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Comenzaré este estudio por un acto de fe, confesando que todo po-
der viene de Dios: "Dios, dice el Eclesiastés, ha dado a cada pueblo un
gobernante”. (1) San Pablo ha confirmado esta verdad, cuando dijo a los
romanos que el príncipe es el ministro de Dios para favorecerlos en el
bien (2). Un gobierno que no está fundado sobre este acto de fe, no es
un gobierno cristiano. El manual de política redactado por Bossuet para
la instrucción del hijo de Luis XIV, de quien era preceptor, fue titulado
“La política según las palabras de las Sagradas Escrituras”, y comienza
por estos términos: "Dios es el rey de los reyes". De esto surge, como lo ha
observado Donoso Cortés, que "toda gran cuestión política supone y
desarrolla una gran cuestión religiosa”. Esta observación fundamental no
ha escapado a ningún hombre serio (3). Proudhon mismo ha dicho "que
era sorprendente de que en el fondo de nuestra política nosotros encontramos
siempre a la teología" (4). Y Blanc de Saint Bonnet ha expresado la misma
verdad diciendo que "las naciones han sido educadas por sus religiones como
los hijos por sus madres” (5). No puede separarse la historia de las
creencias religiosas de un pueblo y la historia de sus instituciones. Más
aún, cada régimen político refleja las tendencias de la religión
dominante en su época. Muchos autores han señalado la analogía que
existe entre la monarquía hereditaria y el teísmo cristiano, la
aristocracia y el luteranismo, la democracia y el calvinismo, el
estatismo moderno y el deísmo, el capitalismo y el puritanismo, el
socialismo y el pietismo. No se separa la Iglesia y el Estado.
I - POLÍTICA AGONAL
La política agonal precede a la política-juego y ocupa, en la historia
de los pueblos, un período mucho más largo que ésta última. En la
Ciudad Antigua, como lo mostró Fustel de Coulanges, la política está
fundada en la religión hasta el día en que el interés público (res publica)
se convirtió en el único principio de gobierno. Este período, que se
extiende, en Grecia, hasta la aparición de los estrategas, y, en Roma,
hasta el tribunal, fue una época de la política agonal. En Europa, las
nociones de interés y de utilidad pública no son desarrolladas sino a
partir de la Reforma.
II - POLITICA-JUEGO
Sin espectador no hay más juego (33), no hay más árbitros neutros,
no hay más jugadores profesionales disfrutando de la inmunidad
parlamentaria. Desde que todo el mundo se convierte en actor, el
pueblo no necesita más representantes; él está presente en todo. Los
colores, que la política-juego ha izado al mástil son entonces
reemplazados por el color único.
Notas: