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Cuando pones en marcha una startup no sabes quiénes serán tus consumidores
o cuáles serán tus productos. La previsión o planificación se basa en un entorno
estable y estático y a largo plazo, y tu startup no se caracteriza por ninguna de
las dos cosas.
Debes saber lo que los consumidores quieren, no lo que ellos dicen que quieren o lo
que tu crees que deberían querer.
La pregunta no es: ¿puede crearse este producto?, ya que actualmente con las
tecnologías existentes se puede crear casi todo. Las preguntas más acertadas
serían: ¿debería crearse este prodcuto?, ¿podemos crear un modelo de negocio
sostenible partiendo de este conjunto de productos y servicios?.
Particularmente me gusta plantear estas cuatro cuestiones a los promotores de
cualquier empresa o startup:
Una vez tengas clara la visión de tu startup desglósala en dos hipótesis (que
tendrás que experimentar): la de valor y la de crecimiento. La de valor va
encaminada a probar si tu producto o servicio proporciona valor a tus clientes
cuando lo usan. La hipótesis de crecimiento tiene que probar cómo tus nuevos
clientes descubren vuestros productos o servicios. En todo caso, hay que saber
cuáles de ellas son asunciones (y probarlas) y cuáles son hechos que podemos
dar por validados.