la niñez, se cria­ ños que se encuentran en la felicísima
ba sin ningún jugo de vida interior, de edad del prim er candor y de la inocen­
donde seguía que, destituida la juven- 34 cia entre tantos peligros y asechanzas,
(3) Conc. Tritl. ses. 21, “De la Comunión” c. 4. (5) Sesión 13 “De la Eucaristía” , c. 2 (Denz.-
(4) Sesión 13 “De la Eucaristía” c. 8, can. 9. Umb. nr. 875).
864 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 108, 7 9

cuando antiguam ente se distribuían los mirle”(8). Lo mismo enseñó S an Anto -


fragm entos de las Sagradas Especies nino diciendo: “Cuando el niño es ca-
aun a los niños de pecho. capaz de dolo, esto es, cuando es capaz
de pecar mortalmente, está obligado al
7. La decisión del Concilio L atera- precepto de la Confesión y por consi-
nense sobre la edad p ara la Penitencia guíente al de la Comunión” Esta
y la E ucaristía. Los 7 años. Los abusos misma conclusión se deduce del Con­
que reprendem os proceden de que no cilio de Trento, pues al decir en la ci­
saben definir sabia y rectam ente cual tada sesión 21, c. 4, que “los párvulos
será la edad del discernim iento los que que carecen del uso de razón no tienen
señalan u na p ara la Penitencia y otra necesidad alguna de la Sagrada Comu­
para la Eucaristía. El Concilio Latera- nión”, no da otra razón fuera de que
nense exige la m ism a edad p ara ambos no pueden pecar, “Porque, dice, en
Sacramentos. Así, pues, como para la aquella edad no pueden perder la gra­
Confesión se juzga edad de la discreción cia que tienen recibida como hijos de
aquella en que el niño sabe distinguir Dios”. Esto nos m anifiesta cuál sea el
lo bueno de lo malo, así p ara la Comu­ parecer del Concilio: que los niños
nión se ha de decir edad de la discre­ tendrán necesidad y están obligados a
ción aquella en que sepa distinguir el recibir la Sagrada Comunión cuando
Pan Eucarístico del pan com ún; la cual pueden perder la gracia, pecando. Del
es la m ism a edad en que el niño ha mismo tenor son las palabras del Con­
alcanzado el uso de razón. cilio Romano, celebrado en tiempo de
B enedicto XIII, el cual enseña que la
No de otra m anera entendieron el obligación de recibir la Sagrada E uca­
Decreto Lateranense los principales in ­ ristía empieza “cuando los niños y ni­
térpretes y los fieles de aquel tiempo; ñas hayan llegado a la edad de discre­
pues consta por la historia de la Iglesia ción, a saber, aquella edad en que ya
que m uchos Sínodos y Decretos episco­ tienen aptitud para distinguir este man­
pales, ya desde el siglo XII, adm itían a jar sacramental, que no es otro que el
los niños de siete años a la prim era Cuerpo Verdadero de Nuestro Señor
Comunión. Jesucristo, del pan común y profano, y
en que saben ya acercarse al Divino Sa­
8. Los autores eclesiásticos señalan cramento con la debida piedad y reli­
lo misino. H ay adem ás u n testim onio giosidad” El Catecismo Romano
de suma autoridad, el D octor de A qui- asimismo dice: “La edad en que puede
no (°>, dice: “Cuando ya empiezan los darse a los niños la Sagrada Comunión
niños a tener algún uso de razón, de no puede determinarla nadie mejor que
modo que puedan concebir devoción de el padre y el sacerdote con quien los
este Sacramento (de la Eucaristía) en­ niños se confiesen. A estos, pues, co­
tonces se les puede dar este Sacramen­ rresponde explorar e informarse por los
to” . Con este sentido lo explica L edes- mismos niños, si tienen algún conoci­
ma : “Afirmo, por unánime sentir, que miento y gusto de este admirable Sa­
la Sagrada Eucaristía debe darse a to­ cramento”DD.
dos los que tienen uso de razón y tan
pronto como la alcancen, bien que sólo
de un modo conozca el niño lo que 9. C riterio p ara adm itir a la prim era
hace* 789'(~K El mismo lugar explica V á z ­ Comunión. De todo lo cual se despren­
quez con estas palabras: “Una vez el de que la edad de la discreción para
niño haya llegado al uso de razón que­ la Comunión es aquella en que el niño
da al momento obligado por el mismo sabe distinguir el Pan Eucarístico del
derecho divino, de tal modo que la pan común, para poder acercarse con
Iglesia no puede de manera alguna exi- devoción al altar. No se requiere, pues,
<& S. Tiieol. III ci. 80, art. 9 ad 3. (10) Instrucción sobre la 1? Comunión. Ap. 30,
(7) In S. Thom. III q. 80, art. 9, club. 0. P 11.
(8) In III S. Thom. dísp. 214, c. 4, nr. 43. (11) Parte II. De la Eucaristía, nr. 63.
(9) Parte III. tit. 11, c. 2, p. 5.
1 0 8 , 10 D ecreto ¿‘Q u a m s in g u l a r i” 865

perfecto conocimiento de las cosas de II. - P ara la prim era Confesión y


la Fe, ni pleno uso de razón. P or tanto para la prim era Comunión no es nece­
diferir la Comunión y esperar una edad sario un conocimiento pleno y perfecto
más adelantada p ara recibirla se ha de la Doctrina Cristiana. Sin embargo,
de reprobar absolutam ente, y la Sede el niño habrá de ir aprendiendo des­
Apostólica varias veces lo h a conde­ pués y por grados todo el Catecismo a
nado. Así lo hizo el P apa P ío IX, de medida que se vaya desarrollando su
feliz m em oria por carta del cardenal inteligencia.
A n t o n e l l i a los obispos de Francia,
III. - El conocimiento de la Religión
de 12 de_ m arzo de 1866, reprobando que se requiere en el niño p ara que se
duram ente las costum bres introducidas prepare convenientemente a la prim era
en algunas diócesis, de aplazar la p ri­ Comunión es aquel por el cual conozca,
m era Comunión a una edad fija y algo según sus alcances, los misterios de la
adelantada. La Sagrada Congregación misma, cuyo conocimiento es necesario
del Concilio, el día 15 de m arzo de para la salvación con necesidad de m e­
1851, corrigió un capítulo del Concilio dio, y además, distinga el P an Eucarís-
Provincial de Ruán, en que se prohibía tico con la devoción que su edad per­
a los niños m enores de doce años hacer mite.
la prim era Comunión. De igual suerte
obró esa Sagrada Congregación de dis­ IV. - La obligación del precepto de
ciplina de los Sacram entos en la causa confesarse y com ulgar que obliga al
,82 de la Argentina, el día 25 de m arzo de niño recae principalm ente sobre aque­
1910; como se consultase en ella si los llos que deben tener cuidado de él,
niños podrían ser adm itidos a la p ri­ esto es, sobre sus padres, su confesor,
m era Comunión a los doce o a los ca­ sus m aestros y su Párroco; pero admi­
torce años, contestó: “Los niños y ni­ tirlos a la prim era Comunión pertenece,
ñas, cuando hayan llegado a la edad de según el Catecismo Romano, a los p a­
la discreción, o sea el uso de la razón, dres o a quienes hagan sus veces, y al
han de ser admitidos a la Sagrada confesor.
Mesa”.10 V. - Cuiden los Párrocos de anunciar
10. N orm as de la Sagrada Congrega­ y tener cada año, una o m uchas veces,
ción p ara la p rim era Com unión de los Comunión general de niños, admitiendo
niños. Pensadas con m adurez todas es­ a las mismas no sólo a los niños de
tas cosas, la Sagrada Congregación de prim era Comunión, sino tam bién a
la Disciplina de los Sacramentos, en la aquellos que, según el consejo de los
reunión general del 15 de julio de 1910, padres y del confesor, ya han hecho
con el fin de evitar los sobredichos su prim era Comunión. Téngase para
abusos y lograr que los niños desde sus unos y para otros algunos días de
tiernos años se u nan a Jesucristo, vivan instrucción y preparación.
de su m ism a vida y hallen refugio con­ VI. - Los que cuidan de los niños
tra los peligros de corrupción, juzgó han de procurar con toda diligencia
oportuno establecer acerca de la p ri­ que después de su prim era Comunión
m era Comunión de los niños la siguien­ se acerquen con frecuencia, y si puede
te norm a, que se debe guardar en todas ser cada día, a la Sagrada Mesa, según
partes. el deseo de Jesucristo y de la Santa
I. - La edad de la discreción, tanto Madre Iglesia, y que lo hagan con la
p ara la Confesión como p ara la Sagra­ devoción de ánimo propia de su edad.
da Comunión, es aquella en la cual el Acuérdense además, aquellos a quienes
niño empieza a razonar, esto es, hacia incumbe, de la gravísim a obligación
los siete años, ya algo después, ya tam ­ que tienen de cuidar de que los niños
bién algo antes. Desde este tiempo co­ continúen asistiendo a la Catcquesis
mienza la obligación de satisfacer a pública; y si esto no es posible, pro- 583
los dos preceptos de la Confesión y de vean de otro modo a su instrucción
la Comunión. religiosa.
E ncíclicas P o n tificia s 28
866 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1910) 1 0 8 , XI

VII. - La costum bre de no adm itir a corriente mes y m andó dar y publicar
los niños a la confesión, o de no absol­ el presente Decreto.
verlos nunca, u n a vez que han llegado Mandó además a todos los Ordinarios
al uso de la razón, es enteram ente que notificasen dicho Decreto, no sólo
reprobable; por lo cual los Ordinarios a los Párrocos y al Clero, sino tam bién
de los lugares cuidarán de que se a rra n ­
al pueblo, al que quiso fuese leído todos
que de raíz, em pleando si fuera m enes­ los años en lengua vulgar durante el
ter los medios de derecho. tiempo del precepto pascual. Los m is­
VIII. - Es abuso enteram ente detes­ mos Ordinarios deberán, al final de
table el no adm inistrar el Santo Viático cada quinquenio, juntam ente con los
y la Extremaunción a los niños después demás negocios de la Diócesis, y dar
del uso de razón y darles sepultura con cuenta tam bién a la Santa Sede de la
el rito de párvulos. Castiguen con seve­ observancia de este Decreto, sin que
ridad los O rdinarios de los lugares a obste nada en contrario.
quienes no se aparten de esta práctica. 1 Dado en Roma en el domicilio de
esta Sagrada Congregación, el día 8 del
11. Aprobación por el Sumo Pontí­ mes de Agosto de 1910.
fice y publicación. Todas estas cosas
decretadas por los Padres Cardenales D. C a r d e n n a l F e r r a t a ,
de esta Sagrada Congregación las ap ro ­ Prefecto.
bó Nuestro Santísimo Padre el Papa F . G iu s t in i,
Pío X en la audiencia del día 7 del Secretario.
CARTA ENCICLICA “IAMDUDUM IN LUSITANIA”(*>
(24-V-1911)

A LOS VENERABLES HERMANOS LOS PATRIARCAS, PRIMADOS,


ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS ORDINARIOS LOCALES EN PAZ
Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA
SOBRE LA PERSECUCION DE LA IGLESIA EN PORTUGAL

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Graves persecuciones a la Iglesia de la nación portuguesa tales y tantas


en P ortugal. Bien conocido tenéis to ­ m uestras de su tiránico capricho, bien
dos, Venerables H erm anos, según cree­ sabéis cuán paciente y m oderada se ha
mos, con cuán increíble velocidad se portado con ellos esta Sede Apostólica.
ha cam inado desde hace algún tiempo Pues con sum a diligencia juzgamos
en Portugal p ara oprim ir a la Iglesia oportuno evitar todo cuanto pudiera
con toda clase de atroces atropellos. parecer hecho con ánimo hostil en con­
Porque ¿quién ignora que desde que el tra de la república. Abrigábamos en
régimen de gobierno se cambió en ré- efecto alguna esperanza que ellos por
pública se comenzó al punto y sin fin habían de adoptar resoluciones más
interrupción a decretar cosas que res­ sensatas y de algún modo dar satisfac­
piran un im placable odio a la Religión ción a la Iglesia por las injurias infe­
Católica? Vimos ser violentam ente di­ ridas.
sueltas las com unidades de religiosos, 2. Propósito de sep arar la Iglesia y
y de éstos grandísim a parte dura e in ­
el Estado. Pero ha salido del todo fa­
hum anam ente ser lanzados fuera de la
llida Nuestra esperanza; y he ahí que
frontera de Portugal. Vimos, por el p er­
ponen por rem ate de su inicua labor la
tinaz empeño de secularizar las costum ­
prom ulgación de la pésim a y pernicio­
bres civiles y b o rrar de la vida pública
sísima ley de la separación del Estado y
todo rastro de religión, ser borrados del
la Iglesia. Ahora bien, tolerar con p a­
núm ero de las fiestas los días festivos
ciencia y pesar en silencio tan grave
de la Iglesia; arrancado del juram ento
ultraje inferido a los derechos y digni­
su natural carácter religioso; estable­
dad de la Religión Católica, de ningún
cida, sin pérdida de tiempo, la ley del
modo Nos lo perm ite la obligación de
divorcio; excluida de las escuelas p ú ­
Nuestro Apostólico ministerio. Por lo
blicas la enseñanza de la Doctrina cris­
tanto, con esta carta os ponemos por
tiana. P or último, omitiendo otras co­ testigos a vosotros, Venerables H erm a­
sas, que fuera largo enum erar, vimos
nos, y denunciamos toda la indignidad
ser perseguidos con gran furo r los
de este hecho a todos los cristianos.
Obispos, y arrojados de la sede de su
dignidad dos dignísimos Obispos, el de 3. Iniquidad de la ley proyectada.
Oporto y el de Beja, varones insignes, Prim eram ente, ser la m encionada ley
tanto por su integridad de vida cuanto cosa absurda y m onstruosa se patentiza
por sus m éritos en bien de la p atria y considerando que establece que la vida
de la Iglesia. Dando los nuevos jefes pública ha de carecer de todo culto
(*) A. A. S. 3 (1911), págs. 217-224. — Los números margínales corresponden a las páginas del
texto original en AAS, vol. 3. (P. H.)
— 867 —
868 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1911) 109, 4-5

divino, como si los hombres, tanto in ­ Ciertamente perm ite que los católicos
dividualm ente, cuanto las reuniones y contribuyan a los gastos necesarios p a ­
sociedades de hom bres, no dependieran ra el culto con alguna voluntaria sus­
de Aquel que es creador y conservador cripción, pero m anda que de la suma
de todas las cosas; además, porque esa reunida se tome la tercera parte para
ley exime a Portugal de la obligación invertirla en la beneficencia civil. A
de profesar la Religión Católica, de la todo esto pone el colmo el que por esta
Religión Católica, que fue el m ejor ley los edificios que se apliquen o cons­
baluarte y ornato de esta nación, y que truyan para uso sagrado, transcurrido
profesa casi la totalidad de sus ciuda­ cierto núm ero de años, dejados a un
danos. Pero sea en buena hora; han lado sus legítimos dueños y sin que en
tenido a bien rom per el lazo que tan nada se les indemnice, pasan al dom i­
estrecham ente tenía unidos el Estado nio público.
y la Iglesia, reforzado por la solemne
fidelidad debida a los pactos conveni­ 5. En cuanto a la jerarquía de la
dos. Hecha esta separación, lógico, sin Iglesia. Mas en lo que toca a la potes­
duda, era prescindir de la Iglesia y tad sagrada de la Iglesia, m ucho m ayor
dejar gozar a ésta de la com ún libertad y más pernicioso es el escarnio de esta
y derechos de que goza todo ciudadano Separación, que, como hemos dicho, se
y toda honesta reunión de ciudadanos. reduce a una servidum bre indigna de la
Todo lo contrario ha sucedido. Porque misma Iglesia. Ante todo, no se hace
esta ley nom bre tiene de separación, caso de la Jerarquía, como si se igno­
pero en realidad tiene la eficacia de rase su existencia. Si alguna mención
219 reducir a la Iglesia a la últim a m iseria se hace de los clérigos, es para p ro h i­
en los bienes tem porales por el despojo, birles en absoluto mezclarse en la di­
y en lo aue pertenece a su sagrada rección del culto religioso. Todo el
potestad, hacerla esclava de la repúbli­ cuidado de éste queda en m anos de
ca por la opresión.4 juntas de legos ya form adas, o que en
adelante se form arán, con fines bené­
4. En cuanto a los bienes externos. ficos y precisam ente instituidas, según 220
Y lo prim ero, en lo que toca a los bie­ las norm as de la ley civil, por autori­
nes externos, de tal modo se ap arta de dad de la república, para que de nin­
la Iglesia la república portuguesa, que gún modo dependan de la jurisdicción
no le deja absolutam ente nada con que de la Iglesia. Y si sobre la junta, a que
pueda atender al decoro de la Casa de debe pertenecer este cuidado, hubiere
Dios, sostener a los m iem bros del clero alguna discrepancia entre los clérigos y
y ejercitar los m últiples oficios de ca­ legos o entre los mismos legos, el asun­
ridad y piedad. Pues por lo m andado to ha de ser decidido, no por la Iglesia,
en esta ley, no sólo es despojada la sino por sentencia de la República,
Iglesia de la posesión de todos los bie­ pues sólo ella tiene autoridad sobre ta ­
nes muebles e inmuebles, aunque ad­ les instituciones. Y hasta tal punto los
quirida con perfectísim o derecho, sino que están al frente del Estado en P o r­
que se le quita del todo el poder de ad ­ tugal no perm iten la participación del
q uirir en adelante cosa alguna. Se esta­ clero en la dirección del culto divino,
blece, es verdad, que ciertas juntas de que claram ente está m andado y esta­
ciudadanos presidan el ejercicio del blecido no poder los dedicados al m inis­
culto divino, pero se coarta en térm inos terio de la religión ser elegidos para las
increíbles la facultad que a las tales se rectorías de las parroquias ni tom ar
les concede p ara recibir lo que por ese parte en la adm inistración o régimen
motivo les fuere ofrecido. Además, la de las sobredichas juntas, prescripción
ley extingue y anula las obligaciones la más injusta e intolerable que se
en virtud de las cuales los ciudadanos puede im aginar, pues pone a los cléri­
católicos solían d ar algún subsidio o gos, en aquello mismo en que son supe­
estipendio a sus propios curas, pro h i­ riores, en condición inferior a los de­
biendo se exija ya nada por ese título. más ciudadanos.
109, 6 E n c íc l ic a “Iam dudum in L u s it a n ia ” 869

6. En cuanto a la libertad de la Igle­sino que en el régimen y vida doméstica


sia. P ero increíble parece con qué lazos de los seminarios se ingiere la repúbli­
la ley portuguesa coarta y trab a la li­ ca hasta el punto de atribuirse el dere­
bertad de la Iglesia; tan contrario es cho de designar a los maestros, aprobar
ese proceder a las costum bres de estos los libros y dirigir los estudios sagrados
tiempos y a los públicos alardes de toda de los clérigos. De este modo pone de
clase de libertades, tan indigno de toda nuevo en uso las anticuadas opiniones
nación hum ana y civil. Porque p rohi­ de los Regalistas, que eran gravosísi­
bido queda, bajo graves penas, im pri­ m a pretensión cuando estaba en vigor
m ir cualquier acto de los Obispos y la concordia entre la Iglesia y el E sta­
proponerlo al pueblo de cualquier m o­ do; pero ahora que el Estado nada
do, aun dentro del recinto de los tem ­ quiere con la Iglesia, ¿no es acaso pre­
plos, sin anuencia de la república. Ade­ tensión contradictoria y loca? Pero,
más, vedado está fuera de los templos ¿qué decir cuando la ley parece hecha
celebrar cerem onia alguna, sin consul­ a propósito para corrom per las costum ­
ta r a la república, tener u n a procesión, bres del clero y provocar la rebeldía a
llevar algún ornam ento sagrado y aun sus superiores? Porque asigna deter­
el mismo traje talar. Está tam bién pro ­ m inadas pensiones del erario público a
hibido poner, no sólo en los m onum en­ los que por m andato de sus Prelados
tos públicos, sino en las casas p a rti­ tienen que abstenerse de celebrar, y
culares, señal alguna de Religión Cató­ prem ia con singulares gracias a los sa­
lica; pero no se prohíbe lo que ofende cerdotes que, m iserablem ente olvidados
a los católicos. Tam poco es lícito con­ de su obligación, atentaren contraer
gregarse para practicar la religión y la m atrim onio, y lo que causa vergüenza
piedad; a las tales sociedades se las referir, llega a extender las mismas
tienen exactam ente en el mismo con­ gracias a la cómplice y frutos de la
cepto que a las perversas, form adas con sacrilega unión si sobrevinieren.
crim inales intentos. Aun m ás; estando P or último, poco sería que la rep ú ­
perm itido a todos los ciudadanos poder blica casi esclavizase a la Iglesia lusi­
disponer de sus cosas a su arbitrio, tana despojándola de sus bienes, si no
contra todo derecho y justicia inopor­ pretendiera también, en cuanto está a
tunam ente se cohíbe a los católicos esa su alcance, apartarle, por una parte, a
facultad, si algo de lo suyo quieren ella del gremio de la unidad católica
aplicar en auxilio de los difuntos o y de los brazos de la Iglesia Romana,
para ayuda de los gastos del culto di­ y por otra, im pedir que la Sede Apostó­
vino; y cuanto sobre esto está ya piado­ lica con su autoridad y providencia
samente establecido, con im pía violen­ m ire por los asuntos de la religión en
cia se aplica a otros fines, co n trarian­ Portugal. Pues por esta ley no es lícito
do así al testam ento y voluntad de sus prom ulgar los preceptos mismos del
dueños. P or último, lo que es más duro Romano Pontífice, si no lo perm ite la
y grave, se atreve la república a inva­ autoridad pública. Del mismo modo, no
dir el reino de la autoridad eclesiástica puede ejercer el m inisterio sagrado el
y disponer sobre una cosa que, por sacerdote que, en alguna Universidad
pertenecer a la constitución m ism a de (Athenseum) constituida por autoridad
la sagrada Jerarquía, exige la m ayor Pontificia, ha conseguido los grados
vigilancia de parte de la Iglesia, a sa­ académicos en las ciencias sagradas,
ber: sobre la enseñanza y form ación aunque haya estudiado privadam ente el
de la juventud destinada al sacerdocio. curso de Teología. En lo cual es m ani­
Ya que no sólo obliga a los clérigos fiesto lo que pretende la república, esto
sem inaristas a dedicarse a los estudios es: hacer que los jóvenes clérigos que
de letras y ciencias, que preceden a la desean perfeccionarse e ilustrarse en
Teología, en los liceos públicos, donde esas sublimes ciencias no puedan acu­
su integridad en la fe se vea expuesta dir, ni aun con ese motivo, a esta ciu­
a gravísimos peligros por razón de una dad de Roma, cabeza del pueblo cató­
enseñanza ajena de Dios y de la Iglesia, lico, donde más fácilmente que en nin­
870 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1911) 1 0 9 , 7-8

guna otra parte suele suceder que los tiamos por el tem or de los mayores
entendim ientos se am oldan a la pu ra males que seguram ente la amenazan,
verdad de la doctrina cristiana y los co­ si los que gobiernan no tornan pronto
razones a los sentimientos de fidelidad y a lo que deben. Pero vuestro denodado
sincera piedad p ara con esta Sede Apos­ valor, Venerables Herm anos que regís
tólica. Estos, pues, dejadas otras cosas de la Iglesia de Portugal, y el ardor de ese
no m enor iniquidad, éstos son los p rin ­ clero, que corresponde adm irablem ente
cipales capítulos de esta perversa ley. a vuestro valor, Nos llenan de consuelo
y dan esperanza que han de lucir, Dios
7. Reprobación de la ley de separa­ mediante, días mejores. Todos vosotros
ción. P o r lo tanto, am onestándonos la no atendíais, ciertamente, a vuestra se­
conciencia de Nuestro deber Apostóli­ guridad y provecho, sino a vuestra
co a m irar con toda vigilancia por la obligación y dignidad, cuando indigna­
dignidad y lustre de la religión y a dos pública y libremente rechazasteis la
conservar intactos los sagrados dere­ inicua ley de Separación; cuando a una
chos de la Iglesia Católica en medio de declarasteis que preferíais redim ir la li­
tam año fu ro r y audacia de los enem i­ bertad de vuestro m inisterio sagrado con
gos de Dios, Nos por N uestra Apostó­ la pérdida de vuestros bienes, a vender
lica autoridad reprobam os, condenamos vuestra esclavitud por vil precio, y, por
y rechazam os la ley de separación de fin, cuando asegurasteis que ninguna
la república lusitana y de la Iglesia, astucia o acometimiento de los enem i­
ley que desprecia a Dios, desecha la gos podría jam ás rom per el vínculo que
profesión católica, rompe, violando el os une con el Romano Pontífice. E n ­
derecho natu ral y de gentes, los pactos tended, pues, que estos vuestros ejem ­
solemnemente firm ados entre Portugal plos, dados en presencia de toda la
y la Sede Apostólica, despoja a la Igle­ Iglesia, de fidelidad, constancia y for­
sia de la posesión de las cosas que jus- taleza han sido de gran gozo a todos los
tísim am ente le pertenecían, destruye la buenos, de grande honor para vosotros
libertad m ism a de la Iglesia, pervierte y de no pequeño provecho en sus cala­
su divina constitución y, por último, midades para Portugal. Seguid, por lo
injuria y u ltraja la m ajestad del Ro­ tanto, como habéis comenzado, defen­
m ano Pontificado, el orden de los diendo valerosam ente la causa de la
Obispos, el clero y pueblo de Portugal religión, con la cual va unida la salud
y aún a todos los católicos del mundo. común de la patria, pero atended, so
Y como vehem entem ente Nos lam enta­ bre todo, a que entre vosotros, entre el
mos que tal ley haya sido dada, decre­ pueblo cristiano y vosotros, y entre to­
tada y prom ulgada, y como presenta­ dos y esta Cátedra de San Pedro, con­
mos solemne reclam ación ante aquellos servéis y afiancéis diligentemente una
que la han form ado o intervenido en gran unanim idad y concordia. Ya que
eso, así decretam os y declaram os ser el propósito, como dejamos dicho, de
nulo e írrito y que por tal ha de ser los autores de esta perversa ley no fue
tenido cuanto en esa ley se establece en separar la Iglesia lusitana, que despo­
contra de los derechos inviolables de jan y persiguen, de la república (como
la Iglesia.8 quieren aparentar), sino del Vicario de
Jesucristo. Por eso, si con todo empeño
8. A labanza y exhortación a los P re ­ procuráis vosotros oponeros y resistir
lados y Clero. Sin duda las presentes al intento y m aldad de esos hombres,
dificultosísim as circunstancias por que habréis m irado, como conviene, por el
atraviesa Portugal, después de haberse interés de los católicos en Portugal.
declarado allí públicam ente la guerra Nos, en tanto, según exige el singular
contra la religión, Nos causan gran am or con que os amamos, suplicamos
congoja y tristeza. Nos lam entam os al Dios om nipotente proteja benigno
ante el espectáculo de tantos males co­ vuestro celo y diligencia. Y a vosotros
mo afligen a u na nación que amamos todos, Prelados del orbe católico res­
de lo íntim o del corazón; Nos angus­ tante, rogamos queráis cum plir en unos
1 0 9 ,9 E n c íc l ic a “Iam dudum in L u s it a n ia ” 871

tiem pos tan angustiosos el mismo deber Hermanos, y a vuestro clero y pueblo 224
con vuestros solícitos H erm anos de la Bendición Apostólica.
Portugal. 9
Dado en Roma, junto a San Pedro,
el día 24 de Mayo, fiesta de Nuestra
9. Bendición final. E n p ren d a de los Señora Auxiliadora de los Cristianos,
divinos dones y en testim onio de Nues­ el año 1911, octavo de Nuestro P onti­
tra benevolencia, os damos de todo ficado.
corazón a vosotros todos, Venerables PIO PAPA X.
no

ENCICLICA “LACRIMABILI STATU INDORUM”(*>


(7-VI-1912)

CARTA ENCICLICA A LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE LA AMERICA


LATINA, PARA PONER REMEDIO A LA MISERABLE CONDICION
DE LOS INDIOS

P I O PP. X
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

f21 1. Iniquidades que padecen los in­ regiones m ucho contribuyó la m ater­
dios. V ehem entem ente conmovido por nal instancia de la Iglesia ante hom bres
el penoso estado de los indios de la esclarecidos que gobernaban esas Re­
América inferior, Nuestro ilustre ante­ públicas. Y de buena gana confesamos
cesor, B e n e d i c t o XIV, trató su causa que, si no lo hubiesen impedido m u­
con gran preocupación, como bien lo chos y grandes obstáculos, las resolu­
sabéis, en su Carta Encíclica i(lmmensa ciones de aquéllos hubiesen tenido m u­
Pastorum” aparecida el día 22 del mes chísimo m ayor éxito. Sin embargo, aún
de Diciembre del año 1741, y como cuando algo se ha hecho en favor de
casi lo mismo que él lam entó en aque­ los indios, no obstante es m ucho más
lla carta tam bién Nosotros debemos lo que resta por hacer. En verdad cuan­
deplorarlo en muchos lugares, llam a­ do examinamos los crímenes y las m al­
mos ahora solícitam ente vuestra aten­ dades, que aún ahora suelen cometerse
ción hacia la misma. En ella se queja con ellos, ciertam ente quedamos h o rro ­
entre otras cosas de que, aún cuando rizados y profundam ente conmovidos.
la Sede Apostólica m ucho tiempo hace Pues ¿qué puede haber de más cruel
que se preocupa de aliviar la afligida si­ y de más bárbaro, que el m atar a
tuación de aquéllos, no obstante existen los hom bres a azotes, o con lám inas
aún <{cristianos que como si hubieren de hierro ardientes, por causas levísi­
olvidado totalmente el sentido de la ca­ mas a veces o por el mero placer de
ridad derramada por el Espíritu Santo ejercitar su crueldad, o im pulsados por
en nuestros corazones, a los pobres in­ súbita violencia conducir a la m atan­
dios no sólo carentes de la luz de la fe, za de una vez cientos y miles, o devas­
sino también a los limpios por el bau­ tar pueblos y aldeas para realizar m a­
tismo, los reducen a la esclavitud, los tanzas de indígenas; de lo cual hemos
venden como esclavos, los privan de recibido noticia que en estos pocos años
sus bienes, y realizan con los mismos han sido destruidas casi totalm ente al­
tales obras de inhumanidad que los gunas tribus? P ara excitar de tal m a­
522 apartan principalmente de abrazar la nera los ánimos influye en alto grado
fe de Cristo, y sobre todo hacen que el inm oderado deseo de lucro; pero no
se obstinen en su odio para la misma”. menos tam bién el clima y la situación
De todas estas cosas indignas, empero, de esos lugares. Así pues, estando aque­
aquella que es la peor, o sea la escla­ llas regiones sujetas a un clima ardien­
vitud propiam ente dicha, poco después, te, que penetra hasta lo más íntim o del
por obra de Dios misericordioso, ha ser, y destruye la fortaleza de los ner­
sido abolida totalm ente; y p ara su abo- vios, estando alejados de la Religión,
lición pública en el Brasil y en otras de la vigilancia de los que gobiernan, y
(*) A. A. S. 4 (1912), págs. 521-525. — Los números marginales corresponden a las páginas del
texto original en AAS, vol. 4. (P. H.)

— 872 —
1 1 0 , 2 -3 E n c íc l ic a “ L a c r im a b il i S t a t u In d o r u m ” 873

casi puede decirse, de la m ism a socie­ to, y no raram ente tam bién cae en la
dad, fácilm ente ocurre que, si los que nada. P or lo cual, si a la labor del
hasta allí han llegado no tenían aún gobierno se uniese la de la Iglesia, en­
depravadas sus costum bres, en breve tonces ciertam ente se obtendrían m u­
tiem po comiencen a tenerlas, y por lo chísimo m ejores frutos.
tanto, quebradas las barreras del deber
y del derecho, se entreguen a todas las 3. Urgente solución del problema.
depravaciones de los vicios. Ni tam ­ P or lo tanto, antes que a nadie, apela­
poco se perdona por estos el sexo ni mos a vosotros, Venerables Hermanos,
la debilidad de la edad: avergüenza a fin de que aportéis cuidados y reso­
realm ente referir la infam ia y los c rí­ luciones peculiares a esta causa, que
menes de aquellos en com prar y ven­ pertenece a lo m ás digno de vuestro
der a las m ujeres y a los niños; siendo pastoral oficio y cargo. Y dejando de
realm ente sobrepasados por ellos los lado las demás cosas de vuestra solici­
peores ejemplos de salvajismo. tud e industria, os exhortam os encare­
cidam ente ante todo, que todas aquellas
2. Certeza de esas iniquidades. En cosas que en vuestras diócesis están
realidad Nosotros, al recibir algunas instituidas para el bien de los indios,
veces rum ores de estas cosas, pusimos la prom ováis con toda vuestra preocu­
en duda la certeza de hechos tan atro ­ pación, y al mismo tiempo cuidéis de
ces, ya que parecían increíbles. Pero, instituir aquellas otras que parezcan
habiendo llegado a la certeza por m e­ necesarias a la mism a causa. De aquí
dio de testigos m uy seguros, esto es, que aconsejaréis con toda diligencia a
por medio de m uchos de vosotros, Ve­ vuestros pueblos acerca de su propio
nerables H erm anos, por los Delegados oficio de ayudar a las sagradas expe­
de la Sede Apostólica, por los misione- diciones a los indios, que habitan p ri­
523 ros y por otras personas de entera fe, m eram ente ese suelo am ericano. Sepan
3^a no Nos es lícito tener ninguna duda por lo tanto que deben ayudar en esto
de la veracidad de estos hechos. P or lo principalm ente con una doble acción:
tanto, es el m om ento de que movidos por la lim osna y por la oración, y que
por esta preocupación intentem os p o­ esto lo hagan no sólo por la Religión,
ner térm ino a tanto mal, suplicando sino porque lo exige la P atria misma.
hum ildem ente a Dios, quiera m o strar­ Vosotros empero, en todos aquellos lu ­
nos benignam ente algún camino p ara gares de educación, como ser, en los
poner remedio oportuno a esto. El, Seminarios, en los Colegios, en los in ­
pues, que es el Creador y el Redentor ternados de niñas, principalm ente re ­
am antísim o de todos los hom bres, como ligiosos, haced que no cese en ningún
Nos inspirara el tra b a ja r a favor de los mom ento ni el consejo ni la predicación 524
indios, ciertam ente nos inspirará aque­ de la caridad cristiana, que obliga a
llo que m ejor se acomode a Nuestro todos los hombres, sin distinción de
propósito. E ntre tanto m ucho Nos con­ nacionalidad ni de color, como h er­
suela, el que aquellos que gobiernan manos, hijos de un mismo Padre; la
esas Repúblicas, intenten en toda fo r­ cual debe probarse no sólo con pala­
m a a rro ja r esa ignom inia y m ancha de bras sino con hechos. Igualmente, no
sus dominios; por cuya preocupación debe dejarse de lado ninguna ocasión
m ucho podemos alabarlos y aprobarlos. de dem ostrar, siempre que se ofrezca,
Aunque ciertam ente en aquellas regio­ cuán indecorosos son para el nom bre de
nes, como están m uy alejadas de las cristiano estos hechos indignos, que
sedes del poder y m uchísim as veces demostramos. En cuanto a lo que a
inaccesibles, estos intentos de la potes­ Nosotros respecta, teniendo no sin cau­
tad civil, llenos de hum anidad, ya sea sa una gran esperanza del consenti­
por la astucia de los m alhechores, que miento y el favor de las potestades
rápidam ente pasan los límites, o ya públicas, tomamos principalm ente el
por la inercia y perfidia de los adm i­ cuidado para que podam os aum entar
nistradores, a m enudo tiene poco efec­ el campo de la acción apostólica, en
874 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X (1 9 1 2 ) 110, 4-6

estas inm ensas latitudes, el disponer de manera los priven de su libertad, rete­
otras puertas misionales, en las cuales niéndolos en esclavitud; también a los
los indios encuentren un refugio y un c¡ue para tales cosas dan su consejo.
am paro p ara su salud. auxilio, favor y acción cualquiera sea
el pretexto y cualquiera sea su color, o
4. Acción de la Iglesia en ese cam po. que enseñen o aconsejen que esto es
La Iglesia Católica nunca fue estéril en lícito o en cdguna otra forma quieran
hom bres apostólicos, quienes urgidos o pretendan cooperar a lo ya dicho...”
por la caridad de Cristo estuvieron Por lo tanto queremos que la potestad
prontos y preparados aún p ara dar su de absolver de estos crímenes a los
propia vida por sus herm anos. Y hoy, penitentes en el fuero sacram ental sea
cuando tantos odian la Fe, o la dejan, reservada a los Ordinarios del lugar.
el ardor por disem inar el Evangelio
entre los salvajes no sólo no ha decre­ 6. E xhortación final. Siendo confor­
cido entre los hom bres de todo el Clero mes a N uestra paterna voluntad, tam ­
y de las religiones, sino que crece y aún bién continuando lo hecho por muchos
más se difunde, por virtud principal­ de Nuestros Predecesores, entre los cua­
m ente del E spíritu Santo, el cual p ro ­ les tam bién debe conm em orarse nom i­
tege en las cosas tem porales a la Igle­ nalm ente a L eón XIII, de feliz m em o­
sia, su Esposa. Por lo cual estas ayudas ria, hemos querido escribiros estas co­
que, por beneficio divino, Nos han sido sas a vosotros, Venerables Hermanos,
concedidas, juzgamos necesario usarlas sobre la causa de los Indios. De vos­
tanto más copiosam ente con los indios otros empero será el luchar con todas
p ara librarlos de la esclavitud de Sata­ vuestras fuerzas, para que Nuestros de­
nás y de los hom bres perversos, cuanto seos se cum plan con todo éxito. En
más los aprem ia esa necesidad. P or lo estas cosas os habrán de favorecer
demás, habiendo los predicadores del ciertam ente los que gobiernan las Re­
Evangelio em papado esta parte de la públicas; no faltarán tampoco, entre­
tierra no sólo con sus sudores sino gándose con toda actividad al trabajo
tam bién a veces con su m ism a sangre, y al estudio, aquellos que pertenecen
confiamos en el futuro, que de tantos al Clero, y principalm ente los adictos,
trabajos de cristiana hum anidad alguna a las Sagradas Misiones; y por últim o
vez la alegre mies florezca en inm ejo­ están sin ninguna duda todos los bue­
rables frutos. 5 nos, que ya por sus obras, los que pue­
den, ya por otros oficios de caridad
5. Contiena de los reos de este cri­ ayudarán a la causa, en la que se unen
m en. Además, p a ra que todo aquello al mismo tiem po razones en pro de la
que vosotros, o por vuestra iniciativa Religión y de la dignidad hum ana.
Porque realm ente al que gobierna, se
o por consejo ejecutéis p ara utilidad
agrega la gracia de Dios om nipotente;
de los indios, tenga la m áxim a eficacia bajo cuyo auspicio, Nosotros, como
que dim ana de N uestra apostólica auto­ testimonio tam bién de Nuestra benevo­
ridad, Nosotros, recordando el ejemplo lencia a vosotros, Venerables H erm a­
de Nuestro Antecesor, condenamos y nos, y a vuestra grey im partim os solí­
declaram os reo de inhum ano crim en citam ente Nuestra Bendición Apostó­
a cualesquiera que, como él mismo lica.
dice: “a los predichos indios sujeten a Dado en San Pedro de Roma, el día
esclavitud, los vendan, los compren, los 7 del mes de Junio de 1912, noveno
cambien o regalen, los separen de sus año de Nuestro Pontificado.
mujeres o de sus hijos, se apoderen de
sus cosas o de sus bienes, o de cualquier PIO PAPA X.
'JL'JLJL

ENCICLICA “SINGULARI QUADAM CARITATE”( )


(24-IX-1912)

AL CARDENAL KOPP, OBISPO DE BRESLAU, Y A LOS DEMAS ARZOBISPOS


Y OBISPOS DE ALEMANIA SOBRE LOS CIRCULOS DE OBREROS

P I O PP. X
Amado Hijo Nuestro y Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Motivos de la intervención del


queremos que desaparezcan entre ellos
657 P apa. P o r ei singular am or de bene­ todas las causas de disensión, las cuales
volencia que profesam os a los católicos dividiendo las energías de los buenos
alemanes, unidos en sum a fe y obe­ católicos, sólo pueden aprovechar a los
diencia con esta Sede Apostólica, Nos enemigos de la fe.
sentimos im pulsados, Venerables H er­ Más aún: hasta con los mismos ciu­
manos, a poner todo Nuestro cuidado, dadanos no católicos, deseamos y anhe­
y solicitud en resolver la contienda lamos que los Nuestros procuren aque­
entre ellos suscitada sobre las asocia­ lla paz sin la cual el buen orden y la
ciones obreras; acerca de la cual, tanto prosperidad pública no pueden sub­
por la m ayoría de vosotros, como por sistir.
personas graves y prudentes de una y Según esto, por m ás que, conforme
otra parte, hemos recibido en los ú lti­ queda dicho, conocíamos bien la cues­
mos años frecuentes inform aciones. tión, juzgamos oportuno, antes de re ­
Nos dedicamos a resolver esta cues­ solverla, pedir el parecer de todos y
tión con tanto m ayor empeño, cuanto cada uno de vosotros, Venerables H er­
que es el que por conciencia de Nuestro m anos; y vosotros correspondisteis a
cargo apostólico entendem os que es de Nuestros ruegos, inform ándonos con
Nuestra sagrada obligación em plear todo el cuidado y diligencia que exigía
p ara conseguir que estos am ados hijos la im portancia del asunto.
Nuestros conserven íntegra y pura la
doctrina católica, y p ara im pedir por 2. Obligación de conservar incólu­
todos los medios que sufran el más mes los principios cristianos. E n con­
m ínim o peligro en sus creencias. secuencia, establecemos en prim er lu ­
Porque, de no ser oportunam ente gar que es deber de todos los católicos,
am onestados a velar sobre sí, corren estrictam ente obligatorio y que ha de
riesgo m anifiesto de irse acom odando observarse santa e inviolablemente, así
poco a poco y sin sentirlo apenas a en la vida pública como en la privada,
cierta clase de religión cristiana vaga el guardar con firm eza y profesar con
e indefinida, llam ada interconfesional, valentía los principios de la verdad
6')8 que se difunde ahora entre vanas p ro ­ cristiana enseñados por el magisterio
testas de consideración a un cristianis­ de la Iglesia católica, y en especial
mo com ún, si bien nada hay más con­ los propuestos sapientísim am ente por
trario que él a la predicación de Jesu­ Nuestro Predecesor en la Encíclica “Re-
cristo. rum novarum”, que fueron aceptados
Añádase a esto el que, deseando Nos con plenísimo asentim iento por los
ardentísim am ente fom entar y asegu­ Obispos de Prusia en las deliberaciones
ra r la concordia de todos los fieles,(*) del Congreso Fuldense en 1900, y últi-
(*) A. A. S. 4 (1912), págs. 657-662. — Los números marginales corresponden a las páginas del
texto original en AAS, vol. 4. (P. H.)
— 875 —
876 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío X (1912) 111, 3

m ám ente resum idos en compendio por 3. Ventajas y alabanzas de las aso­


vosotros mismos en la respuesta que ciaciones católicas(2). Y por lo que toca
Nos dirigisteis al preguntaros lo que a las asociaciones obreras, aunque se
sentíais en la cuestión presente. Son los propongan como fin atender a las ven­
que siguen. tajas m ateriales de sus miembros, m e­
No es lícito al cristiano descuidar los recen m ayor aprobación, y se han de
bienes sobrenaturales aun en el orden considerar m ás apropiadas para rep o r­
de las cosas terrenas. Al contrario, le tar verdadera y sólida utilidad a los
incum be la obligación de encam inarlo socios, aquellas que se fundan como en
todo según las prescripciones de la sa­ base principal sobre la Religión Cató­
biduría cristiana al Sumo Bien como a lica y siguen abiertam ente la dirección
fin últim o; y sujetar todas sus acciones de la Iglesia. Así lo tenemos declarado
en cuanto buenas o m alas m oralm ente, repetidas veces, según que se Nos ha
o sea, en cuanto conform es o discon­ ofrecido la ocasión de hacerlo para di­
formes con el derecho n atu ral y divino, versas naciones. De lo cual se infiere
a la potestad y al juicio de la Iglesia. la necesidad de establecer y fom entar
Cuantos se glorían en llam arse cristia­ a todo trance, en los pueblos católicos
nos, ya se consideren individualmente, sin género de duda, instituciones socia­
ya se m iren reunidos en corporación, les de carácter religioso; y en las nacio­
si tienen presentes sus deberes, lejos de nes no católicas tam bién, siempre y
excitar envidias y enemistades entre las cuando por medio de tales instituciones
diversas clases de la sociedad, están se considere posible rem ediar conve­
obligados a fom entar entre las mismas nientem ente las necesidades de los aso­
la paz y la caridad m utua. ciados. Y no se podrá aprobar de n in ­
gún modo que en las regiones m encio­
La cuestión social y las controver- nadas, tratándose de asociaciones direc­
659 sias con ella relacionadas acerca de la ta o indirectam ente relacionadas con
form a y tiempo del trabajo, del precio
la Religión o la Moral, se quieran fo­
del salario, y de las huelgas voluntarias,
m entar y propagar asociaciones m ixtas
no son problem as m eram ente económi­
cos, y, por ende, de tal género que pue­ es decir, com puestas de católicos y aca­
dan resolverse dejando a un lado la tólicos. Pues, para om itir otras razones,
autoridad de la Iglesia, “pues al contra­ sólo diremos que semejantes sociedades
rio, es verdad clarísima que (la cues­ constituyen o podrán constituir, cierta­
tión social) es, antes que nada, una cues­ mente graves peligros para la integri­
tión moral y religiosa, y, por lo mismo, dad de la fe de los católicos y su de­
en los dictámenes de la Religión y en las bida sumisión a las leyes y preceptos
leyes de la Moral ha de encontrar prin­ de la Iglesia, como vosotros mismos,
cipalmente solución satisfactoria” (1). Venerables Herm anos, Nos acabáis de
(1) Encícl. “ Graves de Communi” . Por eso, los obispos alemanes establecieron en
(2) La situación religiosa de Alemania, divi­ su Conferencia de Fulda del año 1910 cinco con­
dida como estaba en diferentes confesiones trajo diciones para la sindicación del obrero católico
consigo también una diferente orientación de la las que resumidas dicen:
política sindical de los obreros católicos. En 1. El Sindicato no debe ser para los católicos
Berlín formaban las Uniones Católicas o Circuios ocasión de impugnar el juicio de las autoridades
Católicos con la así llamada “Dirección de Ber­ eclesiásticas tocante a la religión y moral.
lín” que las apoyaba y guiaba. Eran confesiona­ 2. El Sindicato debe limitarse a tratar las
les y dirigidas por la autoridad eclesiástica. cuestiones sindicales.
En la región del Ruhr se formaban los Sindi­ 3. Los socios de los Sindicatos cristianos deben
catos cristianos, interconfesionales, compuestos de procurar serlo a la vez de los Círculos católicos.
católicos y protestantes. Bajo la Dirección de 4. Procurarán respetar siempre la autoridad
Colonia estos sindicatos fundaron también sus de la Iglesia en el campo religioso y moral.
círculos católicos. Mientras los. confesionales de 5. Sólo a las autoridades eclesiásticas incumbe
Berlín por su escaso número y penetración no juzgar si la acción de un Sindicato responde o
daban mucha seguridad de alcanzar ventajas no a los principios católicos.
económicas y profesionales, los de Colonia, por Como seguían las discusiones a veces en forma
el contacto con los protestantes, exponían fácil­ alarmante, dos años después Pío X trató de zan­
mente a senos riesgos la religión y cultura cató­ jar el problema con la presente Caria Encíclica
lica de los obreros. De allí nació una discusión a “Singulari Quadam”, dirigida al Cardenal Kopp,
veces muy agria que amenazaba dividir totalmente obispo de Breslau, Silesia, de quien dependía
las fuerzas sindicales católicas. entonces eclesiásticamente Berlín.
111, 4-5 E n c íc l ic a “S in g u l a r i Q u a d a m c a r it a t e ” 877

significar claram ente en m uchas de mos, en las sociedades de ese género no


vuestras respuestas a las consultas que dejan de existir. Las precauciones p rin ­
os hicimos sobre el particular. cipales se reducen a los puntos siguien­
P or estos motivos, a todas cuantas tes:
asociaciones obreras, puram ente cató­ Se han de procurar en prim er térm i­
licas, se hallan establecidas en Alema­ no que los obreros católicos pertene­
nia, con toda complacencia de Nuestro cientes a estos sindicatos se inscriban
ánimo las colmamos de los mayores tam bién en las sociedades católicas de
elogios y les deseamos toda clase de obreros conocidas con el nom bre de
prosperidades p ara las em presas que Arbeiteruereine (asociaciones de trab a­
traen entre m anos en beneficio de la jadores). Y si esto les costase alguna
num erosa clase proletaria, augurándo­ pérdida de intereses o algún dinero,
les p ara el futuro m ayores y m ás h ala­ tenemos por cierto que siendo tan cui­
güeños increm entos. dadosos, como son, de conservar ínte­
Con lo dicho no negamos, sin em bar - gra la Fe, no han de llevar a m al ese
660 go, que sea lícito a los católicos aliarse,ligero desembolso. Pues acredita la ex­
supuestas las debidas precauciones, con periencia que estas asociaciones cató­
los no católicos en una acción común licas, con el trabajo y vigilancia del
p ara m ejorar la suerte del obrero, p ro ­
clero gobernadas, contribuyen m uchí­
curándoles condiciones m ás razonables simo para conservar pu ra la Fe e in ­
de trabajo y sueldo m ás equitativo, o contam inadas las costum bres de los
bien por otros motivos de honesta utili­ asociados, y para n u trir su espíritu
dad. Pero en tales casos, preferim os religioso con m últiples ejercicios de
que la confederación de las sociedades piedad. Por eso, no cabe dudar que
católicas con las no católicas se esta­ los directores de semejantes sociedades,
blezca m ediante aquel pacto o portuna­ bien penetrados de las necesidades del
m ente introducido p ara tales casos, que tiempo, han de enseñar a los obreros
se denom ina “cartel” .4 aquellas máximas y preceptos de ju s­
ticia y caridad cuyo perfecto conoci­
4. Sobre la p articipación de los obre­ miento es indispensable, o al menos
ros en asociaciones m ixtas. Y en este útil, a los obreros para que puedan con­
punto, Venerables H erm anos, no pocos ducirse bien y según los principios de
de vosotros Nos pedís que os perm ita­ la doctrina católica en los sindicatos.
mos tolerar los sindicatos llamados Además, para que estos sindicatos 661
cristianos cual están al presente cons­ sean tales que en ellos puedan figurar
tituidos en vuestras Diócesis, a causa obreros católicos, es m enester que se
de que tales agrupaciones cuentan un abstengan de todo lo que en la teoría
núm ero m ucho m ayor de obreros que o en la práctica no se conforme con la
las sociedades católicas y, de no p er­ doctrina y las leyes de la Iglesia o con
m itirse su continuación, se seguirían su legítima autoridad espiritual; y que
grandes males. en este punto nada se observe en ellos
Atendidas las especiales condiciones ni de palabra, ni por escrito, ni en sus
en que se encuentra el catolicismo en hechos, menos digno de aprobación.
Alemania, estimamos que debemos con­
ceder lo que se pide, declarando que 5. D eber de los prelados sobre el
se puede tolerar y perm itir a los cató­ p articu lar. P or tanto, es deber sacra­
licos que form en parte de esas asocia­ tísimo de los Prelados exam inar con
ciones m ixtas fundadas en vuestras Dió­ diligencia cuál es la conducta de las
cesis, m ientras no vengan otras circuns­ mencionadas Asociaciones y cuidar que
tancias en las cuales la tolerancia pre­ los católicos no reciban daño alguno
sente deje de ser justa y conveniente; de la comunicación con ellas. Los cató­
y entre tanto, con la precisa condición licos adscriptos a los sindicatos mixtos,
de em plear las cautelas oportunas para no perm itan por su parte que éstos,
evitar los peligros que, según expusi­ aun considerados como tales, algo pro-
878 E ncíclicas del PP. Pío X (1912) 111, 6

fesen en la doctrina, ni de hecho eje­ concepto impugnar a los que, estando


cuten para procurar el bien temporal firmes en la defensa de la doctrina y
de los asociados, que sea contrario de derechos de la Iglesia, con recta inten­
algún modo a las prescripciones ema­ ción desean, no obstante, pertenecer, y
nadas del magisterio supremo de la de hecho pertenecen, a los sindicatos
Iglesia, especialmente a las que antes mixtos, donde por razón de las circuns­
expusimos. A este fin, siempre que se tancias parece a la autoridad de la Igle­
trate de cuestiones morales, de justicia sia que con ciertas precauciones se pue­
o caridad, han de velar atentísimamente den permitir; así, por otra parte sería
los Obispos para que los fieles no aban­ muy digno de reprobación el combatir
donen las reglas de moral católica, y hostilmente a las asociaciones pura­
para que, ni en un ápice siquiera, se mente católicas — que, al contrario, por
aparten de las mismas. todos los medios deben ayudarse y pro­
A la verdad, Venerables Hermanos, moverse— , y el intentar establecer y
creemos cierto que habéis de procurar como imponer las llamadas intercon­
se observe religiosa y exactamente fesionales, y esto aun bajo el pretexto
cuanto queda aquí prescrito, y que especioso de reducir a una misma for­
Nos habéis de informar sobre asunto ma todas las sociedades católicas que
de tanta importancia con puntualidad existen en una Diócesis.
y diligencia. Y porque habiendo abo­
cado a Nos la presente causa, la reso­ 6. Conclusión. Mientras hacemos vo­
lución definitiva de la misma, después tos al cielo porque la Alemania católica
de haber consultado a los Obispos, ha haga grandes progresos en el orden
de ser de nuestra exclusiva competen­ religioso y en la esfera civil, implora­
cia, mandamos a todos los que se pre­ mos en favor de esa nación querida
cian de buenos católicos que se absten­ para que se verifiquen estos Nuestros
gan en adelante de disputar entre sí ardentísimos deseos, el auxilio especial
sobre esta materia; y confiamos que, de Dios Omnipotente, y el patrocinio de
en aras de la caridad fraterna y de la la Virgen Madre de Dios, Reina de la
plena sumisión que deben a Nuestra Paz; y como prenda de los favores
autoridad y a la de sus Pastores inme­
divinos y principalmente en testimonio
diatos, han de cumplir de buena volun­
de Nuestra benevolencia, concedemos
tad lo que les hemos prescrito.
con todo el amor de Nuestro corazón,
Si surgiere alguna dificultad, el medio
de resolverla lo tienen a la mano: con­ a vosotros, Amado Hijo y Venerables
sulten a sus Obispos, los cuales eleva­ Hermanos, y a vuestro clero y pueblo
rán la cuestión a esta Sede Apostólica, la Rendición Apostólica.
para su fallo definitivo. Dado en Roma, en San Pedro, el día
Por lo demás — y se colige de lo que 24 de septiembre de 1912, año décimo
llevamos dicho— , así como por una de Nuestro Pontificado.
parte ninguno tiene derecho para acu­
sar de sospechosos en la Fe y en tal PIO PAPA X .
ENCICLICAS

DE

BENEDICTO XV
INTRODUCCION
Santiago delta Chiesa Migliorati nace el 21 de noviembre de 1854, siendo hijo de
los marqueses José della Chiesa y de Juana Migliorati, de la alta nobleza de Génova.
Según sus historiadores, ya desde muy pequeño, mostró una rapidez de ingenio
que resaltaba más todavía, debido a que poseía un carácter humilde, adornado todo ello
por un trato casi elegante y fino.
Sus primeros años de estudio los realizó en su misma ciudad, bajo la tutela cris­
tiana de sus nobles padres. El 3 de Agosto de 1875 obtuvo el doctorado en Leyes por
la Universidad de Génova, siendo sus notas de alta distinción. Sin embargo, conforme a
sus antiguos deseos, aún con el diploma en las manos ingresa al Seminario para seguir
la carrera sacerdotal. Para completarlos se dirige a Roma a la Universidad Gregoriana,
fundada y regentada por la Compañía de Jesús. Aquí toma contacto con los célebres
teólogos jesuítas Franzelin y Mazzella, que en premio a su ciencia y piedad, años más
tarde fueron elevados a la dignidad de Cardenales de la Iglesia Católica.
Terminados sus estudios teológicos recibe la ordenación sacerdotal y pasa a
estudiar en el Seminario diplomático de Roma. Acabados por fin, todos sus estudios, el
gran Cardenal Rampolla, nombrado Nuncio en la corte de Madrid, lo lleva como com­
pañero. Junto a él se empapa del ingenio y tacto diplomático que tanto influiría en los
casos difíciles de su accidentado pontificado.
León XIII buscando un apoyo en su larga y difícil jornada, hace venir desde
Madrid al Card. Rampolla y lo nombra Secretario de Estado. Como era evidente, el
nuevo Secretario se resiste a dejar al joven della Chiesa en España y lo trae con él a
la corte Vaticana. En 1903 entrega a Dios su alma el Pontífice y es elegido en su lugar
PIO X. Elevado a la Secretaría de Estado el español Merry del Val, conociendo las
cualidades de Santiago della Chiesa lo retiene junto a sí como ayudante.
En 1907 PIO X lo eleva al episcopado asignándole la importante sede de Bolonia,
una de las principales de Italia. Es por entonces cuando el celo del sacerdote se des­
pliega en todo sentido. En el automóvil, regalo de los fieles a su nuevo obispo, recorre
en todas las direcciones el territorio encomendado. Pronto la suma actividad de su celo
es conocida en toda Italia. Por todas partes se admira al obispo de Bolonia en sus
evangélicas giras pastorales. Tanta virtud es premiada por PIO X el 4 de Junio impo
niéndole el capelo cardenalicio el año de 1914.
Cuando todavía no se habían retirado a sus Sedes los que participaron del consis­
torio del Papa, éste, al primer estallido de la guerra mundial del 14, entrega santamente
su alma a Dios. Eran los momentos obscuros de la lucha. Nuevos pueblos y países se
declaraban la guerra. Sin embargo, la cátedra de Pedro no podía quedar acéfala por
mucho tiempo. El Cónclave para la elección del nuevo Pontífice, dos meses después
logró reunirse en Roma, bajo la sombra negra de la guerra, alumbrada por el fuego
letal de los cañones.
Desde el primer momento los ojos de los Cardenales reunidos están en Santiago
della Chiesa, con sólo dos meses de cardenalato. Su actuación en Madrid junto a
Rampolla; no menos que la del Vaticano junto a Rampolla ya Secretario de Estado y
después a Merry del Val; como su celo mostrado en Bolonia, inclinaron al Cónclave a
elegir a Santiago della Chiesa como Pontífice de la Iglesia Católica Universal.
La muerte había sorprendido a PIO X cuando estaba a punto de terminarse la
codificación del Derecho total de la Iglesia Católica. Por ésto Benedicto XV (nombre
tomado por Santiago della Chiesa) impulsa su pronta terminación y así el 27 de Mayo
de 1917 por la Constitución “PROVIDENTISIMA MATER’ promulga el nuevo Código
Por una serie de BREVES pide y exhorta al pronto cumplimiento de las nuevas leyes.
Establece al mismo tiempo una comisión, que tendrá por oficio arreglar las dificuldades
que se puedan presentar con las nuevas disposiciones. De este modo el Pontífice ordena
todas las cosas con sabiduría de legista, a fin de que la unidad de la Iglesia, funda­
mento necesario, quede completamente firme.
Después dirige su mirada a esa porción pequeña de la Iglesia Oriental Católica y
por su Motu Proprio “DEI PROVIDENTIS” crea en Roma una Congregación que tendrá
a su cargo todos los asuntos de la Iglesia Oriental. Como ayuda al buen funcionamiento
funda el “Instituto de Asuntos Orientales”. De este modo Benedicto XV trata de ganarse
ía plena confianza de esa porción de su grey perseguida y aniquilada por mantenerse
fiel a la Iglesia de Roma.
— 881 —
882 V id a y O b r a d e B e n e d ic t o XV

Pero el corazón del Papa todavía no descansa. Ciertamente, que ya tiene dadas
todas las normas para los fieles católicos. A todos sus hijos los ha consolado con cartas
y exhortaciones. Ahora su mirada se fija en aquellos seres, que también están llamados
a ser sus hijos; esos individuos por los cuales Cristo exclama en la Cruz “tengo sed”.
Es por esto, que publica su clásica Encíclica sobre las misiones entre los no católicos.
“MAXIMUM ILLUD” es un documento que ha sido llamado con justa razón “Carta
magna de las misiones”. Es el llamado triste de un padre por los millones de seres
que caminan entre las tinieblas del error. Recibe el grito sediento de millones de almas
que mueren por falta de “aguas vivas”. El mundo entero se conmueve ante su voz. Las
partidas de misioneros abandonan Europa y se internan en Africa, Oceanía, Alaska. Ni
el frío ni el calor detiene a esa multitud de seres que voluntariamente se destierran por
Cristo. Y desde el Vaticano Benedicto XV, como un símbolo a su nombre les envía su
bendición. Es finalmente como fruto de sus cartas que nacen los Seminarios de Misiones
de España y otros países abundantes en sacerdotes.
Un afán de independencia, nacido naturalmente de la guerra, tiene peligro de exten­
derse en los centros docentes. Un Centenario más de la muerte del padre de la Escritura,
San Jerónimo, le da impulso para publicar su nueva Encíclica “SPIRITUS PARACLI­
TOS”. En ella el Maestro infalible de la Iglesia de Cristo nos recuerda el verdadero
sentido de la inspiración. No son las circunstancias las que deben mover nuestros sólidos
fundamentos de fe. Descansamos en la roca inconmovible de Cristo. Las circunstancias
son pasajeras. Dios autor e inspirador de la Escritura Santa, en ellas nos ofrece su
palabra y su voluntad. Seguirlas es caminar por su huella. Caminar por su huella es
llegar al cielo: fin último y principal de nuestra vida.
De todas partes llegan al Vaticano la petición para la declaración de San Efrén
como Doctor de la Iglesia Universal. Con esta ocasión publica la Encíclica “PRINCIP1
APOSTOLORUM”. Es un llamado a las Iglesias Orientales. San Efrén, doctor y luz de
Oriente con su santidad y doctrina nos muestra la fidelidad sin límites a las doctrinas
de Roma. Finalmente pide la adhesión de todos los católicos orientales a las normas
dadas por los Papas, intérpretes autorizados de Dios y de las Sagradas Escrituras.
Pero antes de terminar la mención de los documentos principales de Benedicto XV
no podemos dejar en silencio su gran Encíclica “HUMANI GENERIS”, (no confundir
con la de PIO XII que lleva el mismo nombre) dirigida especialmente a los predicadores.
Exhorta a todos los sacerdotes a la predicación directa de la Escritura y sobre todo del
Evangelio, fuente de la verdad católica. Es por medio del libro santo que debemos
renovar a las gentes; es su palabra la que debe llegar hasta los corazones.
Resumiendo el contenido de los otros documentos y cartas de Benedicto XV,
podemos decir que el Pontífice, dado que vivió en los años de la guerra mundial, mues­
tra en ellos el gran anhelo de la paz. El exigía de los gobernantes una paz justa, basada
no en odios o venganzas sino en el bien de los pueblos y de los individuos. Sin embargo
explícitamente rechazaron sus recomendaciones, y como lo había dicho el Pontífice: la
paz lograda a base de injusticias y opresiones no fué sino una tregua para la guerra
de 1939.
Su labor en favor de los prisioneros fué más eficaz. Dirigió hermosas cartas, ver­
daderos tratados de caridad cristiana, a los países neutrales pidiendo ayuda. Su voz
dolorida de padre, pidiendo clemencia para los hijos fué escuchada. Hasta los mismos
campos de concentración hizo llegar sus mensajes.
No es de extrañar pues, que al correr por Europa la noticia de su muerte (1922)
toda Europa lo llorara. Eran millones de hombres y mujeres que tenían una deuda de
gratitud. Durante esos 4 años de guerra había sido la única luz potente de paz que
alumbrara el cielo oscurecido de Europa; sólo su voz hablaba de paz. Hasta Génova,
su patria, donde estaba reunida la Conferencia Internacional de paz deseó hacer llegar
su voz; pero las puertas se cerraron y no lo dejaron entrar. Nada tenía que hacer
entonces. Los hombres rechazaban su mensaje, por eso, ante la vista de tanto dolor,
generosamente, ofrendó su vida a Dios, como precio de una paz. Contaba 68 años de
edad. La mitad de su reinado había sido alumbrado por la metralla, y la otra mitad
por el odio de la venganza que amenazaba a Europa una vez más; pero esa luz grande
de su corazón jamás se amortiguó con el fuego de odio que ardía a su lado. Era que
su paso por el mundo estaba marcado como la señal de su nombre: Benedicto, es decir
“bendición”. Pasó así bendiciendo los campos de batalla, poniendo una esperanza
espiritual sobre el mundo enfermo de materialidad.
•juta

ENCICLICA “AD BEATISSIMI


APOSTOLORUM PRINCIPIS CATHEDRAM” ( 0
(l-XI-1914)

A LOS VENERABLES HERMANOS LOS PATRIARCAS, PRIMADOS,


ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA
BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

565 1. U niversalidad de la Iglesia. Ape­ salvación de todos los hom bres:: y al


nas elevado, por inescrutables designios aceptar el Pontificado, Nos form ulam os
de la Providencia divina, sin m érito acruel mismo voto que J esucristo ex­
alguno Nuestro, a ocupar la Cátedra presara a punto de m orir en la cruz:
del bienaventurado Príncipe de los “Padre santo, guárdalos en tu nombre,
Apóstoles, Nos, considerando como di­ a los que tú me diste”W.
chas a Nuestra persona aquellas m is­ Ahora bien; apenas Nos fue dado
mas palabras que Nuestro Señor Jesu­ contem plar, de una sola m irada, desde
cristo dijera a Pedro: “Apacienta mis la altu ra de la dignidad Apostólica, el
ovejas, apacienta mis corderos”H) diri­ curso de los hum anos acontecimientos,
gimos en seguida una m irada llena de al ofrecerse a Nuestros ojos la triste
la más encendida caridad al rebaño que situación de la sociedad civil, Nos expe­
se ha confiado a Nuestro cuidado; reba­ rim entam os un acerbo dolor. Y ¿cómo
ño verdaderam ente innum erable, como podría nuestro corazón de Padre común
que, por una o por otra razón, abraza de todos los hom bres dejar de conm o­
a todos los hombres. Porque todos, sin verse profundam ente ante el espectácu­
excepción, fueron librados de la escla­ lo que presenta la Europa, y con ella el
vitud del pecado por Jesucristo, que m undo entero, espectáculo el más atroz
derram ó su sangre por la redención de y luctuoso quizá que ha registrado la
los mismos, sin que haya uno siquiera historia de todos los tiempos? Parece
que sea excluido del beneficio de esta que, en realidad, han llegado aquellos
redención; por lo cual el Pastor divino días de los que J esucristo profetizó:
que tiene ya venturosam ente recogida “Oiréis hablar de guerra y de rumores
en el redil de su Iglesia a una parte del de guerra... Se levantará nación contra
género hum ano, asegura que El atraerá nación”W. El tristísim o fantasm a de
am orosam ente a la otra: “Aún otras la guerra dom ina por doquier, y apenas
566 ovejas tengo que no son de este redil, hay otro asunto que ocupe los pensa­
y es preciso que yo las traiga, y oirán mientos de los hom bres. Poderosas y
mi voz”(2*1\ opulentas son las naciones que pelean;
por lo cual ¿qué extraño es que, bien
2. Voz de padre. Confesamos since­ provistas de los horrorosos medios que
ram ente, Venerables Herm anos, el p ri­ en nuestros tiempos el arte m ilitar ha
m er afecto que em bargó Nuestro ánimo, inventado, se esfuercen en destruirse
excitado sin duda por la divina Bondad, m utuam ente con refinada crueldad? No
fue de vehemente deseo y am or por la tienen, por eso, límite ni las ruinas, ni
(*) A. A. S. C (1914) págs. 565-581. Versión española auténtica de A.A.S. 6 (1914) págs. 615-629. Los
subtítulos son de responsabilidad de la 1^ ed. La traducción ele los textos bíblicos según Nácar -
Colunga. — L o s n ú m e r o s m a r g i n a l e s corresponden a las páginas del texto original en AAS, vol.
6. (P. H.)
(1) Juan 21, 15-17. (3) Juan 17, 11.
(2) Juan 10, 16. (4) Mat. 21, 6-7.
— 883 —
884 E ncíclicas del PP. B enedicto XV (1914) 112, 3-5

la m ortandad; cada día la tierra se mueve a hablar así. No perm itan, pues,
em papa con nueva sangre y se llena que se pierda en el vacío esta Nuestra
de m uertos y heridos. ¿Quién diría que voz de amigo y de Padre.
los que así se com baten tienen un m is­
mo origen, participan de la m ism a n a ­ 4. El m al viene de lejos. Pero no es
turaleza, y pertenecen a la m ism a so­ solamente la sangrienta guerra actual
ciedad hum ana? ¿Quién les reconocería lo que trae a los pueblos sumidos en
como herm anos, hijos de un mismo P a ­ la miseria y a Nos angustiado y solícito.
dre que está en los cielos? Y m ientras Otro m al funesto ha penetrado hasta
que de u na y otra parte form idables las mismas entrañas de la sociedad h u ­
ejércitos pelean furiosam ente, las n a­ m ana y tiene atem orizado a todos los
ciones, las familias, los individuos su­ hom bres de sano criterio, ya por los
fren los dolores y miserias que, como daños que ha causado y causará en lo
triste cortejo, siguen a la guerra. Au- futuro a las naciones, ya porque, con
’67 m enta sin medida, de día en día, el toda razón, es considerado como causa
núm ero de viudas y de huérfanos; se de la presente luctuosísim a guerra. En
paraliza, por la interrupción de com u­ efecto, desde que se han dejado de apli­
nicaciones, el comercio; están abando­ car en el gobierno de los Estados la
nados los campos, y suspendidas las norm a y las prácticas de la sabiduría
artes; se encuentran en la estrechez los cristiana, que garantizaban la estabili­
ricos, en la m iseria los pobres, en el dad y la tranquilidad del orden, co­
luto todos. m enzaron, como no podía menos de
suceder, a vacilar en sus cimientos las
3. Que reine la paz. Nos, conmovido naciones y a producirse tal cambio en
por tan extrem a situación, en el p rin ­ las ideas y en las costumbres, que si
cipio de Nuestro suprem o Pontificado Dios no lo rem edia pronto, parece ya
creimos deber Nuestro recoger las últi­ inm inente la destrucción de la sociedad
mas palabras de Nuestro Predecesor, hum ana. He aquí los desórdenes que 568
Pontífice de ilustre y santísim a m em o­ estamos presenciando: la ausencia de
ria, y repitiéndolas, com enzar Nuestro am or m utuo en la comunicación entre
apostólico m inisterio; y conjuram os los hom bres; el desprecio de la auto­
con toda vehemencia a los Príncipes y ridad de los que gobiernan; la injusta
a los Gobernantes, a fin de que, consi­ lucha entre las diversas clases sociales;
derando cuánta sangre y cuántas lágri­ el ansia ardiente con que son apetecidos
mas habían sido derram adas, se ap re­ los bienes pasajeros y caducos, como si
suraren a devolver a los pueblos los no existiesen otros, y ciertam ente m u­
soberanos beneficios de la paz. cho m ás excelentes, propuestos al hom ­
Y ojalá que por la m isericordia de bre, para que los alcance. En estos cua­
Dios, suceda que, al em pezar Nuestro tro puntos se contienen, según Nuestro
oficio de Vicario suyo, resuene cuanto parecer, otras tantas causas de las gra­
antes el feliz anuncio que los Angeles vísimas perturbaciones que padece la
cantaron en el Nacimiento del divino sociedad hum ana. Todos, por tanto,
Redentor de los hom bres: “Paz en la debemos esforzarnos en que por com­
tierra a los hombres de buena volun­ pleto desaparezcan, restableciendo los
tad”^ . Que Nos escuchen, rogamos, principios del cristianismo, si de veras
aquellos en cuyas manos están los des­ se intenta poner paz y orden en los
tinos de los pueblos. Otros medios exis­ intereses comunes.
ten, ciertam ente, y otros procedim ien­
tos p ara vindicar los propios derechos, 5. Ámaos los unos a los otros. Pero,
si hubiesen sido violados. Acudan a en prim er lugar, J esucristo, habiendo
ellos, depuestas en tanto las arm as, con descendido de los cielos para restaurar
leal y sincera voluntad. Es la caridad entre los hom bres el reino de la paz,
hacia ellos, y hacia todos los pueblos, destruido por la envidia de S atanás ,
no Nuestro propio interés, la que Nos5 no quiso apoyarlo sobre otro funda-
(5) Luc. 2, 14.
112, 6 -7 E n c íc l ic a “ A d B e a t is s im l ’ 88 5

mentó que él de la caridad. P or eso como en nuestros días de la fraternidad


repitió tantas veces: “Un mandamiento hum ana; más aún, sin acordarse de las
nuevo os doy, que os améis los unos a enseñanzas del Evangelio y posponien­
los otros^K Este es mi precepto, que do la obra de Cristo y de su Iglesia, no
os améis unos a o tr o s í. Esto os man­ reparan en ponderar este anhelo de
do , que os améis unos a otros”^ como fraternidad como uno de los más pre­
si no tuviese otra m isión que la de h a ­ ciados frutos que la m oderna civiliza­
cer que los hom bres se am asen m utua­ ción ha producido.
mente. Y p ara conseguirlo ¿qué genero
de argum entos dejó de em plear? A to ­ 6. La fratern id ad ha m uerto. Pero,
dos nos m anda levantar los ojos al en realidad, nunca se han tratado los
Cielo: “Porque uno solo es vuestro Pa­ hom bres menos fraternalm ente que
dr e e l que está en los cielos678(9)10. A todos, ahora. En extremo crueles son los odios
sin distinción de naciones, de lenguas, engendrados por la diferencia de razas;
ni de intereses, nos enseña la m isma más que por las fronteras, los pueblos
form a de orar: “Padre nuestro que estás están divididos por m utuos rencores;
en los cielos”(10); es más, afirm a que el en el seno de una m ism a nación, y
Padre celestial al rep artir los beneficios dentro de los m uros de una m ism a ciu­
naturales, no hace distinción de los dad, las distintas clases sociales son
m éritos de cada uno: “Quien hace salir blanco de la recíproca malevolencia; y
el sol sobre malos y buenos y llover so­ las relaciones privadas se regulan por
bre justos e injustos”í11). el egoísmo convertido en ley suprem a.
Ya veis, Venerables Herm anos, cuán
Tam bién nos dice, unas veces, que necesario sea procurar con todo empe­
somos herm anos; y otras, nos llam a ño que la caridad de J e s u c r is t o torne
herm anos suyos; “Todos vosotros, em­ a reinar entre los hom bres. Este será
pero, sois hermanos”(12\ “Para que el siempre nuestro ideal y ésta la labor
mismo sea el Primogénito entre muchos propia de Nuestro Pontificado. Y os
hermanos”<13). Y lo que más fuerza exhortam os a que éste sea tam bién
tiene p ara estim ularnos en sumo grado vuestro anhelo. No cesemos de inculcar
a este am or fraternal aun hacia aque­ en los ánimos de los hom bres, y de
llos a Quienes nuestra nativa soberbia poner en práctica, aquello del Apóstol
m enosprecia, quiere que se reconozca San J u a n : “Amémonos mutuamen­
en el más pequeño de los hom bres la te” Excelentes son, es cierto, y so­
dignidad de su m ism a persona: “Cuan­ bre m anera recomendables los Institutos
tas veces lo hicisteis a uno de estos mis benéficos que tanto abundan en nuestros
hermanos menores, a mí me lo hicis­ días; m as téngase en cuenta que en­
teis”(14). ¿Qué m ás? E n los últimos tonces resultan de verdadera utilidad
momentos de su vida rogó encarecida­ cuando prácticam ente contribuyen de
m ente al Padre que todos cuantos en algún modo a fom entar en las almas
El habían de creer fuesen una sola cosa la verdadera caridad hacia Dios y hacia
por el vínculo de caridad: “Como tu, los prójim os; pero si nada de esto con­
Padre, en mí, y yo en ti”(15K Finalm en­ siguen, son inútiles: porque “el que no
te, suspendido de la cruz, derram ó su ama permanece en la muerte”(17K
sangre sobre todos nosotros p ara que
nosotros, como form ando u n solo cuer­ 7. Odio a la A utoridad. Dejam os di- 570
po, nos amásemos m utuam ente con un cho que otra causa del general desorden
am or sem ejante al que existe entre los consiste en que ya no es respetada la
m iem bros de un mismo cuerpo. Pero autoridad de los que gobiernan. Porque
muy de otra m anera sucede en nuestros desde el momento que se quiso atribuir
tiempos. Nunca quizá se habló tanto el origen de toda hum ana potestad, no
(6) Juan 13, 34. (12) Mat. 23, 8.
(7) Juan 15, 12. (13) Rom. 8, 29.
(8) Juan 15, 17. (14) Mat. 25, 40.
(9) Mat. 23, 9. (15) Juan 17, 21.
(10) Mat. 6, 9. (16) I Juan 3, 23.
(11) Mat. 5, 45. (17) I Juan 3, 14.
886 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV í 1914) 112, 89

a Dios, Creador y dueño de todas las perador, como soberano, ya a los go­
cosas, sino a la libre voluntad de los bernadores, como delegados suyos”(20\
hombres, los vínculos de m utua obli­ De donde colige el Apóstol de las
gación que deben existir entre los su­ gentes que quien resiste con contu- “
>7i
periores y los súbditos se han aflojado m acia al legítimo gobernante, a Dios
hasta el punto de que casi h an llegado resiste, y se hace reo de las eternas
a desaparecer. Pues el inm oderado de­ penas: “De suerte que quien resiste a
seo de libertad, unido a la contumacia, la autoridad resiste a la disposición de
poco a poco lo ha invadido todo; y no Dios, y los que la resisten se atraen so­
ha respetado siquiera la sociedad do­ bre sí la condenación” (21).
méstica, cuya potestad, es más clara
que la luz m eridiana, que arranca de la 8. La Religión de Cristo apoya la
mism a naturaleza; y, lo que todavía es autoridad civil. R ecuerden esto los
más doloroso, ha llegado a penetrar que gobiernan los pueblos y consideren
hasta en el recinto mismo del Santuario. si es prudente y saludable consejo, ta n ­
De aquí proviene el desprecio de las to para el poder público como para los
leyes; de aquí, las agitaciones popula­ ciudadanos, apartarse de la santa reli­
res; de aquí, la petulancia en censurar gión de Jesucristo, que tan ta fuerza y
todo lo que es m andado; de aquí mil consistencia presta a la hum ana auto­
argucias inventadas p ara quebrantar el ridad. Mediten, una y otra vez, si es
nervio de la disciplina; de aquí los medida de sabia política querer pres­
m onstruosos crím enes de aquellos que, cindir de la doctrina del Evangelio y
confesando que carecen de toda ley, no de la Iglesia en el m antenim iento del
respetan ni los bienes, ni las vidas de orden social, y en la pública instruc­
los demás. ción de la juventud. H arto nos demues­
tra la experiencia que la autoridad de
L a au to rid ad viene de Dios. Ante los hom bres perece allí donde la reli­
sem ejante desenfreno en el pensar y gión es desterrada. Suele de hecho
en el obrar, que destruye la constitu­ acontecer a las naciones, lo que acaeció
ción de la sociedad hum ana, Nos, a a nuestro prim er padre, al punto que
quien ha sido divinam ente confiado el hubo pecado. Así como en éste, apenas
magisterio de la verdad, no podemos en su voluntad se hubo apartado de la de
modo alguno callar; y recordam os a los Dios, las pasiones desenfrenadas recha­
pueblos aquella doctrina que no puede zaron el imperio de la voluntad, así
ser cam biada por el capricho de los también, cuando los que gobiernan los
hom bres: “No hay autoridad sino por Estados desprecian la autoridad de
Dios y la que hay, por Dios ha sido Dios, suelen los pueblos burlarse de la
ordenada” P or tanto, toda autori­ de ellos. Les queda, es verdad, la fuer­
dad existente entre los hom bres, ya sea za, y de ella acostum bran usar, para
soberana o subalterna es divina en su sofocar las rebeliones; pero ¿con qué
origen. P or esto San Pablo enseña que provecho? Por la violencia se sujetan
a los que están investidos de autoridad los cuerpos, mas no los espíritus.
se les ha de obedecer, no de cualquier
modo sino religiosamente, por obliga­ 9. Los pobres contra los ricos. Suel­
ción de conciencia, a no ser que m an ­ to, pues, o aflojado aquel doble vínculo
den algo que sea contrario a las divi­ de cohesión de todo cuerpo social, a
nas leyes: “Es preciso someterse no saber, la unión de los miembros entre
sólo por temor del castigo, sino por sí, por la m utua caridad, y de los m iem ­
conciencia” Concuerdan con estas bros con la cabeza, por el acatam iento
palabras de S a n P a b l o aquellas otras a la autoridad ¿quién se m aravillará
del mismo Príncipe de los Apóstoles: con razón, Venerables Hermanos, de
“Por amor del Señor, estad sujetos que la actual sociedad hum ana aparez­
a toda autoridad humana; ya al em-819 ca como dividida en dos grandes ban-
(18) Rom. 13, 1. (20) I Petr. 2, 13-14.
(19) Rom. 13, 5. (21) Rom. 13, 2.
112, 10-11 E n c íc l ic a “ A d B e a t is s im i” 887

dos que luchan entre sí despiadada­ sagrada y en las publicaciones católicas.


mente y sin descanso? Pero de un modo especial, y no duda­
Frente a los que la suerte, o la p ro ­ mos repetirlo, procurarem os con toda
pia actividad ha dotado de bienes de suerte de argum entos sum inistrados por
fortuna, están los proletarios y obreros, el Evangelio, por la m ism a naturaleza
ardiendo en odio, porque participando del hom bre y los intereses públicos y
de la m ism a naturaleza que ellos, no privados, exhortar a todos a que, ajus­
gozan sin embargo, de la m ism a condi­ tándose a la ley divina de la caridad,
ción. N aturalm ente u n a vez infatuados se am en unos a otros como herm anos.
como están por las falacias de los agi­ La eficacia de este fraterno am or no
tadores, a cuyo influjo por entero sue­ consiste en hacer que desaparezca la
len someterse, ¿quién será capaz de diversidad de condiciones y de clases,
persuadirlos que no porque los hom ­ cosa tan imposible como el que en un
bres sean iguales por naturaleza, han de cuerpo anim ado todos y cada uno de
ocupar el mismo puesto en la vida so­ los miem bros tengan el mismo ejercicio
cial; sino que cada cual tendrá aquel y dignidad, sino en que los que estén
que adquirió con su conducta, si las más altos se abajen, en cierto modo,
circunstancias no le son adversas? Así, hasta los inferiores y se porten con
pues, los pobres que luchan contra los ellos, no sólo con toda justicia, como
ricos como si éstos hubiesen usurpado es su obligación, sino tam bién benigna,
ajenos bienes, obran no solam ente co n ­ afable, pacientem ente; los hum ildes a
tra la justicia y la caridad, sino tam ­ su vez se alegren de la prosperidad y
bién contra la razón; sobre todo, pu- confíen en el apoyo de los poderosos,
diendo ellos, si quieren, con u na h o n­ no, de otra suerte que el hijo m enor
rada perseverancia en el trabajo, m e­ de una fam ilia se pone bajo la protec­
jo ra r su propia fortuna. Cuáles y cuán­ ción y el am paro del de m ayor edad.
tos perjuicios acarree esta rivalidad de
clases, tanto a los individuos en p arti­ 11. La raíz del mal, la concupiscen­
cular como a la sociedad en general, no cia. Sin em bargo, V enerables H erm a­
hay necesidad de declararlo; todos es­ nos, los males que hasta ahora venimos
tam os viendo y deplorando las frecuen­ deplorando tienen una raíz m ás pro­
tes huelgas, en las cuales suele quedar funda y si p ara extirparla no se aúnan
repentinam ente paralizado el curso de los esfuerzos de los buenos, en vano
la vida pública y social, hasta en los esperarem os lograr aquello que todos
oficios de más im prescindible necesi­ ciertam ente anhelamos, es a saber, la
dad; e igualmente, esas am enazadoras tranquilidad estable y duradera de la
revueltas y tum ultos, en los que con vida social. Cual sea esta raíz lo declara
frecuencia se llega al empleo de las el Apóstol: “La raíz de todos los males
arm as y al derram am iento de sangre. es la concupiscencia”(1022K Porque, si
bien se considera, los males que ahora
10. U topías socialistas. No Nos p a­ sufre la sociedad hum ana nacen de esta
rece necesario repetir ahora los argu­ raíz. Pues cuando en escuelas perversas
mentos que prueban hasta la evidencia se m oldea como cera la edad infantil, y
lo absurdo del socialismo y de otros con la malicia de ciertos escritos, diaria
semejantes errores. Ya lo hizo sapien- o periódicam ente se form a la m ente de
tísim am ente L e ó n X III Nuestro P rede­ la m ultitud inexperta, y con otros seme­
cesor, en mem orables Encíclicas; y vos­ jantes medios es dirigida la opinión pú­
otros, Venerables H erm anos, cuidaréis blica; cuando, decimos, se ha introdu­
con vuestra diligencia de que tan im ­ cido en los ánimos el funestísimo error
portantes enseñanzas no caigan en el de que el hom bre no ha de esperar un
olvido, sino que sean sabiam ente ilus­ estado de eterna felicidad, sino que
tradas e inculcadas, según la necesidad aquí abajo puede ser dichoso con el
lo requiera, en las asam bleas y reunio­ goce de las riquezas, de los honores,
nes de los católicos, en la predicación de los placeres de esta vida, nadie se
(22) 1 Tim 6, 10.
888 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1914) 112, 12-14

m aravillará de que estos hom bres, n a ­ por medio de los dolores, adversidades
turalm ente inclinados a la felicidad, y m iserias de esta vida, si las soporta­
con la m ism a violencia con que se lan ­ mos con paciencia, como debemos, nos­
zan a la conquista de tales bienes, re ­ otros mismos nos abrim os paso hacia
chacen todo aquello que retarda o im ­ aquellos bienes verdaderos y eternos,
pide su consecución. Mas, porque estos “lo que Dios ha preparado para los que
bienes no están distribuidos por igual lo amarí’(2éh Sin embargo, muchos des­
entre todos, y a la autoridad pública cuidan tan im portantes enseñanzas de
toca im pedir que la libertad individual la fe, y m uchos las han olvidado por
traspase los lím ites y se apodere de lo completo.
ajeno, de aquí nace el odio contra la
autoridad, y la envidia de los deshere­ 13. Manos a la obra p o r el prem io
dados de la fortu n a contra los ricos, y eterno. Es necesario pues, Venerables
las luchas y contiendas m utuas entre las Herm anos, renovar según ellas todos
diversas clases de ciudadanos esforzán­ los corazones. No de otra suerte logra­
dose los unos por obtener, a toda costa, rán la paz los hombres, ni la sociedad
aquello de que carecen, y los otros por hum ana. Exhortam os, por tanto, a los
conservar, y aún aum entar lo que ya que padecen cualquier adversidad, a
poseen. que no fijen sus m iradas en la tierra,
en la cual no somos más que peregri­
12. Las bienaventuranzas de Cristo. nos, sino que las levanten al Cielo, a
Previendo Jesucristo, Señor Nuestro, donde nos encaminamos: “no tenemos
sem ejante estado de cosas, explicó en aquí inorada permanente sino que
aquel sublime serm ón de la m ontaña anhelamos la futura”(25L Y en medio
cuáles eran las verdaderas bienaven­ de las adversidades con las que Dios
turanzas del hom bre sobre la tierra, y prueba la constancia en su divino ser­
puso, por decirlo así, los fundam entos vicio, consideren con frecuencia qué
de la filosofía. Tales enseñanzas, aun a prem io les está reservado para cuando
los hom bres más adversos a la fe p are­ salgan vencedores de esta lucha. “Pues
ció que contenían u na sabiduría sin­ por la momentánea y ligera tribulación
gular y perfectísim a doctrina así m oral nos prepara un peso eterno de gloria
como religiosa; y ciertam ente todos incalculable”(26L Finalm ente, el dedi­
convienen en reconocer que nadie, carse con todo empeño y esfuerzo a que
antes de Cristo, que es la m ism a verdad, reconozca en los hom bres la fe en las
había enseñado jam ás cosa parecida en verdades sobrenaturales, y asimismo,
esta m ateria, ni con tan ta gravedad y el aprecio, el deseo y la esperanza de
autoridad, ni con tan elevados y am o­ los bienes eternos, debe ser vuestro
rosos sentimientos. principal empeño, Venerables H erm a­
574 La índole secreta e íntim a de esta nos, así como tam bién el del Clero y el
filosofía consiste en que, los llamados de todos los nuestros, que, unidos en
bienes de esta vida tienen la apariencia varias asociaciones, procuran prom over
de bien, pero no la eficacia; y por lo la gloria de Dios y el verdadero bien
mismo, no son tales que su goce pueda común. Porque a medida que esta fe
hacer feliz al hom bre. Pues, según la crezca entre los hombres, decrecerá en
palabra de Dios, tan lejos está que las ellos el afán inm oderado de alcanzar
riquezas, la gloria, los placeres hagan los fingidos bienes de la tierra, y rena­
feliz al hom bre, que si quiere serlo de ciendo la caridad, gradualm ente cesa­
veras debe por am or de Dios, privarse rán las luchas y contiendas sociales.
de los mismos: “Bienaventurados los
pobres... bienaventurados cuando los 14. Algo se ha hecho ya en el campo
hombres os aborrezcan, y excomulgán­ religioso. Ahora bien, si, dejando a p a r­
doos os maldigan y proscriban vuestro te la sociedad civil, volvemos Nuestro
nombre como malo”(23K Es decir, que pensam iento a considerar las cosas ecle-
(23) Luc. 6, 20-22. (25) Hebr. 13, 13.
(24) I Cor. 2, 9. (26) II Cor. 4, 17.
112, 15 E n c íc l ic a “ A d B e a t is s im i” 889

siásticas, tenemos, sin duda, motivos prim era Encíclica, creemos convenien­
p ara que Nuestro ánimo, herido por la te indicar algunos puntos principales,
general calam idad de estos tiempos, al a los cuales hemos resuelto dedicar
menos en parte, reciba algún alivio; Nuestro especial cuidado; así, procu­
pues adem ás de las pruebas, que se rando vosotros secundar con vuestro
presentan clarísim as, de la divina vir­ celo Nuestros designios, se obtendrán
tud y firm eza de que goza la Iglesia, no más pronto los frutos deseados.
pequeño consuelo Nos ofrecen los p re­
claros frutos que de su activo pontifica­ 15. Unión y concordia. Y ante todo,
do Nos dejó Nuestro predecesor Pío X, como quiera que en toda sociedad de
después de haber ilustrado a la Sede hom bres, sea cualquiera el motivo por
Apostólica con los ejem plos de una el que se han asociado, lo prim ero que
vida santa. Vemos, en efecto, por obra se requiere para el éxito de la acción
suya, inflam ado por doquier el espíritu común, es la unión y concordia de los
religioso entre los eclesiásticos; desper­ ánimos, Nos procurarem os resuelta­
tada la piedad del pueblo cristiano; mente que cesen las disensiones y dis­
prom ovidas en las asociaciones de los cordias que hay entre los católicos, y
católicos la acción y la disciplina; fu n ­ que no nazcan en otros en lo sucesivo;
dadas en unas partes, y m ultiplicadas de tal m anera, que entre los católicos
en otras, las sedes episcopales; ajustada no haya más que un solo sentir y un
la educación de la juventud levítica solo obrar. Saben bien los enemigos de
conform e a la exigencia de los cánones, Dios y de la Iglesia que cualquiera
y, en cuanto es necesario, a la condición disensión de los nuestros en la lucha
de estos tiempos; alejados de la ense­ es p ara ellos una victoria; por lo que,
ñanza de las ciencias sagradas los peli­ cuando ven a los católicos m ás unidos,
gros de tem erarias innovaciones; el arte entonces em plean la antigua táctica
musical, obligado a servir dignam ente de sem brar astutam ente la semilla de
a la m ajestad de las funciones sagradas; la discordia, esforzándose por deshacer
aum entando el decoro de la Liturgia la unión. ¡Ojalá que sem ejante táctica
y propagando extensam ente el nom bre no les hubiese proporcionado tan fre­
cristiano con nuevas misiones de p re­ cuentem ente el éxito apetecido, con tan ­
dicadores evangélicos. to daño de la Religión! Así, pues, cuan­
do la potestad legítima m andare algo,
Son éstos, realm ente, grandes m éritos a nadie sea lícito quebrantar el precep­
de Nuestro Antecesor p ara con la Igle­ to por la sola razón de que no lo aprue­
sia, de los cuales conservará grata m e­ ba, sino que todos sometan su parecer
m oria la posteridad. Sin embargo, como a la autoridad de aquel al cual están
quiera que el cam po del Padre de fa­ sujetos, y le obedezcan por deber de
milias, por perm isión divina, está siem­ conciencia. Igualm ente ninguna perso­
pre expuesto a la malicia del hombre na privada se tenga por m aestra en la
enemigo, jam ás sucederá que no deba Iglesia, ya cuando publique libros o
trabajarse en él p ara que la abundante periódicos, ya cuando pronuncie dis­
cizaña no sofoque la buena mies. P or lo cursos en público. Saben todos a quien
tanto, teniendo como dicho tam bién a ha confiado Dios el m agisterio de la
Nosotros, lo que Dios dijo al Profeta: Iglesia; a solo éste, pues, se deje el
“Sobre pueblos y reinos hoy te doy po­ derecho de hablar como le parezca y
der de arrancar y arruinar... de edificar, cuando quiera. Los demás tienen el de­
levantar y plantar”(27\ por N uestra p a r­ ber de escucharlo y obedecerlo devota­
te, tendrem os sumo cuidado en alejar mente. Mas en aquellas cosas sobre las
cualquier m al y prom over el bien hasta cuales, salvo la fe y la disciplina, no
que plazca al Príncipe de los Pastores habiendo emitido su juicio la Sede
pedirnos cuenta de nuestro m inisterio. Apostólica, se puede disputar por am bas
Y ahora, Venerables H erm anos, al partes, a todos es lícito m anifestar y
dirigirnos a vosotros por medio de esta defender lo que opinan. Pero en estas
(27) Jerem. 1, 10.
890 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1914) 112, 16-17

disputas húyase de toda intem perancia sión divina, ha hecho increíbles progre­
de lenguaje que pueda causar grave sos en el estudio de la naturaleza, algu­
ofensa a la caridad; cada uno defienda nos, anteponiendo su propio juicio a
su opinión con libertad, pero con m o­ la autoridad de la Iglesia, llevaron a
deración, y no crea serle lícito acusar tal punto su tem eridad que no dudaron
a los contrarios, sólo por esta causa, en m edir con su inteligencia aun los
de fe sospechosa o de falta de disci­ mismos secretos m isterios de Dios, y
plina. cuanto ha revelado al hom bre, y de
acomodarlos a la m anera de pensar de
Motes indebidos que deben evitarse. estos tiempos. Así se engendraron los
Queremos tam bién que los católicos se monstruosos errores del Modernismo
abstengan de usar aquellos apelativos que Nuestro Antecesor llamó justam en­
que recientem ente se h an introducido te síntesis de todas las herejías, y con­
p ara distinguir unos católicos de otros, denó solemnemente. Nos, Venerables 578
y que los eviten, no sólo como innova­ Hermanos, renovamos aquí esta con­
ciones profanas de palabras, que no denación en toda su extensión; y dado
están conform es con la verdad ni con que tan pestífero contagio no ha sido
la equidad, sino tam bién porque de ahí aún enteram ente atajado, sino que to­
se sigue grande perturbación y confu­ davía se m anifiesta acá y allá, aunque
sión entre los mismos. La fe católica solapadamente, Nos exhortam os a que
es de tal índole y naturaleza, que nada con sumo cuidado se guarde cada uno
se le puede añadir ni quitar: o se p ro ­ del peligro de contraerlo. Pues de esta
fesa por entero o se rechaza por entero: peste bien puede afirm arse lo que Job
“Esta es la fe católica; y quien no la había dicho de otra cosa: “Fuego que
creyere firme y fielmente no podrá devora hasta la destrucción y que con­
salvarse”(28>. No hay, pues, necesidad sume toda mi hacienda”(30). Y no sola­
de añadir calificativos p ara significar lamente deseamos que los católicos se
profesión católica; bástale a cada uno guarden de los errores de los m oder­
esta profesión: Cristiano es mi nombre, nistas, sino tam bién de sus tendencias,
católico, mi apellido; procure tan sólo o del espíritu m odernista, como suele
ser en efecto aquello que dice. decirse: el que queda inficionado de
este espíritu rechaza con desdén todo
16. E xhortación a los que dism inu­ lo que sabe a antigüedad, y busca, con
yan la fe o se engrían. M odernismo. avidez la novedad en todas las cosas:
P or lo demás, a los nuestros que se han en el modo de hablar de las cosas divi­
consagrado a la utilidad com ún de la nas, en la celebración del culto sagrado,
causa católica, pide hoy la Iglesia otra en las instituciones católicas, y hasta
cosa m uy distinta que insistir por más en el ejercicio privado de la piedad.
tiempo en cuestiones de las cuales n in ­ Queremos, por tanto, que sea respetada
guna utilidad se sigue; pide que con aquella ley de Nuestros mayores: Nihil
todo esfuerzo procuren conservar la innovetur nisi quod traditum est, “Nada
fe íntegra y libre de toda som bra de se innove sino lo que se ha trasmiti­
error, siguiendo especialmente las hu e­ do”; la cual, si por una parte ha de ser
llas de Aquel a quien Cristo ha consti­ observada inviolablemente en las cosas
tuido guardián e intérprete de la ver­ de fe, por otra, sin embargo, debe servir
dad. Tam bién hay, y no pocos, quienes de norm a para todo aquello que pueda
como dice el Apóstol: “No sufrirán la sufrir m utación, si bien, aun en esto
sana doctrina y deseosos de novedades... vale generalm ente la regla: Non nova,
apartarán los oídos de la verdad para sed noviter, “No cosas nuevas sino de
volverlos a las fábulas”(29>. En efecto, un modo nuevo”.
orgullosos y engreídos por la gran esti­
ma que tienen del entendim iento h u ­ 17. E stím ulo a las asociaciones. Ya
mano, el cual ciertam ente, por permi- 289 que, V enerables H erm anos, p ara pro-
(28) Símb. Atanasiano. (30) Job 31, 12.
(29) II Tim. 4, 3-4.
112, 18-19 E n c í c l i c a c;A d B e a t i s s i m i ” 891

fesar abiertam ente la fe católica y p ara Solamente ansiamos que los docum en­
vivir de m anera conveniente a la m ism a tos de tan sabios Pontífices, y princi­
fe, los hom bres suelen ser estimulados palm ente la Exhortación al clero de
principalm ente con fraternales exhor­ Pío X, con el auxilio de vuestras exhor­
taciones y m utuos ejemplos, por eso, taciones, no caigan jam ás en olvido,
Nos complace sobrem anera que sean sino que sean escrupulosam ente obser­
fundadas de continuo nuevas asocia­ vadas.
ciones católicas. Y no sólo deseamos
que dichas asociaciones crezcan, sino 19. Sumisión a nuestros superiores.
que tam bién querem os que florezcan Una cosa hay sin embargo, que no debe
por N uestra protección y por Nuestro pasarse en silencio: y es que queremos
favor, y florecerán, sin duda, con tal recordar a todos cuantos sacerdotes hay
que se acomoden constante y fielmente en el m undo, como hijos Nuestros muy
a las prescripciones que esta Sede Apos­ amados, que es absolutam ente necesa­
tólica h a dado ya, o diere en adelante. rio, ya para su propia santificación, ya
Así, pues, todos aquellos que, tom ando para el fruto del m inisterio sagrado,
parte en estas asociaciones, trab ajan que esté cada uno estrecham ente unido
por Dios y por la Iglesia, nunca olvi­ y enteram ente adicto a su propio Obis­
den lo que dice la Sabiduría: “El hom­ po. P or cierto que, como arriba deplo­
bre obediente conquistará victorias” (3D ramos, no todos los m inistros del San­
porque si no obedecieren a Dios por el tuario están libres de insubordinación
obsequio hacia la Cabeza de la Iglesia, y de independencia, tan corriente en
tam poco m erecerán el auxilio divino, y estos tiempos; ni sucede ra ra vez a los
trab ajarán en vano. Pastores de la Iglesia, encontrar dolor
y contradicción allí donde con derecho
18. Una m irada al clero y las voca­hubiesen esperado consuelo y ayuda.
ciones. Mas, p ara que todas estas cosas A hora bien, los que tan desgraciada­
sean llevadas a cabo, con el feliz resul­ mente abandonan su deber, reflexionen
tado que apetecemos, sabéis m uy bien, una y otra vez que es divina la autori­
Venerables Herm anos, que es necesaria dad de aquellos a los cuales: “El Espí­
la cooperación asidua y prudente de ritu Santo ha constituido a los Obis­
aquellos a quienes Cristo Señor N. envió pos para que gobiernen la Iglesia de
como operarios a su mies, esto es, del Dios”(Z2h Y que, si, como hemos visto,
clero. P or lo cual entenderéis que vues­ resisten a Dios los que resisten a cual­
tro prim er cuidado debe ser fom entar la quier potestad legítima, m ucho más
santidad conveniente a su estado en el irreverente es la conducta de aquellos
clero que ya tenéis, y form ar digna­ que rehúsan obedecer a los Obispos, a
m ente p ara un oficio tan santo, con la los cuales ha consagrado Dios con el
más esm erada educación, a los alum ­ sello de su potestad: Cum chantas, así
nos del Santuario. Y aunque vuestra escribía el santo m ártir I g n a c i o , non
diligencia no tiene necesidad de estím u­ sinat me tacere de uobis, propterea
lo, os exhortam os y os conjuram os a anteverti vos admonere, ut unanimi
que queráis cum plir este deber con el sitis in sententia Dei, Etenim Jesús
m ayor interés posible; porque se trata Christus, inseparabilis a nostra vita,
de cosa tan inportante, que no hay sententia Patris est, ut et Episcopi per
otra de m ayor interés p ara el bien de tractus terrae constituti, in sententia
la Iglesia; pero, como quiera que ya Patris sunt. Unde decet vos Episcopi
Nuestros Antecesores de s. m. L e ó n XIII sententiam concurrere^313233\ Y como h a ­
y P ío X hayan tratado esto de propó­ bló aquel m ártir ilustre, así hablaron
sito, Nos no tenemos nada que añadir. en todos los tiempos, los Padres y Doc-
e n la v o l u n t a d d e D io s . P u e s , ta m b ié n C r i s t o , in s e ­
(31) Prov. 21, 28.
p a r a b l e d e n u e s t r a v i d a e s la v o l u n t a d d e l P a d r e ,
(32) Act. 20, 28. c o m o ta m b ié n lo s o b i s p o s q u e e s t á n c o n s t i t u i d o s
(33) In Epist. ad Eplies. 3. “ P o r c u a n to la c a r i ­ h a s t a lo s c o n f in e s d e la t i e r r a e s tá n e n la v o l u n ­
d a d n o m e p e r m ite c a lla r tr a tá n d o s e d e v o s o tr o s , t a d d e D io s . P o r e s o , o s c o r r e s p o n d e c a m i n a r s e ­
m e p r o p u s e e x h o r t a r o s a q u e c a m in é is u n á n i m e s g ú n la v o l u n t a d d e l O b is p o ” .
892 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1914) 112, 20-21
tores de la Iglesia. Añádase que ya es 21. La libertad de la Iglesia. P o r lo
dem asiado pesada la carga que llevan tanto, m ientras hacemos fervientes vo­
los Obispos, aun por la m ism a difi­ tos para que renazca la paz entre todas
cultad que ofrecen estos tiempos, y que las naciones, deseamos, tam bién que
es más grave todavía la ansiedad en cese para la Cabeza de la Iglesia esta
que viven por la salud del rebaño que situación anorm al que daña gravem en­
les ha sido confiado: “Obedeced a vues­ te, por más de una razón, a la m ism a
tros pastores y estadles sujetos que ellos tranquilidad de los pueblos. Contra tal
velan sobre vuestras almas” <3435). ¿No estado de cosas, Nos renovam os las
han de llam arse crueles los que, ne­ protestas que Nuestros Predecesores h i­
gando el obsequio debido, aum entan cieron repetidas veces, movidos, no por
esta carga y esta ansiedad? Esto no os intereses hum anos, sino por la santidad
conviene, diría a los tales el Apóstol, del deber; y las renovamos por las
porque, Ecclesia est plebs sacerdoti mismas causas, para defender los dere­
adunata, et pastori suo grex adhae- chos y la dignidad de la Sede Apostó­
r e n s de lo cual se sigue que no lica.
está con la Iglesia aquel que no está
con el Obispo. Oración por la paz. Finalm ente, Ve­
nerables Hermanos, ya que están en la
20. Que termine la guerra y la cues­m ano de Dios los corazones de los p rín ­
tión romana. Y ahora, V enerables H er­ cipes y de todos aquellos que pueden
manos, al term inar esta carta. Nuestro dar fin a las atrocidades y a los daños
corazón vuelve al mismo punto por de que hemos hecho mención, levan­
donde empezáremos a escribir; y pedi­ temos a Dios nuestra voz suplicante, y
mos de nuevo, con fervientes e insis­ en nom bre de la hum anidad entera
tentes votos, el fin de esta desastrosí­ clamemos: Da pacem, Domine, in die-
sima guerra, tanto p ara el bien de la bus nostris. “Da paz, Señor en nuestros
sociedad, como el de la Iglesia; de la días”. Aquel que dijo de sí: “Soy yo,
sociedad p ara que, obtenida la paz, Javé, yo doy la paz”^ \ aplacado por
progrese verdaderam ente en todo gé­ nuestros ruegos, quiera sosegar cuanto
nero de cultura: de la Iglesia de Jesu­ antes las olas tem pestuosas que agitan
cristo, p ara que, libre ya de ulteriores a la sociedad civil y a la religiosa. Séa-
im pedimentos, siga llevando a los hom ­ nos propicia la bienaventurada Virgen
bres el consuelo y la salvación hasta que engendró a Aquel que es Príncipe
los últimos confines de la tierra. Desde de la paz y acoja bajo su m aternal pro ­
hace m ucho tiem po la Iglesia no goza tección Nuestra hum ilde Persona, Nues­
de aquella independencia que necesita, tro m inisterio Pontifical, la Iglesia, y
esto es, desde que su cabeza, el P o n tí­ con ésta las almas de todos los hom ­
fice Romano, empezó a carecer de aquel bres, redim idas con la sangre de su
auxilio que por disposición de la divina divino Hijo.
Providencia, en el transcurso de los
siglos, había obtenido p ara defensa de Bendición final. Como prenda de los
su libertad. Quitado este auxilio, sobre­ dones celestiales y en testimonio de
vino, como no podía menos, una grave Nuestra benevolencia, Venerables H er­
perturbación entre los católicos; porque manos, os damos de todo corazón la
cuantos se profesan hijos del Romano bendición apostólica a vosotros, a vues­
Pontífice, todos, así los que están cerca tro clero y a vuestro pueblo.
como los que están lejos, exigen con Dado en Roma, junto a San Pedro,
pleno derecho, que no pueda ponerse en la fiesta de Todos los Santos, día l 9
en duda que el Padre com ún de todos, de Noviembre del año 1914, prim ero de
en el ejercicio del m inisterio apostólico, Nuestro Pontificado.
sea verdaderam ente, y así mismo ap a­ BENEDICTO PAPA XV.
rezca, libre de todo poder hum ano.
(34) Hebr. 13, 17. 66” (al. 6S). “ L a I g le s ia e s e l p u e b lo u n id o a l s a ­
(35) S. Cypr., “Florentio cui et Puppiano ep. c e r d o t e y la g r e y q u e a m a a s u p a s t o r ”.
(36) Isaías 45, 6-7.
CARTA ENCICLICA
“HUMANI GENERIS REDEMPTIONEM” r*;
(15-VI-1917)

SOBRE LA PREDICACION DE LA DIVINA PALABRA


A los Patriarcas, Primados, Arzobispos y Obispos y demás Ordinarios en paz
y comunión con la Sede Apostólica
BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
305 i. Motivo: la predicación, asunto que tal predicación se cuente con dere­
de m ayor im portancia. Jesucristo, cho entre las cosas de más im portancia
habiendo consum ado la redención del y gravedad, a ella por lo tanto debemos
género hum ano con su m uerte en el aplicar principalm ente N uestra solici­
ara de la Cruz, y queriendo llevar a tud y pensamiento, sobre todo si parece
los hom bres a la posesión de la vida que se desvía de su nativa pureza con
eterna, si eran obedientes a sus precep­ detrim ento de su eficacia.
tos, no escogió otro medio que la voz
de sus predicadores, los cuales anuncia­ 2. M ucha predicación y escasos fru ­
sen a todas las gentes lo que habían tos. Y esta es, Venerables H erm anos,
de creer y practicar: “Plugo a Dios por un a de las calamidades que se junta a
la locura de la predicación hacer salvos las demás de estos tiempos, las cuales
a los creyentes” O) . p o r eso eligió a los a Nos m ás que a ningún otro preocu­
Apóstoles y habiéndoles infundido por pan. Porque si atentam ente observamos
virtud del E spíritu Santo los dones ade­ cuántos son los que se em plean en pre­
cuados a tan alto m inisterio: “Id, les dicar la palabra de Dios, vemos tanto
dijo, por todo el mundo y predicad el núm ero como no lo ha habido quizá
evangelio”(*12K Y esta predicación en jam ás. Y si consideram os qué lugar
verdad ha renovado la faz de la tierra. ocupan en público y en privado las
Porque si la fe cristiana convierte las costum bres e instituciones de los pue­
inteligencias de los hom bres de sus m u ­ blos, vemos que de día en día crece en
chos errores a la luz de la verdad, y el pueblo el desprecio y olvido de lo
sus corazones de la bajeza de sus vicios, sobrenatural; que poco a poco se van
a la grandeza de todas las virtudes, sin alejando las m uchedum bres de la se­
duda que lo hace por obra de su predi­ vera virtud cristiana, y que diariam ente
cación: “La fe por el oído y el oído es m ayor el retroceso que se hace hacia
por la palabra de Cristo”^ . P or con­ la vida vergonzosa de los paganos.
siguiente, conservándose las cosas por
divina disposición con las mismas cau­ 3. La deficiente predicación, una de
sas con que fueron producidas, es claro las causas del paganism o actual. Las
que por voluntad de Dios la predicación causas de estos males son m uchas y
de la doctrina cristiana se emplee p ara diversas; pero nadie negará que es de
continuar la obra de la salud eterna y deplorar el que los m inistros de la pa-
(*) A. A. S. 9 (1917) págs. 305-317. Permítasenos llamar la atención al hecho de que Pío XII comenzó
su Encíclica sobre los errores modernos del 12-VIII-1950 con las mismas palabras que ésta de León XIIJ:
“Humani Generis” . La de Benedicto XV continúa: “Humani Generis Redemptionem Jesús Christus in
ara crucis moriendo cum consummasset” , y la de Pío XII: “ Humani Generis in rebus religiosis et
moralibus discordia” (AAS 42 [1950] 561). — Los números marginales corresponden a las páginas
del texto original en ÁAS, vol. 9. (P. H.)
(1) I Cor. 1, 21. (3) Rom. 10, 17.
(2) Marc. 16, 15.
— 893 —
894 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1917) 1 1 3 , 4 -5

labra divina no pongan a estos males otros dejemos de predicar la palabra


suficiente remedio. ¿P or ventura ha de Dios y nos pongamos a servir a las
dejado de ser la palabra de Dios, tal mesas” Mas, aunque este oficio es
como la llam aba el Apóstol, viva y propio de los Obispos, sin embargo
eficaz y m ás penetrante que una espada porque están ocupados con otros cuida­
de dos filos? ¿P or ventura el uso con­ dos en el gobierno de sus iglesias y no
tinuado de esta espada ha embotado siempre ni en todas partes pueden cum ­
su corte? Ciertam ente que si esta espa­ plirlo por sí mismos, es preciso que
da no ejerce en todos los sitios su efi­ también, por medio de otros satisfagan
cacia, debe atribuirse a culpa de los esta obligación. P or lo tanto, todos los
m inistros que no la m anejan como con­ que adem ás de los Obispos se ejercitan
viene. Pues no se puede decir que los en este ministerio, no hay duda de que
tiempos de los Apóstoles fueron m ejores se ejercitan en él desempeñando un
que los nuestros, como si entonces h u ­ oficio episcopal. Esta, pues, sea la p ri­
biera habido m ás docilidad para oír el m era ley que se establece: que nadie
evangelio, o menos contum acia contra pueda por sí mismo asum ir este cargo
la ley de Dios. de predicar, sino que sea necesaria para
Así, pues, según Nos am onesta la desem peñarlo una legítima misión, la
conciencia de Nuestro apostólico deber, cual no puede darse por ningún otro
y Nos exhorta el ejemplo de Nuestros que por el Obispo.
dos últimos predecesores, juzgamos que
debemos aplicar Nuestras fuerzas, como 5. Se requiere la “m issio” p a ra p re­
lo pide la gravedad del asunto, a resta­ dicar. ¿Cómo predicarán si no son en­
blecer en todas partes la predicación viados? H). Porque los apóstoles fueron
de la divina palabra según la norm a a enviados por Aquel que es supremo
307 la cual se debe aju star or ordenación Pastor y Obispo de nuestras almas(8>;
de Nuestro Señor Jesucristo y los esta­ enviados fueron tam bién setenta y dos
tutos de la Iglesia.4 discípulos, y el mismo S a n P a b l o , aun­
que había sido ya constituido por Je­
4. Causas del poco fruto en la p re ­ sucristo vaso de elección para llevar su
dicación. Ante todo, V enerables H er­ nombre delante de tas gentes y de los
manos, conviene averiguar las causas reyesW, entonces dio precisam ente co­
que separan en este asunto del recto mienzo a su apostolado, cuando los
camino. Pues bien, estas causas parece más ancianos, obedeciendo al m andato
que se reducen a tres; a saber: o p o r­ del Espíritu Santo: Separadme a Saulo
que se elige p ara predicar la persona para la obra (del Evangelio) <10), i0 en­
que no se debe, o porque no se ejerce viaron con la imposición de las manos.
este m inisterio con la m ira con que se Lo cual siempre estuvo en uso en los
debe, o finalm ente, no se hace de la prim eros tiempos de la Iglesia. Porque
m anera que conviene. todos los que, o sobresalían entre los
a) P redica quien no debe. Porque la sacerdotes, como O r íg e n e s , y que fue­
predicación, según enseña el Concilio ron luego prom ovidos al episcopado,
de Trento, es el principal ministerio de como S a n C ir il o de Jerusalén, S a n
los Obispos(4L Y ciertam ente los Após­ J u a n C r i s ó s t o m o , S a n A g u s t í n y de­
toles, a quienes han sucedido los Obis­ más Doctores de la Iglesia, se pusieron
pos, creyeron que éste era sobre todo a predicar cada cual con la autorización
de su incum bencia. Así se expresa S a n de su propio Obispo.
P a b l o : “Porque no me ha enviado Cris­ Hoy algunos no se preocupan de la
to a bautizar, sino a evangelizar”^ . Y autorización. Mas ahora, Venerables
sabido es cuál era la sentencia de los Hermanos, parece que se ha introduci­
demás Apóstoles: “No es justo que nos- do otra m uy diversa costumbre. Muchos
(4) Ses. XXIV, De R. c. 4. (Mansi, vol. 33, (7) Rom. 10, 15.
159-C). (8) I Pedr. 2, 25.
(5) I Cor. 1, 17. (9) Act. 9, 15.
(6) Act. 6, 2. (10) Act. 12, 2.
1 1 3 , 6 -8 E n c íc l ic a “ H u m a n i G e n e r is R e d e m p t io n e m ” 895

son los oradores sagrados a quienes po­ to Nuestro Señor y m aestro, estando
dremos decir que cuadra bien aquello para subir a los cielos no dijo a los
de que se queja el Señor por J e r e m ía s : apóstoles que al instante principiaran a
No enviaba a los profetas, y ellos se predicar: Aguardad en la ciudad, les
adelantaban(11L Porque a todo el que, dijo, hasta que seáis investidos de la
bien sea por índole de su ingenio, bien virtud de lo alto^13\ Lo cual, cómo su­
por otras causas cualesquiera, le gusta ceda Venerables H erm anos, podemos
tom ar parte en el m inisterio de la p a ­ colegirlo por lo que sabemos que acon­
labra, se le da con facilidad acceso a la teció con los apóstoles luego que reci­
sagrada cátedra en los templos, como bieron la virtud de arriba: porque tan
si fuera una palestra donde se ejercite pronto como el Espíritu Santo descen­
cada cual a su antojo. dió sobre ellos, sin hablar de los m ara­
villosos carismas de que fueron enri­
6. Los obispos deben ex trem ar la vi­ quecidos, de hom bres rudos y flacos,
gilancia. P or consiguiente, a fin de que salieron doctos y perfectos.
se destierre tan ta perversidad, a vos­
otros toca, Venerables H erm anos, to ­ 7. El sacerdote tenga virtud y cien­
m ar precauciones; y puesto que habéis cia. P or consiguiente, todo sacerdote do­
de d ar cuenta a Dios y a la Iglesia del tado de la conveniente ciencia y virtud,
pasto sum inistrado a vuestro rebaño, con tal que posea los dones naturales
no perm itáis que nadie, sin vuestro que se requieren para no tentar a Dios,
m andato, se entrom eta en el redil y parece con razón que está llam ado a p re­
apaciente a su capricho las ovejas de dicar, y no habrá razón para que no
Cristo. Nadie, pues, en vuestra diócesis sea elegido por el Obispo p ara tal cargo.
ejercite la predicación sagrada, si no Esto mismo es lo que quiere el C o n c i ­
es llam ado y aprobado por vosotros. l io d e T r e n t o cuando m anda que los
Obispos no perm itan predicar a los que
Elegir a los que tien en vocación
no estén probados en virtud y cien-
p ara ello. Y ahora, querem os que aten ­
dáis con extrem ada vigilancia a quienes
cia^lé\ Así pues, incum be al Obispo
probar m ucho y por largo tiempo a los
encomendáis m inisterio tan santo. En
que piensa encom endar el cargo de pre­
este asunto sólo se perm ite a los Obis­
dicar, a fin de que sepa cuál y cuánta
pos, por decreto del C o n c il i o d e T r e n -
sea su ciencia y la santidad de su vida.
t o , que escojan m inistros idóneos, es
Los cuales, si se condujeren en esto
decir, que puedan cum plir saludable­
con debilidad y negligencia delinquirán
mente el oficio de la predicación. Sa­ en cosa gravísima, y sobre su cabeza
ludablem ente se dice. Notad esta pala­ recaerá la culpa, ya de los errores que
b ra en la cual se contiene la verdadera el ignorante esparciere, ya del escán­
norm a. No con elocuencia, no con el dalo y m al ejemplo que diere el p re­
aplauso de los oyentes, sino el fruto de dicador perverso.
las alm as al cual se endereza, como fin,
la adm inistración de la divina palabra. 8. E l exam en de los predicadores. Y
Y si deseáis que definam os con más para que hagamos más fácil, Venera­
exactitud a los que habéis de tener real­ bles Herm anos, este vuestro deber, que­
mente como m inistros idóneos, decimos remos que quienes pidan la potestad
que son aquellos en quienes encontréis de predicar, lo mismo que los que han
pruebas de su divina vocación. P o r­ de oír confesiones, sean sometidos en
que, lo que se requiere p ara que uno adelante a doble y severo juicio sobre
sea adm itido al sacerdocio: Ni se apro­ sus costum bres y su ciencia. Todo
pie nadie este honor, si no es llamado aquel, por consiguiente, que en una o
por Dios(1 112\ eso mismo se requiere en otra cosa, se encuentre falto y de­
tam bién p ara que sea tenido por hábil fectuoso, rechácese sin m iram iento al­
y apto p ara predicar: vocación ésta guno de tal cargo, para el que se ha
que no es fácil de averiguar, pues Cris­ averiguado que no es idóneo. Esto lo
(11) Jerem. 23, 21. (14) Conc. Trid., Ses. XXIV, De Reform. c. 4.;
(12) Hebr. 5, 4. God. Iur Can. can. 1340 § 1.
(13) Luc. 24, 49.
896 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1917) 1 1 3 , 9 -1 0

pide vuestra m ism a dignidad, pues co­ palabra, buscar la salud de las almas,
mo decíamos, los predicadores hacen prom over la gloria de Dios. Por lo tan ­
vuestras veces; lo pide la utilidad de la to, así como m al se llam a médico al que
Iglesia, puesto que, si alguno, precisa­ no sum inistra la medicina, ni m aestro
mente el que se ocupa del m inisterio de algún arte a quien no lo enseña, así
10 de la palabra es quien debe ser sal de el que predicando no procura atraer
la tierra y luz del mundo^1516K los hom bres al conocimiento de Dios
9. b) Fines no convenientes. Bien y al camino de la salud eterna, se puede
consideradas estas cosas, puede parecer llam ar declam ador o hablador vano, 31i
inútil decir más, p ara explicar qué fin pero no predicador evangélico. ¡Ojalá
y modo conviene se tenga en la sagrada que no hubiera tales declamadores!
predicación. Porcrue, si se exige la elec­ 10. Los motivos de los que sólo cla­
ción de los oradores sagrados confor­ man. Y ¿qué es lo que principalm ente
me a la regla que hemos mencionado, les mueve a éstos? A unos el deseo de la
¿qué duda cabe de que los que se h a ­ vanagloria, y para satisfacerlo “se afa­
llen adornados de convenientes virtudes nan en decir cosas más profundas que
h abrán de proponerse un fin digno, y útiles, excitando la admiración de los
em plear tam bién digna m anera en la ignorantes, pero no obrando su salud.
predicación? Pero sin embargo, será Se avergüenzan de decir las cosas pe­
conveniente ilu strar estos dos capítulos queñas y sencillas para no parecer que
p ara que aparezca m ejor por qué, a saben únicamente éstas... Se avergüen­
veces, en algunos se echa de menos la zan de amamantar a los pequeñue-
form a de u n buen predicador. los”(20K Y en tanto que Nuestro Señor
Finalidad: dar testimonio de la ver­ Jesucristo demostró con la hum ildad
dad y comunicar la vida sobrenatural. de su auditorio que El era el esperado:
Lo que los predicadores deben propo­ Son evangelizados los pobres(21\ éstos
nerse al cum plir el encargo recibido, en cambio, ¿cuánto m aquinan, para
se desprende de que pueden y deben que por la celebridad de las ciudades y
decir como S a n P a b l o : Somos embaja­ la dignidad de los templos donde pre­
dores de Cristo(16). Pues, si son em ba­ dican, adquieran fam a sus sermones?
jadores de Cristo, deben querer en el Pero como entre las verdades reveladas
cum plim iento de su em bajada lo m is­ por Dios, hay algunas que ponen es­
mo que Cristo quiso al encom endársela, panto a la flaca y corrom pida n atu ra­
es decir, lo mismo que El se propuso leza hum ana, y que, por lo mismo, no
m ientras vivió sobre la tierra. Porque son propias p ara atraer a las m uche­
ni los apóstoles, ni, después de los dumbres, se abstienen cautam ente de
apóstoles, los predicadores, son envia­ ellas, y tratan cosas que sólo tienen de
dos de otra m anera que como el mismo sagrado el lugar donde se predican.
Cristo: Como el Padre me envió, así os La política en el púlpito y el afán de
envío yo a vosotros(1718). Y ya sabemos agradar. Y acontece, no pocas veces,
a qué bajó Cristo del cielo, pues clara­ que de la exposición de las verdades
mente lo dijo: Yo para esto vine al eternas se pase a la política, sobre todo
mundo, para dar testimonio de la ver- si algo de esto cautiva más la atención
dad(lsl Yo vine para que tengan vi­ de sus oyentes. Parece que una sola
da™ . cosa am bicionan; agradar a los oyentes
P or consiguiente, am bas cosas, con­ y complacerles. A estos tales los llam a
viene que se propongan quienes en la S a n P a b l o halagadores de los oídos^22K
sagrada predicación se ocupan: difun­ De ahí esos gestos nada reposados y
dir la luz de la verdad revelada por graves, semejantes a los que suelen
Dios, y despertar y alim entar en los usarse en la escena o en las arengas
oyentes la vida sobrenatural, en una populares; de ahí esos suaves descen-
(15) Mat. 5, 13-14. (19) Juan 10, 10.
(16) II Cor. 5, 20. (20) Gilleberto, Abad (Holanda) In Cant. Can-
tic. serm. 27, 2 (Migne PL. 184, col. 140-C).
(17) Juan 20, 21. (21) Mat. 11, 5.
(18) Juan 18, 37. (22) II Tim. 4, 3.
113, 11-13 E n c íc l ic a “ H u m a n i G e n e r is R e d e m p t io n e m ” 897

sos de la voz unas veces y, otras esos Pues quien no teme m ancillar cosa tan
trágicos esfuerzos; de ahí esa term ino­ santa con tan torcida intención, tam ­
logía propia únicam ente de los perió­ poco dudará en descender a las m ayo­
dicos; de ahí esa m ultitud de senten­ res indignidades, echando una m ancha
cias sacadas de los escritos de los acató­ de ignominia, no sólo sobre sí, sino
licos e impíos, y no de la Sagrada E scri­ tam bién sobre el mismo sagrado m inis­
tura ni de los Santos Padres; de ahí, terio, que tan perversam ente adm inis­
finalmente, esa am pulosidad de p ala­ tra.
bras, usada por los más de ellos, que
12. c) Modo im propio de predicar. Y
hiere los oídos y excita la adm iración
de los oyentes, pero que nada bueno la m ism a severidad habéis de usar con
les ofrece que puedan éstos llevar a aquellos que no predican de decorosa
sus casas. De m arav illar es cuánto se m anera, por haber descuidado las co­
engañan estos predicadores en su opi­ sas que necesariam ente se requieren
nión errónea; pues, por m ás que obten­ para el buen desempeño de este m inis­
gan el aplauso de los ignorantes, que terio. Cuáles sean estas cosas, nos lo
no sin sacrilegio aunque sí con m ucho enseña con su ejemplo el que ha sido
esfuerzo pretenden, ¿es por ventura éste llam ado por la Iglesia Predicador de
312 el precio de su labor, habiendo de sufrir la verdad, S a n P a b l o , semejantes al
al mismo tiem po el vituperio de todas cual quiera Dios en su infinita m ise­
las personas sensatas, y, lo que es peor, ricordia que tengamos m uchos predi­
el juicio severísimo y temible de Jesu­ cadores.
cristo? 13. P rep aració n y ciencia sagrada.
11. El afán de lucro. Aunque es ver­ Pues lo prim ero que S. P a b l o nos ense­
dad, Venerables Herm anos, que no todos ña es cuán bien preparado e instruido se
los que se apartan de la norm a y regla inició él en la predicación. Y no hable­
de la predicación buscan únicam ente los mos aquí del estudio de esas ciencias a 313
aplausos. Las más de las veces, los que que bajo el magisterio de G a m a l ie l se
tal significación am bicionan, la buscan había entregado con toda diligencia,
para dirigirla a conseguir otra cosa puesto que la ciencia en él infundida
menos honesta. Porque olvidándose de por la revelación obscurecía y casi se­
aquello de S a n G r e g o r i o : “N o predica pultaba la eme por sí mismo había
el sacerdote para comer, sino que debe adquirido, auncrue ésta tam bién le ap ro ­
comer para predicar”(23) no son pocos vechó no poco, según parece por sus
los que conociendo que no son aptos cartas. Al predicador le es de todo
para desem peñar otros cargos con los punto necesaria la ciencia, como hemos
cuales se alim enten decentemente se dicho, y quien de su luz está privado,
han lanzado a la predicación, no p ara fácilmente tropieza, según la m uy verí­
ejercer debidam ente un m inisterio tan dica sentencia del C o n c il i o L a t e r a -
santo, sino p ara conseguir lucro. Por n e n s e IV: “La ignorancia es madre de
eso vemos que los cuidados de éstos todos los errores”. Sin embargo no que­
tales se encam inan no adonde puede remos entender esto de toda ciencia,
conseguirse m ayor provecho en las al­ sino de aquella que es propia del sacer­
mas, sino de donde se obtienen con la dote, y que por decirlo en pocas p ala­
predicación m ayores ganancias. bras, abraza el conocimiento de sí m is­
El oficio de los P relados. Ahora mo para que cada uno excluya sus pro ­
bien, como la Iglesia nada puede espe­ pias utilidades; y el de Dios, de modo
rar de estos m inistros, si no es daño y que haga que todos le conozcan y le
deshonra, vosotros, Venerables H erm a­ am en; y el de los deberes para que él
nos, debéis vigilar con todo empeño cum pla los propios y haga a cada cual
para separar al punto del oficio de la cum plir los suyos. La ciencia de todas
predicación al que hallareis que de él las otras cosas, si falta ésta, infla y
abusa p ara su gloria y propio interés. nada aprovecha.
(23) En I Rey., lib. 3. [La cita exacta no pudo verificarse en Migne. Conceptos similares véanse en
]ib. II, cap. V, nrs. 30 v 31 (Migne 79, col. 216-C y D, 218-A); lib. III, c. I, n. 7 (Migne 79, col. 117-D;
188-C y D; 197-C y 202-B y D)].
E ncíclicas P o n tificia s 29
898 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1917) 113, 14-17

14. E ntrega a la voluntad de Dios. otra cosa de su sagrado ministerio, de


Pero veamos m ás bien cómo preparó el modo que parece que cuidan más de
Apóstol su espíritu. P ara lo cual debe­ su propia salud que de la utilidad de
mos considerar sobre todo tres cosas. las almas.
Y es la primera, cómo S a n P a b l o se
entregó de lleno a la divina voluntad; 16. E spíritu de oración. E n tercer lu ­
pues en el cam ino de Damasco, apenas gar, finalmente, es necesario al predica­
acababa de sentir sobre sí la virtud de dor lo que se llam a el espíritu de ora­
Jesucristo, cuando ya pro rru m pía en ción: así nos lo da a conocer el Apóstol,
aquella exclamación digna de un após­ el cual, luego que fue llamado al apos­
tol: “Señor, ¿qué quieres que ha­ tolado, se decidió a ser hom bre de ora­
ga?”^ , Pues p ara él principiaron, ción: “Pues he ahí que ora”(27K P o r­
desde ese instante, a suceder las cosas que no se halla la salud de las almas
en form a alternada, como fue siempre hablando con facundia ni disertando
después: tra b a ja r y descansar, tener con agudeza o perorando con vehemen­
escasez y abundancia, ser alabado y cia; el predicador que en esto se para,
despreciado, vivir y m orir por Cristo. no es más que metal que suena y cam­
No hay, pues, que dudar que por eso pana que retiñe(28>. Lo que hace que la
aprovechó tanto en su apostolado, p o r­ palabra hum ana tenga poder y sirva
que se entregó a la voluntad de Dios m aravillosam ente para la salud, es la
con pleno acatam iento. P or lo cual, de divina gracia: “Dios es quien ha dado
la m ism a m anera, sirva sobre todo a el crecimiento”^2^ . Ahora bien, la gra­
quien se empeñe en ser predicador para cia de Dios no se obtiene con estudio
la salud de las almas, de modo que no y arte, sino que se alcanza con la ora­
le inquiete ni el auditorio, ni el éxito, ción. Por lo tanto el que poco o nada
ni el fruto que ha de conseguir, es decir, es dado a ella, en vano consume sus
que sólo m ire a Dios y no a sí mismo.15 trabajos y sus cuidados en la predica­
ción, pues delante de Dios no alcanza
15. E sp íritu de Sacrificio. Mas este provecho ni para sí ni para los demás.
deseo de com placer a Dios pide un áni­
mo tan dispuesto a padecer, que no re ­ 17. Resum en. Así que, resum iendo
huya ningún género de trabajos ni m o­ en pocas frases cuanto llevamos expues­
lestias. Y esta fue la segunda divisa de to, vamos a valernos de estas palabras
S a n P a b l o . Pues habiendo dicho de él el de S a n P e d r o D a m i á n : “ D o s cosas son
Señor: “Yo le mostraré lo que le con­ sumamente necesarias al predicador a
viene padecer por mi nombre” (2o\ saber: que abunde en sentencias de doc­
314 abrazó luego todos los trabajos con tan trina espiritual y que resplandezca con
buena voluntad, que escribió: “Reboso el fulgor de una vida piadosa. Y si
de alegría en todas mis tribulacio­ algún sacerdote no tiene fuerza para
nes” (26>. Ahora bien, esta paciencia en ambas cosas, resplandecer en la vida
los trabajos, si en verdad resplandece y abundar en caudal de doctrina, mejor
en el predicador, así como lo lim pia de es sin duda la vida que la ciencia...
cuanto haya en él de hum ano y le al­ Vale más el resplandor de la vida para
canza la gracia de Dios p ara hacer fru ­ el ejemplo, que la elocuencia o la cul­
to, así tam bién es increíble hasta qué tura acicalada de los sermones. Es ne­
punto recom ienda su labor delante del cesario oue el sacerdote, que desempe­
pueblo cristiano. P or el contrario, poco ña el oficio de predicador, haga caer
pueden m over las voluntades aquellos una lluvia de doctrina espiritual y res­
que, a donde quiera que vayan, buscan plandezca con los rayos de una vida
más de lo justo las comodidades de la piadosa, a la manera de aquel ángel
vida, de tal suerte que m ientras tienen que, al anunciar a los pastores el naci­
sermones casi no atienden a ninguna miento del Salvador, brilló con los des­
(24) Act. 9, 6. di ) Act., 9, 11.
(25) Act. 9, 16. (28) I Cor. 13, 1.
(26) II Cor. 7, 4. (29) I Cor. 3, 6.
113, 18-20 E n c íc l ic a “ H u m a n i G e n e k is R e d e m p t io n e m ” 899

tellos de la caridad y expresó con pa­ 19. 29 Basada en la S. Escritura y la


labras lo que había venido a anun­ Tradición. Mas ¿cómo explicaba el
ciar” Apóstol lo que había escogido para tra ­
18. Los puntos de doctrina que debentar? No con palabras persuasivas de
tratarse: l 9 Jesucristo y su doctrina humana sabiduría(32>. ¡Cuánto im porta,
toda. Ejemplo de San Pablo. Pero vol­ Venerables Hermanos, que esto sea co­
viendo a S an P ablo, si preguntam os nocidísimo por todos! Pues vemos que
qué cosas solía tra ta r en la predica­ no pocos oradores sagrados hablan de
ción, él mismo las com pendia así todas: tal suerte, que para nada tienen en
“Porque yo no he creído saber algo cuenta la Sagrada Escritura, los Padres
entre vosotros, sino a Jesucristo y éste v Doctores de la Iglesia, los argum en­
c r u c i f i c a d o H acer que los hom bres tos de la Sagrada Teología; casi no h a ­
conociesen más y más a Jesucristo y blan sino a la razón; y en esto obran
con un conocimiento que no se parase mal, porque nada se adelanta en el
sólo en la fe, sino que se trad u jera en orden sobrenatural con los auxilios h u ­
las obras de la vida, esto es lo que se manos. Mas sale al paso aquella dificul­
esforzó en hacer con todo el empeño de tad: que no dan crédito al predicador
su corazón el Apóstol. P or eso enseñaba que urge las cosas que han sido revela­
de tal m anera los dogmas y preceptos das por Dios. ¿Y es esto así? Sea tal vez
todos de Cristo, que nada callaba ni verdad entre los acatólicos; pero aun
m itigaba sobre la hum ildad, la propia buscando los griegos la sabiduría, esto
abnegación, la castidad, el desprecio de es, la de este m undo, el Apóstol sin
las cosas hum anas, la obediencia, el embargo, les predicaba a Cristo cruci­
perdón de los enemigos y otras cosas ficado (3
031233\ Y si volvemos los ojos a
semejantes. Y sin timidez declaraba co­ los católicos, los que están distanciados
sas como éstas: que es preciso elegir de nosotros apenas si conservan la raíz
entre Dios y Belial, pues al mismo tiem ­ de la fe, pues las mentes se obcecan,
po no se puede servir a entram bos; que porque los corazones se corrom pen.
a todos desnués de la m uerte les aguar­ 20. Intención: Buscar la gloria de
da un trem endo juicio; que no se puede Cristo. F inalm ente ¿con qué intención
transigir con Dios; y que hay que espe­ predicaba S. P ablo ? N o para agradar a
ra r la vida eterna si se cumple toda la los hom bres sino a Cristo: Si agradase
ley, así como, por el contrario, si se a los hombres no sería siervo de Cris­
condesciende con las pasiones y se to O4). Como llevaba un corazón encen­
abandona el deber, hay que esperar el dido en la caridad de Cristo, nunca otra
fuego eterno. Porque nunca creyó el cosa buscaba que la gloria de Cristo.
predicador de la verdad que debía abs­ ¡Oh, si todos los que se em plean en el
tenerse de tales m aterias, por parecer ministerio de la palabra am asen de ve­
demasiado duras a quienes hablaba, a ras a Jesucristo! ¡Oh, si pudiesen decir
causa de la corrupción de los tiempos. aquello de S an P ablo : Por el cual (Je­
Se ve por consiguiente, cuánto deben sucristo) todo lo he perdido(35> y mi
ser reprobados aquellos predicadores vivir es CristoI'í36). Sólo los que arden
que no se atreven a tocar ciertos puntos en am or saben inflam ar a los demás.
de la doctrina cristiana, por no cau­ Por eso S an B ernardo am onesta así al
sar fastidio a los oyentes, ¿Hay acaso, predicador: “Si eres sabio, te mostrarás
algún médico que dé remedios inútiles fuente y no canal” esto es: “está tú
al enfermo, porque éste aborrece los mismo lleno de lo que dices, y no te
útiles? Además, por ahí se verá la v ir­ contentes con predicarlo a los demás”.
tud y habilidad del orador, si lo que es Pero, como añade el mismo Doctor,
de suyo ingrato, él, al hablar, lo hace “hoy en la Iglesia tenemos muchos cana­
agradable. les y en cambio muy pocas fuentes” (38>.
(30) Eph. lib. I, Ep. I acl Cinthium, Urbis Praef. (35) Filip. 3, 8.
(31) I Cor., 2, 2. (36) Filip. 1, 21.
(32) I Cor. 2, 4. (37) S. Bernardo, In Cant. serm. 18, nr. 3
(Migne PL. 183, col. 860-A).
(33) I Cor. 1, 22-23. (38) S. Bernardo, In Cantic. sermo 18, nr. 3
(34) Gal. 1, 10. (Migne 183, col. 860-B).
900 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1917) 1 1 3 ,2 1

21. Exhortación final y Bendición. que deseen “mostrarse a Dios dignos


P ara que esto no suceda en adelante, de aprobación, operarios que no ten­
vosotros Venerables Hermanos, debéis gan de qué avergonzarse, y que mane­
esforzaros con todo trabajo y empeño; jen bien la palabra de la verdad”(39).
a vosotros, Venerables H erm anos, y a Como presagio de los divinos dones
dignos y eligiendo, educando y diri­ y testimonio dle Nuestra benevolencia,
giendo a los dignos, conseguir que aho­ a vosotros toca, rechazando a los in-
ra haya m uchísim os predicadores que vuestro clero y pueblo, os damos con
sean conform es a los deseos de Dios. toda efusión la bendición apostólica,
Cristo Jesús, Pastor Eterno, m ire con
317 ojos de piedad a su grey, por interce­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
sión de la Santísim a Virgen como Ma­ el día 15 de Junio, festividad del Sa­
dre augusta del mismo Verbo encar­ cratísim o Corazón de Jesús, del año
nado y Reina de los apóstoles; y fo­ 1917, tercero de Nuestro Pontificado.
m entando el espíritu de apostolado en
el clero, haga que haya m uchísimos BENEDICTO PAPA XV,
" (39) II Tim. 2, 15.
M 4L-

CARTA ENCICLICA “QUOD IAM DIU”( }


(l-XII-1918)

A LOS VENERABLES HERMANOS, LOS PATRIARCAS, PRIMADOS,


ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA
EN LA QUE SE PRESCRIBEN ORACIONES PUBLICAS
POR EL CONGRESO DE LA PAZ

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Motivo: El término de la guerra. 2. Oración por la paz. Sin embargo,


473 Lo que ansiosamente, tanto tiempo ha, una cosa tenemos que pedir al benigní­
venía pidiendo el m undo entero, lo que simo Dios, a saber, que se digne com­
todo el pueblo cristiano suplicaba al pletar en cierto modo y llevar a perfec­
cielo con férvidas plegarias, lo que ción el beneficio tan inmenso otorgado
tanto buscábam os Nos sin tregua ni a la hum anidad. Nos explicaremos:
descanso, como intérpretes de los co­ Muy pronto se van a reunir los que por
munes dolores, por el am or paternal voluntad popular deben concertar una
que hacia todos sentíamos, he aquí que paz justa y perm anente entre todos los
en un momento se ha realizado. H a pueblos de la tierra. Los problem as que
cesado la lucha. Es cierto que aún no tendrán que resolver son tales que no
ha venido la paz solemne a poner té r­ se han presentado m ayores ni más di­
mino a la guerra, pero al menos el fíciles en ningún hum ano congreso.
arm isticio que ha interrum pido el de­ ¡Cuánto, pues, no necesitarán del auxi­
rram am iento de sangre y la devastación lio de las divinas luces p ara llevar a
en la tierra, en el aire y en el m ar ha feliz térm ino su cometido!
dejado felizmente abierto el camino
para llegar a la paz. Muchas y variadas 3. Dispone preces públicas y prome­
causas han contribuido a este repenti­ te colaboración a los esfuerzos de paz.
no cambio de cosas, pero si queremos Siendo pues éste un asunto de vital
interés para todo el género hum ano,
dar con la últim a y suprem a razón m e­
los católicos, sin excepción, quienes por
nester será elevar el pensam iento hasta
su profesión de tales han de preocupar­
Aquel a cuya voluntad todo obedece, se del bien y de la tranquilidad de la
hasta Aquel que movido a m isericordia sociedad, tienen el deber de alcanzar
por la solícita oración de todos los ju s­ con sus ruegos la <(sabiduría que asiste
tos ha perm itido al fin al género h u ­ al trono del Señor” para los referidos
m ano respirar libre de tan largo y delegados. Es Nuestra voluntad que to ­
angustioso duelo. P or lo cual debemos dos los católicos queden advertidos de
d ar gracias a la bondad divina por tan este deber. Por lo tanto, para que del
4 4 inmenso beneficio. P or Nuestra parte próximo congreso salga aquel inesti­
Nos alegram os de que el orbe católico mable don de Dios de una paz ajustada
haya con tal motivo realizado num ero­ a los principios de la justicia cristiana,
sas y célebres m anifestaciones de p ú ­ os habéis de apresurar vosotros, Vene­
blica piedad. rables Hermanos, a ordenar que en cada
(*) A. A. S. 10 (191S) págs. 473-474.
— 901 —
902 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1918) 114, 4

u na de las parroquias de vuestra dió­ 4. Bendición. E ntre tanto, como


cesis se realicen las preces públicas que prenda de celestiales gracias y en prue­
bien os parecieren, p ara to rn ar propicio ba de N uestra benevolencia, no sólo a
al “Padre de las luces”. P or lo que a vosotros sino tam bién a vuestro Clero
Nos toca, como Vicario, aunque sin y pueblo, os im partim os la bendición
merecerlo, de Jesucristo, “Rey pacífi­ apostólica con el m ayor afecto en el
co”, procurarem os con todo el poder y Señor.
autoridad de Nuestro cargo apostólico, Dado en Roma, cabe San Pedro, el
que todos los acuerdos tom ados para la día l 9 de Diciembre del año 1918, quin­
paz y concordia perpetuas del mundo, to de Nuestro Pontificado.
sean por todos los nuestros de buen
grado recibidos e inviolablem ente cum ­ BENEDICTO PAPA XV.
plidos.
CARTA ENCICLICA “IN HAC TANTA”<*>
(14-V-1919)

A V. E. Félix, Card. Hartmann, Arzobispo de Colonia, y a los demás Arzobispos


y Obispos de Alemania, sobre San Bonifacio, Apóstol de Alemania, y de su
perfecta y constante unión con la Santa Sede, al terminar el duodécimo siglo,
desde que comenzó la legación apostólica del mismo glorioso mártir entre los
pueblos de Alemania

SOBRE SAN BONIFACIO

BENEDICTO PP. XV
Amado Hijo Nuestro y Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. G ravedad de los tiem pos presen- para m utuo solaz y paternal felicita­
209 tes. E n medio de ta n graves desgracias ción, deseamos hablar al presente con
y angustias, que en estos tiempos sobre vosotros.
toda m edida acerbísim os nos acosan Y al com unicaros a vosotros esta
por todas partes, “además de las preo­ N uestra esperanza y alegría, testimonio
cupaciones extrañas, mi preocupación del am or que os profesam os y de Nues­
cotidiana, la solicitud de todas las Igle­ tra paternal benevolencia hacia todo
sias”, p ara usar las palabras del Após- vuestro pueblo, al mismo tiempo con­
to l(1), con m ayor solicitud y con m ás m em oram os aquella antigua unión del
graves cuidados, am ado Hijo Nuestro y pueblo alem án con esta Sede Apostó­
Venerables Herm anos, nos hemos ocu­ lica en parte con alegría y en parte
pado de aquellos acaecimientos inespe­ deseándola vehem entem ente; la cual
rados y movimientos turbulentísim os puso entre vosotros los prim eros co­
de los asuntos públicos, que en vuestros mienzos de la fe y sus alegres incre­
pueblos y en los que os rodean han mentos, después de haber sido enco­
sucedido, y que todavía tienen los áni­ m endada a tan esclarecido varón por
mos suspensos con la preocupación de la Santa Sede la legación rom ana, enno­
lo futuro. 2 blecida después por la singular gloria
de las gestas llevadas a cabo, y confir­
2. San Bonifacio y la 1* legación m ada finalm ente con la m ism a sangre
apostólica. Pero entre estos mismos del m ártir.
tiempos tenebrosos y estas perturbacio­
nes de la cosa pública, resplandece, lle­ La celebración en Alem ania del 12
gándonos de vuestras mism as regiones, centenario de la delegación. Después
como un rayo de luz, anuncio de espe­ de cum plirse los doce siglos desde los
ranza y de buena alegría, es decir, la comienzos felicísimos de la religión ca­
210 agradable recordación de la salvación tólica, vemos que con razón se prepa­
cristiana que llegó por prim era vez ran entre vosotros, en cuanto lo per­
hace doce siglos a Alemania y sus pue­ mite la condición del tiempo, solemnes
blos, al ser enviado a ellos B o n i f a c i o , festejos seculares, que recuerden con
pregonero del Evangelio por la au to ri­ grata m em oria y celebren con dignas
dad del Romano Pontífice, y legado de alabanzas aquel nuevo tiempo de la h u ­
la Sede Apostólica; acerca de lo cual, m anidad cristiana, comenzado por la
(*) A. A. S. 11 (1919) págs. 209-221. (1) II Cor. 11, 28.
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904 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1919) 115, 3-4

legación y predicación de B onifacio y cierta experiencia del peligro de la vida


propagado por sus discípulos y suceso­ apostólica entre las gentes bárbaras a
res, de donde partió la salvación y pros­ m anera de explorador, B onifacio en­
peridad toda de Alemania. tendió y tuvo por cierto que no podría
La paz religiosa actual. Sabemos que recogerse ningún fruto grande y esta­
vosotros no solamente m iráis a una ble, sin el consentimiento y la aproba­
alegre recordación y fausta celebración ción, y por lo tanto sin la propia m i­
a lo pasado, am ado Hijo Nuestro y Ve­ sión y m andato de la Sede Apostólica.
nerables Herm anos, sino que m iráis Por lo cual, habiendo renunciado a
tam bién a la perfección de los tiempos la honorable dignidad de Abad, y des­
presentes y a la restauración de la pués de haber superado los esfuerzos
unidad fu tu ra y de la tan deseada paz y las lágrim as de sus herm anos en
religiosa. Pues estos bienes son los m a­ religión que se le oponían, despidién­
yores, que proceden solamente de la fe dose de ellos y recorriendo largos
y de la caridad cristiana, que Cristo caminos y desconocidas rutas m aríti­
Dios y Señor nuestro trajo del cielo, y mas, llegó con prosperidad hasta la
que encomendó a su Iglesia y a su Vi­ Sede del Bienaventurado P edro Após­
cario en la tierra, el Sumo Pontífice, tol, y allí hablando al Venerable Papa
para conservarla, propagarla y defen­ de la Sede Apostólica Gregorio II de
derla. De aquí aquella necesaria unión feliz memoria, “le manifestó todo el
con esta Sede Apostólica, de la cual orden de su camino y el motivo de su
fue B onifacio vuestro perfectísimo pre­ llegada, y le dio a conocer con qué
gonero y ejem plo: de aquí tam bién ansioso deseo había trabajado durante
acuella m ejor y m utua com prensión mucho tiempo”. Entonces pues “el San­
del am or y de las obligaciones entre la to Papa recibió con rostro benigno y
1 Sede Rom ana y vuestra gente, unida aspecto sonriente” al hom bre santo, y
por el mismo B onifacio entonces por no le habló tan sólo una vez, sino que
prim era vez m aravillosam ente a Cristo “tenía con él desde entonces diariamen­
y al Vicario de Cristo en la tierra. te una conversación animada”^ y fi­
Y al conm em orar esta suma unidad nalm ente con generosas palabras y tam ­
y com prensión, deseamos recordarla bién por escrito le encomendó el cuida­
entre vosotros con todos Nuestros vo­ do de predicar el Evangelio en todos
tos, p ara que sea “Cristo todas las cosas los pueblos de Alemania.
en toclos”('2\ 4. El m andato de Gregorio II. En
3. Vida de San Bonifacio. Pues ape­ estas cartas el Pontífice explica y re­
nas puede recordarse sin un agradable comienda tam bién a lo que se refiere el
consentim iento de los ánimos ahora, mismo m andato y cuál es su am plitud,
después de tan largo intervalo de siglos, con m ayor abundancia que los escrito­
lo que los escritores antiquísim os de res de aquella edad, que nos recuerdan
aquella edad y principalm ente W i l l i - el m andato de la “Sede Apostólica”, o
baldo Obispo y, casi contem poráneo de “del Pontífice Apostólico”.
B onifacio , nos n arraro n con su estilo Pues se dirige a él con tan graves
cándido, ya sea de las otras virtudes y palabras y con tanto peso de autoridad
gestas llevadas a cabo por tan santísimo que apenas pueda concebirse otro m a­
varón, ya sea principalm ente de los yor: “La intención — dice— que nos
comienzos y felicísimos incrementos de has manifestado a nosotros de tu reli­
su legación R om ana entre los pueblos gioso propósito tan encendido en Cris­
de Alemania. to, y la relación aprobada de tu fe sin-
Puesto que, instruido por un largo cerísima, exige que usemos de ti como
noviciado en la vida religiosa, el cual conministro, para la dispensación de la
había comenzado el inocentísimo niño divina palabra, de la cual debemos te­
en su patria, y después de haber tenido 23 ner cuidado por la gracia de Dios”(4&K
( 2 ) d o lo s . 3, 11. (4a) Ep. de Gregorio a Bonifacio Exigit mn-
(3) Willibaldo, Vida de S. Bonifacio, c. 5, 13- nifestata, Ep. Bonif. 12 [al 2] (Migne PL. 89, col.
14 (Migne 89, col. 614-A). 689-B).
115, 5 E n c í c l i c a “ I n h a c t a n t a *’ 905

Finalm ente alabada la doctrina, la ín ­ todo el pueblo, les habló con palabras
dole, el propósito, e interpuesta la su­ espirituales y los indujo al verdadero
prem a autoridad de la Sede Apostólica camino del conocimiento y a la luz de
que el mismo B onifacio había invo­ la inteligencia” ^ .
cado, concluye con éste como solemne Esta misma conciencia de la legación
m andato: “Por lo tanto, en nombre de que se le había confiado, de tal m ane­
la indivisible Trinidad, por la inconcu­ ra lo apartaba del ocio; lo alejaba para
sa autoridad del Bienaventurado Pedro, siempre de la condición de una vida
Príncipe de los Apóstoles, el magisterio tranquila en que uno, m orando en un
de cuya doctrina desempeñamos por lugar, descansa como en el puerto, y
delegación, y habiéndosenos encomen­ le m ovía a acometer las más ásperas y
dado administrar la Santa Sede, auto­ humildes empresas, ya sea para procu­
rizamos la modestia de tu santidad y ra r ya para aum entar la gloria de Dios
mandamos que en la palabra de la gra­ y la salud de las almas, que era su
cia de Dios puedas dirigirte rápidamen­ único fin.
te con el auxilio de Dios a cualesquiera 5. C orrespondencia entre San Boni­
gentes que estén en el error de la infi­ facio y la Santa Sede. Y con aquella
delidad, y designes el ministerio del rei­ misma devoción y piedad con que de­
no de Dios por la insinuación del nom­ pendía de la voluntad de la Sede Apos­
bre de Cristo Señor Dios Nuestro en la tólica, a la que debía la legación que
persuasión de la verdad” (4b); avisándole había recibido, con la misma, decimos,
finalm ente que m antenga la disciplina enviaba cartas y m ensajes a Roma, co­
del Sacram ento en los que han de ini­ mo cuando, apenas iniciado el prim er
ciarse “según la fórmula de los oficios año de la legación, “manifestó al Padre
de la Santa Sede Apostólica” y que sig­ Venerable, Pontífice de la Sede Apostó­
nifique al Pontífice Romano lo que vea lica, todas las cosas que por medio de
que falte p ara llevar a cabo la misión él fueron hechas por la gracia del Se­
comenzada. ñor... en el orden en que habían suce­
Y ¿quién no ve por las mismas cartas dido, y acerca de las cosas que perte­
tan cum plidas cuán piadosam ente estu­ necían a la necesidad cotidiana a la
vo dispuesto el ánimo del Santo P ontí­ Iglesia de Dios y al provecho del pue­
fice hacia B onifacio , y la veneración de blo, escribió muchas cosas, pidiendo el
am or hacia él, cuánta solicitud y cui­ consejo de la Sede Apostólica”^ .
dado paterno dem ostró hacia los pue­ Y esto lo hacía B onifacio con el sin­
blos todos de Alemania, a los cuales gular y propio sentido de veneración,
destinó un predicador del Evangelio que él mismo, anciano, m anifestaba al
tan santo y que le era tan amado? Pontífice Zacarías al escribirle: “Des­
Efectos del m andato. Pero la con­ pués que yo, que desde hace cerca de
ciencia de este m andato, unida a la treinta años trato y sirvo a la Sede
caridad de Cristo, urgía continuam ente Apostólica, con el beneplácito y el man­
al apostólico varón, lo consolaba en dato del obispo apostólico Gregorio II
sus aflicciones, le daba ánimo cuando de feliz memoria, me obligué con voto,
estaba decaído, y lo fortalecía con la todo lo que me sucedía fuese alegre o
confianza de su legación sagrada cuan­ triste, solía indicarlo al Pontífice Apos­
do desconfiaba de sus propias fuerzas. tólico, para que juntamente en los su­
Lo cual apareció inm ediatam ente cuan­ cesos alegres alabásemos a Dios y en
do en su prim era llegada a Baviera y los tristes nos fortaleciésemos con sus
3 Turingia, para seguir la narración de consejos”^ .
un escritor de su tiempo, “según el Documentos parecidos a éste se p re­
mandato del Pontífice apostólico que se sentan continuam ente, los cuales de­
le había dado, a los senadores y final­ m uestran que entre este esforzado p re­
mente a los Príncipes de la plebe y de*5 gonero del Evangelio y la Sede Apostó-
(4b) Epist. de Gregorio a Bonif. 12 [al 2] (6) Vida de San Bonifacio, c. 7, 19 (Migne 89.
(Migne. PL. 89, col. 690-A). 617-B).
(5) Vida de San Bonifacio, c. 6, 16 (Migne 89, (7) Ep. 59 (al 57) (Migne 89, col. 751-C).
C14-D).
906 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1919) 115, 6-7

lica nunca se interrum pió el intercam ­ aquel siervo de Dios destinado por esta
bio epistolar y hubo siempre una m ara­ Apostólica y Católica Iglesia de Dios
villosa unión de voluntades, continuada para iluminar a las gentes”W.
a través del gobierno de cuatro Pontífi­
ces, de gloriosa m emoria, sin in terru p ­ 7. Confirm ación y aum ento de hono­
ción alguna. res. Este mismo trato y com unión de
Pues los mismos Pontífices por su am istad con la Sede Apostólica la con­
parte no desaprovecharon ninguna oca­ firmó G r e g o r io III, sucesor en el pon­
sión o cuidado de ayudar y de anim ar tificado, cuando B o n i f a c io le envió sus
a su legado tan capaz, y por su parte m ensajeros después de haber sido ele­
B o n i f a c io nada descuidaba, nunca de­ gido; los cuales ciertam ente “manifes­
jaba que decayera su interés y su obli­ taron los pactos de la anterior amistad,
gación, m ás aún, desempeñó santísim a­ que les había sido conferida benigna­
mente su legación en nom bre de tantos mente por su antecesor a San Bonifacio
Pontífices a los que veneraba y am aba y a su familia”, y además “le expresa­
como a padres y tam bién llegó a supe­ ron su devoción y sujeción para lo fu­
rarse con creces a sí mismo. turo a la Sede Apostólica” y finalm ente
le rogaron “según habían sido instrui­
6. Su elección episcopal. Así pues, el dos, que le permitiesen a él, devota­
Pontífice G r e g o r io , entendiendo p er­ mente sujeto al Sumo Pontífice y a toda
fectam ente cuan extenso era el campo la Sede Apostólica, continuar en la fa­
evangélico encom endado a B o n i f a c i o , miliaridad y comunicación con la mis­
y cuán prom isora era la mies que ma”. A estos m ensajeros el Pontífice los
blanqueaba, pues gran m ultitud del recibió benignam ente y “los envió de
pueblo había sido unid a p o r él a la vuelta a su patria con nuevos honores,
com unión con la Santa Iglesia, deter­ y con el mismo Palio del Arzobispado,
minó com unicarle el sumo grado del con dones y con diversas reliquias de
sacerdocio y encom endarle la provincia los Santos”. Con estas m uestras de
episcopal de toda Alemania. A lo cual, am or es imposible explicar “con qué
por su parte, B o n i f a c i o , quien prim e­ gratitud, confortado con este alimento
ram ente había resistido a su muy am i­ de la devoción de la Sede Apostólica, e
go W i l i b r o r d o , “como quiera que no inspirado con el auxilio de la divina
podía contradecir a tan gran pontífice misericordia”(1°) aquel varón apostóli­
prelado de la Sede Apostólica, desistió co recibió fuerzas y ánimo p ara aco­
al fin y obedeció”. Y este mismo honor, m eter las mayores y las m ás difíciles
ya extraordinario, fue todavía aum en­ empresas; para edificar nuevos templos,
tado con otro, llámese honor o benefi­
hospederías, monasterios, castillos, para
cio verdaderam ente singular y que de­
recorrer nuevas regiones prom ulgando
bía ser recom endado a la posteridad de
los germanos, cuando obsequió a B o ­ el Evangelio, para establecer según los
n i f a c i o , lo mismo que a todos los que
ritos debidos nuevas diócesis o para
le estaban sujetos p ara el tiempo futuro reform ar las ya establecidas, para qui­
con la am istad de la Sede Apostólica^89). ta r en éstas los vicios de raíz, los cismas
La cual am istad el mismo G r e g o r io y los errores, y, finalmente, para sem­
había dem ostrado antes con m uchos b rar en todas partes la genuina semilla
argum entos e indicios, como con las de la fe y de la vida cristiana, los ver­
letras escritas m uchas veces a los reyes daderos dogmas y las virtudes; y asi­
y príncipes, a los obispos, a los abades mismo por medio de muchos de sus
y a todo el clero, y a los mismos pue­ alum nos enseñados por él en la piedad
blos aunque eran bárbaros o reciente­ y por m uchos de sus com patriotas lla­
m ente convertidos a la fe, diciéndoles mados desde Inglaterra, para inform ar
a todos ellos lo mismo p ara que pres­ en la fe las gentes bárbaras y rústicas,
tasen “su asentimiento y su concurso a llevándolas a la vida culta y civil.
(8) Vida de San Bonifacio, c. 7, 21 (PL. 89, (10) Vida de San Bonifacio, c. 8, 26 (PL. 89,
618-C y D). col. 621 -C).
(9) Ep. Sollicitudinem nimiam, ínter Bonif.
ep. 17 (al 6) (PL. 89, col. 502-A).
1 1 5 , 8-9 E n c íc l ic a “ In h a c t a n t a '’ 907

8. Su tercer viaje a Roma. Y sin em ­Con razón pues, contestando el após­


bargo, entre tan grandes y num erosas tol de Alemania en sus últim os años al
empresas, ennoblecido con tantas accio­ Pontífice E steban, sucesor de Zacarías,
nes tan preclaras y tan santam ente lle­ esto es lo único “que el discípulo de la
vadas a cabo, entre las continuas perse­ Iglesia Romana pide encarecidamente
cuciones, angustias, y adversidades con con íntimas y entrañables preces, que
que su ánimo era afligido, siendo ya merezca impetrar de la profunda cle­
además de edad prem aturam ente que­ mencia del Sumo Pontífice y merezca
brantada y por los continuos trabajos poseer la confianza y la unidad con la
inclinada al descanso, ni se jactaba so­ Sede Apostólica”
berbiam ente ni daba lugar alguno al 9. Su fidelidad a la Santa Sede y su
descanso, sino que m iraba siempre a los legación. Movido po r esta firm ísim a fe,
m andatos y a los auxilios del Pontífice, inflam ado por esta piedad y caridad,
por lo cual “por tercera vez vino a Ro­ B onifacio guardó aquella fidelidad y
ma llevado por su familiar grupo de unión singular con la Santa Sede que
discípulos, para gozar del trato saluda­ en el um bral mismo de la vida m onás­
ble del Padre Apostólico, y para enco­ tica parecía haber bebido en su patria,
mendarse a sí mismo, ya de edad avan­ la cual después en plena batalla de la
zada, a las oraciones de los Santos vida apostólica había prom etido en Ro­
Finalm ente, fue recibido benignam ente ma sobre el cuerpo del mismo Bien­
por tercera vez por el Señor Apostólico, aventurado P edro príncipe de los após­
16 y nuevam ente “con regalos y reliquias toles, interponiendo un juram ento sa­
de los santos honoríficamente enriqueci­ grado, y finalm ente aquella como fo r­
do”, y munido de cartas comendaticias, m a de su apostolado y regla de la lega­
como aparece por los ejem plares que de ción recibida, que había llevado al cen­
ellas se han conservado hasta nosotros. tro mismo de sus batallas, y la misma
retuvo constantísim am ente y nunca ce- 217
La benevolencia de los P apas Zaca­ só de recom endarla vehementemente a
rías y Esteban. A am bos Gregorios su­ todos aquellos que había engendrado
cedió Zacarías, el cual fue heredero no por el Evangelio y a inculcarla con
sólo del Pontificado Romano sino tam ­ tanta diligencia que parecía dejarla
bién de la intensa solicitud hacia los como un testamento.
alemanes y hacia su apóstol. El P ontí­ Pues el anciano, acabado ya por ta n ­
fice Zacarías no sólo renovó la an ti­ tos trabajos, aunque hablaba de sí muy
gua unión, sino que la increm entó m a­ humildemente, decía lo siguiente: “Soy
ravillosamente, tratando con B onifacio el último y el peor de todos los legados
tal vez con más confianza y benevo­ que la Católica y Apostólica Iglesia Ro­
lencia; y a su vez B onifacio trataba mana ha destinado a predicar el Evan­
tam bién con Zacarías de la m ism a m a­ gelio” ; sin embargo llevaba aquella
nera, enviándose continuam ente m en­ su legación rom ana como lo prim ero
sajeros y cartas en que se tratab an con que tenía, y gloriándose únicam ente de
toda confianza. He aquí por ejemplo, ella en el Señor, se alegraba de llam ar­
entre otros textos que sería largo traer se “ legado alemán de la Santa Católica
a la m emoria, estas suavísimas pala­ Apostólica Romana Iglesia ’, profesan­
bras con que el Pontífice habla a su do querer ser y estar sujeto como sier­
legado: “Conozco, carísimo hermano, vo devoto de los Romanos Pontífices
tu santa fraternidad que hay tanto por la autoridad de S an P edro, y p er­
amor hacia ti en nuestro corazón que m anecer un sumiso y obediente discí­
deseamos verte cada día presente y te­ pulo de ellos.
nerte en nuestro trato como un minis­ Tan hondam ente se había infiltrado
tro de Dios y dispensador de las Igle­ en su ánimo y profundam ente adherido
sias de Cristo” (12).12 lo que el m ártir Cipriano , testigo de la
(11) Vida de San Bonifacio, c. 9, 27 (PL. 89, (13) Ep. 78 (PL. 89, col. 779-A).
622-B). (14) Ep. 67 [al 22] (PL. 89, col. 721-C).
(12) E p . Susceptis inler Bonif. ep. 2 [al 50]
(PL. 89, col. 922-B).
908 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1919) 115, 10-11

antiquísim a tradición de la Iglesia, ase­ la necesidad de todo esto, hemos tenido


veraba firm em ente, “Dios es uno, y gusto en ello precisam ente para que,
Cristo uno y una la Iglesia y una la cá­ recordando con vosotros lo antiguo, sir­
tedra fundada sobre Pedro por la voz va de algún consuelo para llevar lo
del Señor”(1516>; y asimismo lo que presente con m ayor ánimo, llenándonos
aquel gran doctor de la Igle­
A m b r o s io , de esperanza de que cuanto antes ven­
sia, predicaba: “donde está Pedro allí drá la reintegración de la unidad y de
está la Iglesia; donde está la Iglesia la unión de la Iglesia en abundancia de
allí no hay muerte alguna sino vida paz y en los vínculos de la caridad.
eterna”(1G), y lo que finalm ente ense­ Ha sido agradable para Nosotros de­
ñaba lleno de sabiduría J e r ó n i m o : “la tenernos en esto, y tanto más agrada­
salvación de la Iglesia depende de la ble, cuanto que los ejemplos y las vir­
dignidad del sumo sacerdote, al cual si tudes singulares de vuestro antecesor
no se le da una potestad enteramente B o n i f a c i o , y principalm ente aquel tra ­
libre y que esté sobre todos, se produ­ to de am istad y de unión que hemos
cirán en la Iglesia tantos cismas como tenido en cuenta celebrar por medio
sacerdotes”(17\ de estas letras, los vemos y los adm ira­
10. Antigua y actual unidad entre la mos representados y en cierta m anera
Santa Sede y A lem ania. Lo cual cier­ expresados en vuestras actuales norm as
tam ente lo atestigua tam bién la tristí­ de vida. Pues vive ciertam ente entre
sima historia de las antiguas discordias, vosotros y vive gloriosísimamente vues­
y lo confirm a la experiencia de todos tro Apóstol de Alemania; vive, como
aquellos males que redundaron de él mismo se llam aba “el legado germá­
aquella fuente; pero, sin embargo, no nico de la Católica Romana Iglesia”,
vamos ahora a traerlos a la m em oria sosteniendo todavía con sus oraciones,
de aquellos que están oprim idos por ejemplos y con el recuerdo de sus h a­
tantas otras calam idades y sangrientas zañas con las que aunque “difunto to­
muertes, sino que deberíam os borrarlos davía habla”, su m ism a legación ro­
con las lágrim as comunes, y, si fuera m ana. Pero hablando de esta m anera,
posible, con un eterno olvido. él mismo parece exhortar a aquellos
Es preferible pues traer a la m em oria pueblos suyos principalm ente a la uni­
aquella antigua unidad, y celebrar el dad de la Iglesia Romana, e invitarlos,
trato y unión que existió entre el p ri­ como fiel intérprete y pregonero del
218 m er apóstol de los alemanes, B o n i f a ­ maestro y salvador Nuestro Jesús, que
c io , y todo el pueblo de Alemania, y
esto es lo que principalm ente ruega y
esta Sede Apostólica, de cuya legación encomienda a los suyos, “que sean
tuvo origen la religión entre los alem a­ uno”.
nes y la m ism a prosperidad de la con­
vivencia y cultura hum ana. 11. Invitación a una m ás estrecha y
Acerca de lo cual pueden traerse renovada unidad. El ciertam ente invita
muchos testimonios, como m uy bien a los hijos más unidos a la Iglesia para
sabéis, am ado Hijo Nuestro y Vene­ que se le unan m ás estrecha y am oro­
rables H erm anos, los que pueden re ­ samente; invita a los otros, separados
cordarse útilm ente. Pero ya hemos di­ de la unidad, p ara que piadosa y con­
cho bastante, y tal vez demasiado, cuan­ fiadam ente entren en el seno de la mis­
do se tra ta de u n asunto que está al m a m adre Iglesia, dejando a un lado
alcance de todos y ciertam ente dem a­ los antiguos odios, envidias, y prejui­
siado evidente p ara que necesite de una cios; finalm ente a todos los cristia­
prolija defensa y de m uchos argum en­ nos, ya sea recientemente unidos, ya
tos. anteriorm ente recibidos en la Iglesia,
Pero si hemos traído a la m em oria que perseveren en el consentimiento de
con m ayor abundancia de lo que pedía una m ism a fe y en la unión de las
(15) C e c ilio C y p r ia n o Ep. 43, 5 (Migne PL. 4 (17) S . J e r ó n im o , D iá lo g o c o n tr a L u c i f e r ia n o s ,
[ep. 40] col. 345-B). 9 (Migne PL. 23, col. 173-A).
(16) S . A m b r o s io E n a r r . in S a lm o 40, n. 30
(Migue PL. 14, col. 1134-B).
115, 12-13 E n c íc l ic a “ In h a c t a n t a 1 909

mismas voluntades, de la cual florezca y prosapia de los ungios, a los cuales,


finalm ente la caridad divina y la m ism a como hombre de su sangre, como lega­
concordia de la sociedad civil de los do de la universal Iglesia v siervo de la
hombres. Sede Apostólica, recomendó especial­
Y ¿quién no oirá esta invitación y mente y con intenso fervor que obtu­
exhortación del Padre? ¿Quién despre­ viesen la propagación de agüella fe que
ciará la doctrina paterna, los ejemplos ellos mismos habían recibido de los
y la m ism a voz del Padre? Porque, p ara legados rom anos de S an Gregorio
utilizar las palabras llenas de candor de Magno , tam bién entre los pueblos sa­
un escritor antiguo y de vuestro mismo jones, nacidos del mismo linaje y que, 220
pueblo, que son especialmente oportu­ finalm ente conservasen la unidad y
nas, al recordarse entre vosotros la m e­ comunión del amor^1
819K
m oria centenaria de la legación rom a­
na de B onifacio “si según el Apóstol La caridad suprem o bien. Porque
teníamos a los padres carnales como verdaderam ente la caridad, para usar
educadores y los reverenciamos, ¿no las palabras del mismo escritor al que
obedeceremos mucho más al padre de Nos hemos referido más arriba, tam ­
los espíritus? Pues padre espiritual no bién ahora es “el origen y el fin de
sólo se dice el Dios omnipotente, sino todos los bienes, nosotros queremos
también todos aquellos con cuya doc­ también poner con ella la meta”(20\
trina y con cuyos ejemplos somos ins­ am ado Hijo Nuestro y Venerables H er­
truidos en el conocimiento de la ver­ manos. Así pues os rogamos con todos
dad e incitados a la constancia en la Nuestros votos p ara que en esta p er­
religión; como el mismo Abrahán por turbada sociedad de los hom bres, res­
el mérito de su fe y de su obediencia ha taurados los derechos del Dios om nipo­
sido llamado padre de todos los que tente y de su Iglesia, las leyes, el culto
creen en Cristo, y propuesto a todos y su m em oria finalm ente restaurada, la
para ser imitado, no de otra manera el caridad cristiana reavivada, la cual, im ­
Santo Director Bonifacio puede decirse poniendo finalm ente el térm ino a las
padre de todos los habitantes de Ale­ guerras y a los odios enfurecidos, a las
mania, por cuanto los engendró prime­ discordias, a los cismas y a los errores,
ro con la palabra de su predicación que por todas partes serpentean, una
para Cristo, los confirmó con sus ejem­ todos los pueblos entre sí en un víncu­
plos y finalmente también entregó su lo más estrecho que los débiles pactos
vida por ellos, caridad que nadie puede de los hombres, con el trato de la an ti­
demostrar en grado mayor 'HS). gua unión y la unidad de la fe princi­
palmente, o m ejor, con la unión con
12. Misión europea de San Bonifacio. esta Sede Apostólica, la cual Cristo
Y añadim os Nosotros sin embargo, Nuestro Señor guiso que fuese como
am ado Hijo Nuestro y Venerables H er­ el fundam ento de su fam ilia en la tie­
manos, — aunque sabemos que a nadie rra, y está consagrada con las virtudes,
de vosotros se os oculta— , que esa ad ­ la sabiduría, los trabajos de tantos San­
m irable caridad de B onifacio no se tos y tam bién finalm ente con la sangre
circunscribió solamente a los límites de los m ártires como la de vuestro B o ­
de Alemania, sino que abrazó a todos nifacio .
los pueblos, aunque entre sí fueran
m uy enemigos. De esta m anera y aun 13. P alabras finales de deseo d^
con un am or especial, según el orden unidad. Y con esta unión de la fe
de la virtud, abrazó el apóstol de Ale­ y consentimiento de las voluntades
m ania a la nación vecina de los fra n ­ en todas partes restablecida, deseamos
cos, de la cual fue igualm ente reform a­ Nosotros tam bién utilizar con razón el
dor prudentísim o; y a sus conciudada­ pensam iento que acerca de todo el pue­
nos, que provenían de la misma estirpe blo cristiano, movido por la conciencia
(18) Vida de S. Bonifacio, aut. Othlono moñaco, (20) Vida de San Bonifacio por Othlonus OSB,
lib. 1, cap. 38 (PL. 89, col. 654-B). lib. I, c. 38 (PL. 89, col. 654-B).
(19) Bonif. Ep. 39 [al 36] (PL. 89, col. 735-C).
910 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1919) 115, 14

del Prim ado Romano y de la sagrada ra aum entar la solemnidad de S an B o ­


autoridad de la Sede Apostólica, escri­ nifacio concedemos gustosamente del
bía ya especialmente el P apa Clemente sagrado tesoro de la Iglesia lo siguiente:
a los Corintios en el prim er siglo del I. - Cualesquiera de los días de los
cristianism o: “nos daréis a nosotros go­ próximos meses de Junio y Julio, ex­
zo y alegría si obedecéis a lo que hemos cepto los días de Pentecostés, del Cor­
escrito por el Espíritu Santo, teniendo pus, de los Santos Apóstoles P edro y
en cuenta vuestro deseo de celo legíti­ P ablo, en todas las Iglesias de Alema­
mo>, según la exhortación que os hici­ nia, y oratorios públicos y semi-públicos
mos en esta epístola hacia la paz y la donde se hagan las solemnidades secu­
concordia”('21K lares, a cualquier sacerdote de ambos
Y ojalá que esto Nos im petre a todos cleros le es perm itido celebrar la misa
nosotros B onifacio , Apóstol y M ártir, del Santo, ya sea en las plegarias del
y con m ayor razón a los pueblos que Triduo, ya en el mismo día de la fiesta.
por origen o por elección son suyos; y
que ciertam ente haga él mismo desde II. - E n el día en que se celebre la
la Sede Celestial, dando térm ino a lo fiesta, el Obispo del lugar, por sí o por
que por su propia confesión nunca cesó otro delegado por él mismo, pueda im ­
221 de hacer en la tierra: “cuantos oyentes partir la bendición papal.
o discípulos me ha dado Dios en esta III. - Cualquiera que visitare las Igle­
legación, no ceso de invitarlos e incli­ sias de Alemania donde se celebra el
narlos a la obediencia a la Sede Apos­ día de la fiesta, en ese mismo día,
tólica”^ 14 pueda ganar la indulgencia plenaria a
m anera de Porciúncula.
14. B endición y gracias especiales de
m isa pro p ia e indulgencias. E n tre ta n ­ Dado en Roma, en San Pedro, el día
to como auspicio de esta esperanza y 14 del mes de mayo del año 1919,
de los alegres frutos de vuestras solem­ quinto de Nuestro Pontificado.
nidades, os damos am antísim am ente la
Bendición Apostólica, y juntam ente pa- BENEDICTO PAPA XV.
(21) S. Clemente Rom., Epíst. I ad Corint. 63 (22) S. Bonifacio Epíst. 50 [en otras ed. 49]
(sic!). En Migne no era posible verificar la cita. al Papa Zacarías (Migne PL. 89, col. 741-B).
CP. H.)

CARTA ENCICLICA "PATERNO IAM DIU ANIMO” **0


(24-XI-1919)

A LOS VENERABLES HERMANOS, LOS PATRIARCAS, PRIMADOS,


ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA

SOBRE LA AYUDA TEMPORAL PARA LOS NIÑOS NECESITADOS


DE EUROPA DESPUES DE LA GUERRA

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

437 1. Miseria deplorable. Con ánim o nos hicieron llegar, de que hombres
paternal anunciábam os y esperábamos bien inspirados se han unido en aso­
que, apenas extinguida la horrible con­ ciaciones con el fin de salvar a los
flagración y despertado el espíritu de niños. No vacilamos, Venerables H er­
la caridad cristiana, las regiones, espe­ manos, en aprobar, como era justo,
cialmente las de la E uropa Central, esos propósitos egregios, pues coinci­
que por la m iseria y el ham bre se con­ dían con los principales deberes de
sumían, volvieran paulatinam ente a m e­ am or y benignidad que se deben a esa
jores condiciones de vida m ediante la tiernísim a edad que no sólo es la más
obra y el esfuerzo unido de todos los cara a Cristo Redentor sino que posee
buenos. Nuestras esperanzas no se cum ­ menos fuerza n atu ral para soportar y
plieron del todo, pues, de todas partes resistir.
se Nos inform a que los pueblos m en­ Por lo demás, antes en u n a causa
cionados sufren frecuentem ente tanta parecida hicimos lo mismo, pues, re ­
escasez de alim ento y vestido que Nues­ cordaréis que no hace m ucho tiempo,
tra m ente apenas es capaz de im aginar­ Nos ayudamos, en la m edida de Nues­
se lo extrem ado de la situación. tra fuerza, a los niños belgas, casi
m uertos de ham bre y penuria, y públi­
2. Especialmente, sufren los niños. camente los encomendamos a la cari­
En el entretanto, se pierde y se arru in a dad de los católicos. A su com ún la r­
m iserablem ente la salud de los cuerpos gueza se debe en gran parte que pudie­
debilitados, en especial la de los niños. ran atenderse las necesidades de tantos
Su desgracia Nos afecta tanto más vehe­ niños inocentes y protegerse su vida e
mentem ente cuanto que no sólo son integridad corporal; pues, en la medida
inocentes e ignaros de la guerra des­ que Nos exhortam os a los Arzobispos y
tructora que ensangrentó casi todo el Obispos de los Estados Unidos de Amé­
438 orbe de la tierra, sino que son, además, rica a realizar esa obra tan m eritoria,
los progenitores de las nuevas genera­ respondió inm ediatam ente la generosa
ciones a las cuales transm itirán la con- decisión de la m ayoría.
génita enferm edad de los gérmenes.3(*)
4. Recomendación de la nueva obra
3. Ayuda consoladora. Mas hemos de caridad. Hoy conm em oram os el
sido un tanto consolados en Nuestras éxito de la em presa no tanto para col­
angustias y penas por la noticia, que m ar de laureles a los hom bres que con
(*) A. A. S. 11 (1919), págs. 437-439. Traducción especial para la 2? edición. (P. H.)
— 911 —
912 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1919) 116, 5-6

razón h ab rán de inscribir sus nom bres 6. D etalles sobre la Colecta y llam a­
en los fastos de la caridad cristiana do a los no católicos. Obolo papal. A
sino p ara que los Obispos del universo fin de que en esa nobilísim a em ula­
orbe, im pulsados por N uestra voz y ción de la caridad se logre un m ayor
autoridad, se esfuercen y se em peñen beneficio para tantos niños, parece que
en seguir prestando oído a Nuestro habrá que pedir, fuera del óbolo en
consejo al respecto, en cuanto, por su dinero, tam bién víveres, medicinas, ves­
influencia puedan hacer prevalecer sus tidos y géneros, cosas de que los pue­
deseos entre los suyos. blos de aquellas regiones tienen necesi­
Al acercarse, pues, el día de la N a­ dad. Apenas habrá que decir de qué
tividad de Nuestro Señor, vuela Nuestro modo las donaciones así reunidas se
pensam iento espontáneam ente hacia los repartan, finalm ente, con equidad y se
pobrísim os niños, especialmente los de envíen al lugar de destino. Esa parte
la E uropa Central, que se hallan más del negocio podrá entregarse a aquellas
acerbam ente aprem iados por la falta de sociedades que, como Nos señalamos,
aquellos medios que son necesarios p a­ se han establecido al efecto, o se hará
ra el sustento de la vida. Aun el óbolo de cualquier otro modo que plazca.
más modesto Nos recibimos gustosos Nos hemos hecho esta exhortación
con tanto m ayor afecto con cuanta m a­ por el m inisterio de universal paterni­
yor nitidez trae a Nuestra m em oria la dad que Nos fue otorgado de arriba, y
imagen del Divino Infante que soportó aunque corresponda principalm ente a
en el portal de Belén, por am or a los los católicos, Nos confiamos, sin em­
hombres, los rigores del invierno y la bargo, que todos los que tienen senti­
falta de todas las cosas.5 mientos de hum anidad la reciban be­
nignamente.
Mas a fin de que Nos vayamos ade­
5. N avidad propicia a la obra. Cier­ lante con el ejemplo, aunque de todas
tamente, no hay m ejor oportunidad que partes del m undo y continuam ente Nos
ésta p ara que Nos im plorem os en favor soliciten el m áximo de socorro y ayuda,
de los inocentes niños la caridad y com ­ Nos disponemos donar, p ara alivio de
pasión de los fieles cristianos y aun la los niños, según Nuestras posibilidades,
filantropía de todos aquellos que no 100.000 liras italianas.
desesperan de la salvación del género E ntre tanto, como augurio del éxito
hum ano. y en testimonio de Nuestra benevolen­
P or eso, Nos ordenamos, Venerables cia os im partim os, Venerables H erm a­
Herm anos, que, p ara conseguir en cada nos, junto con todo vuestro clero y
una de vuestras diócesis el propósito pueblo, afectuosísim am ente la Bendi­
de que hablam os, dispongáis un día de ción Apostólica.
públicas rogativas el día 28 de Diciem­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
bre en que celebramos la festividad de el día 24 de Noviembre de 1919, sexto
los Santos Niños Inocentes y procuréis de Nuestro Pontificado.
que entre los fieles se recoja en ese día
un óbolo para este fin. BENEDICTO PAPA XV.
117

ENCICLICA “MAXIMUM ILLUD”^


(30-XI-1919)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS Y OBISPOS DEL ORBE


CATOLICO
SOBRE LA PROPAGACION DE LA FE CATOLICA
BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. dió a la Iglesia paz y libertad, fue m u­
El cum plim iento de la m isión
440 Apostólica. La grande y santísim a m i­ cho m ayor en todo el orbe el avance
sión, confiada a sus discípulos por del Apostolado; obra que se debió sobre
Nuestro Señor Jesucristo al tiempo de todo a hom bres eminentes en santidad.
su partida por aquellas palabras: “Id Así G r e g o r io el Ilum inador gana para
por todo el mundo y predicad el Evan­ la causa cristiana a Armenia, V i c t o r i ­
gelio a todas las naciones” O), no había n o a Estiria, F r u m e n c i o a Etiopía;
de lim itarse ciertam ente a la vida de conquista para Cristo a los irlandeses 441
los Apóstoles, sino que se debía de p er­ P a t r i c i o , a los anglos A g u s t í n ; C o l u m -
petuar en sus sucesores hasta el fin de b a n o y P a l a d i n o a los escoceses; más
los tiempos, m ientras hubiera en la tarde hace brillar la luz del Evangelio
tierra hom bres que salvar por la ver­ para H olanda C l e m e n t e W i l l i b r o r d o ,
dad. Pues bien, desde el m om ento en prim er obispo de Utrecht, m ientras B o ­
que los Apóstoles “salieron y predica­ n i f a c i o y A n s c a r io atraen a la Fe ca­
ron por todas p a r t e s la palabra tólica los pueblos germánicos, como a
divina, logrando que “la voz de su pre­ los eslavos C ir il o y M e t o d i o . E nsan­
dicación repercutiese en todas las na­ chóse luego todavía más el campo de
ciones aun en las más apartadas de la acción misional, cuando G u il l e r m o d e
tierra” ya en adelante nunca jam ás R u b r u q u i s iluminó con los esplendores
la Iglesia, fiel al m andam iento divino, de la Fe la Mongolia y el B. G r e g o ­
ha dejado de enviar a todas partes m en­ r io X envió a la China misioneros,
sajeros de la doctrina revelada por Dios cuyos pasos habían bien presto de se­
y dispensadores de la salvación eterna, guir los hijos de S a n F r a n c is c o d e
alcanzada por Cristo p ara el género Asís, fundando una Iglesia numerosa,
hum ano. pero que pronto había de desaparecer
por completo al golpe de la persecu­
El avance del apostolado, obra de ción.
hom bres de em inente santidad. Aun en
los tres prim eros siglos, cuando u na en E ra m isional. Más aun: tras el des­
pos de otra suscitaba el infierno encar­ cubrim iento de América, ejércitos de
nizadas persecuciones p ara oprim ir en varones apostólicos, entre los cuales
su cuna a la Iglesia y todo rebosaba merece especial mención B a r t o l o m é d e
sangre de cristianos, la voz de los p re­ l a s C a s a s , honra y prez de la Orden
dicadores evangélicos se divulgó por Dominicana, se consagraron a aliviar
todos los confines del Im perio Romano. la triste suerte de los indígenas, ora de­
Pero desde que públicam ente se conce­(*) fendiéndolos de la tiranía despótica de
(*) A. A. S. 11 (1919), págs. 440-455. (Véase la nota general a la Encíclica “Sancta Dei civitas” ,
3-XII-1880 de León XIII; en esta Colecc. Encícl. 36, pág. 263). La presente junto con estimular la
obra misional al término de la primera guerra mundial desea conjurar el peligro de cierto egoís­
mo y exagerado nacionalismo que en algunas partes amenazaban con rebajar el prestigio de la
misión y disminuir su eficacia, convirtiéndola en sierva de la política. (P. II.)
(1) Marc. 16, 15. (3) Salmo 18, 5.
(2) Marc. 16, 20.
— 913 —
914 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1919) 1 1 7 , 2-3

ciertos hom bres malvados, ora a rra n ­ ras. Y así, p ara encender y fom entar
cándolos de la dura esclavitud del de­ más y más esos mismos anhelos, en
monio; al mismo tiempo F r a n c is c o J a ­ cumplimiento de Nuestro oficio y sa­
v ie r , com parable sin duda con los m is­ tisfacción de Nuestros más vivos de­
mos Apóstoles, después de haber tra b a ­ seos, después de haber im plorado con
jado heroicam ente por la gloria de Dios reiteradas preces la luz y el auxilio del
y la salvación de las alm as en las In ­ Señor, os mandamos, Venerables H er­
dias Orientales y el Japón, expira a las manos, estas letras con las que os
puertas mismas del Celeste Imperio, co­ exhortam os a vosotros y a vuestro clero
mo p ara ab rir con su m uerte camino a y pueblo a cooperar en obra tan tras­
la predicación del Evangelio en aquella cendental, indicándoos juntam ente el
región vastísima, donde habían de con­ modo cómo podéis practicarlo.
sagrarse al apostolado llenos de anhelos Nuestras palabras dirígense ante todo
m isioneros y en medio de mil vicisitu­ a aquellos que como Obispos, Vicarios
des los hijos de tantas Ordenes Religio­ y Prefectos Apostólicos están al frente
sas e Instituciones Misioneras. Por fin, de las sagradas Misiones, ya que a ellos
Australia, últim o continente descubier­ incumbe más de cerca el deber de pro­
to, y las regiones interiores de Africa, pagar la Fe; y en ellos, más que en
exploradas recientem ente por hom bres otro ninguno, ha depositado la Iglesia
de tesón y audacia, han recibido tam ­ la esperanza de la difusión del Cris­
bién pregoneros de la Fe; y casi no tianismo.
queda ya isla tan apartada en la inm en­ No se nos ocultan su ardiente celo,
sidad del Pacífico, adonde no han lle­ ni las dificultades y peligros grandísi­
gado el celo y la actividad de nuestros mos por los que, sobre todo últim am en­
misioneros. Muchos de ellos, en el des­ te, han atravesado en su empeño no
empeño de su apostolado, han llegado sólo de conservar sus puestos y residen­
a ejemplo de los Apóstoles al m ás alto cias, sino aun de extender todavía más
grado de perfección en el ejercicio de el Reino de Dios. Con todo, persuadi­
las virtudes; y no son pocos los que han dos de su m ucha piedad filial y adhe­
confirm ado con su sangre la Fe y coro­ sión a esta Sede Apostólica, queremos
nado con el m artirio sus trabajos apos­ descubrirles el corazón con la confianza
tólicos. de un padre a sus hijos.
2. Los pueblos que yacen eu las ti­ 3. El deber del m isionero y de los
nieblas. - F in de la presente encíclica. Superiores. Tengan, pues, ante todo
Pues bien, quien considere tantos y tan muy presente, que cada uno debe ser
rudos trabajos sufridos en la propaga­ el alma, como se dice, de su respectiva
ción de la Fe, tantos afanes y ejemplos Misión. Por lo cual, edifiquen a los sa­
442 de invicta fortaleza, se adm irará sin cerdotes y demás colaboradores de su
duda de que con todo sean todavía in ­ m inisterio con palabras, obras y con­
num erables los que yacen en las tinie­ sejos; e infúndanles bríos y alientos
blas y som bras de la muerte, ya que se­ para tender siempre a lo m ejor. Pues
gún estadísticas m odernas no b aja aún conviene que cuantos en la viña del
de mil millones el núm ero de infieles. Señor trabajan de un modo o de otro,
Nos, pues, llenos de com pasión por sientan por propia experiencia y palpen 443
la suerte lam entable de tan inm ensa claram ente que el Superior de la Misión
m uchedum bre de almas, no hallando es padre vigilante y solícito, lleno de
en la santidad de Nuestro oficio apostó­ caridad, que lo abraza todo y a todos
lico nada m ás tradicional y sagrado con el m ayor afecto; que sabe alegrarse
que el com unicarles los beneficios de la en sus prosperidades, condolerse de sus
divina Redención, vemos, no sin satis­ desgracias, infundir vida y aliento a sus
facción y regocijo, b ro tar pujantes en proyectos y loables empresas, prestán­
tantas partes de todo el orbe católico doles su concurso, e interesarse en todo
los entusiasm os de los buenos por p ro ­ lo de sus súbditos como en sus propias
veer y extender las Misiones E x tranje­ cosas.
117, 4 E n c íc l ic a “M á x im u m Il l u d ” 915

Y como el resultado vario de cada cada uno de ellos, aprovechará sobre­


Misión depende de la m anera de go­ m anera fundar nuevos puestos y resi­
bernarla, de ahí el peligro de poner al dencias, para que, en cuanto la opor­
frente de ellas hom bres ineptos o m e­ tunidad lo perm ita, pueda la Misión
nos idóneos. En efecto, el misionero más tarde subdividirse en otros centros
novel que, inflam ado por el celo de misioneros, gérmenes asimismo de otros
la propagación del nom bre cristiano, tantos futuros Vicariatos y Prefecturas.
abandona p atria y parientes queridos, Al llegar aquí, hemos de trib u tar el
tiene que pasar de ordinario por largos debido elogio a todos aquellos Vicaria­
y con h arta frecuencia peligrosos ca­ tos Apostólicos que, conforme a esta 444
minos; y su ánimo hállase siempre dis­ norm a que establecemos, han ido siem­
puesto a sufrir m il penalidades en el pre preparando nuevos crecimientos p a ­
ministerio de ganar p ara Jesucristo el ra el Reino de Dios: y que si para este
m ayor núm ero posible de almas. Claro fin vieron no les bastaba la ayuda de
es, que si éste tal se encuentra con un sus herm anos en religión, no dudaron
Superior diligente cuya prudencia y ca­ en acudir siempre gustosos en demanda
ridad le pueda ayudar en todas las co­ de auxilio a otras Congregaciones y
sas, sin duda que su labor h abrá de re­ Fam ilias religiosas.
sultar fructuosísim a: pero en caso con­ Por el contrario ¡qué digno de re ­
trario, m uy de tem er es que, fastidiado prensión sería quien tuviese tan como
poco a poco del trabajo y de las dificul­ posesión propia y exclusiva la parte de
tades, al fin, sin ánimo p ara nada, se la viña del Señor a él señalada, que en
entregue a la postración y abandono. absoluto estorbase el que otros pusieran
Además, todo buen Superior debe m ano en ella! y ¡cuán severo ha de
cuidar prim eram ente de prom over y pesar sobre él el juicio divino, sobre
excitar toda la vitalidad de su Misión todo si, como recordam os haber suce­
hasta que ésta se haya desarrollado por dido no pocas veces, teniendo aún él
completo. Porque todo cuanto entra en sólo unos pocos cristianos y éstos es­
los límites que ciñen el territorio a él parcidos entre m uchedum bres de p a­
confiado en toda su extensión y am pli­ ganos, y no bastando con sus propios
tud, debe ser objeto de sus desvelos y colaboradores para instruir a todos, se
así deber suyo es tam bién m irar por la negara no digamos a pedir, pero aun a
salvación eterna de todos cuantos h a ­ adm itir para la conversión de aquellos
biten aquellas regiones. gentiles la ayuda de otros misioneros!
P or lo cual, aunque logre reducir a Por eso, el Superior de una Misión Ca­
la Fe algunos m illares de entre tan n u ­ tólica, que no abriga en su corazón más
m erosa gentilidad, no por eso podrá ideal que la gloria de Dios y la salva­
descansar. Procure, sí, defender y con­ ción de las almas, ante la presencia de
fortar a aquellos que engendró ya p ara la necesidad, a todas partes acude en
Jesucristo, no consintiendo que ninguno busca de colaboradores para el santísi­
de ellos sucum ba ni perezca: pero esto mo m inisterio; ni se le da nada, que
es poco; y crea no haber cum plido con éstos sean de su Orden y Nación o de
su deber, si no se esfuerza con todo Orden y Nación distintas, con tal que
cuidado y sin darse tregua ni reposo, de cualquier modo Cristo sea anuncia­
por hacer participantes de la verdad d o ^ . Ni sólo busca toda clase de cola­
y de la vida cristiana a los que en boradores, sino que se da traza para
núm ero sin com paración m ayor le que­ hacerse tam bién con colaboradoras o
dan todavía por convertir. H erm anas Religiosas para escuelas,
4. La subdivisión de las misiones; orfanotrofios, hospitales, hospicios y
mayor número de colaboradores y demás instituciones de caridad, en las
obras de caridad. Y p ara que la p re ­ que sabe que la Providencia de Dios
dicación del Evangelio pueda más p ro n­ ha puesto eficacia increíble para dila­
ta y felizmente llegar a los oídos de tar los dominios de la Fe.
. (4 ) F i lip . 1, 18.
916 __________________ E n c íc l ic a s del PP. B e n e d ic t o XV (1919) ____________ 117, 5
Amistosas relaciones entre las distin­ los oficios de m enor im portancia, sino
tas misiones. P a ra este m ismo efecto, que su objeto es el form arlos de suerte
el Superior de la Misión no se ha de que puedan el día de m añana tom ar
encerrar de tal modo dentro de su te rri­ dignamente sobre sí el gobierno de su
torio, que tenga por cosa ajena todo lo pueblo y ejercitar en él el divino m i­
que no entra en el círculo de su acción; nisterio. Pues siendo la Iglesia de Dios
sino que, en virtud de la fuerza expan­ católica y propia de todos los pueblos
siva del am or de Cristo, cuya gloria y naciones, es justo que haya en ella
debe interesarle como propia en todas sacerdotes de todos los pueblos, a quie­
partes, debe p rocurar m antener trato y nes puedan seguir sus respectivos n a­
amistosas relaciones con sus colegas turales como a maestros de la ley di­
vecinos; toda vez que dentro de una vina y guías en el camino de la salud.
m ism a región hay m uchos asuntos co­ En efecto, allí donde el clero indígena
munes, que naturalm ente no pueden es suficiente y se halla tan bien form a­
solucionarse sino de com ún acuerdo. do que no desmerece nada su santa
Mas ¡y qué gran bien de la Religión vocación, puede decirse que la obra
sería que los Superiores de Misiones, en del Misionero está felizmente acabada
el m ayor núm ero posible y en determ i­ y la Iglesia perfectam ente establecida.
nados tiempos, tuviesen sus reuniones Y si m ás tarde la torm enta de la perse­
donde poder aconsejarse mutuamente! cución am enaza destruirla, no habrá
5. que tem er que con tal base y tales
El Clero Indígena. - Su formación.
P or último, es de lo más principal e raíces zozobre a los embates del ene­
im prescindible p ara quienes tienen a migo.
su cargo el gobierno de las Misiones, el Deficiencias lamentables en la for­
educar y form ar p ara los sagrados m i­ mación del clero indígena y solución
nisterios a los naturales mismos de la por la S. Congregación de Prop. Fide.
445 región que cultivan; garantía por otra Siempre ha insistido la Sede Apostólica
parte la más segura de las nuevas Igle­ en que los Superiores de Misiones den
sias. Pues es indecible lo que vale para la im portancia debida y se aplique con
sugerir la Fe en las almas de los n a ­ preferencia a este deber tan principal
turales el contacto de un sacerdote in ­ de su cargo. Prueba son de esta solici­
dígena del mismo origen, carácter, sen­ tud los Colegios que ahora como en
timientos y aficiones que ellas(5a), pues tiempos antiguos se han levantado
que nadie puede saber como él insi­ siempre en esta ciudad para form ar
nuarse en sus almas. Y así a veces clérigos de naciones extranjeras, espe­
sucede que se abre a un sacerdote indí­ cialmente de rito oriental. Por eso es
gena sin dificultad la puerta de una más de sentir que, después de tanta
Misión, cerrada a cualquier otro sacer­ insistencia por parte de los Pontífices,
dote extranjero. haya todavía regiones donde habién­
Mas p ara que el clero indígena rinda dose introducido ha muchos siglos la
el fruto apetecido, es absolutam ente in ­ Fe católica, no se vea todavía clero in­
dispensable que esté dotado de perfecta dígena bien form ado, y que haya algu­
form ación. P ara la cual no basta en nos pueblos favorecidos tiempo hace
m anera alguna u n tinte de form ación con la luz y benéfica influencia del
incipiente y elemental, la esencialmente Evangelio, los que, no obstante haber
indispensable p ara poder recibir el sa­ dejado ya su barbarie y subido a tal
cerdocio. Su form ación debe ser plena, grado de cultura que cuentan hombres
com pleta y acabada bajo todos sus eminentes en todo género de artes civi­
aspectos, tal cual suele darse boy a los les, en cuestión de clero no han sido
sacerdotes en tierras civilizadas. Que capaces de producir ni obispos que los
no es el fin de la form ación del clero rijan, ni sacerdotes que se im pongan
indígena poder tan sólo ayudar a los por su saber a sus conciudadanos:
Misioneros extranjeros, desempeñando prueba inequívoca de que es manco y
(5a) Aquí enseña el Sumo Pontífice que la institución del clero autóctono y de la Jerarquía na­
tiva, o sea, como dicen “la plantación de la Iglesia” no es, como algunos pretendieron la meta
formal y el fin último sino un excelente medio de “la predicación del Evangelio”, que es lo esencial
en la misión para llegar a la fe viva.
117, 6-7 E n c íc l ic a “M á x im u m I l l u d - 917
deficiente el sistema empleado hasta el relajar en el m isionero del Evangelio
día de hoy, en algunas partes, en orden los nervios mismos de la caridad, pon­
a la form ación del clero de las Misio­ dría en peligro ante los ojos de los
nes. Con el fin de obviar este inconve­ evangelizados su propia reputación;
niente, m andam os a la Sagrada Congre­ porque no hay barbarie ni degradación
gación de Propaganda Fide que aplique que así ciegue a los hombres, que les
las m edidas que las diversas regiones im pida discernir los móviles de interés
reclam en; que tome a su cuenta la fun­ propio o de caridad que mueven al m i­
dación, o si están ya fundados, la debi­ sionero; y aun los más bárbaros olfa­
da dirección de sem inarios que puedan tean con sagacidad instintiva los inte­
servir para varias diócesis en cada re ­ reses legítimos o bastardos de los p re­
gión, con m iras especiales a que, en los dicadores.
Vicariatos y demás lugares de Misio­ Suponed, pues, que, en efecto, entren
nes, adquiera el clero nuevo convenien­ en la conducta del misionero elementos
te desarrollo. hum anos, y que, en vez de verse en él
6. Los M isioneros, su preparación. sólo el apóstol, se trasluzca tam bién
Y hora es ya, am adísim os hijos, de en él el agente de intereses patrios, y
hablaros a vosotros, a cuantos trabajáis veréis cuan pronto recaen sobre él las
en la viña del Señor, a cuyo celo, ju n ­ sospechas del pueblo en masa. Pues tal
tam ente con la propagación de la ver­ conducta fácilmente los induce a creer
dad cristiana, está confiada la salvación que, por ser la religión cristiana de tal
de innum erables almas. o cual nación extraña a la suya, el
Sea principio y base de todo, que abrazarla es ya renuncia a sus derechos
procuréis, desde luego, form aros cabal nacionales para someterse a tutelas
concepto de la sublim idad de vuestra extranjeras.
misión, la cual debe absorber todas
vuestras energías; misión verdadera­ Se condenan m iras políticas y nacio­
mente divina, cuya esfera de acción nalistas. Ved po r qué en Nos han pro ­
rem onta m uy por encima de todas las ducido honda am argura ciertos rum ores
mezquindades de los intereses h um a­ y com entarios que en cuestión de m i­
nos, ya que vuestro fin es elevar la luz sioneros van esparciéndose de unos
a pueblos sumidos en som bras de m uer­ años a esta parte, por lo que se ve que
te, y ab rir la senda de la vida a quienes algunos relegan a segundo término,
de otra suerte se despeñarían en su posponiendo a m iras patrióticas la di­
ruina. latación de la Iglesia; y Nos causa m a­
7. El M isionero debe poner la m ira ravilla cómo no se repara en lo m ucho
en lo so brenatural. Convencidos en el que su conducta predispone a las vo­
alm a de que a cada uno de vosotros se luntades de los infieles contra la Reli­
dirigía el Señor cuando dijo: “Olvida tu gión. No obrará así quien se precie de
pueblo y la casa de tu padre” (5b), recor­ ser lo que su nom bre de misionero sig­
dad que no es vuestra vocación la de di­ nifica, pues éste tal, con la idea siem­
latar fronteras de im perios hum anos, pre fija de que su m isión es em bajada
sino las de Cristo: ni p ara agregar ciu­ de Jesucristo y no legación patriótica,
dadanos a ninguna patria de aquí abajo, se conducirá de suerte que quienquiera
sino a la patria de arriba. Y ¡cuán las­ que examine su proceder al punto re ­
timoso sería que hubiese m isioneros tan conozca en él al m inistro de una Reli­
olvidados de la dignidad de su m inis­ gión que, sin exclusivismos de fronte­
terio, que con el ideal y el corazón más ras, abraza a todos los hom bres que
en patrias terrenas que en la celestial, adoran a Dios en verdad y en espíritu;
dirigiesen sus esfuerzos con preferen­ religión “donde no hay distinción de
cia a la dilatación y exaltam iento de su gentil y judío, de circuncisión e incir­
patria! cuncisión, de bárbaro y escita, de sier­
Peste sería esa la m ás nefasta p ara la vo y libre, porque Cristo lo es todo en
vida de un apóstol que, además de todos”(QK
(5 b) S a lm o 44, 10; G é n . 12, 1. (6 ) C o io s . 3 , 11.
918 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1919) 117. 8

El desprendim iento. Otro escollo, de contestar a m uchas dificultades en


que debe evitarse con sumo cuidado, es m ateria de religión y a consultas sobre
el de tener otras m iras que no sean las asuntos m uy difíciles! Y claro que, en
del provecho espiritual. La evidencia de estos casos, la reputación social del m i­
este m al nos ah o rra el detenernos m u ­ sionero depende de parecer docto e
cho en aclararlo. En efecto, quien está instruido, y más, si se trata de pueblos
poseído por la codicia, imposible que que se glorían de progreso y cultura,
procure, como es su deber, m irar ú n i­ sería m uy poco decoroso quedar enton­
camente por la gloria divina; imposible ces los m aestros de la verdad a la zaga
que en la glorificación de Dios y salud de los m inistros del error.
de las alm as se halle dispuesto a perder Conviene, pues, que los aspirantes al
sus bienes y aun la m ism a vida, cuan­ sacerdocio que se sientan con vocación
do así lo reclame la caridad. Júntese a misionera, m ientras se form an para ser
esto el desprestigio consiguiente de la útiles en estas expediciones apostólicas,
autoridad del m isionero ante los infie­ se hagan con todo el caudal de cono­
les, sobre todo si, como no sería extra­ cimientos sagrados y profanos que l^s
ño en m ateria tan resbaladiza, el afán situaciones del misionero reclaman.
de proveerse de lo necesario degenerase Esto queremos, como es justo, se cum ­
en el vicio de la avaricia, pasión abyec­ pla en las clases del Colegio U rbano
ta a los ojos de los hombres, y m uy Pontificio, instituido para la propaga­
ajena del Reino de Dios. ción de la Fe; en el que mandamos,
El buen m isionero debe, pues, con además, que en adelante se abran cla­
todo empeño seguir tam bién en este ses de las cosas que atañen a la ciencia
punto las huellas del Apóstol de las de las misiones.
Gentes, quien, si no dudó en escribir
a T imoteo “ e s t a m o s c o n t e n t o s , c o n ta l El estudio de la lengua. Y ante todo,
d e t e n e r lo s u f i c i e n t e p a r a n u e s t r o s u s ­ sea el prim er estudio, como es natural,
ten to y v e stid o s” en la práctica avan­ el de la lengua que hablan sus futuros
zó todavía tanto en su afán de aparecer misionados. Ni debe bastar un conoci­
desinteresado, que aun en medio de los miento somero de ella, sino que debe
gravísimos cuidados de su apostolado, llegar hasta dom inarla y m anejarla con
quiso ganar su sustento con el trabajo destreza, pues obligado está el misio­
de sus propias manos.8 nero no sólo para con los ignorantes,
sino tam bién para con los doctos, y a
8. L a form ación intelectual en el la vista salta la benevolencia que gran­
tiem po de p reparación. P unto es tam ­ jea entre los naturales el dominio per­
bién que no debe descuidarse, la dili­ fecto de su lengua. Misionero que se
gente preparación que exige la vida del precie de diligente en el cumplimiento
misionero, por m ás que pueda parecer de su deber, no encomienda a catequis­
a alguno que no hay por qué atesorar tas la explicación de la doctrina, que
tanto caudal de saber p ara donde sólo considerará como una de sus principa­
se han de evangelizar pueblos despro­ les tareas, toda vez que p ara eso ha
vistos aun de la m ás elem ental cultura. sido enviado por Dios a las Misiones
No puede dudarse, es verdad, que en para predicar el Evangelio; además,
orden a salvar almas, prevalecen los han de ocurrirle casos, por su m iniste­
medios sobrenaturales de la virtud so­ rio de apóstol y de intérprete de la reli­
bre los de la ciencia; pero tam bién es gión tan santa, en los que, por invita­
cierto que quien no esté provisto de un ción o cortesía, se verá obligado a tener
buen caudal de saber, se encontrará que tra ta r con las autoridades y hom ­
m uchas veces con m uchas deficiencias bres de letras de la Misión, y se ve fá­
p ara desem peñar con fruto su m iniste­ cilmente el papel que hacen en tales
rio. ¡Cuántas veces, sin poder recurrir circunstancias los que, por falta de m a­
a los libros y a sabios con quienes po­ nejo de la lengua, no saben expresarse
der aconsejarse, se verá en la precisión correctam ente.
(6a) I Tim. 6, 8.
117, 9 E n c íc l ic a “M á x im u m Il l u d ” 919

Tal h a sido uno de los fines que ha reza de costumbres, señalándose sobre
poco hemos tenido ante los ojos, cuan­ todo por su piedad y por su espíritu de
do, p ara m irar por la propagación e unión y continuo trato con D ios/ de
increm ento del nom bre cristiano entre quien ha de procurar a m enudo recabar
los orientales, fundam os en Roma u na el éxito de sus negocios espirituales,
casa con el intento de que quienes convencido de que la medida de la gra­
habían de ejercer el apostolado en cia y ayudas divinas en sus empresas
aquellas tierras, saliesen de ella p ro ­ será proporcionada al grado de su
vistos de la ciencia, el conocimiento de unión con Dios. P ara él es aquel con­
la lengua y costum bres y demás requi­ sejo de S a n P a b l o *7 ) “Revestios como
sitos que debe adornar a un buen m i­ escogidos que sois de Dios, santos y
sionero del Oriente. amados, revestios de entrañas de com­
Esta fundación Nos parece de m ucha pasión, de benignidad, de humildad, de
trascendencia, y así aprovecham os esta modestia, de paciencia”.
ocasión p ara exhortar a los Superiores Con el auxilio de estas virtudes cae­
de los Institutos Religiosos, a los que rán todos los estorbos, y quedará llana
han confiado estas Misiones, que no y patente a la verdad la entrada en los
quieran m andar sin una rica provisión corazones de los hom bres; porque no
de estos conocimientos a los que desti­ es de creer que resistan fácilm ente a
nen a las Misiones Orientales. su influencia más que las alm as de una
rebeldía contumaz.
9. La p ropia santificación. Pero
quienes deseen hacerse aptos p ara el La adaptación m isionera. Así que
apostolado, tienen que concentrar n e­ el misionero, que lleno de caridad a
cesariam ente sus energías en lo que ejemplo de Jesucristo trata de engrosar
antes hemos indicado, y ya ello de por el núm ero de los hijos de Dios aun con
sí entraña la m ayor trascendencia: h a ­ la hez de la gentilidad, ya que tam bién
blo de la propia santificación; pues no ésta se rescató con el precio de la m is­
hay duda, que ha de ser hom bre de m a sangre divina, evite el irritarse ante
Dios quien a Dios ha de predicar, como su ferocidad como el dejarse im presio­
ha de huir del pecado quien a los demás n ar de su degradación m oral: por el
exhorta a que lo detesten. contrario, sin m uestras ni de desprecio
Y conducta es ésta de peculiar aplica­ ni de hastíos, lejos de todo trato brusco
ción tratándose de quien ha de vivir e intem perante, debe ingeniarse con
entre infieles, en los cuales predom ina cuantos recursos la m ansedum bre cris­
la im presión de lo que ven, sobre la tiana le inspire, para lograr irla llevan­
razón; y p ara quienes el ejemplo de do suavemente hacia el regazo de Jesús,
vida en punto de convertirles a la fe es su buen Pastor.
m ás elocuente que la palabra. Medite a este propósito aquello de la
Supóngase un misionero que a las Sagrada E scritura: “¡Oh cuán benigno
más bellas prendas de inteligencia y y suave es, Señor, tu espíritu en todas
carácter haya unido u na form ación tan las cosas! De aquí es que a los que
vasta como culta y un trato de gentes andan perdidos, tú los castigas poco a
exquisito; si este tal no hiciera acom ­ poco; y los amonestas y les hablas de
p añ ar sus dotes personales con una las faltas que cometen para que, deja­
vida irreprochable, su influjo en orden da la malicia, crean en Ti, ¡oh Señor!...
a la salvación de los pueblos, además Pero como Tú eres el soberano Señor
de ser escaso cuando no nulo, corre­ de todo, juzgas sin pasión y nos go­
ría peligro de convertirse en ruina de biernas con moderación suma”(s\ P o r­
sí mismo y de los demás. que ni las dificultades, ni los vejám e­
nes, ni los peligros, ni nada lograrán
Las virtudes m isioneras. Vese, pues, hacer desistir de lo comenzado al em ba­
que el m isionero debe ser dechado de jador de Cristo de este temple de espí­
todos por su hum ildad, obediencia, p u ­ ritu. Objeto de las predilecciones del
(7) Coios. 3, 12. (8) Sabid. 12, 1-2; 12, 18.
920 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1919) 117, 10-11

Señor y consagrado totalm ente a tan La obra y misión de los cristianos en


sublime m inisterio, él sabrá soportar y general. Tiem po es ya de dirigir Nues­
aun abrazar con heroica m agnanim idad tra palabra a todos aquellos que, por
todas las contrariedades, asperezas, su­ especial gracia del Señor tan m isericor­
frim ientos, fatigas, calum nias, indigen­ dioso, gozamos de la Fe y participam os
cias, ham bres, y hasta la m uerte más de los innum erables beneficios que de
cruel, con tal de arran car una sola ella dim anan.
alm a de las fauces del infierno. Prim eram ente procuren no olvidar
Confianza en Dios. Con esta dispo­ el vínculo que les impone de ver de
sición y estos alientos siga el misionero coadyuvar a las Misiones aquella sa­
tras las huellas de Cristo y de sus grada ley por la que “obligó (Dios) a
Apóstoles, henchida, sí, el alm a de espe­ cada uno a mirar por el bien de su
ranza, pero convencido de que su con­ prójimo”*9^. Y si este precepto es tanto
fianza debe estribar sólo en Dios. más urgente cuanto aprem ia más la
La propagación de la Fe cristiana, lo necesidad, ¿qué clase de hom bres más
repetimos, es toda ella obra exclusiva acreedores a nuestro socorro fraternal
de Dios; pues de Dios solo es penetrar que los infieles, quienes partiendo del
en el corazón p ara derram ar allí sobre desconocimiento de Dios, presa de la
la inteligencia la luz de la ilustración ceguera y de las más desenfrenadas p a­
divina, y p ara enardecer la voluntad siones, yacen en la más abyecta servi­
con los estímulos de las virtudes, a la dum bre del demonio? Ayudarles, pues,
vez que prestar al alm a las fuerzas so­ en cuanto esté a Nuestros alcances por
brenaturales con las que puede ésta medio de Nuestra colaboración m isio­
corresponder y efectuar lo que por la nal a que salgan de esas tinieblas, ade­
luz divina com prendió ser bueno y ver­ más de cum plir en cuestión tan grave
dadero. De donde se ve que, si el Señor con un deber de caridad, es saber agra­
no auxilia con su gracia a su m inistro, decer al Señor del m ejor modo posible
quedará éste condenado a la esterilidad. el beneficio de la Fe.
No por esto, sin embargo, deje de tra ­
b ajar con todo ahinco en lo em pren­ 11. Las tres maneras de ayudar a las
dido, confiando en crue la divina gracia Misiones, a) La oración. A tres se re ­
está siempre a merced de quien acude ducen los géneros de ayuda de las Mi­
a la oración. siones, y que los mismos misioneros
no cesan de encarecernos. Es el p ri­
10. El apostolado de la m u jer m i­ mero, fácilmente asequible a todos, el
sionera. No quiero term in ar esta parte de la oración por la salvación de los
sin hacer honorífica m ención de las infieles. Porque, según hemos repetido
m ujeres que ya desde la cuna mism a ya varias veces, vana y estéril ha de
del cristianism o aparecen trabajando y ser la labor del misionero si no la fe­
a3m dando a los m isioneros en su labor cunda la gracia de Dios: así lo atesti­
apostólica. Y sean Nuestras m ayores gua S a n P a b l o : “ Y o planté, Apolo regó,
alabanzas en loor de esas Vírgenes
consagradas al Señor, que en tanto n ú ­
pero Dios sólo es quien dio el crecer y
m ero sirven a las Misiones, dedicadas el dar fruto”*10). Sabido es que el único
a la educación de la niñez y al servicio camino para lograr esta gracia es la
de innum erables Instituciones de cari­ hum ilde perseverancia en la oración;
dad. Quisiéramos que esta N uestra re ­ porque “cualquier cosa, dice el Señor,
com endación de su benem eritísim a la ­ que pidieren dársela ha mi Padre”*11).
bor sirviese p ara infundirles nuevos Ahora bien, si en m ateria alguna, en
ánimos en obra de tanta gloria de la ésta sin duda más que en otras, es im ­
Iglesia. Y persuádanse todas que el fru ­ posible se frustre el efecto de la o ra­
to de su m inisterio seguirá a la m edida ción, ya que no hay petición ni más
del grado de su entrega a la perfección. excelente, ni de más agrado del Señor.
(9) Eclesiást. 17, 12. (11) Mat. 18, 19.
(10) I Corint. 3, 6.
117, 12-13 E n c íc l ic a “M á x im u m Il l u d ” 921

Así, pues, como M o isé s cuando lu ­ regiones, encargando gustosos lo ya


chaban los israelitas contra A m a l e c le­ evangelizado al cuidado de otros que
vantaba sus brazos suplicantes al cielo m iren por com pletar lo adquirido. De
en la cum bre de la m ontaña, del mismo esta suerte, a la medida que trabajan
modo m ientras los m isioneros del E van­ en el cultivo de una mies copiosísima,
gelio se fatigan en el cultivo de la harán descender sobre sus Familias
viña del Señor, todos los fieles cristia­ Religiosas las bendiciones de lo alto.
nos deben acudir en su ayuda con sus
oraciones. Como p ara este efecto h á ­ 13. c) Las Lim osnas. - L a Propaga­
llase ya establecida la asociación llam a­ ción de la Fe. - Santa Infancia. El te r­
da el “Apostolado de la Oración”, que­ cer recurso, y no escaso, que reclam a la
remos recom endarla aquí encarecida­ actual situación de las Misiones es el
mente a todos los buenos cristianos, de la limosna, pues por efecto de la
rogándolos quieran pertenecer a sus fi­ guerra se han acum ulado sobre las Mi­
las, p ara que así, si no de obra, al m e­ siones necesidades sin cuento. ¡Cuántas
nos por el celo, sean partícipes de las escuelas, hospitales, enferm erías y mil
fatigas apostólicas. y m il otras instituciones gratuitas de
caridad deshechas y desaparecidas por
12. b) Las vocaciones M isioneras y completo! Espectáculo que nos obliga
selección de los m isioneros. E n segun­ a hacer una llam ada a todos los bue­
do lugar, urge la necesidad de cubrir los nos corazones, a que quieran rem ediar
tan gran m iseria; “porque quien posee
huecos que abre la extrem ada falta de
misioneros; que si siempre fue m ucha, bienes de este mundo y viendo a su /ier-
ahora por motivo de la guerra presén­ mano en indigencia cierra sus entrañas
tase en proporciones alarm antes; como para no compadecerse de él ¿cómo es
que m uchas parcelas de la viña del Se­ posible que resida en él la caridad de
ñor han tenido que quedar abandona­ Dios?” (12). Y si esto exige el Apóstol
S a n J u a n cuando se trata sólo del ali­
das. Punto es éste, Venerables H erm a­
nos, que Nos obliga a recu rrir a vues­ vio de necesidades temporales, de su
tra próvida diligencia; y sabed que se­ peso se cae la obligación religiosa que
ría la más exquisita prueba de afecto m ana de esta ley de la caridad al apli­
que daríais respecto de la Iglesia, si os carla a esas casi infinitas m uchedum ­
esm erarais en fom entar la semilla de bres de miserables seres en los que a la
vocación m isionera que tal vez empiece m ayor pobreza e indigencia corporales
a germ inar en los corazones de vues­ se junta, sobre todo, que nos están pi­
tros sacerdotes y sem inaristas. No os diendo los saquemos del despótico cau­
dejéis engañar por ciertas apariencias tiverio del demonio a la libertad propia
de bien, ni por meros motivos h um a­ de los hijos de Dios. Por lo cual que­
nos, so pretexto de que los sujetos que remos recom endar a la generosidad de
consagréis a las misiones serán una los católicos favorezcan preferentem en­
pérdida p ara vuestras Diócesis. Y a los te las Instituciones Misionales.
Superiores de las Ordenes e Institutos Y sea la primera de éstas la llam ada
Religiosos que tienen a su cargo Misio­ “Obra de la Propagación de la Fe”, ta n ­
nes extranjeras, les pedimos y suplica­ tas veces elogiada por Nuestros Prede­
mos no dediquen a tan difícil em presa cesores y por Nos, y a la que quisiéra­
sino sujetos escogidísimos, que sobre­ mos que la Congregación de P ropagan­
salgan por su intachable conducta, de­ da la hiciera con su empeño rendir en
voción acendrada y celo de las almas; adelante todo el ubérrim o fruto que de
a los misioneros, que vean quienes son ella puede sacarse. Porque muy provis­
más diestros en darse m aña para a rra n ­ ta ha de estar la fuente principal de
car a los pueblos de sus groseras su­ donde no sólo las actuales Misiones,
persticiones, y una vez que éstos vayan sino aun las que todavía estén por esta­
consolidando sus misiones, como a sol­ blecerse, han de surtirse y proveerse.
dados avezados trasládenlos a nuevas Confiamos, sí, en que no consentirá el
(12) I J u a n 3, 17.
922 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1919) 117, 14-15

orbe católico que, m ientras los predica­ favores pontificios. Y con razón: p o r­
dores del error abundan en oro para su que su carácter cuadra perfectam ente
propaganda, los misioneros de la verdad con el influjo que debe ejercer el sa­
tengan que luchar con la falta de todo. cerdote no sólo para despertar interés
La segunda obra, que tam bién reco­ entre sus fieles por la conversión del
m endam os intensam ente a todos, es la paganismo, sino para que contribuyan
de “La Santa Infancia”, obra cuyo fin a favorecer las obras misioneras que
es proporcionar el bautism o a los niños llevan N uestra aprobación.
m oribundos hijos de paganos; y hácese 15. E xhortación final. He aquí Ve­
esta obra tanto más simpática, cuanto nerables Hermanos, lo que he creído
que tam bién nuestros niños tienen en deber escribiros sobre la difusión del
ella su participación; con lo cual, a la Catolicismo por toda la tierra. Si cada
vez que aprenden a estim ar el valor del uno, fijo en su puesto en orden a las
beneficio de la Fe, se acostum bran a Misiones, lejos de la patria los misione­
la práctica de cooperar en su difusión. ros, y en ella los demás cristianos, cum ­
No queremos tam poco dejar de m en­ pliese con su cometido, abrigam os la
cionar aquí la “ Obra de San Pedro” confianza de que presto to rnarían las
establecida con el fin de coadyuvar a Misiones a reverdecer llenas de vida,
la educación y form ación del clero indí­ repuestas ya de las profundas y peli­
gena. grosas heridas que les ha ocasionado la
Además deseamos que se cum pla tam ­ guerra. Y cual si aún repercutiese a
bién lo prescrito por Nuestro Prede­ nuestros oídos aquel “duc in altum ” (13)
cesor León XIII, de santa memoria, que dicho a P e d r o por el Señor, a los ardo­
en el día de la E pifanía del Señor se rosos impulsos de Nuestro corazón de
haga en todas las iglesias del m undo la padre, sólo ansiamos conducir a la h u ­
colecta “para redimir esclavos en Afri­ m anidad entera a los brazos de Jesu­
ca”; colecta que debe rem itirse íntegra cristo. La Iglesia siempre h a de llevar
a la Sagrada Congregación. entrañado en su ser el espíritu de Dios,
O rganización del clero. Pero p ara rebosante de vida y fecundidad; y no
que estos Nuestros deseos lleguen a es posible que el celo de tantos varones
cum plirse bajo la más segura garantía que han fecundado y aún fecundan con
y con éxito halagador, debéis de un sus sudores de apóstoles las tierras por
modo especial, Venerables Hermanos, conquistar, carezca de su fruto natural.
organizar vuestro clero en punto a Mi­ Tras ellos, inducidos sin duda por su
siones. En efecto: el pueblo fiel siente ejemplo, surgirán después nuevos es­
propensión innata a socorrer con la r­ cuadrones, los cuales, merced a la cari­
gueza las em presas apostólicas: y así, tativa m unificencia de los buenos, en­
obra ha de ser de vuestra diligencia sa­ gendrarán a nueva vida numerosísimos
ber encauzar en bien y prosperidad de y dichosos vástagos de la Iglesia.
las Misiones ese espíritu de liberalidad. O ración y bendición papal. Secunde
14. La Unión M isional del Clero. P a ­los anhelos de todos la gran Madre de
ra el logro de esto, sería Nuestro deseo Dios y Reina de los Apóstoles, e im pe­
se im plantase en todas las diócesis del tre la difusión del Espíritu Santo sobre
m undo la “Unión Misional del Clero”, los pregoneros de la Fe; y como auspi­
sujeta en todo a la Sagrada Congrega­ cio de tanta gracia y en prenda de Nues­
ción de Propaganda Fide, a la que por tro amor, a vosotros, Venerables H er­
Nuestra parte hemos otorgado todas las manos, y a vuestro clero y al pueblo
atribuciones crue exige su perfecto fu n ­ Os otorgamos am antísim am ente la
cionamiento. Apostólica Bendición.
Apenas nacida en Italia la Liga, hase Dado en Rom a en San Pedro el 30
extendido ya por varias otras regiones; de Noviembre de 1919, el sexto de
y objeto juntam ente de Nuestra com ­ Nuestro Pontificado.
placencia florece al am paro de no pocos BENEDICTO PAPA XV.
(13) Luc. 5, 4. “Guio mar adentro
rae

ENCICLICA “PACEM, DEI MUNUS”(*>


(23-V-1920)

A LOS VENERABLES HERMANOS LOS PATRIARCAS, PRIMADOS,


ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION
CON LA SEDE APOSTOLICA

SOBRE LA RESTAURACION DE LA PAZ


BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
Introducción: La P az (1-4) sagrado de los convenios suscritos—■
m ientras no se apacigüen los odios y
a) Alegría por el advenimiento de la las enemistades m ediante una reconci­
paz. liación inspirada por la caridad m utua.
Tal es la situación dolorosa y llena de
09 1. La paz el gran bien. La paz, m ag­ peligros, de que Nos queremos habla­
nífico don de Dios que, como dice Agus­ ros, Venerables Hermanos, y sobre la
tín , “es, entre los bienes terrenos y
cual Nos deseamos dirigir a vuestros
transitorios, el más grato de que se fieles aprem iantes recomendaciones.
pueda hablar, el más deseable que sea
dado codiciar, el mejor que sea posible c) Iniciativa del Papa por la verda­
encontrar”^ ; la paz por que, durante dera paz.
más de cuatro años, han clamado tantas
voces de corazones compasivos, tantas 3. Esfuerzo papal. Como sabéis, y lo
plegarias de alm as piadosas, tantas lá ­ hemos prom etido el día en que el secre­
grimas de m adres; la au ro ra de la paz to designio de Dios Nos ha elevado a la
luce, por fin, sobre los pueblos; Nos dignidad de esta Cátedra, en ningún
nos regocijamos, Nos exultamos de fe­ momento hemos cesado, durante el cu r­
licidad. so de las hostilidades, de em plear toda
Nuestra influencia para inducir a todas
b) Tristeza por no haberse extirpado las naciones del m undo a que reanuda­
los odios. ran, cuanto antes posible, sus relaciones
fraternales.
2. No hay paz: m otivo de la encíclica.
Sin embargo, profundas am arguras vie­ 4. Los medios em pleados. Perseve­
nen a tu rb ar esta alegría de Nuestro rantes plegarias, reiteradas exhortacio­
corazón paternal. Si bien en casi todas nes, insinuación de los medios adecua­
partes se ha puesto, en cierta m anera, dos para restablecer relaciones am isto­
fin a la guerra; si se han firm ado tra­ sas, esfuerzos de todo género tendientes
tados de paz, no han sido, empero, a facilitar el camino, con el favor de
extirpados los gérmenes de las antiguas Dios, hacia una paz justa, honorable y
discordias; y no dudáis, Venerables duradera; abnegación activa y fraternal
Herm anos que toda paz es inestable, para sum inistrar algún alivio a los in ­
ineficaces todos los tratados —no obs­ mensos dolores y calamidades, conse­
tante las prolongadas y laboriosas ne- cuencia de una guerra cruel, todo esto
10 gociaciones de sus autores y el carácter Nos lo hemos intentado.
(*) A. A. S. 12 (1920) págs. 209-218. Las notas marginales corresponden al texto original en
AAS. (P. H.)
(1) S. Agustín, De Ciu. Dci, lib. 19, c. 11 (Migne 41, col. 637; BAC, tomo 171-172, pág. 1392).
— 923 —
924 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1920) 118, 5-11

I. L a C a r id a d en General (5-15) ridad m utua, precisam ente porque com­


prende a todos los demás; precepto nue­
1) Es el fundamento de una paz vo lo llamó Cristo, su m andam iento, y
estable quiso hacer del mismo el distintivo o
a) extirpa los odios señal característica de los cristianos, la
cual sirviera para distinguirlos fácil­
5. La caridad mueve al Papa. Desde mente de los demás. Finalm ente, la
los comienzos tan turbulentos de Nues­ víspera de su pasión, Jesús lo dejó co­
tro Pontificado, la caridad de J e s u c r is ­ mo testam ento a los suyos, prescribién­
t o Nos ha urgido a tra b a jar por el doles am arse los unos a los otros y es­
retorno de la paz y por el alivio de los forzarse en im itar, por la caridad, la
horrores de la guerra; hoy que, por fin, unidad inefable de las divinas Perso­
ha llegado una paz relativa, esta m ism a nas en la Trinidad: “Que todos sean
caridad Nos impele a pedir a todos los uno... así como nosotros somos uno...
hijos de la Iglesia, o más bien, a los para que sean consumados en la uni­
hom bres de todas las naciones, que ex­ dad”
tirpen de sus corazones los antiguos
rencores y que restablezcan la concor­ b) de los apóstoles
dia y el m utuo afecto.
9. Los apóstoles la recomiendan. Por
b) en caso contrario, nuevas gue­ tanto, siguiendo las huellas del divino
Maestro, y fieles en conform arse a sus
rras.
lecciones y a sus m andam ientos, los
6. Daño del encono. Superfluo es de­ apóstoles dirigían a los fieles, con ad­
tenerse a dem ostrar que la hum ana m irable instancia, estas exhortaciones:
sociedad padecería los más graves da­ “Sobre todo mantened constante, entre
ños si la paz que acaba de firm arse vosotros la mutua caridad”^ . “Por
dejara subsistir sordos enconos y rela­ sobre todas las cosas, guardad la cari­
ciones hostiles entre las naciones. Nos dad, que es lazo de perfección”^ . “Ca­
no mencionamos la ruina de todo lo que rísimos amémonos los unos a los otros:
conserva y suscita los progresos de la porque la caridad procede de Dios”^ .
vida social; comercio, industria, artes,
letras, que no podrán florecer sin el c) los prim eros cristianos
perfecto entendim iento y la tranquili­ 10. Iglesia primitiva. Y estas exhor­
dad general de las naciones. taciones de Cristo y de los Apóstoles
eran dócilmente escuchadas por nues­
7. Caridad y cristianismo. Lo m ás tros fieles de la Iglesia naciente: per­
temible es que un golpe gravísimo será teneciendo a naciones distintas y riva­
asestado a la propia vida y a la esencia les, encontraban, no obstante en el vo­
del cristianism o, el cual extrae toda su luntario olvido de sus disensiones, el
fuerza de la caridad, hasta el punto que secreto de una concordia perfecta.
la mism a predicación de la ley cristiana ¡Cuán maravilloso contraste debía ser,
es llam ada el Evangelio de la paz^234\ en medio de los mortales odios que
entonces roían a la sociedad, una tan
2) Primer precepto del cristianismo arm oniosa unidad de los espíritus y de
a) de Cristo los corazones!
8. Caridad, precepto nuevo de Cristo. 3) Se extiende a los enemigos
Como sabéis, y lo hemos recordado, en
reiteradas oportunidades, nada ha sido a) enseñanza de Criso y de sus
recom endado con más vehemencia y discípulos
con tan ta frecuencia por el Señor a sus 11. Olvido de injurias. Los pasajes
discípulos, como el precepto de la ca­ de los Libros Santos que acabamos de
(2) Efes. 6, 15. (5) Coios. 3, 14.
(3) Juan 17, 21-23. (6) I Juan 4, 7.
(4) I Pedro 4, 8.
118, 12-15 E n c íc l ic a “P a c em , P eí M u n u s ’ 925

citar y que recuerdan el precepto del Nuestros enemigos quienes, a sabiendas


am or m utuo, son de igual modo form a­ o por inadvertencia, han dirigido o di­
les en lo que concierne al olvido de las rigen todavía en este m omento contra
injurias; el mismo Maestro enuncia, con Nuestra persona o contra Nuestra obra
igual firmeza, este otro deber: “Y Yo os los dardos de im putaciones injuriosas;
digo más: amad a vuestros enemigos; Nos los estrecham os a todos en un m is­
haced bien a los que os aborrecen; orad mo sentimiento de profundo y benevo­
por los que os persiguen y calumnian; lente afecto, no desperdiciando ni una
para que seáis hijos de vuestro Padre sola ocasión para colmarlos de favores
que está en los cielos; el cual hace na- en cuanto esté a Nuestro alcance. Es de
212 cer el sol sobre buenos y manos” (789L este modo como los cristianos dignos
de tal nom bre deben com portarse con
12. Graves advertencias evangélicas. quienes, m ientras duró la contienda, h a ­
Escuchemos aún esta gravísim a adver­ yan cometido injusticias con ellos.
tencia del apóstol S a n J u a n : “Cualquie­
ra que tiene odio a su hermano, es un A) Ayuda al enemigo, según enseña
homicida. Y ya sabéis, que en ningún Jesucristo y San Juan
homicida tiene su morada la vida eter­
na” Finalm ente en la oración d iri­ 15. Exige afectuosa ayuda. La cari­
gida a Dios que Cristo nos ha enseñado, dad cristiana, en efecto, no se lim ita a
declaram os desear ser perdonados des­ exigir que amemos a nuestros enemigos
de el momento que perdonam os a los cual si fueran herm anos, en vez de
otros: “Perdónanos nuestras deudas, odiarlos; nos ordena, además, p restar­
así como nosotros perdonamos a nues­ les benevolente ayuda, a ejemplo de
tros deudores nuestro Redentor, “el cual ha ido ha­
ciendo beneficios por todas partes por
b) pese a lo difícil del precepto
donde ha pasado, y ha curado a todos
los que estaban bajo la opresión del
13. Posible es perdonar por la gra­
demonio” íu ) y, después de haber jalo ­
nado cada una de las etapas de su vida
cia. Puede, a veces, p arecem os dem a­
m ortal de inestimables favores prodiga­
siado duro y difícil observar esta ley;
dos a los hombres, m urió dando por
el divino Redentor del género hum ano
ellos su sangre. P or eso dice S a n J u a n :
está presto a ayudarnos a vencer toda
dificultad ofreciéndonos en el momento
“En esto hemos conocido la caridad de
oportuno, no solamente el socorro de
Dios, en que dio su vida por nosotros;
su gracia, sino tam bién el estímulo de
y así nosotros debemos estar prontos a
su ejemplo: pendiente de la cruz, abogó
dar la vida por nuestros hermanos.
Quien tiene bienes de este mundo, y
ante su Padre por sus injustos e indig­
nos verdugos: “Padre, dijo, perdónalos
viendo a su hermano en necesidad, cie­
porque no saben lo que hacen”(10K rra las entrañas para no compadecerse
de él, ¿cómo es posible que resida en él
la caridad de Dios? Hijitos míos, no
c) El Papa da el ejemplo de p er­ amemos de palabra y con la lengua, si­
donar no con obras y de veras”(12K Jam ás fue
más necesario “dilatar las fronteras de
14. El Papa perdona. En cuanto a la caridad”, que en estos m omentos de
Nos, que, aun cuando sin ningún m érito tan terribles angustias como nos acosan
personal, ocupamos el lugar de Jesu­ y oprim en; tal vez jam ás el género h u ­
cristo, Nos incumbe, más que a nadie, m ano tuvo tanta necesidad como hoy
im itar su bondad misericordiosa; a de esa bondad m utua, nacida de un
ejem plo suyo, perdonam os, de lo íntim o sincero am or al prójim o y a la vez ple­
del corazón, a todos y a cada uno de na de abnegación y de solicitud.
(7) Mateo 5, 44-45. (10) Luc. 23, 34.
(8) I Juan 3, 15. (11) Hechos 10, 38.
(9) Mat. 6, 12. (12) I Juan 3, 16-18.
926 E n c íc l ic a s del PP. B e n e d ic t o XV (1920) 1 1 8 , 16-21

II. La Caridad, remedio de la actual “verdadera madre de los cristianos, po­


situación (16-28) see en grado tan elevado el sentido del
amor del prójimo y de la caridad, que
1) Situación desoladora encuentra un soberano remedio para
cada una de las enfermedades que afli­
a) Ruinas y heridas que reclam an gen a las cdmas por motivo de sus fal­
al Sam aritano Jesús tas'; de m anera que “maternal con la
16. Efectos desastrosos de la guerra. niñez, firme con la juventud, serena­
Tendamos la m irada sobre las regiones mente suave con la vejez, adapta su
en que tuvo libre curso el furor bélico; conducta y su enseñanza a la edad no
son com arcas inm ensas despobladas y sólo física sino también espiritual de
devastadas, sin cultivo y abandonadas; cada izno” ^*14).
poblaciones enteras privadas hasta de
víveres, de abrigos y de techo; m uche­ 19. La caridad reconcilia. Es increí­
dum bre incontable de viudas y de h u ér­ ble hasta qué punto los servicios de tal
fanos, carentes de todo socorro; m ulti­ m anera prestados por la bondad cris­
tud increíble de anémicos, en su m ayor tiana, ganan los corazones y tornan más
parte jóvenes y niños, cuyos cuerpos fácil el restablem iento de la paz en la
agotados dan testimonio de la atrocidad sociedad.
de esta guerra.
2) La Iglesia recomienda colabora­
ción
17. Símbolo evangélico. El espec­
táculo de las terribles desgracias que a) a los católicos, especialmente a
oprim en al género hum ano, espontánea­ los obispos, el clero y escrito­
mente Nos trae el recuerdo de aquel res católicos
viajero del Evangelio (13> que, bajando
de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de 20. Colaboración de todos los Obis­
ladrones, los cuales, después de haberlo pos. Asimismo Nos os pedim os, Vene­
despojado de todo, le cubrieron de he­ rables Hermanos, y os rogamos encare­
ridas y le dejaron medio m uerto. Gran­ cidamente por el corazón am ante de
de es la sem ejanza entre estas dos des­ Cristo, que pongáis en juego todas las
gracias. Un sam aritano, movido a com ­ diligencias de vuestro celo, no sólo para
pasión, se aproxim a al viajero, venda exhortar a todos los fieles a vuestro
sus heridas y báñalas con aceite y vino, cargo a que depongan sus odios y per­
condúcelo a la hostería y cuida de él; donen m utuam ente las injusticias, sino
de igual m anera, p ara curar las heridas tam bién para que los instéis a que im ­
de la sociedad hum ana, es necesaria la pulsen todas las instituciones de bene­
intervención de Jesucristo, de quien el ficencia cristiana que tengan po r fina­
buen Sam aritano no era más que figura. lidad el socorro de los pobres, el con­
suelo de los afligidos, la defensa de los
b) La Iglesia, continuadora de la débiles, en una palabra, que ofrezcan
obra de Jesucristo, desea ayu­ una ayuda oportuna a todas las desdi­
dar chadas víctimas de la guerra.

18. La Iglesia bienhechora. P o r ta n ­ 21. Misión de los sacerdotes. Mas, lo


to, esta obra y esta misión reconstructi­ que Nos deseamos sobre todo, es que
vas están reivindicadas, como de propia exhortéis a vuestros sacerdotes, m inis­
pertenencia, por la Iglesia, heredera del tros de la paz cristiana, a que en nin­
espíritu de N. S. J e s u c r i s t o ; por la gún momento dejen de hacer recordar
Iglesia, repetim os, cuya historia toda esta virtud esencial de la vida cristiana,
está tejida por u na tram a prodigiosa de cual es el am or del prójim o, aun cuan­
beneficios de toda especie; en efecto, do fuere nuestro enemigo; y “que se
a 3) Luc. 10, 30 s. tholicse, lib. I, c. 30 (Bibl. de Ant. Grist. (BAC)
(14) Ver San Agustín, De moribus Ecclesise ca- t. 30, p. 330).
118, 22-26 E n c íc l ic a “P a c em , D ei M u n u s ” 927

hagan todo para todos”**15167’, p ara que * Lo exige la interdependen­


así arrastren a los fieles con su ejem ­ cia m oderna de los estados.
plo; que declaren y lleven a efecto por Además de la caridad, existe, al te r­
doquier una guerra sin cuartel al odio m inarse esta contienda, una razón de
y a la discordia, seguros de que su con­ necesidad que parece orientar los acon­
ducta ha de ser sum am ente agradable tecimientos en el sentido de una recon­
al am antísim o Corazón de Jesús y a ciliación general y m utua de los pue­
Aquel que, no obstante su indignidad, blos; las relaciones naturales de depen­
es su Vicario en la tierra. dencia y de recíprocos buenos oficios,
22. D eber de los escritores católicos. que unen a las naciones, se han vuelto
A este respecto, conviene igualm ente más estrechas que nunca en virtud de
un sentimiento más refinado de civili­
hacer presente su deber a los escritores
zación y de los medios m aravillosam en­
católicos de libros, a los redactores de
te extendidos de las relaciones.
publicaciones y de diarios, y rogarles
con empeño que se revistan “como ele­ * El P apa ofrece sus buenos
gidos de Dios, santos g dilectos, de mi­ oficios.
sericordia y de bondad”(16) y a que
25. La Santa Sede ha recalcado el
trasfundan esa benevolencia a sus escri­
deber de am or entre los pueblos. Este
tos, absteniéndose no solamente de acu­
deber del perdón de las ofensas y del
saciones vanas e injustificadas, mas aun
acercam iento fraternal de los pueblos
de toda violencia y dureza en la expre­
— que prescribe la sagrada ley de Cris­
sión, procederes que violan la ley cris­
to Jesús y que exige el propio interés
tiana y corren riesgo de renovar las lla­
de los individuos y de la sociedad— la
gas m al cicatrizadas, en el preciso m o­
Santa Sede, Nos lo hemos enseñado,
mento en que, persistiendo la sensibili­
jam ás ha cesado de recordarlo en el
dad, por motivo de la reciente herida,
transcurso de la guerra y en ningún
no puede sufrir ni el m ás ligero roce.
mom ento perm itió que fuera olvidado
b) a las naciones del m undo por causa de las rivalidades y de los
odios. Desde que fueron firm ados los
23. Las naciones afectadas. La p rá c ­ tratados de paz, volvemos sobre este
tica del deber de la caridad, que Nos asunto con m ayor insistencia todavía,
acabam os de recom endar a cada cual siendo de ello testimonio Nuestras Car­
en particular, querem os recordarla asi­ tas dirigidas poco ha, por una parte, a
mismo a las naciones que soportaron todos los obispos de Alemania, y por
durante tanto tiempo el peso de la gue­ otra, al cardenal arzobispo de P a rís(17).
rra, a fin de que puedan — suprim iendo
en cuanto sea posible los motivos de 26. Conferencias de soberanos, aun
discordia, y salvaguardados, por cierto, en Roma. P or tanto, esta buena arm o­
los derechos de la justicia— , reanudar nía de las naciones civilizadas está sin­
sus relaciones de m utua am istad. gularm ente salvaguardada y favorecida
por el uso, hecho hoy día frecuente, de
* El Evangelio obliga tam bién las entrevistas y conferencias de sobe­
a la com unidad. ranos y jefes de gobierno con m iras a
24. L a ley de caridad se extiende tra ta r las más im portantes cuestiones.
tam bién a los pueblos. El Evangelio, De igual m anera, por lo que a Nos
en efecto, no contiene una ley de cari­ atañe, teniendo presentes todas las con­
dad p ara los individuos, y otra ley, di­ sideraciones, ya sea tocante al cambio
ferente de la prim era, p ara las ciudades de situaciones, como de la grave m odi­
y las naciones, las cuales, en definitiva, ficación de las circunstancias en el
no son sino agrupaciones de individuos. m undo entero, y con el objeto de cola-
(15) I Cor. 9, 22. de la Iglesia, 15-VII-1919 (AAS 11 [1919] 305-306),
y la Epístola “Amor ille singularis” , del 7 de
(16) Coios. 3, 12. octubre de 1919, al Cardenal León Adolfo Amette
(17) Letras apostólicas “Diuturni luctuosissimi- de París, a propósito de la Consagración de la
que belli” a los Obispos alemanes exhortándolos Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en el Mont-
a resarcir los daños de la guerra con la ayuda martre (AAS 11 [1919] 412-414).
928 E n c íc l ic a s d el PP. B e n e d ic t o XV (1920) 118, 27-30

borar a esa concordia, no estaríam os blecido según las norm as de la justicia


lejos de atem perar en algo la severidad y de la caridad y cuando las naciones
de las condiciones legítimamente esta­ se hayan reconciliado, m uy de desear
blecidas por Nuestros predecesores, a es, Venerables Hermanos, que todos los
raíz de la destrucción del poder tem po­ Estados, dejando de lado todos su m u­
ral de los Soberanos Pontífices, con el tuos recelos, se unan para no form ar
designio de to rn ar imposibles las visitas más que una sola sociedad, o m ejor di­
oficiales de los príncipes católicos a cho, una sola familia, con la m ira de
Roma. defender sus libertades particulares y de
m antener el orden social.
* Sin m enoscabar sus dere­
chos soberanos. b) reduce presupuesto m ilitar y
asegura independencia
27. La cuestión R om ana quede a
salvo. Mas, Nos declaram os solem ne­ Esta sociedad de las naciones respon­
mente que en ningún m om ento la con­ de, — sin p arar mientes en muchísim as
descendencia de Nuestra actitud, acon­ otras consideraciones— , a la necesidad,
sejada, Nos parece, y hasta reclam ada reconocida de consuno, de realizar to­
por la excesiva gravedad de los tiempos dos los esfuerzos para suprim ir o re­
actuales, deberá ser interpretada como ducir los presupuestos militares, cuya
una tácita abdicación de la Santa Sede, aplastante carga no pueden los Estados
de sus derechos sagrados, como si final­ soportar por más tiempo; to rn ar im po­
mente hubiera aceptado la anorm al si­ sibles en el futuro contiendas tan desas­
tuación que se le ha creado actual­ trosas o, por lo menos, alejar, dentro
mente. de lo previsible, su am enaza y asegurar
a cada pueblo, dentro de los límites de
28. El P ap a reclam a su independen­ sus legítimas fronteras, su independen­
cia política. P or lo contrario. Nos ap ro ­ cia a la vez que la integridad de su
vechamos esta oportunidad “para reno­ territorio.
var aquí, por Nuestra cuenta y por
idénticos motivos, las protestas que, en 2) La Iglesia prestará su concurso
diferentes oportunidades, han elevado a) porque es modelo de sociedad
Nuestros predecesores, incitados no por universal
motivos humanos, sino por un sagrado
deber, es decir, por la obligación de de­ 30. La Iglesia apoya. La Iglesia pon­
fender los derechos y la dignidad de la drá sumo cuidado en prestar su activo
Sede Apostólica^, y ahora que la paz y decidido concurso a las naciones uni­
ha sido restablecida entre las naciones, das por una liga, fundada sobre la ley
Nos, nuevam ente y con m ayor empeño, cristiana, para todas sus empresas ins­
solicitamos que “el Jefe de la Iglesia no piradas por la justicia y la caridad.
vuelva a encontrarse en esta situación Indudablem ente ella constituye el más
anormal, la cual, por muchas razones, acabado modelo de la sociedad uni­
es igualmente funesta para la tranquili■ versal.
dad de los pueblos”(ls\ I.18
b) dispone de medios y experien­
III. L a S o c ie d a d d e las N a c io n e s
cia
(29-32) Dispone, además, por medio de su
propia constitución y de sus institucio­
í) Conveniencia de su creación nes, de una m aravillosa influencia para
a) evita nuevas guerras acercar a los hom bres con m iras no
solamente a su salvación eterna, sino
29. La urgencia de esa Sociedad. P or tam bién a su prosperidad tem poral; ya
consiguiente, en cuanto todo sea resta­ que les enseña a hacer uso de los bie-
(18) Benedicto XV, Carta Encíclica “Ad beatissimi” , l-XI-1914, en esta Colecc. Encícl. 113, p. 892.
118, 31-35 E n c íc l ic a " P a cem , D ei M u n u s ' 929

nes m ateriales de m anera de no perder pensam iento inicial, abrazando prim e­


los bienes eternos. ram ente a cada uno de Nuestros hijos,
les pedimos de nuevo y les suplicamos,
31. Saludable in flujo de la Iglesia. en nom bre de Nuestro Señor J esucris­
Testimonio nos presta la historia en to , que tengan el valor de sepultar, en
cuanto se refiere a los pueblos bárbaros el olvido voluntario, todas sus desave-
de la prim itiva E uropa: desde el día en niencias y sus m utuos yerros, y de rea­
que éstos fueron im pregnados por el nudar entre sí el lazo sagrado de la
espíritu de la Iglesia, com enzaron a n o ­ caridad cristiana, la cual no reconoce
tar cómo poco a poco desaparecían las ni enemigo ni extranjero. Seguidamen­
17 m últiples divergencias que los dividían te, Nos exhortam os, con íntim o empeño,
y se aquietaban sus reyertas; fundié­ a todas las naciones a que establezcan
ronse en una sola sociedad homogénea entre ellas una paz verdadera dentro
y dieron nacim iento a la E uropa cris­ de un espíritu de cristiana benevolen­
tiana, la cual, bajo el cuidado y los cia; a que contraigan una alianza que
auspicios de la Iglesia, sin destruir los la justicia torne duradera. Finalm ente,
caracteres propios de cada nación, de­ invitamos a todos los hom bres y a to­
bía tender a la unidad, origen de su dos los pueblos a que se acerquen, de
gloriosa prosperidad. espíritu y de corazón, a la Iglesia cató­
32. San Agustín sobre el acercam ien­ lica y, por la Iglesia, a Cristo Redentor
to de corazones y pueblos. A este res­ del género hum ano.
pecto, S an Agustín , escribe estas bellas
consideraciones: “Mientras realiza su 2) Propone a Jesucristo como auxilio
peregrinación en la tierra, esta celestial 34. P alabras de San Pablo. Nos será
Ciudad recluta sus ciudadanos en todas posible, entonces, dirigirles las palabras
las naciones, y forma su caravana de de S an P ablo a los Efesios: “Mas ahora
personas de todas las lenguas; lejos de que creéis en Cristo Jesús, vosotros, que
cuidarse de la diversidad de usos, leyes en otro tiempo estábais alejados, os ha­
e instituciones, que establecen o asegu­ béis puesto cerca por la sangre de Je­
ran la paz del mundo; lejos de cerce­ sucristo. Pues El es la paz nuestra, el
narlos o destruirlos, conserva, adaptán­ que de los dos pueblos ha hecho uno,
dose a los mismos, todos los elementos rompiendo el muro de separación...,
que, diferenciándose en cada nación, destruyendo en sí mismo la enemistad
concurren no obstante al mismo fin, la de ellos. Y así vino a evangelizar la paz
paz del mundo, desde el momento que a vosotros, que estabais alejados, como
no obstaculizan la religión que enseña a los que estaban c e r c a n o s Y no
el culto del solo Dios verdadero y sobe­ menos a propósito son las palabras que
rano”(19)20. El mismo pensam iento inspi­ el mismo Apóstol dirige a los Colosen-
ra esta encendida frase, dirigida a la ses: “No mintáis los unos a los otros,
Iglesia por el santo Doctor: “Eres tú la desnudaos del hombre viejo con sus
que acercas los ciudadanos a los ciuda­ acciones, y revestios del nuevo, de aquel
danos, las naciones a las naciones, y la que por el conocimiento se renueva se­
que, por el recuerdo de su común ori­ gún la imagen del que lo creó: para con
gen, agrupas a todos los hombres no el cual no hay distinción de gentil y
sólo en sociedad, sino también en una judío, de circunciso y no circunciso, de
especie de fraternidad”(20K bárbaro y escita, de esclavo y libre: sino
E pílogo (33-36)
que Cristo es todo, y está en todos”(22K
í ) Exhorta a la concordia de indi­ 3) Por la intercesión de la Santísima
viduos y naciones Virgen
33. El P apa propicia la arm onía. En 35. Invocación. Desde ahora, con­
cuanto a Nos, p ara retom ar Nuestro fiando en el patrocinio de la Inm acula-
(19) De Civit. Dei, lib. 19, c. 17 (Migne PL. 41, (21) Efes. 2, 13 s.
col. 646; BAC t. 171-182, p. 1408). (22) Coios. 2, 9-11.
(20) De moribus Eccles. cath., lib. 1, c. 30
BAC t. 30, p. 335).
Encíclicas Pontificias 30
930 E n c íc l ic a s d e l P P . B e n e d ic t o XV (1920) 118, 36

da Virgen M a r í a , — la cual hemos m an­ 36. Bendición Apostólica. Gomo


dado poco ha sea invocada en todas prenda de estos divinos favores y en
partes con el título de Reina de la testimonio de Nuestra benevolencia,
Paz— , y en el de los tres Bienaventu­ Nos, de todo corazón os concedemos, a
rados a los que Nos acabam os de elevar vosotros, Venerables Hermanos, a vues­
al honor de los altares^23\ hum ildem en­ tro clero y a vuestros fieles, la Bendi­
te suplicamos al divino Paráclito “se ción Apostólica.
digne conceder a su Iglesia los dones Dada en Roma, junto a San Pedro,
el 23 de mayo de 1920, en la festividad
de la unidad y de la paz ” <24) y, por una de Pentecostés, sexto año de Nuestro
nueva efusión de su am or, renueve la Pontificado.
faz de la tierra p ara la salvación de
todos. BENEDICTO PAPA XV.

(23) Los tres bienaventurados elevados al honor (24) Secreta de la festividad del Corpus Christi.
de los altares fueron: San Gabriel de la Dolo-
rosa, Santa Margarita María Alacoque y Santa
Juana de Arco.
119

MOTU PROPRIO: “BONUM SANE ET SALUTARE”(*}


(25-VII-1920)

SOBRE LAS SOLEMNIDADES DEL 50* ANIVERSARIO DE LA DECLARACION


DE SAN JOSE COMO PATRONO DE LA IGLESIA CATOLICA

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud ¡j bendición apostólica
1. Motivo: 509 aniversario del P a tro ­ mos atender a otra causa de perturba­
cinio de San José y aum ento de su ción mucho más grave por cuanto se 314
313 cuito. Bueno y saludable p ara el nom ­ infiltró en las mismas venas y entrañas
bre cristiano fue que Nuestro predece­ de la sociedad hum ana; pues, se com ­
sor de inm ortal m em oria, Pío IX, de­ prende que en ese tiempo en que la
clarara Patrono de la Iglesia Católica calam idad de la guerra absorbía la aten­
a J o s é , castísimo esposo de la Madre ción de los hombres, el naturalismo, esa
de Dios y padre nutricio del Verbo E n ­ peste perniciosísim a del siglo, los co­
carnado; y, por cuanto en el próxim o rrom piera totalm ente y que, donde se
mes de Diciembre h arán 50 años que desarrollaba bien, debilitaba el deseo
auspiciosam ente se efectuara esa p ro ­ de los bienes celestiales, ahogaba las
clamación, creimos de m ucha utilidad llamas de la caridad divina, sustraía al
el que en todo el orbe se celebrase la hom bre de la gracia de Cristo que sana
solemne conm em oración de este acon­ y eleva y, despojándolo finalm ente de
tecimiento. la luz de la fe y abandonándolo a las
Al tender la m irada retrospectiva so­ solas fuerzas enferm as y corrom pidas
bre ese lapso del pasado, salta a la vista de la naturaleza, perm itía las desenfre­
la aparición de una no interrum pida se­ nadas concupiscencias del corazón. Por
rie de Institutos que indican que el culto cuanto demasiados hom bres acariciaban
al santísimo P atriarca está sensible­ ansias dirigidas exclusivamente a las
mente creciendo entre los fieles cristia­ cosas caducas, y que entre los proleta­
nos hasta nuestros días. Mas al contem ­ rios y ricos reinaban celos y odios muy
plar de cerca las acerbas penalidades enconados, la duración y m agnitud de
que afligen hoy al género hum ano p a ­ la guerra aum entó las m utuas enem ista­
rece que debemos fom entar m ucho más des de clases y las hacía más agudas,
intensam ente en el pueblo este culto y especialmente porque por un lado, para
propagarlo m ás extensamente. las m asas causó una intolerable cares­
tía de víveres y por el otro, proporcionó
2. M ayor m otivo de re c u rrir a San a un grupo m uy reducido una súbita
José: el naturalism o. E n N uestra E n cí­ abundancia de bienes de fortuna.
clica De Pacis Reconciliatione Christia-
naG a) en que considerábam os principal­ 3. R elajación m oral. Sumóse a eso
mente, las relaciones tanto entre los que por la guerra en m uchísim os hom ­
pueblos como entre los individuos, se­ bres había sufrido no poco detrim ento
ñalábam os cuánto aun falta p ara lograr la santidad de la fidelidad conyugal y
restablecer la tranquilidad general del el respeto a la patria potestad, por
orden después de esa grave contienda cuanto la larga separación de los cón­
de la guerra pasada. Pero ahora debe­ yuges relajó los lazos de sus m utuas
(*) AAS. 12 (1920) págs. 313-317. Traducción especial para la 2^ edición. (P. II.)
[Ia] Benedicto XV se refiere a la Encíclica anterior: Pcicem, Dei munus (pág. 923).
— 931 —
932 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 119, 4-7

obligaciones y la ausencia del que las vorosam ente a S an J osé para que lo
había de custodiar em pujó, especial­ elijan com o guía particular de su vida
mente a los jóvenes a la tem eridad de y lo veneren com o patrono.
lanzarse a una conducta más licenciosa. Pues, él pasó sus años llevando un
P or lo tanto, hemos de deplorar m u­ género de vida similar al de ellos; y por
cho más que antes que las costumbres esta m ism a razón, Cristo-Dios, siendo
sean m ás libres y depravadas y que, por como era el Unigénito del eterno Padre,
la m ism a razón, se agrave cada día más quiso ser llam ado Hijo del Carpintero.
la que llam an causa social, de modo Pero ¡con cuántas y cuán eximias vir­
que debemos tem er males de gravedad tudes adornó la hum ildad del lugar y
extrema. de la fortuna, especialmente con aque­
llas que correspondían a aquel que era
4. E l com unism o extiende sus am e­ esposo de María Inm aculada y que se
nazas. Pues, en los deseos y la expec­ tenía por el padre de Jesús, Nuestro
tativa de cualquier desvergonzado se Señor!
presenta como inm inente la aparición
de cierta República Universal que como 6. E levar la m irada a las cosas im pe­
en principios fijos se basa en la per­ recederas. P or esto, ap rendan todos en
fecta igualdad de los hom bres y la co­ la escuela de S an J osé a m irar todas las
m ún posesión de bienes, y en la cual cosas que pasan bajo la luz de las cosas
no hab ría diferencia alguna de nacio­ futuras que perm anecen y, consolándo­
nalidades ni se acataría la autoridad de se, por las incomodidades de la hum ana
los padres sobre los hijos, ni la del po­ condición, con la esperanza de los bie­
der público sobre los ciudadanos, ni la nes celestiales, a encam inarse hacia
de Dios sobre los hom bres unidos en ellos, obedeciendo a la voluntad de
sociedad. Dios, conviene a saber: viviendo sobria,
Si esto se llevara a cabo no podría recta y piadosamente
menos de haber una secuela de horrores
espantosos; hoy día ya existe esto en 7. Cita de León X III sobre el respeto
una no exigua parte de E uropa que los al orden establecido por Dios. P or lo
experim enta y siente. Ya vemos que se que respecta propiamente a los obreros,
pretende producir esa m ism a situación plácenos citar lo que Nuestro predece­
en los demás pueblos; y que, por eso, sor de feliz recordación, L eón XIII dijo
ya existen aquí y allá grandes turbas en una ocasión sim ila r ^ : Los obreros
revolucionarias porque las excitan el y cuantos se ganan el sustento con el
fu ro r y la audacia de unos pocos. salario de sus manos, pensando en estas
cosas, deben levantar los ánimos y sen­
5. San José rem edio contra estos tir rectamente; que, aunque estén en su
m ales. Nos ante todo, preocupados, derecho, (cuando no se opone la justi­
naturalm ente, por el curso de los acon­ cia), de salir de la pobreza y de lograr
tecimientos, no omitimos, ocasional­ una mejor situación, la razón y la jus­
mente, recordar sus deberes a los hijos ticia no permiten trastrocar el orden
de la Iglesia, como en las recientes car­ establecido por la providencia de Dios.
tas al Obispo de Bérgamo y a los obis­ Insensato, empero, sería el propósito de
pos de la región véneta. P or la m isma recurrir a la fuerza y emprender algo
razón, p ara retener en su deber a todos semejante, mediante la sedición y el
los hom bres que se ganan el sustento desorden, lo cual en la mayoría de los
por sus fuerzas y su trabajo donde­ casos causaría males mayores que aque­
quiera vivan, y conservarlos inm unes llos que se tratan de aliviar. No se fíen ,
del contagio del socialismo que es el pues, los pobres, si quieren ser pruden­
enemigo más acérrim o de la sabiduría tes, de las promesas de los hombres
cristiana, ante todo les proponem os fer­ sediciosos sino que confíen en el ejem-
( lb) Tito 2, 12. (2) Epístola Encícl. Quamquam plnries. del 15
de agosto de 1889; en esta Colecc. Encícl. 55, 5
pág. 394-395.
119, 8-10 M o t u P r o p r io “ B o n u m s a n e ” 933

pío y el patrocinio de San José, y asi­ J osé, tanto m ás insistentem ente cuanto
mismo en la maternal caridad de la es m ás adverso el tiem po a la causa
Iglesia, la cual en verdad se preocupa cristiana.
de ellos cada día más solícitamente. Dado que esta Sede Apostólica ha
aprobado varios modos de venerar al
8. F ru to s de la devoción a San José Santo Patriarca, ante todo, cada m iér­
p a ra la vida del hogar y de la sociedad. coles del año y por un mes entero
Si crece la devoción a S an J osé, el determ inado, deseamos que, bajo la in­
am biente se hace al mismo tiempo más sistente admonición del Obispo, se prac­
propicio a un increm ento de la devo­ tiquen todos ellos de ser posible, en
ción a la Sagrada Fam ilia, cuya augusta todas las Diócesis, en especial, empero,
cabeza fuera: una devoción brotará es­ incumbe a Nuestros Venerables H erm a­
pontáneam ente de la otra. Pues, J osé nos apoyar y fom entar con todo el peso
nos lleva derecho a María , y por Ma ­ de su autoridad e interés las asociacio­
ría llegamos a la fuente de toda santi­ nes piadosas, como la de la Buena
dad, a J esús, quien por su obediencia a Muerte, la del Tránsito de San José y
J osé y María consagró las virtudes del la de los Agonizantes, las cuales fueron
hogar. fundadas para im plorar a S an J osé por
Deseamos que las fam ilias cristianas los agonizantes, porque con razón se
se renueven a fondo y se hagan confor­ considera a aquel como eficacísimo
mes a tantos ejemplos de virtudes como protector de los m oribundos a cuya
ellos practicaron. P or cuanto la com u­ m uerte asistieron el mismo J esús y
nidad del género hum ano se ha fu n ­ María .
dado sobre la fam ilia se inyectará, bajo
la universal influencia de la virtud de 10. Plegarla e indulgencia. P ara
Cristo, cierto nuevo vigor y una como perpetua memoria, emnero, del De­
nueva sangre en todos los m iembros de creto Pontificio que arriba m enciona­
la sociedad hum ana, cuando la sociedad mos, ordenam os y m andam os que den­
doméstica, m unida, pues, más religiosa­ tro del año que comienza a correr el
m ente de castidad, concordia y fideli­ 8 de Diciembre próximo, se hagan en
dad, goce de una m ayor firmeza; y de todo el orbe católico solemnes súplicas,
allí no sólo seguirá la enm ienda de las en el tiempo y modo que parezca m ejor
costum bres de los particulares sino a cada Obispo, en honor de S an J osé,
tam bién la de la vida com ún y del Esposo de la Santísim a Virgen y P atro ­
orden civil.9 no de la Iglesia Católica.
Todos cuantos asistan a ellas podrán
9. E xhortación p apal a una m ayor ganar para sí una indulgencia de sus
devoción a San José. Nos, pues, to tal­ pecados, bajo las acostum bradas con­
m ente confiados en el patrocinio de diciones.
aquel a cuya vigilancia y previsión qui­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
so Dios encom endar a su Unigénito el día 25 de julio, en la fiesta de San­
encarnado y a la Virgen y Madre de tiago Apóstol, en el año 1920, sexto de
Dios, propiciam os que todos los Obis­ Nuestro pontificado.
pos del orbe católico exhorten a todos
los fieles a im plorar el auxilio de S an BENEDICTO PAPA XV.
jL 2 ©

ENCICLICA “SPIRITUS PARACLITOS”***


(20-IX-1920)

SOBRE LA LECTURA, ESTUDIO Y MEDITACION ASIDUA DE LA SAGRADA


BIBLIA POR EL CLERO Y FIELES SIN EXCEPCION, CON MOTIVO DEL
159 CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN JERONIMO

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I ntroducción : para iniciar al género hum ano en los


A propósito del 159 Centenario de San misterios de la divinidad, le dio el te­
Jerónimo, el Papa da orientaciones para soro de las Sagradas Letras y providen­
los estudios bíblicos cialmente suscitó, en el transcurso de
los siglos, num erosos expositores, tan
1. L a D ivina Consolación viene notables
de por su santidad, como por su
385 las E scrituras. El E spíritu Consolador, ciencia; los cuales, lejos de dejar infe-
(*) AAS. 12 (1920) 385-422. Nota Introductoria: Los errores filosóficos y teológicos de los siglos 18 y
19 estimularon a la Iglesia a precisar y aclarar —entre muchos otros puntos—, los conceptos de reve­
lación, inspiración, infalibilidad e inerrancia de la Biblia. El racionalismo y criticismo negaron la
inspiración absoluta, la historicidad del Génesis y de otros libros sagrados y la inerrancia bíblica, la
cual, según ellos y aun algunos católicos de entonces, no se extendía a las ciencias naturales e históricas,
o sea a los elementos secundarios, profanos, o a las “cosas dichas de paso”. Lo que se buscaba era la
limitación de la inerrancia sola o de ambas, de la inspiración junto con la inerrancia, restringiéndo­
las a las solas cosas de fe y moral contenidas en la Biblia.
Las enseñanzas del Concilio Vaticano sobre la naturaleza de la inspiración, la interpretación
auténtica de la Iglesia y la realidad histórica de los milagros, relatados en la Biblia no habían sido
suficientes para resolver todas las interrogantes de la llamada “cuestión bíblica” . Surgieron nuevas
opiniones erróneas no sólo de exégetas como Loisy sino también de los escritores como Monseñor
Mauricio D’Hulst, Rector del Instituto Católico de París, y Newman, el Cardenal. La Biblia no está
toda inspirada, o está totalmente inspirada pero contiene errores por el instrumento humano que
colaboró; es perfecta e infalible por lo que Dios hizo (inspiración), pero imperfecta por lo que Dios
dejó hacer a los hagiógrafos; o: lo expresado es sólo verdad en opinión de la gente iletrada de enton­
ces y de ahora, mas no en el campo científico. Infalibilidad e inerrancia no hay sino tratándose de
cosas de fe y moral.
León XIII arrojó luz sobre todos estos problemas y decidió las cuestiones abiertas, en su Encíclica
Providentissimus Deus, 18-XI-1893, en cuya primera parte ensalza la Biblia por su gran utilidad,
puesta de manifiesto en la Historia eclesiástica, ordena luego los estudios bíblicos y en la tercera
enseña, en resumen, que toda la Biblia está inspirada, que no contiene ningún error, que no puede
haber oposición entre la Biblia y las ciencias naturales y en los casos de contradicciones aparentes
—al no mediar una definición expresa de la Iglesia— debe buscarse una solución humana y científica­
mente aceptable: “ Se ha de considerar, escribió, que los escritores sagrados... tratan a veces las
cosas o en sentido figurado o según la manera de hablar en aquellos tiempos, que aun hoy rige nara
muchas cosas de la vida”, (¡El sol se pone!) hasta entre las personas más cultas (véase más abajo
n*? 40 de esta Encíclica).
Los asuntos históricos de la Biblia ofrecían aun mayor dificultad por no pocos descubrimientos
hechos en aquellos años. León XIII afirmó también para estos asuntos el principio de la inerrancia
absoluta, pero no señaló la solución del problema.
De allí surgieron nuevas dificultades que requerían aclaración. El modernismo que trataba en el
fondo de poner de acuerdo la fe con el pensamiento moderno, por sus excesos vino a ^agravar la
situación. Según los modernistas, no hav en la Biblia sino verdades relativas y las narraciones histó­
ricas no lo son sino en apariencia. Ellos llegan a negar en absoluto la inspiración divina y la ine­
rrancia de la Biblia. Los libros sagrados son para ellos obras meramente humanas, sujetas a error.
Los Evangelios no contienen lo que Cristo hizo y enseñó sino lo que la comunidad primitiva de los
cristianos pensó de Jesús.
Para zanjar las dificultades y orientar a los estudiosos mas allá de su Encíclica, León XIII insti­
tuyó, ñor las Letras Anostólicas V i p i l a n t w e , 30-X-1902. la Pontificia Comisión Bíblica. Para reforzar
la vigilancia y nositivamente imnulsar desde el nunto de vista católico los estudios bíblicos San Pío X
fundó el Pontificio Instituto Bíblico por las Letras Apostólicas Vinca electa, 7-V-1909. Por otro lado
disminuyó baio las claras enseñanzas de San Pío X el peligro del modernismo para la exégesis y, en
general, la teología católicas.
En el ambiente de mayor calma recogió Benedicto XV los frutos de las discusiones v luchas,
dirimió las disputas y dió nuevas orientaciones bíblicas en la presente Encíclica Spiritus Paráclilus,
— 934 —
120, 2-3 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r a c l it u s ” 935

cundo este “celestial tesoro” debían, nos fundam os para exhortar a todos los
por sus estudios y sus trabajos, hacer hijos de la Iglesia, y principalm ente a
gustar superabundantem ente a los fieles los clérigos, tanto a m irar con respeto
“la consolación de las Escrituras”. las Divinas Escrituras, como a practi­
car su lectura piadosa y m editación
San Jerónim o exim io com entarista. asidua.
P or unánim e consenso se coloca en
prim era línea de esta escogida falange I. L a vida y los trabajos de
a S an Jerónimo, en quien la Iglesia S an J erónimo
Católica reconoce y venera al máximo
doctor que le haya otorgado el cielo 1) Nacimiento. Estudios en Roma.
p ara interp retar las Sagradas E scritu­ Primer retiro en Oriente.
ras. Debiendo conm em orar dentro de
algunos días el 159 centenario de su 2. Bosquejo histórico: vida y tra b a ­
m uerte, Nos no queremos, Venerables jos de San Jerónim o. Como sabéis, Ve­
H ermanos, dejar pasar una ocasión tan nerables Hermanos, Jerónimo nació en
favorable p ara entreteneros a gusto so­ Estridonio, ciudad que era fronteriza
bre la gloria que conquistó S an J eró­ entre Dalmacia y P anonia(5)4*; criado
nimo , y sobre los servicios que prestó desde la más tierna infancia en el cato­
por su ciencia de las Sagradas E scri­ licismo <6), revistió aquí mismo, en Ro­
turas. ma, con su bautism o, la librea de Cris­
to desde aquel día, y hasta el final
El P apa renueva orientaciones. La de su m uy larga vida, consagró todas
conciencia de Nuestro cargo apostólico sus fuerzas al estudio, a la explicación
y el deseo de perfeccionar el estudio, y defensa de los Sagrados Libros.
noble entre todos, de la Escritura, Nos En Roma, se inició en el estudio de
mueven por una parte, a proponer a la las letras latinas y griegas y apenas
im itación este gran genio como herm o­ abandonaba el aula de los retóricos,
so modelo; y, por otra parte, a confir­ aun adolescente, se ejercitó en com en­
m ar con Nuestra autoridad apostólica y tar al profeta Abdías; este ensayo de su
a adaptar a los tiempos por que hoy “primera juventud” desarrolló a tal
atraviesa la Iglesia las preciosas directi­ punto su am or por las Escrituras, que,
vas y prescripciones dadas en esta m a­ siguiendo la parábola del Evangelio,
teria por Nuestros predecesores de feliz decidió sacrificar por el tesoro que iba
m em oria L eón X III y Pío X. En efecto, descubriendo “todas las ventajas de este
S an Jerónimo, “espíritu plenamente mundo
impregnado del sentido católico, y muy
versado en el conocimiento de la ley 3. E n O riente. E studio de lenguas;
sagrada”(12\ “maestro de los católi­ prim eros com entarios. Y afrontando
cos” “modelo de virtud y luz del todas las dificultades de semejante pro ­
mundo entero”W 9 ha expuesto m aravi­ yecto, dejó su casa, sus padres, su h er­
llosamente y defendido con valentía la m ana y sus allegados, renunció a su
doctrina católica acerca de Nuestros suntuosa mesa y partió para los Santos
Santos Libros; a este título, nos ha su­ Lugares a fin de adquirir con m ayor
m inistrado una m ultitud de enseñanzas abundancia las riquezas de Cristo y el
de m uy alto valor, en las cuales Nos conocimiento del Salvador por la lec-
afirmando con San Jerónimo la inerrancia absoluta de la Biblia. Protestó contra los que habían
interpretado mal a León XIII, como si hubiese atribuido a los hagiógrafos una “historia según apa­
riencias” y coincide con San Jerónimo en la interpretación de los fenómenos naturales e históricos.
Estas breves indicaciones ayudarán, tal vez, a comprender mejor las dos Encíclicas sobre la Biblia,
la Providentissjmus de León XIII y la Spiritus Paraclitus de Benedicto XV. Nuevas dificultades
harán intervenir nuevamente a Pío XII con su Encíclica Divino Afflante Spíritu, 30-IX-1943, como
en su lugar se verá. (P. H.)
(1) Conc. Trid. ses. 5, decr. de ref., c. 1. (5) De viris ill. cap. 135 (Migne, P.L. 23, 755).
(2) Sulpicio Severo, Dial. 1, 7. (Migue, P.L. (6) Ep. 82, 2, 2; 6 (Migne, P.L. 22, 739)
20, 188 C). (7) Ep. 15, 1, 1; 16, 2, 1 (Migne, P.L. 22, 355
(3) Casiano, De Inc. 7, 26. (Migne, P.L. 50, 256). 358).
(4) S. Próspero, Carmen de Ingratis, vers. 57 (8) In. Abd. Praef. (Migne, P.L. 25, 1097>
(Migne, P.L. 51, 98). (9) En Mat. 13, 44 (Migne, P.L. 36, 97 C.).
936 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 120, 4-5

tura y el estudio de los Libros Sagra- mo tam bién la Crónica de E u s e b io , y


dos*10). comentó la visión de los Serafines en
387 E n diversas ocasiones, nos refiere él Is a ía s .
mismo, cómo trabajó, sin ah o rrar es­
fuerzo. “Una sed ardiente me excitaba a 4. E n Roma. E l P ap a Dám aso y la
instruirme junto a otros, y no fui yo, versión latin a del N. T. Las dificultades
como muchos piensan, mi propio maes­ por que atravesaba la cristiandad lo
tro”. llevaron de nuevo a Roma. Allí fue
paternalm ente acogido por el P apa
“En Antioquía, seguí a menudo las
D á m a s o , a quien asistió en el gobierno
lecciones de Apolinario de Laodicea,
con quien mantenía amistad; pero a de la Iglesia*13).
pesar de ser su discípulo en las Sagra­ Solicitado en todos los sentidos por
das Escrituras, jamás adopté su dogma­ las preocupaciones de este cargo, no de­
tismo tenaz en materia de interpreta­ jó por eso de recurrir asiduam ente a
ción”*n ). los Libros Santos*14) y de transcribir y
coordinar los manuscritos*15); ora resol­
De Palestina, J e r ó n im o se retiró al vía las dificultades que se le sometían,
desierto de Salcis, en Siria oriental; y, ora iniciaba a sus discípulos de ambos
con el fin de penetrar más a fondo el sexos en la ciencia de las Escrituras*16).
sentido de la P alabra divina, al mismo El Papa le había confiado la inm ensa
tiempo que p ara refrenar por medio de tarea de revisar la versión latina del
un arduo trabajo los ardores de la ju ­ Nuevo Testam ento; y él demostró en
ventud, entró en la escuela de un judío ello tan ta penetración y agudeza de
convertido, que le enseñó igualmente el juicio, que su obra viene siendo cada
hebreo y el caldeo. “Cuánto trabajo me vez más adm irada y estim ada por los
costó, cuántas dificultades hube de ven­ mismos exégetas modernos.
cer, cuántos desalientos, cuántas veces
abandoné este estudio para retomarlo
luego, estimulado por mi pasión a la 3) Vuelta a Belén y viajes por Pa­
ciencia, sólo yo, que lo sufrí podría de­ lestina.
cirlo, y aquellos con quienes vivía. Ben­ 5. E n Belén. Nuevos estudios. Pero
digo a Dios por los dulces frutos que todos sus pensamientos, todas sus afi­
me procuró la amarga semilla del estu­ ciones, lo atraían hacia los lugares ve­
dio de las lenguas” (12). nerables de Palestina. Y así, a la m uerte
de D á m a s o , J e r ó n im o se retiró a Belén
2) Constantino pía y Roma. Encargo y levantó junto a la cuna de Cristo un
del Papa Dámaso de corregir el m onasterio en donde se consagró por
texto del N. T. entero a Dios, em pleando todos los ins­
tantes que le dejaba la oración en estu­
Huyendo de las bandas heréticas que diar y enseñar las Escrituras. “Ya mi
venían a perturbarlo hasta el fondo del cabeza se cubría de cabellos blancos
desierto, J e r ó n im o se dirigió a Constan- — dice él mismo— y me daba el aspecto
tinopla. El Obispo de esta ciudad era de un maestro más bien que de un
entonces S a n G r e g o r io , el Teólogo, u m ­ discípulo, y no obstante, iba a Alejan­
versalm ente célebre por su ciencia. J e ­ dría a la escuela de Dídimo. Mucho le
r ó n im o lo tomó durante casi tres años debo, pues que me enseñó lo que yo
por guía y m aestro en la interpretación ignoraba; y aun lo que yo sabía, me lo
de las Sagradas Letras. Fué entonces dio a conocer bajo nuevas formas. To­
cuando tradujo al latín las Homilías dos se figuraban que ya nada tenía yo
de O r íg e n e s sobre los profetas, así co- que aprender, y sin emb irgo, cuántas
(10) Ep. 22, 30, 1 (Migne, P.L. 22, 416). (14) Ep. 127, 7, 1 (Migne, P.L. 22, 1091).
(11) Ep. 84, 3, 1 (Migne, P.L. 22, 745). (15) Ep. 36, 2, Ep. 32, 1 (Migne, P.L. 22, 453 y
(12) Ep. 125, 12 (Migne, P.L. 22, 1079). 416).
(13) Ep. 123 9 al. 10; Ep. 127, 7, 1 (Migne, P.L. (16) Ep. 45, 2; 126, 3; 127, 7 (Migne, P.L. 22, 501;
22, 1052 y 1091). 22, 1087 y 1091).
120, 6 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r a c l it u s ” 937

fatigas y cuántos esfuerzos había de no cesó de escribir o de dictar hasta


costanne todavía en Jerusalén y en que la m uerte vino a enfriar su m ano y
Belén, el seguir durante la noche las apagar su voz. Y sin rep arar en fatigas,
lecciones de Baraninas! Pues temía él a vigilias ni gastos, jam ás, hasta su extre­
los judíos y me causaba la impresión de m a vejez, dejó de m editar día y noche,
un segundo Nicodemo”(17K junto al Pesebre, la Ley del Señor, des­
Lejos de atenerse tan sólo a las lec­ de el fondo de su soledad, sirviendo
ciones y a la autoridad de sus m aestros m ás al catolicismo, por los ejemplos de
—aunque tuvo varios otros— utilizó, su vida y por sus escritos, que si h u ­
para hacer nuevos progresos, fuentes de biese vivido en Roma, centro del
docum entación de todo género: después mundo.
de haberse procurado desde un princi­ Después de este rápido bosquejo de
pio los m ejores m anuscritos y com en­ la vida y trabajos de S an Jerónimo,
tarios de la Escritura, explotó los libros abordemos, Venerables Hermanos, el
de las sinagogas y las obras de la bi­ examen de su enseñanza sobre la digni­
blioteca de Cesárea, constituida por dad divina y absoluta veracidad de las
Orígenes y E usebio ; la com paración de Escrituras.
estos textos con los suyos debía perm i­
tirle fijar la form a auténtica y el senti­ II. D octrinas bíblicas de S. J erónimo
do verdadero del texto sagrado.
1) La naturaleza de la inspiración
Viajes de estudio p o r Palestina. P a ra
m ejor conseguir su fin, visitó toda la 6. Lo que es la Biblia. E l mismo E s­
Palestina, y plenam ente convencido de p íritu Santo la redactó. R ecórrase los
la ventaja que había en ello, la señaló libros del gran doctor, no hay una p á­
en su carta a D omnión y a R ogaciano : gina que no testigüe con evidencia que
“La Sagrada Escritura tendrá muchos él sostuvo, firm e e invariablem ente, con
menos secretos para quien ha visto la la Iglesia Católica entera, que los San­
Judea por sus propios ojos y ha encon­ tos Libros fueron escritos bajo la inspi­
trado el rastro de las ciudades desapa­ ración del E spíritu Santo, que tienen a
recidas y los nombres idénticos o trans­ Dios por autor y que como tales los ha
formados de las localidades. Este pensa­ recibido la Iglesia(19). Los Libros de la
miento nos guiaba cuando nos impusi­ Sagrada E scritura, afirm a, fueron com ­
mos la tarea de recorrer, en compañía puestos bajo la inspiración, o la suges­
de los mejores sabios judíos, la región tión, o la insinuación, y aun el dictado
cuyo nombre resuena en todas las igle­ del Espíritu Santo, más todavía, el m is­
sias de Cristo”H8). mo Espíritu fué quien los redactó y
389 He aquí, pues, a Jerónimo que ali­ publicó.
m entó sin cesar su espíritu con este Pero por otra parte, J erónimo no
m aná exquisito que explicó las E písto­ tiene duda alguna de que todos los
las de S an P ablo, corrigió a la luz de autores de estos libros, cada uno con­
los textos griegos los m anuscritos lati­ form e a su carácter y a su genio, pres­
nos del Antiguo Testam ento, volvió a taron librem ente su concurso a la ins­
traducir del original hebreo al latín piración divina.
casi todos los Libros Santos, explicó De este modo, no sólo afirm a sin re­
cada día las Sagradas E scrituras a los servas lo que es el elemento común de
fieles reunidos, respondió a las cartas todos los escritores sagrados —a saber,
que de todas partes le enviaban, p ara que su plum a era guiada por el Espíritu
someterle dificultades exegéticas por re ­ de Dios, a tal punto que Dios no sólo de­
solver, refutó con vehemencia a los im ­ be ser considerado como la causa p rin ­
pugnadores de la unidad de la fe cató­ cipal de cada uno de los pensamientos y
lica; y tan poderosa era la energía que expresiones de la E scritura— , sino que
le daba su am or a las Escrituras, que tam bién distingue cuidadosam ente lo
~ ñ 7 T É ^ ~ S i, 3, 1 (Migue, P.L. 22 745). (19) Conc. Vat. s. III, Const. “de F. Cath.” c. 2,
(18) Atl. Domnionem et Rogat. in lib. Paralip.
Prefacio (Migne PL. 29, col. 423-A).
938 E n c íc l ic a s d e l P P . B e n e d i c t o XV (1920) 120,. 7-8

que es p articular a cada uno de ellos. 2) Autoridad suprema de la Escritura


Desde m últiples puntos de vista — orde­
nación y m ateriales, vocabulario, cuali­ 8. Las consecuencias de la insp ira­
dades y form a de estilo— m uestra que ción: autoridad divina. La soberana
cada uno de ellos aportó a la obra sus autoridad de la Escritura, la procla­
m aba elocuentemente con palabras y
facultades y fuerzas personales; y llega
con hechos. Apenas se producía una
así a fijar y a describir el carácter p a r­
controversia, recurría a la Biblia como
ticular, las “notas”, podría decirse, y la al más rico arsenal y de allí sacaba
fisonom ía propia de cada uno, sobre testimonios; argum entos solidísimos y
todo de los profetas y del Apóstol S a n absolutam ente irrefutables.
P ablo.
Es así como respondió con una cla­
P ara m ejor explicar esta colabora­ ridad desprovista de afectación, a H e l -
ción de Dios y del hom bre en la mism a v i d i o que negaba la perpetua virginidad
obra, J e r ó n im o propone el ejemplo del de la Madre de Dios, en los siguientes
obrero que em plea en la confección de térm inos: “Así como admitimos lo que
algún objeto un instrum ento o una he­ dice la Escritura, desechamos lo que no
rram ienta: en efecto, todo lo que dicen dice. Si creemos que Dios nació de la
los escritores sagrados “constituye las Virgen, es porque lo leemos, (en la Es­
palabras de Dios, no las palabras de critura). Pero que María perdiese la vir­
ellos; al hablar por su boca, el Señor ginidad después del parto, no lo cree­
se sirvió de ellos como de instrumen­ mos, porque no lo leemos (en la Escri­
tos”^ . tura)”^2^ . Y con las mismas arm as se
propone defender con todo vigor contra
7. M ecanismo psicológico de la ins­ J o v i n i a n o la doctrina católica acerca
piración. Si ahora tratam o s de saber del estado de virginidad, la perseveran­
cómo hay que entender este influjo de cia, la abstinencia y el valor m eritorio
Dios sobre el escritor sagrado, y su de las buenas obras; “A cada una de
acción como causa principal, veremos estas afirmaciones, haré todos los es­
en seguida que la opinión de S a n J e r ó ­ fuerzos posibles para oponerle los tex­
n im o está en perfecta arm onía con la tos de la Escritura; evitaré así que vaya
doctrina com ún de la Iglesia Católica él a lamentarse por doquiera de que lo
en m ateria de inspiración: Dios, afirm a, vencí más por mi elocuencia, que por la
J e sú s mismo por un don de su gracia, fuerza de la verdad” (26).
ilum ina el espíritu del escritor en lo que En la defensa que escribió de sus
respecta a la verdad que éste debe obras contra el mismo hereje, agrega:
transm itir a los hom bres “por la virtud “Parecería ser que se le hubiese supli­
de Dios”; mueve en seguida su volun­ cado que se rindiese a mí, mientras que
tad, y lo im pulsa a escribir; y por fin sólo se rindió a disgusto y debatiéndose
le da la asistencia especial y continuada contra la verdad”(27\
hasta el térm ino del libro. Sobre el conjunto de la E scritura,
Sobre este concurso divino funda leemos adem ás en su com entario sobre
principalm ente nuestro Santo la exce­ J e r e m ía s , que la m uerte le im pidió te r­
lencia y dignidad incom parables de las m inar: “No es el error de los padres ni
Escrituras, cuya ciencia, nos dice, es el de los antepasados lo que hay que se­
tesoro escondido^2021) y la perla preciosa guir, sino la autoridad de las Escrituras
del Evangelio (22), asegurándonos que y la voluntad del amo, que es Dios”(28\
las E scrituras encierran las riquezas de Ved en qué térm inos describe a F a-
Cristo<23) y “la platería que adorna la b io l a el método y el arte de com batir
casa de Dios”('24\ al enemigo. "Una vez que conozcas bien
(20) Tract. sobre el Salmo 88. (24) In Agg. 2, 1; Cf. in Gal. 2, 10, etc. (Migne,
(21) In Matth. 13, 44; tract. de Ps. 77 (Migne, P.L. 25, 1404 C; 26, 363 A).
P.L. 26, 97 C). (25) Adv. Helv. 11 (Migne, P.L. 23, 213, A'*.
(22) In Matth. 13, 45 (Migne, PL. 98-A). (26) Adv. Jovin. 1, 4 (Migne, P.L. 23. 225, A)
(23) Quaest. in Gen. Praef. (Migne, P.L. 23, (27) Ep. 47, al. 48, 14, 1 (Migne, P.L. 22, 503).
984, A). (28) In Jer. 9, 12 (Migne, P.L. 24, 743, D).
120,8 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 939

las Divinas Escrituras, y te hayas arma­ ñor” y lo convierte en ley y base de la


do con sus leyes y testimonios, que son interpretación católica; tal es, por lo de­
los vínculos de la verdad, marcharás más, el criterio que emplea S a n J e r ó n i ­
sobre tus enemigos, los enlazarás, los m o para distinguir al verdadero del falso
encadenarás y los traerás cautivos; y profeta*32* “Porque la palabra del Se­
luego de estos adversarios y cautivos de ñor es la verdad, y para él, decir y
ayer harás hijos libres de Dios”C¿9). realizar, es todo uno” *33*, y no es lícito
acusar a la E scritura de mentira*34*, ni
3) Inerrancia absoluta. Lo que San aun adm itir en su texto, aunque más no
Jerónimo enseña recoge León XIII fuera, un error de nombre*35*. Por lo
demás, el Santo Doctor agrega que “no
A bsolutam ente libre de todo erro r trata de la misma manera a los apósto­
toda la Biblia. A hora bien, S a n J e r ó ­ les y a los otros escritores”, es decir los
n im o enseña que la inspiración divina autores profanos; aquellos dicen siem­
de los Libros Santos y su soberana pre la verdad; éstos, como sucede a los
autoridad traen como consecuencia ne­ hombres, se equivocan sobre ciertos
cesaria la preservación y ausencia de puntos” *36*; y m uchas afirm aciones de
todo erro r y engaño; recibió este p rin ­ la Escritura, que parecen increíbles, no
cipio de las m ás célebres escuelas de dejan por eso de ser ciertas*37*; en esta
Occidente y de Oriente como transm iti­ “palabra de verdad” no se podría des­
do por los Padres y por todos admitido. cubrir cosas o afirm aciones contradic­
Apenas hubo em prendido por orden del torias “ninguna discordancia, ninguna
P apa D á m a s o , la revisión del Nuevo incompatibilidad”^ ^ ; por consiguiente
Testamento, algunos eeespíritus de cor­ “si la Escritura contuviera datos que
tos alcances” le reprochaban con acri­ pareciesen excluirse, ambos permane­
tud haber intentado, “con desprecio de cerían “verdaderos”, “a pesar de su di­
la autoridad de los antiguos y la opinión vergencia” *39*.
del mundo entero hacer algunos reto­ Fuertem ente adherido a este princi­
ques en los Evangelios”, él se contentó pio, si le sucedía encontrar en los Sa­
con responder que no era bastante sim ­ grados Libros contradicciones aparen­
ple ni bastante ingenuo p ara pensar que tes, J e r ó n im o concentraba todos sus
u na sola partícula de las palabras del cuidados y los esfuerzos de su espíritu
Señor hubiese m enester de corrección, a resolver la dificultad; si aun así, juz­
o no fuese divinam ente inspirada*2930*. gaba la solución poco satisfactoria, em ­
Comentando la prim era visión de prendía nuevamente, cuando la ocasión
12 E z e q u ie l sobre los cuatro Evangelios, se presentaba, y sin descorazonarse, el
observa: “No hallará extraño todo este examen de esta dificultad, sin llegar
cuerpo y estos lomos salpicados de ojos m uchas veces a resolverla perfecta­
quien haya comprendido que del menor mente.
detalle de los Evangelios brota una luz Jam ás im putó a los escritores sagra­
cuyos destellos alumbran al mundo, a dos la más m ínim a im postura. “Dejo
tal punto que un detalle que se estima eso a los impíos tales como Celso, Por- 39
sin valor alguno y vulgar, irradia con firio, Juliano”*40*. Estaba en eso com ­
todo el majestuoso brillo del Espíritu pletam ente de acuerdo con S a n A g u s ­
Santo”*31*. t ín; éste, como lo leemos en una de sus
Ahora bien, este privilegio que rei­ cartas al mismo S a n J e r ó n i m o , profe­
vindica aquí p ara los Evangelios, lo re­ saba hacia los Libros Sagrados respe­
clama, en cada uno de sus com entarios tuosa veneración y creía firm em ente
p ara todas las otras “palabras del Se- que ni un solo error se deslizó jam ás
(29) Ep. 78, 30, al. 28 mansio. (Migne, P.L. 22, (34) In Nah. 1, 9 (Migne, P.L. 25, 1238, Q .
714). (35) Ep. 57, 7, 4 (Migne, P.L. 22, 572).
(30) Ep. 27, 1 (Migne, P.L. 22, 431). (36) Ep. 82, 7, 2 (Migne, P.L. 22, 740).
(31) In. Ez. 1, 15 (Migne, P.L. 25, 28, A). (37) Ep. 72, 2, 2, 2 (Migne, P.L. 22, 674).
(38) Ep. 18, 7, 4; Cf. Ep. 46, 6, 2 (Migne, P.L.
(32) In. Mich. 2, 11; 3, 5 (Migue, P.L. 25, 1174, 22. 366; 22, 486).
B; 25, 1180, B). (39) Ep. 36, 11, 2 (Migne, P.L. 22, 457).
(33) In. Jer. 31, 35 (Migne, P.L. 24, 885, A). (40) Ep. 57, 9, 1 (Migne, P.L. 22, 575).
940 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 1 2 0 , 9-11

bajo la plum a de ninguno de sus auto­ do lo que El les ordenaba escribir, x,


res; por lo cual, si encontraba en las sólo eso, que si hubiere sido de otro
Sagradas Letras un pasaje que parecía modo, no sería El mismo el autor de la
contrario a la verdad, lejos de denun­ Sagrada Escritura toda entera” <42a).
ciarlo como falso, atribuía el hecho a
una alteración del m anuscrito, o a un 4) Errores modernos
error de traducción, o a una total in ­
com prensión de su parte: “Y yo sé, her­ a) en general
mano mío, que tú no juzgas de otro
10. R efutación de las teorías erró ­
modo, decía Agustín a Jerónimo, pues neas. Estas palabras de N uestro P re ­
no puedo imaginarme que tú desees ver decesor no daban lugar a ninguna duda
tus obras leídas con las mismas dispo­ ni a vacilación alguna. Mas, por desgra­
siciones de espíritu con que deben leerse
cia, Venerables Hermanos, no faltaron, 394
las obras de los Profetas y de los Após­ sin embargo, y no sólo fuera de la Igle­
toles: dudar de que se hallen éstas exen­ sia Católica, sino tam bién entre sus h i­
tas de todo error sería un crimen”(41K jos y, con un desgarram iento más cruel
aun para Nuestro corazón, hasta entre
9. E nseñanzas que se confirm an por los sacerdotes y maestros de las ciencias
León XIII. E sta doctrina de S an J eró­ sagradas, no faltaron espíritus que, con
nimo confirm a, pues, con brillo y expli­ una confianza orgullosa en su propio
ca al mismo tiempo la declaración en juicio, rechazaron abiertam ente o ata ­
que Nuestro Predecesor L eón XIII, de caron hipócritam ente en este punto el
feliz m em oria, form ulaba solemnemen­ magisterio de la Iglesia.
te la creencia antigua y constante de la Claro está que Nos aprobam os el de­
Iglesia en la inm unidad perfecta que signio de aquellos que deseosos de eli­
pone a la Sagrada E scritura al abrigo m inar las dificultades del Sagrado Tex­
de todo error: “Es tan imposible que la to, con la contribución de todos los m a­
inspiración divina esté expuesta al pe­ teriales que sum inistran la ciencia y la
ligro de error, que no sólo el menor crítica, em plean nuevos métodos y m a­
error queda esencialmente excluido, si­ neras de resolver esas dificultades, pero
no que esta exclusión y esta imposibili­ fracasarán lam entablem ente en esta em­
dad son tan necesarias, como lo es que presa, si desatienden las directivas de
Dios, soberana Verdad, no sea el autor Nuestro Predecesor y si rebasan las ba­
de ningún error, por pequeño que darse rreras y límites precisos señalados por
puede”. Después de haber reproducido los Padres.
las difiniciones de los Concilios de
F lorencia y de T rento , confirm adas
b) Admiten errores en “los ele­
por el V aticano , L eón X III agrega: m entos secundarios” o profa­
“La cuestión no cambia en nada por el nos de la Biblia
hecho de que el Espíritu Santo se haya
valido de los hombres como de instru­ 11. O pinión de los que restringen el
mento para escribir, como si algún error cam po de la inspiración. Ahora bien,
hubiese podido escapar, no ya por cier­ la opinión de algunos m odernos no se
to, al autor principal, sino a los redac­ preocupa absolutam ente de estas pres­
tores inspirados”. cripciones y límites: distinguiendo en
“En efecto, El mismo por su acción la E scritura un doble elemento, elemen­
sobrenatural, los ha excitado e impul­ to principal o religioso y elemento se­
sado a tal punto a escribir, y tanto los cundario o profano, aceptan, sí, que la
ha asistido durante la redacción, que inspiración obra sobre todas las propo­
ellos concebían una exactitud y querían siciones y aun sobre todas las palabras
transmitir fielmente y expresaban per­ de la Biblia, pero dism inuyen y restrin­
fectamente y con precisión infalible to-*16 gen sus efectos, empezando por la in-
(41) S. Aug. ad S. Hieran., ínter epist. S. Hier. (42a) Litt. Ene. “Providentissimus Deus", 18-XI-
116, 3 (Migne, P.L. 22, 937). 1893; en esta Colección Encíclica N? 66, 44 y 45
pág. 504.
120, 12 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r a c l it u s ” 941

m unidad de error y la absoluta veraci­ hay que buscar lo que dijo Dios, pero,
dad, al solo elemento principal o reli­ más cjue todo, ponderar los motivos que
gioso. lo han hecho hablar”(42b). L e ó n XIII
Según ellos, Dios no tiene presente y enseña además que la inspiración divi­
no enseña personalm ente en la E scri­ na alcanza todas las partes de la Biblia,
tura, sino lo que toca a la Religión; sin selección ni distinción ninguna, y
para lo demás, que dice relación a las que es imposible que el más mínimo
ciencias profanas y no tiene otra utili­ error se haya, deslizado en el texto ins­
dad p ara la doctrina revelada que de pirado. “Sería una falta muy grave res­
servir como de envoltura exterior a la tringir la inspiración sólo a ciertas par­
verdad divina, Dios sólo lo perm ite y tes de la Sagrada Escritura, o admitir
lo abandona a la debilidad del escritor. que el mismo autor sagrado se haya
Se hace, pues, así m uy n atu ral que en equivocado”(42c).
el orden de las cuestiones físicas, histó­
ricas y otras semejantes, la Biblia ofrez­ c) Recházase la verdad absoluta
ca pasajes bastante num erosos que no de la Biblia, propugnando la
es posible conciliar con los progresos relativa
actuales de las ciencias.
12. Opinión que restringe la autori­
Hay espíritus que pretenden que estas dad de los libros sagrados. La doctrina
opiniones erróneas no se oponen en de la Iglesia, confirm ada por la autori­
nada a las prescripciones de Nuestro dad de S a n J e r ó n im o y de otros Padres,
Predecesor; ¿acaso no declaró, dicen no es menos desconocida por los que
ellos, que, en m ateria de fenómenos piensan que las partes históricas de las
naturales, el autor sagrado ha hablado E scrituras se apoyan, no sobre la ver­
según las apariencias exteriores y, por dad absoluta de los hechos, sino única­
lo tanto, susceptibles de engaño? Sin­ m ente sobre su verdad relativa, como
gularm ente tem eraria y m entirosa es dicen ellos, y sobre la m anera general y
esta afirm ación, como lo prueban m a­ popular de pensar. No tem en apoyarse,
nifiestam ente los propios térm inos del para sostener esta teoría, en las pala­
docum ento pontificio. bras del P apa L e ó n XIII, que habría
declarado que se pueden trasladar al
Opónese este erro r a las enseñanzas dominio de la historia los principios
de León XIII. La apariencia exterior adm itidos en m ateria de fenómenos n a ­
de las cosas, sabiam ente declaró L e ó n turales (42d).
XIII, en pos de S a n A g u s t í n y de S a n ­
Así, del mismo modo que, en el orden
t o T o m á s d e A q u i n o , debe tom arse en
físico, los escritores sagrados habrían
consideración; pero este principio no
hablado según las apariencias, así tam ­
puede conducir a la más leve sospecha bién se pretende que cuando se trataba
de error contra las Sagradas Letras. En de acontecimientos que no conocían,
efecto, la sana filosofía tiene por cierto los han relatado tal como aparecían
que, en la percepción inm ediata de las
establecidos según la opinión común,
cosas que constituyen su propio objeto
del pueblo a las narraciones inexactas
de conocimiento, los sentidos no se
de otros testigos; además, no han m en­
equivocan.
cionado las fuentes de sus inform acio­
Además, después de haber apartado nes y no han garantizado personalm en­
toda distinción y toda posibilidad de te las narraciones que tom aron de otros
errónea apreciación entre lo crue llam an autores.
el elemento principal y el elemento se­
cundario, Nuestro Predecesor señala León XIII mal interpretado. ¿De qué
claram ente el m uy grave yerro de los servirá refutar largam ente una teoría
que estim an que, “para juzgar ele la gravemente injuriosa para Nuestro P re­
verdad de las proposiciones, sin duda decesor a la vez que falsa y llena de
(42b) Véase esta colección: Ene. n? 66, 44, p. 503. (42d) Véase esta colección: Ene. n? 66, 40, p. 502.
(42c) Véase esta colección: Ene. n? 66, 13, p. 503.
942 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 1 2 0 , 13

error? ¿Qué atingencia hay, en efecto, Así, cuando llama a San José padre de
entre los fenómenos naturales y la Jesús, indica él mismo claramente en
historia? todo el curso de su narración en qué
Las ciencias físicas se ocupan de los sentido entiende este nombre de padre.
objetos que caen bajo la acción de los En el pensamiento de S an J erónimo,
sentidos y deben por lo tanto concordar la “verdadera ley de la historia” exige
con los fenómenos tales cuales ap are­ por el contrario que, en el empleo de
cen; la historia, por el contrario, escrita las denominaciones, el escritor se aten­
como hechos, debe, y es su ley princi­ ga, apartando todo peligro de error, al
pal, encuadrarse con estos hechos, tales modo general de expresarse; porque el
cuales realm ente sucedieron. Si se adm i­ uso es el árbitro y la regla del lenguaje.
te la teoría de estos autores, ¿cómo sal­
vaguardar en la narración sagrada esta Se sigue explicando los conceptos
verdad, p u ra de toda falsedad, que de San Jerónim o. Pero hay más:
Nuestro Predecesor declara, en todo el ¿Acaso nuestro Doctor va a poner
contexto de su Carta, no deber tocarse? los hechos que refiere la Biblia al
Cuanto afirm a que hay interés en mismo nivel que los dogmas que de­
trasladar a la historia y a las ciencias bemos creer necesariam ente p ara sal­
conexas los principios que valen para varnos? Pues esto mism o es lo que
las ciencias físicas, no se propone esta­ leemos en su Comentario de la Epístola
blecer una ley general y absoluta, sino a F ilemón: “Por mi parte, he aquí lo
que indica simplemente un método u n i­ que digo: Un tal, cree en Dios Creador;
form e a seguir p ara refutar las falaces esto no le es posible mientras no crea
objeciones de los adversarios y defender en la verdad de lo que contiene la Escri­
contra sus ataques la verdad histórica tura con respecto a sus santos”. Y ter­
de la Sagrada Escritura. m ina una larga serie de citas saca­
das del Antiguo Testam ento diciendo:
13. O pinión que discute la objetivi­ “Quienquiera que se niegue a creer en
dad de la n arració n sagrada. ¡Ojalá todos estos hechos y en los demás sin
que los partidarios de estas novedades excepción que se narran con respecto a
se contentasen con éstas! Pero es que los santos no podrá creer en el Dios
para defender su opinión llegan hasta de los santos”(44L
pretender contar con el concurso del S an Jerónimo está pues com pleta­
Doctor dálm ata. S an Jerónimo, si les m ente de acuerdo con S an Agustín
creemos a ellos, h ab ría declarado que quien, recogiendo por decirlo así el
es necesario m antener la exactitud y el sentim iento com ún de toda la antigüe­
orden de los hechos históricos en la dad cristiana, esribía: “Todo lo que la
Biblia “tomando por regla, no la reali­ Sagrada Escritura nos atestigua con res­
dad objetiva, sino la opinión de los con­ pecto a Enoc, a Elias y a Moisés, todo
temporáneos”, y que tal es la ley p ro ­ eso lo creemos, puesto que los seguros
pia de la historia*434^. ¡Qué bien se las y grandes testimonios de su veracidad
arreglan p ara deform ar en beneficio de la colocan en la cumbre suprema de la
su causa las palabras del Santo Doctor! autoridad... Si pues nosotros creemos
El verdadero pensam iento de éste a n a ­ que el Verbo nació de la Virgen María,
die le puede originar dudas: no dice no es porque careció de otro medio pa­
que, en la exposición de los hechos, el ra tomar una verdadera carne y mani­
escritor sagrado se acomoda a una falsa festarse a los hombres (como lo preten­
creencia popular tratándose de cosas día Faustus), sino porque lo leemos así
que él ignora, sino únicam ente que, en en esta Escritura a la cual debemos
la designación de las personas y de los creer bajo pena de no poder permane­
objetos, adopta el lenguaje corriente. cer siendo cristianos ni salvarnos”*45).
(43) In. Jer. 23, 15; in Matth. 14, 8; adv. Helv. 4 (45) S. Aug. Contra Faustnm 26, 3 y 7 (Migne,
(Migne, P.L. 24, 824; 26, 101). P.L. 42, 480 y 483).
(44) In. Philemon. 4 (Migne, P.L. 26, 645, B y D).
120, 14-16 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 943

d) Recúrrese injustificadam ente m anera han unido sus aguas en un


al expediente de las “citas mismo lecho, que se carece en absoluto
im plícitas” . de todo criterio cierto por el cual se
las pueda distinguir.
14. O pinión que ataca la veracidad No es así como los Santos Jerónimo,
de la n arració n sagrada. H ay aún otro Agustín y demás doctores de la Iglesia
grupo de deform adores de la E scritura han com prendido el valor histórico de
Sagrada: queremos hablar de aquellos los Evangelios, acerca del cual “el que
que, por abuso de ciertos principios, vio es quien lo ha atestiguado y su testi­
justos por lo demás m ientras se les monio es verdadero; y él sabe que dice
m antiene dentro de ciertos límites, lle­ verdad, para que vosotros también
gan hasta socavar la doctrina católica creáis” Por eso después de haber
transm itida por el conjunto de los P a ­ reprochado a los herejes, autores de
dres. Si viviese aún S an J erónimo, di­ evangelios apócrifos, de haberse p ro ­
rigiría seguram ente ataques a fondo puesto más bien ordenar la narración
contra los im prudentes, que desprecian­ que establecer la verdad histórica (47>,
do el sentimiento y el juicio de la Igle­ S an Jerónimo agrega en cambio, al h a ­
sia, recurren con dem asiada facilidad blar de los libros canónicos: “Nadie
al sistema que llam an de las citas im plí­ tiene el derecho de poner en duda la
citas o de las narraciones que no serían realidad de lo que está escrito”(48>.
históricas sino en apariencia, p reten­ Aquí tam bién estaba una vez más de
diendo descubrir en los Libros Santos acuerdo con S an Agustín , el cual decía
ciertos procedim ientos literarios incon­ de los Evangelios: “Estas cosas verda­
ciliables con la absoluta y perfecta ve­ deras fueron escritas de él (de Jesús),
racidad de la palabra divina, y profe­ con toda fidelidad y verdad a fin de
sando sobre el origen de la Biblia una que cualquiera que crea en su Evan­
opinión que tiende nada menos que a gelio, se alimente de verdad en vez de
q uebrantar su autoridad y hasta la re ­ ser juguete de mentiras” (49L
duce a la nada.
5) Exhortación al respeto aboluto de
15. Opinión que niega la integridad la Biblia que San Jerónimo apren­
m aterial del texto sagrado. D ism inu­ dió de Cristo.
yendo la fe hum ana en los evangelistas
se destruye la divina. ¿Qué pensar ah o­ 16. V ehem ente exhortación del P o n ­
ra de los que, en la explicación de los tífice a vivir de la E scritura. Veis
Evangelios atacan su autoridad, así h u ­ entonces, Venerables Herm anos, con
m ana como divina, dism inuyendo aqué­ qué ardor debéis aconsejar a los hijos
lla y destruyendo ésta? De los discursos de la Iglesia huir, con el mismo cuidado
y acciones de Nuestro Señor Jesucris­ escrupuloso que los Padres, de esta loca
to , nada, según ellos, ha llegado hasta libertad de opinión. Nuestras exhorta­
nosotros en su integridad y sin altera­ ciones serán seguidas en la m edida en
ción, a pesar del testim onio de los que que habréis convencido a los clérigos y
h an consignado con religioso cuidado a los fieles, confiados por el Espíritu
lo que habían visto y oído; no ven allí Santo a vuestra guarda, de esta idea:
—-sobre todo en lo que se refiere al S an Jerónimo y demás Padres de la
cuarto Evangelio— sino u na com pila­ Iglesia no bebieron esta doctrina sobre
ción que com porta, por u n a parte, adi­ los Santos Libros en ninguna otra parte
ciones considerables debidas a la im a­ que no sea la escuela del Divino Maestro
ginación de los Evangelistas, y por otra, J esucristo. ¿Leemos acaso que Nues­
una narración hecha por otros de otra tro Señor haya tenido otro concepto de
época; finalm ente estas corrientes que la E scritura? Las fórm ulas “Está escri­
m anaron de una doble fuente, de tal 467 to” y “Es necesario que la Escritura se
(46) Juan 19, 35. (48) Ep. 78, 1, 1; Cf. in Marc. 1, 13-31 (Migne,
(47) In. Matth. Prol. (Migue, P.L. 26, 17, A). P.L. 22, 698).
(49) S. Aug., Contra Faustum 26, 8 (Migne, PL.
42, 484).
944 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 1 2 0 , 17

cumpla” son en sus labios un argu­ desfallecer la vía trazada por el Doctor
m ento sin réplica y que debe cerrar dálm ata. Sin duda alguna, conseguirán
toda controversia. tener de este modo la m isma profunda
El respeto de Cristo p o r la palab ra estima de las Escrituras que él les pro­
de Dios. P ero insistirem os, tratan d o fesaba, y la posesión de este tesoro les
con más am plitud esta cuestión. ¿Quién procurará goces exquisitos.
no sabe, o no recuerda, que, en sus dis­
cursos al pueblo, ya sea sobre la m on­ III. E jemplo de S. J erónimo
taña vecina al lago de Genesaret, ya
sea en la Sinagoga de Nazaret, y en su 1) Su ejemplar amor y conocimiento
ciudad de Cafarnaúm , el Señor Jesús de la Escritura
extraía del texto sagrado los puntos 17. Debemos am ar las Sagradas E s­
principales y las pruebas de su doctri­ crituras. Al tom ar al gran D octor como
na? ¿Acaso no sacaba de allí arm as guía y maestro, no sólo se conseguirán
invencibles p ara sus discusiones con los las ventajas que Nos hemos ya señala­
fariseos y los saduceos? Ora enseñe, ora do, sino m uchas más todavía y de m u­
discuta, cita textos y com paraciones ex­ cha consideración. Nos tenemos em pe­
traídas de todas las partes de la E scri­ ño, Venerables Hermanos, en recordar­
tu ra y los cita como autoridades a las las en breves palabras.
cuales necesariam ente hay que prestar Señalaremos prim ero, puesto que se
fe. Así es, por ejemplo, como se refiere presenta ante todo a Nuestro espíritu,
indistintam ente a J onás y a los habi­ ese am or apasionado de la Biblia de que
tantes de Nínive; a la reina de S aba y dan testimonio en S an Jerónimo todos
a Salomón ; a E lías y a E líseo; a D a ­ los rasgos de su vida y sus palabras del
vid , a NoÉ, a L ot , a los habitantes de
todo im pregnadas del Espíritu de Dios,
Sodoma y hasta la m ujer de L o t (50)512. am or que se esforzó en encender cada
¿Qué testimonio hay de la verdad de los día más, en las almas de los fieles:
Santos Libros más precioso que esta “Ama la Sagrada Escritura, parece de­
solemne declaración?: “No pasará una cirles a todos al dirigirse a la virgen
sola jota o un solo ápice de la Ley, sin D emetria, y la Sabiduría te amará;
que todo se haya cumplido” <51\ y esta hónrala y recibirás sus caricias. Que
otra: “La Escritura no puede ser ani­ ella sea para ti como tus collares y tus
quilada” (52). Y tam bién: “El que vio­ aros”(55K
lare uno de estos mandamientos míni­
mos., y enseñare a los hombres a hacer 2) Su monumental obra, la Vulgata
lo mismo, será tenido por mínimo en y sus cartas los atestiguan.
el reino de los cielos” (53L Antes de reu ­
nirse con su Padre en el Cielo quiso Su conocim iento escriturístico. La
im pregnar de esta doctrina a los Após­ lectura asidua de la Escritura, el estu­
toles a quienes iba pronto a dejar aquí dio profundizado y muy atento de cada
abajo; por eso “les abrió el entendi­ libro, más aún de cada proposición \r
miento para hacerles comprender las de cada palabra, le perm itieron fam i­
Escrituras y les dijo: Así estaba escrito liarizarse con el sagrado texto más que
y así era necesario que el Cristo pa­ ningún otro escritor de la antigüedad
deciese y que resucitase de entre los eclesiástica. Si según el parecer de todos
muertos al tercer c/za” (54). los críticos imparciales, la versión de
La doctrina de S an J erónimo sobre la Vulgata elaborada por nuestro Doc­
la excelencia y la verdad de la Escritura tor deja muy atrás a las demás versio­
es, pues, en una palabra, la del mismo nes antiguas, porque se estima que re­
Cristo. Así tam bién, Nos invitamos del produce el original con m ayor exacti­
modo más aprem iante a todos los hijos tud y elegancia, esto se debe a aquel
de la Sagrada E scritura, a seguir sin conocimiento de la Biblia unido a un
(50) Gf. Mat. 12, 3, 39-42, Luc. 17, 26-29, 32 ele. (53) Mat. 5, 19.
(51) Mat. 5, 18. (54) Luc. 24, 45.
(52) Juan 10, 36. (55) Ei). 130, 20 (Migne, P.L. 22, col. 1124).
120, 18-19 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 915

espíritu m uy agudo. E sta Vulgata, que precioso tesoro que el Padre Celestial
una decisión del C o n c il i o T r i d e n t i n o ha dado a sus hijos como consolación
m anda considerar como auténtica y se­ en su destierro? S a n J e r ó n im o mismo
guir en la enseñanza y la liturgia, “co­ nos lo indica con su ejemplo. El nos
mo estando consagrada por el largo uso pide, ante todo, que aportem os al estu­
que ha hecho de ella la Iglesia durante dio de la E scritura una cuidadosa p re­
tantos siglos”, es Nuestro vivo deseo paración y un corazón bien dispuesto.
siempre que la gran bondad de Dios Contemplémoslo después de su bautis­
Nos dé vida, verla corregida y devuelta mo: para rem over los obstáculos exte­
a su pureza prim itiva, al tenor del texto riores, que podían apartarse de su pia­
auténtico de los m anuscritos, labor doso designio, im itando al personaje
ardua y de largo aliento, felizmente del Evangelio que “en su dicha” de
confiada a los Benedictinos por Nues­ haber encontrado un tesoro, “va, vende
tro Predecesor Pío X, de feliz m emoria, todo cuanto tiene y compra aquel cam­
y que sum inistrará, Nos estamos com ­ po”(5D, se despide de los placeres efí­
pletam ente seguros, nuevos recursos meros y frívolos de este mundo, se
p ara la inteligencia de las Escrituras. apasiona por la soledad y abraza una
Sus cartas rezum an am or y conoci­ vida austera, con tanto m ás ardor,
m iento bíblico. Ese am or de S a n J e r ó ­ cuanto más cuenta se dio del peligro
n im o por la E scritura se revela muy
que había corrido hasta entonces su
particularm ente en sus cartas, a tal salvación en medio de las seducciones
punto que éstas sem ejan un tejido de del vicio.
citas de la Sagrada Escritura. Así como
S a n B e r n a r d o encontraba insípida la
19. H um ildad de espíritu. Debía,
página que no contuviera el dulcísimo además, después de haber apartado esos
nom bre de J e s ú s , nuestro Doctor no sa­ obstáculos, disponer su espíritu para
boreaba ningún escrito donde no res­ adquirir la ciencia de J e s u c r is t o y re­
plandeciesen luces de las Escrituras. vestirse de Aquel que es “manso y hu­
Así podía escribir con toda sencillez, milde de corazón”. H abía experim enta­
en una carta a S a n P a u l i n o , en otro do, en efecto, las mismas repugnancias
tiempo brillante senador y cónsul, re­ aue A g u s t í n confesaba haber él mismo
cientem ente convertido a la fe de Cris­ probado, cuando em prendía el estudio
to: “Si tuvieseis ese fundamento, (me de las Sagradas Letras. Después de h a ­
refiero a la ciencia de las Escrituras) berse sumergido durante su juventud en
vuestros trabajos, lejos de perder, gana­ la lectura de C i c e r ó n y demás autores
rían un cierto perfeccionamiento y no profanos, A g u s t í n quiso llevar su espíri­
cederían el paso a ningún otro por la tu hacia la Sagrada E scritura: “Me pa­
elegancia, por la ciencia y por la pure­ reció, escribe, indigna de ser comparada
za de la forma ... Unid a esa docta elo­ a las bellezas ciceronianas. Mi entona­
cuencia el gusto o inteligencia de las ción rumbosa tenía horror a su simpli­
Escrituras y os veré muy pronto colo­ cidad y mi inteligencia no penetraba su
cado en el primer lugar de nuestros médula: se la penetra tanto mejor cuan­
escritores”('}GK to más pequeño uno se hace, pero yo
sentía repugnancia en hacerme peque-
ñuelo, y la hinchazón de mi suficiencia
3) Su manera de aprovechar la Biblia me agigantaba n mis propios ojos”^ 8K
a) Renunciam iento al m undo y Como A g u s t í n , J e r ó n im o gustaba a tal
hum ildad punto de la literatura profana, hasta en
el fondo de su soledad, que la pobreza
18. Cómo descubrir los tesoros de la de estilo de las E scrituras le impedía
E scritura. Pero ¿qué cam ino y qué aún reconocer en ellas a Cristo en su
métodos seguir p ara buscar, con la hum ildad. “Así, dice, llevaba mi locura,
agradable esperanza de descubrirlo, ese567 hasta privarme de comer, por leer a Ci-
(56) Ep. 58, 9, 9, 2 y 11, 2 (Migne, P.L. 22, 585). (58) S. Aug. Coní. 3, 5; Cf. 9, 12 (Migne, PL. 32,
(57) Mat. 13, 44. G86; P.L. 32, 761 ss.).
946 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 120, 20-22

cerón. Después de haber pasado muchas en materia de Sagradas Escrituras<63* y


noches sin dormir y después de haber he aquí como, en una carta a T eófilo
derramado lágrimas, que hacía brotar de A lejandría , form ulaba la ley según
de mi corazón el recuerdo de mis faltas la cual había ordenado su vida, y sus
pasadas, tomaba a Plauto entre mis santos trabajos: “Sabe, con todo, le dice,
manos. Si llegaba a suceder que por una que nada hay que más nos importe que
mudanza de ánimo emprendiese la lec­ salvaguardar los derechos del cristianis­
tura de los profetas, su estilo exótico mo, no cambiar nada del lenguaje de los
me sublevaba y cuando mis ojos ence­ Padres y no perder jamás de vista esta
guecidos permanecían cerrados a la luz, fe romana, cuyo elogio hizo el Após­
acusaba yo, no a mis ojos, sino al tol”W .
5o/”(59). Muy Dronto, sin embargo, tan­
to se enamoró de la locura de la cruz, 22. A utoridad Suprem a de la C átedra
que ha quedado como prueba viviente de Pedro. Con toda su alm a se entrega
de la capacidad que posee un espíritu y somete J erónimo a la Iglesia, m aestra
humilde y piadoso para la inteligencia soberana en la persona de los Romanos
de la Biblia. Pontífices. Y así desde el desierto de
Siria, donde es el blanco de los ataques
b) Invocación de la luz y ayuda de las facciones heréticas, queriendo
del E spíritu Santo poner en m ano de la Sede Apostólica la
solución de la controversia de los Orien­
402 20. Clima de oración. Y así, p ersu a­
tales sobre el m isterio de la Santísima
dido de que “en la explicación de las
Trinidad, escribe al P apa D ámaso: “Me
Sagradas Escrituras, tenemos siempre ha parecido conveniente consultar a la
necesidad del auxilio del Espíritu San­ Cátedra de Pedro, así como a la fe glo­
to”W y que p ara la lectura y la in ter­ rificada por el Apóstol, pidiendo hoy el
pretación de los Santos Libros hay que
atenerse al sentido que el E spíritu Santo
alimento de mi alma allí mismo donde,
se proponía al tiem po de escribirse^61*,
en otro tiempo, recibí la librea de
J erónimo invoca con sus súplicas, fo r­
Cristo.
talecidas por las oraciones de sus am i­
“No queriendo otro guía que Cristo,
gos, el socorro de Dios y las luces del
me mantengo en estrecha comunión con
Espíritu Santo. Se cuenta tam bién que
Vuestra Beatitud, es decir, con la Cáte­
al comenzar sus Comentarios de los Li­
dra de Pedro. Yo sé que sobre esta pie­
bros Santos se encom endaba a la gracia dra está edificada la Iglesia. Dad Vues­
de Dios y a las oraciones de sus h er­
tra sentencia os lo suplico: Si así lo
manos, a quienes atribuía el buen éxito,
decidís, yo no titubearé en admitir hasta
cuando los había term inado.
tres hipóstasis; si lo ordenáis9 aceptaré
que una fe nueva reemplace la de Nicea
c) Estudio de los Padres y acata­ y que nosotros, los ortodoxos nos sir- 403
m iento del criterio de la Iglesia 12 vamos de las mismas fórmulas que los
arríanos” <65*. P or último, en carta si­
21. Respeto a la d octrina de los P a ­ guiente, renueva esta notable confesión
dres. Así como se su jeta a la gracia di­ de su fe. “Entre tanto grito a quien­
vina, se entrega del todo a la autoridad quiera oírme: estoy unido a quienquiera
de los mayores, y tanto que puede afir­ que lo esté a la Cátedra de Pedro“(QQ\
m ar haber aprendido “todo lo que sabe, Perseverantem ente fiel, en el estudio de
no por sí mismo, es decir en la escuela la E scritura, a esta regla de fe, invoca
de aquel tristísimo maestro que es el este único argum ento para refutar una
orgullo, sino junto a los ilustres docto­ falsa interpretación del texto sagrado:
res de la Iglesia” E n efecto, declara “Pero es que la Iglesia de Dios, no
que jamás confió en sus propias fuerzas admite esta opinión” ^ ; y ved aquí las
(59) Ep. 22, 30, 2 (Migne, P.L. 22, col. 416). (64) Ep. 63, 2 (Migne, 22, 607).
(60) In Mich. 1, 10, 15 (Migne, P.L. 25, 1159). (65) Ep. 15, 1, 2 y [2 y 4] (Migne, P.L. 22,
(61) In Gal. 5, 19 (Migne, P.L. 26, 417). 355-357).
(62) Ep. 108, 26, 2 (Migne, 22. 902).
(63) Ad Domnionem et Rogat. in lib. Paralip. (66) Ep. 16, 2, 2 (Migne, P.L. 22, 359).
Prefacio (Migne PL. 29, col. 423-A). (67) In. Dan. 3, 37 (Migne, P.L. 25, 510).
120, 23-25 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 947

únicas palabras, por las cuales rechaza sores los más numerosos y más com pe­
un libro apócrifo, que había invocado tentes que sea posible conseguir, a quie­
contra él el hereje V igilancio : “Ese nes les será necesario com batir, no sólo
libro, no lo he leído jamás. ¿Qué ne­ contra los que negando todo orden so­
cesidad tenemos de recurrir a aquello brenatural, no reconocen ni revelación
que la Iglesia no reconoce?” ni inspiración divina, sino tam bién m e­
dirse con aquellos que sedientos de no­
d) Refutación de los adversarios vedades profanas, osan interpretar las
Sagradas Escrituras como un libro p u ­
Un celo tan ardiente p ara salvaguar­ ram ente hum ano, rechazan las opinio­
dar la integridad de la fe lo envolvía en nes recibidas de la Iglesia desde la m ás
polémicas m uy vehementes contra los rem ota antigüedad, o llevan el desprecio
hijos rebeldes de la Iglesia, que consi­ de su m agisterio hasta desdeñar, sepul­
deraba como sus enemigos personales: tar en el silencio, acom odar a su propio
“Me bastará contestar que jamás he sentir, desnaturalizándolos, ya sea con
dado tregua a los herejes y que he pues­ hipocresía, ya sea con cinismo, las
to todo mi celo en hacer de los enemi­ Constituciones de la Sede Apostólica y
gos de la Iglesia mis enemigos perso­ los decretos de la Comisión Pontificia
nales” (669
8 70). Y en una carta a R ufino para los estudios bíblicos. ¡Ojalá pudié­
escribe: (eHay un punto, sobre el cual, semos ver a todos los católicos seguir la
no podré estar de acuerdo contigo: tran­ regla de oro del Santo Doctor, y que
sigir con los herejes, no mostrarme ca­ dóciles a las órdenes de su Madre, ten ­
tólico^1 Sin embargo, contristado por gan la m odestia de no sobrepasar los
la defección de éstos, les suplicaba que límites tradicionales fijados por los P a ­
volviesen al regazo de su afligida Ma­ dres y aprobados por la Iglesia! Pero
dre, única fuente de salvación(71)? y en volvamos a nuestro asunto.
favor de aquellos “que habían salido de
la Iglesia abandonando la doctrina del
Espíritu Santo, por seguir su propio pa­ 4) Las recomendaciones del Papa
recer”, pedía p ara ellos la gracia de su a) Lectura bíblica diaria de los
vuelta a Dios con todo el fervor de su fieles y sus frutos. Recomen­
alm a(72>. dación de la P ía Sociedad de
e) E xhortación a seguir su ejem ­ San Jerónim o
plo
24. La lectura cotidiana de la Bifolia.
23. Necesidad del estudio de la E s­ Una vez arm ados los espíritus de pie­
c ritu ra en nuestros días. V enerables dad y de hum ildad, J erónimo los con­
Herm anos, si fue siempre necesario que vida al estudio de la Biblia. Y antes que
todos los clérigos y que todos los fieles nada, recom ienda incansablem ente a
se im pregnasen del espíritu del gran todos la lectura cotidiana de la palabra
Doctor, nunca ha sido más necesario divina. “Libremos, nuestro cuerpo del
que en nuestra época, en que num ero­ pecado y se abrirá nuestra alma a la
sos espíritus se levantan con orgullosa sabiduría; cultivemos nuestra inteligen­
terquedad contra la soberana autoridad cia mediante la lectura de los Libros
de la revelación divina y del m agisterio Santos: que nuestra alma encuentre allí
de la Iglesia. Sabéis, en efecto, y L eón su alimento de cada día”(7é\
X iii (73) ya nos ¡0 advertía, “qué hom­
bres son los que se encarnizan en esta 25. No se excluyen las m ujeres de
lucha, y a qué artificios y a qué armas esta obligación com ún. E n su com en­
recurren”. Un deber urgente os impone tario de la Epístola a los E fesios, escri­
suscitar p ara esta sagrada causa defen­ be: “Debemos, pues, con el mayor ardor
(68) Adv. 'Vigil. 6 (Migne, P.L. 23, 345). (72) In Is. 1, 6, c. 16, 1-5 (Migne, P.L. 24, 235).
(69) Dial. Pelag. Prol. 2 (Migne, P.L. 23, 297). (73) Providentissimus Deus, 18-XI-1893: en esta
Colección: Encíclica n9 66, 17 pág. 494; véase tam­
(70) Contra Ruf. 3, 43 (Migne, P.L. 23, 489). bién 66, 36 pág. 500 y 66, 47 pág. 504.
(71) In Midi. 1, 10 (Migne, P.L. 25, 1162 s.). (74) In Tit. 3, 9 (Migne, P.L. 26, 594).
948 E n c íc l ic a s d e l P P . B e n e d i c t o XV (1920) 120, 26-27

leer las Escrituras y meditar día y no­ Este hecho se reproduce hoy en su san­
che la ley del Señor; así podremos dis­ ta hija Eustoquia”(7S76K Y se cuida de no
tinguircomo ejercitados cambistas, las olvidar tampoco a S anta Marcela,
monedas buenas de las falsas”(75>. No muy versada igualmente en la ciencia
excluye por lo demás de esta obligación de las Escrituras^79^.
común ni siquiera a las m ujeres casadas
o solteras. A la m atrona rom ana L eta 26. F ru to s de la lectura. ¿Quién no
le da sobre la educación de su hija, ve las ventajas y goces que reserva a
entre otros consejos el siguiente: “Cer­ los espíritus bien dispuestos la lectura
cioraos de que estudie cada día algún piadosa de los Libros Santos?
pasaje de las Escrituras... que en vez Apenas toméis contacto con la Biblia
de las alhajas y sederías se aficione a animados de sentimientos de piedad, de
los Libros divinos... Tendrá que apren­ fe sólida, de hum ildad y por el deseo
der antes el Salterio, distraerse con sus de perfeccionaros, encontraréis y po­
cantos, y extraer de los Proverbios de dréis gustar el pan bajado del cielo, y
Salomón una regla de vida. El Eclesias- en vosotros se verificará la palabra de
tés le enseñará a hollar los bienes del D avid : “ L os secretos y los misterios de
mundo; Job le brindará un modelo de tu sabiduría, me los has revelado” (8°);
fortaleza y de paciencia. Pasará en se­ en esta mesa de la divina palabra se
guida a los Evangelios, que deberá tener halla en efecto verdaderam ente “la doc­
siempre entre las manos. Asimilará ávi­ trina santa que enseña la verdadera fe”,
damente los Hechos de los Apóstoles y “levanta el velo (del santuario) y con­
las Epístolas. Después de haber reco­ duce con seguridad hasta el Santo de
gido esos tesoros en el místico cofre de los Santos” (S1>.
su alma, estudiará a los profetas, el En cuanto a Nos, Venerables H erm a­
Heptateuco, los libros de los Reyes y nos, a ejemplo de S an J erónimo, jam ás
de los Paralipórnenos, para terminar cesaremos de exhortar a todos los cris­
comprendiendo el Cantar de los Can­ tianos a que hagan su lectura cotidiana
tares”^ . Da las mismas directivas a de la Biblia, principalm ente en los San­
la virginal E ustoquia : “Sé muy asidua tísimos Evangelios de Nuestro Señor,
en la lectura y estudia lo más posible. así como en los Hechos de los Apóstoles
Que el sueño te encuentre con el libro y las Epístolas, esforzándos en hacer­
en la mano, y que sobre la página sa­ los savia de su espíritu y sangre de sus
grada caiga tu cabeza agobiada por el venas.
cansancio” . 27. Un sitio p ara el Evangelio en
En el elogio fúnebre que envió a
cada hogar. Con ocasión de este cente­
E ustoquia , de su m adre P aula , alaba­
nario, se presenta tam bién a Nuestro
ba tam bién a esta gran santa por haber pensamiento, el grato recuerdo de la
llevado con su hija tan adelante el estu­ Sociedad de S an Jerónimo, recuerdo
dio de las Escrituras, que las conocía tanto más querido cuanto que Nos
a fondo y las sabía de memoria. Añadía mismo hemos tom ado parte en los p ri­
además: “Destacaré este detalle, que meros pasos y en la organización defi­
parecerá tal vez increíble en una don­ nitiva de esta obra; felices de haber
cella: quiso aprender el hebreo, que yo podido com probar sus pasados progre­
mismo estudiaba en parte desde mi ju­ sos, Nos complacemos en augurarlos
ventud al precio de hartas fatigas y aún mayores para lo porvenir. Vosotros
sudores, y que continuó aún profundi­ conocéis, Venerables Hermanos, el obje­
zando con incesante labor para no olvi­ to de esta Sociedad: extender la difusión
darlo; llegó a poseerlo tan bien ques de los cuatro Evangelios y de los H e­
cantaba los scdmos en hebreo y hablaba chos de los Apóstoles, de m anera que
dicha lengua, sin ningún acento latino. esos Libros tengan en lo sucesivo un
(7571Íñ_Eph. 4, 31 (Migne, P.L. 26, 517). (78) Ep. 108, 26 (Migne, P.L. 22, 902).
(76) Epist. 107, 9 y 12 (Migne, P.L. 22, 874-876). (79) Ep. 127, 7 (Migne, P.L. 22, 1091).
(77) Ep. 22, 17; Cf. Ep. 29, 2 (Migne. P.L. 22, (80) Ps. 50, 8.
(81) Irait. Chr. lbr. 4, 11, 4.
120, 28-29 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 949

sitio en toda fam ilia cristiana y que corazón vigile constantemente y perma­
cada uno tome por costum bre leerlos y nezca cerrado a los pensamientos va-
m editarlos cada día. nos” <84>.
Esta obra que Nos am am os m ucho Al sacerdote N epociano le da esta
por haber verificado su utilidad, desea­ norma: “Relee con frecuencia las divi­
mos vivamente verla propagarse y des­ nas Escrituras, más aún, que el Santo
arrollarse por todas partes m ediante la Libro no se aparte jamás de tus manos.
constitución, en cada una de Nuestras Aprende allí lo que luego has de ense- 407
diócesis, de Sociedades del mismo nom ­ ñar. Permanece firmemente adherido a
bre y del mismo propósito, unidas al la doctrina tradicional que te ha sido
centro de Roma. enseñada, a fin de estar en condiciones
de exhortar según la santa doctrina y
28. H ay que m ultip licar las edicio­ de refutar a aquellos que la contradi­
nes, E n igual orden de ideas, los más cen”(85*h
preciosos servicios se prestan a la causa Después de haber recordado a S an
católica por aquellos que, en diversos P aulino los preceptos dados por S an
países, han puesto y ponen aún lo m e­ P ablo a sus discípulos T imoteo y T ito
jor de su celo, en editar, en form ato sobre la ciencia de las Escrituras, agre­
cómodo y atrayente, y difundir todos ga: “La santidad sin la ciencia de las
los Libros del Nuevo Testam ento y los Escrituras no aprovecha a nadie por­
que han podido del Antiguo Testam en­ que, si bien podría edificar a la Iglesia
to. Este apostolado ha sido por cierto de Cristo por el espectáculo de una vida
singularm ente fecundo p ara la Iglesia virtuosa, la perjudica en realidad, por­
de Dios, puesto que así, un gran n ú ­ que no es capaz de rechazar el ataque
mero de alm as se acercan desde enton­ de sus contradictores”.
ces a “esta mesa de la doctrina celestial El Profeta Malaquías, o m ejor dicho,
que Nuestro Señor ha hecho poner para el mismo Señor decía por boca de Ma ­
el orbe cristiano, por medio de sus laquías : “Ve a consultar a los sacer­
profetas, apóstoles y doctores”(8283L dotes sobre la Ley”(8G\ Es, pues, deber
del sacerdote inform ar sobre la Ley, a
b) Estudio bíblico de los sacer­ los que le interrogan. Leemos además
dotes en el Deuteronomio: “Pregúntaselo a
29. La ciencia bíblica es indispensa­ tu padre y él te lo indicará; a tus sa­
ble al sacerdote. Pero ese deber, que cerdotes, y ellos te lo dirán”(87L Al fi­
J erónimo inculca a todos los fieles, de nal de su santísim a visión dice D aniel
estudiar el texto sagrado, lo impone que los justos brillan como las estrellas,
m uy particularm ente a aquellos que y que los inteligentes, es decir los justos
“han tomado sobre sí el yugo de Cris­ que poseen las Escrituras, como el fir­
to”^ y cuya vocación celestial es p re­ mamento^88^. “¿Ves tú qué distancia
dicar la palabra de Dios. separa la santidad sin la ciencia, de la
He aquí la exhortación que, en la ciencia unida a la santidad9 La primera
persona del m onje R usticus, dirige a nos hace semejantes a las estrellas, y la
todos los clérigos: “Mientras estés en tu segunda al mismo cielo”<89L
patria, haz de tu celda un paraíso, come V irtud y ciencia bíblica en los clé­
los frutos variados de las Escrituras; rigos. En otra ocasión, en una carta
pon tus delicias en estos Santos Libros a Marcela, trata irónicam ente de “la
y goza de su intimidad... Ten siempre virtud sin ciencia” de algunos clérigos:
la Biblia en tus manos y bajo tus ojos; “Esta ignorancia, según ellos, les sirve
aprende, palabra por palabra el Salte­ de santidad, y se declaran discípulos de
rio, que tu oración sea incesante, tu los pescadores del lago, como si la san-
(82) Imit. Chr. libr. 4, 11, 4. (86) Malaq. 2, 7 (así es la cita de S. Jerónimo;
(83) Cf. Mat. 11, 30. en realidad es Ageo 2, 11).
(84) Ep. 125, 7, 3; 11, 1 (Migne, P.L. 22, 1076 (87) Deut. 32, 7.
y 1078). (88) Dan. 12, 3.
(85) Ep. 52, 7, 1 (Migne, P.L. 22, 233) véase (89) Ep. 53, 3 (Migne, P.L. 22, 542).
Tito 1, 9.
950 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (3920) 120, 30-31

tidad de éstos hubiese consistido en no condiciones de enseñarlas a su vez, en


saber nada”^ ° \ particular o en público, por la pluma o
Pero no son únicam ente éstos los por la palabra, y defender el honor de
ignorantes, observa S a n J e r ó n im o , los dichas ciencias, ya sea como profesores,
que cometen la falta de no conocer las en las escuelas católicas, ya sea como
E scrituras, sino que es tam bién el caso escritores, campeones de la verdad ca­
de algunos clérigos instruidos; y emplea tólica” otros, ya consagrados al sa­
el santo los térm inos más severos para grado ministerio, podrán acrecentar los
urgir a los sacerdotes a tom ar contacto conocimientos que adquirieron durante
asiduo con los Libros Santos. Debéis sus estudios teológicos en cuanto se re­
tra ta r con gran celo, Vbles. Hermanos, fiere a Sagrada Escritura, autoridades
de grabar cada vez más profundam ente exegéticas, cronología y topografía bí­
las enseñanzas del Santo exégeta, en el blicas. Este complemento de sus estu­
espíritu de vuestros clérigos y de vues­ dios tendrá la principal ventaja de ha­
tros sacerdotes. Uno de vuestros prim e­ cer de ellos m inistros perfectos de la
ros deberes, ¿no es acaso llam arles cui­ palabra divina y prepararlos p ara todas
dadosam ente la atención sobre lo que las form as del bien(94).
exige de ellos la misión divina, que se
les ha confiado, si no quieren m ostrarse c) Modo de hacer y fin a que
indignos de ella? “Porque los labios del tiende el estudio bíblico
sacerdote serán los guardianes de la Venerables Herm anos, el ejemplo y
ciencia y es a su boca a quien se pedirá las autorizadas declaraciones de S a n J e ­
la enseñanza, porque es el ángel del r ó n im o nos han indicado las virtudes
Señor de los ejércitos" (91). Que sepan, necesarias para leer y estudiar la Biblia.
pues, que no deben descuidar el estudio Oigámosle ahora decir hacia dónde de­
de las Escrituras, ni entregarse a él con be tender el conocimiento de las Sa­
un espíritu distinto de aquel que L e ó n gradas Letras y cuál debe ser el objetivo
X III expresam ente impuso en su Carta de este estudio.
Encíclica “Providentissimus Deus"^2K
30. El Pontificio In stitu to Bíblico. 31. La Biblia es ante lodo alim ento
O btendrán ciertam ente los m ás herm o­ de la vida espiritual propia. Lo que se
sos resultados si frecuentan el Instituto ha de buscar ante todo en la E scritura
Bíblico que fundó Nuestro antecesor es el alim ento que sustentará nuestra
inm ediato, en cum plim iento del voto de vida espiritual, y la hará adelantar en
L e ó n XIII, p ara el m ayor bien de la la vía de la perfección. Con ese fin S a n
Iglesia, como lo prueba elocuentemente J e r ó n im o se acostum bró a m editar día
la experiencia de los diez últim os años. y noche la ley del Señor, y a alim entar­
La m ayor parte no tienen la posibilidad se en las Sagradas E scrituras del pan
de hacerlo, por lo cual es de desear, descendido del cielo y del m aná celes­
Venerables H erm anos, que a instigación tial eme encierra en sí todas las deli­
vuestra y bajo vuestros auspicios, ven­ cias^95). ¿Cómo podría nuestra alma
gan a Roma m iem bros escogidos de uno prescindir de ese alimento? ¿Y cómo es
y de otro clero del m undo entero para posible que el sacerdote señale a los
entregarse a los estudios bíblicos en demás el camino de la salvación si él
Nuestro Instituto. Los estudiantes que mismo descuida de instruirse por la
correspondan a este llam am iento ten­ m editación de la Escritura? ¿Y con qué
drán m uchos motivos p ara seguir las derecho podría jactarse de ser en ei
lecciones de este alto establecimiento. ministerio sagrado “el guía de los cie­
Unos (y ved aquí el fin principal del gos, la luz de aquellos que andan en
Instituto) profundizarán las ciencias tinieblas, el doctor de los ignorantes, el
bíblicas con el objeto “de ponerse en9 0123 maestro de los niños que halla en la ley
(90) Ep. 27, 1, 2 (Migne, P.L. 22, 431). 1909. AAS 1 (1909) 448; en esta Colecc. (en nota)
(91) Mal. 2, 7. pág. 1628.
(92) Cf. ASS. 26 (1893-94) 269-292); en esta co­ (94) Véase II Tim. 3, 17.
lección: Ene. 66, 3 ss. pág. 481 y 66, 52 pág. 506. (95) Tract. Ps. 147 (Migne, P.L. 26, 1258 s.: 1260,
(93) Pius X, Carta Apost. Vinea Electa, 7-V- D; 1261, D; 1275, B).
Í20. 32-33 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r a c l it u s ” 951

la regla de la ciencia y de la verdad(96)97 de enseñanza y de predicación. La pa-


si se niega a escudriñar esta ciencia de labra, en efecto, perdería toda influen­
ía ley y cierra la entrada de su alm a a cia y toda autoridad como tam bién toda
la luz de lo alto? ¡Ah! cuántos m inistros eficacia para la form ación de las almas,
sagrados, por haber descuidado la lec­ si no se inspirase en la Sagrada Escri­
tu ra de la Biblia, perecen ellos mismos tu ra y no recibiese de ella su fuerza y
de ham bre y dejan perecer un grandísi­ su vigor. “La lectura de los Libros San­
mo núm éro de almas, según lo que está tos será como el condimento de la pa­
escrito: “los niños piden pan y no hay labra del sacerdote”("K “Porque cada
quien se lo dé”(97\- y “Está desolada palabra de la Sagrada Escritura es como
horrorosamente toda la tierra, porque una trompeta que hace resonar en los 410
no hay quien medite en su cora- oídos de los creyentes su voz poderosa
zórí’(9s'&\ y compulsiva”(10°); y “nada es más im­
P roporciona argum entos p a ra ilus­ presionante que un ejemplo sacado de
tra r la fe. E n segundo lugar, es m enes­ las Sagradas Escrituras”(101L
ter, según las necesidades, extraer de Keglas p ara el uso: establecer el tex­
las E scrituras los argum entos que han to y significado de las p alabras y luego
de ilum inar, confirm ar y defender, los el sentido de las sentencia. E n cuanto
dogmas de la fe. Es lo que hizo m aravi­ a las enseñanzas del Santo Doctor acer­
llosamente S an Jerónimo en sus com ­ ca de las reglas que han de observarse,
bates contra los herejes de su tiempo. en el uso de la Biblia, y que se dirigen,
¡Qué arm as más afiladas y sólidas en­ en prim er térm ino, a los exégetas, los
contraba en los textos de la Escritura, sacerdotes no deben perderlas de vista
cuando quería confundir a esos adver­ en la predicación de la divina palabra.
sarios! Sus obras todas lo atestiguan Nos advierte prim ero, que por medio
claram ente. Si los exégetas de hoy im i­ de un examen m uy atento de las m is­
tasen su ejemplo, resultaría sin duda mas palabras de la E scritura, hemos de
esta ventaja — “resultado necesario y cerciorarnos sin ninguna duda posible,
deseable en extremo”, decía Nuestro de lo que escribió el autor sagrado:
antecesor en su Carta Encíclica Pro- Nadie ignora en efecto que J erónimo
videntissimus Deus— que “el aprove­ acostum braba en caso de necesidad, re­
chamiento de la Escritura influiría so­ cu rrir al texto original y com parar en­
bre toda la ciencia teológica, siendo algo tre ellas las distintas interpretaciones,
así como su alma”(98hL pesar el alcance de las palabras, y, si
descubría un error, investigar su origen,
32. La Biblia, substancia viva de la de m anera de alejar de la lectura toda
predicación. P o r últim o, la E scritu ra vacilación. En seguida enseña nuestro
servirá principalm ente p ara santificar Doctor, “hay que buscar el sentido y la
y fecundar el m inisterio de la divina idea, que se esconden bajo las palabras,
palabra. Y aquí Nos es particularm ente pues para discurrir sobre la Sagrada
grato poder confirm ar, por el testim o­ Escritura, importa menos la palabra
nio del gran Doctor, las directivas que que sil sentido” (102).
Nos mismo hemos dado sobre la predi­
cación sagrada, en N uestra Carta Encí­ 33. Tom ar en toda la revelación el
clica “Humani Generis”^98c\ y realm en­ sentido literal sin descuidar el espiri­
te si el ilustre com entarista aconseja tan tual. En esta búsqueda del sentido, Nos
vivamente y tan a m enudo a los sacer­ lo reconocemos sin dificultad, S an Je ­
dotes la lectura asidua de los Santos rónimo , a ejemplo de los doctores lati­
Libros, es sobre todo con el fin de que nos y de algunos doctores griegos del
desempeñen dignam ente su ministerio período anterior, rindió al principio, un
(96) Rom. 2, 19. (98c) Benedicto XV Ilumani Generis, 15-VI-1917,
(97) Lam. 4, 4. AAS. 9 (1917) 305-317. En esta Colección: Encíclica
(98a) Jerem. 12, 11. 113, pág. 893-900.
(98to) Véase esta colección: Ene. 66, 32 pág. 499; (99) Ep. 52, 8, 1 (Migne, P.L. 22, 534).
ASS. 26 (1893-94) 283. (100) In Amos 3, 3 (Migne, P.L. 25, 1016).
(101) In Zach. 8, 15 (Migne, P.L. 25, 1488).
(102) Ep. 29, 1, 3 (Migne, P.L. 22, 436).
952 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV í 1920) 120, 34

culto tal vez exagerado a las interpre­ tam bién al indicar a S a n P a u l i n o “el
taciones alegóricas. Pero su am or a los sendero que debe seguirse en el estudio
Libros Santos, sus esfuerzos perseve­ de las sagradas Escrituras”, le decía:
rantes para identificarlos y penetrarlos “Aunque cada pasaje de los Divinos
a fondo, le perm itieron hacer cada día libros tenga una cáscara viva y cam­
un nuevo progreso en la justa aprecia­ biante su médula es más dulce aun.
ción del sentido literal y form ular so­ Quien quiere saborear la almendra,
bre este punto sólidos principios. Va­ rompe la cáscara ' (108).
mos a resum irlos, pues aun hoy día S a n J e r ó n im o hace observar, sin
ellos constituyen la norm a segura que embargo, que si se trata de descubrir
todos deben seguir p ara desentrañar de ese sentido oculto, conviene usar de
los Libros Santos todo su sentido. cierta discreción, “no sea que el deseo
Ante todo debemos aplicar nuestro de las riquezas del sentido espiritual,
espíritu a descubrir el sentido literal e nos haga aparecer desdeñando la pobre­
histórico: “Doy siempre al lector pru­ za del sentido histórico”U°9). p Gr eso es
dente el consejo de no aceptar interpre­ que reprocha a m uchos interpretacio­
taciones supersticiosas y que aíslan tro­ nes místicas de autores antiguos de
zos del texto, siguiendo el capricho de descuidar completamente apoyarse en
la imaginación, sino examinar lo que el sentido literal: “No es posible que
precede, lo que acompaña y lo que si­ tantas promesas como cantaron en el
gue y establecer una unión para todo sentido literal los labios de los santos
el pasaje en cuestión”U 03) . profetas, queden reducidas a no ser ya
Todas las otras m aneras de in terp re­ otra cosa que fórmulas vacías y térmi­
tar las Escrituras, agrega, están basadas nos materiales de una simple figura de
en el sentido literal^103104105); y no es el retórica; ellas deben, al contrario, des­
caso de creer que ese sentido falta cada cansar en un terreno firme y sólo cuan­
vez que se encuentra u na expresión fi­ do queden establecidas sobre los ci­
gurada, pues a menudo aun la misma mientos de la historia podrán elevarse
historia está llena de metáforas y em­ hasta la cumbre del sentido místi-
plea un estilo figurado”(105>. Algunos co” <110>.
pretenden que nuestro Doctor, declaró
de ciertos pasajes de la E scritura, que 34. Seguir el método de Cristo y de
no tenían sentido histórico. El les con­ los Apóstoles. Juiciosam ente observa a
testa de antem ano: “Sin negar el sen­ este respecto que no hay que apartarse
tido histórico, preferimos adoptar el del método de Cristo y de los Apóstoles,
sentido espiritual” (106). pues bien que el Antiguo Testamento no
Una vez establecido con certeza el haya sido para ellos sino como la
sentido literal o histórico, S a n J e r ó n im o preparación y la som bra de la Nueva
busca sentidos menos obvios y más p ro ­ Alianza y bien que interpreten, por
fundos p ara alim entar su espíritu con consiguiente, en sentido figurado un
un m an jar m ás escogido. Pide, en efec­ gran núm ero de sus pasajes, no por eso
to, a propósito del Libro de los P rover­ reducen a figuras todo el conjunto de
bios, y aconseja en varias ocasiones las Antiguas Escrituras. En apoyo de
p ara otros libros de la E scritura, no su tesis, S a n J e r ó n im o , invoca frecuen­
atenerse tan sólo al sentido literal, “sino temente el ejemplo del Apóstol S a n P a ­
cavar más hondo en busca del sentido b l o que, p ara citar un caso, “al expo­
divino, así como se busca el oro en el ner las figuras místicas de Adán y Eva,
seno de la tierra, la nuez bajo la cás­ no negaba que hubiesen sido creados,
cara, el fruto que se esconde bajo la sino que colocando la interpretación
piel erizada de la castaña”U°7) Así mística sobre el cimiento de la historia,
(103) In Mat. 25, 13 (Migne, P.L. 26, 193, B). (106) In. Marc. 9, 1-7; Cf. in Ez. 40, 24-27 (Mig­
(104) Cf. in Ez. 38, 1; 41 23; 42, 13; in Marc. 1, ne, P.L. 30, 614 (?); 25, 387, A).
13-31. - Ep. 129, 6, 1, etc. (Migne, P.L. 25, 356 C y (107) In Eccl. 12, 9 (Migne, P.L. 23, 1169, C).
D; 404, B; 412, A; 30, 592-96; 22, 1105-06). (108) Ep. 58. 9, 1 (Migne, P.L. 22, 585).
(105) ln. Hab. 3, 14 (Migne, P.L. 25, 1328, C). (109) In. Eccl. 2, 24 (Migne, P.L. 23, 1085, C).
(110) In Amos 9, 6 (Migne, P.L. 25, 1090 A-B).
120, 35 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 953

escribía: «Por eso es que el hombre sino el valor científico y la sencillez de


dejará...»”^111*). la verdad”^llo\ Al conform arse a esta
Los com entaristas de las Sagradas regla para la redacción de sus obras,
Letras y los predicadores de la palabra declara en sus comentarios, que tenía
de Dios ganarán con seguir el ejemplo por objeto no “hacer aplaudir” sus p a­
de Cristo y de los Apóstoles y con no labras, “sino hacer comprender en su
descuidar según las directivas de L e ó n verdadero sentido las excelentes pala­
XIII, <(las transposiciones alegóricas u bras de los demás”(116). La explicación
otras análogas que los Padres han he­ de la divina palabra reclama, decía
cho de ciertos pasajes, sobre todo si flu­ J e r ó n im o , lenguaje “que no tenga sabor
yen del sentido literal y están confirma­ de afectación, sino que descubra la idea 413
das por la autoridad de un gran núme­ objetiva, desentrañe el sentido, alumbre
ro de Padres”<113b) ; por últim o al to ­ los pasajes obscuros, y no sea entor­
m ar por base el sentido literal ganarán pecido por la floración excesiva de los
con elevarse discreta y m esuradam ente recursos dialécticos” (117>.
hasta interpretaciones más altas, perci­ Parece conveniente reproducir aquí
birán con S a n J e r ó n im o la profunda algunos pasajes de S a n J e r ó n im o que
verdad de la palabra del Apóstol: “Toda m uestran claram ente el h o rror que le
Escritura es divinamente inspirada y causaba la elocuencia propia de los
útil para enseñar, para convencer, para retóricos, los cuales con la resonancia
corregir, para formar en la justi­ y emisión vertiginosa de palabras com ­
cia”<112), 3^ así el tesoro inagotable de pletam ente huecas, sólo aspiran a con­
las E scrituras los proveerá con u n gran seguir vanos aplausos: “No vayas a ser,
caudal de hechos y de ideas, p ara orien­ le aconseja al sacerdote Nepociano, r
tar por este medio con unción y fo rta­ declamador y un molino inagotable de
leza hacia la santidad la vida y la con­ palabras; familiarízate más bien con los
ducta de los fieles. sentidos ocultos de la Escritura y posee
a fondo los misteros de tu Dios. Decir
35. Grave peligro de caer en el muchas palabras y hacerse apreciar por
“evangelio del hom bre” . H uyase de la la volubilidad del lenguaje a los ojos
fantasía y declam ación vacía. E n cuan­ del vulgo ignorante, es cosa de ne­
to al modo de exponer y de expresar, cios”(11SK “Los espíritus cultivados, con
siendo la fidelidad lo que se busca en que se cuenta hoy día, no se preocupan
los dispensadores de los m isterios de para nada de asimilarse la médula de
Dios, J e r ó n im o pone por principio que las Escrituras, sino de acariciar los
hay que atenerse ante todo a “la exacti­ oídos de la multitud con flores de retó-
tud de la interpretación” y que “el de­ rica”(119\ “No quiero decir nada de
ber del comentarista es exponer, no aquellos que, como yo mismo en otro
ideas personales sino las del autor que tiempo, no llegan a abordar el estudio
comenta”(113); por lo demás “el orador de las Sagradas Escrituras, sino después
sagrado — agrega— , está expuesto cual­ de haber frecuentado la literatura pro­
quier día al grave peligro de convertir, fana y halagado el oído de la muche­
por una interpretación defectuosa, el dumbre por su estilo florido, y que
Evangelio de Cristo en el evangelio del toman todas sus propias palabras por
hombre”(114). la ley de Dios sin dignarse averiguar lo
E n segundo lugar “en la explicación que quisieron decir los profetas y los
de las Sagradas Escrituras, no es el apóstoles, antes adaptan a su modo de
estilo rebuscado y adornado con flores ver testimonios que no le son confor­
de retórica lo que corresponde usar, mes; como si fuese grande elocuencia,
(111a) In Is. 6, 1-7 (Migne, P.L. 24, 91-97 [?]). (116) In Gal. Praef. in 1, 3 CMigne, P.L. 26,
(11 l b) Véase en esta colee.: Ene. 66, 30, pág. 498. 338 [?1).
(112) II Tim. 3, 16. (117) Ep. 36, 14, 2; Cf. Ep. 140, 1, 2 (Migne, P.L.
(113) Ep. 49 al. 48. 17, 7 (Migne, P.L. 22, 507). 22, 459; 22, 1166).
(114) In Gal. 1, 11 (Migne, P.L. 26, 347, B). (118) Ep. 52, 8, 1 (Migne, P.L. 22, 534).
(115) In Amos. Praef. in 1, 3 (Migne, P.L. 25, (119) Dial. c. Lucif. 11 (Migne PL. 23, 174-C).
994 [?]).
954 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 120, 36

y no la peor de todas, falsificar los tex­ gradas Letras” con la esperanza de que
tos y atraer por la violencia la Escritu­ su ejemplo inflam ara a los sacerdotes
ra a servir a los fines que ellos persi- y a los fieles confiados a vuestro cui­
guen”^120L “Porque careciendo de la dado en el deseo de conocer y de expe­
autoridad de las Escrituras, estos par­ rim entar, ellos tam bién, la saludable
leros perderían, todo poder de persua­ virtud del sagrado texto.
sión, ya que parecen apoyar en los sa­ Esta superabundancia de exquisitas
grados textos la falsedad de su doctri- delicias espirituales que llenaban el al­
na” <121>. m a del piadoso anacoreta, Nos preferi­
Ahora bien, esta elocuente palabre­ mos que las aprendáis, por decirlo así,
ría y aquella locuaz ignorancia ((no tie­ de su propia boca, más bien que por
nen nada de incisivo, de vivaz ni de Nos mismo. Escuchad, pues, en qué té r­
vital; no son más que un compuesto minos habla de esta ciencia sagrada a
desnutrido, marchito e inconsistente, P a u l i n o , s u “colega, compañero y ami­
que únicamente produce humildes plan­ go”: “Dime, pues, hermano muy querU
tas y hierbas muy pronto secas y cas­ do: ¿no te parece acaso que vivir en
cadas”. En cambio, la doctrina del medio de estos misterios, meditarlos,
Evangelio, hecha al contrario de senci­ no querer saber o buscar otra cosa, no
llez (eproduce bastante más que humil­ te parece que esto es ya el paraíso en
des plantas” y, así el im perceptible gra- la tierra?”(125\
414 no de m ostaza “se hace árbol, de suerte
que las aves del cielo... vienen a cobi­ “Dime tú, pregunta a P a u l a , s u dis-
jarse en sus ramas”^122\ cípula, ¿acaso hay algo más santo que
P or eso en todo buscaba J e r ó n im o este misterio; algo más seductor que
esta santa sencillez del lenguaje que no estos placeres? ¿Qué alimento, qué miel
excluye el brillo ni la belleza. Que más dulce que conocer los designios de
otros se aficionen a disertar con voz Dios, ser admitido en su santuario, pe­
enfática torrentes de palabras; en cuan­ netrar el pensamiento del Creador y
to a mí, me contento en hablar para enseñar las palabras de tu Señor, de
hacerme comprender y, al tratar de las que hacen burla los sabios de este mun­
Escrituras, con imitar la sencillez de las do y que rebosan, empero, de sabiduría
mismas Escrituras”(123). E n efecto, “sin espiritual? Dejemos a los demás gozar
renunciar a los atractivos del lenguaje, de su riqueza, beber en una copa exor­
la exégesis católica, debe velarlos y evi­ nada de piedras preciosas, engalanarse
tarlos, a fin de alcanzar, no vanas es­ con sedas resplandecientes, saciarse con
cuelas de filósofos y un puñado de dis­ los aplausos de la muchedumbre, sin
cípulos, sino todo el género huma­ que la variedad de placeres consiga ago­
no”(12éK Si los sacerdotes jóvenes po­ tar sus tesoros: las delicias nuestras
nen en práctica estos consejos y estos consistirán en meditar día y noche la
preceptos; si los sacerdotes m ayores no ley del Señor, en golpear la puerta hasta
los olvidan, abrigam os la confianza de que se abra, en recibir de la Trinidad
que su santo m inisterio será m uy prove­ la mística limosna de los panes, y en
choso p ara las alm as de los fieles.5 andar guiados por el Señor, sobre el
oleaje del siglo”(126). Nuevamente a
P a u l a y a la h ija de ésta, E u s t o q u i a ,
5) Frutos que recogió San Jerónimo escribe en su com entario de la epístola
del estudio bíblico a los Efesios: “Si hay alguna cosa, oh
36. El paraíso en la tierra. El con­ Paula y Eustoquia, que pueda sujetar­
suelo de las E scrituras. Nos queda aún nos aquí abajo a la sabiduría y que en
por recordar, Venerables Hermanos, los medio de las tribulaciones y torbellinos
“dulces frutos” que extrajo S a n J e r ó - del mundo conserve el equilibrio de
nimo de la “amarga semilla de las Sa- nuestra alma, yo creo que es ante todo
n T iñ T lE Í r is , 7, 2 (Mi«ne, P.L. 22. 544). (124) Ep. 48 al 49, 4, 3 (Migne, P.L. 22, 512).
(121) In Tit. 1, 10 (Migne, P.L. 26, 605-A). (125) Ep. 53, 9 (Migne, P.L. 22, 549).
(122) In Mat. 13, 32 (Migne, P.L. 26, 93-B). (126) Ep. 30, 13 (Migne, P.L. 22, 444).
(123) Ep. 36, 14, 2 (Migne, P.L. 22, 459).
120, 37 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 955

la meditación y la ciencia de las Escri­ al restaurador de la fe de los primeros


turas”^127). días y, lo que es una señal más gloriosa
Porque recurría a éstas le aconteció todavía, todos los herejes te maldicen y
que, agobiado de íntim os y hondos pe­ me persiguen contigo con un odio igual,
sares y herido en su cuerpo por la en­ hasta llegar a matarnos por el deseo, en
ferm edad, no dejaba de d isfrutar de la su impotencia para inmolarnos con la
paz y de la alegría del corazón: esta espada”(128K Este testimonio encuentra
alegría, no se detenía a saborearla en excelente confirm ación en S u l p i c i o -
una vana ociosidad, sino que este fruto S e v e r o , por P o s t u m i a n o : “Una lucha
de la caridad se transform aba en cari­ de todos los instantes y un duelo no
dad activa al servicio de la Iglesia de interrumpido con los malos han con­
Dios a quien el Señor tiene confiado el centrado sobre Jerónimo los odios de
depósito de la palabra divina. los perversos. En él los herejes odian al
que no cesa de atacarlos; los clérigos
37. La Biblia exalta a la Iglesia y al que les reprocha sus vidas y sus crí­
realza el am or a ella. Y, en efecto, menes. Mas todos los hombres virtuo­
cada página de las Sagradas Letras de sos, sin excepción lo aman y admi­
ambos Testam entos le contaba las glo­ ran” <129>.
rias de la Iglesia de Dios. Casi todas las
m ujeres célebres y virtuosas de que h a ­ F ortaleza en ios infortunios y u ltra ­
bla con honor el Antiguo Testamento, jes. Este odio de los herejes y de los m a­
¿no eran acaso figuras de esta Esposa los, hizo padecer a J e r ó n im o muchos su­
m ística de Cristo? El sacerdocio y los frimientos, sobre todo cuando los Pela-
sacrificios, las costum bres y las solem­ gianos se arro jaro n sobre el m onasterio
nidades, la casi totalidad de los hechos de Belén y lo saquearon, pero soportó
narrados en el Antiguo Testamento, ¿no con igualdad de ánimo todos los malos
prefiguraban, por ventura, a la Igle­ tratam ientos y los ultrajes y no se
sia?, ¿y no com prendía él que los vati­ desalentó, pronto como estaba para
cinios de tantos salmos y profetas se m orir por la defensa de la fe cristiana:
habían cumplido, por disposición divi­ “Lo que causa mi alegría, escribe a
na, en la Iglesia? ¿No conocía, final­ es saber que mis hijos com­
A p r o n io ,
mente, los más insignes privilegios de baten por Cristo; que Aquel en quien
esa m ism a Iglesia, anunciados por creemos fortalece en nosotros este celo
Cristo, Señor Nuestro y los Apóstoles? valeroso, a fin de que estemos prontos
¿Cómo, entonces, la ciencia de las E s­ para derramar nuestra sangre por su
crituras, no había de inflam ar el cora­ fe... Las persecuciones de los herejes
zón de J e r ó n im o en un am or cada día han arruinado del todo nuestro monas­
más ardiente p ara con la Esposa de terio en cuanto a sus riquezas materia­
Cristo? les, pero la bondad de Cristo lo colma
Nos sabemos ya, Vbles. Herm anos, de riquezas espirituales. Mas vale no
qué profundo respeto, qué am or tan tener pan que comer, antes que perder
entusiasta profesaba por la Iglesia Ro­ la fe”(lso).
m ana y la Cátedra de P e d r o . Sabemos Censor de las m alas costum bres. Si
con cuánto vigor combatió a los enem i­ jam ás perm itió al error extenderse im ­
gos de la Iglesia. Al prodigar sus ap lau ­ punemente, no puso m enor celo en le­
sos a su joven com pañero de arm as, vantarse, en térm inos enérgicos, contra
A g u s t í n , que sostenía los mismos com ­ las m alas costumbres, queriendo en la
bates, se congratulaba de haberse a tra í­ m edida de sus fuerzas “presentar” a
do como él, el fu ro r de los herejes y le Cristo “una Iglesia gloriosa, sin man­
escribe: <(¡Honor a ti por tu valor! El cha, sin arruga, ni cosa semejante, sino
mundo entero tiene los ojos fijos en ti. santa e inmaculada^181). ¡Qué vigor en
Los católicos veneran y reconocen en ti los reproches que dirige a los que pro-
(127) In Eph. Prol. (Migne, P.L. 22, 467, C). (129) Postumianus Apud. Sulp. Sev. Dial. 1, 9.
(128) Ep. 141, 2; Cf. Ep. 134, 1 (Migne, P.L. 22, (Migne, P.L. 20, 189, D).
1180; 1161). (130) Ep. 139 (Migne, P.L. 22, 1166).
(131) Efes. 5, 27.
956 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 120, 38

fanaban por una vida culpable su dig­ comentarios, donde no pierde ocasión
nidad sacerdotal! ¡Con qué elocuencia de celebrar a la Esposa de Cristo. Ci­
se alza contra las costum bres paganas temos, entre otros, este pasaje del co­
que infestaban en gran parte la misma m entario del Profeta Ageo : “Se vio acu­
ciudad de Roma! P ara contener por dir lo más selecto de todas las naciones,
todos los medios aquel desbordamiento y la gloria llenó la casa del Señor, es
de todos los vicios y de todos los críme- decir la Iglesia del Dios vivo, columna
417 nes, les opone la excelencia y belleza de y fundamento de la verdad... Estos me­
las virtudes cristianas, convencido ju s­ tales preciosos dan más esplendor a la
tam ente de que no existe m ás poderoso Iglesia del Salvador que antes la Sina­
preservativo contra el m al que el am or goga; con estas piedras vivas está cons­
de las cosas más puras. Con instancia truida la casa de Cristo, cuya corona es
reclam a para la juventud una educa­ una paz eterna”(134). E n otro pasaje,
ción piadosa y honesta, induce con dice, com entando a Miqueas : “Venid
graves consejos a los esposos a llevar subamos hasta la casa del Señor: hay
una vida pura y santa, insinúa en las que subir, si se quiere llegar hasta Cris­
alm as más delicadas el culto de la vir­ to y hasta la casa del Dios de Jacob,
ginidad, no encuentra suficientes elo­ la Iglesia, casa de Dios, columna y fun­
gios p ara la austera pero deliciosa vio­ damento de la verdad”<135). Por último,
lencia de la vida interior, recuerda con en el prefacio del com entario a S an
todas sus fuerzas el prim er precepto de Mateo : “La Iglesia fue edificada sobre
la religión cristiana — el precepto de la base de roca por una palabra del Señor;
caridad unida al trabajo— , cuya obser­ ella es a quien el rey introdujo en su
vancia debía arran car la sociedad h u ­ habitación, ella es a quien tendió la
m ana a los trastornos y devolverle la mano por la abertura de una secreta
tranquilidad del orden. entrada”(136\
C aridad; trab ajo . Recordem os esta El fruto del am or a Cristo. Como se
herm osa palabra que le decía a San ve en los últimos pasajes citados, nues­
P aulino a propósito de la caridad: El tro Doctor exalta la unión íntim a del
verdadero templo de Cristo, es el alma Señor con la Iglesia. No se puede sepa­
del fiel: adorna este santuario, engalá­ ra r a la cabeza de su cuerpo místico;
nalo, deposita en él tus ofrendas y por eso el am or a la Iglesia viene nece­
recibe en él a Cristo. ¿De qué sirve re­ sariam ente del am or a Cristo, que debe
cubrir los muros con piedras preciosas, ser m irado como el fruto principal y
si Cristo se muere de hambre en la per­ dulce entre todos, de la ciencia de las
sona del pobre?(1B2K E n cuanto a la Escrituras.
ley del trabajo, la recordaba a todos
con tal ardor, por medio de sus escritos 38. El río de la gracia: “Ign o rar las
y m ejor aun por los ejemplos de toda E scrituras, es ignorar a Cristo”. En
su vida, que P ostumiano , después de
efecto, Jerónimo estaba a tal punto
haber perm anecido seis meses junto a convencido de que este conocimiento
J erónimo en Belén, le rindió este testi­ del sagrado texto es la vía ordinaria que
monio en S ulpicio-Severo : “Siempre lleva al conocimiento y al am or de
se le encuentra dedicado a la lectura, Nuestro Señor, que no vacilaba en afir­
enteramente sumergido en los libros; ni m ar: “Ignorar las Escrituras, es igno­
de día ni de noche toma descanso; cons­ rar al mismo Cristo”^1B7K Escribe en
tantemente lee o escribe”í133). este sentido a S anta P aula : “¿Cómo
podríamos vivir sin la ciencia de las
Ama a la Iglesia como Esposa de Escrituras, a través de las cuales se
Cristo. P o r o tra parte, su ardiente aprende a conocer a Cristo, que es la
am or por la Iglesia se exhala de sus vida de los creyentes^”<138). Hacia Gris-
(132) Ep. 58, 7, 1. (136) In Mat. Prol. (Migne, P.L. 26, 17, B).
(133) Postumianus apud Sulp. Sev., Dial. í, 9 (137) In Is. Prol. Cf. Trac, de Ps. 77 (Migne,
(Migne, P.L. 20, 190, A). P.L. 24, 17, A-B; 1123, B; y 1124, C).
(134) In Agg. 2, 1 (Migne, P.L. 25, 1404, B). (138) Ep. 30, 7 (Migne, P.L. 22, 443).
(135) In Mich. 4, 1 (Migne, P.L. 25, 1187, B).
120, 38 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r á c l it o s ” 957

to, en efecto, convergen como hacia su El fruto de la Imitación de Cristo.


centro todas las páginas de ambos Tes­ El am or que lo consum ía por Cristo lo
tam entos: y com entando el pasaje del llevaba, pobre y hum ilde con Cristo, a
Apocalipsis, donde tra ta del río y del libertarse sin reservas de todos los lazos
árbol de vida, J e r ó n im o escribe esta de las preocupaciones terrenales; a no
notable sentencia: “No hay más que un buscar sino a Cristo; a dejarse conducir
río que mana debajo del trono de Dios, por su E spíritu; a vivir con El en la
y es la gracia del Espíritu Santo, y esta más estrecha unión; a estam par como
gracia del Espíritu Santo está encerra­ un sello en su propia vida la efigie de
da en las Sagradas Escrituras, es decir, Cristo en su Pasión; a no tener deseo
en ese río de las Escrituras. Y éste corre más ardiente que el de sufrir con Cristo
entre dos riberas que son el Antiguo y y para Cristo.
el Nuevo Testamento y en cada orilla Así se explica lo que escribía en el
se encuentra plantado un árbol que es m omento de em barcarse, cuando, m uer­
Cristo”(139>. to D á m a s o , pérfidos enemigos, hosti­
No hay que ex trañar entonces, que gándolo con sus vejaciones, lo obligaron
en sus piadosas meditaciones, J e r ó n im o a alejarse de Roma: “Algunos pueden
acostum brase referir a Cristo todo lo considerarme como un criminal, ago­
que leía en los Libros Santos: “Para mí, biado bajo el peso de todas las culpas,
cuando leo el Evangelio y encuentro y esto no es nada en comparación con
testimonios sacados de la Ley, testimo­ mis pecados. Tienes razón, sin embargo,
nios extraídos de los profetas, no con­ de creer en el interior de tu alma hasta
sidero sino a Cristo; si he visto a los en la virtud de los pecadores... Doy
Profetas, ha sido tan sólo para com­ gracias a mi Dios de merecer el odio
prender lo que ellos dicen de Cristo. del mundo... ¿Qué parte de sufrimiento
Cuando un día penetre yo en el esplen­ he soportado yo, el soldado de la Cruz?
dor de Cristo y brille ante mis ojos su La calumnia me cubrió con el oprobio
luz deslumbradora comparable a la del del crimen: pero yo sé que con buena o
sol refulgente, ya no veré la luz de una mala fama se llega al reino de los cie­
lámpara. Enciende tú una lámpara en los”(142). Y he aquí en qué términos
pleno día, ¿acaso dará luz? Cuando bri­ exhortaba a la piadosa doncella E u s t o -
q u iaa soportar valerosam ente por Cris­
lla el sol, la luz de la lámpara se desva­
to los sufrim ientos de la vida presente:
nece; en la misma forma, cuando se
“Grande es el sufrimiento, pero grande
goza de la presencia de Cristo, la Ley también la recompensa en imitar a los
y los profetas desaparecen. Nada quito mártires, en imitar a los apóstoles, en
a la gloria de la Ley ni de los profetas; imitar a Cristo... Todos estos sufrimien­
antes, por el contrario, los alabo por tos que acabo de enumerar parecen
ser los anunciadores de Cristo. Cuando bien penosos al que no ama a Cristo.
leo la Ley y los profetas el fin que me Aquel, por el contrario, que considera
propongo no es limitarme a la Ley y a toda la pompa del siglo como cieno in­
los profetas, sino por la Ley y los pro­ mundo; para quien todo lo que hay
fetas llegar hasta Cristo”(140>. Y así lo debajo del sol es vanidad; que no quiere
vemos elevarse m aravillosam ente, por enriquecerse sino de Cristo; que se aso­
el com entario de las Escrituras, hasta cia a la muerte y ala resurrección de su
el conocimiento y el am or del Señor Señor y que crucifica su carne con sus
Jesús y encontrar allí la perla preciosa vicios y concupiscencias, aquél podrá 420
de que habla del Evangelio: “No hay repetir con toda libertad: «¿Quién nos
más que una perla preciosa entre todas, separará de la caridad con que nos ama
el conocimiento del Salvador, el miste­ Cristo? »” (143).
rio de su pasión y el secreto de su Resumen de los frutos de la lectura
resurrección”(141>. de la Biblia. Jerónimo saboreaba, pues,
(139) Tract. de Ps. 1 (Migne, P.L. 26, 874). (142) Ep. 45, 1 y 6 (Migne, P.L. 22, 480 v 482).
(140) Tract. in Marc. 9, 1-7 (Migne, P.L. 30, 613). (143) Ep. 22, 38 y 39; Rom. 8, 35 (Migne\ P.L.
(141) In Mat. 13, 45 (Migne, P.L. 26, 98, A). 22, 422 y 423).
958 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 120, 39-40

muy abundantes frutos en la lectura de tos recuerdos traían a su alm a tanta


los Libros Santos; allí es donde extraía dulzura que exclamaba: “¡Ah! ¡Si Roma
esas luces interiores que lo hacían ade­ tuviese lo que posee Belén9 más humil­
lantar cada día más en el conocimiento de, empero, que la Ciudad roma­
y el am or de Cristo; de allí sacaba ese n a d o 47>.
espíritu de oración del cual habló bien Conclusión e invocación del Santo.
en sus escritos; allí por últim o es donde El voto del santo exégeta se realizó de
adquiría esa adm irable fam iliaridad con distinta m anera de lo que él pensaba,
Cristo, cuyas dulzuras lo anim aban a y tenemos Nos y todos los ciudadanos
tender sin tregua, por el rudo sendero de Roma, motivo de regocijo en ello. En
de la cruz, a la conquista de la palm a efecto, los restos del gran Doctor, de­
del triunfo. positados en aquella gruta que él por
E ucaristía y devoción a la Virgen. tanto tiempo había habitado y que la
Asimismo, el im pulso de su corazón lo célebre ciudad de D a v i d se hacía una
llevaba sin cesar hacia la Santísim a gloria en conservar en otro tiempo,
Eucaristía: “Ninguno, en efecto, es más Roma tiene hoy la dicha de poseerlos
rico que aquel que lleva el cuerpo del en la Basílica de S a n t a M a r ía l a M a ­
Señor en cesta de mimbre y su sangre y o r , en donde reposan junto a la cuna
en una ampolla”(144). m isma del Salvador.
Tenía la m ism a veneración afectuosa i

hacia la Santísim a Virgen, cuya perpe­ 40. El P ap a elogia e invoca al gran


tua virginidad defendió con todas sus D octor. Calló la voz, cuyo eco salido
fuerzas; y la Madre de Dios, ideal aca­ del desierto llenaba al m undo católico
bado de todas las virtudes, era el m o­ todo entero; pero por sus escritos que
delo que proponía de ordinario a las “brillan sobre el universo como antor­
esposas de C risto(145). chas divinas”(148), S a n J e r ó n im o habla
¡
> todavía. Proclam a la excelencia, la inte­
39. El fruto del cariño de San Je ró ­gridad y la veracidad histórica de las
nim o p o r los Santos Lugares. Nadie se Escrituras, los dulces frutos que se sa­
extrañará, pues, de que los hogares de borean leyéndolas y meditándolas. P ro ­
Palestina que habían sido santificados clama para todos los hijos de la Iglesia
por Nuestro Redentor y su Santísima la necesidad de volver a una vida digna
Madre hayan ejercido un encanto y un del nom bre de cristianos y de preser­
atractivo tan poderoso sobre S a n J e r ó ­ varse del contagio de las costumbres
n i m o . Sus sentimientos al respecto se paganas que nuestra época parece h a ­
adivinan en lo que sus discípulas P a u l a ber casi com pletam ente restablecido.
y E u s t o q u i a escribían desde Belén a Proclam a que la Cátedra de P e d r o ,
M a r c e l a : “¿En qué términos y con qué gracias sobre todo a la piedad filial y
frases podremos darte una idea de la al celo de los italianos a quienes el cielo
gruta en donde nació el Salvador? ¿Y ha otorgado la gracia de poseerla den­
qué decir de la cuna que oyó sus gemi­ tro de sus fronteras, debe gozar del ho­
dos de niño? El silencio es más digno nor y de la libertad absolutam ente in­
de ella que nuestras pobres palabras... dispensables a la dignidad y al ejercicio
¿Cuándo llegará el día en que nos sea mismo de la carga apostólica. Proclam a
dado penetrar en la gruta del Salvador para aquellas naciones cristianas, que
y llorar junto a la tumba del Maestro? tuvieron la desgracia de separarse de la
¿Besar la madera de la Cruz y sobre el Iglesia, el deber de volver a su Madre,
monte de los Olivos seguir en deseo y en quien reposa toda esperanza eterna
en espíritu a Cristo en su Ascen- de salvación. Dios haga que este llam a­
sión?(146K J e r ó n im o llevaba lejos de miento sea escuchado sobre todo por
Roma u na vida más penosa p ara su las Iglesias Orientales, quienes desde
cuerpo: pero la m em oria de estos augus­ hace ya demasiado tiempo alientan
(144) Ep. 125, 20, 4 (Migne, P.L. 22, 1085). (147) Ep. 54, 13, 6 (Migne, P.L. 22, 557).
(145) Ep. 22, 8, 3 (Migne, P.L. 22, 422). (148) Cassian, De incarn. 7, 26 (Migne, P.L. 50,
(146) Ep. 46, 10 y 12 (Migne, 22, 490 y 491). 256).
120, 41 E n c íc l ic a “ S p ir it u s P a r a c l it u s ” 959

disposiciones hostiles hacia la Cátedra bles Hermanos, al conocimiento de


de P edro . Cuando vivía en aquellas re ­ vuestro clero y de vuestros fieles las
giones y tenía por m aestros a Gregorio instrucciones que Nos acabamos de da­
N acianceno y a D ídimo de Alejandría, ros, con ocasión del décimo quinto cen­
J erónimo sintetizaba en esta fórm ula, tenario de la m uerte del gran Doctor.
que se ha hecho clásica, la doctrina de Q uerríam os que todos, a ejemplo y
los pueblos orientales de su época: “To­ bajo el patrocinio de S an Jerónimo, no
do aquel que no se refugie en el Arca solamente permaneciesen fieles a la doc­
de Noé, será sepultado en las aguas del trin a católica bajo la inspiración divina
diluvio”(149). Este azote, si Dios no lo de las E scrituras y asumiesen su de­
detiene, ¿acaso no am enaza hoy des­ fensa, sino tam bién que observasen con
tru ir todas las instituciones hum anas? escrupuloso esmero las prescripciones
¿Qué es lo que perm anece en pie, en de la Encíclica “Providentissimus Deus”
efecto, después de haber suprim ido a y de la presente carta.
Dios, autor y conservador de todas las
cosas? ¿Qué es lo que puede subsistir, 41. Lo que el P ap a espera de “todos
después de haberse separado de Cristo, los hijos de la Iglesia”. E ntre tanto,
que es la vida? Pero El que, en otro form ulam os el voto de que todos los
tiempo, al llam am iento de sus discípu­ hijos de la Iglesia se dejen penetrar y
los, calmó el m ar embravecido, puede fortalecer por la dulzura de las Sagra­
todavía devolver a la sociedad hum ana das Letras, con el fin de llegar a un
convulsionada el beneficio tan precioso conocimiento perfecto de Jesucristo.
de la paz.
Bendición Apostólica. Gomo prenda
Que S an J erónimo atraiga este favor de este deseo y en testimonio de Nues­
sobre la Iglesia de Dios, a quien tan tra paternal benevolencia, Nos os con­
ardientem ente amó y valerosam ente de­ cedemos m uy afectuosam ente en el Se­
fendió contra todos los asaltos de sus ñor, a vosotros, Venerables Hermanos,
enemigos; pueda su patrocinio obtener así como a todo el clero y a todos los
que, apaciguadas todas las discordias, fieles que os están confiados, la bendi­
según el anhelo de Jesucristo, “no ha­ ción apostólica.
ga más que un solo rebaño y un solo Dado en Roma, junto a San Pedro, el
pastor”(15°). 15 de septiembre de 1920, en el año
E xhortación a los obispos de d a r a séptimo de Nuestro Pontificado.
conocer y p ra c tic a r las enseñanzas re­
cibidas. Llevad sin tardanza, V enera­ BENEDICTO PAPA XV.
(1 4 9 ) E p . 15, 2, 1 (M ig n e , P .L . 22, 3 5 5 ). (1 5 0 ) J u a n 10, 16.
x 3x

CARTA ENCICLICA “PRINCIPI APOSTOLORUM”(*>


(5-X-1920)

SOBRE LA PROCLAMACION DE DOCTOR DE LA IGLESIA


DE SAN EFREN SIRIO, MONJE DE EDESA

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. El Primado Romano reconocido preclaro testimonio de la prim acía de


desde los primeros años de la Iglesia. la Iglesia Rom ana sobre todas las de­
457 El Divino F undador de la Iglesia, ade­ más, al denom inarla “Presidente de la
más de m antener al Príncipe de los universal congregación de la cari­
Apóstoles, P edro , firm em ente adherido dad”(D, queriendo significar con esto
a Dios por medio de una fe inm une de no sólo que la Iglesia universal es im a­
todo erro r i1*, le otorgó el insigne a tri­ gen visible de la caridad divina, sino
buto de apacentar, como “corifeo del tam bién que el bienaventurado P edro
Apostólico C o r o y en calidad de co­ dejó a la Sede Romana, juntam ente con
m ún Maestro y Jefe de todos2(3)45, el re ­ el Prim ado, la herencia de su am or a
baño de Aquel que edificó su Iglesia Cristo tres veces confesado, para ab ra­
sobre la autoridad del sólido, perenne sar en ese mismo fuego las alm as de
y visible m agisterio de P edro y de todos los cristianos.
sus Sucesores. Sobre esta m ística pie­
dra, base de todo el edificio eclesiás­ Tan convencidos estaban de que
t i c o ^ , como sobre quicio y centro fu n ­ am bas notas eran exclusivas de la auto­
dam ental, quiso que descansara el ridad pontificia los antiguos Padres, en
arm onioso conjunto tanto de la fe ca­ especial los que regían las cátedras más
tólica como de la cristiana caridad. ilustres del Oriente, que frecuentem en­
te, sobre todo en los trances más deses­
Ya en tiempos m uy próximos a los perados, cuando arreciaba la torm enta
apóstoles, I gnacio ieóforo , con bien de la herejía o am enazaban intestinas
cortada plum a, escribió que era propio discordias, acudían a esta Sede Apostó­
del Prim ado conferido a P edro , el di- lica, como a única garantía de salva­
4)8 fundir por todas partes el tesoro de la ción. Así obraron, como consta por la
caridad y de la fe, y_ el defenderlo historia, aquellos grandes Padres de la
y conservarlo siempre intacto. En efec­ fe ortodoxa, henchidos del Espíritu de
to, en aquella herm osísim a carta que Dios, S an B asilio Magno (8), y el insig­
escribió, camino de Roma, p ara an u n ­ ne defensor de la fe Nicena S an A ta -
ciar su llegada a los Romanos, a fin nasio (9), y S an J uan Crisóstomo(10>,
de sufrir allí m artirio por Cristo, da cuando conform e a las prescripciones

(*) A. A. S. 12 (1920) págs. 457-471. Se dirige a todos los Obispos del orbe católico.
(1) Luc. 22, 32. (6) S. Cyr. Alex., C o m m e n t . i n L u c a m , 22, 32.
(2) S . T e o d o r o S tu d iia , ep. II ad M ich a elem (7) S. Ign. E p i s t . a d R o m .
Im peratorem . (8) S. Basil. Magno, E p i s t . el. II, ep. 69.
(3) S. Cyr. Alex. D e T rin iia te , dial. IV (Migne (9) S. Felicis II Epist. et Decr. — Epist. Atha-
PG. 75, col. 866-B). nasii et episcoporum aegyptiorum.
(4) Mat. 16, 1S.
(5) S. Theod, Stud., e p . II a d M ic h a e le m Im p. (10) S. Juan Crisóst., E p i s t . a d l n n o c . e p . R o m .
— 960 —
121, 2-4 E n c íc l ic a “ P r in c ip i A po sto lo rum ” 961

de los antiguos cánones eclesiásticos^11*), duciría(13); al gran E f r é n , cuyas ala­


apelaron de los Concilios de los Obispos banzas pregonan a una voz los Santos
al juicio suprem o de los Romanos P on­ Padres ortodoxos, desde B a s i l i o , C r i ­
tífices. ¿Y quién osará acusar a éstos s ó s t o m o y J e r ó n im o hasta F r a n c is c o
de no haber cum plido exactam ente el d e S a l e s y A l f o n s o d e L i g o r i o . Y cuán
m andato que Cristo les dio de confirm ar grato Nos es ju n tar N uestra voz a la de
a sus herm anos? Hicieron m ucho más, tales pregoneros de la verdad, pues,
pues por no faltar a esta obligación aunque tan diversos entre sí por razón
unos m archaron im pávidos al destierro, de su ingenio y tan separados por el
como L i b e r io , S i l v e r io y M a r t í n ; otros espacio y por el tiempo, form an un coro
defendieron con tal brío la causa de la tan arm onioso y unido que en él se
fe ortodoxa y la de los defensores de reconoce fácilmente “un solo y mismo
la mism a que apelaron al Pontífice Espíritu” que canta.
Romano, que llegaron a reivindicar la
3. San E frén y Jerónim o. El hecho,
mem oria hasta de aquellos que habían
Venerables Hermanos, de que a la En­
ya pagado a la m uerte su tributo. Sirve
de ejemplo I n o c e n c i o H12a), quien orde­ cíclica publicada con motivo del 15009
aniversario del nacimiento de S a n J e ­
nó a los Obispos de Oriente que rep u ­
r ó n im o siga tan de cerca esta otra,
sieran el nom bre de C r is ó s t o m o en los
dípticos litúrgicos donde se conm emo­ obedece a que no en todo coinciden
raban los nom bres de los Padres orto­ estas dos grandes lum breras. Es verdad
doxos durante la Misa. que J e r ó n im o y E f r é n tienen muchos
puntos de contacto: ambos fueron m on­
2. E n pru eb a de am or a los pueblos jes; ambos habitaron en Siria; ambos
O rientales que salen de la guerra, les brillaron por sus profundos estudios y
da como modelo y D octor a San E frén. conocimientos de la Sagrada E scritura;
Por lo que a Nos toca, llenos de am or ambos pudieron llam arse con razón
y solicitud p ara con los pueblos O rien­ “dos candelabros encendidos”(14) des­
tales, no menos que Nuestros Predece­ tinados por Dios el uno para ilum inar
sores, nos alegramos vivamente de que propiam ente las regiones de Oriente, el
algunos de ellos, apagada la terrible otro las de Occidente. Los escritos de
conflagración de la g u erra(12b\ no sólo uno y otro rezum an la m ism a bondad
hayan podido recobrar la libertad, sino y el mismo espíritu; de donde nace que
que tam bién hayan librado las cosas así como en los dos se destaca la misma
santas de caer en m anos de seglares. Y doctrina concorde e inm utable de los
como los vemos empeñados a cada uno Padres latinos y orientales, así tam bién
de ellos en ordenar la cosa pública con­ ambos son objeto com ún de la misma
forme a la índole de su nación o a las gloria y alabanza.
instituciones de sus mayores, creemos 4. B iografía de San E frén. Dos cele­
prestarles un servicio oportuno y m uy bérrim as ciudades de entonces, Nísibe y
acomodado a las circunstancias, ponien­ Edesa, se disputan la gloria de ser cuna
do ante sus ojos un esplendidísimo m o­ de E f r é n ; pero lo que se sabe con cer­
delo de santidad, de saber y de am or teza es que sus padres le criaron en
patrio, tanto p ara que lo imiten, como comunión con los m ártires de la últim a
para que m ás y más lo estimen y ve­ persecución por el contacto con su san-
neren. Acabamos de señalar a S a n gre(15), según la costum bre cristiana de
E f r é n Sirio, a quien G r e g o r io N i s e n o aquellos tiempos. La falta de bienes de
com para felizmente con el río Eufrates, fortuna quedaba largam ente com pen­
porque si “la multitud de los cristianos sada con el noble esplendor que les
gozara del beneficioso riego de sus daba “el haber confesado a Cristo ante
aguas, cien veces más frutos de fe” p ro ­ los jueces”í10).
(11) Sardic. can. 3, 4 y 5. (13) S. Greg. Nvs. Vita S. Ephrem. c. 1, n. 4.
(12a) Teodoro, lib. 5, c. 34. (14) Ver Apoc. 11, 4.
(12b) El Papa se refiere a la primera guerra (15) S. Greg. Nys., Vita S. Ephrem, c. 1, n. 4.
mundial que dio libertad del yugo musulmán a (16) S. Ephrem Confessio, n. 9.
algunos de los pueblos orientales.
E ncíclicas P o n tificia s 31
962 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 121. 4

Al llegar E f r é n a la adolescencia, fue se consagraron al estudio de los Divinos


algo flojo y perezoso, como él mismo lo Libros. De allí, en efecto, salieron aque­
lam enta en el opúsculo de sus confesio­ llos sapientísimos intérpretes de la Sa­
nes, en resistir a las pasiones que en esa grada E scritura llamados Z e n o b i o , M a -
edad se desatan en el alm a; era de inge­ r a b a y S a n I s a a c A m id e n s e , apellidado
nio indómito, propenso a la ira, penden­ el G r a n d e por la abundancia y p rofun­
ciero y m uy suelto de imaginación y de didad de sus obras^1718\ todos los cuales,
lengua. Acusado de un falso crim en y como consumados maestros, sacaron a
aherrojado en la cárcel, comenzó allí su vez aventajados discípulos en la m is­
a desengañarse del m undo y a despre­ m a ciencia sagrada. No es, pues, de ex­
ciar sus diversiones. Así fue que, ape­ trañ ar que desde aquel retiro se exten­
nas cum plida su condena, corrió a ves­ diese la fam a de la sabiduría y santi­
tir el hábito monástico, y en adelante dad de E f r é n , y acreciese en tal m anera
se dedicó a ejercicios piadosos y al estu­ que cuando éste, ansioso de conocer
dio de la Sagrada Escritura. Habiendo personalm ente a B a s il io el G r a n d e , lle­
llegado E f r é n a ganarse la estima de gó a Cesárea, sabedor B a s il io de su
S a n t i a g o , Obispo de Nísibe, uno de los llegada por divina inspiración, le reci­
318 Padres del C o n c il i o N i c e n o , ilus­ bió con la m ayor deferencia y sostuvo
tre fundador en su ciudad episcopal de con él dulcísimas conversaciones sobre
una celebérrim a escuela de exégesis, asuntos divinos(1S). Dícese que en aque­
comentó en ella E f r é n los Sagrados lla ocasión el mismo B a s il io ordenó de
Libros con tanto ingenio y constancia Diácono a E f r é n , imponiéndole las ma-
que superó cuanto de él esperaba su nos<19).
protector. De ahí que en breve llegara
a ser el m ejor intérprete de todos los No abandonaba E f r é n aquella sole­
de aquella escuela y m ereciera con ra ­ dad de Edesa, sino en ciertos días pre­
zón el nom bre de “Doctor de los Sirios” fijados para dirigir al pueblo aquellas
y ser tenido por tal. De allí a poco vibrantes alocuciones destinadas a de­
tiempo viose obligado a in terrum pir los fender la fe contra las herejías que por
estudios de las Sagradas Letras a causa entonces aparecían. Por su hum ildad y
de estar la ciudad am enazada por el baja estima de sí mismo jam ás se atre­
ejército Persa. P ara evitar la ruina de vió a ordenarse de sacerdote; mas en su
Nísibe, lanzóse E f r é n a la calle excitan­ oficio de Diácono fue perfecto im itador
do a sus conciudadanos a resistir con de S a n E s t e b a n . Dedicóse por lo tanto
todas sus fuerzas. Conjuróse por fin la sin interm isión a enseñar la Sagrada
torm enta merced a los ruegos del Obis­ E scritura y a predicar la divina pala­
po; mas cuando m urió se renovó el bra; a instruir en la litúrgica salmodia
peligro; la ciudad fue otra vez cercada, a las vírgenes consagradas a Dios; a
y el año 363 cayó en poder de los P er­ escribir diariam ente com entarios para
sas. En aquel trance prefirió E f r é n su­ explicar la Biblia y para ilustrar la fe;
frir el destierro a quedar esclavo de los a socorrer a sus conciudadanos, espe­
infieles y emigró a Edesa, donde la m a­ cialmente a los más pobres y desvali­
yor parte de su vida desempeñó ardoro­ dos; a perfeccionar en sí mismo de
samente el cargo de doctor eclesiás­ antem ano todo cuanto se proponía en­
tico. señar a los demás, de tal m anera que
llegó a ser aquella viva imagen de san­
La m odestísim a casa que habitó, si­ tidad que S a n I g n a c io T e ó f o r o propo­
tuada en una colina de los suburbios de ne a los levitas cuando los llam a sola­
Edesa, bien pronto vino a ser una es­ mente “Diáconos”, es decir “mandato
pecie de ilustre academia, que floreció de Cristo”(20\ y cuando afirm a que
extraordinariam ente por la gran cele­ ellos representan “el misterio de la fe
bridad eme adquirieron los que en ella en una conciencia pura”(21K
(17) Sozom., Hist. Eccles., T. ITT, c. 15. (19) Vit. S. Basil. Magni quae atrib. S. Amphi-
lochio.
(18) S. Greg. Nys., Vita S. Ephr. c. 4, n. 17. (20) S. Ignat. Epist. ad Thrall., n. 3.
(.21) I Tim., 3, 9.
121, 5 E n c íc l ic a “ P r in c ip i A po sto lo rum ” 963

¡Oh cuán grande y activa caridad tos y doctrina, y como buenos discípu­
m ostró p ara socorrer a sus herm anos los míos, no os apartéis de la fe cató­
en cierta gravísim a crisis de alimentos, lica. Sed sobre todo constantes en ella,
a pesar de hallarse él consumido por los y guardaos de vuestros enemigos, a sa­
trabajos y la edad! Ved cómo abandona ber, de los que cometen iniquidades, de
la m odesta m orada, donde tantos años los necios habladores, y de los seducto­
había llevado una vida más del cielo res. Y bendita sea Edesa, donde habi­
que de la tierra, p ara volar a Edesa, táis, puesto que es Madre y Ciudad de
donde con terribles palabras, que, al los Sabios”. Así acabó la vida de E frén;
decir de S an Gregorio N iseno, eran mas no pereció su memoria, antes bien
“como una llave fabricada por virtud perdura siempre bendecida en toda la
divina” C222
34) p ara abrir el corazón y las Iglesia Universal. Tanto es así que h a ­
arcas de los adinerados, fustiga a los biéndose comenzado, a poco de su
acaparadores de granos y les ruega con m uerte, a hacerse conm em oración de
energía que, al menos con lo que les él en la sagrada liturgia, pudo Grego­
sobra, socorran a sus herm anos indi­ rio N iseno afirm ar: “El esplendor de
gentes. Movidos aquéllos no tanto por la su vida y doctrina iluminó a todo el
necesidad de sus conciudadanos como orbe de la tierra, puesto que se halla
por la vehemencia del santo varón, le difundido casi por todas las regiones
entregan cuantiosas limosnas con las alumbradas por el sol”.
que E frén adquiere y prepara lechos
bajo los pórticos de Edesa p ara los que 5. Obras de San Efrén. No es Nues­
desfallecen de ham bre, repara las fu er­ tro propósito exponer en particular las
zas de los enferm os y aun rem edia a los num erosas obras que brotaron de su
peregrinos que de todas partes acuden plum a. “Se asegura que, bien contados,
a Edesa, en busca de alim entos(23\ Con llegan a 1.300.000 los versos que escri­
razón podría decirse de él que había bió” (24) £us escritos abarcan casi toda
sido el varón destinado por la Divina la gama de la ciencias eclesiásticas.
Providencia p ara la salvación de la p a­ Nos quedan, en efecto, com entarios de
tria. No volvió a su soledad hasta que, la Sagrada E scritura y de los misterios
transcurrido un año completo, vio ase­ de la fe, sermones sobre los deberes y
gurada gran abundancia de alimentos sobre la vida interior, trabajos sobre la
con la recolección de la nueva cosecha. sagrada liturgia, himnos para los días
Es digno de recordarse el testam ento festivos del Señor, de la Bienaventurada
que dejó para sus conciudadanos, en el Virgen María y de los Santos, para las
cual resplandece su fe y hum ildad, no solemnidades de rogativas y peniten­
menos que el singular am or que profe­ ciales, así como para las exequias. A
saba a su patria; “Me siento morir. Yo través de todos ellos se echa de ver su
os conjuro, ciudadanos de Edesa, con purísim a alma, que con razón puede lla­
respeto y reverencia, que no consintáis marse la antorcha evangélica “ardiente
en que mi cadáver sea depositado en la y brillante”(25> puesto que no sólo ilu­
casa de Dios ni debajo del altar, pues m ina la verdad, sino que tam bién hace
no conviene colocar en el templo y san­ que la amemos y sigamos. Y aun atesti­
tuario de Dios a un gusano, manantial gua S an Jerónimo, que en su tiempo
de podredumbre. Amortajadme con la solían leerse en público, en las funcio­
túnica y la capa que solía vestir a dia­ nes litúrgicas, los escritos de S an E frén
rio. Acompañadme con vuestros salmos al igual que los de los Santos Padres y
y oraciones, y dignaos ofrecer por esta Doctores ortodoxos; y al hablar de la
mi pequeñez frecuentes oblaciones. Ja­ traducción que se hizo en griego del
más E frén tuvo bolsa, ni cayado, ni original siríaco de las mismas obras,
zurrón, ni oro, ni plata; jamás llegué a afirm a de sí mismo que “a través de la
adquirir ninguna posesión sobre la tie­ traducción percibía la agudeza de tan
rra. Practicad con empeño mis precep­ sublime ingenio” (26)
(22) S. Greg. Nys., Vite S. Ephr. c. 6, n. 23. (25) Juan, 5, 35.
(23) Sozom., Hist. Ecles., . 3, c. 15.
1 (26) S. Hier. De scripl. eccles., c. 115.
(24) Sozom., Hist. Ecles., 1. 3, c. 15.
964 E n c íc l ic a s d e l P P . B e n e d ic t o X V (1920) 1 2 1 , 6-7

6. Supo aprovecharse del arte para


cuando aún era éste catecúmeno, y que,
el apostolado: la liturgia, la música y depurado por G r e g o r io el G r a n d e , ha!
cánticos. Gran renom bre, por cierto, llegado a tan grande perfección entre
alcanzó el Santo Diácono de Edesa por nosotros, ¿acaso no se debe de alguna
haber fundam entado tanto la predica­ m anera, según opinión de los críticos,1
ción de la divina palabra como la ins­ a S a n E f r é n , puesto que tuvo su origen
trucción de sus discípulos en las Sagra­ en la salmodia siríaca difundida por
das Letras, interpretadas según el sen­ nuestro Santo?
tido de la Iglesia; pero no es m enor la
gloria que se le debe como músico y 7. Autoridad de San Efrén. Se nos
poeta cristiano. T anta fue la pericia que presenta como Doctor y modelo. No
dem ostró en am bas bellas artes que m e­ debemos, pues, adm irarnos de que ten­
reció se le apellidara “Citara del Espí­ gan en m ucho los Padres de la Iglesia
ritu Santo”. De él tenemos que ap ren ­ la autoridad de S a n E f r é n . H ablando
der, Venerables H erm anos, qué arte he­ de los escritos del Santo se expresa asi
mos de em plear p ara instru ir al pueblo S a n G r e g o r io N i s e n o : “Pasando y re­
cristiano en las cosas santas. Porque al pasando todo el Antiguo y el Nuevo
verse E f r é n entre gentes de naturaleza Testamento, y entregándose con mayor
ardiente que fácilm ente se dejaban afán que ningún otro a la profunda me­
a rra stra r por la dulzura de la poesía y ditación de la Escritura, llegó a inter­
de la música, medios que desde el si- pretarla toda por completo con la ma­
464 glo II venían empleando arteram ente yor diligencia y exactitud. Así fué que
los herejes p ara propagar sus errores, con sus luminosos comentarios, en los
a ejemplo del joven D a v i d que m ató al que se echa de ver la inspiración del
gigante G o l ia t con las propias arm as Espíritu Santo, ilustró hasta lo más
de éste, opuso el arte al arte, y engala­ recóndito y abstruso, desde la misma
nando la doctrina católica con los ata­ creación del mundo hasta el último
víos de la poesía y de la m úsica trabajó libro de la gracia”(30). El C r is ó s t o m o ,
afanosam ente p ara enseñarla prim era­ a su vez, habla de “aquel gran Efrén>
mente a los niños y doncellas, para que acicate de los perezosos, consuelo de los
luego se fuera propagando poco a poco afligidos, disciplina de los jóvenes,
por el pueblo. De esta m anera no sólo maestro y director, espejo de los mon- 465
enseñó por completo la doctrina cató­ jes, guía de los penitentes, dardo y es­
lica a los fieles, fom entando y nutrien­ pada contra los herejes, cúmulo de vir­
do al mismo tiempo la piedad de los tudes y habitación y posada del Espí­
mismos con el espíritu de la sagrada ritu Santo”(S1K ¿Qué más podría de­
liturgia, sino que tam bién consiguió con cirse en honra y alabanza del Santo?
toda felicidad acabar con las herejías El, sin embargo, teníase por tan peque­
que se iban introduciendo. ño que se gozaba en llam arse vilísimo
P or testimonio de T e o d o r e t o (27) pecador y reputarse por el último de
consta cuánto ganaron en dignidad las todos.
ceremonias sagradas con estos incenti­ Pero Dios que “ensalza a los humil­
vos de las bellas artes introducidos en des”, colma de gloria al bienaventurado
la liturgia por S a n E f r é n . Porque, en E f r é n y nos lo propone como doctor
efecto, ¿de quién sino de él procede de celestial sabiduría y como dechado
aauella litúrgica salmodia con sus cán­ de las más exquisitas virtudes. Ejem plo
ticos y pompas, introducida más tarde verdaderam ente oportuno y singular, en
por C r is ó s t o m o en C onstantinopla(2:^ estas circunstancias, cuando recién aca­
y por A m b r o s io en M ilán(29), desde bada la terrible guerra se disponen a
donde se propagó por toda Italia? Y entrar en un nuevo orden las naciones,
aquel “Modo originario del Oriente” especialmente las de Oriente. Gran ta ­
que tanto conm ovía en Milán a A g u s t í n rea, por cierto, Venerables Hermanos,
(27) Teodoreto, 1. 4, c. 27. (3 0 ) S . G r c g . N v s ., Viln S. Evhrem.
(28) Sozom., Hist. Eclcs., 1. 3, c. 8. (31) S . Juan Chrys., Oral, de consumm. ssec.
(29) S. Aug. Confess., 1. 9, c. 7.
121, 7 E n c íc l ic a “ P r in c ip i A po sto lo rum ! 965

llena de responsabilidad, Nos incum be El Modelo de todos los religiosos.


tanto a Nos como a cada uno de vos­ Asimismo, aquellos que m ás h o n ra­
otros, y a todos los hom bres de bien, a dos deben sentirse con la gloria de
saber, el in stau rar en Cristo todo lo que E f r é n , sepan sostener debidamente el
de cultura y civilización hum anas haya peso de tanta grandeza. Nos referimos
podido salvarse, y el volver a conducir a la ilustre descendencia de aquel Insti­
a la descarriada sociedad hacia Dios y tuto monástico que nació en Oriente
hacia la santa Iglesia; hacia esta Iglesia con A n t o n i o y B a s il io y se propagó
Católica, la cual, m ientras se derru m ­ más tarde por medio de numerosos re­
ban las Instituciones y m ientras todo toños, a las tierras de Occidente, donde
lo hum ano, perturbado el orden civil, con diversos nom bres tanto bien ha
se debate en horrible caos, es la única m erecido de la com unidad cristiana.
que no vacila, la única que m ira con No dejen, pues, tales seguidores de la
confianza el porvenir; la única que ha perfección evangélica, de poner sus ojos
sido fundada inm ortal, porque se apoya en el anacoreta de Edesa y de im itar
en el oráculo de aquel que a S a n P e d r o sus ejemplos, porque tanto más prove­
dijo: “Sobre esta piedra edificaré mi choso para la Iglesia será un monje
Iglesia; y las puertas del infierno no cuanto m ejor m anifieste en sí mismo,
prevalecerán contra ella”(S2\ ante Dios y ante los hombres, lo que su
hábito significa, esto es, si, como decían
Modelo de los maestros de la verdad. los Padres de Oriente, fuere “hijo de
¡Ojalá que todos cuantos en la Igle­ sus votos”, y tam bién “ángel cuya vida
sia se dedican a instruir a los demás, toda es misericordia, paz y sacrificio de
sigan las huellas de S a n E f r é n y ap ren­ alabanza”, según la bella definición del
dan de él a difundir la doctrina de Cris­ bienaventurado N il o el J o v e n (36).
to con sum a diligencia! Tengan en
cuenta que la piedad de los fieles no Amor a la Patria terrenal y amor a
será durable ni provechosa, si no se la patria celestial. Finalm ente, Vene­
basa firm em ente en los preceptos y rables H erm anos, todos vuestros súb­
misterios de la fe. A prendan tam bién ditos, tanto clérigos como seglares, de­
del ejemplo de E f r é n los que están fa ­ ben aprender de S a n E f r é n que el
cultados p ara enseñar las ciencias sa­ am or a la patria terrena, al que estamos
gradas, a no torcer el sentido de la obligados por Nuestra m ism a profesión
Sagrada E scritura, acom odándolo a los de cristianos, jam ás debe separarse del
caprichos de su propio ingenio, y a no am or a la patria celestial, si bien es
apartarse ni un ápice al interpretarla cierto que nunca se le debe anteponer;
del sentido tradicional que le h a dado am or de aquella patria, que no es otra
la Iglesia; puesto que “ninguna profecía cosa sino el íntim o reinado de Dios en
de la Escritura se declara por interpre­ las almas santas, iniciado aquí y per-
tación privada. Porque no traen su ori­ fectísim am ente completado en el cielo.
gen las profecías de la voluntad de los La santa Iglesia católica nos ofrece, por
hombres: sino que los varones santos cierto, m ísticam ente una m uestra de
de Dios hablaron siendo inspirados del ello, al acoger en el regazo de un común
Espíritu Santo”(323334\ Pues aquel E spíritu Padre y Pastor a todos los hijos de
que habló a los hom bres por boca de Dios, como una sola familia, sin aten­
los profetas es el mismo que a los Após­ der a diferencia alguna de idioma o
toles “les abrió el entendimiento para de nación.
que entendiesen las Escrituras”(34> y el Vida interior, sacramentos, Eucaris­
que constituyó a la Iglesia pregonera, tía y cielo. Ensénanos tam bién nuestro
intérprete y depositaría de la revela­ Santo a buscar las fuentes de la vida
ción, p ara que fuese, en efecto, “colum­ interior allá donde Cristo las puso, es
na y fundamento de la verdad” (35) decir, en los sacramentos, en la obser-
(32) Mat. 16, 18. (35) I Tim. 3, 15.
(33) II Petr. 1, 20-21. (36) S. fíarlol. Crypt. Ab. in Vita S. Nili Iunio-
(34) Luc. 24, 45. ris.
í) 6 6 E n c íc l ic a s del PP. B e n e d ic t o XV (1920) 1 2 1 ,7

vancia de los preceptos evangélicos y cha alguna” . Nunca, por cierto, v i­


en los varios ejercicios de piedad que braban las cuerdas de esta “ cítara del
nos proporciona la liturgia y la auto­ Espíritu Santo” con m avor suavidad y
ridad de la Iglesia nos propone. Y en dulzura, que cuando se proponían can­
esta m ateria queremos, Venerables H er­ tar las alabanzas de María celebrando
manos, daros a gustar algo de lo que ora su integérrima virginidad, ora su
nuestro Santo escribió sobre el Sacrifi­ divina maternidad, ora su m isericordio­
cio del Altar: “El sacerdote, dice, con sus so patrocinio para con los hombres.
manos pone a Cristo sobre el ara para
que se convierta en alimento. Habla al Reconocim iento del P rim ado de P e­
Padre como a un sirviente, diciéndole: dro. No m enor ardor, cuando desde la
Dame tu Espíritu Santo; haz que ven­ rem ota Edesa tiende su vista hacia Ro­
ga y se pose sobre este altar y santifique ma, para ensalzar el Prim ado de P edro :
el pan aquí depositado para que se con­ “Dios os guarde, reyes santos, Apósto­
vierta en el Cuerpo de tu Unigénito. les de Cristo”, canta dirigiéndose al
Nárrale la pasión y muerte, y le deta­ coro de los Apóstoles: “Dios os guarde,
lla los golpes n heridas, sin que la Divi­ luz del mundo... La antorcha Cristo, el
nidad se avergüence de las heridas de candelabro Pedro y el aceite el don del
su Hijo primogénito. Dícele al Padre Espíritu Santo. Salve, oh Pedro, puerta
invisible: Ahí le tienes pendiente de la de los pecadores, lengua de los discípu­
cruz; ése es tu Hijo; mira sus vestidos los, voz de los predicadores, ojo de los
salpicados de sangre y su costado atra­ apóstoles, guardián del cielo, primogé­
vesado por una lanza. Sigue recordán­ nito de los claveros”(40). Y en otro lu­
dole la pasión y muerte de su Amado, gar: “¡Oh Pedro bieaventurad o, cabe­
como si de ello el Padre se hubiera za y lengua del cuerpo de tus hermanos,
olvidado, y al oírle el Padre, escucha de aquel cuervo, digo, por los discípu­
sus ruegos” (37). En cuanto a lo que en los compuesto, cuerpo cuyos dos ojos
verso escribió sobre el estado y condi­ son los dos hijos del Zebedeo. Bienaven­
ción de los justos que m urieron en el turados éstos que al contemplar el trono
Señor, de tal m anera está conform e con del Maestro, pidieron para sí otros tro­
la constante doctrina de la Iglesia, defi­ nos. Mas ya se escucha la voz revela­
nida más tarde en el Concilio Florenti­ dora del Padre favorable a Pedro. Sólo
no, que no se puede decir más ni m ejor: éste logra ser roca inconmovible”(él).
“No bien ha muerto, el Señor lo arreba­ Escuchad ahora otro him no en el que
ta, al reino de los cielos y de un vuelo lo pintó a Cristo hablando así con su p ri­
traspasa. El alma del difunto en el cielo mer Vicario en la tierra: “Oh discípulo
es recibida y en la corona de Cristo cuál mío, Simón, yo te puse por fundamento
gema engastada brilla. Ya está viviendo de la Santa Iglesia, después de haberte
el finado en compañía de Dios y de los llamado piedra, para aue sostuvieras mi
Bienaventurados”^ 839). edificio entero. Tú eres inspector de
aquellos que en la tierra están constru­
Su gran am or a la Santísim a Virgen. yéndome la Iglesia. Si auisieran edificar
¿Y qué lengua podrá suficientemente algo malo, mira aue te he puesto como
explicar la devoción de Nuestro Santo fundamento, oblígales a desistir. Tú
p ara con la Virgen, Madre de Dios?'“Tu, eres el manantial de las anuas de mi
Señor y la que te engendró” — cantan doctrina, tú eres el jefe de mis discí­
ciertos versos del de Nísibe— , “ sois los pulos; por tu medio daré de beber a
únicos que por donde quiera que se os todas las gentes. Tuya es la vivificadora
mire ostentáis perfecta hermosura; suavidad que yo derramo. Te elegí para
pues, si en ti, Señor mío, no hay de­ instituirte primogénito y heredero de
fecto, tampoco en tu Madre existe man­ mis tesoros. Te di las llaves de mi reino,
(37) Cf. Rahmani. 1 Fas ti clclla Chiesa Patriar- (40) S. Eplirem. Encom. in Petrum et Paulum.
cale Antiochena, 8-9. (41) Cf. Rahmani, Hgmni S. Ephrem. De virgi-
(38) Carm. Nisib. c. 6, pp. 24-28. nitate, p. 45.
(39) Carm. Nisib., n. 27.
121, 8 E n c íc l ic a “ P r in c ip i A po sto lo rum ” 967

y te nombro y constituyo príncipe y M aronitas y Griegos, todos los cuales


administrador supremo de todas mis tradujeron bien pronto a sus propios
riquezas”(42\ idiomas los escritos del Santo, y gusta­
ban de leerlos con avidez, tanto en p ar­
8. Motivos de esta designación: ticular en sus casas, como en las con­
unión
con los O rientales. Al m editar todo curridas funciones religiosas, de tal
esto en Nuestro corazón, suplicábamos m anera que aun hoy día se suelen en­
con lágrim as en los ojos al benignísimo contrar sus versos entre los Eslavos,
Dios que se dignara conducir a los Coptos, Etíopes y hasta entre los Jaco-
Orientales — a quienes una separación bitas y Nestorianos. Tam bién dimos
demasiado larga tiene desgraciadam ente im portancia al hecho de haber estado
alejados de esta Sede de P edro contra un tiempo en gran veneración este San­
la doctrina recién recordada de sus an ti­ to en la Iglesia Romana. Pues además
guos Padres— al seno am oroso de la de que ésta desde m ucho tiempo atrás
Iglesia Rom ana, la cual, según el testi­ conm em ora a S an E frén en el m artiro­
monio de S an I reneo, quien aprendió logio en las Calendas de Febrero, y
de su Maestro P olicarpo la doctrina además de haberse edificado un templo
que éste recogió de labios del Apóstol en el m onte Viminal de esta Ciudad
S an Juan , con la cual, decimos, (spor Madre a fines del siglo 16, en honor de
su indisputable principalidad, es de ri­ la Santísim a Virgen y de S an E frén,
gor que convengan todas las demás Igle­ con especial elogio de la doctrina y
sias, esto es, todos los fieles donde santidad de éste, es bien conocido u m ­
469 quiera que estén” Mientras así o rá­ versalm ente el hecho de que Nuestros
bamos recibimos cartas de los venera­ Predecesores Gregorio XIII y B ene­
bles H erm anos I gnacio E frén II R ah - dicto XIV, quienes por varios motivos
mano , P atriarca Antioqueno de la Siria, m erecieron bien de los católicos del
E lías P edro H uayek, P atriarca Antio­ Oriente, procuraron que prim ero Vosio
queno de los M aronitas y J osé E mma- y después A sémano, con la m ayor dili­
nuel T omás, P atriarca Babilónico de gencia entonces posible, recogiesen las
los Caldeos, quienes con razones de obras de S an E frén y las editasen y
gran peso encarecidam ente Nos roga­ difundiesen para ilustración de la fe
ban que tuviéram os a bien conceder y católica y alimento de la piedad de los
confirm ar con N uestra A utoridad Apos­ fieles. Mas, si fijam os Nuestra atención
tólica el título y honores de Doctor de en sucesos más recientes veremos que 470
la Iglesia Universal a S an E frén S irio , Nuestro Predecesor Pío X de santa m e­
Diácono de Edesa. A estas súplicas su­ moria, el año 1909, aprobó la Misa y
m áronse tam bién otras varias solicitu­ Oficio propio en honor del Santo Diá­
des de Cardenales, Obispos, Abades y cono de Edesa, sacados en gran parte
Generales de Congregaciones religiosas de la liturgia siríaca, y concediólos a
de la Santa Iglesia Romana, tanto del los m onjes Benedictinos del Priorato
rito latino como del griego. Así pues, Hierosolim itano de S an B enito y S an
Nos decidimos a considerar detenida­ E frén. Atendidas todas estas razones,
m ente un asunto que tan bien decía con a fin de añadir un algo que parecía
Nuestros deseos. Teníam os bien presen­ faltar a la gloria del gran anacoreta, y
te que el bienaventurado E frén había al mismo tiempo para hacer llegar a
sido siempre tenido por los Padres los pueblos cristianos del Oriente el
Orientales ya m encionados como Maes­ apostólico celo con que m iram os por
tro de la verdad y piadosísimo Doctor su honor y por su bien, encargamos,
de la Iglesia católica; no ignorábam os por medio de nuevo y público docu­
que ya desde el principio cobró nues­ m ento a la Sagrada Congregación de
tro Santo grandísim a fam a y autoridad Ritos, el asunto de que trataban las
no sólo entre los Sirios, sino tam bién cartas poco ha m encionadas, cum plien­
entre sus aledaños, Caldeos, Armenios, do así lo prescrito por los cánones y
(42) Lamy, S. Ephr. Iíjjmn. et Serm., vol. I, (43) S. Iren. Adv. haeres., lib. 3, c. 3.
pr. 411.
968 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 121, 9

por la vigente disciplina eclesiástica. Nuestro. Sirva tam bién este caso a los
Todo sucedió tan felizmente que los católicos orientales de nuevo argum en­
Cardenales de dicha Sagrada Congrega­ to que les pruebe el singular afecto y
ción, por medio de su Prefecto, Nues­ atención que los Romanos Pontífices
tro Venerable H erm ano A n t o n i o V i c o ,
tienen para con aquellas Iglesias disi­
Cardenal de la Santa Iglesia Romana, dentes, cuyas legítimas costumbres li­
Obispo Portuense y de Santa Rufina, túrgicas y reglas canónicas, al igual que
Nos m anifestaron que ellos tam bién Nuestros Predecesores, queremos que
deseaban y Nos pedían ardientem ente se conserven siempre íntegras e incó­
lo mismo que en las solicitudes p re­ lumes. ¡Ojalá que con la gracia de Dios
sentadas habían dem andado todos los y el auspicio de S a n E f r é n desaparez­
demás. can de una vez las barreras que tienen
separada, oh dolor, a una parte tan
9. Concesión solem ne de su fiesta notable e ilustre de la cristiana grey,
universal y del título de D octor. P or de aquella m ística piedad sobre la cual
lo tanto, después de invocar al E spíritu edificó Cristo su Iglesia! ¡Ojalá alboree
Santo, en uso de N uestra suprem a auto­ cuanto antes aquel felicísimo día en que
ridad, conferim os y ratificam os a S a n “como aguijones y como clavos hinca­
E f r é n Sirio, Diácono de Edesa, el título dos profundamente99 se incrusten en las
y honores de Doctor de la Iglesia Uni­ almas de todos aquellas palabras de la
versal, y decretam os que el día de su verdad evangélica que nos “ha dado el
fiesta, que es el 18 de junio, se celebre único Pastor, mediante la enseñanza de
en todas partes de la m ism a m anera los maestros!"<44).
que se celebra el día de la fiesta de los E ntre tanto, Venerables Hermanos,
demás Doctores de la Iglesia Católica. tanto a vosotros como a todo vuestro
P or lo cual, Venerables Hermanos, clero y pueblo, como auspicio de la
Nos alegramos por una parte de haber celestial recom pensa y como prueba de
con Nuestra m ano añadido nueva hon­ Nuestra benevolencia paternal, os im ­
ra y gloria al Santo Doctor, m ientras partim os con el m ayor afecto la ben­
que, por otra, confiam os que éste soco­ dición apostólica.
rra a la universal fam ilia de todos los Dado en Roma, cabe San Pedro, a
fieles cristianos en tan difíciles y peno­ 5 de octubre del año 1920, séptimo de
sas circunstancias actuales, interponien­ Nuestro Pontificado.
do sus ardientes ruegos ante la divina
clemencia, como Patrono y Abogado BENEDICTO PAPA XV.
(44) Eclesiastés 12, 11.
■ :X 22

CARTA ENCICLICA “ANNUS IAM PLENUS”W


(l-XII-1920)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZORISPOS, OBISPOS Y DEMAS


ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA

SOBRE LA AYUDA QUE NUEVAMENTE SE HA DE PRESTAR A LOS NIÑOS


MAS NECESITADOS A CAUSA DE LA GUERRA

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. £1 resultado del llamado a la ca­ podemos menos de trib u tar un público


ridad hecho en la anterior Navidad. aplauso a la Sociedad “Save the Chil-
553 Un año completo ha transcurrido desde dren F u n d ” (1>, la cual se dedicó con el
que, recién term inada la guerra, dirigi­ m ayor afán y diligencia a recoger di­
mos un llam am iento a todos los cristia­ nero, vestidos y alimentos.
nos, p ara que, en vísperas de la Pascua
de Navidad, se m ovieran a compasión, 2. Las condiciones presentes no son
a la vista de los pobrecitos niños de la mejores. Mas tan grandes son la po­
E uropa Central, quienes tan horrible­ breza y la escasez de todo producidas
m ente sufrían de ham bre y de m iseria, por la guerra, que la ayuda prestada no
que consumidos de debilidad acababan ha podido quizás llegar a todos los lu ­
por perecer. Y a la verdad, Nuestro co­ gares donde hacía falta, y aun allí don­
razón se inundó de extraordinario con­ de ha llegado no ha bastado ni con
suelo al ver que no habían caído en el mucho a rem ediar todas las necesida­
vacío Nuestros ruegos inspirados en des. Hemos de añadir que en el año que
aquella caridad universal que se extien­ acaba de pasar desde la publicación de
de a cuantos en sí llevan la imagen de la últim a Encíclica que os enviamos,
Dios, sin distinción de nacionalidades Venerables Hermanos, sobre este asun­
ni de razas; consuelo del que tam ­ to, no se ha aum entado gran cosa la
bién, Venerables H erm anos, participas­ fortuna de la m ayor parte de esas re ­
teis vosotros, los que en tan benéfica giones, en las cuales Nos consta, por el
em presa Nos ayudasteis con entusiasmo contrario, que el pueblo y en especial
de m anera tan eficaz. Porque, en efecto, los niños, sufren cada vez más por la
de todas partes, como a porfía, com en­ extrem ada escasez de todo. Y como si
zaron a llegar grandes sumas de dinero, esto fuera poco, en algunos países ha
p ara que con él pudiera el Padre com ún vuelto a encenderse la guerra con su
de los fieles rem ediar las necesidades y necesaria secuela de daños y calam ida­
secar las lágrim as de tantos niños ino­ des de todo género; en otros, donde,
centes. Nunca dejarem os de alabar por desquiciado el orden público, se han
ello la benignidad de Dios que se com ­ cometido enormes y vergonzosas m a­
plació en distribuir por Nuestras manos tanzas, innum erables fam ilias han que­
entre los más abandonados pequeñuelos dado en la miseria, las esposas sin es­
los grandes recursos de la beneficencia posos y los hijos sin padres. Tampoco
5>4 cristiana. Y al llegar a este punto no escasean las regiones donde tan difícil
(*) A. A. S. 12 (1920) págs. 553-556. (1) Fondo “Salvad a los niños” .
— 969 —
970 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1920) 122. 3

es el avituallam iento y tan ta la escasez pasar felices las tradicionales fiestas.


de granos que el pueblo se halla some­ ¿Y cómo podríam os im aginarnos que
tido todavía a las mismas angustias que sean tan ruines de espíritu que ni si­
sufría durante el pavoroso conflicto. quiera se determ inen a enviarnos una
pequeña parte de su peculio, para ayu­
3. Repite el llam ado, especialm ente dar con él a restablecer las fuerzas y
a los niños. Movido, pues, u na vez más, salud de los niños desvalidos? ¡Oh qué
por la responsabilidad de la paternidad contento y felicidad se proporcionarían
universal que sobre Nos pesa, y tom an­ a sí mismos, si realm ente lograran que
do en Nuestros labios aquellas palabras aquellos herm anitos suyos privados de
del Divino Maestro: “Me da compasión todo auxilio y bienestar pasasen las
esta multitud de gentes porque... no tie­ próxim as Pascuas con m ayor desahogo
nen qué comer” al aproxim arse el y alegría! Pues así como el Niño Jesús,
día del Nacimiento de Cristo, no pode­ en aquella feliz noche de su nacimiento,
mos menos de lanzar de nuevo un fu er­ retribuyó a los pastores que le presen­
te llam am iento a todos los cristianos, taron rústicos dones para rem ediar la
para que Nos den algo con qué aliviar pobreza en que nacía, colmándolos de
la suerte de tantos niños necesitados y felicidad con su encantadora sonrisa y
enfermos, cualesquiera que éstos sean. sobre todo ilum inándolos con la luz
Mas, para que lo hagan con m ayor la r­ de la fe, así tam bién prem iará con ce­
gueza, apelam os a todos aquellos que lestiales bendiciones y gracias a todos
tengan entrañas de piedad y m isericor­ los niños que por am or de El contribu­
dia, y con especial interés Nos dirigimos yan a aliviar la m iseria y el dolor de
a los niños de las ciudades donde reina sus herm anos pequeñuelos, la m ayor
la abundancia, los cuales podrán con obra que pueden realizar y el más grato
m ayor facilidad socorrer a sus herm a- don que le pueden ofrecer en estas P as­
nitos en Cristo. ¿No consideran acaso cuas. Por eso con toda el alm a exhorta­
como suya propia la fiesta del Naci­ mos a los padres cristianos, a quienes el
miento del Niño Jesús? ¿No están vien­ Padre celestial impuso el gravísimo de­
do quizás con la im aginación cómo los ber de inform ar a sus hijos en la cari­
abandonados niños de rem otas regiones dad y demás virtudes, a que aprovechen
les tienden las m anos suplicantes, m ien­ esta fausta ocasión para excitar y fo­
tras les m uestran con la m irada la cuna m entar en las tierneeitas almas de sus
donde tirita y llora de frío el Divino peaueñuelos, sentimientos de hum ani­
Infante? ¿Y no es por ventura ese Di­ dad y de piadosa conmiseración. Y aquí
vino Niño el herm anito m ayor de to­ Nos place presentar un ejemplo digno
dos? “El cual siendo rico se hizo po­ de imitarse. Recordamos, en efecto, que
bre”, y desde su pesebre, como desde el año pasado numerosos niños de no­
cátedra de celestial sabiduría, callada­ bles fam ilias rom anas, se presentaron
mente nos enseña, no sólo cuánto he­ ante Nos, trayéndonos el óbolo que por
mos de estim ar la caridad fraterna, sino iniciativa de sus padres habían reunido
tam bién cuán necesario es despegar a entre ellos mismos a costa de no pocos
los hombres, ya desde la prim era in­ sacrificios y privaciones.
fancia, del desordenado afecto a los
bienes de la tierra, e inducirlos a com ­ C aridad especialm ente grata al Niño
p artir dichos bienes con los pobres, Jesús. Hemos dicho que esta obra de
tanto más próxim os a Cristo cuanto caridad y beneficencia será sumamente
más semejantes a El. grata para el Niño Jesús. Y a la verdad
No han de faltar por cierto a los ¿por qué “Belén” significa “Casa de
niños de países ricos alim entos y vesti­ Pan”, sino porque allí había de nacer
dos p ara sus com pañeros desvalidos, Cristo, quien, preocupándose de nuestra
especialmente en las próxim as Pascuas debilidad, no sólo quiso dársenos en
de Navidad, cuando tantos regalitos y alimento de nuestras almas, sino que
aguinaldos reciben de sus padres para 2 tam bién nos enseñó a pedir diariam ente
(2) Marc. 8, 2.
122, 4 E n c íc l ic a “Annus ia m plenus” 971

a su P adre celestial el alim ento espiri­ ahora indique cada uno de vosotros en
tual y el corporal con estas palabras: su diócesis que el día veintiocho de este
“El pan nuestro de cada día dánosle mes, consagrado a los Santos Inocentes,
hoy?”(3\ ¡Oh, cómo se dilataría Nues­ o, si se prefiere, el prim er día festivo
tro corazón si supiéram os de cierto que siguiente, se ha de realizar una colecta
durante estas Pascuas de Navidad no para sustentar a los niños más necesita­
ha de haber casa alguna privada de dos a causa de la guerra, e incite sobre
alegría y de solaz, ni un solo niño cuyo todo a los niños a cooperar con su li­
corazoncito sufra por ver sufrir a su mosna. Procurad después con toda dili­
madre, ni una sola m adre que contem ­ gencia rem itir el dinero así recaudado
ple con ojos cuajados de lágrim as de bien a Nos mismo, o bien a la Sociedad
dolor a sus hijitos. “Saue the Children Fund”, ya mencio­
nada. Por lo que a Nos toca, para m o­
4. E xhortación del P ap a a Obispos ver a todos los fieles no sólo con meras
y fieles. Su óbolo personal. Así, pues, exhortaciones verbales, sino tam bién
Venerables Herm anos, lo mismo que el con Nuestro ejemplo, destinamos para
año pasado, ponemos esta obra, para esta santísim a obra de caridad la suma
que la llevéis a cabo, en vuestras m a­ de cien mil liras.
nos, especialmente en las de aquellos
de vosotros que viven en países donde Bendición Apostólica. E ntre tanto,
reina m ayor paz y abundancia. Y como Venerables Hermanos, tanto a vosotros
sabemos cuán com penetrados debéis es­ como a todo vuestro clero y pueblo,
ta r con aquellas palabras de Cristo como auspicio de la celestial recom pen­
Nuestro Señor: “Quien recibe a uno de sa y en prueba de Nuestra benevolen­
esos pequeñuelos en mi nombre a mí cia paternal, os im partim os con el m a­
me recibe” os rogamos que nada yor afecto la bendición apostólica.
dejéis por hacer p ara que la liberalidad Dado en Roma, cabe San Pedro, el
y m unificencia de los fieles, que tenéis día 1? de diciembre del año 1920, sépti­
bajo vuestra jurisdicción, responda a la mo de Nuestro Pontificado.
m agnitud de las necesidades. P or lo ta n ­
to, es N uestra voluntad que ya desde BENEDICTO PAPA XV.
(3) Luc. 11, 3. (4) Mat. 18, 5.
ENCICLICA “SACRA PROPEDIEM”(*>
(6-1-1921)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS


ORDINARIOS, EN PAZ Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA

CON OCASION DEL SEPTIMO CENTENARIO DE LA FUNDACION DE LA


TERCERA ORDEN FRANCISCANA

BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Motivo de la Encíclica: 7- cente­ que tan m aravillosam ente responde a


nario de la fundación de la Tercera las necesidades de la sociedad actual— ,
33 Orden Franciscana. O portunísim o Nos o a que en ella cuidadosam ente perse­
parece celebrar con grandes tiestas reli­ veren.
giosas el próxim o siete veces secular
aniversario de la fundación de la T er­ 2. Verdadero espíritu de San Fran­
cera Orden de Penitencia. A determ i­ cisco. Ante todo, fije cada cual sus
narnos a realizarlas con la recom enda­ ojos en los verdaderos rasgos del espí­
ción de N uestra autoridad apostólica ritu de S a n F r a n c i s c o ; pues el hombre
delante de todo el orbe católico, han de Asís que nos pintan algunos en nues­
contribuido en prim er lugar la bien co­ tros días, pergeñado en el estudio “de
nocida utilidad que de ello ha de pro­ los modernistas”, como poco afecto a
venir a todo el pueblo cristiano, y ade­ esta cátedra apostólica, y como dechado
más motivos particulares que personal­ de cierta vana y etérea religiosidad, ése
m ente Nos atañen. En efecto, cuando en tal no puede llam arse F r a n c i s c o , ni
el año 1882, todo el m undo de los bue­ Santo. Ahora bien, a tan excelsos e in­
nos ardía en fervoroso entusiasm o hacia m ortales méritos de F r a n c is c o en pro
el S a n t o d e A s ís , con motivo de la ce­ de la religión, — por los que mereció
lebración del séptimo centenario de su con razón ser llamado “sostén dado por
natalicio, recordam os con fruición, que Dios a la Santa Iglesia”, en aquellos
tam bién Nos Quisimos contarnos entre peligrosísimos tiempos— se añadió a
los alum nos del gran Patriarca, y reci­ m anera de cúmulo esta Tercera Orden,
bimos el santo hábito de los Terciarios que es la m ejor dem ostración de la
en el célebre tem plo de “María in Capi­ grandeza y fuerza de aquel fervoroso
t o l i o ' a cargo de los M inoritas. Y ahora ardor que im pulsaba a F r a n c is c o a
míe por la divina voluntad ocupamos la propagar por todas partes la gloria de
cátedra del Príncipe de los Apóstoles, Jesucristo.
aprovecham os con el m ayor placer la
ocasión que se nos ofrece, — satisfa­ Finalidad de la fundación. Y efecti­
ciendo así al mismo tiempo la devoción vamente, al considerar detenidamente
34 que tenemos a S a n F r a n c is c o — para los males que por entonces afligían a
exhortar a cuantos hijos de la Iglesia la Iglesia de Dios, em prendió F r a n c i s ­
andan diseminados por todo el mundo, c o con increíble empeño la tarea de
a que abracen con fervor la Tercera reajustarlo todo a la ley cristiana. P ara
Orden del santísim o Varón, — instituto ello fundó dos familias —una de her­
(*) A. a. S. 13 (1921) págs. 33-41.

— 972 —
123, 3-4 E n c íc l ic a “ Sacra p r o p e d ie m ” 973

manos, de herm anas otra— , cuyos aprobó la Regla de los Terciarios, como
miembros, ligados por votos solemnes, nadie lo ignora.
se com prom etían a seguir la hum ildad
de la cruz; y como no pudiese recibir 3. E spíritu de la T ercera O rden y
en el claustro a la inm ensa m ultitud reform a de León X III. Pero no es
que de todas partes a él acudía, ávida Nuestro propósito, Venerables H erm a­
de someterse a su disciplina, determ inó nos, insistir en lo que venimos dicien­
dar lugar p ara adquirir la perfección do: lo que Nos interesa sobre todo es
cristiana, aún a aquellos que vivían en hacer resaltar el ingenio y el espíritu
medio de los negocios de la vida secu­ propio de este instituto, del cual, —co­
lar. Con esto instituyó otra verdadera mo antaño— se prom ete la Iglesia gran­
Orden llam ada de los Terciarios, cuyos des utilidades para el pueblo cristiano
miembros no se ligaban ciertam ente con en estos tiempos tan enemigos de la
votos religiosos como los de las dos p ri­ virtud y de las creencias. Y a la verdad,
meras, pero si participaban de la m is­ Nuestro Predecesor L e ó n XIII de feliz
ma sencillez y del mismo espíritu de mem oria, profundo conocedor de los
penitencia. problem as y circunstancias de su época,
a fin de m ejor acom odar la disciplina
Loa de la obra y C ooperadores. Así, de los Terciarios a los diversos estados
pues, F r a n c is c o fue el prim ero que, de cada individuo, en la Constitución
con el auxilio de Dios, vino a idear y “Misericors Dei Filius” del año 1883
realizar con toda felicidad lo que n in ­ adaptó con sum a prudencia las leyes y
gún otro de los fundadores de Ordenes reglas de la Tercera Orden “a las pre­
regulares se había atrevido nunca a sentes circunstancias de la sociedad”
soñar, a saber, hacer que la vida reli­ mediante el cambio de aquellas reglas
giosa fuese vida común. H azaña de la “de menor importancia que parecen
que escribió T o m á s C e l a n e n s e con fra ­ poco acomodadas a las costumbres mo­
se lapidaria: “Sublime artista aquel por dernas”. “Y no se piense, dice, que con
cuyo espíritu, regla y doctrina, con cá- esto se ha mermado nada a la natura­
5 lido aplauso, se renueva la Iglesia de leza de la Orden, la cual es Nuestra
Cristo en uno y otro sexo y marcha voluntad que permanezca íntegra y sin
triunfante el triple ejército de los ele­ mudanza”. Por tanto, cualquier cambio
gidos”^ . De este testim onio de un va­ llevado a cabo en esta m ateria es p u ra ­
rón coetáneo y de tanta autoridad, por m ente extrínseco y no afecta ni a su
no aducir otros, fácilm ente se colige espíritu, ni a su naturaleza, que conti­
cuán profunda y extensa conmoción núa siendo tal cual su santísimo autor
produjo F r a n c is c o en los pueblos con quiso que fuera. Y a la verdad, m uchí­
su instituto, y cuán grande y saludable simo, a Nuestro parecer, habría de con­
renovación de costum bres provocó en tribuir a la enm ienda de las costumbres
ellos. Y así como no cabe dudar de que tanto privadas como públicas el espí­
F r a n c is c o fue el Autor de la Tercera ritu de la Tercera Orden, em papado co­
Orden, lo mismo que de la P rim era y mo está en la sabiduría evangélica, si
Segunda, así tam poco se puede negar de nuevo se reprodujera y m ultiplicara,
que fue él mismo su sapientísim o legis­ tal como cuando F r a n c is c o con obras
lador. En esto le prestó gran ayuda, y palabras predicaba el reino de Dios.
según referencias, el C a r d e n a l U g o l i -
n o , aquel que más tarde ilustró esta 4. Fom ento de C aridad F ra te rn a ,
sede apostólica con el nom bre de G r e ­ paz y concordia entre individuos y n a ­
g o r io IX; aquel que, como de íntim o ciones. Así, pues, lo que m ás quiere el
amigo, se sirvió de él m ientras vivió, y santo F undador que resplandezca en
Que más tarde construyó sobre la sepul­ sus Terciarios como algo extraordina­
tu ra del Santo un soberbio y herm osí­ rio, es la caridad fraterna que asegure
simo templo. Sin embargo, fue Nuestro a toda costa la paz y concordia. Porque
Predecesor el P apa N ic o l á s IV el que 1 com prendiendo que éste era el precepto
(1) I Ccl. 15, 40.
974 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 1 2 3 .5

propio de J e s u c r is t o , en el cual se con­ rán de insospechada y m aravillosa m a­


tenía toda la ley, procuró con el m ayor nera a la pacificación y concordia de
empeño conform ar con él el espíritu de los ánimos, si creciere en todas partes
los suyos. Con esto consiguió al mismo su núm ero y fervor. De desear es, por
tiempo que su T ercera Orden resultara tanto, que no haya ciudad alguna ni
sum am ente útil y saludable para la so­ pueblo ni aldea que no cuente con nu­
ciedad. Así fue que, no pudiendo con­ merosos Hermanos, no de aquellos pe­
tener en la estrechez de su pecho los rezosos que se contentan con el solo
ardores seráficos que le abrasaban en nom bre de Terciarios, sino activos y
am or hacia Dios y hacia los hombres, acuciados por el afán de la propia y
se vio obligado a incendiar con ellos a de la ajena salvación. ¿Y por qué no
cuantos podía. Comenzó, pues, por co­ se habrían de unir a esta Tercera Orden
rregir la vida privada y fam iliar de sus todas las varias y múltiples asociaciones
com pañeros, y por adornarlos después ya de jóvenes, ya de obreros, ya de m u­
de virtudes, como si esto fuera el único jeres, que en todas partes bajo el pa­
ideal; pero no se detuvo aquí, sino que bellón católico florecen, y así unidas e
se sirvió de la enm ienda de cada uno inflam adas por los mismos ideales de
de éstos, como de instrum ento, para paz y am or no habrían de esforzarse y
excitar y prom over el deseo de la sabi­ luchar por la gloria de Cristo y por el
duría cristiana entre los hom bres, a fin provecho de la Iglesia?
de ganarlos a todos p ara J e s u c r is t o .
Es de notar que aquella idea que tenía La paz de Cristo. Porque, a la ver­
F r a n c is c o de crue sus herm anos Tercia­
dad, lo que busca el género hum ano no
rios, en aquellos tiempos de grandes dis­ es una paz elaborada por la que acon­
cordias y revoluciones civiles, se m os­ seja la terrenal prudencia, sino la paz
trasen pregoneros y propagadores de la que Cristo trajo al mundo, de la que
paz, es la m ism a que tuvimos Nos cuan­ decía: “La paz mía os doy; no os la doy
do casi todo el orbe ardía poco ha en yo como os la da el mundo”W ; puesto
las horribles llam aradas de la guerra; que todo equilibrio tanto entre las n a­
y la m ism a que todavía seguimos te­ ciones como entre las clases sociales,
niendo, cuando aun no se h an extingui­ ideado por los hombres, no puede durar
do del todo los incendios, y hum ean mucho, ni tener fuerza de verdadera
acá y allá, y se avivan en determ inados paz, m ientras no se funde en la misma
puntos los rescoldos. A este peligro tranquilidad del espíritu; tranquilidad
añádese un m al que corroe las en tra­ que no puede existir a su vez, m ientras
ñas de la sociedad, engendrado por el no se sujeten con el freno del deber las
inveterado olvido y desprecio de los concupiscencias de las que todo género
principios cristianos. Nos referim os a la de discordias se origina. “¿De dónde
lucha de clases por la distribución de nacen las riñas y pleitos entre vosotros?
los bienes terrenos, em peñada con tal — pregunta el Apóstol S a n t i a g o — ¿no
violencia, que se puede tem er la ruina es de vuestras pasiones, las cuales hacen
com ún total. 5 la guerra en vuestros miembros?”^ .
Mas el ordenar todo cuanto hay en el
5. Propagación de la Orden y unión hom bre, de tal modo que no sea éste
esclavo sino señor de sus pasiones, y
con otras asociaciones para fomento de
sólo obediente y sumiso a la divina vo­
la paz. P o r lo cual, en este inm enso luntad, ordenam iento adm irable en el
campo, al que Nos, como Vicegerentes que se basa y apoya la paz común, es
del R e y P a c íf ic o , hemos consagrado cosa exclusiva de la virtud de Cristo,
Nuestros pensam ientos y desvelos, de­ virtud que se m uestra m aravillosam en­
seamos e im ploram os la industriosa te eficaz en la gran fam ilia de los T er­
ayuda de todos los hijos de la paz cris­ ciarios Franciscanos. Y así debe ser,
tiana, pero especialmente la de los H er­ pues como quiera que esta Tercera
m anos Terciarios, quienes contribui- Orden, según hemos dicho, form e de
(2 ) J u a n 14, 27. (3) Santiago 4, 1.
123, 6 E n c íc l ic a “Sacra p r o p e d ie m ” 975

suyo en la perfección de la vida cristia­ hom bres por los caducos bienes terre­
na a todos sus miembros, por dados que nales; y el que una vez ha llegado a
estén a los negocios de la tierra. —ya abatir su alm a hasta el fango, pronto
que la santidad no está reñida con n in ­ sentirá que la virtud se va en él embo­
gún modo de vivir— , cuando llegaren tando, que los bienes del espíritu le
a reunirse varios aue vivan a tono con hastían y que nada le satisface sino el
su instituto es de rigor que h abrán de goce del placer.
influir entre aquellos que los rodeen,
de tal m odo que no sólo los m uevan a Húyese de la resignación y del sufri­
cumplir fielmente con el deber, sino miento. Vemos, pues, de una parte,
también a realizar un ideal más elevado cómo por doquiera aum enta el desen­
que el aue prescribe la ley común. Cier­ freno en allegar riquezas y en acrecerlas
tamente, la alabanza que Cristo tributó sin límite, y de otra, cómo va extin­
a los discípulos que m ás identificados guiéndose aquella tolerancia y resigna­
con él se hallaban, cuando dijo: “Ellos ción de otros tiempos ante los sufri­
no son del mundo, como ni yo tampoco mientos que acom pañan de ordinario a
soy del mundo” esa mism a se puede la pobreza y escasez; y todavía, a la
con razón trib u tar a aquellos discípulos hoguera de rivalidades que, como he­
de F r a n c i s c o , los cuales, observando mos dicho, existen entre ricos y prole­
en su m ente y corazón los consejos tarios, para atizar más la envidia de los
evangélicos, cuanto es posible en el si­
desheredados, viene a añadirse el osten­
glo, pueden en verdad afirm ar de sí
toso y excesivo culto que muchos tri­
mismos como el Apóstol: “ Nosotros,
butan a su cuerpo, culto de ordinario
pues, no hemos recibido el espíritu de acom pañado de vergonzosas livianda­
este mundo, sino el Espíritu que es de
des.
Dios”(*>.6
Inmodestia femenina en el vestir. Y
6. Dos principales males morales y al hablar de esto, nunca podrem os de­
sociales de nuestro tiempo: sed de ri­ plorar bastante la ceguedad de tantas
quezas y de placeres. P o r lo cual ale­ m ujeres de toda edad y condición, las
jados cuanto les fuere posible del espí­ cuales ridiculam ente engreídas por el
ritu del m undo, se esforzarán, en cam ­ deseo de agradar, no echan de ver que
bio, sin d ejar escapar oportunidad algu­ con la extrem ada locura de su modo de
na, por introducir el espíritu de J e s u ­ vestir, además de ofender a Dios, desa­
c r is t o en todos los actos de la vida co­ gradan a todo hom bre sensato. Y no se
mún. Ahora bien, dos cosas hay que contentan con aparecer en público con
resaltan hoy día en medio de la extrem a adornos tales que la m ayor parte de
perversidad de las costum bres: un infi­ ellas los hubieran rechazado tiempo
nito deseo de riquezas y u na insaciable atrás como enteram ente reñidos con la
sed de placeres. De aquí, como de fuen­ m odestia cristiana, sino que se atreven
te principal, dim anan la m ancha y el a penetrar sin tem or alguno en el sa­
baldón de este siglo, a saber, que m ien­ grado templo, y a asistir a las funciones
tras éste progresa constantem ente en sacras, y hasta a presentarse en la Mesa
todo lo que entraña com odidad y bien­ Eucarística, donde se recibe al Autor
estar p ara la vida, parece sin embargo de la castidad, ataviadas con los incen­
retroceder m iserablem ente a las vergon­ tivos de feas concupiscencias. Y no h a ­
zosas lacras de la antigüedad pagana, blemos de esas danzas — si una m ala
en lo que es de m ayor m onta, es decir, otra peor— que salidas de la barbarie
en el deber de llevar una vida justa y han irrum pido poco ha en los salones
honrada. Pues cuanto más se oscurecen más elegantes, sin que sea posible en­
a los ojos de los m ortales los eternos contrar cosa más a propósito que ellas
bienes que en el cielo los aguardan, ta n ­ para acabar con el último rastro de
to más se dejan atraer y arreb atar los pudor.
(0 J u a n , 17, 16. (5) I Cor. 2, 12.
976 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 123, 7-8

7. Ejemplo del Santo Fundador. En­la Tercera Orden un gran acrecentar


mienda de las costumbres. M editen con miento, y no tenemos la m enor duda de
diligencia sobre estas verdades los H er­ que vosotros, Venerables Hermanos, y
m anos Franciscanos, y verán lo que con vosotros todos los que tienen cura
exigen de ellos los presentes tiempos. de almas, habéis de procurar con todo
Menester es tam bién que contem plen la empeño que reflorezcan las herm anda­
vida de su F undador y que consideren des de Terciarios allá donde están lan­
cuán grande y expresa sem ejanza guar­ guideciendo, que otras se creen donde
dó con J e s u c r is t o , sobre todo en el huir posible fuere, y que todas brillen tanto
los regalos del m undo y en el aceptar por la observancia de la disciplina como
los dolores, hasta el punto de im poner­ por el gran núm ero de herm anos. P or­
se el nom bre de “ pobrecito”, y de sufrir que en útimo térm ino se trata de ofre­
en su cuerpo las llagas del Crucificado, cer el m ayor núm ero posible de almas,
p ara que traten así de no degenerar de m ediante la imitación de F r a n c is c o ,
su Padre y se m uestren abrazando la camino y retorno a Cristo, retorno en
pobreza, al menos de espíritu, negán­ el que se funda sobre todo la esperanza
dose a sí mismos y tom ando cada uno de la común salud. Con toda razón pue­
su respectiva cruz. Asimismo las T er­ de tom ar S a n F r a n c is c o en su boca
ciarias, por lo que a ellas toca, han de las palabras de P a b l o : “Sed pues, imi­
m ostrarse no sólo en su m anera de tadores míos, así como yo lo soy de
vestir sino en todo el porte de su vida, Cristo”(7>, puesto que imitó a J e sú s de
ante las demás jóvenes y señoras, co­ tal m anera que se transform ó en la
mo dechado y ejemplo de santa pureza. imagen y efigie m ás semejante a Cristo.
Piensen que con ninguna otra cosa po­
drán m erecer m ejor de la Iglesia y de la 8. Gracias que concede Su Santi­
república que con p rep arar la enm ien­ dad a estas fiestas solemnes. Así, pues,
da de las m alas costumbres. Y puesto para que estas solemnes fiestas sean lo
que los H erm anos de esta Orden han más fructuosas que posible fuere, a pe­
instituido varias obras de beneficencia tición solícita de los Ministros Gene­
para socorrer a los menesterosos en sus rales de las tres familias Franciscanas
m últiples necesidades, con toda seguri­ de la Prim era Orden, distribuim os del
dad cabe esperar que no dejarán desti­ tesoro de la Iglesia las siguientes gra­
tuidos de los buenos oficios de su cari­ cias:
dad a aquellos otros herm anos pobres I. - En todos los templos donde se h a ­
no de bienes terrenos sino de otros de llen legítimamente instituidas las H er­
orden más elevado. Y aquí se Nos viene m andades de la Tercera Orden, cuando
a la m em oria aquella exhortación del en ellos se realice durante tres días la
Apóstol S a n P e d r o a los cristianos, p a­ súplica con motivo de estas fiestas se­
ra que con su santa vida sirvieran de culares, en el espacio de un año entero
ejemplo a los gentiles: a fin de que re­ que comenzará a contarse desde el día
flexionando sobre las obras buenas que diez y seis del próxim o abril, los H er­
observan en vosotros, glorifiquen a Dios m anos Terciarios cada uno de los tres
en el día que los visitará(6\ De modo días, m ientras que los demás una sola
sem ejante los Terciarios Franciscanos, vez, podrán ganar una indulgencia ple-
por la integridad de su fe, por la ino­ naria con las condiciones ordinarias:
cencia de su vida y por la viveza de y todos cuantos aUí visitaren el augusto
su fervor, deben difundir por todas p a r­ Sacramento, doliéndose de sus pecados,
tes el buen olor de Cristo y servir de podrán ganar toties quoties siete años
mudo aviso e invitación a los herm anos de perdón.
que se ap artaro n del buen camino para II. - Todos los altares de dichos tem ­
que vuelvan a él: esto lo que de ellos plos durante esos días serán privilegia­
exige y espera la Iglesia. dos; y durante ese mismo triduo será
P or N uestra parte confiamos en que perm itido a cualquier sacerdote cele-
estas próxim as solemnidades traerán a iDrar Misa de S a n F r a n c is c o como “vo-
(6 ) I P e d r o 2, 12. (7) I Cor. 11, 1.
1 2 3 ,9 E n c íc l ic a ‘‘S a c r a p r o p e d ie m ” 977

tiua por cosa grave” y juntam ente “por 9. Bendición Apostólica. Y ahora, Ve­
causa pública”, guardando las rúbricas nerables Hermanos, como auspicio de
generales del Misal Romano, tal como las divinas mercedes y como testimonio
se hallan en la novísim a edición Vati­ de Nuestra benevolencia, tanto a vos­
cana del mismo. otros como a todos los herm anos de la
III. - Todos los sacerdotes de dichos Tercera Orden, os im partim os con el
templos podrán durante esos días, al m ayor afecto la bendición apostólica.
bendecir Rosarios, m edallas y cosas se­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
mejantes, enriquecerlos con las indul­ en la E pifanía del Señor del año 1921,
gencias apostólicas, y adem ás dar a los séptimo de Nuestro Pontificado.
Rosarios las indulgencias de los Cruci­
feros y de S a n t a B r í g i d a . BENEDICTO PAPA XV.
ENCICLICA “IN PRECLARA”***
(30-IV-1921)

A LOS AMADOS HIJOS, DOCTORES Y ALUMNOS EN LETRAS


Y BELLAS ARTES DEL ORBE CATOLICO

EN EL SEXTO CENTENARIO DE LA MUERTE DE DANTE AIJGHIERI


BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Introducción. La Iglesia Católica que cultiváis bajo la m irada de la Igle­
209 y D ante Alighieri. E n la ilustre corte sia el estudio de las letras, Nos pareció
de hom bres eminentes, — que han dado bien que instruyáis a todos en el signi­
esplendor y gloria a la fe católica, que ficado de lo que hacemos, en las estre­
se han distinguido en todos los campos, chas relaciones de Alighieri con esta
y en el de las letras y las artes en p a r­ Cátedra de P e d r o , en la gran necesidad
ticular, de modo que por las inm ortales que hay de unir con la fe católica las
obras de su ingenio han merecido bien, alabanzas tributadas a tan gran nom ­
tanto de la sociedad civil como de la bre.
Iglesia— , ocupa un lugar privilegiado Ante todo, ya que éste durante toda
D a n t e A l ig h ie r i , de cuya m uerte se ce­ su vida confesó la religión católica en
lebrará en breve el sexto centenario. form a ejem plar, parece conveniente que
La excelencia de este varón, en ver­ con los votos y auspicios de ella se haga
dad, nunca ha sido más confirm ada que su solemne conmemoración, como espe­
en estos tiempos, pues p ara recordar su ramos. Cuya culm inación tendrá lugar
m em oria no sólo se apresta Italia, que en Ravena, en el templo de S a n F r a n ­
bien pudo gloriarse de un hijo tal, sino c is c o , y cuya iniciación en cambio ten­

que todas las personas cultas, sabemos, drá lugar en Florencia, en la Iglesia de
han constituido consejos especiales de S a n J u a n , que recordaba su emoción,
personas eminentes a fin de que en todo allá en su destierro en su avanzada
el orbe sea celebrada dignam ente la edad, deseando con ardor recibir los
mem oria de esta gloria de la hum ani­ laureles de poeta en la m ism a fuente
dad. bautism al en que fuera bautizado en su
210 Ahora bien, no sólo no podemos fal­ niñez.
tar en tan adm irable y excelente coro,
sino que es preciso que estemos entre 2. Foa*mación escolástica de D ante.
los prim eros. Al llegar a la edad en que floreció por
Ya que desde un principio la Iglesia sus estudios filosóficos y sagrados, con
consideró a D a n t e A l ig h ie r i como hijo el auxilio de los doctores escolásticos
suyo. Porque, además, en la iniciación que habían recogido lo más selecto de
de Nuestro Pontificado enviamos una sus predecesores y lo habían entregado
carta al Arzobispo de Ravena, en que a la posteridad después de ilum inarlo
m andábam os decorar el tem plo que con sus claros raciocinios, en medio de
contiene el Sepulcro de D a n t e A l i - la variedad de sus estudios, siguió en
g h i e r i , p ara su centenario. todo a T o m á s d e A q u i n o , el jefe de la
Ahora, después de auspiciar esta so­ Escuela; y de este maestro, cuya m ente
lemnidad, Nos pareció, am ados hijos, angelical es famosa, aprendió casi todo
(*) A. A. S. 13 (1921) págs. 209-217. Traducción especial para la 1? edición.

— 978 —
124. 3-4 E n c íc l ic a “ I n p r a e c l a r a ” 979

su saber filosófico y tam bién teológico, esferas, que enseñaban los antiguos, no
ya que no descuidó ninguna clase de son tales, y que la naturaleza, el núm e­
conocimientos y ciencias, ya que fue ro y curso de las estrellas y astros son
muy versado en las Sagradas E scrituras absolutam ente distintos de lo que aque­
y en los libros de los Santos Padres. llos creían, sin embargo sigue siendo
Así, doctísimo en todas las ciencias, cierto el que esta estructura universal
pero ante todo sabio en la sabiduría sea cual sea el orden que rige en sus
11 cristiana, al aplicarse a su obra tomó partes, está gobernada por la misma
del cam po mismo de la religión, p ara voluntad que la ha creado, que es la de
desarrollar en sus versos, un asunto in ­ Dios Omnipotente, que mueve todas las
menso y sublime. E n lo cual podemos cosas, cualesquiera ellas sean, y que en
adm irar la grandeza y fuerza increíble todas partes resplandece con su gloria.
de su ingenio; pero al mismo tiempo se Aunque esta tierra que los hombres
presenta ante los ojos el que haya obte­ habitam os no puede decirse, como se
nido gran parte de esa fortaleza por dijo, que era como el centro del *mi
inspiración de la fe divina, y que haya verso; sin embargo es cierto que ella 212
obrado de modo que distinga a su obra fue el lugar de la edénica vida de nues­
m áxim a con el gran esplendor de la tros prim eros padres y que fue después
verdad revelada, no menos que con los testigo tanto de nuestra tristísim a caída
resplandores del arte. con que ellos perdieron aquel estado,
como de la restitución de la salud eter­
3. La Divina Comedia. Pues en toda na de los hom bres por la sangre de
esta Comedia, justam ente llam ada divi­ J esucristo.
na, las mismas cosas que n a rra como En consecuencia explicó los tres es­
fingidas e inventadas, o las referidas a tados de las almas, que en su mente
la vida m ortal, las relata p ara m ostrar había concebido, de un modo tal, que
la justicia y providencia de Dios, que p ara describir antes del día postrero del
gobierna el m undo en el curso del tiem ­ juicio divino, ya la condenación de los
po y en la eternidad, que prem ia y réprobos, ya la purificación de las pia­
castiga a todos y a cada uno de los dosas almas del purgatorio, ya la feli­
hom bres según sus méritos. cidad de los bienaventurados, parecía
Consiguientemente, y en perfecta auxiliarse con la lum inosa claridad que
concordancia con las creencias de la dan las profundas enseñanzas de la fe.
fe católica, brillan en este poema, la
augusta Trinidad de un solo Dios, la 4. Enseñanzas preciosas dejadas en
Redención del género hum ano realizada sus escritos. Ahora bien, de entre lo
por el Verbo Encarnado de Dios, y la que dejó en sus escritos todos, y princi­
excelsa benignidad y liberalidad de la palm ente en su triple poema, creemos
Virgen María , Madre de Dios, y Reina que esto podrá ser un excelente ejemplo
de los cielos, y la celestial beatitud de para nuestros hombres.
los ángeles, de los santos, y de los Ante todo afirm a que a la Sagrada
hombres. E scritura le es debida la m ayor reveren­
A esto se oponen en los infiernos los cia por parte de los cristianos y que es
suplicios establecidos p ara los impíos, necesario aceptar lo que contiene, con
y en un lugar interm edio la residencia suma devoción, porque “aunque son
de las alm as que, una vez expiadas sus muchos los que transcribieron la divina
culpas, pueden en trar en los cielos. Una palabra, el único que la ha dictado es
sapientísim a arquitectura de éstos y d e­ Dios, que se dignó explicarnos sus san­
más dogmas católicos se ve en todo el tos designios por las plumas de muchos
poema. escritores”U).
Si, empero, la progresiva investiga* Esto está dicho en form a tan exac­
ción de la ciencia acerca de las cosas ta como hermosa. Lo mismo que aque­
celestiales dem ostró después que aq u e­ llo de que “el viejo y el nuevo Testa­
lla estructura del mundo, que aquellas 1 mento, que nos ha sido dado para la
(1) Mon. ,3, 4.
980 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 124, 5-6

eternidad, como dice el Profeta”, tienen jo que es Dios y hombre, y en la misma


“enseñanzas espirituales que superan la Madre y Virgen; nosotros, por les cua­
humana razón”, entregadas a nosotros les y por cuya salud han sido pronun­
“por el Espíritu Santo, que nos reveló ciadas, después de una triple interroga­
la verdad sobrenatural y necesaria para ción, estas palabras: ¡Pedro, apacienta
nosotros, por medio de los Profetas y el sagrado rebaño! ¡Oh Roma, que des­
hagiógrafos, por medio del Hijo de pués de tantas glorias y triunfos has
Dios, como el eterno, Jesucristo”^2). sido confirmada por Cristo con la pa­
De aquello que vendrá después de labra y con la obra como cabeza del
esta vida m ortal, en la eternidad, dice orbe; que has sido consagrada como
que <(nosotros poseemos lo cierto, que Sede apostólica por la sangre de aquel
consta por la doctrina veracísima de Pedro, y de Pablo, el Apóstol de las gen­
Cristo, que es el Camino, la Verdad. y tes; que ahora lloramos con Jeremías
la Luz: Camino porque sin obstáculo lamentando después de él verla aban­
alguno por él nos dirigimos a la eterna donada y desierta! ¡ay! ¡da pena, no
beatitud; Verdad porque no hay en ella menos que una plaga lamentable de
sombra de error alguno; Luz porque herejes!”
nos ilumina en medio de las tinieblas Llam a asimismo a la Iglesia Romana
de la ignorancia”^). con el nom bre de “madre piadosísima”
Tampoco es remiso en h o n rar y ob­ o de “Esposa del Crucificado”, y a P e­
servar “aquellos venerables Concilios, dro le llam a juez de la verdad revelada,
213 que — ningún cristiano lo duda— han que no puede engañarse y a quien, en
sido asistidos por Jesucristo”. lo que hay que creer o hacer para la
Tiene en alta estim a adem ás “los es­ salvación eterna, deben sujetarse todos
critos de San Agustín y demás doctores” con perfecta obediencia
y dice que “quien duda que hayan sido P or lo cual, aunque juzga que la
inspirados por el Espíritu Santo no ve autoridad del E m perador proviene del
en absoluto los frutos de ellos, o si los mismo Dios, sin embargo afirm a que
ve no los ha gustado5* “esta verdad no debe entenderse tan
estrictamente de modo que el Príncipe
5. La au to rid ad de la Iglesia y del Romano no esté también sujeto en al­
Pontífice. Grande es la im portancia gún modo al Pontífice Romano; ya que
que D ante Alighieri atribuye a la esta felicidad mortal está ordenada en
autoridad de la Iglesia Católica, lo m is­ alguna manera a la felicidad inmor­
mo que a la potestad del Romano P on­ tal”^).
tífice, ya que de ésta tienen fuerza to ­ La razón verdadera y total de la sa­
das las leyes y m andatos de la misma biduría, si hoy se la observa santam en­
Iglesia. te, produce frutos abundantísim os de
De aquí la am onestación a los cris­ prosperidad para la república.
tianos a que, con los dos Testamentos
que tienen, al mismo tiempo que un 6. Razón de sus quejas contra los
Pastor que los dirige, vivan contentos Sumos Pontífices. No obstante lanzó
con esta ayuda segura p ara su salva­ acerbas invectivas contra los Sumos
ción. Pontífices de su tiempo. Esto es, contra
Se afligía por los males de la Iglesia aquellos con quienes estaba en des­
como si fuesen propios, y al deplorar y acuerdo en asuntos políticos, y que
condenar el total alejam iento de la je­ estaban en el bando de los causantes
rarq u ía por parte de los cristianos, h a ­ de su destierro. Se comprende, en un
bla de esta m anera a los Cardenales varón tan golpeado de la fortuna, si
italianos, después del traslado de Roma con ánimo exacerbado traspasó los lí­
de la Apostólica Sede: <(¡Oh, nosotros mites de la moderación: y más, porque,
que creemos en un mismo Padre, e fíi- para inflam ar su ira sin duda que in-
(2) Mon. 3, 3, 16. (5) Epist. 8.
(3) Conv. 2, 9. (6) Mon. 3, 16.
(4) Mon. 3, 3.
124, 7 8 E n c íc l ic a “ I n p r a e c l a r a ” 981

fluyeron los rum ores de hom bres que, a él se llegue esté libre de prejuicios y
—como sucede en estos casos, interp re­ deseoso de la verdad. Más aún, siendo
tan m al todo lo que del adversario p ro ­ no pocos entre los nuestros los buenos
viene. Por otra parte, ya que “es pre­ poetas, que parecen tener la aprobación
ciso” —tal es la flaqueza de los m o rta­ de todos, mezclando lo útil a lo agra­
les— “que hasta los corazones religiosos dable, posee esto empero D a n t e de un
se manchen con el polvo del mundo” modo tal que, cautivando a cada lector
¿quién negará que m uchas cosas había por la variedad de las imágenes, por el
en aquel tiempo que no podían ap ro ­ colorido, y por la grandiosidad de los
barse en hom bres consagrados; todo lo pensam ientos y lenguaje, atrae y excita
cual llenó de aflicción y m alestar su al am or de la sabiduría cristiana: nadie
ánimo enteram ente consagrado a la en verdad ignora crue confesó abierta­
Iglesia, y hasta hizo que varones de mente haber compuesto este poem a con
gran santidad de vida dejaran sentir la intención de facilitar a todos un poco
graves quejas? de sustento vital.
Ahora bien, lo que justa o in ju sta­ Y así sabemos que algunos —y aún
mente reprendió y vituperó en los clé­ de reciente memoria, que estaban ale­
rigos, de ningún modo quizo extenderlo jados de Cristo, sin ser contrarios a él—
y aplicarlo al honor debido a la Igle­ al dedicarse principalm ente a la lectura
sia, o a la veneración debida a las y estudio del poeta, con el auxilio de
Llaves de P e d r o ; en consecuencia, en Dios, se interesaron prim ero en la ver­
asuntos políticos defendió su propia dad de la fe católica y por ese camino
opinión “apoyado en aquel respeto que se acogieron gustosísimos al seno de la
un hijo piadoso debe al padre, a la Iglesia.
madre, a Cristo, a la Iglesia, al Pastor, Lo oportuno y justificado de la cele­
y a todos los que profesan la religión bración. Lo que hasta ahora se ha re ­
cristiana, por el triunfo de la uer- cordado es suficiente para m ostrar cuán
dad”W. oportuno sea, que en este centenario
todos los buenos se sientan más dispues­
7. Tesoro doctrinal y artístico de tos a retener esa Fe, protectora de las
su obra. H abiendo inspirado toda la bellas artes, virtud ésta que en D a n t e
arquitectura de su poem a en los funda­ A l ig h ie r i es m agníficam ente recono­
mentos de la religión, no es de m aravi­ cida.
llarse si en él se encuentra oculto, pue­ No sólo causa adm iración en él la
de decirse, un tesoro de la doctrina ca­ m aravillosa facultad de su ingenio, sino
tólica, es decir, la savia de la filosofía tam bién esa inm ensa grandeza del argu­
y teología cristianas, y el conjunto de mento, que la santa religión le inspiró
las leyes divinas p ara el gobierno y en su canto; y lo que de artista tenía
adm inistración de los asuntos públicos. por naturaleza, lo perfeccionaba sin
No era D a n t e A l ig h ie r i como aquel cesar con el estudio de los modelos de
que dijera públicam ente que, con el fin la antigüedad, y aún más, como se ha
de extender la grandeza de la patria o dicho, con las obras de los Doctores y
de agradar a los gobiernos, podía des­ Padres de la Iglesia.
cuidarse la justicia y el derecho de Esto le perm ite volar con el pensa­
Dios, en cuya conservación, bien lo sa­ miento y la mente hasta alturas y ex­
bía, está el fundam ento y consistencia tensiones m ucho mayores que si estu­
de los pueblos. viere atado a los estrechos límites de
De aquí que pueda hallarse en este las cosas naturales.
poeta el artístico placer de sus bellezas,
pero tam bién un provecho de no m enor 8. El poeta cristiano. De este modo,
im portancia, es decir, que es modelo si bien alejado de nosotros por largos
p ara el conocimiento del arte y p ara la siglos, pertenece casi a esta edad, como
práctica de la virtud; siempre que quien dicen; y es de m ás actualidad que cual-
(7) S. León Magno, Serm. 4 de Quadrag. (8) Mon. 3, 3.
982 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 124. 9

quiera de los actuales vates renovadores públicas y está entre los libros que de­
del paganismo aquel que fuera barrido ben ser estudiados, sin embargo aquel
por la victoria de Cristo en la Cruz. alimento vital, siendo escrito para ser
La m ism a piedad inspira a D ante ésto, la m ayoría de las veces no llega
Alighieri y a nosotros; identidad de hasta los jóvenes ya que, a causa de los
sentimientos inspira la religión; una defectos de la enseñanza, no están incli­
m ism a vestidura reviste a “la verdad nados como conviene a todo lo que sea
venida a nosotros desde el cielo, por la de fe.
cual somos elevados a lo sublime”. Esta
es su m ás noble alabanza, ser poeta 9. Conclusión. Q uiera Dios que se
cristiano, esto es, haber cantado con consiga esto con el solemne centenario,
versos casi divinos las instituciones cris­ de modo que, en todas partes en que h a ­
tianas, cuyo contenido y form a tan an i­ ya preocupación por la enseñanza de las
mosamente profundizara, y tan adm ira­ letras a la juventud, se haga esto en
blemente sintiera y viviera. honor a Dante y se eduque a los alum ­
Y quienes pretenden negarle esta ala­ nos en la doctrina cristiana; que no
banza, com parando toda la naturaleza otro fue su propósito al com poner su
religiosa de la Comedia como una fin­ poema, sino “elevar a los seres vivien­
gida fábula, sin fundam ento alguno de tes de esta vida por sobre el estado de
verdad, éstos en verdad le niegan lo miseria”, es decir, del pecado, “y lle­
que es prim ario en nuestro Poeta y varlos al estado de felicidad”, que es el
fundam ento de todas las demás ala­ de la gracia d iv in a ^ .
banzas. Vosotros, am ados hijos, que os ocu­
Así, pues, si tan ta parte de su fam a páis y os dedicáis al estudio de las
y grandeza debe D ante a la fe católica, letras y de las bellas artes, bajo el m a­
valga este solo ejemplo, que nos ahorra gisterio de la Iglesia, am ad y apreciad,
los demás, p ara dem ostrar cuán falso como lo estáis haciendo, este Poema,
es que la consagración de la mente y que no vacilamos en llam ar panegírico
del corazón a Dios corte las alas del de la sabiduría cristiana, y su prego­
ingenio, m ientras, por el contrario, lo nero, el más elocuente de todos.
espolea y lo eleva. Acrecentaréis así vuestro am or por
Puede observarse rectam ente aquí él, y cultivaréis m ás vuestros ánimos
cuán m al se preocupan por el adelanto en pro del esplendor de la verdad, y os
de los estudios y de la hum anidad aque­ m antendréis con m ás constancia en el
llos que pretenden quitar todo lo que am or y cuidado de la santa Fe.
sea religión en la educación de la ju ­ Bendición Apostólica. Y ahora, am a­
ventud. dos hijos, a todos os im partim os con
Pues da lástim a ver que la enseñanza todo am or la Apostólica bendición, que
que se da públicam ente a la juventud os testim onia Nuestra paternal benevo­
estudiosa suele ser tal, como si el hom ­ lencia, y os augura las gracias del cielo.
bre no tuviera ninguna noticia de su Dada en Roma, en San Pedro, el día
Dios, ni de aquellas m áxim as verdades 30 del mes de Abril de 1921, en el año
que están por encim a de la naturaleza. séptimo de Nuestro Pontificado.
Pues si bien a veces este “poema sa­
grado” no es extraño en las escuelas9 BENEDICTO PAPA XV.
(9) Epist. 10, párr. 15.
CARTA ENCICLICA “FAUSTO APPETENTE DIE”W
(29-VI-1921)

SOBRE EL SEPTIMO CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SANTO DOMINGO


BENEDICTO PP. XV
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
Introducción : verdaderas lumbreras del mundo ”, p a­
Veneración especial y gratitud al Papa rece que lo dijo como profeta.
9 L Gozo de la Iglesia. Al acercarse II. Misión y cometido de la orden
el fausto día en que hace setecientos DOMINICANA
años, D omingo, aquella lum brera de 1. Pureza de la predicación de la fe
santidad, pasó de las miserias de esta
vida a la patria de los bienaventurados, Ciertamente, como todos saben, para
Nos, que desde hace tiempo figuram os la propagación de su reino no usó Je­
sucristo de ningún otro argum ento
entre sus m ejores devotos, sobre todo
desde que tomamos el gobierno de la más que de la predicación del E van­
gelio, esto es de la viva voz de sus
iglesia de Bolonia que guarda religiosa­
pregoneros que difundieran la doctrina
mente sus cenizas, Nos, decimos, con
celeste por todas partes: “enseñad, dijo,
sumo gozo vemos que nos ha tocado en
a todas las gentes”^ , “predicad el
suerte exhortar desde esta cátedra apos­
Evangelio a toda criatura” <4); así pues
tólica a todo el pueblo cristiano a cele­
por la predicación de los apóstoles y
b rar la m em oria de tan santo varón; principalm ente de S an P ablo, a la que
con lo cual no sólo satisfacemos a nues­ siguió después la institución y orden
tra piedad sino tam bién, nos parece que de los Padres y Doctores, se consiguió
m ostram os nuestro deber de agradeci­ que las mentes de los hom bres se ilum i­
miento hacia el Padre F undador y su nasen con la luz de la verdad, y que los
ínclita familia. ánimos concibieran am or a todas las
virtudes. Utilizando este mismo método
I. S anto D omingo un varón de D ios D omingo para la salvación de las almas
Y MINISTRO DE LA IGLESIA se propuso, para sí y para los demás,
2. Rasgos y obra de Santo Domingo. enseñar a los otros lo contemplado; y
Pues como ciertam ente fue éste un por este motivo, juntam ente con la obli­
hom bre de Dios y verdaderam ente Do- gación de guardar la pobreza, la inocen­
mínicoO), así tam bién lo fue todo de la cia de vida y la disciplina religiosa,
Iglesia, que tiene en él un invicto de­ m andó que fuera tenido como santo y
fensor de la fe; y la Orden de Predica­ sagrado en su orden dedicarse diligen­
dores por él fundada siempre ha sido temente al estudio de la doctrina y a la
una preclara defensa de la Iglesia. P or predicación de la verdad.
0 lo cual, no solamente sostuvo la firm e­ 3. La predicación D om inicana. Aho­
za del tem plo en su tiem po*1(2); sino que ra bien, en la predicación Dominicana
miró tam bién por la perpetuación de resplandecieron estas tres cosas como
su defensa; de modo que lo que dijo insignes: cierta gran solidez de la doc­
H o n o r i o III al confirm ar la orden: “es­ trina, com pleta fidelidad a la Sede
perando que los hermanos de tu orden Apostólica, eximia piedad hacia la Vir­
serán futuros defensores de la fe y gen y Madre.
(#) A. A. S. 13 (1921) págs. 329-335. Traducción especial para la 1? edición.
(1) D o m i n g o , del latín D o m i n i c u s , significa (3) Mat. 28, 19.
‘de! Señor”. (1) Marc. 16, 15.
(2) Eccli. 50, 1.
— 983 —
984 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 125, 4-5

a) Ejem plo de Santo Domingo estudiaban las artes superiores se ju n ­


tasen a esta nueva familia.
4. Solidez de doctrina. Pues aunque
desde tem prano se sintió D omingo in ­ b) Característica de su orden
clinado a predicar, sin embargo no Así pues, el Instituto Dominicano tu ­
tomó este oficio sino después de h a ­ vo ya esta característica desde su p rin ­
ber dedicado m ucho tiempo al estudio cipio; y esta fue como su propia obra
en la Universidad de Filosofía y Teolo­ y oficio siempre, curar los varios males
gía de Palencia; y después de haber de los errores y difundir la luz de la fe
empleado m ucho tiempo en el estudio cristiana, puesto que nada impide tanto
de los Santos Padres, convirtiendo, con la salud eterna como la ignorancia de
estos guías y m aestros, las riquezas de la verdad y la perversidad de las opi­
la Sagrada E scritura, principalm ente niones. No es pues extraño si esta nueya
de S an P ablo, como en su propio jugo fuerza de apostolado atrajo a sí los
y sangre. ojos de todos, puesto que se apoyába
Cuán eximio fuera en la ciencia di­ en el Evangelio y en la doctrina de los
vina, pudo apreciarse poco después en Padres, y se recom endaba po r la abum
sus disputas contra los herejes; a los dancia de su saber.
cuales, arm ados de todas las artes y Insignes representantes. La m ism a
falacias contra los dogmas de la fe, era sabiduría de Dios pareció hablar por
adm irable cuán fuertem ente los con­ medio de los Herm anos Dominicanos,
vencía y refutaba. Lo cual se vio p rin ­ cuando sobresalían entre ellos aquellos
cipalm ente en Tolosa, en la ciudad que grandes pregoneros y defensores de la
entonces era la principal cabeza de las cristiana sabiduría, Jacinto de P olo­
herejías, y donde se habían reunido los nia , P edro Mártir , V icente F errer; y
más doctos adversarios. Se guarda la hom bres sobresalientes por su ingenio
m em oria de que él resistió, con sus p ri­ y por su ciencia en las m ejores disci­
meros herm anos, de obra y de palabra plinas, como Alberto Magno , R aimun ­
invictam ente a la insolencia de los he­ do de P eñafort, como T omás de Aqui-
rejes; más aún, no sólo refrenó su fu er­ no . Con este hijo D omingo, verdade­
za sino que ablandó sus ánimos con su ram ente de una m anera especial se
elocuencia y caridad, de m anera que dignó Dios ilum inar la Iglesia. Por lo
hizo volver un gran núm ero al seno cual esta Orden no sólo ha sido tenida
m aternal de la Iglesia. Dios mismo le siempre en m ucho por el magisterio de
asistía m uy presente en su lucha por la verdad, sino que obtuvo una egregia
la fe; de m anera que, habiendo acepta­ alabanza, cuando la Iglesia hizo propia
do la condición que le habían puesto la doctrina de S anto T omás, y cuando
los herejes de que cada uno echase su a dicho Doctor, honrado con similares
libro al fuego, habiéndose quemado los alabanzas por los Pontífices, lo propuso
otros, sólo el suyo perm aneció intacto como m aestro y patrono de las escuelas
y sin daño en las llamas. Así, por el católicas.
poder de D omingo, E uropa se libró del
peligro de la herejía albigense. 2. Fidelidad a la Santa Sede
5. R everencia a la Sede Apostólica.
Ciencia sagrada, finalidad desde el Con este gran empeño de retener y de­
principio. O rdenó que sus hijos estu­ fender la fe, juntaba D omingo gran
viesen adornados de esta gloria de la reverencia hacia la Sede Apostólica.
sólida doctrina, pues apenas aprobada Pues sabemos que él echándose a los
por la Sede Apostólica, y confirm ada pies de I nocencio III se consagró a la
con la noble designación de Predicado­ defensa del Pontificado Romano, y que
res, ordenó él que sus casas religiosas el mismo antecesor Nuestro, la noche
las fundasen lo más cerca posible de las siguiente, vio en sueños que la Basílica
célebres Universidades, a fin de que sus Lateranense, inclinada, era sostenida
alum nos cultivasen m ás fácilmente to ­ anim osam ente por los hom bros de D o ­
das las ciencias, y m uchos de los que mingo .
125, 6-7 E n c íc l ic a “ F a u s t o appetente d ie ” 985

a) Form ación apostólica de los se­ para siempre la fuerza de los turcos,
glares junto a las islas Equínadas, con el favor
6. La O rden T ercera. Tam bién nos y ayuda de la Virgen Madre de Dios, a
dice la historia que al form ar a sus la que por ello m andó saludar en ade­
prim eros hijos en la perfección cristia­ lante como Auxilio de los Cristianos.
na, pensó D omingo en form ar u na sa­ 3. El amor mañano
grada m ilicia de los laicos piadosos y
religiosos, la cual a la vez defendiese los 7. E xim ia piedad hacia la Sma. Vir­
derechos de la Iglesia y resistiese fu er­ gen. Con lo cual se dem ostró clara­
temente a los herejes. De aquí aquella m ente tam bién lo que dijim os ser la
Orden Tercera de Dominicos, la cual, tercera característica de la predicación
difundiendo entre los seglares u na m a­ de los Dominicos, la piedad devotísima
nera perfecta de vida, había de resultar hacia la gran Madre de Dios.
p ara la Madre Iglesia de ornato y de­ La victoria naupactense la conoció
fensa a la vez. el Pontífice por inspiración divina, co­
Y la dedicación a esta Cátedra, reci­ mo ocurrida en aquel mismo momento
bida del Padre Fundador, pasó a los h i­ en que las herm andades piadosas roga­
jos como herencia. Porque, cuantas ve­ ban a María con la fórm ula del santí­
ces acaeció que, llenándose las mentes simo Rosario, que el mismo Fundador
de los hom bres de errores, la Iglesia de los Predicadores había hallado, y
tuviera que sufrir por los movimientos que por sus hijos había procurado di­
populares, o injusticia de los Príncipes, fundir después ampliam ente.
tuvo esta Sede Apostólica en los H er­ Pues como la amase como a Ma­
m anos Dominicos quienes, tom ando la dre, confiando principalm ente en su
defensa de la verdad y de la justicia, patrocinio, se lanzó D omingo a defen­
tuvo una ayuda m uy oportuna p ara der la causa de la fe. Por ello contra
conservar el esplendor de su autoridad. los herejes albigenses, que, junto con
otros capítulos de la fe, negaban en
b) Santa Catalina de Sena medio de las mayores injurias la divina
¿Quién ignora cuán preclaram ente m aternidad y virginidad de María , él,
se portó en esta parte aquella virgen difundiendo con todas sus fuerzas la
dominica, Catalina de S ena , quien, santidad de estos dogmas, invocaba el
urgiéndola la caridad de Cristo, habien­ auxilio de la m ism a Virgen Madre,
do superado increíbles dificultades, p er­ usando frecuentem ente aquellas pala­
suadió al Sumo Pontífice lo que ningún bras: “Dignaos ayudarme a que os
otro había conseguido — que volviese a alabe, Virgen Sagrada; dadme fuerza
su sede Rom ana, después de 70 años contra vuestros enemigos
de ausencia; y quien después, cuando
la Iglesia occidental fue desgarrada por 4. La difusión del rezo del Santo
un fiero cisma, m antuvo a un gran n ú ­ Rosario
mero de fieles en la fe y en la obedien­
cia del Pontífice legítimo? Y cuán grato fuera a la Reina de los
Cielos el siervo piadoso, fácilmente pue­
c) Cuatro Papas de la orden Do­ de colegirse de que usó de él mismo
m inica como medio para enseñar a la Iglesia,
Y, p ara om itir otras cosas, no hay esposa de su Hijo, el santísim o Rosario,
que pasar por alto que de los H erm anos aquella oración que al hacerse ju n ta ­
Dominicos han salido cuatro grandes m ente con los labios y con la m ente—
Pontífices Romanos, de los que el últi­ contem plándose los principales m iste­
mo, S an P ío V, mereció p ara siempre rios de la religión, m ientras la oración
bien de la sociedad cristiana y civil, dominical se repite quince veces con
pues habiendo reunido en una coali­ otras tantas decenas de la salutación
ción, merced a sus grandes instancias y m ariana, es aptísim o para alim entar y
exhortaciones, las arm as de los P rín ci­ excitar en el pueblo la piedad y toda
pes católicos con las propias, venció virtud. Con razón, pues, m andó D omin­
986 E n c íc l ic a s d e l PP. B e n e d ic t o XV (1921) 125. 8

go a sus Hijos que al enseñar la pala­ Tienen pues los herm anos Dominicos
bra de Dios a los pueblos, insistieran un campo casi inmenso en el cual pue­
con todo empeño en inculcar esta fo r­ den trab ajar con sum a utilidad para la
m a de o rar en los ánimos de sus oyen­ salvación de todos. Por lo cual, a todos
tes, porque tenía bien experim entada su los que pertenecen a esta Orden les
utilidad. Pues había conocido muy bien aconsejamos en gran m anera, que en
que María por una parte tenía tan gran estas solemnidades centenarias renue­
autoridad ante su Hijo Divino que, ven sus ánimos a ejemplo de su santí­
cuantas gracias éste da a los hombres, simo Fundador, y que se m uestren cada
siempre las concede por su intermedio día más dignos de tal Padre.
y arbitrio; y por otra parte, que es Ma ­ Los terciarios dom inicanos. Como es
ría de tan benigna y clemente condi­
natural, los que pertenecen a la Pri-r
ción, que como quiera que espontánea­ m era Orden deben en esto aventajar
m ente socorra a los desgraciados, de a los demás y poner su m áximo em pe­
ninguna m anera puede negar su auxilio ño en la predicación de la palabra di­
a los que se lo pidan. Así, pues, la Igle­ vina, de donde aum entará en los hom ­
sia la ha experim entado siempre tal co­ bres, juntam ente con la reverencia hacia
mo acostum bra a saludarla, como Ma­ el Sucesor de P edro y la devoción hacia
dre de la gracia y Madre de la Miseri­ la Virgen Madre, el conocimiento y de­
cordia, principalm ente con el uso del fensa de la verdad. Pero tam bién de
R osario; en lo cual los Romanos P ontí­ los H erm anos Terciarios Dominicanos
fices nunca han omitido una ocasión espera la Iglesia gran utilidad, si tienen
de ensalzar con grandes alabanzas el empeño en acomodarse con toda dili­
Rosario M ariano y enriquecerlo con las gencia al espíritu de su Patriarca, ins­
mercedes de las indulgencias apostó­ truyendo a los rudos e ignorantes en los
licas. preceptos de la vida cristiana. Por lo
E pílogo : cual deseamos y anhelam os que sean
La obra apostólica moderna de ellos muchos y fervorosos; puesto que
Ios dominicos se trata de un asunto de gran im por­
tancia para el bien de las almas. F inal­
8. A ctual necesidad de la obra Domi­mente, a todos los hijos del Padre S an ­
nicana. A hora bien, como bien sabéis to D omingo les encomendamos, como
vosotros, Venerables H ermanos, la a su cuidado especial, que el pueblo
oportunidad del instituto Dominicano cristiano se acostum bre en todas partes
no es m enor en este tiempo que en el al Rosario Mariano; a lo cual Nos, si­
del Fundador. Cuántos hay hoy que guiendo el ejemplo de Nuestros prede­
faltos del pan de vida, esto es, de la cesores y principalm ente de L eón XIII
doctrina celestial, se consumen de ham ­ de feliz recordación, le hemos exhorta­
bre; cuántos que engañados por la ap a­ do en su ocasión, e instantem ente en
riencia de la verdad están separados de estos tiempos calamitosos se lo reco­
la fe por gran variedad de errores: para m endamos; y. si esto obtenemos, ten­
atender a las necesidades de ellos con­ dremos por m uy fructuosa la celebra­
venientemente, los sacerdotes, adm inis­ ción de este centenario.
trando la palabra de Dios, deben estar
en gran m anera ansiosos de la salvación Bendición Apostólica. Como auspicio
ajena, y a la vez bien instruidos con la de los divinos dones y testimonio de
ciencia sólida de las cosas divinas. Nuestra benevolencia a Vosotros, Ve­
Cuántos ingratos y desagradecidos hijos nerables Hermanos, a vuestro clero y
de la Iglesia están separados del Vicario al pueblo os damos con todo am or en
de J esucristo por la ignorancia o por el Señor la apostólica bendición.
la m ala voluntad, a los que es necesario Dado en Roma, junto a San Pedro,
atraer al seno del Padre Común. Y para el día 29 de Junio, fiesta de los príncipes
sanar todos estos males y los demás de de los Apóstoles, el año 1921, séptimo
este siglo, cuánto necesitamos del p a ­ de Nuestro Pontificado.
trocinio m aternal de María. BENEDICTO PAPA XV.
ENCICLICAS

DE

PI O PAPA XI
INTRODUCCION

Hacían ya tres días que los Romanos acudían a la Plaza de San Pedro con ansias
de ver salir el humo blanco que anunciara la elección de un nuevo Pontífice. Llegó la
mañana del 6 de Febrero de 1922. El día era lluvioso y una neblina impedía ver clara­
mente. De pronto en la chimenea secular se ve un humo; la gente dirige hacia ella sus
ojos; pero la obscuridad del ambiente le impide darse perfecta cuenta. Las opiniones
se dividen: es blanco; no, es negro. Pero por fin triunfan y sale un color inconfundible.
Desde la invasión de las tropas de la Casa de Saboya, la puerta de la “Logia” no se
abría como en épocas anteriores, para que el nuevo Papa desde la “Logia” bendijera
al pueblo romano. De pronto la Logia se abre y el Cardenal Bisleti habla: “Os anuncio
un gran acontecimiento, tenemos Papa. El Emmo. Card. Aquiles Ratti, que ha tomado el
nombre de PIO XI”. La muchedumbre estalla en aclamaciones y se precipita hacia la
Iglesia de San Pedro. Sin embargo las puertas se cierran. Una emoción sacude nece­
sariamente a la muchedumbre. Tal vez el Papa bendecirá a Roma y al mundo desde la
“Logia”. En el balcón empiezan a aparecer figuras. Las trompetas de plata anunciando
al Papa suenan. La muchedumbre vibra y allá en la “Logia” después de más de 50 años
nuevamente el pueblo romano contempla a su verdadero soberano. La figura blanca del
Papa dibuja en los aires la bendición y la va desparramando sobre esa multitud fiel
que le ha venido a prestar amor y reverencia. La noticia recorre el mundo. La actitud
del Papa rompiendo su aislamiento de protesta y saludando a la multitud desde el
balcón es interpretada por distintas maneras. El mundo se prepara para presenciar la
actuación de un hombre que viene decidido a luchar. Su lema proclamado y desplegado
por la cristiandad es saludado con simpatía: “la paz de Cristo en el reino de Cristo”.
Católicos, políticos, gobiernos, están pendientes de ese hombre que ha desaparecido
tras la ventana de San Pedro...
Aquiles Ratti nace en Decio el 31 de Marzo de 1857. Realiza sus estudios eclesiás­
ticos en la Universidad Gregoriana de Roma. En 1879 es ordenado sacerdote. Habiendo
demostrado una extraordinaria aptitud para los estudios es nombrado prefecto de la
Magna Biblioteca Ambrosiana de Milán. Posteriormente en el año 1914 es trasladado
con el mismo cargo a la Vaticana. Su gran talento y juicio hace que el Papa lo nombre
Visitador Apostólico de Polonia en 1918, ascendiéndolo a Nuncio de la misma nación
en 1919. Es en este cargo donde Aquiles Ratti, en la tremenda invasión de los rusos ham­
brientos sobre Polonia, aprende a conocer la miseria, injusticia y dolor. En el Consis­
torio de 1921 es creado Cardenal y nombrado Arzobispo de Milán. La labor desarrollada
en su sede es poca, ya que meses después es elevado a dignidad de Pontífice de la
Iglesia Católica,
PIO XI llega al Papado en tiempos difíciles. Su erudición histórica le hace conocer
mejor que nadie, las tremendas eventualidades que aguardan a los Jefes de la Iglesia.
Desde el primer momento se vio que sería un hombre reposadamente progresista,
intenso partidario de la acción, metódico en sus resoluciones, adversario de los ele­
mentos inútiles, positivo y preciso en sus actos, de una fuerza inteligente, nada soñador
y que doblegará a quienes se le opongan. No será un izquierdista, menos aún será un
conservador en el sentido malo de la palabra. Será de un sentido común servido por una
ilustración vastísima... y una voluntad que no sabe ceder. Así pintó más o menos
Franceschi a PIO XI cuando éste fuera elegido en 1922. Es indudable que su juicio fué
acertado.
Su primera Encíclica al mundo católico “UBI ARCANO” nos muestra al hombre
dueño de sí. En ella expone el programa de su pontificado. Está resuelto a luchar sin
descanso a fin de “establecer la paz de Cristo en el reino de Cristo”. Como complemento
a este reinado de Cristo publica en 1925 “QUAS PRIMAS” donde establece la fiesta de
Cristo Rey. En 1928 “MISERENTISSIMUS” con el cual documento da nuevo culto al
Corazón de Cristo.
Con sus Encíclicas “NOVA IMPENDET” y “CARITATE CHRISTI” el Papa abor­
dando los temas sociales más profundos de la clase obrera prepara al mundo para su
inmortal Encíclica sobre el comunismo “DIVINI REDEMPTORIS” del 19 de Marzo de
— 989 —
990 V id a Y O bra de P ío XI

1937. En ella hace un rechazo absoluto de sus teorías como opuesto a los intereses de
la Iglesia, de Cristo y de la persona humana. Y con ella se conmueve todo el mundo.
Católico, protestante, judío, el mundo entero alaba ese documento. Y la Rusia, sorda a
las quejas de tantos políticos y gobiernos, ante la tremenda denuncia del Vicario de
Cristo, procura disimular sus ataques. Ese hombre de Roma decían los Comunistas nos
molesta más que Inglaterra y Francia.
En su “QUADRAGESIMO ANNO” fija con precisión propia de estadista las con­
diciones de paz. Va a la sustancia de los problemas sociales. Solamente una justicia
basada en el respeto a la persona humana y a sus exigencias naturales puede solucionar
el grave problema social. El hombre es un hermano de su patrón y jefe y no un esclavo.
Pero la voz de PIO XI llega hasta el mismo hogar. Mil peligros se cernían sobre los
hogares; el divorcio; la limitación de los hijos etc., minaban los fundamentos de la
sociedad conyugal. En tales circunstancias la Encíclica “CASTI CONNUBII” aborda de
frente el problema del matrimonio batiendo en brecha el muro de prejuicios, intereses y
pasiones que se oponen a la familia cristiana. El matrimonio no es una justificación
social de las pasiones, es un sacramento instituido por Cristo. La familia humana es
creación divina. No es lícito matar en el mismo templo (las entrañas maternas) que
Dios ha elegido para crear (1930).
Pero junto a la familia están los hijos: flores desarrolladas que naturalmente crecen
bajo la mirada de Dios en los hogares cristianos. Y en nombre de esa multitud de niños
privados de Dios el Papa habla en su Encíclica “DIVINI ILLIUS MAGISTRI”: nadie
puede quitar a la Iglesia sus derechos para educar a la niñez. La familia es la dueña
absoluta de la educación de los niños; ella debe cooperar con la Iglesia en su educación.
El Estado no puede apoderarse de derechos que nunca tuvo.
Pero el Estado Romano mientras tanto con su doctrina está rompiendo el Tratado
de Letrán. Es entonces cuando el Papa hace oír su voz en Italia. Es su documento “NON
ABBIAMO BISOGNO” que ante la faz entera del mundo lanza su grito de protesta. El
Papa no cederá nunca. Podrá Mussolini y sus camisas pardas saquear, pero PIO XI no
callará. Los que pensaron que el Tratado había sido una capitulación del Papado se
equivocaron. Italia que no quería reconocer la plena independencia del Vaticano en
1873 la tuvo que reconocer en 1929. Y cuando pensó que nuevamente podía interponerse
ante la voluntad del Papa nuevamente se equivocó. Ante la firmeza de su Santidad el
Líder Fascista exclamó: “Es tan duro como yo el Papa” y sin embargo se equivocó,
porque el Papa no cedió y la dureza de Mussolini se quebró ante la firmeza de PIO XI.
Así el Papa ante la admiración del mundo doblegó a ese hombre, que se reía de los
Iratados internacionales.
En el norte de Europa Hitler se creía dueño de todo. Pero PIO XI tendrá valor.
Nada le importa a él el poder del nazismo. El había dicho que hablaría y así como con­
cretando en un sólo documento las miles de protestas lanzadas contra el gobierno ale­
mán publica su Encíclica “MIT BRENNENDER SORGE” dándole al nazismo la más
acertada de las puñaladas que lo conducirían a la muerte. Es él que descubre ante la
faz del mundo nuevamente el peligro que hay detrás de ese racismo exagerado (1937).
Las horas están ocupadas en el Vaticano durante el Pontificado de PIO XI. Una
serie de documentos se suceden. La GUERRA ESPAÑOLA hiere profundamente al
Papa en el corazón de padre. Sus hijos son fusilados. Sus temores expuestos en la
Encíclica “DILECTISSIMA NOBIS” con motivo del advenimiento de la República
Española se cumplen. Cada día llegan a Roma los nombres de los sacerdotes fusilados y
martirizados: mil, dos mil, diez mil religiosos y sacerdotes; religiosas sacadas de sus
conventos y arrastradas por las calles. Es entonces cuando el Papa en un gesto gran­
dioso, cuando todo el mundo estaba esperando el rumbo que tomarían las cosas,
PIO XI nombra Embajador ante el Gobierno de Franco. Para el Pontífice estaba muy
clara la cuestión del auténtico gobierno. Pues una legislación que no respete los dere­
chos de la religión no es legítima.
Dejando sin analizar el marco que dio margen a la publicación de otros documen­
tos, procuraré esbozar algo sobre la llamada “Cuestión Romana”. Desde 1870 el Papa
era considerado prácticamente un prisionero del Reino de Italia. La declarada invasión
de Roma, atentado rapiño contra los intereses de un soberano, trajo para el Pontifi­
cado una serie de dificultades. Italia ante las protestas de católicos y gobiernos trataba
hacía mucho tiempo de solucionar la “Cuestión Romana”. Sin embargo sus pretensiones
que no reconocían las garantías de un Soberano independiente de Italia al Papa,
V id a Y O bra de P ío XI 991

habían sido rechazadas por todos los Pontífices. Al llegar Mussolini al poder se vis­
lumbró una esperanza. Primeramente trató como siempre de obtener una renuncia
total de parte del Vaticano. Sin embargo su aguda penetración psicológica de criterio
eminentemente realista y de autoridad sin control, le decía que había que considerar
como justas las pretensiones del Papado. Y así después de mucho tiempo, con el
triunfo absoluto del Papado se publicó al mundo entero el Tratado de Letrán. El Pontí­
fice era un Soberano legítimo; la Ciudad Vaticana es un estado completamente indepen­
diente de Italia, el Papa era el único que mandaba en su pequeño reino. Si se conside­
ra por otra parte, que la religión católica sería la única considerada por el Estado
como verdadera; y que la educación católica de la niñez sería asegurada, claramente se
ve que la influencia del Pontificadosobre toda Italia es mayor ahora que el año 70.
Los que, sin embargo, pensaron que Mussolini no respetaría los tratados se equi­
vocaron. Su primer atentado encuentra toda la resistencia del Papa y ante la amenaza
espiritual de su protesta, el Duce confiesa explícitamente “PIO XI tiene la cabeza más
dura que la mía”.
El Papa también aspira a la fundación de las Iglesias propias e indígenas en cada
país: Japón, India etc., reciben el nombramiento de obispos indios, japoneses etc.
Y antes de terminar esta reseña hay que decir que la Acción Católica, esa multitud
de jóvenes que defienden en todas partes los derechos de Cristo, es una obra netamente
suya. El, con su visión extraordinaria la organizó, y cuando más de algún gobierno
trató de atacarla por ver en ella una fuerza que se oponía a su política, es el mismo
PIO XI, el que sale a la defensa.
Otra de sus grandes obras es el esfuerzo en favor de la ciencia. Por todas partes
sus cartas exhortando a la creación de Universidades Católicas, centros de Estudios
etc. etc., van dando como frutos que se levanten facultades universitarias que honran
a la Iglesia y al catolicismo de las naciones: Santiago de Chile; Río de Janeiro; Estados
Unidos, Valparaíso ven levantarse Universidades Católicas. El mismo llama a Roma a
varios sabios y funda la famosa Academia Pontificia de Ciencias. El progreso de las
ciencias al servicio de la Iglesia es su lema. En los mismos jardines vaticanos levanta
ideada por el sabio Marconi una radio, una de las mejores de su tiempo.
De este modo el prestigio de la Sede Apostólica recorre los países: Alemania,
Inglaterra y 14 países más acreditan sus Embajadores. Los nuncios papales se encuen­
tran en todas las capitales. PIO XI hace llegar a todas partes la influencia de aquel
estado pequeñito que se llama Vaticano.
He aquí en esquema algunas pinceladas de ese pontificado de PIO XI. Sin embargo
hemos enumerado tan sólo una parte de su actividad social. Junto a ella estaba el
sacerdote de una vida interior profunda. El hombre que para poder escribir oraba
mucho. Para concluir podemos decir que fué un Papa de visión certera de los proble­
mas modernos; de firmeza en la ejecución y de profunda piedad. El supo realmente
conseguir para la Iglesia de Cristo el lema de su Pontificado “La paz de Cristo en el
reino de Cristo”.
MOTU PROPRIO “ROMANORUM PONTIFICUM’’^
(3-V-1922)

SOBRE LA REORGANIZACION Y AMPLIACION DE LA OBRA


DE LA PROPAGACION DE LA FE

PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. P rin cip al m isión del P apado, la lo que el celo apostólico y la m últiple
propagación de la fe. Es n a tu ral que caridad de Cristo recomienden en orden
los Romanos Pontífices deban preocu­ a socorrer a las necesidades de las Mi­
parse, del modo más intenso, por la siones.
salvación eterna de las almas, dilatando
el reino de J e s u c r is t o sobre la tierra, 3. Las fuentes de que provenían
dado que el divino F undador de la Igle­ antes los subsidios m ateriales. Lo que
sia dijo a los Apóstoles: Id y enseñad a propiam ente respecta a los subsidios
todas las nacionesO ); y predicad el m ateriales, que aunque para el progreso
Evangelio a toda creatura^K de las Misiones no son lo más im por­
Jam ás se desentendió P e d r o de ese tante, desempeñan, ciertam ente, un gran
deber, jam ás sus sucesores, y por la papel, fueron proporcionados antaño
m ism a razón Nuestro predecesor G r e ­ por Nuestros predecesores mismos con
g o r i o XV, en la época en que la habili­ generosidad. Accedió que los príncipes
dad y el esfuerzo de hom bres experi­ cristianos im pulsados por la convicción
mentados, explorando los mares, descu­ de que no poca utilidad de todo género
brieron tierras desconocidas y abrieron podían esperarse de allí para sus reinos
a los hom bres apostólicos el acceso a y sus naciones, ayudaban a esas Misio­
nuevos pueblos, creyó acertadam ente, nes con im portantes subvenciones. Aho­
como rezan sus Actas, que “el principal ra, empero, esta Sede Apostólica se en­
deber del ministerio pastoral era la cuentra en otra situación y otro estado
Propagación de la fe cristiana”, e insti­ de fortuna; tampoco puede esperar ya
tuyó, por eso, la Sagrada Congregación mucho, en beneficio de los sagrados
de la Fe a fin de que ella prom oviera fines de la Iglesia, de la generosidad de
m ejor la obra ciertam ente inm ensa del las repúblicas.
apostolado entre los infieles.2*
4. Perspectivas de grandes éxitos m i­
2. Misión de la Sagrada Congrega­ sioneros después de la prim era guerra
ción de la P ropaganda Fide. Incum be m undial. P or otro lado, tal vez nunca
a esta Congregación tanto enviar a los en otras épocas existió en el pueblo
m isioneros a todas partes del m undo y cristiano tanto interés por favorecer a
repartirlos según las necesidades de las las Misiones como últim am ente se m a­
regiones, como ayudar con su consejo y nifestó. Por lo cual, Nuestro deplorado
contribuciones a las personas e institu­ predecesor B e n e d i c t o XV dirigió su
ciones, y proporcionar, finalm ente, todo Carta Encíclica “ Máximum illud” (3) so-
(*) A. A. S. 14 (1922) 321-326. Trad. para la 2? edición. El presente M o t u P r o p r i o , que se incorpora
a esta edición, va seguido de los “Estatutos Generales de la Obra de la Propagación de la Fe” (A.S.S.
14, 326-328) y de los “Estatutos para el Consejo Superior de la Obra de la Propagación de la Fe”
(A.A.S., 14, 328-330). P . H ,
(1) Mat. 28, 19. (3) Benedicto XV, M á x i m u m i l l u d , 30-XI-1919.
(2) Marc. 16, 15. AAS. 11 (1919) 440-455; en esta Colección: Encí-
126, 5-8 M o t u P r o p r io “ R o m a n o r u m P o n t if ic u m ” 993

bre el mismo problem a al orbe católico. nes y de cuantos hijos tiene la Iglesia
Pues, al Pontífice Óptimo y celosísimo se junten, aun los más insignificantes
quien m ientras se desarrollaba la in ter­ óbolos, en un solo punto, fondo único
m inable guerra sufría m uy acerbos do­ destinado a am parar todas las Misiones,
lores y trabajos, de modo que después y este dinero, entregado a Nuestro po­
quedara casi exhausto por tra ta r de der y arbitrio, o sea tam bién a la Sa­
convencer a E uropa de la necesidad de grada Congregación de la Propagación
la paz, por la bondad de Dios, fue b rin ­ de la Fe, se ha de distribuir por varo­
dado el consuelo de que en Africa, Asia nes elegidos por Nos a todas las Misio­
y América, según indicaban argum entos nes, según la necesidad de cada una.
sólidos, podían ofrecer p ara la predica­
7. La obra de la propagación de la
ción del Evangelio en un futuro cercano
fe de Lión; sus frutos y privilegios.
éxitos m ucho más grandes.
Cuando aun estábamos reflexionando
5. Generosidad del pueblo para pro­ de qué modo podía ejecutarse este plan,
porcionar los fondos; deficiencias del ocurrió felizmente la celebración de la
actual método de recogerlos. Nos, em­ eximia Obra de Lión, llam ada de la
pero, inspirados y alentados por la m is­ “Propagación de la Fe” que fue fu n ­
m a esperanza com prendem os que era dada hace 100 años por algunos varo­
Nuestro deber procu rar que no faltasen nes que se destacaron elogiosamente
medios a esa obra y que, por la m isma por su piedad y caridad. No hay quien
razón, debíamos con todo ahinco tra b a­ ignore los singulares m éritos de esa
ja r porque se observase religiosam ente institución que debe contarse entre las
todo lo que él acertadísim am ente pres­ obras que dan esplendor y honor a la
cribiera y las misiones tuviesen en Francia católica.
abundancia los fondos que necesitaban Y es adm irable cuántos fieles de to­
para desenvolverse m ejor. Cierto es que das las regiones y partes del mundo,
las órdenes religiosas suelen recoger d i­ unidos por el vínculo de esa caridad
rectam ente del pueblo cristiano los sub­ solían ayudar a las Misiones Católicas
sidios de bienes m ateriales que les h a ­ tanto con el auxilio de su óbolo como
cen falta p ara sus misiones, y el pueblo, con el sufragio de su piadosa oración.
3 movido por am or a la Fe y el fervor P or eso, Nuestros predecesores, en
de la caridad o por otros nobilísimos especial G r e g o r io XVI en su Carta
sentimientos, da gustoso y en algunas Apostólica “Probe Nostis”, 18-IX-1840Í4)
naciones con prodigalidad. Pero ni este y L e ó n XIII en su Carta Encíclica
método de recoger limosnas se acom oda “Sancta Dei C i v i t a s del 3 de Diciem­
a las necesidades de todas las Misiones bre de 1880 colm aron con grandes m er­
ni se podrá por él con equidad y orden cedes de pontifical, indulgencias y privi­
adm inistrar todas las regiones de infie­ legios la obra de que hablam os, y con
les en orden a producir m ayores venta­ elogiosísimas palabras la recom endaron
jas y estabilidad. a todos los Obispos y a la universa
grey de los fieles.
6. Fondo único para la universalidad
de las Misiones se formará en Roma. 8. Desprendimiento y equidad de los
Nos, igual que Nuestros predecesores Consejos de la Obra. Nos, em pero Nos
aprobam os todos los géneros de obras place ensalzar aquí la prudencia y equi­
que se inventaron p ara socorrer a las dad de ambos consejos que la rigen, el
Misiones particulares, m as tenemos el de Lión y el de París, con lo cual ayu­
propósito de atender la universalidad dan no sólo a las Misiones que el nobi­
de las Misiones Católicas en cierta m a­ lísimo pueblo francés ha establecido
nera por colectas realizadas en todo el por doquiera, movido del celo que, para
orbe católico, de modo que todas las conservar y prom over la santa Fe, ha
limosnas recogidas en todas las nacio­ heredado de sus mayores, sino tam bién
(4) Gregorio XVI, Carta Apost. Probe Nostis, (5) León XIII, Sancta Dei Civitas, 3-XII-1880;
Í8-IX-1840; en esta Colección: Encíclica 8, pág. ASS. 13, 241; en esta Colección: Encíclica 36,
63-66; Acta Gregorii PP. XVI, Bernasconi III, 83. pág. 263-267.
E ncíclicas P on tificias 32
994 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío Xí (1922) 126, 9-12

a las misiones que, en nobilísima em u­ en la Sagrada Congregación de la P ro ­


lación fundaron otros pueblos urgidos pagación de la Fe, a fin de que sea un
por el espíritu de Cristo. instrum ento en la m ano de la misma
Sede Apostólica, para recoger en todas
9. T raslado de la Sede a Roma y partes los óbolos de los fieles y dedicar­
conversión de la obra en rom ana. P or los al uso de todas las Misiones cató­
la razón, pues, que mencionamos antes licas.
bien que por el deseo de introducir una
novedad, Nos parece que debemos, una 11. - Presidirá toda la Obra un Con­
vez llevado a cabo el traslado de la Sede sejo; elegido por Nos a través de la Sa­
de la Obra de la Propagación de la Fe grada Congregación, del clero de aque­
a esta alm a ciudad, cabeza de toda la llas naciones que, con ciertas aprecia­
Iglesia, adaptarla m ejor a los tiempos bles sumas de dinero, contribuyeren a
cam biados y m unida con N uestra auto­ la herm osa Obra.
ridad convertirla en instrum ento P on­ III. - La Nación francesa, dado que
tificio p ara recoger las lim osnas de los fundó esta Obra de Nuestra referencia
fieles, en beneficio de todas las Mi­ y trabajó siempre utilísim am ente por
siones. ganar a los infieles a la Fe tiene cierto
Nos llevaremos a cabo este cambio derecho principal adquirido de perte­
con tanta m ayor alegría cuanto que los necer al Consejo General.
dirigentes de la Obra, tanto en Lión
como en París, Nos m anifiestan en car­ IV. - Hemos establecido en un doble
tas respetuosísim as que nos enviaron Estatuto, adjunto a estas Cartas, la fo r­
que como hijos obedientísimos de la m a cómo deben desenvolverse esta Obra
Iglesia aceptarían con la m ejor buena Pía y el Consejo General de ella.
voluntad lo que luego esta Sede Apos­
V. - Los que se llam an Consejos Cen­
tólica, carísim a a ellos y a todos sus
trales de cada nación, al pedido del
conciudadanos, decretara.
Consejo General, perfeccionarán sus
propios estatutos. Donde falten esos
10. Elogio del espíritu apostólico y Consejos, procurarán los Obispos que
de la equidad de los consejeros. En se form en cuanto antes; donde, empero,
todo ello estos varones eximios se m os­ ya existe un instituto similar, aunque
traro n dignos de sí mismos, de la Fe tenga otro nom bre, incum birá a los
católica y del nom bre francés, por Obispos ordenar que se incorpore a esta
cuanto ponían de m anifiesto que les es Obra Nuestra, suprim iendo toda dife­
connatural em peñarse p ara que se ex­ rencia, pues, im porta muchísim o para
tienda el reino de J esucristo en la tie­ que dé fruto, que en todas partes tenga
rra, que no dudaron en relegar a segun­ la m ism a organización en cuanto lo
do térm ino los demás asuntos aun los perm itan los diferentes lugares.
que con toda razón y justicia aman.
E sta actitud propia no sólo de ellos sino
12. Invocación de los P atronos p ara
com ún entre los católicos de Francia de
que esta reorganización dé opimos fru ­
tal modo aprobam os que a la faz de
tos como tam bién la O bra de la Santa
todas las iglesias la recom endamos con Infancia y la de San Pedro, siendo la
todo fervor. 1
Unión del Clero el m otor. Nos, n a tu ra l­
mente, confiando en el patrocinio de
11. Los cinco puntos del Decreto. María , la Virgen Inm aculada y en el
P or ello, en la plenitud de Nuestra de los Príncipes de los Apóstoles P edro
autoridad Apostólico, por propio impul­ y P ablo, como tam bién en el del excel­
so (Motu Proprio) y ciencia cierta, esta­ so propagador de la Fe católica, F ran ­
tuim os y decretam os lo siguiente: cisco J avier, el patrono celestial de
I. - La Obra Pía de la Propagación esta Obra, que, por la divina m isericor­
de la Fe, establecida en form a nueva, dia, experim enten un consolador incre­
desde ahora tendrá su sede en Roma, mento, como ya lo deseara vehem ente­
126, 13 M o t u P r o p r io “ R o m a n o r u m P o n t if ic u m ^ 995

mente Nuestro predecesor(6), esta m is­ que se apresurarán a fundar, si acaso


ma Obra de la Propagación de la Fe, falte en su diócesis.
como tam bién la de la Santa Infancia
y la de San Pedro Apóstol, p ara la for­ 13. A probación de estilo. Todo lo
mación del Clero indígena, las cuales que en esta carta Nos hemos estable­
esta Sede Apostólica reconoce como su­ cido, m andam os que quede firm e y
yas. Nos estamos seguros de que los aprobado, pese a todo lo que pueda
O rdinarios y demás Obispos, cada uno obstar.
en su Iglesia, desplegarán toda industria Dado en Roma, junto a San Pedro,
y celo p ara fom entar esta causa, valién­ el 3 de Mayo de 1922, fiesta de la in­
dose, ante todo, de la así llam ada vención de la Santa Cruz, año prim ero
Unión Misional del CleroW, la cual, de Nuestro Pontificado.
adm irablem ente oportuna, Nos aproba­
mos al p a r que Nuestro predecesor, la PIO PAPA XI.
(6) Benedicto XV en la Carta Encíclica Máxi­ (7) Fundada en 1916 y llevada a la Obra pon­
mum Illud, 30-XI-1919. ASS. 11 (1919) 453-454; en tificia en 1956.
esta Colección: Encíclica 117, 13 pág. 921.
J!2rF

FPTCTOT A A PO Q T O i TP A
“OFFICIORUM OMNIUM SANCTXSSIMORUM”^
(r-V III-1922)

SOBRE LOS SEMINARIOS Y LOS ESTUDIOS DE LOS CLERIGOS

PIO PP. XI
Dilecto Hijo Nuestro: Salud y bendición apostólica

1. Im portancia singular del m iniste­ m undial. Si todos los que se desvelan


rio sacerdotal y de la preocupación por la gloria de Dios y la salvación del
449 por él. De todos los m inisterios sacra­ prójim o se han de apenar por esta pe­
tísimos, de cuantos abarca la am plitud nuria y si m ucho más que otros sufren
de Nuestro cargo apostólico, no hay, los Pastores Sagrados, se com prenderá
ciertam ente, ninguno que sea más su­ fácilmente que Nos, que sobrellevamos
blime ni m ás am plio que el de cuidar y la preocupación por todas las iglesias,
conseguir que en la Iglesia exista un n ú ­ nos inquietemos y, por ese motivo, nos
m ero bastante grande de hom bres para desvelemos m ucho más que los demás.
desem peñar los cargos divinos de los
buenos ministros. Es de tal índole este 2. E l P ap a estudia el problem a con
oficio que reúne en sí la dignidad, efi­ el Consejo U rbano de Educación. P or
ciencia y la vida mism a de la Iglesia y esto, en el comienzo del Pontificado
tanto com prom ete la salvación del gé­ Máximo nada Nos pareció tan im por­
nero hum ano como podrían hacerlo los tante como practicar un estudio especial
más transcendentales cargos; pues, los del problem a de tanta transcendencia:
inmensos beneficios que J e s u c r is t o Re­ sobre todo llam ando en Nuestra ayuda
dentor mereció al m undo no se com u­ y aprovechando la labor de aquel Con­
nican a los hom bres sino por los minis­ sejo Urbano cuya m isión es dirigir la
tros de Cristo y los dispensadores de educación y la enseñanza de toda la
los misterios de DiosU). juventud eclesiástica; pues, sabíamos
Porque tendiendo Nuestra m irada que Nuestros antecesores, empleando a
desde esta Cátedra del B e a t o P e d r o , ese Consejo como instrum ento ya h a­
en que sin m érito alguno de Nuestra bían dado muy oportunas disposiciones
las que Nos decididamente aprobam os
parte fuimos colocados por Dios, sobre
todas y que confirm am os con el peso
el orbe católico que está confiado a de Nuestra autoridad. Mas hay algunas
Nuestras más íntim as preocupaciones de ellas en que en form a decidida de­
450 se podrá juzgar, por - n lado, cuáles y seamos insistir con urgencia como que
cuán grandes sean las necesidades de son muy conducentes al santo fin que
las alm as y, por el otro, cómo no basta Nos propusimos. Por eso, os enviamos
el clero de las más diferentes clases, esta carta, amado hijo Nuestro, Prefec­
sobre todo por su escasez, p ara aliviar­ to de ese Sacro Consejo, por cuanto
las, y cómo las dificultades de suplir participáis, ante todo, de esa intensa
debidam ente su falta, siendo ya antes solicitud Nuestra, haciéndoos intérprete
gravísima, se ha agravado aún por los N uestro para señalar aquellas cosas que
daños y pérdidas de la reciente guerra (*) la pueden aliviar.
(*) A. A. S. 14 (1922) 449-458. Trad. para la 2’ ed. Esta Epístola Apostólica dirigida al Cardenal
Cayetano Bisleti Prefecto del Sacro Consejo de Seminarios y Estudios universitarios no figuraba en la
primera edición. (P. H.)
(1) I Cor. 4, 1; II Cor. 6, 4.

— 996 —
127, 3-6 E p ís t o l a A p o s t ó l ic a “ O f f ic io r u m O m n iu m ” 997

3. L a oración por las Tocaciones y “Obra de vocaciones eclesiásticas” que,


la vigilancia sobre su nacim iento. P ri­ para bien, fue instituida a fin de soco­
mero, no cabe duda, por cuanto, como rrer asiduam ente en su hogar, cerca del
ya dijimos, los intereses del orden sa­ párroco y entre los m uros de los Semi­
grado y de la Iglesia están íntim am ente narios, a los niños que dan buena es­
ligados de que Dios destina en todo peranza.
tiempo, suficientes vocaciones al sacer­
docio; de otro modo, Dios faltaría al­ 5. La ley sacratísim a de los Sem ina­
guna vez a su Iglesia en una cosa ne­ rios: reservarlos sólo a los Sem inaris­
cesaria, lo cual sería impío afirm ar. tas. Nos preocupa m uchísim o, y con
Sin embargo, en este asunto como en todos los medios debe lograrse lo que
los demás que atañen a la salvación de Nuestros antecesores, L e ó n XIII y
las almas, rige la ley de la divina Provi­ Pío X ordenaron a menudo, es decir,
dencia de que las comunes preces ocu­ que los Seminarios eclesiásticos no se
pen un am plísim o lugar p ara obtener lo dediquen sino a aquellos fines para los
que necesitamos. Todos conocen y sa­ cuales fueron creados; conviene a sa­
ben aquella sentencia del Señor: La ber, para educar en form a conveniente
mies es mucha y los operarios son po­ a los m inistros sagrados. P or lo tanto
cos. Rogad, pues, al dueño de la mies no debe haber en los Seminarios lugar
que envíe obreros a su mies^2\ para niños o jóvenes que no demues­
Como los mejores, siguiendo el ejem ­ tran ninguna inclinación al sacerdocio,
plo de la Iglesia, suelen cum plir con — pues, sorprende cuánto perjudican
esa obligación, p ara que se increm ente sus costum bres a los clérigos— sino
ya el núm ero de candidatos al sacer­ que deben tam bién sus ejercicios de
docio anhelam os y queremos que se piedad, su program a de estudio y el
observe ante todo lo que el Código de mismo género de disciplina, estar del
Derecho Canónico prescribe de este m o­ todo dirigidos a la preparación adecua­
do: Los sacerdotes, especialmente los da de los corazones de los alum nos al
párrocos, deben poner particular empe­ desempeño de su divina misión. Esta
ño en apartar a los niños, que den se­ ha de ser, sin excepción alguna, la ley
ñales de tener vocación eclesiástica, de santísima de todos los Seminarios. Si
los contagios del siglo, informándolos hasta ahora se le hubiera prestado más
en la piedad, imbuyéndolos en los pri­ religiosa obediencia no habría tanta es­
meros estudios literarios, y cultivando casez de sacerdotes casi por doquiera;
en ellos el germen de la vocación divi- pues, éste es el peligro: que los Semi­
n a (3). narios que no se gobiernan conform e a
su propia índole, reteniendo, sin em bar­
4. Ingreso al Sem inario. Ayuda eco­go su nom bre de Seminario, podrán ser
nóm ica. Los mismos sacerdotes, al ju z ­ de gran utilidad para la sociedad, mas
gar llegado el tiempo oportuno, tratarán al orden sagrado apenas aprovechan, si
de entregar a sus alum nos a algún Se­ el resultado no es del todo negativo.
m inario p ara su educación a fin de que
se perfeccione en éstos lo que ellos co­ 6. P untos de m áxim a im portancia
m enzaron. Si la escasez de medios m a­ solam ente. No es N uestro ánim o expli­
teriales de los jóvenes fuese el im pedi­ car en esta oportunidad cómo deben
mento, ni pudiesen los sacerdotes m is­ constituirse los Seminarios a fin de
mos sufragar los gastos, estim ulen a crue resulten idóneos para la educación
los cristianos buenos p ara que ayuden, de los futuros sacerdotes para que tanto
exponiéndoles tanto la santidad de la en la piedad como en la ciencia estén
obra como su increíble utilidad. Aquí bien formados. Son sólo algunos pu n ­
no podemos menos de rogar a todos los tos, de m áxima transcendencia y peso
que am an a la Iglesia que favorezcan crue queremos, am ado hijo Nuestro, que
de todo corazón y prom uevan aquella atiendan con celo todos los Obispos.
(2) Mat. 9, 37-38. (3) Cód. Der. Can., Canon 1353.
998 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 127. 7

7. La lengua latin a, su estudio, siglo


su 16 destruyeron la unidad de la
necesidad y ventajas. Primero se trata doctrina dogmática de Europa. Por lo
de fom entar con toda solicitud e im pul­ tanto, Nos queremos, como está previs­
sar el estudio de la lengua latina en los to en el Derecho Canónico que en los
institutos eclesiásticos. No tanto por el Colegios hum anísticos donde se desen­
interés hum anístico y literario sino más vuelve la esperanza del orden sagrado,
bien religioso deben dom inar teórica y los alum nos se instruyan en form a p ro ­
prácticam ente este idioma. Pues, la lija en la lengua latina para que no
Iglesia, como que estrecha contra sí con suceda que, cuando lleguen a las disci­
un solo abrazo a todas las naciones, co­ plinas m ayores que deben enseñarse y
mo que vivirá hasta la consum ación de aprenderse en latín, por la ignoran­
los siglos y tiene cerrado el paso a su cia del idioma no puedan lograr la
gobierno a los iletrados, requiere una plena com prensión de la doctrina ni
lengua que por su naturaleza sea uni­ tampoco ejercitarse en aquellas dispu­
versal, inm utable y no corriente. Dado taciones escolásticas que aguzan tan
que el latín es de esta índole, dispuso egregiamente el ingenio de los jóvenes
Dios que lo emplease, de un modo p ro ­ para defender la verdad. Tampoco su­
digioso, la Iglesia docente y él sirviese cederá entonces lo que Nos apena las
de sublime vínculo de unidad a todos no pocas veces que acaece, es decir que
los cristianos más ilustrados de todos Nuestros clérigos y sacerdotes que, co­
los pueblos, proporcionando no sólo a mo no se han aplicado suficientemente
los que están separados en el espacio y m1 estudio de la literatura latina, hacen,
a ios que están en un solo lugar congre­ caso omiso de los copiosos volúmenes
gados, el medio fácil de com unicarse de los Padres y Doctores de la Iglesia
m utuam ente sus pensam ientos y p ro ­ en que lum inosam ente se proponen los
pósitos, sino tam bién, lo que es más, dogmas y victoriosam ente se defienden,
p ara que los hijos de la Iglesia se co­ para recurrir, en cambio, en busca del
nozcan m ejor y estén más estrecham en­ acervo de doctrina apropiada para ellos,
te unidos con la Cabeza de la Iglesia. a los autores m odernos en que casi
P or am bas causas, p ara om itir otras siempre suele echarse de menos no sólo
razones, cae de su peso que el clero, el elegante modo de decir y la exacta
más que nadie, debe estudiar intensa­ razón de discurrir sino tam bién la fiel
mente el latín; ni siquiera ensalzamos interpretación de los dogmas. Sobre esto
aquí el hecho que esta lengua se reco­ escribió P a b l o una exhortación a T i ­
m ienda por su índole que es escueta, m o t e o : í(Retén la forma de los sanos
453 rica, abundante, llena de m ajestad y, lo discursos que de mí o íste ...G u a rd a
que causa adm iración, como henchida el devósito a ti confiado, evitando las
de dignidad apropiada p ara servir a las vanidades impías y las contradicciones
glorias del Pontificado Romano, el cual de la falsa ciencia, que algunos profe­
heredó la mism a sede del Imperio. Si ya san extraviándose de la Si estas
en cualquier seglar, imbuido, sí, de la palabras tenían valor en alguna época,
literatura clásica el desconocimiento de es ciertam ente en la nuestra en la cual 454
la lengua latina que realm ente podemos demasiadas personas se acostum braron
llam ar católica, puede considerarse co­ a hacer circular los más variados enga­
mo signo de desam or a la Iglesia ¡cuán­ ños de sus errores, disfrazándolos con
to más deben conocer suficientemente el nom bre y el color de ciencia. Mas
y dom inar la lengua latina absoluta­ ¿quién será capaz de descubrirlos e
m ente todos los clérigos! im pugnarlos sino el que posea el senti­
A ellos incumbe, pues, con tanta m a­ do exacto de los dogmas de fe y conoz­
yor constancia defender la latinidad ca el significado de las palabras en que
cuanto m ejor sepan con cuánta m ayor solemnemente se expresaron, y de con­
pasión la im pugnen aquellos adversa­ siguiente, el que sepa la lengua que la
rios de la sabiduría católica que en el Iglesia emplea?
(4) Código Der. Can. Canon 1364. (6) I Tim. 6, 20-21.
(5) II Tim. 1, 13.
127, 8-10 E p ís t o l a A p o s t ó l ic a “ O f f ic io r u m O m n iu m ' 999

8. El estudio de la Filosofía escolás­ que procede de las fuentes abundantísi­


tica. El segundo punto sobre el cual mas de las Sgdas. Escrituras, de los Su­
exigimos especial vigilancia a los Obis­ mos Pontífices, de los SS. Padres y
pos se refiere a los estudios superiores Concilios fue siempre de máxima utili­
del joven clero. Si de veras se desea dad para la Iglesia, sea en la verdadera
p rep arar sacerdotes que estén a la altu ­ y sana inteligencia e interpretación de
ra de su misión, han de observarse san­ las Escrituras mismas, sea en la lectura
ta e inviolablem ente todas las prescrip­ y explicación más segura y provechosa
ciones que sobre el asunto se contienen de los Padres, sea en el descubrimiento
en el derecho canónico(7K Concluidas, y refutación de los diversos errores y
pues, las Hum anidades, nuestros alum ­ herejías. En nuestros tiempos empero
nos se dedicarán por lo menos durante en que llegaron aquellos días llenos de
dos años al estudio de la filosofía como peligro que describió el Apóstol, y hom­
adecuada preparación a la sagrada teo­ bres blasfemos, orgullosos y engañado­
logía. Nos referim os a la filosofía esco­ res van de mal en peor engañándose y
lástica que los Santos Padres y Doctores engañando a otros, es por cierto muy
de la Escuela con gran diligencia p er­ necesaria para confirmar los dogmas
feccionaron m ediante una labor conti­ de la fe católica y refutar las here­
nua, y que S a n t o T o m á s d e A q u i n o con jías”^ . Pues lo que da a este género
su genio y esfuerzo llevó a m áxim a p er­ de disciplinas el carácter de verdadera
fección a punto de que Nuestro prede­ ciencia y hace que — en frase de Nues­
cesor L e ó n X III no dudó en llam arla tro am adísim o predecesor^10)— en ella
“baluarte de la fe y sólida fortaleza de se encuentra “la explicación más com­
la religión”^ . P or cierto, gran m érito pleta, en cuanto es posible a la humana
del mismo L e ó n XIII es el haber res­ razón, y la defensa invicta de la verdad
taurado la filosofía cristiana mediante divinamente revelada”, es precisam ente
el fom ento del am or y culto del D o c t o r la filosofía escolástica puesta al servicio
A n g é l i c o , de tal m anera que, a Nuestro de la Sagrada Teología, con S a n t o T o ­
juicio, esta restauración sobrepuja tanto m á s de guía y maestro. De ahí que
a todas las demás cosas que realizó en aquella armonía de doctrinas y princi­
bien de la Iglesia y de la sociedad civil pios, ese orden y disposición semejante
en su largo Pontificado, que ella sola a la disciplina de soldados en batalla,
bastaría p ara inm ortalizar el nom bre esas claras definiciones y distinciones,
de tan ilustre Pontífice. P or tanto, los esa solidez de argumentación e ingenio­
profesores de filosofía cuiden, ante to­ sas y profundas discusiones, mediante
do, de seguir en la enseñanza de esta las cuales se distingue la luz de las ti­
disciplina no solamente el método, sino nieblas, la verdad del error, y las fala­
tam bién la doctrina y los principios de cias de los herejes, envueltas en mil
S a n t o T o m á s , tarea que han de cum plir engaños y sofismas, despojadas como
tanto más em peñosam ente cuanto que quien dice de sus vestimentas, quedan
saben que ningún Doctor de la Iglesia patentes y al descubierto^11^.
es tan temible a ]os modernistas y de­
más enemigos de la fe católica como el 10. Rechazo del solo m étodo positivo
Aquinatense. en teología. Se sigue de lo dicho que
no cum plen como corresponde con su
9. La dedicación a la Teología b asa­ misión de form ar bien a la juventud
da en la Filosofía escolástica. Lo que quienes, dejando a un lado el método
hemos dicho de la filosofía ha de apli­ escolástico, creen que debe darse toda
carse igualm ente a la sagrada Teología. la enseñanza de la teología según el
Pues, valiéndonos de nalabras de S i x ­ método que llam an positivo; ni mucho
t o V: “El conocimiento y uso de esta menos cum plen con su deber los que
ciencia tan rica en frutos de salvación,897 desem peñan su magisterio limitándose
(7) C. I. C. can. 1365, 1366. (10) Benedicto XV, Motil Proprio Non multo
(8) León XIII, Encíclica Aeterni Patris, 4-VIII- post. De Romana Sancti Thomse Academia. Año
1879, ASS. 12 (1879-80) 97; en esta Colección: 1914. AAS 7 (1915) 6.
Encícl. 33, 10, pág. 238. (11) Sixto V, Bula Triumphantis, del año 1588.
(9) Bula ^Triumphantis”, año.1588.
1 000 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 127, 11-12

a exponer con doctas disquisiciones el haya establecido un Seminario interdio­


conjunto de los dogmas y herejías. Cier­ cesano o regional”0%) m
tam ente, es necesario agregar al método E n esta m ateria es de desear que los
escolástico el positivo, pero éste solo no Obispos a que corresponda, tengan en
basta, ya que es m enester p reparar a gran estima las disposiciones de la Sede
los nuestros no sólo p ara exponer las Apostólica y las cum plan con ánimo
verdades de la fe, sino tam bién para gozoso; porque ¿cuántos Seminarios
ilustrarlas v defenderlas. E xponer cro­ habrá que por la escasez de directores
nológicamente los dogmas y los errores y maestros, o por la estrechez de m e­
opuestos a ellos es tarea de la historia dios, o por otra causa, no puedan, co­
eclesiástica, m as no de la Teología. mo convendría, atender en sus propios
Seminarios la educación de los jóvenes
11. Im portancia de la Teología pas­ clérigos, si por fortuna los tienen en
toral. E n tercer lugar, referente a los condición de iniciar los estudios supe­
estudios de los clérigos, aquel que, con­ riores? P ara crue ellos puedan, pues,
form e al desempeño consciente de su cum plir esa im portantísim a m isión su­
puesto, los dirija, no descuidará, cierta­ ya, la Se^le Apostólica ha provisto opor­
mente, las prescripciones que el Dere­ tunam ente la fundación — especialmen­
cho Canónico trae sobre la Teología te en Italia— , p ara bien de las diferen­
pastoral(12> y hasta tendrá en suma tes regiones, algunos Seminarios, flore­
estim a esta disciplina, dado que, en cientes por la celebridad de sus rectores
form a inm ediata procura la salvación y profesores, a fin de que hubiese, así,
de las almas, y no sólo ordenará, por sacerdotes instruidos para realizar toda
lo menos, cuán santam ente han de tra ­ obra buena y ^reparados para dedicar­
tarse las cosas sagradas sino, además, se íntegram ente a la gloria de Dios y
cómo h an de adm inistrarse a los hom ­ la salvación de las almas.
bres con un fruto siempre mayor, to ­ De N uestra parte queremos conservar
m ando p ara ello celosísimamente en intacto e inconcuso no sólo ese género
cuenta las circunstancias actuales. Pues, de institutos en que brilló tanto la sa­
m uchas cosas que en la época de nues­ biduría como la m unificencia de Nues­
tros m ayores eran inauditas, se introdu­ tros Predecesores Pío X y B enedicto
jeron en el curso de los tiempos: el XV sino también, en cuanto esté en
sacerdote de hoy debe saberlas muy N uestro poder, llevarlo con todo em pe­
bien, p ara encontrar en la vida de Jesu­ ño a m ayor perfección. Pero es conve­
cristo nuevos remedios a nuevos males niente y lógico que los Obispos todos a
y volcar el saludable vigor de la Reli­ quienes está encom endada la región y
gión en todas las venas de las sociedad gracias a cuyos esfuerzos fue levantado
hum ana. ese Seminario atiendan a p ro rrata sus
necesidades.
12. Sem inarios interdiocesanos o Nos los rogamos no hagan de m al
grado lo que no sólo pide la utilidad
regionales. Sabed, adem ás, querido h i­
común sino tam bién la suya propia; y
jo Nuestro, que es Nuestro íntim o anhe­
si ahora juzgan — lo que no es sino ía
lo se cum pla lo que estatuye, igualm en­ realidad— que se trata allí de su p ro ­
te, el Código de Derecho Canónico, pia causa y que el Seminario interdio­
cuando dice: “Si no puede establecerse cesano o regional es como el Seminario
el Seminario diocesano, o en el ya esta­ m ayor de cada una de las diócesis en
blecido se echa de menos la conveniente que todos ellos tienen los mismos dere­
formación, sobre todo en las disciplinas chos y los mismos deberes no rechaza­
filosóficas y teológicas, el Obispo en­ rán, naturalm ente jam ás nada de lo que
viará los alumnos a otro Seminario, a entienden pueda contribuir a su p ro ­
no ser que, con autoridad apostólica, se vecho.
(12) Cód. Jur. Can. 1365, § 3. “ ...se darán leccio­ cismo a los niños o a otros, de oír confesiones, de
nes de teología pastoral, con ejercicios prácticos, visitar a los enfermos y de asistir a los moribun-
especialmente sobre la manera de enseñar el cate- dos“ .
(13) Canon 1354 § 3.
127, 13-14 E p ís t o l a A p o s t ó l ic a “ O f f ic io r u m O m n iu m ” 1001

13. Plegaria. Im ploram os a la San­ nas y de N uestra peculiar benevolencia,


tísim a Virgen, Madre de Aquel que es de todo corazón, os im partim os, que­
Sacerdote eternamente(14), confiados en rido hijo Nuestro, la Bendición Apos­
que todo esto se desenvuelva, con la tólica.
gracia de Dios m isericordioso, para Dado en Roma, junto a San Pedro,
gran utilidad del orden sagrado.14 a 1? de Agosto de 1922, prim ero de
Nuestro Pontificado.
14. Bendición Apostólica. E n tre ta n ­
to, como prenda de las mercedes divi­ PIO PAPA XI.

(14) Salmo 109, 4; Hebr. 5, 6; 7, 17.


-jL 2 &

ENCICLICA “UBI ARCANO”(*}


(23-XII-1922)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS


ORDINARIOS, EN PAZ Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA

LA PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE CRISTO


PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

I. I ntroducción de los católicos, de quienes cada día lle­


gaban innum erables cartas para salu­
1. Ascensión al trono pontificio. dar con expresiones de la más ardiente
675 Preocupaciones y dolores. Desde el devoción al nuevo sucesor de S an P e­
m om ento en que por inescrutable de­ dro . Luego comenzamos al punto a
signio de Dios Nos vimos exaltados, sin experim entar lo que el Apóstol llama
m érito alguno, a esa Cátedra de verdad los cuidados que urgen cada día, la soli­
y caridad, fue Nuestro ánimo, Venera- citud de todas las Iglesias^; y a los
blos Herm anos, dirigiros cuanto antes cuidados ordinarios de Nuestro Oficio
y con el m ayor afecto N uestra palabra, se ju n taron otros, como el de proseguir
y con vosotros a todos Nuestros amados los gravísimos negocios que encontra­
hijos confiados directam ente a vuestros mos ya incoados, respecto a la Tierra
cuidados. Un indicio de esta voluntad Santa y al estado de aquellos cristianos
Nos parece haber dado cuando, apenas y de aquellas Iglesias que son de las
elegidos, desde lo alto de la Basílica más ilustres; el defender, según dem an­
Vaticana, y en presencia de una grandí­ da Nuestro oficio, la causa de la cari­
sima m uchedum bre, dimos la bendición dad junto con la de la justicia en las
a la urbe y al orbe; bendición que todos conferencias de las naciones vencedo­
vosotros, con el Sagrado Colegio de ras, en las que se tratab a la suerte de
Cardenales al frente, recibisteis con tan las otras naciones, exhortando especial­
g rata alegría que p ara Nos, en el im po­ mente a que se tuviera la debida cuenta
nente m om ento de echar sobre Nuestros con los intereses espirituales, que no
hom bros casi de im proviso el peso de son de menor, antes de más valer que
este cargo, fue m uy oportuno, y des­ los otros; el procurar con todo empeño
pués de la confianza en el auxilio divi­ el socorro de inmensas muchedum bres
no, m uy grande consuelo y alivio. Aho­ de gentes lejanas consumidas por el
ra. ñor fin, al llegar al Nacimiento de ham bre y por todo género de calam ida­
674 Nuestro Señor J esucristo, y al comien­ des, lo cual hemos llevado a cabo, m an­
zo del nuevo año, N uestra boca se abre dando el m ayor subsidio que Nos fue
para vosotrosO); y sea N uestra palabra posible en las actuales estrecheces e
como solemne regalo que el padre envía im plorando socorros de todo el m undo;
a sus hijos p ara felicitarles. el trab ajar por com poner en el mismo
El hacer esto antes de ahora, como pueblo en que habíam os nacido, y en
habríam os deseado, Nos lo im pidieron medio del cual Dios colocó la Sede de
diversas causas. Lo prim ero, fue preciso P edro , las luchas violentas que desde
corresponder a la atención y delicadeza largo tiempo y con frecuencia ocurrían
(*) A. A. S. 14 (1922) págs. 673-700; versión auténtica italiana: A.A.S. 15 (1923) 5-26.
(1) 11 Cor. 6, 11. (2) II Cor. 11, 28.
— 1002 —
128, 1 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1003

y que parecían poner en inm inente pe­ de Czenstochowa y de Ostrabram a, en la


ligro la suerte de la nación p ara Nos gruta m ilagrosa de Lourdes y sobre to­
tan querida. do en Milán desde la aérea cúspide del
Duomo y desde el vecino santuario de
Gozos y consuelos. No faltaron, sin Rho, pareció aceptar el hom enaje de
embargo, en el mismo tiem po aconteci­ Nuestra piedad, cuando en el santísimo
mientos que Nos llenaron de gozo. A la santuario de Loreto, después de restau­
verdad, tanto en los días del XXVI Con­ rados los destrozos causados por el in ­
greso Eucarístico internacional, como cendio, quisimos que se repusiese su
en los del III Centenario de Propa­ venerable imagen, que junto a Nos h a ­
ganda Fide, Nos experim entam os ta n ­ bía sido rehecha con toda perfección y
ta abundancia de consuelos celestiales por N uestra propias m anos había sido
cuanta difícilm ente habríam os esperado consagrada y coronada. Fue éste un
poder gozar en los comienzos de Nues­ magnífico y espléndido triunfo de la
tro Pontificado. Tuvimos ocasión de Santísim a Virgen, que desde el Vaticano
hablar con casi todos y cada uno de hasta Loreto, dondequiera que pasó la
Nuestros am ados hijos, los Cardenales, santa imagen, fue honrada por la reli­
y lo mismo con los Venerables H erm a­ giosidad de los pueblos con una no
nos, los Obispos, en tanto núm ero, interrum pida serie de obsequios, hechos
cuantos difícilm ente habríam os podido por gentes de toda clase que en gran
ver en m uchos años. Pudim os tam bién núm ero salían a recibirla y con vivísi­
dar audiencia a grandes m uchedum bres mas expresiones m ostraban su devoción
de fieles, como a otras porciones esco­ a María y al Vicario de Cristo.
gidas de la innum erable fam ilia que el
Señor Nos había confiado, de toda tribu Objetivo de la Encíclica y del P onti­
y lengua y pueblo y nación, según se ficado: la pacificación del m undo. Con
lee en el Apocalipsis, y dirigirles, como el aviso de estos sucesos, tristes y ale­
vivamente lo deseamos, N uestra p ater­ gres, cuya m em oria queremos quede
nal palabra. aquí consignada para la posteridad, se
iba poco a poco haciendo para Nos
Congreso E ucarístico In tern acional cada vez más claro qué es lo que debía­
de Roma. E n aquellas ocasiones Nos mos llevar más en el alm a durante
parecía asistir a espectáculos divinos: Nuestro Pontificado, y aquello de que
cuando Nuestro R edentor J esucristo debíamos hablar en la prim era E ncí­
bajo los velos eucarísticos era llevado clica.
en triunfo por las calles de Roma, se­
guido de un innum erable y apiñado Nadie hay que ignore que ni para
acom pañam iento de devotos, venidos de los hom bres en particular, ni para la
todos los países, y parecía haber vuelto sociedad, ni para los pueblos, se ha
a granjearse el am or que se le debe conseguido todavía una paz verdadera
como a Rey de los hom bres y de las después de la guerra calamitosa, y que
naciones; cuando los sacerdotes y pia­ todavía se echa de menos la tranquili­
dosos seglares, como si sobre ellos h u ­ dad activa y fructuosa que todos de­
biera de nuevo descendido el E spíritu sean. Pero de este m al es preciso ante
Santo, se m ostraban inflam ados del es­ todo exam inar la grandeza y gravedad,
p íritu de oración y del fuego del aposto­ e indagar después las causas y las ra í­
lado y cuando la fe viva del pueblo ro ­ ces, si se quiere, como Nos queremos,
mano, p ara m ucha gloria de Dios y p a ­ poner el oportuno remedio. Y esto es lo
ra salvación de m uchas almas, otra vez que por deber de Nuestro Apostólico
como en tiempos pasados se m anifesta­ oficio Nos proponem os comenzar con
ba a la faz del universo m undo. esta Encíclica, y esto lo que nunca
después cesaremos de procurar. Es de­
Devoción a M aría. E n tre tan to la cir, que así como las condiciones de los
Virgen María , Madre de Dios y benig­ presentes tiempos son las mismas que
nísim a Madre de todos nosotros, que tanto preocuparon a B enedicto XV,
Nos había sonreído ya en los Santuarios Nuestro llorado Predecesor, en todo el
1004 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 2-4

tiempo de su Pontificado, es lógico que de ser el blanco de los odios y de las


los mismos pensam ientos y cuidados insidias de las menores. Y los Estados,
que él tuvo, Nos mismo los hagamos sin excepción, experim entan los tristes
Nuestros. Y es de desear que todos los efectos de la pasada guerra; peores
buenos tengan u n mismo sentir y que­ ciertam ente los vencidos, y no pequeños
rer con Nos, y que con Nos trabajen los mismos que no tom aron parte algu­
p ara im petrar de Dios en favor de los na en la guerra. Y los dichos males van
hom bres una reconciliación de verdad cada día agravándose más, por irse re­
y duradera. tardando el remedio; tanto más, que las
diversas propuestas y las repetidas ten­
II. Los MALES PRESENTES tativas de los hom bres de Estado para
rem ediar tan tristes condiciones de co­
2. La falta de paz. A dm irablem ente sas han sido inútiles, si ya no es que
cuadran a nuestra Edad aquellas pala­ las han empeorado. Por todo lo cual,
bras de los Profetas: Esperamos la paz creciendo cada día el tem or de nuevas
y este bien no vino; el tiempo de la cu­ guerras y más espantosas, todos los
ración, y he aquí el terror^; el tiempo Estados se ven casi en la necesidad de
de restaurarnos, y he aquí a todos tur­ vivir preparados para la guerra, y con
bados^. Esperamos la luz, y he aquí eso quedan exhaustos los erarios, se
las tinieblas...; y la justicia, y no viene; pierde el vigor de la raza y padecen
la salud, y se ha alejado de nosotros(5L gran menoscabo los estudios y la vida
Pues aunque hace tiem po en E uropa se religiosa y m oral de los pueblos.
h an depuesto las arm as, sin embargo
sabéis cómo en el vecino Oriente se 4. Falta la paz social y política. Y
levantan peligros de nuevas guerras, y lo que es más deplorable, a las externas
allí mismo, en u n a región inm ensa co­ enemistades de los pueblos se ju ntan
mo hemos antes dicho, todo está lleno las discordias intestinas que ponen en
de horrores y miserias, y todos los días peligro no sólo los ordenam ientos socia­
una ingente m uchedum bre de infelices, les, sino la m ism a trabazón de la so­
sobre todo de ancianos, m ujeres y n i­ ciedad.
ños, m ueren de ham bre, de peste y por Debe contarse en prim er lugar la
los saqueos; y donde quiera que hubo <(lucha de clases”, que, inveterada ya
guerra no están todavía apagadas las como llaga m ortal en el mismo seno de
viejas rivalidades, que se dan a cono­ las naciones, inficiona las obras todas,
cer: o con disimulo en los asuntos po­ las artes, el comercio; en una palabra,
líticos, o de una m anera encubierta en todo lo que contribuye a la prosperidad
la variedad de los cambios monetarios, pública y privada. Y este m al se hace
o sin rebozo en las páginas de los dia­ cada vez más pernicioso por la codicia
rios y periódicos; y hasta invaden los de bienes m ateriales de una parte, y de
confines de aquellas cosas que por su la otra por la tenacidad en conservar­
naturaleza deben perm anecer extrañas los, y en am bas a dos por el ansia de
a toda lucha acerba, como son los estu­ riquezas y de m ando. De aquí las fre­
dios de las artes y de las letras. cuentes huelgas, voluntarias y forzo-
zas; de aquí los tum ultos públicos y las
3. F a lta la paz internacional. De ahí consiguientes represiones, con descon­
que los odios y las m utuas ofensas en­ tento y daño de todos.
tre los diversos Estados no den tregua Añádanse las luchas de partido para
a los pueblos, ni perduren solamente el gobierno de la cosa pública, en las
las enemistades entre vencidos y ven­ que las partes contendientes suelen de
cedores, sino entre las mismas naciones ordinario hostilizarse con la m ira pues­
vencedoras, ya que las m enores se que­ ta, no sinceramente, según las varias
jan de ser oprim idas y explotadas por opiniones, en el bien público, sino en
las mayores, y las m ayores se lam entan 34 el logro del propio provecho con daño
(3) Jer. 8, 15. (5) Is. 59, 9, 11.
(4) Jer. 14, 19.
128, 5-6 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1005

del bien común. Y así vemos cómo van de la obediencia y la impaciencia en el


en aum ento las conjuras, cómo se ori­ trabajo. Observamos tam bién cómo ha
ginan insidias, atentados contra los ciu­ pasado los límites del pudor la ligereza
dadanos y contra los mismos m inistros de las m ujeres y de las niñas, especial­
de la autoridad; cómo se acude al te­ mente en el vestir y en el bailar, con
rror, a las amenazas, a las francas rebe­ tanto lujo y refinam iento, que exacerba
liones y a otros desórdenes semejantes, las iras de los menesterosos. Vemos, en
tanto m ás perjudiciales cuanto m ayor fin, cómo aum enta el núm ero de los que
es la parte que en el gobierno tiene el se ven reducidos a la miseria, de entre
pueblo, cual sucede con las m odernas los cuales se reclutan en m asa los
form as representativas. Estas form as que sin cesar van engrosando el ejército
de gobierno, si bien no están con­ de los perturbadores del orden.
denadas por la doctrina de la Iglesia R esum en de m ales. E n vez, pues, de
(como no está condenada form a alguna la confianza y seguridad reina la con­
de régimen justo y razonable), sin em­ gojosa incertidum bre y el tem or; en vez
bargo, conocido es de todos cuán fácil­ del trabajo y la actividad, la inercia y
mente se prestan a la m aldad de las la desidia; en vez de la tranquilidad del
facciones. orden, en que consiste la paz, la p ertu r­
bación de las empresas industriales, la
5. F a lta la paz dom éstica. Y es ver­languidez del comercio, la decadencia
daderam ente doloroso ver cómo un m al en el estudio de las letras y de las artes;
tan pernicioso ha penetrado hasta las de ahí tam bién, lo que es m ás de lam en­
raíces mismas de la sociedad, es decir, tar, el que se eche de menos en m uchas
hasta en las familias, cuya disgregación partes la conducta de vida verdadera­
hace tiempo iniciada ha sido como n u n ­ mente cristiana, de modo que no sola­
ca favorecida por el terrible azote de m ente la sociedad parece no progresar
la guerra, merced al alejam iento del en la verdadera civilización de que sue­
techo doméstico de los padres y de los len gloriarse los hombres, sino que p a­
hijos, y m erced a la licencia de las cos­ rece querer volver a la barbarie.
tum bres, en m uchos modos aum entada.
Así se ve m uchas veces olvidado el ho­ 6. F a lta la paz religiosa. Daños espi­
nor en que debe tenerse la autoridad rituales. Y a todos estos males aquí
paterna; desatendidos los vínculos de la enum erados vienen a poner el colmo
sangre; los amos y criados se m iran aquellos que, cierto, no percibe el hom­
como adversarios; se viola con dem a­ bre animal(6), pero que son, sin em bar­
siada frecuencia la m ism a fe conyugal, go, los m ás graves de nuestro tiempo.
y son conculcados los deberes que el Queremos decir los daños causados en
m atrim onio im pone ante Dios y ante todo lo que se refiere a los intereses
la sociedad. espirituales y sobrenaturales, de los que
F a lta la paz del individuo. De ahí tan íntim am ente depende la vida de las
que, como el m al que afecta a un orga­ alm as; y tales daños, como fácilmente
nismo o a u na de sus partes principal­ se comprende, son tanto m ás de llorar
m ente hace que tam bién los otros que las pérdidas de los bienes terrenos,
m iem bros, aun los m ás pequeños, su­ cuanto el espíritu aventaja a la m a­
fran, así tam bién es n atu ral que las teria. Porque fuera de tan extendido
dolencias que hemos visto afligir a la olvido de los deberes cristianos, arriba
sociedad y a la fam ilia alcancen tam ­ recordado, cuán grandes penas nos cau­
bién a cada uno de los individuos. Ve­ sa, Venerables Hermanos, lo mismo que
mos, en efecto, cuan extendida se halla a vosotros, el ver que de tantas Iglesias
entre los hom bres de toda edad y con­ destinadas por la guerra a usos p ro fa­
dición u na gran inquietud de ánimo que nos no pocas están todavía sin abrirse
679 les hace exigentes y díscolos, y cómo al culto divino; que muchos seminarios,
se h a hecho ya costum bre el desprecio cerrados entonces, y tan necesarios pa-
(6) I Cor. 2, 14.
1006 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 7-8

ra la form ación de los m aestros y guías 7. El olvido de la caridad. Firm óse,


de los pueblos, no pueden todavía a b rir­ sí, la paz solemnemente entre beligeran­
se; que en todas partes haya disminuido tes, pero quedóse escrita en los docu­
tanto el núm ero de sacerdotes —arreb a­ mentos públicos, más no grabada en los
tados unos por la guerra m ientras se corazones; vivo está todavía en esto, el
ocupaban en el m inisterio, extraviados espíritu bélico y de él brotan cada día
otros de su santa vocación por la extra­ mayores daños a la sociedad. Porque el
ordinaria gravedad de los peligros, y derecho de la fuerza paseóse mucho
que por lo mismo en m uchos sitios se tiempo triunfante por todas partes, y
vea reducida al silencio la predicación poco a poco fue apagando en los hom ­
de la palabra divina, tan necesaria para bres los sentimientos de benevolencia y
la edificación del cuerpo místico de compasión que, recibidos de la n atu ra­
Cristo leza, son por la ley cristiana perfeccio­
nados, y hasta la fecha no han vuelto a
Efectos en las M isiones y en la P a ­
renacer ni con la reconciliación de una
tria. D año en aquéllas; aprecio del
paz hecha más en apariencia que en
sacerdote en ésta. ¿Y qué decir al
realidad. De aquí que el odio, al que
recordar cómo desde los últimos confi­
se han habituado los hom bres por largo
nes de la tierra y del centro mismo de
tiempo, se haya hecho en muchos una
las regiones en que reina la barbarie
segunda naturaleza, y que predom ine
nuestros misioneros, llam ados frecuen­
aquella ley ciega que el Apóstol lam en­
tem ente a la p atria p ara ayudar en las
taba sentir en sus miembros, guerrean­
fatigas de la guerra, debieron abando­
do contra la ley del espíritu(9K Y así
n a r los campos fértilísimos, donde con
sucede con frecuencia que el hom bre no
tanto fruto vertían sus sudores por la
parece ya, como debería considerarse
causa de la Religión y de la civilización,
según el m andam iento de Cristo, h er­
y cuán pocos de ellos pudieron volver
m ano de los demás, sino extraño y
incólumes? Es cierto que estos daños
enemigo; que perdido el sentimiento de
los vemos com pensados tam bién en al­
la dignidad personal y de la misma n a­
guna parte con excelentes frutos, p o r­ turaleza hum ana, sólo se tiene cuenta
que apareció entonces más en el cora­
con la fuerza y con el núm ero, y que
zón del Clero el am or a la p atria y la
procuran los unos oprim ir a los otros
conciencia de todos sus deberes, de m o­
por el solo fin de gozar cuanto puedan
do que m uchas almas, a las puertas
de los bienes de esta vida.
mism as de la m uerte, adm irando en el
k i
trato cotidiano los herm osos ejemplos
8. El ansia inm oderada de los bienes
de m agnanim idad y de trabajo del Cle­
de la tierra. Nada m ás ordinario entre
ro, se llegaron de nuevo al sacerdocio y
los hom bres que desdeñar los bienes
a la Iglesia. Pero en esto hemos de
eternos que J e s u c r is t o propone a todos
adm irar la bondad de Dios, que aun del
continuam ente por medio de su Iglesia
m al sabe sacar bien.
y apetecer insaciables la consecución de
los bienes terrenos y caducos. Ahora
III. Ca u sa s de esto s m ales
bien: los bienes materiales, por la m is­
Introducción al tercer punto. H asta m a naturaleza, son de tal condición, que
aquí hemos hablado de los males de en buscarlos desordenadam ente se halla
estos tiempos. Indaguem os ahora sus la raíz de todos los males, y en especial
causas m ás detenidam ente, si bien ya, del descontento y de la degradación
sin poderlo evitar, algo hemos indicado. m oral, de las luchas y las discordias.
Y ante todo, parécenos oír de nuevo En efecto, por una parte esos bienes,
al divino Consolador y Médico de las viles y finitos como son, no pueden
hum anas enferm edades repetir aquellas saciar las nobles aspiraciones del cora­
palabras: Todos estos males proceden zón hum ano que, criado por Dios y p a­
del interior(®).78 ra Dios, se halla necesariam ente inquie-
(7) E fes. 4, 12. (9) Rom. 7, 23.
(8) Marc. 7, 23.
128, 9-10 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ’ 1007

to m ientras no descanse en Dios. Por que son de la gran fam ilia hum ana, y
otra parte, como los bienes del espí­ que las otras naciones tienen derecho a
ritu, comunicados con otros, a todos vivir y a prosperar, sino tam bién que
enriquecen, sin padecer mengua, así, no es lícito ni conveniente el separar
por el contrario, los bienes m ateriales, lo útil de lo honesto. Porque la justicia
limitados corno son, cuanto m ás se re­ eleva las gentes y el pecado hace mise­
parten tanto menos toca a cada uno. rables a los pueblos^12\ Y si el obtener
De donde resulta que los bienes terre­ ventajas para la propia fam ilia, ciudad
nos incapaces de contentar a todos por o nación con daño de los demás puede
igual, ni de saciar plenam ente a n in ­ parecer a los hom bres una obra gloriosa
guno, son causas de divisiones y de y m agnífica, no hay que olvidar, como
tristeza, verdadera vanidad de vanida­ nos advierte S an Agustín , que ni será
des y aflicción del espíritu(10), como duradera, ni se verá libre del am or de
las llamó el sabio S alomón, después de la ruina: vitrea laetitia fragiliter splen-
bien experim entado. Y esto que acaece dida, cui timeatur horribilius ne repen­
a los individuos acaece lo mismo a la te frangatur. <(Una vidriosa alegría, frá­
682 sociedad. ¿De dónde nacen las guerras gilmente espléndida de la cual se teme,
y contiendas entre nosotros?, pregunta de un modo terrible, el repentino rom­
S antiago Apóstol, ¿No es verdad que pimiento”(13L
de vuestras pasiones
10. El olvido de Dios, causa de la
9. Las tres concupiscencias. Porque inestabilidad. Pero el que se haya 683
la concupiscencia de la carne, o sea el ausentado la paz, y que después de
deseo de placeres, es la peste más fu ­ haberse remediado tantos males toda­
nesta que se puede pensar p ara p ertu r­ vía se le eche de menos, tiene que
b ar las fam ilias y la mism a sociedad: tener causa más honda que la que
de la concupiscencia de los ojos, o sea de hasta ahora hemos visto. Porque ya
la codicia de poseer, nacen las despia­ mucho antes que estallara la guerra
dadas luchas de las clases sociales, aten­ europea venía preparándose por culpa
to cada cual en dem asía a sus propios de los hom bres y de las sociedades la
intereses; y la soberbia de vida es decir, principal causa engendradora de tan
el ansia de m andar a los demás, ha lle­ grandes calamidades, causa que debía
vado a los partidos políticos a contien­ de haber desaparecido con la misma
das tan encarnizadas, que no se detie­ espantosa grandeza del conflicto si los
nen ni ante la rebelión, ni ante el cri­ hom bres hubieran entendido las signi­
men de lesa m ajestad, ni ante el p a rri­ ficación de tan grandes acontecim ien-
cidio mismo de la patria. os. ¿Quién no sabe aquello de la E scri­
Y a esta intem perancia de las pasio­ tura: Los que abandonaron al Señor
nes, cuando se cubre con el especioso serán consumidos?(14>; ni son menos
m anto de bien público y del am or a la conocidas aquellas gravísimas palabras
patria, es a quien hay que atrib uir las del Redentor y Maestro de los hom bres
enemistades internacionales. Pues aun J esucristo : Sin mí nada podéis ha-
este am or patrio, que de suyo es fuerte cer(15\ y aquellas otras: El que no alle­
estím ulo p ara m uchas obras de virtud ga conmigo, dispersa^1®).
y de heroísm o cuando está dirigido por Sentencias éstas de Dios que en todo
la ley cristiana, es tam bién fuente de tiempo se han verificado y ahora sobre
m uchas injusticias cuando pasados los todo las vemos realizarse ante Nuestros
justos lím ites se convierte en am or p a­ mismos ojos. Alejáronse en m ala hora
trio desmesurado. Los que de este am or los hom bres de Dios y de J esucristo,
se dejan llevar olvidan no sólo que los y por eso precisamente de aquel estado
pueblos todos están unidos entre sí con feliz han venido a caer en este torbe­
vínculos de herm anos, como m iembros llino de males y por la misma razón se
(10) E cl. 1, 2, 14. (14) Is. 1, 28.
(11) Santiago 4, 1. (15) Juan 15, 5.
(12) Prov. 14, 34. (16) Luc. 11, 23.
(13) S. Agustín, De Civ. Dei, lib. 4, c. 3.
1008 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922)____________ 128, 11-12

ven frustradas y sin efecto la m ayor la juventud; pero necesariam ente se ha


parte de las veces las tentativas p ara re ­ seguido, no ya que la religión fuese
p a ra r los daños y p ara conservar lo que excluida de las escuelas sino que en
se ha salvado de tan ta ruina. Y así, ellas fuese de una m anera oculta o pa­
arrojados Dios y J e s u c r is t o de las leyes tente com batida y que los niños se lle­
y del gobierno, haciendo derivar la gasen a persuadir que para bien vivir
autoridad no de Dios, sino de los hom ­ son de ninguna o de poca im portancia
bres, ha sucedido que, adem ás de quitar las verdades religiosas, de las que nunca
a las leyes verdaderas y sólidas sancio­ oyen hablar, o si oyen, es con palabras
nes y los prim eros principios de la ju s­ de desprecio. Pero así excluidos de la
ticia, que aun los mismos filósofos p a­ enseñanza Dios y su ley, no se ve ya el
ganos, como C i c e r ó n , com prendieron modo cómo pueda educarse la concien­
que no podían tener su apoyo sino en cia de los jóvenes, en orden a evitar el
la ley eterna de Dios, han sido a rra n ­ m al y a llevar una vida honesta y vir­
cados los fundam entos mismos de la tuosa; ni tampoco cómo puedan irse
autoridad, una vez desaparecida la r a ­ form ando para la fam ilia y para la
zón principal de que unos tengan el sociedad hom bres morigerados, am an­
derecho de m andar y otros la obliga­ tes del orden y de la paz, aptos y útiles
ción de obedecer. Y he ahí las violentas para la com ún prosperidad.
agitaciones de toda la sociedad, falta
de todo apoyo y defensa por alcanzar La guerra es el producto de todo
el poder atentos a los propios intereses ello. Desatendidos, pues, los preceptos
y no a los de la patria. de la sabiduría cristiana, no nos debe
adm irar que las semillas de discordias
sem bladas por docruiera en terreno bien
11. L a exclusión de Dios de la fam i­dispuesto viniesen por fin a producir
lia. Es tam bién ya cosa decidida que ni aquella tan desastrosa guerra, que lejos
Dios ni J e s u c r is t o han de presidir el de apagar con el cansancio los odios
684 origen de la familia, reducido a mero entre las diversas clases sociales, los
contrato civil el m atrim onio, que J e s u ­ encendió m ucho más con la violencia y
c r is t o había hecho un sacramento la sangre.
grande(17), y había querido que fuese
una figura, santa y santificante, del IV. R e m e d io s d e e s t o s m a l e s
vínculo indisoluble con que él se halla
unido a su Iglesia. Y debido a esto he­ Ya hemos enum erado brevemente,
mos visto frecuentem ente cómo en el Venerables Herm anos, las causas de los
pueblo se hallan oscurecidas las ideas y males que afligen a la sociedad; vea- 685
am ortiguados los sentimientos religio­ mos los remedios aptos para sanarla,
sos con que la Iglesia había rodeado ese sugeridos por la naturaleza m ism a del
germen de la sociedad que se llam a fa ­ mal.
milia: vemos perturbados el orden do­
méstico y la paz doméstica; cada día 12. La paz de Cristo. Y ante todo es
más insegura la unión y estabilidad de necesario que la paz reine en los cora­
la fam ilia; con tan ta frecuencia p ro fa­ zones. Porque de poco valdría una exte­
nada la santidad conyugal por el ardor rior apariencia de paz, aue hace que
de sórdidas pasiones y por el ansia los hom bres se traten m utuam ente con
m ortífera de las m ás viles utilidades, urbanidad y cortesía, sino que es nece­
hasta quedar inficionadas las fuentes saria una paz que llegue al espíritu y
mism as de la vida, tanto de las familias los tranquilice e incline y disponga a los
como de los pueblos. hom bres a una m utua benevolencia fra ­
ternal. Y no hay semejante paz si no
E ducación laica y antirreligiosa. F i­ es la de Cristo; y la paz de Cristo triun­
nalm ente, se ha querido prescindir de fe en nuestros corazones<18); ni puede
Dios y de su Cristo en la educación de ser otra la paz suya, la que el da a los
(17) Efes. 5, 32. (1 8 ) C o l. 3, 15.
128, 13 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1009

sui/os(19), ya que siendo Dios, ve los caridad que a la justicia, ya que lo que
corazones(20), y en los corazones tiene ésta hace es remover los impedimentos
su reino. P or otra parte, con todo de­ de la paz, como son las injurias, los
recho pudo J e s u c r is t o llam ar suya esta daños; pero la paz es un acto propio y
paz, ya que fue el prim ero que dijo a peculiar de la caridad(3°).
los hom bres: Todos vosotros sois her-
manos(‘21\ y prom ulgó sellándola con El reino de la paz está en nuestro
su propia sangre la ley de la m utua interior. P o r tanto, a la paz de Cristo,
caridad y paciencia entre todos los que, nacida de la caridad, reside en lo
hom bres: este es mi mandamiento: que íntim o del alma, se acomoda m uy bien
os améis los unos a los otros, como yo a lo que S a n P a b l o dice del reino de
os he amado(22h soportad los unos las Dios que por la caridad se adueña de
cargas de los otros, y así cumpliréis la las alm as: no consiste el reino de Dios
ley de Cristo^2SK en comer y beber^D\ es decir, que la
paz de Cristo no se alim enta de bienes
caducos, sino de los espirituales y eter­
13. La paz de Cristo, garantía nos, del cuya excelencia y ventaja el mismo
derecho y fru to de la caridad. Síguese Cristo declaró al m undo y no cesó de
de ahí claram ente que la verdadera paz persuadir a los hombres. Pues por eso
de Cristo no puede apartarse de las dijo: ¿Qué le aprovecha al hombre ga­
norm as de justicia, ya porque es Dios nar todo el mundo si pierde el alma?, o
mismo el que juzga la justicia^2*), ya ¿qué cosa dará el hombre en cambio
porque la paz es obra de la ju s tic ia ^ ; de su alma?(S2K Y enseñó además la
pero no debe constar tan sólo de la dura constancia y firm eza de ánimo que ha
e inflexible justicia, sino que a suavi­ de tener el cristiano: ni temáis a los
zarla ha de en trar en no m enor parte que matan el cuerpo pero no pueden
la caridad que es la virtud apta por matar el alma, sino temed a los que
su m ism a naturaleza p ara reconciliar puedan arrojar el alma y el cuerpo en
los hom bres con los hom bres. E sta es el infierno <33).
la paz que J e s u c r is t o conquistó p ara
los hom bres; más aún, según la expre­ Los frutos de la paz. No que el que
sión enérgica de S a n P a b l o , El mismo quiera gozar de esta paz haya de re ­
es nuestra paz; porque satisfaciendo a nunciar a los bienes de esta vida; antes
la divina justicia con el suplicio de su al contrario, es prom esa de Cristo que
carne en la cruz, dio muerte a las ene- los tendrá en abundancia: Buscad pri­
686 mistades en sí mismo..., haciendo la mero el reino de Dios y su justicia, y
paz^26>, y reconcilió en sí a todos^21) todo lo demás se os dará por añadi-
y todas las cosas con Dios; y en la dura(Mh Pero: la paz de Dios sobrepuja 687
m ism a redención no ve y considera S a n todo entendimiento(35>, y por lo mismo
P a b l o tanto la obra divina de la ju sti­ dom ina a las ciegas pasiones y evita las
cia, como en realidad lo es, cuanto la disensiones y discordias que necesaria­
obra de la reconciliación y de la cari­ m ente brotan del ansia de poseer.
dad: Dios era el que reconciliaba con­ Refrenadas, pues, con la virtud las
sigo al mundo en Jésucristo^2^ ; de tal pasiones, y dado el honor debido a las
manera amó Dios al mundo que le dio cosas del espíritu, seguiráse como fruto
su Hijo unigénito(29>. Con el gran acier­ espontáneo la ventaja de que la paz
to crue suele, escribe sobre este punto cristiana traerá consigo la integridad
el Doctor Angélico que la verdadera y de las costum bres y el ennoblecimiento
genuina paz pertenece más bien a la de la dignidad del hom bre; el cual, des-
(19) Juan 14, 27. (28) II Cor. 5, 18-19.
(20) I Reg. 16, 7. (29) Juan 3, 6.
(21) Mat. 23, 8. (30) Sum. Theol. 2, 2, q. 29 a. 3 ad 3.
(22) Juan 15, 12. (31) Rom. 14, 17.
(23) Gal. 6, 2. (32) Mat. 16, 26.
(24) Salm. 9, 5. (33) Mat. 10, 28; Luc. 12, 14.
(25) Is. 32, 17. (34) Mat. 6, 33; Luc. 12, 31,
(26) Efes. 2, 14 ss. (35) Filip. 4, 7.
(27) II Cor. 5, 18; Efes. 2, 16.
1010 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 14

pués que fue redim ido con la sangre de inocencia de vida, de la obligación de
Cristo, está como consagrado por la obedecer, de la ordenación divina de la
adopción del Padre celestial y por el sociedad, del sacram ento del m atrim o­
parentesco de herm ano con el mismo nio y de la santidad de la familia cris­
Cristo, hecho con las oraciones y sacra­ tiana; si se considera, decimos, que
mentos participante de la gracia y con­ estas y otras doctrinas que trajo del cie­
sorte de la naturaleza divina, hasta el lo a la tierra las entregó a sola su Igle­
punto de que, en prem io de haber vi­ sia, y con prom esa solemne de su auxi­
vido bien en esta vida, llegue a gozar lio y perpetua asistencia, y que le dio
por toda una eternidad de la posesión el encargo, como m aestra infalible que
de la gloria divina. era, que no dejase nunca de anunciarlas
a las gentes todas hasta el fin de los
Fortalece el orden y la autoridad. Y tiempos, fácilmente se entiende cuán
ya que arriba hemos dem ostrado que gran parte puede y debe tener la Iglesia
una de las principales causas de la con­ para poner el remedio conducente a la
fusión en que vivimos es el hallarse pacificación del mundo.
m uy m enoscabada la autoridad del de­
Porque, instituida por Dios única in­
recho y el respeto a los que m andan
térprete y depositaría de estas verdades
— por haberse negado que el derecho y
el poder vienen de Dios, creador y go­ y preceptos, es ella únicam ente el ver­
dadero e inexhausto poder para alejar
bernador del m undo— , tam bién a este
de la vida común, de la familia y de la
desorden pondrá remedio la paz cristia­
sociedad la lacra del m aterialismo, que
na, ya que es una paz divina, y por lo
tantos daños en ellas ha causado, y para
mismo m anda que se respeten el orden,
la ley y el poder. Pues así nos lo enseña introducir en su lugar la doctrina cris­
tiana acerca del espíritu, o sea sobre la
la E scritura: Conservad en paz la dis­
c ip lin a ^ . Gran paz para aquellos que inm ortalidad del alma, doctrina muy
superior a cuanto enseña la m era filo­
aman tu ley, Señor^S7K El que teme el sofía; tam bién p ara unir entre sí las
precepto, se hallará en paz^36373839\ Y nues­
diversas clases sociales y el pueblo en
tro Señor J e s u c r is t o , no sólo dijo aque­
general con sentimiento de elevada be­
llo de: Dad al César lo que es del Cé-
5 a r (39), sjno que decia r6 respetar en el nevolencia y con cierta fraternidad^43^,
mismo P i l a t o el poder que le había y para elevar hasta el mismo Dios la
dignidad hum ana, con justicia restau­
sido dado de lo alto^40\ de la mism a
rada, y, finalmente, para procurar que,
m anera que había m andado a los discí­
corregidas las costum bres públicas y
pulos que reverenciasen a los Escribas
privadas, y más conformes con las leyes
y Fariseos que se sentaron en la cátedra
del Moisés(4D. Y es cosa adm irable la sanas, se someta todo plenam ente a
estima que hizo de la autoridad p ater­
Dios que ve los corazones^44\ y que
todo se halle inform ado íntim am ente de
na en la vida de familia, viviendo para
sus doctrinas y leyes, que, bien pene­
d ar ejemplo, sumiso y obediente a J o sé
trado de la ciencia de su sagrado deber
y M a r í a . Y de El es tam bién aquella ley
el ánimo de todos, de los particulares,
prom ulgada por sus Apóstoles: Toda
de los gobernantes, y hasta de los orga­
persona esté sujeta a las potestades su­
nismos públicos de la sociedad civil,
periores; porque no hay potestad que sea Cristo todo en todos(45a).
no provenga de Dios^42\
Las enseñanzas de la Iglesia asegu­
14. La Iglesia depositaría de esta ran la paz. P or lo cual, siendo propio (
paz. Y si se considera que todo cuanto de sola la Iglesia, por hallarse en pose­
Cristo enseñó y estableció acerca de la sión de la verdad y de la virtud de
dignidad de la persona hum ana, de la Cristo, el form ar rectam ente el ánimo
(36) Eccles. 41, 17. (41) Mat. 23, 2.
(37) Salm. 118, 165. (42) Rom. 13, 1.
(38) Prov. 13, 13. (43) S. August. De mor. Eccl. cath., 1, 30.
(39) Mat. 22, 21. (44) III Reg. 16, 7.
(40) Juan 19, 11. (45a) Col. 3, 11.
128, 15-16 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1011

de los hom bres, ella es la única que tad m ism a que le dan los siglos, que ni
puede, no sólo arreglar la paz por el con las tempestades de la guerra quedó
momento, sino afirm arla p ara el porve­ m altrecha, antes con adm iración de to ­
nir, conjurando los peligros de nuevas dos salió de ella más acreditada.
guerras que dijimos nos am enazan. P o r­ 16. La paz de Cristo en el Reino de
que únicam ente la Iglesia es la que por Cristo. E xtensión y carácter de este
orden y m andato divino enseña que los Reino. Síguese, pues, que ?a paz digna
hom bres deben conform arse con la ley de tal nombre, es a saber, la tan desea­
eterna de Dios, en todo cuanto hagan, da paz de Cristo, no puede existir si
lo mismo en la vida pública que en la no se observan fielmente por todos en
privada, lo mismo como individuos que la vida pública y en la privada las
unidos en sociedad. Y es cosa clara que enseñanzas, los preceptos y los ejem ­
es de m ucha m ayor im portancia y gra­ plos de Cristo: y una vez así constitui­
vedad todo aquello en que va el bien da ordenadam ente la sociedad, pueda
y provecho de muchos. por fin la Iglesia, desem peñando su di­
Pues bien; cuando las sociedades y vino encargo, hacer valer los derechos
los Estados m iren como un deber sagra­ todos de Dios, lo mismo sobre los indi­
do el atenerse a las enseñanzas y pres­ viduos que sobre las sociedades.
cripciones de J e s u c r is t o en sus relacio­ En eso consiste lo que con dos pala­
nes interiores y exteriores, entonces sí bras llamamos Reino de Cristo. Ya que
que llegarán a gozar, en el interior, de reina J e s u c r is t o en la m ente de los
una paz buena, tendrán entre sí m utua individuos, por sus doctrinas, reina en
confianza y arreglarán pacíficam ente los corazones por la caridad, reina en
sus diferencias, si es que algunas se toda la vida hum ana por la observancia
originan. de sus leyes y por la im itación de sus
15. La Iglesia sola tiene la autoridad ejemplos. Reina tam bién en la sociedad
de im ponerla. C uantas tentativas se doméstica cuando, constituida por el
h an hecho hasta ahora a este respecto sacram ento del m atrim onio cristiano, se
han tenido ninguno o m uy poco éxito, conserva inviolada como una cosa sa­
sobre todo en los asuntos con más grada, en la que el poder de los padres
ard o r debatidos. Es que no hay institu­ sea un reflejo de la paternidad divina,
ción alguna hum ana que pueda im po­ de donde nace y toma el nombre(45b);
ner a todas las naciones u n Código de donde los hijos emulan la obediencia del
leyes comunes, acom odado a nuestros Niño Jesús, y el modo todo de proceder
tiempos, como fue el que tuvo en la hace recordar la santidad de la Fam ilia
Edad Media aquella verdadera sociedad de Nazaret. Reina finalm ente J e s u c r is ­
de naciones que era u na fam ilia de pue­ t o en la sociedad civil cuando, trib u ­
blos cristianos. En la cual, aunque m u­ tando en ella a Dios los supremos ho­
chas veces era gravemente violado el nores, se hacen derivar de él el origen
derecho, con todo, la santidad del m is­ y los derechos de la autoridad para que
mo derecho perm anecía siempre en vi­ ni en el m andar falte norm a ni en el
gor, como norm a segura conform e a la obedecer obligación y dignidad, cuando
cual eran las naciones mism as juzgadas. además le es reconocido a la Iglesia el
Pero hay una institución divina que alto grado de dignidad en que fué colo­
puede custodiar la santidad del derecho cada por su mismo autor, a saber, de
de gentes; institución que a todas las sociedad perfecta, m aestra y guía, de
naciones se extiende y está sobre las las demás sociedades; es decir, tal que
naciones todas, provista de la m ayor no dism inuya la potestad de ellas
autoridad y venerada por la plenitud — pues cada una en su orden es legíti­
del m agisterio: la Iglesia de Cristo; y m a— , sino que les comunique la con­
ella es la única que se presenta con veniente perfección, como hace la gra­
aptitud p ara tan grande oficio, ya por cia con la naturaleza; de modo que esas
el m andato divino, por su m ism a n atu ­ mismas sociedades sean a los hom bres
raleza y constitución, ya por la m ajes­ poderoso auxiliar para conseguir el fin
(45b) Efesios 3, 15.
1012 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 17-18

supremo, que es la eterna felicidad, y se levanta compacto y bien unido todo


con más seguridad provean a la pros­ el cuerpo de Cristo<52a), que es la Iglesia
peridad de los ciudadanos en esta vida fundada en la solidez de la Piedra.
m ortal.
De todo lo cual resulta claro que no Insinuación de la R eapertura de!
hay paz de Cristo sino en el reino de Concilio Vaticano. Una nueva y recien­
Cristo, y que no podemos nosotros tra ­ te prueba de vuestra insigne diligencia
b ajar con m ás eficacia p ara afirm ar la y actividad la tuvimos cuando con la
paz que restaurando el reino de Cristo. ocasión al principio mencionada, del
Congreso Eucarístico de Roma y de las
El program a papal. Cuando, pues, el fiestas centenarias de la Sagrada Con­
P apa Pío X se esforzaba por “restaurar gregación de Propaganda Fide, vinisteis
todas las cosas en Cristo”, como si muchísimos de todas las partes del
o brara inspirado por Dios, estaba pre­ m undo a esta santa ciudad al sepulcro
parando la obra de pacificación, que de los Apóstoles. Aquella reunión de
fue después el program a de B e n e d i c ­ Pastores, dignísima por su concurso y
t o XV. autoridad, Nos sugirió la idea de con­
Nos, insistiendo en lo mismo que se vocar a su tiempo en esta m isma ciu­
propusieron conseguir Nuestros Prede­ dad, Cabeza del orbe católico, una so­
cesores, procurarem os tam bién con to­ lemne asamblea de la misma clase para
das Nuestras fuerzas lograr “la paz de hallar reparo oportuno a las ruinas
Cristo en el reino de Cristo”, plenam en­ causadas en tan grande convulsión de
te confiados en la gracia de Dios, que la sociedad, y se aum enta la dulce es­
al hacernos entrega de este supremo peranza de esta reunión con la proxi­
poder Nos tiene prom etida su perpetua m idad de las alegres solemnidades del
asistencia. Año Santo.
No por eso, sin embargo, Nos atreve­
17. Medios especiales: Misión de losmos por ahora a em prender la reaper­
obispos y su cooperación. E sperando tu ra de aquel Concilio Ecuménico a
que todos los buenos h an de concurrir que en Nuestra juventud dio comienzo
con su apoyo a esta obra, Nos dirigimos la Santidad de Pío IX, pero que no p u ­
en prim er lugar a vosotros, Venerables do llevarse a efecto sino en parte, au n ­
Hermanos, a quienes nuestro mismo Je­ que era muy im portante. Y la razón es
fe y Cabeza, J e s u c r is t o , que a Nos con­ que tam bién Nos, como el célebre cau­
fió el cuidado de toda su grey, llamó a dillo de Israel, estamos como pendien­
una parte y la más excelente en Nuestra tes de la oración, esperando que la
solicitud; a vosotros, puestos por el Es­ bondad y m isericordia de nuestro Dios
píritu Santo para regir la Iglesia de Nos dé a conocer más claram ente los
Dios(46>; a vosotros honrados de m a­ designios de su voluntad^ 2*).
nera principal con el ministerio de la
reconciliación, y como embajadores en 18. Obra insigne del clero. E x horta­
nombre de Cristo46(47)489, hechos partícipes ción a superarse. M ientras tanto, au n ­
de su mismo m agisterio divino y dis­ que sabemos m uy bien que no hay
pensadores de los misterios de Dios(é8\ necesidad de estim ular vuestro celo y
y por lo mismo llam ados sal de la tie­ actividad, antes que son dignos de los
rra y luz del mundo(49\ doctores y p a ­ mayores elogios, sin embargo, la con­
dres de los pueblos cristianos, verda­ ciencia del cargo apostólico y de Nues­
deros dechados de la grey(50\ destina­ tros deberes de padre para con todos,
dos a ser llamados grandes en el reino Nos advierte y casi Nos fuerza a infla­
de los cielos(51); a vosotros todos, en m ar con Nuestros ardores el ya encen­
fin, que sois como los m iem bros princi­ dido celo de todos vosotros, de m anera
pales y como los lazos de oro con que que venga a suceder que cada uno de
(46) Act. 20, 26. (50) I Pedr. 5, 3.
(47) II Cor. 5, 18, 20. (51) Mat. 5, 19.
(48) I Cor. 4, 1. (52a) Efesios 4, 15.
(49) Mat. 5, 13-14. (52b) Jueces 6, 17.
128, 18 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1013

vosotros ponga cada día m ayor afán y Apostolado, caridad y Acción Cató­
empeño en el cultivo de aquella parte lica. A esta piedad atribuim os el espí­
de la grey del Señor que le cupo en ritu de sagrado apostolado, m ucho más
suerte apacentar. extendido que antes, es decir, aquel celo
Y a la verdad cuántas cosas y cuán ardentísim o de procurar, prim ero con
excelentes y cuán oportunas hayan sido la oración frecuente y con el buen
sabiam ente proyectadas, y felizmente ejemplo, luego con la propaganda de
iniciadas, y con gran provecho llevadas palabra y por escrito, y tam bién con
a cabo, y cuanto las circunstancias lo las obras y socorros de la caridad, que
perm itían gloriosam ente term inadas, de nuevo se tributen al Corazón divino
entre el Clero y el pueblo fiel, por ini­ de Cristo Rey, lo mismo en los corazo­
ciativa y a im pulso de Nuestros Prede­ nes de los individuos que en la fam ilia
cesores y vuestro, lo sabemos por la y en la sociedad, el am or, el culto y el
fam a pública propagada por la prensa im perio que le son debidos.
y confirm ada por otros docum entos y
por las noticias a Nos llegadas, bien de A eso se encam ina tam bién el buen
vosotros, bien de otros m uchos; y de certam en diríam os pro aris et focis^s\
ello damos cuantas gracias podemos a que se ha de em prender, y la batalla
Dios. que se ha de trab ar en m uchos frentes
en favor de los derechos de la sociedad
E l cuadro de las actividades p asto­ religiosa y doméstica, de la Iglesia y
rales. E n tre estas obras adm iram os de la familia, derivados de Dios y de
especialmente las m uchas y m uy pro­ la naturaleza, sobre la educación de los
videnciales instituciones p ara instruir hijos. A esto, finalm ente, se dirige tam ­
693 a los hom bres con sanas doctrinas y bién todo ese conjunto de instituciones,
p ara im buirlos en la virtud y en santi­ program as y obras, que se conoce con
dad; lo mismo las asociaciones de clé­ el nom bre de Acción Católica y que es
rigos y seglares, o las llam adas pías de Nos m uy estimada.
uniones, con el fin de sostener y llevar
adelante las misiones entre infieles, de Todo eso es deber pastoral necesario
propagar el reino de Cristo Dios, y p ro ­ y principal. Pues bien: todas estas co­
cu rar a los pueblos bárbaros la salva­ sas y otras m uchas semejantes, que se­
ción tem poral y eterna; ya tam bién las ría m uy largo referir, no sólo se han de
congregaciones de jóvenes, que han cre­ conservar firmemente, sino que se las 694
cido en núm ero y en devoción singular ha de llevar adelante cada día con
a la Santísim a Virgen, y especialmente más empeño y acrecentar con nuevos
a la Sagrada Eucaristía, ju n to , con una aum entos según lo exige la condición
fe, una pureza y un am or fraterno muy de las cosas y de las personas. Y si
acrisolados. Añádanse las asociaciones, parecen cosa ardua y llena de trabajo
tanto las de hom bres como las de m u­ para los pastores y para los fieles, em ­
jeres, particularm ente las eucarísticas, pero son, sin duda, necesarias, y se han
que procuran h o n rar el augusto Sacra­ de contar entre los principales deberes
m ento con cultos m ás frecuentes y so­ del oficio pastoral y de la vida cristiana.
lemnes y con m uy m agníficas procesio­ P or las mismas razones aparece claro
nes por las calles de las ciudades; y —tanto que estaría de más todo escla­
tam bién con la reunión de Congresos recim iento— cuán relacionadas se h a ­
m uy concurridos, regionales, naciona­ llan entre sí todas estas obras, y cuán
les e internacionales, con representan­ estrecham ente unidas con la deseada
tes de casi todos los pueblos, donde restauración del reino de Cristo y con
todos se m uestran adm irablem ente u n i­ la pacificación cristiana, propia tan
dos en la m ism a fe, en el mismo culto, sólo de este reino: Pax Christi in regno
oración y participación de los bienes Christi, “La paz de Cristo en el Reino
celestiales.53 de Cristo” .
(53) “Por los altares y los hogares
1014 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 19

Aprecio del P ap a y estím ulo a m ayor ron los límites del reino de Cristo en la
unión con Rom a. Y sería N uestro de­ propagación de la unidad de fe y de la
seo que digáis a vuestros sacerdotes, fraternidad cristiana.
Venerables Herm anos, que Nos, testigo
y com pañero en otro tiempo y partícipe 19. E xhortación a los fieles. Misión
de los trabajos denodadam ente tomados de los seglares. Recordad tam bién a
en pro de la grey de Cristo, siempre tn- los fieles que, cuando tom ando por
vimos y tenemos en grande estima su guías a vosotros y a vuestro Clero, tra ­
m agnanim idad en soportar los trabajos, bajan en público y en privado porque
y su industria en h allar siempre nuevos se conozca y ame a J esucristo, enton­
medios de subvenir a las nuevas necesi­ ces es cuando sobre todo merecen que
dades que consigo trae el cambio de los se les llame linaje escogido, una clase de
tiempos, y que ellos estarán unidos a sacerdotes reyes, gente santa, pueblo de
Nos con vínculo m ás estrecho de unidad conquista^54); que entonces es cuando,
y Nos a ellos con el de la paternal be­ estrecham ente unidos a Nos y a Cristo,
nevolencia, cuanto con adhesión más al propagar y restaurar con su celo y
pronta y apretada, m ediante una vida diligencia el reino de Cristo, prestan
santa y una obediencia perfecta, se los más excelentes servicios para esta­
unan como al m ism o Cristo a sus pas­ blecer la paz entre los hombres. Porque
tores, que son sus guías y m aestros. en el reino de Cristo está en vigor y
florece una cierta igualdad de derechos,
P apel del clero regular. No hay p ara por la que distinguidos todos con la
qué extenderse en declarar, Venerables m isma nobleza, todos se hallan conde­
H erm anos, cuánto es lo eme esperamos corados con la m ism a preciosa sangre
del Clero regular p ara poner por obra de Cristo, y los que parecen presidir a
Nuestras ideas y proyectos, siendo cosa los demás, siguiendo el ejemplo dado
clara cuánto es lo que contribuye a por el mismo Cristo nuestro Señor, con
esclarecer el reino de Cristo dentro y a razón, se llam an, y lo son, adm inistra­
dilatarle fuera. Pues siendo propio de dores de los bienes comunes, y, por
los religiosos el guardar y practicar, no ende, siervos de todos los siervos, espe­
sólo los preceptos, sino tam bién los cialmente de los más pequeños y del
consejos de Cristo, lo mismo cuando todo desvalidos.
dentro del claustro se dedican a las co­ Peligros sociales. Pero los cambios
sas espirituales, que cuando salen a tra ­ sociales que trajeron la necesidad, o la
b a ja r a cam po abierto, por ser en su aum entaron, de tales colaboradores p a ­
vida modelo de perfección cristiana y ra llevar adelante la obra divina, han
por renunciar, consagrados por entero creado tam bién a los poco peritos peli­
al bien común, a los bienes y comodi­ gros nuevos, ni pocos ni ligeros. Pues
dades terrenas, p ara m ás abundante­ apenas term inada la desastrosa guerra,
m ente conseguir los bienes espirituales, perturbados los Estados con la agita­
695 son p ara los fieles un constante ejemplo ción de los partidos políticos, se enseño­
que los incita a asp irar a cosas m ayo­ rearon de la mente y del corazón de
res; y felizmente lo consiguen merced los hombres, pasiones tan desenfrena­
tam bién a las insignes obras de benefi­ das e ideas tan perversas, que ya es de
cencia cristiana con que atienden a las tem er que aun los m ejores de entre los
enferm edades todas del cuerpo y del fieles y aun de los sacerdotes, atraídos 696
alm a. Y a tanto h an llegado en este por la falsa apariencia de la verdad y
punto, a im pulsos de la caridad divina, del bien, se inficionen con el deplorable
contagio del error.
según lo atestigua la historia eclesiás­
tica, que en la predicación del Evange­ Precave contra el m odernism o m o­
lio dieron su vida por la salvación de ral, jurídico y social. Porque, ¿cuántos
sus almas, y con su m uerte ensancha­ hay que profesan seguir las doctrinas
(54) I Pedr. 2, 9.
128, 20 E n c íc l ic a “ U b i A r c a n o ” 1015

católicas en todo lo que se refiere a la cense todavía a Nuestra vista, Venera­


autoridad en la sociedad civil y en el bles Hermanos, muchos en demasía
respeto que se le ha de tener, o al dere­ que, o por desconocer del todo a Cristo,
cho de propiedad, y a los derechos y o por no conservar íntegra y pura la
deberes de los obreros industriales y doctrina o la unidad requerida, no son
agrícolas, o a las relaciones de los E sta­ todavía de este redil, al cual, sin em­
dos entre sí, o entre patronos y obreros, bargo, están destinados por Dios. Por
o a las relaciones de la Iglesia y el lo cual el que hace las veces de Pastor
Estado, o a los derechos de la Santa eterno no puede menos que, inflam ado
Sede y del Romano Pontífice y a los en los mismos sentimientos, echar mano
privilegios de los Obispos, o finalm ente de las mismas expresiones, m uy breves
a los mismos derechos de nuestro Crea­ ciertamente, pero llenas de am or y de
dor, Redentor y Señor J e s u c r is t o sobre la más tierna compasión: Debo recoger
los hom bres en p articular y sobre los también aquellas ovejas(56>; y traiga a
pueblos todos? Y sin embargo, esos la m em oria con la m ayor alegría aquel
mismos, en sus conversaciones, en sus vaticinio del mismo Cristo: Y oirán mi
escritos y en toda su m anera de proce­ voz, y se hará un solo rebaño y un solo
der no se portan de otro modo que si pastor<57). Dios quiera, Venerables H er­
las enseñanzas y preceptos prom ulgados manos, que lo que Nos con vosotros, y
tantas veces por los Sumos Pontífices, con la porción de la Iglesia a vosotros
especialmente por L e ó n XIII, P ío X y encomendada, con un mismo corazón
B e n e d i c t o XV, hubieran perdido su im ploram os en Nuestras oraciones, vea­
fuerza prim itiva o hubieran caído en mos con el resultado m ás satisfactorio
desuso. realizada cuanto antes esta tan consola­
E n lo cual es preciso reconocer una dora y cierta profecía del divino Cora­
especie de m odernism o m oral, jurídico zón.
y social, que reprobam os con toda ener­
gía a una con aquel m odernism o dog­ Aprecio universal con que se distin­
mático. gue hoy a la Santa Sede. Un como feliz
Hay, pues, que traer a la m em oria augurio de esta unidad religiosa pare­
las doctrinas y preceptos que hemos ció haber brillado en el hecho m em o­
dicho; hay que avivar en todos el m is­ rable de estos últimos tiempos, por vos­
mo ardor de la fe y de la caridad otros sin duda advertido, para todos
divina, que es el único que puede abrir inesperado, para algunos tal vez desa«
la inteligencia de aquellas y urgir la gradable, para Nos y para vosotros
observancia de éstos. Lo cual queremos ciertam ente gratísimo, de que la m ayor
que se lleve a cabo sobre todo en la parte de los personajes principales y los
educación de la juventud cristiana, y gobernantes de casi todas las naciones,
todavía m ás en especial en aquella que como si obedecieran a un mismo im ­
se está form ando p ara el sacerdocio; nopulso y deseo de la paz, han querido
sea que en este tan gran trastorno de como a porfía, o restablecer las anti­
cosas y tan ta confusión de ideas, ande guas relaciones con esta Sede Apostó­
fluctuando, como dice el Apóstol, y se lica, o hacer con ella por prim era vez
deje llevar de aquí para ellá de todos pactos de concordia. Lo cual con razón
los vientos de opiniones por la malicia Nos llena de gozo, no solamente por lo
de los hombres, que engañan con astu­ que se acrecienta la autoridad de la
cia para introducir el error(55>.20 Iglesia, sino tam bién por el esplendor
que cobra su beneficencia y la experien­
cia a todos ofrecida del poder en ver­
20. A traer a los que están fuera de dad adm irable que sólo posee esta Igle­
la Iglesia. Y m irando Nos en d erredor sia de Dios, para procurar a la socie­
desde esta como atalaya y a m anera dad todo linaje de prosperidades, in ­
de alcázar de la Sede Apostólica, ofré- cluso la civil y terrena.
~ (55) Efes. 4, 14. (57) Juan 10, 16.
(56) Juan 10, 16.
1016 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1922) 128, 20

Relación del p oder eclesiástico con Nuestra patria querida, escogida por el
el civil. Porque, aunque ella por orde­ mismo Dios, que con su providencia
nación divina entiende directam ente en dirige el curso y orden de todas las
los bienes espirituales e imperecederos, cosas y tiempos, para colocar en ella la
sin embargo, por la estrecha conexión Sede de su Vicario en la tierra, para
que reina en todas las cosas, es tanto lo que esta santa ciudad, asiento un tiem ­
que ayuda a la prosperidad aun terre­ po de un imperio m uy extendido, pero
na, lo mismo de los individuos que de al fin limitado a ciertos términos, lle­
la sociedad, que m ás no ayudaría si gase un día a ser cabeza de todo el orbe
p ara fom entarla hubiera sido prim aria­ de la tierra. Puesto que, como Sede de
mente instituida. un Principado divino, que por su n atu ­
698 Y si la Iglesia m ira como cosa veda­ raleza trasciende los fines de todas las
da el inm iscuirse sin razón en el arreglo gentes y naciones, abarca las naciones
de estos negocios terrenos y m eram ente y los pueblos todos. Pero tanto el origen
políticos, sin embargo, con todo dere­ y la naturaleza divina de este principa­
cho se esfuerza p ara que el poder civil do, como el sagrado derecho de los
no tome de ahí pretexto, o p ara oponer­ fieles todos que habitan en toda la tie­
se de cualquier m anera a aquellos bie­ rra, exige que este sagrado Principado
nes más elevados de que depende la sal­ no parezca hallarse sujeto a ningún po­
vación eterna de los hombres, o para der hum ano, a ninguna ley (aunque 699
intentar su daño y perdición con leyes ésta prom eta, m ediante ciertas defen­
y decretos inicuos, o p ara poner en sas o garantías, proteger la libertad del
peligro la constitución divina de la Igle­ Romano Pontífice), sino que debe ser
sia, o finalm ente, p ara conculcar los y aparecer bien clara y completamente
sagrados derechos del mismo Dios en independiente y soberano.
la sociedad civil. Pero aquellas defensas de la libertad,
con que la divina Providencia, señora
Inteligibilidad de los derechos de la y árbitro de los acontecimientos hum a­
Iglesia. Así que en teram ente con el nos había protegido la autoridad del
mismo propósito, y valiéndonos tam ­ Romano Pontífice, no sólo sin detri­
bién de las mism as palabras que usó el m ento de Italia, sino con grande pro ­
m uy llorado Predecesor Nuestro, B e n e ­ vecho suyo; aquellas defensas que por
d i c t o XV, a quien tantas veces Nos
tantos siglos se habían m ostrado muy
hemos referido, en su últim a alocución a propósito para el designio divino de
de 21 de noviem bre del año pasado asegurar la dicha libertad, y para cuya
(1921), que versó sobre las relaciones sustitución ni la divina Providencia ha
m utuas entre la Iglesia y el Estado, Nos indicado nada a propósito hasta el pre­
tam bién declaram os, como él santam en­ sente, ni los hom bres han hallado entre
te declaró, y de nuevo confirm am os: sus proyectos nada semejante; aquellas
“que jamás Nos consentiremos que en defensas fueron echadas por tierra por
tales convenios se introduzca nada que fuerza enemiga y siguen hasta ahora
desdiga de la dignidad y libertad de la violadas, y con eso se han creado al
Iglesia; la cual que quede a salvo e
Romano Pontífice condiciones de vida
incólume es de suma importancia, sobre
todo en este tiempo aun para la misma tan extrañas que tienen perpetuam ente
prosperidad de la sociedad civil” (58). llenos de tristeza los corazones de los
fieles todos esparcidos por todo el m un­
La “Cuestión Romana” y los Estados do. Nos, pues, herederos, lo mismo de
pontificios usurpados. Y siendo esto los pensamientos que de los deberes de
así, no hay p ara qué decir con qué Nuestros Predecesores, investidos de la
dolor vemos que entre tantas naciones m ism a autoridad, a quien únicamente
que viven en relaciones am istosas con corresponde decidir en m ateria de ta ­
esta Sede Apostólica falte Italia; Italia, 58 m aña im portancia, movidos no cierta-
(58) Alocución In hac quidem renovata laetitia, pronunciada en el Consistorio Secreto del 21 -XI-
1921; AAS. 13 (1921) 522.
1 2 8 , 21 E n c íc l ic a “ U bi A r c a n o ” 1017

mente por una vana ambición de reino quede frustrado, trabajen diligentemen­
tem poral (pues sería un motivo cuyo te todos los hom bres de recto sentir.
m enor influjo Nos avergonzaría grande­
O ración por la paz en Navidad. Y
mente) , sino que, puesto el pensam iento para que cuanto antes se otorguen a los
en la hora de N uestra m uerte, acordán­ hom bres los regalados dones de la paz,
donos de la rigurosa cuenta que hemos encarecidam ente exhortam os a todos los
de dar al divino Juez, renovam os desde fieles que a una con Nos insten con
este lugar, según lo pide la santidad de santas oraciones, especialmente en estos
Nuestro cargo, las protestas que hicie­ días del Nacimiento de Nuestro Señor
ron Nuestros dichos Predecesores en J e s u c r is t o , Rey Pacífico, en cuya ve­
defensa de los derechos y de la digni­ nida a este m undo por prim era vez can­
dad de la Sede Apostólica. taron las huestes angélicas: Gloria a
Dios en lo más alto de los cielos y paz
21. Deseos de pacífico arreglo dealalos hombres de buena voluntad (61>.
Cuestión R om ana y pacificación u n i­
versal. P o r lo demás, jam ás Italia te n ­ B endición Apostólica. Finalm ente,
d rá que tem er daño alguno de esta Sede como una prenda de esta paz, queremos
Apostólica; pues el Romano Pontífice, Venerables Hermanos, que sea Nuestra
séalo el que lo fuere, siempre podrá de­ Apostólica Bendición la que presagian­
cir con toda verdad aquello del P ro ­ do a cada uno del clero y del pueblo
feta: Yo iengo pensamiento de paz y fiel y tam bién a los mismos Estados y
no de aflicción(59\ de paz verdadera fam ilias cristianas, toda suerte de di­
digo, y por lo mismo inseparable de la chas, lleve la prosperidad a los vivos y
justicia; de modo que pueda añadirse: a los difuntos descanso y felicidad eter­
La justicia y la paz se dieron ósculo(60). na; bendición que como testimonio de
N uestra benevolencia damos de todo
A Dios, om nipotente y m isericordioso,
corazón a vosotros y a vuestro clero y
toca el hacer que llegue por fin a albo- pueblo.
700 rear día tan alegre, que será m uy fecun­ Dado en Roma, en San Pedro, día 23
do en toda clase de bienes, ya p ara la de diciembre de 1922, de Nuestro P on­
restauración del reino de Cristo, ya tificado el año prim ero.
para el arreglo de los asuntos de Italia
y del m undo entero; y p ara que no PIO PAPA XI.
(59) Jer. 29, 11. (61) Luc. 2, 14.
(80) Salín. 84, 11.
1 2 9

ENCICLICA “RERUM OMNIUM”<*>


(26-1-1923)

A PROPOSITO DEL TERCER CENTENARIO DE LA MUERTE


DE SAN FRANCISCO DE SALES
PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. El único rem edio p ara los males Y a esta obra de la santificación co­
presentes está en que los individuos y m ún provee la Iglesia con la m ayor
49 la sociedad vuelvan i Dios. Al exam i­ eficacia, cuando, por un don benigno
n ar en Nuestra reciente Encíclica la del Señor, puede proponer a la im ita­
general perturbación en que se debate ción de los fieles ora a uno ora a otro
hoy el m undo con el fin de aplicar el de sus queridos hijos, esclarecidos en
remedio oportuno a tanto mal, descu­ el ejercicio de todas las virtudes.
brim os su raíz en el alm a m isma del Y al obrar así, se acomoda a su n a ­
hom bre y la única esperanza de cu ra­ turaleza. Porque habiendo sido funda­
ción en recu rrir a nuestro divino m é­ da por J esucristo, santa y dispensado­
dico J esucristo por medio de la Santa ra de santidad, en todos los que tengan
Iglesia(1). por guía y m adre debe esplender esta
Se trata de cohibir el desenfrenado santidad, según la voluntad de Dios.
em puje de las pasiones, principal ori­ Esta es la voluntad de Dios, dice San
gen de la guerra y de todas las disen­ P ablo, vuestra santificación(2)*
1. El m is­
siones, y causa de los trastornos socia­ mo Señor declara cómo debe ser esta
les e internacionales: de ap artar las santificación: Sed perfectos, como lo es
mentes hum anas de los bienes frágiles vuestro Padre celestial^.
y caducos y orientarlas hacia los bie­ Y no piense nadie que esto se re ­
nes im perecederos que han abandonado fiere sólo a algunos escogidos, a ciertas
muchos. Si cada individuo se resuelve alm as privilegiadas, y que las demás
con decisión a cum plir su propio deber, han de quedar en el ínfim o grado de la
pronto se verificará el m ejoram iento perfección. Esta ley com prende a todos,
de la sociedad. sin excepción: y, por otra parte, la m ul­
titud de alm as de toda condición y
2. La canonización de los santos, edad que subieron, según atestigua la
m edio m uy eficaz p a ra santificar los historia, a la cum bre de la perfección
fieles. A esto tiende la Iglesia Católica cristiana estaban sujetas a la misma de­
con su m agisterio y con su m inisterio: bilidad y flaqueza a que estamos nos­
50 a instruir a los hom bres en las verdades otros y debieron vencer los mismos
reveladas por Dios, y a santificarlos con obstáculos y peligros que nosotros en­
la infusión de la gracia divina, preten­ contramos.
diendo de este modo restituir a la so­ Tanto es así que, según dice óptim a­
ciedad civil la antigua prosperidad que mente S an Agustín : Dios no manda
un día gozaba, cuando estaba inform a­ cosas imposibles y cuando manda algo
da de espíritu cristiano, hoy que la ve ordena hacer lo que se puede y pedir
alejarse del camino seguro. lo que no se puede ^ .
(*) A. A. S. 15 (1923) 49-63. Ya Pío IX le había conferido el tituló de Doctor de la Iglesia por
c<l Breve “Dives in m isericordia” basado en el escrito de la “Concesión del título”: Mira divinsc
Providentise, 7-VII-1877 y la aprobación por el mismo Pío IX, el 19-XII-1877 (ASS 10, 332-361) junto
con el decreto “ Quanto Ecclesise futurus esset” [véanse las notas 12, 13 y 15, pág. 1022 y 1024]. (P. H.)
(1) Ubi Arcano, 23-XII-22; AAS. 14, 680; en (3) Mat. 5, 48.
esta Colecc. Encicl. 128, 12 pág. 1008. (4) S. Agustín, De nat. et grat., 43, 50 (Migue,
P.L. 44, 271).
1018 —
1 2 9 , 3-7 E n c íc l ic a “ R erum O m n iu m ” 1019

3. Auxilio providencial de los santos la Iglesia sobre esta m ateria. Ahora Nos
p ara la Iglesia. Ahora bien, Venerables cumplimos gustosos este propósito de
Herm anos, las fiestas celebradas el año Nuestro Predecesor, como si Nos lo h u ­
pasado con ocasión de conm em orarse el biera dejado por legado, máxime cuan­
tercer centenario de la canonización de do confiamos que los copiosos frutos
nuestros grandes Santos I g n a c io d e espirituales de los centenarios poco ha
L o y o l a , F r a n c is c o J a v i e r , F e l ip e N e - celebrados, serán como colmados con
r i , T e r e s a d e J e s ú s e I s id r o L a b r a d o r , los de esta nueva conmemoración.
contribuyeron mucho, a lo que Nos
entendemos, a despertar en el pueblo 5. Su vida y virtudes. Quien estudie
cristiano la afición a la piedad. Ahora, la vida de S a l e s hallará que desde su
como p ara coronar con felicidad estas más tierna edad fue modelo de santi­
solemnidades, viene el tricentenario del dad, no severo y triste sino dulce y
natalicio para el cielo de un varón san­ asequible a todos, en tal form a que p u ­
tísimo que brilló tanto por la excelencia dieron aplicársele las frases de la Sa­
de todas las virtudes como por el m a­ biduría: No conoce la amargura su
gisterio y disciplina de la santidad. Nos conversación ni el tedio su compañía;
referim os a S a n F r a n c is c o d e S a l e s , antes la alegría y el gozo^Q\
Obispo de Ginebra y Doctor de la Igle­
sia el cual, al igual de las lum breras de 6. Su virtud característica: la dul­
perfección cristiana y sabiduría que he­ zura. A dornado de todas las virtudes,
mos rem em orado antes, parece haber brillaba en él una dulzura de alm a tan
sido escogido por Dios p ara oponerlo propia y connatural que la podemos
a la herejía de los R eform adores de la llam ar su virtud característica: dulzura,
que salió aquella rebelión tan grande empero, distinta de la am abilidad de
de la sociedad civil contra la autoridad los modos afectados y de las puras ce­
de la Iglesia, rebelión cuyas consecuen­ rem onias exteriores, como tam bién de
cias funestas aún hoy día lam entan con la dureza o apatía que de nada se con­
razón los hom bres buenos. mueve, y del ánimo pusilánim e que no
tiene bríos cuando los ha menester.
4. Su gran lección: la santidad es Esta eximia virtud de S a l e s , brotando
obligatoria y posible p a ra todos. T am ­ de su corazón como un fruto dulcísimo
bién parece este santo dado a la Iglesia de caridad, donde estaba contenida por
con el singular designio de la Providen­ su espíritu de compasión e indulgencia,
cia de que rebatiese con su ejemplo y tem plaba con tal suavidad la gravedad
con sus enseñanzas esta opinión en de su rostro e influía de tal modo en su
aquel entonces generalizada y que aún voz y modales exteriores que excitaba
tienen m uchos m odernos: a saber, que en cuantos lo veían, cierto respeto re­
la santidad verdadera que propone la verencial.
Iglesia Católica no se puede apenas
7. D ulzura en el m inisterio sacerdo­
obtener; y si llegan a alcanzarla algu­
tal. Se lee en su vida que acostum bra­
nos, éstos han de ser m uy pocos y p ri­
ba a recibir a todos, sin dificultad nin­
vilegiados con excelsas dotes de espí­
guna, pero con especialidad a los peca­
ritu; y por fin, que lleva consigo tantos
dores y apóstatas que a él acudían para
inconvenientes y tristezas que no puede
reconciliarse con Dios y con la Iglesia;
com paginarse con la vida seglar sino
que se preocupaba de los pobres encar­
sólo con los m oradores del claustro. celados, a quienes procuraba consolar
Nuestro llorado Predecesor B e n e d i c ­ en sus frecuentes visitas con mil indus­
t o XV(5\ al hablar de los cinco santos trias que le sugería su caridad; y que
citados y recordando tam bién que se m ostraba gran indulgencia para con sus
celebraría en breve el tricentenario de fam iliares y criados, tolerándoles con
la m uerte de S a n F r a n c is c o d e S a l e s , m agnanim idad los descuidos y hasta
prom etió que dirigiría u na Encíclica a 5 las insolencias.
(5) Alocución: Accogliamo, 24-XII-I921. (6) Sab. 8, 16.
1020 E n c íc l ic a s del PP. P ío Xí (1923) 129, 8 -1 0

8. D ulzura atray en te y constancia era del núm ero de esos hom bres dicho­
del apóstol del Chablais. E sta d u l­ sos, a los que previene la gracia de Dios
zura de alm a m anteníase inalterable; con las bendiciones de la dulzura^%
no la hacían v ariar ni la prosperidad Al contrario, la naturaleza dotó a
ni la adversidad de personas, tiempos F rancisco en su mismo tem peram ento
y circunstancias: aún los herejes que de cierta acritud e inclinación a la ira.
tanto lo perseguían lo hallaban siempre Pero, proponiéndose im itar como m o­
afable y cortés. delo a Jesucristo que ha dicho: Apren­
Guando, un año después de su orde­ ded de Mi que soy manso y humilde de
nación sacerdotal, y con la oposición corazón^lh\ estudió toda su vida los m o­
de su padre, se ofreció al Obispo de vimientos de su ánimo y aun em plean­
Ginebra, Granier , a reconciliar con la do la violencia los reprim ió y suavizó
Iglesia a los habitantes del Chablais y a tal punto, que representaba al vivo
rigiendo esta provincia grande y difícil, como el que más al Dios de la paz y
que se le encomendó, con tanto celo de la m ansedum bre.
que no rehusó ningún trabajo ni huyó Confírmase esto con un hecho que
ningún peligro aún m ortal para p ro ­ ya se ha publicado, a saber; los m édi­
curar la salud espiritual de tantos mi- cos, que em balsam aron su santo cadá­
3 llares de almas, ie aprovechó más que ver, hallaron la hiel endurecida y frag­
la abundancia de doctrina y su gracia m entada en pequeños cálculos. Juzga­
natural y elocuencia, la benignidad in ­ ron por este prodigio cuánto esfuerzo y
quebrantable en el desempeño de los violencia debió em plear para contener
oficios de su sagrado m inisterio. su natural iracundo durante 50 años.
Acostumbrado a repetir la m em ora­ Esta dulzura de S ales provenía de la
ble frase: los Apóstoles no luchan sino m ism a fortaleza de alm a ayudada por
con padecimientos ni triunfan sino con el vigor de la fe y el fuego de la caridad
la muerte, es increíble con qué ardor y divina: a él, pues, cuadraba adm irable­
constancia defendió la causa de Jesu­ mente lo que se lee en los libros santos:
cristo entre sus am ados hijos del Cha­ La dulzura ha scdido de la fortaleza
blais. Y no podía dejar de suceder que la
P ara llevarles la luz de la fe y el mansedumbre pastoral que en él brilla­
consuelo de la esperanza cristiana ca­ ba, y a la cual, según el Crisóstomo,
m inaba por hondos valles y estrechos nada supera en vehem encia^ , no sur*
desfiladeros; seguía a los que huían, tiera su efecto en atraer la voluntad de
llam ándolos; insistía, aunque se le re ­ los hombres, cuando prom ete Nuestro
chazara con crueldad; volvía a la tarea, Señor a los mansos: Bienaventurados
aunque se le am enazara; pasaba a cam ­ los mansos porque ellos poseerán la
po raso las noches frías de nieve, cuan­ tierra(10).
do no lo adm itían en las posadas; cele­ 10. Su dulzura no excluía la energía
braba la santa Misa, aunque ningún fiel en defender los derechos de la justicia
asistiera; seguía su serm ón aunque los y las prerrogativas episcopales. Por
oyentes se salieran y lo dejaran casi otra parte, se m ostró la fortaleza de
solo; conservaba siempre la misma alm a en el modelo más perfecto de
tranquilidad de espíritu, el mismo am or m ansedum bre cuantas veces debió h a ­
dulce p ara con los desagradecidos, am or bérselas con los poderosos para defen­
que vencía la m aldad aún de los más der la gloria de Dios, la autoridad de
obstinados. la Iglesia o la salvación de las almas.
9. Su h ab itu al d ulzura no era conna­ Defendió la inm unidad de la jurisdic­
tu ra l: habíala adquirido con continuo ción eclesiástica contra el Senado de
vencim iento. Y se equivoca de m edio Chambery. Habiéndole esta Corpora­
a m edio el que crea que a S ales había ción dirigido una comunicación, en
cabido en suerte tal índole de alm a que *8 la que le conm inaba que iba a adju-
(7a) Salmo 20, 4. (9) S. Crisóst. Hom. 58 in Gén. 5 (Migne PG.
(7b) Mat. 11, 29. 57, 512).
(8) Jueces 14, 14. (10) Mat. 5, 4.
129, 11-13 E n c íc l ic a “ R erum O m n iu m ” 1021

dicar a su favor una parte de las rentas tra r que la santidad se am olda muy
eclesiásticas, Nuestro obispo no sólo bien a todos los oficios y condiciones
resoondió al Delegado cual lo exigía su de la vida secular y que cualquier cris­
dignidad sagrada sino crue no descansó tiano aún en medio del tráfago del
hasta conseguir que le vindicara de la m undo, puede acom odar su vida a la
injuria inferida, y le diera las conve­ santidad, con tal que su interior y sus
nientes satisfacciones el mismo Senado. costum bres vivan apartados del espíritu
Con igual fortaleza de ánim o sufrió m undano.
la indignación del Soberano, ante el Nos enseña este libro a hacer lo m is­
cual fue injustam ente acusado él y sus mo que todos hacen (excepto el peca­
herm anos: se onuso enérgicam ente a do) , pero a hacerlo como la m ayor p a r­
que los m agnates se ingirieran en la te no suele, es decir santam ente y con
provisión de los beneficios eclesiásti­ la intención de agradar a Dios. Además
cos; y, por fin, resultando inútiles los nos enseña a guardar el decoro que
medios conciliatorios, condenó a los llam a el santo autor hermoso adorno
que contum azm ente rehusaban pagar de la virtud; a vencer nuestro natural,
los diezmos al Cabildo de Ginebra. ya que deshacernos de él es imposible,
Y como acostum bró a condenar con y a volar al cielo poco a poco y con
libertad evangélica los vicios, y a desen­ pequeños esfuerzos, al estilo de las p a­
m ascarar la hipocresía que sim ula pie­ lomas, si no podemos hacerlo como las
dad y virtud, así respetó como el que águilas; esto es, que si no estamos des­
más las prerrogativas de los Soberanos, tinados para subir a la perfección ex­
observando, empero, siempre el térm i­ traordinaria, consigamos la santidad
no debido de no condescender con sus en la vida com ún y ordinaria.
pasiones inm oderadas ni asentir obse­
quioso a sus arbitrariedades. 13. Análisis de la obra: modo de de­
ja r el pecado y entregarse a la virtud.
11. Sus obras. Ahora, V enerables Usando un estilo digno y fácil y al
Herm anos, pasemos a ver cómo S a l e s , mismo tiempo variado por el ingenio y
m ostrándose a sí mismo ejemplo de gracia de sus frases y palabras, cuya
am able santidad, enseñó a los demás form a inculca los preceptos y los hace
con sus escritos el seguro y fácil camino agradables al lector, expone prim era­
de la perfección cristiana, en tal form a mente que debemos abstenernos de to ­
que tam bién en esto ?ció im dar a do pecado, de as desordenadas p a­
Nuestro Señor J e s u c r is t o , que comenzó siones, y de las cosas inútiles y noci­
a obrar y a enseñarU1). vas; y pasa después a indicar con qué
A este fin publicó m uchos notabilí­ prácticas hemos de alim entar nuestra
simos escritos, entre los que sobresalen alm a y cómo la hemos de tener incesan­
los dos tratados m uy conocidos: Filotea temente unida a nuestro Dios.
o Tratado sobre el amor de Dios.12 A continuación, declara que debemos
escoger una virtud especial, en cuya
12. “Introducción de la vida devota” : adauisición nos empeñemos hasta lo­
La verdadera y sólida piedad. La san ­ grarla; prosigue tratando de cada una
tidad es com patible con todos los debe­ de las virtudes: de la decencia; de las
res y condiciones. E n lo que toca al conversaciones honestas y de las escan­
prim ero, después de distinguir S a n dalosas; de los pasatiem pos lícitos y
F r a n c is c o d e S a l e s entre la genuina de los peligrosos; del modo de guardar
piedad y la piedad áspera y dura que fidelidad para con Dios, y de los debe­
ap arta el espíritu con terro r de la p rác­ res de los casados, de las viudas y de
tica de las virtudes, (aunque subsiste las doncellas. Nos enseña tam bién a
tam bién en la prim era cierto rigor con­ conocer y a vencer los peligros, las ten­
veniente con el cum plim iento de la ley taciones y las sugestiones carnales, y de
cristiana), procura a toda costa demos­ qué modo hemos de recuperar cada año
(11) Act. 1, 1.
1022 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1923) 129, 14-18
el estado fervoroso de nuestra alm a por lias, viudas y señoras, aún enferm as o
medio de los santos propósitos que he­ ancianas o débiles cuyas fuerzas físicas
mos de renovar. no responden al fervor de su ánimo.
Este libro, que sus coetáneos juzga­ En ella no se ordenan por regla vigilias
ron como el m ás perfecto de todos en y largos rezos ni ásperas penitencias y
su género, ojalá estuviera en las manos m ortificaciones, sino tan sólo el some­
de todos los fieles, como en su tiempo tim iento a leyes tan suaves y poco ri­
era tan leído: así podría revivir la pie­ gurosas que las religiosas más delicadas
dad cristiana en todas partes y la Igle­ de salud pueden con toda facilidad cum ­
sia de Dios se llenaría de júbilo con la plirlas todas.
universal santidad de sus hijos. Pero esta facilidad y alegría en eje­
cutar lo m andado debe estar inform ada
14. “T ratado sobre el am or de Dios” . de tal fuego de caridad que haga que
H istoria del am o r divino. El Tratado estas religiosas, cuya fundación se debió
sobre el amor de Dios es de im portancia a nuestro santo y que de ello se glorían,
aún m ayor. E n él tra ta el Santo Doctor se nieguen a sí m ism as por entero y
de la historia del am or divino, expli­ obedezcan m odestísim am ente de tal m o­
cando su origen y sus manifestaciones, do que, cultivando virtudes no ap arato­
y cómo empieza a enfriarse y a langui­ sas sino sólidas, m ueran para sí mismas
decer en el alm a hum ana: nos enseña a fin de que vivan p ara Dios.
después a ejercitarnos en ese am or y a Y ¿quién no reconoce en esto aquella
aprovechar en él. unión singular que adm iram os en el
Soluciona con inteligencia y claridad fundador, de la dulzura con la fo rta­
las dificultades que le salen al paso, ta ­ leza?
les las de la gracia eficaz, de la predes­
tinación y de la vocación a la fe; y, 17. El libro de las “ C ontroversias”.
p ara que su libro no parezca triste, Pasamos por alto otros m uchos escritos
adórnalo, conform e a su ingenio fecun­ de S a n F r a n c is c o d e S a l e s , en los que
do y alegre, con tan ta anim ación y sua­ tam bién su doctrina celestial como un
vidad de unción, e ilústralo con tan ta río de agua, regando el campo de la
variedad de com paraciones, ejemplos y Iglesia, se derramó con utilidad para
citas, la m ayor p arte de la Sagrada E s­ la salud del pueblo de Díos(12L Mas no
critura, que m ás bien que obra de su podemos dejar de nom brar el libro de
ingenio, parece el libro sacado de su Las Controversias, en el que, sin lugar
corazón y de las fibras más sensibles e a duda, se halla la plena demostración
íntim as de su ser. de la fe católica(13L
15. O bras de dirección. Sus cartas. 1$. San Francisco de Sales entre los
Los principios de la vida espiritual, que P rotestantes. Sabido es de todos, Ve­
d ejara explicados en estos dos libros, nerables Herm anos, en qué tiempos se
los aplicó él al uso de las almas, ya en encargó F r a n c is c o de la misión sagra­
el ejercicio cotidiano de su m inisterio, da en el Chablais. Cuando, como narran
ya en las adm irables Cartas que escri­ tos historiadores, había el D u q u e d e
S a b o y a nactado una tregua con Berna
bió.
y Ginebra a fines del año 1593, enton­
16. La regla de la Visitación. Suave ces pareció que nada sería más condu­
su letra, fuerte su espíritu. A los m is­ cente para reconciliar con la Iglesia a
mos acomodó el régim en de las H erm a­ los habitantes del Chablais que enviar­
nas de la Visitación, cuva institución les predicadores sabios y celosos, a fin
conserva aún religiosísim am ente el es­ de que por medio de la persuasión los
píritu que nuestro Santo, su fundador, fueran convirtiendo poco a poco.
le dejara. En ella todo respira, por El prim ero que tomó a su cargo la
decirlo así, m oderación y suavidad. misión sagrada en el Chablais, sea por­
Tiene por objeto ser asilo de las donce- 12 que no vio esperanzas de que se enmen-
(12) Pío IX, Breve Dives in misericordia Deas, (13) Pío IX, en su Breve: Dives in m isericordia
16-XI-1877 (ASS 10, 414). Deus del 16-XI-1877 (ASS 10, 413).
129, 19-22 E n c íc l ic a “ R erum O m n iu m ” 1023

daran los herejes, sea porque temió por que nosotros las seguimos con toda fi­
sí mismo, abandonó la lucha sacro­ delidad. Añade, por fin, varios tratados
santa. E n este estado de cosas F r a n ­ especiales, de los que sólo han llegado
c is c o d e S a l e s , que se había ofrecido a Nosotros el de Sacramentos y el del
p ara esta misión al Obispo de Gine­ Purgatorio.
bra, según ya dijimos, entra a la re ­ Bien adm irable es el modo de p re­
gión de los herejes en setiembre de sentarse con copioso aparato de doctri­
1594, sin víveres ni provisiones, sin otra na y de argum entaciones tan hábilm en­
com pañía que la de un prim o suyo, te dispuestas que semejan una falange
después de haber encom endado con o ra­ contra los adversarios, cuyas m entiras
ciones y ayunos el éxito feliz de la y falacias les descubre, empleando con
em presa a Dios Nuestro Señor, de quien toda felicidad cierto disimulo irónico.
todo lo esperaba. Y si algunas palabras son al parecer
m uy fuertes, de ahí salía, según lo con­
19. Cómo se originaron las “Contro­ fesaban los mismos adversarios, la fu er­
versias”. Y como los herejes no que­ za de la caridad que m oderaba todas
rían asistir a los sermones, determ inó sus disputas: pues, aún cuando condena
refutar sus errores por medio de hojas la defección de los hijos pródigos de
sueltas, que escribía en los interm edios la fe católica, se evidencia que no se
de sus predicaciones. propone otro fin sino descubrir un ca­
Estos ejem plares copiados, llevados mino para rogar y prep arar su vuelta
de m ano en mano, llegaban a insinuar­ a la Iglesia. Y aún en el libro de las
se tam bién entre los protestantes. F ue­ Controversias se puede ver la misma
ron cesando estas hojas a m edida que ternura de alm a y el mismo espíritu
los habitantes acudían a los sermones que cam pea en las obras que compuso
en m ayor núm ero. Estos volantes es­ para fom entar la piedad: un estilo tan
critos de m ano del santo Doctor y que elegante, tan culto, tan apto para con­
se hallaban dispersos después de su vencer, que los mismos m inistros here­
m uerte, fueron recogidos m ucho tiem ­ jes solían advertir a sus partidarios que
po después y ofrecidos a Nuestro P re­ no se dejaran atraer y enredar en las
decesor A l e j a n d r o VII, al que cupo la dulzuras del m isionero de Ginebra.
dicha de ponerlo, concluido el oportuno
proceso, prim ero en el núm ero de los 21. G racias y fiestas del Centenario.
beatos y después en el catálogo de los Ahora bien, Venerables Hermanos, h a ­
santos20(14). biendo ya hablado algo, tanto de los
hechos como de los escritos de F r a n ­
20. M ateria de las “ C ontroversias” y c is c o d e S a l e s , réstanos exhortaros a
su m étodo de discutir. A hora bien, en que celebréis saludablem ente su con­
estas Controversias aunque se sirve del m em oración secular en vuestras dió­
método de disputa de los siglos prece­ cesis.
dentes, se caracteriza por un método No queremos que sean estas solemni­
suyo propio. Establece en prim er lugar dades una seca conmemoración de he­
que la Iglesia de Cristo tiene su auto­ chos pasados, o que duren pocos días;
ridad otorgada por un m andato legíti­ antes deseamos que en este año que
mo, del que carecen por completo los corre procuréis que los fieles sean ins­
m inistros del culto herético; a conti­ truidos todo lo más posible sobre las
nuación, refutándoles sus errores sobre virtudes y enseñanzas del santo Doctor,
la naturaleza de la Iglesia, define las y esto hasta el 28 de diciembre, día en
notas propias de la verdadera Iglesia y que su alm a voló al cielo,
dem uestra que ellas se hallan en la i
Iglesia Católica, y, por lo contrario, no 22. E l naturalism o adorm ece el de­
las puede ostentar la iglesia reform ada. seo de la santificación. Queda, pues, a
Después expone las reglas de la fe, y vuestro cargo ante todo com unicar esta
dem uestra que las violan los herejes y Nuestra disposición al clero y al pueblo
(14) Ver Alejandro VII, Bula de Canonización, 13-V-1665.
1024 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1923) 129, 23-25

que os está encomendado, y después ¿No consiste en cultivar esta virtud,


explicársela con toda diligencia. que podemos llam ar el ornato exterior
Lo que principalm ente anhelam os es de la caridad divina, la tranquilidad y
que llaméis a los fieles a su obligación la concordia de la familia y de la so­
de p rocurar la santidad propia de cada ciedad? ¿Y no dará un vigor extraordi­
cual, porque hay m uchos que o jam ás nario para la reform a y m ejoram iento
piensan en la vida eterna, o abandonan social esta m ansedum bre que debe ani­
por completo la salvación de su alma. m ar el apostolado, tanto sacerdotal co­
Unos, implicados en negocios de mucho mo seglar, siendo así que com prende la
trabajo, sólo procuran am ontonar di­ dulzura cristiana?
nero, m ientras su alm a está ham brienta Veis, por consiguiente, cuánto im ­
miserablem ente; otros, entregados a los porta que el pueblo cristiano sepa y
placeres sensuales, están tan apegados saboree los santísimos ejemplos d e S a n
a la tierra que tienen ya embotado e F r a n c i s c o , y tenga sus enseñanzas co­
insensible el gusto por las cosas de más mo norm a de su vida.
allá de los sentidos; otros, por fin, se
dedican a los intereses públicos, y, 25. Sacerdotes y fieles obtendrán
apareciendo m uy solícitos por las cosas gran provecho en leer las obras de San
del gobierno, están m uy descuidados del F rancisco de Sales. P a ra conseguir
gobierno de sí mismos. m ejor esto, sería m uy conveniente p ro ­
pagar cuanto se pudiera entre el pue­
23. R ecuerda el C entenario a las a l­ blo los libros y opúsculos de que he­
m as que todas están llam adas a la mos hecho mención. Estos escritos, por
santidad. E n consecuencia, vosotros, lo mismo que son de fácil inteligencia
Venerables H erm anos, procurad que y de agradable estilo, han de excitar en
entienda el pueblo según las enseñan­ el alm a de los fieles la afición a la ge-
zas de S a n F r a n s c is c o d e S a l e s , que la nuina y sólida piedad; afición que los
santidad de la vida no es un beneficio sacerdotes pueden fom entar m uy bien,
singular que se concede a algunos p ri­ porque pueden apropiarse la doctrina
vilegiados y no a los demás, sino que a de S a n F r a n c is c o d e S a l e s e im itar su
ella todos estamos llam ados y es un dulcísim a elocuencia f15\
deber común: que la consecución de las A este propósito se narra, Venerables
virtudes, aunque cuesta — pero el sa­ Hermanos, que Nuestro Predecesor C l e ­
crificio hecho p ara esto se compensa m e n t e VIII ya había pronunciado que

con la alegría espiritual y consuelos de los escritos y discursos de S a n F r a n ­


todo género— es posible p ara todos con c is c o habían de servir de eficaz ayuda

la ayuda de la gracia divina que a al pueblo cristiano. Pues, habiendo el


nadie se niega. Pontífice exam inado la pericia y la
ciencia de F r a n c i s c o , recién elegido
24. Además nos enseña que la d u l­ Obispo, lleno de adm iración lo abrazó
zura es una v irtud individual y de bien delante de los Cardenales y otros m u­
social. P roponed principalm ente a la chos varones doctísimos, y le dirigió
im itación de los fieles la m ansedum bre con todo afecto estas palabras: Vete,
de S a n F r a n c i s c o . Esta virtud que re ­ hijo, y bebe el agua de tu cisterna y
cuerda y refleja tan bellam ente la be­ las corrientes de tu pozo. Derrámense
nignidad de Jesucristo y es tan im por­ por defuera tus fuentes y en las plazas
tante para atraer los hom bres, ¿no ha los ríos de tus aguas^16\
de contribuir poderosam ente, si se apo­ En verdad que la predicación de S a n
dera de los espíritus, a que arreglen con F estaba toda i la manifesta­
r a n c is c o
m ás facilidad los asuntos privados y ción del espíritu y de la verdad^17\ po r­
públicos? *S
. que, sacada de la Sagrada E scritura y de
(15) Ver Pío IX, Decreto Quanto Ecclesiae, 2892-1929”. Ediciones de sus principales obras se
7-VII-1877; ASS. 10 (1877) 362. Las visitandinas han hecho en todas las lenguas importantes.
del convento de Annecy hicieron una edición (16) Prov. 5, 15-16.
crítica de sus obras en 24 tomos: “Oeuvres de (17) I Cor. 2, 4.
S. Frangois de Sales, Edition compléte. Annecy
129, 26-29 E n c íc l ic a síR e r u m O m n iu m ” 1025

los Santos Padres, no sólo se n u tría del 28. Solem nidades religiosas o rd en a­
alim ento sano de la doctrina teológica, das p a ra el C entenario. Ahora bien,
sino que resultaba más dulce y suave Venerables Hermanos, a fin de que
condim entada con el aceite de la cari­ estas fiestas Centenarias resulten verda­
dad. deram ente espléndidas y fructuosas,
No es, pues, de adm irar que redujera conviene que no falten a vuestros fieles
al gremio de la Iglesia a tan crecido estímulos piadosos para honrar con la 62
núm ero de herejes, y que tantos fieles, veneración debida a esta lum brera de
siguiendo su ejemplo y enseñanzas, h a ­ la Iglesia, y para dirigirlos enérgica y
yan abrazado en el transcurso de estos dulcemente a alcanzar pronto la santi­
tres siglos un género perfecto de vida. dad, lim piando su alm a de las m an­
chas del pecado y fortaleciéndola con
26. El apostolado de la plum a. Cómo el divino alimento bajo la intercesión
deben conducirse los polem istas cató­ de nuestro Santo. Procurad que, al fin
licos. Deseamos que consigan un fruto indicado, en la cabecera de vuetro Obis­
muy im portante con estas solemnidades pado y en todas las parroquias de la
los varones católicos que por los dia­ Diócesis se celebren este año hasta el
rios u otros escritos ilustran, propagan 28 de diciembre, triduos y novenas en
y defienden la doctrina cristiana. Con- los que se predique la divina palabra,
viéneles im itar y em plear en sus polé­ porque interesa en gran modo instruir
micas la energía de S a n F r a n c i s c o al pueblo en las cosas que, bajo las
unida a su m oderación y caridad. Có­ enseñanzas de S a n F r a n c i s c o d e S a l e s ,
mo se h an de conducir en su delicada lo llevan a la santidad. Trendréis tam ­
misión, el santo Doctor claram ente se bién cuidado de que se conm em oren los
lo enseña con su ejemplo: deben estu­ hechos del Santo Obispo en otras fo r­
diar a fondo y retener la doctrina ca­ mas que os parecieren m ás oportunas.
tólica; no confundir las cosas verdade­
ras ni desfigurarlas o disim ularlas por 29. Gracias espirituales concedidas
el motivo especioso de evitar la ofensa en ocasión del C entenario. Y abriendo
de los contrarios; cuidar la m ism a fo r­ para el bien de las almas el tesoro de
ma y estilo elegante de sus escritos y las gracias divinas que Dios Nos ha
distinguir y ad ornar sus nensam ientos confiado, concedemos a los que asistan
con palabras tan lum inosas que deleiten piadosam ente a estos cultos referidos la
a los lectores con la verdad. Y si tienen indulgencia de siete años y siete cuaren­
que atacar a las personas, sepan refutar tenas de perdón que se podrá lucrar
los errores y resistir la m aldad de los cada día; y el último día, u otro que
hombres, pero m ostrándose siempre y escogieren los fieles, indulgencia plena-
ante todo anim ados de buen espíritu lia con las condiciones acostum bradas.
y llenos de caridad. 27 No queremos que el Monasterio de la
Visitación de Annecy donde F r a n c i s c o
27. San Francisco de Sales es decla­ d e S a l e s reposa (ante cuyo venerable
rado P atro n o de los escritores católi­ cuerpo Nos celebramos hace tiempo con
cos. No constando que se le haya dado inm ensa alegría la Santa Misa) y lo
a los escritores católicos en público y mismo el de Venecia en el que se guar­
solemne documento de la Sede Apos­ da la reliquia de su corazón, y las de­
tólica como P atrono a S a n F r a n c i s c o más casas de la Visitación, carezcan de
d e S a l e s , aprovechando Nos esta feliz alguna prueba de Nuestra benignidad.
ocasión con ciencia cierta y plena deli­ P or eso concedemos indulgencia plena-
beración, con Nuestra autoridad apos­ ria a los que visiten sus iglesias y con­
tólica damos, confirm am os y declara­ fesados y comulgados oraren por Nues­
mos, m ediante esta Encíclica, a S a n tra intención, en los retiros mensuales
F r a n c i s c o d e S a l e s , Obispo de Ginebra que celebrarán en acción de gracias
y Doctor de la Iglesia, por celestial P a ­ este año, descontando el del 28 de di­
trono de los escritores católicos, sin ciembre. Esta gracia valdrá para este
que nada obste en contrario. año exclusivamente.
Encíclicas Pontificias 33
1026 E n c íc l ic a s del P P . P ío XI (1923) 129, 30

30. Voto personal del Santo Padre vagan lejos de la ley y de la caridad de
que este Centenario apresure la vuelta Cristo los podamos abrazar en la com u­
de los disidentes a la unidad de la Igle­ nión y en el beso de la paz, porque
sia. Vosotros, V enerables H erm anos, retornan al redil de la vida eterna.
exhortad con instancia a los fieles que Mientras tanto, sea como esperanza
os están encomendados a que nieguen de estos dones y testimonio de Nuestra
al Santo Doctor por Nuestra causa. Si benevolencia la bendición apostólica
ha placido al Señor que asumiéramos que os damos con todo am or a vosotros,
el gobierno de su Iglesia en esta época Venerables Hermanos, y a todo vuestro
tan difícil, ojalá suceda por la interce­ clero y pueblo.
sión de S a n F r a n c i s c o d e S a l e s , que Dado en Roma, junto a San Pedro,
se m ostró siempre tan am ante y respe­ el día 26 de Enero de 1923, año p ri­
tuoso de la Sede Apostólica y defendió mero de Nuestro Pontificado.
con tanto brillo sus derechos y autori­
dad en las Controversias, que a cuantos PIO PAPA XL
430

MOTU PROPRIO “ORBEM CATHOLXCUM”^


(29-VI-1923)

SOBRE LA ENSEÑANZA CATEQUISTICA

PÍO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1 . Necesidad de la Catequesis. Dis- decidido llevar a su plena realización la


27 posiciones de Benedicto XV. E n la Car- obra comenzada.
ta Encíclica que fue Nuestro prim er Con este propósito, y tam bién para
mensaje al m undo católico, Nos hacía­ extender a todos los pueblos los bene­
mos observar que p ara todos los males ficios de semejante empresa, deseamos
que afligen a la sociedad hay un solo vivamente tom ar una m edida capaz de
remedio: la restauración de la paz de com prom eter en una causa tan profun­
Cristo en el Reino de Cristo. Y agregá­ dam ente vinculada con la salvación de
bamos que no sería posible consolidar la sociedad, las preocupaciones y el celo
eficazmente este Reino, aquí abajo, a de todas las personas de bien, y sobre
menos que se confiara la educación de todo de ayudar y robustecer la solicitud
las alm as a la acción y al celo de la y los esfuerzos desplegados por los P as­
Iglesia^*1). tores sagrados en el m undo entero en
Ella cumple esta tarea principalm en­ pro de una obra cuya im portancia in ­
te por medio de la enseñanza religiosa discutiblemente no adm ite parangón: se
im partida a los niños y a los adultos, de trata de la creación, en la Curia Rom a­
acuerdo con sus sabias instituciones y na, de una Oficina especial que Nos
sus leyes (2h perm ita ejercer en la Iglesia entera, con
Movido por este pensam iento, Nues­ m ayor eficacia y m enor dificultad, la
tro llorado predecesor B enedicto XV, cuidadosa vigilancia y la acción perm a­
m ediante una carta em anada por la Sa­ nente que reclam a de Nos un asunto de
grada Congregación del C o n c i l i o p i ­ tan alta gravedad.
dió inform es a los obispos de Italia Por lo tanto, por Nuestra propia de­
acerca del cum plim iento de las diver­ cisión y en virtud de la plenitud de
sas prescripciones referentes a la ins­ Nuestra autoridad apostólica, estable­
trucción religiosa del pueblo: los obis­ cemos, y por el presente Motu Proprio 328
pos respondieron a dicha encuesta con declaram os establecido, en el seno de la
presteza y celo. Sagrada Congregación del Concilio, una
Dirección especial que servirá de órga­
2. Pío XI continúa esta obra, llam an­ no a la Sede Apostólica para hacer
do a todos a p articip ar y creando una observar estrictam ente en todas las n a ­
dirección catequística. Nos considera­ ciones sus leyes relativas a la enseñanza
mos de m uy buena gana esta iniciativa de la doctrina cristiana a los fieles. In ­
tan oportuna, como una herencia más cum bencia de esta Oficina será la de
del celoso Pontífice, por lo cual hemos dirigir y fom entar en la Iglesia cuanto
(*) A. A. S., 15 (1923) 327-329. Por su importancia se incorpora este Motu Proprio en la 2? ed. (P. H.)
(1) Cfr. Encíclica Ubi arcano Dei. en el sagrado ministerio deberá anteponerse lógi­
(2) Pío XII dirá el 19-X-1949 por su secretaría camente al deber de enseñar a los fieles los dog­
de Estado al III Congreso Catecruístico de Milán: mas y la moral de la Iglesia” .
“ Si la vida del justo ha de inspirarse totalmente (3) A. A. S. 15 (1920) 299-300: “Se in ogni tem­
en la luz de la fe. y si ésta ha de provenir de po” a los obispos de Italia.
haber oído las verdades reveladas, ninguna cosa
1027 —
130, 1 M o t u P r o p r io “ O r b e m C a t h o l ic u m ” 1029

de la actividad desarrollada en este de la verdad y la gracia, es decir, del


orden de cosas y de sus resultados, p rin ­ agua que salta hasta la vida eterna^.
cipalm ente en lo que atañe a los cursos Nos ordenam os que las disposiciones
superiores de los que acabam os de h a­ de las presentes Letras, m antengan
blar, y a la enseñanza dada en los siempre su fuerza y valor, no obstante
colegios. cualquier cosa en contrario.
De esta m anera — así lo esperam os— Dado en Roma, junto a San Pedro,
se tendrá la dicha de ver desaparecer el 29 de junio de 1923, en la fiesta de
esa gran vergüenza de las naciones ca­ ios Príncipes de los Apóstoles, segundo
tólicas que es la ignorancia de la reli­ año de Nuestro Pontificado.
gión divina, gracias al retorno de un
núm ero cada vez más nutrido de almas
sedientas hacia las fuentes inexhaustas PIO PAPA XI.
gación estrictísima de enseñar el catecismo. (Can. echando mano de todos los medios que eminentes
1329 y ss. del Cód. de Der. Can.). catequistas señalaron e ilustraron con singular
La enseñanza que se da en las escuelas elemen­ esmero; lo cual servirá asimismo para informarse
tales no puede ser suficiente para la formación exactamente acerca de la amplitud y del grado
completa del cristiano: los niños aprenderán de de la enseñanza religiosa de las escuelas públicas
memoria algunas oraciones, el decálogo, el Credo; y a completarlo oportunamente.
adquirirán nociones generales sobre los diversos Dirigimos, pues, un cálido pedido a los Rdmos
punto de la Doctrina Cristiana; .pero está reser­ Ordinarios, rogándoles se sirvan llamar la aten­
vado a los párrocos, a los que tienen cura de ción sobre este asunto a los párrocos y a quienes
almas, el conseguir que los niños posean un co­ ejercen cura de almas, recordándoles la grave
nocimiento religioso más exacto" y más adecuado responsabilidad que les incumbe frente a Dios y
a su inteligencia. a la sociedad.
A ellos en modo muy particular confió la Iglesia De un modo especial recuerden a los padres
la delicada e importantísima misión de alimentar de familia la obligación gravísima de educar cris­
y desarrollar, mediante la enseñanza del catecis­ tianamente a sus hijos, obligación que no quedará
mo, la vida espiritual de sus fieles. plenamente satisfecha mientras no procuren que
Ellos, más que nadie, están en condiciones de éstos asistan asiduamente a la enseñanza parro­
realizar esa misión, que llevan a cabo en nombre quial del catecismo. (Can. 1335 Cód.).
y con la misma autoridad de la santa Iglesia. Se trata de la salvación eterna de los hijos, y
Ellos, que se consagraron expresamente por de ella deberán dar cuenta estrechísima al Señor.
largo tiempo a estudios especiales, son los más Los Rdmos. Ordinarios informarán a esta Sa­
aptos para tal oficio, y ciertamente recibirán del grada Congregación acerca de este importante
Señor las gracias necesarias para responder al argumento en la relación trienal que han de pre­
grave empeño a que fueron llamados. sentar a norma del Motu Proprio Orbem Catho-
Ni se puede pasar por alto la circunstancia del licum del 29 de junio de 1923 en el que se dieron
día y lugar en que el párroco ordinariamente instrucciones acerca de la enseñanza catequística.
desarrolla su ministerio. L4.A.S. 15 (1923) 327).
El templo y el día de Domingo contribuyen efi­ Confiado en que el trabajo organizado para el
cazmente a imprimir en el ánimo de los niños un retorno de la sociedad a la verdad cristiana apre­
sentido más elevado de la belleza de la Religión, surará la realización del programa del Padre
una más premiosa necesidad de respetar su mo­ Santo “La paz de Cristo en el Reino de Cristo”
ral, un deseo más ardiente de buscar en ella los Roma, 23 de abril de 1923.
consuelos divinos. Donato Card. Sbarretti, Prefecto,
Y es también evidente que la enseñanza cate­
quística parroquial a los niños, hoy más que nun­ t Julio, ob. tit. de Lampsaco, Secretario.
ca, debe impartirse con diligencia escrupulosa. (5) Juan 4, 14.
1028 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1923) 1 3 0 , 3 -4

concierne al apostolado catequístico. los principios cristianos más completo


Abrigamos la firm e esperanza de que y razonado que de costumbre, sean ca­
este organism o ap o rtará frutos saluda­ paces de defender su fe contra las obje­
bles, particularm ente si la determ ina­ ciones ordinarias y corrientes, y se con­
ción de la Santa Sede obtiene — como sagren a hacerla conocer o aceptar por
estamos seguros— una respuesta inm e­ el m ayor núm ero posible de almas.
diata y solícita que acostum bram os Asimismo deseamos ardientem ente
encontrar entre los obispos, entre los que en las principales sedes de los Ins­
demás m iem bros del clero y entre los titutos religiosos dedicados a la educa­
laicos. ción de la juventud se abran, bajo la
tutela y dirección de los Obispos, clases
3. Llamado a todas las asociaciones destinadas a grupos seleccionados de
e institutos de religiosos a colaborar. jóvenes y señoritas que se form an en
Con todo, las asociaciones y las entida­ cursos especiales y después de rendir
des católicas, de uno y otro sexo, sin examen de competencia, reciban un di­
excepción, Nos perm itirán solicitarles ploma oficial de habilitación para en­
que procuren —m ediante una ejem plar señar doctrina cristiana, historia sagra­
asiduidad a las instrucciones catequís­ da e historia eclesiástica.
ticas de sus respectivas parroquias o Preocúpense, pues, los superiores y
con la colaboración prestada al clero las superioras de comunidades religio­
parroquial— servir cada día más útil­ sas, por seleccionar entre sus miembros
mente a la Iglesia en un m inisterio que a quienes destinen a seguir tales cursos
un católico debe considerar como el o a im partir la enseñanza religiosa a los
más sagrado y el m ás necesario de niños, a los jóvenes y a las jóvenes.
todos.
Con m ayor instancia todavía, pedi­ 4. Los obispos deben vigilar la ense­
mos a los Institutos de religiosos y reli­ ñanza religiosa e informar a Roma.
giosas que ayuden en esta misión a los En cuanto a los obispos, compételes a 3
obispos, cada uno en su diócesis, y que ellos vigilar atentam ente todos los esta­
se esfuercen por d ar a los alum nos de blecimientos de enseñanza religiosa; co­
sus colegios una enseñanza progresiva mo asimismo deberán elevar cada tres
del catecismo, de m anera que esos jó ­ años a la Sagrada Congregación del
venes, provistos de un conocimiento de C o n c i l i o u n inform e detallado acerca
(4) Esta relación trienal, prescrita aquí por qué camino debe seguir para llegar a su fin. Le
el “Motu proprio”, fue sustituida por la quinque­ ayuda a comprender la excelencia de su alma,
nal, conforme al decreto Próvido sane. La Sagra­ rescatada al precio de un valor infinito, la Sangre
da Congregación envió con fecha 20 de Abril de de Jesucristo; y en consecuencia la maldad del
1923 a todos los Ordinarios de Italia sobre la ense­ pecado, crue no solamente lo arrastra a la perdi­
ñanza Catequística en las parroquias, en que se ción eterna, sino que ofende gravemente la gran­
insiste en que además de las clases ele Religión, deza y majestad de un Dios que nos amó hasta la
recién reintroducida en Italia, es obligatoria la muerte, y que es digno, por lo tanto, de nuestra
Catequesis en las parroquias. La daremos a conti­ plena gratitud y adoración.
nuación: Le inculca la necesidad de amar al próiimo
como a sí mismo, de posponer el interés privado
CIRCULAR DE LA S. C. DEL CONCILIO al público, y el deber de dar aun la vida por el
A.A.S., 16 (1923) 287-289 bien superior de la Religión y de la Patria.
(20-IV-1923) Le hace conocer, finalmente, los medios puestos
por Jesucristo a disposición de cada uno para
La reimplantación de la enseñanza religiosa en aderuirir la gracia que necesitamos para nuestra
las escuelas primarias ha colmado de gozosas es­ santificación.
peranzas a cuantos tienen a pecho el bien de los El catecismo contiene así un conjunto de verda­
individuos, de la familia y de la sociedad, puesto des sublimes, de leyes, de precentos, de medios
que el catecismo, aunque pequeño de mole y hu­ pronios para conducir a cualquiera a su per­
milde en apariencia, es en realidad divinamente fección.
grande y sublime. Es evidente, pues, que un argumento de impor­
Contiene él los elementos destinados a nutrir y tancia tan capital, de una vastedad y profundidad
robustecer, la virtud del espíritu; él solo puede tan grandes, exige un estudio asiduo, prolongado,
formar conciencias vigorosas y prontas para com­ que de ningún modo puede agotarse en las escue­
batir los apetitos que rebajan al hombre y tienden las elementales.
a revolearlo en el fango, convirtiéndolo en juguete Y es de creer que no haya un solo párroco en
de las propias ciegas pasiones. Italia que pueda nensar que al niño basta la ins­
jEl catecismo enseña al hombre la existencia de trucción catequística imnartida en las escuelas
Dios que, cual padre amoroso, vela sobre él y le primarias, y pueda eximirse del cumplimiento ri­
procura su bien y su salvación temporal y eterna. guroso de las santas leves de la Iglesia, las cuales
El le da a conocer de dónde viene, a dónde va, imponen a quienes ejercen cura de almas la obli-

je m :

ENCICLICA “STUDIORUM DUCEM”(*}


(29-VI-1923)

ENCICLICA DE S. S. PIO XI CON MOTIVO DEL V P CENTENARIO


DE LA CANONIZACION DE SANTO TOMAS DE AQUINO

PIO PP. XI

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

E x o r d io : de la erudición con la virtud, de la ver- 310


dad con la caridad, fue verdaderam ente
Motivo: las solemnidades del 69 Cente­ singular en el Doctor Angélico, al cual
nario y el esquema y fin de la Encíclica se le atribuyó el distintivo del Sol, p o r­
1. Introducción: m otivo: 6? centena­ que a paso que da a los entendim ientos
rio del p atrono de los estudios de cien­ la luz de la ciencia, enciende las volun­
cia sagrada. C onfirm ando con letras tades con la llam a de la virtud^2*. Y p a ­
a p o s tó lic a s c u a n d o estaba establecido rece que Dios, fuente de toda bondad y
en el Derecho Canónico, hemos ordena­ sabiduría, quiso m ostrar en T o m á s có­
do que se tenga a S t o . T o m á s d e A q u i - mo estas dos cosas se ayudan recípro­
n o como guía principal de la sagrada
camente, y cómo el ejercicio de la v ir­
tud dispone a la contemplación de la
juventud en los estudios de las discipli­
verdad, y a su vez la meditación de la
nas superiores. Y acercándose ahora el
verdad hace más puras y perfectas las
día en que se cumple el 69 centenario
mismas virtudes. Porque el que vive
desde que fue inscrito en el núm ero de
íntegro y puro y con la virtud enfrena
los Santos, se Nos presenta una herm o­
sus pasiones, libre ya de un grande
sa ocasión p ara inculcar más la m isma
impedimento, podrá elevar su espíritu
cosa en el ánim o de los nuestros y de­
a las cosas celestiales más fácilmente, y
clararles de qué modo podrán aprove­
penetrar m ejor en los profundos arca­
char en la escuela de tan gran Maestro.
nos de la divinidad, según las palabras
Puesto que la verdadera ciencia y la
del mismo S a n t o T o m á s “Antes es la
piedad, que de todas las virtudes es
com pañera, están unidas adm irable­
vida que la doctrina; porque la vida
mente entre sí, y siendo Dios la misma
conduce a la ciencia de la verdad”W ;
y si el hom bre pone todo su empeño en
verdad y bondad, no bastaría cierta­
conocer las cosas que están sobre la
mente p ara obtener la gloria de Dios y
naturaleza, por esto mismo se sentirá
la salvación de las almas, fin principal
no poco incitado al vivir perfecto, y no
y propio de la Iglesia, que los sagrados
podrá llam arse árida o inerte, sino
ministros estuviesen bien instruidos en
atractiva en suprem o grado, una cien­
el conocimiento de las cosas, si no estu­
cia cuya belleza atrae y arrebata en sí
vieran tam bién dotados en abundancia
a todas las cosas.
de las correspondientes virtudes.
Son éstas las enseñanzas que la so­
Santo Tom ás, m odelo de la unión de lemnidad centenaria nos proporciona,
la doctrina con la virtud. Ahora bien: Venerables Herm anos; pero para hacer­
esta unión de la doctrina con la piedad,*1 las más claras, pensamos tra ta r breve-
(*) A. A. S. 15 (1923) 309-326. El esquema intercalado es de la responsabilidad de la 2* ed. (P. H.)
(1) Pió XI, C? rta Apostólica Officiorum omnium, (2) Véase Breviario de los Dominicos, Himno
l-VIII-1922. AAS. 14 (1922) 449-458. de Vísperas de la fiesta del Santo 7 de Marzo.
(3) Sto. Tomás Comment. in Mat. c. 5.
— 1030
131, 2 E n c íc l ic a “ S t u d io r u m D u c e m ” 1031

mente de la santidad y doctrina de T o ­ diencia de un herm ano lego, y no menos


más de A quino , y mostrar cuántas ven­ se revela esta virtud en la lectura de
tajas pueden sacar de tal argumento, sus escritos, los cuales respiran toda
3-a todo el orden sacerdotal, especial­ reverencia hacia los Padres de la Igle­
mente los jóvenes del clero, ya el pue­ sia; y “ así como él tuvo en suma vene­
blo cristiano entero. ración a los antiguos Doctores, así pare­
ció heredar de todos ellos la inteligen­
I. L a vida y virtudes de S anto T omás cia”*9). La m isma cosa se ve claram ente
por haber empleado él para el triunfo
2. L as V irtudes de Santo Tom ás. To­ de la verdad todas las fuerzas de su
das las virtudes m orales fueron poseí­ divino ingenio, sin buscar para nada la
das por S anto T omás en altísim o gra­ propia gloria. Y así como los filósofos
do, y totalm ente asociadas y entrelaza­ se proponen con frecuencia como meta
das que, como él mismo expresa, se la propia fama, él, por el contrario,
unieron en la caridad, la cual da la procuró, al enseñar su doctrina, obscu­
forma a los actos de todas las virtu­ recerse a sí mismo, precisam ente para
des”^ . que resplandeciese por sí la luz de la
Su castidad. Si investigam os después divina verdad.
las características propias y particula­ Su vida de oración. P o r lo tanto, esta
res de esta santidad, encontrarem os en hum ildad, unida con la limpieza del
prim er lugar aquella virtud por la cual corazón, de la cual hemos hablado, y
T omás pareció asem ejarse a las n atu ­ con la grande asiduidad en las santas
ralezas angélicas, la castidad, por la plegarias, hacía el ánimo de T omás dó­
1 cual fue digno de que su cintura fuese cil y blando, tanto para recibir como
ceñida por los ángeles con místico cor­ para seguir los impulsos e ilum inacio­
dón, habiéndola conservado él intacta nes del Espíritu Santo, en lo cual con­
en una peligrosísima prueba*45). A una siste la substancia de la contemplación.
pureza tan eximia se unió en él el desin­ Y para im petrarlos de lo alto solía con
terés por los bienes terrenos y el des­ frecuencia abstenerse de todo alimento
precio de los honores; y sabemos cómo y pasar las noches enteras en continua
venció con suma constancia la obtina- oración, y de cuando en cuando, con
ción de sus padres, que querían m ante­ el ím petu de una ingenua piedad, apo­
nerlo a toda costa en la vida cómoda yar su cabeza en el tabernáculo del
del siglo*6), y cómo después, ofrecién­ augusto Sacramento y dirigir de conti­
dole el Sumo Pontífice las sagradas ín ­ nuo sus ojos y su espíritu dolorido a la
fulas, lo conjuró a que no le impusiese imagen de Jesús Crucificado, que fue
tal peso, para él formidable*7). Pero el el gran libro donde aprendió todo lo
principio distintivo de la santidad de que sabía, como él mismo m anifestó a
T omás es el que San P ablo ha llamado su amigo S an B uenaventura ; de modo
t:el lenguaje de la sabiduría”*8) ; esto es, que podría decirse de T omás lo que se
aquella doble ciencia adquirida e infu­ dijo de su santo padre y legislador D o ­
sa, según se llama, con las cuales nada mingo , crue no hablaba sino de Dios y
concuerda m ejor que la oración y la con Dios.
caridad p ara con Dios.
Su sabiduría. Y así como solía con­
Su hum ildad: Obediencia y respeto tem plar todo en Dios como causa p ri­
de la tradición. E n cuanto a la humil­ m era y últim o fin de todas las cosas,
dad, que S anto T omás puso como fu n ­ le fue fácil seguir, tanto en las ense­
dam ento de todas sus demás virtudes, ñanzas de su ((Suma Teológica” como
se m anifestó al ponerse él en las accio­ en su vida, una y otra ciencia, que él
nes de la vida cotidiana bajo la obe­ define así: (ePor la sabiduría adquirida
(4) Sum. Theol. II-II, q. 23, a. 8; M I, q. 65. (8) I Cor. 12, 8.
(5) Véase Guillermo de Tocco, Vita S. Thomae, (9) Leo XIII, litt. Encycl. Aeterni Patris,
cap. X. 4-VIII-1879. ASS 12 (1879) 108; (en esta Colecc.
(6) Véae G. de Tocco, Vita S. Thomae, cap. IX. Encícl. 33, n. 10, pág. 238). Card. Caietano co­
(7) Véase, Tocco, Vita S. Thomae, cap. 42. mentario a la Sum. Theol. a II-II q. 148, a. 4.
1032 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o XI (1923) 131. 3

mediante el estudio humano se alcanza predicó en la solemnidad de la Pascua,


el recto juicio de las cosas divinas, se­ cuando libró súbitam ente de un inve­
gún el uso perfecto de la razón. Pero terado flujo de sangre a una m ujer que
hay otra que desciende de lo alto y que había tocado el borde de sus hábi­
juzga de las cosas divinas por una cier­ tos*16).
ta connaturalidad con ellas; y ésta es
un don del Espíritu Santo, por el cual Apóstol y devoto de la E ucaristía,
el hombre se hace perfecto en las cosas expresión de su am or. ¿Y dónde se
divinas, y no sólo las aprende, sino que encontró en otros más claro que en el
las siente además en sí mismo” Doctor Angélico este lenguaje de la sa­
biduría como S a n P a b l o lo llama*17),
Su caridad. A com pañada de los otros siendo así que a él no le bastó ins­
dones del E spíritu Santo, esta sabiduría tru ir la m ente de los hombres, sino
derivada de Dios por infusión en T o ­ que con todo ahinco procuró excitar
m á s , fue en continuo aum ento al p ar de sus voluntades al am or del grande
la caridad, señora y reina de todas las Amor, que es la causa de todas las co­
virtudes. P ara él era doctrina certísim a sas? “El amor de Dios, afirm a él con
que el am or de Dios debe crecer siem­ frase sublime, es el que infunde y crea
pre en nosotros, “según el divino pre­ en las cosas la bondad” *18) y no se
cepto: «Amarás a Dios tu Señor con cansa nunca, tratando de los m isterios
todo tu corazón»*n ) porque todo y per­ uno a uno, de ilustrar esta difusión de
fecto son la misma cosa... Fin del pre­ la divina bondad. “Es propio, dice, de
cepto es la caridad, como nos enseña el la naturaleza del Sumo Bien comuni­
Apóstol*12). Ahora bien; en el fin no se carse a sí mismo en sumo grado; y esto
pone medida alguna, sino en las cosas lo ha hecho Dios máxime en la Encar­
que sirven al firí’(r¿\ Y ésta es la causa nación” *19).
por la cual la perfección de la caridad Y nada dem uestra tan claram ente este
cae bajo precepto; porque ella es el fin poder, no menos de su ingenio que de
al cual todos deben tender según su su caridad, como el oficio que compuso
condición. Y así como el “efecto propio del augusto Sacram ento; y cuánto am or
de la caridad es que el hombre tienda tuvo él en toda su vida a la Eucaristía,
a Dios uniendo a El sus afectos, para lo declaró con las palabras que profirió
que viva, no ya para sí, sino para Dios al m orir, antes de recibir el Santo Viá­
mismo” vemos cómo en T o m á s el tico: Yo te recibo, precio de la reden­
am or divino, juntam ente con aquella ción de mi alma, por amor del cual
doble sabiduría, aum entó sin cesar, has­ estudié, no dormí y trabajé*2°).
ta producir en él el olvido perfecto de
sí mismo; tal que, habiéndole dicho
Jesús Crucificado: Tomás, has escrito II. L a e x c e l e n c ia d e s u d o c t r i n a

bien de Mí, y habiéndole preguntado: 1. Reconocimiento y elogio de los Papas


¿Qué premio deseas por tu obra?, él
respondió: A Ti solo, Señor*15). De don­ 3. A utoridad de su doctrina en la
de, estim ulado por la caridad, em pleá­ Iglesia. Las p alabras de los Papas.
base asiduam ente en favor de los de Después de estas breves indicaciones
más, escribiendo óptimos libros, ayu­ respecto a las grandes virtudes de T o ­
dando a sus herm anos en sus trabajos y m á s , será más fácil com prender la ex­
despojándose de sus propios vestidos celencia de su doctrina, que tiene en
p ara socorrer a los pobres, y hasta res­ la Iglesia una autoridad y valor adm i­
tituía a ios enferm os la salud, como rables. Nuestros predecesores la exalta­
sucedió en la Basílica Vaticana, donde 10234 ron siempre con unánim es alabanzas.
(10) Sum. Theol. II-II, q. 45, a. 1, acl 2 et a (15) Guillermo de Tocco, Vita S. Thoinae c. .34.
2 c. (16) Toeco, Vita S. Thomae, cap. 53.
(11) Deut. VI; Mat. 22, 37; Marc. 12, 30; Luc. (17) I Cor. 12, 8.
10, 27.
(12) I Tim. 1, 5. (18) Sum. Theol. I, q. 20, a. 2.
(13) Sum. Theol. II-II, q. 1S4, a. 3. (19) Sum. Theol. III, q. 1 a. 1.
(14) Sum. Theol. II-II, q. 17, a. 6 ad 3. (20) Toeco, Vita S. Thomae, cap. 58.
1 3 1 ,3 E n c íc l ic a “ S t u d io r u m D u c e m ” 1033

Alejandro IV no dudó escribirle: “Al cerca de Nos, B enedicto XV, Nuestro


amado hijo Tomás de Aquino, hombre llorado predecesor, m ás de una vez
excelente por nobleza de nacimiento y m ostró la m isma com placencia; y a él
honestidad de costumbres, que por gra­ se debe la prom ulgación del Código del
cia de Dios adquirió un verdadero teso­ Derecho Canónico*26), donde se consa­
ro de ciencia y doctrina”(21\ Y después gran el método y la doctrina y los p rin ­
de su m uerte, Juan XXII pareció que­ cipios del Angélico Doctor*27).
rer canonizar a un mismo tiempo sus
virtudes y su doctrina, al pronunciar, D octor com ún y universal. Y Nos,
hablando a los Cardenales en Consis­ al hacernos eco de este coro de ala­
torio, aquella m em orable sentencia- banzas, tributadas a aquel sublime in­
4 “Iluminó la Iglesia de Dios más que genio, aprobam os no sólo que sea lla­
ningún otro doctor: y saca más prove­ mado Angélico, sino tam bién que se
cho el que estudia un año solamente en le dé el nom bre de Doctor Común o
sus libros que el que sigue en todo el Universal, puesto que la Iglesia ha he­
curso de su vida las enseñanzas de los cho suya la doctrina de él, como se
otros”(2223*\ La fama, por tanto, de su confirm a con m uchísimos documentos.
inteligencia y sobrehum ana sabiduría Y como sería demasiado largo exponer
hizo que S an P ío V lo inscribiese en el aquí todas las razones aducidas por
núm ero de los doctores y le confirm ase nuestros predecesores acerca de tal
el título de D octor Angélico (23). Pol­ argum ento, bastará que Nos dem ostre­
lo demás, ¿qué hecho dem uestra más mos que T omás escribió anim ado del
claram ente la estima en que la Iglesia espíritu sobrenatural de que vivía, y
ha tenido siempre a tan gran doctor, que sus escritos, donde se enseñan los
que el haber sido puestos sobre el altar principios y las reglas de las ciencias
por los padres tridentinos sólo dos volú­ sagradas, deben juzgarse de naturaleza
menes, la E scritura y la Suma Teológi­ universal.
ca, p ara inspirarse ellos en sus delibera­
ciones? Y p ara no traer aquí la serie de 2. El carácter sobrenatural de
los innum erables documentos de la Sede sus escritos
Apostólica acerca de este asunto, está
Los estudios deben llevar a la pie­
siempre vivo en Nos el feliz recuerdo
dad. En efecto; al tra ta r él de las cosas
del reflorecim iento de las doctrinas del
divinas en sus enseñanzas y escritos dio
Sol de A quino por la autoridad 3^ la
a los teólogos un luminoso ejemplo de
solicitud de L eón X III; y este m érito
la estrechísim a relación que debe haber
de tan ilustre predecesor Nuestro es
entre los estudios y los sentimientos
tal, como dijimos en otra ocasión, que
del alma. Y así como puede decirse que
bastaría por sí sólo p ara darle gloria no tiene noticia exacta de un país le­
inm ortal, aun cuando no hubiese hecho jano el que no conoce su disposición
o establecido otras sapientísim as co­ ni ha vivido en él por algún tiempo,
sas (24). Siguió sus huellas Pío X, de así ninguno podrá adquirir conocimien­
santa m emoria, especialmente en el Mo­ to exacto de Dios con la diligente in ­
ta proprio “Doctoris Angelici”, donde vestigación científica solamente, si no
encontram os esta herm osa sentencia: está, además, en perfecta unión con
“Después de la feliz muerte del Santo Dios. Y a esto precisam ente tiende toda
Doctor, no se tuvo en la Iglesia Concilio la teología de S anto T omás: a condu­
alguno donde él no estuviese presente cirnos a vivir una vida íntim a con Dios.
con su preciosa doctrina”^ ; y más Y así como cuando era niño en Monte-
(21) Alejandro IV, Carta Deicctabile nobis, 11 - (24) Compárese León XIII, Encíclica Aeierni
III-1256; véase Juan XXII, Carta Apostólica Red- Patris, 4-VIII-1879. ASS. 12 (1878) 97-115; en esta
emptionem misit, 18-VII-1323, Bullarium Roma- Colección: Encíclica 33, págs. 231-243.
num, Turín 1857, IV, 303, § 1. (25) Pío X, Motu proprio Doctoris ingclici,
(22) Juan XXII. Alocución en el Consistorio, 29-VI-1914; AAS. (1914) 339.
14-VÍ1-1323. (26) Véase Benedicto XV, Const. Apost. Provi-
(23) Pío V, Bula Mirabilis . Deus, U-IV-1567. dentissima Mater, 27-V-1917; AAS. 9 (1917) 5-8.
Bullarium Romanum VIL 564-565. (27) Cf. can. 1366, § 2.
1034 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X I (1923) 131. 4

casino no se cansaba de preguntar: ¿quién m ejor que él explicó la n atu ­


“¿Quién es Dios?”(2S\ del mismo modo raleza y la razón de la filosofía, sus
en los libros que compuso acerca de partes y la im portancia de cada una?
la creación del m undo y acerca del Véase con cuánta perspicacia dem ues­
hom bre, y de las leyes, y de las virtu­ tra la conveniencia y el acuerdo de los
des, y de los Sacramentos, en todos varios miembros que form an el cuerpo
trata de Dios como autor de nuestra de esta ciencia. “Al sabio, dice, corres­
eterna salvación. ponde ordenar. Y la razón es que la
Disputando, por lo tanto, acerca de sabiduría es principalmente perfección
las causas que hacen estériles los estu­ de la razón, a la cual corresponde co­
dios, cuales son la curiosidad, el des­ nocer el orden; porque si bien las vir­
medido deseo de saber, la cortedad del tudes sensitivas conocen algunas cosas
ingenio, la aversión al esfuerzo y a la de moco absoluto, el orden entre la
perseverancia, no encuentra otro re ­ una y la otra solamente lo conocen el
medio a tales causas que una gran entendimiento y la razón Así, según
prontitud p ara la fatiga, vigorizada con los diversos órdenes que la razón con­
el ardor de la piedad y derivada de la sidera hay diversas ciencias. El orden
vida del espíritu. Dirigiéndose los es­ que la razón considerando produce en
tudios sagrados por una triple luz, la el propio acto pertenece a la filosofía
recta razón, la fe infusa y los dones racional (o sea a la l ó g i c a ), que pro­
del E spíritu Santo, que perfeccionan la piamente considera el orden de las
inteligencia, ninguno poseyó esta luz partes del discurso entre sí y el orden
en más abundancia que él; porque des­ de los principios, ya entre sí mismos,
pués de haber empleado en las cuestio­ ya respecto de las conclusiones. A la
nes difíciles todas las fuerzas de su filosofía natural (o sea a la f í s i c a )
ingenio, im ploraba de Dios la explica­ corresponde el estudiar el orden de las
ción de las dificultades con ayunos y cosas que la razón humana considera,
hum ildísim a oración; y Dios solía es­ pero no crea; y así en la filosofía mis­
cucharlo con tan ta benignidad, que ma natural comprendemos también la
alguna vez m andó al mismo Príncipe m e t a f ís ic a . El orden de las acciones
de los Apóstoles a enseñarle^29). Y no es voluntarias se considera en la filosofía
m aravilla si, al acercarse al fin de su moral, la cual se divide en tres partes:
vida alcanzó tan alto grado de contem ­ la primera, que considera las operacio­
plación, que las cosas por él escritas nes del individuo en orden al fin, y se
le parecían paja, y decía que no podía llama m o n á s t i c a ; la segunda consi­
dictar más; así tenía fijas ya en el dera las operaciones de la multitud
pensamiento las verdades eternas, de doméstica, y se llama e c o n ó m i c a ; la
modo que no deseaba otra cosa que tercera, considera las operaciones de la
ver a Dios. Pues éste, como él mismo multitud civil, y se llama p o l í t ic a ” <31).
enseña, es el fruto que debe sacarse Todas estas partes de la filosofía las
516 principalm ente de los estudios; un trató S a n t o T o m á s diligentemente, ca­
grande am or de Dios y un gran deseo da una según su propio modo, com en­
de las cosas eternas(30>.34 zando por las que están más estrecha­
mente unidas con la razón hum ana y
3. El filósofo: Su división de la subiendo gradualm ente a las m ás re­
filosofía y estima de la razón motas, hasta detenerse, por último, “en
4. La filosofía de Santo Tomás. Al el vértice supremo de todas las co­
mismo tiempo que con su ejemplo nos sas”^ 2\
enseña cómo debemos portarnos en la El poder de la razón. Es doctrina
diversidad de los estudios, nos da fir­ firm ísim a de nuestro Santo aquella que
mes y estables preceptos p ara las dis­ se refiere al valor de la inteligencia
ciplinas particulares. Y ante todo, hum ana. “Nuestro entendimiento cono-
(28) Véase, Tocco, Vitae S. Thomae, cap. 4. (31) S. Thomae, In decem libros Ethicorum ad
29-VI-1914; AAS. 6 (1914) 339. Nicomachum, lect. 1.
(30) Tocco, Vita S. Thomae, cap. 30. (32) Contra Gentil. II, 56 et IV, c. 1.
KU, 5 E n c íc l ic a “ S t u d io r u m D ucem ” 1035
ce naturalmente el s e r y las cosas que de la Suma Teológica, S a n t o T o m á s
pertenecen al s e r en cuanto tal, y so­ dem uestra la existencia de otro orden
bre este conocimiento se funda la no­ de cosas superior a la naturaleza, y que
ción de los primeros principios”(33L excede a la virtud misma de la razón,
Doctrina que destruye radicalm ente las el cual el hom bre no hubiera podido
opiniones de aquellos filósofos recien­ conocer jam ás, si la Bondad Divina no
tes que niegan al entendim iento la per­ se lo hubiese revelado. Es el campo
cepción del s e r , dejándole sólo la de donde dom ina la fe, y esta ciencia de
las im presiones subjetivas: errores de la fe se llam a Teología, que se encon­
los cuales se sigue el agnosticismo, tan tra rá más perfecta en el que tenga co­
vigorosamente reprobado en la Encí­ nocimiento más profundo de los docu­
clica “Pase endi” . m entos de la fe, y al mismo tiempo
más alta y completa la facultad de
La existencia de Dios. Los argum en­ filosofar. Ahora bien: no podemos du­
tos con los cuales S a n t o T o m á s de­ dar que la Teología ha sido elevada al
m uestra la existencia de Dios, y que El más alto grado por S a n t o T o m á s , h a ­
solamente es el mismo se r subsistente, biendo él poseído perfectam ente los
son todavía hoy, como en la Edad Me­ documentos divinos de la fe, y estando
dia, las pruebas más válidas; clara con­ dotado de un genio agudo adm irable­
firm ación del dogma de la Iglesia, p ro ­ m ente dispuesto para filosofar. Por lo
clam ado en el Concilio Vaticano e in­ tanto, S a n t o T o m á s , no sólo por su
terpretado egregiamente por Pío X doctrina filosófica, sino tam bién por
con estas palabras: “Dios, como prin­ los estudios de esta disciplina, es, en
cipio y fin de todas las cosas, puede nuestras escuelas, el principal maestro.
conocerse y demostrarse con certeza En efecto; no hay parte alguna de la
por medio de la luz natural de la ra­ Sagrada Teología en la cual él no haya
zón, por las cosas creadas, o sea por m ostrado felizmente la extraordinaria
las obras visibles de la creación, como riqueza de su inteligencia.
por los efectos conocemos ciertamente
la causa”(35L Y su m etafísica, aunque Apologética. Ante todo estableció so­
m uchas veces y aun ahora acerbam ente bre propios y genuinos fundam entos
im pugnada, m antiene todavía su fu er­ la apologética, al definir bien la distin­
za y todo su esplendor, como el oro ción que existe entre las cosas de razón
que ningún ácido puede alterar; y y las cosas de fe, entre el orden natural
añade con razón el mismo predecesor y el sobrenatural. Y por esto el sacro­
Nuestro: “No puede alejarse uno de santo Concilio Vaticano, cuando defi­
Tomás, especialmente en la metafísica, nió que algunas verdades religiosas
sin grave daño”&6K pueden conocerse naturalm ente, pero
que para conocerlas todas y sin error
4. El teólogo: Relación de teología y se necesitó por necesidad m oral que
fuesen reveladas, y que para conocer
filosofía y las diversas disciplinas
los misterios fue absolutam ente nece­
teológicas
saria la divina revelación, se sirvió de
5. Santo Tom ás el m ás alto expo­ los argum entos tratados, no por otros,
líente de la Teología. Nobilísim a entre sino por S a n t o T o m á s , el cual estable­
las hum anas disciplinas es, ciertam en­ ció que el que se dedica a la defensa
te, la filosofía. Pero, según el orden de la doctrina cristiana debe m antener
actual de la Divina Providencia, no po­ firm e este principio: “Asentir a las ver­
demos, en realidad, llam arla primera, dades de la fe no es ligereza, aunque
porque no abraza el entero conjunto sean superiores a la razón”(37>. En
de las cosas. Tanto al principio de la efecto; se dem uestra que si bien las
Suma contra los gentiles, como en el345 cosas de la fe son arcanas y obscuras,
(33) Contra Gentil. II, c. 83. 1910. AAS. 2 (1910) 669.
(34) Pío X, Ene. Pascendi, 8-IX-1907. ASS. 40 (36) Litt. Encycl. Pascendi, S-IX-1907. AAS. 10
(1907) 593-650; en esta Colecc. Encícl. 104, pág. (1907) 640; en esta Colecc. Encícl. 104, 13 pág.
781-813. 807.
(35) Motu proprio Sacrorum Antislitum, 1-IX- (37) Contra Gentil. I, c. 6.
1036 E n c íc l ic a s del P P. P ío XI (1923) 131, 6-7

sin embargo, las razones que inducen tu ral. Preceptos que si fuesen inviola­
al hom bre a la fe son claras y m ani­ ble y exactamente observados en p ri­
fiestas, porque “el hombre no creería vado y en público, y en las m utuas
si no viese que las cosas deben creer­ relaciones entre las naciones, no haría
se” Y añade tam bién que la fe, falta más para obtener entre los hom ­
lejos de ser un im pedim ento y un yugo bres la paz de Cristo en el reino de
servil im puesto a la Hum anidad, debe C r i s t o q u e todo el mundo ansia. Por
estimarse, por el contrario, como un esto es muy de desear que se conozcan
beneficio máximo, puesto que ella es cada vez m ejor las doctrinas del Santo
en nosotros “un principio de la vida referentes al derecho de gentes y a las
eterna”<3839>. leyes que establecen las relaciones en­
Dogm ática. La o tra p arte de la Teo­ tre los pueblos, puesto crue contienen
logía, que se refiere a la exposición de los verdaderos fundam entos de la que
los dogmas, la tra ta S a n t o T o m á s con se llam a Sociedad de las Naciones.
riqueza enteram ente especial; y no en­
contram os ninguno que haya penetra­ 6. Su doctrina ascética y m ística. No
do más a fondo o expuesto más cuida­ tiene menos m érito su doctrina ascética
dosamente los augustísimos misterios y mística, porque reduciendo toda la
de la fe, tales como los que pertenecen economía m oral a la razón de virtud y
a la vida íntim a de Dios, al secreto de de dones, establece esta doctrina y la
la predestinación eterna, al gobierno tal economía, según las diversas clases
sobrenatural del m undo, a la facultad de hombres, tanto los que quieren vivir
de conseguir su fin concedida a las según las reglas comunes, como los que
19 criaturas racionales, a la redención del se proponen conseguir la perfección
género hum ano, efectuada por Cristo cristiana de su espíritu en un doble
y continuada por la Iglesia y los Sa­ género de vida, la activa y la contem ­
cram entos, dos medios que S a n t o T o ­ plativa. El que quiera conocer hasta
m á s llam a en cierta m anera “reliquias
dónde se extiende el precepto del am or
de la Divina Encarnación” (4041). de Dios, cómo aum entan en nosotros
la caridad y los dones del Espíritu San­
Ciencia m oral, dom éstica y civil. to anejos, cómo se diferencian entre sí
Estableció adem ás una segura doctrina los distintos estados de la vida, cuáles
teológico-moral p ara la dirección com ­ son el estado de perfección, el estado
pleta de los actos hum anos al fin so­ religioso, el apostolado y cuál es la 320
brenatural. Como perfecto teólogo, naturaleza de cada uno, u otros puntos
asigna no sólo a los individuos en p a r­ de la Teología ascética o mística, debe
ticular, sino a la sociedad doméstica y consultar principalm ente al Angélico
civil, las norm as seguras de la vida, Doctor^42).
en lo cual consiste la ciencia moral,
económica y política. Así, en la segun­ 5. Santo Tomás y su interpretación
da parte de la Suma Teológica son de la Biblia
excelentes las cosas que enseña con re ­
lación al régimen paterno (o sea do­ 7. Santo Tom ás y las Sagradas Es­
méstico), al régim en legal del Estado crituras. E n todo lo que escribió tuvo
y de la nación, al derecho n atural y al sumo cuidado de poner por base y
derecho de gentes, a la paz, a la guerra, fundam ento las Sagradas Escrituras.
a la justicia y al dominio, a las leyes Manteniendo firm em ente que la E scri­
y su observancia, al deber de atender tu ra en todas y cada una de sus partes
a las necesidades privadas y a la pros­ es palabra de Dios, exige su interpreta­
peridad pública; y todo esto, tanto en ción según las mismas norm as que es­
el orden n atu ral como en el sobrena- tablecieron nuestros predecesores, L eón
(38) Sum. TheoL II-II, q. 1, a. 4. (42) Véase Suma de Ascética y Mística de Santo
(39) Qq. disp. de Verit. q. 14, a. 2. Tomás de Aquino, seleccionada por el P. Ismael
(40) S. Tilomas. Pro!. IV ad Annibaldum. Quiles, S.J. Editorial Guadalupe. Bs. Aires.
(41) Pío XI, Encíclica Ubi Arcano, 23-XII-1922; (43) Véase León XIII, Ene. Provid. D ais, 18-XI-
AAS. 10 (1922) 091. 1893; ASS. 26 (1893) 269-292.
131, 8-9 E n c íc l ic a “ S t u d io r u m D u c e m ” 1037

XIII en la Encíclica “Providentissimus des que en él resplandecen, especial­


Deus”(é3), y B e n e d i c t o XV en la otra mente la hum ildad y la pureza. Apren­
Encíclica “Spiritus Paraclitus”^ , y dan de este hombre, grande por su
partiendo del principio que “el Espíritu ingenio y doctrina, a enfrentar todo
Santo es autor principal de la Sagrada movimiento de orgullo del propio áni­
Escritura..., al paso que el hombre fue mo y a im plorar hum ildem ente sobre
solamente el autor instrumental”^ , sus estudios la abundancia de la luz
no perm ite que nadie oponga alguna divina. Aprendan tam bién de tal m aes­
duda a la autoridad histórica de la tro a huir con todo esfuerzo de los
Biblia: y del fundam ento del significa­ halagos de los sentidos, para no tener
do de las palabras, es decir, del sentido que contem plar después la sabiduría
literal, saca él las copiosas riquezas del con ojos entenebrecidos. Porque esto
sentido espiritual, del que suele explicar lo enseñó él en su vida con su ejemplo
con precisión m áxim a el triple género: y lo confirm ó con su magisterio: “Si
alegórico, tropológlco y anagógico. alguno se abstiene de los deleites cor­
porales para atender más libremente a
6. El poeta y cantor de la Eucaristía la contemplación de la verdad, esto
pertenece a la rectitud de la razón”(é7K
8. Santo Tom ás y la liturgia. Tuvo, P or ello nos advierte la Sagrada Escri­
finalm ente, nuestro Santo el don y p ri­ tura: “En el alma malévola no entrará
vilegio singular de poder traducir las la sabiduría, ni habitará en un cuerpo
enseñanzas de su ciencia en las oracio­ vendido al pecado”(48>. Por lo tanto,
nes e him nos de la liturgia, llegando a si la pureza de T o m á s en el peligro
ser de este modo el poeta y el alabador extremo a que se vio expuesta, hubiese
máximo de la Divina Eucaristía. Así, sido menoscabada, podemos pensar que
la Iglesia Católica en todas partes del la Iglesia hubiera perdido su Doctor
m undo y entre todas las gentes se sirve Angélico.
y se servirá siempre con todo celo en
los ritos sagrados de los cantos de S a n ­ La Milicia Angélica. Y viendo a la
t o T o m á s , que exhalan el fervor sumo m ayor parte de los jóvenes, seducidos
del alm a suplicante y contienen al m is­ por los halagos del placer, m ancillar
mo tiempo la expresión más exacta de tan pronto su pureza y entregarse a
la doctrina tradicional respecto al los deleites de los sentidos, Nos, Vene­
augusto Sacramento, que principalm en­ rables Hermanos, con toda prem ura os
te se llam a Misterio de fe. Pensando en recomendamos que propaguéis por to ­
esto, y recordando el elogio ya citado das partes, y especialmente entre los
del mismo Cristo a T o m á s (46>, nadie se alum nos del Clero, la sociedad de la
m aravillará de que se le haya dado Milicia Angélica, fundada para conser­
tam bién el título de Doctor Eucarístico. var y custodiar la pureza bajo la tutela
de S a n t o T o m á s , y confirm am os todas
III. E x h o r t a c i o n e s y a v is o s p r á c t ic o s Jas indulgencias pontificias con las cua­
les fue enriquecida por B e n e d i c t o XIII
í. Santo Tomás, modelo de vida para y otros predecesores Nuestros (49*. Y a
los diferentes estados fin de que cada uno más fácilmente se
9. E nseñanzas prácticas: Santo To­ anim e a dar su nom bre a esta Milicia,
m ás, modelo de los jóvenes. De lo que concedemos licencia para que aquellos
llevamos dicho, Nos sacamos estas con­ que de ella form en parte puedan llevar,
secuencias oportunísim as p ara la p rác­ en lugar de cíngulo, una m edalla bendi­
tica. Es preciso, ante todo, que los ta colgada al cuello, la cual tenga en una
jóvenes en particular tom en por m ode­ cara la imagen de S a n t o T o m á s , ceñido
lo a S a n t o T o m á s v procuren im itar por los ángeles, y en la otra la de la
con toda diligencia las grandes virtu- 45* Virgen, Reina del Santísimo Rosario.
(41) Véase Benedicto XV, Sniritus Paraclitus, (47) Sum Theol. II-II, q. 157, a. 2.
15-IX-1920; AAS. 12 (1920) 399-410. (48) Sab. 1, 4.
(45) Quodlib., 7, a. 14 ad 5. (49) Inocencio X, Const. Cum sit, 27-III-1652.
(4G) Guillermo de Tocco, Vita S. Thomae, c. 34.
1038 E n c íc l ic a s d e l P P . P í o XI (1923) 131, 10

P atro n o de las escuelas y estudios. necer fieles, hoy más que nunca, a las
Habiendo sido proclam ado S anto T o ­ doctrinas de S anto T omás. Las varias
más P atrono de todas las escuelas ca­ opiniones y teorías de los modernistas
tólicas(50^ por haber unido en sí mismo las confunde él victoriosamente, tanto
una doble sabiduría, la que se adquiere en la filosofía, defendiendo, como he­
con la razón y la que nos infunde Dios, mos visto, el valor y la fuerza de la
y habiendo unido al resolver las cues­ inteligencia hum ana, y probando con
tiones más difíciles la oración con el firmísimos argum entos la existencia de
ayuno y tenido como libro principal Dios, como en la teología, distinguien­
la imagen de J esucristo, aprenda de do bien el orden natural del sobrenatu­
él la juventud consagrada a Dios a ral e ilustrando las razones de la fe
ejercitarse en los buenos estudios para en todos los dogmas, y m ostrando que
sacar de ellos el m ayor fruto. las cosas creídas con la fe no se apoyan
sobre una opinión, sino sobre la ver­
P erfecto religioso. Los m iem bros de dad y son inm utables; en la ciencia
aun altísim as, p ara poder vivir en el bíblica, dando el verdadero concepto de
que rehusó toda clase de dignidades, la divina inspiración; en la disciplina
las fam ilias religiosas tengan presente moral, social y jurídica, estableciendo
como en un espejo la vida de T omás, bien los principios de la justicia legal y
ejercicio de una perfecta obediencia y social, conm utativa y distributiva, y
m orir en la santidad de su profesión. en las relaciones de la justicia misma
Todos los fieles cristianos tengan tam ­ con la caridad; en la ascética, dando
bién en T omás un ejemplo de la más reglas para la perfección de la vida
tierna devoción hacia la augusta Reina cristiana e im pugnando a los que en
del Cielo, cuya salutación angélica re ­ su tiempo se oponían a las Ordenes
citaba él con tan ta frecuencia y solía religiosas. Y contra esta emancipación
escribir en sus páginas, y al Doctor de Dios, hoy tan decantada, afirm a los
Eucarístico pidan el fervor hacia el derechos de la verdad prim era y de la
augustísim o Sacramento. autoridad que tiene sobre nosotros Dios,
Señor Supremo. De aquí se verá por
Sacerdote eucarístico. Y esto con­
qué los m odernistas no temen a ningún
viene que pidan en especial los sacer­ otro Doctor de la Iglesia tanto como
dotes. Todos los días, cuando la enfer­ a T omás de A quino .
medad no se lo impedía, celebraba To­
más la santa misa, y después oía otra ¡Id a Tomás! Así, pues, del mism o
de un compañero suyo o de otros, y modo que se les dijo a los egipcios
frecuentemente la ayudaba, como cuen­ cuando estaban grandem ente necesita­
ta el diligentísimo autor de su vida50(51). dos: Id a /o s é (53), para obtener de él
¿Y quién puede decir el fervor de su abundancia de trigo y poder alim entar
espíritu al celebrar el santo sacrificio, sus cuerpos, del mismo modo hoy, a to­
y la diligencia con que se preparaba, dos los ham brientos de verdad, Nos les
y las acciones de gracias que una vez decimos: Id a Tomás para que os dé
term inado dirigía a la M ajestad di­ él, que tiene tan ta abundancia, el pasto
vina(52^. de la sana doctrina y el alimento de
las almas para la vida sempiterna. Que
2. El estudio de sus escritos este alimento esté pronto y al alcance
de todos fue atestiguado por la santidad
a) Ayuda de mucha actualidad
del juram ento, cuando se trató de ins­
10. C ontrario a las doctrinas m oder­ cribir a S anto T omás en el catálogo de
nistas. P a ra evitar los errores, que son los santos: “En la escuela luminosa y
la causa prim era de las m iserias de abierta de este Doctor florecieron mu­
nuestros tiempos, es preciso perm a­ chísimos maestros religiosos y seglares;
(50) Véase León XIII, Breve Cum hoc sii, (52) Tocco, Vita S. Thomae, cap. 39.
4-VÍII-1880; ASS. 13 (1880) 56-59. (53) Génesis 41, 55.
(51) Gmo. de Tocco, Vita S. Thoniae, cap. 29.
131, 1 1 -1 2 E n c íc l ic a “ S t u d io r u m D ucem ” 1039

por su modo sucinto, fácil y claro... m aestro; pero ninguno exija de los
hasta los legos y hombres de escasa in­ otros más de lo que exige la Iglesia,
teligencia desean leer sus escritos” ^ . M aestra y Madre común, porque, en
las cosas discutidas por los buenos auto­
b) Norma de estudio obligatoria para res en sentido diverso, ella no prohíbe
los institutos católicos superiores que cada uno adopte la sentencia que
11. Los estudios tom istas en los Se­más le convenga.
m inarios. Nos querem os, pues, que to­
E p íl o g o :
do lo establecido principalm ente por
L e ó n X III(55) y Pío X (56>, y por Nos Disposiciones para una digna
mismo m andato en el decurso del pasa­ celebración del centenario
do añ o (57), sea atenta e inviolablemen­
te observado por aquellos que en las es­ 12. Celebración del 69 C entenario de
cuelas del Clero enseñan las m aterias Santo Tomás. P o r lo tanto, así como
superiores. Tengan por cierto que cum ­ interesa a toda la cristiandad que este
plirán su deber y satisfarán nuestros centenario sea dignam ente celebrado,
votos si, comenzando por am ar al D o c ­ de modo que honrando a S a n t o T o m á s
t o r d e A q u n o y fam iliarizándose con
se trate no solamente de su gloria, sino
sus escritos com unican a los alum nos tam bién de la autoridad de la Iglesia
de la propia disciplina este ardiente docente.
am or, haciéndose intérpretes de su pen­ F iesta en los Sem inarios y escuelas
samiento, y los hacen capaces de exci­ católicas. Es N uestro deseo que este
tar en los demás los mismos senti­ Centenario, desde el 18 de Julio co­
mientos. rriente año hasta el fin del año pró ­
ximo, se lo celebre en todo el mundo
c) libertad de opinión en las contro­ dondequiera que existan escuelas de
versias jóvenes clérigos; es decir, no solamente
E ntre los cultivadores de las doctri­ entre los Padres Predicadores, a cuya
nas de S a n t o T o m á s , cual deben ser orden, como dice B e n e d i c t o XV, “ha
todos los hijos de la Iglesia que se de­ de darse alabanza, no menos por ha­
dican a los buenos estudios, Nos que­ bernos dado al Doctor Angélico, que
remos realm ente que en los límites de por no haber jamás abandonado un
una justa libertad haya aquella h er­ punto su doctrina” sino tam bién
mosa em ulación que hace prosperar entre las otras familias de religiosos y
estos buenos estudios; pero deseamos en todos los colegios eclesiásticos, uni­
que se evite con todo empeño la aspe­ versidades y escuelas católicas, a las
reza de la detracción que perjudica a cuales ha sido dado por celestial P a ­
la verdad y no sirve p ara o tra cosa sino trono. Y convendrá que en la celebra­
p ara relajar los vínculos de la caridad. ción de estas fiestas solemnes sea la
Observen todos inviolablem ente lo pres­ prim era esta alm a ciudad, donde él fue
crito en el Código de Derecho Canóni­ m aestro por algún tiempo en el Sacro
co: “Los estudios de filosofía racional Palacio; y que en la m anifestación de
y de la teología, y la instrucción de los su santa alegría vayan, delante de todos
alumnos en tales disciplinas, sean tra­ los institutos donde se cultivan los es­
tados absolutamente por los profesores tudios sagrados, el Pontificio Colegio
según el método, la doctrina y los prin­ Angélico, donde puede decirse que T o ­
cipios del Doctor Angélico, y éstos sean m á s m ora como en casa propia, y todos
religiosamente mantenidos”^ . Regú­ los otros ateneos eclesiásticos que hay
lense de modo que puedan llam arlo su 456* en Roma.
(54) Actas de la Canonización bajo Juan XXII, (57) Pío XI, Carta Apost. Officiorum Omnium,
Julio 1319. l-VIII-1922: AAS. 14 (19221 449-458; en esta Co­
(55) Litt. Encvcl. Aelerni Patris, 4-VIII-1879; lecc. Encícl. 127, pág. 996-1001.
ASS. 12 (1879) 97-115; en esta Colecc. Encícl. 33, (58) Can. 1366, § 2.
pág. 231-243. (59) Benedicto XV, Carta 7n coclu sodalium,
(56) Motu Proprio Doctoris AngeUci, 29-VI-1914, 29-X-1916; AAS. 8 (1916) 397.
AAS. 6 (1914) 336-341.
1040 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1923) 131, 12

Favores que el P ap a concede p ara lemne disputación filosófica o de otra


la celebración, Y Nos, p ara acrecentar grave disciplina en honor del Doctor
el esplendor y el fruto de esta solemni­ Angélico. Y, para que después la fiesta
dad, concedemos por N uestra au to ri­ de S a n t o T o m á s se celebre como debe
dad: celebrarse la del Patrono de todas las
I. Que en todas las iglesias de la escuelas católicas, Nos queremos que
Orden de los Predicadores, y en cual­ en tal día se tenga vacación de las lec­
quier otra iglesia o capilla pública, o ciones, y que no solamente se celebre
donde el público pueda entrar, y espe­ la misa solemne, sino tam bién que, a
cialmente en los seminarios, colegios y lo menos en los seminarios y en las
casas de educación de la juventud, se familias religiosas, haya una de las dis­
celebre un triduo o u n octavario o una putaciones de que hemos hablado.
novena, en la cual puedan ganarse las F órm ula de oración de Santo Tom ás
mismas indulgencias que se conceden indulgenciada. Finalm ente, a fin de
p ara semejantes funciones en honor de que bajo la dirección del Angélico
los santos o bienaventurados. Maestro de Aquino, los estudios de
II. Que en las iglesias de los herm a­ nuestros alum nos den frutos cada vez
nos y de las herm anas de la Orden mayores para la gloria de Dios y p ro ­
dom inicana, por una vez, durante los vecho de la Iglesia, añadimos a estas
días de tales funciones, puedan los fie­ letras, con la recomendación de divul­
les, confesados y comulgados, ganar garla, la fórmula de la oración(G0> que
indulgencia plenaria todas las veces que él núsmo usaba. A los que devotamente
oren delante del altar de S a n t o T o m á s . la rezaren les concedemos cada vez por
III. Que en las predichas iglesias do­ Nuestra autoridad indulgencia de siete
m inicanas los sacerdotes de la Orden y años y siete cuarentenas.
los terciarios, durante el año centena­ Bendición Apostólica. E n pren d a de
rio, puedan todos decir u oir la Misa los dones celestiales y señal de Nuestra
en honor de Santo Tomás, como en el benevolencia, Nos os damos de todo
día de la fiesta, recitando en ella u corazón a vosotros, Venerables H er­
omitiendo el Gloria y el Credo, según manos, al Clero y al pueblo confiado
el rito del día, y concedemos, tanto al a vuestros cuidados la Bendición Apos­
que celebre la misa, como a los que la tólica.
oigan, indulgencia plenaria en las con­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
diciones acostum bradas. el día 29 de Junio, fiesta del Príncipe
D isputación filosófica o teológica. de los Apóstoles, el año 1923, segundo
Procúrese, además, tener en los semi­ de Nuestro Pontificado.
narios y en los otros institutos eclesiás­
ticos, durante este tiempo, alguna so-60 PIO PAPA XI.
(60) Debajo de la presente Encíclica se encuen­ i n e f f a b i l i s , q u i d e th e s c i w ' is S cip ien tio z lu x tres
tra en AAS, pág. 326 lá célebre oración: " C r e e d o r a n g clo ru m h ie ra rc h ia s d c sig n a sti...”
EPISTOLA “FROPE ADSUNT DIES”{:):)
(21-X-1923)

SOBRE LA IGLESIA QUE SUFRE EN EL PURGATORIO Y LOS SUFRAGIOS


POR LAS VICTIMAS DE LA GUERRA MUNDIAL

PIO PP. XI
Al querido hijo: Salud y apostólica bendición

1 . El reto m o de día de ánim as es­ tentes plegarias a fin de que no nos


tim ula los sufragios por ios difuntos. nieguen su am paro para poder llevar
Ya se acercan los días cuyo retorno una vida efectivamente cristiana; y a
anual suele estim ular ia vida religiosa las ánim as del Purgatorio debemos
del pueblo cristiano. E n estos días de “procurar alivio mediante nuestros su­
fiesta, nuestra Madre la Iglesia presenta fragios especialmente por el sacrificio
como modelo, pues, a los que peregri­ de la Misa tan agradable a los ojos de
nan en esta tierra, a los herm anos que Dios”t3K
disfrutan de la felicidad del cielo. Lue­ Precisam ente esa obra de caridad se­
go recuerda, por las ceremonias de su rá m uy grata a los santos del cielo;
Liturgia sagrada a los “que nos han pues, se alegrarán en su am or perfecto
precedido con el signo de la Cruz y[ porque se aumente, por nuestra coope­
duermen el sueño de la paz’>(A \ los ración, el núm ero de aquellos que con
cuales, empero, por la sentencia de ellos com parten la bienaventuranza
Dios, se hallan separados de aquella eterna y bendicen la bondad y m iseri­
felicidad y detenidos en el Purgatorio cordia de Dios.
hasta su com pleta purificación.
3. El abandono en cpie las tienen los
2. N uestras dos obligaciones con los vivos debe estim ular nuestro fervor.
bienaventurados y con los difuntos. Es, ciertam ente, casi imposible que en
No cabe duda de que la Iglesia, al corazones bien nacidos se extinga total­
obrar así, lo hace en conform idad al m ente la compasión hum ana por la
dogma sobrem anera consolador de la suerte que corren sus difuntos, sin em­
fe católica que enseña la Comunión de bargo observamos que en la m ayor
los Santos(2L Los íntim os lazos que nos parte de los hom bres que nos rodean
unen, por un lado, con los bienaventu­ va palideciendo el recuerdo de los deu­
rados del cielo y, por el otro, con las dos difuntos, y aun se pierde entera­
alm as que sufren en el Purgatorio, ori­ mente, o se reduce a algunas m anifes­
ginan p ara nosotros m uy naturalm ente taciones de aprecio y am or, que son
dos obligaciones: A los bienaventurados laudables en sí, pero que contribuyen
debemos ofrecer tanto nuestras con­ más a consolar a los vivos que a ap ro ­
gratulaciones por su entrada en la eter­ vechar a las pobres ánim as del P u r­
na gloria como tam bién nuestras insis­*1 gatorio.
(*) A. A. S., 15 (1923) 541-542. Hay relativamente pocos documentos pontificios que hablan al pueblo
sobre el Purgatorio. Incorporamos esta Epístola de Pío XI al Cardenal Pompilj a esta Colección —en
traducción especial para la 2* edición— por su significación al respecto y por su actualidad después de
la segunda guerra mundial y las continuas guerras que desde entonces no san sabido, evitar los gober­
nantes de la humanidad. (P. II.)
(1) Misal Romano, Canon, Memento de los di- (3) Concilio de Trento, Ses. 25, Decreto sobre
funtos. el Purgatorio (Denz-Umb. nr. 983).
(2) Del Credo.
1042 E n c íc l ic a s d e l P P . P ío X I (1 9 2 3 ) 132, 4-8

4. El Papa solicita sufragios por los Nos queremos, igualmente, que los
muertos, especialmente por los huér­ sufragios y sacrificios de propiciación
fanos caídos en la primera guerra de los fieles se apliquen sin diferencias
m undial. Aunque N uestro oficio de de nacionalidad, estado y casta, sin
Padre com ún de todos los fieles Nos excepción, a todas las ánimas que ca­
impide excluir de Nuestra paternal so­ yeron víctimas de aquellos aconteci­
licitud a ninguno de los que han salido mientos que mencionamos.
de este m undo, sin embargo, al acer­ 6. Vínculo universal de am or y de
carse ahora el día de los difuntos, no paz que de allí resulta. La unión u n i­
podemos menos de abrir espontánea­ versal de oraciones apresurará, por un
mente Nuestro corazón a la hueste casi lado, el comienzo de la visión beatífica
innum erable de hijos, que cayeron en de esos hijos m uy amados y, por otro,
la últim a guerra o m urieron a conse­ profundizará y arraigará más la cari­
cuencia de las enferm edades que con­ dad m utua, ese vínculo de la perfección
trajeron y de las heridas que recibie­ de que nos habla el Apóstol*5* en los
ron, o que perecieron en las guerras corazones de los vivos, contribuyendo
civiles y los disturbios postbélicos. así a que pronto se logre y resplandezca
Más aún: el recuerdo de esos m uer­ la paz de Cristo por el reino de Cristo.
tos Nos llena de una tristeza especial­
mente penosa, pues, hay m uchas razo­ 7. El Papa desea que se realice una
nes que Nos hacen tem er que ellos ca­ gran campaña de oraciones y sacrifi­
rezcan, a causa de la negligencia de cios. P or eso, es N uestro m ás vehe­
los que un día fueron sus deudos más mente deseo, Venerable Herm ano, que,
caros, de la ayuda afectuosa y del su­ a propósito de la fiesta de Todos los
fragio propiciatorio de sus plegarias. Santos que se acerca como tam bién del
Y ¿qué sucederá a aquellas innum era­ día de ánim as y durante todo el mes
bles víctimas de la guerra que dejaron de Noviembre se desarrolle una gran
su vida en esa inm ensa catástrofe y cam paña de oraciones y de reparación
que ni en la cuna conocían las caricias en la ciudad de Roma por las intencio­
y las sonrisas de una m adre, aquellos nes señaladas. Esperam os firm em ente
huérfanos que en ninguna parte en­ que el ejemplo de los fieles de Roma
cuentran estim a ni poseen hogar y p a­ excitará a piadosa emulación a todo el
tria y, de consiguiente, no tienen quien orbe Católico.
los llore y encomiende a la m isericor­ 8. Bendición Apostólica. En esta con­
dia del Padre que está en los cielos. fianza y seguridad que constituye un
gran consuelo para Nuestro corazón,
5. Oraciones por todos los difuntos os im partim os, Venerable Herm ano, al
sin excepción. Los difuntos que d u r­ Clero y a los fieles de Roma, como
m ieron en el Señor y están definitiva­ prenda de la gracia divina y señal de
mente alejados de toda enemistad y Nuestra paternal benevolencia, am oro­
discordia gozan ahora p ara siempre de samente la Bendición Apostólica.
la íntim a unión en la gracia y el am or Dado en Roma, junto a San Pedro, a
de J e s u c r is t o hasta que un día entren 21 de Octubre de 1923, año segundo
en la gloria eterna que está reservada de Nuestro Pontificado.
a los hijos de Dios de todas las tribus
y lenguas, naciones y pueblos*4*. PIO PAPA XI.
(4) Apoc. 5, 9. (5) Compare Col. 3, 14.
.1 3 3

CARTA ENCICLICA “ECCLESIAM DEF,( )


(12-XI-1923)

A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMAS


ORDINARIOS, EN PAZ Y COMUNION CON LA SEDE APOSTOLICA
EN EL TERCER CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE S. JOSAFAT, MARTIR
ARZOBISPO DEL RITO ORIENTAL DE POLONIA

PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. Unidad ecuménica de la Iglesia. por un solo espíritu; de este cuerpo es


573 Sabemos que la Iglesia, constituida por la cabeza Cristo, por el cual todo el
adm irable designio de Dios de tal m a­ cuerpo está sólida e íntimamente unido
nera que en la plenitud de los tiempos por todas las junturas con que unas
fuera a m anera de una gran fam ilia partes se relacionan con las otras*6);
que abrazara a todo el género hum ano, pero, por la m isma razón, la cabeza
es divinam ente notoria no sólo por las visible de dicho cuerpo es aquel que
demás notas que le son características hace en la tierra las veces de Cristo, el
sino tam bién por la unidad ecuménica. Pontífice Romano. Sobre él, como su­
Pues Cristo nuestro Señor no sólo en­ cesor de P e d r o , recae continuam ente
comendó a los apóstoles el oficio que aquella palabra de Cristo: sobre esta
El mismo había recibido del Padre, piedra edificaré mi Iglesia^- y éste a
diciéndoles: se me ha dado todo poder su vez, ejerciendo siempre aquel cargo
en el Cielo y en la Tierra. Así pues, id encomendado a P e d r o , no deja de con­
y enseñad a todas las gentes(U; sino firmar a sus herm anos^ cuando es
tam bién quiso que el colegio apostólico necesario, y de apacentar a todos los
fuera perfectam ente uno, estrecham en­ corderos y ovejas de la grey del Señor.
te unido por un doble vínculo interno Ahora bien, nada ha combatido en
en virtud de la m ism a fe y de la cari­ todo tiempo el hom bre enemigo tan
dad que se ha difundido en los cora­ encarnizadam ente como la unidad de
zones por el Espíritu Santo(2>; y exte- régimen de la Iglesia, por la cual se
riorm ente por el gobierno de uno solo
sobre todos, como quiera que confirió uniera la unidad del espíritu con el
a P e d r o el prim ado de los Apóstoles, vínculo de la p a z ^ ; pero si este hom ­
como a Principio perpetuo y visible bre enemigo nunca pudo prevalecer
fundam ento de unidad. Esta unión se contra la misma Iglesia, consiguió sin
la encomendó m uy diligentemente al embargo que no pocos hijos y también
fin de su vida m o rtal(3); ésta m ism a la pueblos enteros se separaran de su seno
pidió al Padre con las m ayores súpli­ y de su abrazo. A lo cual mucho ayuda
c a s ^ ; y la im petró, siendo oído por la ron las luchas entre las diversas nacio­
reverencia que m erecía^. nes, o las leyes que carecían de religión
Así pues, la Iglesia se form ó y creció y de piedad, o los anhelos ardientes de
como un solo cuerpo, vivo y fuerte, los bienes corruptibles.
(*) A. A. S. 15 ('1923)páss. 573-582. Traducción especial para la 1* edición.
(1) Mat. 28, 18-19. ~ (5) Hebr. 5, 7.
(2) Rom. 5, 5. (7) Mat. 16,18.
(3) Juan 17, 11: 17,21-22. (8) Luc. 22,32.
(4) Juan 17, 21-22. (9) Efcs. 4,3.
(6) Efcs. 4, 4, 5, 15, 16.
1043 —
1044 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1923) 133, 2-3

2. El cism a bizantino y eslavo. Pero también consiguió que en el concilio


la m ayor y la más deplorable fue la F lorentino I sidoro , m etropolitano de
separación de los Bizantinos de la u n i­ Kiev y de Moscú y Cardenal de la Santa
dad ecuménica; y aunque el Concilio Romana Iglesia, en nom bre tam bién
Lugdunense y el Florentino parecieron de su propio pueblo, prom etiera que
ponerle remedio, sin embargo, el mal había de guardar santa e inviolable­
nuevam ente brotó después y continúa mente la unidad católica en la fe de
hoy con gran daño de las almas. Por la Sede Apostólica.
ello vemos que se han extraviado e ido
a la ruina juntam ente con otros los Renovación de la unión de Kiev.
Eslavos Orientales, aun cuando éstos Quedó pues la unión de Kiev obte­
perm anecieron más tiempo que otros nida durante muchos años; la causa de
en el seno m aternal de la Iglesia. Pues su ru p tu ra fueron aquellas perturbacio­
es notorio que éstos m antuvieron algu­ nes que se sucedieron en los negocios
nas relaciones con la Sede Apostólica, públicos al comenzar el siglo XVI; pe­
aún después del cisma de Miguel Ce- ro, sin embargo, se renovó felizmente
rulario ; unión interrum pida prim ero la unión el año 1595, y un año después
por las incursiones de los tártaros y fue prom ulgada en la reunión de Brest,
luego por las de los Mongoles, pero con la autoridad y la intervención del
renovada después y m antenida, m ien­ m etropolitano de Kiev y de los demás
tras la contum acia de los poderosos no Obispos de los Rutenos; a los cuales
se lo im pidiera. ciertam ente recibió con todo am or Cle­
mente VIII y con la publicación de la
Esfuerzos de los Rom anos P o n tífi­ Constitución “Magnus Dominus” incitó
ces. Y en este punto los Rom anos P o n ­ a todos los fieles cristianos para que
tífices no dejaron de hacer nada de lo dieran gracias a Dios “ que siempre tiene
que estaba de su parte; algunos de pensamientos de paz, y quiere que to­
ellos dedicaron singular empeño y cui­ dos se salven y vengan al conocimiento
dado a la salvación de los eslavos de la verdad” ^11>.
orientales, como Gregorio VI, que al
Príncipe de Kiev “Demetrio Rey de los 3. San Josafat; 3er. centenario de su
rusos y a la Reina esposa” que poseían m artirio. Y p ara que aquella unidad y 576
el reino, les deseó por carta muy am i­ consentimiento de ánimos durase para
gablemente todos los bienes de parte siempre, Dios Providentísim o la con­
de Dios, cuando el hijo de ellos se lo sagró con el sello de la santidad y del
rogó en Roma^10); como H onorio III, m artirio. Tan grande gloria cupo a
que envió legados a la ciudad de Nov- aquel Arzobispo de Polonia, J osafat,
gorod; lo cual hizo tam bién Gregor/ío del Rito Eslavo Oriental, al cual con
IX, y asimismo, no m ucho después, todo derecho reconocemos como hom ­
Inocencio IV, quien envió como lega­ bre v defensor preclaro de los Eslavos
do a un varón de ánimo grande y fu er­ Orientales; puesto que no hay tal vez
te, Juan de P lano Carpino , ornato de ningún otro que haya ilustrado m ejor
la fam ilia Franciscana. El fruto de la su nombre, o m ejor m irado por su sa­
diligencia de nuestros antepasados ap a­ lud, que éste su pastor y apóstol, p rin ­
reció el año 1255, cuando se hizo la cipalmente al haber derram ado su san­
reconciliación de la concordia y unidad gre por la unidad de su Santa Iglesia.
y p ara celebrarla el Abad Opizo, en Y porque recurre ahora el tercer cen­
nom bre y autoridad del Pontífice y tenario de su preclaro m artirio, tene­
como legado del mismo, im puso las mos el m ayor placer en renovar la
insignias reales en solemne ceremonia m em oria de tan excelso varón, a fin
a D aniel, hijo de R omano. A sí pues, de que, Dios, rogado más encarecida­
según la venerada tradición y costum ­ mente por los buenos “excite en su
bres de los antiguos eslavos orientales, Iglesia el espíritu, del aue estaba re-
(10) Ep., lib. 2, 74 (Migne PL. 148, col. 425). (11) Jcrcm. 20, 11; I Tim. 2, 4.
I8 3 i4 E n c íc l ic a “ E cclestam D e i” 1045

píeto San Josafat, Mártir y Pontífice... empeño de su cargo, no solamente de­


por la cual dio su vida por sus ove- fendió el m onasterio y el templo ad ­
y p ara que aum entándose en junto, y procuró precaverlo contra los
el pueblo el deseo de prom over la u n i­ asaltos de los enemigos, sino que pro­
dad, se lleve adelante la obra que él curó que el pueblo cristiano, que los
deseaba, hasta que se obtenga lo que había abandonado casi enteram ente,
Cristo prom etió y todos los Santos de­ los frecuentara y entre tanto, solícito
searon: y se hará un solo rebaño y un ante todo de la unión de sus ciudadanos
solo pastor(1213L con la Cátedra de P edro, buscaba de
B iografía y vocación de Josafat. Este todas partes todos aquellos argumentos
nació en verdad de padres separados de que sirvieran para pom overla y con­
la unión, pero, bautizado y habiendo firm arla, principalm ente estudiando los
recibido el nom bre de J uan , cultivó la libros litúrgicos que los orientales disi­
piedad desde sus prim eros años; si­ dentes acostum braban a usar según la
guiendo el esplendor de la Liturgia E s­ prescripción de los Santos Padres.
lava, buscó ante todo la verdad y la
gloria de Dios y por este motivo, y no 4. San Josafat restau ra la unidad de
por algunas hum anas razones, desde la Iglesia. Después de haber em pleado
pequeño se determ inó a la com unión tan diligente preparación, comenzó a
con la única Iglesia Ecuménica, la Ca­ tra ta r el asunto de restaurar la unidad
tólica, a cuya com unión se juzgaba con tanta energía y suavidad y con
destinado por la m ism a recepción ri­ tanto fruto, que fue llam ado por sus
tual del bautismo. Más aún, sintiéndose mismos adversarios “raptor de las al­
movido por un celestial instinto a re­ m a s Pues es adm irable a cuántos lle­
novar en todos la santa unidad, com ­ vó al único redil de Cristo, y ellos de
prendió que podía contribuir m ucho a todo orden y género: plebeyos, m erca­
ello el conservar el Rito O riental eslá­ deres, caballeros, y tam bién los Prefec­
vico y el instituto Basiliano de la vida tos y Administradores de las Provin­
m onástica en la unidad de la Iglesia cias, como S ocolinski de Polonia, T ysz-
universal. P or lo cual, el año 1604 fue kievicz de Novgorod, y Mieleczko de
recibido entre los m onjes hijos de S an Smolensko. Pero todavía amplió el
B asilio, dejando el nom bre de Juan se campo de su apostolado desde que fue
llamó J osafat y se dio totalm ente al nom brado Obispo de Polonia. Y fue
ejercicio de todas las virtudes, especial­ increíble la fuerza de su apostolado,
mente de la piedad y de la penitencia. puesto que ofrecía el ejemplo de una
Porque aquel am or a la Cruz que había vida castísima, pobrísim a y abstinente
concebido en su prim era edad al con­ en sumo grado y de tan ta liberalidad
tem plar a Cristo crucificado, luego lo con los pobres que para socorrer su
m anifestó siempre m uy singularmente. pobreza llegó a em peñar su omofo-
rio (14); así mismo se contenía siempre
Vida m onástica y pastoral. Testigo dentro del campo de la religión, sin
es de ello el m etropolitano de Kiev, meterse en asuntos políticos, aunque
J osé V elamin R utsky, el cual había más de una vez y en gran m anera fue
gobernado el mismo m onasterio como requerido para tom ar los cuidados y
A rchim andrita, quien afirm a que “en preocupaciones civiles; finalmente, ap a­
la vida monástica de tal manera apro­ recía en todo el empeño del Obispo
vechó él en breve tiempo, que podría Santísimo, que nunca se cansaba de
ser maestro de n o s o tr o s Así pues ape­ inculcar la verdad de palabra y por
nas recibió el sacerdocio, fue nom bra­ escrito. Pues publicó muchos escritos,
do J osafat A rchim andrita y puesto al acomodados en todo a la capacidad del
frente del monasterio. Este, en el des­ pueblo, como sobre el prim ado de S an
(12) Del oficio de San Josafat. unidos y griegos (correspondiente al palio papal
(13) Juan 10, 6. y episcopal de los latinos). Es una faja ancha,
(14) El omoforion es una de las vestiduras litúr­ adornada de cruces que se pone sobre los hom
gicas episcopales <le los armenios, sirios, coptos bros; de allí el nombre.
1046 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1923) 1 3 a , 5 -6

P edro, sobre el bautism o de S a n V l a - pagación de la Fe, declararon que “es­


578 d j m ir o , como la defensa de la unidad tamos muy dispuestos a derramar por
católica, catecismo redactado a la m a­ la fe católica con nuestra sangre, la vi­
nera del que escribió el beato P e d r o da, como ya lo ha hecho uno de nos­
C a n i s i o , y otros escritos semejantes. Y otros”. Tam bién gran núm ero de hom ­
como tuviese gran empeño en exhortar bres, entre los que estaban los mismos
a ambos cleros a la diligencia en el que m ataron al m ártir, se recogieron al
cum plim iento de su oficio poco a poco seno de la única Iglesia.
excitando el celo del m inisterio sacer­
dotal consiguió que el pueblo, debida­ Actuales persecuciones com unistas.
m ente instruido en la doctrina cristia­ Así pues, la sangre de S a n J o s a f a t , a
na. y alim entado con la predicación la m anera que hace tres siglos, tam ­
adecuada de la palabra divina, se acos­ bién ahora es una prenda de paz y un
tum brase a frecuentar los sacramentos, sello de unidad; ahora, decimos, cuan­
a la sagrada Liturgia, y se renovase una do en fratricidas luchas vemos p ertu r­
m anera de vivir cada vez más santa. badas las desgraciadas provincias esla­
De este modo confirm ó adm irablem ente vas con movimientos turbulentos, y en- 579
J o s a f a t la adm irable obra a que se h a ­ sangrentadas por el furor de guerras
bía entregado, difundiendo el espíritu feroces. Esta sangre Nos parece que la
divino am pliam ente. oímos hablar m ejor que la de AbeT1^ ,
e insistir a sus herm anos eslavos, como
Su m artirio. Pero entonces confirm ó en otros tiempos, con las palabras de
principalm ente y consagró su obra Cristo: Las ovejas están sin pasto. Ten­
cuando m urió m ártir por ella, y, por go misericordia de las turbas^1®); y
cierto, con la m ayor voluntad y con ciertam ente qué miserable es su condi­
adm irable m agnanim idad. Siempre te­ ción; en qué penuria se hallan de todas
nía el m artirio en la mente, y frecuen­ las cosas; cuántos están desterrados de
temente en los labios. Deseó p ara sí el su patria; cuántas m atanzas en los cuer­
m artirio en un célebre sermón, y el pos, cuántas pérdidas en las almas.
m artirio finalm ente im ploraba como Ciertamente al contem plar los presen­
singular beneficio de Dios; de modo tes tiempos, no podemos contener las
que pocos días antes de su muerte, lágrimas, movidos de Nuestro am or p a­
cuando se le avisó de las asechanzas terno, porque son mucho peores que
que se le preparaban: “Señor, dijo, con­ los que deploraba nuestro santo.
cédeme que pueda derramar mi sangre Nos, ciertamente, a fin de aliviar tan
por la unidad y la obediencia de la grandes miserias, deseamos por Nuestra
Sede Apostólica”. Obtuvo su deseo el parte ayudar a los desgraciados, sin es­
domingo día 12 de noviembre del año perar nada de los hombres, y sin hacer
1623, cuando rodeado de los enemigos ninguna distinción entre los necesita­
que buscaban al apóstol de la unidad, dos, solamente deseando ayudar a aquel
se les presentó alegre y afable, y les que más lo necesitase. A pesar de lo
rogó, a sem ejanza de su Maestro, que cual no hemos podido im pedir que,
no hicieran daño a los suyos, entregán­ despreciada toda religión, fueran más
dose a sí mismo en sus m anos; y como frecuentes las indignidades contra la
fuera cruelm ente herido no cesó, hasta verdad y la virtud, de tal m anera que
su último suspiro, de rogar a Dios, en algunas partes los cristianos y los
para que perdonara a sus verdugos.5* mismos sacerdotes y Obispos han sido
buscados para ser encerrados en la c á r­
5. F ru to s de su m artirio. Grandes cel y aún muertos.
fueron los frutos de este ínclito m ar­
tirio: principalm ente recibieron grande 6. Sentim ientos del Pontificado so­
valor y fuerzas los Obispos Rutenos, bre los Eslavos O rientales. Al contem ­
los cuales dos meses después, habiendo plar estos males, Nos resulta de gran
enviado cartas al Sacro Consejo de Pro- consuelo que la recordación solemne
(15) Hebñ~12, 24. (1C) Núm. 27, 17; Mat. 15, 32 y Marc. 8, 2.
133, 7-8 E n c í c l i c a “ E c c l e s ia m D e l ’ 1047

del preclarísim o obispo de los Eslavos La caridad de Cristo, vínculo de u n i­


nos ofrece la ocasión oportuna de m a­ dad. Inspirados por esta caridad senti­
nifestar el ánimo paternal que tenemos rán todos lo que dice el Apóstol divina­
hacia todos los Eslavos Orientales, y m ente: pues no hay distinción entre
para proponerles que, en la unidad de judíos y griegos; porque es uno mismo
la santa Iglesia Ecum énica está la suma el Señor de todos, rico para todos los
de todos los bienes. que lo invocan(1819>; además, lo que es
Al exhortar a todos los disidentes a más im portante, obedeciendo religiosa­
esta unidad, deseamos tam bién que to ­ m ente al m andato del mismo Apóstol,
dos los fieles, según el consejo y la se despojarán y cortarán no sólo los
enseñanza de J o s a f a t , nos ayuden cada prejuicios, sino tam bién las vanas sos­
uno según sus fuerzas. E ntiendan que pechas, las emulaciones, los odios, y
no tanto con disputas u otras incitacio­ finalm ente todos los afectos del alma
nes, sino con los ejemplos y ayuda de contrarios a la caridad cristiana, con
una santa vida, ha de ser prom ovida los que las naciones se hallan divididas.
esta unidad, y sobre todo con la cari­ Pues así nos habla el mismo P a b l o :
dad hacia los herm anos eslavos y de­ No queráis mentir unos de otros; des­
más orientales, según aquello del Após­ pojaos del hombre viejo con sus actos
tol: teniendo la misma caridad, unáni­ y vestios del nuevo, el que se renueva
mes; sintiendo lo mismo, no por medio por el conocimiento, según la imagen
de disputas, ni por la vana gloria, sino de Aquel que lo creó: donde no hay
sintiéndose superiores unos a otros en gentil y judío..., bárbaro y escita, siervo
3 la humildad, no considerando cada uno y libre, sino que en todas las cosas y
sus propios intereses, sino los de los en todos está Cristo*10).
demás*17). De esta m anera por esta perfecta re­
conciliación de cada uno de los hom ­
M utua com prensión. E n esta parte, bres y de los pueblos, juntam ente creo
así como los orientales disidentes de­ llegará la unión de la Iglesia, volviendo
ben, abandonando los antiguos p re­ a su seno todos los que por cualquier
juicios, tener empeño en conocer la causa están separados de ella. La reali­
verdadera vida de la Iglesia, y no acha­ zación de esta unión no se hará por
car a la Iglesia Rom ana las faltas de arbitrios hum anos sino por sola la bon- 581
los particulares que ella m ism a con­ dad de Dios, que no tiene acepción de
dena y procura corregir; así los latinos personas*20^; y que nada distingue en­
deben conocer más abundante y p ro ­ tre nosotros y ellos*21); resultará en
fundam ente las cosas y las costum bres cambio que todos los pueblos unidos
de los orientales, de cuyo íntim o cono­ tengan el mismo derecho, siendo de
cimiento redundará m ucha eficacia p a ­ cualquier linaje o lengua o de cuales­
ra la obra de S a n J o s a f a t . quiera ritos sagrados que la Iglesia Ro­
m ana siempre retuvo y veneró santa­
7. Am pliación del In stitu to P o n tifi­ mente, y siempre determ inó que se h a ­
cio O riental. Movidos p o r estas razones bían de m antener, adornándose de ellos
Nos hemos procurado am pliar con como de preciosas vestiduras, como la
nuevos estudios el Instituto Pontificio reina con su vestido de oro, llena de
Oriental, fundado por nuestro llorado variedad*22).
predecesor, B e n e d i c t o XV; teniendo es­
ta persuasión, que del debido conoci­ 8. O rar por la unidad en la E ucaris­
m iento de las cosas bro ta el debido tía. Y puesto que este consentim iento
aprecio de los hom bres y la sincera de todos los pueblos en la unidad ecu­
benevolencia, que unida a la caridad de ménica, por ser obra ante todo de Dios,
Cristo ayudará, con el auxilio de Dios, debe ser obtenido con los divinos auxi­
en gran m anera, a la unidad religiosa. lios, debemos insistir diligentemente con
(17) Filip. 2, 2-4. (20) Act. 10, 34.
(18) Rom. 10, 12. (21) Act. 15, 9.
(19) Coios. 3, 9-11. (22) Salm. 44, 10.
1048 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1923) 1 3 3 , 9- í Q

piadosas oraciones, siguiendo los ejem­ religiosamente como Reina de los P as­
plos y enseñanzas del mismo santo Jo- tos. Invoquemos, pues, principalm ente
safat, que trabajaba principalmente con este título a esta benignísima Ma­
por la unidad, confiado en el poder de dre, para que conduzca a los herm anos
la oración. disidentes a los pastos saludables, don­
Siguiendo su consejo y dirección, cul­ de P e d r o , que nunca ha faltado en sus
tivemos la devoción al santo sacram en­ Sucesores, Vicario del Pastor Eterno,
to de la Eucaristía, senda y causa p rin ­ apacienta y gobierna todos los corderos
cipal de la unidad, aquel misterio de y ovejas de la grey cristiana.
la fe, cuyo am or y tradicional afición
conservaron todos los Eslavos O rienta­ 10. E xhortación final e invocación a
les, en la m ism a separación de la Igle­ San Josafat. Finalm ente, pongam os
sia rom ana, evitando la im piedad de por abogados a todos los santos del
las más graves herejías. De donde es cielo, principalm ente a aquellos que en
dable esperar, lo que la Iglesia como otro tiempo florecieron entre los orien­
m adre suplica piadosa y confiadam ente tales en opinión de santidad y sabidu­
en la celebración de los mismos m iste­ ría y actualm ente por el culto y la gran
rios, que Dios conceda propicio los do­ veneración de los pueblos.
nes de la unidad y de la paz, simboliza­ Pero como al prim ero de ellos invo­
dos místicamente en los dones ofreci- quemos a J o s a f a t , quien, puesto que
dos(23); lo cual con preces comunes defendió con sum a fortaleza la causa
piden los latinos y los orientales al de la unidad durante su vida, así tam ­
ofrecer el sacrificio: éstos (íinvocando bién ahora la fomente ante Dios y la
a Dios por la unidad de todos”, aqué­ defienda eficazmente. A él, pues, Nos
llos suplicando al mismo Señor Jesús rogamos con las mismas palabras de
que “ mirando la fe de su Iglesia, se nuestro antecesor de inm ortal mem oria
digne pacificarla y unificarla según su Pío IX: “Ojalá, oh Santo Josafat, tu
voluntad:”.9 sangre que derramaste por la Iglesia de
Cristo sea prenda de aquella unión con
esta Santa Sede Apostólica, que siempre
9. El am or a la Virgen y la unidad deseaste y que día y noche con insis­
de las Iglesias. Otro vínculo de la u n i­ tentes preces pediste a Dios Optimo
dad y reconciliación con los eslavos Máximo. Y para que esto suceda algún
occidentales está contenido en la sin­ día, deseamos que tú seas nuestro asi­
gular devoción y piedad de ellos hacia duo abogado ante Dios y ante el cielo'’.
la gran Virgen Madre de Dios, sepa­
rándolos a ellos de muchos herejes, y Bendición Apostólica. Gomo auspicio
acercándolos a nosotros; en lo cual Jo- de los dones divinos y testimonio de
s a f a t sobresalía en gran m anera y te­ Nuestra benevolencia, a vosotros Vene­
nía a la vez gran confianza p ara obte­ rables Hermanos, y al clero y a vuestro
ner la unión. P or ello la imagen, según pueblo, os damos am antísim am ente la
la costum bre de los orientales, que Apostólica Bendición.
principalm ente solía venerar era la de Dado en Roma, en San Pedro, el día
la Madre de Dios que es venerada por 12 del mes de noviembre del año 1923,
los m onjes Basilianos en la m isma segundo de Nuestro Pontificado.
Urbe, junto a los Santos S e r g io y B a s o ,
y por los fieles de todos los Ritos muy PIO PAPA XI.
(2.3) Oración: Secreta de la Misa de Corpus Cbristi.
CARTA ENCICLICA “MAXIMAM GRAVISSIMAMQUE”(*?
(18-1-1924)

A los Eminentísimos Cardenales: Ludovico Enrique Lucón, Arzobispo de Reims;


Paulino Pedro Andrieu, Arzobispo de Burdeos; Ludovico Ernesto Dubois, Arzo­
bispo de París; Ludovico José Maurin, Arzobispo de Lyón; Alejo Charost, Arzo­
bispo de Redon; Arturo Estanislao Touchet, Obispo de Orleans; y a los demás
Reverendos Arzobispos y Obispos y a todo el Clero y pueblo de Francia

ACERCA DE LAS ASOCIACIONES CULTUALES DIOCESANAS

PIO PP. XI
Queridos Hijos Nuestros y Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1 . Introducción. A ntecedentes de las abrogado solamente por una parte 3


5 asociaciones cultuales Diocesanas. Ha contra todas las form alidades del de­
llegado por fin el m om ento de an u n ­ recho, y cómo sin tener ninguna con­
ciaros la solución del im portante y sideración con la Jerarquía eclesiástica,
grave asunto de las Asociaciones dio­ ni con la autoridad de la Santa Sede,
cesanas. Pero al tra ta r de exponeros, se legisló en form a injusta y arbitraria,
como lo vamos a hacer luego, la m a­ sobre los derechos y los bienes ecle­
nera cómo hemos llegado a esta con­ siásticos, así como tam bién sobre el
clusión, consideramos que es Nuestro culto divino; cómo nuestro Predecesor,
deber recordar y presentar sucesiva­ de santa memoria, Pío X, en su Carta
mente ante vuestros ojos las diferentes Encíclica “Vehementer” del 11 de fe­
fases de las negociaciones que se han brero y en su alocución consistorial
venido desarrollando en torno a este del 21 del mismo mes del año 1906
asunto. Lo harem os con brevedad, co­ condenó categórica y solemnemente es­
mo quiera que se tra ta de una cosa ta m ism a ley; y cómo reprobó al mismo
conocida ya en gran parte perfecta­ tiempo las Asociaciones llam adas cul­
mente por vosotros. tuales que se ciuerían fundar según el
espíritu de esta ley. Estas Asociaciones
Separación violenta de la Iglesia del fueron luego nuevam ente rechazadas y
Estado de F ran cia. Recordam os, en la condenadas en otra Carta Encíclica
am argura de Nuestro corazón, aquellos “Gravissimo” del mismo Pontífice, da­
días tan tristes en que se form ó entre da el 10 de agosto del mismo año.
nosotros, y desgraciadam ente se llevó
a cabo, el nefasto proyecto de separar Intento de fundación de las Asocia­
los intereses de la República de los de ciones cultuales. D ejadas de lado tales
la Iglesia. Traemos a la m emoria, en x\sociaciones, creyeron m uchos —para
efecto, en qué form a repentina fueron usar las palabras de nuestro Predece­
brusca e injustam ente rotas las rela­ sor— que sería oportuno p ara susti­
ciones que existían entre la Santa Sede tuirlas intentar la fundación de otro
6 y Francia; cómo el 9 de diciembre de género de sociedad, que estuviese de
1905 se prom ulgó la ley de separación, acuerdo al mismo tiempo con las leyes
por la cual, el Concordato que durante francesas y con los santos Cánones, y
tanto tiempo había estado en vigor, fue que alejando los tiempos tan difíciles
<••*) A. A. S. 16 (1924) págs. 5-11; Torsión oficial francesa A.A.S. 16 (1924) págs. 12-18.
— 1049 —
1050 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1924) 134, 2-3

que iban a sobrevenir conservase intac­ Esta piadosa y noble emulación entre
tos, por lo menos en su substancia, los el clero y los fieles, emulación que con
derechos sacrosantos de la Iglesia. Pero todo derecho podríam os llam ar heroi­
como entonces no podía vislum brarse ca, nosotros mismos la hemos obser­
ninguna esperanza de obtener sem ejan­ vado con vivo interés durante mucho
tes resultados, el mismo soberano P on­ tiempo. Desde el comienzo de nuestro
tífice, luego de haber consultado el pontificado hemos visto los resultados
asunto con los Obispos de Francia, maravillosos que de ello se siguieron
prohibió que se intentase fundar, m ien­ por lo que se refiere a los intereses
tras estuviese en vigor la ley que esta­ económicos, entendiendo que este im ­
blecía la separación, este nuevo género pulso ni se había disminuido, ni se vis­
de Asociaciones, hasta que no constase lum braban los menores indicios de que
legalmente y con evidencia que la cons­ fuese a debilitarse. En efecto, la con­
titución divina de la Iglesia y los dere­ dición económica de la Iglesia de F ra n ­
chos inm utables del Pontífice Romano cia, según el testimonio de los mismos
y de los Obispos, así como su poder Obispos, no parecía exigir un remedio
sobre ios bienes necesarios p ara la Igle­ de inm ediata eficacia; y por otra parte,
sia, y en p articular sobre los edificios la reconstitución y la misma adm inis­
sagrados, serían en estas Asociaciones tración del patrim onio eclesiástico, au n ­
respetados y salvaguardados. que difícil y llena de obstáculos y ex­
puesta a m uchos peligros por causa de
2. H eroicidad del clero y del pueblo. la injusta ley, no se hallaba entera­
Bien sabéis lo que ocurrió entonces. mente desprovista de algún apoyo pro
Todo el m undo católico lo ha presen­ veniente del derecho común.
ciado y se ha adm irado de ello. Lo que
el soberano Pontífice Pío X había pe­ 3. Necesidad de resolver la situación
dido en las cartas que acabamos de injusta. A pesar de todo esto, la ca­
mencionar, aconsejando en ellas con rencia de una verdadera situación legal
confianza, y por así decirlo, anuncián­ traía consigo la inestabilidad de los de­
dolo ya de antem ano; lo que vosotros rechos y de todas las demás cosas, y
mismos, con la palabra y con el ejem ­ las dificultades generales y las revolu­
plo exhortabais a hacer, todo ello se ciones de los tiempos presentes eran
convirtió felizmente en realidad. Se vio para nosotros una fuente de preocupa­
el espectáculo m agnífico del clero y de ciones y de grandes cuidados; por este
los fieles rivalizando entre sí cada día motivo nos parecía que debían em­
más con m ayor fervor, liberalidad y plearse todos los medios aptos para
devoción. P or una parte, los fieles ja ­ socorrer y rem ediar la situación actual
más negaron su lim osna abundante y Este sentimiento de Nuestro deber
generosa, p ara el esplendor del culto Nos urgía tanto más, cuanto que era la
divino y el sustento conveniente de los opinión com ún que N uestra interven­
sacerdotes. Y por su parte el clero se ción podría contribuir m uy eficazm en­
7 sometió con m agnanim idad y espíritu te a obtener una m ayor pacificación de
gozoso, a las duras condiciones creadas los espíritus, pacificación que deseamos
por la ley de separación. y hemos deseado siempre junto con
Hay que añadir tam bién que el m i­ vosotros, desde el día en que, no por
nisterio sagrado, — que más que n in ­ nuestros propios méritos, sino por una
guna otra cosa se halla íntim am ente disposición secreta de la divina Provi­
ligado con el bienestar público— , h u ­ dencia, fuimos elevados a este alte car­
biese hecho, por causa de esta ley, m u­ go de Padre com ún de los fieles. En
cho m ás difícil aún y penoso, debido efecto, después de la terrible guerra
a la expulsión de valiosos auxiliares y por la que ha pasado el mundo, la
coadjutores y a la privación de toda vista de los gloriosos hechos que el cle­
renta, lo cual exponía a los m inistros ro, tanto secular como regular, ha lle­
sagrados a la falta de las cosas m ás ne­ vado a cabo en presencia de todos, sin
cesarias p ara la vida. acordarse de las injurias recibidas y
134* 4-5 E n c íc l ic a “ M a x im a m G r a v is s im a m q u e ” 1051

teniendo presente únicam ente ei am or Las dos condiciones. Pero esto con
a la patria, había hecho nacer cada vez las dos condiciones siguientes: por una
m ás un deseo más ardiente de que la parte, los estatutos debían ser corregi­
paz religiosa, turbada por la ley de se­ dos de m anera que estuviesen de acuer­
paración, fuese nuevam ente restable­ do, según su tenor y su naturaleza, por
cida, de tal m anera que las condiciones lo menos en lo substancial, con la cons­
de la Iglesia Católica en F rancia fuesen titución divina y las leyes de la Iglesia;
más conform es a la justicia, bajo el por otra parte, se nos debían dar ga­
imperio de esta ley. rantías, legales y seguras, para alejar
en cuanto fuese posible, el peligro de
4. que, en caso de estar el gobierno de la
Los estatutos de las Asociaciones
Diocesanas. Este deseo dio origen a la República en m anos de hom bres hosti­
cuestión de las Asociaciones Diocesa­ les a la Iglesia, no se desconocería a
nas. Los estatutos de estas Asociaciones, estas Asociaciones su fuerza legal y
7 diseñados por hom bres competentes, no consiguientemente su estabilidad en el
sin la aprobación de los jefes del go­ derecho, exponiéndolas a perder los
bierno francés, fueron enviados a la bienes que les hubiesen sido atribuidos.
Sede Apostólica por nuestro Nuncio en Son nuevos Estatutos. Estos estatu­
Francia, y comunicados inm ediatam en­ tos han sido discutidos larga y concien­
te a todos vosotros, así como a nuestros zudam ente por una y otra parte, y esta
Venerables H erm anos, los Cardenales discusión ha tenido como consecuencia
de la Santa Iglesia Rom ana de la Con­ que las Asociaciones Diocesanas que de
gregación de Negocios eclesiásticos ex­ ella resultaron, serán m uy distintas de
traordinarios, cuya opinión solicitada aquellas que entonces había reprobado
en diversas ocasiones, h a sido al fin Pío X o impedido que se fundasen. Y
propuesta a Nuestro examen. esto es tanto más evidente, cuanto que
E ra verdaderam ente p ara Nosotros estos estatutos no dependen, ni nece­
m uy difícil pronunciar un juicio sobre saria ni directam ente de la ley conde­
esta cuestión. Porque no nos era lícito nada por Pío X, y porque el funciona­
y no queríam os apartarnos del camino miento de las mismas Asociaciones de­
trazado por Pío X; Nos lo im pedían la be asimismo estar de acuerdo a las le­
m em oria y el recuerdo de tan gran P re­ yes canónicas, existiendo el derecho y
decesor Nuestro; y tam poco Nos lo el deber, en caso de duda, de acudir a
la Sede Apostólica.
perm itían la violación de los derechos
de la Sede Apostólica y de la jerarquía 5. G arantías del Gobierno Francés.
Eclesiástica, que se identifican con los Por lo que se refiere a las garantías, no
derechos de Dios y de las almas. Así son ciertam ente ellas las que Nosotros
pues, luego de haber ordenado num e­ habíam os propuesto al principio y en
rosas rogativas, después de haber nos­ las que los jefes del gobierno francés
otros mismos elevado a Dios nuestras habían consentido. Sin embargo, las
súplicas, después de haber considerado que Nos han sido ofrecidas son de tal
detenidam ente el asunto delante de naturaleza, y se apoyan en tales razo­
Dios, confirm ando la reprobación de la nes y declaraciones, que hemos creído
inicua ley de separación, pero juzgan­ poder adm itirlas en bien de la paz co­
do al mismo tiempo que las disposicio­ m ún; sobre todo porque Nos parecía
nes de la opinión pública, las circuns­ imposible obtenerlas mejores, y porque
tancias y las relaciones entre la Sede juzgamos, después de m adura conside­
Apostólica y la República Francesa h a ­ ración, que las que se Nos ofrecían
bían cambiado profundam ente hacia podían ser consideradas como legales
fines del año 1922, hemos declarado y seguras, como las exigía el mismo
que no tendríam os dificultad en perm i­ Pontífice Pío X.
tir, por vía de ensayo, las asociaciones A probación unánim e. En efecto, te­
diocesanas. nemos en favor de los nuevos Estatutos
1052 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1924) 134, 6-8

no solamente la opinión de hom bres otros, como justa y necesaria por dere­
mity versados en la jurisprudencia y de cho divino y que, conforme a su oficio
reconocida fam a, sino tam bién la ap ro ­ y a su naturaleza no puede perm itir
bación unánim e de todas las Cámaras que se la obstaculice o se la menoscabe;
del Consejo de Estado, que según la y por otra parte, como una prim era
legislación francesa es la m agistratura etapa, desde donde se prosiguiese a la
suprem a y la única competente para recuperación legítima y pacífica de una
aprobar la interpretación de las leyes. libertad plena y completa.
Esta aprobación, com partida asimismo
por los hom bres que rigen la Repúbli­ El laicism o continúa condenado.
ca, se reduce en últim o térm ino a la Deseamos que nadie se atreva a inter­
declaración de que estos Estatutos no pretar Nuestra presente declaración de
contienen nada contra las leyes fra n ­ una m anera muy ajena a Nuestro pen­
cesas, lo que equivale a decir que nada samiento, como si pretendiéram os con
debe temerse de estas leyes respecto a ella abolir las condenaciones intim adas
las Asociaciones Diocesanas. por Nuestro Predecesor de santa m e­
moria, Pío X, o reconciliarnos con las
6. D ecreto afirm ativo, por vía de leyes denominadas laicas. Porque Nos­
ensayo. Constando pues todo esto, y otros condenamos de igual m anera lo
queriendo, según Nuestra obligación que reprobó Pío X, y siempre que por
apostólica, no om itir nada de lo que “laicismo” se entienda un sentimiento
podamos hacer, quedando incólumes o una intención contraria o ajena a
los derechos sagrados y el honor de Dios y a la religión, condenamos en
Dios y de su Iglesia, ya sea p ara volver absoluto este “ laicismo” y declaramos
a dar a la Iglesia de Francia algún fu n ­ abiertam ente que debe ser rechazado.
dam ento legal, como tam bién para con­ Que no se diga tampoco que Nuestra
sejos, no sólo se libra de todos los autorización se halla en pugna con las
tribuir, en cuanto se puede esperar, a prohibiciones de Pío X; porque éstas
una pacificación más com pleta de vues­ se refieren a objetos muy distintos, y
tra nación, que Nos es tan querida: de­ fueron publicadas en circunstancias no
cretam os y declaram os que pueden per­ menos diversas.
mitirse, a lo menos por vía de ensayo,
las Asociaciones Diocesanas, con tal que 8. La m ayor estabilidad legal no
se rijan por los Estatutos adjuntos. 7 dispensa de la efectiva ayuda. No Nos
resta otra cosa, sino haceros llegar,
7. In terp retació n del presente decre­ con toda la efusión de Nuestro amor
to. P o r lo dem ás no es necesario, que­ paternal, a vosotros, a vuestro clero y
ridos Hijos y Venerables Hermanos, a vuestro pueblo, algunas advertencias
que Nos detengamos a explicar y de­ muy im portantes.
clarar los motivos porque Nos valemos En prim er lugar, avisamos a los sa­
de expresiones tan m oderadas y cir­ cerdotes y a los fieles confiados a vues­
cunspectas. Porque en las actuales cir­ tros cuidados, —lo que sin duda vos­
cunstancias no se trata de otra cosa que otros ya conocéis y explicaréis con más
de aplicar un remedio destinado a ale­ am plitud— , que las nuevas Asociacio­
ja r los males más grandes. Pues siem­ nes y los Estatutos que a ellas se refie­
pre hemos estado persuadidos, y aun ren contribuyen a hacer un poco más
ahora lo estamos, de que si Dios Nos estable, y por tanto, a m ejorar entre
había otorgado poder llegar a algún vosotros la condición jurídica de la
resultado en un negocio tan im portan­ Iglesia, pero que no por eso debe o
te, ello debía considerarse, por Nos­ puede cesar la noble y generosa em ula­
otros y por vosotros, por el clero y por ción que hemos alabado en esta misma
todos los fieles de Francia, por una carta: porque los bienes que la ley de
parte, como una m ejora de esa plena y separación ha quitado a la Iglesia no
entera libertad que la Iglesia exige para han podido ser recobrados por medio
sí m ism a en todas partes y entre nos­ de una justa retribución.
134, 9 E n c íc l ic a “ M a x im a m G r a v is sim a m q u e ” 1053

E xhortación a los sacerdotes y fieles. e institución. Sin embargo, deseamos y


Os exhortam os, pues, queridos Hijos os rogamos en Cristo, por ese senti­
y Venerables Hermanos, y asimismo a miento de niedad filial que tenéis para
los Sacerdotes de Dios, vuestros colabo­ con Nos y por ese deseo que os anim a
radores, a que continuéis, como lo h a ­ de conservar la disciplina, la unidad y
béis hecho hasta el presente, en apa­ la concordia, que tratéis de ensayar
centar con amoroso cuidado la grey las dichas Asociaciones. En esta fo r­
del Señor que os ha sido confiadaH). m a dem ostraréis que tenéis para con
Apacentadla con la p alabra y con el Nosotros el mismo espíritu de m agna­
ejemplo, con vuestros trabajos y con nim idad y de acatam iento filial, que
vuestros dolores, a ejemplo de Nuestro tuvisteis para con nuestro Predecesor
Señor J e s u c r is t o que nos redim ió con de santa memoria, Pío X. Y Dios mirará
sacrificios semejantes, p ara que podáis propicio a todos vosotros si de común
recoger con gozo los m ás copiosos, acuerdo os ocupáreis en esto e implo-
frutos. ráreis su misericordia^, pues es fiel,
Rogamos asimismo a los fieles que y no permitirá que seáis tentados sobre
se hallan confiados a vuestra solicitud: vuestras fuerzas, sino que junto con la
11 acordaos de vuestros superiores que os tentación, os dará los medios necesarios
han predicado la palabra de Dios^123\ para vencerla
no ceséis de amar la hermosura de la
casa del Señor^\ y de proveer de los Bendición apostólica. P a ra que todo
bienes temporales a los que han sem­ redunde en la gloria de Dios, en la sal­
brado entre nosotros los bienes espiri­ vación de las almas y en el acrecenta­
tu a le s ^ n o dejéis de ser obedientes y miento de la paz tan deseada, lo cual
sumisos a los que vigilan por vosotros, pedimos insistentem ente al Sagrado Co­
como que tienen que dar cuenta de razón de Jesús y a la Virgen Inm acu­
vuestras almas, a fin de que lo hagan lada: a vosotros, queridos Hijos y Ve­
con alegría, y no como quien lleva una nerables Hermanos, al clero y a los
pesada cargad. fieles de vuestras diócesis y a toda
Francia, os im partim os de corazón
9. Reserva respecto de las Asociacio­ N uestra Bendición Apostólica.
nes. Un experim ento. Al declarar, que­ Dado en Roma, junto a San Pedro,
ridos Hijos y Venerables Hermanos, el día 18 de Enero, en la festividad de
que las Asociaciones Diocesanas pueden la Cátedra de San Pedro Apóstol, el
ser únicam ente perm itidas, hemos de año 1924, segundo de Nuestro P onti­
confesarnos con sinceridad que hemos ficado.
pretendido con ello abstenernos de re­
com endaros form alm ente su fundación PIO PAPA XI.
(1) I Pedro 5, 2. (5) Hebr. 13, 17.
(2) Hebr. 13, 7. (6) II Macab. 13, 12.
(3) Salm. 25, 8. (7) I Cor. 10, 13.
'4) 1 Cor. 9, 2.
I 3 o

CARTA APOSTOLICA "UNIGENITOS DEI FILIUS”^


(19-III-1924)

A TODOS LOS SUPERIORES GENERALES DE LAS ORDENES


SOBRE LA VIDA RELIGIOSA

PIO PP. XI
Al amado hijo: Salud y bendición apostólica

In t r o d u c c ió n : do con constancia por él. Y aparece


claram ente en los fastos de la Historia
Institución y frutos de la vida religiosa que hom bres y m ujeres en jam ás inte­
AAS 1. Del significado y los fines de la rrum pida colum na se entregaron y con­
16 vida religiosa. Cuando e! Unigénito sagraron a Dios en las diferentes Orde­
133 H ijo de Dios vino a este m undo para nes religiosas que la Iglesia en el tran s­
redim ir el género hum ano, después de curso de los siglos aprobara y sancio­
dar sus preceptos de la vida espiritual, nara.
por medio de los cuales se encam ina­ Ahora bien, aunque una e indivisa
rían todos los hom bres al fin que les por naturaleza, la vida religiosa, sin
fue señalado, enseñó, además, que los embargo revistió múltiDles formas, por
que quisieran seguir más de cerca sus cuanto los religiosos sirven a Dios de
huellas, habían de abrazar y practicar un modo diferente el uno del otro, y
los consejos evangélicos. unos realizan, p ara m ayor gloria de
Quienquiera, pues, que m ediante voto Dios y utilidad del prójim o, determ ina­
hecho a Dios prom ete observar los con­ das obras de caridad distintas de las
sejos, no sólo se libra de todos los de los otros. Esta gran variedad de
im pedim entos que suelen desviar a los Ordenes religiosas, que se parece a un
hom bres de la santidad, como los bie­ campo del Señor poblado de árboles
nes de fortuna, las preocupaciones y disímiles produce tam bién una gran
cuidados de los esposos y la desenfre­ variedad de frutos para la salvación de
nada libertad p ara todas las cosas, sino los pueblos.
que tam bién cam ina hacia la perfección Y a la verdad, no hay nada más bello
de la vida, de tal modo recto y expe­ ni más agradable para la vista que la
dito que ya parece haber echado anclas unión y la arm ónica diferencia de esas
en el puerto de la salud. congregaciones que poseen, al conducir, 134
sí, a la mism a meta, su propio campo
1. L a s O r d e n e s y C o n g r e g a c io n e s de acción y trabajo, que es, en parte
RELIG IO SAS E N G EN ER AL 2 por lo menos, distinto del de los demás.

2. La variedad y unidad de la vida 3. Las relaciones de las O rdenes con


religiosa. P o r eso, desde los m ás re ­ ¡a Santa Sede. Pues, suele suceder,
motos tiempos del cristianism o nunca por disposición de la divina Providen­
faltaron hom bres que, al llam am iento cia, que, cuantas veces surjan en la
de Dios, con generoso y elevado espí­ iglesia nuevas necesidades, nacen y flo­
ritu, renunciaron a todo, tom ando por recen tam bién nuevos institutos reli­
el sendero de la perfección y cam inan- giosos.
(*) A. A. S., 16 (1924) 133-148. Esta Epístola Ap jstólica, que no aparece en la 1* ed. fue especial-
mente traducida para la segunda edición. (P. H.)
— 1054 —
135, 4-8 C a r t a A p o s t ó l ic a “ U n ig é n it o s D e i F il iu s ” 1055

P or eso, la Sede Apostólica bajo cuya 6. Rescriptos y disposiciones papales.


enseña m ilitan las órdenes religiosas, La gran confianza que personalm ente
recordando los beneficios que en el cifram os en la virtud y la ayuda de los
transcurso de las edades prestaron a religiosos, la hemos m anifestado ya
la Iglesia y la sociedad, los h a rodeado abiertam ente cuando en la Encíclica
siempre de especial cuidado y benevo­ “Ubi arcano”^ por prim era vez nos
lencia: porque, además de reservarse el dirigimos afectuosam ente a todos los
derecho de reconocer y aprobar sus obispos del orbe católico. Allí habla­
reglas y constituciones, ha defendido mos de los medios para vencer los
una y otra vez, con todo empeño, su innum erables males que aquejan a la
causa contra los adversarios a través de sociedad hum ana, y dijimos que para
los aprem ios de los tiempos y de las asegurar el éxito tendríam os muchos
circunstancias. Y cuando era m enester motivos de poner gran esperanza pre­
no cesaba de llam arlas, además, a la cisamente en el clero regular.
prístina dignidad y santidad del Insti­ Además como, poco antes, Nos h a ­
tuto. bíamos dirigido al Cardenal Prefecto
de la Sagrada Congregación para incre­
4. El especial cuidado de la Igle­
mento de los estudios en los Semina­
sia: a) en el Concilio de T rento. Las rios y Universidades, en la Carta Apos­
disposiciones y exhortaciones del C o n ­
c il io d e T r e n t o ponen de m anifiesto
tólica: Officiorum o m n iu m ^ , movidos
por los mismos pensamientos y solici­
este cuidado y la solicitud de la Iglesia
tud que se habían clavado en Nuestro
por prom over la observancia de las re­
ánimo, a fin de prom over la sólida ins­
glas y la santidad de vida entre los
trucción de los futuros candidatos al
religiosos cuando dice: Todos los regu­
sacerdocio, abarcam os en ella tam bién
lares tanto hombres como mujeres, de­ a los alum nos de las Ordenes religiosas
ben ordenar y llevar su vida conforme por cuanto la m ayor parte de Nuestras
a las prescripciones de la regla que han admoniciones y disposiciones corres­
profesado, y ante todo, deben observar pondía a aquellos de entre ellos que
fielmente lo que pertenece a la perfec­ son llam ados a la Orden sagrada.
ción de su vocación, como la obedien­
cia, pobreza y castidad, y si acaso exis­ 7. C arta especial a los religiosos.
ten otros votos y preceptos especiales Sin embargo, el sincero afecto y el
de la Regla y de la Orden que miran a anhelo de velar por vosotros que Nos
la conservación de la esencia de su vida im pulsa a prestaros un m ayor servicio,
y no menos a la de la vida común, de Nos ha movido intensam ente a dedi­
la alimentación y del vestidoO), caros una carta particular p ara señala­
ros algunos puntos. Si vuestros alum ­
5. b) E n el Código de D erecho Ca­ nos los convierten en costum bre y prác­
nónico. En el Código de Derecho Ca­ tica cotidiana su vida y acción serán
nónico, antes de proceder a la legisla­ ciertam ente tales como term inantem en­
ción correspondiente, da u na breve y te lo exige y pide el m inisterio muy
concisa definición del estado religioso, singular y excelso de su divina voca­
diciendo que es el modo estable de vivir ción.
en común, por el cual los fieles, además
de los preceptos comunes, se imponen II. D eberes d e l o s r e l ig io s o s

también la obligación de practicar los 8. P rim er deber: F idelidad al espí­


consejos evangélicos mediante los tres ritu del fundador. E n p rim er lugar
votos de obediencia, castidad y pobre­ exhortam os a todos los religiosos a
za... y tienden a la perfección evangé­ que siem pre contem plen el ejem plo
lica, p ara afirm ar claram ente al mismo de su fundador y padre legislador si
tiempo que todos han de tener en gran quieren estar seguros de p articip ar
estima a ese estado religioso^12).
(3) Del 23-XII-1922, A.A.S., 14 (1922) 673-700;
(1) Conc. de Trento. Sesión 25, De Regular. en esta Colecc.: Encícl. 128, págs. 1002-1017.
cap. 1; Mansi, Coll. Conc. 33, 173. (4) Pius XI, l-VIII-1922, A.A.S., 14 (1922) págs.
(2) Cód. Der. Can. cánones 487 y 488. 419-458; en esta Colecc.: Encíclica 127, p. 996-1001.
1056 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1924) 135, 9-13

abundantem ente de las gracias que propaganda para su patria o en recla­


fluyen de su p ropia vocación. Pues, me favorable al poder de su nación
cuando esos varones eximios echaron sino que se preocupen tan sólo de la
los cim ientos de sus institutos ¿qué salvación de los infieles y fom enten
hicieron, seguram ente, sino obedecer entre ellos el bienestar de esta vida y
a la inspiración divina? los progresos de la civilización única­
Todos los que exhiben, pues, en su mente en cuanto parecen conducir a la
vida los rasgos que los fundadores qui­ eterna.
sieron ver im presos en su com unidad
no se a p a rta n por cierto del espíritu 11. Y en la educación. Los religio­
prim itivo. P o r eso, los m iem bros de sos que están dedicados a la instruc­
la Orden, cual hijos óptim os dirigirán ción y educación han de evitar cuida-
sus cuidados y pensam ientos a la de­ dosísimamente dejarse arra stra r tanto
fensa del h onor de su padre espiritual, por la excesiva preocupación de las
no sólo obedeciendo a sus preceptos disciplinas hum anísticas, m uy buenas
y consejos sino tam bién im pregnán­ de suyo, que, de este modo, descuiden
dose de su espíritu, y serán fieles a su de im buir de las prácticas religiosas las
estado m ientras sigan las huellas de su mentes y los corazones de los educan­
fundador. Los hijos permanecerán has­ dos; de otra m anera, sus alum nos lle­
ta la eternidad a causa de ellos^ . varán a la vida un rico acervo de
Ojalá acaten la Regla de su instituto conocimientos literarios pero quedarán
con tanta sencillez y retengan de tal totalm ente huérfanos de la ciencia reli­
modo la característica de su vida, im ­ giosa; y si carecen de ésta carecerán
presa al Instituto desde el principio del más herm oso y precioso tesoro
que se encuentren todos los días más educativo de todos, y vegetarán en la
dignos del estado religioso, pues por m iseria espiritual más grande; pues,
su fidelidad no pueden menos de atraer vanos son por naturaleza todos los
sobre su sagrado ministerio que desem­ hombres aue carecen del conocimiento
peñarán durante toda su vida, los auxi­ de Dios(sK Y el Seráfico Doctor ad­
lios de las gracias celestiales. vierte oportunam ente al tra ta r el mismo
tema: Este es el fruto de todas las
9. Segundo deber: T ra b a jar por el ciencias que mediante todas ellas se
objeto p rin cip al del estado religioso: eleve el edificio de la fe, se glorifique
por el reino de Dios. E n sus activida­ a Dios, se morigeren las costumbres,
des no deben buscar sino únicamente se reciban los consuelos que nacen de
el reino de Dios y su justicia^. Nos la unión del Esposo con la esposa,
queremos, queridos hijos, que se atien­ unión que, por su parte, es obra de la
da a esto de un modo especialísimo en caridad(9L
aquellas obras a que la m ayoría de los
vuestros se dedica, es decir, en las sa­ 13. T ercer deber: sólida form ación
gradas misiones y en la educación de teológica. La im portancia de esta fo r­
la juventud. m ación. P o r cuanto es indispensable
que los m inistros de la Iglesia tengan
10. E specialm ente en las m isiones una altísim a estima y adquieran a fon­
ex tran jeras. El estrecho nacionalism o do las ciencias sagradas, Nos propusi­
se condena. Lo que concierne, pues, mos como punto principal de esta
al apostolado, se cuiden, como ya exhor­ Nuestra exhortación el estim ular a los
tara acertadam ente Nuestro inmediato religiosos, tanto sacerdotes como can­
predecesorí7) que no conviertan la p ro ­ didatos al sacerdocio a que estudien
pagación del Evangelio entre los pue­ asiduam ente las disciplinas teológicas,
blos de lejanas tierras en acción de567 dado que no podrán cum plir perfecta
(5) Eccli. 44, 12-13. (8) Sab. 13, 1.
(6) Mat. 6, 33. (9) San Buenaventura, De reductione artium ád
(7) Epist. Apostól. Máximum lllud. 30-XI-1919, Theologiam n. 26.
AAS. 11 (1919) 446; en esta Colección: Encícl. 117,
7, pág. 917.
135, 14-15 C a r t a A p o s t ó l ic a “ U n ig é n it o s D e i F il iu s ” 1057

y plenam ente los ministerios de su vo­ que se acercan sin preparación ni ex­
cación si no poseen un alto dominio periencia a la cura de almas. No sopor­
de ellas. Ya que las personas que se tará im punem ente su ignorancia aquel
consagraron a Dios tienen cuando m e­ Señor que pronunció esta terrible am e­
nos como principal, si no única, obli­ naza: Por haber rechazado tú la cien­
gación la de orar y contem plar o m e­ cia, te rechazaré a tí del sacerdocio
ditar los divinos misterios, ¿cómo cum ­ que está a mi servicio(14L
plirán ese gravísimo deber si no cono­
cen a fondo y com prenden la doctrina 15. La ciencia sagrada es hoy día el
de la Fe? arma indispensable para defender la
Fe. Ahora bien, si jam ás en épocas
14. Principalmente para los miem­ anteriores hacían falta sacerdotes sa­
bros de las órdenes contemplativas, bios, hoy día se siente m ucho más esta
pero también para los de la cura de necesidad, por cuanto ya en la vida
almas. Nos querem os que, ante todo, diaria el conocimiento de las cosas y
sigan estos consejos los que llevan una la ciencia tienen tanta im portancia y la
vida recluida de m editación de las co­ com penetran de tal modo, que los 138
sas celestiales; pues, yerran, si creen hombres, aun los menos ilustrados
que pueden o descuidar antes o hacer — como casi universalm ente suele su­
de lado después los estudios teológicos, ceder— repiten la afirm ación de pro­
y sin embargo, faltos de aquel abun­ ceder en nom bre de la ciencia. Por
doso conocimiento de Dios y de los eso debe bregarse con todo empeño a
m isterios de la Fe que se adquieren fin de que la Fe sea favorecida por el
en el estudio de las disciplinas sagra­ apoyo y la defensa de toda clase de
das, elevarse fácilm ente a las cosas su­ ciencias hum anas, las que con su luz
blimes o ser arrebatados y trasportados harán brillar ante los ojos de todos la
a la unión interior con Dios. herm osura de la verdad revelada y des­
Lo que atañe a los demás religiosos harán oportunam ente las capciosas opi­
sea que enseñen, sea que prediquen o niones m entidas que bajo el falso nom ­
adm inistren el sacram ento de la Peni­ bre de ciencia suelen acum ular contra
tencia a las almas arrepentidas o que los dogmas de fe. Pues, como ya T e r -
salgan a las misiones entre los infieles t u l i a n o escribió con acierto: nuestra
o dirijan espiritualm ente al pueblo en Fe sólo anhela ansiosamente no ser
su vida diaria, ese m últiple ejercicio del condenada sin ser conocida^15!. Por
sagrado m inisterio se considerará tanto ello no debemos olvidar tampoco las
más vigoroso y eficaz cuanto m ayor palabras de S a n J e r ó n i m o : La santidad
sea el acervo de conocimientos que sin erudición aprovecha solo al indivi­
ellos dominen y luzcan. duo oue la posee; y cuanto edifica a la
P or lo demás, que los sacerdotes po­ Iglesia de Cristo por el mérito de su
sean la ciencia de las cosas sagradas, vida tanto la perjudica por no saber
y ésta interior y copiosa, ya amonestó defenderse contra los adversarios... Es
el E spíritu Santo por boca del profeta: deber sagrado de los sacerdotes respon­
Los labios del sacerdote han de guardar der a las preguntas que le hacen sobre
la ciencia^10). ¿Cómo podrá carecer de la ley(1QK
sólida doctrina aquel de cuyos labios Y así es obligación del sacerdote se­
el pueblo cristiano espera la palabra cular como del regular no sólo divulgar
de la salud dado que es el legado del más am pliam ente sino tam bién más de­
Dios de las c i e n c i a s el m inistro y tenidam ente ilustrar y defender la doc­
doctor de la Nueva Ley, la sal de la trin a Católica, la cual ofrece por un
tierra(12) y la luz del mundo *!(13)123. lado todos los argum entos p ara redar­
Teman, pues, por su salvación los güir y aniquilar todas las objeciones
(10) Malaq. 2, 7. (14) Oseas 4, 6.
(11) Véase I Reyes 2, 3. (15) Tertuliano, Apolog. I. (Migne PL. 1, col.
260).
(12) Mat. 5, 13. (16) San Jerónimo, Epist. 53 (o 103) ad Paulin;
(13) Véase Mat. 5, 14. (Migne PL. 22, col. 542).
E ncíclicas P on tificias 34
1058 E ncíclicas del PP. P ío XI (1924) 135, 16-Í8

que le oponen, y por el otro, no puede mente esta perfección ni lograrla con
menos de atraer aun a los espíritus no seguridad sin llevar una vida interior
cegados por prejuicios con tal que la ¿con qué alimentos mejores o m ás
doctrina se explique lúcidamente. Los abundantes puede nutrirla y desarro­
Doctores de la Edad que llam an Media llarla que con el estudio de las doctri­
habían com prendido esta realidad y nas teológicas? Pues, la acostum brada
bajo la égida de S anto T omás y S an y cotidiana meditación de las m aravi­
B uenaventura se em peñaron a fondo llas de la naturaleza y de los dones de
por entender am pliam ente la ciencia gracia que Dios Omnipotente ha volca­
teológica y por com unicarla a los de­ do con tanta largueza y abundancia en
más. la universa creación y en cada uno de
los hombres, santifica los pensam ien­
16. La teología es también el instru­ tos y los movimientos del corazón y lo
mento de la propia santificación. A eleva a las cosas celestiales; aun más,
estos beneficios se añadirá, además, llena a los hom bres de espíritu de fe
queridos hijos, el que el empeño de la y los une muy íntim am ente a Dios.
voluntad, de la mente y de todas las ¿Quién podría asem ejarse más a Cristo
fuerzas espirituales que vuestros reli­ sino aquel que convierte la doctrina de
giosos pongan en estos estudios tendrá la fe y de la m oral que nos vino del
por resultado la consecución de un es­ cielo en la savia de su vida y la sangre
píritu religioso m ás acendrado y la de su corazón?
conservación de la dignidad y el decore
del nobilísimo estado que abrazaron; 18. La historia de las Ordenes y la
pues, quien se dedica a las disciplinas experiencia enseñan lo mismo. Los
teológicas, em prende una obra que su­ fundadores de las Ordenes y Congrega­
pone trabajo serio, esfuerzo y sacrificio ciones religiosas siguiendo las huellas
y que, igualmente, se opone a la desidia de los Padres y Doctores de la Iglesia
y la pereza que es la madre y m aestra recom endaron encarecidam ente a sus
de m uchos males(17L el estudioso a hijos los estudios de las ciencias sagra­
causa de la no poca concentración de das. Enseña, además, la experiencia,
139 pensam iento que esta labor exige como queridos hijos, que aquellos de entre
tam bién de la costum bre que adquiere vosotros que con m ayor am or cultiva­
de no deliberar nada precipitadam ente ron el estudio de la fe, alcanzaron en
ni ejecutarlo sin reflexión, reprim irá y la m ayoría de los casos un grado más
refrenará m ucho m ás fácilm ente las alto de santidad que los demás. A la
concupiscencias que arrastran a lo peor inversa, los que abandonaron este sa­
y despeñan a la ciénaga del vicio al grado deber com enzaron por ello a
hom bre falto de dominio de sí mismo. menudo a languidecer espiritualm ente,
S an J erónimo escribe a este respecto: no pocas veces cayeron en un estado
Ama la ciencia bíblica y no amarás los lam entable y aun quebrantaron sus
vicios de la carne(18L y en otro lugar: votos. Todos los religiosos recuerden,
El conocimiento de las Escrituras en­ por tanto, las palabras de R icardo de
gendra almas vírgenes(19).17 S an V íctor : Ojalá que cada uno de
nosotros se dedique a estos estudios
17. El estudio teológico ayuda a ad­ hasta que se ponga el sol, desvanezca
quirir la perfección del estado reli­ paulatinamente el amor a la vanidad y,
gioso. El religioso debe sentirse im ­ eliminando el hervor de la concupis­
pulsado a estos estudios tam bién por la cencia, se entibie el impulso de la sa­
conciencia de los deberes de estado a biduría carnal(20L
que su m ism a vocación le obliga, o sea,
el deber de adquirir una virtud perfec­ Exhortam os, además, a los religiosos 140
ta. Gomo nadie puede apetecer eficaz- a que hagan suya la sentencia la si-
(17) Eccli. 33, 29. (19) San Jerón. Comment. in Zach. 1. II, cap.
(18) San Jerón. Epistol. 125 (o 4) ad Rusticum 9, 17 (Migne PL. 25, col. 1489-B).
(Migne PL. 22, col. 1078). (20) Richard, a S. Victore, De differ. sacrific.
Abrahae et Mariae, 1 (Migne, P.L. 196, col. 1049).
135, 19-22 C a r t a A p o s t ó l ic a “ U n ig é n it o s D e i F il iu s ” 1059

guíente plegaria de S an Agustín : Mis Seminario precipitadam ente y en m asa


castas delicias sean tus Escrituras; ja­ a los jóvenes de los cuales es incierto
más me engañe en ellas, ni engañe a si, bajo el soplo divino, abracen ese
nadie mediante ellas^21\ santísimo estado de vida(22L
Elegid concienzuda y sabiamente a
III. L aeducación y formación de los los candidatos a la vida religiosa y pro­
MIEMBROS DE LAS ORDENES curad con diligencia que junto con la
form ación piadosa, acom odada a su
19. Preocupación por los estudios edad, se instruyan en las disciplinas
teológicos de los seminaristas. Puesto hum anísticas que suelen enseñarse en
que el estudio constante y atento de la los Colegios(23); de tal modo, empero,
Teología produce en los religiosos tan que no entren en el Noviciado antes
preclaros frutos, ya se pone con ello que hayan cumplido los estudios que
de m anifiesto con cuánta diligencia de­ llam an de hum anidades, a no ser que
béis velar, queridos hijos, porque a una razón bastante grave aconseje ex­
vuestros alum nos no falte la ocasión de cepcionalmente otra cosa.
estudiar esa doctrina ni de cultivarla
por toda la vida. 22. Casas centrales de estudio y pre­
ferencia de la formación religiosa. No
20. La misión de los Seminarios m e­ habéis de escatim ar ningún sacrificio
nores. Mas respecto del problem a de ni esfuerzo para educar, pues, a estos
la educación es im portantísim o para jóvenes lo cual no es solo una exigen­
los jóvenes que aspiran a la vida con­ cia de caridad sino tam bién un deber
ventual que rectam ente se orienten y de justicia. Si por lo reducido del Ins­
form en sus mentes y corazones desde tituto o por otras razones, alguna P ro ­
el principio. Desde luego, como por la vincia no tiene con qué sostener debi­
m aldad de los tiempos que corren, no dam ente tal institución conform e a las
reciben esos niños en el am biente hoga­ prescripciones del Derecho Canónico,
reño una m uy adecuada educación cris­ envíense los jóvenes a otra Provincia o
tiana y como carecen, cuando jóvenes, casa de estudios donde puedan form ar­
expuestos a las asechanzas de la co­ se correctam ente según las prescripcio­
rrupción tendidas por todas partes, de nes del Canon 587.
sólida form ación religiosa la que sola En las escuelas inferiores obsérvese
puede m oldear los corazones para que empero religiosamente lo prescrito por
acaten los preceptos divinos y aun lle­ el Canon 1364, § 1: En las clases infe­
ven una vida conform e a la honestidad riores del Seminario debe ocupar el
y rectitud de la ley natural, se concluye puesto principal la asignatura de reli­
lógicamente que vosotros, a este res­ gión que se ha de explicar con todo
pecto, no podréis hacer nada más útil esmero en forma acomodada al talento
que fundar Seminarios menores y Co­ y edad de cada seminarista. En esta
legios — lo cual viene poco a poco lle­ asignatura no han de usarse libros, no
vándose a cabo, como con gran alegría aprobados por el Ordinario de lugar.
com probam os— p ara cobijar a los ado­ De paso sea dicho, que, por lo de­
lescentes que dem uestran alguna señal más, los estudiantes de filosofía no
de vocación divina. deben abandonar el estudio de religión.
Con m ucho provecho se valdrán en él
21. Selección concienzuda de los del áureo Catecismo Romano en el cual
candidatos. En esta obra debéis, sin no sabrás qué adm irar más, la abun­
embargo, evitar lo que Nuestro prede­ dancia de sana doctrina o la elegancia
cesor Pío X, de santa m em oria, previno de la dicción latina; pues, cuando vues­
a los Superiores de la Orden Dom ini­ tros clérigos, desde la flor de la edad
cana, es decir, a que no llevaran al se acostum bren a sacar sus conoci-
(21) San Agust. Confess. lib. 11, cap. 2, n. 3 (22) Véase Pío X en la Carta Cum Primum al
(Migne, PL. 32, col. 810); Sint castae deliciae General de la Orden Dominicana, del 4 de Agosto
meae, Scripturae tuae; nec fallar in eis; nec de 1913, A.A.S. 5 (1913) 387.
fallam ex eis. (23) Cód.-Der. Can. Canon 589.
1060 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1924) 135, 23-25

mientos religiosos de esta fuente, sobre sagrarse a Dios y que, según el juicio
prepararse m ejor p ara los estudios teo­ de sus profesores dem ostraron poseer
lógicos, la versación en este libro per- buenas disposiciones del corazón, su­
fectísimo h ará que posean los conoci­ ficiente talento, espíritu piadoso e Ínter
mientos p ara instruir sabiam ente al gridad m oral, sean recibidos en el No­
pueblo y refu tar con acierto las obje­ viciado. En ese tiempo de prueba, como
ciones con que suele calum niarse la en una palestra, aprendan con esmero
doctrina revelada. a practicar los principios de la vida
espiritual y las virtudes.
23. La importancia del estudio del Cuán im portante sea que en ese tiem ­
latín. Os aconsejam os y m andam os, po se form en las mentes de los novicios
queridos hijos, que hagáis observar en se podrá deducir no sólo de los testim o­
vuestros Colegios lo que acerca del estu­ nios de los m aestros de la vida espiri­
dio de la lengua latina exhortam os ob­ tual sino tam bién de la m isma esperien-
servar diligentemente a los Obispos ca­ cia, pues, nadie alcanzará la perfección
tólicos en la Epístola Apostólica “Offi- del estado religioso ni perseverará en
ciorum Omnium”^2^ . Con vosotros reza ella que no haya echado ya antes un
tam bién la ley del Código del Derecho sólido fundam ento de todas las virtudes.
Canónico que dice: Los alumnos se im­ P or tanto, dejando de m ano el estu­
pondrán con cuidado en las lenguas, dio de cualquier asignatura y distrac­
especialmente en el latín y el idioma ción, los novicios sólo se concentrarán*
patrio(25). La gran im portancia que bajo la sabia dirección de su Maestro,
tiene el latín p ara los sem inaristas no a los ejercicios de la vida interior v l/i
sólo se deduce del hecho que la Iglesia consecución de las virtudes, especial­
se vale de él como de un instrum ento y mente de aquellas que se relacionan y
vínculo de unión sino tam bién porque unen con los votos religiosos, es decir,
leemos la Biblia en latín, porque en la­ con la pobreza, castidad y obediencia.
tín recitam os el Oficio y decimos la P ara este efecto será sumamente útil
Misa, y porque en latín celebramos casi leer y m editar los escritos de S an B er­
todos los sagrados ritos. nardo , los del Seráfico Doctor, S an
Añádase a esto, además, que el Ro­ B uenaventura , de A lfonso R odríguez
mano Pontífice habla y enseña al orbe y tam bién los de los varones que en
universo en latín, ni que emplea otro cada una de vuestras Religiones flore­
idioma la Curia Rom ana para resol­ cieron en la enseñanza de la virtud.
ver sus negocios y publicar sus de­ Lejos de haber perdido valor y eficacia
cretos que interesan a la com unidad y de haberse debilitado en el transcurso
de los fieles. Los que no dom inan el del tiempo, parece que esa literatura
latín encontrarán más difícil el acceso hoy día aum entó su vigor. Los novicios
a la volum inosa literatura de los Padres jam ás olviden la verdad de que cuales
y Doctores de la Iglesia, la m ayoría de fueron en el noviciado tales serán en
142 los cuales no empleó otro idioma que el resto de su vida, y que, en la m ayo­
ése p ara escribir, proponer y defender ría de los casos, será esperanza total­
la doctrina cristiana. P or eso, habéis de mente vana la de poder suplir después
preocuparos porque vuestros clérigos mediante un renovado fervor lo que
que un día h abrán de desem peñar las la prim era vez hicieron con poco o
funciones del ministerio sagrado en la ningún fruto.
Iglesia aprendan perfectísim am ente la
teoría y práctica de la lengua latina. 24 25. Indicaciones para los clérigos:
Primero, el curso perfecto de filosofía
24. La transcendencia y el fin del y teología. Después habéis de ten er el
Noviciado. T erm inados los estudios gran cuidado, queridos hijos, de que
hum anísticos, todos los alum nos y can­ los alum nos que term inaron el novi­
didatos que tienen la intención de con- ciado, sean enviados a casas donde fio-
(24) l-VIII-1922, A.A.S. 14 (1922) 452-454; en esta (25) Cód. Der. Can. Canon 1364, 2.
Colección: Encíclica 127, pág. 996-1001.
135, 26-28 C a r t a A p o s t ó l ic a “ U n ig é n it o s D ei F il iu s ” 1061

rece lia observancia de las reglas y esté se im parte en vuestros institutos; de­
todo lo demás dispuesto de tal modo ben ser tales que por la conducta de
que ellos puedan hacer con m ucho fru ­ su vida y la esm erada preparación cien­
to y exactitud el curso de filosofía y tífica en el ram o que deben enseñar a
teología como está establecido y p ro­ sus discípulos sean un verdadero m o­
gram ado. Dijimos: establecido y pro­ delo. No debe ser profesor ni repetidor
gram ado, es decir, que nadie pase a un el que no haya cursado con laudable
grado superior del instituto que no éxito la filosofía, teología y ciencias
haya aprobado con bastante buen ie- anexas ni que posea suficiente talento
sultado las m aterias anteriores, que ni e idoneidad para enseñar.
siquiera se haya omitido u na parte del No olvidéis tampoco lo que se lee en
program a de estudios ni se haya dis­ el Código de Derecho Canónico: Se ha
minuido el tiempo que según las pres­ de procurar que por lo menos para la
cripciones de los cánones debe dedi­ Sagrada Escritura, la teología dogmá­
carse a esas disciplinas. No procederían tica, la moral y la historia eclesiástica
de un modo prudente — p ara no decir haya otros tantos profesores distin-
m ás— los superiores que, bajo el ap re­ fos(26).
mio de la escasez de tiempo, quisieran Los profesores deben esm erarse es­
llevar a los suyos a las sagradas órde­ pecialmente en convertir a sus discípu­
nes en form a abreviada p ara poder dis­ los en santos y activos apóstoles de
poner de ellas más rápidam ente p ara Cristo, dotados tam bién de los orna­
la vida activa. mentos de ciencia y prudencia, en vir­
¿No enseña la experiencia que los tud de los cuales educarán a los hom ­
estudios hechos precipitada e irregular­ bres sencillos y rústicos, desbaratarán
mente, más tarde apenas podrán sa­ los ataques de los inflados por el falso
narse de su vicio de origen, si alguna nom bre de ciencia, e inm unizarán, fi­
vez se subsane, y que las pequeñas ven­ nalmente, a todos los fieles contra el
tajas que quizás proporcione esta re ­ contagio de los errores, el cual engen­
cepción adelantada de las Ordenes, se dra y causa tanto mayores daños, cuan­
desvanecen y se disipan finalm ente del to más ocultamente acostum bra serpear
todo, por cuanto esos religiosos serán por doquiera y filtrarse en las almas. 144
necesariamente, menos aptos p ara ad­ Y si para vuestra satisfacción sucede
m inistrar los sagrados m inisterios? que vuestros alumnos, con espíritu fer­
voroso, caminen por las regiones y sen­
26. Segundo: la form ación ascética deros de la sabiduría cristiana y se
y la vida virtuosa. Procurad, adem ás, distingan en ella sobrem anera, enton­
que los jóvenes religiosos que se dedi­ ces los esfuerzos que, en tan saludable
can al estudio filosófico y teológico no em presa habéis realizado, recibirán la
dism inuyan el anhelo de perfección y recom pensa de la alegría de una abun­
la práctica de las virtudes; antes bien, dantísim a cosecha, más allá de lo que
bajo la guía de peritísim os directores puedan expresar las palabras.
espirituales deben adelantar en la v ir­
tud p ara que algún día, como es el 28. C uarto: el m étodo escolástico de
deber de los religiosos, posean sólida Santo Tomás. Tened, em pero, por sa­
doctrina junto con la santidad de vida. grado e inviolable lo que en la Carta
Apostólica sobre los Seminarios y los
27. T ercero: rigurosa selección del estudios de los Clérigos^2627) enseñamos
cuerpo de profesores. Ahora, llam am os en conform idad con el Derecho Canó­
vuestra atención a un punto de singu­ nico, conviene a saber que en la ense­
lar im portancia. Habéis de elegir los ñanza de la filosofía y teología los pro ­
m ás idóneos profesores p ara la ense­ fesores deben adoptar fielmente el m é­
ñanza de los estudios superiores que todo escolástico, según los principios
(26) Canon 1366, § 3. esta Colecc. Encícl. 127, n. 8-9, pág. 999) y Códi
(27) Véase Pío XI, Carta Apost. Officiorum Dcho. Can. canon 1366, § 2.
Omnium. l-VIII-1922, A.A.S. 14 (1922) 449-458 (en
1062 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1924) 135, 29.-31
y la doctrina de S anto T omás. ¿Quién perto no podrá nunca ser un teólogo
ignora que la disciplina m ental esco­ docto; a la inversa, aquel que anda
lástica y la sabiduría realm ente ange­ totalm ente ayuno de la ciencia teológica
lical de T omás, ensalzadas en todos los no podrá jam ás ser un perfecto filó­
tiempos con elogios altísimos por Nues­ sofo. Con acierto advierte S anto T omás
tros predecesores, son naturalm ente a este respecto: De los principios de la
aptas tanto para explicar las verdades fe se deducen las conclusiones para los
reveladas como p ara refu tar m aravi­ fieles, como de los primeros principios
llosamente los errores de todas las eda­ conocidos por la naturaleza de las co­
des. Pues, el Angélico Doctor, — así en­ sas se sacan las conclusiones para to­
seña Nuestro Predecesor de inm ortal dos; por donde se prueba que la teo­
memoria, L eón X III— , estaba dotado logía es una ciencia(30\ P ara decirlo
tan exquisitamente de las ciencias divi­ con otras palabras, como la filosofía
nas g humanas que se lo ha comparado deduce de la razón, que es participa­
con el sol... Él solo ha logrado vencer ción de la divina luz, los prim eros p rin ­
todos los errores de los tiempos anterio­ cipios del conocimiento natural y los
res a él y proporcionar las invictísimas enuncia y explica, así la teología pide
armas para derrotar a los que siempre prestadas a la luz de la revelación so­
de nuevo habrían de surgir más tar- brenatural que ilum ina y llena con sus
de(2S\ resplandores la inteligencia, las nocio­
El mismo Pontífice observa con ra ­ nes de la fe, las desenvuelve y explana,
zón: Los que quieren filosofar honra­ de modo que am bas resultan ser dos
dam ente— han de quererlo sobre todo rayos del mismo sol, dos arroyos bro ­
los religiosos— deben cimentar los prin­ tados de la m ism a fuente, dos edificios
cipios y fundamentos de su doctrina en levantados sobre el mismo fundam ento.
Santo Tomás(2829\ La ciencia constituye, ciertam ente,
29. Íntim o parentesco de la filosofía una em presa grande, con tal que se
con la teología. O tra p rueba de la im ­ adhiera fielmente a las enseñanzas de
portancia de que los alum nos no se la fe; pues, al abandonarlas caerá con
aparten de ninguna m anera del método infalible necesidad en muchos errores
escolástico consiste en que la filosofía e insensateces.
y la revelación están íntim am ente rela­
cionadas; am bas fueron com puestas e 31. Conclusión p ara los estudios.
increm entadas en tan adm irable con­ Cuando, pues, vuestros alumnos, queri­
cordia por los Escolásticos que m utua­ dos hijos, ponen al servicio de la teolo­
mente la una a rro ja luz sobre la otra gía el acervo de los conocimientos pro ­
y se sirven recíprocam ente de gran fanos que acum ularon; cuando, ade­
sostén y ayuda. No puede ser de otra más, arden en am or y anhelo de la ver­
m anera, pues, dado que am bas des­ dad revelada serán varones de Dios y
cienden de Dios, la suprem a y eterna prestarán con su palabra y su ejemplo
verdad, form ulando y exhibiendo aqué­ los m ejores servicios al pueblo cris­
lla los argum entos de la razón y ésta tiano.
los de la fe, no podrá haber oposición Pues, toda la Escritura divinamente
entre ellas como algunos en sus deli­ inspirada — o según la interpretación
rios pretenden; por el contrario, tan del Angélico Doctor, S anto T omás, la
am igablem ente se herm anan que una doctrina cristiana entendida en la luz
com plem enta la otra. de la divina revelación— es útil para
enseñar, para argüir, para corregir, pa­
30. El m utuo apoyo que se p restan ra educar en la justicia a fin de que el
la filosofía y la teología. De allí se si­ hombre de Dios sea perfecto y consu­
gue que u n filósofo ignorante e inex­ mado en toda obra buena^slK
(28) León XIII, Encíclica Aeterni Patris, 4-VTTI- (30) Santo Tomás, Sum. Theol. 2-2, q. 1, art 5,
1878, A.A.S. 12 (1879-80) 108 (en esta Colecc.: ad 2.
Encicl, 33, n. 10, pág. 238). (31) II Tim. 3, 16-17.
(29) León XIII, Carta Nostra erga, 25-IX-1898,
A.S.S. 31 (1898-1899) 264.
135, 32-34 C a r t a A p o s t ó l ic a “ U n ig é n it o s D e i F il iu s ” 1063

32. E n el estudio debe h aber espí­ ejercitaos primero en la caridad Cuan­


ritu de fe, recta intención y hum ildad. do la ciencia queda sola, infla; pero
Mas p ara que los jóvenes no gasten sus puesto que la caridad edifica, ella no
fuerzas infructuosam ente en este cam ­ permite que la ciencia os vuelva orgu­
po tan vasto de las ciencias hum anas llosos. Allí, pues, donde la ciencia in­
y divinas, debe alentarse entre ellos fla la caridad no edificó, pero donde
ante todo el espíritu de fe, pues, si éste ésta edifica, da solidez a la ciencia(33).
se debilitara, se em botaría la agudeza De consiguiente, cuando los vuestros
de su espíritu y ya no podrían penetrar cultiven sus estudios, practicando la
en los secretos de las verdades sobre­ caridad y la piedad, las cuales consti­
naturales; y no m enor es la falta que tuyen la fuente y el fundam ento de las
les hace la recta intención con que demás virtudes, alejarán como m edian­
deben acercarse a los estudios. Hay te aires medicinales el peligro de la
quienes quieren saber — dice S an B er­ corrupción y lograrán, sin duda, que
nardo — con el fin de saber y ésta es por el ornato de su erudición sean m ás
vergonzosa curiosidad; ...y hay quienes aceptos a Dios y m ás útiles a la Iglesia.
quieren saber lo mismo para venderlo
o sea para lograr riquezas o honores; y IV. Los HERMANOS LEGOS Y LAS
esto es ignominioso negocio; hay tam­ Congregaciones de H ermanos
bién quienes quieren saber para edifi­
car; y esta es caridad; y lo mismo quie­ 34. La dignidad y grandeza de su
nes quieren saber para edificarse; y estado. Ahora Nos resta dedicarnos a
esta es prudencia(32>. Vuestros jóvenes los miembros religosos que emiten los
estudiantes no se propongan en sus mismos votos que los sacerdotes pero
estudios sino sólo agradar a Dios y lo­ no fueron de ningún modo llamados a
grar p ara sí y el prójim o el m ayor fruto la dignidad sacerdotal. Ellos no están
espiritual posible. Pues, por cuanto la por ello menos consagrados a Dios y
ciencia sin virtud im plica m ás tropie­ obligados a lograr la perfección de su
zos y peligros que verdadera utilidad estado. Aunque carezcan de instrucción
— porque los que por su ciencia adqui­ hum anística y superior podrán ascen­
rida se hinchen orgullosam ente suelen der al más excelso grado de santidad.
perder la fe y despeñarse ciega y p re­ Hallamos la prueba de ello ya en aque­
cipitadam ente en el abismo de la p er­ llos innum erables religiosos que por la
dición enterna, esmérense los sem ina­ vida que llevaron tan piadosa e irrep ro ­
ristas con fervor en adquirir y poseer chable, o constituyen la adm iración
im perdiblem ente la virtud de la h u ­ profunda y constante de los católicos,
mildad, la cual es necesaria, ciertam en­ o fueron agregados por la autoridad de
te, a todos, pero ha de cultivarse de los Romanos Pontífices al catálogo de
un modo especial, entre los estudiosos. los santos del cielo, se consideran inter­
cesores y patronos ante Dios y se invo­
33. Ciencia, piedad, caridad. R ecuer­ can en las oraciones.
den a este respecto que solo Dios en P or lo demás, los herm anos conver­
sí es la suma sabiduría y por más que sos o legos, por su condición, no están
el hom bre aprenda, todo lo que sepa expuestos a los peligros que, a veces,
no podrá com pararse con todo el resto corren los religiosos sacerdotes por la
de las cosas que ignora. Al respecto m ism a responsabilidad de su oficio,
advierte finam ente S an Agustín : “La mas gozan de los mismos privilegios y
ciencia infla, dice el Apóstol. Entonces, medios de gracia que la Religión en su
¿qué? ¿Habéis de huir de la ciencia?, providencia m aternal suele prodigar a
¿preferiréis ser absolutamente ignoran­ todos los miembros sin aceptación de
tes a ser inflados? ¿Qué les decimos? personas. P or eso, es justo y conve­
¿Que la ignorancia es mejor que el co­ niente tener en gran estima el don ce­
nocimiento?... Amad la ciencia, pero lestial de la vocación y agradecérselo
(32) San Bernardo, In Cant. Sermo 36, 3 (Migne, (33) San Agustín, Sermo 354 acl Continentes
PL. 183, col. 968-D). habitus, cap. 6 (Migne PL. 39, col. 1566).
1064 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI Í1924) 1 3 5 , 3 5 -3 7

a Dios con ánimo gozoso, renovando rir una instrucción más que común
siempre el propósito de cum plir lo que por cuanto a menudo, se dedican, como
el día de la profesión se prom etió y de oficio exclusivo y propio, a la educa­
vivir conform e a su vocación hasta el ción de los niños y adolescentes.
postrer aliento.
E pílogo :
35. Su formación ascética v su vida
interior. Llegados a este punto, no Exhortación al cumplimiento pronto
podemos menos de exhortaros, queridos de las normas dadas
Hijos, a que os fijéis en el grave deber 36. El Papa desea que se sigan con
que tenéis de vigilar que, ni en la época prontitud estos consejos. He aquí, que­
de su probación ni en el resto de su ridos Hijos, lo que pareció a Nuestro
vida, los herm anos legos, carezcan de am or paternal deberos com unicar sobre
la ayuda espiritual que necesitan para la ejecución del program a de estudios
el progreso interior y la perseverancia y sobre otros asuntos de no m enor sig­
en su estado, y esto tanto más cuanto nificación. Como estamos seguros que,
más hum ilde sea su condición y más por la fidelidad que vosotros sentís
modestos los oficios que desempeñan. para con Nos y el celo que os anim a
Por esta razón, los superiores al deter­ por el progreso de vuestras com unida­
m inar donde cada uno de ellos ha de des, recibiréis gustosos y obedientes
vivir y qué labor ha de llevar a cabo Nuestras disposiciones; queremos que
deben tom ar en cuenta las disposicio­ ellas se im pregnen en los corazones de
nes de cada cual y los obstáculos con vuestros novicios, filósofos y teólogos,
que, tal vez, puedan tropezar. Y si al­ esperando que, por la ferviente inter­
guna vez, se aparten de las obligacio­ cesión de vuestros fundadores, vuestros
nes de su estado, en su paternal amor, Institutos alcancen con ello, en el po r­
lo probará todo para volverlos, con fo r­ venir, grandes beneficios y ventajas.
taleza y suavidad, a la santidad de la
vida. 37. Bendición Apostólica. E n tre ta n ­
Los superiores sobre todo, no deja­ to, como prenda de las gracias celestia­
rán de instruirlos personalm ente o cui­ les y testimonio de Nuestra paternal
darán de nom brar a sacerdotes idóneos benevolencia os im partim os am orosa­
que los instruyan en las principales y mente, dilectos hijos, y a todos los reli­
eternas verdades de fe; pues, el que las giosos encomendados al cuidado de ca­
conoce y m edita frecuentem ente —viva da uno de vosotros, la Bendición Apos­
en el siglo o habite dentro de los m u­ tólica.
ros del convento— sacará gran estím u­ Dado en Roma, junto a San Pedro, a
lo p ara las virtudes. 19 de Marzo, fiesta de San José, esposo
Queremos que lo que acabam os de de la Virgen y Madre de Dios, María,
decir valga p ara todos los m iem bros de del año 1924, tercero de Nuestro P on­
las Congregaciones laicales, y aun con tificado.
m ayor fuerza y razón deben im buirse
de los conocimientos religiosos y adqui­ PIO PAPA XI.
ENCICLICA “QUAS PRIMAS”^
(ll-X II-1925)

SOBRE LA FIESTA DE LA REALEZA DE JESUCRISTO

PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

Introducción : 2. El m ovim iento espiritual despertó


594
nuevas esperanzas. E ntre tanto, el su r­
Los males de nuestro tiempo y su re­ gir y avivarse un saludable m ovimien­
medio. Anhelos generales de ver insti­ to de los pueblos hacia Cristo y su
tuida la fiesta de Cristo Rey Iglesia, la cual puede solamente darnos
1. L a causa m ás p ro fu n d a de losla salvación, Nos daba cierta esperanza
7 m ales de hoy: la apostasía. E n la prL de tiempos m ejores; movimiento en el
73 m era Encíclica que dirigim os, una vez cual muchos que habían despreciado
ascendidos al pontificado, a todos los el reino de Cristo y andaban como pró­
Obispos del orbe católico^*1), m ientras fugos de la casa paterna se preparaban
indagábam os las causas principales de y casi se daban prisa a volver a los
las calam idades que oprim ían y angus­ caminos de la obediencia.
tiaban al género hum ano, recordam os
haber dicho claram ente que tan grande 3. Todo lo que aconteció en el curso
inundación de males se extendía por el del Año Santo alentó esas esperanzas.
m undo porque la m ayor parte de los Y todo lo que sucedió y se hizo en el
hom bres se habían alejado de Jesucris­ curso de este Año Santo, digno por
to y de su santa ley en la práctica de cierto de perpetua mem oria, ¿no acre­
su vida, en la fam ilia y en las cosas centó tam bién el honor y la gloria del
públicas; y que no podía haber espe­ divino F undador de la Iglesia, nuestro
ranza cierta de paz duradera entre los Supremo Rey y Señor?
pueblos, m ientras los individuos y las En efecto, la Exposición Misionera
naciones negasen el im perio de Cristo del Vaticano sorprendió la m ente y el
Salvador y renegasen de él. corazón de los hombres, ya dando a
conocer el prolijo trabajo de la Iglesia
El rem edio: la vuelta a Cristo y su para la m ayor dilatación del reino de
paz. P o r lo tanto, como advertim os su Esposo en los continentes y en las
entonces que era necesario buscar la islas más apartadas del Océano; ya por
paz de Cristo en el reino de Cristo, así el gran núm ero de regiones conquista^
anunciábam os tam bién que habíam os das al catolicismo con el sudor y la
de hacer p ara este fin cuanto Nos fuese sangre de fortísim os e invictos m isio­
posible; “en el reino de Cristo”, decía­ neros; y a finalmente, dando a conocer
mos, porque Nos parecía que no se las vastas regiones que todavía han de
puede tender más eficazmente a la re ­ someterse al suave y saludable imperio
novación y afianzam iento de la paz, de nuestro Rey. Y aquellas m ultitudes
que procurando la restauración del que durante este Año Jubilar vinieron
reino de Nuestro Señor. de todas partes de la tierra a la Santa
(*) A. A. S. 17 (1925) págs. 593-610. El esquema que se intercala y los subtítulos son de responsa-
bilidad de la 2? edición. (P. H.)
(1) Compárese Pío XI, Encíclica “ Ubi arcano” 23-XII-1922; AAS. 14 (1922) 673-700. En esta Co-
lección: Encíclica 128, págs. 1002-1017.
— 1065 —
1066 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1925) 1 3 6 , 4 -5

Ciudad, dirigidas por los obispos y sa­ pos y fieles, hechas a Nos, ya solos, ya
cerdotes, ¿qué buscaban sino, purifica­ colectivamente, cerram os este Año Ju ­
das sus almas, proclam arse junto al bilar introduciendo en la sagrada litu r­
sepulcro de los Apóstoles y delante de gia una fiesta especial de J e s u c r is t o
Nos súbditos fieles de Cristo en él R ey.
presente y el porvenir? Y este reino de Y esto Nos da tanta alegría, que Nos
Cristo pareció ilum inado por nueva luz obliga, Venerables Hermanos, a dirigi­
cuando Nos, probada la heroica virtud ros estas palabras: Vosotros, pues, pro­
de seis confesores y vírgenes, los ele­ curaréis acom odar lo que digamos acer­
vamos a los honores de los altares. Mu­ ca del culto de Jesucristo Rey a la inte­
cha alegría y aliento experimentamos ligencia del pueblo, y explicar el senti­
en Nuestro ánim o cuando en el esplen­ do de modo que esta solemnidad anual
dor de la Basílica vaticana, prom ulga­ produzca cada vez mayores frutos.
do el decreto solemne, una m ultitud
innum erable de pueblos alzaba el cán­ I. El culto de J e s u c r is t o R e y
tico de acción de gracias, exclamando:
“Tu Rex gloriae, Christe”^ . í . Existe el culto a Cristo como Rey
La labor de la Iglesia y el recuerdo 4. El culto de Cristo Rey en sentido
del Concilio de Nicea acentuaron el re­ figurado: se debe a Cristo por sus per­
surgimiento. Porque m ientras los hom ­ fecciones humanas y por su dominio
bres y las naciones, alejadas de Dios sobre los hombres. Desde hace m ucho
por el odio recíproco y por las intesti­ tiempo se ha acostum brado com ún­
nas discordias, cam inan hacia la ruina mente llam ar a Cristo con el apelativo
y la muerte, la Iglesia de Dios, cons­ de Rey en sentido figurado por el gra­
tante en dar al género hum ano el ali­ do de excelencia que tiene en modo
m ento de la vida espiritual, crea y fo r­ superem inente entre todas las cosas
ma a generaciones de santos y santas creadas. De tal modo, en efecto, se dice
p ara J e s u c r is t o , el cual no cesa de lla­ que El reina en la inteligencia de los
m ar a la bienaventuranza del reino hombres, no sólo por la elevación de su
celestial a los que fueron súbditos fie­ pensam iento y por lo vasto de su cien­
les y obedientes en el reino de la tierra. cia, sino tam bién porque El es la Ver­
Además, coincidendo con el Año J u ­ dad y es necesario que los hom bres
bilar el décimo sexto aniversario de la reciban con obediencia la verdad de El;
celebración del C o n c il i o d e N i c e a , igualmente reina en la voluntad de los
quisimos tam bién que el recuerdo de hombres, ya porque en El la voluntad
tal centenario fuese conm em orado y hum ana está entera y perfectam ente so­
Nos mismo, lo conm em oram os en la m etida a la santa voluntad divina, ya
Basílica V aticana con tanto m ayor gus­ porque con sus inspiraciones influye en
to cuanto que aquel sagrado Concilio nuestra libre voluntad de tal modo que
definió y propuso como dogma la con- nos inflam a hacia las cosas más nobles.
substancialidad del Unigénito con el Finalm ente, Cristo es reconocido como
Padre e incluyó en el Símbolo la fó r­ Rey de los corazones por su caridad,
m ula “Cuius regni non erit finís”^ que sobrepasa toda humana compren­
proclam ando la dignidad real de Cristo. s i ó n y por los atractivos de su m an­
sedumbre y benignidad. Nadie, en efecto
Cumplimiento del deseo general de entre los hom bres fue tan amado, ni lo
la institución de la fiesta de Cristo Rey. será nunca como J e s u c r is t o .
Habiendo, pues, concurrido este Año
Santo de varias m aneras a ilustrar el 5. Es Rey también en el sentido lite­
reino de Cristo, Nos parece que h are­ ral, como hombre por la unión hipos-
mos cosa m uy conform e con Nuestro tática. Mas, p ara e n tra r de lleno en el
oficio apostólico si, secundando las sú­ asunto, todos debemos reconocer que es
plicas de m uchísim os cardenales, obis­ necesario reivindicar para Cristo como
(3) Luc. 1, 33; Símbolo de Nicea. Cuyo reino
(2) Del Te Deum: Tú, Rey de la gloria, Cristo. no ienclrá fin.
(4) Efes. 3, 19.
136, 6-7 E n c íc l ic a “ Q u a s P r im a s ” 1067

Hombre, en el verdadero sentido de la hombros; y se llamará su nombre Ad­


palabra, el nom bre y los poderes de mirable, Consejero, Dios, Fuerte, Padre
Rey; en efecto, solamente en cuanto del siglo futuro, Príncipe de la paz. Se
hom bre se puede decir que ha recibido multiplicará su imperio y no tendrá
del Padre la potestad y el honor y el fin la paz; sobre el trono de David y
reino^56\ porque como Verbo de Dios, sobre su reino se sentará; para confir­
siendo de la m ism a susbstancia del marlo y fortalecerlo en juicio y justicia,
Padre, forzosam ente debe tener de co­ ahora y para siempre(10L Y los otros
m ún con El lo que es propio de la Profetas concuerdan con I s a í a s . A s í , 597
Divinidad; y, por consiguiente, tiene J e r e m ía s , cuando predice que nacerá
sobre todas las cosas creadas sumo y de la estirpe de D a v i d el vástago justo,
absolutísim o imperio. que (icual hijo de David reinará como
Rey y será sabio y juzgará en toda la
2. Los testimonios del culto de su tierra<n ); tam bién D a n ie l predice el
Realeza establecimiento de un reino por parte
del Rey del Cielo, reino que nunca se­
a) en la Escritura rá disipado..., permanecerá para siem-
6. La Realeza de Cristo en el Anti­ pre(12\ Y continúa: Contemplaba en la
guo Testam ento. ¿Y no leemos, de h e­ visión de noche, y he aquí que venía
cho, con frecuencia en las Sagradas sobre las nubes del Cielo una figura co­
E scrituras que Cristo es Rey? El es mo de Hijo del Hombre, y se llegó hasta
llam ado el Príncipe que debe salir de el Anciano de días, y en su presencia
Jacob^K Aquel que por el Padre ha fue presentado; y le dio la potestad y
sido constituido Rey sobre el monte el honor y el reino; todos los pueblos,
santo de Sión, y que recibirá las gentes tribus y lenguas le servirán; su potestad
en herencia y tendrá en posesión los es eterna y no le será arrebatada, y su
confines de la tierra(78*K El salmo n u p ­ reino no se corromperá jamás^1%\ Los
cial, que bajo la imagen de un Rey ri­ escritores de los Evangelios aceptan y
quísimo y potentísim o preconiza al fu ­ reconocen como sucedido cuanto pre­
turo Rey de Israel, contiene estas p ala­ dijo Z a c a r í a s , acerca del Rey manso,
bras: Tu trono, oh Dios, permanece por el cual subiendo sobre una asna y su
los siglos de los siglos; cetro de rectitud, pollino, estaba para entrar en Jerusa-
es el cetro dé tu reino(8>. Y dejando lén como Justo y como Salvador, entre
otros muchos testimonios semejantes, en las aclamaciones de las turbas (H)t
otro lugar, p ara ilu strar con más cla­
ridad los caracteres de Cristo, se p re­ 7. La Realeza de Cristo en el Nuevo
nuncia que su reino será sin límite y Testam ento. P o r lo demás, esta doc­
enriquecido con los dones de la justicia trina acerca de Cristo Rey que hemos
y de la paz. En sus días aparecerá la tom ado aquí y allí en los Libros del
justicia y la abundancia de la paz... y AntiguoTestamento, no sólo no dism inu­
dominará de un mar a otro mar, y des­ ye en las páginas del Nuevo, antes bien
de el río hasta los términos del orbe en éste se confirm a por modo espléndido
de la tierra y magnífico. Aquí indicando apenas el
m ensaje del Arcángel, por el cual fue
Especialm ente los profetas. A este advertida la Virgen que debía dar a luz
testimonio se añaden del modo más un hijo, a quien el Señor Dios había
am plio los oráculos de los Profetas, y de dar la sede de David, su padre, que
sobre todo, el conocidísimo de I s a í a s : había de reinar en la casa de Jacob
Nos ha nacido un Párvulo, nos ha sido para siempre y que su reino no había
dado un Hijo y su principado sobre sus de tener /zn^13), vemos que Cristo mis-
(5) Dan. 7, 13-14. (10) Is. 9, 6-7.
(6) Num. 24, 19. (11) Jerem. 23, 5.
(12) Dan 2, 44.
( 7 ) P s . 2, 8. (13) Dan. 7, 13-14.
(8 ) P s . 4 4 , 7. (14) Zac. 9, 9.
(<)) P s . 71, 5 -8 . (15) 1.uc. 1, 32-33.
1068 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1925) 136, 8 9

mo da testim onio de su imperio. En Hostia Inm aculada. En esta alabanza


efecto, ora en su último discurso a las perenne a Cristo Rey fácilmente se des­
turbas, cuando hablaba del prem io y de cubre la herm osa arm onía entre nues­
las penas reservadas perpetuam ente a tro rito y el rito oriental, de modo que
los justos y a los condenados; ora cuan­ se hace manifiesto tam bién en este caso
do responde al presidente rom ano, que que “la ley de la oración constituye la
le preguntaba públicam ente si era Rey; ley de la creencia”,
o bien cuando, resucitado confió a los
Apóstoles el encargo de enseñar y b au ­
tizar a todas las gentes, tom a ocasión 3. La fúndamentación dogmática del
oportuna p ara atribuirse el nom bre de culto a Cristo Rey
Rey*16* y públicam ente confirm a que es
Rey*17) y anuncia solemnemente que 9. Cristo es Rey por su naturaleza:
a El le ha sido dado todo poder en el la unión hipostática. Muy a propósito
598 Cielo y en la tierra(18). Con estas pala­ C ir il o d e A l e j a n d r í a , para m ostrar el
bras, ¿qué se quiere significar sino la fundam ento de esta dignidad y de este
grandeza de su potestad y la extensión poder, advierte que Cristo obtiene la
inm ensa de su reino? No puede, pues, dominación de todas las criaturas, no
sorprendernos que aquel que es llam a­ arrancada por la fuerza ni tomada por
do por S a n J u a n ({Príncipe de los re­ ninguna otra razón, sino por su misma
yes de la tierra” (19a) lleve, como apare­ esencia y naturaleza(22K Esto es, el
ció al Apóstol en la visión apocalíptica, principado de Cristo se form a por
“en su vestido y en su muslo escrito: aquella unión adm irable que se llam a
Rey de reyes y Señor de los seño­ “unión hipostática”. De lo cual se si­
res” Puesto que el Padre Eterno gue que Cristo no sólo debe ser adora­
constituyó a Cristo heredero univer- do como Dios por los ángeles y pol­
sal(20)20, es preciso que El reine hasta los hombres, sino que a El deben obe­
que lleve, al fin de los siglos, a los pies decer y estar sujetos como Hombre;
del trono de Dios a todos sus enemi- es decir, que por el solo hecho de la
gos*21*. unión hipostática Cristo tiene potestad 599
sobre todas las criaturas.
b) en la Liturgia
Es Rey también por la redención
8. La Realeza de Cristo en todos los con que nos compró. ¿Qué cosa m ás
actos litúrgicos. De esta d octrina de bella y suave que el pensam iento de
los sagrados libros viene, por conse­ que Cristo reina sobre nosotros, no so­
cuencia, el que la Iglesia, destinada lamente por derecho de naturaleza, si­
naturalm ente a extenderse a todos los no tam bién por derecho de conquista
hom bres y a todas las naciones, haya en fuerza de la redención? ¡Ojalá que
saludado y proclam ado en el ciclo los hom bres desmemoriados recordasen
anual de su liturgia a su Autor y F u n ­ cuánto hemos costado a nuestro Sal­
dador como Señor soberano y Rey de vador! Habéis sido redimidos, no con
los reyes, m ultiplicando las form as de oro y plata, que son cosas perecederas,
su afectudosa veneración. Usa este tí­ sino con la sangre preciosa de Cristo,
tulo de honor, que expresa en su h er­ como de un cordero inmaculado y sin
mosa variedad de palabra el mismo tacha(23\ No somos, pues, ya nuestros,
concepto, como hizo ya en la antigua puesto que Cristo nos ha com prado
salm odia y en los antiguos sacram en­ por el más alto precio(24>; nuestros
tad o s; hoy tam bién lo hace en los ofi­ mismos cuerpos son miembros de Cris-
cios públicos y en la inm olación de la to<25>.
(16) Mat. 25, 31-40. (22) Cirilo de Alejandría In Joan. Evangel. lib.
(17) Juan 18, 37. XII, cap. 18, 38 (Migue PG. 74, col. 622-C); ver
(18) Mat. 28, 18. también Tn Lucam X, 22 (Migne Pp. 72, col.
(10a) Apoc. 1, 5. 671-C y D).
(19b) Apoc. 19, 16. (23) I Petr. 1, 18-19.
(20) Hebr. 1, 1-2. (24) I Cor. 6, 20.
(21) I Cor. 15, 25. (25) I Cor. 6, 15.
136, 10-11 E n c íc l ic a “ Q u a s P r im a s ” 1069

II. E s e n c ia y s i g n if ic a d o d e la b) El de Cristo es imperio espiri­


REALEZA DE CRISTO tual pero también sobre las
cosas temporales
1. La esencia
11. N aturaleza espiritual del Reino
a) Los tres poderes ponen de ma­ de Cristo. Que este reino, por otra 600
nifiesto su imperio real parte, sea principalm ente espiritual y
10. T riple potestad del principado se refiera a las cosas espirituales nos
de Cristo. Q ueriendo ahora expresar la lo dem uestran los pasajes de la sagrada
naturaleza y el valor de este principa­ Biblia antes citados y nos lo confirm a
do, indicaremos brevem ente que consta el mismo Jesucristo con su modo de
de una triple potestad, la cual, si fal­ obrar. En varias ocasiones, en efecto,
tase, ya no tendríam os el concepto de cuando los judíos y los mismos Após­
un verdadero y propio principado. toles creían erróneam ente que el Mesías
devolvería la libertad al pueblo y esta­
El poder legislativo de Jesús. Los blecería el reino de Israel, El procuró
testimonios sacados de las Sagradas quitarles de la cabeza esta vana imagi­
Escrituras acerca del im perio universal nación y esperanza; y tam bién, cuando
de nuestro Redentor prueban m ás que estaba para ser proclam ado Rey por la
suficientemente cuanto hemos dicho; m ultitud que, llena de adm iración, le ro ­
y es dogma de fe que Jesucristo ha sido deaba, El declinó tal título y tal honor,
dado a los hom bres como Redentor, retirándose y escondiéndose en la sole­
en el cual deben poner su confianza, y dad; finalm ente delante del presidente
al mismo tiempo como Legislador, al rom ano aunció que su reino no era de
cual deben obedecer <26L Los Santos este mundo <29L
Evangelios no solamente nos dicen que Este reino en los Evangelios se nos
Jesucristo ha prom ulgado leyes, mas presenta de tal modo, que los hom bres
tam bién nos lo presentan en el acto deben prepararse para en trar en él por
mismo de legislar; y el Divino Maestro medio de la penitencia, y no pueden
afirm a en diferentes circunstancias y en trar sino por la fe y por el bautis­
con diversas expresiones, que todos los mo, el cual, aunque sea un rito ex­
que observen sus m andam ientos darán terno, purifica y produce la regene­
prueba de am arlo y perm anecerán en ración interior. Este reino es opuesto
su carid ad (27). únicam ente al reino de Satanás y a la
potestad de las tinieblas, y exige de sus
El poder judicial de Jesús. Si el m is­ súbditos, no solamente un ánimo des­
mo Jesús, delante de los judíos que pegado de las riquezas y de las cosas
lo acusaban de haber violado el sábado terrenas, la dulzura de las costumbres
por haber dado la salud al paralítico, y el ham bre de justicia, sino también
afirm aba que el Padre le había dado que se nieguen a sí mismos y tom en su
la potestad judicial, “porque el Padre cruz. Habiendo Jesucristo constituido
no juzga a nadie, sino que dio todo como Redentor la Iglesia con su sangre,
juicio al H i/o” (28); en lo cual se com ­ y como Sacerdote ofrecídose a sí m is­
prende tam bién el derecho de prem iar mo perpetuam ente cual Hostia de pro ­
y de castigar a los hom bres aún d u­ piciación por los pecados de los hom ­
rante su vida, porque esto no puede bres, ¿quién no ve que la dignidad real
separarse de una cierta form a de juicio. que le reviste tiene carácter espiritual
El poder ejecutivo de Jesús. Ade­ por el uno y el otro oficio?
más debe atribuirse a Jesucristo la po­
testad ejecutiva, puesto que es necesa­ Al im perio espiritual están sujetas
rio que todos obedezcan a su m andato, las cosas tem porales. P o r o tra parte,
y nadie puede substraerse a él ni a los erraría gravemente el que arrebatase
suplicios establecidos. a Cristo Hombre el poder sobre todas
(26) Compare Concil. de Trento, Sesión 6 Canon (28) Juan 5, 22.
21 (Denzinger-Umb. nr. 831). (29) Juan 18, 36.
(27) Juan 14, 15, 15, 10.
1070 E n c íc l ic a s d e l PP. P ío XI (1925) 136, 12-14

las cosas tem porales; puesto que El ha cual es feliz el hombre, porque la na­
recibido del Padre un derecho absoluto ción no es otra cosa que una multitud
sobre todas las cosas creadas, de modo concorde de hombres^szK
que todo se somete a su arbitrio; sin No rehúsen, pues, los jefes de las
embargo, m ientras vivió sobre la tierra naciones el prestar público testimonio
se abstuvo com pletam ente de ejercitar de reverencia al imperio de Cristo ju n ­
tal poder; y como despreció entonces tam ente con sus pueblos si quieren,
la posesión y el cuidado de las cosas con la integridad de su poder, el incre­
hum anas, así perm itió y perm ite que mento y el progreso de la patria.
los poseedores de ellas las utilicen. A
este propósito se acom odan bien aque­ 2. Significado social y bendiciones
llas palabras: No arrebata los reinos sociales del reinado de Cristo
mortales el que da los celestiales(30\
a) Libertad en la justicia
c) El imperio omnímodo de Jesús
13. El poder se vuelve sagrado e in­
12. Extensión universal del Reino de tangible: primera ventaja. E n efecto,
Cristo sobre la humanidad entera. P or m uy a propósito y oportunas para el
lo tanto, el dominio de nuestro Reden­ momento actual son aquellas palabras
tor abraza a todos los hombres, como lo que al principio de Nuestro pontificado
confirm an estas palabras de Nuestro escribimos Nos acerca del menoscabo
Predecesor de inm ortal m em oria L eón del principio de autoridad y del respeto
XIII, palabras que hacemos Nuestras: al poder público: Alejado de hecho, así
El imperio de Cristo se extiende nú lo lam entábam os entonces, Jesucristo
solamente sobre los pueblos católicos y de las leyes y de la cosa pública, la
aquellos que, regenerados en la fuente autoridad aparece sin más como deri­
bautismal, pertenecen en rigor y por vada, no de Dios, sino de los hombres;
derecho a la Iglesia, aunque erradas de modo que hasta el fundamento de
opiniones los tengan extraviados o el ella vacila; quitada la causa primera no
cisma los separe de la caridad, sino hay razón para que uno deba mandar
que comprende también a todos los y otro obedecer. De esto se ha seguido
que están privados de la fe cristiana; una general perturbación de la socie­
de modo que todo el género humano dad, la cual ya no se apoya sobre sus
está bajo la potestad de Jesucristo(31L fundamentos naturales(34).
En cambio, si los hom bres en priva­
Se extiende sobre los individuos y la do y en público reconocen la soberana
sociedad. No hay diferencia entre los potestad de Cristo, necesariam ente ven­
individuos y el consorcio civil, porque drán a toda la sociedad civil señalados
los individuos unidos en sociedad, no beneficios de justa libertad, de tran q u i­
por eso están menos bajo la potestad la disciplina y apacible concordia.
de Cristo que lo están cada uno de ellos
separadam ente. El es la fuente de la 14. La obediencia se ennoblece: se­
salud privada y pública. Y no hay sal­ gunda ventaja. La dignidad real de
vación en algún otro, ni ha sido dado Nuestro Señor, así como hace en cierto
bajo del Cielo a los hombres otro nom­ modo sagrada la autoridad hum ana de
bre en el cual podamos ser salvados(B2K los príncipes y de los jefes de Estado,
Sólo El es el auto r de la prosperidad y así ennoblece los deberes de los ciuda­
de la verdadera felicidad, tanto para danos y de su obediencia. E n este sen­
cada uno de los ciudadanos como para tido el Apóstol S an P ablo, inculcando
el Estado: No es feliz la ciudad por a las esposas y a los siervos que respe­
otra razón distinta de aquella por la3012 tasen como a Jesucristo a sus respecti-
(30) Del himno de Epifanía: Crudelis Herodes. (33) S. Agustín, Epíst. “Ad Macedonium”, cap.
(31) León XIII, Encicl. “Annum sacrum” , 25-V- 3, 9. (Migne, 33, col. 670).
1899; ASS. 31 (1898-99) 647. En esta Colección: (34) Pío XI, Encíclica “ Ubi arcano” , 23-XII-
Encíclica 81, 4, pág. 610. 1922; AAS. 14 (1922) 683. En esta Colección: Encí­
(32) Act. 4, 12. clica 128, 10, pág. 1008.
136, 15-16 E n c í c l i c a “ Q u a s P r i m a s ’* 1071

vos m aridos y señores, les advertía cla­ para reconciliar todas las cosas(36) y
ram ente que no debían obedecerles co­ no para hacerse servir, sino para ser­
mo a hombres, sino como a vicarios de vir a los demás(35363738\ y que aún siendo
Cristo, ya que sería poco conveniente el Señor de todos, se hizo ejemplo de
que hom bres redimidos con la sangre hum ildad e inculcó principalm ente esta
de Cristo sirviesen a otros hombres. virtud, juntam ente con la caridad, di-
Habéis sido redimidos por gran precio; dicendo, además: Mi yugo es suave y
no os hagáis siervos de los hombres^5\ mi carga ligera^88).
Si los príncipes y los m agistrados Bienestar y felicidad. ¡Qué felicidad
legítimos se persuaden que ellos m an­ podríam os gozar si los individuos, las
dan no tanto por derecho propio, cuan­ fam ilias y las sociedades se dejasen go­
to por m andato del Rey divino, se com­ bernar por Cristo! Entonces, realmente,
prende fácilmente que h arán uso santo para usar las palabras que Nuestro
y prudente de su autoridad y se tom a­ Predecesor L e ó n X III dirigía hace vein­
rán gran interés por el bien com ún y ticinco años a todos los obispos del
la dignidad de los súbditos, al hacer las orbe católico, “se podrían restañar mu­
leyes y exigir su ejecución. chas heridas, todo derecho adquiriría
su antigua fuerza, volverían los bienes
b) Tranquilidad y orden; concor­ de la paz, caerían de las manos la$
dia y paz; bienestar y felicidad espadas y las armas, si todos aceptaran
son los principales bienes so­ voluntariamente el imperio de Cristo,
ciales conquistados por Cristo le obedecieran y toda lengua procla­
mase que Nuestro Señor Jesucristo está
15. El bien social de la tranquilidad en la gloria de Dios Padre”
y el orden en el estado. De tal m anera,
quitada toda causa de sedición, flore­
cerá y se consolidará el orden y la III. La f ie s t a d e l a r e a l e z a d e C r is t o
tranquilidad; porque aunque el ciuda­ 1. Las razones para la introducción
dano vea en los príncipes y jefes del de la fiesta
Estado hom bres semejantes a él, o por a) en general para toda fiesta
cualquier razón indignos y vitupera­
bles, no se sustraerá por eso a la obe­ 16. Los beneficios de la fiesta de
diencia en cuanto reconozca en ellos Cristo Rey. Y p ara que sean m ás ab u n ­
la imagen y la autoridad de Cristo, Dios dantes los deseados frutos y duren más
y Hombre verdadero. establemente en la sociedad hum ana, es
preciso que se divulgue el conocimiento
El bien de la concordia y la paz. de la dignidad real de Nuestro Señor
Por lo que se refiere a la concordia y cuanto sea posible. P ara este fin, Nos
a la paz, es m anifiesto que cuanto más parece que ninguna otra cosa puede
vasto es el reino y m ás am pliam ente ser más conveniente que la institución
abraza al género hum ano, tanto más se de una fiesta particular y propia de
arraiga en la conciencia de los hom bres Cristo Rey.
aquel vínculo de fraternidad que los
une. Y este conocimiento, así como El valor psicológico y religioso de
aleja y disipa los conflictos frecuen­ las fiestas. Más que los solemnes do­
tes, así endulza y dism inuye las am ar­ cumentos del magisterio eclesiástico,
guras. Y si el reino de Dios, como de tienen eficacia, para form ar al pueblo
derecho abraza a todos los hombres, en las cosas de la fe y elevarlo a las
así de hecho los abrazase verdadera­ alegrías interiores de la vida, las festi­
mente, ¿por qué habríam os de desespe­ vidades anuales de los sagrados m iste­
ra r de aquella paz que el Rey pacífico rios; porque los documentos, la m ayor
traía a la tierra, como Rey que vino parte de las veces, sólo los tom an en
(35) I Cor. 7, 23. (39) León XIII, Encíclica “Annum sacrum” , 25-
(36) Coios. 1, 20. V-1899. ASS. 31 (1898-99) 648. En esta Colección:
(37) Mat. 20, 28. Encíclica 81, 10, pág. 613.
(38) Mat. 11, 30.
1072 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1925) 136, 17-18
consideración unos pocos hom bres ins­ no sólo venerase con m ayor piedad a
truidos; en cambio las fiestas conm ue­ la Madre de Dios, su poderosísim a pro­
ven y enseñan a todos los fieles. Aqué­ tectora, sino tam bién avivara su am or
llos hablan una sola vez, éstas, por hacia la Madre celestial que el Reden­
decirlo así, todos los años y perpetua­ tor les había dejado casi por testam en­
m ente; aquéllos tocan sobre todo la to. E ntre los beneficios obtenidos por
m ente; éstas, en cambio, no sólo la el culto público y litúrgico hacia la
mente, sino tam bién el corazón y, en Madre de Dios y los Santos del Cielo,
suma, todo el hombre. Así, cuando había disminuido la reve-
podido en todo tiempo rechazar victo­
Corresponden a la naturaleza del riosam ente la peste de las herejías y de
hombre. Siendo el hom bre com puesto los errores.
de alm a y cuerpo, es preciso que sea En este orden de cosas debemos ad ­
excitado por las solemnidades exterio­ m irar los designios de la Providencia,
res, de modo que, a través de la varie­ la cual, así como suele sacar bien del
dad y de los ritos sagrados, reciba en mal, así perm itió que de cuando en
el ánimo las enseñanzas divinas, y, cuando dism inuyeran la fe y la piedad
convirtiéndolas en carne y sangre, haga de las gentes o que falsas teorías ata ­
de modo que sirvan para el progreso casen la verdad católica; pero con este
de su vida espiritual. resultado: que la verdad católica res­
Obedecen a las exigencias del tiem ­ plandeciese después con nuevo esplen­
po. P o r o tra parte* se saca de docu­ dor, y las gentes, despertadas del letar­
mentos históricos que tales festividades go, tendiesen a cosas mayores y más
con el transcurso de los siglos se fueron santas.
introduciendo una después de otra, se­ Elocuente testimonio de la historia
gún la necesidad o la utilidad del moderna. Las festividades que fueron
pueblo cristiano parecía pedirlo; como recibidas en el curso del año litúrgico
cuando fue necesario que el pueblo en tiempos no lejanos tuvieron igual
fuese reforzado frente al peligro co­ origen y produjeron idénticos frutos.
m ún, o fuese defendido de insidiosos Así, cuando había disminuido la reve­
errores heréticos, o anim ado m ás fu er­ rencia y el culto hacia el Santísimo
temente e inflam ado p ara celebrar con Sacramento, se instituyó la fiesta del
m ayor piedad algún misterio de la fe Corpus Christi, y se ordenó que fuese
y algún beneficio de la gracia divina. celebrada de tal modo que las solemnes
Así desde los prim eros siglos de la era procesiones y las oraciones de toda la
cristiana, viéndose los fieles acerba- octava llam asen las gentes a venerar
604 m ente perseguidos, com enzaron a con­ públicam ente al Señor; así la festividad
m em orar con los ritos sagrados a los del Corazón Jesús fue introducida cuan­
m ártires, a fin de que, como dice S an do los ánimos de los hombres, debili­
Agustín , las solemnidades de los már­ tados y oprim idos por el frío rigo­
tires fuesen exhortaciones al marti- rismo del jansenismo, se habían en­
rio í40). Y los honores litúrgicos que friado y alejado del am or de Dios y
después fueron tributados a los confe­ de la esperanza de la eterna salvación.
sores y a las viudas sirvieron m aravi­
llosamente p ara excitar en los fieles el b) en especial, las razones para la
am or a las virtudes, necesarias tam ­ introducción de la fiesta de
bién en tiempos de paz.17 Cristo Rey
17. Combaten los errores y herejías. 18. Debe combatir el laicismo, peste
La lección de las fiestas marianas. Y de nuestros tiempos. Ahora, si m anda­
especialmente las festividades institui­ mos que Cristo Rey sea honrado por
das en honor de la Virgen Santísima todos los católicos del m undo, con ello
contribuyeron a que él pueblo cristiano proveeremos a las necesidades de los
(40) S. Augst. Sermón 225, 1 D e m a r t y r i b u s [alias de Sanctis 47] (Migue PL. 39, col. 2181);
ver también Sermón 4 de Script. cap. 34.
136, 19-20 E n c íc l ic a “ Q u a s P r im a s ” 1073

tiempos presentes, aportando un rem e­ deberes fam iliares; deshechas la unión


dio eficacísimo a la peste que infecta y la estabilidad de las familias, y, en
la hum ana sociedad. La peste de nues­ fin, la m isma sociedad resquebrajada
tra edad es el llam ado laicismo, con sus y lanzada hacia la ruina.
60’ errores y sus im píos intentos; y vos­
otros sabéis, Venerables H erm anos, que 19. La celebración de la fiesta debe
tal im piedad no m aduró en un solo hacer imposible la apatía de los bue­
día, sino que desde hace m ucho tiempo nos. Nos anim a, sin embargo, la firm e
se incubaba en las entrañas de la socie­ esperanza de que la fiesta anualm ente
dad. Se comenzó por negar el imperio repetida de Cristo Rey, que se celebrará
de Cristo sobre todas las gentes; se en seguida, em puje la sociedad, como
negó a la Iglesia el derecho, que se todos deseamos, a la vuelta hacia nues­
deriva del derecho de Cristo, de ense­ tro amadísimo Salvador. Acelerar y
ñ ar a las gentes, esto es, de dar leyes, apresurar este retorno con la acción
de gobernar a los pueblos p ara condu­ y con sus obras sería deber de los
cirlos a la eterna felicidad. Poco a poco católicos, muchos de los cuales, no
la Religión cristiana fue igualada con obstante, parece que no tienen en la
las otras religiones falsas e indecorosa­ convivencia civil aquel puesto y auto­
mente rebajada al nivel de éstas; por ridad que convendría a los que llevan
lo tanto, se la sometió a la potestad delante de sí la antorcha de la verdad.
civil, y fue abandonada al arbitrio de Tal estado de cosas se atribuye acaso
los príncipes y de los m agistrados; se a la apatía o timidez de los buenos,
fue más adelante todavía: hubo algunos que se abstienen de la lucha o resisten
que intentaron substituir la Religión flojam ente; de lo cual los enemigos de
de Cristo con cierto sentimiento reli­ la Iglesia sacan m ayor tem eridad y
gioso n atural; no faltaron Estados que audacia. Pero cuando los fieles todos 606
pretendieron pasarse sin Dios, y pusie­ com prendan que deben m ilitar con va­
ron su Religión en la irreligión y en el lor y siempre bajo las insignias de
desprecio de Dios mismo. Cristo Rey, se dedicarán con ardor
apostólico a llevar a Dios de nuevo a
La discordia y el desenfreno piden los rebeldes e ignorantes, se esforzarán
su introducción. Los frutos pésimos en m antener incólumes los derechos de
que este alejam iento de Cristo por p a r­ Dios mismo.
te de los individuos y de las naciones La fiesta de Cristo Rey es remedio
produjo tan frecuentem ente y durante contra el silencio vergonzoso. Y para
tanto tiempo, los hemos lam entado ya condenar y rep arar estas públicas de­
en la Encíclica “Ubi Arcano” (41), y de fecciones que el laicismo produjo, con
nuevo los lam entam os hoy: el germen grave perjuicio de la sociedad, ¿no
de la discordia esparcido por todas p a r­ parece que debe ayudar grandem ente
tes; encendidos aquellos odios y riva­ la celebración de la solemnidad anual
lidades entre los pueblos que tanto de Cristo Rey entre todas las gentes ?
retardaron el restablecim iento de la En verdad, cuanto m ás se pasa en ver­
paz; la intem perancia de las pasiones, gonzoso silencio el nom bre suavísimo
que con frecuencia se esconde bajo las de nuestro Redentor, así en las reunio­
apariencias del bien público y del am or nes internacionales como en los p arla­
patrio; las discordias civiles que de mentos, tanto más es necesario acla­
ellas se derivan, juntam ente con aquel m arlo públicamente, anunciando por
ciego e inm oderado egoísmo tan exten­ todas partes los derechos de su real
sam ente difundido, el cual tiende sola­ dignidad y potestad.
m ente al bien privado y a la propia
comodidad, midiéndolo todo por ambos; 20. El tiempo es maduro para la
la paz doméstica com pletam ente tu r­ fiesta; su lenta preparación. ¿Quién
bada por el olvido y la relajación de los no echa de ver que ya desde fines
(41) Pío XI, Encíclica “ Ubi arcano”, 23-XII-1922;
AAS. 14 (1922) 673-700. En esta Colección: Encí-
clica: 128, págs. 1002-1017.
1074 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1925) 136, 21-22

del siglo pasado se preparaba m ara­ la perfección. P or eso, sea que conside­
villosamente el camino a la deseada remos las num erosas súplicas a Nos
institución de este día festivo? Ninguno dirigidas, sea que tengamos en cuenta
ignora cómo fue sostenido este culto y los acontecimientos de este Año Santo,
sabiam ente defendido por medio de encontram os motivos para pensar fi­
libros divulgados en gran variedad de nalm ente ha llegado el día, deseado
lenguas de todo el m undo; así como por todos, en el cual podremos an u n ­
tam bién fue reconocido el principado y ciar que se debe honrar con una fiesta
el reino de Cristo con la piadosa prácti­ especial a Cristo como Rey de todo el
ca de dedicar y consagrar todas las fa­ género hum ano. Este año, en efecto,
milias al Sacratísimo Corazón de Jesús. como decíamos al principio, el Rey
Y no solamente fueron consagradas las divino, verdaderam ente admirable en
familias, sino tam bién naciones y rei­ sus santos, ha sido magnificado de m a­
nos; más aún: por deseo de L eón XIII, nera gloriosa con la elevación de un
todo el género hum ano, durante el Año nuevo grupo de fieles suyos a los hono­
Santo de 1900, fue felizmente consagra­ res celestiales; igualmente en este año,
do al divino Corazón. No se debe pasar por medio de la Exposición Misionera,
en silencio que, p ara confirm ar esta real todos adm iraron los triunfos de Cristo
potestad de Cristo sobre la sociedad obtenidos por los operarios evangélicos
hum ana, sirvieron m aravillosam ente al extender su reino; finalm ente, en
los num erosísim os Congresos Eucarís- este mismo año, con la celebración del
ticos que suelen celebrarse en nuestros centenario del Concilio Niceno, hemos
tiempos; en estos Congresos, convocan­ conmemorado la defensa y definición
do a los fieles de cada diócesis, de las del dogma de la consubstancialidad del
regiones, de las naciones y de todo el Verbo encarnado con el Padre, sobre la
orbe católico p ara venerar y adorar a cual se funda el imperio soberano del
Cristo Rey escondido bajo los velos mismo Cristo sobre todos los pueblos.
eucarísticos, se tiende, m ediante los
discursos en las asam bleas y en las 2. La institución litúrgica y el anun­
iglesias, m ediante la pública exposición cio de la fiesta de Cristo Rey
del Santísimo Sacram ento, m ediante las
m aravillosas procesiones, a proclam ar 22. Las disposiciones litúrgicas so­
a Cristo como Rey que nos h a sido dado bre la fiesta y consagración. P o r lo
por el cielo. Se podría decir con razón tanto, con N uestra autoridad apostólica
que el pueblo cristiano movido por ins­ establecemos la fiesta de Nuestro Se­
piración divina, saliendo del silencio y ñor Jesucristo Rey, decretando que se
de la soledad de los sagrados templos, celebre en todas las partes de la tierra
y llevando por las vías públicas como el último domingo de octubre, esto es,
triunfador a aquel mismo J esús que, domingo anterior a la fiesta de Todos
venido al mundo, no quisieron los im ­ los Santos. Igualm ente ordenam os que
píos reconocer, quiere restablecerlo en en ese mismo día se renueve todos los
sus derechos reales.21 años la consagración de todo género
hum ano al Sacratísimo Corazón de Je­
21. Ocasión propicia para la institu­ sús, que Nuestro Predecesor de santa
ción de la fiesta. Y en verdad, p ara memoria, Pío X, había m andado que
activar Nuestro intento antes indicado, se repitiera anualm ente. Este año, sin
el Año Santo que toca a su fin Nos da embargo, queremos que se renueve el
la más propicia ocasión; puesto que día 31 de este mes en el cual Nos m is­
Dios Nuestro Señor, habiendo levan­ mo tendrem os pontifical solemne en
tado la m ente y el corazón de los fie­ honor de Cristo Rey y ordenarem os que
les a la consideración de los bienes ce­ dicha consagración se haga en N uestra
lestiales, que superan todo goce, los presencia. Nos parece que Nos no po­
restableció a la gracia y los confirm ó demos cerrar m ejor ni más convenien­
en el recto camino y los condujo con temente, ni coronar el Año Santo, ni
nuevos estímulos al conseguimiento de dar más amplio testimonio de Nuestra
1 3 6 , 2 3 -2 7 E n c í c l i c a tfQ u A s P r i m a s ” 1075

608 gratitud a Cristo, Rey Inm ortal de los súbditos afectuosos y fieles del Rey
siglos, y de la gratitud de todos los ca­ Divino.
tólicos, por los beneficios que hemos
recibido Nos, la Iglesia y todo el orbe 3. Los beneficios que de esta fiesta
católico durante este año. se esperan
25. Beneficios que obtendrá la Igle­
23. La explicación teológica de la sia: la proclamación de sus derechos.
nueva fiesta. No es necesario, V enera­ Llegados al térm ino de estas Nuestras
bles Hermanos, que os expongamos de­ letras, Nos place, Venerables H erm a­
tenidam ente los motivos por los cuales nos, explicar brevemente las ventajas,
hemos instituido la solem nidad de Cris­ ya en bien de la sociedad civil, ya de
to Rey distinta de la de otras fiestas, los individuos en particular, que Nos
en las cuales parece ya indicada e prometemos de este culto público a
im plícitam ente solemnizada esta m ism a Cristo Rey.
dignidad real. Basta advertir que m ien­ Tributando estos honores a la digni­
tras el objeto m aterial de las actuales dad regia de Nuestro Señor, se traerá
fiestas de N. S. Jesucristo es Cristo m is­ necesariamente al pensamiento de to­
mo, el objeto form al se distingue en dos que la Iglesia, habiendo sido esta­ 609
ellas enteram ente del nom bre y de la blecida por Cristo como sociedad p er­
potestad real de Cristo. no puede renunciar, plena libertad e
fecta, exige por derecho propio, al cual
24. Los motivos que hicieron elegir independencia del poder civil; y en el
el último Domingo de Octubre. La ra ­ ejercicio de su divino ministerio de en­
zón por la cual quisimos establecer esta señar, regir y conducir a la felicidad
fiesta el día de domingo es para que eterna a todos aquellos que pertenecen
no sólo el clero, con la celebración de al reino de Cristo, no puede depender
la m isa y la recitación del oficio divi­ del arbitrio de nadie.
no, sino tam bién el pueblo, libre de
las ocupaciones de costum bre, rinda a 26. Libertad para las órdenes religio­
Cristo eximio testimonio de su obedien­ sas. Además, la sociedad civil debe con­
cia y de su devoción. Nos pareció tam ­ ceder igualmente libertad a las órdenes
bién m uy oportuna esta celebración y congregaciones religiosas de ambos
en el últim o domingo del mes de octu­ sexos, las cuales, siendo valiosísimo
bre, en el cual se cierra casi el año auxilio de la Iglesia y de sus pastores,
litúrgico; pues así sucederá que los cooperan grandem ente a la extensión
misterios de la vida de Cristo, conm e­ y al increm ento del reino de Cristo, ya
m orados en el curso del año, term inen con la profesión de los tres votos con
y reciban coronam iento en esta solem­ com baten la triple concupiscencia del
nidad de Cristo Rey, y se celebre y mundo, ya porque, con la práctica de
exalte antes la gloria de Aquel que una vida de m ayor perfección, hacen
triu n fa en todos los santos y en todos de modo que la santidad, que el divino
los elegidos. Fundador quiso fuese una de las notas
de la verdadera Iglesia, resplandezca
Prescripciones papales relativas a la siempre más de día en día delante de
festividad. P o r lo tan to sea vuestro los ojos de todos.
deber, Venerables H erm anos, y vuestra
misión el hacer de modo que preceda a 27. Beneficios para las naciones. La
la celebración de esta fiesta anual, en celebración de esta fiesta, que se reno­
días determ inados, un curso de predi­ vará todos los años, será tam bién ad ­
cación en todas las parroquias; de m a­ vertencia para las naciones de que el
nera que los fieles, adoctrinados acerca deber de venerar públicam ente a Cristo
de la naturaleza, el significado y la y de prestarle obediencia se refiere no
im portancia de esta fiesta, em prendan sólo a los particulares, sino tam bién a
un tenor de vida tal que sea verdade­ los m agistrados y a los gobernantes; les
ram ente digno de los que desean ser traerá a la mente el juicio final, en el
1076 E n c íc l ic a s del P P . P ío XI (1 9 2 5 ) 1 3 6 , 2 8 -3 0

cual Cristo, arrojado de la sociedad o justicia para Dios” (42\ deben servir
solamente ignorado y despreciado, ven­ para la interna santificación del alma.
gará acerbam ente tantas injurias reci­ Si estas cosas se proponen a la conside­
bidas; reclam ando su real dignidad que ración de los fieles, éstos se inclinarán
la sociedad entera se ajuste a los di­ más fácilmente a la perfección.
vinos m andam ientos y a los princi­
pios cristianos, tanto al establecer las E pílogo:
leyes como al adm inistrar la justicia,
y ya, finalm ente, en la form ación del Anhelo de que todos, también los ale­
alm a de la juventud en la sana doctrina jados, reconozcan a Cristo por Rey
y en la santidad de las costumbres. 29. Esperanza de vivir el Reino de
Cristo. Haga el Señor, Venerables H er­
2$. Beneficios para los fieles: el ple­ manos, que cuantos están fuera de su
no imperio de Jesús sobre todo el reino deseen y reciban el suave yugo
hombre. Además, no hay que decir de Cristo, y todos cuantos somos por
cuánta fuerza y virtud oodrán sacar su m isericordia súbditos e hijos suyos
los fieles de la m editación de estas co­ llevemos este yugo, no de m ala gana,
sas p ara m odelar su espíritu según las sino con gusto, con am or y santam ente;
verdaderas reglas de la vida cristiana. y que nuestra vida, conform ada a las
Puesto que a Cristo Señor Nuestro leyes del reino divino, recoja halagüe­
le ha sido dado todo poder en el Cielo ños y abundantes frutos, seamos con­
y en la tierra; si todos los hom bres siderados por Cristo como siervos bue­
redimidos con su sangre preciosa están nos y fieles, y lleguemos a ser con El
sujetos por un nuevo título a su auto­ partícipes del reino celestial de su eter­
ridad; si, en fin, esta potestad abraza na felicidad y gloria.
toda la naturaleza hum ana, claram ente
se com prende que ninguna de las tres 30. Bendición Apostólica. Estos
facultades se substrae a tan grande Nuestros votos, en la fiesta del naci­
autoridad. Es necesario, por lo tanto, miento de Nuestro Señor Jesucristo,
que El reine en la mente del hombre, sean para vosotros, Venerables H erm a­
la cual, con perfecta sumisión, debe nos, un testimonio de Nuestro paternal
prestar firm e y constante asentim iento afecto; y recibid la Bendición Apostó­
a las verdades reveladas y a la doctrina lica, que en prenda de los divinos favo­
de Cristo; que reine en la voluntad, la res os damos de todo corazón a vos­
cual debe obedecer a las leyes y pre­ otros, Venerables Hermanos, y a todo
ceptos divinos; que reine en el corazón, el clero y pueblo vuestros.
el cual, apreciando menos los afectos Dado en Roma, junto a San Pedro,
naturales debe am ar a Dios sobre todas el día 11 de diciembre del Año Santo
las cosas y a El solo estar unido; que de 1925, cuarto de Nuestro Pontificado.
reine en el cuerpo y en los miembros,
que como instrum entos, o, por decir
con el Apóstol P ablo, como c<armas de4 2 PIO PAPA XI.
(42) Rom. 6, 13.
HL'&TE

CARTA ENCICLICA “RITE EXPIATIS” (*>


(30-IV-1926)

A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS,


OBISPOS Y DEMAS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNION CON
LA SEDE APOSTOLICA

SOBRE SAN FRANCISCO DE ASIS, AL CUMPLIRSE EL SEPTIMO


CENTENARIO DE SU MUERTE

PIO PP. XI
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

AAS 1. C elebración del séptim o centena- Nos presentó, conform ada con la p u ­
18 rio de la m uerte del Santo. Después reza y simplicidad de la doctrina evan­
153 de haberse purificado debidam ente las gélica. Y a esto deseamos que tiendan
alm as de m uchos fieles y excitado a todas las ceremonias sagradas, públicas
una m anera más perfecta de vida en es­ manifestaciones, conferencias y serm o­
ta Alma Urbe, por medio del Jubileo nes en el curso del año secular: a que
Magno — el cual hemos prorrogado p a­ el Seráfico P atriarca sea celebrado con
ra todo el orbe al finalizar el anterior— auténticas m anifestaciones de piedad
parece que se Nos agrega u n gran cú­ tal como fue, y no diferente, a fin de
m ulo de beneficios buscados y espera­ que aparezca con aquellos dones de la
dos del mismo por la conm em oración naturaleza y de la gracia, empleados
solemne que en todas partes se p repara m aravillosam ente para la m ayor p er­
de F rancisco de Asís, al cum plirse el fección propia y de los prójim os.
séptimo siglo desde que cambió feliz­
mente el destierro terrestre por la p a ­ 2. El H eraldo del G ran Rey y Re­
tria celestial. Fue un hom bre dado no form ador. Y si es tem erario com parar
sólo a la edad turbulenta en que vivió, entre sí a los Santos del Cielo, de los
sino a la sociedad cristiana de todos los cuales el Espíritu Santo eligió unos
tiempos, por designios divinos, p ara su para una misión y otros para otra en
reform a; al designarlo Nuestro inm e­ este mundo, —la cual com paración,
diato Predecesor como patrono celestial nacida m uchas veces de los movimien­
de la llam ada Acción Católica, es con­ tos desordenados del alma, está vacía
veniente que aquellos de nuestros hijos, de toda utilidad y es injuriosa para el
que según Nuestros m andatos trabajan mismo Dios autor de la santidad— p a­
en la Acción Católica, de tal m anera, rece sin embargo que ningún otro San­
juntam ente con la num erosa fam ilia to hubo en el cual la imagen de Cristo
de F rancisco, recuerden y ensalcen sus Nuestro Señor y la form a de vida del
hechos, sus virtudes y espíritu, que Evangelio haya brillado más exacta y
desechada aquella falsa imagen del Se­ más expresiva que en F rancisco. Por
ráfico Varón que gusta a los que favo- lo cual el que se llamó a sí mismo
154 recen los m odernos errores, o a los Pregonero del Gran Rey, él mismo ha
hom bres y m ujeres seculares y fastuo­ sido con acierto llam ado otro Cristo,
sos, todos los fieles im iten y se revistan porque apareció a sus contem poráneos
de aquella form a de santidad que él y a los venideros como Cristo vuelto
(*) A. A. S.5 18 (1926) págs. 153-175. Traducción especial para la 1? edición.
— 1077 —
1078 E n c íc l ic a s del PP. P ío XI (1 9 2 6 ) 1 3 7 , 3 -4

a la vida: de donde se siguió que viva nes, que se encendió el am or del pue
hoy ante los ojos de los hom bres y que blo en todas partes hacia F rancisco y
vivirá p ara toda la posteridad. Lo cual a su Institución por la Encíclica “Auspi-
¿a quién puede m aravillar, cuando ya cato”, publicada por L eón X III (D hace
los prim eros de sus contem poráneos cuarenta y cuatro años, cuando se cum
que escribieron sobre la vida y obra de plía el séptimo centenario del nacim i

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