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H I M f lt f S S n · · · · · · · ·

HISTORIA
^MVNDO -C l
ANT1GVO k J l

CFvECI£ LAS MONARQUIAS


HELENISTICAS.
I: EL EGIPTO DE
LOS LAGIDAS
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
HISTORIA
^M V N D O
Αν έ ο ό

U KLCIA
/ ^ n r r i A
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
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© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
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Madrid - España
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Depósito Legal: M -3 4 .7 6 3 -1989
ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-433-8 (Tomo XXXI)
impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
Las monarquías helenísticas
I: El Egipto de los Lágidas

A. Lozano
Indice

Págs.

I. Egipto en tiempo de Ptolomeo Lago ................................................................. 7


1. De satrapía a m o narqu ía. La trayectoria de Egipto hasta Ipsos .......... 7
2. D e Ipsos hasta la m uerte de Ptolom eo I ...................................................... 11

II. El reinado de Ptolomeo II .................................................................................. 14


1. Conflictos en el seno de la familia real l á g i d a ............................................ 14
2. C o m ien zo s de la enem istad entre Lágidas y S e l e ú c i d a s ......................... 15
3. M otivaciones de la política exterior de E g i p t o ............................................ 17
a) C o nsideraciones e s tr a té g ic a s ........................................................................ 17
b) C o nsideracion es e c o n ó m i c a s ....................................................................... 19
4. Intervención de Egipto en el exterior ............................................................. 22
a) Conflictos con los Seleúcidas: la 2.a G u e rra Siria ............................... 22
b) Participación lágida en los asun to s g r i e g o s ............................................ 23
c) Los últimos a ñ o s de Ptolom eo II Filadelfo ............................................ 24

III. Ptolomeo III Evergetes y Ptolomeo IV F ilo p a to r ..................................... 26


1. Ptolom eo III Evergetes ........................................................................................ 26
a) C o n tin u a c ió n de los conflictos con los Seleúcidas: la 3.a G u e rra
Siria (246-241).................................................................................................... 26
b) U ltim a parte del rein ado .............................................................................. 27
2. Ptolom eo IV F ilopator (221-203) ...................................................................... 28
a) Ofensiva seleúcida contra territorios lágidas en Asia ........................ 28
b) Rafia y sus consecuencias: las sublevaciones de los indígenas ...... 29
c) Retroceso egipcio en el exterior. Fin del reinado de Ptolom eo I V ...... 31

IV. Ptolomeo V Epifanes v Ptolomeo VI ......................... .................................... 32


1. P tolom eo V E p i f a n e s ........................................................................................... 32
a) Dificultades exteriores: pacto entre Filipo V y A ntíoco III .............. 32
b) 5.a G u e rra S i r i a ................................................................................................. 33
2. P tolom eo VI ......................................................................................................... 34
a) 6.a G u e rra Siria ................................................................................................. 35
b) La división del Im perio ................................................................................ 35
c) Los últim os a ño s de reinado de Filom etor ............................................ 36

V. Los sucesores de Filometor y el fin de los L ágidas...................................... 37


1. Los sucesores de Filom etor ................................................................................ 37
a) El conflicto entre C leop atra II. Ptolomeo VIII y C leo patra III ...... 37
b) Egipto tras Ptolom eo VIII: division del reino ....................................... 38
2. Fin de los L á g i d a s ................................................................................................. 39

VI. Economía y sociedad ........................................................................................... 43


1. Tierra real o chora basiliké ................................................................................. 45
2. Tierra sagrada ......................................................................................................... 46
3. Tierra de clerucos .................................................................................................. 47
4. D orea ......................................................................................................................... 47
5. Tierra de propiedad privada .............................................................................. 48

Bibliografía..................................................................................................................... 54
Las m onarquías helenísticas I: El Egipto de los Lágidas 7

I. Egipto en tiempo de Ptolomeo Lago

La e s ta b iliz a c ió n de las d ife re n te s riodo que preten dem os analizar.


m o n a rq u ía s o territorios nacionales Ya en la reun ió n de los generales
resultantes de la división del vasto acaecida en Babilonia tras la muerte
Im perio legado p or A lejandro M ag­ del rey se acord ó conced er a Ptolo­
no, no fue tarea fácil ni se logró p r o n ­ meo la satrapía de Egipto, a la p a r
to. Tras el 323 a.C. es necesario espe­ que se decidió d a r sepultura a A lejan­
rar varias décadas, repletas de a c o n ­ dro en el oasis de Siva. hecho que
tecimientos, para e n c o n tr a r un m ap a confería a Egipto y a sus dirigentes
histórico definido. Todos aquellos su ­ un en o rm e prestigio. U n a vez el cuer­
cesos apa rec en co m plic a d os ade m á s po en tierra egipcia, fueron m odifica­
por el intricado juego de alia n z a s e n ­ dos los planes trazados al principio,
tre los generales m a c e d o n io s (cf. el p e rm a n e c ien d o el cad á v er en M entís
capítulo d edicado a A lejandro M ag­ para ser enterrado a ños después de
no y sus sucesores en esta m ism a co ­ m od o definitivo en A lejandría, según
lección) cuyo objetivo en últim o tér­ los deseos de Ptolom eo II.
m ino obedecía el deseo de cada uno
de llevarse la m ejor parte en el des­
m e m b r a m ie n to del im p e r io a le ja n ­ 1. De satrapía a monarquía:
drino. N o vam os a entrar, por razo­
nes obvias, en la aclaración de esa La trayectoria de Egipto
m a r a ñ a de s u c e s o s h is tó r ic o s , -e- hasta Ipsos
tie n d o al le c to r al c a p í t u l o a r t e s
citado. P tolom eo Lago se dedicó enseguida a
La p o r c ió n de esta h is to ria q u e a fia n z a r su p o d er personal en Egipto
a h o ra prete nd e m os e x a m in a r es, sin e incluso a a u m e n ta rlo a costa de la
em bargo, m ás sencilla, d a d o el c o n ­ C ire n a ic a d o n d e intervino ya en el
texto geográfico, m uy delim itado, del 322 al socaire de los conflictos políti­
país del Nilo. y las m iras políticas cos y sociales de las ciudades griegas
del fu n d a d o r de la dinastía Lágida. de aquel territorio. Sin c o m e te r el
el general m a cedonio, am igo íntimo error de anexion arse la región, se eri­
de A l e j a n d r o M a g n o d e s d e la n i ­ gió en estratega, lo cual le confería de
ñez. P to lo m e o Lago. C o m o es éste Jacto el p oder sobre ella pero g u a r ­
u n o de los Diádocos. vam os sólo a d a n d o las apariencias. T am bién con
e x p o n e r s u m a ria m e n te las líneas más C h ip re p ro c u ró Ptolom eo e strechar
d e stacadas de su política para e n la ­ relaciones ya desde com ienzos de su
zar co n sus sucesores, que es el p e­ estancia en Egipto.
8 A kaI Historia del M und o Antiguo

Esta política de cariz independen- d e n c ia para com prend er el p en sa­


tista levantó sospechas entre los Diá- m iento político del hijo de Lago: éste,
doros y conllevó una te m p ra n a ru p ­ en efecto, h a b ía a sim ila do y a su m id o
tura con Pérdicas. regente a la sazón p len a m e n te la tradición política y es­
del Imperio, sellada con el asesinato tratégica de Egipto, puesto que a q u e ­
de C leom enes de N aucratis, valedor lla región constituía la z o n a de ex­
de Pérdicas en Egipto. A com ienzos pansión p or excelencia de los farao­
del a ñ o siguiente, tuvo lugar el espe­ nes fuera de territorio africano, d a d a
rado ata q u e de Pérdicas reducido a la su calid ad de glacis defensivo ante
n a d a por el asesinato de éste. c u a l q u i e r a m e n a z a p r o c e d e n te de
La desa p a ric ió n del regente en fu n­ Asia. A la vez. le a p o rta b a bases n a ­
ciones obligó a un replanteam ien to vales y con tinentales para em presas
de la situación a nivel general, razón dirigidas al Norte de Siria. M e so po ta ­
que motivó la re unión de Triparadi- mia o Asia M enor. Respecto a la de­
sos, celebrada en el otoño de 321 e n ­ cantación de Ptolom eo en el p a n o r a ­
tre todos ios generales de Alejandro. ma in te rn a c io n a l s u b sig u ie n te a la
El resultado fue un golpe mortal a la m e n c io n a d a desaparición de A n tip a ­
o b ra y al p e n s a m ie n to alejandrin o, tro, debem os se ñ ala r que el L ágida se
pues co nfirm ó la división d efacto del alinea con los enem igos del sucesor
imperio. H u b o u n a serie de acuerdos, de éste, Polipercón y su aliado E u m e ­
entre los cuales p odem o s m e n c io n a r nes. Este, a su vez. en 318 e m p re n d ió
la atribución de la regencia a A n tip a ­ u n a c a m p a ñ a m ilitar en Asia M e n o r
tro. si bien en prim era instancia el V Fenicia a resultas de la cual cayeron
ofrecim iento se h a b ía hecho a Ptolo­ en su pod er parte de los territorios re­
meo, el cual, d a n d o p ru e b a s de su c ie n te m e n te a d q u ir i d o s p o r P to lo ­
p r u d e n c ia política, la re c h a z ó , lo­ meo. Sin em bargo, su éxito no fue d u ­
gra n d o desde luego la con firm ació n radero. En el 316 fue entregado a A n ­
de su p o d er en Egipto y Cirenaica. tigono por sus propios soldados y eje­
Sus pretensiones eran afirm ar su in­ cutado. C o n él m urió el últim o repre­
d e p e n d e n c ia en este país, no ser el á r ­ sentante fiel al p e n sam ie n to de Ale­
bitro en la situación del im perio ale­ ja n d ro , pues a u n q u e Antigono recoge
jandrino. La antorcha del ideal unitario, de nuevo la idea unitaria, lo hace ya
e m p e r o , la r e c o g e r ía A n t i g o n o el por su cuenta, sin c onsideración a los
Tuerto (M onoplithalm os), e n c a rg a d o derechos del último representante de
en la c u m b re de Triparadisos de p ro ­ los A rgéadas desc e n d ie n te s del rey
seguir en Asia M e n o r la lucha contra m acedonio.
E um enes, aliado de Pérdicas. que h a ­ La posición a d qu irida po r A ntigo­
bía derrotado a C'ratero, y que a c o n ­ no significó un nuevo giro de la situa­
secuencia de su victoria se hab ía eri­ ción. pues conllevó que el resto de los
gido en d u e ñ o de la región m inora- Diádocos, exceptuado Polipercón, se
siática. Sin em bargo, a pu nto de cu l­ unieran contra él. Tras cinco añ os de
m in a r con éxito su em presa, un a c o n ­ guerra (316-311 ) se concluyó un trata­
tecim iento nuevo dio un giro insospe­ do de paz cuyo c o n te n id o no está del
c h a d o a la situación: la m uerte de todo claro. Sus cláusulas m ás im p o r­
A ntip atro en el 319. A consecuencia tantes eran las siguientes: C asa n d ro .
de ella, se abre un a crisis de eno rm e hijo de Antipatro, q u e d a co m o strate­
com plejidad. P tolom eo en el m ism o gos de E uropa hasta la mayoría de
a ñ o invade la satrapía de Siria-Feni­ edad de A le ja n d ro IV —el hijo de
cia. C o n v ie n e r e s a lta r este h e c h o , A l e j a n d r o y R o x a n a — ; L is ím a c o
pues, c o m o m uy bien señala E. Will conserva Tracia: Ptolom eo se queda
(Histoire politique du monde hellénisti­ con Egipto; a Antigono se le concede
que I. p. 41), es de la m ayor trascen­ «toda Asia», d o n d e entretanto Seleu-
Las m onarquías helenísticas I: El Egipto de los Lágidas 9

co h a re c u p e ra d o B ab ilon ia, refor­ Dem etrio Poliocertes en el 306 tras la


z a n d o su posición en las satrapías su ­ victoria sobre la Ilota de Ptolom eo en
periores de Asia; u n a últim a cláusula S a la m in a de Chipre. Se erigían así en
c onsideraba, reafirm ándolo, el d ere­ los auténticos sucesores de A lejandro
ch o a la a u to n o m ía de las ciudades cuya d escen dencia directa h a b ía sido
griegas, lo cual pese a su aparien cia elim in ad a por o rden de C a s a n d r o en
inofensiva llevaba en sí el germ en de el 310. Pero in m e d ia ta m e n te , en el
la discordia. De hecho, el im perio de 305/-4. Pto lo m e o p rim e ro y C a s a n ­
A lejan dro h a b ía d ejado de existir pe­ dro. Lisímaco y Seleuco después se
ro h a b ía un h o m b re que asp iraba a p ro c la m a ro n tam b ién reyes, adjudi-

Cabeza de Ptolomeo I sobre una moneda


de plata

reunir bajo su férula y sobre otras b a ­ candóse la so beranía absoluta sobre


ses ios cinco estados resultantes en los territorios a ellos confiados o c o n ­
u n o solo: Antigono. quistados. H a b ía n n acido las m o n a r ­
N o po dem os e n trar en la co n sid e ­ quías helenísticas. De otros aspectos,
ración de la com pleja etapa posterior, solo diremos que tras los intentos efec­
plagada de avances y retrocesos en el tuados po r A ntigono y su hijo D e m e ­
c a m p o militar y político. En su tra n s­ trio p a ra extender su poder, se o rg a n i­
curso se d ie ro n a lg u n a s novedades zó contra ellos la resistencia de los
como la adquisición de titulaturas de m á s con el fin de salv a g u a rd a r lo
reales p or parte de A ntigono y su hijo que c ad a uno con sid e ra b a suyo. El
10 A kal Historia del M undo Antiguo

epílogo de este período está m a rc a d o lo heterogéneo de su población, d o n ­


por la batalla de Ipsos. en Frigia, acae­ de fenicios y griegos eran p r e d o m i­
cida en el 301. cuya derrota no p ud o n a n t e s - estaba dividida po lític a m en ­
su p e ra r Antigono, quien se dio m u e r­ te: sus diferentes regiones o distritos
te a sí m ism o en el m ism o escenario se h a lla b a n g ob ernad os p o r príncipes
d o n d e fue vencido. La de sa p a ra ció n independientes, los cuales ad o p ta ro n
del general tuerto obligó a un nuevo en relación con los conflictos entre
reparto territorial: Lisím aco se a n e ­ los D iádo co s posturas diferenciadas,
xionó Asia Menor, Seleuco la parte unos a favor de A ntigono, otros de
se p te n trio n a l de Siria. Pto lo m eo la Ptolomeo. Este equilibrio fue precisa­
m eridional, o Celesiria. y D emetrio, mente el que Ptolom eo pretendió con
el hijo del derrotado, conservab a b a ­ su intervención in c lin a r a su favor, e
ses im p o rta n te s en G re c ia y costa i m p o n e r m a y o r i t a r i a m e n t e su i n ­
anatólica, a d e m á s de una Ilota p ro ­ fluencia. Lo m ism o hizo con las cos­
pia. Por lo dem ás, con Antigono d esa­ tas m eridionales de Asia M e n o r ( C a ­
pareció todo intento de establecer la ria). Tam bién intentó sin éxito o c u p a r
u n id a d del im p e rio a le ja n d r in o de algunos puertos en Jonia. Pero lo m ás
m o do que Ipsos m arca u n a fecha de­ sobresaliente de todo fue la concerta-
cisiva en la historia p a ra la sucesión ción de una a lia n z a con Rodas desti­
de Alejandro. A la p a r asistimos, de n ada a tener un gran futuro, c o n clu i­
hecho, al nacimiento, todavía oscuro, da. a lo que parece, ya en el 315.
de la concepción m o d e rn a de Esta­ O tro á m b ito reclam ó la a tención
dos territoriales, sin pretensiones u n i­ de Ptolom eo en estos agitados años:
versalistas, en la cual c a d a uno aspi­ Cirene. Allí se h a b ía p ro d u cid o un a
raba a coexistir dentro de un sistema revuelta a consecu encia de la cual la
de «equilibrio inestable» de acuerdo guarnición ptolemaica había sido ase­
con sus propios intereses. d ia d a en la ciud ad ela, se p a rá n d o se
Pero, veam os cóm o se desarrolló la así te m p o r a lm e n te de la s o b e r a n ía
historia de Egipto en este tiempo. egipcia a quella región. Ptolom eo, no
P a r a P to lo m e o L ago estos a ñ o s obstante, sofocó sin gran des prob le­
fueron asim ism o densos en aconteci­ m as el foco rebelde dev o lv ie n d o a
mientos desde el p u n to de vista de su Ofelas el gobierno de la C irenaica. La
po der en Egipto y zo nas de e x p a n ­ paz. no obstante, d u ra ría poco tiem ­
sión. Ya h em o s descrito s u m a r ia m e n ­ po. T am bién en C h ip re h u b o u n a re­
te c ó m o fueron sus tom as de posición vu elta de c a r a c te r ís t ic a s s i m ila r e s
en relación con los d em á s D iádocos, p ro p u g n a d a por el prín c ip e de Ki-
pero su actividad estuvo c o nsa gra da tion. La in te rv e n c ió n de P to lo m e o
prin cip a lm e n te a a suntos de política acabó con ella p u d ie n d o asi a finales
nacional. Las conquistas efectuadas del 313 som eter a su influencia la to­
en Palestina y Celesiria sufrieron alti­ talidad de la isla.
bajos. c a m b ia n d o tales territorios de A firm ado su poder, y a instancias
d u e ñ o con frecuencia a lo largo de en b u e n a m edida de Seleuco que q u e ­
este lapso de tiempo: tras su anexión ría recuperar B abilonia, el dirigente
por Ptolom eo en el 319. fueron arre­ egipcio se decidió a un e n f r e n ta m ie n ­
b a ta d a s posteriorm ente por E um enes to directo con A ntigono p a ra co n se ­
prim ero y Antigono después. M ie n ­ guir nue v a m en te los territorios sirio-
tras tanto el hijo de Lago actuab a en palestinos que le h a b ía arrebatado . El
otras direcciones con el objetivo de e ncuen tro tuvo lugar en el 312 en G a ­
a f ia n z a r su p osic ió n en el O rie n te za. zona cuya vigilancia ha b ía sido
m e d ite rrá n eo . Así. en C h ip re . Esta e n c o m e n d a d a por A ntigono a su hijo
isla, d a d a s sus peculiaridades, - d e r i ­ ; D em etrio. El resu ltad o fue adverso
vadas de su posición geográfica y de para este joven, a la sa z ó n de 20 año s
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágldas 11

de edad, y las consecuencias m uy po ­ por A ntigono contra Egipto tras su


sitivas sobre todo para Seleuco que victoria de Chipre, fracasó r o tu n d a ­
p u d o así a c tu a r rá p id a m e n te en M e­ m ente debie n d o así a b a n d o n a r toda
sop otam ia e Irán, a la p a r que signifi­ p re te n s ió n de d o m in io so bre él. A
có para P tolom eo la anexión n u ev a ­ c o n s e c u e n c ia de ello. P to lo m e o se
m ente de Palestina, som etiend o a su erigió en basileus. título sólo expresivo
p o d e r a sim ism o las ciu dad es fenicias. para los griegos, no c om prensible, sin
Pero estos territorios fueron perdidos em bargo, p ara los egipcios que sólo
de nuevo al a ñ o siguiente tras ser a ta ­ c a p ta b a n en todo su significado la
cadas. en el norte de Siria, y vencidas de faraón por ser la que se a c o rd a b a
p o r D e m e trio las fuerzas egipcias, con sus tradiciones.
m ientras Antigono oc u p ó Palestina. El paso siguiente de los Antigóni-
Entretanto C irene era escenario de das fue neu tralizar la alia n z a entre
u n a nueva revuelta p ro tag on izada en R od as y Egipto. Pero, ta m p o c o en
esta ocasión por el propio g o b e rn a ­ esto tuvo éxito Antígonas quien, deci­
d o r Ofelas, cuya pretensión no era dido no obstante a conseguirlo, envió
sino liberarse de la hegem onía egip­ a Dem etrio a asediar la isla. Este fa­
cia. D entro de esta trayectoria se ex­ moso episodio, d o n d e los rodios c o n ­
p lic a su a c e r c a m i e n t o p o s te r io r a taron con el a v ituallam iento de P to­
Agatocles, con q uien concertó en el lomeo, terminó en otro fracaso, viéndo­
309 u n a alianza. Este le cedería los te­ se obligado Antigono, en el 304 y tras
rritorios q u e p re te n d ía a r r e b a ta r a un a ñ o de sitio infructuoso, a c o n c e r­
C artago en África a c a m b io de la p a r ­ tar un tratado por el cual los Antigó-
te pú n ica de Sicilia. Ofelas. sin e m ­ n id a s re c o n o c ía n la lib erta d de la
bargo, moriría al a ñ o siguiente a m a ­ isla, h ech o de la m ayor trascendencia
nos de Agatocles a q uien se h a b ía po r cua n to sería clave en su trayecto­
u n id o en Cartago. ria posterior.
Fue en esta com p lic ad a situación Las p re te n s io n e s de A n tig o n o y
c u a n d o se pro d u jo el tratado de paz D em etrio q u e d a ro n de finitivam ente
de 311 su scrito e n tre los generales tron cad as en Ipsos. A u n q u e de mala
m acedo nios que al m en os para Ptolo- gana y sólo por fidelidad a su vieja
meo —y ta m b ié n p ara A n tig o n o — no am istad. Seleuco, el verdadero artífi­
significaba sino u n a tregua, pues no ce de la victoria ju n to con Lisím ano,
estaba dispuesto a re n u n c ia r definiti­ consintió en la cesión a Ptolom eo de
vam en te al d o m in io de las z on as que la Celesiria, ya o c u p a d a p o r el rey
le h a b ía n sido arrebatadas. egipcio, a u n q u e sin r e n u n c ia r p o r
Es así c o m o acto seguido dieron ello a sus derechos sobre esta región
a m b o s generales los pasos c o n d u c e n ­ m eridional de Siria. Sería esta la c a u ­
tes a ap ro piarse del d o m in io del m ar sa de las guerras sirias, m a n z a n a de la
que tanto Antigono c o m o Ptolomeo discordia d u ra n te m u c h o tiem po e n ­
necesitab an p ara cu m p lir sus proyec­ tre Lágidas y Seléucidas.
tos. Esta pugna, cuya historia no va­
mos a d etallar aquí, estalló abierta­
mente a partir del 306 y conoció algunos 2. De Ipsos hasta la muerte
m om e n to s c u lm in an te s co m o la de­ de Ptolomeo I
rrota sufrida p or Ptolom eo en C h ip re
a m a n o s de Demetrio, a consecuencia A n te s de c o n s i d e r a r los a c o n t e c i ­
de la cual A ntigono y su hijo se atri­ m ientos e xte rnos r e la c io n a d o s con
buyeron la titulatura real por vez pri­ Egipto, conviene reflexionar sobre la
mera y la isla escaparía d u ra n te años suerte de Cirene. Tras el episodio ya
a la p re p o n d e ra n cia egipcia. La expe­ c o m en tad o de Ofelas. esta región c o ­
dición terrestre ν m arítim a prep ara d a noció a lgunos año s de ind e p e n d e n cia
12 Akal Historia del M undo Antiguo

Relieve de estuco representando a


Ptolomeo I y Berenice,
M useo de Alejandría.

hasta ser a trib uida por Ptolom eo a pero esta a lian za, c o n firm a d a ta m ­
M agas, hijo de su m u je r Berenice. bién po r el m a trim o n io de Seleuco
Posteriorm ente éste concebiría otros con Estratonice. hija de D emetrio, es­
planes m ás am biciosos p a ra sí mis­ taba d e stin a d a al fracaso, toda vez
mo, pues no solo proclam ó su ind e­ que tenían intereses dispares hasta el
pe nd e nc ia sino que se atribuyó la ti­ punto que Demetrio intentó una apro­
t u l a t u r a real e in c lu s o d e c la r ó la xim ación a Ptolom eo que tam p oco
guerra a Ptolom eo II al socaire de la tuvo éxito.
a lia n z a concertada con Antíoco I. rey La m uerte de C a s a n d r o en 298 a
de Siria. A u n q u e ésta no dio los resul­ 297 abrió nuevas perspectivas p o r lo
tados apetecidos. Magas gobernó Ci- que al d o m in io de M a ce d o n ia se refe­
rene varias décadas, hasta el 250. ría. de suerte que D em etrio se decidió
En otro ord en de cosas, el m a n te n i­ a intervenir en Grecia. La ocasión fue
miento en p o d er de Egipto de los te­ ap ro v e c h a d a p or Ptolom eo para a rre­
rritorios sirios d e te rm in ó la necesi­ batarle el d o m in io de C hipre, a c tu a n ­
dad de e n c o n tra r aliados con tra las do de m a n era sim ilar Seleuco, que se
pretensiones de Seleuco. Ptolom eo I. ap od eró de Cilicia, y Lisímaco con
en efecto, se acercó a Lisímaco, d u e ­ las ciudades jo n ia s aú n en po der del
ño de Asia M e n o r tras el reparto h a ­ Antigónida. Por lo dem ás, el rey egip­
bido tras Ipsos. La a lia n z a q uedó se­ cio se dedicó a partir de ese m o m e n ­
llada m ed iante el m a trim o n io de dos to. y siguiendo la term inología e m ­
hijas del hijo de Lago. A rsínoe y Li- p l e a d a p o r W ill, a « c o n t e n e r » a
s a n d ra con Lisímaco y su heredero M a c e d o n ia , política q ue im p lic a b a
Agatocles. tanto acciones de sesgo expansionista
Su enem igo potencial. Seleuco, hi­ —en el Egeo y las islas— c o m o de
zo lo m ism o con D em etrio Poliorce­ pro p a g a n d a e influencia, en el co nti­
tes, d u e ñ o indiscutible del m a r y. e n e­ nente griego. En este m ism o m arco se
migo c o m ú n de Ptolom eo y Lisímaco inserta la intervención de Ptolomeo
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 13

en favor de P irro a quien restableció después. De todos m odos bien fuera


en el trono del Epiro ya desde el 298/- p o r sentirse ya viejo o sim p lem en te
7, reino lla m a d o a ser e nem igo de po rque no le interesaba. Ptolom eo no
M a c e d o n i a c o m o el L á g id a h a b ía intervino en las tra m a s tejidas po r
proyectado sin duda. A la par. el rey otros m o n a r c a s helenísticos, sin g u ­
de Egipto a rrebató a D em etrio el d o ­ la rm e n te Seleuco, c o n tra Lisím aco.
m inio de C h ip re —a ñ o 295— y en los cuyo p o d e r h ab ía a u m e n ta d o de m a ­
añ os siguientes la hegem on ía en el nera d e sp ro p o rc io n a d a en los años
m a r y las islas: la C on federació n de posteriores a Ipsos. En efecto, la ex­
los Nesioias. p ro p u g n a d a por A ntigo­ pansión asiática y europea de Lisí­
no pasó entre el 291-287 a estar bajo m aco d a b a motivo de in qu ie tud al
protectorado egipcio, ca m b io acogido rey egipcio, pues podía llegar a c o n s ­
favorablemente por los insulares, can ­ tituir un a a m e n a z a seria p a ra los in ­
sa d o s de las exigencias fiscales de tereses de su país en el Egeo. Pto lo ­
Demetrio. Éste, finalmente —en 288— meo. sin embargo, prefirió conservar
ante la presión c o m b in a d a de Lisí- su a m istad con Lisím aco p or si h u ­
m aco y Pirro, debió hu ir de M a c e d o ­ biera lugar a una c o n frontació n con
nia, refugiándose en calidad de pri­ Seleuco p or la Celesiria. Es así co m o
sionero co n Seleuco hasta su muerte, se m antuv o al margen de las intrigas
acaecida en el 283. co ntra aquel que. digámoslo, a lc a n ­
De la actividad desplegada po r el zaron su objetivo plenam ente: Seleu­
rey egipcio en los años subsiguientes co invadió en el 282 Asia M enor, p ro ­
a la im posición de su hegem onía en du c ié n do se el e n fre n ta m ie n to entre
las islas no sab e m os p rácticam ente am b o s en C orup ed ió n. cerca de S ar­
nada. E n el 285 abdicó en favor de su des. a com ienzo s del 281 batalla en la
hijo Ptolom eo II, m u rie n d o dos años que Lisímaco en contró la muerte.

Retrato en bronce de Arsinoe III.


Mantua, Palazzo Ducale
14 A k al Historia del M undo Antiguo

11. El reinado de Ptolomeo II

Antes de p a s a r a a n a liz a r los actos fuera de lo norm al, pretendió lograr


m ás notorios acaecidos en este reina­ para su hijo el trono m acedonio. No
do conviene deten erno s u n instante du d ó para conseguirlo en h a c e r m a ­
en los cruces dinásticos h ab id os entre tar a Agatocles tras lo cual su viuda
las distintas m o n a rq u ía s helenísticas Lisandra huyó a la corte seléucida,
con certad os con un objetivo político seguida por su h e r m a n o K eraunós.
y que p or lo m ism o tuvieron im p o r­ Mientras, otra hija de Lisímaco. lla­
tancia p ara la historia egipcia. m a d a asim ism o Arsínoe, fue a Egipto
para casarse con Ptolom eo II.
Pero los asuntos dinásticos se c o m ­
1. Conflictos en el seno de plicaron todavía m ás por otra serie de
la familia real lágida hechos políticos. En el 281 m o rían los
dos últimos supervivientes de la gene­
Todos los estudiosos de la casa real ración de Alejandro: L isímaco en la
egipcia están de acuerd o en su juicio batalla de C o ru pedión. cerca de S ar­
sobre la p erso n a lid a d del segundo de des. y posteriorm ente Seleuco. El ase­
los Ptolomeos. contraponiendo el fuer­ sinato de éste se produ jo en los Dar-
te te m p e ra m e n to de su p adre a la d e­ J a n e l o s . u n a vez q u e . tr a s h a b e r
bilidad de este hijo de Berenice, se­ to m a d o p o se s ió n de los territorios
g u n d a m u j e r de P to lo m e o I. F u e asiáticos de su o ponente, se e n c a m i­
preferido al h a b id o con Eurídice. la n a b a a M ac e d on ia p ara efectuar u n a
esposa anterior, el Ptolom eo m ás tar­ acción similar. Fue entonces c u a n d o
de apod ado Keraunós «Rayo», el cual, cayó victima de su protegido P tolo­
c u a n d o su m adre se estableció en M i­ meo Keraunós, el cual asp irab a a eri­
leto. p e rm a n e c ió en Egipto e sp erand o girse en rey de M acedon ia. Tal pre­
la herencia p aterna, a u n q u e sin éxito. tensión c h o c a b a evidentem ente con
Tras el n o m b ra m ie n to de su medio la sostenida po r Arsínoe para su hijo,
he rm a n o . Ptolom eo II. huyó a la cor­ razón que impulsó a K eraunós a c a ­
te m a c e d o n ia de Lisímaco, quien, a sarse con la viuda de Lisím aco y ase­
su vez. estaba c a sa d o con Arsínoe. sin a r a los dos hijos hab id o s en aquel
hija de Ptolom eo I y Berenice, h e r m a ­ matrim onio. Arsínoe se refugió en el
na. pues, del ya entonces rey de Egip­ templo de Sam otracia. pero la inva­
to. m ientras que Agatocles. hijo m a ­ sión gala de G recia hizo tabla rasa de
yor de Lisímaco. tenía com o m u je r a e sta s a s p i r a c i o n e s p u e s K e r a u n ó s
una h e rm a n a de Keraunós. Lisandra. murió. A la par. los acontecim ientos
Arsínoe. do tad a de u n a inteligencia acaecidos en G recia - l a detención de
sobresaliente y de u n a personalidad la invasión g a l a - representaron para
Les m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 15

su p ro ta g o n ista A n tigon o G o n a ta s . tam b ién en 281. el m ism o a ñ o de la


hijo de Dem etrio Poliorcetes, el acce­ m uerte de Lisím aco en C o rup ed ió n.
so al trono. desaparecía Seleuco a se sin a do p or su
Arsinoe, u n a vez excluida la posi­ protegido Ptolomeo Keraunós. Le su ­
bilidad de h a c e r rey de M acedonia a cedió A ntíoeo I q u e llevaba varios
su hijo, fue a Egipto. Pretendió e n to n ­ añ os com o corregente, o c u p a d o en el
ces elim in a r a la m u jer de su h e rm a ­ g o b i e r n o de las s a t r a p í a s ir a n i a s ,
no Ptolom eo II. la otra Arsinoe, con m ientras su padre Seleuco a c tu a b a en
objeto de erigirse ella m ism a en rei­ la parte occidental del Imperio. Éste
na: la acusó así de co n sp ira r contra la ha b ía llam a d o a su hijo p a ra e n c o ­
vida de su marido. Tal d e n u n c ia sig­ m end arle los a suntos de Asia, con o b ­
nificó su destierro a Coptos. A co nti­ jeto de tener las m a n o s libres p ara
nuación la autora de la tram a se casó poder encargarse de la situación en
con su h e rm a n o siguiendo una p rá c ­ M acedonia, to rn a d a favorable po r la
tica habitual entre los antiguos farao­ desaparición de Lisímaco. No pud o
nes. pero que significaba un verdadero h acer realidad sus proyectos pues, al
escá n d a lo p ara los griegos. Se convir­ coincidir con las pretensiones al tro­
tieron así en realidad sus a spiracio­ no m acedo nio de K eraunós. éste puso
nes pues fue. en efecto, la reina de fin a la vida del rey seleúcida.
Egipto hasta su muerte. D a d a la experiencia de gobierno de
A ntíoeo y el h a b e r llevado d u ra n te
años el título real, todo hacía prever
2. Comienzos de la que la sucesión se efectuaría sin pro­
blemas. Empero, no fue así. A parte de
enemistad entre Lágidas y la p r o b l e m á t i c a d e los te r r ito r io s
Seleúcidas orientales a los que h a b ía c o nsagrad o
los prim eros a ño s de gobierno y d o n ­
Las aspiraciones egipcias dentro del de la a u to r id a d seleúcida e n c o n tró
ám bito de la política egea d o n d e pre­ 1 u n a p ro nta contestación, en O c c id e n ­
tendía d e s e m p e ñ a r un papel p re p o n ­ te las mayores preocup acio nes se le
derante se h a b ía n evidenciado tiem ­ ' presen taron en la costa norte de A n a ­
po atrás. Sin em bargo, todo avance tolia. al haberse erigido en reinos in ­
en este sentido con du cía in exorable­ d e p e n d ie n te s B itinia c o n Z ip o ite s
m ente a u n a c o n fro n ta c ió n directa I —ya en 29S/-7. en vida de Seleuco— y
con los Seleúcidas. d ado s los intere­ el Ponto con Mitrídates. al parecer en
ses contrap uesto s de u no s y otros. De j 281. Tuvo que lidiar además con que las
hecho, esta rivalidad estaba latente tensiones indep end en tistas de c iu d a ­
desde el ajuste territorial h a b id o tras des com o Heraclea Póntica que ju n to
Ipsos c u a n d o Seleuco cedió tem p o ­ con Bizancio. C a lce d o n ia y otras se
ralm ente a Egipto Siria meridional. h a b ía n u n id o en la Liga del Norte.
Al producirse la transferencia al rei­ T am bién en Anatolia occidental exis­
no seleúcida de las p ro piedades asiá­ tía un reducto de hecho in d e p e n d ie n ­
ticas de L isímaco y convertirse Seleu­ te, Pérgamo. si bien d a d a la actitud
co en el d u e ñ o in d isc u tib le de los positiva de su g o b e rn a d o r Filetero y
territorios d o n d e los Lágidas tenían la ayuda siem pre b rin d a d a y prestada
sus intereses, es decir Asia M e n o r con a los Seleúcidas. éstos toleraron la si­
las c iudades griegas del litoral, teóri­ tuación. Poco antes de la muerte de
cam ente autón om as, el e n fre n ta m ien ­ Antíoeo. no obstante. E um enes, s u ­
to n o p o d ía t a r d a r en p ro d u c irse , c esor de Filetero se p r o c la m ó rey.
a p ro v ec h á n d o se para ello la prim era c o n su m a n d o , así. la segregación del
ocasión. Imperio Seleúcida.
Esta no tardó en presentarse, pues I Todos estos p ro b le m a s no p u d ie ­
16 A kal Historia de l M undo Antiguo

ron ser atendido s person alm en te por gido en rey independiente de aquella
el rey, pues Aniioco tuvo que hacer región, perm itid o en prin cipio p or es­
frente, tras la m uerte de su padre, a la tar Filadelfo e m p e ñ a d o en los a s u n ­
revuelta que estalló en Siria, centrada tos m e n c io n a d o s a prop ósito de la
en la gran base m ilitar de A pam ea. crisis sucesoria en la m o n a rq u ía se-
La im po rta nc ia de esta insurrección leúcida. M agas actuó p ro b ab le m e n te
interna se magnificó al presentarse si­ ale n ta d o p or su alian za con Antíoco
m u ltá n e a m e n te un a ofensiva desde el I, con cuya hija, A pam e. se h ab ía c a ­
exterior y que debió estar p ro ta go ni­ sado, y su aspiración últim a era, al
zad a —pese a lo difuso de las noti­ parecer, alzarse con el trono de Egip­
cias— por Ptolom eo Filadelfo. Pre­ to. Sin embargo, c u a n d o se había ya
tendía así aprovecharse de las dificul­ em b a rc a d o en la expedición hacia el
tades que po r todas partes se le h a ­ país del Nilo - e n torno al 2 7 5 - d e ­
bían presentado a Antíoco. La zona bió volver sobre sus pasos para c o n ­
elegida es discutida. En efecto, p udo trolar u na sublebación de n óm ad as.
h a b e r sido Siria, e stim ánd ose que fue Tam poco Filadelfo p ud o perseguirlo
precisamente en aquel m om ento c u a n ­ y así qu ed ó z a n ja d a la cuestión d u ­
do las posesiones egipcias en aquella rante u n a s décadas hasta el 250. per­
región se a m p lia r o n h a c ia el N o r ­ m an e c ie n d o M agas en el trono de C i­
te. s o b re p a s a n d o la línea del Eleu- rene. Fue un períod o de p az entre
theros. Esto, sin em b arg o, dista de ambos.
su seguro. Sí lo es. en cam bio, el a u ­ N uestro cono cim iento del período
mento del área de influencia lágida de h o s ti lid a d e s c o n o c id o c o m o Ia
en Asia M enor: así. se concertó e n ­ G u e rra Siria es fran c a m en te deficien­
tonces —en 279/-S— una alia n z a con te de m a n era que todo lo relativo a
Mileto, a la p a r que se instalaron gu- ella, las motivaciones, su desarrollo y
raniciones egipcias en la isla de Sa­ conclusión, es objeto de controversia.
mos, en las ciu dad es carias de H a li­ De hecho a no ser por el d esc u b ri­
c a rn a s o , M in d o s, y C a u n o s q u iz á , miento de un d o cu m e n to babilo nio
p r o b a b l e m e n t e , en o tra s de Licia. cuneiform e y otro egipcio jeroglífico
Panfilia y Cilicia occidental. En todo no sabríam o s n a d a de ella.
caso, es claro que Ptolom eo II a p r o ­ El tem or de Filadelfo a un ataqu e
vechó el resquicio favorable presenta­ de Antíoco I —cuya au to rid ad se h a ­
do p o r la muerte de Seleuco. Antíoco bía reafirm ado al salir con éxito de la
I. u n a vez sofocada la rebelión siria, crisis s u c e s o r ia - con la intención de
se ap resuró a firm ar la paz con F ila­ ap od e ra rse de las prop id ad es lágidas
delfo —c o nc e rta da ya posiblem ente en Celesiria, im p ulsaría al rey egipcio
en 2 7 9 - de la que resultaría u n a su­ a e m p re n d e r u n a ofensiva preventiva
prem acía litoral y m arítim a de Egip­ que le llevaría hasta Babilonia, m ie n ­
to. Este conflicto es el prim ero de la tras A ntíoco se h a lla b a en Sardes. Sin
larga serie que enfrentó a Lágidas y em bargo, el ejército egipcio sería d e­
Seleúcidas al dispu tarse am b o s rei­ rrotado p o r el seleúcida, reforzadas
nos el control de los territorios a los sus filas con elefantes, hecho a su vez
que hem os hecho ya alusión. M erece­ ap ro ve c h ad o por Antíoco p ara a v a n ­
ría por ello el título d e Prim era G u e ­ zar c ontra D am asco , lo que p rovo ca­
rra Siria, que se aplica, p o r el c o n tr a ­ ría la necesidad de enviar un nuevo
rio. el acaecido pocos años después. ejército egipcio. Esta vez la em presa
Los añ os subsiguientes c o n te m p la ­ ten d ría éxito a ju z g a r —así lo cree
ron los p r o b le m a s so b r e v e n id o s a W i l l - por el brillo partic u la r de las
Ptolom eo p or la cuestión de Cirene. Ptolem aieia a le j a n d r i n a s del 271/-0
Ya h e m o s s e ñ a la d o antes c ó m o su que celebrarían u n a reciente victoria,
medio h e r m a n o M agas se h ab ía eri­ —acaecida, pues, en el 271— que h a ­
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas

bría z a n ja d o el conflicto. En la paz


subsiguiente se m a n te n d r ía n las posi­
ciones de a m b o s sin que n in g u n a de
las partes a lc a n z a ra ventajas sobre la
contraria. De todas formas gran parte
de lo expuesto es conjetural.

3. Motivaciones de la
política exterior de Egipto
Es un h e c h o cierto e incontestable
que los Ptolom eos d esarrollaron a lo
largo del s. III u n a política tendente a
conseguir un papel hegem ónico en el
Egeo. aspiración que. digám oslo, al­
c a n z a r o n p le n a m e n te , p u es p u e d e
hab larse con p ro p ie d a d de u n a tala-
socracia egipcia en este ám bito, acti­
va d u ra n te este siglo principalm ente.
Ante este hecho cabe preguntarse por
las causas que justificaron tal empeño.
Retrato de Berenice II de Cirene.
Museo de Benghazi
a) Consideraciones estratégicas
C o m o ya h em os a p u n ta d o , ni P tolo­ E n torno a esta cuestión v e rd a d e ra ­
meo Lago ni n in g u n o de sus suceso­ mente clave de la historia del Egipto
res c o m p a rtie ro n los deseos de otros helenístico debem os m en c io n a r una
herederos de A lejan dro de reunir b a ­ de las op in io nes m ás autoriz a d as y
jo sus m a n o s la totalidad del antiguo difundidas, la de M. Rostovtzeff (His­
Im perio alejan drino . El prim ero de toria social y económica del m undo he­
los Ptolom eos lo rechazó, incluso, ex­ lenístico. M a d r i d , 1962). S e g ú n su
presa m e nte c u a n d o se le invitó a ello. criterio, Egipto com o tal hab ría co n s­
D esde el co m ie n z o de la disgregación titu id o d e sd e sie m p r e la p rin c ip a l
de la herencia a le ja n d rin a su a sp ira ­ p r e o c u p a c ió n de los Ptolom eos. de
ción fue Egipto, consciente com o era suerte que la salvaguardia de su segu­
de la im p osibilidad de m a n te n e r bajo ridad e in d e pendencia era su objetivo
u n a sola m a n o tan de sc om u na l Im ­ prioritario . Y esta d e b ía realiz a rse
perio. m osaico de pueblos, culturas e fu n d a m e n ta lm e n te por mar, d a d a la
intereses diferenciados. Tam bién Pto­ situación geográfica del país del Nilo.
lomeo I fue quien definió y puso las Era necesario, p or tanto, c o n ta r con
bases de lo que sería la política de los una flota poderosa, inexistente hasta
Lágidas posteriores: el m a n te n im ie n ­ entonces por la ausencia de u n a tra­
to de E g ip to s ó l i d a m e n t e b a jo su dición m arítim a en la época de los fa­
m a n d o - c o n el a péndice de la Cire- raones. Pero Egipto no tenía las m ate ­
n a i c a - más u n a serie de posesiones rias p rim as im prescindibles para la
exteriores que le aseg uraran la hege­ construcción naval, que, sin embargo,
m o n ía en el M ed iterráneo oriental. Y se e n c o n tra b a n en a b u n d a n c ia en la
aquí reside el problem a, a p re h e n d e r c o sta siria , C h i p r e y A sia M e n o r
qué motivaciones im p u lsa ro n al hijo meridional.
de Lago a traz a r u n a política exterior Por otra parte, se h a b ía co nsta ta do
con ese sesgo egeo. so b rad a m e n te en tiem pos pretéritos
18 Akal Historia del M undo Antiguo

que la protección de Egipto p asaba poderío naval y m ilitar hasta c onver­


ta m bié n po r c o n tar con un glacis en tirlo en disuasorio frente a sus adver­
la franja sirio-palestina que la sep a­ sarios. en principio los A ntigónidas,
rara del resto de Asia y de toda a m e ­ de suerte que le permitiera en su día
n a z a terrestre que solo podía proce­ no sólo reconquistar la región, sino
d e r de allí. A parte de todo ello, se sobre todo m antenerse en su d o m i­
precisaba, co m o era habitual, un ejér­ nio. A ello. pues, se o cu p a ría d u ra n te
cito, c o m p u e s to o r d in a r ia m e n te en b u e n a parte de su reinado. Así se ex­
época helenística por mercenarios, cu­ plica. asim ism o por qué disputó in­
ya so ld a d a se p a g a b a en m o ne da s de sistentem ente C h ip re a los A ntig ón i­
plata, metal que los lágidas necesita­ das y pretendió un a y otra vez c o n ta r
ban im portar, pues no se p roducía en con puntos de apoyo en Asia M e n o r
Egipto. Tales necesidades podían ser m eridional. Por tanto, en todo este
c ub iertas p o r varios sistemas, pero, m ovim iento hacia el norte h ay que
sobre todo, po r dos vías: un a de ca­ ver u n a motivación de índole estraté­
rácter com ercial - e n base a la cual gica. cuya justificación no es otra que
estaría la estructura racionalizada de la de destruir el poderío antigó nida
la p ro d u c c ió n agrícola e industrial en las costas m inorasiáticas, s e p a r á n ­
egipcia, d estinada a la e x p o r ta c i ó n - ; dolas de su im perio europeo, a fia n ­
otra de tipo político, a saber, la exten­ za n d o así la posición egipcia en tales
sión de la d o m in a c ió n egipcia a re­ territorios. Esta, a su vez. estaría des­
giones o c iudades que d ebieran p ag a r tinada a proteger la siria meridional
su tributo corresp on diente en plata. c o n tr a to d a a m b i c i ó n c o n t r a r i a a
Esta política, definida com o « im ­ Egipto.
perialism o defensivo», conduciría, no E. Will (op. cit. I p. 146) in ten tan d o
obstante, a conflictos que s o b rep a s a ­ s is te m a t iz a r esta c u e stió n , p o stu la
b a n su prim er propósito, es decir, a que la expansio n del d o m in io lágida
a m b ic io n e s e x pan sionistas sin rela­ fuera de Egipto procede de dos tipos
ción in m e d ia ta con la seguridad de de c o n s id e ra c io n e s q u e no p u e d e n
Egipto, m anifestad as sobre todo en la confundirse: Io la o cu p a c ió n de Cele-
última parte del s. III. siria y C h ip re obedece a la p re o c u p a ­
O be d e c ien d o a esta política defen­ ción in m ed ia ta de la seguridad del
siva. ya Ptolom eo I. según h em os vis­ Delta y del Valle del Nilo en general,
to. tom ó m edidas p ara hacerse con el dirigidas contra toda p otencia - a n t i ­
control de la Celesiria. pues la p reten ­ gónida o s e l e ú c i d a - d u e ñ a del resto
dida invasión de Pérdicas h a b ía evi­ del Próxim o Oriente; 2°: el d om in io
d e n c ia d o con c la rid a d que ese era del Egeo. cuya prim era intenton a se
un o de los puntos dé-biles por d o n d e llevó a cabo en la época de la lucha
Egipto podía ser atacado. A la par. la contra el Im perio asiático de los A nti­
región le podía p ro p o rc io n a r el p o d e­ gónidas (con el p u n to de mira en la
río naval que por sí solo no podía te­ posesión de la Celesiria). Posterior­
ner. a d e m á s otros recursos e c o n ó m i­ mente se realizaría con un objetivo
cos y financieros, tal como, de hecho, preciso, a saber, c o n fin a r a Demetrio
había ocurrido anteriormente en otros Poliarcetes en E uro pa para im pedir
períodos históricos de Egipto, espe­ toda renovación de la exp an sió n m a ­
cialm ente con las dinastías XVIII y rítima antigónida. Las posesiones li­
XIX. a las cuales se retrotrae en últi­ torales anatolias c on tribuyeron a a se­
mo té rm ino la política de Ptolom eo gu rar la seguridad de C h ip re y la de
Soter. S in e m b a r g o , los su c e siv o s las co m u n ic a c io n es con el Egeo. No
a b a n d o n o s de la Celesiria a que se vio existía, pues, n ing una preo cu pació n
forzado Ptolom eo debieron c o n v e n ­ por G recia que q u e d a relegada a un
cerle de la necesidad de fortalecer su pla n o secundario, c e n trá n d o se toda
Las m onarquías helenísticas I: El Egipto de los Lágidas 19

la atención de los gobernadores lági­ sos o btenidos p or el tesoro. La u rg e n ­


das en Oriente, d o n d e subsistían las cia. pues, de metal a c u ñ a d o era g r a n ­
pretensiones seleúcidas sobre Celesiria. de. Así, y d a d o que Egipto no cuenta
Pero no sólo e s ta b a p re se n te en con recursos naturales de plata, debió
to d o esto el in te ré s estratégico: la dotarse de los medios para conseguir­
alia n z a tan sólid am en te establecida la. En parte, ya lo hem os dicho, fue­
con Rodas parece evidenciar que tras ron sus posesiones exteriores la que le
ello e stab an en juego tam bién objeti­ su m in istra b a n dicho metal, pero lo
vos económ icos. Por lo demás, la ul­ aportado era insuficiente. Es así como
terior expansión egipcia hacia Tracia debió recurrirse a la vía m ercantil y,
y la zo na de los Estrechos realizada a en este aspecto, los recursos cerealís-
p a rtir de las po sic ion es a d q u ir id a s ticos del Valle del Nilo eran la clave,
desde el reinado de Ptolom eo 1 re­ hecho secularm ente d e m o stra d o des­
quiere. asim ism o, explicaciones dife­ de la instalación del e m po rion griego
rentes de las estratégicas. de Naucratis, puesto que G recia era
tradicionalmente deficitaria de grano.
b) Consideraciones Las posibilidades de e nriqu ecim ien to
económicas c o m p o rta d a s p o r la e xplotación de
dichos recursos fueron apreciadas ya
A u n q u e los aspectos económ icos del por el predecesor del hijo de Lago.
Egipto p to lem aico serán c o n s id e ra ­ C leom enes de N aucratis cuyo m a g n í­
dos m ás adelante, es necesario adver­ fico tesoro, a d q u irid o a través de este
tir ya que tuvieron u n a e n o rm e im ­ tipo de comercio, fue confiscado p or
portancia no solo dentro de la política Ptolom eo I tras asesinarlo. Q ue Soter
interior de los Lágidas —la econo m ía c o n tin u a ría no solo m a n te n ie n d o si­
constituye, de hecho, el m otor de los no p ote n cia n d o esa vía m ercantil p a ­
Estados— sino en las directrices a d o p ­ rece incontestable po r el éxito a lc a n ­
ta das en política exterior. C o m o ha zado en sus em presas exteriores, in­
sido repetidam ente definido po r los dicativo de que h a b ía c o n ta d o con los
especialistas, el Egipto helenístico es recursos para financiarlas.
el p rim e r ejem plo histórico de un ver­ Al in te n ta r a n a liz a r en p ro fu n d i­
d a d e ro m e rcantilism o de Estado. dad este desarrollo com ercial planifi­
C u á n d o c o m e n z ó este m ercantilis­ cado surgen a todo estudioso varias
m o es otra cuestión. N o r m a lm e n te cuestiones.
suele a p arecer com o la característica La prim era de ellas es sa b e r en qué
del rein ado de Ptolom eo II Filadelfo. m edida pretendieron los g o b e rn a d o ­
pero p ro b a b le m e n te las bases esta­ res egipcios c o n q u i s ta r el m e rc a d o
ban ech a d a s desde el gobierno de So­ griego con objeto de d a r salida segura
ter cuya o bra interna d esconocem os a su p roducción agrícola, a c a m b io
casi totalmente. de la cual recibirían el metal a c u ñ a d o
En efecto, ya d u ra n te los a ño s del necesario. Parece claro que los terri­
m a n d a to de Ptolom eo I estaban pre­ torios exteriores bajo sob eranía egip­
sentes las necesidades de dinero no cia estaban obligados ciertam ente a
sólo p ara sufragar todo el boato in h e ­ abastecerse de g rano procedente del
rente a u n a m o n a r q u ía helenística, país del Nilo. siem pre y cu a n d o , fue­
sino sobre todo y de m a n e ra especial ran deficitarios de cereales (a u n q u e
p ara finan ciar el m a n te n im ie n to de esto no sucedía en todos los casos
c u a n ta s fuerzas terrestres o m a ríti­ pues alg u n a s posesiones lágidas en
m as requería la defensa de Egipto. Tracia o Asia M e n o r p a g a b a n un im ­
Esto se a tendió por varios sistemas: puesto en trigo, p rueba de su a b u n ­
«liturgias» im puestas a las ciudades dancia en tales regiones). Tal hecho,
m arítim as, las cleruquías y los ingre­ sin em bargo, no puede elevarse a c a ­
20 A kal Historia del M undo Antiguo

tegoría general, ni siquiera para las otra cuestión a analizar. Egipto, en


zonas den tro de la esfera de influen­ efecto, no era el único p rodu c to r de
cia egipcia, pues la alia n z a política g r a n o del m u n d o a n tig u o . H e m o s
no obligaba a la clientela comercial. m en c io n a d o cóm o algunos de los te­
En el caso de Egipto fue más bien al rritorios que estaban b ajo su s o b e ra ­
revés, p o r c u a n to existen testimonios nía eran excedentarios de él los que
sobre la g e n e ro sid a d egipcia h acia les posibilitaría sacarlo al m ercad o
sus amigos políticos, en lo que a e n ­ norm alm ente. Pero, aparte de éstas,
víos de cereal se refiere, c u a n d o estos h a b ía otras z onas cerealísticas de pri­
se veían en dificultades. mer o rd e n c o m o las regiones o cci­
Lo q ue sin n in g u n a d u d a puede dentales y septentrionales del Ponto
afirm arse es que Egipto p ro p ugn ó y E u xino, tr a d ic io n a le s g ra n e ro s del
se esforzó p or conseguir la libertad de m u n d o egeo clásico. Y este hecho no
com ercio, solo posible m e d ia n te la parece h aberse m odificado en época
seguridad de los mares que perm itie­ helenística pese a la co m p etencia de
ran la existencia de com un icacion es A lejandría en este terreno. Esta c o n ­
estables y seguras. Y fue la c onsecu ­ currencia comercial, en cu an to es lí­
ción de este objetivo p rio rita rio lo cito hacer deducciones a p artir de la
que justificó su larga am istad con Ro­ falta de textos en contrario, se d e s a ­
das —a su vez interm ediario c o m e r­ rrolló n o b lem e n te sin que se diera
cial de prim er o r d e n - , sólidam ente un a co n fron tació n efectiva p ara al­
establecida ya c u a n d o se pro du jo el zarse, u no u otros, con la hegem onía
sitio de D em etrio Poliorcetes en el del m ercad o egeo. De hecho, teórica­
304. Lo m ism o hay que decir tam bién m ente al menos, existía d e m a n d a de
respecto a Bitinia. cuyos reyes tenían sobra para todos y así parece p ro b a r­
grandes intereses en el com ercio m a ­ lo la documentación a nuestro alcance,
rítimo. P en sa m o s, a d e m á s , qu e las d o n d e se atestigua una p rocedencia
transacciones com erciales se efectua­ muy variada para el g rano c o n s u m i­
b an en el caso de Egipto —y n o r m a l­ do en el m u n d o helenístico.
mente en otros t a m b i é n - a través de O tro s factores a c o n s id e r a r t a m ­
interm ediarios, los más im portantes bién son la diversidad de productos
de los cuales eran, sin duda, los ra ­ procedentes de las regiones pónticas.
dios. Éstos y otros de diversa proce­ es decir, no se trataba de un com ercio
dencia fueron los responsables de la exclusivam ente cerealístico sino por
distribución de los productos en las el contrario s u m a m e n te diversificado
más variadas z on as del m u n d o a n ti­ (salazones, pez, minerales, etc.) A la
guo. De hecho, c u a n d o a partir de par. ta m b ié n los rodios estaban e m ­
m e d ia d o s del s. III se p r o d u jo un p eñ a d o s en su m a n te n im ie n to y pro s­
c ie rto rep lie g u e de la ta la s o c r a c i a peridad pues, como hemos dicho, eran
egipcia - c u y o papel c om o policía del sus interm ediarios m á s sob resalien­
m a r se transferiría a Rodas en su to­ tes. lo cual quiere decir ev id e nte m en ­
t a l i d a d - . tal con tracción política no te que no h ab ía n in g u n a c o n tra p o si­
tuvo n in g u n a repercusión o c o n tra ­ ción ni contradicción entre éste y el
partida apreciable en el terreno co ­ egipcio. Por tanto. Rodas, si bien no
mercial. de m o d o que los ingresos a sólo ella d e se m p e ñ a b a u na función
la H a c ie n d a egipcia no exp erim entan reguladora del m á x im o interés, po r
n in g u n a m erm a, y d a d o que las nece­ c u a n to distribuía las diferentes p ro­
sid ad es de prod u c to s egipcios eran ducciones de acuerdo tanto con las
constantes, no fue necesario a sus go­ d i s p o n ib il id a d e s de los p ro d u c to s,
bern an tes b u sc ar nuevos clientes ni c om o con la d e m a n d a .
a p a r ta r la competencia. O tro ám b ito geográfico a tener en
Precisam ente este últim o p u n to es c u e n t a en la p o lític a e x te r io r del
Las monarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 21

Egipto ptolemaico es el del Mar Rojo. niéndonos a los testimonios disponi­


En su desarrollo, el objetivo comer­ bles, existe una relación evidente a lo
cial era prioritario. Se pretendía ca­ largo del s. III entre los hechos de
nalizar hacia Egipto un comercio de tipo político-estratégicos y los de ca­
productos de lujo procedentes de re­ rácter económico. La política desa­
giones lejanas conseguidos mediante rrollada por los Lágidas, encam ina­
el establecimiento de relaciones con da, como sabemos, a conseguir la
diferentes tribus —por ejemplo los hegemonía en el Mediterráneo orien^
nabateos— que hacían de interme­ tal como medio de garantizar la inde­
diarios. y mediante un sistema de pendencia de Egipto, conllevaba enor­
fundaciones situadas en ambas cos­ mes gastos sobre todo militares —aun­
tas del M ar Rojo, en la orilla africana que también diplomáticos— y éstos
y en la asiática. Los productos y ma­ sólo podían ser sufragados a través
terias primas así obtenidos no sólo se de la vía comercial, de suerte que
destinaban al consumo interior sino el mercantilismo ptolemaico estuvo
que eran a su vez reexpedidos desde al servicio de la gran política medi­
Egipto a otras zonas del mundo me­ terránea de Egipto. La formulación,
diterráneo. es decir, comercializados sin embargo, no es susceptible de ha­
por el gobierno lágida a través de cerse a la inversa, es decir, no pue­
sus agentes. de hablarse de que la talasocracia
También podríamos mencionar el puede hablarse de que la talasocracia
Occidente del M undo Antiguo. Pero egipcia estaba ordenada de acuerdo
aquí, en un ámbito dominado por la I con unos objetivos comerciales. Ade­
presencia de Cartago primero y de | más. este mercantilismo pervivió d u ­
Roma después, el papel de Egipto se rante mucho más tiempo del que lo
circunscribió a aspectos meramente hizo la hegemonía política lágida en
mercantiles durante mucho tiempo. el Mediterráneo: resistió al propio
Podríamos, así, concluir que ate­ poderío de la dinastía, cuya supervi-

Estatua de Afrodita hallada en Cirene.


Roma, Museo Nacional Romano.
22 Akal Historia del M undo Antiguo

vencía obedeció en bu en a m edida al no G o n a ta s. Estos esfuerzos, según


de b ilitam ienio de las m o n a rq u ía s ri­ podem os colegir, se verían c o ro n a d o s
vales y a la existencia mism a de esta por el éxito pues los Lágidas lograron
m on a rq u ía. p o n er b a jo su sobe ra nía toda la costa
C on el transcurso de los a ñ o s el p o ­ jo n ia v caria de Asia M enor, desde
derío lágida en el Mediterráneo orien­ Efeso a H alicarnaso. El gobierno de
tal iría cediend o terreno. Se a b a n d o ­ d ic h a región se p uso a d e m á s b ajo
narían lugares y e m p la z a m ien to de control directo del futuro h eredero
so beran ía egipcia, pues resultaba por del trono egipcio, un Ptolomeo. hijo
un lado d e m a s ia d o costoso para el de F ila d e lfo q ue d esde a ñ o s an tes
Tesoro m anten erlos en esta situación —el 267— aparece asociado al trono
de sum isión y. por otro, no eran im ­ paterno.
prescindibles ni desde un p u n to de Las acciones egipcias p rovocaron
vista estratégico ni comercial, de m a ­ la reacción de Antíoco II. quien puso
nera que su a b a n d o n o apareció a c o n ­ en juego el m ayor nú m e ro posibie de
sejable especialm ente c u a n d o la si­ fuerzas por más que tan a p e n a s se p a­
tuación interna del país del Nilo se mos qué incidentes acaecieron entre
deterioró, abriénd ose un período de am bos. No obstante, parece ser que se
conflictividad. pro dujo entonces, en m edio de esta
c o m p ro m e tid a situación, u n a revuel­
ta de Ptolom eo contra su padre F ila ­
4. Intervención de E gipto delfo centrada en Efeso y que signifi­
en el exterior caría su m uerte pues no hay noticias
sobre él posteriores al 259. De todos
a) Conflictos con los m odos y a raíz de estos sucesos se ins­
Seleúcidas: la 2a Guerra Siria taló en Mileto co m o tirano Ti marco,
el prob able aliado de Ptolom eo en d i­
Al igual de lo c o n sta ta d o a propósito cha sublevación, que logró a p o d e r a r ­
de la así d e n o m in a d a Ia G u e rra Siria, se tam bién de Sanios.
tam p o c o para este segundo conflicto, T am bién po r entonces y p o r razo ­
tercero en realidad, c o n tam o s con n a ­ nes desconocidas se produ jo un p a ­
rraciones claras en las fuentes. Tene­ réntesis en las estrechas relaciones
mos, sí, datos, pero dispersos e inclu­ ha bitu a le s entre Egipto y Rodas, si
so a veces sin cronología precisa. Es hem os de ju z g a r dos acciones en que
así que debem os efectuar reconstruc­ a m b a s potencias ap arecen e n fre n ta ­
ciones de los hechos, in te n ta n d o e n ­ das: u n a . p r o ta g o n iz a d a p o r Éfeso
c a ja r los d istin to s d a to s a n u e stra ay u d a d o po r los rodios: otra la b a ta ­
disposición. lla naval librada po r éstos contra los
Los años subsiguientes a la term i­ egipcios c o m a n d a d o s p o r C rem ó ni-
n ació n de la Ia G u e rra Siria fueron des. Las m otivaciones nos son des­
p a ra A ntíoco 1 difíciles p or cu a n to conocidas.
supusieron el perd er definitivam ente En c u a n to a nuestros co n o c im ie n ­
Pérgamo. hecho al que el propio m o ­ tos sobre los incidentes p ro p ia m e n te
narca no sobrevivió, pues m urió en dichos con los Seleúcidas sólo p o d e ­
ese m ism o año. 261. El c am b io en el mos a lc a n z a r lo s p o r vía indirecta,
trono pretend ió ser a prov e c ha do por pero su saldo fue. al parecer, positivo
los Lágidas. co m o ya sucediera en la para éstos. Al final, la frontera de los
ocasión anterior, p ara g a n a r terreno a territorios lágidas debió retrotraerse
los Seleúcidas con objeto de a fia n z a r hacia el Sur del Eleutheros. p r o d u ­
las posiciones egipcias en el Egeo. d e ­ ciéndose. pues, un a d ism in u c ió n , si
bilitadas p o r el acrecen tado poderío bien no d e m a sia d o sensibles, de los
de u n a M a c e d o n ia regida por Antigo­ dom in io s egipcios en zo n a siria.
Las m onarquías helenísticas I: El Egipto de los Lágidas 23

C uestión debatida p or sus im plica­ m as. la p a z significó el re sta b le c i­


ciones es la participación de Antigo­ m iento de la autorid ad seleúcida en
no G o n a ta s ju n to a Antíoco II y c o n ­ las costas m inorasiáticas, pero, cuya
tra Egipto en este conflicto, pero para d u ra c ió n sería, no obstante, efímera.
la que la m e n ta b le m e n te no tenem os
fuentes de inform ación. Los indicios b) Participación lágida en los
al respecto son tan tenues que no es asuntos griegos
posible d iluc ida r n a d a con u n m ín i­
mo de rigor. D u ra n te los a ñ os en que se desarrolló
Igualm ente se perdieron para Egip­ la d e n o m in a d a Ia G u e rra Siria, Fila-
to zo n a s m inorasiáticas —así Jonia. delfo debió cen trar su a tención en los
debido a la revuelta del hijo de Fila- asuntos asiáticos, de forma que muy
delfo y enclaves costeros de Cilicia y p ro b a b le m e n te se m a n tu v o al m a r­
Panfilia— las cuales volvieron n u ev a ­gen del conflicto que enfrentó a A nti­
mente a m a n o s seleúcidas. El retroce­gono G ó n a ta s con Pirro. N o existe, al
so exp e rim e n ta d o po r la hegem on ía
menos, n in gun a evidencia de lo c o n ­
lágida en el Egeo se evidencia, asi­ trario. por más que m uchos e studio­
mismo. po r la desa p aric ió n a m e d ia ­
sos h a y a n supuesto un apoyo de Pto­
dos del S. III del koinón de los nesio- lomeo Il a Pirro y a c ua lquie r otro
tas. c o n f e d e r a c ió n sobre la q ue se
e nem igo del antigónida. En base a
h a b ía ap oy a d o en gran m edida la a u ­
esto estaría sobre todo la pretensión
toridad egipcia en aquellas aguas. No de su esposa Arsinoe II de lograr el
es que desde entonces el p oder lágida trono de M a cedo nia p a ra su hijo Pto ­
desapareciera en las Cicladas, pero sí lomeo. h ab id o de su un ió n con Lisí­
resultó m erm ado. El papel p r e p o n d e ­
maco. así c o m o el deseo de im p e d ir a
rante de Egipto sería sustitu id o en G ó n a ta s la a m p lia c ió n de su autori­
a d e la n te po r el de Rodas, p otenciad ad en las C icladas, apro ve c h á n d o se
que a lc a n z ará en las décadas siguien­
de las dificultades egipcias motivadas
tes su m ayor apogeo político y econ ó­ por la Ia G u e rra Siria. A m b os a rg u ­
mico. A su vez. G ó n a ta s parece que mentos son simplemente hipótesis para
aprov ech ó este repliegue lágida en las los que no existe respaldo documental.
C iclad as para a fin a z a r la presencia El paso a u n a intervención activa
m a c e d o n ia en a lguna de ellas, a j u z ­
lo tenemos, sin em bargo, atestiguado
gar p o r algunas inscripciones de Cos. en los años siguientes, u n a vez c o n ­
Amorgos. Ceos. los y Svros. cluida la paz con los Seleúcidas y tras
La Segun da G u e rra Siria concluyó la d esaparición de Pirro. Se h a n pre-
así con ventajas apreciables para los ! tendido b u s c a r motivaciones diversas
Seleúcidas. Se firmó un tratado de —dinásticas, e c o n ó m ic a s — pero lo
paz. cuya fecha se sitúa en torno al más convincente parece ser el hecho
253. pero cuyas cláusulas nos son d es­ de que Antigono G ó n a ta s. tras su vic­
conocidas. excepto aquella que esti­ toria sobre el rey epeirota. quiso re­
p u l a b a u n m a t r i m o n i o d in á s tic o ,
c o n s tr u ir el an tig u o p o d e río naval
c o n c e rta d o p ara reforzar los a c u e r­
m a cedon io . d e te n ta d o tiem p o atrás
dos políticos, según la práctica in a u ­por su padre D em etrio Poliorcetes, el
gu ra d a p or los Diádocos. Se trataba cual le ha b ía conferido la a u to rida d
del efectuado entre Antíoco II y Bere­ política co rrespondiente sobre las is­
nice. hija de Filadello. que conllevó las y litoral o c c id e n tal a n atolio . Y
el repudio de Laódice. La egipcia apor­ esto sí rep resentaba un peligro para
tó u n a e splendidísim a dote a este m a ­
la hegem on ía lágida en el Egeo. Así
trimonio, por el cual, al parecer, los pues. Filadelfo se m arcó el objetivo
Seleúcidas renunciaban a sus aspira­ de distraer la atención del rey m ace­
ciones sobre Celesiria. De todas for­ d on io del Egeo, apro v e ch á n d o se del
24 Akal Historia del M undo Antiguo

descontento existente contra él en las tras el desastre de Cos. se firmó la paz


c iudades griegas. En Esparta el rey con M a c e do nia en torno al 261. La
Areo I, a p o y a d o por Ptolom eo, asp i­ posición de G ó n a ta s en el Pelopone-
raba a erigirse en m o n a rc a del Pelo- so q u e d a b a reafirm ada, a d e m á s de
poneso: tam bién A tenas estaba regi­ por sus éxitos bélicos y estratégicos,
da por dirigentes antimacedonios. Re­ por la muerte de su principal o p o n e n ­
u nie nd o. pues, a los enem igos de G ó- te. el e sp a rta no Areo: Corinto. a su
natas se formó u n a coalición, respal­ vez, seguía bajo su au toridad. La otra
d a d a p or Egipto, en la que. a d e m á s ciud ad enemiga, Atenas, fue o c u p a d a
de las dos ciudades citadas, particip a­ militarmente, a la p ar que se forzó un
ron otros pueblos griegos del Pelopo- c a m bio de dirigentes políticos, y. a u n ­
neso: aqueos, eleos y algunos arca- que conservó cierto grado de a u to n o ­
d io s. La d e c l a r a c i ó n de g u e r r a a mía, estos años fueron considerad os
M a c e d o n ia se efectuó fo rm a lm e n te co m o de privación de libertad (le se­
m ed iante un decreto, votado po r los ría devuelta form alm ente en 256/5).
atenienses en 267/6 dirigidos por C're- La tentativa lágida de sustraer a la in ­
m ónides. que dio su n o m b re al c o n ­ flu encia m a c e d ó n ic a los e m p l a z a ­
flicto. mientos griegos bajo autoridad de G ó ­
Los detalles de la guerra son c o n o ­ natas. terminó, p or tanto, en fracaso.
cidos deficientemente. En principio, Por otra parte, es difícil decir en
las fuerzas peloponesias no pudieron qué m edida resultó afectada la hege­
reunirse con las atenienses, d a d o que m onía lágida sobre las islas p o r esta
Corinto, p u n to de paso, estaba bajo guerra, d a d a la inexistencia de fuen­
d o m in io m ace d o n io . El p ro p io rey tes al respecto, pero pro ba b le m e nte
Areo m urió —a ñ o 265— c u a n d o in­ haya de responderse negativamente.
tentaba forzar este paso. Los a te n ie n ­ Y ello no sólo p or el hecho de que
ses hicieron defección de la coalición, G ó n a ta s seguía m a n te n ie n d o sólid a­
siendo la ciud ad som etida a un largo mente la ruta m a rítim a que le c o m u ­
asedio, en cuyo transcurso se p rodujo nicaba con las regiones m eridionales
el intento fallido de invadir M acedo­ de Grecia, sino tam b ién po r los p r o ­
nia po r parte de A lejandro II hijo de blem as d entro del ám bito griego que
Pirro. La insuficiente ayuda ptolemai- el rey m ac e d o n io debió a te n d e r en
ca no logró ni ro m p e r las c o m u n ic a ­ este tiempo, tales co m o el a u m e n to de
ciones m arítim as de A ntigono G ó n a - po der de los etolios, asun to s internos
tas ni hacer levantar el bloqu eo de del reino, etc., que im p o s ib ilita b a n
A tenas. D ic h a deficiencia se debió un a dispersión de sus fuerzas.
p r o b a b le m e n te a que Egipto debió
oponerse, según parece, al rey m ace­ c) Los últimos años de
don io en frente m inorasiático d on de Ptolomeo II Filadelfo
se libró en aguas de C os una gran b a ­
talla naval en la cual salió victorioso De los aspectos políticos c o n c e rn ie n ­
G ó natas. La fecha probable es el 262. tes a este último período del reinado
En el frente griego, el ataq ue c o n ­ de Ptolom eo II. destaca la reconcilia­
ju n to de e sp artan os y atenienses c o n ­ ción. en fecha incierta, entre el m o ­
tra el macedonio no tuvo ningún efecto narca y su m edio h e rm a n o M agas de
positivo, pues G ó n a ta s. a m e n a z a n d o Cirene, que c om po rtó u na mejora de
las posesiones lágidas en Jonia y las las posiciones egipcias en C irenaica.
Islas, retuvo en ese ám b ito a las fuer­ A co nsecuencia de ella, y p a ra sellar­
zas egipcias, sin cuya c o nc u rre ncia la, se c o n v in o el m a tr im o n io entre
resultó poco efectiva la op eración en Berenice, hija de M agas con el futuro
Grecia. D a d a la falta de eficacia m a ­ Ptolom eo HI, lo cual conllevaba la
nifestada p o r los aliados, sobre todo reunificación de a m b o s reinos a la
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas

muerte de Magas. Esto, sucedido en


250, no se produjo, sin em bargo, a u to ­
m áticam en te de cuerdo con lo pla­
nead o pues entró en acción otro fac­
tor: la viuda del rey cirenaico. Apama.
hija de Antíoco I. R o m p ie n d o el c o m ­
promiso. ésta reclam ó com o yerno al
h e rm a n o de G ó n a ta s. Demetrio, p ro­
ba b le m e n te en en te n d im ie n to previo
con el rey m acedonio. que p retendía
así, h acer e n tra r la C irenaica en el
área de su influencia, sustrayéndola a
Egipto. Pero el asesinato de D e m e ­
trio. o rd e n a d o p o r Berenice, hizo fra­
c a sa r el proyecto. Se c u m p liría n así
finalm ente los designios de M agas y
Filadelfo.
Por lo que se refiere a la interven­
ción egipcia en los asuntos griegos, se
ha especulado con u n a participación
lágida en la revuelta con tra G ó n a ta s
de su sobrin o A lejandro, sucesor de
su p adre C ratero al frente del gobier­
no de C orinto, cuya fecha debe si­
tuarse en torno al 253Λ2. El objetivo
no sería otro que debilitar la posición
del rey m acedonio. Sin em bargo, este
supuesto im pulso egipcio a u n a e m ­
presa subersiva su m a m e n te peligrosa
para G ó n a ta s p o r sus repercusiones
en caso de éxito, no se tradujo en u na
ayuda material, de tipo económ ico o Estatuilla de bronce de Hércules hallada en
militar, al sublevado o. si la hubo, no A lejandría. Baltim ore, W alters A rt Gallery.
hay huellas de ella desde el p un to de
vista docum ental. alianza con A lejandro de C o rin to y
O tro p u n to im po rta nte d entro de c on sec u e n te m en te a un a a p r o x im a ­
los sucesos políticos h a b id o s en G re ­ ción a Egipto. Aquí sí le p ro p o rc io n a ­
cia en estos a ño s fue la liberación de ron el suficiente din ero con el que h a ­
Sición p or Arato. Éste pidió ay u d a cer frente a los conflictos sociales que
prim ero a G ó n a ta s y después a Pto lo ­ su ciu dad tenía planteados. Por otro
meo pero, po r diferentes razones, uno lado, la decisión de A rato era positiva
y otro debieron d eclin ar de tal p ro p o ­ p a ra Alejandro, pues la am istad de la
sición. pese a lo cual Arato logró en el Liga Aquea le e lim in a b a prob lem as
2 5 1 e n tra r en su ciud ad natal, p o n ie n ­ con sus vecinos inmediatos.
do en fuga a Nicocles el tirano que la Poco tiempo después Ptolom eo II
gobernaba. Poco después, y d a d a la moría. Era el a ñ o 246. El Egipto de
in e s ta b ilid a d p o lític a ex isten te, se entonces, a u n q u e algo m e rm a d o en
alió con la C o n fed eració n Aquea. U n c u a n to a su e xp ansió n territorial ex­
p rim e r acercam iento a M acedo nia no tern a, c o n se c u e n c ia de la S e g u n d a
dio frutos pues no podía su m inistrar G uerra Siria, era un a potencia pod ero ­
el apoyo e c o n ó m ic o re q u e rid o po r sa, auténtico eje de la política inter­
Arato. razón que le im pulsó a u n a nacional de entonces.
26 A kal Historia del M undo Antiguo

III. Ptolomeo 111 Evergetes y Ptolomeo IV


Filopator

1. Ptolomeo 111 Evergetes aventurarse qued a en el terreno de las


hipótesis sin po sib ilid ad de co n fir­
a) Continuación de los mación. En todo caso. Seleuco II fue
conflictos con los Seleúcidas: reconocido rey en Asia Menor, a p o ­
la 3a Guerra Siria (246-241) yado p or su tío A lejandro, g o b e r n a ­
d o r general, a la sazón residente en
El reinado del nuevo monarca se inau ­ Sardes. Pero no tuvo igual acogida en
guró con la reapertura de la conflicti­ todas pailes. Efeso, po r ejem plo y su
vidad con la dinastía seleúcida. La g o b e r n a d o r S o frón se d e c a n tó p o r
oca sió n la p ro p o rc io n ó esta vez la Berenice y su hijo al igual que lo hi­
muerte del rey Antíoco II. acaecida el cieron otras ciudades. E n todo caso
m ism o a ñ o que la de Fildelfo, el 246. para reforzar su situación ésta llam ó
En ella se m ezclan u n a serie de intri­ a su h e rm a n o Ptolom eo III, el cual se
gas fa m iliare s d e r iv a d a s del d o b le presentó diligentem ente al frente de
m a trim o n io del rey. el prim ero con u n a expedición en A ntioquía. a v a n ­
Laódice del que nacieron dos hijos. z a n d o p o s te rio rm e n te h a c ia la d e ­
Seleuco y Antíoco, y el segundo, en se m b ocadu ra del Orontes. Por todas
253, con Berenice hija de Ptolom eo II partes fue recib id o fa v o ra b le m en te
de la que tuvo otro hijo de no m b re por la población. Estos detalles, co ­
desconocido p ara nosotros. A conse­ nocidos po r un d o c u m e n to e m a n a d o
cuencia de éste, la prim era m u je r fue de la m ism a cancillería ptolem aica,
junto con sus hijos exiliada a Asia no m e n c io n a n sin em bargo, a Bereni­
Menor, residiendo en Éfeso. Pero tras ce y a su hijo, los cuales, según la tra ­
unos años, los que m edian entre estas dición literaria tardía, h a b ría n sido
segundas nu pcias y la m uerte del rey, asesinados po r orden de Laódice. a n ­
que se pro dujo precisam ente en Efe- tes de producirse la llegada de Ptolo­
so. nos e n c o n tra m o s con que el here­ meo III. N o obstante, y p ara co n se r­
dero d esign ad o era su hijo mayor, h a ­ var u n a a p a rie n c ia de legalidad, o
bido con Laódice. Seleuco 11. más bien u n a justificación a la co nti­
Las m otivaciones de este cam b io n uidad de su misión, a m b a s muertes
nos son d e sc o n o c id a s pues ca re c e­ serían m a n ten id a s en secreto a la vis­
mos de cu a lq u ie r dato para conocer ta de la positiva acogida recibida.
có m o se desarrollaron las relaciones En todo caso, parece que el Lágida
entre A ntíoco II y su ex mujer, de for­ llegó a a lc a n z a r M esop otam ia y, se­
ma que cu alq uier teoría que pueda gún la inscripción de Adoulis. h ab ría
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 27

exten dido su a u to rid a d p o r el im pe­ — p u e rto de A n tio q u ía , h e c h o s o r ­


rio seleúcida hasta Bactriana, a ex­ p re nde n te a todas luces— y de luga­
cepción de Asia M e n o r a ju z g a r p or res de Jonia. Panfilia y Cilicia, a d e ­
el r e c o n o c im i e n t o o b te n id o de los m ás de c o m e n z a r u n a p e n e tra c ió n
distintos gobernadores. D e este acto, egipcia en Tracia y el Helesponto. Es
sin em bargo, no d ebe inferirse q u e se así c om o los enclaves costeros egip­
instalara u n a efectiva a utorid a d egip­ cios eran en 241 m ás nu m e ro so s de
cia en tales regiones. Esta no pasaría los poseídos a la muerte de Filadelfo.
de ser m e ra m e n te teórica. Ptolom eo
III. pese al éxito, no p u d o p e rm a n e cer b) Ultima parte del reinado
m ás tiem po en Asia d a d a s las in q u ie ­
tantes noticias recibidas acerca de la Los a ñ o s subsiguientes del rein a d o
existencia de u n a revuelta en Egipto. de P tolom e o III hasta su fin, unos
Así. d e ja n d o estos a su ntos en m an os veinte, fueron tranquilos. A u n q u e se
de a d m in is tra d o re s egipcios, regresó. p ro d u je ra s a lgunos conflictos o casio­
Pero Seleuco II h a b ía reaccionado nales ya el m o n a rc a no to m ó parte en
con rapidez, de form a que ya en 245 ello. M oriría en 221 de muerte natural
era reconocido en Babilonia, recupe­ según afirm ación de Polibio (II. 71.3).
r a n d o las r e g io n e s p r e s u n t a m e n t e T a m p o c o en el o rd e n in te rn o se
co n q u ista d a s p or Pto lo m eo III. Sus dieron a suntos de im po rtancia. P u e­
pretensiones sobre la Celesiria lágida de notarse, po r ejemplo, el c re cim ien ­
no fueron, sin em bargo, tan a fo rtu n a ­ to de colonos en el Fayum, co nsecuen­
das. viéndose obligado a p e d ir ayuda cia del a se n ta m ie n to allí de n u m e ­
de Asia M en or, lo cual le forzó a a d ­ rosos so ld a d o s griegos q u e h a b í a n
mitir la exigencia de Laódice. co nsis­ c o m b a tid o en las filas egipcias d u ­
tente en n o m b r a r a su h e r m a n o pe­ ra n te las c a m p a ñ a s asiáticas. A d e ­
q u e ñ o A n tíoeo H ierax corregente y más de estos veteranos, otros prisio­
g o b e rn a d o r general de Asia Menor. neros de los ejércitos seleúcidas fue­
Sería esta u n ió n entre los h e r m a n o s y ron a sim ism o establecidos en dicha
sus fuerzas respectivas lo que deter­ región. Todos ellos sign ificab an un
m in a ría que Pto lo m eo III firm ara la refuerzo del elem ento griego de la p o ­
paz en 241. de la que. según puede blación en Egipto. T am b ién experi­
a preciarse de la p a n o r á m ic a poste­ m entó un alza la ya n u m e ro sa fac­
rior, el lágida obtuvo ventajas n a d a ción j u d í a residente en el país del
desdeñables: el d o m in io de Seleucia Nilo. A la par. parece que Ptolom eo

La Tercera Guerra Siria acá (occidentales) del Eufrates y de Cilicia,


El rey Ptolomeo (III) el Grande, hijo del rey Panfilia, Jonia, el Helesponto, Tracia y de
Ptolomeo (II) y de la reina Arsínoe, dioses todas las fuerzas de esos lugares y de los
hermano y hermana, hijos del rey Ptolo­ elefantes indios y tras reducir a la obedien­
meo (I) y de la reina Berenice, dioses sal­ cia a todos los gobernantes de esas pro­
vadores, descendientes por parte de pa­ vincias, cruzó el río Eufrates y tras haber
dre de Heracles, hijo de Zeus y por parte subyugado a Mesopotamia, Balilonia, Su­
de madre de Diónisio, hijo de Zeus, tras siana, Pérside, Media y todo el resto del te­
recibir de su padre el reino de Egipto, Li­ rritorio hasta Bactria y, tras haber buscado
bia, Siria, Fenicia, Chipre, Licia. Caria y las todos los objetos sagrados que habían
Islas Cíclades, marchó contra Asia con tro­ sido sacados de Egipto por los persas y
pas de infantería y caballería, una flota, haberlos devuelto al país junto con el
elefantes de la tierra de los trogloditas y de resto del tesoro de la provincia, envió
Etiopía, a los que su padre y él mismo fue­ sus fuerzas con la misión de construir ca­
ron los primeros en cazar en esos lugares nales... (el resto de la inscripción se ha
y en equiparlos para la guerra. Tras asegu­ perdido)
rarse el dominio sobre los territorios más (OGIS 54)
28 Akat Historia del M undo Antiguo

III comenzó a desplegar esfuerzos ten­ Agatocles pero sobre todo Sosibios
dentes a atraerse a la p oblación in dí­ que fue el auténtico factótum de la
gena o m ás bien a con servar su fideli­ política egipcia y supo sacar partido
dad. Para ello c o m e n z ó u n a e q u ip a ­ de la indolencia del m onarca.
ración a los faraones así co m o la c a p ­
tación del sacerdocio egipcio. a) Ofensiva seleúcida
contra territorios lágidas
2. Ptolomeo IV Filopator en Asia
(221-203) Ya a com ien zos del reinado tuvieron
lugar los prim eros em bites seleúcidas
El re in a d o de este so b e ra n o lágida contras las posesiones lágidas en Asia.
constituye un pu n to de inflexión en En 219 Antíoco III se a p o d e ra b a por
la historia de Egipto, pues a partir de fin de Seleucia de Pieria, el puerto de
él es c u a n d o co m ie n za realm ente su A n tio q u ía , p a r a p ro s e g u ir a c o n ti­
decadencia. No es que ésta deba a cha­ n uación su ofensiva contra la Celesi­
carse en exclusiva a él. pero su talla ria. La ocasión le fue a d em á s s u m a ­
c om o estadista es definitivam ente in­ m e n te fa v o r a b le p o r la tra ic ió n a
ferior a la de sus predecesores. Su Egipto del etolio Teodoto, m ercenario
perso n a lid a d a p u n ta b a más hacia el e n c a r g a d o del g o b ie r n o lá g id a en
intelectual, aspecto éste cultivado por Celesiria.
su p receptor Eratóstenes. que h acia el Estas acciones so rp rendieron des­
h om b re de Estado. Así. las p re o c u p a ­ prevenidos a los dirigentes egipcios.
ciones inherentes al gobierno las dejó Sosibios temiendo u n a invasión seleú­
en m a n o s de dos de sus consejeros. cida de Egipto recurrió a la ruptura

Ulises huyendo agarrado a un carnero.


Estilo a le jandrino Roma, Palazzo Doria.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 29

de los diques, a n e g a n d o así toda la b) Rafia y sus consecuencias:


región de Pelusion en el Delta, pru e­ las sublevaciones de los
ba evidente de la carencia de tropas indígenas
para defen der el país, pues, com o h e ­
mos c o m e n ta d o anteriorm ente, la Ce- Al a c a b a r el período de tregua A n tío­
lesiria era el dispositivo que en la es­ co se decidió a z an jar la cuestión de
trategia egipcia debía p a ra r cualq uier la Celesiria. Su avance, a p oy ado por
intento de invasión y era allí d o n d e la Ilota, no p u d o ser d etenido p or N i­
esta b a n co n c e n tra d as las tropas e n ­ colao, otro etolio, e n cargado de la de­
cargadas de la defensa del país. Al fa­ fensa de la región. El encuen tro defi­
llar el sistema. Egipto q u e d a b a a m er­ nitivo tuvo lugar el 217 en Rafia, al
ced de c u a lq u ie r ejército poderoso. S ur de P alestina en las pu ertas de
Por estas razones y llegada la o c a ­ Egipto, do n d e un a m a n io b ra m al cal­
sión. Sosibios y Agatocles e n ta b la ro n c ulad a po r el rey seleúcida ocasionó
negociaciones con Antíoco III. en las la derrota de su ejército. Egipto se sal­
que se m ezclaro n otros estados con vó así in extremis a la p a r que c o n ti­
intereses sim ilares a los lágidas y te­ n u a b a en posesión de la Celesiria.
m erosos de u n fo rta le cim ie n to del A ntíoco se retiró rá p id a m en te a An-
poderío seleúcida. tales c om o Rodas, tioquia.
Bizancio. Cícico. etc. Pero fue la posi­ Pero las negociaciones entre a m b a s
bilidad de que Aqueo, incitado por potencias, subsiguientes al armisticio
Egipto p udiera atacar desde Asia M e ­ pac ta d o tras Rafia, iban d e m a sia d o
no r lo que según Polibio (V 63. 1-7) ientas para los egipcios p or las exi­
movió a Antíoco a aceptar un a rm is­ gencias de Antíoco. razón que les im ­
ticio de cuatro meses. pulsó a proseguir la c a m p a ñ a m ilitar
Este intervalo posibilitó a Sosibios en territorios seleúcidas. ante la cual
la reorganización de la defensa pero aquél se resignó firm ánd ose la paz
para ello debió recurrir a u n a m edida entre am b o s m onarcas. La d ebilidad
nueva en la historia de Egipto: el re­ en este caso de Ptolom eo IV salvó al
c lu tam ien to de indígenas. Sus co nse­ Im perio Seleúcida, pues, incluso no
cuencias se verían m ás tarde. Suele sa c an d o partido a su ventajosa posi­
explicarse tal decisión por la situ a­ ción. accedió a la cesión a Ántíoco de
ción financiera del estado lágida, de Seleucia de Pieria. Lo d e m á s q ued ó
suerte que le era im posible afron tar com o antes.
los gastos inherentes a la leva de un El significado de Rafia para la his­
ejército c om pu esto sólo p o r m erc e n a ­ toria interior de Egipto es enorm e. El
rios. E n efecto, ya d u ra n te el reinado papel protagonista de los indígenas
de Ptolom eo III, se aprecian las pri­ egipcios en el éxito final conllevó una
m eras a lte ra c io n e s m o n e ta r ia s que afirm ación o u na to m a de conciencia
nos h a b la n de dificultades p ara c o n ­ de su im portancia, pues, a p artir de
seguir plata d estin ada a las a c u ñ a c io ­ entonces, c o m e n z ó la serie de suble­
nes. al m enos a la m ism a escala de vaciones protagonizadas por aquéllos.
antes. De todas formas, com o éste era Las causas del m alestar existente
el sistema de pago requerido por los entre la població n c a m p e sin a a u tó c ­
profesionales de la milicia, la escasez tona tienen su origen en la presión
de m o n e d a repercutía negativam ente fiscal ejercida sobre ellas por el esta­
en ello. Pese a lo dicho, Sosibios logró do lágida en razón a su com plejo sis­
p o n e r en pie de guerra u n ejército lo te m a e c o n ó m i c o , e n d u r e c i d a c o n
suficientem ente fuerte — u no s 75.000 Ptolom eo IV. teñida de cierto senti­
h o m b re s — com o para o ponerse al de m iento n ac io n a lista de a u to a firm a -
Antíoco III. u n tercio del cual estaba ción de lo egipcio por oposición a los
com p uesto p or indígenas. griegos d om in a n te s, aspecto éste que
30 Akal Historia de l M undo Antiguo

Consecuencias de la batalla de Rafia tes. a c o m p a ñ a d o s de m edidas de a m ­


Inmediatamente después, Ptolomeo IV se nistía para los rebeldes. N o se trata,
vio envuelto en otra guerra contra los nati­ pues, de un ca m b io de política, sino
vos de su país. Pues este rey, al armar a de aplicar soluciones parciales, e n c a ­
los egipcios para la guerra contra Antíoco m in a d as a lograr la distensión en las
(III) tomó una decisión que, aunque era
situaciones ya descritas.
aceptable de momento, comportaba un
cálculo erróneo para el futuro. Los egipcios
tomaron ánimos con el éxito de Rafia y no c) Retroceso egipcio en el
podían soportar en adelante recibir órde­ exterior. Fin del reinado de
nes. Empezaron a buscar algún personaje Ptolomeo IV
que pudiera guiarlos ya que creían que
eran capaces de luchar por sí mismos. Y Las com plicaciones surgidas en el in ­
eso fue lo que consiguieron realizar no terior del país tuvieron u na in fluen­
mucho tiempo después. cia d ete rm in a n te en el exterior. La in­
(Polibio Historia V, 107, 1-1)
cipiente decadencia del estado lágida.
cuyos ingresos se vieron dism in u id o s
no está justificado exagerar pero que tam b ién po r la crisis de p roducción
estaba a lim e n ta d o por un fantism o subsiguiente a los propios conflictos,
religioso, alentado, sin dud a, p o r el im posibilitó a Egipto para c o n tin u a r
sacerdocio egipcio. Tales sen tim ien ­ m a n te n ie n d o su política de prestigio
tos c o m e n z a r o n p r o b a b l e m e n t e a en el á m b ito m editerráneo. Los es­
d e sp e rta r d u r a n te los últim os añ os fuerzos materiales se dirigieron, así. a
del rein a d o anterior. Su atisbo por salvar lo que era c o n s id e ra d o vital
parte del rey justifica la labor de acer­ para la supervivencia del estado, es
c a m ie n to y c a pta ción de esta casta decir, las posesiones sirias, p e r m a n e ­
sacerdotal por éste, hecho al que ya ciendo al m argen de otros conflictos
se ha h echo alusión, así c om o la eq u i­ más alejados o interviniendo tan sólo
p aració n o aco m o d a c ió n de la titula­ po r la vía diplom ática, a p r o v e c h an d o
tura real lágida a la faraónica. A m bos lo que subsistía del prestigio egipcio.
aspectos se prosiguieron, potenciados, Así se justifica la inactividad de Pto­
con Ptolom eo IV el cual llevó va los lomeo III d u ra n te las dos últim as d é­
títulos, sím bolos y ado rnos tradicio­ c adas de su rein ad o y la trayectoria
nales de los faraones. La egiptianiza- del sucesor, Ptolom eo IV. en el á m b i­
ción de la m o n a rq u ía lágida hab ía to de la política exterior.
com enzad o. Filopato r m urió joven. Su fin a c a e ­
La plasmación material de este des­ ció verosím ilm ente en el 204. p o r más
co nten to p o p u la r se hizo a través del que la fecha d a d a p or Polibio de este
surgim iento de u n a guerrilla, activa acontecim iento sea un a ñ o posterior,
en la chora, cuya actuació n se o po nía el 203. Tenía unos 35 años. Sus m in is­
a la acción de los agentes reales lági­ tros hicieron ase sin a r a co n tin u a c ió n
das pero sobre todo en la in d e p e n ­ a su m ad re Arsínoe p ara evitar que
d e n c ia log rad a p o r el Alto Egipto, accediera a la regencia del nuevo rey.
m an te n id a d u ra n te dos décadas, d o n ­ d a d a la corta edad de éste (tenía 6
de se configuró un estado g ob ernad o años). Pero ta m b ié n Sosibios m urió
p o r faraones de origen nubio. p rim e ­ en aquellos días. Su colega Agatocles
ro H a rm a k h is. después A n kh m ak his. desaparecería algo después, a fines de
Para ap la c a r el m alestar de los in­ 203. a co nsecuencia del conflicto sos­
dígenas. los gobernantes se vieron for­ tenido con u n c o m a n d a n te militar,
zados a h acer concesiones de carácter T lepólemo. que supo e xplotar el odio
territorial y fiscal, dirigidos, en p rin ­ hacia Agatocles sentido p o r la p o b la ­
cipio, a los santuarios indígenas para ción y am plios sectores sociales re­
atraerse la voluntad de sus sacerdo­ levantes.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 31

Preparativos de los ministros de Ptolomeo hijo de Traseas y Andrómaco


Ptolomeo IV para la Cuarta Guerra Siria Aspendio adiestraban la falange y los grie­
Agatocles y Sosibio, primeros ministros gos mercenarios; pero el mando de aqué­
del reino en aquel momento tomaron una lla, compuesta de veinticinco mil hombres,
decisión. Decidieron que mientras se ha­ se hallaba a cargo de los dos últimos y el
cían los preparativos para la guerra, se en­ mando de éstos, en número de ocho mil,
viasen embajadores a Antíoeo que contu­ residía el primero. Los setecientos caba­
viesen su ardor y en la apariencia le llos de que se compone la guardia del rey,
confirmasen en el concepto que tenía he­ la caballería de África y la que sacó de
cho de Ptolomeo, a saber: que jamás este Egipto -s u total hace tres mil ca b a llo s-
príncipe se atrevería a medir con él sus ar­ estaba a las órdenes de Polícrates. La ca­
mas; que antes echaría mano de las confe­ ballería griega y toda la mercenaria en nú­
rencias y le rogaría por sus amigos a que mero de dos mil, después de bien discipli­
se retirase de la Celesiria. Tomada esta de­ nada por Equecrates, a cuyas órdenes se
cisión, y encargados de ella Agatocles y hallaba, sirvió de muchísimo en la batalla.
Sosibio, se cuidó de despachar una em­ Ninguno tuvo más esmero que Cnopias
bajada a Antíoeo y se enviaron otras a los Alorita en instruir las tropas de su mando,
rodios, bizantinos, cicicenos y etolios, con­ compuestas de tres mil cretenses, entre los
vidándoles con la paz. Mientras que iban y cuales había tres mil neocretas, al mando
venían estas embajadas, uno y otro rey de Filón de Cnosso. Se armaron tres mil
tuvo oportunidad y tiempo de prevenirse africanos a la manera de Macedonia y es­
para la guerra. Era Menfis el congreso taba a cargo de Ammonio Barceo. La fa­
donde se fraguaban estas negociaciones; lange egipcia, compuesta de veinte mil, se
era allí donde se recibía y se daba hones­ hallaba a las órdenes de Sosibio. De tra­
tas respuestas a las demandas de Antíoeo. ctos y gálatas, tanto de los que había en el
Pero al mismo tiempo era Alejandría a país, como de los que recientemente ha­
donde se convocaba y congregaba la tro­ bían sido enrolados, aquéllos en número
pa mercenaria que el rey tenía a sueldo en dé cuatro mil y éstos de dos mil, se formó
las ciudades fuera de Egipto; de donde sa­ un cuerpo, cuyo mando se dio a Dionisio
lían emisarios a reclutar tropas extranjeras; el tracio. Tal era el ejército que Ptolomeo
donde se almacenaban raciones para las había prevenido y tan diversas las nacio­
que ya había y para las que habían de ve­ nes que lo componían.
nir ; en fin, donde se acopiaban toda clase
de preparativos, de suerte que se cruza­ (Polibio, Historia V, 63 y 65)
ban de continuo los correos de Menfis a
Alejandría, para que no faltase cosa a los
designios proyectados. Para la fábrica de
armas y para la elección y distribución de
los hombres comisionaron a Equecrates
de Tesalia, a Fosidas de Melita, a Euríloco
de Magnesia, a Sócrates de Beocia y a
Cnopias de Alora. Fue la mayor dicha para
Egipto encontrar hombres que, habiendo
militado bajo Demetrio y Antigono, tuvie­
sen un mediano conocimiento de lo que
era la guerra y de lo que se requería para
poner un ejército en campaña. Efectiva­
mente, éstos, tomando a su cargo las tro­
pas, les enseñaban, en lo posible, el arte
militar. (...)
A cada uno de estos personajes que
acabo de nombrar se dio el cargo más
adecuado a su talento. Euríloco el magne­
sio mandaba un cuerpo de casi tres mil
hombres, llamado entre los reyes la Guar­
dia Real; Sócrates el beocio tenía bajo sus
órdenes dos mil rodeleros; Foxidas Aqueo,
32 A kal Historia del M undo Antiguo

IV. Ptolomeo V Epifanes y Ptolomeo VI

1. Ptolomeo V Epifanes 203-202). El objetivo: rep artirse los


d om inios de P tolom eo V. N o c o n o c e ­
Al c o n ta r tan sólo seis años c u a n d o mos con exactitud los té rm in o s en
m urió su padre, la regencia recayó en que fue suscrito, pero Polibio los criti­
la persona del consejero paterno A ga­ ca ác id a m e n te com o inm o rales y m e ­
tocles, si bien por poco tiempo. recedores de castigo (III 2.8: XV 20).
Por otra parte. A p ia n o {Mac. 4.1 ) c o n ­
tradice en parte la versión de éste so­
a) Dificultades exteriores: bre los extremos del reparto. Serían
pacto entre Filipo V y Antíoco 111 éstos que Filipo se apoderara de Egipto.
C aria y Sanios: A ntíoco III de Celesi-
Si en el interior m ism o de la cúpula ria y Fenicia. A piano, sin em bargo,
del p od er en Egipto fueron estos años dice que Filipo ha b ía p ro m e tid o a
agitados, lo m ism o sucedió, y no en Antíoco su ayuda para ap od e ra rse de
m e n o r escala, fuera del propio país. Egipto y Chipre, m ientras éste le a p o ­
El beneficiario del de bilitam iento de yaría a cam bio, p ara a d q u irir Cirene,
la m o n a rq u ía lágida fue Antíoco III. las C icladas y Jonia. Q ué existió real­
En efecto, tenem os noticias de la exis­ m ente de todo esto es difícil decirlo
tencia de pe rturbaciones en la C aria (hav quienes lo niegan en absoluto:
m inorasiática som etida a la d o m in a ­ así D. Magie e n J R S XXIX, 1939. p. 32
ción egipcia: c iudades c o m o A m izón ss.: L. De Regibus Aegyptus XXXII
se pusieron, v o lu ntariam en te al p a re ­ 1952, pp. 97-100). pero, com o hace Will
cer. b a jo tutela se le ú c id a (RC 38). (op. cit. II. p. 99), conviene su b ra y a r
Pero de m ayor alcance fue el pacto dos puntos: que Polibio estaba c o n ­
entre Filipo V y Antíoco III sobre el vencido de la am p litu d del proyecto
destino del Im perio Lágida. en los térm inos expuestos: y que los
Ya Sosibios. previendo lo peligroso acon tecim ientos d esarrollados en las
de la form ación de tal a lia n z a h a b ía costas suroccidentales de Anatolia pro­
in te n ta d o p o n e r de su p arte al rey b a rá n las existencias de un acuerd o
m a c e d o n io a través del envío de una de c o la b o ra c ió n c o n tra el d o m in io
e m b aja d a , co nfiada a su p ropio hijo ptolem aico, p r e c isá n d o se las z o n a s
Ptolomeo. Las consignas d a d a s a éste de influencia respectivas para Filipo
nos son desconocidas pero no a lc a n ­ y Antíoco. d e ja n d o éste al rey m ace­
zaro n en c u alqu ie r caso los resulta­ do n io la región de C aria sobre la que
dos apetecidos, pues el pacto entre el seleúcida hab ía extend id o su sobe­
a m b os reyes llegó a to m a r cuerpo (en ranía hacía poco tiempo.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 33

b) 5a Guerra Siria La rec o m p osició n e x p e rim e n ta d a


po r la situación interna del país no se
El e n te n d im ie n to con Filipo V dejó am plió al exterior. De los anteriores
libres las m a n o s a Antíoeo III para do m in io s lágidas no q u e d a b a al n u e ­
ac tu a r de nuevo en Celesiria. esta vez vo rey, excepto Chipre, casi nada: al­
con éxito. Pese a la resistencia ofreci­ gu no s enclaves en C reta oriental y
da p o r el etolio Escopas, el m on a rc a u na guarn ición en Tera. Por lo d e ­
seleúcida le asestó u na derrota defini­ más, la regulación territorial estable­
tiva en Pan io n el a ñ o 200. Refugiado cida m ediante el tratado de A p am e a
en Sidón h u b o tam b ién de capitu lar en 188 no tuvo en cu en ta los intere­
a c u d ie n d o después a o rg a n iz a r la d e ­ ses lágidas.
fensa del Delta. Asi. la Celesiria pasó D u ra n te los a ñ os que m e d ia n entre
a fo rm a r parte n u evam ente del Im p e ­ esta fecha im po rtante y la muerte de
rio Seleúcida con la m ism a a d m in is ­ Ptolom eo V se registró en el país una
tración que h a b ía sido do ta d a po r los mejora de la situación interna al ter-
Lágidas. pero con u n n o m b re algo
modificado: Celesiria y Fenicia.
Q ue Egipto p erm aneciera a salvo,
intocado p or los ejércitos seleúcidas,
parece que se debió a la petición h e­
c ha en este sentido a Antíoeo III. for­
m u la d a p o r u n a e m b a ja d a enviada a
él por el Senado R om ano, cuyo objeti­
vo últim o no era sino im pedir c u a l­
quier apoyo del seleúcida a Filipo V
en la guerra q ue se estaba p r e p a r a n ­
do contra éste. N o obstante esta m i­
sión diplom ática, sería el estallido de
la 2a guerra de M a ce d o n ia lo que de­
cidiría a A ntíoeo III a dirigirse hacia
el norte, a p a rtá n d o se de Egipto.
U lteriorm ente los acontecim ientos
a c on se ja rían a Antíoeo la no inter­
vención en Egipto, es más. le decidie­
ron a hacer todo lo contrario: firm ar Retrato sobre moneda de plata de
u n a p az con P tolom eo V. fortalecién­ Ptolomeo VI. Cabinet de Médailles. París.
dola incluso p or la vía de los lazos fa-
milaires. pues se acordó el m a trim o ­ minarse, por fin, la secesión del Alto
nio entre Cleopatra, hija del m o n a rc a Egipto en 186. (cfr. Sethe. Hierogliphis-
seleúcida, y ei rey egipcio. Por otro che Urkunden II p. 241 ss., el 2.° d e ­
lado, la m ism a situación interior del creto de Philae). Las concesiones fis­
país del Nilo h a b ía e v olucionado p o ­ cales que fueron necesarias p a ra ello
sitivamente pues se h a b ía n c a lm a d o dism inuy ero n ciertam ente los ingre­
los focos de rebelión protag on izado s sos estatales. A la par. sabem os, gra­
p o r los indígenas en el Bajo Egipto cias a Polibio (XXII 3. 5-9) de las tra-
c om o ta m b ié n las luchas intestinas tativas efectuadas con la Liga Aquea
en el seno m ism o de la corte real. No entre 187 y 185. preludio de proyectos
obstante, la Tebaida c o n tin u a b a in d e­ más amplios, taies c om o la rec u p e ra ­
p e n d ie n te g o b e r n a d a po r el faraón ción de Celesiria, pero que fracasa­
indígena A n k h m a k h is al que se o p u ­ ron. Poco después, la muerte del rey,
so un P tolom eo V, c o ro n a d o en Men- a finales de 181, cortó todo intento de
fis a la manera de los antiguos faraones. recuperación lágida en el exterior.
34 A kat Historia del M undo Antiguo

2. Ptolomeo VI caso d esc o n o c id a s p a r a nosotros.


Eran Euleo y Leneo. personajes in e p ­
Su sucesor. Ptolom eo VI, era todavía tos qu e e s ta b a n lejos de d e s p e r ta r
un n iñ o de corta edad. Así. ejerció las sim patías unánim es. Estos, p o n ie n d o
tareas de gobierno su madre, C le o p a ­ nuevam ente en prim er p la n o los p ro ­
tra I, hija de Antíoco III y h e rm a n a yectos a c a ric iad o s p o r P tolom e o V
de los reyes seleúcidas. Ésta m ujer antes de morir, se la n z a r o n a u n a
enérgica m an tu vo bu e n as relaciones nueva guerra contra los Seleúcidas.
con su h e r m a n o Seleuco IV, viviendo Las interrogantes sobre las causas
Egipto hasta su m uerte un periodo reales de este contlicto son m uchas,
pacífico. El p a n o r a m a volvería a n u ­ pues n ad a se dice en las fuentes sobre
blarse tras la desap arición en 175 de la cuestión. Lo único cierto es q ue la
la reina m adre regente. iniciativa partió de .Alejandría en el
La regencia pasó entonces a m anos 170. S im u ltá n e a m e n te se d e c la ra b a
de dos eunu cos que sólo a través de m ayor de edad a Ptolom eo VI. aso ­
intrigas p u d ie ron a lc a n z a r la cúspide c iá n d o le al tro n o a sus h e r m a n o s ,
del p o d e r , c i r c u n s t a n c i a s en to d o Ptolom eo Physcon y C leop atra II.

La revuelta de Dionisio Petosarapis y mostración pública de armonía. Dionisio,


disturbios en el sur de Egipto frustado su intento, desapareció de la ca­
pital. Por medio de mensajes aquellos sol­
dados que estaban dispuestos a participar
a) Dionisio, llamado Petosarapis («el que en la revolución, buscó persuadirlos para
pertenece al dios Sarapis») uno de los que compartieran sus esperanzas. Luego
amigos de Ptolomeo, intentó conseguir el se presentó en Eleusis y recibió a todos los
poder, lo que representó un gran peligro que estaban bien dispuestos para la re­
para el reino. Era el hombre de más presti­ vuelta, hasta conseguir un grupo de cuatro
gio en la Corte, sobrepasaba a todos los mil soldados (...). El rey marchó contra
egipcios en el campo de batalla y despre­ ellos y resultó victorioso, matando a mu­
ciaba a ambos reyes (Ptolomeo VI y Ptolo­ chos y persiguiendo a otros. Forzó a Dionisio
meo VIII) a causa de su juventud y falta de a cruzar a nado, desnudo, el río y a retirar­
experiencia. Afirmó que había sido incita­ se entre los nativos a los que incitó a la
do por el hermano mayor a asesinar al me­ revolución. Como era un hombre enérgico,
nor, con lo que hizo correr el rumor entre fue recibido entusiásticamente por los egip­
las masas que el joven Ptolomeo era el ob­ cios y pronto tuvo muchos partidarios.
jetivo de una conspiración urdida por su (Diodoro Siculo XXXI 15a)
hermano. Cuando la muchedum bre se
arremolinó a toda prisa en el estadio, y los
ánimos se caldearon hasta tal extremo que b) Hubo otro disturbio en la Tebaida, puesto
el pueblo estaba dispuesto a asesinar al que las masas andaban muy dispuestas
hermano mayor y entregar al reino al más para la revuelta. El rey Ptolomeo avanzó
joven, llegaron noticias de los disturbios contra ellos con un gran ejército y con faci­
hasta el palacio. El rey envió a buscar a su lidad recobró el control sobre el conjunto
hermano y se defendió a sí mismo con lá­ de la región. Pero había allí una ciudad lla­
grimas en los ojos, suplicándole que no mada Panópolis. enclavada sobre una an­
confiara en absoluto en un hombre que tigua fortaleza que parecía una posición
andaba buscando apropiarse del reino y segura por la dificultad del acceso; por
que no tenía consideración alguna, sino ello, los más activos de los rebeldes se
desprecio, por su juventud. Y, si tenía aún congregaron allí. Ptolomeo, al ver la de­
dudas, añadió, o albergaba aprensión al­ sesperación de los egipcios y lo recio del
guna, le animaba a tomar para sí la diade­ lugar, decidió sitiarlo y, tras padecer mu­
ma y el reino. El joven apartó al punto toda chas penalidades, logró capturarlo con lo
sospecha de su hermano, se revistieron que castigó a los culpables y volvió a
los dos de las vestiduras reales y aparecie­ Alejandría.
ron ante la multitud efectuando una de­ (Diodoro Siculo XXXI 17b)
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 35

a) 6a Guerra Siria Egipto, tro pas seleúcidas o c u p a r o n


C h ip re y el propio Antíoco en trab a
La mejor p rep a ració n militar de su nuevam ente en el país del Nilo. Llegó
adversario Antíoco IV tuvo su efecto en 168 hasta M entis para dirigirse a
en la ráp id a derrota inflingida al ejér­ c o n tin u a c ió n a A lejandría do nd e, en
cito ptolemaico. Tras ella se apod eró un lugar lla m a do Eleusis se en co ntró
de Pelusion, para a acontinuación pro­ con el rom ano. La entrevista, lejos de
seguir su a v a n ce h a c ia A lejan dría, desarrollarse en el am b iente cordial
pese a haberse iniciado ya con versa­ que su vieja am istad podía hacer su­
ciones de paz. Ptolom eo VI pretendió poner. conllevó una gravísima h um i-
h u ir a S a m o tr a c ia a c o n s e ja d o p o r ilación p a ra el rey seleúcida: ob liga­
Euleo. Fue obligado, sin em bargo, a do a re sp o n d e r de in m e d ia to a las
p e rm a n e cer en el país por C o m a n o s y peticiones de Rom a, e ncerrado en un
Cineas, los nuevos consejeros de la círculo trazad o en el suelo p or el p ro ­
corte p tolem aica que elim in aro n a los pio Laenas, no q u e d a b a a A ntíoco
anteriores y p usiero n todo su em p e ñ o otra salida que ceder a éstas. C o n sis­
en negociar con el invasor. Por fin. se tían en su c o m p ro m iso de d e p o n e r
logró u n a entrevista entre Ptolom eo las arm as y la evacuación de Egipto y
VI y el m o n a rc a selúcida d u ran te la C h ip re (Pol. XXIX 27: Liv. XLV 12:
cual se pactó u n a tutela de éste sobre App. Syr. 66: Just. XXXIV 3, 1-4).
Egipto, efectuada de m a n e ra más o
m e n o s en cu b ie rta . Pero la revuelta b) La división del Imperio
que e n to n c e s estalló en A le ja n d ría
n o m b ró com o ú nico rey a Ptolom eo Los cinco a ñ o s ulteriores, del 168 h a s ­
VIII. el h e rm a n o p e q u e ñ o corregente ta 163. están m arcad os por las dificul­
de P tolom eo VI. A ntíoco IV respo n­ tades internas entre los h e rm a n o s rei­
dió a se d ia n d o la capital egipcia so nantes. los Ptolom eos VI y VIII, d e s a ­
pretexto de ap o y a r al ún ico rey legal. rrolladas en un m arco conflictivo en
Ptolom eo VI. Pero ante la im posibili­ todos los aspectos, cuyas característi­
d a d de en tra r en la ciu d a d y no pu- cas son las m ism as que. en definitiva,
diendo diferir su intervención en otros prov ocarán el h u n d im ie n to y poste­
im p o r ta n te s a s u n to s — la c u e stió n rior d e s a p a r ic ió n de la m o n a r q u í a
ju día— Antíoco IV se retiró a fines creada p or Ptolom eo Lago: la revuel­
del 169. ta de los indígenas egipcios contra los
Su m a rc h a tuvo un efecto contrario griegos d o m inad ores, las intrigas co r­
al esperado: los tres h e rm a n o s se re­ tesanas. favorecidas po r la creciente
conciliaron. Por otro lado. R o m a h.ts- im po rtan cia a d q u irid a p or e un uco s y
ta e n to n c e s se h a b ía m a n t e n i d o a libertos y las disensiones en el seno
igual distancia de u na y otra parte sin de la familia real con c o n tin u a s dis­
qu erer intervenir, pese a las peticio­ putas por el trono entre h e m a n o s y
nes dirigidas al S e n a d o por am b o s h e r m a n a s , de suerte q ue las pocas
c ontendientes p a ra c a p ta r su apoyo. fuerzas restantes de la dinastía se ago­
F in alm en te, los egipcios lograron el tan en estas querellas inútiles. Este
envío de u n a m isión diplom ática, e n ­ últim o proceso no es muy distinto de
c a b e z ad a precisam ente por un amigo aquel en m edio del cual se extinguiría
de A ntíoco IV. C. Popilio Laenas. Sus la otra gran m o n a rq u ía helenística, la
órdenes deb ía n ser am b ig u as de for­ seleúcida. A su vez, el po der de R om a
ma que su a ctuación pudiera a d a p ­ y el papel político a d q u ir id o en el
tarse a las circunstancias, d e p e n d ie n ­ M editerráneo oriental, tuvo u n a in ­
do del desarrollo de éstas. fluencia nefasta, al mostrarse siem pre
N o obstante, y m ientras esta dele­ presta a im p edir todo atisbo de re n a ­
gación hacía efectiva su presencia en cimiento de los reinos allí establecidos.
36 A k al Historia d e l M undo Antiguo

Esta enemistad entre el dúo real En cuanto a Ptolomeo VIII las in­
tuvo un desenlace con trario a Filo­ trigas p ro p u g n a d a s por él no cesaron
metor. U n a sublevación en A le ja n ­ con la ad ju dicació n de Cirenaica, in ­
dría d o n d e P tolom eo VIII tenía sus suficiente p a ra sus pretensiones. En
p rin c ip a le s segu id ores c o n s tr iñ ó al base a ello intentó hacerse transferir
prim ero a la huida. F in a lm e n te ante por R om a Chipre. Pero las requisito­
la im posibilidad de c o n tin u a r r e in a n ­ rias ro m a n a s hechas a Filom etor en
do de m a n e ra c o n ju n ta decidieron re­ este sentido fueron rech a z ad a s p o r el
partirse el Imperio: Filom etor se q u e ­ lágida, firme en su decisión d u ra n te
daría con Egipto y C h ip re mientras años. El intento de Fiscón de a p o d e ­
Fiscón reinaría en Cirenaica. El re­ rarse de la isla p or la fuerza term inó
torno del prim ero se hizo a c o m p a ñ a ­ en su captura p o r Filometor. Éste, no
do de u n a am n istía que ay u d a ra al obstante, lo dejó libre..restituyéndolo
restablecimiento de la ley y el orden. en la C irenaica y p ro m etiéndole a d e ­
Filometor, en efecto, consagró los más a su hija Cleopatra, si bien el
añ os posteriores de su reinado a esta m a trim o nio no llegaría a efectuarse.
tarea de reconstrucción interna, si bien El conflicto fraterno p or fin se regula­
nuestra in fo rm a c ió n de los hechos, rizó de este m o do en 154.
concretos realizados en Egipto hasta Cron ológicam en te posterior, es la
su d esaparició n en 145 es escasa. intervención de Filometor en los a su n ­
tos Seleúcidas, un paso más para lo­
grar su objetivo sirio. La ocasión se la
c) Los últimos años del reinado brin dó la aparición en el escenario
de Filometor político seleúcida de A lejandro Balas,
que u su r p ó el tro n o leg ítim am e n te
Sabem os, sin em bargo, de la atención o c u p a d o por D em etrio I. Las d e m a n ­
d isp e n sa d a p or Filo m etor a la cues­ das de apoyo de aquél a Filom etor
tión ju día. Sin e n tra r a h o ra a con si­ e n c o n t r a r o n el eco d e s e a d o , e stre ­
derarla (cfr. tem a de los Seleúcidas) c h á n d o s e tales relaciones con el m a ­
basta decir que la familia sacerdotal trim onio entre C leop atra T hea y Ba­
e n c a b e z a d a p or O nías IV. d e sp la z a ­ las. Todo esto, u n id o a la manifiesta
da del po der p o r el n o m b ra m ie n to de in c ap a c id ad política del usu rp a d o r,
Alkimos, buscó refugio en Egipto, d a ­ c o n v e rtía a F ilo m e to r en el rector
das las sim patías con que los Lági­ oculto del Im perio Seleúcida. La in ­
das, a n tig u o s d u e ñ o s de la región, tervención directa de éste en Celesiria
c o n ta b a n entre los sectores opuestos se produjo so pretexto de ap o y a r a su
a los Seleúcidas. Filom etor los acogió yerno contra las aspiraciones de D e­
favo rablem en te, c o n c ed ién d o les in ­ metrio II que se a prestaba a d efender
cluso tierras en el bra z o oriental del con las a rm a s sus derechos d in á sti­
N ilo (Josefo, A J XII, 9,7; XIII 3, 1-3) cos. El cariz de los acontecim ientos,
a u to riz a n d o a O n ía s a construir un favorables al pretendiente, d eterm inó
tem plo en Leontópolis, réplica del de el paso de la alia n za egipcia, inc luida
Jerusalén. Al p ropio tiempo, m ie m ­ C leopatra, a D emetrio II.
bros de la c o m u n id a d ju d ía d ese m p e­ En la batalla de O in o p a ra s entre
ñ a b a n p u e sto s de r e s p o n s a b ilid a d las tropas de Balas y las de Filometor.
tanto en la ad m in istra c ió n com o en acaecida en 145, fue d errotado aquél
el ejército egipcios. T odo ello sólo y asesinado poco después. Pero ta m ­
puede explicarse p or el deseo de Pto­ bién Ptolomeo. herido, m oriría a c o n ­
lom eo VI de captarse el apoyo de este tin u a c ió n . La d e s a p a ric ió n de este
pu eblo con vistas a la recuperación gran m o n a rc a fue nefasta p ara los in­
de Celesiria, proyecto siem p re pre­ tereses egipcios pues la Celesiria per­
sente en la política lágida. m aneció en poder de los Seleúcidas.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 37

V. Los sucesores de Filometor y el fin de


los Lágidas

I. Los sucesores de nosotros, pero, en todo caso, parece


que la p oblació n indígena, dirigida
Filometor po r el sacerdocio egipcio, explotó es­
Las c o n tin u a s disputas por el trono tas disputas dinásticas que en p rin c i­
entre los m iem bros de la familia real pio no les a f e c ta b a n p a r a in te n ta r
c a r a c te riz a n esta e ta p a final de la m ejorar sus cond icion es de vida, h a ­
m o n a rq u ía lágida. Las repercusiones bida cuenta del proceso de concien-
de estas luchas intestinas en el inte­ ciación en curso desde d écad as atrás.
rior del país fueron graves, con u n de­ En todo caso hacia 140 parece h a b e r ­
terioro progresivo de la situación a to­ se prod ucido la reconciliación entre
dos los niveles. los tres, favorecida p or la e m b a ja d a
de Escipión E m ilia n o a Egipto.
a) El conflicto entre Cleopatra 11, La d u ra c ió n de esta situación sería
breve, pues en 140-139 P to lo m eo y
Ptolomeo Vlll y Cleopatra 111
C leop atra III debieron h u ir a Chipre.
La sucesión de F ilom etor recaía en su C leopatra II se p ro c la m ó ún ica reina,
hijo Ptolom eo VII N eos P h ilop á to r hecho contrario a toda la tradición
bajo regencia de su m adre C leopatra egipcia, y que exacerbó todavía más
II. Pero reclam ado Fiscón de Cirenai- la oposición con su h e rm a n o y m a ri­
ca p o r la p o b la c ió n de A lejandría, do Ptolom eo Fiscón. Tras la reina es­
éste, tras apo derarse de Chipre, llegó taba el apoyo de griegos y jud ío s de
a Egipto. Ante este estado de cosas. Alejandría, de suerte que Fiscón b u s­
C leo p a tra aceptó a su h e r m a n o en có el de los indígenas para su retorno
m a trim o n io m ientras su hijo Ptolo­ a Egipto, que se p ro d u jo en 131/-0.
meo VII era asesinado. Pero unidos E ra u n a g u e rra civil s e m b r a d a de
tan solo po r el interés, sus relaciones toda suerte de hechos violentos en el
no fueron fáciles. Ya u n a de las p ri­ in te rio r del país. Pero ta m b ié n las
meras m edidas del nuevo rey fue la fuerzas exógenas estaban lla m a d a s a
expulsió n de A lejandría de intelec­ tener su papel. C leopatra II llamó, en
tuales y artistas, p recisam ente a q u e ­ efecto, a D em etrio II, su yerno, en su
llos que h a b ía n ap oy ad o a C leopatra auxilio, ofreciéndole c o m p a rtir el tro­
II. El m a trim o n io de Fiscón con su no egipcio, no obstante lo cual, los in ­
so brin a C leo patra JII a la que e n c u m ­ tentos del seleúcida de p e n e tra r en el
bró p o r e n c im a de su m adre determ i­ país fracasaron, impidiéndoselo Ever-
nó la ruptura de las hostilidades entre getes II en cuyo p o d e r estaban los ac­
a m b o s en 142. El conílicto se desarro­ cesos al Delta. Así pues, C leo patra II,
lló p or cauces difícil.es de c a p ta r para e ncerrad a en A lejandría y sin p osibi­
38 A kal Historia del M undo Antiguo

lidades de otras ayudas, huyó a Asia pa rtic ipa do en la guerra civil. E n él se


en 129/-8. La ciudad que resistió to­ invitaba a los ca m p e sino s que h u b ie ­
davía u n a ñ o a Ptolom eo fue c a p tu r a ­ ran hu id o a retom ar sus ocupaciones,
da en 127/-6. a p lic á n d o se le severas así com o se establecían otra serie de
medidas, fatales para la superviven­ m edidas, variables según los distintos
cia del H elenism o, tales com o la diso­ grupos sociales. Sobre todo a la masa
lución de toda clase de asociaciones de indígenas se le c o n d o n a ro n todas
religiosas, deportivas, etc., cuyos bie­ las d e u d a s invitán do lo s a volver al
nes fueron confiscados. trabajo. Sin em bargo, este c ú m u lo de
Tras ello, en 128, el lágida se deci­ disposiciones para restablecer la paz
dió a intervenir directam ente en los y el orden llegaban d e m a sia d o tarde,
a s u n to s seleúcidas. El m éto d o e m ­ pues la situación se h a b ia deteriorado
pleado fue prestar su apoyo a un hijo irremisiblemente.
adoptivo de Antíoeo VIL A lejand ro II
Z abinas, un u s u rp a d o r surgido frente b) Egipto tras Ptolomeo VIII:
a D em etrio II gracias a su a c la m a ­
división del reino
ción por A ntioquía. Ptolomeo VIII le
retiraría poco después, ya en 124, su La muerte de Evergetes II se pro dujo
am istad p ara acercarse n uevam en te a en 116. d e ja n d o u n a sucesión dudosa,
la viuda de D em etrio II. C le op a tra al arbitrio de su esposa C leo patra III.
T hea, cuyo hijo Antíoeo VIII G rypos Tenía dos hijos Ptolom eo IX, F ilo m e ­
casó con su hija C leopatra Tryphaina. tor Soter II Lathyros y Ptolom eo X
Pero tam bién en 124 se había p ro­ Alejandro. La pugna entre ellos carac­
d ucid o la reconciliación entre los ti­ teriza los a ño s siguientes. A ello ha de
tulares reales lágidas, pues C leopatra a ñadirse la existencia de un bastardo.
II figura a partir de esa fecha nueva­ Ptolom eo Apion.
m ente co m o reina en los docum entos. D a d a s las p re fe re n cias m a te r n a s
Tanto ella com o Ptolom eo VIII se h a ­ p o r el hijo p equeño, quiso n o m b ra rlo
brían d a d o cuenta de la imposibilidad sucesor, pero se le op uso A lejandría
de e lim in a r al contrario. que prefería al mayor, n o m b r a d o go­
Para la pacificación del país, divi­ b e r n a d o r de C h ip re ya antes de la
dido de acuerdo con las dos facciones m u e r te d e su p a d r e . P o r su p a r te
en el seno de la familia real, fueron Apion. bien fuera por disposición p a ­
necesarias m edidas políticas con c o n ­ terna o po r sus p ropios medios, se
cesiones a a m b a s partes. Ello q uedó alzó con el g o b ie rn o de C irenaica.
reflejado en un decreto de am nistía Egipto q u e d a b a así dividido en tres
p ro m u lg a d o en 118. c on c e dida expre­ partes.
sa m e n te a to d o s los q ue h u b ie r a n C o n diferentes alternativas C leopa-

Testamento de Ptolomeo VIII desde el principio he mantenido amistad y


En el año quinto, en el mes de Leo (Mar­ alianza sinceras. A ellos confío también la
zo). Que la Fortuna me sea propicia. tarea de proteger mis intereses, rogándo­
Este es el testamento de Ptolomeo (VIII), les en nombre de los dioses y con su con­
el hijo del rey Ptolomeo (V) y de la reina sentimiento, que si algún enemigo ataca
Cleopatra (I), dioses de gran gloria, copia las ciudades o el país, me presten ayuda
del cual ha sido enviada a Roma. Los dio­ con todo su poder de acuerdo con la amis­
ses me conceden cumplida venganza de tad y alianza que hemos concluido y según
aquellos que han urdido contra mí su tra­ justicia. Pongo por testigo de estas dispo­
ma impía y han decidido privarme no sólo siciones a Júpiter Capitolino, a los dioses
de mi reino sino de mi vida. Si el Fato mor­ grandes, al Sol, al Apolo Archegetes a
tal se apodera de mí antes de dejar here­ quien dedico el texto de estas disposicio­
deros para el trono, lego el reino que me nes. Que la Fortuna me sea propicia.
pertenece a los romanos, con quienes (S.E.G. IX, 7)
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 39

tra logró dese m b a ra za rse de su hijo el saqueo de Tebas.


m ayor en 107. Forzado a h u ir a C h i­ El rey no sobreviría a p e n a s a estos
pre, y perseguido todavía p o r su m a ­ hechos. M u rió en 81-80.
dre. debió hacerlo a Siria p ara desde
allí re c onq uista r C h ip re d o n d e se ins­
taló co m o rey. En Alejandría. Ptolo­ 2. Fin de los Lágidas
meo X A lejandro reinaba con su m a ­
dre pero el a utoritarism o de ésta le Por sus c o n d icio n an tes geográficas,
obligó a sim ism o a h u ir en 103-102. Egipto se vio libre del peligro de c o n ­
Volvió en 101 y m a n d ó ejecutar a su quista por pueblos ajenos. T am poco
madre. De este m od o reinó com o ú n i­ surgieron otros poderes c a p aces de
co so b e ran o en Egipto h asta el 88 le­ discutir la hegem onía de te n ta d a p o r
ch a en que su h e r m a n o Ptolom eo IX la d in a s tía fu n d a d a p o r P to lo m e o
intentó pe n e tra r de nuevo en su país Lago. F uero n sus propios m iem bros
p or la fuerza. El encu e n tro entre a m ­ los que progresivam ente alejados de
bos fue negativo p ara A lejandro que la realidad egipcia c on su m ieron , e n ­
huyo y m u rió a contin uación. Q u e d a ­ cerrados en la c iu d a d griega de Ale­
ba. po r tanto, Ptolom eo IX com o rey j a n d r í a . las p o c a s f u e rz a s q u e les
de Egipto y Chipre. En c u an to a la iban q u e d a n d o en estos in in te rru m ­
C irenaica. su pérdida q u ed ó definiti­ pidos conflictos, cald o de cultivo para
vam en te con sa g ra d a tras la m uerte de todo tipo de sentim ientos y acciones
A pion en 96. al le g a re n su testam ento perversas. Asi. libre de toda a m e n a z a
a R om a la chora de aquella region, externa, la intromisión directa de Roma
a c o rd a n d o la libertad, sin em bargo, a llegó con retraso respecto a otras re­
las ciudades griegas. El Senado, en giones del O riente helenístico.
todo caso, tardaría en hacerse cargo El ún ic o m ie m bro de la dinastía
del legado, pues el prim e r g o b e rn a d o r presente en Alejandría a la m uerte de
y po r tanto la creación legal de la p ro ­ Ptolom eo IX era su hija C le o p a ta ra
vincia d ata del 74. Berenice, viuda de su tío P tolom eo
D u ra n te sus últim os och o años res­ A lejandro. Para reinar con ella fue
tantes de gobierno, pocas cosas pudo enviado de R om a el hijo de éste. Pto ­
hacer Ptolom eo IX. En el exterior, se lomeo XI A lejandro II. Pero tras tres
estaba d e sa rro lla n d o la c a m p a ñ a ro­ s e m a n a s de m a trim o n io la hizo asesi­
m a n a dirigida p or Sila contra Mitrí- nar. N o obstante, en la revuelta sub si­
dates. pero la posición egipcia era su­ guiente en protesta por este h ech o el
m a m e n te delicada en este aspecto. El rey m urió tam bién.
rey póntico se h a b ía a p od erad o, en Volvía a plantearse, así. el p ro b le ­
efecto, de toda la descendencia m a s­ m a sucesorio, agravado p or la exis­
c ulina de los Lágidas c u a n d o invadió tencia de un testam ento del rey d ifu n ­
C hipre, tanto de los dos hijos de P to ­ to en el cual legaba Egipto y C h ip re a
lom eo IX com o del de Ptolom eo X. El R om a, en c o m p e n sa c ió n , sin du da,
p a n o r a m a se com plicó en el 84 c u a n ­ por el apoyo a él prestado. El interés
do el hijo de éste logró h u ir y fue e n ­ de R om a en no pro vo car un a situa­
viado a R om a p or Sila. ción violenta —h a b ía de h echo im p e ­
Por otro lado, el p a n o r a m a interior d im en to s jurídicos en torno a la a u ­
atravesó m o m e n to s de g raved ad al tenticidad y validez del testam ento— a
estallar en el Alto Egipto una suble­ lo que ha de a ñ a d irse com o factor
vación de am p lia s d im ensio nes con más im po rtan te el conflicto de intere­
características similares a otras a n te ­ ses entre los diferentes grupos políti­
riores p rota g o n iz a d a s p or los indíge­ cos a c tu a n te s en R o m a — ju stific ó
nas. Sofocarla, en efecto, conllevó tres que se optaba por colocar en el trono
a ño s de luchas qu e c u lm in a ro n con a los legítimos sucesores, los hijos de
40 Akal Historia del M undo Antiguo

Ptolom eo IX, que, en p od er de Mitrí- cución. en el 59 elegido cónsul, César,


dates, h a b ía n logrado hacerse pre sen ­ y en a lian za política con Pompeyo y
tes en Egipto, a u n q u e desconocem os Craso, p ro p u g n a una solución c o n ­
cómo. En todo caso en el 80 fue n o m ­ traria que conllevó finalm ente el re­
b r a d o rey el m ay or, P to lo m e o XII co no cim iento de Auletes por el S e n a ­
Auletes, m ientras el pequeño. Ptolo­ do com o rey de Egipto. Poco después,
meo sin otro apelativo, lo era de C h i­ sin em bargo, en 58. Chipre, po r u n a
pre. Auletes tardaría veinte años en Lex Clodia de Cypro fue u n id a a la
hacerse reconocer por R om a, e m ­ provincia ro m a n a de Cilicia. Ptolo­
p le a n d o en ello bu e n a parte de los re­ meo se suicidó.
cursos disponibles. Este hecho provocó u n a reacción
En el 63 Cicerón tiene co m o u n o de violenta en A lejandría contra Auletes
sus principales puntos en el p ro gra­ que se vio co nstreñido a h u ir vía Ro­
m a de su c o n su la d o una ley agraria das a Rom a d o n d e se puso bajo p r o ­
d o n d e se c o n te m p la b a el Egipto lega­ tección de Pompeyo. F in a lm e n te fue
do po r P tolom eo XI. A p la z a d a su eje­ restablecido en el trono en el 55 con
la ayuda militar del g o b e rn a d o r de
Siria A. G a b in io , p ag a d o po r el m is­
mo Auletes. Su reinstauración fue se­
guida por u na política de terror c o n ­
tra sus adversarios.
A la p ar la presión fiscal sobre la
po bla c ió n indígena a lc a n z a con su
reinado p roporciones insospechadas.
N ecesitado de grandes recursos para
financiar los apoyos externos recibi­
dos y las tropas en c a rg a das de su p ro ­
tección personal y del cu m p lim ie n to
de la política fiscal, la explotación de
los indígenas era total. Ello motivaría
a su vez el a b a n d o n o de pueblos y
cam pos, b a n d o le rism o y un d e sc o n ­
tento, con brotes activos, generalizado.
A su muerte, acaecida en 51, el rei­
no q u e d a b a en m a n o s de sus hijos
Ptolom eo XIII y C leo patra VII. Pero
la p erso n alid ad de ésta, superior a su
h e rm a n o en todos los aspectos, hicie­
ron que desde los co m ienzos la c o n ­
vivencia entre los dos fuera difícil,
agravada a ú n más p or la situación
interior del país d o n d e u n a gran se­
quía había llegado a provocar el h a m ­
bre entre la población. C le op a tra po r
las insidias de los consejeros de su
h e rm a n o y m a rid o se vio o bligada a
a b a n d o n a r A lejandría, p a ra reclutar
tropas en la frontera oriental de Egip­
to. M ientras, Ptolom eo XIII estable­
Busto de Cleopatra VII
cía en Pelusion su sistema defensivo.
(Años 50-30 a.C.) Así las cosas, d ese m b a rc ó en A le­
Museo Vaticano ja n d ría , a b a n d o n a d a p o r a m b o s re­
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 41

Cabeza atribuible a Cleopatra VII


(Años 50-30 a.C.)
Museo Británico

yes, Pom peyo tras su derrota p o r C é ­ Ptolom eo XIV. Tras ello, efectuó con
sar. Pero fue a sesinado de inm ediato, César un reconocimiento del país has­
p a ra ser entregada su cabeza a C ésar ta N ubia. R egularizada la situación.
cuya llegada se p r o d u jo p oco días C ésar partió d e ja n d o e m b a r a z a d a a
más tarde. L lam ó a Ptolom eo XIII a C leop atra y varias legiones bajo m a n ­
A lejandría bajo ciertas condiciones, a do de su fiel Rufio.
saber, licénciam iento de su ejército, Tras el nacim iento de C esarión, el
liquidació n de las d eu das pendientes hijo de C ésar y Cleopatra, acaecido
de Auletes y reconciliación con su en 47, la reina se dirigió a R o m a so
he rm a n a . Pero, m ientras tanto, h abía pretexto de renovar el tratado de am is­
c o m e n z a d o la relación entre C ésa r y tad y alianza. I n d e p e n d ie n te m en te de
Cleopatra. La sublevación que estalló los proyectos políticos que tuvieran
en A lejan dría co n d u jo finalm ente a u n o y otro, cuyo con te n id o será siem ­
un en fre n tam ien to directo en el que pre hipotético pues n in g ú n reflejo d o ­
encontró la muerte el rey. Victoriosa, cum e n ta l existe de ellos, lo cierto es
C le op atra se casó con otro herm ano. que C ésa r no h acía m en ció n de Cesa-
42 Akal Historia del M undo Antiguo

rión en el testam ento que se leyó tras tra los partos: a Octaviano. Occidente.
su asesinato en el 44. C leopatra, así, El c o m a n d a n t e r o m a n o llegó a
regresó a Egipto, p o n ie n d o com o co­ O riente más tarde de lo p la n e a d o por
rregente a su hijo. Ptolom eo XV C é ­ las com plicaciones surgidas en O cci­
sar, cuya e dad hacía de Cleopatra, de dente. C o nv encid o ya de la necesidad
hecho, la única reina de Egipto. de c o n c e n tra rs e allí, p re sc in d ie n d o
D o ra n te estos a ñ os y hasta p r o d u ­ de Italia, a se nta do en A ntio qu ía lla­
cirse el encu en tro con M arco A nto­ mó de nuevo a C leopatra, ale ja n d o de
nio, C l e o p a t r a a c e n tu ó su ligazón su lado a Octavia. La ayuda de Egipto
con las antiguas tradiciones egipcias, era. en efecto, im p re s c in d ib le p a ra
puesto de m anifiesto especialm ente elim in a r la a m e n a z a parta y fortale­
en los aspectos religiosos. Sus princi­ cer el Im perio Oriental. A su vez. A n ­
pales a poyos e s ta b a n p re c isa m e n te tonio representaba para C leopatra la
entre ios sectores de p oblación ind í­ última oportunidad de revitalizar Egip­
gena. pues en A lejandría era poco p o ­ to y con él su propia dinastía. Los in ­
pular. Ello conllevó que d u ra n te su terese políticos a p arecían así ín tim a ­
reinado las revueltas en la chora egip­ mente relacionados a los pasionales.
cia se c a lm a ra n , p a sa n d o a disfrutar Allí, en A ntioquía. conoció A ntonio a
de un período de paz. de suerte que los hijos gemelos n acidos de su u n ió n
los sacrificios económ icos a los que con la reina egipcia: A lejandro H e ­
fue ob ligada fueron aceptados de m e­ lios y C leo patra Selene.
jo r g rado que con sus predecesores. Tam bién entonces en 37-6 M arco
El a ñ o 41 tuvo lugar en la Cilicia A ntonio reorganizó totalm ente los te­
Tarso el su so d ic h o e n c u e n tro entre rritorios ro m a n o s orientales, d o tá n ­
Cleo patra y M arco Antonio, enviado doles de u n a nueva c on figu ra c ión .
con el fin de p o n e r orden en el M ed i­ Otorgó a Egipto parte de los territo­
terráneo O riental, d o n d e la auto rid ad rios sirios —no la totalidad de las a n ­
r o m a n a aparecía aquí y allá puesta tiguas Celesiria y Fenicia com o C le o ­
en entredicho al socaire de las gue­ p a tra d e s e a b a — y Cilicia Traquea.
rras civiles que sa c u d ía n al Imperio Era la c o m p en sación de la ay ud a m a ­
R o m a n o en aquellos m omentos. La terial d ispensada por Egipto.
reina de Egipto fue lla m a da por el co­ Por lo dem ás, la previsible ruptura
m andante rom ano con objeto de acla­ con O ctaviano acaece poco después,
rar asim ism o su posición en ellas. La en el a ñ o 35. A ntonio, a c tu a n d o en
r e la c ió n s e n tim e n ta l su rg id a entre c o n s e c u e n c ia , r e m o d e ló el sistem a
am b o s hizo a A ntonio volver a Ale­ político construido por él en Oriente,
ja n d r ía d u ra n te el invierno del 41-40. h a c ie n do ah o ra de A lejandría su c e n ­
pero la a m e n a z a parta sobre el sur de tro: C leop atra fue p ro c la m a d a Reina
A n a to lia y Siria, fortalecida con la de Reyes. Cesarión. corregente. Rey
a lia n za de d in astas sirios que se sen ­ de Reyes: para A lejandro Helios se le
tían a m e n a z a d o s por la un ió n entre destin ab a el reino de A rm en ia y los
C leop atra y M arco A ntonio, le obligó países al Este del Eufrates: a Ptolo­
a salir de Egipto y a fortalecer su rela­ meo Filad elfo se le re se rv a b a n los
ción con O ctaviano. En Brindisi se países al Oeste del Eufrates, del Heles-
acordó en el 40 la paz entre am bos y po nto a Fenicia; a C leopatra Selene le
el m a trim o n io de A nton io con O c ta ­ a sign a ba n Libia y C irenaica.
via, la h e rm a n a del triunviro, siendo Toda esta edificación política n a u ­
el más im p o rta n te de los acuerd os fragó con el desastre de Accio el a ñ o
a d o p t a d o s e n to n c e s , el re p a r to de 31. C on el suicidio de su reina term i­
á rea s de in fluencia p a r a am b os. A nó la d in a s tía lágida y la lib e rta d
A ntonio le corresp ond ió O riente con de E g ip to c o m o m o n a r q u í a i n d e ­
la misión de te rm in a r la guerra c o n ­ pendiente.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 43

VI. Economía y Sociedad

De entre las g randes entidades estata­ de una fuerte inmigración, cuyos co m ­


les helenísticas, el Egipto ptolemaico ponentes e ra n tanto soldados, c om o
es el m ejor c o nocido en lo referente a intelectuales en a m p lio sen tido del
los m ecan ism os económicos. Ello se té r m in o — p ro fesion ales especiliza-
debe a la rica d o cu m e n ta c ió n ofreci­ dos en alto grado, pensadores, etc.—
da po r los papiros griegos y demóti- com o com erciantes de diferente e n ­
cos que nos falta para los d e m á s rei­ vergadura. Estas minorías griegas, con ­
nos. N o obstante, su inform ació n es fo rm a b a n en las m o n a rq u ía s helenís­
tam b ié n parcial por c u a n to a ta ñ e n al ticas u na especie de superestructura
agro egipcio de pe n dien te d ire c ta m e n ­ dentro de las sociedades que las a c o ­
te de la a d m in istra c ió n real y, por su gieron. en las que engro saro n los es­
m ism a localización, proceden en gran tam entos dirigentes y más favoreci­
parte de dos aldeas enclavadas en el dos. A hora bien todo a p u n ta a que
oasis del Fayum: Filadelfia. d o n d e se los griegos no llegaron a ela b o ra r una
e n c o n tra b a el gran d o m in io con c e d i­ teoría política del estado helenístico,
do p or Filadelfo a su m inistro Apolo- e n te n d id o com o fusión de elementos
nio. del que h a b la rem o s con detalle, y étnicos diversos y d istribución de las
Tebtunis. Tenemos inform ación asi­ responsabilidades políticas entre estos
m ism o sobre las con diciones en que m ism os com ponentes. Sim plem ente,
d e b ía n efectuarse lós a r r e n d a m i e n ­ se agregaron al poder central o estable­
tos, ta m b ié n de época de Ptolom eo cieron con él u n a relación privilegiada.
Filadelfo. recibos de impuestos, c o n ­ Este nuevo po der representado po r
tratos privados, etc. los griegos llevaba consigo posibili­
En general, la estructura del Egipto dades de unificación — así las formas
Lágida no representa n in g u n a nove­ del poder m on árqu ico, la posición de
d ad su stancial respecto a los períodos los indígenas, etc.— pero p roducía a
históricos anteriores, pues recuperó, la vez elementos de tensión, bien h a ­
en efecto, la de época faraónica. La cia las aristocracias locales, laicas o
inno vación consistió en la su pe rpo si­ sacerdotales, o bien hacia las formas
ción de un elem ento étnico nuevo, ex­ de vida, cultural, o rg an ización o eco­
tra ñ o en el país, sobre el resto de la nomía. de los indígenas.
población: los griegos, más c o n c re ta ­ En Egipto, de todos m odos, las p o ­
m ente los m acaedonios. La presencia sibilidades de actuación del elem ento
griega, s u b sig u ie n te a la co n q u ista griego eran m ás restingidas que en
p o r los m acedo nios de A lejandro y o tr a s m o n a r q u í a s h e le n ís t ic a s del
d e te rm in a d a por ella, era el resultado O rien te M editerráneo, pues su pre­
44 A kal Historia del M undo Antiguo

sencia estaba ligada de hecho al fenó­ redad a de la época faraónica, hab ía


m en o del u rb a n ism o , de la m ultipli­ dos tipos fundamentales de propiedad:
cación de c iudades de tipo griego, lo la tierra real o chora hasiliké y la c o n ­
cual en Egipto fue s u m a m e n te lim ita­ cedida o ge en aphesei. sin que p o d a ­
do. Los ptolomeos, en efecto, reduje­ mos e v a lu a r e x a c ta m e n te la e x te n ­
ron sus esfuerzos a la fundación de sión de u na y otra. En todo caso, hay
Tolem aida, en los confines m eridio­ varios tip o s d e n tr o de la s e g u n d a
nales del país, cuya m ism a ubicación clase: la sagrada o de los tem plos; la
refleja su finalidad quizá en princi­ utilizada para re m u n e ra r a los d istin ­
pio militar. Por lo dem ás, se c onsoli­ tos servidores del Estado (ge en synta-
dó la fundació n de Alejandro. Ale­ xei): la tierra regalada (ge en dorea) d e ­
ja n d ría , hasta convertirse en la más dicada a los m ás altos servidores del
im p ortan te metrópoli del m u n d o h e ­ rey. militares o civiles; la de p ro p ie ­
lenístico, m ientras el viejo e m porio dad privada (ktem ata y ge id ioktetos).
de N aucratis sim plem ente subsistía. E n todo caso, y de acu erdo con la
Ju n to a estas ciudades, es necesario idea arriba expresada, el uso de la tie­
hacer u na m ención de las cleruquías. rra no era un derecho conferido a los
establecidas en la chora egipcia, d o n ­ p articu lares sino u n a con cesió n de
de eran asentad os los soldados reser­ los reyes.
vistas del inm e n so ejército ptolem ai-
co, cuya subsistencia estaba garantizada
m ed ian te la asignación de kleroi o lo­
tes de tierra. De todas formas, los cle-
rucos se insertaron en las antiguas es­
truc tura s de la aldea sin que éstas
sufrieran alteraciones. El país tenía
así un carácter, u na estructura, m a r ­
c a d a m e n te rural d o n d e el elemento
prevalente es la chora. el cam po , cuyo
c o n tr a p u n to se e n c o n tr a b a en Ale­
ja n d ría . Es decir, se d a b a u n a coexis­
tencia entre las estructuras de la al­
dea con las de la ciu dad pero con una
im porta nc ia a c e n tu a d a de las p rim e­
ras, lo que en Egipto a p a re c e más
m arcado que en otras zonas del O rien­
te helenístico.
Esta clasificación, d e b id a a Ros-
tovtzeff (cf.: H ü social y económica del
m undo helenístico 1 p. 279 y s.). puede
ciertam ente discutirse en c u a n to que
la m ism a term inología y d o c u m e n ta ­
ción es oscura y no resuelve todas las
c u e stio n e s q u e p u e d a n p la n te a rse ,
pero b ásicam ente es aceptable y. con
m atizaciones, suele ser adm itid a por
los estudiosos de estos temas. Nos ce­
ñiremos. pues, a ella.
Por lo que a la tierra se refiere, y de
a cu erdo con el principio general de
que el rey era el propietario de toda la Figura alejandrina en bronce de una
tierra de Egipto, concepción ésta h e­ danzarina. Colección Baker, New York.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 45

1. Tierra real o el ekphorion o renta p agad a p o r el lote


de tierra real cultivado. N o sabem os
chora basiliké con seguridad su monto, pero parece
Su explotación corría a cargo de los claro que en época ptolemaica, a di­
c a m p esino s reales, d e n o m in a d o s laoi ferencia del período faraónico, no era
basilikoi o georgoi basilikoi que en Egip­ un p orcen taje fijo sino variable de
to a d ife re n c ia del Im p e rio S e le ú ­ acuerd o con c o n sid era c io n es d eter­
cida. eran de condició n libre, no fija­ m inadas. tales com o tipo de cultivo,
dos a la tierra. Vivían ag ru pad os por la cosecha recogida, situación de la
aldeas y cada un o estaba registrado tierra, etc. Todo esto constituye, en
de acuerd o con su lugar de residencia efecto, un reflejo de la planificación a
o idia. lo cual no im plicab a que le es­ que estaba som etida la agricultura en
tuviera vedado c a m b ia r de domicilio, la tierra real.
sino que g o z a b a n de libertad de m o ­ La siem b ra era objeto de la dia-
vimientos. Así. al menos, son las lí­ graphe sporou o disposición regulado­
neas generales. La d o c u m e n ta c ió n a ra del cultivo, de acuerdo con la p la ­
nuestro alcance tam poco nos permite nificación de la economía de obligado
a p re h e n d e r con absoluta seguridad si cu m plim iento. Éste era vigilado por
la situación descrita era uniform e p a ­ funcionarios reales bajo supervisión
ra la to talidad del país, o si h a b ía del ecónom o del nomo que con trolaba
otras situaciones no c o n tem p lad a s en la situación de la siembra. Tanto las
nuestros testimonios, siempre, la m e n ­ semillas com o los aperos de la b ra n z a
tablemente. parciales. Su relación con eran prestados a los cam p e sin os po r
el rey se establecía m ediante c o n tra ­ los servicios del rey.
tos escritos de du rac ió n más o menos En el caso del trigo, u n a vez recogi­
p ro lo n g a d a según las épocas. M ás da la cosecha, se trillaba en la era co­
breves al principio, ya en el S. II eran munal. convenientemente vigilado por
n o rm a le m e n te por períodos m ás a m ­ guardias especiales, y allí m ism o se
plios. De todos modos, la in fo rm a ­ efectuaba la división entre lo debido
ción sobre este aspecto no es directa, al rey y lo c orrespondiente al c a m p e ­
sino a través de los datos sobre las tie­ sino. es decir, el im porte del arrien do
rras concedidas como regalos o a cleru- del lote m ás el pago de otros im p u es­
cos. En las aldeas, la auto rid a d real tos y la devolución del p réstam o de la
estaba representada p o r un a serie de semilla - u n artabe po r a r u r a - . Tras
funcionarios u oficiales g u b e r n a m e n ­ estas deduccion es, el c a m p e s in o se
tales, co m o el «jefe de aldea» o ko- q u e d a b a con el resto, cuya c u an tía no
marches y el escriba local o kom o- üegaba ni a la mitad de la cosecha.
gram m ateus som etido a su vez a los El trigo entregado a la coron a era
escribas reales o basilikoi grammateis. depositado en múltiples silos bajo el
M a y o r rango tenía el económ ico, oi- control de los g u a rd a do re s de grano o
konom os, representantes del rey en el sitologoi, p ara ser tra n sp o rta d o des­
nom o, cuyos agentes se e n c a rg a b an pués a los grandes graneros de Ale­
de in sp e c c io n a r los m ás recónditos ja n d ría , desde d o n d e era distribuido
lugares d entro de su jurisdicción. de acuerdo con las disposiciones rea­
Los laoi estab a n obligados al pago les, bien entregado al ejécito, o para
de determ inados impuestos, cuya lista do na c ion es a otras ciud ad es griegas,
es verd ad e ram e n te asom b ro sa p or lo o. sim plem ente, p a ra su venta tanto
amplia. Así, el stephanos o impuesto en el interior del país, co m o fuera
para la corona, la artabieia o tasa so­ de él. En c u a n to a otro tipo de p ro ­
bre la tierra s e m b ra d a que se elevaba ductos recolectados, el procedim iento
a un artabe p or arura, etc. Aparte de era similar, pues su producción t a m ­
éstos, su c ontribu ción fu n d a m e n ta l es b ié n e s t a b a p l a n i f i c a d a y, p o r lo
46 A kat Historia del M undo Antiguo

mismo, estrechamente controlada. dioses, con objeto de que sus ingresos


Este sistema de explotación agríco­ sirvieran para sufragar el culto real al
la necesitaba para su fu ncion am iento m ism o tiempo que el de los dioses.
co m o requisito previo un exacto co­ Las consideraciones de carácter gene­
nocim iento de la extensión de tierra ral h e c h a s m ás a rr ib a son v álid as
cultivable, las clases de ésta y las p a r ­ ta m b ié n p ara ellos. C o n relación a d i­
celas o lotes existentes. Por tanto, su chas propiedades, los Lágidas no in ­
fijación en los registros c o r r e s p o n ­ troducirían m odificaciones drásticas
dientes era un a tarea a la que se dis­ respecto a la situación existente a su
p e n sa b a gran atención, siendo c o m ­ a dvenim iento, es decir, no las secula­
petencia de la a d m in istració n local el rizaron o confiscaron; m ás bien los
efectuarla. testimonios a p u n ta n a lo contrario:
Factor de capital im po rta nc ia en la realizaron hacia ellos u n a política de
agricultura egipcia era el sistema de generosidad, d o n á n d o le s ciertas ex­
regadío. Realizado ya con los p rim e ­ tensiones. de acuerd o igualm ente con
ros faraones, es decir, en los albores la práctica im p la n ta d a p or los a n ti­
de la época histórica egipcia, los Pto- guos faraones. Pero, bajo la a p a r ie n ­
lomeos no hicieron sino c o n tin u a r la cia de c o n tinu id ad , h u b o de hecho
tarea y perfeccionarla. N o podem os un a modificación en sentido de re­
d etenernos a a n aliz a r aquí hasta qué I cortar su ind e p e n d en c ia e con óm ica y
p u n t o la c o n s tr u c c ió n y m a n t e n i - , política, pues el p o d er central parece
m iento de la red de canales y diques ' h a b e r intervenido en el desarrollo de
d eterm inó la c o n form ación de la so­ las actividades econ óm icas llevadas a
ciedad no sólo en Egipto sino en to­ cab o en el m arco de los templos. Ello
das aquellas áreas del m u n d o a n ti­ conllevaría su sum isión al control es­
guo. sobre todo las ciud ad es meso- tatal. U n ejem plo elocuente de ello
potám icas, con un os c o n d icio nan tes puede ser la decisión a d o p ta d a por
similares a los im puestos en Egipto Filad elfo de tr a s p a s a r a la gestión
p or las crecidas periódicas del Nilo. real al m enos u n o de los im puestos
Estas, en todo caso, d eb ían necesaria­ destinados al culto. En el 259 transfi­
m ente ser co ntrolad a s m e d ia n te una rió al culto de Arsinoe II los ingresos
red de distribución de sus aguas de obtenidos po r la recaudación del sex­
m a n e ra q ue p u d iera n apro vecharse to del produ cto de viñedos y huertos,
del m ejor m odo posible. Pero este sis­ recogidos antes directam ente por los
tema tenía com o conditio sine qua non templos. D e todas las m aneras, los re-
el trabajo obligatorio que la práctica ' yes se vieron obligados en ocasiones
totalidad de la po blación d ebía reali­ I a reto rnar a la situación an te rio r para
zar en m o m en to s d e te rm in a d o s. poder seguir c o n ta n d o con el apoyo
C o m o se trataba de un servicio c o m u ­ de los sacerdotes. Ello se dio sobre
nal no estaba rem unerado. Su exen ­ ¡ todo en los c o nvu lsio nad os períodos
ción. co n se g u id a p o r d e te rm in a d o s del S. II hasta el p u n to de que los L á ­
g ru pos, c o n lle v a b a u n a c o m p e n s a ­ gidas d e bieron desistir del derecho de
ción económica. ad m in istra r los bienes sagrados.
En todo caso las tierras sagradas,
del m ism o m od o que todas las d e ­
2. Tierra sagrada más. estarían registradas, tanto en lo
relativo a su exacta extensión com o a
Los tem plos e ra n tra d ic io n a lm e n te los cultivos y producción obtenidos
en Egipto grandes detentores de tie­ de ellas. De ésta se p ag a b a tam bién
rras cuyo título de prop ied ad corres­ una renta al p o d e r central que, no
p o n d ía sensu stricto a la d iv inidad. obstante, retornaría a los sacerdotes
Los faraones ofrecieron tierras a los en forma de co ntribu ción de aquél al
Las m onarquías helenísticas I: El Egipto de los Lágidas 47

m a n te n im ie n to de los templos (sin ta ­ po se fueron h a c ie nd o c a d a vez m ás


xis). En caso de producirse exceden­ estables en el seno de las m ism a s fa­
tes, seria el g o b ie rn o el e n c a r g a d o milias. de suerte que, m a n te n ié n d o se
de adm inistrarlos. el principio teórico, en la práctica era
Los h a bita n te s de la hiera chora se de otra m anera.
d e n o m in a n g en éricam ente hierodou- En cu a n to a la explotación de la
loi o esclavos sagrados. A su cargo c o­ tierra p ro p ia m e n te dicha, los clerucos
rría la explotación de las tierras sa­ p o d ía n hacerlo bien directam ente o
gradas. Su situación ju rídica parece a r r e n d á n d o la a su vez a otros c a m p e ­
hab e rse m od ificado en época hele­ sinos indígenas, si las o c u p a c io n e s
nística. no de m a n e ra sustancial, pero bélicas les ob ligaban a estar ausentes
sí en el sentido de gozar de m ayor li­ d e m a sia d o tiempo. En todo caso, es­
bertad p or más que la divinidad fuera tab an som etidos al pago de u n a serie
teóricam ente p ropietaria de ellos. Se de impuestos, c om o el stephanos d e b i­
trataría en definitiva de un a titulari­ do a la corona, la artahieia sobre la
dad de o rd en espiritual no física. tierra s em b rada, el phylatikon p or el
servicio de vigilancia, el iatrikon por
el médico, etc.
Su situación presenta realmente bas­
3. Tierra de clerucos tantes co n com itan cias con la de los
Era la co ncedida en explotación a los laoi, si bien con diferencias esencia­
c o m p o n e n te s del ejército, que de este les. Así. los clerucos estaban libres del
m o d o estaba en la reserva siem pre pago del ekphorion y de los trab ajo s
puesto a ser conv ocado si llegaba la obligatorios al servicio del sistema de
ocasión. Se trataba, c o m o era h a b i­ irrigación, p or más que p u d iera n ser
tual en el m u n d o helenístico, de m e r­ requeridos p ara prestaciones e xtraor­
cenarios de origen m a c ed o n io o grie­ dinarias. C o m o los de los ca m p e sin o s
go en general, pero tam bién de otras normales, sus lotes e stab an rigurosa­
procedencias diversas. El pago de sus mente registrados y la siem bra y cose­
servicios no se hacía, por tanto, en d i­ c ha vigiladas de cerca p or el apa ra to
nero c o n ta n te sino en tierras, cuyo adm inistrativo al servicio del rey. N o
prod ucto b astab a h olg a d a m en te para obstante, en cu a n to a la elección del
su sustento y el de sus familias. Pero p roducto o productos ten ían más p o ­
no sólo consideraciones económ icas sibilidades de libertad no esta n d o so­
m otivaron a los Ptolomeos a seguir metidos. p or tanto, a la diagraphe spo-
este sistema. O tra causa im portante rou. p ro g r a m a c ió n de sie m b r a que
fue su deseo de vincular a sus solda­ afectaba a las tierras reales, si bien es
dos al suelo egipcio de form a que lo p robable que necesitaran de un p e r­
c o n sid e rara n su nueva patria, pues la miso expreso p ara ac tu a r así. En todo
defensa de esos intereses les atañía caso, la introducción de cultivos n u e ­
más directam ente que al soldado p ro ­ vos es un hecho b astante frecuente en
fesional simple. las tierras de clerucos.
Estos clerucos te n ían sus lotes o
kleroi distribu id os p o r todo el país,
adscritos a las diferentes aldeas o ciu ­
d a d e s. Su t a m a ñ o era v a r ia b le de
4. Dorea
acuerdo, lógicamente, con su g r a d u a ­ Ya hem os m e n c io n a d o qu e este tipo
ción. Las tierras eras distribuidas po r de tierra la c o n f o r m a b a n las partes de
el rey, p ara lo cual las desgajaba de la la chora hasiliké a trib uida p or los re­
chora hasiliké. Estas cesiones, en p r in ­ yes a c olabo rado res suyos com o re­
cipio, eran revocables, no vitalicias ni com pensa. N uestro c o n o cim iento so­
hereditarias, pero con el paso del tiem­ bre ella es m u y com pleto p a r a la
48 Aka! Historia del M undo Antiguo

ex istencia de u n a rica d o c u m e n t a ­ ría, donde, por ejemplo, se pretendie­


ción papirológica sobre u no de estos ron aclim a ta r corderos milesios.
dorea: el atribuido a Apolonio. dioceta C o m o en las tierras a sign ad a s a los
de Filadelfo. La correspondencia m a n ­ clerucos, el rey. tras la transferencia
tenida p or aquél con su intendente de los lotes a las doreai, seguía co n se r­
Z e n ó n nos ilustra sobre aspectos muy v an do el título de propiedad. No o b s­
concretos. E staba u b ic a d o en Filadel- tante, este derecho no sería ejercido
fia, ju n to al oasis del Fayum. y la ex­ en la práctica. De hecho, la ge en do­
plotación de las grandes extensiones rea fue el pilar fu n d a m e n ta l sobre el
de esta dorea - u n a s 2.500 H a — es un que se constituyó la propiedad privada.
ejem plo m agnífico de la diversifica­
ción de cultivos, m e jo ra n d o los exis­
tentes a n te r io r m e n te pero in t r o d u ­ 5. Tierra de propiedad
ciendo y d a p ta n d o otros nuevos en privada
un intento de practicar un a agricultu­
ra de alto rendim iento. A la par, una Su existencia en Egipto es ind udable,
a ctuación sim ilar se registra en otras si bien su origen es más dudoso. Lo
ram as e con óm icas com o la gan ad e- que de esta clase de tierra existiera
precedentem ente perviviría sin c a m ­
bios bajo los Lágidas, pero, de todas
las m aneras, parece claro que fue esta
d i n a s t í a la q u e im p u ls ó d e c i d i d a ­
m ente la existencia de p ro p ied a d e s
privadas. Es in d u d a b le tam bién que
el increm ento de la eco no m ía m o n e ­
taria, ligado al a d v e n im ie n to de la
m onarquía macedonia en Egipto, y. en
general, la actividad e co nó m ica p ro ­
pu lsada p or los griegos c oadyuvaron
al desarrollo de la p rop ie d a d privada
de la tierra. Por lo dem ás, y, c om o ya
se ha dicho a propósito de otros tipos
de tenencia, los particulares, c uales­
quiera que fueran, e stab an obligados
al pago de im puestos y som etidos a la
vigilancia de los funcionarios reales.
La p la n ific a c ió n e c o n ó m ic a i m ­
puesta p o r los Ptolom eos estaba e n ­
c a m in a d a a la con se c u c ió n de dos
objetivos prim ordiales: la a utarqu ía,
p ara d e p e n d e r lo m enos posible de
p r o d u c to s f o rá n e o s , y el m a n t e n i ­
miento de u n a b a la n z a de pagos fa­
vorable, es decir, que las expo rtacio­
nes fueran más a b u n d a n te s que las
im portaciones, lo cual p r o p o rc io n a b a
ingresos cuantiosos. A ello c o n s a g ra ­
ron todos sus esfuerzos, p r o c u ra n d o
ob te n e r u n desarrollo ó p tim o de los
ricos recursos n a tu ra le s de Egipto,
Bajorrelieve del templo de Dendera a u m e n ta n d o no sólo el área de tierra
representando a Cleopatra VII cultivada sino el n ú m e ro de produc-
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 49

tos sujetos a explotación y perfeccio­


n a n d o los sistemas de reconversión y
m an ufactu ra.
L ugar p r e d o m in a n te en la agricul­
tura egipcia lo o c u p a b a el trigo. Su
produ cción fue im p u lsa d a dec id id a ­
m ente desde el p o d e r central con vis­
tas a la exportación p a ra lo que. a la
par, se m ejoró la calidad del grano
cultivado. Así. Egipto, no sólo era au-
tosuficiente. sino uno de los principales
abastecedores del m u n d o m ed iterrá­
neo. A dem ás de trigo, los Ptolom eos
im p u lsa ro n d ecididam en te el cultivo
de dos p roductos fundam entales: vi­ Escultura alejandrina de una niña.
no y aceite de oliva, cuyo co n su m o se Museo del Louvre
d a b a sobre todo entre la po blación
griega. A parte de éstos, se cultivaban u na producción industrial interveni­
u n a gran m ultiplicidad de productos da por el Estado. C o n f o r m a b a n este
que no es necesario e n um erar, unos s iste m a los lla m a d o s m o n o p o lio s .
típicos de Egipto desde tiempos preté­ Antes de e xponer brevem ente su fun­
ritos. otros, com o los citados, in tro d u ­ c ionam iento. direm os que su finali­
cidos p o r las exigencias de u n a p o ­ dad última era asegurar beneficios al
b la c ió n h etero g én ea, h a b itu a d a a rey. En el Egipto helenístico, los im ­
usos distintos de los egipcios, (f. la puestos en especie seguían siendo im ­
o b ra clásica de Cl. Preaux, L'écono­ portantes d a d o que el uso de la m o ­
m ie royale des Lagides, Bruselas 1939 y n eda sólo se generalizó con los P to­
M. Rostovtzeff. H a Social y económica lom eos. Los reyes, p a r a g a r a n t iz a r
del m undo helenístico I). De todo lo la reducción a d inero de los im p u e s­
p ro du cido y vendido en Egipto, el rey tos de los productos de la industria
en concepto de arrie n d o o de im p u e s­ agrícola, recurrieron a la figura del
tos recibía u n a parte. contratista o a rre n d a tario de im p u es­
U n a ram a im po rtan te d entro de la tos. Este a su m ía la recaudación, pero,
actividad econó m ica general del país pre v ia m e n te , n e c e sita b a e v a lu a r el
era la industria. En este aspecto, los rend im ien to del im puesto a recaudar,
Lágidas, ad e m á s de proseguir la p ro ­ para lo cual el rey le g ara n tiz a b a un
ducción de los artículos tradicionales mínimo de productos imponibles, com ­
del p a ís y o b j e t o de e x p o r t a c i ó n prom iso este de cuyo cu m p lim ie n to
—papiro, telas, vidrio, etc.—, p ro p u l­ se o c u p a b a n los funcionarios e n c a r­
saron la fabricación de otros cara a gados de supervisar la ejecución de
su c o n s u m o in te rio r y exterior p or los distintos programas de producción.
u n a clientela, com p uesta sobre todo E n cuan to al m e c a nism o p o r el que
de griegos o gentes a c o stu m b rad a s al se regían los m onopolios, conocem os
m o d o de vida helénico, lo cual se e n ­ con detalle el de los aceites vegetales,
m arca en este ideal de a u ta rq u ía que pues se conserva la ley, de época de
p re te n d ían conseguir. F ila d e lfo —la nom os elaikes— q ue
La industria, al igual que la agri­ regulaba esta faceta de la eco nom ía
cultura. estaba ta m b ié n p lanificad a real. A tañía a los aceites vegetales de
o dirigida. uso m ás corriente en Egipto: sésamo,
P uede decirse que a m b a s estaban ricino, cártam o, c a lab a za y linaza. El
conectadas p o r cuanto una serie de a b a stecim ien to de las m aterias p ri­
p ro d u c to s agrícolas eran objeto de mas corría a cargo de los cultivado­
50 A k al Historia d e l M undo Antiguo

res, pero era el gobierno central quien dustria doméstica, presente en todos
disponía la superficie dedicada an ual­ los rincones del país. Esta tenía com o
m ente al cultivo de estas p lantas olea­ m isión a te n d e r las necesidades fam i­
ginosas, fuera de la cual no estaban liares, pero tam bién trab aja para el
permitidos. La semilla era p ro p o rcio ­ rey y para el público en general con
n a d a po r el gobierno, si bien poste­ u n a fabricación n o rm a lm e n te de o b ­
riorm ente era devuelta. La cosecha se jetos de uso cotidiano.
recogía b ajo estrecha vigilancia de Al h a b la r de la industria egipcia, la
contratistas y funcionarios, los cuales m ención de los tem plos es im prescin ­
previamente h abían estimado su c u a n ­ dible. Su tradición en este aspecto era
tía de acuerd o con el cam pesino. So­ grande, pues d u ra n te la época faraó­
bre dichos presupuestos era vendida nica h a b ía n sido centros industriales
al arren datario , a los precios fijados. im portantes y co n tin u a ro n siéndolo a
Si se p rodu cía déficit respecto a las lo largo del Helenismo. Sus talleres
estim aciones realizadas, e ran los fun­ c o n trib u ía n así a la riqueza de los
cionaros los encargados de subvenir templos, b a sa d a tam bién en los in ­
a éste. Los ca m p esino s e ntre g a ba n la gresos ob tenidos de sus pro pied ades
to ta lid a d de la p ro d u c c ió n sin que territoriales y en los d o nes obtenidos
p u d ie ra n g u a rd a r parte de ella para de los reyes tanto en especie com o en
su venta libre. Posteriormente, se lle­ dinero, si bien los Lágidas, com o ya
vaba p ara su transform ación en acei­ hem os m en cion ado , intervinieron en
te a las aceiterías estatales o a las de su gestión económ ica’, reco rtand o así
los templos, som etidas siempre, unas su ind ependencia.
y otras, a control. Las prensas de los Los talleres sagrados c o n ta b a n po r
templos, adem ás, eran selladas c u a n ­ esa m ism a tradición con obreros muy
do term in a b a el período de actividad, e s p e c ia liz a d o s , r e s p o n s a b le s de la
p ara evitar su utilización privada y m a nu fa c tura de artículos re n o m b r a ­
fuera de vigilancia, es decir, su prim ir dos. Así. p or ejemplo, la de tejidos de
la p rodu c c ió n clandestina. El aceite lino fino, el a fa m a d o byssus, biso que
extraído era vendido a los minoristas los sacerdotes p o d ía n com ercializar
en la c a n tid a d que se co m p ro m e tie ­ en el extranjero. Rostovtzeff (op. cit. I.
ran a vender posteriormente. Su p re­ p. 303) op in a incluso que los Ptolo­
cio era más alto del vigente en los meos to m a ría n de los tem plos la o r ­
m e rc a d o s situ a d o s fuera de Egipto g an ización de la industria egipcia y el
de form a que, p ara proteger el m erca­ modelo de los m onopolios, n a tu r a l­
do interior, las tasas .sobre el aceite mente. modificado.
extranjero eran muy elevadas, llegan­ La pla n ific ac ió n de la e c o n o m ía
do hasta el 50%. egipcia dio a los Lágidas los resulta­
Lo expuesto indica que el control dos apetecidos, pues Egipto, rico de
de la pro du cción tenía u n a finalidad po r sí. a u m e n tó su riqueza m edian te
fiscal, pues con él se pretendía g a r a n ­ la reorganización de su agricultura e
tizar al a rre n d a tario el producto so­ in dustria. La d e se a d a a u t a r q u ía se
bre el que se percibía el im puesto de consiguió así en la m edida de lo posi­
elaike, cuya recaudación h a b ía aquel ble. teniendo en cu enta que el país no
g a ra n tiz a d o al rey. producía de todo absolutam ente. Los
En Egipto, la producción industrial metales, po r ejemplo, d e b ía n en parte
constituía u n o de los aspectos de la im portarse, si bien d u r a n te m u c h o
e c on om ía real. H a b ía talleres reales tiem po p u d ie ro n ser a p o rta d o s p o r
d o n d e se fabricaban todos aquellos las posesiones egipcias exteriores. Tal
productos requeridos para el c o n su ­ es el caso entre otros del cobre —cuyo
mo del palacio. Pero ju n to a éstos ha abastecimiento corría a cargo de C h i­
de constatarse la existencia de u n a in ­ pre— y parcialm ente de la plata. La
Las m onarquías helenísticas- I: El Egipto de los Lágidas 51

m ad era, fu n d a m e n ta l p a ra la c o n s­ rvsa)— a c u ñ a d o s por Soter y los pos­


trucción naval, e n c o n tra b a en Siria. teriores octa d ra c m as — m naeia— y te-
Cilicia y Licia su fuente de aprovisio­ tr a d r a c m a s de F ila d e lfo y A rsín o e
nam iento. Pero tam p oco en las regio­ —em p le a d as tan solo para el c o m e r­
nes del Im perio Egipcio c on ta ba n con cio exterior—. Por lo dem ás, el siste­
todo lo im prescindible para subvenir ma m onetario egipcio se im puso co­
a la com pleta totalidad de las necesi­ m o o b l i g a c i ó n en su s p o s e s i o n e s
d ades del país. exteriores, d o n d e q u e d a ro n p r o h ib i­
Las re la c io ne s c o m e rc ia les j u g a ­ dos otros tipos de acuñaciones. Esta
ban. pues, u n papel muy im portante, u n ifo rm id a d m on etaria su b ra y a b a la
pero no sólo cara a la adquisición de particularidad de Egipto y su Im p e ­
productos no existentes en Egipto, sino rio respecto al resto del m u n d o h e­
ta m b ié n a la exportación de los exce­ lenístico.
dentes. Tales corrientes seguían sobre Pero el sistem a m o n e ta rio p to le ­
todo tres direcciones: Africa oriental. maico alteró de m an e ra considerable
A rabia e India: ám b ito egeo y pónti- las c o n d ic io n e s e c o n ó m ic a s d e n tro
co. y zona occidental y nordoccidental. de Egipto. C ie r ta m e n te la m o n e d a
El com e rc io con las zo n a s men- era c onocida en época pretolemaica,
cion das en p rim er lugar era de aro- pero su circulación q u e d a b a restrin­
m ata y otras m aterias prim as algunas gida a los estratos superiores de la p o­
de las cuales, de lujo, eran transfor­ blación y a los extranjeros. Los in d í­
m a d a s p a ra su c o n s u m o interio r y genas del interior tenían arraig ad o el
t a m b i é n p a r a e x p o r ta c ió n . Así, el sistema del trueque p or el que se re­
marfil, conchas de tortuga, perlas, seda, gían y es difícil precisar en qué m e d i­
etc. C o n el Egeo el principal producto da fue reem plazad o p o r la utilización
co m ercializad o era g ran o del que el de la m on e d a con posterioridad a la
m u n d o griego era tra d ic io n a lm e n te c onquista de A lejandro, pues los p a ­
deficitario. T am bién e xp ortab a n p a ­ piros conservan evidencia clara tanto
piro y otros objetos m anu fa c tu rad o s de la p e r v iv e n d a del trueque, com o
de lujo. En cu a n to a la tercera zona, de la escasez de num erario. Incluso
la im p o rta n c ia cu a n tita tiv a del c o ­ los im puestos eran pagados unos en
mercio era m e n o r y los productos in­ naturalia otros en dinero.
t e r c a m b ia d o s s e ría n bien c a b a llo s Por último direm os algo sobre los
—de C ir e n a ic a — o metales por vaji­ grupos de población presentes en la
llas, vidrio, etc. de Egipto. sociedad egipcia, fuera de la realeza.
De la organ ización del com ercio se El último peld a ñ o de la p irám id e
sabe m uy poco. Se co n ce n trab a sobre social estaba c o n fo rm a d a p o r los es­
todo en A lejandría pero no solo allí. clavos. En Egipto, sin em bargo, este
A través del Nilo se podía llegar nave­ grupo no tuvo la im po rta nc ia de otros
g a n d o h asta las regiones interiores, lugares, al m enos lo que se entiende
pero d esconocem os los m ecan ism o s n o r m a l m e n t e p o r e s c la v itu d . É sta
p o r los que se regían los in te rc am ­ q u e d a b a circunscrita al palacio y á m ­
bios. En todo caso, las necesidades bito griego en general. El resto del
com erciales dictaron la política m o ­ país conocía tan solo distintas formas
netaria de los Ptolom eo. Se emitieron de vinculación de la persona p or el
m onedas de cobre, destinadas a su em ­ trabajo que desem p e ñ a b a , de a c u e r­
pleo en el interior del país, tetrad rae- do con prácticas vigentes en socieda­
mas de plata, de utilización practica- des de carácter oriental. D e todos m o ­
m ente exclusiva en A lejandría, pose­ dos, poseem os un c o n o cim iento im ­
siones exteriores de Egipto y países perfecto de ello, pues la d o c u m e n ta ­
extranjeros en general, m o n ed a s de ción es m uy p o c o e x p líc ita a este
oro —c om o las p e n t a d racm as (trich- respecto.
A kal Historia de l M undo Antiguo

Escultura alejandrina representando la


personificación del Nilo.
Museo Vaticano

La m asa de esta població n estaba 1 prim ir su in d e p e n d en c ia económ ica,


c o m p uesta po r los indígenas egipcios. po r m ás que no pudiera conseguirse
Su situación no era ciertam ente muy plenam ente. La situación de sus p r o ­
brillante. En su gran mayoría se veían piedades ha sido ya tratad a a n te rio r­
de u n a u otra m a n e ra ligados al tra­ mente.
bajo p o r el gobierno, sujetos, com o M u cho más favorable era la posi­
e staban, adem ás, a las prestaciones ción de los extranjeros. Se e n c o n tr a ­
ob ligatorias p a ra el m a n te n im ie n to b a n totalm ente diferenciados de lOs
del sistema de irrigación artificial. Po­ indígenas y su situación era en c o n ­
seían. de to d as form as, libertad de j u n t o p riv ileg iada. V ivían n o r m a l ­
m ovim ientos y sus relaciones con la m ente en las pocas ciud ades griegas
m o n a rq u ía en lo concerniente a su de Egipto y, a u n q u e existían grupos
trabajo en el sistema económ ico se diferenciados por etnias. los m ás n u ­
regían p o r contrato, siempre, no o b s­ merosos eran los griegos, cuya vida
tante. vigilados de cerca por funcio­ podía desarrollarse dentro de sus es­
narios reales o recaudadores de im ­ q u e m a s y g ustos p a rtic u la re s . Los
puestos, prestos a intervenir, incluso c iu d a d a n o s de Alejandría y su p o b la ­
en la vida privada, siem pre que consi­ ción extranjera en concreto llegaron
d e r a r a n q u e p o d ía in te rfe rir en la hasta la ob tención de un estatuto p o ­
producción. De ahí nacen las m últi­ lítico excepcional. Incluso las leyes
ples quejas dirigidas al rey sobre d i­ griegas p o d ía n ser u tiliz a d a s p a r a
versos atropellos. juzgarlos, en el caso de que no estu­
O tro s in d íg e n a s q u e d a r ía n fuera vieran c o n te m p la d o s tales supuestos
del ám b ito económ ico estatal y con en las leyes u o rd e n a n z a s del rey. Lo
ello de su vigilancia, pero es im posi­ m ism o es válido tam b ién p ara los in ­
ble co n sid e ra r siquiera qué p ro p o r­ dígenas egipcios que p o d ía n recurrir
ción estaría en tales condiciones. a sus hábitos legales propios en las
Entre los indígenas merecen m e n ­ m ism as circunstancias.
ción aparte los sacerdotes, pues for­ Los extranjeros afincados en E gip­
m a b a n u n a clase privilegiada. El p o­ to estaban sujetos al pago de im p u e s­
der real los trataba con deferencia, to. cuya exención parcial podía ser
co m o lo d em uestra el que se les exi­ otorgada por el rey en casos co n c re ­
mía de los trabajos obligatorios y te­ tos. Sin em bargo, se veían libres del
n ían un cierto grado de autogobierno. trabajo obligatorio al que los indíge­
H em o s visto ya cóm o se tendía a su- nas estaban sujetos.
Las m onarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas 53

Así, a d e m ás de tener mayores posi­ tuados, casi todos griegos, e c o n ó m i­


bilidades en todos los ám b itos o c u p a ­ ca m e n te activos con p ro p ie d a d e s y
ban los puestos administrativos más ele­ d inero móvil, presto para ser inverti­
vados en c u a n to que el alto funcio- do. M uchos de éstos h a b ía n llegado a
n a ria d o civil les estaba reservado a Egipto en época lágida. atraídos p or
ellos. E n todo caso, d ep e n d ía n de la la riqueza del país. Los m ism os reyes
vo luntad del rey y de sus superiores. h a b ría n favorecido el desarrollo de
M ención ap arte de entre estos ex­ esta burguesía activa.
tranjeros m erecen los c o m p o n e n te s Pero no todos los extranjeros eran
del ejército. Las posibilidades de al­ gentes de fortuna. H ab ía otros cuya
c a n z a r un bienestar económ ico eran subsistencia se g a n a b a con el trabajo
grandes, tanto p or la m ism a re m u n e ­ cotidiano en las diferentes ram as de
ración recibida p or los guardias de la economía. M uch os de ellos co n fo r­
corps del rey o los estacionados en m a b a n la m asa de po blación jo r n a le ­
guarniciones, c om o por su p articipa­ ra de las ciudades pero ta m b ié n se les
ción en el botín — nuestra in fo rm a ­ e n c u e n tr a a f in c a d o s en el in te rio r
ción sobre ello es muy e scasa— y po r de Egipto.
los repartos de lotes de tierra. De la De la con form ació n de la casa real
situación de éstos, ya hem os hablado. no vam os a hablar. En este aspecto
Ju n to a estos dos grupos existía una no existía gran diferencia con rela­
clase de h o m b re s de negocios bien si- ción al sistema m o n á rq u ic o helenísti­
co general, im puesto tras la c o n q u is­
Egipto Helenístico ta de O riente por A lejandro M agno.

COELE-SIRIA
MAR MEDITERRANEO Tiro .
Berenice Hormos? 'Damasco
Apolonia ^ TOleM A k é )*G a Ddaa7aaSCDESIERTO DE S IR IA .S eleuceia
Tolemais. .* CIRENAICA 2 '% . .Filadelfia (Rabath-Am ón)

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Paraetonio o l=■.“ '
R u h astis. Alejandría* « ·. T f Pelusio .Petra %
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Arsinoe (Crocodilóoolis)rr ce? °>5
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Tolemais * «coptos *Ampelone?
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ArsinoeT^VApolinópoliS LIHYANITOS
Elefantina. ’ Kom -Om bo •latripa
Filae * *Siena «Rerenice
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2.* catarata
Filométoris?.

Cleopatra?· %
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t. Tolemais Epiteras

ETIOPIA
Méroe O MINEOS
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y
Berenice A u re a . K arna·

M ariaba .
SABEOS
Arsinoe?·
%,
Berenice Epidires*
54 A kal Historia del M undo Antiguo

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