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LA LLAMADA DEL SEÑOR
En la sesión anterior caímos en la cuenta de que toda vocación comienza con un encuentro personal
con el Señor. Es la experiencia primera y fundante. En ese marco, se produce una llamada que golpea
la propia conciencia. Proviene del Señor. Se nota por las características que presenta.
Jesús sigue vivo. Aparece por los rincones de la vida llamando, convocando, complicando la vida,
urgiendo a cambiar. Además, tiene su particular forma de convocar. Los evangelios recogen, entre
otros, los tres procedimientos de llamar más frecuentes que tiene Jesús.
1. Jesús se adelanta
- Es, además, imprevisible. ¿Por qué llama Jesús a unas personas concretas y no a otras?
¿Hay alguna razón que explique esa elección? En principio, no la hay. Su única razón es
su amor hacia aquellos a quien se dirige. El llama porque sí. Porque quiere. Porque los
quiere. Llamó a los que quiso... (Mc 3,13)
- Por ser así, la llamada no es propiamente una opción que nazca de tu propia iniciativa.
Nace de la libertad de Dios. De ahí que sea necesario orar pidiendo a Dios que siga
llamando. Todo nace del Señor Jesús. El mismo pide que roguemos al dueño de la mies
que envíe obreros a su mies (cf Lc 10,2)
- La amistad con Jesús marca profundamente. La cercanía con el Maestro siempre produce
un cambio, una alteración profunda. La debilidad se transforma en
fortaleza. Eso es lo que significa el cambio de nombre de Pedro y de los apóstoles. Su
invitación vengan y lo verán (Jn 1,38) ya evoca esa transformación
- A ustedes los llamo amigos (Jn 15,15). Jesús no se rodea de funcionarios a la fuerza, sino
de amigos convencidos. La prioridad de toda vocación está en el amor, no en las obras.
Él no tiene necesidad de nuestras obras, sino de nuestro amor.
- Además de estar con él, Jesús envía a sus amigos a completar su misión. Hay mucho qué
hacer. Jesús es un trabajador que convoca al trabajo. Venid y seguidme y os haré
pescadores de hombres (Mt 4,19)
- Esa misión es siempre un servicio de amor a favor de todos los hombres. Absténganse
los egoístas. Por eso, a los Doce les envió Jesús diciendo: vayan y proclamen que el
reino de los Cielos está cerca; curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos,
echen demonios (Mt 10,5-8)
Hoy, que Jesús vive en Espíritu, sigue haciendo su llamada a través de altavoces que recogen y
expanden su voz como en tres círculos concéntricos. A través de ellos, sigue golpeando
conciencias. Son llamadas que proceden:
2. De uno mismo: Dios también actúa en ti a través de tus gustos y de tus disgustos, de tu
temperamento y de tu carácter, de tus capacidades y talentos, de tus valores humanos y
cristianos. Por eso resulta indispensable conocerse a sí mismo, saberse valorar, ser
consciente de las propias limitaciones, pero también de las cualidades que uno tiene. La
vocación es algo personal; es la concentración de uno mismo en el servicio a la vida.
3. De la Iglesia: Son las señales que Dios envía a través de su Hijo Jesús en la comunidad que
le reconoce como líder y Señor. En la Iglesia hay espacios sonoros a la voz de Dios: La
oración, los sacramentos, los testigos de la fe, la experiencia de Dios... En ellos puedes
reconocer y entender adecuadamente las llamadas del mundo y de ti mismo. La
comunidad eclesial, iluminada por la Palabra, muestra a Jesús, Camino, Verdad y Vida para
la propia respuesta vocacional. Jamás se puede responder por libre.
Sabes lo que impide seguir la propia vocación? El miedo. Estamos hablando, claro está, no de
quienes ni siquiera se plantean cuál puede ser su vocación, sino de aquellos que tienen inquietud
con respecto a su futuro y se lo plantean con cierta seriedad. Hay muchos que no acaban de ser
consecuentes y a veces no se deciden a dar el paso definitivo por miedo. Quien se deja llevar por
el miedo no hace nada que valga que valga la pena. En la vida hay que arriesgarse, hay que
decidirse. El miedo conduce a una falta de libertad y de seguridad. Nuestra seguridad como
cristianos está en manos del Señor. El miedo suele aparecer de distintas formas:
- Hay quienes están pendientes del qué dirán. Qué dirán sus amigos, qué dirán sus padres, qué
dirán su familia, qué dirán unos y otros. Descuidan la llamada de Dios por atender otras
llamadas... ¿Verdad que no se puede ser libre así?
- Hay quienes tienen miedo a no encajar y tener que volverse atrás. Por eso es bueno,
pensárselo bien, reflexionar y orarlo con seriedad, consultarlo con alguna persona que nos
merezca la confianza y afrontar el futuro consciente de seguir el camino que Dios nos marca.
Pero, a pesar de todo eso, hay un momento en que hay que arriesgar. La vocación es una
apuesta.
- Hay quienes tienen miedo a la soledad, a no tener familia propia, a dejar los amigos y el
ambiente y entrar en un mundo desconocido. Pero no se trata de una soledad vital porque se
sienten comprendidos y animados por el Señor y animados por los hermanos que vibran como
ellos.
- Hay quienes se mueven en una continua indecisión y tienen miedos de no estar seguros de su
propia vocación. Pero la verdad es que no se sabe qué clase de seguridad esperan obtener. Se
trata simplemente de intensificar la amistad con Jesús y en ese clima de amistad, optar por lo
que con sinceridad, vemos que le gustaría más a Él que hiciésemos.
- Hay quienes temen a las renuncias que el Señor pide. Es la repetición del joven rico. A nadie se
le ocurre decir cuando se casa que ha renunciado a todas las mujeres o a todos los hombres
menos a aquella persona con quien se ha casado. Ha elegido con quién casarse y, por tanto, ha
renunciado a todo lo que es incompatible con la entrega incondicional al servicio de la
salvación de todos los hombres.
- Hay quienes tienen miedo al ambiente. No hace falta ser muy listos para percibir que hay una
devaluación en nuestros ambientes de todo lo que es cristiano. Por eso, aunque se sienta la
tensión de los valores de este mundo, es preciso que la amistad personal con Jesús sea capaz
de superar cualquier tendencia por fuerte que sea, según la manera de pensar de Pablo:
¿Quién me apartará del amor de Cristo?
- Ante estos y otros miedos, vale la pena escuchar las palabras de Jesús: No tengas miedo; Yo he
vencido al mundo.
LA LLAMADA DEL SEÑOR
- Se escucha. Tiene mucho que ver con la atención, con la capacidad de percibir y entender ese
lenguaje silencioso con el que Dios habla y que suele presentarse, como hemos visto, envuelto
por otros lenguajes.
- Se cree con amor. Esto es, se le da crédito a Jesús en el propio corazón. No se le echa fuera, ni
se le piden muchas explicaciones y razones. Se parte de una confianza incondicional. Es, en
resumen, ser amigo del Señor. La amistad es la palabra que mejor refleja el sentido más
profundo de la llamada.
1. Escribe las tres experiencias personales de llamada del Señor más importantes que has sentido en
tu vida. Indica los rasgos que en ella se han dado de los descritos más arriba.
2. Señala los miedos que sientes en tu interior con relación a la llamada que has sentido por parte
del Señor. ¿Cómo tendrías que reaccionar ante ellas?
3. ¿Buscas a Jesús? ¿Le escuchas? ¿Le acoges? ¿Te fías de Él? ¿Le amas de corazón? ¿En qué se nota
que en ti se dan estas cosas?