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HISTORIA

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CÜLTÜRA Y REÜGIOM
GRECIA ARCAICA
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Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
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HISTORIA
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Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de
ninguna forma o por cualquier
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© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz
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ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-374-9 (Tomo XXII)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
CULTURA Y RELIGION
EN LA GRECIA ARCAICA
Domingo Plácido
indice

Pàgs.

In troducción................................................................................................................ 7

I. Cultura ................................................................................................................... 9
1. La escritura ........................................................................................................ 9
2. La épica ............................................................................................................... 10
3. Las genealogías ................................................................................................. 14
4. El m ito ................................................................................................................. 18
5. La poesía lírica .................................................................................................. 19
6. La hetería ............................................................................................................ 26
7. El b anquete ........................................................................................................ 27
8. Los tiranos y los s a b io s ................................................................................... 30
9. A rquitectura ....................................................................................................... 31
10. Escultura ............................................................................................................. 34
II. C erám ica ............................................................................................................. 35

11. Religión ................................................................................................................. 38


1. El pan teó n o lím p ic o ........................................................................................ 38
2. Juegos y festivales ............................................................................................. 41
3. La m u e r te ...................................................................................... ..................... 45
4. Santuarios ........................................................................................................... 47
5. Cultos panhelénicos ........................................................................................ 48

B ibliografía.................................................................................................................. 54
Cultura y religión en la G recia arcaica 7

Introducción

En la historia de Grecia, se conoce tica de m uchas ciudades en su evolu­


com o época arcaica la que se extiende ción fue la tiranía. Tam bién la expan­
desde m ediados del siglo VIH, aproxi­ sión co lo n ial form a p arte de este
m adam ente, hasta las guerras m édi­ conjunto de fenóm enos, com o conse­
cas, a principios del siglo V. En el cuencia de las crisis agrarias en la
cam po de la H istoria de las institucio­ dinám ica de acum ulación y control
nes la característica dom inante es el entre la aristocracia y el cam pesinado,
establecim iento y consolidación de la y del desarrollo de los cam bios que va
polis o ciudad estado. E n sus inicios, unido al proceso de crecim iento de la
el sistem a dom inante es el aristocrá­ ciudad estado.
tico. A lo largo de nuestro período, En el proceso tam bién se crearon
una serie de cam bios llevan a una m odos de dependencia. E star privado
nueva configuración definida p o r la del control de la tierra significaba
estructura que suele considerarse clá­ quedar en situación susceptible de
sica de la antigüedad. C onsiste en la caer en diferentes formas de servi­
equiparación entre la posesión de la dum bre. En algún caso, y el espartano
tierra, el disfrute de los derechos polí­ sería el más típico, la conquista de tie­
ticos y la participación en el ejército rras próxim as y la sum isión de los
c iu d ad an o . El hoplita, soldado de vecinos garantizó la propia libertad
infantería, que se paga su propio arm a­ de la com unidad ciudadana. En otros,
m ento gracias a la tierra que posee, los cam bios facilitaron la im portación
defiende la ciudad y su tierra, y dis­ de m ano de obra com parada, con lo
fruta gracias a ello de los privilegios que la esclavitud sirvió para garanti­
inherentes a su ciudadanía. P ropie­ zar la am plia participación política
dad, derechos políticos y actividad del ciudadano y el inicio del proceso
m ilitar coinciden en las m ism as p er­ que term inó en la dem ocracia.
sonas. La aristocracia queda inte­ E n líneas m uy generales, éstas son
grada, au n q u e no pierde sus posibi­ las condiciones que subyacen al desa­
lidades de control de la com unidad, rrollo cultural y religioso de la G recia
p o r m edios m ás o m enos elaborados arcaica. Factor fundam ental, efecto y
procedentes de su capacidad econó­ causa del proceso, fue la introducción
m ica y del dom inio ideológico. de la escritura alfabética. La plasm a-
El proceso se realiza, desde luego, ción de la m em oria del pasado facilitó
de m odo conflictivo. E tapa caracterís­ el desenvolvim iento de unos caracte-
8 A kal Historie del M undo Antiguo

El ombliç de Delfos
M useo 3 Delfos

res culturales muy peculiares, en que taciones del pasado a través del pre­
el pretérito vivo está en constante acti­ sente y del presente a través del pasado.
vidad dentro del presente. No hay Ello explica la actualidad vital y cons­
aspecto de la civilización griega arcai­ tante del mito, y el carácter sustancial­
ca que no sea al m ism o tiem po lina m ente inseparable de la religión y el
in terp retació n presente del p ropio culto de todas las dem ás m anifesta­
pasado de los griegos. Epica y lírica, ciones del espíritu hum ano, así com o
filosofía, arquitectura, escultura y cerá­ su presencia en la vida política y
mica pintada, todas ellas son interpre­ social.
Cultura y religión en la Grecia arcaica 9

I. C ultura

conservado de m odo suficiente, se


1. La escritura mueve entre la oralidad y la escritura.
Todavía, en su época, el alfabeto no
Los griegos de la época m icénica estaba m uy extendido. Page (1963)
h ab ían poseído un a escritura llam ada estudia los fragm entos en concreto y
lineal B, que se com ponía de signos de observa que su sistem a es el m ism o
valor silábico poco adecuados para la que el de la épica en su período crea­
lengua griega, y que se utilizaba en tivo: adaptar las fórm ulas viejas here­
docum entos burocráticos de valor efí­ dadas de la tradición oral y crear otras
mero. Su existencia no sobrevivió a la nuevas por m edio de los m ism os p ro ­
caída de los reinos micénicos. Tras cedimientos. Las frases épicas se adap­
m ás de cuatro siglos de carencia de tan al tem a presente, e incluso son
escritura, en un a sociedad que sin épicos los sentim ientos y la estructura
duda no la necesitaba, hacia el año de la totalidad. Sería la m ezcla del
750, se introdujo en G recia la escritura tem a contem poráneo y el lenguaje
alfabética, tom ada y adaptada, con la tradicional.
adición de sonidos vocálicos, de la Pero la introducción del alfabeto
escritura fenicia. Es probable que, más fue un hecho verdaderam ente revolu­
que recibirla de los viajeros del M edi­ cionario. H avelock pone de relieve
terráneo, los griegos tom aran el sis­ las relaciones existentes entre el ini­
tem a en el norte de Siria y en C hipre. cio de la escritura, tal com o se hizo
E n su introducción desem peñaron un entre los griegos, y el desarrollo cultu­
im portante papel los habitantes de la ral de este pueblo. Son precisam ente
isla de Eubea, cuya presencia en Ai- las características de aquélla las que
M ina está docum entada por lo m enos perm iten la explosión literaria de éste;
desde el año 800. pero, al m ism o tiem po, hay que tener
Sin embargo, durante un largo perío­ en cuenta que se llegó a esa form a con­
do, posiblem ente toda la época arcai­ creta de escritura gracias a la m ism a
ca, la cultura seguirá estando dom i­ historia griega, tanto en sus aspectos
n ad a p o r la tensión entre el carácter sociales y económ icos com o intelec­
escrito y el carácter oral de la expre­ tuales. E n u n m om ento determ inado,
sión literaria. El poeta Arquíloco de en G recia había condiciones que la
Paros, el m ás antiguo de los líricos hacían receptiva hacia las form as de
10 Akal Historie d el M undo Antiguo

escribir fenicias, pero tam bién activa 2. La épica


para darle un nuevo enfoque y hacerla
útil para sus propias necesidades. Esta Las condiciones en que aparece la
form a de escritura, adoptada y a d a p ­ poesía épica tal com o la conocem os
tada por los griegos, perm itiría la crea­ son, según W ebsteryel am or al p asa­
ción del «concepto» y abriría las p u er­ do, la celebración de festivales y la
tas para hacer un p ensador de todo existencia del alfabeto. Ya se ha tra­
aquél que desem peñaba una activi­ tado del últim o factor. De los festiva­
dad intelectual. les se tratará más adelante. El am or al
E ntre las co n d iciones culturales, pasado, en este m om ento de renaci­
H avelock considera que, en la crea­ m iento, se m anifiesta en m últiples
ción del alfabeto griego, tuvo una in ­ facetas de la vida cultural de la época.
fluencia d eterm in a n te la trad ic ió n E n principio, es un fenóm eno que
poética del hexám etro. Justam ente en afecta fundam entalm ente a la aristo­
él se encuentra el punto de flexión cracia, que trata de justificar su dom i­
entre la expresión oral y la escrita. No nio en la búsqueda de antecedentes
es casualidad que éste sea el m etro que puedan identificarse con sus p ro ­
propio de la poesía épica, pues ésta es pios antepasados. Es la época en que
la que sirve tam bién al pueblo griego florece el género de las genealogías,
de los orígenes del arcaísm o com o que se verá a continuación. A hora
m edio para im aginarse sus relaciones bien, el género épico es asum ido por la
presentes con el pasado. Com o la épi­ totalidad de la población. Para Dion,
ca tam bién tiene origen oral, conti­ la m isión de H om ero era recordar el
núa Havelock, la práctica d en o m in a­ pasado que los ennoblecía, pero tam ­
tiva que se traduciría en los nom bres bién creaba deberes con que satisfacer
escritos en los vasos pintados. El estilo las necesidades de la época arcaica:
de los filósofos presocráticos, de igual las principales eran el com bate terres­
m anera, revela la intención de diri­ tre, que se proveía de un ejem plo en la
girse a un público de oyentes; ahora Iliada, y las expediciones lejanas, para
bien, es precisam ente el sistem a griego las que la Odisea constituyen un m ode­
de escritura el que les perm itió ele­ lo inigualable. Los héroes hom éricos
varse al nivel de la m ás com pleta se convertirían en los antepasados de
abstracción. los navegantes del siglo VIII. El m a­
La poesía es la form a de expresión terial necesario es, desde luego, la
propia de una cultura no literaria. tradición oral. La m em oria del m u n ­
G racias al ritmo, puede servir para la do m icénico había sobrevivido a tra­
transm isión de la m em oria cultural de vés de los siglos oscuros. El canto épi­
un pueblo. Llega a configurarse com o co se fundam entaba en la m em oria
un lenguaje aparte d om inado por un co lec tiv a , q u e era el in s tru m e n to
conjunto de norm as específicas. Trans­ principal de la form ación del indivi­
m itir ese lenguaje, a p a rtir de un duo y de su integración en el contexto
m om ento dado del desarrollo social y social. Desde la m igración griega h a ­
cultural, es la prim era función de la cia Asia M enor debió de existir el
escritura. Fue la pervivenda en la ím petu para la creación de una tra­
m em oria facilitada p o r técnicas p ro ­ dición épica que culm inó en H om e­
pias del lenguaje poético la que perm i­ ro. La poesía narrativa sobre la G re­
tió que, luego, la o ralidad pasara a cia m icénica debió de com enzar en ­
conservarse por medios no orales, pero tonces.
que tam bién la nueva' técnica de co n ­ Los orígenes estarían, pues, en épo­
servación sirviera para ab rir nuevas ca casi contem poránea a los hechos.
puertas al desarrollo de la actividad Los em isarios de los aqueos en contra­
intelectual del hom bre griego. ron a Aquiles junto a las naves ca n ­
Cultura y religión en la Grecia arcaica 11

tando las «hazañas de los héroes» raíces en la m em oria de los em igran­


(Iliada, IX, 189). En Itaca, el aedo can ­ tes, y que allí se transform a en intui­
taba el doloroso regreso de los aqueos ción poética. De la evocación del p asa­
(Odisea, I, 325-7)./Todo ello, y la figura do, con el antiguo patrim onio mítico,
de D em ódoco en el libro VIII de la surge el epos. Los dioses hom éricos
Odisea, parece indicar que existe una representarían así la com unidad m íti­
tradición que se rem onta a los hechos ca y religiosa de los griegos vista desde
m ism os o a los m om entos inm ediata­ Asia M enor. La épica se convierte en
m ente posteriores. Se trasladaría a la garantía para la conservación del
Asia M enor con las m igraciones y se propio patrim onio cultural.
hizo la redacción en el siglo VIII. En Era el m em orial básico educativo o,
consecuencia, Jonia tuvo que ser el podríam os decir, m ás bien, ideoló­
lugar que ejerció la m ayor influencia gico, de la com unidad. Transm itía los
sobre el proceso formativo de los poe­ elem entos de cohesión de la sociedad
mas. Esto puede explicar que la len­ aristocrática. Tam bién en este sentido
gua sea predom inantem ente jónica. la poesía épica escrita es tensión de lo
Las formas lingüísticas que quedan viejo y lo nuevo, porque transm ite la
fuera de este dialecto pueden expli­ cohesión aristocrática dentro de una
carse, en prim er lugar, por la existen­ sociedad que com ienza a moverse en
cia de u n a etapa eólica interm edia. condiciones diferentes. Por un lado, la
Pero esta hipótesis, en la actualidad, ideología se ha transm itido a la ciu­
queda descartada, por lo m enos en dad y ella hereda sus concepciones: la
térm inos absolutos. Se piensa m ás ciudad com o tal se hace aristocrática;
bien en la existencia de una tradición p o r otro, el aristócrata ahora vive den­
aquea en verso, que p erduraría en las tro de una isonomía que le im pide ser
generaciones inm ediatam ente poste­ basileus, pero gracias a ello conserva
riores a la guerra de Troya, y que luego su prestigio, precisam ente en tanto en
se identificaría con el dialecto eólico, cuanto ha hecho dejación de su condi­
aun q u e tal vez no se pueda descartar ción regia. La superioridad aristocrá­
de m odo tajante algün tipo de influen­ tica se adapta a la nueva condición
cia eólica, m ás p or razones de proxi­ igualitaria y así consigue conservar
m idad geográfica que por la existen­ sus privilegios dentro de ella. Se canta
cia de una «etapa eólica». la gloria de la aristocracia dentro de la
La llegada de los jonios hacia el año com unidad de la polis y se rehace el
1100 será el terminus post quem para la pasado de acuerdo con su ideología,
introducción de los poem as. O tro p ro ­ en que la aristocracia desempeña, entre
blem a es la datación de cada uno de otros, ese papel: representar la gloria
los variados elem entos que los com ­ pasada de la ciudad. El m undo social,
ponen: lingüísticos, estilísticos, arqueo­ cultural e ideológico reflejado p o r los
lógicos, institucionales. En su m ayo­ poem as hom éricos podría ser, según
ría serán posteriores al año 1000. En Snodgrass (1971), el del siglo VIII o,
general, casi todos los elem entos que según Finley, el de una época ante­
pueden orginarse en otros lugares dis­ rior, entre el m undo m icénico y el
tintos a la Jonia de Asia M enor están com ienzo de la época arcaica.
m ucho m enos elaborados. La com po­ La redacción por escrito de los poe­
sición com o tal de los poem as, pues, se mas, de todos m odos, puede no h a ­
h ab rá llevado a cabo en Jonia a partir b erse re a liz a d o de u n solo golpe.
del año 1000, aunque sobre un fu n d a­ H avelock considera que pudo ser un
m ento anterior. M azzarino (1947) cree proceso largo, entre 700 y 550 aproxi­
que, entre los jonios de Asia, fue d o n ­ m adam ente. De ahí la tradición sobre
de prim ero se desarrolló una sen­ la redacción pisistrátida. H abría, pues,
sibilidad p anhelénica que tenía sus p o r lo m enos, u n siglo y m edio de
12 A kal Historia del M undo Antiguo

coincidencia e interferencias entre la no se quiere decir que toda innova­


alfabetización y la recitación oral, que ción tenga que ser la obra individual
tam bién pudo reflejarse en el conte­ de un poeta. Los símiles y las interfe­
nido m ism o de los poem as. En cual­ rencias de am b ien tes «m odernos»
q uier caso, la elaboración hom érica se pueden ser productos de la época: la
diferencia claram ente de los fragm en­ obra queda form ada por elem entos
tos conservados de los distintos ciclos dispersos. El m undo del colorido expre­
épicos. E n Jonia, pues, la tradición se sivo de la Jonia arcaica se une a la tra­
hace diferente, inm ediatam ente antes dición de origen m icénico; pero crea
de la redacción, o tal vez en el proceso u n a nueva unidad. Los leones de los
de redacción. E n general, los símiles símiles, el com ercio m arítim o, el p u e­
hom éricos corresponden al m undo blo protagonista de la polis prim itiva
jónico. Lo m ism o puede decirse de la que aparece en la d escrip ció n del
organización social. Son las poleis de escudo de Aquiles en el canto XVIII
la Jonia prim itiva, del siglo VIII, con (483-607) de Xallíada, todo ello indica
algunos «reyes» locales. que la tradición no fue nunca un obs­
Así, los poem as son la síntesis de la táculo ni constituyó u n a lim itación
tradición y de la elaboración nueva. para la creación de u n a obra nueva.
La tradición está en las fórm ulas repe­ Por ello, la variedad de elem entos y su
tidas, en el m etro de u n verso transm i­ perfecta sim biosis im pide distinguir
tido a lo largo de varias generaciones, etapas en la elaboración de los poe­
p o r vía oral, y adecuado a esta vía. La mas, e incluso precisar cuándo pudo
innovación se hace sobre un lenguaje realizarse la prim era redacción escrita
elaborado de m odo poco consciente, com pleta de los poem as.
pero así, en Jonia, se creó u n m odelo N atopoulos se fija en que, real­
literario para G recia, que desde su ori­ mente, Jonia, en los siglos VIII y VII,
gen va m ucho m ás allá que todo el no es la guía cultural de G recia, sino
resto de la épica conocida, principal­ u n a frontera colonial. E n cam bio,
m ente porque de este m odo se llegó a Ática, C orinto y Beocia resplandece
asum ir y expresar el conflicto propio por su arte. En el continente, la poesía
de las relaciones h u m anas. Em lyn- de Hesíodo puede explicarse sin nece­
Jones pone de relieve la tensión entre sidad de acudir a la influencia hom é­
lo viejo y lo nuevo expresada a través rica; sus características form ularias
de los personajes de Agamenón y Aqui- son sim plem ente las propias de la tra ­
les, y de su enfrentam iento. P ropia de dición oral. La peculiaridad estaría en
la sociedad jó n ica, m ás que de la que conservaba los aspectos no heroi­
m icénica, sin duda, sería la im p o rtan ­ cos de dicha tradición. Havelock a n a ­
cia atribuida a los no com batientes: liza Hesíodo, Trabajos, 11-41 y consi­
Príam o, H elena, A ndróm aca; sobre dera que hay contradicciones proce­
todo, Príam o. H ay que destacar la dentes del uso de la tradición oral for­
existencia de escenas especialm ente m ularia para u n propósito nuevo, con
dram áticas, aunque sigan el lenguaje fines creativos personales. El m aterial
tradicional: incluso lo m ás nuevo sur­ es todavía oral.
ge de la estructura tradicional. E n este En Teogonia y Trabajos y días, H esío­
sentido, es notable el tipo de relacio­ do recoge una tradición oral que no se
nes «hum anas» entre los dioses, pero refiere al m undo heroico ni a las h az a­
tam bién entre hom bres y dioses. La ñas de los nobles, sino a los dioses y la
pareja form ada por JHera y Zeus es vida del cam po, tem as habituales de la
representativa de la liierogam ia de la poesía popular. Por ello, resulta muy
vegetación, pero con el añ adido de adecuada para expresar dos caracte­
todo lo que im plica la innovación rísticas esenciales de la época inicial
hom érica. C u ando se hab la de esto, del arcaísm o: la creación de un pan-
Cléobis y Bitois
(Epoca Arcaica)
Museo de Delfos
14 Akat Historia d el M undo Antiguo

teón olímpico organizado de acuerdo ser un m odo prim ario y sem im ágico
con la familia patriarcal, y la p lanifi­ de hacer historia: d esen trañ ar aspec­
cación de la vida campesina, con los tos del pasado que no h ab ían que­
problemas inherentes a la conserva­ dado suficientem ente elucidados. Es
ción de la tierra frente a la acum ula­ u n a orientación m ás «sofisticada» de
ción aristocrática y a la organización la épica, con una función que tendría
general de la agricultura. m ucho que ver con el presente, pues,
Además de la épica homérica, m ejor según dice M áxim o de Tiro (38), «sal­
definida y acorde con los plantea­ vó a Atenas, agotada por la epidem ia y
mientos tradicionales del género, y de p o r la lucha de facciones». Y, según
la hesiódica, que representa una tradi­ Plutarco (Solón, 12), en sus purifica­
ción diferente tanto por tema com o ciones hizo a la ciudad m ás proclive a
por ideología, hubo otros poem as que la justicia. Paniasis está a m itad de
se han conservado de modo muy frag­ cam ino entre la épica y la lírica. En los
mentario. De algunos de sus autores fragm entos 12, 13 y 14, hace un elogio
ya se ha hecho mención. Casi todos del vino, y considera que beber en el
son, por otra parte, desconocidos. El banquete es sim ilar al heroísm o béli­
autor de la Alcmeónida decía que la co. Trataba principalm ente temas rela­
época de Crono era la más feliz. Hay, cionados con el origen de los jonios y,
en efecto, una corriente de opinión por tanto, con las antigüedades áticas,
que situaba la Edad de Oro en época pero tam bién, en el fragm ento 29, con
de Crono, antes de Zeus. La época de la lucha de facciones.
Pisistrato, en Atenas, se solía com pa­
rar con la edad de Crono. La Etiópida 3. Las genealogías
procede, al parecer, de Mileto, donde
había un culto a Aquiles. Trataba de En la época arcaica, la aristocracia
las Amazonas y de los juegos fúnebres trata de reconstruir su pasado. Tales
en honor del héroe, con listas de vence­ pretensiones se m anifiestan en el cul­
dores en las carreras de carros, en el to a los héroes y en la épica. H ay que
estadio, el disco y el arco, y la presen­ tener en cuenta que la Genealogía de
cia de los héroes homéricos. Las Nau- Hecateo se conocía tam bién con el
pactias hablan de Jasón y sus com pa­ nom bre de Heroología. Este fenóm eno
ñeros «combatientes cuerpo a cuerpo»; está, a su vez, en relación con el naci­
responde a las aspiraciones de encon­ m iento de la H istoria. H ecateo se
trar en el pasado guerreros que p u e­ rem ontaba a antepasados divinos, que
dan ser antecedentes del soldado de la resultaban a los sacerdotes egipcios
ciudad hoplítica. La Heraclea de Pisan­ m uy próxim os en el tiem po, según
dro de Camiro trata de las aventuras cuenta H eródoto (II, 143). H ecateo
de Héraclès en el M editerráneo orien­ colocaba a un dios en la decim osexta
tal, como trasunto del interés coloni­ generación anterior a él en su genealo­
zador de Rodas. Desempeñó tam bién gía. Entre los egipcios, las generacio­
otra función en la creación de la nes hum anas se rem ontaban a tiem ­
estructura ideológica de la época arcai­ pos m ucho m ás antiguos.
ca: fijó el canon de los doce trabajos Las Genealogías vienen a ser una
que se recogería en las m etopas del sistem atización del m undo heroico
templo de Zeus en Olim pia en 450 a.C. separado del divino. Son las g ra n ­
Particularmente interesante es la figu­ des fam ilias desligadas del am biente
ra de Epiménides de.Creta, de quien de los dioses, ennoblecidas p o r m é­
dice Aristóteles (Retórica, III, 17 = ritos hum anos; los constructores de
1418a21, ss.) que no vaticinaba sobre ciudades, d escu b rid o res y civ iliz a­
las cosas venideras, sino sobre las dores de nuevas tierras. D e este m o­
acontecidas, pero ocultas. Vendría a do, se ilum ina el presente por m edio
Cultura y religión en la Grecia arcaica 15
de los acontecim ientos del pasado. historias estaban completamente entre­
Las Genealogías verosímiles suelen m ezcladas y confusas. La intención de
rem ontarse hasta el siglo X. Luego se los logrógrafos era poner orden en
estiran para adecuarlas a la guerra de toda la confusión de los lógoi vulgares.
Troya, que tiene una datación inde­ En la H istoria del Peloponeso, como
pendiente, tal vez procedente de fuen­ F idón se consideraba de origen hera-
tes orientales. Ello está claro en la gens clida, Acusilao podía tocar el tema
de los Filaidas, para alcanzar a Ayate: de la reconquista del Peloponeso, del
doce generaciones desde m ediados regreso de los H eraclidas. Por ello, hay
del siglo VI. Tam bién ocurre lo m ism o fragm entos de Acusilao sobre el tema
con las casas reales espartanas. H om e­ de Héraclès. Pero tam bién lo trata
ro es, al m ism o tiem po, producto y Hecateo. En definitiva, para toda G re­
fuente de la tradición genealógica: en cia, la llegada de los dorios servía para
él se ha realizado la unificación de m arcar el hiato entre los dos m undos,
u n a m asa de tradiciones diferentes, entre el m undo de los héroes y el
aunque luego sirva de fuente a otras m undo de los nobles actuales cuyas
elaboraciones. genealogías podían conocerse.
La genealogía argiva se rem ontaba Para Acusilao, Pelasgo y Argo eran
diecisiete o dieciocho generaciones herm anos. Así, en los H eraclidas se
antes de la guerra de Troya. Se había resum ía todo el Peloponeso, del m is­
hecho un a reconstrucción en interés mo m odo que Foroneo resum ía el ori­
de la ciudad de Argos, hasta Foroneo, gen de los pelasgos, argivos y espar­
el «prim er hom bre». A él se refiere tanos, y Foroneo era rey de Argos. Con
A cusilao en sus Genealogías, que tuvie­ ello, toda la historia del Peloponeso
ron com o fuente la Forónida. Entre sus term inaba conduciendo a la ciudad
actividades estaba la de haber unido a de Argos. Hecateo, en cam bio, sepa­
los hom bres en com unidad. C uenta raba a los pelasgos com o bárbaros, y
P ausanias (11,15,5): «Foroneo, el hijo Hesíodo los hacía autóctonos, hijos de
de Inaco, fue el prim ero que reunió en la tierra. La reconstrucción de A cusi­
co m unidad a los hom bres que hasta lao significaba la preem inencia de
entonces vivían disem inados y cada Argos incluso sobre los pueblos m ás
uno p or su lado. El lugar en el que se prim itivos de Grecia. Pero el papel de
reunieron p or vez prim era se deno­ Héraclès no era sólo im portante para
m inó ciudad de Foroneo». Tam bién se los peloponesios; aunque a éstos les
atribuye a Foroneo un altar en honor interesara más directam ente por sus
de Hera, diosa cuyo culto en la ciudad propias genealogías, sirvió tam bién
de Algos era fundam ental para la con­ com o punto de enlace entre los dos
solidación histórica de la com unidad. m undos, entre el m undo de los hijos
H abía luego un sepulcro de Foroneo. de los dioses y el de las teogonias y
Sepulcros del héroe y poem as épicos cosm ogonías.
cum plen la m ism a m isión (Pausanias, En este período arcaico en que se
11,20,3). La función se com pletaba con investiga el pasado, se encuentra un
el papel desem peñado por el tem plo punto de partida de la época histórica
de hera (11,17,5). En Acusilao, E sparta vivida, con el ingrediente de la con­
aparece com o contrapuesto a Argos. ciencia nacional satisfecha, en la his­
M iceneo era hijo de Espartón. El con­ toria de Helen, padre de Doro, Eolo y
flicto entre Argos y M icenas se proyec­ Juto, padre a su vez de Jon, com o ini­
taba en el pasado y se relacionaba con cio de la historia del pueblo griego.
el conflicto entre Argos y Esparta Esta La quinta generación de los Pelopi­
es la interpretación de M azzarino das estaba form ada por T isám eno y
(1974). La época m icénica aparecía Pentilo, hijos de Orestes. El segundo
com o la edad de los héroes, pero sus de ellos constituía el origen de la tradi-
16 A ka i Historia d el M undo Antiguo

ción fam iliar de los Pentílidas, reyes


de Lesbos. El fragm ento 4 de C inetón
trataba el tema. Pentilo dejó dos hijos
en el Peloponeso. U no de ellos, D am a-
sias, era el padre de Agorio, que fue el
que condujo a los aqueos hacia Elis.
De ahí surge el culto de Pélope en
O lim pia, donde adem ás estaba ente­
rrada H ipodam ia. Según otra versión,
E nom ao era rey de Lesbos. Todo esto
m uestra las diferentes elaboraciones
de época arcaica, cuando rehacen el
pasado que podríam os llam ar predo-
rio. Sea cual fuere el fundam ento real,
lo claro es la intencionalidad recons-
tructora de las aristocracias y ciu d a­
des de la época arcaica a p artir de
unas tradiciones m ás o m enos olvida­
das. H ay que recordar que la tum ba de
A gam enón se encontraba en M icenas
y en Amicleas. La reconstrucción ge­
nealógica y el hallazgo de tum bas
cum plen la m ism a función: d a r soli­
dez al pasado de la com unidad.
Las genealogías vienen a ser siste­
m atizaciones del mito dentro de líneas
de descendencia fam iliar. El poeta
Asió es buen ejem plo del género. Su
posición en la literatura estaría entre
la épica tardía y la poesía elegiaca
jónica, su obra principal puede ser la
genealogía de tipo hesiódico, en que,
com o en el m ism o Hesíodo, se siste­
m atiza la leyenda tradicional. Lo inte­
resante es notar cóm o sobreviven ver­
siones diferentes. Si a partir de un
m om ento la tradición se codificó, hay
huellas que perm iten pensar que antes
había habido una época en que coe­
xistían una multiplicidad de versiones.
Asió, por ejemplo, transm ite algunas
propias de Beocia y del Peloponeso, y
se opone a las corintias, representadas
por Eumelo. E ntre otras se reflejan las
tensiones políticas del siglo VI. Asió se
opone a las versiones que enfrentan
Tebas a Sición e identifica mitos de
am bos lugares. Por otro lado, hace de
Hera o Afrodita Ptoo, nom bre de u n héroe que poseía
Proximidades del templo de Zeus
en Olimpia
un oráculo en Acrefia, cerca del lago
(Mediados del siglo VI a.C.) Copais, un sobrenom bre de Apolo.
Museo Nacional de Atenas Según P ausanias (IX,23,6), Asió co n ­
Cultura y religión en la Grecia arcaica 17

taba que Ptoo era hijo de A tam ante y


dio el sobrenom bre a Apolo. Es un tes­
tim onio del proceso de asim ilación de
las divinidades locales por parte de los
olím picos. Tam bién trata de la genea­
logía de Foco, epónim o de la Fócide, y
lo entronca con Agam enón. Dice que
era abuelo de Epeo, el que fabricó el
caballo de m adera en Troya (P ausa­
nias, 11,29,4). H ace adem ás una histo­
ria de Sam os por la que se excluye la
participación de Creta: Astipalea, de
la m ism a generación que Europa, fue
rap tad a por Posidón y llevada allí.
Asió representaría al tipo de poeta que
recoge tradiciones variadas, o m an i­
pula otras según las circunstancias,
en un m om ento en que, sin duda, la
elaboración de genealogías, fundacio­
nes, etc., desem peñaba un im portante
papel en la form ación del sustento
ideológico de la ciudad estado.
En general, la genealogía sirve para
rom per la solución de continuidad
entre los mitos antiguos y la tradición
m ás reciente. Entre la genealogía real
conocida y la m em oria oral transm i­
tida de la época heroica había huecos
que era preciso rellenar. Para la poesía
de los inicios del arcaísm o había una
labor inm ensa que realizar, en que las
m últiples versiones h a b ía n de ser
sistem atizadas.
Junto a las genealogías, tam bién
im p o rtab an los orígenes de la ciudad,
au n q u e norm alm ente am bos tem as
no ib an separados. Las Corintíasas de
E um elo de C orinto n arrab an el p asa­
do m ítico de la ciudad, pero lo hacía
en relación con la poderosa fam ilia de
los B aquíadas. En ellas se incluía la
figura de Jasón, y se aludía a M aratón,
Coicos, etc., es decir, se daba a la ciu­
dad, a la fam ilia y a su historia, una
dim ensión panhelénica. Tam bién se
tenían en cuenta las em presas que en
esos m om entos tenía planteadas la
ciudad, com o la colonización del m ar
Negro. La Aqueloidci revela que ya se
Estatuilla de Hermes como
conocía su costa norte. È1 m ito de protector del ganado
Jasó n aparece relacionado con la ciu­ (Hacia 530 a.C.)
d ad de Efira. D ion veía los intereses Museo Nacional de Atenas
18 A ka l Historia d el M undo Antiguo

corintios reflejados en la elaboración A dem ás del m undo heroico, el mito


de las aventuras de este héroe. En com o transm isión oral fue el instru­
cambio, de Pausanias (11,2,2) se dedu­ m ento por el que los griegos dieron
ce que todavía no se había creado la form a a sus preocupaciones sobre el
tradición de que en C orinto se encon­ origen del m undo, el origen del h o m ­
traban las tum bas de Sísifo y Neleo. Se bre y el origen de la civilización. En
trataría de u na elaboración posterior: los poem as hom éricos hay alusiones
el hallazgo de tum bas de héroes era al océano com o el origen de todas las
frecuente a lo largo de toda la época cosas. En la Teogonia de H esíodo, a
arcaica. p artir del Caos, todo el proceso se
desarrolla desde la unión del Cielo
(U rano) y la Tierra (Gea). Este es asi­
4. El mito. m ism o el elem ento personificado del
En los com ienzos de la época arcaica, que, en m uchas tradiciones, se origina
cuando nuevas form as de organiza­ el género hum ano, sobre el que tam ­
ción se im ponen en la sociedad, la bién se indica que com partió un tiem ­
única posibilidad de procurarse una po la vida de los dioses (Trabajos, 112).
solidez ideológica que afirm ara la El mito, por tanto, en su tradición
propia existencia y diera a la co m u n i­ oral y posterior fijación por escrito, es
dad sensación de seguridad, se encon­ el que sirve de instrum ento para satis­
traba en la m em oria. Mnemosyne reci­ facer la necesidad del hom bre de com ­
be culto com o divinidad. El punto de prender el m undo que lo rodea. Tanto
referencia más im portante al que se los procesos naturales com o la histo­
podía acudir era la civilización micé- ria general de las civilizaciones, pero
nica. Pero las aspiraciones eran m ás tam bién de las fam ilias y de las ciu d a­
amplias. N o sólo im portaba el m undo des, están personificadas en el mito.
de los héroes del pasado. Tam bién era La sociedad arcaica se explica así sus
preciso buscar explicaciones a dife­ orígenes. C on el proceso de unifica­
rentes fenómenos. Por este cam ino, ción que ésta experim enta tam bién se
los griegos elaboran toda una teoría tiende a crear una m em oria com ún.
de elementos m utuam ente relaciona­ Por ello, el m ito tiene propensión a
dos que form an un corpus no siem pre convertirse en una form ación unitaria
coherente. En las ciudades griegas a partir de un pueblo diverso, por lo
nacientes la m ultiplicidad es una carac­ que, en su unidad, siem pre quedan
terística dom inante. Sin em bargo, se huellas de su diversidad en variantes y
tiende a la unidad. Así se llega a la en contradicciones, aunque aquélla
creación de la m itología. M últiples llegue a im ponerse sobre los mitos
tradiciones heroicas, algunas m ás sis­ individuales.
tem atizadas que otras, poseían u n a C on el m ito tam b ién se in ten ta
enorme vitalidad, tal com o se m uestra explicar la existencia de determ inados
en su eficaz utilización a lo largo de la rasgos culturales que perviven, pero
historia de la literatura, del arte y del que ya son incom prensibles, o de los
pensamiento griegos. La mayor o m enor que sólo se conoce la existencia p asa­
sistem atización depende, en la m ayo­ da. Son, sobre todo, los cam bios con­
ría de los casos, de que haya entrado flictivos los que h a n dejado u n a h u e­
o no en la com posición de la épica lla m ás fuerte. El tem a perm anece
canónica, en H om ero y Hesíodo. Pero, vivo y se reutiliza de acuerdo con las
aun así, perm anecierqn vivas m uchas nuevas condiciones de vida, por m edio
versiones que qued ab an al m argen de de la adaptación para com prender los
esta interpretación. La vitalidad del nuevos problem as. De este m odo, un
mito co n sistía p recisam en te en su mito, o un ciclo legendario, llega a ser
m aleabilidad. un com pendio de elem entos que difí­
Cultura y religión en la Grecia arcaica 19
cilm ente puede encajarse en un m o­ de una serie de interpretaciones, se
m ento histórico, aunque todos los ele­ transform an en sím bolos de las com u­
m entos p u edan tener una explicación nidades ciudadanas en la época arcaica.
histórica. La vitalidad consiste preci­ El mito y la leyenda constituyen, en
sam ente en que en un mito puede la H istoria de G recia, y sobre todo de
estar representado desde un m om ento la G recia arcaica, un elem ento cultu­
histórico concreto hasta un ritual pri­ ral básico que recoge las preocupacio­
m itivo, p asa n d o p o r determ inados nes de la m em oria colectiva y sirve a
cam bios institucionales y culturales su vez de instrum ento para la creación
que pudieron ocurrir en un período de nuevas perspectivas teóricas y cul­
largo de tiem po, y que en el m ito que­ turales. Ya en el siglo VI, su función ha
d an com prim idos y expresados en un cam biado, com o consecuencia de la
solo acontecim iento. elaboración cultural y la unificación
El ciclo tebano se refiere a la guerra can ó n ic a: en p a la b ra s de A dorno,
entre Argos y Tebas. El personaje de el m ito sirve p a ra que el hom bre
E dipo tiene en los pies las m arcas que encuentre la «salvación» en el orden
sirven p ara su reconocim iento, com o del todo. La coherencia relativa con­
ocurre en ocasiones con los indivi­ seguida proporciona consistencia al
duos pertenecientes a determ inados m undo y da seguridad al hom bre in d i­
clanes reales; pero, adem ás, ha de vidual y social. En este orden de cosas,
dem ostrar el conocim iento de los secre­ G entili define el m ito com o medio
tos del grupo: es el descifram iento del de conexión entre la cultura oral here­
enigm a propuesto p o r la esfinge el que dada y los instrum entos sociales crea­
le abre las puertas para la realeza, dos por la ciudad estado. Todos los
unido a la victoria sobre el rey; por ella aparatos culturales envían al mito, y
accede, adem ás, al m atrim onio con la éste los sustenta y sirve tam bién de
reina, que es la transm isora de la rea­ fuente de energía para la constante
leza. El conflicto principal, el que ser­ renovación de la cultura.
virá de fundam ento a la tragedia, se
plan tea entre la endogam ia y la tran s­
m isión patrilineal.
5. La poesía lírica
Elem entos parecidos pueden estu­ La poesía épica es una m anifestación
diarse en el ciclo troyano: guerra de de la preocupación del hom bre arcai­
Troya y crisis del m undo m icénico co por su pasado, que se expresa en
p la n te a d a com o conflicto interno; ella de un m odo específico. El desa­
Pélope ha conseguido la realeza en rrollo posterior de la ciudad no eli­
disputa con el anterior rey, E nom ao, y m ina la presencia de los tiempos heroi­
p or m edio del m atrim onio con la hija cos, pero algunas de sus vicisitudes
de éste, H ipodam ia. La com petición obligan a una atención m ás concreta a
entre am bos se consideraba el origen la ciudad misma.
de las O lim piadas. En la lírica, la utilización del mito
E n el m ito de Héraclès está presente es m ás evidente. En ella predom ina la
u n largo proceso de iniciación que ter­ proyección actual. Es un tipo de poe­
m ina en la divinización del héroe. Los sía m ás vinculada a la realidad p re­
trabajos recogen m últiples facetas de sente por su m ism a naturaleza: obra
este ritual. Pero, adem ás, en ellos se m ás reducida y de m ayor im pacto
sim boliza el proceso civilizador, la elaboración cultural y la unificación
lucha contra la barbarie. C on sus accio­ canónica: en palabras de A dorno,
nes, lim pia la tierra de m onstruos, del el m ito sirve para que el hom bre
m ism o m odo que Odiseo frente al da som etida a la eficacia. Existe la
C íclope o Teseo frente al M inotauro. hipótesis, recordada por Adrados, de
Son héroes individuales que, por medio que, en el fragm ento 203 de A rquí-
20 AkaI Historia del M undo Antiguo

loco, el poeta, para enardecer a sus lucha, ni por su riqueza o realeza, ni


conciudadanos, recordaba el mito de po r la lengua dulce en el agora. Sólo el
la conquista de Tasos y Torona por valor guerrero m erece el m ejor prem io
Héraclès. (âethlon)\ «es un bien com ún para la
El fragm ento 242 es un him no al ciudad y el pueblo todo...». Este es el
m ism o héroe que se cantaba en h o n o r que alcanza la gloria para la ciudad y
de los vencedores de los juegos atléti­ para su descendencia (genos) (Frag. 8).
cos: «Ténela (onom atopeya para p aro ­ En el fragm ento 1 se establece el
d iar el sonido de la lira), oh vencedor sím il del m ovim iento de los ejércitos
glorioso, salud, señor Héraclès, ténela, con u n a carrera de carros. En la lucha
vencedor glorioso, tú e Iolao, valientes se trata del sorteo del kleros, lote de tie­
guerreros. Ténela, oh vencedor glo­ rra, objeto de disputa en los conflictos
rioso, salud, señor Héraclès». C on esto, entre ciudades. El poeta se refiere a la
y con la conquista de Tasos contada época heroica, personificada por los
com o im itación de la gente heroica, T indáridas, y com para la guerra del
A rquíloco descubre una im portante pasado, con sus cóncavos escudos,
función de la m itología. Pouilloux con la guerra presente, con los escu­
lo relaciona con las representacio­ dos redondos (H am m ond). En la ciu­
nes, encontradas en el arte tasio, de dad se sigue el m odelo heroico, pero
las luchas de H éraclès con las am a­ se com bate de otra m an era: todos
zonas. juntos (v. 55). La ciudad y sus institu­
El poeta C alino perm anece profun­ ciones se legitim an en los dioses: Zeus
dam ente ligado al mito heroico. Según dio esta ciudad a los H eraclidas (frag.
E strabón (X III,1,48), se refería a la lle­ 2), estirpe a la que pertenecen los reyes
gada de los teucros a la isla de Ténedos de Esparta. Febo y el oráculo de Del-
desde C reta y, tam bién (XIV,4,3), a los fos son los inspiradores de la Retra
griegos que, tras la guerra de Troya, (frag. 3). Igualm ente, Tirteo se refiere a
conducidos por M opso, después de la la sum isión de los m esem os (frag. 5),
m uerte del adivino C alcante, pasaron «llevando a sus señores, bajo una dolo-
al Tauro y se dispersaron p o r Panfilia, rosa necesidad (ananke) la m itad de
Cilicia, Siria e incluso Fenicia; tam ­ todo el fruto que produce la tierra»
bién se refería a u na Tebaida que atri­ (frag. 6,3-4).
buye a H om ero (Pausanias, IX,9,5). Su La estructura de dom inio espartana
estilo se considera influido p o r el poe­ y sus instituciones se justifican en la
ta épico. C uando, en el fragm ento 1, acción m ilitar, rem odelada a partir
exhorta a los jóvenes a com batir todos del pasado heroico y asentada en Zeus
juntos, sin embargo, pone com o m ode­ y Apolo com o divinidades protecto­
lo al héroe individual, «... porque, él ras, sím bolo de la m ism a estructura
solo, hace cosas propias de m uchos creada con la form ación de la ciudad
juntos» (v. 21). estado a la que sirve de justificación.
El poeta Tirteo, espartano por lo Sem ónides, poeta de la segunda
m enos en lo que se refiere a su activi­ m itad del siglo VI, se encuentra en los
d ad poética, parte del universo hom é­ orígenes mism os de la poesía yám ­
rico, que se coloca com o m odelo, ta n ­ bica. Puede que haya que atribuirle
to en el contenido com o en la forma. unas Antigüedades de los samios, sim i­
Pero se ha producido una im portante lares a las Fundaciones de Jenófanes y
sustitución. La areté heroica se tran s­ a la Esmimeida de M im nerm o.
form a en el sacrificiq consciente del En el fragm ento 8, ve A drados la
individuo p o r la com unidad, a favor elevación a la esfera literaria de las
de la utilidad de la ciudad: para T ir­ sátiras recíprocas entre hom bres y
teo, no hay que m encionar al hom bre mujeres propias de determ inadas fies­
p or su excelencia en la carrera o en la tas de Deméter. Se hace en él la clásica
Cultura y religión en la Grecia arcaica 21

Copa Corintia
(Comienzos siglo VI a.C.)
Museo Nacional de Atenas
22 A k a l Historia d el M undo Antiguo

definición de los tipos de m ujer según los m ismos ciudadanos, con sus locu­
algunos anim ales. Entre ellos, la m ujer ras, quieren destruir nuestra gran ciu­
yegua «rehúye los trabajos serviles», etc.; dad, cediendo a la persuasión de las
«... para su m arido es una calam idad, riquezas; y, con ellos, las inicuas inten­
salvo que sea un tirano o rey». La ciones de los jefes del pueblo, a los que
m ujer abeja, en cam bio, «engendra espera el destino de sufrir m uchos
una prole herm osa y de ilustre h o m ­ dolores tras su gran abuso de poder
bre». Se define el papel productor y (hybris): pues no saben frenar su h a r­
reproductor de la m ujer en el seno del tura ni m oderar en la paz del b a n ­
oikos, célula económ ica de la ciudad quete sus alegrías de hoy»: la riqueza
en su origen. A hora bien en líneas y la conducción del dem os, entre los
generales, para la vida social del varón, poderosos, lleva a la desgracia, c u a n ­
la m ujer se convierte en un obstáculo do no se utiliza el banquete com o ele­
(103-107): «C uando m ás satisfecho m ento de control y m oderación de los
cree estar el varón en su casa (oikos) m ism os poderosos. P ara Solón, la
p o r disposición de un dios o p o r causa rep ro d u cció n del sistem a exige la
de un hom bre (el texto habla de charis, m oderación, para la que el banquete
que es un elem ento im portante de las desem peña un im portante papel, a u n ­
relaciones de reciprocidad en la época que tam bién puede desem peñar el
arcaica. N o es ocioso recordar aquí contrario, com o veremos.
el am argo fragm ento 208 del poeta Solón continúa (17-19): «... la ciu­
Arquíloco: «una vez que m uere, n in ­ dad entera: rápidam ente cae en una
gún ciudadano se hace respetable y infam e esclavitud, que despierta las
afam ado: los vivos buscam os m ás bien luchas civiles y la guerra dorm ida...».
el favor (charis) de otro vivo y el m uerto A hora se verá que esta esclavitud
lleva siem pre la p eo r parte»), ella m etafórica en que cae la ciudad no lo
encuentra un m otivo de reproche y se era tanto para una parte de la p o b la­
arm a para la batalla. Porque donde ción (22-25): «... que una herm osa ciu­
hay un a m ujer, ni siquiera querrían dad es en breve arruinada a m anos de
recibir con am istad a u n huésped que sus enemigos en los concilábulos de
llega...» (tam bién las relaciones de que gustan los m alvados. Estas son las
h o spitalidad (xeinos) constituyen un calam idades que se in cu b an en el p u e­
p ilar básico del hom bre noble en la blo; y, en tanto, m uchos de los pobres
ciu d ad y fuera de ella, com o puede llegan a una tierra extraña, vendidos y
verse en Solón (frag. 13): «Feliz el que atados con afrentosas aventuras...».
posee hijos queridos, caballos de pezu­ La dificultad se expresa tam bién en
ña sin hendir, perros de caza y υη el Fragm ento 8,3-4: «a m anos de los
huésped en tierra extraña»; o en el grandes perece el estado (polis), y el
reproche de A rquíloco (frag. 34): «H as pueb lo , p o r ig n o ra n c ia , cae en la
obrado contra tu gran juram ento, co n ­ esclavitud de un tirano».
tra la sal y la mesa...», con la nota de El poeta M im nerm o, de C olofón o
A drados: el ofrecim iento de sal y co­ de Esm irna, pertenece plenam ente al
m ida al huésped crea un vínculo ca­ m undo de là lírica griega. Vive los p ro ­
si religioso. blem as de la costa de Asia M enor, lo
Solón, en tanto que poeta y hom bre que significa una relación contradic­
político elegido, com o m ediador en toria con los pueblos de cultura orien­
los conílcitos de la ciudad, legislador tal. En su propia fam ilia hay num e­
de Atenas, es especialm ente sensible rosos nom bres asiáticos y p arecen
a sus problem as y los' expresa desde form ar u n a especie de com pañía para
u n a perspectiva que lo capacita para la ejecución de su poesía. Al poeta le
pen etrar en sus contradicciones. En la preocupan especialm ente los dolores
elegía 3 (Eunomía), 5-10, dice: «... pero de la vejez, a la que prefiere la muerte.
Cultura y religión en la Grecia arcaica 23
E n tre ellos, está el hecho de que lidios se deben a la hybris de los grie­
«m uchas veces, la casa (oikos) está en gos en tiem pos pretéritos.
la m iseria y vienen las penosas conse­ La im agen de la ciudad encuentra,
cuencias de la pobreza» (Frag. 2,11-12); de otro lado, su m odelo en el m undo
y tam bién que «cuando pasa la ju v en ­ heroico. E n el fragm ento 13, que
tud, ni siquiera el padre, antes tan h er­ A drados considera inspirado en Ilia­
m oso (kállistosj, es h o nrado (timios) y da, IV,370,ss., se utiliza ese lenguaje:
querido (philos) p o r sus hijos (frag. 3). «No h ablaron así de su valor y su
A drados, a propósito de este frag­ noble ardor los m ás viejos que yo,
m ento, recuerda a H esíodo (Trabajos, que le vieron sem brando el desorden
185), que hab la de lo m ism o com o una en los apretados escuadrones de la
de las características de la edad de hie­ caballería lidia en la llanura del H er­
rro: tam bién aquí la falta de ho n ra va mo, em puñando la lanza de fresno;
u n id a a la falta de am istad. Pero M im ­ jam ás Palas A tenea tuvo u n repro­
nerm o se preocupa adem ás por la ciu­ che para el heroísm o de su corazón
dad: «alegra tu corazón: de entre tus cu an d o en la b atalla sangrienta se
conciudadanos siem pre descontentos, la n z a b a adelante en la v anguardia
unos h ab larán m al de ti, otros m ejor d e sa fia n d o los agudos d a rd o s del
que aquéllos» (frag. 7). enemigo. Pues ninguno de los contra­
M im nerm o escribió u n a Esmir- rios era m ejor para cum plir la obra
neida, de la que se conservan pocos de la b atalla cuando vivía bajo los
fragm entos. El motivo es la lucha de rayos del rápido sol».
E sm irna con los lidios. Incitado por M im nerm o conoce bien los poem as
los problem as del presente, el poeta hom éricos, en lo que se m uestra la
supo proyectarlos en una reflexión vitalidad de éstos. A pesar de la «actua­
sobre el pasado, que sirve a su vez lidad» de las preocupaciones del poe­
para exhortar en los acontecim ientos ta, el bagaje cultural que m aneja es el
presentes. De un lado, evocaba la gue­ del m undo de la épica. El fam oso
rra del siglo VII contra Giges, según se pasaje de la Ilíada (VI,146,ss.), en que
interpreta el fragm ento 12A: «así ellos las generaciones de los hom bres son
partieron del lado del rey, u n a vez que com paradas a las de las hojas, sirve
escucharon sus palabras, cubriéndose de m odelo al fragm ento 2 que, para
con sus cóncavos escudos». Y, sobre A drados, no viene a ser m ás que u n
todo, se refiere a la época de las m igra­ desarrollo de aquél: «Com o la esta­
ciones y a los tiempos heroicos: «... des­ ción florida de la prim avera hace
pués, ab a n d o n an d o la escarpada ciu­ brotar las hojas cuando crecen ráp i­
d ad de Pilos, feudo de Neleo, llegam os dam ente con los rayos del sol, así
con nuestras naves a la bella Asia y nosotros durante un breve tiem po nos
nos establecim os en la herm osa C olo­ regocijamos con las flores de la juven­
fón con un gran ejército, em pren­ tud sin que los dioses nos hayan hecho
diendo los prim eros el cam ino de la conocer ni el bien ni el mal; en tanto, a
guerra cruel; y desde allí, alejándonos nuestro lado están las negras Keres, la
de su río, que corre entre los bosques, una portadora de la vejez dolorosa, la
tom am os Esm irna, la ciudad eolia, otra de la m uerte». La orientación
p o r designio de los dioses» (frag. 12). dada a p artir del m odelo es suficiente­
E n el texto original, la guerra cruel se m ente indicativa de cuáles son los ele­
refiere realm en te a la hybris. P ara m entos adoptados de la tradición épi­
M azzarin o (1974), esta alusión signi­ ca; lo significativo es que, a partir de
fica la búsqueda de la causalidad his­ ésta, la poesía se renueva. A hora, el
tórica en el pasado, en lo que M im ­ am biente es el de la ciudad jónica,
nerm o sería un precedente de H ero­ refinada, pero tam bién decadente e
doto: los actuales conflictos con los incierta de su destino, en el siglo VI,
24 A ka l Historia d el M undo Antiguo

ante los peligros de los im perios orien­ m antienen en la ciudad la solidaridad


tales (Adrados). entre ellos, enfrente de los conciuda­
En el poeta Focílides aparece el danos, según se m anifiesta en este
«sello» o «firma», indicador de la p er­ caso, aunque, de otro lado, se ha visto
sonalidad del poeta, índice del desper­ la im portancia que tiene el consejo
tar del individualism o en las ciudades (boulé) en el fragm ento 3. Tensión y co­
de la Jonia del siglo VI. El fenóm eno laboración, solidaridad ciu d ad an a y
se produce dentro de los círculos ilus­ solidaridad de la hetería, definen las
trados de la aristocracia. relaciones dentro de la com unidad.
En él se en cuentran varios rasgos La visión que caracteriza al poeta se
que sirven para definir su situación com pleta con el fragm ento 14: «en el
histórica. En e! fragm ento 2 se refiere banquete, cuando las copas p asan de
a las distintas clases de m ujeres y fija com ensal en com ensal, se debe beber
sus rasgos según los de un determ i­ vino sin levantarse del asiento y ch a r­
nado anim al. Todas son negativas, lando agradablem ente».
salvo «... la de la abeja, buena am a de H iponacte da una versión diferen­
casa, y sabe hacer su trabajo: de esta te de la ciudad. A drados pone de re­
pide alcan zar a los dioses, oh amigo, lieve la presencia de la influencia
la boda codiciable». Que la m ujer sea oriental en la vida por él reflejada, así
b uena am a de casa (oikonomos), es la com o la ausencia de pretensiones de
aspiración del propietario del oikos, enlazar con el pasado. Sin em bargo,
fundam ento económ ico de la fam ilia recuerda a héroes peculiares: Odiseo
poderosa en el proceso de form ación y Héraclcs. Este últim o puede tener
de la polis. Su riqueza está en la tierra gran im portancia, si se acepta la hipó-
(frag. 7): «si desea riquezas, atiende a gran im portancia si acepta la hipóte­
tus fértiles tierras; pues se dice de un sis del m ism o A drados de que los
cam po cultivado que es un cuerno de fragm entos 102. y 103 se refieren a la
A m altea». Pero si la ciudad es el p ro ­ rales, predom ina un tono de sarcasm o
ducto de la evolución de los intereses y de im precación propio de los ritua­
del oikos, a su vez crea condiciones les y fiestas populares que están en la
que obligan a poseer determ inadas base de algunos aspectos de la poesía
cualidades si se quiere p erpetuar el lírica. Lo significativo es que H ipo­
control de la com unidad: «¿qué im por­ nacte conserve este tono de m odo más
ta ser de noble cuna si no se tiene vivo que otros poetas. E n los fragm en­
acierto ni para h ab lar ni para tom ar tos 5-10, dom ina el tem a del fárm aco,
decisiones?» (frag. 3). Las preferencias personaje representativo de la expul­
del poeta están, desde luego, clara­ sión ritual realizada anualm ente para
m ente definidas (frag. 4): «una peque­ la purificación de la ciudad. Com o
ña ciudad que vive bien gobernada en metáfora, se aplica al que queda exclui­
lo alto de un m onte, es m ás fuerte que do de ella y, por tanto, reducido a la
u n a N ínive insensata». m ás absoluta m iseria, el peor m al que
Es el hom bre propietario de tierras, Hiponacte puede desear a sus enemigos.
de un oikos, integrado en la vida polí­ Por otra parte, se refiere a la esclavi­
tica de la ciudad: «m uchas ventajas tud (frag. 27): «a los bárbaros de Solos
tiene el térm ino medio: quiero ser en los venden si los encuentran: a los fri­
mi ciudad uno de tantos (mesos) (frag. gios para Mileto, para que m uelan el
12). Pero este hom bre vive las relacio­ grano...». Tam bién le desea a alguien
nes propias de los heteros (amigos): «que era antes m i amigo», que com a
frag. 5: «el am igo deb'e tratar con el «el pan de la esclavitud» (frag. 115).
am igo de los rum ores que corren entre H iponacte refleja u n m u n d o en
sus conciudadanos». La hetería es el transform ación, en que la pérdida de
m odo en que los grupos dom inantes I los derechos y la caída en la situación
Cultura y religión en la Grecia arcaica 25
servil representan una am enaza real,
tal vez com o altern ativa social al
esclavo bárbaro.
Jenófanes es poeta de Colofón, de
encuadram iento com plicado. A de­
m ás de las elegías, escribió un poem a
didáctico «sobre la naturaleza» que lo
sitúa entre los filósofos presocráticos.
En las elegías, entre los tem as tratados
se encuentra el am biente del b a n ­
quete. En el fragm ento 1 nos encontra­
mos en la segunda parte del mismo,
cuan d o se bebe, se conversa y se canta.
En los versos 21 y ss., se recom ienda
que el recuerdo (mnemosyne) y el esfuer­
zo estén en la virtud, lo que quiere
decir que se eviten las luchas de T ita­
nes, G igantes o C entauros, y los co n ­
flictos civiles, staséis, donde no hay
n in g ú n bien. D entro del am biente
aristocrático, Jenófanes se m uestra
contrario a que el canto y el banquete
sean expresión y sede del germen de la
stasis, del conflicto en la ciudad, que
fue característica de la poesía de Alceo.
La areté se desenvuelve al m argen del
conflicto político. En el fragm ento 2,
en cam bio, la virtud (areté) se define
en contraposición con otra actividad
típica de la juventud aristocrática: la
del atleta. El que triunfa en Olim pia,
logra u n a serie de h o n ras, «y sin
em bargo, es m enos digno de ellas que
yo, porque mi sabiduría es m ejor que
la fuerza de los hom bres y de los ca b a­
llos; pero sobre todo esto hay opinio­
nes equivocadas y no es justo preferir
la fuerza a la verdadera sabiduría»
(11-14). Pero su preocupación real lo
lleva a la política: por m ucho que
haya buenos atletas en la ciudad, «no
p o r ello estará m ejor gobernada» (v.
19)..., «pues esto no enriquece las
arcas de la ciudad» (v. 22). Jenófanes
está lejos del espíritu agonístico.
Según D iógenes L aercio (IX,20),
Jenófanes hizo un poem a sobre la
fundación (ktisis) de Cologón y otro
sobre la colonización de Elea en Ita­
lia. A drados atribuye a la prim era el Zeus de Arcadia
fragm ento 3: «A prendiendo de los li- (Hacia 530 a.C.)
dios inútiles refinam ientos cuando Museo Nacional de Atenas
26 Aka! Historia d el M undo Antiguo

estaban libres de la diosa tiranía, iban m itadora en el espacio y en el tiem po.


a la asam blea en núm ero no inferior a Por todo eso, se puede decir con
mil en total, con vestidos teñidos todos Snodgrass (1980) que el poeta es el
de púrpura, llenos de presunción lucien­ auténtico portavoz de la ciudadanía
do sus bien peinados cabellos y perfu­ de la polis arcaica. La lírica adquirió,
m ados con raros ungüentos», y piensa así, gran fuerza com o m edio de com u­
que este lujo era considerado segura­ nicación público.
m ente por Jenófanes com o causa de la
ruina de la ciudad.
De los ejem plos citados, se ve que el
6. La hetería
poeta lírico está integrado en la vida E n la poesía de Alceo es donde más
de la ciudad. Es el sabio que ilustra a desarrollados se encuentran todos los
la com unidad y al m ism o tiem po la conceptos de solidaridad, coopera­
refleja. En el siglo VII se produce la se­ ción y colaboración que d an lugar a la
p aración entre la lírica y la épica, y hetería, es decir, donde la com unidad
ello quiere decir, de u na m anera gene­ ciudadan a queda m ás diluida ante un
ral, que la prim era adquiere una fun­ grupo reducido que fortalece su cohe­
ción m ás estrictam ente ciu d ad a n a, sión por m edio de una serie de actos
m ientras que la segunda se orienta realizados en com ún. Es u n m om ento
m ás bien hacia las tendencias panhe- en que el conflicto social y político
lénicas, dicho esto, desde luego, con revela in o p era n tes los criterios de
todos los matices que los casos con­ arm onía que otros poetas se esfuerzan
cretos im ponen. El poeta lírico perte­ en sostener. El origen de la hetería
nece, o sirve, a la aristocracia de la puede estar en instituciones aristocrá­
ciudad, y desem peña un papel en ella, ticas anteriores. Las distintas vicisitu­
con sus exhortaciones, sus consejos y des por las que atraviesa la historia de
sus críticas. Es, de algún m odo, la con­ la polis hacen de ella alternativa­
ciencia de la com unidad ejercida des­ m ente un reducto desde donde, «en la
de su clase d o m in an te, lo que en tranquilidad», se controla el conjunto
m uchos casos quiere decir que tam ­ de la com unidad, o el lugar donde se
bién critica a esa clase cuando sus cuecen todos los conflictos, con u n a
actitudes pueden ser perjudiciales para variada gam a de situaciones interm e­
ellas mismas, en tanto en cuanto ponen dias, según las ciudades, m om entos o
en peligro el equilibrio interno. Pero, circunstancias coyunturales. Su im por­
ju n to a su carácter local, su servicio a tancia es tal que, según M urray, sobre
la ciudad, su vinculación a las aristo­ ella está b asad a la re alid ad social
cracias y los cultos locales, la lírica es griega. Es el equivalente a la phratría,
tam bién heredera del poeta profesio­ por lo que encauza la participación
nal que viaja y se relaciona con los en la colectividad dentro de la so­
grandes santuarios. Por ello asum e al ciedad aristocrática. C on los distin­
m ism o tiem po el papel de transm itir tos cam bios en la evolución de la
el p asad o y ad ecu arlo al presente, polis, su papel se transform a, pero no
cu ando utiliza el tem a épico. De otro desaparece. Es el m odo de encuadra-
lado, su integración en la cultura h e­ m iento aristocrático en que sus luchas
lénica hace más eficaz su función lo ­ políticas frente al resto de las clases, el
cal. La poesía refleja al hom bre que m odo de organizar sus alianzas hacia
la escucha en su am biente local y adentro y hacia afuera, y el m odo de
en su contem poraneidad; pero tam ­ agruparse frente a otros aristócratas
bién le ofrece u n pasado m ítico en cuando la lucha enfrenta distintos
que reconocerse y am plía su h o ri­ m iem bros de la m ism a clase. Es el
z o n te h a c ia n u ev o s o b jetiv o s. La arm a por la que un individuo puede
id en tificac ió n co y u ntural no es li­ intentar superar a los dem ás en poder,
Cultura y religión en la Grecia arcaica 27
y tam bién p or la que el grupo im pide proceso productivo ligado a la n atu ra­
que un aristócrata aislado se coloque leza y, por tanto, a los ciclos anuales.
p or encim a apoyándose en otros sec­ C on el desarrollo de la civilización, de
tores sociales. En este contexto se aquí se desprenden varios géneros
en cuadran las relaciones de am istad literarios y otras manifestaciones artís­
(philía). El propio Solón (frag. 1, 5-6) ticas. A ello se añadía habitualm ente
suplica a las musas: «concededm e ser una com ida colectiva. Toda fiesta iba,
dulce para mis amigos y am argo para y va, unida al consum o de alim entos,
mis enemigos; para aquéllos, objeto que, en gran cantidad de ocasiones, de
de veneración (aidoion), para éstos, acuerdo con los rituales y las estacio­
de terror». nes en que la fiesta se celebra, son de
El lenguaje del poeta lírico, en su un tipo determ inado, que a veces sólo
com unicación con la ciudad, pasa por se consum en con motivo de esa festi­
el interm ediario de su hetería. La ver­ vidad. Form as artísticas prim itivas y
dad transm itida es la que opera en com idas rituales van, pues, unidas.
la com unidad de los heteros. De ahí El desarrollo de la sociedad, la a p a ­
su eficacia. La so lid arid ad que se rición de la polis y la estructuración en
produce en la polis es la que se fra­ clases, influyó tam bién en este aspecto
gua c o n c ep tu alm en te en el grupo de la civilización. De la m ism a m an e­
reducido. Este, al m ism o tiem po que ra que determ inadas festividades pasa­
se integra, lo hace im poniendo sus ron a ser c o n tro la d a s p o r grupos
condiciones. dirigentes, en el otro polo de la evolu­
El conflicto, sin em bargo, puede ción lo que ocurrió fue que los grupos
po n er en peligro a la m ism a hetería. dirigentes m onopolizaron la com ida
Teognis vive tiem pos de luchas socia­ ritual. El banquete aristocrático repro­
les en su p atria M égara. E n tales ducía así, a escala de grupo, la com ida
m om entos, se revela que, detrás de la en com ún propia de la fiesta, y en él se
aparente solidaridad, existe la insegu­ conservaron, transform adas, algunas
ridad de las alianzas. «Pocos amigos de las formas artísticas que o riginaria­
(heteros) hallarás, oh Polipaides, que m ente pertenecían a la com unidad.
te resulten seguros en situaciones de La poesía lírica, com o expresión
peligro; hom bres que, poseedores de artística que se adapta m ás clara­
un corazón concorde con el tuyo, ten­ m ente a las necesidades de la ciudad
gan ánim o para tom ar igual parte de arcaica en sus orígenes, fue tam bién el
los bienes y de los males» (79-82). Y género que floreció en el banquete
más adelante (115-116): «Son m uchos aristocrático. Toda ella tiene que ver
los am igos (heteros) para la bebida y la de un m odo o de otro con esta institu­
com ida, pero para un asunto serio, ción; pero son Alceo, Safo y A n a­
m uchos m enos». La situación se agra­ creonte, es decir, los autores de poesía
va si las luchas políticas no discurren m élica, los que revelan una m ayor
favorablem ente (209): «N ingún amigo tendencia a refugiarse en el m undo
que le quiera y le sea fiel tiene el privado de los tíasos y heterías. El b a n ­
desterrado». quete propiam ente dicho está lim ita­
do a los varones, pero las form as de
expresión son semejantes en los círcu­
7. El banquete los femeninos.
E n la fiesta prim itiva, es norm al que O. M urray ha dedicado varios tra­
exista, entre otros elem entos, una serie bajos al tema del banquete en la socie­
de m anifestaciones com unes de la dad griega. En la reflejada en los poe­
colectividad, canciones, danzas, com ­ mas homéricos, el hasileus tiene el deber
peticiones, que poseen en su origen un de com partir con sus heteros los exce­
carácter ritual y tienen que ver con el dentes de la producción agrícola de sus
28 Akal Historia d el M undo Antiguo

tierras. C rea con ello lazos de hospita­ nobleza deja de justificar su papel,
lidad y lealtad. G racias a esta función, entonces el banquete se convierte sólo
su casa se distingue y adquiere presti­ en un motivo de placer que, en algu­
gio. Pero, en relaciones de igualdad nos casos, adopta, en Jonia, formas
entre diferentes aristócratas, el b a n ­ orientalizantes.
quete es u n a institución más, que sirve Alceo es el prim er autor en que ap a­
para desarrollar el espíritu com peti­ rece la palabra symposion. Al principio,
tivo. Es un m odo de adquirir prestigio los poetas eran los m ismos aristócra­
e influencia frente a otros y atraer hete- tas que cantaban allí sus preocupacio­
ros en el m om ento de las em presas nes públicas, com o el propio Alceo.
militares. Estas em presas pueden ser- Pero, luego, se pasó a ca n ta r las obras
Crátera ática
Caza del jabalí
Museo Nacional de Atenas

virpara favorecerá la com unidad,con de poetas profesionales, com o A n a­


lo que el aristócrata asum e su papel: él creonte.
es su defensor. Su fiesta se convierte El banquete tiene sus reglas desde,
en la heredera de la fiesta com ún, y la por lo menos, la época de Arquíloco:
controla del m ismo m odo que con­ «... y bebiendo vino ab u n d an te y sin
trola la defensa. Se justifica que sean mezclar, viniste sin haber pagado tu
ellos los que consuma.n los mejores parte ni haber sido invitado, (oh Peri­
alimentos y beban los mejores vinos, cles), como lo hace un amigo, sino que
porque tam bién son los que com baten tu vientre ha hecho caer en la desver­
entre los primeros. güenza a tu buen sentido y pundonor»
C uando la función m ilitar de la (frag. 216).
Cultura y religión en la Grecia arcaica 29
La poesía de Teognis se conserva «es bueno ser invitado a un banquete
dentro de la Colección Teognídea, que y sentarse ju n to a un hom bre de cali­
realm en te rep resen ta u n a serie de dad, conocedor de la sabiduría toda,
recopilaciones hechas para b an q u e­ para escucharle cuando diga alguna
tes, donde es difícil determ inar qué cosa interesante a fin de aprender y
pertenece realm ente a este autor. D es­ regresar a casa con esa ganancia»
de luego, parece que debió de em pezar (563-566). En él posteriorm ente se
p o r un a recopilación hecha por él m ostrará la buena educación del joven:
m ismo. El banquete, según se des­ «alas te he dado con las cuales te ele­
prende de la poesía de Teognis, era el varás y volarás con facilidad sobre el
centro de transm isión de los esque- m ar sin límites y sobre la tierra toda;

Heracles e Dolao
Museo de la Acrópolis de Atenas

m as culturales, «la gran institución estarás presente en todos los b anque­


educadora de la aristocracia de la tes y alegres festines en boca de n um e­
G recia arcaica», dice Adrados. La rosos com ensales; acom pañados pol­
transm isión de la cultura a los jóvenes las agudas flautas herm osos jóvenes te
se realiza a base de comer, beber, etc., celebrarán con.bellos cantos sin perder
con aquéllos «cuyo poderío es g ran­ la com postura» (237-243). El b a n ­
de» (v. 34). «De los buenos aprenderás quete debe ser u n reflejo de la concor­
cosas buenas» (v. 35). La función cul­ dia entre los m iem bros de la aristo­
tural no se lim ita a la juventud. El cracia; allí ha de m an ife sta rse la
banquete es siem pre lugar de ap ren d i­ m oderación representada por el meson,
zaje y enseñanza de conocim ientos: no com o punto m edio de confluencia
30 A kal Historia del M undo Antiguo

de las distintas clases, sino com o lugar guía a lc a n z a rla tiranía. La historia de
de encuentro de los heteros, donde se la M itilene de Alceo es muy significa­
m u estra la co h e ren c ia de la clase tiva. El poeta se enfrenta prim ero a
(493-496): «conversad vosotros am a­ Mírsilo, en alianza con Pitaco; pero,
blem ente ju n to a la crátera, abstenién­ luego, cuando éste consigue acceder al
doos siem pre de d isputar unos contra poder, Alceo lo califica de tirano y le
otros y h ab lan d o delante de todos dirige sus ataques.
(mesón), dirigiéndoos al tiem po a cada A hora bien, en otras fuentes, Pitaco
uno y a todos juntos: así es com o u n está enum erado entre los siete sabios.
festín resulta agradable». Diógenes Laercio (1,40) cuenta que
A finales del siglo VI, el tem a del Dicearco los calificaba, no como sabios
symposion fue uno de los preferidos de ni filósofos, sino com o inteligentes y
la cerám ica ática. Los pioneros de los legisladores. Su característica princi­
vasos de figuras rojas identificaban a pal suele serla m oderación. De Pitaco
los huéspedes en los banquetes. En se decía que había rechazado ofertas
esta época, la tradición sim posíaca de oro porque pensaba que «la m itad
aristocrática se interfiere con la fiesta es m ás que el todo». H abitualm ente,
dionisíaca, seguram ente de acuerdo se los relaciona con la ideología de
con la nueva realidad pisistrátida. Es Delfos. Platón (Protágoras, 343ab) dice
la versión en que se inscribiría A na­ que «todos ellos fueron ém ulos a p a­
creonte, que sigue los tem as y perso­ sionados y estudiosos de la educación
najes de los komos dionisíacos. En la lacedem onia. Señal de esta su sab id u ­
realidad económica, el fenómeno coin­ ría son esas sentencias breves, dignas
cide con la aproxim ación entre el poe­ de recuerdo por parte de todos, que,
ta y el ceram ista como tecnitas. Am bos com o prim icias de su sabiduría, ofre­
son p ro fesionales que c o b ran p o r cieron conjuntam ente a Apolo en el
desem peñar su función. En la época tem plo de Delfos, haciendo inscribir
de la tiranía, la cerám ica y la evolu­ estas dos que todos repiten: conócete a
ción de la lírica confluyen en el eje de ti mismo y nada en demasía».
las transform aciones económ icas y Aristóteles dice que se preocuparon
sociales. por la polis, inventaron las leyes y los
lazos que unen las diferentes partes de
8. Los tiranos y los sabios la ciudad... inventaron las virtudes
propias del ciudadano. U no de los
En la recom posición que se opera citados por P latón era Solón, que res­
durante la época arcaica, desem peña ponde m uy bien a la im agen transm i­
un papel im portante la figura del tira­ tida, com o legislador y pacificador de
no. La sociedad hoplítica, el u rb a ­ los diferentes elem entos de la ciudad.
nism o, la crisis de la aristocracia, los Tal vez la diferencia con Pitaco este en
conflictos dentro de esta m ism a clase, que, para éste, poseem os los poem as
están relacionados de un m odo o de de Alceo que lo acusan de tirano. La
otro con el sistema político definido gam a de actuaciones del aristócrata
com o tiranía. Las luchas que infor­ en la ciudad es am plia y variada. Del
m an la poesía aristocrática iban diri­ tirano al sabio puede haber diferen­
gidas contra las posibilidades de trans­ cias, pero posiblem ente no hay solu­
form ación social, pero tam bién contra ción de continuidad.
potenciales rivales dentro de la aristo­ Tales tam bién aparece en la lista de
cracia. Son, sin em bargo, dos m odos Platón. Sus actividades públicas se
de concretarse lo que en el fondo es la refieren principalm ente a su intento
m ism a lucha. El enfrentam iento entre de unir las ciudades de Jonia, pero es
rivales aristócratas adquiría su m áxi­ m ás conocido com o fundador de la
ma expresión cuando alguno conse­ filosofía. Su pensam iento es fam oso
Cultura y religión en la Grecia arcaica 31
sobre todo po r h ab er atribuido al agua B andinelli considera que en Termo se
el papel de origen de todas las cosas. pueden individualizar las etapas, des­
En parte sería heredero de la sosm olo- de la p lan ta absidal sin colum nas,
gía, pero aporta una m ayor abstrac­ pasando por el m égaron con opistó-
ción que justifica su fama. En toda la dom o y colum nata que conserva la
escuela m ilesia, a la que pertenece, línea absidal y, finalm ente, el tem plo
destaca el intento de reducir la varie­ rectangular. La estructura de tem plos
dad al uno: en este caso, al agua. En el geom étricos con esta form a n u n ca
caso de A naxim andro, el principio puede datarse antes del siglo VIII, ni
un itario es el ápeiron, lo indefinido. siquiera el de H era en Samos.
En todo este pensam iento hay una P ausanias (X,5,9) dice que el prim er
confluencia de factores. La separa­ tem plo de Delfos debió de tener la
ción entre la filosofía y el pensa­ form a de una cabaña. En efecto, los
m iento místico, representado por el prim eros santuarios son de esta confi­
Orfism o, no es tajante. El mito y el guración, que recuerda los estilos mi-
logos no se continúan de m anera m ecá­ cénicos a una escala m ucho más re­
nica, sino que se interfieren constante­ ducida, com o el de Perácora, posi­
m ente en el pensam iento y en la reli­ b le m e n te de h a c ia 800 a.C ., o la
giosidad de la época arcaica. El caso «choza» de paja de Eretria.
de Pitágoras es tal vez el m ás represen­ En principio, no se diferencia de la
tativo de lo ahora expuesto: el racio­ casa, donde había un hogar. La distin­
nalism o num érico y el m isticism o de ción com ienza al añadirse la colum ­
la transm igración coexisten sin a p a­ nata exterior y sustituirse el hogar por
rente contradicción. Tam bién era un la estatua del dios. Esta últim a etapa
hom bre político partidario de la m ode­ ocurre cuando el estado adopta las
ración que intentó llevar a la práctica responsabilidades del culto.
sus teorías. La orien talizació n influyó en la
En la época arcaica no existe to­ grandiosidad arquitectónica de Jonia.
davía la historiografía propiam ente En Sam os se reedificó el tem plo de
dicha. La genealogía, la épica, los via­ H era por obra de Reco (H eródoto, III,
jes, pueden considerarse sus prece­ 60) y luego Polícrates lo hizo todavía
dentes. Q uien parece tratar de p ro ­ m ayor: «el m ayor tem plo de todos los
fu ndizar más en los hechos históricos que nosotros hem os visto», com enta
es Epim énides de Creta, «profeta del Heródoto. La m ajestuosidad de los
pasado». tem plos jónicos coincide con el desa­
rrollo urbanístico: las clases dom i­
9. Arquitectura nantes afirm an su poder en el espacio
de la ciudad, tanto en las obras p úbli­
E n la polis, el tem plo sustituye al san ­ cas com o en los templos. Pero son los
tuario doméstico, por medio del témenos tiranos los prim eros que m uestran
de las grandes fam ilias aristocráticas, verdaderas preocupaciones urb an ísti­
que extienden sus cultos particulares cas, al hacer de la ciudad el lugar de
a toda la com unidad com o m edio afirm ación de su prestigio, a la m ane­
de control. ra de u n a corte estilo oriental. La
El tem p lo , arq u ite ctó n ic am en te, arquitectura de Délos revela su fun­
consiste en el desarrollo de la parte ción cultural. El tem plo «pórim o» del
exterior, dado que el público se encuen­ siglo VI, con la estatua colosal de
tra fuera del recinto propiam ente dicho; Apolo, construido gracias a la inicia­
el lugar sagrado es el conjunto de tiva del tirano Lígdam is de Naxos, los
am bos elementos. El establecim iento leones inspirados en las grandes vías
de la colum nata o peristilo se consti­ de acceso a los tem plos orientales,
tuye a lo largo del siglo VIII. B ianchi- constituyen u n a m uestra del estilo
32 Akai Historia det M undo Antiguo

Termo. Planta con las


fases sucesivas
(Según B ia n ch i-B a n d in e lli)

Samos
Tem plo de Hera.
A ltar
(Según C oldstream )
Cultura y religión en la Grecia arcaica 33
34 A ka l Historia d el M undo Antiguo

m ado dedálico, pro ced en te de las


estatuas de m adera (χοαηα) que la tra­
dición atribuía a Dédalo, al que corres­
ponde la diosa de Auxerre.
Ya a fines de siglo se inicia la esta­
tuaria de grandes dim ensiones, que
constituyen las ofrendas en los g ran­
des tem plos y sepulcros, com o la cabe­
za del D ip iló n , fragm ento de u n a
escultura funeraria de hacia 610, y los
kouroi identificados com o C leobis y
Bitón, atribuidos al escultor argivo
Polim edes y ofrecidos en el tem plo de
Delfos.
El Agalma, im agen que se usa com o
ofrenda en los santuarios, adopta la
form a de un kouros, joven desnudo, o
de u n a kore, vestida. La kore m ás an ti­
gua conservada es la ofrecida p o r
N icandro en Délos, dedicada a Arte-
mis, en la prim era m itad del siglo VII.
La estatuaria arcaica no pretende ser
verdadera, sino viva. N o hay en ella
intenciones retratísticas. A unque «re­
presenta» al dedicante ante la divini­
dad o al difunto en su tum ba, lo hace
Diosa de Auxerre de m odo abstracto. Es un m nem a, o
(En torno al 630 a.C.) m onum ento conm em orativo.
La evolución de la estatuaria se pro­
jónico superpuesto al dórico, por con­ duce com o efecto de la tensión entre el
tagio de la influencia oriental. m odelo estático y atem poral de origen
E n cam bio, Argos, Sición y C orinto egipcio y la observación del cuerpo
crean el orden dórico en el siglo VII. unida a la búsqueda de soluciones
Las stoas de Argos revelan la im por­ personales, que, en Ática, com ienzan
tancia de la ciudad en la época de la con el moscóforo y se agudizan hacia
tiran ía de Fidón, cuya influencia se 520, posiblem ente con el m aestro de
unlversaliza con el H ereo de O lim pia. Teseo. Es la evolución que se percibe
En 540 se construye el tem plo de A po­ desde la H era de Sam os hasta la kore
lo en C orinto, que será m odelo del de del peplo. Se produce u n a tensión
Atenea Polias en Atenas, de época sim ilar a la que caracteriza la poesía:
pisistrátida, y del de Apolo y de Ate­ entre el m odelo rígido y la creación
nea P ronea en Delfos, reconstruidos individual.
en 515-505. Por otro lado, desde m ediados del
siglo VI, se desarrolló u n arte n a rra ­
tivo en frontones, m etopas, etc., donde
10. Escultura se representan escenas colectivas. La
El desarrollo de la ciudad y el tem plo evolución se m uestra en la diferencia
que sustituye al san tuario dom éstico señalada por H aynes entre el tesoro
estuvo aco m pañado de la aparición de los sicionios en Delfos, entre 575 y
de form as escultóricas nuevas. En la 550 y las partes norte y este del tesoro
prim era m itad del siglo VII, el p a n o ­ de los sifnios en el m ism o santuario,
ram a está dom inado por el estilo 11a­ hacia 525, en que se refleja la confu­
Cultura y religión en la Grecia arcaica 35
sión de la batalla frente a la anterior dela sus com ponentes ideológicos. La
o rd enación geométrica. utilización de caballos com o motivo
artístico en la sociedad aristocrática
11. Cerámica no es sólo reflejo de la utilización de
vehículos tirados por estos anim ales,
El arte geom étrico del cem enterio ate­ sino que tiene un valor sim bólico, p ro ­
niense del C erám ico es u n a forma de cedente precisam ente del hecho de
supervivencia o recuperación, m ás ela­ que los usaban los antepasados de
b o rada, del arte micénico, lo m ism o esta aristocracia en la época m icénica.
que el m égaron. En él pueden estar Por otro lado, la influencia del este
presentes los tem as heroicos. Esto res­ se m anifiesta en la presencia de a n i­
ponde al m ism o interés p o r recuperar m ales, sobre todo de leones, lo que
el pasado que caracteriza a los poe­ podría relacionarse con las com para­
m as hom éricos, en condiciones que ciones hom éricas. En A tenas, esta
in d ic a n cierta su p ervivencia, pero influencia fue m enos im portante que
fom entada por las nuevas condicio­ en C orinto, y en cam bio hay más esce­
nes históricas, que perm iten el inter­ nas de tipo narrativo.
cam bio y el desarrollo de los oficios. En la escena de guerra representada
H esíodo (Trabajos, 25-26) hab la de en el vaso Chigi, de la m itad del si­
rivalidad entre ceram istas, m endigos glo VII, se em plea la táctica hoplítica,
y aedos. No es preciso, por tanto, que y la solidaridad en la batalla se expre­
tales tem as sean tom ados de los poe­ sa p o r el m étodo de la superposición
m as hom éricos. Antes del 650 hay de imágenes. En el ánfora de Eleusis
m uy pocas escenas de la Ilíada y la que representa a Odiseo cegando al
Odisea. Son m ás bien tem as tom ados Cíclope, Haynes hace notar la dife­
de otras sagas: Héraclès, tal vez Teseo, rencia formal y expresiva en relación
ciclo tebano, y tam bién del ciclo tro- con la época anterior. En el arte geo­
yano, coincidentes o no con los poe­ m étrico, al igual que en los poem as
mas, au n q u e la confluencia de la tra­ hom éricos, la representación de los
dición independiente y la fijada por hom bres sin cuerpo indicaría que lo
H om ero com ienza desde m uy pronto. im portante lo hacen los dioses. A hora
Snodgrass (1971) estudia el tem a de se dibuja ya el volum en del cuerpo. El
los carros: prim ero se utiliza el que desarrollo de la polis trae consigo el
conocen, de cuatro ruedas; luego se despertar de la conciencia individual.
reintrodujo el carro heroico, aunque La ilusión espacial da la sensación de
en motivos no guerreros, com o la p ro ­ representar una acción espontánea. El
cesión y las carreras. Poco a poco, la despertar de la individualidad en épo­
vida real de la época arcaica se va ca arcaica es com plem entaria de la
haciendo m ás interesante y se intro­ conciencia solidaria colectiva de la
duce el carro real de las carreras, el polis hoplítica.
jinete lu ch ad o r e incluso los guerreros E n la cerám ica ática de figuras
que com baten en fila, aunque se trate negras tenem os el corpus m ás antiguo
de la decoración de escenas heroicas. de escenas mitológicas. El estilo com en­
En u n prim er m om ento se utilizan los zó en C orinto hacia el año 700 y en
elem entos para glorificar el presente; A tenas hacia 630. Fue el prim er arte
con la evolución de la ciudad, las decorativo verdaderam ente p opular
características de ésta sirven para dar de la antigüedad. Desde 566 va cobran­
form a a los tem as heroicos. Se pasa de do gran im portancia la producción de
la glorificación de la aristocracia como ánforas panatenaicas, que florece a
heredera de los héroes, a la glorifica­ p artir de 550. Sus elem entos n arrati­
ción de la ciudad com o sustituía de los vos heroicos son paralelos a los recita­
m ism os, al tiem po que adopta y rem o­ les de las fiestas del m ism o nom bre, a
36 Aka! H istoria del M undo Antiguo

Cabeza del Dipilon

cuyos juegos servían de prem ios. E n la que adquiere una significación polí­
m ism a época, es m uy frecuente la uti­ tica antipisistrátida: su escena m ás
lización de la figura de Héraclès, que p o pular es la lucha contra el M ino­
qu ed ó m uy v in cu lad a a P isistrato, tauro.
protegido, igual que aquél, por la dio­ Las escenas de los ciclos heroicos
sa A tenea. Los elem entos decorati­ representadas en la cerám ica ática de
vos arquitectónicos parecen inspira­ figuras negras reflejan m ás el interés
dos en las obras públicas de la época individual por tem as concretos que el
pisistrátida, com o la foníana Ennea- uso de la flíada com o fuente. En la
krounos. im agen en que A quiles recibe las
M ás tarde, a finales del siglo VI, se arm as de Tetis, el escudo no tiene
hace m ás frecuente el tem a de Teseo, ningún parecido con el que se des-
Cultura y religión en la Grecia arcaica 37
cribe en la Ilíada. En este sentido se
avanza, au n q u e no de forma defini­
tiva, hacia finales del siglo VI y con la
cerám ica de figuras rojas. A princi­
pios del siglo V aum entan los temas
relacionados directam ente con la Ilia­
da., así com o con la Pequeña Ilíada,
Etiópida e Iliupersis, pero hay muy
pocos de la Odisea. Las escenas de gue­
rra presentan un m ás estrecho p a ra ­
lelo con el m undo hom érico que con
el del siglo VI, aunque los guerreros
usen in d u m en taria «m oderna». El
m i * »■*.
p in to r C leofrades (505-475) trata p rin ­
cipalm ente de tem as troyanos, pero de
un m odo totalm ente renovado: se des­
taca el saqueo de Troya com o acto de
violencia y crueldad.
Desde 530, y m ás bien en la cerá­
m ica de figuras rojas, aum entan las
escenas de la vida cotidiana, urbanas
y de talleres artesanales, m ientras que,
en general, se olvida la vida del cam ­
po; son m uy frecuentes los banquetes
y juegos atléticos. El uso del mito se
m odifica. M ás bien sirve de pretexto
para representar u na nueva visión eró­
tica, en que los sátiros desem peñan un
im portante papel: son éstos los que
interpretan la m úsica para el ritual
dionisíaco. H ay que tener en cuenta
que es la época de los com ienzos del
dram a satírico en Atenas.
En el aspecto formal, tam bién se
producen avances considerables. La
pin tu ra es cam po de experim entación
en m om entos de cambio. En ella se
perm iten innovaciones com o el estu­
dio anatóm ico y el escorzo. El artista
se atreve antes a p in tar en escorzo los
objetos in anim ados que al hom bre.
En el ánfora de Aquiles y Pentesilea,
Exequias (año 540) lo hace con los
escudos, m ientras que los cuerpos de
los héroes conservan la postura con­
vencional. El p an o ram a cam bia con
la crátera de Héraclès y Anteo, del
año 510, del pin to r Eufronio, donde
se pone de relieve el contraste form al
entre am bos personajes; y m ás toda­
vía con el escorzo de los tres «juer­ Kore dedicada
guistas» de Eutímides. por Nicandro en Délos
38 Aka! Historia d el M undo Antiguo

1!. Religion

1. El panteón olímpico rasgos siguen existiendo, así com o los


cultos de carácter agrario y p o pular
Dice H eródoto que fueron H om ero y que conservaban aspectos m uy p ri­
H esíodo quienes crearon el Panteón mitivos.
helénico. Se trata principalm ente de El proceso de «civilización» no se
la atribución de un a estructura fam i­ lim ita a un m om ento preciso de la his­
liar a u n conjunto com plejo y variado toria de la cultura, sino que es cons­
de divinidades. C on ello se reestruc­ tante. Por ello, tam bién constantem en­
tura el pasado y se adecúa a las nuevas te se introducen divinidades a las que
necesidades de la polis. se trata de integrar en el sistem a dom i­
De este m odo com ienza un proceso nante, conservando parte de sus ras­
de elim inación o transform ación de gos para que puedan seguir siendo
las divinidades surgidas de la tierra «eficaces» y renovando con ello el
espontáneam ente, sin previa unió n P anteón para evitar el alejam iento.
reconocida, así com o de los indicios D em éter y D ioniso tienen m ucha
de prom iscuidad que caracterizan a m ayor im portancia en la lírica que en
las divinidades prim itivas; todo ello H om ero. Se aprovecha su «credibili­
queda sustituido, aunque en un p ro ­ dad» com o reproductores de la pros­
ceso com plejo, p o r el m atrim onio y la peridad del pueblo para lograr tam ­
procreación al m odo de la pareja legal. bién su eficacia com o reproductores
Tam bién se tiende a elim inar los ras­ de la sociedad.
gos de antropofagia, de violencia no Del m ism o m odo que, cronológica­
institucionalizada en que participa­ m ente, el proceso no es unitario, tam ­
b an dioses, hom bres y anim ales. poco lo es localm ente. La estructura
Tanto H om ero y Hesíodo com o la m ás generalizada adm ite a Zeus com o
lírica utilizan u n Panteón de divinida­ dios suprem o. Aparte, naturalm ente,
des que se adapta a la vida civilizada del papel patriarcal desem peñado en
de la sociedad de la polis. D ifícil­ la poesía hom érica, y de rey justiciero
m ente se encuentran los rasgos zoo- en Hesíodo, tam bién en A rquíloco
mórfícos que, en cam bio, se reflejan aparece esa im agen casi m onoteísta y
en otras tradiciones o cultos, com o el que asum e casi todos los papeles p ro ­
aspecto de yegua de la D em éter arca­ pios de la intervención de la divinidad
dla o la sexualidad prim itiva que se en la vida de los hom bres (frag. 31):
nota en diversos cultos del Pelopo­ «Oh Zeus, padre Zeus, tuyo es el im pe­
neso. Pero las divinidades con tales rio del cielo, tú ves las acciones crim i­
Cultura y religión en la Grecia arcaica 39
nales y justas de los hom bres, tú pres­ lugares y, por tanto, las tradiciones
tas atención a la justicia e injusticia culturales existentes en un sitio deter­
de las bestias». m inado, en el m om ento de la «lle­
Sin em bargo, hay ocasiones en que gada» de un dios. Lo m ism o ocurre en
aparentem ente, de m anera paralela, el terreno del mito, en que un dios es
ha hab id o un proceso en que era A po­ objeto de variedad de leyendas. La
lo el que llevaba el cam ino de conver­ labor ord enadora de H om ero y H esío­
tirse en dios superior. En Delfos, las do tuvo una eficacia inm ediata rela­
relaciones son com plejas. Está gene­ tiva; la diversidad no fue elim inada,
ralm ente adm itido el patrocinio de pero el «m étodo» se im puso a la larga.
Apolo, au n q u e en ocasiones se reco­ La épica llevó a cabo la elección de
noce la superioridad de Zeus. De otro los grandes dioses del Panteón, pero
lado, Apolo vence a D ioniso al tiem po siguieron existiendo divinidades loca­
que lo acoge en Delfos y lo circuns­ les cuyo grado de integración variaba
cribe y ritualiza. Es el triunfo de la según los lugares y las épocas. Los ras­
vida social fam iliar sobre las m anifes­ gos ctónicos y los olím picos aparecen,
taciones colectivas. La fiesta queda pues, m ezclados en una gran cantidad
vencida p o r el ritual, la familia y el de ocasiones. El fenóm eno puede d ar
banquete. lugar a procesos complicados. La doble
En general, D ioniso queda «civili­ divinidad de determ inados cultos pue­
zado» com o hijo de Zeus. Con ello, la de responder, en realidad, a la existen­
pasión se integra igualm ente en la cia previa de u n a sola con varios
estructura de la ciudad por m edio del caracteres que se com prendían luego
rito de iniciación, que hace volver al com o incom patibles. En Eleusis, la
orden al hom bre rebelde. La fiesta presencia de una m adre y una virgen,
queda sacralizada y «dom esticada» y, D em éter y Perséfona, es interpretada
por tanto, perm itida. Se intenta co n ­ por Dietrich com o la duplicación de
servar su eficacia sin su carácter des­ una sola divinidad que, de m adre-
controlado. La creación del Panteón virgen, se ha integrado en el sistema
olím pico se caracteriza, pues, por la com o estructura familiar, por lo que
tendencia a la integración de los cul­ recibe alguna vez la denom inación
tos locales aco m p añ ada de la elim ina­ plural de Demáteres. G ea y Temis son
ción de los rasgos ctónicos y la p u ri­ tam bién diosas en que predom inan
ficación del aspecto anim al propio de los aspectos ctónicos, pero que se h an
la divinidad prim itiva. Pero hay que integrado en el Olimpo. En otros casos,
tener en cuenta, para la com prensión tales aspectos han quedado más absor­
de su estructura, que las divinidades bidos por los procedentes de la inte­
olím picas y las huellas que quedan de gración. En Zeus, Atenea, Apolo, es
divinidades ctónicas no derivan de m ucho m ás difícil encontrarlos.
fuentes distintas. El propio Apolo con­ A hora bien, en la otra cara del p ro ­
serva, local mente, rasgos que se p u e­ ceso, está el hecho de que las divinida­
den definir com o dionisíacos. des aristocráticas tam poco dejaron de
Esto da lugar a una gran diversidad sufrir los efectos de la evolución histó­
de m itos y cultos. El m odo de integra­ rica. Al m ism o tiem po que la aristo­
ción puede crear m últiples procesos cracia m ism a se veía superada por
de identificación y diferenciación. Los ésta y en la polis triunfaban nuevas
m ism os cultos se aplican a divinida­ estructuras sociales, tales divinidades
des diferentes, si el proceso ha consis­ eran adaptadas de m odo que pasab an
tido en identificar a una divinidad con a proteger a las colectividades triu n ­
otra; pero, tam bién, una m ism a divi­ fantes en la ciudad. Pero, el hecho
n id ad , com o co n secu en cia, recibe m ism o de que éstas se adaptaran a las
diferentes form as de culto según los antiguas divinidades aristocráticas, era
40 A ka i Historia d e i M undo Antiguo

Teseo
Museo de la Acrópolis de Atenas
Cultura y religión en la Grecia arcaica 41

indicio de que, en las nuevas estructu­


ras, la antigua aristocracia había remo­
delado su modo de control y dominio.

2. Juegos y festivales Santuario de los sicionios


en Delfos
En la cultura griega arcaica se encuen­ Castor y Polideuces con los hijos
de Atareo
tran muchos elementos procedentes (Hacia 575-550 a.C.)
de prácticas y rituales anteriores. La
evolución. Adrados ve, en algunos
acentuar el carácter ritual y religioso y,
en otros, a la desacralización. En cual­
quiera de ellos, la definición no es
absoluta, sino que se conservan ele­
mentos y señales de la otra forma de
evolución. ADRADOS ve, en algunos
temas líricos sobre la vejez y la juven­
tud, la huella de una forma agonística
en que podían enfrentarse coros de
viejos y jóvenes. Esto estará en rela­
ción con las fiestas cíclicas de renova­
ción anual en que se enfrenta lo caduco
con lo nuevo. En Esparta, en el templo
de Artemis Ortia, se han encontrado
máscaras de viejas que pueden corres­
ponder al mismo ritual. Ante él se
celebraba la diamastigosis, el azote de
los jóvenes como prueba de resisten­
cia para entrar en la edad viril.
En el Partenio del Louvre, el poeta
Alemán refleja la existencia de una
competición de coros de muchachas
que Adrados considera comparable
a la celebración que describe Pau­
sanias (V,16,2) en Olimpia: cada cua­
tro años, dieciséis mujeres tejen un
peplo para Hera, y luego compiten en
un agón llamado Herea, que consiste
en una carrera entre las vírgenes por
edades. Al final, hacen un sacrificio
a Hera.
En los rituales que dan nacimiento
a los juegos, es frecuente ver un origen
funerario. Los juegos fúnebres por la
muerte de Patroclo en la Ilíada sirven Tesoro de los siínios
sin duda de modelo. El problem a en Delfos
estriba en que, habida cuenta del papel Batalla de dioses y gigantes
de los poemas homéricos como mode­ (Hacia el 525 a.C.)
lo en la época arcaica, puede haberse
adaptado a las prácticas rituales pre­
existentes el sistema que consiste en
atribuirles un héroe muerto como
42 A kal Historia del M undo Antiguo

objeto de la dedicación de la fiesta. les de poem as hom éricos. Por ello,


Vian encuentra un motivo funerario tam poco es sorprendente que se ex­
para cada uno de los cuatro festivales tienda el tem a agonístico de la lu­
m ás célebres de G recia: los Juegos cha de los dioses contra los gigantes.
O lím picos estaban en relación con En el peplo que se ofrecía a Atenea
Pélope y su túm ulo funerario; los Ist­ en las grandes fiestas panatenaicas
micos, con la m uerte de Melicertes; los estaba bordada una gigantom aquia.
Ñ em eos se celebraban en m em oria de En los tem as de la cerám ica ática
Ofeltes; y los Píticos por la m uerte de de figuras rojas, al final del siglo
la serpiente Pitón. A p artir de aquí, VI, en que se hacen m uy frecuentes
los juegos evolucionarían. La m uerte las escenas de atletas, destaca la cre­
h eroizada del personaje a quien esta­ ciente popularidad de las carreras de
b an dedicados sería el prototipo m í­ hom bres arm ados (hopliodromoi), que
tico de los adolescentes que acudían se in tro d u je ro n en O lim p ia en el
en busca de renovación y transfigu­ año 520.
ración. El género poético que se desarrolló
Seguram ente h abría que buscar el en unión de los juegos fue el de los
origen m ás bien en este proceso de in i­ «epinicios». Su contenido llegó a ser
ciación ligado a un m om ento del año significativo del enfoque que ad o p ta­
en que tam bién está presente la m uer­ ron los festivales m ism os a lo largo de
te. En la época histórica, sin em bargo, la época arcaica. En ellos se sinte­
los juegos se reorganizan: lo que se tizaba la m ayor parte de los facto­
busca es la gloria com o sustituto de la res ideológicos dom inantes. G entili
inm ortalización. De otro lado, el agón afirm a que el elem ento m ítico tie­
heroico, en origen nacido com o pre­ ne aquí un papel protagonista y m ul­
paración y prueba m ilitar, una vez p ri­ tiforme. Se refiere a los antepasados
vado de esta significación por la evo­ del vencedor, a la ciudad de origen
lución de la ciudad y de las tácticas y al lugar m ism o de la com petición.
bélicas, se convierte en práctica depor­ Así se logra la in teg ra ció n de los
tiva. El espíritu agonístico se m os­ elem entos básicos de la época: la
traba tam bién en las ofrendas votivas, aristocracia, la polis y los cultos pan-
los anathemata, con que trataban de helénicos, que representan la cohe­
com petir entre sí en prestigio y osten­ sión social y la coo p eració n entre
tación. ciudades.
A las P anateneas se les atribuía una O lim pia fue el centro panhelénico
doble fundación, por Erictonio, hijo m ás im portante com o sede de festiva­
de Hefesto, y por Teseo, lo que podría les. Su prim era proyección se dirigió,
interpretarse com o reflejo de u n a reor­ naturalm ente, hacia el Peloponeso.
ganización. A principios del siglo VI, C artledge considera que las prim e­
se produjo un desarrollo considerable ras figurillas de anim ales de b ro n ­
de m uchos festivales griegos, n o rm al­ ce laconias halladas en O lim pia p u e­
m ente rem odelados de acuerdo con den ser de 775. Esto indica algún tipo
los Juegos Olím picos. C on esta época de presencia que sirve de fundam ento
coincide la proliferación en Atenas de para el desarrollo de ciertas tradicio­
las ánforas llam adas panatenaicas. La nes, como, por ejem plo, la que atri­
reorganización de los festivales se vio buía a Licurgo el papel de cofundador
aco m p añ ad a de una presencia cada de los juegos; o, en u n a relación más
vez m ayor, en los vasos “atenienses de indirecta, la transm itida por Plutarco
figuras negras, de escenas en que los (Licurgo, 4,4-6), según la cual Licurgo
olím picos actúan conjuntam ente. H ay viajó de Creta a Jonia, donde conoció
que tener en cuenta que, al m ismo los poem as hom éricos y, aunque con­
tiem po, en Atenas, se instituyen recita­ sideró que estaban escritos para el
Cultura y religión en la Grecia arcaica
43
placer, vio que h abía en ellos aspectos ban en el santuario, y así ganaban
políticos y educativos del m ayor valor, prestigio y poder en su ciudad. Pero
p o r lo que los copió y los llevó a tam bién ésta se prestigiaba y conse­
Esparta. Antes, entre los griegos, sólo guía gloria frente a otras ciudades,
se conocían por su fam a y algunos en m om entos en que la com petencia
fragm entos sueltos. Al m argen del entre ellas era creciente. Esta com pe­
carácter legendario de todo lo que se tencia, si llegaba a su punto más agu­
refiere a Licurgo, se conoce en Esparta do, se transform aba en guerra que, en
un san tu ario Menelaion, indicativo de la realidad, era una guerra de hoplitas.
la recuperación, p o r lo menos, de la Y, aunque había com peticiones, y se
tradición m icénica, y Tirteo está evi­ fueron introduciendo otras, como el
dentem ente influido por los poem as hoplitodrom os, cuyo protagonism o les
hom éricos. Puede deducirse que, en correspondía a ellos, y que representa­
este período, Esparta poseía una serie ban una forma de conexión con la
de elem entos culturales indicativos vida real, la verdadera gloria panhelé-
de que existía u na tendencia a inte­ nica se conseguía con los carros y los
grarse en un m undo m ás am plio, re­ caballos, en las com peticiones a que
presentado por el santuario de O lim ­ sólo podía accedería aristocracia. Con
pia y p or la tradición épica que, en que la gloria olím pica de las ciudades
definitiva, v en ían a d esem p eñ ar el se conseguía gracias a ésta, y así el sis­
m ism o papel. tem a hoplítico se veía controlado, por
D urante los prim eros cien años, los factores de prestigio, por quienes teó­
vencedores son casi exclusivam ente ricam ente habían dejado de ser los
peloponesios; al principio de Elis y protagonistas. C iudad, aristocracia y
M esenia. Desde fines del siglo VIII, a juegos form an un com plejo estructu­
partir de la conquista de M esenia, ral integrado que define la sociedad
ab u n d a n las victorias espartanas, que, arcaica griega.
en un p rim er m om ento, son muy fre­ Ya es conocido que, en determ ina­
cuentes, pero no se producen en las dos m om entos críticos, surgieron con­
carreras de carros; luego, es aquí d o n ­ flictos que se m anifestaban, entre otras
de obtienen las victorias, aunque, en cosas, en rivalidades entre aristócratas
general, se reducen en núm ero, Ste- y aspiración por parte de alguno de
Croix y C artledge interpretan el fe­ ellos a la tiranía. El prestigio alcan­
n ó m e n o com o sín to m a de que se zado en los juegos sirvió a veces para
ha producido una reducción aristo­ g anar fuerza en este cam po, como fue
crática del control real de la ciu d ad a­ el caso de C ilón de Atenas, rival de
nía. A p artir de un m om ento determ i­ la fam ilia de los A lcm eónidas, que
nado, los espartanos no participan en intentó establecerse com o tirano des­
el desarrollo cultural de G recia, pero pués de obtener el triunfo en Olim pia.
sí en la com petición de prestigio que Antes había sido muy im portante el
representaban algunas de las pruebas control de F idón de Argos sobre el
ag o n ísticas, p re cisam en te las m ás santuario. De C ípselo de C orinto se
ostentosas. cuenta u n a anécdota según la cual
Poco a poco, la intervención de los hizo una dedicación con el dinero de
griegos se va generalizando. Partici­ los corintios. Invertía el 10 por 100
p ar y obtener triunfos significaba la cada año durante diez y al final todos
gloria individual, con lo que se exal­ tenían la m ism a cantidad, «pues», se
taba a los antepasados de la fam ilia explica, «hizo tra b a ja r el dinero».
aristocrática y red u n d aba en su b en e­ A parte del carácter «m ercantil» de la
ficio, al recordar las gloriosas estirpes. m edida, im porta destacar la novedad
Los triunfadores h acían ostentación de la form a de dedicación. A quí la
pública con las ofrendas que se d eja­ ofrenda la hace el tirano, pero con la
44 A ka l Historia del M undo Antiguo

p articipación de la ciudad, o ésta por un concurso en Calcis con motivo de


m edio de aquél. El m odo de atraer los funerales de A nfidam ante, donde,
prestigio cam bia con relación al del con u n him no, ganó el prem io consis­
aristócrata individual que em plea para tente en un trípode.
ello su propia riqueza. La épica experim entó u n proceso
E n las fiestas agonísticas griegas expansivo y de consolidación gracias
se m o strab a la so lid arid ad de la aris­ a los festivales agonísticos. Délos fue
tocracia, p ero tam b ién su com petiti- el prim ero que adquirió prestigio pan-
v idad; y esto se tran sfería a las ciu ­ helénico, en relación con el culto a
d a d e s, d e n tro de las c u a le s, a su Apolo. La tradición atribuía al licio
vez, co m p etía y se so lid a riz a b a la O lén la com posición de los prim eros
aristo cracia local. C om o en otros a s ­ him nos; él había llevado a Délos, des­
pectos de la vida ciu d ad a n a, la tira ­ de Licia, el culto de A polo y Artemis.
n ía innova. Al a c en tu ar el p ro tag o ­ Según P ausanias (111,4,1), los m ese­
n ism o p erso n al del tirano frente a m os, una generación antes de la gue­
otros aristócratas, traslad a p arte del rra con Esparta, enviaron u n a ofrenda
pro tag o n ism o a la colectividad, bajo a Delos y Eum elo com puso un canto
su o rien tació n y p atrocinio, y gracias procesional para el dios. Allí se situa-

Vaso Chigi
Detalle con escena de guerreros hoplitas
(Mitad siglo VII a.C.)

al d e s a rro llo de los in te rc a m b io s ba tam bién el legendario Certamen de


económ icos y de los m étodos m er­ Homero y Hesíodo.
cantiles que tam b ién p erm itiero n la E n relación con estos festivales y
existencia de la tiran ía m ism a. D e concursos se desarrolla el género de
algún m odo, el papel p an h elén ico de los llam ados Himnos homéricos. El tes­
los juegos asum e las tran sfo rm acio ­ tim onio m ás interesante es precisa­
nes de la polis. m ente la descripción de la fiesta co n ­
Junto a las com peticiones atléticas, tenida en el Himno a Apolo (III), 146-164:
de las fiestas rituales prim itivas se des­ «M as tú, Febo, regocijas tu corazón
p rende p o r otro lado la com petición especialm ente con Délos, donde en
literaria. En la m ayor parte de los h o n o r tuyo se congregan los jonios de
casos, am bas ib an unidas, pero pred o ­ arrastradizas túnicas con sus hijos y
m in ab a norm alm ente u n a de las dos. sus castas esposas. Y ellos, con el pugi­
H esíodo (Trabajos, 654, ss.) habla de lato, la d anza y el canto, te com placen
Cultura y religión en la Grecia arcaica 45

ples riquezas. Y m ás aún, u n a gran


m aravilla, cuya gloria jam ás perecerá:
las m uchachas de Délos, servidoras
del certero flechador, las cuales des­
pués de que h an celebrado el prim ero
a Apolo, luego a Leto y a Artem is dise-
m inadora de dardos, acordándose de
los varones y las m ujeres de antaño,
entonan un him no y fascinan a las
estirpes de los hom bres. Las voces e
incluso el chapurrear de todos los
hom bres saben im itarlo. A seguraría
cada uno que es él mismo el que habla.
¡Con tal fidelidad se adapta su h er­
m oso canto!».
Otros him nos tam bién revelan su
carácter competitivo, com o el VI, a
Afrodita, 20: «concédem e obtener la
victoria en este concurso». En Sición
tam bién había certám enes basados en
los poem as hom éricos, que fueron
suprim id os por el tiran o C lístenes
Fontana Enneakrounos (H eródoto, V, 67). Igualm ente había
Representada sobre una hidria ateniense festivales en Esparta: en 676/3, Ter-
pandro, que se presenta com o sucesor
al acordarse de ti cuando organizan la del mítico Orfeo y antecedente de la
com petición. Quien se halle presente lírica y la épica indistintam ente, habría
c u a n d o los jo n io s están reunidos, ganado el prem io en el festival de
p o d rían decir que son inm ortales y A polo Carneo.
están exentos para siem pre de la vejez.
Pues podría ver la gracia de todos, 3. La muerte
deleitaría su ánim o al contem plar los
varones y las m ujeres de herm osa cin­ En la sociedad aristocrática, se rendía
tura y los raudos bajeles y las múlti- culto a los m uertos de la fam ilia por

Teseo
46 Aka! Historia d el M undo Antiguo

El barco de Dionisos

m edio de determ inados ritos fúne­ túan el prestigio del oferente, en una
bres, que se convertían en auténticos actitud paralela a la que m uestran
despliegues de riqueza, por lo que cuando consagran los anathémcita en
constituían otro de los m edios de com ­ los santuarios panhelénicos. En la
petición p o r la obtención de prestigio, poesía lírica, el treno cum plía la m is­
al tiem po que fortalecían la solidari­ ma función. Era el elogio heroico dedi­
dad del parentesco y el orgullo fam i­ cado a los m iem bros de las grandes
liar. Las tum bas antiguas se llenaban fam ilias.
de arm as y p asab an a ser lugares de C on el asentam iento del sistema
culto. Desde el año 700 desaparecen hoplítico, del m ism o m odo que el san ­
las arm as de los túm ulos funerarios y tuario fam iliar es sustituido p o r el ciu­
el centro de culto se traslada a lugares dadano, el túm ulo aristocrático de
públicos; pero, todavía, hasta época origen fam iliar se asim ila por la colec­
soloniana en Atenas, los grandes cla­ tividad. El hito final de la época arcai­
nes áticos continúan haciendo ofren­ ca, la batalla de M aratón, sirvió de
das por m edio de los kouroi. A unque m otivo para que la virtud de los ate-
el lugar de culto colectivo predom ina
sobre el privado, tam bién en aquél se Odisea. Escena representando
ofrecen estatuas privadas que perpe­ el acto de cegar a Polifemo
Cultura y religión en la Grecia arcaica 47

nienses vencedores se recordara en un La polis, en su desarrollo histórico, se


túm ulo que glorificaba a la com uni­ caracterizaría, pues, por la creación de
dad guerrera por el m ismo sistem a nuevos templos, con nuevas formas
con que se exaltaba la gloria del gue­ artísticas que los definirían arquitec­
rrero heroico. El heroísm o pertenece tónicam ente.
ahora a la ciudad. Del m ism o modo, A hora bien, esto no quiere decir que
el treno com o elogio aristocrático deja desapareciera la influencia de la aris­
paso a los epigram as que Sim ónides tocracia en la ciudad, sino que se trans­
dedica a los héroes colectivos de las form a su m an era de ejercerse. En
Term opilas y M aratón. m uchos aspectos, según Ehrenberg,
la sociedad urbana seguiría los pasos
4. Santuarios de sus nobles predecesores, y asum i­
ría su ideología, lo que perm ite cierta
U na de las características de la ap a ri­ continuidad en el control del poder.
ción de la polis es la creación de tem ­ En el terreno cultural, se puede decir
plos propios de la com unidad, que de una m anera sim ple que los cultos
sustituyen a los santuarios dom ésti­ gentilicios, que habían sido m onopo­
cos. En principio, el culto se organiza lizados por la aristocracia, pasan aho­
en torno a las grandes familias aristo­ ra a ser cultos de la ciudad estado. El
cráticas, que desem peñan funciones proceso está señalado en el caso de la
sacerdotales y poseen un témenos, p a r­ diosa Hestia, que, de divinidad del
cela de tierra atribuida de m odo per­ hogar, pasa a presidir el hogar com ún
m anente, no som etida a la redistribu­ de la ciudad, y recibe epítetos com o
ción periódica. El témenos se sacraliza P ritanea, Boulea, en relación con las
com o perteneciente al santuario y a la instituciones de la polis.
divinidad, y sirve com o m odo de afir­ Las ofrendas que antes se hacían en
m ación de la suprem acía de la clase las tu m b as aristo cráticas p asa n a
a que pertenece el sacerdocio y, al hacerse a los dioses en los templos.
m ism o tiem po, com o medio de con­ Estos se sitúan en lugares privilegia­
trol ideológico a través del templo. dos en el m arco urbano. O bien en la
La ciudad m isma, que es, en princi­ acrópolis, com o herederos de las anti­
pio, m odo de garan tizar la solidaridad guas zonas habitadas, o en las afueras,
aristocrática, en m om entos en que en sitio generalm ente bien visible,
parecen iniciarse los conflictos p ro ­ delim itando el espacio agrario perte­
pios de los orígenes de la época arcai­ neciente a la ciudad. Vienen a ser un
ca, sirvió, paradójicam ente, como cam ­ símbolo de la identificación de la polis
po de acción de esos mismos conflictos. con su territorio. Se m arca el espacio
Pero conflicto y solidaridad, capaci­ que la ciudad cultiva y defiende con
dad de control y capacidad de reac­ el ejército hoplítico. N orm alm ente se
ción, no aparecen claram ente diferen­ celebran procesiones hasta esos luga­
ciados. La realidad se m uestra en sus res, adonde se llevan las ofrendas de la
diversos aspectos, form ando un con­ colectividad. Polignac interpreta la
ju n to com plejo. Las grandes fam ilias historia de Cleobis y Bitón com o una
controlan a la com unidad a través de procesión ritual de este tipo, con los
la solidaridad de la polis y de sus for­ jóvenes desem peñando el papel de
m as expresivas, entre las que se halla los bueyes, anim ales de trabajo y vícti­
el santuario; pero, al m ism o tiem po, la m as de los sacrificios propiciatorios
co m unidad solidaria crea sus formas para la cosecha. En las colonias, el
de expresión colectiva que, a lo largo tem plo se convierte en el sím bolo de la
de la época arcaica, se van consoli­ tom a de posesión del territorio ocu­
dando en m anifestaciones religiosas pado y señalado para el cultivo de
alternativas al santuario aristocrático. los colonos.
48 A kal Historia d el M undo Antiguo

5. Cultos panhelénicos creto. Junto al culto de las ciudades, en


los orígenes de la época arcaica, se
La época arcaica es, desde luego, en la desarrolla, de m odo paralelo y en cier­
H istoria de G recia, la época de conso­ ta m edida co n trad icto rio , el culto
lidación de la polis. Pero esto no quie­ anfictiónico, que agrupa diferentes
re decir que toda la población estu­ pueblos. En algunos casos, estos últi­
viera agrupada de acuerdo con esta mos cultos pasaron a agrupar, no ethne,
form a de organización social y polí­ sino poleis. Las anfictionías más im por­
tica. Al m argen de que a veces la p ala­ tantes fueron: la de Délos, que agru­
bra se utiliza para agrupaciones que paba a los jonios de las islas en torno
no corresponden exactam ente al con­ al culto a Apolo; la de Poseidón en
tenido que habitualm ente se le atri­ M ícala, para los jonios de Asia; la de
buye y con el que aquí se ha utilizado, Poseidón en O nquesto, Beocia; la de
tam bién existían otras formas de agru­ A tenea Itonia, cerca de Q ueronea, que
pación a la que los griegos d en o m in a­ celebraba las fiestas Panbeocias; la
ban ethne, que parecen ser colectivi­ A nfictionía Pilea, en Antela, en las
dades tribales y, por tanto, conservar Termopilas.
m odos de organización m ás prim iti- La división entre ciudad y methne, o

Aquiles recibe armas de Tetis

vos. Algunos de estos ethne se agrupa­ entre las A nfictionías de los ethne y de
ron en organizaciones m ás am plias, las poleis, no es radical, sino que está
que recibían el nom bre de Anfictio- som etida a las vicisitudes de la histo­
nías, y que habitualm ente tenían como ria. Se puede h ab lar de u n a gam a que
centro un lugar de culto aislado, sepa­ va de u n extrem o a otro sin solución
rado de cada uno de los asentam ien­ de continuidad. Surgen, adem ás, en la
tos de los pueblos que acudían allí. época, las pretensiones panhelénicas
Por otra parte, ya se ha tratado de la de algunas ciudades, que intentan con­
tendencia, visible en los orígenes de la trolar los santuarios anfictiónicos con
época arcaica, a crear un panteón fines im perialistas; o bien santuarios
olímpico panhelénico, que se super­ locales a los que la ciudad pretende
ponía a cada un a de estas com unida­ convertir en panhelénicos para aum en­
des. Las anfictionías estaban en con­ tar su propia influencia. En este terre­
diciones de desem peñar un papel en no es donde se explica la actuación de
este proceso. Tenían la ventaja de no Atenas, en época de Pisistrato, con
estar ligadas a ninguna ciudad en con- respecto a Délos o Eleusis. A p artir de
Cultura y religión en la Grecia arcaica 49
50 A kal Historia del M undo Antiguo

las transform aciones llevadas a cabo religioso se apoya en un pasado leja­


en este ültim o santuario, los misterios no, sobre el recuerdo de lugares sagra­
de D em éter llegarían a convertirse en dos, m ontículos y cuevas, y altares de
centro de atracción panhelénica. sacrificios que pasarán a convertirse
Los cultos que alcanzaron un esta­ en templos. Es fácil que se en contra­
tuto panhelénico reconocido y que ran im ágenes, sobre todo estatuillas,
ad q u iriero n un prestigio general por que, al parecer, fueron reutilizadas. Es
uno u otro motivo, fueron Delfos y frecuente la leyenda de la estatua caí­
O lim pia, el prim ero, en relación con el da del cielo. En la m entalidad recupe­
oráculo, y el segundo, con los juegos. radora del pasado, el hom bre tendía a
En la tradición, am bos se rem ontaban ofrecer objetos hallados, a los que se
a época h ero ica, y algunos restos atribuye un carácter m ás venerable.
arq u eo ló g ico s p arecían c o rro b o ra r Así se explican los yacim ientos en que
tales ideas. M ás allá de las tradiciones, se m ezclan los objetos geom étricos y
perviven alu sio n es que in d ic a n la protogeom étricos con los m ás an ti­
existencia de cultos ctónicos muy p ri­ guos. El yacim iento de fecha m ás alta
mitivos. Para los prim eros tiem pos del reconocida en Delfos corresponde al
oráculo de Delfos, se habla de Gea, de tem plo de Atenea Pronea, al sudeste
Temis y de Febe, a la que sustituyó del santuario. Los restos arqueológi­
Febo Apolo. En O lim pia existía el cos sólo atestiguan una continuidad
m ontículo de Pélope, que era real­ clara desde el año 800 a.C.
m ente un cúm ulo de huesos y cenizas, En principio, los caracteres de los
lo que indicaría la presencia de un santuarios son m uy parecidos a los de
altar de sacrificios, con restos poste­ los cultos de las poleis y anfictionías.
riores de época geom étrica; y el pilar Son lugares que heredan una cierta
de E nom ao. Son los personajes de la m em oria de viejos asentam ientos, nor­
leyenda del origen de los Pelópidas y m alm ente equivalentes a los cultos de
cuya disputa sería el origen de los ju e ­ ubicación extraurbana, donde se h an
gos. Tam bién hay referencias a Gea, h allado huesos que se atribuyen a
C rono y a la M adre de los dioses, es alguno de los héroes cuyo recuerdo se
decir, a divinidades «preolím picas». reaviva coincidiendo con el m om ento
P ausanias h abla de un stomion, que en que se resucita el pasado en todas
era u n a caverna con un altar de Temis, las facetas de la vida cultural, que se
hija de Gea. El Altis era un lugar dedi­ convierten en depósitos de ofrendas
cado a Zeus, que podría identificarse votivas a los dioses y héroes, de las que
con restos de H eládico M edio y Micé- form an parte las arm as. Lo caracterís­
nico, pero que no tiene continuidad tico sería que sustituyen en este sen­
posterior. tido a la tum ba del señor, aunque hay
Da la sensación, por tanto, de que que tener en cuenta que los dioses y
en estos lugares h abía centros de culto héroes son los antepasados del m ismo
prim itivo, y tam bién m icénico, pero señor. Las divinidades sustituyen al
que no hay co ntinuidad hasta los orí­ aristócrata, o basileus, pero son las
genes de la época arcaica, sino que, divinidades de carácter aristocrático,
poco antes, com enzaron a renacer, en las m ism as que se convierten en p ro ­
los preám bulos del «renacim iento» tectoras de la polis no aristocrática.
del siglo VIII. Lo que había, por otra Tam bién en estos santuarios se eli­
parte, no serían propiam ente sa n tu a ­ m inan los aspectos ctónicos y a n im a­
rios. De Delfos sólo se h a podido des­ les, representados por Gea y la ser­
cubrir la existencia de una' aldea. Antes piente Pitón, y quedan sustituidos p o r
del protogeom étrico existe un hueco las divinidades olím picas, Zeus olím ­
arqueológico. pico y Apolo délfico.
E n el siglo VIII, el renacim iento A p artir de entonces, la historia de
Cultura y religión en la Grecia arcaica 51

los cultos panhelénicos fue de cons­ un culto que garantizase el espacio de


tante crecim iento. Su evolución va p a ­ la nueva polis. Se habla del oráculo
ralela a la de la polis, pero perm anece com o archivo de conocim ientos geo­
al m argen y por encim a de ella. En su gráficos de la época. Por otro lado, en
origen pueden haber estado unidos a la m ism a colonización, deja traslucir
una com unidad ciudadana, pero inm e­ la función aplacadora de los conflic­
diatam ente quedan separados. Inclu­ tos sociales, Bato, fundador de Cirene,
so geográficamente, tanto Delfos como a finales del siglo VII, fue a consultar a
O lim pia están situados al m argen del Delfos si debía co ntinuar la lucha
m undo de la polis. G racias a esto, se interna o establecer una colonia, y el
sitúan por encim a. Su participación dios le respondió que la prim era cues­
no tiene límites, y pasan a sim bolizar tión era m ala y la segunda buena.
lo que de com ún había entre los grie­ A partir de ahí, su prestigio va cre­
gos, a pesar del particularism o de su ciendo, y se va haciendo im portante
organización política. Con el creci­ para los sectores dirigentes contar con
m iento de su prestigio se acentuán sus el apoyo de Delfos. Su política es muy

Aquiles y Pentesilea. Exequias

aspectos diferenciadores. significativa: p o r ejem plo, au n q u e


Por sus características, se prestan había apoyado a los B aquíadas, c u a n ­
más que ningún otro centro para que do llegó la tiranía de Cípselo, éste
se hagan ofrendas especialmente osten- cuenta rápidam ente con el apoyo del
tosas. El prestigio consiguiente se hace oráculo. Al tiem po, era inspirador de
universal. La fama de O lim pia se unió la Retra de Licurgo, y desde el san tu a­
muy pronto a sus juegos, aunque tam ­ rio se apoyaba el derecho espartano al
bién h abía prim itivam ente un o rácu­ dom inio del Peloponeso, fom entando
lo; la de Delfos se relacionaba desde la tradición que les atribuía antepasa­
m uy pronto con esta otra actividad. dos aqueos.
Parece ser que desem peñó un im por­ El período de m ayor prestigio del
tante papel el proceso colonizador. El santuario de Delfos dentro de la vida
fue el que aleccionó a los distintos política de G recia com enzó a partir
fundadores de colonias, oikistes, que del año 580. La A nfictionía de Antela
por otra parle eran los fundadores de h ab ía atacado C risa para entregar el
52 Akal Historia del M undo Antiguo

control del tem plo a los delfios, que ban en contacto con ellos los que en la
desde entonces ad q u irirían un esta­ ciudad se consideraban traidores a
tuto especial dentro del m undo de las esta solidaridad. Tal vez así se g aran ­
ciudades. La Anfíctionía recibe el apo­ tizó m ás su papel panhelénico. De
yo de los A lcm eónidas y de Solón, y todos modos, en ocasiones, Delfos
tam bién de Clístenes de Sición. Esta tam bién colaboró a derrocar la tira­
prim era guerra sagrada duró de 595 a nía. Su historia no es estática. El con­
586. Clístenes ganó la carrera de carros trol de los santuarios era sum am ente
en los juegos Píticos de 582. Antes, im p o rta n te p a ra todo g o b ern an te.
cuando estaba bajo el control de Crisa, C onstituía el m odo de garantizar los
el oráculo había insultado a Clístenes sistem as de control, en ciertos casos
p or expulsar el culto de A drasto en interno, pero tam bién exterior. C on

Heracles y Anteo. Eufronio

favor del de Dioniso. Está claro que se respecto a Esparta, Delfos fue fu n d a­
va ad ap tan d o a las circunstancias. m entalm ente el respaldo ideológico
Los A lcm eó n id as ten ían allí gran de su expansión peloponésica.
influencia, lo que no fue ajeno al E n conclusión, puede decirse que el
derrocam iento de la tiranía de los desarrollo de la polis hoplítica p ro ­
Pisistrátidas. dujo com o reacción en la aristocracia
Tanto Delfos com o O lim pia desem ­ la búsqueda de la afirm ación de la
peñ aro n un im portante papel en la solidaridad «internacional» y la reclu­
historia de la ciudad arcaica. De algún sión en el banquete. A hora bien, no
m odo, representaban la solidaridad era sólo un m odo de evasión, sino un
aristocrática, au n q u e tam bién esta­ cam ino aparentem ente desviado para
Cultura y religión en la Grecia arcaica 53
afirm ar la capacidad de poder y volver bién su poder y su ca p acid ad de co n ­
a ejercerlo sobre la propia ciudad. El trol. El triu n fa d o r te rm in a p re sti-
cam ino lo facilitó el hecho de que la giendo a su ciudad, pero tam b ién a
afirm ación del sistem a hoplítico se su clase.
vio aco m p añ ad a de rivalidades entre Com o fenóm eno típico de la época
ciudades por las tierras fronterizas. arcaica, los cultos panhelénicos refle­
C ada ciudad trató, en esta rivalidad, ja n la conciencia com ún griega y la
de afirm arse tam bién «internacional­ solidaridad; pero tam bién refleja las
m ente», y quienes podían proporcio­ diversas formas de rivalidad propias
narle a la com unidad ese prestigio del período: entre ciudades, entre cla­
necesario para la autoafirm ación fue­ ses y entre aristócratas.
ron precisam ente los aristócratas, que Los cultos son, por tanto, reflejo de
estaban en condiciones de intervenir la época arcaica en tanto en cuanto
en las instituciones panhelénicas. C on se nota en ellos la dinám ica de u n a
ello, la polis depende de sus aristócra­ sociedad que, sin dejar de ser aristo­
tas para su propio asentam iento y soli­ crática, se ha hecho hoplítica; y tam ­
dez. El aristó crata que, por ser ca­ bién son coherentes con los rasgos
p az de in flu ir en los organism os su- m ás significativos del período en otros
p raciu d ad an o s, da prestigio a su ciu ­ terrenos culturales: el com plejo ideo­
d ad, adquiere, com o consecuencia, lógico creado a p artir del m om ento en
prestigio él m ism o d en tro de ésta, que se acudió al pasado heroico para
lo que ayuda a que m antenga tam ­ d ar sustento al presente.

Juerguistas de Eutímedes
54 A ka l Historia del M undo Antiguo

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