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Ezcurra, Eduardo de
En el siglo XXX / Eduardo de Ezcurra ; comentarios de Carlos Abraham. - 1a ed .
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2018.
240 p. ; 23 x 16 cm.
ISBN 978-987-693-735-1
Dos palabras
SRU(GXDUGRGH(]FXUUD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Jornada I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Jornada II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Jornada III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Jornada IV. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Jornada V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Jornada VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Jornada VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .111
Jornada VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Jornada IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Jornada X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Jornada XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Jornada XII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Jornada XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Jornada XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Jornada XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Jornada XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Jornada XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Jornada XVIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Jornada XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
Jornada XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Jornada XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
Eduardo de Ezcurra:
un utopista argentino
Carlos Abraham
/D*HQHUDFLyQGHO2FKHQWDDEXQGDHQ¿JXUDVTXHVLELHQUHDOL]DURQXQD
labor intelectual y cultural ingente, hoy día están olvidadas. Una de las
constantes que depara la investigación literaria en profundidad de dicho
período es el hallazgo de interesantes autores que no gozan de un lugar
siquiera mínimo en las historiografías literarias más exhaustivas. El se-
guimiento de un oscuro nombre propio aparecido en alguna novela, au-
tobiografía o ensayo, o en algún antiguo artículo periodístico, suele dar
como resultado la exhumación de trayectorias responsables de multitud
de textos de no poca calidad, editados en formato de libro o en formato
KHPHURJUi¿FR
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Paréntesis. El Ateneo.
Vega Belgrano piensa. Ezcurra
discurre. Pedro despanzurra
a Juan. Surge el vocablo feo:
“Decente”. ¡Qué horror! ¡Qué escándalo!8
Poco más puede decirse con respecto a su biografía, ya que las fuentes
de información son casi en exclusividad sus propias obras y las columnas
necrológicas que he hallado (con el agregado de algún dato más presente
en su juicio sucesorio, conservado en el Archivo General del Poder Judi-
cial de la Nación). La más importante en extensión es la aparecida en Ca-
ras y Caretas, acompañada por una fotografía del autor. Por su interés,
la transcribo íntegra:
Los últimos años de su vida han sido duros para este hombre de letras,
fallecido en Buenos Aires a mediados de la semana anterior. Una penosa
enfermedad le había apartado de la vida activa, y Ezcurra, que había sido
siempre un espíritu brillante, había decaído y paseaba las calles melancóli-
co y entristecido. Veinticinco años atrás viajó por Europa provechosamen-
te, pues aprendió idiomas y adquirió un barniz literario, que, a su regreso
a la patria, le permitió incorporarse al personal de la prensa diaria. Tuvo
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12
FLRVDVH[SORVLRQHV¿ORVy¿FDV
del joven.
He hallado, tras una lar-
ga compulsa, algunas obras
menores. En el quinto nú-
mero (noviembre de 1898)
de la revista (O0HUFXULRGH
$PpULFD, Ezcurra publicó
un capítulo de un libro en
preparación, titulado provi-
soriamente Vida. En el nú-
mero 9 (marzo de 1899) apa-
reció el relato “Albadolens”.
También publicó poemas en
prosa en (O%ROHWtQ0XVLFDO,
y en 1894, en el $OPDQDTXH
3HXVHU, un artículo sobre
Wagner titulado “En el ani-
llo del Nibelungo”. El 2 de
octubre de 1898 publicó el
relato “La última” en El Sol
del Domingo, seguido el 16
de octubre por el artículo
“Anuro” y el 19 de marzo de
1899 por el relato “Honra- &DUWDGH(GXDUGRGH(]FXUUDD5XEpQ'DUtR
dez”; en su continuador El
Sol publicó el 8 de diciembre
de 1899 el monólogo dramático “Comprimidos pépsicos”.
La bibliografía del autor se completa con cuatro trabajos publicados
en el diario La Nación. El primero está constituido por tres poemas en
homenaje a Mitre, aparecidos el 13 de junio de 1883, bajo el título gene-
ral “Bartolomé Mitre”. Le sigue la reseña “La herida de Mitre”, del 9 de
noviembre de 1890, sobre Historia del general San Martín por Bartolo-
Pp0LWUH14 de Manuel Florencio Mantilla. Luego, el artículo “Impromp-
tu. Coloquio de los centauros”, del 3 de agosto de 1896, que versa sobre
el poema de Rubén Darío aparecido en el segundo número de La Biblio-
teca. Por último, “El oro; cuento de circunstancias”, del 21 de enero de
1899.
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15 En el capítulo XIX se lee: “Ciertas verdades son a los vicios lo que la sangre es a
algunas bestias: sólo causan ataques y embestidas. Es por eso que he preferido que la
acción de nuestro libro se desarrolle en el siglo XIX y no en el actual”.
14
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ción oral permiten concluir que se trata simplemente de un teléfono. Era un artefacto
ya difundido en nuestro país. En la novela satírica Los celos y la electricidad (Buenos
$LUHV 3HXVHU SS FX\R DXWRU ¿UPD VLPSOHPHQWH ³&´ \ TXH SXEOLFy HO
mismo año otra novela satírica, titulada (OH[DEUXSWRGHGRQ&iQGLGR), un marido
celoso, don Vituperio, pretende vigilar en todo momento a su esposa. Hace colocar
micrófonos en las diversas habitaciones de la casa, los que están en comunicación con
un aparato telefónico, situado en una casa vecina alquilada a tal efecto. Una noche,
oye voces extrañas en el dormitorio de su mujer, así como el nombre “Teodoro”. Co-
rre a su casa, sediento de venganza, pero su esposa duerme tranquila. Tras diversas
peripecias, resulta que el hilo telefónico, ligado con otros, le había hecho escuchar el
ensayo de una representación teatral.
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Con mis hijos, tengo compañía, y con estos dos vestiditos, que me he em-
peñado en terminar mañana, tengo más diversión y más entretenimiento
que con todos los teatros del mundo.19
Después de la madre que educaba el alma del niño, estaba la escuela que
IRUWL¿FDEDVXVIDFXOWDGHV\OXHJRDSDUHFtDHOKRPEUHDQWHODLGHDJLJDQWH
de la patria.20
19 Pp. 46-47.
20 Pág. 107.
21 Pág. 320.
18
/DIDQWiVWLFDOH\HQGDGHOHGL¿FLRGHVXFUHDFLyQ\GHVXVGXHxRVSULPH-
ros, como la de Adám y Eva, le pareció ridícula, imposible y fantástica.22
22 Pág. 14.
23 Pp. 154-155.
19
20
Plano político-económico
El rápido desarrollo agroganadero de Argentina en el período 1870-
1900, orientado principalmente hacia la exportación, había estimulado
una intensa especulación bursátil, centrada en gran medida en las com-
pras, ventas y arriendos de campos, que no ponía reparos en perjudicar
los intereses nacionales (el acaparamiento de tierras, no para su uso sino
exclusivamente para su venta a un mayor precio, provocaba que perma-
necieran improductivas). Esta obsesión materialista aparece retratada
en una extensa serie de textos literarios, en la cual se entronca En el si-
glo XXX. Uno de los espacios privilegiados para ello sería precisamente
la Bolsa, cuyas características de especulación, maniobras sucias y ne-
gociados resultaban ideales para la por entonces emergente novelística
naturalista.
Pueden citarse muchos ejemplos de visiones distanciadas y reproba-
torias sobre el desenfreno especulativo. En La gran aldea (1884), Lucio
9 /ySH] SRQH pQIDVLV HQ OD FRGLFLD GH ORV ¿QDQFLVWDV GH %XHQRV $LUHV
a través del personaje de don Eleazar de las Cuevas; en )UXWR YHGDGR
(1884), Paul Groussac describe un crack bursátil; Clelia¿UPD-
da con el seudónimo “Karl Lehardy”, incluye constantes referencias al
afán de medrar sin esfuerzo; En la sangre (1887) de Eugenio Camba-
ceres, muestra a Genaro, el protagonista, perdiendo ingentes sumas en
la especulación inmobiliaria26; Manuel Podestá en Irresponsable (1889)
destaca que en Buenos Aires la noticia esperada “como el preludio de una
catástrofe agigantada por el miedo o por el arrepentimiento de los que
habían expuesto su caudal, su crédito y tal vez su pan de cada día” es la
26 “Se compraba en diez para vender en veinte, todo, lo que se presentaba, lo que
caía, con todo se hacía negocio, para todo había comprador, no ganaba plata a todo
el que no quería. Con cincuenta miserables mil pesos había empezado y tenía en tres
meses un millón de utilidad. Y se había cebado, le había seguido entrando nomás, de
¿UPHVLQPLUDUSDUDDWUiVVHKDEtDPHWLGRKDVWDODPD]DXQDSRUUHWDGDGHORWHV
cerca, lejos, al Norte, al Sur; hasta por el bañado de Flores y los tembladerales de la
Boca, había tratado de asegurarse con tiempo, manzanas enteras se había comprado
que ni pensaba en largar, mientras no le pagasen lo que se le había antojado. (...) Nada
MXVWL¿FDED QR KDEtD UD]yQ SDUD TXH KDELHQGR YDOLGR KDVWD HQWRQFHV GH OD QRFKH D
la mañana, se viniera barranca abajo y dejase de valer la tierra. ¿Por qué? Cien mil
inmigrantes desembarcaban por año, el país se iba a las nubes, marchaba viento en
SRSD5HFREUDQGRVDOYDQGRDSHQDVVXGLQHURQRVLQGL¿FXOWDGSRFRGHVSXpV
conseguiría Genaro realizar una pequeña, una mínima parte de las sumas por él com-
prometidas”. En la sangre, pp. 142-142. Buenos Aires: Ediciones Colihue, 1995.
21
22
30 Pág. 21.
31 Pág. 304.
23
32 Pp. 8-9.
33 Buenos Aires: Igon Hermanos, 1879.
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dicho sabiamente un pensador del siglo XVIII, “es efecto de las riquezas
o las hace necesarias, y corrompe a la vez al rico y al pobre, a uno por la
posesión y a otro por la codicia; vende la patria a la molicie, a la vanidad,
y quita al Estado todos sus ciudadanos para hacerlos esclavos unos de
otros y todos de la opinión”.34 Algunos creen amar, cuando lo que aman
en puridad es el dinero. Forma, desarrolla mejor dicho, sociedades con
semejantes sentimientos y tendrás patente el hermafrodismo moral, el
histerismo latente y la decadencia de nuestras razas.35
34 La cita es de El contrato social, de Juan Jacobo Rousseau (cap. IV, “De la democra-
cia”).
35 Pág. 276.
25
36 Pág. 51.
37 Ello puede ser leído como una crítica a Whitman, que por aquellos años ya había
sido difundido en Latinoamérica.
38 Pp. 178-179.
26
39 En: )DQWDLVLHVPXOWLFRORUHV/DUREHGH&ODXGH)UROOR$UFKpRSROLV'HX[PLOOLRQV
de dot. París: Castel, 1859.
40 París: L. Willem, 1875. Cabe mencionar al respecto dos relatos aparecidos pocos
años después en la revista Caras y Caretas. El primero es “Un arqueólogo del siglo
XXX”, de Cándido Villalobos, aparecido en el número 118 (5 de enero de 1901), que
presenta las hipótesis de un investigador futuro sobre varios objetos desenterrados,
del año 1900. El ingrediente cómico, tan común en la revista, está dado porque se
equivoca en todos los casos (por ejemplo, opina que un tambo era un instrumento
musical). El segundo es “El año 3000. El Sud (R.A.), dueño del Norte por la macro-
TXtPLFD´¿UPDGRFRQHOVHXGyQLPR6WHOOD\DSDUHFLGRHQHOQ~PHURGHIHEUH-
ro de 1906). Unos sabios del futuro indagan las ruinas de la aduana de Buenos Aires,
encontrando botellas de un líquido transparente, sin color, olor ni sabor. Al cabo de
PXFKRVGHEDWHVGHVFXEUHQTXHVHWUDWDVLPSOHPHQWHGHDJXDPLQHUDO(VVLJQL¿FD-
tivo que ambos relatos estén ambientados en el mismo año que la novela de Ezcurra,
SRUORTXHQRSXHGHGHVHVWLPDUVHTXHKD\DQVLGRLQÀXHQFLDGRVSRUpVWD
27
41 Pp. 123-125.
28
42 Pág. 58.
29
43 “Impulsivo, falso, petulante, el mulato es una complicada amalgama del genio es-
pañol y africano. (...) Por su rencor al pasado, es el enemigo natural del blanco. Es
el instrumento de la venganza póstuma del negro. ¡Es la venganza del negro! Vedle
pasar, con su estirada trompa clásica en la que humea un puro, con sus dedos regor-
detes llenos de sortijas, echado atrás como si retara al mundo, tieso y engreído ¡vedle!
Y pensad siempre que en su mente le acosa el deseo de deslumbraros y que su corazón
palpita de secreta envidia... ¡Guardaos de él! Insinuante y servil cuando quiere, puede
FDSWDUVHYXHVWUDFRQ¿DQ]D\VLODFDSWDVHUiSDUDWUDLFLRQDURV\KXPLOODURV´&DUORV
Octavio Bunge; 1XHVWUD$PpULFD, pág. 78. Barcelona: Heinrich & Cía. Editores, 1903.
44 Remito a: Ingenieros, José; /DVLPXODFLyQHQODOXFKDSRUODYLGD. Buenos Aires:
Spinelli, 1903.
45 Pág. 106.
30
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,QÁXHQFLDVOLWHUDULDV
Como es evidente, la principal raíz textual de En el siglo XXX es la li-
teratura utópica. Según el testimonio de Darío, Ezcurra leyó /DFLXGDG
del sol (1602) de Tommaso Campanella; según una referencia del pro-
pio texto, conoció /HPRQGHWHOTX¶LOVHUD (1846) de Emile Souvestre.
La utopía (nombre que proviene del término griego RXWRSRV, que sig-
QL¿FDQROXJDUROXJDULQH[LVWHQWHHVXQDFRUULHQWHOLWHUDULDFX\RREMH-
tivo es la construcción imaginaria de una sociedad. Propone un mundo
DOWHUQDWLYRDOUHDOEDMRODIRUPDGHXQD¿FFLyQQDUUDWLYDFRQVLVWHQWHHQ
el relato de un viaje a dicho mundo alternativo.
(OJUDGRGH¿FFLRQDOL]DFLyQSHUPLWHGLVWLQJXLUGRVJUXSRVODVXWRStDV
estáticas (Tomás Moro, Francis Bacon), que se limitan a describir insti-
tuciones, adelantos sociales e invenciones mecánicas; y las utopías diná-
micas (Edward Bellamy, Aldous Huxley), donde la narración predomina
sobre la descripción, apareciendo personajes y tramas.
([LVWH RWUD FODVL¿FDFLyQ SRVLEOH EDVDGD QR HQ OD HVWUXFWXUD IRUPDO
sino en la carga semántica, que también distingue dos grupos: las eu-
topías o utopías positivas, y las distopías o utopías negativas (también
llamadas cacoutopías). Las primeras describen una sociedad perfecta, o
en todo caso superior a la contemporánea del autor. Las segundas, una
sociedad imperfecta y defectuosa, inferior a la contemporánea del autor
(también pueden ser sátiras alegóricas de ésta).
Debe distinguirse cuidadosamente utopía de utopismo. La utopía es
un artefacto literario que funciona según ciertos invariantes coherentes,
y cuya forma privilegiada es el viaje a una comarca lejana. El utopismo es
una actitud mental, un modo de pensamiento, no caracterizado por una
HVWUXFWXUDIRUPDOGH¿QLGD$PERVSRVHHQXQSUR\HFWRVRFLDO\FRQVWUX-
yen, en oposición a la realidad, un mundo otro y una historia alternativa.
Sin embargo, la utopía supone exigencias de formulación de su mensaje
EDMRGHWHUPLQDGRVFULWHULRV¿ORVy¿FRVHVWUXFWXUDOHVGLHJpWLFRV\HVWLOtV-
ticos. Como no es el objetivo del presente trabajo examinar en profun-
didad esta cuestión, me limitaré a exponer los tres principales criterios:
1- Realismo. La utopía busca describir una sociedad que pueda llegar
a ser posible, por lo que debe volverla verosímil. Esto la distingue del
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mundo al revés (por ejemplo, los poemas carnavalescos del siglo IV), que
si bien mediante la vía del grotesco o la exageración genera una crítica
de la realidad, exhibe una inverosimilitud que lo separa de una utopía
sometida a imperativos de credibilidad y de plausibilidad, y por lo tanto
a una forma de realismo narrativo.
2- Humanismo. La utopía es esencialmente humanista o antropocén-
trica, ya que hace del hombre el dueño de su destino. Esto la distingue
de los textos referidos a una “edad de oro”, frecuentes en la literatura
de la Antigüedad y el Renacimiento, que provienen de un pensamiento
teológico y son nostálgicos de un tiempo anterior a la decadencia o a
la “caída”, de una era de comunión con la naturaleza y los dioses. Esta
³HGDGGHRUR´GHSHQGHGHOFXPSOLPLHQWRGHODOH\¿MDGDSRUODGLYLQLGDG
el pecado de Eva o de Pandora la hace desaparecer, ya que se trata de un
mundo dado al hombre y no construido por él.
3- Tópico del viaje. El viaje, ya sea en el espacio o en el tiempo, es el
principio narrativo estructurador de todas las utopías. Simbólicamente,
representa el abandono de viejos valores, seguido del descubrimiento y
adquisición de valores nuevos. Ubica al viajero como un punto de vista
exterior que encarna los valores puestos en discusión, siendo la travesía
el elemento que crea la posibilidad de la novedad y del diálogo.
Esta distinción utopía / utopismo es imprescindible a la hora de de-
¿QLUHOcorpus textual, que de otra forma se expandiría de forma inmane-
jable. Permite mantenerse al margen de textos arcádicos, como ciertos
fragmentos del Martín Fierro48, de relatos de mundo al revés, como los apa-
recidos en Caras y Caretas a principios de siglo, donde Roca y Pellegrini
eran presentados como gallos peleando en un corral, o de textos no na-
rrativos, como los proyectos de falansterios o de ciudades a construir.
La corriente comienza con Utopía (1516) de Tomás Moro, una na-
UUDFLyQLQPHQVDPHQWHSRSXODUHLQÀX\HQWH49 que sentó los parámetros
para una larga serie de obras posteriores. En primer lugar, un parámetro
literario: el relato de un viaje imaginario donde se descubre un país hasta
entonces desconocido y que destaca por sus instituciones. En segundo
lugar, un parámetro sociopolítico: la descripción de una sociedad otra,
48 “Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía / y su ranchito tenía / y sus
hijos y mujer... / Era una delicia ver / cómo pasaba sus días” (primera parte, canto II).
49 Fue reeditada en 1517 en París, en 1518 en dos oportunidades en Basilea, en 1519
en Florencia y en 1520 nuevamente en Basilea, para mencionar sólo el período inme-
diatamente posterior a la editio princeps.
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/DXWRStDFOiVLFDIXHVHJXLGDSRUODXWRStDFLHQWL¿FLVWDTXHVXUJLyD
¿QDOHVGHOVLJOR;9,,,\DOFDQ]yVXPi[LPRGHVDUUROORGXUDQWHHO;,;
6XUDVJRGLVWLQWLYRHVODSUHVHQFLDGHHOHPHQWRVFLHQWt¿FRVLQVyOLWRV\GH
una ambientación generalmente futurista. Mientras Moro podía situar
su “ciudad ideal” en las costas de América y en un tiempo presente, ello
ya no era posible en la época de Bellamy. Debido a la exploración com-
pleta del globo (quedando como terra incognita apenas algunas regio-
nes del África interior), la utopía decimonónica tuvo en la descripción
de culturas futuras el principal camino para situar de un modo plausible
sus comunidades imaginarias.51 Además, dado que la función del género
es la especulación acerca de una sociedad perfecta, se comenzaron a in-
FRUSRUDUDVXVGHVFULSFLRQHVHOHPHQWRVWpFQLFRV\FLHQWt¿FRVFDGDYH]HQ
PD\RUHVFDODHVSHFLDOPHQWHDSDUWLUGHOD5HYROXFLyQ,QGXVWULDO¿QDOHV
del siglo XVIII), época en la que comenzó a resultar imposible concebir
una sociedad superior que no tuviera un mayor desarrollo técnico que la
presente.52
El exponente más temprano es (ODxR (1771) de Louis-Sébastien
Mercier. No sólo constituye el primer texto utópico situado en el futuro,
sino que también es el primero en caracterizar ese futuro como un pe-
UtRGRVLJQDGRSRUHOSURJUHVRFLHQWt¿FR\WHFQROyJLFR(OSURWDJRQLVWDVH
duerme en 1770 -es decir, aún bajo la monarquía- y despierta en el año
2440 en una Francia que, tras una revolución, ha adoptado el sistema re-
SXEOLFDQR(QVXUHFRUULGRFRQVWDWDHOÀRUHFLPLHQWRGHODVDUWHV\GHODV
ciencias (se describen varios avances tecnológicos), así como el declive
de las religiones tradicionales.
Las violentas transformaciones sociales, políticas y económicas ocu-
rridas a partir de la Revolución Francesa, generaron en el imaginario del
hombre decimonónico una conciencia de cambio poco usual en siglos
anteriores. La utopía, así, se constituyó en el recurso predilecto para ex-
presar los anhelos o temores con respecto a la sociedad, o para efectuar
su crítica. Florecieron textos utópicos prácticamente en todas las nacio-
35
'HQWURGHOiPELWRGHODVXWRStDVODPiVLQÀX\HQWHHQ(]FXUUDIXHLe
PRQGHWHOTX¶LOVHUD54 del francés Émile Souvestre (1806-1854). Se tra-
ta de una antiutopía que transcurre en el año 3000 y realiza una fuerte
crítica a la Revolución Industrial. Dos jóvenes del presente son visitados
por un hombre del futuro, llamado Monsieur John Progrés, y sumergi-
dos en un sueño que les permite ver el porvenir. Se describe una socie-
dad en que el capitalismo ha distorsionado todos los ámbitos de la vida
humana, llegando incluso a afectar el propio cuerpo (los vendedores de
diarios han desarrollado bocas gigantescas para anunciar su mercadería
sobre los ruidos del tránsito, los escritores tienen dedos extremadamente
largos para manejar mejor la máquina de escribir, los herreros poseen
KLSHUWUR¿DGHORVEUD]RV\GHOWyUD[HWFpWHUD(QYH]GHPDWHUQLGDGHV
y guarderías, hay “fábricas de niños”; el principal país, en una parodia a
EE. UU., es la República de los Intereses Unidos.
La novela era conocida en nuestro idioma. Existen seis ediciones de-
cimonónicas españolas: (O PXQGR WDO FXDO VHUi WUDGXFLGR SRU XQ HV-
53 El afán utópico llegó hasta tal punto en España que en 1885 se celebró el Primer
Certamen Socialista de Utopías, seguido en 1889 por el Segundo Certamen. En am-
bos fueron presentadas un total de 63 novelas utópicas. Remito al respecto a: Uribe,
Augusto; 8WRStDV DQDUTXLVWDV HVSDxRODV 8QD OLWHUDWXUD GH DQWLFLSDFLyQ SHFXOLDU.
Madrid: Edición del autor, 1999.
54 París: W. Coquebert, 1846.
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&RQFOXVLyQ
Tras el recorrido por el texto, puede realizarse un balance del mismo. En
el siglo XXX, como %XHQRV$LUHVHQHODxR, es una utopía urbanís-
tica. Lo es incluso en mayor medida, ya que ésta al menos dedica cierto
espacio a cuestiones ajenas a la urbe. Tampoco se detiene demasiado en
los progresos mecánicos, que ocupan casi por completo los primeros ca-
pítulos, siendo dejados de lado en los siguientes.
Ello se debe a que el móvil de Ezcurra no es la predicción del futuro
o la celebración entusiasta del progreso, sino la crítica a los problemas
y debilidades de su clase social. Estando amenazada la supremacía del
patriciado porteño por otras clases sociales (especialmente por los inmi-
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