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Ezcurra, Eduardo de
En el siglo XXX / Eduardo de Ezcurra ; comentarios de Carlos Abraham. - 1a ed .
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2018.
240 p. ; 23 x 16 cm.

ISBN 978-987-693-735-1

1. Ciencia Ficción. I. Abraham, Carlos, com. II. Título.


CDD A863

Primera edición: enero 2018

Ilustración de tapa: “Paris: la nuit” de Albert Robida. Figura en el libro


“Le Vingtième Siècle” (París: Georges Decaux, 1883).

Diseño de tapa e interior: Andrea Hamid

© Ediciones CICCUS - 2018


Medrano 288 - CABA (1179)
(54 11) 4981.6318 / 4958.0991
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Ediciones CICCUS ha sido


merecedora del reconoci-
miento Embajada de Paz,
en el marco del Proyecto-
Campaña “Despertando Con-
ciencia de Paz”, auspiciado por la Orga-
Impreso en Argentina nización de las Naciones Unidas para la
Printed in Argentina Ciencia y la Cultura (UNESCO).

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Índice

Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino


por Carlos Abraham . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Panorama general del texto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Plano político-económico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Sátira al periodismo y el arte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Alertas y prevenciones de orden sociológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
,QÀXHQFLDVOLWHUDULDV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
&RQFOXVLyQ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38

Dos palabras
SRU(GXDUGRGH(]FXUUD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Jornada I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Jornada II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Jornada III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Jornada IV. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Jornada V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Jornada VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Jornada VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .111
Jornada VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Jornada IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Jornada X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Jornada XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Jornada XII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Jornada XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Jornada XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Jornada XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Jornada XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Jornada XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Jornada XVIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Jornada XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
Jornada XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Jornada XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

Eduardo de Ezcurra:
un utopista argentino

Carlos Abraham

/D*HQHUDFLyQGHO2FKHQWDDEXQGDHQ¿JXUDVTXHVLELHQUHDOL]DURQXQD
labor intelectual y cultural ingente, hoy día están olvidadas. Una de las
constantes que depara la investigación literaria en profundidad de dicho
período es el hallazgo de interesantes autores que no gozan de un lugar
siquiera mínimo en las historiografías literarias más exhaustivas. El se-
guimiento de un oscuro nombre propio aparecido en alguna novela, au-
tobiografía o ensayo, o en algún antiguo artículo periodístico, suele dar
como resultado la exhumación de trayectorias responsables de multitud
de textos de no poca calidad, editados en formato de libro o en formato
KHPHURJUi¿FR

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

Un ejemplo que considero paradigmático es Eduardo de Ezcurra


(Buenos Aires, 6 de septiembre de 1859 - Ídem, 4 de febrero de 1902).
Periodista y funcionario público, fue hijo de Felipe M. de Ezcurra (1820-
1897) y de Enriqueta Bond y, como puede deducirse por su apellido, pa-
riente de Juan Manuel de Rosas.1 Su primer matrimonio fue celebrado en
1894 con Emilia Iñíguez, con quien tuvo a su hija Ofelia Malvina (1895).
Emilia murió en el parto y el autor se casó en 1895 con Alicia Franchini
Tati, con quien tuvo tres hijos: Alicia Malvina (1896), Sofía Corina (1897)
y Eduardo (1899).
Tras un largo viaje a Europa en su juventud, se dedicó a trabajar como
redactor en /D7ULEXQD2, dirigiendo su sección literaria. Colaboró tam-
bién, aunque de modo esporádico, en periódicos como La Patria Argen-
tina y (O 3XHEOR $UJHQWLQR y en revistas como La Lira Argentina, La
&UyQLFD0XVLFDO, El Boletín y /D*DFHWD0XVLFDO, entre 1886 y 1888. En
1893 fue redactor en La Nación. Estaba acostumbrado al uso de seudó-
nimos. En El MemorialGH¿UPyFRPR³6DQFKR6iQFKH]´\³*RU-
GHWWL´ SXEOLFDQGR FRQ HO SULPHUR XQD VHFFLyQ ¿MD GH DUWtFXORV WLWXODGD
³3iJLQDVYRODQWHV´7DPELpQHPSOHy³*XDQWH%ODQFR´ FRQHOTXH¿UPy
sus colaboraciones en la sección “Ecos sociales” de El Nacional, así como
sus crónicas de sociedad en /D4XLQFHQD), “Juan Sevipe” (utilizado para
unos artículos titulados “Cuadros campestres” en /D&UyQLFD0XVLFDO)
y “A. Foro” (para trabajos diversos en El Cascabel, El Año Literario, El
%XHQRV$LUHV,OXVWUDGR y El Economista Argentino). Bajo el seudónimo
“Daniel Rochat” estrenó en 1879 El caso Teresita, comedia en prosa y
verso en un acto, en el Teatro de la Victoria.3 Con su propio nombre es-
trenó ese mismo año (O¿QMXVWL¿FDORVPHGLRV, otra comedia en un acto
(o peti-pieza, para usar el léxico de la época), en el Teatro de la Alegría.4
Fue director y prologuista de la colección de folletines Obras literarias5,

1 He hallado estos datos en la necrología de Felipe M. de Ezcurra, en La Nación, apa-


recida el 27 de octubre de 1897.
2 Periódico matutino fundado en 1853 por los hermanos Héctor y Mariano Varela
(hijos del periodista Florencio Varela, asesinado durante el rosismo). Uno de sus co-
laboradores más destacados fue Miguel Cané. En 1872 pasó a tener dos ediciones
diarias: matutina y vespertina.
3 Scotto, José Arturo; “Los seudónimos en el periodismo argentino”, en El Debate.
Mendoza, 21 de junio de 1897 y números siguientes. El seudónimo Daniel Rochat
deriva de la comedia homónima de Victorien Sardou.
4 La Nación, 19 de agosto de 1879.
5 Buenos Aires: Tipografía “La Central”, 1879, 12 fascículos.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

dedicada a publicar por entregas las obras narrativas y teatrales de Ra-


fael Barreda. También prologó Gesta6 de Alberto Ghiraldo.
Se trató de una personalidad de frecuente aparición en la vida cultural
porteña del período, aunque nunca estuvo en los primeros planos. Rubén
Darío lo recordó fugazmente en su autobiografía, sepultado en una larga
enumeración de nombres: “Eduardo de Ezcurra nos hablaba de su estéti-
ca y nos citaba siempre a Campanella, uno de sus autores favoritos”.7 La
referencia es doblemente interesante: tanto porque revela su amistad con
el cisne nicaragüense y por lo tanto su pertenencia al grupo del Ateneo,
como porque demuestra su interés por uno de los principales cultores del
género utópico: el italiano Tommaso Campanella, autor de /DFLXGDGGHO
sol (1623), que describe una sociedad imaginaria donde el poder está en
manos de los sabios. Darío volvería a recordarlo en un poema sobre sus
años porteños:

Paréntesis. El Ateneo.
Vega Belgrano piensa. Ezcurra
discurre. Pedro despanzurra
a Juan. Surge el vocablo feo:
“Decente”. ¡Qué horror! ¡Qué escándalo!8

Poco más puede decirse con respecto a su biografía, ya que las fuentes
de información son casi en exclusividad sus propias obras y las columnas
necrológicas que he hallado (con el agregado de algún dato más presente
en su juicio sucesorio, conservado en el Archivo General del Poder Judi-
cial de la Nación). La más importante en extensión es la aparecida en Ca-
ras y Caretas, acompañada por una fotografía del autor. Por su interés,
la transcribo íntegra:

Los últimos años de su vida han sido duros para este hombre de letras,
fallecido en Buenos Aires a mediados de la semana anterior. Una penosa
enfermedad le había apartado de la vida activa, y Ezcurra, que había sido
siempre un espíritu brillante, había decaído y paseaba las calles melancóli-
co y entristecido. Veinticinco años atrás viajó por Europa provechosamen-
te, pues aprendió idiomas y adquirió un barniz literario, que, a su regreso
a la patria, le permitió incorporarse al personal de la prensa diaria. Tuvo

6 Buenos Aires: Edición de El Sol, 1900.


7 /DYLGDGH5XEpQ'DUtRHVFULWDSRUpOPLVPR, cap. XLIII. Barcelona: Maucci, 1913.
8 “Versos de año nuevo”. En: Caras y Caretas, 1 de enero de 1910.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

a su cargo mucho tiempo la “Revista literaria” de /D7ULEXQD, en que vino


a parar aquel famoso diario político de los Varela, y luego ingresó a la ad-
ministración como empleado inferior de la Contaduría Nacional. En ésta
ascendió paso a paso hasta los puestos directivos, y cierto día una velei-
dad del presupuesto le dejó cesante, arruinándole. Hizo una prolija reco-
pilación de las leyes aduaneras, comentándolas, y la publicación de lo que
era fruto de una asidua labor, puede considerarse como obra de innegable
utilidad para cuantas personas tienen asuntos que ventilar en la Aduana.
También esbozó varias novelas que dio a luz más o menos concluidas. Per-
teneciente a una familia tradicional, pues su apellido se enlaza al de los
Rozas, su muerte ha enlutado a mucha gente de esta ciudad y su sepelio fue
una manifestación de las simpatías de que gozaba.9

Su trabajo más importante en el área legal fue /HJLVODFLyQDGXDQHUD


&RQFRUGDQFLDVMXULVSUXGHQFLD\FRPHQWDULRV10, elaborado (según seña-
la el propio Ezcurra en el prólogo) a partir de artículos publicados previa-
mente en varias revistas económicas y de derecho, y en los que se aprecia
ODLQÀXHQFLDGH,KHULQJ&DUOH%OXQWVFKOL\$OEHUGL&RQVWLWX\HHOSULPHU
libro sobre cuestiones de aduana de la literatura jurídica nacional.
Su principal obra literaria fue la novela En el siglo XXX.11 Me ocuparé
de ella en las páginas siguientes.
Un trabajo previo es (ODOXFyQ.12 Se trata de un extenso poema escrito
en versos dodecasílabos, ordenados en estrofas de seis versos. Evidencia
XQDIXHUWHLQÀXHQFLDGH3RHQRVyORSRUTXHHOHStJUDIH13 pertenece al poeta
estadounidense, sino porque el texto en sí es una alevosa reelaboración del
SRHPD³7KHUDYHQ´$XQHVWXGLDQWHGH¿ORVRItDTXHFRQWHPSODXQYLHMR
retrato de Poe se le aparece un alucón, una especie de pájaro de la campiña
argentina, parecido al mochuelo, y que (al igual que el cuervo) puede imi-
tar la voz humana. La criatura contesta “¡Soñáis!” a cada una de las preten-

9 Nº 176, 15 de febrero de 1902. Hubo breves necrologías en el diario La Nación


(miércoles 5 de febrero de 1902, pág. 6, col. 2, y jueves 6 de febrero de 1902, pág. 6,
col. 5), interesantes porque la enumeración de deudos brinda un mapa del círculo de
relaciones del autor.
10 Buenos Aires: Jacobo Peuser, 1895. Existe una segunda edición de 1900. En La
7ULEXQD del 20 de agosto de 1895 se menciona la presentación de la primera edición
en el Ateneo.
11 Buenos Aires: Imprenta de Juan A. Alsina, 1891, 334 pp.
12 Buenos Aires: Tipografía Ítalo-Argentina de B. E. Borghese, 1881, 21 pp.
13 “¡Tus horas de felicidad han terminado ya...! Edgardo Poe.”

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

FLRVDVH[SORVLRQHV¿ORVy¿FDV
del joven.
He hallado, tras una lar-
ga compulsa, algunas obras
menores. En el quinto nú-
mero (noviembre de 1898)
de la revista (O0HUFXULRGH
$PpULFD, Ezcurra publicó
un capítulo de un libro en
preparación, titulado provi-
soriamente Vida. En el nú-
mero 9 (marzo de 1899) apa-
reció el relato “Albadolens”.
También publicó poemas en
prosa en (O%ROHWtQ0XVLFDO,
y en 1894, en el $OPDQDTXH
3HXVHU, un artículo sobre
Wagner titulado “En el ani-
llo del Nibelungo”. El 2 de
octubre de 1898 publicó el
relato “La última” en El Sol
del Domingo, seguido el 16
de octubre por el artículo
“Anuro” y el 19 de marzo de
1899 por el relato “Honra- &DUWDGH(GXDUGRGH(]FXUUDD5XEpQ'DUtR
dez”; en su continuador El
Sol publicó el 8 de diciembre
de 1899 el monólogo dramático “Comprimidos pépsicos”.
La bibliografía del autor se completa con cuatro trabajos publicados
en el diario La Nación. El primero está constituido por tres poemas en
homenaje a Mitre, aparecidos el 13 de junio de 1883, bajo el título gene-
ral “Bartolomé Mitre”. Le sigue la reseña “La herida de Mitre”, del 9 de
noviembre de 1890, sobre Historia del general San Martín por Bartolo-
Pp0LWUH14 de Manuel Florencio Mantilla. Luego, el artículo “Impromp-
tu. Coloquio de los centauros”, del 3 de agosto de 1896, que versa sobre
el poema de Rubén Darío aparecido en el segundo número de La Biblio-
teca. Por último, “El oro; cuento de circunstancias”, del 21 de enero de
1899.

14 Buenos Aires: Pablo E. Coni, 1889.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

Panorama general del texto


En el siglo XXX está precedido por una dedicatoria al historiador Lu-
cio Vicente López, a quien Ezcurra llama “mi antiguo maestro y amigo”.
$FRQWLQXDFLyQHQXQEUHYHSHURVXVWDQFLRVRSUyORJRGH¿QHVXVSURSy-
VLWRV/DQRYHODEXVFDVHUPiVTXHXQWH[WR¿FFLRQDOXQ³HQVD\RGHFUt-
WLFD\GH¿ORVRItDVRFLDO´TXHH[KLEDGHPRGRGHVFDUQDGRORVSUREOHPDV
sociales y los errores políticos que aquejan al país, entre los que se cuen-
tan la persistencia de la plutocracia, la escasa instrucción cívica vertida a
la ciudadanía, el localismo político (herencia del antiguo caudillismo) y
ODPDQLSXODFLyQGHODVOH\HVDWUDYpVGHLQWHUSUHWDFLRQHVVRItVWLFDVD¿Q
de que coincidan con los deseos de los poderosos. También señala que
HOSURJUHVRFLHQWt¿FRQRLPSLGHTXHVHSURGX]FDXQGHWHULRURHQRWUDV
esferas, como por ejemplo en la ética.
El argumento es sencillo, como suele ocurrir en las utopías, cuya natu-
raleza de obras de tesis las obliga a una estructura acumulativa, engarzando
HSLVRGLRWUDVHSLVRGLRFRQHO¿QGHGHPRVWUDUFRQYLQFHQWHPHQWHHOFRQFHSWR
central. Andros y Filos, dos jóvenes del siglo XXX, habitantes de la decaden-
te ciudad de Fisiócrata (nombre futuro de Buenos Aires), están hastiados de
los vicios sociales y los malos procederes políticos de su tiempo y de su en-
torno. Deciden redactar una sátira, para lo cual recorren la ciudad, desde las
academias hasta los paseos públicos, desde los teatros hasta las peluquerías;
cada sitio que visitan les da tema para un nuevo capítulo. No ambientan su
obra en el presente, sino en un período idealizado como idílico. Finalmente,
aparece en las librerías la recién editada novela En el siglo XIX.
Esta trama, donde los personajes del siglo XXX ubican su sátira en
el siglo XIX pero realmente aluden a su propio tiempo, es una inversión
paródica, una lúdica “puesta en espejo”, del auténtico proceso desarro-
llado por la novela de Ezcurra, que mientras habla del siglo XXX está
indirectamente hablando del siglo XIX. Al describir cómo Andros y Filos
redactan un texto de crítica social, ubicando de modo alegórico en otra
época los hechos de su presente, Ezcurra exhibe cómo redactó su novela.
El objetivo de esta formulación alegórica es doble. En primer lugar,
permite a Ezcurra referirse a hechos y hombres de su época, retratán-
dolos de modo reconocible pero no comprometedor. No se mencionan
nombres propios, debido a que las personas aludidas podrían con plau-
sibilidad iniciar pleito al autor.15 Para esto debe tenerse en cuenta que

15 En el capítulo XIX se lee: “Ciertas verdades son a los vicios lo que la sangre es a
algunas bestias: sólo causan ataques y embestidas. Es por eso que he preferido que la
acción de nuestro libro se desarrolle en el siglo XIX y no en el actual”.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

pocos años antes había


aparecido la novela anó-
nima La gran canalla16,
que presentaba morda-
ces críticas a individuos
concretos del Buenos
Aires de la época, y cu-
yos autores fueron des-
cubiertos y demandados
por los individuos aludi-
dos. En segundo lugar,
permite generar una
narrativización del tex-
to, una incorporación de
elementos literarios que
brinda más amenidad
y dinamismo a los ele-
mentos de crítica social.
Una denuncia directa y
explícita de los proble-
mas nacionales (con su
necesidad de demostra-
ciones y pruebas) hubie-
ra convertido a la obra
HQXQPHURSDQÀHWR(Q
cambio, el uso de la alu-
sión, de la sátira sesgada e indirecta, hace que adquiera un agradable
componente de juego y de narración.
En el siglo XXX, por lo tanto, es una obra entroncada dentro de la
tradición utópica europeo-estadounidense, en la que los textos, además
de describir una sociedad imaginaria, realizaban al mismo tiempo fuer-
tes críticas a la sociedad real, ya sea de forma implícita (limitándose a
describir esa sociedad, para que el lector haga por su cuenta la compara-
ción con la real) o explícita (oponiendo efectivamente ambas con críticas
directas a la sociedad real). En el caso del texto que me ocupa, el método
adoptado es el segundo.
La acción transcurre en una ciudad llamada Fisiócrata (nombre futu-
ro de Buenos Aires). Esa onomástica no es arbitraria: funciona como una

16 París: M. Mignon, 1884.

15

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

referencia al espíritu mercantilista y especulador de la sociedad argenti-


QD&DSLWDOGHOD5HS~EOLFDGH/D3ODWD$UJHQWLQDRFXSDXQDVXSHU¿FLH
de 25 leguas cuadradas, con una población de 15 millones de habitantes
de las edades legales. Está dividida en cuarteles, los que a su vez se subdi-
YLGHQHQSDUURTXLDV$OEHUJDQXPHURVRVHGL¿FLRVS~EOLFRVHQWUHORVTXH
destaca el Templo de la Ciencia. Las principales avenidas se llaman “El
pasado” y “El porvenir”, y en su intersección residen los protagonistas.
La primera avenida alude a la importancia de la historia y de la tradición;
la segunda, a la del progreso y del desarrollo. El hecho de que los prota-
gonistas vivan entre ambas está también simbolizado por la coexistencia
en la casa de adelantos tecnológicos y de fósiles y antigüedades.
(QODGHVFULSFLyQGHODXUEHVHPDJQL¿FDQKDVWDODDSRWHRVLVORVHOH-
PHQWRVGH¿QLWRULRVGHODPRGHUQLGDGFRPRHODXPHQWRGHODSREODFLyQ
(provocado tanto por la inmigración externa como por la migración del
FDPSRDODFLXGDG HOJLJDQWLVPRDUTXLWHFWyQLFRGHODHGL¿FDFLyQHQDO-
tura y la profusión de artículos suntuarios:

Los principales boulevares están techados. Parecen grandes corredores


de cristal esmerilado, que se pierden a la distancia en una arcada colosal,
con sus medias naranjas o rotondas en las boca-calles. Debajo de ellos,
HQORVSLVRVLQIHULRUHVGHORVHGL¿FLRVGHGLH]SLVRVHGL¿FDGRVVHJ~QHO
gusto arquitectónico moderno, se puede contemplar un mundo de tien-
das y almacenes lujosísimos.17

/DV QRYHGDGHV FLHQWt¿FDV VRQ H[WUDSRODFLRQHV GH ODV SUHVHQWHV HQ


1891. Hay mejoras en la pavimentación y en la iluminación urbana. No
sólo la tierra y el empedrado de las calles han sido sustituidos por asfalto,
sino que la luz de gas ha cedido su lugar a la eléctrica. Incluso el asfalto
HOOXPLQRVRDXQTXHQRVHHVSHFL¿FDHOPpWRGRXWLOL]DGR(OORKDFHTXH
en Fisiócrata no se conozcan las sombras y los habitantes vivan en un día
perpetuo. A los ferrocarriles se han sumado los automóviles, a veces lla-
mados autómatas y, en otras ocasiones, vehículos automáticos. También
hay velocípedos (es decir, bicicletas). Se siguen empleando ferrocarriles
grandes y pequeños, aunque los primeros andan por encima de los edi-
¿FLRV\ORVVHJXQGRVSRUORVD¿UPDGRVGHJRPDHOiVWLFDTXHSDYLPHQWDQ
ciertas secciones de las calles. Entre los sistemas de comunicación des-
WDFDXQD³PiTXLQDWHOHIRQRJUi¿FD´18; entre los implementos de trabajo,

17 Pág. 40. Cito por la edición original.


18 A pesar de su nombre, la existencia de una campanilla y su uso para la comunica-

16

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

la máquina de escribir; entre los hogareños, el ascensor (al que también


se llama descensor).
Algunas innovaciones son originales. En los paseos públicos hay vol-
FDQHVDUWL¿FLDOHVFRQSURSyVLWRVGHFRUDWLYRV\VHPHQFLRQDEUHYHPHQWH
que, gracias a ciertas sustancias, se ha conseguido disimular el envejeci-
miento. Pero son las menos. El texto de Ezcurra, en vez de ser una an-
ticipación plausible del futuro, constituye un interesante muestrario de
las expectativas y preocupaciones de los intelectuales argentinos de su
tiempo.
La vestimenta es casi idéntica a la del siglo XIX. Los hombres usan
frac, zapatos de charol, pantalón, camisa, corbata de espumilla, chale-
co, sombrero y guantes. Las mujeres, vestidos escotados, “dibujando las
formas y en extremo cortos”, y grandes sombreros de tul o de plumas. El
único rasgo innovador es que entre éstas últimas se han puesto de moda
los cabellos cortos, con lo que “...las niñas parecían muchachos traviesos
y las señoras pilluelos con las caras arrugadas”.
Hay un capítulo íntegro sobre la mujer. Consiste en el discurso de
XQ¿OyVRIRHQXQDDFDGHPLDTXHD¿UPDTXHPLHQWUDVHQHOVLJOR;,;OD
mujer se debía al hogar, en el XXX se debe por completo a la sociedad
y al mundo: ya no es “una máquina de partos y procreos”, sino que se
GHGLFDDVHUEHOOD\DGLVIUXWDUGH¿HVWDV\GHEDLOHVPLHQWUDVORVQLxRV
se crían en guarderías comunales, sin contacto con sus progenitores. En
ningún momento se menciona a mujeres intelectuales o dedicadas a em-
SOHRVWUDGLFLRQDOPHQWHPDVFXOLQRV(OGLVFXUVRGHO¿OyVRIR\HOUHFKD]R
del mismo por parte de Andros y de Filos, revela en Ezcurra una posición
conservadora con respecto a la cuestión, por entonces en boga, de la li-
beración femenina. No considera que la mujer, una vez liberada, será
productiva para la sociedad, sino que simplemente se dedicará a ocupa-
ciones frívolas y desatenderá el hogar. La tesis es reforzada cuando se

ción oral permiten concluir que se trata simplemente de un teléfono. Era un artefacto
ya difundido en nuestro país. En la novela satírica Los celos y la electricidad (Buenos
$LUHV 3HXVHU   SS  FX\R DXWRU ¿UPD VLPSOHPHQWH ³&´ \ TXH SXEOLFy HO
mismo año otra novela satírica, titulada (OH[DEUXSWRGHGRQ&iQGLGR), un marido
celoso, don Vituperio, pretende vigilar en todo momento a su esposa. Hace colocar
micrófonos en las diversas habitaciones de la casa, los que están en comunicación con
un aparato telefónico, situado en una casa vecina alquilada a tal efecto. Una noche,
oye voces extrañas en el dormitorio de su mujer, así como el nombre “Teodoro”. Co-
rre a su casa, sediento de venganza, pero su esposa duerme tranquila. Tras diversas
peripecias, resulta que el hilo telefónico, ligado con otros, le había hecho escuchar el
ensayo de una representación teatral.

17

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

presenta el ejemplo de mujeres “probas”. La esposa de Andros, descripta


como un dechado de virtudes, responde de la siguiente manera ante una
invitación al teatro:

Con mis hijos, tengo compañía, y con estos dos vestiditos, que me he em-
peñado en terminar mañana, tengo más diversión y más entretenimiento
que con todos los teatros del mundo.19

¿A qué se debe este posicionamiento? Paradójicamente, al conven-


cimiento de Ezcurra de que una nación fuerte sólo podrá ser forjada en
base a la contribución de la mujer, ya que es el punto inicial en la edu-
cación de las nuevas generaciones. El autor parte de los rasgos de las
PXMHUHV GH ¿QHV GHO VLJOR ;,; \ ORV H[WUDSROD PHQFLRQDQGR TXH HQ HO
futuro perderán su belleza (por ejemplo, las alusiones a la moda de su
masculinización en el corte de pelo) y su instinto maternal (la derivación
de los bebés y de los niños a guarderías). Y sin conseguir nada a cambio,
ya que no se dedicarán a desarrollar su inteligencia sino sólo a la vida
social. En contraposición, Parelia encierra el germen (Adamiro y Evalin-
da) del renacer de la sociedad venidera, ya que, pese a su libertad, no ha
perdido su femineidad ni su amor a los hijos. Citamos algunos párrafos
VLJQL¿FDWLYRVDOUHVSHFWR

Después de la madre que educaba el alma del niño, estaba la escuela que
IRUWL¿FDEDVXVIDFXOWDGHV\OXHJRDSDUHFtDHOKRPEUHDQWHODLGHDJLJDQWH
de la patria.20

La nueva familia, formada con los preciosos elementos de la verdad, del


amor y del derecho, se encargaría de realizar, de hacer carne, los ideales
GHOKRPEUHPRUDO\ORVSULQFLSLRVSXURV\EHQHIDFWRUHVGHO¿OyVRIR/D
unidad de la sociedad individual, consolidada por aquellos ideales y por
aquellos principios, llegaría a realizar la verdadera pantocracia de la fa-
milia nacional futura.21

En cuanto al planteo religioso, debe recordarse que en el período de la


Generación del Ochenta se produjo un enfrentamiento de dos tendencias.

19 Pp. 46-47.
20 Pág. 107.
21 Pág. 320.

18

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

La primera fue la laica y racionalista, que buscaba la implementación de


instancias administrativas civiles, haciendo que las tareas tradicional-
mente cumplidas por la Iglesia (la educación, las bodas y el registro de
los nacimientos y muertes) pasaran al ámbito estatal. También pretendía
ODGLIXVLyQGHVDEHUHVFLHQWt¿FRV SRUHMHPSORODWHRUtDGDUZLQLDQDGHOD
HYROXFLyQ \SURSXHVWDV¿ORVy¿FDV FRPRHOSRVLWLYLVPR TXHEULQGDEDQ
respuestas alternativas a las del dogma religioso. La segunda fue el cato-
licismo conservador, que buscó evitar la implementación de la Ley 1420
de educación laica, gratuita y obligatoria, la implementación del matri-
monio civil, y por supuesto los proyectos de leyes de divorcio.
Ezcurra se inscribe claramente en la primera tendencia, ya que la re-
ligión está casi totalmente ausente en su mundo futuro, tanto entre los
personajes parodiados como entre los impolutos personajes centrales. El
único templo mencionado es el de la Ciencia, y la única alusión bíblica es
una satírica recreación de la fábula de Adán y Eva, según la cual esta últi-
ma no proviene de la costilla de Adán sino de la cola de un zorro; también
se alude a las historias bíblicas como mitos cristianos. Cito dos párrafos
VLJQL¿FDWLYRV

/DIDQWiVWLFDOH\HQGDGHOHGL¿FLRGHVXFUHDFLyQ\GHVXVGXHxRVSULPH-
ros, como la de Adám y Eva, le pareció ridícula, imposible y fantástica.22

La idea de una religión, de una creencia, tan arraigada en la conciencia,


como dirían los españoles, de la mujer argentina del siglo XIX, se había
valientemente transformado. No rendía ya culto a una idea engendrada
SRUORVHVSHFXODGRUHV\WUD¿FDQWHVGHODPRUDOTXHQRSURIHVDEDQ$GR-
raba a la naturaleza inmutable, que embellecía, enaltecía, equilibraba y
armonizaba los seres y las cosas humanas. Aquello de creer en lo que
no comprendía, era digno del siglo de las peticiones al Congreso y de la
escuela religiosa, de la ignorancia y de la explotación moral que se per-
petraba en aquellos tiempos por los sectarios del error y las tinieblas de
la inteligencia, que hoy desplegaba sus alas por las esferas de la razón,
buscando más amplios horizontes.23

La naturaleza alegórica de la novela permite una innovación con res-


pecto a otras sátiras del período. Los personajes no tienen nombres co-
munes y verosímiles, sino ilustrativos de sus profesiones y de su nivel

22 Pág. 14.
23 Pp. 154-155.

19

En el siglo XXX.indd 19 20/12/2017 02:40:01 p.m.


Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

PRUDO (QWUH ORV SHUVRQDMHV SRVLWLYRV ¿JXUDQ OD VLUYLHQWD &RQ¿DQ]D \


el profesor Buenasfuentes; distinto es el caso del presidente Reacciona-
rio, del explorador Bobo, del sabio Lainocenciatevalga, del doctor Adve-
nedizo, del naturalista Galopiteco24, del prócer ZarMiento, del valiente
general Zapallada, del orador Picodeoro, del escultor Mármoldeltandil,
del agente bursátil Manolarga y del más elegante de los dandys, Alberto
Cerebrochato.
Los protagonistas principales son de los pocos que gozan de una ono-
PiVWLFDSRVLWLYD&RPRKHPRVVHxDODGR$QGURV TXHVLJQL¿FDhombre)
es el focalizador de la trama, secundado por Filos (amigo). La esposa de
$QGURVVHOODPD3DUHOLDQRPEUHGHRULJHQJULHJRTXHVLJQL¿FDcercana
al SolODGH)LORV$QJpOLFDTXHVLJQL¿FDVHPHMDQWHDXQiQJHO. Final-
mente, los hijos de Andros y de Parelia son Adamiro y Evalinda. Ello re-
vela el objetivo de Ezcurra de presentar al pequeño grupo como un ideal
a seguir para la formación de la futura familia argentina: el culto y ético
$QGURVODIHPHQLQD\UHFDWDGD3DUHOLDDODTXHFDOL¿FDFRPRODPXMHU
que debe servir de modelo a las madres entregadas a la frivolidad y a los
devaneos sociales, y el dúo de hijos que remite al mito de Adán y de Eva,
siendo progenitores de una nueva sociedad:

La nueva familia, formada con los preciosos elementos de la verdad, del


amor y del derecho, se encargaría de realizar, de hacer carne, los ideales
GHOKRPEUHPRUDO\ORVSULQFLSLRVSXURV\EHQHIDFWRUHVGHO¿OyVRIR/D
unidad de la sociedad individual, consolidada por aquellos ideales y por
aquellos principios, llegaría a realizar la verdadera pantocracia de la fa-
milia nacional futura.25

La crítica se articula en tres planos. En primer lugar, la sátira político-


económica, contra el exceso mercantilista. En segundo lugar, la sátira al
periodismo y a la cultura (literatura, teatro, academias, etcétera), con-
WUDODIULYROLGDG\HOSUHGRPLQLRGHREUDVSRFRHGL¿FDQWHV3RU~OWLPR
las alertas y prevenciones de orden sociológico, orientadas a llamar la
atención del patriciado porteño sobre el peligro representado por grupos
poblacionales como los inmigrantes y las clases bajas criollas.

24 El galopiteco es un mamífero que habita en las junglas asiáticas. Durante el siglo


XIX se lo consideraba perteneciente al grupo de los primates, con lo que la alusión a
Darwin es transparente.
25 Pág. 320.

20

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

Plano político-económico
El rápido desarrollo agroganadero de Argentina en el período 1870-
1900, orientado principalmente hacia la exportación, había estimulado
una intensa especulación bursátil, centrada en gran medida en las com-
pras, ventas y arriendos de campos, que no ponía reparos en perjudicar
los intereses nacionales (el acaparamiento de tierras, no para su uso sino
exclusivamente para su venta a un mayor precio, provocaba que perma-
necieran improductivas). Esta obsesión materialista aparece retratada
en una extensa serie de textos literarios, en la cual se entronca En el si-
glo XXX. Uno de los espacios privilegiados para ello sería precisamente
la Bolsa, cuyas características de especulación, maniobras sucias y ne-
gociados resultaban ideales para la por entonces emergente novelística
naturalista.
Pueden citarse muchos ejemplos de visiones distanciadas y reproba-
torias sobre el desenfreno especulativo. En La gran aldea (1884), Lucio
9 /ySH] SRQH pQIDVLV HQ OD FRGLFLD GH ORV ¿QDQFLVWDV GH %XHQRV $LUHV
a través del personaje de don Eleazar de las Cuevas; en )UXWR YHGDGR
(1884), Paul Groussac describe un crack bursátil; Clelia  ¿UPD-
da con el seudónimo “Karl Lehardy”, incluye constantes referencias al
afán de medrar sin esfuerzo; En la sangre (1887) de Eugenio Camba-
ceres, muestra a Genaro, el protagonista, perdiendo ingentes sumas en
la especulación inmobiliaria26; Manuel Podestá en Irresponsable (1889)
destaca que en Buenos Aires la noticia esperada “como el preludio de una
catástrofe agigantada por el miedo o por el arrepentimiento de los que
habían expuesto su caudal, su crédito y tal vez su pan de cada día” es la

26 “Se compraba en diez para vender en veinte, todo, lo que se presentaba, lo que
caía, con todo se hacía negocio, para todo había comprador, no ganaba plata a todo
el que no quería. Con cincuenta miserables mil pesos había empezado y tenía en tres
meses un millón de utilidad. Y se había cebado, le había seguido entrando nomás, de
¿UPHVLQPLUDUSDUDDWUiVVHKDEtDPHWLGRKDVWDODPD]DXQDSRUUHWDGDGHORWHV
cerca, lejos, al Norte, al Sur; hasta por el bañado de Flores y los tembladerales de la
Boca, había tratado de asegurarse con tiempo, manzanas enteras se había comprado
que ni pensaba en largar, mientras no le pagasen lo que se le había antojado. (...) Nada
MXVWL¿FDED QR KDEtD UD]yQ SDUD TXH KDELHQGR YDOLGR KDVWD HQWRQFHV GH OD QRFKH D
la mañana, se viniera barranca abajo y dejase de valer la tierra. ¿Por qué? Cien mil
inmigrantes desembarcaban por año, el país se iba a las nubes, marchaba viento en
SRSD  5HFREUDQGRVDOYDQGRDSHQDVVXGLQHURQRVLQGL¿FXOWDGSRFRGHVSXpV
conseguiría Genaro realizar una pequeña, una mínima parte de las sumas por él com-
prometidas”. En la sangre, pp. 142-142. Buenos Aires: Ediciones Colihue, 1995.

21

En el siglo XXX.indd 21 20/12/2017 02:40:02 p.m.


Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

de un descalabro en la Bolsa, “la ruleta disimulada”.27 Un ensayo publi-


cado en aquellos años es una suerte de cifra de esta preocupación: Las
RSHUDFLRQHVGHEROVDDQWHODFRQFLHQFLDHVWXGLRVPRUDOHV\MXUtGLFRV28,
escrito por el Abate de Ville.
Este FRUSXV de textos aumentó en número y en dureza crítica tras
ODFULVLV¿QDQFLHUDGHFDXVDGDSRUODGHVHQIUHQDGDHVSHFXODFLyQ\
SRULUUHÀH[LYDVSROtWLFDVFRPHUFLDOHVTXHJHQHUDURQXQDPSOLRHQGHXGD-
miento del sector público, y cuyas consecuencias fueron la Revolución de
Julio, la caída del presidente Juárez Celman y la asunción de Carlos Pe-
llegrini. La narrativa del período exhibe una notoria conciencia de crisis
y busca sondear la sociedad argentina para develar las causas profundas
y las consecuencias de esa vorágine materialista. Un texto fundamental
es La bolsa (1891) de Julián Martel. En él, la Bolsa es presentada como
una seductora aparición femenina, que al acercarse el protagonista se
transforma en un monstruo y abre sus fauces diciendo: “¡Soy la Bolsa!”.
También merecen señalarse +RUDVGH¿HEUH (1891) de Segundo Villafa-
ñe, 4XLOLWR (1891) de Carlos María Ocantos y Contra la marea (1894) de
Alberto del Solar.29
Este conjunto de textos, que puede designarse con el término “ciclo de
la Bolsa”, se caracterizó por su intento de representación mimética de la
realidad porteña del período. La novela de Ezcurra podría considerarse
heterodoxa al respecto: debido a su formulación alegórica, el escenario,
la época y los personajes son distintos. No recurre al hiperrealismo sino
a la fantasía y a la alusión indirecta. Pero, como en toda alegoría, las re-
IHUHQFLDVVRQUHFRQRFLEOHVXQDYH]UHDOL]DGDODQHFHVDULDGHFRGL¿FDFLyQ
$SHVDUGHOJUDQGHVDUUROORSREODFLRQDOFLHQWt¿FR\HFRQyPLFRGHOD
Argentina futura, el progreso material tiene un correlato oscuro: la deca-
dencia de la ética y la degradación del gusto y de las costumbres. Fisió-
crata es “la colosal ciudad de los pasmosos progresos y de las supinas ba-
nalidades”. Mientras la ciencia y la técnica han avanzado, conquistando
nuevos terrenos, las virtudes no han sustituido a los defectos:

27 Irresponsable, pág. 60. Buenos Aires: Editorial Minerva, 1924.


28 Buenos Aires: Imprenta La Argentina, 1888, 138 pp.
29 He hallado una curiosa novela de Enrique López, El indicador positivista o La novela
enciclopédica (Buenos Aires: Imprenta Española, 1869) que puede ser considerada el re-
moto antecesor de este ciclo de textos. Se centra en la crítica al materialismo y a la acu-
PXODFLyQGHULTXH]DVWRPDQGRFRPRHMHPSORSULQFLSDOOD¿HEUHGHORURHQ&DOLIRUQLD

22

En el siglo XXX.indd 22 20/12/2017 02:40:02 p.m.


En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

Eran de notarse las di-


ferencias notables que
existían entre un cráneo
del siglo XIX y otro del
XXX. (...) En el largo de
las falanges de los dedos
y sobre todo en el largo
de las XxDV, habían di-
ferencias pasmosas. El
cráneo del hombre del
año 1890, ofrecía una
abrumadora decadencia
política y económica,
mientras que el cráneo
del individuo del año
3000, revelaba que en
todo le había... adelan-
tado al hombre del siglo
XIX: en la decadencia y
en el progreso.30

¿No veíamos todos el


entronizamiento del
reaccionarismo y la
lucha sorda, tenaz del
demagogo, la riqueza
GHO R¿FLDOLVPR GH ODV LQÀXHQFLDV GHO VLWXDFLRQLVPR SRU OD IXHU]D TXH
tiraba la piedra escondiendo cobardemente la mano? ¿Quién no advertía
la codicia de los caídos, las ambiciones acrecentadas en las vigilias y la
intransigencia interesada? ¿Eran acaso buenos los que satisfacían su
sed de oro metiendo la mano hasta el codo en las minas populares
y los envidiosos de líneas marcadas, de cara angulosa, de mirada
honda, hiriente, de ojos saltados de las cuencas, que miraban de
soslayo los talegos, sin poder alcanzar uno -uno solo? Y a pesar de
semejante situación insostenible, el país avanzaba de progreso en
progreso. ¡Extraña contradicción, por cierto!31

Abundan los episodios donde este entramado de vicios y de progreso


PXHVWUDVXVIDOODVGHIRQGR8QLQFHQGLRGHVWUX\HYDULRVHGL¿FLRVDSHVDU

30 Pág. 21.
31 Pág. 304.

23

En el siglo XXX.indd 23 20/12/2017 02:40:02 p.m.


Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

de la abundancia de vehículos hidrantes, debido a la falta de una ade-


cuada organización. Los ciudadanos pudientes emplean los ERXOHYDUGV
PXHVWUDGHSODQL¿FDFLyQXUEDQD \VXVDXWyPDWDV PXHVWUDGHDGHODQ-
to tecnológico) para las triviales actividades de pavonearse frente a sus
pares y de criticar a aquellos que no están presentes. Las sociedades de
EHQH¿FHQFLDUHDOL]DQ³EDLOHVGHFDULGDG´WDQIDVWXRVRVTXHGHMDQVXVDU-
FDVHQURMRORTXHUHYHODTXHVXDXWpQWLFR¿QQRHVODD\XGDVRFLDOVLQR
la diversión.
El siglo XXX descrito por Ezcurra (es decir, alegóricamente, el siglo
XIX) es un ámbito mercantilista donde cada componente de la sociedad
SLHQVDVyORHQVXSURSLREHQH¿FLR\QRHQHOELHQFRP~Q/DFRUUXSFLyQOD
especulación y el clientelismo imperan en todos los niveles de la sociedad:

En una zona que se creyó fuera la tierra de promisión, imperaba la deca-


dencia moral, en medio de la agitación del utilitarismo y del guarismo.
(...) Los hombres sinceros eran los menos en Fisiócrata. En cambio, los
falsos componían las mayorías. (...) ¿La igualdad ante la ley... del dinero?
La túnica de la república había quedado en poder de unos cuantos, cuan-
do pertenecía a todos.32

No se describen guerras o revoluciones, ni la institución militar. Tam-


poco hay alusiones a otros países: sólo se menciona con ironía que el
subcontinente ha sido rebautizado Vespucio del Sur. El relato transcurre
en su totalidad dentro de los límites de Fisiócrata, sin interesarse por los
sucesos externos o incluso por otras zonas del país: sólo muy de pasada
se alude a alguna otra urbe, como Patagonópolis. A diferencia de otros
utopistas argentinos del período, como Aquiles Sioen, autor de%XHQRV
Aires en el año 208033, Ezcurra no busca predecir el futuro del mundo:
su interés es puramente local.
El origen de la crisis, según Ezcurra, es la excesiva importancia con-
cedida a la obtención de dinero, al enriquecimiento. A la entronización
de lo material por sobre lo espiritual, y del lucro por sobre las virtudes:

Hoy el alma se lleva en el bolsillo y el corazón en la cartera. ¿Cómo no


ha de existir el imperio de la apariencia, de la mentira, de la decadencia,
si todos los movimientos, las acciones, lo intelectual, lo moral y lo mate-
rial del hombre marcha al compás del metal, y con el lujo que, como ha

32 Pp. 8-9.
33 Buenos Aires: Igon Hermanos, 1879.

24

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

dicho sabiamente un pensador del siglo XVIII, “es efecto de las riquezas
o las hace necesarias, y corrompe a la vez al rico y al pobre, a uno por la
posesión y a otro por la codicia; vende la patria a la molicie, a la vanidad,
y quita al Estado todos sus ciudadanos para hacerlos esclavos unos de
otros y todos de la opinión”.34 Algunos creen amar, cuando lo que aman
en puridad es el dinero. Forma, desarrolla mejor dicho, sociedades con
semejantes sentimientos y tendrás patente el hermafrodismo moral, el
histerismo latente y la decadencia de nuestras razas.35

La ubicación temporal es pertinente a esta intencionalidad crítica,


por dos motivos. El primero es que, mientras las demás novelas del “ciclo
de la Bolsa” sólo retratan y denuncian la situación sociopolítica existente,
En el siglo XXX busca también prevenir acerca de los peligros que dicho
estado de cosas podría generar en el porvenir. Una idea recurrente es
que los problemas del siglo XIX, de no ser solucionados, llegarán a hiper-
WUR¿DUVHHQHOIXWXUR(OVHJXQGRHVTXHEXHQDSDUWHGHOHOHYDGRHIHFWR
paródico del texto está basado en la representación de dichos problemas,
QRLGpQWLFRVDFyPRHUDQHQHOVLJOR;,;VLQRHQPXFKRVFDVRVDPSOL¿-
cados hasta el grotesco.

Sátira al periodismo y al arte


En la sociedad retratada por Ezcurra, la reducción de los valores espiri-
WXDOHVDOEHQH¿FLRSHFXQLDULRQRVyORRFXUUHHQODSROtWLFD\HQODHFRQR-
mía, sino también en el ámbito cultural. El mercantilismo es presentado
como un fenómeno que opera en todos los ámbitos de la sociedad, ade-
PiVGHORVTXHOHVRQHVSHFt¿FRV3RUHMHPSORORVSXHVWRVHQODVDFDGH-
mias no son otorgados al mérito, mediante concursos y oposiciones: son
comprados por magnates en busca de prestigio. Aún más: la crisis ética
crea una pérdida del sentido de lo central, de lo realmente importante,
lo que genera que la población se apasione por cuestiones banales. Si
en la esfera socioeconómica el objeto de la crítica era exclusivamente el
mercantilismo, al pasar a la más heterogénea esfera cultural se agregan
elementos adicionales a reprobar, como la frivolidad. Por ejemplo, los
profesionales no logran reconocimiento por destacar en su trabajo, sino

34 La cita es de El contrato social, de Juan Jacobo Rousseau (cap. IV, “De la democra-
cia”).
35 Pág. 276.

25

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

por estar a la moda con su vestimenta, y se privilegian las obras teatrales


por sus decorados y por la cantidad de actores, en vez de por la profun-
didad de sus planteos.
Otros reparos de Ezcurra a la actividad cultural exhiben la huella de
ciertos prejuicios personales, especialmente cuando zahiere algunos tex-
tos por su supuesta inmoralidad o sus pretendidos defectos técnicos. Las
obras literarias más vendidas en el siglo XXX no son los clásicos. Son
³QRYHODVSRUQRJUi¿FDV´36 y poesías en verso libre.37 Ello es revelador de
los gustos un tanto conservadores del utopista argentino.
El público futuro considera farragosos y aburridos al Himno Nacio-
QDO\DODP~VLFDFOiVLFDSUH¿ULHQGRPHORGtDVPiVOLJHUDV\GLYHUWLGDV
como las zarzuelas. En cuanto a la ensayística, el texto más popular es
una especie de precursor de los modernos tratados de autoayuda. Se tra-
ta de un manual titulado (OFRUQXGR(quizá, por ciertas alusiones, una
parodia de El príncipe de Maquiavelo): “Aquel libro tenía poder en los
organismos sociales de los modernos pueblos. ¿Quién no deseaba quedar
bien con un Ministro? Pues la obra era a propósito. ¿Quién no buscaba
la fortuna, el gran medio de tranquilidad, de alegría y de felicidad en la
vida contemporánea? Pues (OFRUQXGR daba el medio natural e inmortal
para conseguirla”.
Junto al materialismo, la frivolidad, la inmoralidad, el versolibrismo
y el pragmatismo, Ezcurra censura en la esfera cultural la falta de origi-
nalidad:

En el arte nacional poco o nada entraba a formar parte de la inteligencia


JHQLDOQLGHODYHUGDGHUDPHQWHFUHDGRUD\RULJLQDO3DUDVHUORHUDVX¿-
ciente imitar a tal o cual clásico argentino o gringo del siglo XIX, seguir
las huellas de este romántico o de aquel naturalista, lo mismo en la nove-
la que en el drama, en la poesía que en la fantasía. Con tal de continuar
la moda de las escuelas dominantes, ahí se tendría un laureado, una in-
teligencia, un talento, un genio -¡un genio sobre todo, aunque no hubiera
LQYHQWDGRODSyOYRUDQLORVDO¿OHUHV38

Mención especial requieren las referencias a la investigación histó-


ULFD\¿OROyJLFD$OJXQRVHUXGLWRVFRPRHOGRFWRU$SDULHQFLDVFRQIDOWD

36 Pág. 51.
37 Ello puede ser leído como una crítica a Whitman, que por aquellos años ya había
sido difundido en Latinoamérica.
38 Pp. 178-179.

26

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

de rigor y basándose en documentación no comprobada, postulan que


el nombre antiguo de la ciudad de Fisiócrata no era %XHQRV$LUHV, sino
%XHQRV$ULHV, debido a la importancia que tuvo en el siglo XIX el ganado
lanar (ariesHQODWtQVLJQL¿FDcarnero). También aseveran que el térmi-
no gringos refería a un pueblo del Mediterráneo que había producido
QXPHURVRV¿OyVRIRV(VWDVKLSyWHVLVVRQFRPEDWLGDVSRUHOGRFWRU%XH-
nas Fuentes, que termina hundido en el descrédito por falta de encanto
para presentar sus investigaciones.
Este tópico del historiador futuro que elabora hipótesis absurdas so-
bre el pasado, o del arqueólogo futuro que se equivoca al interpretar la
naturaleza de los objetos que desentierra, es muy frecuente en la ciencia
¿FFLyQ GHO VLJOR ;,; (O WH[WR IXQGDFLRQDO DO UHVSHFWR HV $UFKpRSROLV39
de Alfred Bonnardot, del que sólo se editaron 200 ejemplares, donde un
París sepultado por la arena es explorado por un grupo de incapaces ar-
queólogos. Sin embargo, debido a la reducida tirada de $UFKpRSROLV y a
ciertos elementos textuales, considero más probable que el texto que ha
LQÀXLGRHQ(]FXUUDKD\DVLGRXQDQRYHODFRUWDGH$OIUHG/RXLV$XJXVWH
Franklin, /HVUXLQHVGH3DULVHQGRFXPHQWVRI¿FLHOVHWLQpGLWVUH-
FXHLOOLVHWSXEOLpV40, de la cual se hicieron cuatro ediciones entre 1875 y
1908.
Era inevitable que hubiera alusiones al periodismo, debido a la larga
trayectoria de Ezcurra en el mismo. Los diarios son presentados como
HOUHÀHMRGLUHFWRGHORVGHIHFWRVVRFLDOHVHQYH]GHFRPRODVWULEXQDVGH
pensamiento que pretenden ser. Uno de ellos se llama, precisamente, El
Vonvo de la Tarde; como su nombre lo indica, se caracteriza por la auto-
promoción y el “bombo mutuo” que se prodigan sus columnistas.

39 En: )DQWDLVLHVPXOWLFRORUHV/DUREHGH&ODXGH)UROOR$UFKpRSROLV'HX[PLOOLRQV
de dot. París: Castel, 1859.
40 París: L. Willem, 1875. Cabe mencionar al respecto dos relatos aparecidos pocos
años después en la revista Caras y Caretas. El primero es “Un arqueólogo del siglo
XXX”, de Cándido Villalobos, aparecido en el número 118 (5 de enero de 1901), que
presenta las hipótesis de un investigador futuro sobre varios objetos desenterrados,
del año 1900. El ingrediente cómico, tan común en la revista, está dado porque se
equivoca en todos los casos (por ejemplo, opina que un tambo era un instrumento
musical). El segundo es “El año 3000. El Sud (R.A.), dueño del Norte por la macro-
TXtPLFD´¿UPDGRFRQHOVHXGyQLPR6WHOOD\DSDUHFLGRHQHOQ~PHUR GHIHEUH-
ro de 1906). Unos sabios del futuro indagan las ruinas de la aduana de Buenos Aires,
encontrando botellas de un líquido transparente, sin color, olor ni sabor. Al cabo de
PXFKRVGHEDWHVGHVFXEUHQTXHVHWUDWDVLPSOHPHQWHGHDJXDPLQHUDO(VVLJQL¿FD-
tivo que ambos relatos estén ambientados en el mismo año que la novela de Ezcurra,
SRUORTXHQRSXHGHGHVHVWLPDUVHTXHKD\DQVLGRLQÀXHQFLDGRVSRUpVWD

27

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

El uso de la alegoría es notorio en la sátira al diario La Nación, funda-


do en 1870 por Bartolomé Mitre, al cual el texto (que por su delicioso en-
FDUQL]DPLHQWRPHUHFHVHUFLWDGRH[WHQVDPHQWH VHUH¿HUHHQRFDVLRQHV
como “nuestro gran historiador nacional, el Excelentísimo señor Nitro”:

El principal diario era El Gran Papel de la Mañana. (...) Ostentaba una


seriedad hasta cierto punto chocante y pedantesca a todas luces. (...) In-
sertaba en sus enormes columnas folletines, interrumpidos, opiadotras-
cendentales, los eternos artículos teóricoprácticos de la redacción y las
interminables cuan insulsas correspondencias. Arrojaba claramente un
espíritu de indolencia linfática en todos sus materiales, debido a la mar-
cha que le diera su fundador. Era éste un distinguido historiador patrio,
hombre de reposadas dotes intelectuales, pero que jamás pudo corregir
su pesado estilo de trascendentalista. Tuvo la habilidad de hacerse del
cariño del Pueblo Soberano, en medio de sus sucesivos errores, que le
valieron por otra parte más estimación y más renombre. (...) El Gran Pa-
pel de la Mañana se había heredado de padres a hijos, y las inteligencias
que formaban parte de su cuerpo de redactores perdían enseguida su
personalidad. 41

El teatro es otro importante ámbito para la sátira de costumbres. En


ello existen paralelismos con otras obras de la época, como Los celos y
la electricidad o La gran canalla. El carácter ligero de las piezas escé-
nicas, estructuradas con frecuencia en base a enredos amorosos, solía
ser zaherido por la “literatura seria” como indicio de decadencia moral.
En la novela de Ezcurra, los rasgos frívolos y populacheros del teatro del
SHUtRGRVRQH[SORWDGRVDOPi[LPRD¿QGHKDFHUPiVHIHFWLYDODFUtWLFD
Andros y Filos asisten a una ópera bufa, Hamlet o El príncipe loco de
Doñamarca. El descenso del nivel del gusto estético genera, además de
la torpe grafía del título, la “profanación” de tornar una obra maestra en
un sainete. Hamlet baila can-can, azota con palos a los soldados teme-
rosos del espectro, canta una romanza picaresca, lanza indirectas humo-
rísticas y picantes sobre el incesto y el divorcio, se emborracha, etcétera.
Ofelia pasa cantando un cielito criollo. El público queda fascinado y ala-
EDGXUDQWHGtDVODREUDFRQORTXHTXHGDGHPDQL¿HVWRODWULYLDOL]DFLyQ
de su gusto artístico.
También se fustiga la falta de originalidad de los libretistas (tópico ya
tratado anteriormente con respecto a la literatura en general), que “por

41 Pp. 123-125.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

carecer de una chispa de ingenio, hacen bufonerías sin talento y despe-


dazan sin piedad los más bellos monumentos del intelecto humano”.42
Ezcurra ve la causa en el surgimiento de nuevos ricos, que imponen sus
gustos poco cultivados con la fuerza del dinero. Debe recordarse que a
partir de 1870 el aumento del poder adquisitivo de las clases altas permi-
tió que éstas realizaran importaciones de bienes culturales basadas más
en los dictados de la moda que en una meditada valoración estética (por
ejemplo, las parodias de obras clásicas y el vodevil).
En el pasaje mencionado no sólo se satiriza el estado del arte. El tea-
tro, como sitio paradigmático de reunión, fue muy utilizado en la litera-
tura decimonónica para representar la interacción de las diversas profe-
siones y de las diversas clases sociales. Ezcurra continúa esta tendencia
haciendo énfasis en la pululación de chismes, murmuraciones, disputas
\PHQWLUDVUHÀHMRGHODIDOWDGHYDORUHV-XQWRDUHFXUVRVWUDGLFLRQDOHV
como la descripción en tercera persona y el diálogo, recurre a uno suma-
mente innovador (y efectivo): el uso de largas concatenaciones de frases
sueltas, sin indicación de emisor, que buscan producir la sensación de
ser oídas como al pasar y, por lo tanto, de estar inmerso en una multitud.

Alertas y prevenciones de orden sociológico


La minuciosa crítica de Ezcurra a los problemas sociales del país está
sustentada en una visión clasista, típica, por otra parte, de la Genera-
ción del Ochenta, como es evidente en Prosa ligera (1903) de Cané, en
En la sangre (1887) de Cambaceres, en Irresponsable (1889) de Manuel
Podestá, en ciertos fragmentos de 9LDMHPDUDYLOORVRGHOVHxRU1LF1DF
(1875) de Holmberg, etcétera. Esta visión clasista puede ser articulada
en dos grandes isotopías. La primera es el rechazo a toda concesión de
poder a grupos sociales relegados, como inmigrantes, negros o indios. La
segunda, el fóbico temor al pueblo en masa, a las “multitudes” (es decir,
a los miembros de la raza blanca y de los grupos anteriormente mencio-
nados que aún no han ascendido en la escala social).
En cuanto a la primera isotopía, debe recordarse que el patriciado
SRUWHxRGH¿QDOHVGHOVLJOR;,;HUDXQJUXSRVRFLDOVLELHQKRPRJpQHR
(blanco, ilustrado y liberal), relativamente reducido en número. La po-
blación inmigrante, negra o india era mucho más numerosa. Esto gene-
raba una sensación de precariedad que incrementaba la “conciencia de

42 Pág. 58.

29

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

grupo”. Así, En el siglo XXXH[KLEHXQDQRWRULDSDUDQRLDDODLQ¿OWUDFLyQ


en las instituciones detentadoras del poder político y cultural de indivi-
duos de clases sociales bajas, que son rotulados directamente como “ad-
venedizos”. En este sentido, la novela se instaura en la amplia tradición
de las visiones negativas referidas a la incorporación de los inmigrantes
a las funciones desempeñadas por la élite criolla. Los “advenedizos” son
ex proletarios de ascendencia extranjera (nuevos ricos con apellidos ita-
lianos y maneras toscas) o ex proletarios con raigambre telúrica pero con
antepasados negros o indios43, que buscan ocultar sus GHIHFWRV y taras
hereditarias por medio de la simulación44 de buenos modales o de la os-
tentación de patrimonio.
En una palabra, el proyecto era proteger el tejido social de la intro-
misión de cuerpos extraños que pretendían integrarse simulando una
idéntica idiosincrasia:

En el siglo XIX hubo argentinos sin antecedentes (...), individuos sin


origen a carta cabal, advenedizos y hasta enemigos de su propio país. (...)
Los antiguos argentinos eran un pueblo compuesto de extraños, indife-
rentes y advenedizos, sin contar los aborígenes; que tenían estos ideales,
aquellas costumbres y un mundo de sentimientos que jamás experimen-
WDURQQLVXSLHURQGH¿QLU 45

La segunda isotopía, el temor al accionar atávico y destructivo de las


multitudes, buscaba proteger el tejido social de los “cuerpos extraños”
que no podían siquiera intentar integrarse debido a su carencia de re-
cursos económicos (los negros, los indios y los inmigrantes que no han
conseguido progresar).

43 “Impulsivo, falso, petulante, el mulato es una complicada amalgama del genio es-
pañol y africano. (...) Por su rencor al pasado, es el enemigo natural del blanco. Es
el instrumento de la venganza póstuma del negro. ¡Es la venganza del negro! Vedle
pasar, con su estirada trompa clásica en la que humea un puro, con sus dedos regor-
detes llenos de sortijas, echado atrás como si retara al mundo, tieso y engreído ¡vedle!
Y pensad siempre que en su mente le acosa el deseo de deslumbraros y que su corazón
palpita de secreta envidia... ¡Guardaos de él! Insinuante y servil cuando quiere, puede
FDSWDUVHYXHVWUDFRQ¿DQ]D\VLODFDSWDVHUiSDUDWUDLFLRQDURV\KXPLOODURV´&DUORV
Octavio Bunge; 1XHVWUD$PpULFD, pág. 78. Barcelona: Heinrich & Cía. Editores, 1903.
44 Remito a: Ingenieros, José; /DVLPXODFLyQHQODOXFKDSRUODYLGD. Buenos Aires:
Spinelli, 1903.
45 Pág. 106.

30

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

Como puede apreciarse, el arma temida en el primer grupo era la si-


mulación y el mimetismo; en el segundo, el número.
El tópico de las “multitudes” es frecuente en las novelas y ensayos del
período. Quizá el caso paradigmático sea /DV PXOWLWXGHV DUJHQWLQDV46,
de José María Ramos Mejía, un temprano estudio sociológico de nues-
tras clases bajas. Según Ramos Mejía, el inmigrante pobre que no ha con-
seguido estudiar y progresar sólo puede guiarse por la intuición: es decir,
SRUVXVVHQWLGRVVXQDWXUDOH]DVXVUHÀHMRVLQQDWRV3RUVXVSURSLRVLP-
pulsos y no por las reglas de la sociedad. Debido a esta naturaleza, hasta
cierto punto atávica, constituye un peligro para todo estado organizado.
Este planteo clasista (y racista) es constante en Ezcurra. Cuando la
multitud está compuesta por elementos sociales de las clases bajas, es
descripta como una entidad amorfa y anárquica que amenaza los logros
de la civilización; cuando lo está por miembros de las clases altas (por
ejemplo, en la cola para acceder al teatro), la crítica se dirige hacia la
trivialización y la banalización que sufre la psiquis del individuo culto al
ser penetrado por los sentimientos y pasiones de la muchedumbre. Es
decir: en un caso, se produce un rechazo taxativo; en el otro, se desarrolla
lo que podría llamarse una “crítica interna” en el seno de la propia clase.
2WUR SHOLJUR HVWDED FRPSXHVWR SRU ORV FRQÀLFWRV \ UXSWXUDV GHQWUR
de la élite. Incluso luego de la caída de Rosas, el patriciado seguía divi-
dido en los bandos unitario y federal (metamorfoseados en urquicista y
porteñista) y, luego, en mitrista y roquista. Ezcurra aboga a favor de una
restauración de la unidad del patriciado a través de un proceso de recon-
ciliación de los antiguos enemigos. El principal episodio a este respecto
es el matrimonio de Filos con Angélica, una joven cuya familia pertenecía
al bando mitrista (nitrista, según la prístina alegoría del texto) y, por lo
tanto, había caído en desgracia.
En resumen, el cuestionamiento de las clases superiores no tiene el
objetivo de propiciar una apertura hacia los sectores populares y una in-
tegración de los mismos, sino que se trata simplemente de una autocríti-
ca cuyos objetivos son el refuerzo, la consolidación y el perfeccionamien-
to del sistema hegemónico.47

46 Buenos Aires: Félix Lajouane, 1899.


47 Un punto interesante es que por aquellos años la narrativa naturalista estaba en
auge en nuestro país. Ezcurra, en su presentación de los problemas sociales de la
Argentina futura (y, por lo tanto, de la presente), exhibe la huella de esta estética lite-
raria. Por ejemplo, en las repetidas alusiones a la decadencia de la raza (“El principio
de una raza en decadencia (…) que no tiene una noción, ni un sentimiento de la na-

31

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

,QÁXHQFLDVOLWHUDULDV
Como es evidente, la principal raíz textual de En el siglo XXX es la li-
teratura utópica. Según el testimonio de Darío, Ezcurra leyó /DFLXGDG
del sol (1602) de Tommaso Campanella; según una referencia del pro-
pio texto, conoció /HPRQGHWHOTX¶LOVHUD (1846) de Emile Souvestre.
La utopía (nombre que proviene del término griego RXWRSRV, que sig-
QL¿FDQROXJDUROXJDULQH[LVWHQWH HVXQDFRUULHQWHOLWHUDULDFX\RREMH-
tivo es la construcción imaginaria de una sociedad. Propone un mundo
DOWHUQDWLYRDOUHDOEDMRODIRUPDGHXQD¿FFLyQQDUUDWLYDFRQVLVWHQWHHQ
el relato de un viaje a dicho mundo alternativo.
(OJUDGRGH¿FFLRQDOL]DFLyQSHUPLWHGLVWLQJXLUGRVJUXSRVODVXWRStDV
estáticas (Tomás Moro, Francis Bacon), que se limitan a describir insti-
tuciones, adelantos sociales e invenciones mecánicas; y las utopías diná-
micas (Edward Bellamy, Aldous Huxley), donde la narración predomina
sobre la descripción, apareciendo personajes y tramas.
([LVWH RWUD FODVL¿FDFLyQ SRVLEOH EDVDGD QR HQ OD HVWUXFWXUD IRUPDO
sino en la carga semántica, que también distingue dos grupos: las eu-
topías o utopías positivas, y las distopías o utopías negativas (también
llamadas cacoutopías). Las primeras describen una sociedad perfecta, o
en todo caso superior a la contemporánea del autor. Las segundas, una
sociedad imperfecta y defectuosa, inferior a la contemporánea del autor
(también pueden ser sátiras alegóricas de ésta).
Debe distinguirse cuidadosamente utopía de utopismo. La utopía es
un artefacto literario que funciona según ciertos invariantes coherentes,
y cuya forma privilegiada es el viaje a una comarca lejana. El utopismo es
una actitud mental, un modo de pensamiento, no caracterizado por una
HVWUXFWXUDIRUPDOGH¿QLGD$PERVSRVHHQXQSUR\HFWRVRFLDO\FRQVWUX-
yen, en oposición a la realidad, un mundo otro y una historia alternativa.
Sin embargo, la utopía supone exigencias de formulación de su mensaje
EDMRGHWHUPLQDGRVFULWHULRV¿ORVy¿FRVHVWUXFWXUDOHVGLHJpWLFRV\HVWLOtV-
ticos. Como no es el objetivo del presente trabajo examinar en profun-
didad esta cuestión, me limitaré a exponer los tres principales criterios:
1- Realismo. La utopía busca describir una sociedad que pueda llegar
a ser posible, por lo que debe volverla verosímil. Esto la distingue del

FLRQDOLGDG¿MRV´SiJ DODGHJHQHUDFLyQ ³/DGHJHQHUDFLyQHQORVLQGLYLGXRVGH


ahora”, pág. 106), al vicio (“Es por ahí donde las sociedades comienzan a podrirse: por
los pequeños vicios”, pág. 184) y al alcoholismo (“Cuántos seres enfermizos dormirían
a esas horas el sueño de las borracheras”, pp. 278-279).

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

mundo al revés (por ejemplo, los poemas carnavalescos del siglo IV), que
si bien mediante la vía del grotesco o la exageración genera una crítica
de la realidad, exhibe una inverosimilitud que lo separa de una utopía
sometida a imperativos de credibilidad y de plausibilidad, y por lo tanto
a una forma de realismo narrativo.
2- Humanismo. La utopía es esencialmente humanista o antropocén-
trica, ya que hace del hombre el dueño de su destino. Esto la distingue
de los textos referidos a una “edad de oro”, frecuentes en la literatura
de la Antigüedad y el Renacimiento, que provienen de un pensamiento
teológico y son nostálgicos de un tiempo anterior a la decadencia o a
la “caída”, de una era de comunión con la naturaleza y los dioses. Esta
³HGDGGHRUR´GHSHQGHGHOFXPSOLPLHQWRGHODOH\¿MDGDSRUODGLYLQLGDG
el pecado de Eva o de Pandora la hace desaparecer, ya que se trata de un
mundo dado al hombre y no construido por él.
3- Tópico del viaje. El viaje, ya sea en el espacio o en el tiempo, es el
principio narrativo estructurador de todas las utopías. Simbólicamente,
representa el abandono de viejos valores, seguido del descubrimiento y
adquisición de valores nuevos. Ubica al viajero como un punto de vista
exterior que encarna los valores puestos en discusión, siendo la travesía
el elemento que crea la posibilidad de la novedad y del diálogo.
Esta distinción utopía / utopismo es imprescindible a la hora de de-
¿QLUHOcorpus textual, que de otra forma se expandiría de forma inmane-
jable. Permite mantenerse al margen de textos arcádicos, como ciertos
fragmentos del Martín Fierro48, de relatos de mundo al revés, como los apa-
recidos en Caras y Caretas a principios de siglo, donde Roca y Pellegrini
eran presentados como gallos peleando en un corral, o de textos no na-
rrativos, como los proyectos de falansterios o de ciudades a construir.
La corriente comienza con Utopía (1516) de Tomás Moro, una na-
UUDFLyQLQPHQVDPHQWHSRSXODUHLQÀX\HQWH49 que sentó los parámetros
para una larga serie de obras posteriores. En primer lugar, un parámetro
literario: el relato de un viaje imaginario donde se descubre un país hasta
entonces desconocido y que destaca por sus instituciones. En segundo
lugar, un parámetro sociopolítico: la descripción de una sociedad otra,

48 “Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía / y su ranchito tenía / y sus
hijos y mujer... / Era una delicia ver / cómo pasaba sus días” (primera parte, canto II).
49 Fue reeditada en 1517 en París, en 1518 en dos oportunidades en Basilea, en 1519
en Florencia y en 1520 nuevamente en Basilea, para mencionar sólo el período inme-
diatamente posterior a la editio princeps.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

diferente desde todo punto de vista de la sociedad real, especialmente en


lo relativo a los aspectos negativos.50
Será útil un resumen de la obra. Comienza en Brujas en 1515, cuando
Moro encuentra un marino que ha vuelto de un viaje por zonas desco-
QRFLGDV GH $PpULFD eVWH D¿UPD TXH ORV SDtVHV TXH KD YLVLWDGR WLHQHQ
costumbres e instituciones que podrían aplicarse con provecho en Eu-
ropa, y Moro responde que sería útil registrar por escrito los sucesos del
viaje, ya que los gobernantes aborrecen que se les diga en forma directa
la verdad sobre el estado de su país y que les sean propuestas reformas.
Tras relatar su peregrinaje por Polileria (donde los ladrones no son en-
cerrados, sino que se los obliga a hacer trabajos públicos), Acoria (que
ha renunciado a las guerras) y Macaria (donde el rey ha establecido un
límite a la expansión del tesoro real), concluye que el país ideal es Utopía.
Es una isla donde no existe la propiedad privada: los habitantes deben
cambiar obligatoriamente de casa cada diez años mediante un sorteo, los
alimentos y la ropa son distribuidos por el Estado y no se utiliza el dine-
ro. Por consiguiente, no existen la riqueza y la pobreza. Los gobernantes
son elegidos mediante votación, la cantidad de horas de trabajo diario
está estrictamente limitada (el máximo es seis), la comida se realiza en
centros comunitarios y hay libertad de cultos. Todo en Utopía es orde-
nado: las numerosas ciudades tienen exactamente la misma cantidad de
KDELWDQWHVD¿QGHTXHQRKD\DGHVHTXLOLEULRV\SDUDWUDQVLWDUGHXQDD
otra se necesita una autorización especial.
Los siglos XVI, XVII y XVIII abundaron en continuadores de Moro.
Me limitaré a citar /DFLXGDGIHOL] (1553) de Francesco Patrizi, /DFLXGDG
del sol (1602) de Tomaso Campanella, Cristianópolis (1619) de Valentín
Andreae, /D QXHYD $WOiQWLGD (1627) de Francis Bacon, /D WLHUUD DXV-
WUDOGHVFXELHUWD (1676) de Gabriel de Foigny, La historia de Sevarambes
(1677) de Denis Veiras, +LVWRULDGH&DOpMDYDR/DLVODGHORVKRPEUHVUD-
]RQDEOHV (1700) de Claude Gilbert, 9LDMHV\DYHQWXUDVGH-DFTXHV0DVVp
(1710) de Tyssot de Patot, /DVPXMHUHVPLOLWDUHV5HODWRVREUHXQDLVOD
recientemente hallada (1735) de Roustaing de Saint-Jory, La reina de
Benni (1766) de Jean Pierre-Louis de Luchet y 'HVFXEULPLHQWRDXVWUDO
SRUXQKRPEUHYRODGRU (1781) de Nicolás Restif de la Bretonne.

50 En ocasiones se ha citado como antecedente a La república (circa 380 A.C.) de


3ODWyQ 6LQ HPEDUJR HO H[WHQVR GLiORJR VRFLRSROtWLFR GHO ¿OyVRIR JULHJR D &DUHFH
GHODQDWXUDOH]D¿FFLRQDOFRQVWLWXWLYDGHOJpQHURE1RGHVFULEHXQDVRFLHGDGotra,
y consiguientemente tampoco presenta el contraste entre ésta y la real, sino que se
limita a ser un conjunto de propuestas para la mejora de la sociedad ateniense. c-
Tampoco presenta el tópico del viaje.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

/DXWRStDFOiVLFDIXHVHJXLGDSRUODXWRStDFLHQWL¿FLVWDTXHVXUJLyD
¿QDOHVGHOVLJOR;9,,,\DOFDQ]yVXPi[LPRGHVDUUROORGXUDQWHHO;,;
6XUDVJRGLVWLQWLYRHVODSUHVHQFLDGHHOHPHQWRVFLHQWt¿FRVLQVyOLWRV\GH
una ambientación generalmente futurista. Mientras Moro podía situar
su “ciudad ideal” en las costas de América y en un tiempo presente, ello
ya no era posible en la época de Bellamy. Debido a la exploración com-
pleta del globo (quedando como terra incognita apenas algunas regio-
nes del África interior), la utopía decimonónica tuvo en la descripción
de culturas futuras el principal camino para situar de un modo plausible
sus comunidades imaginarias.51 Además, dado que la función del género
es la especulación acerca de una sociedad perfecta, se comenzaron a in-
FRUSRUDUDVXVGHVFULSFLRQHVHOHPHQWRVWpFQLFRV\FLHQWt¿FRVFDGDYH]HQ
PD\RUHVFDODHVSHFLDOPHQWHDSDUWLUGHOD5HYROXFLyQ,QGXVWULDO ¿QDOHV
del siglo XVIII), época en la que comenzó a resultar imposible concebir
una sociedad superior que no tuviera un mayor desarrollo técnico que la
presente.52
El exponente más temprano es (ODxR (1771) de Louis-Sébastien
Mercier. No sólo constituye el primer texto utópico situado en el futuro,
sino que también es el primero en caracterizar ese futuro como un pe-
UtRGRVLJQDGRSRUHOSURJUHVRFLHQWt¿FR\WHFQROyJLFR(OSURWDJRQLVWDVH
duerme en 1770 -es decir, aún bajo la monarquía- y despierta en el año
2440 en una Francia que, tras una revolución, ha adoptado el sistema re-
SXEOLFDQR(QVXUHFRUULGRFRQVWDWDHOÀRUHFLPLHQWRGHODVDUWHV\GHODV
ciencias (se describen varios avances tecnológicos), así como el declive
de las religiones tradicionales.
Las violentas transformaciones sociales, políticas y económicas ocu-
rridas a partir de la Revolución Francesa, generaron en el imaginario del
hombre decimonónico una conciencia de cambio poco usual en siglos
anteriores. La utopía, así, se constituyó en el recurso predilecto para ex-
presar los anhelos o temores con respecto a la sociedad, o para efectuar
su crítica. Florecieron textos utópicos prácticamente en todas las nacio-

51 Otras formas, aunque marginales, son la descripción de sociedades secretas (por


ejemplo, “Notas preliminares sobre los Jang” de Lisa Goldstein y “La secta de los
treinta” de Borges) y la descripción de culturas pasadas imaginarias, que se habrían
extinguido antes de los viajes de exploración del siglo XVIII (como “El informe de
Brodie” de Borges).
 $~QODVXWRStDVDQWLFLHQWL¿FLVWDVFRPRErewhon (1872) de Samuel Butler, incor-
poran máquinas avanzadas y autómatas, aunque, por supuesto, caracterizándolos
negativamente.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

nes. En Nueva Zelanda tenemos The great romance, publicada anónima-


mente en 1881. En Chile, 'HVGH-~SLWHU (1878) de Francisco Miralles. En
Colombia, Bogotá en el año 2000 (1905) de Soledad Acosta de Samper.
En Uruguay, (OVRFLDOLVPRWULXQIDQWHR/RTXHVHUiPLSDtVGHQWURGH
200 años (1898) de Francisco Piria. En Rusia, /DWLHUUDGH2I\ULD (1783)
de Mijail Scherbatov, $xR (1840) de Vladimir Odoyevsky y ¢4Xp
hacer? (1863) de Nikolai Chernishevsky. En España, ¡Pensativo! (1886)
de Juan Serrano Oteyza y /DQXHYD8WRStD (1889) de Ricardo Mella.53 La
lista, aún en países periféricos, es casi inabarcable; puede imaginarse por
tanto la proliferación del género en países centrales como Inglaterra y
Francia. Sólo en Estados Unidos, durante el lapso 1888-1900, se publicó
al menos una cincuentena de novelas utópicas. Muchas fueron grandes
éxitos de venta, como Looking backward or The year 2000 (1888) de
Edward Bellamy.

'HQWURGHOiPELWRGHODVXWRStDVODPiVLQÀX\HQWHHQ(]FXUUDIXHLe
PRQGHWHOTX¶LOVHUD54 del francés Émile Souvestre (1806-1854). Se tra-
ta de una antiutopía que transcurre en el año 3000 y realiza una fuerte
crítica a la Revolución Industrial. Dos jóvenes del presente son visitados
por un hombre del futuro, llamado Monsieur John Progrés, y sumergi-
dos en un sueño que les permite ver el porvenir. Se describe una socie-
dad en que el capitalismo ha distorsionado todos los ámbitos de la vida
humana, llegando incluso a afectar el propio cuerpo (los vendedores de
diarios han desarrollado bocas gigantescas para anunciar su mercadería
sobre los ruidos del tránsito, los escritores tienen dedos extremadamente
largos para manejar mejor la máquina de escribir, los herreros poseen
KLSHUWUR¿DGHORVEUD]RV\GHOWyUD[HWFpWHUD (QYH]GHPDWHUQLGDGHV
y guarderías, hay “fábricas de niños”; el principal país, en una parodia a
EE. UU., es la República de los Intereses Unidos.
La novela era conocida en nuestro idioma. Existen seis ediciones de-
cimonónicas españolas: (O PXQGR WDO FXDO VHUi WUDGXFLGR SRU XQ HV-

53 El afán utópico llegó hasta tal punto en España que en 1885 se celebró el Primer
Certamen Socialista de Utopías, seguido en 1889 por el Segundo Certamen. En am-
bos fueron presentadas un total de 63 novelas utópicas. Remito al respecto a: Uribe,
Augusto; 8WRStDV DQDUTXLVWDV HVSDxRODV 8QD OLWHUDWXUD GH DQWLFLSDFLyQ SHFXOLDU.
Madrid: Edición del autor, 1999.
54 París: W. Coquebert, 1846.

36

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

SDxROGHODxR55, (OPXQGRWDOFXDOVHUiHODxR56, (OPXQGR


WDOFXDOVHUiHODxR57, /RTXHVHUiHOPXQGRHQHODxRWUHVPLO58, El
PXQGRWDO\FRPRVHUiHQHODxR59 y (OPXQGRWDOFXDOVHUiHODxR
tres mil.60
En el siglo XXX cita expresamente a este precursor. En el primer
capítulo, hablando del proyecto de escribir un libro sobre el siglo XIX,
Andros dice: “Tengo entendido, Filos, que algo parecido se hizo o se es-
cribió en aquel remoto siglo, aunque en lugar de retroceder, avanzaron a
nuestros tiempos... imaginativamente”.
Los principales rasgos comunes son: 1- La presencia de dos protago-
nistas principales. 2- La ambientación en el año 3000. 3- La visión pesi-
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moral. 4- El capitalismo desmedido como elemento negativo. 5- El én-
fasis constante en la parodia a las academias y a los centros de cultura.
6- La eliminación de la crianza de los niños dentro del seno de la fami-
lia. 7- La onomástica de los personajes, reveladora de sus idiosincrasias
(rasgo ya tratado en Ezcurra; en Souvestre, bastará con mencionar a los
GRFWRUHV3DVPDGR9HMLJD\1DUFyWLFRDO¿OiQWURSR(QWHUQHFLGR\DOHP-
presario industrial Hierro).

55 Barcelona: Imprenta de José Matas / Lit. Bodin, 1846, 334 pp.


56 Madrid: Biblioteca Universal / publicada bajo la dirección de D.A.F. de los Ríos,
Imprenta del Semanario Pintoresco Español, s/f [circa 1851-52], 52 pp.
57 Madrid: Folletín de las Novedades, 1857, 111 pp.
58 Madrid: Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, s/f, 268 pp. La “Biblio-
teca de Instrucción y Recreo” se publicó entre 1867 y 1869. Nos ocuparemos de ella
más adelante.
59 Valencia: Librería de Pascual Aguilar, 1883, 2 vol., 152 y 168 pp.
 %DUFHORQD6HFFLyQ7LSR/LWRJUi¿FDGHO&UpGLWR&DWDOiQSS$ORODUJR
del siglo XIX se realizaron numerosas versiones y refundiciones de esta obra. Una de
las más pintorescas es: Perrín, Guillermo & Palacios, Miguel de; Madrid en el año dos
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FXDGURVHVFULWRHQYHUVRVREUHHOSHQVDPLHQWRGHXQDQRYHODGH6RXYHVWUH. Madrid:
Florencio Fiscowich (Imprenta de José Rodríguez), 1887, 58 pp. Música de Manuel
Nieto y Ángel Rubio. Estrenada en el Teatro de Variedades el 13 de enero de 1887.
3RVHHPRV WDPELpQ XQD WHPSUDQD HGLFLyQ SRUWXJXHVD PX\ PRGL¿FDGD \ DPSOLDGD
que omite indicación de autor. Titulada 2TXHKDGHVHURPXQGRQRDQQRWUHVPLO
(Lisboa: J. M. Correa Seabra & T. Quintino Antunes, 1859), está ilustrada por Vidal
Junior.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

Otros autores mencionados son Edgar Allan Poe y E. T. A. Hoffmann.


Sin embargo, sus huellas no son perceptibles en el texto. Ello es com-
prensible ya que En el siglo XXX no tiene el objetivo de generar horror
o suspenso sino de realizar una sátira social. Es perceptible, en cambio,
ODLQÀXHQFLDHVWLOtVWLFDGHOQRPHQFLRQDGR-XOLR9HUQH(OHMHPSORPiV
notable aparece en el capítulo IV, cuando las palabras de un orador son
intercaladas con los gritos, entre paréntesis, de la multitud:

Vendía aquel sujeto variados objetos de útil e higiénica aplicación, que de


paso se complacía en elevar a las nubes y a la quinta esencia... de la pon-
deración. Su anhelo, decía, era instruir al pueblo... (aquí grandes aplau-
sos) y ser más útil que sus artículos mismos, a la humanidad que marcha-
ba a pasos agigantados hacia su completo perfeccionamiento. ¿Qué era el
hombre? ¡Un átomo de éter... sin el libro que era la nutrición de las almas!
(¡Bien!... ¡Bravo!... ¡Muy bien!...).

En Cinco semanas en globo (1863), Verne había utilizado el mismo


recurso:

El doctor Samuel Ferguson no faltará a su origen. (De todas partes: ¡No!


¡No!) Su tentativa, si la corona el éxito (gritos de: ¡La coronará!), esla-
bonará, completándolas, las nociones dispersas de la cartología africana.
($SODXVRV) Y si es desgraciada (gritos de: ¡Imposible! ¡Imposible!), que-
dará consignada en la historia como una de las más atrevidas concepcio-
nes del genio humano. ((QWXVLDVPRIUHQpWLFR)61

&RQFOXVLyQ
Tras el recorrido por el texto, puede realizarse un balance del mismo. En
el siglo XXX, como %XHQRV$LUHVHQHODxR, es una utopía urbanís-
tica. Lo es incluso en mayor medida, ya que ésta al menos dedica cierto
espacio a cuestiones ajenas a la urbe. Tampoco se detiene demasiado en
los progresos mecánicos, que ocupan casi por completo los primeros ca-
pítulos, siendo dejados de lado en los siguientes.
Ello se debe a que el móvil de Ezcurra no es la predicción del futuro
o la celebración entusiasta del progreso, sino la crítica a los problemas
y debilidades de su clase social. Estando amenazada la supremacía del
patriciado porteño por otras clases sociales (especialmente por los inmi-

61 Madrid: Olympia Ediciones, 1996, pp. 11-12.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

grantes europeos, cada vez superiores en número, y por la formación en


1890 de la Unión Cívica Radical, que representaba las posiciones popu-
lares), el propósito del autor es realizar un compendio de los problemas
TXHORFDUFRPHQLQWHUQDPHQWH(QXQDSDODEUDSRQHUORVDODOX]D¿Q
de que sean solucionados y la clase alta pueda enfrentar sólidamente los
nuevos desafíos.
Como toda obra literaria, está atravesada por las problemáticas de
su tiempo. Mientras en una época de bonanza como 1879 era factible
escribir una eutopía, en 1891, con una crisis económica que había dejado
en evidencia una crisis social y moral aún más amplia, el único camino
posible era una antiutopía.

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