Vous êtes sur la page 1sur 113

Martínez Heredia, Fernando, Desafíos del Socialismo

cubano, Centro de Estudios sobre América, La Habana,


1988

DESAFIOS DEL SOCIALISMO CUBANO


Fernando Martínez Heredia
Centro de Estudios sobre América La Habana, 1988

Edición: Alfredo Prieto González Diseño de portada:


César González Beltrán Diseño interior: Mauricio
Sougarret Toro
© Centro de Estudios sobre América J988
Centro de Estudios sobre América
Ave. 3ra 1805, e/18 y 20, Playa, Z. P. 13 La Habana

índice
Al lector 7
RECTIFICACIÓN Y PROFUNDIZACIÓN DEL
SOCIALISMO ENCUBA 9
I. La transición socialista, y sus enemigos 14
IL ¿Qué es posible hacer en el socialismo? 18
III. ¿Qué queremos “rectificar”? 22
IV ¿Una revolución “desde arriba”? 26
V. Participación y profundización del socialismo38
TRANSICIÓN SOCIALISTA Y DEMOCRACIA: EL CASO
CUBANO 57
I. Democracia en América Latina de los ochenta 59
»II. La Democracia y sus determinaciones 62
ID. Capitalismo, democracia, revolución socialista 67
IV La transición socialista en Cuba 79
V. El proceso de rectificación 94

Al lector
El primer trabajo de este volumen, Rectificación y
profundización del socialismo en Cuba, escrito en abril
pasado, circuló como material de trabajo en su forma
primitiva. Lo he revisado a fondo, ampliándolo también
en alguna medida, poco antes de su edición. El segundo
ensayo, Transición socialista y democracia: el caso
cubano, fue publicado en la revista Cuadernos de
Nuestra América N° 7, de ene- ro-junio de 1987.
Aparecen ahora reunidos porque tienen una relación
muy estrecha, tanto que cierto número de oraciones, y
muchas ideas, aparecen en ambos. Sus asuntos
centrales son sin embargo diferentes, aunque
complementarios. La premura me ha obligado a dejar el
más antiguo tal como se escribió hace año y medio; el
tiempo transcurrido y las críticas muy agudas que he
recibido me habrían ayudado a mejorarlo para esta
edición.
El tema del socialismo tiene hoy una importancia
extraordinaria para los cubanos, cuando la revolución va
a cumplir treinta años de su triunfo dando muestras de
gran vitalidad e iniciativas, pero también enfrentada a
dificultades notables. Una gran revolución en un
pequeño país, un proyecto de solidaridad humana
ilimitado en un mundo que está lejos todavía de aquella
meta, Cuba revisa sus fuerzas y sus debilidades, y trata
de encontrar las formas acertadas de profundizar su
socialismo sin olvidar los principios que lo han inspirado.
El pensamiento social cubano tiene que estar a la altura
de los esfuerzos que hace el país por salir adelante y
asegurar su rumbo y su futuro. El proceso de
rectificación de errores y tendencias negativas, la
profundización de la transición socialista, son asuntos
necesarios para la investigación y la reflexión. Tengo la
esperanza de que este modesto trabajo, y la crítica que
pueda recibir, contribuyan en algo a ese ejercicio
indispensable.

RECTIFICACION Y PROFUNDIZACIÓN DEL


SOCIALISMO EN CUBA

“...sin las masas el socialismo pierde la batalla: se buro-


cratiza, tiene que usar métodos capitalistas, tiene que re-
troceder en la ideología. Así que no puede haber
sociedad más democrática que la socialista
sencillamente porque sin las masas el socialismo no
puede triunfar”.
1 socialismo cubano está viviendo una etapa de
renovación y pro-fundización de su régimen y su
proyecto, en un proceso que solemos llamar de
rectificación de errores y tendencias negativas. Cuba no
es ajena a la revisión crítica de instituciones y de valores
que se vive hoy en el socialismo mundial, ni su economía
puede mantenerse al margen de los perjudiciales efectos
de la acción del capitalismo internacional. Pero sería
profundamente erróneo explicar la rectificación cubana
como consecuencia de la crisis económica del llamado
Tercer Mundo, o de la revisión crítica socialista.
Casi medio siglo después del inicio de la Segunda
Guerra Mundial parece que se está llegando a prevenir
que se desencadene una tercera. Un complejo de
factores lo está permitiendo, entre los que se destacan el
poderío militar que tiene la URSS y la base socialista de
su política de paz, el cambio registrado en la naturaleza
de los armamentos y la extrema polarización de las
fuerzas que serían decisivas en esa guerra. Sin
embargo, una guerra terrible se desarrolla
permanentemente en el Tercer Mundo, y la están
perdiendo los pueblos.
El Banco Mundial estima que la depresión económica del
Tercer Mundo en esta década ha sido más severa que la
famosa crisis de los años treinta. La pobreza absoluta se
ha incrementado hasta alcanzar a cerca de mil millones
de personas; otros ciemos de millones,
v
Fidel Castro, 3-9-1970

calculan, han visto caer fuertemente sus niveles de vida.


El 70 % de la población mundial, que ya sintetizaba su
lugar de desvalimiento, miseria, hambre, debilidad y
deformaciones estructurales y ausencia de perspectivas
de desarrollo en el apelativo común de sus países (los
“subdesarrollados”), está ahora peor que hace diez años.
Han pasado las décadas en que se hablaba de
desarrollo; hoy se asume con naturalidad que los países
subdesarrollados deben conformarse con encontrar
“estrategias” que les permitan al menos sobrevivir.
La economía del Tercer Mundo está en crisis profunda
porque el capitalismo desarrollado se ha racionalizado y
ha aumentado sus capacidades financieras y
tecnológicas. En un mismo proceso, sus relaciones con
los países subdesarrollados se hacen más orgánicas a
su funcionamiento capitalista y se hacen más
parasitarias, expoliadoras y dominadoras. La gigantesca
deuda externa es la expresión más visible, pero muy
parcial, de este sistema de relaciones de explotación y
dominación imperialista. No debe extrañar entonces que
las jomadas de protesta y rebeldía sean la realidad o la
necesidad para la vida de muchos cientos de millones de
personas, ni que continúen produciéndose revoluciones
de liberación. “Concebir el desarrollo sin la paz y el
desarme es imposible, pensar en la paz sin desarrollo
carecería de realismo.”1
Por otra parte, el mundo del socialismo se agita, debate
y ensaya transformaciones, tanto en sus instituciones
como en las concepciones que lo han caracterizado. La
perestroika soviética es el principal de esos movimientos,
por la audacia y alcance de sus propósitos y por el peso
inmenso que tiene la URSS en el campo revolucionario y
en los asuntos mundiales en general; sobre ella recae
hoy la atención universal. En otros países socialistas se
inician o continúan
1. fidcl Castro: Discurso en el Encuentro de
representantes de 178 partidos y movimientos presentes
en Moscú, 5-11-1987. Fidel recordaba allíquc la
“humanidad ha vivido y vive todavía bajo el terror de la
autodcstrucción y la ignominia de una miseria que mata
cada año tantos niños del Tercer Mundo como cien
bombas nucleares".

revisiones, debates y cambios también muy importantes,


en los que las circunstancias, la historia y los
condicionamientos de cada uno desempeñarán sin
dudas papeles decisivos.
Cuba se emancipó hace treinta años de la explotación
capitalista y la dominación extranjera, mediante la
culminación victoriosa de su lucha revolucionaria de
liberación. Salió adelante desde entonces profundizando
su revolución, con una consecuencia aferrada a
principios de hacer justicia social y desarrollar los
vínculos de solidaridad, mediante la lucha abnegada del
pueblo y la conducción política acertada; y enfrentada
siempre, es la necesidad que le han impuesto, al
imperialismo norteamericano. La ayuda intemacionalista
reci-bida y el desarrollo de la solidaridad internacional, a
la que Cuba a su vez ha contribuido destacadamente,
han sido y son factores sin los cuales no podría
entenderse la Revolución cubana.
La transformación socialista de las sociedades
contemporáneas no es algo dado de una vez, ni lo
conseguido está asegurado para siempre, ni
corresponden necesariamente todas las realidades
creadas con los pasos acertados para hacer realidad el
proyecto. En Cuba, consecuentemente, está
produciéndose un proceso de análisis, de rectificaciones
y de cambios, que no puede estar ajeno a lo que sucede
en el mundo; pero que parte de nuestros problemas y de
las fuerzas fundamentales con que contamos para
avanzar, y eso es esencial.
Ante esa necesidad, el trabajo que sigue ha preferido
presentar y tratar de profundizar en alguna medida en la
“rectificación” cubana, tocando sólo en lo imprescindible
lo internacional, recurso lícito solamente si no se olvida
que la realidad no puede ser parcelada como el
conocimiento.

I. La transición socialista, y sus enemigos


Rectificación es la palabra cla^e del lenguaje político en
Cuba en los tres últimos años. Si hacemos abstracción
de los argumentos de los enemigos2 y de la
superficialidad resultante de la falta de información,
queda en pie la necesidad de partir de este proceso, su
significado y sus proyecciones, a la hora de examinar la
traasición socialista en curso en Cuba durante tres
décadas.
Lo que sugiere la expresión es que se trata de rehacer,
retornar, desdecirse; y para personas y objetos sociales,
de sustituir y reestructurar. Sería entonces la amarga
cuestión de comprobar que se erró, con todo el peso que
eso tiene en un régimen como el nuestro, y emprender
un camino de subsanación de errores, esto es, de
rectificación. Reducir a esto la comprensión sería, sin
embargo, quedarse en la superficie del proceso y
completamente fuera del conocimiento. Intentare
entonces -en los límites de mis posibilidades y del
espacio disponible- atender a las causas, lo esencial, los
fines, las tendencias, las probabilidades de acierto y de
éxito del proceso 11a
2. Abstracción difícil. Además de la suma inmensa
de poder material y de dominación ideológica de antiguo
establecida y una y otra vez renovada, nuestros
enemigos tienen a su favor la profunda radicalidad que
diferencia la realidad y el proyecto cubanos ante el
continente. El carácter monstruoso de la permanencia de
una revolución anticapitalista y enfrentada a Estados
Unidos incita al olvido o a la toma de distancia.
Una buena parte de nuestras exposiciones están, a su
vez, viciadas por e! defensismo resultante de la
percepción del cerco de agresión y cuestionamiento, por
las debilidades que ha acumulado nuestro pensamiento
social y por la falta de vinculación suficiente con el medio
latinoamericano. El resultado, en blanco o negro,
prácticamente nos deja fuera de todo debate de
alternativas, lo que no es poca ventaja para los
adversarios de los cambios sociales.

mado de rectificación de errores y tendencias negativas,


como parte de la necesaria conflictividad presente en la
construcción socialista.
Como se sabe, el régimen revolucionario cubano
constituido en 1959 encontró en el socialismo la vía
eficaz para:
• realizar y hacer permanente la liberación nacional
de Cuba del dominio extranjero, garantizar la soberanía y
la autodeterminación
• movilizar, educar y organizar las fuerzas
populares en el curso de inmensas jornadas de
transformación social anticapitalista que implicaron a la
vez formidables y desgarradores cambios de los actores
mismos
• rehacer a fondo el modo de producción y
reproducción de la vida social y las ideas y creencias que
sobre aquel se tenían.
El socialismo es, por tanto, el punto de partida. Pero aún
a riesgo de hacer esbozos demasiado esquemáticos y
selecciones demasiado omisas, hay que precisar
también al socialismo a que nos referimos cuando
analizamos la Revolución cubana.3
La transición socialista es el ejercicio de
comportamientos políticos de masas organizadas que
toman el camino de la liberación total. La práctica
revolucionaria de los individuos de las clases explotadas
debe ser capaz de trastornar profundamente las
funciones de la actividad humana y los resultados del
proceso productivo. Esto sucede
3. La argumentación en el terreno conceptual acerca de
la transición socialista en nuestras condiciones, se
encuentra mucho más desarrollada en el segundo
ensayo de este libro: “Transición socialista y democracia:
el caso cubano”.

mediante un proceso, en el que distingo tres aspectos


sólo con el fin de que sea más clara su exposición: el
apoderamiento y utilización de las fuerzas y relaciones
de producción fundamentales, los actos concientes de la
vanguardia organizada como poder político y estatal, y el
vuelco radical y continuado del conjunto de creencias e
ideologías que rigen la reproducción espiritual del modo
de dominación capitalista. Y que predomine la tendencia
a que cada vez más personas conozcan y dirijan
efectivamente los procesos sociales, y sea real y eficaz
la participación política de la población. Condición sin la
cual el proceso dejaría de ser revolucionario y sería
imposible que culmine en socialista.
Son evidentes las dificultades extraordinarias de la
transición socialista real de un país en medio de la
existencia del sistema mundial capitalista. Ellas se
multiplican cuando este es, como Cuba, un pequeño país
sometido a lo largo de su historia al colonialismo y el
neocolonialismo; añádase a nuestro caso la escasez
relativa de recursos y estar situados al borde mismo de
los Estados Unidos. En los países llamados
subdesarrollados se ve mucho más claramente la doble
insuficiencia a que se enfrentan los procesos de
transición socialista: la persistencia de relaciones
mercantiles a escala nacional y sobre todo internacional,
y la simultánea insuficiencia procedente de la
incapacidad de su capitalismo anterior para completar la
sub- sunción del trabajo al capital, con el desarrollo
contradictorio que ello implica. 4
Las relaciones mercantiles persisten a escala nacional,
tiñendo de diversa manera las relaciones sociales y las
percepciones que de ellas se tienen, aunque estén
subordinadas al poder revolucionario. A es
4. Ernesto Che Guevara tiene muy en cuenta esta
doble insuficiencia: “La nueva sociedad en formación
tiene que competir muy duramente con el pasado...
también por el carácter mismo de este período de
transición con persistencia de las relaciones mercantiles.
(...) En estos países no se ha producido todavía una
educación completa para el trabajo social...” (E.
Guevara: "El socialismo y el hombre en Cuba”, en Obras,
Ed. Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. II,
ps.371-372).

cala internacional se mantienen presentes y


presionantes mediante la existencia y la fuerza del
capitalismo mundial, y las relaciones que es necesario
sostener con él. Por otra parte, existe un nivel
insuficiente de desarrollo de las capacidades productivas
y de las demás capacidades de los individuos, las
empresas y demás organizaciones para las tareas que
exige la transición socialista. Esas capacidades son hijas
de las grandes revoluciones técnicas y de la división del
trabajo social: en el capitalismo metropolitano han
florecido sin dejar de estar al servicio o dominadas por la
burguesía, pero en los países sometidos a la explotación
y la dominación colonial y neocolonial ellas han sido
negadas, excluidas, deformadas, limitadas o sometidas
en su implantación parcial a razones de ser externas al
interés del país.
En la realidad, la revolución constituye entonces una
violentación - monstruosa, si se quiere- del conjunto de
la vida social, producida a partir de la acción conciente
organizada que se vuelve masiva. Para continuar siendo
un proceso revolucionario de transición socialista y
orientado hacia el comunismo, tiene que avanzar una y
otra vez, violentando una y otra vez las condiciones de
reproducción de la economía, de la política y de la
ideología, incluidas las creadas por ella misma, aunque
ahora de maneras muy diferentes a las que utilizó para
derribar al capitalismo y la dominación imperialista.
No es posible tratar aquí el complejo de conflictos que
todo lo anterior presupone, que llena de dificultades y
ausencias tanto a la historia práctica de las revoluciones
y los regímenes socialistas, como a la de las
concepciones, teorías y debates dentro del campo
revolucionario. Llamo la atención sobre su extraodinaria
importancia para nosotros, los latinoamericanos, que
tenemos urgencia de entender la compleja realidad del
mundo actual con nuestra propia cabeza. Sólo aludiré al
tema, sin embargo, en la medida en que sea
imprescindible al asunto de este trabajo.

IL ¿Qué es posible hacer en el socialismo?


El problema de los límites de la voluntad y la acción
revolucionarias respecto a su “condicionamiento objetivo”
reaparece una y otra vez durante la transición socialista,
por el carácter mismo de violenta- ción reiterada de las
condiciones de reproducción de la sociedad que tiene
toda revolución verdadera. Los dilemas de la teoría
(¿cómo debe ser la transición?, ¿cómo es posible la
transición?) se llenaron a partir de 1917 de la
complejidad práctica enfrentada en forma de opciones a
tomar, con premura y en condiciones generalmente
difíciles, por los países en que se ha comenzado la
transición socialista.
El capitalismo funciona mediante “leyes ciegas”, esto es
mecanismos sociales que articulan “el reino de la
economía” con las demás esferas de la vida, y las
motivaciones y acciones de los individuos con el
funcionamiento del sistema de dominación, en una
totalidad que reproduce permanentemente el modo de
producción y de vivir capitalista. La voluntad y la acción
organizada socialista en el poder tienen que abrirse paso
mediante combinaciones de elementos del modo
capitalista (y de ciertos mecanismos, aunque ya no con
todas las ca-racterísticas que tenían unos y otros en el
capitalismo), y de elementos de un nuevo modo de
predominio de la voluntad conciente y organizada sobre
el “reino” mismo de la economía y también sobre las
demás esferas de la vida. Y la tendencia tiene que ser a
que este nuevo modo, el socialista, domine la sociedad,
desalojando y superando a los elementos y mecanismos
del capitalismo, en un proceso visible y hasta previsible,
al menos en los pasos más o menos cercanos y en la
visión articulada a ellos del futuro.5
5. La Revolución soviética enfrentó por primera vez
este problema; sus acciones y sus debates, y sobre todo
los trabajos de los últimos años de Lenin, son un aporte
valiosísimo al pensamiento y la experiencia mundiales.
En nuestro país el tema ha sido desarrollado sobre todo
en la obra, casi toda en discursos, de Fidel Castro. Los
artículos, intervenciones y la actividad prác-

Las políticas posibles, y el grado en que ellas sean


instrumentos gobernables de la acción conciente y
comunista que orienta la transición socialista (y no meras
políticas económicas de mecanismos que arrastren tras
de sí a la política y a la ideología), son la base y el teatro
de una conflictividad que llena toda la historia real y los
proyectos de todas las sociedades socialistas.
Los debates, las dudas, la angustia, las decisiones, se
refieren inevitablemente a la viabilidad de las políticas y
su capacidad de garantizar la sobrevivencia, la
reproducción y la profundización de la revolución
socialista. Las opciones traen siempre sus interrogantes:
¿qué tipo de transición favorece?, ¿qué logramos y qué
rasgos negativos para los pasos futuros tendrá?,
¿cuanta audacia, cuánto azar, cuánta excesiva
prudencia, cuánto no previsible contiene?, ¿qué
posponemos, cuánto nos costarán las posposiciones?
Entre otras consecuencias importantes de lo planteado
arriba, está la inevitable discontinuidad del avance en el
proceso de transición socialista. Desarrollos rápidos,
vertiginosos incluso como en el caso de los primeros
años de nuestro poder revolucionario, lentitud,
estancamientos y también retrocesos, caracterizan a la
transición; y esa discontinuidad se complejiza en la
práctica también por estar referida a aspectos y no a
toda la sociedad en cada caso y momento, y por las
influencias que unos aspectos tienen sobre otros o los
demás. Las vanguardias socialistas tienen grados de
prefiguración de sus ac-ciones y de los resultados
perspectivos de ellas, muy superiores a los que pudieron
tener los grupos de poder que las precedieron en la
historia, y el concepto de conciencia expresa hoy el
complejo de comprensiones y relaciones que puede irse
desarrollando con el fin de dominar activamente los
procesos sociales, desde la economía has-
tica de Ernesto Che Guevara forman un conjunto de
valor excepcional para el estudio de este problema.

ta las relaciones interpersonales y la conducta


individual.6 Hay que destacar, sin embargo, que el
cuadro de un progreso gradual e ineluctable del
socialismo, que admira muy complacido cómo coinciden
en cada etapa la meta y el plan, es simplemente falso.
(La disminución de la inconciencia ideológica, que
caracteriza a los procesos socialistas, puede encontrarse
también en el campo capitalista contemporáneo, en
escala apreciable y con efectos muy perturbadores; pero
ese sería otro problema).
Todavía es necesario -entre tantas cuestiones
importantes que se dejan sin tratar- mencionar una
dimensión imprescindible para entender los procesos
revolucionarios contemporáneos, aún más los de países
como Cuba: la dimensión internacional. Nuestro vecino
inmediato, Estados Unidos, es nuestro enemigo mayor:
de Cuba como nación independiente, a lo largo de la
historia, y aún más hoy como país socialista
latinoamericano. En términos mundiales, por otra parte,
el capitalismo ha alcanzado su mayor desarrollo raciona-
lizador y centralizado^ un inmenso poderío financiero y
tecnológico y una capacidad neocolonizadora
desplegada, cuando ya la URSS es tan poderosa como
para enfrentarlo con éxito en el terreno de la fuerza, y se
desarrollan transformaciones socialistas en ella y en una
buena parte del mundo. El nivel de conciencia
antimperialista y anticapitalista, y de enfrentamientos
efectivos a escala mundial entre revolución y
contrarrevolución, ha ido creciendo en las últimas
décadas y configura una realidad fundamental en el
mundo actual.
La existencia del campo revolucionario mundial franquea
la posibilidad a las nuevas revoluciones de consolidar su
victoria y evitar ser estranguladas brutalmente por el
capitalismo mundial. Sin interna-
6. “... la planificación centralizada es el modo de ser
de la sociedad socialista, su categoría de- finitoria y el
punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a
sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena
liberación del ser humano en el marco de la sociedad
comunista” (E. Guevara: “Sobre el Sistema
Presupuestario de Financiamiento”, en Obras, ed. cit., t
.II, p. 273).

cionalismo no es posible plantearse seriamente


completar un proyecto verdadero de liberación nacional;
si no se es intemacionalista tampoco es posible
considerarse parte del campo revolucionario. En el
sistema de transición socialista el internacionalismo no
es “algo más”, “un deber”, o parte de la actividad exterior
del Estado: es condición sin la cual no se es socialista. El
internacionalismo es la subversión mediante la práctica
revolucionaria de las imposibilidades “materiales” que el
desarrollo limitado de las sociedades en revolución pone
a sus proyectos socialistas, para defenderse y para
desa-rrollarse frente al capitalismo mundial que es el
enemigo común. Y el internacionalismo es a la vez la
práctica revolucionaria que permite al país que lo brinda
elevar su desarrollo socialista y humano a un grado y un
ritmo muy superiores a lo que le permitiría una lucha
estrictamente nacional contra los elementos de la
manera de producir y de vivir burguesa que persisten o
asedian a su régimen de transición socialista.
La necesidad de que se tengan en cuenta los problemas
centrales en su planteo correcto y profundo, y salvemos
así a los análisis de la experiencia cubana del
confusionismo, la ignorancia y los torneos de anécdotas,
es lo que me ha llevado a dedicar toda una primera parte
de este trabajo a explicar cuestiones teóricas que
resultan imprescindibles, después de vencer el temor al
rechazo que muchos lectores hacen a los autores que se
encomiendan al inicio a unos principios de los que
supuestamente extraen en buena lógica deductiva lo que
afirman a continuación y vuelven a ofrecer como
conclusiones al final.
Aunque no es este artículo el lugar para discutirlo, no
quiero callar en él la falta de un desarrollo mínimamente
suficiente de la teoría social en cuanto a la transición
socialista en países subdesarrollados, grave limitación
que padece, y no es la única, la universalización del
marxismo. La consecuencia más grave de ello es que no
forme parte de nuestra cultura un cuerpo conceptual que
desde América La
tina y el llamado Tercer Mundo sea eficaz para
plantearse mejor los complejísimos y particulares
problemas que recorren el campo revolucionario en ese
terreno. En muchas ocasiones la teoría resulta más bien
el ropaje que indica la pertenencia al campo
revolucionario o las buenas intensiones del que la cita,
con lo que se pierde su incalculable riqueza potencial de
usos prácticos.
IIL ¿Qué queremos “rectificar”?
A fines de 1984 comenzó a ponerse en práctica un
conjunto de medidas por parte de la dirección del Partido
Comunista y del Estado cubano, que en los 16 meses
siguientes implicaron correcciones en la dirección de la
economía y cambios en diferentes sectores políticos y
estatales; el III Congreso del PCC, iniciado en febrero de
1986 (y concluido en diciembre, algo inusual), favoreció
a ese movimiento. Pero fue en ocasión del 25 aniversario
de la victoria de Playa Girón (19-4-1986) que Fidel
reclamó por primera vez la necesidad de que se iniciara
todo un proceso de rectificación de los errores y
tendencias negativas acumulados en Cuba en los años
anteriores, tanto en la economía como en otros campos
del trabajo y en las instituciones políticas e ideológicas.
Desde entonces, Fidel ha estado profundizando en las
raíces de esa situación, mediante docenas de distursos e
intervenciones en las más diversas reuniones y
asambleas, ha hecho divulgación que facilite
comprenderla y superarla, y sobre todo ha venido
requiriendo a instituciones, organizaciones e individuos
que hagan suya esta batalla y participen en ella,
apelando a la vergüenza revolucionaria y a los valores
socialistas y comunistas, instigando a todos a actuar en
defensa del desarrollo socialista y del proyecto
comunista de la revolución.
Un listado incompleto de los errores y tendencias a
combatir sería: la apelación desmedida al interés
material individual, la multiplicación de la burocracia
(aumentó 2,5 veces entre 1973 y 1984) y sobre todo del
burocratismo como sistema y del espíritu burocrático, el
predominio de puntos de vista tecnocráticos en la
dirección de la economía, y a la vez la dilapidación de
recursos, las ficciones y alteraciones en la información,
los pagos indebidos por concepto de trabajo, las
plantillas excesivas, la corrupción en diversas formas, la
mercantilización privada de numerosos productos y
servicios, la utilización de cargos y funciones para
obtener privilegios y ventajas materiales, la burla del
ordenamiento legal y económico por parte de empresas
y organismos, el descontrol.
Ha sido muy perjudicial el gran prestigio atribuido en el
terreno ideológico y organizativo al poder de los
mecanismos monetarios y mercantiles, que
supuestamente iban a traer al país la prosperidad
económica y a regular armónicamente todas las
relaciones. De manera aparentemente extraña, junto a
esos mecanismos se mantuvieron o florecieron la
ineficiencia, la falta de inventiva y el seguidismo acrítico
de experiencias ajenas, el silenciamiento de los
problemas y de las críticas de los revolucionarios, la
autosuficiencia y el encumbramiento.
El mercantilismo subdesarrollado resultante produjo hijos
híbridos que consolidaron o profundizaron los males de
ambos padres, como los relacionados arriba, y
reforzaron o auspiciaron tendencias que la revolución ha
luchado siempre por erradicar: el parasitismo,el
chanchullo, el vivir de hacer transacciones a costa de la
sociedad, el ausentismo y la desatención al trabajo.
Fueron alentadas las dos formas fundamentales de
inacción burocrática (ante lo que no está normado
expresamente que uno debe hacer y ante todo problema
que no se haya ordenado previamente que uno debe
resolver), la falta o la no expresión de criterios, la
cobardía política, el acomodamiento, el

amiguismo, entre otros. Se corría el riesgo de que se


extendiera el conformismo, el confusionismo o la
desilusión entre sectores amplios de la poblacien.
El país que relaciona abiertamente ese listado de
deficiencias ya no se parece en nada, sin embargo, al
país capitalista neocolonizado de hace treinta años,
barrido por la revolución. Sus extraordinarios logros, y
las luchas tremendas a través de las cuales se
obtuvieron y defendieron, cambiaron para siempre a
Cuba; no es en este trabajo que deben detallarse
aquellos éxitos, que ya son reconocidos al menos en
parte de sus aspectos por numerosas fuentes
internacionales, que incluyen organismos y personas
lejanas a nuestra ideología. Señalemos solamente que el
punto de partida de la rectificación está en esas nuevas
condiciones, caracterizadas por notables avances en la
producción, la creación y desarrollo de infraestructuras,
cierta introducción de tecnologías y técnicas, aumentos
de la productividad, prácticamente pleno empleo durante
décadas, ingresos familiares crecientes y enorme
seguridad social, un desarrollo extraordinario de la
educación política y la instrucción general y técnica a
nivel masivo de la población, cobertura total de servicios
de salud y desarrollo muy notable de las ciencias
médicas, gratuidad total de educación y salud; grandes
logros en la seguridad personal y de las familias, en
reducción de los delitos con violencia y en pacificación
de la existencia; experiencias prácticas masivas de
internacionalismo y conversión de este en rasgo
importantísimo de la educación y la ideología política.
Constituyen relevantes adelantos del régimen
revolucionario las experiencias de aciertos y errores en
la economía y en la actividad estatal de gestión
económica y de administración general y a la vez en la
creación y despliegue de poderes populares locales,
durante casi treinta años. La fuerza del pueblo
organizado se ha multiplicado mediante la constitución
efectiva y el desarrollo de las organizaciones de masas,
y a través de la conversión de la vanguardia política en
un

partido grande, muy organizado, experimentado y con


una inmensa fuerza moral y prestigio.
A lo largo del proceso revolucionario se desataron y se
organizaron sucesivamente fuerzas cada vez mayores a
favor de los cambios liberadores y socialistas. Fueron
ellas las que salvaron a la revolución frente a sus
enemigos, y las que permitieron realizar las tareas
increíbles, imposibles para el sentido común, que
pusieron a los individuos, al pueblo y al país en un nuevo
medio social radicalmente diferente al del capitalismo
neocolonial. “Crear riquezas con la conciencia, no
conciencia con la riqueza”, “convertir a la sociedad en
una gigantesca escuela”,“a comer parejo”, “democracia
es esta”, “pensar con cabeza propia”, “el deber del
revolucionario es hacer la revolución”, “el poder del
pueblo, ese sí es poder”, “ser como el Che”, “no
queremos construir el paraíso en las faldas de un
volcán”, son expresiones que retratan a una etapa que
va del triunfo de la revolución a inicios de la década del
setenta.
Los errores de extremismo, o de idealismo -como les ha
llamado Fi- del- cometidos en esa etapa fueron muy
criticados en los años setenta, y se fue extendiendo la
errónea idea de que ellos impidieron el desarrollo
acelerado del país. Tendencia introducida
paulatinamente, pero al cabo firmemente enraizada y
con motivaciones complejas, que ha llevado a la
subvaloración de esa primera etapa. Hoy resulta
sumamente difícil aceptar que debemos recuperar y
valorar con justicia aquella parte de la memoria histórica
de nuestra revolución!
La política económica implantada en los setenta, el
Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, se
basó en el cálculo económico y dio gran peso a las
relaciones monetario-mercantiles, aunque se mantuvo la
dirección fuertemente centralizada de la economía. La
institucionalización estatal establecida coetáneamente
reforzó la ilusión de que los mecanismos implantados
formarían un entrama

do casi perfecto, cuyo funcionamiento produciría


espontáneamente el socialismo.
El socialismo y el comunismo no surgen
espontáneamente. Por el contrario, sólo serán el fruto de
la tenacidad, la abnegación, la ampliación y la
profundización continuada de la acción conciente y
organizada de la vanguardia y de las masas. En la
realidad cubana coexistieron de manera contradictoria
numerosos avances materiales reales, una política
intemacionalista muy consecuente, saltos
impresionantes de la salud y de la educación de las
jóvenes generaciones, entre otros logros, con todo el
cuadro de características negativas que hemos
relacionado arriba.
IV. ¿Una revolución “desde arriba”?
¿El proceso llamado de rectificación es una revolución
“desde arriba”? Esta pregunta, muy sugerida por las
creencias que muchos tienen acerca de los regímenes
socialistas y sobre todo por el peso inmenso de la
excepcional personalidad de Fidel Castro, ciertamente
no ayudaría mucho.
La “rectificación” iniciada en 1986 es precisamente una
apelación a las fuerzas fundamentales cson que cuenta
el socialismo cubano, que son las del pueblo organizado
y los valores que le corresponden, fuerzas creadas por la
revolución. La “rectificación” pretende en realidad
profundizar y no dejar detenerse y retroceder al proceso
de transición socialista en un pequeño país del llamado
Tercer Mundo que combate abiertamente junto a los
progresistas y revolucionarios de esas regiones y contra
el imperialismo que insiste por su parte en hostigarlo. Un
país cuyo sistema económico no brinda suficientes

fuerzas de acumulación para un desarrollo acelerado,y


en el que persisten varias de las características del
subdesarrollo.
Llamamos rectificación a un proceso que nace de la
denuncia clara de males internos ciertos, y de
percepciones todavía parciales, e incluso confusas,
sobre las políticas a implementar. Lo que puede resultar
decisivo para su éxito es que se pretende resolver con
métodos revolucionarios, esto es, socialistas y en parte
comunistas, las tensiones múltiples emergentes de las
relaciones que se establecen entre economía y política,
economía y educación, entre la necesidad de un régimen
centralizado y la de la participación popular efectiva en la
gestión y las decisiones; entre la unidad ideológica y la
libertad de criterios, entre las relaciones mercantiles y los
comportamientos socialistas (y comunistas), la
administración en condiciones de subdesarrollo y la
evitación del burocratismo y el clientelismo, entre el
insuficiente dominio de las condiciones del modo de
producir y la necesidad de tener eficiencia económica,
etc. Problema que se hace aun más complejo por las
interrelaciones que esas mismas tensiones sostienen
entre ellas.
Para lograr plantear y resolver tales propósitos no
existen otras fuerzas capaces que las humanas
organizadas, concientes, motivadas por valores que les
permitan violentar lo que las condiciones, factores y
“leyes objetivas” parecen sujetar férreamente.7 La
apelación se ve
7.Fidel expone esta cuestión central una y otra vez, sin
descanso: “En el capitalismo funcionan las leyes ciegas,
la ley del hambre, la ley de la supervivencia que obliga al
hombre a hacer esfuerzos en cualquier sentido. En el
socialismo el factor fundamental es la conciencia de los
hombres y mujeres del pueblo” (Bayamo, 19-12-1986).
“¡Es la Revolución la que vino a crear aquí una escala de
valores grandes, de lodo tipo! Y el único cemento que
nosotros tenemos son esos valores, lo único que nos da
unidad, nos da disciplina, nos da motivaciones, aquí', al
lado de Estados Unidos” (Asamblea Nacional, 3-7-86).
“Si perdemos esa conciencia, si perdemos ese espíritu,
¿qué nos queda? ¿Qué le queda a un pequeño país
frente al imperio? ¿Qué le queda a un pequeño país que
trata de construir el socialismo a partir del subdesarrollo
y la pobreza, de la ignorancia y la incultura? ¿Qué le
quedaba? ¿Cómo se defendía? ¿Cómo se de-
sarrollaba? Es que no se trata simplemente de ideas, si
no de cosas muy concretas.” (Asamblea Provincial del
PCC de Ciudad de La Habana, 28-11-1987).
entonces en su significado profundo, sin un adarme de
figura de retórica o demagogia política: en las
condiciones nuestras y en el mundo en que vivimos no
podemos “optar por la conciencia” caprichosamente o
como una de las elecciones posibles, sino reconocer a
esa opción como la única realista, la que enlaza utopía,
teoría, estrategia y táctica,relaciona a la planificación y el
entusiasmo, a las motivaciones y las retribuciones, al
todo y las fases, a las insuficiencias con los proyectos, a
las concepciones y las prácticas.
Si comprendemos en qué consiste realmente el
capitalismo, su especificidad, su fuerza y su capacidad
de permanencia y de recuperación; si comprendemos
que la transición socialista y el proyecto comunista
implican cambios tan formidables que son incluso
difíciles de pensar por las gentes y las sociedades,
queda claro entonces que sólo tiene posibilidad práctica
de éxito la acción conciente más decidida, enérgica y
organizada, que afecte a todos los niveles y esferas de la
vida social continuadamente, que haga prevalecer la
tendencia socialista en su obligada relación
contradictoria con el mercantilismo, el egoísmo y el
subdesarrollo. Tendencia que encuentre fuerza y
cohesión en valores nuevos que sean vivibles a escala
masiva e inspiradores de los sacrificios necesarios. Sólo
una acción con esas características será capaz de
propiciar la victoria.
Las medidas a tomar “desde arriba” son por tanto
profundamente limitadas en su eficacia, si somos
consecuentes con lo que se acaba de plantear, aun
cuando ellas y la factibilidad de su ejecución provengan
de la capacidad que tiene una dirección muy fuerte, y
que goza de amplísimo consenso, de dictar decretos
correctivos de errores y situaciones negativas y
distribuidores de castigos y premios. Ante todo, no puede
haber soluciones rápidas y espectaculares,
providenciales y brillantes, porque ellas sólo serían
engañosas y efímeras. En las semanas siguientes al 19
de abril, Fidel previno contra la precipitación, el
extremismo, la demagogia, el desorden y la even

tualidad de caos y de oportunismo que esas falsas


soluciones podrían traer al proceso de rectificación, y así
lo ha reiterado hasta hoy.
La rectificación será entonces, forzosamente, un proceso
prolongado, que durará años, y buscará sus modos de
actuar, al menos en una primera etapa, en los cauces
existentes. “Tal vez estemos simplemente comenzando”,
ha dicho Fidel el 26 de Julio de 1988. La larga duración
tiene dos implicaciones visibles: una es la aceptación de
que la rectificación enfrenta un conjunto de problemas
que han alcanzado un relativo enraizamiento; la otra, a
mi juicio mucho más importante, es la comprensión de
que sólo utilizando los instrumentos fundamentales del
poder popular socialista, esto es, la acción masiva
conciente y organizada, podrán vencerse de manera
eficaz y con tendencia a la permanencia las lógicas
resistencias ofrecidas por las deformaciones ideológicas
y los intereses creados.
Lo anterior significa proceder sin apelar a violencias,
métodos burocráticos, apresuramientos o extremismos
que comprometen el éxito, la fuerza moral y la
permanencia de las rectificaciones en una sociedad
revolucionaria. Y a la vez convertir el proceso en algo
muy superior a una rectificación: en una multiplicación de
la eficiencia de los órganos económicos, políticos e
ideológicos de la sociedad, un salto cualitativo en la
actuación y en la educación política y social de los
individuos y de la población, en la afirmación y
crecimiento de sus convicciones y su confianza en el
socialismo y el comunismo.
Se han tomado medidas, ciertamente, que tienden a
reordenar la dirección estatal de la economía. La
instancia de decisión que antes descansaba en la Junta
Central de Planificación fue modificada desde fines de
1984, y se constituyó un colectivo de dirigentes que rees-
7. “Y trabajamos con métodos persuasivos y no
mediante úcases. Es fácil dictar úcases,to difícil es hacer
las cosas por medios políticos, por medios inteligentes.
Muchas veces ello obliga a andar despacio...” (Fidel
Castro: Discurso del 26 de Julio de 1988).

tructuró los planes de la economía y que desde entonces


ha ido tomando medidas concretas de control y a favor
de las transformaciones imprescindibles. La existencia
de una conducción económica integrada, que permite
agilidad, eliminación de mediaciones e instancias
innecesarias o perjudiciales, intercambio de criterios
entre los responsables mismos de la vida económica,
política y social, es un primer gran paso de avance. Esa
conducción no busca solamente la racionalidad
organizativa y administrativa de la economía -que ya es
en sí una meta muy ambiciosa- sino la integración de ella
con la dirección política que debe orientarla, algo
esencial a la actividad eco-nómica en el socialismo.
Está en curso la implementación de un sistema de
planificación, posible por lo que se ha avanzado hasta
ahora, en que a partir de las directivas aprobadas por el
colectivo de dirección superior del Partido y el Estado, el
plan se elaborará como un proceso continuo e
ininterrumpido en todos los niveles organizativos: global
(para la economía en su conjunto), territorial (provincias
y municipios) e institucional (organismos, uniones,
empresas y unidades presupuestadas). Ningún eslabón
debe esperar por otro en las tareas de planificación;
cada nivel resolverá todo lo que pueda con sus recursos
y sólo trasladará los problemas que realmente lo
rebasen. El control de la actividad económica será
mediante un sistema único que comprenda el plan de la
economía, el presupuesto estatal y la actividad
financiero-crediticia, y que elimine la petición de
informaciones innecesarias. En busca del objetivo
fundamental de la eficiencia se fortalece el papel y las
funciones de las empresas y uniones, y las estructuras
más básicas de dirección. El plan de producción debe
expresar la producción física, el surtido que tendrá
referido a las necesidades, la calidad esperada. Los
órganos del Poder Popular deberán participar más
efectivamente, ayudando además a relacionar los
aspectos territoriales y ramales del plan. Debe
garantizarse la participación activa de los colectivos
laborales en la discusión de las cifras directivas del plan.

Para el proceso de rectificación es fundamental la crítica


a fondo que ha recibido la política económica basada en
el predominio de una mezcla de concepciones
mercantilistas, tecnocráticas y burocráticas, ejercida
durante años en nuestro país en nombre del cálculo
económico, y a cuyas negativas consecuencias nos
hemos referido arriba. Fidel ha cumplido
sistemáticamente una labor de desmistificación respecto
a ella que resulta indispensable -por lo “natural” que esa
política parece ser, y por el vigor y la multiplicidad de
medios con que se aplicó en nuestro país- y también ha
mostrado muy reiteradamente los graves peligros que
hubiera acarreado su continuación y los numerosos
perjuicios que nos ocasionaron esas concepciones .y las
prácticas económicas que propició. También insiste en la
necesidad y las ventajas de ir venciendo y sustituyendo a
aquella política, pero mediante un proceso paulatino en
el que todavía se acepta su vigencia parcial, como un
mal necesario.
Lo cierto es que no ha habido aún definiciones
conceptuales acerca de la política económica que regirá
y sus fundamentos. Este es uno de los problemas más
complejos que enfrenta la rectificación, y en él se puede
advertir, de un modo u otro, la incidencia de todas las
condicionantes internas y externas del proceso
revolucionario cubano actual. La apelación al estudio y el
conocimiento del pensamiento de Ernesto Che Guevara
sobre la transición socialista como una fuente teórica
fundamental para la rectificación indica sin embargo, en
mi opinión, que es factible recuperar y utilizar esa guía,
inapreciable para avanzar realmente por la vía socialista.
La rectificación tiene tareas muy difíciles que realizar en
el campo económico.Quiero afirmar que sin ella, sin
embargo, esas tareas terminarían por ser prácticamente
insolubles. La economía cubana tiene logros productivos
y aseguramientos de su reproducción, una base de
relaciones sociales justas y dirigidas al beneficio de la
mayoría y unas posibilidades reales de planear sus
perspectivas, que con-

tituyen sus características principales. Pero la situación


económica actual añade un conjunto de factores
negativos a la insuficiencia estructural mencionada
antes. Cuatro años de sequía afectaron duramente la
producción azucarera, a tal punto que se han tenido que
adquirir un millón de toneladas anuales para cumplir los
compromisos de venta a los países socialistas. Los
precios de las principales exportaciones cubanas en el
mercado mundial se han mantenido bajos, y el aumento
de los precios de las importaciones en divisas agravó la
relación de intercambio. Las depreciaciones del dólar
golpearon a la deuda externa cubana en monedas
capitalistas que se apreciaron con aquellas
depreciaciones; nuestra deuda pasó de 4 985 a 5 657
millones de dólares en 1986-87. Los pagos continúan
suspendidos pero también la entrega de dinero fresco
por los acreedores.
En 1987 el valor de la producción mercantil fue 3,2 %
menor que el año anterior. Se consiguió disminuir en
20,7 % las importaciones en divisas, brusca eliminación
del déficit comercial que tuvo su contrapartida en la
afectación de producciones nacionales que dependen de
esas importaciones. La situación en materia de divisas
es la más difícil del período revolucionario. Y a todo esto
hay que agregar los efectos de tendencias negativas del
período precedente, tales como la alta proporción de
inversiones en proceso, la deficiente utiliza-ción de los
fondos básicos, las retribuciones exageradas mediante
normas irrealmente laxas, entre otras. El descuido, y
hasta el abandono del trabajo político e ideológico
dirigido a desatar las fuerzas de! pueblo en la actividad
económica, ha producido también consecuencias
adversas.
El Informe Central al III Congreso del PCC (febrero de
1986) ya hizo pública una revisión autocrítica y detallada
de las deficiencias y fallas de la economía cubana, rama
por rama y actividad por actividad. Esta dura requisitoria
de Fidel fue el prólogo de la rectificación. Después, en
docenas de discursos e intervenciones de Fidel, en los
informes de los dirigentes e instancias del Estado, el
Poder Popular

y. las organizaciones e instituciones del país, en las


asambleas, en las informaciones de los medios masivos,
se ha ido mostrando y profundizando la realidad, oyendo
a miles de personas sus críticas y apreciaciones de lo
mal hecho, lo no hecho, lo mal organizado, etc. Es
necesario que una conciencia “económica” se abra paso
en el país mediante la rectificación, y su motor principal
estará en las acciones mismas de los involucrados.
La fuerza productiva fundamental del país, los
trabajadores, ha conseguido ya aumentos de la
producción con iguales salarios y plantillas -en cierto
número de casos con menos trabajadores- en áreas de
diversas ramas económicas. En el sector de la
construcción se ha producido una verdadera revolución:
salir del estancamiento de numerosas obras en el país,
cambiar la concepción basada en el presupuesto y la
supuesta creación de valores por otra, basada en la
recuperación de la producción física, en plazos juiciosos
de ejecución, y en el interés por los costos, la calidad, la
eficiencia y la productividad. Con una ¡dea diferente de lo
que es posible hacer, se han creado contingentes de
constructores con “trabajo comunista y retribución
socialista”, que están resultando eficaces en la aplicación
de la nueva concepción. Quizas la experiencia de estos
contingentes pueda ser provechosa para otros colectivos
laborales.
Se vuelven a formar colectivos organizados en
“micxobrigadas”, de trabajadores voluntarios que cobran
su salario normal pero trabajan todo el tiempo necesario
en obras que satisfacen las necesidades sociales,
incluida la vivienda. En un año lograron construir 54
círculos infantiles en La Habana (el plan 1986-90 preveía
construir un círculo por año, de 210 plazas, frente a 19
500 solicitudes) y están confuyendo 50 más en 1988; en
febrero ya pasaban de treinta mil los microbrigadistas.
Hospitales, casas-consultorios de médicos de la
comunidad (un sistema que se extiende en todo el país),
la central elec- tronuclear, una planta niquelífera, entre
otros objetivos industriales, también están siendo
impulsados. Y la realidad dura de la vivienda

en la ciudad capital (50 000 personas en barrios


insalubres; 70 000 viviendas apuntaladas) sólo podía ser
enfrentada con éxito mediante la movilización popular
revolucionaria que significa el movimiento
microbrigadista, que se va extendiendo además por todo
el país.
Es muy temprano aún para afirmar que se da un salto en
la economía debido a la rectificación, y menos utilizando
datos estadísticos. Hay además cierto número de
variables de la economía cubana que quedan fuera de
su alcance, sobre todo las afectaciones que nos produce
el funcionamiento del sistema capitalista internacional y
los modos como este distribuye los efectos de las crisis
en los países sub- desarrollados; no podemos describir
esas variables negativas aquí, pero sería un grave error
olvidarlas. Por otra parte, la fuerza económica del
socialismo mundial es todavía insuficiente para que su
ayuda pueda incrementar notablemente el ritmo de
nuestro desarrollo. A pesar de las variables aludidas, y
precisamente para enfrentar con éxito también esa
realidad adversa, la rectificación favorece obviamente el
esfuerzo económico nacional.
Su impacto en la racionalización de los recursos y
esfuerzos es innegable; sus objetivos en cuanto a la
actividad económica son realizables en las condiciones
cubanas actuales. Un esfuerzo inversionista enorme y
prolongado, un sistema educacional y de capacitación
permanente y abarcador de la gran mayoría del pueblo, y
más de 25 años de prácticas y organizaciones de la
economía nacional bajo el régimen revolucionario,
forman un complejo de recursos, capacidades y
experiencias sólo parcialmente utilizado en medio de las
insuficiencias y deficiencias descritas antes. Por tanto es
factible organizar el pleno uso y evitar el despilfarro, a la
vez, pero a costa de hacerlo con métodos socialistas de
movilización, organización y control, ya que en Cuba
actual es imposible hacer la racionalización con métodos
capitalistas, y los métodos de mercantilismo, tecnocracia
y burocracia combinados no han dado resultado.

El desinterés por los resultados reales de los procesos


de producción y servicios, y por la actividad que cada
uno realiza, caracteriza a situaciones en que la
organización socialista es burocratizada: la estimulación
material al trabajo resulta insuficiente siempre, por ser la
oferta al consumo inferior a las expectativas, y el
régimen burocrático no promueve sino que desmoviliza
el entusiasmo y las motivaciones que llevan a la
actividad humana al esfuerzo, al trabajo abnegado, la
responsabilidad, la creatividad, la austeridad y la soli-
daridad. Esa situación puede ser más eficazmente
combatida sólo si hay una comprensión ideológica real
de los fines socialistas de la economía y una
movilización política realmente articulada a ella, que se
sinteticen en conductas y en valores. Sólo las
convicciones y creencias que genera una profunda
revolución social son capaces de servir de base al
intento de utilizar esas palancas político-ideológicas para
el desarrollo económico: echar mano a esa fuerza, la que
sí tenemos y es nuestra, es rectificación. La consigna de
combinar la retribución socialista al trabajo con el espíritu
de trabajo comunista hace ostensible entonces su lógica
rigurosa en las condiciones cubanas.
El entusiasmo, el espíritu emprendedor y de entrega a
una causa y un proyecto, mueven obstáculos que
parecen inconmovibles. Pero la transición socialista es
un proceso dirigido a la participación de la masa de la
población, no sólo a las vanguardias que las interpretan
y conducen. La redistribución continuada de la riqueza
social es una de sus leyes de funcionamiento y de
avance, porque aumenta el bienestar y el poder de la
mayoría, estimula la incorporación más amplia y permite
identificar mejor los intereses sociales. La rectificación
contribuye a esa redistribución al cambiar el rumbo en
defensa del nivel de vida alcanzado ya, de la política
social de la Revolución y, sobre todo, de la propia
economía nacional, que es la que genera las riquezas. El
trabajo creador de viviendas, hospitales, medicina
comunitaria, círculos infantiles, centros deportivos, el
gasto social ne-

cesado que asume el Estado, la atención a los seres


humanos y la preocupación por la solución de sus
problemas, son actividades inherentes al proceso actual.
La rectificación da pasos de justicia social. Junto a la
eliminación de los cobros indebidos por trabajo no
realizado o menor, y la racionalización de plantillas, se
elevaron un 40% los salarios más bajos del sector
agrícola (que tiene el 18,5% del empleo total), y en
proporciones menores los de otros muchos miles de
trabajadores de las escalas más bajas de salario. La
seguridad social, que ya era amplísima y con real
cobertura nacional, creció un 10% para 1988: en ese
pre-supuesto el 49% de los gastos se destinan a
educación, salud y seguridad social. Se mantienen las
gratuidades existentes en servicios básicos, y los
subsidios a la alimentación básica, y otros. Y el mismo
movimiento microbrigadista tiene como objetivo central el
mejoramiento de las condiciones sociales de vida y de
los servicios a la población.
Los objetivos económicos actuales9 pueden ser
entonces parte de una estrategia socialista que se limita
a lo posible en las condiciones económicas
prevalecientes, y sin embargo busca crecer a pesar de
las limitaciones y dificultades (se espera que la
economía crezca en 1988 hasta los valores de 1986) y
obtener notables avances en el desarrollo económico y
social, mediante una conducción acertada y el
fortalecimiento y la profundización del papel del
movimiento de masas. Hacer madurar realmente un
número de grandes y medianas inversiones, establecer
muy selectivamente en qué crecer, producir un millón de
toneladas más de azúcar en 1989, incrementar las
exportaciones, disminuir las importaciones y ahorrar
divisas, mantener niveles de consumo similares a los de
1987, ampliar la inversión en obras sociales, ahorrar
energía y materiales al máximo y asegurar
9. Ver “Plan Unicode desarrollo económico social y
presupuesto del Estado para 1988”, en Gran- ma, 1 .a
Habana, 31-12-1987, ps. 4-5.

el uso de todos los medios materiales, crecer basados


en la producción física en surtido, son directivas que
pueden cumplirse mediante esfuerzos, entusiasmo,
organización, y con el ingrediente imorescindible de una
amplia participación.
Miles de asambleas de trabajadores han tratado los
problemas desde la óptica de la rectificación en estos
años, en todos los centros de trabajo del país.
Delegados municipales y provinciales lo han hecho a su
vez, y se han celebrado congresos nacionales de varias
organizaciones revolucionarias y otros muchos eventos
nacionales. Reuniones con los responsables de cada
empresa (Partido, Juventud, Sindicato, Administración) a
escala provincial se están celebrando anualmente, para
analizar a fondo cómo marcha el procesoy los problemas
principales.
Sin embargo, en Cuba todos convenimos en que no
existe una participación suGciente de los trabajadores y
la población revolucionaria en la dirección de los
procesos económicos, ni es sistemática la ejecución de
los mecanismos que existen para su participación, ni
tienen información indispensable para comprender
suficientemente los hechos y la estrategia económica.
Naturalmente, estas ausencias son relativas; pero no hay
que minimizarlas: se refieren nada menos que a la
utilización plena y la multiplicación de las fuerzas
fundamentales con que contamos, según lo expuesto
hasta aquí, las fuerzas humanas que de manera
conciente y organizada pueden hacer avanzar
decisivamente nuestra economía socialista.
La cuestión central que queda planteada entonces al
proceso de rectificación es la de la participación, que no
se agota con la participación en el terreno económico
sino que se extiende a los procesos políticos y de
reproducción ideal del sistema y de los proyectos
revolucionarios. Ella forma parte de un problema central
para toda transición socialista, el de los modos sucesivos
y articuladas a través de los cuales se irá volviendo la
población cada vez más capaz de do
minar y dirigir los procesos sociales, e irán debilitándose
y desapareciendo las formas de dominación de unos
hombres por otros. O si se quiere, aunque la expresión
puede ser insuficiente o confusa, el problema de la
democracia en la transición socialista.
Es demasiado importante y complejo el problema para
tratarlo de pasada aquí. Dedicaré el resto de este trabajo
a referirme parcialmente a su situación actual en Cuba, a
sus manifestaciones y a algunas de las reflexiones que
ellas me sugieren.
V. Participación y profundización del socialismo
La rectificación necesita de la más amplia y calificada
participación popular en todas las instancias de la vida
nacional, y ella no puede ser fruto de las exhortaciones
solamente. Las formas más directas de relación de las
masas con el poder caracterizaron el origen y el triunfo
del régimen revolucionario cubano: lucha armada
victoriosa, destrucción violenta del orden que existía,
armamento general del pueblo, expropiación forzada
generalizada de los capitalistas y pér-dida del respeto a
la propiedad privada, sus representantes y sus símbolos,
toma física de las empresas de producción y servicios,
caída de la disciplina capitalista del trabajo, un grado de
participación nunca antes visto ni soñado en las
relaciones de producción y distribución, extrema
democratización del consumo, participación política
directa de masas y amplio apoyo a las decisiones
fundamentales. Ellas han sido las bases de sus
instituciones y de las representaciones que se tienen
hasta hoy de la sociedad y de sus fines. Luchas de
clases sucesivas ampliaron el número de los
participantes, la profundidad de sus objetivos e ideales y
su autoeducación revolucionaria.
Todo se consiguió en un proceso continuado: soberanía,
liberación nacional, caída violenta del orden capitalista,
justicia social, multiplicación de las capacidades
creativas humanas que genera en sus actores la acción
revolucionaria organizada, prácticas que los van
volviendo cada vez más capaces de crear y de prefigurar
una nueva sociedad. Esos comportamientos, esas
representaciones y el consen~: so que formaron, son los
creadores de la legitimidad del poder político ejercido en
las personas de ios dirigentes de la revolución.
La gran redistribución de la riqueza social que dio paso
al cuadró de logros materiales y espirituales para la
masa de la población'qué déá- cribimos antes, y que es
renovada y se fija nuevas metas á to lürgo del proceso
hasta hoy, ha sido vivida como acción y como frute) de la
acción total revolucionaria por la gran mayoría, no como
donación. A la vez, y como casi todas las medidas, se
haformulado mediante eí profuso ordenamiento legal a
que estamos acostumbrados leas cubanos. No es fácil
siempre entender fuera de Cuba esa dialéctica de poder
de sí mismos y poder de la Revolución que aquí está tan
arraigada. La forma más habitualy eficaz de expresarla o
representársela es referirla a Fidel Castro. Para la gran
mayoría de la nación, él encarna el origen, la historia del
procesó, la sociedad actual en que trabaja y vive, y sobre
todo les fines y el proyecto de sociedad a que aspira.10
VM , : ■/ -
Ya hace 23 años -en “El socialismo y el hombre en
Cuba”- Ernesto Che Guevara exponía con gran riqueza
las relaciones entre si pue
10. El íiderazgo de Fidel Castro ha desempeñado
papeles fundamentales en todo d proceso de la
Revolución cubana. Además de otras funciones
smpotfantisisnís, en 3o que ?cea *i íes» que abordamos,
ese liderazgo actualmente: brinda confianza en una gran
suma le principios revolucionarios que sirven de brújula,
constituye un ejemplo palpable a seguir, cxj.. .*’a
cohesión y la unidad de todos íes revolucionarios,
proporciona una clarificación y coí desviación constante
con rigor aunado a nivel pedagógico, denuncia ías
deficiencias le Sos hcír.íííss y de! sistema una y otra vez,
contraponiéndoles su inmensa autoridad mora!.

blo y la vanguardia, entre las masas y Fidel y las tareas


de la revolución. Ya advertía también que “falta una
conexión más estructurada con las masas”,y que el
carácter mismo de transición socialista del régimen
exigiría una institucionalización “que permita la perfecta
identificación entre el Gobierno y la comunidad en su
conjunto” durante esa larga etapa, que funcione al
servicio del avance hacia la más plena liberación. Más
vale institucionalizar sin prisa, y evitando “que cualquier
aspecto formal nos separe de las masas y del indivi-
duo”, indicaba el Che.
De entonces a hoy el problema de la reeducación y la
educación revolucionaria, las redistribuciones sucesivas
de poder sobre las condiciones de existencia, han sido la
base del sistema que paulatinamente se ha ido creando.
Hoy existen múltiples instituciones, organizaciones,
instancias intermedias, canales y medios a través de los
cuales producir la participación efectiva y la información
e influencia en ambas vías a todos los niveles yen todos
los campos de la vida cubana. Sin embargo, su
utilización práctica es, se ha demostrado en los últimos
años, completamente insuficiente para las necesidades y
los propósitos del socialismo cubano.
Ha pasado una generación completa desde los años de
la guerra y la victoria; el 55,5% de la población cubana
es menor de 30 años.11 Lo más notable en los jóvenes
es su identificación masiva con los principios y el
régimen revolucionario, la gran cultura política que
expresan en sus actitudes prácticas y en sus opiniones
acerca de cuestiones concretas. Por lo demás, se está
produciendo un complejo proceso emergente del nivel
cultural muchísimo más alto y el ritmo de crecimiento de
este que portan los jóvenes, las capacidades y los
valores que adquieren durante el largo y rico proceso de
su ni
11. Para una población total eslimada en 10 24S 913
personas, al 31 de diciembre de 1986
(Anuario Estadístico de Cuba, 1086, Comité Estatal de
Estadísticas, La 1 labana, 1987, p. 60). Al 31-12-1958 la
población era aproximadamente de 6,8 millones.

ñez y adolescencia, las realidades de su acceso al


mundo laboral y el carácter de las relaciones que en ese
campo y en el de la socialización política establecen con
los mayores y con los sistemas existentes a cargo del
Estado y de las instituciones y organizaciones.
Desde hace más de una década la escolarización de
seis grados es prácticamente total, y la de nueve abarca
a más del 80% de la población adolescente; la retención
escolar, el contenido de las materias de ciencias básicas,
el estado físico y el bienestar en el seno del hogar de los
muchachos son también logros muy notables. En los
años ochenta se han graduado en las universidades a un
promedio de 22000 anuales, y en las escuelas de
técnicos medios y obreros calificados a 83,400 por
año.12 La escolarización es, sin embargo, sólo parte de
la educación nueva de estos jóvenes y niños, aunque
parte importantísima; numerosas agencias sociales y sus
propias vivencias completan una educación que en
líneas generales es muy superior a lo que el medio
económico cubano podría “producir”.
Tensiones inevitables proceden de ese desarrollo. Hay
grandes diferencias culturales y de preparación técnica
con la población menos joven;13 el empleo técnico y la
utilización de las capacidades no resultan suficientes en
diversas ramas para el número y las expectativas de los
más jóvenes. El empleo del tiempo libre presenta una
riqueza potencial sólo muy parcialmente realizada, yen
esto la insatisfacción procede de fuentes realmente muy
diversas. Por otra parte, la revolución educacional que
produjo la Revolución cubana en su pri-mera década fue
seguida por otra en la segunda decada en cuanto a
escolarización, a la combinación del estudio y el trabajo
en cientos de modernos planteles de enseñanza media
en los campos, una ex-
12. La información sobre escolarización está basada
en los datos de! Anuario . .. c/t en ti 11, cap. XIII
(Educación), ps.513-53Z
13. El Censo de 1981 registraba 2 032 653 personas
de 17 años en adelante sin instrucción primaria
terminada, un 64% de ellos mayores de 45 aflos.(lbid., p.
532, Tabla XIII. 23).

periencia original a escala mundial, y por la multiplicación


cuantitativa de docentes, aulas, becas y recursos que
aseguró la permanencia de la masividad y la cobertura
nacional. Pero ha faltado una transformación cualitativa,
más allá de la modernización, que vuelva a la
escolarización más capaz de formar niños y
adolescentes para la vida real de Cuba, de proporcionar
instrumentos y hábitos de búsqueda, creatividad,
habilidades y creencias y correspondan a las
necesidades de un pequeño país subdesarrollado,
occidental, revolucionario, combativo, que lucha por el
desarrollo socialista y tiene un proyecto solidario y
comunista.
El terreno mismo del trabajo y de la producción, ruego
recordar lo ~ planteado antes, exige una participación
conciente y creadora que enfrente con éxito sus
carencias y las dificultades económicas actuales. En
realidad la extrema confianza en la autoridad de la
revolución, tan valiosa para el proceso en su conjunto,
no está complementada con sistemas de participación
efectivos, por lo que la tendencia dominante es la de
esperar orientaciones y soluciones. Y en la medida en
que los factores políticos e ideológicos no logren regir la
conducción y la realización misma de los hechos
económicos no podrán eliminarse las actitudes y formas
de vida y actividad que describimos en el acápite III y
que la rectificación pretende erradicar. Y eso es así
porque los individuos quedarían en gran medida a
merced de los mecanismos burocráticos y mercantiles, y
las conductas “normales” serían por tanto las que
tiendan a adecuarse a esos mecanismos.
¿Cómo hacer efectiva y permanente la participación
popular y obrera en la conducción de los procesos
económicos? Sin duda este complejo problema será
resuelto sólo vinculándolo con el de la participación en
todas las esferas de la vida, involucrando entonces a
todo el sistema político y social nacional, y a las
representaciones que se tienen de él y de su
conservación, en una gigantesca operación
revolucionaria.

Existe un conjunto de organizaciones que pueden ser


decisivas, si logran servir eficazmente a ese proceso. El
Partido Comunista es ía principal. La más poderosa
organización del sistema político cubano, lo es ante todo
por su enorme autoridad moral: la militancia en el PCC
está basada en la ejemplaridad previamente reconocida
a cada individuo por el medio que lo rodea, y en la
selectividad; la organización ha construido su lugar en la
sociedad, sus estructuras, sus métodos y sus fines,
inmersa en el mismo largo, difícil y creador proceso de la
revolución. El Partido ha ido creciendo lentamente hasta
pasar hoy de medio millón de miembros, y sus
organizaciones de base (más de 35 000) existen en
todas las colectividades del país, con estructuras y
funciones muy definidas. Su influencia, su prestigio, las
funciones efectivas que tienen sus niveles intermedios,
obran además como factores de equilibrio de poderes
ante el de las instituciones estatales. El Partido provee
un balance político y es una instancia participativa para
cientos de miles, aportando así una dimensión decisiva
que se suma a los equilibrios legales y de controles que
tiene el sistema.14
Un comentario acerca de la diversidad de sistemas de
referencias con que es analizado el sistema cubano.
Tenemos un partido único, lo que es considerado por
estudiosos amigos como un gran riesgo o un defecto,
frente al pluralismo político que sería la condición de
existencia de una vida política real. Sin embargo, en las
innumerables expresiones críticas y en los todavía pocos
análisis que hacemos nosotros mismos sobre las
deficiencias del sistema político cubano, nunca ha
aparecido la preocupación por el partido único; es más,
re-
14. En el más alto nivel, Partido y Estado están reunidos
en la autoridad de las mismas personas; el Buró Político
es la autoridad máxima por delegación del Comité
Central, que se reúne en Plenos periódicos para analizar
las cuestiones más importantes. Desde 1975 hay
Congresos del PCC cada cinco años. El Partido se rige
por Estatutos y tiene otros reglamentos más detallados;
el III Congreso aprobó un Programa nuevo, respecto a la
Plataforma que tenía el PCC desde su I Congreso.

chazamos la simple idea de que pueda haber dos o más.


¿Por qué no aceptar que puede pensarse una
democracia socialista desde puntos de partida diferentes
a la democracia capitalista, del mismo modo que existe y
precisamente por existir en la realidad un régimen
socialista, como es el caso cubano? Esto permitiría
analizar sus defi- ciencias, sus etapas de transición y su
proyecto, los propios; en vez de confundirlo con las
contradicciones internas de otro tipo de sociedad.
A la vez que crecía en número y en organización, el PCC
vio limitada su acción sobre la sociedad durante la etapa
anterior a la rectificación , sumiéndose en su vida
interna. El PCC se incorporó ai proceso de rectificación y
lo hizo suyo, desde los diferentes ángulos de su
organización y vigencia social, mediante discusiones en
sus organizaciones de base, plenos de todas las
instancias y medidas diversas, desde mayo de 1986; la
fase final del III Congreso, en diciembre de ese año, ya
mostraba cambios de concepciones y estilo en el Par-
tido. Ese proceso continúa sin interrupción, caracterizado
por influencias y acciones “de arriba-abajoy abajo-
arriba”, promovidas por su misma dirección y por
sentimientos, criterios y acciones de las bases, de
vergüenza revolucionaria, iniciativas contra lo mal hecho
y las tendencias perjudícales al socialismo, revisión de la
propia ejem- plaridad y combatividad, participación
creciente en la conducción de los esfuerzos y acciones
laborales y populares encaminadas a solucionar los
problemas concretos de nuestra sociedad. Si no se
olvida la especificidad del régimen cubano de transición
socialista, es posible entender que estos cambios,
acciones y actitudes del PCC constituyen realmente un
gran logro de aumento de la participación popular.15
15. “...E! Partido sabe loque quiere y está
aprendiendo como hacerlo, y está empleando, además,
un nuevo estilo de trabajo ., .se ha vertido hacia los
problemas del país en un grado mayor que lo haya hrrho
nunca, y hoy se ocupa de muchos problemas de los
cuales no se ocupó durante años" (Fidel: III Congreso, 2-
12-1986). “Nosotros no podemos incurrir en la ilusión o
en el error, en ningún momento, de que el socialismo y el
comunismo se pueden construir sin

Algunos datos: los Comités Municipales del PCC


pasaron de un 24,1% miembros menores de 36 años en
1985 al 51,5% en la actualidad, los Primeros Secretarios
de esas edades pasaron de 2 a 18. El 43,5% de los 169
Primeros Secretarios municipales, electos en 1985, han
sido sustituidos. El 22,9% de los miembros del PCC son
mujeres, cifra todavía muy baja; pero ellas han pasado a
ser el 23,1% de los Secretarios Generales de n úcleo y
23,4% de los miembros de Comités Municipales. (Ver:
Abelardo Alvarez Gil: “Las asambleas de balance del
partido en 1987. continuación del proceso de
rectificación de errores y tendencias negativas”, en Cuba
Socialista núm. 31, ene-feb. 1988, La Habana, ps. 38-50.
Los documentos internos, las elecciones en las bases y
organismos intermedios, toda la actividad del PCC, se ha
puesto en función de penetrarlo y hacerlo portador de las
ideas de la rectificación, volverlo capaz de movilizar,
entusiasmar y abrir paso a las energías revolucionarias
del pueblo. Vincular efectivamente a Ion militantes y los
núcleos con los problemas de su radio de acción, hacer
evaluaciones más profundas y autocríticas, lograr el
predominio del espíritu crítico a todos los niveles, poner
en el centro el trabajo político e ideológico concreto,
promover a los más capaces y mejores y entre ellos a los
jóvenes, luchar por la eficiencia, son tareas centrales
actuales del PCC.
La Unión de Jóvenes Comunista (UJC), organización
política selectiva basada también en la ejemplaridad y
estructurada de manera análoga al Partido y en estrecha
relación con este, pero con un cam-
el Partido, sin el trabajo abnegado del Partido y de la
Juventud, sin el trabajo revolucionario, sin el trabajo
político" (Fidel, V Congreso de la UJC, 5-4-1987).
“Nuestro partido sabe que no puede cometer errores que
lo debiliten ideológicamente... no necesitamos más que
un partido... En este proceso de rectificación, el partido
tendrá cada vez. más fuerza, porque reitero que no se
puede construir el socialismo sin el partido. Sin el partido
se puede construir el capitalismo, que es el caos..."
(Fidel: 26-7-1988).

po específico de acción y de estilo propio, también puede


desempeñar un papel extraordinario en la rectificación.
La UJC tiene más de 6C0 000 miembros,
apioximadamente el 20% del grupo de edad de 16 a 30
años. El modo tan profundo y creador como la UJC ha
asumido el proceso actual y ha desplegado acciones en
su favor le garantiza un primer éxito básico, dada la
complejidad de las relaciones de los jóvenes con las
instituciones de nuestra sociedad que tan someramente
he aludido aquí: el de conservar la confianza de los
jóvenes, ser sentida como un vehículo suyo, ser su
vanguardia política en el proceso de rectificación, y a la
vez mantener el vínculo indispensable y orgánico con la
conducción partidaria y con el conjunto del sistema
revolucionario.
E1V Congreso de la UJC, en abril de 1987, ha sido un
momento muy importante de la rectificación. Como es
usual en nuestras organizaciones, era la culminación de
un ciclo de discusiones y asambleas de base y de
niveles intermedios de todo el país,'que discuten los
problemas fundamentales y eligen a sus delegados. El
Congreso mismo, sin embargo, constituyó un suceso
renovador: con gran espontaneidad e igual profundidad,
los delegados plantearon y discutieron sobre todas las
deficiencias de nuestro sistema, en una absoluta
comunicación con Fidel. El Congreso hizo ostensible la
voz de una nueva generación en la política cubana: su
espíritu ha inspirado la participación de los jóvenes
desde entonces, y ejercido una sana influencia sobre la
conciencia nacional.
La militancia del PCCy la UJC reúne al 15% de la
poblacion de más de 15 años de edad; su fuerza política
organizada es por tanto importantísima, aun sin olvidar
que los niveles de conciencia y participación reales
dentro de ella no pueden ser homogéneos. La fuerza de
la respuesta de la masa del pueblo a los llamados de
Fidel y a las medidas y a las iniciativas del proceso
rectificador es la otra corriente decisiva que está en
marcha en Cuba actual. Ella no debe ser entendida
como complementaria o subalterna a la anterior:
militantes

y no militantes son reclamados afectivamente por el


nuevo llamado de la Revolución; su actividad
consecuente, la conciencia que se forma en la acción y
en la reflexión acerca de ella y de los problemas que
ahora son develados harán el resto.16 Los niveles
organizativos existentes o a alcanzar en las diferentes
instituciones a las que el pueblo pertenece son influidos
más o menos vigorosamente por ese proceso. La
capacidad que tengan de producir respuestas propias,
concientes y organizadas, esto es, multiplicadoras de la
fuerza con que se cuenta y garantizadoras del rumbo y
de mucho más altos gra-dos de concientización acerca
de la lucha y sus fines, serán lo que certifique la
condición de vanguardia de cada una, y su eficacia.
El movimiento sindical cubano, favorecido por una larga
historia de luchas propias, muy combativo, unitario como
pocos en América Latina, influido por las ideas marxistas
leninistas y acostumbrado a participar en política, se
incorporó a la Revolución plenamente. Hoy cuenta tres
millones de miembros y sus actividades trascienden
totalmente a las sindicales del mundo capitalista. Pero
todavía no hemos logrado que sea una instancia efectiva
organizada de participación de la mayoría de los
trabajadores en la economía nacional, y sólo
parcialmente lo es en los niveles de base; cumple
efectivamente funciones sociales en algunos campos.
Está tratando de participar más fuertemente en la
rectificación, mediante iniciativas como la revisión del
sistema de emulación socialista o la de hacer de la
renovación de mandatos de los sindicatos una
oportunidad de elección democrática de los mejores y
más capaces, y de análisis de los problemas de cada
centro de trabajo.
Las demás organizaciones cubanas de masas -los
Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la
Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP),
16. “Yo diría que de este proceso las dos cosas que
más se destacan son: la reacción de! pueblo y el trabajo
impresionante del Partido” (Fidel: 28-11-87).

las Federaciones de Estudiantes (FEU, FEEM), los


Pioneros-- enfrentan los retos del proceso de
rectificación desde la especificidad que tiene cada una
como movimiento social, y desde las características que
han ido adquiriendo en el curso de la Revolución.17
La rectificación va ayudando a cada organización de
masas a identificar mejor su campo de acción y a
volverse capaz de reaccionar de manera creadora y
eficaz. La ANAP es la organización revolucionaria de un
sector que genera directamente una parte de la
producción nacional, con una incidencia sensible en el
mercado interno y ei consumo; un sector que ocupa un
lugar físico del país y es económica y socialmente
identificable respecto al de los trabajadores asalariados.
Su empeño principal en esta etapa es hacer avanzar el
movimiento cooperativista. El campo de la FMC procede
de la inexcusable tarea revolucionaria de luchar contra la
milenaria situación subordinada y dominada de la mujer,
por una parte organizándolas y educándolas respecto a
sus derechos, necesidades y tareas, y por otra, pero en
estrecha relación dialéctica con la anterior, impulsando la
participación femenina en todas las tareas de la
Revolución. Las organizaciones estudiantiles existen en
la población juvenil e infantil que realiza su
escolarización, y deben contribuir a desarrollar en ella
capacidades políticas y hábitos socialistas. Los CDR,
una creación de la Revolución cubana, organizan y
movilizan con fi
17. Los CDR agrupan a 6,5 millones de miembros. La
FMC cuenta más de 3,1 millones, también basada en
una estructura territorial. Pertenecen a la ANAP los
campesinos que integran el sector no estatal
agropecuario (20,9% del valor de la producción del
sector en 1986, a precios constantes de 1981); a Hiles
de 1986 el 53% del área que ocupan estaba ya integrada
en Cooperativas de Producción Agropecuaria, en que
tierras y demás medios fundamentales son de propiedad
social cooperativa. Ln 1985 los trabajadores agrícolas no
estatales eran el 5,3% del total nacional de ocupados en
el sector civil (179 200); comprendidos en ese número
los pequeños agricultores y los cooperativistas (Anuario..
.1986, ed. cit., p. 192, tabla IV.1). FEU y FEEM agrupan
a más de medio millón de estudiantes; los Pioneros son
1,5 millones.
[.as Milicias de Tropas Territoriales (MTT), con más de
millón y medio de hombres y mujeres organizados,
armadosy entrenados, articulados con las Fuerzas
Armadas Revolucionarias y sus reservas a partir de la
doctrina de guerra de todo el pueblo, constituyen en
realidad una formidable organización de masas.

nes revolucionarios a la mayoría de la población en su


célula comunitaria más básica, la “cuadra”, en todo el
país. Constituyen un apoyo fundamental para el
funcionamiento de los órganos locales del Poder
Popular.
El Estado, como parte de nuestro sistema de transición
socialista, tiene un número enorme de funciones y una
naturaleza intrínsecamente diferente a la de los Estados
capitalistas.18 En la práctica es el instrumento
formidable de poder que la revolución ha creado para su
supervivencia, para la realización de sus propósitos en
numerosos terrenos de la vida social, en estrecha
relación con los derechos y deberes de los individuos, y
para garantizar en lo que a él le toque la continuidad del
curso revolucionario. Instrumento, insisto, y no por gusto.
La suma real de poder que es imprescindible para que el
Estado cumpla aquellas funciones en el régimen
socialista, en las condiciones de dominación sobre la
economía, muy fuerte unidad política e ideológica y
enfrentamiento a tan grandes enemigos e insuficiencias
que hemos descrito, implica siempre el serio riesgo de la
ineficiencia, las deformaciones burocráticas, la
colocación de personas y funciones por encima del
control y de la crítica, el autoritarismo, etc. La revolución
cubana ha rehecho varias veces su Estado, en busca de
que tenga eficacia para los fines socialistas y en
evitación de sus deformaciones. El proceso de
rectificación es también principalmente, o debe ser, un
profundo revolucionamiento de la actividad y el estilo de
trabajo del Estado, que asegure su función de servicio y
su carácter de instrumento para el socialismo y el
comunismo, porque en nuestro Estado están presentes
diversas deformaciones y deficiencias de las
relacionadas arriba.
18. Ver en la Constitución cubana de 1976 sobre todo
el cap. I, "Fundamentos políticos, sociales y económicos
del Estado"; también los capítulos VII, VIII, IX y X
contienen informaciones valiosas para conocer el
ordenamiento fundamental cubano en lo que atañe más
directamente al Estado.

Un inmenso conjunto de funciones administrativas,


legislativas, defensivas, de dirección y gestión
económica a todos los niveles, de salud, de actuación
internacional, represivas, de reproducción de la sociedad
existente, educacionales, publicísticas, etc., son
funciones estatales, pero también lo son, en una u otra
medida, de las organizaciones políticas y de las
organizaciones de masas y sociales, asunto de todos los
revolucionarios. Esa realidad tan compleja -nadie se
llame a engaño- es la que permite que funcionen tantas
instituciones y áreas de actividad, y se realicen tantas
tareas: sin la fuerza de la Revolución no serían siquiera
concebibles. La rectificación tiene ante sí la cuestión
crucial de garantizar la continuidad del orden vigente, y a
la vez promover saltos en la participación y cambios en
las estructuras y las relaciones que propicien la
modificación positiva de los resultados de la actividad
total de la sociedad.
En la vida rea! de los individuos, las acciones e intereses
de organizaciones y de poderes administrativos se
presentan como un complejo de acciones que cada uno
realiza, o no realiza, de acuerdo a sus motivaciones, a la
vez que recibe requerimientos y presiones. El centro de
trabajo es el lugar donde millones de personas practican
su actividad social fundamental, y no sólo laboralmente;
allí realizan prácticas políticas y sindicales, socializan o
resuelven problemas individuales y familiares, reciben
influencias diversas de la sociedad. La familia, que en
Cuba es predominantemente nuclear y pequeña (menos
de 4,2 personas, en 1981), con su tremenda importancia,
requeriría un trabajo para ella sola, como otros temas
que apenas tocamos aquí; anotemos al menos la
seguridad de ingresos y servicios básicos con que vive,
la escasez o mal estado que afecta tanto a la vivienda,
las fuertes relaciones afectivas que la caracterizan, la
alta di- vorcialidad, el esfuerzo que realiza por ayudar a
la formación cultural y política de los niños.

Por las características ya expuestas del proceso


educacional, la escuela como institución desempeña un
papel sumamente importante en la formación de niños y
jóvenes; sobre sus logros e insuficiencias ya he dicho
algo. Las comunidades son la otra instancia más o
menos permanente en que vive inmersa la población, y
van desde las cuadras, con sus CDR, hasta las
comunidades rurales y cooperativas agropecuarias,
pasando por las circunscripciones y municipios del Poder
Popular. Este último sistema, vigente desde 1976, ha
significado un gran salto en el proceso de desarrollo de
los gobiernos locales en Cuba. Las Asambleas locales
están investistidas de autoridad respecto a numerosas
funciones estatales, en lo económico, asistenciaí,
educacional, cultural, recreativo y otros aspectos de la
vida social sostienen por tanto relaciones complejas con
los poderes superiores del Estado, y se apoyan o
coordinan con las organizaciones de masas. Los
Delegados por circunscripción, electos y revocables, no
pagados, son muy prestigiosos y abnegados, aunque
tienen más representatividad que poder de gestión,
frente a la madeja formada por la falta de recursos y por
los hábitos de mando y demás características de los
medios administrativos.
Este esbozo de situaciones, instancias, relaciones y
circunstancias que forman el medio en que el socialismo
cubano intenta vencer las dificultades fundamentales en
un proceso único con la profundización del socialismo y
el proyecto comunista, tiene el propósito de llamar la
atención sobre los problemas y las fuerzas principales,
más que el de ser exhaustivo o concluyente, lo que sería
demasiado ambicioso.
En relación con ese propósito entiendo que es
completamente insuficiente el nivel de reflexión y de
debate que hay entre nosotros
19. Ver artículos 101-105,109-110 y 116 de la
Constitución de la República de Cuba, La Habana, 1976.
acerca de este tema, que por ser primordial para la
práctica debiera serlo para el pensamiento social. No se
trata de un reclamo académico. Si se cree que la
voluntad conciente y organizada, la planificación y el
trabajo político e ideológico, desempeñan los papeles
principales en la lucha por el socialismo, entonces
aquella reflexión y aquel debate se vuelven una
necesidad insoslayable. El duro impacto de
empobrecimiento, dogmatización y erradicación del
choque de criterios diversos que sufrió nuestro
pensamiento social desde la década pasada no ha
podido ser borrado todavía, y ello ha traído una
disminución de la capacidad de análisis y de la eficacia
en la lucha ideológica y la divulgación de nuestras
posiciones. Esa situación afecta no sólo al campo
académico sino al de los medios masivos de
comunicación, y en conjunto a la reproducción ideológica
de nuestro sistema.
El papel de la crítica, profunda, militantemente
revolucionaria y eficaz, es insustituible, junto al de la
acción misma, para concientizar y sumar actores, y para
tender a hacer permanente la actitud rectificadora. Sin
embargo, lograr que sea así en la práctica es dificilísimo,
a pesar del auge radical experimentado por críticas y
autocríticas en los últimos años Es ilusorio pensar que
ese proceso transcurra sin errores y sin riesgos, no
sucede así en ninguna mudanza social de importancia.
Pero es muy buena señal que se vayan abriendo paso, o
sean exigidos cada vez más, la franqueza, la información
clara, la honesta exposición o aceptación de deficiencias,
el análisis riguroso de las cuestiones concretas, la
aceptación práctica de que se expresen criterios diversos
y encontrados.
Por último, si de llamar la atención sobre lo fundamental
más que de concluir se tratara, calificaría al proceso en
curso en Cuba como uno en que se da al factor subjetivo
el lugar fundamental que debe tener en la transformación
socialista (por tanto anticapitalista, antimpe- rialista) de
una sociedad latinoamericana y del llamado Tercer
Mundo. Una nueva profundización de la den cratización
de la sociedad

en transición socialista, que busca eliminar las


consecuencias de detenciones, desaciertos y retrocesos
que suceden en la realidad de nuestro sistema, y
erradicar sus causas en un proceso único con el
fortalecimiento de las tendencias socialistas y
comunistas que produce la revolución. Que reconoce la
conflictividad implicada siempre en el seno de la
sociedad en construcción, entre sus realidades y el
proyecto revolucionario, y entre ese conjunto y las
fuerzas existentes en el mundo actual. Que comprende
que su fuerza fundamental está en la del pueblo
conciente y organizado, que necesita vanguardias cada
vez más comunistas y más amplias, y que necesita
ejercitar cada vez más masivamente el dominio sobre
sus condiciones de existencia, su gobierno y su proyecto
de sociedad futura. Una revolución en la revolución.
La Habana, abril-noviembre de 1988.
BIBLIOGRAFÍA NO CITADA EN EL TEXTO
Alvarez Tabío, Femando: Comentarios a la Constitución
Socialista, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1981.
Brundenius, Claes: Crecimiento con equidad. Cuba
1959-1984, Cuadernos de Pensamiento Propio,
INIES/CRIES, Managua, Nicaragua, 1984.
Castro, Fidel: Discursos e intervenciones (en diversas
publicaciones cubanas).
tr
Castro, Fidel: La crisis económica y social del mundo,
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La
Habana, 1983.
: Un encuentro con Fidel, entrevista realizada por
Gianni Miná,
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La
habana, 1987.
Diario Granma: informaciones acerca de, o referidas a, la
rectificación, lo. diciembre de 1987-15 abril 1988.
Díaz, Elena y Marta Núñez: “América Latina-Cuba:
desarrollo y calidad de la vida”, en Cuadernos de
Nuestra América, núm. 5, enero- junio de 1986, ps. 152-
170
Dilla, Haroldo: “Democracia y poder revolucionario en
Cuba”, en Cuadernos de Nuestra América, núm. 7,
enero-junio de 1987, ps. 55- 75.
Informe a la Asamblea Nacional del Poder Popular,
Ministerio de la Agricultura, Ed. José Martí, julio de 1987.
Informaciones y criterios del Ministro del Interior, ante la
Asamblea Nacionaldel Poder Popular, en Bohemia, núm.
2,8 de enero de 1988, ps. 22-26.
Lowy, Michael: “Las organizaciones de masas, el partido
y el estado: la democracia en la transición al socialismo”,
en La transición difícil: la autodeterminación de los
pequeños países periféricos, Siglo XXI Editores, México,
1986, ps. 74-86.

Martínez, Femando: “Las revoluciones de la revolución”,


entrevista de F. Butazzoni, en Brecha, Montevideo, 23 de
octubre de 1987, p. 19.
Lincamientos Económicos y Sociales para el quinquenio
1981-1985, Editora Política, La Habana, 1981.
Permanent Peoples’ Tribunal: Tribunal about thepolicies
of the FMI and the World Bank Verdict, West Berlín, sepL
26-29 de 1988.
Plataforma Programática del Partido Comunista de
Cuba, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1978.
Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Informe Central, Ed. Pueblo y Educación, La Habana,
1978.
Programa del Partido Comunista de Cuba, Ed. Política,
La Habana, 1986.
Revista Cuba Socialista, Editada por CC del PCC, núm.
23 al 35 (1986-1988).
Rodríguez, Carlos Rafael: Cuba en el tránsito al
socialismo (1959- 1963), Siglo XXI Editores, México,
1978.
Segundo Congreso del PCC: “Informe Central”, en
Documentos y Discursos, Ed. Política, La Habana, 1981,
ps. 9-167.
Rodríguez, José Luis: “La economía de Cuba Socialista”,
en Dos ensayos sobre la economía cubana, Ed. Ciencias
Sociales, La Habana, 1984.

Rodríguez, José Luis y George Carriazo: Erradicación de


la pobreza en Cuba, Ed. Ciencias Sociales, La Habana,
1987.
Zimbalist, Andrew: “Cuban Industrial Growth, 1965-84”,
en Cuba ’s Socialist Economy Toward the 1990s, World
Development, Oxford/New York, 1987, vol. 15, núm. 1,
ps. 83-93.

TRANSICIÓN SOCIALISTA Y DEMOCRACIA EL CASO


CUBANO

I. Democracia en América Latina de ios ochenta


La cuestión de la democracia recorre América en los
años ochenta. De Guatemala a Argentina parece unificar
los proyectos y esperanzas políticas, aproximando así
las realidades tan disímiles de nuestro continente. Se le
busca realidad mediante procesos identificados en su
superficie por el establecimiento de los civiles en el
Poder Ejecutivo y la promesa formal de los militares de
limitar sus atribuciones. Las elecciones recobran
prestigio social y convocatoria, las entidades intermedias
y municipales se ponen también a de-bate cívico. Un
gran alivio se asocia de una u otra manera a la
democracia y a lo que pudiera esperarse de ella,
después de tantas matanzas terribles.
Nunca antes, sin embargo, habían existido en América
tantas fuerzas capaces de entender las limitaciones de la
democracia al uso, ni tanta acumulación de cultura de la
rebeldía y de la necesidad de organizarse para luchar
por las reivindicaciones populares. A todo líder, partido y
gobierno democrático se le exige una política económica
de objetivos claros, y nadie que no sea demasiado
ingenuo separa hoy democracia de economía. Por otra
parte, el Estado mismo y el sistema po lítico parecen
estar en entredicho como puntales y promove dores de
la democracia; en su lugar, y en cierta medida en su
contra, muchos estiman necesario que crezca el poder
alternativo de una sociedad civil organizada en
movimientos sociales que tienen sus banderas y
objetivos particulares, los que forma rían un entramado
capaz de hacer prevalecer finalmente una verdadera
democracia.
En cuanto al primer escollo mencionado arriba, el de la
economía, no hay obviamente una etapa de bonanza o
crecimiento más o menos generalizado que sirva de
base a la ofensiva democrática oficial, esto es, no existe
en general el espacio de un reformismo económi

co. Por el contrario, niveles brutales de depauperación


masiva de la población, límites acentuados cada día de
las posibilidades de las economías nacionales, dominio
en perfeccionamiento de los mecanismos
transnacionales y del sistema imperialista, son los rasgos
dominantes de los que dan cuenta las estadísticas, los
informes y los análisis de muy diversas procedencias.
El segundo escollo, el de la política, tampoco puede
examinarse con ligereza. Salvando decisivas
particularidades nacionales, son en su mayoría los
partidos políticos tradicionales modernizados los que
ejercen o discuten el poder; alas populares de ellos
mismos, o identificadas con estas, suelen ser el teatro de
la expansión de la participación política y de la
ampliación del consenso. Los partidos revolucionarios
fueron cruelmente golpeados y diezmados en las dos
décadas pasadas, y en su mayoría hoy se recuperan o
reorganizan; no hay, en muchos países, proyectos
radicales que pretendan el cambio profundo del orden
existente. Y los movimientos sociales, que ganan fuerza
y profundidad en medidas diversas, tienen ante sí
disyuntivas difíciles e interrogantes acerca de sus
objetivos, métodos y participación en proyectos sociales
más generales.
Otra América existe también al sur del río Bravo, y no
puede dejarse a un lado al examinar la cuestión de la
democracia. Ante todo Cuba, con un poder
revolucionario socialista que tiene casi treinta años de
vigencia y desarrollo. Nicaragua, con su Revolución
Popular San- dinista, teatro de profundas
transformaciones sociales y desangrada a diario por la
agresión norteamericana. La revolución salvadoreña,
que controla porciones apreciables del territorio, combate
en casi todo el país y ensaya en medio de la guerra el
cambio revolucionario. La lucha tenaz de los
revolucionarios guatemaltecos, una y otra vez levantados
sobre el genocidio. Y en varios otros países se combate
y se formulan proyectos de poderes populares.

En suma hemos tenido, como resultado de las últimas


décadas, una modernización del capitalismo culminada
en más dependencia del imperialismo norteamericano,
más transnacionalización, más pauperización, más
desigualdades de los marginados y los explotados, más
medios de control ideológico y cultural en manos de las
clases dominantes. Una revolución socialista en el poder
y una revolución popular en el poder, y al menos otra en
curso. Un modelo represivo a gran escala destinado a
asegurar el orden durante los cambios necesarios, para
mantener los terribles niveles de explotación y de mar-
ginalización, por una parte, y por otra para destruir o
evitar que la protesta se organizara y las revoluciones de
liberación triunfaran. Un trabajo sucio y sangriento que
dio On a una etapa temprana de la revolución
latinoamericana dondequiera que pudo, y preparó
condiciones para la explotación “contemporánea” del
trabajo y la readecuación del capitalismo neocolonial a
las exigencias del capitalismo mundial. Un proceso, en
su mayor parte reciente, de privilegiar el consenso y
estructurar poderes civiles y de tipo más o menos
representativo en un conjunto de países con
características muy diversas en que se ejercieron
dictaduras muy represivas.
Este es, de forma demasiado sucinta, el marco de la
cuestión democrática en América Latina de hoy. Tiene
más condicionantes, naturalmente, en una región
neocolonizada pero con Estados independientes
generalizados desde hace más de siglo y medio, frutos
de guerras de independencia; con una fortísima
urbanización creciente en este último medio siglo; con
una larga historia de rebeldías y luchas de clases
emprendidas bajo todas las percepciones ideoló-gicas
existentes. Región condicionada también de manera
creciente por el intento de dominación ideológica y
cultural a fondo de Estados Unidos, que experimenta
cambios cualitativos que es cuestión de vida o muerte
conocer y enfrentar. Y condicionada por último, pero no
con menos importancia perspectiva, por la internacionali-
zación creciente del capitalismo, de las revoluciones y
del socialis

mo, del flujo de las informaciones y de las influencias


sobre las percepciones y los modos de comportamiento,
del papel de las ideas sobre el curso y derrotero de los
procesos sociales.
Sobre un tema tan vasto e importante se han escrito
centenares de trabajos en América Latina en estos años,
que configuran ya un teatro de confrontación de ideas y
de desarrollo de los estudios sociales por un rumbo
determinado. En las páginas que siguen trataremos
básicamente un aspecto del tema de la democracia; la
forma ensa- yística asumida pretende más libertad para
plantear ideas, ya que lo que se quiere es contribuir a un
debate que apenas se está abriendo. Porque es
necesario señalar que, siendo de lo más trascendente
para el caso de la democracia en América, el tema que
escogimos no es de los más tratados, e incluso para
cierto número de estudiosos no es propiamente
considerado como un tema a tratar. Se trata de la
cuestión de la democracia revolucionaria cubana.
IL La democracia y sus determinaciones
Comenzaremos por la cuestión de las ideas, porque las
expresiones democracia, democrático, ¿responden a
una definición determinada? Supuestamente, a partir de
una teoría y unas prácticas dadas se llega a una
significación de “democracia” que es común para todos.
Sin embargo, los marxistas insistimos siempre en que a
la democracia hay que ponerle apellido: burguesa,
socialista o esclavista incluso. Nosotros tomamos esa
precisión como una de las fuentes básicas de los juicios
(y hasta de los prejuicios) de nuestra comunidad
intelectual y política; por su parte, nuestros adversarios
no suelen reconocer aquella distinción como válida o
relevante. Lo cierto es que resulta imposible conocer y
operar con el concepto de democracia

sin referirlo a una determinada sociedad, ni dejar de dar


cuenta de su extraordinaria carga ideológica.
(La precisión anterior no pretende subestimar o negar
temas que no llegaremos a tratar aquí. El más
importante de ellos, para nuestro punto de vista, es el del
valor extraordinario que tienen las luchas políticas
populares que reivindican el imperio y el ejercicio de la
democracia).
Democracia es un concepto, e integra un ideal,
socializados por la ideología burguesa. Precisamente,
junto con la idea de libertad, es lo más característico de
las revoluciones, del régimen político y de la ideología
política de la burguesía.
Las preguntas más generales que pudieran plantearse
en el momento actual son: ¿en qué consiste la
democracia?, ¿cuáles son las democracias?, ¿por qué
se está o no en un régimen democrático? Son las
respuestas esperadas, sin embargo, las que definen al
que pregunta. Por una parte, pueden tenerse muy en
cuenta las formulaciones teóricas que se han dado a
través de la historia “moderna” (historia europea,
naturalmente, y norteamericana) acerca de la
democracia, desde Bodin y Hobbes hasta los
constitucionalistas y los teóricos y especialistas más
contemporáneos. Por otro lado, la idea de democracia
también puede relacionarse con la realización como tal
del ser humano, de la libertad del individuo, la falta o el
franqueo de posibilidades que este tiene con relación al
poder estatal, al poder represivo, al poder burocrático, a
todas las instancias de dominación del hombre sobre el
hombre. Este segundo punto de partida es el de la
relación existente entre libertad del hombre y democracia
organizada como el conjunto de instituciones de la
sociedad. El primero de los acercamientos -tan
someramente referido- es el de la democracia como
teoría política. El segundo nos lleva, entre otros, al
problema del autoritarismo y el antiautoritarismo.

En tercer lugar, habría una aproximación de tipo práctico.


¿Han sido los regímenes democráticos de Europa y
Estados Unidos la realización de la democracia, como
por lo general se ha dicho? Si en cierto grado lo han
sido, la medida en que se entienda que lo han
conseguido diferenciará más o menos a los que ven a la
democracia como un ideal realizado y a los que estiman
que el ideal no ha tenido una consecusión práctica. Entre
estos últimos pueden distinguirse los que esperan con
optimismo un perfeccionamiento futuro de la democracia,
y los que entienden que ya sólo.es posible llevarla a la
práctica mediante cambios profundos y nuevos actores.
Si la pregunta fuera hasta qué punto han sido los
regímenes de América Latina una realización práctica de
la democracia, sea como aplicación de los principios de
la teoría política o en el terreno de la relación “libertad
del hombre-autoridad”, las respuestas tenderían
obviamente a ser negativas en mucho mayor grado, y
Jais esperanzas desempeñarían un papel muy superior.
Es decir, se espera que se llegue al fin a conseguir la
democracia o se pretende elaborarla de maneras
nuevas.
Hay todavía un corolario que se refiere más
inmediatamente a las prácticas políticas y las luchas
ideológicas del día. Se trata de lo referido a democracia
en cuanto a la calificación de un régimen determinado.
Esto es, ¿es democrático el régimen de un país
específico?, ¿son democráticos los países agrupados en
un tipo de régimen determinado? Unidas ahora las tres
cuestiones que hemos venido presentando: las teorías
políticas acerca de la democracia, la correlación libertad
del hombre-autoridad y la realización práctica de las
ideas de ambas, se constituyen en preguntas más
inmediatistas, tales como ¿es tal país, o son los países
que tienen tal régimen, democráticos?

Esta cuarta cuestión lleva a identificar un repertorio de


“atribuciones” de la democracia, acorde con la posición
que se comparta, que permite arribar a la caracterización
de conjunto de qué es efectivamente un país
democrático, qué se le exige, qué atributos debe tener
de todos modos para serlo, qué condiciones son
suficientes para que lo sea.
Como todo lo demás, los conceptos y teorías también
tienen su historia. En el caso de la democracia y la
libertad, su desarrollo teórico propio no puede dejar de
referirse, además, a! que tuvo el pensamiento social en
el marco del despliegue del capitalismo en Europa, en
esos tiempos históricos que todavía llamamos
modernos.1. En el curso de colosales transformaciones
materiales sólo comparables a las que sacaron a la
humanidad de las formas más primitivas de sociedad, el
conocimiento de los procesos de la naturaleza, del
individuo y de las sociedades sufrió verdaderas
revoluciones; un riquísimo entramado intelectual
configuró explicaciones que pusieron a la historia
(natural, social, política) por encima de la trascendencia,
y al individuo en el lugar central que las revoluciones y el
nuevo régimen reclamaban. Se abrió paso entonces el
análisis científico de la economía y de la política, y
también el de sus diferencias y relaciones; las teorías y
las ideologías acerca de democracia y libertad tuvieron
cada vez más en cuenta aquellas diferencias y
relaciones, pese a su aparente pertenencia al campo de
la política y de las teorías generales de la sociedad.
Quizás sea la ambigüedad del término liberalismo
-brillando siempre entre la política, la economía y las
prácticas de ambas- lo que exprese mejor esa relación.
1. Las limitaciones de nuestro objetivo nos obligan a
olvidar los aportes más antiguos a! tema de la
democracia; el aporte de los pensadores griegos es muy
significativo y muy manipulado por la cultura burguesa.
Recordaré solamente (y por tanto también
tendenciosamente) un pasaje de Aristóteles, en su
Política, sobre las dos formas fundamentales de
gobierno:"... la democracia, cuando gobiernan los libres,
y la oligarquía, cuando gobiernan los ricos y en general
los libres son muchos y los ricos pocos"

Con el desarrollo mundial del capitalismo, se han ido


produciendo teorías que relacionan el grado de
desarrollo económico con la posibilidad de democracia.
Simplificando mucho, podemos advertir tres vertientes en
las teorías que permanecen dentro del campo de la
cultura burguesa. Para la primera, el triunfo pleno del
capitalismo económico es la condición; en él encontrará
expresión y cauce la democracia política, sea su
advenimiento rápido o demorado. Es la más antigua
vertiente, y su proposición de repetir el camino no se dife
rencia de la historia “general”, esto es, de la de Europa
Occidental y Estados Unidos.
Para un segundo conjunto de pensamiento, el
“subdesarrollo” que caracteriza a regiones enteras del
mundo exige dictaduras que resultan negadoras del ideal
democrático, ideal que sin embargo ya se ha conocido e
intentado practicar usualmente en estos países, por la
difusión unlversalizante propia del capitalismo, por el
mercado mundial, las comunicaciones, el colonialismo y
otras influencias “civilizadoras”. Esas dictaduras harán el
“trabajo sucio” de la acumulación económica
imprescindible, privarán a la mayoría de sus “derechos
económicos” a la vez que de los políticos, pero
terminarán creando las bases para su propia
desaparición: el país, ya con fuerzas para construir su
vida moderna, las eliminará; esa vida moderna
(capitalismo, al fin) generará la necesidad impostergable
de la democracia.
La tercera vertiente está constituida por las teorías
relativas al papel intermediario de las revoluciones de
liberación nacional y socialistas entre las sociedades
atrasadas y “subdesarrolladas” y su conversión en
sociedades “modernas” y democráticas. El problema le
emerge a estas teorías de la realidad de las luchas
violentas de liberación, con organizaciones
revolucionarias que logran llevar al triunfo a masivos
agentes populares, cuya exigencia de acceder a una
parte de la riqueza social es potenciada por su asunción
del proyec

to revolucionario, más profundo y totalizador. El


socialismo de los subdesarrollados (¿el socialismo que
existe?) sería entonces la vía hacia la democracia. Al
instituir individuos modernos ante la producción, la
distribución y el consumo, ese socialismo les estaría
dando una actividad social y una calidad de la vida
aceptables para que vayan desarrollando una esfera
espiritual en que llegarán a realizarse como individuos, y
los entrenaría en la participación, aunque ella se diera a
través de formas políticas dictatoriales consentidas.
Cuan-do todo esté maduro, y esté creada la base
necesaria, vendrá la democratización de esos
regímenes. Las sociedades resultantes podrían contener
más o menos capitalismo en lo interno, pero se espera
su integración completa al capitalismo mundial.
Detengamos esta aproximación tan somera al tema de la
democracia, para pasar al asunto mismo que queremos
tratar.
III Capitalismo, democracia, revolución socialista
La pregunta podría ser, por ejemplo: ¿por qué Cuba es
un país democrático, y por qué no lo es? Este planteo
parece realmente muy ambiguo, y corre el riesgo de ser
entendido en el sentido irrisorio de un juego “dialéctico”,
pero lo cierto es que trata de perseguir a su objeto, la
Revolución Cubana, desde el medio teórico de la
democracia.
La sociedad cubana actual es ante todo la resultante de
inmensas transformaciones de ¡as realidades que la
caracterizaron hasta 1959. Vista desde otro ángulo, es la
conformación progresiva de un complejo social en el que
son advertibles determinados rasgos económicos,
ideológicos, políticos, de la actividad internacional, de la
vida cotidiana, etc.., que referimos a un ideal de
sociedad a la que llama

mos socialista. En tercer lugar, y siempre en función de


nuestro objeto, entendemos que las instituciones
políticas, económicas, de reproducción de la vida social,
de la vida espiritual de la sociedad (la producción de
cuerpos de creencias, ideología, de maneras de ver la
vida) de Cuba, su funcionamiento y tendencias, forman
un complejo que puede analizarse, y valorarse sus
resultados, con ayuda de un clasificador referido al
concepto y la práctica de la democracia.
Hay ya un problema teórico implicado de inmediato.
Democracia, en cualquiera de las formas de que se trate,
surge del desarrollo del capitalismo en el mundo y sus
experiencias prácticas. El análisis de Cuba con relación
a la democracia es el análisis de una sociedad que ha
sido objeto de profundas transformaciones contra el
capitalismo, tanto el nacional como el internacional
norteamericano, que es, con mucho, el más fuerte de
todos los capitalismos nacionales. Entonces el problema
teórico se encuentra concentrado primero en el hecho de
que son dos realidades teóricas y prácticas
aparentemente demasiado diferentes. En una se ha
producido la revolución anticapitalista y antimperialista.
En la otra se trata de las peticiones o exigencias que se
plantean al conjunto de la realidad de la sociedad
capitalista, tanto realidad material como ideal, de que
sea perfecta o perfectible de un modo dado. Esa
incongruencia rige de entrada las mediciones y las
valoraciones consecuentes que se hagan de la
democracia en Cuba.
El segundo problema es el de la transición misma del
capitalismo al socialismo, que también tiene
implicaciones teóricas y prácticas en la historia
contemporánea y el mundo de hoy. Todos los teóricos
mar- xistas comparten la ¡dea, y parece algo
compSbable en la realidad y perceptible por el sentido
común, de que la toma revolucionaria del poder político
no trac consigo la transformación general e inmediata de
la sociedad. Hay todo un período histórico (que no viene
al caso discutir aquí como llamarle) cuyo contenido es la
transición de! capitalismo al comunismo -en las ideas de
los fundadores del mar

xismo leninismo- y que se ha querido especificar mejor


en cuanto a las fases, etapas, tipos de instituciones,
tareas principales, rasgos pie- dominantes, etc. Este
nuevo problema es el de la definición de la transición
socialista, y la caracterización de su concreción nacional
y de la etapa de ella (o las etapas, si se trata de un
período más o menos prolongado) en que se está
viviendo.
El carácter de transición de nuestra sociedad tiene una
importancia extrema respecto a la cuestión de la
democracia, que trataremos de dejar expresado. Al
comenzar por los problemas teóricos de la relación, hay
que advertir contra la confusión - quizás una de las
mayores que en nuestro propio campo se ha padecido- a
que se llega si partimos de la pregunta (abstracta,
burguesa) de cómo se hace práctica la democracia. No
hay correspondencia posible entre la exigencia que se
hace en los regímenes capitalistas de que en el terreno
democrático la práctica se parezca cada vez más a su
deber ser, y los modos como se organizan y reorganizan
las instituciones y los conjuntos de creencias e
ideologías en los regímenes de transición, cualesquiera
sean sus particularidades y las etapas en que se
encuentren.
Otra cuestión de la mayor importancia es la existencia en
el régimen de transición de la comprensión previa de lo
que se quiere hacer. Hay ingenuidad y presunción en
creer que por tenerse una claridad más o menos
científica acerca de la transformación social de
capitalismo a socialismo resulta factible hacer lo que se
quiere a la hora de las transformaciones prácticas. Sin
embargo, lo contrario tampoco sería cierto. El hecho de
que una vanguardia política tenga ya conocimientos,
ideales, ideas, prejuicios, experiencias, lecturas,
vivencias, del nuevo régimen socialista que pretende
construir en su país, implica una prefiguración de la
acción y de sus resultados perspectivos que nunca antes
pudieron tener los grupos que accedieron al poder con el
desarrollo del capitalismo en los países de América y del
mundo.

Esta comprensión de lo que se quiere hacer es un rasgo


importantísimo que conlleva develación -verdad es que
sólo hasta cierto punto- de las relaciones entre la
ideología y el conjunto de la vida social. Esa implicación
es decisiva. La democracia burguesa, cualesquiera sean
sus puntos de partida, ha significado siempre una
velación de las relaciones entre lo que se quiere hacer y
la realidad tomados como un conjunto, por una parte, y
lo que la realidad puede dar de sí, permítaseme la
expresión. No se trata de que el capitalismo sea una
mentira y el socialismo una verdad: eso es absurdo. La
“verdad” del capitalismo puede conocerse a partir de su
realidad material y su realidad ideal, pero esta segunda
funciona, en lo que estamos tratando de analizar,
democracia y libertad, también como un mito, como un
conjunto de creencias y esperanzas que velan el
carácter de la dominación burguesa. Mito que a la vez
restablece de una manera práctica -las prácticas
ideológicas y políticas- los atributos sociales necesarios
para el consenso en el modo capitalista de producción y
reproducción de la explotación. El capitalismo sólo puede
ser explicado y conocido a partir de otros conceptos, los
de producción mercantil generalizada, desposesión de
los productores de medios propios de producción y de
vida, mercado mundial, mercado nacional, individuos
personalmente libres, venta y compra de la fuerza de
trabajo, plusvalía y ganancia, colonialismo y
neocolonialismo, creación de poderes políticos y de
reproducción ideológica del poder por medio de la
participación política mucho mayor que antes de una
parte incomparablemente mayor de la población. Esta
totalidad encuentra su clave en el modo de producción
capitalista.
La formación social capitalista tiene radicales diferencias
respecto a los regímenes de clase que la precedieron,
que no es necesario enumerar, pero sí tener en cuenta
para el caso. Los fundadores del marxismo destacaron
ese carácter del capitalismo, su especificidad y las
perspectivas que se abrían para una liberación de toda
explotación y dominación de los hombres mediante una
revolución -que llama

ron revolución proletaria- contra el conjunto de la manera


de vivir burguesa. El evolucionismo que influyó tanto en
la cultura desde hace un siglo incorporó la creencia en la
evolución progresiva de las sociedades a través de la
historia, para encontrar, por así decir, una explicación
“natural” de lo social. La explicación natural de la
naturaleza había sido -y esta es una adquisición
científica e ideológica del capitalismo triunfante-
antirreligiosa y antisobrenatural; la evolución natural de
lo social conducía al régimen capitalista, una culminación
que no necesitaba una legitimación extraña a sí misma,
un régimen por sí, con instrumentos propios para
evolucionar y perfec-cionarse.
La introducción en el marxismo de un evolucionismo
progresivo de las sociedades, que se sucedieron y se
sucederán ineluctablemente, introdujo el riesgo de
perder la diferencia específica de la sociedad capitalista
-lo que acarrea consecuencias teóricas y prácticas muy
perjudiciales- y también el de perder la diferencia
especíGca de la propia transición socialista en aspectos
de considerable importancia. El régimen de transición es
radicalmente diferente a todas las formaciones sociales
anteriores.
¿Dónde reside la dificultad real, más allá del reino del
“error”, que hace que la diferencia específica entre
capitalismo y socialismo todavía no se realice de manera
más concluyente? Está en el predominio del mercado, de
la producción mercantil generalizada nacional e
internacional como base de las relaciones materiales
existentes, lo que en el caso de nuestro país, en lo
inmediato material, es todavía más agudo que en el caso
de otros países.
Sobre esta base se construye, sin embargo, un poder
que pretende negar al conjunto del modo de producción
mercantil capitalista. Este poder socialista ha expropiado
los medios fundamentales de producción y de vida y los
ha puesto al servicio de la transición, y tiene la
comprensión previa general de lo que pretende, incluida
la con

tradicción que he apuntado arriba. Esta develación de la


inconcien- cia del propio ideólogo, de la inconciencia
(permítaseme el término) de la ideología, afecta en cierta
medida las determinaciones del modo de producción de
la vida material sobre el poder político, las instituciones y
las ideologías. El contenido socialista de la revolución
reside en gran parte en la violentación de aquellas
determinaciones, en un rico y complejo proceso de
actuaciones concientes organizadas socialmente.
Lo que del aparato político e ideológico del sistema
capitalista siga existiendo en el curso de la transición
socialista ya no tiene la misma o parecida función, desde
el momento en que se le utiliza concien- temente, o se
lucha por reducir su ámbito o eliminarlo. Del mismo
modo que ha cambiado de función y disminuido su peso
antes ineluctable el mercado generalizado y la
producción para el mercado mundial aunque se esté
viviendo parcialmente en él, se está tratando de crear la
sociedad que lo va a negar en su totalidad.
Entre otras cuestiones fundamentales, surge aquí de
inmediato la del uso de los factores extraeconómicos en
la transición socialista, sobre todo la fuerza y la
educación. Sin duda alguna, fuerza y educación fueron
básicos para el capitalismo en sus desarrollos nacionales
y a escala mundial: de esa realidad no está exento
ninguno de los países que se exhiben hoy como
democracias. Fuerza y educación -y educación a la
fuerza- fueron formas a través de las cuales se
^desarrolló el régimen económico, y también el político e
ideológico capitalista. Después, por sólo citar el más
escandaloso ejemplo, el fascismo en Europa Occidental
y Central fue un fenómeno floreciente y dominante siglo
y medio después de la Revolución francesa. Sólo a partir
de 1945 se pudo estabilizar en los países capitalistas
más desarrollados de Europa el régimen que llamamos
de democracia burguesa, extendido tres décadas
después hacia la “periferia” europea.

En la transición socialista, la fuerza y la educación


desempeñan también papeles básicos, de contenido y
maneras sin embargo muy diferentes al caso del
capitalismo.2 En primer lugar, porque el poder ha
consistido, ante todo, en la liquidación del mecanismo
fundamental de represión de las mayorías que es el
aparato represivo del Estado burgués; y en la liquidación,
hasta cierto punto, del aparato burocrático inherente a
aquel Estado (hasta cierto punto, porque en buena
medida es sustituido por un aparato burocrático nuevo
que sobrevive hasta ahora dentro del régimen de la
transición socialista). En segundo término, porque el
propósito liberador se ha iniciado en el terreno
económico a partir del poder político, con la expropiación
de los propietarios de medios de producción y de vida en
gran escala, y el paso de esos medios al Estado y sus
agencias (complementados en cierta medida por la
propiedad de empresas de colectivos de trabajadores,
sobre todo agrarias, cuando ellas realmente forman parte
de un sistema de transición socialista).
Este apoderamiento de todo el sistema de producción y
circulación de la vida material, y por tanto, de una
manera determinante, del consumo y sus posibilidades,
constituye un ataque a fondo a todo el orden social sobre
el cual está basado el conjunto de la vida política e
ideológica y de las creencias en el capitalismo. Esto es,
se le quita el aparato represivo, y se le quitan los medios
fundamentales de reproducción de la vida material y
espiritual capitalista. Entonces, el régimen nuevo ha
empleado y emplea la coerción, y la fuerza inclu-so, para
una transformación que resulta en gran medida
determinada por actos de voluntad -como impuso antes
su transformación social el capitalismo- pero con un fin
diametralmente opuesto y con diferencias cualitativas en
cuanto a la participación popular en el proceso.
2. Ernesto Che Guevara trata este tema con una
riqueza de pensamiento extraordinario, entre otros
lugares en El socialismo y el hombre en Cuba (1965).

En el capitalismo, la participación que se pidió a grandes


masas de adultos, sobre todo varones, fue la
participación en guerras civiles y nacionales, y en
procesos electorales, la participación en el consenso que
se le otorga (“la soberanía reside en el pueblo”) al nuevo
poder que eliminaba las desigualdades por nacimiento y
ofrecía a cada individuo la esperanza de acceder a la
desigualdad, pero mediante la riqueza. La participación
que se exige y se facilita en la transición socialista a una
masa muchísimo mayor -a la población adulta de
hombres y a la mayoría de las mujeres, pero también y
sobre todo a la población juvenil e incluso infantil- es la
de participar en la creación misma de una sociedad que
está basada en la realidad del poder estatal y en la
creencia de que el poder estatal es de todos, en la
propiedad de la economía misma y de sus gajes por
parte del poder estatal, y de toda la población a través de
él. Se trata de la desaparición de los antagonismos entre
propiedad y libertad. Es la pretensión de que ellas se den
en un mismo cauce.
Ese es un ideal, en cierta medida realizado por la
creencia colectiva; en cierta medida realizado por la
posibilidad de planificar y actuar asignando recursos
materiales y sociales a lo que considera más atinado y
necesario la vanguardia, y el conjunto de la población a
partir de sus propias percepciones y convicciones o a
partir de la confianza que deposita en las iniciativas de la
vanguardia. Todo ello basado en una realidad constituida
por los hechos y por la ideología compartida por la
mayoría: que la gestión económica y política se realiza
para el beneficio de toda la comunidad, para el bien
común. Así surge y se desarrolla un complejo social
nuevo.
¿Por qué hablar entonces de democracia? En primer
lugar, porque este nuevo complejo social en desarrollo
está existiendo en un mundo en el que el proceso de
universalización del capitalismo es cada día más fuerte,
a la vez que el reto y el desgajamiento efectivo de partes
del mundo capitalista por parte de las revoluciones de
libera

ción nacional y socialistas es también cada día más


fuerte. En otras palabras, que la polarización extrema
que el Manifiesto Comunista preveía como cercana, está
sucediendo ahora, más de un siglo después.
Esta polarización extrema, después de la Segunda
Guerra Mundial y hasta el día de hoy, está siendo
combatida por los capitalistas por medios que buscan la
ampliación y renovación del consenso acerca de su
dominación. Se promueve la difusión entre las amplias
masas urbanas del mundo capitalista de ideas relativas a
que la vida puede ser ordenada mediante la participación
de todos, de que la vida puede ser más plena, más
vivible, mediante la convivencia ordenada por la fuerza
del complejo constituido por la sociedad civil y su
articulación a un Estado benigno, que actúa dentro de
los anchos márgenes de la legalidad, del “Estado de
bienestar” y la garantía puesta a los pactos sociales
durante la posguerra, o del Estado más reciente,
“disminuido” en su entidad y funciones por los avances
de la iniciativa privada y de la sociedad civil. Estas ideas
son contrapuestas a la con- vic ción generalizada en los
países socialistas y en un número creciente de personas
en los países capitalistas, de que las condiciones
indispensables para obtener cambios con ducentes a
que la gran mayoría de la población de sus países tenga
cada vez más bienestar, más participa ción en la
dirección de los asuntos sociales y más pacificación de
la existencia, sólo se crean mediante los procesos de
transición socialistas.
A partir de la situación de los países capitalistas
desarrollados, se han formulado teorías y propuestas de
estrategias basadas en transiciones graduales a obtener
mediante reformas sucesivas; como las expuestas
primero, estas ideas también son propuestas como
modelo de cambios a numerosos países
subdesarrollados. En buena medida ellas son una nueva
edición del reformismo ya elaborado en la época previa a
la Primera Guerra Mundial, pero sus condicionantes
sociales son tan diferentes a las de aquel, que no se
debe subestimar la

importancia que tiene la creencia en que al fin existen en


la actualidad mejores condiciones, más fuerzas sociales
a favor, más desarrollo material, más civilización (por
usar un término impreciso como pocos), para lograr un
proceso de cambios profundos sin que sobrevenga un
cataclismo social. Por ese camino, busca legitimidad la
idea de que existe un peligro de cataclismo social que
debe ser conjurado, y a este se le opone la factibilidad
de la democratización progresiva y cada vez más
completa de la vida social.
Esta cuestión es extraordinariamente importante, porque
implica una renovación del mito de la democracia. En
sucesivas etapas anteriores la democracia -unida a la
idea de libertad- sirvió como cemento ideológico para el
desarrollo de la sociedad capitalista. Hoy ya está
planteada -a escala mundial y a escala de las
conciencias de las comunidades y los individuos- una
confrontación que puede ser decisiva entre la manera de
vivir basada en el lucro y el individualismo y la manera
de vivir basada en la cooperación y en la solidaridad. La
renovación del mito democrático por parte del
capitalismo pre-tende desnaturalizar e incluso negar
aquella confrontación, postulando que ha llegado la
época en que es posible para todos lograr nuevos
avances, dentro del capitalismo, a partir de reformas de
los modos de convivencia y de las formas de
organización sociales que dejan en pie todo lo que as
fundamental a su sistema de dominación.
Se amplía también el ámbito geográfico de la
democracia. La vieja ideología del colonialismo, con sus
corolarios chovinistas y racistas, fue válida para el
proceso de acumulación del capitalismo mundial, pero
deja de ser eficaz para la reorganización y el intento de
permanencia del imperialismo a escala mundial. El
neocolonialismo -y no el colonialismo ni el protectorado-
es la forma que corresponde realmente al desarrollo de
las potencialidades del modo de producción capitalista a
escala universal, y la expansión de la democracia bur-
guesa es uno de sus rasgos indispensables. Para
completar la comprensión de lo anterior es obligatorio sin
embargo recordar que a

todo esto hemos llegado a través de tremendas y


generalizadas luchas nacionales y de clases, y de la
existencia y desarrollo de un campo socialista. Él
desarrollo racionalizador y centralizador del capitalismo
mundial, más la lucha encarnizada que se libra en el
mundo contra su dominio, son el campo contradictorio en
que pretende desarrollarse la democracia neocolonial.
La pérdida relativa de la inconciencia del ideólogo no es
privativa de los revolucionarios marxistas leninistas. A lo
largo del siglo XX la utilización de técnicas y de métodos
cada vez mejores de conocimiento de la realidad se
pone también al servicio de la actividad de los poderes
burgueses, con el objetivo de llevar a la gran mayoría de
la población -a la opinión pública, que es como se le
llama en función de esa actividad- a consentir la
permanencia de lo que la dominación burguesa
considera esencial. Podemos advertir cómo se ha
incorporado a cientos de millones de personas en los
países del capitalismo neocolonial ai juego de los
consensos modernizados de una hegemonía más
parecida hoy a la que funciona en los países
desarrollados. La fuerza de esa ofensiva se potencia
mediante el uso creciente de novísimos medios técnicos
que actúan como vehículos repetidores, divulgadores e
incluso como “creadores de cultura”, con sus productos
incomparablemente más numerosos, diversos,
atractivos, inculturados; distribución y mercancías de
monopolio que gozan sin embargo de precios al alcance
del gran público. El resultado es que la incorporación de
la vida espiritual de millones de personas al modo
capitalista en un grado muy superior al que tiene su vida
material desempeña un papel creciente en la lucha
ideológica, cuestión cuya importancia es insoslayable
destacar.
Las ideas de democracia y libertad producidas por
aquella maquinaria no pueden ser, seríamos muy
ingenuos si lo creyéramos, simplemente “utilizables” por
los que luchan por liberar a los pueblas de la
dominación. Ellas portan el mito inherente a la realidad
ideológica de la que proceden, junto a proposiciones
indiscutiblemente su

periores de convivencia social, cierto es que formuladas


en abstracto. Su concreción es fiada a representaciones
políticas, organizativas e ideológicas inspiradas en las
que resultan funcionales en los países capitalistas
desarrollados.
Desde las posiciones capitalistas, la democracia es
renovada y ampliada como parte del proceso de
reproducción de su dominación en los niveles político e
ideológico de la formación social, reproducción mucho
más dinámica y eficaz que la del capital. Esa capacidad
de reforzar la dominación que va más allá de lo
“correspondiente” a la expansión del modo económico de
producción neocolonial, constituye una ventaja para las
burguesías. Pero envuelve también una contradicción
que se agudiza en la medida en que la expansión de la
actividad política va volviendo a amplias masas
desposeídas cada vez más capaces de plantearse
objetivos de democratización que no pueden ser
satisfechos por el sistema sin afectar a las bases mismas
de su dominación.
Este juego de ampliar la participación para ampliar el
consenso, de “democratización” de la hegemonía
burguesa, tan íntimamente ligado al peligro de que la
incorporación de más personas y más capacidades
humanas a la política se vuelva contra la propia
dominación burguesa, es por otra parte un viejo juego al
que el capitalismo está obligado, por su mismo modo de
ser. El reformismo es esencial para conjurar la
revolución, pero a riesgo de que del mismo medio que
aquel crea, y de su negación radical y eficaz, surja la
revolución. En qué condiciones y mediante qué conjunto
de acciones organizadas puede desencadenarse el
proceso de liberación en cada caso, cons-tituye un tema
fundamental para el conocimiento social latinoamericano,
un problema teórico y práctico en el que se relacionan
reforma, democracia y revolución.

IV. La transición socialista en Cuba


Se trata entonces de transición socialista, pero en medio
de una región en la que predomina el capitalismo y que
está viviendo luchas reales e intensos debates en torno a
la democracia.
La base de la comprensión posible del régimen cubano
debe partir del reconocimiento de la existencia y
despliegue en Cuba de un poder político de amplia base
popular, de una propiedad estatal sobre los medios
fundamentales de producción y de vida, de la creencia
generalizada en la población de que ese poder y esa
propiedad son de todos y conforman una unidad, de la
participación real de hombres, mujeres y niños, a escala
de la sociedad y de múltiples maneras, en la elaboración
de una nueva manera de vivir; esto es, partir del
reconocimiento de que existe un nuevo modo de
producción y repro-ducción de la vida social. Esta
realidad material e ideal que es la base de la
comprensión que el régimen y la sociedad cubana tienen
de sí mismos, es insoslayable para el que pretenda
conocerlos, cualesquiera que sean las disciplinas desde
las que nos estudie o las valoraciones que tenga de les
procesos sociales.
Por consecuencia, el modo de producción de transición
socialista existente en Cuba debe ser el eje central de la
indagación acerca de la pretensa democracia cubana.
Este modo de producción incluye la participación, que ha
revestido formas históricamente perceptibles y
diferenciadas a lo largo de veintiocho años, de la masa
de los trabajadores en el proceso mismo de la economía
y de sus fines, y también de la mayoría de la población
restante -constituida por sus familiares- organizada de
muy diversas maneras.
Los hechos mismos por los cuales se crearon las bases
de esa participación portan una originalidad que es
decisiva: victoria popular ar

mada sobre los defensores del sistema explotador;


conquista de la soberanía, la liberación nacional y la
social en un mismo proceso; expropiación forzada
generalizada y pérdida del respeto a la propiedad
privada, sus representantes y sus símbolos; sucesivas
luchas de clases que ampliaron el número de los
participantes, la profundidad de sus objetivos y sus
ideales y su autoeducación revolucionaria; creación,
fortalecimiento y desarrollo de una organización política
revolucionaria que asume el poder, organiza y dirige el
proceso y conduce la acción y la politización de los
participantes; legitimación sostenida del liderazgo de la
vanguardia revolucionaria. Es imposible exagerar la
importancia del origen revolucionario de las instituciones
de la transición socialista cubana. La ruptura deí orden
capitalista y su sustitución por el socialista no resultan de
la suma de pasos graduales que constituirían sus partes,
sino de la caída violenta de aquel orden, su fuerza y sus
valores, hecho monstruoso e inconcebible para el
sentido común y el pensamiento posibles bajo su
hegemonía. Y de la multiplicación de las capacidades
creativas y hu-manas que la acción revolucionaria
organizada misma genera en sus actores, que se van
volviendo capaces de crear y prefigurar una nueva
sociedad.
Las prácticas -distributivas, productivas, militares,
ejecutivas, de opinión, educativas, etc.- de la gran masa
constituyen su participación esencial en la economía y
en el modo de producción de transición socialista. A la
vez, cualesquiera que sean sus ocupaciones y niveles de
escolaridad, los cubanos tienen hoy amplias y
articuladas percepciones de la economía nacional,
inscritas en ideas generales acerca de sus vidas y
actitudes individuales, de la comunidad y del sentido y
los objetivos de nuestra sociedad. Esta no es poca
ganancia, porque forma parte de la preparación de la
población para llegar a dirigir directamente los procesos
sociales.
Ese camino es inverso al del capitalismo, donde la
participación es una y otra vez fragmentada en su
contenido, ante todo por la indivi

dualización absoluta de las actividades y el egoísmo que


motiva a la mayoría de ellas, por la ocultación progresiva
del sentido de los hechos sociales, por la enorme
cantidad de productos comerciales, materiales y
espirituales puestos al servicio de una adquisición
individual regida por el lucro, el valor mercantil, el
individualismo; por el predominio del enfrentamiento de
todos contra todos sobre las propias normas de
convivencia social que ese sistema postula. La
percepción del modo mismo de producción de la
economía del país que se da entre los cubanos es una
conspiración contra el individualismo y el egoísmo, como
en el terreno de la realidad material la propiedad estatal
y sus formas, más el poder estatal, niegan la ganancia,
la obtención de plusvalía, la propiedad privada
capitalista, y obstruyen la conversión de la apropiación
individual en fuente de reproducción del capitalismo.
La misma realidad del salario, capitalista en su origen e
historia, que persiste como la forma más extendida de
distribución del ingreso y por lo tanto de la posibilidad de
acceso a los consumos individuales, resulta parcialmente
negada en Cuba. El salario no mide la alimentación
básica ni la salud del trabajador y sus familiares; la
educación en todos sus niveles y especialidades de
niños y jóvenes; las posibilidades que tienen las
personas que por edad o accidente no pueden continuar
en el mundo del trabajo de seguir manteniendo sus
medios básicos de vida y los de sus dependientes
familiares, y su dignidad personal. Tampoco mide el
acceso a una amplia gama de instalaciones y actividades
deportivas, recreativas y culturales.
La esfera de la relación salarial ha sido por lo tanto
constreñida en su dominio material del asalariado, y no
precisamente porque se pueda salir de ella
individualmente, como un premio al tesón, al ahorro, al
estudio, a la adulación, al cargo, al delito victorioso o
afortunado, a la posición individual que se obtiene; ha
sido constreñida como un derecho social, de todos. Esa
realidad material tan vigorosa y tangible no sería
completa y comprensible, sin embargo, si no se tiene en

cuenta la convicción profunda que todo cubano tiene de


su derecho a la alimentación, el vestido, la salud, la
educación, la seguridad social, vacaciones, medicinas,
etc. Esta convicción tan fuerte que considera “natural”
tener garantizada su vida misma y la de su familia por la
sociedad es un avance enorme hacia aquella
pacificación de la existencia que poco a poco se ha ido
abriendo paso desde el terreno de la utopía hacia el de
ideal alcanzable por la sociedad. Lo ganado material e
idealmente en el modo en que la distribución de las
riquezas se realiza en Cuba significa una reducción
extraordinaria de la violencia social.
La reducción de los índices de delincuencia, la
eliminación de la mendicidad, y la reducción general del
nivel de agresión entre los individuos motivada por el
afán de lucro; la reducción de las formas de prostitución
y otras actividades no legales o comportamientos no
aceptables por la moral o la ley burguesas, pero que
debe asumir una parte de la población más humilde para
poder sobrevivir; esos logros ya han sido obtenidos en
Cuba. La ideología dominante en el capi-talismo
considera monstruosos aquellas actividades y
comportamientos, y exige a los individuos (abstractos) su
evitación y a la sociedad combinar la represión con
medidas que nunca atacan la raíz de esos problemas.
En Cuba se han eliminado en lo fundamental sus causas
sociales, y la masa entera de la población, incluidos los
niños, viven y crecen sabiéndolo.
Por otra parte, en el terreno del poder político se registra
una legitimación continuada de la dirección de la
vanguardia política que inició el proceso revolucionario.
Como el plazo histórico transcurrido es relativamente
breve -sólo treinta años- es un fenómeno posible desde
el punto de vista biológico. Pero sus raíces políticas son
desestimadas o mal conocidas cuando se examina esa
legitimación a la luz de los patrones de la democracia
abstracta.

Ante todo, en Cuba ya existía, con relativo desarrollo, la


democracia burguesa antes de la guerra de liberación. El
espacio no me permite abordar la historia, a pesar de
que la historia es una dimensión principal de la
comprensión de todo presente social. Pero si
mencionamos al menos que la lucha de partidos políticos
alcanzó un gran desarrollo en las últimas décadas del
régimen colonial, y estudiamos el carácter de nuestra
guerra de liberación de fines del siglo pasado,
llegaremos a convenir que el proceso histórico cubano
se desarrolló de tal modo que no es asombroso que la
pluralidad de partidos políticos no fuera una esperanza
sino una realidad desde más de dos décadas antes del
triunfo de la Revolución.3 Incluso la formación de
organizaciones corporativas tan amplias como los
grandes sindicatos ramales y sus federaciones
nacionales eran también una realidad en Cuba dos
décadas antes de 1959, quizás con una extensión de las
prácticas y organización sindicales respecto al total de
los asalariados, y una unidad, superiores a las existentes
en el resto de América Latina. Después de las grandes
luchas de la Revolución llamada del 30, las clases
dominantes tuvieron que reconocer la legalidad general
de los sindicatos y fijar cierto límite legal a sus relaciones
de explotación con los trabajadores.
3. La legalidad constitucional de los poderes
públicos fue un valor formal muy estimado desde los
inicios de la república. En los 56 años que ella duró se
celebraron trece elecciones generales presidenciales
para mandatos de cuatro años (excepto un caso). Seis
de ellas no fueron limpias, según los cánones
democráticos burgueses: tres para reelegirse el
Presidente (las que provocaron luchas arma das), dos
para facilitar la conversión de un mismo dictador militar
en presidente legalizado, y la última dos meses antes del
triunfo de la Revolución, intento fallido de pasarle el
Ejecutivo a un cómplice civil. Quince individuos fueron
efectivamente Presidentes: cinco fueron depuestos (sólo
uno de ellos elegido legalmente), uno fue depuesto
mediante el Congreso, dos renunciaron y siete
cumplieron sus mandatos. El poder legislativo funcionó
casi todo el tiempo, y siempre el judicial. Se celebraron
elecciones “parciales" quince veces, para alcaldes,
gobernadores y legisladores. Los partidos poli'ticos
existían realmente de manera permanente y a escala
nacional; sus primarias, asambleas, alianzas, debates,
mítines, luchas internas, actuaciones y declaraciones
eran noticia diaria de los numerosos medios masivos
existentes, y la propaganda política, de tecnificación
creciente, abarcaba el país y la vida diaria.

En esta segunda etapa de la república burguesa


neocolonial, que sucedió a la Revolución del 30, el
Estado aumentó su participación en el ordenamiento
económico y sobre todo se presentó como un factor de
equilibrio y tutelador, “distribuidor de justicia” entre los
trabajadores y empleados organizados y los propietarios
de los medios de producción. Sus poderes ejecutivo,
legislativo y judicial, y sus numerosas instituciones
formaban un entramado que funcionaba con regularidad
a escala nacional; la dictadura de Batista (10 de marzo
de 1952 al 1ro. de enero de 1959) trató de mantener la
continuidad de todas las características relacionadas, no
sólo para hacer olvidar su origen espúreo sino como
complemento a su acción represiva: la hegemonía sobre
la sociedad había sido ejercida en los años precedentes
de forma democrática burguesa. La reproducción
ideológica de ella, encomendada a múltiples agencias
que contaban con numerosos medios culturales y
técnicos para lograrlo, y reforzada por la progresiva
inundación ideológica norteamericana, era muy activa y
eficaz.
El aspecto de concesiones económicas de aquel
reformismo resultó demasiado mezquino para ampliar
sensiblemente su base por sí mismo. Y, como sucede
siempre, guardaba intangibles las bases mismas del
sistema. La magnificación que en su lugar se hizo de la
política al uso y de los mecanismos de conflicto y
avenencia controlados por el sistema sirvió mucho para
mediatizar o impedir rebeldías y protestas, confundir,
dividir a los explotados y oprimidos y desalentar las
esperanzas de cambios profundos. Pero en ese mismo
medio pu-dieron hacerse claras -en diferente medida,
enfoques y extensión- la esencia del sistemay la
necesidad de barrerlo por medios violentos, primero para
muy pequeños núcleos de vanguardia, después, y
mediante su convocatoria y acción organizada, para una
masa creciente que terminó abarcando al país. En muy
pocos años se produjo la identificación del sistema
vigente en la realidad cubana con la explotación más
inicua del trabajador, la miseria terrible de los pobres del

campo y la ciudad, la inseguridad general, las


discriminaciones, la falta de libertades públicas y de
autodeterminación nacional.
La guerra de liberación posibilitó, entre otras cosas, la
negación del régimen democrático burgués cubano y no
sólo de la dictadura. El pueblo se fue sumando a la lucha
contra la tiranía, negación palpable de la democracia que
debía ser “restablecida”; esta eficaz forma ideológica de
comprensión de los fines y de movilización no debe
confundimos, porque significaba actuar contra la tiranía y
a la vez contra la democracia politiquera burguesa que la
precedió: el pueblo se educó en la lucha contra todo
regreso a aquel pasado. Con la incorporación de la masa
de la población a la política y a la participación en la
lucha de clases durante los años inmediatos al 1ro. de
enero de 1959, ambas formas de la reproducción política
e ideológica del capitalismo, tiranía y democracia, la
extrema y la que aspira a ser considerada “natural”,
cayeron en bancarrota en un plazo muy breve.
Entonces se creó una nueva manera de hacer y de
entender la política. En el curso del magnífico y terrible
proceso de liberar al país de todas sus ataduras y
echarlo a andar en beneficio de la sociedad, hostigado,
atacado físicamente, acosado y calumniado sin cesar en
nombre de la democracia, la libertad, el anticomunismo,
la defensa de la propiedad privada y de los intereses de
los Estados Unidos, el pueblo cubano avanzó
extraordinariamente en su desarrollo social, comprendió
lo esencial de la dominación capitalista y la complejidad
de sus diversas manifestaciones y mecanismos, y los
abominó a todos por igual.
Es el ejercicio de comportamientos políticos de masas
que toman el camino de la liberación total, sus medios
más idóneos (incluido el armamento generalizado), la
participación y el apoyo más amplio en las decisiones
fundamentales (incluidas las consultas directas), la toma
física de las empresas de producción y servicios y un
grado de par

ticipación nunca antes visto o soñado en las relaciones


de producción y distribución y en la gestión de las
empresas, esos comportamientos y las representaciones
que con ellos nacieron y crecieron, son los creadores de
la legitimidad del poder político ejercido en las personas
de los dirigentes de la vanguardia revolucionaria.
Esta legitimidad mediante la acción y el consenso -y
repito, la acción y no solamente el consentimiento- es un
fenómeno muy mayorita- rio que persiste en la Cuba de
hoy, aunque las condiciones actuales son en buena
medida diferentes.
¿Por qué ha podido hacerse permanente hasta hoy la
legitimidad del poder revolucionario? Algunos arguyen
que el entusiasmo de los primeros años fue sustituido
por la maquinaria de propaganda y por la eficacia de la
policía política. Estos argumentos, típicos del
anticomunismo de décadas anteriores, carecen de
seriedad para un análisis: un país entero poblado por
tontos repetiría o se asustaría al unísono durante un
cuarto de siglo. Si permanecemos en el terreno del
conocimiento, podemos advertir, en primer lugar, que la
profunda redistribución de la riqueza social efectuada en
Cuba ha sido un factor primordial de profundización y
ampliación de la participación y el consenso desde los
primeros años de la Revolución. Ella liquidó el
desempleo, aseguró el ingreso decoroso a todos e
ingresos muy superiores a cientos de miles de personas,
extendió las formas fundamentales del consumo -y otros
muchos bienes y servicios hasta entonces considerados
como lujos- a la vida de la gran mayo ría de las familias,
fue creando un complejo impresionante de
aseguramientos para la actividad y vida de toda la
sociedad, a partir de una redistribución de la riqueza
social como nunca antes se había pensado, o siquiera
soñado, por las organizaciones y personas progresistas
de nuestro país.
Otro aspecto fundamental de la redistribución de las
riquezas es el de la redistribución de la autovaloración de
las personas, de la per

cepción de lo debido y lo posible para cada individuo, en


este caso Ja expectativa de gozar de la dignidad
humana. Ella se realizó no sólo en cuanto a los medios
materiales y sociales de vida sino también en cuanto a la
autosatisfaccion de pertenecer a la sociedad socialista y
de pertenecer a la sociedad cubana. Un orgullo de ser
cubano se extendió, y se relacionó con esa seguridad
material, con la liberación de otro dominio sobre las
personas por parte de los antiguos dueños y jefes, y del
imperialismo norteamericano. Es decir, se percibió como
una libertad.
Libertad, como se sabe, es una expresión a la que se
asignan múltiples significaciones. La Revolución Cubana
relacionó la libertad con la redistribución radical de la
riqueza social entre el conjunto de la población; con el
enfrentamiento político en gran escala, continuado,
profundo, creciente, organizado y conciente, contra los
enemigos de la Revolución; relacionó la libertad con el
armamento y la preparación de la población juvenil y
adulta, es decir, cientos de miles de personas armadas y
organizadas militarmente, lo que constituyó una agencia
extraordinaria de proletarización de la sociedad que la
economía no podía haber ofrecido nunca. Relacionó la
libertad con la pertenencia a numerosas organizaciones
sociales cohesionadas alrededor de los fines
revolucionarios, con métodos y objetivos muy específicos
cada una de ellas, cuyos cientos de miles de
organizaciones de base son efectivamente controlados y
vividos cotidiana- mente por la población. Todo ello ha
implicado sucesivas redistribuciones del poder político,
que es una parte de la riqueza social perfectamente
perceptible por el hombre moderno, y muchísimo más
por el hombre en revolución.
Se trata de la realidad de tener el poder en las manos y
entre las manos, que da el pertenecer a organizaciones
políticas y sociales y a formaciones militares voluntarías,
y enfrentar desde ellas la lucha política, pertenecer a
ellas como parte de la lucha política de un pueblo entero,
de una voluntad colectiva. Se produjo tal distribución del

poder político que al reconocer a la vanguardia el cubano


reconocía en ella también a su poder mismo, al poder de
sí mismo, pero de tal manera que negaba, en el mismo
acto, al modo de producción individualista de la vida
burguesa. El poder de uno mismo sólo tenía significado
en el poder social de la revolución socialista. “Fidel es un
seudónimo colectivo”, resumía en frase feliz un amigo
latinoamericano tratando de sintetizar este aspecto de la
sociedad cubana. Esa fuente de legitimación renovada
de la dirección revolucionaria per-siste todavía.
Se produjo una inmensa reeducación social de los
adultos, no exenta de dificultades tremendas. El
trabajador había estado sometido al egoísmo de su
trabajo frente al desempleado, de su calificación frente al
no calificado: al egoísmo de lo poco que le ha tocado, de
lo que ha logrado obtener. Estaba sujeto a la rutina de
los procesos productivos que no admiten modernización,
porque están basados en el régimen económico
neocolonial para el que los bajos costos de personas y
productos resultan demasiado importantes. Estaba
sujeto a un complejo espiritual de vida tremendamente
limitado, de una manera intencional, por el régimen
capita lista que imperó en Cuba, para que su tiempo libre
fuera ocupado de modos inofensivos al sistema y que
reforzaran su hegemonía. Así, el machismo, el racismo,
el alcoholismo, el juego, las relaciones brutales entre las
personas, la falta de intereses relacionados con las
artes. Todo el modo antihumano de reproducción de la
vida fuera del trabajo tuvo que ser re- cha zado, y en una
medida enorme derrotado, por una revolución que sin
embargo no registraba grandes progresos en el
crecimiento del producto económico en los primeros
doce o catorce años de su existencia.
¿Por qué fue esto posible? Las fuerzas productivas en el
capitalismo, decía Marx, son las fuerzas productivas del
capital. Si separamos las relaciones de producción de las
fuerzas productivas mismas no entenderemos ese
carácter de estas. Es el trastorno profundo de las

funciones de la actividad humana y los resultados del


proceso productivo al tomarlos a su cargo los individuos
de las clases explotadas, más los actos concientes de la
vanguardia organizada como poder político y estatal, y el
vuelco radical dado al conjunto de creencias e ideologías
que regían la reproducción espiritual del modo de
dominación -esos tres cambios decisivos- lo que integra
la práctica revolucionaria que permite representarse
idealmente, e incluso teóricamente, que todo pueda ser
de una manera diferente a como es en el capitalismo.
Las ideas teóricas sobre el socialismo cubano sólo
pudieron desarrollarse en el curso de la formación
efectiva del nuevo régimen; ellas ayudaron, pero no
determinaron los cambios en los hombres. Es vivir la
revolución lo que cambió y cambia a las gentes, y a las
maneras que ellos tienen de entender y valorar la so- cie
dad.
El proceso de transición socialista tiene que enfrentarse
a la persistencia de las relaciones mercantiles -y a su
dominancia en el plano internacional- y a la simultánea
insuficiencia de su capitalismo anterior para completar la
subsunción del trabajo al capital con el desarrollo
contradictorio que ella implica:4 doble y complejísimo
problema que presenta brutalmente la realidad a
nuestras revoluciones. La revolución se produce
mediante la violentación -monstruosa, si se quiere- del
conjunto de la vida social producida a partir de la acción
conciente que se vuelve masiva. Para continuar siendo
un proceso revolucionario de transición al socialismo y al
comunismo, tiene que avanzar una y otra vez en el
terreno de los cambios descritos arriba, violentando una
y otra vez las condiciones de reproducción de la
economía, la política y la ideología. El motor principal en
todo ese proceso lo constituye ahora la educación.
4. “La nueva sociedad en formación tiene que
competir muy duramente con e! pasado ... tam-bién por
el carácter mismo de este período de transición con
persistencia de las relaciones mercantiles. (...) En estos
países no se ha producido todavía una educación
completa para el trabajo social ...” (Ernesto Guevara: “El
socialismo y el hombre en Cuba” en Obras, Ed. Casa de
las Américas, La Habana, 1970).

Esa educación es, ante todo, el cambio de los seres


humanos mismos, de los que fueron explotados,
dominados, humillados, enfrentados entre sí, utilizados,
engañados, deformados, mediante la acción de ellos
mismos, a escala de la política organizada, de los
centros de trabajo, de las agencias, los actos y los
centros en que se vive la vida de la reproducción social,
la vida del no-trabajo, incluida la esfera individual-
familiar. No sin grandes dificultades, decíamos;
agreguemos que no sin grandes ausencias, deficiencias,
recurrencias en el modo anterior capitalista o clasista,
faltas que además medimos con relación a un ideal
cuyos plazos, fases posibles de realización y métodos,
no hemos precisado suficiente mente. (Quiero introducir
una preocupación principal. Tamos problemas a los que
apenas aludimos aquí resultan tan importantes que nos
revelan que las ciencias sociales y el pensamiento
latinoamericano están aprovechando en una ínfima
medida el inmenso laboratorio que es Cuba en América,
para el conocimiento de algo tan básico para los pueblos
como es el cambio liberador de las condiciones de la
vida social).
La redistribución de la riqueza social se sigue dando en
Cuba hasta hoy: si no fuera así no habría ya revolución.
Lo que cambia es el contenido de ella. Primero se
advierte la multiplicación, la masificación de vida y de
educación que va desde comer tres veces al día y utilizar
un conjunto creciente de objetos, bienes y servicios que
antes sólo utilizaba una minoría, y habituarse a ello,
hasta aprender a realizar una gran cantidad de nuevas
tareas y funciones, adquirir numerosas habilidades,
conocimientos y gustos, y la necesidad de acrecentarlos.
Después se constatan cambios cualitativos, algunos de
ellos decisivos, en la mayoría de las personas, otros que
afectan a partes de la activi dad y de la conciencia de
sectores más o menos numerosos de individuos, todos
ellos cambios en la dirección del ideal liberador del
comunismo. Y se van fijando con más facilidad en la
generación de los niños atributos para una existencia de
adultos que son muy superiores a lo que el estado
económico y social actual del país “debería”

(en una concepción mecánica) producir. Se va


redistribuyendo así la riqueza que vendrá, ampliando
prácticamente a la escala de toda la sociedad los actores
capaces que llegarán a portarla y que producirán las
necesarias sucesivas revoluciones de la sociedad en
transición.5
Se produce, es cierto, una incongruencia entre el estado
de la economía -a pesar de que el crecimiento del
producto en los últimos trece o quince años ha sido en
general muy superior al de la etapa de “todo para la
defensa”, retos mortales y cambios tremendos que los
precedió- y el desarrollo del proceso educativo, agónico
a veces, dificilísimo siempre, de la población adulta, y
muy fuerte y extraordinariamente multiplicado de la
población juvenil e infantil. Incon-gruencia entre
educación y economía que también es digna de estudio,
pero a la que no consideramos una señal de fracaso o
un problema insuperable, sino una contradicción lógica
dada la realidad del mundo que el capitalismo creó: la
contradicción entre la posibilidad de un despliegue
continuado de las creaciones humanas y sociales que ha
significado la gran producción basada en la coopera-ción
y el intercambio sociales, y la formidable negación de
esa posibilidad basada en la explotación capitalista del
trabajo, el lucro y el afán de lucro, la mercantilización
generalizada, el imperio de la ganancia, el individualismo
y el egoísmo, la dominación política e ideológica, el
colonialismo y el neocolonialismo, la represión
generalizada, tecnificada, interiorizada que el capitalismo
ha creado. Los efectos de esa contradicción tremenda se
advierten aún en los países liberados como el nuestro,
en la diferencia entre las posi-bilidades de desarrollo de
sus seres humanos y las posibilidades del desarrollo de
una economía mercantil abierta, de insuficiente pro
5. Una señal reciente de ese futuro que tendremos
ha sido el V Congreso de la Unión de Jóvenes
Comunistas (UJC), celebrado en abril de 1987. Allí los
delegados discutieron libre y profundamente sobre todo
las deficiencias de nuestro sistema, en absoluta
comunicación con Fidel.

ductividad, eficiencia y poder ante el mercado en que


debe realizar sus principales productos.
Es la existencia de un campo revolucionario en el
mundo, y con él la cuestión de la inevitable y creciente
dimensión internacional de las revoluciones
contemporáneas, lo que franquea la posibilidad de no ser
brutalmente estrangulado por el capitalismo mundial. Sin
internacionalismo no es posible plantearse seriamente
un proyecto verdadero de liberación nacional; sin
internacionalismo tampoco es posible considerarse parte
del campo revolucionario. La participación de la
dimensión intemacionalista en el sistema de transición
socialista no debe ser comprendida como “algo más” o
como parte de la actividad exterior del Estado, o como
“un deber”. El internacionalismo es la subversión
mediante la práctica revolucionaria de las
imposibilidades “materiales” que el desarrollo limitado de
las sociedades en revolución pone a tos proyectos
socialistas, para defenderse y para desarrollarse frente al
capitalismo mundial que es su enemigo. Yes a la vez la
práctica revolucionaria que permite al país que lo brinda
elevar su desarrollo socialista y humano a un grado y un
ritmo muy superiores a lo que permitiría una lucha
estrictamente nacional contra tos elementos de la
manera de producir y de vivir burguesa que persisten o
asedian al régimen de transición socialista. Sin olvidar la
importancia suma de este tema, no lo desarrollaremos
aquí, para continuar con el que resulta centra! en este
trabajo.
Educación, redistribución, participación, forman el
complejo entramado del cual va saliendo el crecimiento
del poder del pueblo y de su capacidad para
profundizarlo. Mientras, la continuidad del liderazgo
revolucionario enlaza, para la masa mayoritaria de la
nación, el origen y la historia del proceso que ha vivido
con los fines y el proyecto de sociedad a que aspira y los
rasgos fundamentales de la sociedad en que trabaja y
vive. Fidel Castro encarna esa continuidad en su triple
dimensión. Fuera de Cuba no es fácil para muchos
entender el contenido esencialmente de futuro de su
liderazgo, y es ló

gico; además de la diferencia decisiva de visión que da


un país en revolución, no pueden dejar de pensar en los
caudillos de las historias de América que han leído o
vivido. Sin hablar del carácter irreductiblemente diferente
de su función, el liderazgo de Fidel es objetivamente una
enorme fuerza de la Revolución Cubana: brinda
confianza en una gran suma de principios
revolucionarios que sirven de brújula, constituye un
ejemplo palpable a seguir, expresa la cohesión y la
unidad de todos los revolucionarios, proporciona una
clarificación y concientización constantes con rigor
aunado a nivel pedagógico, pone el dedo en 1a llaga de
las deficiencias de los hombres y el sistema una y otra
vez, contraponiéndoles su inmensa autoridad moral.6
El Partido Comunista es la organización más poderosa
del sistema cubano. Este poder reside ante todo en su
enorme autoridad moral. Basado en la ejemplaridad
previamente reconocida por el medio inmediato en que
actúa cada individuo, y en la selectividad, el Partido ha
ido creciendo lentamente hasta pasar hoy de medio
millón de miembros, y construido su lugar en la sociedad,
sus métodos y fines en el mismo largo, difícil y creador
proceso de la Revolución. Sus organizaciones de base
existen en todas las colectividades del país, con
estructura y funciones muy definidas. Su influen cia, su
prestigio, las funciones efectivas de sus niveles inter
medios, obran además como factores de equilibrio de
poderes ante el de las instituciones estatales: un balance
político y participativo para cientos de miles, que se
suma desde una dimensión decisiva a los equilibrios
legales y de controles que tiene el sistema.'
6. No es este un criterio completo sobre Fidel
Castro, que no es el caso exponer aquí, sino de loque
estimamos atinente al tema que tratamos. Es necesario
agregar al menos que nadie como él ha desarrollado en
América los temas de la transición socialista. Sus
exposiciones de casi tres décadas sobre este asunto,
repartidas en innumerables discursos, entrevistas, etc.,
merecen más consideración en el terreno de los estudios
y la teoría social, aunque no tengan la organización
tradicional en libros que ha solido exhibir la teoría.
7.1 a gran diversidad de los sistemas de referencias a
que nos referíamos al inicio se ejemplifica muy bien con
el problema del partido único. Que sólo tengamos uno,
motiva interrogan-

El Estado, con su red de instituciones indispensables


dada la gran cantidad de tareas que le corresponden, las
organizaciones realmente de masas que con
características y funciones muy diferenciadas
constituyen múltiples instancias organizadas de
participación para la población,8 los medios de
reproducción social de nuestras ideas, y los modos como
ellas mismas son vividas por el pueblo, y las interre-
laciones de todos los elementos referidos, integran el
conjunto del sistema revolucionario de transición
socialista cubano.
V. El proceso de rectificación
Desde hace poco más de un año Fidel viene
reclamando, exponiendo y defendiendo la necesidad de
un procesode rectificación de errores y tendencias
negativas desarrolladas en los últimos años en nuestro
país, tanto en la economía como en el trabajo político e
ideo-
tes y preocupaciones bien intencionadas a numerosos
extranjeros; sin embargo, nunca ha estado presente este
problema en los innumerables análisis y expresiones
críticas de nuestras deficiencias realizados por nosotros
mismos.
8. La UJC, organización política selectiva de la
vanguardia de los jóvenes, con más de 600 000
miembros y tareas importantísimas en la formación de
niños y jóvenes. El movimiento sindical, con tres millones
de miembros (casi la totalidad de los trabajadores), que
trasciende totalmente en sus actividades a las de los
sindicatos del mundo capitalista. Las Milicias de Tropas
Territoriales, con millón y medio de hombres y mujeres
organizados, armados y entrenados, articulados con las
Fuerzas Armadas y sus reservas a partir de la doctrina
de guerra de todo el pueblo, constituyen una formidable
organización de masas. Los Comités de Defensa de la
Revolución, con 6,5 millones de miembros, la más
amplia organización de masas, que cumple numerosas
tareas sociales y existe efectivamente en todas las
cuadras. Las circunscrip-ciones de base del Poder
Popular, y sus órganos locales. La Asociación Nacional
de Agricultores Pequeños, que impulsa la
cooperativización voluntaria del sector y agrupa a todos
106 campesinos. La Federación de Mujeres Cubanas,
con más de tres millones de miembros y tareas diversas,
que impulsa la participación femenina en favor de su
completa liberación. Las organizaciones estudiantiles, de
gran tradición, que agrupan a medio millón de
estudiantes. La organización de pioneros “José Martí”
con 1 700 000 escolares de primaria y secundaria,
importante agencia de socialización revolucionaria.
lógico. En docenas de discursos e intervenciones en
asambleas de las más diversas organizaciones,9 Fidel
ha estado profundizando en las raíces de esta situación
a la vez que divulgándola para facilitar su comprensión y
superación, requiriendo que todos y cada uno
-instituciones, organismos e individuos- hagan suya esta
batalla y participen en ella, apelando a la vergüenza
revolucionaria y a los valores socialistas y comunistas,
instigando a todos a actuar en defensa del desarrollo
socialista de todos los aspectos de nuestra formación
social y del proyecto comunista de nuestra Revolución.
Esta franca y abierta campaña -ante amigos y enemigos,
como es tradicional en la Revolución Cubana- no
pretende, dadas sus características, llegar a soluciones
rápidas y providenciales que añaden el riesgo de resultar
engañosas o efímeras. No intentaremos, por tanto,
juicios apresurados acerca de su curso y su futuro. Más
bien comentaremos los fundamentos del problema y de
la estrategia y los métodos con que la Revolución lo
enfrenta, tomando como punto de partida lo que hemos
planteado hasta aquí.
La raíz última que explica que pueda llegarse a
situaciones como las denunciadas por Fidel está en las
dos insuficiencias fundamentales a que se enfrenta la
transición socialista, tratadas arriba: persistencia
9. En 1986 las principales fueron: XXV Aniversario
de la Victoria de Playa Girón (19-4); en hospital
“Salvador Allende” (2-5); II Encuentro Nacional de
Cooperativas Agropecuarias (18- 5); XXV Aniversario del
Ministerio del Interior (6-6); Reunión de análisis de la
gestión de las empresas habaneras (26-6); Pleno
preparatorio del Congreso de la Unión de Periodistas, X
Período de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder
Popular (3-7); II Pleno del Comité Central del PCC
(17/19-7); Aniversario del 26 de Julio; en el III Congreso
de los CDR (26/28- 9); Sesión diferida del III Congreso
del PCC (2-12); en Bayamo (19-12); en la Asamblea
Nacional (26 y 27-12). En 1987: reunión del Comité
Provincial del PCC en Ciudad Habana (7-1); III Congreso
de la FEU (10-1); 53° Pleno de la CTC (14-1); Reunión
Anual de directores de empresas del MINBAS (1-2); V
Congreso de la UJC (2/5-4); VII Congreso de la ANAP
(17- 5); Plenos Extraordinarios del PCC en los
Municipios Ciuanabacoa y Diez de Octubre (fines de
mayo).

de las relaciones mercantiles a escala nacional, aunque


estén subordinadas al poder revolucionario, y a escala
internacional mediante la existencia y la fuerza del
capitalismo mundial y las relaciones que se tienen con él,
por una parte; por otra, y complementariamente,
insuficiente desarrollo de las capacidades productivas y
demás capacidades de los individuos y de las empresas,
hijos de las grandes revoluciones técnicas y de la
división del trabajo social que en el capitalismo
metropolitano, imperialista, se ponen al servicio de la
burguesía, pero que han sido negadas, limitadas,
sometidas en su implantación parcial a razones de ser
externas, en los países sometidos a la explotación y la
dominación colonial y neocolonial.
¿Cómo se concretan esos enemigos de la transición
socialista en las sucesivas etapas por las que atraviesa
un proceso dado? En el prolongadísimo debate
producido dentro del campo revolucionario en torno a las
cuestiones fundamentales de la transición socialista y la
lucha por el comunismo, la exigencia de concretar el
análisis a las situaciones determinadas de cada país ha
debido siempre marchar pareja a la observancia de
cierto número de principios que separan a la revolución
de liberación, comunista, de las diferentes variantes del
reformismo. En nuestro caso fue la experiencia práctica,
repetimos, la que paso a punto, desarrolló, modificó e
incluso creó las ideas teóricas, más de una vez en el
curso de estas tres décadas, y es forzoso que siga
sucediendo así.
El problema de los límites de la voluntad y acción
organizadas respecto a su condicionamiento “objetivo”,
que estaría preso de la doble insuficiencia referida, tiene
base en realidades duras.
El funcionamiento del capitalismo se hace uno con la
actuación individual y social mediante “leyes ciegas”,
esto es, mecanismos sociales que articulan “el reino de
la economía” con las demás esferas de la vida en una
totali dad que reproduce permanentemente el modo de
producción y de vivir capitalista. La voluntad y acción
organiza

da socialista durante la transición tiene que abrirse paso


mediante una combinación de elementos (y
mecanismos, aunque ya no con todas las características
que tenían en el capitalismo) del modo capitalista y un
nuevo modo de predominio de la voluntad conciente y
organizada sobre el “reino mismo de la econo mía” y las
demás esferas de la vida. Y este nuevo modo (¡el
socialista!) tiene que tender a dominar la socie dad,
sobre los elementos y mecanismos de capitalismo, en un
proceso visible y hasta previsible, al menos en los pasos
más o menos cercanos, y en la visión del futuro.10
Sólo el que está inmerso de por vida en la pugna
angustiosa por sacar adelante la revolución socialista y
participar a la vez en el movimiento revolucionario
mundial puede darse cuenta totalmente de la
complejidad práctica a que se enfrentan las opciones a
tomar, y los riesgos que comporta cada una de ellas. En
las políticas económicas posibles, y en el grado en que
ellas sean instrumentos gobernables de la acción
concien te y comunista de la transición socialista (y no
políticas económicas de mecanismos que arrastren tras
sí a la política y a la ideología) es inevitable chocar con
el problema de su viabilidad como instrumento para
garantizar la sobrevivencia, la reproducción y la
ampliación de la economía socialista. En la práctica se
presentan como opciones que suelen exigir decisiones
rápidas, y quedan en el aire las preguntas: ¿qué tipo de
transición favorece?, ¿qué logramos, y qué rasgos
negativos para los pasos futuros tiene su resultante?,
¿cuánta audacia, cuánto azar, cuánto no previsible
contiene?, ¿qué posponemos, cuánto nos costarán las
posposiciones?
10. Este tema, que quema en las páginas de los
últimos años de Lenin, está entre lo más valioso de sus
aportes a! pensamiento mundial. Su desarrollo en la
revolución cubana se puede encontrar sobre todo en la
obra, casi toda en discursos, de Fidel Castro. Ernesto
Che Guevara le dedicó artículos e intervenciones que
con su actividad práctica forman un conjunto
insoslayable para el estudio del tema (Cfr. “Sobre el
sistema presupuestario de financiamien- to”, “La
planificación socialista, su significado”, etc.).

En el curso del extraordinario proceso de liberación y de


avances socialistas que hemos tratado de exponer se
desataron y se orga niza- ron sucesivamente fuerzas
cada vez mayores a favor de los cambios
revolucionarios. El contenido de ese proceso forma la
historia de la Revolución. Fueron esas fuerzas desatadas
y sucesivamente organizadas las que salvaron la vida
misma de la Revolución frente a sus enemigos, y las que
realizaron las tareas increíbles, imposibles para el
sentido común, que pusieron a los individuos, al pueblo y
al país en un nuevo medio social radicalmente diferente
al del capitalismo neocolonial. “Crear riquezas con la
conciencia, no conciencia con la riqueza”, “convertir a la
sociedad en una gigantesca escuela”, “el poder del
pueblo, ese sí es poder”, “a comer parejo”, “democracia
es esta”, “pensar con cabeza propia” “ser como el Che”,
“no queremos construir el paraíso en las faldas de un
volcán”, “el deber del revolucionario es hacer la
revolución”, son expresiones concretas de una época de
cambio radical.
Los errores de extremismo, o de idealismo -como les ha
llamado Fi- del- cometidos en esta primera etapa de la
revolución en el poder fueron muy criticados en los años
que siguieron. La estructuración de la política económica
implantada después, y la institucionaliza- ción estatal
coetánea con ella, fueron dando paso, sin embargo, a la
ilusión de que los mecanismos implantados por el
sistema de dirección y planificación económica, unidos al
funcionamiento supuesto al Estado y sus órganos,
producirían casi espontáneamente el socia-lismo.
El socialismo y el comunismo no surgen
espontáneamente. Por el contrario, serán el fruto de la
tenacidad, la abnegación, la ampliación y la
profundización continuada de la acción conciente y
organizada de la vanguardia y de las masas. Un conjunto
de medidas de corrección del rumbo iniciadas a fines de
1984 pretende rectificar los errores y sobre todo las
tendencias negativas para el desarrollo

del socialismo que florecieron en esta segunda etapa: la


apelación desmedida al interés material individual, la
multiplicación de la burocracia y del espíritu burocrático,
el predominio de puntos de vista tecnocráticos, y a la vez
la dilapidación de recursos, la inflación de las plantillas,
los pagos indebidos por el trabajo, la corrupción, la
utilización de las atribuciones personales para obtener
privilegios y ventajas materiales irritantes, las formas
más diversas de burlar la propia ordenación económica y
legal por parte de empresas y organismos, el descontrol,
entre otros. Consecuencias muy negativas de esas
tendencias han sido el gran prestigio atribuido en el
terreno ideológico y organizativo al poder de los
mecanismos monetario- mercantiles para resolver las
cuestiones más importantes, unido en forma
aparentemente extraña a la ineficiencia, al seguidismo
acríti- co de otras experiencias y la falta de inventiva, al
silenciamiento de todo problema y de las críticas de los
revolucionarios, a la autosuficiencia y el
encumbramiento.
Estos híbridos hijos del mercantilismo subdesarrollado
no combatieron, sino que reforzaron o incluso
auspiciaron tendencias que la Revolución ha luchado
siempre por erradicar: el parasitismo, el chanchullo, el
vivir de hacer transacciones a costa de la sociedad, el
ausentismo, la inacción ante lo que no está normado
expresamente que uno debe hacer y ante todo problema
que no se haya ordenado previamente que uno debe
resol ver, dos frutos dilectos del burocratismo, la falta o la
no expresión de criterios, la cobardía política, el
acomodamiento, el amiguismo, entre otros. Muy fuertes
riesgos se corrían si a ello se va uniendo el conformismo,
el confusionismo o la desilusión de aquellos que están
en condiciones de combatir esas tendencias en un país
que tiene un poder revolucionario.
A partir del discurso del 19 de abril de 1986, sin
embargo, Fidel inicia y encabeza un proceso que es una
superación cualitativa de las críticas y medidas tomadas
en los dieciséis meses anteriores. Se trata de una
apelación a las fuerzas fundamentales con que cuenta el

socialismo cubano, y de una campaña destinada a


movilizar y potenciar esas fuerzas, clarificándolas,
tocando sus resortes más valiosos y confiando en sus
acciones organizadas, como método para obtener
iniciativas eficaces, esfuerzos suficientes y resultados de
valor permanente en la creación de la nueva sociedad.
Esas fuerzas son, naturalmente, las del pueblo
organizado y los valores que le corresponden, creadas
por la revolución. No hay un átomo de figura de retórica
en esa afirmación. Todo lo que hemos expuesto hasta
aquí nos reafirma que, si entendemos qué cosa es
realmente el capitalismo, su especificidad, su fuerza y
sus manifestaciones, si entendemos qué cambios tan
formidables y difíciles in-cluso de pensar en las gentes y
las sociedades implica la transición al socialismo y al
comunismo, entonces está claro que sólo la acción
conciente más decidida, enérgica y organizada, que
afecte a todos los niveles y esferas de la vida social
continuadamente, que encuentre fuerza y cohesión en
valores nuevos que sean vivibles e inspiradores de los
sacrificios necesarios, podrá conducir a la victoria. No se
trata entonces de optar “por la conciencia”, como una
opción caprichosa o que podría no ser la opción
escogida frente a otra mejor: se trata de que esa acción
conciente que describimos arriba es la única opción
posible para alcanzar el socialismo en núes tras
condiciones y en el mundo en que vivimos.
Es de la mayor importancia recordar que aquella acción
conciente nó está sujeta a las mismas condiciones
precarias de hace dos décadas; obran a su favor los
logros en la producción y la productividad,
11. I scojo dos entre tantas exposiciones de Fidel
sobre esta cuestión central: “En el capitalismo funcionan
las leyes ciegas, la ley del hambre, la ley de la
supervivencia que obliga al hombre a hacer enormes
esfuerzos en cualquier sentido. En el socialismo el factor
fundamental es la conciencia de los hombres y mujeres
del pueblo” (en Bayamo, 19-12-1986); “¡Es la Revolución
ia que vino a crear aquí una escala de valores grandes,
de todo tipo! Y el único cemento que nosotros tenemos
son esos valores, lo único que nos da unidad, nos da
disciplina, nos da motiva ciones aquí, al lado de Estados
Unidos” (en la Asamblea Nacional, 3-7-1986).

la introducción de tecnología y técnicas, el desarrollo de


infraestructuras, el auge extraordinario de la educación
general, técnica y política a nivel masivo, las
experiencias prácticas también masivas de
internacionalismo, la experiencia de aciertos y errores en
la economía y en la esfera estatal de gestión económica
y de administración general, la creación y despliegue de
poderes populares locales, la constitución efectiva y
desarrollo de las organizaciones de masas y la
conversión de la vanguardia política en un partido
grande, muy organizado, experimentado y con una
inmensa fuerza moral y prestigio ante todos. Estos frutos
del proceso revolucionario, además de evidenciar que
innumerables aspectos de nuestra sociedad ya no son
como antes ni lo serán nunca más, se constituyen en
condiciones de la viabilidad del proyecto actual de
rectificar errores, y de crear métodos y soluciones
nuevas que ayuden a profundizar nuestra vía socialista.
En un sentido diferente, el reconocimiento de que se
trata de una lucha larga, que puede durar años, tiene por
lo menos dos implicaciones que quiero destacar. Una es
la constatación de que hay que enfrentar un conjunto de
problemas que han alcanzado un relativo enraizamiento,
facilitado por las razones fundamentales a que aludimos
arriba. La otra, a mi juicio mucho más importante, es la
comprensión de que sólo utilizando los instrumentos
fundamentales del poder popular socialista podrán
vencerse de una manera eficaz las lógicas resistencias
de las deformaciones ideológicas y los intereses
creados. Esto es, sin apelar a violencias, medidas
burocráticas, apresuramientos y extremismos que
comprometen el éxito, la fuerza moral y la permanencia
de las rectificaciones en una sociedad revolucionaria, y a
la vez convirtiendo el proceso en una multiplicación de
las convicciones, de la eficiencia de los órganos
económicos, políticos e ideológicos de la sociedad, y de
la confianza de todos en el socialismo y en el proyecto
comunista.

El trabajo político y revolucionario emerge entonces


como lo fundamental, y el ser humano es el centro. Al ser
así la conciencia resulta primordial. A la acción
organizada y conciente se subordinan incluso los
mecanismos procedentes del capitalismo que nos vemos
obligados a utilizar en la transición socialista. “De otra
forma sería imposible construir el socialismo”, enfatiza
Fidel.
No quiere esto decir que las cuestiones económicas
deban relegarse; todo lo contrario, es la comprensión de
que sólo la organización, las motivaciones y la
responsabilidad generadas por el trabajo revolucionario
pueden propiciar la eficiencia empresarial y de la
economía en general en las condiciones del socialismo,
y a la vez impedir que entren en conflicto los intereses de
una empresa con los superiores de la sociedad. Ni se
trata tampoco de contraponer conciencia a política
económica, sino de comprender que en la transición
socialista ya la economía política y la política económica
no son más un asunto meramente económico. Esa idea
aparentemente sencilla confronta grandes dificultades
para prevalecer, porque es totalmente opuesta a la
cultura burguesa, que creó para el mundo de los cultos,
los especialistas y la ideología, una separación nítida
entre economía y política.
El proceso de rectificación significa también, en este
campo, que cualquiera que sea la política económica
aplicada, ella debe ser un instrumento de la lucha por el
socialismo y el comunismo. Un fin tan alto la convierte en
interés de todos, exige la participación de todos, requiere
que sea tarea de todos, y que sus resultados, los juicios
y las valoraciones que sobre ella se tengan sean de
todos.
La más amplia participación popular es requerida, pero
ella no se logra solamente con exhortaciones. Aunque se
ha avanzado mucho desde los tiempos en que la
comunicación más directa entre las ma

sas y Fidel y demás líderes, por un lado, y las decisiones


y actuaciones individuales más comprometidas y
trascendentes, por otro, suplían la insuficiencia de
estructuras intermedias, es evidente que las necesidades
de hoy no son satisfechas por los canales y medios
existentes. Estos son, sin embargo, numerosísimos, lo
que facilita la lucha por hacerlos eficaces o sustituir
algunos por otros más adecuados.
El papel del Partido, por las características que tiene,
resulta de suma importancia en el proceso de
incorporación, de clarificación, de convencimiento y de
actuación de la masa de la nación, y también por las
tareas que puede cumplir como partido mismo a la
vanguardia de la rectificación, no administrando o
sustituyendo al necesario aparato estatal y de empresas
e instituciones, pero sí dando el ejemplo, formando,
orientando, dirigiendo la superación de las tendencias
negativas y la lucha por la eficiencia, el desarrollo y el
socialismo.12
Los debates y la profundidad de temas del V Congreso
han demostrado que la Juventud Comunista encarna un
relevo generacional que será probablemente decisivo
cuando este proceso.esté más avanzado.
Un enorme número de reuniones de discusión con muy
amplia participación de las bases y sus representantes
se ha venido celebrando
12. “...el Partido sabe lo que quiere y está
pretendiendo cómo hacerlo, y está em pleando, además,
un nuevo estilo de trabajo ... se ha vertido hacia los
problemas del país en un grado mayor que lo haya
hecho nunca, y hoy se ocupa de muchos problemas de
los cuales no se ocupó durante años. Hoy el partido está
en el centro y a la vanguardia de esta batalla por la
rectificación de errores, en esta lucha contra las
tendencias negati vas” (Fidel, III Congreso del PCC, 2-
12-1986).
“Nosotros no podemos incurrir en la ilusión o en el error,
en ningún momento, de que el socialismo y el
comunismo se pueden construir sin el Partido, sin el
trabajo abnegado del Partido y de la Juventud, sin el
trabajo revolucionario, sin el trabajo político..(Fidel, V
Congreso de la UJC, 5-4-1987).
en las instancias de base, municipales, provinciales y
nacionales: de las empresas económicas de producción
y servicios, de las cooperativas agropecuarias, de las
diversas organizaciones de masas, la Juventud y el
Partido. Allí se han discutido en detalle los problemas,
con el beneficio de la concreción, y profundizado en sus
causas, denunciado situaciones y propuesto numerosas
iniciativas.
Los medios masivos de comunicación tratan de llevar a
todo el pueblo las informaciones sobre las reuniones,
opiniones, denuncias, críticas, y las intervenciones
orientadoras de Fidel. Ellos reflejan un impresionante
aumento de la información, la franqueza, la crítica y la
autocrítica, la convicción y la profundidad en los análisis.
La actividad y la divulgación unidas producen un fuerte
impacto ideológico que pone en cuestión situaciones y
devela deficiencias allí donde reinaba una tranquila
complacencia, con los consiguientes beneficios para la
Revolución.
En mayor o menor medida, todos los órdenes de la vida
cubana van siendo afectados por este proceso. Y en la
incorporación y profundización de la participación
popular a los niveles mayores están implicados a la vez
los procesos de educación y de redistribución de la
riqueza social que explicamos antes. Cambios
cualitativos en la educación que deben hacer más
capaces a los cubanos de dominar las revoluciones
científicas y técnicas de nuestro tiempo y de dominar el
proceso social de transición socialista: redistribución de
la rique-za que siga disminuyendo las desigualdades
sociales y que incluya mayor distribución del poder
político y de las ideas y motivaciones más nobles y
humanas, las comunistas.
Una verdadera revolución dentro de la revolución es lo
que significa el proceso llamado de rectificación. El
expresa el nivel tan alto de desarrollo al que la revolución
socialista de liberación nacional ha llevado a Cuba, en lo
material, político y espiritual. No hay nada en este
proceso comparable o parecido a la democratización del
capi

talismo que en numerosos países de América Latina


actual se enfrenta, ambigua o angustiosamente, a la
terrible crisis coyuntural y la aún más terrible conjunción
de estructuras de explotación, dominación,
marginalización, subdesarrollo y represión del
capitalismo y el imperialismo que atenazan férreamente
los intentos de realizar reformas. Esa constatación, en
vez de envanecemos tontamente, nos recuerda aún más
que que “somos una especie de venganza moral para los
oprimidos en este mundo”13 y que tenemos el deber de
contribuir también ante el movimiento revolucionario
internacional no sólo manteniendo el poder socialista y
sus logros, sino profundizando en los métodos y los
objetivos de liberación que puede y debe plantearse una
sociedad latinoamericana y del llamado Tercer Mundo.
¿Renunciará la humanidad al objetivo del comunismo,
ante las realidades de determinadas limitaciones
materiales, ante las realidades de determinadas
características del hombre?, preguntaba Fidel en el
último Congreso de los jóvenes comunistas. Los
argumentos suyos, nuestros, para denegar esa renuncia
son testimonio de que las ideas revolucionarias del
marxismo-leninismo tienen ya suelo real e
interpretaciones propias en América, de que ya es
posible que los sueños de hoy, como reclamó José Martí,
sean la ley de mañana, y que la utopía y la esperanza se
articulen sin temor con organizaciones, proyectos, luchas
y realidades. Se hace más fácil entonces entender que
en una reunión de trabajo de un congreso de una
organización social un dirigente revolucionario exprese:
... creo que de esta eterna insatisfacción es de donde
nacen las revoluciones y de esta eterna insatisfacción es
de lo que nace el progreso humano y de estq eterna
insatisfacción con lo que hemos hecho, la eterna
insatisfacción con nuestro socialismo, es lo que al fin y al
cabo algún día nos conducirá al comunismo.14
13. Fidel Castro: Discurso, 5-4-1987.
14. Fidel Castro, en una sesión del III Congreso de
¡os CDR.

El tema del socialismo tiene hoy una importancia


extraordinaria para los cubanos, cuando la Revolución
cumple treinta años de su triunfo dando muestras de
gran vitalidad e iniciativas, pero también enfrentada a
dificultades notables. La cubana es una gran revolución
en un pequeño país latinoamericano, un proyecto de
solidaridad humana ilimitado en un mundo que está lejos
todavía de aquella meta.
El proceso de rectificación de errores y tendencias
negativas, la profun- d'zación de la transición socialista,
son asuntos principales de la realidad y por tanto deben
serlo para la investigación y la reflexión: los dos ensayos
que forman este libro intentan contribuir al estudio de
esos temas. El autor examina las características y
limitaciones básicas de la construcción socialista desde
el subdesarrollo, analiza las transformaciones
revolucionarias de la sociedad cubana y las instituciones,
relaciones e ideología emergentes de ellas, identifica las
fuerzas principales con que se cuenta para avanzar y las
acciones en curso actualmente, en relación con los
problemas que enfrentan y con el proyecto revolucionario
cubano.
Femando Martínez Hcredia ha sido profesor universitario
de Filosofía y director de la revista cubana Pensamiento
Crítico. Agregado de Cultura y Prensa de Cuba en
Nicaragua (1979-84), es actualmente investigador del
Centro de Estudios sobre América. Durante más de dos
décadas ha realizado o participado en investigaciones y
estudios de la realidad actual y la historia cubana. Ha
publicado numerosos trabajos de esos y otros temas.
*

Vous aimerez peut-être aussi