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Sin embargo, esto no fue la norma. Oxfam, ciertamente, abrió una investigación
interna y a los pocos meses expulsó a los implicados, pero, “para evitar el
escándalo”, no informó a las autoridades locales de los hechos, y ninguno de
ellos fue llevado a la justicia.
Sería interesante comparar esos códigos con los de los políticos, los
parlamentarios, los diplomáticos, los funcionarios del Banco Mundial o del
Fondo Monetario Internacional, los futbolistas, los directivos del Ibeex-35, los
policías, los militares…
¿Por qué esa animadversión? Porque Oxfam (y otras ONGs) les son
incómodas. Los ideólogos del neoliberalismo, los gobiernos y los grandes
empresarios pueden aceptar dar algunas migajas a las ONGs para que vayan a
poner tiritas en los países que ellos destruyen con las guerras y la explotación.
Pero otra cosa es que esas ONGs los señalen a ellos como responsables de la
inequidad y la injusticia.
Las élites del mundo no soportan que se les diga eso, por la misma razón que
algunas cadenas estadounidenses calificaron de “ignorante” al Papa Francisco
cuando señaló que “la riqueza descarada que se acumula en las manos de
unos pocos privilegiados”; que “la inequidad es cada vez más patente” y “es la
raíz de todos males sociales”; que hoy prevalece la “economía de la exclusión y
la inequidad”; que “la pobreza es fruto de la injusticia social; que “el sistema
social y económico es injusto en su raíz”; que el desequilibrio entre las
excesivas ganancias de unos pocos y las carencias de la mayoría “proviene de
ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera”…
Los dirigentes de Oxfam han hablado con humildad. Han reconocido sus
errores. Han pedido perdón públicamente. Ha dimitido la directora adjunta. Han
creado una comisión independiente formada por expertas en defensa de los
derechos de las mujeres para analizar y evaluar en profundidad, con absoluta
libertad de acción, las prácticas internas, y para indicar qué deba cambiarse. Y
han aceptado no solicitar nuevos fondos del Gobierno de Reino Unido (del que
el año pasado la organización recibió 35 millones de euros), hasta que se
aclaren las cosas.
Ese sistema es el que hace que existan en el mundo 815 millones de personas
que pasan hambre, y que unas 25.000 mueran cada día por esa causa.
Gracias a las ONGs, la esperanza se asoma a las vidas de millones de ellos.
¡No las dejemos solas!