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En tercer lugar, creían en un orden cultural, que implicaba al apego a una identidad
nacional que se cimentaba en el pasado y en las tradiciones. Este orden aunaba el
orden social y político, pues implicaba gobiernos fuertes, porque esa América Latina
se engendró bajo una Monarquía católica, y por lo tanto, un régimen de autoridad y
fuerte respondería a tal tradición política y, por lo tanto, simplemente se tenía que
continuar bajo ese cauce. Y por otro lado se desprendía, que la democracia no
formaba parte de esa tradición, ya que eran ideas extrañas, y no se podía romper las
tradiciones.
Desde esta perspectiva conservadora, los liberales se podrían definir como los
imitadores de lo foráneo y los encargados de arremeter contra las tradiciones, y por
lo tanto, negar la identidad hispana, los ideales de Dios, la visión nacional de
gobierno y la herencia política de regímenes de orden y autoridad, los que serían la
condición, según ese orden natural social, político y cultural para la prosperidad y el
progreso de cada país (Orrego, 2003)
El espíritu conservador estaba antes de que existieran los partidos políticos, y por
ello, la política de Estado la debía de llevarse a cabo mediante gobernantes
autoritarios que no pretendiera complacer, ni ganarse el aplauso de las masas. Si no
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que simplemente se limitaran a educar y mejorar las condiciones de vida del pueblo.
La razón de ser era pedagógica y no demagógica. Al pueblo se le educaba para
capacitarlo, ya que era fácil de manipular. El fundamento liberal era radicalmente
distinto al conservador. Los liberales se sentían hijos del Siglo de las Luces. No
creían en el orden natural de las cosas. Ellos creían que la sociedad inevitablemente
iba quemando etapas, de más simples a más complejas, y en consecuencia mejores
y más racionales; es decir, un progreso según el ideal de modernidad.
Los liberales creían que el progreso era algo indefinido. Por ello, el progreso humano
avanzaría cuando los hombres, liberándose de prejuicios y de la ignorancia, se
volvieran seres racionales y capaces de actuar según lo dictado por la razón. Por
consiguiente, la realidad era susceptible de ser modelada por la racionalidad
humana. En cambio, para los conservadores, la realidad venía dada por el orden
natural, y la alteración de este orden causaría el desastre (Orrego, 2003)
Los ideales liberales eran aplicables a la sociedad, ya que la razón podía modelar un
orden social, político y económico. En el “proyecto liberal” lo más importante era
libertad individual en estos tres órdenes. Y esto se traducía en un sistema
constitucional y en el gobierno impersonal de la ley, que se fundamentaba en el
consentimiento de cada individuo. Por lo tanto, el origen de la soberanía se hallaba
en la voluntad popular y las leyes se originan por el consenso de los ciudadanos.
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vida de los trabajadores. La economía se basó fundamentalmente en la explotación
de la mano de obra, en la producción y exportación de materias primas, en la
financiación y en las inversiones extranjeras. La satisfacción de la demanda
extranjera exigió la roturación y colonización de nuevas tierras y la extensión de los
monocultivos. Estos factores, añadidos a la deuda externa, se tradujeron en
indefensión de las economías latinoamericanas ante los intereses extranjeros y en
su vulnerabilidad ante las oscilaciones del mercado.
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