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INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA TEOLOGÍA PASTORAL

La palabra «pastoral» es una de las más usadas en el lenguaje teológico


actual. Las disputas y los pareceres encontrados en torno al carácter pastoral
de los distintos tipos de metodologías teológicas han sido y son constantes.
Pero no es la teología solamente el ámbito donde el término pastoral está
presente. La pastoral desborda la terminología teológica para entrar en el
espacio de lo que es la normalidad del lenguaje eclesial. No es necesario ser
perito en teología para utilizar un código lingüístico en el que la palabra pastoral
esté presente. Basta con estar familiarizado con la práctica eclesial, con la
acción de la Iglesia y sus distintas dimensiones, y la de sus diferentes
miembros, para utilizar con una cierta asiduidad tal término.

Por otra parte, hemos entrado en un tiempo en el que el uso del término
«pastoral» puede ser tan amplio que sus contornos queden difuminados sin
saber realmente a qué hacemos mención, pero estando seguros de que
debemos utilizarlo para dar actualidad a nuestro lenguaje y a nuestra misma
comprensión teológica. A veces, hasta corremos el peligro de incluir bajo dicha
palabra aquellas áreas dispersas de las distintas disciplinas teológicas que no
sabemos dónde situar. Basta con hacer un recorrido por diferentes bibliotecas
de teología o por distintas librerías de temas religiosos para apreciar qué se
incluye en el apartado pastoral. El análisis puede ser tan amplio y tan confuso
que no nos aclare nada.

Pero también puede ocurrimos lo contrario: encontrarnos con bibliotecas o


librerías teológicas en las que la sección pastoral no exista porque todo lo que
hoy podemos incluir bajo tal denominación se encuentra incluido en los
apartados dedicados a otras áreas. En este caso, la pastoral no es considerada
como disciplina teológica, sino más bien como el punto de vista desde el que
son abordadas las distintas disciplinas. Parece entonces que el adjetivo
pastoral no es propio para acompañar al sustantivo teología y que ambos
términos de alguna forma se rechazan. La pastoral sería quien calificara la
práctica de la Iglesia, mientras que la teología permanecería en el ámbito de la
reflexión especulativa.

Muchas veces entendemos la pastoral en su contraposición a lo doctrinal. Algo


muy distinto es, en nuestro lenguaje, lo doctrinal y lo pastoral; y hemos
señalado para lo doctrinal el ámbito académico reducido a un determinado
número de personas y para lo pastoral el ámbito de las acciones abarcadas por
la vida eclesial con un espectro mucho más amplio. Desde esa comprensión,
hemos aplicado calificativos contrapuestos a cada uno de los términos, y así:

— lo doctrinal es inmutable y eterno, mientras que lo pastoral es flexible,


contingente e histórico;
— lo doctrinal es abstracto y teórico, mientras que lo pastoral es concreto y
operativo;
— lo doctrinal es científico, mientras que lo pastoral es divulgativo.


Tomado del libro “Teología pastoral” de Julio Ramos. De la colección Sapientia fidei de la
Biblioteca de Autores Cristianos. Serie de manuales de Teología Madrid 1995.
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En el mismo currículo de los estudios teológicos, las asignaturas comprendidas


dentro de la denominación «doctrinal» pasarían a formar parte de las
asignaturas fundamentales o troncales, mientras que las pastorales o prácticas
tendrían una importancia secundaria situándose entre las asignaturas
complementarias.

Estas dos contraposiciones (ser-obrar; doctrinal-pastoral), que pueden guardar


en sí una importante parte de verdad, no son toda la verdad. La mera
contraposición es, al menos, simplista.

No podemos, por tanto, hablar de pastoral olvidándonos del ser de la Iglesia o


de lo doctrinal. Es más, no puede haber una práctica seria y consecuente que
no tenga a la reflexión como uno de los elementos componentes de su
proceso. De hecho, nuestro tratado va a situarse ahí, en esa conjunción de lo
teórico con lo práctico, de lo reflexivo con lo operativo, necesaria en toda
acción eclesial. Toda acción pastoral, toda acción eclesial consecuente con el
ser de la Iglesia, ha de tener un momento primero reflexivo que, situado en el
interior de la misma acción, la fundamenta y la hace necesaria. Desde él, la
acción adquiere identidad y se sitúa en la globalidad del obrar eclesial.

Podemos formularlo al contrario. En toda acción de la Iglesia hay un


componente de reflexión, aunque ciertamente algunas veces sea implícita, que
la ha generado y que le ha marcado su objeto y su finalidad. Ese componente
reflexivo va a ser el contenido de este manual. Porque este componente no
puede estar separado de la acción misma, el teólogo pastoralista, aunque no
se identifica con el agente pastoral, no puede estar al margen de él ni hacer
una reflexión que no le incumba y le sirva.

TRES ESTRATOS EN LA PASTORAL

Cuando hablamos de pastoral, estamos empleando, por consiguiente, un


término plurivalente que, de alguna manera, conviene deslindar y aclarar. En
concreto, usamos la palabra en tres estratos o niveles sucesivos que van a dar
origen a distintos tratamientos. Son éstos:

La pastoral fundamental

Un primer nivel reflexivo sobre la acción pastoral de la Iglesia es el que se


pregunta por la misma acción en sí misma considerada.

En un terreno previo a cada una de las acciones concretas, la Iglesia puede y


debe preguntarse qué hace y de qué manera se manifiesta en la acción su
propio ser.

Lógicamente, este primer nivel de comprensión de la acción pastoral está


fuertemente influenciado por la conciencia del mismo ser eclesial. La reflexión
pastoral es deudora directa de la teología eclesiológica no por ser una
conclusión de su tratamiento, sino por ser su manifestación epifánica. En este
nivel no podemos hablar de teología pastoral prescindiendo de sus raíces
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eclesiológicas, de la misma manera que podemos decir que una eclesiología


que no exige una acción pastoral es, en sí misma, reductora.

Es natural porque a grandes rasgos podemos decir que, mientras la


eclesiología estudia el ser de la Iglesia, la pastoral estudia el obrar, y ambos
están perfectamente trabados. Por eso, el estudio de la eclesiología y el de la
teología pastoral han tenido una historia paralela.

La pastoral no es una mera consecuencia operativa de la eclesiología


dogmática, sino que están en interconexión profunda. De hecho, el modo de
considerar a la Iglesia en sus elementos constitutivos influye necesariamente
en la manera como ella existe en el tiempo y en el espacio. Rahner habla de
una eclesiología esencial y una eclesiología existencial para señalar la mutua
implicación a la vez que los distintos modos de tratamiento de la realidad
eclesial.

Esta misma realidad fue puesta claramente de manifiesto en la historia del


Concilio Vaticano II. A la constitución dogmática Lumen gentium siguió la
promulgación de la constitución pastoral Gaudium et spes. Ambas
constituciones, que son el origen de los tratados de teología de la Iglesia y de
teología pastoral tal y como los hemos estudiado durante los últimos 30 años
de vida eclesial, forman parte de un proyecto común de tratamiento de una
misma Iglesia. A este tratamiento pastoral fundamental le corresponde el
análisis de las distintas concepciones históricas de la acción pastoral desde las
premisas eclesiológicas en las que se funda.

De la misma manera, por encima y anteriormente a toda pastoral situacional, le


corresponde una profundización de la acción eclesial en sí desde sus
referencias básicas: la continuidad de la misión de Jesucristo, la progresiva e
histórica configuración hacia el Reino y el destino de esa acción en la
evangelización del mundo. Desde las tres referencias surge una criteriología
pastoral '' y, desde ellas también, diferentes dimensiones de la acción pastoral
que han de ser posibilitadas.

El desarrollo especial de alguna de estas dimensiones o la opción situacional


por alguna de ellas trae como consecuencia el tema de los modelos de acción
pastoral, tema complejo en su formulación, pero evidente en sus distintas
realizaciones.

Porque la acción pastoral tiene un presente, un pasado y un futuro, la


consideración de la historia y de la identidad de la acción lleva a la teología
pastoral a un planteamiento posterior de la acción eclesial que implica la
proyección y la programación pastorales como exigencia del mismo ser y de
sus criterios e imperativos.

El estudio de la acción pastoral en sí misma considerada implica también el


conocimiento global de los agentes de pastoral para distinguir con claridad
quién es quién en la acción y qué acciones en concreto corresponden a cada
uno de los agentes.
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La pastoral especial

Un segundo nivel que podemos encontrar en el uso del término pastoral es el


que se refiere a la acción de la Iglesia en una situación determinada. Ya no se
trata de contemplar la acción en sí misma y de hacer una teoría sobre la
acción, sino del contraste entre lo que es la acción pastoral en sí y su
realización histórica en cada una de las estructuras y acciones pastorales
concretas.

En este caso, contemplamos la acción de la Iglesia en el hoy de la historia con


un objetivo muy determinado: la proyección de una acción nueva que responda
con más autenticidad a lo que la acción pastoral debe ser.

Por ello, los contenidos de la pastoral especial, que son las estructuras y las
acciones pastorales tal y como hoy están presentes en la Iglesia, deben ser
tratados con una metodología que incluya tres apartados claramente
delimitados:

— El análisis fenomenológico y valorativo de las realidades eclesiales


pastorales. En determinados fenómenos y estructuras, este análisis ha de
llevar consigo un conocimiento de la historia de la estructura en sí para poder
valorar también su carácter temporal y su respuesta a exigencias concretas de
evangelización. Cuando nos situamos en este primer momento metodológico,
no prescindimos del primer nivel de la teología pastoral, sino que encontramos
en él la criteriología válida para poder conocer y valorar críticamente la realidad
pastoral concreta. Esta criteriología, que es teológica, hace en sí mismo
teológico el análisis y todo el proceso metodológico posterior.

Es importante afirmar esto por el carácter interdisciplinar que la teología


pastoral tiene y que, en ocasiones, ha propiciado un rechazo de otras materias
teológicas porque no la consideran tal. El uso de otras ciencias para el
conocimiento de la realidad es necesario en la teología pastoral, pero, a la vez,
es relativo. Está al servicio del análisis teológico de las realidades eclesiales.
Tradicionalmente hemos llamado ciencias auxiliares a las que cumplen esta
tarea de ayudar relativamente al conocimiento. Su uso es necesario, y, en caso
contrario, más que de conocimiento hemos de hablar de aproximaciones. Pero,
a la vez, no podemos identificar un análisis y un conocimiento realizado por las
ciencias auxiliares con el método, los objetivos o las conclusiones de la
teología pastoral. Pueden formar parte de su camino metodológico, pero nunca
suplantarlo. Están al servicio del análisis teológico, en el que siempre es
necesario cotejar si la salvación de Dios pasa y se encarna en unas
determinadas estructuras pastorales.

Porque la Iglesia tiene una dimensión intrínseca de visibilidad y de sociedad,


puede ser abordada en su conocimiento por aquellas ciencias que estudian
directamente la realidad. Pero si prescindimos de que la Iglesia es también
objeto de fe, tendríamos que decir que esas ciencias han estudiado una parte
de su verdad, pero no la totalidad de su ser eclesial.
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El análisis y la valoración teológicos incluyen el uso de la teología dogmática,


especialmente de la eclesiológica, para identificar la acción de la Iglesia en el
conjunto de la mediación de la salvación y la gracia, para ponerla en relación
con la misión evangelizadora, para encontrar en ella la forma sacramental de la
acción de Dios.

— La proyección de una situación nueva de la acción eclesial. La cual,


partiendo de la situación analizada, aproxime más la realidad a su modelo. Esto
es, la teología pastoral tiene una función crítica, dinámica y dinamizadora en el
conjunto de las realidades eclesiales. Su análisis tiende a la transformación y al
cambio de las estructuras para que en ellas se encarne mejor la esencia misma
de la Iglesia y de su acción.

También en este caso, la conexión con la teología pastoral fundamental es


clara. Se trata de hacer realidad concreta lo reflexivamente abordado para que
la acción de la Iglesia sea en verdad acción eclesial y supere los impedimentos
y las dificultades que una historia y una concreción determinadas han unido a
esa misma acción.

La tensión entre el ser y el deber ser está en la base de esta proyección


pastoral. La teología pastoral debe proyectar el deber ser como función
identificada dentro de las ciencias teológicas, específica de su ser, y como
servicio eclesial que está llamada a prestar. De este modo, uno de los campos
de la teología pone en relación estrecha la vida eclesial con las materias
ideológicamente abordadas en las otras disciplinas.

La teología pastoral ha de encontrar después, en el tercer nivel, la


programación pastoral como complemento de la proyección y como puente
necesario entre los teólogos pastoralistas y los agentes pastorales. En este
sentido, podemos claramente hablar de la utilidad de una teología pastoral.

— La descripción de unos imperativos de acción. De la distancia entre la


situación dada y la deseada, entre el ser y el deber ser, surgen los medios que
posibilitan el paso. Estos medios son los imperativos de acción.

Cuando nos situamos en el terreno de la teología pastoral, estos imperativos no


son acciones, sino direcciones de la acción. A la teología pastoral no le
corresponde poner en práctica unas acciones determinadas o unos objetivos
operativos, sino trazar las grandes líneas de acción en las que se tienen que
encarnar acciones posteriores. Se trata fundamentalmente de salvar la
distancia entre lo dado y lo proyectado por medio de exigencias básicas en las
que han de encontrar su razón de ser las acciones pastorales.

La pastoral aplicada

Pasamos en ella del terreno de lo reflexivo a lo operativo, de la universalidad a


la concreción, del pensamiento a la acción. Su campo ya no está en el interior
de los estudios teológicos, sino en la vida concreta de la Iglesia.
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En la normalidad de nuestro lenguaje, el término pastoral se identifica con este


nivel en multitud de ocasiones y es porque en él se realiza la acción y porque
para él existe la reflexión teológica previa.

Los agentes de la pastoral aplicada no son los teólogos pastoralistas, pero su


ministerio y su función en la vida de la Iglesia son también necesarios. Su
relación con los teólogos pastorales es la misma que entre la teología pastoral
y la acción pastoral: una se realiza para la otra. Del mismo modo que la
reflexión pastoral encuentra su destino en la planificación y realizaciones
pastorales, los teólogos pastoralistas hacen un servicio a la edificación
concreta de la Iglesia que se realiza en cada una de sus programaciones.

El agente de teología pastoral es, entonces, el responsable de hacer operativo


lo que antes ha sido reflexivo y hacer casuística lo que ha sido universalmente
tratado. Es una correa de transmisión entre el pensamiento y la acción, pero no
irreflexiva e irresponsable. Todo lo contrario: la teología pastoral le sirve de
apoyo y de concienciación para un ministerio en la vida de la Iglesia en el que
la responsabilidad, la libertad, la originalidad y la creatividad entran
directamente en juego. La teología pastoral hace posible que esta acción sea
más reflexiva, tenga una fundamentación mayor y pueda ser identificada como
auténtica acción eclesial o pastoral.

ESPECIFICIDAD DE LA TEOLOGÍA PASTORAL

Desde lo dicho, tenemos que afirmar que la teología pastoral tiene:

 un ámbito: los estudios teológicos;


 una referencia próxima: la concepción eclesiológica;
 una referencia última: la fe de la Iglesia;
 un objeto: la acción de la Iglesia;
 dos campos: la acción en sí misma considerada o en sus realizaciones
históricas concretas;
 un método: el análisis valorador de la situación concreta eclesial para,
desde la proyección de una situación nueva, trazar los imperativos
básicos de la acción;
 una ayuda: las ciencias auxiliares que, con carácter interdisciplinar,
ayudan al conocimiento de la realidad;
 una finalidad próxima: iluminar la práctica eclesial concreta y darle las
pautas para su identificación;
 una finalidad última: servir a la misión eclesial.

Desde esta especificidad tenemos que afirmar la existencia de la teología


pastoral en el interior de los estudios teológicos. Es más, cumple una función
necesaria en la teología y que no es cubierta por ninguna de las demás
disciplinas teológicas.
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ALGUNAS ACLARACIONES

Deslindada la especificidad de la teología pastoral, es conveniente concluir este


capítulo haciendo las siguientes aclaraciones que ayuden a señalar aún más sus
contornos específicos:

1. La primera es que la teología pastoral es fundamentalmente teología. El sustantivo


es teología y el adjetivo es pastoral. Por tanto, hemos de estudiar este tratado con
metodología teológica. Hacer de él una reflexión desde la fe y hacerlo desde el dato
revelado y desde el magisterio de la Iglesia que entran en diálogo con las situaciones
históricas del mundo.

2. Nos movemos en el campo de una asignatura universitaria y con caracteres de


universalidad. Ni nos centramos en acciones concretas ni queremos hacer de la
teología pastoral un taller de actividad eclesial, unos planteamientos pragmáticos que
contrarresten los otros planteamientos teóricos teológicos. Se trata de moverse en el
terreno previo a la acción, en el de la reflexión iluminadora que se hace realidad
después en cada una de las acciones. Lograr una estructuración mental teológico-
pastoral, es poner el fundamento para la mejor práctica.

3. El objeto de su estudio, el obrar de la Iglesia, es un objeto de fe y desde la fe ha de


ser tratado. No es posible hacer una distinción entre la Iglesia entendida desde la
eclesiología y desde la pastoral. Si la Iglesia es un misterio de fe en su concepción
teológica, en su ser, también ha de serlo en el estudio y en las exigencias de su obrar.
La práctica pastoral ha de estar fuertemente influenciada por la concepción
eclesiológica. Esta práctica no puede olvidarlo y tratar a la Iglesia como una simple
institución humana. El concepto de realidad divino-humana derivada de la encarnación
en la Iglesia nunca puede ser olvidado en el estudio del obrar de la Iglesia.

4. A la vez, la teología pastoral ejerce una función crítica en el interior de la vida de la


Iglesia y tiene la función de, enfrentando la autenticidad de su ser teologal con las
realizaciones prácticas de acción, buscar las líneas fundamentales de su
autorrealización . En este sentido, es plenamente teológica no sólo por el fundamento
de su capacidad crítica, sino también por los criterios de acción que se proponen.
Estos criterios no están al margen sino que brotan de la fe de la Iglesia y de la
comprensión teológica.

5. Esto no impide el que la Iglesia, por su dimensión humana, pueda ser estudiada por
otras ciencias20, descrita fenomenológicamente, analizada sociológicamente, o
comprendida desde sus caracteres societarios. Sin embargo, eso no es teología
pastoral. Estos estudios son necesarios si no queremos quedarnos en concepciones
teóricas y etéreas, pero nunca podemos confundir la teología pastoral con ellos. La
pastoral tiene que contar con sus datos, pero sin confundirse con ellos.

6. Por último, la teología pastoral no es un absoluto en la acción y en la práctica de la


Iglesia. A ella le toca indagar, sacar consecuencias prácticas de la teología dogmática,
marcar caminos y pautas de comportamiento para la vida de la Iglesia, pero ella no es
quien decide la práctica eclesial. Su quehacer es un servicio, pero la práctica concreta
es obra de todos y los distintos ministerios tienen un importante papel en las
decisiones que se han de tomar. La teología pastoral, como toda teología, se presenta
como un servicio en diálogo con los otros servicios y ministerios eclesiales. En ella,
tampoco se pueden confundir teología y magisterio. Los dos son servicios a la Iglesia,
pero no se confunden. Lo importante es que vivan en un diálogo clarificador
respetando cada uno lo que es propio del otro.

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