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Podríamos decir que ésta es la cuestión clave no sólo de este tema, sino de todo el
curso. Cuando los sociólogos se han dedicado al estudio del sistema educativo, sus
análisis, de una u otra forma, siempre se han dirigido a identificar en qué medida y
cómo la escuela:
Pero antes de saber en qué medida la escuela actúa en cada una de esas
direcciones, tenemos que conocer mínimamente cuáles son las características
esenciales de nuestro sistema social.
Nos encontramos, desde principios del siglo XIX en un sistema consolidado que
todos los autores coinciden en denominar como capitalismo. El capitalismo
surge en el siglo XVII en Inglaterra del paso de una sociedad feudal, donde el
centro no lo ocupaba la economía (sino el honor y la gloria) a otra en la que el
intercambio y los valores económicos irrumpen ocupando el centro de la
producción social. En la primera el status social venía adscrito a la familia
(noble, clérigo, plebeyo), en la segunda, en principio, a la valía y cualidades de
cada individuo.
Sin embargo, los estudiosos del tema siguen empleando la segunda de las
clasificaciones, hablando de tres estratos sociales:
Otros autores han venido hablando de “clase alta”, “clase media” y “clase
baja”, perdiendo preponderancia la posesión o no de los medios de
producción y entrando a valorar otras variables, como los ingresos
(independientemente de dónde procedan), el nivel educativo, el tipo de
ocupación, etc.
Ante una estructura social dada, lo cierto es que la persona que nace
adquiere el status de la familia a la que pertenece. Pero, a partir de ahí, y
puesto que existe la movilidad social, en el discurrir de su vida podrá
cambiar esa posición, ya sea ascendiendo en la escala social, ya sea
descendiendo en la misma. En estos casos, lo cierto es que el sistema
educativo cumple una función determinante, puesto que más allá de otras
variables (por ejemplo, la herencia en términos económicos), el nivel
educativo finalmente alcanzado resulta esencial para determinar la posición
social que conseguirá ese individuo.
El que la escuela sea una institución “neutral” (es decir, que seleccione a los
mejores, sin tener en cuenta su procedencia social) o no, es una cuestión
clave, no sólo en sociología, sino desde el punto de vista de la justeza del
propio sistema social. La pregunta que debemos hacernos, en definitiva, es
si la escuela es simplemente un filtro que deja fuera a los hijos e hijas de las
clases menos pudientes (promocionando a los de las clases más elevadas), o
si, por el contrario, selecciona a los más válidos, independientemente de la
clase de procedencia. En el primero de los casos (es decir, que fuese una
institución al servicio de las clases dominantes), se pondría en tela de juicio
la pretendida igualdad del sistema social, pues se negaría la igualdad de
oportunidades de partida, ya que la trayectoria vital de cada individuo
estaría prefijada desde su nacimiento.
a. Introducción
De esta forma, los miembros de las clases proletarias sólo habrían accedido
a una educación de primer nivel, en la que se introducen una serie de
hábitos y valores adecuados a lo que se espera de ellos en el mundo del
trabajo: obediencia, sumisión, respeto a la autoridad, hábitos horarios, etc.
El Informe COLEMAN
El origen del Informe está en la Ley sobre Derechos Civiles de 1964 en USA.
Se realizó el estudio en 4.000 escuelas, en 50 estados y a 60.000 profesores
y directores. La finalidad de la encuesta era conocer las desigualdades reales
para posteriormente reorientar la política educativa. Se buscaban las
fuentes, el origen y las dimensiones de la desigualdad real de oportunidades
educativas por razón de raza, clase, religión y origen nacional.
Jenks
Principal resultado del estudio es la demostración de la separación entre las
distribuciones de las posiciones educativas y las de los status ocupacionales
y de ingresos. Para este autor las reformas educativas de poco sirven para
facilitar la movilidad social y, sin embargo, sí que tiene incidencia el origen
social familiar.
En este sentido, el origen familia, o incluso la “suerte”, explican más la
varianza en los ingresos o en los status ocupacionales finalmente alcanzados
por los estudiantes que el nivel educativo.
Por ello, este autor aboga por abandonar la idea de que la escuela es un
instrumento útil para la igualdad social y pasar a considerarla como un fin en
sí misma.
Bernstein
A la hora de establecer los mecanismos internos a través de los cuales se
produce esa selección no neutral, ha sido Bernstein el que ha lanzado una
teoría que ha tratado de explicarla: los códigos lingüísticos. Según
Bernstein, las clases sociales emplean dos códigos lingüísticos diferentes:
Baudelot y Establet
La gran aportación de Baudelot y Establet es el análisis de las “redes
educativas”. El análisis del funcionamiento de la Escuela Primaria muestra
que es el lugar principal en el que se efectúa la división en dos redes de
escolarización de clase, que a su vez, reproduce la división social en dos
clases: la del obrero manual y la de las profesiones intelectuales. Estas dos
redes son:
Boudon
Se centró especialmente en el estudio las desigualdades educativas, como
promotoras de la reproducción de la desigualdad social. En la parte positiva,
reconoce que el aumento de las tasas de escolarización en las sociedades
industriales favorece que disminuya la proporción de clases bajas con un
nivel de estudios mínimo, e incluso que dichas clases sociales ganen más en
términos absolutos (lentamente pero se van disminuyendo las desigualdades
educativas entre clases).
a. Introducción
Pero existe otra serie de autores que desde perspectivas igualmente marxistas
o neomarxistas abordan las posibilidades que ofrece el sistema educativo como
medio de transformación social. De la misma manera, incluimos en este
apartado otros autores de tendencias más liberales o conservadoras que
también analizan la escuela como transformadora social, pero desde el punto
de vista de la movilidad social. En el primero de los casos, apostarían por una
transformación de las estructuras sociales; en el segundo, manteniendo las
estructuras desiguales, promueven que la escuela proporcione una verdadera
igualdad de oportunidades a través de la movilidad social.
Tal vez el cambio cultural es primario y decisivo, pero dado que viene tan
condicionado por las variaciones estructurales, lo más acertado es decir que
ambos tipos de cambio se implican, se ocasionan y se siguen mutuamente en
un fenómeno complejo que denominamos precisamente “cambio social”. La
dirección que toma el cambio social viene determinada por las fuerzas sociales
operantes en cada momento histórico.
Una visión histórica de los cambios sociales nos hace comprender, sin embargo,
que las génesis de las ideas transformadoras se han dado al interior del sistema
educativo, aunque no precisamente en sus niveles más bajos, sino
principalmente en los de la educación superior. Todas las grandes revoluciones
han surgido de las teorías de algún filósofo y en casi todas las sociedades es el
sector intelectual (escritores, profesores, estudiantes) el que resulta más
progresista y contestatario.
En este sentido, nos tenemos que hacer una pregunta en torno a las teorías
previas de la doble red educativa: en la educación primaria y secundaria, a la
que acuden todos los alumnos, se procesa una pedagogía más cercana a
transmitir sometimiento a la jerarquía, al orden, la disciplina, el recitar (repetir)
lo que previamente se enseña como verdad absoluta. Sin embargo, conforme
se sube en el nivel educativo (grados a los que suelen acceder en mayor
medida las clases acomodadas y dominantes) se abre la puerta a la crítica, al
libre pensamiento, a la creatividad, a la puesta en duda de lo dato por
supuesto.
Estas reflexiones también nos han de hacer pensar en el papel del profesorado
como agente de cambio. Las creencias, sentimientos y prejuicios de los
profesores constituyen la atmósfera de un contexto educativo; son los factores
que determinan el tipo de vida que se desarrolla en su interior. En este sentido,
“no pueden darse innovaciones importantes en materia educativa si no tienen
como centro las actitudes de los/as maestros/as”.
Otra línea de análisis es la que presenta a la escuela como factor sobre el que la
política tiene que actuar para “provocar” el cambio social. En esta situación nos
encontramos ahora, en la que se exige al sistema educativo que forme a los
jóvenes que deberán liderar la nueva sociedad, la nueva política de la
gobernanza, la nueva economía del conocimiento, etc. a la que estamos
abocados.