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Una triste paradoja en el Valle de Uco

El Valle de Uco es conocido, además de por sus bellos paisajes, por su lucha comunitaria y denodada en
defensa del agua pura y de la naturaleza. Sin embargo, mientras que un gran porcentaje de vecinos
comprometidos salen a las rutas y se autoconvocan para combatir contra todo lo que pueda afectar su
ecosistema, otros desoyen este mandato popular y no tienen el menor prurito en arrojar sus residuos en
cualquier sitio.

Lamentablemente, hay sitios de incomparable belleza que hoy deslucen por esta causa. La inigualable vista
que tiene del Cordón del Plata para el conductor que transita por la ruta 88 hacia Tupungato se ve empañada a
la altura del arroyo Anchayuyo porque las márgenes del afluente se han convertido en un basural.

Lo mismo ocurre en ciertos sitios de Los Cerrillos, en Villa Bastías y en el camino hacia Potrerillos por La
Carrera. Todos parajes tupungatinos destacados por su nivel paisajístico.

Estas vacaciones de invierno, y con muy buen tino, la Municipalidad de San Carlos comenzó a explotar
turísticamente un diamante en bruto que había mantenido en secreto hasta el momento. Abundan los
excelentes comentarios de los turistas que se ahondan en los cañadones arcillosos y los vericuetos del río seco
de La Salada, en un interesante recorrido por el desierto de Las Huayquerías.

Sin embargo, hay quienes parecen utilizar este trayecto que conduce a La Salada como depósito de todo lo
que les sobra en sus casas. Los turistas y locales deben toparse con escombros y residuos a los costados del
camino que, inevitablemente, modifican su visión de la geografía.

Pero no se trata sólo de estética. Meses atrás, trascendió una denuncia en el Concejo Deliberante de Tunuyán
por un basural a cielo abierto que la actitud irresponsable de algún particular o empresa (porque también había
escombros y montañas de mosto) había ayudado a extender a orillas del arroyo Tunuyán.

En realidad, el problema ambiental es más serio. Porque esta acumulación de residuos domiciliarios e
industriales se encuentran en plena confluencia de dos hilos de agua: el Tunuyán y el arroyo Claro. La
contaminación del agua después continúa hacia todos los cultivos que se extienden hacia el este de este
departamento.

Ni qué hablar, cuando algunos de los vecinos -cansados de las moscas, mosquitos y demás problemas que
les trae el basural- deciden prender fuego a tanta porquería. Entonces, el aire se vuelve irrespirable para todos
los barrios que se encuentran en las inmediaciones.

Y es verdad que el Estado a veces tiene los oídos sordos y los ojos, ciegos. Pero no toda la culpa puede
endilgarse a los funcionarios. Sobre todo cuando los intendentes de los tres municipios de la región vienen
trabajando desde hace tiempo para consolidar el Coince, el consorcio intermunicipal que se ocupa, con un
moderno procedimiento, del destino final de la basura domiciliaria.

Además, ahora las comunas han conseguido un importante subsidio del BID que les permitirá avanzar en la
materia y comprar nueva maquinaria para, entre otras cosas, erradicar todos los basurales a cielo abierto.

La sensación es que, hasta que cada uno de los vecinos no adquiera algo de respeto y aprenda a valorar el
lugar propio y ajeno, nada va a cambiar.

Ojalá en el Valle de Uco se termine esta triste paradoja y que la conciencia ecológica y la lucha por el medio
ambiente sea una virtud más propagada.

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