Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
FAMILIA Y FARMACODEPENDENCIA
LECTURAS:
BOTELLA, L. VILAREGUT, A. “La perspectiva sistémica en terapia familiar: Conceptos
básicos, investigación y evolución” Facultat de Psicologia i Ciències de l'Educació
Blanquerna Universitat Ramon Llull
.
TRULLA, T. La Terapia Familiar Sistémica. En Sintonía con el Mundo. A.C. Servei de
Psicoteràpia i Mediació, Barcelona (ESPAÑA-UE).
http://red-farmamedica.com/spcv/revista/colaboraciones/col_36.htm
CIBANAL LUIS “Familia y Ciclo Vital. Etapas del Ciclo Vital”. Fuente:
http://perso.wanadoo.es/aniorte_nic/progr_asignat_terap_famil.htm
La perspectiva sistémica en terapia familiar: Conceptos básicos, investigación y
evolución
Luis Botella y Anna Vilaregut
Facultat de Psicologia i Ciències de l'Educació Blanquerna
Universitat Ramon Llull
• La familia como sistema atraviesa una serie de fases más o menos normativas y
propias de su ciclo vital (noviazgo y matrimonio; procreación; adolescencia,
maduración y emancipación de los hijos; nido vacío).
• La importancia de las nociones evolutivas en TFS no radica sólo en cada fase en sí
misma, sino en las crisis a que puede dar lugar el paso de una a otra. En este sentido,
el proceso óptimo de superación de tales crisis consiste en modificar la estructura
del sistema familiar manteniendo su organización.
Conceptos Estructurales
• Un sistema se compone de subsistemas entre los que existen límites que tienen
como objetivo proteger la diferenciación del sistema y facilitar la integración de sus
miembros en él.
Ejemplo: En un sistema familiar se dan los siguientes subsistemas; (A) Conyugal:
entre los miembros de la pareja funciona la complementariedad y acomodación
mutua: negocian, organizan las bases de la convivencia y mantienen una actitud de
reciprocidad interna y en relación con otros sistemas. (B) Parental: tras el
nacimiento de los hijos, el subsistema conyugal ha de desarrollar habilidades de
socialización, nutritivas y educacionales. Se ha de asumir una nueva función, la
parental, sin renunciar a las que se caracterizan al subsistema conyugal. (C)Filial: la
relación con los padres y entre los hermanos ayuda al aprendizaje de la negociación,
cooperación, competición y relación con figuras de autoridad y entre iguales.
• Los límites o fronteras familiares internas son identificables por las distintas reglas
de conducta aplicables a los distintos subsistemas familiares. Ejemplo: Las reglas
que se aplican a la conducta de los padres (subsistema parental) suelen ser distintas
de las que se aplican a la conducta de los hijos (subsistema filial). Así, normalmente
los padres tienen más poder de decisión que los hijos.
• Los límites difusos caracterizan a las familias aglutinadas; los límites rígidos
caracterizan a las familias desligadas. Las familias aglutinadas no tienen límites
establecidos claramente y no saben cuál es el rol de cada uno de sus miembros. Las
características generales de las familias aglutinadas son: (a) exagerado sentido de
pertenencia; (b) ausencia o pérdida de autonomía personal; (c) poca diferenciación
entre subsistemas con poca autonomía; (d) frecuente inhibición del desarrollo
cognitivo/afectivo en los niños; (e) todos sufren cuando un miembro sufre; (f) el
estrés repercute intensamente en la totalidad de la familia. Las familias desligadas se
caracterizan por límites internos muy rígidos de forma que prácticamente cada
individuo constituye un subsistema. Comparten muy pocas cosas y, por lo tanto,
tienen muy poco en común. Las características generales de las familias desligadas
son: (a) exagerado sentido de independencia; (b) ausencia de sentimientos de
fidelidad y pertenencia; (c) no piden ayuda cuando la necesitan; (d) toleran un
amplio abanico de variaciones entre sus miembros; (e) el estrés que afecta a uno de
los miembros no es registrado por los demás, (f) bajo nivel de ayuda y apoyo mutuo.
• Los límites pueden separar subsistemas del sistema familiar o a la totalidad del
sistema del exterior. En este último caso, los límites exteriores se denominan
fronteras. Las fronteras del sistema familiar vienen determinadas por la diferencia en
la conducta interaccional que los miembros de la familia manifiestan en presencia
de personas que no forman parte de la familia.
Teniendo en cuenta todo lo antedicho, la familia se puede concebir como un sistema abierto
organizacionalmente, separado del exterior por sus fronteras y estructuralmente compuesto
por subsistemas demarcados por límites con diferentes grados de permeabilidad y con
diversas formas de jerarquización interna entre ellos. Los miembros del sistema familiar
organizan y regulan su interacción mediante procesos comunicativos digitales y analógicos,
que definen relaciones de simetría y/o complementariedad. Dicha organización se
caracteriza por las propiedades de totalidad o no sumatividad, por patrones de circularidad,
y por el principio de equifinalidad.
Consideremos un hombre que derriba un árbol con un hacha. Cada golpe del hacha
es modificado o corregido de acuerdo con la hendidura que ha dejado el golpe
anterior. Este proceso autocorrectivo (es decir, mental) es llevado a cabo por un
sistema total árbol-ojos-cerebro-músculo-hacha-golpe-árbol, y este sistema total es
el que tiene características de mente inmanente (p. 347).
El foco de la intervención sistémica, tanto si en la sesión está presente toda la familia como
si sólo se cita a un miembro, ya no es el individuo como supuesta "fuente" de la patología,
sino las características de la organización del sistema en el que el motivo de demanda tiene
sentido.
Esta visión de la mente como proceso socialmente distribuido, junto con el interés
terapéutico por las pautas que conectan las interacciones del sistema familiar, distinguen a
la TFS de otras terapias familiares (p.e. las de orientación cognitivo/racionalista) en las que,
cuando se analiza la acción del terapeuta, queda claro que la presencia del resto de
miembros del sistema familiar sólo sirve como "apoyo" al tratamiento del paciente
identificado.
Este resulta un aspecto fundamental de la intervención en TFS, puesto que toda acción
terapéutica que no se interese por las pautas de interacción no debería considerarse
sistémica dado que se limita a un intento de hacer terapia individual en presencia de otros
miembros de la familia.
Por ejemplo, en la experiencia del primer autor de este capítulo (LB) como supervisor de
terapeutas en formación, me encuentro repetidamente ante sus dificultades para evitar las
descripciones del motivo de demanda basadas en atribuciones de causalidad lineal (del
estilo de "el problema de esta familia es que la madre es demasiado estricta con su hija").
Nótese que basar la terapia en un planteamiento así implica intentar modificar la conducta
de un solo miembro del sistema como si dicha conducta no estuviera conectada con la de
los demás. Lo más probable es que la actitud de la madre sea un mensaje para algún otro
miembro de la familia y, a su vez, una respuesta a los mensajes que recibe de ellos. En este
sentido, el intento de modificar una situación circular de forma lineal puede incluso resultar
contraproducente, dado que el terapeuta no tiene en cuenta cómo podría afectar su acción a
niveles ecosistémicos de mayor complejidad.
Si bien es cierto que algunas relaciones permiten hacer deducciones con respecto a
lo que "realmente" sucede en el interior de la caja, tal conocimiento no resulta
esencial para estudiar la función del aparato dentro del sistema más amplio del que
forma parte (Watzlawick et al., 1965, p. 44).
Aunque la Terapia Familiar Sistémica cuenta ya con cuatro décadas de historia parece
apropiado aquí hacer una presentación de este tipo de enfoque terapéutico que,
afortunadamente y a pesar de los viejos esquemas que aún rigen las enseñanzas oficiales en
nuestro país se va extendiendo de forma lenta pero segura. Los responsables de la
formación y entrenamiento de los estudiantes en la área de la salud siguen planteando el
saber bajo premisas rígidas y de corto alcance, que impiden al futuro profesional
contemplar al ser humano de forma más completa e interrelacionada con su mundo
circundante.
La terapia familiar nació como respuesta alternativa a las limitaciones que desde siempre y
hasta ahora, han conllevado los tratamientos individuales de las personas que padecen algún
tipo de desequilibrio emocional que afecta al curso normal de sus vidas. La historia de la
Terapia Familiar Sistémica es relativamente corta, pero a su vez, intensa, apasionante y
llena de esperanza en un futuro más humano en la comprensión y tratamiento de los
trastornos que el hecho del vivir comporta. Además, se da la situación afortunada, a
consecuencia de la juventud de este modelo de intervención, de que los pioneros de ayer
son los grandes maestros de hoy y aunque de edades avanzadas, siguen incansablemente
compartiendo sus conocimientos teóricos y experienciales allí donde se los necesite.
Tenemos la vieja y cuestionable costumbre de parcializar y dividir todo aquello que nunca
debería separarse para poder ser comprendido. Así pues, nuestras limitaciones se hacen más
que evidentes cuando pretendemos observar y analizar los sucesos de una forma integral,
que nos permita captar las múltiples interrelaciones que se dan en cualquier hecho inherente
a la vida. Sencillamente, nunca aprendimos a hacerlo porque nadie nos enseñó.
Esta visión fragmentada del saber se manifiesta de forma evidente en la división que la
medicina occidental realiza entre salud mental y salud corporal. (3) Sabemos, sin embargo,
que el ser humano es un complejo sistema que tiene vida gracias al funcionamiento
inteligente, equilibrado e interrelacionado de los distintos subsistemas que lo conforman y a
la vez lo definen como especie. Y a pesar de ello, nuestra medicina moderna cuenta con
ejércitos de eminentes especialistas (4) que parecen tener muchos conocimientos sobre un
subsistema en concreto (respiratorio, circulatorio, nervioso, endocrino...), pero no aciertan a
comprender el lenguaje que un subsistema cualquiera emplea para comunicarse con los
demás. Se hace pues fácil de entender -aunque difícil de aceptar- el porqué un paciente
(muy paciente) aquejado de una dolencia -para llegar finalmente a un diagnóstico- tenga
que, invariablemente, llamar a multitud de puertas, contestar burocráticos y mecánicos
cuestionarios, explicar repetidamente las mismas cosas y someterse a diversas y agotadoras
pruebas diagnósticas. Su paciencia, a la postre, se verá recompensada al obtener una
etiqueta que dará nombre a su mal. Pero como toda etiqueta, será sospechosamente
incompleta o inclusive errónea si lo que se hace es aplicarla a un ser humano, rico,
complejo, intra e interrelacionado y en constante evolución. Así es como finalmente nuestra
genuina necesidad de separar, aislar, clasificar y etiquetar, se torna en la principal
responsable de nuestra incapacidad para comprender de una forma integral, sistémica u
holística, los sucesos de cualquier índole.
La esencia humana nos diferencia del resto de las especies. Alguna cosa sucedió en la noche
de los tiempos que hizo que nos convirtiéramos en humanos. La necesidad que tenemos las
personas de compartir nuestra experiencia con otros, de ser reconocidos y respetados en
nuestros actos y pensamientos y de sentirnos útiles hacia los demás, conforman,
básicamente, nuestras características sociales humanas. Son las condiciones de solidaridad
(5) y colaboración las que nos han mantenido a lo largo de la historia de la evolución
humana. Sin embargo, la leyenda que venimos construyendo desde antaño no es de color
rosa. A poco que seamos honestos y no estemos cegados habría que reconocer que este
paradigma que nos ha constituido como especie está gravemente amenazado. A puertas del
tercer milenio no podemos, de ninguna manera, sentirnos orgullosos de los conflictos que
zarandean, de continuo, al planeta azul. A miles de especies ya desaparecidas de los
ecosistemas en el último siglo, se suman otras tantas amenazadas de extinción. Los
humanos no somos, es evidente, una excepción: viajamos todos en el mismo barco
planetario. La ruta que atravesamos de violencia y destrucción no augura, ni en sueños, un
futuro demasiado esperanzador. Creo entonces legítimo cuestionarnos: ¿Podemos seguir
autodenominándonos "homo sapiens sapiens" cuando, probablemente, nos convirtamos en
una de las especies más efímeras de todas cuantas haya generado nuestra madre-tierra?
¿Seremos los humanos, de entre todas las especies que habitan todavía este barco-sistema,
los únicos que hemos dejado de comprender el mundo del que formamos parte?.
De lo parcial a lo global
A finales de los años cincuenta, un grupo de jóvenes pero brillantes y entusiastas terapeutas
que trabajaban en instituciones de salud mental en los E.U.A., (8) decidieron a raíz de los
resultados insatisfactorios que recolectaban con terapias individuales, comenzar a trabajar
conjuntamente con los pacientes y las familias de éstos. Más tarde incluirían también en su
proyecto a las instituciones mentales que, a pesar de sus buenas intenciones se mostraban,
en general, propiciatorias de la cronicidad de muchas enfermedades.
Introducidos estos cambios los resultados se revelaron notablemente esperanzadores. Ha
llovido mucho desde entonces y hoy el camino se encuentra ligeramente allanado. Pero
como siempre sucede en todas las innovaciones en el ámbito del saber, las dificultades con
las que se toparon esos desafiadores del hacer oficial, no fueron pocas. Seguir adelante con
el proyecto familiar e institucional supuso enfrentarse a obstáculos de todo tipo. Sólo ellos,
los que iniciaron el camino, saben de la fatiga que supuso cuestionar el saber oficialmente
establecido. Más eso resultó ser solamente una parte del camino, porque la dificultad
verdadera radicaría, principalmente, en que las teorías formuladas hasta entonces sólo
planteaban las cuestiones inherentes al individuo y a su mundo interior.
¿En qué apoyarse, entonces, para entender y tratar a una familia? Fue preciso pues,
construir los postulados necesarios que reflejaran el “ lenguaje” utilizado por las familias en
sus modos de relacionarse los unos con los otros. Y así, con la fuerza que da la fe y la
paciencia que requiere el conocimiento, se empezaron a desarrollar nuevas premisas y
formas de intervención que, poco a poco, fueron ayudando a comprender mejor la dinámica
del sistema familiar.
La base en que se fundamentó, principalmente, la Terapia Familiar Sistémica fue la Teoría
de los Sistemas Generales. (9) Aplicando los conceptos y leyes de esta teoría al trabajo con
familias fue posible reconocer a hombres y mujeres como parte de un todo más amplio -
como subsistemas, de sistemas mayores-. Para el terapeuta familiar, la familia se convirtió
en una unidad, en un solo organismo; y así, cuando uno o más de los miembros del sistema
planteaban un problema, la familia pasó a ser el lugar privilegiado para la intervención
terapéutica.
Así, la familia contemplada como un sistema de relación vivo, con sus equilibrios y
desequilibrios, con sus etapas de crecimiento y también de estancamiento, (10) fue
perfilando un camino terapéutico donde el paciente designado (portador del síntoma) no
resultaba ni más ni menos importante que el resto de los miembros familiares. De esta
forma, el síntoma se convirtió, básicamente, en una especie de señal, de alarma; un aviso de
que algo no funcionaba bien (crisis) y de que algo había que cambiar. (11) Los síntomas
reflejan un intento por parte del organismo o sistema de curarse y de alcanzar un nuevo
nivel de organización. Y la práctica médica corriente interfiere, normalmente, en este
espontáneo proceso curativo, al intentar la erradicación de los síntomas.
De otro lado, también en la cultura chamánica, tan alejada de la nuestra y ubicada en unas
sociedades que a ojos de la ciencia resultan primitivas, se contempla desde siempre este
enfoque sistémico, u holístico si se prefiere. La visión que del mundo tienen los indígenas
no es antropocéntrica como la nuestra. No se ven a sí mismos en el centro del mundo.
Saben que son codependientes de todo lo que les rodea y que su supervivencia está
condicionada al equilibrio de todas las partes. Consideran igualmente importante: el clima,
la tierra, la cultura, las leyes, las relaciones con sus semejantes y otras especies y…con otros
mundos. Así, el chaman sabe que cuando un individuo cae enfermo no es a éste en
particular a quien hay que diagnosticar sino a todo el sistema comunal y circunstancias
adyacentes. El chaman comprende que la enfermedad de ese individuo (síntoma), en el
fondo sólo es el reflejo de una enfermedad o desequilibrio mayor que afecta e incluye al
resto de la comunidad. Y sobre la base de ese conocimiento el chaman utiliza la fuerza y el
poder de los mitos de su cultura para encontrar un nuevo equilibrio, un nuevo orden para su
pueblo.
Y de forma similar también, el terapeuta familiar no trata al (paciente) que es portador del
síntoma, sino que su trabajo va dirigido a restablecer el flujo relacional familiar de tal
manera que la consecución de una estructura de funcionamiento más adecuada, sea la que
devuelva la homeostasis perdida que hizo factible la génesis de uno o varios síntomas en
uno o varios miembros del sistema familiar. Saber de esta capacidad que tiene todo sistema
de autorregularse utilizando sus propios recursos y encontrar así un nuevo equilibrio, resulta
básico para una mejor comprensión de la dinámica familiar y la de cualquier otro organismo
vivo. El terapeuta familiar confía plenamente en las capacidades de reorganización y
regulación de la familia como sistema vivo y en crecimiento. La búsqueda primordial de la
terapia familiar consiste en liberar posibilidades no utilizadas o infrautilizadas del grupo
familiar. La terapia es la búsqueda de lo que no se conoce, pero todo lo que en realidad
llega a descubrir la familia junto al terapeuta ya estaba allí desde antes. Lo único que hace
el terapeuta -y no es poco- es accionar los mecanismos que ya se encontraban en el propio
sistema.
El terapeuta familiar no es un enfermero que hace curas, tampoco un asesor que da consejos
y menos aún, un prescriptor de remedios milagrosos. El terapeuta familiar es un facilitador
para la familia. Un profesional que se compromete con el problema que hace sufrir a un
conjunto de personas relacionadas entre sí y que intenta, con la colaboración de todos,
allanar un camino que resulta demasiado doloroso para ser andado a diario.
Los terapeutas familiares, al igual que los psicoanalistas, también reconocen la atracción
que ejerce el pasado en nosotros y el hecho de que, en alguna medida, las personas vivimos
a la sombra de la familia que fuimos; pero, a diferencia de aquellos, también reconocen el
poder del presente y encaran la influencia en curso de la familia que somos. El principal
objetivo de la terapia familiar es conseguir el cambio en la organización de la familia, sobre
la base de que cuando se transforman las relaciones del sistema familiar la vida de cada
miembro también se ve, consecuentemente, modificada. La reunión de los miembros de la
familia y el trabajo terapéutico con ellos facilita la elaboración de los conflictos, pero es
también y sobre todo, una nueva forma de abordar la comprensión de la conducta humana
en su complejidad, como fundamentalmente conformada por su contexto social y también
cultural.
De todas maneras no sería justo terminar esta exposición sin reconocer el mérito a los
muchos avances que se realizaron gracias a los grandes estudiosos y humanistas del
psicoanálisis en relación al conocimiento del hombre, sobre todo, de su mundo interno.
Ellos también -como sucede siempre en la revisión del saber- padecieron la incomprensión
de su tiempo. Los pioneros del psicoanálisis también sufrieron, en su momento, todo tipo de
ataques desde el saber oficialmente establecido que les cuestionaba, de continuo, la “ validez
científica” de sus postulados. Solo por poner un ejemplo, el corpus teórico que planteó
Sigmund Freud a principios de siglo sobre las relaciones humanas y el papel que jugaban
los impulsos libidinosos en el individuo, resultó ser una especie de bomba demasiado
peligrosa para la burguesía bien pensante y la clase intelectual de la época.
Hace algún tiempo ya, en un pueblo del desierto mexicano, un anciano lugareño me confió:
…este lugar está concurrido la mayor parte del año. Algunos sólo son curiosos (yo me
encontraba entre ellos) pero la mayoría llegan de lejos en busca de la armonía atribuida a
estas tierras y sobre todo a un monte cercano considerado por todos sagrado. ¿Qué tiene de
especial ese monte?, pregunté yo. Une a las gentes, les brinda su calma y sabiduría para
comprender que todos somos hermanos. Después regresan a sus lugares de procedencia con
más conocimiento de la naturaleza que nos envuelve; me explicó él. ¿Qué hacen para
conseguir eso?, de forma ingenua pregunté. Y él respondió: Se comunican con las fuerzas
que nos dan la vida; cada uno a su manera, según las creencias de su pueblo, de su familia y
de las indicaciones de los ancianos conocedores de la tradición sanadora del alma colectiva.
En nuestra cultura occidental no es común comunicarse con las fuerzas que nos dan la vida
por la sencilla razón de que no tenemos consciencia de que esa “ extravagancia” sea posible.
Pero, afortunadamente, también es verdad que a la par florecen toda una serie de
movimientos encaminados hacia esa otra comprensión de la realidad que nos envuelve y de
la que formamos parte.
Así pues, todo “ nuevo” conocimiento provoca tarde o temprano la revisión de la verdad. Es
de sabios, rectificar, nos aconsejaron algunos sabios. Se torna bueno entonces, avanzar
hacia lo que uno cree mejor, más completo, más humano, y dejar atrás aquello que se juzga
poco útil para comprender, cuestionar y cambiar las relaciones que mantenemos entre
nosotros y con el mundo al que pertenecemos.
Es de esperar que el tiempo, como juez implacable que es, muestre los aciertos y los errores
cometidos. Entonces, cuando eso suceda, nosotros estaremos quizás lejos, y será tarea de
otros la de continuar el trabajo amoroso de acercarse, cada vez más, a la tan olvidada
esencia humana.
Notas:
En los siglos XVI y XVII la visión del Universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue
reemplazada por la concepción de un mundo similar a una máquina, como consecuencia de
los cambios introducidos en la física y la astronomía que culminaron en las Teorías de
Copérnico, Galileo y Newton. Estos cambios que resultarían básicos para el pensamiento de
la civilización occidental fueron completados por las teorías del filósofo y matemático René
Descartes. La filosofía cartesiana de la certeza científica absoluta es aún muy popular y se
refleja en el cientifismo racionalista que caracteriza a nuestro saber occidental. No obstante,
la física moderna ha demostrado que no existe una certeza científica absoluta y que todos
nuestros conceptos y teorías son limitados, limitadores y aproximativos.
Nunca antes el ser humano había consumido tal cantidad de drogas (entiéndase aquí, tanto
las de orden clandestino como las adquiridas en los establecimientos farmacéuticos). En
E.U.A., y sólo por poner un ejemplo, una gran mayoría de mujeres ocupadas en sus hogares
ingieren de forma regular PROZAC. Pero dicho fármaco también se comienza a prescribir,
indiscriminadamente, a niños y a adolescentes.
Desde que Descartes afirmara: "Pienso, luego existo", el pensamiento racional se convirtió
en el motor de nuestra cultura, al punto que el hombre occidental llegó a identificar su
identidad con la mente en lugar de con todo su organismo. Esta desintegración del ser
humano en dos partes, mente y cuerpo, se refleja en todos los ámbitos del saber occidental
pero se muestra clarísima en la medicina; los médicos actuales, devotos de la imagen
cartesiana del cuerpo humano como un mecanismo de relojería desprovisto de emociones,
no pueden llegar a entender muchas de las enfermedades que nos preocupan actualmente.
Parece claro que la medicina actual ha olvidado totalmente las raíces hipocráticas en las que
se basó durante siglos. Hipócrates, en uno de sus aforismos, apuntó: Todas las partes del
organismo forman un círculo. Por lo tanto, cada una de las partes es tanto principio como
fin.
No me refiero aquí a la solidaridad que ejercen las ONG´s y a la de quienes contribuyen con
ellas económicamente -que tan de moda está- sino a ese valor humano intrínseco que, de
existir, no harían precisas las intervenciones humanitarias de unos pocos mientras la gran
mayoría -incluidos los gobiernos- consiente y hasta fomenta, el abuso, la expoliación y el
genocidio, tanto de humanos como de otras especies.
Ubicar los fenómenos dentro del contexto donde tienen lugar resulta de la máxima
importancia para poder comprenderlos. Resulta totalmente distinto ver la psicosis como una
enfermedad incurable y progresiva de una mente individual o entender la psicosis como la
única respuesta posible frente a un contexto absurdo o insostenible.
Aunque la familia resulta importante para el equilibrio del individuo, también es verdad que
ésta le impide la totalidad de su expresión creativa al encontrarse éste ceñido a las normas y
pautas propias de toda familia. La familia, como todo sistema complejo, tiende a la
conservación de sus características. Pero a menudo sucede que este organismo conservador,
más que en un equilibrio se instala en la estaticidad, en un inmovilismo que asfixia e
impide cualquier movimiento independiente de sus miembros.
Es entonces cuando se hace preciso intervenir para liberar ese bloqueo en el flujo relacional.
Sólo así la familia podrá retomar su camino evolutivo y de crecimiento.
Por ejemplo, la palabra china para la crisis -wei-ji- se compone de los términos
correspondientes a “ alarma” y “ oportunidad” . Los momentos difíciles de la vida se
convierten, para los chinos, en una situación oportuna para cambiar aquellas estructuras que
no permiten un funcionamiento adecuado.
Los médicos occidentales, en general, ven la enfermedad como a un enemigo al que hay que
vencer y eliminar. La pretensión utópica de los científicos modernos de erradicar todas las
enfermedades en el futuro obedece a una visión deficiente y confusa del proceso vital. Estar
totalmente libre de cualquier enfermedad es prácticamente incompatible con la vida.
FAMILIA Y CICLO VITAL.
Etapas del Ciclo Vital
http://perso.wanadoo.es/aniorte_nic/progr_asignat_terap_famil.htm
A- GALANTEO (ADOLESCENCIA
B- INICIO DEL MATRIMONIO.
C- NACIMIENTO DE HIJOS.
D- PERIODO INTERMEDIO.
E- "DESTETE" DE LOS PADRES.
F- RETIRO DE LA VIDA ACTIVA.
INTRODUCCIÓN.
Periodo de galanteo (adolescencia)
- Surgen problemas si se demora este proceso en el joven.
- El adolescente enfrenta el involucramiento simultáneo entre su familia y sus iguales.
- Los padres pueden: soltar a sus hijos o enredarlos a perpetuidad en la organización
familiar. A veces, el joven se lanza prematuramente al matrimonio en un intento de
liberarse de su red familiar.
Constitución de la pareja estable
- La pareja, al inicio, debe elaborar multitud de acuerdos.
- Los temas que no pueden discutirse quedan enquistados en el matrimonio.
- La nueva pareja aprende a usar tanto el poder de la fuerza como el poder de la debilidad y
enfermedad.
- El involucramiento paterno en la nueva pareja es causa de desavenencias.
- Cortar, totalmente, con la familia de origen no trae buenos resultados.
El arte del matrimonio sería: conseguir la independencia conservando la involucración
emocional con la familia de origen.
Nacimiento de los hijos.
- Con el nacimiento de un hijo la pareja pasa de ser dos personas a configurar un triángulo;
esto debe implicar un cambio en las reglas de relación.
- La pareja puede empezar a tratar sus problemas "a través del hijo".
- El período más común de crisis es cuando los hijos empiezan la escolaridad.
- Para los padres, la escolaridad del hijo es una experiencia de que terminarán dejando el
hogar.
Periodo intermedio.
En este período la relación matrimonial se profundiza y amplia; se han forjado relaciones
estables con la familia extensa y con círculos de amigos.
Al llegar a esta etapa, la pareja ha atravesado muchos conflictos y ha elaborado modos de
interacción bastante rígidos y repetitivos.
En estos años medios pueden sobrevenir graves tensiones y también el divorcio.
El" destete de los padres".
El hecho de que los hijos dejen el hogar coloca a algunos padres frente a frente sin nada que
decirse ni compartir.
La enfermedad del hijo hace que sus padres no tengan que quedar solos sino que sigan
comunicándose "a través de los problemas del hijo".
Es en esta etapa, y cuando el hijo logra abandonar el hogar, los padres deben transitar ese
cambio que se llama "convertirse en abuelos".
Cuando el hijo mayor produce un nieto, puede liberar a alguno de los padres de su hilo
menor, con el que, tal vez, estaban excesivamente involucrados.
Cuando la gente joven se aísla de sus padres priva a sus hijos de los abuelos, no
permitiendo la interrelación mutua entre las generaciones.
El retiro de la vida activa
Algunas veces, el retiro de la vida activa hace que se halle la pareja frente a frente,
veinticuatro horas, creándose diversos problemas.
Un síntoma, en esta etapa, puede verse como la protección de un miembro sobre el otro.
Desarrollando un síntoma incapacitante, el otro miembro, al ayudar a su pareja, se siente
útil; de esta manera, lo desvía de la crisis que puede sobrevenir a la jubilación al sentirse
retirado de una vida activa.
TRANSICIÓN Y CAMBIO
Si todo crecimiento implica cambio, el crecimiento familiar nos lleva necesariamente al
concepto de cambio en los acuerdos de relación, en las reglas con que se maneja una familia
en la cotidianeidad de sus intercambios.
Ahora bien, también sabemos que el repertorio de reglas con que cuenta una familia no es
ilimitado. Muy por el contrario, está firmemente acotado por las historias de los miembros
que la componen y de las cuales se deriva un sistema de creencias que, cuando posee
características de permanencia e innombrabilidad, adquieren el carácter de míticas.
El hecho de compartir ese sistema de creencias y la manera especial en que éste se pone en
juego en cada situación, en cada momento de su vida, a través de las reglas de relación, es
lo que garantiza la unión y la permanencia en el tiempo de una familia como tal.
Es evidente que en todo proceso de crecimiento familiar, y más precisamente en el cambio
de una etapa a otra, lo que debe negociarse es ese gran paquete formado por el sistema de
creencias compartido y las reglas que lo mantienen, unidos ambos términos en un proceso
de retroalimentación continua. La posibilidad de un sistema de acomodarse a la nueva
situación evolutiva, a través de la negociación y el establecimiento de reglas nuevas,
satisfactorias para sus miembros en la medida en que son convalidantes de identidades
propuestas por ellos mismos, nos habla de una familia cuyas reglas y sistema de creencias
son lo suficientemente flexibles como para que su funcionalidad no se vea lesionada en ese
pasaje.
Cada vez se va haciendo más evidente que las familias recorren un proceso de desarrollo, y
el sufrimiento y los síntomas psiquiátricos aparecen cuando ese proceso se perturba. Es
decir, cuando el ciclo vital en curso de una familia o de otro grupo natural se disloca o
interrumpe los síntomas aparecen; el síntoma, pues, es una señal de que la familia enfrenta
dificultades para superar una etapa del ciclo vital.
Decir que la terapia tiene como meta ayudar a que las personas superen una crisis, e
ingresen en una nueva etapa de la vida familiar, puede llevar a pensar que se trata de
"adaptarlos" a sus familias o a la sociedad que modela esas familias. Hay dos maneras de
"adaptar" una persona a su situación sin producir un cambio en el sentido del crecimiento.
Existe un período de la vida en que la gente joven aprende a galantear y a participar en esta
actividad, y cuanto más se demore dicho proceso en un chico, tanto más periférico llegará a
ser, respecto a la red social. El joven que ha cumplido veintitantos años y todavía no ha
salido con chicas estará en inferioridad de condiciones cuando alterne con otros muchachos
de su edad que ya llevan años de experiencia en cuanto a técnicas de "galanteo". No se trata
solamente de que el joven inexperto no ha aprendido cómo manejarse con el sexo opuesto o
que no puede disparar las respuestas físicas adecuadas, sino que su conducta social es
inadecuada; las personas a quienes elige para galantear están pasando por las últimas etapas
de la conducta de galanteo, mientras que él todavía se está abriendo camino por los
primeros pasos del proceso.
Tan pronto como un hombre joven se aventura fuera de su propia familia y se asocia
seriamente con una mujer joven, dos parejas de padres se convierten en partes del proceso
de decisiones. Incluso los jóvenes que eligen pareja en forma rencorosa, precisamente
porque sus padres se oponen a la elección, también están atrapados en la imbricación
parental, porque su elección no es independiente. Lo que alguna vez se denominó "elección
neurótico de compañero" implica sin duda un proceso de decisión familiar.
La terapia, si logra ser exitosa, reubica a la persona joven en una vida en la que puede
desarrollar al máximo sus aptitudes potenciales. Cuando no es exitosa, el sujeto se convierte
en una persona periférico; incluso puede ocurrir que la terapia contribuya a su fracaso.
El hecho de comprender que no hay un único método terapéutico adecuado para todos los
adolescentes con problemas, introdujo un cambio fundamental: cada individuo está en un
contexto que le es singular, y la terapia debe ser suficientemente flexible como para
adaptarse a las necesidades de la situación particular. La mayoría de los adolescentes se
acercan al tratamiento cuando sienten que les resulta imposible participar como quisieran en
el amor o en el trabajo.
Es importante que el terapeuta reconozca, en las vidas estériles que muchos jóvenes llevan,
el resultado de no haber podido desenredarse de sus familias. Lo difícil para el clínico es
determinar cuáles son las restricciones que impiden al joven alcanzar una vida mas
compleja e interesante, y eso a menudo es imposible si el clínico no se reúne con toda la
familia.
Así como la gente joven puede evitar el matrimonio por razones intrínsecas a la familia,
también puede lanzarse prematuramente al matrimonio en un intento de liberarse de una red
familiar desdichada. A menudo, la tarea del terapeuta consiste en refrenar un pasaje
demasiado rápido del joven a la etapa siguiente de la vida familiar, para que pueda
reconocer la posible diversidad de estilos de vida.
Aunque el acto simbólico de contraer matrimonio tiene un significado diferente para cada
uno, es, ante todo, un acuerdo de que la joven pareja se compromete mutuamente de por
vida. Cuando la pareja casada empieza a convivir, debe elaborar una cantidad de acuerdos,
necesarios para cualquier par de personas que viven en íntima asociación. Deben acordar
nuevas maneras de manejarse con sus familias de origen, sus pares, los aspectos prácticos
de la vida en común, y las diferencias sutiles y gruesas que existen entre ellos como
individuos. Implícita o explícitamente han de resolver una extraordinaria cantidad de
cuestiones, algunas de las cuales son imposibles prever antes del matrimonio.
Es frecuente que durante este período inicial eviten la discusión abierta o las
manifestaciones críticas, debido al aura benevolente que rodea al nuevo matrimonio y a que
no desean herir sus respectivos sentimientos. A veces los temas que no pueden discutirse
quedan enquistados en el matrimonio. En este período temprano, marido y mujer aprenden
a usar, tanto como el poder de la fuerza, el poder manipulador de la debilidad y la
enfermedad.
En la etapa del cuidado de los niños pequeños se plantea un problema especial a algunas
mujeres. El ser madres es algo que ellas anticipan como una forma de autorrealización. Pero
el cuidado de los niños puede ser una fuente de frustración personal. Su educación las
preparó para el día en que fueran adultas y pudieran emplear sus aptitudes especiales, y
ahora se encuentran aisladas de la vida adulta y habitando nuevamente un mundo infantil.
Por el contrario, el marido habitualmente puede participar con adultos en su mundo de
trabajo y disfrutar de los niños como una dimensión adicional de su vida. La esposa que se
encuentra en buena medida limitada a la conversación con niños también puede sentirse
denigrada con el rótulo de ser "solamente" ama de casa y madre. El anhelo de una mayor
participación en el mundo adulto para el que se preparó puede hacerla sentir insatisfecha y
envidiosa de las actividades de su marido.
La escuela representa para los padres su primera experiencia con el hecho de que los hijos
terminarán por dejar el hogar y ellos quedarán solos frente a frente. Es en esta etapa cuando
la estructura familiar se hace más visible para un terapeuta consultado a causa de un
problema infantil. Las pautas de comunicación en la familia se han hecho habituales, y
ciertas estructuras no pueden adaptarse a la naciente involucración del niño fuera de la
familia. Es común encontrar varios tipos de estructuras desdichadas, todas ellas vinculadas
con la apertura de brechas generacionales en el seno de la familia. El problema más habitual
es que un progenitor, generalmente la madre, se alíe sistemáticamente con un hijo en contra
del otro progenitor; ella protestará porque él es demasiado duro con el chico; mientras él lo
hará porque ella es demasiado blanda. Este triángulo puede describirse de muchas maneras;
una de ellas, muy útil, es ver a un progenitor como "sobreinvolucrado" con el chico.
Frecuentemente, la madre se muestra a la vez servicial y exasperada con el chico, y
frustrada en sus intentos de manejarse con él. El padre es más periférico, y si interviene para
ayudar a la madre, ella lo ataca y él se retira, dejándola incapacitada de manejarse
eficazmente con el chico. Esta pauta se repite incesantemente, impidiendo que el chico
madure y que la madre se desenganche de la crianza en beneficio de una vida propia más
productiva. En tanto la pauta subsiste, el niño se convierte en el medio para que los padres
se comuniquen acerca de los problemas que no pueden encarar directamente. Por ejemplo,
si hay una cuestión en torno de la masculinidad del padre, que no puede encararse dentro
del matrimonio, la madre puede preguntar si el hijo no es demasiado afeminado, mientras el
padre puede insistir en que el muchacho es suficientemente masculino. El chico coopera
comportándose en forma lo suficientemente femenina como para proporcionar argumentos
a la madre, y suficientemente masculina como para apoyar al padre. Parece no saber del
todo cuál es su sexo, mientras se desempeña como una metáfora dentro de este triángulo.
Este triángulo puede darse aún cuando los padres estén divorciados, ya que el divorcio legal
no modifica necesariamente este tipo de problemas.
D) Período intermedio
En la familia tal como la conocemos hoy, la pareja que ha estado casada durante diez o
quince años enfrenta problemas que pueden describirse en términos del individuo, de la
pareja o de toda la familia. En esta época, marido y mujer están alcanzando los años medios
de sus ciclos vitales. suele ser uno de los mejores períodos de la vida. El marido tal vez esté
disfrutando del éxito y la mujer puede compartir ese éxito por el que ambos han trabajado.
Al mismo tiempo, ella está más libre porque los niños plantean menos exigencias; le es
posible desarrollar su talento y continuar su propia carrera. Las dificultades iniciales que
eventualmente experimentó la pareja se han resuelto con el paso del tiempo, y su enfoque
de la vida ha madurado. Es un período en el que la relación matrimonial se profundiza y
amplía, y se han forjado relaciones estables con la familia extensa y con un círculo de
amigos. La difícil crianza de niños pequeños ha quedado atrás, y ha sido reemplazada por el
placer compartido de presenciar cómo los hijos crecen y se desarrollan en modos
sorprendentes.
En esta etapa, el psicólogo clínico no ve a las familias cuando la vida marcha bien, sino
sólo cuando marcha mal. Para otras muchas familias es una época difícil. con frecuencia el
marido ha alcanzado un punto de su carrera en que comprende que no va a cumplir con las
ambiciones de su juventud. Su desilusión tal vez afecte a toda la familia y particularmente a
su situación respecto de su mujer. 0, a la inversa, el marido puede tener un éxito superior al
que previó, y mientras goza de gran respeto fuera del hogar, su esposa sigue vinculándose
con él como hacía cuando él era menos importante, con los consiguientes resentimientos y
conflictos. Uno de los inevitables dilemas humanos es que si un hombre alcanza la mitad de
la vida y ha progresado en status y en posición se vuelve más atractivo para las mujeres
jóvenes, mientras que su mujer, más dependiente de su apariencia física, se siente menos
atractiva para los hombres.
Cuando los niños han ingresado en la escuela, la mujer siente que debe introducir cambios
en su vida. El incremento de su tiempo libre la obliga a considerar sus primitivas
ambiciones en torno de una carrera, por ejemplo, y puede sentirse insegura respecto de sus
aptitudes. La premisa cultural de que no basta ser ama de casa y madre se convierte más en
un problema, en la medida en que los niños la necesitan menos. Por momentos, tal vez,
sienta que su vida se está desperdiciando en el hogar y que su status declina, al tiempo que
su marido es más importante.
Para cuando llegan estos años medios, la pareja ha atravesado muchos conflictos y ha
elaborado modos de interacción bastante rígidos y repetitivos. Han mantenido la estabilidad
de la familia por medio de complicadas pautas de intercambio para resolver problemas y
para evitar resolverlos.
En estos años medios pueden sobrevenir graves tensiones y también el divorcio, aún cuando
la pareja haya superado muchas crisis previas: La mayor parte de los otros períodos de
tensión familiar aparecen cuando alguien ingresa en la familia o la abandona. Es en esta
etapa cuando los hijos pasan de la niñez ala juventud. La llamada turbulencia adolescente
puede ser vista como una lucha dentro del sistema familiar por mantener el ordenamiento
jerárquico previo.
La resolución de un problema conyugal en la etapa media del matrimonio suele ser más
difícil que en los primeros años, cuando la joven pareja atraviesa aún por un estado de
inestabilidad y está elaborando pautas nuevas. En la etapa media las pautas se hallan
establecidas y son habituales. Una pauta típica para estabilizar el matrimonio es que la
pareja se comunique a través de los hijos; por eso, si estos dejan el hogar y la pareja vuelve
a quedar frente a frente, surge una crisis.
Una dificultad marital que puede emerger en esta época es que los padres se encuentren sin
nada que decirse ni compartir. Durante años no han conversado de nada, excepto de los
niños. A veces la pareja empieza a disputar entorno de las mismas cuestiones por las que
disputaban antes de que llegaran los hijos. Puesto que estas cuestiones no se resolvieron,
sino simplemente se dejaron de lado con la llegada de los niños, ahora resurgen.
Cuando el joven abandona el hogar y comienza a establecer una familia propia, sus padres
deben transitar ese cambio fundamental de la vida al que se llama "convertirse en abuelos".
A veces tienen poca o ninguna preparación para dar este paso, si los hijos no han pasado
por los rituales matrimoniales adecuados. Deben aprender cómo llegar a ser buenos
abuelos, elaborar reglas a fin de participar en la- vida de sus hijos, y arreglárselas para
funcionar solos en su propio hogar. A menudo, en este período tienen que enfrentar la
pérdida de sus propios padres y el dolor consiguiente.
Con frecuencia las madres se sobre involucran con el hijo menor y les es difícil
desengancharse de él cuando pasa a tener una vida más independiente. Si en ese momento
un hijo mayor produce un nieto, la llegada de éste puede liberar a la madre de su hijo menor
e involucrarla en la nueva etapa de convertirse en abuela. Si se piensa que el proceso natural
es así, se comprende la importancia de conservar la involucración mutua de las
generaciones. Cuando la gente joven se aísla de sus padres, priva a su hijo de abuelos
también hace más difícil para estos cubrir etapas de sus propias vidas.
Aunque los problemas efectivos individuales de la gente mayor pueden tener causas
diversas, una primera posibilidad es la protección de alguna otra persona. Haley comenta un
caso en el que una esposa desarrolló una incapacidad para abrir los ojos y el problema se
diagnosticó como histérico. El énfasis se puso sobre ella y su etapa vital. Desde un punto de
vista familiar, su incapacidad podría verse como una manera de apoyar al marido durante
una crisis. El problema surgió en la época en que el marido se jubiló, y se vio degradado de
una vida activa y útil a lo que para él equivalía a ser puesto en un estante sin ninguna
función. Cuando la esposa desarrolló su síntoma, él tuvo algo importante que hacer:
ayudarla a recobrarse. La llevó de médico en médico, organizó la situación vital de ambos
de manera que ella lograse funcionar aunque no pudiera ver, y se volvió extremadamente
protector. Su involucración en el problema se hizo evidente cuando la esposa mejoró y
entonces él empezó a deprimirse, reanimándose solamente en las épocas en que ella sufría
alguna recaída.
Bibliografía:
Haley -"TERAPIA NO CONVENCIONAL" Edit. Amorrortu Bikel -"LAS ETAPAS DE
LA VIDA FAMILIAR: TRANSICIÓN Y CAMBIO" -Revista "TERAPIA FAMILIAR" nº
9.