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Triduo a la Santa Cruz.

1er. Día. Seguir a Jesús.


Canto: Hoy en Oración.

Hoy en oración
Quiero preguntar Señor,
Quiero escuchar tu voz,
Tus palabras con amor.

Ser como eres Tú,


Servidor de los demás,
Dime cómo y en qué lugar,
Te hago falta más.

Dime, Señor, en que te puedo servir,


Déjame conocer Tu voluntad,
Dime, Señor, en Ti yo quiero vivir,
Quiero aprender de Ti, saber amar.

Hoy quiero seguir,


Tus caminos, Tu bondad,
Tus palabras, Tu verdad,
Ser imagen de Ti.

Ser como eres Tú,


Servidos de los demás,
Dime cómo y en qué lugar,
Te hago falta más.

Lectura de la Palabra de Dios.


Después Jesús reunió a sus discípulos y les dijo: si alguno quiere venir detrás de mí. Que renuncie así mismo,
que cargue con su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su
vida por mí y por la buena noticia, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su
vida? ¿Qué puede dar uno a cambio de su vida?
Mc. 8, 34 – 37.

Reflexión (tomado del Ángelus del Papa Francisco en la plaza de San Pedro El día Domingo 14 de septiembre
de 2014).

El 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Alguna persona no cristiana
podría preguntarnos: ¿por qué «exaltar» la cruz? Podemos responder que no exaltamos una cruz cualquiera, o
todas las cruces: exaltamos la cruz de Jesús, porque en ella se reveló al máximo el amor de Dios por la
humanidad. Es lo que nos recuerda el evangelio de Juan en la liturgia de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que
entregó a su Unigénito» (3, 16). El Padre «dio» al Hijo para salvarnos, y esto implicó la muerte de Jesús, y la
muerte en la cruz. ¿Por qué? ¿Por qué fue necesaria la cruz? A causa de la gravedad del mal que nos
esclavizaba. La cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal y toda la omnipotencia
mansa de la misericordia de Dios. La cruz parece determinar el fracaso de Jesús, pero en realidad manifiesta su
victoria. En el Calvario, quienes se burlaban de Él, le decían: «si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz» (cf. Mt 27,
40). Pero era verdadero lo contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios estaba allí, en la cruz, fiel hasta
el final al designio del amor del Padre. Y precisamente por eso Dios «exaltó» a Jesús (Flp 2, 9), confiriéndole
una realeza universal.
Y cuando dirigimos la mirada a la cruz donde Jesús estuvo clavado, contemplamos el signo del amor, del amor
infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De esa cruz brota la misericordia del
Padre, que abraza al mundo entero. Por medio de la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha sido
derrotada la muerte, se nos ha dado la vida, devuelto la esperanza. La cruz de Jesús es nuestra única
esperanza verdadera. Por eso la Iglesia «exalta» la Santa Cruz y también por eso nosotros, los cristianos,
bendecimos con el signo de la cruz. En otras palabras, no exaltamos las cruces, sino la cruz gloriosa de Jesús,
signo del amor inmenso de Dios, signo de nuestra salvación y camino hacia la Resurrección. Y esta es nuestra
esperanza.
Mientras contemplamos y celebramos la Santa Cruz, pensamos con conmoción en tantos hermanos y
hermanas nuestros que son perseguidos y asesinados a causa de su fidelidad a Cristo. Esto sucede
especialmente allí donde la libertad religiosa aún no está garantizada o plenamente realizada. Pero también
sucede en países y ambientes que en principio protegen la libertad y los derechos humanos, pero donde
concretamente los creyentes, y especialmente los cristianos, encuentran obstáculos y discriminación. Por eso
hoy los recordamos y rezamos de modo particular por ellos.
(fragmento).

Oración: Letanías a la divina misericordia.


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad que eres un solo Dios verdadero, ten piedad de nosotros.

Después de cada invocación se dice: "En ti confío"

1. "Misericordia Divina, que brota del seno del Padre.


2. Misericordia Divina, supremo atributo de Dios.
3. Misericordia Divina, misterio incomprensible.
4. Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad.
5. Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico.
6. Misericordia Divina, de donde brotan toda vida y felicidad.
7. Misericordia Divina, más sublime que los cielos.
8. Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas.
9. Misericordia Divina, que abarca todo el universo.
10. Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado.
11. Misericordia Divina, que manó de la herida abierta del Corazón de Jesús.
12. Misericordia Divina, encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros y especialmente para los pecadores.
13. Misericordia Divina, impenetrable en la institución de la Sagrada Hostia.
14. Misericordia Divina, en la institución de la Santa Iglesia.
15. Misericordia Divina, en el sacramento del Santo Bautismo.
16. Misericordia Divina, en nuestra justificación por Jesucristo.
17. Misericordia Divina, que nos acompaña durante toda la vida.
18. Misericordia Divina, que nos abraza especialmente a la hora de la muerte.
19. Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal.
20. Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra vida.
21. Misericordia Divina, que nos protege del fuego infernal.

22. Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos.


23. Misericordia Divina, asombro para los ángeles, incomprensible para los Santos.
24. Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios.
25. Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria.
26. Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite.
27. Misericordia Divina, que de la nada nos llamó a la existencia.
28. Misericordia Divina, que abarca todas las obras de sus manos.
29. Misericordia Divina, corona de todas las obras de Dios.
30. Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos.
31. Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados.
32. Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas.
33. Misericordia Divina, remanso de corazones, paz ante el temor.
34. Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas.
35. Misericordia Divina, que infunde esperanza, perdida ya toda esperanza".

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.


Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
Ten piedad de nosotros.

V. Las Misericordias de Dios son más grandes que todas sus obras.
R. Por eso cantaré las Misericordias de Dios para siempre.

ORACIÓN
"Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu
mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos
desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es
el Amor y la Misericordia Mismos. Amén".
2º. Día. María al pie de la cruz.
Canto: María del Amén.
Madre de todos los hombres,
enséñanos a decir
amén.

Cuando la noche se acerca


y se oscurece la fe.

Cuando el dolor nos oprime


y la ilusión ya no brilla.

Cuando aparece la luz


y nos sentimos felices.

Cuando nos llegue la muerte


y Tú nos lleves al cielo.

Lectura de la Palabra de Dios.


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás, y María
Magdalena. Jesús, al ver s su madre y junto a ella al discípulo que tanto amaba, dijo a su Madre:
-Mujer ahí tienes a tu hijo.
Después dijo al discípulo:
Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento la recibió como suya.
(Jn. 19, 25 – 27).

Reflexión: (tomado del Ángelus del Papa San Juan Pablo II el día Domingo 15 de septiembre de 2002).

1. A la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, […] sigue hoy la memoria de la Virgen de los Dolores. Estas dos
celebraciones litúrgicas nos invitan a realizar una peregrinación espiritual hasta el Calvario. Nos estimulan a
unirnos a la Virgen María en la contemplación del misterio de la cruz.
La cruz es el símbolo principal del cristianismo. Dondequiera que el Evangelio ha echado raíces, la cruz indica
la presencia de los cristianos. En las iglesias y en los hogares, en los hospitales, en las escuelas y en los
cementerios la cruz se ha convertido en el signo por excelencia de una cultura que recibe del mensaje de
Cristo verdad y libertad, confianza y esperanza.
En el proceso de secularización, que caracteriza a gran parte del mundo contemporáneo, es muy importante
que los creyentes fijen su mirada en este signo central de la Revelación y capten su significado originario y
auténtico.
2. También hoy, siguiendo la doctrina de los antiguos Padres, la Iglesia presenta al mundo la cruz como "árbol
de la vida", en el que se puede descubrir el sentido último y pleno de cada existencia y de toda la historia
humana.
Desde que Jesús la convirtió en instrumento de la salvación universal, la cruz ya no es sinónimo de maldición,
sino, al contrario, de bendición. Al hombre atormentado por la duda y el pecado, la cruz le revela que "Dios
amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna" (Jn 3, 16). En una palabra, la cruz es el símbolo supremo del amor.
Por eso, los jóvenes cristianos la llevan con orgullo por los caminos del mundo, confiando a Cristo todas sus
preocupaciones y todas sus expectativas de libertad, de justicia y de paz.
3. […]
4. Al pie de la cruz la Virgen María, perfectamente unida a su Hijo, pudo compartir de modo singular la
profundidad de dolor y de amor de su sacrificio. Nadie mejor que ella puede enseñar a amar la cruz. A la
Virgen de los Dolores encomendamos a los jóvenes y a las familias, a las naciones y a la humanidad entera. De
modo especial, le pedimos por los enfermos y los que sufren, por las víctimas inocentes de la injusticia y la
violencia, y por los cristianos perseguidos a causa de su fe. La cruz gloriosa de Cristo sea para todos, prenda de
esperanza, de rescate y de paz.
(Fragmento).

Oración: Stabat Mater.

Estaba la Madre dolorosa


llorando junto a la cruz
de la que pendía su hijo.

Su alma quejumbrosa,
apesadumbrada y gimiente,
atravesada por una espada.

¡Qué triste y afligida


estaba la bendita Madre
del hijo unigénito!

Se lamentaba y afligía
y temblaba viendo sufrir
a su divino hijo.

¿Qué hombre no lloraría


viendo a la Madre de Cristo
en tan gran suplicio?

¿Quién no se entristecería
al contemplar a la querida Madre
sufriendo con su hijo?

Por los pecados de su pueblo


vio a Jesús en el tormento
y sometido a azotes.

Ella vio a su dulce hijo


entregar el espíritu
y morir desamparado.

¡Madre, fuente de amor,


hazme sentir todo tu dolor
para que llore contigo!

Haz que arda mi corazón


en el amor a Cristo Señor,
para que así le complazca.
¡Santa María, hazlo así!
Graba las heridas del Crucificado
profundamente en mi corazón.

Comparte conmigo las penas


de tu hijo herido, que se ha dignado
a sufrir la pasión por mí.

Haz que llore contigo,


que sufra con el Crucificado
mientras viva.

Deseo permanecer contigo,


cerca de la cruz,
y compartir tu dolor.

Virgen excelsa entre las vírgenes,


no seas amarga conmigo,
haz que contigo me lamente.

Haz que soporte la muerte de Cristo,


haz que comparta su pasión
y contemple sus heridas.

Haz que sus heridas me hieran,


embriagado por esta cruz
y por el amor de tu hijo.

Inflamado y ardiendo,
que sea por ti defendido, oh Virgen,
el día del Juicio.

Haz que sea protegido por la cruz,


fortificado por la muerte de Cristo,
fortalecido por la gracia.

Cuando muera mi cuerpo


haz que se conceda a mi alma
la gloria del paraíso.

Amén.
3er. Día. La exaltación de la Cruz.
Canto: Nosotros venceremos.

Nosotros venceremos,
nosotros venceremos,
sobre el odio con amor.
Algún día será.
Cristo venció.
Nosotros venceremos.

Y caminaremos,
la mano en la mano,
alzada la frente hacia el amor.
Cristo es nuestra luz.
Cristo venció.
Nosotros venceremos.

No tenemos miedo,
no tenemos miedo,
alguien nos espera más allá
de los aires y el mar.
Cristo venció.
Nosotros venceremos.

Y seremos libres,
y seremos libres,
no tiene cadenas el amor.
Viviremos en paz.
Cristo venció.
Nosotros venceremos.

Lectura de la Palabra de Dios.


Lo mismo que Moisés levantó la serpiente en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Reflexión: (Tomado de la Homilía del Papa Benedicto XVI en la Iglesia parroquial latina de la Santa Cruz –
Nicosia, el día sábado 5 de junio de 2010).

Queridos hermanos y hermanas en Cristo.


El Hijo del Hombre tiene que ser elevado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna (cf. Jn 3,14-15).
El centro de la celebración de hoy es la cruz de Cristo. Muchos podrían tener la tentación de preguntar por
qué nosotros, los cristianos, celebramos un instrumento de tortura, un signo de sufrimiento, de fracaso y
derrota. Es verdad que la cruz expresa todos estos significados. Y, sin embargo, a causa del que ha sido
elevado en la cruz por nuestra salvación, representa también el triunfo definitivo del amor de Dios sobre todos
los males del mundo.
Una antigua tradición cuenta que el madero de la cruz se tomó de un árbol plantado por Set, el hijo de Adán,
en el lugar donde Adán fue enterrado. En aquel mismo lugar, conocido como el Gólgota, el lugar de la
calavera, Set plantó una semilla del árbol del conocimiento del bien y del mal, el árbol que estaba en medio
del jardín de Edén. Gracias a la providencia divina, la obra del Maligno habría sido aniquilada usando contra él
sus mismas armas.
Engañado por la serpiente, Adán se apartó de la confianza filial en Dios y pecó comiendo del fruto del único
árbol del jardín que le había sido prohibido. Como consecuencia de aquel pecado entró en el mundo el
sufrimiento y la muerte. Los efectos trágicos del pecado, es decir, el sufrimiento y la muerte, se hicieron del
todo patentes en la historia de los descendientes de Adán. […]
Como castigo por sus pecados, el pueblo de Israel, extenuado en el desierto, fue mordido por serpientes, y
sólo pudo salvarse de la muerte volviendo su mirada hacia el símbolo que Moisés había elevado, prefigurando
la cruz que pondría fin al pecado y a la muerte de una vez por todas. Vemos claramente que el hombre no
puede salvarse por sí mismo de las consecuencias de su pecado. No puede salvarse por sí mismo de la muerte.
Sólo Dios puede librarlo de su esclavitud moral y física. Y tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo
unigénito, no para condenar al mundo, como requería la justicia, sino para que el mundo se salve por Él. El
Hijo unigénito de Dios ha tenido que ser elevado, como Moisés elevó la serpiente en el desierto, para que
cuantos lo miren con fe tengan la vida.
El madero de la cruz se transforma en el instrumento de nuestra redención, igual que el árbol del que había
sido extraído dio origen a la caída de nuestros progenitores. El sufrimiento y la muerte, consecuencias del
pecado, se transformaron precisamente en el medio por el que el pecado fue derrotado. El Cordero inocente
fue sacrificado en el altar de la cruz y, sin embargo, de la inmolación de la víctima brotó vida nueva: el poder
del Maligno fue destruido por el poder del amor que se autosacrifica.
La cruz, por tanto, es algo más grande y misterioso de lo que puede parecer a primera vista. Indudablemente,
es un instrumento de tortura, de sufrimiento y derrota, pero al mismo tiempo muestra la completa
transformación, la victoria definitiva sobre estos males, y esto la convierte en el símbolo más elocuente de la
esperanza que el mundo haya visto jamás. Habla a todos los que sufren -los oprimidos, los enfermos, los
pobres, los marginados, las víctimas de la violencia- y les ofrece la esperanza de que Dios puede convertir su
dolor en alegría, su aislamiento en comunión, su muerte en vida. Ofrece esperanza ilimitada a nuestro mundo
caído.
Por eso, el mundo necesita la cruz. No es simplemente un símbolo privado de devoción, no es un distintivo de
pertenencia a un grupo dentro de la sociedad, y su significado más profundo no tiene nada que ver con la
imposición forzada de un credo o de una filosofía. Habla de esperanza, habla de amor, habla de la victoria de
la no violencia sobre la opresión, habla de Dios que ensalza a los humildes, da fuerza a los débiles, logra
superar las divisiones y vencer el odio con el amor. Un mundo sin cruz sería un mundo sin esperanza, un
mundo en el que la tortura y la brutalidad no tendrían límite, donde el débil sería subyugado y la codicia
tendría la última palabra. La inhumanidad del hombre hacia el hombre se manifestaría de modo todavía más
horrible, y el círculo vicioso de la violencia no tendría fin. Sólo la cruz puede poner fin a todo ello. Mientras
que ningún poder terreno puede salvarnos de las consecuencias de nuestro pecado, y ninguna potencia
terrena puede derrotar la injusticia en su origen, la intervención redentora de Dios Amor puede transformar
radicalmente la realidad del pecado y la muerte. Esto es lo que celebramos cuando nos gloriamos en la cruz
del Redentor. San Andrés de Creta describe con razón la cruz como “el más excelente de todos los bienes… por
el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original” (Sermón
10: PG 97, 1018-1019).
(Fragmento)

LETANÍAS A LA SANTA CRUZ

Señor, a quien veo cargado con la Cruz.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que vas delante de todos con tu Cruz.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.
Señor, que me invitas a llevar mi Cruz.
- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que nos haces conocer los tesoros de la Cruz.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que, Crucificado, eres nuestra gloria.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que unes inseparablemente Eucaristía y Cruz.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que con la Cruz diste al Padre toda la gloria.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que con la Cruz nos mereciste la salvación.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que en la Cruz nos unes y pacificas a todos.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que en tu Cruz recibirás mi último beso.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que cubrirás con tu Cruz mis despojos mortales.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

Señor, que me pides gloriarme sólo en la Cruz.


- Quiero seguirte fielmente, Jesús.

tomado de: http: "Oraciones y Devociones Católicas"

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