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Una vez más, ante la propuesta de desepenalización del aborto en Argentina, surgen los
defensores democráticos de la vida, pretendiendo hacer sentir el peso de su “número” para
que así los legisladores escuchen su reclamo a la hora de debatir la aprobación del infanticidio.
Mientras se siga creyendo que es más importante el “dialogo”, por encima de la verdad
(como lo hace descaradamente el obispo de Roma, Bergoglio), el debate por sobre el rechazo y
la resistencia lisa y llana de lo perverso y satánico como lo es el aborto, mientras se siga
pensando que solo es cuestión de “castigar a los políticos con el voto” cuando incumplan sus
deberes (cosa que naturalmente hacen siempre mientras se enriquecen a costa del pueblo
sufragante); no vamos a dudar en abandonar nuestra fe cuando el gobierno nos los exija
legalmente, cosa que no está lejos de suceder nuevamente y de hecho sucedió no hace mucho
tiempo. Padecido por los católicos mejicanos en la década del 20' del siglo pasado, éstos no
pensaron en juntar firmas o realizar campañas mediáticas para sumar “opiniones”, sino que
primero actuaron con boicots más efectivos que la simple búsqueda de una opinión
mayoritaria llegando hasta a la desobediencia civil; y posteriormente, ante el agravamiento de
las restricciones a la práctica de la fe Católica, Apostólica y Romana, así como el asesinato de
fieles y clérigos, estos verdaderos guerreros de Cristo Rey actuaron con la violencia necesaria,
organizándose y armándose para repeler la guerra satánica del gobierno masónico de Plutarco
Elías Calles contra nuestra fe; y a diferencia de la época de las Cruzadas, donde las mismas
eran apoyadas y hasta financiadas por la Iglesia con el Papa a la cabeza; en dicha oportunidad,
al igual que ahora, siguiendo las posturas democráticas que venían haciendo estragos en la
Iglesia, Pio XI los instaba a tener una postura “conciliadora” con los demonios judeomasónicos,
que terminó en la orden a los Cristeros por parte del Pontífice de deponer las armas, directiva
que implicó el exterminio de los mismos así como la imposición de leyes anticatólicas que
perduran hasta el presente, como la entronización de gobiernos masónicos ininterrumpidos
hasta nuestros días.
Nuestra fe se extingue. Sabemos por promesa divina que las puertas del Infierno no
prevalecerán, pero también nos advierten las Sagradas Escrituras que en los últimos tiempos
nuestra fe parecerá casi desaparecer por completo: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre, por
ventura, ¿hallará fe sobre la tierra?” (Lc. 18,8). No estamos lejos de esos presagiados tiempos.
El relato Bíblico nos demuestra que los Macabeos entendieron que debían resistir a la
autoridad inicua. Apelando al apego a las prescripciones religiosas, Antíoco Epifanes atacaba al
pueblo de Dios en sábado en el cual éstos en principio no reaccionaban para no profanar el día
santo. Entonces Matatías dijo a su gente: “Si todos nos comportamos como nuestros hermanos
y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy
pronto nos exterminarán de la tierra”. Por lo que dijeron: “Hagamos frente a todo el que venga
a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios”. (1 Mac 2,
29-41). Hoy en nombre del respeto a la democracia, no solo se acepta tratar el asesinato de no
natos, sino que se acepta la imposición de leyes que disuelven a la familia, se pervierte a
nuestros jóvenes, se destruye a nuestras patrias y se ataca directamente a nuestra fe. Si el
gobierno y la jerarquía eclesiástica pretenden conducirnos al matadero en nombre de la no
violencia, el diálogo y el consenso; resistámonos como lo hicieron los Macabeos, los Cruzados
con los islamitas y los Cristeros contra el gobierno masónico, sin incurrir en el error de estos
últimos que, engañados en su buena fe, se los hizo perecer por obediencia y respeto al
(des)orden establecido.
Augusto
(Mt.10, 36)