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Contaminación de los hogares por formaldehído

Este componente que se halla en numerosos artículos de uso


cotidiano puede causar efectos nocivos en la salud
Gracias a sus propiedades aislantes y a su resistencia, el uso industrial del formaldehído,
un componente que puede resultar tóxico, se ha generalizado en productos tan diversos
como materiales de construcción, pinturas, prendas textiles, madera conglomerada o
servilletas de celulosa. En general, el interior de las viviendas no concentra niveles
preocupantes de este compuesto. Ahora bien, dada la sensibilidad que pueden tener
algunas personas y los efectos que puede causar durante un tiempo de exposición
prolongado, es recomendable reducir al máximo su presencia en los hogares. Como
consejos generales, se recomienda el uso de materiales naturales y ecológicos, ventilar el
interior de las viviendas y evitar la humedad.

El formaldehído forma parte de la colección de compuestos orgánicos volátiles (COV) que


se utilizan en buena parte de productos de uso cotidiano. Descubierto en 1867 por el
químico alemán August Wilhelm von Hofmann, el formaldehído o metanal es un
compuesto que a temperatura ambiente se comporta como un gas incoloro de olor
penetrante.

La exposición al formaldehído puede provocar diversas consecuencias negativas. La


Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niveles de concentración no
sean mayores de 0,05 ppm (partes por millón). En función de la concentración, el tiempo
de exposición y el grado de sensibilidad que se tenga hacia el mismo, los efectos son muy
variados.

Algunas personas pueden tener una alta sensibilidad a este


compuesto y experimentar diversas reacciones
En dosis superiores a 30 ppm puede ser mortal. Los trabajadores que manejan este
producto tienen que utilizar los sistemas de prevención necesarios que marca la
legislación para evitar posibles intoxicaciones. En concentraciones a partir de 0,1 ppm,
se pueden desarrollar varios tipos de irritaciones, como ojos llorosos o con sensación de
quemazón, así como en la nariz y garganta, náuseas, tos, jadeos, opresión en el pecho,
sarpullidos, dolor de cabeza, dificultad para conciliar el sueño, fatiga, bronquitis, etc.

Cómo evitar la contaminación por formaldehído


El uso de materiales aislantes en los edificios es una buena idea para reducir el consumo
energético, pero pueden contener formaldehído. Así lo ha señalado la Agencia de
Protección Medioambiental de Estados Unidos (EPA), que ha recordado que, al construir o
reformar un edificio, se pueden buscar alternativas que no lleven formaldehído. En los
años setenta se generalizó el uso en el sector de la construcción de la urea-formaldehído
(UFFI), una variedad de este compuesto. En 1984, la normativa limitó su uso a partes muy
concretas del edificio y para que en ningún caso tuviera contacto con la zona interior de
la vivienda. No obstante, conviene tener cuidado con las reformas en casas construidas
en esas fechas. Las pinturas, pigmentos y barnices sintéticos son otros elementos que
pueden contener este compuesto. Sus sustitutos serían las pinturas y los tratamientos
ecológicos.

Las mayores emisiones se originan cuando los materiales que


contienen este compuesto son nuevos
Los muebles de conglomerado o contrachapado utilizan formaldehído, en general, como
adhesivo. Por ello, si es posible, tras su compra conviene dejar que se aireen en espacios
sin habitar. La madera maciza o las fibras naturales no contienen este compuesto, por lo
que son una alternativa para el mobiliario de casa. Una solución intermedia la
constituyen los productos de madera conglomerada con bajo nivel de formaldehído, que
se comercializan en Alemania con la ecoetiqueta del ángel azul.

Los materiales vinílicos para revestimientos y las moquetas y alfombras sintéticas pueden
contener formaldehído para hacerlos más resistentes a las manchas. Las fibras vegetales
o la lana no emiten este compuesto, así que para evitarlo conviene adquirir alfombras y
moquetas con estos materiales naturales.

La industria textil también se vale de este compuesto como conservante y para evitar
arrugas o manchas. Se puede encontrar en diversa ropa del hogar, como colchones,
toallas o tapicerías. En este caso, el contacto puede ser tanto directo con la piel como
por inhalación. Como alternativa, se pueden buscar las prendas con fibras ecológicas y
naturales y evitar la ropa con propiedades anti-manchas y anti-arrugas, que utilizan a
menudo formaldehído. Si a pesar de todo se adquiere una de estas prendas, siempre se
puede lavar y aclarar antes de usarla. Los sistemas de limpieza en seco también suelen
utilizar este compuesto como disolvente en las prendas. Por ello, es recomendable colgar
la ropa en un lugar ventilado y aislado durante unos días después de haberla traído de la
tintorería.

Los productos de limpieza, cosméticos y de higiene personal también se valen del


formaldehído para combatir las manchas o la humedad. Los pañuelos, servilletas y papel
de celulosa, los desodorantes, lacas, champús, jabones, detergentes, desinfectantes,
ambientadores, etc. pueden contener este compuesto. El uso de estos productos se
puede reducir, ya que en ocasiones se abusa de ellos. Los productos de limpieza
ecológicos serían un sustituto.

Por último, la combustión de calderas de leña y gas, así como el tabaco, emite
formaldehído. En el primer caso, es imprescindible contar con un buen sistema de
ventilación. En el segundo caso, se debe evitar fumar en lugares cerrados y no hay que
permanecer en habitaciones donde se sepa que hay fumadores habituales.

Algunas personas pueden tener una alta sensibilidad a este compuesto y experimentar
este tipo de reacciones a niveles inferiores a 0,1 ppm. Su detección no es sencilla, ya que
sus síntomas se pueden confundir con los del resfriado, la gripe o las alergias. La
exposición a bajas concentraciones de formaldehído durante un amplio espacio de
tiempo puede aumentar la sensibilidad tanto a este producto como a otros que provocan
alergias. La contaminación por formaldehído puede ser silenciosa en el interior de las
casas durante años. Las mayores emisiones se originan cuando los materiales que
contienen este compuesto son nuevos. Poco a poco disminuyen, pero pueden durar en
dosis bajas durante cinco o más años.

El formaldehído también puede acentuar las reacciones de personas ya de por sí sensibles


o con problemas de asma o rinitis. En experimentos con animales de laboratorio ha
demostrado tener un efecto cancerígeno, y podría tenerlo también en los seres humanos.
Algunos estudios han vinculado al formaldehído con la esclerosis lateral amiotrópica.

Efectos nocivos de los compuestos orgánicos volátiles


Ciertos gases provenientes de productos químicos o de
la circulación de vehículos contaminan la atmósfera y
pueden provocar diversos trastornos y enfermedades

Los compuestos orgánicos volátiles (COVs) agrupan a una gran cantidad de sustancias
químicas que se convierten fácilmente en vapores o gases y que pueden tener diferentes
efectos nocivos sobre el medio ambiente y la salud. El principal inconveniente
medioambiental de estos gases es que, al mezclarse con otros contaminantes
atmosféricos, como los óxidos de nitrógeno (NOX) y reaccionar con la luz solar, pueden
formar ozono troposférico, que contribuye al problema del smog fotoquímico. Este
problema se agrava especialmente en verano, al incidir el sol y las altas temperaturas.

En cuanto a sus consecuencias sobre la salud, pueden tener desde un alto grado de
toxicidad hasta ausencia de efectos conocidos, dependiendo del compuesto y el período
de exposición al mismo. Por ejemplo, se sabe que el benceno es un carcinógeno humano
y se tienen sospechas razonables sobre el formaldehído y el percloroetileno. Los
trabajadores industriales, los fumadores y las personas expuestas a la circulación de
vehículos están más en contacto con este tipo de sustancias.

Además de sus efectos cancerígenos, la exposición a largo plazo a estos COVs puede
causar lesiones de hígado, riñones y sistema nervioso central, mientras que a corto plazo
puede causar irritación de los ojos y vías respiratorias, dolor de cabeza, mareos,
trastornos visuales, fatiga, pérdida de coordinación, reacciones alérgicas de la piel,
náuseas y trastornos de memoria. Según su peligrosidad, se clasifican en varios grupos:

 Extremadamente peligrosos para la salud: Benceno, cloruro de vinilo y 1,2


dicloroetano
 Compuestos de clase A (pueden causar daños significativos al medio ambiente):
Acetaldehido, anilina, bencilcloruro, carbonotetracloruro, CFC´s, acrilato de
etilo, halones, anhídridomaleíco, 1,1,1-tricloroetano, tricloroetileno,
triclorotolueno
 Compuestos de clase B (con menor impacto en el medio ambiente): Acetona,
etanol

La presencia de estos elementos es entre dos y cinco veces


superior en el interior de los edificios que al aire libre
Según la Agencia norteamericana de Protección del Medio Ambiente (EPA), la presencia
de estos elementos es entre dos y cinco veces superior en el interior de los edificios que
al aire libre. Productos como disolventes, pinturas, limpiadores, líquidos para la industria
de lavado en seco, insecticidas, ambientadores, pegamentos, barnices, soluciones
fotográficas, tintas de fotocopiadoras o impresoras, y en general, cualquiera de origen
petroquímico, pueden originar estos compuestos en hogares y lugares de trabajo.

No obstante, el origen de estas sustancias proviene también de fuentes naturales. El


metano, el más abundante de los hidrocarburos atmosféricos, se forma a consecuencia de
las deposiciones del ganado, las reacciones de putrefacción o la digestión de las termitas,
aunque también proviene en gran parte de los procesos de combustión industriales (gas
natural). Se sabe asimismo que el metano influye en el efecto invernadero y en las
reacciones estratosféricas.
Por su parte, los árboles y las plantas también emiten COVs como el isopreno, los
terpenos o monoterpenos. Según diversas investigaciones, estas sustancias podrían
servirles como protección frente a elevadas temperaturas, contra patógenos y
herbívoros, o como ayuda en la cicatrización, aunque también podrían estar afectando
negativamente al cambio climático.

En la actualidad, los controles de emisiones de COVs se realizan mediante diversas


tecnologías, como quemadores y combustores térmicos y catalíticos, que reducen o
destruyen estas sustancias; y condensadores y adsorbedores, que permiten su posterior
reutilización. Asimismo, los investigadores trabajan en el desarrollo de nuevas
tecnologías, como las de destrucción corona, de plasma, o de biofiltración.

Legislaciones cada vez más restrictivas


Con el objetivo de prevenir y reducir la contaminación atmosférica causada por las
emisiones de COVs, la Unión Europea ha desarrollado en los últimos años varias
legislaciones de aplicación en todos los países miembros, como la Directiva 200/42/CE,
de 21 de abril de 2004.

En España, hay en la actualidad dos Reales Decretos que controlan las emisiones de
COVs. Por una parte, el Real Decreto 117/2003 se centra en la restricción de las
emisiones de COVs debidas al uso de disolventes en determinadas actividades. Por otra
parte, el Real Decreto 227/2006 limita el contenido de COVs en determinadas pinturas de
decoración y productos para el repintado de vehículos. De esta manera, estas normativas
prohíben superar ciertos límites de emisión en 20 actividades industriales concretas, que
deberán colocar en sus productos un etiquetado indicando sus valores de emisión de
COVs.

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