Un reportaje de

Carlos Chávez
FOTOGRAFÍAS DE GIOVANNI LEMUS, DE ARCHIVO
Y DEL LIBRO “DIE DEUTSCHEN UND EL
SALVADOR” DE JÜRGEN HÜBNER.

LA COFRADÍA DEDON BALTA

Alguna vez Antiguo Cuscatlán fue el centro de un importante señorío indígena. Entre 1885 y
1960 también fue el centro de un emporio alemán, el de una familia encabezada por Walter
Thilo Deininger. Adjetivado de filántropo, ¿por qué se le menciona tanto y se le conoce tan poco?
¿Acaso hizo algo más que darle al país un enorme bosque y una basílica para casamenteros?

PANORAMA. Vista del Plan de La Laguna incluida en el “Libro azul”, publicado en 1916.

alter Deininger era chaparro. Y sí, detrás de pagaban 1 peso, él les pagaba 1.50.

W los cristales de sus lentes se atisbaba un par

de ojos color azul. Pero, contradiciendo al
cliché que se tiene de los alemanes –de rí-
gidos y toscamente francos–, el carácter
de Walter era flemático y bonachón. O así lo recuerda
Héctor Navas, de 88 años.
Héctor es el padre de Milagro Navas, la actual al-
caldesa de Antiguo Cuscatlán. Desde hace décadas
vive a un tiro de piedra del descomunal árbol de ceiba
que sale escupido desde elpunto más céntrico del po-
blado. Sin más,Héctor se remonta al pasado,a más de
50 años atrás, cuando asegura que tenía algunas reses
y terrenos, “pero nunca como los de don Balta (Walter
Deininger).No haycomparación”.Másque asusbie-
nes, destaca su temple.
—Don Balta era lo más bueno que había. A sus ca-
porales les daba ropa a su medida. A sus cortadores,
todas las Navidades, les regalaba juguetes traídos de
Alemania. Y si en la finca (vecina) de los Dueñas les
Héctor lo cuenta con el rostro transfigurado, como
entre compungido y sonriente, como si estuviera ha-
blando de un supermán o un semidiós. Que sus domi-
nios seperdían en el horizonte.Que era el dueñode to-
da la costa de San Diego, de todas las casas de Antiguo
Cuscatlán, de la hacienda Tepeagua, de la falda norte
de El Picacho y parte de Quezaltepeque. Que solo aquí
empleabaamás de1,500cortadoresdecafé. QueaAn-
tiguo Cuscatlán le dio una iglesia, una escuela y un
hospitalito. Que se vestía siempre con la misma ropa
sencilla y que para evitar inundaciones en el Plan de
Laguna lo agujereaba con pozos. Que tuvo una primera
esposa, una alemana “altísima”, Friedl Clotilde Weig.
Que tuvo un hijo ilegítimo, pero que este falleció tem-
pranamente, y no pudo tener descendientes.
Perohay detallesque leintrigan, ¿WalterDeininger
nacióen GuatemalaoenAlemania? ¿Cómoconstruyó
suemporio agro-industrialdesdeelfondo deuncráter FINCA ALEMANA. A inicios del siglo XX, Max Vollmberg, un pintor berlinés, retrató la finca Mirasol, propiedad de su compatriota Fedor Deininger. Al fondo asoma El Picacho.
volcánico? ¿Por qué se sabe mucho y nada de él?

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EL JARDÍN. Wenceslao Flores se considera hijo de crianza de Walter Deininger. Asegura que antes en el Plan de La Laguna se encontraban restos precolombinos, como este.
DOS LEONES ENCALADOS flanquean el zaguán del
exuberante Jardín Botánico La Laguna, en Antiguo
Cuscatlán.
—A estos leones los trajeron de Alemania... —lo
dice Wenceslao, un joven de 86 años.
—¿Cómo lo sabe?
—¡Lea debajo de la pezuña! —Wenceslao apunta
con su bastón una inscripción.
Una que los brochazos de cal han vuelto casi ilegi-
ble. Parece decir “Berlín, 1930”, junto a una palabra
terminada en “llman”. Sin más, Wenceslao Flores
asegura que todo empezó aquí. Que este era el acceso
principal de la casona de Fedor Deininger, el padre
alemán del famoso Walter Thilo Deininger. Y que si
tengo imaginación, debería echarla al aire, al pasado.
A 1950, a 1930, a 1910, cuando esto era un emporio
alemán. Una especie de “3 en 1”: hacienda ganadera,
beneficio cafetero e ingenio azucarero.
Como sacado de una novela de Rómulo Gallegos,
desde el fondo de una desecada laguneta cratérica
(Plan de La Laguna), emergían chimeneas y los abani-
cos de unas altísimas palmeras. “Mi mamá trabajó
como cocinera para don Walter (Deininger). Prácti-
camente yo soy su hijo de crianza”, revela Wenceslao,
quien acaba de pagar $1 para poder entrar al jardín
donde se crió. Este que fue donado por Walter Dei-
ningery quedesde1976 esadministradopor unaaso-
ciación privada.
Másque unjardínparece unajungla.Huele amusgo
y a jengibre, en los senderos se atraviezan enormes
iguanas. Wenceslado asegura que a Walter Deininger le
gustaba leer librosjusto en la zona másselvática. Y que
antes de que esto fuera convertido en un parque, Wal-
ter le pagó un viaje a Brasil para que apreciara los jardi-
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Se asegura que este país
fue agradecido. Que Walter
Deininger fue condecorado
con la máxima distinción
que puede otorgarse, la
orden José Matías Delgado.
Algo que no ocurrió así.
nes botánicos que desarrollabanallá. Mientras platica,
Wenceslao le da un leve bastonazo a un helecho y des-
cubre una placa metálica: “A la memoria de Francisco
Bogen, emigrado en 1852. Él instaló aquí un trapiche,
principio del actual ingenio La Laguna”. Wenceslao
dice que esta placa estuvo antes en una loma llamada
Montecristo, pero se la trajo para acá porque la loma
fue urbanizada. De Francisco Bogen solo sabe lo básico,
que fue el tío-abuelo de Walter Deininger.
A diferencia suya, Jürgen Hübner –un historiador
alemán y autor del libro “Die Deutschen und El Salva-
dor (Los alemanes y El Salvador)”– ubica a los Bo-
gen-Bridge, a inicios de 1800, como una familia ale-
manaradicada enlaciudad polacadeGdansk. Alfalle-
cer Johann Bogen,el jefe de familia, al caerde un caba-
llo,sunumerosa prolecayóencrisis económica.Yesto
habría impulsado a que la mayoría de sus hijos decidie-
raemigraraAmérica.Una hijasefueaEstadosUnidos.
Otrose fueaPerú yChile.Ycuatro hermanosdecidie-
ron venir a El Salvador: Walter (1817-1895), Francisco
(1823-1904), “Póstumo” (1827-1869, nacido después
de la muerte de su padre) y Edward (1812-1895).
Walter, el hermano mayor, empezó a trabajar una
pequeña finca llamada Monserrat (cerca del actual
estadio Cuscatlán). Y luego, el resto de hermanos se
dedicó a comerciar cosas como el añil o solían trabar
amistad con alemanes de paso por Centroamérica,
como el naturista Moritz Wagner o como el explora-
dor Karl Ritter von Scherzer. “La importancia de los
Bogen es visible ya en 1854, cuando después de un
gran terremoto que destruyó a San Salvador, Walter
Bogen integra una comisión para buscar otro lugar
para asentar a la capital”, destaca Jürgen.
Wenceslao Montoya interviene. Asegura que el
estanque del jardín –atestado de tilapias y tortugas–
era la piscina donde nadaban los Deininger. Luego,
vuelve al pasado. Explica que Francis Bogen fue uno
de los hermanos que más destacó. Que era brillante,
disciplinado y que le gustaba planificar cosas. Que
durante un tiempo tuvo una casa de empeño, una es-
cuela para señoritas y un trapiche en Antiguo Cusca-
tlán. Y que fue Francis quien, alrededor de 1877, invitó
a emigrar a un sobrino de 28 años, Fedor Deininger,
quien tenía conocimientos de ingeniería.
—Fedor Deininger aceptó la invitación de su tío. Y
ya despuecito se trajo de Alemania unas máquinas de
vapor de la marca Röhrig und König y empezó a hacer
azúcar en la hacienda La Laguna. —cuenta Wences-
lao cómo dejaron de producir con trapiche.
De hecho, en septiembre de 1960, Walter Deinin-
ger publicitaba, en este periódico, que el afán de su fa-
milia por producir conmaquinaria le había permitido
seguir adelante con su negocio, incluso luego de que
en 1922 “un voraz incendio consumiera casi todas las
instalaciones (del ingenio)”. Wenceslao asegura que
fue Fedor quien decidió vivir aquí, cerca de su ingenio
La Laguna. Aquí crió a sus cinco hijos: Walter Thilo,
Fedor Junior, Francisco, Elisa y Federico. Y como su-
cedió con otras familiasalemanas asentadas en Chia-
pas y Guatemala, los Deininger se incorporaron a la
vida social local sin abandonar su germanidad, no se
nacionalizaron. Deininger lo hizo casi a los 50 años.
Regina Wagner, una historiadora guatemalteca de
origen alemán, aseguraque (antes que sefundara el in-
genioLa Laguna)Fedor Deiningertrabajó comoadmi-
nistrador de una de las fincas productoras de café y
azúcar más importantes de Guatemala. Una que aho-
ra, pese a estar ruinosa, aún se le puede ubicar cerca de
Quetzaltenango, en el municipio de Chocolá. Perte-
necía a unos alemanes de apellido Nottebohm (famo-
sos banqueros de Ciudad de Guatemala) y que para el
año de 1900 tenía más de 560,000 cafetos en produc-
ción. Según una vieja nota de este periódico, Walter
Thilo Deininger nació en 1891 en Chocolá. Allí también
nacieron sus hermanos Federico y Francisco.
Wenceslao –el hijo de crianza de Walter Deinin-
ger– asegura que Fedor Deininger también adminis-
tró (alrededor de 1900) al ingenio que alguna vez fue el
más grande y moderno de El Salvador, El Ángel, pro-
piedaddeunadelas familiasmásadineradas,losMe-
léndez. En esa hacienda, ubicada en Apopa, nacieron
otros hermanos de Walter: Fedor Junior y Elisa. Con
estos dos últimos hijos viajó a Alemania en 1910. De
eso da cuenta el “database” en Internet de Ellis Is-
land, en Nueva York, cuando viajaban en un trasa-
tlántico llamadoKronprinzessin Cecilie,y dondede-
clararon que posteriormente vendrían a El Salvador.
Mientrastanto, Wenceslaohaatornilladosu miradaa
un montículo cuajado de cactus y nopales y lo identi-
fica como los restos del caserón Deininger.
“Aquí hubo una casa preciosa, de madera y lámina.
Estaba construida sobre pilotes, porque a veces, cuan-
do había temporal, todo el fondo del cráter se inunda-
ba. Pero al morir don Balta, la botaron porque salía más
barato que mantenerla parada”. Wenceslao cree que
en esa casa vivió más tiempo Walter que su papá: “Por-
que allá por 1905, dicen que a don Balta lo mandaron a
Alemania para que estudiara algo así como un bachille-
rato mercantil. Y ya casi iba a empezar la universidad
cuando (en 1911) se murió don Fedor (su papá). Y en-
tonces el negocio le quedó a él”
SOBRE EL FRESCO LOMO del volcán de San Salva-
dor, codeándose con las cafeterías-boutiques que úl-
timamente brotan como champiñones, hay una esta-
ción policial que ocupa el viejo casco de la hacienda
Santa Lucía, una expropiedad de Fedor Deininger.
Aquí, todavía hay un granero ruinoso de apariencia
alemana.
Hace un siglo, en este lugar fue alojado Max Voll-
mberg, un pintor berlinés considerado un importante
documentalista histórico y etnográfico del país. Al
óleo o acuarela, Vollmberg retrató un puñado de pai-
sajes como este. De hecho, en la clínica de Antiguo
Cuscatlán –en el Plan de La Laguna– cuelgan dos gi-
gantescos óleos de Vollmberg que fueron donados por
Walter Deininger, luego de que adornaron los muros
de otra finca cercana, Mirasol.
Solo esta finca, situada en la falda norte del Pica-
cho, tenía una extensión de 239 hectáreas. Dicho de
otra manera,al sumar eltotal de propiedadesde Wal-
ter Deininger casi se formaba una franja vertical, si se
ve desde un mapa, de sur a norte o viceversa. Desde
las playas de San Diego a Tepeagua, de Antiguo Cus-
catlán al volcán y del volcán a Quezaltepeque.
Algunoshistoriadoressalvadoreños noseatrevena
asegurar si la familia Deininger aprovechó la ley de ex-
tinción deejidos de1881. Hayquien aseguraque ladis-
ciplina, la puntualidad y la honradez que caracteriza-
PIONERO. Francis fue uno de los cuatro hermanos
Bogen que emigraron a El Salvador en el siglo XIX.
INICIO. Alrededor de 1880, Fedor Deininger
emigró por invitación de su tío Francis Bogen.
HISTORIA. Walter Deininger nació en Chocolá,
Guatemala, donde trabajó su papá (Fedor).
ban a los alemanes hacía producir las fincas y permitía
seguir comprando tierras. Habrá quien los compare
con algunos de los finqueros alemanes que radicaron
en el departamento guatemalteco de Alta Verapaz. Se-
gún Regina Wagner, la historiadora, allí hubo alemanes
como Richard Sapper, que tuvo más de ocho fincas
distintas. Y una sola de ellas abarcaba hasta 70 kilóme-
tros cuadrados. Un judío-alemán, Erwin Paul Diesel-
dorff, se hizo de hasta 25 fincas distintas.
Sin embargo, el caso guatemalteco fue un tanto
distinto. Alrededor de 1885, el presidente Justo Rufi-
no Barrios quiso seducir alemanes para que “desarro-
llaran” algunas regiones, como Alta Verapaz. Barrios
les ofreció títulos gratuitos en tierras consideradas
baldías, pero “próximas” a comunidades indígenas
(la potencial mano de obra). Esta política "concesio-
naria, en toda regla, fue emulada por Porfirio Díaz, el
presidente mexicano, quien ofreció una región pare-
cida, la del Soconusco, en Chiapas.
De vuelta en El Salvador –en la finca Mirasol–,
sorprende que actualmente sea tan distinta de como
la retrató Vollmberg, el pintor alemán. El casco de su
haciendase haderretido yunbosque loempieza ade-
vorar. Parece que no hay más que una campanario de
hierro sin su campana y una piedra que dice “1912”.
En medio de la decadencia, salta un campesino. Uno
que no sabe si esta finca cafetera sigue siendo de los
descendientes de los Deininger. Y prefiere llevarme
hasta un claro de bosque, donde surge una bonita y
antigua escuela. Grande. Y el agricultor da razón.
—Esto es lo único que ha quedado: la escuela que
construyó “don Balta” hace añales para sus colonos...
No lo conocí, pero cuentan que era una gran persona.
WENCESLAO FLORES MONTOYA –el hijo de crian-
za de don Balta– vive en una casa de esquina de Anti-
guo Cuscatlán. Por dentro, la casa se revela oscura.
Sin embargo, sus paredes destellan de tantos trofeos y
placas de reconocimiento. Hay uno que lo declara hijo
meritísimo de esta ciudad.
—Es que hace años formé una de las primeras es-
cuelas de fútbol del país. Pero el reconocimiento tam-
bién esde donBalta. Él mepagó losestudios enel Co-
legio Santa Cecilia. Y luego me mandó a titularme a
México, D. F. como técnico deportivo.
Wenceslao deja caer su bastón al suelo y se despa-
rrama en su sofá. Poco después revela que don Walter
se casó, por segunda vez, alrededor de los 75 años, con
su enfermera salvadoreña, una señora llamada Emilia
Colocho, queya falleció.Y comono tuvoprogenie, asu
muerte sus sobrinos retomaron sus negocios. Eso sí,
que ni los busque, porque con periodistas, nada. “De
todas formas, las obras de don Balta están por todos la-
dos. Esta casa me la regaló él. Y así hizo con mucha
gente. Cuando murió, sus libros fueron donados a una
escuela…Hasta la fecha, no habido un filántropo como
él”. Mientras lo dice, manipula un libro de 1953, “El
Salvador”, del escritor Luis Alonso Chica.
Wenceslao abre el libro a la mitad, hasta dar con
artículo titulado “La filantropía en El Salvador”. Uno
que menciona al banquero chalateco José Rosales,
quien presintiendo su muerte y aconsejado por un
pariente (el arzobispo Antonio Pérez y Aguilar), sus-
cribió su fortuna al Hospital de San Salvador, quienes
luego decidieron construir el Hospital Rosales. En el
libro es citada también la familia Guirola como cons-
tructora de un hospital en Santa Tecla.
Sintetizando, “Sara de Zaldívar fundó, con su pro-
pio peculio, el asilo de ancianos, justamente llamado
Asilo Sara. Eugenia de Dueñas destinó fondos y terre-
nos para construir una escuela de ciegos. Benjamín
Bloom, el banquero estadounidense (que no tuvo hijos)
que al morir heredó su fortuna para que contruído ex-
presamente,unhospitalde niños…”. El artículo se di-
lata al mencionar a Walter Thilo Deininger.
22 DE SEPTIEMBRE DE 2013 Séptimo{Sentido} 9
 MEDALLA. En 1954, Walter Deininger fue distinguido con la Medalla de la Asamblea Legislativa. La Semana Santa de 1968 terminó con el masivo cortejo fúnebre de Deininger.
EMPRESA. Desde el fondo del Plan de La Laguna, Walter Deininger regentó un ingenio-beneficio-hacienda lechera. A la derecha, algunos de los trabajadores de su hacienda.
Quizás hasta resulte un poco cansado leer esta lista
–incompleta–de sus obras filantrópicas. Construyó la
Escuela Normal de Maestros Alberto Masferrer (a un
costo “estratosférico” para la época de 555,616.40 co-
lones). También, el pabellón Deininger del Sanatorio
Nacional. La casa San Vicente de Paul. El Sanatorio de
Guadalupe. El Colegio Santa Isabel de Cojutepeque.
La escuela de artes y oficios del Colegio Santa Cecilia,
de Santa Tecla.El grupo escolar deAntiguo Cuscatlán.
El hospicio Belén de Santa Tecla. El Colegio Fátima de
Santa Tecla. El instituto dominicano San José de Que-
zaltepeque. La escuela secundaria de Quezaltepeque.
ElColegioEspírituSantode SanSalvador.Lacasadela
misericordia de Soyapango. El pabellón de cardiología
del Hospital Rosales. La basílica de Guadalupe (una de
sus obras más bellas y cuantiosas, construida en 1953,
con un coste de 614,468.21 colones). La parroquia de
AntiguoCuscatlán. LaiglesiadeSan AntoniodeSanta
Tecla (tumbada por el terremoto de 2001). Las iglesias
de los cantones Primavera y San Juan Los Planes. Do-
nativo para la construcción de la actual catedral me-
tropolitana. Otro donativo al Hospital Rosales: un ga-
binete de Rayos X, un aparato de anestesia y una am-
bulancia “Willys”.
En la lista, no aparecen otras obras “menores”, la
mayoría las hizo en vida. Fue director del plan nacio-
nal contrala tuberculosis, quelo llevóen 1960 ala In-
dia para intentar encontrar una panacea. La que fue su
casa y jardín es hoy el Jardín Botánico. Sin ser católico,
donó el carrillón de ocho campanas del campanario
delColegioSanta Cecilia.Laescuelade laexfincaMi-
rasol. En Antiguo Cuscatlán construyó canchas de
fútbol. Para el terremoto de Jucuapa y Chinameca (de
10 Séptimo{Sentido} 22 DE SEPTIEMBRE DE 2013
1951) envió camiones con alimentos y a algunos de sus
trabajadores que manifestaron querer ayudar. Y hasta
hizo su aporte medioambiental: donó buena parte de
su finca San Diego, misma que hoy se llama Parque
Nacional Walter Deininger, de 732 hectáreas. “Antes
de que falleciera, don Balta quería que hasta el último
de sus trabajadores tuvieran casa aquí en Antiguo
(Cuscatlán), pero ese deseo se le truncó su corazón
cuando le dio ese síncope”. Wenceslao dice que Wal-
ter Deininger es el espejo donde le gusta mirarse. Y
que por eso, toda la cerámica precolombina que, du-
rante años, fue rescatando de la tierra que se araba en
el Plan de Laguna la donó al Museo Nacional de An-
tropología David J. Guzmán.
—Siempre he tratado de vivir como me lo decía
don Balta, “es mejor dar que recibir”.
LADE WALTERDEININGER esunahistoria conpun-
tadas surrealistas. Por ejemplo, alguna vez estuvo
preso. Y pasó de ser terrateniente a ser desterrado.
Todo por consecuencia –indirecta–de algo no menos
inaudito: en1941 El Salvador ledeclaró la guerraa Hi-
tler. Y como prueba, un famoso “niño” de Antiguo
Cuscatlán…
Muy cerca de la parroquia que construyó Walter
Deininger, una morena resguarda, en la sala de su
casa, a la estatuilla de un niño tan rubio como una
cerveza.
—Mírele la carita, ¡este niño es alemán! —asegura
Yanet Cerón. Su luto contrasta con el vestido blan-
quecino del niño.
Y Yanet se explica. Que hace pocos días falleció su
padre, Pedro Cerón. Que él era el cofrade oficial del
“Niño Balta”. Que “Balta” es la adaptación salvado-
reña del nombre Walter. Y que su papá dejó la biogra-
fíadedonBaltayladel niñodentrodeunacajadecar-
tón atada con un lacito.
Al abrir la caja, saltan algunas anotaciones: Walter
Deininger obtuvo la nacionalidadsalvadoreña en 1939
(cuando este tenía casi 50 años). Cosa que de poco le
sirvió. Alrededor de 1939, una comisión del FBI vino a
Guatemala y El Salvador para inspeccionar que sus
respectivos gobiernos –el del general Maximiliano
Hernández Martínez, en el caso salvadoreño– estu-
vieran cumpliendo su papel de “países aliados”: tenían
que confiscar las propiedades de los alemanes radica-
dos en el país y permitirles que fueran recluidos en
campos de concentración en Estados Unidos. Lo que
no se sabe es si Walter Deininger simpatizaba con el as-
censo y triunfo del Movimiento Nacional Socialista
(los nazis) en Alemania. Julio Castellanos Cambranes,
guatemaltecoy doctorenhistoria,no soloaseguraque
Guatemala fue el principal foco de inmigración alema-
na en Centroamérica, sino que todos los alemanes que
vivíanallí erannazis. Yqueno existiófinca alemanaen
que la bandera nazi no ocupara un sitial de honor.
Nazi o no, “don Balta fue llevado como prisionero
de guerra. Sus propiedades fueron intervenidas. Y
sus trabajadores y amistades quedaron consternados
ante talhumillación”. Elcofrade describeque lostra-
bajadores se sintieron “huérfanos” y clamaron a Dios
a través de los Santos Niños Inocentes (los santos pa-
tronos del poblado). A cambio de su regreso, ofrecie-
ron la promesa de presentar en la iglesia a un niño con
PUERTAS ADENTRO. Así lucía, en 1918, el interior de la finca Mirasol, propiedad de Fedor Deininger. La acuarela es una obra del pintor berlinés Max Vollmberg.
Construyó la Escuela
Normal de Maestros
Alberto Masferrer, la casa
San Vicente de Paul, la
escuela secundaria de
Quezaltepeque, el Colegio
Espíritu Santo...
el nombre de Balta.
“El milagro ocurrió. Poco después, don Balta
desembarcó en el puerto de La Libertad. Ese día hu-
bo una gran fiesta en el Plan de La Laguna, donde se
encontraba el presidente Hernández Martínez, que
le dio la bienvenida y le entregó todos sus bienes y
un abrazo”.
Según Yanet Cerón –la hija del cofrade–, Walter
Deininger agradeció las manifestaciones de aprecio
de sus trabajadores. Y cuando supo de su promesa,
destinó un presupuesto anual para festejar a los niños
con pólvora y tamales. Yfue entonces que Friedl Clo-
tildeWeig,suprimera esposa,obsequióelfamosoni-
ño traído de Alemania, Balta.
EL ANTIGUO CUSCATLÁN DE Walter Deininger ya
no es el mismo. Ya no hay reses ni tren de vapor a Santa
Tecla. Donde sembró caña de azúcar, ahora florece
Ciudad Merliot. Donde sembró tabaco, la embajada
de EUA. El villorrio donde vivieron sus cortadores de
café, ahora apiña a más de 33,000 personas y al edifi-
cio más alto del país, El Pedregal. Y el fondo de ese crá-
ter, quetambién fue laguna,ahora se haterminado de
inundar de fábricas. Algunas de ellas aún ligadas a los
descendientes del emporio Deininger & Cía.
Ahora queda el cuento de un alemán que se convir-
tió en filántropo. Quizás el más inquieto de cuantos
haya tenido el país. Del que se dice mucho y nada. Por
ejemplo, biografías suyas: pocas y escuetas. Y en casi
todas se asegura que este país fue agradecido con él.
Que el 14 de diciembre de 1953 fue reconocido “por
sus servicios prestados en el orden social” con la má-
xima distinción que puede otorgar el país, la orden Jo-
sé Matías Delgado. Algo que no ocurrió así.
Otra cosa dice la edición del 15 de diciembre de
“1954”de este mismo periódico. Un día antes, el 14, el
gobierno del coronel Óscar Osorio celebró –en el es-
tadio Flor Blanca– el sexto aniversario del movi-
miento revolucionario del 14 de diciembre de 1948,
que culminó con la Constitución política de 1950. La
ocasión fue aprovechada para admirar a unas cachi-
porristas venidas de la Universidad de Miami, y para
condecorar a dos ciudadanos: a Luis Alfaro Durán,
expresidente del Banco Central de Reserva, a quien le
fueimpuestalafamosa ordendeJoséMatíasDelgado;
y a Walter Thilo Deininger, “el notable filántropo”, le
fue entregada la Medalla de la Asamblea Legislativa.
Parece que hasta que el corazón le falló –el viernes
santo de 1968– Walter Deininger pasó a ser mitifica-
docomo “unodelosmás grandesfilántroposconoci-
dos”. La confirmación de su “repentino”deceso, a los
77 años de edad, en una carretera de Sonsonate,
“causó conmoción general en todos los círculos so-
ciales, oficiales, particulares, comerciales, industria-
les y populares del país”. Su cortejo fúnebre fue por-
tada de este periódico. Un enjambre gordo de gente
–mezcla de ricos y pobres–acompañó su ataúd desde
el apartado Plan de La Laguna hasta el capitalino ce-
menterio de Los Ilustres, donde fue enterrado, en su
sepulcro sencillo, junto a un cuñado, un militar ale-
mán llamado Eckart Pabst von Ohain.
En una vieja nota periodística, Pablo Aguilar Cal-
derón, su chofer de toda la vida, relató cuáles fueron
sus últimas palabras. “Don Walter viajaba conmigo
en el vehículo. Y a la altura la Cooperativa Lechera,
sobre la carretera entre Acajutla y Sonsonate, encon-
tramos unos camiones cargados de mercadería y don
Walter empezó a contarlos y cuando dijo nueve se
desmayó. Le pregunté qué le pasaba y ya no pudo de-
cirme, en el Hospital de Sonsonate (el mismo al que
había dotado de equipo médico) no pudieron hacer
nada. La muerte fue fulminante”.
Entre las páginas del periódico, salta también una
pequeña columna escrita por el profesor Adalberto
HuezoCórdoba, quienno encontrabael adjetivoexac-
to para describirlo: honrado, rico, magnánimo, euro-
peo bueno, desinteresado y humilde. “Vive con sus
trabajadores, conoce sus necesidades y los alivia.
Aquello de que es más fácil que un camello entre por el
ojo deuna aguja queun rico sesalve no cuentacon Dei-
ninger. Nosotros lo consagramos como: ¡El hombre
que se ha ganado el corazón de Cuscatlán sin disparar
ni un solo tiro, ni lanzar una hoja suelta!”. {S}
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