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B. Esta ilustración nos pinta un paisaje de que así es con un alma altiva,
orgullosa, ciertamente está vacía, en cambio un espíritu humillado es el
que lleva mucho fruto, fruto espiritual abundante y permanente.
C. Esto nos enseña que lo que más desea el Señor es ver en sus hijos un
corazón humillado. Dice así la Palabra de Dios: “Oh hombre, él te ha
declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente
hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”
(Miqueas 6:8).
D. La ocasión o el contexto es, como hemos visto, la dedicación del templo de David
que edificó Salomón. Fue la Palabra de Dios a Salomón, con respecto a esa tierra y
en ese día. Después de la dedicación, Salomón dirigió a Dios esa gran oración que
ya hemos tenido ocasión de mencionar.
2. O sea, que Dios estaba hablando a Salomón sobre Israel. Ahora, si ellos se
humillaran, si oraran, le buscaran y dejaran su mala conducta, entonces Dios
les prometió a los israelitas tres cosas: escucharía su oración, les perdonaría,
y les devolvería la prosperidad a su país.
3. Ésas fueron condiciones concretas que Dios fijó para Israel, y la historia de
ese pueblo demostró la exactitud y carácter literal de esos aspectos.
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2. Por esto, Dios trató con ellos en forma dura. Mejor es humillarse
ante el Señor. Hay bendiciones para quien lo hace así.
Permítanme compartirles el siguiente pasaje bíblico:
“Humillaos, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que
ÉL os exalte cuando fuere tiempo” (1 Pedro 5:6).
B. El rey David tuvo que humillarse ante el Señor para reconocer su doble
pecado de adulterio y homicidio; y cuando se humilló y pidió perdón
recibió justificación, bendición, restauración y hasta exaltación.
B. Sin embargo, hay personas que pueden reconocer que han pecado,
pero les cuesta mucho trabajo reconocer la santidad de Dios.
1. Pero cuando fue amonestado por Dios a través del profeta Elías y
le fue anunciado que vendría un gran mal sobre él, entonces él
se humilló delante del Señor.