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El Doctor en filosofía Francisco Altarejos afirma que, el ethos o carácter es el modo de ser

personal auto adquirido en el ejercicio cotidiano de la propio libertad (…), el hábito de una

persona primordialmente ético (…), es la especificación del modo de ser de una persona”,

adicionalmente, que, “el ethos es una disposición a la acción que se va desarrollando por la

repetición de actos (hábitos operativos buenos) que le habilitan para perfeccionar la acción”

(Altarejos, 1998, pág. 98).

Altarejos se refiere a la adquisición de hábitos en el marco del ejercicio de la libertad, por

voluntad, como forma de un estilo personal, los cuales nos llevan a alcanzar virtudes que nos

permiten actuar de manera ética ante las diferentes circunstancias que se presenten. Es la

misma libertad que nos ayuda a descubrir nuestra propia identidad.

Para lograr el desarrollo profesional del educador se deben ejercitar las cualidades éticas

(competencia, iniciativa, responsabilidad, compromiso y dedicación) en las prácticas

profesionales, sustentado en un saber educativo, en un saber técnico y un saber ético,

adicionalmente los educadores deben tener como soporte las virtudes básicas (fortaleza,

templanza, justicia y prudencia). La mejora en la educación es el compromiso de la

comunidad educativa con el logro de la finalidad educativa: la persona formada, manifestada

en el crecimiento personal y esencial del educando, seres capaces de asumir la vida como

seres libres capaces de coexistir, personas virtuosas capaces de actuaciones consistentes

conforme a su origen, (Altarejos 1998).

Para Altarejos la “deontología docente significa radicalmente el estudio del carácter del

modo de ser profesional de la docencia; secundaria y derivadamente es también el estudio de

los derechos y deberes que la práctica docente conlleva” (1998, p.94), por esta razón es

necesario estipular los derechos y obligaciones que la práctica docente conlleva.


La propuesta de Altarejos sobre las virtudes profesionales del ethos docente permite

analizar las virtudes fundamentales; justicia y prudencia como las virtudes básicas y fortaleza

y templanza como las virtudes superiores, además desglosa cada una de ellas y las organiza en

la siguiente tabla:

Cuando Altarejos (1998) se refiere a la virtud de la fortaleza como acometer a las

dificultades, relaciona tres virtudes que le corresponden al ethos docente respecto a la

resistencia: la magnanimidad (oposición a la ambición excesiva y presunción) la

longanimidad (constancia) y la paciencia (conservar la razón de bien frente a la tristeza),

virtudes que le permitirán al docente fortalecer su grado de tenacidad a la hora de enfrentar su

tarea (pág. 104).

En cuanto a la virtud de la templanza como la del justo medio tanto en las relaciones

interpersonales como en las acciones, Altarejos (1998) relaciona también tres virtudes que

conforman las virtudes de la moderación las cuales forman parte de lo constituye el trabajo

humano la praxis (hacer cosas) y la póiesis (obrar), y éstas son: autoestima concretada en la

humildad (conocimiento templado de la realidad), la estudiosidad (necesidad de aprender), y

la tolerancia las cuales potencian en el docente el placer de comprender, descubrir y conocer,

para enseñar no solo el conocimiento sino la actitud hacia él.


Altarejos (1998) define también el ethos como un modo de vida, el cual está conformado

por cinco cualidades o maneras que se presenta en lo profesional, que son: competencia,

iniciativa, responsabilidad, compromiso y dedicación. La primera de ellas se refiere a la

“habilidad o capacidad para resolver y afrontar los problemas propios de una profesión. Saber

obrar y hacer para afrontar los problemas prácticos en su complejidad” (p. 44); para que un

docente sea competente debe manejar con cierta profundidad su disciplina y establecer un

interés real del estudiante por ella, lo que le dará autoridad para intervenir en la solución de

conflictos generados en el aula o fuera de ella para crecimiento de las personas y del grupo.

El ethos profesional docente fortalece el ethos del estudiante y contribuye la recuperación

del fin educativo y la educación de calidad. Educadores virtuosos formarán estudiantes

virtuosos. De ahí la importancia de que los docentes que evidencien y fortalezcan las

cualidades éticas y las virtudes humanas propuestas por Altarejos (1998), pues de esta

manera, mediante las relaciones cotidianas en el quehacer educativo se contribuirá con la

recuperación de la institucionalidad y la educación de calidad centrada en la formación de la

persona: la humanización de la educación.

Altarejos, F. & Ibañez-Martín, J. & Jordan, J. & Jover, G. (1998). Ética Docente.

Barcelona: Editorial Ariel S.A.

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