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Indicador Político

Proyecto México Contemporáneo 1970 - 2020

CENTRO DE ESTUDIOS ECONÓMICOS, POLÍTICOS Y DE SEGURIDAD, S.A. DE C.V.

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Indicador Político

Sobre el autor: Carlos Ramírez, Periodista y escritor, Lic. en Periodismo, Mtro. en


Ciencias Políticas, candidato a Dr. en Ciencias Políticas, periodista desde 1972, colum-
nista político desde 1990, director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Segu-
ridad, director del portal indicadorpolitico.mx., director de la revista La Crisis, director
de la carta política Agenda Setting, director del Diario Indicador Político digital, pro-
fesor de ciencia política en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Sus últimos
libros: Obama, La comuna de Oaxaca, El regreso del PRI (y de Carlos Salinas de
Gortari) y La silla endiablada. Peña Nieto y la sucesión presidencial de 2018: salvar
su alma o salvar la república. Sus ensayos se publican en Kindle de Amazon.

Archivo Carlos Ramírez


© Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad, S.A. de C.V.,
© Indicador Político.
Una edición del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad,
S.A. de C.V.,
presidente y Director General: Mtro. Carlos Ramírez.
Derechos Reservados, México, 2017.
http://indicadorpolitico.mx

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Índice
5 Comienza 2016 en EE.UU.; Trump contra Obama
7 ¿Quién le teme a Donald Trump?
10 No es Donald Trump sino la sociedad estadunidense
13 Cancillería: no es Trump sino el 2018 mexicano
15 Hillary, igual que Trump; o sea que será peor
17 EU: candidatos mediocres; Sanders, lastre de Hillary
19 EE.UU.; Trump puso agenda y Hillary apretará tuercas
21 EE.UU.: “la mera aplicación de dolor no cuenta como tortura”
23 Trump y la amenaza de risa del muro de los pasteles
25 EE.UU.: Forrest Trump o Dorothy Clinton
28 No es Donald Trump sino la sociedad estadunidense
30 Trump: nosotros no, él sí
32 Trump-Hillary: guerra sucia; Sanders crece
34 EE.UU.: el mal menor puede ser peor
37 EE.UU.: ni armas ni locura; es una guerra civil
41 Trump y una sociedad racista y prefascista
44 Trump arranca adelante; Hillary y sus escándalos
46 Contra Donald Trump, sólo un golpe de Estado: LATimes
48 Hillary, asunto de poder, no de género
51 México: frenar a Trump/Hillary
53 EE.UU. 2016: a Hillary no le creen; ahora critica a Obama
55 Hillary, pieza del complejo militar industrial-financiero-seguridad
57 La reconstrucción-transición del imperio
59 Falso feminismo de Hillary: “el” poder, no “la” política
61 Trump: la gran derrota de la prensa liberal militante
63 Hillary y el falso feminismo
65 EE.UU.: de la “Operación Gavin” a la “Operación Jacobson”
67 EE.UU.: reconstrucción o transición del imperio
69 México en Trump y Hillary: residencia y alternancia
71 Sólo antipeñismo con Trump; de El Álamo y Columbus al TCL
73 EE.UU: ahora dónde te pongo

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Índice
75 Arrogancia imperial de Hillary; insulta a México, no a Peña
77 De Ronald Reagan a Donald Trump
La autoderrota del nacionalismo mexicano
86 1.- De Reagan a Donald Trump. Traición de CSG, Fuentes y Camín
88 Nacionalismo reprobado
90 3.- De Reagan a Donald Trump. Santa Anna como metáfora
92 Ante Trump, alianza España-Iberoamérica
95 Y 4.- De Reagan a Donald Trump. Cómo EE.UU. se comió a México
97 México-EE.UU.: más allá de los braceros
99 Más allá de Trump y Hillary
101 Trump y Hillary, candidatosdel establishment imperial
103 Hillary y la traición a Sanders; candidata de y para los ricos
105 EE.UU.: elecciones del imperio; Trump y Hillary, mismo proyecto
107 Elecciones para el imperio
110 El dilema no es Trump-Hillary sino Trump/Hillary contra México
112 Contra Donald Trump, vasta conspiración del establishment
114 Trump y Hillary: nueva era de incertidumbre
117 EE.UU. decisión 2016 (1) Desesperanza, legado de Obama
119 México y la nueva-vieja geopolítica del imperio
121 Los factores de poder de Trump
124 EE.UU. decisión 2016 (3) Lobbies cogobernarán con Hillary
126 La tía Hillary, el ogro Trump, Santa Anna, Pancho Villa, Salinas y los chicanitos
135 EE.UU. decisión 2016 (4) Los factores de poder de Trump
138 EE.UU. decisión 2016 (5) PAN, PRD, Santa Anna, protectorado
140 EE.UU.: crónica de un instante
143 México ante Trump: ejercer soberanía
145 Hillary: Lady Macbeth en la Casa Blanca y el sonambulismo del poder
147 México ante los EE.UU. de Trump: ¿aún no saben que no saben?
149 Trump: un desafío a las ciencias sociales

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Comienza 2016 en EE.UU.;


Trump contra Obama

C on un Barack Obama sin legado histórico salvo


una breve cita de una línea en el Record Guin-
ness, con una economía sin salir del hoyo de la
crisis del 2008 y con una sociedad decepcionada por sus
votos de 2008 y 2012, los EE.UU. comienzan esta semana
su proceso de relevo presidencial en medio de la incerti-
dumbre marcada por Donald Trump.

Más que un monstruo salido del pantano de un imperio en decadencia,


Trump aparece como la cristalización de la falta de certezas. Tarde pero casi
seguro, los EE.UU. se enfilan hacia una transición-ruptura como la que
terminó con el imperio soviético de 1917-1989, sólo que con Trump casi
como el político-espejo de Vladimir Putin.
Los tres caminos de su pasado han llevado a los estadunidenses a un nudo
gordiano: la segunda guerra civil ahora contra las minorías raciales hispanas,
la pérdida de la autoridad moral en el escenario internacional por sus excesos
imperiales desde la guerra de Corea y el fracaso interno en la conducción de
la economía internacional.
La agenda electoral está marcada no por algún legado de Obama o por
tendencias de reactivación del papel dominante de los EE.UU, sino por el
discurso racista de Trump que encabeza todas las encuestas. Más que intentar
quemar a Trump en leña verde, lo importante del escenario estadunidense
radica en la búsqueda de una explicación racional del comportamiento
sicológico de la mayoría silenciosa conservadora a la que apeló en su momento
Richard Nixon.

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El espacio de dominación política creciente de Trump es hijo del fracaso


de la gestión de Barack Obama más allá —o más acá— del deterioro
económico: Obama encabezó la posibilidad de enterrar el pasado racista del
norteamericano medio al gobernar ocho años dese el color de su piel.
El verdadero fracaso de Obama se localiza en no haber entendido el
sentido del voto del 2008: un voto que debía de cerrar el expediente de los
derechos civiles de las minorías raciales. Sin embargo, Obama se dedicó a
administrar su incompetencia en la incomprensión de la problemática
del gigante estadunidense que pudo ocultar sus verdaderos problemas por
la dinámica de la guerra fría ideológica ante Moscú. De 1989 al 2016, los
EE.UU. perdieron la oportunidad de la transición social y política.
Este fracaso de Obama explica el surgimiento de Trump y su discurso racista. En
los hechos, Obama no supo qué hacer con el mandato electoral basado en el color
de su piel; y este deterioro racial se explica con la oleada de protestas de comunidades
afroamericanas contra los abusos de poder de policías en toda la nación.
Si tenía la obligación histórica de transitar a los EE.UU. a una nueva era
posterior a la guerra fría, Obama se dedicó a manejar el precario equilibrio
social. El ambiente festivo de las minorías afroamericanas en noviembre de
2008 contrasta con el repudio al mantenimiento de la lógica racial imperial
que permitió, en el escenario de Trump, que los EE.UU. conquistarán el
oeste a sangre y fuego y despojaran a México de la mitad de su territorio.
En los hechos, Obama fue el primer presidente blanco de los negros: nada
hizo por el bienestar de los pobres, a pesar de su discurso populista. Y sobre esa
ruptura del precario equilibrio racial surge Trump como el ideal anglosajón
para fijar el escenario de la lucha electoral de noviembre próximo.

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¿Quién le teme
a Donald Trump?

M EXICO, D.F.- En febrero ha comenzado la


cuenta regresiva de las elecciones presidencia-
les de noviembre en los EE.UU y es la hora
en que los gobernantes de otras naciones parecen agobia-
dos con sus propios problemas. Pero como nunca antes,
el próximo presidente de la primera potencia militar del
mundo parece interesarles a muy pocos.

MEXICO, D.F.- En febrero ha comenzado la cuenta regresiva de las


elecciones presidenciales de noviembre en los EE.UU y es la hora en que
los gobernantes de otras naciones parecen agobiados con sus propios
problemas. Pero como nunca antes, el próximo presidente de la primera
potencia militar del mundo parece interesarles a muy pocos.
Ciertamente que los problemas el día a día agobian a los gobernantes,
pero también los sucesos sobresalientes definen los espacios de los políticos
y de los estadistas, los primeros se preocupan por consolidar su espacio y los
segundos miran el horizonte histórico. Así que cada quien saque sus propias
calificaciones.
Las elecciones en los EE.UU. ocurrirán en una triple crisis: de sistemas
económico y financiero internacional, de dominio multipolar improvisado
y de políticos/estadistas.
1.- La crisis que estalló en el 2008 no fue sólo expresión de la coyuntura,
sino del agotamiento de las dos vertientes de la posguerra: el orden de Breton
Woods y el Consenso de Washington. El efecto no debe medirse en función
de las expectativas el PNB sino del efecto en el mercado laboral sobre todo
con el fin del modelo de estabilidad social/laboral: antes el mercado laboral
llegaba hasta el retiro; hoy la jubilación es sumirse en una crisis personal y
social.
2.- El colapso del imperio soviético en 1989-1991 no condujo a un
nuevo orden porque los EE.UU. no entendieron la necesidad de buscar
una transición propia hacia un nuevo equilibrio mundial; Washington se
hundió en el pantano del Medio Oriente aprovechando el repliegue de
Moscú. El regreso de la Rusia de Putin, el papel geopolítico de China y la
diplomacia iraní acotaron a la Casa Blanca. El terrorismo fue efecto y no
causa del desequilibrio geopolítico; y la obsesión por la seguridad reventó
los espacios de la democracia.
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3.- A pesar de que el desafío del fin de la dialéctica Washington-Moscú


obligaba a los EE.UU. a una transición política e ideológica, los presidentes
estadunidenses no entendieron la geopolítica: George Bush Sr. se atascó en
la guerra del Golfo, Clinton se perdió en las faldas de la Lewinsky, Bush Jr.
quedó atrapado en Ground Zero de las torres gemelas y Obama no entendió
una elección basada en el color de la piel como simbolismo sociológico.
Y ahora de repente ha irrumpido en el escenario político Donald Trump,
un eficaz y fallido empresario, hombre de expresión mediática. La sociedad
norteamericana se ha movido con resortes de resistencia. Pero Trump se
explica como se entendió el carisma engañoso del belicista John F. Kennedy,
la personalidad explosiva de Nixon, la candidez de Jimmy Carter, la astucia
cinematográfica de Ronald Reagan, la pasividad de Bush Sr., la frivolidad de
Clinton, la superficialidad de W. y el color de la piel de Obama.
Más que Trump, la preocupación debiera comenzar por entender la lógica
sociológica de los estadunidenses: agobiados por ocho años de crisis y con
una economía que rompió la permanencia del empleo y la dinámica trabajo-
retiro, la sociedad imperial ha regresado al conservadurismo por la ineficacia
del progresismo —cualquier cosa que ello signifique en los EE.UU.—: si no
hay bienestar, entonces que haya superioridad, el american way of life que
alentó guerras igual que la democracia estimuló las de Pericles.
¿Qué sociedad produjo a líderes como la lista de los últimos presidentes?
Entenderlo permitirá saber los escenarios reales del proceso electoral
presidencial de este año en los EE.UU. Frente al Trump de las declaraciones
explosivas de racismo lógico e histórico aparece nade menos que la abuela
Hillary Clinton que había prometido estar despierta a las tres de la mañana
para ordenar el bombardeo de los enemigos de los EE.UU., pero que

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muchas tardes y noches permaneció roncando mientras su marido brincaba


de cama en cama.
Lo que hay que aclarar como primer apunte es la dinámica del contexto
de las elecciones estadunidenses: una lógica de seguridad nacional pero no
sólo hacia fuera de sus fronteras sino hacia adentro, es decir, la seguridad del
modo de vida estadunidense sustentado en la explotación, la colonización
y el imperio del dólar. Ya no se trata de votar por Clinton porque era la
secretaria estadunidense de Estado el día en que mataron a Osama bin
Laden y aparecía en la foto oficial con la mano tapándose la boca en gesto
femenino de sorpresa, sino de ver a un Trump que quiere comenzar por la
reconstrucción de la fuerza interna. Y el primer aviso esta dado: Trump ya
dividió a los EE.UU. y lo retrotrajo a los tiempos del racismo contra los
negros.
¿Cómo van a lidiar los países y sus gobernantes con Trump presidente
o con Hillary presidenta, los dos con el acotamiento conservador? Acosada
por el socialista Bernie Sanders, las posibilidades de Hillary son carrollianas
—correr cada día más aprisa para permanecer en el mismo lugar o retroceder
poco—, mientras Trump ya puso la agenda migratoria a una sociedad que
no entiende lo que está pasando en su país.
Al final de cuentas, no debe olvidarse que cuando menos un lustro los
EE.UU. seguirán marcando el rumbo mundial porque China entró en fase
de crisis y a Putin no le alcanza su fuerza geopolítica para reconstruir el
mundo bipolar de la guerra fría. Todos los países tienen sus problemas locales;
España tendrá meses para resolver el crucigrama del próximo gobierno,
Europa no sabe qué hacer con los refugiados e Iberoamérica padecerá el
relevo revolucionario e Iberoamérica sigue en el escenario ideológico de los
sesenta cubanos; pero si no atienden y descifran la elección presidencial de
noviembre próximo, después será demasiado tarde.

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No es Donald Trump sino


la sociedad estadunidense

L as preferencias electorales en encuestas y elecciones


primarias a favor del empresario Donald Trump
han metido al mundo en una zona de incertidum-
bre nacional e internacional. Sin embargo, el debate se ha
centrado en las expresiones racistas del aspirante republi-
cano y no en el escenario más racional: Trump es la expre-
sión de un estado de ánimo de una parte importante de la
sociedad de los EE.UU.

Es la sociedad de la Asociación del Rifle, la que aprobó la guerra contra


Irak con información falsa y votos demócratas de la Hillary Clinton que
también aplaudió el asesinato del terrorista Osama bin Laden sin pasar
por procedimientos judiciales, la sociedad que derrocó a sangre y fuego al
presidente socialista Salvador Allende, la que convirtió a la CIA en el ejército
privado del presidente para derrocar y asesinar.
Trump es, en este amplio escenario histórico, un producto típico de
la sociedad estadunidense, la que paga salarios de hambre y explota a
mexicanos que buscan ingresos y la que aplaude la existencia de los cazadores
de indocumentados en los desiertos de Arizona. Es también la sociedad
progresista que busca contemporizar con nuevos derechos, pero también la
que legaliza el consumo de la marihuana cuando la droga en los EE.UU.
es un mecanismo de control social de marginados: preferibles drogados que
quemando autos en las calles.
La sociedad que ha prohijado a Trump es la misma que quiere a Hillary
Clinton como candidata demócrata, la precandidata cargada de presuntos
casos de corrupción, a la que su marido le fue infiel en la misma Casa Blanca
y ella sin darse cuenta, la que prometió en la campaña de 2008 que estaría
despierta a las tres de la mañana por si era necesario ordenar el bombardeo
de alguna zona que amenace la seguridad nacional —que es todo— de los
Estados Unidos. Es la sociedad que votó por Obama porque encarnaba un
cambio sociológico y de clase, pero que al final de cuentas Obama resultó un
presidente típico del imperio expansionista porque ha mantenido la política
militar en el medio oriente. La sociedad que quiere a Trump y a Hillary es la
que frenó a Hitler pero no para encabezar una construcción de un mundo más
justo sino para consolidar a los EE.UU. como el imperio a escala planetaria.

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Por eso Trump y su lenguaje racista, bélico, expansionista, racial y hasta


violento encabeza las votaciones republicanas, porque es el partido republicano
que también ha empujado a Ted Cruz y a Marco Rubio con el mismo
pensamiento exclusionista aunque sin los gestos agresivos de Trump, pero al
final con la misma doctrina republicana. Y es la misma sociedad que avala el
enfoque imperial, de seguridad nacional estadunidense y de expansionismo
hegemónico de Trump aunque con lenguaje no agresivo porque el belicismo
es de decisiones de poder, no para asustar a la gente.­
Así que no hay que dejarse llevar por las pasiones nacionalistas. Trump
es una expresión social, política y moral del estado de descomposición de la
sociedad estadunidense. Algunos se horrorizan porque amenazó con construir
un muro en la frontera con México y declararle la guerra a los mexicanos si no
pagan el muro, pero demócratas y republicanos han iniciado guerras absurdas:
la de Corea, Vietnam, la invasión a Cuba, la invasión a Irak y Afganistán
basados en información que la Casa Blanca sabía que era falsa.
Sí, en efecto, Trump ha sacudido las buenas conciencias. Pero Clinton y
los dos Bush no fueron buenos con el mundo. Bush padre se forjó en la CIA,
invadió Panamá y atacó a Irak; Bush hijo profundizó la guerra en medio
oriente después de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva
York; Clinton le prestó 50 mil millones de dólares a México para salir de
la crisis de 1995 pero embargó la factura petrolera y al final necesitaba los
100 millones de mexicanos como consumidores de la chatarra estadunidense.
Obama quedó varado en Irak y Afganistán y es responsable de ataques
múltiples a poblaciones civiles árabes con saldos de decenas de miles de
inocentes muertos como daño colateral.

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Indicador Político

Así que Trump no debe asustar; debe preocupar, eso sí, que los EE.UU. hayan
perdido el dinamismo constructor de la segunda guerra. La descomposición de
su sociedad es responsabilidad de sus gobernantes demócratas y republicanos.
Obama despertó la expectativa de la comunidad afroamericana y en ocho años
gobernó para la estabilidad del sistema financiero de los blancos, a costa de
multiplicar la pobreza. Y lo peor: Obama careció de grandeza para construir
una nueva fase del ciclo social de los EE.UU. pero dejará una sociedad igual a
la que heredó de Bush hijo: hundida en la crisis social. Pocos han atendido a
un dato de esa ruptura social: el empleo ya no garantiza el retiro tranquilizador.
No quiere decir que Trump sea igual a Hillary o al revés; hay que subrayar
que los dos son producto de la sociedad estadunidense o el american way of
life o modo de vida estadunidense basado en la explotación a escala mundial,
la especulación sin controles y la codicia multimillonaria. Obama falló al no
modificar el destino de los EE.UU. Y la tendencia adelantada de Trump en
encuestas y primarias sería uno de los indicios más preocupantes del estado
de ánimo agresivo de los estadunidenses. En esta dinámica disfuncional se
explica a Bernie Sanders, el candidato socialista anti-Wall Street con buena
tendencia de votos pero casi imposible de ganar la nominación demócrata.
En todo caso, la tendencia adelantada de Trump debe dar oportunidad para
analizar el estado del mundo y la descomposición que no encontró el camino
social viable después del fin de la guerra fría en 1989. Trump y Hillary sólo
confirman que el mundo está en manos de oportunistas y no de estadistas.

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Cancillería: no es Trump
sino el 2018 mexicano

L os cambios en la Secretaria mexicana de Relaciones


Exteriores pudieran ser una jugada de dos bandas:
colaborar con la campaña de Hillary Clinton para
la Casa Blanca en noviembre de 2016 y de paso colocar
piezas para el proceso presidencial mexicano en el PRI para
el 2018.

El problema en el primer punto radica en que México pudiera estar


cometiendo un error geoestratégico al meterse en el proceso estadunidense
que tiene su propia lógica política y de poder, al caer en la trampa de un
posicionamiento sobre el tema de los migrantes pero de confrontación con
el lenguaje belicoso del precandidato puntero de los republicanos Donald
Trump.
El problema más grave radica en un dato con poca reflexión en Mexico:
los migrantes mexicanos en los EE.UU. deben ser defendidos pero no sólo de
los republicanos sino de los demócratas y sobre todo de la política migratoria
tramposa del presidente Barack Obama, en cuya administración se han
multiplicado las deportaciones y las represiones.
Los nombramientos en la cancillería tocan cuando menos tres puntos
clave: migración, comercio y lobby. El nuevo embajador Carlos Manuel
Sada Solana fue una pieza muy importante en Canadá en la negociación del
tratado salinista de comercio libre que aparece zarandeado por Trump y su
tarea consular destacó por la defensa de las comunidades migrantes en los
EE.UU. El ahora exembajador Miguel Basáñez tenía una formación más de
política estratégica. El cambio revela las prioridades de TCL y migración por
el acoso de Trump.
El nuevo subsecretario de asuntos del Norte, Juan Paulo Carreño King, se
formó con Carlos Salinas de Gortari e inclusive fue el corrector del libro de
memorias del expresidente. Su tarea actual se desarrolló en materia de imagen,
relaciones públicas y posicionamiento de México. Por tanto, convertirá la
cancillería en un espacio de lobby político ante la comunidad del poder de
Washington.
En ambos casos habría un segundo pensamiento: la posibilidad de que la
canciller Claudia Ruiz Massieu Salinas logre escalar posiciones en el ranking
de aspirantes a la candidatura presidencial del PRI para el 2018.

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Indicador Político

En este sentido, el avance de Trump en las primarias podría ser el motivo


o, en todo caso y todo es posible, el pretexto. En 1992 Salinas de Gortari
se equivocó en su perspectiva de las elecciones presidenciales porque le
apostó a la reelección del republicano George Bush padre pero al final ganó
el demócrata William Clinton. Bastante trabajo político le costó a Salinas
desandar su equivocación política, pero al final Clinton logró sacar adelante
el tratado en noviembre de 1993.
En el escenario electoral de los EE.UU. aparecen los republicanos Trump
y Ted Cruz, pero del otro lado avanza con dificultades Hillary Clinton, esposa
de William Clinton. Y si bien es cierto que las relaciones comerciales México-
EE.-UU. se rigen por la lógica del dinero, México podría estar apostando a
la victoria de los Clinton. Y de paso, el escenario de Hillary como presidenta
de los EE.UU. provocaría un mensaje para una contraparte femenina en
México.
El problema es que los cambios en la cancillería podrían estar siendo
leídos en los cuarteles republicanos como un involucramiento de México y
se habría de pagar un alto costo si el próximo presidente fuera Trump o Cruz,
los dos piezas del radicalismo racial estadunidense. Atacar desde ahora a los
republicanos con una trinchera diplomática podría tener un costo más alto si
Hillary no gana la candidatura.

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Indicador Político

Hillary, igual que Trump;


o sea que será peor

M ás que la advertencia de que el imperio es-


tadunidense seguirá poniendo de rodillas a
México, lo importante de la declaración de
la precandidata demócrata Hillary Clinton sobre la co-
rrupción y la tortura en México radica en el hecho de
que asumió la agenda mexicana agresiva del republica-
no Donald Trump.

El mensaje de Hillary a sus seguidores dejó claro que Trump tiene


razón y que los mexicanos son los malos, lo que estaría señalando que la
agenda migratoria de los demócratas sería igual a la de los republicanos y
el voto hispano nada deberá de esperar de Hillary.
Esa sola declaración reveló la hipocresía del discurso geopolítico del
establishment estadunidense sobre México: se trata de la misma Hillary
Clinton que como senadora por Nueva York aprobó las leyes patrióticas
del republicano George W. Bush que tiraron a la basura los derechos
constitucionales y los derechos humanos y se dedicaron a torturar iraquíes
y afganos para localizar terroristas.
Como secretaria de Estado del profesor de derecho constitucional
que despacha como presidente de los EE.UU., Barack Obama, Hillary
Clinton avaló las largas y sangrientas sesiones de tortura que agentes
de la CIA realizaron en campamentos secretos en el Medio Oriente para
localizar y asesinar sin mandato judicial a Osama bin Laden.
La historia se cuenta con realismo en la película Zero Dark Thirty
(La noche más oscura, título en español), dirigida por Kathryn Bigelow e
impulsada por Michelle Obama al Oscar del 2012. Lo interesante de la
película fue que los datos de las torturas realizadas por agentes de la CIA
fueron proporcionados y avalados por el entonces director de la CIA, lo
que provocó un regaño legislativo. El hecho fue que el gobierno de los
EE.UU. aprobó el uso de tortura cuando Hillary Clinton era secretaria
de Estado; de ahí la hipocresía al regañar a México.
Los EE.UU. tienen una larga lista de actividades a favor de la tortura,
entre ellas los asesores civiles y militares que entrenaron al gobierno
de Vietnam del Sur y a las dictaduras latinoamericanas en técnicas de
tortura. En 1970 el grupo guerrillero uruguayo los Tupamaros secuestró

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Indicador Político

a Dan Mitrione, asesor secreto estadunidense en tortura del gobierno


militar, y lo asesinaron.
En 1968 el periodista Seymour M. Hersh, quien pronto publicará un
libro con su tesis de que la Casa Blanca engañó con el asesinato de bin
Laden, reveló una matanza de civiles vietnamitas en la aldea de My Lai 4
y el caso fue anulado en cortes estadunidenses. En 1973 Hersh destapó
las trapacerías de la CIA derrocando gobiernos y la CIA ni se inmutó. Y
en el 2005 denunció torturas estadunidenses contra iraquíes en la prisión
de Abu Ghraib.
En la era Bush el secretario de Defensa Donald Rumsfeld firmó un
memorándum autorizando torturas como el ahogamiento de presos para
obtener datos de terroristas; cuando se reveló el documento, Rumsfeld se
burló de que a los presos los dejaran de pie diciendo que él trabajaba de
pie más de diez horas y no se quejaba.
Y sigue la larga lista de violaciones de derechos humanos con las
autorizaciones de Bush y Obama para el espionaje sin pudor de la Agencia
de Seguridad Nacional.
Así que la declaración de Hillary Clinton debe preocupar no sólo por
la hipocresía, sino porque ella viene con una agenda igual o peor que la
de Trump.

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Indicador Político

EU: candidatos mediocres;


Sanders, lastre de Hillary

C on el apoyo de medios de comunicación progre-


sistas hacia su candidatura, Hillary Clinton pare-
ce representar una burbuja de expectativas; sin
embargo, ha tenido que ir asumiendo la agenda radical
conservadora del republicano Donald Trump por el giro a
la derecha de la mayoría silenciosa estadunidense.

Las elecciones primarias en los EE.UU. deben de leerse en un escenario


bastante especial:
1.- Los precandidatos republicanos representan, todos, el enfoque
conservador; por tanto, la elección será de perfiles, no de proyectos.
2.- Del lado demócrata existe ya una polarización derecha-izquierda;
Hillary Clinton representaría al establishment conservador —no reaccionario
sino capitalista—, en tanto que Berni Sanders sería el ala izquierdista, socialista
y sobre todo anti-Wall Street.
3.- Por tanto, ahí podría estar fijándose la ventaja republicana: el voto
homogéneo. En tanto que en los demócratas, no existen garantías de que los
seguidores de Sanders vayan a votar por Hillary.
4.- En número la situación está más explícita: el voto popular homogéneo
de los republicanos suma 21.7 millones de estadunidenses, en tanto que
Hillary tiene 10.4 millones y Sanders 8.1 millones, 19 millones en total. El
voto de conciencia por Sanders no será endosado a Hillary.
5.- La ventaja de Trump sobre Ted Cruz es menor a los delegados que
necesita para ganar. Y a pesar de haber competido con la aureola simbólica de
Barack Obama en las primarias de 2008. Hillary tuvo el mismo porcentaje
de votos ahora que en el 2016, en tanto que Sanders aumentó 1.1 puntos
porcentuales su votación que la de Obama hace seis años. Es decir, Hillary ya
llegó a su techo.
6.- El voto latino podría ser un mito. En la votación en Nueva York, el
5 por ciento de latinos lo hicieron por Trump, en tanto que apenas el 14
por ciento de latinos sufragaron por Hillary. El 91 por ciento de blancos
votaron por Trump y el 57 por ciento de blancos lo hicieron por Hillary. Así,
el discurso racial de Trump ha sacado a los anglosajones a votar, en tanto que
Hillary se queda sólo con el voto tradicional de los estadunidenses medios.
7.- El giro conservador de Hillary Clinton hacia la agenda de Trump en

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Indicador Político

el caso México fue un indicio de que la demócrata se irá más a la derecha


racista. La primera interpretación sería en el sentido de que el voto progresista
no le alcanza para ganar y no parece tener confianza en el voto de las minorías
hispanas. En dos ocasiones Hillary atacó a México por temas ya tocados por
Trump, justo antes de las primarias en Nueva York, donde supuestamente el
voto progresista le daría más ventaja sobre Sanders, pero sin entusiasmar a los
hispanos.
8.- La apuesta de los demócratas, con el presidente Obama a la cabeza,
fue en el sentido de que el voto por Trump se agotaría pronto; pero el giro
conservador de Hillary fue el reconocimiento de que la agenda racial de
Trump estaría sacando a votar a la mayoría silenciosa cansada de la crisis
económica y social.
9.- Las críticas de Hillary Clinton al gobierno mexicano en materia de
corrupción y derechos humanos no le generaron más votos de la comunidad
mexicana en los EE.UU, porque la candidata no habría comprendido la
lógica electoral de los mexicanos en territorio estadunidense: les preocupa
más vivir en los EE.UU. que la crisis en México.
10.- Hillary puede ganar las primarias y hasta la presidencia, pero a
condición de parecerse más a Trump.

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Indicador Político

EE.UU.; Trump puso agenda


y Hillary apretará tuercas

D e nueva cuenta la estrategia mexicana de segu-


ridad nacional con los Estados Unidos ha que-
dado rezagada: mientras la designación de un
nuevo embajador mexicano se centró en el tema consular
y de defensa de los migrantes, las prioridades de la Casa
Blanca no están en los candidatos sino en las oficinas esta-
dunidenses de inteligencia y seguridad militar.

La geopolítica vecinal percibe a un gobierno mexicano preocupado


por el corto plazo y la imagen, mientras los mexican desk u oficinas de
asuntos mexicanos han aumentado las presiones sobre México:
Los desplantes de Trump para priorizar a México de nueva cuenta como
problema número uno de seguridad de los EE.UU., las tres intervenciones
de Hillary Clinton sobre México en los temas de torturas, los 43 que dijo
que eran 42 y la exigencia de controlar torturas de militares, las notas del
The New York Times acusando a Mexico con informaciones sin verificar
ni equilibrar, los reportes del Departamento de Estado sobre derechos
humanos y la aprobación por los republicanos de la embajadora Roberta
Jacobson más por interés de Trump que de Obama.
Lo malo es que en las prioridades mexicanas no aparece el factor
estadunidense. Desde México se enfoca el tema de los EE.UU. como un
asunto de imagen en los medios extranjeros, aunque se siguen careciendo
de verdaderos gestores mediáticos. El presidente Salinas de Gortari logró
una buena imagen en los medios de 1989 a 1993 porque se dedicó en
persona a dirigir la estrategia mediática.
México encara cuando menos dos años de redefiniciones de las
relaciones políticas y estratégicas con Washington, luego de casi ocho
años de desdén del gobierno de Barack Obama. El casi seguro candidato
republicano Donald Trump encontró en México uno de los temas
centrales de la agenda, dinamizado por la equivocada respuesta violenta
de grupos migrantes tratando de reventar mítines de Trump que no hacen
más que darle la razón al precandidato respecto a los pasivos con los

19
Indicador Político

migrantes mexicanos.
El defecto de la estrategia mexicana con los EE.UU radica en la
resistencia a enfocarla como el asunto número uno de seguridad nacional
de México. México tiene intereses geopolíticos no trabajados. El reciente
cambio en la embajada mexicana en Washington estuvo motivada por
el tema de migración de Trump y no por un replanteamiento bajo el
enfoque de inteligencia y seguridad nacional.
Pero las tres declaraciones de Hillary Clinton mostraron el complemento
de la agenda estadunidense sobre México: las presiones usando
mañosamente el tema de los derechos humanos, pero con el agregado que
aún no ha sido examinado a fondo por México: la declaración de Hillary
contra el ejército mexicano por un caso de tortura que el alto mando
militar ya había atendido con firmeza.
Los años que vienen serán vitales para la soberanía mexicana por el
refuncionamiento del complejo militar-industrial y ahora financiero
que está detrás de los candidatos a la presidencia. Las agendas mexicanas
de Trump y Hillary no sólo van a determinar el rumbo del 2016 local,
sino que anuncian desde ahora presiones crecientes sobre Mexico para
meterse en el proceso de elección presidencial del 2018.
En este contexto, Mexico necesita mucho más que el mero cambio de
embajador y que la preocupación por la agenda de los migrantes. Pero es
la hora en que Mexico no se atreve a fijar su agenda de seguridad nacional
e intereses nacionales con los EE.UU.

20
Indicador Político

EE.UU.: “la mera aplicación de


dolor no cuenta como tortura”

A nte la disminución del dinamismo de su campa-


ña, Hillary Clinton tomó por tercera ocasión a
México como bandera electoral el pasado 16 de
abril y usó el video de tortura de una detenida mexicana
para exigir con dureza que México pusiera “altos están-
dares” a sus fuerzas militares y policiacas para no violar
derechos humanos.

Pero la candidata demócrata olvidó que como senadora demócrata


aprobó las leyes patrióticas de George W. Bush y luego como secretaria
de Estado las revalidó en la práctica en el tema de autorización a militares
y a agentes de la CIA a torturar a iraquíes para obtener información sobre
terrorismo.
El tema de la tortura a detenidos realizada por militares y agentes de la
CIA es en los EE.UU. un asunto de seguridad nacional. En mayo de 2004
el periodista Seymour M. Hersh reveló torturas a prisioneros de Abu
Ghraib en Irak realizadas por militares estadunidenses y presentó fotos. El
gobierno de los EE.UU. abrió una investigación pero exoneró en abril del
2005 a los militares torturadores.
Como esposa de un presidente de la nación, senadora, secretaria
de Estado y ahora candidata, Hillary Clinton sabe de la existencia de
manuales de tortura que aplica el ejército de los EE.UU. El primero
data de 1963: Kurbark Counterintelligence Interrogation de la CIA para
operaciones militares, incluyendo el camino para “llegar a ser un perfecto
torturador”.
Luego se redactó el Human Resource Exploitation Training Manual
de 1983 (Manual de entrenamiento para la explotación de los recursos
humanos), también basado en técnicas de torturas militares a prisioneros
terroristas. Los dos manuales fueron exportados a gobiernos autoritarios
de América del Sur de 1983 a 1987. Las técnicas de tortura por parte de
militares estadunidenses fueron convertidas en cursos de especialización a

21
Indicador Político

militares sudamericanos en la Escuela de las Américas en Panamá.


En 2002, como respuesta autoritaria a los ataques del 9/11 de 2001
el presidente Bush aprobó un memorándum para usar la tortura contra
detenidos iraquíes y obtener información sobre actos terroristas en
preparación. La tortura permitió la localización y asesinato de Osama bin
Laden. Paradójicamente, de haber sido detenido, Bin Laden debió de ser
liberado por la violación al debido proceso por la obtención de datos a
través de la tortura.
En su libro de memorias, el director de la CIA en 1997-2004, George
Tenet, reveló que las torturas “eran órdenes directas del presidente”.
El periodista Bob Woodward publicó el dato de que el presidente Bush
decidió no aplicar la Convención de Ginebra a detenidos y los declaró
“combatientes ilegales”. El periodista Tim Weiner reveló en Legado de
cenizas. La historia de la CIA que Bush firmó el 17 de septiembre de 2001
una orden ejecutiva de 14 páginas al director de la CIA para el arresto sin
órdenes legales, el interrogatorio con tortura y cárceles secretas.
El responsable de la tesis de la tortura fue el subprocurador de Justicia
John C. Yoo, quien afirmó en un documento que “la mera aplicación
de dolor o sufrimiento” en realidad “no contaba como tortura porque
la Convención de Ginebra asumía la tortura como dolor “severo” y él
apoyaba sufrimiento.
De ahí que la candidata Hillary Clinton haya olvidado la aplicación de
tortura por militares y agentes de la CIA en los EE.UU.: la paja en el ojo
ajeno que olvida hipócritamente la viga en el propio; y si gana, México
tendrá que lidiar con esa conducta imperial.

22
Indicador Político

Trump y la amenaza de risa


del muro de los pasteles

E l factor Trump ha disparado temores en ambos


lados de la frontera pero con temas que son me-
ros artificios de campaña: los estadunidenses
racistas ven satisfechas sus pasiones de pureza de raza y
los mexicanos usan a Trump como una risible bandera
de campaña nacionalista.

El muro fronterizo que Trump va a construir y que costaría entre 5


mil y 10 mil millones de dólares —como se lo confesó Trump a Bob
Woodward y Robert Costa, del The Washington Post—, estaría localizado
del lado estadunidense y por tanto México no tendría justificaciones
presupuestales para pagar una inversión en otro país. Y la amenaza de
Trump de detener el pago de remesas implicaría una decisión imposible
de instrumentar.
Lo que queda es la declaración de guerra que señaló Trump para obligar
a los mexicanos a pagar el muro, la cual significaría una segunda guerra
de los pasteles que Francia decretó en 1839 contra México por una cuenta
de 60 mil pesos en pasteles y daños al restaurante de un tal Remontel,
aunque el fondo era aprovechar el caos mexicano durante el santanismo
para apoderarse de su economía. Y si hay guerra con de los EE.UU.
contra México, ¿qué pasaría si la gana México?
La Guerra del Muro ha sido más bien un factor de campaña de Trump
porque la frontera ya tiene varios kilómetros de muro que no han servido
para detener el flujo de migrantes y en Europa han comenzado a construir
muros —como el de Melilla, en España— contra migrantes africanos.
Lo que parece pasmar a los analistas estadunidenses es la convicción de
Trump de que sí va a construir el muro. Woodward y Costa lo entrevistaron
en abril y el aspirante republicano les entregó dos hojas manuscritas con
el diseño de su estrategia de cobrarle el muro a los mexicanos.
Los dos periodistas del Post utilizan el sentido común para demostrar
la irracionalidad de Trump: si México no paga el muro, entonces Trump

23
Indicador Político

como presidente de los EE.UU. deportaría a 11 millones de mexicanos


ilegales y frenaría el flujo de remesas de mexicanos que envían a México
y que constituyen el primer rubro de ingresos de divisas de la balanza de
pagos mexicana; pero sin esas remesas, México entraría en una nueva
zona de crisis porque frenaría su PIB sin remesas y entonces millones
de mexicanos volverían a meterse ilegalmente a los EE.UU. en busca de
empleo, con muro o sin muro.
Así, Trump no tendría muro ni migrantes enviando remesas ni dinero
en México para pagar el muro y sí millones de más migrantes ilegales.
Woodward y Costa dijeron: “¿puede alguien con un mandato tan risible
de la aritmética básica ser un aspirante serio a la presidencia?”.
La indagación periodística revela que la oficina Goverment
Accountability Office —Oficina de Responsabilidad Gubernamental—
de los EE.UU. ha señalado la imposibilidad de realizar seguimientos de
los dineros que inmigrantes ilegales envían a México a través de miles de
casas de transferencia de dinero. De ahí la imposibilidad práctica del
muro y el cobro.
Lo malo de todo es que la estridencia nacionalista de Trump le ha
dado a los políticos mexicanos una bandera de nacionalismo oportunista,
burdo y patético a Vicente Fox, Felipe Calderón o Jorge Castañeda y otros
rasgándose la bandera nacional contra el molino de viento de Trump.
Sólo queda que los mexicanos se preparen para una segunda guerra de
los pasteles.

24
Indicador Político

EE.UU.: Forrest Trump


o Dorothy Clinton

L a aspiración presidencial del empresario multimillonario


Donald Trump se ha convertido en un desafío al sentido
común pero también al análisis político. A lo largo de seis
meses proliferaron las voces que desdeñaron la posibilidad de su
victoria en las primarias, en lugar de hacer el esfuerzo de entender la
realidad que ha permitido su casi segura candidatura republicana.

Uno de los más brillantes pronosticadores políticos en base a estadísticas y


encuestas, Natan Silver, declaró: “estoy contento de no predecir algo tan loco
como la nominación de Trump”. Silver se colocó en los medios estadunidenses
por haber adivinado, leyendo cifras, la victoria de Barack Obama en el 2008
justo en el país que sigue arrastrando resabios de racismo. Ahora falló.
Trump resultó todo un desafío al sentido común. Pero la razón no ha
radicado en las fallas de la prospectiva política, sino en el método: los
principales analistas políticos le dieron prioridad a sus percepciones personales
y no a la racionalidad de la política. John Cassidy, en la prestigiada revista
The New Yorker, recogió el sentimiento de derrota en la evaluación de la
carrera presidencial de Trump: “mal, mal, mal hasta el final, lo hicimos mal”.
Pronosticaron su derrota por deseo personal de los analistas y se equivocaron.
No sería la primera vez que ello ocurre: los medios desdeñaron a Nixon,
no bajaron de cacahuatero a Jimmy Carter, se burlaron de Ronald Reagan por
ser actor de películas de tercera categoría, vieron pretencioso al provinciano
gobernador Bill Clinton, desdeñaron a Bush Jr. por incompetente y no le dieron
posibilidades a Obama por el color de su piel. Sin embargo, esos presidentes
fueron producto de un estado de ánimo social específico en cada época.
Cassidy señala que pocos analistas le dieron posibilidades a Trump el año
pasado. Hoy reevalúan sus análisis ya no en función de la candidatura sino
en la elección de noviembre. Pero de nueva cuenta los métodos analíticos
están contaminados con las percepciones personales: quien analice la
elección presidencial entre Trump y Hillary Clinton en un escenario social,
de estado de ánimo de los electores y de contexto internacional tendrá
mejores posibilidades de hacer un pronóstico adecuado; pero Trump sigue
estimulando repudios personales. En el fondo, quienes van a elegir al próximo
presidente de los EE.UU. son los electores de una sociedad estadunidense que
es diferente a las otras anteriores.

25
Indicador Político

Lo mismo le ocurre a los conservadores. El famoso analista conservador


William Kristol, en The Weekly Standar, centro de pensamiento de la derecha,
se disculpó por anunciar que no votaría por Trump por una serie de razones
que sin duda nunca les exigió a otros candidatos republicanos. En su artículo
Kristol colocó un epígrafe muy significativo, no tanto por el autor sino por su
militancia partidista: el demócrata John F,. Kennedy dijo algún día que “en
ocasiones la lealtad al partido exige demasiado”.
Los datos anteriores revelan, en consecuencia, la magnitud de la victoria casi
segura de Trump en las primarias, sobre todo por el retiro de sus tres principales
competidores: el empresario ganaría la nominación —en cuanto se haga
oficial— en un escenario político adverso, no sólo en el espacio demócrata y
social sino al interior de la franja conservadora de los republicanos. Nunca antes
ningún aspirante republicano a la candidatura presidencial había enfrentado
una oposición tan amplia en los medios, ni siquiera George W. Bush.
Los analistas centraron sus baterías críticas en la personalidad de Trump:
un empresario multimillonario, varias veces fracasado en negocios. Lo que
los analistas no han preguntado es el estado de ánimo de la sociedad ante los
presidentes anteriores: la frivolidad de Clinton y sus aventuras sexuales, la
escasa preparación de Bush Jr. en uno de los momentos más desafiantes de
los EE.UU. por los ataques terroristas del 9/11 y las promesas incumplidas de
Barack Obama con los pobres, los migrantes y los afroamericanos.
El factor Trump está redefiniendo la mentalidad de los estadunidenses. Desde
hace un mes, la aspirante demócrata Hillary Clinton tuvo que resolver uno de sus

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Indicador Político

más importantes dilemas, fácil desde su oportunismo y convicciones imperiales,


pero difícil ante el escenario político del norteamericano medio: entrarle al
debate ideológico con aspirante, el izquierdista Bernie Sanders, o entender que
Trump había fijado el terreno político-ideológico de la contienda en la agenda
de la derecha. Ahí encontró explicación el largo análisis de The New York Times
Magazine sobre el camino de Hillary Clinton para convertirse en un halcón
derechista del poderío estadunidense. Peor aún, Hillary se vio obligada a asumir
la agenda México de Trump y en una semana lanzar cuando menos tres duros
ataques a la situación crítica de seguridad en México no porque le interesara —su
agenda real es más geopolítica y personal de poder— sino porque entendió que
México había sido metido en la campaña estadunidense por Trump.
Los estadunidenses van a optar en noviembre entre la imagen de Forrest
Gump corriendo como nadie hacia ningún lado o la Dorothy Gale de la novela
El mago de Oz de Lyman Frank Baum elevada a obra de arte cinematográfica
por Víctor Fleming, pero sin que ninguno de los dos ofrezca alguna agenda
de soluciones a la grave crisis de transición de los EE.UU. luego de la caída
del Muro de Berlín, el fin de la guerra fría, el monstruo del terrorismo y la
larguísima crisis económica que terminó con el sueño del empleo seguro, bien
pagado y asegurado con el retiro.
Los periodistas deberán de rehacer su sistema analítico sobre Trump y
analizar las elecciones en función de las tres variables clave: la geopolítica, la
crisis social provocada por la crisis económica y el relevo en la élite gobernante.
Lo escribí aquí hace poco: no es Trump sino la sociedad estadunidense.

27
Indicador Político

No es Donald Trump sino la


sociedad estadunidense

L a preocupación de algunos sectores estadunidenses ha lle-


gado a niveles inesperados. La revista conservadora The
American Spectator publicó la semana pasada un artículo
de Thomas Sowell que terminaba con dos párrafos premonitorios:

“Los líderes republicanos parecen estar preocupados de que Donald


Trump gane la nominación y pierda la elección, algunos de nosotros
que no somos republicanos debemos preocuparnos que Trump gane la
nominación y gane la elección. Después de todo, el destino del país es
mucho más importante que el destino de un partido político.
“A medida que este país continúa la degeneración, esperamos que
nunca se llegue a la etapa desesperada donde sólo un golpe militar pueda
rescatarlo de catástrofes creadas por políticos irresponsables. Pero si ese día
llega, nos debe quedar la esperanza de que los militares cumplan con su
deber y den el paso. Es una de las instituciones dedicadas a algo más que el
interés individual”.
El texto de Sowell viene ilustrado con el primer plano del actor Burt
Lancaster vestido de militar de la película Siete días de mayo, basada en
la novela de Fletcher Knebel y Charles W. Bailey II, sobre la anécdota de
que los militares del Pentágono preparan un golpe de Estado para frenar la

28
Indicador Político

entrega de los EE.UU. a los intereses soviéticos. La novela fue publicada en


1962, un año después de la construcción del Muro de Berlín y la guerra fría.
Sin embargo, otras partes de la sociedad estadunidense están
entusiasmadas con Trump. La revista The New Yorker publicó un reporte
de George Packer en el que señala que Trump está ganándose la simpatía
de la clase trabajadora blanca, a pesar de que es un “proto-fascista”. Y aporta
un dato revelador: Trump ha crecido en zonas blancas donde un estudio
reciente reveló aumento en la mortalidad por tres causas: el alcohol, las
drogas y el suicidio. Trump atrae a un sector de raza abandonado por el
avance de las minorías.
En el sitio político.com —de enorme penetración en la élite gobernante—
un escritor de discursos de Bush Jr. enumeró 12 signos que indicarían que
Trump puede ganar las elecciones: el socialista Sanders sigue avanzando
y sus seguidores dicen que no votarán por Hillary, el “nunca Trump” no
ha pegado masivamente, Trump estaría cambiando su discurso radical
para evitar la ruptura en el Partido Republicano, Trump ha contratado a
veteranos profesionales de la política, se desinfla la propuesta de un tercero
como candidato, Trump ha comenzado a ganarse a estados del cinturón
industrial, la selección de un buen candidato a la vicepresidencia fortalecería
su candidatura, Hillary no jala a republicanos, crece el escándalo judicial de
Hillary por los correos electrónicos, Trump podría ganar su primer debate
con Hillary y las encuestas benefician a Trump.
Pero el éxito de Trump no es de él sino que refleja los estados de ánimo
de la sociedad estadunidense que perdió expectativas de bienestar —el
american way of life o modo de vida estadunidense— con las frivolidades de
Bill Clinton que ya le reclaman a Hillary, los miedos de George Bush Jr.
y las promesa incumplidas -—el we can por el we can´t, del sí se puede al
no se puede— de Barack Obama. Es decir, no es Trump sino la sociedad
estadunidense que está harta de los políticos profesionales.
Trump podría ser el candidato existencial que decía Norman Mailer: su
existencia precede a la esencia, que exista aunque carezca de fondo.

29
Indicador Político

Trump:
nosotros no, él sí

L a primera reacción formal del gobierno mexicano


hacia la consolidación de Donald Trump como casi
seguro ganador de las primarias republicanas fue el
reacomodo en la embajada en los EE.UU. y en el área
de América del Norte de la cancillería. Y si bien mostró
la preocupación por el rumbo electoral estadunidense, el
enfoque pudo no haber sido el necesario: Trump, Hillary
Clinton y los EE.UU. no son un problema migratorio o
consular de México, sino un asunto —el número uno— de
seguridad nacional.

La relación bilateral México-EE.UU. ha tenido, en lo general, tres etapas:


la del conflicto histórico del siglo XIX, la de jugarle con las cartas tapadas del
sistema político ofreciendo al PRI como el gestor de los intereses del imperio
y la de la integración económica con el tratado de comercio libre. En ninguna
de las tres aplicó México su doctrina de seguridad nacional ante el vecino
acosador.
La vehemencia de Trump respecto a México no ha sido analizada con
frialdad. Si Trump cumpliera con todas sus amenazas contras México, la
crisis económica, política, social, geopolítica y de dominación imperial de
los EE.UU. no se resolvería porque México no es factor determinante en la
definición del poder hegemónico declinante de Washington.
Los desafíos reales de los EE.UU.
son otros: la crisis de Europa, la
reconstrucción de las Madre Rusia
por Putin, el expansionismo chino,
el activismo árabe y el terrorismo
radical musulmán, las tentaciones
nucleares y los neopopulismos
latinoamericanos. Si Trump
sacara a México de la realidad
estadunidense, el imperio
crearía otro problema mayor.

30
Indicador Político

El tono de las preocupaciones de Trump sobre México no es nuevo. Se


parece o es continuidad del que aplicó el equipo de Ronald Reagan en su
campaña y los primeros años de su administración 1981-1989: el análisis
de un funcionario de la CIA, Constantine Menges, de que la crisis social de
México era otro Irán —el de la revolución del Ayatola— en la puerta sur del
imperio. Por eso Reagan le apretó las tuercas a México y le pidió a la CIA
fabricar análisis que pusieran a México al borde de una revolución, como lo
reveló Bob Woodward en su libro Velo: las guerras secretas de la CIA.
Los priístas del periodo 1958-1976 vieron a los EE.UU. como un asunto
de seguridad nacional, pero prefirieron eludir el conflicto geopolítico de
la guerra fría; la fase de integración comercial pasó por la revisión de los
libros de texto para depurar los señalamientos de que los americanos “nos
robaron” la mitad del territorio. Clinton y Obama vieron a México como un
país irrelevante para sus intereses de seguridad, quizá inquietos por la ruta
de migrantes como sendero terrorista y ahora preocupados por la violencia
criminal que hasta ahora no se ha exportado.
Trump encontró en el issue México un factor electoral; por eso endureció
su discurso para conseguir votos y poner la agenda pero luego jugar el 5 de
mayo con las expectativas al sentarse a tomar un taco bowl para la foto como
las que acostumbraba George Bush Jr. La agenda México le sirvió a Trump
para despertar a los sectores conservadores radicales que siguen siendo mucho
y que podrían, a su manera de ver, neutralizar el voto hispano.
El periodo 2017-2020 será decisivo para que los EE.UU. salgan de su
crisis o revienten en su papel imperial. Y ahí México cuenta nada. Eso sí, los
EE.UU. se colocaron como el problema número uno de seguridad nacional
de México.

31
Indicador Político

Trump-Hillary: guerra
sucia; Sanders crece

S i en México se acumulan las quejas en tribunales por


la guerra sucia de lodo entre candidatos a goberna-
dores, en la campaña presidencial en los EE.UU. los
precandidatos republicano Donald Trump y demócrata Hi-
llary Clinton están hundidos en un lodazal de acusaciones
pero sin tribunales que reglamenten declaraciones, spots o
filtraciones.

Y como parte de esa forma de hacer política sin reglas, los medios
de comunicación se han metido en ese pantano: el The New York Times
publicó un reportaje manipulado con entrevistas a supuestas mujeres de
Trump y éste contestó abriendo los expedientes de las mujeres de Bill
Clinton y acusó a Hillary de haber sido tolerante y conseguidora, además
de insinuar sus preferencias sexuales. Lo peor para el Times fue que una
de las entrevistadas se quejó que sus palabras habían sido tergiversadas.
El famoso columnista Dana Milbank —del The Washington Post, que
hizo un trabajo sobresaliente en el 2008 al cubrir la campaña de Barack
Obama— se burló de Trump, dijo que no sería candidato y se comprometió
a “comerse” su columna impresa si Trump ganaba. Como Trump es virtual
candidato republicano por el retiro de sus principales contrincantes,
Milbank tuvo literalmente que comerse su columna en varios guisos para
diluir el papel: https://www.youtube.com/watch?v=kGZZl6eaWN8.
Mientras Trump avanza ya sin rivales y ha logrado anular la estrategia
republicana de querer bloquearlo en la asamblea porque ya ganó primarias,
ahora la prensa estadunidense señala que la que está en problemas es
Hillary Clinton. El riesgo de los demócratas de perder las elecciones
con Hillary ha obligado al presidente Obama a meterse en las primarias
y a criticar directamente a Trump y asegurar que no sería presidente,
lo que indica ese involucramiento es la debilidad de Hillary. Esta
semana salieron los datos de que Hillary sí violó la ley al usar su e-mail
privado para comunicaciones como secretaria de Estado y por tanto esa

32
Indicador Político

responsabilidad le ha disminuido votos; Bernie Sanders hoy subió a su


discurso los “malditos e-mails”. Ayer jueves el The Washington Post, que
apoya a Hillary, publicó un editorial acusando a Hillary de despreciar las
reglas.
Los márgenes de maniobra de Hillary se han cerrado, el fardo de las
aventuras sexuales de su marido Bill son tema de campaña, los manejos
oscuros de dinero en la fundación Clinton también hablan de dinero de
grupos de interés foráneos. Y ante la penetración del discurso conservador
de Trump, Hillary ha tenido que tomar las banderas conservadoras del
empresario, al grado de que algunos medios ya llaman Lady Trump a
Hillary.
En la competencia por las primarias demócratas, Hillary Clinton ha ido
perdiendo su ventaja. Esta semana salió una encuesta sobre las votaciones
primarias en California el martes 7 de junio —471 delegados— y la
tendencia de votos da ya empate entre Hillary y Berni Sanders, cuando
ella tuvo hasta hace poco una ventaja de más de 10 puntos porcentuales.
Trump comenzó a disminuir su discurso migratorio contra México
y a tratar temas de estrategia de gobierno, seguridad nacional y política
económica. La agenda del muro le sirvió para despertar a la mayoría
silenciosa de votantes que han visto políticas de gobierno adversas a la
mayoría estadunidense para atender necesidades de la población migrante
ilegal. Ante ello, el verdadero adversario de Trump sería Sanders y no
Hillary.
Lo claro es que la elección la decidirán los estadunidenses, no los
analistas.

33
Indicador Político

EE.UU.: el mal menor


puede ser peor

C onforme se acerca el día de la elección presiden-


cial, el escenario político de los EE.UU. se com-
plica no sólo para los propios estadunidenses sino
para el precario escenario internacional. La presidencia de
Barack Obama (2008-2016) quiso ser más o menos pro-
gresista pero dejó el espacio interno y externo a las fuerzas
conservadoras. En este sentido se comienza a percibir —re-
vista Der Spiegel— a Hillary Clinton como un mal menor.

Conforme se acerca el día de la elección presidencial, el escenario político


de los EE.UU. se complica no sólo para los propios estadunidenses sino para
el precario escenario internacional. La presidencia de Barack Obama (2008-
2016) quiso ser más o menos progresista pero dejó el espacio interno y externo
a las fuerzas conservadoras. En este sentido se comienza a percibir —revista
Der Spiegel— a Hillary Clinton como un mal menor.
Pero el problema geopolítico no se puede medir por males menores o
mayores. Como nunca antes, el escenario electoral de los EE.UU. se va a
medir por parámetros locales. Y a los normales de la crisis económica, la
modernidad sin expectativas y la posmodernidad sin futuro, ahora se agregó
una de las peores variables estratégicas: el terrorismo interno derivado de la
política migratoria; más de un millón de musulmanes ha ingresado a territorio
estadunidense en el docenato de Obama pero sin incorporarse —como los
hispanos, por ejemplo— al estilo de vida local.
El asesino de Orlando conjuntó variables no asumidas: el radicalismo
musulmán por sí mismo y sin pertenecer a grupos terroristas internacionales,
el uso de la violencia muy al estilo estadunidense para dirimir confrontaciones
religiosas como el homosexualismo y el descuido de los organismos de
seguridad nacional en la identificación de las amenazas internas.
La competencia Donald Trump-Hillary Clinton coloca el peor de los
escenarios estratégicos: perfilar a un ganador en una zona de tensión social,
económica y racial, sin que ninguno de los dos ofrezca una política de
reorganización del papel de los EE.UU. en el nuevo escenario mundial. El
mundo cambió en 1989-1991 con la desarticulación de la Unión Soviética

34
Indicador Político

pero sin que los protagonistas pudieran acomodarse a la nueva realidad: el


viejo comunismo se reorganizó alrededor de Putin, la comunidad árabe radical
avanzó hasta llegar a la locura del 9/11 del 2001, los fracasos de la política
exterior de Washington en Irak, Afganistán, Irán, Siria y Libia multiplicaron
la inestabilidad, Europa creció, se consolidó y entró en zona de riesgo por el
brexit y por una crisis del Estado de bienestar que pudiera estar encontrando
una puerta de huida en el populismo y la geopolítica de seguridad nacional es
incapaz de entender los desafíos.
Si Hillary es el mal menor, su elección podría complicar el escenario
internacional tan sólo por las malas experiencias de la candidata demócrata
en el escenario internacional como secretaria de Estado de Obama: errores
que incendiaron Medio Oriente, abandono de América Latina y de Europa,
un pacifismo desmovilizador que olvida que los equilibrios mundiales son
militares y una larga lista de pendientes durante su gestión como esposa de
Bill Clinton y como encargada de la política exterior de Obama.
El final histórico de la Unión Soviética y la guerra fría representó un desafío
para la comunidad de inteligencia, militar y de seguridad nacional de los
EE.UU. Pero Bill Clinton le dedicó más tiempo sus actividades no tan furtivas
en las oficinas de la Casa Blanca para dar rienda a sus pasiones, George W.
Bush obligó a los servicios de inteligencia a afianzar la versión inventada de
compra de plutonio por parte de Irak sólo para derrocar a Sadam Hussein y
Obama quiso ser el pacificador del mundo para reconocer el premio nobel de
la paz pero dejando al garete el equilibrio geopolítico.
Como nunca antes, la elección del próximo presidente de los EE.UU. es un
asunto de interés mundial. El discurso aguerrido, belicista y ultranacionalista
de Trump encontró una comunidad internacional metida en sus propios
problemas. Si fue un alivio ver a distancia el papel injerencista de los EE.UU.,

35
Indicador Político

en lo local los gobiernos del mundo fueron incapaces de encontrar salidas a


sus crisis. Paradójicamente los críticos de Trump por querer construir muros
para frenar la inmigración hispana se han visto en problemas en Europa
ante la migración árabe de refugiados de las crisis de gobernación en países
colapsados y metidos en guerras civiles.
Las ultimas elecciones presidenciales en los EE.UU. —Jimmy Carter,
Ronald Reagan, George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo y Barack
Obama— carecieron de contenido geopolítico. El viejo orden de la posguerra
se fue desarticulando hasta regresar a los aislacionismos. Trump no ve más allá
de su racismo pero Hillary Clinton tampoco pudo mirar fuera de las fronteras
de seguridad estadunidenses.
Las posibilidades de Hillary están más atadas al avance de Trump y al
final de cuentas, por la democracia estadunidense, Trump puede ganar las
elecciones. Y lo más grave del asunto radica en la ausencia de una comunidad
de servicios de inteligencia, seguridad nacional y militarismo que pudiera
equilibrar la toma de decisiones. Sin ser fan, hay que reconocer que la última
mente estratégica que tuvo la política exterior de los EE.UU. fue la de Henry
Kissinger, aunque en su último libro —El orden mundial— exhibe una
carencia de nuevos enfoques sobre la crisis mundial y a pesar de eso plantea la
aplicación de las viejas estrategias imperiales.
Ninguno de los dos candidatos presidenciales tiene una agenda contra
el desorden mundial ni contra la crisis económica; los dos llegarían con
expectativas de sobrevivencia de corto plazo. La cohesión social del viejo
Estado de bienestar estadunidense ha dejado de existir en la medida en que
se perdieron las certezas sobre el empleo y sobre todo sobre la jubilación. Y el
surgimiento del radicalismo islámico dentro de los EE.UU. sería el problemas
número uno de seguridad nacional dentro de sus fronteras.
De ahí que la elección de noviembre plantee más dudas que certezas sobre
la crisis internacional y el destino del planeta.

36
Indicador Político

EE.UU.: ni armas ni locura;


es una guerra civil

D el lado de América se tiene una frase muy ilus-


trativa: las armas las carga el diablo pero las dis-
paran los tontos. Los recientes casos de tiroteos
en los EE.UU. ponen en el debate el tema de las armas,
pero no su disponibilidad por la segunda enmienda consti-
tucional para el derecho a poseerlas sino por dos datos que
alcanzan ya proporciones alarmantes: el alto grado de ines-
tabilidad emocional de los estadunidenses en situaciones de
ruptura violenta y el estado social de guerra que permite la
existencia del imperio pero que construye un inconciente
interno bélico.

La agresión criminal contra policías en Dallas la pasada noche del jueves


7 de julio aportó los dos componentes: un exmilitar que peleó en la guerra
de Irak convirtió las calles de esa ciudad en territorio de guerra con armas
de guerra. De todos los diarios estadunidenses, sólo el New York Post captó
la esencia del conflicto y tituló a toda su portada un concepto aterrador:
“Guerra Civil”, una categoría política que podría ilustrar el ambiente
social quebrado en los EE.UU. que ayudaría a entender el escenario
electoral de guerra interna que ha potenciado la candidatura republicana
de Donald Trump pero también con la reactivación del racismo.

37
Indicador Político

Apenas en 1993 —en reflexiones políticas los tiempos largos son


cortos— el ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger había publicado
un breve análisis de la situación social en el mundo: Perspectivas de guerra
civil, circulado en 1994 por Anagrama. Ahí desarrolló la tesis de “guerras
civiles moleculares”, pequeños conflictos sociales en relaciones humanas
específicas. Y puso como ejemplo los casos de motines raciales en los
EE.UU. y los enfrentamientos entre pandillas por el control de territorios.
“La guerra civil no procede de fuera, no es un virus importado; se trata
de un proceso endógeno”. Y ya no pasa por las ideologías: las razas, el
terrorismo, el odio, la guerrilla potencia la violencia por sí misma, a veces
para refrendar la existencia.
Los EE.UU. atraviesan por un proceso de desarticulación social
interna. La distribución poblacional por origen foráneo ha disminuido
la dominación de la población wasp —iniciales en español de blanca,
anglo, sajona y protestante— y ha provocado situaciones extremas como
las de Trump contra hispanos, islamitas y otras minorías, además de la
multiplicación de milicias armadas legalmente para cazar migrantes
hispanos en el territorio de Arizona, paradójicamente arrancado a los
indios en el siglo XIX.
La violencia interna estallada en Orlando, Dallas y Minnesota y la
justificación racial y sexual ha encontrado un ambiente de descomposición

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Indicador Político

en la integración social de los EE.UU. Lo paradójico ha sido el hecho de


que el asesinato de policías por un francotirador negro excombatiente
en Irak —es decir: con entrenamiento gubernamental para matar— tuvo
la motivación en el asesinato de un joven negro en Minnesota por un
policía, escenas grabadas y difundidas en las redes para significar un acto
criminal de represión. Y es paradójico por el hecho de que ocurrió durante
el gobierno de ocho años del primer presidente negro en los EE.UU. que
implicó un salto cualitativo en la crisis racial en un país que se construyó
por la esclavitud de los negros y pasó por violencia en los sesenta para
lograr la igualdad.
Y en esos casos simbólicos de locura social, el primer presidente
negro podría verse obligado a entregar el poder —la democracia es la
democracia— a un sucesor racista como Trump, si es que gana las
elecciones sólo por su discurso de exclusión de razas. A lo largo de ocho
años, Obama se dedicó a administrar el poder de las clases dominantes,
nada hizo a favor de las minorías de color y fracasó en su compromiso
electoral de una reforma migratoria. En los últimos tres años ha habido
denuncias graves de minorías agredidas por la policía y situaciones de
insubordinación policiaca por la falta de garantías para su trabajo.
Ciertamente que el caso de Dallas es de referencias extremas pero logra
dibujar los tres elementos de la violencia criminal social: acceso a armas,
entrenamiento bélico imperial e inestabilidad emocional. El tema de las

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Indicador Político

armas fue otro fracaso de Obama porque quiso eludir el principal punto
del tema: la industria bélica forma parte del complejo militar-industrial-
financiero que controla el sistema nervioso del capitalismo estadunidense.
El principal contrabandista de armas es el gobierno de los EE.UU. y las
armas estadunidenses van a dar a manos de minorías en otros países. La
correlación entre la invasión a Irak, Afganistán y Vietnam con la violencia
dentro del territorio estadunidense es bastante obvia: la defensa del
american way of life o modo de vida estadunidense.
Las crisis de violencia interna en los EE.UU. encasilladas en el concepto
de “guerras civiles moleculares” han llegado a un nivel preocupante: es
una violencia sin ideología, sin objetivos. Por eso son guerras civiles: todos
contra todos —antes de Hobbes— y peor si de pronto se enfilan los actos
de violencia contra las instituciones del Estado como es la policía.
Lo malo es que el aparato de poder estadunidense lamenta siempre la
violencia interna, llora a sus muertos y lanza iniciativas políticas destinadas
al fracaso. Los EE.UU se construyeron sobre la violencia expropiatoria en
el siglo XIX —lo mismo los indios llamados pieles rojas que la apropiación
de la mitad del territorio mexicano— y lo hicieron con las armas. La
guerra civil del siglo XIX no resolvió las contradicciones raciales. Y los
derechos civiles en los sesenta sentaron las bases de una igualdad que no
ha sido consolidada.
Los EE.UU. viven la contradicción entre una sociedad civilizada y una
sociedad violenta. Y las matanzas en su territorio seguirán en tanto haya
guerras imperiales cuyo sentido psicológico se reproduce internamente.

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Indicador Político

Trump y una sociedad


racista y prefascista

L a nominación del empresario ultraderechista Do-


nald Trump como candidato oficial del Partido
Republicano a la presidencia de los EE.UU. para
el periodo 2017-2020 representa un desafío al escenario
geopolítico para el próximo cuarto de siglo. Hasta ahora
conocemos al Trump retador, inconsecuente, ajeno a su
partido, racista y aislacionista. La campaña va a servir para
conocer su propuesta formal de gobierno.

No debe extrañar el acomodamiento a la derecha-ultraderecha de la


sociedad estadunidense. La política de reconocimiento de derechos de las
minorías —sobre todo las raciales— se hizo en función precisamente de
derechos, sin atender los efectos sociales y raciales. Los ocho años de Barack
Obama confirmaron esta hipótesis de trabajo: Obama supuso que sólo el
color de su piel en la Casa Blanca iba a reacomodar los sentimientos, pero la
falta de una estrategia de gobierno sólo polarizó el racismo.
Extraña, para el análisis, que el tema de la migración mexicana a los EE.UU.
se haya convertido en tema de elección de un candidato presidencial; a lo
largo de más o menos 75 años hubo un aumento de la población mexicana
en los EE.UU., bastante por la crisis económica mexicana —2 por ciento
promedio anual de crecimiento económico en el largo periodo 1982-2016—
pero también por la demanda de mano de obra barata en ciertas actividades
de la economía estadunidense.
En su primer discurso como aspirante presidencial hace casi un año, Trump
centró su propuesta en frenar la migración mexicana, caracterizarla de criminal
y proponer la construcción de un muro en la frontera. El tema tomó a México
y a los estadunidenses fuera de lugar: ¿era la migración mexicana un tema
mayor que el terrorismo radical acreditado al islamismo furioso? A lo largo
de otros discursos de campaña en las primarias, Trump metió el asunto de la
comunidad musulmana dentro de los EE.UU. pero sin obtener reacciones
importantes de la sociedad. Por tanto, el interés social estadunidense tuvo que
ver con el racismo y no con el terrorismo árabe.
De acuerdo con cifras oficiales, en los EE.UU. viven alrededor de 35
millones de personas de origen mexicano —antiguo y reciente—, poco más

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Indicador Político

del 10 por ciento del total de la población total. Y así como esos mexicanos
han contribuido a la actividad económica con trabajo y pago de impuestos,
también existe una parte que se ha dedicado al crimen organizado: los cárteles
mexicanos controlan el tráfico de droga al menudeo en 3,000 ciudades
estadunidenses, dominan el delito en las cárceles y han cometido crímenes
atroces contra población local.
Pero en la balanza de positivos-negativos, la comunidad mexicana tiene
más aportación social y económica que criminal, pero en el entendido de
que la penetración de los cárteles en territorio estadunidense se ha debido
a dos razones: la demanda de drogas mexicanas entre los millones de
consumidores locales y la corrupción oficial que permite el tráfico de drogas
y su comercialización local y el lavado de dinero sucio del narco. En términos
de política económica, la demanda determina la oferta.
¿Por qué se colocó el tema México sucio en la agenda de un precandidato
del Partido Republicano a la presidencia? Aquí escribí hace poco que el
tema no era Trump sino la radicalización racial de la sociedad estadunidense
conservadora. El asunto, en consecuencia, debe tener un enfoque sociológico.
Trump está en condiciones de ganar las elecciones presidenciales y de llevar
su agenda racial a políticas de Estado, pero sólo por el apoyo de una mayoría
social que acepta los razonamientos raciales y racistas de Trump y que basa su
existencia en la pureza de la sangre que animó a la sociedad fascista hitleriana.
Pero el problema será práctico: la imposibilidad de frenar la migración
ilegal en tanto haya corrupción en empresas que contratan a trabajadores sin
permisos y siga siendo un negocio el tráfico de personas a lo largo de la frontera
geopolítica y de seguridad nacional más insegura del mundo. La relación
deportación-ingreso ilegal de personas no ha bajado la presencia mexicana. Y
peor aún: legalmente se pueden invertir 500,000 dólares (455,000 euros) en

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Indicador Político

un negocio y obtener la ciudadanía estadunidense en automático.


El tema central es el racismo social y masivo como efecto de los ocho
años de un afroamericano en la Casa Blanca. Democráticamente los EE.UU.
estaban preparados para un hombre no blanco en la presidencia, pero con
el costo social de activismos raciales contra las minorías. La victoria de
Trump en la elección de candidato republicano es efecto directo del fracaso
de Obama en sus inexistentes políticas raciales. Obama en la realidad fue el
primer presidente negro de los blancos porque gobernó para el establishment
y no se preocupó por el problema racial que, por cierto, le está estallando en
la comunidad afroamericana como guerra civil molecular por los asesinatos
de negros por parte de policías y los asesinatos de policías por radicales
afroamericanos.
Al tema religioso de las rupturas nacionales y de la geopolítica se suma
hoy la vertiente racial al interior de los EE.UU. El repudio de Trump a los
mexicanos es racial, no económico ni sociológico. Y como se ven las cosas
en territorio estadunidense, el repudio de Trump a los mexicanos y árabes
desde la Casa Blanca —si ganara las elecciones de noviembre— tendrá un
activismo social violento como el de las milicias armadas cazamigrantes —los
minuteman que se inventaron en la construcción de los EE.UU. en la época
de las 13 colonias— que existen y operan en Arizona.
Si Trump gana las elecciones, el problema no estará en el poco margen
de maniobra para políticas raciales sino en la movilidad social autónoma de
quienes votaron por un discurso racista y que podrían iniciar una guerra civil
silenciosa.

43
Indicador Político

Trump arranca adelante;


Hillary y sus escándalos

L a política estadunidense es una farsa. A lo largo de


varios meses el precandidato demócrata Bernie San-
ders se definió socialista y contra el establishment
de Wall Street, y acusó a Hillary Clinton de obedecer a los
ricos del 1 por ciento. Una vez que perdió, Sanders le dio
todo su apoyo a Hillary… y todos contentos.

Y como es una farsa y un circo, al final no importa quién gane: Nixon


prometió terminar la guerra de Vietnam y lanzó toneladas de bombas
sobre población civil, Reagan le vendió armas a Irán luego del escándalo
de los rehenes, Bush Jr. fabricó evidencias en la CIA para invadir Irak y
Obama juró cerrar Guantánamo, aprobar una ley migratoria y respetar
derechos, y terminó aprobando el programa de espionaje más escandaloso
de la historia.
Las elecciones presidenciales en los EE.UU. obedecen a una lógica de
intereses locales y la victoria es cuestión de propaganda y discursos. El
lunes las encuestas habían marcado el arranque: Donald Trump arriba de
Hillary entre 1 y 5 puntos porcentuales. En tendencia de votos, Trump ha
avanzado de 36 por ciento a 40 por ciento y Hillary ha bajado de 42 por
ciento a 40 por ciento.
Hillary ha aparecido como la candidata del establishment político de
Washington y financiero de Wall Street, en tanto a Trump esos grupos
de poder lo ve como un outsider o externo a la red de interese del poder
imperial. A Hillary le ha ayudado que el grupo de poder republicano no
quería a Trump y nada ha hecho para apoyarlo, lo que habla del impulso
popular de su fuerza electoral.
Más que mala suerte, Hillary ha quedado atrapada en el poder: el
lío de los correos electrónicos cuando fue secretaria de Estado y que le
hackearon espías, la reunión secreta de Bill Clinton con la procuradora
federal para presionar una exoneración en los correos y ahora la renuncia
de la presidenta del Partido Demócrata por presionar votos de delegados a
favor de Hillary vía correos electrónicos porque tenía prohíbo parcializar
su función. Y también están las sospechas de un mal estado de salud de la

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Indicador Político

candidata por discursos que ha tenido que suspender por ataques de tos.
Pero lo más importante ha sido la farsa socialista de Sanders, al grado
de que en las redes sociales circulan videos de seguidores de Sanders
enfurecidos por la forma en que traficó con sus apoyos. El asunto involucra
a Obama porque le tocó administrar la crisis de 2008 heredada de Bush
hijo y utilizó fondos federales para salvar a las empresas sin afectar los
bonos de los accionistas y ejecutivos: la crisis empobreció a las mayorías
y enriqueció más a los ricos.
Sanders se presentó como el socialista del 99 por ciento de la población
que lucha contra el 1 por ciento de los ricos estadunidenses. En sus
discursos de campaña acreditó a Hillary la defensa del 1 por ciento. El
The New York Times Magazine preguntó el domingo cómo le hará Hillary
para romper sus alianzas con los ricos y volverse la “campeona del 99 por
ciento”.
Y lo peor pareció haber sido la selección del candidato de Hillary a
la vicepresidencia: el senador y exgobernador de Virginia Tim Kaine,
que habla español pero que no pintó entre los hispanos. El experto en
encuestas que predijo la victoria de Obama, Nate Silver, afirmó que Kaine
le daría a Hillary Clinton sólo 0.7 por ciento de votos.
Así que los hechos se alinean a favor de Trump al arrancar las campañas
formales.

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Indicador Político

Contra Donald Trump, sólo


un golpe de Estado: LATimes

L a próxima elección presidencial de los EE.UU. el


8 de noviembre será una prueba de fuego para la
democracia. El 19 de julio pasado, el analista James
Kirchick publicó un artículo de opinión en el poderoso
Los Angeles Times que cimbró las instancias de poder: “si
gana Trump, no es imposible un golpe de Estado aquí en
los Estados Unidos”.

La situación de inestabilidad política en los EE.UU. por el avance


electoral de Trump la víspera de la convención republicana fue comparada
por el analista con la que reinó en Turquía y llevó al reciente frustrado golpe
de Estado. Y terminó su texto con palabras de advertencia: “Trump no sólo
es manifiestamente incapaz de ser presidente, sino que es un peligro para
los EE.UU. y para el mundo. Los votantes le deben parar antes de que un
militar tenga que hacerlo”.
Lo malo, sin embargo, ha sido el hecho de que los votantes republicanos
subieron a Trump a la candidatura republicana precisamente en función de
su discurso racista, excluyente y violento. Y del lado demócrata, la convención
del lunes para coronar a Hillary Clinton fue un fracaso político porque
mostró una fractura en la militancia. El mensaje no pudo haber sido más
desalentador: el voto demócrata bajará y ayudará la victoria de Trump.
En unas horas, el escenario político de los EE.UU. mostró indicios
importantes:
1.- El experto en encuestas Nate Silver, que había señalado una buena
posición de Trump a finales de la semana pasada, lanzó su predicción después
de la convención demócrata: si el lunes fueran las elecciones, Trump ganaría
con el 57.5 por ciento de los votos, contra 42.5 por ciento de Hillary.
2.- A pesar de que en un editorial institucional le dio su apoyo a Hillary, el
poderoso vocero del establishment progresista de los EE.UU The Washington
Post publicó el lunes cuatro referencias negativas a Hillary en varias encuestas:

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Indicador Político

el 68 por ciento dice que Hillary no es honesta ni confiable, su imagen no


había sido peor como la del tiempo político de la convención y con cifras
positivas de apenas 30 por ciento, sólo el 38 por ciento dice que estaría
orgulloso de tener a Hillary de presidente y alrededor de la mitad de los
demócratas en las primarias votaron por Bernie Sanders.
3.- En la crónica de la convención demócrata en Filadelfia, el The
Washington Post narró que había sido un “día de humillación” para la
presidenta del dividido Partido Demócrata, quien anunció su renuncia al
cargo antes del evento por pruebas de que había sido parcial a Hillary. Gritos
de “¡¡¡vergüenza!!!” opacaron su intervención.
4.- El proceso electoral estadunidense entró en una lógica de seguridad
nacional y mostró que el error de Hillary de usar correos electrónicos abiertos
como secretaria de Estado era el menor de sus problemas. La plataforma
WikiLeaks —que usó el espía Edward Snowden, asilado en Rusia— filtró
miles de correos electrónicos de funcionarios del PD para ayudar ilegalmente
a Hillary. Las pistas han llevado al presidente ruso Putin metiéndose en los
nervios del proceso de elección del próximo presidente estadunidense. El sitio
Defenseone dijo que Putin había convertido WikiLeaks es un arma política.
5.- Y la intervención directa de Obama a favor de Hillary es más una carga
que un potencial electoral por el repudio ciudadano contra el presidente
saliente por sus promesas incumplidas.
De ahí el artículo en LATimes pidiendo golpe de Estado contra Trump.

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Indicador Político

Hillary, asunto de poder,


no de género

C omo parte de su perfil político, en 1960 se dijo


que Kennedy hacía historia por ser el primer pre-
sidente católico en el país del protestantismo; en
su gestión violó los fundamentos de la religión e inició la
guerra en Vietnam y ordenó a la CIA invadir Cuba. En el
2008 se enfatizó que Obama hacía historia por ser el primer
presidente afroamericano; como mandatario, Obama nun-
ca se preocupó por los pobres ni los negros y gobernó para
las corporaciones de Wall Street.

Ahora se dice que Hillary Clinton hace historia al ser la primer mujer
candidata a la presidencia de la nación y podría ser la primera mujer que
gobierne el país más poderoso del mundo, pero desde ahora se sabe que
no fue elegida candidata demócrata por su condición de mujer ni por su
inexistente agenda de género sino por representar al establishment de los
intereses geopolíticos y financieros del imperio. A lo largo de su carrera hacia
la Casa Blanca, Hillary no ofreció ninguna iniciativa a favor de las mujeres.
Cuando en plena campaña presidencial en 1992 se reveló que Bill Clinton
había acosado sexualmente a varias mujeres, Hillary desdeñó la solidaridad
de género y apareció junto a su marido para señalar que esa denuncia —
que era real, existente— era una conspiración de la ultraderecha. Y cuando
estalló el escándalo de Mónica Lewinsky —un hombre poderoso de 50 años
seduciendo a una becaria de apenas 22 años de edad—, Hillary volvió a
despreciar la solidaridad de género y disculpó los deslices sexuales.
De ahí que Hillary sea la candidata de un falso feminismo y en realidad la
explotación de su condición de género es sólo una estratagema electoral de
sus operadores de campaña, sobre todo si frente a ella tiene al troglodita —en
versión del barón de Montesquieu— y atrabancado de Donald Trump. El
problema en los EE.UU. es la magnificación de circunstancias: Obama, en
efecto, pudo haber hecho historia si hubiera cambiado la relación racial, pero
termina sus dos periodos con asesinatos raciales entre policías y negros; por
tanto, a ocho años de distancia, podría decidir que Obama pasará a la historia,
pero la historia de los récords Guinness con una sola línea: “fue el primer
presidente afroamericano de los EE.UU.” y nada más.

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Indicador Político

El feminismo militante o el avance social y político de las mujeres fue sin


duda el dato revelador de finales del siglo XX. Pero pocas mujeres en el poder
le dieron a sus respectivos gobiernos una sensibilidad de género; es decir, su
tarea fue la de consolidar el poder de un establishment y no realizar acciones
a favor de la mujer que representa la mitad de la población mundial. En
cambio, en literatura si hubo mujeres que modificaron la perspectiva literaria
y social de la mujer. ¿Podrá Hillary emular el ejemplo de Simone de Beauvoir,
quien por cierto hizo aparecer a Sartre como un macho típico? ¿O a Virginia
Woolf? En realidad Hillary nada tiene que ver con El segundo sexo o con Una
habitación aparte.
El poder es… masculino. Por tanto, las relaciones de las mujeres con el
poder es una reproducción de roles sociales. Ha habido muchas mujeres
gobernantes como para sorprenderse que en los EE.UU. una mujer haya
escalado posiciones de poder rumbo a la presidencia de la nación. Lo que
debe precisarse es la posibilidad corta o remota de que en el poder una mujer
ofrezca el cambio sustancial en política: la conceptualización del poder desde
la femineidad. La dialéctica está implícita en la relación la política-el poder.
El día en que las mujeres gobiernen como mujeres, las posibilidades de una
política con ética —el ideal aristotélico de hace 2,600 años— podría acercarse
a la realidad.
Hillary llegó a la candidatura como una pieza del establishment del
complejo militar-industrial-financiero del imperio. Como senadora por
Nueva York votó a favor de las leyes patriotas de George W. Bush y como
secretaria de Estado también avaló la decisión de Obama, un presidente que
había sido profesor de derecho constitucional en Harvard, de implementar

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Indicador Político

un impresionante programa de espionaje contra la población civil y medidas


intimidatorias más que efectivas en la seguridad en los aeropuertos, todas ellas
contrarias a los derechos constitucionales.
Además Hillary llega con expedientes judiciales abiertos: el asunto de los
correos electrónicos como indagación del FBI por usar servidores públicos que
permitieron que Rusia los kackeara fue contenido por una reunión privada
de Bill Clinton con la procuradora en un aeropuerto privado en Arizona.
Asimismo, el fracaso de Hillary en el manejo del expediente de Libia que
careció de un enfoque estratégico regional y que terminó con el asesinato
del embajador estadunidense y el caos en la región. También la forma en que
ilegalmente el Partido Demócrata hizo campaña contra Bernie Sanders para
beneficiar a Hillary. Y las revelaciones de corrupción en el manejo de fondos
en la fundación Clinton.
La política en los EE.UU. es espectáculo, show, globos blancos y azules
o rojos, discursos llenos de chistes y no de compromisos, acarreos de
simpatizantes. Y sobre todo de frases hechas: ahí es donde se localiza la
argumentación de que Hillary va a representar a las mujeres en la Casa Blanca,
en caso de que gane, porque en ningún momento impulsó iniciativa alguna
cuando fue esposa sumisa, engañada, por Bill Clinton, dejando la imagen de
una mujer casada con el poder y no con su género.
La mujer es sensibilidad, ética, derechos reales, trabajo comunitario,
sentido ideal de la justicia, maternidad; y ninguno de estos atributos contiene
la candidatura de Hillary. De Beauvoir escribió que “no se nace mujer, se llega
a serlo”, y el camino es el de la construcción de un compromiso real. Hasta
ahora ninguna mujer gobernante ha logrado introducirle al poder el enfoque
de la política desde la perspectiva femenina.
Hillary es candidata, puede ganar, pero los votos deben ser en función de
su perspectiva de poder, no por su falso feminismo.

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Indicador Político

México: frenar
a Trump/Hillary

D e nueva cuenta y sin corregir experiencias del


pasado, México entra en la lógica del descon-
cierto ante elecciones presidenciales en los
EE.UU. Ya había ocurrido en 1992 cuando el presidente
Salinas de Gortari le apostó a George Bush padre y ganó
Bill Clinton. Ahora el escenario es más incierto: Donald
Trump o Hillary Clinton.

El asunto se ha estado enfocando mal. No se trata de adivinar quién


será el próximo habitante de la Casa Blanca, sino de identificar el escenario
económico, político y social, y el estado de ánimo de los estadunidenses
ante el fracaso de Barack Obama. Al final de cuentas los presidentes de los
EE.UU. responden, mal que bien, a la lógica del establishment.
La estrategia mexicana debe ser otra: definir primero los intereses
de México en los Estados Unidos, en el mundo y en la región, y luego
replantear nuestra política de seguridad nacional. Desde 1990 México ha
estado ajustando su política exterior a las necesidades del imperio y ha ido
abandonando zonas estratégicas.
Tradicionalmente, México había tenido una política exterior de intereses
nacionales; se recuerda sólo la posición diplomática del presidente López
Mateos ante la crisis con Cuba después del triunfo de la revolución castrista
y su definición al socialismo luego del intento de invasión en Bahía de
Cochinos impulsada por la CIA. México se negó a obedecer la consigna de
la OEA de romper relaciones diplomáticas.
La confusión que existe en política exterior radica en la suposición
de intereses comunes dentro del mercado norteamericano del tratado de
comercio libre de 1993. Pero el tratado asume estrategias comerciales,
no geopolíticas. Así, la tradicional política exterior nacionalista, activa y
solidaria de México se disolvió en el tratado sin que nadie se lo pidiera
y sobre todo a cambio de nada. De 1982 a la fecha, México dejó pasar la
oportunidad de catapultarse desde el pivote comercial. Hoy México carece
de una posición internacional, como se vio en las actitudes de desprecio del
presidente Obama y del premier canadiense Trudeau en la reciente reunión
en Canadá.

51
Indicador Político

Lo que se ve en el escenario internacional indica el racismo tipo Trump


o la visión imperial de Hillary; lo grave es la lista de decisiones de Trump si
gana las elecciones, incluyendo la declaratoria de una guerra para obligar a
pagar un murió fronterizo que se construiría por decisión estadounidense y
dentro de territorio de los EE.UU., además de la revisión crítica del tratado
comercial.
La política exterior es un instrumento no sólo de poder y de defensa
de los intereses geopolíticos de las naciones, sino de fortalecimiento de la
soberanía nacional y de cohesión de la comunidad nacional. Y por los tintes
racistas de Trump y seguidores contra mexicanos en los EE.UU., México
necesita más que nunca una política exterior bilateral no sólo activa sino
dinámica que vaya más allá de la protección consular.
De la llegada de Nixon al poder en 1969 a la fecha (casi medio siglo),
México ha sido tratado como un pariente pobre, inclusive en las relaciones
comerciales que han ayudado a la economía estadunidense por un mercado
nacional de más de 100 millones de personas. Más aún, sin la droga
mexicana los EE.UU. se hubieran desangrado en una guerra interna de
consumidores.
O México endurece su política exterior a partir de intereses nacionales o
Trump o Hillary nos van a atropellar nuevamente.

52
Indicador Político

EE.UU. 2016: a Hillary no le


creen; ahora critica a Obama

W ASHINGTON, D.C.- Aunque la caída de


Donald Trump en las encuestas después de
su coronación como candidato republicano le
abrió nuevas expectativas a la candidata demócrata, Hillary
Clinton no parece poder remontar sus negativos. Por eso el
viernes, en una reunión con periodistas negros e hispanos,
dejó a un lado la agenda migratoria y criticó el saldo de la
economía y dejó mal a Barack Obama.

Luego de que se había negado a reunirse con periodistas, Hillary tuvo que
hacerlo en una reunión conjunta de asociaciones de periodista afroamericanos
e hispanos, alrededor de 700. Indicador Político estuvo presente en la segunda
mitad, sobre todo en las preguntas.
Y fue un periodista del The New York Times quien le dijo a la candidata
republicana que ella no le gusta a la gente, que no conecta con los electores
y que la ven distante de esa parte de masas de la política, Hillary se molestó
con la pregunta y en tono duro y el rostro pétreo, recomendó a los periodistas
que se reunieran con toda la gente que ella ayudó como first lady en la Casa
Blanca, como senadora y como secretaria de Estado.
La reunión con breve conferencia de prensa no fue un día de campo para
la candidata demócrata. Una periodista le preguntó sobre el escándalo de
los correos electrónicos como secretaria de Estado en un servidor abierto
y ella entró en choque con el FBI. Pero le volvieron a preguntar no sobre
la exoneración sino sobre el asunto de usar comunicaciones abiertas para
transmitir información confidencial.
Al final, Hillary en realidad no dejó satisfechos a los periodistas. Y menos
cuando dijo que su buena voluntad en materia de migración va a chocar
con la mayoría republicana en las dos cámaras que aprueban las leyes y
reformas: 246 diputados republicanos contra 188 demócratas y 54 senadores
republicanos contra 44 demócratas y dos independientes. Y nada indica que
los demócratas puedan lograr la mayoría legislativa.

53
Indicador Político

De ahí el giro estratégico que dejó ver el viernes la candidata demócrata


al tratar de centrar su discurso ahora en la pobreza, la marginación y la
crisis económica, cuando el presidente demócrata saliente Barack Obama ha
insistido que los EE.UU. ya salieron de la crisis que le heredó George W.
Bush en 2008. Hillary dijo que en su campaña las principales quejas son
contra la crisis económica.
En los hechos, Hillary ya agotó la vena migratoria por la certeza de que
habrá poco que hacer para que los republicanos controlen el congreso,
aunque ella dijo que como presidente de la nación —si gana— trabajaría
para impulsar legisladores demócratas al congreso a fin de quitar la mayoría
republicana en las dos cámaras. Sin embargo, algunos analistas han señalado
la imposibilidad cuando menos en dos elecciones legislativas de que ello
ocurra.
Aunque dicen que es común que el candidato que va abajo convierta a su
adversario en el destinatario de sus críticas, Hillary Clinton ha comenzado
a preocupar a los grupos de poder demócratas porque ha ido asumiendo
paulatinamente la agenda conservadora de Trump. La propuesta de revisar
el tratado comercial con México que anunció Hillary provocó irritación en
los grupos comerciales que se han beneficiado con la alianza y que no quieren
ninguna revisión del tratado.
La campaña apenas ha comenzado y se van a ver oscilaciones en una
elección bastante competitiva.

54
Indicador Político

Hillary, pieza del complejo militar


industrial-financiero-seguridad

W ASHINGTON, D.C.- Si alguna certeza co-


mienza a definirse en la campaña presidencial
de los EE.UU. sin duda es la que define el
verdadero escenario de la contienda: la reconstrucción del
imperio; y el camino para lograrlo: la seguridad nacional.
Ante el riesgo de que Donald Trump pueda ganar, la comu-
nidad de inteligencia, seguridad nacional y espionaje ya se
alineó a Hillary Clinton.

Lo significativo radica en la comprobación de la estructura real del


poder en los EE.UU. Al complejo militar-industrial que denunció Dwight
Eisenhower en 1961 se agregaron dos nuevas instancias de dominación
imperial: los complejos financiero y de seguridad nacional y espionaje. Así,
el poder detrás de Hillary Clinton como la candidata del establishment se
localiza en el complejo militar-industrial-financiero-seguridad.
Ex altos funcionarios de la CIA que sirvieron a los gobiernos de George
W. Bush y Barack Obama han escrito apoyos a favor de Hillary; y apenas
antier, lunes, 50 funcionarios republicanos del área de seguridad nacional
calificaron a Trump como un “riesgo de seguridad nacional”. En este
sentido. Hillary se perfiló como la candidata del Estado de seguridad
nacional (caracterización de Gore Vidal).
El problema es muy complejo: Trump no parece ser un riesgo de
seguridad nacional; si acaso, carece de formación en esa área, pero la misma
impreparación tuvieron Bush Jr. y Obama, sólo que estos dos se entregaron
a los brazos de la comunidad militarista y de seguridad. Y Hillary aprobó
las leyes patrióticas de Bush Jr. y fue secretaria de Estado de Obama.
Lo que revelan los datos de funcionarios del  área de inteligencia y
seguridad nacional metiéndose en un proceso político interno son los
parámetros de la geopolítica posterior a los errores garrafales del periodo
1993-2016: las frivolidades sexuales de Bill Clinton, el impacto brutal de
los atentados del 9/11 y las debilidades de Obama hacia el mundo musulmán
radical. Y Hillary sería la pieza militarista de la reconstrucción del imperio
estadunidense en retroceso desde 1989, frente al fortalecimiento de la
Rusia de Vladimir Putin y la fuerza china.

55
Indicador Político

Los exfuncionarios de la CIA que han apoyado a Hillary —Leon Panetta,


Michael Hayden y Michael Morell— fueron responsables de las guerras
sucias de la agencia contra terroristas: cárceles clandestinas, torturas,
asesinatos de líderes extranjeros, el asesinato del embajador de EE.UU. en
Libia en 2012 cuando Hillary era secretaria de Estado y los siete agentes
de la CIA que murieron en un atentado terrorista en diciembre del 2009
bajo la dirección de Panetta en la presidencia de Obama. Y los oficiales
republicanos que hoy protestan contra Trump fueron determinantes
en operaciones clandestinas en el exterior defendiendo al imperio y no
representando a su partido.
Este activismo electoral de agentes y funcionarios del área de espionaje
y seguridad nacional estaría mostrando las dificultades de Hillary para
ganar. Pero al mismo tiempo deberían abrir un gran debate sobre la
transición política pendiente de los EE.UU. después de la caída del muro
de Berlín. Más que la reconstrucción del poderío económico estadunidense,
la candidatura de Hillary sería el fortalecimiento del imperio a través de
sus agencias de espionaje. No debe olvidarse que el profesor de derecho
constitucional Obama autorizó la más vasta operación de espionaje interno
y externo.
De ganar, Hillary definiría su gobierno como una reconstrucción del
modelo imperial del republicano Ronald Reagan (1981-1989) que operó la
derrota de la Unión Soviética y encabezaría al peligroso complejo militar-
industrial-financiero-seguridad.

56
Indicador Político

La reconstrucción-transición
del imperio

W ASHINGTON, D.C.- Aunque no alcanza


aún a definirse como tema de debate, uno
de los trasfondos del proceso electoral esta-
dunidense es el del futuro imperial de los EE.UU. desde
el inicio de la guerra fría en agosto de 1961. El dilema
aparece claro: o el camino de la democracia o el sendero
del militarismo.

El asunto nada tiene que ver con perfiles partidistas. Curiosamente,


los republicanos han aparecido como más sensatos en política exterior:
Eisenhower alertó del complejo militar-industrial, Nixon terminó con
la guerra de Vietnam, Ronald Reagan derrotó a la Unión Soviética con
la competencia presupuestal y sin disparar misiles; sólo George Bush Jr.
inició la guerra en el medio oriente que se perfila como el Vietnam del siglo
XXI.
Los demócratas han salido más belicosos: Truman lanzó las bombas
nucleares sobre territorios japoneses; Kennedy inició la guerra de Vietnam
y financió invasión a Cuba, mantuvo Vietnam; la debilidad de Jimmy
Carter propició la invasión de la embajada de los EE.UU. en Teherán y
un año de rehenes; Bill Clinton desdeñó la política exterior y prohijó a Al
Qaeda, y Obama autorizó tortura a rehenes, cárceles clandestinas de la CIA
y un impresionante programa de espionaje contra civiles dentro y fuera del
territorio estadunidense.
El desmoronamiento de la Unión Soviética en 1989-1992 fue producto
de una transición del imperio a la racionalidad geopolítica; el fin del
mundo bipolar y de la guerra fría obligaba a los EE.UU. a una transición
también del imperio a la convivencia multipolar; sin embargo, Clinton y
Bush optaron por fortalecer el dominio imperial de Washington y Obama
en realidad nunca entendió la geopolítica ni la seguridad nacional pero se
echó en los brazos de la comunidad de inteligencia, militar y de seguridad
nacional. En ese largo periodo 1993-2016 los EE.UU. han sufrido más
derrotas que victorias.
Lo que el Washington político no ha entendido hasta la fecha radica en el
hecho de que el dominio imperial es ciertamente militar y de seguridad pero

57
Indicador Político

sostenido por la hegemonía económica e industrial y de tecnología. Ahí


estuvo la clave del complejo militar-industrial: las guerras como el motor
del impresionante desarrollo industrial estadunidense.
Donald Trump y Hillary Clinton parecen no entender esa lógica; el
primero razona como empresario que funda todo en el comercio y la
segunda es una burócrata que cree que todo el poder se deriva del espionaje
o de la inseguridad de los ciudadanos para fortalecer la oferta de seguridad
del Estado. En medio se acumulan los datos de que por razones varias, el
poderío estadunidense no se ha podido instalar de nueva cuenta no por falta
de efectivos militares sino por una economía débil.
El ejemplo que comienza a ser analizado por los estudiosos es el chino:
un poderío militar que domina por las legiones de inversiones financieras
y comerciales en el mundo. Cuando China entre en crisis económica y
financiera se verán mermadas sus posibilidades de dominación geopolítica.
Y en este modelo Rusia tiene poco qué hacer porque la economía posterior
a la transición se hizo para favorecer a una plutocracia ajena al poder
geopolítico y por eso Vladimir Putin es más verborreico que imperialista.

Lo que se decide en los EE.UU. va más allá de Trump y Hillary y tiene


que ver con la reorganización del capitalismo militar-industrial y no con
la democracia.

58
Indicador Político

Falso feminismo de Hillary:


“el” poder, no “la” política

W ASHINGTON, D.C.- En los espacios de gé-


nero mexicano se ha asumido la aceptación
de Hillary Clinton en función de su condi-
ción de mujer, pero sin reconocer que ella es todo menos
femineidad y que su caracterización más acertada es la de
una maquina de poder conservador.

Si la política es ética (Aristóteles), el poder es coerción y dominio


(Max Weber). Cuando en la campaña presidencial de 1992 denunciaron
abusos sexuales de Bill Clinton, Hillary soslayó la solidaridad de género
y dijo que esas acusaciones —ciertas, por lo demás— era producto de
una vasta conspiración de la derecha. Y cuando se revelaron los abusos
sexuales del cincuentón de Bill Clinton a una becaria de 21 años de edad,
Hillary apoyó al marido.
En El segundo sexo, la biblia de las feministas, Simone de Beauvoir señala
que “no se nace mujer” sino que “se llega a serlo”. Por los comportamientos
respecto al poder (masculino), Hillary Clinton se decanta de la política
(femenino). En reciente conferencia de prensa, el laureado periodista
Seymour M. Hersh —que destapó la matanza de civiles en My Lay, los
abusos en la prisión de Abu Ghraib y las guerras criminales de la CIA—
denunció que Hillary Clinton había aprobado el uso de gas sarín contra
rebeldes sirios.
La crítica al falso feminismo de Hillary también viene de la izquierda.
La activista Diana Johnstone —autora del libro La reina del caos— declaró
en una entrevista para lamarea.com que Hillary Clinton construyó una
fortaleza financiera con el apoyo de las corporaciones de Wall Street --las
que acusó y condenó Bernie Sanders-- y que en materia de feminismo
destruyó la teoría de los nuevos derechos, los Clinton cambiaron la
ideología del Partido Demócrata “de la igualdad social a la igualdad de
oportunidades” privilegiando las luchas individuales por el éxito y no los
derechos sociales de las mujeres. Esta “política de la identidad” quebró
la solidaridad de la clase haciendo que la gente se centrase más en la

59
Indicador Político

identidad étnica, racial o sexual.


El apoyo de Obama a Hillary no se dio en función de su condición
de mujer sino en relación a la polarización ideológica entre los votantes
demócratas entre el socialista Bernie Sanders —enemigo de Wall Street y
las corporaciones que Obama salvó con dinero fiscal— y la pragmática
Hillary que como senadora demócrata por Nueva York se alió a los políticos
conservadores para votar leyes de Bush Jr. a favor de las corporaciones de
Wall Street.
El gran debate en los EE.UU. se centra en la cifra apabullante de que
el 1 por ciento de los ricos posee más del 50 por ciento de la riqueza
nacional y que la gestión de Obama en realidad no terminó con esa
estructura sino que la reforzó con presupuestos especiales para rescatar
a las empresas en crisis aunque esos dineros sólo consolidaron los bonos
de los accionistas. Hillary dará continuidad esa estructura de apropiación
privada de la riqueza social.
De ahí la percepción real de que Hillary no compite en realidad por
ser la primera mujer gobernando la Casa Blanca desde la perspectiva
de los valores femeninos, sino que representa los intereses de la derecha
económica de Wall Street y el militarismo bélico. Hasta ahora, las mujeres
en el poder han respondido a los impulsos masculinos que a los enfoques
femeninos; la razón es simple: el gobierno es sinónimo de poder.

60
Indicador Político

Trump: la gran derrota


de la prensa liberal militante

W ASHINGTON, D.C.- La crisis-colapso-de-


rrota de la prensa liberal estadunidense frente
a Donald Trump la ilustró el caso especial del
columnista Dana Milbank, del The Washington Post: el 2 de
octubre de 2015 escribió que Trump perdería la nomina-
ción republicana “o me comeré esta columna”. Trump ganó
y Milbank literalmente se tuvo que comer su columna en
chilaquiles el 15 de mayo pasado.

En lugar de analizar las razones sociales de la base electoral de Trump o de


identificar la recomposición del Partido Republicano o de indagar la situación
de la derecha estadunidense, la prensa liberal pasó del equilibrio informativo
a la militancia irracional… y perdió no sólo en el juego electoral sino en
credibilidad.
El error de la prensa liberal estadunidense fue la militancia en lugar de
la investigación. Y en su afán por parar a Trump a base de periodicazos, esa
prensa se vio obligada a esconder el perfil conservador, derechista, autoritario,
militarista e imperial de Hillary Clinton y el Partido Demócrata, además del
hecho inocultable de que la candidata demócrata copió parte de la agenda
republicana.
La elección presidencial abrió de nueva cuenta —aunque sin que le
entraran de lleno al asunto— el debate sobre la prensa militante y la prensa
analítica. Por ejemplo, los comentaristas destrozaron a Trump porque dijo que
el crimen había aumentado en los EE.UU., aunque sin revisar las cifras. Sean
Kennedy y Parker Art revelaron en el Post que en efecto había aumentado la
inseguridad en 2014-2016.
El famoso especialista en medios Howard Kurtz, en Foxnews, dijo que ante
las evidencias de tendencias electorales los críticos de Trump había comenzado
apenas a justificar sus críticas no fundamentadas, aunque “la inclinación en
contra de un candidato en una elección presidencial no puede justificarse”.
El problema es que la parcialidad en el manejo de la información —sobre
todo en la televisión— destruyó los principios de equidad y equilibrio en el
contenido. Los analistas que violaron esas reglas, agrega, hoy se arrepienten

61
Indicador Político

porque no entendieron la magnitud de la ira y la frustración social que


alimentó el repudio a Trump. Estos analistas analizaron a Trump en función
de su rechazo a las “reglas normales” de la política, es decir, los modos del
establishment.
La polarización entre la prensa liberal y la prensa conservadora ha
beneficiado electoralmente a Hillary Clinton porque las denuncias en
su contra que perfilan incapacidad para conducir la Casa Blanca fueron
escondidas en los grandes medios: la corrupción en la fundación Clinton,
los intereses rusos y árabes en el financiamiento de la campaña de Hillary,
las decisiones torpes de ella como secretaria de Estado, el caso de los mails
que recibió exoneración negociada por Bill Clinton, la crisis en Libia que
condujo al linchamiento del embajador por decisiones equivocadas de
Hillary Clinton.
La prensa liberal militante no ha analizado el hecho de que tres exdirectores
de la CIA, con la autorización de la propia agencia, hayan apoyado
públicamente a Hillary Clinton violando el papel de esa agencia de no meterse
en asuntos internos, y menos político-electorales.
Y todo se puede resumir en la frivolidad del columnista Milbank al
opinar contra Trump por razones personales y no de análisis y apostar que se
comería su columna si ganaba Trump la convención republicana. Y en lugar
de autocriticarse por errores analíticos, se comió la hoja de papel de la página
del Post en chilaquiles mexicanos.

62
Indicador Político

Hillary
y el falso feminismo

W ASHINGTON, D.C.- Como el periodismo


tiene la función de revelar, el The New York
Times Magazine ha publicado cuando menos
dos textos que exhiben el verdadero rostro de Hillary Clin-
ton como aspirante a la presidencia de la nación: uno la
revela como un halcón en materia de política exterior y
otro se pregunta cómo la representante del establishment
corporativo de Wall Street podría convertirse en adalid del
99 por ciento de estadunidenses explotados por los ricos del
1 por ciento.

Hillary enfrentó una doble polarización: hacia el interior del Partido


Demócrata, enfrentó al socialista Bernie Sanders que contabilizó la mitad
de los votos en las primarias; y hacia el exterior tiene enfrente al atrabancado
empresario Donald Trump que también tiene alrededor de la mitad de los
votos en las encuestas.
Pero la parte más complicada de Hillary radica en el hecho de que quieren
explotar su condición de mujer pero en el entendido de que a lo largo de
su carrera política nada ha hecho a favor del género. A partir de Simone de
Beauvoir en El segundo sexo, la mujer no nace sino que se va construyendo. Y
Hillary es más un macho político que una mujer con sensibilidad femenina a
la hora de ejercer el poder.
A Hillary le ha beneficiado la candidatura descontrolada de Trump
porque muestra oficio en el ejercicio del poder, aunque esa experiencia vaya a
beneficiar al establishment del complejo militar-industrial-financiero. Barack
Obama despertó muchas esperanzas por el color de su piel y su discurso
demagógico a favor de los pobres, pero su saldo a ocho años de distancia ha
sido el fracaso del enfoque social y de la esperanza: los ricos son más ricos y
los pobres siguen siendo pobres. Lo mismo va a ocurrir con Hillary Clinton.
Pero a favor de Trump se encuentra la biografía del poder de Hillary,
sus caos de corrupción, de sumisión al marido para mantener el poder, la
indignidad femenina ante los abusos sexuales de Bill Clinton y su propia

63
Indicador Político

ineficacia como senadora neoyorkina y secretaria de Estado. Los pasivos


de Hillary son un regalo electoral para Trump, sobre todo en campañas
presidenciales estadunidenses donde la política es espectáculo y efectismo, no
razonamientos.
Y en medio de Trump y Hillary se localiza la sociedad estadunidense
no sólo harta de las promesas de los políticos, sino ya sin la estructura de
bienestar que existía antes de la crisis del 2008: la seguridad del retiro luego
de años de trabajo es hoy la inestabilidad en el empleo. Al perder la certeza de
una vejez tranquila, el estadunidense medio también extravió su confianza en
la política y el poder.
Los negativos de Trump no alcanzan a compensarse con los negativos
de Hillary y en ese sentido el votante carecerá de verdaderas alternativas.
Analistas mexicanos quieren explotar el inexistente género de Hillary porque
ella es ajena a la política (femenino) y está dominada por la pasión por el
poder (masculino). En materia de imperialismo, Hillary está más cerca de
Bush que de Obama, y por ello como senadora votó por las leyes patrióticas
que tienen en los EE.UU. a un Estado policiaco de seguridad nacional.
En este sentido, Hillary es peor que Trump porque el empresario cuando
menos es intolerantemente sincero en sus respuestas al grado de cometer error
tras error, pero Hillary es un halcón con plumas de paloma. Y será una pieza
más del establishment que controla el poder en los EE.UU.

64
Indicador Político

EE.UU.: de la “Operación Gavin”


a la “Operación Jacobson”

W ASHINGTON, D.C.- En abril de 1983 se


inició la Operación Gavin: la construcción
de una alianza entre clero conservador mexi-
cano, el PAN, las cúpulas empresariales y la embajada de
los EE.UU. para construir la alternancia partidista en la
Presidencia de México.

En ese mes hubo una reunión secreta entre el cónsul estadunidense en


Sonora, Arturo Arredondo, el arzobispo conservador sonorense Carlos
Quintero Arce, grupos locales del PAN vinculados a Manuel J. Clouthier y
empresarios de las cúpulas. El 30 de agosto de 1984 se realizaría una segunda
reunión con los mismos invitados, sólo que en ese entonces bajo la presencia
física del embajador John Gavin.
Esa operación política había sido diseñada por el director de la CIA, William
Casey, con la autorización del presidente Ronald Reagan, en un escenario de
reorganización geopolítica: la ofensiva del papa Juan Pablo II contra la URSS
apoyando al sindicato polaco Solidaridad, el aumento de la acción militar de
Washington en Centroamérica contra la guerrilla, la desarticulación desde el
Vaticano de la teología de la liberación y las quejas de la Casa Blanca por el
apoyo mexicano a la guerrilla centroamericana.
Casi 30 años después el gobierno de los EE.UU. ha puesto en marcha
la Operación Jacobson, encabezada por la embajadora estadunidense en
México, Roberta Jacobson. Y los tres primeros indicios han sido registrados:
su asistencia a una marcha lésbico-gay, su declaración de que los mexicanos
deberían de ejercer su rechazo a la corrupción del priísmo en las urnas y las
presiones sobre violencia y derechos humanos. La novedad de este objetivo
de Washington de propiciar la alternancia hacia el PAN en el 2018 radica en
que se trata de un plan demócrata que preparó Hillary Clinton cuando era
secretaria de Estado de Obama y que aplicaría en caso de ganar las elecciones
presidenciales de noviembre próximo.
El tema de la alternancia en México no es ajeno a Hillary. En 1995 Bill
Clinton le dio 50,000 millones de dólares a Zedillo para salir del colapso

65
Indicador Político

devaluatorio a cambio de facilitar la alternancia en el 2000. Ahora Hillary


podría impulsar otra alternancia mexicana favoreciendo al PAN de Margarita
Calderón.
Las funciones de la embajadora Jacobson en México cada día se van
pareciendo más a las del embajador Gavin 1981-1986: articular grupos
opositores al PRI. La tarea de Gavin fracasó porque el presidente De la Madrid
no cedió en política exterior activa en Centroamérica y porque el PAN en las
elecciones legislativas federales de 1985 apenas logró 10 por ciento de las
curules y el PRI consolidó el 72 por ciento.
De todos modos, el PAN dio el salto cualitativo de oposición leal (término
acuñado por la investigadora Soledad Loaeza) a oposición de alternancia. El
saldo de la Operación Gavin se dio en el PAN con el arribo de los que Fidel
Velázquez, el líder sindical del PRI, calificó como “los bárbaros del norte” o
grupos panistas empresariales contra el PRI. Pablo Emilio Madero asumió la
presidencia del PAN en 1984 y le siguió Luis H. Alvarez, uno de los panistas
empresarios más astutos en sus estrategias de poder.
La alternancia del 2000 no dio los resultados esperados por Washington:
el fin del PRI. Como en la Operación Gavin, hoy de nuevo la corrupción es
instrumento de la Casa Blanca vía la embajada para propiciar otra alternancia
presidencial hacia el PAN en el 2018.

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Indicador Político

EE.UU.: reconstrucción
o transición del imperio

W ASHINGTON, D.C.- Aunque no alcanza


aún a definirse como tema de debate, uno de
los trasfondos del proceso electoral estaduni-
dense es el del futuro imperial de los EE.UU. desde el inicio
de la guerra fría en agosto de 1961. El dilema aparece claro:
o el camino de la democracia o el sendero del militarismo.

El asunto nada tiene que ver con perfiles partidistas. Curiosamente,


los republicanos han aparecido como más sensatos en política exterior:
Eisenhower alertó del complejo militar-industrial, Nixon terminó con
la guerra de Vietnam, Ronald Reagan derrotó a la Unión Soviética con
la competencia presupuestal y sin disparar misiles; sólo George Bush Jr.
inició la guerra en el medio oriente que se perfila como el Vietnam del
siglo XXI.
Los demócratas han salido más belicosos: Truman lanzó las bombas
nucleares sobre territorios japoneses; Kennedy inició la guerra de Vietnam
y financió invasión a Cuba, mantuvo Vietnam; la debilidad de Jimmy
Carter propició la invasión de la embajada de los EE.UU. en Teherán y
un año de rehenes; Bill Clinton desdeñó la política exterior y prohijó a
Al Qaeda, y Obama autorizó tortura a rehenes, cárceles clandestinas de
la CIA y un impresionante programa de espionaje contra civiles dentro y
fuera del territorio estadunidense.
El desmoronamiento de la Unión Soviética en 1989-1992 fue producto
de una transición del imperio a la racionalidad geopolítica; el fin del

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Indicador Político

mundo bipolar y de la guerra fría obligaba a los EE.UU. a una transición


también del imperio a la convivencia multipolar; sin embargo, Clinton y
Bush optaron por fortalecer el dominio imperial de Washington y Obama
en realidad nunca entendió la geopolítica ni la seguridad nacional pero se
echó en los brazos de la comunidad de inteligencia, militar y de seguridad
nacional. En ese largo periodo 1993-2016 los EE.UU. han sufrido más
derrotas que victorias.
Lo que el Washington político no ha entendido hasta la fecha radica en
el hecho de que el dominio imperial es ciertamente militar y de seguridad
pero sostenido por la hegemonía económica e industrial y de tecnología.
Ahí estuvo la clave del complejo militar-industrial: las guerras como el
motor del impresionante desarrollo industrial estadunidense.
Donald Trump y Hillary Clinton parecen no entender esa lógica;
el primero razona como empresario que funda todo en el comercio y
la segunda es una burócrata que cree que todo el poder se deriva del
espionaje o de la inseguridad de los ciudadanos para fortalecer la oferta de
seguridad del Estado. En medio se acumulan los datos de que por razones
varias, el poderío estadunidense no se ha podido instalar de nueva cuenta
no por falta de efectivos militares sino por una economía débil.
El ejemplo que comienza a ser analizado por los estudiosos es el chino:
un poderío militar que domina por las legiones de inversiones financieras
y comerciales en el mundo. Cuando China entre en crisis económica y
financiera se verán mermadas sus posibilidades de dominación geopolítica.
Y en este modelo Rusia tiene poco qué hacer porque la economía posterior
a la transición se hizo para favorecer a una plutocracia ajena al poder
geopolítico y por eso Vladimir Putin es más verborreico que imperialista.
Lo que se decide en los EE.UU. va más allá de Trump y Hillary y tiene
que ver con la reorganización del capitalismo militar-industrial y no con
la democracia.

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Indicador Político

México en Trump y Hillary:


residencia y alternancia

S i la política de ideas es propia de la filosofía, la real


politik se decide en la oscuridad del poder. De ahí
que las verdaderas agendas mexicanas de Donald
Trump y Hillary Clinton deben analizarse con el trasfondo.

Y en ese lado oscuro del poder, el conflicto en México por la visita de Trump
tiene dos elementos subterráneos: el riesgo en la residencia en los EE.UU. de
mexicanos con intereses de trabajo —actores, empresarios, periodistas— y la
estrategia de seguridad política de la Casa Blanca para promover por segunda
vez la alternancia panista en la presidencia mexicana.
Si Trump gana la presidencia, su ofensiva contra los mexicanos ilegales
y la construcción del muro generarán una guerra racista contra mexicanos.
Y los mexicanos residentes en los EE.UU. —Alejandro González Iñárritu,
Guillermo del Toro, Salma Hayek, Kate del Castillo y Jorge Ramos, entre
muchos otros ya incorporados a la cultura gringa que criticaron a Peña
Nieto— tendrían que decidir si optan por la ciudadanía estadunidense total
o renuncian a la residencia y regresan a México a organizar la resistencia y

69
Indicador Político

probablemente algunas milicias armadas que tendrán que instalarse en la


frontera para combatir a los estadunidenses enardecidos con el muro.
Y en México debe hacerse una correlación política entre eventos propios
de las estrategias de inteligencia y seguridad nacional: la presión de Hillary
contra militares y policías mexicanos, el pánico estadunidense a la violencia
en zonas mexicanas, el beneplácito de Washington a la precandidatura de
Margarita Calderón por ser esposa del presidente 2006-2012 que lanzó
la ofensiva contra los cárteles que se diseñó en los EE.UU., la urgencia de
Obama por aprobar la nominación de Roberta Jacobson como embajadora
en México y las primeras declaraciones de la embajadora diciendo que los
mexicanos debieran repudiar en las urnas la corrupción priísta buscan desde
Washington el regreso del PAN a Los Pinos.
El escenario de la alternancia no sería nuevo; el apoyo del presidente Bill
Clinton a México en 1995 con un préstamo de 55,000 millones de dólares
sin pasar por el congreso republicano tuvo dos condiciones: la entrega de
la cartera petrolera y la soberanía energética y la alternancia panista en la
presidencia. La estrategia de alternancia era agenda republicana: en 1984 y
1985 el embajador John Gavin promovió reuniones políticas para construir
la santa alianza para la alternancia: el PAN, los empresarios afectados por la
expropiación de la banca y los obispos católicos conservadores. Las reuniones
fueron difundidas en medios. El objetivo de la alternancia se logró hasta el
2000. Y hoy la embajadora Jacobson reproduce la agenda de Reagan-Gavin-
Clinton.
Con Trump presionando la definición migratoria de mexicanos en los
EE.UU. y Hillary recuperando la agenda de la alternancia panista, el gobierno
de Peña Nieto ha quedado atrapado entre un juego de poder transnacional y
un PRI en proceso de disolución.
Así pues, no hay nacionalismo sino mexicanos sumados a los juegos de
poder de republicanos y demócratas por intereses propios.

The White House 2016: Las encuestas se han convertido


en problemas: son muchas y con diferentes metodología; y el
promedio de todas es engañoso porque es una suma-división
matemática. Además, las encuestas recogen el voto popular,
cuando la elección la harán los 538 colegios electorales y
ganará el que logre mayoría absoluta de 270 delegados. Y ahí
los datos revelan que Hillary Clinton está perdiendo gota a
gota votos de delegados.

70
Indicador Político

Sólo antipeñismo con Trump;


de El Álamo y Columbus al TCL

L o ideal hubiera sido que los mexicanos que criti-


caron desde los EE.UU. la invitación del presiden-
te Peña Nieto al candidato republicano Donald
Trump anunciaran la creación de una brigada especial para
repetir la hazaña de Francisco Villa en Columbus en marzo
de 1916 o seguir cuando menos el anuncio de Armando
Fuentes Aguirre Catón de no visitar territorio estaduniden-
se durante la gestión del republicano.

Pero no. Al final de cuentas, los intelectuales y artistas que criticaron desde
los EE.UU. a Peña Nieto ya forman parte del establishment estadunidense
y en ningún momento asumieron una conducta histórica. Y los mexicanos
que se lanzaron en México contra Peña por una invitación sigue adorando
a los héroes que nos dieron patria pero que tuvieron en su haber la entrega
de la soberanía mexicana:
—El congreso mexicano ratificó en 1848 el Tratado Guadalupe-Hidalgo
de Santa Anna por el que perdió la mitad del territorio. Este Tratado legalizó

71
Indicador Político

el Tratado de Velasco de 1836 que firmó Santana Anna cuando estaba preso
después de El Alamo.
—Santa Anna firmó el Tratado de la Mesilla en 1853 para venderle a
Washington parte de territorio mexicano.
—Juárez firmó el Tratado McLane-Ocampo en 1859 por el que iba a
entregar el istmo de Tehuantepec a los EE.UU.
—Carranza pactó el apoyo a los EE.UU. a cambio del reconocimiento
estadunidense en 1915. En respuesta, el general Francisco Villa invadió los
EE.UU. y atacó Columbus en mayo de 1916.
—Obregón firmó en 1953 los Tratados de Bucareli con los EE.UU. para
reconocer deudas de guerra a cambio de reconocimiento.
—Obregón y Calles le cedieron al embajador estadunidense Dwight
Morrow la negociación de la paz con los cristeros por exigencia de
Washington.
—El presidente Carlos Salinas de Gortari negoció en 1991-1993 el
tratado de comercio libre con los EE.UU. que subordinó la política exterior
a la apertura establecida en el Consenso de Washington. La integración le
quitó soberanía a México.
La política nacionalista mexicana se forjó en la equidistancia de la
relación con los Estados Unidos, el expansionismo imperial y la doctrina
Monroe de “América para los americanos”. La Casa Blanca ha pasado de
la invasión militar a la invasión ideológica cumpliendo la maldición de
Robert Lansing de 1920, secretario de Estado:
“Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un
ciudadano americano, ya que eso conduciría otra vez a la guerra. La solución
necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las
puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo
de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados
Unidos. México necesitará administradores competentes y con el tiempo, esos
jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de
la misma Presidencia. Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo
o dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente
que lo que nosotros mismos podríamos haberlo hecho”.
Y así fue.

The White House 2016: Nuevamente el ataque de tos


exhibe la precaria salud de Hillary Clinton. Y de nueva
cuenta se niega a soltar la Fundación y el flujo de dinero…
Y el The New York Times señala que la comunidad de jóvenes
afroamericanos no confía en Clinton.

72
Indicador Político

EE.UU:
ahora dónde te pongo

V isto con la frialdad de los hechos políticos como


sucesos de la coyuntura, la polémica dinamizada
por la visita del candidato republicano Donald
Trump le da actualidad a uno de los temas de la configu-
ración de la sociedad mexicana en plena era del tratado de
comercio libre de Norteamérica. El debate que eludió el
tratado ha llegado. Y no en el mejor momento.

La política exterior de México se ha forjado en el contrapunto del


expansionismo imperial estadunidense. Y el ser nacional mexicano nació del
conflicto histórico con los EE.UU que se apropiaron de la mitad del territorio
mexicano en 1848. Juárez, Díaz y el PRI forjaron el nacionalismo mexicano
vis a vis el acoso del imperio.
No debe sorprender —aunque pareciera que sí— el recalentamiento
del nacionalismo mexicano por la visita de Trump. Pero hay que hacer
algunas precisiones: la mayor parte de ese sentimiento tiene que ver con el
antipeñismo en las redes cibernéticas y no precisamente por la reactivación del
Pancho Villa que invadió los EE.UU. y atacó Columbus ni con el Antonio
López de Santa Anna que aplastó a los separatistas texanos en El Álamo, San
Antonio Texas.
Las críticas en las redes personalizaron el asunto en la figura del presidente
Peña Nieto. Sin embargo, en el fondo se dieron dos hechos de suma
importancia que olvidaron los analistas en su apasionamiento nacionalista: el
PRI y la institución de la Presidencia de la República eran históricamente el
factor de unidad nacionalista contra el imperio de la Casa Blanca. Pero hoy el
PRI tiene apenas el 27 por ciento de los votos y se perfila con el 20 por ciento
de las tendencias electorales.
Y ahí comienzan las incongruencias. El PAN va a la cabeza en las
tendencias electorales aunque sea el PAN que se alió a los empresarios y la
derecha religiosa en una maniobra operada en 1984-1985 por el embajador
estadunidense John Gavin. Por tanto, el nacionalismo de los críticos de
Trump son más bien reflejo del estado de ánimo antipeñista de las redes y

73
Indicador Político

una reacción a los dichos antihispanos de Trump. Porque los gobernantes


que más han impulsado las deportaciones de los mexicanos y no cumplieron
sus promesas de reformas migratorias han sido los demócratas Bill Clinton y
Barack Obama.
La despriización y la despresidencialización políticas explicarían el
desconcierto de las élites clasemedieras que se enfurecieron por la visita
de Trump. Se trata de una ruptura a posteriori relacionada con el tratado
de comercio libre de Carlos Salinas que le cedió a los Estados Unidos la
soberanía económica y enterró el conflicto histórico del siglo XIX y la pérdida
del territorio, tratado por cierto iniciado con George Bush padre y firmado
con el presidente Bill Clinton.
Los enojos contra Trump deben salirse de los ánimos y llevar al gran debate
que debió de haber provocado el tratado de 1993: el replanteamiento de las
relaciones sociales, políticas, migratorias y de principios de la política exterior.
El tratado comercial desinfló la política exterior mexicana de la solidaridad
con los pueblos progresistas y redujo su activismo en función de los intereses
geopolíticos y de seguridad nacional de los EE.UU.
El problema no es adivinar la política hacia México de los EE.UU. si
gana Trump, sino tener los datos de que Hillary andaría el mismo camino
aunque sin las provocaciones de cowboy de Trump. Llegó la hora, con
un presidencialismo priísta de una quinta parte, de redimensionar el
nacionalismo y no quedarnos en los insultos.

74
Indicador Político

Arrogancia imperial de Hillary;


insulta a México, no a Peña

L a negativa de la candidata demócrata Hillary Clin-


ton a la invitación del presidente Peña Nieto fue
una muestra de la arrogancia imperial que adelantó
lo que vendría para México con la presidencia clintoniana
y de paso metió a los EE.UU. en el proceso de sucesión
presidencial mexicana del 2018.

La actitud de Hillary forma parte de una estrategia estadunidense: la


declaración de la nueva embajadora Roberta Jacobson de que los mexicanos
deberían votar contra la corrupción priísta, el apoyo de la Casa Blanca al
PAN como la carta de la alternancia que impulsaron Ronald Reagan y Bill
Clinton, las actitudes groseras del presidente Obama con el presidente Peña
Nieto y la presión estadunidense que sacó del juego sucesorio mexicano a
Luis Videgaray.
Los comportamientos de los políticos estadunidenses no son reactivos sino
estratégicos. La política exterior de Hillary va a tratar de recuperar los espacios
cedidos por la impericia del presidente Obama en el manejo de la geopolítica
de dominación. Ante la ofensiva de Vladimir Putin para reconstruir el poder
de Rusia, el dominio creciente de China y el fracaso de Washington en el
medio oriente, Hillary Clinton es la mano dura de una política considerada
en el ala agresiva de los halcones militaristas.
Ante la debilidad de Obama, Hillary representa la doctrina roosveltiana de
la “rendición incondicional”. Se trata de la arrogancia del poder que reveló
el senador J. William Fullbright en su libro de 1966, la de los dos patrias de
EE.UU.: la de Abraham Lincoln y Adlai Stevenson, y la de Theodore Roosevelt y
los modernos superpatriotas: “una es generosa y humana, la otra estrechamente
egoísta, una es capaz de criticarse a sí misma y la otra es hipócrita y farisaica”, en
fin, “una es juiciosa y la otra arrogante en el uso del poder”.
La negativa de Hillary Clinton de venir a México a encontrarse con el
presiente Peña Nieto fue la definición de su diplomacia hacia su vecino del
sur: el desdén, el desprecio, el rencor; pero sobre todo, la incapacidad del
equipo clintoniano para analizar el asunto Trump en México desde la óptica

75
Indicador Político

de la geopolítica y la coyuntura del poder, no desde el enojo imperial.


Lo que viene para México es la redefinición de su política exterior
frente a Estados Unidos, recuperando el orgullo antimperialista histórico y
reduciendo los tratos a lo puramente comercial con exigencias de mayores
aperturas en la economía americana.
Asimismo, habrá que incluir el factor estadunidense en las variables en la
designación de candidaturas presidenciales en México y en la definición de
propuestas de gobierno, porque Trump o Hillary en la Casa Blanca serían
la oportunidad para liquidar ese complejo de inferioridad que ha tenido
históricamente México, lo mismo escondiendo sus cartas como en los años
del priismo que pensando en inglés como con el tratado salinista.
Al final de cuentas, un México estable es más importante para Washington
que unos EE.UU. generosos para México.

The White House 2016: la estrategia electoral de Donald Trump


es lograr el copetito en los votos con la comunidad afroamericana y
la hispana, aprovechando el desencanto de ambos sectores sociales
con las promesas incumplidas de Obama y los demócratas con la
reforma migratoria… Julian Assange, fundador de WikiLeaks,
anunció que la próxima semana habrá revelaciones negativas sobre
Hillary Clinton por sus correos electrónicos hackeados… Trump
gana 19 puntos arriba de Hillary en encuesta con militares.

76
Indicador Político

De Ronald Reagan a Donald Trump


La autoderrota
del nacionalismo mexicano
1.- Fantasmas de navidades pasadas
Cuando el presidente Carter visitó México en 1979, la cereza de la
relación iba a ser el gasoducto de México hacia territorio estadunidense. Las
negociaciones estaban ya planchadas. El presidente López Portillo relanzaría
su estrategia energética que le estaba dando ya miles de millones de dólares
de exportación. En los discursos oficiales, sin embargo, Carter detuvo las
negociaciones. Enojado, en pláticas privadas, el mexicano le reclamó y le dijo
que lo había dejado “colgado de la brocha”. Medio sorprendido, Carter sólo
respondió, más o menos:
—No, presidente, yo sí estoy de acuerdo en el gasoducto. Pero Casa Blanca
dice…
Si bien las relaciones interpersonales entre los jefes de Estado han reflejado
a veces estados de ánimo, en realidad las definiciones básicas se encuentran
en los llamados mexican desk de la comunidad de los servicios diplomáticos,
militares, financieros, de inteligencia, de seguridad y comerciales.
Las relaciones bilaterales mexicanas se dieron, en el México contemporáneo,
en la delegación de la responsabilidad a la estabilidad en el PRI; en los sesenta,
el jefe de la estación de la CIA Winston Scott realizaba más bien oficios de
relaciones públicas, como lo revelan, entre otras evidencias, las fotos de su
boda teniendo como testigos al presidente López Mateos y al secretario de
Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, ambos en la nómina de la CIA. Y por esas
fechas, el corresponsal del principal periódico del establishment foráneo The
New York Times se dedicaba a disfrutar la plaza mexicana, viajar hacer turismo
y jugar golf.
De 1910 a 1970, las relaciones bilaterales se dieron en función del
entendimiento: los EE.UU. necesitaban a un México desarrollado y el PRI
les garantizaba esa posibilidad. Las fricciones que pudieron haberse dado en
1959-1962 con el ascenso de Cuba al escenario socialista regional se allanaron
en el entendimiento: México tenía entonces una política exterior de Estado,
nacionalista y garantista de los intereses estadunidenses a pesar de Cuba; así,
México no rompió relaciones con La Habana pero tampoco permitió que
México fuera plataforma de lanzamiento de misiles ideológicos y guerrilleros
hacia la región.
De 1970 a 1988 México le dio más dinamismo a su principio de
nacionalismo con el discurso tercermundista de Luis Echeverría (1970-1976),

77
Indicador Político

López Portillo (1976-1982) imprimió una política energética nacionalista


aunque en la lógica estadunidense porque no ingresó al cártel de la OPEP y
apoyó a la guerrilla sandinista para derrocar a Somoza, el “hijo de puta” de
los EE.UU., y Miguel de la Madrid (1982-1988) llevó la economía mexicana
a un capitalismo de mercado aunque mantuvo el papel estabilizador de la
policía exterior en los conflictos centroamericanos guerrilleros. A pesar del
tono discursivo y algunas decisiones radicales con la izquierda regional que
respondían a una hegemonía progresista en la coalición dominante priísta,
México estaba muy asentado bajo el paraguas de seguridad política de la
guerra fría de Washington.
El arribo de Ronald Reagan a la presidencia de los EE.UU. en enero de
1981 estuvo precedido de una definición política externa de profundización
de la guerra fría. Reagan representaba la derecha radical, como líder de
actores en los cincuenta había apoyado la Comisión McCarthy de actividades
antinorteamericanas. Su crítica iba contra la coexistencia de Nixon y Kissinger,
la debilidad de Carter contra los iraníes que mantuvieron rehenes en la
embajada estadunidense en Teherán durante 444 días y contra el progresismo
demócrata de Carter. Reagan había amenazado al Ayatola Jomeini de lanzar
fuerzas militares para liberar a rehenes terminando la cena de toma de posesión
pero ese día 20 de enero los rehenes fueron liberados.
La política militar de Reagan —sobre todo la guerra de las galaxias—
reventó el presupuesto soviético y puso el escenario para la disolución de la
Unión Soviética en 1989-1991.

2.- “Un Irán como vecino”


En agosto de 1979 el académico conservador Constantine Menges publicó
en el periodo San Diego Unión un artículo titulado Mexico, the Irán next door?
El republicano Reagan lo mandó llamar y Menges entró en la comunidad de
seguridad nacional del reaganismo: analista en la CIA por recomendación
del senador ultraderechista Jess Helms, miembro del equipo del Consejo de
Seguridad Nacional de la Casa Blanca y jefe de asuntos latinoamericanos del
propio CSN. A él te tocó elaborar los análisis sobre el papel de México a favor
de los sandinistas y en el Grupo Contadora de 1983 para evitar la invasión
estadunidense a Centroamérica.
El dinamismo intervencionista de Reagan se impulsó en 1983 con la llegada
al cargo de jefe del poderoso CSN de la Casa Blanca de Robert McFarlane,
exasesor de militar de Kissinger en su acercamiento a China. Marine de
formación, McFarlane se rodeó de operadores especializados en actividades
clandestinas: Menges y el teniente coronel Olivier North, éste involucrado
directamente en el escándalo Irangate-contra: venta secreta de armas a Irán
para financiar a los grupos contrarrevolucionarios —la contra— de Nicaragua.
En su libro Las guerras secretas de la CIA, el periodista Bob Woodward
hizo un relato minucioso de lo que pudo haberse llamado Operación México
en 1983 que había revelado el entonces gobernador demócrata de Arizona

78
Indicador Político

Bruce Babbit: “Reagan ordenó apretarle las tuercas a México”, dijo en una
conferencia de periodistas hispanos en Tucson. La historia se resume sí:
El director de la CIA, William Casey, le había ordenado al jefe de los
asuntos mexicanos en la agencia John Horton que fabricara un documento
que señalara que México estaba a punto de explotar; Horton había sido jefe
de la estación de la CIA en México, y su principal redactor era el analista
Brian Latell, otro agente que conocía bien México. El documento llegaba a la
conclusión de que México no iba a explotar. Casey montó en cólera y exigió que
se volviera a hacer el texto, pero Horton se negó, renunció a la CIA y publicó
un artículo en el The Washington Post
denunciando la forma en que la CIA
fabricaba análisis irreales.
Los datos de Woodward revelaron
apenas una parte de las presiones de
Reagan. En México los datos daban
un mayor contexto:
—En enero de 1983 el
presidente De la Madrid creó el
Grupo Contadora para negociar en
Centroamérica, sobre todo en El
Salvador por la fuerza política de
la guerrilla que se perfilaba como el
próximo Nicaragua.
—En mayo el columnista
Jack Anderson publicó en el The
Washington Post la denuncia de
que De la Madrid tenia cuentas
secretas en Suiza y daba como fuente
revelaciones de la CIA.
—El 30 de mayo fue asesinado el columnista Manuel Buendía, quien
había revelado el nombre de dos jefes de la estación de la CIA en México y
una versión del crimen señalaba a Langley, Virginia, sede de la agencia.
—En 1984 se daba a conocer el informe de Kissinger sobre Centroamérica
y uno de sus datos reveladores era que los países en esa zona eran “naciones
no viables”.
--En el segundo trimestre de 1984 el embajador John Gavin había
promovido cuando menos dos reuniones en Sonora entre panistas, empresarios
y obispos conservadores para construir un frente por la alternancia. El motivo:
la expropiación de la banca en 1982 y el nuevo estatismo mexicano.
—En febrero de 1985 fue secuestrado, torturado y asesinado en Guadalajara
el agente de la DEA Enrique Camarena Salazar. Gavin emprendió una ofensiva
contra México denunciando que las policías estaban protegiendo a narcos.
Uno de los acusados, el narco Rafael Caro Quintero, fue detenido portando
una credencial de la Dirección Federal de Seguridad de Gobernación entonces

79
Indicador Político

a cargo de Manuel Bartlett Díaz.


—En abril fue renunciado el director de la DFS, José Antonio Zorrilla
Pérez, y enviado como candidato a diputado local por Hidalgo pero luego
también lo borraron de la lista.
—En julio de 1985 el The New York Times publicó un largo reportaje
denunciando que los servicios de inteligencia mexicanos habían sido
“entregados” al KGB soviético, y ésa fue la razón del cese de Zorrilla. La
DFS con Zorrilla había firmado acuerdos con el servicio de inteligencia de
Alemania Democrática prosoviética, el Stasi, subordinada al KGB.
—En septiembre de 1985 México volvió a firmar una carta de intención
con el Fondo Monetario Internacional después de amenazar con declarar que
decretaría la moratoria de pagos.
—En la primavera de 1986 el senador Helms realizó audiencias públicas
contra México en el Subcomité del Hemisferio Occidental del Senado y ahí
estuvieron funcionarios estadunidenses denunciando la corrupción mexicana.
—En respuesta, grupos nacionalistas mexicanos, con el apoyo de De la
Madrid, realizaron una manifestación pública contra Helms.
—En abril de 1986 Gavin, envuelto en denuncias y ya sin interlocutores
en el gobierno mexicano, renunció y pasó al sector privado.
--A finales de 1986 se hicieron las revelaciones del Irangate-contra y
McFarlane fue echado del CSN y el teniente coronel North fue citado en el
congreso.
—En octubre de 1987 se resolvió la sucesión presidencial mexicana con la
nominación de Carlos Salinas de Gortari y su agenda de continuidad de la
política de mercado.
—En 1988 la Comisión bilateral sobre el futuro de las relaciones México-
Estados Unidos recomendó cambiar las percepciones mutuas para entrar en
la fase de la interdependencia.

3.- La diplomacia política del dólar


El conflicto en las relaciones México-EE-UU. en los años 1983-1986 estalló
contra el nacionalismo mexicano en su política exterior. En el periodo 1970-
1986 el equilibrio político en el sistema mexicano tenía mayor incidencia
progresista. Los ministros de Relaciones Exteriores provenían del sector
progresista: Emilio O. Rabasa (constitucionalista) y Alfonso García Robles
(desnuclearización) con Echeverría, Jorge Castañeda de la Rosa (derecho del
mar y mar patrimonial) con López Portillo y Bernardo Sepúlveda (derechos
humanos) con De la Madrid.
La política exterior mexicana tuvo determinantes concretos: Cuba en
el periodo 1958-1982, Centroamérica en 1982-1988 y la desestatización,
el mercado y el Consenso de Washington en 1982 a la fecha. De 1973 en
adelante, el factor disruptor en la diplomacia fue la necesidad de México de
obtener el apoyo político y crediticio del FMI, subordinando paulatinamente
los principios políticos históricos de la diplomacia. A ello se sumó en

80
Indicador Político

1979 el relevo en la clase gobernante de los políticos y la incorporación de


los tecnócratas educados en universidades de los EE.UU, cumpliendo la
maldición de 1924 del exsecretario de Estado Robert Lansing:
“Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un
ciudadano americano, ya que eso conduciría otra vez a la guerra. La solución
necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las
puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de
vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos.
México necesitará administradores competentes y con el tiempo, esos jóvenes
llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la misma
Presidencia. Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare
un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que lo que
nosotros mismos podríamos haberlo hecho”.
El arribo a la Secretaría de Programación y Presupuesto de Miguel de
la Madrid y Carlos Salinas de Gortari delineó el fin del proyecto histórico
de la Revolución Mexicana: en el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 se
estableció que se había agotado el modelo de desarrollo de la Revolución y
que había que ingresar en la lógica del mercado. Con ese PGD De la Madrid
ganó la presidencia en 1982 y la continuidad se estableció con los economistas
Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo hasta el 2000. En 1992 Salinas decretó la
exclusión del concepto Revolución Mexicana de los documentos del PRI y la
asunción del “liberalismo social” como la nueva ideología política del partido
en el poder.
Salinas llegó a la presidencia con su propuesta de reforma del Estado: la
conversión del Estado en un Estado sin articulación orgánica con los sectores
del PRI, lo que él le llamó “la autonomía relativa” del Estado. Ahí comenzó la
liquidación del Estado corporativo de Lázaro Cárdenas que detectó en 1976
el escritor comunista José Revueltas al caracterizar la clave de la dominación
estatal en México en el “control, por parte del Estado, de la totalidad de
las relaciones sociales” a través del corporativismo del PRI. Las reformas de
Salinas modificaron la estructura social y política del Estado: privatización
de las empresas públicas, retiro del papel del Estado como el gestor del
desarrollo, ascenso del sector privado y del mercado a la condición de motor
del desarrollo, liquidación del Estado sindical que venía desde Cárdenas y
terminación del ciclo nacionalista de la economía con la incorporación de
México a la globalización comercial que había comenzado con el GATT en
1986 y terminaría con el tratado de comercio libre con los EE.UU. y Canadá
en noviembre de 1993 en función del Consenso de Washington.
Las presiones políticas de Reagan en 1983-1986 se dieron al calor de las
reformas neoliberales del gobierno de Miguel de la Madrid. Lo que quedaba del
viejo régimen priísta era el “nacionalismo revolucionario” como tesis rectoras
de su administración, según compromiso de campaña de enero de 1982,
aunque sólo expresada en algunas acciones de política exterior, sobre todo en
Centroamérica y el Caribe. El apoyo de México al sandinismo en Nicaragua y a

81
Indicador Político

la guerrilla salvadoreña era político,


impulsado por los grupos duros
del PRI en Nicaragua y la alianza
con la Francia de Mitterrand para
evitar la invasión estadunidense
en El Salvador, aunque el final el
objetivo era evitar alguna invasión
estadunidense para evitar una
nueva Cuba o un nueva Nicaragua
en el continente. Pero a pesar de
que Centroamérica representaba
poco en el juego estratégico
de Washington, la obsesión
antisoviética de Reagan quería
ir liquidando la presencia del
Kremlin en Nicaragua y mantener
encapsulado a Cuba. El auge de la
guerrilla en Centroamérica estuvo
estimulado por Fidel Castro.

4.- El asalto final al Chapultepec simbólico


Un fantasma ha recorrido la historia de México desde finales de la colonia
española y el caótico comienzo de su era independiente: el fantasma de
los EE.UU., un fantasma real, existente, materialista. Detrás de la figura
de Donald Trump se encuentra esa parte de la historia mexicana que suele
olvidarse. Aquí repasaremos cuando menos cuatro versiones:
1.- Ante el fracaso de la Independencia.
En plena guerra con los Estados Unidos, el joven y progresista diputado
Mariano Otero publicó a finales su ensayo Consideraciones sobre la situación
política y social de la república mexicana, en el año 1847, texto muy oportuno
porque en febrero de 1848 se firmaría el Tratado de Guadalupe-Hidalgo que
le quitaba a México la mitad de su territorio para anexarlo a los EE.UU.
en expansión imperial basado en su destino manifiesto. Otero comenzó su
ensayo recogiendo con dolor lo que se decía en medios extranjeros respecto
a la facilidad con la que tropas estadunidenses habían llegado a Veracruz
y atravesado media República hasta el Castillo de Chapultepec: dicen que
“somos un pueblo afeminado” y “una raza degenerada que no ha sabido
gobernarse ni defenderse”. En su texto, Otero recogió una frase atribuida al
oidor Bataller consumada la Independencia: “no puede darse a los mexicanos
mayor castigo que el que se gobiernen por sí solos”.
El ensayo de Otero es doloroso pero actual y en su momento prefiguró la
tarea de Juárez: ante el invasor estadunidense, afirmó que “en México no hay
ni ha podido haber eso que se llama espíritu nacional porque no hay nación”.
Y así era, en efecto: Antonio López de Santa Anna es el demonio histórico,

82
Indicador Político

pero fue 11 veces presidente de 1833 a 1855, aun después de haber perdido la
mitad del territorio. La clave de la ruptura institucional estuvo en la pérdida
de la fe del pueblo en sus autoridades, la libertad de imprenta se usaba para
desmoralizar al pueblo y los periódicos se ocupaban de las “más ruines y
mezquinas pasiones”. La división social interna facilitó la llegada del nuevo
invasor y conquistador. Y México, concluyó, rescataba su fe en su patria o “no
podremos marchar solos como nación” y necesitará el apoyo o la intervención
armada y los mexicanos “tendrán que decidirse por los EE.UU. del norte o
alguna de las monarquías europeas (prefigurando a Maximiliano)”.
2.- Después del fracaso de la república liberal.
En marzo de 1868 el historiador inglés Lord Acton dio la conferencia
Surgimiento y caída del imperio mexicano. Su análisis fue generoso con
Maximiliano porque lo dibujó como una víctima de una guerra civil
incomprensible para él y “murió por una causa que no era la suya”. Pero la
parte que interesa es el enfoque del historiador del México del siglo XIX y la
falta de un proyecto de reorganización social y de clases durante la fase de la
Independencia; “una sociedad así constituida no podía forjar una nación”.
El dilema del México independiente no fue “deshacerse de las cadenas de la
servidumbre” sino “romper con la condición de menores de edad”, “superar
la incapacidad mental, la falta de espíritu de empresa, la falta de convivencia
entre ellos mismos y la ausencia de una ilustración”.
La desorganización social había sido propiciada por los mismos mexicanos
que salieron de la colonia y los liderazgos eran menores y mezquinos. Y la
única salida era una monarquía importada porque “una monarquía era la única
forma de gobierno que podía adaptarse al carácter de la sociedad mexicana,
la única capaz de detener su decadencia”. Y Lord Acton tenía razón: desde
los imperios indígenas de principios del siglo XIV hasta la Independencia a
comienzos del siglo XIX, la forma de gobierno había sido monárquica. Por eso
llegó Maximiliano pero las guerras civiles y el propio carácter del mexicano lo
llevó al fracaso y al pelotón de fusilamiento en Querétaro.
La derrota de la corona española, de la invasión francesa y del imperio de
Maximiliano dejó el destino de México en manos de los EE.UU., escribió
Lord Acton en 1868, hace casi dos y medio siglos. “La conquista de la
América española puede ser fácil y segura pero está sembrada de peligros”,
señaló y de paso planteó la imposibilidad de una confederación entre culturas
tan diferentes. Y Lord Acton escribió su profecía: “es más probable que los
norteamericanos logren atar a sus vecinos con tratados que serán capaces
de abrir a todo el continente a su propio influjo y empresa, sin destruir su
existencia autónoma”.
3.- Ante el fracaso de la Revolución Mexicana.
En 1947, 100 años después de la invasión estadunidense y la pérdida de
la mitad del territorio, el entonces economista Daniel Cosío Villegas publicó
un breve ensayo titulado La crisis de México. La falta de enfoque histórico
fue señalada entonces por el ensayista marxista José Revueltas y a partir de

83
Indicador Político

ahí Cosío devino en historiador. Lo importante del ensayo de Cosío radicó


en la colocación de una línea fronteriza entre el saldo social y político de
la Revolución Mexicana y su oferta de liquidar el porfiriato para construir
una utopía mexicana. Y de ahí partió el enfoque del autor: “las metas de la
Revolución se han agotado, al grado de que el término mismo de revolución
carece ya de significado”. El debate sobre el fin histórico del movimiento
revolucionario de 1910 había comenzado muy temprano, en 1936 con los
alegatos de Luis Cabrera y hacia mediados del siglo XX el concepto mismo
de Revolución Mexicana había perdido significado, hasta que llegó 1992
cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari decidió cancelar el concepto
de Revolución Mexicana en el PRI y sustituirlo por liberalismo social.
El enfoque de Cosío fue procedimental, de compromisos cualitativos y de
elitismo; “sin exceptuar a ninguno, todos los hombres han resultado inferiores
a las exigencias de la Revolución”. La Revolución fue “un movimiento
democrático, popular y nacionalista”. Al final, Cosío también lanzó su
maldición planteada como dilema: o la Revolución reafirma sus principios y
depura sus hombres —no nada más “se les adorna con ropitas domingueras o
títulos… ¡de abogados!” — o confiará “sus problemas mayores a la inspiración,
la imitación y la sumisión a Estados Unidos”, la “regeneración vendrá de fuera,
y el país perderá mucho de su existencia nacional y un plazo no muy largo”.

5.- Bienvenido Mr. Marshall


Luego del largo periodo de crisis económica iniciado en 1973 que afectó
la percepción del modelo histórico y político, las élites dirigentes finalmente
llegaron a donde se dijo que iban a llegar y que siempre se negó que se fuera
a llegar: la opción estadunidense. Salinas de Gortari arribó a la presidencia
en diciembre de 1988 dispuesto a reconstruir un modelo estatista sin bases
sociales —la autonomía relativa del Estado— pero se encontró en el año de
1989 con tres elementos diferentes: el socialismo francés de Mitterrand había
aceptado la inevitabilidad del capitalismo fondomonetarista, la caída del Muro
de Berlín y el foro sobre programas de ajuste en el que se presentó el Consenso
de Washington o modelo de apertura comercial y globalización económica.
En febrero de 1991 Salinas inició negociones para un tratado de comercio
libre con los EE.UU. y Canadá creando un mercado norteamericano.
Pero entre el proyecto reforma del Estado de 1979 con sus reformas para
la introducción del mercado como motor de la economía y la aprobación del
tratado en el congreso estadunidense, en noviembre de 1993 hubo en México
un proceso político de cambio en el enfoque del vecino del norte: ¿cómo
venderle a la sociedad mexicana, educada en el conflicto histórico con un país
que nos “robó” la mitad del territorio, una alianza comercial? El presidente
De la Madrid y su principal asesor Carlos Salinas de Gortari idearon en
1987 la creación de la Comisión sobre el Futuro de la Relaciones México-
Estados Unidos con carácter bilateral. Esta comisión emitió sus conclusiones
en 1988, año de elecciones en México. La tarea fue emitir recomendaciones

84
Indicador Político

para cambiar la percepción mutuas del conflicto a la interdependencia, y así


se tituló el reporte final: “El desafío de la interdependencia: México y Estados
Unidos”. Se trataba, pues, de reescribir la historia de las relaciones bilaterales.
La Comisión tuvo carácter oficial; por parte de México en la tarea de
modificar el enfoque de los EE.UU. estuvieron el historiador Héctor Aguilar
Camín, el empresario Gilberto Borja, el diplomático Juan José Bremer, la
periodista y senadora Socorro Díaz, el banquero púbico Ernesto Fernández
Hurtado, el escritor Carlos Fuentes, el senador Hugo B. Margáin y el académico
Mario Ojeda. La coordinadora por parte de México fue la internacionalista
Rosario Green, directora entonces del Instituto Matías Romero de la
cancillería. Del lado estadunidense el coordinador fue el politólogo Peter H.
Smith, experto en temas mexicanos.
El punto de partida de la Comisión fue el conflicto histórico 1836-1914,
pasando por la guerra 1846-1848 que concluyó con la venta forzada de la
mitad del territorio mexicano. De ahí que la principal recomendación fue
la de cancelar esa parte de la historia bilateral y pasar a una de interrelación.
“Estados Unidos tiene que aprender a trabajar con más prudencia y sutileza
con México” y “México debe comprender la naturaleza global del papel que
desempeña Estados Unidos y las limitaciones y complicaciones que esto
impone a la conducción de la política exterior norteamericana”. De ahí su
propuesta de crear en los EE.UU. un puesto de coordinador de alto nivel para
su política hacia México y que México tuviera un gabinete de política exterior.
El principal problema que encontró la Comisión fue la existencia
de “estereotipos culturales que empañan el entendimiento entre ambas
sociedades”, sobre todo el papel de los medios de comunicación y la educación
en la multiplicación y profundización de esos estereotipos. Y la Comisión
encontró que “las percepciones de los mexicanos sobre su socio bilateral se
basan en gran medida en fuentes y experiencias que también dan una imagen
parcial y unilateral”. Para ello, la Comisión recomendó modificaciones en los
libros de texto como una manera de superar los malos entendidos, producto
de categorías educativas. Para la Comisión el conflicto histórico 1846-1846
que llevó a la apropiación de la mitad del territorio mexicano producto de una
invasión a México es referido como “interacción” de México con los EE.UU.
Al final, el “nuevo enfoque” bilateral promovido por la Comisión, con el
aval de historiadores, escritores y políticos forjados en el estudio del conflicto
histórico de México con los EE.UU. fue el preludio de lo que vendría en
1991-1993: el tratado de comercio libre que representó la subordinación
económica y comercial de México y la modificación del pensamiento histórico
con la liquidación de la Revolución Mexicana en el PRI y en el discurso oficial
y la nueva doctrina histórica de “liberalismo social” que fue una forma de
introducir el mercantilismo disfrazado de juarismo capitalista siglo XX.
En este sentido, Trump podría ser el beneficiario de una ofensiva 1983-
1993 para conquistar a México por la vía de la presión política y la integración
comercial.

85
Indicador Político

1.- De Reagan a Donald Trump


Traición de CSG, Fuentes y Camín

E n preparación al tratado comercial norteamericano


1991-1993, en 1987 el presidente de la Madrid y
su virtual sucesor Carlos Salinas de Gortari crearon
la Comisión sobre el Futuro de la Relaciones México-Esta-
dos Unidos con carácter bilateral. Esta comisión emitió sus
conclusiones en 1988, año de elecciones en México. La
tarea fue formular recomendaciones para cambiar las per-
cepciones mutuas: pasar del conflicto histórico 1936-1914
a la interdependencia comercial, y así se tituló el reporte
final: “El desafío de la interdependencia: México y Estados
Unidos”.

En el fondo, sin embargo, se trató de reescribir la historia de las relaciones


bilaterales: México hubo de cancelar su pensamiento histórico forjado a
golpes de invasiones militares estadunidenses.
La Comisión tuvo carácter oficial;
por parte de México en la tarea de
modificar el enfoque mexicano sobre
los EE.UU. estuvieron el historiador
Héctor Aguilar Camín, el empresario
Gilberto Borja, el diplomático Juan
José Bremer, la periodista y senadora
Socorro Díaz, el banquero Ernesto
Fernández Hurtado, el escritor Carlos
Fuentes, el senador Hugo B. Margáin
y el académico Mario Ojeda. La
coordinadora por parte de México fue
la internacionalista Rosario Green,
directora entonces del Instituto
Matías Romero de la cancillería. El

86
Indicador Político

lado estadunidense lo coordinó el politólogo Peter H. Smith, experto en


temas mexicanos.
El punto de partida de la Comisión fue el conflicto histórico 1836-1914,
pasando por la guerra 1846-1848 que concluyó con la venta forzada de la
mitad del territorio mexicano y las invasiones militares estadunidenses. De
ahí que la principal recomendación fue la de cancelar esa parte de la historia
bilateral y pasar a una de interrelación. La Comisión propuso crear en los
EE.UU. un puesto de coordinador de alto nivel para su política hacia México
y que México tuviera un gabinete de política exterior.
El principal problema que encontró la Comisión fue la existencia de
“estereotipos culturales que empañan el entendimiento entre ambas
sociedades”; “las percepciones de los mexicanos sobre su socio bilateral se
basan en gran medida en fuentes y experiencias que también dan una imagen
parcial y unilateral”. Para ello, la Comisión recomendó modificaciones
en los libros de texto como una manera de superar los malos entendidos
producto de categorías educativas. Para la Comisión el conflicto histórico
1846-1846 que llevó a la apropiación de la mitad del territorio mexicano
producto de una invasión militar a México es referido como “interacción” de
Mexico con los EE.UU.
El “nuevo enfoque” bilateral promovido por la Comisión fue el preludio
de lo que vendría en 1993: el tratado de comercio libre que representó la
subordinación económica y comercial de México y la modificación del
pensamiento histórico con la liquidación de la Revolución Mexicana en el
PRI y la imposición del discurso oficial del “liberalismo social” que relacionó
el mercantilismo Juárez-Salinas.
En este sentido, Trump será beneficiario de la redefinición de los EE.UU.
en el pensamiento político mexicano que impusieron Salinas, Fuentes y
Aguilar Camín, entre otros.

The White House 2016: El tema de la enfermedad de


Hillary Clinton ya estalló en público con su desmayo el
domingo en Nueva York. La justificación se acreditó a
una neumonía, pero los síntomas eran otros. El rostro de
la candidata demócrata —de 69 años de edad, apenas uno
menos que Donald Trump— registra envejecimiento y
el agotamiento de la campaña. Hay ya asociaciones de
médicos que dicen que Hillary no debería ser electa por
enfermedad.

87
Indicador Político

Nacionalismo
reprobado

A lgunos comentaristas hispanos que viven en los


EE.UU. han comenzado a tomar el argumento
de que el affaire Donald Trump había sacado del
ropero de los cachivaches mexicanos el nacionalismo que
había enterrado casi boca abajo el tratado de comercio libre
de Norteamérica. Pero no, en realidad no fue para tanto.

El nacionalismo está asociado al concepto de patria —tierra paterna— y


de nación; y en realidad la oleada crítica estuvo muy lejos de una revisión
—por lo demás necesaria— de las relaciones históricas y soberanas entre los
dos países; y lo que quieren es que Trump no deporte a mexicanos y sí les
facilite su incorporación como nacionales estadunidenses.
Así que el asunto Trump tuvo que ver sólo con estados de ánimo, el
dinamismo anti-Peña Nieto en las redes cibernéticas que no hay hecho más
que socializar las pasiones-pánicos individuales. Lo grave es que el repudio
a Trump ha llevado a importantes élites mexicanas a manifestar su deseo de
que Hillary Clinton gane las elecciones.
Los comportamientos políticos de los gobernantes estadunidenses no
reflejan decisiones individuales. Aquéllos que lo hicieron en su momento,
pagaron con su vida o con sus empleos el desafío a la estructura de poder
del establishment del poder de los EE.UU., lo mismo John F. Kennedy que
Jimmy Carter. Y los que
han abusado del poder
para beneficio del poder
—Richard Nixon y sus
trampas, Bill Clinton y
sus abusos sexuales, y
Obama y su espionaje
violador de los derechos
humanos— han
recibido el beneplácito
social.
De ahí que haya que
matizar la percepción

88
Indicador Político

anti-Trump. Hillary ha mostrado ya tendencias imperiales, continuará con


las deportaciones masivas aumentadas por Obama y tratará de reconstruir
como Reagan y Bush Jr. el poderío militar estadunidense. Hillary fue esposa
de 1978 al 2000; y como senadora aprobó y apoyó las leyes patrióticas de
Bush Jr. y sus mentiras para invadir Irak en función de la lógica imperial.
El nacionalismo mexicano se forjó al calor del conflicto histórico con los
EE.UU. en el largo periodo de 1836-1914 de invasiones militares. El PRI
logró esconder a México de la penetración estadunidense con el argumento
de que México estaba en la lógica estadunidense pero que la Casa Blanca
debería estar lejana del Castillo de Chapultepec donde ondeó la bandera de
las barras y las estrellas en 1847.
El quiebre en la relación bilateral definido con la tensión dinámica
dominación-resistencia ocurrió en 1991-1993 con el tratado de comercio
libre con EE.UU. y Canadá; Washington ya no era más el poder que se robó
la mitad del territorio con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Ahora
era un socio compatible con la integración de posibilidades de desarrollo y
no de agresión.
El enojo contra Trump es individual, no contra el sistema estadunidense
que sigue viendo a México como el pariente pobre, sea Trump, Obama
o Hillary. Por eso es que gane o pierda Trump la presidencia, el estado
de ánimo negativo de mexicanos contra dichos del candidato republicano
debería llevar a una reflexión social sobre el nacionalismo real —el del
concepto de nación— y a una reconfiguración de los principios de soberanía
basados en un modelo nacional de desarrollo.
El adversario no es Trump ni Hillary, sino el sistema productivo
estadunidense basado en la exacción de otras naciones para subsidiar el
sistema de vida estadunidense.

89
Indicador Político

3.- De Reagan a Donald Trump


Santa Anna como metáfora

L a figura de Antonio López de Santa Anna puede


ilustrar la metáfora de la historia nacional: 11 veces
presidente de la república, responsable de la pérdida
de la mitad del territorio en 1848 y en 1853, y a pesar de
ello indispensable para una república federal que nunca
fue ni república ni federal. Su derrocamiento en 1855 inició
la Reforma juarista.

En los hechos, México se forjó en la dialéctica histórica —concepto de


Juan María Alponte en su libro Dialéctica Histórica,. México-Estados Unidos
y Américas Latina, editado por la Universidad de Guadalajara— con el
expansionismo imperial de su vecino estadunidense; peor aún, el politólogo
Arthur M. Schlesinger —asesor de John F. Kennedy— afirma que los
EE.UU. se hicieron imperialistas en la conquista de territorio mexicano.
La primera mitad del siglo XIX y de cara al expansionismo estadunidense
como cumplimiento del destino manifiesto, México vivió al amparo de Santa
Anna, la figura que sintetizó las contradicciones de las élites nacionales
del periodo 1810-1855: debatido el país en un federalismo imposible que
había reconocido como maldición la profecía del padre Mier como diputado
constituyente de 1824 y metido al centralismo 1836-1846 y 1853-1855
hasta que la élite liberal entró en acción contra Santa Anna, lo derrocó y
convocó a la Constitución de 1857.
La personalidad de Santa Anna dominó el largo periodo 1823-1855,
del Plan de Casa Mata que destronó al emperador Agustín I —que él había
consolidado como consumador de la Independencia— a la revolución de
Ayutla que lo echó del poder definitivamente. Como líder nacional le tocó
la larga guerra con el expansionismo de los EE.UU. Santa Anna fue el
responsable directo del fracaso militar ante Washington, pero aun así era
llamado a gobernar un país caótico.
El expansionismo imperial de los EE.UU. se reveló bien pronto:
el 2 de diciembre de 1823 se hizo pública la Doctrina Monroe, apenas
consolidada la independencia de España de los países iberoamericanos y

90
Indicador Político

ante las intenciones de la corona en Madrid de venir a recuperar lo perdido;


“cualquier intervención de un poder europeo será considerada como una
proposición inamistosa para Estados Unidos”; así quedó el apotegma:
América para los americanos, y por encima los americanos, Estados Unidos
como América, Estados Unidos de América.
En 1825 arribó a México Joel Robert Poinsett como ministro
diplomático con la tarea fundamental de iniciar el proceso de ocupación;
en 1825 ascendió a embajador ante el primero gobierno legal de Vicente
Guerrero. Poinsett fue “un combatiente” de la causa del expansionismo
estadunidense, recuerda Alponte, su tarea fue minar a México desde dentro:
“dividir al país, acelerar sus contradicciones, impedir el consenso y ampliar
las tensiones internas”. Poinsett diseñó la propuesta de comprar Texas.
Santa Anna fue el tonto útil de Poinsett. Pero al final resultó producto
de una sociedad mexicana en su momento histórico. La responsabilidad es
de las sociedades que avalan a los gobernantes.

The White House 2016: rumbo al primer debate presidencial


el lunes 22 de septiembre que definirá posicionamientos reales y
marcará la recta final, Hillary Clinton ha perdido el espacio para
definir su agenda de propuestas y se le aparecen los fantasmas
del pasado. A ello se ha agregado el tema de sus enfermedades.
El involucramiento de Bill Clinton y de Barack Obama para
resucitarla indica la posibilidad de la derrota.

91
Indicador Político

Ante Trump, alianza


España-Iberoamérica

E n alguna breve referencia en su discurso de investi-


dura, el presidente español Mariano Rajoy destacó
el papel de España en América en estos tiempos
tempestuosos. Buen intento pero la realidad es otra: Ibe-
roamérica es vista por España sólo como un espacio para
negocios. Las relaciones consanguíneas de hace más de dos
siglos ha sido olvidada a ambos lados del océano. Sin em-
bargo, ahora más que nunca se requiere de una verdadera
alianza geoestratégica entre España e Iberoamérica.

La política-mundo —weltpolitik— que señaló José Ortega y Gasset como


detonador del activismo de los reyes Fernando e Isabel a finales del siglo XV
ahora se entiende no para la exacción de recursos naturales y riquezas sino
para la configuración de diplomacias activas. Los problemas en la monarquía
de España a lo largo de tres cuartas partes del siglo XX parecieron olvidar los
nexos históricos, culturales y de lengua entre los dos continentes. Las Cumbres
Iberoamericanas comenzaron en el tiempo histórico de 1991 —caída del
Muro de Berlín y sus efectos geopolíticos—, pero sin una comprensión cabal
sobre la importancia estratégica, ni por parte de España ni por parte de los
países iberoamericanos.
Las elecciones presidenciales en los EE.UU. entre el racista Donald
Trump y la imperialista Hillary Clinton revelan la posibilidad de conflictos
en las relaciones internacionales. La Casa Blanca va a pasar del aislamiento
de Obama al nuevo intervencionismo de Trump o Hillary. El modelo de
la multipolaridad requiere de una alianza América-Europa vía España. Los
gobiernos del ciclo de la democracia española no tomaron en cuenta el papel
activo de las naciones iberoamericanas. Y quiérase o no, la persecución de
hispanos por Trump o su asunción como votos cautivos por Hillary olvidan
que el lenguaje español se localiza detrás de los hispanos que se enfilan a ser
una quinta parte de la población estadunidense.
Detrás del lenguaje se localiza la cultura, la identidad. Y estas tres
expresiones hacen confluir a España e Iberoamérica. La presencia del rey Juan

92
Indicador Político

Carlos I en algunas de las cumbres dejaron entrever la potencialidad de una


nueva alianza cultural, pero los problemas locales en España impidieron la
consolidación de relaciones culturales más profundas y permanentes. En todo
caso, las tasa de utilidad de los negocios españoles en América pueden subir
o bajar y no significar más que estados contables, en tanto que, por ejemplo,
cada premio español a intelectuales iberoamericanos representa una mayor
cohesión social entre dos zonas geográficas.
A España le toca mirar con mayor intensidad a Iberoamérica, ahora que
se profundizan las persecuciones contra migrantes en los EE.UU. que hablan
el idioma español. Las referencias de Rajoy fueron apenas una justificación
política porque no han significado hechos concretos en la realidad. La
juventud del nuevo rey Felipe IV y el conocimiento de la reina Letizia sobre
México deberían ser el elemento detonador de relaciones culturales más
intensa. En los 300 años de dominio español sobre la Nueva España no hubo
presencia penetrante de la corona en América, salvo por la representación de
los virreyes. En los años posteriores lo español en Iberoamérica fue producto
de la cultura, no de la geopolítica.
El próximo presidente del gobierno español debería tener una propuesta
más concreta sobre la política exterior —que por el idioma sería reflejo de la
política interior— hacia Iberoamérica, sobre todo ahora que vienen presiones
más intensas de las comunidades anglosajonas contra migrantes hispanos
porque el problema en los EE.UU. no es de voluntad política sino de presión
social: de 2003 al 2015 los gobiernos republicano de Bush y demócrata de
Obama han deportado agresivamente a más de tres millones de mexicanos, al
grado de que grupos hispanos han caracterizado a Obama —en un juego de

93
Indicador Político

palabras— como “el deportador en jefe”; lo grave de Obama es que representa


una comunidad esclavizada que le costó sangre y fuego la libertad y su
percepción sobre minorías raciales debería ser más progresista y humana, y
no tan imperialista.
En términos estrictos y de largo plazo, España ha carecido de una verdadera
estrategia de alianza con Iberoamérica, no sólo a nivel de gobierno sino de
cultura. La era Internet abre posibilidades enormes, pero nada como los
contactos en directo. La comunidad cultural española se ha cerrado sobre sus
fronteras o piensa sólo en clave europea. E Iberoamérica es, casi por sí mismo,
un continente, una comunidad cultural y no sólo un mercado: 22 países, más
de 600 millones de habitantes, contra los 40 millones de españoles. Como
iniciativa propia, Iberoamérica se ha tratado de aliar por su propia cuenta
pero requiere de vinculaciones hacia Europa para no depender del mercado
estadunidense.
Escritores, artistas, fundaciones, museos y editoriales españolas deberían
volcarse sobre Iberoamérica y al revés. A pesar de un tiempo histórico negativo,
al final de cuentas la base cultural de Iberoamérica ha sido España. Y ante el
agobio que ya está y que se va a profundizar con Trump o Hillary y sobre
todo por la radicalización antirracial que Obama como primer presidente
iberoamericano no pudo o no quiso atenuar, el corto plazo iberoamericano se
percibe lleno de nubes negras cargadas de tormentas.
España abandonó hace tiempo su pensamiento colonial, su riqueza cultural
que es la base de la iberoamericana tiene aún mucho que dar; sólo falta que
los políticos abandonen la demagogia y decidan apoyar una recuperación
cultural del continente que descubrieron y que han desatendido.

94
Indicador Político

Y 4.- De Reagan a Donald Trump


Cómo EE.UU. se comió a México

E l perfil político de Donald Trump sólo va a reproducir,


35 años después, la ofensiva imperial de Ronald Rea-
gan de 1981-1986; al final del día, la intención impe-
rial del próximo presidente de los EE.UU. nada tiene que ver
con migración sino que se prepara una reorganización de la
política exterior de seguridad nacional de la Casa Blanca.

La estrategia imperial de Trump va a profundizar la dependencia


mexicana del paraguas político-militar de Washington, retomando
parte de las políticas antiterroristas de George W. Bush y la hegemonía
diplomática de Obama reflejada en la deportación masiva de mexicanos y
en el trato despectivo hacia el Presidente de México.
De 1983 a 1986, la Casa Blanca de Reagan convirtió a México en
un objetivo de seguridad nacional para sacarlo de su participación en la
estabilización política de Centroamérica con reconocimiento a la guerrilla
y para abrir México a las estrategias de control del tráfico de drogas.
La ofensiva comenzó en 1979 con un artículo del académico
Constantine Menges titulado “México, the Irán next door?”, resaltando
la posibilidad de que México estallara con una revolución nacionalista.
Menges fue llamado por Reagan a su campaña, el senador ultraderechista
Jesse Helms lo envió a la CIA y luego al consejo de seguridad nacional
de la Casa Blanca.
En 1983, por órdenes de Reagan, el director de la CIA, William Casey,
ordenó que la oficina de asuntos mexicanos redactara un informe especial
concluyendo que México estaba a punto de estallar y que requería la
intervención de Washington. El redactor de la CIA, John Horton, exjefe
de la estación en México, se negó a hacer el reporte, renunció y publicó un
artículo en el The Washington Post diciendo que la CIA estaba fabricando
informes falsos. La historia la desarrolla Bob Woodward en su libro Las
guerras secretas de la CIA.
En México, en 1983 y 1984 el embajador norteamericano John
Gavin realizó reuniones para crear una Santa Alianza: PAN, empresarios

95
Indicador Político

radicales, obispos conservadores y la gestión de la embajada, con miras


a las elecciones presidenciales de 1988. En 1985 se atravesó el secuestro,
tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar —
hasta ahora con indicios de doble agente-- por el cártel de Ernesto Don
Neto Fonseca y Rafael Caro Quintero. Gavin se colgó de ese incidente
para una campaña escandalosa contra la corrupción en México, aterrizada
en 1986 en Washington por el senador Helms con audiencias públicas
contra México en el Senado.
El petróleo, la política exterior activa en zonas de interés estadunidense,
el último suspiro del nacionalismo revolucionario en el PRI y la
penetración del KGB soviético y del Stasi de Alemania comunista en los
servicios de inteligencia mexicanos motivaron la ofensiva de Reagan. En
México se dio en 1985 el giro de la economía progresista de Estado al
neoliberalismo de mercado promovido por Carlos Salinas de Gortari —
ahí ganó la candidatura presidencial— y la subordinación mexicana a los
intereses de Washington.
Trump va a retomar la estrategia de Reagan.

The White House 2016: Los seguidores de encuestas en las


elecciones estadunidenses deben atender a varias lecturas: las
encuestas a nivel nacional incluyendo estados o las encuestas
estatales por sí mismas. Y en las locales Trump comienza a
avanzar… Y Hillary Clinton no da una: su libro Stronger together
armado para la campaña ha sido un fracaso: menos de 3,000
ejemplares vendidos.

96
Indicador Político

México-EE.UU.:
más allá de los braceros

D e manera lamentable porque el asunto se quedó en la


mera superficie reactiva, las irritaciones sociales por
la visita del candidato republicano Donald Trump a
Los Pinos no fueron más allá del meme, cuando representó, dia-
lécticamente, una oportunidad para recordar, revisar y redefinir
las relaciones bilaterales conflictivas.

Gane o pierda Donald Trump las elecciones presidenciales del martes


8 de noviembre, México de todos modos está obligado por estrategia de
seguridad nacional a replantear su política exterior hacia su vecino del
norte. Sin enfoque histórico, los mexicanos ven en Trump al demonio, pero
sin entender que Trump es sólo la expresión política de los sentimientos
racistas de más de la mitad de los estadunidenses.
Si como decía Henry Kissinger la política exterior comienza donde
concluye la política interior, la definición de la política exterior es una
expresión de la política interior; sin una coherente, nacional y estratégica
política de asuntos internos, las relaciones con los demás países carecerán
de sentido político.
A pesar de algunas expresiones
despectivas del presidente
Barack Obama hacia México y
su presidente y por encima de las
amenazas de Trump de construir
un muro y continuar la política
de deportaciones de Obama,
México sigue siendo un asunto de
seguridad nacional de los EE.UU.
México se ha visto miedoso desde
los ochenta en replantear con
energía su relación bilateral.
Sea Trump o Hillary Clinton el
próximo presidente de los EE.UU.,
México debe aprender ya a mirar a

97
Indicador Político

su vecino en el mismo nivel: lo que falta en desarrollo y bienestar lo llena en


factor geoestratégico. El problema no fue la decisión de firmar un tratado
de comercio libre con los EE.UU. y Canadá, sino la responsabilidad de
Carlos Salinas de Gortari de subordinar a México a los intereses nacionales,
geopolíticos y de seguridad exterior de Washington y liquidar la definición
histórica de la política exterior nacional hacia la Casa Blanca. López Mateos
y Díaz Ordaz acercaron a México a los intereses de los EE.UU. pero usaron
a Cuba como un punto de definición de autonomía.
Ante la sociedad estadunidense que ha producido a Trump y Hillary,
México debería haber comenzado desde hace tiempo una discusión política
abierta sobre las relaciones con Washington. Sin embargo, el congreso
mexicano se hizo eco de la respuesta social histérica ante la visita de Trump
convirtiendo los discursos de la oposición en memes parlamentarios y no
es una reflexión estratégica de la política exterior mexicana. En 1986 el
Senado estadounidense realizó audiencias públicas para juzgar a México y
en este 2016 el Congreso mexicano ha preferido cuestionar al Presidente
Mexicano que a criticar al sistema estadunidense que vive del racismo y
la superioridad excluyente o a aportar elementos para la nueva política
exterior mexicana hacia la Casa Blanca.
La reacción mexicana hacia Trump ha sido, en el mejor de los casos,
pedestre. Un artículo de Guadalupe Loaeza ensalza a Hillary, esconde a
México bajo las faldas de una imperialista y ve en Hillary a la Juana de
Arco mexicana-gringa contra Trump, sin examinar que la candidata es
también parte del establishment geopolítico y de seguridad nacional que
tiene hundido a México en la subordinación.
México necesita convertir, otra vez, su dignidad en eje de la soberanía
nacional ante los intereses extranjeros.

98
Indicador Político

Más allá
de Trump y Hillary

A pesar de los demonios que han soltado en ese tema,


México se convirtió en un tema de elección presiden-
cial en el país más poderoso del mundo que tiene una
larga, pesada y delicada agenda imperial. Pero se trata de una
maniobra de distracción que revela las limitaciones de Donald
Trump y Hillary Clinton para ser los estadistas que necesita el
imperio para sobrevivir y de una sociedad que no quiere ver más
allá de sus propias narices.

El panorama geopolítico, estratégico y de seguridad nacional de los EE.UU.


se encuentra colapsado como para que los dos candidatos hayan centrado sus
campañas en México. Después de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU.
se convirtieron en factores de estabilidad internacional en lo militar, político
y económico. La tarea estadunidense terminó en 1991 con el fin del imperio
soviético; sólo que ha pasado un cuarto de siglo y la Casa Blanca se encuentra
metida en peores problemas internacionales.
El gran dilema de los EE.UU. radica en retomar la dialéctica del poder
mundial que definió Henry Kissinger en 1969 en su colección de ensayos
Política exterior americana que le valió ser llamado por Nixon como encargado
del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y luego secretario
de Estado: “mientras otras naciones tienen intereses, nosotros tenemos
responsabilidades”.
Los tiempos han
cambiado para Washington.
Si Vietnam fue una
intervención obligada por
el avance del comunismo
asiático, la presencia militar
del Pentágono en el medio
oriente fue animada por el
interés estadunidense en
el petróleo. Y al carecer de

99
Indicador Político

responsabilidad en el orden mundial, los EE.UU. desordenaron el escenario


internacional porque despertaron al fantasma del terrorismo: el factor CIA
con George Bush Sr., la frivolidad sexual de Clinton, el resentimiento de
George Bush Jr. y la impericia de Obama tienen a los EE.UU. metidos en un
hoyo de desorden e inestabilidad internacional.
Trump y Clinton son producto de un sistema político que leyó el fin del
imperio soviético como una victoria y no como un desafío de reorganización
más equilibrada del mundo; asimismo, los dos son expresiones de una
sociedad estadunidense enferma y en creciente descomposición porque
la crisis económica terminó con el sueño de bienestar e imposibilidad del
american way of life (sistema de vida americano) y revelan el colapso en los
liderazgos políticos de la clase dirigente imperial: un empresario bocón y una
matrona ambiciosa.
Y si los EE.UU. ya no conducen el orden internacional, sí son factor de
desorden interno en cuanto a sus necesidades insatisfechas y externo en cuanto
a la necesidad de dominación de los demás. En su campaña presidencial en el
2008, Barack Obama fue a Berlín a dar un discurso revelador de un estadista
para el cambio; a 12 años de distancia, aparece como un pato cojo (lame duck
a la espera del cazador final) que nunca supo cómo transitar a los EE.UU. de
la guerra fría a una nueva fase internacional.
México ha distraído a Trump y a Hillary del debate sobre el destino del
imperio estadunidense y su principal problema de existencia: la decadencia
como imperio al dejar de representar la locomotora del desarrollo y la
estabilidad. China, Europa, Japón, Rusia y medio oriente exigen redefiniciones
de largo plazo, pero Trump y Hillary sólo tienen alcance político para el Muro
en la frontera con México que los aislará más del mundo.

100
Indicador Político

Trump y Hillary, candidatos


del establishment imperial

L uego de que Vicente Fernández le cantó un corri-


do, la candidata demócrata Hillary Clinton le dio las
gracias… a través de un vocero. Y, claro, dijo que
estaba conmovida. Sin embargo, como la política es poder,
Hillary ya anunció que la reforma migratoria no será posible
mientras el Congreso sea republicano, pero de todos modos
pidió el voto hispano.

La animadversión que provoca el candidato republicano Donald Trump


ha hecho perder de vista la racionalidad política. Hillary representa también
los intereses imperiales del establishment del complejo militar-industrial-
financiero-energético-seguridad nacional de los EE.UU.
De ahí que resulte más de fusión cultural que enfoque intelectual el
apoyo de algunas figuras periodísticas y académicas mexicanas a favor de
Hillary. Se olvidan no sólo del conflicto histórico de 1848 latente en un
territorio mexicano mutilado, sino de hechos más actuales: los muros en
Tijuana-San Diego, Sonora-Arizona y Baja California-Nuevo México
fueron erigidos por el presidente Bill Clinton en 1994.

101
Indicador Político

La familia Clinton que hoy es alabada por mexicanos vis a vis Trump
fue responsable no sólo de la construcción del muro, sino de la llamada
Operación Guardián que se puso en marcha para detener la migración
ilegal de mexicanos hacia los EE.-UU. Lo más grave: el presidente Clinton
autorizó alta tecnología bélica para utilizarla en contra de los mexicanos.
Y el Barack Obama que va a cenar a un restaurante mexicano en
Nueva York como mensaje electoral a los hispanos para que voten por
Hillary, tiene en su haber peores engaños: se comprometió dos veces
a una reforma migratoria pero sólo para ganar votos porque sabía de
antemano que carecía de estructura legislativa; a cambio de ese voto leal
hispano, Obama respondió con la deportación agresiva de casi 4 millones
de hispanos, al grado de que organizaciones hispanas lo caracterizaron
como “el deportador en jefe”.
Lo que se decide en la elección presidencial de los EE.UU. es un nuevo
consenso imperial interno de la sociedad: la crisis económica articulada
por las desregulaciones de Clinton, los abusos empresariales con Bush y
los miles de millones de dólares de Obama para mantener los bonos de
los financieros cuya codicia desconfiguró el rostro social de los EE.UU.
El terrorismo como reacción árabe a la política militarista de Bush Sr.,
Clinton, Bush Jr. y Obama ha llevado a la sociedad estadunidense al mayor
de los conservadurismos. Y la reactivación del racismo de Trump es la
respuesta social al hecho de que Obama fue el primer presidente negro de
los blancos.
En los hechos, Hillary Clinton es el continuismo de la política imperial,
racista y excepcionalista del establishment estadunidense. Y Trump no es
más que la reconfiguración del conservadurismo histórico de republicanos
y demócratas.
Los estadunidenses votan por sí mismos, no por el mundo ni menos por
México. Por eso Hillary mandó a un colaborador menor a decir que estaba
conmovida por el corrido de Vicente Fernández y no se dignó a llamarle
por teléfono.

White House 2016: En su campaña del 2008 Barack


Obama pronunció un discurso por la paz en Berlín pero su
gobierno fue de guerra e invasión externa. Ahora hay una
iniciativa para juntar a 8 millones de ciudadanos globales
contra Donald Trump… Luego de su desmayo el 9/11,
Hillary redujo casi 90 por ciento su actividad de campaña…
El debate del próximo lunes 26 de septiembre, dicen, perfilará
al ganador de las elecciones. Y no será un día de campo.

102
Indicador Político

Hillary y la traición a Sanders;


candidata de y para los ricos

A l aceptar su derrota en las elecciones primarias del Par-


tido Demócrata, el senador Bernie Sanders dijo que le
endosaba a Hillary Clinton sus 13 millones de votan-
tes demócratas y que el camino era el socialismo democrático.
Hillary, sin embargo, se consolidó como la candidata de Wall
Street.

Lo que muchos analistas están considerando es que los votantes


demócratas de Sanders en las primarias no votarán por Hillary en las
abiertas porque la candidata demócrata se olvidó de las ideas anti-Wall
Street defendidas por Sanders. Los millennians o jóvenes de la generación
XXI se negaron a voltear al establishment y quieren el socialismo
democrático de Sanders. Y ésos son los votos que le hacen falta a Hillary
para despegarse de Trump.
La desigualdad social que el capitalismo estadunidense no ha podido
paliar es la que ha motivado a los jóvenes a buscar otras salidas. En uno
de sus más largos, estimulantes y demoledores discursos en 2010, Sanders
explicó en el Senado las razones de la desigualdad. En los primeros años
de Barack Obama 15 personas han incrementado su fortuna en 170,000
millones de dólares, en tanto que 45 millones de estadunidenses viven en
pobreza extrema.
El alegato de Sanders acaba de aparecer en español: Discurso sobre la
codicia de las grandes empresas y el declive de la clase media, en edición de
MalPaso, 326 páginas de un discurso de ocho horas seguidas. El viejo
senador de 75 años logró motivar a los jóvenes menores de 30 años con
una crítica al capitalismo del abuso y el 1 por ciento de superricos y bajo
la bandera —no nueva pero sí significativa después del desmoronamiento
de la Unión Soviética en 1989— de un socialismo democrático. Los
territorios se fijaron: Sanders defendiendo a la clase media contra la
codicia de Wall Street y Hillary como representante del establishment
financiero de Wall Street.

103
Indicador Político

Sanders acusó a Barack Obama de rescatar a las compañías financieras


con recursos públicos, en lugar de ayudar a los ciudadanos; reveló que
esos apoyos se convirtieron en bonos para los jefes de las corporaciones:
Goldman Sachs recibió 780,000 millones de dólares de Obama, Morgan
Stanley más de 2 billones, Citigroup 2.4 billones, Bear Stearns casi un
billón y Merryll Lynch 2.3 millones de ayuda disfrazada de préstamos
a corto plazo de la Reserva Federal. Y prestó dinero de rescate a Corea,
Arabia Saudita y México.
En cambio, los ejecutivos de las empresas JP Morgan, Morgan Stanley,
Bank of América han recibido bonos de premio con el dinero del rescate;
además, en plena crisis Obama aprobó con el Congreso una ley para
exención tributaria a los ricos. En cambio, los pobres perdieron empleo y
sobre todo vieron desaparece el modelo laboral del retiro pagado.
Este escenario se vota en los EE.UU.: Trump y Hillary son iguales y
representan el establishment de los ricos de Wall Street.

The White House 2016: En su afán por apoyar a Hillary Clinton


para evitar la victoria de Donald Trump, el establishment señala que
no es la mejor, que tiene muchos pasivos en el clóset y que representa
a la élite, pero que hay que votar por ella... con todo y sus defectos…
El nuevo dueño del The Washington Post y propietario de Amazon,
Jeff Bezos, designó a 20 reporteros del diario para husmear en la
basura de la vida de Trump. Sí, el Post de la ética de Watergate

104
Indicador Político

EE.UU.: elecciones del imperio;


Trump y Hillary, mismo proyecto

M ás allá de las expectativas que levantó el debate


estadunidense por el perfil de los dos candidatos
más importantes, el fondo mostró la clave de la
elección de presidente en los EE.UU.: una competencia entre
personalidades, no entre proyectos. Donald Trump y Hillary
Clinton exhibieron el mismo rostro del imperio.

El debate exhibió que México fue sólo campaña electoral porque los
problemas de los EE.UU. son mayores a la relación con su vecino y que los
migrantes. Trump dejó escapar la argumentación de que el fracaso en la lucha
contra el terrorismo internacional se localiza en el terrorismo islámico dentro
del territorio estadunidense por fallas en la inteligencia doméstica.
Las dos caras del capitalismo imperial fueron exhibidas: la imposición de los
intereses estadunidenses por encima de las responsabilidades como potencia
mundial: el rostro populista de Hillary con programas asistencialistas que
atendrán a algunos efectos de la concentración de la riqueza sin molestar
a los ricos y el rostro arrogante de Trump con del capitalismo expoliador
empresarial que quiere cobrar la protección de seguridad a otras naciones que
le interesa más a la Casa Blanca.
El debate quiso entenderse fuera de los EE.UU. como una expresión
de interés internacional, pero en realidad se trató de una presentación de
argumentos locales. La realidad es bastante clara: la sociedad mundial no vota
por la presidencia, aunque es la que padece sus comportamientos imperiales,
lo mismo de Bush Jr. que del Obama deportador y promotor de beneficios
para las corporaciones financieras que provocaron la crisis de 2008 pero que
fueron salvadas por la Casa Blanca.
El sistema bipartidista estadunidense está diseñado para presentar dos caras
de un mismo proyecto capitalista de consolidación del dólar y de expansión
imperial. Trump y Hillary salieron a debatir para convencer a la mayoría
silenciosa conservadora que votó por Nixon, Reagan y Bush Jr., pero también
por los comportamientos belicistas de Clinton y Obama: la Casa Blanca es el
centro del poder imperial y necesita a un imperialista al mando.
El único que había desentonado en el paraíso capitalista imperial era
Bernie Sanders con su propuesta de socialismo democrático y de medidas
radicales contra la apropiación de la riqueza por el 1 por ciento de ricos de

105
Indicador Político

Wall Street, pero en las primarias demócratas lo vencieron las estructuras de


poder controladas justamente por la comunidad geopolítica que agrupa los
cinco lobbies de dominación: militar-industrial-financiero-de seguridad-y de
producción de armas.
Los EE.UU. votarán por un monarca imperial que defienda el Olimpo.
Obama prometió en Berlín en 2008 un mundo sin imperio y su gobierno fue
el fortalecimiento del imperio expoliador, asesinando enemigos al margen
de las leyes.
El saldo fue parejo: Hillary Clinton ganó en presencia y dominio de
datos, aunque demasiado enredados y dirigidos a la élite minoritaria; y Trump
salió victorioso porque no lo aplastaron y respondió a la mayoría silenciosa
desinteresada en las contradicciones y atenta a la figura arrogante del poder.

The White House 2016: las encuestas abiertas y cerradas


mostraron lo que ya se veía venir: la polarización de la sociedad
estadunidense… Si bien Hillary se presentó como la candidata
del establishment de altos funcionarios, Trump anunció apoyo
de bases operativas de la estructura del poder… El debate, por lo
demás, dejó ver que el presidente Barack Obama carece de legado
porque deja una nación más dividida, con más crisis, con mayor
pobreza en minorías negras e hispanas, con más guerras y con más
terrorismo.

106
Indicador Político

Elecciones
para el imperio

E l debate electoral entre los candidatos republicano


y demócrata confirmó que los EE.UU. elegirán en-
tre dos rostros y estilos, pero el mismo proyecto im-
perial de dominación planetaria. Ninguno de los dos aportó
elementos racionales para reconstruir la economía mundial
ni cambiar los parámetros de la acumulación dominante
de las riquezas mundiales. El capitalismo estadunidense y
su influencia en el capitalismo internacional seguirá bene-
ficiando al 1 por ciento de los ricos que se apropian de un
cuarto de la riqueza mundial.

Cualquiera de los dos que gane las elecciones sólo garantizarán la


continuidad del mismo modelo de producción-acumulación de la riqueza
mundial a favor de las corporaciones financieras estadunidenses y la hegemonía
militar imperial. Asimismo, seguirá el FMI imponiendo el modelo capitalista.
Y en geopolítica, los dos continuarán con el papel de los EE.UU. como el
policía mundial no para resolver conflictos sino para mantener la geopolítica
de dominación de la Casa Blanca.
La  única diferencia entre Donald Trump y Hillary Clinton estuvo en
los estilos personales de ejercer la política: atrabancada e imperialista con el
republicano y populista, y de matrona con la candidata demócrata. Al final
de cuentas, las decisiones de poder del imperio están determinadas por la
influencia de cuando menos cinco lobbies que definen las decisiones: el
militar, el armamentista, el financiero, el industrial para la guerra y el de
seguridad.
Las elecciones del próximo 8 de noviembre no aportarán ninguna novedad
en cuanto a definiciones estratégicas. A lo largo de ocho años Barack Obama
distrajo a la opinión pública internacional con desplantes populares —bailes
de su esposa, salidas a restaurantes, saludos a empleados—, pero sus decisiones
no se salieron del guión imperial de los cinco lobbies. Obama no cerró la
prisión de Guantánamo, profundizó las leyes patrióticas de Bush Jr., amplió
las facultades para el espionaje masivo de ciudadanos de todo el mundo y
deportó a alrededor de 4 millones de hispanos indocumentados.

107
Indicador Político

La presidencia de Trump o Hillary seguirá los mismos pasos. En materia


de política exterior Hillary estuvo directamente involucrada con la ejecución
extrajudicial de Osama bin Laden, ciertamente el cerebro del atentado
terrorista criminal del 9/11 pero que merecía un juicio justo. Y Hillary fue
responsable del desastre en el alzamiento de Libia que condujo al asesinato del
dictador libio Muamar el Gadafi y a la crisis en el consulado estadunidense
en Bengasi que terminó con el asesinato del embajador de Washington. Y sus
fallas en Irak prohijaron al Estado islámico.
Las últimas elecciones presidenciales en los EE.UU. han confirmado
que los lobbies dominantes siguen definiendo la política exterior de la Casa
Blanca. Pero con un dato muy importante: si en 1969 el estratega Henry
Kissinger estableció el criterio de que los EE.UU. tenían responsabilidades
y no intereses, el propio Kissinger como consejero de Seguridad Nacional
de la Casa Blanca y luego como secretario de Estadio le dio un giro de 180
grados para definir la política exterior en función de sus intereses y no de sus
responsabilidades.
El modelo estratégico en Corea, Vietnam y Cuba sigue determinando la
política exterior del imperio: la lucha entre sistemas productivos, aunque el
socialismo haya perdido a la Unión Soviética pero haya conservado a China
y comenzado a reconstruir Rusia. En este sentido, la realidad geopolítica
ha demostrado que los sistemas ideológicos son expresión de los sistemas
productivos. El discurso por la paz de Obama en Berlín en 2008 y el premio
nobel de la paz en 2009 en nada modificaron la estrategia imperial de
Washington en el medio oriente, donde, por cierto, el debate gira en torno al
control del petróleo.

108
Indicador Político

El debate del lunes en la noche mostró la verdadera agenda estadunidense:


la protección de los grupos de interés. En el debate Hillary se olvidó de su
compromiso con su contrincante demócrata Bernie Sanders en el sentido de
legislar en contra de las corporaciones financieras que con el 1 por ciento
acumulan más del 50 por ciento de la riqueza mundial. En España ha
comenzado a circular el libro Discurso sobre la codicia de las grandes empresas
y el declive de la clase media (editorial Malpaso) que incluye el largo discurso
de ocho horas de Sanders en el Senado en diciembre del 2010 para denunciar
el acaparamiento de la riqueza mundial por empresas y empresarios. Los
datos que presenta Sanders indignan por el abuso: Obama decidió apoyos de
billones de dólares a las corporaciones que llevaron al mundo a la quiebra en el
2008, permitió que el dinero del pueblo aumentara los bonos a los directivos
responsables de la crisis y además avaló una ley de exenciones fiscales para los
ricos, mientras la clase media pasaba a condición de clase pobre.
“El 1 por ciento de la población, los más ricos, ha visto cómo se triplicaba
su porcentaje de ingresos. En el 2007 el 1 por ciento de la población
acaparaba el 23.5 por ciento de todos los ingresos, más que el 50 por ciento
más desfavorecido. El 1 por ciento posee en la actualidad más riqueza que
el 90 por ciento. No se puede construir una sociedad democrática sobre esa
base”. “El 80 por ciento de todos los ingresos que se han generado entre 1980
y 2005 ha ido a parar al 1 por ciento de la población”.
Sólo para contrastar hay que citar el modelo Vilfredo Pareto de relación
riqueza-pobreza: el reparto ideal debe ser de 80 por ciento de ricos contra 20
por ciento de pobres; en los países capitalistas es al revés y agudizada: 5 por
ciento de la población rica contra 95 por ciento de la población pobre.
El capitalismo depredador es el gran tema del momento, pero fue el tema
eludido por el empresario Trump pero también por la funcionaria Hillary.
Los dos sólo dejaron entrever la continuidad del capitalismo dominado por
los cinco lobbies.

109
Indicador Político

El dilema no es Trump-Hillary
sino Trump/Hillary contra México

L os miedos despertados en México por el lenguaje de


violencia institucional de Donald Trump han encontra-
do a una sociedad sin conciencia histórica. Por eso en
las columnas se percibe un apoyo político a Hillary Clinton y
un repudio evidente contra el republicano.

Sin embargo, la política es el territorio de la racionalidad del poder, no


el de los sentimientos. La agenda de Trump buscará poner un muro —real o
simbólico— entre los dos países, pero con ello obligará a México a dejar de
pensar en la ayuda estadunidense y a replantear su desarrollo; el republicano
sólo quiere que dejen de llegar a los EE.UU. migrantes-delincuentes.
Hillary Clinton, en cambio, tiene una agenda más imperial: su estrategia
es la de seguir sometiendo a México a una subordinación a los intereses de
dominación geopolítica de Washington, aumentará la penetración militar
en el país y colocará a México bajo el paraguas de espionaje. En el poder,
Hillary aplicará las nuevas leyes aprobadas por Barack Obama en materia de
delincuencia transnacional y usará el privilegio de perseguir delincuentes
dentro de territorio mexicano, sin importar las leyes locales.
En este sentido, para
México no hay presidenta
buena-presidente malo sino
que los dos van a redefinir
la policía imperial de la
Casa Blanca para México.
De ahí que el gobierno
mexicano tiene la gran
oportunidad historia para
reconstruir el consenso
nacional pluripartidista
que tuvo la política exterior
respecto a Washington y
antes de que Carlos Salinas

110
Indicador Político

de Gortari la destruyera
por exigencia del tratado
de comercio libre.
Pero a nivel de
sociedad se requiere de la
reactivación del espíritu
nacionalista que funcionó
en relación directa con el
conflicto histórico con la
potencia que se quedó
abusivamente con la
mitad del territorio
mexicano. Al final, el
espíritu nacionalista de
1848 no se debe recordar sólo contra Trump, sino contra Hillary porque al
final de cuentas el imperio estadunidense de hoy es el mismo que definió al
comenzar el siglo XIX el “destino manifiesto” de dominación planetaria.
En el debate, por ejemplo, Trump y Hillary enfocaron desde diferentes
puntos de vista el papel imperial de la Casa Blanca en Europa: el republicano
dijo que cobraría a los países de la OTAN los servicios de protección
militar, en tanto que Hilary llevó la doctrina Monroe al mundo al señalar
que una agresión contra algún país de ese bloque sería una agresión contra
los EE.UU., es decir, no sólo América para los americanos sino el mundo
para los americanos.
Lo malo ha sido el hecho de que en medios mexicanos campea ya el
apoyo a Hillary en contra de Trump, sin reflexionar en el hecho de que
Hillary no ha asumido ningún compromiso real para respetar la soberanía
mexicana y que como secretaria de Estado avaló millones de deportaciones
de mexicanos.
En lugar de exigir una redefinición del consenso nacionalista ante
Washington, sectores progresistas andan haciendo campaña a favor de
Hillary. México pierde-pierde en las agendas de Trump y Hillary.

The White House 2016: Aunque el establishment que apuntala


a Hillary Clinton da por liquidado a Donald Trump, algunos
analistas dicen que el empresario sigue vivo porque se mueve en
un territorio que no le han tocado: el vínculo emocional con sus
electores… La gran ofensiva de Trump contra Hillary serán los
abusos sexuales de Bill… La encuesta de Los Angeles Times sigue
dando un ascenso en los votos por Trump.

111
Indicador Político

Contra Donald Trump, vasta


conspiración del establishment
A la memoria viva de
René Avilés Fabila

P areció una escena sacada de El Padrino II: en el juicio en


su contra con testimonios de su exaliado Frank Pentan-
geli, el Don Michael Corleone hizo entrar al hermano
de Frank y lo sentó junto a su esposa Kay. En el sillón de inte-
rrogatorios, Frank entendió el mensaje y cambió su testimonio
ante la furia del FBI acusador.

En el debate del domingo, Donald Trump colocó junto a su esposa Melania


a mujeres que acusaron a Bill Clinton de abuso sexual y hasta de violación.
Una fotografía muestra a un Bill con los ojos llameantes. Y en el foro, Hillary
Clinton careció de autoridad moral para criticar el video en el que Trump en
el 2005 tuvo frases hirientes sobre las mujeres. Trump dijo que ella había sido
cómplice de los abusos sexuales de su marido.
El dato no es menor. En el primer debate, Trump afirmó que llevaba un
arsenal de acusaciones contra los abusos sexuales de Bill Clinton pero que se
contuvo porque en la primera fila estaba Chelsea, la hija de los Clinton. Y el
domingo, a pesar de que Chelsea estaba junto a su padre, Trump destruyó
la poca reputación de Bill Clinton y exhibió a Hillary como corresponsable
de esos abusos, uno de los cuales le costó 10 millones de dólares de pago a la
acusadora, como recordó Trump.
El segundo debate tuvo otros escenarios:
1.- La comunidad estadunidense se enfureció con las frases hirientes de
Trump sobre mujeres cazafortunas, pero siguió guardando silencio sobre las
violaciones de Bill, a pesar de un libro que revela que Bill sigue abusando
de becarias en su biblioteca personal de expresidente. En 1992 Hillary dijo
que las acusaciones de abusos sexuales contra su marido eran una “vasta
conspiración de la derecha”.
2.- La ola de presiones para que Trump renunciara a la candidatura por
el video estuvo formada por miembros del establishment del poder real de

112
Indicador Político

los EE.UU., formado por miembros de los dos partidos, el poder de los
beneficiarios de contratos e intereses y los seis lobbies hegemónicos: militar,
industrial, financiero, armamentista, de seguridad e israelí. Trump es un
outsider o intruso en la red de intereses de la Casa Blanca.
3.- La campaña presidencial añadió un séptimo lobby: el de los medios de
comunicación autodenominados progresistas pero en realidad guardianes del
orden institucional del capitalismo industrial, favorecidos del sistema de redes
de poder, el mismo subsistema del establishment que derrocó a Nixon en
una alianza demócrata-republicana —el periodista del Washington Post, Bob
Woodward es republicano, tuvo entrenamiento en inteligencia y seguridad
nacional y su fuente Garganta Profunda fue el subdirector del FBI—.
La prensa liberal ha violado sus códigos de ética y equilibrio informativo
intentando frenar a Trump porque el republicano se ha negado a responder
a la dominación cultural de esos medios.
Al terminar el debate Trump siguió vivo y con posibilidades de ganar.

The White House 2016: En las entrevistas previas al debate del


domingo en la noche, la cadena CNN entrevistó a un operador
de Donald Trump: el mexicano-americano Juan Hernández,
que trabajó para la campaña presidencial de Vicente Fox y le
abrió puertas en los EE.UU. Y lo interesante fue que Juan estaba
furioso… contra Trump por el video de opiniones contra mujeres
del candidato y pareció más del equipo de la demócrata Hillary…

113
Indicador Político

Trump y Hillary: nueva


era de incertidumbre

P or los medios impresos se tiene la impresión que la com-


petencia electoral por la presidencia de los EE.UU. para
el cuatrienio 2017-20 carece de interés, a pesar de que
la próxima administración estadunidense tiene una agenda in-
ternacional revulsiva de carácter negativa. Más aún, el próximo
habitante de la Casa Blanca tendrá sólo el espacio internacional
para reconstruir su consenso nacional.

El segundo debate de candidatos a la presidencia dejó indicios de que nada


bueno viene para el mundo. Como nunca antes, la libertad de información
ha mostrado el lado oscuro de los dos candidatos, los trapos sucios de
perfiles sin calidad moral ni sentido político. Las recientes filtraciones de
WikiLeaks terminaron con la poca credibilidad que le quedaba a Hillary
Clinton y los videos hundieron a Donald Trump.
Ante el mundo, los dos candidatos presidenciales, el sistema político y la
crisis general estadunidense se mostraron con toda su descarnada realidad:
nadie se salva y ganará el que superviva a la guerra sucia. Ninguno de los dos
ha dado un diagnóstico real del colapso internacional, ninguno ha revelado
una política de desarrollo, ninguno ha dicho cómo terminar con el conflicto
en la zona árabe que sigue desangrando al mundo, ninguno ha mostrado
una propuesta para la reconciliación nacional en una de las peores fases de
violencia racial.
El mundo posterior al desmoronamiento de la Unión Soviética 1989-
1991 no logró entender la dinámica de la reconstrucción internacional.
Gorbachov encabezó una transición del Estado al mercado y fue atropellado
por los jaloneos entre el viejo y el nuevo régimen. En 1992 George Bush Sr.,
que jugó un papel importante en la caída del Muro de Berlín instrumentada
por Ronald Reagan, perdió su reelección y las presidencias de Bill Clinton,
George Bush Jr. y Barack Obama se ajustaron a las contradicciones internas
sin entender la dinámica de los reacomodos geopolíticos. El terrorismo que
siguió al fin de la guerra fría careció de una reflexión estratégica.
La pequeñez de los enfoques estadunidenses ha llevado a niveles absurdos

114
Indicador Político

el reduccionismo político: Trump podría perder la presidencia por unos


dichos de 2005 en un lugar cerrado por la histeria colectiva de defensores
de la honestidad sexual —sí: en la tierra de Playboy y otras revistas sexuales
explícitas— y Hillary podría ganar a pesar de las acusaciones, señalamientos,
pruebas y caracterizaciones de la depredación sexual de su marido avalada
por ella.
Trump quiere vender protección a aliados internacionales al estilo
de los delincuentes del Chicago de los años veinte y Hillary privilegia
su determinación de que no le temblará la mano para apretar el botón
nuclear, los dos sin una política exterior definida, con enfoques propios
de la guerra fría, con amenazas a los rusos y a los chinos, con decisión
para seguir asesinando adversarios extranjeros sin preocuparse por las leyes
internacionales.
El mundo, en realidad, esperaba otra cosa. De hecho, los EE.UU.
estaban obligados por el fin de la URSS a un proceso de transición del
mundo imperial de la guerra fría a un mundo más equilibrado ya sin la
amenaza del expansionismo comunista. Los EE.UU. entraron en una
zona de incomprensión de la realidad con tres presidentes volcados en sus
intereses: Clinton y la frivolidad, Bush y el afán de venganza contra Irak y
Obama como representante del establishment corporativo de Wall Street.
Los EE.UU. que se perfilan con Trump o Hillary causan preocupación en
el mundo. Ninguno de los dos ha entendido qué ha ocurrido en el mundo,
a pesar de que uno viene del mundo de los negocios y la otra fue cuatro años
nada menos que secretaria de Estado, dos de las variables más sensibles de la
crisis internacional. Los dos pusieron casi como tema dominante el asunto
de los migrantes hispanos, pero con la certeza de que ninguno de los dos
tenía una oferta de solución del problema. En lugar de ofrecer una salida

115
Indicador Político

de la crisis de Siria, los dos se centraron en recibir o rechazar a desplazados


de ese país.
Obama se lució en Berlín en mayo del 2008 con un discurso que lo
acercó a la comprensión de la crisis de los viejos modelos de la guerra fría
y a un replanteamiento de las relaciones internacionales de dominación,
pero sus dos periodos en la Casa Blanca fueron de más guerra…, con todo
y el Premio Nobel de la Paz: el absurdo orwelliano. El legado de Obama ha
sido un mundo más incierto y desequilibrado con el fortalecimiento militar
de otros países, en tanto que internamente la polarización racial raya en
indicios de guerra civil.
El desafío estadunidense no radicaba en reconstruir una nueva visión
imperial, sino en liderar la reorganización de los equilibrios de poder, la
administración de la multipolaridad y sobre todo la reconstrucción de los
sistemas financiero, productivo y comercial internacional toda vez que
el viejo orden de Bretton Woods está destruido. Pero ante este escenario
delicado, Trump y Hillary se enfrascaron en una guerra de lodo sexual.
Si los EE.UU. no han mostrado indicios de entender la fractura
internacional que se viene, los líderes del mundo occidental debieran
adelantarse y debatir los escenarios de corto plazo con o sin los EE.UU.
o cuando menos para condicionar las intenciones imperialistas de los dos
candidatos estadunidenses. Las fuerzas geopolíticas de China, Rusia, Corea
del Norte e Irán se mueven en los linderos de la guerra fría y en nada
contribuirán a reconstruir la estabilidad mundial. Y el bloque europeo
y la comunidad iberoamericana no parecen ver más allá de sus propias
limitaciones por crisis locales.
Las épocas de incertidumbres internacionales suelen caracterizarse por
la ausencia de estadistas. Sobre todo, están precedidas de un conformismo
pesimista que evita la reflexión y la crítica. Algo parecido padece el mundo
en la víspera de la elección del próximo jefe del imperialismo estadunidense.

116
Indicador Político

EE.UU. decisión 2016 (1)


Desesperanza, legado de Obama

E n un análisis de estos días, el The Washington Post


dijo que la imagen de esperanza de Barack Obama
en el 2008 se tornó en desesperanza en el 2016. En
este sentido, Obama transitó del “sí se puede” de hace ocho
años al “no se pudo”. Los Estados Unidos están peor.

En el libro Obama del autor de Indicador Político publicado en 2010 se


establecieron tres hipótesis de trabajo: Obama iba a caer en una crisis de
expectativas, se olvidaría de los pobres por la reconstrucción del capitalismo
y sería el primer presidente negro de los blancos. Y, en este sentido, el legado
real de Obama se reduciría a una línea en el libro de récords de Guinness: fue
el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos; nada más.
Sólo los optimistas pueden llamarse sorprendidos. En un gran reportaje
publicado en 2007 —American Vértigo. Un viaje por los Estados Unidos tras
los pasos de Tocqueville—, el escritor francés Bernard-Henry Lévy se topó con
la campaña de Obama por la presidencia y se encontró con un demagogo:
Obama transformó la culpabilidad hacia los negros en seducción y ofreció
promesas en lugar de reproches.
Obama fue, en los hechos, un político,
no un líder. A Obama se le puede aplicar el
análisis de Roger Cobb y Charles D. Elder:
desdeñó el modelo de la queja tipo Martin
Luther King de encabezar marchas por los
derechos civiles bajo el lema de “tengo un
sueño” y dio un paso adelante al señalar
“tengo una agenda”.
Sólo que la agenda de Obama era
bifronte: de un lado, la reconstrucción
del imperialismo económico, geopolítico
y moral; del otro, las promesas de una
sociedad más equitativa. Por eso el Premio
Nobel de la Paz mantuvo y profundizó

117
Indicador Político

las leyes patrióticas de los EE.UU. y el profesor harvardiano de derecho


constitucional aprobó un vasto programa de espionaje ciudadano que violó
todos los derechos. “Obama traicionó sus promesas”, escribieron Oliver
Stone y Peter Kuznick en La historia silenciada de Estados Unidos.
El legado real de Obama es el de la desesperanza. Y no por no cumplir sus
promesas en función de los obstáculos, sino porque en realidad sus promesas
fueron parte de la demagogia del poder que bien aprendió en los corrillos de la
política, fue “el magnífico gamberro con algo de King of America”, dice Lévy.
Como primer presidente negro de los blancos, Obama prometió la
igualdad social a las minorías negras e hispanas pero dedicó más dinero a
salvar a las corporaciones financieras responsables de la crisis del 2008 con
dinero fiscal que se desvió a nuevos bonos para los ejecutivos. Y terminó por
liquidar a la clase media.
Hillary va a pagar en las urnas el rechazo social a los ocho años de Obama.
Y Obama terminará como el más popular, pero con Trump como el símbolo
real de su fracaso.

The White House 2016: seis días para las elecciones. Tres
características: no es entre hombre y mujer sino entre dos estructuras
de poder, el desgaste de ocho años obliga a la alternancia y el punto
central es la reconstrucción del imperio estadunidense… Los
correos electrónicos podrían ser la tumba de Hillary… Y Obama
no quiere apostar su legado a la victoria complicada de Hillary y se
irá alejando de la campaña, a menos que Michelle Obama quiera
ser la Hillary del 2020 o del 2024…

118
Indicador Político

México y la nueva-vieja
geopolítica del imperio

E n sus últimos ensayos políticos, el estrate-


ga Henry A. Kissinger parece lamentarse que
en los gobiernos de Bill Clinton, George W.
Bush y Barack Obama se haya olvidado el papel de los
EE.UU. en el orden mundial. La derrota de la Unión
Soviética en su dolorosa transición 1989-1991 no con-
dujo a una nueva hegemonía estadunidense sino a una
multipolaridad con la cual Washington parece entre
perplejo y ajeno.

Los países dependientes del espacio geopolítico de la Casa Blanca


también son víctimas de la incertidumbre: o se someten a las voluntades
distantes del presidente del imperio o se mueven con decisiones internas
como si fueran exigidas por Washington.
Esta etapa, sin embargo, ya terminó: la comunidad geopolítica de los
EE.UU. parece dispuesta a retomar el poder diluido y será la dominante en
la Casa Blanca por los próximos 20 años, gane quien gane las elecciones de
este 8 de noviembre. Ahí es donde países dependientes —como México—
aparecen pasmados, para decir lo menos, o sumisos, en el peor de los casos,
ante la reorganización de la estructura del poder estadunidense.
El punto más importante de lo que ocurre en los EE.UU. es su elemento
de dominación mundial. El problema no radica en la comunidad de
los servicios imperiales que sigue latente y hasta en renovación, sino en
la fórmula que permite esa dominación: la correlación directa entre
estabilidad económica-hegemonía tecnológica-gasto militar.
Los servicios militares se pasmaron cuando el candidato republicano
Donald Trump anuncio a los países de la OTAN que les cobraría por
los servicios de defensa, un mecanismo mafioso de venta de protección. El
dato detrás se localizó en la quiebra técnica de las finanzas públicas de
Washington. En su monumental estudio Auge y caída de las grandes potencias,
el analista Paul Kennedy concluyó que esa fórmula era la que determinaba

119
Indicador Político

el poderío y la duración de los imperios.


Los presidentes fallaron: Bill Clinton se distrajo en la frivolidad sexual,
Bush Jr. se obsesionó con derrocar a Hussein porque había amenazado a su
padre y Obama quiso ser el presidente de la paz y terminó como el lord of
war o señor de la guerra. El imperio se vio amenazado por un terrorismo
primero religioso, luego ideológico y ahora funcional.
Las propuestas de dominación imperial de Trump y Hillary son distintas
pero con el mismo objetivo: recuperar el papel de dominación mundial
de la Casa Blanca en el (des)orden mundial. Sin embargo, el mundo está
esperando con pasmo y miedo el saldo electoral, sin organizar mecanismos
de defensa o cuando menos de resistencia contra lo que viene.
Lo grave está en el papel imperial de los EE-UU. como factor de consenso
nacional. Y una economía de guerra podría ser el detonador de una nueva
fase de actividad productiva.
El mundo puede entrar en una fase de regresión imperial que nadie
parece estar previniendo y menos proponiendo mecanismos de resistencia.
Al contrario, ante la declinación de los viejos grupos polares —Japón,
tigres asiáticos, Europa—, nuevos factores de poder están entrando en la
disputa del mundo pos-soviético: China, Rusia, Irán y los países árabes que
han convertido al terrorismo en un elemento de poder como conquista de
territorios y dominación mundial.
Y en México sólo están buscando formas de pedirle a Hillary que nos
perdone por la visita de Trump.

120
Indicador Político

Los factores de poder


de Trump

A pesar de que hubo una campaña para vender la idea


de que Donald Trump era un empresario “loco” que
había trastocado al Partido Republicano, en realidad
fue producto de nuevas estructuras de poder estadunidense
afectados por el largo periodo posbélico 1989-2016. Pase lo que
pase el 8 de noviembre, esos factores de dominación seguirán
vigentes cuando menos en el mediano plazo de cinco años.

Detrás de Trump no existe propiamente un establishment conservador


como estructura de poder articulada, sino más bien grupos de influencia
económica, social, política e imperial que han sido desplazados desde el
gobierno de Bill Clinton. El Partido Republicano se ha ido corriendo al centro
como espacio de participación política, aunque sin excluir a los radicales. El
espacio de centro como puerta de acceso al gobierno y al poder ha obligado
a la construcción de una clase política moralmente conservadora pero no
radical,
La campaña de Trump puso en el escenario a los grupos conservadores:
1. Los republicanos conservadores que reactivó John McCain en el 2008
al tomar como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin.
2. Los republicanos conservadores tradicionales como Paul Rayan, más
centrado en tema de impuestos.
3. Los grupos aliados a los republicanos por agendas parciales: los cubanos
de Florida.
4. Los empresarios ricos contrarios al aumento de impuestos para finan-
ciar políticas sociales.
5. La comunidad de los servicios de inteligencia, militarismo y seguridad
nacional vinculados a la doctrina de la guerra permanente.
6. Los grupos racistas de diversa índole: contra migrantes hispanos, contra
afroamericanos y asiáticos, contra indios, entre muchos otros.
7. El poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su
nombre en inglés) que en realidad representa el sentimiento estadunidense
de armarse para no tener la protección del Estado.
8. El lobby judío conservador que representa un factor económico domi-

121
Indicador Político

nante en Wall Street.


9. El Movimiento de Tea Party que se formó en torno al simbolismo de
la lucha contra exigencia de pago de impuestos en 1773 y que hoy opera
como lobby antifiscal.
10. Medios de comunicación conservadores con enorme influencia,
como el Washington Times o la cadena Fox.
11. Intelectuales conservadores que aflojan o aprietan su ideología en
función de las posibilidades de ganar espacios.
12. Grupos de reflexión estratégica que han logrado configurar una pro-
puesta de gobierno conservador, al estilo de la Fundación Heritage que se
consolidó durante gobierno de Reagan 1881-1988.
13. Movimientos contra nuevos derechos sociales como el aborto, el
homosexualismo y la seguridad social.
14. Comunidad de fabricantes de armas que laboran lo mismo con de-
mócratas que con republicanos pero que apoyan más a éstos por su estra-
tegia de consolidación imperial.
15. Lobby de países árabes contrarios al radicalismo musulmán; estos
grupos de poder internacional se han metido a través del financiamiento
de fundaciones estadounidenses como la Fundación Clinton.

El problema con los EE.UU. ocurrió después de la caída del Muro de


Berlín y de la desaparición del imperio comunista soviético. La ilusión
del crecimiento económico en los dos periodos de Clinton ocurrió en las
estadísticas porque al final de cuentas los empleos nuevos se crearon en los
comercios sin garantías de estabilidad ni de retiro. Bush Jr. se centró en la
economía de guerra, pero con contrarreformas financieras de desregulación
que llevaron al colapso de las financieras de 2008 por el auge de los bonos
basura. El ajuste de Obama durante ocho años apenas pudo reconstruir el
crecimiento económico bajo y la oferta de empleos sin estabilidad.

122
Indicador Político

La crisis económica, el terrorismo dentro de las fronteras estadunidenses y


el costo militar y el deterioro del dólar debilitaron el consenso interno, sobre
todo por un Obama ajeno a la dinámica de las mayorías sociales marginadas
que lo impulsaron a la presidencia en el 2008 y el 2012. Y para colmo, Obama
rehízo el seguro médico con la oferta de que sería más masivo y más barato
pero apenas la semana pasada el premio nobel Paul Krugman reconoció que
hubo un encarecimiento alto de las primas que ha dejado fuera de la cobertura
a ciudadanos que ya lo tenían.
La crisis social del periodo 1992-2016, tres presidentes de dos periodos
de cuatro años cada uno, generaron una sociedad irritada, apanicada por
el terrorismo; a ello se ha agregado quizá el peor saldo social negativo de
Obama: por su piel de color negra, se esperaba una política social a favor de
los afroamericanos; pero al final Obama fue el primer presidente negro de
los blancos que se dedicó a salvar a las corporaciones de la crisis del 2008.
El verdadero saldo racial está en las calles: una guerra civil de negros contra
blancos.
Lo grave de todo es que ni Trump ni Hillary parecen entender la lógica del
conflicto social en los EE.UU. y las nuevas responsabilidades internacionales,
y se han agotado en la defensa de intereses de élites. Los lobbies y los grupos
de poder de ambos van a dominar las decisiones y van a condenar al mundo
a cuatro años, cuando menos, de mayor inestabilidad y crisis.

123
Indicador Político

EE.UU. decisión 2016 (3)


Lobbies cogobernarán con Hillary

C uando le ganó la nominación demócrata al socialista


Bernie Sanders, Hillary Clinton se comprometió a to-
mar sus banderas de apretarle a los ricos con impues-
tos para financiar programas sociales. En la realidad, Clinton
era la candidata no sólo de Wall Street sino de los lobbies que
forman parte de la estructura de dominación del gobierno esta-
dunidense y de su sistema político.

En este sentido, Hillary compite no como mujer —su vertiente feminista


la negó al apoyar a su marido de las denuncias de abuso sexual contra
mujeres oprimidas—, sino que es una estructura de poder y dominación.
Hasta ahora se pueden identificar cuando menos 15 lobbies detrás de la
candidatura de Hillary:
1. La estructura militar.
2. La planta industrial articulada a la economía de guerra.
3. Wall Street.
4. La comunidad de los intereses geopolíticos internacionales, la OTAN,

124
Indicador Político

el Comando Sur en América, la fuerza del Estado Mayor Conjunto.


5. La comunidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional.
6. Las empresas de seguridad privada que son contratadas por el gobier-
no de los EE.UU. para operar en zonas de guerra, a fin de evitar que los
soldados mueran y los féretros alimenten el pacifismo social.
7. El lobby judío que opera en el seno de la Casa Blanca, que tiene poder
financiero y que representa el factor de estabilidad estadunidense en el
medio oriente.
8. Los medios de comunicación progresistas pero incrustados en los
intereses de las élites.
9. El sector energético.
10. La comunidad cibernética que privatizó el papel del internet que
creó el sistema militar. Google, Facebook y otros grandes consorcios han
pasado a formar parte del sistema de dominación de la información y
de censura.
11. Los intelectuales liberales hubieron de arriar sus banderas pro-
gresistas para apoyar a Hillary criticando a Trump. Estos intelectuales
liberales forman ya la comunidad conservadora del viejo liberalismo ca-
pitalista.
12. El sector de los republicanos institucionales que sólo ejercen la
oposición en materia fiscal.
13. El bloque comercial que se ha beneficiado de los tratados, a costa
del empleo y la calidad de vida de los estadunidenses. Son los que se
asustaron con el proteccionismo de Trump y por ello apoyan a Hillary.
14. El sector de los productores locales de armas. Si los republicanos
son parte de la Asociación Nacional del Rifle, han acotado a Hillary para
evitar reformas a la segunda Enmienda que ella misma no ha propuesto.
15. La burocracia gubernamental que vive de la política de bienestar
social de los demócratas.

The White House 2016: Faltan cuatro días para las elecciones.
Como una manera de desviar la atención de las revelaciones del
FBI sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton, el The New
York Times encuentra parecidos con el malvado J. Edgar Hoover
que chantajeaba a presidentes con expedientes secretos para
quedarse en su cargo. Pero no: El director del FBI, James Comey,
recuerda más al Mark Felt, subdirector del FBI, que condujo de la
mano al The Washington Post en la investigación periodística de
Watergate, el famoso Garganta Profunda.

125
Indicador Político

La tía Hillary, el ogro Trump,


Santa Anna,
Pancho Villa, Salinas
y los chicanitos

1.- Nacionalismo reprobado.


Algunos comentaristas hispanos que viven en los EE.UU. han comenzado
a tomar el argumento de que el affaire Donald Trump había sacado del ropero
de los cachivaches mexicanos el nacionalismo que había enterrado casi boca
abajo el tratado de comercio libre de Norteamérica. Pero no, en realidad no
fue para tanto.
El nacionalismo está asociado al concepto de patria —tierra paterna— y
de nación; y en realidad la oleada crítica estuvo muy lejos de una revisión —
por lo demás necesaria— de las relaciones históricas y soberanas entre los dos
países; y lo que quieren es que Trump no deporte a mexicanos y sí les facilite
su incorporación como nacionales estadunidenses.
Así que el asunto Trump tuvo que ver sólo con estados de ánimo, el
dinamismo anti-Peña Nieto en las redes cibernéticas que no ha hecho más
que socializar las pasiones-pánicos individuales. Lo grave es que el repudio a
Trump ha llevado a importantes élites mexicanas a manifestar su deseo de que
Hillary Clinton gane las elecciones.
Los comportamientos políticos de los gobernantes estadunidenses no
reflejan decisiones individuales. Aquéllos que lo hicieron en su momento,
pagaron con su vida o con sus empleos el desafío a la estructura de poder
del establishment del poder de los EE.UU., lo mismo John F. Kennedy que
Jimmy Carter. Y los que han abusado del poder para beneficio del poder —
Richard Nixon y sus trampas, Bill Clinton y sus abusos sexuales, y Obama y
su espionaje violador de los derechos humanos— han recibido el beneplácito
social.
De ahí que haya que matizar la percepción anti-Trump. Hillary ha
mostrado ya tendencias imperiales, continuará con las deportaciones masivas
aumentadas por Obama y tratará de reconstruir como Reagan y Bush Jr. el
poderío militar estadunidense. Hillary fue esposa de 1978 al 2000, y como
senadora aprobó y apoyó las leyes patrióticas de Bush Jr. y sus mentiras para
invadir Irak en función de la lógica imperial.

126
Indicador Político

El nacionalismo mexicano se forjó al calor del conflicto histórico con los


EE.UU. en el largo periodo de 1836-1914 de invasiones militares. El PRI
logró esconder a México de la penetración estadunidense con el argumento
de que México estaba en la lógica estadunidense pero que la Casa Blanca
debería estar lejana del Castillo de Chapultepec donde ondeó la bandera de
las barras y las estrellas en 1847.
El quiebre en la relación bilateral definido con la tensión dinámica
dominación-resistencia ocurrió en 1991-1993 con el tratado de comercio
libre con EE.UU. y Canadá; Washington ya no era más el poder que se robó
la mitad del territorio con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Ahora
era un socio compatible con la integración de posibilidades de desarrollo y
no de agresión.
El enojo contra Trump es individual, no contra el sistema estadunidense
que sigue viendo a México como el pariente pobre, sea Trump, Obama o
Hillary. Por eso es que gane o pierda Trump la presidencia, el estado de ánimo
negativo de mexicanos contra dichos del candidato republicano debería
llevar a una reflexión social sobre el nacionalismo real —el del concepto de
nación— y a una reconfiguración de los principios de soberanía basados en
un modelo nacional de desarrollo.
El adversario no es Trump ni Hillary, sino el sistema productivo
estadunidense basado en la exacción de otras naciones para subsidiar el
sistema de vida estadunidense.

2.- Santa Anna como metáfora.


La figura de Antonio López de Santa Anna puede ilustrar la metáfora
de la historia nacional: 11 veces presidente de la república, responsable de
la pérdida de la mitad del territorio en 1848 y en 1853 y a pesar de ello
indispensable para una república federal que nunca fue ni república ni
federal. Su derrocamiento en 1855 inició la Reforma juarista.
En los hechos, México se forjó
en la dialéctica histórica —concepto
de Juan María Alponte en su libro
Dialéctica Histórica,. México-Estados
Unidos y Américas Latina, editado
por la Universidad de Guadalajara—
con el expansionismo imperial de su
vecino estadunidense; peor aún, el
politólogo Arthur M. Schlesinger
—asesor de John F. Kennedy—
afirma que los EE.UU. se hicieron
imperialistas en la conquista de
territorio mexicano.
La primera mitad del siglo
XIX y de cara al expansionismo

127
Indicador Político

estadunidense como cumplimiento del destino manifiesto, México vivió


al amparo de Santa Anna, la figura que sintetizó las contradicciones de las
élites nacionales del periodo 1810-1855: debatido el país en un federalismo
imposible que había reconocido como maldición la profecía del padre Mier
como diputado constituyente de 1824 y metido al centralismo 1836-1846 y
1853-1855 hasta que la élite liberal entró en acción contra Santa Anna, lo
derrocó y convocó a la Constitución de 1857.
La personalidad de Santa Anna dominó el largo periodo 1823-1855,
del Plan de Casa Mata que destronó al emperador Agustín I —que él había
consolidado como consumador de la Independencia— a la revolución
de Ayutla que lo echó del poder definitivamente. Como líder nacional le
tocó la larga guerra con el expansionismo de los EE.UU. Santa Anna fue el
responsable directo del fracaso militar ante Washington, pero aun así era
llamado a gobernar un país caótico.
El expansionismo imperial de los EE.UU. se reveló bien pronto: el 2 de
diciembre de 1823 se hizo pública la Doctrina Monroe, apenas consolidada la
independencia de España de los países iberoamericanos y ante las intenciones
de la corona en Madrid de venir a recuperar lo perdido; “cualquier
intervención de un poder europeo será considerada como una proposición
inamistosa para Estados Unidos”; así quedó el apotegma: América para los
americanos, y por encima los americanos, Estados Unidos como América,
Estados Unidos de América.
En 1825 arribó a México Joel Robert Poinsett como ministro diplomático
con la tarea fundamental de iniciar el proceso de ocupación; en 1825 ascendió
a embajador ante el primero gobierno legal de Vicente Guerrero. Poinsett fue
“un combatiente” de la causa del expansionismo estadunidense, recuerda
Alponte, su tarea fue minar a México desde dentro: “dividir al país, acelerar
sus contradicciones, impedir el consenso y ampliar las tensiones internas”.
Poinsett diseñó la propuesta de comprar Texas.
Santa Anna fue el tonto útil de Poinsett. Pero al final resultó producto de
una sociedad mexicana en su momento histórico. La responsabilidad es de las
sociedades que avalan a los gobernantes.

3.- De El Álamo y Columbus al TCL de Salinas.


Lo ideal hubiera sido que los mexicanos que criticaron desde los EE.UU.
la invitación del presidente Peña Nieto al candidato republicano Donald
Trump anunciaran la creación de una brigada especial para repetir la hazaña
de Francisco Villa en Columbus en marzo de 1916 o seguir cuando menos
el anuncio de Armando Fuentes Aguirre Catón de no visitar territorio
estadunidense durante la gestión del republicano.
Pero no. Al final de cuentas, los intelectuales y artistas que criticaron desde
los EE.UU. a Peña Nieto ya forman parte del establishment estadunidense
y en ningún momento asumieron una conducta histórica. Y los mexicanos
que se lanzaron en México contra Peña por una invitación sigue adorando a

128
Indicador Político

los héroes que nos dieron patria pero que tuvieron en su haber la entrega de
la soberanía mexicana:
—El congreso mexicano ratificó en 1848 el Tratado Guadalupe-Hidalgo
de Santa Anna por el que perdió la mitad del territorio. Este Tratado legalizó
el Tratado de Velasco de 1836 que firmó Santa Anna cuando estaba preso
después de El Álamo.
—Santa Anna firmó el Tratado de la Mesilla en 1853 para venderle a
Washington parte de territorio mexicano.
—Juárez firmó el Tratado McLane-Ocampo en 1859 por el que iba a
entregar el istmo de Tehuantepec a los EE.UU.
—Carranza pactó el apoyo a los EE.UU. a cambio del reconocimiento
estadunidense en 1915. En respuesta, el general Francisco Villa invadió los
EE.UU. y atacó Columbus en mayo de 1916.
—Obregón firmó en 1953 los Tratados de Bucareli con los EE.UU. para
reconocer deudas de guerra a cambio de reconocimiento.
—Obregón y Calles le cedieron al embajador estadunidense Dwight
Morrow la negociación de la paz con los cristeros por exigencia de Washington.
—El presidente Carlos Salinas de Gortari negoció en 1991-1993 el tratado
de comercio libre con los EE.UU. que subordinó la política exterior a la
apertura establecida en el Consenso de Washington. La integración le quitó
soberanía a México.

La política nacionalista mexicana se forjó en la equidistancia de la relación


con los Estados Unidos, el expansionismo imperial y la doctrina Monroe de
“América para los americanos”. La Casa Blanca ha pasado de la invasión
militar a la invasión ideológica cumpliendo la maldición de Robert Lansing
de 1920, secretario de Estado:
“Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un
ciudadano americano, ya que eso conduciría otra vez a la guerra. La solución
necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las

129
Indicador Político

puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo


de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados
Unidos. México necesitará administradores competentes y con el tiempo, esos
jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de
la misma Presidencia. Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o
dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que
lo que nosotros mismos podríamos haberlo hecho”.
Y así fue.

4.- La ofensiva de Reagan 1984-1987.


El perfil político de Donald Trump sólo va a reproducir, 35 años después,
la ofensiva imperial de Ronald Reagan de 1981-1986; al final del día, la
intención imperial del próximo presidente de los EE.UU. nada tiene que ver
con migración sino que se prepara una reorganización de la política exterior
de seguridad nacional de la Casa Blanca.
La estrategia imperial de Trump va a profundizar la dependencia mexicana
del paraguas político-militar de Washington, retomando parte de las políticas
antiterroristas de George W. Bush y la hegemonía diplomática de Obama
reflejada en la deportación masiva de mexicanos y en el trato despectivo hacia
el presidente de México.
De 1983 a 1986, la Casa Blanca de Reagan convirtió a México en un
objetivo de seguridad nacional para sacarlo de su participación en la
estabilización política de Centroamérica con reconocimiento a la guerrilla y
para abrir México a las estrategias de control del tráfico de drogas.
La ofensiva comenzó en 1979 con un artículo del académico Constantine
Menges titulado “México, the Irán next door?”, resaltando la posibilidad de
que México estallara con una revolución nacionalista. Menges fue llamado
por Reagan a su campaña, el senador ultraderechista Jesse Helms lo envió a la
CIA y luego al consejo de seguridad nacional de la Casa Blanca.
En 1983, por órdenes de Reagan, el director de la CIA, William Casey,
ordenó que la oficina de asuntos mexicanos redactara un informe especial
concluyendo que México estaba a punto de estallar y que requería la
intervención de Washington. El redactor de la CIA, John Horton, exjefe de la
estación en México, se negó a hacer el reporte, renunció y publicó un artículo
en el The Washington Post diciendo que la CIA estaba fabricando informes
falsos. La historia la desarrolla Bob Woodward en su libro Las guerras secretas
de la CIA.
En México, en 1983 y 1984 el embajador norteamericano John Gavin
realizó reuniones para crear una Santa Alianza: PAN, empresarios radicales,
obispos conservadores y la gestión de la embajada, con miras a las elecciones
presidenciales de 1988. En 1985 se atravesó el secuestro, tortura y asesinato
del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar —hasta ahora con indicios
de doble agente— por el cártel de Ernesto “Don Neto” Fonseca y Rafael Caro
Quintero. Gavin se colgó de ese incidente para una campaña escandalosa

130
Indicador Político

contra la corrupción en México, aterrizada en 1986 en Washington por el


senador Helms con audiencias públicas contra México en el Senado.
El petróleo, la política exterior activa en zonas de interés estadunidense,
el último suspiro del nacionalismo revolucionario en el PRI y la penetración
del KGB soviético y del Stasi de Alemania comunista en los servicios de
inteligencia mexicanos motivaron la ofensiva de Reagan. En México se dio
en 1985 el giro de la economía progresista de Estado al neoliberalismo de
mercado promovido por Carlos Salinas de Gortari —ahí ganó la candidatura
presidencial— y la subordinación mexicana a los intereses de Washington.
Trump va a retomar la estrategia de Reagan.

5.- El establishment de Hillary.


Agobiado por enlistar las presuntas agresiones sexuales de Donald Trump
y los engaños de Hillary Clinton descubiertos en sus correos electrónicos, el
mundo soslayó la parte fundamental de lo que elige los EE.UU. el próximo
martes 8 de noviembre: el futuro del resquebrajado imperio estadunidense y
su papel en el desorden mundial.
La tesis kissingeriana de que los EE.UU. tienen responsabilidades y no
intereses ha sido aplastada por los gobiernos de Ronald Reagan, George Bush
Sr., Bill Clinton, George Bush Jr. y Barack Obama. Desde la guerra de Corea
en 1950 y hasta la derrota en Vietnam en 1975, los EE.UU. afirmaron que
sus responsabilidades estaban en la defensa de sus intereses capitalistas. Ahora
en la elección presidencial del 2016 el mundo no se enteró de las políticas
exteriores de Trump y Hillary porque los estadunidenses van a votar por
agendas tan parciales como el muro en México y la crítica a esa decisión.
En el fondo, el próximo 8 de noviembre se optará por la vía electoral entre
dos opciones: el refrendo del poder del establishment conservador geopolítico
o el radicalismo conservador histórico de un outsider o externo del sistema de
intereses dominantes. En esta primera parte aportaremos elementos analíticos
para ilustrar el poder institucional conservador imperial que sostiene la
nominación de la candidata republicana, detrás de las sonrisas y las promesas
de un mundo feliz.
A Hillary la sostienen los —hasta ahora— 15 lobbies más importantes del
poder imperial:
1.- El complejo militar, el imperialismo bélico que alimenta la maquinaria
económica y de poder.
2.- La planta industrial articulada a la economía de guerra, los intereses
productivos que funcionan en temporadas de guerra.
3.- El sector financiero que completa la dominación militar, el poderío del
dólar, Wall Street como el Pentágono del sistema financiero representado por
el FMI y el Banco Mundial, el sector que Obama salvó de la crisis de 2008.
4.- La comunidad de los intereses geopolíticos internacionales, la OTAN,
el Comando Sur en América, la fuerza del Estado Mayor Conjunto que
sostiene a la Casa Blanca, las terminales del botón nuclear en el portafolio

131
Indicador Político

que acompaña a POTUS —president of the United States— hasta en el baño.


El papel clave de Gran Bretaña y Alemania a favor de los intereses de la Casa
Blanca. Trump dijo que les cobraría protección a los socios de la OTAN.
5.- La comunidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional que
Kissinger instaló en los sótanos de la Casa Blanca como consejero de seguridad
nacional de Nixon en 1969, los que han sustituido a los marines en algunas
zonas de interés estadunidense.
6.- Las empresas de seguridad privada que son contratadas por el gobierno
de los EE.UU. para operar en zonas de guerra, a fin de evitar que los soldados
mueran y los féretros alimenten el pacifismo social. Estas empresas representan
contratos de miles de millones de dólares y viven de la geopolítica de guerra, por
lo que forman parte del sistema de toma de decisiones militares.
7.- El lobby judío que opera en el seno de la Casa Blanca, que tiene poder
financiero y que representa el factor de estabilidad estadunidense en el medio
oriente.
8.- Los medios de comunicación. Este sector pasó de ser factor de consenso
conciente hasta Vietnam, se colocó en la oposición desde Watergate y ahora
ha regresado al redil del establishment apoyando a Hillary sin sentido crítico
por el temor al avance de Trump. El periodismo ha sido la gran víctima de esta
contienda electoral porque hubo negarse a criticar a Hillary. Los grandes medios
regresaron a la información institucional anterior a los grandes reportajes de
crítica a la guerra de Vietnam.
9.- El sector energético, a pesar del avance de los combustibles no fósiles,
sigue siendo un lobby que depende de los campos petroleros en el medio oriente
y México. Y al final de cuentas, las guerras no sólo son por petróleo sino que se
ganan por el petróleo que mueve a la maquinaria de guerra.
10.- La comunidad cibernética que privatizó el papel del internet que creó
el sistema militar. Google, Facebook y otros grandes consorcios han pasado a
formar parte del sistema de dominación de la información y de censura, sobre
todo por los casos de WikiLeaks, Snowden, Anonymous y otros filtradores de
información del poder. Estos sistemas jugaron papel importante a favor de
Hillary.
11.- Los intelectuales liberales hubieron de arriar sus banderas —por cierto,
nunca sólidas en su progresismo— para apoyar a Hillary criticando a Trump.
Sobre todo, dejando pasar la oportunidad de un liberalismo social que había
propuesto Bernie Sanders en su competencia contra Hillary. Estos intelectuales
liberales forman ya la comunidad conservadora del viejo liberalismo capitalista.
12.- El sector de los republicanos institucionales que sólo ejercen la oposición
en materia fiscal pero que al final son igual de imperialistas que los demócratas.
13.- El bloque comercial que se ha beneficiado de los tratados, a costa del
empleo y la calidad de vida de los estadunidenses. Son los que se asustaron con
el proteccionismo de Trump y por ello apoyan a Hillary.
14. El sector de los productores locales de armas que depende no del
apoyo apasionado de los republicanos sino de la debilidad de los argumentos

132
Indicador Político

demócratas a favor del control en la venta de armas. Si los republicanos son parte
de la Asociación del Rifle, ahora han acotado a Hillary para evitar reformas a la
segunda Enmienda.
15.- La burocracia gubernamental que vive de la política de bienestar social
de los demócratas.
Estos son los lobbies que sostienen a Hillary para mantener la continuidad
del establishment.

6.- Los grupos de poder de Trump.


A pesar de que hubo una campaña para vender la idea de que Donald Trump
era un empresario “loco” que había trastocado al Partido Republicano, en
realidad fue producto de nuevas estructuras de poder estadunidense afectados
por el largo periodo posbélico 1989-2016. Pase lo que pase el 8 de noviembre,
esos factores de dominación seguirán vigentes cuando menos en el mediano
plazo de cinco años.
Detrás de Trump no existe propiamente un establishment conservador como
estructura de poder articulada, sino más bien grupos de influencia económica,
social, política e imperial que han sido desplazados desde el gobierno de Bill
Clinton. El Partido Republicano se ha ido corriendo al centro como espacio de
participación política, aunque sin excluir a los radicales. El espacio de centro
como puerta de acceso al gobierno y al poder ha obligado a la construcción de
una clase política moralmente conservadora pero no radical,
La campaña de Trump puso en el escenario a los grupos conservadores:
1.- Los republicanos conservadores que reactivó John McCain en el 2008 al
tomar como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin.
2.- Los republicanos conservadores tradicionales como Paul Rayan, más
centrado en tema de impuestos.
3.- Los grupos aliados a los republicanos por agendas parciales: los cubanos
de Florida.
4.- Los empresarios ricos contrarios al aumento de impuestos para financiar
políticas sociales.
5.- La comunidad de los servicios de inteligencia, militarismo y seguridad
nacional vinculados a la doctrina de la guerra permanente.
6.- Los grupos racistas de diversa índole: contra migrantes hispanos, contra
afroamericanos y asiáticos, contra indios, entre muchos otros.
7.- El poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su
nombre en inglés) que en realidad representa el sentimiento estadunidense de
armarse para no tener la protección del Estado.
8.- El lobby judío conservador que representa un factor económico
dominante en Wall Street.
9.- El Movimiento de Tea Party que se formó en torno al simbolismo de la
lucha contra exigencia de pago de impuestos en 1773 y que hoy opera como
lobby antifiscal.
10.- Medios de comunicación conservadores con enorme influencia, como

133
Indicador Político

el Washington Times o la cadena Fox.


11.- Intelectuales conservadores que aflojan o aprietan su ideología en
función de las posibilidades de ganar espacios.
12.- Grupos de reflexión estratégica que han logrado configurar una
propuesta de gobierno conservador, al estilo de la Fundación Heritage que se
consolidó durante gobierno de Reagan 1881-1988.
13.- Movimientos contra nuevos derechos sociales como el aborto, el
homosexualismo y la seguridad social.
14.- Comunidad de fabricantes de armas que laboran lo mismo con
demócratas que con republicanos pero que apoyan más a éstos por su estrategia
de consolidación imperial.
15.- Lobby de países árabes contrarios al radicalismo musulmán; estos
grupos de poder internacional se han metido a través del financiamiento de
fundaciones estadounidenses como la Fundación Clinton.
El problema con los EE.UU. ocurrió después de la caída del Muro de Berlín
y de la desaparición del imperio comunista soviético. La ilusión del crecimiento
económico en los dos periodos de Clinton ocurrió en las estadísticas porque
al final de cuentas los empleos nuevos se crearon en los comercio sin garantías
de estabilidad ni de retiro. Bush Jr. se centró en la economía de guerra, pero
con contrarreformas financieras de desregulación que llevaron al colapso de
las financieras de 2008 por el auge de los bonos basura. El ajuste de Obama
durante ocho años apenas pudo reconstruir el crecimiento económico bajo y la
oferta de empleos sin estabilidad.
La crisis económica, el terrorismo dentro de las fronteras estadunidenses y
el costo militar y el deterioro del dólar debilitaron el consenso interno, sobre
todo por un Obama ajeno a la dinámica de las mayorías sociales marginadas
que lo impulsaron a la presidencia en el 2008 y el 2012. Y para colmo, Obama
rehízo el seguro médico con la oferta de que sería más masivo y más barato
pero apenas la semana pasada el premio nobel Paul Krugman reconoció que
hubo un encarecimiento alto de las primas que ha dejado fuera de la cobertura
a ciudadanos que ya lo tenían.
La crisis social del periodo 1992-2016, tres presidentes de dos periodos
de cuatro años cada uno, generaron una sociedad irritada, apanicada por
el terrorismo; a ello se ha agregado quizá el peor saldo social negativo de
Obama: por su piel de color negra, se esperaba una política social a favor de
los afroamericanos; pero al final Obama fue el primer presidente negro de
los blancos que se dedicó a salvar a las corporaciones de la crisis del 2008.
El verdadero saldo racial está en las calles: una guerra civil de negros contra
blancos.
Lo grave de todo es que ni Trump ni Hillary parecen entender la lógica del
conflicto social en los EE.UU. y las nuevas responsabilidades internacionales
y se han agotado en la defensa de intereses de élites. Los lobbies y los grupos
de poder de ambos van a dominar las decisiones y van a condenar al mundo a
cuatro años, cuando menos, de mayor inestabilidad y crisis.

134
Indicador Político

EE.UU. decisión 2016 (4)


Los factores de poder de Trump

L as redes de poder de Donald Trump también tienen


sus intereses, igual a los 15 lobbies de Hillary Clin-
ton. Ayuda el hecho de que el candidato republicano
sea empresario, porque sería la primera vez que la derecha
prescinde de políticos intermediarios —Nixon, Reagan y
los Bush— para tomar en directo las riendas del poder.

El frente conservador se ha fracturado por el estilo atrabancado de


Trump, pero no por la red de intereses que representa. Por eso es que el apoyo
republicano a favor de Trump sí se manifestará en las urnas, como revelan las
encuestas. Al final, estos grupos republicanos y demócratas son algo más que
grupos de interés: redes de poder intercomunicados.
Las redes de Trump no son pocas.
1.- Los republicanos conservadores que reactivó John McCain en el 2008
al tomar como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin.
2.- Los republicanos conservadores tradicionales como Paul Rayan, más
centrado en tema de impuestos.

135
Indicador Político

3.- Los grupos aliados a los republicanos por agendas parciales: los cubanos
de Florida.
4.- Los empresarios ricos contrarios al aumento de impuestos para
financiar políticas sociales.
5.- La comunidad de los servicios de inteligencia, militarismo y seguridad
nacional vinculados a la doctrina de la guerra permanente.
6.- Los grupos racistas de diversa índole: contra migrantes hispanos,
contra afroamericanos y asiáticos, contra indios, entre muchos otros.
7.- El poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su
nombre en inglés) que en realidad representa el sentimiento estadunidense de
armarse para no tener la protección del Estado.

8.- El lobby judío conservador que representa un factor económico


dominante en Wall Street.
9.- El Movimiento de Tea Party que se formó en torno al simbolismo de la
lucha contra exigencia de pago de impuestos en 1773 y que hoy opera como
lobby antifiscal.
10.- Medios de comunicación conservadores con enorme influencia, como
el Washington Times o la cadena Fox.
11.- Intelectuales conservadores que aflojan o aprietan su ideología en
función de las posibilidades de ganar espacios.
12.- Grupos de reflexión estratégica que han logrado configurar una
propuesta de gobierno conservador, al estilo de la Fundación Heritage que se
consolidó durante gobierno de Reagan 1881-1988.

136
Indicador Político

13.- Movimientos contra nuevos derechos sociales como el aborto, el


homosexualismo y la seguridad social.
14.- Comunidad de fabricantes de armas que laboran lo mismo con
demócratas que con republicanos pero que apoyan más a éstos por su estrategia
de consolidación imperial.
15.- Lobby de países árabes contrarios al radicalismo musulmán; estos
grupos de poder internacional se han metido a través del financiamiento de
fundaciones estadounidenses como la Fundación Clinton.

The White House 2016: el analista de Político Gabriel Debenedetti


publicó —www.politico.com/story/2016/11/haim-saban-hillary-
clinton-donor-230711— un perfil de uno de los principales donadores
de dinero a Hillary Clinton: Haim Saban, dueño de Univisión. El
lunes 17 de octubre aquí se difundió otro perfil del mismo personaje
en Bloomberg. Ello explica por qué la cadena Univisión no informa
sino que trabaja para Hillary y también exhibe el encono personal y
no informativo de Jorge Ramos, el conductor principal de noticieros
de Univisión, contra Trump. Los hispanos, así, son manipulados
informativamente para beneficiar a la candidata que ayudará a expandir
el negocio de Univisión. Varios correos filtrados por WikiLeaks exhiben
a Saban y a Univisión al servicio de Hillary.

137
Indicador Político

EE.UU. decisión 2016 (5)


PAN, PRD, Santa Anna, protectorado

S i en lo local el legado de Barack Obama se pue-


de resumir en la elección de hoy entre una políti-
ca corrupta o un empresario sexholic, en México la
elección fue asumida casi como nacional y senadores del
PAN y del PRD se pusieron la playera a favor de Hillary
Clinton sólo para reivindicar la figura histórica de Anto-
nio López de Santa Anna y del comité de notables que en
1861 fueron a Miramar a ofrecerle el imperio de México
a Maximiliano.

La elección estadunidense sirvió para evidenciar —en el modelo


Fukuyama— el fin de la historia nacional. En 1947 Daniel Cosío Villegas
alertó sobre la urgencia de recuperar la historia para evitar la entrega de la
República a los EE.UU. y en 1847 el diputado Martiano Otero se quejó
que en el mundo se hablaba de México como de un “pueblo afeminado” al
permitir la invasión estadunidense.
Los medios nacionales magnificaron la declaración de Carlos Slim de que
la victoria de Donald Trump sería una tragedia para el tipo de cambio, pero
el empresario más rico de México y uno de los cinco del mundo no estaba
preocupado por la Pepública sino porque el encarecimiento de dólar en las
últimas semanas por el efecto Trump le había hecho perder más o menos mil
millones de dólares de su fortuna y por tanto debía ganar Hillary para no
seguir perdiendo riqueza
El apoyo mexicano a Hillary fue incondicional, sin acuerdos previos, sin
una agenda, con la afirmación de la propia candidata que no habrá reforma
migratoria mientras el congreso estuviera controlado por republicanos, sin
alguna oferta de freno a las deportaciones que había multiplicado el gobierno
de Obama. La campaña mostró que el gobierno mexicano carece de un lobby
en la estructura de poder estadunidense; peor aún, exhibió la ausencia de una
definición de los intereses nacionales en el escenario internacional, a pesar de
que en 1993 optó por la globalización internacional.

138
Indicador Político

El escenario de México en los EE.UU. posterior a las elecciones no es el


mejor; el entreguismo de figuras políticas a Hillary sin apoyo condicionado
abrió la posibilidad para que México quede reducido a un protectorado de
la Casa Blanca; como secretaria de Estado, Hillary estuvo presionando a
México para aceptar la presencia militar estadunidense con el pretexto del
terrorismo y los cárteles transnacionales del crimen organizado.
Gane quien gane las elecciones, el desafío para México radica en la asunción
del control de su geopolítica, su política de seguridad nacional y su diplomacia
activa más allá de Washington, con la construcción de un nuevo consenso
nacional en política exterior y en concreto con los EE.UU. Esta geopolítica
fue una necesidad en el tratado comercial de 1993, pero el presidente Salinas
de Gortari prefirió el entreguismo de los intereses nacionales a las necesidades
de la geopolítica de la Casa Blanca.
O México recupera soberanía o terminará en un protectorado
estadunidense.

The White House 2016: Si alguien dudaba que en los EE.UU.


no habría una elección de Estado, el papel de Barack Obama
a favor de Hillary y el uso del poder de la Casa Blanca en la
presión sobre el FBI para cancelar la investigación de correos
electrónicos es apenas una nuestra… El establishment de la
prensa supuestamente liberal potenció a Hillary escondiendo su
corrupción y magnificando la de Trump. Si se quiere un punto de
referencia, habrá una elección típicamente priísta.

139
Indicador Político

EE.UU.:
crónica de un instante

L unes 7 de noviembre, siete de la noche hora de Améri-


ca. Las redes hierven acá de este lado del océano y del
lado de la frontera sur de los EE.UU. No hay espacio
para la reflexión. O con el diablo o con la diabla. Los inten-
tos de analizar perfiles, propuestas, discursos, declaraciones,
carecen de sentido. Pruebo el ambiente colocando en redes al-
gunas frases contra Hillary Clinton y las respuestas son apabu-
llantes: no importa si enfrenta evidencias de corrupción, si su
campaña representa los intereses de Wall Street, si ella misma
no parece confiable. Nada: es la opción contra Donald Trump.

Las encuestas perfilan… incertidumbre. Hay para todos los gustos: a favor
de una o del otro. En las redes tampoco hay reflexión sobre los formatos de las
preguntas. Nada: hay que aferrarse a la que refleje las pasiones del momento.
La prensa estadunidense ha perdido el decoro: apoya acríticamente a Hillary,
sin regateos, esconde información de ella, multiplica las acusaciones contra él,
publica editoriales magnificando a Hillary sin el mínimo rubor crítico. Algo
sabrán de lo que está en juego, pero no lo dicen con claridad.
El dato más revelador se pierde entre las pasiones: las encuestas del lunes
cierran con datos casi parejos; para el análisis no importa mucho el reparto
de los 538 votos electorales que deciden a quién entregarle el poder; lo que
debe llamar la atención es el voto popular: mitad con el discurso agresivo
de Trump, mitad con el discurso a la defensiva de Hillary, el país dividido
en dos mitades. ¿De dónde salieron los estadunidenses del siglo XIX, donde
aparecen los estadunidenses liberales no en ideas sino en comportamientos
sociales? El mensaje no puede ser más claro: los EE.UU. no han resuelto sus
contradicciones sociales; las han administrado con los gobiernos liberales, las
han puesto a resguardo a la espera de gobiernos conservadores. La guerra civil
se ganó en el campo de batalla, pero se sigue perdiendo en la cotidianeidad
del transcurrir de las horas.
Martes 8 de noviembre, primeras horas de la mañana. Los liberales han
ganado los estados de ánimo pero no carecen de asideros reales: Hillary no
da para garantizar un auténtico liberalismo; los liberales no quieren el regreso

140
Indicador Político

de las corporaciones de Wall


Street pero Hillary no hace
más que representar a esos
grupos; ni modo. La culpa,
dicen como autojustificación,
es de Trump: para qué salió a
revolver el pasado, sin tener
garantías del presente. Hillary
no es la transición, cierto,
aunque tampoco es la garantía
de una transformación;
apenas el dique de contención
de lo que representa Trump.
No basta, pero apenas alcanza.
Hillary no entendió la lógica del conflicto político porque se preparó para
competir contra republicanos tradicionales, tradicionalistas, conservadores
de centro. Y menos aún asimiló el desafío: un verdadero liberalismo social;
no, Hillary carece de esa comprensión de la realidad. Su discurso se ajustó
a la coyuntura pero no asumió ningún compromiso real para modificar
la estructura de la desigualdad social. Por eso no será la abanderada de la
transición; al contrario, en los hechos tendrá que entender y no modificar
algunas de las propuestas de Trump. Al final de cuentas, Hillary se preparó
para ganar el poder, no para liderar la transición.
Martes 8 de noviembre, mediodía. Polémicas en redes sociales porque
cada texto de irregularidades de Hillary recibe la descalificación de los anti-
Trump. Ahí está el punto central: no es que Hillary sea la esperanza; no; el
asunto es más simple, más terriblemente simple: es la candidata que enfrenta
a Trump. Y no, ni los liberales estadunidenses ni los liberales mexicanos son
capaces de construir un
voto de protesta. O
Hillary o Trump. Los
liberales prefieren cuatro
u ocho años de Hillary
a reventar la estabilidad
política con la abstención,
el voto en blanco o el
voto por el candidato
libertario o la candidata
verde, otros cuatro u ocho
años perdidos con tal
de parar a Trump; triste
destino de una sociedad
incapaz de romper con el

141
Indicador Político

fatalismo sistémico. Allá ellos, pero también acá nosotros que padeceremos el
imperialismo de dominación de Hillary.
Martes 8 de noviembre, tarde. Inevitable el resultado: no ganó el sentido
común; ¿el sentido común?; al final, decían, ganará Hillary porque es el
sentido común, pero no ganó la estructura del poder, ganó el ciudadano de a
pie, el del destino manifiesto, el olvidado por las élites. La victoria que importa
es la del voto popular: diferencia mínima entre los EE.UU. de Hillary y los
EE.UU. de Trump. Habrá que ver cómo gobernará Trump: entre la mayoría
silenciosa reaccionaria que quiso regresar por lo perdido y el legado de un
Obama incompetente para modificar la estructura social del país; paradójico
que el primer presidente negro esté dejando un país incendiado racialmente.
Martes 8 de noviembre, noche: las aguas han regresado a su cauce, la
fiesta republicana, la tristeza demócrata, Hillary despidiéndose hacia las ocho
de la noche, las quejas republicanas, la sociedad de regreso a sus cuevas del
aislacionismo, algunos festejando, otros rumiando su derrota, el país herido,
fragmentado, fracturado, quebrado, roto; el verdadero EE.UU. seguirá en la
violencia en las calles, sin solucionar el deterioro moral, el 1 por ciento feliz
de mantener sus expectativas, las masas sin saber qué viene, el mundo por su
cuenta, el imperio sin una salida moral.
El 8 de noviembre de 2016 se puede resumir en una imagen: Bill Clinton,
el depredador sexual, no pudo regresar a la Casa Blanca; Trump, el depredador
sexual, ganó en las urnas; y Hillary Clinton como Lady Macbeth vistiendo
siempre de pantalón masculino y nunca una falda como para demostrar que
el poder es asexuado, es el poder en sí mismo, el poder, el poder, siempre el
poder, el poder en masculino, paseando su sonambulismo por los pasillos de
una Casa Blanca desolada.

142
Indicador Político

México ante Trump:


ejercer soberanía

L as elecciones presidenciales en los EE.UU. se convir-


tieron en un desafío político para México y los mexi-
canos, pero también sirvieron para identificar el grado
de dependencia de nosotros hacia ellos: no sólo las patéticas
muestras de apoyo de mexicanos a la candidata demócrata Hi-
llary Clinton a cambio de nada, sino el pasmo gubernamental
a la espera de los resultados.

La derrota de Hillary fue asumida en México como personal, nacional,


a pesar de que la candidata no asumió ningún compromiso formal con los
mexicanos migrantes, de que el muro con el que amenazó Trump había sido
construido en su primera etapa por Bill Clinton en 1994 y de que el gobierno
de Barack Obama —cuando Clinton era secretaria de Estado— deportó 2.7
millones de hispanos durante sus ocho años.
Como siempre, el factor dependencia domina las relaciones bilaterales. Las
primeras reacciones hablaron de México ante el gobierno de Trump, cuando
el ejercicio de la soberanía debiera de tener un enfoque al revés: Trump frente
México. A pesar de tener agenda, intereses y relaciones en curso, México
asumió una actitud pasiva
ante Trump y entreguista con
Hillary.
La presidencia de Trump
los próximos cuatro años exige
un replanteamiento de la
política exterior mexicana, de
su estrategia bilateral y de sus
enfoques de seguridad nacional.
Por primera vez un mandatario
estadunidense mirará a México
como un subordinado y no
como un aliado. Y los cambios
en el tratado de comercio libre

143
Indicador Político

los haría Trump en función de los intereses estadunidenses.


De ahí la urgencia de que México tome cuando menos tres decisiones:
1.- Redefinir su política exterior frente a la Casa Blanca precisando los
principios de independencia y soberanía.
2.- Redefinir su política de intereses nacionales en el entorno geopolítico
como una forma de marcar su territorio de seguridad nacional en el
reacomodo de las alianzas internacionales.
3.- Replantear su modelo de desarrollo para dejar de exportar
indocumentados a los EE.UU. echados de México por la crisis.
Los pronunciamientos de Trump a lo largo de la campaña y las
vertientes principales de su política exterior siguen viendo a México como
un subordinado incómodo con más problemas que soluciones. De ahí la
oportunidad para que México se sacuda la pesada carga de esperar siempre
que las soluciones a sus crisis vengan de los EE.UU.
Lo peor que puede ocurrir será esperar a que Trump no pueda con el
paquete o que le estallen otros problemas y los mexicanos pasen a niveles
menos prioritarios, pero a la larga será como comprar un seguro contra daños
a terceros. El problema puede ser de largo plazo si se cumplen los augurios
de que la distancia política de Trump no sería de cuatro años sino de una
reelección de otros cuatro.
A diferencia de otras administraciones republicanas, la de Trump será más
agresiva que las de Nixon y Reagan, y más arrogante que la de Obama. Para
evitar excesos y humillaciones, México deberá regresar a los tiempos en que la
política exterior hacia los EE.UU. era producto de un consenso nacional de
defensa de la soberanía y de una interlocución respetuosa. Trump ya demostró
que ve a México con desdén.
Trump podría ser la oportunidad para que México reconstruya su
soberanía como nación y deje de ser dependiente.

144
Indicador Político

Hillary: Lady Macbeth en la Casa


Blanca y el sonambulismo del poder

L a evaluación de la derrota de Hillary Clinton contie-


ne un dato revelador: a pesar de que se le invistió de
una representación de género respecto al empode-
ramiento de una mujer en la Casa Blanca frente al discurso
reiterativo de misoginia de Donald Trump, sólo el 54 por
ciento de mujeres votaron por ella y una cifra alta —42 por
ciento— por el republicano.

Este dato podría ayudar a explicar las razones por las que Hillary se
negó a explotar su condición de mujer porque en el inconciente colectivo
la femineidad está asociada a la debilidad de carácter. En el fondo, Hillary
quiso ser la Lady Macbeth en la Casa Blanca debido al hecho de que el
poder es masculino.
A lo largo de la construcción de su candidatura Hillary rechazó la
imagen femenina, nunca apareció con vestido y siempre con pantalón como
para reafirmar su característica de masculinidad política, al grado de que
la versión de homosexualidad no se incorporó al debate; se trataba de la
masculinidad en el poder.
El Macbeth de Shakespeare hizo notar el tema de la masculinidad de las
brujas adivinadoras de su futuro —sin duda sois mujeres, / mas vuestra barba
me impide pensar / que lo seáis— que al final fue endosada a su esposa, quien
para reafirmar sus ambiciones de poder hizo resaltar la masculinidad a la
hora de la toma de decisiones criminales drásticas.
El uso del pantalón, los gestos de firmeza, el énfasis en discursos que
hablaban de la toma de decisiones “a las tres de la mañana”, la autoexaltación
en toma de decisiones como el asesinato de Osama bin Laden o la crisis en
Libia vendieron una mujer ajena a la femineidad que la población femenina
quería exaltar.
El voto femenino estadunidense pareció entender las confusiones de
imagen de Hillary y no compró el empoderamiento femenino de una
mujer que asumía el poder como el poder masculinizado. Ahí se pudo

145
Indicador Político

haber localizado la desconexión de Hillary con la mayoría femenina; las


acusaciones contra Trump por misoginia y abuso femenino se agotaron
con la incorporación de la mediocre actriz Alicia Machado por las burlas de
Trump a su exceso de peso.
La otra imagen que pareció ser contraproducente fue la de un Bill
Clinton acarreado a la campaña con todo y su desprestigio por los abusos
sexuales que Trump colocó en el debate de la campaña con la larga lista
de mujeres que denunciaron casos de violación por el expresidente. El
debate sobre la condición de first gentleman cayó en la burla. Y las fotos
presentando a Bill con rostro de sumisión no ayudaron a la imagen de
campaña: más bien recordaron la queja de Lady Macbeth a su marido por
débil y sumiso:
“Eres Glamis, y Cawdor, y serás / lo que te anuncian. Mas temo tu carácter:
/ está muy empapado de leche de bondad / para tomar los atajos. Tú quieres
ser grande / y no te falta ambición, pero sí la maldad / que debe acompañarla.
Quieres la gloria, / mas por la virtud; no quieres jugar sucio, / pero sí ganar
mal”.
El destino final de Lady Macbeth fue el suicidio pero —a diferencia de
Julieta— fuera del escenario, luego de deambular como sonámbula por
los pasillos del castillo. La despedida de Hillary en su discurso final al día
siguiente de la derrota recordó a Lady Macbeth.

146
Indicador Político

México ante los EE.UU. de Trump:


¿aún no saben que no saben?

S i en verdad detrás de Donald Trump hay una revolu-


ción conservadora del mismo alcance —o mayor—
que la de Ronald Reagan (1981-1988), entonces el go-
bierno mexicano y los mexicanos debería dejar de quejarse y
responder con memes y elaborar ante Washington una nueva
estrategia de seguridad nacional y su correlativo nuevo con-
senso nacional interno.

El error nacional —no sólo del gobierno mexicano sino de sus élites
hillaristas convertidas en la primera generación de chicanos nacidos en
México— fue suponer la honestidad de Hillary Clinton al buscar con más
maña que sinceridad el apoyo hispano y esperar una relativa generosidad

147
Indicador Político

si llegaba a la Casa Blanca. México olvidó bien pronto que el primer


muro fronterizo en el lado oeste de la frontera fue construido por Bill
Clinton en 1994 y que Hillary como secretaria de Estado de Obama fue
corresponsable de la deportación de casi 3 millones de hispanos.
Ni Hillary iba a cumplir sus melosas promesas disfrazadas de pedir
unos tacos sólo para un video de campaña pero no comérselos, ni Trump
va a poder cumplir con sus amenazas porque México será su aliado en la
adversidad terrorista. Pero ello no justifica el descuido de confiar en la
Virgen de Guadalupe para que ilumine a Trump y lo haga desistir de sus
amenazas. Trump es el eje de una revolución conservadora ideada, como
con Reagan, por la poderosa Fundación Heritage.
Lo único que puede salvar a México de los coletazos estadunidenses
sería la asunción de una iniciativa interna de salvación nacional:
1.- Construcción de un consenso nacional plural frente a Estados
Unidos, con programas políticos, de desarrollo y de migración: gobierno,
poderes, estrategias de desarrollo y partidos.
2.- Definición de una política de intereses nacionales que sea la esencia
de ese nuevo consenso nacional. La resistencia antimperialista funcionó
hasta que la destruyó, sin nada a cambio, el tratado de comercio libre
impuesto por Carlos Salinas de Gortari.
3.- Un gabinete de consenso nacional que comience por una Secretaria
de Relaciones Exteriores funcional a una nueva negociación firme con el
gobierno de Trump. De nueva cuenta se necesita un canciller formado
en las doctrinas de seguridad nacional. Y con ello, un gabinete de
política exterior y una oficina de seguridad nacional no policiaca sino
geoestratégica como la que instaló Henry Kissinger en 1969 en la Casa
Blanca en 1969.
4.- Transformación de la Presidencia de la República de una instancia
personal y partidista en, de nueva cuenta, un factor de consenso nacional.
El legado del presidente Peña Nieto no estará en las reformas estructurales
sino en la definición de una nueva relación nacional con la Casa Blanca
de Trump.
5.- Abandonar el tono quejumbroso de reacción a la victoria de Trump
y dejar a un lado la diplomacia de los memes para tomar la iniciativa
política en el corto plazo y antes de que Trump tome posesión del cargo el
viernes 20 de enero. El primer paso sería que el encuentro de Peña Nieto
con Trump antes de esa fecha sea ya con un mandato del nuevo consenso
nacional, dejando ver que se aprendió del error de invitar a Trump sin
estrategia.
Por primera vez desde la guerra con los EE.UU. de 1846-1848 México
se enfrenta a un desafío de seguridad nacional con Trump. Y los Santa
Anna de entonces revivieron en los hillaristas derrotados de hoy.

148
Indicador Político

Trump: un desafío a
las ciencias sociales

uizá lo que debe llamar más la atención de la victoria


electoral de Donald Trump sea el pasmo —para decir
lo menos— de los científicos sociales. Sin embargo,
ahí, en las ciencias sociales, se debe tener el principal análisis
no sólo de las cifras electorales ni la satisfacción pesimista de
que al final de cuentas Hillary Clinton ganó el voto popular,
sino el primer intento de explicación de la nueva configura-
ción de la mentalidad social del estadunidense mayoritario.

El primer acercamiento tendría que ser a partir de la relectura de


enfoques diferentes de la historia de los EE.UU. que permitan ir
dilucidando el nuevo perfil del pensamiento social estadunidense:
1.- American vértigo. Un viaje por Estados Unidos tras los pasos de
Tocqueville, de Bernard-Henry Levy. En el 2004, el escritor y filósofo
estadunidense fue contratado por la revista The Atlantic para realizar un
viaje especial siguiendo el camino del conde de Tocqueville en 1830, recién
fundada la república americana. Fue un tiempo de fractura: Barack Obama
comenzaba a despuntar en el escenario político, Bush Jr. se enfilaba a su
inentendible reelección, la crisis económica y social del 2008 ni siquiera
se preveía porque los economistas no estaban preparados para percibirla.
Y ahí, en este texto, se dibuja ya el aislacionismo del estadunidense medio,
su ausencia de la realidad, su corto plazo, su confianza en los líderes.
2.- (De) La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, ayuda a
entender la dinámica del movimiento social del sistema estadunidense
y el descubrimiento del politólogo francés de los tres pilares de la
democracia del nuevo mundo: la igualdad de condiciones en la libertad,
la representación política y sobre todo —por encima de todo y como eje
central— el papel de la ley, y junto a éstas estarían las otras tres dinámicas
sociales determinantes: el espíritu de iniciativa, la competencia económica
y la libertad política. El regreso a Tocqueville ayudaría, en estos tiempos
de oscuridad, parafraseando al propio Tocqueville, a que los espíritus no
vaguen en la oscuridad.
3.- La derecha radical en el partido republicano. De Reagan a Trump,

149
Indicador Político

de Jesús Velasco, Fondo de Cultura Económica. Escrito apenas perfilado


Trump como candidato republicano, Velasco logra desentrañar los
misterios del pensamiento conservador estadunidense mucho más allá del
oscurantismo que facilita el encasillamiento y que impide profundizar en
las raíces reales del conservadurismo. Y su punto de partida es sencillo
y quizá por eso poco comprendido: el pensamiento conservador forjó
el pensamiento y la política de los EE.UU. Y ha sido el pensamiento
conservador el que fijó respuestas reales a cuatro temas torales de la
realidad del imperio: política exterior, escalamiento militar, terrorismo e
imperialismo territorial externo. Y aporta un dato que ayudaría a analizar
el momento actual: la teoría del realineamiento como el cambio duradero
y significativo en la distribución del respaldo partidista a grupos relevantes
en el electorado.
4.- La historia silenciada de Estados Unidos, de Oliver Stone y Peter
Kuznick, editorial La Esfera de los Libros. Se trata de una revisión crítica,
desde el pensamiento progresista, de la historia imperial de la Casa Blanca
desde el New Deal de los treinta para salir de la crisis hasta el fracaso de
Barack Obama como la esperanza de un político de piel negra que al final
decidió, dicen los autores, refrendar el camino imperial de Bush Jr. Más
de debate que de análisis histórico, de todos modos la revisión del papel
del imperialismo en la dinámica de las relaciones internacionales y en sus
efectos internos ayuda a entender bastante las razones sociales, políticas,
morales y de decepción que han engendrado a Trump; es decir, que el
nuevo presidente estadunidense no ha sido una aberración histórica sino
la confirmación de un proceso social y político progresivo.
5.- The Politics of Resentment. Rural consciousness in Wisconsin and the

150
Indicador Político

rise of Scott Walker, de Katherine Cramer, Chicago University Press, es


la más reciente aportación a la percepción del cambio de mentalidad
estadunidense. La reseña de Jeff Guo en el The Washington Post después de
la derrota de Trump ubicó con exactitud la aportación sociológica de la
investigación académica al pensamiento social popular: el resentimiento
social basado en la ineficacia de los gobernantes para administrar la crisis
y el colapso en la dinámica empleo-jubilación que terminó con el sueño
estadunidense. Aunque la investigación abarcó una comunidad específica,
sus conclusiones aportan esos elementos para entender el resentimiento
popular de la sociedad de hasta abajo contra los gobernantes que ofrecieron
ideología y no solución a problemas del día a día.
6.- La gran apuesta, de Michael Lewis, Editorial Debolsillo, una
crónica de la crisis del 2008 pero también un gran mural que retrata la
codicia estadunidense que ha llevado a la polarización riqueza-pobreza.
Esta crisis del 2008 fue provocada por las grandes corporaciones a las
que luego salvó Obama para que los ejecutivos no perdieran sus bonos y
Hillary Clinton representó porque justamente este Wall Street fue el que
financió el apetito voraz de recursos de la Fundación Clinton. Este libro
es clave para entender que los que provocaron la crisis económica del
2008 por su codicia fueron los que ascendieron al poder a Obama como el
primer presidente negro de los blancos, es decir, el presidente que salvó el
capitalismo a costa de deteriorar el bienestar social de los estadounidenses
medios y bajos.
La lista podría ampliarse pero son unas pocas reflexiones que ayudarían
a racionalizar las explicaciones sobre el ascenso de Trump impulsado
por una nueva ola conservadora marcada por el resentimiento contra el
establishment ideológico, corporativo e imperial.

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