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LA REDUCCIÓN DE APORTES

PATRONALES Y EL CAMINO
HACIA EL “BLANQUEO
LABORAL”
VICTORIA BASUALDO, HERNÁN LECHTER Y JULIA
STRADA FEBRERO 23, 2018

En un marco de sostenida resistencia frente a las reformas propuestas por el


gobierno en materia previsional, tributaria y laboral, se desarrolló una estrategia
de fragmentación y partición de las problemáticas, con el objetivo de facilitar su
aprobación dificultando la cabal visualización de sus impactos e interacciones.

Uno de los puntos centrales del proyecto original de reforma laboral fue la
iniciativa de “regularización del empleo no registrado”, llamada coloquialmente
“blanqueo laboral”, que declaraba como objetivo combatir uno de los fenómenos
más preocupantes del mercado de trabajo, a partir de una combinación de
medidas que incluía la reducción de aportes patronales y el aliento al trabajo
registrado.

TRABAJO NO REGISTRADO

El trabajo no registrado es tradicionalmente considerado un problema serio en


dos sentidos principales: por un lado, porque promueve la desigualdad salarial y
de derechos en la clase trabajadora, y por otro, porque implica una pérdida de
aportes y contribuciones al estado, reduciendo al mismo tiempo el alcance de los
derechos laborales conquistados y el impacto de las normativas, fiscalizaciones
y controles.

Este fenómeno se profundizó en los últimos años de la Convertibilidad hasta


alcanzar niveles en torno al 42% de los asalariados, y trepó hasta más de un
49% luego de la crisis de 2001. Entre 2003 y 2015, en un contexto de creación
de casi cinco millones de puestos de trabajo se redujeron al mismo tiempo la
desocupación y el trabajo no registrado, el cual sin embargo se mantuvo en
niveles que no lograron bajar de un tercio de los asalariados desde 2011 en
adelante. Al primer semestre de 2017 la cantidad de asalariados no registrados
asciende a 33,5%.
En términos de la pérdida de derechos de los trabajadores, con datos recientes
se observa una importante brecha entre formales e informales en lo que refiere
a ingresos percibidos y declarados en la Encuesta Permanente de Hogares. En
el período entre 2004 y 2017, con datos al segundo trimestre, la brecha supera
el 50%, siendo del 57% a inicios del periodo y bajando al 53% al final de los datos
disponibles.

Ello evidencia que la informalidad laboral se vincula a una mayor precarización


en el orden salarial.
En segundo término, el trabajo no registrado también tiene un importante costo
fiscal para las arcas de la ANSES, corazón recaudador de la totalidad de los
fondos de la seguridad social. Se estima que, a 2018, los aportes y
contribuciones no percibidos (producto de la existencia de un tercio de los
trabajadores con empleo no registrado) ascenderían a 75.903 millones de pesos
(ver anexo metodológico).

En efecto, la financiación de ANSES actualmente se nutre de distintos impuestos


dada la insuficiencia de la recaudación por aportes y contribuciones: impuesto a
las ganancias, IVA, impuesto a los créditos y débitos, impuesto a los cigarrillos,
recaudación por monotributo, entre otros.

LA APROBACIÓN POR LEY DE LA REDUCCIÓN DE APORTES


PATRONALES

En su formulación original, el “blanqueo” venía asociado a una reducción de


contribuciones patronales al sistema jubilatorio, sección luego extraída del
paquete de reforma laboral para incluirlo en la reforma tributaria, la cual fue
aprobada por el Congreso el 27 de diciembre de 2017. Si bien el proyecto
proponía la reducción progresiva de las alícuotas de la actividad de servicios
(hoy en 21%) y el incremento progresivo del resto de las actividades (hoy en
17%) convergiendo el conjunto de actividades en 19,5%, el punto central del
recorte aprobado a fines del año pasado reside en la aplicación de una porción
del salario sin contribuciones. Se estableció un mínimo no imponible de $12.000
por trabajador por mes desde 2019 con una aplicación progresiva. En 2018 se
aplica el 20% del MNI determinado, el 40% en 2019, el 60% en 2020, el 80% en
2021, para llegar a la aplicación plena en 2022 (en pesos, llegan a $2.400 de
mínimo no imponible en 2018 y crecen escalonadamente hasta 2022).

En un ejemplo concreto, si el salario de bolsillo de un trabajador es de $10.000,


previo a la reforma la contribución patronal al sistema jubilatorio debería
ascender a $1.564 hacia ANSES, considerando que el porcentaje es de 15,6%
sobre el salario bruto. Ahora bien, con la introducción del mínimo no imponible,
el empresario ya no aportaría sobre los $10.000 sino sobre $7.600 ($10.000
menos $2.400), por lo que la contribución patronal jubilatoria se reduciría a
1.188,64.

En términos recaudatorios, actualmente las contribuciones representan


aproximadamente $424.351 millones al año, y en 2018, se alcanzarían los
$490.974 millones. Con estos números, la aplicación del mínimo no imponible
sobre un total de 6.529.891 asalariados afectaría la recaudación negativamente
en $30.969 millones de pesos sólo para el año 2018 (ver anexo metodológico).

En suma, la aprobación de la reforma tributaria supuso ya la concesión de 30 mil


millones de pesos desde el Estado Nacional hacia los empresarios en un año.

Dado que esta reforma propone el aumento progresivo de la reducción de


contribuciones, resulta clave analizar el impacto futuro hasta el año 2022. De
acuerdo a una estimación realizada por CEPA en base al presupuesto, la
reducción de contribuciones patronales, en un escenario conservador (con
inflación prevista en el presupuesto 2018) alcanzaría al año 2022 los $217.621
millones, es decir, el 34,4% de las contribuciones patronales.

EL “BLANQUEO LABORAL” PENDIENTE

Este primer cambio regresivo deja pendiente el segundo núcleo de reformas


propuestas, incluidas en la reforma laboral de trámite parlamentario pendiente.
El “blanqueo laboral” se presenta como solución al problema acuciante del
trabajo no registrado, cuestión que preocupaba ya al anterior gobierno. De
hecho, como respuesta a una estabilización de los niveles del trabajo no
registrado en torno a un tercio de los asalariados sin poder bajar de esos niveles,
en 2014 se sancionó la ley de romoción del Trabajo Registrado y Prevención del
Fraude Laboral aprobada (Ley 26.940) que impulsó la creación de un registro de
empresas con sanciones por incumplimientos (empleo no registrado, trabajo
esclavo, trabajo infantil) denominado Registro Público de Empleadores con
Sanciones Laborales –REPSAL-. El diagnóstico en la que se basó la ley
identificaba dificultades materiales de las pequeñas y medianas
empresas y de empleadores unipersonales, que tenían serias limitaciones
económicas para hacer frente a las cargas laborales. Para ellos, se favorecía el
registro con distintos tipos de subsidio estatal. Pero el universo de grandes
empresas (evaluado tanto por su tamaño como por su facturación) era
caracterizado de otra manera: el no registro era resultado de una deliberada
evasión fiscal. En este sentido, y a diferencia de esta propuesta de reducción
horizontal e indiscriminada de cargas patronales y del blanqueo generoso de la
propuesta actual, esta ley beneficiaba sólo a las empresas pymes estableciendo
segmentaciones según cantidad de ocupados: hasta 5, 15 y 80
empleados y sujeta a niveles de facturación anual. Y conjuntamente con ello,
contemplaba medidas de fortalecimiento en la fiscalización, capacidad de
inspección del Estado nacional y la creación de un registro donde se incluyera a
las empresas que violen la legislación laboral (el anteriormente mencionado
REPSAL).

Entre otras consecuencias que preveía la ley, ser incluido en el REPSAL impedía
los siguientes ítems: el acceso a todo programa impulsado por el Estado
nacional, a líneas de crédito otorgadas por instituciones públicas, a celebrar
contratos de compraventa con el Estado nacional y a participar en licitaciones
públicas.

Aunque el Gobierno de Macri consideró en los fundamentos del proyecto de


reforma que esta ley no tuvo resultados positivos dado que no redujo el nivel de
trabajo no registrado existente, en los hechos, tuvo escaso tiempo de
implementación efectiva antes del cambio de gobierno en
2015, lo cual dificulta evaluar sus efectos en términos concretos.

A diferencia de un diagnóstico en torno a las causas del empleo no registrado


que coloque el acento en la capacidad empresarial diferencial para hacer frente
a las cargas laborales y utilice distintas herramientas estatales para controlar el
cumplimiento de las mismas (subsidios a determinadas franjas en función de
posibilidades y sanciones como respuesta a los incumplimientos, así como
mayor fiscalización), el proyecto de reforma laboral establece un “blanqueo
laboral” centralmente basado en transferencias a los empresarios y extendido
horizontalmente al conjunto de la economía.

Los puntos contenidos en el texto original de la reforma laboral implican lo


siguiente:
 Los trabajadores podrán computar únicamente hasta 60 meses de lo
blanqueado en base al Salario mínimo, vital y movil (SMVM) como aportes a su
jubilación, no importa cuál haya sido el plazo original de su contratación. Esto
significa que, si un trabajador estuvo 10 años no registrado, al empleador se le
condona la deuda por cualquier concepto (contribuciones, multas) y, en paralelo,
al trabajador se le permite computar sus aportes (por ejemplo, si el empleador
se los retuvo) sólo con base en el salario de referencia del SMVM (a enero 2018
de $9.500) y contabilizando 5 años hacia atrás (equivalentes a 60 meses).
 A los empleadores que entren en el “blanqueo” laboral se les extinguirán sus
multas, infracciones, u otros incumplimientos en relación al registro en el
empleo (muy similar al blanqueo de bienes, donde AFIP introducía la
posibilidad del “tapón fiscal”).

 La empresa que blanquee con esta ley se beneficia dándose de baja del
REPSAL (sólo en lo referido a deuda por seguridad social).
 Se establece una condonación de la deuda por no pago de aportes y
contribuciones al sistema (capital e intereses y punitorios) en lo referido al
SIPA, Fondo de Empleo, Asignaciones Familiares, Renatre.
 Se condona el 100% si lo hacen en los primeros 6 meses o se condona el 70%
si blanquean en los segundos 6 meses.

Este proyecto de reforma resulta sumamente indulgente y beneficioso para quien


incumplió con las normas de registración, emulando lo que puede ser una
moratoria fiscal, con el agravante de tratar del mismo modo el incumplimiento de
las cuestiones laborales que las cuestiones tributarias. El objetivo de esta política
es aumentar los márgenes de ganancia de las empresas, sosteniendo que ello
llevaría a promover el trabajo registrado. Sin embargo, la experiencia histórica
previa puede resultar útil para mostrar que la reducción de aportes patronales
aplicada en 1994 por Cavallo, o también denominada “devaluación fiscal” que
pretendió compensar los efectos económicos perversos de la rigidez cambiaria,
no significó sin embargo una mayor contratación de mano de obra sino que tuvo
dos efectos centrales: acrecentó las ganancias del sector empresario,
promoviendo la concentración, al tiempo que desfinanció al Estado.

En suma, en un marco en que el empleo no registrado tiene sin dudas


significativos impactos regresivos en las condiciones laborales y salariales de la
clase trabajadora, engendrando división en los colectivos laborales y debilitando
las organizaciones sindicales, además de producir un efecto fiscal negativo en
los recursos de la seguridad social dada la insuficiencia de aportes y
contribuciones que permitan hacer sustentable un sistema solidario, la política
oficial agudizó aún más la crisis del sistema previsional argentino a través de la
resignación de una porción creciente de las contribuciones patronales.

En base a este diagnóstico que propone combatir el no


registro a través de mayores transferencias hacia los empresarios como
estímulos para la creación de empleo y la promoción del trabajo registrado, se
prevé un avance hacia un supuesto “blanqueo laboral”, salida que no sólo resulta
poco efectiva para promover los niveles de registro y la extensión de derechos
laborales–dada la experiencia histórica argentina que refuta el éxito de la
medida- sino que vulnera derechos laborales básicos como el derecho al
reconocimiento de los plazos completos trabajados.

ANEXO METODOLÓGICO

 Sobre la estimación de contribuciones y aportes no percibidos por empleo no


registrado: ascienden a $75.903 millones en 2018. La base del cálculo refiere al
total de trabajadores asalariados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)
proyectados al universo de la población, y de ese universo de asalariados, se
tomaron en cuenta exclusivamente aquellos que realizan tareas en unidades
productivas con y sin empleo formal (se dejó afuera a patrones y cuentapropistas
y asalariados en hogares). La estimación asciende a un universo de 2.231.156
trabajadores. La estimación salarial para esos trabajadores se basó en el SMVM
de 2018 ($9.500 primer semestre, a regir desde enero y $10.000 al segundo
semestre, desde junio, con aguinaldo incluido en cada caso).
 Sobre la estimación de reducción de contribuciones patronales con
introducción de Mínimo no Imponible ($30.969 millones de pesos a 2018 y
$217.621.434 a 2022). Se realizó en base a estructura de salarios del Boletín
Estadístico Seguridad Social (BESS-AFIP) con los últimos datos disponibles al
primer trimestre 2017, que fueron actualizados a enero de 2018, en base a la
variación salarial del sector privado del periodo septiembre 2016 a septiembre
2017.

La cantidad de trabajadores del BESS-AFIP se ajustó a la cantidad estimada en


el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y el Sistema Integrado
Previsional Argentino (MTEySS-SIPA) proporcionalmente. Asimismo, para esta
estimación se segmentó por salario, dado que quienes no superan los $2.520,60
no pagan las contribuciones.

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