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MALTRATO INFANTIL

El maltrato infantil es un problema que impregna a toda la sociedad, que a


menudo ejerce un impacto negativo devastador en los niños, no solamente
durante la infancia, sino que durante toda la vida.1,2,3,4 Aunque las fotos de niños
maltratados que aparecen en los medios muestran gráficamente los hematomas,
quemaduras, traumas cerebrales, la negligencia y la desnutrición, un campo de
investigación cada vez mayor sugiere que el daño emocional que acompaña a
los actos abusivos o negligentes, y no solamente el daño físico, pueden
traducirse en los efectos dañinos más significativos y de largo plazo para el niño.
El maltrato que se infiere en los primeros cinco años de vida, puede ser
especialmente dañiño, debido a la vulnerabilidad de estos pequeños y al hecho
de que los primeros años de vida se caracterizan por un crecimiento
neurobiológico y psicológico más rápido que en los años siguientes..

Materia

En años recientes se ha incrementado el número de niños que ha experimentado


alguna forma de maltrato. Según el riguroso criterio operacional utilizado en el
más reciente Estudio de Incidencia Nacional (National Incidence Study) realizado
en los Estados Unidos, casi 1.6 milliones de niños norteamericanos fueron
abusados o tratados con negligencia en 1993,5 un incremento de 149% durante
el periodo de siete años entre los estudios. En 1993, 11.1 niños de cada 1,000
fueron objeto de maltrato y 13.1 de negligencia. Entre esos niños maltratados,
50% tenía menos de siete años de edad y 25% era menor de cuatro años. En el
primer estudio de carácter nacional que examinó la incidencia del maltrato infantil
en Canadá, emergen estadísticas de similar impacto, con un estimado de 21.52
investigaciones sobre maltrato infantil por cada 1.000 niños en 1998.6,7 Es muy
importante destacar que las estadísticas canadienses representan solamente
una parte de los actuales casos de maltrato, ya que el estudio sólo se centró
en casos investigados por trabajadores del bienestar infantil.

1. Tipos de maltrato infantil

El concepto de maltrato infantil ha ido evolucionando desde la Edad Antigua


hasta la época actual, pasando de ser una práctica que en ningún caso se
consideraba denunciable, hasta definirse como un delito a partir de la últimas
décadas del siglo pasado. La negación inicial de considerar el maltrato infantil
como un fenómeno denostable se ha justificado tradicionalmente obedeciendo a
tres principios principales: la idea de que el niño es propiedad de los padres, la
creencia de que la violencia y la agresión son aceptadas como métodos
disciplinarios adecuados y la falta de consideración de los derechos del menor
como legítimos.

1.1. El maltrato físico

El maltrato físico ha sido definido por Arruabarrena y De Paúl como un tipo de


comportamiento de carácter voluntario que provoca bien un daño físico en el niño
o bien el desarrollo de una enfermedad física (o riesgo de padecerla). Tiene, por
tanto, un componente de intencionalidad respecto a infringir un perjuicio al menor
de forma activa.
Pueden distinguirse diversas tipologías de maltrato físico en función del fin que
los progenitores deseen alcanzar: como forma de impartir disciplina, como
expresión de rechazo al pequeño, como expresión de características sádicas por
parte del agresor o como consecuencia del descontrol ante una situación familiar
conflictiva determinada.

1.2. El maltrato emocional

En cambio, el maltrato emocional no presenta la misma objetividad y claridad en


cuanto a la posibilidad de delimitarlo. Los mismos autores lo conceptualizan
como el conjunto de conductas relativas a una interacción más o menos
mantenida en el tiempo y que se basa en una actitud de hostilidad
verbal(insultos, desprecios, amenazas) así como en el bloqueo ante cualquier
iniciativa de interacción por parte del niño hacia sus progenitores o cuidadores.
Poderlo acotar como forma de maltrato infantil es complicado.
Por otro lado, el abandono emocional se entiende como la ausencia de
respuestas por parte de los padres que, de forma permanente, se muestran
pasivos ante las demandas o señales que emite el menor sobre sus necesidades
de interacción y conductas de afecto respecto de dichas figuras parentales.
La diferencia principal entre ambos fenómenos alude, una vez más, a la
intencionalidad de la acción; en el primer caso la acción es cometida y en el
segundo, omitida.

1.3. La negligencia infantil

El abandono físico o negligencia infantil consiste en la acción de dejar de atender


al menor al cual se tiene la obligación de cuidar, ya sea poniendo una distancia
física objetivamente observable o no. Por lo tanto, esta práctica se entiende
como una actitud de omisión, aunque determinados autores como Polansky
consideran que este acto se efectúa voluntariamente por parte de los
progenitores. Las consecuencias derivadas de la negligencia pueden ser tanto
físicas, como cognitivas, emocionales o sociales, según Cantón y Cortés.
Además, Martínez y De Paúl han diferenciado entre los conceptos de negligencia
y abandono físico. El primer fenómeno puede ser tanto consciente como
inconsciente y puede ser debido a aspectos como la ignorancia e incultura de los
progenitores al no considerar estos actos como posibles causantes de daño
psicológico al menor. Por contra, el abandono físico se orienta más a
consecuencias de daño hacia el organismo (daño corporal) y se entiende como
un caso de negligencia extrema.

2. Causas del maltrato infantil

Tradicionalmente, y hasta la década de los noventa, se había relacionado de


forma inequívoca la presencia de alteraciones psicopatológicas en los padres
con la existencia de prácticas de maltrato infantil en el núcleo familiar.
Tras las investigaciones de los últimos años, parece ser que las causas
explicativas apuntan a factores más cercanos a aspectos socioeconómicos y
circunstancias contextuales desfavorecedoras que menguan la red de apoyo
social del menor y de la familia en general, generando en último término
tensiones en el sistema familiar.
Así, un modelo explicativo que ha tenido un importante soporte empírico es el
propuesto por Parke y Colimer en la década de los setenta y ratificado por Wolfe
en los ochenta. Estos autores hallaron que el siguiente listado de características
mantienen una correlación significativa con la existencia de conductas de
maltrato infantil en el sistema familiar:

 Escasas habilidades parentales en la gestión del estrés y en el cuidado del


niño.

 Desconocimiento sobre la naturaleza del proceso de desarrollo


evolutivo en el ser humano.

 Expectativas distorsionadas sobre el comportamiento infantil.

 Desconocimiento y subestimación de la importancia del afecto y la


comprensión empática.

 Tendencia a presentar niveles elevados de activación fisiológica por parte


de los padres y desconocimiento de modos adecuados de disciplina alternativos
a la agresión.
Desde lo psicológico hasta lo familiar, social y cultural

Por otra parte Belsky, expuso al mismo tiempo un enfoque ecosistémico para
explicar las causas que derivan en la aparición del maltrato infantil. El autor
defiende en su teoría que los factores pueden operar en diferentes niveles
ecológicos: en el microsistema, en el macrosistema y en el exosistema.
En el primero se distinguen como variables de estudio los comportamientos
concretos de los individuos y las características psicológicas de los mismos; en
el segundo se incluyen las variables socioeconómicas, las estructurales y las
culturales (recursos y el acceso a ellos, valores y actitudes normativas de la
sociedad, fundamentalmente); y en el tercer nivel se evalúan las relaciones
sociales y el ámbito profesional.
Otros autores como Larrance y Twentyman apuntan a la presencia
de distorsiones cognitivas en las madres de menores maltratados, mientras que
Wolfe se inclina más a basar la causalidad en hallazgos que evidencian
comportamientos negligentes de evitación y retirada del afecto. Tymchuc, por su
parte, ha encontrado una correlación entre capacidad intelectual limitada y
actitud negligente en el trato dispensado hacia los propios hijos, aunque no por
ello concluye que todas las madres con retraso mental diagnosticado apliquen
necesariamente dicha conducta disfuncional.
Finalmente, desde la perspectiva cognitiva Crittenden y Milner propusieron en
los noventa que existe una relación significativa entre el tipo de procesamiento
de la información recibida del exterior (interacciones con el hijo, por ejemplo) y
presencia de maltrato infantil. Parece haberse probado que los padres
maltratadores presentan problemas de interpretación del significado de los
comportamientos y demandas que expresa el pequeño.
Así, ante tal alteración perceptiva, los padres suelen emitir respuestas de
evitación, alejamiento o ignorancia a la petición del menor puesto que elaboran
una creencia de indefensión aprendida asumiendo que no van a ser capaces de
incorporar una nueva metodología más adaptativa y adecuada. Además, según
el estudio, este tipo de padres también suelen subestimar la satisfacción de las
necesidades de sus hijos priorizando otro tipo de obligaciones y actividades por
delante del menor.

3. Indicadores del maltrato infantil

Tal y como hemos visto, el maltrato emocional es más complejo de demostrar


puesto que los indicadores no resultan tan claramente observables como en el
caso del maltrato físico. De todos modos, existen ciertas señales provenientes
tanto del menor como del adulto maltratador que pueden hacer saltar las alarmas
y sirven para dotar de una base más sólida la prueba de que se están dando
este tipo de comportamientos.
3.1. Indicadores de maltrato infantil en la víctima

En un primer conjunto de variables a valorar se encuentran las manifestaciones


que el menor como víctima exterioriza mediante sus verbalizaciones y
conductas, por ejemplo: mantener una actitud retraída, servicial, o expresar
rechazo a compartir temores y ciertas experiencias con otras personas cercanas;
sufrir alteraciones en el rendimiento académico y en las relaciones con los
iguales; presentar disfuncionalidad en el control del esfínter, alimentación o
sueño; mostrar alteraciones en ciertos rasgos de personalidad y en el estado
de ánimo, o desarrollar trastornos sexuales.

3.2. Indicadores de maltrato infantil en el agresor

En un segundo grupo de factores se hallan los que hacen referencia


a comportamientos parentales que se vinculan a prácticas de maltrato
infantil con relativa frecuencia. Estas actitudes varían en función de la edad,
pero en la mayoría de los casos suelen dirigirse hacia el niño o niña acciones de
rechazo, aislamiento y evitación del contacto, ignorancia e indiferencia a las
demandas del menor, empleo de amenazas y temores, castigos exagerados,
negación en la expresión de afecto, ausencia de comunicación, desprecio,
demandas exigentes desmesuradas, o bloqueo del desarrollo de un
funcionamiento autónomo, entre otros.

3.3. Indicadores psicologicistas de maltrato infantil

En un tercer nivel se encuentran las alteraciones producidas en las capacidades


básicas de aprendizaje cognoscitivo como el lenguaje, el pensamiento simbólico
y abstracto, el autocontrol emocional y la gestión de la impulsividad en las
relaciones interpersonales. Relacionado con ello, se puede hacer referencia a
las consecuencias a nivel educativo que sufre el menor expuesto al
abandono emocional, como por ejemplo el hecho de pasar la mayor parte del
día solo sin recibir ningún tipo de atención, frecuentes faltas de asistencia
injustificadas a la escuela o escasa participación y colaboración familia-escuela.

3.4. Indicadores de maltrato infantil en el clima familiar

En último término en el área convivencial del núcleo familiar los perjuicios


observables se corresponden con la presencia de rechazo afectivo,
aislamiento, hostilidad verbal y amenazas, incomunicación y bajo control
emocional parental como ejemplos de maltrato emocional; y falta persistente de
respuestas a las demandas del menor e incomunicación en lo relativo a muestras
de abandono emocional.
4. Factores de prevención del maltrato infantil

Según la propuesta de la Teoría de Sistemas de Beavers y otros autores


posteriores, se distinguen una serie de dimensiones que contribuyen de
forma determinante al establecimiento de un ambiente de relación familiar
adaptativo y satisfactorio como los siguientes:

 Una estructura y organización donde se delimite cada uno de los


subsistemas (la relación entre los cónyuges, la relación fraternal, etc.) a la vez
que se permita cierta permeabilidad entre ellos.

 La presencia de comportamientos afectivos entre los miembros.

 Un funcionamiento circunscrito al estilo educativo democrático donde se


defina claramente el control comportamental de la progenie.

 Rasgos de personalidad estables parentales y establecimiento claro de los


roles que estos desempeñan en el núcleo familiar.

 Una dinámica comunicativa basada en la correspondencia, la expresividad,


y la claridad.

 Una relación definida respecto de los sistemas externos al núcleo familiar


primario (otros familiares, amistades, comunidad educativa, vecindario, etc.).

 Cómo se produce el desempeño de las tareas asignadas a cada


miembro para favorecer el desarrollo psicológico de los más pequeños en las
áreas vitales principales (las relaciones interpersonales, el afrontamiento de
dificultades, el repertorio de comportamiento, la estabilidad emocional, etc.).

Del conjunto de las dimensiones expuestas se desprende que la familia debe


proporcionar al niño un espacio estable dotado de los recursos que permiten que
este disponga de sus necesidades como ser humano cubiertas, tanto las físicas
como las afectivas y educativas.
Más específicamente, López señala que existen tres tipos de necesidades
principales que la familia debe salvaguardar en relación a su descendencia:

 Las fisiobiológicas: como la alimentación, la higiene, la vestimenta, la salud, la


protección ante peligros físicos, etc.
 Las cognitivas: una educación adecuada y coherente en valores y normas, la
facilitación y exposición a un nivel de estimulación que agilice sus aprendizajes.
 Las emocionales y sociales: la sensación de saberse valorado, aceptado y
estimado; el ofrecimiento de apoyo para favorecer el desarrollo de las relaciones
con los iguales; la consideración sobre su implicación en decisiones y acciones
familiares, entre otros.
Consecuencias del maltrato infantil

Seguramente ya lo intuyes: además de las consecuencias físicas inmediatas que


puede causar el maltrato infantil, estas situaciones de violencia también
provocan trastornos emocionales, conductuales y sociales.

La importancia y severidad del impacto depende de:

 La frecuencia del maltrato y su intensidad y su prolongación en el


tiempo.
 Las características del niño (edad, temperamento, susceptibilidad,
habilidades sociales, etc.).
 La presencia o ausencia de violencia física.
 La relación que tiene el niño con su agresor.
 El apoyo que reciba el niño por parte de su familia.
 El acceso a atención médica, psicológica y social.
Las consecuencias pueden ser:

 Cuando el maltrato se da en niños pequeños, menores de tres años,


es probable que no se desarrolle el apego y por lo tanto, se dañarán
sus habilidades sociales y su autoestima.

En estos casos, es habitual ver que el niño tenga pesadillas, trastornos del
sueño, cambios en los hábitos alimenticios, retrasos en su desarrollo psicomotor
o pérdida del control de esfínteres.

 Al crecer, es probable que los niños maltratados tengan dificultades


para comprender, graduar y regular sus emociones y sus impulsos.

Con frecuencia carecen de creencias positivas acerca de sí mismos y del mundo


que los rodea. En general, tienen menos habilidades para reconocer o reaccionar
ante el malestar de los demás.

Suelen interpretar las intenciones de sus pares o maestros como más hostiles
de lo que verdaderamente son.

Esto se debe, principalmente, a las continuas contradicciones emocionales a las


que son sometidos, pues una persona que se supone que debería cuidarlos y
que ellos aman, en realidad los maltrata.
 Cuando el maltrato se da en niños mayores o adolescentes, éstos
suelen huir del hogar, agredirse ellos mismos y en general tienen bajo
rendimiento académico.
 También es frecuente el aislamiento social, la delincuencia juvenil, el
abuso de sustancias, el rechazo del propio cuerpo, el miedo
generalizado, o la aparición de sentimientos de vergüenza o culpa, o
enfermedades tales como la depresión o el trastorno disociativo de la
identidad.
 Al llegar a la adultez, las personas que fueron maltratadas en su
infancia suelen transformarse ellos mismos el maltratadores de sus
hijos.
 Más allá de los trastornos psicológicos, una investigación llevada a
cabo en los Estados Unidos ha demostrado que el castigo físico puede
provocar cambios en el cerebro. De esta manera, los niños que son
golpeados o maltratados físicamente desde pequeños hasta más allá
de los cinco años de edad pueden tener un coeficiente intelectual más
bajo, en comparación con los niños que no sufren este tipo de
violencia, debido a que tienen menor cantidad de materia gris en la
zona pre-frontal del cerebro.

Prevención

En general la prevención del maltrato infantil, desde un punto de vista global, es


tarea de los gobiernos, los cuales deben establecer programas de ayuda,
educación y apoyo a las familias.

Esto se puede lograr, por ejemplo, mediante la formación de grupos de apoyo


que informen y eduquen a los padres para que tengan mejores aptitudes para
criar a sus hijos adoptando estrategias positivas. También mediante políticas que
ayuden a prevenir los embarazos no deseados o sensibilizando y formando
profesionales que atienden menores, como maestros o pediatras, para la
detección precoz de este tipo de situaciones.

En algunos estados, los pediatras y otros profesionales de atención a la salud


están obligados por ley a denunciar los casos de maltrato infantil que conozcan
o sospechen. Pero no te preocupes, aunque no seas pediatra ni asistente social,
tú también puedes hacer cosas para ayudar a evitar estas situaciones tan
aberrantes.

Por ejemplo, si tienes hijos, enséñales a conocer su cuerpo y a diferenciar el


contacto normal con otra persona del contacto impúdico. Sencillamente, dile que
nadie tiene por qué tocarle los genitales sin él no quiere. De esta manera, estarás
ayudando a prevenir el abuso sexual. Explícales a tus hijos que deben decir que
NO cuando una situación o una propuesta no les agrada y que si alguien les
quiere obligar a hacer algo desagradable, se lo deben contar inmediatamente a
un adulto de su confianza.

Qué hacer si conoces una situación de maltrato infantil

Si sabes de algún caso de maltrato infantil o lo sospechas, lo que debes hacer


es contactar a algún servicio de protección infantil que esté disponible en tu
ciudad, comarca o estado.

Si crees que el maltrato físico o la negligencia está poniendo en peligro inmediato


la vida del niño, no dudes en llamar a la policía o al servicio de emergencias.

Lamentablemente, el maltrato infantil no desaparecerá si miras para otro lado.

Y lo que es peor, si no se previene a tiempo, es un problema que se perpetúa.


Como seguramente ya has leído más arriba, los adultos que han sufrido
maltratos en su infancia corren el riesgo de transformarse en maltratadores o
personas violentas.

Por eso, si conoces o sospechas algún caso de maltrato infantil debes informarlo
a las autoridades correspondientes, no solo para que protejan a ese niño, sino
para que también se le enseñe a la familia como funcionar adecuadamente, sin
violencia.

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