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Dictamen de minoríía

Honorable Caí mara:


Las comisiones de Asuntos Constitucionales, de Comercio, y de Defensa del Consumidor,
han considerado el expediente 60-S-2014 (CD 76/2014), venido en revisioí n del Senado y
por el cual se crea una nueva regulacioí n en las relaciones de produccioí n y consumo, y por
las razones expuestas en el informe que se acompanñ a y las que daraí el miembro
informante, se aconseja rechazar el proyecto.
Sala de las Comisiones, 16 de septiembre de 2014.

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INFORME

1. Introducción: una ley de inspiración fascista


El proyecto de ley bajo anaí lisis tiene por objeto restablecer la plena vigencia de la ley
20.680 de abastecimiento, y erigirla como instrumento para la intervencioí n y control
permanente de todo el proceso econoí mico; pero este proyecto y aquella vieja ley atrasan
maí s de 50 anñ os. Ya atrasaba bastante la ley 20.680 cuando fue sancionada, en 1974, y
muchíísimo maí s atrasa ahora, cuando el mundo es tan distinto y ha cambiado bastante la
concepcioí n del rol del Estado.
El atraso es esencialmente ideoloí gico, porque la ley es de clara y evidente inspiracioí n
fascista; y el fascismo, afortunadamente, ya hacíía tiempo en 1974 que habíía demostrado
su inviabilidad y habíía sido desterrado, sin perjuicio de alguí n estertor en la Espanñ a
franquista.
Los objetivos de la ley rescatan y repiten los de la famosa "Carta del Trabajo" italiana, de
1927, en la que quedaron expuestos muchos de los paradigmas del fascismo. Expresa la
carta, en efecto, que "la nacioí n… es un organismo con fines, vida y medios de accioí n
superiores, por su potencia y duracioí n, a los de los individuos aislados o agrupados que la
componen… El Estado es un absoluto, ante el cual el individuo y los grupos son lo relativo;
es un hecho moral y espiritual que concreta la organizacioí n políítica, juríídica y econoí mica
de la Nacioí n".
Por esa concepcioí n que inspira el proyecto, no llama la atencioí n que en los fundamentos se
exprese claramente que se pretende regular "las relaciones de produccioí n y consumo",
mediante "polííticas activas" y que se propicie el "fortalecimiento" de la Secretaríía de
Comercio, a la que se le atribuyen casi maí s facultades que al Congreso.
De manera preliminar, resulta necesario hacer algunas breves reflexiones acerca de cuaí l es
el verdadero propoí sito de esta iniciativa y si se justifica desde el punto de vista de la
racionalidad econoí mica.
Por otra parte, cabe recordar que los mecanismos de control de precios y fuerte
intervencioí n del Estado en las distintas fases del proceso productivo no son nuevos. Desde
el Coí digo de Hammurabi (1760 a.C.) hasta la experiencia argentina de los uí ltimos 60 anñ os,
fueron muchas las veces en que se puso en marcha este tipo de mecanismos. Siempre bajo
distintos argumentos pero con un uí nico e ideí ntico resultado: el fracaso y mayor escasez.
Es por ello que en la actualidad, aun economistas enrolados en distintas escuelas, son muy
esceí pticos respecto de estas iniciativas y consideran que soí lo resultaríían adecuadas ante
situaciones de guerra o cataí strofes naturales, y por perííodos breves. Quizaí s el uí nico
economista de renombre que ha defendido, en solitario, los mecanismos de control
permanente de precios y procesos dentro de un sistema capitalista, ha sido John K.
Galbraith en su obra "A Theory of Price Control" de 1951. El nombre y la obra de este
economista estadounidense, nacido en Canadaí , suelen ser invocados una y otra vez en
nuestro paíís cuando se proponen este tipo de medidas, aunque ello resulte absolutamente
injustificado ni bien se consulta la obra del autor.
En efecto, en su libro, Galbraith analiza los controles de precios en el contexto
estadounidense de pleno empleo de los recursos del paíís, tanto humanos como materiales.

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Y considera que, fuera del escenario de guerra, el control permanente de precios podríía
funcionar siempre y cuando esta instancia sea un accesorio de un conjunto de medidas
fiscales y monetarias que deben aproximar un estado de equilibrio entre la oferta y la
demanda. La funcioí n de los controles seríía aquíí impedir la interaccioí n entre precios y
salarios, de modo de evitar la retroalimentacioí n entre ambos.
Como se ve, seguí n el autor citado, iniciativas de este tipo soí lo seríían recomendables en
una situacioí n de equilibrio macroeconoí mico, en la que el control es un suplemento maí s, y
no, como ostensiblemente ocurre en la Argentina, una situacioí n de absoluto desequilibrio
macroeconoí mico que busca ser revertido exclusivamente por medio de estos controles
rudimentarios. Lo cual, dicho sea de paso, explica por queí estos mecanismos fracasaron
tantas veces en nuestra historia reciente y son rechazados por la gran mayoríía de los
economistas.
Pues bien, dado que desde el punto de vista de la ciencia econoí mica ―y nuestra
experiencia inmediata― la medida bajo examen no tiene justificacioí n y conduce a una
mayor escasez de bienes, cabe preguntarse cuaí l puede ser el verdadero propoí sito del
gobierno en esta materia.
Aquíí, nuevamente podemos acudir a la historia del siglo XX, para encontrar una
explicacioí n, que no es otra maí s que la de la buí squeda de imponer un reí gimen hegemoí nico
y autoritario, que arrase con las libertades individuales y sirva para amedrentar a aquellos
sectores de la sociedad civil que se opongan polííticamente al gobierno.
El ejemplo mejor documentado de este propoí sito políítico espurio, presente en la
implementacioí n de medidas econoí micas de control casi absoluto de un sistema productivo
privado, ha sido, como se adelantoí , la Italia fascista de Mussolini.
Los fascistas no buscaban suprimir ni hacer maí s eficiente el comercio, sino que teníían
como primer objetivo el de disciplinarlo (conf. Johnathan Morris, The Fascist 'Disciplining'
of the Italian Retail Sector,1922-40, Business History, t. 4, paí g. 152, 1998). Aunque parezca
mentira, el supuesto objetivo de entonces ―al igual que hoy― era el de "cerrar la brecha"
de las "cadenas de valor", acercando los precios mayoristas a los minoristas. Pero tal como
senñ alan los historiadores, "este objetivo nunca fue verdaderamente perseguido" dadas "las
ventajas políticas" que la situacioí n ofrecíía (conf. Claire Giordano, Fascist price and wage
policies and Italy's industrial Great Depression, paí g. 14, 2011, y en igual sentido Vera N.
Zamagni, La distribuzione commerciale in Italia fra le due guerre, paí g. 139, 1981).
Los autores especializados senñ alan que el sistema de control de precios y disciplina del
comercio fue esencial para instalar un reí gimen políítico apoyado en "el espíritu
manipulación electoral, clientelismo y todo tipo de favoritismo" (Morris 1998, ob. cit., p.
154), lo cual se veíía especialmente garantizado porque las normas juríídicas de control de
precios y salarios "estaban redactadas de manera muy pobre dejando que mucho de su
aplicación fuera moldeada por decretos ministeriales" (Giordano, ob. cit., p. 14). En otras
palabras, se encuentra absolutamente probado que este aspecto de la políítica fascista
"respondió más a prioridades políticas antes que a establecer incentivos para el crecimiento
económico" (Giordano, ob. cit., p. 17).
A partir de lo expuesto, es posible concluir que el proyecto en examen forma parte de una
receta perimida, que ha fracasado a lo largo de la historia mundial y, en especial, en la
historia Argentina. Soí lo podríía justificarse en un caso de guerra (o cataí strofe similar) y
por un corto perííodo, todo lo cual no se aplica a nuestra situacioí n. Por ello, por que no se
advierte racionalidad econoí mica alguna, sino un claro moí vil políítico, que pretende la
hegemoníía por la víía autoritaria, es que el proyecto bajo examen es de filiacioí n y

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orientacioí n "fascista" y debe enfaí ticamente rechazado.
Consagrada originalmente durante la presidencia transitoria de Lastiri, la ley 20.680
representoí el instrumento maí s patente de la impotencia gubernamental de entonces ante
una economíía que el propio gobierno desde el Estado, habíía engendrado, con el quiebre de
las finanzas puí blicas y el consiguiente impacto en la economíía privada.
Por razones operativas y de "vacíío legal", se mantuvo la vigencia del sistema procesal y
sancionatorio de esa ley, para poder usarlo en forma analoí gica en otras materias
administrativas que por entonces auí n no teníían sancionados sus nuevos regíímenes
procesales especííficos que estaban en elaboracioí n (por ejemplo para defensa de la
competencia). Es decir el reí gimen que se mantuvo vigente, no lo era para las materias
contenidas en esa ley, las que fueron expresa y taxativamente eliminadas en cuanto a su
aplicacioí n. La ley entonces quedoí como una norma solo de procedimientos para aplicar a
otras regulaciones.
La actual administracioí n interpretoí que a traveí s de esa supervivencia parcial de la ley de
abastecimiento todos los contenidos de ella eran aplicables, ya que las disposiciones
rituales salvadas de la suspensioí n de la ley, lo eran "para todos sus objetivos".
La modificacioí n no hace maí s que profundizar e insistir en la vigencia de estas leyes
represivas agregaí ndole elementos claramente inconstitucionales, ya que es un peligroso
avance sobre elementales garantíías y derechos de los ciudadanos. De aprobar este
proyecto el Congreso colocaríía en manos del Ejecutivo facultades inconcebibles en un
Estado de Derecho Constitucional, democraí tico y republicano.

2. Inconstitucionalidad: consideraciones en general


Maí s allaí de la lamentable intencionalidad políítica que tiene el proyecto bajo examen,
corresponde senñ alar que tambieí n es manifiestamente inconstitucional desde su
concepcioí n, tal como se explica a continuacioí n.

a) La delegación: violación al art. 76 C.N.


De la lectura de los artíículos 2 y 17 del proyecto, que modifican la redaccioí n de los
artíículos 2, 3 y 27 de la ley 20.680, se observa que tanto en su anterior redaccioí n, como en
la nueva, la ley de abastecimiento habilita a la autoridad de aplicacioí n, en el aí mbito del
Poder Ejecutivo, a tomar medidas de control de precios y de produccioí n, medidas de
reglamentacioí n comercial, medidas fiscales y medidas expropiatorias propias del
Congreso.
En efecto, el artíículo 2 del proyecto dispone que seraí facultad de la autoridad de aplicacioí n
"establecer, para cualquier etapa del proceso económico, márgenes de utilidad, precios de
referencia, niveles máximos y mínimos de precios..." (art. 2, inc. a); "disponer la continuidad
en la producción, industrialización, comercialización, transporte, distribución o prestación
de servicios, como también en la fabricación de determinados productos, dentro de los
niveles o cuotas mínimas que estableciere la autoridad de aplicación" (art. 2, inc. b); acordar
subsidios (art. 2, inc. d); requerir documentacioí n, informacioí n y crear obligacioí n de llevar
determinados registros (art. 2, incs. e, f y h); o "establecer regímenes de licencias
comerciales" (art. 2, inc. i).

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No cabe la maí s míínima duda de que estas normas implican una reglamentacioí n del
derecho de propiedad y de ejercer toda industria líícita consagrados en los art. 14, 17 y 75,
inc. 18, de la Constitucioí n Nacional. Ello es asíí porque estas normas imponen distintos
patrones de conducta que, de incumplirse, implican una sancioí n, a la par de establecer
condiciones para la adquisicioí n, uso, goce o disposicioí n de distintos derechos de
titularidad de los particulares. Por lo tanto, la facultad de dictar tales medidas de caraí cter
general, y disponer la creacioí n de normas que tengan esos efectos, es propia del Congreso
de la Nacioí n y por ello deben ser adoptadas por ley formal (arts. 14, 17 y 28 CN, y art. 30
de la CADH).
A su turno, las normas en cuestioí n establecen una reglamentacioí n del comercio en general,
lo cual encuadra dentro de las competencias que la Constitucioí n establece en el artíículo
75, inciso 13, respecto del comercio interprovincial, y en el artíículo 75, inciso 18, respecto
de la libertad para contratar o no contratar (CSJ, caso "Argenova", JA 2011-II-743).
Al mismo tiempo, el establecimiento de regíímenes de licencias comerciales o la facultad de
"acordar subsidios", estaí n englobados dentro de la facultad que la Constitucioí n establece
en su artíículo 75, inciso 18, que habilita al Congreso a otorgar "concesiones temporales de
privilegios" y "recompensas de estíímulo" para promover el progreso.
Por lo tanto y por lo expuesto, el punto de partida para el anaí lisis debe ser que el
otorgamiento de facultades previsto en el artíículo 2° del proyecto ratifica el criterio
original de la ley 20.680 y asíí implica "una delegación legislativa en el Poder Ejecutivo (art.
76 CN), y no un mero reconocimiento de su potestad reglamentaria de fijar pormenores y
detalles (art. 99 inc. 2 CN)" (Santiago M. Castro Videla y Santiago Maqueda Fourcade, La
constitucionalidad de la delegación legislativa realizada por la ley de abastecimiento
20.680", El Derecho, 15/8/2013).
Ello significa que la constitucionalidad del nuí cleo central del proyecto debe evaluarse a la
luz del actual artíículo 76 de la Constitucioí n Nacional.
Este artíículo 76, incorporado a la Constitucioí n en 1994, establece que "se prohíbe la
delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de
administración o de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las
bases de la delegación que el Congreso establezca". Frente a ello, nos encontramos con que
el proyecto bajo examen no cumple ninguno de los requisitos sustanciales previstos al
efecto.
De la lectura de la ley surge que las disposiciones estaí n destinadas a regular a personas y
conductas privadas, ajenas al aí mbito de la administracioí n puí blica, de modo que no se estaí
en presencia de "materias determinadas de administración" (conf. Alfonso Santiago (h.) y
Valentíín Thury Cornejo, Tratado de la delegación legislativa, 2003).
Al mismo tiempo, no se advierte que las delegaciones que efectuí a la ley esteí n supeditadas
a una previa declaracioí n formal, tambieí n por ley, de la emergencia puí blica. Tal como
resulta del proyecto, las facultades delegadas lo son de forma permanente y sin estar
supeditadas en su ejercicio a la eventual declaracioí n de emergencia en materia de
abastecimiento por parte del Congreso. Por el contrario, resulta claro que lo que el
proyecto busca es una delegacioí n total del poder de policíía en esta materia, para ser
ejercido tanto en tiempo de normalidad como emergencia (conf. Carlos Laplacette, Ley de
abastecimiento. Evaluación constitucional y dificultades prácticas, La Ley 2013-D, 938).
Tampoco se advierte en el proyecto que se cumpla el requisito de que la ley delegante
cuente con un "plazo fijado para su ejercicio". Tal como lo establece el mensaje de

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elevacioí n del proyecto bajo estudio, la medida es considerada una reforma "de orden
estructural en materia económica" y un nuevo "marco regulatorio para las relaciones de
producción, construcción, procesamiento, comercio y consumo". Es decir, se trata de una ley
que habraí de regir maí s allaí de la coyuntura, sin contar con un plazo de caducidad, lo cual
contraviene de forma directa a la Constitucioí n.
Por uí ltimo, no se advierte que el proyecto cumpla con el requisito de que la ley delegante
cuente con una suficiente "base" para la delegacioí n. En este sentido, el proyecto no innova
con la teí cnica legislativa que ofrecíía la ley 20.680 en su redaccioí n original.
Sin embargo, cabe senñ alar que luego de la reforma de 1994, la jurisprudencia de la Corte
Suprema se ha vuelto maí s estricta en la materia. En particular, ha senñ alado la Corte que
"la delegación sin bases está prohibida", que eí stas son "un factor central de la validez de la
actividad llevada a cabo en ejercicio de facultades delegadas" y que no pueden redactarse
"en un lenguaje demasiado genérico e indeterminado" (Fallos 331-2406). Por este motivo,
ha declarado la inconstitucionalidad, por ejemplo, de normas del Coí digo Aduanero, que
antes de la reforma constitucional de 1994 pudieron haber sido admisibles, pero que no lo
son bajo la nueva redaccioí n que ha procurado atenuar el presidencialismo (conf. CSJ, caso
"Camaronera Patagoí nica", del 15/4/2014).
Es evidente que el proyecto bajo anaí lisis, tampoco cumple con este requisito sustancial, ya
que el texto no indica de modo alguno cuaí les deben ser los paraí metros objetivos que
deben guiar la regulacioí n de algo tan vasto y complejo como lo son la totalidad de las
actividades econoí micas previstas en el artíículo 1° del proyecto. Ello significa, sin maí s, que
el contenido material de la ley quedaraí ííntegramente sujeto al arbitrio y capricho del
funcionario que ocasionalmente ocupe la titularidad de la autoridad de aplicacioí n, en
abierta violacioí n al reí gimen constitucional republicano.
En resumen, de conformidad con todo lo expuesto, se concluye que el proyecto dispone la
delegacioí n de facultades legislativas sin cumplir con ninguno de los requisitos que al
efecto preveí la Constitucioí n. Exhibe, asíí, un vicio constitucional de origen que es suficiente
para fundamentar su rechazo.

b) La policía de emergencia: injustificada restricción de derechos individuales


Como se ha planteado en el punto anterior, la casi totalidad de las facultades que el
proyecto de ley busca delegar en el Poder Ejecutivo tienen como objeto uí ltimo la
regulacioí n intensa de derechos individuales consagrados en los artíículos 14, 17 y 75,
inciso 18, de la Constitucioí n. En efecto, el derecho de propiedad y las libertades de
comerciar, trabajar, ejercer industria líícita o contratar (o negarse a hacerlo) se ven
fuertemente restringidas en cuanto el Estado se arroga la potestad de establecer precios
maí ximos o míínimos, fijar maí rgenes de utilidad u obligar a un sujeto a producir,
industrializar o comerciar aun a peí rdida.
Como es sabido, bajo ciertas circunstancias excepcionales, el Estado puede hacer ejercicio
de lo que se conoce como poder de policíía de "emergencia", que lo autoriza a "restringir los
derechos humanos con intensidad particularmente extrema, equivalente ―en materia
económica― a la del estado de sitio" (Julio Oyhanarte, Poder político y cambio estructural en
la Argentina, paí g. 64).
Pues bien, en el caso que nos ocupa, resulta claro que el ejercicio concreto de las facultades
previstas en la ley de abastecimiento, maí s allaí de la ilegitimidad de origen, que ya se ha
senñ alado, implicaraí n una fuerte restriccioí n de los derechos humanos. Tal restriccioí n, soí lo

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podríía verse justificada ante situaciones extremas, que pongan verdaderamente en peligro
la subsistencia misma de la Nacioí n, por presentarse dificultades serias en el
abastecimiento de bienes o servicios esenciales. Porque tal como explica la doctrina maí s
calificada, la utilizacioí n de la ley de abastecimiento "en situaciones de normalidad… no se
compadece con la libertad de comerciar y ejercer industrias lícitas, ya que ella comprende
―obviamente― tanto el derecho a producir, cuanto el de no producir" (conf. Neí stor P.
Saguü eí s, Manual de Derecho Constitucional, 2ª ed., paí g. 709, 2012).
De este modo, es posible afirmar que la aplicacioí n y vigencia de las normas bajo examen
soí lo se encontraríían justificadas si cumplen con los estaí ndares fijados por la
jurisprudencia de la Corte Suprema sobre poder de policíía de emergencia.
En primer lugar, seguí n dicha jurisprudencia, resulta necesario que exista una declaracioí n
formal y expresa por parte del Congreso acerca de la existencia de una determinada
emergencia puí blica. En el caso del proyecto de marras, debiera tratarse de una expresa
declaracioí n de emergencia en el aí mbito especíífico del "abastecimiento". Es eí sta, por lo
demaí s, la regla que rige hasta ahora entre nosotros, por aplicacioí n del artíículo 4° del
decreto de necesidad y urgencia 2284/1991, seguí n el cual para la utilizacioí n de todas o
cada una de las medidas previstas en la ley 20.680 es necesaria la "previa declaración de
emergencia de abastecimiento por el Honorable Congreso de la Nación, ya sea a nivel
general, sectorial o regional".
Pues bien, el proyecto bajo examen contempla en su artíículo 19 una disposicioí n que
establece que quedan derogadas todas las normas que se opongan o "condicionen el
ejercicio de las facultades establecidas en la presente ley". Ello implica, naturalmente, la
derogacioí n implíícita del principio recogido por el artíículo 4° del decreto de necesidad y
urgencia 2284/1991, e implica reponer la plena e incondicionada vigencia de la ley
20.680, con las modificaciones que el propio proyecto incluye. Por lo tanto, al plantear la
vigencia incondicionada, inmediata y permanente de la ley de abastecimiento, se
desconoce el principio elemental de declaracioí n previa de emergencia especíífica por parte
del Congreso.
Pero ademaí s, a ello se suma un segundo aspecto, tambieí n vinculado a la jurisprudencia
sobre emergencia. En efecto, la Corte Suprema tiene establecido que una restriccioí n tan
intensa de los derechos individuales "debe ser razonable, limitada en el tiempo, un remedio
y no una mutación en la sustancia o esencia del derecho" (Fallos 243-467; 323-1566, entre
muchos otros). Maí s auí n, la Corte ha dicho reiteradamente que la adopcioí n de remedios
extraordinarios como los que propone el proyecto, debe tener como "rasgo fundamental es
la limitación temporal y razonable del ejercicio de los derechos" (Fallos 172-21; 238-76;
243-449 y 467; 264-344 y 269-416, entre otros).
De modo que, ante la comprobacioí n de que las facultades previstas en el proyecto de ley
bajo examen han sido pensadas para operar de manera permanente y no por perííodos
acotados formalmente, se refuerza la conclusioí n anterior acerca del patente
desconocimiento por parte del proyecto de los líímites de la jurisprudencia sobre
emergencia y su consecuente inconstitucionalidad.
En sííntesis, queda en evidencia que la norma bajo examen resulta inconstitucional, porque
soí lo seríía justificable ante situaciones de grave crisis econoí mica o social, y tanto por
desconocer la necesidad de una previa declaracioí n de emergencia por parte del Congreso,
como por prever normas intensamente restrictivas de los derechos humanos sin un claro y
preciso líímite temporal.

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3. Observaciones particulares
A lo dicho, cabe agregar ahora consideraciones en particular respecto de ciertos artíículos
que resultan especialmente ofensivos al reí gimen constitucional vigente.

Artículos 3° y 4°
Estos artíículos sustituyen, respectivamente, al artíículo 4° de la ley 20.680, que contiene la
tipificacioí n de las conductas que podraí n ser pasibles de sanciones, y al artíículo 5° de la
misma ley, en donde estaí n previstas las respectivas sanciones.
En primer lugar, se advierte que el proyecto se refiere a conceptos sumamente vagos y por
demaí s imprecisos tanto para establecer cuaí les seraí n las conductas punibles como para
definir los contornos precisos de las fuertes sanciones previstas respecto de aquellas.
Asíí, se observa que estaraí n expuestos a sancioí n quienes "elevaren artificial o
injustificadamente los precios" en una medida distinta a la variacioí n de costos; u
"obtuvieren ganancias abusivas"; o "acapararen materias primas o productos" maí s allaí de lo
"necesario"; o intermediaren "innecesariamente".
Resulta francamente imposible determinar con alguna míínima precisioí n o certeza, en cada
caso y seguí n el arbitrio del funcionario de turno, cuaí l seraí la ganancia que se consideraraí
"no abusiva", si una suba de precio seraí juzgada o no "artificial", o si la intermediacioí n seraí
reputada "necesaria".
Naturalmente, tal grado de indefinicioí n e inseguridad juríídica en materia sancionatoria es
intolerable en un Estado de Derecho e implica una violacioí n al artíículo 18 de la
Constitucioí n Nacional y al artíículo 9° de la Convencioí n Americana de Derechos Humanos.
Este uí ltimo, seguí n ha resuelto la Corte Interamericana, significa que "en la elaboración de
los tipos penales es preciso utilizar términos estrictos y unívocos" (CIDH, caso "Kimel v.
Argentina", 5/2/2013).
Por ello, las normas sancionatorias previstas en estos artíículos resultan inconstitucionales
por su vaguedad, porque "no existe una determinacioí n previa de la conducta punible"
(Laplacette, ob. cit.), o "tipicidad precisa" que este tipo de norma requiere para ser
constitucionalmente vaí lida (conf. Castro Videla & Maqueda Fourcade, ob cit.).

Artículo 5°
En este artíículo se establece que la "reincidencia" seraí considerada como antecedente que
podraí habilitar a la autoridad de aplicacioí n para disponer la duplicacioí n de las penas o la
clausura definitiva de un establecimiento.
Resulta paradoí jico que se incluya a la "reincidencia" en este proyecto, mientras el Poder
Ejecutivo y el oficialismo impulsan un anteproyecto de Coí digo Penal que elimina esta
circunstancia a los efectos del coí mputo de la pena o el acceso al beneficio de la libertad
condicional. Seguí n la visioí n impulsada por el partido gobernante en el anteproyecto
citado, la figura de la "reincidencia" viola el principio de non bis in idem y es propia de un
derecho penal de autor. Mientras tanto, en este caso, parece que el mismo principio no
rige.
A todo evento, y sin abrir juicio de valor sobre la figura en cuestioí n, resultaríía deseable

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que se adopte un criterio uniforme en esta materia, a fin de garantizar de modo igualitario
aquello que se considere un principio de aplicacioí n general.

Artículos 11 y 12
Estos artíículos modifican los artíículos 12 y 14 de la ley 20.680 y, en lo que aquíí interesa,
establecen que la autoridad de aplicacioí n podraí "intervenir e inmovilizar" bienes, para
luego proceder a su venta, locacioí n o consignacioí n sin necesidad de "depoí sito previo o
juicio de expropiacioí n". En cuanto a la posible indemnizacioí n, ella soí lo seraí posterior y
para el caso de que exista una resolucioí n firme que exima de responsabilidad al
propietario.
En primer lugar, se advierte que el supuesto de hecho que habilita a este procedimiento es
"cualquier maniobra tendiente a reducir la oferta", o sea un criterio absolutamente vago y
arbitrario.
De tal modo y en primer teí rmino, el proyecto viola el artíículo 21 la CADH, ya que la Corte
Interamericana tiene resuelto que la legislacioí n que regula la privacioí n del derecho de
propiedad debe ser clara, especíífica y previsible (CIDH, caso "Salvador Chiriboga",
6/5/2008).
En segundo lugar y en cuanto al fondo, el esquema previsto habilita al Poder Ejecutivo a
disponer la extincioí n de la propiedad privada sin que exista una ley formal del Congreso
que declare al bien en cuestioí n como de "utilidad puí blica", en violacioí n de la previsioí n del
artíículo 17 de la Constitucioí n Nacional.
Por uí ltimo, el proyecto establece que el pago de la indemnizacioí n no seraí "previo" a la
desposesioí n, sino que ocurriraí en un momento posterior, indeterminado en el tiempo,
cuando concluyan las actuaciones que determinen si el propietario era culpable o no de
alguna infraccioí n.
Esta uí ltima norma viola tanto el ya citado artíículo 17 de la Constitucioí n Nacional, que
establece que el pago debe ser "previo", sino tambieí n el artíículo 21 de la CADH, ya que la
Corte Interamericana tiene establecido que la indemnizacioí n debe pagarse de forma
adecuada, pronta y efectiva (caso "Salvador Chiriboga", cit.).
En sííntesis, pues, el proyecto conduce, lisa y llanamente, a habilitar un supuesto de
expropiacioí n arbitrario, sin ley ni indemnizacioí n previa, en violacioí n a los artíículos 17 de
la Constitucioí n Nacional y 21 de la CADH.

Artículos 13 y 14
El artíículo 13 del proyecto establece que la autoridad de aplicacioí n ejerceraí funciones
materialmente jurisdiccionales respecto de las sanciones previstas en la ley. A su turno, el
artíículo 14, que modifica el artíículo 17 de la ley 20.680, establece que para interponer el
recurso directo contra una resolucioí n administrativa que imponga la sancioí n de multa,
deberaí depositarse el monto de dicha multa a la orden de la autoridad que lo dispuso, y
presentar el comprobante del depoí sito con el escrito del recurso, sin cuyo requisito seraí
desestimado, salvo que el cumplimiento del mismo pudiese ocasionar un perjuicio
irreparable al recurrente.
Si bien un principio como el propuesto en este artíículo podríía tener justificacioí n en los
casos en los cuales estaí en juego la percepcioí n de la renta puí blica, o el desenvolvimiento

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de servicios esenciales del Estado, resulta claro que nada de ello ocurre en el caso previsto
en el proyecto.
Por el contrario, en la hipoí tesis prevista por la ley, se estaí frente a una multa, de caraí cter
sancionatorio. De manera que es forzoso concluir que la exigencia de un depoí sito previo
tiene como uí nico efecto el de entorpecer, dificultar o disuadir la apelacioí n a la justicia. Tal
motivo resulta notoriamente irrazonable e implica lesionar el principio de "control judicial
suficiente" al que debe estar sujeta la actividad jurisdiccional de la administracioí n. Resulta
claro que estos artíículos violan el principio de divisioí n de poderes y el principio de tutela
judicial efectiva consagrado en el artíículo 18 de la Constitucioí n Nacional y en el artíículo
8.1 de la CADH.
Por tales motivos, este artíículo es notoriamente inconstitucional.

4. Conclusión
Merced a todas las razones expuestas queda en evidencia que el proyecto de ley bajo
examen persigue el uí nico propoí sito de subordinar y amedrentar a todos los actores
econoí micos. A tal fin, se pretende establecer una legislacioí n que viola flagrantemente los
artíículos 14, 17, 18, 75 y 76 de la Constitucioí n Nacional. Su eventual aprobacioí n soí lo
traeraí aparejada mayores problemas econoí micos y, lo que es maí s grave, un serio atropello
a las libertades individuales y la institucionalidad de nuestro paíís. Por tales motivos,
propiciamos su rechazo y la aprobacioí n del siguiente:

Proyecto de ley
El Senado y la Caí mara de Diputados de la Nacioí n Argentina
sancionan con fuerza de
ley

Artíículo 1°: Deroí ganse la ley 20.680, el artíículo 4° del decreto de necesidad y urgencia
2284, del 31 de octubre de 1991, y el decreto de necesidad y urgencia 722, del 7 de julio
de1999.

Artíículo 2°: En los casos en que se genere una situacioí n de desabastecimiento grave de
productos o servicios de primera necesidad que afecte la vida o la salud de la poblacioí n en
un territorio determinado, el Congreso y el Poder Ejecutivo utilizaraí n las herramientas
previstas en la Constitucioí n y las leyes, declarando la emergencia puí blica y aplicando las
normas correspondientes en materia de defensa del consumidor y de la competencia.

Artíículo 3°: De forma.

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