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Tíquk) orjjftaal The Origins and Growtb of Archaeology
Ti1«doctor. Miguel Rivera Dorado
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■¿¿b p^i JorMs Húatench, S. A.
Eoagr^|>. A -, Dolore*, 9. Madrid
Paré Stuaft Piggott
Prefacio
22 Historia de la
Período Prehistórico ,
Empezó con la aparición del hombre sobre la tierra y se ex
tiende hasta los comienzos de las tradiciones más antiguas. Es
probable que durante esta época el nivel del mar se elevara hasta
150 pies por encima dfel actual. M. Reboul publicará una óbra
de gran importancia sobre este tema, que eliminará toda duda y
resolverá muchas vacilaciones.
Período Histórico
Este período se inicia hace escasamente siete mil años; es decir,
en la época en que Tebas fue fundada, durante la diecinueve di
nastía egipcia (Josefa cita todos los reyes de esta dinastía, mes
por mes y día por día). Este período podría extenderse más atrás
26 Historia de la Arqueología
Paledítícp
ANTEHISTORICO
(Anterior a toda his
Mesolítioo
toria)
Neolítico primario
TELEHISTORICO Neolítico secundario o difuikEdo
(Lejos de k historia)
Olyn Daniel, 3
2. Anticuarios y viajeros
hada ya tanto tiempo, optó por hacer uso de uft truco parase-
dudr a aquella* gentesingenuas. Fingió poder leer los jeroglíficos
del obelisco y les contó que, según estaba allí escrito, el obelisco
pertenecía a los antepasado» del señor Drouetti y, por consiguien
te, tenía derecho a él...
Señores: ■
Han pasado casi veinticinco años desde que me dirigí a ustedes
en este mismo lugar para tratar de la antigüedad dd hombre y
su probable contemporaneidad con los gigantescos mamíferos coyas
espedes, que sucumbieron bajo la enorme catástrofe diluvial, no
volvieron a aparecer sobre la tiara. ’
Está teoría que sometí a su consideración era nueva: d hom
bre que, antes dd diluvio, vivió entre los gigantes, sus predece
sores én la creadón, nunca fue reconocido por la rienda.
Rechizada «sta teoría, también lo fue por la opinién pública;
hace un siglo esta teoría, que aceptaba sin discusión los gigotes
humanos, no quWía creer en los animales gigantes, y en cada
hueso de defante veía la ciencia d hueso de un hombre.
Hoy día la denda cree en los defames, pero no ea los fc¡ga*
tes. iin cste upecto lleva tvsQfi, peto ni gsccpücisfno tac oe»
masiado exagerado al negar ’que t i hombre habla vivido durante
d período que precedió ti la fwmádón diluvial o «3 catadiamo
que dio su actual configutadón a lá su^tóirie tMiestre. Quiero
llamar su ateadón scibte eaú laguna de nuestra historia, «obre
esta ignorancia nuestra de los primeros pasos dd hombre en la
tierra¡ deseo arrojar un pooodelux sobre estas gentes primitivas,
sobré sos costumbres, sus hábitos, sus monumentos o los restos
que hayan dejado.
So* consejos no han caldo en oídos sordos; hice amplio uso
de dio* cuándo «a nuestras rdadones de 1836 a 1840 expuse
esta teoríacotoo complemento de nú libro De la criátion, afiadien-
62 Historia de la Arqueología
busqué. Les mostré las piedras que tenía, así como dibujos de lo
que suponía habían sido antes del desgaste producido por las
inundaciones.
A pesar de todo esto tardé varios meses en organizar a mis
ayudantes, pero con paciencia, con recompensas distribuidas opor
tunamente, y sobre todo con el descubrimiento de varios frag
mentos bien formados que encontré en unas capas bajo sus pro
pios ojos, intenté hacerles tan hábiles como yo mismo, y antes
de acabar el año 1840 pude ofrecerles a ustedes, y someter al
Instituto para su examen, 20 pedernales en los cuales se apre
ciaba la mano del hombre.
M. Brongniart me creyó entonces; M. Dumas, su yerno, fue
de la misma opinión. Desde ese momento tuve mis seguidores.
Su número era pequeño en comparación con los oponentes. Mi
colección, que crecía rápidamente, y que desde un principio había
puesto a disposición de quienes se interesasen, atrajo a unos cuan
tos, pero los hombres prácticos se negaron a verla. Digamos que
tenían miedo; se sentían atemorizados de constituirse en cómpli
ces de aquello a lo que llamaban una herejía, casi una charlata
nería; no ponían en duda mi buena fe, pero dudaban de mi sen
tido común.
Yo esperaba que la publicación de mi libro sobre las antigüe
dades antediluvianas, que apareció primeramente bajo el título
De Vindustrie primitive, disiparía estas dudas; pero ocurrió lo
contrario. Nadie, con la excepción de ustedes, en quienes hallé
constante estímulo, me creyó. En 1837 la teoría se aceptó sin
grandes dificultades; cuando se dieron cuenta que se había con
vertido en un hedió fácil de verificar, ya nadie quiso ocuparse
de ella, y me enfrenté con un obstáculo mayor que la oposición,
que la crítica, la sátira o la persecución: el desprecio. Ya no se
hablaba sobre mi: teoría, ni siquiera se molestaron en negarla,
sencillamente se olvidaron de ella.
Y así durmió tranquilamente hasta 1854. Fue entonces cuando
el doctor Rigollot, quien, según las habladurías, había sido mi
constante adversario durante diez años, decidiendo juzgar la cues
tión por sí mismo, visitó los terrenos expuestos de Abbeville,
y después los de Saint-Acheul y Amiens. Su conversión fue rá
pida; vio que yo tenía razón. Y como hombre justo que era, lo
declaró publicamente en un folleto que todos ustedes conocen.
lo s descubrimientos de Boucher de Perthes fueron
acogidos en principio con incredulidad por parte de sus
colegas franceses, y fueron geólogos y arqueólogos ingle-
ses, como Sir John Prestwich y Sir Joh n E vans (1823*
68 Historia de la Arqueología
Espesírr
medio en
pies
Espesor
medio en
pies
Espesor
medio en
pies
Pies
Mr. Evans señala que los utensilios que pertenecen a los dos
últimos tipos se diferenciaban básicamente, tanto en la forma
como en d tallado, de los dd llamado período céltico, que suden
estar más o menos lisos y pulimentados, además de cortados en
su extremo ancho en lugar de en d estrecho. Señala también que
fueran cuales fuesen las circunstancias bajo las que se encontra
ron, deben ser considerados como obra de una raza que nada
tiene que ver con la céltica o con las tribus aborígenes conoddas.
También está completamente de acuerdo con Mr. Prestwich en
que los lechos aluviales en los que se encontraron no habían
sufrido alteraciones posteriores a su formadón.
i
98 Historia de la Arqueología
escasez de estaño. De ser así, habría existido una Edad del Cobre
entre las Edades de la Piedra y del Bronce. Esto es lo que ha
ocurrido de hecho en América. Al ser descubiertos por los espa
ñoles México y Perú, los dos centros de civilización, usaban el
bronce, compuesto de cobre y estaño, y lo empleaban para la
fabricación de armas e instrumentos cortantes, a falta del hierro
y el acero, desconocidos en el Nuevo Mundo; pero las admira
bles investigaciones de los señores Squier y Davis sobre las anti
güedades del valle del Mississippi han dado a conocer una antigua
civilización de singular naturaleza que se distingue por el usp
del cobre virgen en bruto, trabajado con el martillo en frío, sin
la ayuda del fuego... Los «constructores de montículos», como los
americanos llaman a la raza de la Edad del Cobre, parecen haber
precedido y preparado la civilización mexicana, destruida por los
españoles...
Las páginas anteriores ofrecen un esbozo, desde luego muy ru
dimentario y defectuoso, del desarrollo de la civilización. Señalan,
de modo notable sin embargo, la existencia de un progreso, lento,
pero ininterrumpido e inmenso, una vez considerado su punto
de partida... Y, pese a ello, aún existen personas que niegan todo
progreso general, sin ver en parte alguna más que la decadencia
y la ruina, como aquel digno espécimen de pesimista nórdico que
exclamó: «¡Cóm o ha degenerado el hombre; ha perdido incluso
su semejanza con los m onos!...»
No pretendemos aquí elaborar un tratado sobre la arqueología
suiza; nuestra intención es simplemente sacar a relucir las seme
janzas y correspondencias, bastante notables, que este país ofrece
con el Norte. En Suiza las tres Edades de la Piedra, del Bronce
y del Hierro están tan bien representadas como en Escandinavia,
peto los descubrimientos más importantes en este orden de cosas
pertenecen a una fecha bastante reciente...
La cronología general de las tres grandes fases en el desarrollo
de la civilización europea, denominadas Edad de la Piedra, del
Bronce y del Hierro, es puramente relativa, como lo es la «tono-
logia de las formaciones geológicas. No se sabe cuándo comenzó
la Edad de la Piedra o la del Bronce, ni siquiera la del Hierro,
ni cuánto duró cada una de ellas. Tan sólo sabemos, que todo
cuanto pertenece a la Edad del Bronce sucedió al tipo de, vida
de la Edad de la Piedra y precedió a ese acontecimiento tan
importante para el destino del hombre que fue la introducción de
la preparación del hierro. Esto ya significa mucho, pues hasta
hace poco nada se sabía sobre lo que había ocurrido con anterio
ridad a la actual Edad del Hierro. Pero estamos tan acostum
brados a fijar fechas en lo que hasta el momento se ha oonsiderado
5. La mayoría de edad de la arqueología 117
los seis mil años que hasta hace poco parecían la suma de la
existencia del mundo no son para él sino una unidad de medida
en la larga sucesión de edades pasadas. Nuestro conocimiento de
la geología es, por supuesto, muy defectuoso: no cabe duda que
nos vetemos obligados a cambiar de opinión en lo que respecta
a ciertas cuestiones. Pero, en general, las conclusiones hacia las
cuales apunta son tan precisas como las de la zoología, la química
o cualquier otra de las ciencias hermanas. Tampoco parece haber
razón alguna para no usar aquellos métodos de investigación, que
han dado tan buenos resultados en la geología, para el esclare
cimiento de la historia del hombre en tiempos prehistóricos. De
hecho, la arqueología constituye un eslabón entre la geología y
la historia. Es cierto que, en el caso de otros animales, podemos,
gracias a sus huesos y dientes, formamos una idea perfecta de sus
costumbres y de oómo se desarrollaba Su vida, mientras que, en
el estado actual de nuestro conocimiento, el esqueleto de un
salvaje no siempre puede ser distinguido dd de un filósofo. Pero,
por otra parte, mientras otros animales dejan tras sí sólo dientes
y huesos, los hombres de épocas pasadas han de set estudiados
prindpalmente a través de sus obras: las casas para los vivos, las
tumbas para los muertos, las fortificaciones para la defensa, los
templos para el culto, los utensilios para el quehacer cotidiano
y los ornamentos para d adorno.
De un estudio cuidadoso de los restos que han llegado hasta
nosotros es fácil conduir que la arqueología prehistórica puede
ser dividida en cuatro grandes épocas:
I. La de los Aluviones, cuando el hombre compartía la pose
sión de Europa con el mamut, d oso de las cavernas, d rinoce
ronte lanudo y otros animales extinguidos. A esta época propongo
llamarla d Período «Paleolítico».
II. La posterior Edad de la Piedra pulimentada, período ca
racterizado por la existenda de armas e instrumentos bellísimos
hechos de pedernal y otras clases de pilara; no encontramos
aquí, sin embargo, rastro alguno de un conocimiento de los
metales, con excepdón dd oro, que parece haberse usado en oca
siones para la ornamentación. Para este período he sugerido d
término «Neolítico».
III. La Edad dd Bronce, durante la cual se empleaba d
bronce para las armas y todo tipo de instrumento cortante.
IV. La Edad del Hierro, en la que este metal llegó a reem
plazar al bronce en la fabricación de armas, hachas, navajas, etc.;
d bronce, sin embargo, seguí* usándose en la ornamentadón y
frecuentemente también p«ur« 1* fabricación de mangos de espada
y otras armas, aunque jami* jc pcoffty p m fes propias hojas.
120 Historia de la Arqueología
tado más alto que el hombre puede alcanzar deben estar completa
mente degos.
resulta cada vez más escasa, sino que la curiosidad misma que
sentimos sobre el origen y desarrollo de la civilización, combi
nada, desgraciadamente, con una disposición a aferramos a la
primera explicación que se nos presenta, para no vivir con una
ignorancia consciente y total, ha favorecido el crecimiento de una
multitud de inventores y civilizadores míticos que ocupan un
puesto en. las leyendas de épocas y países tan lejanos...
La antigua historia cultural de la humanidad puede ser tratada
como una ciencia inductiva que recoge y agrupa los hechos. Es
cierto que, hasta el momento, se ha hecho muy poco en este sen
tido, al menos en lo que respecta a las razas inferiores; pero las
pruebas no se han manejado con el rigor suficiente como para dar
resultados definitivos, y todas las argumentaciones producto de
esta concepción resultan extremadamente inciertas y enrevesadas;
tal circunstancia nos explica que existan escritores capaces de con
tamos todo lo que hay que contar, acerca del origen de la civili
zación, con esa absoluta facilidad y confianza características de
los filósofos especulativos, cuyo discurso sólo en raras «casiones
se ve construido sobre hechos...
En los argumento» mencionados aquí para ilustrar el método
general sólo se ha tenido en cuenta un aspecto de la historia, y
los hecho* han sido tratados generalmente como prueba de un
movimiento en una sola dirección, hacia adelante, o (para definir
con más rigor lo que aquí se entiende por progreso) hada la
aparición y el desarrollo de artes y conocimientos nuevOs,ya sean
de naturaleza beneficiosa o perniciosa, nacidos en el propio lugar
o importados de tierras extranjeras. Sabemos, sin embargo, gracias
a lo ocurrido a lo largo de la historia, que tanto la decadencia
como el progreso en el arte y en el conocimiento tienen su lugar
en el mundo. ¿No encontraremos pruebas en el futuro que mues
tren que tanto la decadencia como el desarrollo han existido entre
las razas inferiores, fuera del alcance de la historia directa? Los
hechos conocidos sobre este particular son escasos y oscuros;
pero si examinamos alguna evidencia directa de la decadencia,
quizá sea posible formarse una idea sobre la posible existencia
de alguna evidencia indirecta, y sobre la forma en que ha de ser
analizada, aunque, de hecho, encontrarla y poder hacer uso de
ella son dos cosas muy distintas...
Los chinos ya no crean sus magníficos esmaltes tabicados ni
la porcelana de primera calidad que hacían sus antepasados; nos
otros ya no edificamos iglesias, y ni siquiera fabricamos campa
nas para ellas, como nuestros predecesores. En Egipto, el desarro-
lk> extraordinario de la construcción, de las obras de «^jaería,
de las labores textiles y otras artes que alcanzaron un increíble
5. La mayoría de edad de la arqueología 129
N i('
________ _
134 Historia de la Arqueología
..
140 Historia de la Arqueología
en
L
Historia de la Arqueología
A-bar-gi las arpas estaban situadas sobré los cuerpos prueba que
alguien entraba en la tumba -en el momento final. Lo más pro
bable es que las víctimas ocuparan sus lugares, tomaran alguna
clase de droga —opio o hachish— y se atestaran en orden;
después de que la droga hiciera efecto, bien produciendo el sueño
o la muerte, se harían los últimos arreglos en los cuerpos y se
rellenaría el pozo. En cuanto a la forma de morir, no tendría
nada dé brutal.
Por otra parte, la vista de los restos de las víctimas es bastante
espeluznante, con las hojas de oro y las cuentas de colores in
crustadas en los cráneos machacados; pero al excavar un pozo
de la muerte tan grande como el del último invierno no lo pu
dimos apreciar en conjunto, pues tuvimos poco tiempo para des
pejarlo por completo. Se quitó la tierra hasta que los cuerpos
estuvieron casi a la vista, cubiertos solamente por las pocas pul
gadas de ladrillos rotos que habían sido la primera capa que
cubriera los cadáveres. Por otra parte, aquí y allá un pico que pro
fundizaba demasiado sacaba a la superficie un trozo de cinta de
oro o una hoja dorada de haya, mostrando que por todas partes
había cuerpos ricamente adornados. Sin embargo, se recubría todo
dé nuevo rápidamente y se dejaba hasta que, con un trabajo
más metódico, pudieran sacarse a su debido tiempo. Comenzando
en un rincón del pozo, señalamos unos cuadros que podían con
tener de cinco a seis cuerpos, que eran desenterrados y anotados,
retirando y recogiendo los objetos que les pertenecían antes de
pasar al cuadro siguiente.
Era un trabajo lento, especialmente en aquellos casos eh que
deridíamos sacar el cráneo completo en su posición original. Las
guirnaldas, cadenas y collares, reconstruidos y colocados en una
cija de cristal, pueden ser observados muy bien, pero es más
interesante verlos tal como se encontraban; por eso unas cuantas
cabezas, en las que estaba mejor conservado el orden primitivo
dé las cuentas y la joyería, fueron laboriosamente limpiadas con
pequeños cuchillos y cepillos, se les quitó la suciedad sin estro
pear ninguno de los adornos —una cuestión difícil, puesto que
aparecían esparddos por el suelo— y luego se calentaba para-
fina y se vertía sobre ellos para solidificarlos en una masa com
pacta. El bloque de cera, tierra, huesos y oro se fortaleda, en
volviéndolo cuidadosamente en un paño encerado, para que
pudiera ser levantado cortando por debajo. Con una base de
rfiodeíado y después de limpiar la cera superficial estas cabezas
constituyen una prueba que no sólo es de interés por sí misma,
sino que verifica las restauradones que hemos hedió con otras.
D e la» 68 mujeres del pozo, 28 usaban en el pelo cintas de
6. Hallazgos y desciframientos 199
, medio de su cui
dadosa busqueda en el terreno. A veces encuentra ms-
cnpciones, como ías tablillas en lineal B de Creta y
Grecia, que pueden darle respuestas en su trabajo, pero
que durante mucho tiempo nadie es capaz de leer. 2*a
historia del desciframiento de las inscripciones, que al
principio nopodían ser ieidas.es una parte' interesante
de la historia del desarrollo de la arqueología. Incluimos
aquí dos relatos de desciframientos, el primero de los
jeroglíficos egipcios y el segundo de la escritura cunei
forme mesopotámica. I,a piedra ríe Rnsptra esa famosa
lata de basalto negro que se encuentra actualmente en
6. Hallazgos y desciframientos 201
la parte sur de la galería egipcia del Museo Británico,
fue encostrada en iu íío ^ r /^ c e r ^ d e lá tfoggTf
zo del Nílo que corre haga eí~oéste del cfefet mstá 1
Sefior:
Debido a su generoso apoyo y a la indulgente atención que la
Acádémie Royale des Inscripttons et Belles-Lettres ha concedido
a mi trabajo sobre la escritura egipcia me permito remitirle estos
informes sobre d hierático o escritura sagrada y el demótico o
popular. Después de este ensayo puedo aventurarme, por fin, a
confiar en haber demostrado felizmente que estos dos tipos de
escritura no están compuestos por signos alfabéticos, como se ha
supuesto, sino que consisten en ideogramas, como los mismos
jeroglíficos; es decir, que expresan los conceptos, y no los so
nidos del lenguaje. Después de diez años de estudios creo que
he «¡cansado el punto en d que puede ser sintetizada una revi
sión completa dé la estructura general de estas dos formas de
escritura, el origen, naturaleza, forma y número de suS signos,
las regías para su combinación por medio de aquellos símbolos
que cumplen fundones lógicas y gramaticales, formando así los
fundamentos de lo que podría ser llamado el diccionario y la
gramática de tales escrituras que se encuentran en la mayoría de
los monumentos y cuya interpretación puede arrojar mucha luz
sobre la historia general de Egipto. Con respecto a la escritura
demótica en particular, es suficiente la magnífica inscripción de
Rosetta para identificarla totalmente. La crítica académica está
en deuda, en primer lugar, con el talento de su ilustre colega
M. Silvestre de Saey, y posteriormente, con el desaparea
do M. Akerblad y el Dr. Young, por sus acertadas ideas sobre
el monumento; y es de esta misma inscriptión de donde he de-
duddo Jas series de símbolos demóticos que, tomando valores
silábico-alfabéticos, fueron usados en textos ideográficos para ex
presar los nombres propios de personas ajenas a Egipto. Por este
medio fue descubierto el nombre de Ptolomeo tanto en la misma
inscripción como en un papiro traído redentemente de Egipto.
Sólo queda, para completar mi estudio de los tres tipos de es
critura egipda, analizar toda lá colecdón de los jeroglíficos puros.
Tengo la esperanza de qué mis últimos intentos reciban también
una favorable acogida en su famosa Sodedad, cuya disposidón
ha sido tan valiosa y me ha alentado tanto.
6. Hallazgos y desciframientos 205
LUNES 9 DE SEPTIEMBRE
VIERNES 13 DE SEPTIEMBRE
descubierta por primera vez contenía aún casi todo lo que había
contenido siempre, excepto oro y otros materiales preciosos. Existía
una costumbre que ha contribuido especialmente a enriquecer la
tumba con unos valiosos documentos. En ciertos días del año, con
ocasión de la muerte y los ritos funerarios de Apis, los habitantes
de Memphis acudían a visitar al dios en su lugar de enterramiento.
En recuerdo de este acto piadoso dejaban una estela, es decir, una
piedra cuadrada, redondeada en la parte superior, que se intro
ducía en una de las paredes de la tumba y en la que previamente
se había inscrito una oración al dios en nombre del visitante y
su familia. Actualmente estos documentos, cerca de 500, se en
cuentran en su mayoría en la posición original... Y como muchos
de ellos están fechados con el calendario de la época, es decir,
con el año, mes y día del monarca reinante, debe ser necesaria
mente de gran importancia la comparación de tales piedras, espe
cialmente en carden a establecer la cronología.
Esta medalla fue diseñada para mí por el doctor John Evans, teso
rero de la Royal Society y presidente de la Society of Ántiquaries,
con quien estoy en deuda por su valiosa ayuda y asistencia en mu
chas ocasiones. Ha sido colocada cerca de la base de un gran número
de excavaciones hedías por mí desde 1880, junto con unas cuantas
monedas y otros objetos, señalando la fecha generalmente coa un
sello.
7. Excavación 233
g g g ftM i olvídate-••
Mi primera experiencia de excavación fue en Corbridge, en
Northumberland, y sé muy bien que el trabajo realizado allí
habría escandalizado, con mucha razón, a cualquier arqueólogo
británico de hoy. Fue, sin embargo, un ejemplo típico de lo
que se hada hace cuarenta y cinco años, cuando la arqueología
de campo estaba, hablando en términos comparativos, en su in
fancia y pocos excavadores en este país creían necesario seguir
él ejemplo dd gran pionero, Pitt Rivers. Se estaba empezando
a escribir The Northumberland County History, y los autores
trataban de conocer mejor d sitio romano de Corbridge; así
que se propusieron realizar unos pequeños sondeos para estable
cer d carácter de este lugar. Naturalmente, la comisión recurrid
al profesor Haverfield como la más sobresaliente autoridad en la
Bretaña romana, quien, abandonando momentáneamente otras
7. Excavación 239
Leyendo, medio
siglo más tarde la desconfianza y los oscuros presagios
de Droop, debemos recordar los nombres de, entre otras,
Gertrude Bell, Winifred Lamb, Gertrude Catón Tbomp-™T
son, Dorothy Garrod, Kathleen Kenyon, Suzanne de I
Saint-Mathurin y Germaine Henri-Martin, ü
Hubo un individuo que no compartió 4*S predicciones
de Droop, llamado Mortimer Wfeeeler,, m jovétt contfam-
poráneo de Leonard Woolley. Cotneiueá a eAcavar antes
de la guerra de 1914-1918, jaá»1realizó sus primeras
excavaciones propias inmediatamente después de acabar
la guerra. En su m tc k ^ g e i^ S ^ Oig¿btg (1955) ha
descrito cómo acudió volüatáfiily1CtoStíentemente a la
obra de Pitt Rivers <^'wkÉ[ & ífujáradón y orienta
ción detalladas. &gpués de Methods and
Aints, la ohra de 'Wbejiet-, escribió su libro de
instrucción en Jb arqueología de campo, basado en sus
conferencias Rhifid de 1951 y titulado Archaeology from
¿44 Historia de la Arqueología
dones lócales, sino por el nivel dd mar, ¡situado casi a 480 ki
lómetros de distanda! Esta clasificación mecánica puede ser
caracterizada únicamente como una auténtica parodia dd método
dentífico. Apenas tiene mayor rekdón con la arqueología dentí-
fica que la que existe entre astrología y astronomía.
Para apredar el absoluto absurdo de tal sistema sólo necesi
tamos recordar que quizá con excepdón dd nivd más temprano
de un yacimiento (rara vez «plorado adecuadamente), una du
dad antigua de Oriente nunca está en un solo nivd. Es rato
que unft dudad se haya destruido por completo y se haya re
construido en un solo momento y en una misma línea horizontal.
Por regla general, una casa se reconstruye o se reemplaza Cuan
do se hadem ildo o cuando lo dedde d capricho de su duefio.
El Jalado, como un todo, está constantemente ea un estado de
construcdón y destrucción difereneMes. Los solares de los edi-
fidos individuales se alzan por encima de sus vecinos; la zona
del poblado va levantándose y temando la forma de una colina,
y en sus laderas hay edificios que son contemporáneos de los de
la ama. Una puerta o un fragmento de cerámica pueden encon
trarse én un punto situado a diez pies pór debajo de otra
puerta o tiesto que tienen precisamente la misma antigüedad.
Estas diferencias, de vital importatida para la interpretadón
científica dd lugar, quedan pasadas por alto y destruidas por d
procedimiento dd punto de nivd. Para mostrar más daramente
la falada de este método pueden ser de utilidad dos diagramas,
que resultan explicativos por sí mismos (véase p. 248).
No obstante el carácter obviamente absurdo dd sistema del
nivel de base que acabamos de describir, es difícil sustituir los
llamados «niveles» —sean nivdes abstractos de edificioc o meras
líneas arbitrarias de profundidad— por la estratificación real. Este
sistema volvió a aparecer, por ejemplo/ tú usía eáicióñ revisada
(1950) de la obrá A Manual of Ait baé<»o'¿kid''Pieíd Methods,
preparada por una de las univetwdades' íwrtétófcéiictaa* más im
portantes. En ella, tan porfiado ogmcí siempfe, prospera ¿1 viejo
y gastado sistema, con sus «unidades de nivel» que no se rigen
por cambio dd sudo* ,m é ’p«B 1» «kyftjbtléi dé la hoja de la pala
(seis a doce pulgada*)*;, yeftdfKfeMMÓfe. k pakbra estratifica
ción no es desconodda pata lo» aOMKí». Representa un fenómeno,
admiten, que -«putde^ae vWMKAikatjpareáes de k excavadón»;
pero, se nos asegura, de tipcfcde artefac
tos y huesos, de WÚuita.«$fgeoe¡c¿ una vez hecho d estudio y
no debe preompaf i r t j e n d . campo» (sic). Ni ¿quiera
«e tom en eo#»i*3* e iá a U «< * de a kvaattodo. los «tratos *u-
248 Historia de la Arqueología
- • ■ * * , . ( • . / e
Tradición Agregación •
Tradiciones en 1* fabricación de Una colección de herramientas
instrumentos de pedernal, eto.: (de tu » o m is tradiciones) que
Núcleos, lascas, hojas, cchop- aparecen en contestos no-ar
per-chopplng tool». queológicos.
Industria *
Una colección de instrumentos
de una categoría de materiales
(de una o mis tradiciones) que
aparecen en contextos arqueoló
gicos o en contextos geológicos
muy especializados (no transpor
tados).
Faoiet • Conjunto» *
Un tipo especialmente detallado Una variedad de categorías de
de instrumente, de manufactura artefactos y otros materiales
de Instrumentos, que aparece en qu* aparecen ea «1 oontexto ar
alguna de las tradiciones. queológico.
■
PK
IN TE R PR ETA C IO N
TIE M P O B ases te cn oló gico-e co nóm icas
1. Estadio de recolección de
H istórico alim entos.
■
2. Estadio de producción de
G e o c ro n o ió g ic o ■ alim entos.
3. Estadio industrial.
R elativo ■
1. Seriación tipológica ■ B ase scultu rafe s:
2. Estratigrafía N e cesidad de corroboración
3. Arq ue olog ía com parada ■ con la evidencia n o-a rqu eo
lógica.
■
. D E S C R IP C IO N A R Q U E O L O G IC A
Te c n o -tip o ló g ica Contextúa!
mental. Puesto que se espera que las muestras árticas sean altas,
porque la intensidad neutróniea es muy baja en el Ecuador y
aumenta hada los polos (véase referenda 9), y puesto que la
desviación del aceité de foca dé la línea prindpal no es mucho
mayor que el error de medida, se puede confiar en que medicio
nes ulteriores darán valores normales también para esta muestra.
Los resultados obtenidos de conchas marinas son interesantes. Se
había demostrado que el C13 aparece en mayor abundancia en
los carbonatos que en el material orgánico (véanse referencias 7
y 8). El resultado hallado para el radiocarbono sobre conchas
marinas, al contrario que en la madera y otros materiales orgá
nicos, se corresponde con los primitivos descubrimientos para
el C13. Es derto, sin embargo, que la diferenda puede ser algo
mayor en nuestro caso que ja prevista a partir de los primeros
resultados, aunque d error de nuestras mediciones es en la actua
lidad lo sufidentemente grande como para sobrepasar al valor
previsto.
D eterminación de la edad
Murttn Determinación
(cpm/gm de carbono)
Tabla 2
DETERMINACION DE LA EDAD EN MUESTRAS
ANTIGUAS EGIPCIAS
Actividad específk*
Muestras encontrada
(cpm/gm de carbón)
Zoser 7-88 ± 0 -7 4
Zoser 7-36 ± 0 .5 3
Sneferu 6-95 ± 0-40
Sneferu 7-42 ± 0 -3 8
Sneferu 6.26 ± 0-41
Media ponderada (ambas muestras) 7-04 ± 0 '% r
Valor esperado 7-15 ± 0-15 ,
í - sí i
1 . E. C. A. F. Reid,
A.^D. íashenbw iéy fh * - tev ., 1947, 72,
Olyn Dttilél. 19
Lámina 3.—Dibujo de Stonehenge, por Stukeley, de su Stonohenge,
a Temple Restored to the British Druidt (1740).
I:
lámina 4.—-Dibujo pardal de los alineamientos de Carnac, en
Britania, de la obra de Cambry Monuments Celtiques, ou recherche
sur le cuite des pitres (París, 1805).
Lámina í.—Dos ilustraciones dd GeHtletnan’s Magazine de 1852:
«Recolección de vestigios romanos en la costa de Essex* (arriba),
y «Excavadores de túmulos» (abajo).
Lámina 6.—Dos ilustraciones de la obra de J. J. A. Worsaae
The Primeval Antiquities of Denmark (trad. Thoms, 1840), mos
trando una sección (arriba) y los esqueletos (abajo) de una tumba
megalítica danesa.
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1. ¿Qué es la arqueología?
1 Proce’edings of the Prehistoric Society, 1951, pp. 1 y ss.
2. Anticuarios y viajeros
1 R. H. Lowie, The History of Ethnological Theory, 1937,
p. 13.
2 Proceedings of the British Academy, 1951, p. 202.
3 British Antiquity, 1950, p. 151. Kendricfc afirma: «Camden,
siguiendo el ejemplo continental, fue ciertamente el pionero de
los libros ilustrados sobre antigüedades en este país.»,
* S. Piggott, 'William Stukeley: an Eighteenth Century Afchaeo-
logist, 1950, xi.
5 William Otter, The Life and Remains of the Reverend Edward
Daniel Clarke, Londres, 1824.
6. Hallazgos y desciframientos
1 Les Cavernes du Volp, traducido por Jacquetta Hawkes (The
World of the Past).
7. Excavación .
1 Alexander F. Chamberlain, American Anthropologist, IX,
1907, p. 499.
2 Arcbaeology frotn the Earth, 1954, p. 15.
3 Spadework, 1953.
8. La ciencia madura
1 Archaeologia Cambrensis, 1924, p. 241.
2 Reimpreso de un artículo de Libby, Anderson y Arnold en
Science, 109, 2827, 4 de marzo de 1949; pp. 227 y ss.
3 The Material Culture and Social lnstituiions of Simplet
Peoples <1926).
Origen de los extractos
Dedicatoria ..................................................................... . 7
Prefacio ................................................................................ 9
Agradecimientos ................................................................... 11
1. ¿Qué es la arqueología? .............................................. 13
2. Anticuarios y viajeros .................................................. 34
3. La geología y la antigüedad del hombre........................ 58
4. El sistema de las Tres Edades ................................... 90
5. La mayoría de edad de la arqueología ........................ 109
6. Hallazgos y desciframientos ........................................... 142
7. Excavaciones ................................................................ 216
8. La ciencia madura ......................................................... 253
Láminas ............................................................................... 288
Notas ................................................................................... 295
Origen de los extractos................. 297
303 ....