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LADY MACBETH: ¡Fuera, maldita mancha! ¡Fuera, digo! Uno, dos. ¡Cómo! Entonces es el
momento de hacerlo. El infierno es sombrío. ¡Qué vergüenza, mi señor, qué vergüenza! ¿Un
soldado miedoso? ¿Por qué tenemos que tener miedo de que alguien lo sepa, cuando nadie
puede pedir cuentas a nuestro poder? ¿Pero quién hubiera pensado que el anciano hubiera
tenido tanta sangre dentro?
(...)
El barón de Fife tenía una esposa; ¿dónde está ella ahora? ... ¿Cómo es eso, estas manos nunca
van a estar limpias? Basta, mi señor, arruináis todo con esos sobresaltos.
(...)
Aquí queda aún el olor de la sangre: todos los perfumes de Arabia no podrían perfumar esta
pequeña mano. ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!
(...)
Lávate las manos, ponte ropas de noche; no estés tan pálido... Te lo diré de nuevo: Banquo
está enterrado; no puede salir de su tumba.
(...)
A la cama, a la cama; están golpeando la puerta. Vamos, vamos, vamos; dame la mano. Lo que
está hecho no puede ser deshecho. A la cama, a la cama, a la cama.