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De todas las lenguas que han dejado préstamos en español, nos referiremos:
a. Vasquismos: préstamos que el latín de Hispania tomó del Vasco, lo que hace que su situación
con respecto al latín y al español posterior haya sido de adstrato o sustrato. A la influencia del
vasco se deben palabras como: abarca, pizarra, aquelarre, Cha- en la toponimia (Chamberlín),
el sufijo de topónimos -ena (Archena, Cartagena,…). Otras son dudosas y que, en la
actualidad, debido a que solo son propias de la península y el sur de Francia, se piensan que
proceden del vasco: vega, pestaña. El vasco, al haberse mantenido vivo hasta la actualidad, ha
permitido que los préstamos se hayan continuado sucediendo hasta ahora. De hecho, hay
voces relativas a la realidad geográfica que se han extendido en el resto del dominio español,
por lo menos en cuanto a su comprensión significativa: lendakari.
b. Celtismos: La situación de estos préstamos es complicada puesto que el celta convivió con el
latín durante mucho tiempo. Por lo tanto, los préstamos de las lenguas celtas pueden deberse
a una situación anterior (prerromana) pero también posterior. Además, no se desestima la idea
de que entraran con posterioridad por influencia gala. Las lenguas celtas se mantuvieron
vivas más tiempo en Francia que en Hispania. Estas voces son muy frecuentes en las lenguas
romances y se refieren sobre todo a aspectos de la vida cotidiana. Hay que tener en cuenta
que estas voces se adaptaron del celta al latín y a través de este último evolucionaron según
las leyes de cada lengua. CAPANNA>cabaña; CAMISIA>camisa; CEREVISIA>cerveza;
CARPENTUM>carro (de 4 ruedas); CARRUM>carro (de 2 ruedas); el que arreglaba el
CARPENTUM era el CARPENTARIUM>carpintero. Hay dos palabras de gran interés:
BRIGUS>brío y VASALLO>vasallo. Ambas obtuvieron gran extensión en la Europa feudal.
2. Latinismos: Aquellos préstamos que el español tomó del latín posteriormente a su evolución
patrimonial. Actuando, por tanto, como influencia de adstrato o superestrato. Es aquella voz que se
introduce tardíamente del latín al español y se mantiene prácticamente igual; puede presentar como
mucho una leve adaptación morfofonológica en español. Estos latinismos pueden ser de estructuras o
con palabras independientes: ipso facto, motu proprio o plácet, familia, dómine. Estos son
latinismos crudos. A veces se le ha llamado cultismo a estas voces, pero no todos los latinismos son
cultismos y viceversa. El concepto de latinismo se debe abordar desde la perspectiva del préstamo;
mientras que el cultismo se hace desde la función estética del lenguaje. Su uso conlleva una
intencionalidad por parte del hablante, es decir, la creación de un registro culto o más elevado en la
producción de determinados textos: familia es un latinismo pero no un cultismo.
Esta situación genera dobletes, es decir, cuando se conserva el latinismo como préstamo, pero
también la voz patrimonial o a medio evolucionar, en cuyos casos recibe el nombre de semicultismo:
una voz que presenta algún rasgo culto en español. Por ejemplo: PLATEA>plaza (aunque habría
dado *llaza).
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3. Helenismos: son palabras procedentes del griego. Hay que diferenciar helenismos (concebidos
diacrónicamente) y grieguismos (préstamos introducidos en la actualidad). Los helenismos se pueden
dividir en dos tipos:
- Los helenismos posrromanos: una vez que el latín ya estaba en la Península Ibérica.
Dentro de este grupo debemos subdividir en dos tipos:
o Préstamos introducidos por el oído: entraron, sobre todo, por vía indirecta, es decir,
tienen un étimo remoto. La primera lengua en hacerse eco de este tipo de préstamos
fue el latín con palabras como “cesta”, “cántaro”, que tenían origen griego pero que el
latín las tomó y evolucionaron en español de manera regular.
Los préstamos que entran a través del catalán o del francés presentan como
peculiaridad la presencia de una -e final que no es frecuente en español:
COPHINU>cofre (según las leyes fonéticas del español, no es posible esta evolución,
pero sí es el resultado que tenemos: la respuesta está en la influencia del catalán o el
francés, no está claro).
Después la influencia griega fue decayendo y el único bloque que resulta
después relevante para ver la presencia de helenismos en español es la introducción de
estas voces a través del cristianismo: la mayor presencia de voces de la liturgia
proceden del griego pero introducidas a través del griego. Evangelio, liturgia,
SCHISMA>cisma, además de este resultado propio del ámbito litúrgico, también dio
este étimo un resultado popular: chisme.
Al igual que el latín, el griego nos ha dejado algunos dobletes, ya que hay
algunos helenismos llegados a través del latín y evolucionados como voces
patrimoniales que conviven en la actualidad con otros de carácter científico o
especializado llegados sobre todo a partir del siglo XVIII. Por ejemplo, zampoña (una
flauta) procede del griego y ha evolucionado a través del latín (es, por tanto,
patrimonial). Sin embargo, la voz griega que se ha incluido más tarde procedente del
mismo étimo es sinfonía: ambas voces proceden de SYMPHONIA.
Otra voz como cáñamo (patrimonial) y cannabis (préstamo).
4. Germanismos: aquellas palabras que llegaron por influencia de las lenguas visigodas, sobre todo.
Los pueblos germanos entraron en contacto con el latín en fechas tempranas. De este primer
contacto (comercial o incluso conflictivo) se produjo un interesante intercambio léxico que conllevó
que voces de estos pueblos se incorporaran al latín de forma general o de forma particular. De hecho,
una de las primeras voces que atestiguan este intercambio es la llegada al latín de SAPONEM>jabón.
Fruto de este contacto es la sustitución léxica que se realizó en determinados campos léxicos latinos.
De este periodo procede la sustitución de BELLUM por WAR>guerra. Otra voz como el verbo
RAUBAN>robar.
No se debe confundir la influencia germánica con la moda germánica que llegó al castellano
a través de las novelas de caballerías y que proporcionó un caudal léxico onomástico exótico en
aquel momento por las referencias antiguas que pretendía. A pesar de ello, al pueblo visigodo se le
debe la actualización de un mecanismo morfológico de carácter prerromano que se utilizaba en el
ámbito de la antroponimia y que consistía en unir a un antropónimo el morfema -RICI>-ez :
Hernández, López, Martínez (sufijo prerromano que pusieron de moda los pueblos visigodos).
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5. Arabismos: se pueden estudiar de dos formas:
a. Arabismos directos: son aquellos que llegaron al español en virtud del contacto con la
población primero mozárabe, después mudéjar y más tarde morisca. Los arabismos del
español no proceden del árabe clásico, sino que proceden de la complejidad dialectal que
tenían estos pueblos cuando llegaron a Hispania. Asimismo, estos arabismos presentan como
peculiaridad la incorporación del artículo a la base léxica. La palabra “azúcar”, como
elemento que incorporaron los árabes a la cultura occidental, en otras lenguas no se incorporó
el artículo (sucre en francés, sugar en inglés, zuccero en italiano). El artículo puede
conservarse como todo o asimilarse a la consonante inicial. Otras como “arroz”, de origen
griego pero introducidos por el árabe, o “arrabal”.
El método de adaptación de estos arabismos fue complejo por las diferencias notables
entre el castellano y el árabe. Sin embargo, su introducción directa conllevó que fueran
adaptados a la pronunciación por aquellos hablantes que tenían como lengua materna el árabe
y por ello se conservan como un testimonio dialectal de gran interés no solamente para el
español, sino también para la lengua originaria. Además, el léxico del árabe se constituyó en
el segundo más importante del español después del de procedencia latina, aunque a partir del
siglo XVI muchas de estas voces entraron en retroceso por motivos culturales, religiosos o de
avances sociales.
b. Arabismos indirectos: