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CONSEJOS PRÁCTICOS PARA SER UN HOMBRE ALIADO DEL FEMINISMO

Columna publicada en I-D Vice el 10 de agosto de 2016.

Catalina Ruiz Navarro

Hay muchas discusiones sobre si los hombres pueden o no ser feministas, algunas son teóricas,
algunas son críticas a la manera en que algunos hombres cooptan el feminismo. Sin embargo,
también hay muchos hombres que creen en la igualdad de género y tienen la mejor intención y de
verdad quieren ayudar. Algunos me han dicho que no saben qué pueden hacer ellos por el
feminismo y la primera respuesta es que yo no se los puedo enseñar, ni estoy obligada a darles una
clase de feminismo ni puedo decirles cómo vivir sus vidas como hombres. No me corresponde. Sin
embargo sí puedo hablar de cosas concretas que, como mujer y como feminista, sé que pueden
ayudarnos a que nuestras vidas sean más fáciles. Simplemente son ejemplos puntuales y prácticos
basados en mis interacciones con el paradigmático “hombre cisgénero heterosexual blanco o
mestizo de clase media o alta y educado”, que para efectos de brevedad en este texto llamaremos
“Man”. Con M mayúscula porque es un modelo arquetípico. Quizás no todas estas categorías les
aplican, pero sí son las características que determinan a la masculinidad paradigmática y el privilegio
en nuestra sociedad.

Así que a continuación les presento 13 cosas que pueden hacer por la igualdad de género. No son
las únicas, son apenas las que a mí me parecen importantes para comenzar. Algunas no les van a
gustar porque pueden sentirse incómodos, eso está bien. El feminismo es incómodo, si le van a
entrar, acostúmbrese. No están obligados a hacerlas, no son mandamientos. Ni trucos para levantar.
Tampoco van a recibir una estrellita. Pues no son pedidos caprichosos sino gestos puntuales de
cómo usar sus privilegios para hacer más fácil y justa la vida de los demás.

Reconocer su privilegio

No, que nos dejen entrar gratis al bar no es un privilegio. Ustedes lo saben, nos van a dar trago gratis
para emborracharnos y que seamos “presa fácil” de algún muchacho que quiere sexo sin esforzarse.
No existe tal cosa como el privilegio de ser mujer, ser mujer es nacer con muchas desventajas que
quizás los Manes no pueden entender porque para sus vidas privilegiadas son inimaginables. Los
Manes no tienen que pensar en qué ponerse antes de salir de la casa para estar seguros,
seguramente van a ganar más por hacer el mismo trabajo que una mujer y toda la vida la sociedad
lleva aplaudiéndoles que sean líderes y escuchan sus ideas. Por eso hay un mug feminista que dice
“Quisiera tener la seguridad de un hombre blanco mediocre”. A diferencia de las personas trans,
nadie les pregunta a los Manes si ese es su verdadero nombre o si su género es el correcto. Tampoco
hay leyes que les prohiban una intervención médica que pueda ser necesaria para salvar sus vidas,
como la interrupción del embarazo.

Manes: el mundo es suyo, las calles, los horarios laborales, la política, todo está hecho para sus
cuerpos y muchos de estos privilegios son irrenunciables. Lo mínimo que pueden hacer es
reconocerlo. Porque reconociendo su privilegio pueden usarlo para abrirle espacios a otras personas
que no lo tienen.
Abstenerse de manxplicar

Ya sé que muchos de ustedes ofrecen su conocimiento sobre las cosas con la mejor de las
intenciones. Nunca sobra la información para que algo quede mejor. El problema es que esta idea
de que otras personas necesitan que ustedes les expliquen algo parte de una sensación de
superioridad, están diciendo: “yo sé más que tú” o “tú no sabes”. Y quizás algunos de ustedes creen
que son condescendientes con todo el mundo “por igual” (literal hay tipos que me han dicho esto,
ufanándose de ser unos cretinos). Pero resulta que no, los grupos que tienen más poder tienden a
pendejear a los grupos con menos poder. Así, los blancos le explican a los negros y a los indígenas
(de hecho en muchos de nuestros países latinoamericanos “indio” es una palabra que se usa como
insulto, equiparada con “ignorancia”), y los hombres les explican a las mujeres. Y nos explican hasta
las cosas que no saben, nos explican nuestro cuerpo, nos dicen que nuestra rabia es porque tenemos
la regla, nos explican cómo cuándo dónde tener hijos y hasta cómo ser feministas.

Y no se vale por ejemplo decir “feminixplicar” o “negroexplicar” porque, como la discriminación,


esta es una conducta que sólo pueden ejercer quienes tienen más poder. Si una persona afro, o una
mujer le explica algo a un hombre le está hablando de una experiencia que él desconoce por su
propio privilegio, se vale asumir que una mujer sabe más sobre la menstruación que un Man. Cada
vez que los hombres manxplican están reforzando una estructura que le quita autoridad a las
mujeres y todos los grupos excluidos por el patriarcado. Y también se ven como cretinos insufribles.
¿Y entonces qué hacer? Bueno, lo más elegante es asumir que un caballero nunca explica. O mejor
dicho, solo explica cuando es realmente necesario y estos momentos son fáciles de identificar:
cuando alguien les pide de manera explícita una explicación.

Callarse. Y escuchar.

Con esto llegamos a un punto muy importante: hombres, es hora de callar. No es un ataque a su
libertad de expresión en lo más mínimo, se los prometo. Tengo amigos Manes que han llegado a
decirme que “ya por ser hombres no pueden hablar”. Quizás sienten eso porque por primera vez en
la vida algunos grupos de la sociedad les están pidiendo que no hablen tanto. Pero basta abrir un
periódico y leer las entrevistas, ver las fotos, hacer un conteo de columnistas, para darse cuenta que
son los Manes los que hablan en todas partes. Y no solo eso, son los Manes los que han estado
hablando desde los comienzos de la historia de la humanidad. Si no me creen, en internet hay un
cronómetro para que en cualquier situación de la vida cotidiana saquen la cuenta de cuánto tiempo
habla un Man. O también está las página que denuncia los páneles de solo Manes como All Male
Panels o El Club de Tobi (que se excusan en que no hay mujeres expertas en el tema o que ellas no
quieren participar). Verán que los Manes hablan, hablan, hablan manxplican y manterrumpen
(cuando un Man interrumpe a todos a su alrededor, especialmente a las mujeres).

En cambio, el discurso de las mujeres, desde “los tiempos de Eva” se recibe con sospecha y hasta
con odio. Y llevamos años y años y años callando y escuchando que tenemos que callar. “Me gusta
cuando callas porque estás como ausente” más que un verso de amor, es una forma bonita de decir
“calladita te ves más bonita”. Estoy segura que si corren a su biblioteca se darán cuenta de que casi
todos los libros que tienen están escritos por Manes, que casi todos sus profesores fueron Manes y
que todo lo que saben lo saben porque se los han dicho otros Manes. ¿No les parece que hay un
problema epistemológico ahí? No saben nada de cómo pensamos “las personas de la periferia”. O
acaso cuantos negros o indígenas son columnistas de opinión en Latinoamérica? Así es muy difícil
entender otras realidades. Miren, Manes, ustedes han hablado toda la vida, y cada vez que hablen
les van a creer, pueden usar su privilegio para que hablen otras personas, o para escuchar. No hagan
esa pregunta en la conferencia. No sugieran eso en la reunión. Espérense a ver si alguien más lo dice
y si no hay más remedio que lo digan ustedes, pues adelante. Es hora de abrirle espacio a otras
voces. Por eso es importante que los Manes se pregunten qué están haciendo activamente para que
haya más mujeres hablando en su entorno, no basta con decir que “ellas no quieren”, es necesario
buscar las causas estructurales de esa falta de representación.

Consumir información sobre feminismo o productos culturales y académicos hechos por mujeres

Cuántas veces he escuchado eso de “yo no sé porque no me gusta como escriben las mujeres” El
otro día hablaba con un Man que me dijo que él no leía poesía escrita por mujeres porque eran
“puros poemas de amor”. Entonces le pregunté “dime una poetisa que escriba de amor” y resultó
que no dimos con ninguna. Todas las que él creía que escribían de “amor” en realidad hacían sus
versos sobre la ausencia, la guerra, la desigualdad, la soledad. De hecho, los que escriben poemas
de amor son los Manes, a ellos sí les sirven los versos para conquistar. Las mujeres que escriben, en
este sistema patriarcal no suelen ser las más apetecidas y demasiadas veces son vistas como
“problemáticas”. Que se los diga Sor Juana. A veces basta con que aparezca una mujer en la portada
para que los Manes crean que se trata de una “tonta historia romántica de mujeres” o de “temas
que no les llaman la atención” como dicen los más políticamente correctos. Lo que pasa es que
como la mayoría de los Manes no ha leído, o visto, o consumido, casi nada creado por mujeres (ni
por indígenas, ni afros, ni comunidad LGBT) el único referente que tiene es su imaginación.

Es importante añadir que ninguna mujer o feminista, o persona afro o de una comunidad indígena
o LGBTI tiene la responsabilidad u obligación de educarlos sobre sus causas o la defensa de sus
derechos. Ustedes solitos se pueden meter a Google y leer, así lo hicimos todes, y nos fue muy bien.

Habitar de una manera diferente el espacio público

Hombres y mujeres habitamos el espacio de manera diferente. A las mujeres, desde que somos
niñas nos dicen que el espacio público es peligroso, que no hablemos con extraños que evitemos a
los hombres que vemos en nuestro camino. Y con razón porque basta ver las estadísticas para ver
que los hombres sí agreden con frecuencia a las mujeres (y a los y las homosexuales, personas trans
y todo lo que no sea un Man). Ustedes me dirán que #NoTodosLosHombres que veo en mi camino
son agresores. Y no. ¿Pero yo cómo lo voy a saber? Imagino que cuando ustedes van caminando por
un monte y se les acerca una serpiente ustedes saltan. Sin embargo, #NoTodasLasSerpientes
muerden. ¿Y ustedes cómo van a saberlo? Y resulta que hay una realidad y es que la abrumadora
mayoría de agresiones que recibimos las mujeres vienen de algún Man. Cuando un tipo nos grita
por la calle cosas que no suelen ser cumplidos (“qué tetas” o “psst psst” no son cumplidos) pues nos
da miedo. Es en serio. Y entonces ¿para qué? ¿Para qué intimidarnos? Si son tan buenos tipos en
vez de perseguirnos para demostrárnoslo podrían asumir una manera menos amenazante de
habitar los espacios, esto es: respetando los espacios que son solo para las mujeres, alejarse cuando
ven a una mujer caminando sola por la noche, cerrar las piernas en el transporte público pues no es
la sala de su casa, no gritarle cosas a las mujeres que caminan por la calle.

Nunca, nunca decir “no todos los hombres”


Cada vez que dicen #NoTodosLosHombres están desviando una discusión sobre un problema
estructural que vivimos las mujeres para volver los reflectores hacia ustedes y expiar sus culpas
individuales. Ya sabemos que #NoTodosLosHombres violenta a las mujeres, o son machistas, o se
quieren aprovechar de nosotras de manera manifiesta pero #SíTodosLosHombres se benefician de
la desigualdad de poder que crea el sistema patriarcal. Muestra de eso es que ustedes pueden
caminar por la noche con menos miedo que yo. De pronto como individuos particulares sienten que
no han ejercido violencia de género y esto probablemente es cierto, hasta un punto, es decir: quizás
no han matado a una mujer, ni la han insultado ni le han pegado y quizás los crío su mamá y sienten
gran respeto por eso, pero esto no quiere decir que nunca hayan ejercido algún tipo de violencia o
sacado provecho inconscientemente. Por ejemplo, esa vez que dejaron que su mamá, que venía
cansada del trabajo, lavara todos los platos. O cuando sus amigos se mandan fotos de “viejas
desnudas” y comentan cosas degradantes y ustedes no dicen nada para seguir siendo parte del chat
de Whatsapp. La sociedad les ha enseñado a los hombres a ejercer estas violencias, sería muy raro
que no hayan repetido nunca jamás alguno de estos comportamientos, así que antes de decir
#NoTodosLosHombres convendría hacer un autoexamen para ver qué cosas machistas ha hecho
cada uno. Y está bien, todos y todas hemos sido machistas alguna vez, nadie espera que sean
perfectos e impolutos, lo que esperamos es que sean capaces de reconocer sus errores y escuchar.
En vez de lavarse las manos de la violencia de género, por qué no preguntarse, qué puedo hacer yo
desde lo individual para que los hombres, en general sean menos violentos.

Cuestionar públicamente el machismo de otros hombres

Cada vez que ustedes se quedan callados frente el machismo están apoyando activamente un
sistema desigual que explota a las mujeres y a otros cuerpos. Ningún silencio es inocente. Además
ustedes pueden usar su privilegio para que Manes que nunca nos escucharían a nosotras entiendan
que lo que reclamamos es justo. Ahí sí es momento de hablar. La violencia de género no hace parte
de la vida privada, es un problema público. Piensen en cómo sus grupos de amigos crean lazos de
solidaridad a través de hacer comentarios sexistas o violentos contra las mujeres. ¿No podrían crear
esos lazos sin fortalecer unas ideas que algunos hombres se toman demasiado en serio, tan serio
que nos matan? Estoy segura de que hay otras formas de hacer amigos. Inténtenlo.

Usar un lenguaje incluyente y dejar de asociar lo femenino con lo indeseable

Lenguaje incluyente no es decir tortuga y tortugo. Ese es un argumento estúpido porque las tortugas
no tienen género, como los tenemos las personas. El lenguaje se inventó para hablar del mundo, de
todas las cosas que hay en mundo, y a medida que hemos ido creando o descubriendo cosas y
conceptos hemos creado nuevas formas y palabras para hablar de estos. Cuando alguien dice
“todos” la mayoría de nosotros se imagina un grupo de Manes, porque nos han enseñado que la
persona genérica es un Man. Cuando decimos todos y todas (y hasta todes) estamos haciendo
énfasis en que en ese grupo del que estamos hablando hay mujeres, diversidad. Y entonces la gente
se imagina un grupo con hombres y mujeres. El lenguaje está siendo incluyente. Además no es
necesario redactar de manera farragosa para usar lenguaje incluyente, el español es una lengua
plástica que se adapta hasta a un nuevo continente, ¿cómo no se va a adaptar a la diversidad de
género?

Muchas veces los Manes usan palabras que tienen que ver con lo femenino como insulto. Los
mexicanos lo llaman “albur” y consiste en hacer unos juegos del lenguaje (muchas veces
incomprensibles e infantiles) que pretenden sodomizar simbólicamente a otro Man. Para que esto
resulte verdaderamente ofensivo uno tiene que pensar que ser gay o que ser mujer, o que ser
femenino son cosas malas o denigrantes. Eso tiene que acabarse ya.

Cuidar el lenguaje también quiere decir dejar de emplear términos como “feminazi”, primero
porque es una brutalidad, y segundo porque estigmatiza a las feministas. También es
importantísimo respetar los pronombres y las identidades de la gente: si una persona les dice que
es mujer, entonces es mujer. No hay necesidad de pedirle que se levante la falda.

Pedir consentimiento y respetar la autonomía de los cuerpos de las mujeres

Otra cosa que no les han enseñado a los hombres es a pedir consentimiento. A los hombres les
suelen vender la idea (y esto se encuentra en casi todas las historias de amor y hasta en videojuegos)
que tienen que insistir e insistir y son buenos su premio será que una mujer les diga que sí. Pero así
no funciona. Las mujeres no somos trofeos, somos personas y tenemos derecho a elegir con quién
queremos estar. No somos tontas, y ustedes no saben qué es lo mejor para nosotros. Si decimos
que no queremos, o nos echamos hacia atrás, o los dejamos en visto, o no contestamos a su llamada,
esos mensajes deben ser interpretados como un no.

A las mujeres, especialmente a las heterosexuales nos han enseñado a ser extremadamente
complacientes y veces aceptamos muchas cosas que no nos gustan en realidad o que no queremos
hacer para evitarnos el problema de decir que no. Recuerden, que cuando las mujeres nos negamos
a algo, nos castiga la sociedad. Así que no es una cosa de flojera, es que nos han enseñado a sonreír
y aceptar todas nuestras vidas. Ustedes cómo hombres, como tienen más poder, tienen la
responsabilidad de checar que nosotros estamos aceptando y estamos cómodas con todo lo que
estamos haciendo. Y el consentimiento hay que irlo pidiendo paso a paso. Aceptar un beso no es
aceptar un polvo. En cualquier momento alguien puede decir no y esto hay que respetarlo, porque
si no se respeta estamos frente a una violación. Para que haya consentimiento también es
importante la honestidad: si ustedes le ocultan a una mujer con la que van a coger que están en una
relación de pareja, no le están dando la información suficiente para que ella pueda elegir libremente
si se los coge o no. Ahora ustedes me dirán que el sexo no es un contrato y que no pueden ir
preguntando a cada rato a la chica si sí quiere. Pero resulta que si se puede y que hay muchas
maneras de preguntar y decir que sí. Si la chica los besa de vuelta, por ejemplo, eso es un sí. Si una
mujer les manda una foto de ella desnuda y no los autoriza para publicarla en internet no lo hagan.
Fin. Si un “malvado hacker” publicó fotos de Jennifer Lawrence sin su consentimiento no las vean
“por error”. No se trata de palabras, sino de poner el consentimiento de la otra persona primero.
¿Y si piensan que soy un bobo por preguntarle si le puedo dar un beso? Mejor que piensen que eres
un bobo a un potencial violador. Si una mujer quiere darte un beso no va a dejar de hacerlo porque
le preguntaste. Y sobre todo, en temas de consentimiento, ante la duda, pregunten, si la respuesta
les parece confusa, asúmanla como un no.

Esto aplica a respetar la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos. Nosotras nos podemos vestir
como nos dé la gana, no nos estamos haciendo para ustedes, no nos interesa su opinión al respecto
de nuestra ropa. Y sobre todo no nos interesa su opinión sobre nuestra vida reproductiva, somos
nosotras las que debemos poder decidir si dejamos que un embrión en nuestro útero se convierta
en feto y si queremos ser mamás. Son demasiados hombres los que están en contra del aborto
porque es una forma de controlar nuestra vida reproductiva. No sean esos hombres. Respeten.Y
recuerden amigos que ustedes también se benefician de los abortos por los que la sociedad juzga a
las mujeres. Apoyar este derecho es apenas coherencia ética.

Ser buenos polvos

Ser buen polvo no es hacer maromas copiadas del porno y contar orgasmos y tiempo para competir
con sus amigos. La clave de ser buen polvo está en el consentimiento. Uno puede tener un buen
polvo hasta sin venirse, pues el buen sexo es el que, de la manera que sea y con consentimiento, te
produce placer y te hace sentir bien. Para que eso suceda uno tiene que estar atento a lo que quiere
o le gusta a la otra persona o personas, y ser claro con lo que uno quiere y con lo que le gusta. A los
hombres les enseñan que el sexo es “macho-orgasmo-centríco” y es que comienza y termina con la
penetración y por eso se echan a dormir una vez se vienen. No. Eso es hasta grosero, las personas
no son masturbadores, son personas. Y también hay muchas formas de tener sexo que no incluyen
la penetración. Es más, el pene no es la única zona erógena. Ustedes también pueden explorar sus
cuerpos.

Ser buenos polvos también es tomar responsabilidad de sus vidas reproductivas. Carguen un
maldito condón. No digan “ella se embarazó” porque nadie es la Virgen María y las mujeres no nos
embarazamos solas. Si no querían estar enfrentados a un aborto indeseado sobre el cual ustedes
no pueden decidir, hubieran usado condón en primer lugar. Su vida y salud reproductiva es su
responsabilidad, eso incluye hacerse anualmente exámenes de enfermedades venéreas (si tienen
papilomas, para ustedes puede ser inofensivo pero a nosotras nos da cáncer de útero) usar condón
y discutir sobre métodos anticonceptivos con su pareja.

Creerle a las víctimas

Siempre que nos enteramos de que hay una víctima de violación alguien (demasiadas veces un Man)
sale a decir que qué tal que fuese una “denuncia falsa”. Estos Manes suelen decirte que son “el
abogado del diablo” pero miren que esto es algo que sucede particularmente con las denuncias de
violación, acoso, o violencia sexual. Nadie va por ahí diciéndole al señor que denuncia que le robaron
su carro, ¿será que el señor miente para darse importancia y popularidad? No. ¿Y saben qué es lo
peor? Que para las mujeres es costosísimo denunciar cualquier tipo de agresión sexual, por un lado
sistema penal está en nuestra contra, y la mayorías de las veces estás cosas quedan impunes o al
ratito queda libre el agresor, por el otro no nos creen cuando denunciamos. Resulta que si
denunciamos la gente empieza a poner todo lo que decimos en duda, a escudriñar nuestra vida
sexual, a preguntar qué traíamos puesto, a decir que nos lo buscamos y hasta que sí queríamos esa
agresión sexual. De repente somos malvadas Evas mentirosas. Cuando una mujer denuncia una
agresión sexual sabe que la sociedad va a acabar con su reputación. Denunciar sabiendo eso implica
una gran valentía. Las mujeres no ganan absolutamente nada con hacer estas denuncias, de hecho
muchas se convierten en una vergüenza para su familia y amigos y se exponen al ostracismo y la
soledad. Y si quieren números, solo el 2.5% de denuncias por violación son falsas. Pero esto no se
trata de números, durante años violar no era ni siquiera algo malo (era legal dentro del matrimonio)
se trata de entender que tenemos una deuda con las mujeres, una deuda de respeto, dignidad y
credibilidad.

Hacer labores de crianza, trabajo doméstico y trabajo afectivo


Una cosa que de verdad nos tiene jodidas es que toda la responsabilidad el trabajo doméstico de
crianza y afectivo recaiga sobre las mujeres. Todavía hay formularios que tienen tres casillas:
empleado, desempleado y ama de casa. Como si ser ama de casa no fuera un trabajo. Como si solo
hubiera amas de casa. Lo triste es que más o menos sí. Son muy pocos los Manes que en la casa se
ocupan del trabajo del hogar. Cuando las mujeres ejecutivas logran liberarse del trabajo doméstico
lo delegan en otras mujeres, empleadas domésticas o hasta abuelas. Los Manes contribuyen muy
poco. En cambio, tienen una horrible costumbre de no tomar responsabilidad ni por el cuidado de
sí mismos. Los Manes no se cuidan, y le zampan esa responsabilidad a sus hermanas, amigas,
esposas, amantes, compañeras de trabajo. Manes, las mujeres del mundo no somos sus mamás.

Las mujeres no solo tenemos jornadas más largas de trabajo (mal) pago, además trabajamos una
doble jornada que representa el trabajo doméstico no reconocido. Estamos hartas y estamos
cansadas. Ayuden a lavar platos. No, no “ayuden” porque no están ayudando, tomen
responsabilidad por estas tareas, les juro, les juro que las mujeres no lavan platos “por amor”.
Imagínense que desde niñas nos están diciendo que tenemos que ser limpias y ordenadas y hacer
las tareas domésticas mientras a ustedes les dicen que es normal que estén sucios y los dejan salir
a jugar. Las niñas juegan menos que los niños, porque desde temprana edad las ponen a hacer tareas
domésticas. Luego estas responsabilidades terminan introyectadas en las adultas que muy
probablemente se ocupan de las labores domésticas en automático sin que nadie les diga nada.
Decía Charlotte Whitton que, no importa lo que una mujer haga, debe hacerlo el doble de bien que
su contraparte hombre, para recibir la mitad del crédito. Así que probablemente las mujeres con las
que viven se están partiendo la madre profesionalmente para recibir el mismo sueldo que ustedes.
Así que no sirve dividir las tareas domésticas o de cuidado “por igual”, pues, como las mujeres
trabajan más tiempo, la diferencia se mantiene. Lo justo sería que ustedes dedicaran un poco más
tiempo que nosotras a las labores domésticas y de cuidado. Tienen una deuda histórica.
Específicamente con las labores de crianza de niños y cuidado de ancianos.

A nosotras nos dicen que ser buena mujer es cuidar de los demás. Y quizás lo hacemos con todo el
gusto y el amor, pero no es justo que eso no se reconozca como un trabajo y como un trabajo que
hacemos para el bienestar de toda la sociedad. Es hora de que usted también sean padres, no solo
progenitores. ¿Quieren una causa feminista que puedan hacer suya? Reclamen mayor licencia de
paternidad .

No vamos a tener igualdad hasta que los hombres no se encarguen de la mitad del trabajo doméstico
y de crianza y cuidado. Y también de las labores afectivas. Muchos Manes actúan como si nosotras
tuviéramos que escucharles sus problemas apapacharlos y darles consejos. No. No tenemos tiempo
para eso, ni tenemos una disposición especial para lidiar con sus sentimientos solo por ser mujeres.
Y subirles el ánimo también es tiempo y trabajo no reconocido. ¿Qué tal si ustedes son los que nos
suben el ánimo a nosotras, por ejemplo, tomando interés por nuestro trabajo y nuestras vidas (no
basta un “no estás gorda”) y tomando en serio nuestros miedos y sueños?

Cuestionar la idea de masculinidad

Y por fin llegamos al punto más complicado. La masculinidad como la entendemos hoy en día es un
invento de un sistema patriarcal que privilegia a los Manes y que basa su poder en la fuerza, el
control, la discriminación. Piensen en qué es para ustedes ser hombre. ¿Tener pene? Pero si hay
mujeres que tienen pene. ¿Ser fuertes? Ejem, hay muchas mujeres fuertes. ¿Tener el pelo corto y
usar camisas de cuadros y pantalones en alguna gama de color pantano? ¿Tomar cerveza frente al
televisor? ¿Hacerse la paja con fotos de chicas en bikini posando situaciones absurdas? Y saben que
es lo peor, que esa masculinidad que se acaba con la reducción al absurdo es el origen de mucha
violencia. De hecho, hay estudios que muestran que cuando los Manes sienten su “masculinidad
amenazada” (y la amenaza puede consistir en algo tan banal como el color rosa) reaccionan de
manera violenta.

Hoy en día los hombres (como categoría) no son necesarios para darnos hijos (hay bancos de
esperma), ni para darnos ciudadanía (ya podemos votar), ni para darnos acceso a propiedades o
dinero (antes esta era una razón importante para considerar casarse, pregúntenle a Lizzie Bennett.
¿Quién es Lizzie Bennett? Ver punto 4.). Los hombres son necesarios en tanto personas, pero no en
tanto Manes. La masculinidad, esa que está basada en tener el poder y la fuerza, en no mostrar las
emociones y lograrlo todo solitos como el Llanero Solitario, está mandada a recoger, es violenta,
tóxica y muchas veces pendeja. Toca reinventársela. Para eso pueden mirar a todo el movimiento
Queer que ha reflexionado mucho al respecto, al feminismo, a sus propias historias y preguntarse
qué no les gustaba de los modelos de masculinidad que tuvieron. Ya sé que es más rápido seguir la
fórmula prefabricada pero esa fórmula es violenta y gastada, y se quedó atrás. Pero esto no es el
fin, todo lo contrario, quiere decir que ser hombre hoy es una categoría por inventarse,
están llenos de posibilidades.

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