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La ciencia y los mexicanos

La ciencia no es parte de nuestras vidas. No está ni en nuestras acitivdades diarias, ni en nuestra mente. Si
alguno de nosotros en una reunión familiar, tiene la osadía de tocar algún tema científico, seguramente será
tachado de payaso o sangrón.

Creo, que el problema está en que no tenemos ni la más remota idea de qué es la ciencia. Y si no sabemos ni
qué es, ¿cómo vamos a relacionarla con nuestras actividades cotidianas? Casi todos la confundimos con la
tecnología o creemos firmemente en que son lo mismo. Por esto, propongo definirla.

La definición de ciencia que más me gusta es la del doctor mexicano, Ruy Pérez Tamayo (me pongo de pie al
escribir su nombre), a quien debo, además, muchas de mis ideas. La versión breve de su definición dice así:

“La ciencia es una actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo
producto es el conocimiento.”

Actividad humana, porque sólo el hombre hace ciencia. Así nos platiquen que si los delfines tuvieran manos
serían más listos que nosotros, los animales, por inteligentes que sean, no hacen ciencia.

Es creativa, porque la ciencia moderna no se limita a observar, sino también a planear y diseñar modelos y
experimentos, de ahí que la creatividad sea esencial.

Su objetivo es la comprensión de la naturaleza, este fragmento, es motivo de reflexión. La Naturaleza es el


Universo mismo y no incluye a lo sobrenatural. Esto es fundamental, si leemos, que se ha demostrado
científicamente que Dios no existe, nos están engañando. El ámbito de los seres sobrenaturales está fuera de
su estudio.

Su producto es el conocimiento, sencillamente, lo que se obtiene al hacer ciencia es conocimiento. Esto quiere
decir que la ciencia sirve para saber, no para hacer cosas. Hacer cosas, es la labor de la tecnología.

Ahora bien, si ni siquiera sabemos qué es la ciencia, entonces ¿por qué todos opinamos sobre ella? ¿Cómo
es posible que Chuchito o Juanita se atrevan a ponerse una pancarta de “no a los transgénicos” si no saben si
los transgénicos son unos cuates que se cambiaron de sexo o un grupo musical de la nueva ola? ¿Cómo
pretendo decir que tal o cual sustancia es malísima, “100% antiecológica”, si soy incapaz de definir ecología?
¿Con qué cara puedo afirmar que la “fibra natural” es buenísima para la digestión si no sé si el esófago está
antes o después del estómago? ¿Alguna vez han escuchado de alguien que se coma un pedazo de nylon o
de poliester, que serían las “fibras artificiales”?

Todo esto es grave. Primero, porque muchos de los temas relacionados, los estudiamos en la primaria o
secundaria. Y segundo, porque a muchos de nosotros ni siquiera nos interesa saber, a pesar de que vivimos
en un mundo creado gracias a los avances de la ciencia y la tecnología.

¡ Ah ! , pero eso sí, si se nos va la luz, llamamos a Luz y Fuerza, y no a Madame Zuzzet. Si se enferma
nuestro perrito Cookie, lo llevamos al veterinario no a terapia Reiki. Jamás he sabido de un ganadero que en
lugar de vacunar a sus animales les haga una limpia.

Sí, la ciencia no es parte de nuestras vidas; pero esto es sólo porque nosotros así lo queremos. ¡ Vamos !
Acércate a la ciencia, infórmate, no creas todo lo que ves o escuchas, documéntate, analiza la información,
forma tu propio juicio crítico. Logremos que algún día, la ciencia, sea parte de nuestras vidas.

HECHO:
Seguramente los ecologistas o ambientalistas prehistóricos se oponían a la agricultura porque no era un
método natural, afectaba a las plantas nativas y a la biodiversidad, alteraba el ciclo vital milenario y, además,
los brujos que la propusieron no habían podido demostrar que era 100% segura.

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