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El problema
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA EL PROBLEMA
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA
Traducción e Introducción de
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
ÍNDICE
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto I. LOS PROBLEMAS EPISTEMOLÓGICOS DE LAS CIENCIAS
en los artículos 534 bis a) y siguientes del Código Penal vigente, HUMANAS. 41
podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad
quienes sin la preceptiva autorización reprodujeren o plagiaren, en II. Aportaciones y límites de la obra de Dilthey. 55
todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en
cualquier tipo de soporte. III. Martin Heidegger y el significado de su «her¬
menéutica DE LA FACTICIDAD» PARA LAS CIENCIAS
HUMANAS.71
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7
INTRODUCCIÓN*
HISTORIA Y FILOSOFÍA
EN H.-G. GADAMER
1. LA GESTACIÓN DE UN PENSAR
REMEMORANTE
tu,itszst»■■ ■»”»¡S
, 1 ' , e 0lan desde la cátedra tonos inusuales
vida» (488). Aquí «lo platónico» es el origen del pre¬
guntar, aquella inquietud y espíritu de búsqueda al que
responde Platón con las Idéas (502-503). Este plato¬
extraacadem.cos, que a todos fascinaban principal
nismo gadameriano no consiste en la fácil actualiza¬
fía6 gr¡en a‘ntensidad con la que se evócatela filoso-
ción de un idealismo academicista y ahistórico, sino
qu/aítatemar
que, al integrar f
lo*v ??
histérico preguntar
y lo vital, «memorante
giraría unn« en la recuperación historificante de la voluntad onto-
lógica de la fenomenología:
sardrfteid rde ef't0rn° al término Andenken. Un pen-
Sar defmid0 en termmos de memoria, con-memora- El arte descriptivo que intenté aprender de Husserl (en
Friburgo durante 1923) y de Heidegger encontraría su
manifestación en una interpretación de los textos antiguos
la otord™atmeraCí? ^ P3pd de Heidegger “ ^ conjunto de
orientada por «las cosas mismas» [ihíd.].
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¿ti:
potaciones de Dilthey, Heidegger y Aristóteles. ¿En
dad hace posible la mutua relación de pertenencia
qué va a consistir? ¿Quedará planteado umcamen e
entre conocedor y conocido:
como la adquisición de un sentido histórico? ¿Que
la historicidad del Dasein en toda su movilidad del esperar otros elementos, además de la conciencia histórica,
y del olvidar es la condición de que podamos de algún contribuyen a esta constitución? Es menester comple¬
modo actualizar el pasado [327/266].
tar la historicidad con otra categoría basica como es la
lingüisticidad; en ella se realiza, matenzalizandose y
Desde esta facticidad vinculada al concepto de his¬
actualizándose, la comprensión en tonto que modo o -
toricidad absoluta ganamos un nuevo horizonte para
ginario —intrasubjetiva e intersubjetivamente dialo¬
conceptuar la comprensión no ya en tanto que «tarea»
go— de estar-en-el-mundo. Es un problema complejo
específica de las «ciencias del espíritu» por contrapo¬
porque desde él se esclarecen las relaciones entre
sición a las «ciencias de la naturaleza», sino en tanto
Ithos y logas, entre materialidad e idealidad en el
que modo de ser básico, radical, originario y práctico
planteamiento de la vida práctica y su consiguiente
del existir humano en el mundo histórico. Con ello se
produce, consiguientemente, una transformación fundamentoción/i/osó/«ca. , ,
En este contexto, la racionalidad hermenéutica ha
interna de la fenomenología en hermenéutica. Frente a
surgido como exigencia de una época caractoizada
la libertad absoluta e incondicionada de todo transcen-
no sólo por su hostilidad tecnológica hacia lo histon-
dentalismo o formalismo abstracto, la hermenéutica
co, sino por la autolimitación metódica del conoci¬
reclama la pertenencia a la historia, una pertenencia
miento. Como hemos demostrado recientemente, y
que actúa como contraconcepto de la libertad incondi¬
como él mismo ha indicado repetidad veces a
cionada. Desde esta radicalidad histórica, toda expe¬
pesar de sus intérpretes-, el «y» de Méto¬
riencia es siempre experiencia-en-reflexión, el com¬
do no puede ser entendido como una alternativa
prender en tanto que posibilidad no se encuentra como
excluyeme ■•. Es preciso delimitar lo que pueda ser
«pura posibilidad» o voluntad vacía, sino que se halla
una concesión al mercado editorial que provoque
históricamente mediado.
controversia, conflicto y debate y las auentmas
intenciones que dan sentido a una obra. Asi por lo
que respecta a esta última, lo que aquí pretende es no
5. UNA RACIONALIDAD
restringirse a un moderno concepto de método ajeno
DIALÓGICO-EXPERIENCIAL
a la verdad de la cosa que se investiga; en una inves¬
FRENTE AL ANONIMATO TECNOLÓGICO
tigación humanística y filosófica no hay dos momen¬
tos perfecta y claramente delimitabas el d^la de te
El pensar rememorante al que nos hemos referido minación del método a emplear y el de la delimita¬
anteriormente y el modo que hemos visto en el que se
ción del objeto a investigar. La unidad en estos dos
plantea la historicidad dan forma a un modo particular momentos se ha disuelto desde la aplicación del car-
de entender la racionalidad que se plantea explícita¬
mente en la primera y última parte de El problema de
la conciencia histórica e implícitamente en las Ínter- 18 Hermenéutica dialógica, p, 91.
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tesianismo metodológico. Para Gadamer es Hegel
tai-epistemológica en su auténtica amplitud histórico-
retomando la energía conceptual de la dialéctica
griega, el que intenta recuperar la unidad. ontológica como un «camino para la determinación de
la esencia de la verdad»21. Así, la racionalidad herme¬
Todo método filosófico comporta en la hermenéuti-
néutica se plantea como un intento de reganar para
ca una - cima opción ética que honestamente no se debe
eludir . Con ello, lo que se hace es ampliar el rigor nuestro días no sólo un conocimiento que busque ser
hacer un pensamiento más radical y poner al descu¬ «cierto», sino que también sea verdadero; de ahí que
sea preciso releer y deconstruir una racionalidad estre¬
bierto los presupuestos desde los que se ofrecen las
chamente planteada, más preocupada por la certeza
investigaciones, algo no siempre fácil y gran parte de
las veces incómodo en una época que ha concebido la que por la verdad. Tareas para la cuales no sólo es pre¬
ciso caminar con Heidegger, sino con un Hegel gada-
experiencia desde el experimento y la singularidad
humana desde la repetitibilidad del obrar y la homoge¬ merianámente reclamado.
Además de una ampliación argumentativa, cotidia¬
neidad en el actuar. Como señala en la réplica a sus
críticos: na y lingüística del concepto de experiencia (cuya cla¬
rificación superaría con creces estas líneas y que parte
El que mi planteamiento de la hermenéutica filosófico- de la demoloción hegeliana del concepto «empirista»
universal haya tomado como punto de partida la crítica a la de experiencia22), la articulación de ethos y logos se
conciencia estética y a la reflexión sobre el arte—y no nos ofrece desde tres presupuestos básicos: la explici-
directamente a las llamadas ciencias del espíritu— no signi¬
fica de ningún modo que me aparte del requisito metodoló¬ tación de la reflexión filosófica como participación en
gico de la ciencia, sino que ha sido, más bien, una primera el devenir histórico productivo [u)], la orientación pru¬
mediación del alcance que posee la pregunta hermenéutica dencial de la vida práctica [£)], y el diálogo apalabran¬
y que se propone menos caracterizar a ciertas ciencias te del lenguaje donde encontramos alojamiento je)].
como hermenéuticas que poner al descubierto una dimen¬
sión que precede al uso del método en la ciencia [471].
a) La experiencia histórico-filológica que la tradi¬
La pregunta por el método pasa a un primer plano ción había transmitido era una experiencia moral que
porque no consiste sólo en buscar, examinar e investi¬
gar; no es únicamente un instrumento auxiliar-externo 21 M. Heidegger, Nietzsche, vol. II, Neske, Pfullingen, p. 133.
que otorga certeza a los conocimientos20, sino que 22 Cfr. T, W. Adorno, Tres estudios sobre Hegel, versión de S. de
debe ser pensado más allá de su dimensión instrumen- Zabala, Taurus, Madrid, 1969, p. 83. Gomo Gadamer sostiene «es
necesario tomar el concepto de experiencia de una manera más
amplia que en Kant, de modo que la experiencia de la obra de arte
ne^metnanr profundización en Ios aspectos éticos que las cuestio-
pueda ser comprendida también como experiencia» (139/103),
«[...] en el comportamiento de los hombres entre sí lo que importa
es experimentar al tú realmente como un tú, esto es, no pasar po.r
fZomv,Cuadernos Salman“"os de alto su pretensión y dejarse hablar por él. Para esto es necesario
estar abierto [...]. La conciencia hermenéutica tiene su realización
Frlw-n'rt'<ftdvmer’ in der Wmenschafien, no en su certidumbre metodológica sobre sí misma, sino en la aper¬
Frankfuit, Suhrkamp, 1976, p. 132 (La razón en la época de la
ciencia, trad. de E. Garzón Valdés, Alfa, Barcelona, 198?, p. 99). tura a la experiencia que caracteriza al hombre experimentado fren¬
te al dogmático» (438-439/367).
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permitía al individuo entenderse a sí mismo en su vida él, el acontecer del lenguaje y de la historia son pensa¬
histórico-práctica; el intérprete (y, como vemos en esta dos conjuntamente. La racionalidad humana se con¬
obra, el concepto de «interpretación» será central en ceptúa como apalabrada humanamente, como situada
su filosofía) participa en el conocimiento transmitido y localizadora del diálogo que ya somos. Esto no sig¬
y decantado en las tradiciones integrándose argumen¬ nifica llevarlo todo al lenguaje y determinar todos los
tativamente en una comunidad moral. Por su entrega problemas como «lingüísticos», sino su conceptuación
continuada a las tareas educativas la reflexión es plan¬ experiencial-dialógica o, lo que es lo mismo, su deter¬
teada en Gadamer siempre mediada por el grado de minación desde una lógica de la pregunta-respuesta.
participación en las tradiciones lingüísticas. La deli¬
mitación del estatuto ontológico de la reflexión sólo
podra hacerse con rigor si el intérprete atiende al hori¬ 6. VOLUNTAD DE RESPONSABILIDAD
zonte comunitario del lagos. Y AUTOCONOCIMIENTO HISTÓRICO
b) Debemos a la hermenéutica gadameriana, vía
Heidegger urbanizado23, el recuerdo de la distinción Tras el esclarecimiento filosófico del quehacer de
aristotélica entre saber técnico y saber prudencial. La las ciencias humanas y el consiguiente intento de
autointerpretación de nuestra existencia y explicación repensar universalmente el lenguaje desde una lógica
racional de nuestra estructura motivacional, como rea¬ histórica del preguntar, se halla una escasamente pre¬
lización no-anónima de la comprensión, tiene un tenciosa voluntad de responsabilidad. El bosquejo de
carácter valorativo puesto que nos hallamos histórica¬ los fundamentos de una hermenéutica filosófica tiene
mente vinculados a un determinado ethos. Todo saber como intención básica despertarnos de un pragmatis¬
práctico, sea técnico o poético, adquiere su sentido en mo lingüístico que desvincule la realidad del lenguaje
la conexión con el ethos del que surge y desde el que del esclarecimiento de la experiencia humana en tanto
se estructura prudencialmente. Al vincular tan estre¬ que experiencia-en-reflexión. La hermenéutica no
chamente ethos y logas, se nos está exigiendo pensar a limita las pretensiones de un planteamiento crítico,
partir del lenguaje la esencia de lo que en el lenguaje sino que las amplía y las ensancha a través del auto-
ya esta, una esencia apalabrada en el acto de la expre¬ conocimiento histórico-experiencial.
sión comunicativa en tanto que acto fundante de la Lo que en Verdad y Método se plantea como los
vida práctica históricamente acontecida24. «fundamentos para una teoría de la experiencia her¬
c) Si la reflexión parte de la correlacionalidad con menéutica» ha supuesto una llamada a la radicalidad
el mundo, la tarea pendiente es la de pensar la apertu¬ en el pensar postheideggeriano. Esta llamada no está
ra de la experiencia desde un diálogo apalabrante; en exenta de cierta intempestividad al reclamar la legiti¬
midad del prejuicio, la tradición, la autoridad y el cír¬
23 Ha sido Habermas quien ha sintetizado la obra gadameriana culo hermenéutico. Este criticismo prejuicial25 deter¬
como una «urbanización de la provincia heideggeriana»; cfr. Perfi¬ minará las dos aportaciones centrales de la hermenéu-
les filosófico políticos, versión de M. Jiménez, Taurus, Madrid
1975, pp. 346-354.
24 Hermenéutica dialógica, p. 87. 2- Hermenéutica dialógica, pp. 193-196.
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tica a un pensar rememorante: el principio de la con- rico cuyo resultado más evidente es la débil autocom-
ciencía de la efectividad histórica (wirkungsgeschich- prensión de nuestro presente e incluso la disolución y
tliche Bewusstsein) y el principio de la fusión de hori¬ dispersión de nuestra propia identidad personal. La
zontes (honzontverschmelzung); con ellos se hace jus¬ reivindicación del autoconocimiento histórico se plan¬
ticia a la historicidad y a la lingüisticidad como tea en Gadamer no como una tarea fríamente especu¬
determinaciones explicativas básicas de la experiencia lativa, sino como el auténtico quehacer de la concien¬
humana Además, la estructura arqueológica y teleoló- cia histórica. Así, la tradición (filosófica, histórica,
gica de la racionalidad que la fenomenología plantea
cultural...) se convierte para la conciencia histórica en
dota de peso específico a un pensar que elude todo
fuente de reconocimiento, en autoencuentro del espíri¬
dogmatismo. Deberíamos preguntarnos hasta qué
tu humano:
punto este afán por evitar todo dogmatismo, esta con¬
tinua instalación en la revisabilidad reflexiva, limita el No es en el saber especulativo del concepto sino en la
carácter asertivo y propositivo que la hermenéutica conciencia histórica donde se lleva a término el saber de sí
puede llevar a cabo26. Sin embargo, con el fin de con¬ mismo del espíritu [...]. La misma filosofía no vale sino
como expresión de la vida y, en la medida en que ella es
cluir esta pequeña introducción que sirve de marco a
consciente de esto, renuncia también a su antigua preten¬
estas conferencias, debemos señalar dos puntos en los sión de ser conocimiento por conceptos [290/216-217].
que se entrecruzan la voluntad de responsabilidad y el
autoconocimiento histórico. Aquí la hermenéutica parte del supuesto de que la
historia no nos pertenece, somos nosotros los que per¬
a) Nuestro momento histórico se caracteriza por¬ tenecemos a ella, esto es, la conciencia histórica no es
que cada vez son más los ámbitos de nuestra vida per¬ una forma privilegiada de adueñarnos y apropiarnos
sonal y comunitaria que caen bajo formas culturales de la historia, sino una forma de autoconocimiento
anónimas y coactivas dificultando el reconocimiento argumentativamente compartido. La hermenéutica no
en las objeciones de la realidad social. Esta distorsión sustrae la reflexión a la historicidad como hacía el his-
tria y anónima se debe a que, un gran número de toricismo, tampoco se piensa como un momento radi¬
veces, el pensar tecnológico olvida su propia historici¬ calmente superior, sino como un momento nuevo que
dad, percibimos una hostilidad tecnológica a lo histó- pretende reconocer la acción de la tradición en la pra¬
xis histórica intentando esclarecer su propia produc¬
“ Quienes c°n mayor radicalidad se han prodigado en estas
criticas proceden también de una tradición fenomenológica No tividad. Y todo esto desde una convicción básica
nesde6 A hT?,^ erxpjicitar las nada despreciables aportado-
que preside la fenomenología hermenéutica «ser his¬
tiaue» AITTrf<<SUr ^ herménéutique de la herménéu- tórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse»
tique» Rev. Phil. de Louvain, 60 (1962), pp. 573-5891 P Ri-
(372/307).
Seua Ptór&o' n í Ínterprfta,ions- &*a> d’herménéutique,
Seü ’ o£\ "77? “ l aC,ÍOn' Essais d’herménéutique II, b) Nos hallamos ante un replanteamiento producti¬
torta D?r/' 98í y ' rÍZ, (-Medi,aciónfilosófica sobre la his-
vo de la propia realidad humana en tanto que «reali¬
’Madrid> 199°; y° quiero’ s“ dad histórica», un replanteamiénto de los elementos
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antropológicos y existenciales que están conformando dosis de tolerancia pero también grandes dosis de
"“?,S ras ac,1tudes’ Perspectivas y pretensiones. Con el rigor filosófico. En esta voluntad de responsabilidad
uttllaje que nos proporciona la fenomenología herme¬ han incidido muchos de sus alumnos, bástenos el
néutica podemos replantear de nuevo las relaciones ejemplo de K. O. Apel, quien ha indicado una direc¬
entre identidad personal e identidad cultural, esto es ción en la que profundizar este autoconocimiento his¬
se aportan nuevas luces a la fuerza en que hoy deben tórico y esta voluntad de responsabilidad al señalar
hltórica yy°dlahorbjetÍtdad y d í6”8"3-*6’la comun>dad que
histórica el horizonte narrativo. Se apunta asi a la
elevancia del «otro» en la constitución del «yo» una la exigencia de sustituir la formación histórica por la infor¬
dirección en la que la identidad cultural de tes pérso- mación empírico-sociológica, en nombre de lo socialmente
nas y los pueblos es pensada desde el entrecruzamien- relevante, constituye un grave síntoma de confusión episte¬
mológica28.
to de 1a identidad narrativa y 1a identidad histórica.
No cabe duda de que, con 1a mediación comunitaria Una dirección de la que debemos ir tomando buena
del lenguaje, con 1a reivindicación del diálogo platóni¬ nota si no nos resignamos a permanecer en la noche
co y una lógica existencial en 1a que es más importan- oscura de la trivialización histórica.
te el preguntar que el responder, Gadamer está mar¬
cando referencias importantes en lo que será el pensar Agustín Domingo Moratalla
deun»^' QU1Za T eU° está marcando la necesidad
o® ?a t3rSIS en e suel° de las humanidades para
que estas recuperen su propia sensibilidad y «sentido
““i’ pensando la realidad humana no desde una
dentidad-permanencia, sino desde una identidad his-
onficamente, dialógicamente productiva. Quizá con
J° con f Stói 1“v'tando 8 superar 1a noche oscura en la
que con facilidad nos instalamos cuando perdemos tes
“ftr narratlvas qu® Pasan por 1a consideración
del «otro» como camino privilegiado por el que nos
ción deTori ’ T nocha ^ue surge de la seudoestetiza-
tod °S problemas> de 1a vanalización de
canela dfri^ aS y ^ k condescendencia con la
Estar a la altura de nuestro tiempo exigirá regañar el
28 K. O. Apel, La transformación de la filosofía, vol. II, versión
problema de 1a conciencia histórica, reganar grandes de J. Chamorro, J. Conill y A. Cortina, Taurus, Madrid, p. 62, nota
106. En esta dirección, al buscar una hermenéutica crítica de la
razón experiencial y una antropología de la técnica y la responsabi¬
ha lidad, se sitúa el ensayo de J. Conill, El enigma del animal fantásti¬
co, Tecnos, Madrid, 1991, pp. 235-270.
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EL PROBLEMA
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA
I. LOS PROBLEMAS
EPISTEMOLÓGICOS
DE LAS CIENCIAS HUMANAS
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pensamiento filosófico o político por las ideas que en sentido histórico es vencer de una manera consecuente
alemán designamos por las palabras «cosmovisión» y esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado
«conflicto de cosmovisiones» es sin duda a la vez una según los parámetros considerados evidentes en nues¬
consecuencia y un síntoma de la conciencia histórica. tra vida cotidiana, en la perspectiva de nuestras institu¬
Se manifiesta todavía por la manera en la cual las ciones, de nuestros valores y de nuestras verdades
diferentes cosmovisiones expresan actualmente sus adquiridas. Tener un sentido histórico significa esto:
divergencias. En efecto, porque las partes en litigio pensar expresamente en el horizonte histórico que es
desde sus puntos de vista respectivos, llegan a un coextensivo con la vida que vivimos y que hemos
acuerdo y esto ha sucedido más de una vez— sobre vivido.
el hecho de que sus posiciones opuestas forman un El método de las ciencias humanas se remonta en
todo comprensible y coherente (concesión que presu¬ cuanto a sus motivos espirituales a Herder y al Ro¬
pone manifiestamente que de una y otra parte no se manticismo alemán, pero se ha esparcido un poco por
rechaza reflexionar sobre la relatividad de su propia todo y ejerce su influencia y su progreso científico en
posición). Es necesario que cada una de las partes sea otros países. Obedeciendo a este método, la vida
plenamente consciente del carácter particular de su moderna comienza a evitar ingenuamente una tradi¬
perspectiva. Nadie podría actualmente sustraerse a ción o un conjunto de verdades tradicionalmente
esta reflexividad que caracteriza al espíritu moderno. admitidas. La conciencia moderna toma —justamente
De ahora en adelante sería absurdo recluirse en la como «conciencia histórica»— una posición reflexiva
ingenuidad y los límites tranquilizadores de una tradi- en la consideración de todo aquello que es entregado
ción exclusiva, mientras que la conciencia moderna por la tradición. La conciencia histórica no oye más
esta llamada a comprender las posibilidades de una bellamente la voz que le viene del pasado, sino que,
multiplicidad de puntos de vista relativos. También reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto
estamos habituados a responder a los argumentos que donde ha enraizado, para ver en ella el significado y el
se nos oponen por una reflexión que se coloca delibe¬ valor relativo que le conviene. Este comportamiento
radamente en la perspectiva del otro. reflexivo cara a cara de la tradición se llama interpre¬
Las ciencias históricas modernas, o ciencias del tación. Y si algo puede caracterizar la dimensión ver¬
espíritu —traducimos el término por «ciencias huma¬ daderamente universal de este acontecimiento es sobre
nas», aunque para nosotros esta traducción expresa todo el papel que el término «interpretación» ha
sobretodo una convención—, se caracterizan por este comenzado a desempeñar en las modernas ciencias
modelo de reflexión del que os acabo de hablar, y del humanas. Esta palabra ha tenido, como pocas, la for¬
que hacen un uso metódico. ¿Qué es sino aquello que ! tuna de expresar de forma simbólica la actitud de toda
comunmente se entiende por «tener un sentido históri- | nuestra época.
co» . Podemos definir el «sentido histórico» por la dis- ¡ Hablamos de interpretación cuando el significado
pombilidad y el talento del historiador para compren- i de un,texto no se comprende en un primer momento.
der el pasado, quizá incluso exótico, a partir del con- i Una interpretación es entonces necesaria; en otros tér¬
texto propio desde donde él se encuentra. Tener un i minos, es preciso una reflexión explícita sobre las
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cond¡ciones que hacen que el texto tenga tal o cual ciencias (fuentes, vestigios de épocas pasadas) sea tal
significado. El primer presupuesto que implica el con¬ que reclame una interpretación crítica. Este presu¬
cepto de interpretación es el carácter «extraño» de puesto desempeña un papel decisivo y fundamental
aquello que debería ser comprendido. En efecto, aque¬ para las ciencias modernas de la vida histórica y social
llo que es inmediatamente evidente, aquello que nos en general. El diálogo que mantenemos con el pasado
convence por la simple presencia, no reclama ninguna nos coloca en una situación frontalmente diferente de
interpretación. Si imaginásemos por un instante el arte la nuestra —situación «extraña», diríamos— y nos
de los antiguos de interpretar texto, tal como fue apli¬ exige consecuentemente una limitación interpretativa.
cado en filología y en teología, señalaríamos que tenía Las ciencias humanas, también, se sirven de un méto¬
siempre un carácter ocasional. No se hacía uso de él do de interpretación. Éste las coloca en nuestro círculo
más que allí donde el texto transmitido comportaba de interés. Nos hemos preguntado por el sentido y la
aspectos oscuros. Sin embargo, hoy, el concepto de predisposición de la conciencia histórica en el plano
interpretación se ha convertido en un concepto univer¬ de los conocimientos científicos. Todavía vamos a
sal y quiere englobar la tradición en su conjunto. colocar el mismo problema preguntándonos por la
La interpretación, tal y como nosotros la entende¬ idea de una teoría de las ciencias humanas. Debemos
mos hoy, se aplica no sólo a los textos y a la tradición precisar, sin embargo, que la teoría de las ciencias
verbal, sino a todo aquello que nos ha sido entregado humanas no es simplemente la metodología de un
por la historia; así hablaremos, por ejemplo, de la cierto grupo determinado de ciencias, y vamos a ver
interpretación de un acontecimiento histórico, o de la enseguida que es filosofía propiamente dicha en un
interpretación de expresiones espirituales, mímicas, de sentido más radical que lo es, por ejemplo, la metodo¬
la interpretación de un comportamiento, etc. Lo que logía de las ciencias naturales.
siempre queremos decir con ello es que el sentido de Si las ciencias humanas están en una relación deter¬
lo dado que se ofrece a nuestra interpretación no se minada con la filosofía no es únicamente en razón de
tu s^n me^ac^ny que es necesario mirar más un esclarecimiento puramente epistemológico. Ellas
allá del sentido inmediato para poder descubrir el no son sólo un problema para la filosofía, ellas repre¬
«verdadero» significado oculto. Esta generalización sentan por el contrario un problema de la filosofía. En
de la noción de interpretación remonta a una concep¬ efecto, todo lo que se podría decir de su estatuto lógi¬
ción metzscheana. Según Nietzsche, todos los enun¬ co o epistemológico, de su independencia epistemoló¬
ciados que reconstruyen la razón son susceptibles de gica frente a las ciencias naturales, es muy poco para
una interpretación, ya que su sentido verdadero o real medir la esencia de las ciencias humanas y su signifi¬
no nos llega más que asimilado y deformado por las cado propiamente filosófico. El papel filosófico que
ideologías. desempeñan las ciencias humanas sigue la ley del todo
De hecho, la metodología moderna de nuestras o nada. Ellas no tendrían ningún papel si las tomáse¬
ciencias filológicas e históricas corresponde exacta¬ mos como realizaciones imperfectas de la idea de una
mente a esta concepción nietzscheana. En efecto, pre¬ «ciencia rigurosa». Esto entrañaría sobre todo que la
supone que el material sobre el cual trabajan estas filosofía llamada «científica» toma forzosamente ella
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también por norma científica la idea de las ciencias do alusión a Hegel parece estar en oposición con los
aueTfZ^"13^^31 eS‘° sabemos lugares íntimos que tienen las ciencias humanas con
que la filosofía no sena más que un tipo de organon las ciencias naturales, lugares que precisamente los
de las cencas. Si por el contrario se reconoce en las distinguen de una filosofía idealista: las ciencias
ciencias humanas un modo de saber autónomo, si se humanas quieren también ser verdaderas ciencias
acuerda la imposibilidad de ser reducidas al ideal del empíricas, libres de toda intromisión metafísica, y evi¬
conocimiento de las ciencias naturales (lo que implica tan toda construcción filosófica de historia universal.
ídUeeaMCallflqUe í atfurdidad Presentar para ellas el Sin embargo, ¿no es cierto que la filiación de las cien¬
deal de una similitud tan perfecta como posible con cias humanas por relación a las ciencias naturales, y la
° “ cdo.s y el 8rado de certeza válidos en las cien¬ controversia antiidealista y antiespeculativa que han
cias naturales), entonces es la filosofía misma la que heredado al mismo tiempo, han impedido hasta nues¬
es puesta en cuestión, en la totalidad de sus pretensio¬ tros días a las ciencias humanas proceder a una toma
nes. También es inútil, en estas condiciones, limitar el de conciencia radical? Aunque el deseo constante de
esclarecimiento de la naturaleza de las ciencias huma¬ las ciencias humanas sea el de apoyarse en la filosofía
nas a una pura cuestión de método; no se trata sólo de contemporánea, no resulta menos cierto que para ase¬
definir simplemente un método específico, sino de gurarse una buena conciencia científica, las ciencias
verdad"? “"VT f?"^ ¡dea de co»°cimiento y humanas, desarrollando sus métodos histórico-críti-
verdad. Cuando la filosofía sea quien retome estas cos, continúan siendo atraídas por el modelo de las
exigencias, tendrá otras pretensiones distintas de las ciencias naturales. Pero sería preciso presentar la pre¬
motivadas por el concepto de verdad de las ciencias gunta: ¿Tiene sentido y hasta que punto es válido bus¬
nahirales. Es por una necesidad intrínseca de las cosas car por analogía con el método de las ciencias natura¬
P°r *° qae asegurar un verdadero fundamento a las les matematizadas, un método autónomo y propio para
ciencias humanas, tal como lo propuso recientemente las ciencias humanas y que permanezca constante en
Dilthey, es asegurar un fundamento a la filosofía es todos los dominios de su aplicación? ¿Por qué en el
decir, pensar el fundamento de la naturaleza y dé la dominio de las ciencias humanas la idea cartesiana del
historia, y la verdad posible de la una y de la otra. método no se denuncia como inadecuada? ¿Por qué no
sería, sobre todo, el antiguo concepto de los griegos el
* * *
que tendría derecho de citarse?
Expliquémonos. Según Aristóteles, por ejemplo, la
Notemos también que, confirmados o no por las idea de un método unitario, de un método que pueda
tendencias filosóficas de Dilthey, los cuadros elabora¬ ser decidido antes mismo de penetrar la cosa, es una
dos por el idealismo de Hegel se adaptaron con soltura falsa abstracción: es el objeto mismo el que debe
determinar el método de su penetración. En efecto,
del eSreSa J°SÓñT UM 1ÓgÍCa de las ci“
resulta curioso; si echamos un vistazo sobre las inves¬
Ss es siempre 11113 filos°- tigaciones efectivas de las ciencias humanas a lo largo
Sin embargo, esto que acaba de ser sugerido hacien- del último siglo, parece que aquello qué concierne a
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47
íhLrffmÍentOSJefectÍVOS de las ciencias humanas empírica es también el único que sigue siendo válido
(Hablo de los procedimientos que realizan la evidencia en el campo de investigación de las ciencias morales.
y el conocimiento de nuevas verdades, y no de la En esto su doctrina no es más que la confirmación de
reflexión sobre estos procedimientos) es mucho más una tradición inglesa secular cuya formulación más
valido caracterizarlo por el concepto aristotélico de poderosa la encontramos en la Introducción del Trata¬
método que por el concepto seudocartesiano de méto¬ do de la naturaleza humana de Hume. Las ciencias
do historico-crítico. Es preciso preguntarse si un méto- morales no constituyen una excepción —propiamente
do que autoriza a separarse del campo investigado dicha— cuando buscamos uniformidades, regularida¬
(método bastante fecundo en el caso de la matematiza- des y leyes, en orden a la previsión de hechos y aconte¬
cion que conocemos en las ciencias naturales) no con¬ cimientos particulares. Por otro lado, la predisposición
duce en las ciencias humanas al desconocimiento del a las leyes con la que concluimos [una investigación]
modo de ser específico de este campo de investiga- en las ciencias naturales no es siempre la misma, pero
cmn Cuestión que nos conducirá de nuevo en la esto no le impide a la meteorología, por ejemplo, traba¬
vecindad de un Hegel para el que, como sabemos, jar exactamente sobre la base de los mismos principios
todo método es un método ligado al objeto mismo \ que la física; y la única diferencia que las separa es que
ara una lógica de las ciencias humanas, ¿habrá en en meteorología el sistema de los datos comporta rela¬
ello algo que aprender de la dialéctica hegeliana? tivamente más lagunas que en física. Pero esto no afec¬
Sin duda, al mirar las conclusiones metodológicas ta más que al grado de certeza de las hipótesis res¬
que se han sacado en la prolongación del desarrollo pectivas, y no constituye más que una diferencia meto¬
electivo de las ciencias humanas a lo largo del siglo xix dológica. Así, se dirá, sucede igual en el campo de
esta segunda alusión a Hegel puede parecer de nuevo investigación de los fenómenos morales y sociales, no
absurda; es evidente que son exclusivamente las cien¬ sólo en las ciencias naturales; el método inductivo es
cias naturales las que sirven de modelo a estas conclu¬ independiente de todo presupuesto metafísico. Es per¬
siones Esto se descubre por la palabra Ciencias del fectamente indiferente saber lo que se piensa, por
espíritu: admitiendo que es la supervivencia del idea¬ ejemplo, sobre la posibilidad de un fenómeno como la
lismo en las conciencias lo que incitaba al traductor
libertad humana: el método inductivo no se dedica a la
alemán de la lógica inductiva de I St Mili a tomar
búsqueda de las causas ocultas, observa únicamente las
«moralSciences» por «Ciencias del espíritu»2, es pre¬ regularidades. Así, es posible creer en la voluntad libre
ciso rechazar en Mili la intención de haber querido
al mismo tiempo que en la validez de las previsiones
atribuir a as «moral Sciences» una lógica propia. El
en el dominio de la vida social. Sacar las consecuen¬
• mA def Ml era por el contrario mostrar que el método cias a partir de las regularidades no implica ninguna
inductivo que se encuentra en la base de toda ciencia
hipótesis sobre la estructura metafísica de las relacio¬
2 f^^f^cha/tderLogik, Ed. Lasson, vol. II, p. 486.
nes en cuestión, sirve únicamente para la previsión de
J. St. Md , System der deduktiven und induktiven Logik tradu¬ regularidades. La entrada en acción de las decisiones
cido en aleman por Schiel, 1863, 2.’ ed.; 6 o libro, «Von de Loeik libres es uno de los momentos del universal obtenido
der Geisteswissenschaften oder moralischen Wissenschaften»; S por inducción. Se ve así en qué consiste la adopción
48
49
del ideal de las ciencias naturales sobre el plano de los Pero ¿de qué especie de conocimiento hablamos en
fenómenos sociales. el presente, y qué es preciso entender aquí por ciencia?
Sin duda, ciertas investigaciones que han sido reali¬ Acabamos de ver un tipo de ciencia manifestando un
zadas en este sentido, por ejemplo en psicología de las carácter y un fin radicalmente diferentes de los de las
masas, han culminado con un éxito incontestable. Sin ciencias naturales. Tal y como hemos caracterizado
embargo, con la simple constatación del descubri¬ este tipo de ciencia, ¿no deviene una determinación
miento de regularidades no se realiza un progreso puramente privativa? ¿Es preciso, pues, hablar en su
efectivo en las ciencias humanas, no se llega más que favor de una «ciencia inexacta»? Será en la perspectiva
a enmascarar el verdadero problema que presentan de esta cuestión donde conviene examinar las reflexio¬
estas ciencias. La adopción de este modelo humano no nes de H. Helmholtz en 1862, buscando una solución a
permite circunscribir la experiencia de un mundo so¬ los problemas que aquí nos preocupan3. Aunque insista
cial e histórico; al contrario, se desconoce totalmente en la importancia y el significado humano de las cien¬
la esencia de esta experiencia cuando se la plantea cias del espíritu, es todavía el ideal metodológico de
únicamente en medio de procesos inductivos. Así las ciencias naturales el que le inspira cuando intenta
pues, lo que se entienda por ciencia no se obtiene de delimitar su carácter lógico. Helmholtz distingue entre
las regularidades, ni por su aplicación al actual fenó¬ dos tipos de inducción: por una parte, inducción lógica
meno histórico, que aprehenderá el elemento específi¬ y, por otra, inducción instintiva, la inducción, por así
co del conocimiento histórico. decir, artística. Esto, señalémoslo bien, es una distin¬
Se puede admitir que todo conocimiento histórico ción psicológica y no sólo lógica. Para Helmholtz, las
comporta una aplicación de regularidades empíricas dos ciencias se sirven del razonamiento inductivo; sólo
generales en los problemas concretos a los que se que, en aquello que concierne a las ciencias humanas,
dedica; por tanto, la intención verdadera del conoci¬ el razonamiento inductivo se practica implícitamente,
miento histórico no es la de explicar un fenómeno inconscientemente, y se encuentra, por consiguiente,
concreto como un caso particular de una regla general, deudor de aquello que en alemán llamamos «Taktge-
incluso aunque estuviera subordinado a la perspectiva fuhl» (tacto, delicadeza, discreción), un tipo de tacto,
puramente práctica de una eventual previsión. Su fin de sensibilidad sim-pática. Esta sensibilidad se apoya
verdadero —aun utilizando los conocimientos genera¬ aún en otras facultades espirituales, como, por ejem¬
les es sobre todo el de comprender un fenómeno plo, la riqueza de memoria, el respeto a la autoridad,
histórico en su singularidad, en su unicidad. Lo que etcétera. Por contra, el razonamiento explícito del natu¬
interesa al conocimiento histórico no es el saber cómo ralista reposa enteramente sobre el uso de una única
los hombres, los pueblos, los Estados se desarrollan en función, la del entendimiento.
general, sino, por el contrario, cómo este hombre, este Se admitirá voluntariamente que este gran saber
pueblo, este Estado ha llegado a ser lo que es; cómo
esto ha podido pasar y llegar a suceder allí.
3H. Helmholtz, Vortrage und Reden, 4.a ed., vol. I, «Über das
Verháltriis. der Naturwissenschaften zur Gesamtheit der Wíssens-
* * *
chaften», pp. 167 ss.
50 51
...L
haya resistido a la tentación de tomar su propia autori¬ De hasta qué punto es todavía el modelo de las
dad científica para medir, pero para caracterizar los ciencias de la naturaleza el que aquí se plantea, no hay
procedimientos de las ciencias humanas no disponía mejor prueba que el plural empleado para decir «Cien¬
en ultima instancia más que de una única categoría cias del espíritu» o «Ciencias humanas». Sin embargo,
lógica, que había tomado de Mili: la inducción. Para este «modelo» no significa necesariamente una identi¬
el, también el modelo que daba la mecánica al conjun¬
dad epistomológica: por el contrario, las ciencias de la
to de las ciencias del xvm permanecía válido. Pero naturaleza constituyen un modelo para las ciencias
que esta mecánica sea un fenómeno histórico, que ella humanas en la medida en que se someten al ideal de
pueda consiguientemente estar sometida a una interro¬ un valor científico autónomo y fundado. La lógica de
gación histórica (igual que hizo P. Duhem más tarde
la historia de Droysen, que él llama «histórica», fue
de una manera fructífera4), le era totalmente extraño. la primera investigación de una epistemología de
Por tanto, en la misma época ya, el problema apare¬
este tipo.
cía de una forma mucho más acuciante. Pensemos úni¬
camente en las investigaciones tan florecientes de la
escuela histórica.
¿No hubiera sido preciso que se elevase al nivel de
una toma de conciencia lógica? Ya en 1843, el autor
que primero llama la atención sobre la historia del
helenismo, escribía: «No hay ciertamente un dominio
científico que esté —hablando teóricamente— tan
poco justificado como tan poco circunscrito y tan
poco articulado como la Historia.» Y apelaba a un
nuevo Kant para desarrollar el sendero vivo de la his¬
toria en un imperativo categórico «de donde brotaría
-■por emplear sus propias palabras— la vida histórica
de la humanidad». Que Droysen recurra a Kant indica
que no concibe en absoluto-la epistemología de la his¬
toria como un organon lógico, sino como una tarea
verdaderamente filosófica. Se atiene a aquello de que
«una concepción profunda de la historia hace posible
un nuevo progreso de las ciencias humanas y se con¬
vierte en el centro de gravedad allí donde sus propias
oscilaciones se establecen»5.
52
II. APORTACIONES Y LÍMITES
DE LA OBRA DE DILTHEY
55
su famoso último capítulo, le había asignado a las esto es lo que explica su idea de completar la crítica
ciencias humanas7. A la psicología llamada «explicati¬ de la razón pura de Kant mediante una «crítica de la
va» —en el sentido naturalista de la palabra— Dilthey razón histórica».
oponía la idea de una psicología «científico-espiri¬ Plantear así el problema es abandonar ya el idealis¬
tual». Se trataba de una psicología despejada de todo ! mo especulativo: y la analogía que comporta el pro¬
dogmatismo y de toda construcción hipotética, a la j blema de la razón pura debe ser comprendido en el
que incumbe el conocimiento y la descripción de las j sentido literal. La razón histórica está buscando una
leyes de la vida espiritual, que deben servir de funda- ! justificación en no menor medida que como lo estuvo
mentó común a las diferentes ciencias humanas. En j en otro tiempo la crítica de la razón pura. La crítica de
efecto, todas las constataciones de las ciencias huma- I la razón pura no planteaba únicamente la destrucción
ñas conciernen finalmente a los hechos de la experien¬ de la metafísica como ciencia puramente racional del
cia interior: un campo de investigación del ser que no mundo, del alma y de Dios, sino también el desarrollo
responde a la categoría de «explicación», sino a la de simultáneo de un nuevo dominio en el interior del cual
«comprensión». la ciencia racional tenga un uso justificado. En este
orden de pensamientos, asistimos entonces a un doble
* * * I acontecimiento filosófico. Por una parte, si la crítica
de la razón pura denunciaba «los sueños de un visio¬
El esfuerzo de Dilthey para fundamentar filosófica¬ nario», no dejaba de proporcionar una respuesta a la
mente las ciencias humanas se apoya en las conse- [ cuestión del saber cómo es posible una ciencia pura de
cuencias epistemológicas que había asimilado de todo la naturaleza. Por otra parte, el idealismo especulativo,
aquello que la escuela histórica (Ranke y Droysen) introduciendo el mundo histórico en el desarrollo
había intentado valorar en oposición al idealismo ale¬ autónomo de la razón, integra el conocimiento históri¬
mán. Según Dilthey, la mayor debilidad de las refle- I co en el campo del saber puramente racional. La histo¬
xiones de los discípulos de la escuela histórica se halla ria llega a ser un capítulo de la Enciclopedia del es¬
en su falta de consecuencia: «en lugar de descubrir los píritu.
presupuestos epistemológicos de la escuela histórica Por ello, la filosofía llega de hecho al problema
por un lado, y examinar los del idealismo que marca ! siguiente: ¿cómo producir para el mundo del conoci¬
su camino de Kant a Hegel, por otro, para descubrir miento histórico algo parecido a aquello que había
sus incompatibilidades, han confundido acríticamente logrado producir Kant para el conocimiento científico
los unos con los otros»8. El fin que persigue está de la naturaleza?, ¿hay algún medio de justificar los
claro: descubrir en los confines de la experiencia his¬ conocimientos empíricos en la historia, renunciando a
tórica y de la herencia idealista de la escuela histórica, las construcciones dogmáticas?
un fundamento nuevo y epistemológicamente sólido: Es aquí donde Dilthey se pregunta cómo puede lle¬
gar a ocupar mediante la conciencia histórica el lugar
7 Cfr. vol. V, pp. 56 ss. que había ocupado en Hegel el saber absoluto del
8 Vol. VII, p. 281. espíritu. Pero esto plantea un mayor número de proble-
56 57
mas de los que resuelve. Dilthey subraya que sólo que el grandioso y épico olvido de sí practicado por
podemos conocer desde una perspectiva histórica Ranke.
puesto que nosotros mismos somos ya siempre seres Esto explica en qué sentido preciso la perspectiva
históricos. Pero el modo de ser histórico de nuestra de la finitud y de la historicidad no causa, en la óptica
conciencia ¿no constituye ya un limite infranqueable? de Dilthey, ningún prejuicio de principio a la validez
, fSfJ r®sue1Vj e! Problema por la superación inclusiva de los conocimientos en las ciencias humanas. Para
[Aufhebung] de la historia en el saber absoluto; pero Dilthey, la tarea de la conciencia histórica es una vic¬
para Dilthey, que admite la posibilidad de que haya toria que se ha de conseguir en la propia relatividad,
variaciones continuadas en la interpretación de las justificando así la objetividad del conocimiento en el
relaciones históricas, un saber que ha alcanzado la campo de las ciencias humanas. Pero ¿cómo legitimar
objetividad ¿no está ya excluido? Dilthey meditaba esta pretensión de objetividad de la conciencia históri¬
estos problemas incansablemente: sus reflexiones ca en despecho de su modo de ser condicionado y
teman precisamente como fin legitimar el conoci¬ limitado, y en oposición incluso a todas las otras for¬
miento científico de lo históricamente condicionado mas cognitivas que conocemos por la historia, formas
como «CHcrn objetiva. Una gran ayuda le vino con la siempre relativas a una perspectiva determinada?
idea de una estructura que se constituía en unidad a Según Dilthey, esta legitimación no puede residir en
partir de su propio centro. Era un esquema muy mane¬ saber absoluto de Hegel. Este saber absoluto hegeliano
jable: el conocimiento de las relaciones históricas infi¬ es una autoconciencia actual que reúne la totalidad de
nitamente complicadas llegaba a ser pensado y se las fases del devenir del espíritu. ¿Qué es si no la pre¬
ensanchaba hasta incluir el conocimiento histórico tensión de la conciencia filosófica de contener en sí
universal. Que una relación estructural pueda llegar a toda la verdad de la historia del espíritu, tesis rechaza¬
ser inteligible a partir de su propio centro, esta idea da precisamente por una visión histórica del mundo?
corresponde al viejo principio de la hermenéutica Nos es preciso reconocer una experiencia histórica
y responde al mismo tiempo a las exigencias del pen¬ puesto que la conciencia humana no es una inteligen¬
samiento histórico. Según estas exigencias, todo mo¬ cia infinita en la cual todo estará simultáneamente
mento histórico debe ser comprendido a partir de él presente. Por principio, para una conciencia finita e
mismo y no puede estar sometido a las medidas de un histórica, la identidad absoluta de la conciencia y del
presente que le sea exterior. Pero la aplicación de este objeto es algo fuera de alcance: se halla siempre
esquema presuponía que el historiador pueda librarse sumergida en las influencias históricas. Pero ¿en qué
de su propia situación histórica. Y, en efecto, tener un consiste entonces su privilegio de poderse superar y
«sentido histórico» ¿no es acaso precisamente preten¬ volverse capaz de un conocimiento histórico objetivo?
der estar liberado del dominio que ejercen los prejui¬ He aquí la respuesta de Dilthey: tan impenetrable
cios de la época en que se vive? Dilthey estaba con¬ como sea el fundamento de la vida histórica, esta vida
vencido de haber acometido un examen verdadera- no existe sin poder comprender históricamente su
mente histórico del mundo; y, en el fondo, lo que su posibilidad de tener un comportamiento histórico.
reflexión epistemológica quería justificar no era más Desde la llegada de la conciencia histórica y su victo-
58
59
na, esto se encuentra ante una nueva situación. De objetivos» vitales; esta reflexión no es posible más que
ahora en adelante, esta conciencia no es simple y úni¬ si tomamos una cierta perspectiva, situándonos por
camente expresión irreflexiva de la vida real. Deja de debajo de las relaciones que establecen nuestras dife¬
juzgar todo lo que ha sido transmitido en la medida de rentes actividades. Dilthey subraya —y tiene razón sin
la comprensión que tiene de su propia vida, y deja duda— qUe esto que llamamos sentido de la vida se
también de establecer así la continuidad de una tradi¬ forma también, incluso ante toda objeción científica,
ción. Esta conciencia histórica sabe ahora colocarse en en una panorámica natural de la vida sobre sí misma.
una relación reflexiva consigo misma y con la tradi¬ Esta panorámica natural de la vida sobre sí misma se
ción: ella se comprende a sí misma por y a través de encuentra objetivada en la sabiduría de los proverbios
su propia historia. La conciencia histórica es un modo y de los mitos, pero sobre todo en las magistrales
de conocimiento de sí. obras de arte. El arte, en efecto, constituye el órgano
r Se nos propone, pues, comprender la aparición y privilegiado por el cual se comprende la vida, porque,
génesis de una conciencia científica mediante un anᬠsituado «en los confines del saber y de la acción»10,
lisis de la esencia del conocimiento de sí. Pero ense¬ permite a la vida revelarse ella misma en una profun¬
guida saldría a la luz el fracaso filosófico de Dilthey didad donde la observación, la reflexión y la teoría no
en lo que concierne al problema que él mismo había tienen acceso.
escogido. Hay que estar prevenido para limitar el sentido
reflexivo de la vida a la expresión pura que encontra¬
* * *
mos en las obras de arte. Es preciso decirlo: toda
expresión de la vida implica un saber que la conforma
El punto de partida de Dilthey es que la vida com¬ desde lo interior. ¿Es la expresión únicamente este
porta en sí misma la reflexión. Es a G. Misch a quien medio plástico del espíritu —el espíritu objetivo de
compete el mérito de haber sacado a la luz la orienta¬ Hegel— cuyo reino engloba toda forma de vida huma¬
ción de Dilthey hacia una filosofía de la vida. Así na? En su lenguaje, en sus valores morales y en sus
pues, esta orientación tiene como fundamento la idea formas jurídicas, el individuo —el ser aislado está
de que toda vida comporta, en cuanto tal, un saber. siempre más allá de su particularidad. El medio ético
Incluso la familiaridad íntima que caracteriza lo vivi¬ en el que vive y en el cual él se comunica constituye
do entraña un tipo de retorno de la vida sobre sí algo «sólido» que le permite orientarse en despecho
misma. «El saber está ahí; está, sin reflexión, ligado a de la contingencia un poco vaga de sus impulsos sub¬
la vida»9, dice Dilthey. Es la misma reflexividad inma¬ jetivos. Consagrarse a los designios comunes, consa¬
nente de la vida que, según Dilthey, está en la base de grarse a una actividad para la comunidad, esto es lo
la experiencia vivida que tenemos del significado. La que libera al hombre, dice Dilthey, de su particulari¬
experiencia del sentido en la cohesión de la vida no es dad y de su ser efímero.
posible más que si se libera de la «persecución de sus Esto hubiera podido ser aceptado todavía por Droy-
60 61
sen, pero toma en Dilthey un relieve muy particular. —toma de conciencia, reflexión— debe valer también,
«Investigar las formas sólidas»11: he ahí, según Dil¬ según Dilthey, para la reflexión filosófica. Es una
they, la tendencia vital de nuestra vida, tendencia pre¬ Autorreflexión [Selbstbesinnung] que perfecciona la
sente en la contemplación y en las ciencias, no menos reflexividad de la vida; la filosofía desde entonces se
en la reflexión que implica siempre la experiencia debe comprender como una objetivación de la vida. La
práctica. Se comprende, pues, que en la perspectiva de filosofía deviene así una «filosofía de la filosofía»,
Dilthey la objetividad del conocimiento científico, no pero seguramente no con el sentido ni con las pretensio¬
menos que la reflexión meditativa de la filosofía, sea nes que le atribuía no hacía mucho tiempo el idealismo.
como un desarrrollo de las tendencias naturales de la Esta reflexión no tiene por programa construir partien¬
vida. Lo que dirige las reflexiones de Dilthey no es do de la unidad de un principio especulativo la sola y
pura y simplemente una adaptación superficial del única filosofía posible, sino que sigue la vía de la auto¬
método de las ciencias humanas a los procedimientos rreflexión histórica. Y, en este sentido, no está en modo
de las ciencias naturales, sino el descubrimiento de alguno afectada por la acusación de relativismo.
algo que es auténticamente común en los dos métodos. Dilthey, es cierto, no dejaba de preocuparse por este
Pertenece a la esencia del método experimental sobre¬ problema del relativismo y meditaba mucho sobre la
pasar las contingencias de una observación subjetiva, cuestión de saber cómo asegurar la objetividad en el
y Por rehúsa descubrir las leyes de la naturaleza. interior de todas esta relatividades, cómo concebir la
Sobrepasar metódicamente las contingencias de una relación de lo finito con lo absoluto. «Nuestra tarea
perspectiva puramente subjetiva y realizar así un cono¬ consistiría —decía él— en explicar cómo los valores
cimiento histórico y objetivo, tal es la aspiración pro¬ relativos de una época pueden adquirir un alcance en
funda de las ciencias humanas. Y para acabar recono¬ cierta medida absoluto»13. Sin embargo, buscamos en
cía a la reflexión filosófica una intención y un sentido vano en Dilthey una respuesta efectiva a este problema
análogos, al menos cuando renuncia a la pretensión de del relativismo. Y esto menos porque él no ha encon¬
un conocimiento puro por el análisis de los conceptos trado una respuesta auténtica que porque, en último
y «se objetiva a sí mismo a título de hecho humano e término, este problema no tocaba el verdadero centro
histórico»n. de su pensamiento. En efecto, en el desarrollo de la
La posición de Dilthey, basada enteramente en la Autorreflexión histórica que traía a Dilthey de relativi¬
relación entre la vida y el saber, resiste perfectamente a dad en relatividad, se sentía siempre en la ruta de lo
la objeción idealista que la tacha de «relativismo histó¬ absoluto. En este sentido, E. Troelsch resumía muy
rico». Arraigar la filosofía en el hecho primordial de la bien la obra de Dilthey por la fórmula: «de la relativi¬
vida es abandonar la búsqueda de un simple sistema no dad a la totalidad». La expresión corresponde perfec¬
contradictorio de enunciados y de conceptos. El papel tamente a la fórmula del mismo Dilthey: «ser.cons¬
que ocupa en toda la vida la meditación [Besinnung] cientemente un ser condicionado»l4. Es evidente que
62
esta fórmula condensa una crítica explícita del idealis¬ válido»i6. Esta cita muestra bien que en realidad no se
mo por el cual la verdad o la culminación de la con¬ trata para Dilthey, como para los epistemólogos de
ciencia es real en tanto que conciencia infinita, es estilo cartesiano, de quebrantar los prejuicios filosófi¬
decir, espíritu absoluto. cos, sino que es la vida real en su totalidad —la tradi¬
Pero, al considerar las meditaciones que no acababa ción moral, religiosa y jurídica, etc.— la que debe
de retomar a propósito de la objeción de relativismo, provocar la reflexión y reclama un orden racional
se percibe rápidamente que no culminaba con claridad nuevo. En este texto, Dilthey entiende por «saber» y
el alcance antiidealista de su filosofía inspirada por el «reflexión» otra cosa distinta que la simple inmanen¬
problema de la «vida». Cómo explicar, en efecto, de cia del saber en la vida, inmanencia universal de la
otra manera el hecho de que Dilthey no haya remarca¬ cual hemos hablado más arriba. En efecto, las tradi¬
do el motivo intelectualista de la objeción de relativis¬ ciones vivas, como la tradición moral, religiosa y jurí¬
mo, intelectualismo incompatible no sólo con el alcan¬ dica, son siempre tributarias —-y sin reflexión— del
ce último de su filosofía de la vida, sino ya con el saber que la vida posee ella misma espontáneamente.
punto de partida que había elegido: la inmanencia del Ya hemos señalado con ello que, dedicándose a la tra¬
saber en el seno de la vida misma. dición, el individuo se eleva al nivel del espíritu obje¬
La razón profunda de esta inconsecuencia en el tivo. Estaremos, pues, de acuerdo con Dilthey para
seno del pensamiento de Dilthey reside sin duda en su decir que la influencia que ejerce el pensamiento
cartesianismo latente. Sus reflexiones histórico-filosó- sobre la vida «brota de una necesidad intrínseca de
ficas en orden a fundamentar las ciencias humanas no encontrar en el interior de las variaciones inconsisten¬
pueden ser ciertamente conciliadas con el punto de tes de las percepciones sensibles, deseos y afecciones,
partida de su filosofía de la vida. Exigía de su filoso¬ algo sólido, haciendo posible un comportamiento esta¬
fía que se extienda a todos los campos de investiga¬ ble y armonioso»17. Pero esto se efectúa precisamente
ción donde «la conciencia, por una actitud reflexiva y por las objetivaciones del espíritu tales como la moral,
dubitativa, se liberará de la empresa de los dogmas el derecho positivo y la religión, ligando al ser particu¬
autoritarios y aspirará a un saber verdadero»15. Nos lar con la objetividad de la sociedad. He aquí, pues, lo
parece que esta afirmación refleja adecuadamente el que es incompatible con la filosofía de la vida de Dil¬
espíritu de la ciencia y de la filosofía moderna en they: que reclama al mismo tiempo para todas las
general. Igual que no se pueden olvidar las resonan¬ objetivaciones del espíritu una toma de posición
cias cartesianas que comporta. Y sin embargo, cosa «reflexiva y dubitativa» que reemplaza un trabajo de
curiosa, Diltey lo aplica en un sentido diferente: «Por orden «científico». Aquí Dilthey continúa adherido al
todo y siempre, la vida conduce a reflejar sobre aque¬ ideal científico de la filosofía de las luces. Así pues,
llo que se coloca en ella, la reflexión conduce a la esta filosofía de las luces concuerda tan poco con la
duda, y la vida no puede resistir en la duda más que meditación [Besinnung] inmanente de la vida, que es
persiguiendo el pensamiento hasta adquirir un saber
16 Ibíü
15 Vol. VII, p. 6. 17 Ibid;
64 65
w
79
mam
nuevo, caso verdaderamente extremo i
IV EL PROBLEMA HERMENÉUTICO
Y LA ÉTICA DE ARISTÓTELES
Stuti
En este punto de nuestra exposición resultará que el
problema que nos preocupa muestra una conexión
central con la problemática que ha desarrollado Aris¬
tóteles en sus investigaciones de ética21. En efecto, el
problema que nos presenta la hermenéutica puede
definirse mediante la siguiente pregunta: ¿qué sentido
es preciso dar al hecho de que un solo y mismo men¬
saje transmitido por la tradición se aprehenda siempre
como nuevo de forma diferente, a saber, relativo a la
situación histórica concreta de aquél que lo recibe? En
el plano lógico, el problema del comprender se pre¬
sentará como el de un caso particular de aplicación de
algo en general (el mensaje idéntico) a una situación
concreta y particular. Ahora bien, la ética de Aristóte¬
les no se interesa por el problema hermenéutico y
menos todavía en las dimensiones históricas de éste,
sino por el papel exacto que debe asumir la razón en
todo comportamiento ético, y es este papel de la razón
y del saber el que muestra analogías sorprendentes
con el del saber histórico.
Criticando el intelectualismo socrático-platónico en
la cuestión del Bien, Aristóteles se convierte en el fun¬
dador de la Ética como disciplina independiente de la
Metafísica. Mostrando que la Idea platónica de Bien
=arsS“H'~
t™erIP0„tar^qUÍZá’ <lue> Precisamente en la persnec
comporta una cierta tensión interior en relación con
las posibilidades concretas de la acción: una ley es
siempre general y no puede implicar toda la compleji¬
dad concreta de un caso particular. (Notemos en el
pasaje que ahí radica el problema original de una her¬
menéutica jurídica.) Una ley es insuficiente, no en
razón de un defecto intrínseco, sino porque el mundo
como campo de nuestras acciones es siempre imper¬
aquello que llegará^ ser depende deI derecho, fecto por relación al orden ideal representado por las
mente de\pl caf una levV JU °>>5 ¿n° resulta simple“ leyes.
Refluir? i U a y a un caso concreto?
Ésta es la razón por la que en la cuestión del dere¬
apfcac“a cuaS)sere dl°’ ?\Verá ^ la Mea de cho natural Aristóteles adopta una posición matizada:
ca. Siempre que se cons.V^ ? °b-|etante no es mívo- para él, el derecho codificado no realiza por sí mismo
tada de una negación hf r la/Pllcación afee- las condiciones dé la justicia, y ve consecuentemente
una negación, bajo la forma de la no-aplica-
89
en ^ deliberación, en fiinción de la equidad, una tarea junto de los conceptos de que dispone el hombre para
determinar lo que debería ser. Estos conceptos no
cado1oZPOr!flte ^ COmpletar el ^echo codifi¬
cado. Oponiéndose vigorosamente al convencionalis¬ están fijados en el firmamento como las estrellas: lo
mo de un positivismo jurídico, distingue entre el dere- que son, no lo son más que en una situación concreta
1^10 positivo y el derecho natural. Pero sería erróneo en la que nos encontramos. Así, para determinarlos, es
realizas- esta distinción recurriendo al único criterio de preciso restituirlos al uso y a la aplicación que hace de
t,caseneier|nmiílabili<iad’ rehuyendo estas caracteris- ellos la conciencia ética.
rhnt f ,d AreCh° P°SItlV0 y atribuyéndolas al dere-
cho natural Asi pues, según Aristóteles, la idea de un 2.a Lo que acabamos de decir entraña también una
Í™ k#“tUBl inmutable no vale más que para un diferencia de relaciones conceptuales entre el fin y los
undo áTOo, y nos declara que, en nosotros los hom¬ medios, en el saber ético, por un lado, y en el saber
bre, el derecho natural es tan cambiante como el dere¬ técnico, por otro. .
cho positivo. Esta teoría se confirma por los ejemplos Notemos para comenzar que, contrariamente a lo
que leemos en Aristóteles. Considera que —la idea que sucede en el nivel de la técnica, la finalidad del
viene de Platón-, si por naturaleza la mano derecha saber ético no es la de una «cosa particular», sino que
imicho mas fuerte que la mano izquierda, nada la finalidad misma determina toda la rectitud ética de
mpide, sin embargo, que, entrenándola, la mano la vida en su conjunto. En otro sentido, y éste es más
izquierda llegue a ser tan fuerte como la otra. Otro importante todavía, la actividad técnica no exige que
ejempto: las medidas del vino son en todos lugares los medios que le permiten alcanzar un fin sean sope¬
denticas; en la compra, sin embargo, son —según sados de nuevo por el sujeto en persona que practica
A Hstr^Tn^nCla~"’ más pequeñas que en la venta. esta actividad: «se conoce en ello». Y, ya que semejan¬
Aristóteles no entiende por ello que el vendedor enga¬ te posibilidad está eri principio excluida para el saber
ne regularmente al comprador, sino que cada aplica- ético, se sigue que se caracteriza el campo de la ética
cion concreta de la ley implica que no es injusto tole- como un campo donde el saber técnico cede su puesto
rar un cierto juego en la exactitud. a la deliberación y a la reflexión. Pero es mejor mos¬
Se sigue de ello que, según Aristóteles, la idea de trarlo en un aspecto positivo: en todas las situaciones,
la conciencia ética es la que, sin disponer en principio
crítica °NaadtUraItdeSempuña únicamente una función
critica. Nada autoriza a hacer un uso dogmático atri- de conocimientos totalmente comprobados, es necesa¬
buyendo, por ejemplo, la inviolabilidad del derecho riamente la única responsable de sus decisiones. El
atural a contenidos jurídicos concretos y determina- saber ético no mantiene ningún tipo de consejo con
dos. Su uso no es legítimo más que cuando un derecho nadie más que consigo mismo. Jodo el problema se|j
nos parece irreconciliable con la justicia. El derecho resume en el hecho de que no se tiene conciencia del]
ea^daHlene “T **» “lucirnos, en función de la los medios justos más que realizando el fin, y esto . i
equidad, a una solución más conformada a la justicia ante todo porque .los fines misnips nó se dan nunca |j
como si estuviesen Perfectamente detéMiñádos. Esto J
cento rieerf^abum0S de mostrar> a propósito del con-
epto de derecho, es en principio válido para el con- es lo que explica también que habíanlo dé Xa Phrone-
90 91
Sis Aristóteles oscile constantemente entre el conoci¬ Llamamos saber ético a este que engloba de una
miento de los fines y el conocimiento de los medios, forma tan original nuestro conocimiento de los fines y
irnos que no hay un uso dogmático del derecho de los medios y se opone precisamente desde este
deSe^T aÚ" ^13 étÍCa' Cuando Aristóteles nos punto de vista a un saber puramente técnico. Por ello^
describe las formas concretas de un comportamiento no tiene ya ningún sentido distinguir entre saber y
equilibrado en cuanto a la elección de medios válidos experiencia, siendo ya el mismo saber ético una espe¬
e apoya ante todo sobre la conciencia ética que model cie de experiencia. Se trata de una forma absolutamen¬
la desde el interior de las exigencias éticas una^tua te originaria de experiencia, y quizá todas las otras
mon concreta. El saber ético que se orienta por sus experiencias no constituyen más que formas deriva¬
mnciLeS 6 miSm-° saber que debe responder a las exi¬ das, ño originarias, por relación a ella.
gencias momentáneas de una situación dada. Tampoco
e puede hablar nunca, cuando se trata de fines éticos 3.a El «saber-para-sí» de la reflexión ética implica
en términos de oportunidad de los medios; la rectitud efectivamente una relación consigo mismo absoluta¬
fiñ«Pp o606 esencialmente a la validez ética de los mente extraordinaria. Es esto lo que nos enseñan los
fines. Reflexionar sobre los medios es ipso un análisis aristotélicos de las variantes de la Phronesis.
compromiso ético. p
Al lado de la Phronesis se encuentra el fenómeno
Arktóteí!.?’ el ^«ber-para-sh del cual nos habla de la «comprensión» en el sentido de la Synesis [dis¬
Aristóteles es precisamente esta aplicación perfecta cernimiento comprensivo]. Es una modificación inten¬
que se desarrolla como «saber» en la intimidad de una cional del saber ético cuando es cuestión de un saber
situación dada. Aunque tan sólo sea un «saber» de lo no sólo para mí, sino para el otro. Comporta un apre¬
actualmente dado en el que se realiza un saber ético- ciación ética en el sentido de que se coloca por ella
f/no se trata del «saber» que se da en el orden de las misma en la situación donde debe actuar el otro. Aquí
í tuicmnes sensibles. Así pues, aunque es necesario todavía no se trata de un saber en general, sino de su
1 ceociónno*6 °íd°S 310 qUe 6XÍge la situación, su per¬ concreción animada por la actualidad del momento.
cepción no es una percepción bruta y sin significado Por otro lado, el hecho de «vivir en sintonía» con
Es una percepción ética donde la situación nos apare¬ alguien no manifiesta su carga ética más que por el
ce como situación-de-nuestras-acciones y a la tez de fenómeno de la «comprensión». La comprensión de
aquello que es «justo». La conciencia que tenemos de otro, como fenómeno originario, no es sólo el conoci¬
%S Una e“Ía de U" ™ q- resuelve miento técnico del psicólogo, o la experiencia de
todos los días que posee igualmente el picaro o el
Ver aquello que es justo no es lo contrario del error espabilado. Supone un compromiso por una causa
o de la ilusión, sino de la ceguera. En otros termteos justa, compromiso que descubre quién se pone en el
sumergid0 por las pasiones, el hombre no ve única- lugar del otro. Esto se concreta en el fenómeno del
”e sí mismo no"6 eS.juSt0 ° injust0' Pierde el control «consejo moral». Sólo se recibe y sólo se da aquello
que llamamos un «buen consejo» únicamente entre
fa la dialéctica de'las^Tsfone” ^ ble“ ***[ experimen- amigos. Indico esto para subrayar que la relación que
92
93
■asií"*4**»2¿*í
'.arrojado». m.«pra„
ofrece un contexto anterior. Pero, entendámoslo bien,
este sentido global puramente anticipado espera ser
|Como historiadores es decir Uüa 1 usión- Incluso confirmado o rectificado para poder formar la unidad l
luna ciencia moderna v r ° rePresentantes de de una mirada concordante. Pensemos esta estructura j
una cadena &S^S^Ca'1Som08 miem^os de de una manera dinámica; se constata enseguida que la j
i dirige a «JSSS;^ PaS3d° «* comprensión ensancha y renueva por círculos concón- :
;es ai mismo tiempo un saber ét' conc|encia ética tríeos la unidad efectiva del significado anticipado. Es i
una mtegraciónSabe e?P ? y “ se»«tícP- Es la coherencia perfecta del significado global y final el
dad, es la «afincad» de íaTei SUS,anC,a de ]a moral¡- que se convierte en criterio de la comprensión. Cuan¬
™» (en el sentidSo.éS° de la <* do la coherencia falta, entonces hablamos de fracaso
del conocimiento concr to de at. hlL '13 éÜCa y de la comprensión.
fines, la que nos va a servE de í ?C10nes y de los El círculo hermenéutico del todo y de las partes,
las implicaciones ontolóai™ a ^odel° Para analizar principalmente en sus aspectos objetivos y subjetivos,
ca. Al igual que SX h ,concien«a toóri- ha sido ya examinado por Schleiermacher. Por un
'rente, vamos a ver me ! bastante dife- lado, todo el texto pertenece al conjunto de las obras
>a vez saber *“**» - a del autor y, por consiguiente, al conjunto de la literatu¬
ra de la que proviene. Por otro, si queremos captar el
la estructma^eTaromprenS^Tu máS COncretamen<e texto en la autenticidad de su sentido original, es pre¬
base de la hermenéutka es q ae encuentra en la ciso verlo como la manifestación de un momento crea¬
algo así como una<<afiñiHa’n °ya ° hemos visto, dor y resituarlo en el todo del contexto espiritual del
ción. En este momento "¿a re^^0’31 COn la trad¡- autor. Únicamente partiendo de la totalidad que no
ctonal viene en nuestro auxilio^íw^T103 tradi_ sólo forman factores objetivos, sino primariamente la
mera vez ñor la - • ’ ^ue ^ornmlada la pri- subjetividad del autor, puede nacer la comprensión. En
¡gen sl rlZ^r^ per° su °"- la prolongación de la teoría de Schleiermacher reen¬
!relación circular entre el todo yTas pártesela™3 r h contramos a Dilthey, que nos habla de una «orienta¬
í cion anticipada por un tnrin * y P ñ la S1gmfica~ ción hacia el centro» para describir la comprensión de
¡ tes, pero es adaCTel mi COmprende P<*r las par- una totalidad. He ahí cómo Dilthey aplica al conjunto
1 su función clarificante. C°m° 3S Partes asumen de los problemas históricos el principio tradicional de
la hermenéutica de que un texto debe ser comprendido
nos"servirá de ejemplo^una'f81'3 extranJera eI Que por él mismo. Queda por ver, sin embargo, si la idea
de que comprenda™» 1 forma general. antes del círculo de la comprensión se funda en una descrip¬
dice, procSoS^^ T Ua> exprestó" se *» ción correcta.
que constituye asíel asiento de ,estructuraclón previa Ahora bien, por una parte, todo esto que Schleier¬
rior. Este proceso estáXtln ulte- macher y el Romanticismo nos aportan sobre los fac¬
i»- tores subjetivos de la comprensión no nos parece con¬
vincente. Cuando comprendemos un texto no nos
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colocamos en el lugar del otro, y no se trata de pene¬ las Luces se está persuadido de que es el sentido razo¬
trar en la actividad espiritual del autor; está en cues¬ nable de un texto que se ofrece espontáneamente a la
tión únicamente captar el sentido, el significado la comprensión y que tan sólo la ausencia de semejante
pretensión de aquello que nos ha sido transmitido. En razonabilidad obliga a interpelarlo mediante una inter¬
otros términos, lo que aquí está en cuestión es captar pretación histórica. Resulta curioso como, justamente
el valor intrínseco de los argumentos propuestos, y cuando el Romanticismo y Schleiermacher se convier¬
captarlo de la forma más completa posible Nos ten en artesanos en la toma de conciencia histórica, este
encontramos de golpe en la dimensión de la preten¬ mismo Romanticismo e incluso el mismo Schleierma-
sión del texto, comprensible por sí misma, y sin que cher no piensan ni siquiera atribuir a la tradición de la
exija además retomar la pretensión que implica la sub¬ que han surgido el valor de un fundamento verdadero.
jetividad del interlocutor. El sentido de la investiga¬ Todavía entre los predecesores inmediatos de Sch¬
ción hermenéutica es desvelar el milagro de la com¬ leiermacher hay uno, el filólogo F. Ast, que se atenía.a
prensión y no únicamente la comunicación misteriosa esta tarea de la hermenéutica. Según el, la hermenéuti¬
de almas. La comprensión es una participación en la ca tiene un papel mediador que desempeñar: el de
pretensión común. establecer un acuerdo entre las tradiciones verdaderas
Por otra parte, el aspecto objetivo del círculo her- de la Antigüedad y el cristianismo. Frente a la Ilustra¬
menéutico también se podrá describir de una manera ción, esta perspectiva crea una situación nueva; en este
diferente a la que leemos en Scheleiermacher. Así sentido, no es cuestión únicamente de conciliar la
pues, lo que tenemos en común con la tradición con la autoridad de la tradición con la razón natural, sino
que nos relacionamos determina nuestras anticipacio¬ poner en relación dos tradiciones diferentes. Sm
nes y guía nuestra comprensión. Consecuentemente, embargo, Ast pretende un acuerdo intrínseco y concre¬
este circulo no tiene en su totalidad una naturaleza to de la Antigüedad con el cristianismo, y preserva
puramente formal, ni desde un punto de vista subjeti¬ desde allí la tarea real de una hermenéutica no-formal;
vo, ni desde un punto de vista objetivo. Juega, por el tarea olvidada por la época de Schleiermacher y de
contrario, en el interior del espacio que se establece sus sucesores. Si el filólogo Ast ha evitado este olvi¬
entre el texto y quien comprende. La intención del do, es gracias al poder espiritual de los filósofos idea¬
interprete es la de hacerse mediador entre el texto y la listas, y gracias a Schelling sobre todo, en el cual se
totalidad que subyace al texto. Por consiguiente, el fin
de la hermenéutica es siempre restituir y restablecer el
* *
acuerdo, colmar las lagunas.
Esto está enteramente confirmado por la historia de
la hermenéutica cuando se vincula a sus líneas diviso¬ / Actualmente, es por el análisis existencial de Hei-
rias mas importantes; San Agustín nos habla de un I deecer como redescubrimos el sentido de la estructura
Antiguo Testamento que debe ser visto a través de las ?\ circular de la compresión. He aquí lo que leemos en
verdades cristianas; el protestantismo retoma esta Heidegger: «Este círculo no debe rebajarse al nivel de
misma tarea en la época de la Reforma; en el Siglo de un circulus vitiosus, ni siquiera tolerarlo. En el se
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alberga una positiva posibilidad de conocer en la Pensemos una vez más en la interpretación de un
íorma más original, aunque una posibilidad que sólo texto. El intérprete, tan pronto como descubre algunos
es empuñada de un modo genuino cuando la interpre¬ elementos comprensibles, esboza un proyecto de sig¬
tación ha comprendido que su primera, constante y nificado para la alteridad de éste. Los primeros ele¬
ultima función es evitar que las ocurrencias y los con¬ mentos significativos se perciben cuando se ha puesto
ceptos populares le impongan en ningún caso el en la lectura un interés más o menos determinado.
tener , el ‘ver” y el “concebir” “previos”, para de¬ Comprender la cosa surge ahí, ante mí, no es mas que
senvolver éstos partiendo de las cosas mismas, de elaborar un primer proyecto que se corregirá después,
suerte que quede asegurado el tema científico»22. en la medida en que poco a poco se vaya descifrando.
En cuanto tales, estas líneas no enuncian únicamen¬ Descripción que no es evidentemente mas que un tipo
te las exigencias que se imponen a la práctica de la de abreviatura ya que el proceso es cada vez mas com¬
comprensión. Describen la manera como procede plicado: en primer lugar, sin la revisión del primer
siempre la interpretación que pretende una compren¬ proyecto, no hay allí nada para constituir las bases de
sión medida por la cosa misma. Es la primera vez que un nuevo significado. Seguidamente, pero también al
se afirma explícitamente el sentido otológicamente mismo tiempo, los proyectos discordantes ambicionan
positivo del círculo que implica la comprensión. Toda formar una unidad de significado hasta que la «prime¬
interpretación auténtica se debe prevenir contra la ra» interpretación se bosqueja para reemplazar los
arbitrariedad de las ideas barrocas que afloran al espí¬ conceptos esbozados por otros más adecuados.
ritu y contra los límites que causan hábitos incons¬ Es esta oscilación perpetua de perspectivas mterpre-
cientes del pensamiento. Es evidente que, para ser tativas la que Heidegger nos describe es decir, la com¬
autentico, la mirada investigadora debe estar dirigida a prensión como el continuo proceso de formación de
la cosa misma, y de manera que ella se aprehenda, por un proyecto nuevo. Quien así procede se arriesga
asi decirlo, «personalmente». De igual modo, es evi¬ siempre a caer bajo la sugestión de sus propias ofusca¬
dente que la comprensión fiel del sentido de un texto ciones; corre el riesgo de que la anticipación que ha
por ejemplo, no es únicamente el asunto de un simple preparado no esté conforme con lo que la cosa^es. La
deseo, más o menos vago; no es un asunto de buenas y tarea constante de la comprensión reside en la elabora¬
piadosas intenciones, sino que constituye el sentido ción de proyectos auténticos y proporcionados al obje¬
mismo del problema que designaba Heidegger por to de la comprensión. En otros términos, se trata ahí
«tarea primera, permanente y última» de la compren¬ de un golpe de audacia que espera ser recompensado
sión interpretativa. Ahora bien, el carácter circular de por una afirmación que viene del objeto. Lo que se
la comprensión es precisamente el resultado del puede calificar aquí de objetividad sería únicamente la
esfuerzo que realiza el intérprete para atenerse severa¬ confirmación de una anticipación en el curso mismo
mente a este programa, en despecho de los errores que de la elaboración de esta última. Así pues, ¿como
podría cometer en el curso de sus investigaciones. damos cuenta de que una anticipación es arbitraria y
no es proporcionada a su tarea, de no ser colocándola
22 Heidegger, Sein und Zeit, 1927, p. 153. en presencia de la cosa que le pueda permitir mostrar
100
UWVÍRSin.AD DE BUENOS AIRES
facultad or >■" iLosofía y liítraí
PíRfcCCIOM DI BftíUOTtCAS
“d'bilidad? Toda interpretación de un texto debe Lo que vale para las perspectivas implícitas de un
comenzar por una reflexión del intérprete sobre las
uso lingüístico, las tendencias significativas, de las
meS Prec°nce.bldas qne resultan de la situación her- cuales están cargadas las palabras, es todavía más
n ^ ? 6 “ encuentra- Debe legitimarlas, es válido en lo que concierne a nuestras anticipaciones
decir, preguntarse por su origen y valor,
sobre el contenido de un texto, anticipaciones que
, (_Se ectuprenderá en estas condiciones por qué la
determinan positivamente la precomprensión que de
area e la hermenéutica, tal como es descrita por Hei-
ello tenemos. Así, este caso es más complejo que el
de ufmirCArrnKÚnÍC?mente a la recomendación que acabamos de ver hace un instante.
de un método. Mas bien al contrario, lo que exige no
Está comúnmente admitido que, cuando se habla de
como1 MT que 7a radicalización del comprender tal lenguaje ordinario, se emplean las palabras en su sen¬
a cTbo 3 Un°’ qUe COmprende>]0 ueva ya siempre tido habitual. Dando por supuesto éste, no se presupo¬
ne nunca que lo pensado o, mejor, los «dichos de
Para poner un ejemplo del proceso que acabo de
otro» que acaban de ser aprehendidos así, sean de sí,
mencionar, pensemos en las cuestiones que se presen¬
del hecho mismo de que haya sido aprehendidos, orgá¬
tan después del análisis de un texto antiguo o bien
nicamente integrados en mi sistema particular de opi¬
cuando se nos pide una traducción. Se percibe fácil¬
niones y expectativas. Aprehender algo que me es
mente que la empresa debe comenzar por un esfuerzo
dicho no es todavía «aprobarlo». Está siempre sobre¬
que hagamos para aprehender la maneja personal que
entendido —para comenzar— que yo tomo conoci¬
e autor tiene para servirse de las palabras y los signT
miento de los «dichos de otro» sin que esto compro¬
QuererS 611 SUS 7°^ de igual modo’ sería arbitrario meta mis propias opiniones.
querer comprender un texto en función exclusivamen-
Esta distinción debe ser mantenida. Es preciso agre¬
e nuestro vocabulario y de nuestro particular baga-
gar, sin embargo, que es prácticamente inexistente que,
deheneC?tUa1' Sf'ta 818 VÍSta que nuestra comprensfón al conocer los «dichos de otro», yo no me sienta ipso
debe estar guiada por los usos lingüísticos de la época
facto invitado a tomar posición en relación con él; y se
o del autor mismo. Sin embargo, es preciso que nos
trata incluso de acostumbrarme a sentirme invitado a
P guntemos como puede ser realizada esta tarea in
una toma de posición favorable. Se ve en qué sentido
concreto, sobre todo en aquello que concierne a la
vamos a poder decir que la intención hermenéutica
semántica: como distinguir entre el lenguaje general-
implica siempre que desliza a una cuestión de otro
píop o ddte fjeC7!lte y 61 *en8uaJe Poco frecuente orden: ¿cuál es el sentido «aceptable» de una «opi¬
el hecho 1 S0lu “ PUede resPonder clarificando nión» enunciada, el sentido «integral» de una signifi¬
el hecho de que recibamos nuestra primera iniciación
cación? Que en una situación concreta los dos momen¬
“ZT dd teXt° mÍSm°: 68 18 “P—ta del tos no sean separables es evidente: el momento «ulte¬
rior», aquel que es más que un «captar» puro y simple,
determina de ahora en adelante el sentido concreto del
ssssfir1-*"
102
«captar» mismo, y es ahí donde va a insertarse precisa¬
mente el problema de la hermenéutica.
¿Cuáles son, en efecto, las implicaciones de esta conciencia que, cuando designa nuestras opiniones y
descripción? No me hagan decir aquello que no he prejuicios, los califica como tales quitándoles de
dicho; y yo no he dicho nunca que cuando escucha¬ golpe su carácter exagerado. Y es al realizar esta acti¬
mos a otro, o cuando hacemos una lectura, debemos tud cuando surge en el texto la posibilidad de aparecer
olvidar nuestras propias opiniones, o evitar formarnos en su diferenciación y en la manifestación de su ver¬
una idea anticipada sobre el contenido de la comuni¬ dad propia, frente a las ideas preconcebidas que le
cación. En realidad, abrirse a los «dichos de otro», de oponemos primariamente.
un texto, etc., implica, a partir de ahora, que están Las descripciones fenomenológicas de Heidegger
situados en el sistema de mis opiniones, o bien que me son perfectamente correctas cuando, en el seno de los
sitúo yo mismo por relación a ellos. Dicho de otra pretendidos «datos inmediatos», ponen en cuestión la
forma, es cierto y todo el mundo lo admite que los estructura de anticipación constitutiva de toda com¬
«dichos de otro» pueden tener «en sí» un número prensión. Pero esto no es todo. Ser y Tiempo es un
absolutamente abierto de sentidos diferentes (por con¬ ejemplo de aplicación a un caso concreto de la tarea
traste con las concordancias relativamente perfectas hermenéutica universal que deriva de la estructura de
que presentan las palabras del diccionario). En concre¬ anticipación característica de la comprensión. En Ser y
to, sin embargo, cuando escuchamos a alguien o cuan¬ Tiempo este «caso concreto» es el problema ontológi-
do leemos un texto, a partir de la situación donde nos co. Todavía es preciso que la cuestión que se presenta
encontramos, operamos una discriminación entre los a la ontología sea presentada concretamente, es decir,
diferentes sentidos posibles —que consideramos sin hacer abstracción de la espesura de la situación
nosotros, como posibles—, y rechazamos el resto que hermenéutica que condiciona el sentido de la cuestión.
nos parece «absurdo en un primer momento». Esto Para poder explicar la situación hermenéutica de la
hace que, a pesar de las fuertes presunciones que se «cuestión ontológica», es decir, sus «adquisiones, sus
dirigen «a la letra», demos la palabra a nuestra tenden¬ vistas previas y sus anticipaciones» implícitas, es
cia natural a sacrificar, calificándolo de imposibilidad, indispensable, según Heidegger, poner la cuestión
todo aquello que no rehusamos integrar en nuestro sis¬ ontológica general concretamente a prueba, y por ello
tema de anticipaciones. se dirige sistemáticamente a los momentos decisivos
Sin embargo, la intención auténtica de la compren¬ de la historia de la metafísica. Con toda evidencia, la
sión es ésta: al leer un texto, al querer comprenderlo, gestión heideggeriana se ha hecho en función de esta
siempre esperamos que nos enseñe algo. Una concien¬ tarea universal que no aparece con todas sus exigen¬
cia formada por una actitud auténticamente hermenéu¬ cias más que a una conciencia histórico-hermenéutica.
tica será receptiva en los orígenes y caracteres entera¬ Por ello una necesidad se deja sentir con toda su
mente extraños de aquello que le viene de fuera. En fuerza, la de elaborar en nosotros una conciencia que
todo momento esta receptividad no se adquiere por dirija y controle las anticipaciones implicadas por
una neutralidad objetivista: no es posible, ni necesaria, nuestras gestiones cognitivas. Se asegura así una com¬
ni deseable, que se ponga a sí misma entre paréntesis. prensión ciertamente válida ya que está íntimamente
La actitud hermenéutica supone tan sólo una toma de ligada al objeto inmediato de nuestras intenciones.
104 105
Esto es lo que Heidegger quiere decir cuando reclama rrido un texto en todas las direcciones y en todas sus
que «aseguremos el tema científico por un desarrollo articulaciones, el movimiento circular desaparecía
[...] según las cosas mismas»; de ahí que ellas consti¬ finalmente a la luz de una comprensión perfecta. En
tuyan el horizonte de nuestra investigación. Schleiermacher esta teoría de la comprensión herme¬
néutica encuentra su apogeo en la idea de un acto adi¬
* * *
vinatorio puro, una pura función subjetiva. Tal idea de
la comprensión hermenéutica no es evidentemente de
No se nos acusará ciertamente de avanzar demasia¬ tal naturaleza que puede garantizar la inviolabilidad de
do cuando en la prolongación de estos análisis estima¬ lo auténticamente extraño y misterioso que se esconde
mos que la conciencia histórica no es ya un proyecto en los textos. Heidegger, por el contrario, insiste vigo¬
libre. Es indispensable que la conciencia rinda cuenta rosamente en su descripción del círculo intelectivo
de sus prejuicios seculares y de sus anticipaciones sobre el hecho de que la comprensión de un texto no
actuales. Sin esta purificación, la luz que recibimos de cesa nunca de estar determinada por el esfuerzo antici-
la conciencia histórica no es más que una luz velada, pador de la precomprensión.
inoperante. Sin ella nuestros conocimientos de lo his¬ Demos un paso más. Acabo de decir que toda com¬
tóricamente otro no son más que simples reducciones; prensión puede ser caracterizada como un conjunto de
un procedimiento cognitivo que implica prejucios o relaciones circulares entre el todo y sus partes. La
anticipaciones, ideas preconcebidas sobre el método y caracterización por la relación circular deber ser, sin
sobre aquello que debe ser un dato histórico, nivela la embargo, completada por una determinación suple¬
experiencia y conduce inevitable a traicionar esto que mentaria: lo expresaría voluntariamente hablando de
es específicamente «otro». la anticipación de una «coherencia perfecta». Esta
Vamos a examinar ahora cómo valorar en el campo coherencia perfecta puede ser entendida, en primer
de investigación de la hermenéutica aquello que lugar, en el sentido de una anticipación de naturaleza
hemos constatado de la conciencia histórica «realiza¬ formal. Ella está siempre actualizándose y poniéndose
da». Sobre este punto todavía, la descripción heideg- en ejercicio cuando se trata de efectuar una compren¬
geriana del círculo hermenéutico marca un giro sible si no se presenta efectivamente con la forma de
importante. Las teorías que preceden a la de Heideg¬ un significado coherente. Así, por ejemplo, la inten¬
ger se sitúan por relación a un planteamiento pura¬ ción de la lectura de un texto implica, a partir de
mente formal entre el todo y las partes. Para expresar ahora, que consideremos el texto como «coherente»;
la misma cosa desde un punto de vista subjetivo, en tanto que este presupuesto no se considere insufi¬
caracterizamos el círculo hermenéutico como una dia¬ ciente o en tanto que el mensaje del texto no se denun¬
léctica entre la «adivinación» del sentido del todo, y cie como incomprensible. Éste es entonces el instante
su explicación ulterior por las partes. Dicho de otra preciso en que aparece la duda, y en que ponemos en
forma: según las teorías románticas, el movimiento movimiento nuestro aparato crítico. No es necesario
circular no es un resultado, sino una forma deficiente, que precisemos aquí las reglas de este examen crítico,
aunque necesaria, de la investigación. Habiendo reco- ya que, de todas formas, su justificación nunca podría
110 : V 111
medida sea provocado. Ahora bien, esta provocación ciado no puede desempeñar su nuevo papel más que
de nuestros prejuicios es precisamente el fruto del explotado al máximo. Si es difícil reemplazar una con¬
encuentro renovado con una tradición que estuvo vicción, denunciarla como prejuicio, es porque preci¬
quizá ella misma en su origen. Y, en efecto, esto que samente quien reclama su puesto no puede presentar
reclama nuestros esfuerzos de comprensión es esto sus cartas credenciales en tanto que la convicción ata¬
que se manifiesta en principio y por él mismo en su cada no esté ella misma desenmascarada y denunciada
carácter de diferente. Esto nos trae de nuevo a una como prejuicio. Toda «nueva» posición que la reem¬
constatación que ya hemos hecho más arriba, a saber, place como otra, continúa teniendo necesidad de la
que toda comprensión comienza por el hecho de que «antigua», pues ella no puede por sí misma explicitar-
algo nos interpele. Ya que conocemos ahora el signifi¬ se mientras que no sepa en qué, no por qué, oponerse.
cado preciso de esta afirmación, reclamamos ipso Se ve que hay allí relaciones dialécticas entre lo
facto la puesta entre paréntesis de los prejuicios. Y «antiguo» y lo «nuevo», entre el prejuicio formando
aquí llegamos a nuestra primera conclusión: la puesta orgánicamente parte de mi sistema particular de con¬
entre paréntesis de nuestros juicios en general, y natu¬ vicciones o de opiniones, es decir, el prejuicio implíci¬
ralmente de nuestros prejuicios en particular, acabará to, y el nuevo elemento que le denuncia, es decir, el
imponiéndonos la exigencia de una reflexión radical elemento extraño que provoca mi sistema o uno de sus
sobre la idea de interrogación como tal. elementos. De igual manera sucede entre la opinión
«mía» a punto de perder su fuerza de persuasión
* * * implícita desplegándose como prejuicio, y el elemento
nuevo que por un instante está todavía en el exterior
La esencia de la interrogación es poner al descu¬ de mi sistema de opiniones (pero que está a punto de
bierto las posibilidades y mantenerlas despiertas. Vea¬ llegar a ser «mío» desplegándose como verdadera¬
mos en qué sentido. Cuando una de nuestras opiniones mente «otro» que la opinión anteriormente «mía»). En
o convicciones se convierte en problemática a conse¬ otros términos, hay relaciones dialécticas entre el
cuencia de un nuevo dato hermenéutico, cuando se «mío» inauténtico y el «mío» auténtico, es decir, entre
despliega como prejuicio, no significa que deje su lo prejuzgado implícito que está a punto de denunciar¬
lugar a un tipo de «verdad definitiva»; ésta era la tesis se como prejuicio (o todavía entre lo mío a punto de
ingenua del historicismo objetivista. Consistía en olvi¬ llegar a ser auténtico por la nueva aportación herme¬
dar que la convicción que pierde su puesto y la verdad néutica que lo había provocado) y la aportación her¬
que la denuncia y se instala en el lugar dejado vacío menéutica misma (la aportación a punto de entrar en
son cada una miembros de una cadena ininterrumpida mi sistema de opiniones y de convicciones de llegar
de acontecimientos. El «antiguo» prejuicio no es pues¬ a ser «mía»—), es decir, la aportación que entra allí
to simplemente en un rincón. En realidad tendrá un por la oposición que manifiesta en el prejuicio denun¬
papel importante que desempeñar enseguida aunque ciado y se desvela por esta oposición como extraña¬
diferente del que hasta entonces estaba todavía implí¬ mente «otro». El mediador universal de esta dialéctica
cito. Es preciso decir también que el prejucio denun- es la interrogación. Denunciar uña opinión como pre-
112 113
juicio y desvelar en la aportación hermenéutica lo ver¬ por otra, era él resultado de una interpretación obj eti-
daderamente diferente, hacer de lo «mío» implícito un vista o naturalista; las dos interpretaciones son solida¬
«mío» auténtico, de lo «otro» inasimilable un «otro» rias: se completan mutuamente.
verdaderamente «otro» y, por consiguiente, asimila¬ No sólo el concepto sino también la expresión
ble, es cada vez una posibilidad que se ha dejado «objeto histórico» me parece inservible. Lo que quere¬
abierta, una nueva posibilidad que se desvela por la mos designar por ello no es un objeto, sino una unidad
interrogación. del «mío» y del «otro». Llamo de nuevo la atención
El historicismo objetivista es ingenuo porque no va sobre aquello en que ya he insistido varias veces: toda
nunca hasta el fin de sus reflexiones; se fía ciegamen¬ comprensión hermenéutica comienza y acaba por la
te en las presunciones de su método, olvida totalmente «cosa misma». Pero, por una parte, es preciso guardar¬
una historicidad que es también «suya». Una concien¬ se aquí del desconocimiento del papel de la distancia
cia histórica, que se ha propuesto la tarea de ser verda¬ temporal que está entre el comenzar y el concluir, y,
deramente concreta, debe considerársela ella misma por otra, operar una objetivación idealizante sobre la
como fenómeno esencialmente histórico. Sin embar¬ cosa misma, tal como hace el historicismo objetivista.
go, definir o plantear la conciencia como conciencia La desespacialización de la distancia temporal y la
histórica es algo puramente verbal en tanto que la con¬ desidealización de la «cosa misma» nos conducen
ciencia histórica no esté realizada; es decir, que es entonces a comprender cómo es posible conocer en el
preciso interrrogar, e interrogar radicalmente. Hay una «objeto histórico» el verdadero «otro» frente a las
idea de «objeto histórico» que es simplemente el convicciones y opiniones «mías»> es decir, cómo es
correlato ingenuo del pensamiento histórico objetivis- posible conocer los dos. Es, pues, verdadero afirmar
ta^ Para el historicismo objetivista, la historicidad del que el objeto histórico en el sentido auténtico del tér¬
objeto es una ilusión que hay que vencer: más allá de mino no es un «objeto», sino la unidad del uno y del
las ilusiones, el objeto «verdadero» no es histórico. otro. Es la relación, es decir, la afinidad por la cual se
Expresado de otra forma: para el historicismo objeti- manifiestan los dos: la realidad histórica, de una parte,
vista, el «objeto histórico» es una mezcla de lo «en sí» y la realidad de la comprensión histórica, por otra.
y del «para nosotros», una mezca del «objeto verdade¬ Esta unidad es la historicidad original donde se mani¬
ro ahistórico» y de nuestras ilusiones históricas La fiestan de una manera «afín» el conocimiento y el
interrogación radical denuncia la idea del «objeto his¬ objeto histórico. Un objeto que nos alcanza por la his¬
tórico» así caracterizado como una construcción del toria que no es sólo un objeto que se divise alo lejos,
pensamiento objetivista, motivado —digo bien: moti¬ sino este centro en el que aparece el estar siendo efec¬
vado; es una motivación implícita— por la historici¬ tivo de la historia y el estar siendo efectivo de la con¬
dad originaria del conocimiento y del objeto histórico ciencia histórica.
que tienen afinidades. El concepto de «ilusiones histó¬ Diría, pues, que la exigencia de la hermenéutica de
ricas» era, por una parte, el resultado de una interpre¬ pensar la realidad histórica propiamente dicha nos
tación subjetivista o fenomenista de esta originarie- viene de aquello que llamo el principio de la producti¬
dad; el concepto de «objeto verdadero y ahistórico», vidad histórica. Comprender es operar una medición
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entre el presente y el pasado, es desarrollar en sí COLECCIÓN FILOSOFÍA Y ENSAYO
misma toda una serie continua de perspectivas por las Dirigida por Manuel Garrido
este sentido rarT 1PreSenta y Se diri®e a nos°tros. En Austin, J. L.: Sentido y percepción.
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