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nos hace ver lo que permanece invisible en la economía convencional. Como se sabe, el
trabajo doméstico no remunerado proporcionado mayormente por mujeres, esos trabajos
de cuidar de las personas, supondrían una parte importante de toda la producción, pero no
están contabilizados.
También son invisibles para los economistas y para los políticos que les son fieles todos
esos otros trabajos de los hombres y las mujeres pobres del mundo que se "buscan la vida".
Se confunde el concepto de trabajo con el de empleo asalariado, se olvidan de los
campesinos, de las cooperativas informales, de los trabajos voluntarios. Todo lo que no da
"valor añadido" crematístico, o que da poco, es casi invisible.
La famosa aportación de Max-Neef a una teoría operativa de las necesidades va más allá
de esas discusiones. En este libro desarrolla esta teoría con la colaboración de Antonio
Elizalde y Martín Hopenhayn. Hay que distinguir entre necesidades y "satisfactores" de esas
necesidades. Las necesidades humanas. no son infinitas e inescrutables. Por el contrario,
son finitas y las conocemos bien. Eso no supone un reduccionismo biológico o etiológico,
ni tampoco la aplicación del enfoque de "necesidades básicas de los pobres"
Las necesidades humanas lo son de todos los humanos, de los Mapuche y de los
neoyorquinos, son finitas e identificables, pero los "satisfactores" pueden ser muchos y
variado s. Los mejores son los sinérgicos, es decir, los que satisfacen varias necesidades
a la vez.
Crisis de propuestas y crisis de utopías
En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones políticas
representativas frente a la acción de las élites de poder financiero, por la
internacionalización creciente
de las decisiones políticas y por la f alta de control que la ciudadanía tiene sobre las
burocracias públicas.
En lo social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta
de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y
política y el empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en
el seno
de las sociedades,
En lo económico, la creciente participación del complejo militar en la vida económica de los
países, y los múltiples efectos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de
producción y consumo.
nos hemos inclinado por llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave
nos parece el hecho de que estamos perdiendo –si es que no hemos perdido ya– nuestra
capacidad de soñar.
Frustraciones del desarrollismo y delmonetarismo
En los contextos nacionales aparecen las instituciones de. planificación, las corporaciones
de fomento de la producción en sus distintas versiones, las políticas que impulsan la
industrialización y revierten la composición demográfica de países hasta entonces
predominantemente rurales, las reformas bancarias, el mejoramiento de los sistemas
estadísticos, la promoción popular
y los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, además, los primeros
argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras exportaciones,
afectadas—como logra demostrarse—
por un deterioro constante de los términos de intercambio.
El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la capacidad de la propia
sociedad civil par a movilizar se y adecuar un orden político representativo a los proyectos
de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. La pregunta candente, no sólo par a un
Estado democrático sino también par a una sociedad y una cultura democrática en la región,
no es ya cómo contener la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un
tipo de desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la
multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede eludir la tarea
de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen, socialicen y rescaten las diversas
identidades colectivas que conforman el cuerpo social.