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Lee Iacocca, aquel famoso hombre de empresa norteamericano que fue primer
ejecutivo de la Ford y luego protagonista del espectacular reflotamiento de la
Chrysler, hace en su autobiografía el siguiente comentario: no puedo menos que
asombrarme ante el gran número de personas que, al parecer, no son dueños de
su agenda. A lo largo de muchos años se me han acercado ejecutivos de la empresa
para confesarme con un mal disimulado orgullo: ”chico, el año pasado tuve tal
cúmulo de trabajo que no pude ni tomarme unas vacaciones”. “No me parece que
sea motivo de presunción.
La pereza ordinaria es patente apatía y dejadez. Esta otra forma de pereza, que
por activa no es menos corriente, resulta en cambio algo más difícil de advertir. Pero
hay infinidad de hombres y mujeres perezosos que no paran de trabajar y de
moverse. Hacen cosas constantemente, pero no las que deberían hacer. La pereza
activa hace estragos en niños y jóvenes que no terminan de comprender que más
vale estudiar intensamente tres horas y luego descansar tres, haciendo deporte,
escuchando música o saliendo con los amigos, que pasarse las seis horas
intentando conjugar lo uno con lo otro para al final dejarlo todo a medio hacer y con
una gran sensación de descontento, habiendo sufrido más que si hubiese
estudiando las seis horas intensamente. Es también pereza activa cuando un padre
de familia no cesa de ir de un lado a otro cuando debería estar con su mujer y sus
hijos; o se entretiene sin verdadera necesidad en el trabajo y abandona otras
obligaciones (casualmente de nuevo) le resultan menos agradables; o se lanza a
hacer cualquier cosa que se le cruza por la cabeza sin ponderar su oportunidad. Se
trata de la común tentación de hacer lo urgente antes que lo importante, lo fácil
antes que lo difícil, lo que se termina pronto antes que lo que requiere un esfuerzo
continuado. Ante la carrera loca de la vida moderna, al joven le queda un solo
camino: establecer qué es lo verdaderamente importante para él en este momento
de la vida, determinar qué es lo que le va llevar por el camino hacia el desarrollo de
su proyecto de vida. Es decir, ¡ordenar ya¡ su vida.
Cuando los historiadores del futuro vuelvan los ojos sobre este siglo, uno de los
vocablos más, recurrentes que utilizarán para fijar su perfil será indudablemente, la
palabra cambio. No evolución, sino cambio y, cambio radical. Se verá entonces, con
evidente claridad, con todo el repertorio de tradiciones y normas, de formas de
relación, de valores y principios, que hasta nuestra centuria sirvieron de pauta
conceptual y de conducta a los hombres se derrumbó con aparatosa celeridad en
un proceso que, por su velocidad, parecía responder a una urgencia furiosa, a una
oculta consigna de arrasarlo todo para abrir paso a una nueva etapa histórica
marcada por la incertidumbre. A los filósofos de la historia, y a los sociólogos en
particular, correspondería la tarea de desentrañar los móviles de esta profunda
transformación. Algunos, por su acusada notoriedad han sido ya identificados.
Ejemplo: la crisis de la fe que echó por tierra todo el andamiaje ético de la religión y
dejó descubierto el camino a la sociedad permisiva y a los diversos movimientos
“liberacionistas“ que siguieron. En todo caso, entre los cambios diferenciales de este
cambio, seguramente habrá de señalarse, por sorprendente, el que arriba
anotamos: el de su radicalidad, que por haber sido cambio de raíz, sin matices ni
términos medios, con un movimiento pendular tan extremado que de un polo se
pasó a otro polo, produciendo como consecuencia la transmutación de los antiguos
valores, por los antivalores que prevalecen en nuestros días.
Porque en efecto, al presente, más que de valores, parecemos vivir bajo el signo de
los antivalores, de cuanto en su pasado mereció rechazo por su carácter negativo
frente a las concepciones idealistas que tenía la sociedad. A modo de ilustración, y
para mayor esclarecimiento de los planteamientos aquí formulados, vamos a
puntualizar algunas de las normas e instrucciones que quedaron en nuestro tiempo
destituidas, Pregunto al profesor todo aquello que no comprendo y así resuelvo las
dudas acerca del tema. reemplazadas o confundidas. . En primer lugar, la familia,
que de sólida base, hasta ayer de la sociedad, pasó a volátil núcleo de toda suerte
de uniones. Porque el Matrimonio, de estable institución, se convirtió, como
sabemos, en simple alianza de quita y pon, con una nueva fórmula de relación, la
«unión libre» .
De otra parte, como ha observado Héctor Rojas Erazo, «el hombre, en la actualidad,
no habla: muge». Y, para no hablar, se anestesia con el ruido. . A la inteligencia la
desplazó la malicia, la medida sustituyó a la valoración, lo cual explica que hoy todo
se mida y nada se valore, y que sea más importante tener que ser. Del escenario
desapareció, igualmente, la raíz de cualquier inquietud o preocupación de
conciencia. O lo que es lo mismo, desapareció todo el sentido de culpabilidad,
porque tras la sustitución del confesionario por el diván de los psicoanalistas, nadie
volvió a tener pecados, sino traumas o complejos . En el campo de lo puramente
externo, hubo también cambios notorios. La moda, por ejemplo, que se regía por la
discreción, la armonía y lo compuesto, pasó a regirse por lo "chévere", lo llamativo
o lo excéntrico y hasta tal punto que bien puede decirse que muy pocas son las
personas que realmente hoy se visten. Porque buena parte de ellas andan
semidesnudas, y el resto andan disfrazadas.
En cambio
y muy por el contrario
nosotros
desconociéndonos
alimentábamos los celos
(que según los entendidos)
“es alimentar al dragón en el Paraíso”