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Máster en Formación e Investigación literaria y teatral en el contexto europeo

Teoría de los géneros literarios


Rosa M.ª Aradra

TEMA 3

GÉNERO Y LITERATURA COMPARADA

La preparación de este tema se hará estudiando el capítulo “Los géneros: Genología”,


del libro de Claudio Guillén Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura
comparada (Ayer y hoy). Barcelona, Tusquets, 2005, pp. 137-171.

ESQUEMA-RESUMEN

1. Perspectivas de acercamiento a los géneros literarios


a. Perspectiva histórica
b. Perspectiva sociológica
c. Perspectiva pragmática
d. Perspectiva estructural
e. Perspectiva conceptual
f. Perspectiva comparativa
2. Problemas de la genología universal
3. Revisión conceptual
4. Aportaciones del comparatismo al estudio de los géneros

Orientaciones generales para el estudio del tema y explicaciones


complementarias

La lectura del trabajo de Claudio Guillén “Los géneros: genología”, incluido en


su libro Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura comparada (1ª ed. de
1985, después publicado y revisado en 2005), ha de entenderse en el contexto general de
la obra de la que forma parte, como uno de los ejemplos más destacados en el ámbito
teórico español de acercamiento a la problemática de los géneros desde la literatura
comparada. Y es también, por supuesto, una invitación a la lectura completa de este
sugerente libro.
Guillén parte de un repaso general por algunos de los principales condicionantes
o perspectivas en el estudio de los géneros, así como de aportaciones puntuales de
algunos autores, desde el formalismo ruso a teóricos españoles más recientes, como
Lázaro Carreter.
Cuando habla Guillén de un enfoque histórico, sociológico, pragmático,
estructural, lógico y comparativo de los géneros literarios, está delimitando los matices
que desde diversos flancos complementan y enriquecen la comprensión del género, para
después centrarse en el último: la cuestión de la universalidad o los límites del género
en el espacio y en el tiempo, lo que llama “genología supranacional”.
Es importante preguntarnos qué problemas suscita esta genología supranacional
a la hora de entender el sentido de las preocupaciones de Guillén en este trabajo. Por
ello, a partir de ejemplos concretos, habla de los riesgos de aplicar los parámetros de la
poética occidental a otras literaturas, y de la necesidad de ampliar y matizar los
conceptos genéricos tradicionales.

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En este sentido, el autor defiende un modelo teórico dinámico que conjugue el


pensar teórico y el saber histórico, y plantea la necesidad de criterios ordenadores ante
la diversidad de ejemplos y variantes que ofrece la literatura universal en el tema de los
géneros. Por eso diferencia entre cauces de presentación, géneros, modalidades
literarias y formas.
El comparatismo es, para Guillén, el método idóneo para examinar unas
categorías colectivas –los géneros, cauces y modalidades– que generalmente son de
índole internacional o supranacional. El interés de esta perspectiva es que amplía el
horizonte teórico del estudio del género haciéndose eco de la necesidad de una
clarificación conceptual que permita recoger la heterogeneidad e interrelación de las
manifestaciones genéricas que se producen en tantas ocasiones en territorios fronterizos
dominados por la intertextualidad.

En definitiva, la lectura de este trabajo ha de entenderse desde los presupuestos


de la literatura comparada y lo que esta visión aporta al estudio de los géneros. La
estructura que he comentado nos puede ayudar a fijar la atención, básicamente en estos
puntos:
- perspectivas generales de estudios de los géneros (histórica, sociológica,
pragmática, estructuralista, lógica, comparativa…)
- problemas de la genología supranacional
- necesidad de una revisión conceptual
- aportaciones del comparatismo al estudio de los géneros

Las continuas referencias concretas a hechos literarios de distintas literaturas que


aparecen en el trabajo ilustran muy bien la complejidad del tema.

Textos de apoyo

En su trabajo “Literatura como sistema”, Claudio Guillén se detiene en el tema


de los géneros y en su carácter sistemático, para ponerlo en relación con la literatura
comparada. Se trata de un ensayo que pone de relieve la complejidad de la sistemática
literaria y muestra desde una amplia perspectiva (géneros, estilos, figuras, temas, mitos,
movimientos, periodos, tradiciones, cánones y experiencia individual) cómo diferentes
sistemas afines se desplazan, cambian, se superponen e interactúan unos con otros. Más
que el funcionamiento de sistemas completos, esta tendencia hacia el sistema o la
estructuración es para Guillén un rasgo caracterizador de la historia de la literatura.
Seleccionamos un fragmento de este interesante trabajo:

Ahora podríamos preguntarnos hasta qué punto las teorías de los géneros han
sido sistemas. ¿De qué manera han funcionado como sistemas? En este punto de
nuestra investigación me gustaría proponer las siguientes observaciones
1. La historia de la poética, como un todo, exhibe la tendencia no solo de
enumerar sino de ordenar y coordinar normas. Las obras literarias han sido
referidas, especialmente, a principios filosóficos, gramáticos y sociológicos; o
también, las principales características han sido inferidas de estas obras para
luego ser convertidas en principios, alternativas y polaridades./

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2. La historia de la poética ofrece, por otra parte, muchos ejemplos del fracaso
para organizar modelos poéticos como sistemas de normas. Frecuentemente los
intentos se quedan cortos y nos encontramos a medio camino de un proceso de
estructuración. […]
3. Debemos enfatizar un hecho evidente pero esencial: la extraordinaria
presencia, en la literatura europea, a lo largo de los siglos de un número
limitado de modelos genéricos (podríamos adelantar que los más persistentes
han sido la comedia y las formas líricas breves) y de los lugares que estos
modelos han ocupado dentro de los sistemas genéricos. Aunque constantemente
se han realizado cambios y adiciones, ha existido una conciencia generalizada
sobre la inusual continuidad de las normas literarias […]
4. La relación entre la norma (o el modelo) y el sistema al que pertenece es una
de las condiciones para la continuidad de ambos. Así pues, el concepto de
tragedia puede sobrevivir a un periodo en el que un solo género dramático,
como la comedia, mantiene viva la idea de teatro (tal vez en Roma, donde se
escribieron algunas tragedias buenas, aunque la tragedia ocupaba un
importante lugar en el Ars poetica de Horacio. En dichos casos el sistema
retendrá lo que tradicionalmente le ha pertenecido. En otras ocasiones, un
sistema absorberá una obra nueva y la legitimará como modelo normativo por
la fuerza que le confiere cierta conexión estructural entre el nuevo modelo y las
clases existentes […]/[…] El género y el sistema, en otras palabras, se
refuerzan y perpetúan mutuamente.
5. Los sistemas tienden a, en general, absorber el cambio y asimilar la
innovación. Por otra parte la asimilación supone un pequeño estadio dentro del
más amplio proceso de cambio. [...]
6. No todas las clases y agrupaciones literarias constituyen sistemas de géneros.
Pero frecuentemente resulta difícil para el historiador moderno descubrir si una
cierta clase utilizada en el pasado resulta, en absoluto, comparable a lo que hoy
consideraría un género. Sin embargo, debe intentar distinguir entre sistemas de
géneros y otros sistemas parecidos, no solo porque están íntimamente
relacionados, sino porque uno de estos últimos puede haber influido, modificado
o incluso desplazado a los primeros. […]
7. A primera vista la historia de la poética revela, sorprendentemente, la
recurrencia al número tres como simple principio de sistematización. Además,
un estudio más minucioso demuestra, incluso en un nivel más fundamental, una
combinación o articulación subyacente de dos tipos de esquema: díadas y
tríadas o, para ser más explícito, dualismo “natural” (natural en el sentido que
se encuentra basado en modelos de “oposición”) y tríadas culturales (basadas
en modelos de “construcción” y “reconciliación”).

Claudio Guillén, “La literatura como sistema”, en José Manuel


Cuesta Abad y Julián Jiménez Heffernan (eds.), Teorías literarias
del siglo XX, Madrid, Akal, 2005, pp. 822-853, pp. 828-32.

La reciente teoría postcolonial ha cuestionado también la noción tradicional de


género desde los presupuestos de una literatura comparada de amplio alcance. En el
fragmento que sigue encontramos una reflexión muy clara sobre las implicaciones de

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esta teoría en la visión de la literatura. Aunque no se aborda en detalle el tema de los


géneros, es un buen ejemplo para ver las aportaciones de esta teoría en el panorama
actual de los estudios literarios:

La idea de una teoría literaria postcolonial emerge de la incapacidad de


la teoría europea para tratar de forma adecuada la complejidad y la variedad
cultural de la escritura postcolonial. Las teorías europeas surgen de las
tradiciones culturales concretas que se esconden tras falsas nociones de lo
universal. Las prácticas postcoloniales cuestionan radicalmente teorías sobre
estilo y género, prejuicios sobre los rasgos universales del lenguaje,
epistemologías y sistemas de valores. La teoría postcolonial surge de la
necesidad de tratar esta práctica diferente. Las teorías indígenas se han
desarrollado para acomodar tanto las diferencias entre varias tradiciones
culturales como el deseo de describir de modo comparativo los rasgos
compartidos por estas tradiciones.
El monocentrismo político y cultural de la empresa colonial fue el
resultado natural de las tradiciones filosóficas del mundo europeo y de los
sistemas/ de representación que estas privilegiaban. La expansión imperial del
siglo XIX, que representa la culminación de la expansión y del dominio europeo
sobre el mundo que empezó en el renacimiento, se apoyaba en estas asunciones
de un modo muy complejo. En primer lugar, produjo prácticas de servidumbre
cultural que un crítico postcolonial ha llamado “servilismo cultural”. Con
posterioridad, la aparición de teorías indígenas que reaccionaban contra ellas
constituyó un elemento importante de desarrollo de la conciencia nacional y
regional.
Paradójicamente, sin embargo, la expansión imperial ha tenido un efecto
desestabilizador para sus propias preocupaciones y su propio poder. Al empujar
el mundo colonial a los márgenes de la experiencia, el centro situó la
conciencia más allá del punto en el que el monocentrismo en todas las esferas
del pensamiento podía aceptarse sin ser cuestionado. En otras palabras, el
proceso de alienación que inicialmente sirvió para relegar el mundo
postcolonial a los márgenes se volvió contra sí mismo y obligó a este mundo a
cruzar una barrera mental hasta situarse en una posición en la que toda la
experiencia pudiera ser vista como descentrada, plural y múltiple. La
marginalidad, por tanto, se convirtió en una fuente de energía creativa sin
precedentes. El ímpetu hacia lo descentrado y lo plural se ha hallado siempre
presente en la historia del pensamiento europeo y ha alcanzado su desarrollo
más reciente en las teorías post-estructuralistas. Pero la situación de las
culturas y las sociedades marginales les ha permitido llegar a esta situación
antes y de forma más directa y estas nociones se encuentran implícitas en los
textos postcoloniales desde el período imperial hasta nuestros días.

Bill Ashcroft, Gareth Griffiths y Helen Tiffin, “El imperio


contraescribe: Introducción a la teoría y la práctica del
postcolonialismo”, en M.ª José Vega y Neus Carbonell, La
literatura comparada: principios y métodos, Madrid, Gredos,
1998, pp. 178-187, pp. 186-87.

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La puesta en relación de los moldes genéricos de distintas literaturas y sistemas


culturales supone toda una revisión de los presupuestos sobre el género en la tradición
occidental. El siguiente fragmento, extraído de la indispensable Introducción a la
literatura comparada de Armando Gnisci, indaga en las relaciones entre comparatismo
y teoría de los géneros:

Por lo que se refiere a los géneros, un caso ejemplar, fruto de la


comparación entre la poética occidental y la oriental, es Comparative poetics
(1990) de Miner. Este estudio apunta no solo a desestructurar el carácter
absoluto del sistema occidental de los géneros a la luz del Extremo Oriente, sino
también a mostrar su carácter intrínsecamente histórico, es decir, determinado
por la elección efectuada por la tradición de la crítica literaria de Occidente.
Partiendo de la idea de “poética originativa”, es decir explícita y generativa de
los textos, típica de algunas culturas, Miner adopta una noción de “género” que
coincide con la tripartita de “modo de representación” codificada por Goethe
(que distinguía tres géneros: drama, lírica y narrativa), pero que tiene un origen
más antiguo y se remonta al italiano Minturno, quien en sus dos tratados de
poética (De poeta, 1559, y Arte poetica,/ 1562) había rehabilitado el género
lírico junto al épico y al dramático. Para Miner, tras toda poética explícita hay
una definición de literatura construida sobre la base de uno de los géneros; en
el caso de la poética occidental es el género dramático el que –según la
tradición aristotélica- funda la idea de literatura occidental como imitación o
mímesis. En cambio, su investigación demuestra que todos los demás ejemplos
de poética que toma en consideración (la china, japonesa y coreana) se fundan
en el género lírico. Todo el ensayo de Miner, se puede considerar como el
resultado de una auténtica revisión crítica de los llamados East-West studies en
busca de nuevas metodologías de análisis que permiten superar una fácil
asimilación de las prácticas orientales a los cánones y terminologías
occidentales, tal como he evidenciado también la investigación imagológica.
Sin embargo, en el ámbito occidental, el estudio del género en clave
comparatista sigue siendo igualmente útil para trazar los recorridos de
aproximación a una idea de la literatura como gran intertexto y al mismo
tiempo como una red compleja e implicada en la trama de las otras redes que
forman la cultura. Las dos dimensiones, la intertextual y la interdisciplinar,
junto con el horizonte más amplio proporcionado por la consciencia de la
existencia y por el estudio de otras culturas y otras poéticas (horizonte que,
citando a Miner, podríamos definir sin más como “intercultural”), pueden
incluso exaltar el estudio de los géneros literarios si se llega a ver en ellos no el
mero perpetuarse de ciertas convenciones, sino uno de los numerosos casos
mediante los cuales precisamente la dimensión convencional de la literatura
puede convertirse en el lugar de producción de nuevas identidades.

Franca Sinopoli, “Los géneros literarios”, en Armando Gnisci


(comp.), Introducción a la literatura comparada, Barcelona,
Crítica, 2002, pp.171-213, pp. 186-87.

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Lecturas recomendadas

Como hemos visto en esta reducida muestra, la literatura comparada tiene


también en la cuestión del género uno de sus intereses centrales. De la amplia
bibliografía sobre el tema, seleccionamos algunas obras introductorias que recogen a su
vez referencias bibliográficas muy útiles para el interesado en ampliar estas cuestiones:
M.ª José Vega y Neus Carbonell, Literatura comparada: principios y métodos, Madrid,
Gredos, 1998; Armando Gnisci (comp.), Introducción a la literatura comparada,
Barcelona, Crítica, 2002, o Dolores Romero López, Orientaciones en literatura
comparada, Madrid, Arco Libros, 1998.

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