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Lucas
17:11-‐19.
INTRODUCCIÓN:
• Después
de
una
jornada
ardua
de
estudio
o
de
trabajo
¿qué
es
lo
que
buscamos
cuando
llegamos
a
casa?
Descanso,
tranquilidad,
seguridad,
salida
de
la
rutina,
naturalidad.
Nada
de
eso
es
un
mal
en
sí
mismo.
El
problema
se
produce
cuando
esto
resulta
en
ensimismamiento.
• Los
fenómenos
de
ghettización
no
sólo
tienen
que
ver
con
la
pobreza.
• Entonces,
como
los
barrios
son
construidos
según
las
necesidades
y
requerimientos
de
las
personas,
han
permitido
la
configuración
de
espacios
cerrados.
Hemos
vivido
una
transformación
social
que
se
expresa
en
amurallamiento
y
enrejamiento.
Entonces,
de
la
vivienda
segura
y
el
espacio
amable
para
nuestros
niños
pasamos
la
individuación
radicalizada,
manifestada
en
un
caro
concepto
de
las
ciencias
sociales:
la
segregación.
• Y
la
segregación
siempre
da
cuenta
de
un
Yo
en
relación
con
un
Otro.
En
una
relación
que
se
reconoce
o
desconoce
en
un
Otro.
• Precisamente
de
eso
hablaremos
hoy:
¿cómo
vemos
a
nuestros
vecinos
y
cómo
configuramos
nuestra
relación
con
ellos?
CONTEXTUALIZACIÓN:
Jesús
va
camino
a
Jerusalén,
para
inaugurar
su
última
etapa
ministerial.
En
otras
palabras,
va
camino
a
la
cruz.
En
dicho
camino
se
encuentra
con
diez
hombres
que
estaban
enfermos
de
lepra.
Es
sumamente
interesante,
que
en
la
mayoría
de
los
relatos
milagrosos
registrados
en
los
evangelios,
lo
fundamental
no
es
el
hecho
milagroso,
sino
lo
que
nos
enseñan.
No
es
menor,
que
uno
de
los
nombres
dados
a
los
milagros
sea
el
de
“señal”.
I. LOS
OTROS:
¿QUIÉNES
SON
NUESTROS
VECINOS?
1.
Leprosos:
El
concepto
lepra
en
la
Biblia
designa
una
enfermedad
en
la
piel,
que
en
muchos
casos
era
sanable.
No
necesariamente
lo
que
nosotros
conocemos
como
lepra.
De
hecho,
habían
a
lo
menos
cuatro
enfermedades
reconocidas
como
tal.
El
que
era
diagnosticado
como
leproso
era
separado
de
la
comunidad
y
considerado
impuro.
1
De
hecho,
los
evangelios
dan
mucho
énfasis
al
aspecto
de
la
impureza
legal.
Luego
de
la
sanidad,
había
todo
un
proceso
de
purificación.
En
el
caso
de
los
leprosos
de
los
que
habla
el
relato
que
leímos,
tan
conscientes
estaban
de
su
condición
de
impureza,
que
se
quedan
lejos
de
Jesús,
y
le
gritan
sólo
pidiéndole
compasión.
A
diferencia
de
lo
que
podríamos
pensar
por
conocer
el
final
de
esta
historia,
debemos
señalar
que
los
diez
leprosos
tuvieron
fe
respecto
a
su
sanidad,
tanto
que
no
es
necesario
que
Jesús
los
toque,
o
les
diga
algo
así
como
“están
sanos”,
“sean
limpios”.
Simplemente
les
ordena
a
ir
a
los
sacerdotes
para
certificar
su
sanidad
y
ellos
van.
Obedecen.
2.
Samaritano:
El
problema
de
los
ex
leprosos
no
era
la
falta
de
fe,
sino
la
falta
de
gratitud.
Sólo
uno
de
ellos
se
devuelve
a
agradecer
a
Jesús,
cayendo
rostro
en
tierra
delante
de
él.
Y
Lucas
enfatiza
en
algo:
“no
obstante
que
era
samaritano”.
El
único
que
agradece
era
un
miembro
de
una
etnia
despreciada.
Los
samaritanos
eran
una
etnia
despreciada
porque
representaban
el
mestizaje
y
la
adaptación
cultural,
social
y
religiosa
en
relación
al
imperio
que
los
invadió
y
dominó.
El
Reino
del
Norte,
Israel,
cuya
capital
era
Samaria,
había
sucumbido
ante
la
influencia
de
los
otros
pueblos,
haciendo
lo
malo
ante
los
ojos
del
Señor.
Comenzaron
haciendo
culto
a
Yahvé
en
los
lugares
altos
y
no
en
Jerusalén
y
terminaron
practicando
la
idolatría
a
destajo.
Al
ser
invadidos
por
los
asirios,
llegaron
a
ser
absorbidos
por
éstos,
al
extremo
de
transformarse
en
otra
etnia
(¡no
viajaron
a
América!).
El
desprecio
era
porque
representan
la
deslealtad
al
Dios
de
Israel.
3.
¿Qué
cosas
podemos
aprender
de
esto?
• ¿A
quiénes
consideramos
impuros
hoy?
¿A
quiénes
despreciamos?
Pensemos
en
nuestros
vecinos.
Pongámosle
rostro
a
nuestra
segregación.
• Con
toda
seguridad,
te
sorprenderá
cuántos
vecinos
reaccionarán
positivamente
al
presentarles
instancias
para
conversarles
del
evangelio.
Todos
tenemos
un
sentido
de
lo
divino,
una
necesidad
de
Dios,
que
sólo
él
puede
llenar.
Cientos
de
miles
tienen
sed
y
hambre
y
están
tomando
cualquier
agua
y
comiendo
cualquier
pan,
mientras
muchos
de
nosotros
estamos
encerrados
en
nuestros
cómodos
y
ensimismados
templos
y
casas.
“Somos
mendigos,
diciéndoles
a
otros
mendigos
donde
conseguir
pan”.
2
II. NOSOTROS:
¿QUÉ
PODEMOS
APRENDER
DE
JESÚS?
1.
La
compasión
de
Jesús:
Cristo
es
el
buen
pastor
que
apacienta
al
redil
con
sumo
cuidado,
tanto
que
nadie
puede
arrebatarte
de
su
mano.
Jesús
mira
con
compasión
a
los
leprosos
y
actúa
para
cambiar
sus
vidas.
¿Has
sentido
la
misericordia
de
Dios
en
tu
vida?
¿Has
sido
perdonado
y
notado
el
gozo
y
la
libertad
que
produce
el
perdón?
¿Dios
te
ha
cuidado
y
sostenido?
¿Notas
cómo
Dios
dirige
cada
paso
de
tu
camino
en
la
vida?
Luego
de
ese
reconocimiento,
la
vida
en
la
gracia
nos
lleva
a
mirar
a
otros
con
misericordia.
(Fuertes
y
débiles:
la
libertad
cristiana
se
vive
en
el
amor).
Ser
luz
que
alumbra,
no
que
encandila
(el
ejemplo
de
Ned
Flanders).
2.
La
sanidad
que
realiza
Jesús:
Leer
el
versículo
19.
Esto
podría
ser
traducido
de
mejor
manera
como
“tu
fe
te
ha
salvado”.
La
sanidad
que
Jesús
realizó
el
samaritano
ex
leproso
no
sólo
dijo
relación
con
su
cuerpo,
sino
con
toda
su
existencia.
Jesús
transformó
integralmente
su
vida.
El
hecho
de
que
volviera
es
una
clara
señal
de
su
regeneración:
un
muerto
que
pasó
a
la
vida,
un
corazón
de
piedra
transformado
por
uno
de
carne.
Jesús
cumplirá
su
propósito
en
nosotros
sanando
todo
lo
que
haya
que
sanar.
¿Cuánto
nos
preocupamos
por
las
circunstancias
de
nuestros
vecinos?
¿Estamos
dispuestos
a
tender
nuestra
mano
para
ayudar
en
la
necesidad?
¿Estamos
dispuestos
a
colaborar
en
la
sanidad
de
todos
quienes
la
busquen?
(Ejemplo:
cuántas
personas
intoxicadas
por
malas
experiencias
eclesiales
llegarán
a
nuestras
casas
o
lugares
de
reunión
buscando
sanidad
por
la
proclamación
del
evangelio).
3.
La
no-‐discriminación
de
Jesús:
Jesús
tiene
frente
suyo
a
leprosos
y
los
sana.
Tiene
frente
suyo
a
un
samaritano,
y
lo
salva.
Números
12:12
habla
de
los
leprosos
como
si
fuesen
muertos
en
vida.
Pensemos
en
el
vecino
de
la
peor
calaña,
aquél
del
que
sentimos
vergüenza
ajena,
que
está
muerto
en
vida,
que
exuda
condenación.
¿Cómo
lo
miramos?
• ¿Cuál
es
nuestro
concepto
de
la
gracia?
La
vida
en
nuestros
barrios
nos
desafiará
a
probar
qué
es
lo
que
creemos.
¿A
quiénes
Dios
salva?
¿Sólo
a
la
gente
“linda”
y
“buena”
como
nosotros?
3
• Tal
y
como
Jesús:
acerquémonos
a
las
personas.
Da
lo
mismo
si
no
nos
ha
saludado
nunca,
si
es
egoísta,
si
es
borracho,
si
no
te
ayudó
en
algún
momento
en
que
lo
necesitaste,
si
es
de
un
pensamiento
político
diferente
al
tuyo,
si
es
un
vil
y
desdichado
pecador
(hincha
de
la
Universidad
de
Chile
o,
en
segundo
lugar,
de
la
UC).
Si
Cristo
te
miró
con
amor
a
ti,
depravado
totalmente,
¿por
qué
no
puedes
mirar
a
otros
con
amor?
¿Acaso
tú
puedes
contigo
mismo?
¿Por
qué
te
molesta
tanto
que
otros
no
puedan
con
ellos
mismos?
• Que
la
gracia
de
Cristo
te
impregne.
Vive
la
gracia,
ama,
lucha
por
afectar
positivamente
la
vida
de
quienes
te
rodean.
PARA
REFLEXIONAR
Y
PRACTICAR:
• Luchemos
con
la
fuerza
que
nos
brinda
el
Espíritu
para
dejar
de
lado
toda
segregación
y
toda
individuación
que
se
coloca
como
un
obstáculo
para
la
presentación
del
evangelio
a
nuestros
vecinos.
• Aprendamos
a
reconocernos
en
los
otros,
por
muy
leprosos
o
samaritanos
que
nos
parezcan.
¿Somos
diferentes?
¡Sí!
Porque
fuimos
alcanzados
por
la
gracia.
• Jesús
dijo
a
sus
discípulos
en
la
etapa
final
de
su
ministerio
que
“a
causa
de
la
maldad,
el
amor
de
muchos
se
enfriará”.
Esa
realidad
que
vemos
en
la
cotidianeidad
no
sea
tu
realidad.
Recuerda
que
nuestros
vecinos
también
deben
conocernos
porque
nos
amamos
los
unos
a
los
otros.
Pbro.
Luis
Pino
Moyano.
4