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Enigmas sobre las primeras

banderas argentinas

Una propuesta integradora

San Carlos de Bariloche 2012


Adolfo Mario Golman

Enigmas sobre las primeras


banderas argentinas

Una propuesta integradora

Ilustraciones de Francisco Gregoric


Mapas de Mariana Hofer
Golman, Adolfo Mario
Enigmas sobre las primeras banderas argentinas, 2a ed.
San Carlos de Bariloche: Ediciones VAM, 2012.
264 p.

ISBN 978-987-564-702-2

1. Historia Argentina. I. Título


CDD 982

1ª edición mayo de 2007, Editorial De los Cuatro Vientos.


2ª edición febrero de 2012

Diseño de tapa: Francisco Gregoric


Ilustraciones: Francisco Gregoric
Mapas: Mariana Hofer
Diagramación: Emanuel A. Blanco

Contacto con el autor:


mariogolman@speedy.com.ar

© 2007 Adolfo Mario Golman


Reservados los derechos

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


ISBN 978-987-564-702-2
Impreso en Argentina

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta,


puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio,
ya sea eléctrico, químico, mecánico, de grabación o
de fotocopia, sin permiso previo del autor.
Agradecimientos

A mis hijos, Vanina, Ariel y Matías, cuyo entusiasmo mantuvo


iluminado el largo y sinuoso camino.

A mi madre, Clara, por transmitirme ese sano amor a la patria, y a la


memoria de mi padre, Santiago, por ser mi guía en todo momento.

A Julio Mario Luqui Lagleyze, por sus enseñanzas, por la lectura del
original y sus invalorables recomendaciones.

A Miguel Carrillo Bascary, quien me motivó a escribir un primer


trabajo, el cual presenté en el Encuentro Nacional Belgraniano de Ro-
sario en septiembre de 2004, y que se convirtió en uno de los pilares
de este libro. Agradezco, además, su revisión de la obra y amables su-
gerencias.

A María Cristina Fernández “Macacha”, por su permanente apoyo,


sabios consejos y por abrirme la puerta a muchos de sus contactos.

A Francisco Gregoric, por las excelentes ilustraciones, la claridad de


sus observaciones y por las decenas de “conversaciones electrónicas” que
supimos conseguir antes y después de conocernos personalmente.

Al Padre Valentín Manzano Castro, por las cátedras de historia y de


vida, y por su agradable compañía durante mi estadía en Sucre, Repú-
blica de Bolivia, en febrero de 2006.

A Misael R. Soria Linares, Héctor E. Medina León, Ivana Skulj,


Luis M. Cánepa y Mariana Hofer.

Al personal de las siguientes instituciones quienes, con premura y


solvencia, atendieron a todos mis requerimientos de información: Bi-
blioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez” de la ciudad de Rosario, Biblio-
teca “M o ns e ño r M i g ue l Á ng el V er ga ra ” de la ciudad de Salta,
Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia de la Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires, Archivo y Biblioteca Nacionales (Sucre, Bolivia),
Museo Histórico Casa de la Libertad (Sucre, Bolivia), Biblioteca y Ar-
chivo de la Universidad Autónoma “Gabriel René Moreno” (Santa Cruz
de la Sierra, Bolivia), Museo Histórico Nacional de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Archivo Histórico Provincial de San Salvador de Ju-
juy, Instituto Belgraniano de Rosario, Instituto Nacional Sanmartinia-
no, Archivo General de la Nación, Biblioteca del Instituto Nacional
Browniano, Biblioteca del Museo Mitre, Biblioteca del Congreso de la
Nación, Biblioteca de la Casa de Moneda (Potosí, Bolivia), Museo His-
tórico “Cornelio de Saavedra” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
y Biblioteca del Instituto de Artes del Espectáculo.

Con mi sincera cordialidad y afecto.

Mario Golman

San Carlos de Bariloche


Febrero de 2007

Al agotarse la primera edición, me reconforta presentar una segunda


en formato digital. Contiene algunas adecuaciones y correcciones que
no afectan la esencia de la obra original.
Con el objeto de satisfacer las siempre renovadas inquietudes de estu-
diantes e investigadores, se amplió la bibliografía y fuentes consultadas.

El autor
Febrero de 2012
CONTENIDO

Prólogo............................................................................................ 13

Carta de Manuel Belgrano al Gobierno - 18 de Julio de 1812 .......... 17

Introducción.................................................................................... 21

Primer a Parte

Colores y forma de la primera escarapela y su disposición en la primera


bandera

Capítulo 1
La situación política......................................................................... 31

Capítulo 2
Posible origen del celeste y blanco adoptado por los morenistas ....... 39

Capítulo 3
Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia:
Una verdadera amistad .................................................................... 49

Capítulo 4
¿Intervino Belgrano en la elección
de los colores de la primera escarapela? ............................................ 53

Capítulo 5
La divisa de la Sociedad Patriótica
no fue elevada a distintivo nacional ................................................. 63

Capítulo 6
Los colores de la primera cucarda
no tuvieron su origen en la Orden de Carlos III............................... 69
Capítulo 7
Primera escarapela, forma y distribución de sus colores.................... 75

Segunda Parte

Distintas banderas patriotas

Capítulo 8
Pabellones ideados por Manuel Belgrano ......................................... 87

Capítulo 9
La bandera nacida en Buenos Aires................................................ 101

Capítulo 10
Una enseña blanca en el Río de las Piedras .................................... 103

Capítulo 11
Banderas vencedoras en la batalla de Salta ..................................... 107

Capítulo 12
Hacia el Alto Perú ......................................................................... 113

Capítulo 13
Insignias de reclutamiento ..............................................................117

Capítulo 14
Banderas patriotas descriptas por un realista .................................. 121

Capítulo 15
El hallazgo de Titiri....................................................................... 129

Capítulo 16
Insignia de tres franjas a lo largo, celeste, blanca y celeste .............. 135
Capítulo 17
Enseña de tres fajas horizontales, blanca, celeste y blanca............... 147

Capítulo 18
La primera bandera nacional ..........................................................153

Capítulo 19
Otras enseñas .................................................................................161

Capítulo 20
El regreso ...................................................................................... 167

Tercera Parte

Recuerdos desde el Alto Perú

Capítulo 21
Una mirada distinta a los pabellones de Titiri ................................ 175

Capítulo 22
Hacia Ayohuma..............................................................................191

Bibliografía de la Tercera Parte ...................................................... 201

Cuarta Parte

La bandera celeste, blanca y celeste: De Moldes a Agrelo

Capítulo 23
Presentación de la idea ....................................................................211

Capítulo 24
Mucho más que cuatro patriotas.....................................................215

Bibliografía de la Cuarta Parte....................................................... 223


Conclusiones…….......................................................................... 225

Bibliografía y fuentes consultadas ……........................................ 229

El Anexo Gráfico se acompaña por separado.


Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

PRÓLOGO

Una bandera es el elemento que permite distinguir con precisión a


una nación de otra, más aún que por su moneda o por su idioma.

Representa un símbolo cabal de soberanía, y así lo entendió Manuel


Belgrano el 27 de febrero de 1812 cuando decidió enarbolar en Rosario,
ante sus tropas y los vecinos del pueblo, la primera enseña nacional, con
la intención de que ella identificara a las Provincias Unidas del Río de
la Plata.

De su diseño, disposición de los colores blanco y celeste sobre la tela


y destino final, no hay registros seguros. Sólo se conoce que fue ideada
“conforme a los colores de la escarapela nacional”, divisa que el gobier-
no había decretado pocos días antes, a instancias del mismo Belgrano.

Nace así un primer enigma sobre el que una exhaustiva investiga-


ción permite revelar que esa primigenia bandera nacional habría sido
diferente del actual pabellón argentino.

La propuesta comprende, también, dilucidar cómo fue la primera


escarapela en cuanto a su forma y orden de colores. Al respecto, la opi-
nión expresada está sustentada en antecedentes oficiales, fuentes biblio-
gráficas y obras pictóricas referenciales, con el ánimo de dar luz a esta
nueva incógnita.

A principios de marzo, por orden del Triunvirato, Belgrano parte


hacia el Norte para hacerse cargo del Ejército Auxiliador del Perú. Este
alejamiento le impedirá recibir la comunicación del gobierno que re-
prueba la presentación de la nueva bandera.

Ya en Jujuy, con motivo de los festejos del segundo aniversario de la


Revolución de Mayo, hace bendecir por el sacerdote Juan Ignacio de
Gorriti un pabellón similar al de Rosario, que luego juran sus tropas.

13
Adolfo Mario Golman

El gobierno vuelve a cuestionar esta conducta y le remite otro oficio


con una nueva y severa amonestación. Ello provoca un gran disgusto
en Belgrano y motiva una particular carta de respuesta que dirige desde
Jujuy el 18 de julio de 1812, la cual se transcribe textualmente a conti-
nuación de este prólogo.

Esa misiva permite apreciar en toda su dimensión el pensamiento


del prócer: su respeto al gobierno, el compromiso con las ideas revolu-
cionarias de Mayo de 1810, su amor a la patria y su ferviente deseo de
que las Provincias Unidas fueran vistas como una nueva nación.

Se llega así a fines de agosto de 1812. Belgrano, obedeciendo al


gobierno, ha dejado de exhibir su bandera nacional, la cual no destruye
sino que conserva consigo. Las fuerzas realistas avanzan a paso firme
desde el Norte después de aplastar la sublevación Cochabambina. Los
patriotas, sin posibilidad de ofrecer resistencia, dejan Jujuy, evacuan su
población y se alejan atravesando suelo salteño en dirección a Tucumán.
Son los tiempos del “Éxodo Jujeño”.

Motivado por un primer éxito contra la avanzada realista en el Río


de las Piedras (Salta) el 3 de septiembre, Manuel Belgrano decide hacer
frente al ejército del rey, y lo vence en la contienda de Tucumán el 24,
día de la Virgen de la Merced. Es su primera gran batalla.

Casi cinco meses después, el 20 febrero de 1813, patriotas y realistas


se encontrarán nuevamente, esta vez en la ciudad de Salta, logrando los
primeros una contundente victoria, la más importante desde los días de
la revolución.

Una semana antes de aquel combate, a orillas del río Pasaje (Salta),
el general Belgrano cumple con la orden gubernamental de hacer jurar a
sus huestes obediencia a la Soberana Asamblea recientemente instalada
en Buenos Aires. En dicho acontecimiento presenta una nueva señe-
ra que denomina “del Ejército”, compuesta de dos franjas horizontales e
iguales, blanca la superior y celeste la inferior, precursora del emblema del
Ejército de los Andes.

14
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Mientras tanto, en la ciudad de Buenos Aires ha aparecido hacia fi-


nes de mayo de 1812 una bandera distinta a las anteriores: de tres franjas
horizontales, celeste a los costados y blanca al medio.

Después de los triunfos militares antes destacados, Belgrano y su


ejército emprenden la marcha hacia el Alto Perú (hoy República de Bo-
livia). Allí sufrirán privaciones por falta de recursos, por la adversidad
del clima y por poblaciones no siempre amistosas, circunstancias que
abonarán el camino a las derrotas de Vilcapugio el 1º de octubre de
1813 y de Ayohuma el 14 de noviembre de ese mismo año.

Resulta excluyente para el desarrollo de la hipótesis integradora co-


nocer cómo eran las insignias que lo escoltaron durante el tiempo que
permaneció en el Alto Perú. Las incógnitas se irán revelando a través
de un minucioso y razonado análisis respaldado con documentos de la
época.

Una vez expuesta la teoría en la cual los sucesos convergen armóni-


camente para ofrecer respuesta a los enigmas planteados, se presentan
los pasos que contribuyen a profundizar la idea.

Recuerdos desde el Alto Perú, que abarca la Tercera Parte de la obra,


es el primero de ellos. Allí se puntualizan los interrogantes y compli-
caciones relacionados con el hallazgo de dos banderas con los colores
argentinos, escondidas durante más de setenta años en un pequeño
templo del altiplano boliviano.

Interesantes reflexiones surgirán al respecto, producto de las inves-


tigaciones efectuadas en el terreno mismo donde sucedieron los acon-
tecimientos. Para ello, se han visitado en la República de Bolivia las
ciudades de Sucre y Potosí, el campo de batalla en Ayohuma y el pueblo
de Macha.

En la Cuarta Parte se presenta una narración que invita a descubrir,


a través del camino seguido por cuatro distinguidos patriotas, un po-
sible origen para los colores del actual emblema argentino de tres franjas
horizontales, celeste, blanco y celeste, todavía sin sol.

15
Adolfo Mario Golman

A modo de cierre, se acompañan varias preguntas y otras tantas


respuestas que ayudan a comprender integralmente la hipótesis plan-
teada.

Las ilustraciones y el diseño de la tapa y contratapa son creación de


Francisco Gregoric. Los mapas fueron preparados por Mariana Hofer.

El resultado de la tarea emprendida está a la vista: una propuesta


integradora a los enigmas de las primeras banderas argentinas.

Estimado lector, lo invito a acompañarme en la investigación.

El Autor

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Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Carta de Manuel Belgrano


al Gobierno, Jujuy, 18 de julio de 1812 1

Muchos de los siguientes párrafos y expresiones escritas por Manuel


Belgrano resultaron esenciales para el desarrollo de la teoría propuesta
en la obra. Se recomienda su pausada y meditada lectura.

Excelentísimo señor:

Debo hablar a vuestra excelencia con la ingenuidad propia de mi ca-


rácter y decirle con todo respeto que me ha sido sensible la reprensión que
me da en su oficio del 27 del pasado y el asomo que hace de poner en ejecu-
ción su autoridad contra mí, si no cumplo con lo que se me manda relativo
a bandera nacional, acusándome de haber faltado a la prevención de 3 de
marzo por otro tanto que hice en el Rosario.

Para hacer ver mi inocencia nada tengo que traer más a la considera-
ción de vuestra excelencia que en 3 de marzo referido no me hallaba en el
Rosario, pues, conforme a sus órdenes del 27 de febrero, me puse en marcha
el 1 o 2 del insinuado marzo y nunca llegó a mis manos la contestación
de vuestra excelencia que ahora recibo inserta; que a haberla recibido, no
habría sido yo el que hubiese vuelto a enarbolar tal bandera, como inte-
resado siempre en dar ejemplo de respeto y obediencia a vuestra excelencia
conociendo que de otro modo no existiría el orden y toda nuestra causa iría
por tierra.

Vuestra excelencia mismo sabe que, sin embargo, de que había en el


ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca,
jamás la permití en el que se me puso a mandar, hasta que viendo las
consecuencias de una diversidad tan grande, exigí de vuestra excelencia la
declaración respectiva.
1 PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A., Documentos para la Historia de la Ban-
dera Argentina, Buenos Aires, Instituto de Estudios Iberoamericanos, 2001, Documento Nº
52, pp. 87-88. Texto modernizado. Citan los autores la fuente originaria: Archivo General de
la Nación, División Nacional, Sección Gobierno, Bandera y Escarapela, 1812-1818 (X.44-8-
29).

17
Adolfo Mario Golman

En seguida se circuló la orden, llegó a mis manos; la batería se iba a


guarnecer, no había bandera y juzgué que sería blanca y celeste la que nos
distinguiese como la escarapela y esto, con mi deseo de que estas provincias
se cuenten como una de las naciones del globo, me estimuló a ponerla.

Vengo a estos puntos; ignoro, como he dicho, aquella determinación,


los encuentro fríos, indiferentes y, tal vez, enemigos; tengo la ocasión del 25
de mayo y dispongo la bandera para acalorarlos y entusiasmarlos, ¿y habré,
por esto, cometido un delito? Lo sería, señor excelentísimo, si a pesar de
aquella orden, hubiese yo querido hacer frente a las disposiciones de vuestra
excelencia; no así estando enteramente ignorante de ella; la que se remitiría
al Comandante del Rosario y la obedecería como yo lo hubiera hecho si la
hubiese recibido.

La bandera la he recogido y la desharé para que no haya ni memoria de


ella y se harán las banderas del Regimiento número 6, sin necesidad de que
aquélla se note por persona alguna; pues si acaso me preguntasen por ella,
responderé que se reserva para el día de una gran victoria para el ejército
y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que
se les presente.

En esta parte, vuestra excelencia tendrá su sistema al que me sujeto,


pero diré también, con verdad, que como hasta los indios sufren por el rey
Fernando 7º y les hacen padecer con los mismos aparatos que nosotros pro-
clamamos la libertad, ni gustan oír nombre de rey, ni se complacen con las
mismas insignias con que los tiranizan.

Puede vuestra excelencia hacer de mí lo que quiera, en el firme supuesto


de que hallándose mi conciencia tranquila y no conduciéndome a esas ni
otras demostraciones de mis deseos por la felicidad y glorias de la Patria,
otro interés que el de esta misma, recibiré con resignación cualquier pade-
cimiento; pues no será el primero que he tenido por proceder con honradez
y entusiasmo patriótico.

Mi corazón está lleno de sensibilidad y quiera vuestra excelencia no ex-


trañar mis expresiones, cuando veo mi inocencia y mi patriotismo apercibi-
do en el supuesto de haber querido afrontar sus superiores órdenes, cuando

18
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

no se hallará una sola de que se me puede acusar, ni en el antiguo sistema


de gobierno y mucho menos en el que estamos y que a vuestra excelencia no
se le oculta cuanta especie de sacrificios he hecho por él.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Jujuy, 18 de Julio de


1812.

Excelentísimo señor.
Manuel Belgrano

Excelentísimo Gobierno de las Provincias del Río de la Plata.

19
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

INTRODUCCIÓN

La tarea emprendida

Para el desarrollo de la obra se han tenido presente los valiosos co-


mentarios de Miguel Ángel Scenna 2 referidos a que el historiador es un
ser humano con una fuerte carga afectiva, cuya objetividad se verá ne-
cesariamente limitada por su vivencia humana; así como lo escrito por
Luis Cánepa3 acerca de que “En historia no debe entrar la inventiva del
autor, y sólo ante la carencia de antecedentes puede él suplir la falta de
éstos con su concepto, formado en el estudio de la materia, pero dejan-
do constancia de que se trata de un punto de vista personal, para cono-
cimiento y juicio del lector”. Por ello, sólo cuando las circunstancias así
lo exigieron se expresa el parecer del autor, pero siempre en consonancia
con la documentación existente.

La tarea emprendida produjo la sensación de intentar completar un


enorme rompecabezas, cuya forma es moldeada por cada investigador,
que se extiende imperfecto e incompleto esperando ansioso el docu-
mento inédito que lo alimente, desarrolle y perfeccione.

Recuérdese, también, que la mejor construcción histórica es aquella


donde sus partes se acomodan sin molestarse entre sí4.

Al respecto de las hipótesis históricas

Toda teoría histórica es una exposición secuencial de ideas razona-


das y armónicas, basada en documentos de la época estudiada, ante-
cedentes bibliográficos, objetos materiales y la inevitable subjetividad

2 SCENNA, Miguel Ángel, “Los que escribieron nuestra historia”, en Revista Todo es Histo-
ria, Nº 65, Buenos Aires, 1972, p. 69.

3 CÁNEPA, Luis, Historia de los Símbolos Nacionales Argentinos, Buenos Aires, Albatros,
1979, p. 6.

4 FERNÁNDEZ DÍAZ, Augusto, “La bandera de Ayohuma”, Separata de la Revista Univer-


sidad, Nº 64, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1965, p. 250.

21
Adolfo Mario Golman

del investigador, quien siempre posee la íntima aspiración de probar la


ocurrencia de hechos pasados, de modo tal que le permitan aproximarse
a la realidad de lo acontecido.

Como el objetivo final es la búsqueda de una parte de la verdad,


no sólo de la verdad del autor, éste no debería sentirse desencantado si
alguna de las ideas por él expuestas pierde su validez con el transcurso
del tiempo, como consecuencia de futuros hallazgos que permitan in-
terpretar los sucesos de un modo distinto al planteado.

Bartolomé Mitre y el inicio de esta historia

Mucho se ha escrito acerca de cómo Manuel Belgrano pudo haber dis-


tribuido los colores blanco y celeste de la primera escarapela nacional en la
primigenia bandera. Distinguidos historiadores han desarrollado memo-
rables páginas ofreciendo una variada gama de opiniones al respecto.

Bartolomé Mitre fue el primero en abrir la puerta a esta historia


cuando desempolvó el legajo titulado “Regimientos en la campaña de
la Banda Oriental”5, el cual ha permitido conocer los documentos re-
5 “La documentación que se conserva sobre la bandera y la escarapela es suficientemente cla-
ra. La encontró el general Mitre en una carpeta cuya carátula no hacía sospechar el precioso
contenido. Lo recuerda Mitre en la pág. 35 del Tomo I de la ‘Historia de Belgrano’ (prefacio),
escrito en octubre de 1858. Dice: ‘En un legajo rotulado: ‘Regimientos en la campaña de la
Banda Oriental’, encontré lo relativo a la permanencia de Belgrano en el Rosario; el decreto
relativo a la escarapela azul y blanca [sic], que él propuso entonces, y que nunca había sido
publicado, ignorándose por consecuencia su origen, como se ignoraba quién había sido el
primero que había enarbolado la bandera argentina, y en qué ocasión; todo lo cual consta del
mencionado legajo’”. CORVALÁN MENDILAHARSU, Dardo, “La bandera y los colores
patrios, antecedentes históricos”, Buenos Aires, Boletín de la Academia Nacional de la Histo-
ria, Vol. XVI, 1942, p. 87.
Sin desmerecer la obra de Bartolomé Mitre -que resulta un infaltable material de consulta-
es interesante comentar lo siguiente: Según se desprende de lo relatado por Juan Bautista
Alberdi, quien primero emprendió la tarea de escribir la vida de Manuel Belgrano fue Andrés
Lamas. Desde 1843 Mitre y Lamas -dos viejos amigos- habían intercambiado ideas sobre el
modo de escribir la historia de las celebridades americanas. Desde Río de Janeiro, donde
representaba diplomáticamente al gobierno del Uruguay, Lamas le pidió a Mitre en marzo
de 1854 que hiciera tomar en Buenos Aires copia de todos los documentos relativos a
Belgrano que pudieran resultar útiles. D on Bartolomé buscó los documentos, los encontró
en completo desorden, pero abundantes y valiosos, y aconsejó a Lamas que no publicase su
obra sobre Belgrano como pensaba, pues no sería sino un trabajo muy deficiente. Por distin-

22
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

ferentes a la estadía del coronel Manuel Belgrano en Rosario en febrero


de 1812 y su intercambio de correspondencia con el Gobierno Superior
Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre del Sr.
don Fernando VII6, revelando así el nacimiento oficial de la escarapela
nacional y la presentación de la primera bandera patria.

Primera bandera Patria: Las teorías existentes

Resulta hoy imposible determinar contundentemente cuál fue el


diseño de la primera enseña concebida por Manuel Belgrano e izada en
Rosario el 27 de febrero de 1812.

Ello se debe a que a la fecha no se han hallado, o quizás no existan,


documentos que permitan respaldar una opinión definitiva sobre el tema.

Al no poder pronunciarse por un juicio categórico, lo más razonable


será dejar planteadas las distintas hipótesis existentes.

Se destacan a continuación, cronológicamente, las cuatro opiniones


más conocidas sobre el posible modelo de la primera creación belgra-
niana:

tas ocupaciones Mitre interrumpió la tarea de búsqueda y recién a fines de 1857 la retomó,
siempre con el objeto de comunicar todo a Lamas. Sin embargo, nunca le envió esos docu-
mentos que servirían para la “Historia de Belgrano” por Lamas y los hizo servir para escribir
la “Historia de Belgrano” por Mitre. La obra de Mitre nació de la obra de Lamas. ALBERDI,
Juan Bautista, Grandes y pequeños hombres del Plata, París, Casa Editorial Garnier Hermanos,
1912, pp. 1-9.

6 Juan Manuel BERUTI señala que esa fue la denominación dada al Gobierno a partir del 1º
de diciembre de 1811, según lo dispuesto en el Estatuto Provisional jurado en esa fecha (artí-
culo 8º). Ese Gobierno o Junta Ejecutiva había sido nombrado el 23 de septiembre anterior y
estaba compuesto por tres vocales y tres secretarios. Memorias Curiosas, Buenos Aires, Emecé
Editores, 2001, pp. 182 y 191.
El término que comúnmente utilizamos para nombrar a ese Gobierno o Junta Ejecutiva es
“Triunvirato”. Al respecto, Enrique DE GANDÍA escribía: “Se inventó el término Triunvi-
rato para hablar de un gobierno que se llamó a sí mismo Junta Ejecutiva. Los miembros del
Triunvirato murieron todos ignorando que con el tiempo se les llamaría triunviros”. Historia
de la República Argentina, Tomo VII, Tercera Edición, Buenos Aires, Editorial Sopena Ar-
gentina, 1950, p. 649.

23
Adolfo Mario Golman

1. La idea más antigua, clásica y única existente durante más de ocho


décadas (desde 1859 hasta 1940) es la de Bartolomé Mitre7. Según su
pensar, el primer modelo habría sido un pabellón de tres fajas horizon-
tales del mismo ancho, celeste en la parte superior e inferior y blanco
al medio.

2. Recién hacia 1940 nace una teoría distinta. Su concepción perte-


nece a Félix A. Chaparro quien plantea que la primera insignia fue de
dos franjas verticales, blanca la unida al asta y celeste la restante8.

3. En esa misma década se propone una tercera teoría, la que ve


también a la primera insignia formada por dos paños, pero horizontales,
blanco el superior y celeste el inferior. Mario Belgrano (descendiente
del prócer) respalda esta opinión en la observación del retrato al natu-
ral pintado a Manuel Belgrano en Londres en 1815. A la derecha, en
la obra, un cortinado recogido deja en descubierto la escena de una
batalla. Allí las tropas patriotas aparecen portando tres emblemas que
responden al modelo descrito9.

4. Finalmente, hacia 1957 surge una nueva opinión elaborada por


Augusto Fernández Díaz, quien argumentó que la primera bandera pa-
tria izada en Rosario habría sido de tres franjas horizontales, blancas las
de los extremos y celeste la central10.

7 MITRE, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Tomo II, Buenos


Aires, Librería La Facultad, 1927, pp. 32-33, 54-55, 127-129 y 135.

8 CHAPARRO, Félix A., artículo publicado el 22 de abril de 1940 en el Diario La Capital,


Rosario, Santa Fe. Véase del mismo autor: Belgrano y los símbolos de la Patria, Escarapela, Ban-
dera y Escudo, Santa Fe, 1942. Esta teoría, en la actualidad, está prácticamente descartada.

9 BELGR ANO, Mario, “En torno a los retratos de Rivadavia y Belgrano”, Boletín del Instituto
de Investigaciones Históricas, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires,
Nº 89-92, Tomo X XVI, Buenos Aires, julio de 1941 a junio de 1942, pp. 14-15. Del mis-
mo autor: Historia de Belgrano, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, Colección:
Hombres representativos de la Historia Argentina, 1944, p. 142, nota 2.

10 FERNÁNDEZ DÍAZ, Augusto, “Las dos banderas de Macha deben volver a Rosario”,
Diario La Capital, Rosario, 15 de junio de 1957 y “La bandera de Macha”, Diario La Capital,
Rosario, 29 de septiembre de 1957.

24
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Celeste, no azul

Debe tener presente el lector que cuando las distintas descripciones


de las escarapelas o banderas que se citan hagan referencia al azul, se las
interprete, salvo aclaración en contrario, como la tonalidad más clara
del mismo, es decir, el celeste.

Al respecto, Vicente Mario Quartaruolo explica: “Al correr de la


pluma muchos pueden emplear la palabra azul en lugar de azul celes-
te o celeste; pero ninguno de los que habla del celeste lo aplica como
sinónimo del azul” y sostiene, además, que “[...] en los primeros años
de la creación belgraniana, el celeste fue inmutable y solo por error o
desatención se empleó la palabra azul a secas”.

Continúa ilustrándonos este autor cuando expresa: “Con palabras


distintas o con voces derivadas en todos los idiomas se distingue el azul
del celeste; el más tenue, similar al cielo claro”, agregando: “En el léxico
español de la primera mitad del siglo pasado [siglo XIX] se empleaba
poco la palabra celeste a secas; se la nombraba azul-celeste indicando
claramente el carácter derivado del celeste”11.

Como corolario de un informe fechado en Buenos Aires el 25 de


abril de 1878 referido a la historia de los colores de la enseña patria,
Bartolomé Mitre afirma: “[...] el color típico y legítimo de la bandera
argentina es azul-celeste, según la tradición primitiva, la ley, la historia
y la idea política y nacional que simboliza”12.

Aclaraciones terminológicas

En la moderna concepción de los estudios de Vexilología los voca-


blos bandera, enseña, insignia, lábaro, estandarte, divisa, señera, emble-

11 QUARTARUOLO, Vicente Mario, “Los Colores de la Primer Bandera Argentina”, Anua-


rio del Instituto de Investigaciones Históricas, Vol. Nº 10, Universidad Nacional de Rosario,
Facultad de Filosofía, Rosario, 1968-1969, pp. 163, 170 y 176.

12 Anteproyecto de ley de la Academia Nacional de la Historia sobre fijación y caracteres


inalterables de los símbolos nacionales, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Vol.
XVI, Buenos Aires, 1942, p. 390.

25
Adolfo Mario Golman

ma, pabellón y pendón pueden ser asumidos como sinónimos, sin que
impliquen connotaciones de por sí. Por ello, se han utilizado indistinta-
mente a lo largo de la obra.

Del mismo modo, las expresiones “Ejército del Norte”, “Ejército


Auxiliador del Perú” y “Ejército Porteño” distinguen a las expediciones
militares enviadas por el Gobierno de Buenos Aires hacia el Alto Perú.

Desde 1985 una única bandera

La Ley Nº 23.208 sancionada el 25 de julio de 1985 y promulgada


por el Poder Ejecutivo Nacional mediante el Decreto Nº 1541 del 16 de
agosto siguiente establece que tanto el Gobierno Federal, los Gobiernos
Provinciales y los particulares tienen derecho a usar la Bandera Oficial
de la Nación.

Ésta es una enseña de tres franjas horizontales de igual ancho, ce-


leste a los extremos y blanca la central, con un sol color amarillo oro
en medio de la franja blanca. El sol es el de la moneda de oro de ocho
escudos y de la de plata de ocho reales que se encuentra grabado en las
primeras monedas argentinas de 1813. Tiene 32 rayos, dieciséis rectos y
dieciséis ondulantes, alternados y en la misma posición que se observa
en esas monedas. Ver el modelo de la enseña en Lámina 1 del Anexo
Gráfico.

Hasta la vigencia de la Ley Nº 23.208 a los particulares sólo les


era permitido usar la bandera de tres franjas sin sol, reservándose el
Gobierno Nacional y de provincias el uso de la que tenía el astro rey
(incorporado originalmente en 1818).

El día de la Bandera

En 1938 se dispuso que “el día de la Bandera” se conmemorase en


los aniversarios del fallecimiento del general Manuel Belgrano (20 de
junio de 1820) en lugar de hacerlo recordando el primer izamiento, ge-

26
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

nerando esta decisión oficial que el 27 de febrero pasara normalmente


desapercibido.

No debiera verse únicamente a la figura del general Belgrano como


el primero que decidió enarbolar un símbolo que representara a las Pro-
vincias Unidas (hoy República Argentina). Supo, también, defender los
principios revolucionarios de Mayo de 1810 con sus patrióticas actitudes
y con las armas, aún sin haber seguido una carrera militar. Abnegado y
obediente, fomentó incansable el desarrollo económico y la educación.

No sería irrespetuoso, entonces, reclamar que el 27 de febrero se


celebrara “el día de la Bandera” y que todos los 20 de junio se recordara
puntualmente la encomiable trayectoria de Manuel Belgrano, uno de
los Padres de la Patria.

Destacado

Se han resaltado en “negritas” determinadas palabras y frases


con el ánimo de ayudar al amable lector a fijar las principales ideas en
los distintos temas tratados.

27
PRIMER A PARTE

COLORES Y FORMA DE LA PRIMERA ESCAR APELA

SU DISPOSICION EN LA PRIMERA BANDERA


Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 1

La situación política

Resulta particularmente ilustrativo conocer la evolución de la co-


yuntura política desde los célebres días de Mayo de 1810 hasta los mo-
mentos previos a la declaración oficial de la primera escarapela patria.

Saavedristas y Morenistas

Las ideas sobre cómo continuar después de la Revolución de Mayo


tomaron cuerpo de modo distinto entre los miembros de la Primera
Junta13 según fuera la facción opinante. Saavedristas y morenistas se
iban distanciando en el intento de imponer cada uno las suyas.

Se desdibujaba así el efecto de las cintas de color blanco que pen-


diendo de los ojales de las casacas, los reunió en la Semana de Mayo de
1810. Cintas que significaron un deseo de unión entre criollos y espa-
ñoles europeos14.
13 Héctor RECALDE y Teresa EGGERS-BR ASS, señalan: “Junta Provisional Gubernativa
de las Provincias del Río de la Plata por el Sr. D. Fernando VII” fue el nombre oficial de nues-
tra Primera Junta. Historia II, Europa y América en la Época de las Revoluciones (1750-1830),
Buenos Aires, Mapu Editora, 1995, p. 188.
En la proclama del 26 de mayo de 1810, lanzada desde la Real Fortaleza de Buenos Aires, se
puede leer que la primera denominación utilizada fue “Junta Provisional Gubernativa de la
Capital del Río de la Plata”. Andrés J. ABAD presenta una fotografía de aquella notificación
pública en “Semblanzas Galénicas, los médicos en el Cabildo Abierto”, La historia patria y
la acción de sus armas, en Revista Militar, Nº 656, Círculo Militar Argentino, Buenos Aires,
1960, p. 61.

14 Luis E. ARGÜERO señala: “La conocida versión de que [Domingo María Cristóbal]
French y [Antonio Luis] Beruti repartieron cintas celestes y blancas en la Semana de Mayo,
recogida por Mitre de labios del coronel [José María] Albariño y confirmada en su Memoria
Autógrafa por [Cornelio Judas Tadeo] Saavedra, está hoy [año 1966] casi desvanecida como
errónea por las investigaciones realizadas por los historiadores Marfany, [de] Gandía, Fernán-
dez Díaz y otros y las propias Memorias Curiosas de Juan Manuel Beruti, hermano del coronel
de igual apellido”. “La Bandera en la Plaza”, en Revista Historia, Nº 45, Buenos Aires, 1966,

31
Adolfo Mario Golman

Es muy útil reproducir diversos conceptos de Ernesto Palacio15 que


permiten caracterizar a cada bando: “La fracción encabezada por
Saavedra que soportaba de mala gana la influencia decisiva de [Ma-
riano] Moreno, contaba con la adhesión de las fuerzas armadas, de
que éste carecía, con la sola excepción de un regimiento: el ‘Estrella’, al
mando de Domingo French [...]”; “La fracción ‘saavedrista’ de la Junta
encontró en los diputados del interior el instrumento para terminar con
la influencia del impetuoso y temible secretario. En la circular del 27 de
mayo de 1810 convocando a elección de diputados, se había deslizado
un error, al agregar que los electos se irían incorporando al gobierno en
calidad de vocales. A esta cláusula se aferró la parte adversa al morenis-
mo para lograr una mayoría que anulara su acción. La incorporación de
los diputados al Ejecutivo tenía para la actitud conservadora la ventaja
inapreciable de impedir el congreso, con lo cual se aplazaría toda deci-
sión hasta conocer el desenlace de los acontecimientos de España. No
habiendo congreso, no habría tampoco constitución, ni independencia:
todo ello prematuro, según el Deán [Gregorio] Funes [...]”.

Continúa explicando Palacio: “Moreno exponía un plan político de


gran envergadura. Según sus palabras, dicha asamblea, representación
de todo el virreinato, debía asumir facultades constituyentes, ya que la
independencia de las colonias era la consecuencia necesaria de la
nota (1), p. 25.
Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ, a su vez, detalla interesantes crónicas que permiten apreciar
que las cintas que habrían repartido French y Beruti en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de
Mayo), eran blancas. Una de ellas, publicada en la Revista del Instituto Histórico y Geo-
gráfico del Uruguay, tomo XII, es una carta de Ramón Manuel de Pazos, según se presume,
dirigida a Francisco Juanicó, vecino de Montevideo, y fechada en Buenos Aires el 26 de
mayo de 1810 que dice: “La mañana del lunes [21 de mayo] Frenche [French], Beruti (Oficial
de las Cajas Reales) y un Arzac que no es nada fueron a la Plaza como representantes del
Pueblo, y repartieron retratos de Fernando 7º y unas cintas blancas que la tropa (esto es los
oficiales) traían en el sombrero y otros atadas en los ojales de la casaca que decían significaba
la unión de Europeos y Patricios, pero yo a ningún Europeo lo he visto, y ayer ya había una
cinta roja encima que me dicen que significaba Guerra, y la blanca Paz para que se escoja”.
“La divisa de Mayo”, en Revista Historia, Nº 20, Buenos Aires, 1960, pp. 273-277.
Por su parte, Juan Manuel BERUTI confirma que los partidarios de la Junta, además de lucir las
cintas blancas (nunca se refiere a celestes y blancas), tenían en el sombrero una escarapela encar-
nada y un ramo de olivo por penacho. Esto último significaba paz y la cucarda roja sangre contra
alguna oposición que hubiera a favor del Virrey. Op. cit. en 6, Memorias Curiosas, p. 141.

15 PALACIO, Ernesto, Historia de la Argentina, 1515-1835, Tomo I, Buenos Aires, A. Peña


Lillo Editor, 1973, pp. 186, 188-189 y 192-194.

32
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

inevitable pérdida de España [...]”; “La incorporación decidida el 18


de diciembre de 1810 de los representantes del interior a la Junta de Go-
bierno [conocida también como Junta Grande], motivó la renuncia de
Moreno, quien veía en ella el fracaso de su plan y una secuela de desdi-
chas para el país. La renuncia de Moreno no fue aceptada, se le designó
para una misión diplomática en Londres. Se embarcó el 24 de enero
de 1811 y murió el 4 de marzo alta mar, a los 32 años de edad [...]”;
“El cambio de régimen se traducía desde el comienzo en un cambio
también de lenguaje político. En la circular en que se lo comunicó a los
Cabildos volvió a hablarse de ‘nuestra amada metrópoli’ y de ‘la infide-
lidad y vasallaje a nuestro desgraciado Fernando [VII] [...]’”; “Después
del desastre de Huaqui16 cuya noticia llegó a Buenos Aires el 20 de julio
de 1811 la Junta decidió enviar una delegación para tratar con Elío17
integrada por [Juan José] Paso, [José Julián] Pérez y el Deán Funes.
Reunidos con los representantes del virrey, firmaron el 1º de septiembre
de 1811 un tratado preliminar por el cual el gobierno de Buenos Aires
reconocía que las provincias de su mando formaban parte integrante de
la nación española y se comprometía a enviar diputados a las Cortes y

16 Producida la gesta de Mayo, una Primera Expedición Auxiliadora parte en julio de 1810
desde Buenos Aires con destino a Córdoba, al mando del coronel de Arribeños Francisco
Antonio Ortiz de Ocampo y del representante de la Junta Hipólito Vieytes. Su misión era
sofocar el movimiento contrarrevolucionario encabezado por el ex Virrey y héroe de la Re-
conquista Rioplatense Santiago de Liniers (nacido Jacques Antoine Marie de Liniers et Bre-
mond). Ortiz de Ocampo es reemplazado por el teniente coronel Antonio González Balcarce
y Vieytes por el vocal del Primer Gobierno Patrio Juan José Castelli. El 26 de agosto, en el
paraje denominado Cabeza de Tigre (localidad próxima a Cruz Alta, actual departamento
cordobés de Marcos Juárez), Liniers y otros complotados son fusilados por orden de la Junta.
La expedición toma luego rumbo Norte, hacia el Alto Perú, con el fin de hacer reconocer la
autoridad de la Junta Porteña y despertar en los pueblos a su paso el entusiasmo por la causa
de la revolución. La primera acción contra los realistas aconteció el 27 de octubre de 1810 en
Cotagaita y concluyó en derrota para los porteños. Sin embargo, un importante triunfo en la
batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, consolidó la presencia de las fuerzas patrio-
tas en las provincias altoperuanas y las impulsó hasta las orillas del río Desaguadero, límite
mismo entre el ex Virreinato del Río de la Plata y el del Perú. Allí los coloniales al mando del
general José Manuel de Goyeneche, quebrantando un armisticio de 40 días firmado el 16 de
mayo de 1811, obtuvieron el 20 de junio una decisiva victoria en la contienda de Huaqui, la
que hizo tambalear el éxito de la Revolución del Plata.

17 El Consejo de Regencia de Cádiz había designado Virrey del Río de la Plata a Francisco
Javier de Elío, quien regresó desde España a Montevideo el 12 de enero de 1811, decidido a
intimar a la Junta porteña el sometimiento a su autoridad. Instituto Nacional Belgraniano,
General Belgrano, Apuntes Biográficos, Segunda Edición, Buenos Aires, 1995, p. 47.

33
Adolfo Mario Golman

socorros a la madre patria. Era la entrega de la revolución, su impopula-


ridad se agravó. La resistencia contra la Junta se hizo unánime y clamo-
rosa [...]”; “Se decidió fundar un Poder Ejecutivo Provisorio [el 23 de
septiembre de 1811] con Paso, [Francisco Antonio] Chiclana y [Manuel
de] Sarratea denominado Gobierno Ejecutivo [conocido por nosotros
como Primer Triunvirato, siendo designados como secretarios Bernar-
dino de la Trinidad González Ribadavia -quien cambiará su apellido
por Rivadavia-, Vicente López y Planes y José Julián Pérez]. Significó la
reacción de la capital contra el predominio provinciano de la Junta.”

Sociedad Patriótica versus Primer Triunvirato

Vicente Fidel López18 -hijo de Vicente López y Planes- completa


el panorama político: “En muy pocos días la Sociedad Patriótica es-
tablecida el 13 de enero de 1812 [en realidad, esa fue la fecha del re-
lanzamiento de la creada originalmente en marzo de 1811 y que fuera
desactivada por los saavedristas como resultado de los sucesos del 5 y
6 de abril de ese año19], con la cooperación y con el más decidido favor
del gobierno mismo en cuya contra volvía ahora todo su influjo y a cuya
apertura habían asistido todos los miembros del Gobierno, los Obispos
de Buenos Aires y Córdoba, las corporaciones, los militares e infinidad
de ciudadanos que atestaron el local en términos de que una parte de
la concurrencia quedó en la calle, se convirtió en un club político de
oposición al Gobierno, bajo el influjo de morenistas y de [Bernardo

18 LÓPEZ, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina, Tomo II, Tercera Edición,
Buenos Aires, Sopena Argentina, 1949, pp. 396, 444-445, 448 y 472.

19 El alzamiento del 5 y 6 de abril de 1811 consistió en una irrupción popular de gente de


campo y de los arrabales en la Plaza de la Victoria, cuya organización se atribuye a los saave-
dristas Tomás Grigera y Joaquín Campana. El objetivo de esta “pueblada” fue excluir del go-
bierno a los morenistas. Se logró así la separación de Hipólito Vieytes, Miguel de Azcuénaga,
Juan Larrea y Nicolás Rodríguez Peña quienes fueron confinados; Gervasio Antonio Posadas,
Agustín Donado y José de Moldes desterrados; Domingo French y Antonio Luis Beruti re-
movidos de sus cargos militares y expulsados de la ciudad, y Manuel Belgrano sometido a
proceso. Esto último resulta muy llamativo, ya que a don Manuel nunca le interesó formar
partidos ni seguirlos, según surge de sus propias palabras escritas en la carta que dirigió a
Rivadavia el 15 de abril de 1813 y cuyos párrafos salientes se transcriben en las páginas 50 y
51. Finalmente, la Sociedad Patriótica quedó neutralizada y Cornelio Saavedra se mantuvo
como Presidente de la Junta Grande.

34
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

de] Monteagudo que, enteramente dado a ellos, se dejaba ir a la expre-


sión apasionada de sus celos y de sus ofensas contra el predominio de
Rivadavia”;

Agrega López: “Predominaba, indudablemente, en el Gobierno un


personalismo demasiado acentuado, que rayaba con frecuencia en un
verdadero absolutismo; y todos acusaban a don Bernardino Rivada-
via de ser él quien le daba al Poder Ejecutivo ese carácter imperioso y
exagerado [...]”; “Después de haber perdido a su ilustre jefe, el primiti-
vo partido Morenista flotaba sin dirección y sin haber encontrado un
hombre superior que pudiera dársela, o tomar la responsabilidad de sus
intereses políticos. Pero su personal continuaba compacto, apasionado
y ofendido, no tanto por intransigencia propia cuanto por culpa de los
triunviros, o mas bien dicho, de don Bernardino Rivadavia, que en la
idea de constituir un poder moderador, independiente de las fac-
ciones anteriores -y porque conservaba también sus puntos de rencor
contra el ilustre fundador de ese partido- había hecho ostentación de
tenerlo alejado, a la par que a los fieles del partido saavedrista, sin prever
las contingencias ulteriores que eso podía tener”; “El partido Morenista
tenía una amplia concepción de los fines de la Revolución de Mayo.
Cuando estalló el rompimiento de la Junta Conservadora con el Poder
Ejecutivo20, los morenistas se ilusionaron que iban a entrar en el poder,
y se adhirieron al movimiento contra sus odiosos adversarios. Pero, el
Poder Ejecutivo no hizo mérito de ellos y se mostró inclinado a gobernar
con los hombres moderados del partido caído, o con aquellos que se ha-
bían mantenido neutros en las luchas anteriores [...]”; “Justo y necesario
es, también, no olvidar que los miembros del Poder Ejecutivo no habían
entrado al Gobierno como adversarios declarados de Saavedra o de su
partido, sino como representantes de la parte más sana, más moderada y
más independiente de él”; “El Gobierno, y Rivadavia que nunca había

20 La Junta Grande devenida en Junta Conservadora fue disuelta por el Triunvirato mediante
un decreto del 7 de noviembre de 1811. Explica Roberto Edelmiro PORCEL, que el Triun-
virato tenía las funciones propias del Poder Ejecutivo y la Junta Conservadora las facultades
legislativas de declarar la guerra, la paz, las treguas, los tratados de límites y de comercio, crear
nuevos impuestos, tribunales y empleos y nombrar, en caso de muerte o renuncia, miembros
del Poder Ejecutivo. Todo esto de acuerdo a un reglamento que el Triunvirato no aceptó.
Biografía del Brigadier Don Cornelio Judas Tadeo Saavedra, La Espada de Mayo, Buenos Aires,
Editorial Dunken, 2004, p. 130.

35
Adolfo Mario Golman

sido amigo de Moreno ni de su círculo, se mantenían en un terreno,


sin desviarse de su origen ni de sus afinidades. Los miembros del Poder
Ejecutivo contaban, pues, con un partido propio bastante numeroso,
entre la burguesía y las clases acomodadas de la capital[...]”.

Respecto a si fue morenista el Primer Triunvirato, Héctor Recalde


y Teresa Eggers-Brass opinan: “Habitualmente se habla de la ideología
del Primer Triunvirato como ‘morenista’, porque la Sociedad Patriótica
participó en la oposición que condujo a la creación del Primer Triunvi-
rato. Sin embargo, no podemos decir que los miembros de este gobierno
hayan sido morenistas: en realidad, el golpe actuó en contra de Saavedra
por su involucramiento en las jornadas del 5 y 6 de abril [de 1811], pero
estar en contra de Saavedra no quiere decir ser morenista. Es más: el
alma del Primer Triunvirato fue Bernardino Rivadavia, con quien
Moreno no acordaba en absoluto, y de quien dijo despectivamente
que ‘usurpaba el aire de los sabios, y afectaba ser grande en todas las
carreras cuando en ninguna ha dado el primer paso’”21.

José Luis Busaniche señala: “[...] Andaba en estos manejos el secreta-


rio de guerra don Bernardino Rivadavia, que ejercía desde un principio
una dictadura personal dentro del gobierno y a cuya voluntad se doble-
gaban todos los miembros del Ejecutivo [...]”22.

Bien indica, entonces, Juan Cánter: “El morenismo que tanto había
contribuido a la creación del nuevo ejecutivo, soslayó poco después
toda colaboración, para luego divorciarse por completo. Sus principios
democráticos y legalistas no se hallaban acordes con la marcha del go-
bierno. Sufre así una escisión partidaria, los puros y teóricos se refugian
en el seno de la Sociedad Patriótica; los oportunistas juntamente con al-
gunos saavedristas moderados, ocupan cargos o apoyan al gobierno”23.
21 Op. cit. en 13, RECALDE, Héctor y EGGERS-BR ASS, Teresa, Historia II, Europa y
América..., p. 214.

22 BUSANICHE, José Luis, Historia Argentina, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1979, p.


323.

23 CÁNTER, Juan, Las Sociedades Secretas y Literarias, Historia de la Nación Argentina, Vol.
V, Primera Sección, Capítulo IX, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961, p.
240.

36
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Comentando el relanzamiento de la Sociedad Patriótica ocurrido el


13 de enero de 1812, Salomón Abud escribe: “[...] Se elige Presidente a
Monteagudo, y esta designación hará de la Sociedad Patriótica, en me-
nos de un mes, un foco de ataques y críticas al gobierno, una organiza-
da fuerza de oposición dirigida hábilmente por el empecinado jacobino
contra Bernardino [Rivadavia], cabeza visible el Ejecutivo”24.

Confirmando la acentuada disidencia en la ideas, Vicente D. Sierra


nos ilustra: “Poco tardó el Triunvirato, y en particular Rivadavia, en no
ver con simpatía a la Sociedad Patriótica [...]”25.

Como conclusión, es posible afirmar que acontecida la Revolución


de Mayo se visualiza una irreconciliable rivalidad entre los objetivos de
saavedristas y morenistas.

Creado en septiembre de 1811 el Primer Triunvirato es fácil advertir


que al poco tiempo surge otro fuerte enfrentamiento. Esta vez es entre
el gobierno, personificado en el secretario Bernardino Rivadavia, y los
adherentes a las ideas de Mariano Moreno. Dentro de este contexto
político de confrontación se desarrollarán los acontecimientos
relacionados con la creación de la primera escarapela nacional.

24 ABUD, Salomón, Rivadavia, El organizador de la República, Buenos Aires, Editorial Cla-


ridad, 1945, p. 96.

25 SIERR A, Vicente D., Historia de la Argentina, Los primeros gobiernos patrios (1810-1813),
Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1957, p. 490.

37
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 2

Posible origen del celeste y blanco adoptado por los morenistas

José de Moldes y su escarapela nacional

Retrocedamos por un momento hasta el último día del año 1810.


En esa fecha, José de Moldes, por aquél entonces Teniente Gobernador
de Mendoza, le escribe al Gobierno una carta en la que expresa textual-
mente26:

“La 1º compañía de Alabarderos27 está completa de gente, pero con


la precisa obligación y trabajo de formar militares desde el capitán que
la manda hasta el último soldado, solo hay aplicación y disposición para
el servicio activo en el capitán y alférez, la que para aprovechar es ne-
cesario no perder de vista el cuartel, por lo que tardarán algo más en
disciplinarse, pues no hay más que un cabo que pueda ayudarme y éste
desgraciadamente es sordo.”

“a estas dos compañías he puesto escarapela nacional, que he


formado con alusión al Sur, celeste, y las puntas blancas por las
manchas que tiene este celaje que ya vemos despejado: el modelo
irá en primera ocasión.”

26 Op. cit. en 1, Documento Nº 9, pp. 27-28. Citan los autores la fuente originaria: Archivo
General de la Nación, División Nacional, Sección Gobierno, Guerra, 1811 (X. 3-3-3).

27 Los Alabarderos eran soldados armados de alabarda que constituían cuerpos de ejército,
cuya misión era derribar a los jinetes y rematarlos en tierra. La alabarda es un arma antigua
que consta de un asta con punta de hierro y una cuchilla transversal, aguda por un lado, y de
figura de media luna, por el otro. También se la utilizaba en los combates cuerpo a cuerpo.
Con el tiempo, los Alabarderos dejaron de ser una milicia de combate y pasaron a constituir
la guardia de honor y de escolta de los gobernantes. Julio Mario LUQUI LAGLEYZE explica
que en 1813 la guarnición de Mendoza contaba, entre otros cuerpos, con una compañía de
Alabarderos que hacía la guardia del gobernador. Los Cuerpos Militares en la Historia Argen-
tina, 1550 - Organización y Uniformes - 1950, Instituto Nacional Sanmartiniano (Buenos
Aires) y Fundación Mater-Dei (Rosario), 1995, p. 118.

39
Adolfo Mario Golman

“Las graduaciones que he puesto a los capitanes, es un sol, en cada


vuelta, al teniente uno en la derecha y al alférez en la izquierda, el sargen-
to mayor deberá llevar dos en la derecha y uno en la izquierda, el teniente
coronel dos en cada vuelta y el coronel tres y los cabos y sargentos con es-
trellas: son graduaciones más baratas, olvidan el uso de nuestros tiranos
y tiene alusión con lo más sagrado que adoraron nuestros abuelos.”

“La reunión de las provincias, parece que da margen para con-


siderar llegado el tiempo del uso de una cocarda (sic) nacional y
de una graduación propia de ella, más cuando la tienen todas las
naciones y que es precisa para que nuestros paisanos levanten la
cabeza que aún llevan baja.”

“Desearía fuese de la aprobación de vuestra excelencia y en el interín


viene la orden de vuestra excelencia la tengo colocada en mi sombre-
ro.”

“Dios guarde a vuestra excelencia muchos años, Mendoza 31 de


diciembre de 1810. José de Moldes.”

Vista la fecha es el primer documento que hace directa referencia


al uso de una cucarda nacional, símbolo patrio que no será decretado
oficialmente hasta el 18 de febrero de 1812 y que, como veremos en
los capítulos siguientes, tendrá una distinta distribución de los colores
blanco y celeste sobre la tela.

Las expresiones escritas por Moldes revelan un claro anhelo de


emancipación. Es concreto al momento de detallar los colores impues-
tos a la divisa y su motivo inspirador: del cielo del Sur toma origen el
color principal o de fondo, el celeste, y por las nubes, que manchando
ese cielo se terminan por disipar, surge el color compañero, el blanco.

Moldes continuó como Teniente Gobernador y Subdelegado de la


Real Hacienda de Mendoza hasta el 12 de enero de 1811. En esa fecha
recibió órdenes de entregar el mando militar a don Javier Rosas y el
político al Cabildo, para luego presentarse en Buenos Aires, sin pérdida
de tiempo, a servir en el empleo de sargento mayor del Regimiento de
Caballería de la Patria.

40
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El 25 de febrero se le mandó conducir 600 hombres a la Banda Orien-


tal (hoy República Oriental del Uruguay) partiendo los primeros días de
marzo. Sin embargo, ni bien llegó a La Bajada (actual ciudad de Paraná,
provincia de Entre Ríos) recibió nuevas directivas para que los entregara a
José Rondeau, José Gervasio de Artigas y Rafael Hortiguera 28.

Los colores que identificaron a la Sociedad Patriótica

Se destacan, a continuación, distintas citas que permitirán conocer


acerca de la estrecha vinculación entre la Sociedad Patriótica y los colo-
res celeste y blanco.

“[...] Según parece resultar, el bicromático argentino nació a prin-


cipios de marzo de 1811, como distintivo del Club del Café de Mall-
cos29, de la Sociedad Patriótica en formación, del Regimiento Estrella
de América, mandado por los coroneles French y Beruti y, en general de
todos los que formaban la oposición al Saavedrismo [...]”30.

“[...] Domingo French, Julián Álvarez, Antonio Beruti, [Juan] Flo-


rencio Terrada e Ignacio Núñez, entre otros, habían conformado un
grupo opositor. Eran herederos de la política Morenista y poco tardaron
en urdir planes para debilitar la influencia de Cornelio Saavedra. Den-
tro de la Junta contaban con el apoyo de los vocales Nicolás Rodríguez
Peña e Hipólito Vieytes, recientemente incorporados”31.

“Como consecuencia de la separación del secretario de la Primera


Junta, don Mariano Moreno, se gestó un movimiento conducido por

28 MOLDES, José de, “Exposición del coronel José de Moldes acerca de sus servicios a la cau-
sa pública”, Biblioteca de Mayo, Tomo II, Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación,
1960, pp. 1329-1334.

29 Conocido también como el “Café de Marcó”, “Café de Marcos” o “Café de Marco”, su


dueño era Pedro José Marcó y estaba situado en la esquina de las actuales calles Alsina y Bo-
lívar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

30 Luis E. ARGÜERO, op. cit. en 14, “La Bandera en la Plaza”, nota (1), p. 25.

31 LUNA, Félix, Juan Martín de Pueyrredón, Grandes Protagonistas de la Historia Argentina,


Buenos Aires, Editorial Planeta, 2000, p. 71.

41
Adolfo Mario Golman

los coroneles French, Beruti y [Vicente] Dupuy, con el ánimo no oculto


de reponerlo en las funciones de las que había sido destituido. A princi-
pios del mes de marzo de 1811, se anunció de palabra al pueblo que se
formaría una Sociedad Patriótica, designándose como lugar de concen-
tración el café del Colegio, frente a San Ignacio. [...] Los concurrentes a
la reunión debían distinguirse por el uso de una escarapela o cintas
de colores celeste y blanca; los organizadores contaban con la pro-
tección del Regimiento Estrella, que luego fue denominado América,
comandado por Domingo French y el de Granaderos de Fernando VII
cuyo comando ejercía el coronel Juan Florencio Terrada”32.

“[...] Organizadas las bases del Club, realizadas las reuniones prepa-
ratorias, se circularon invitaciones y a fines de febrero o primeros días
de marzo quedó instalado. Asistió numerosa concurrencia de civiles y
algunos militares de los regimientos Estrella y Fernando VII [...]”33.

Carlos A. Ferro confirma que los cuerpos que llevaban la escarapela


celeste y blanca eran los regimientos América, al mando del coronel
French, y Granaderos de Fernando VII, comandado por el coronel Te-
rrada, y que ambos jefes habían apoyado las reclamaciones de la Socie-
dad Patriótica en 181134.

Recuérdese que a los pocos días de la llegada de Moldes a Bue-


nos Aires (enero de 1809), Juan Florencio Terrada lo condujo a una
quinta situada en las afueras de la ciudad, donde se reunió con
varios americanos que trataban de la independencia. Moldes, ins-
truyéndoles de lo que favorecían las circunstancias respecto del estado
de España, se comprometió a propagar la idea en todos los pueblos de
su tránsito y servir, además, con su persona a la causa 35.

32 BOSSIO, Jorge Alberto, “El Café de Marcó”, en Revista Todo es Historia, Nº 117, Buenos
Aires, 1977, p. 91.

33 Op. cit. en 23, p. 228.

34 FERRO, Carlos A., Historia de la Bandera Argentina, Buenos Aires, Depalma, 1991, p.
32.

35 Op. cit. en 28, p. 1330.

42
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

“Los complotados [morenistas] tomaron por divisa un lazo de cintas


azul y blanca, y corriendo por las calles y plazas, convocaban al pueblo
para el 23 de marzo en el Café de Marcos”36.

“[...] Constituidos en la Sociedad Patriótica, se reunían en el Café de


Marco usando distintivos celestes y blancos. Entre los opositores [mo-
renistas contrarios a la Junta Grande] estaban Julián Álvarez, French,
Beruti, [Pedro José] Agrelo, Terrada, Núñez. Contaban con la adhesión
del Regimiento de la Estrella, comandado por French [...]”37.

“[...] La Sociedad [Patriótica] contaba con un adepto de primera lí-


nea en el coronel Domingo French, que durante las invasiones [británi-
cas] se había batido al lado de Pueyrredón, con quien había organizado
el cuerpo de Húsares. Liniers lo ascendió a teniente coronel en 1808 y
la Junta le encomendó la preparación de un cuerpo de infantería deno-
minado América, al que popularmente se dio el nombre de regimiento
de la Estrella, a causa de ser portadores de ese distintivo en la manga
derecha de su uniforme. Ascendió a coronel el 27 de junio de 1810 y a
principios del año 11 su regimiento comenzó a usar la escarapela
azul y blanca. Son imprecisas las noticias en cuanto a si ese uso es o
no anterior a la adopción del distintivo por los jóvenes de la Sociedad
Patriótica, pero se debe aceptar que la influencia de French y su segundo
Antonio Beruti debió ser decisiva entre aquellos que acariciaban la idea
de un cambio de gobierno”38.

Vicente Mario Quartaruolo también se refiere al tema: “Se empleó


tal combinación de colores [celeste y blanco] como símbolo de libertad
e independencia por quienes, como jóvenes cabales, no soportaban la
simulación que el mismo Mariano Moreno les impuso”39.

Más adelante, Quartaruolo cita a Roberto H. Marfany quien se


pregunta: “¿En qué momento empezó a usarse la divisa blanca y celes-
36 Gazeta Extraordinaria de Buenos Aires del lunes 15 de abril de 1811.

37 Op. cit. en 13, RECALDE, Héctor y EGGERS-BR ASS, Teresa, Historia II, Europa y
América..., p. 209.

38 Op. cit. en 34, p. 13.

39 Op. cit. en 11, p. 193.

43
Adolfo Mario Golman

te? [en realidad celeste y blanca]. La respuesta no ofrece dudas. Fue el


símbolo de la libertad que iniciaron los jóvenes morenistas en Marzo de
1811... Documentos de la época establecen que en el mes de Febrero
de 1811 ‘se descubrieron unas escarapelas (cuya significación era
la libertad)’ y que eran ‘escarapelas de fondo celeste’; [...] pero no
se hicieron públicas hasta el mes de marzo y se consagraron el día 23,
al quedar constituida formalmente la Sociedad Patriótica en el Café de
Marco, situado en la esquina del costado de San Ignacio”40.

El Padre Guillermo Fúrlong comentando el trabajo de Marfany


expresó: “Es recién en febrero de 1811 que el color azul o celeste aparece
en la historia argentina, y fue por obra de los morenistas disgustados
con el primer gobierno”41.

El morenista Ignacio Núñez, relata: “[...] En 1811, al año siguiente


de la revolución, me puse la escarapela de este color [celeste] con los
ocho o nueve patricios primeros que la usaron espontáneamente sin
conocimiento del Gobierno; eso dio motivo para que se nos arrestase y
formase causa; estuve un día entero encerrado en el fuerte, hasta que a
la noche me pusieron en libertad”42.

Sintetiza Quartaruolo: “Se ve ahora con claridad que los colores


que eran tomados como de facciosos por el partido saavedrista, no
podían ser los mismos que en los días de mayo de 1810 sirvieron
a saavedristas, morenistas, etc., para alcanzar la dirección del Vi-
rreinato”43.

40 Vicente Mario QUARTARUOLO (op. cit. en 11, p. 194) cita las expresiones de Roberto
H. MARFANY de “La Semana de Mayo”, Diario de un testigo, Buenos Aires, 1955. Con
“Documentos de la época” Marfany se refiere al sumario mandado instruir por decreto de
la Junta Provisional Gubernativa del 11 de julio de 1811 contra los oficiales del regimiento
América por insubordinación contra su coronel. Las declaraciones se pueden consultar en op.
cit. en 1, Documentos Nº 19, pp. 45-48 y Nº 20, pp. 49-50.

41 Op. cit. en 11, p. 194.

42 QUARTARUOLO, Vicente Mario, “Banderas, Bandera Argentina y su iniciación ciu-


dadana y bélica en tierra y agua”, Apartado del Boletín del Centro Naval, Vol. LX XIV, Nº
628, Buenos Aires, 1956, p. 18, quien cita a NÚÑEZ, Ignacio, Noticias Históricas, Tomo II,
Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1952, pp. 198 y 261.

43 Op. cit. en 11, p. 194.

44
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El mismo Cornelio Saavedra escribía sobre sus opositores: “[...] Los


líbelos e indecentes pasquines que se derramaban, no anunciaban sino
decapitaciones y exterminios de muchas personas. Se distinguían ya
los malcontentos [morenistas] con cierta divisa de que el Sargento
Mayor interino de aquel tiempo D. [José] Gregorio Belgrano [uno de
los hermanos mayores de Manuel Belgrano] dio parte al Gobierno. Se
lisonjeaban, y vanagloriaban, de que sus ideas eran protegidas por al-
gunos de los del Gobierno [los morenistas Hipólito Vieytes y Nicolás
Rodríguez Peña eran vocales de la Junta Gubernativa], y que contaban
con la fuerza del Regimiento de América, y con la del de Granaderos
[de Fernando VII] [...]”44.

Las siguientes crónicas, provenientes de agentes extranjeros, tam-


bién confirman el uso de la divisa morenista:

- El capitán de la marina mercante inglesa, Eduard Collins, comuni-


caba al jefe de la flotilla de guerra británica de estación en el puerto de
Río de Janeiro, que el 21 de marzo de 1811 había ocurrido en Buenos
Aires una agitación política que así describía: “[...] entre el batir de tam-
bores y las banderas desplegadas, se habían pronunciado independien-
tes de la Regencia Española, llamando a cada viejo español a declarar
sus sentimientos, bajo amenaza de ser enviados al interior. La nueva
bandera está decorada con una corona imperial y las armas consisten en
un águila, un barco y un ancla; sus escarapelas son azul y blanco”45.

- “La misma información, aunque con algunas variantes, fue trans-


mitida por el embajador español en Río de Janeiro, Marqués de Casa
Irujo, al gobernador del Paraguay, Bernardo de Velasco, el 8 de abril de
1811. Dice así: ‘Ayer tarde entró aquí un barco procedente de Buenos
Aires y cuyo capitán ha declarado que el señor Virrey Elío había reno-
vado el bloqueo con el mayor rigor, y que el día antes de su partida de
Buenos Aires, el populacho andaba muy alborotado, adornando sus
44 PORCEL, Roberto Edelmiro, Instrucciones que dio Don Cornelio de Saavedra a su apo-
derado en el Juicio de Residencia, Agosto 3 de 1814, op. cit. en 20, p. 183.

45 MARFANY, Roberto H., “Origen de la Bandera Argentina”, Boletín de la Academia Na-


cional de la Historia, Vol. LIV-LV, Buenos Aires, 1981-1982, p. 96, quien señala que el docu-
mento fue publicado por Ernesto FITTE en la Revista Historia, Nº 36.

45
Adolfo Mario Golman

sombreros con lazos azules y blancos y tremolando una bandera en


que se veían dos navíos en rumbo encontrado y con un ancla contenida
en una corona con varias letras iniciales pero significativas de que no se
acuerda exactamente.’”46

En la Lámina 5 del Anexo Gráfico se presenta un diseño del distin-


tivo morenista. Nótese en el modelo ilustrado que el color de fondo o
principal es el celeste y el color compañero o secundario es el blanco. El
celeste ocupa la mayor superficie en la tela de la escarapela.

Integrando razonablemente las expresiones hasta aquí estudiadas,


resultaría posible pensar que la divisa celeste y blanca, que utilizaron los
adherentes a la Sociedad Patriótica, hubiera tenido su inspiración en la
escarapela nacional preparada por Moldes, en Mendoza, en diciembre
de 1810.

Recuérdese que José de Moldes llegó a Buenos Aires -procedente de


Mendoza- después de mediados de enero de 1811 y permaneció allí has-
ta principios de marzo47. No debería resultar extraño, entonces, que du-
rante ese lapso hubiera mantenido conversaciones sobre el tema cucarda
nacional con el coronel Terrada (a quien conocía desde 1809) y con otros
líderes morenistas. Su predicamento como militar de carrera formado
en España debió influenciar, seguramente, en aquellos hombres.

46 , Op. cit. en 45, p. 96, quien a su vez refiere a VARGAS PEÑA, Benjamín, Paraguay-Argen-
tina, Correspondencia diplomática, 1810-1840, Buenos Aires, 1945.

47 Acreditando la estadía de Moldes en Buenos Aires hasta los primeros días de marzo de
1811 se transcriben un oficio y un relato:
- Oficio suscripto el 2 de marzo de 1811 por Saavedra, Azcuénaga, [Domingo Bartolomé]
Matheu, Funes, J. García [José Simón García de Cossio] y Paso como Secretario, por el cual
el Gobierno autorizó que se “Entreguen a Dn. José Moldes, comandante de la expedición que
va a salir 1.200 pesos para gastos de la manutención de la tropa a su cargo”. Archivo General
de la Nación, División Nacional, Sección Gobierno, Guerra, 1811, X-3-3-3.
- Relato de Juan Manuel BERUTI, donde cuenta que el 4 de marzo de 1811 “Salieron de esta
capital para la ciudad de Santa Fe 300 hombres de tropa, todos patricios, primera división de
600 y tantos que han de salir al mando del sargento mayor de Caballería de la Patria don José
Moldes”, y agrega a renglón seguido: “El 8 salieron de esta capital los 320 hombres de tropas
(que son 200 Arribeños y 100 Granaderos de Fernando VII) segunda división de los 600 y
más que van al mando de Moldes”. Op. cit. en 6, Memorias Curiosas, p. 163.

46
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Los oficiales French, Beruti y Terrada bien pudieron adoptar en fe-


brero de 1811 las alegorías que identificaron a la divisa creada por Mol-
des y distinguir así a sus regimientos América y Granaderos de Fernando
VII, este último también conocido como “Granaderos de Terrada”48.

Luego, una inmediata y fervorosa extensión del nuevo emblema


hacia los demás adherentes a las ideas de Mariano Moreno -integrantes
de las Sociedad Patriótica- resulta una muy lógica consecuencia.

48 Vicente Osvaldo CUTOLO explica que se llamaba más popularmente “Granaderos de


Terrada” al batallón “Granaderos de Fernando VII” debido al gran prestigio de su jefe. Nuevo
Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Editorial Elche, 1975, Biografía
de Juan Florencio Terrada, Tomo VII, Sc-Z, pp. 307-308.

47
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 3

Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia: una verdadera amistad

Carlos A. Ferro nos introduce al tema: “Rivadavia, su amigo de


siempre, conservó hasta su muerte el retrato que hoy se exhibe en el
Museo Histórico [Nacional]49 . Compartió sus confidencias e inquietudes
como lo documenta la correspondencia que intercambiaron. Fueron co-
munes sus trasnochadas veleidades monárquicas acariciadas en el viaje
a Europa en busca de un príncipe coronable en el Plata”50.

Por su parte, Vicente Fidel López, refiriéndose al denominado Mo-


tín de las Trenzas (acontecido en diciembre de 1811), comentaba que
cuando el Triunvirato fue advertido por Belgrano del vergonzoso es-
tado de la clase militar, tomó medidas serias y apremiantes incitado
por aquél, quien estaba íntimamente ligado con Bernardino Rivadavia
desde su juventud51.
49 El cuadro que actualmente se exhibe en el Museo Histórico Nacional es una copia del retra-
to que fue pintado en Londres en 1815, cuyo original se conserva en el Museo de Artes Plásticas
“Dámaso Arce” de la ciudad de Olavarría, Provincia de Buenos Aires. En ese retrato, Belgrano
aparece sentado, vestido elegantemente, y en un plano lateral se divisa la escena de una batalla.
Sin embargo, parece que éste no fue el que conservó Rivadavia, ya que en Londres Belgrano
se hizo retratar en dos óleos. Salomón ABUD, escribe al respecto: “Desde esta época [1815],
en que ambos posan para el pincel del artista [la obra se atribuye al pintor francés François
Casimir Carbonnier], queda un delicado recuerdo de la grande y estrecha amistad entre Ber-
nardino [Rivadavia] y Belgrano. Éste, aparte del cuadro en que aparece sentado, teniendo a su
lado la perspectiva de una batalla, evocadora sin duda de su vida de guerrero, de sus victorias
y desastres, se ha hecho pintar un hermosísimo retrato de busto, reputado como el más bello
de los cuadros conocidos del general, y que ofrece a Bernardino como delicado testimonio de
su afecto sin reservas, porque Belgrano no las tiene jamás en la amistad. [...] Cuando [Rivada-
via] regrese a Buenos Aires podrá vérselo siempre en la sala de su casa y jamás se apartará de
su espíritu el recuerdo siempre grato del noble compañero con quien compartió y comparte
tantas tristezas y tantas esperanzas”. Op. cit. en 24, p. 195. Vicente M. QUARTARUOLO
explica que el retrato que perteneció a Rivadavia hasta su muerte en Cádiz, ocurrida el 2 de
septiembre de 1845, es un busto de Belgrano, cuyas facciones son similares al del gran cuadro.
Es de fondo oscuro y blanco el óvalo del rostro. “Forma y destino de la Primer Bandera”, en
Revista Historia, Nº 45, Buenos Aires, 1966, nota (4), p. 50.

50 Op. cit. en 34, p. 43.

51 Op. cit. en 18, p. 360.

49
Adolfo Mario Golman

Con el propósito de obtener más fundamentos se visitó, en la ciu-


dad de Buenos Aires, el Museo Mitre. Allí se relevaron, de los Documen-
tos del Archivo de Belgrano, varias cartas dirigidas por don Manuel a
Bernardino Rivadavia.

De las distintas esquelas, previa cita del lugar y fecha de escritura, se


transcriben las siguientes expresiones:

1. Campo Santo, 11 de mayo de 1812: “[...] para otro tanto, los bri-
bones del 5 y 6 de abril [de 1811] me perjudicaron, y perjudicaron a la
patria; ¿qué ventaja se saca de mentir? Nuestra causa está apoyada en la
justicia y verdad; sigamos esta y la sacaremos avante [...]”.

2. Jujuy, 3 de junio de 1812: “Mi querido amigo: Cuanto me alegro


que V. tome a su cargo proteger este Ejército; bien lo necesita; bajo todos
sus aspectos, para que pueda tener el nombre de tal, y distinguirse con
utilidad de la patria [...]“.

3. Jujuy, 19 de agosto de 1812: “[...] es preciso hacerse respetar, y que


se guarde el decoro debido al Gobierno; lo demás nos traerá infinitos
males: cuando se mande una cosa, o siquiera se diga, es preciso soste-
nerla aunque vengan rayos: lo demás se reirán de Vs. y los burlarán”. Fin
de la carta: “[...] créame V. su siempre amigo”.

4. Pasaje, 31 de agosto de 1812: “[...] me gusta mucho la justicia y


para aplicarla no tengo consideración a ningún viviente: tenga V. esta
regla, y verá la autoridad sostenida sin mucho trabajo, como a mi me su-
cede”. “Me alegraré que V. me escriba más claro y de su letra, y me haga
el gusto de decir cómo procedo consecuentemente a la justa distinción
entre la autoridad y la persona. ¿V. también es de los que no quieren oír
los sentimientos justos de los hombres? No lo creo. Yo no sé más que ha-
blar la verdad, y expresarme con franqueza; esto me he propuesto desde
los principios de nuestra revolución, y he seguido y seguiré así”.

5. Jujuy, 15 de abril de 1813: “Mi amigo” [...] “Yo, en verdad, extra-


ñé que V. no me contestase, e infiero ahora que, según costumbre, se
tomarían las cartas los que entraron al Gobierno [quienes habían des-

50
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

alojado del poder a Rivadavia y al Primer Triunvirato el 8 de octubre de


1812], o alguno de los muchos satélites que suelen andar alrededor para
imponerse de mis ideas; no me importa, porque ellas no se apartan de
la razón y justicia que concibo, ni jamás se han dirigido a formar par-
tidos, ni seguirlos; pues es contra mi genio y modo de pensar”[...]
“Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a
buscar la libertad de la Patria amada, y como éste solo es mi objeto, no
las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto
de que seré constante en seguirlos y vendrá la satisfacción de complacer
a V.”

La documentación presentada confirma la franca y sólida amistad


que existió entre Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia. Fue un
vínculo fraterno: ni la controversia motivada por el tema de las banderas
enarboladas en Rosario y en Jujuy, en 1812, pudo empañarlo.

51
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 4

¿Intervino Belgrano en la elección


de los colores de la primera escarapela?

Se intentará llegar a la respuesta combinando tres situaciones:

-Primero, exaltando el fervor religioso de Manuel Belgrano y su vín-


culo con los colores blanco y celeste.

-Segundo, examinando los antecedentes documentales de creación


del primer distintivo patrio desde un enfoque particular, el cual permi-
tirá corroborar, a juicio de quien escribe, la limitada intervención que
habría tenido Bernardino Rivadavia en la elección de aquellos colores.

-Finalmente, se evidenciará por qué debió existir un consenso previo


entre Belgrano, Rivadavia y los miembros del Ejecutivo, para la elección
de la cucarda nacional.

La devoción religiosa de Manuel Belgrano

Al respecto, el Padre Guillermo Fúrlong conceptúa: “Siempre y en


todas ocasiones fue el general Belgrano un ferviente católico”; “Sus
actos públicos estaban acordes con sus máximas: se completaban, for-
mando así esa personalidad tan grande y al mismo tiempo tan humilde
y piadosa”; Abogado en enero de 1793 en la Universidad de Valladolid,
España, escribió a Su Santidad Pío VI exponiendo su deseo de ilustrar-
se y leer escritos prohibidos por la Iglesia, “[...] El Papa le concedió la
autorización en la forma más amplia, para que pudiese leer todo género
de libros condenados aunque fuesen heréticos, a excepción de los de
astrología judiciaria y las obras obscenas”; “A fines de 1793 se lo nombró
secretario perpetuo del Consulado que se iba a erigir en Buenos Aires.
Se instaló y celebró su primera sesión el 2 de junio de 1794 ‘bajo la
protección del Poder Divino, por la intersección de la Virgen María en

53
Adolfo Mario Golman

su Purísima Concepción’”. “Fue su idea y también [la de] formar la ban-


dera del Consulado con los colores de la Inmaculada”; “En Febrero de
1812 se encuentra en Rosario y por sí y ante sí determina enarbolar una
bandera que distinga a los ejércitos nacionales de los ejércitos enemigos.
¿Por qué escogió los colores azul y blanco? Mitre dice que prefirió estos
colores porque eran un reflejo del hermoso cielo de la patria [...]”52.

Impulsada por Bartolomé Mitre existe una antigua tradición referi-


da a qué indujo a Manuel Belgrano a elegir los colores blanco y celeste
para preparar su bandera. José Luis Trenti Rocamora explica: “El ge-
neral Mitre cuenta en su biografía de Belgrano, que la bandera es el ‘...
reflejo del hermoso cielo argentino surcado por nubes blanquecinas...’”.
Agrega que el fundamento de Mitre pudo ser muy poco debatido hasta
que “[...] Estando un día el Padre [Jorge María] Salvaire registrando el
precioso archivo del general Mitre, en busca de documentos referentes
a su magna Historia de Nuestra Señora de Luján, se dirigió de repente a
Mitre allí presente y le dijo familiarmente: ‘Confiese usted, mi general,
que al dar los motivos que pudieron inspirar a Belgrano los colores
de su bandera, quiso usted simplemente atenerse a las ideas comunes,
las que van perpetuándose, sin tener más fundamento que la gratuita
afirmación de un tercero, a quién siguen los demás como fieles ovejas
al pastor’. A lo que el general respondió con aquella fina sonrisa que le
era habitual: ‘...[diga usted lo contrario] que no le faltarán ciertamente
argumentos de mucho valor’”53.

Añade luego Trenti Rocamora: “[...] José Lino Gamboa, antiguo


cabildante de Luján juntamente con Carlos Belgrano, hermano del Ge-
neral, contemporáneo al mismo, afirmó que: ‘Al dar Belgrano los co-
lores celeste y blanco a la bandera patria, había querido, cediendo a los
impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María,

52 Padre FÚRLONG, Guillermo (Sacerdote Jesuita), “El Espíritu Religioso del General Ma-
nuel Belgrano 1820 - 20 de junio -1920”, en Revista Estudios, Nº 108, Buenos Aires, Acade-
mia Literaria del Plata, 1920, pp. 403-420.

53 TRENTI ROCAMOR A, José Luis, Las convicciones religiosas de los próceres argentinos,
Buenos Aires, Huarpes, 1944, p. 91. Transcribe el diálogo entre el Padre Salvaire y Bartolomé
Mitre del libro del Padre Antonio SCARELLA, La Virgen de Luján y la bandera de Belgrano,
Buenos Aires, 1930, pp. 17-18.

54
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

de quien era ardiente devoto por haberse amparado a su Santuario de


Luján’”54.

El 25 de mayo de 1812 y con motivo de la celebración en Jujuy del


segundo aniversario de la Revolución de Mayo, Manuel Belgrano diri-
gió a sus soldados una proclama cuando presentaba su enseña nacional.
Se destacan de la misma las siguientes frases: “[...] el 25 de mayo será
para siempre memorable en los anales de nuestra historia y vosotros
tendréis un motivo más para recordarlo, cuando, en él, por primera vez,
veis la bandera nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás
naciones del globo [...]” y “[...] soldados de la Patria, no olvidéis jamás
que nuestra obra es de Dios, que él nos ha concedido esta bandera,
que nos manda que la sostengamos, y que no hay una sola cosa que no
nos empeñe en mantenerla con el honor y decoro que le corresponde
[...]” 55.

Finalmente, téngase presente que la liturgia católica representa el


misterio de la Inmaculada Concepción de María, en su advocación,
vestida de blanco con manto celeste.

Antecedentes documentales

Es tiempo de revisar las fuentes documentales existentes sobre el


origen de la primigenia escarapela nacional, de la primera enseña patria
y de sus colores escritas por sus principales actores. Para ello, se hará
referencia a oficios y notas leídos en el Archivo General de la Nación,
en el Legajo X 44-8-29, conocido como “Escarapela Nacional, Bandera
Nacional, Banda Presidencial, 1812-1818”.

Las comunicaciones referidas a la solicitud de creación de un dis-


tintivo patrio, a su declaración oficial, al primer izamiento de un pabe-
llón nacional y las repercusiones que aquellos acontecimientos tuvieron,

54 TRENTI ROCAMOR A, op. cit. en 53, p. 92 y SCARELLA, Antonio, op. cit. en 53, p.
43.

55 Op. cit. en 1, Documento Nº 48, pp. 81-82.

55
Adolfo Mario Golman

son esenciales para cualquier investigación relacionada con el tema bajo


análisis. Pero, también, resulta interesante e instructivo el ejercicio de
complementarlas con las minutas que, sobre esos temas, prepararon los
administrativos del Primer Triunvirato56 y observar, además, “la reac-
ción del momento” dejada de su puño y letra por Bernardino Rivadavia,
como respuesta a los hechos informados.

Conozcamos las más relevantes:

1. Con relación a la solicitud para declarar una escarapela nacional,


la minuta de la nota dice: “Rosario, febrero 13 de 1812. Del Coronel Dn.
Manuel Belgrano. Opina ser llegado el caso de que declare V.E. [vuestra
excelencia] la escarapela nacional que se debe usar para no equivocarse
con la de los contrarios. Como observa que hay cuerpos que la llevan
diferente, de modo que casi sea una señal de división, solicita la decla-
ratoria que antes expuso”. Abajo, Rivadavia escribe: “Sea la Escarapela
Nacional de las Provincias unidas del Río de la Plata de color blan-
co y azul celeste y comuníquese al Gobierno y Estado Mayor” y “Se
circuló” [refiriéndose a los gobiernos de Buenos Aires, Córdoba, Salta,
Jujuy, etc., y a los jefes militares Belgrano, Pueyrredón y Artigas].

2. El 20 de febrero de 1812, Miguel de Azcuénaga recibía el oficio


del Gobierno (de fecha 18) y mandaba de inmediato a comunicar a los
cuerpos de la Guarnición Buenos Aires lo relativo al uso de la nueva
escarapela blanca y celeste. Juan Manuel Beruti (hermano del oficial mo-
renista Antonio Luis) relata en sus Memorias Curiosas su visión del tema.
Dice Beruti: “En este mismo día [refiriéndose al 21 de febrero y no al 20,
por lo que hay un día de diferencia con la comunicación a Azcuénaga],
se pasó orden a las tropas y demás ciudadanos usen la escarapela en el
sombrero de azul y blanco, como distintivo nacional, suprimiendo la que
anteriormente se traía, española de color puramente encarnada”57.

56 Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ explica: “[...] era práctica, por lo menos en el gobierno del
Triunvirato, el hacer un resumen de cada oficio recibido, con lo cual se simplificaba el tra-
bajo de la correspondencia. Entonces, Rivadavia, de su mano y pluma, dejaba los principales
conceptos que debían servir para informar la respuesta. Un segundo empleado redactaba el
borrador que era pasado en limpio, a veces por don Bernardino”. “La bandera de Rivadavia”,
en Revista Historia, Nº 28, Buenos Aires, 1962, pp. 31-32.

57 Op. cit. en 6, BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas, p. 207.

56
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Nótense aquí dos situaciones interesantes: la primera, es que la co-


municación del Triunvirato a los distintos gobiernos del interior y jefes
militares, fechada el 18 de febrero, habría comenzado a remitirse recién
a partir del día 20. La segunda, permite observar que ni bien se oficia-
liza en Buenos Aires la declaración de la cucarda blanca y azul celeste,
Beruti ya está refiriéndose a ella como azul y blanca58.

3. Extracto de la carta de Manuel Belgrano del 27 de febrero de


1812: “Se hizo la salva en la Batería de la Independencia a las 6 ½ de la
tarde de ese día [...] ha mandado hacerla blanca y celeste conforme a la
Escarapela Nacional”. Más abajo, con letra de Rivadavia: “Que haga
pasar por un rasgo de entusiasmo la vandera (sic) blanca y azul enar-
bolada y que disimuladamente se la (ilegible) [...] al efecto se le envía la
vandera (sic) que hasta ahora se enarbola en esta Fortaleza y que hace
centro del Estado”. Es razonable opinar aquí que la enseña de reemplazo
remitida a Rosario fue la roja y gualda española.

4. Nota presentación del empleado del Triunvirato: “Jujui (sic) Mayo


29/812. El General Belgrano. Detalla el entusiasmo y regocijo con que

58 Es llamativa la inversión en el orden de importancia de los colores de la nueva cucarda


que hace Beruti, nombrándola “azul y blanca”. Imagínese como descargo a su favor, la posi-
bilidad de que no hubiera tenido acceso a la redacción original del decreto de creación que
establecía “blanco y azul celeste” y que, además, la familiaridad con los distintivos de fondo
celeste que utilizaba el regimiento América, conducido por su hermano Antonio Luis y por
Domingo French (ambos destacados oficiales morenistas), hubieran influenciado de algún
modo su redacción, llevándolo a priorizar el azul celeste por sobre el blanco. Asimismo, al ser
tan reciente la disposición, resulta lógico que desconociera el modelo de las nuevas escarapelas
blancas y celestes.
Relacionado con este tema, se evidencia una contradicción en el siguiente cometario que
Ignacio NÚÑEZ, conspicuo morenista, hace en Noticias biográficas, Efemérides americanas,
p. 23. Citado por PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A., Historia de la Bandera
Argentina, con una relación cronológica de disposiciones legales y reglamentarias, Buenos Aires,
Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, 1999, nota (17), p. 36, Núñez señala:
“El -18- [de febrero de 1812] se extingue la escarapela española, y se manda usar en los ejér-
citos la escarapela blanca y celeste, que los ciudadanos empezaron a usar el 23 de marzo
de 1811”. Según nuestro punto de vista, la nueva divisa que adoptaba el gobierno, de color
blanco como principal y celeste como secundario, fue diferente de la que ya distinguía a los
adherentes a la Sociedad Patriótica. Éstos, se identificaban portando una cucarda de fondo
celeste, actitud que el mismo Núñez adoptó y que así confirma con sus dichos: “En 1811, al
año siguiente de la revolución, me puse la escarapela de este color [celeste] con los ocho o
nueve patricios primeros que la usaron espontáneamente sin conocimiento del Gobierno [...]”.
Op. cit. en 42. NÚÑEZ, Ignacio, Noticias Históricas.

57
Adolfo Mario Golman

se celebró en aquella ciudad el aniversario de la libertad de la patria”. No


se hace mención alguna a la bandera en el título de esta minuta. Abajo,
agrega Rivadavia: “Vaya el oficio [del 3 de marzo de 1812] que se pasó
al General Belgrano cuando comandando el Rosario enarboló Vandera
(sic) Azul y blanca. Véase adentro. Archívese”.

Anótese, sobre este punto, la cita de don Bernardino referida a una


“bandera azul y blanca”.

Quartaruolo, con relación al tema, comenta: “Y en el borrador de


fecha 3 de marzo [de 1812] de la contestación del gobierno a nuestro ge-
neral, desaprobando la creación de Belgrano, al mencionar a la bandera
por sus colores, dos veces se puso blanca y azul, y otras tantas se tachó
azul y se colocó arriba la palabra ‘Zeleste’, escrita con ‘Z’, la primera vez
y bien escrita, ‘Celeste’, la segunda”59.

Sabiendo Rivadavia que su amigo Manuel Belgrano había envia-


do a confeccionar una enseña “conforme a los colores de la escarapela
nacional”, y conociendo que el orden de enunciación de los colores
resulta de suma importancia, ya que el color principal es el primero
que se acostumbra mencionar en la locución60, surge de inmediato
el siguiente interrogante: ¿resulta lógico que después de haber decre-
tado el blanco y el azul celeste para la escarapela, Rivadavia escribiera
en distintas oportunidades blanco y azul, después azul y blanco y que,
además, todo ello significara una misma disposición de ambos colores
sobre el paño de la bandera?

Para ensayar una respuesta, se debe considerar, ante todo, que si


Rivadavia hubiera sido el exclusivo ideólogo de los colores de la prime-
59 Op. cit. en 11, p. 166.

60 Op. cit. en 56, pp. 25-26. Allí Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ cita las siguientes reflexio-
nes de José R. del Franco: “Y al afirmar que, en la expresión hablada, el color principal de que
se forma una bandera es el primero que se enuncia en la locución, no establecemos una regla
caprichosa ni un concepto personal, limitándonos solamente a dejar constancia de que tal es
la forma lógica impuesta por la construcción gramatical. Así se dice ordinariamente: el celeste
y el blanco [de nuestra actual bandera], el rojo y el oro, el rojo y el blanco, para designar los
pabellones argentinos, español y austríaco, en los cuales predomina respectivamente, el azul-
celeste y el rojo, y es evidente que no se hablaría con propiedad ni se expresaría esa idea, si
invirtiendo los términos se dijera: el blanco y celeste, el oro y el rojo, el blanco y rojo, etc.”

58
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

ra escarapela nacional, seguramente, hubiera utilizado una semántica


precisa para destacar el orden que correspondía asignar al blanco y al
celeste cuando escribió, en las minutas, sus comentarios acerca de las
enseñas enarboladas por Belgrano.

No deja de llamar la atención la mezcla en el orden de los


colores que hace don Bernardino, máxime habiendo sido quien primero
redactó “blanco y azul celeste”.

En cambio, Manuel Belgrano las veces que se refirió a los colores de


la novel cucarda y de su bandera nacional fue siempre exacto: escribió
primero “blanco” y luego “celeste”.

Consenso previo sobre los colores


y diseño de la escarapela a sancionar

Se impone, ahora, la necesidad de averiguar si existió un compromi-


so anterior entre Belgrano, los vocales del Triunvirato y Rivadavia para
elegir los colores del distintivo patrio.

En su búsqueda, se transcribe el principal párrafo de la carta que


Manuel Belgrano dirigió al gobierno el 13 de febrero de 1812, desde
Rosario, donde expresaba: “Parece que es llegado el caso de que V.E. se
sirva declarar la Escarapela Nacional que debemos usar, para que no se
equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan
sernos de perjuicio, y como por otra parte, observo que hay Cuerpos de
Ejército que la llevan diferente, de modo que casi sea una señal de divi-
sión, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse, como V.E. sabe, me
tomo la libertad de exigir de V.E. la declaratoria que antes expuse”61.

Tal pedido debió llegar al Fuerte de Buenos Aires tres días después. El
18, el Triunvirato, en letra de Rivadavia, resolvía nada menos que la crea-
ción de la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

61 WEINBERG, Gregorio, Epistolario Belgraniano, Buenos Aires, Taurus, 2001, Carta LIII,
pp. 139-140.

59
Adolfo Mario Golman

Parecería implementarse así una estrategia acordada con anteriori-


dad al viaje emprendido por Belgrano a Rosario62, exhibiendo ello el
predicamento de don Manuel sobre los Triunviros y, en especial, sobre
el impetuoso secretario de gobierno, en materia de distintivo nacional.

Augusto Fernández Díaz, cuando comenta una frase de otra misiva


enviada por Belgrano a Rivadavia el 18 de julio de 1812, y que decía
textualmente: “V. E. mismo sabe que, sin embargo, de que había en el
ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca,
jamás la permití en el que se me puso a mandar [...]”, confirma: “Si Ri-
vadavia lo sabía es porque este asunto había sido tratado entre ambos,
ocasión propicia, claro está, para una discusión en torno de la con-
veniencia de establecer una escarapela nacional”63. Fernández Díaz ve
factible un entendimiento previo en la composición del futuro símbolo,
lo que, a su juicio, explicaría lo escueto del decreto que sólo nombra los
colores. Ello admitiría inferir que Manuel Belgrano conocía cómo hacer
la escarapela nacional.

Vicente M. Quartaruolo, compartiendo la opinión de Félix A. Cha-


parro, sostiene: “[...] entre Belgrano y el Triunvirato se cambiaron
ideas previas sobre enseñas y colores patrios, y debió existir un
acuerdo acerca de los colores cuando se creó la escarapela”64.

El 13 de enero de 181265 Bernardino Rivadavia y, posiblemente,

62 Señala BERUTI: “El 24 de enero de 1812 salieron de esta capital con destino al Rosario
60 leguas de distancia a cubrir una batería que en este punto se ha puesto, el regimiento Nº
5 (alias) de patricios, de cuyo cuerpo es su coronel don Manuel Belgrano”. Op. cit. en 6,
Memorias Curiosas, p. 205.

63 FERNÁNDEZ DÍAZ, Augusto, “Origen de los colores nacionales, blanca-azul-blanca:


Belgrano, azul-blanca-azul: Rivadavia”, en Revista Historia, Nº 11, Buenos Aires, 1958, p.
99. La carta que Manuel Belgrano envía al gobierno el 18 de julio de 1812 se transcribe en
páginas 17 a 19.

64 Op. cit. en 11, p. 180.

65 Juan Manuel BERUTI relata que el 13 de enero de 1812, con permiso y orden del Superior
Gobierno, se instituyó en el Tribunal del Consulado una Sociedad Patriótica en reposición del
club puesto en el anterior gobierno en el Café de Marco (dicho club se había extinguido como
resultado del levantamiento del 5 y 6 de abril de 1811) y a cuya inauguración asistieron,
entre otros, el Gobierno, jefes y oficiales. Op. cit. en 6, Memorias Curiosas, p. 205.

60
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Manuel Belgrano66 asistieron protocolarmente al relanzamiento de la


Sociedad Patriótica. Sus integrantes volvían a lucir la divisa celeste y
blanca al igual que los miembros de los regimientos América y Grana-
deros de Fernando VII, y contaban desde ese momento con una tribu-
na desde donde hacer públicos sus pensamientos independentistas y de
abierta oposición al gobierno. Éste comenzaba a temer por su futuro, ya
que las ideas de los miembros de la Sociedad Patriótica amenazaban con
extenderse hacia el resto de las Provincias Unidas, lo cual, a partir del 8
de octubre, efectivamente sucedió.

Por ello, una consensuada y prudente decisión gubernativa pudo ser


declarar una cucarda nacional de color blanco, como principal, y celes-
te, el secundario, con el objetivo de fusionar bajo un único emblema los
distintos ideales políticos patriotas.

Es posible, entonces, que la opinión de Manuel Belgrano, susten-


tada en su acendrado fervor religioso e influencia sobre Rivadavia y los
triunviros, hubiera contribuido en favor de la elección de los colores
blanco y celeste y del orden de su disposición en la primitiva escarapela
patria.

66 No hay certeza de que Manuel Belgrano hubiera asistido a tal evento, pero se podría pre-
sumir su presencia concatenando los siguientes hechos:
1. Ya en Buenos Aires, de regreso de su misión al Paraguay, es designado por el Triunvirato el
13 de noviembre de 1811 coronel del Regimiento Nº 1 de Patricios, en reemplazo de Cornelio
Saavedra que había sido enviado a reorganizar el Ejército del Norte. Op. cit. en 17, p. 53.
2. La reapertura de la Sociedad Patriótica tuvo lugar el 13 de enero de 1812 y asistieron, entre
otros, los jefes y oficiales de los cuerpos. BERUTI, Juan Manuel, op. cit. en 65.
3. Belgrano recién deja Buenos Aires el 24 de enero de 1812, a las cinco y media de la tarde,
cuando parte hacia el Rosario a tomar el mando de las baterías costeras y la vigilancia del río
Paraná entre La Bajada y San Nicolás. Op. cit. en 17, p. 55 y BERUTI, Juan Manuel, op. cit.
en 62.

61
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 5

La divisa de la Sociedad Patriótica


no fue elevada a distintivo nacional

Palombo y Espinosa escriben: “Reprimida la Sociedad Patriótica y


perseguidos sus dirigentes a consecuencia de la revolución del 5 y 6 de
abril [de 1811], primer movimiento violento de nuestra nacionalidad
in fieri, una investigación practicada permitió saber que en febrero se
descubrieron unas escarapelas de fondo celeste cuya significación ‘era la
libertad’. Vueltos a la escena pública French y Beruti asumieron el man-
do del Regimiento América. Es posible que impusieran el distintivo a la
referida unidad militar, que luego habría de generalizarse en el ejército
en febrero de 1812 como escarapela nacional”67.

En un marco de cordial disenso, me permito no suscribir a la si-


guiente expresión transcripta del párrafo anterior: “[...] que luego ha-
bría de generalizarse en el ejército en febrero de 1812 como escara-
pela nacional”. Fundo mi opinión en los siguientes argumentos:

a. Siendo French y Beruti líderes morenistas resultaría aceptable que


esas cucardas de fondo celeste, descubiertas en febrero de 1811, identi-
ficaran únicamente a quienes participaran de las ideas de la Sociedad
Patriótica. Recuérdese que ésta fue creada el siguiente 21 de marzo68 y a
la sesión inaugural del día 23 asistieron sus adherentes portando cintas
celestes y blancas.

b. Ese mismo distintivo siguió reconociendo a los miembros de la

67 Op. cit. en 58, PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A., Historia de la Bandera
Argentina..., p. 35. En igual sentido ya se había expresado Roberto H. MARFANY, quien
escribió: “El uso del distintivo albiceleste lo inaugura la Sociedad Patriótica en marzo de
1811 y se impone al ejército el 18 de febrero de 1812 como escarapela nacional”. Op. cit. en
45, p. 99.

68 Op. cit. en 63, “Origen de los Colores Nacionales...”, p. 92.

63
Adolfo Mario Golman

Sociedad Patriótica que se relanzó el 13 de enero de 181269 y a la cual ni


Rivadavia ni Belgrano adhirieron. Sería incompatible con la forma de
pensar y actuar de don Bernardino, que éste decidiera adoptar y decre-
tar como “escarapela nacional” la utilizada por la oposición.

c. En la misiva que Manuel Belgrano dirige al Gobierno el 18 de


julio de 181270 explicando las razones que lo llevaron a enarbolar la
bandera nacional blanca y celeste -primero en Rosario y luego en Jujuy-,
escribe: “Vuestra excelencia mismo sabe que, sin embargo, de que había
en el ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y
blanca71, jamás la permití en el que se me puso a mandar, hasta que
viendo las consecuencias de una diversidad tan grande, exigí de vuestra
excelencia la declaración respectiva”.

Al referirse Belgrano “a una diversidad tan grande” hace una clara

69 Ricardo O. JACOB escribe: “A la par de un Primer Triunvirato, nació la segunda Sociedad


Patriótica, que adoptó los mismos emblemas de la primera sociedad. Allí destacó Bernardo
de Monteagudo por su encendida prédica de oposición al gobierno, al no decidirse éste a
declarar la independencia”. “Los Colores Nacionales”, en Revista Todo es Historia, Nº 300,
Buenos Aires, 1992, p. 11.

70 La carta es trascripta en páginas 17 a 19.

71 Op. cit. en 63, “Origen de los colores nacionales...”, p. 91. Allí Augusto FERNÁNDEZ
DÍAZ señala: “[...] El 11 de septiembre [de 1811] parte para el ejército [sitiador de Montevi-
deo] de [José] Rondeau, el Regimiento de Granaderos de Fernando VII, cuyo jefe el coronel
Juan Florencio Terrada, tiene la feliz ocurrencia de llevar un ‘Diario’ de la expedición...” Ano-
ta Terrada referente a ese día: “...a las 5 de la tarde, después de hacer una prolija revista, sali-
mos del mencionado cuartel en formación de columna, con banderas desplegadas y a marcha
redoblada, por entre el concurso y aplauso de personas verdaderamente patriotas, a las cuales
en la integridad de sus semblantes se traslucía lo sensible que les era nuestra salida”. Fuente
originaria: Archivo General de la Nación, X.3.2.2. Agrega FERNÁNDEZ DÍAZ: “Ese mismo
día Juan José de Echevarría, en diario llevado por él, dedicado a su hermano Vicente Anas-
tasio, escribe: ‘Las escarapelas azul y blanco han entrado de moda, y me asegura María
Antonia [su esposa] que hoy ha visto dos con ellas en el sombrero’. Es de suponer que estos dos
sujetos, encontrados por la esposa del Dr. de Echevarría, irían a despedir al citado cuerpo. [...]
La noticia de Echevarría confirma lo recordado por Belgrano al año siguiente, respecto al uso
de esta divisa en algunos cuerpos, en tiempo de hacerse cargo del regimiento de Patricios”. En
página 98 este autor explica: “[...] veremos cómo la escarapela azul y blanca se extingue a raíz
de los sucesos del 5 y 6 de abril [de 1811] con la persecución y destierro de los miembros más
conspicuos de la Sociedad Patriótica, para reaparecer a principios de septiembre -tal vez desde
últimos días de agosto- cuando otros vientos comienzan a soplar anunciando la borrasca que
traerá un cambio fundamental en el Gobierno. Por eso Juan José de Echevarría podrá escribir
a su hermano el 11 de aquel mes, diciéndole que esta divisa ha entrado de moda [...]”.

64
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

mención no sólo a las celestes y blancas adoptadas por los morenistas,


sino también a las encarnadas72 de uso oficial hasta su derogación.

d. El texto de la decisión gubernamental creando la primera esca-


rapela nacional dice: “En acuerdo de hoy [18 de febrero de 1812] se ha
resuelto que desde esta fecha en adelante, se haya, reconozca y use, la
escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de-
clarándose por tal la de dos colores blanco y azul celeste y quedando
abolida la roja con que antiguamente se distinguían” 73.

Ni en el oficio del 18 de febrero, ni en el borrador que precede a su


promulgación (citado en el Capítulo 4, Antecedentes documentales, pun-
to 1., p. 56 ) consta que la escarapela morenista, celeste y blanca, fuera
considerada como antecedente.

e. Declarar por parte el Gobierno una divisa blanca -como color prin-
cipal- y celeste -como secundario- conllevaba un doble objetivo: sacar de
circulación las “morenistas” de fondo celeste y las rojas españolas.

Expresan también Palombo y Espinosa: “[...] A su pedido [de Manuel


Belgrano], el Triunvirato, por acuerdo del 18 de febrero estableció como
única para sus tropas la escarapela ‘de dos colores, blanco y azul celeste’
que había empezado a usarse en forma extraoficial indicando la voca-
ción emancipista. De este modo quedó abolida para siempre la escarape-
la encarnada usada hasta entonces por los cuerpos del ejército”74.

72 La cucarda española desde el siglo XVI hasta 1843 fue siempre roja (ver modelo en la Lámina
12 del Anexo Gráfico). Resulta de importancia esta aclaración ya que, por ejemplo, Eduardo S.
ROSENKR ANTZ en La Bandera de la Patria, Buenos Aires, Editorial Grito Sagrado, 1988,
pp.126-127, hace referencia a la existencia, hacia 1812, de escarapelas rojas y amarillas, además
de la encarnada. Al respecto, se puede agregar que recién bajo el reinado de Isabel II y por Real
Decreto del 13 de octubre de 1843, se dispuso la sustitución de todas las banderas del Ejército
Español por otras nuevas rojas y gualdas, colores hasta entonces utilizados por la Armada y por
algunos batallones de la Milicia Nacional. Con relación a la escarapela, el artículo 4º de aquella
norma establecía: “Las escarapelas que en lo sucesivo usen los que por su categoría o empleo
deben llevarlas, cualquiera que sea la clase a que pertenezcan, serán de los mismos colores que
las expresadas banderas”. Su forma era circular y de tres franjas iguales roja, amarilla y roja,
habiendo comenzado su uso a partir de la vigencia de la nueva normativa.

73 Op. cit. en 1, Documento Nº 34, p. 64.

74 Op. cit. en 58, PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A., Historia de la bandera
Argentina..., pp. 35-36.

65
Adolfo Mario Golman

De acuerdo a lo razonado hasta aquí, no parecería existir un uso ex-


traoficial anticipado del emblema blanco y celeste. La divisa oficial era
la encarnada, cuyo uso se suprime. La que lucían determinados cuerpos
del ejército, que respondían a los oficiales French, Beruti y Terrada, eran
de fondo celeste. La que decreta el Triunvirato es nueva, de fondo
blanco como color principal y luego el celeste.

Téngase presente, que el orden de enunciación de los colores tiene


suma importancia para el debate, ya que el color principal es el primero
a mencionarse en la locución75. Al respecto, señalaba Augusto Fernán-
dez Díaz: “[...] la prelación del blanco conforme al respectivo decreto
original [de creación de la primera escarapela nacional] y escritos subsi-
guientes, no debe discutirse en virtud del orden de colocación y así hu-
bieron de entenderlo quien o quienes inventaron el símbolo pues de otra
manera habrían sido más explícitos en la redacción, y si dijeron blanco
primero fue para adjudicarle el primer lugar en la forma imaginada, o
mayor tela de ese color”76.

Asimismo, Ricardo O. Jacob expresa: “[Augusto] Fernández Díaz


sostiene que la escarapela creada por el Triunvirato era la versión
opuesta de la cucarda de la Sociedad Patriótica. Basa su tesis en un
testimonio trascripto por Juan Cánter en su trabajo Las Sociedades Se-
cretas y Literarias el cual asegura que la de la Sociedad Patriótica era una
‘escarapela de fondo celeste’77, la que guardaría relación con la banda de
los Borbones (sic). Por otra parte, la escarapela nacional creada por el
gobierno, sería de fondo blanco [...]”.

75 Son válidas aquí las reflexiones de José R. del Franco citadas en la nota 60.

76 Op. cit. en 56, p. 26.

77 Op. cit. en 69, p. 12. La cita a FERNÁNDEZ DÍAZ es de op. cit. en 63, “Origen de los
Colores Nacionales...”, p. 96. Allí Fernández Díaz hace referencia al trabajo de Juan CÁN-
TER Las Sociedades Secretas y Literarias (op. cit. en 23), quien señala que la cucarda de la
Sociedad Patriótica era de fondo celeste (p. 228). Cánter funda su afirmación “En la declara-
ción de cierto testigo en una causa donde se habla de ‘escarapelas de fondo celeste’”, Archivo
General de la Nación, Gobierno Nacional, Guerra, mayo-agosto 1811, Legajo Nº 5, Nº 960,
Causa seguida a los oficiales del regimiento América, nota (227). La parte más trascendente del
sumario se puede ver en op. cit. en 1, Documentos Nº 19, pp. 45-48 y Nº 20, pp. 49-50.

66
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Jacob, además, se pregunta: “¿Cuál es esa escarapela que Belgrano


no permitió?”, y responde: “Se trata de la cucarda ‘celeste y blanca’ de
la Sociedad Patriótica, posiblemente adoptada por el regimiento Estre-
lla o América, cuyos jefes French y Beruti eran morenistas decididos y
miembros de dicho club”.

Por lo visto, podría afirmarse que Bernardino Rivadavia no autorizó


como divisa nacional la que identificaba a la oposición.

Los colores eran los mismos, pero se invirtió el orden de su enun-


ciación dando mayor relevancia al blanco que al celeste. Esa diferente
disposición sobre la tela resultó una jugada estratégica para aglutinar
bajo un mismo emblema a las distintas opiniones patriotas (Gobierno
y Morenistas).

Definitivamente, es distinto referirse a una cucarda de colores ce-


leste y blanco que a una blanca y celeste. Celeste y blanca era la divisa
morenista. Blanca y celeste fue nuestra primera escarapela nacional: en
ella el blanco prevaleció respecto del celeste en la cantidad de superficie
ocupada sobre la tela.

67
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 6

Los colores de la primera cucarda


no tuvieron su origen en la Orden de Carlos III

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III se instituyó


por Real Cédula del 19 de septiembre de 1771, en agradecimiento al
Altísimo por el nacimiento del primogénito de aquel monarca español.
Fue creada como Orden de Caballería para premiar y distinguir a suje-
tos beneméritos y adeptos a la persona del Rey.

“Virtuti et Merito” fue el emblema impuesto para dicha Orden.


“Virtudes personales” y “mérito obtenido en el servicio a la Corona”
eran las cualidades particulares que debían diferenciar a los favorecidos.
Es la más alta de las Órdenes civiles españolas.

La banda de la Orden se confecciona en seda y se luce desde el


hombro derecho al costado izquierdo. El diseño original fue creado por
Carlos III y su color era el celeste, con los bordes blancos. Su hijo Car-
los IV, mediante Real Decreto del 12 de junio de 1804, modificó la
disposición de los colores adoptando un modelo terciado similar al de
la actual bandera argentina78. Ambos modelos se dibujan en la Lámina
4 del Anexo Gráfico.

El pintor y grabador español Francisco José de Goya y Lucientes


reflejó en distintos lienzos a integrantes de la familia real española lu-
ciendo la banda celeste, blanca y celeste. Estas similitudes podrían
resultar suficientes como para que cualquier observador aceptara la exis-

78 Respecto de las señoras, la reina y demás mujeres nobles que eran distinguidas por sus
servicios o cualidades, llevaban la “Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa”.
Fue creada por Carlos IV por Real Decreto del 21 de abril de 1792 a instancias de su esposa
María Luisa de Parma. Su insignia era una banda de tres fajas iguales (de la mitad del ancho
que las Órdenes masculinas), moradas las externas y blanca la central.

69
Adolfo Mario Golman

tencia de un vínculo entre el diseño y colores de la banda española y la


actual bandera argentina79.

No estando de acuerdo con ello, se expone, a través del siguiente


caso testigo, la apreciación del autor:

En el Archivo General de la Nación (Legajo X 3-10-6, denominado


Guerra, Ejército Auxiliar del Perú, Julio-Diciembre de 1813) se halló,
traspapelado, un certificado extendido en Salta por Juan Martín de
Pueyrredón al capitán Joaquín Ochoa, el 9 de octubre de 1811.

Adquiere singular importancia transcribir el encabezado del mismo


que dice: “D. Juan Martín de Pueyrredón Cavallero (sic) de la Real y
Distinguida Orden de Carlos III, Coronel de los Reales Ejércitos y Pre-
sidente de la Real Audiencia de La Plata”.

Orgulloso, Pueyrredón destaca, al principio del escrito, su título


de Caballero. Esto denota la trascendencia que tuvo para su persona el
haber recibido tal distinción, motivada por su brillante participación en
la Reconquista de Buenos Aires contra los invasores británicos en 1806.

De inmediato, expone su grado militar como coronel de los Reales


Ejércitos. En tercer y último lugar, presenta el cargo al que fue designa-
do por la Junta Gubernativa el 3 de diciembre de 1810 y del que tomó
posesión en enero de 1811.

Sumando conceptos, es importante repasar una frase de la carta de


respuesta al Triunvirato que, el 19 de marzo de 1812, Pueyrredón escribía
desde Salta (por ese entonces al mando del Ejército del Norte) acusando
recibo de la decisión oficial de comenzar a utilizar la escarapela blanca
y celeste. En la misiva puntualizaba: “Si le fuera permitido a mi expe-
riencia representaría con ella la impresión que producen tales nimias80
79 Raúl MOLINA refiere: “No han dejado de observar todos los historiadores que se han
ocupado del tema, la identidad sorprendente de nuestra enseña patria con la banda de la
Orden de Carlos III, al extremo, que la mayoría de ellos afirmaron que sus colores, no eran
otros que el atributo de la real creación de 1771”. “El Enigma de la Bandera de Belgrano”, en
Revista Historia, Nº 45, Buenos Aires, 1966, pp. 3-4.

80 En la época en que fue escrita por Pueyrredón, la palabra “nimio, mia” tenía una única

70
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

innovaciones en unos pueblos que aún no se hallan en estado de gustar


de los síntomas de independencia y se resienten de cualquier inoportuna
alteración que conciben en la jurada representación de Fernando VIIº,
mucho más en circunstancias tan críticas de retrogrado y debilidad”.

Mientras Manuel Belgrano, hacia fines de febrero de 1812, bauti-


zaba en Rosario como “De la Independencia” y “De la Libertad” a
las dos baterías de defensa costera preparadas, exhibiendo tal actitud
su irrenunciable modo de pensar; Pueyrredón, casi un mes después,
hacía particular referencia a unos pueblos que no estaban preparados
para la independencia, que se sentirían molestos ante cualquier
alteración al reconocimiento jurado al nieto de Carlos III, y
completaba la trilogía de enojos calificando de exagerado cambio a
la reciente creación del distintivo patrio.

Es fácilmente apreciable la posición conservadora de Pueyrredón,


quizás justificada, dadas las distintas circunstancias por él vividas: por
un lado, la felicidad de haber sido distinguido en su momento con la
Real Orden de Carlos III; por el otro, una enorme preocupación, pro-
ducto del avance desde el Alto Perú de las tropas realistas triunfantes en
Huaqui, lo que deja traslucir una sensación negativa respecto del futuro
de la revolución.

Esto lleva a preguntar: ¿cuál pudo haber sido la respuesta de don


Juan Martín al Triunvirato si hubiera sabido que los colores de la esca-
rapela tenían su origen en los de la banda de la Orden de Carlos III?

Es posible que distinta. Quizás, no se hubiera sentido para nada mo-


lesto con la creación de la nueva divisa unificadora, ya que ella hubiera
representado su visión del momento: respetar la figura de Fernando VII
como rey jurado y no pensar abiertamente en la independencia.

Por otra parte, recuérdese que el 16 de enero de 1761 el Rey Carlos


III había tomado por “Singular y Universal Patrona y Abogada de todos
sus Reinos de España, de las Indias y demás dominios y señoríos de su
acepción admitida: demasiado, excesivo. Actualmente, se la utiliza casi siempre en otra de sus
acepciones: pequeño, insignificante.

71
Adolfo Mario Golman

Monarquía, a la Soberana Señora en el referido misterio de su Inmacu-


lada Concepción”. Años más tarde, en septiembre de 1771, al instituir
la nueva Orden de Caballería Nobiliaria denominada “La Real y Dis-
tinguida Orden Española de Carlos Tercero”, lo hizo bajo los auspicios
de la Inmaculada. Por ello se afirma que la Orden tomó los colores
blanco y celeste del atuendo con que se representa a la Purísima.

Si se enfoca ajustadamente el tema bajo análisis, se verá que no re-


sulta necesario concatenar una cosa con la otra, como si fuera una obli-
gada consecuencia natural, para justificar que los colores de nuestra es-
carapela o bandera tuvieron origen en aquella distinción. Bien pudieron
elegirse para la divisa nacional los colores del atavío de la Inmaculada,
respondiendo sólo al impulso de la fe, y sin necesidad de contemplar
en modo alguno la referida Orden.

Sirva como resumen la siguiente frase de Luis Cánepa: “No ha fal-


tado tampoco, quien quisiera hacer derivar de tal banda [de la Orden
de Carlos III] nuestra bandera, pero no puede creerse que los patriotas
tomaran como divisa, los colores de un poder que les repugnaba, al cual
le estaban haciendo la guerra”81.

Con relación a si los colores de la Sociedad Patriótica tuvieron su


origen en aquella Orden, Miguel Ángel Scenna, al referirse al tema,
escribe: “[...] todos los coetáneos, sin excepción, hablan permanente-
mente de ‘una escarapela de cinta azul y blanca’, pero jamás se refieren
en absoluto a la Orden de Carlos III, como sería lógico en caso de que
una proviniera de la otra”82.

No olvidemos que el ideal morenista, sostenido por la Sociedad


Patriótica, era lograr la emancipación, lo que iría a contramano con
símbolos que recordaran el sometimiento a España y a su rey.

81 Op. cit. en 3, p. 12.

82 SCENNA, Miguel Ángel, “La Bandera Blanca y Celeste”, en Revista Todo es Historia, Nº
14, Buenos Aires, 1968, p. 75.

72
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Otras Teorías

Referidas al posible origen de los colores nacionales, existen, además


de las teorías vistas hasta aquí (un reflejo del hermoso cielo de la patria,
el atuendo de la imagen de la Virgen y la banda de la Orden de Carlos
III), otras hipótesis.

Una de ellas acoge la tradición que señala que, en los días previos
a la Reconquista de Buenos Aires, la gente de campo que acompañaba
a Pueyrredón llevaba como talismán cintas azules y blancas que con-
seguían en el Santuario de Luján, y que se llamaban “medidas de la
Virgen” por ser cortadas de la altura de aquella virgencita y ser del color
del manto y túnica de la misma83.

También están las relacionadas al escudo de armas de la ciudad de


Buenos Aires; al penacho de los uniformes del regimiento de Patricios;
a los rebozos celestes ribeteados de blanco que habrían lucido las damas
porteñas en la Semana de Mayo; a las cintas blancas y celestes colocadas
en las bocas de los fusiles de los soldados del Ejército Auxiliador que,
en julio de 1810 al mando de Francisco Antonio Ortiz de Ocampo,
marchaban hacia Córdoba a sofocar la contrarrevolución liderada por
Santiago de Liniers; entre otras.

El hecho de no desarrollarlas con mayor amplitud no significa des-


cartarlas. Sucede simplemente que, a juicio del autor, no aparecen como
tan determinantes en relación a las ya expuestas.

83 YABEN, Jacinto R., El origen de los colores y la creación de la Bandera Nacional, Buenos
Aires, Talleres Gráficos Contreras, 1945, pp. 21-22, quien cita textualmente a Carlos RO-
BERTS, Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata 1806-1807 y la influencia inglesa en la
independencia y la organización de las Provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial
Peuser, 1938, p. 173.

73
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 7

Primera escarapela, forma y distribución de sus colores

Como punto de partida, se ofrece la definición del vocablo escara-


pela: “Divisa de cintas en forma de disco o lazo de uno o varios colores
que sirve para distinguir la nación del uniforme. Se usa en los cubre-
cabezas”84. Son sinónimos: adorno, cinta, divisa, distintivo, lazo, signo,
roseta, cucarda y escarapulla85.

Para avanzar con el estudio del tema resulta de interés conocer los
siguientes oficios:

a. De José de Artigas al gobierno provisional de las Provincias Uni-


das del Río de la Plata, Salto Chico, 14 de marzo de 1812: Que si bien
fue abolida por decreto la escarapela encarnada, no ha podido sustituir-
la por la “blanca y azul” por falta de género, pidiendo se le provea86.

b. Del gobierno al comisario general de guerra Victorino de la Fuente, 2


de abril de 1812: Ordenando se apronten a la brevedad 3.000 “escarapelas
sencillas” para remitir al ejército del mando del general José de Artigas87.

c. Del gobierno al general José de Artigas, 2 de abril de 1812: Ha-


ciendo saber que se le ordenó al comisario general de guerra se apronten
3.000 “escarapelas sencillas” para que se le remitan88.

d. Certificación de Juan Antonio Foucous, guarda almacén de la


Real Hacienda, Buenos Aires, 30 de Abril de 1812: Dando cuenta del

84 LUQUI LAGLEYZE, Julio, op. cit. en 27, Glosario de términos Uniformológicos y Militares
antiguos, p. 279.

85 Diccionario básico de sinónimos y antónimos, Barcelona, Océano Langenscheidt, 1999.

86 Op. cit. en 1, Documento Nº 24, p. 54.

87 Op. cit. en 1, Documento Nº 27, p. 57.

88 Op. cit. en 1, Documento Nº 26, p. 56.

75
Adolfo Mario Golman

ingreso en los almacenes de 3.550 escarapelas nacionales “blancas y


azules” desde el 1º de abril de este año hasta la fecha89.

e. Certificación de Juan Antonio Foucous, Buenos Aires, 31 de mayo


de 1812: De haber recibido 1.514 escarapelas “azules y blancas” desde el
1º de mayo de 1812 hasta el día de la fecha90.

f. Inventario de las existencias de la sección herrería de la Maestranza


del Ejército Auxiliar del Perú, del 24 al 30 de Mayo de 1812: Se mencio-
nan “dos prensas para hacer escarapelas nacionales”91.

Conocidos estos documentos, es importante retroceder algunos días


en el tiempo y hacer referencia a dos cartas que el coronel Manuel Bel-
grano dirigía al gobierno.

En la primera, fechada el 23 de febrero de 181292, escribía desde


Rosario la respuesta al oficio remitido por el Superior Gobierno el día
2093, por el cual se le había comunicado la creación del distintivo patrio.
La primera parte decía: “Se ha puesto en ejecución la orden de vuestra
excelencia de fecha 18 del corriente para el uso de la escarapela nacional
que se ha servido señalar [...]”.

89 Op. cit. en 1, Documento Nº 28, p. 58.

90 Op. cit. en 1, Documento Nº 29, p. 59.

91 Op. cit. en 1, Documento Nº 50, p. 84.

92 Op. cit. en 1, Documento Nº 35, p. 65.

93 Si bien el 18 de febrero de 1812 el Triunvirato resolvió decretar la nueva escarapela, es im-


portante evidenciar que no fue sino hasta el día 20 que se enviaron los oficios a los gobiernos
de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Salta, Mendoza, San Juan, San Luis, Jujuy,
Catamarca y La Rioja, como también al Jefe del Estado Mayor y a los jefes militares Belgrano,
Pueyrredón y Artigas.
A modo de ejemplo, se puede citar la comunicación de aquella decisión gubernamental al Jefe
del Estado Mayor donde se indica: “Se circuló en 20”. Op. cit. en 73. La idea cobra sustento,
además, al leer la nota de respuesta que Miguel de Azcuénaga, Gobernador Intendente de
Buenos Aires, le dirige a la Junta de Gobierno el 20 de febrero de 1812 en la que informa:
“Excelentísimo Señor: He mandado comunicar a los cuerpos de esta guarnición por medio
de la orden general, el oficio de V.E. de 18 del corriente, que acabo de recibir, para que se
use por las tropas de la Patria, la escarapela que V.E. ha tenido a bien declarar nacional de
la Provincias Unidas del Río de la Plata, compuesta de los dos colores blanco y azul celeste,
quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían, y lo aviso a V.E., en contesta-
ción”. Op. cit. en 3, pp. 28-29.

76
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Aquí es dable preguntarse: ¿qué significa poner en ejecución?

La respuesta sería la siguiente: Manuel Belgrano recibía el oficio en


Rosario el día 23. Tres días era, en aquella época, el tiempo que razo-
nablemente demoraba una carta enviada desde Buenos Aires a Rosario.
Ese mismo día Belgrano comunicaba al gobierno que hacía cumplir el
decreto, ordenando, en consecuencia, la confección de las nuevas cucar-
das blancas y celestes.

En la otra misiva, escrita el 27 de febrero de 1812, le informaba al


Triunvirato que siéndole preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la
había mandado hacer blanca y celeste conforme a los colores de la esca-
rapela nacional. Acompañaba con la misma una proclama.

Dicha comunicación, dirigida a los “Soldados de la Patria”, decía tex-


tualmente: “En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela
nacional que ha designado nuestro excelentísimo gobierno; en aquél, la
batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas; jure-
mos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del
Sur será el templo de la independencia, de la unión y de la libertad. En fe
de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria! Concluido. Señor capi-
tán y tropa destinada por la primera vez a la batería de la Independencia:
id, posesionaos de ella y cumplid el juramento que acabáis de hacer”94.

Interesa acentuar de aquella alocución la siguiente expresión: “En


este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional
que ha designado nuestro excelentísimo gobierno [...]”, lo cual confirma
que ese 27 de febrero es, también, la fecha de estreno de la primera
escarapela patria.

Se suceden de inmediato dos nuevos interrogantes originados en la


lectura del destacado anterior: ¿cómo consiguió Manuel Belgrano la
tela para preparar las divisas? ¿Cómo supo acerca del diseño que debía
utilizar para plasmar el blanco y el celeste sobre el género?

Se podría argumentar que la tela fue adquirida en el pueblo de Ro-


sario y que la disposición de los colores era de su total conocimiento,

94 Op. cit. en 1, Documento Nº 38, p. 68.

77
Adolfo Mario Golman

habiendo sido previamente consensuada en Buenos Aires con los voca-


les del gobierno y con su amigo Rivadavia.

Afirma este comentario el hecho de que, si por el contrario, Bel-


grano hubiera enviado a pedir las cucardas a Buenos Aires, su eventual
oficio aun despachado de urgencia el 23 de febrero, es decir, el mismo
día que había recibido del gobierno el decreto del nuevo distintivo, la
nota no habría llegado a destino hasta el 25 o quizás el 26. La respuesta
junto con las cucardas nacionales -las que todavía debían confeccionar-
se-, nunca hubiera estado en Rosario para el 27.

Nótese, además, que de acuerdo a las comunicaciones detalladas en


los puntos del “a.” al “e.” anteriores, recién para el mes de abril de 1812
el gobierno estuvo en condiciones de atesorar escarapelas nacionales y
enviarlas a las distintas guarniciones militares.

Finalmente, según consta en el oficio descrito en el punto “f.”, la re-


ferencia más cercana en el tiempo, que confirma la existencia de “pren-
sas para hacer escarapelas nacionales” en el ejército al mando de Manuel
Belgrano, es hacia fines mayo de 1812. Al desconocer si el prócer contó
con equipamiento similar en Rosario, se puede presumir que allí los
distintivos debieron enviarse a coser a mano, tal vez las mismas ma-
nos que unieron las telas de color blanco y celeste de la primera
bandera.

Sirva como antecedente patriótico, la antigua tradición rosarina


que reconoce a doña María Catalina Echevarría de Vidal como la
dama que habría cosido aquella primera bandera.

Primer distintivo patrio

Si bien hasta la fecha no se han encontrado pruebas materiales que


permitan conocer cómo fue el diseño de la primera escarapela, es posi-
ble distinguirla observando distintos retratos de la época.

El primero, es un óleo sobre tela del general Francisco Antonio Or-


tiz de Ocampo, de autor anónimo y datado en Chuquisaca en 1812.

78
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Se conserva en el Museo Histórico Nacional de la Ciudad Autónoma de


Buenos Aires y, posiblemente, es el registro más antiguo de la escarapela
argentina95.

A la derecha, en la obra, se puede observar parte de su bicornio o


sombrero de dos picos. Éste tiene una escarapela redonda que parece
haber sido confeccionada con terciopelo trabajado y drapeado. Es posi-
ble imaginar un distintivo compuesto por un anillo exterior grande de
color blanco y adentro un pequeño círculo celeste. En el centro de esa
figura se deja ver un botón, también celeste, que sostiene el conjunto de
modo que todo simboliza una hermosa flor bicolor. Ver Láminas 7 y 8
del Anexo Gráfico.

En el mismo museo se exhibe un retrato de Tomás Guido. Es un


óleo sobre tela de 1819 realizado por José Gil de Castro. En esa época
Guido se desempeñaba como representante argentino en Chile revis-
tando con el grado de coronel graduado de ejército96.

A la izquierda del observador se destaca el bicornio que lleva la es-


carapela, la cual está confeccionada con un cordel blanco dispuesto en
95 El detalle de catalogación del Museo Histórico Nacional señala: Pintura - “Retrato del Gral.
Francisco Antonio Ortiz de Ocampo”, medio cuerpo, óleo sobre tela, autor anónimo, pinta-
do en Chuquisaca en 1812, medidas: 50 x 65cm, forma de ingreso: donación de fecha 18 de
abril de 1892, Nº de inventario 864. Es posible que la datación de la pintura sea incorrecta
y corresponda clasificarla como de 1813, ya que fue en ese año, y no en 1812, que Ortiz de
Ocampo estuvo en el Alto Perú. Recuérdese que a principios de 1813, en Buenos Aires, Fran-
cisco Antonio Ortiz de Ocampo integró junto a los coroneles José de San Martín y Toribio
Luzuriaga la comisión encargada de redactar los reglamentos para el ejército patriota, uno
de los cuales, el de Administración, fue elevado el 20 de enero de aquel año. Tiempo
después fue nombrado Presidente de Charcas, cargo que ejerció hasta el 18 de noviembre de
1813 y que debió abandonar a raíz de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, quedando la
plaza de Chuquisaca al mando del coronel Miguel Aranz. YABEN, Jacinto R., Biografías
Argentinas y Sudamericanas, Buenos Aires, Editorial Metrópolis, 1939, Tomo IV, p. 327.
Se coincide, además, con la apreciación de David PR ANDO en cuanto a que “Este retrato al
óleo quizás es la primera representación pictórica de la escarapela argentina”. “José de Moldes,
el verdadero creador de la escarapela argentina”, en Historia, Nº 35, Buenos Aires, 1989, nota
(14), p. 112.

96 Un oficial “graduado” era aquel que tenía todas las condiciones para ascender al grado
superior, pero que todavía no era “efectivo” en el nuevo cargo. Para ello, debía esperar a que
se produjera una vacante o cumplir con los requisitos mínimos exigidos para alcanzar la
promoción.

79
Adolfo Mario Golman

forma de espiral sostenido por una presilla y botón dorados. Sobre la


presilla se distingue el botón central de color celeste.

Los retratos del general Rufino Guido (1817), del coronel Pedro
Conde (1819) y del sargento mayor Francisco Díaz (1819) -todos con-
servados en el Museo Histórico Nacional- también presentan cucardas
blancas y celestes.

En el Museo Histórico de Buenos Aires “Cornelio de Saavedra” se ex-


pone otra interesante obra. Es un retrato del general José Francisco de
San Martín y Matorras titulado “Don José de San Martín, Conqueror
of the Andes, General in chief of the army, Libertator of Perú”.

Pintado por Josef Gil (José Gil de Castro) en 1820, el general San
Martín posa de pie, pudiendo observarse en la esquina inferior izquier-
da de la obra una mesa. Sobre ella está apoyado su sombrero apuntado
de color negro. Éste posee una cucarda redonda de tela plisada, blanca
y celeste, sujeta por una presilla de hilo dorado, cuyo extremo inferior se
asegura mediante un botón plano, también dorado. Por entre la presilla
sobresale el botón central celeste del distintivo patrio97. Ver Láminas 9
y 10 del Anexo Gráfico.

En todos los ejemplos comentados los adornos son de fondo blanco


y centro celeste. Se ilustra el modelo en la Lámina 6 del Anexo Gráfico.

Definida la forma, colores y disposición de los mismos sobre la pri-


mera escarapela, surge inevitable la necesidad de reflexionar sobre el
blanco y el celeste en nuestro primer pabellón patrio.

Es sabido que Manuel Belgrano prepara su enseña “conforme a los


colores de la escarapela nacional”. Ello tiene su origen escrito en el pá-
rrafo tercero de la comunicación que dirige al gobierno el 27 de febrero
de 1812.

97 En la Municipalidad de la ciudad de La Serena, República de Chile, y en el Museo Histórico


Nacional, se conservan otros retratos similares del general San Martín, también pintados por
Gil de Castro, en los que se divisa el mismo diseño de escarapela blanca y celeste.

80
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Pero: ¿qué significa conforme? Conforme es igual, proporcionado,


correspondiente. A su vez, proporción es la disposición o corresponden-
cia debida de las partes con el todo98.

Sinónimos de conforme son, por ejemplo, igual y simétrico99, mien-


tras que simetría es la proporción adecuada de las partes de un todo
entre sí y con el todo mismo100.

Modelo de la primera bandera nacional

Si se requiriera estampar los colores blanco y celeste del primer dis-


tintivo patrio sobre la superficie de una bandera, teniendo presente los
conceptos de proporción y simetría recién vistos, se obtendría, a juicio
del autor, una insignia de tres franjas horizontales, blancas las de
los extremos y celeste la del medio. Recuérdese que, en los modelos de
escarapela nacional antes vistos, el blanco ocupa más superficie que el
celeste respecto del total disponible y, además, el círculo celeste se ubica
en el centro de la divisa.

Una enseña cuyo diseño responde al comentado anteriormente se


exhibe en la “Sala dedicada a la Bandera de Belgrano” en el Museo His-
tórico Casa de la Libertad, sito en Sucre, República de Bolivia101.

98 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Espasa-Calpe


S.A., 1970.

99 Op. cit. en 85.

100 Real Academia Española, op. cit. en 98.

101 Con relación a su estado de conservación, resulta interesante citar un párrafo de la carta
que el 17 de junio de 1986, desde la Casa de la Libertad, escribía su Director Joaquín Gan-
tier Valda a Pedro J. Cóccaro, donde le comentaba: “El Templete para la Primera Bandera
Argentina que trajo Belgrano, como jefe del Segundo Ejército Auxiliar Argentino, ya fue
inaugurado el 24 de septiembre de 1985. Respecto de esta bandera de Belgrano, debo decirle
que sus colores son blanco-celeste-blanco y que está bastante estropeada por el tiempo, ahora
se conserva en una gran urna tallada en madera de cedro, teniendo a sus costados el escudo
de la Argentina y el de Bolivia”. CÓCCARO, Pedro J., Génesis de los colores de la Bandera
Argentina, Buenos Aires, 1987, p. 40. Una copia del trabajo fue obtenida en la Biblioteca del
Instituto Nacional Browniano.
Esta bandera es una de las dos con los colores argentinos encontradas en 1883 en la capilla

81
Adolfo Mario Golman

¿Por qué pensar en franjas horizontales?

Quizás, porque sería una costumbre de la época continuar la línea


de las conocidas banderas españolas rojas y amarillas, de uso obligatorio
en las plazas marítimas y ribereñas. No olvidemos que las baterías em-
plazadas en febrero de 1812 sobre la costa del río Paraná, por las tropas
al mando de Belgrano, fueron dos: bautizadas De la Libertad, la de la
barranca, y De la Independencia, la situada en la isla, eran indudables
defensas costeras.

Téngase además presente, que diversas normas del régimen colonial


mantuvieron su vigencia aún después de los episodios de Mayo de 1810.
Una de ellas fue un Real Decreto suscripto en Aranjuez el 28 de mayo
de 1785, por el cual el rey Carlos III dispuso que en los buques de
guerra de la Marina Española se izara, en reemplazo de la blanca hasta
entonces utilizada, una enseña de tres franjas horizontales, l a s
e x t e r n a s r o j a s y l a del medio amarilla, de doble anchura.
Ést a de bí a l l e var el e s c udo de l a s r e al e s ar m a s pa rti do
e nt r e Castilla y León, con la corona real encima102. Luego, su uso se
amplió a todos los establecimientos dependientes de la Armada.
Finalmente, el 8 de marzo de 1793 se hizo extensivo a las plazas
marítimas, castillos y a las defensas de las costas.

rural de Titiri, Curato de Macha, en el Altiplano Boliviano. Ver fotografía en la Lámina 15


del Anexo Gráfico.
Su compañera fue entregada en 1896 al gobierno argentino y descansa, desde entonces, en
el Museo Histórico Nacional en un gran cuadro protegida por un cristal. Es también de tres
franjas a lo largo, pero a diferencia de la anterior, son celestes sus extremos y blanca la del
centro. Se presenta la fotografía en la Lámina 28 del Anexo Gráfico. Ambas son comúnmente
conocidas como “Banderas de Macha o de Ayohuma”.

102 El Decreto del monarca hispano señalaba: “ Para evitar los inconvenientes y perjuicios,
que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada
naval, y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias, o con vientos
calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de
guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean
encarnadas, y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla,
colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas reducido a los dos cuarteles de Castilla
y León con la Corona Real encima […]”. FERNÁNDEZ GAY TÁN, José, Banderas de la
Marina de España: Bicentenario de la Bandera de la Marina de Guerra de España (1785-1985),
Madrid, Museo Naval, 1985, p. 28. En igual sentido, CALVO PÉREZ, José Luis y
GÁVALOS GONZÁLEZ, Luis, Banderas de España, Madrid, Editorial Silex, 1983, p.
138.

82
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

La ilustración de este pabellón se puede observar en la Lámina 11 del


Anexo Gráfico.

Manuel Belgrano sabía que correspondía colocar en esas baterías


mástiles donde ondearan banderas rojas y gualdas, pero no lo hizo.
También conocía que no era reglamentario hacer flamear allí insignias
como las que llevaron sus tropas desde Buenos Aires, ya que éstas eran
de infantería y no de defensa de costas.

Al respecto, escribe Isaías García Enciso: “[...] cuando en 1812, lue-


go del ‘Motín de las Trenzas’, el Regimiento se traslada de Buenos Aires
a Rosario, según testimonio del diario de marcha, redactado de puño
y letra por su jefe el General Belgrano, se lee: ‘Entramos en la Villa de
Luján a las 9 de la mañana con banderas desplegadas’. Estas banderas
eran por supuesto las que tenía la unidad desde su creación”103.

¿Cómo eran las enseñas a las que se refería Belgrano?

Eran dos: una, de color blanco con el emblema real que representa-
ba a la Corona y que se denominaba “la coronela”; la otra, era “la senci-
lla”, específica de cada batallón, también de fondo blanco, pero con el
aspa de Borgoña roja en su centro104. Ambas llevaban en la extremidad
de sus ángulos l a s a r m a s de la ciudad o pueblo de donde tomaba su
denominación el respectivo cuerpo. En este caso, el escudo de la ciudad de
Buenos Aires. En las Láminas 13 y 14 del Anexo Gráfico se ilustran
ambos pabellones militares.

Por lo visto hasta aquí, podría sostenerse que un novedoso emblema


de tres franjas horizontales, blancas a los costados y celeste al medio,
sería claramente distinguible como enemigo a los ojos de la escuadrilla
naval realista acostumbrados al rojo y gualdo oficial.

103 GARCÍA ENCISO, Isaías, “La Primera Bandera del Regimiento de Patricios”, en Revista
Militar, Nº 713, Círculo Militar Argentino, Buenos Aires, 1984, p. 24.

104 El aspa de Borgoña o cruz de San Andrés consiste en dos troncos de árbol desprovistos de
sus ramas, con sus nudos hacia arriba, y cruzados en aspa. Como fue instrumento para el
martirio del santo, están teñidos con su sangre y casi siempre se representan en color rojo.

83
Adolfo Mario Golman

Al no haberse encontrado a la fecha prueba documental que descri-


ba cómo fue en verdad esa primera insignia nacional, y desconociendo
el pensamiento que indujo a Manuel Belgrano a plasmar el diseño de
la escarapela y sus colores sobre el género de la bandera, resulta posible
mantener en pie la hipótesis planteada.

Finalmente, y avalando la disposición de colores sugerida por el


autor, se puede rescatar de la insignia del “Ejército de los Andes” que se
conserva en la Casa de Gobierno de la provincia de Mendoza, como así
también de las réplicas existentes en el Museo Histórico Nacional y en
la entrada al Mausoleo del general José de San Martín en la Catedral
Porteña, el siguiente dato llamativo: debajo del escudo, se divisa la cinta
que sujeta las ramas de laurel que por allí se entrelazan. Esta cinta es
de tres franjas, blanca a los extremos y celeste al medio. La bandera
se ilustra en la Lámina 27 del Anexo Gráfico.

84
SEGUNDA PARTE

DISTINTAS BANDER AS PATRIOTAS


Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 8

Pabellones ideados por Manuel Belgrano

Una vez descartado lo imposible,


lo que queda,
por improbable que parezca,
debe ser la verdad

Sherlock Holmes
(Ingenioso detective, creación del novelista escocés
Sir Arthur Conan Doyle)

Consideraciones preliminares

Expuesta hasta aquí la idea de cómo fue la primera escarapela na-


cional y cómo se puede imaginar la primitiva enseña creada por Manuel
Belgrano, se plantea, a continuación, la segunda parte de la teoría.

Su desarrollo llevará a conocer el origen, diseño y distribución del


blanco y el celeste sobre la tela de las primeras insignias patrias, confir-
mándose así que en los albores de la nacionalidad argentina coexistieron
distintos modelos de banderas.

Las diversas denominaciones que veremos utilizadas para hacer


referencia a nuestras enseñas como “bandera Nacional”, “bandera del
Ejército” y “bandera de la Patria” -originadas tanto en documentación
oficial como en la bibliografía consultada- no siempre significaron una
igual distribución de los colores blanco y celeste sobre el paño.

Existieron, en la época estudiada, diferentes diseños que respondían


a un mismo término y, también, distintas expresiones que pudieron sig-
nificar un idéntico modelo de insignia. Sin embargo, todas revelaron
el firme propósito de reemplazar p a r a s i e m p r e el emblema español
y enarbolar en su lugar uno que representara a las Provincias Unidas.

87
Adolfo Mario Golman

El primer pabellón nacional: Rosario y Jujuy en 1812

El primero que puso en práctica la idea de izar una bandera patria fue
Manuel Belgrano, quien, conciente de que las tropas de las Provincias del
Río de la Plata utilizaban las mismas divisas que el enemigo, presentó en
Rosario el 27 de febrero de 1812 la primera enseña nacional105. Ésta
se componía de los colores blanco y celeste tomados de la nueva escarape-
la patria que había sido decretada oficialmente pocos días antes106.

Belgrano comunicó de inmediato aquel acontecimiento al gobierno


que, enterado de ello, le remitió el 3 de marzo siguiente un oficio por el
cual le ordenaba que disimuladamente arriara la bandera blanca y celeste
enarbolada y la sustituyera por el que se le enviaba desde Buenos Aires.
Es muy posible que ésta fuera una roja, amarilla y roja, similar a las que
por esos días flameaban en el Fuerte Porteño. Debido a que don Manuel
había partido desde Rosario hacia el Norte, no llegó a recibir ese oficio.

Ya en Jujuy, y con motivo de celebrarse el 25 de mayo el segundo


aniversario de la Revolución, Belgrano presenta una bandera con igual
diseño que la de Rosario.

De la proclama dirigida a sus soldados ese día, resulta esencial rese-


ñar la siguiente frase: “[...] el 25 de mayo será para siempre memorable

105 El día anterior (26 de febrero), Manuel Belgrano le escribía en estos términos al Gobierno
Porteño: “Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado, pero ya
que V.E. ha determinado la escarapela nacional con que nos distinguiremos de ellos y de to-
das las naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguieran aquéllas y que en
estas baterías no se viese tremolar sino las que V.E. designe. Abajo, señor excelentísimo,
esas señales exteriores que para nada nos han servido y con que parece que aún no hemos roto
las cadenas de la esclavitud”. Op. cit. en 1, Documento Nº 36, p. 66. El tiempo apremiaba y
la batería “De la Independencia”, emplazada en la isla, ya estaba lista para entrar en
operacio- nes. Sin esperar la respuesta del Triunvirato respecto de su solicitud para decretar
una bandera distinta a la realista, Belgrano decidió enarbolar el día 27 el novedoso pabellón.
Hasta la fecha no se han hallado antecedentes documentales que permitan confirmar su
bendición.

106 Tal como se explicó en el Capítulo 7, la primitiva cucarda nacional fue un distintivo
formado por dos círculos concéntricos, blanco el exterior y celeste el central; mientras que el
primer pabellón patrio nació, a juicio del autor, con tres franjas horizontales de igual ancho,
blancas a los costados y celeste al medio.

88
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

en los anales de nuestra historia y vosotros tendréis un motivo más para


recordarlo, cuando, en él, por primera vez, veis la bandera nacional
en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo
[...]”107.

El 29, Belgrano le escribe al gobierno brindándole un preciso detalle


sobre la celebración del aniversario patrio. De la carta, sobresalen tres
párrafos que ilustran la solemnidad de aquél acto108:

“[...] La tropa de mi mando no menos ha demostrado el patriotismo


que la caracteriza: asistió al rayar el día a conducir la bandera nacional,
desde mi posada, que llevaba el barón de Holmberg [nacido Eduard
Ladislaus Kaunitz von Holmberg] para enarbolarla en los balcones del
Ayuntamiento y se anunció al pueblo con quince cañonazos.”

“Concluida la misa la mandé llevar a la Iglesia y tomada por mí la


presenté al doctor Juan Ignacio de Gorriti, que salió revestido a bende-
cirla, permaneciendo el preste, el Cabildo y todo el pueblo con la mayor
devoción a este santo acto.”

“Verificado que fue, la volví a manos del barón para que se colocase
otra vez donde estaba y al salir de la Iglesia se repitió otra salva de igual
número de tiros con grandes vivas y aclamaciones [...].”

La disconformidad del gobierno con lo realizado por Belgrano se


manifestó en un nuevo oficio remitido el 27 de junio. Era otra amo-
nestación, la cual incluía la transcripción de la nota que anteriormente
había sido enviada a Rosario109.

El 18 del mes siguiente, en emotiva contestación, Belgrano alegó que


no había recibido la primera comunicación por haber partido a hacerse
cargo del Ejército del Norte en comisión asignada por el mismo gobier-
no. En dicha respuesta, hace una nueva mención a su enseña nacional
107 Op. cit. en 1, Documento Nº 48, pp. 81-82.

108 Op. cit. en 1, Documento Nº 47, pp. 78-80.

109 Op. cit. en 1, Documento Nº 51, pp. 85-86.

89
Adolfo Mario Golman

cuando escribe: “Debo hablar a vuestra excelencia con la ingenuidad


propia de mi carácter y decirle con todo respeto que me ha sido sensible
la reprensión que me da en su oficio del 27 pasado y el asomo que hace
de poner en ejecución su autoridad contra mí, si no cumplo con lo que se
me manda relativo a bandera nacional, acusándome de haber faltado a
la prevención de 3 de marzo por otro tanto que hice en el Rosario”110.

Tan preciso era en su redacción respecto del tema “bandera Nacio-


nal” que, cuando en marzo de 1813 Feliciano Antonio Chiclana, Go-
bernador Intendente de Salta, le consulta acerca del uso de un sello en
los oficios de su gobernación, Belgrano le responde: “Me guardaré muy
bien de proveer acerca del sello: ¡qué! ¿No se acuerda V. de la
reprimenda que V. firmó por la Bandera Nacional? No quiero sufrir
otra [...]”111. Recuérdese que Chiclana había sido uno de los miembros
del gobierno que en marzo de 1812 suscribió la amonestación a
Belgrano por haber izado en Rosario una insignia nacional sin
autorización.

Esto confirma que en sus comunicaciones oficiales Belgrano


m a n t u v o u n u s o c o n s t a n t e del término “bandera Nacional”
para referirse a las arboladas en Rosario y en Jujuy en 1812.

La bandera del Ejército: Tucumán 1813

Después de los retos recibidos Belgrano modificó su actitud. Pasa-


da la victoriosa contienda de Tucumán, del 24 de septiembre de 1812,
concibió, a juicio del autor, una nueva enseña con un diseño diferente
al de la prohibida bandera nacional y a la que de inmediato comenzó
a referirse como “bandera del Ejército de la Patria” o “bandera del
Ejército”.

Esta opinión encuentra sustento en que no parecería razonable que


la insignia dos veces descartada por el gobierno como “Nacional” se
transformara, automáticamente, en divisa “del Ejército”. En cambio,
sería más aceptable que Belgrano dejara de utilizar el modelo pensado
110 La carta se copia en páginas 17 a 19.

111 Op. cit. en 61, Carta XCV, pp. 207-208.

90
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

como representativo de las Provincias Unidas y dispusiera crear uno


nuevo y distinto, que también contemplara los colores de la escarapela
nacional, pero con el uso restringido a las armas de la nación.

Esta situación comienza a corroborarse cuando se lee la misiva diri-


gida a Bernardino Rivadavia desde Tucumán el 6 de octubre de 1812,
doce días después del triunfo en armas conseguido en aquella ciudad.

Escribía Manuel Belgrano: “A salvar la Patria es nuestro clamor;


vengan esos auxilios de gente, corran a unirse con este Ejército y las
Provincias quedarán libres muy pronto: está visto; el Todopoderoso ha
empezado a protegernos, y no dudo que continúe para que se conclu-
yan tantas miserias e infelicidades: que se cumpla la venida del Ejército
Oriental y de su digno jefe y las Banderas del Ejército de la Patria
tremolarán en las Provincias de Lima [...]”112 .

¿Cómo ideó Belgrano esa nueva insignia “del Ejército”? De dos


franjas horizontales e iguales, blanca la superior y celeste la inferior. El
modelo se ilustra en la Lámina 22 del Anexo Gráfico.

La adquisición de la tela

Existe un documento que permite suponer que recién para fines de


enero de 1813 Belgrano envía a confeccionar aquel pabellón.

Es una orden de pago fechada en Tucumán el 25 de aquel mes, poco


tiempo antes de emprender la marcha hacia Salta, por la cual el general le
encomienda al comisario del ejército abonarle 15 pesos al señor Toribio
Tedín por dos varas y media de raso113 para la bandera del ejército114.
112 Op. cit. en 61, Carta LX XVIII, pp. 184-185.

113 El raso, al ser una tela lustrosa de seda, se usaba mayormente para insignias cuyo destino
era acompañar por tierra a la infantería. La lanilla, que es un tejido hecho con lana fina, resultaba
más apta para confeccionar banderas de flameo por su resistencia al viento y, por tanto, de uso en
buques de guerra y fortificaciones costeras.

114 Op. cit. en 1, Documento Nº 59, p. 97. La orden de pago fue publicada originalmente
por Roberto H. MARFANY en op. cit. 45, entre pp. 108 y 109.

91
Adolfo Mario Golman

Resulta interesante plantear el siguiente análisis:

Se adquirieron dos varas y media de tela, las que a razón de


83,60cm por cada vara permiten imaginar una enseña de casi 2,10m
de largo115. Ello, a simple vista, parecería razonable como para
confeccionar la bandera “del Ejército”. Sin embargo, a poco de
reflexionar, surgen de inmediato interrogantes como ser: ¿cuál era el alto
de la pieza de tela? ¿Qué colores podía tener?

Las piezas de tela se manufacturaban con un alto de una vara


(0,836m) o de una vara y media (1,25m). Además, las insignias de las
unidades militares terrestres detentaban una proporción distinta
respecto de las izadas en fortificaciones costeras. Éstas respetaban una
estructura rectangular con una proporción 1:2; es decir, s u a n c h o
e r a l a m i t a d d e s u l a r g o . 116. Las primeras debían observar las
dimensiones que dictaban los reglamentos, que las disponían
cuadradas117.

Pese a ello, el ejército patriota también lució otras enseñas: las bi-
colores blancas y celestes, que se aproximaban a las dos medidas de
ancho por tres de largo118.

115 Op. cit. en 98. La sexta acepción de la palabra vara dice: “Medida de longitud dividida
en tres pies o cuatro palmos y equivalente a 835 milímetros y 9 décimas”.

116 A principios del siglo XIX, las banderas izadas en fortificaciones costeras guardaban,
por lo común, la escala 1:2. A modo de ejemplo se puede citar una constancia del 19 de
mayo de 1807, por la que se ingresaba a los almacenes reales una enseña nuevamente
construida con destino a la Real Fortaleza de Buenos Aires de 8 y media varas de ancho por
17 de largo. Op. cit. en 1, Documento Nº 2, p. 20. El Fuerte Porteño, sede por ese entonces
del Gobierno Virreinal, estaba situado a la ribera del Río de la Plata.

117 Acontecida la Revolución de Mayo, las milicias terrestres patriotas continuaron rigién-
dose por las Ordenanzas Generales del Ejército que estaban vigentes desde la época colonial.
Así, en el artículo 10, Título 1º del Tratado I de aquella normativa, se establecía el uso de las
banderas “coronelas” y “sencillas” fijando sus medidas en siete cuartas (de vara) en cuadro, es
decir, un cuadrado de casi 1,47m de lado.

118 Como ejemplo, se pueden citar los pabellones desplegados en la escena de la batalla pin-
tada en el retrato original de Manuel Belgrano de 1815. También respetan esas proporciones
las dos banderas de tres franjas horizontales, con los colores argentinos, escondidas en 1813
en la capillita rural de Titiri y descubiertas en 1883. Una, celeste, blanca y celeste, que mide
1,56m de ancho por 2,36m de largo y que resulta un perfecto 2:3. La otra, blanca, celeste y
blanca, que tiene un ancho estimado en 1,56m y un largo de 2,20m.

92
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Para el caso bajo examen, el largo de 2,10m en una enseña blanca y


celeste debería estar acompañado por un alto no menor a los dos tercios
de aquellas dimensiones. Ello significa partir, como mínimo, de una
anchura de 1,40m, requisito que como se vio no cumplía por sí sola
ninguna tela de raso.

Respecto del color, el raso se confeccionaba en una sola tonalidad,


por lo que el género debió ser totalmente blanco o celeste119.

Tampoco es aceptable que las dos varas y media fueran dos trozos
de tela, uno blanco y otro celeste, ya que, entonces, el largo máximo de
cada corte sería de 1,05m, igualmente escasos para preparar un pendón
de las características analizadas.

Después de este razonamiento, es posible afirmar que las dos varas y


media de raso provistas por Toribio Tedín no fueron suficientes, por sí
solas, para confeccionar un emblema blanco y celeste. Por tanto, la tela
debió adquirirse con el fin de unirla a otro trozo de igual medida, pero
de distinto color, para así completar la hechura del pabellón.

De acuerdo a lo que verá en los próximos capítulos, fueron varias las


insignias bicolores lucidas por el Ejército Auxiliador del Perú durante y
después de la batalla de Salta.

Podría imaginarse, entonces, que esa tela pudo ser utilizada para
terminar de preparar la enseña blanca y celeste que se presentaría el
13 de febrero a orillas del río Pasaje o, tal vez, la de algún regimiento
que, como refuerzo, hubiera llegado a Tucumán pasada la contienda.
Recuérdese que el Nº 1 se incorporó al Ejército del Norte el 23 de no-

119 En cambio, la lanilla se fabricaba, por ejemplo, en piezas mitad roja y mitad amarilla
con el fin de servir para hacer banderas españolas. En op. cit. en 1, Documento Nº 18, pp.
43-44, se transcribe el oficio que el comisario de artillería Vicente de Echeverría escribió el
4 de julio de 1811 dirigido al comandante de artillería de la plaza de Buenos Aires coronel
Francisco Javier Pizarro. Junto con la nota, remite a los almacenes diversos efectos adquiridos
en virtud de urgente necesidad para la atención del Real servicio, que incluyen doce piezas
de lanillas, por mitad encarnado y amarillo, de a cuarenta y cinco varas cada una con
destino a banderas. Al unir dos c o r t e s por el lado amarillo se obtenía la típica enseña
naval española.

93
Adolfo Mario Golman

viembre de 1812120 y que el Nº 8 (Ex Arribeños o Nº 2) había partido


desde Buenos Aires el 10 de aquel mes con similar propósito.

Estos dos cuerpos de infantería llegaron a Tucumán portando sus


insignias reglamentarias “coronela” y “sencilla”121 las cuales, en su mo-
mento, debieron reemplazarse por las nuevas bicolores “del Ejército”.

Más referencias a la bandera “del Ejército”

Continuando con el desarrollo del tema, se apuntan ahora dos nue-


vas citas a la “bandera del Ejército” rescatadas de comunicaciones firma-
das por Belgrano y remitidas al gobierno.

La primera, escrita desde el río del Juramento el 13 de febrero de


1813, por la cual informa y describe la jura de obediencia a la Asamblea
General Constituyente por parte de sus tropas, expresando al respec-
to: “[...] La bandera del Ejército fue conducida por el mayor general
don Eustaquio Díaz Vélez, a quien llevábamos en medio el coronel don

120 En una carta dirigida al gobierno, fechada el 24 de noviembre de 1812 en Tucumán,


Belgrano informaba: “El Regimiento Nº 1 entró ayer tarde con 395 plazas presentes según
aparece del Estado adjunto, y entre ellos bastantes reclutas que ni se han fogueado [...]”. Las
tropas estaban al mando del teniente coronel Gregorio Ignacio Perdriel y del sargento mayor
Benito Álvarez. Archivo General de la Nación, Guerra, Ejército Auxiliar del Perú, X 3-10-4,
Julio a diciembre 1812.

121 Es opinión de Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ que el Regimiento Nº 1 llegó también con
dos banderas de tres franjas a lo largo (posiblemente formando parte del bagaje del cuerpo
armado). Una, blanca a los extremos y celeste al medio, que habría sido la mandada a hacer
por Belgrano en Rosario en febrero de 1812; y la otra, celeste, blanca y celeste, que Rivadavia
habría enviado desde Buenos Aires el 3 de marzo siguiente para reemplazar a la anterior.
Ambas habrían seguido con aquella unidad militar hasta el Altiplano y serían las encontradas
en 1883 en la capilla de Titiri, Bolivia. “Los colores nacionales, blanca, azul y blanca a franjas
horizontales”, en Revista Historia, Nº 12, Buenos Aires, 1958, p. 131; Op. cit. en 63, “Origen
de los colores nacionales...”, pp. 87-89 y “Las banderas de Macha, resumen y consideraciones
finales”, en Revista Historia, Nº 14, Buenos Aires, 1958, pp. 123-124. Si bien se comparte con
Fernández Díaz la idea de que la primigenia enseña belgraniana fue blanca, celeste y blanca,
se disiente con el resto de su teoría ya que, por ejemplo, la insignia remitida por Rivadavia
desde el Fuerte Porteño debió ser la reglamentaria roja, amarilla y roja. Además, sostenemos
que la señera blanca, celeste y blanca hallada en Bolivia no sería la confeccionada en Rosario,
sino que respondería a la preparada en Jujuy en mayo de 1812. Ver también la nota 211.

94
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Martín Rodríguez y yo, escoltados de una compañía de granaderos que


marchaba a son de música [...]”122.

La segunda, redactada en Jujuy el 26 de mayo de ese año con motivo


de los festejos del tercer aniversario de la Revolución, donde explicaba:
“[...] Acostumbrados estos pueblos a estandarte, deseó este Cabildo sacar
una bandera y le franqueé la del ejército para la víspera y fiesta [...]”123.

El Teniente Gobernador de Jujuy, Francisco Pico, haciendo referen-


cia a este último hecho, informó el 31 de mayo al gobierno que el Cabil-
do Jujeño había acordado sacar de paseo en la tarde del 24, en lugar del
antiguo pendón, una bandera azul y blanco como trofeo más análogo
a los principios de nuestra libertad124. En el oficio de respuesta a Pico
-donde el gobierno queda impuesto de los hechos- se hace referencia al
paseo de una bandera blanca y azul125, es decir, se invierte el orden de
enunciación de los colores.

En sus Memorias, José María Paz (quien combatió bajo el mando de


Manuel Belgrano en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma) también
hace referencia a la bandera “del Ejército” en las siguientes situaciones:

1. Comentando acerca del repliegue de las tropas porteñas en Vilca-


pugio, explica que fue en dos direcciones: una al Sur, por el camino de
Potosí y la otra hacia el Este, donde se encontraba Belgrano. El general
“[...] procedió en el acto a reunir nuestras fuerzas y organizarlas para
llevarlas nuevamente a la pelea. Él mismo tomó la bandera del ejérci-
to, y excitó personalmente a nuestras tropas al combate, que se renovó
efectivamente, durando por algunas horas“126.

2. En el capítulo dedicado a la contienda de Ayohuma, relata que,


en la retirada, a una distancia de cerca de media legua del campo de

122 Op. cit. en 1, Documento Nº 62, pp. 100-101.

123 Op. cit. en 1, Documento Nº 79, p. 122.

124 Op. cit. en 1, Documento Nº 83, p. 126.

125 Op. cit. en 1, Documento Nº 85, p. 128.

126 PAZ, José María, Memorias Póstumas I, Buenos Aires, Emecé Editores, 2000, p. 112.

95
Adolfo Mario Golman

batalla, el resto de nuestros infantes, que huían en muchas direcciones,


se fue replegando al general Belgrano, “[...] que había enarbolado la
bandera del ejército a la falda de unas lomas ásperas y pedregosas que
no ofrecían sino senderos difíciles [...]”127.

Esta bandera “del Ejército de la Patria”, “del Ejército” o “de la


Patria” (como también se verá citada en el Capítulo 14, Distintos diseños
de insignias, puntos “c.”, “ d.”, “ f.” y “g.” ) habría resultado ser la más nu-
merosa entre las llevadas en campaña al Alto Perú. Compuesta de dos
fajas horizontales de igual ancho, blanca la superior y celeste la inferior,
pudo, según el momento, llevar pintado el escudo nacional y/o las aspas
rojas de Borgoña.

El flamante diseño

Tal como se explicó, el lábaro que Manuel Belgrano envía a preparar


y presenta a sus tropas el 13 de febrero de 1813 con motivo de la jura de
obediencia a la Soberana Asamblea fue un emblema nuevo, distinto
de los enarbolados antes en Rosario y en Jujuy, y pensado para un
uso limitado al ejército.

Al respecto, resulta relevante citar los relatos que dos testigos presen-
ciales hicieron sobre los acontecimientos del 13 de febrero. El primero,
lo escribió el entonces ayudante mayor del regimiento de Dragones del
Perú, José María Paz128. El otro, cuenta lo vivido por el joven Lorenzo
Lugones, alférez de compañía del mismo cuerpo armado. Es importan-
te aclarar que en ambos casos los relatos fueron escritos muchos años
después de ocurridos los hechos129.

127 Op. cit. en 126, p. 137.

128 PAZ explica que se aproximaba el tiempo de tomar la ofensiva y marchar sobre Salta, la
cual estaba ocupada por Juan Pío de Tristán y Moscoso. Para entonces había logrado dejar la
artillería y retornado al arma de caballería en clase de ayudante mayor de Dragones, cargo al
que había sido recientemente promovido. Op. cit. en 126, p. 67.

129 La referencia a “escritos muchos años después de ocurridos los hechos” es debido a que
Paz comenzó a redactar sus Memorias en 1839 y Lugones las suyas tiempo después.

96
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Recordaba José María Paz: “En febrero [de 1813] estuvieron todos
los cuerpos reunidos en el río Pasaje, que afortunadamente no tenía
mucho caudal de agua, y se vadeaba, aunque con trabajo, porque es la
estación en que se pone respetable. Allí tuvo lugar la solemnidad del
juramento, que se recibió al ejército, de defender el nuevo pabellón
celeste y blanco, que adoptaba nuestro país [...]”130.

Lorenzo Lugones en sus Recuerdos Históricos131, cuya portada indica


que fueron escritos en esclarecimiento de las Memorias Póstumas del Bri-
gadier General Don José María Paz, cuenta sobre el tema que llegadas las
tropas al río Pasaje (que desde ese 13 de febrero cambiaría su nombre por
el de río del Juramento), Belgrano se presentó ante el ejército formado en
parada, con una bandera blanca y celeste en la mano. Allí arengó a las
tropas y concluyó diciendo: “Este será el color de la nueva divisa con
que marcharán a la lid los nuevos campeones de la Patria”.

Agrega Lugones: “Esta es pues, la bandera que por primera vez, fla-
meando en el suelo patrio, a las márgenes de un río memorable, improvi-
sada por el genio y enarbolada por la libertad, [...] y llevada luego en triunfo
por el héroe Belgrano en la cima del Potosí tremolando, los huesos conmo-
vió del Inca en sus tumbas, ella es la que también traspasando los Andes
con San Martín, atravesando los dulces y salados mares, arribó triunfante
hasta el Chimborazo y el libertador Bolívar la saludó reverente [...]”.

Más adelante exclama alborozado: “¡Oh Bandera de mi patria gue-


rrera! ¡Signo precioso de la libertad, inmortal divisa de la noble igual-
dad; yo también en ese día, acaso el más joven del todos los guerreros de
ese tiempo, en medio de todo un ejército que desfilaba por delante de ti,
a tus pies, juré, por la Patria, en cien batallas vencer o morir!”.
130 Op. cit. en 126, p. 68. En realidad, el juramento que hizo el ejército no fue el de defender
el nuevo pabellón que adoptaba nuestro país, sino el de obedecer a la Soberana Asamblea
Constituyente que se había instalado en Buenos Aires el 31 de enero anterior. Para ello, se
utilizó la fórmula del juramento de banderas que se acostumbraba tomar a los reclutas. FER-
NÁNDEZ DÍAZ, Augusto, “¿Fue jurada también la bandera en el río Pasaje el 13 de febrero
de 1813?”, en Revista Historia, Nº 45, Buenos Aires, 1966, pp. 104-108.

131 LUGONES, Lorenzo, Recuerdos históricos sobre las campañas del Ejército Auxiliador del
Perú en la Guerra de la Independencia, en esclarecimiento de las Memorias Póstumas del Briga-
dier General Don José María Paz, Segunda edición, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1888,
pp. 45-46.

97
Adolfo Mario Golman

Se pude advertir que existe una diferencia en el modo de citar el orden


de importancia de los colores en la enseña que exhibe Belgrano. Mientras
Paz dice “celeste y blanca”, Lugones se refiere a “blanca y celeste”.

¿Quién tenía la razón? El crédito debería llevárselo Lorenzo Lugones


por los siguientes motivos:

a. En el retrato de Belgrano de 1815, atribuido a Carbonnier, se des-


taca en un costado la escena de una batalla. Como se observará y ex-
plicará más adelante, dicha contienda pudo ser la de Salta, librada una
semana después del juramento del río Pasaje. Se divisan en el cuadro
tres insignias de dos franjas horizontales e iguales, blanca la superior
y celeste la inferior.

b. Antes de ser ascendido a alférez de compañía, Lugones se había


desempeñado en la caballería patriota como portaestandarte del cuarto
escuadrón del regimiento de Dragones132, es decir, era un oficial cuyo
deber consistió en llevar y proteger la divisa que identificaba a su unidad,
por lo que resulta razonable que recordara mejor que Paz acerca de formas
y disposición de los colores sobre la tela del nuevo pabellón belgraniano.

c. El general José María Paz no tuvo la posibilidad de revisar ni


corregir sus escritos133 . Además, Paz advierte en sus Memorias: “[...] no
será extraño que después de tanto tiempo incurra en algunas omisiones
o inexactitudes involuntarias, que me atrevo a creer no serán substan-
ciales. Sirva esto de regla general”134.

d. Lugones edita su obra en esclarecimiento de las Memorias Póstumas


del Brigadier General Don José María Paz. Quizás, este haya sido uno de
los puntos sobre los que don Lorenzo deseó corregir lo escrito por Paz.
132 Op. cit. en 131, pp. 37 y 44.

133 Op. cit. en 126, p. 7. Allí, a modo de prólogo firmado por “B.P. del C.”, se explica: “En
1839, cuando residía en Buenos Aires, con ‘la ciudad por cárcel’, Paz empezó a escribir sus
Memorias apelando a los recuerdos, sin releer sus apuntes. Interrumpió el trabajo y lo retomó
varios años después, exiliado en Río de Janeiro, donde vivió cuatro años en la pobreza hasta
la caída de Rosas”.

134 Op. cit. en 126, p. 268.

98
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Debe destacarse, también, que ninguno de los dos presenció en Jujuy


la emotiva jornada del 25 de mayo de 1812, ya que ambos se encontra-
ban en Humahuaca integrando la vanguardia patriota135. Sin embargo,
cuando a fines de agosto se produjo el repliegue hacia Tucumán, Lugones
y Paz estuvieron en contacto con oficiales y soldados que pertenecían a los
distintos regimientos que sí estuvieron estacionados en Jujuy al tiempo de
la bendición y de la jura de la “bandera Nacional”.

Tan trascendentes y emotivas ceremonias debieron ser la razón de


memorables comentarios entre camaradas de armas, donde Paz y
Lugones pudieron interiorizarse acerca del modelo dado a conocer en
Jujuy. Por tanto, si ese pabellón hubiera sido similar al “del Ejército”,
que tiempo después Belgrano presentaba a orillas del río Pasaje,
ninguno de nuestros dos relatores se hubiese referido a una “nueva
divisa”, ni a “[...] la bandera que por primera vez, flameando en el suelo
patrio [...]”, ni al “[...] nuevo pabellón [...] que adoptaba nuestro país”.

Qué persuasivas resultan las palabras de José María Paz y de


Lorenzo Lugones para convencernos de que el 13 de febrero de 1813 se
presentaba una nueva señera con un fin determinado: identificar al
ejército patriota. Se dejaba de lado el concepto de “divisa N acional”
que Belgrano le había atribuido a su primer modelo concebido en
Rosario en febrero de 1812 y recreado en Jujuy tres meses más tarde.

La insignia blanca con el escudo de la asamblea del año 1813

Pasado el triunfo de Salta, Belgrano se dirigió a Jujuy. El 25 de mayo


de 1813, y con motivo de los festejos del tercer aniversario de la Revo-
lución, obsequió al Cabildo Jujeño una bandera blanca, en la que man-
dó pintar las armas que la Soberana Asamblea General Constituyente

135 José María Paz no estuvo en Jujuy el 25 de mayo de 1812 para presenciar la jura de la
“bandera Nacional”, ya que, tal sus relatos, se encontraba en Humahuaca incorporado provi-
soriamente a la fracción de artilleros que estaba en la vanguardia. Paz se reunió con el grueso
del ejército cuando se emprendió, en agosto de 1812, la retirada hacia Tucumán. En la marcha
atravesaron el pueblo de Jujuy en toda su extensión sin permitirles separarse, ni aún para
proveerse de un poco de pan. Op. cit. en 126, pp. 16-17 y 22. Lorenzo Lugones, según sus
propios relatos, también se encontraba en Humahuaca integrando la división de vanguardia.
Op. cit. en 131, pp. 28-30.

99
Adolfo Mario Golman

usaba en su sello. Después de hacerla bendecir, la entregó al expresado


cuerpo para que la conservara con el honor y valor que habían mani-
festado los dignos hijos de esa ciudad y su jurisdicción, quienes habían
combatido junto al general en las batallas de Tucumán y de Salta136.

Fue considerada por sus contemporáneos como “Bandera Nacional


de Nuestra Libertad Civil” según consta en las Actas Capitulares de
Jujuy. Además, el hecho de haber sido asumida como “Nacional” per-
mite confirmar a la blanca y celeste de dos fajas horizontales como “del
Ejército”.

Esta enseña -que no acompaño a las tropas de las Provincias del Río
de la Plata hacia el Alto Perú- está formada por tres franjas verticales de
tela de raso blanco, con el escudo pintado al centro, y se conserva como
reliquia histórica en el “Salón de la Bandera” de la Casa de Gobierno
Jujeña137. En la Lámina 26 del Anexo Gráfico se representa el añoso
pabellón.

136 Op. cit. en 1, Documento Nº 79, p. 122. Es posible, además, que don Manuel fuera
el primero (o uno de los primeros) que llevaba a la práctica la orden escrita, impartida por la
Asamblea a fines de abril de 1813, que disponía sustituir, en ciertos casos, las armas del Rey
por las del Soberano Cuerpo Patrio.

137 M asca-paicha incaica vs. Gorro frigio: Un dato interesante que merece destacarse es el
relacionado con el “gorro de la libertad” que presentan tanto el escudo de la “Bandera
Nacional de Nuestra Libertad Civil” (adoptada como insignia de la provincia de Jujuy desde
1995) como el de la “Bandera del Ejército de los Andes” (reconocida desde 1992 como enseña
oficial de la provincia de Mendoza). En ambos casos, el diseño del gorro se asemeja a la
masca-paicha o corona del rey inca, que es un gorro rojo con borla confeccionado en fibra de
camélido andino con incrustaciones de hilos de oro.
Este “gorro de la libertad” es distinto en el Escudo Nacional A rgentino. Allí prevalece el
modelo conocido como “píleo” (cónico, de base y punta redondeadas) que fuera lucido por
los revolucionarios franceses de fines de siglo XVIII. También se lo denomina “frigio”
(oriundo de Frigia, Asia Menor), aunque éste es de estructura diferente, ya que cubre la nuca
en su totalidad y termina en dos tiras que sirven para anudarlas por debajo de la barbilla.
Ambos carecen de la borla incásica.

100
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 9

La bandera nacida en Buenos Aires

Variando sustancialmente de ubicación geográfica, en el Capítulo 16


se anotarán, cronológicamente, varias citas con origen en la ciudad de
Buenos Aires, que, a juicio del autor, referirían a enseñas de tres franjas,
celestes, blancas y celestes.

Si bien su diseño resultó diferente al de las concebidas por Manuel


Belgrano, muchas veces fueron reconocidas con el mismo nombre que
las belgranianas, pudiendo encontrarse mencionadas, indistintamente,
como “bandera Nacional” o “bandera de la Patria”.

A modo de anticipo, se reseñan dos de aquellas citas. La primera,


acontece hacia fines de mayo de 1812 cuando Juan Rademaker -emi-
sario de la corte Portuguesa establecida desde 1808 en su colonia del
Brasil- llega a la urbe porteña para concertar un armisticio entre su go-
bierno y el de las Provincias Unidas. Dentro de las actividades protoco-
lares, el diplomático extranjero es invitado a una representación teatral
en el Coliseo Provisional.

Días después, despacha una misiva a Lord Strangford, embajador


británico en Río de Janeiro, con la intención de ponerlo al tanto de
cómo se pensaba políticamente en Buenos Aires. Con esa finalidad des-
cribe las distintas escenas de la obra “El Veinticinco de Mayo” -melo-
drama de neto corte patriótico- que había presenciado. Destaca al final
de su relato que la velada concluye con la presentación de la nueva
bandera azul y blanca entre la algarabía de los asistentes.

Otra crónica revela que en el solar donde se emplaza desde mayo


de 1936 el “Obelisco de Buenos Aires” (intersección de las avenidas 9
de Julio y Corrientes), y que supo ocupar la Parroquia de San Nicolás,
se izó por primera vez el 23 de agosto de 1812 la bandera celeste y
blanca. Recordando aquel acontecimiento, una de las caras del insigne

101
Adolfo Mario Golman

monumento tiene grabada la siguiente leyenda: “En este sitio en la torre


de San Nicolás fue izada por primera vez en la ciudad la Bandera Na-
cional el X XIII de Agosto de MDCCCXII”.

Planteada la argumentación sobre el origen de los emblemas belgra-


nianos “blancos y celestes” y el porteño “celeste y blanco”, el estudio
continúa siguiendo los pasos del Ejército del Norte desde que abandonó
Jujuy a fines de agosto de 1812, cruzando tierra salteña con destino
a Tucumán, perseguido de cerca por las fuerzas realistas que bajaban
desde el Alto Perú.

102
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 10

Una enseña blanca en el Río de las Piedras

Al tiempo que el Ejército Auxiliar del Perú y el leal pueblo Jujeño se diri-
gían hacia Tucumán, los realistas, después de haber aplastado hacia fines de
mayo de 1812 la rebelión que había estallado en Cochabamba, se movían
resueltamente ocupando los territorios que los patriotas abandonaban.

Relata Julio M. Luqui Lagleyze138: “[...] El 3 de septiembre [de 1812]


llegó a Potosí [que estaba bajo el dominio realista] un parte del Briga-
dier Pío Tristán donde informaba que los porteños huían hacia Tucu-
mán, desocupando Jujuy y Salta, llevándose todo y dando fuego a los
caseríos. Tristán envió como avanzada al coronel Huici, el cual llegó sin
mayores problemas hasta Jujuy y Salta, y se adelantó hasta el río Pasaje
sin hallar resistencia, a tal punto que creyó con su sola columna poder
tomar Tucumán. El día 4 se celebró en Potosí [con salvas y misa de
gracias] la entrada en Jujuy y Salta sin novedad [...].”

“[...] La avanzada del ejército estaba al mando de los tenientes coro-


neles Llanos y Huici que detuvieron su avance antes del río de Pasaje,
donde se hallaban los patriotas, en espera de refuerzos que traía el te-
niente coronel Leefdael, retrasado en su marcha. El día 3 de septiembre
avanzaron hasta el río de las Piedras.”

“Ese día tuvo lugar la acción denominada del Río de las Piedras en
que la avanzada se batió con la retaguardia del ejército porteño al man-
do de Díaz Vélez. La primera parte de esta acción fue celebrada como
una victoria realista, ya que el cronista de los anales139 [quien adhiere a

138 LUQUI LAGLEYZE, Julio Mario, Historia y Campañas del Ejército Realista, Tomo I,
1810-1820, Instituto Nacional Sanmartiniano (Buenos Aires) y Fundación Mater-Dei (Ro-
sario), 1997, pp. 109 y 110.

139 D’ ANDREA, María Cristina y LUQUI LAGLEYZE, Julio M., “¿La más antigua des-
cripción de la Bandera Argentina? en los Anales Inéditos de Potosí - 1813”, en Revista “Del
Mar”, Nº 148, Buenos Aires, 1998, pp. 27. Allí los autores refieren como “anales” a una copia
manuscrita alrededor de 1905 -a la que tuvieron acceso en enero de 1996 en el Archivo del

103
Adolfo Mario Golman

la causa del Rey], relata que fueron muertos más de 40 porteños y pri-
sioneros cincuenta y siete inclusos tres oficiales, diez carretas de fierro,
equipajes, dos cañones, 100 fusiles.”

“La primera parte de la acción fue en verdad una derrota de la re-


taguardia porteña que se hallaba a 10 kms. del grueso del ejército. Pero
luego de esta acción los realistas avanzaron hasta el río donde se hallaron
con el grueso del ejército de Belgrano que estaba desplegado y les abrió
fuego de artillería para parar al perseguidor. Detenida así la avanzada
del ejército real por una acción resuelta y eficaz, debió retirarse siendo a
su vez perseguido por los porteños, en la fuga perdió lo que antes había
ganado. Belgrano continuó así, tranquilo, la retirada a Tucumán. Sin
duda quien llevó la noticia a Potosí se apresuró partiendo antes de
que la acción concluyera [...].”

Coincidiendo en lo precipitado de la noticia y como aval de lo acon-


tecido, se transcribe íntegramente el comentario que el relator potosino
hace sobre el tema:

“El 17 [de septiembre de 1812] llegó a las 11 del día don Manuel
Sartegaray [quien el 1º de enero de 1813 será designado Alcalde Ordi-
nario de Potosí, lo cual exhibe el predicamento que esta persona tenía
en la comunidad potosina] con una bandera blanca, dio parte de la
victoria obtenida en el río de las Piedras, contra los generales Días Velis
[Díaz Vélez] y Valcarcel [Balcarce] quienes con muchas tropas quisieron
asaltarlos y fueron derrotados, quedaron muertos más de 10 porteños y
fueron hechos prisioneros 57 incluidos 3 oficiales, se tomaron muchos
objetos y armamento del enemigo.”140

Museo Casa de Moneda de Potosí- de los llamados “Anales Inéditos de Potosí” cuyo original
se halla en el Archivo Nacional de Sucre.
Siguiendo su camino, en visita efectuada en febrero de 2006 a Sucre, el autor tuvo acceso
a los manuscritos que se conservan en el Archivo y Biblioteca Nacionales. Éstos integran el
“Catálogo de la Colección Rück”, formando parte de la Historia de la Villa Imperial de Potosí,
riquezas de su famoso cerro, grandezas de la población, sus guerras y casos memorables, por don
Nicolás Martínez Arzans y Vela, años 1547-1834. El período 1812-1814 se ubica dentro de la
Colección en el Tomo 2, Segunda Parte, años 1657-1834. Es un ejemplar encuadernado que
consta de 385 hojas.

140 Catálogo de la Colección Rück, Historia de la Villa Imperial de Potosí, riquezas de su fa-
moso cerro, grandezas de la población, sus guerras y casos memorables, por don Nicolás Martínez

104
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Aquí se incorporan a la historia dos nuevos interrogantes: ¿a quién


pertenecía la “bandera blanca” que traía Manuel Sartegaray? ¿Cómo era
su diseño?

Como primer paso, se procurará establecer la titularidad de esa en-


seña. El relato parece referirse a una bandera patriota capturada en la
acción del Río de las Piedras, ya que en la narración se resalta el triunfo
de las armas reales, se habla de muertos y prisioneros porteños, y de
haber tomado objetos y armamento en el combate.

Si se admite ese pabellón como perteneciente a las fuerzas comanda-


das por Belgrano, resta, a continuación, conocer sus particularidades.

En principio, debe entenderse que el relato antes citado proviene de un


realista, quien debía conocer las insignias de infantería que reglamentaria-
mente portaban los ejércitos reales y también las tropas rioplatenses141.

Por ello, resulta sensato cavilar que la insignia capturada por los
coloniales en la acción del Río de las Piedras, y descripta familiarmente
como “blanca”, no era extraña a los ojos de este partidario del rey.

Es tiempo de presentar un importante testimonio que sugiere que


esa bandera era más que una simple tela de color blanco.

El 1º de marzo de 1813 el general realista José Manuel de Goyene-


che y Barreda, al tiempo de tener que evacuar Potosí, ante la esperada
llegada de las avanzadas enemigas, le replicaba con irritación a un gru-
po de personas que lo injuriaba, diciéndoles que regresaría en quince
días o un mes a esa Villa, entrando con la bandera blanca142.

Arzans y Vela, años 1547-1834, Tomo 2, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre,
nueva numeración pp. 149 y 150. Es el particular anhelo del autor que éste y otros documen-
tos inéditos que se divulgan a lo largo de la obra, resulten de utilidad para convalidar
hechos pasados y emprender nuevas investigaciones históricas.

141 Meses más tarde, ante la presencia de las fuerzas patriotas que se instalaban en Potosí,
esta misma persona describirá en detalle las distintas banderas bicolores del Ejército Auxilia-
dor del Perú, ya que al verlas por primera vez le resultarán muy novedosas.

142 Al respecto, el relator potosino escribe: “Para el Carnaval, 1º de marzo [de 1813], salió

105
Adolfo Mario Golman

Las dos citas referidas a la “bandera blanca” permiten imaginar que


el cronista potosino y el general Goyeneche se estarían refiriendo a al-
guno de los dos modelos de banderas que, por ese entonces, eran de uso
obligatorio para ambos bandos contendientes. Éstas eran “la coronela”
(blanca con el emblema real) y “la sencilla” (también blanca, pero con
las aspas de Borgoña de c ol or r oj o e n s u c e nt r o); y ambas, en sus
cuatro ángulos, con el escudo de la ciudad a la que pertenecía el
regimiento).

Se puede seguir desgranando el tema y pensar que si una de las


referencias corrió por cuenta del propio jefe del ejército colonial, bien
podría tratarse “por jerarquía” de la coronela, enseña que lo escoltaba en
sus derroteros por las provincias altoperuanas.

Fuera la coronela o la sencilla, es aceptable interpretar que las tropas


patriotas portaron en la acción del Río de Las Piedras -y también, pocos
días después, en el combate de Tucumán- banderas reglamentarias, no
exhibiendo sino hasta después del triunfo en tierras tucumanas la nueva
insignia “del Ejército” de dos fajas iguales, blanco sobre celeste.

para Oruro con mucha precipitación el general Goyeneche en compañía del Gobernador
[...] y de todos los oficiales y soldados de su ejército, cuya parte muy pequeña estaba aquí”. A
renglón seguido agrega: “Salieron por la calle de Memaipata y en aquella está la panadería
conocida por el de la Montoya, allí había mucha gente, la que insultó al General y a los que lo
acompañaban, lo mismo que el General contestó, que dentro de quince días o un mes estaría
otra vez por allí, lo mismo que en esta Villa donde entraría con la bandera blanca”. Op. cit.
en 140, nueva numeración p. 168. Documento inédito.

106
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 11

Banderas vencedoras en la Batalla de Salta

Con motivo de la participación en el Encuentro Nacional Belgra-


niano celebrado en septiembre de 2004 en Rosario, Provincia de Santa
Fe, se tuvo la oportunidad de presenciar la inauguración de una expo-
sición temporaria en el Museo J. B. Castagnino de esa ciudad. Allí se
presentó el original del óleo sobre tela -cuya autoría se atribuye al pintor
francés François Casimir Carbonnier143 -, en el que se retrata a Manuel
Belgrano, quien por esos días se encontraba en Londres en misión di-
plomática junto a Bernardino Rivadavia144.
143 GONZÁLEZ GAR AÑO, Alejo B., con anotaciones de LANUZA, José Luis, “Iconogra-
fía del General Manuel Belgrano”, en Revista Historia, Nº 20, Buenos Aires, 1960, pp. 11 a
13. Allí Lanuza relata: “Cuando Alejo B. González Garaño publicó la Iconografía del general
Manuel Belgrano en ‘La Prensa’ del domingo 9 de junio de 1935, no supo a quién atribuir este
retrato pintado en Londres, ni el otro de la misma mano. Posteriormente, Mario Belgrano en
su Historia de Belgrano, 1944, [...] advirtió que en el Archivo del general Belgrano del Museo
Mitre había encontrado un soneto Al perfecto retrato del general Belgrano por Monsieur Carbo-
nier. Agregó que en el Dictionnarie de peintres, sculpteurs, graveurs, dessinnateurs, etc., de
Benezit, figura ´un pintor francés, C. Carbonnier, que expuso en Londres, de 1815 a 1836.
Dada la primera fecha -se arriesga a opinar Mario Belgrano-, es admisible la posibilidad de
que se trata del autor de los mencionados retratos´. Desde entonces los dos retratos de Londres
han sido atribuidos unánimemente a François Casimir Carbonnier, discípulo de David”; “En
cuanto al soneto [...] parece referirse indudablemente, a uno de los retratos de Londres. Fue
escrito, como lo indica su texto, después de la muerte del general, aunque poco después, como
puede colegirse por su caligrafía: tal vez con ocasión de la muerte del general”. Se transcribe
el final del soneto, de autor anónimo:

“El reposo y la gracia pinta activo,


Son las facciones de Belgrano mismo,
De aquel finado en la memoria vivo.”

“Se mira allí la lid, al patriotismo,


Y del General parece su esplendor
que brilla por Carbonier mucho mayor.”

144 El retrato debió pintarse entre mediados de mayo de 1815, fecha en la que Belgrano y
Rivadavia se instalan en Londres, y mediados de noviembre de ese mismo año, que es cuando
don Manuel emprende su retorno hacia Buenos Aires quedando Rivadavia en Europa, su
gran amigo, a quien nunca más volverá a ver. La fotografía de la obra se presenta en la Lámina
19 del Anexo Gráfico.

107
Adolfo Mario Golman

A la derecha de la figura del prócer se observa una ventana y a través


de ella se distingue la escena de una batalla. A juicio del autor, se repre-
senta allí el glorioso triunfo de Salta del 20 de febrero de 1813 donde,
por vez primera, las tropas patriotas hicieron flamear en combate la
nueva enseña blanquiceleste “del Ejército” ideada por Belgrano.

De esta descripción bélica se pueden destacar tres banderas de dos


franjas horizontales e iguales, blanca la superior y celeste la inferior,
con las siguientes particularidades: una, es llevada por un jinete de la
caballería patriota que escolta a la Plana Mayor del Ejército; otra, es
levantada por la infantería de la reserva integrada por varias líneas de
soldados en formación; y una tercera, acompaña el avance de otro grupo
de infantería que, recientemente atacado -se puede observar que ha per-
dido algunos hombres-, marcha hacia el enemigo. Este último pabellón
resalta en su centro lo que parecería ser o simbolizar un aspa de Borgoña
de color encarnado145.

Otros datos que permiten pensar que allí se escenifica la contienda


de Salta, son los siguientes:

a. En ninguna de las tres enseñas se visualiza el escudo de armas de


la Soberana Asamblea, cuyo uso comenzó a instrumentarse hacia mayo
de 1813. Por lo tanto, el combate representado no debería ser posterior a
esa fecha, descartándose, en consecuencia, que se tratara de la represen-
145 En su artículo Belgrano volvió a Rosario, Aspectos de un famoso cuadro, Rosario, 2005, Mi-
guel CARRILLO BASCARY -con quien compartimos en septiembre de 2004 una primera
revisión de la obra- la describe minuciosamente. Comienza analizando la figura del general
Belgrano y continúa con una íntegra explicación de la batalla de un modo que sólo un agudo
investigador, preparado para detenerse en cada detalle, puede proporcionar. Finalmente, hace
una breve referencia a la historia misma de la obra y de su autor. Con relación a la posibilidad
de que la tercera enseña descripta pudiera llevar pintada en su centro la cruz de Borgoña color
encarnado, es de importancia destacar lo siguiente: el cuadro fue ampliamente restaurado en
1989 y el diseño de ese pabellón se manifiesta en la actualidad un tanto borroso. El Dr. Carrillo
Bascary nos explicó que en el sector donde se reproduce la bandera del caso, la pintura aparece
empastada y con sus colores confundidos. Además, donde estarían eventualmente las aspas, se
advierte la pintura quebrada en forma de círculo casi completo, lo cual podría indicar tareas de
restauración. Prevenido de estas particularidades, el autor formó su juicio considerando la ubi-
cación central del color rojo (característico en la estructura de las banderas sencillas españolas)
y por antecedentes escritos que confirman la presencia, en el Alto Perú, de emblemas blancos y
celestes, con esas alegorías, en el ejército patriota. Ver en la presente obra: Capítulo 14, Bande-
ras patriotas descriptas por un realista, Distintos diseños de insignias, punto “ f.”. El modelo de la
bandera con el aspa de Borgoña se ilustra en la Lámina 23 del Anexo Gráfico.

108
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

tación de alguna de las dos batallas libradas en el Alto Perú, entre octu-
bre y noviembre de aquel año (Vilcapugio y Ayohuma), donde, además,
los porteños fueron derrotados.

b. “La presencia [en el óleo original] de una palmera con ocho hojas
permitiría ubicar la batalla en alguna zona, donde abunden146. La esce-
na bien podría corresponder a la batalla de Salta, pues sabemos con
seguridad que en Tucumán no flamearon banderas blanquicelestes”147.

c. Como se vio en el Capítulo 10, tampoco habrían sido blancos y


celestes los pabellones utilizados por el Ejército del Norte en la acción
del Río de las Piedras.

d. En Jujuy y en Rosario las fuerzas al mando de Manuel Belgrano


no combatieron.

Estando presente el retratado al tiempo de pintarse la obra, éste


debió haberle señalado al autor los detalles y situaciones que deseaba
inmortalizar. Así, por ejemplo, el color celeste de la franja inferior en
los pabellones antes mencionados confirma el verdadero tono del azul
utilizado por Belgrano.

Resulta de importancia esta aclaración, ya que en la copia del cuadro


que se exhibe en el Museo Histórico Nacional, el color utilizado para pin-

146 Op. cit. en 145, p. 2. Respecto de la palmera pintada en el costado derecho de la escena
de la batalla podría tratarse de la especie Caranday (copernicia alba). Autóctona de Sudamé-
rica, llega a medir 20 metros de altura con un tallo de 40cm de diámetro y hojas palmadas
en forma de abanico. De rápida germinación y abundante en forma silvestre, es nativa de
la región del Gran Chaco y en especial de Formosa. La verdadera fisonomía de la palmera
Caranday es algo diferente a la pintada en la obra, lo cual resulta lógico, ya que el retratista
debía desconocer la existencia de esta especie arbórea sudamericana y dibujó la más parecida
a la conservada en su imaginación.

147 Op. cit. en 145, p. 2. Por su parte, Roberto H. MARFANY también señala que la batalla
reproducida en el retrato que pintó del natural el artista Carbonnier en Londres en 1815,
bajo las indicaciones del propio Manuel Belgrano, es “[...] la de Salta seguramente [...]”. Op.
cit. en 45, pp. 102 y 103. A su vez, Juan B. ALBERDI sostiene que “[...] es un hecho que la
bandera nueva -azul y blanca- (sic), no presidió a ninguna victoria de las obtenidas en suelo
argentino, por la independencia, con excepción de la de Salta, única gloria que obtuvo en lo
que es hoy suelo argentino”. Op. cit. en 5, Grandes y pequeños hombres del Plata, pp. 73-74.

109
Adolfo Mario Golman

tar esa franja, tanto en la bandera que lleva el jinete como en la que enar-
bola la retaguardia patriota, fue el azul oscuro. La tercera insignia no es
factible de comparar ya que no ha sido incluida en la reproducción.

Para que el lector pueda cotejar las dos primeras enseñas comenta-
das, se presentan en las Láminas 20 y 21 del Anexo Gráfico las fotogra-
fías de la batalla incluidas en la producción original de Carbonnier y en
la copia existente en el Museo Histórico Nacional148.

Después del contundente triunfo de Salta, resulta razonable que


dichas insignias siguieran escoltando a las fuerzas rioplatenses en su
campaña hacia el Alto Perú.

Producto de aquella brillante victoria, se firmaron los términos de


la capitulación por la que el Ejército Real, comandado por el general
arequipeño Juan Pío de Tristán y Moscoso, rendía sus armas y las en-
tregaba junto con la artillería y municiones149.
148 Con relación a las reproducciones existentes del cuadro, GONZÁLEZ GAR AÑO ex-
presa: “Existen varias copias del retrato de Belgrano, siendo la más deficiente la que posee
el Museo Histórico Nacional. Como homenaje al héroe debería ser sustituida por otra más
aproximada al original y realizada por un verdadero artista”. Op. cit. en 143, p. 12. En el
mismo artículo, el autor también refiere a una copia realizada por Prilidiano Pueyrredón
(sin fecha), firmada con las iniciales P.P.P., que perteneció al Club del Progreso y luego al
Jockey Club de Buenos Aires. Este duplicado presenta algunas variantes con el original. Por
ejemplo, la ventana que aparece en el óleo original a la derecha, y por la cual se ve la batalla,
fue suprimida en la reproducción y sustituida por un fondo ocre oscuro y verdoso (pp. 14-15).
Asimismo, en el Gran Panorama Argentino del Primer Centenario (libro con ilustraciones edi-
tado en 1910) se puede observar una fotografía invertida de otra copia del retrato, es decir, con
el general Belgrano mirando hacia la izquierda. En la parte de la batalla se pinta una bandera
que, llamativamente, es de tres franjas horizontales celeste, blanca y celeste.

149 “En febrero de 1813 [al momento de la contienda de Salta], por su condición de Goberna-
dor [Juan José Fernández Campero, popularmente conocido como el Marqués de Yavi] estaba
a cargo de la comandancia de la plaza militar de Salta responsable del ala militar izquierda de
las tropas [realistas] del general peruano Pío de Tristán y Moscoso. Desencadenada la Batalla,
Campero decidió el retiro de sus tropas ante el ataque del coronel [patriota] [Manuel Críspu-
lo] Dorrego, llevando su caballería hacia las lomas de Medeiros en una operación concertada
de antemano [...] Desde aquel momento Campero actuó para la causa emancipadora incor-
porándose a las órdenes de Manuel Belgrano”. CAMPERO, Rodolfo Martín, El Marqués de
Yavi: Coronel del Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata - Comandante de Güemes
en la Puna, Tucumán, febrero de 2006, pp. 3 y 4. Ver también: FERNÁNDEZ, María Cristi-
na, Un Yaveño para la Patria: Juan José Fernández Campero, Buenos Aires, febrero de 2006.
Juan José Fernández Campero gozó de la total confianza del general Manuel Belgrano. Prue-

110
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

En el artículo segundo del documento se acordaba que los derrota-


dos se obligaban por juramento, desde el general, jefes, demás oficiales
y todos los soldados del ejército, a no volver a tomar las armas contra las
Provincias Unidas del Río de la Plata, en las que se comprendía a las
de Potosí, Charcas, Cochabamba y La Paz150.

ba de ello, es una carta fechada en Humahuaca el 10 de diciembre de 1813 y publicada en


el Boletín de la Sociedad Geográfica “Sucre”, Nº 165, Bolivia, 1914, pp. 171-173, en la que
don Manuel le escribe a este patriota. En ella, aparte de renovarle su amistad y confianza, le
acompaña un abecedario con claves para descifrar la correspondencia. Para ello, cada letra
del abecedario debía reemplazarse por otra distinta o por un número de una cifra. Resulta
curioso observar que ese alfabeto no contenía las letras “ k”, “ñ”, “v”, “w” e “y”, ni el dígrafo
“ch”. Valgan estas líneas para conocer algo más acerca de otro de los olvidados actores de
nuestra prodigiosa historia patria.

150 El articulado completo del documento de capitulación puede consultarse en DÍAZ


VENTEO, Fernando, Las campañas militares del Virrey Abascal, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispano-Americanos de Sevilla, 1948, pp. 271-272. Recuérdese que hasta 1776 las provin-
cias altoperuanas eran parte del Virreinato del Perú. Con la creación del Virreinato del Río
de la Plata, éstas fueron segregadas de la autoridad del virrey de Lima y pasaron al depender
del Gobierno Porteño. La Revolución de Buenos Aires, de Mayo de 1810, depuso al virrey
Baltasar Hidalgo de Cisneros y nombró en su reemplazo una Junta de Gobierno. Ello dejaba
traslucir fines revolucionarios y posibles deseos de separarse de la Metrópoli, máxime con
la inmediata salida de fuerzas expedicionarias hacia las provincias interiores. Temiendo la
expansión de las ideas emancipadoras por los dominios del rey en América del Sur, José Fer-
nando de Abascal y Sousa, que gobernaba el Perú, dispuso que las provincias altoperuanas
volvieran pertenecer a su jurisdicción (pp. 127-132).
LUQUI LAGLEYZE así lo confirma: “Desde el 27 de julio de 1810 el Alto Perú volvió a
formar parte del virreinato peruano, cosa que fue ratificada por el Rey”. El Ejército Realista en
la Guerra de la Independencia, Instituto Nacional Sanmartiniano (Buenos Aires) y Fundación
Mater-Dei (Rosario), 1995, nota (38), p. 37.
Qué trascendente resultó, entonces, que entre las condiciones impuestas a los realistas por el
general Belgrano, estuviera la que reintegraba las cuatro Provincias Altoperuanas al territorio
del Río de la Plata.

111
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 12

Hacia el Alto Perú

Pasada la batalla de Salta, y después de un tiempo de quietud en esa


ciudad para organizar las distintas unidades del ejército, empezaron és-
tas a salir -hacia mediados de abril de 1813- con dirección a Jujuy, para
desde allí continuar por el camino de Potosí151. En la Lámina 33 del
Anexo Gráfico se presenta un mapa con la ubicación de las principales
ciudades altoperuanas.

¿Qué motivaba al Ejército Porteño a dirigirse hacia el Alto Perú?

Fernando Díaz Venteo brinda una interesante respuesta cuando


explica: “[...] desde comienzos de la guerra civil, ambos contendien-
tes [patriotas y coloniales] trataron de poseer tan importante región de
paso: los argentinos, con ánimo de unirla a su causa y, en el momento
oportuno, utilizarla como trampolín para invadir el Bajo Perú; los rea-
listas, para servirse de ella como glacis defensivo; y ambos, con el deseo
de aprovechar sus grandes riquezas [...]”152.

Añade este autor, que el número de invasiones patriotas y realistas


que sufrió el Alto Perú, a lo largo de la guerra, evidenciaba el interés en
su posesión. Cita luego a Emilio Loza153, quien escribía: “[...] los hechos
151 El triunfo de Salta permite consolidar un importante dominio geográfico. Al respecto, se-
ñala DÍAZ VENTEO: “El valor estratégico de la provincia de Salta es innegable. Constituye
geográficamente la transición del Alto Perú hacia la pampa argentina y participa por tanto, de los
caracteres de ambas regiones, con predominio de la montaña sobre la llanura. Es la vía natural
de comunicación entre las cuencas del Plata y las montañas del macizo boliviano. De ahí deriva
su fundamental importancia como punto de enlace de dos mundos distintos. Estos caracteres,
traducidos al terreno militar, significaban la defensa o la invasión del Alto Perú, según lo pose-
yesen uno u otro de los bandos contendientes”. Op. cit. en 150, Las campañas militares del Virrey
Abascal, p. 263. El movimiento de tropas es comentado por PAZ en op. cit. en 126, pp. 84 a 86.

152 Op. cit. en 150, Las campañas militares del Virrey Abascal, p. 13.

153 Op. cit. en 150, Las campañas militares del Virrey Abascal, p. 14, es la referencia a LOZA,
Emilio, “Yatasto, Tucumán y Salta”, Vol. II, Sección 2ª de la Historia de la Nación Argentina,
Buenos Aires, 1941, p. 529.

113
Adolfo Mario Golman

demostraron a través de todas las campañas [...] que el camino del Norte
fue siempre fatal para uno u otro adversario, cada vez que intentaron
llevar sus operaciones profundamente hacia el enemigo, pues entonces las
ofensivas fracasaron [...] porque los ejércitos se alejaban demasiado de sus
bases de operaciones, y la falta de recursos154, la naturaleza del suelo155 o la
154 A modo de ejemplo, y relacionado con la falta de recursos que sufrían las tropas patriotas
en el Alto Perú, rescatamos dos oficios dirigidos por Feliciano Antonio Chiclana, Goberna-
dor de Salta, al Gobierno Superior de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El primero,
identificado como Nº 269, Hacienda, del 20 de agosto de 1813, dice: ”Como el Gral. en Jefe
[Manuel Belgrano] [...] por reiteradas veces ante este Gobierno, [reclamó sobre] la escasez de
víveres que padece el Ejército de su mando, me he esforzado en prepararle diferentes remesas
de ganado vacuno, y a costa de grandes trabajos por la desolación de estas haciendas y mala
estación, he podido aprontar siete tropas [...]”. En el segundo, Nº 296, Hacienda, del 4 de
septiembre de 1813, Chiclana expresa: “No es calculable el número de ganados que consu-
mirá muestro ejército ínterin exista en Potosí y el que necesite cuando adelante sus marchas,
engrose y aumente sus Batallones”. Solicita que le remitan las 5.000 cabezas de ganado que el
Gobierno le había encargado a Francisco Candioti en abril de ese año. Archivo General de la
Nación, legajo caratulado Salta 1812-13, X 5-7-3.
Pasada la derrota de Vilcapugio, Belgrano fijó su base de operaciones en el pueblo de Macha
donde tuvo una importante ayuda de los guerrilleros altoperuanos, lo cual mitigó la falta
de alimentos. En la autobiografía de Manuel Asencio Padilla se relata:”[...] para auxiliar a
la reunión que se hizo en Macha, viendo que el ejército [patriota], después de la derrota, se
hallase en un estado deplorable de víveres, [Padilla] remitió a costa de su dinero y arbitrios,
trescientos corderos, tres pearas de cebada y otras tres de bizcochos, a manos del señor Belgra-
no”. PADILLA, Manuel Asencio, “Autobiografía del Teniente Coronel don Manuel Asencio
Padilla”, Boletín de la Sociedad Geográfica “Sucre”, Nº 25, Bolivia, 1901, p. 143.
Finalmente, Miguel R AMALLO explica: “El cuartel general de Macha estaba rodeado por
una red de guerrilleros, los que al mismo tiempo que lo aseguraban de toda sorpresa, le pro-
curaban forraje en abundancia, víveres, ganado vacuno y lanar y todo cuanto era menester
para el sostén de la tropa”. Guerrilleros de la Independencia, Los esposos Padilla, La Paz, Bolivia,
González y Medina Editores, 1919, p. 56.

155 La rigurosidad del clima en el altiplano (frío y seco) producía consecuencias negativas
en los combatientes. A medida que se ganaba altitud el oxígeno comenzaba a escasear, lo que
podía derivar en el “soroche” o mal de las alturas, que provocaba graves dificultades respira-
torias, dolores de cabeza y sensación de náuseas. Mascar hojas de coca (pijchar) o tomarlas
como infusión aliviaba o eliminaba los efectos de la enfermedad y, muchas veces, también
ayudaba a mitigar el hambre.
“En el ejército real que se hallaba en el Alto Perú y Cuzco a finales de la guerra, se incluían en
la provisión de alimentos una porción de hojas de coca, en especial a las tropas peninsulares, a
las que se repartían 6 arrobas por mes. Esta era necesaria a fin de evitar el cansancio y las enfer-
medades producidas por el aire enrarecido de las tierras altas. Esta modalidad de mascar coca,
era bastante resistida por las tropas españolas, con las malas consecuencias resultantes”. Op.
cit. en 150, LUQUI LAGLEYZE, El Ejército Realista en la Guerra de la Independencia, p. 99.
Por el bando patriota es posible citar un documento fechado en Potosí el 28 de junio de 1813,
en el cual se consigna haber erogado 52 pesos para adquirir 4 cestos de coca que, por orden
del general Manuel Belgrano, se enviaron a la vanguardia al mando del teniente Mariano

114
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

hostilidad de las poblaciones156 , no permitían la creación de bases inter-


medias. Además, mientras las líneas de comunicaciones del que llevaba
la ofensiva se alargaban exageradamente, las del adversario se acortaban
en la misma proporción”.

Manuel Belgrano y sus huestes no resultaron ajenos a la realidad


Unsueta. Archivo General de la Nación, Guerra, Ejército Auxiliar del Perú, Julio-diciembre de
1813, Legajo X 3-10-6.

156 Relativo a la hostilidad en ciertas poblaciones, es interesante destacar las siguientes expre-
siones insertas en la carta que el general Manuel Belgrano le dirigía desde Potosí al Gobierno
el 19 de noviembre de 1813, tan solo cinco días después de la derrota de Ayohuma. Escribía
Belgrano: “No pudiendo pues sostenerme en este punto [Potosí] he dispuesto la destrucción
de la Casa de Moneda, único aliciente, porque tal vez el enemigo más hace la guerra, y la
extracción de todos los fondos; imposibilitando el giro al Banco y todo cuanto pueda ser
en beneficio de los Tiranos, pues me he propuesto de que lo que no sirva para nosotros, se
acabe y destruya aunque sea reduciéndonos a la clase de (ilegible ¿pobres?) Provincias. Esta
operación que acaso parecerá imprudente a los que no reflexionan, es a mi entender la que va
a variar todo el aspecto del Perú en los moral y físico: La clase de la minería es la gente más
corrompida que puede presentarse en el universo y puedo asegurar a V.E. que en este pueblo
que se compone y subsiste de ese ramo, no he hallado un hombre en quien fiarme. He dicho
que también variará el Perú en su aspecto físico y que debiendo la gente buscar otro modo de
subsistir se dedicará a la agricultura e industria, y eso también reformará sus costumbres que,
son las más primeras y hará hombres de bien en que estos Países carecen desgraciadamente”.
En otra misiva, redactada en Humahuaca el 13 de diciembre de 1813 y dirigida al Excelen-
tísimo Supremo Poder Ejecutivo, escribía: “De Potosí jamás hablaré sin decir que debe ser
reducido a cenizas. La conducta que ha tenido aquel pueblo insultando al Mayor General
[Eustaquio Díaz Vélez] y matando soldados enfermos e indefensos el día de sus salida de
Potosí [ocurrida en la tarde del 19 de noviembre de 1813]”; “[...] que temo que se aumente la
desunión que tanto reina en las Provincias que se dicen Unidas”; “Cuanto he visto, cuanto
he conocido, cuanto he observado de ellas en lo moral y físico, me ha convencido de que aún
no estábamos en estado de aspirar a la libertad e independencia [...]”. Archivo General de la
Nación, Guerra, Ejército Auxiliar del Perú, Julio-diciembre de 1813, Legajo X 3-10-6.
Es importante aclarar que la Casa de la Moneda de Potosí no fue destruida. La siguiente
crónica (fechada el 19 de noviembre de 1813) pertenece al realista potosino que así se refiere a
lo acontecido: “Se dijo: que Días Velis [Díaz Vélez] [...] quiso que se incendiara y asolara toda
la población [de Potosí], porque habiendo hecho poner en el cuarto de volantes de la Moneda
más de 100 cajones y entre ellos 10 entre pólvora y granadas, dejó una gran fogata, en el patio,
de la leña que salvó y cajas de fusiles con una guía de pólvora, desde el cuarto hasta muy cerca
del fuego, para que con una pequeña ráfaga de viento pudiera prenderse e incendiar la Casa
de Moneda y sus contornos, más como Dios es quien gobierna el mundo, no permitió que
sucediera esto”. Op. cit. en 140, nueva numeración p. 218. Documento inédito.
José María PAZ da a conocer interesantes pormenores de aquel fallido intento en op. cit. en
126, pp. 145-148 y 150. Es una verdadera suerte que ese majestuoso edificio, hoy convertido
en un fascinante Museo, haya sobrevivido. Durante nuestra visita a Potosí, en diciembre de
2003, pudimos percibir la poca simpatía que, casi dos siglos después, despierta en algunos
potosinos aquella decisión de don Manuel.

115
Adolfo Mario Golman

descripta: los dos encuentros de armas acontecidos en tierras altope-


ruanas frente a las tropas leales al monarca español, comandadas por
el Brigadier Joaquín de la Pezuela y Sánchez Muñoz de Velasco, fueron
adversos para los patriotas157.

Una primera derrota sufrida en Vilcapugio el 1º de octubre de


1813158 y otro inmediato revés en Ayohuma el 14 del mes siguiente,
pusieron en retirada a los restos del ejército de Belgrano, perdiéndose
así el territorio altoperuano y quedando, en consecuencia, amenazada la
revolución nuevamente desde el Norte.

157 Mariano TORRENTE nos permite observar como se calificaba a los patriotas desde el
bando realista. Por ejemplo, se refería al general Belgrano como “El general insurgente” (p.
47) o “El caudillo Belgrano” (p. 53); al ejército patriota lo llamaba “[...] los rebeldes [...]” (p.
43), “[...] los insurgentes [...]” (p. 53) o “[...] los restos de las expirantes guerrillas [...]” (p. 97); al
gobierno porteño lo designaba como “[...] la Junta subversiva del Río de la Plata [...]” (p. 40) y,
finalmente, a los ideales revolucionarios les decía “[...] el impetuoso torrente de la insurrección
[...] (p. 54) o “[...] las venenosas doctrinas de los buenos-aireños” (p. 68). Colección documental
de la Independencia del Perú, Volumen 4º, Historia de la Revolución de la Independencia del
Perú, Tomo X XVI, Lima, Editora Atlántida SA, 1972. Otro ejemplo sobre este modo de
pensar, lo encontramos en el Archivo General de la Nación, Guerra, Ejército Auxiliar del Perú,
julio-diciembre 1813, X 3-10-6. Se trata de una nota contestando a la propuesta patriota de
un armisticio después de la derrota en Ayohuma. El general Pezuela responde con la negativa
desde el Cuartel General del Ejército del Rey en Macha el 23 de noviembre de 1813, en estos
términos: “[...] Armisticios y tratados sólo son permitidos entre generales de Provincias que
se hacen la guerra [...]”, y lo dirige “[...] Al que manda los hombres armados de Buenos Aires
[...]”, sobre lo que está corregido “[...] Al que manda las tropas de Buenos Aires [...]”.

158 Aparentemente, la fecha originaria prevista por Belgrano para la contienda en Vilcapugio
no habría sido el 1º de octubre de 1813. Al respecto, Mariano TORRENTE en op. cit. en 157
relata: “Los enemigos [patriotas] se disponían a celebrar el [primer] aniversario de la batalla
del Tucumán, cayendo sobre el ejército realista en el mismo 24 de septiembre [de 1813], pero
las acertadas maniobras del nuevo general [Joaquín de la Pezuela], y la derrota del cuerpo de
[Baltasar] Cárdenas frustraron aquel primitivo proyecto” (p. 51). El coronel Cárdenas, de
fuerte ascendencia entre la población indígena, lideraba un cuerpo de 2.000 cholos e indios.
Fue derrotado el 20 de septiembre de 1813 por un escuadrón realista al mando del teniente
coronel Saturnino Castro en Pequereque, situado una legua a retaguardia del cuartel general
del Ejército Real con base en Condocondo, quien “[...] los puso en la más desordenada dis-
persión después de haber hecho una horrorosa carnicería” (p. 50). Entre la documentación
incautada a Cárdenas había precisas instrucciones de Belgrano. El plan de los porteños, que
ahora llegaba a manos realistas, consistía en aislar entre dos fuegos al ejército enemigo. Como
consecuencia de ello, el general Pezuela decidió pasar a la ofensiva antes de que las tropas
patriotas de refuerzo, al mando del coronel Cornelio Zelaya, llegaran de Cochabamba y se
unieran a las del general Belgrano.

116
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 13

Insignias de reclutamiento

La expresión “bandera de recluta” se utilizaba para


identificar a la partida de tropa que, al mando de un oficial o
sargento, tenía como misión alistar gente para el servicio de
armas. En las poblaciones elegidas se desplegaban pabellones con
consignas escritas que llamaban a incorporarse al ejército patrio.

Destacamos distintas fuentes que refieren su presencia en el Alto


Perú:

1. La vanguardia patriota ingresó a la Villa Imperial de Potosí el


17 de mayo de 1813, al mando del mayor general Eustaquio Antonio
Díaz Vélez159. Fernando Baptista Gumucio escribió al respecto: “[...] El
día 27 [de mayo de 1813] [Díaz Vélez] enarboló, en la Casa de
Gobierno la bandera creada por Belgrano (sic), de color azul celeste en
los extremos y blanco al medio ‘con un rótulo que llamaba a todos
los patriotas a las armas para luchar por la independencia de
américa del Sur’”160. En la Lámina 30 del Anexo Gráfico se ilustra un
modelo de la enseña.

159 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 180, donde el cronista relata: “El 17 [de mayo
de 1813] entró a esta Villa el General Mayor Dias Velis [Díaz Vélez], con 500 hombres de
guarnición. Para su entrada, adornaron las calles de su tránsito con muchas colgaduras, fue a
alcanzarlo el Cabildo, los Sacerdotes y otros muchos Señores, le hicieron salvas con un cañón,
que por inservible lo dejó el General Goyeneche. En la Iglesia de la Merced cantaron el Te
Deum, de allí el General fue al Gobierno, y a las Avemarías le acompañaron muchos a su
alojamiento, que estaba dispuesto en la casa de Dn. José Linares”. Documento inédito.

160 BAPTISTA GUMUCIO, Fernando, Las Monedas de la Independencia 1808-1827, La


Paz, Bolivia, Editorial Aeronáutica, FAB, 1995, p. 62. La descripción de esta enseña es
coincidente con la que se cita en el Capítulo 14, Banderas patriotas descriptas por un realista,
Distintos diseños de insignias, punto “a.”. Baptista Gumucio considera que la insignia azul
celeste a los costados y blanca al medio había sido creada por Belgrano, aseveración con la
que se disiente. Para fundamentar mi opinión, se podrá conocer en el Capítulo 16, a través de
una completa exposición argumental sobre el tema, que ese diseño de bandera responde a la
utilizada en Buenos Aires desde fines de mayo de 1812.

117
Adolfo Mario Golman

2. “Carta de una persona respetable” fechada en Chuquisaca [hoy


Sucre, Bolivia] el 25 de junio de 1813, referida a las operaciones milita-
res en el Alto Perú. Fue publicada en Santiago de Chile en El Monitor
Araucano, Nº 54, del 10 de agosto de 1813. Dice textualmente: “Ayer
[24 de junio de 1813] tuvimos extraordinario de Cochabamba con la
noticia de que luego que llegó la bandera de recluta, se presentaron
más de [...] hombres”161.

3. Oficio del Cabildo de Cochabamba dirigido a Belgrano el 6 de


julio de 1813. Descubierto por Roberto H. Marfany, dice en su parte
esencial: “Después que a la sombra benéfica de su ejército auxiliador
mereció esta infeliz ciudad desahogar la opresión que padecía, quedó
valetudinaria sin acabar de romper los estrechos vínculos que le oca-
sionaba el gobernador Recabarren y un Ayuntamiento Capitular que
no dejaba de lisonjear al enemigo que se hallaba como centinela a las
márgenes de esta provincia, hasta que un accidente feliz de la solemne
entrada de la bandera de reclutas que V.S. se sirvió mandar, ocasionó
la fuga inesperada del mencionado Gobernador y la disolución casi total
del cuerpo municipal”162.

4. Escribe además Marfany: “La ciudad de La Plata [hoy Sucre] reci-


bió también la bandera de reclutas. Refiere el acontecimiento una carta
dirigida a Belgrano desde esa ciudad, el 10 de junio de 1813, por el
oficial del ejército argentino, Esteban Agustín Gascón, cuyo manuscrito
original he tenido a la vista. Dice así: ‘El día 30 del mes anterior, por la
tarde, recibí la bandera de reclutas que mandó el señor Mayor General
[Díaz Vélez] con el Capitán Arévalo que lo tengo en casa. Fue locura la
del pueblo. Le dispuse un recibimiento con cuanta magnificencia pude
y la coloqué, como está hasta ahora, en la galería del Cabildo, recibién-
dola con todo el Ayuntamiento próximo pasado bajo de dosel y sobre
un almohadón de terciopelo [...]’”163.

161 Fuentes para el Estudio de la Historia de Chile, Universidad de Chile, página web: www.
historia.uchile.cl/CDA/f h_periodicos/

162 Op. cit. en 45, MARFANY, Roberto H., “Origen de la Bandera Argentina”, p. 109.

163 Op. cit. en 45, MARFANY, Roberto H., “Origen de la Bandera Argentina”, pp. 109-
110.

118
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

La actual ciudad de Sucre, en Bolivia, es conocida como la


“ciudad de los cuatro nombres” ya que también fue llamada Charcas,
Chuquisaca y La Plata.

A partir de estas citas se puede confirmar la presencia de enseñas de


reclutas en varias de las principales ciudades altoperuanas.

119
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 14

Banderas patriotas descriptas por un realista

Distintos diseños

María Cristina D’Andrea y Julio M. Luqui Lagleyze reseñan que


en los archivos de la Casa de Moneda de Potosí, República de Bolivia,
accedieron a una copia de los llamados Anales Inéditos de Potosí, origi-
nalmente escritos entre 1722 y 1834. Destacan los relatos hechos por un
cronista partidario del rey, quien identifica distintas banderas pertene-
cientes al Ejército de Belgrano -ya en Potosí después de las victorias de
Tucumán y Salta- y su uso164.

Tan interesante hallazgo despertó en el autor la motivación de ir


en búsqueda de más información. Así es que durante la visita realizada
en febrero de 2006 al Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, con
sede en la ciudad de Sucre, fue posible acceder a la versión que allí se
conserva de tales documentos.

Pertenecen al denominado “Catálogo de la Colección Rück”165 y


contienen la Historia de la Villa Imperial de Potosí, riquezas de su famoso
cerro, grandezas de la población, sus guerras y casos memorables, por don
Nicolás Martínez Arzans y Vela, años 1547-1834.

Una detallada lectura del manuscrito166, en especial del año 1813, per-
mitió identificar los relatos referidos a enseñas patriotas bicolores blancas

164 Op. cit. en 139, pp. 27-32.

165 “El Catálogo de la Colección Rück” es un conjunto de documentos bibliográficos y de


archivo elaborado por el ingeniero alemán de minas y primer director del Archivo Nacional
de Bolivia, Ernesto O. Rück.

166 “El Alto Perú fue el último estado hispano-americano que empezó a gozar de los bene-
ficios de la imprenta recién en 1825, no habiendo podido conservar sus tradiciones sino por
medio de manuscritos mutilados y muy pocos impresos, que se editaron en Buenos Aires o
Lima, a principios del siglo pasado [S. XIX]”. Op. cit. en 154 in fine, R AMALLO, Miguel,
Guerrilleros de la Independencia, Los esposos Padilla, p. 8.

121
Adolfo Mario Golman

y celestes en el Alto Perú, varios de los cuales ya fueron dados a conocer


en el trabajo de D’Andrea y Luqui Lagleyze167. Resulta interesante desta-
car que de aquellos escritos no surge una sola referencia a que los porteños
hubieran llegado, también, con banderas coronelas y/o sencillas.

Se incluye, además, una cita a las insignias grabadas en las primeras mo-
nedas patrias que recientemente se habían acuñado en la Ceca de Potosí.

Siguiendo la idea integradora que da título al libro, se presentan, a


continuación, todas las descripciones halladas extraídas textualmente
del manuscrito existente en Sucre y ordenadas cronológicamente:

a. “El 27 [de mayo de 1813] en la galería del Gobierno se puso una


bandera de color azul a los extremos y blanco al medio con un ró-
tulo que llamaba a todos a las armas y alistarse voluntariamente en
el ejército por la Independencia de la América del Sud, ejército de las
Provincias Unidas del Río de la Plata bajo la protección de Nuestra Se-
ñora de las Mercedes. Aquel día se alistaron 25 y en los días posteriores
siguió el alistamiento”168.

b. “El 8 [de julio de 1813] desde las 5 de la mañana, se formaron las


tropas en la plaza y se hicieron muchos preparativos y salvas. A las 9 se
presentó en el Cabildo el general Belgrano acompañado de todos los
magistrados, curas y prelados. En aquel lugar sobre una mesa había un
Santo Cristo, dispuesto para el juramento que debían prestar. El gene-
ral después de su discurso en que manifestó no imponer por la fuerza a
nadie la obligación de jurar y decir que los que no querían podían pedir
sus pasaportes e ir donde quisieran, les tomó el juramento con el Santo
Cristo en mano, del modo siguiente: ‘Jurais por Dios nuestro señor y
por esta Cruz y a nombre de la Soberana Asamblea, la unión y libertad
de la América del Sud, y Provincias del Río de la Plata, y que si juraban

167 Los relatos citados en “a.”, “b.”, “f.” y “g.” fueron publicados en 1998 por María Cristina
D’ ANDREA y Julio M. LUQUI LAGLEYZE. Su fuente documental fueron los “Anales
Inéditos de Potosí” conservados en el Archivo del Museo Casa de Moneda de Potosí. Op. cit
en 139.

168 Op. cit. en 140, nueva numeración pp. 182-183. Es factible que ésta haya sido la fuente
documental utilizada por Baptista Gumucio para la descripción de la enseña que hace en su
obra. Ver Capítulo 13, página 117.

122
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

con verdad Dios los premiaría, y que si no, serían castigados’ [...] des-
pués de este acto, salieron todos a la plaza, donde estaba dispuesto el
tablado y en uno de los faroles del Cabildo estaba un cuadro con marco
de plata que representaba la unión de las Provincias del Río de la Plata.
Este cuadro estaba bajo un dosel con guardias. El general Belgrano
llevaba la bandera de color azul y blanco, se presentó en el tablado de
la plaza mayor y a todos los concurrentes les tomó el juramento en los
idiomas castellano, quichua y aymara [...]”169

c. “El 15 de este mes de agosto [de 1813], desde las 5 de la mañana


llevaron a la pampa de San Clemente todos los útiles de campaña de
los diferentes cuarteles, y el ejército se puso allí en orden de campaña y
hasta las 2 de la tarde hicieron allí rancho, los generales y la oficialidad
estuvieron también allí, donde fueron espléndidamente obsequiados
por don Ignacio de la Torre, después comenzaron a hacer maniobras y
lindas evoluciones teniendo la bandera de la patria al medio y a las 5
se regresó todo el ejército a sus cuarteles y los generales a sus palacios.
Fue mucha la novedad que causó esto, todo el vecindario se fue y per-
maneció allí todo el día.”170

d. “El 25 [de agosto de 1813] muy temprano levantaron el patíbulo y


un banquillo. A las 9 de la mañana se formó todo el ejército en la plaza,
la bandera de la Patria se colocó al medio y en el centro del ejército,
con su escolta de granaderos, luego bajaron los de la Misericordia y
sacaron al reo [Francisco Solano]; quien en la plaza pidió perdón de los
generales y del ejército y cuando no le concedieron dijo: que moría por
ser leal a su ley y a Fernando VII, se colocó en el banquillo y al primer
balazo murió, lo colgaron en el patíbulo hasta las 3 de la tarde y a esa
hora los de la Misericordia llevaron su cuerpo y lo sepultaron.”171

169 Op. cit. en 140, nueva numeración pp. 192-193. Confirmando lo acontecido, El Monitor
Araucano (de Santiago de Chile), Nº 65, del 7 de septiembre de 1813, publicó una “Carta Fidedig-
na de Potosí, fechada el 11 de Julio de 1813” relacionada con la situación militar en el Alto Perú.
La misma decía: “El día 8 del presente se juró en esta Villa la independencia de las Provincias
Unidas del Río de la Plata [en realidad, se juró obediencia a la Soberana Asamblea]; y al caer el sol
arengó el buen Belgrano en la plaza con la energía propia del asunto [...]”. Op. cit. en 161.

170 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 199. Documento inédito.

171 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 201. Documento inédito.

123
Adolfo Mario Golman

e. “El 15 [de septiembre de 1813] se publicó un bando que mandaba


que la moneda circulante, sellada por los de la Patria tuviese el mismo
peso que la moneda del tiempo de Carlos IV y Fernando VII, y que a
la moneda de oro se agregase al pie el emblema de la unión, cajas [tam-
bor], cañones y banderas [...]”172.

f. “El 18 [de septiembre de 1813] salió [desde Potosí hacia el campo


de batalla] el ejército que aún quedaba aquí del Nº 1, con 1.400 hom-
bres, y el general en jefe salió con ellos. Después de recibir todos los
escapularios de Nuestra Señora de Mercedes, llevaron la bandera de
la Patria, entre azul y blanco, con una Cruz al medio, y encima la
insignia de la libertad173. El general mayor Díaz Vélez se quedó para ir
por la retaguardia con todo el resto del ejército y municiones”. Aclaran
D’Andrea y Luqui Lagleyze que la descripción “entre azul y blanco”, por
la forma de escribir de la época, significaba “mitad azul, mitad blan-
co”, igualando la proporción de los colores con ese “entre”, es decir, tan
azul como blanco. Ver modelo en la Lámina 25 del Anexo Gráfico.

g. “El 10 [de octubre de 1813] se puso la bandera de la Patria, con


su emblema de Libertad, en la puerta de la Casa de Moneda borran-
do las armas del Rey, que allí habían”174. Destacan D’Andrea y Luqui
Lagleyze que si bien no se describen los colores, al señalarse la bandera
como “de la Patria”, podría visualizarse como mitad celeste, mitad
blanca con escudo al medio, pero que por tratarse de una bandera no
172 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 205. Documento inédito.

173 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 206. Consultando la obra de RUIZ MORENO,
Isidoro J. y DE MARCO, Miguel Ángel, Patricios de Buenos Aires, Historia del Regimiento 1
de Infantería, Buenos Aires, Editorial Edivém, 2000, se puede observar, en la ilustración de
la página 69, la reconstrucción (en base al documento citado en “f.”) de una bandera de dos
franjas horizontales, celeste la superior y blanca la inferior, con la cruz de Borgoña y el escudo
de armas de la Soberana Asamblea.
Por otra parte, resulta interesante destacar que el cronista potosino también hace referencia a
la salida de los otros cuerpos armados del Ejército Porteño. Así, relata que el 5 de septiembre
había salido el regimiento de Cazadores con 1.500 hombres y 50 de la artillería con 4 caño-
nes. Al día siguiente lo hace el regimiento Nº 6, y el 11 el Nº 8. Finalmente, el día 14 parte
el regimiento de Pardos y Morenos con 500 combatientes. En todas las referencias, el relator
explica que se repartieron a oficiales y soldados escapularios de Nuestra Señora de Mercedes,
pero en ninguno de los comentarios describe las enseñas que portaban esos regimientos. Op.
cit. en 140, nueva numeración pp. 204-205. Documentos inéditos.

174 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 212.

124
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

perteneciente a unidad o cuerpo determinado, no llevaba la “cruz” (aspa


de Borgoña) como la de los “Patricios”. Ver modelo en la Lámina 24 del
Anexo Gráfico.

Este último diseño tuvo en aquellos días una importante difusión


y aceptación, especialmente en el Norte del actual territorio argentino.
Bartolomé Mitre escribió: “[...] la bandera azul y blanca [en realidad
mitad blanca y mitad celeste], con su escudo en el centro, empezó a
generalizarse, y los pueblos la saludaron con entusiasmo como un sím-
bolo de independencia”175.

Un ejemplo de su uso surge de la crónica que Feliciano Antonio


Chiclana, Gobernador Intendente de Salta, le hace al Gobierno Central
respecto de los festejos del 24 y 25 de mayo de 1813. Relata Chiclana
que habían enarbolado el pendón de la libertad y que éste fue paseado
a caballo. Luego lo describe como sigue: “Es el nuevo estandarte de
color celeste y blanco con cordones, borlas y rapacejo del mismo color:
por un costado se ven las armas del Estado, que son el árbol, gorra de
la libertad sostenidos de dos brazos unidos y rodeado de dos guirnaldas;
y por la parte superior un sol naciente con esta inscripción en toda la
circunferencia: Soberana Asamblea General Constituyente de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata”. Dicho pabellón llevaba pintadas, del
otro lado, las armas de la ciudad de Salta176.

Con relación a los modelos de banderas patriotas, cabe hacer las


siguientes reflexiones:

1. Las distintas citas fueron hechas por un partidario del rey hispano
que residía en la Villa Imperial de Potosí. El modo en que describe las
banderas permite suponer que nunca antes las había visto.

2. La primera de las citas (a.), referida a una bandera d e c o l o r


azul a los extremos y blanco al medio (de reclutas), se corresponde
con la descripción siguiente (b.) de una bandera de color azul y blanco,

175 Op. cit. en 7, p. 146.

176 Op. cit. en 1, Documento Nº 75, pp. 115-118.

125
Adolfo Mario Golman

utilizada por Belgrano para la jura a la Soberana Asamblea177. Es factible


pensar que este modelo -sin la leyenda que convocaba al alistamiento-
fuera el empleado para las distintas juras que se llevaron a cabo en las
poblaciones que sumaban su adhesión a la causa revolucionaria178.

3. Recién en los posteriores comentarios (c., d., f. y g.) se comienza


a citar una enseña distinta, la cual se identifica como “bandera de la Pa-
tria” y que el relator describe entre azul y blanca. Ésta debió ser similar
a las “del Ejército”, es decir, mitad blanca y mitad celeste.

Es la bandera que, a veces, se presenta sola sin alegorías (maniobras


militares en la pampa de San Clemente y ajusticiamiento de Francisco
Solano); y otras, teniendo pintado el escudo de la Soberana Asamblea
(la puesta en la Casa de Moneda) o el escudo más la cruz de Borgoña
(la perteneciente al Regimiento Nº 1).

Es probable que este modelo de dos franjas recién se hiciera ver en


Potosí después de la llegada del general Belgrano, lo que aconteció el 19
de junio de 1813179.

4. Respecto de las banderas grabadas en las monedas de oro (e.), el


tema se abordará en el Capítulo 16, pudiendo anticiparse que, posible-
mente, esas imágenes representan pabellones de tres franjas horizon-
tales, celeste a los costados y blanco al medio, similares a los primeros
relatados como de color azul y blanco en “a.” y en “b.”
177 En op. cit. en 139, pp. 28-29, los autores citan: “[...] con una bandera entre azul y blan-
ca”. Ese “entre” no aparece en la documentación obtenida en Sucre. Allí consta: “El general
Belgrano llevaba la bandera de color azul y blanco”, lo que permitiría pensar en una distinta
descripción de la enseña. No sería mitad blanca, mitad celeste, sino de tres franjas, como la de
reclutas, pero sin leyenda. La generalización desde Buenos Aires del pabellón celeste, blanco
y celeste, como símbolo representativo de las Provincias Unidas, justificaría plenamente su
utilización en la jura de obediencia a la Asamblea hecha en Potosí, y que el cronista describe
con tanta solemnidad.

178 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 214, “El 31 [de octubre de 1813] se publicó un
bando dando aviso que en Arequipa, se había jurado el 5 de este mes de octubre la Soberana
Asamblea de Buenos Ayres [texto de la época] y que la ciudad de Moquegua y toda la costa
[del Perú] se rebeló contra las armas del señor Pisuela [Pezuela] [...]”. Documento inédito.

179 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 187, “El 19 [de junio de 1813], a las 10 de la noche,
llegó, sin que nadie lo supiese, el General Dn. Manuel Belgrano Pérez a su palacio, y dejó sin
efecto todos los preparativos que se hicieron para recibirlo”. Documento inédito.

126
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El sello de la asamblea del año 1813, hoy escudo nacional

La Soberana Asamblea General Constituyente del año XIII, por


decreto del 13 de marzo, había establecido que el Poder Ejecutivo (Se-
gundo Triunvirato) usara el mismo sello que ella, con la sola diferencia
de que la inscripción del círculo fuera la de “Supremo Poder Ejecutivo
de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

A fines de abril dispuso reemplazar, en ciertos casos, el escudo real


por uno propio, el que adquirió el carácter de emblema patrio. La nor-
ma ordenaba: “Deberán sustituirse a las armas del Rey que se hallan
fijadas en lugares públicos, y a las que traigan en escudos, o de
otro modo algunas Corporaciones, las armas de la asamblea y sólo
permanecerán de aquel modo en las Banderas y Estandartes que
las tengan”.

Confirmando la implementación de aquella decisión oficial, Juan


Manuel Beruti relata que en mayo de 1813 “[...] se han quitado de orden
superior todos los escudos de las armas de Castilla, que estaban puestos
en los frentes de las casas consistoriales, Fuerte, cajas reales, Consula-
do, tribunal de cuentas, colegios, etcétera, y mandado reemplazarlos en
lugar de aquéllas con el gran escudo de la nación de las Provincias
unidas del Río de la Plata, cuyo jeroglífico es en campo blanco [el
inferior] dos brazos cuyas manos están agarradas del medio de ellas, sale
un bastón cuya punta remata en un campo celeste [el superior], sobre
la cual está metido un gorro con su borla de color encarnado el cual
escudo está orlado de un tejido de hojas de olivo y por el morrión el sol,
que simboliza que ha amanecido para nuestra felicidad”.

“Las manos juntas significa la unión de las provincias, y el gorro


sobre el palo la libertad, la orla de olivas los triunfos y victorias adquiri-
das, y los campos celeste y blanco nuestra bandera nacional 180.” El
escudo nacional argentino se ilustra en la Lámina 2 del Anexo Gráfico.

180 Op. cit. en 6, BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas, pp. 231-232.

127
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 15

El hallazgo de Titiri

A modo de introducción, resulta placentero rescatar y difundir el


minucioso relato que en 1968 realizara Miguel Ángel Scenna acerca de
este hallazgo181.

Narraba Scenna: “Cierto día [el 16] de octubre de 1883, el Padre


Martín Castro, cura párroco de Macha se hizo cargo de la cercana capi-
lla de Titiri, en el altiplano boliviano. El sacerdote recorrió la nave de la
viejísima construcción colonial, observó los objetos de culto, y su mira-
da se detuvo en dos cuadros de Santa Teresa, cuyo aspecto de abandono
le desagradó. Estaban enmarcados en tela, pero eran tan evidentemente
antiguos, que parte de los desteñidos marcos colgaban desgajados, a
jirones. Unas goteras habían trabajado despiadadamente durante años,
pudriendo el lábil material. Sabido es que en el altiplano llueve poco,
pero cuando ocurre, parece hacerlo para cubrir con usura los tiempos
de sequía”.

“El sacerdote descolgó los cuadros y arrancó los marcos, formados


de tela fuertemente arrollada. Un poco intrigado comenzó a desenvol-
verlos, y entonces la intriga se trocó en asombro, al distinguir desvaí-
das manchas de sangre; rápidamente completó la tarea, y ya totalmente
maravillado se encontró delante de dos grandes banderas, de más de

181 Op. cit. en 82, pp. 71-72. Los orígenes documentales que sustentan el relato son dos:
el primero, es un Acta labrada y suscrita en Colquechaca el 10 de septiembre de 1885, que
consta en los folios 115 y 116 del libro de Actas de la Junta Municipal de la Provincia de Cha-
yanta, República de Bolivia. El segundo, es una carta fechada en Potosí el 24 de noviembre
de 1892, escrita por el Presbítero Dr. Primo Arrieta y dirigida al entonces Oficial Mayor del
Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia, Telésforo Aguirre. Es posible encontrar trans-
cripciones de los documentos citados en: FERNÁNDEZ DÍAZ, Augusto, Los dos simbolismos
de la Patria, La verdad ante tres errores corrientes, El Acta de Colquechaca, Biblioteca Central
de la Universidad Católica Argentina, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Registro Nº
12.812, Rosario, 1968, pp. 19-20 y MONSERR AT, Gabriel, La Bandera Argentina, Contri-
bución al esclarecimiento de sus antecedentes históricos, III Parte, Buenos Aires, Talleres gráficos
Pedemonte, 1928, pp. 6-7.

129
Adolfo Mario Golman

dos metros de largo y que excedían el metro y medio de ancho. Eran


banderas viejísimas, rotas, con señales de balas y guerra, y el cuidado
escrupuloso con que fueran guardadas revelaba el hondo cariño con que
las ocultaron para sustraerlas a manos enemigas.”

“Aún comprendiendo el valor histórico de su hallazgo, el Padre Cas-


tro se limitó a clavarlas en la pared y cubrirlas luego con los mismos
cuadros de Santa Teresa que enmarcaran. Tan bien cubiertas quedaron,
que desaparecieron de la vista.”

“Dos años después -corría el 1885- el nuevo párroco de Macha, de-


cidió realizar una limpieza a fondo de la capilla de Titiri. Allá estaban,
junto al altar mayor, los cuadros de Santa Teresa. Al ser retirados apa-
recieron las banderas. Ignorante de su anterior descubrimiento, el Padre
[Primo] Arrieta las desclavó y estudió atentamente. Una de ellas, de
2,34m por 1,56m era de seda despulida, con desgarraduras interiores,
sin deflecamientos, descolorida, con tres franjas horizontales: celeste,
blanca, celeste, es decir una indudable bandera argentina. La otra era
más misteriosa, pues si bien su tamaño era similar (2,25m por 1,60m)
y aparentaba un peor estado de conservación, sus tres franjas eran roja,
celeste y roja [en realidad, esta bandera resultó ser blanca, celeste y blan-
ca].”

“Deseoso de profundizar el misterio, el Padre Arrieta indagó a los


capilleros, dos indios muy ancianos que nunca se habían apartado de
la región y conocían datos precisos de la historia de la zona. Los indí-
genas le contaron que muchos años atrás, en tiempos del rey, siendo
ellos niños, oyeron de una gran batalla que tuviera lugar en el cercano
paraje de Charayvitú. En aquella pelea había tenido mucho que ver el
que entonces era cura de Macha y a raíz de ello fue perseguido, debió
abandonar la parroquia y refugiarse entre los indios, donde pasó el resto
de sus días, aventurándose muy de tarde en tarde y disfrazado, en las
poblaciones blancas. El Padre Arrieta escuchó atentamente y llegó a una
conclusión lógica: era su perseguido antecesor quien ocultara las ban-
deras en la capilla de Titiri, antes de emprender la fuga. Ya en su casa,
toma un libro de historia y comienza a pasar las páginas en busca de al-
gún indicio revelador. Y lo encuentra. Sigue la campaña de Belgrano en

130
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

el Alto Perú y llega a su última batalla y gran desastre: Ayohuma queda


cerca del Charayvitú de los indios. Sigue apasionadamente la busca: en
los días que precedieron a la derrota, Manuel Belgrano vivió en la casa
parroquial de Macha, es decir, en inmediato contacto con el párroco,
indudablemente su amigo.”

“El Padre Arrieta deja los textos de historia y afanosamente abre los
libros parroquiales. Halla enseguida el nombre de su patriótico antece-
sor: Juan de Dios Aranívar. Vuelve los viejos folios y hace un descubri-
miento confirmatorio: la firma del Padre Aranívar figura hasta el día
anterior a la batalla de Ayohuma; después se esfuma y sigue firmando
el teniente cura [F. Laguado]. Por ningún lado aparece constancia de
que la parroquia haya sido entregada por vías normales a otro sacerdote,
como es de norma. Indudablemente el Padre Aranívar, por alguna po-
derosa razón, hizo abandono de su curato.”

“El Padre Arrieta había probado que sus indios capilleros no habían
mentido. Un sacerdote patriota, amigo de Belgrano, tras el desbande
de Ayohuma y antes de ponerse a salvo él mismo, cuidó de ocultar las
banderas para evitar que cayeran en poder de los vencedores. Y el Padre
Juan de Dios Aranívar obró con fría precisión, exenta de todo pánico.
No las ocultó en la Iglesia de Macha, que sería examinada a fondo sino
en la humilde capilla de Titiri; más aún, no las dejó en cualquier parte,
sino que las dobló amorosamente, a lo largo, apretadamente, clavándo-
las luego a los marcos de las imágenes y cubriéndolas con un forro rojo
para simularlas. Después se perdió con su secreto entre las tribus amigas
de los cerros.”

“Allá quedaron las banderas, casi al alcance de la mano del que las
buscara, pero invisibles a sus ojos. Setenta años después, la casualidad
puso ambos símbolos en poder del Padre Arrieta, que de inmediato dio
cuenta de su hallazgo.”

Estas dos enseñas son comúnmente conocidas como “Banderas de


Macha” o “Banderas de Ayohuma”. El 23 de mayo de 1896 el Go-
bierno de la República de Bolivia “prestando homenaje a las cordiales
relaciones que cultivan ambos países” entregó una de las banderas, la

131
Adolfo Mario Golman

celeste, blanca y celeste, al Gobierno Argentino182 . El trabajo de los


años sobre la tela hizo que los colores se vean como celeste pálido y
blanco amarfilado. Se conserva en el Museo Histórico Nacional donde ha
sido restaurada, exhibiéndose desde 2010 en una vitrina especialmente
diseñada y cumpliendo con las caracterísiticas de conservación exigidas en
la actualidad183.

Su compañera quedó en Bolivia, país que decidió “mantenerla entre


sus recuerdos históricos valiosos, ya que simboliza los esfuerzos comu-
nes empleados por ambos pueblos, en favor de la causa americana”184.
Se la muestra orgullosa en la “Sala dedicada a la Bandera de Belgrano”
en el Museo Histórico Casa de la Libertad, en Sucre185.

El autor ha tenido el privilegio de contemplarla y estudiarla en dos


oportunidades: una primera visita a aquel Museo en diciembre de 2003
y otra, más reciente, en febrero de 2006. Allí está, cuidadosamente con-
servada, de seda y de tres franjas horizontales, blancas a los
extremos y celeste en el medio.

Efectuada la medición “a cofre cerrado”, para lo cual se han tenido


en cuenta los dobleces hacia abajo que presenta la tela de ambas fran-
jas blancas exteriores, necesarios para acomodar prolijamente la enseña
dentro de la urna de vidrio que la contiene, la misma arroja 220 cm de
largo por un ancho estimado en 156 cm. No es posible medir el ancho
con exactitud, ya que la enseña no se presenta desplegada en su totali-
dad.
A simple vista, las fajas blancas exteriores se ven más angostas que
la central celeste. Ello es así, ya que parte de las mismas está doblada
182 Joaquín GANTIER VALDA refiere acerca de la entrega de la enseña celeste, blanca y
celeste al representante argentino, Dr. Alberto Blancas, en “La Bandera de Macha”, Banco
Central de Bolivia, Casa de la Libertad, Bolivia, 1990, p. 21.

183 Este pabellón ingresó al Museo Histórico Nacional el 24 de junio de 1896, bajo el Nº
de Inventario 3.060.

184 Op. cit. en 182, p. 21.

185 Consultando la página web de la Casa de la Libertad: www.casadelalibertad.org.bo, e


ingresando al menú “Visitas al Museo”, se puede observar la “Sala dedicada a la Bandera de
Belgrano” donde se presenta la fotografía de dicha enseña.

132
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

hacia abajo para disponerla en el templete que la conserva. En cam-


bio, la franja central celeste luce completa. Mide 52 centímetros, lo que
proyectado a tres franjas, concebidas razonablemente iguales, da como
resultado el alto de 156 cm.

Son varias y disímiles las hipótesis esbozadas por los historiadores


respecto de cómo ambos pendones llegaron al Alto Perú. En los próxi-
mos dos capítulos se presenta la opinión del autor.

133
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 16

Insignia de tres franjas a lo largo, celeste, blanca y celeste

Generalización de su uso

Este modelo de enseña, de fondo celeste, fue adoptado de hecho


por la Asamblea del año XIII, pero al estar perdidas desde 1852 las
actas donde se registraban sus sesiones, no resulta posible confirmar su
declaratoria legal186.

Pese a ello, en la sesión de la Asamblea Constituyente de la Provin-


cia de Entre Ríos que sancionó en 1822 un Estatuto Provisorio, Pedro
José agrelo (quien fuera en su momento miembro de la Asamblea del
año XIII), refrendó en su carácter de secretario de Gobierno del general
Mansilla un decreto complementario por el cual se declaró a la bandera
nacional como bandera de la provincia. En sus fundamentos decía: “[...]
compuesta de dos fajas horizontales azules a los cantos y una blan-
ca al centro en la misma forma, sancionado y mandado poner en
todas las plazas, puertos y buques de la Nación, como en todos los
demás lugares que deben tenerlo en todo el territorio general de las

186 Eduardo Máximo CABALLERO PSAILA refiere: “Según consta en el inventario que,
el 1º de marzo de 1852, es decir, después de la batalla de Caseros, envió el Ministro de Go-
bierno, Dr. Valentín Alsina a su colega de Instrucción Pública, Dr. Vicente Fidel López, las
Actas de la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813-1815 estaban en la Biblioteca
del Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires y Encargado de las Rela-
ciones Exteriores de la Confederación Argentina, D. Juan Manuel de Rosas. A su vez, en la
Relación de los libros, obras, impresos, formada por la Comisión encargada de inventariar los
objetos existentes en la casa del ex Gobernador D. Juan Manuel de Rosas, que por disposición
del nuevo Gobierno se envió al Director de la Biblioteca Pública, D. Marcos Sastre, figuran
Cuatro libros originales de acuerdo, uno de la Excelentísima Junta de Gobierno en 1811 y
1812, dos de la Soberana Asamblea Constituyente de 1813 a 1815, y otro en blanco con varios
papeles relativos a dichos Gobiernos”. Nuestras Raíces, San Juan, Argentina, S/E, Agosto de
2003, p. 112. Dardo CORVALÁN MENDILAHARSU también hace referencia al extravío
de las Actas de la Asamblea en 1852. Historia de la Nación Argentina de Ricardo Levene, Vol.
VI, Primera Sección, Capítulo III, “Los Símbolos Patrios”, Tercera Edición, Buenos Aires, El
Ateneo, 1962, p. 291.

135
Adolfo Mario Golman

provincias: por la asamblea General del año XIII”187. Ver modelo


en la Lámina 29 del Anexo Gráfico.

La bandera en la primera moneda patria de 1813

Escribe Bartolomé Mitre que en la Asamblea General Constituyente


del año XIII, Pedro José Agrelo y Bernardo de Monteagudo fueron di-
putados de primera línea y continuadores de las ideas morenistas. Ambos
eran partidarios decididos de la independencia y su temperamento, aná-
logo al de Moreno, los señalaba como los hombres elegidos para guiar a
la Asamblea en el sentido de las más atrevidas reformas democráticas188.

En su Autobiografía, Agrelo relata: “Se principió por romper el velo con


que hasta entonces marchaba el gobierno expidiéndose en todos sus actos
a nombre del rey don Fernando VII, y se constituyó, desde luego, un go-
bierno independiente y nacional que reconociese emanado únicamente
del pueblo. Se mandaron bajar de todas partes las armas reales de los reyes
de España, se quitó su efigie de la moneda, mandándola acuñar bajo un
nuevo tipo enteramente patriótico, por un decreto eminentemente sobe-
rano que me cupo la suerte de redactar y firmar, en el mes de mi presiden-
cia [abril de 1813], después de haberlo yo mismo dispuesto, presentado y
hecho adoptar por una moción mía especial acompañando el diseño”189.

187 FERRO, op. cit. en 34, p. 56. Este autor añade luego: “Cabe consignar que el doctor
Agrelo contradice lo trascrito, en el interesante fragmento de su Autobiografía, cuando refi-
riéndose a la obra de la Asamblea que integró escribe: ’Se mandó quitar de todas partes la
bandera española y se la sustituyó de hecho por el nuevo escudo y bandera azul y blanca, que
se sancionara después de derecho cuando se declaró la independencia’. Esta fórmula lleva la
negación implícita de la existencia de un decreto de creación de la bandera en 1813, al cual
parece referirse en la afirmación de 1822 y también cuando propuso a la Asamblea la forma
del dibujo de las alegorías que debían llevar las nuevas monedas de plata y de oro. En estas
últi- mas proyectó -y así resultó aprobado- que abajo del escudo aparecieran dos banderas de
cada lado. Analizando el dibujo resulta que esas banderas son de tres bandas horizontales”.
(pp. 56-57). Independientemente de la existencia o no de un decreto de la Asamblea
adoptando la bandera de tres franjas en 1813, es innegable que desde entonces ese emblema
identificó a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

188 Op. cit en 7, p. 121.

189 AGRELO, Pedro J., “Autobiografía”, Biblioteca de Mayo, Tomo II, Buenos Aires, Impren-
ta del Congreso de la Nación, 1960, p. 1316.

136
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Al respecto, Baptista Gumucio comenta: “[...] la Asamblea General


Constituyente de Buenos Aires había aprobado en su sesión del día mar-
tes 13 de Abril de 1813 los símbolos y las características de las nuevas
monedas de plata y oro que debían acuñarse en la Casa de la Moneda
de Potosí, una vez que era inminente la ocupación de esa Villa por parte
del Gral. Manuel Belgrano después de su triunfo en Salta [...]”.

“[...] Las [monedas] de oro, [debían acuñarse] lo mismo que las de


plata ‘con sólo una diferencia, que al pie de la pica y bajo de las manos
que la afianzan se esculpan trofeos militares consistentes en dos bande-
ras a cada lado, dos cañones cruzados y un tambor al pie.’”

“La falta permanente de oro en Potosí, impidió que la acuñación de


Escudos o monedas de oro dispuesta por la Asamblea tuviese la impor-
tancia deseada. Las monedas de oro fueron acuñadas solamente entre el
2 de Agosto y el 31 Agosto [de 1813], en número escaso, prácticamente
como pruebas de cuño, es decir del ensayo indispensable para verificar
si la impronta está libre de defectos [...]190.”

En el Museo Histórico “Cornelio de Saavedra” de la ciudad de Buenos


Aires se conserva uno de los ejemplares de oro existentes. En su anverso
se distinguen las cuatro banderas de tres franjas horizontales e iguales,
que bien pueden representarse con los colores celeste, a los costados,
y blanco, al medio. Ver la imagen digital en la Lámina 34 del Anexo
Gráfico.

También es factible apreciar su diseño en el núcleo de las actuales


monedas argentinas de un peso, compuestas por dos metales y emitidas
por primera vez en 1994191.

190 Op. cit. en 160, pp. 63-64. La Ley de creación de la nueva moneda fue publicada en El
Redactor de la Asamblea, Nº 13, del 31 de julio de 1813, p. 51. Allí se aclaraba que la demora
(de más de tres meses) en la publicación oficial obedecía a la espera del resultado de los prime-
ros ensayos de la nueva amonedación.

191 Página web del Banco Central de la República Argentina: www.bcra.gov.ar, menú “Bille-
tes y Monedas”, Sub-menú “Emisiones Vigentes - Monedas”.

137
Adolfo Mario Golman

La enseña nacida en Buenos Aires

Como enseguida se reseñará, la bandera de tres franjas, celeste,


blanca y celeste192, habría comenzado a conocerse en Buenos aires
hacia fines de mayo de 1812.

Su uso cobró un poco más de intensidad después de instalado en


el gobierno el Segundo Triunvirato, mientras que la generalización de-
finitiva del emblema tuvo lugar cuando la Asamblea dispuso quitar de
todas partes el blasón real y la bandera española, para sustituirlos por el
escudo nacional y por la insignia celeste, blanca y celeste.

No se debe olvidar que la Revolución del 8 de octubre de 1812,


que depone a los triunviros gobernantes (Primer Triunvirato), lleva al
gobierno a hombres con definidas ideas de independencia (Segundo
Triunvirato).

Convocada por el nuevo gobierno, la Asamblea General Constitu-


yente se instala el 31 de enero de 1813 y declara que se encuentra en
posesión de la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
alentando con ello la posibilidad de contar con un pabellón propio.

Bartolomé Mitre confirma que bajo los auspicios de la Asamblea


se enarboló la bandera azul y blanca que, desde esa época, reemplazó
completamente a la española, aunque sin declaración expresa193.

192 En la Iglesia de San Francisco de la ciudad de San Miguel de Tucumán, en un costado


del altar mayor, se puede observar, dentro de un cuadro, una insignia de tres franjas hori-
zontales, celeste, blanca y celeste. Es una bandera de tafetán que costeó en su momento el
gobierno tucumano, y si bien se puede leer sobre la misma “Tucumán 1814”, en los informes
anuales del guardián del convento a sus superiores en 1812, dicha bandera ya se mencionaba.
Fuente: www.centrosantarcisiomartir.tk., menú “Iglesia y Convento”, sub-menú “Elegidos”.
En cuanto a su diseño, resulta ser, junto a la exhibida en el Museo Histórico Nacional, una de
las más antiguas en existencia. El cuadro donde se la conserva es de menores dimensiones que
la insignia, por lo que ésta se acomoda un tanto compactada. Ello no permite distinguir, con
certeza, cómo fueron colocadas todas las letras sobre la franja central blanca. En la Lámina 31
del Anexo Gráfico se representa su posible diseño.

193 MITRE, op. cit. en 7, p. 125. Al respecto, Carlos A. FERRO escribe: “[...] [La Asamblea
del año XIII] Adoptó de hecho la Bandera Nacional. El 20 de febrero [de 1813] el Ejército
Auxiliar del Perú derrotó a las fuerzas españolas al mando de Tristán en la batalla de Salta.

138
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Recuérdese, también, que según la descripción hecha por Juan Ma-


nuel Beruti en mayo de 1813, el escudo nacional se componía de dos
campos: celeste el de arriba -identificado como color principal- y blanco
el de abajo, y juntos representaban a nuestra insignia nacional. Es
posible que Beruti, quien vivía en Buenos Aires y estaba muy al tanto de
los acontecimientos que allí ocurrían, al hablar de “bandera Nacional”
hiciera referencia a la de tres franjas a lo largo, celeste, blanca y celeste.

Para avalar este punto de vista, se destacan, a continuación, distintas


fuentes documentales sobre hechos acontecidos en la ciudad de Buenos
Aires, que hacen referencia a enseñas celestes y blancas.

La crónica más antigua es la que publicó Enrique de Gandía en su


libro Buenos Aires Colonial en 1957. Ofrecida íntegramente por Raúl
Molina194, se trata de una carta que el teniente coronel Juan Rade-
maker, agente del gobierno de Portugal -quien había llegado a Buenos
Aires procedente de Río de Janeiro para negociar un armisticio con las
Provincias Unidas-, le escribe a Lord Strangford -embajador británico
en Río de Janeiro- el 10 de junio de 1812.

Con el ánimo de explicarle cómo pensaban los habitantes del país, le


comenta las escenas de un entremés compuesto por Luis Ambrosio Mo-

Belgrano remitió con el capitán Manuel Rojas las tres banderas entregadas por el enemigo al
rendirse. En Buenos Aires fueron recibidas en forma triunfal”. “La noticia [de la victoria de
Salta] llegó el 3 de marzo y la Asamblea General celebró sesión especial el día 4 para ‘recibir
a besamanos al Supremo Poder Ejecutivo y demás corporaciones’. ‘El Redactor’ [Órgano Ofi-
cial del Soberano Cuerpo, en su Nº 2, del 6 de marzo de 1813, p. 7] da cuenta de la ceremonia
en los siguientes términos: ‘En obedecimiento al decreto de la Asamblea General se presentó
el Gobierno con las demás autoridades en la sala de sesiones y dirigiéndose aquél a la repre-
sentación Soberana de los pueblos, protestó con el más digno encarecimiento la sinceridad
con que felicitaba a la Asamblea al ver exaltado el pabellón de la Patria en el primer período
de su feliz instalación’. Destaquemos el hecho de que se habló oficialmente del ‘pabellón de la
Patria’ en los meses iniciales de 1813”. Op. cit. en 34, p. 53.
Otra interesante referencia a la enseña, que iba adquiriendo el carácter de “Nacional”, se en-
cuentra publicada en El Redactor de la Asamblea del 20 de marzo de 1813, Nº 4. En página 14,
se puede leer un comentario sobre la presentación a la Asamblea de las tres banderas tomadas
en Salta, que habían llegado a Buenos Aires el día 13, y en cuya parte saliente dice: “[...] hoy
han flotado con ignominia a los pies de nuestro pabellón las últimas banderas, que enarbo-
laba el despotismo en los días de sangre y ferocidad [...]”.

194 Op. cit. en 79, pp. 10-11.

139
Adolfo Mario Golman

rante195 y titulado El Veinticinco de Mayo, que se había representado des-


pués de la obra Alzira en el Coliseo Provisional, al que había asistido.

Cuenta Rademaker que, hacia el final de la representación, “El Ge-


nio” -Espíritu de la Independencia Americana- presenta al público la
nueva bandera, que es azul celeste y blanca196, y la actuación
concluye con canciones patrióticas entonadas a grandes gritos.

Existen interesantes referencias a este estilo de enseña en las Memo-


rias Curiosas de Juan M. Beruti197. Este porteño cabal nos informa que
el 23 de agosto de 1812, con motivo de celebrarse el fracaso de la con-
jura tramada por españoles europeos y liderada por Martín de Álzaga,
“Toda la torre [de la parroquia de San Nicolás] en sus cuatro perillas
estaba puesta una bandera celeste y blanca de seda y cubierta por los
cuatro frentes de una iluminación espléndida, como también lo demás
del frontis de la iglesia, de cuya ventana del coro salía otra igual
bandera [...]”.

“También [en] el mismo frente de la iglesia se puso un hermoso


tablado adornado de tapices de damasco y faroles de cristal, en donde
había una famosa orquesta de música que acompañaba a cuatro niños,
que vestidos de indios con su bandera en la mano uno de ellos y otra
en el tablado cantaban de tiempos en tiempos varias canciones llanas
y por punto de solfa con mucha gracia y primor, alusivas a la libertad
de la patria.”

195 Op. cit. en 48, Tomo IV, L-M, pp. 647-648. Luis Ambrosio Morante, nacido posible-
mente en Montevideo, fue actor, cantante y músico. Emigrado desde Chile por adherir a la
política opositora al gobierno realista, se instaló en Buenos Aires en 1811. Con motivo de la
celebración del segundo aniversario de la Revolución compuso su melodrama El Veinticinco
de Mayo, pieza al parecer imitada de la francesa Canto a la Libertad o La Marsellesa, que fue
premiada por el Cabildo y que era un himno o canción patriótica que, según Mariano G.
Bosch, fue la inspiradora del Himno Nacional Argentino.

196 De acuerdo a lo escrito por Mariano G. BOSCH en El Himno Nacional, Buenos Aires,
El Ateneo, 1937, pp. 11 y 13, en la noche del domingo 24 de mayo de 1812 se habría estrenado
ante el público el melodrama de Morante y, por lo tanto, a nuestro modo de ver, exhibido por
primera vez “la nueva bandera celeste y blanca”.

197 Op. cit. en 6, BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas, pp. 217-221, 233-234, 259-
260 y 442-443.

140
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El 5 de octubre, al recibirse en Buenos Aires la noticia de la victoria


de Tucumán (del 24 de septiembre anterior), tuvieron lugar distintas
muestras de fervor patriótico. Comenta Beruti: “Al mediodía hubo otra
salva de artillería y al ponerse el sol se arrió la bandera del Fuerte, con-
testando a éste los barcos de guerra, habiendo tenido el pueblo el gusto
de ver que en la misma asta de bandera se puso por el gobierno en la
parte superior un gallardete de color celeste y blanco, divisa de la
patria, que dominaba la bandera española de amarillo y encarnado que
estaba debajo de la nuestra, preludio de que pronto declararemos nues-
tra independencia [...]”.

El 17 del mismo mes, se presentan al público las banderas tomadas a


los coloniales en la contienda de Tucumán, y en medio de la celebración
popular, “el gobierno mismo acompaña a los erguidos estandartes
de la patria, que llevan rendidas las insignias de la tiranía”.

Ya en 1813, y con motivo de los festejos del tercer aniversario de la


Revolución de Mayo, en la noche se iluminaron el Cabildo, la Recova
y la Plaza Mayor. Relataba Beruti: “[...] parecía el día como estaba la
plaza, alegrada con una porción de banderas que estaban colocadas de
pilar a pilar de las azoteas de la recova, y en los balcones consistoriales
una orquesta de música era de gusto y contento”.

Cronológicamente, es momento ahora de intercalar el oficio que


Gaspar de Vigodet, Gobernador de Montevideo, envió al ministro de
Estado de la corte del Brasil el 16 de octubre de 1813. Da cuenta que
“[...] Los rebeldes de Buenos aires han enarbolado un pabellón con
dos listas azul celeste a las orillas y una blanca en medio y han
acuñado moneda con el lema de ‘Provincias del Río de la Plata en
unión y libertad’ [...]”198.

Por primera vez se describe en toda su forma la insignia de tres


franjas. Además, las expresiones de Vigodet permiten sospechar la dis-
posición de los colores celeste y blanco en las franjas de las banderas
grabadas en el anverso de las piezas de oro.

198 Op. cit. en 1, Documento Nº 91, pp. 134-136.

141
Adolfo Mario Golman

Carlos A. Ferro agrega: “[En enero de 1814] La Asamblea volvió


sobre el tema mostrando su decidida preferencia por las franjas azules
y blanca, al establecer en el artículo tercero del decreto de creación del
Directorio, que la insignia del Director Supremo será ‘una banda bico-
lor, blanca en el centro y azul a los costados, terminada en borla de
oro, como distintivo de su alta jerarquía’”199.

Retornando a Beruti, en otro de los relatos señala que el 17 de abril


de 1815 “[...] amaneció puesta en el asta de la fortaleza la bandera de
la patria, celeste y blanca, primera vez que en ella se puso, pues hasta
entonces no se ponía otra sino la española [...]”. Indica, además, que
quien la mandó poner fue el comandante de la fortaleza, (su hermano)
el coronel Antonio Luis Beruti.

Escribe Quartaruolo: “Que nuestra bandera quedó desde entonces


en el Fuerte de Buenos Aires se confirma, entre otros, por un documen-
to que encontró Humberto F. Burzio en España. Se trata de la declara-
ción del capitán de la fragata Nuestra Señora de los Dolores (alias) La
Cazadora, que partió de Buenos Aires el 1º de junio de 1815, donde
expresa ‘Que en el Fuerte de dicho Buenos Ayres [texto de la época]
se hallaba enarbolado el pabellón de la Independencia’”200.

Comenta aquel autor a renglón seguido: “No hay duda que la ban-
dera de la libertad enarbolada en el Fuerte en abril de 1815 debió ser
de tres franjas”.

Del mismo texto de Beruti se extrae una nueva cita, de un


comentario que se apunta después de los “Aumentos al año 1829”. Se
hace allí referencia a que en el año 1815 el gobierno había condecorado
al Cabildo. Con tal motivo “el ramo militar y político de artillería” (en-
tre los que se encontraba su tesorero pagador, sobrestante Juan Manuel
Beruti) habían costeado una insignia de mucho valor de raso, de seis
varas de largo y tres de ancho (aproximadamente 5m por 2,50m) con su
199 Op. cit. en 34, p. 57. Ley publicada en El Redactor de la Asamblea, Nº 19, del 31 de enero
de 1814, p. 75.

200 Op. cit. en 49, QUARTARUOLO, Vicente M., “Forma y destino de la Primer Bandera”,
pp. 60. La cita a Humberto F. BURZIO es de “Banderas de la Patria”, Conferencia pronun-
ciada el 8 de julio de 1965, Escuela de Capacitación de Seguros, Buenos Aires, 1965, p. 10.

142
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

dinero, y la remitieron (el 20 de abril) con un oficio al Cabildo para que


la aplicase donde fuere de su agrado.

La respuesta, fechada el 21 de abril de 1815 fue suscrita desde el


Ayuntamiento por el Alcalde de primer voto Francisco Antonio de Es-
calada y por el secretario doctor Félix Ignacio Frías, agradeciendo el
obsequio del “símbolo de nuestra libertad”. Luego hay una llamada
en la que se explica que esa bandera se colocó por primera vez en la torre
del Cabildo el 25 de mayo de 1815 y que era azul y blanca con el sol
en su centro201.

Finalmente, Palombo y Espinosa refieren: “José Obregón y Fran-


202
cos escribió desde Río de Janeiro el 14-VII-1815 al Director General
de la Real Armada en España, Luis María de Salazar, que ‘En Buenos
aires se arboló la bandera de la Independencia, arriando la del Rey
(aquélla es: dos franjas celestes y una blanca en el centro, todas
horizontales) [...]’”203
201 CÁNEPA desarrolla la siguiente hipótesis respecto del sol en esa insignia: “Según Beruti,
la bandera donada el 20 de abril de 1815, tenía el sol; este distintivo de la bandera de guerra fue
adoptado por el Congreso en febrero de 1818, es decir, casi tres años más tarde. De antes de
esta última fecha, no existe constancia oficial ni particular del sol en la enseña. [...] Aquí puede
estar en juego la fidelidad de la memoria de Beruti, pues escribió eso en 1829, como agregado
a su ‘Diario’ de 1815, año en el que había omitido hacer constar aquel hecho. Pudo haber ocu-
rrido, que la bandera donada al Cabildo, que según vimos era de gran valor y tamaño, y sólo
se tremolaba en memorables ocasiones, no tuviese en su origen el sol, y que cuando éste fue
adoptado por el Congreso en 1818 como distintivo del pabellón de guerra, el Cabildo lo haya
hecho agregar al emblema en cuestión, para colocarlo dentro de lo establecido, y que Beruti,
después de catorce años, al advertir que había olvidado hacer constar el obsequio, del cual era
uno de los sufragantes, olvidara que el sol fue un aditamento posterior, y lo hiciera figurar
como existente en 1815. [...] Recordemos, además, que el mismo Beruti, al mencionar la
bandera argentina enarbolada por primera vez en el Fuerte, lo que aconteció cinco (sic) [tres]
días antes de aquella donación, no indica que tuviera sol”. Op. cit. en 3, pp. 74-75. Por el
contrario, ROSENKRANTZ opina: “Esta narración acredita, como otros antecedentes
reseñados, que la bandera de la patria [así denomina a la enseña de tres franjas horizontales e
iguales, celeste, blanca y celeste] con un sol en la franja blanca del medio, era usada con
anterioridad a su consagración legal del 25 de febrero de 1818”. Op. cit. en 72, p. 178.

202 El Capitán de Fragata José Ramón Obregón fue un realista rendido en Montevideo, pla-
za en la que se desempeñó como ayudante de campo del Capitán General Gaspar de Vigodet.
Luis E. ARGÜERO, op. cit. en 14, “La Bandera en la Plaza”, p. 45.

203 Op. cit. en 58, PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A., Historia de la bandera
Argentina..., nota (17), p. 60. Los autores citan como fuente documental al Archivo Histórico
Nacional, Madrid, España, Estado, Legación de España en Río de Janeiro.

143
Adolfo Mario Golman

Analizando los hechos transcriptos, resulta razonable pensar que el


pabellón visto en Buenos Aires desde fines de mayo de 1812 es el de tres
franjas horizontales, celeste a los costados y blanco al medio. Responde
al que Juan Manuel Beruti nombra, indistintamente, como “bandera
Nacional” o “bandera de la Patria”, también llamado “símbolo de Nues-
tra Libertad” y “bandera de la Independencia”.

Todos estos antecedentes permiten explicar por qué esta bandera,


mandada enarbolar en todo el territorio de las Provincias Unidas por la
Soberana Asamblea del año 1813, utilizada en el Alto Perú para jurar
obediencia a dicha Asamblea y acuñada en moneda en la Ceca de Potosí
como atributo de soberanía del gobierno, pudo haber escoltado a las
fuerzas patriotas hasta el altiplano.

Por lo tanto, no debe sorprender la aparición de una insignia con


aquel diseño en la capillita rural de Titiri, ni tampoco descartar que la
allí hallada sea la misma que el 8 de julio de 1813 utilizó el general Ma-
nuel Belgrano, en Potosí, para hacer jurar obediencia a la Asamblea.

El modelo adoptado por el Congreso de Tucumán

El Congreso Nacional reunido en Tucumán declaró la independen-


cia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de 1816.

Pocos días más tarde, el 25, decretó como distintivo “[...] la bande-
ra celeste y blanca que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo
sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas”204.

Al respecto Ricardo O. Jacob expresa 205: “Si bien el texto no aclara


qué forma tendría dicha bandera, debemos suponer que es la celeste-
blanca-celeste que se usaba en Buenos Aires, ya que el Congreso respon-
día a la influencia de ésta [...]”206.

204 Op. cit. en 12, Considerando “6º” del veredicto emitido por Bartolomé Mitre el 25 de
abril de 1878 sobre el color típico y legítimo de la bandera argentina, p. 389.

205 Op. cit. en 69, p. 28.

206 Se comparte la opinión de Jacob sobre la influencia de Buenos Aires en la elección del

144
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Y luego agrega: “Por último, para finalizar con esta etapa en la que
se afirma la Revolución y la bandera adquiere carácter legal y forma
definitiva, resultan significativas las palabras del general Belgrano al
hacerse cargo por segunda vez207 de la jefatura del Ejército del Norte:
‘Soldados: una nueva bandera os presento que, reconociéndola, sepáis
que ella ha de ser vuestra guía y punto de reunión; la que acabo de de-
positar a los pies de nuestra Generala, María Santísima de las Mercedes,
sirvió al mismo efecto mientras tuve el honor de mandaros’”.

“La bandera ‘vieja’ llamada por Belgrano ‘la generala’, fue deposita-
da a los pies de la Virgen de las Mercedes, el 24 de septiembre de 1816.
Con este acto se cierra un capítulo glorioso de la historia de nuestro
símbolo, conocido también como el ‘Pabellón de la Libertad’. Una nue-
va bandera -la legal- hacía su aparición a los ojos del mundo, engalanan-
do victoriosa a la patria que acababa de declarar su independencia.”

Se pregunta Jacob: “¿Cómo era esa bandera que Belgrano depositó a


los pies de la Virgen? No lo sabemos. Pero si quedaba fuera de circula-
ción es porque muy probablemente era distinta a la que acababa de san-
cionar el Congreso. Podemos afirmar también que el general poseía un
profundo sentido del deber y de la obediencia, y es por eso que cumplió
con presura lo dispuesto en la circular del 16 de agosto [de 1816] acerca
de las características de la ‘Nueva Bandera’”.

Es posible que la bandera “vieja” que Belgrano dejó a los pies de la


Virgen fuera su bandera “del Ejército” de dos fajas horizontales, blanca
la superior y celeste la inferior208.
celeste, blanco y celeste como emblema de la nueva nación que se independizaba. Esta bande-
ra, ya por ese entonces, tenía un uso habitual como representativa de las Provincias Unidas,
y su origen fue en aquella ciudad porteña. Confirmando aquel predominio, José María PAZ
señalaba: “El Congreso [de Tucumán] igualmente continuaba en sus sesiones, habiendo el 9
de julio [de 1816] declarado la independencia de la España y de la Corona de Castilla; pero
había en su seno un germen de discordia que transpiraba por todas partes. Los diputados de
Buenos Aires, seguidos de la mayor parte de los de las provincias, dominaban el Congreso,
y la oposición que les hacían los de Córdoba, procurando inútilmente contrastar la suprema-
cía e influencia de la capital [...]”. Op. cit. en 126, p. 256.

207 Manuel Belgrano fue designado Brigadier General del Ejército Auxiliar del Perú el 3 de
agosto de 1816 en reemplazo del general José Rondeau, habiéndose hecho cargo de las tropas
en Las Trancas, Tucumán, el día 7 de ese mes. Op. cit. en 17, p. 99.

208 ROSENKR ANTZ considera que el episodio es un simple cambio de paño realizado por

145
Adolfo Mario Golman

Por otra parte, los argumentos hasta aquí expuestos sobre el origen
de la divisa celeste, blanca y celeste permiten compartir y confirmar la
suposición de Jacob acerca de que esa fue la enseña aprobada en Tucu-
mán en 1816.

Además, Manuel Belgrano nada tuvo que ver ni con en el diseño


ni con la decisión de adopción de este pabellón como representativo de
la nueva nación. A tal efecto, se coincide con Eduardo Ronsenkrantz en
que Belgrano fue invitado a la sesión del Congreso de Tucumán del 6
de julio de 1816 para exponer sobre la forma de gobierno y no para dar
su opinión sobre el modelo y colores de la bandera a adoptar209.

su desgaste (es decir, uno celeste, blanco y celeste por otro igual) y que no tiene otras impli-
cancias. Op. cit. en 72, pp. 199. Disentimos respetuosamente con él en este punto.

209 Op. cit. en 72, pp. 194 y 197.

146
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 17

Enseña de tres fajas horizontales, blanca, celeste y blanca

La bandera de Sucre: ¿puede ser la presentada en Jujuy en mayo


de 1812?

En este capítulo se estudiará por qué la insignia que se conserva


en el Museo Casa de la Libertad de Sucre, Bolivia, podría resultar ser la
“bandera Nacional” que en Jujuy, el 25 de mayo de 1812, Belgrano
hace jurar a sus tropas, luego de ser consagrada por el párroco José
Ignacio de Gorriti en la Iglesia Catedral de esa ciudad.

Su diseño es igual al de la primera izada en las Barrancas de las Cei-


bas, Rosario, el 27 de febrero anterior210, pero no existe la misma certeza
respecto de que ambas banderas tuvieran idénticas dimensiones211.

210 La convicción de que ambas enseñas eran iguales, en cuanto a diseño y distribución de los
colores sobre la tela, encuentra su fundamento en la misiva que Belgrano envía al gobierno el
18 de julio de 1812, argumentando las razones que lo llevaron a enarbolar las baderas blan-
cas y celestes en Rosario y Jujuy. En esa carta (que se transcribe en páginas 17 a 19), Belgrano
explica que desconocía la desaprobación del Gobierno del 3 de marzo de 1812 y aclara que,
de haberla recibido, no habría vuelto a enarbolar (en Jujuy) tal bandera, como muestra de
respeto y obediencia a la autoridad.

211 La arbolada en Rosario el 27 de febrero de 1812 a orillas del río Paraná fue una bandera
de defensa costera, por lo que debió ser grande y respetar la proporción de una medida de
ancho por dos de largo. Dada su función es probable que fuera confeccionada en lanilla, ya
que ésta, tal como se explicó en la nota 113, resultaba más resistente a las inclemencias del
tiempo que el raso. Ver modelo en la Lámina 17 del Anexo Gráfico.
PALOMBO y ESPINOSA señalan: “La bandera ‘blanca y celeste’ que Belgrano hizo enar-
bolar en la Barrancas del Rosario debió lucir el gran tamaño que solían tener entonces las
banderas navales españolas, de modo que izada en la driza de un mástil fuera divisada de lejos.
Nada más apropiado para una batería costera o reducto artillado”. Op. cit. en 1, p. 15.
En cambio, la bendecida y jurada en Jujuy el 25 de mayo de 1812 fue una insignia de unidad
terrestre (por lo tanto más pequeña que la izada en Rosario) con una proporción que tendía a
dos medidas de ancho por tres de largo. Por ser señera de infantería resulta razonable que
fuera preparada en seda. Se presenta el modelo en la Lámina 18 del Anexo Gráfico.
Asimismo, en el Capítulo 18 se analiza en detalle lo relativo a las dimensiones de las enseñas
de Rosario y Jujuy.

147
Adolfo Mario Golman

Manuel Belgrano recibe en Jujuy el oficio del 27 de junio con la repri-


menda del gobierno, motivada por su atrevimiento de preparar un pabe-
llón para las Provincias Unidas, materia ajena a su competencia.

La comunicación incluye la transcripción de la primera amonesta-


ción que, referida al mismo tema, el Triunvirato le había enviado el 3 de
marzo a Rosario y que don Manuel desconocía por haber partido antes a
hacerse cargo del Ejército del Norte 212.

En su contestación al Superior Gobierno, Belgrano escribe: “La


bandera la he recogido y la desharé para que no haya ni memoria de ella
y se harán las banderas del Regimiento número 6, sin necesidad de que
aquélla se note por persona alguna; pues si acaso me preguntasen por
ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria para el
ejército y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán
con lo que se les presente”213.

¿Cuál pudo ser el destino de esa bandera “Nacional”? Se buscará


una respuesta analizando el párrafo precedente.

En el comienzo, Belgrano, bastante enojado, plantea “deshacer” el


pabellón para no dejar ni un solo recuerdo de su existencia. Más ade-
lante, sus palabras traslucen (aunque con cierto tono de ironía) su acep-
tación de reservarlo para “el día de una gran victoria en armas”, sobre la
que no parece tener demasiadas expectativas, ya que el ejército realista,
mejor armado y equipado, viene avanzando a paso firme desde el Alto
Perú, para encontrarse con las huestes patriotas.

212 Aquel oficio del 3 de marzo rezaba en su parte más destacada: “[...] ha dispuesto este Go-
bierno que sujetando vuestra señoría sus conceptos a las miras que reglan las determinaciones
con que él se conduce, haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca
y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía,
que es la que hasta ahora se usa en esta Fortaleza y que hace al centro del Estado, procurando
en adelante no prevenir las deliberaciones del Gobierno en materia de tanta importancia y
en cualquier otra que una vez ejecutada, no deja libertad para su aprobación y cuando menos
produce males inevitables difíciles de repararse con buen suceso [...]”. Op. cit. en 1, Docu-
mento Nº 40, p. 70.

213 La carta se copia en páginas 17 a 19.

148
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Podría interpretarse que la enseña no fue hecha pedazos, sino que se


guardó en lugar seguro, ya que una bandera propia bendecida y jurada
no se acostumbraba a destruir, y mucho menos por alguien de tan fer-
viente fe religiosa como el general Belgrano.

Deshacer no es despedazar o romper

Para fundar la interpretación anterior, se comenzará por corroborar


que en la época estudiada la expresión “deshacer” se relacionaba más
con “dejar fuera de circulación”, “desaparecer de la vista” o “inutilizar”,
que con “despedazar” o “romper”.

A tal fin, recuérdese que las insignias pertenecientes a los distintos


cuerpos militares eran bendecidas214. Si la unidad de combate a la cual
estas banderas representaban era suprimida, el destino final de dichas
enseñas era, por lo general, una Iglesia o la Sala de Armas del Fuerte de
Buenos Aires.

A modo de ejemplo, se extraen de las Memorias Curiosas de Juan


Manuel Beruti los siguientes relatos215:

- El 11 de septiembre de 1809 por orden del virrey, se reorganizan las


tropas de la capital: quedan extinguidos y deshechos el tercer batallón de
Patricios, el de Carlos IV y el de Cazadores, el segundo y tercer escuadrón
de Húsares, el de Migueletes y el de Castas de Artillería. Los cuerpos des-
hechos llevaron sus banderas: unos, a la Sala de Armas y otros, las deposi-
taron en Iglesias como el de Carlos IV que las dejó en San Francisco.

- El 17 de noviembre de 1810 la Junta ordenó que se extinguieran los


regimientos de Infantería de Buenos Aires y Dragones de Buenos Aires.

214 Al respecto, Guillermo PALOMBO y Valentín ESPINOSA explican: “Toda bandera


nueva debía ser bendecida antes de ser entregada a las tropas. Las ordenanzas militares espa-
ñolas rodeaban a la ceremonia de la bendición de aparatosa solemnidad para que adquiriese
el significado simbólico que le correspondía y para que fuese válido el juramento de fidelidad
que ante ella debían prestar los reclutas al incorporarse a las filas”. Op. cit. en 58, Historia de
la bandera Argentina..., nota 7, p. 39.

215 Op. cit. en 6, BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas, pp. 130-131 y 152.

149
Adolfo Mario Golman

Esos cuerpos fueron deshechos por falta de soldados y sus enseñas se


llevaron al Fuerte para guardarlas.

Similar actitud se acostumbraba cuando se conquistaba en batalla


una divisa enemiga. Ésta se ofrecía en gratitud a alguna Iglesia, remi-
tiéndola para que allí se conservase. Al respecto, se citan las siguientes
situaciones:

- Después del triunfo de Tucumán el 24 de septiembre de 1812, Bel-


grano envía a Buenos Aires los pendones capturados al ejército realista
“para que se coloquen en el Templo de Nuestra Madre y Señora de las
Mercedes”216.

- Por oficio del 3 de mayo de 1813, Manuel Belgrano remite desde


Jujuy al Presidente del Cabildo de la Villa de Luján dos banderas de di-
visión “arrancadas de las manos de los enemigos” en la batalla de Salta,
“para presentarlas a los pies de la Virgen en la Iglesia de esa Villa”, a fin
de que se hiciese notorio su reconocimiento y el de su ejército por los
beneficios dispensados217.

- En la misma fecha que la anterior, Belgrano envía al Supremo


Poder Ejecutivo las insignias que el enemigo abandonó en su fuga de
Potosí, “para que se presenten ante la Augusta Asamblea Gral. Consti-
tuyente, suplicándole a nombre del Ejército, que se digne destinar dos
de ellas para que se coloquen a los pies de Nuestra Señora del Rosario en
el Templo de Santo Domingo de esa Capital, y las otras dos se remitan
para el Templo de Ntra. Señora de Mercedes en Salta, primer punto de
que se apoderó el 20 de febrero”218.

Por lo antes expuesto, es razonable concluir que la “bandera Nacio-


nal” bendecida y jurada en Jujuy en mayo de 1812 fue conservada por su
creador. Téngase presente, además, que la orden original del Triun-
virato (del 3 de marzo) era que la “ocultara disimuladamente” y no
que la destruyera.
216 Op. cit. en 61, Carta LX XVII, p. 183.

217 Op. cit. en 61, Carta CIV, pp. 218-219.

218 Op. cit. en 61, Carta CV, pp. 219-220.

150
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Un rumbo posible

Quizás, en el pensamiento de Belgrano, el destino final para la en-


seña preparada en Jujuy pudiera haber sido descansar en su Iglesia Ca-
tedral, donde poco tiempo atrás había recibido la bendición.

Sin embargo, había motivos para no separarse de ella: las tropas del
rey comenzaban su incursión desde el Altiplano y no se les debía dejar
más que tierra arrasada. Resulta lógico pensar que desde Jujuy esa ense-
ña continuó viaje, junto a Belgrano, hacia la ciudad de Tucumán.

Ahora bien, sabiendo que esta bandera no estuvo presente en las


acciones del Río de las Piedras, Tucumán ni Salta 219, surge inevitable
la necesidad de conocer su derrotero.

Para elaborar la respuesta y hallar un indicio de que ese pabellón


no habría quedado en Salta ni tampoco en Tucumán, se menciona el
siguiente oficio que el general Manuel Belgrano (ya instalado nueva-
mente en Jujuy, después de las victorias obtenidas en tierras tucumana y
salteña) le escribe al Gobernador Intendente de Salta, Feliciano Antonio
Chiclana, el 4 de abril de 1813.

Allí, el general solicitaba saber donde estaba la caja y cajón que le


había dejado al Gobernador el señor Tomás Manuel de Anchorena -en
ese momento Secretario de Guerra del Ejército Auxiliar- con los papeles
de la secretaría, ya que los necesitaba y pedía que se los enviaran, y agre-
gaba a continuación: “También me hace suma falta todo cuanto quedó

219 Como consecuencia de las reprimendas recibidas por haber enarbolado una enseña blan-
ca y celeste en Rosario y otra en Jujuy, Belgrano, muy disgustado, le responde al Gobierno
el 18 de julio. Expresa que “dejará fuera de circulación” su pabellón nacional y que mandará
preparar las banderas para el Regimiento Nº 6, las que sin duda fueron las “coronela” y “sen-
cilla” reglamentarias.
Ese mismo tipo de divisas son las que habrían portado las fuerzas patriotas en el combate
del Río de las Piedras el siguiente 3 de septiembre, tal como se explica en el Capítulo 10.
Es razonable suponer, además, que tres semanas más tarde, en la batalla de Tucumán, los
distintos regimientos que lucharon junto al Nº 6 debieron llevar a la lid sólo enseñas “coro-
nelas” y “sencillas”.
Recién será en la contienda de Salta, el 20 de febrero de 1813, donde el Ejército Auxiliador
del Perú exhibirá, por vez primera, la novedosa bandera “del Ejército” de dos franjas horizon-
tales, blanca la superior y celeste la inferior.

151
Adolfo Mario Golman

en Tucumán perteneciente al Ejército, e ignoro si ya está en camino, los


instrumentos de maestranza, los vestuarios, los ponchos, en fin, todo,
todo como previne”220.

Si la insignia estaba en Salta o en Tucumán debía reunirse con su


creador en Jujuy al momento de la remisión de todo lo pedido. Caso
contrario, es dable considerar que siempre estuvo junto a Belgrano,
quizás entre sus pertenencias personales, y como tal, lo acompañó
hacia el altiplano.

220 Op. cit. en 61, Carta XCVIII, p. 212.

152
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 18

La primera bandera nacional

Existen respetables opiniones que sostienen, a diferencia de nuestro


parecer, que la primera enseña ideada por Manuel Belgrano en Rosario,
en febrero de 1812, habría sido de dos franjas horizontales, blanca la
superior y celeste la inferior221.

Entre los argumentos que respaldan tal apreciación se encuentran


los siguientes:

1º) El pabellón blanco-celeste-blanco que se exhibe en Sucre, no


tendría chance de ser el modelo de la primera bandera. Por su “gran ta-
maño” resultaría inapropiado para ser utilizado como enseña de unidad
militar terrestre222.

2º) Las insignias mitad blancas, mitad celestes, pintadas en el re-


trato de Manuel Belgrano de 1815, avalarían el diseño de primitivo
pabellón. Parecería que el general hubiera querido dejar allí un concreto
mensaje referido al tema.
221 BELGR ANO, Mario, ops. cit. en 9; MARFANY, Roberto H., “Origen de la Bandera
Argentina”, op. cit en 45, pp. 102-103; PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA, Valentín A.,
Historia de la bandera Argentina..., op. cit. en 58, pp. 44-45 y op. cit. en 1, Documentos para
la historia de la Bandera Argentina, p. 15; ROSENKR ANTZ, Eduardo S., op. cit. en 72, pp.
133 y 190 ; PER AZZO, Alberto Rubén, Nuestras Banderas: Vexilología Argentina, Buenos
Aires, Editorial Dunken, 2000, pp. 24-34 y FERRO Carlos A., op. cit. en 34, p. 21. En esta
última, el autor sustenta así su opinión: “Blanca y azul celeste, decreta el Triunvirato para la
escarapela; blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela, dice Belgrano de su ban-
dera. Así debió ser a dos bandas horizontales según resulta de extender en un cuadrilátero los
colores de la escarapela”.

222 PALOMBO Y ESPINOSA escriben: “La bandera conservada en Sucre (2.30m x 1.10m)
(sic) y la que se exhibe en Buenos Aires (2.32m x 1.53m) por su gran tamaño, mayor que las
portátiles, completamente inadecuada para bandera de guerra (de tropas, portátil, como lo
era la bandera del Ejército Auxiliador del Perú), por la dificultad de conducirla a pie en mar-
chas prolongadas y por la imposibilidad de hacerlo a caballo, particularmente en un terreno
tan áspero como el del Alto Perú, son más apropiadas para ser enarboladas en un mástil, colo-
cadas en una torre o desplegadas en el frente de un edificio. Por otra parte, la distribución de
sus colores no corresponde con la bandera de Belgrano”. Op. cit. en 58, Historia de la bandera
Argentina…, p. 52.

153
Adolfo Mario Golman

Por consiguiente, resulta oportuno desarrollar un estudio que per-


mita evaluar si los fundamentos enunciados sirven para descartar al
emblema de tres franjas como primera bandera patria.

Enseña de grandes dimensiones

En primer término, se analizará lo relacionado con el “gran tama-


ño” del pabellón blanco, celeste y blanco, lo cual amerita la siguiente
distinción:

- Bandera creada en Rosario y enarbolada el 27 de febrero de


1812

Con el propósito de contrarrestar las frecuentes incursiones que desde


Montevideo efectuaba la marina española por los ríos Paraná y Uruguay
en busca de víveres, el Triunvirato dispuso levantar en las costas peque-
ñas fortificaciones defensivas que impidieran la penetración realista. A
tal efecto, en enero de 1812, se confía a Belgrano el mando de las baterías
costeras y la vigilancia del río Paraná entre La Bajada y San Nicolás223.

Las dos baterías construidas fueron denominadas por Belgrano “De


la Libertad”, la de la barranca, y “De la Independencia, la situada en la
isla.

El 27 de febrero de 1812 al inaugurar aquella ubicada en la isla, Bel-


grano alinea sus tropas sobre las barrancas del río y ordena enarbolar la
primera bandera nacional224. Ésta estaba formada con los colores blanco y
celeste de la escarapela que había decretado el gobierno pocos días antes.
223 Op. cit. en 17, p. 55.

224 Se desconoce el destino que tuvo esa primera enseña después de que fuera arriada y
reemplazada por la española. Imaginando uno, resulta razonable compartir lo que plantea
Quartaruolo cuando escribe: “[...] Pudo muy bien ser enviada a Buenos Aires en cumpli-
miento de una orden reservada proveniente del mismo Triunvirato, como lógica precaución
para evitar otro episodio como el del 27 de febrero, que comprometía la política exterior del
gobierno”. Op. cit. en 49, QUARTARUOLO, Vicente M., “Forma y destino de la Primer
Bandera”, p. 72.

154
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El coronel Belgrano sabía que no correspondía colocar en esas bate-


rías mástiles donde ondearan enseñas blancas con coronas reales o con
aspas de Borgoña, similares a las que habían llevado sus tropas desde Bue-
nos Aires, ya que éstas eran de infantería y no de fortificaciones costeras.

De acuerdo a la normativa vigente, se debían enarbolar allí banderas


navales españolas rojas, gualdas y rojas, como la que le enviará Rivada-
via desde Buenos Aires, el 3 de marzo siguiente, para reemplazar con
urgencia a la creada por Manuel Belgrano.

La enseña remitida por don Bernardino, posiblemente de lanilla,


era una de las que ondeaban en la sede del Gobierno Porteño: un edifi-
cio situado, en aquel momento, a la ribera del Río de la Plata.

Las siguientes citas documentales permitirán imaginar las dimen-


siones que pudieron haber tenido aquellas divisas españolas:

a. Constancia de la época colonial fechada el 19 de mayo de 1807,


por la que se acredita haber incluido en los Reales Almacenes una ban-
dera “nuevamente construida” con destino a la Real Fortaleza de Bue-
nos Aires. Sus dimensiones eran de 17 varas de largo por 8 y media de
ancho225. Si como se explicó, cada vara equivale a aproximadamente
83,60 centímetros, nos encontramos ante un inmenso pabellón de
14,21m de largo por 7,11m de ancho.

b. No resultan tan extrañas esas dimensiones si se piensa que el 20


de agosto de 1811, ya bajo un gobierno patrio, se certifica haber utiliza-
do “cinco varas de lanilla encarnada y cuatro de amarilla para
recomponer una de las banderas que servía en la Real Fortaleza en los
días menos clásicos”226. Ello significa haber utilizado unos 4,18m de
tela roja y 3,34m de amarilla, sólo para arreglar una enseña.

c. Un último dato que ayuda a proyectar la dimensión de los pabe-


llones izados en el Fuerte de Buenos Aires es el siguiente: Juan Antonio
Foucus, guarda almacén de la Real Hacienda, extiende el 26 de marzo

225 Ver nota 116.

226 Op. cit. en 1, Documento Nº 21, p. 51.

155
Adolfo Mario Golman

de 1812 un recibo a favor de Victorino de la Fuente, comisario general de


guerra. Por medio de ese comprobante Foucous recupera el importe que,
oportunamente, le había pagado a Ana Josefa Ferrer por haber remenda-
do tres banderas grandes de la Real Fortaleza que estaban rotas227.
Es posible sostener, entonces, que la bandera blanca y celeste, prepa-
rada en Rosario y enarbolada en la ribera del río Paraná, debió tener un
importante tamaño. Quizás no tan grande como las rojas y gualdas que
ondeaban en el Fuerte Porteño, ya que las baterías no eran posiciones
de costa permanentes.

Definitivamente no a la roja y amarilla


Recuérdese que Belgrano en su oficio del 27 de febrero de 1812, diri-
gido al gobierno, planteaba que con motivo de tener que inaugurar una
de las baterías le resultaba indispensable enarbolar bandera y no la tenía.
Surge de inmediato el siguiente razonamiento y la consecuente pregunta:
Siendo don Manuel una persona tan responsable y minuciosa, y
sabiendo que iba a necesitar dos enseñas rojas, gualdas y rojas para izar
en las baterías ribereñas, ¿por qué no tuvo la precaución de llevarlas en
su viaje a Rosario? o, en su defecto, ¿por qué no solicitó que se las remi-
tieran con tiempo desde Buenos Aires mientras avanzaban las tareas de
instalación de las baterías?
La respuesta parece sencilla: la determinación de hacer ondear una
nueva divisa, distinta a la española, había sido tomada por Belgrano
con anterioridad.
Es probable que entre Belgrano, los vocales del Triunvirato y Bernar-
dino Rivadavia hubieran acordado promover el uso de una escarapela
nacional. Esto permitiría lograr dos objetivos: el primero, fusionar me-
diante la creación de un nuevo distintivo (blanco y celeste) las distintas
ideas y sentimientos de los patriotas. El segundo, eliminar el uso de la
cucarda roja (oficial hasta ese entonces) y también el de la divisa celeste
y blanca que lucían algunos cuerpos del ejército patrio. Estos adherían a
los ideales morenistas (antagónicos con los del gobierno) y estaban repre-
sentados por los regimientos América y Granaderos de Fernando VII.
227 Op. cit. en 1, Documento Nº 41, p. 71.

156
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Crear una nueva escarapela no representaba más que un símbolo


de identificación. No significaba una declaración expresa de soberanía,
como sí lo sería aprobar una insignia propia.

El atrevimiento de Manuel Belgrano de idear y ordenar levantar en


alto una “bandera Nacional”, distinta de la roja y gualda reglamentaria,
aceleraba los tiempos y ponía en grave peligro la estrategia política que
habían sostenido los distintos gobiernos patrios desde la Revolución de
Mayo. Ésta consistía en gobernar en nombre del rey cautivo Fernando
VII con el propósito de evitar entrar en conflicto con los vecinos portu-
gueses y sus aliados Inglaterra y España.

- Bandera preparada en Jujuy para el 25 de mayo de 1812

Estudiados los motivos por los que la bandera concebida en Rosario


debió lucir un gran porte, sobreviene la siguiente pregunta:

¿Cuál debió ser el tamaño del emblema que Belgrano presentó en


Jujuy el 25 de mayo de 1812?

En principio, no se requería de un pabellón costero ya que su desti-


no era escoltar por tierra al Ejército del Norte. Por lo tanto, sus dimen-
siones debieron ser bastante menores que el arbolado en Rosario.

Como se expresó en el capítulo anterior, el emblema blanco, celeste


y blanco que se se conserva en Sucre podría ser el original Jujeño.
Repasemos sus medidas aproximadas: 2,20m de largo por 1,56m de
ancho.

Respecto de sus dimensiones, Miguel Carrillo Bascary comenta:


“[...] Pueden llamar la atención estas medidas, pero en la época no resul-
tan extrañas para los cuerpos de infantería, como lo aseveran muchas
banderas preservadas en museos de Europa”228.
228 CARRILLO BASCARY, Miguel, “Las dos banderas de Macha, numerosas hipótesis,
mayores incertidumbres”, Belgrano en la Biblioteca, Volumen 3, Carrillo Bascary, Miguel y Zi-
gón, Emilio; compiladores, Rosario, Instituto Belgraniano de Rosario, UNR Editora, 2004,
pp. 65-66.

157
Adolfo Mario Golman

A modo de ejemplo, se puede citar una enseña que se exhibe en el


Museo Histórico Nacional de la ciudad de Buenos Aires. Es conocida
como perteneciente al regimiento colonial “Real de Lima” y fue cap-
turada por los patriotas en la contienda de Tucumán. Sus medidas son
2,05m de largo por 1,52m de alto229.

Recuérdese además que en enero de 1813, por orden de Manuel


Belgrano, se adquirieron en Tucumán dos varas y media de raso para la
bandera “del Ejército”, largo suficiente como para preparar una insignia
de más de 2 metros.

Vistos los argumentos hasta aquí expuestos, no se puede descono-


cer, en la época estudiada, la existencia de banderas “grandes” (como la
conservada en Sucre) en unidades militares terrestres.

El retrato de Manuel Belgrano

Se sostiene que los pabellones pintados en el cuadro del general


Belgrano de 1815 ayudarían a confirmar cómo fue el diseño de la pri-
migenia enseña patria concebida en Rosario.

Al respecto, se podría pensar que si nuestro prócer, a través de este


óleo, hubiera querido dejarnos un aviso, seguramente no sería el si-
guiente: “Señores historiadores, investigadores y estudiantes de las dé-

229 Las dimensiones de esta bandera se anotan de PALOMBO, Guillermo y ESPINOSA,


Valentín A., Historia de la bandera Argentina..., op. cit. en 58, nota 22, pp. 24-25. La enseña
no respeta las medidas que dictaban las Ordenanzas Militares Españolas, que las fijaban en
siete cuartas de vara en cuadro, es decir, un cuadrado aproximado de 1,47m por lado.
Por otra parte, al momento de examinarla en compañía de Francisco Gregoric recordamos
la siguiente observación del profesor Julio M. LUQUI LAGLEYZE, quien señalaba: “Deci-
mos que la del Real de Lima es supuesta puesto que estudiado por nosotros el escudete que
presenta dicha bandera, corresponde en realidad al escudo de la ciudad de La Plata -Char-
cas- y no al de Lima”. “La bandera del Batallón Fernando VIIº del Alto Perú y un enigma
vexilológico”, en Banderas, Boletín de la Sociedad Española de Vexilología, Nº 87, 2003, nota
23, p. 149. Confirmamos tal apreciación consultando el Tratado Internacional de Vexilología
y Manual Cívico del Boliviano escrito por Ivette DUR ÁN CALDERÓN y Luis Eduardo
ARCE CORTÉZ, La Paz, Bolivia, Talleres Gráficos Hisbol, 2001, quienes, en pp. 445-447,
refieren al significado y descripción del escudo de la actual ciudad de Sucre (también conocida
como Charcas, Chuquisaca y La Plata). Se corroboró también el tema en la obra de Fernando
NAVIA, Disfunciones Iconosemióticas del Escudo de Bolivia, La Paz, Bolivia, Design Grupo
Editorial, 2004, pp. 117-121.

158
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

cadas y siglos por venir: no busquéis más, aquí está la respuesta, ved
en este cuadro cómo fue la primera bandera nacional enarbolada en
Rosario el 27 de febrero de 1812”.

Se ha caracterizado de este modo, pues se corre el riesgo de perder


de vista el bosque si sólo se enfoca uno de sus árboles.

Las tres insignias pintadas en la obra original identifican a las fuerzas


patriotas en la escena de la batalla. Resulta difícil creer que las banderas
son la esencia de la pintura, y que Manuel Belgrano deseó destacar su
diseño y colores con el único objeto de dejar “un mensaje” que permitiera
resolver el futuro enigma de cómo habría sido la primera enseña patria.

Es más convincente imaginar que el cuadro perpetúa un momento


memorable y especial en la vida de don Manuel y sus ideales revolu-
cionarios.

Notoriamente más importante que la creación del primer emblema


patrio -cuya repercusión en su época no tuvo la trascendencia que sí se
le da desde mediados del siglo pasado-, pudo ser para Manuel Belgrano
-hombre sin formación militar- exteriorizar el completo triunfo obtenido
ante las armas del rey en la batalla de Salta, lo que significó un verdade-
ro hito militar, político y psicológico a favor de la causa patriota 230.

230 En los “Aumentos a este año de 1820”, Beruti recuerda así al general Belgrano: “En este
año falleció de hidropesía el excelentísimo señor don Manuel Belgrano, brigadier de los ejér-
citos de la patria y capitán general del ejército auxiliar del Perú, sujeto de grandes méritos y
servicios que hizo a la patria; fue general del ejército auxiliar al Paraguay, quien sacó del yugo
español a esta provincia, después pasó al Perú, y ganó las acciones de Tucumán y Salta, contra
los españoles, cuyo orgullo abatió, dando glorias a la patria, y en cuyo ejército se mantuvo
hasta venir a esta capital con este mal, que le resultó de los trabajos y fatigas de tantos años
de campaña. Su entierro fue en el convento de Santo Domingo costeado por sus hermanos,
pues murió muy pobre, y fue sepultado en la plazoleta de dicho convento, habiendo tenido la
desgracia de no habérsele hecho honores fúnebres ni entierro de general, por las convulsiones
que desde su fallecimiento han sobrevenido a esta ciudad y no tener el Cabildo fondos con qué
costearlo, pues lo había ofrecido hacer por su cuenta, y de un día a otro, se ha ido pasando sin
haberlo efectuado”. Op. cit. en 6, BERUTI, Juan Manuel, Memorias Curiosas, p. 327. Como
se puede apreciar, ni una sola palabra sobre la bandera nacional.
Respecto de su relación con la milicia, el mismo Belgrano expresaba: “Todos mis paisanos, y
muchos habitantes de España, saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos
éstos debí a Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires, en su
creación; por consiguiente, mi aplicación, poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar; y si en

159
Adolfo Mario Golman

Es opinión de Salomón Abud que Belgrano desea evocar en la pin-


tura, con la representación de la batalla, su vida de guerrero, sus victo-
rias y desastres231.

Sobre la batalla de Salta, Mitre señala: “[...] El general vencedor,


al dar cuenta de esta victoria a su Gobierno, le decía: ‘El Dios de los
ejércitos nos ha echado su bendición: la causa de nuestra libertad e in-
dependencia se ha asegurado a esfuerzos de mis bravos compañeros de
armas’”. También sentencia don Bartolomé: “[...] Los anales argentinos
no recuerdan un triunfo más completo [...]”232.

Por su parte, cuando José María Paz se refiere a la acción de Salta, en


la que también combatió, afirma: “El 20 de febrero es un gran día en
los anales argentinos; el general Belgrano se inmortalizó junto con
él”233. Coincidiendo con Paz, y habiendo también participado de ese
conflicto armado, Lorenzo Lugones ratifica: “Ninguna victoria hasta
entonces fue más completa que la obtenida en Salta [...]”234.

Los fundamentos vertidos admiten interpretar que don Manuel de-


seó representar en el cuadro el memorable triunfo militar de Salta y no
la respuesta a un futuro enigma que, a juicio del autor, jamás imaginó.

Por lo tanto, creemos que existen razones suficientes para no desca-


lificar a la blanca, celeste y blanca como el primer modelo de bandera
patria.
el año 96 [1796] el virrey Melo me confirmó el despacho de capitán de milicias urbanas de
la misma capital, más bien lo recibí como para tener un vestido más que ponerme que para
tomar conocimientos en semejante carrera”. Agrega más adelante: “Se deja ver que mis cono-
cimientos marciales eran ningunos, y que no podía yo entrar al rol de nuestros oficiales, que
desde sus tiernos años se habían dedicado, aún cuando no fuese más que a aquella rutina que
los constituía como tales, pues que, ciertamente, tampoco les enseñaban otra cosa, ni la corte
de España quería que supiesen más”. PAZ, José María, op. cit. en 126, Apéndice, Autobiografía
del General Belgrano, 3ª Parte, Batalla del Tucumán, 1812, Copia tomada de una copia tomada
del original, pp. 564-565.

231 Op. cit. en 24, p. 195.

232 Op. cit. en 7, pp. 139-140.

233 Op. cit. en 126, p. 75.

234 Op. cit. en 131, p. 50.

160
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 19

Otras enseñas

Además de las insignias que el Ejército Porteño llevó en su campaña


al Alto Perú, entre abril y noviembre de 1813, es posible que existieran
otras que también representaron a la causa patriota, ya que en el actual
territorio de la República de Bolivia actuaron grupos armados que cola-
boraron estrechamente con el Ejército Auxiliar.

Las citas que se presentan a continuación permiten conocer que los


rebeldes del Alto Perú también portaban enseñas, y que éstas pudieron
tener los colores argentinos.

Del manuscrito perteneciente al cronista potosino se destaca el si-


guiente comentario: “El 27 de septiembre [de 1816] se recibió [en Po-
tosí] un parte del Sr. don Miguel Tacón, de su cuartel general de La
Laguna, en que avisaba haber destrozado completamente el ejército de
rebeldes formado por [Manuel Asencio] Padilla, con el ejército al man-
do del Coronel Francisco Javier Aguilera, en las acciones del 12 y del
14 de septiembre de 1816. En la segunda acción, había muerto Padilla
en manos de Aguilera y su cabeza se había puesto en una pica al medio
de la plaza [de El Villar], en el mismo lugar habían sido pasados por las
armas 77 rebeldes. El Padre F. [Franciscano] Mariano Linares Polanco
[conocido como “el Tata”], [fue] hecho preso después de la muerte de
Padilla, de cuyo lado no se separó hasta después de su muerte. El Sr.
Aguilera había tomado 150 fusiles y dos banderas del enemigo.”235

El patriota altoperuano Manuel María Urcullo escribía: “[...] La san-


gre de los argentinos había corrido mezclada con la de los altoperuanos
en defensa de una misma causa. Juntos enarbolaron los mismos pen-
dones, juntos batallaron, juntos cayeron, juntos triunfaron. Todos se
ligaron con un mismo juramento, uno fue el objeto, uno el empeño. Las

235 Op. cit. en 140, nueva numeración p. 273. Documento inédito.

161
Adolfo Mario Golman

simpatías por el gran pueblo argentino eran grandes, y lo serán mientras


haya patriotismo en los hombres, y mientras la verdad y la buena fe
conserven apreciadores”236.

Continúa Urcullo: “Cada pueblo llegó a tener su jefe guerrillero;


y lo original, lo más notable en este orden sucedido es que, de ciento
dos caudillos que sucesivamente se alzaron más o menos fuertes, más o
menos audaces y temibles ninguno se pasó al enemigo237, ninguno capi-
tuló a pesar de seducciones y lisonjeras promesas que se les hicieron. Ex-
ceptuando nueve que sobrevivieron al establecimiento de la República
[de Bolívar, luego Bolivia], todos sucumbieron con firmeza y dignidad
muriendo en el campo de batalla, o en un patíbulo. Lo mismo sucedió
con los oficiales subalternos, sin embargo de estar casi desnudos, sin
paga ni otra recompensa que la gloria de defender su patria.”238

236 URCULLO, Manuel María, a quien se le atribuye la redacción de Apuntes para la historia
de la Revolución del Alto-Perú, hoy Bolivia, Por unos patriotas, Sucre, Bolivia, Imprenta de
López, 1855, p. 85.

237 Sin embargo, parece ser que algunos jefes guerrilleros habrían cambiado de bando. Al
respecto, Pacho O´DONNELL cita el siguiente relato, aparentemente silenciado por la histo-
ria oficial, escrito por el realista Andrés García Camba en Memorias del general García Camba
para la historia de las armas españolas en el Perú (1809-1821), Madrid, Editorial América,
1916, pp. 387-388: “A principios de noviembre (1818) se presentó espontáneamente al general
en jefe [José de La Serna e Hinojosa] el caudillo Eustaquio Méndez [Arenas], quien con el
caudillo [Francisco] Uriondo conmovía la provincia de Tarija; se presentó con su numerosa
partida y armas fiado en la generosidad del general español. Éste envió tranquilos a sus hoga-
res y labranzas a los hombres de guerra del célebre Méndez, conocido por ‘el Moto’ porque era
manco [“moto” deriva de la voz quechua “mut’u”, que significa mutilado], le declaró teniente
coronel a nombre de S.M. [Su Majestad] y señaló a sus dos sobrinos [de apellido Segovia] una
moderada pensión, mereciendo estas gracias la aprobación del país, las cuales era de esperar
sirviesen de útil estímulo al arrepentimiento”. Juana Azurduy, Grandes éxitos de la novela
histórica, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1998, pp. 168-169.
Relacionado con este tema, Manuel Belgrano le escribe el 26 de diciembre de 1818 desde
Tucumán a Martín Miguel Juan de la Mata Güemes. Le expresa en uno de sus párrafos: ”¿Y
qué me dice V. de Uriondo, de su hermano y de un Valverde? ¿Y qué de Méndez? De éste he
visto exhortos a sus paisanos, aunque el infeliz no sabe escribir y tal vez los han puesto en su
nombre, sea cual fuere el pensamiento de Uriondo; aún llevándolo con la idea de
traicionar a los enemigos, eternamente será mirado como un inicuo si ha tomado el mando a
nombre del Rey: confieso a V. que deseo ver claro en este asunto”. WEINBERG, op. cit. en 61,
Apéndice con cartas de Ma- nuel Belgrano a Martín Miguel de Güemes, Nº 98, pp. 615-617,
tomadas de Luis GÜEMES, Güemes documentado, Tomo 6, Buenos Aires, Plus Ultra, 1980.

238 Op. cit. en 236, p. 93. La actual República de Bolivia proclamó su independencia el 6
de agosto de 1825.

162
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Otro interesante testimonio lo constituye la narración del oficial al-


toperuano José Santos Vargas (más conocido como el “Tambor Vargas”)
acerca de un hecho acontecido en la región de Ayopaya, departamento
de Cochabamba, el 26 de diciembre de 1817. Refiere sobre una junta que
estaba manteniendo toda la oficialidad, tanto del grupo armado como de
los indios -más de 80 oficiales- en la casa del párroco, y a la cual ingresa
el comandante en jefe de las tropas irregulares Santiago Fajardo.

En tales circunstancias, Fajardo comunica a los asistentes su decisión


de dimitir del mando, motivado por habladurías hechas contra la opi-
nión general de su unidad militar y por calumnias e insultos dirigidos
a oficiales que él consideraba patriotas firmes y soldados de la libertad.
El relator describe así la actitud del comandante, previa a la entrega del
mando: “Quítase o desármase el sable y lo cruza en la bandera que era
bicolor del pabellón argentino [...]”239

A través de los relatos presentados, se podría pensar que las insignias


que portaron los combatientes altoperuanos dirigidos, entre otros, por
Juana Azurduy, Manuel Asencio Padilla, Miguel Betanzos, José Vicente
Camargo, José Miguel Lanza, Eusebio Lira y Santiago Fajardo tenían
en su diseño los colores blanco y celeste. No resultaría extraño que esos
colores hubieran sido tomados de las banderas del Segundo Ejército
Auxiliador comandado por Manuel Belgrano.

Un precedente de pabellón rebelde

Con relación a las enseñas que identificaron a aquellos grupos ar-


mados se transcribe, a continuación, la referencia más antigua que he-
mos hallado: “El día 2 de junio [de 1812], los [rebeldes] de Ayopaya al
mando de Baltasar Cárdenas invadieron el pueblo de Sicasica, y fueron
destruidos por el coronel [realista] D. Joaquín Revuelta, quien les tomó
239 SANTOS VARGAS, José, Diario de un Comandante de la Independencia Americana,
1814-1825, México, Siglo X XI Editores, 1982, pp. 204-207.
Con relación a los grados militares que ostentaban los rebeldes altoperuanos, Julio M. LU-
QUI LAGLEYZE explica: “En el interior del Alto Perú los caudillos estaban en permanente
alzamiento y tenían despachos de Buenos Aires nombrándolos Coroneles, Comandantes y
Gobernadores de los partidos que dominaban [...]”. Op. cit. en 138, p. 160.

163
Adolfo Mario Golman

ciento cincuenta caballos, una bandera y veintisiete prisioneros, todo lo


que remitió al Perú a disposición del Virrey”240.

¿Cómo pudo ser el diseño de aquella bandera y cuáles sus colores?

En principio, se descarta que fuera bicolor blanca y celeste. Es difícil


de creer que los rebeldes altoperuanos supieran sobre la existencia de un
pabellón que, con esos colores, Manuel Belgrano había presentado en
Jujuy para el 25 de mayo, es decir, tan solo ocho días antes de aquel
enfrentamiento entre patriotas y coloniales en el poblado de Sicasica.

Por ese entonces, tan corto tiempo resultaba insuficiente como para
que la novedad viajara desde Jujuy hasta la zona de Cochabamba donde,
para colmo de males, los realistas terminaban de aplastar la rebelión
patriota sembrando en los caminos desolación y muerte. Resulta más
razonable que fuera una insignia de fondo blanco, similar a las regla-
mentarias españolas o, tal vez, un modelo hasta hoy desconocido.

Suplicios azules y blancos

Como una muestra del desprecio que el general realista Joaquín de


la Pezuela exhibía hacia los beneméritos patriotas altoperuanos y los
colores blanco y celeste, se transcribe, de la Gaceta Ministerial de Bue-
nos Aires del 20 de enero de 1814, el párrafo donde se hace referencia
a cómo el victorioso jefe español disponía de la vida y familia de sus
enemigos, que así decía:

“Después de exponer sobre el patíbulo las víctimas de su furor, se


complace la atrocidad de aquel monstruo con pasar por debajo de la
horca a sus afligidas esposas, quitarles el pelo por afrenta, y remitirlas a
los obrajes del Cuzco, entregando sus hijos a los españoles para que les
sirvan de criados. Sobre los suplicios que levanta, pintados de azul y
blanco, ha mandado poner una inscripción que dice: este es el premio
que da la Patria.”241

240 Op. cit. en 236, p. 58.

241 Op. cit. en 161, El Monitor Araucano (de Santiago de Chile), Tomo II, Nº 19, del viernes

164
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El estandarte de ayohuma

Conservado en el Museo Histórico Provincial “Juan Galo Lavalle”


de la ciudad de San Salvador de Jujuy, el denominado “Estandarte de
Ayohuma” es de tres franjas, azul (no celeste) a los extremos y blanca,
bastante más estrecha, la del centro.

Ricardo Rojas menciona que esa bandera apareció en una finca de


la Puna y que la habría traído el capitán Marcos Estopiñán al momento de
la dispersión de Ayohuma 242. Quizás, fuera uno de los modelos que
utilizaban los grupos armados altoperuanos que acompañaban al Ejér-
cito Porteño.

11 de febrero de 1814. Extracto de la Gaceta Ministerial de Buenos Aires del 20 de enero rela-
tivo a la situación del Alto Perú.

242 ROJAS, Ricardo, Historia de la Bandera, Tomo II, Archivo Capitular de Jujuy, Buenos
Aires, 1913, pp. LX X XI -LX X XII.

165
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 20

El regreso

Después de la acción de Ayohuma del 14 de noviembre de 1813 el


ejército patriota quedó disgregado243. Los sobrevivientes, al mando del
general Manuel Belgrano, dejaron el campo de batalla con dirección
Este Sudeste y trepando una quebrada escarpada que no indicaba señal
alguna de camino, se dirigieron hacia la zona de Titiri.

Titiri es una pequeña población ubicada en línea recta a dos leguas


(unos 11 km.) de Charawaytu, sitio preciso donde tuvo lugar el combate
conocido por nosotros como de Ayohuma 244.

Señala José M. Paz que en la retirada, a una distancia de cerca de


media legua del campo de batalla, el resto de los infantes, que huían en
muchas direcciones, se fue replegando al general Belgrano, “[...] que ha-
bía enarbolado la bandera del ejército a la falda de unas lomas ásperas
y pedregosas que no ofrecían sino senderos difíciles [...]”245.

Confirmando lo abrupto del terreno por donde se marcharon Ma-


nuel Belgrano y su diezmado ejército, se cita el siguiente relato extraído
de las Memorias de Julián Paz, capitán de Dragones de aquel ejército y
hermano de José María Paz: “El general Belgrano había emprendido su
retirada seguido por un corto número de dispersos, y cubríamos su reta-
guardia 60 dragones a las órdenes del coronel Cornelio Zelaya. Estába-
mos a 16 o 20 cuadras del campo de batalla y el enemigo nos perseguía
con viveza. A l pie de la cuesta por donde subía el Gral. Belgrano
243 “Así quedó exterminado aquel orgulloso ejército sin que de él se hubieran salvado, guar-
dando alguna formación, más que 500 hombres con sus caudillos Belgrano y Díaz Vélez, los
demás que no sucumbieron al invencible brazo de los realistas, se entregaron a la más horro-
rosa dispersión”. TORRENTE, op. cit. en 157, p. 57.

244 La distancia entre el campo de batalla (Charawaytu) y el pueblo de Titiri es indicada por
el Padre Primo Arrieta en El Acta de Colquechaca que se transcribe en páginas 202 a 204.

245 Op. cit. en 126, p. 137.

167
Adolfo Mario Golman

había un pequeño arroyo y tuvimos orden de echar pie a tierra y con-


tener al enemigo con el fuego de nuestras carabinas. Se logró contener
las primeras fuerzas de caballería que nos perseguían, y dar tiempo que
se alejaran nuestros dispersos y fatigados infantes, pero muy luego car-
garon contra nosotros columnas de infantería que nos obligaron con
sus fuegos a ponernos en precipitada retirada. El barranco del arroyo
que teníamos que subir tendría tres varas de alto [unos 2,52m] y en
la senda o camino no cabía más de un jinete. El conflicto era tal que
todos se atropellaban a subir primero, y yo, no se porqué móviles, vine
a quedar de los últimos. Cuando ya repechaba y casi tocaba la planicie
arriba, una bala de cañón abrió mi caballo y cayó muerto conmigo al
plan del arroyo”246.

Estas referencias permiten corroborar que la desordenada retirada


patriota desde Charawaytu no fue de inmediato por el camino a Po-
tosí. Todo parece indicar que después de superar la abrupta lomada y
de avanzar algunos kilómetros accedieron al sendero que desde Titiri
llevaba hasta la Villa Imperial.

Ante el riesgo de que fueran tomadas por el enemigo que los perse-
guía de cerca, con orden de eliminar a las fuerzas patriotas por comple-
to247, Belgrano -quien había perdido todo su equipaje en la batalla- le
deja al Padre Juan de Dios Aranívar una última e importante misión:
poner a resguardo las dos insignias que representaban al nuevo y
viejo -aunque prohibido- “pabellón nacional” 248.

246 PORCEL, Roberto Edelmiro, Las Banderas de Macha, Sucre, Bolivia, 2001. Las Memo-
rias de Julián Paz no han sido publicadas.

247 “El mismo día 14 [de noviembre de 1813], apenas había concluido la batalla, [el gene-
ral Pezuela] dio la orden al mariscal de campo don Juan Ramírez [de Orozco] para que se
dirigiese con 800 hombres en seguimiento de Belgrano y Díaz Vélez que habían tomado el
camino de Potosí y al mismo tiempo fue destacado el brigadier Lombera hacia Chuquisaca
[hoy Sucre] con 500 hombres, para que ambos restableciesen el orden en sus puntos respec-
tivos sin perder de vista la total destrucción de las reliquias del ejército insurgente”. Op.
cit. en 157, p. 57.

248 TORRENTE explica que después de la batalla de Ayohuma, “[...] hasta el mismo equi-
paje de Belgrano y su correspondencia [...]” quedó en poder de los realistas. Op. cit. en 157,
p. 57. Obsérvese que si el general Belgrano traía entre sus pertenencias la bandera blanca,
celeste y blanca, y todas sus posesiones quedaron en manos enemigas, un primer razona-

168
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Es posible que fuera este mismo sacerdote quien oficiara la misa e


impartiera la absolución general momentos antes de la acción de armas,
y que, también, consolara a los heridos mientras se desarrollaba el com-
bate. El párroco era patriota decidido y amigo de Manuel Belgrano249.

No se han hallado documentos que permitan confirmar que Belgrano


llegó con sus tropas hasta el mismo villorrio de Titiri; por lo que debió ser
el religioso Aranívar quien, al despedirse del general, se quedó con ambas
enseñas las que luego ocultó cuidadosamente en la pequeña capillita250.

Mientras tanto, las huestes porteñas y su jefe recorrieron unos pocos


kilómetros hacia el Sur llegando al pueblito de Actara donde pernoc-
taron.

El siguiente relato de José M. Paz, quien fue uno de los últimos en


retirarse de la lid, permite respaldar la afirmación anterior: “Ya puesto
el sol, llegamos a una ranchería abandonada donde encontramos unos
cuantos soldados dispersos que nos dieron noticia del camino que ha-
bía tomado el general. Después de ordenarles que marchasen luego que
hubiesen descansado un tanto, seguimos; más tomándonos la noche,
perdimos la huella y tuvimos que pasarla en los cerros; a la madrugada
miento induce a reflexionar que esta insignia debió haber sido tomada por los soldados del
rey. Sin embargo, no existen datos fidedignos que demuestren que los realistas capturaran
enseñas patriotas en esa batalla ni tampoco en la anterior de Vilcapugio. Ello motiva a pen-
sar que en algún momento de la contienda, previendo el fatal desenlace, Manuel Belgrano
rescata ese pabellón de su equipaje y, en la retirada, lo deja en manos del párroco Aranívar,
quien finalmente lo oculta. Ante esa desesperada situación, no resulta extraño que también
decidiera esconder la bandera de las Provincias Unidas (celeste, blanca y celeste), que sí había
guerreado. En cambio, conserva su ilustre insignia “del Ejército” con el ánimo de guiar a sitio
seguro a sus soldados.

249 Así como Manuel Belgrano tenía en el párroco Juan de Dios Aranívar un incondicional
aliado a la causa de la revolución, “Pezuela recurrió al doctor Poveda, cura de Cotoma, para
que con el influjo que le daba entre los indios la santidad de su ministerio y su esclarecida vir-
tud, reuniese los más vigorosos y los emplease para conducir los cañones y efectos del parque
más preciosos”. Op. cit. en 157, p. 55.

250 En la carta que el Dr. Primo Arrieta dirigió el 24 de noviembre de 1892 al Oficial Ma-
yor de Relaciones Exteriores de Bolivia, le señalaba que los capilleros del templo de Titiri le
habían comentado que el cura del Beneficio de Macha (Padre Aranívar), que era amigo de
los porteños, había traído esas banderas y las había escondido allí. La carta se transcribe en
la página 205.

169
Adolfo Mario Golman

continuamos, y al ser de día llegamos a Actara, pueblecillo de indios, en


donde estaba el general Belgrano y los restos escapados del combate”251.

De los dichos de Paz se puede inferir lo siguiente:

1. Antes del anochecer, José María Paz y sus camaradas de armas se


encuentran con otros soldados quienes le informan la ruta que había
seguido Belgrano.

2. Ya de noche, y sin posibilidad de visualizar sobre el terreno la


huella de quienes los precedían en el escape, decidieron pernoctar en
los cerros.

3. A la madrugada del día 15 emprendieron el camino, y algunas


horas más tarde se reunieron con el general Belgrano y el resto del ejér-
cito en Actara, lo que permite interpretar que ni Belgrano ni Paz -quien
seguía sus pasos- habrían ingresado a Titiri.

4. En el relato no se mencionan partidas realistas que los persiguieran,


por lo que éstas debieron cesar su búsqueda, al menos, durante la noche.

Desde Actara las tropas continuaron hasta Tinguipaya donde arri-


baron en la tarde “sin que se dejase sentir el enemigo”. El 16 pasaron por
Tarapaya entrando luego en Potosí252, ciudad que abandonaron el 19253
cuando se marcharon hacia Jujuy.

Se presenta a continuación un mapa señalando el camino seguido:

251 Op. cit. en 126, p. 140.

252 Op. cit. en 126, pp. 143-144.

253 “La tarde de este mismo día [19 de noviembre de 1813] a las Avemarías salieron fugitivos
los Generales Belgrano y Días Velis [Díaz Vélez], el Gobernador y su asesor, dejando la plaza
llena de la plebe, que se distribuían todos los efectos sacados del almacén de Achábal a quien
lo desterraron sin ningún recurso y a sus hijos los pusieron en la cárcel con prisiones. A las 10
de la noche de este día, entraron las avanzadas del ejército Real y así pudo detenerse que la
cholada se lance a robar y saquear. El 20 [de noviembre de 1813] entró a esta Villa el mayor
General Dn. Juan de Ramíres [Ramírez] quien fue nombrado Gobernador interino”. Op. cit.
en 140, nueva numeración pp. 218-219. Documento inédito.

170
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Retirada del Ejército del Norte después de la derrota de Ayohuma

Desde el desbande de Ayohuma las tropas porteñas preservaron la


bandera “del Ejército”, mitad blanca, mitad celeste, respecto de la que
Lorenzo Lugones escribió: “[...] para que se perdiera era preciso que se
muriese Belgrano porque él la llevaba en la retirada [...]”254.

Es la misma enseña que el general Belgrano, según su proclama a


los “Pueblos del Perú” del 25 de febrero de 1814 en Tucumán, había
conservado en medio de tantos peligros y depositaba ahora en manos de
José de San Martín, nuevo jefe del Ejército del Norte, para que la hiciera
tremolar sobre las más altas cumbres de los Andes255.

Resulta ser, además, la divisa que, en otra misiva remitida al general


San Martín (esta vez desde Santiago del Estero el siguiente 6 de abril),
don Manuel le encomienda cuidar y enarbolar cuando todas las tropas
se hubieran formado256.
254 Op. cit. en 131, pp. 71-72.

255 Op. cit. en 1, Documento Nº 93, pp. 138-139.

256 Op. cit. en 61, Carta CXLIII, pp. 273-275.

171
Adolfo Mario Golman

Ahora bien, si Belgrano ya traía desde Ayohuma una bandera, ¿qué


ocurrió con la que había quedado enarbolada en la Casa de Moneda de
Potosí, según relataba el cronista en la Historia de la Villa Imperial257 ?
Es razonable presumir que ésta también acompañó al ejército en su
repliegue.

Por otra parte, no debe olvidarse que, producto de las luchas, al-
gunos emblemas pudieron destruirse durante el combate. A modo de
ejemplo, se destaca la siguiente situación (válida también para las bata-
llas libradas en el Alto Perú): junto con la carta escrita el 5 de octubre de
1812, Manuel Belgrano remite al Triunvirato los pabellones capturados
en la contienda de Tucumán y señala, además, que “[...] se había toma-
do otra Bandera, pero disputándola, se destruyó enteramente”258.

Finalmente, cuando Fernández Díaz comenta sobre las Memorias


del general Pezuela explica que éstas se particularizan por la tendencia
a magnificar los méritos del militar, sobre todo en el tema dedicado a
las acciones de Vilcapugio y Ayohuma. Destaca, especialmente, que al
enumerar los trofeos conquistados Pezuela no hace referencia a bande-
ras patriotas capturadas259.

De ello se desprende que si los coloniales no tomaron divisas enemi-


gas en Vilcapugio ni en Ayohuma, las alternativas más razonables para
imaginar su destino se reducen a las siguientes posibilidades:

a. Algunas se destruyeron completamente en el fragor de la lucha.

b. Otras fueron ocultadas para evitar ser capturadas por los realistas.

c. Las restantes se mantuvieron en poder de los patriotas y retorna-


ron con ellos.

257 Recuérdese que el 10 de octubre de 1813 se había colocado la bandera de la Patria, con su
emblema de la libertad, en la puerta de la casa de Moneda de Potosí. Ver Capítulo 14, Bande-
ras patriotas descriptas por un realista, Distintos diseños de insignias, punto “g.”

258 Op. cit. en 61, Carta LX XVII, p. 183.

259 Op. cit. en 121, “Las Banderas de Macha, resumen y consideraciones finales”, p. 123.

172
TERCER A PARTE

RECUERDOS DESDE EL ALTO PERÚ


Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 21

Una mirada distinta a los pabellones de Titiri

Tal como se vio en el Capítulo 15, en 1883 se encontraron prolija-


mente escondidas en la pequeña capilla de Titiri, cercana a donde tuvo
lugar la batalla de Ayohuma, dos banderas de tres franjas horizontales.

Una, es la celeste, blanca y celeste que el gobierno de Bolivia cedió


al Argentino en 1896 y la otra, es la blanca, celeste y blanca que se pre-
serva en el Museo Histórico Casa de la Libertad de Sucre.

La primera, responde al modelo adoptado y generalizado como re-


presentativo de las Provincias Unidas del Río de la Plata por la Soberana
Asamblea del año XIII.

Respecto de la segunda, no debe descartarse que su diseño corres-


ponda al ideado por Manuel Belgrano en el pueblo de Rosario en fe-
brero de 1812, modelo que vuelve a utilizar en Jujuy el 25 de mayo
siguiente.

Se podría hasta aquí dar por agotado el tema. Sin embargo, a poco
de dejar reposar las ideas, de releer la abundante bibliografía que se ocu-
pa de estos acontecimientos, de consultar las opiniones de historiadores
y vexilólogos, y de haber tenido cercano contacto con los sitios donde
los sucesos se desarrollaron, brotan incansables nuevos dilemas.

Hacia su descripción y desarrollo se encaminan los próximos pasos,


asumiendo como objetivo esencial el planteo de nuevas incógnitas e
imaginando las posibles respuestas.

La otra historia

Promediaba el año 1896, con más precisión era el 24 de junio, fecha


en la que llegaba al Museo Histórico Nacional de la Ciudad de Buenos

175
Adolfo Mario Golman

Aires, proveniente de Sucre (por entonces sede del gobierno de Bolivia),


una reliquia.

Se trataba de una bandera de seda, bastante maltrecha, constituida


por tres fajas horizontales, celeste a los extremos y blanca la del medio,
que había traído de regreso al país el Secretario de la Legación
Argentina en Bolivia, señor Juan Domínguez, cumpliendo una misión
encomendada por el Dr. Alberto Blancas, Encargado de Negocios ar-
gentino en aquel país.

Blancas la había recibido del gobierno Boliviano como homenaje a


las cordiales relaciones que cultivaban ambos países, después de haber
suscripto el 23 de mayo anterior un “Acta de Devolución” conjunta-
mente con el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bo-
livia, Dr. Emeterio Cano.

El recupero de esta enseña fue el producto de largas negociaciones


iniciadas hacia fines octubre de 1892, por las que la República Argen-
tina gestionaba la devolución de dos banderas argentinas halladas
en el altiplano boliviano, que habrían pertenecido al Segundo Ejército
Auxiliador del Perú al mando del general Manuel Belgrano.

El 24 de mayo de 1896 Alberto Blancas escribía desde Sucre al Mi-


nistro de Relaciones Exteriores de la República Argentina, Dr. Aman-
cio Alcorta, dando cuenta de la finalización de las negociaciones y del
resultado obtenido.

Explicaba que aunque las banderas encontradas en Bolivia eran dos,


una azul y blanca y otra azul y roja, había accedido, por pedido del
gobierno Boliviano, a dejar la azul y roja, debido a que ésta no tenía
los colores nacionales argentinos, ya que se consideraba una enseña
perteneciente a un cuerpo auxiliar. Entiéndase por cuerpo auxiliar
a alguno de los tantos grupos armados altoperuanos que colaboraron
estrechamente con el Ejército Porteño.

El hecho de que el reclamo original fuera por dos banderas argenti-


nas, y que sólo una de ellas tuviera los colores celeste y blanco, da lugar

176
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

a una primera contradicción sobre la que más adelante se hacen parti-


culares consideraciones.

Soslayando la paradoja anterior, y contemplando lo acontecido des-


de un punto de vista puramente diplomático, parecería todo saldado:
por una parte, la República Argentina recobraba un preciado pabellón
perteneciente al ejército que combatió contra los coloniales por la in-
dependencia de las Provincias Unidas; por la otra, un emblema azul y
rojo que quedaba en manos del gobierno hermano de Bolivia por haber
pertenecido a patriotas del Alto Perú.

Sin embargo, a poco que nos adentremos en la búsqueda de más


información comenzarán a surgir nuevos enigmas, los que se irán des-
cribiendo uno por uno y que, como se verá, complicarán extrañamente
toda la narración.

Iniciamos el arcano camino poniendo a consideración del lector los


antecedentes documentales relacionados con el hallazgo de las banderas:

El primero es el Acta de Colquechaca, suscripta el 10 de septiem-


bre de 1885 ante funcionarios regionales y locales, cónsul y ex-cónsul
argentinos, párroco de Macha Dr. Primo Arrieta, j u e c e s , militares y
vecinos. La trascripción textual de la versión más completa que se ha
obtenido (y que no parece ser con la que Scenna trabajó para el relato
citado en el Capítulo 15) se presenta en las páginas 202 a 204.

Se explica en el Acta, que ese día se procedió a extender sobre la


mesa del salón municipal una bandera, la que fue reconocida por el se-
ñor Abdón S. Ondarza, Subprefecto (para nosotros un Vicegobernador)
de la provincia de Chayanta (cuya capital es Colquechaca), como una
de las dos que había visto el 2 de abril anterior, en la Capilla de Titiri,
clavadas tras el retablo del templo.

El entonces cura de Macha, Dr. Primo Arrieta, previo juramento


sacerdotal, cuenta su versión de cómo habían sido halladas las enseñas.
De su declaración se pueden citar como relevantes los siguientes con-
ceptos:

177
Adolfo Mario Golman

1. El Padre Arrieta toma posesión de la capilla de Titiri el 16


de octubre de 1883.

2. Encuentra allí las dos banderas argentinas (en realidad con


los colores argentinos) arrolladas y sirviendo de especie de
marco de dos cuadros de Santa Teresa.

3. Quita esos “marcos” que le parecían sucios, los desenvuelve


y advierte huellas de sangre en las insignias.

4. Luego clava las banderas a la pared cubriéndolas con los dos


cuadros antedichos.

5. Cree que fueron traídas por el General Belgrano y se per-


dieron en la batalla de Ayohuma.

6. El cuidado de su conservación revela que una mano amiga


las guardó, conociendo su importancia moral, en un lugar
retirado de la Parroquia como es Titiri, no en el templo
principal de Macha donde los realistas la habrían encon-
trado fácilmente. Titiri está ubicado en línea recta a dos
leguas (unos 11km.) de Charawaytu, preciso sitio donde
tuvo lugar la acción de armas.

7. Le consta que el señor Cura de entonces (noviembre de


1813) fue muy amigo de Manuel Belgrano, pero no recuer-
da su nombre (era el padre Juan de Dios Aranívar) y que
desapareció sin sentar las diligencias precisas en los libros
parroquiales, cosa indispensable para una entrega pacífica
del Curato.

8. Las reliquias encontradas eran dos insignias argentinas y


dos que llevaban los colores rojo y azul (4 en total).

9. En su visita al templo el 2 de abril de 1885, el Subprefecto


halló únicamente las divisas argentinas.

178
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

10. Desde el momento en que el Subprefecto hizo público el


hallazgo (16 de julio de 1885), el Dr. Arrieta guardó las
enseñas para evitar una sustracción. No entregó todas las
banderas que estaban en su poder, por no ser su atribu-
ción, a la espera de órdenes del Arzobispo (de La Plata,
Monseñor Miguel de los Santos Taborga).

11. El pabellón de seda desplegado sobre la mesa del salón co-


munal era de dos fajas celestes despintadas a los extremos
y una blanca al centro, roto y estropeado, con manchas
descoloridas de sangre, el cual quedó en poder de los Mi-
nistros de la Junta Municipal.

Transcurridos más de siete años desde la declaración de Colquecha-


ca, el sacerdote Primo Arrieta escribe una carta el 24 de noviembre de
1892, desde Potosí, dirigida al oficial mayor de Relaciones Exteriores
de Bolivia, Telésforo Aguirre. En ella, cuenta nuevamente lo aconteci-
do aunque con algunas diferencias y contradicciones, las que surgen a
poco de comparar lo testificado en 1885 con lo escrito en 1892. El texto
completo de la misiva se puede consultar en la página 205.

Aquí las expresiones más salientes:

a. Era 1885 y el Dr. Arrieta servía de párroco en el Curato de


Macha.

b. Entre los muchos anexos de la parroquia hay dos, Pumpuri


y Titiri (mineral de fabulosa tradición por sus riquezas).

c. Con motivo de asear las capillas de ambos anexos, sacó


los cuadros antiquísimos que estaban en las paredes del al-
tar mayor respectivo y encontró las insignias clavadas en
la pared y que antes no se veían por estar tapadas con los
cuadros.

d. Eran banderas de seda, así como ocultas y estaba ensan-


grentada una de ellas.

179
Adolfo Mario Golman

e. Consultado el tema con los capilleros, dos indios muy an-


cianos, le comentaron que en su infancia supieron de una
batalla librada, en tiempos del rey, en la zona de Charaway-
tu, en la que tuvo intervención el cura de ese momento.

f. Ese sacerdote fue quien trajo las enseñas patriotas y las es-
condió en la capilla. Desde entonces nadie había accedido
a ellas.

g. Los amigos del párroco perdieron y éste fue perseguido,


pasando sus días entre los indios y regresando de vez en
cuando y de incógnito al pueblo de Macha.

h. Arrieta revisa la historia patria y encuentra que en noviem-


bre de 1813 tuvo lugar la última acción de armas de Belgra-
no en Ayohuma, y que el general residió antes de la derrota
en la Casa Parroquial de Macha.

i. Consulta luego los libros parroquiales de aquella fecha y


surge que el religioso se llamaba (Juan de Dios) Aranívar,
quien había firmado los libros del registro hasta el día antes
de la batalla de Ayohuma. Luego, sin diligencia alguna, los
deja y sigue firmando el teniente de cura señor Laguado.

j. Con tales datos, recoge las divisas que después le reclamó


el Subprefecto Ondarza, a quien no se las dio, y depositó,
en cambio, en la Municipalidad de Colquechaca por orden
del Arzobispo, las que luego pasaron a Sucre a la capilla de
Nuestra Señora de Guadalupe.

k. Confirma que en Colquechaca se había levantado un acta


de entrega de la bandera, oportunidad en la que, además, le
habían hecho prestar juramento a sus declaraciones.

l. Las banderas halladas eran de color azul y blanco y rojo y


azul.

180
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Después de la lectura de ambas declaraciones se pueden reconocer


las siguientes diferencias:

- ¿Arrolladas o clavadas? Conforme al Acta, el Padre Arrieta en-


cuentra en Titiri, en 1883, dos banderas con los colores argentinos,
enrolladas y sirviendo como marco de dos cuadros de Santa Teresa.
Las desenvuelve, observa y acto seguido las fija a la pared para luego
cubrirlas con aquellos cuadros; en la carta de 1892, el descubrimiento
acontece en 1885 cuando aseando las capillas de ambos anexos encuen-
tra las insignias clavadas a la pared detrás de dos pinturas antiguas. No
dice que eran lienzos de Santa Teresa.

- Huellas de Sangre. Según el Acta, el sacerdote halló manchas


de sangre en ambas enseñas. Más adelante, en aquel escrito, se deja
constancia de que la bandera de seda, celeste, blanca y celeste, está rota
y estropeada, y tiene manchas descoloridas de sangre. Se aclara que esa
divisa queda en poder de los Ministros de la Junta Local. En la carta, el
cura señala que eran banderas de seda y una estaba ensangrentada, sin
aclarar cuál.

Al final del capítulo se analiza si la otra bandera con los colores argen-
tinos, es decir, la blanca, celeste y blanca, presenta manchas de sangre.

- Cantidad de banderas. El Acta refiere a dos insignias argentinas


y dos que llevan los colores rojo y azul, total cuatro; mientras que en la
carta se dice que las divisas halladas eran de color azul y blanco y rojo y
azul, es decir, solamente dos.

¿Padre Castro o Padre Arrieta?

Otro importante enigma que se debe incorporar al análisis es cono-


cer quién descubrió por primera vez las enseñas, para lo cual tenemos
dos postulantes: los sacerdotes Martín Castro y Primo Arrieta.

La versión más conocida explica que el párroco Martín Castro fue


quien las descubrió en 1883 y el Dr. Arrieta las redescubrió en 1885.

181
Adolfo Mario Golman

Es sostenida, entre otros, por Augusto Fernández Díaz, Miguel Ángel


Scenna y Julián Lahoz.

Existe, sin embargo, una visión distinta sobre el tema. Al respecto,


Eduardo Dürnhöfer señala que el Padre Martín Castro confirma que
las insignias las encontró el Padre Arrieta, cuando en un folleto de su
autoría titulado La Obra del Templo de Macha, Castro escribía: “Esas
banderas...encontradas por el ilustrado Cura Dr. Primo Arrieta, que
servía este Beneficio durante mi ausencia...”.

Habiendo accedido al folleto -cuyos relatos más interesantes se co-


pian en páginas 206 y 207- por gentileza de Julián Lahoz, y después de
una pausada lectura, me permito añadir el siguiente razonamiento:

En sus escritos el padre Martín Castro confirma que regresó al


Beneficio de Macha después de más de 14 años de suspensión y lo
encontró en ruinas. De inmediato se puso en obra, refaccionando la
Torre, el Panteón, el cementerio y luego continuó con el Templo y pa-
ramentación de la Sacristía.

El impreso está firmado por Martín Castro, en Macha, el 1º de


febrero de 1897. Ello brinda la pauta de que para esa fecha el sacerdote
ya había retornado a la titularidad del Curato.

Teniendo en cuenta que Castro estuvo alejado por más de catorce


años y sabiendo que para febrero de 1897 ya estaba repuesto en su
antiguo cargo, se intentará dilucidar, mediante un cálculo
matemático, quién encontró las banderas en octubre de 1883.

Si se cuentan catorce años hacia atrás desde febrero de 1897, se


advertirá que la ausencia del sacerdote debió manifestarse, cuanto
menos, desde febrero de 1883. Este cálculo está hecho sin saber cuanto
tiempo hacía que el Padre Castro estaba de regreso y trabajando en la
obra de Macha (lo que posiblemente aconteció unos meses antes de
febrero de 1897). Si ello pudiera conocerse con precisión, la fecha de
inicio de su suspensión quedaría todavía más cercana a fines de 1882,
que a febrero de 1883.

182
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

El resultado de esta comprobación numérica permite pensar que


debió ser Primo Arrieta quien descubriera las enseñas, en octubre de
1883, mientras reemplazaba a Castro. Ello se condice con su declara-
ción “bajo juramento sacerdotal” inserta en el Acta de Colquechaca y
con las propias aseveraciones del Padre Castro escritas en su folleto.

Siguiendo esta línea de razonamiento, y de acuerdo a lo expresado


por Arrieta en el Acta de 1885 y luego en la carta de 1892, cabe ima-
ginar esta extraña situación: éste encuentra las banderas en 1883 for-
mando parte del marco de dos cuadros, las observa y después las clava
a la pared, ocultándolas con dichas pinturas. Ya en 1885, las descubre
sujetas a la pared sin recordar que fue él quien las había dejado de ese
modo dos años antes.

¿Y si Aranívar no escondió las banderas?

De acuerdo a lo comentado por Primo Arrieta en su carta de 1892,


quien resguardó prolijamente las enseñas en la capilla de Titiri en 1813
fue el Padre Aranívar, amigo de Belgrano.

Sin embargo, un nuevo interrogante emerge cuando se lee lo que


escribe el Padre Castro en 1897. Éste señala que fueron los indios
quienes, en el fragor del combate, recogieron las “banderas de la
República argentina” rotas y ensangrentadas.

Agrega luego que los naturales, con culto religioso en la modesta


Capilla de Titiri, fueron quienes las conservaron y que las enseñas
fueron encontradas por el ilustrado Cura Dr. Primo Arrieta, que servía
en ese Beneficio durante su ausencia.

A modo de objeción, y relacionado con la participación de los na-


turales en la batallas del ejército porteño contra los coloniales, corres-
ponde citar a José María Paz, quien expresaba así su experiencia: “[...]
es de la más rigurosa verdad que [los indios] jamás prestaron servicio
alguno en los combates, ni entraron en ellos, ni se le ocurrió a nadie
darles parte”.

183
Adolfo Mario Golman

¿Un engaño diplomático?

Respecto de la bandera de tres franjas horizontales, celeste, blanca y ce-


leste, cuya recuperación comenzó a procurarse a fines de 1892 y que el go-
bierno de Bolivia accedió a entregar al argentino recién en 1896, debemos
plantear una situación que, de ser cierta, complicaría aún más el análisis.

Es opinión del historiador boliviano Góver Zárate M. (quien a su


vez toma como referencia lo escrito por Alfredo Jáuregui Rosquellas)
que la demora en la entrega de la insignia celeste, blanca y celeste obe-
deció a que en ese tiempo “[...] hábiles manos chuquisaqueñas habían
‘preparado’ una bandera casi igual a la de Belgrano utilizando finas
sedas de antiguas sayas coloniales. Cuando el doctor Blancas recibió la
bandera, nada podía hacerle suponer que ella no fuera la enseña azul y
blanca que tan cerca de su corazón la tuvo el General Porteño”.

¿Cuántas banderas remitió Blancas a Buenos Aires?

De acuerdo a lo relatado por el Dr. Castro, éste fue visitado en


Macha por el diplomático argentino Alberto Blancas quien le prometió
ayuda económica. Con ese generoso gesto deseaba agradecer al Pueblo
de Macha “que había conservado por tantos años las banderas argenti-
nas que le habían sido entregadas [por el gobierno de Bolivia] y que las
había remitido a su Patria”. Nótese que la referencia a banderas “entre-
gadas” y “remitidas” es siempre en plural.
Llamativamente, el Dr. Alberto Blancas confirma que “Como
Encargado de Negocios de la República Argentina, tocóme firmar el
acta de devolución de esas banderas y en ella está estipulada la
forma en que fueron encontradas y en que se me entregaban”.

Una custodia muy particular

Otro interrogante lo constituye el escrito que, en enero de 1897, el


Dr. Emeterio Cano (quien en mayo de 1896 había suscripto el “Acta
de Devolución” de la bandera celeste, blanca y celeste representando a

184
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Bolivia), ya designado como Embajador de su país en Chile, le dirige al


Jefe del Distrito Universitario de Chuquisaca y Presidente de la Socie-
dad Geográfica “Sucre”, Dr. Valentín Abecia, por el que le transmite
el depósito confiado a su custodia particular.

¿Qué era lo que Cano le entregaba a Abecia? Ni más ni menos que


una insignia que se había reservado para servir de base a un Museo
Histórico, y que Cano describe así: “[...] Sobre fondo de seda rojo,
se encuentra adherida la bandera argentina [de- nominada así por
sus colores, pero no por la disposición de ellos sobre la tela],
bastante deteriorada por el tiempo, y sus colores azul y blanco muy
debilitados por esa misma acción [...]”. Ésta, seguramente, debió ser
la enseña que hoy se exhibe en el Museo Histórico Casa de la Libertad.

Ello demostraría que la divisa que Bolivia conservó fue la blanca,


celeste y blanca, y no una roja y azul como se le dijo a los representantes
argentinos.

¿Qué ocurrió con los dos pendones rojos y azules? No lo sabemos...

Descriptas hasta aquí las distintas incógnitas encontradas, se pre-


sentan, a modo de síntesis, las siguientes reflexiones:

- No se puede ignorar la existencia de por lo menos dos banderas: la


que se conserva en Sucre, honrada por el pueblo hermano de Bolivia; y
la celeste, blanca y celeste, que se exhibe en el Museo Histórico Nacional.
Ambas tienen los colores argentinos.

- El 24 de junio de 1896 ingresó al Museo Histórico Nacional (traída


desde Bolivia) una única bandera: celeste, blanca y celeste de tres fran-
jas horizontales, la que quedó inventariada bajo el Nº 3.060.

- Con relación a los pabellones de color rojo y azul, y tal como antes
se señaló, se desconoce su existencia. Es probable que se confundieran
los forros de seda rojo que envolvían a las “argentinas” con verdaderas
banderas, ya que de haber existido enseñas rojas y azules (cuyos colores,

185
Adolfo Mario Golman

según el diplomático Alberto Blancas, se consideraban vinculados a cuer-


pos auxiliares), también deberían haberse conservado para servir de base a
la creación del Museo Histórico en Bolivia. No tendría sentido elegir una
(la blanca, celeste y blanca) y descartar otra u otras (las rojas y azules).

Además, a la luz de lo analizado en el Capítulo 19, sabemos que los


grupos armados altoperuanos, que acompañaron a las fuerzas porte-
ñas en su lucha contra los realistas, portaron emblemas con los colores
blanco y celeste. Ninguna de las fuentes documentales halladas hace
referencia al color rojo en las divisas de los rebeldes.

- De acuerdo a sus propios relatos el Padre Castro estuvo sancio-


nado durante más de catorce años, retomando la titularidad del
Curato algún tiempo antes del 1º de febrero de 1897. Con tal
información fue posible determinar, mediante una comprobación
aritmética, que el inicio de la ausencia de Castro al frente del Beneficio
debió ser anterior al 1º de febrero de 1883 (son catorce años contados
para atrás desde febrero de 1897).

Esto permite interpretar que para octubre de 1883 el Dr. Arrieta (su
reemplazante) debió ser quien hallara las banderas. Las declaraciones
de Arrieta asentadas en el Acta de Colquechaca y lo escrito por el Padre
Castro en La Obra del Templo de Macha aseveran el razonamiento. Sin
embargo, éste pierde algún sentido cuando quien dice haberlas encon-
trado en 1883 (Padre Arrieta), no hace referencia alguna a aquel acon-
tecimiento al momento de redescubrirlas en 1885.

- Tal como lo plantea Eduardo Dürnhöfer, no se puede dejar de


pensar que la carta escrita por el Padre Primo Arrieta, el 24 de noviem-
bre de 1892, cambiando algunos de sus dichos respecto de lo declarado
en 1885 en Colquechaca, pudiera haber tenido algún tipo de vincula-
ción con el reclamo argentino iniciado el 25 de octubre de 1892. En
esa fecha, el Dr. Adolfo Pedro Carranza, primer director del Museo
Histórico Nacional, le escribió al Dr. Benjamín Figueroa, Embajador
Argentino ante el gobierno de Bolivia, para que gestionara la entrega
de dos ban- deras argentinas.

186
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

- La versión brindada en 1897 por el Padre Martín Castro, de que


las enseñas fueron recogidas por los indios mientras ocurría el combate
y conservadas por ellos, se contradice con lo dicho en 1885 por lo capi-
lleros indígenas de Titiri. Éstos le habían comentado al Dr. Arrieta que
las banderas encontradas en el templo las había traído y escondido el
cura que atendía la parroquia al momento de la batalla en Charawaytu,
es decir, el Padre Aranívar.

El relato de José M. Paz confirmando la nula participación de los


naturales en las batallas peleadas por el ejército porteño, ayuda a ver a
la segunda versión como la más probable.

En definitiva, y parafraseando al general Manuel Belgrano: “Con-


fieso a Ud. que deseo ver claro en este asunto”.

¿Sangre o humedad?

Como inicio de este estudio, se recomienda observar en la Lámina


16 del Anexo Gráfico la fotografía (parcial) de la bandera blanca, celeste
y blanca. Es fácil advertir allí la enorme y homogénea mancha que apa-
rece en el sector derecho de la enseña.

Por estar conservada dentro de una vitrina más angosta, la bandera


debió ser acomodada con parte de las franjas blancas exteriores dobladas
hacia adentro, lo que no permite apreciar si los trozos de tela que queda-
ron ocultos de la vista del público presentan alguna otra mancha.

Respecto de la apariencia general del pabellón se puede sostener que,


pese a haber transcurrido casi dos siglos, no tiene el aspecto de haber
sufrido los avatares de algún combate. Luce cuidado y, por ejemplo, no
se observan rastros de metralla como sí posee la trifranja celeste, blanca
y celeste que se conserva en el Museo Histórico Nacional.

En cambio, exhibe algunas rasgaduras que pudieron haberse gene-


rado mientras permaneció colgada en la capillita de Nuestra Señora de

187
Adolfo Mario Golman

Pompeya: un pequeño anexo dentro de la Iglesia de Nuestra Señora de


Guadalupe, en Sucre.

Con relación al gran manchón que la enseña presenta en un costa-


do, surge la siguiente duda: ¿es de sangre o de humedad? La mancha
avanza desde el lado derecho de la tela hacia el centro.

Durante siete décadas esta bandera estuvo prolijamente envuelta en


un forro de seda rojo, y el conjunto hábilmente ubicado como el
marco de un cuadro de Santa Teresa; todo dentro de la capilla de Titiri,
cuya techumbre es de paja y sus paredes de adobe.

Se conoce que en el altiplano boliviano entre diciembre y marzo es


época de lluvias, y que éstas se hacen sentir con rigurosidad.

No resultaría extraño que el trabajo del agua, filtrándose por


alguna abertura o gotera, impregnara la parte más expuesta de ambas
telas enrolladas (tal vez el costado derecho) y produjera un manchón
uniforme estropeando así la tela de la bandera en ese sector.

Si, por el contrario, fuera sangre, las huellas deberían ser varias y
lucir más precisas. La sangre tiene la particularidad de que en contacto
con el aire comienza su proceso de coagulación, por lo que las marcas
deberían ser más compactas y pequeñas, en lugar de proyectarse unifor-
memente sobre la superficie de la tela de la bandera.

En definitiva, sin el resultado de un análisis químico no es posible


asegurar que la mancha sea de sangre o de humedad.

El objetivo trazado con este planteo, para el caso de comprobarse


que la marca no fuera de sangre, es poder confirmar una trayectoria
distinta para el pabellón. Su buen estado de conservación general, sólo
descolorido y deteriorado en su costado derecho, permitiría afianzar la
idea de que nunca entró en combate.

188
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Y si no participó en la lucha, ¿por qué resultó tan necesario escon-


derlo de los realistas? ¿Qué especial significado podía tener ese emblema
para conservarse junto al celeste, blanco y celeste que sí había guerrea-
do?
La respuesta lleva a imaginar que esa insignia permaneció en el
equipaje del general Belgrano desde que, obedeciendo a los retos del
Triunvirato, la guardó y sacó de circulación en julio de 1812

Ella bien pudo acompañarlo “siempre guardada” en el derrotero que


comenzó con el Éxodo Jujeño, siguió en los combates del Río de las
Piedras, Tucumán y Salta, y concluyó en la expedición al Alto Perú.

Recuérdese que en la acción de armas de Ayohuma Belgrano perdió


todo su bagaje, pero téngase también presente que no hubo noticias de
que los realistas hubieran tomado o accedido a banderas patriotas.

Resulta lógico interpretar que en un momento de la contienda Ma-


nuel Belgrano decidió aligerar sus pertenencias. Una rápida determi-
nación pudo ser preservar su señera blanca, celeste y blanca
(bendecida y jurada en Jujuy) para evitar que terminara en manos
enemigas.

189
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 22

Hacia Ayohuma

La construcción de una teoría integradora referida al origen de las


primeras banderas patrias, no podría dejar de contener a las dos enseñas
con los colores argentinos encontradas en la capilla de Titiri, Bolivia.

Titiri es un riquísimo asiento minero del que se extrajeron, desde


los tiempos del período incásico, minerales de plata de la más alta ley.
Cuenta Góver Zárate que la plata de Titiri sirvió para decorar el Ko-
ricancha del Cusco (templo construido por los Incas cuyas paredes -se
dice- estuvieron recubiertas por láminas de oro y plata) y los santuarios
del Lago Titicaca.

La estrategia de investigación sobre el terreno consistía en llegar


hasta el sitio mismo donde aconteció la batalla conocida por nosotros
como de “Ayohuma”.

El combate se desarrolló específicamente en “Charawaytu”, que es


una amplia y fértil pampa regada por el río Ayoma. Éste da nombre a la
región que atraviesa a su paso.

Resultaba significativo visualizar, en el terreno mismo, la senda por


donde se habrían retirado el general Belgrano y los restos de su ejército,
después de la derrota a manos de los realistas.

Conociendo la dirección tomada, se intentaría validar el hecho de


que las enseñas pudieran haber sido escondidas en el templo de Titiri,
villorrio cercano al lugar donde se desarrolló la contienda.

A continuación, el relato del viaje por tierras altoperuanas:

Faltando pocos minutos para las seis de la mañana del sábado 25


de febrero de 2006, me encontraba en la puerta del hotel donde me

191
Adolfo Mario Golman

alojé en Sucre, esperando el vehículo que la noche anterior habíamos


contratado con el Padre Valentín Manzano Castro. El religioso es un
conocido historiador, poeta y poseedor de vastos conocimientos y de un
admirable espíritu investigativo.

A las seis en punto se aproximó el automóvil conducido por Will-


ner, a quien acompañaba Marcelo, otro conductor, ya que se preveían
muchas horas de un desgastador viaje. Buscamos al Padre Manzano y,
con el tanque lleno de combustible y el equipo de expedicionarios com-
pleto, partimos hacia Potosí.

Elegimos el camino más largo a la ida, un poco influenciados por


la seguridad que nos brindaba la existencia de pavimento en la mayor
parte de ese trayecto, y por desconocer el estado del camino de tierra
que une Sucre con Macha, hacia la finalización del período de mayores
precipitaciones.

Dos horas y media después se dejaba ver en toda su inmensidad el


Cerro Rico, postal de Potosí, del cual, a costa de enormes sacrificios y
muerte de incontables naturales, se extrajeron incalculables cantidades
de plata que se remitían hacia la Metrópoli durante la época colonial.

Sin detenernos dejamos atrás la Villa Imperial rumbo a nuestro pri-


mer objetivo: localizar el sitio donde se libró la batalla de Ayohuma.

Otras dos horas nos llevó llegar al cruce que desvía en dirección a
Macha. En ese lugar nos encontramos con un pequeño poblado repleto
de agricultores y pastores que comerciaban sus productos en la feria sa-
batina. Desde allí, sólo caminos de tierra que, cargando con las cicatri-
ces que la reciente época de lluvias les había dejado, nos acompañarían
hasta retornar a Sucre.

Sin señales camineras, ni estaciones de servicio donde cargar com-


bustible, continuamos alimentados por el deseo de llegar al destino pro-
puesto. Nos acompañaba la buena predisposición de los conductores,
el infaltable buen humor y clases de historia móvil que nos regalaba el
Padre Manzano y un ingrediente sin el cual hubiera sido imposible el

192
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

acceso a los lugares visitados: el quechua, hablado a la perfección por el


ilustrado sacerdote.

Naturalmente, el andar sobre tierra es más lento, complicado y tam-


bién riesgoso. Estábamos a fines de febrero, momento en que va termi-
nando el período lluvioso que inicia en diciembre.

Y llueve con tantas ganas, que los arroyos y ríos crecen notablemente,
lo cual produce un efecto pernicioso en el estado de los senderos de tie-
rra, ya que éstos, en varios sitios, se transforman en lodazales. Imposible
dejar de mencionar las marcadas grietas que el trabajo del agua produce,
permitiendo aflorar innumerables piedras que la tierra esconde del sol.

Debido a la ausencia de puentes para atravesar los distintos cursos


de agua, sólo es posible vadear estos últimos, transformándose parte del
viaje de investigación en un verdadero desafío automovilístico.

Como una guía llevaba el plano del combate publicado en el libro


Batallas de la Guerra de la Independencia Altoperuana de Miguel Rama-
llo, cuyo capítulo referido a Ayohuma terminó de escribir en 1896.

Aquel mapa indicaba varias referencias que deberían servirnos para


ubicar el teatro de operaciones. Se destacaban las siguientes: los Altos
de Taquiri, por donde descendieron hacia el campo de batalla las tropas
realistas; el río Ayoma que ladeaba aquel cerro y el riachuelo Salinas.
Según el mapa, estos cursos de agua se unían más abajo formando el
río Blanco.

También se graficaba el empalme de dos caminos: uno, que venía


desde Macha y el otro, que se conectaba perpendicularmente con éste,
y que llevaba hacia Potosí. Muy cerca del cruce aparecía referenciado un
tambo (del quecha “tampus”, eran construcciones situadas a lo largo de
los caminos que servían de albergue a los viajeros, sistema muy utilizado
desde los tiempos incaicos).

Con nuestros sentidos en alerta, y gracias al quechua del Padre Man-


zano, pudimos ir dando con la correcta dirección después de preguntar

193
Adolfo Mario Golman

a los amables pobladores que íbamos descubriendo a nuestro paso. És-


tos dedican sus días al pastoreo de pequeños rebaños de llamas, ovejas y
algún que otro burrito. También manejan la agricultura de subsistencia
sembrando maíz, papa y habas en las laderas de las altas montañas y
en pequeños valles. Todo se hace a una altura que por esos lugares ya
sobrepasa los 3.500 metros sobre el nivel del mar.

Ya pasadas las once y la región de Ayoma seguía sin aparecer. Cami-


nos serpenteantes, plagados de piedras y huecos, hacían aún más lenta
la travesía. Por un instante nos imaginamos cómo habría sido estar en
esa zona hace casi dos siglos: por un lado, sus impactantes bellezas na-
turales; y por el otro, la rigurosidad del clima y la altura que afectaban,
en especial, a los soldados porteños venidos desde el llano.

Después de un buen rato de pasar por curvas y contra curvas dimos


con un arroyo poco caudaloso. Corría por un ancho lecho de piedras
que permitía notar la extensión que tomaban las aguas en plena época
de lluvias.

Lo atravesamos con extremo cuidado, y unos metros más adelan-


te ya se divisaban varias construcciones de adobe con techos de paja
que constituían un pequeño caserío. Allí preguntamos nuevamente por
“Ayoma”. La respuesta de una simpática cholita fue extender su brazo
indicando hacia el Norte. Miramos en la dirección señalada, pero no se
divisaba camino alguno. Igualmente decidimos avanzar.

Cruzando el terreno nacía una leve huella que pasaba cerca del arco
de una canchita de fútbol de tierra -de esas que abundan en nuestra
América del Sur- ocupada temporalmente por tres burros. De pronto,
ese sendero se terminaba y aparecía, frente a nosotros, el serpenteante
riacho que habíamos cruzado minutos antes. Volvimos a vadearlo.

Del otro lado, sólo un angosto camino de montaña, en subida,


maltrecho y polvoriento, nos esperaba. La tierra es bastante rojiza y la
vegetación toda natural y escasa: algunas matas de paja manchaban el
suelo ladrilloso, y pequeños arbustos se manifestaban a ambos lados del
camino.

194
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Continuamos avanzando un buen trecho con rumbo Norte; pero


lento, muy lento. A nuestra derecha se divisaba una quebrada no dema-
siado profunda. Era cerca del mediodía y el sol nos abrazaba y elevaba
considerablemente la temperatura ambiente. Finalmente, observamos
en el fondo un puente en construcción delante de un grupo de cerros, y
a sus pies un río que no podía ser otro que el Ayoma.

Detenido el automóvil bajamos y contemplamos el panorama: unos


sembradíos de maíz y de habas evidenciaban la existencia de un amplio
valle rodeado de pedregosas alturas rojizas. Al costado izquierdo, algu-
na construcción perdida; y a nuestras espaldas, un pequeño cementerio
indígena.

Preguntado en quechua a un poblador -uno de los tantos que por


suerte se nos aparecían como ángeles- nos confirmó que el cerro a nues-
tro frente era el Ayoma y que hacia el fondo comenzaban las pampas de
Charawaytu, a 3.540msnm. Este era el lugar donde había acontecido la
sangrienta batalla por la Independencia de la América del Sur aquel 14
de noviembre de 1813.

Con ansiedad volví a observar el mapa que había apoyado sobre la


tierra junto a mi brújula, como para tener una visión completa de la
geografía que debía encontrar.

La zona se asemejaba a la dibujada, pero no podía dar con el arro-


yuelo Salinas que aparecía ilustrado cercano al Ayoma y corriendo casi
paralelo a éste.

Tampoco vislumbraba con claridad el contorno del cerro Ayoma -


aunque el lugareño nos había confirmado que ese era el buscado- ni los
caminos coloniales hacia Macha y Potosí.

¿Nos habríamos equivocado, entonces? Las ilusiones comenzaban a


desvanecerse.

Los nervios, la altura y el calor, que se hacía sentir cada vez más,
generaban un estado de confusión, y no hallaba el modo de encuadrar

195
Adolfo Mario Golman

razonablemente el fantástico panorama que tenía a mi vista con el di-


bujado en el antiguo plano del lugar.

¿Tanto habría cambiado la geografía? Apresuradamente observé a


mis compañeros de viaje que ya se disponían a subir al vehículo y partir
hacia nuestro próximo objetivo: el pueblo de Macha.

Evalué nuevamente la situación y después de una profunda obser-


vación del terreno, una sensación de confianza me orientó hacia la pla-
nicie. Pedí que me esperaran unos minutos y comencé a correr hacia la
pampa. Me sofoqué.

Me detuve para recomponerme y después de unos instantes seguí


avanzando. Ahora caminaba y ladeaba el corte de los cerros teniendo a
mi izquierda una pirca (pared de piedra en seco), y más lejos, ya en
bajada, los sembradíos y el río Ayoma. Al fondo se hallaba el imponente
cerro homónimo.

A medida que avanzaba la montaña comenzaba a tomar la silueta


dibujada en el mapa. El efecto de la altura nuevamente se hacía sentir
en mis acelerados pasos y, casi a la carrera, busqué con desesperación
el lugar más exacto donde se sobrepusieran realidad e ilustración. Se
divisaban los Altos de Taquiri y gran parte del campo de batalla en una
magnífica vista. Ver fotografía en la Lámina 35 del Anexo Gráfico.

Aún con esa emoción, una frustración latente no permitía que la


alegría fuera completa. Faltaba ubicar dentro del panorama que tenía a
la vista el arroyo Salinas que, según el mapa, debía correr casi paralelo
al pequeño río Ayoma. Recordé, entonces, que pocos kilómetros atrás
habíamos vadeado dos veces un curso de agua, y que no era el que corría
frente a mí.

¿Cómo podía estar tan equivocado en mi apreciación? Ningún


arroyuelo se divisaba en esa zona; únicamente aparecía, al frente, el río
Ayoma.

196
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Un nuevo vistazo hacia adelante permitió develar la incógnita: el


río corre en la zona de Charawaytu bordeando el cerro Ayoma y, por
momentos, separa su cauce en dos riachos que, casi paralelos y
dejando pequeñas islas entre medio, vuelven a juntarse río abajo.

La siguiente descripción hecha por Bartolomé Mitre lo confirma-


ba: “La pampa de Ayohuma es una meseta de la montaña del mismo
nombre, que se desenvuelve en suave plano inclinado hacia el Noroeste,
que dominan por esta parte los altos de Taquiri, en cuya cima estaba el
ejército español. Al pie de Taquiri, corre el río dividido en dos brazos, y
paralelamente a él, se prolonga una lomada natural y angosta, que for-
ma una especie de camino cubierto natural, dejando entre ella y el río
espacio suficiente para ocultar 3.000 hombres plegados en columnas”.

Ésa parecía ser la solución: no había dos ríos, sino uno con dos
cauces. Se formaba en el medio una especie de isla con arena bastante
fina color rojiza.

La emoción iba en aumento. Faltaban ubicar los caminos hacia


Macha y Potosí referenciados en el mapa. Un nuevo vistazo hacia el
cerro me aseguró la imagen casi exacta del dibujo.

Cotejando realidad e ilustración encontré ambos senderos: uno, ha-


cia el Noreste, que es el camino que viene de Macha. El otro, que partía
desde la orilla del río Ayoma, se conectaba perpendicularmente con el
de Macha y continuaba, luego, en dirección al Sur hacia Potosí.

Cercano a ese cruce y al río estaban los vestigios de una construc-


ción sin techo hecha en ladrillos de adobe. Es posible que fuera el predio
donde, antiguamente, funcionaba el tambo.

Recordé, en ese instante, los relatos de José María Paz y de su her-


mano Julián referidos al final de la contienda e imaginé el caótico mo-
mento de la dispersión: los extenuados combatientes replegándose ha-
cia el general Belgrano quien, sosteniendo la bandera “del Ejército”,

197
Adolfo Mario Golman

los convocaba al pie de unas lomas ásperas y pedregosas. Luego, todos


juntos cruzando esas abruptas quebradas, protegidos solamente por una
retaguardia de 60 dragones al mando del coronel Zelaya, lo que les per-
mitió escapar de manos enemigas y salvar sus vidas.

Giré hacia la derecha, y desde mi nuevo punto de observación con di-


rección Este Sudeste, divisé claramente una serie de “quebradas escarpadas
y pedregosas” de varios metros de altura. ¿Qué había en esa dirección?

A unos once kilómetros en línea recta del campo de batalla en Cha-


rawaytu se situaba Titiri, un pequeño poblado que rodeaba a una ca-
pillita.

Hacia esa zona se dirigieron Belgrano y los restos de las tropas pa-
triotas acompañados por el párroco Juan de Dios Aranívar, a quien el
general debió haberle entregado las dos banderas. El sacerdote empren-
dió luego el camino hacia la capilla, donde las ocultó de las fuerzas
coloniales; mientras que Belgrano y su ejército, sin ingresar en aquel
villorrio, tomaron el sendero hacia Actara, donde pasaron la noche.

Actara es un pequeño poblado indígena situado a pocos kilómetros


al Sur de Titiri. Más al Sur se alzan Tinguipaya, Tarapaya y Potosí.

Plenamente satisfecho por lo vivido decidí regresar costeando el


río, lo que significó caminar un largo trecho por una playa rocosa con
arenas rojizas. Finalmente, cruzando el sembradío de maíz y de habas
llegué hasta nuestra movilidad.

Contada la novedad a mis tres pacientes compañeros, y tomadas las


fotografías del caso, decidimos partir hacia el pueblo de Macha.

El Templo de Titiri

Siguiendo el serpenteante camino de regreso vadeamos nuevamente


el arroyo para dirigirnos, por entre el poblado, hacia la izquierda, hacia

198
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Macha. Después de más de media hora de viaje llegamos a aquella po-


blación ubicada a 3.560msnm.

En la puerta de la casa parroquial -edificio reconstruido desde la


época en que se alojó Manuel Belgrano- nos recibió el Padre Hernán
Tarqui. Este joven sacerdote, nacido en la zona, tiene a su cargo el Cu-
rato de San Pedro de Macha. Amablemente nos invitó a pasar y de
inmediato comenzamos una animada conversación.

Respecto de la capilla de Titiri, nos contó que desde hace bastante


tiempo está sin uso y que las pocas casitas de adobe existentes en aquella
zona se encuentran alejadas del pequeño templo.

El párroco realiza generalmente ese trayecto entre mayo y julio -


bastante tiempo después de finalizados los torrenciales aguaceros- en
un vehículo de doble tracción que dispone el Curato, y después de ase-
gurarse que el personal municipal ha realizado las tareas de manteni-
miento necesarias como para dejar transitable el camino. El lugar es
prácticamente inaccesible y, por consiguiente, también lo es su iglesia.

Con relación a la arquitectura de la capilla, el cura nos comentó


que es una construcción de paredes de adobe y techo de paja, con una
dimensión aproximada de entre 15 y 20 metros de largo por 6 de ancho.
Nos confirmó, también, que nada existe dentro, con excepción de dos
cuadros de San Roque.

Preguntado sobre el destino de los lienzos de Santa Teresa, que supie-


ron resguardar las enseñas durante 70 años, desconoce en qué momento
fueron retirados y bajo qué circunstancias.

Nuestro viaje continuó por la ruta de tierra que une Macha con
Sucre y se transformó, llegada la noche, en una verdadera expedición:
decenas de curvas y contracurvas, polvo, grietas en la tierra, trayectos de
barro, piedras y más piedras, animales sueltos.

Finalmente, a las once de la noche llegamos a Sucre. Estábamos


exhaustos pero, si duda, ¡Valió la pena!

199
Adolfo Mario Golman

Fueron diecisiete horas, veriedad de sensaciones, emociones


indecibles y la felicidad de haber recorrido, junto a mis tres amigos
bolivianos, sitios tan caros para la historia común de nuestros pueblos.

200
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

BIBLIOGRAFÍA DE LA TERCERA PARTE

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Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1900.

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Conferencia brindada en el Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac
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SCENNA, Miguel Ángel, “La Bandera Blanca y Celeste”, en Revista


Todo es Historia, Nº 14, Buenos Aires, 1968.

ZÁR ATE M., Góver, “Las dos banderas del Segundo Ejército Auxiliar
Argentino”. Una copia del escrito nos fue obsequiada por el Padre Va-
lentín Manzano Castro durante nuestra visita a Sucre. Eduardo Dür-
nhöfer, en el artículo arriba citado, comenta que el folleto fue publica-
do por la Universidad Mayor y Autónoma “Tomás Frías” de Potosí en
1963.

Acta de Colquechaca

El doctor Ceferino Méndez, Abogado de las Cortes de la República de


Bolivia y Presidente de la H. Junta Municipal de la Provincia de Chayan-
ta, Certifica: Que en el Libro de Actas de la Junta Municipal correspon-
diente al año 1885, a fojas 115 y 116, se encuentra una cuyo tenor literal,
sacado a la letra es el siguiente:

En la Capital de Colquechaca a horas dos de la tarde del diez de Sep-


tiembre de mil ochocientos ochenta y cinco; reunidos en el Salón Municipal

202
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

el vecindario de este pueblo con asistencia del Sub-prefecto Dr. Abdón S.


Ondarza, de los Sres. Munícipes Dálio Fernández, José María Dalence,
Patricio Plaza, Pedro Paiva y Josué Ibáñez, del Sr. Juez de Partido Dr.
Mariano Barrero, del Sr. Fiscal de Partido Dr. José Lloza, del Juez Instruc-
tor Dr. Feliciano Abastoflor, del Cura Párroco de Colquechaca Dr. Vicente
Padilla, del Cura del Beneficio de Macha Dr. Primo Arrieta, del Presiden-
te de la Sociedad Patriótica José A. Otero, del Cónsul General de la Repú-
blica Argentina Sr. Mariano Peró, del Ex Cónsul Argentino, Sr. Antonio
Tejada, del Administrador de Correos, Manuel María Patiño, del Coronel
Don José María Sierra, del Corregidor de Macha Don Agustín Pérez, del
Reverendo Padre Fray Jaime Riccolt y de todos los demás Ciudadanos que
firman, se extendió una Bandera sobre la mesa del Salón Municipal y la
reconoció el Sr. Sub-prefecto ser una de la dos banderas que el dos de abril
de este año vio en la Capilla de Titiri, clavada tras el retablo del Templo, y
que sabiendo que el Sr. Cura de Macha podía testificar sobre esta bandera
lo mismo que otra bandera que está en su poder, pueden haber perteneci-
do al Ejército Unido que combatió contra los Españoles, en los campos de
Vilca-pucyo y Ayoma, pidió preste una declaración: prestó tacto pectore
et in verbo Sacerdotis, el juramento respectivo y dijo: Habiendo tomado
posesión el día 16 de octubre de 1883 de la Capilla de Titiri, encontré las
dos banderas Argentinas arrolladas y sirviendo de especie de marco de dos
cuadros de Santa Teresa, y deseando quitar estos adornos sucios al parecer,
los desenvolví y encontré huellas de sangre, lo que me dio idea del mérito de
las banderas y las clavé a la pared cubriéndolas con los dos cuadros dichos.
Creo ahora que no pueden ser otras que las traídas por el General Belgrano,
y perdidas en Ayoma, porque el cuidado de su conservación revela que una
mano amiga las guardó conociendo su importancia moral, en un lugar re-
tirado de la Parroquia, como es Titiri, no en el templo principal de donde
las habrían arrancado los realistas que vivían y recorrían el país, porque
también el lugar está en línea recta a dos leguas de Chara huaytu, lugar
del impropiamente llamado combate de Ayoma; es decir, trepando una
quebrada escarpada que no indica señal alguna de camino.

Concluyó pidiendo el honor de esta conservación en la Capilla de Titiri


para el Sr. Cura de entonces que me consta que fue muy amigo del General
Belgrano y cuyo nombre íntegro lo daré en breve, pues en este momento no
lo recuerdo. Me apoyo además para esta aserción en que el referido Cura,

203
Adolfo Mario Golman

desapareció de la Parroquia sin sentar las diligencias precisas en los libros


parroquiales, cosa indispensable en una entrega pacífica de la Parroquia,
lo que indica que su patriotismo lo condenó a la proscripción; no sin dejar
las reliquias encontradas, constantes de dos banderas Argentinas
y dos que llevan los colores rojo y azul, con encargo de no tocarlas,
pues de otro modo el sucesor las habría sacado de la Capilla de Ti-
tiri y Pumpuri. Asimismo declaró que el Sr. Sub-prefecto, sin aviso
ninguno mío halló las banderas Argentinas solamente y que las re-
cogí por quitar una sustracción desde que el dicho Sr. Sub-prefecto
dio conocimiento al público por un discurso pronunciado en ésta el
día 16 de Julio, y que no las entrego todas por no ser de mis atribu-
ciones y esperar orden del reverendísimo Arzobispo, sobre el parti-
cular. Con lo que terminó esta acta ante mí el notario Juan Pablo
Espinosa y firmaron ella, quedando depositada la bandera de seda
de dos colores; es decir de dos fajas celeste despintado y una blanca
al centro, rota y estropeada, con manchas descoloridas de sangre,
sin duda por la acción del tiempo y en comprobante firman.

Nota: La bandera de que se hace mérito en la anterior acta,


por orden del Sr. Sub-prefecto de esta Provincia, quedó deposita-
da en poder de los Ministros de la Junta Municipal Sres. Patri-
cio Plaza, Josué Ibáñez, José María Dalence, Pedro Paiva y Dá-
lio Fernández; todo lo que siendo por esta diligencia y doy fe=una
firma=Espinosa.

Fuente documental: CASTRO, Martín, La Obra del Templo de Ma-


cha, Colquechaca, Bolivia, Imprenta de “El Pueblo”, 1897.

Aclaración: Se resaltan los párrafos no incluidos por Augusto FER-


NÁNDEZ DÍAZ en Los dos simbolismos de la Patria, La verdad ante tres
errores corrientes, El Acta de Colquechaca, Biblioteca Central de la Uni-
versidad Católica Argentina, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
Registro Nº 12.812, Rosario, 1968, pp. 19 y 20.

204
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Carta que el presbítero Dr. Primo Arrieta, por entonces ex cura


de la parroquia de Macha, dirigía al Oficial Mayor de Relaciones
Exteriores de la República de Bolivia, Telésforo Aguirre

Potosí, 24 de Noviembre de 1892.- Era el año de 1885, en que yo


servía de párroco en el curato de Macha; entre los muchos anexos de la pa-
rroquia hay dos, uno llamado Pumpuri y otro Titiri (mineral de fabulosa
tradición por sus riquezas); éste está situado sobre el camino principal de
Macha a Potosí, y aquel muy desviado. Con motivo de asear las capillas de
ambos anexos, saqué los cuadros antiquísimos que estaban en las paredes del
altar mayor respectivo, y encontré las banderas clavadas en la pared y que
antes no se veían por estar tapadas con los cuadros. Ser banderas de seda,
así como ocultas y estar ensangrentada una de ellas llamó mi atención y
consulté con los capilleros, indios muy ancianos, los cuales me dijeron: en
nuestra infancia supimos que tuvo lugar una batalla en Charayvaitu,
entonces era tiempo del rey, en la cual hubo mucha intervención de nuestro
cura. Los amigos del cura perdieron y persiguieron a este, que pasó desde
entonces sus días entre nosotros sin llegar sino de incógnito alguna vez al
pueblo de Macha. Este fue quien trajo estas banderas y las colocó en el lugar
en que las vemos, desde entonces nadie las ha tocado. Consultada la historia
patria, dice: que el 13 (sic) de noviembre de 1813, (si mal no recuerdo),
tuvo lugar la última acción de armas de Belgrano en Ayohuma, punto que
está a media legua de Charayvaitu; dice también que Belgrano, antes y
después de la derrota, vivía en la casa parroquial de Macha. Consultados
los libros parroquiales de la fecha, resulta que el cura de entonces era un
Aranívar, sobre el cual hay de particularidad de que firma los libros del
registro, justamente hasta el día antes de la batalla de Ayohuma, y después
sin diligencia alguna los deja y sigue firmando el teniente de cura señor
Laguado. Más aún, hay partidas de matrimonio firmadas por Aranívar y
éstas pocas en los Anexos y nunca en el pueblo de Macha. Es indudable que
Aranívar anduvo prófugo en estos días y época en que de la torre dependían
los cadáveres de Arancivia (el muru) y de otros. Con tales datos recogí las
banderas que después me reclamó el subprefecto Ondarza, a quien no se
las di; deposité si por orden del Arzobispo en la Municipalidad, y de aquí
pasaron a Sucre a la capilla de Guadalupe. En Colquechaca se levantó acta
de mi entrega y me hicieron jurar las noticias que llevo referidas a vuelo de
pluma. Las banderas son de color azul y blanco y rojo y azul.

205
Adolfo Mario Golman

Fuente documental: MONSERR AT, Gabriel, La Bandera Argenti-


na, Contribución al esclarecimiento de sus antecedentes históricos, III Par-
te, Buenos Aires, Talleres gráficos Pedemonte, 1928, pp. 6-7.

La Obra del Templo de Macha

Este folleto fue escrito por el Cura Doctor Martín Castro en Col-
quechaca, República de Bolivia, en 1897. Del mismo se transcriben los
siguientes párrafos:

Condenado a vivir por tantos años en este miserable Curato


[de Macha], cuando muchos, menos antiguos que yo están en los
beneficios de 1º clase en el Arzobispado; empobrecido por la injusticia
de los hombres y los tiempos con una suspensión de Oficio y de
Beneficio por más de catorce años, por el delito de ser Defensor de
los fueros de la Religión y de las Leyes de la Iglesia, por haber dicho
Non Licet Tibi al Prelado de Charcas, que con menosprecio de la
declaración de la Iglesia, para no dar sepultura eclesiástica a un
Masón que muere impenitente, dio sepultura bajo el Altar mayor de la
Capilla de Guadalupe, al cuerpo de un Masón denunciado con
infracción de la Constitución de Pío IX [...]. (p. 1).

Vuelto después de catorce años a mi pobre beneficio encontré


todo ruinas. El Templo caído, la Torre por derrumbarse, el Panteón
sin valla, la Sacristía sin paramentos; porque los mercenarios que se
suce- dieron en el servicio, no se ocuparon en su reparación, sino en
esquil- mar los pocos ingresos, con excepción del cura Arrieta, que
improvisó una pequeña Capilla en donde se celebran los oficios del
culto. (p. 2).

El Cura propio, que es el único que se conduele de la Iglesia, no po-


día ver impasible tanta ruina; es por eso que inmediatamente, me
puse en obra, contando solo con los auxilios de la Providencia;
refaccioné la Torre, el Panteón, el cementerio y emprendí con la obra
del Templo y paramentación de la Sacristía. (p. 2).

206
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Pero el mérito más recomendable es que los indios, los más solícitos
auxiliares de los que lucharon en Vilcapucyo y Ayoma, en el fragor del
combate recogieron las Banderas de la República Argentina, rotas y en-
sangrentadas en las desgraciadas derrotas de los patriotas y del
Ejército auxiliar. (p. 3).

Esas banderas, recogidas en medio de tantos peligros, las conserva-


ron los indios, con culto religioso en la modesta Capilla de Titiri en este
Beneficio; encontradas por el ilustrado Cura Dr. Primo Arrieta, que
ser vía este beneficio, durante mi ausencia; con pronunciada simpatía
por nuestra querida hermana, la República del Plata, quiso
devolverlas a su destino por conducto del Gobierno, las remitió al
Congreso, el mismo que las hizo depositar en el Sagrario de
Guadalupe para devolverlas en tiempo a la República Argentina. (p.
3).

En días pasados [13 de enero de 1897] arribó a este lugar el


eminente Diplómata, el simpático e ilustrado Señor Blanca [Alberto
Blancas], Ministro Plenipotenciario acreditado cerca de nuestro
Gobierno por la República Argentina y que va en su mismo carácter a
representar a su Patria ante la República de Chile [...]. (p. 4).

Blancas le expresa al Padre Castro: Yo le prometo insinuarme con


mi Gobierno para proporcionárselos [se refiere a recursos económicos];
porque este Pueblo de Macha había conservado por tantos años las
Ban- deras Argentinas, que trajo el General Belgrano con el ejército
auxiliar en la Guerra de la Independencia: Banderas que me han sido
entregadas y las he remitido a mi Patria; llevo el acta de Colquechaca
al momento de la entrega; yo a nombre de mi Gobierno, expreso a
este Pueblo un homenaje de gratitud por tan grato hallazgo, y mi
Gobierno expresará lo mismo, correspondiendo en alguna manera a su
bienestar. (pp. 4-5).

Luego el sacerdote consigna en el folleto la referida Acta de Colque-


chaca para no perder tan grata memoria. (pp. 5-8).

207
Vivo con esta esperanza en la filantropía de nuestra hermana la Re-
pública Argentina, que aumentará esta gracia más a las infinitas con
que ha distinguido a su hermana Bolivia en todo tiempo. Macha,
Febrero 1º de 1897, Martín Castro. (p. 8).

208
CUARTA PARTE

LA BANDERA CELESTE, BLANCA Y

CELESTE: DE MOLDES A A GRELO


Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 23

Presentación de la idea

Se reseñan, a continuación, los distintos acontecimientos que, a jui-


cio del autor, habrían derivado en el nacimiento de la actual bandera
argentina, todavía sin sol.

Si bien esta evolución no parece haber sido planeada, es dable pensar


que hubo una natural conexión de hechos marcada por el fuerte deseo
de emancipación que guió las actitudes personales de muchos patrio-
tas.

Aquí los sucesos en orden cronológico:

Diciembre de 1810: Los colores celeste -como principal- y blanco


-como compañero- son empleados por José de Moldes, Teniente Gober-
nador de Mendoza, para concebir una cucarda nacional con la que ade-
más engalana a dos compañías de Alabarderos Mendocinos e informa
detalladamente de ello al Gobierno.

Febrero de 1811: Los mismos colores habrían sido lucidos, en-


tre otros, por los oficiales morenistas Domingo French, Antonio Luis
Beruti y Juan Florencio Terrada identificando, también, a sus regimien-
tos América y Granaderos de Fernando VII. Esas escarapelas de fondo
celeste simbolizaban la libertad.

Marzo de 1811: La utilización de esas divisas se extendió, a partir


del día 23 y hasta los acontecimientos del 5 y 6 de abril de ese año, al
resto de los adherentes de la Sociedad Patriótica, cuyos miembros com-
partían las ideas de Mariano Moreno.

Septiembre de 1811: Terrada y su regimiento Granaderos de Fer-


nando VII retoman el uso de la cucarda celeste y blanca cuando parten
hacia la Banda Oriental.

211
Adolfo Mario Golman

Enero de 1812: Los colores celeste y blanco identifican, nuevamen-


te, a los integrantes de la Sociedad Patriótica que se relanza el día 13
desde el Tribunal del Consulado, en la ciudad de Buenos Aires.

Febrero de 1812: Terrada se encuentra junto a sus Granaderos en


Rosario esperando por vientos favorables para viajar hacia Santa Fe.
Lucen escarapelas celestes y blancas.

Mayo de 1812: Con motivo de conmemorarse el segundo aniver-


sario de la Revolución se representa, a partir del día 24 en el Coliseo
Provisional, un melodrama teatral cuya autoría perteneció al actor, can-
tor y comediante L u i s Ambrosio Morante y que llevaba como título
“El Veinticinco de Mayo”.

Es la primera pieza criolla que alude al tema de la revolución. Hacia


el final de la obra, aparece en escena “El Espíritu de la Independencia
Americana” quien presenta la nueva enseña celeste y blanca. La
actuación finaliza con canciones patrióticas entre los aplausos y el
griterío de los presentes,

Agosto de 1812: El día 23, con motivo de haber sido descubierta la


conspiración contra el Gobierno Patrio dirigida por Martín de Álzaga,
y cuyo fracaso se celebra, se iza por primera vez la bandera celeste y
blanca en la Parroquia de San Nicolás.

Octubre de 1812: El día 8 es desalojado del poder el Primer Triun-


virato. Se instala el nuevo Gobierno con el apoyo de la Sociedad Patrió-
tica y la Logia Lautaro, y se convoca de inmediato a la realización de
una Asamblea General, la que será conocida como la Asamblea del año
XIII.

Marzo - Mayo de 1813: Esta Institución, que había comenzado a


sesionar el 31 de enero anterior, constituyó de hecho un gobierno inde-
pendiente. Entre otras medidas, ordenó (aunque sin declaración formal
conocida) el uso “en todo el territorio de las Provincias Unidas” de la
bandera de tres franjas horizontales, celeste a los extremos y blanca al

212
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

medio. También adoptó el escudo nacional y creó, a instancias del di-


putado Pedro José Agrelo, una moneda propia.

Planteada hasta aquí la esencia de la teoría, la siguiente etapa con-


siste en concatenar las acciones que llevaron adelante cuatro destacados
patriotas. Estas actitudes, a nuestro modo de ver, influyeron en lo que
con el tiempo evolucionaría de ser una propuesta de cucarda nacional
hasta convertirse en el actual emblema patrio argentino.

213
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CAPÍTULO 24

Mucho más que cuatro patriotas

José de Moldes

Nació en Salta el primer día del año 1785. A los 18 años se trasladó
a España y luego formó parte de la Guardia de Corps del Rey, un aris-
tocrático cuerpo militar de elite.

Convencido de propiciar la independencia de las colonias america-


nas, idea compartida con otros patriotas residentes en el viejo continen-
te, se trasladó desde Cádiz a Buenos Aires donde llegó a principios de
enero de 1809.

Días más tarde, fue llevado por el entonces teniente coronel Juan
Florencio Terrada a una quinta ubicada en las afueras de la ciudad y
allí se reunió con varios criollos que apoyaban las ideas de independen-
cia.

Para esa época ya eran corrientes los encuentros para promover la


emancipación de las colonias. Cuenta Cornelio Saavedra en sus Memo-
rias: “Es verdad que Peña, Vieytes y otros querían de antemano hacer
la revolución, esto es desde el 1º de enero de 1809 [...] En sus tertulias,
hablaban, trataban planes y disponían”.

Estos encuentros tenían lugar en la chacra de Juan José Castelli en


San Isidro, en las quintas de Francisco Mariano de Orma, ubicada del
otro lado del Riachuelo (hoy Avellaneda), y de Nicolás Rodríguez Peña,
la más cercana a la ciudad y que daba sobre la plaza que hoy lleva su
nombre. También en las residencias urbanas de este último, de Manuel
Belgrano y en la jabonería de Vieytes.

Es posible, entonces, que ante el núcleo de patriotas que integraban,


entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes, An-

215
Adolfo Mario Golman

tonio Luis Beruti, Juan Florencio Terrada y Saturnino y Nicolás Rodrí-


guez Peña, Moldes se comprometiera a llevar la palabra revolucionaria
hacia el interior. Por ello, fue también conocido como “El apóstol de las
ideas emancipadoras”.

De carácter arrogante, impetuoso y dominante, predicó la causa re-


volucionaria en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero,
Tucumán y Salta, entre otras.

Los acontecimientos de la Revolución de Mayo de 1810 lo encon-


traron cerca de Córdoba, en viaje a la capital del ex Virreinato del Río
de la Plata.

Ya en Buenos Aires, fue designado el 26 de julio de 1810 como


Teniente Gobernador y Subdelegado de la Real Hacienda de Mendoza,
habiendo sido puesto en posesión por el Cabildo Mendocino el 18 de
agosto de ese año.

El 31 de diciembre de 1810 Moldes le escribe al gobierno informan-


do, entre otros temas, que a dos compañías de Alabarderos les había
puesto un distintivo nacional.

Explicaba así su motivo inspirador: del cielo del Sur, tomaba origen
el color principal o de fondo, el celeste, y por las nubes, que man-
chando ese cielo se terminaban de disipar, surgía el color compañero,
el blanco. Moldes confirmaba en la misiva que ya llevaba puesta en su
sombrero esa divisa.

El 12 de enero de 1811 es notificado de la resolución gubernamental


de pasar de inmediato a Buenos Aires a servir como sargento mayor del
Regimiento de Caballería de la Patria.

Allí permaneció desde antes de fines de enero hasta el 8 de marzo


cuando, al mando de 320 hombres, salió en dirección de Santa Fe, par-
tida que incluía 100 Granaderos de Fernando VII, regimiento que por
ese entonces comandaba Terrada.

216
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Ese casi mes y medio en la ciudad porteña le dejó tiempo suficien-


te como para conectarse con los principales oficiales independentistas
como French, Beruti y Terrada, con quienes pudo conversar acerca del
significado de su cucarda nacional y potenciar los anhelos revoluciona-
rios.

No resultaría extraño que esa contagiosa idea prosperara entre los


jefes morenistas, generándose, como efecto inmediato, la adopción del
distintivo de fondo celeste para ser utilizado por ellos y sus tropas como
símbolo de la libertad que se habían propuesto conseguir.

Luego, una rápida difusión del nuevo emblema hacia los demás
adherentes al pensamiento de Mariano Moreno, es decir, al resto de los
integrantes de la Sociedad Patriótica, resultaría otra muy razonable y
esperada derivación.

Finalmente, debe agregarse que cuando Moldes regresa a Buenos


Aires es desterrado, al igual que muchos otros, como consecuencia de
los acontecimientos que allí habían ocurrido el 5 y 6 de abril de 1811.
Ello permite interpretar que desde el gobierno se lo consideraba como
un integrante más del partido que pretendía la emancipación de las
Provincias Unidas.

Juan Florencio Terrada

Hijo de Juan Bautista Terrada y de Manuela Narcisa Fretes y Esqui-


vel, nació en Buenos Aires el 7 de noviembre de 1782. Fue nombrado
por el Rey, en marzo de 1798, capitán del Regimiento de Infantería de
Milicias de Buenos Aires.

Participó en la defensa de la ciudad de Buenos Aires contra los in-


vasores británicos en 1806 y 1807. Producto de su destacada actuación
fue nombrado el 22 de octubre de 1807 teniente coronel del batallón de
Granaderos de Fernando VII, también conocido como “Granaderos de
Terrada” debido al prestigio de su jefe.

217
Adolfo Mario Golman

Intervino activamente en los sucesos precursores del pronuncia-


miento de Mayo, siendo ascendido a coronel por la Junta de Gobierno
en junio de 1810.

Junto a Pedro Agrelo, Antonio Luis Beruti, Domingo French, Ju-


lián Alvarez e Ignacio Núñez, todos dignos legatarios de las ideas de
Mariano Moreno, resultó Terrada uno de los más fervientes opositores
a la llamada “Junta Grande”.

Su regimiento de Granaderos de Fernando VII habría lucido en


febrero de 1811, al igual que el “América” de French y Beruti, las esca-
rapelas de fondo celeste que luego distinguieron a los adherentes de
los ideales morenistas. Las volvió a presentar en septiembre de ese año
cuando, junto a sus huestes, marchó al encuentro del ejército sitiador de
Montevideo que comandaba José Rondeau.

Para el 27 de febrero de 1812, fecha en la cual Manuel Belgrano


ordenó enarbolar en Rosario la primera bandera nacional blanca y ce-
leste, Terrada permanecía con sus tropas en cinco buques a la espera de
vientos favorables que le permitieran transportarse en dirección a Santa
Fe. Es factible que las cucardas celestes y blancas que lucían sus grana-
deros fueran las que Belgrano observó y no permitió usar a sus soldados,
quienes, por ese entonces, vestían la roja reglamentaria.

Luis Ambrosio Morante

De tez morena, baja estatura y voz sentenciosa fue actor, cantante y


músico. Habría nacido en Montevideo entre 1782 y 1784.

Radicado desde pequeño en Santiago de Chile, pasó a Mendoza


y de allí a Buenos Aires. En 1804 figuró en el elenco que inauguró el
Coliseo Provisional en Buenos Aires. En 1808 trabajó en Montevideo.
Luego volvió a Mendoza y nuevamente a Chile donde suspendió sus
actividades teatrales para adentrarse y adherir a la política opositora al
gobierno realista. Se encontró entre los que mantenían comunicaciones
secretas con patriotas que residían en Mendoza. Hacia fines de 1810
retornó a Buenos Aires.

218
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

A partir de 1811 organizó representaciones teatrales y trabajó como


actor, autor y director de escena. Para los festejos del segundo aniversa-
rio de la Revolución de Mayo compuso y estrenó -muy posiblemente- el
domingo 24 de mayo de 1812 una pieza llamada El Veinticinco de Mayo.
Era un melodrama que por su notable patriotismo fue premiado por
el Cabildo en la sesión del día 29.

El melodrama (drama con música) era un género muy de gusto de la


época. La música era en parte del mismo Morante, cantor y músico de
la compañía, y de Blas Parera, compositor teatral desde tiempo atrás y
autor de la melodía de no pocas tonadillas que se cantaban en escena.

La obra concluía con canciones patrióticas entonadas a grandes gri-


tos, por todas partes, después de que “El Espíritu de la Independencia
Americana” presentaba al público la nueva bandera celeste y blanca.

Quizás fuera esa la primera vez que se exhibía un emblema de tres


franjas horizontales, celeste, blanco y celeste que, un año más tarde, se
popularizaría en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la
Plata como pabellón nacional.

En julio de 1817, Juan Martín de Pueyrredón, Director de las Pro-


vincias Unidas, fundó la Sociedad del Buen Gusto del Teatro. Entre sus
miembros se destacaban, entre otros, Morante, Terrada, Vicente López
y Manuel Belgrano.

Morante fue considerado como la figura más relevante de nuestro


antiguo teatro y a través de sus obras difundió las ideas y sentimientos
revolucionarios.

Pedro José Agrelo

Nació en Buenos Aires el 28 de junio de 1776. Fue enviado a la Uni-


versidad de Chuquisaca para seguir la carrera eclesiástica. Sin embargo,
tiempo después abandonó los estudios seminaristas y se decidió por la
carrera de abogado.

219
Adolfo Mario Golman

Obtuvo el cargo de Subdelegado de la provincia de Tupiza, en el


Alto Perú, el que ejerció hasta fines de 1810. Fue perseguido por creerse,
equivocadamente, que era partidario de los españoles. Regresó a Buenos
Aires para retomar su profesión.

Ya instalado en la ciudad porteña, el primero que se acercó a salu-


darlo fue su viejo amigo Mariano Moreno, con quien se vio hasta que
este último viajó, hacia fines de enero de 1811, a Inglaterra, donde nun-
ca llegó, ya que falleció en plena travesía en marzo de ese mismo año.

En mayo de 1811 aceptó el puesto de redactor de la Gaceta de Bue-


nos Aires, renunciando a su cargo en octubre.

Perteneció al grupo de ciudadanos que fundó la Sociedad Pa-


triótica y fue miembro destacado en la Asamblea General Constituyen-
te en 1813, representando a la provincia de Salta.

Tenía una irrenunciable y constante opinión a favor de la emanci-


pación, y su objetivo, revelado en su Autobiografía, era claro: lograr el
reconocimiento de la independencia o dejar de existir.

En la Asamblea, uno de los diputados -comprovinciano por Salta-


era José de Moldes, de quien Agrelo dijo que era un hombre de verdad,
íntegro y patriota, pero naturalmente arbitrario e insociable.

En su Autobiografía, Agrelo también explica que dicha Asamblea


constituyó un gobierno independiente y nacional. Destaca que entre
otras medidas tomadas, se mandaron bajar de todas partes las armas
reales de los reyes de España, se quitó su efigie de la moneda, decidién-
dose su acuñación bajo un nuevo tipo enteramente patriótico. Para
ello, se emitió un decreto que Agrelo mismo redactó y firmó en abril de
1813, mientras era Presidente de dicha Asamblea. Fue quien preparó
el diseño de las monedas.

Uno de los tipos de moneda que se acuñó en la Ceca de Potosí fue


la de oro. Ésta era como las de plata, pero con una sola diferencia: al pie
de la pica y bajo de las manos que la afianzaban se debían esculpir tro-

220
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

feos militares consistentes en dos banderas a cada lado, dos cañones


cruzados y un tambor al pie.

¿Cómo eran esas cuatro enseñas? Posiblemente de tres franjas hori-


zontales, celeste a los costados y blanco al medio, respetando el diseño
de la divisa creada en Buenos Aires y difundida desde allí al resto del
territorio de las Provincias Unidas.

Se desconoce la existencia de algún plan por el cual se hubiera pre-


tendido imponer el uso de una cucarda de fondo celeste para concluir,
tiempo después, con la declaración de la insignia de tres franjas como
emblema soberano. Queda subyacente la sensación de que todo fue su-
cediendo espontáneamente.

Por último, es justo reconocer que hubo otros partidarios de las


ideas de Mariano Moreno que también hicieron su valiosa contribu-
ción: Antonio Luis Beruti, Domingo French, Juan Hipólito Vieytes,
Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Vicente López e Ignacio Núñez
quienes, entre muchos, compartían una causa común y quizás, sin pro-
ponérselo, fueron partícipes junto a Moldes, Terrada, Morante y Agrelo
del emblemático designio de otorgarle un pabellón propio a la nación
que se gestaba.

221
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

BIBLIOGR AFÍA DE LA CUARTA PARTE

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224
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

CONCLUSIONES

Como resumen, se propone el siguiente esquema de preguntas y


respuestas cuya secuencia permite sintetizar la teoría desarrollada.

1. ¿Cuál sería el origen de los colores del primer distintivo na-


cional decretado el 18 de febrero de 1812?

Los colores del atuendo de la imagen de la Virgen: blanco, que sig-


nifica la pureza, y celeste, que representa la sabiduría.

2. ¿Cómo era el modelo de la primera escarapela nacional?

Un distintivo formado por dos círculos concéntricos, blanco el ex-


terior y celeste el central.

3. ¿Cómo decide Manuel Belgrano preparar la primigenia ban-


dera en Rosario?

Blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional.

4. ¿Cómo habría distribuido d o n Manuel el blanco y el celeste


sobre el paño de aquella primera enseña?

Posiblemente en tres franjas horizontales de igual ancho, blancas a


los extremos y celeste la del medio, respetando la posición que tenían
estos colores en la escarapela nacional.

5. ¿Cómo era la divisa “del Ejército” ideada después de la victo-


ria de Tucumán?

Una bandera de dos franjas horizontales, mitad blanca, mitad ce-


leste. Su modelo se puede observar en el retrato al natural del general

225
Adolfo Mario Golman

Manuel Belgrano pintado en Londres en 1815 y atribuido a François C.


Carbonnier.

6. ¿Cuál sería el origen de los colores que representaron a la


Sociedad Patriótica, seguidora de los ideales morenistas?

Los de la cucarda nacional ideada por José de Moldes en Mendoza


hacia fines de 1810. Estaba formada por el color celeste, en referencia al
cielo del Sur, y el blanco, por las nubes de ese cielo ya casi despejado.

7. ¿Cómo pudo ser el diseño del emblema morenista?

Una escarapela celeste, con su centro blanco.

8. ¿Cuál sería el origen de los colores del actual pabellón argen-


tino?

Los de la escarapela morenista, tomados a su vez de la divisa ideada


por Moldes.

9. ¿Cómo resultaría la proyección de la cucarda morenista en la


actual bandera argentina?

Una enseña de tres franjas horizontales de igual ancho, celeste a los


costados y blanca la central. En esta última, se destaca el sol incorpora-
do oficialmente en 1818 a la bandera de guerra.

10. ¿Cómo es la presente escarapela argentina?

Es un disco formado por tres círculos concéntricos, celeste el exte-


rior, blanco el del medio y celeste el central. Ver el modelo en la Lámina
3 del Anexo Gráfico.

226
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

Un grato recuerdo

Finalmente, deseo expresar mis sentimientos de infinita gratitud e


inmenso respeto hacia la figura humanística de Manuel José Joaquín
del Corazón de Jesús Belgrano, a quien conseguí conocer por la voz de
su propio testimonio y por el entendimiento de sus acciones.

Ello ha despertado en mí una permanente admiración a su ejemplar


comportamiento, a su espíritu de sacrificio y, sobre todo, a su inconteni-
ble amor a la Patria, que lo convierte en el modelo a imitar por nuestros
hijos para sentirnos por siempre orgullosos de ser argentinos.

227
Enigmas sobre las primer as bander as argentinas

BIBLIOGR AFÍA Y FUENTES CONSULTADAS

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